El trabajador atemorizado Una nación justa genera más riqueza€¦ · 1.2 trillones; 13 millones...

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VOCES 6 de septiembre de 2013 • el tiempo latino • A25 Una nación justa genera más riqueza Sociedad Por Vanessa Cárdenas Hace unas semanas, el Center for American Progress publicó un libro, “All-In Nation: Una nación que funcione para todos”, el cual argumenta que si reducimos las inequidades raciales, nos benefi- ciaríamos económicamente como individuos y como país entero. El análisis muestra que si los latinos y los afroamericanos hu- biesen cerrado la brecha de in- gresos con los blancos en el 2011, los ingresos medios personales hubiesen subido en un 8%; el PBI nacional hubiese subido en unos 1.2 trillones; 13 millones de per- sonas hubiesen salido de la po- breza; tendríamos unos 192 mil millones adicionales en ingresos de impuestos, y hubiésemos redu- cido el déficit a largo plazo del se- guro social en más de 10%. Todos ganan cuando se cierra la brecha racial; no existen compromisos, solo resultados positivos. El nuevo análisis económico de este libro es importante y re- levante dados los cambios demo- gráficos que están ocurriendo en nuestro país. El Censo proyecta que en el año 2043, la mayoría de los indi- viduos en EEUU serán personas de color —y la comunidad latina constituirá el grupo más grande. Para el 2050, la comunidad latina no solamente se duplicará en po- blación, pero también constituirá el 30% de la fuerza laboral. Estos hechos aportan un nuevo sentido de urgencia a la necesidad de cerrar las disparidades raciales que afectan a nuestra comunidad. Poniéndolo de una manera sim- ple, el futuro de EE.UU. está en las manos de las comunidades de color, sobre todo los latinos. Sin embargo, los latinos no están manteniendo el ritmo con las demandas educacionales para asegurar la competitividad eco- nómica de nuestra nación, o la suya misma. En el año 2012, el 59% de los trabajos requirieron la educación post-secundaria y el entrena- miento más allá de la secundaria. Durante la recesión y la recupe- ración económica, solo las perso- nas con licenciaturas disfrutaron de un crecimiento positivo en el empleo. En el 2010, solo 38% de latinos contaban con una educación post- secundaria, en comparación con 68% de los blancos no hispanos. Y mientras es verdad que los latinos están ingresando a la uni- versidad a niveles más altos que en el pasado, desafortunadamen- te están ingresando en universi- dades que están mal financiadas, sobrepobladas, y no son selecti- vas. Es por esto que “All-In Nation”, aparte de proporcionar datos eco- nómicos sobre los beneficios de cerrar las disparidades raciales, hace recomendaciones políticas específicas para abordar estas brechas. El libro presenta recomenda- ciones políticas no solo en el cam- po de la educación, pero también sobre la fuerza laboral, la salud, la justicia criminal, y la inmigración, entre otros. La adopción de estas políticas beneficiaría no solo a la comu- nidad latina, sino a todas las co- munidades de nuestra nación, y haría mucho para asegurarse que la próxima generación de esta- dounidenses pueda competir do- méstica y globalmente. Cárdenas es co-autora de “All-In Nation” y VP en el Center for American Progress. Economía Por Robert J. Samuelson Los trabajadores norteameri- canos enfrentan un mercado favorable para el empleador. El empleador es el que domina y, dado el actual lánguido ritmo de contrataciones, esa ventaja pro- bablemente perdure. Lo que se cierne, como mucho, es un lento descenso de un desempleo alto (7,4% en julio) y un período pro- longado de jornales estancados o de lento crecimiento. Desde 2007, no ha habido in- cremento en los jornales prome- dio, ajustados por la inflación, ni en la remuneración total, inclu- yendo beneficios, señala el Eco- nomic Policy Institute, un centro de investigaciones liberal. El débil mercado laboral pre- senta una semi-permanencia di- ferente a todo lo que hemos visto desde la Segunda Guerra Mun- dial y los efectos sobre la opinión pública se extienden más allá de los desempleados. “Las expectativas de los indi- viduos realmente han caído en cuanto a lo que pueden esperar para sí mismos o para sus hijos,” expresa Lawrence Mishel, eco- nomista del EPI. La posible pérdida de trabajo se vuelve más amenazante por- que es más difícil encontrar un trabajo nuevo. Paul Taylor, del Pew Research Center dice: “Se valora más la seguridad que el dinero, porque es muy frágil.” Lo que está ocurriendo es la di- solución final del acuerdo labo- ral posterior a la Segunda Guerra Mundial, con sus promesas de puestos de carrera y algo cercano al “pleno empleo”. El fin de esas expectativas aumenta el estrés y la incertidumbre. En el siglo pasado, tuvimos tres regímenes laborales. El pri- mero, a principios de 1900, pre- sentaba “mercados laborales sin restricciones”, tal como los des- cribe el historiador economista Price Fishback, de la Universi- dad de Arizona. La competencia establecía los jornales y las con- diciones laborales. No había un seguro de desempleo federal ni protección sindical. El recambio era frecuente. En 1913, menos de un tercio de los obreros de fábri- cas habían estado en sus puestos por más de cinco años. Después de la Segunda Guerra Mundial, las relaciones labora- les se volvieron más reguladas y administradas —el segundo régimen. La Ley Wagner de 1935 dio a los trabajadores el derecho a organizarse; las decisiones de la Junta Nacional de Trabajo de Guerra también favorecie- ron a los sindicatos. Para 1945, los sindicatos representaban a alrededor de un tercio de los trabajadores privados, mientras que en 1929 representaban a un 10 por ciento. El seguro médico, las pensiones y las protecciones laborales proliferaron. Los obre- ros de fábricas a los que se dejaba cesantes durante las recesiones podían esperar que se los reinte- grara cuando la economía se re- cuperaba. La seguridad laboral mejoró. Para 1973, la mitad de los obreros de manufactura ha- bían estado en el mismo puesto durante más de cinco años. Para evitar la sindicalización y retener obreros especializa- dos, las empresas sin sindicatos emularon esas prácticas. Los tra- bajos de carrera a menudo eran la norma. Si uno iba a trabajar a IBM a los 25 años, podía esperar jubilarse de IBM a los 65. Los be- neficios se expandieron. Las cor- poraciones de Estados Unidos, con o sin sindicatos, crearon un estado de bienestar social priva- do para proteger a millones de la pérdida de trabajo o de ingresos. Pero en ciertos aspectos, las garantías fueron demasiado costosas y rígidas. Comenzaron a desintegrarse con la recesión 1981-82 (pico de desempleo mensual: 10,8%). A medida que el tiempo pasó, las empresas enfrentaron una creciente com- petición que provino de las im- portaciones y las nuevas tecno- logías. La presión de Wall Street para producir más ganancias aumentó. En algunas industrias, la mano de obra se volvió no- competitiva. Los trabajos de ca- rrera poco a poco desaparecieron como norma; los gerentes despi- dieron trabajadores para reducir costos. Los sindicatos proporcio- naron menores protecciones. En 2012 representaron sólo al 6,6 por ciento de los trabajadores privados. Los antiguos sectores organizados (aceros, automoto- res) se achicaron. Los sectores nuevos, desde la alta tecnología a la comida al paso, no han sido fáciles de organizar. Las empre- sas se han resistido ferozmente. Ahora viene el tercer régimen laboral: una confusa mezcla de lo viejo y lo nuevo. La red de seguri- dad privada se está destruyendo, aunque la red de seguridad públi- ca (seguro de desempleo, Seguro Social, programas anti-pobreza, leyes contra la discriminación) sigue en pie. El economista Fis- hback sugiere que podríamos estar volviendo a “mercados la- borales sin restricciones” con mayor inestabilidad personal, inseguridad —y responsabilidad. A menudo se habla de los trabaja- dores como “agentes libres”. Un artículo del Harvard Business Review sostiene que el empleo de toda una vida en una empresa ha muerto y propone el siguien- te acuerdo: Que las empresas inviertan en las aptitudes de sus trabajadores para hacerlos más empleables cuando inevitable- mente se tengan que ir; que los trabajadores correspondan de- dicando esas nuevas aptitudes a mejorar la rentabilidad de la corporación. Los trabajadores no pueden ser muy quisquillosos, porque su poder se ha erosionado. Otro indicador: Tras años de estabili- dad, la porción de ingresos de to- dos los trabajadores no-agrícolas —en jornales y beneficios— bajó de un 57% en 2000 a un 57% en 2013, informa el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca. Pero la caída aún mayor en otros países avanzados, su- giere presiones sobre los traba- jadores en todo el mundo, que podrían ser: la globalización; las nuevas tecnologías, que ahorran mano de obra; las economías más lentas. Los trabajadores están en mejor situación cuando el creci- miento es fuerte y la abundancia de puestos de trabajo elevan los jornales reales. En el mes de sep- tiembre de 2013, esa perspectiva no está a la vista. © 2013, The Washington Post Writers Group El trabajador atemorizado Desde 2007 no ha habido aumento en los salarios promedio. Los ingresos de los trabajadores bajaron un 57% en una década. www.lafontainelaw.com Law Office of Maribel LaFontaine, P.C. 600 Jefferson Plaza, Suite 304, Rockville, MD INMIGRACIÓN DIVORCIOS Abogada Maribel LaFontaine Abogada Heather Sunderman 301-424-6339 PRIMERA CONSULTA GRATIS WANI & ASSOCIATES, P.C OFICINAS DE ABOGADOS DE BANCARROTA DIVORCIO RÁPIDO Y FACIL IMMIGRACIÓN ACCIDENTES DE TRÁNSITO [email protected] www.wanilaw.com 8020 New Hampshire Ave, Ste 108 • Langley Park, MD 20783 Tel: 301-434-1666 7777 Leesburg Pike, Ste 307N • Falls Church, VA 22043 Tel: 703-556-6626 14416 Jefferson Davis Hwy, Ste 2-A • Woodbridge, VA 22191 Tel: 703-490-1111 GRATIS: 1-866-755 WANI (9264) Oficinas Legales de CLAUDIA P.S. BOTTY, ESQ Inmigración y Naturalización 1629 K St. NW, Suite 300 Washington, DC 20006 202-276-2746 Claudia P,S. Botty, Esq. 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Obtenga su ITIN# para los taxes, Notario Público, Traducciones, Poderes, Autorizaciones, Trámites de Carta de Invitación, Transportación a Inmigración, Trámite de Ciudadanía. Autorizados para Traducciones del MVA en MD. 1425 University Blvd, Suite 211, Hyattsville MD 20783 301-434-4877 Si tiene TPS, para viajes a su país, nosotros llenamos los documentos de permiso para viajar. Visítenos: Lunes a Jueves: Sábado: 9am a 2pm

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VOCES6 de septiembre de 2013 • el tiempo latino • A25

Una nación justa genera más riqueza■ Sociedad

Por Vanessa Cárdenas

Hace unas semanas, el Center for American Progress publicó un libro, “All-In Nation: Una nación que funcione para todos”, el cual argumenta que si reducimos las inequidades raciales, nos benefi -ciaríamos económicamente como individuos y como país entero.

El análisis muestra que si los latinos y los afroamericanos hu-biesen cerrado la brecha de in-gresos con los blancos en el 2011, los ingresos medios personales hubiesen subido en un 8%; el PBI nacional hubiese subido en unos 1.2 trillones; 13 millones de per-sonas hubiesen salido de la po-breza; tendríamos unos 192 mil millones adicionales en ingresos de impuestos, y hubiésemos redu-cido el défi cit a largo plazo del se-guro social en más de 10%. Todos ganan cuando se cierra la brecha racial; no existen compromisos, solo resultados positivos.

El nuevo análisis económico de este libro es importante y re-levante dados los cambios demo-gráfi cos que están ocurriendo en nuestro país.

El Censo proyecta que en el año 2043, la mayoría de los indi-viduos en EEUU serán personas de color —y la comunidad latina constituirá el grupo más grande. Para el 2050, la comunidad latina no solamente se duplicará en po-blación, pero también constituirá el 30% de la fuerza laboral.

Estos hechos aportan un nuevo sentido de urgencia a la necesidad de cerrar las disparidades raciales que afectan a nuestra comunidad. Poniéndolo de una manera sim-ple, el futuro de EE.UU. está en las manos de las comunidades de color, sobre todo los latinos.

Sin embargo, los latinos no están manteniendo el ritmo con las demandas educacionales para asegurar la competitividad eco-nómica de nuestra nación, o la suya misma.

En el año 2012, el 59% de los trabajos requirieron la educación post-secundaria y el entrena-miento más allá de la secundaria. Durante la recesión y la recupe-ración económica, solo las perso-nas con licenciaturas disfrutaron de un crecimiento positivo en el empleo.

En el 2010, solo 38% de latinos contaban con una educación post-secundaria, en comparación con 68% de los blancos no hispanos.

Y mientras es verdad que los latinos están ingresando a la uni-versidad a niveles más altos que en el pasado, desafortunadamen-te están ingresando en universi-dades que están mal fi nanciadas, sobrepobladas, y no son selecti-vas.

Es por esto que “All-In Nation”, aparte de proporcionar datos eco-nómicos sobre los benefi cios de cerrar las disparidades raciales, hace recomendaciones políticas específicas para abordar estas brechas.

El libro presenta recomenda-ciones políticas no solo en el cam-po de la educación, pero también sobre la fuerza laboral, la salud, la justicia criminal, y la inmigración, entre otros.

La adopción de estas políticas beneficiaría no solo a la comu-nidad latina, sino a todas las co-munidades de nuestra nación, y haría mucho para asegurarse que la próxima generación de esta-dounidenses pueda competir do-méstica y globalmente.

Cárdenas es co-autora de “All-In Nation” y VP

en el Center for American Progress.

■ Economía

Por Robert J. Samuelson

Los trabajadores norteameri-canos enfrentan un mercado favorable para el empleador. El empleador es el que domina y, dado el actual lánguido ritmo de contrataciones, esa ventaja pro-bablemente perdure. Lo que se cierne, como mucho, es un lento descenso de un desempleo alto (7,4% en julio) y un período pro-longado de jornales estancados o de lento crecimiento.

Desde 2007, no ha habido in-cremento en los jornales prome-dio, ajustados por la infl ación, ni en la remuneración total, inclu-yendo benefi cios, señala el Eco-nomic Policy Institute, un centro

de investigaciones liberal. El débil mercado laboral pre-

senta una semi-permanencia di-ferente a todo lo que hemos visto desde la Segunda Guerra Mun-dial y los efectos sobre la opinión pública se extienden más allá de los desempleados.

“Las expectativas de los indi-viduos realmente han caído en cuanto a lo que pueden esperar para sí mismos o para sus hijos,” expresa Lawrence Mishel, eco-nomista del EPI.

La posible pérdida de trabajo se vuelve más amenazante por-que es más difícil encontrar un trabajo nuevo. Paul Taylor, del Pew Research Center dice: “Se valora más la seguridad que el dinero, porque es muy frágil.”

Lo que está ocurriendo es la di-solución fi nal del acuerdo labo-ral posterior a la Segunda Guerra Mundial, con sus promesas de puestos de carrera y algo cercano al “pleno empleo”. El fi n de esas expectativas aumenta el estrés y la incertidumbre.

En el siglo pasado, tuvimos tres regímenes laborales. El pri-mero, a principios de 1900, pre-sentaba “mercados laborales sin restricciones”, tal como los des-cribe el historiador economista Price Fishback, de la Universi-dad de Arizona. La competencia establecía los jornales y las con-diciones laborales. No había un seguro de desempleo federal ni protección sindical. El recambio era frecuente. En 1913, menos de un tercio de los obreros de fábri-cas habían estado en sus puestos por más de cinco años.

Después de la Segunda Guerra Mundial, las relaciones labora-les se volvieron más reguladas y administradas —el segundo régimen. La Ley Wagner de 1935 dio a los trabajadores el derecho a organizarse; las decisiones de la Junta Nacional de Trabajo de Guerra también favorecie-ron a los sindicatos. Para 1945, los sindicatos representaban a alrededor de un tercio de los trabajadores privados, mientras que en 1929 representaban a un 10 por ciento. El seguro médico, las pensiones y las protecciones laborales proliferaron. Los obre-ros de fábricas a los que se dejaba cesantes durante las recesiones podían esperar que se los reinte-grara cuando la economía se re-cuperaba. La seguridad laboral mejoró. Para 1973, la mitad de los obreros de manufactura ha-bían estado en el mismo puesto durante más de cinco años.

Para evitar la sindicalización y retener obreros especializa-dos, las empresas sin sindicatos

emularon esas prácticas. Los tra-bajos de carrera a menudo eran la norma. Si uno iba a trabajar a IBM a los 25 años, podía esperar jubilarse de IBM a los 65. Los be-nefi cios se expandieron. Las cor-poraciones de Estados Unidos, con o sin sindicatos, crearon un estado de bienestar social priva-do para proteger a millones de la pérdida de trabajo o de ingresos.

Pero en ciertos aspectos, las garantías fueron demasiado costosas y rígidas. Comenzaron a desintegrarse con la recesión 1981-82 (pico de desempleo mensual: 10,8%). A medida que el tiempo pasó, las empresas enfrentaron una creciente com-petición que provino de las im-portaciones y las nuevas tecno-logías. La presión de Wall Street para producir más ganancias aumentó. En algunas industrias, la mano de obra se volvió no-competitiva. Los trabajos de ca-rrera poco a poco desaparecieron como norma; los gerentes despi-dieron trabajadores para reducir costos. Los sindicatos proporcio-naron menores protecciones. En 2012 representaron sólo al 6,6 por ciento de los trabajadores privados. Los antiguos sectores organizados (aceros, automoto-res) se achicaron. Los sectores nuevos, desde la alta tecnología a la comida al paso, no han sido fáciles de organizar. Las empre-sas se han resistido ferozmente.

Ahora viene el tercer régimen laboral: una confusa mezcla de lo viejo y lo nuevo. La red de seguri-dad privada se está destruyendo, aunque la red de seguridad públi-ca (seguro de desempleo, Seguro Social, programas anti-pobreza, leyes contra la discriminación) sigue en pie. El economista Fis-hback sugiere que podríamos estar volviendo a “mercados la-borales sin restricciones” con mayor inestabilidad personal,

inseguridad —y responsabilidad. A menudo se habla de los trabaja-dores como “agentes libres”. Un artículo del Harvard Business Review sostiene que el empleo de toda una vida en una empresa ha muerto y propone el siguien-te acuerdo: Que las empresas inviertan en las aptitudes de sus trabajadores para hacerlos más empleables cuando inevitable-mente se tengan que ir; que los trabajadores correspondan de-dicando esas nuevas aptitudes a mejorar la rentabilidad de la corporación.

Los trabajadores no pueden ser muy quisquillosos, porque su poder se ha erosionado. Otro indicador: Tras años de estabili-dad, la porción de ingresos de to-dos los trabajadores no-agrícolas

—en jornales y benefi cios— bajó de un 57% en 2000 a un 57% en 2013, informa el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca. Pero la caída aún mayor en otros países avanzados, su-giere presiones sobre los traba-jadores en todo el mundo, que podrían ser: la globalización; las nuevas tecnologías, que ahorran mano de obra; las economías más lentas.

Los trabajadores están en mejor situación cuando el creci-miento es fuerte y la abundancia de puestos de trabajo elevan los jornales reales. En el mes de sep-tiembre de 2013, esa perspectiva no está a la vista.

© 2013, The Washington Post Writers Group

El trabajador atemorizado

Desde 2007 no ha habido aumento en los salarios promedio.

Los ingresos de los trabajadores bajaron un 57% en una década.

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