El Silencio en La Poesía de Emily Dickinson

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El silencio en la poesía de Emily Dickinson Uno de los modos de abordar la poesía de Emily Dickinson es a partir de cierto silencio formal desde el que esta poesía toma forma y se afirma: la ausencia de títulos que, en palabras de Käte Hamburger i , aclararen la referencia de sentido; la ambigüedad genérica de algunos pronombres (especialmente en lo que se refiere al thee al que los poemas se dirigen); determinadas palabras como such que aparecen sin un claro antecedente (por ejemplo en el poema 1030); cierto tono elíptico producto de la discontinuidad sintáctica que impone el uso reiterado de los guiones como única marca de ordenamiento de la sintaxis. Creemos que, de manera paralela a este aspecto formal, recurso poético altamente efectivo cuyo centro es el lector, el silencio entra en la poesía de Dickinson como uno de sus temas centrales: es esta tematización lo que aquí nos interesa estudiar. Trazaremos un recorrido por los poemas para reconocer la coexistencia de tres instancias en el silencio: un silencio involuntario que se relaciona con la muerte y el olvido; un esfuerzo, más o menos inútil, por nombrar lo que no puede ser nombrado (aún): lo inefable; un silencio buscado voluntaria y conscientemente como refugio y lugar seguro. La muerte se asocia con aquel silencio que sobreviene al sujeto (de la muerte y de la palabra): no buscado, trunca inevitablemente sus posibilidades. El poema 182 pone en evidencia la opción humana i Käte Hamburger, La lógica de la literatura , Capítulo 4: El género lírico. Mimeo, 1996.

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Análisis de poemas de Dickinson

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El silencio en la poesía de Emily Dickinson

Uno de los modos de abordar la poesía de Emily Dickinson es a partir de cierto silencio formal

desde el que esta poesía toma forma y se afirma: la ausencia de títulos que, en palabras de Käte

Hamburgeri, aclararen la referencia de sentido; la ambigüedad genérica de algunos pronombres

(especialmente en lo que se refiere al thee al que los poemas se dirigen); determinadas palabras

como such que aparecen sin un claro antecedente (por ejemplo en el poema 1030); cierto tono

elíptico producto de la discontinuidad sintáctica que impone el uso reiterado de los guiones como

única marca de ordenamiento de la sintaxis.

Creemos que, de manera paralela a este aspecto formal, recurso poético altamente efectivo cuyo

centro es el lector, el silencio entra en la poesía de Dickinson como uno de sus temas centrales: es

esta tematización lo que aquí nos interesa estudiar. Trazaremos un recorrido por los poemas para

reconocer la coexistencia de tres instancias en el silencio: un silencio involuntario que se relaciona

con la muerte y el olvido; un esfuerzo, más o menos inútil, por nombrar lo que no puede ser

nombrado (aún): lo inefable; un silencio buscado voluntaria y conscientemente como refugio y lugar

seguro.

La muerte se asocia con aquel silencio que sobreviene al sujeto (de la muerte y de la palabra): no

buscado, trunca inevitablemente sus posibilidades. El poema 182 pone en evidencia la opción

humana de hablar antes de morir, o mejor, de dejar dicho (o escrito) lo que se querrá decir en el

futuro, más allá de la incertidumbre inherente a esa categoría (que tiene también su traducción

lingüística en el modo condicional del verbo):

If I shouldn’t be aliveWhen the Robins come,Give the one in Red Cravat,A Memorial crumb.

If I couldn’t thank you,Being fast asleep,You will know I’m tryingWith my Granite lip!

Si no estuviera viva Cuando los Petirrojos vuelvan,Al de la Corbata Roja,Dadle una miga en Recuerdo.

Si no os diera las gracias,Por estar tan dormida,Notaréis que lo intento¡Con mi labio Granito!ii

La imposibilidad en la muerte pasará por el agradecimiento, acto de habla performativo (decir es

hacer) que sólo puede provenir de un Sujeto Único y reconocible, y necesariamente debe suceder a i Käte Hamburger, La lógica de la literatura, Capítulo 4: El género lírico. Mimeo, 1996.ii La traducción que se ha seguido para las citas es la de Margarita Ardanaz (Dickinson, Emily; Poemas, Cátedra, Madrid, 2000).

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un hecho (el que se agradece). El intento será vano, la muerte lleva el silencio que interrumpe toda

continuidad.

En el poema 449 ya no es la muerte la que sobreviene, sino el silencio mismo, que se profundiza

desde la vida hacia la muerte:

I died for Beauty – but was scarceAdjusted in the TombWhen One who died for Truth, was lainIn the adjoining Room –

Morí por la Belleza – mas apenasAjustada en la TumbaCuando Uno que murió por la Verdad, yacíaEn una Habitación contigua –

He questioned softly “Why I failed?”“For Beauty”, I replied –“And I – for Truth – Themself are One –We Brethren, are”, He said –

Me preguntó amable “Por qué había fallecido”“Por la Belleza”, le contesté –“Y yo – por la Verdad – Son Una sola cosa – Hermanos somos”, dijo –

An so, as Kinsmen, met a Night –We talked between the Rooms –Until the Moss had reached our lips –And covered up – our names –

Y así, cual los Parientes, que se encuentran de Noche –Hablamos de una a otra habitación –Hasta que el Musgo nos llegó a los labios –Y cubrió – nuestros nombres –

Si en el poema 182 es la muerte que deja la vida en silencio, ahora el silencio interrumpe la

posibilidad de hablar en la muerte misma o después de la muerte. El final es irremediable: el musgo

(fuerza de la naturaleza) que tapa las bocas obliga a callar, y el que cubre los nombres condena al

olvido, porque palabra y memoria son inseparables.

El poema 813 avanza un paso más hacia la profundidad de la muerte:

This quiet Dust was Gentlemen and LadiesAnd Lads and Girls – Was laughter and ability and SighingAnd Frocks and Curls.

This Passive Place a Summer’s nimble mansionWhere Bloom and BeesExists an Oriental CircuitThen cease, like these –

Este callado Polvo fue Damas y CaballerosMuchachos y Muchachas – Fue risa y habilidad y fue SuspirosY Vestidos y Bucles.

Este Lugar Pasivo, una mansión ligera de VeranoDonde Flores y AbejasVive un Ciclo OrientalLuego cesan, como éstos –

El despojo último y mínimo en que todo lo que fue humano se convierte está también callado, no

transmite nada: a diferencia del polvo enamorado de Quevedo, en éste no existe un sentido. Polvo y

silencio lo contienen todo indistintamente (hombres, lenguas, secretos, Historias, despojos) y se

ligan exclusivamente con el hombre y sus posesiones. A diferencia del territorio de la naturaleza

(flores y abejas), en el que todo muere para renacer (ciclo) y así durar (exists marca esta energía

durativa), el hombre, por su propio lenguaje, se encuentra inmerso en la temporalidad lineal. George

Steineriii postula que las criaturas sin habla viven un eterno presente: si el pasado es una selección

lingüística de recuerdos, y el futuro un lenguaje que existe antes de lo que nombra (como esa muerte

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que aún no existe del poema 182), no tener habla implica no conocer estas categorías, vivir la

eternidad. La angustia (si la hay en Dickinson) no es una reacción frente a la muerte, sino que brota

de lo que ella trae y de la comparación con el estado anterior: la muerte filtra la posibilidad de

comunicación, y sumerge en una eternidad necesariamente silenciosa: no tiempo, no lugar, en el que

sin embargo sobrevive cierto recuerdo y la posibilidad, aunque mínima, de testimoniarlo.

Esa eternidad en la que la palabra se ha disuelto tiene una contraparte extrema en aquella que se

considera previa a Babel, en que la palabra aún no ha sido pronunciada: silencio absoluto pero

originario (y no final), donde carne y pensamiento son indistintos y palabras y objetos, realidad y

lenguaje, se unen en una congruencia perfecta.

Las intensidades del dolor y la alegría se presentarán, en la poesía de Dickinson, como

reminiscencias de ese estado prebabélico, sin Diferencia ni categorías temporales. Veamos el poema

650:

Pain – has an Element of Blank – It cannot recollectWhen it begun – or if there wereA time when it was not –

It has no future – but itself – Its Infinite containIts Past – enlightened to perceiveNew Periods – of Pain.

Tiene el Dolor – un Elemento en Blanco – No puede recordarCuándo empezó – o si huboUn tiempo en el que no existía –

Y no tiene Futuro – sino él mismo – Su Infinita capacidadSu pasado – iluminado para percibirNuevos Períodos – de Dolor

El elemento vacío (Blank) que persiste en el dolor es su parte innominable, inefable: no puede más

que sentirse. En ese punto en que el lenguaje no alcanza sólo se puede callar: el recuerdo es inútil, y

el futuro es idéntico al presente que así se eterniza. El Blank marca la irrupción de una nada

primigenia, que existe desde siempre, a la que el Logos creador aún no nombró (disoció), y que

mientras ello no ocurra permanecerá infinita e inclasificable.

El poema 1668 también muestra la imposibilidad de escapar de lo que es inefable y de su

eternidad:

If I could tell how glad I wasI should not be so glad – But when I cannot make the Force,Nor mould it into Word,I know it is a signThat new Dilemma beFrom mathematics further offThan from Eternity.

Si pudiera decir lo contenta que estabaYa no estaría tan contenta – Mas como no puedo forzarlo, Ni ponerlo en Palabras,Sé que es un signoDe que el nuevo Dilema acaso estéMás alejado de las matemáticasQue de la Eternidad.

No existe posibilidad de moldear la alegría en palabras sin riesgo de empobrecer (nombrándola) la

sensación que, en su inefabilidad, queda también al margen del vector temporal.

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Sin embargo, la experiencia de lo inefable sólo comporta un silencio a medias: al aludir a lo que

no se nombra (por su misma imposibilidad) se lo hace presente, por medio de un rodeo que es

fundante no sólo de la poesía de Dickinson, sino, podríamos arriesgar, de toda Poesía. Aún la

naturaleza (véase al respecto el poema 668) puede percibirse con los sentidos y ser nombrada en sus

partes, y, sin embargo, su simplicidad es tal que jamás alcanzamos a agotarla en una combinación de

palabras. A pesar de ello, en silencio y con silencio podemos conocer y acceder a lo que es inefable:

sentir y callar es la alternativa frente a aquello acerca de lo que no se puede hablar, según muestra el

breve poema 1750:

The words the happy sayAre paltry melodyBut those the silent feelAre beautiful –

La palabras que dicen los felicesSon melodía baladíPero aquellas que sienten los silentes Son hermosas –

Otra faceta del silencio es el secreto: lo que el hombre calla por propia voluntad y elección. Como

la naturaleza guarda secretos para el hombre, así debiera también el hombre actuar frente a sí

mismo:

The reticent volcano keepsHis never slumbering plan – Confided are his projects pinkTo no precarious man.

If nature will not tell the taleJehovah told to herCan human nature not surviveWithout a listener?

Admonished by her buckled lips.Let every babbler beThe only secret people keepIs Immortality.

El reticente volcán guardaSu plan que nunca duerme – Sus proyectos rosados no confíaA hombre precario alguno.

Si la naturaleza el cuento no relataQue Jehová le contó¿No puede la naturaleza humana sobrevivir sin un oyente?

Que todo charlatánDe sus labios sellados tome ejemploEl único secreto que guardamosEs la Inmortalidad. (Poema 1748)

Callar es una virtud: el silencio es positivo, y frente al hombre que siente necesidad de contarlo todo

se levanta el ejemplo de la naturaleza y su misterio. Y aquí una vez más: la inmortalidad es el único

Gran Secreto puesto que se obtiene en el momento en que la muerte deja en silencio final, cuando ya

el hombre es despojado de la posibilidad de elegir.

El secreto y el silencio se erigen a la vez como lugares seguros para su poseedor. En rigor, cada

época o civilización guarda sus secretos: determinadas regiones de la lengua, tabúes, elisiones, son

modos de tratar el silencio. La cultura puritana a la que Dickinson pertenece veda mucho a la

palabra: para hablar de lo prohibido, su poesía encuentra una alternativa en la autocensura, es decir,

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la imposición del callar, pero marcando (nombrando) esa censura (parte silenciada, Blank), y así

llevándola al primer plano, para sembrar la sospechaiv y jugar con la curiosidad de su develación:

She rose to His Requirement – droptThe Playthings of Her LifeTo take the honorable WorkOf Woman, and of Wife –

If ought She missed in Her New Day,Of Amplitude, or Awe –Or first Prospective – Or the GoldIn using, wear away,

It lay unmentioned – as the SeaDevelop Pearl, and Weed,But only to Himself – be knownThe Fathoms they abide –

Acudió a Su Llamada – abandonóLos Juegos de Su VidaPara aceptar el honroso TrabajoDe Mujer y de Esposa –

Y si algo echó de menos en ese nuevo Día,De Amplitud o de Espanto –O primera esperanza – O si el OroAl usarse se gasta,

Quedó sin mencionar – lo mismo que en el MarCrece el Alga y la Perla,Mas sólo Él – sabe

iv Este mecanismo es en parte semejante al que utiliza Anne Bradstreet en el poema a la muerte de su nieto: poema polifónico en el que esa superposición y confusión de voces le permite señalar hacia una porción de palabras que es cercenada.

Carolina Fernández.

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De las profundidades donde habitan – (Poema 732)

La voz del poeta llama la atención sobre lo que la mujer no dice, cuya existencia, si bien puesta en el

terreno de lo posible por el uso condicional, se afirma a través del tono irónico del poema: la pérdida

que conlleva el matrimonio, o al menos cómo cercena la vida de la mujer. Al señalar hacia ese

silencio se atenta, en última instancia, contra esa institución, fundamental para la sociedad puritana,

atentado que no podría cometerse más que de un modo velado.

En la estrategia de callar y señalar hacia lo que se calla, tanto como en el intento de decir lo

inefable por medio de un rodeo, se encuentra la fuerza de la poesía. Callar del todo implica correr el

riesgo de morir inadvertida, de generar indiferencia (poema 486) y condenarse al olvido final

(eterno) de la muerte. Este silencio total es tan temido como el silencio final (infinito e irreversible):

Silence is all we dread.There’s Ransom in a Voice – But Silence is Infinity.Himself have not a face.

El silencio es todo lo que tememos.La Voz es el Rescate – Pero el Silencio es Infinito.Él carece de rostro. (Poema 1251)

pero aún la palabra, si bien no es infinita, salva, mientras se pronuncia, de la muerte. La única

escapatoria del hombre es hablar para no morir, e intentar perpetuar la palabra (y la obra que con

ella se construye) como un modo de contrarrestar la inminencia e irreversibilidad del silencio final

que trae la muerte. Dickinson, tensionada entre los beneficios de palabra y silencio, y los riesgos de

la exposición pública de ambos, eligió escribir poesía y ocultarla en un cajón, abandonada a su

propia fortuna cuando la muerte ya no le permitiera, a ella, secretarla: como las de Edward Taylor, o

luego las de Gertrude Stein (cada uno con sus razones particulares), las más ricas palabras de Emily

Dickinson pudieron escucharse sólo después (y a condición) de su muerte.

Su poema 1129 tal vez resuma vida y obra, además de ilustrar su Poética y la de toda Poesía en

general:

Tell all the Truth but tell it slant – Success in Circuit liesToo bright for our infirm DelightThe Truth’s superb surpriseAs Lightning to the Children easedWith explanation kindThe Truth must dazzle graduallyOr every man be blind –

Di toda la Verdad pero dila sesgadaEl éxito se encuentra en el RodeoDemasiado brillante para nuestro enfermizo DeleiteEs la soberbia sorpresa de la VerdadComo se facilita el Relámpago a los NiñosCon una explicación amableLa Verdad debe deslumbrar poco a pocoO ciegos quedarán todos los hombres –

La nominación directa, la verdad abierta (en oposición a lo inefable) no podría jamás convertirse en

material poético. Si la opción de callar una parte no existiera, entonces la palabra tampoco tendría

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sentido: si sólo hubiera un modo de decir cada cosa, la civilización y la cultura no serían posibles.

La segunda caída del hombre (Babel) funda el silencio para convertirlo en un elemento positivo:

aquel que permitirá la escritura, la historia, la tradición, el arte. Si, en definitiva, todos los poetas

explotan esa caída, Dickinson rescata al silencio no sólo como valor poético supremo, sino también

en tanto límite inexorable y amenaza fecunda de toda actividad.

iii Steiner, George; Extraterritorial, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2000.