El siglo de la Información - IES Jovellanos · 2016. 11. 16. · 19 DOSSIER Satélite del...

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EL SIGLO DE LA INFORMACIÓN La tecnología y la batalla de la libertad Justino Sinova Al servicio del poder Carlos Barrera Un siglo de desafíos Víctor de la Serna ¿Nuevo orden informativo o vieja censura? Ronald Koven Sin novedades en el frente Manuel Leguineche Y la opinión de Pedro J. Ramírez, Indro Montanelli, Felipe Sahagún y Teodoro González Ballesteros. DOSSIER Aunque vigilada, recortada y manipulada con fines políticos y económicos, la Prensa ha protagonizado la lucha por la libertad durante el siglo XX. Hoy, extraordinariamente desarrollada gracias a las nuevas tecnologías, tiene que enfrentarse al viejo reto de la censura y al nuevo riesgo de la concentración empresarial LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD

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EL SIGLO DE LA

INFORMACIÓN

La tecnología y la batalla de la libertadJustino Sinova

Al servicio del poderCarlos Barrera

Un siglo de desafíos Víctor de la Serna

¿Nuevo orden informativo o vieja censura?Ronald Koven

Sin novedades en el frenteManuel Leguineche

Y la opinión de Pedro J. Ramírez, Indro Montanelli, Felipe Sahagún y Teodoro González Ballesteros.

D O S S I E R

Aunque vigilada, recortaday manipulada con finespolíticos y económicos, laPrensa ha protagonizado

la lucha por la libertad durante elsiglo XX. Hoy, extraordinariamentedesarrollada gracias a las nuevastecnologías, tiene que enfrentarse al viejo reto de la censura y al nuevo riesgo de la concentraciónempresarial

L A C O N Q U I S T A D E L A L I B E R T A D

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D O S S I E R

Satélite del Instituto

Stanford buscando

señales de la sonda

Mars Polar Lander,

en una imagen de

enero de este año.

En la página opuesta,

una joven de

principios de siglo

escucha el moderno

invento de la radio

(AGA, Prensa

Gráfica Nacional).

Justino SinovaPeriodista. Profesor de Teoría de la ComunicaciónUniversidad San Pablo CEU

L A EVOLUCIÓN DE LOS MEDIOS DE COMU-nicación social en el siglo XX es la crónica dedos aventuras: la lucha contra el tiempo y laliza contra el control político de la informa-

ción. La primera, que obtiene resultados espectacu-lares, es un esfuerzo profesional para acortar el pla-zo temporal entre el hecho y su conocimiento. La se-gunda, que está inconclusa, es un desafío periodís-tico y jurídico para obtener autonomía profesionalque permita ofrecer información veraz de todo lo im-portante que ocurre.

En esta doble pretensión –difundir la más ampliainformación en el más corto espacio de tiempo– es-tá contenida toda la historia de los medios de comu-nicación en un siglo acelerado, convulso y apasio-nante. Una historia que a fin de siglo tiene que en-frentarse a otros problemas, como el que plantea elproceso de concentración empresarial en medio deese ciclo histórico que se ha llamado globalización.

El progreso tecnológico ha producido en los me-dios de comunicación un cambio impresionante.

Cuando empieza el siglo, la Prensa escrita es elúnico medio al alcance del ciudadano. El pe-riódico diario ha cumplido entonces casi dos-cientos años pero su evolución, comparadacon lo que va a llegar, ha sido muy lenta. ElDaily Courant, primer diario de la historia,nace en Inglaterra en 1702, y el primero que

aparece en España, el Diario Noticioso –quelleva en realidad este premioso título: Diario

Noticioso, curioso-erudito, comercial, público y eco-nómico–, lo hace en 1758 de la mano de un inquie-to emprendedor llamado Mariano Nipho. Es un siglodespués, a partir de 1850, cuando empiezan a pro-liferar los periódicos por todo el mundo y en 1900hay ya ejemplos notables de una Prensa innovadora,que incorpora la fotografía informativa, que empiezaa desplazar a los periodistas a los lugares de la noti-cia, que se esfuerza en ofrecer piezas literarias y queinicia una evolución en el diseño.

Esta Prensa de comienzos de siglo muestra máspreocupación por influir sobre el lector, con diversasintenciones, que por ofrecerle una visión adecuadade la realidad. Es el momento en el que se desarro-lla lo que luego se llamará periodismo amarillo y estambién la edad de oro del periodismo de partido. Elamarillismo había nacido de la mano de un empre-sario megalómano, William Randolph Hearst, quellega a encarnar el tipo de periodista sin escrúpulospara quien la realidad es un inconveniente. Hearstrevolucionó las técnicas informativas y gráficas, y enesta parcela ejerció una gran influencia en la reno-vación de la Prensa, pero puso sus periódicos a suservicio personal, que era lo único que le interesaba.El periodismo de partido –periódicos al servicio deuna ideología, órganos de instituciones políticas– hallenado una amplia etapa del siglo XX, pero ha aca-bado desapareciendo en beneficio del periodismo in-formativo. Hoy un periódico de partido en Europa yAmérica es simplemente (y afortunadamente) unareliquia.

El periodismo informativo es la gran novedad demediados de siglo, complementado o perfeccionadoposteriormente con lo que se ha conocido como pe-

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Difundir la más amplia información enel más corto espacio de tiempo ha sidola meta que ha guiado la historia de losmedios de comunicación en este siglo,que concluye con el riesgo de laconcentración empresarial

La tecnologíay la batallade la libertad

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Caricatura del

presidente de EE UU

Rooseveltt, rodeado

de periodistas en

una de sus famosas

intervenciones

radiofónicas. Abajo,

Manuel Fraga ante

un micrófono de

RNE cuando era

titular del

Ministerio de

Información.

formativo. Después de los descubrimientos y de losprimeras pruebas de Guillermo Marconi con latransmisión sin hilos, se considera que la primeraemisión de la historia fue realizada por el ingenie-ro electricista Reginald A. Fessenden en 1906 des-de Brant Rock, Massachusetts, cuando logra trans-mitir un poema, una charla y unas melodías.

Treinta años después, la radio es ya un medio decomunicación, que puede ser utilizado para alec-cionar a las masas. Lluís Companys proclama en1934 la República catalana por la emisora EAJ 1,creada tres años antes por la Generalitat, y en1937 se hacen populares las arengas bélicas delgeneral Queipo de Llano a través de Radio Sevilla.Dolores Ibárruri, La Pasionaria, dirigente del Parti-do Comunista de España, inaugura en 1941 enMoscú la emisora Radio España Independiente, laPirenaica, un instrumento político de oposición alrégimen franquista. Pero en el continente america-no y un poco más adelante en la Europa central, laradio va conquistando su espacio como medio in-formativo. En España, su consagración tendrá lugara partir de octubre de 1977, en que se autoriza atodas las emisoras a emitir sus propios noticiariosde información general.

La irrupción de la televisiónLa capacidad informativa de la radio, que se de-

muestra en su rapidez y en sus posibilidades parala simultaneidad, actúa como acicate de los perió-dicos. Los diarios han sido mejorados por la com-petencia de la radio, qué duda cabe. Pero la radiose verá también favorecida por la entrada en com-petencia del que en poco tiempo se convertirá en elmedio más potente y más atractivo, que ofreceráinformación pero sobre todo espectáculo, la televi-

sión, que irrumpe con una fuerza inesperada a me-diados de siglo. La primera exhibición pública de latelevisión tuvo lugar en Londres en 1928, realizadapor el físico escocés John Logie Baird, momento enque se inicia una carrera acelerada que –pasando,por ejemplo, por la instalación de la primera emi-sora en la torre Eiffel en 1935 y la utilización delas primeras unidades móviles en Gran Bretaña en1937– llevará a introducirla prácticamente en to-dos los hogares en un tiempo récord, que desbara-ta todos los pronósticos. Televisión Española emitepor primera vez el 28 de octubre de 1956 con ca-rácter regular, pero en los años sesenta una de lasimágenes más elocuentes que ofrece la España deldesarrollo es el bosque de antenas de televisiónque va naciendo en los tejados de las casas, inclu-

so de las más humildes.Si los periódicos tardan siglo y medio en

consolidarse como instrumento informativoy la radio consume unos sesenta años enlograr su pleno establecimiento, la tele-visión no necesita más de tres décadaspara proclamarse líder indiscutible de lacomunicación. El panorama con que unciudadano de finales del siglo XX se en-

cuentra le ofrece un sinfín de posibilida-

D O S S I E R

Marconi ante el

papa Pío XI en la

inauguración de

Radio Vaticano,

mientras un mano

anónima hace las

últimas pruebas al

micrófono.

riodismo de explicación. El fermento del periodismoinformativo es la aspiración humana por la libertadde expresión, que en 1948 se completa eficazmen-te con la proclamación del derecho a la información.Pero hay también una causa técnica que ayuda alprogreso de la información: el desarrollo tecnológico,que alumbra el nacimiento de nuevos medios. Du-rante el siglo XX se produce una revolución tecnoló-gica que permite la aparición y el desarrollo acelera-

do de nuevos medios de comunicación, que ponenen poder del ciudadano un conjunto de informaciónque unos pocos años antes no había podido ni si-quiera imaginar.

La llegada de la radioEn la primera mitad del siglo XX, el hecho que

empieza a conmocionar el panorama de la comuni-cación es la aparición de la radio como medio in-

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La gran mutación internacionaldel siglo XX, el salto de socie-dades particulares a una socie-dad mundial, fue posible gra-cias a la descolonizacion, la revolución tecnológica, las comuni-caciones y la explosión demográfica.

Con la imprenta, nació el Estado-nación y llegaron la alfabetización de lasmasas, los periódicos y la opinión pública. Con el telégrafo, en el siglo XIX, serevolucionaron las comunicaciones civiles y militares, y la organización deejércitos y gobiernos.

Con los medios audiovisuales, la palabra y la imagen adquieren en el sigloXX una fuerza igual o más decisiva que las armas más destructivas. Las demo-cracias y las dictaduras de élites se convierten en democracias y dictaduras demasas. Y el poder, identificado durante siglos con la tierra y luego con la in-dustria, ha pasado a depender de la información.

Casi todos los medios han necesitado de la guerra para alcanzar su plenamadurez. La fotografía se estrenó en la guerra civil norteamericana. El telé-grafo fue el «rey» en la Guerra de Cuba.

Nacida pocos años antes, la radio echó a andar en la Primera Guerra Mun-dial, comenzó a internacionalizarse a finales de los años 20 y, en manos de

Roosevelt, Goebbels y Stalin, cambió la his-toria en la Segunda Guerra Mundial.Con la ayuda del transistor, democratizó lapolítica e igualó clases, liberalizó economí-

as y despertó conciencias, multiplicó el poder de manipulación y, desde Ber-lín a Sudáfrica, ayudó a derribar muros que parecían indestructibles.

Mezclando educación y diversión, propaganda y miedo, desde la PrimeraGuerra Mundial los Gobiernos y sus Estados Mayores han utilizado el cine pa-ra fabricar ilusiones, generar lealtades, sembrar temores y, sobre todo, perso-nalizar el liderazgo con rostro humano.

La televisión, por último, heredó lo mejor y lo peor de los medios que la an-tecedieron. Herbert Hoover, en abril del 27, fue el primer político que habló portelevisión. Eisenhower estrenó las conferencias televisadas. Hasta John Kennedyno se empleó para transmitir información oficial. Corea es la primera guerra te-levisada y Vietnan, la última cubierta en libertad por el nuevo medio.

Con Internet y la revolución digital, llega la convergencia y nace un nuevoanimal. Como los anteriores, se utilizará para hacer la paz y la guerra, crear ydestruir, dirigir o ser arrastrados. Cada nuevo medio trae oportunidades yamenazas. De los humanos depende aprovechar las primeras y evitar las se-gundas.

El siglo de la imagenFelipe Sahagún

Profesor de Relaciones InternacionalesUniversidad Complutense

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Rotativa del diario

El Mundo a pleno

rendimiento, en

una fotografía de

J. Villanueva, 1999.

paron de tomar posiciones. Ya en 1908 (medianteun real decreto de 24 de enero, sobre Bases delServicio Radiotelegráfico), el Gobierno español de-claró monopolio del Estado “el establecimiento yexplotación de todos los sistemas y aparatos apli-cables a la llamada 'telegrafía hertziana', 'telegrafíaetérica', 'radiotelegrafía' y demás procedimientossimilares ya inventados o que puedan inventarse enel porvenir”. Notable previsión, ciertamente. En1923 (real decreto de 27 de febrero, sobre Régi-men de Emisoras y su Explotación), otro Gobiernoinsistió en que “todas las instalaciones radioeléc-tricas constituyen un monopolio del Estado” y de-claró “clandestinas” las “estaciones radioeléctricasprivadas de todas clases y potencias [que] se hallenestablecidas actualmente”. Un poco más tarde, yaen la República, en 1934 y por ley (de 26 de junio,sobre Estructura técnica y económica del Serviciode Radiodifusión Nacional), se establece que “elServicio de Radiodifusión Nacional es una funciónesencial y privativa del Estado”. La República de-muestra que tampoco quiere dejar nada a la impro-visación y establece su control con una gran visiónde futuro: en 1935 (mediante decreto de 22 de no-viembre, que establece el Reglamento del ServicioNacional de Radiodifusión, que desarrollaba la leyanterior), disponía, con técnica ya conocida, queentre los “servicios de Radio-comunicación del Es-tado” se hallará “el establecimiento y explotaciónde los de Radiodifusión de sonidos e imágenes, yaen uso o que puedan inventarse en el porvenir”.En fin, en 1973, la Radiodifusión y la Televi-sión pasaron a ser concebidas como serviciopúblico centralizado, fórmula jurídica que ennada variaba en la práctica la competencia po-lítica sobre el medio y, ya en 1980, (el 10 deenero) se promulgó el Estatuto de la Radio y laTelevisión, cuyo primer artículo dispone que “la

radiodifusión y la televisión son servicios públicosesenciales cuya titularidad corresponde al Estado”.Esta norma sigue vigente hoy y es la que sirve debase reguladora de ejercicio del servicio públicopor empresas privadas, tanto en radio como en te-levisión. La entrada de la iniciativa privada en tele-visión, por cierto, tuvo que esperar hasta 1988 (3de mayo), en que una ley –mezquina y desconfia-da– autorizó tres emisoras privadas de televisión deámbito estatal.

Posibilidades casi ilimitadasAl margen del problema del control político so-

bre los medios, una constante en cualquier país yen cualquier época –pero aminorado en las demo-cracias– es que el panorama de los medios de co-municación social que el ciudadano tiene ante susojos ha cambiado diametralmente en cien años.Los medios de comunicación se han diversificadoy el conjunto ofrece unas posibilidades de eleccióncasi ilimitadas. Fijémonos en el caso español paraapreciar la evolución producida. En 1900 se pu-blicaban en España 1.347 periódicos, de los queel 16 %, es decir, algo más de dos centenares,eran diarios, según datos ofrecidos por J.M. Des-vois (La Prensa en España, 1900-1931, Madrid,Siglo XXI, 1977). La cifra era realmente elevada,pero muchos de esos periódicos eran de partido,su calidad dejaba mucho que desear y eran carospara el nivel de ingresos de unas masas que tra-

bajaban entre diez y catorce horas diarias yque, además, presentaban una tasa de analfa-betismo próxima al 64 %. Las posibilidadesde información de un ciudadano del 1900 sereducían al periódico y al bulo de la calle.Hoy se editan menos periódicos en España,130, pero entre ellos se encuentran muchos

de muy alta calidad, que ofrecen información

Inauguración de la

sede de la CNN en

La Habana, el 18 de

marzo de 1997.

Abajo, una familia

albanesa pasa en

carro por una calle

de Lezhe, cuyas

casas están

saturadas de

antenas parabólicas,

en una fotografía de

abril de 1997.

des de información y de comunicación en el másamplio sentido, comunicación que además puedearchivar y reproducir a su antojo mediante el mag-netófono y el vídeo, ingenios que se desarrollan y secomercializan con rapidez inusitada.

La sorpresa de InternetPero el siglo va a reservar todavía una sorpresa,

sobre todo después de escuchar a los profetas de lacomunicación que han certificado en los años se-tenta que la sociedad de la información es un pro-ceso basado en la evolución de los medios ya cono-cidos. La sorpresa es ese gran invento que hemosllamado las autopistas de la comunicación y cuyomejor concreción es Internet. Hoy, con un ordena-dor conectado a una línea telefónica, una personano sólo puede comunicarse con un interlocutor entiempo real sino que puede obtener información decualquier parte de la tierra. Puede leer The Was-hington Post o El Mundo o un semanario alemán oescuchar una emisora de radio o ver imágenes enmovimiento. Puede, además, participar activamen-te en el proceso de la comunicación, que es una po-sibilidad tantas veces soñada. Y todo ello con uncoste mínimo.

Una de las ofertas que contienen las autopistasde la comunicación es la posibilidad nunca sospe-chada antes de poner la comunicación pública acubierto del control político. El fenómeno está co-menzando, pero podemos imaginar que la tecnolo-gía del computador unida al uso del teléfono per-mite saltar muchas barreras, incluidas las interna-cionales. A medida que avanza el prodigio, los Go-biernos autoritarios encuentran más dificultadespara obstaculizar la entrada y salida de informaciónde sus territorios. Habían hallado el modo de impe-dir la audición de programas de radio –el régimende Franco, por ejemplo, creó en 1941 un Serviciode Interferencia Radiada para entorpecer la escu-cha de Radio España Independiente, Radio París ola BBC– y habían encontrado el modo de cortar elflujo de transmisiones de televisión –a veces por elprocedimiento expeditivo de prohibir las antenas

parabólicas, como hizo el régimen fundamentalistade Irán–, pero ya no va a haber policías suficientespara evitar que las autopistas de la comunicacióncrucen por pequeños artilugios tecnológicos que po-drán estar en poder de cualquier ciudadano.

Este desarrollo técnico ha multiplicado las posibi-lidades del uso individual de la información y ha ro-to el esquema de control con que los Estados han vi-gilado la vida de los medios de comunicación social.Una de las peculiaridades políticas de este siglo hasido el control que se ha ejercido sobre los medios,no sólo mediante la censura o la restricción, sinotambién mediante la creación de la figura del servi-cio público, que ha permitido el uso de los medioscomo herramienta de acción política. El interés delEstado europeo –no así el americano, que siempreconfió más en la empresa privada– se centró sobretodo en la radio y luego en la televisión.

El control políticoEspaña ofrece un ejemplo característico de los

esfuerzos estatales por el control de la información.A principios de siglo, los periódicos no ocasionabanespecial preocupación al poder político: le bastabacon maniatar a los medios con unas cuantas leyes–las excepciones que se introdujeron desde 1906al principio de libertad de expresión garantizadopor la Constitución de 1876, la censura impuestapor la dictadura de Primo de Rivera, la ley de De-fensa de la República, que facultaba a los Gobier-nos para sancionar y suspender a los periódicos…–.El problema lo planteaba la radio y, con unas dotesde previsión impresionantes, los Gobiernos se ocu-

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Bill Gates en el

momento de lanzar

por Internet el

nuevo cable de

Microsoft y la NBC.

Abajo, un aspecto

del II Congreso

Nacional de

Usuarios de Internet

en España, en

febrero de 1997.

de todo el mundo conunos contenidos cultu-

rales de primer nivel ya un precio realmen-te bajo. Pero, ade-más, el ciudadanomedio dispone ensu aparato de radio–que puede adquirir

por menos del preciode una comida– de más

emisiones que las que es capaz de escuchar y ensu televisor –que ha reducido considerablementesu precio– puede sintonizar cada día más emisorasnacionales y extranjeras. A ello hay que añadir laventana impresionante de Internet, a través de lacual se puede obtener la información que uno pue-da desear.

En un siglo hemos pasado del peligro de la fal-ta de información al peligro de la saturación. Lasposibilidades que ha multiplicado la tecnologíaamenazan con sepultarnos en información –de ahíque cada día sea más necesario el periodismo res-ponsable que sabe ofrecer lo importante de entrela enorme maraña de datos, opiniones y sucesos–,pero hemos podido hacer realidad por fin la ilusiónde romper el mito de que la información era privi-legio de unos pocos. La información hoy puede serya de todos. Para alcanzar este objetivo ha sidofundamental el espaldarazo que dio a la informa-ción, a mediados de siglo, la Declaración Univer-sal de Derechos del Hombre, al considerarla obje-

to de un derecho humano. El derecho a la infor-mación es la construcción jurídica que aporta estesiglo a la causa de la libertad informativa. Con elloha quedado completo un proceso que conduce a laemancipación informativa.

La historia de la información nos demuestra quesu lucha por la libertad ha sido tributaria de la in-vención técnica, que ha estado en la base de sudesarrollo. En el siglo XIX, la Prensa pudo ser dia-ria gracias a la aplicación de la máquina de vapora las rotativas. Pero va a ser ahora cuando llegare-mos a ver hecha realidad la idea ya tópica de la al-dea global anunciada por McLuhan. Hasta hoy, laaldea global ha sido un deseo más que una reali-dad, pues la información no ha penetrado en unagran parte del mundo. A partir de ahora, sin em-bargo, se abre la posibilidad de que la conjetura secumpla. Hay síntomas de que el tráfico de infor-mación empieza a invadir rincones hasta ahora in-vulnerables. Está fuera de duda que la televisión yla radio de Occidente, que se captaban en Berlín yotras ciudades de Alemania Oriental, tuvieron unpapel decisivo en el fermento de la irritación socialque acabó derribando el Muro. Y un último datoestimulante: el triunfo reformista en las eleccioneslegislativas celebradas en febrero en Irán demues-tra que el país está cambiando y se apunta comocausa, entre otras, que la información circula en-tre los severos controles aplicados por el poder,gracias a las antenas parabólicas que se instalanpese a estar prohibidas y a que el uso de Internetse está extendiendo.

La gran conclusión que ofrece la Historia de es-te siglo es que la tecnología ha ayudado decisiva-mente en la batalla por la libertad. Cuando se aca-ba el siglo, el poder de los Gobiernos, en este ca-pítulo, se ha visto reducido –aunque no hay quepecar de optimistas en esta cuestión– y, paradóji-camente, lo que emerge es otro riesgo encarnadoen uno de las efectos de la libertad de mercado: laconcentración empresarial. Pero éste es un peligrode otro signo, para el que el sistema de la demo-cracia liberal tiene remedio. Es un riesgo que, entodo caso, no empaña el balance positivo y esti-mulante que ofrece la historia de la libertad de in-formación cien años después.

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El despegue de Internet

H ace tres años, los usua-rios de Internet en Es-paña no llegaban al

millón. Esta cifra se ha multi-plicado por tres y medio en laactualidad y prácticamente sedoblará en los próximos dosaños. El increíble despegue dela Red es sin duda el fenóme-no que más radicalmente hacambiado el mundo de las co-municaciones y de la información desdela aparición de la televisión.

A la zaga todavía de su desarrollo yéxito en Estados Unidos, los usuarios deInternet en Europa se han multiplicadoespectacularmente en los últimos años:de 23 millones de internautas en 1997para toda la Unión Europea se ha pasa-do a 114 en la actualidad, una cifra quese doblará en los próximos dos años.

Según una encuesta sobre consumode Internet en España del AIMC, efectua-da entre octubre y diciembre de 1999, lamayoría de los usuarios españoles acce-de a la Red desde sus hogares, este mis-

mo porcentaje lo hace más de una vez aldía, y más de la mitad consulta su correoelectrónico una vez al día.

Algo más de un tercio pasa más de 4horas por semana conectado a la Red,en un tiempo que en general restan alque antes empleaban en ver la televisión.El principal problema que presenta lared en nuestro país, a juicio de más del80 por ciento de los usuarios, es la len-titud de las líneas.

Los resultados completos del estudiose pueden encontrar en la página delEGM: http://www.aimc.es/aimc/html/egm/egm.html

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mar sobre lo que sucedía en la España real y pu-blicar comentarios críticos y prodemocráticos.Tras múltiples sanciones, un editorial alabandola dimisión del general De Gaulle en Francia ydando a entender que Franco debería tomarejemplo fue la gota que colmó el vaso. El Go-bierno cerró el diario en 1971. Más tarde, la vo-ladura de su edificio vino a simbolizar la repre-sión franquista.

Pius NjawePeriodista camerunés de 42 años, fundador y

director del periódico trisemanal independienteLe Messager, de Duala, que acaba de cumplir 20años. Detenido en diciembre de 1997 por infor-mar sobre un posible ataque cardiaco del presi-

dente Paul Biya durante un partido de fútbol. Yahabía sido encarcelado, en 1996, por la infor-mación que su periódico publicaba. Condenadoa dos años de cárcel, la presión de los organis-mos internacionales de Prensa logró su libera-ción en octubre de 1998, cuando se encontrabaen un inquietante estado de salud debido a lascondiciones infrahumanas –en una verdaderapocilga, trabado con grilletes permanentes– desu encarcelamiento.

Faraj SarkoohiGalardonado con la Pluma de Oro de la Li-

bertad de la Asociación Mundial de Periódicosen 1999, cuando ya vivía exiliado en Alemania,Faraj Sarkoohi es el símbolo de la resistencia dela Prensa al régimen islámico de Irán. Fue ya unactivista contra el sha, pasando ocho años en lacárcel. Tras la Revolución, dirigió la revista cul-tural Adineh, desde la que siguió pidiendo máslibertad de expresión y, en 1994, promovió unafamosa declaración contra la censura. Desapare-ció durante 47 días en 1996, siendo sometido atorturas, y luego encarcelado hasta que la pre-sión internacional logró su liberación y su mar-cha al exilio.

Edward R. MurrowEste gigante del periodismo se dio a conocer

con su valiente cobertura para la cadena de ra-dio CBS, desde los mismos tejados londinenses,de los bombardeos alemanes, contribuyendo avencer la actitud antibelicista de la opinión nor-teamericana. Pero sobre todo, cuando todos losmedios informativos estaban acobardados y ca-

llados ante la tremenda “caza de brujas” anti-comunista del senador Joseph McCarthy, Mu-rrow rompió el muro del miedo con un capítu-lo de su serie de TV See it now, que desmenu-zaba las tácticas de terror de las famosas au-diencias de McCarthy. A partir de ahí se diluyórápidamente aquel personaje que logró destro-zar muchas vidas.

Gao YuEscribía desde la República Popular para el

Chinese Overseas Daily y el Mirror Monthly deHong Kong, destacando la gran calidad de su in-formación y sus análisis de la realidad políticachina. Gao Yu fue detenida en 1993 y condena-da, al año siguiente, a seis años de prisión por“filtrar secretos de Estado” al exterior. Su libera-ción se convirtió en prioridad de los organismosde libertad de Prensa y de la Unesco, que duran-te sus años de privación de libertad le dieron susmás altos galardones. En 1999, con un año deanticipación, y en mal estado de salud, fue pues-

ta en libertad, pero lamentablemente mantenidabajo una forma de arresto domiciliario y sin con-tactos con el exterior.

Víctor de la Serna

La periodista china Gao Yu.

Cuatro fases de la voladura del edificio que había albergado la sede del diario Madrid.

Pius Njawe en una imagen tomada

durante una estancia en la cárcel.

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Diez héroes de la libertad de expresiónPedro Joaquín Chamorro

Propietario y director de La Prensa, el prin-cipal diario de Nicaragua, fue constante y muyvaleroso en sus denuncias de la dictadura de So-moza, hasta su asesinato en 1978 por sicariossomocistas. Su viuda, Violeta Barrios –futurapresidenta de la República– recogió el testigo y

propició el triunfo de la revolución sandinista. Elperiódico, fiel a su tradición de independencia,pronto sería tan crítico con el sandinismo comohabía sido con Somoza. El legado de Chamorroha inspirado desde entonces los esfuerzos de pe-riodismo independiente en Centroamérica.

Woodward/Bernstein/Bradlee/Graham

Este “héroe” colectivo, cuatricéfalo y vario-pinto hizo posible la más brillante investigaciónperiodística de la Historia, la de The WashingtonPost sobre las operaciones de sabotaje político

de Richard Nixon y su encubrimiento. El direc-tor, Ben Bradlee, formó sobre la marcha unequipo con dos jóvenes reporteros, el metódicoBob Woodward y el impulsivo Carl Bernstein, yrespaldó cada una de sus explosivas informacio-nes frente a las presiones y a las amenazas, comohizo la patricia editora-propietaria, Katharine

Graham. Tras dos años de trabajo pe-riodístico, bien apoyado por la Justi-cia y el Congreso, Nixon dimitió.

Guillermo CanoEl director del diario El Espectador,Guillermo Cano, fue abatido a balazosen 1986, cuando su automóvil estabadetenido en un semáforo en plenocentro de Bogotá. Se afirma que el di-rigente del cartel de Medellín, PabloEscobar, organizó varias fiestas fastuo-sas para celebrar la buena noticia. Na-die duda de la autoría del crimen: conCano a su cabeza, El Espectador libró

una valerosa batalla contra los todopoderosostraficantes de cocaína. El diario siguió, con la fa-milia Cano, su campaña, que le costaría otrosasesinatos y un atentado con bomba contra suRedacción central.

Jacobo TimermanEl brillante, polémico y hasta vitriólico perio-

dista argentino fundó La Opinión hace tres de-cenios, y desde sus columnas fue el látigo cons-tante de los abusos del régimen militar, hasta queéste cerró el periódico en 1977 y detuvo a su di-rector. Durante dos años estuvo preso, sometido

a terribles torturas y humillaciones. Después desu liberación, Timerman escribió Prisionero sinnombre, celda sin número, testimonio de sucalvario, que se convirtió en un decisivo alegatocontra los militares argentinos. Pese a la recupe-ración de la democracia en 1984, Timermanprefirió seguir su carrera de comentarista y es-critor en Israel y Uruguay. Murió en noviembrede 1999.

Omar BelhouchetEl director y editor del diario El Watan de Ar-

gel, que hoy tiene 46 años, escapó milagrosa-mente, en 1993, al primer atentado de las mili-cias integristas contra un periodista. Desde en-tonces han sido cerca de 60 los profesionalesasesinados, y Belhouchet ha tenido que pasar es-tos siete últimos años entre su trabajo en un ver-dadero búnker en la capital argelina y tempora-das de exilio en Francia, cuando las amenazas sehacían más insistentes. El Watan, defensor de unEstado secular y, por ello, enemigo del integris-mo islámico, ha mantenido su línea informativaa lo largo de este tiempo, trabajando en circuns-tancias casi insoportables, profesional y econó-micamente.

Diario MadridEl histórico vespertino de Juan Pujol cumplió

un papel importante, diferente y, en definitiva,noblemente suicida en los años 60. Bajo la ins-piración de Antonio García Trevijano y la direc-ción de Antonio Fontán, aprovechó cada resqui-cio que dejaba la censura franquista para infor-Woodward (izda.) y Bernstein en la redacción del Post durante el caso Watergate.

Jacobo Timerman en una foto de 1990.

Violeta Chamorro, ya ex presidenta, explica la

tragedia del huracán Mitch en Madrid, en 1998.

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niones particulares disgregadoras o discrepantes.Los métodos empleados para conseguir el silencia-miento y el adocenamiento, el control en una pala-bra, de los medios no afines, fueron relativamente si-milares. Y en esas condiciones, la información de-vino propaganda.

En todos los casos se crearon organismos ad-ministrativos centralizadores bajo denominacio-nes varias, si bien la mayoría incluyó el términopropaganda, a imitación del Ministerio de talnombre creado por Joseph Goebbels en la Ale-mania de 1933. El período de entreguerras, con

la crisis de los regímenes liberales clásicos, propicióel florecimiento de una serie de ideologías y de sis-temas políticos alejados de esos presupuestos ante-riores y que acabaron desembocando en auténticasdictaduras. Y, en ese contexto, el cuarto poder de laPrensa inherente al liberalismo fue también puestoen discusión, dado que –como señalaba críticamen-te el preámbulo de la española Ley de Prensa del 22de abril de 1938– “se quería hacer de él una premi-sa indiscutible”.

Por su especial rigidez, y en parte también por lasnefastas y trágicas consecuencias sangrientas que sederivaron de la aplicación sistemática de sus méto-dos, destacaron sobremanera los totalitarismos ale-mán y soviético, lo que se dejó notar en sus políticasde propaganda. Especialmente implacable y durade-ra en el tiempo fue la dictadura de la Unión Soviéti-ca. Las políticas de propaganda fascista y nazi fue-

ron los dos principales modelos de los que bebie-ron las respectivas legislaciones de la España deFranco y del Portugal de Salazar. Tanto el hom-bre de confianza de Hitler para la propaganda,Joseph Goebbels, como el propio Mussolini–que había sido periodista antes de lanzarse ala política–, fueron los más sistemáticos en el

uso de todos los medios a su alcance para aca-

Quema de libros de

autores judíos por

los nazis en Berlín,

1933. Abajo a la

derecha, cartel de

propaganda de las

Juventudes

Hitlerianas, en

1930. En la página

opuesta, tres poses

histriónicas de

Adolf Hitler, en una

sesión fotográfica

para ensayar sus

discursos. La

difusión de estas

fotografías fue

prohibida por el

Führer.

Carlos BarreraFacultad de ComunicaciónUniversidad de Navarra

LA AFIRMACIÓN DE LA DEMOCRACIA, EN ELsiglo XX, como régimen político que mejor po-día garantizar el reconocimiento de las liber-tades y los derechos básicos de las personas,

tropezó con serias dificultades en diversos períodoshistóricos más o menos amplios. Naciones como laAlemania nazi, la Italia fascista, la España franquis-ta, el Portugal salazarista y la Unión Soviética comu-nista, con sus países satélites, sufrieron en diversosgrados la brusca o gradual interrupción de regímenesde libre opinión pública, o que al menos disfrutabande cierto grado de libertad. Bajo el común denomi-nador de las respectivas dictaduras que fueron ins-tauradas, los medios de comunicación de dichos pa-íses quedaron sometidos a rígidos sistemas de con-trol en aras de la consecución de una razón nacionalsuperior: la Volksgemeinschaft o "comunidad orgáni-ca nacional", el Impero, la Revolución nacional-sin-dicalista, el Estado Novo o la dictadura del proleta-riado.

Luces y sombras, el siglo de la democracia ha si-do también el siglo de los totalitarismos, y éstos nodudaron en emplear abundantemente los principalesresortes de que disponían para adoctrinar a las ma-sas: medios de comunicación tradicionales como laPrensa, nuevos como la radio y el cine, y otros me-nos convencionales como el arte, el teatro o la lite-ratura –la cultura en general– se impregnaron delsentido revolucionario que predicaban e imponíancada uno de esos regímenes. El objetivo era crearuna conciencia colectiva común, anulando las opi-

28

Al serviciodel poderCulto a la personalidad del líder,formación del periodistamilitante, férreo control de losmedios. Éstos fueron los rasgosde la política informativa de losregímenes totalitarios de Italia,Alemania, España y Portugal, asícomo de la Unión Soviética

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A Mussolini le

gustaba compararse

con el rey de losanimales. La

fotografía le

muestra con un

cachorro de león,

en 1925. Abajo,

cartel de

propaganda

soviética en 1942:

un obrero con las

efigies de Stalin y

Lenin en una

grandilocuente

bandera roja.

cunstancias lo requirieran. Pero el efecto amenaza-dor de la estratagema del Duce consiguió que mu-chos periódicos, salvo los grandes independientescomo Il Mondo, La Stampa o Il Corriere della Sera,se alinearan en la tarea de colaborar en la gran obrade “reconstrucción nacional” por él emprendida. Elprincipal instrumento jurídico del que se sirvió el fas-cismo para controlar todos los resortes de la Prensafue la ley de 31 de diciembre de 1925. Apareció en-tonces la figura del director responsable y la obliga-ción de figurar en el Albo o registro de periodistaspara poder ejercer la profesión. Y se requirió una au-torización previa para cada publicación.

A la par que estos métodos coercitivos, se fue pro-duciendo una fuerte presión sobre los grandes dia-rios liberales para lograr su fascistización, a través dela entrada en la propiedad, y posteriormente en la di-rección, de elementos afines al fascismo. Los perió-dicos propiamente fascistas eran menores en difu-sión y frecuentemente deficitarios, pero contabancon el apoyo del poder y desempeñaron el necesario

papel de definidores de la ortodoxia política e ideo-lógica y de movilizadores propagandísticos. Il Popolod'Italia servía de referencia para muchos periódicospequeños de provincias, que reproducían sus artícu-los, lo que unido al control estatal de la agencia denoticias Stefani se traducía en un dominio casi com-pleto de la información.

Italia no entró en la Segunda Guerra Mundial has-ta junio de 1940, y el Minculpop trabajó a fondo pa-ra que los periódicos y radios siguieran las consignasoficiales. La preocupación por esto se demostró en elhecho de que las directrices de tipo político emana-das por el Ministerio superaron en importancia y nú-mero a las concernientes a operaciones militares. Suprincipal misión era insuflar en la población un en-tusiasmo que las sucesivas derrotas de los ejércitosiban minando. Así las cosas, la destitución de Mus-solini, el 25 de julio de 1943, y la favorable reacciónpopular vinieron a demostrar que la propaganda fas-cista había creado un ambiente artificial con escasasbases sólidas. La breve reaparición del Duce, entreseptiembre de 1943 y julio de 1944, bajo ocupaciónalemana, no vino sino a confirmar esto.

Goebbels y la propaganda nazi“La esencia de la propaganda consiste en ganar

gente para la idea de una forma tan sincera, tan vi-tal que, al final, sucumba ante ella de tal maneraque ya no la pueda abandonar nunca”. Esta rotundaafirmación de Joseph Goebbels, muñidor y forjadordel aparato propagandístico del nacionalsocialismoalemán, da una idea de los ingentes recursos que seemplearon para captar la adhesión del pueblo ger-mano a unas ideas y a unas actuaciones políticasque desembocaron en uno de los mayores genocidiosdel siglo XX.

Al igual que sucediera en Italia, la organizacióntotalitaria del III Reich tuvo que hacerse en dos fren-tes simultáneos: al tiempo que se presionaba y aho-gaba a la Prensa liberal o burguesa, se procedía a es-tablecer una legislación que recortaba las libertadesde empresa, de expresión y de acceso a la profesión.Pero los métodos nazis se demostraron más duros yeficaces que los del fascismo italiano. Así, a la altu-ra de 1938 –es decir, sólo cinco años después de lasubida de Hitler al poder– prácticamente una terce-ra parte de los periódicos estaba bajo control directodel partido, y los demás férreamente vigilados en sus

D O S S I E R

Esta imagen de

Lenin en el estadio

final de su

enfermedad, en

1923, no vio la luz

hasta el colapso de

la Unión Soviética.

bar con las disidencias y conformar una Prensa uni-ficada y una maquinaria de propaganda eficaz quellegara a todos los rincones.

URSS: construir el socialismoLa Revolución rusa conducida por Lenin y triun-

fante en octubre de 1917 no tardó mucho tiempo enimplantar severas medidas: el 27 de octubre, en laprimera medida tomada por el Gobierno, se cerraronpor decreto todos los periódicos de la oposición; el17 de noviembre, se procedía a la incautación y na-cionalización de los bienes de las empresas perio-dísticas; el 28 de enero de 1918, el Estado declara-ba el monopolio sobre las imprentas y todo tipo depublicaciones; el 17 de abril de 1918, la Oficina dePrensa del Comité Ejecutivo Central de los Soviets sefusionaba con la antigua agencia telegráfica PTA for-mando la Rosta; y el 19 de julio, otro decreto cen-tralizaba todos los equipos radiotécnicos y las emi-soras de radio. Puntos culminantes en este férreoproceso de centralización y uniformidad informativapor parte del Comité Central del Partido Comunistafueron: la creación del Departamento de Agitación yPropaganda o Agit-Prop, en 1920; el establecimien-to en 1922 de un Comité encargado de la Censu-ra (el Glavlit); y la fundación de la Agencia Tass,a partir de la antigua Rosta, en 1925.

No hay que olvidar que hasta 1921 no ter-minó realmente la guerra civil que se entablóen territorio ruso como continuación de la GranGuerra europea, lo que contribuyó aún más, sicabe, a la rigurosidad del control informativo. Los

diarios Pravda, como órgano del partido, e Izvestia,como representante del Gobierno soviético, se cons-tituyeron en los principales portavoces escritos y me-dios de referencia por excelencia. Publicados enMoscú, más político el primero y algo más informati-vo el segundo, en 1936 alcanzaban una difusión de1.900.000 y 1.600.000 ejemplares respectivamen-te, con los que llegaban a todos los rincones de laURSS.

Este esquema se mantuvo en lo básico durantemuchas décadas. El aumento de la potencia políticay militar soviética se correspondió con un paraleloaumento del número de publicaciones oficiales y desus tiradas. Así, a la altura de 1986 Pravda tenía unacirculación de 10,7 millones de ejemplares diarios,e Izvestia, unos 7 millones. Otras publicaciones dealcance confederal contaban también con grandes ti-radas: 15,7 millones alcanzaba el diario de los sin-dicatos Trud, y 11 millones el Komsomolskaia Prav-da, de las juventudes comunistas.

La llegada al poder de Mijaíl Gorbachov en 1986supuso el comienzo del fin de este inmenso aparatode propaganda. La política conocida como perestroi-ka tuvo como uno de sus rasgos característicos la lla-mada glasnost o transparencia informativa, cuyopunto culminante sería la Ley de Prensa de 12 de ju-nio de 1990, por la que se reconocía a todo ciuda-dano soviético el derecho a editar un periódico o acrear cualquier otro medio informativo, y se abolía lacensura. Aunque la falta de recursos financieros ytécnicos hacía difícil ese tipo de iniciativas, que sehicieron algo más factibles en ámbitos como las re-vistas y las agencias de noticias, el camino hacia elcambio ya estaba trazado.

Italia: ocupar la sociedadLa Marcha sobre Roma del 28 de octubre de

1922 marcó el inicio del progresivo e imparableavance fascista impulsado por Benito Mussolini. Ac-tiva desde el final de la Primera Guerra Mundial, lapropaganda fascista ya contaba con sus órganos pro-pios, en especial, la tribuna personal del propio Mus-solini, el periódico Il Popolo d'Italia. Pero fue a par-tir de 1926 cuando se puso en marcha de forma in-tensiva el proceso de fascistización del Estado, de lavida pública. En esta labor, la Prensa y los demásmedios de comunicación y de cultura actuaron comovehículos para hacer llegar a las masas los mensajespropagandísticos centralizados desde la UfficioStampa e Propaganda del Capo del Governo. Este or-ganismo, siguiendo el ejemplo alemán, se transfor-mó hasta llegar a constituirse, en 1935, en el Mi-nistero di Stampa e Propaganda. Finalmente, en no-viembre de 1937, recibió la denominación definitivade Ministero della Cultura Popolare, más conocido

por su abreviatura Minculpop.Entre 1926 y 1929 se produjo lo que Paolo Mu-rialdi ha denominado fascistización integral dela Prensa. Ya antes se habían dado algunos pa-sos en ese sentido, como el decreto del 12 dejulio de 1923, gravemente limitador de la li-bertad de Prensa, y que Mussolini decidió final-

mente que no entrara en vigor hasta que las cir-

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Francisco Franco

ante los

micrófonos, tras

sufrir un accidente

de caza.

En febrero reguló la incautación de los impresos queincitaran a desórdenes públicos y abolió la libertadde Prensa, como medida de protección contra laspublicaciones comunistas y socialistas, que fueronclausuradas y cuyas instalaciones resultaron incau-tadas. El 12 de marzo creó el Ministerio de CulturaPopular y Propaganda (Reichministerium für Volk-saukflärung und Propaganda), al frente del cual situóa su leal Goebbels, que lo regentaría hasta el mismo1945. Ya desde el mismo 1933, ese departamentorepartía diariamente consignas para la elaboraciónde artículos de Prensa.

A partir del primero de enero de 1934 entró en vi-gor la nueva ley de Prensa aprobada tres meses an-tes. Más totalitaria que la ley fascista de 1925, es-tablecía taxativamente que todos los periodistas ha-rían “su trabajo de acuerdo con la filosofía de vidadel Nacionalsocialismo”. Bajo control del ministroquedaban “las tareas de dirección espiritual de laNación”. Los periodistas, que debían inscribirse enun registro, quedaban convertidos en funcionarios alos que se exigía pertenecer a la raza aria y partici-par en un curso especial de formación de un año deduración. Casi al mismo tiempo, el 5 de diciembrede 1933, se fundaba la agencia oficial de noticiasDNB, encargada de dotar de material informativo alas redacciones de los periódicos.

La exaltación y el culto a la figura del Führer fue-ron piedras esenciales de la propaganda nazi dirigi-da por Goebbels, quien comparaba la labor de laPrensa como un concierto o sinfonía donde nadie

tenía derecho a tocar el instrumento que quisierasino el señalado de acuerdo a un plan marcado porel director de orquesta, que no era otro que el pro-pio ministro de Propaganda. Pero tan importantecomo la centralización de la propaganda fue su ex-tensión y aplicación capilar a través de los respon-sables regionales y municipales del Reich: militan-tes y funcionarios, cuya tarea abarcaba desde colo-car carteles y lanzar panfletos hasta la organizaciónde actos políticos.

En esta diseminación de los mensajes propagan-dísticos, cobró una especial relevancia la radio, ma-yor quizás incluso que la Prensa. Así, mientras en

D O S S I E R

Goebbels, el artífice

de la política

propagandística e

informativa del

Tercer Reich, en un

retrato oficial.

contenidos. Y a diferencia de Italia, según se-ñala Ingrid Schulze, “la propaganda psicoló-gica cala tan honda, en el pueblo alemánque se mantendrá al lado del Führer, in-cluso en los momentos más adversos de lacontienda, hasta su final en 1945”.

Hitler, que había creado el Partido Na-cional Socialista del Trabajo (NSDAP) en1921, se aprovechó del imperio periodísti-co que el magnate nacionalista alemán Al-fred Hugenberg le ofreció a finales de los añosveinte para su entrada decidida en la escena políticaoficial. Junto con Goebbels, que desde 1929 osten-taba el cargo de jefe de propaganda del partido, fuepreparando su ascenso al poder. El primer éxito elec-toral del NDSAP, en septiembre de 1930, no tuvoaún su paralelo en el ámbito de la Prensa propia: en1932 sólo uno de los veintiséis millones de ejem-plares correspondían a diarios y semanarios nacio-nalsocialistas. Más importancia tuvo el cine docu-mental dado que Hugenberg era propietario de laUFA (Universum-Film-Aktiengesellschaft), cuyos no-ticiarios cinematográficos concedieron amplios espa-cios a la figura de Hitler y su partido.

La llegada al poder de Hitler, el 30 de enero de1933, significó inmediatos y drásticos cambios en lalegislación sobre Prensa y medios de comunicación.

32

El siglo XX es, fundamental-mente, el de las grandes De-claraciones de Derechos quevienen a recoger lo que se co-noce como Derechos Humanos, y que una vez constitucionaliza-dos o positivizados se han convertido en Derechos Fundamenta-

les recogidos en las distintas Constituciones. El texto básico es la DeclaraciónUniversal de Derechos Humanos, de 10 de diciembre de 1948, que tiene co-mo antecedentes mas cercanos la Declaración de Derechos de Virginia de1776, y la Declaración francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadanode 1789, sin olvidar la Declaración Americana de los Derechos y Deberes delHombre, de 2 de mayo de 1948.

La Declaración Universal contiene una tabla en que se concretan treinta y seisderechos, y de los cuales el que directamente afecta al derecho a la informaciónes el recogido en el artículo 19, que literalmente dice: “Todo individuo tiene de-recho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no sermolestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones yopiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier mediode expresión”. Como complemento necesario de la Declaración se elaboró, enel ámbito del Consejo de Europa, el Convenio Europeo para la Protección de losDerechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, hecho en Roma el 4 denoviembre de 1950, que España firmó el 24 de noviembre de 1977 y ratificó me-diante instrumento de 26 de septiembre de 1979, fecha a partir de la cual estávigente en nuestro país. El Convenio desarrolla la Declaración al tiempo que po-sitiviza los derechos humanos, recogiendo en su artículo 10 lo siguiente: “1. To-da persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende lalibertad de opinión y la libertad de recibir o de comunicar informaciones o ide-as, sin que pueda haber ingerencia de autoridades públicas y sin consideraciónde fronteras. El presente artículo no impide que los Estados sometan a las em-

presas de radiodifusión, de cinematografía ode televisión, a un régimen de autorizaciónprevia. 2. El ejercicio de estas libertades, queentrañan deberes y responsabilidades, podrá

ser sometido a ciertas formalidades, condiciones, restricciones o sanciones pre-vistas por la Ley, que constituyan medidas necesarias, en una sociedad demo-crática, para la seguridad nacional, la integridad territorial o la seguridad públi-ca, la defensa del orden y la prevención del delito, la protección de la salud o dela moral, la protección de la reputación o de los derechos ajenos, para impedirla divulgación de informaciones confidenciales, o para garantizar la autoridad yla imparcialidad del poder judicial”. Al tiempo crea el tribunal Europeo de De-rechos Humanos, con sede en Estrasburgo, como organismo jurídico para ase-gurar el respeto y la defensa de los derechos y las libertades amparadas en elConvenio, y al que puede recurrir cualquier ciudadano europeo en defensa desus intereses.

Así es como también nace en el siglo la Ciencia del Derecho de la Infor-mación que tiene como finalidad última el estudiar la forma y contenido enque se hace efectivo el derecho de toda persona, individual y colectivamente,a recibir información por cualquier medio de difusión, que en el caso españolestá recogido en el artículo 20 de la Constitución.

La trascendencia del derecho a la libertad de expresión que se recoge enlos textos citados no es otra que la de convertir a la persona en ciudadano, enmiembro de la comunidad con derecho a opinar y a decidir públicamente, ysobre todo tiene la esencial misión de hacer efectivo al ciudadano el funda-mental derecho a estar informado, que se hace posible a través de los mediosde comunicación. El milenio termina caracterizando a la sociedad actual co-mo la sociedad de la información, y la sociedad de la información se vuelveconocimiento a través de la reflexión, condición o requisito previo a la elec-ción y a la opinión.

Derecho a la información en el siglo XXTeodoro González Ballesteros

Catedrático de Derecho de la InformaciónUniversidad Complutense de Madrid

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Un equipo de

filmación de NO-DO

por los caminos de

España, en la

década de los 40.

y las consignas, se dio paso a la au-tocensura de los propios periodis-tas y, sobre todo, de los directoresde periódicos.

Desaparecidos los medios másdirectos de control como la censu-ra y las consignas, se establecie-ron diversas medidas cautelarescomo sucedáneos de aquéllos: eldepósito previo de ejemplares me-dia hora antes de su distribución,lo que posibilitaba el secuestro dela edición por el Ministerio; la con-sulta voluntaria de textos para ase-gurarse de que no recaerían san-ciones por su publicación; la sus-pensión del director por tres faltasgraves cometidas en un mismoaño, etcétera. También por vía dehecho llegaban a los directores re-comendaciones o avisos, escritoso telefónicos, sobre el modo detratar ciertos temas. Otro medio de tener atada laPrensa fue a través de la obligada inscripción de lasempresas editoras en el Registro de Empresas Pe-riodísticas: el Ministerio podía no autorizar dichainscripción o cancelar una ya realizada. En amboscasos, la consecuencia final era idéntica: la impo-sibilidad de editar el correspondiente periódico.

El propio Franco se dio cuenta de la magnitudde dicho cambio pero confiaba en la utilización delo que él llamaba medios indirectos de control, queconsideraba suficientes. Así, la llamada Ley Fragapresentó dos caras: una negativa a corto plazo, pro-pagada por los periódicos y periodistas que sufríansus consecuencias represivas, y otra positiva a me-dio plazo, pues la Prensa pudo abrir sus páginas aldebate público y convertirse en un foro ideológico ypolítico más adelantado que los cauces políticosoficiales. En un plano meramente informativo, elhecho de que pudiese informar de conflictos labo-rales, manifestaciones callejeras, algaradas estu-diantiles y otros desórdenes públicos, hizo que laimagen de una España idílica, feliz y sin problemasque había salvaguardado la censura hasta 1966 sedesmoronase. Los favorables efectos políticos deesta apertura en la Prensa fueron notorios y, a pe-sar de que cayeran en el camino diarios críticos, co-mo Madrid en 1971, la Prensa maduró y dio los pri-meros pasos de su transición particular ya duranteel tardofranquismo.

El cuarto poder del EstadoLa descripción de los principales rasgos de estos

sistemas totalitarios de control de la comunicaciónnos lleva a la consideración de un factor común:el desprecio por la libertad de Prensa entendi-da al estilo burgués y liberal de comienzos delsiglo XX y, acto seguido, el indudable recono-cimiento de su poder, la importancia que se leconcede como arma de propaganda y de con-trol de la información. El llamado cuarto poderse incorporó así a las estructuras políticas del

Estado o del partido único, con la misión de propa-gar la verdad nacional.

El culto a la personalidad se convirtió en uno delos lugares comunes de estos regímenes totalitarios:Hitler, Mussolini, Lenin, Stalin, Salazar y Franco fue-ron exaltados como líderes carismáticos de sus res-pectivas naciones. Y consiguientemente también seprocedió a la exaltación de los regímenes por ellosacaudillados. “Queremos periodistas dispuestos aapoyar a su Führer y al nuevo Reich”, decía en pú-blico Wilhelm Heiss en el congreso de periodistas ce-lebrado en Colonia en noviembre de 1935 y, tratan-do a los periodistas italianos como a soldados, Mus-solini les arengaba así el 14 de octubre de 1933:

“Los periodistas italianos deben considerarse sol-dados a los que se confía proteger el sector másavanzado y más delicado del frente fascista y mane-jar el arma más potente y peligrosa de toda batalla(...) El fascismo quiere un periodismo militante. To-dos los periodistas deben formar un solo bloque (...)De la primera a la última página, del artículo de fon-do al aviso económico (...), el periódico debe preo-cuparse por presentar una homogeneidad esencial”.

Cuando la libertad de información se cercena yqueda sometida a los omnímodos poderes del Esta-do, sufre no sólo la pluralidad ideológica sino tam-bién la calidad de la información. Las directricespolíticas y la censura ejercidas por esas dictadurasprodujeron, por lo general, periódicos monocordes,anodinos, con falta de garra y de atractivo. Estatendencia sólo se quebró en casos de cierta aper-tura final, como ocurrió en España y, en menor me-dida, Portugal; o en la resistencia mostrada por al-

gunos periódicos italianos a la fascistización in-tegral de la Prensa.El dominio de la información se reveló, pues,como parte relevante de las estrategias de losprincipales regímenes totalitarios y autorita-rios de la Europa del siglo XX. Porque no pue-de olvidarse que, en definitiva, la comunica-

ción es poder.

D O S S I E R

Vicente Gallego,

director de la

Agencia EFE, con

jefes militares en

febrero de 1941.

Abajo, Queipo de

Llano en una de sus

célebres charlas

radiofónicas

durante la Guerra

Civil española.

Italia apenas se llegaba al millón de aparatos recep-tores de radio en 1939, la Alemania nazi contabacon casi catorce millones de aparatos, merced a laproducción masiva de los populares Volksempfänger,impulsada por Hitler desde 1933. Nacionalizadas en1934 las últimas compañías privadas de radio, estemedio fue abundantemente utilizado también encampañas exteriores. Los altavoces situados en loca-les públicos lograban una penetración más eficazque los medios impresos. No se reparó en medios pa-ra conseguir los efectos deseados, pues estaba enjuego todo un intento de dominación del mundo. Co-mo dijo Hitler en Nuremberg en 1936, “la Propa-ganda nos ha conducido hacia el poder, la Propa-ganda nos ha permitido después conservar el poder,la Propaganda nos dará la posibilidad de conquistarel mundo”.

Las peculiaridades del caso españolLa Ley de Prensa que estuvo vigente en España

durante buena parte de la dictadura franquista da-taba de 1938, es decir, fue promulgada en plenaguerra civil. Situados en ese contexto, y teniendoen cuenta además la influencia y los apoyos recibi-dos por la Italia fascista y la Alemania nazi, no ca-bía imaginar sino la aplicación de un sistema tota-litario de control de los medios de comunicación,cuyo principal organizador fue Ramón Serrano Su-ñer. Los periódicos y emisoras de las ciudades quese iban ganando al enemigo pasaban a ser incauta-dos y, en su mayoría, a engrosar la Cadena de Pren-sa y Radio del Movimiento Nacional, controlada porlos falangistas.

No faltaron los tradicionales medios de controlen este tipo de sistemas: la censura previa, las con-signas a la Prensa, el necesario visto bueno del Go-bierno a los nombramientos de directores, el con-trol del acceso a la profesión periodística a travésdel correspondiente carné y del Registro Oficial dePeriodistas, la regulación del número de periódicosy de las páginas que debían contener, la creaciónde la agencia oficiosa de noticias EFE, etcétera.Sin embargo, y dada la beligerancia favorable albando franquista de bastantes periódicos y emiso-ras privadas durante la guerra, no se procedió a unanacionalización completa. Y así convivieron diarios

y publicaciones del Movimiento con otras de pro-piedad privada que habían mostrado su lealtad. Lomismo ocurrió en el ámbito radiofónico, donde laSER (Sociedad Española de Radiodifusión) seconstituyó en la principal cadena privada, no sólode España sino de toda Europa. Franco ciertamen-te no era muy partidario de la propiedad privada delos medios de comunicación, pero no podía dejarde premiar a sus colaboradores.

Hasta 1951 no se erigió un departamento mi-nisterial propio que se hiciera cargo de las compe-tencias de Prensa y Propaganda: fue el llamado Mi-nisterio de Información y Turismo, cuyo primer re-gidor fue Gabriel Arias-Salgado. Sus competenciashabían ido pasando hasta entonces por distintasinstancias administrativas o gubernamentales, to-das ellas eminentemente políticas. La censura y lasconsignas funcionaron con especial fuerza y severi-dad en los años cuarenta, coincidiendo con losaños de la posguerra civil, la Segunda Guerra Mun-dial y el posterior aislamiento internacional de Es-paña por los países aliados.

Hasta aquí, pues, el sistema franquista de controlde la comunicación era bastante similar a los de losregímenes antes mencionados. La gran novedad lle-gó, sin embargo, en 1966 con la nueva Ley de Pren-sa e Imprenta que impulsó el joven ministro, sucesorde Arias-Salgado, Manuel Fraga. Los controles direc-tos antes establecidos pasaron a ser más sibilinos yla Prensa dejaba de ser una Prensa dirigida para seruna Prensa vigilada. No se reconocía una plena li-bertad de Prensa, pero se concedían mayores már-genes de actuación informativa y de opinión, cuyosimprecisos y arbitrarios límites –dependientes, al fi-nal, de la voluntad del Ministerio de Información–fueron el origen de un buen número de sanciones ad-ministrativas, multas, cierres, secuestros. Además,las jurisdicciones especiales como el Tribunal de Or-den Público y los tribunales militares también ac-tuaron como medios represivos y disuasivos. La con-secuencia fue que, pese a la abolición de la censura

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Grabado satírico

alusivo a la

intervención de

Zola en el caso

Dreyfus. A la

izquierda, una

caricatura sobre el

Maine aparecida en

Blanco y Negro en

1898 y primera

página del NewYork Journal,culpando a España

de su hundimiento.

En 1900, el llamado interés nacional dominabaamplios capítulos de la agenda informativa: en par-ticular, las noticias internacionales. Las grandesagencias, la francesa Havas y la británica Reuterestaban directamente bajo la influencia de los res-pectivos Ministerios de Relaciones Exteriores, quefiltraban y sesgaban todas las noticias que distri-buían. La única gran agencia independiente deaquel momento, la norteamericana AssociatedPress –una cooperativa de los diferentes diarios deEstados Unidos–, no podía llegar a los escenariosde los grandes conflictos coloniales, vetada por suscompetidoras de las grandes potencias europeas.

La información internacional tenía, pues, unamínima fiabilidad en aquellos momentos, y losprincipales diarios se veían obligados a publicar losdespachos de tantas agencias como fuese posible,por si de la disparidad de versiones pudiese salir al-guna luz...

El proceso de profesionalizaciónAunque el impacto social y político de la

Prensa durante la última parte del siglo ante-rior ya había sido importante –desde Émile Zo-la hasta las revelaciones del The New York Ti-mes sobre la corrupción en la política neoyor-quina: el Círculo de Tweed–, el doble someti-miento a los Gobiernos y a los caprichos de lasempresas periodísticas, con una generalizada

falta de respeto por la ética profesional, condicionómucho el impacto de la Prensa hasta pasada laguerra de 1914-1918.

Un proceso de profesionalización suponía a prin-cipios de siglo una necesidad acuciante. Sin él, lacredibilidad de los medios informativos no hubieracrecido en los países democráticos. Ese proceso seha producido, en efecto, y ha supuesto un factorimportante y positivo para el desarrollo del perio-dismo durante el siglo.

Cuatro factores han determinado esa tendencia:el asociacionismo, la enseñanza universitaria delperiodismo, el estudio cada vez más profundo de lacomunicología y la conciencia cada día mayor quelos profesionales tienen de su responsabilidad so-cial.

El Institute of Journalists británico es anteriorincluso al principio del siglo; posteriores son laAmerican Newspaper Guild y la Fédération Natio-nale de la Presse Française, junto a otras institu-ciones. Todas comparten un carácter doble, sindi-

cal y profesional, que las distingue de otros or-ganismos. Ese es también el carácter que se haido imponiendo en la Federación de Asocia-ciones de la Prensa en España tras la recupe-ración de la democracia.Hasta finales del siglo XIX, los periodistasaprendían el oficio a través del aprendizaje, co-

mo meritorios. El primer curso universitario se

D O S S I E R

ción de los defensores de la libertad de Prensa, lanómina de los países democráticos ha crecido es-pectacularmente durante el siglo: en 1900 no ha-bía ni uno solo con plena democracia –según lasestrictas normas de la organización Freedom Hou-se, no lo eran siquiera Estados Unidos ni GranBretaña, que aún no habían instituido el sufragiouniversal-, mientras que en el 2000 son 119, el62% del total.

Pero el progreso de la libertad de expresión y delos logros profesionales del periodismo no ha mar-chado, ni mucho menos, estrictamente en paralelocon los avances de la democracia formal. La liber-tad ha sufrido vaivenes, y los medios informativoshan conocido momentos más brillantes y menos alo largo del siglo. Quizá los más brillantes no se ha-yan producido ni al principio ni al final...

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Víctor de la SernaPeriodista

C ON DOS GUERRAS MUNDIALES Y DOSideologías totalitarias, el siglo XX ha sidoel siglo de los Estados, de los todopode-rosos Estados”, ha afirmado el político li-

beral francés Alain Madelin. “Un siglo duro para elhombre, en el que el hombre a veces era bien pocacosa...”.

El periodismo ha ganado precisamente sus ga-lones, durante el pasado siglo, como representan-te de la persona, del ciudadano, frente a los gran-des poderes públicos y privados. En los sistemasdemocráticos, ha dado a los electores la posibili-dad de escoger con algún conocimiento de causamás del que esos grandes poderes habrían queri-do, muchas veces, que las personas comunes po-seyesen...

Watergate. El caso Profumo. Los diamantes deBokassa. La guerra sucia en el País Vasco. Son hi-tos que marcan la aportación de la Prensa a lasdemocracias en un siglo convulso, al que la infor-mación ha salvado, más de una vez, de incurrir endesgracias todavía mayores.

La lucha por la libertad de Prensa, la informa-ción sobre lo que los distintos poderes deseanocultar, el papel de decisivo intermediario entrelos ciudadanos y la realidad que los circunda pa-ra permitirles hacer en conciencia elecciones in-formadas: todo ello, como es lógico, fue más sen-cillo durante el siglo XX en las sociedades demo-cráticas que en las demás. Además, para satisfac-

Un siglo dedesafíosEn los últimos cien años, elperiodismo ha sufrido un procesode profesionalización yespecialización, a la parque mantenía un pulsocontra el poder, del queson ejemplosemblemáticos los casosProfumo o Watergate

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Redacción del

diario del sindicato

polaco Solidaridad

en 1982, con una

interpretación

irónica de la

tradicional imagen

de Lenin. A la

izquierda, Joseph

Pulitzer.

impartió en la Uni-versidad de Missourien 1874, y fue la ne-oyorquina de Colum-bia la que dio suscartas de nobleza ala enseñanza del ofi-cio creando el primerprograma de posgra-do en 1912, merceda una donación delmagnate de la Pren-sa (amarilla, por cier-to) Joseph Pulitzer.

A partir de esemomento quedó pa-tente que la prácticadel periodismo y lagestión de los medios informativos, cada día máscomplejas, exigían una formación especializada.Salvo en casos excepcionales (como el de España),sin embargo, esa necesidad nunca se plasmó en laexigencia de titulaciones determinadas: la libertadde expresión no se puede ver limitada a quienhaya estudiado de una forma determinada y re-cibido un título de una autoridad académicaespecífica...

Los editores y directores también se die-ron cuenta, ya en el primer tercio del siglo,de que la información especializada (política,economía, ciencia...) empezaba a exigir una

formación igualmente especializada. Y hacia1950 ya se estaban impartiendo cursos de perio-dismo de todos los tipos y todos los niveles en ca-si todas las universidades occidentales, ademásde los cursos de comunicación con carácter másteórico e investigativo.

Conviene regresar unos años atrás para recordarlos prolegómenos poco prometedores, y dolorosospara el recuerdo de muchos españoles, del papelde los medios en la sociedad actual: se trata de latergiversación de la explosión (accidental, comomucho más tarde se demostraría) del Maine en elpuerto de La Habana por el New York Journal deWilliam Randolph Hearst, que de hecho desenca-denó la Guerra de Cuba. La capacidad manipula-dora de la Prensa alcanzaba una de sus cumbreshistóricas. O una de sus simas.

De forma quizá simbólica de toda una era, Pulit-zer señaló el 1 de enero de 1901, introduciendo unformato nuevo en una edición especial para el nue-vo siglo: era la mitad de grande del habitual, y lobautizó tabloide...

Competencia ferozLa guerra de ventas, sin reglas ni límites, en-tre Hearst y Pulitzer, reflejada en menor me-dida por los escarceos de la Prensa de bule-var en Francia, Gran Bretaña y Alemania,marcaba un inicio de siglo inquietante. Y, co-mo respuesta a la incapacidad de los medios

para autorregularse y mantener mínimos nive-

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Un israelí habla

por móvil junto al

Muro de las

Lamentaciones, en

Jerusalén. Abajo,

Jean-Paul Sartre y

Simone de Beauvoir

reparten ejemplares

de La Cause duPeuple, que sería

temporalmente

prohibido por el

Gobierno francés

en 1970.

países de menor agresividad periodística, comoItalia, Alemania o Francia.

Es llamativo el caso francés, donde un sema-nario satírico, Le Canard Enchaîné (“El Pato En-cadenado”), ha tenido que asumir una parte des-proporcionada de las tareas investigativas, ante laapatía de una Prensa diaria perdida en sus deba-tes ideológicos.

La soledad de Diario 16 y, luego, de El Mundo,en su persecución de la verdad que se ocultabatras los asesinatos de refugiados vascos en el Surde Francia durante el primer mandato socialistapuede explicar lo lentamente que aquella “guerrasucia”, sin precedentes europeos desde la OASfrancesa un cuarto de siglo antes, acabó teniendoconsecuencias políticas palpables en nues-tro país. El Gobierno de Felipe González semantuvo 14 años en el poder.

Un país democrático por el que el perio-dismo ha pasado casi como si fuese una sar-tén de teflón, sin apenas sentir su impacto,ha sido Japón. Como explicaba Ofer Feld-man en su Politics and the News Media inJapan, la íntima relación entre los poderesjaponeses, incluidas las grandes empresas,los partidos políticos y los medios informati-vos sirvió para desalentar toda iniciativa enel campo del reporterismo investigativo delos grandes temas empresariales y políticos.De hecho, la falta de transparencia de la so-ciedad nipona, el régimen de favores mu-tuos que presidió su milagro, tiene muchoque ver con la duradera crisis de este paísdesde principios de los 90, entre un escán-

dalo y una quiebra bancaria. Nadie avisó de lo quevenía, nadie destapó a tiempo las trampas.

Difícil despertar en el Este de EuropaLa nuevas democracias surgidas en Europa cen-

tral y oriental, así como en Asia central, tras el des-moronamiento del bloque soviético, de la propiaURSS y de Yugoslavia a partir de 1989, apenas sihan desarrollado aún un tejido institucional lo bas-tante sólido como para que la libertad de expresiónpueda manifestarse profesionalmente. Los magnatesde aire mafioso que pululan en Rusia controlan lacuasi totalidad de los medios nuevos o privatizados,convirtiéndolos en sus armas arrojadizas, y situacio-nes similares se producen en otros países. Pero, por

D O S S I E R

La movilización total

H ace menos de una década, la coberturade una noticia en una zona aislada o tur-bulenta, por ejemplo la operación Res-

taurar la Esperanza en Somalia en 1992, erauna tarea titánica para los enviados especialesde los medios de comunicación modestos, quese topaban con muchas menos dificultades paraencontrar la información que para transmitirla.Ese lujo estaba en manos de las agencias inter-nacionales de Prensa o de las gran-des cadenas de televisión, que sepresentaban en los escenarios deconflicto con voluminosos, pesa-dos y carísismos equipos de telefo-nía móvil, cuyo disfrute alquilabancon cuentagotas, cierta dosis deprepotencia y a precio de oro, asus colegas pobres.

La vieja pesadilla del periodis-ta, dar con un fax, un télex o un te-léfono para transmitir una crónicao una fotografía, parece hoy, a sólounos años, un improbable y polvo-riento recuerdo de la prehistoria

tras la irrupción del teléfono móvil. Este aparatoque revoluciona nuestros usos sociales se haconvertido en un objeto de bolsillo para 300 mi-llones de personas en el mundo, una cifra que sehabrá triplicado en el año 2005.

En España, el número de móviles ha supera-do los 15 milones. Dos de ellos, vendidos enapenas unos días en la pasada campaña de Navi-dad, lo que coloca el porcentaje de españoles

con móvil en torno al 35%, por encima de losfranceses (28%) o de los alemanes (24,5%).

Revolución del móvil que está, como Inter-net, en pañales. Este año los fabricantes se es-meran en adaptar el teléfono móvil a la red, a finde que sus usos desborden la mera conversa-ción para que el aparato proporcione acceso alcorreo electrónico, información económica, re-súmenes de noticias y datos meteorológicos. Se

trata de hacer de cada móvil unaterminal de Internet que sirva detarjeta de crédito, mando a distan-cia, vídeo de pequeñas dimensio-nes e incluso un sustituto de loswalkman para “pinchar” músicaen la Red.Para hacerse una idea del ritmo deavance de esta hipercomunicación,baste el dato de que mientras seprevé que en 2003 se fabriquen180 millones de ordenadores per-sonales en todo el planeta, el nú-mero de móviles producido esemismo año será de 450 millones.

Un trabajador ruso

lee el diario Slobo,

heredero del

comunista Pravda,

en una fotografía

tomada en 1998.

les éticos, llegó la primerade las habituales respues-

tas del poder político:aprendida la lección delas manipulaciones de1898, el Gobierno deEstados Unidos entróen la I Guerra Mun-

dial, en 1917, con unaLey de Espionaje y una

Ley de Sedición que limi-taban la libertad de expresión.

La Prensa más responsablehubo de escudarse en sucesi-vos organismos de defensa deesa libertad para ir reconquis-tándola y defendiéndola. Seríala lucha de todo un siglo, libra-da por organizaciones como laAmerican Society of NewspaperEditors (1922) o, después de la II Guerra Mun-dial, el Instituto Internacional de Prensa y la Aso-ciación Mundial de Periódicos.

Una Prensa profesionalizada, independienteporque era económicamente viable, y con normasdeontológicas claras rendiría así sus mejores ser-vicios a la sociedad en el periodo 1930-90, apro-ximadamente. Y es que a fines de siglo resurgen,en un entorno multimedia y con nuevos condicio-namientos tecnológicos, algunos problemas quenos recuerdan demasiado a los de 1900.

Estados Unidos fue siempre la locomotora pe-riodística: primero, por el vigor de su informaciónindependiente desde los frentes abiertos en elmundo –Revolución rusa, Guerra Civil españo-la...–; después, por la influencia de sus medios enla pugna por los derechos civiles, contra la guerra

en Vietnam y frente a la maquinaria de corrupciónpolítica creada por Richard Nixon a principios delos 70: el Watergate. La dimisión de Ricky elTramposo sigue siendo uno de los hitos de la ac-ción cívica de la Prensa en el siglo XX.

Vigilancia en Fleet StreetGran Bretaña tiene, si es posible, un historial

aún más denso de control de la vida pública y desus corruptelas por parte de la Prensa de FleetStreet. Del ministro Profumo al ministro Aitkenvan casi 40 años de implacable vigilancia que, enmás de una ocasión, ha precipitado cambios deGobierno... pero ha mantenido el nivel de los es-cándalos político-financieros británicos, tan estre-chamente controlados, muy por debajo del quehan llegado a alcanzar los casos de corrupción en

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Si algo ha transformado al sigloXX y se ha tranformado con elsiglo XX es el concepto y el pa-pel de la información. Aunque la Prensa popular de finales del XIXya había sentado las bases de lo que luego sería el proceso de for-mación de la opinión pública a través de los medios de masas

–“Ponga usted las postales, que yo ya pondré la guerra», le dice Kane-Hearsta su enviado especial a Cuba–, la información a comienzos de siglo era toda-vía poco más que un concepto militar, un elemento auxiliar de los responsa-bles de planificar y ejecutar una campaña bélica. Con el telégrafo y la radiopronto deriva también en servicio de ayuda a la navegación, de prevención dedesastres y de mecanismo de socorro cuando éstos ocurren.

Si entre tanto el caso Dreyfus ha marcado por primera vez el camino delcompromiso intelectual a través de la Prensa, tendrán que ser las dos grandescontiendas mundiales las que estimulen el desarrollo de grandes desplieguesinformativos, bajo condiciones de máxima presión; y la confrontación con lostotalitarismos, lo que más ayude a definir el contenido de la libertad de ex-presión y el derecho a la información de los ciudadanos. Es ya en la segundamitad del siglo cuando la prensa ideológica y partisana va concentrándose en

los países desarrollados en menos cabece-ras, más celosas de su credibilidad.Mientras la radio tiene un ritmo de madura-

ción relativamente lento y alterna su papel de entretenimiento burgués con unafunción informativa de primera magnitud que salta fronteras y elude controlespoliciales, la fulgurante irrupción de la televisión supone todo un cambio enel estilo de vida, proporcionando elementos de cohesión social que van desdelas modas a los horarios y terminarán sirviendo para promocionar la demo-cracia en los cinco continentes. Es en las dos últimas décadas del siglo cuan-do los Estados empiezan a perder el control de los espacios radioeléctricos co-mo consecuencia de las nuevas tecnologías. Y la transmisión vía satélite lo que,de hecho, materializa el mito del profesor MacLuhan de la aldea global.

Y entonces aparece Internet. La información se transforma enseguida en lamateria prima esencial de cualquier actividad y pronto adquiere su actual ca-tegoría de atmósfera virtual en la que transcurren nuestras vidas.

Todos los profesionales de la comunicación debemos sentirnos afortuna-dos de estar siendo testigos y partícipes de esta redefinición de la civilizaciónhumana y rendir perpetuo homenaje a quienes precediéndonos entregaron suvida o su libertad por hacerla posible.

La aldea global hecha realidadPedro J. Ramírez

Director de El Mundo

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Un grupo de

neoyorquinos

arremolinados ante

un quiosco de

Prensa, tras el

estallido de la

Segunda Guerra

Mundial, en 1939.

Ronald KovenPeriodistaRepresentante en Europa del Comité Mundial deLibertad de Prensa

EN LOS AÑOS 50, LA PRINCIPAL TIRA CÓ-mica de contenido político de Estados Uni-dos, Pogo, presentaba a una zarigüeya pare-cida a Snoopy que vivía en una ciénaga, me-

táfora de la vida pública norteamericana durante laépoca del senador Joseph McCarthy. La sentenciamás famosa de Pogo era: “Hemos topado con el ene-migo, y somos nosotros mismos”.

La frase describe acertadamente lo que algunasde las más prestigiosas instituciones de lo que so-lía llamarse mundo libre han hecho con respec-to a la libertad de Prensa desde el final de laguerra fría.

Cuando la Unión Soviética gozaba de buenasalud, se colocó al frente de un movimiento,puesto en marcha por gobernantes autoritariosdel Tercer Mundo, para crear el llamado Nuevo

Orden Mundial de la Información y las Comunicacio-nes, conocido por las siglas de su nombre inglés:NWICO (New World Information and Communica-tions Order). El NWICO exigía, entre otras cosas, quela Prensa actuara de forma responsable y sirviera a lapolítica gubernamental de “desarrollo nacional” –uneufemismo que significaba abstenerse de criticar yde exponer casos de despilfarro y corrupción–, y quese establecieran medidas para proteger a los perio-distas.

La protección de los periodistas fue quizá el tér-mino más orwelliano del discurso del NWICO. Losperiodistas nunca han buscado protección. Sóloquieren disponer de libertad para desplazarse por

lugares como Chechenia, Kosovo, Kuwait y TimorOriental, y aceptan que los riesgos inevitables desu trabajo constituyan el precio de su vocaciónprofesional. Pero aquellos que pretenden prote-ger a los periodistas quieren, en primer lugar,arrogarse el derecho de decidir quién puedeejercer esta profesión, y posteriormente certifi-

car a los escogidos con una autorización que, por

Protección del propio periodista, defensa de la soberaníanacional, respeto a la intimidad, apelación a responsabilidad,autorregulación... nuevos nombres para una idea vieja: lacensura, que sigue amenazando a la libertad de Prensa

D O S S I E R

El abrazo del

presidente Bill

Clinton a la becaria

de la Casa Blanca

Monica Lewinsky,

en la portada de la

revista

estadounidense

Time, del 10 de

agosto de 1998.

ejemplo, la aportación de un periódico como Gaze-ta Wyborcza, de radical independencia, al asen-tamiento democrático en Polonia es un factordel que todo el mundo ha tomado nota. Entreotras cosas, por su éxito económico, buenaprueba de que la profesionalidad puede ser ren-table hasta en situaciones políticas no total-mente asentadas.

El éxito económico ha tenido otro significadoen Occidente. La rapidísima concentración de lasviejas empresas de comunicación en enormes con-glomerados para los que la información no es sinouna actividad más, y una actividad accesoria e ins-trumental en muchos casos, está dañando claramen-te la calidad informativa. No existe el mismo com-promiso con las noticias, ni se allegan los mismos re-cursos para obtenerlas, en esos macrogrupos que enlas empresas dedicadas a la información. Cada díaexisten menos corresponsales en el extranjero, cadadía se finge más editar muchos periódicos cuandoapenas si se cambia la cabecera de un producto úni-co, cada día se exige más claramente a los periódi-cos y emisoras de un conglomerado que se dediquena cantar las glorias de la película, el libro, el concur-so televisivo o el disco producidos por el mismo con-glomerado...

Todo eso se llama sinergia. Otros lo llaman el fi-nal del periodismo en aras del negocio.Hay otro problema, ligado a esa comercializa-ción, de fin de siglo: la pseudoinformación quees en realidad espectáculo, o infotainment.Las críticas al respecto se multiplicaron en los90. En Gran Bretaña, por el constante frenesí

en la invasión de la vida privada de los famosos,culminado en los escándalos de la familia real y

con el trágico colofón del accidente mortal de laprincesa Diana. En Estados Unidos, por el morbosoasedio a Bill Clinton, que convirtió, por falta de sen-tido de la mesura, en crisis constitucional de prime-ra magnitud –incluida una votación de impeachmento enjuiciamiento parlamentario que ni siquiera Ri-chard Nixon hubo de afrontar– lo que para muchosno era sino un turbio asunto personal: el caso Le-winsky.

El dilema de fin de sigloEso sí, muchas de las críticas a los medios infor-

mativos se acaban diluyendo ante la comprobaciónde que lo que publicaban de los royals británicos erala verdad, y tenía interés público evidente; o de quelos periodistas no hicieron más que su cometido eldía en que moría la princesa de Gales. De hecho, lablandura y la autopropaganda suponen mayoresamenazas al empezar el nuevo siglo que los excesosde celo informativo, aun los de más dudoso gusto.

Todo este dilema del fin de siglo quedaba muybien expresado por la profesora Virginia Held, quienen 1997 decía en la City University de Nueva York:“Los medios de comunicación han alcanzado unaautoridad y un status hasta ahora desconocidos. Lasociedad mediática en la que vivimos posee un po-tencial de democracia, de discurso democrático, sinparangón. Pero el cuasimonopolio de los medios porparte de los intereses comerciales limita la discusióne impide el desarrollo de ese potencial. La realiza-ción del potencial democrático de la sociedad me-diática puede exigir la creación de medios sin ánimode lucro y/o una reglamentación gubernamentalapropiada. Pese a la retórica en boga, las nuevas tec-nologías como la de Internet no ofrecen un remedioverdadero. Al contrario, y como la televisión, parecenllevar a un aislamiento creciente y a una menor par-ticipación del público en la vida cívica. ¿Existe algu-na esperanza de invertir esa tendencia a una comer-cialización de la información siempre creciente? Lasactitudes críticas y una resistencia al comercialismoparecen crecer entre el público. Hay que fomentaresas actitudes”.

La falacia de un Internet liberador per se tambiénha sido denunciada hace poco por el autor James Fa-llows: “Hace 50 años, George Orwell y otros decíanque la tecnología de la información iba sin duda aoprimirnos; durante los 10 últimos, hemos oído locontrario: que dará poderes mágicos al individuo yacabará con la opresión. A lo mejor algún día... Porahora, siguen siendo necesarias las bombas paraatraer la atención de un Milosevic o de un Sadam. Lamayor derrota de la tiranía –el colapso del Imperiosoviético– sucedió en tiempos del viejo Arpanet”.

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Un trabajador chino

de una rotativa lee

la noticia de la

muerte de Deng

Xiaoping, en 1997.

A la izquierda, los

soldados de la ex

Alemania comunista

asisten impasibles

al derribo

espontáneo del

Muro de Berlín, a

finales de 1989.

no abonar multas, o violar derechos de la propiedadintelectual. Los planes de la ONU, la Organizaciónpara la Seguridad y la Cooperación en Europa y laOTAN de establecer este mismo sistema en Kosovose vieron frustrados únicamente merced a su revela-ción anticipada y a las protestas de la Prensa.

El advenimiento de Internet y de la emisión di-recta por satélite resucitó casi todas las viejas ideasdel NWICO en cuanto a medidas de control de losmedios informativos. Algunos países, como Singapury China, no han tenido reparos en reconocer quequerían controlar los medios informativos surgidosde las nuevas tecnologías con el fin de proteger “lasoberanía sobre la información nacional”, un con-cepto inventado por los ideólogos comunistas de Ale-mania del Este para justificar la interferencia de lasemisiones de radio durante la guerra fría. Pero algu-nos regímenes autoritarios, como los de Malasia e In-donesia, también declararon que si actuaban era pa-ra preservar los valores asiáticos y protegerse de lainfluencia de los valores dictados por Europa, queconsideraban demasiado individualistas, cuando noabiertamente inmorales.

La defensa de los valoresPara no quedarse atrás, los europeos contrarios a

que los incitadores al odio gocen de libertad de Pren-sa, como sucede en Estados Unidos, han invocado ladefensa de los valores europeos. Estos partidarios deque se controle la incitación al odio echan toda laculpa a la Prensa, sin detenerse a pensar que lascampañas sistemáticas de odio casi siempre se lle-van a cabo por los órganos propagandísticos que obe-decen órdenes de gobiernos o de partidos políticos.

Esos críticos han pasado por alto lo ocurrido en

Rumania, donde la policía secreta financió RomaniaMare, un semanario que publicaba comentarios con-tra húngaros, alemanes, gitanos y judíos. En un prin-cipio, la novedad del mensaje convirtió al semanarioen el de mayor difusión en el país, con una venta quealcanzaba los 500.000 ejemplares. Sin embargo,poco a poco fue perdiendo atractivo y hoy en día ven-de la décima parte.

Uno de los mantras nuevos y más persistentes delos gobiernos es la autorregulación de los nuevos me-dios informativos –y de paso, presumiblemente, tam-bién de los medios tradicionales–. Es un plantea-miento del tipo espada de Damocles, pues con ellose advierte a la Prensa de que si no se censura ellamisma, lo hará el Gobierno. El Gobierno alemán,aparentemente en respuesta a la resistencia de laPrensa, ha introducido un nuevo concepto importa-do de Australia en la Unión Europea. Es la llamadacorregulación del contenido de Internet por parte delGobierno y de la industria. Apoyado por el primer mi-nistro francés Lionel Jospin, el director de la entidadreguladora francesa de los medios informativos hallevado adelante la propuesta alemana, que al finalampliará la autoridad de su organismo sobre el con-tenido de la Prensa.

La palabra censura es hoy en día tabú, y por ellomismo ha sido sustituida por un amplio repertoriode términos: “protección de intimidad y de datospersonales”, códigos éticos obligatorios –pasandopor alto que la ética es, por definición, voluntaria–,valores culturales, autorregulación y corregulación,

prohibición de “la incitación al odio”, y otros.Esta lista no es exhaustiva.

Esto viene a demostrar que aquellos quetienen poder, incluso y especialmente enlas democracias occidentales, tambiéntienen imaginación. Además, confirmaque aún no ha pasado de moda el viejorefrán de que la vigilancia eterna es elprecio de la libertad. Pero eso ya es una

cuestión para resolver en el siglo XXI...

D O S S I E R

El senador

McCarthy, auténtico

inquisidor del siglo

XX, en su despacho.

Abajo, primeras

páginas de diarios

serios y

sensacionalistas

británicos,

haciéndose eco por

igual de la vida

privada de la

princesa Diana.

supuesto, puede ser revocada por mal comporta-miento en aplicación de un código de conductapuesto en vigor por los emisores de dichos permisos.

Cuando eran la Unión Soviética y sus aliados losque se atribuían estos derechos, a los Gobiernos oc-cidentales les resultaba fácil exigir la libre circula-ción de la Prensa en todas partes. Era una de lascausas comunes más convincentes del bando de lalibertad. Sin embargo, en esa campaña por contra-rrestar las justificaciones ideológicas de una Prensarestringida, no se tuvieron en cuenta los matices so-bre el grado real de las restricciones a la Prensa encada uno de los países occidentales.

Entonces se produjo una divina sorpresa. El Murode Berlín fue derribado, y con él se vino tambiénabajo el socialismo autoritario de Europa y de buenaparte del resto del mundo. Prácticamente de la no-che a la mañana hubo libertad de Prensa desde Vil-nius hasta Vladivostok. Fue el aspecto más especta-cular del final del comunismo. El acontecimiento tu-vo repercusiones mundiales. Bajo un nuevo mando,la UNESCO pasó, de ser la plataforma de lanza-miento del NWICO, a aliada de los medios informa-tivos independientes que luchaban por la libertad dePrensa.

Aparte de los periódicos que surgieron de la anti-gua lucha clandestina contra el totalitarismo y de lascabeceras de la época del comunismo que se con-virtieron en publicaciones de orientación democráti-ca, en la nueva Prensa de Europa del Este tambiénaparecieron periódicos sensacionalistas, diarios cho-vinistas y xenófobos financiados por la policía secre-ta y pura pornografía.

Manos libres para OccidentePero no fue esta previsible eclosión de publica-

ciones que siguió a la época de represión el aspectomás destacado del desarrollo de los medios informa-tivos en la época poscomunista. Lo más curioso fueque los muchos líderes políticos de Occidente ene-mistados con la Prensa, de pronto, se sintieron conlas manos libres para exigir que se restringiera su li-bertad. Allí donde la Prensa descubría casos de co-rrupción gubernamental o comportamientos reproba-

bles –en Francia, Alemania, España y otros países–los políticos, que ya no se enfrentaban al bloque so-viético, comenzaron a exigir medidas para obligar ala Prensa a actuar de forma responsable.

Esas exigencias alcanzaron su paroxismo tras lamuerte de la princesa Diana en un accidente de trá-fico, del que no se culpó al conductor ebrio que es-trelló el automóvil, sino a los fotógrafos que habíansido –literalmente– desafiados por el mismo chófer aque intentasen seguirle. La Asamblea Parlamentariadel Consejo de Europa aprobó una resolución en laque más o menos se pedía la emisión de licenciaspara practicar el periodismo, exigiéndose que losprofesionales fuesen graduados de escuelas de pe-riodismo reconocidas, diseñadas para inculcar res-ponsabilidad, para evitar que volvieran a ocurrir su-cesos como la muerte de la princesa Diana.

Este episodio, según parece, hizo que salieran desus escondrijo todos los aspirantes a reguladores demedios informativos, cuyo mantra esta vez fue “laprotección de la intimidad”. Los actores de Hollywo-od presionaron al Parlamento estatal de Californiapara que promulgara leyes severas contra la invasiónde la intimidad. La Unión Europea, por su parte,propuso establecer normas de protección de datospersonales, que en la práctica habrían convertido endelito el periodismo de investigación, pues obligabaa los medios informativos a solicitar el visto buenopara cualquier artículo antes de su publicación.

Sólo la creación de un frente unido compuesto portodas las organizaciones defensoras de la libertad dePrensa de Europa y del resto del mundo consiguióechar por tierra el proyecto del Consejo de Europa deredactar un código deontológico aplicable a todo elcontinente y de nombrar a un ombudsman interna-cional que estaría encargado de garantizar su cum-plimiento.

La comunidad internacional impuso férreos con-troles a la Prensa en Bosnia, mediante una ComisiónIndependiente de Medios Informativos dirigida porlos aliados. Este organismo no deja pasar práctica-mente ni una semana sin ordenar el cierre de algunaemisora de radio, a menudo por pretextos puramen-te técnicos, como los de no figurar en el registro, o

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D O S S I E R

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90 valía más de 4.000 millones de dólares. Tam-bién extendió sus tentáculos por Estados Unidos.Su íntima relación con el partido eternamente enel Gobierno, el PRI, le ayudó mucho, ya que pu-do evitar leyes antimonopolio que hubiesen re-ducido su abrumador dominio del mercado tele-visivo en su país: un 85% del total, con 58 emi-soras locales. También editaba 40 revistas.

Roberto MarinhoEl nuevo diario de Rio de Janeiro, O Globo,

llevaba 24 días de publicación cuando falleció sufundador, Irineu Marinho. Un joven de 21 años,Roberto Marinho, había de hacerse cargo de esa

herencia. Estábamos en 1925. Marinho hizo unaprendizaje acelerado, y sólo en 1931 asumía élla dirección del periódico, que convirtió en líderdel mercado. Tras la II Guerra Mundial llegó laexpansión a través de la radio, en pleno boomde Brasil. La influencia política de Marinho sehizo decisiva. La televisión fue la que convirtió elgrupo Globo en potencia mundial, con una fac-turación en 1998 de 1.500 millones de dólares.Es notable que a los 95 años, y con su hijo Ro-berto Irineu a la cabeza de la gestión, RobertoMarinho siga trabajando cada día en su despa-cho de O Globo.

Lord NorthcliffeEn la prensa británica, Lord Northcliffe (Al-

fred Harmwsorth) fue a principios del siglo XXlo que Murdoch sería a finales: un innovador yun triunfador. Al iniciarse esta centuria, acabade comprar con las ganancias de sus revistas se-manales The Evening News y, en 1896, de fun-dar The Daily Mail, primer diario popular britá-nico inspirado en la Prensa norteamericana de laépoca. En 1900, el Mail tenía una difusión demás de un millón de ejemplares diarios. Inventó,el 1 de enero de 1901, el formato tabloide, utili-zándolo en el New York World de Joseph Pulit-zer, que el editor neoyorquino le había invitado adirigir por un día para festejar el nuevo siglo. En1903 lanzó el Daily Mirror, primer diario domi-nado por la fotografía, y en 1908 compró el Ti-mes. Falleció en 1922.

Rupert MurdochSencillamente, el hombre de comunicación

más importante, influyente y, sin duda, polémicodel siglo XX. A partir de su base australiana –una

red de periódicos regionales– dio el salto a GranBretaña, haciéndose con nada menos que el Ti-mes y el Sun. Trasladando el primero a las afue-ras de Londres y rompiendo con los sindicatos,incluida una larga y dura huelga, acabó con el

modelo de Prensa de Fleet Street. Conservador aultranza, se implica personalmente en la línea deopinión de sus medios, pero eso no impidió quepasteurizase informativamente su cadena de TVpor satélite Star, para congraciarse con las au-toridades comunistas chinas. Se endeudó paracrear la cadena BSkyB, pero la convirtió en unamáquina de hacer dinero con la exclusiva del fút-bol inglés. En Estados Unidos transformó la Foxen gran cadena nacional de TV.

Víctor de la Serna

De izq. a dcha., E. Azcárraga (hijo), R. Murdoch, Roberto Irineu Marinho y Fred Vierra.

Emilio Azcárraga Milmo.

Rupert Murdoch.

46

Diez grandes personajes de la comunicaciónHubert Beuve-Méry

Sobre los restos de Le Temps, uno más de losperiódicos prohibidos por colaboracionistas trasla Liberación, el general De Gaulle confió a Hu-

bert Beuve-Méry que crease el gran periódico in-ternacional de Francia, el diario de referencia.Le Monde lo fue, y más de medio siglo más tardelo sigue siendo. Periodista católico, procedentede un ambiente del que salió gran parte del res-paldo al Gobierno de Vichy, Beuve-Méry estuvoentre los que se decantaron por la Resistencia.Incesante defensor de la libertad de Prensa, serecuerda siempre su divisa: “Decir la verdad.Aunque cueste. Sobre todo, si cuesta”.

Ted TurnerHijo de un empresario del negocio de la pu-

blicidad estática que se suicidó por lo mal queiba su empresa, no sólo salvó ese negocio, sinoque a partir de 1970 fue de éxito en éxito (conalgún fracaso, como su OPA fallida sobre la CBS)en la comunicación: la superemisora TBS, la pri-mera cadena 100% noticias del mundo –laCNN–, la cadena TNT, lagran fusión con Time War-ner en 1996 y, por fin, lafusión suprema con Ame-rica On Line. La CNN serápara siempre la gran obrade este personaje comple-jo, a la vez populista ygrandilocuente, que hahecho de todo: ganar laCopa América de Vela(1977), casarse con JaneFonda (y ahora separar-se), comprar dos equiposdeportivos profesionales,crear los Juegos de laAmistad, donar 1.000 mi-llones de dólares a laONU...

William S. PaleyEste hombre, cuya vida cubrió casi todo el si-

glo (1901-1990), fue el padrino de la radiotele-visión estadounidense. Hijo de un comerciantede cigarros de Chicago, el joven Paley comprópor 400.000 dólares, en 1929, una cadena de 22emisoras de radio al borde de la quiebra: la con-virtió en la CBS, en su día la más formidable má-quina de producir noticias, espectáculo y dinerode la radio y la televisión en su país. Fichó a EdSullivan, a Jackie Gleason, a Lucille Ball, a Ed-ward R. Murrow, a Walter Cronkite, a Dan Rat-her... Hasta que un infarto se lo llevó a los 89años, se mantuvo al tanto de todo y llevó con pu-ño de hierro su imperio. Tras su muerte empezóun claro declive de la famosa cadena.

Henry LuceHenry Luce, junto a Britton Hadden, inventó

el newsmagazine o revista semanal noticiosa alcrear, en 1923, Time. Aprovechó tres circuns-tancias bien distintas: la necesidad de leer noti-cias de forma breve y extractada, la de agregarinterpretación a esas noticias, y la posibilidad defotografía instantánea que daba la nueva cámarade 35 milímetros. Time fue un triunfo, como losería su hermana gráfica, Life, que apareció en1936 siguiendo el modelo de las revistas alema-nas. A partir de ahí, el grupo se enriquecería conotras revistas que marcaron, cada una, la normade su sector: Fortune, Sports Illustrated, Peo-ple... Su esposa, Clare Booth Luce, fue una di-plomática y política importante a mediados desiglo.

Adam MichnikEste histórico de la resistencia al régimen co-

munista polaco se ha convertido en protagonistadel mayor éxito editorial del poscomunismo. Co-fundador del KOR (Comité de Defensa de los

Trabajadores) y activista de Solidarnosc, esteperiodista y ensayista pasó un total de seis añosen la cárcel entre 1965 y 1980. Miembro del pri-mer Parlamento democrático (1989-91). FundóGazeta Wyborcza, el primer diario independien-te de su país, en 1989. Hoy ha alcanzado una di-fusión de más de 450.000 ejemplares diarios,convirtiéndose en el medio independiente másrentable de Europa central y oriental, sin perdersu carácter crítico ni su alto nivel informativo.

Axel SpringerHijo de un editor y político alemán, Springer

dirigía hasta la guerra el pequeño diario de supadre en Hamburgo. Después de la II GuerraMundial empieza de nuevo, editando primero lapequeña pero rentable revista de programaciónradiofónica Hör Zu y luego creando, en 1947,la editorial Axel Springer. La revista Constanze,

seguida del diario Hamburger Abendblatt, sonsus otros éxitos editoriales a finales de los 40,pero su gran éxito nace en 1952: Bild, imitadode los tabloides británicos. Compra Die Welt, ydesde sus dos grandes diarios, el popular y elde calidad, inicia la tarea de creación de todasu vida: propiciar la reunificación alemana. DerSpiegel es otra gran creación. En 1966, trasla-da su sede, desafiante, al borde mismo del Mu-ro de Berlín.

Emilio Azcárraga MilmoEl Tigre construyó en la televisión el mayor

imperio informativo de México. Lo había here-dado de su padre, Emilio Azcárraga Vidaurreta,El León, un navarro que se hizo a sí mismo en laemigración y creó una cadena de radio y TV. Pe-ro El Tigre hizo crecer mucho más aún el impe-rio de Televisa, que a su muerte a finales de los

Hubert Beuve-Méry, en una fotografía de

archivo.

Ted Turner, fundador de la CNN.

Adam Michnik durante una entrevista.

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Un grupo de

soldados británicos

lee los periódicos al

embarcarse con

destino al frente, en

la Guerra de los

Bóers, 1900.

cuenta, a moverse en mula por el frente hasta don-de le dejaban, a informar con veracidad in situ.

Su brillante crónica de la carga de la Brigada Li-gera en The Times del 14 de noviembre de 1854llevó la consternación a la opinión pública británi-ca. La verdad era una píldora amarga y Russell, elprimer testigo incómodo. Se llamó a si mismo “elmísero padre de una tribu desdichada”.

Russell era un irlandés de hierro, osado, presu-mido, atraído por las cosas militares y en el fondofascinado por el olor a pólvora y las guerras. Teníael instinto de la noticia, tenacidad, astucia y, comodiría un veterano corresponsal norteamericanocuando le preguntaron por las condiciones para eloficio, “buenas piernas”.

Russell no fue el primero, pero tal vez sí el me-jor de la desdichada tribu a lo largo del siglo XIX.Informó sobre la guerra entre Dinamarca y Schles-wig-Holstein, la Guerra de Crimea, el motín de laIndia, la Guerra de Secesión norteamericana, laGuerra Austroprusiana, la Comuna de París y laGuerra Zulú de 1879. Como escribe Philip Knigh-tley en The first casualty, ayudó a derribar al Go-bierno británico, fue responsable indirecto del em-pleo del primer fotógrafo de guerra y ayudó a impe-dir que Gran Bretaña interviniese en la guerra de

Secesión. Fue candidato al Parlamento y se casócon una condesa. Era un hombre del sistema, aun-que con sus informaciones sobre Crimea cambió elrumbo de la campaña.

Antes patriota que cronistaPero dejemos a Russell en su bien merecido sue-

ño de San Pablo para contar la evolución del perio-dismo de guerra a partir de la primera conflagraciónmundial. Es aún tiempo de los periódicos de la Ga-laxia Gutemberg. La Segunda Guerra Mundial trae-rá la hegemonía de la radio; Vietnam, de la televi-sión y el Golfo o Kosovo, de la realidad virtual.Martha Gellhorn, tercera esposa de Hemingway yuno de los mejores corresponsales de todos lostiempos, afirmó que Vietnam había sido la últimaguerra de los enviados especiales. Ella misma fueexpulsada de Vietnam a mediados de los sesentapor sus investigaciones sobre abusos y casos de co-rrupción. Otro testigo incómodo.

El general Kitchener ordenó que detuvieran a to-do corresponsal que apareciese por el frente fran-cés en el curso de la Gran Guerra. Los periodistasbritánicos ponen en práctica los trucos propios deloficio para eludir a los sabuesos de Kitchener. Via-jan disfrazados, utilizan el tren, la bicicleta, se ha-

Cartel de Lord

Kitchener llamando

a la movilización,

que se popularizó

durante la década

de los 60.

a su llamamientode movilización seenfadaría muchocon nosotros. Kit-chener era un ge-neral a la viejausanza imperialista, duro, inmisericorde, mandón.En la ironía del burbujeante Londres, la imagen delvencedor en Sudáfrica o Sudán era el mejor cartelpara el alistamiento de los pacifistas hippies.

El odio de Kitchener hacia los periodistas no eraalgo nuevo bajo el sol. Desde que el corresponsal seindependizó de las oficinas de relaciones públicasde los ejércitos para, como se dice en al argot, cu-brir las guerras, los militares la tomaron con él.Eran, según su criterio, no sólo borrachos sino in-disciplinados, bohemios, mentirosos porque se ne-gaban a aceptar –muchos de ellos– la versión ofi-cial de los hechos. En 1917, el senador norteame-ricano Hiram Johnson pronunció una frase que to-davía se usa hoy, porque han cambiado poco las co-sas en ese terreno: “Cuando llega una guerra, laprimera víctima es la verdad.”

Hasta que llegó William Howard Russell a laGuerra de Crimea como enviado del Times de Lon-dres, el corresponsal era un oficial, un coronel, unsoldado. Los diarios contaban lo que deseaban losjefes. Russell –que está enterrado en la londinensecatedral de San Pablo, bajo una placa que reza “Elprimero y más grande de los corresponsales de gue-rra”– rompió con ese esquema de sumisión a lasautoridades militares. Se puso a informar por su

48

Manuel LeguinechePeriodista

Q UITAOS DE MI CAMINO, MISERABLESborrachos”, era la frase con la que el ge-neral Kitchener obsequiaba a los corres-ponsales de guerra. Les odiaba desde la

Guerra del Sudán, desde la Guerra de los Bóers enSudáfrica. Como ministro de Estado, se opuso aque los periodistas británicos cruzaran el Canal pa-ra informar desde el teatro de operaciones europeodurante la Primera Guerra Mundial. Con su miradaadusta, sus ojos encendidos, nos amenazaba con eldedo índice desde los pasquines de Carnaby Stre-et, allá por los años sesenta. Si nos respondíamos

Desde que la tribu de los corresponsalesde guerra se independizó de la tutela de losejércitos a mediados del siglo XIX, empezóa sufrir el acoso y el rechazo de lospoderes fácticos

Sin novedadesen el frente

D O S S I E R

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El 1 de enero

de 1959, los

guerrilleros de Fidel

Castro entraron en

La Habana. Un

grupo de habaneros

lee un diario que

festeja la noticia.

nioso en la historia del periodismo que los cuatroaños de la Gran Guerra”. En 1917, en la batalla delSomme, cayeron divisiones enteras. Los aliadosperdieron 600.000 hombres en una sola batalla.Los diarios se olvidaron de la noticia por temor a uncolapso de la moral de combate, a una crisis en elalistamiento de reclutas o a un levantamiento ge-neral que se vislumbraba en el horizonte. No sóloes que sufrió la verdad, sino que los periódicos setransformaron en aparatos de propaganda, de lava-do de cerebro para contar atrocidades que sóloexistían en su imaginación. El poeta Robert Gravesescribió que, para que continuase la guerra, se hi-zo necesario conseguir que los ingleses odiasen alos alemanes “como jamás habían odiado a nadiehasta entonces”.

¿Compromiso versus objetividad?La Guerra Civil española es, junto con la de Viet-

nam, la que enfrentó al mundo en mayor medidadesde lo que entonces podía entenderse por iz-quierda y derecha. Corresponsales llegados de to-dos los puntos cardinales acudieron a España parainformar de un conflicto que levantó pasiones y de-sató emociones que se trasladaron a los periódicos.George Orwell, que combatió en Cataluña, donderesultó herido y escribió después un libro tituladoHomenaje a Cataluña, señaló que lo que decían losperiódicos “no guardaba la menor relación con loshechos”. En las trincheras españolas se inició un

debate “a cara de perro” sobre objetividad y com-promiso. Los corresponsales acreditados en el ban-do de la República fueron por lo general abandera-dos de la causa, lo mismo que los destacados en elbando franquista. Eran más los inclinados a tomarpartido que los defensores de la vía descriptiva,distanciada, que contaba sólo los hechos sin edito-rializarlos. “¡A la mierda con la objetividad –gritóMartha Gellhorn– aquí lo que está en juego es laderrota del fascismo!”

Este debate no ha terminado aún, porque las dosescuelas de pensamiento compiten ásperamente.Hemingway fue un mal corresponsal de guerra:

D O S S I E R

Marta Gellhorn y su

esposo Ernest

Hemingway,

fotografiados por

Capa en 1941.

Ambos cubrieron la

Guerra Civil

española. Abajo, el

magnate Randolph

Hearst (izq.) y el

escritor George

Orwell, que fue

voluntario en el

bando republicano

durante la guerra de

España.

cen los despistados... La guerra vende periódicos.Ya lo sabían Hearst (Ciudadano Kane) o Pulitzer entiempos de la Guerra Hispano-norteamericana.

Ellos fabricaron el conflicto para subir la tirada.Los lectores quieren confundir el olor a tinta con elde la sangre, con la pólvora. Necesitan descripcio-nes dramáticas. Un material así no se logra desdelos hoteles de París o sobre la base de los partesoficiales que el ejército aliado entrega en forma deobservaciones de un testigo ocular. Hay que arries-gar, acercarse a las trincheras. Esa aproximación laentienden los generales como una traición a la pa-tria. Para ellos, el periodista debe ser antes un pa-triota que un cronista civil por libre. Cualquier co-sa que diga o escriba servirá como información pa-ra el enemigo. Ya dijo Napoleónque prefería el control de los pe-riódicos a una división en comba-te.

Los directores de los diarios exi-gen noticias, crónicas calientes, ex-clusivas. Y allá va por los ensan-grentados campos de la Europa en

guerra la desdichada tribu falsi-ficando salvoconductos, bur-

lando la vigilancia de loshombres de Kitchener,atisbando los frentes, co-rriendo para que sus des-pachos crucen el Canalhasta las redacciones de

Londres. Algunos de ellosvan a parar a la cárcel, don-

de se quejan de las ratas y del apestoso rancho. Lasdificultades eran enormes. Con frecuencia, los direc-tores-patriotas tachaban las crónicas de los periodis-tas-aventureros, con lo que su esfuerzo resultaba bal-dío.

Otros, poseídos por el mal de la autocensura, ol-vidaron contar los desastres. Entre el 14 y el 25 deagosto de 1914, los alemanes liquidaron a unostrescientos mil soldados franceses, casi el 25 porciento de los combatientes. Una tasa de destruc-ción, apunta Knightley, que no llegó a igualarse du-rante el resto de la contienda en ningún frente.Pues bien, el enviado del Times ignoró la noticia,de modo que ésta sólo se conoció una vez termina-da la guerra. “Ese silencio era prudente (escribióCampbell) porque de haber publicado la noticia dela catástrofe la voluntad del pueblo inglés se habríadebilitado gravemente”. Todo por la patria; nadapor la verdad. Lo contaron todo al terminar la gue-rra en sus libros de memorias bélicas. A pesar deesta sumisión, Churchill llegó a pedir que incauta-ran The Times para convertirlo en boletín oficial delGobierno inglés, con objeto de “guiar a la opiniónpública”.

El periodo más ignominiosoAsí las cosas, la prensa norteamericana prefiere

informar desde el lado alemán. Los corresponsalesson bien tratados, con más inteligencia. No tienenlibertad de movimientos, van acompañados porcensores volantes que les pisan los talones, que es-cudriñan sus pasos, que leen sus despachos y uti-lizan tinta invisible para comprobar si contienen al-go más de lo que aparece en la superficie. “Son to-dos unos bolcheviques”, dijo un general británicode los corresponsales. “¿Por qué no informan de laguerra desde Londres?”. Algunos lo hacen encerra-dos en el cuarto de su hotel con una botella de li-cor y un mazo de naipes. “En el frente occiden-tal...” empieza su crónica. Pobre tribu. Entre lo queocultaban y los que les tachaban los censores, sucobertura de la guerra fue penosa.

Un historiador escribió que, debido a los propa-gandistas del estado Mayor y a los empeñados enignorar las derrotas, “no hubo periodo más ignomi-

50

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Derecha, Winston

Churchill,

pronunciando un

discurso en marzo

de 1946, un año

después del fin de

la Segunda Guerra

Mundial. Abajo, un

general

survietnamita

ejecuta a un

prisionero del Viet-

cong, el 1 de

febrero de 1968. La

foto, de Eddie

Adams, ganó el

Premio Pulitzer y

tuvo amplia

repercusión

internacional.

realizó un acto de contrición al reconocer que hubomiserias en las dos partes.

Fantasías y realidadesLa Segunda Guerra Mundial (1939-45) barrió es-

tos y otros tiquismiquis. Los aliados, los alemanesnazis, los japoneses temerosos de una verdad que lesfuera contraria, se afanaron en dirigir, controlar e in-toxicar -como se dice en la jerga de la tribu– a laPrensa y a los enviados especiales. El periodista de-bía sufrir constantes censuras de su material, de unaoficina a otra, hasta que la crónica quedaba adelga-zada, desnaturalizada por el lápiz del censor.

La censura se lo pensaba dos días hasta que eldespacho del corresponsal sobrepasado por los acon-tecimientos dejaba de tener sentido. Todo fuera porderrotar al Imperio nazi del Mal. El Nobel de Litera-tura Steinbeck me contaba en el Hotel Continentalde Saigón, en 1965, que tanto él como sus colegasse vieron obligados a recurrir a toda clase de trucospara saltarse el rigor de la censura. Steinbeck se ser-vía de párrafos de la Guerra de las Galias, de JulioCésar, para evocar situaciones parecidas a las quehabía vivido en el frente y sobre las que no podía es-cribir. Todo lo que quedaba era extender en diarios yrevistas rumores, medias verdades favorables, edito-riales de propaganda aliada... Al otro lado, Goebbelshacía lo mismo con una técnica aprendida de los bri-tánicos durante la Gran Guerra: “Repite una mentiray tarde o temprano se convertirá en verdad.”

Ahora que se transmite por módem o vía satéli-te estos problemas logísticos y de comunicaciónsuenan anacrónicos. Para un enviado especial dela era del teléfono, el telégrafo o incluso el télex,ésa era la madre del cordero. “El mejor papel es elque llega”, decía una y otra vez el director de undiario de París. En la Segunda Guerra, mientras unrepresentante del Times de Nueva York tardabaocho horas en comunicarse con su redacción cen-tral, su colega de Berlín transmitía las crónicas encuarenta minutos vía Copenhague.

En cuanto a la Alemania nazi, Goebbels militari-zó a todos sus periodistas de un plumazo. La ver-

dad estaba en Berlín y no en el frente. Al mismo oparecido esquema respondía Washington en el pla-no técnico: “Yo no diría nada a la gente – anuncióun portavoz de las FF AA norteamericanas– hastaque terminara la guerra, y entonces les diría sóloquién había ganado”. Perfecto. La noticia del de-rribo del avión en el que viajaba el almirante japo-nés Yamamoto no se conoció hasta después de laguerra, porque no se podía indicar a los niponesque Washington había descifrado sus códigos.

El furor de los censores no tenía límites. Lo anali-zaban y escrutaban todo, desde cartas privadas a te-legramas. Pensaban, paranoicos ellos, que el menordesliz podía inclinar el balance de la guerra hacia elEje. El código de conducta para los enviados espe-ciales se basaba en esta pregunta elemental: “¿Esbueno para el Ejército (o la Marina) que se haga pú-blica esta información?”.

Los periodistas japoneses, con mayor razón, seconstituyeron en el brazo informativo del esfuerzobélico del Emperador. De uno y otro lado, los ge-nerales –ahí está el caso de MacArthur– se rodea-ban de agentes de Prensa eficaces para erigir suimagen de gran guerrero sin tacha. El famoso bo-fetón del general Patton a un soldado en un hos-pital de campaña, al creer erróneamente que eraun cobarde, se hizo público mucho después, conel mismo argumento que John Kennedy utilizó enlos sesenta para evitar que The New York Timesdiera la primicia de los preparativos para la inva-sión de la Bahía de Cochinos, en Cuba.

Hoy como ayerTodos han tenido la costumbre de disimular las

derrotas como repliegue táctico; todos han hinchadolas bajas ajenas y minimizado las propias; todos sussoldados eran héroes y ninguno borracho, cobarde osaqueador. Me contó un misionero español en Cal-cuta que tuvo la precaución de apuntar las cifrasemitidas en los partes bélicos por la radio durantenuestra guerra incivil que, al anunciar Franco enBurgos la derrota del Ejército rojo, el sacó su cua-derno de notas y sumó los aviones derribados y loscañones destruidos durante los tres años y descubrió

D O S S I E R

El Premio Nobel de

Literatura John

Steinbeck fue

corresponsal en

Vietnam.

cuando la República se derrumbaba en todoslos frentes, anunciaba en sus periódicos ca-nadienses su inminente victoria. El cora-zón le pudo sobre la cabeza. En la reta-guardia de las redacciones, se librabatambién una victoria sin fin. Las presio-nes conservadoras hicieron que The NewYork Times retirara de España a HerbertMatthews, que simpatizaba con la causarepublicana y no lo ocultaba. Los sentimien-tos personales podían sobre la objetividad.Matthews reflexionó mucho sobre la ética y la de-ontología del corresponsal de guerra: “Todos losque vivimos la guerra española nos sentimos impli-cados apasionadamente en ella”, escribió. “Me dicuenta de la falsedad y de la hipocresía de los quese proclamaban neutrales y de la estupidez, si nopura majadería, de directores y lectores que pedíana los corresponsales que escribiesen objetiva a im-parcialmente.” Es el mismo viejo error que lectoresy directores seguirán cometiendo y que siempreacosará al cronista que, siendo humano, ha de te-ner opiniones propias.

“Al condenar el compromiso –añade Matthews,que entrevistó en Sierra Maestra a Fidel Castro pa-ra escándalo de la Prensa franquista, que nunca leperdonó su toma de partido– se rechazan los únicosfactores que realmente importan: honradez, com-prensión e integridad. El lector tiene derecho a quese le den todos los datos: no lo tiene a exigir que elperiodista y el historiador estén de acuerdo con él”.Pero los hechos son sagrados. Este predominio delos sentimientos propios sobre la voluntad objetivaconducirá a errores tan graves como los cometidosen defensa de (por ejemplo) los Jemeres Rojos enCamboya, que en su búsqueda del hombre nuevoexterminaron a un millón de sus compatriotas. El

periodista francés Jean Lacouture, cogido en falta,entonó un mea culpa y renegó de la memoria se-lectiva y el enfoque maniqueo.

“Nuestros buenos son los buenos y los malos –elinfierno, que diría Sartre– son los otros”. HerbertMatthews, que vió en la Guerra Civil “una luchacontra las fuerzas del mal”, admitió años más tar-de que se equivocó al juzgar el conflicto en térmi-nos puramente ideológicos. También Hemingway

52

No me corresponde a mí decir si micarrera ha sido prestigiosa. Larga,ciertamente. Mis lecturas infanti-les coinciden con los cañonazos de la Primera Guerra Mundial.Mis primeros éxitos periodísticos están relacionados con acon-tecimientos históricos cuya existencia ni siquiera conoce un

chaval de hoy. Cuando llegó la televisión no me di cuenta de inmediato de que eloficio iba a cambiar. Pero cambió y no me siento muy satisfecho del cambio.Ahora que todos hablan de Internet y prometen nuevas sacudidas, yo he llegadoa una edad en la que puedo permitirme un lujo: desinteresarme de la cuestión yamenazar con represalias al que intente explicármela. Pero dado que muchosjóvenes lectores me honran con su atención, me permito decirles lo que sigue.

La abundancia de informaciones es como la bomba atómica: no se pue-de desinventar. Cuando mandaba mis reportajes de España, hace dos terciosde siglo, enviaba noticias. Hoy, un enviado especial proporciona las piezasde un rompecabezas, que el lector-oyente-telespectador tendrá que ponerjuntas –si quiere, aunque, a menudo no quiere–. ¿Es esto un bien o un mal?No lo sé. Lo que sí sé es que la información funciona así. Y me doy cuentade que el oficio se ha hecho más difícil, tanto para los informadores como

para los informados. En la gran manzana me-diática todo se confunde. La obsesión por la au-diencia ha conducido a sensacionalizar los

acontecimientos, a privilegiar las noticias de usar y tirar. ¿Debemos resig-narnos, nosotros los periodistas y ustedes los lectores?

Creo que no. Pienso, más bien, que está llegando una época interesante,donde la calidad tendrá su papel –o, por utilizar un término que hoy está demoda– un mercado. Para elegir entre miles de noticias –o entre los cien án-gulos de una noticia– habrá profesionales capacitados. No sé cómo les llama-rán. Seleccionadores, quizás. Gente capaz de encontrar la espiga de grano en-tre la hierba y, sobre todo, de explicar por qué el grano es mejor que la hier-ba –y perdonen la metáfora agrícola: es una forma de nostalgia–. Y capacestambién de explicarla de una forma clara, breve y atractiva. Porque nuestrooficio sigue siendo el de informar interesando. No podemos hacerles la com-petencia a los académicos, que cuentan con el privilegio del tiempo, de la pro-fundización y, a menudo, del aburrimiento.

He aquí, pues, un bonito proyecto para el futuro. Comprender, resumir,elegir, informar y explicar. Con brío, pero con honestidad. Un proyecto parados vidas. Les dejo a ustedes este honor y esta carga. Yo ya hice mi parte.

Un proyecto para dos vidasIndro Montanelli

Escritor y periodista

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Intervención

televisada de Sadam

Hussein tras la

invasión de Kuwait,

en agosto de 1990.

En la Guerra del

Golfo se dieron cita

más de 3.500

periodistas.

que superaban con mucho la artillería y la aviaciónde todas las fuerzas armadas de Europa.

Un curtido corresponsal británico, James Came-ron, se refirió al conflicto en Corea como los “co-rresponsales de guerra fabricados en serie, una es-cuela preparatoria de Vietnam”. O de la invasión deGranada, o de Panamá, podría haber añadido, o dela Guerra del Golfo o de la de Kosovo. En este últi-mo fregado, se dieron cita 3.500 periodistas. Losárboles apenas si les dejaban ver el bosque. Unavez más, en Corea lo esencial no era decir la verdadsino contribuir al esfuerzo de guerra de la ONUcontra los comunistas norcoreanos o chinos. EnVietnam, nos dieron casi plena libertad de movi-mientos. La censura, con más de 700 periodistasacreditados en Saigón, era poco menos que impo-sible, de modo que cada uno de nosotros se movióa sus anchas y gratis.

Tras la matanza de My Lay y la ofensiva guerrille-ra de los comunistas en el Tet, con la retransmisiónde la sangre que salpicaba a las pantallas de televi-sión a la hora del almuerzo y de la cena, la opiniónpública norteamericana cambió de signo. El presen-tador Conkrite se preguntó, angustiado: “Pero, ¿quées lo que está pasando aquí?”. Pasaba que se perdíala guerra emprendida en defensa –como creyeron losfranceses en la de Indochina– de la civilización oc-cidental. “No tuvimos infancias felices, pero tuvimosVietnam” , exclamó un joven compañero nuestro pa-ra el que aquello, más que una guerra cruel, fue Dis-neylandia.

La libertad de que gozamos en Vietnam no volve-ría a repetirse. Los ejércitos, sean los que sean, quie-ren en las Malvinas, en la isla de Granada, en Pana-má, en Bosnia o en el Kosovo de la OTAN, periodis-tas sumisos, dóciles, que sean, y no otra cosa, la vozde su amo. En Vietnam, tuvimos periodistas críticos

como Halberstam o Herr, guionista de ApocalypseNow, pero siempre me quedó la duda de si estabanmás en contra de las tácticas utilizadas por losEE.UU. que del propósito final: ganar la guerra. Osea, que estarían más contra los métodos que contrala guerra en sí.

Los militares norteamericanos echaron toda laculpa a la televisión y a los periodistas. Al pasar losaños, MacNamara reconoció el error, pero ya era tar-de. Nunca es tarde: acaba de publicarse un libro so-bre Vietnam titulado La guerra necesaria. El vicepre-sidente Humphrey había afirmado: “Estamos juntosen esto”. Hoy, la guerra de Chechenia transcurre co-mo lo hicieron las de principios de siglo: prohibien-do a los periodistas aproximarse a los frentes y dartestimonio objetivo de lo que en ellos sucede.

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