EL TRABAJO DOMÉSTICO NO REMUNERADO EN LA ECONOMÍA

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NÓMADAS 98 EL TRABAJO DOMÉSTICO NO REMUNERADO EN LA ECONOMÍA Fabiola Campillo * Este trabajo parte de la revisión de dos escuelas económicas: la neoclásica y la marxista y muestra cómo, desde ángulos opuestos, las dos corrientes de pen- samiento que iluminaron la economía de fines del siglo XIX y el XX, lograron tener los mismos supuestos conceptuales sexistas y recrearon la exclusión pa- triarcal en el trabajo doméstico femenino. * Socióloga colombiana. Especialista en desarrollo rural de la Sorbonne, Francia. Fue responsa- ble de los temas de género, mujer y desarrollo para los países de América Latina en la FAO y el Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola. En la actualidad es consultora interna- cional para varias agencias de cooperación de Naciones Unidas y también no gubernamenta- les. Presidenta de Consultorías FUTURA.

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NÓMADAS98

EL TRABAJODOMÉSTICO

NO REMUNERADOEN LA ECONOMÍA

Fabiola Campillo*

Este trabajo parte de la revisión de dos escuelas económicas: la neoclásica yla marxista y muestra cómo, desde ángulos opuestos, las dos corrientes de pen-samiento que iluminaron la economía de fines del siglo XIX y el XX, lograrontener los mismos supuestos conceptuales sexistas y recrearon la exclusión pa-triarcal en el trabajo doméstico femenino.

* Socióloga colombiana. Especialista en desarrollo rural de la Sorbonne, Francia. Fue responsa-ble de los temas de género, mujer y desarrollo para los países de América Latina en la FAO yel Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola. En la actualidad es consultora interna-cional para varias agencias de cooperación de Naciones Unidas y también no gubernamenta-les. Presidenta de Consultorías FUTURA.

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Introducción

Las mujeres del mundo se en-cuentran en la encrucijada entre laparticipación en la producción eco-nómicamente remunerada –opcio-nal para algunas y necesaria para lasobrevivencia para la gran mayoría–y el trabajo para garantizar la repro-ducción biológica y social de losmiembros del hogar. Es laencrucijada entre la calley la casa. En la primera,los espacios para ellas sontodavía restringidos ydiscriminados. En la se-gunda, el trabajo es arduo,no reconocido, pero seacompaña de legitimidadsocial.

La economía real semueve en dos ámbitos, elde la economía de la pro-ducción y el de la econo-mía del cuidado, lareproducción y el bienes-tar de las personas. Comobien lo define DianeElson “Tenemos dos eco-nomías: una economía enla que las personas reci-ben un salario por produ-cir cosas que se venden enlos mercados o que se fi-nancian a través deimpuestos. Esta es la econo-mía de los bienes, la quetodo el mundo considera “laeconomía” propiamentedicha, y por otro lado tenemos laeconomía oculta, invisible, la eco-nomía del cuidado” (Elson 1995).Lo que las diferencia es que el tra-bajo que se realiza en la segunda noes remunerado, no se contabiliza y,sobre todo, es realizado principal-mente por las mujeres del mundo,sin distinción de edad, raza o etnia.

Las necesarias interrelacionesentre las dos economías hacen quemedidas de política en la esferamacroeconómica tengan efectos enla esfera microeconómica y al mismotiempo, las relaciones sociales en laesfera microeconómica, condicionenla respuesta de la población a las me-didas de carácter macro. En concre-to, las relaciones entre mujeres y

hombres, de diferentes edades y conintereses diversos, explicará el com-portamiento social que es posible pre-ver o los efectos diferenciados que laspolíticas macro pueden generar.

Este trabajo pretende mostrarcómo la economía de la producción,o mejor sus pensadores, perciben o no

a la otra economía, la del cuidado yla reproducción. Se da una mirada alos principales enfoques económicosde los últimos tiempos, el de la teoríaneoclásica y el del marxismo, paradescubrir que a pesar de tantos ele-mentos en que son divergentes, cuen-tan con aspectos comunes en laconsideración del trabajo doméstico.El principal es el de no conectar la

separación de los trabajospara la producción y parael cuidado con la desigual-dad e inequidades entrehombres y mujeres.

La primera parte in-troduce el concepto deactividades o trabajo do-méstico, realizado en el ho-gar, por miembros del hogary para satisfacer necesidadesde los mismos, sin pasar porel mercado. Es realizado, entodo el mundo, mayori-tariamente por las mujeresquienes garantizan tanto lareproducción biológica dela especie y la unidad fami-liar, como la reproducciónsocial de los miembros de lamisma. A diferencia de labiológica, que atiende alproceso de dar vida, pro-crear y hacer crecer a losseres, la reproducción socialincluye no sólo la alimen-tación de los miembros delhogar, sino elementos nomateriales que conforman

la socialización: la transmisión de va-lores, identidades y roles, el desarro-llo de capacidades y habilidades paradesempeñarse en la vida, las normasde comportamiento, etcétera.

No se considera en este ensayoel trabajo doméstico remuneradopues en la medida en que es

Fabricante de instrumentos musicales, Colombia. Foto O. Jordán

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transado en el mercado, hace partede la economía productiva. Conti-núa en la segunda parte con unarevisión de los principales enfoqueseconómicos, señalando los puntosen común con respecto a las rela-ciones de género.

La tercera parte discute acercade los efectos de la disociación en-tre una y otra economía, efectos quetienen resultados aún másdesalentadores en la des-igualdad de género. Di-chos efectos se refieren ala transferencia de valorde la economía producti-va a la reproductiva, a lasoportunidades diferencia-das que tienen mujeres yhombres para entrar y per-manecer en los mercadosde trabajo, al trabajo pro-ductivo que se esconde enel trabajo doméstico y portanto se subestima, al di-seño de políticas y progra-mas sociales y a losregistros estadísticos.

La cuarta parte presen-ta algunos intentos demedición del trabajo noremunerado, indicando ci-fras de la magnitud delmismo que se oculta en lossistemas actuales de cuen-tas nacionales. En laquinta se incluyen consi-deraciones sobre el proble-ma en el contexto actualde globalización económi-ca y se cierra con una con-clusión sobre lo imprescindible deincluir el trabajo de la economía delcuidado y el bienestar en cualquierparadigma de desarrollo que tengaentre sus postulados la equidad y laeficiencia económica.

1. Elementos quedefinen el trabajodoméstico

Son varios los y las autoras quehan tratado de delimitar y estable-cer la naturaleza del trabajo domés-tico. Ya desde inicios de siglo huboreferencias a este trabajo, siempreasociadas al estatus de la mujer. UllaKoch (1996) descubre dos ensayos

del economista Veblen sobre la ins-titución matrimonial y los roles delas mujeres, publicados hace un si-glo “The barbarian status of women ythe Economic theory of women’s dress”.Veblen se refiere al papel de las mu-

jeres en unidades económicas adi-neradas, como el de demostrar lafuerza pecuniaria de su unidad so-cial mediante un notable consumoimproductivo (Veblen 1954: 68 ci-tado por Koch).

Las tareas que no se remune-ran pero que potencialmentepodrían serlo

En una etapa poste-rior, la consolidación delproceso de industrializa-ción hizo posible la sepa-ración neta entre losespacios económicos parala producción de mercan-cías en las fábricas y elespacio de la casa para laproducción de bienes yservicios para el consumode los miembros delhogar. Margaret Reidintrodujo un estudio pio-nero sobre el trabajodoméstico en 1934,“Economic of HouseholdProduction”, en el cual de-finió así esta categoría: “laproducción en el hogarconsiste en esas activida-des no remuneradas queson llevadas a cabo por ypara sus miembros; acti-vidades que podrían serreemplazadas por bienesde mercado o serviciospagados, si circunstanciastales como ingreso, con-diciones del mercado oinclinaciones personalespermitieran que el servi-

cio fuera delegado en alguien fueradel grupo del hogar” (citado porGardiner 1996: 148).

El trabajo doméstico incluye elcuidado de los niños y las niñas, de

Carniceros, mercado de Saint-Honoré, París, 1968. Foto H.C.B.

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los ancianos de ambos sexos, la lim-pieza de la casa y sus alrededores, elcuidado de la ropa, la transformaciónde alimentos, el transporte de niñosy niñas, y las compras relativas a to-das estas tareas. Es realizado princi-palmente por mujeres: esposas,madres, hijas, amas de casa y cuentacon la contribución de los miembrosdependientes que están en el hogar,cuando su edad y condición de sa-lud les permiterealizarlo.

En la distin-ción entre laparte de las acti-vidades domés-ticas que eseconómica y laque no lo es,Reid introdujo elllamado criteriode “tercera per-sona”, en lo quefue respaldadamás tarde porotras economis-tas. Según estecriterio, si unaactividad del ho-gar puede y esdelegada a un(a)trabajador(a)asalariada, laactividad debec o n s i d e r a r s eeconómicamenteproductiva.

Como se ve, esta definición secentra en el enfoque de que lo eco-nómicamente productivo es lo que semonetiza, independientemente delvalor que pueda tener el servicio obien generado, para resolver necesi-dades. Esta manera de abordar el pro-blema se mantendrá hasta los añossetenta.

Características de lugar y formadel trabajo doméstico

Luisella Goldschmidth-Cler-mont ilustra las características comu-nes al trabajo doméstico: el sitio dela casa y sus alrededores inmediatosson el principal lugar de produccióny consumo; el trabajo es suplido pormiembros del hogar, mayoritaria-mente por mujeres y niños(as); los

bienes y servicios son directamenteconsumidos por miembros del hogaro de la comunidad sin mediar tran-sacciones monetarias.

Existe otro tipo de actividadesque se relacionan cercanamente conlas actividades domésticas en conte-nido, modo de producción y desti-no, tales como el transporte de los

miembros del hogar al trabajo o laescuela, la recolección de agua y deleña para proveer energía a los hoga-res en comunidades rurales.(Goldschmidt-Clermont 1987).

Un trabajo artesanal

El trabajo doméstico difiere deltrabajo denominado económico, nosólo por el hecho de que no se remu-

nera, sino por lanaturaleza y for-ma que asume elproceso de gene-rar bienes y servi-cios para que losconsuman losmiembros del ho-gar sin pasar porel mercado. Es laforma como se or-ganiza, sin unadivisión de tareasfijas, con secuen-cias y horariosflexibles, depen-diendo de lasoportunidades demanejo del tiem-po y gustos dequienes lo con-ducen y la noestandarizacióndel proceso y susproductos, lo quelo hace artesanal(Todaro y Galvez1997). El trabajo

doméstico es definido así por algunasautoras como un trabajo de carácterartesanal, aunque contenga elemen-tos de progreso tecnológico.

Otros elementos se relacionancon las condiciones en que se realizael proceso de trabajo: En primer lu-gar, él o la trabajadora no están sepa-rados de los medios de producción ni

Colombia, 1960. Foto E. Pérez Arbeláez

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sujetos a una división técnica del tra-bajo; conservan en todo momento elcontrol y dirección del proceso. Ensegundo lugar, su campo de acción noes fácil de determinar, pues en algu-nas tareas se confunde con expresio-nes de afecto y valores comosolidaridad, altruismo, protección alos más frágiles, todo lo cual ayuda aentender que este trabajo tenga rela-ción con la economía demercado, por medio de vín-culos ideológicos. Por últi-mo, tampoco hay unaseparación de las funcionesde dirección y coordina-ción, de un lado, y las derealización práctica de bie-nes y servicios, de otro.

Del valor de uso al valorde cambio

En una óptica marxista,De Barbieri (1975) haceénfasis en que el objeto prin-cipal del trabajo domésticoes atender a las necesidadesde consumo individual delas personas que integran elhogar y asegurar el mante-nimiento, reposición y re-producción de la fuerza detrabajo. Pero a diferencia dealgunos bienes y serviciosque pueden satisfacer estasnecesidades de manera so-cializada (salud, alimentación en es-cuelas, etc.) se realiza en la esferaprivada. Para la autora, en tanto noson bienes que pasan por el mercado,se consideran valores de uso, trabajoútil, pero no creador de valor.

Como veremos más adelanteen la revisión de la consideracióndel trabajo doméstico en las teo-rías económicas, las feministasmarxistas ponen el acento en que

“por medio de la producción devalores de uso que no se vendenen el mercado, el trabajo domésti-co mantiene una mercancía que setransa o se transará en el merca-do” (Ibid: 132).

Aunque, como ya dijimos, lamayor parte del trabajo doméstico lorealizan las mujeres en los hogares,

este trabajo puede ser sustituido me-diante diferentes formas:

a) contratando trabajadoras ytrabajadores domésticos, casotípico de las sociedades delmundo en desarrollo dondehay abundancia de mano deobra a bajo precio;

b) adquiriendo mercancías en elmercado, lo que es más gene-ralizado en sociedades con

mayor nivel de desarrollo,pero aún en este caso quedaun remanente del trabajo do-méstico que realizan las mu-jeres en su hogar;

c) utilizando equipos y tecnolo-gía que ahorran tiempo perono eliminan el trabajo ni des-cargan la responsabilidad.Estas dos últimas formas re-

quieren ingresos sufi-cientes para realizar lasustitución.

Amplios grupos demujeres en sociedades ur-banas de América Latina,como en el caso de las ciu-dades capitales de Chile,Perú y Bolivia, han inven-tado formas comunitariasde sustitución del trabajodoméstico no contenidasen la lista anterior, comolos denominados “come-dores populares” y “ollascomunes”, las cuales noson otra cosa que nuevasformas de sobrevivenciaque conjugan el trabajodoméstico y el productivofuera del hogar. Lo quemuchos saludan como ungran progreso organizativode las mujeres, y lo es,también puede ser vistocomo una forma colecti-

va, más eficiente, de paliar la crisis yeludir la responsabilidad estatal.

En síntesis, estamos frente a untrabajo de tipo artesanal, que se rea-liza en los hogares y por sus miem-bros, vinculado al mercado comoinsumo para la venta de otro produc-to, la fuerza o capacidad de trabajo,regulado por mecanismos ideológicosy valorativos, al que no se le asignavalor sino sólo en tanto puede ser sus-

Construcción del edificio Empire State, N. Y., 1931. Foto Hine

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tituido con bienes y servicios prove-nientes del mercado.

2. El trabajodomésticoen las principalescorrienteseconómicas

Los estudios y debates de las mu-jeres sobre la división sexual del tra-bajo estimada como el eje de lasubordinación de género,han llamado la atenciónsobre tres elementos carac-terísticos del trabajo do-méstico: su invisibilidad, suno contabilidad y su no re-muneración, todos los cua-les tienen relación entresí.

La invisibilidad está re-lacionada con la aprecia-ción de las actividades delhogar como la expresión“natural”, por extensión,de las funciones reproduc-tivas femeninas. La ideo-logía patriarcal logróincluir y legitimar en losroles de las mujeres, con-sideradas ante todo madreso productoras biológicasque procrean, dan a luz y amaman-tan, todas las actividades de cuidadode los miembros del hogar y su re-producción social.

La no contabilidad tiene que vercon lo anterior y con la considera-ción de que lo que no produce direc-ta/riqueza, no se registra como unproceso económico. De aquí que sedesarrollen sistemas contables orien-tados a unidades típicamente econó-micas, en tanto su propósito es laproducción de bienes y servicios

transables en el mercado nacional ointernacional.

La no remuneración se deriva delas dos anteriores (no se ve ni se cuen-ta), pero esencialmente tiene que vercon:

• la creación de identidades degénero basadas en la actualdivisión del trabajo: hombreproductor-mujer reproductoray consumidora, hombre traba-

jador en lo público y econó-mico-mujer trabajadora en loprivado y doméstico;

• la abundancia de la mano deobra para desempeñar el tra-bajo doméstico y su flexibili-dad casi infinita para ajustarsea los cambios en el entornomacroeconómico.

Desde la II Conferencia Mundialsobre la Mujer, en Copenhague en1980, el tema del trabajo domésticocomo espacio de subordinación y

transferencia a la economía de mer-cado, se incluyó en la agenda delmovimiento de las mujeres. En la IIIConferencia, celebrada en Nairobi,en 1985, el plan de acción adoptadopor los gobiernos y denominado “Es-trategias de Nairobi para el Avancede la Mujer”, recomendó hacer es-fuerzos para medir y reflejar en lasestadísticas y cuentas nacionales, lascontribuciones no remuneradas de lasmujeres a la agricultura, la produc-ción de alimentos, la reproducción y

las actividades domésticas.

Pero antes de estosseñalamientos de las mu-jeres, ¿cómo abordó la teo-ría económica el trabajodoméstico? Dos son losprincipales enfoques econó-micos que han iluminado eldesarrollo de la economía:la economía neoclásica y lamarxista. Ambos enfoqueshan dejado por fuera de suanálisis el meollo centraldel trabajo doméstico, aun-que por razones y supuestosteóricos distintos.

Quienes han revisadoen detalle la evolución delas teorías económicas a laluz de las consideraciones

de género (Elson; Gardiner; Benería,Koch, Feldman, entre otras), en-cuentran rasgos comunes entre losdos grandes enfoques, en lo que serefiere a las motivaciones, los su-puestos, el uso de tiempo y la tomade decisiones.

En cuanto a las motivaciones

La Nueva Economía Domésticaque surge en los Estados Unidos conMoncer y Becker en los años sesen-ta, antecedidos por Reid en los trein-

Colombia, c. 1945. Foto E. Pérez Arbeláez

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ta, señala que la motivación altruis-ta en el hogar contrasta con la moti-vación por el propio interés en elmercado. Este enfoque supone que losmiembros del hogar eligen la divisióndel trabajo entre estas dos esferas, conel fin de maximizar el uso del tiempo.

Por su parte, la teoría marxistasobre el trabajo doméstico, suponeque la solidaridad de clase que se ma-terializa en la esfera do-méstica se opone a losintereses de clase que im-primen y dan dinámica almercado. Mientras en éstelas relaciones de podercondicionan la explota-ción de los trabajadores ylos beneficios que puedanrecibir por el trabajo rea-lizado, en la economía delo doméstico predominanprincipios de solidaridadde clase que suponen in-tereses comunes de losmiembros del hogar (Gar-diner 1996).

En cuanto alos supuestos

En la Nueva Econo-mía Doméstica, el supues-to central es que elprovecho que se deriva algarantizar el consumo enel hogar compensa el sa-crificio de no participar enel mercado de trabajo. Eldenominado “costo deoportunidad” del trabajo se acompa-ña de otras hipótesis asociadas: quelas tareas relativas al cuidado de losmiembros del hogar se realizan demanera más eficaz en el hogar queen el mercado; que existen diferen-cias intrínsecas de productividad en-tre hombres y mujeres; que la

especialización de las tareas entemujeres y hombres en las esferas demercado y de lo doméstico, a su vez,redunda en una mayor productividadpara ambos (Gardiner 1996).

Como lo señala Feldman (1992)estos argumentos implican que com-partir los roles y obligaciones socia-les es menos eficiente que la divisióndel trabajo entre la casa y el mercado.

El argumento más importante enla teoría marxista es el de que el tra-bajo que no pasa por el mercado, ge-nera tan sólo una utilidad social, unvalor de uso, que difiere sustantiva-mente del que se mercantiliza, queconlleva un valor de cambio y con-tribuye económicamente a la gene-

ración de plusvalor para quien seapropia de ese trabajo y sus resultados.

A partir de la aplicación de ladicotomía valor de uso/valor de cam-bio al estudio del trabajo doméstico,se generaron tres posiciones divergen-tes en el Debate sobre Trabajo Do-méstico adelantado por economistasmarxistas en los años setenta: a) eltrabajo doméstico genera plusvalor,

por lo cual las amas de casaestán vinculadas al procesode acumulación de capitaly son agentes importantesen la lucha de clases; b) eltrabajo doméstico no gene-ra plusvalor y por lo tantolas mujeres tienen un po-tencial revolucionariolimitado; c) el trabajo do-méstico es un modo de pro-ducción separado, nocapitalista pero subordina-do al capitalismo (Koch1996).

En la perspectiva de lateoría marxista, los trabaja-dores no tienen otra alter-nativa que vender su fuerzade trabajo para ganarse lavida, en un contexto deexplotación al que se lepuede hacer resistencia des-de el hogar donde los inte-reses son comunes. Comolo señala Koch, este enfo-que supone que las mujeresson amas de casa en hoga-res de asalariados y que las

familias que devengan uno o más sa-larios constituyen una unidad de in-tereses comunes en cuanto a ladistribución y uso de la remuneraciónrecibida. Quienes anotaron que en lasunidades familiares se vive una per-manente lucha de intereses entre susmiembros sobre la magnitud y divi-

Taquígrafa, Colonia, 1928. Foto A. Sander

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sión del trabajo doméstico, así comosobre el uso de los ingresos, parecie-ron no encontrar mucho eco en loseconomistas marxistas.

Sobre el uso del tiempo

En la teoría neoclásica, el tiem-po de trabajo es un bien escaso quese regula entre los miembros del ho-gar y los espacios de producción y re-producción, atendiendo siempre alcriterio de eficiencia. En la teoríamarxista esta regulacióntiene que ver con laabundancia de fuerza detrabajo, la fuerza de reser-va y con la capacidad denegociación de la clasetrabajadora. Pero en am-bos casos, históricamen-te, esa regulación sólo sematerializó en la esfera dela producción para elmercado. Implícitamen-te se supone que el tiem-po de las mujeres es deuna infinita flexibilidad.

Trabajadores y patro-nos han negociado his-tóricamente el tiempo detrabajo por una unidadde salario recibido. En elcaso de las trabajadorasno remuneradas, la negociación dis-curre en la esfera privada y, por lotanto, en apariencia no es objeto deregulación por las instituciones pú-blicas. En las sociedades capitalistasla tecnología parece haber sido laforma de ahorro en el tiempo del tra-bajo no remunerado; en las socialis-tas, la socialización de serviciospúblicos para el cuidado de miem-bros del hogar (guarderías, unidadesde salud, comedores en lugares detrabajo, por ejemplo) y provisión debienes por el Estado.

Dos elementos centrales de ladesigualdad de género quedaron porfuera en estas teorías: en ningún casose puso en duda la elasticidad de lajornada, simple o doble, realizada porlas mujeres; las negociaciones sobrela división del trabajo se realizan enla esfera privada, espacio en el quelos hombres cuentan con una posi-ción ventajosa.

En cuanto a las decisionesy beneficios dentro del hogar

En la economía neoclásica, lasdecisiones se basan en criterios deeficiencia y como tal, son positivaspara todos los miembros del hogar.En la economía marxista el criteriocentral es el del sacrificio por el sala-rio recibido y lo importante es resis-tir a la explotación global de lafamilia. Una vez más, se asume queexiste consenso de intereses en losmiembros del hogar y que los benefi-cios recibidos por el trabajo remune-rado se distribuyen de maneraigualitaria.

Tal vez el asunto más escondidoen estos enfoques es que el controlde ambos, decisiones y beneficios, lotienen principalmente los hombres,con lo cual el supuesto distributivose invalida. Estudios de todo tipo deorganizaciones, desde las ONGs has-ta la banca internacional, han con-firmado que hay dos brechas en esteterreno. La primera es entre quienestienen y no tienen acceso a los re-cursos, decisiones y beneficios; la se-gunda, entre quienes tienen acceso

pero no tienen control. Enla primera hay una exclusióntotal de quienes no partici-pan, en la segunda una ex-clusión parcial; ambasconducen a restricciones enlos derechos de las mujeres.

Sesgos de género en losenfoques económicos

En una revisión de laevolución histórica del estu-dio del trabajo doméstico,Koch encuentra que esteevolucionó desde los co-mienzos de la industrializa-ción, cuando el problema deltrabajo fuera del mercado es-taba relacionado con elestatus de las mujeres y sugrado de independencia de

la sociedad, pasando por la consoli-dación del desarrollo industrial, enla cual las mujeres llegan a ser consi-deradas principalmente consumido-ras –en la teoría neoclásica–, hastaépocas recientes en las que el movi-miento de mujeres se centró en elestatus productivo de las mujeres yen responder a la pregunta de ¿cuálesson las causas de la opresión de lasmujeres?

Se puede apreciar en el debate,al interior de los dos enfoques y no

Sabanalarga, Colombia, 1960. Foto E. Pérez Arbeláez

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entre ellos en torno al trabajo domés-tico, que no existe un vínculo queligue conceptualmente la división deltrabajo entre hombres y mujeres y elproblema de la subordinación de lasúltimas a los primeros. Por ello, eltrabajo no remunerado puede man-tenerse invisible, no contabilizado yno retribuido económicamente.

La crítica a estas dos escuelasde pensamiento reveló almenos cinco sesgos degénero:

a) Que la motivaciónpara realizar el tra-bajo doméstico noremunerado dentrode los hogares esúnica y compartidapor todos los miem-bros del hogar, llá-mese altruismo paragarantizar la efi-ciencia, en un caso,o solidaridad de cla-se, en el otro.

b) Que los beneficiosde la división entretrabajo doméstico ytrabajo remunera-do y los ingresosobtenidos por quie-nes realizan esteúltimo, son distri-buidos equitativa-mente por losmiembros del ho-gar. Esto entrañauna concepcióndel hogar comounidad monolítica,igualitaria y armónica de in-tereses de esos miembros, sinconsideración de su condi-ción de sexo y edad.

c) Que sólo tiene valor lo quese comercia, independiente-

mente de los insumos impu-tados al proceso de produc-ción de bienes y servicios enel hogar. Al ser las mujeresquienes realizan mayorita-riamente este proceso, sutrabajo es desvalorizado eco-nómica y, por consiguiente,socialmente, dando lugar arelaciones de subordinacióny discriminación, contrarias

a las condiciones de igualdaddel supuesto usado.

d) Que los miembros del hogarson libres para optar por el tra-bajo doméstico o remunerado,según el costo de oportunidad

que tengan. Los estudios de-muestran que esos costos sondiferenciados para mujeres yhombres y están condiciona-dos por las oportunidadesdesiguales de educación, dis-ponibilidad de tiempo y rolesadscritos para cada género.

e) Que los hogares están formadospor, al menos, un trabajadorasalariado y otros miembros

(mujeres y niños) depen-dientes del ingreso por éstegenerado. Este supuesto quepudo ser válido en ciertosmomentos históricos y endeterminados segmentos depoblación, se ha demostra-do irreal en la segunda mi-tad de este siglo con elproceso creciente de in-corporación de las muje-res al mercado de trabajoy el incremento sosteni-do de hogares con jefatu-ra femenina.

3. Efectosdel trabajodoméstico noremuneradoen manosde las mujeres

Mantener el trabajodoméstico no remuneradoen manos de las mujeres ylos menores, tiene efectosque se relacionan con sub-sidios a la producción parael mercado, oportunidadesdiferenciadas por género en

el mercado laboral y los ingresos, laorientación y la forma de organizaciónde los servicios sociales, el ocultamien-to de algunos tipos de trabajo produc-tivo y el mantenimiento de rígidosconceptos de trabajo y empleo.

Aquila degli Abruzzi, 1952. Foto H. Cartier-Bresson

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3.1. Subsidio a la acumulacióndel capital

El primer efecto es el de subsidiarla producción para el mercado. Estose realiza de varias maneras:

a) El trabajo doméstico subven-ciona al sector empresarial enel segmento no pago de lafuerza de trabajo. Al contarcon el trabajoabundante y encasos excedentede la mano deobra femenina, enespecial las amasde casa, hay unatransferencia devalor, de la eco-nomía de la casaa la economía demercado;

b) En condicionesde crisis, las amasde casa se venobligadas a re-forzar la inten-sidad del trabajodoméstico paraamortiguar losefectos de la pér-dida en el poderadquisitivo de lossalarios (Torres1977); esto siguesiendo cierto aúnen los casos demujeres que tra-bajan fuera delhogar;

c) Su efectos sobre los salarios.Como lo destaca De Barbierien su artículo “Notas para elestudio del trabajo de las mu-jeres: El problema del traba-jo doméstico” es el “efectodepresor” sobre los salariosque tiene dicho trabajo, ya

que mientras exista un con-tingente de trabajadoras nopagadas e invisibles, los sala-rios se regularán tan solo porla oferta y demanda de la fuer-za de trabajo que se realizafuera del hogar, en la calle,como si no existiera una re-lación de interdependenciaentre ambos dominios deltrabajo.

3.2. Oportunidades diferenciadaspara la ubicación y permanenciade hombres y mujeres en los mer-cados de trabajo

Sin duda al asignar a las mujeresla responsabilidad principal del cui-dado de los miembros del hogar, sus

posibilidades de acceder a los secto-res más dinámicos del empleo, de tra-bajar la jornada completa y de nointerrumpir la vida laboral, de incre-mentar sus niveles de entrenamien-to, son restringidas frente a las de loshombres. Durante décadas, los res-ponsables de las decisiones del hogarconsideraron sin utilidad enviar a lasniñas a la escuela, ya que no se pre-veían perspectivas de inserción en el

mercado laboral y, por lotanto, no retribuirían la in-versión con ingresos adicio-nales en el futuro.

Las tareas domésticas in-clinan la balanza desfavora-blemente en el acceso de lasmujeres al mercado de tra-bajo. Según la CEPAL,“mientras el nivel de parti-cipación en el mercado la-boral de los hombres que sonjefes de hogar fluctúa entre80% y 90%, el de las muje-res es de 40% a 60%, en laszonas urbanas”. (CEPAL1995).

Los datos de la OIT ana-lizados por Rangel de PaivaAbreu indican que “no obs-tante ciertos avances de laparticipación femenina enel trabajo de la región(América Latina) las muje-res siguen representando, dehecho, la mayor proporciónde personas implicadas enocupaciones más precarias

de los sectores formal e informal “(Abreu 1995: 86).

No es claro pues que el acceso altrabajo en la calle, modifique las ata-duras con el trabajo doméstico. Comolo anota Helen Safa con ocasión deun estudio comparativo realizado en

Quindío, Colombia, 1999. Foto O. Jordán

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tres países caribeños, Cuba, PuertoRico y República Dominicana, “enparte, el confinamiento de las muje-res a la casa ha sido reemplazado porla segregación ocupacional, que per-mite a las mujeres una representaciónlimitada en el lugar de trabajo en ocu-paciones femeninas que son a menu-do una extensión de sus rolesfemeninos, aún en profesiones talescomo la enseñanza y la enferme-ría”(Safa 1995: 177).

No es enton-ces gratuito quela mayor partici-pación de lasmujeres se dé enla base de la pi-rámide ocupa-cional y que suscondiciones decontratación yremuneracióntiendan a ser másdesventajosas.

Adicionalmen-te, en tiempos decrisis, las amas decasa se ven en-frentadas a un di-lema complejo:salir al mercadoporque los ingre-sos del hogar no son suficientes y si-multáneamente, extender lainversión de tiempo para el trabajodoméstico porque se han transferi-do al hogar la producción de bienesy servicios que antes prestaba el Es-tado. Esto último puede paliarse,como sucede mayoritariamente ensociedades en desarrollo en las cua-les hay abundancia de fuerza de tra-bajo para realizar remuneradamentelas actividades domésticas, con lacontratación de empleadas y em-pleados, pero ello tiene un efecto de

recorte sobre los nuevos ingresosgenerados.

Los sesgos de género en lasoportunidades laborales se hacenmás agudos en los últimos años enlos que las crisis económicas y loscambios sociales han generado unaumento significativo de loshogares del mundo en los que laúnica responsabilidad en su con-ducción económica la tienen lasmujeres. La jefatura femenina de

hogares en América Latina seacerca a un 25% en los 90, alcan-zando cifras más elevadas en paí-ses como Honduras y El Salvador.Según la Comisión Económicapara América Latina, “la extremapobreza, particularmente en laszonas urbanas, afecta sobretodo alos hogares en los que no hay uncónyuge varón y en que la jefa delhogar debe encargarse de las ta-reas domésticas, además de apor-tar los recursos para su sustento”.(CEPAL 1995: 70).

3.3. Organización de los servi-cios y políticas sociales, sobre loscimientos invisibles del trabajodoméstico

El Estado no considera la posibi-lidad de socializar una serie de servi-cios de la esfera doméstica porqueexiste el colchón de amortiguación ala satisfacción de necesidades huma-nas que representa el trabajo no pa-gado en el hogar. La mayoría de laspolíticas públicas se formulan hoy

con el supuestoimplícito de queel Estado tienela obligación dellenar el vacíoque las mujeresno pueden cum-plir porque cadavez más tienenque o eligen tra-bajar por fueradel hogar.

Así, algu-nas políticassociales inclu-yen en su jus-tificación loscambios que segeneran cuan-do las mujeresdejan de aten-

der las labores domésticas (niñezdesatendida, drogas entre adoles-centes, deserción escolar, etc.),lo que en algunos casos culpa-biliza a las mujeres por fenóme-nos sociales producto aparente desu desatención al hogar, en lugarde hacer énfasis en que los servi-cios sociales deben responder alos derechos que tienen todos losseres humanos a iguales oportu-nidades y beneficios y a satisfa-cer sus necesidades en un contextode igualdad.

Fabricando unas piernas de muñeca, 1936. Foto L. W. Hine

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109NÓMADAS

En el marco de la privatización yla delegación de actividades de ser-vicios a organizaciones de la socie-dad civil, se produce otro recargo defunciones desde el Estado hacia eltrabajo voluntario que, se presume,no cuesta y es realizado por mujeres yotros miembros de las comunidadespor motivaciones altruistas del mis-mo tenor de las del trabajo domésti-co. Es otra de las formas de abaratarlas tareas de bienestar que correspon-den al sector público.

3.4. El trabajoproductivoescondidoen el trabajodoméstico

En las unida-des productivasno totalmenteempresariales,como las unida-des de produc-ción campesinas,las comunidadesindígenas, losnegocios del sec-tor informal de laeconomía, mu-chas actividadesestrictamenteproductivas y vinculadas al mercado,no son contabilizadas ni considera-das trabajo por aparecer como una ex-tensión del trabajo doméstico. Tal esel caso de la cría de animales meno-res o la huerta de frutales, de la parti-cipación de mujeres y niños en tareasde cosecha y desyerbe, o de la tiendade la esquina que requiere del traba-jo de varios miembros de la familia.

Un estudio realizado por el IICAy el BID en 18 países de AméricaLatina demostró que al reestimar laparticipación de las mujeres en el tra-

bajo agropecuario, incluyendo lasactividades que no habían sido con-sideradas como trabajo por pareceruna extensión del trabajo domésticoo por subestimación del trabajo fe-menino por parte del o la informan-te, habían dejado de contabilizarsecomo trabajadoras cerca de 5.5 mi-llones de mujeres de las zonas rura-les. Oficialmente, ellas aparecíanregistradas como inactivas en las es-tadísticas oficiales. (Kleysen y Cam-pillo 1996).

En Pakistán, donde el índice ofi-cial de participación económica delas mujeres en la agricultura era sólodel 7%, el Banco Mundial reestimóesta cifra en 73%, con base en el cen-so agrícola de 1981. Con los datosoficiales se había omitido el trabajode una cifra cercana a 12 millones detrabajadoras agrícolas. (Citado porBritish Council 1995). Si la tenden-cia parece ser la de ir poco a pocoencontrando, de millones en millo-nes, a las trabajadoras rurales perdi-das, habría de esperarse un cambioradical en las políticas orientadas al

desarrollo de la agricultura y las so-ciedades rurales.

Como lo demuestra con no pocohumor y mucho realismo MarylinWaring, en muchos países del TercerMundo, el estiércol es recolectado,tratado y transportado por las muje-res y constituye un elemento claveen su economía, por su condición defertilizante y combustible para coci-nar. La leche, las pieles, la carne ytodos los derivados animales se in-cluyen en las cuentas nacionales,

pero el estiércoles dejado por fue-ra, a pesar delvalor económicoque pueda tener.En Nepal, se haestimado en 8millones de to-neladas anualesde estiércol con-sumido comocombustible, loque puede signi-ficar enormesahorros en la im-portación decombus t ib le .¿Quién paga eseahorro en las ar-cas del Estado?

(Citada por CIID 1998).

La combinación de la producciónde mercancías con el espacio domés-tico es también fuente de un elevadosubregistro del trabajo femenino. Es-tudios sobre el sector informal hangenerado datos e indicadores al res-pecto. Para dar un ejemplo, en Bra-sil, más del 50% de las empleadas enpequeños establecimientos del sectorurbano realiza su trabajo en un con-texto doméstico (Abreu 1995: 86).Ello puede dar como resultado que laactividad no se declare ni se registre

Colombia. Foto O. Jordán

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NÓMADAS110

como económica, que se considerepero subestimadamente como unaayuda para producir otras mercancías.Por otra parte, el trabajo que quedaoculto, no es imputado a los costosde producción de las unidades eco-nómicas que componen el sector in-formal de la economía, con lo cualhay una distorsión en la dinámica delsector y en los ingresos que podríagenerar. Por la vía de precios pordebajo de los valores reales, estas uni-dades no empresariales están hacien-do también unatransferencia devalor al resto dela sociedad.

Aun cuandolas estadísticasincluyen la cate-goría de “ayu-dante familiarsin remunera-ción”, lo cierto esque miembros delos hogares pue-den no ser in-cluidos en ella,especialmentelas mujeres si sedeclaran amas decasa o carecen deelementos para medir en horas o díasel trabajo realizado para la produc-ción de mercancías que se venden.

3.5. Se mantiene una rígida de-finición de los conceptos de tra-bajo y empleo

Los conceptos de trabajo y em-pleo usados por la economía se hanformulado en el contexto de proce-sos industriales, urbanos, con una ele-vada organización del trabajo y conclaras formas de contratación entrepatronos y trabajadores, aún cuandoen la humanidad han persistido for-

mas, espacios y procesos de trabajoque no seguían esas pautas. Mante-ner estos conceptos, de manera rígi-da, significó enviar al rincónvergonzante al trabajo usado en lasformas no industriales de producción.

Este factor es causa y efecto delmantenimiento de la división del tra-bajo entre los sexos como un hechonatural al que se le asignan especiali-dades cuasi biológicas. Causa porqueal no registrarse como trabajo, se jus-

tifica ideológicamente que las muje-res –en esencia desocupadas– las ni-ñas y los niños ayuden a los hombresa realizar, de la manera más eficienteposible, las labores que originan losingresos monetarios del hogar. Efec-to porque lo invisible carece de lafuerza necesaria para cambiar las nor-mas y enfoques que orientan el regis-tro y evaluación de las actividadeseconómicas.

Otro aspecto importante es elde que las estadísticas y los análisiseconómicos, en general, parten de unsupuesto errado al dividir a la pobla-

ción femenina en activas e inactivassegún que produzcan o no bienes yservicios orientados al mercado. Elasunto está en creer que las mujeresque trabajan fuera del hogar no seocupan de las actividades domésticas.Un estudio realizado en la Argenti-na por Feijóo y Jelin, demostró quesi se agrega el tiempo de trabajo de-dicado a las tareas domésticas, “lasmujeres con trabajos remuneradostienen una jornada laboral de 13horas y una semana de trabajo de 91.3

horas” (BID1996: 23).

Sin embar-go, se han reali-zado avances eneste terreno. Unestudio de Ankery Hein (1987),incluye una tipo-logía de defini-ciones de manode obra que va delo remunerado alo compuesto porremunerado y noremunerado, enla cual se registrala definición dela OIT como la

más incluyente para las actividadesno remuneradas en manos de las mu-jeres. Esta definición reza así “perso-nas cuyas actividades generanproductos y servicios, independien-temente de que estos se vendan o no,que deberían incluirse en las estadís-ticas sobre la renta nacional” (Ankery Hein 1987: 17).

Como se puede apreciar, no esposible develar la invisibilidad delaporte que realiza el trabajo domésti-co sin modificaciones sustantivas enlas estadísticas sobre trabajo y empleo(los conceptos usados, las metodo-

Burdeus, 1918. Foto L. W. Hine

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logías de registro, los informantes se-leccionados, el tipo de tabulacionesy análisis). También se requiere uncambio en los sistemas de cuentas na-cionales utilizados (definición de lasunidades que se registran y de losmétodos de reportar los valores ge-nerados en la producción de bienes yservicios).

3.6. Una comprensión inadecua-da de las consecuencias de laspolíticas macro en los nivelesmicro

Al ignorarlas actividadesno remunera-das, subestimarlas remuneradasy obviar lastransferenciasde tiempo entrelos hogares y elmercado, laeconomía pre-senta unavisión incom-pleta e inade-cuada de lasconsecuenciasde las políticasmacro en loshogares y, a suturno, en las relaciones entre muje-res y hombres.

Los estudios sobre las consecuen-cias sociales de las reformas econó-micas señalan que, en general, losestratos más bajos pagan un costomayor por los recortes en el gasto pú-blico y se benefician menos de la li-beralización de la economía. Pero loque han destacado menos es que laeconomía del cuidado se recarga, sehace más intensiva en tiempo: el cui-dado a enfermos, en desplazamien-tos a pie por el encarecimiento del

transporte, en preparación de alimen-tos que antes podían obtenerse pro-cesados, el de niñas que dejan de ir ala escuela por cubrir las tareas que rea-lizaba su madre, quien ahora trabajatiempo completo fuera del hogar, etc.

4. Cambiosen el contextoeconómico,¿cambios en laeconomía delcuidado?

No cabe duda que los cambiosocurridos en los años noventa se re-flejan en la división del trabajo, laintensidad y la modalidad del tra-bajo doméstico. La l lamadaglobalización de la economía, ca-racterizada por la expansión de lasempresas transnacionales, la expan-sión global del capital financiero yel crecimiento del intercambio co-mercial de bienes y servicios, juntocon la conformación de bloques re-gionales comerciales, se ha acom-pañado de varias condicionessociales poco favorables para la

mayoría pobre de la población ypara las mujeres.

Los costos sociales de la mayoraventura expansionista e integradorade regiones organizaciones y perso-nas, a través de sofisticados elemen-tos tecnológicos cuyo uso sedemocratiza a velocidad vertiginosa,son grandes: una menor remunera-ción de los y las trabajadoras vía lareducción y precarización del empleo(según la OIT, el 30% de la fuerzalaboral del mundo la constituyen

personas que es-tán desempleadaso subempleadas),el embate a lasconquistas y logrossociales, la reduc-ción y privati-zación de laseguridad social yuna crecienteconcentración delos ingresos. Se-gún el BancoMundial, en la re-gión de AméricaLatina el 20% máspobre recibe el 4%del ingreso, mien-tras el 10% másrico concentra el

60% del ingreso, una de las distribu-ciones más desiguales del planeta (verMinsburg 1997). Vale recordar queun contingente enorme de mujeresestán ubicadas en ese 20%, fenóme-no que ha dado lugar a la llamada“feminización de la pobreza”

Uno de los cambios más notorioses el relativo a los sistemas de pro-ducción y la demanda de mano deobra. Según Van Osch, los nuevossistemas de producción han genera-do una nueva estructura en la pirá-mide del empleo: en la base, el

Bogotá, 1970. Cortesía Cinep

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NÓMADAS112

trabajador no calificado con puestofijo va siendo sustituido por “unamasa heterogénea multi-insertable,con situaciones laborales inestablesy con una presencia creciente de lasmujeres y otros grupos sociales dis-criminados”, por razón de origen(inmigrantes) o de raza y etnia (VanOsch 1996: 26); el estrato interme-dio de trabajadores calificados tien-de a reducirse entre otrasrazones por el cambio tec-nológico con la incorpo-ración de sistemas más“inteligentes” y menos de-pendientes de decisioneshumanas; en la cima de lapirámide, se expande unsegmento compuesto porpersonas altamente califi-cadas, encargadas de laplanificación, coordina-ción y control de proce-sos que muchas veces vanallende de fronteras na-cionales. “La antigua pi-rámide se transforma asíen un perfil de “reloj dearena”, en el cual las ma-yores oportunidades paralas mujeres están en labase de la pirámide, en es-pecial en la proliferaciónde empresas de zonas fran-cas y maquilas que son la“nueva palanca para la in-serción de las economíasperiféricas en el procesode globalización” (Ob. cit:27).

Las diferencias de gé-nero tienden a expresarseen forma polarizada entre la capa detrabajadores altamente calificados ycon ingresos elevados, en su mayoríahombres, y la periferia creciente detrabajadores no calificados, con em-pleos inestables en la cual las muje-

res están excesivamente representa-das. En casi todas las regiones delmundo el trabajo de las mujeres au-mentó, pero sus condiciones de in-serción al mercado de trabajo son masdesfavorables.

Los recortes de presupuesto a laprovisión de servicios sociales, pormodificaciones en las prioridades de

asignación del gasto público, es unode los aspectos más claros de la polí-tica de ajuste estructural. Esta pro-puesta económica no presta atenciónexplícita a aquellas actividades quese realizan en la esfera social de la

reproducción y la realizan las muje-res. Numerosos estudios han demos-trado una carga adicional que setransfiere hacia ellas: el cuidado delos enfermos que antes contaban conatención hospitalaria, el cuidado deniños y niñas al recortar servicios deguardería infantiles y jornadas detiempo doble en las escuelas o al pri-vatizar esos servicios, por ejemplo.

Todos estos cambios, enausencia de modificacionessustantivas a la división deltrabajo, significan para lasmujeres:

a) enfrentar restriccionespara sustituir trabajo domés-tico por bienes y servicios enel mercado;b) estar obligadas a inten-sificar la producción y trans-formación de bienes en elespacio doméstico ante laincerteza e inestabilidad deltrabajo y los ingresos queprovienen de la calle;c) recrear viejos hábitos deservicios de cuidado que yahabían salido del hogar;d) ampliar el número dehoras/día trabajadas;e) sufrir el deterioro de lascondiciones de salud físicay mental.

Pero no todo es negati-vo en la coyuntura actual.Algunas estudiosas indicanque en países industria-lizados, las mujeres estánrespondiendo con mejor

capacidad de ajuste a los cambios la-borales, dada la flexibilidad en jor-nadas y organización del tiempo quehan adquirido en su doble condiciónde productoras y reproductoras. AsíGardiner (1995) informa que en In-

Bali, 1949. Foto H. Cartier-Bresson

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113NÓMADAS

glaterra, la desregularización laboraly la inestabilidad en el empleo es vi-vida mejor por las mujeres, con es-trategias más flexibles. Los hombres,dice la autora: “han sido vencidosmás que las mujeres por la cultura dela dependencia de los puestos de tra-bajo y de las mujeres para que losatiendan” (Gardiner 1995: 167).

Como hipótesis seplantea, la realidad lo dirá,que los hombres necesita-rán la flexibilidad y auto-suficiencia que las mujeresse han visto obligadas adesarrollar; ¿este elemen-to, sumado a la disponibi-lidad de tiempo libre, dadala flexibilidad del trabajo,puede apoyar una mejordistribución de las tareasdoméstica entre todos losmiembros del hogar?

El Instituto Familiesand Work, de New York,en un estudio nacional delos cambios en la fuerzalaboral, detectó que loshombres han aumentadoen casi una hora al día suparticipación en quehace-res domésticos y que “eltiempo que las mujerescasadas que trabajan em-plean en esas mismas ac-tividades se redujo enmedia hora” (“¿Qué pasócon la famosa guerra de lossexos? The Wall StreetJournal, Americas, en el Periódico LaNación, 20-03-98, Costa Rica).

La eliminación del trabajo asala-riado, estable y ampliamente protec-tor de los individuos, comoparadigma del trabajo que las perso-nas debían obtener en la vida, en

oposición al trabajo no regulado y noremunerado que ejerce en la esferadoméstica, a pesar de sus altos costossociales, podría eventualmente re-orientar la distribución del trabajoentre mujeres y hombres. Ellas y ellosse ven obligados cada día más a tra-bajar con jornadas flexibles, períodosno fijos y sin garantías de seguridad,por lo cual parcialmente se equipa-

ran sus condiciones de relacionarsecon la casa y la calle como espaciosde trabajo. Lo que hace unos años eraimpensable, hombres pasando mediajornada en casa o tres meses entre untrabajo y otro, se ha vuelto una reali-dad que se acompaña con la otra carade las mujeres trabajando cada vez

más en la calle. Este escenario puedehacer posible una división del traba-jo flexible que combine tareas en elámbito doméstico y responsabilida-des laborales en el ámbito público,siempre y cuando se acompañe de:a) estrategias para elevar y expandirla conciencia de los desbalances degénero y sus posibles soluciones; b)medidas concretas para contabilizar

y remunerar el trabajorealizado en la esferadoméstica.

Conclusión

Tras demostrar la cerca-na e interdependiente rela-ción del trabajo domésticono remunerado con la di-námica de la economía pro-ductiva y su condición defuente de inequidad entrelos géneros, se hace obvioque cualquier paradigma dedesarrollo humano que sepretenda, equitativo y sos-tenible, debe incluir eltema de modificacionessustantivas al reconoci-miento y tratamiento de laeconomía de la reproduc-ción social y el cuidado delas personas.

Una primera razónguarda relación con propó-sitos de equidad y derechosque son ineludibles en elcontexto actual. Reconocer

y retribuir el trabajo a quien lo reali-za está consignado en todas las cartasy documentos sobre derechos huma-nos aprobadas a nivel internacional.Los derechos económicos han pasa-do a ser considerados derechos cen-trales tanto en las declaraciones queemergen de la Conferencia de Dere-

Linotipista. Foto L. W. Hine

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chos Humanos en Viena (1993)como de la Cumbre Social realizadaen Copenhague (1995).

Otra razón se refiere a la necesi-dad de eficacia de las orientacionesde política económica. Al garantizaruna adecuada interpretación de larealidad económica, porque los da-tos están completos y reflejan lo quesucede en lugar de lo que se acostum-bra creer, se apoya una más adecuadatoma de decisiones, con previsionesconfiables sobre los efectos de las me-didas macroeconómica que seadoptan.

Por último y no menos importan-te, por razones de sostenibilidad hu-mana. El final del siglo XX hademostrado el uso irresponsable quela humanidad ha hecho de todos losrecursos: agua, aire, bosques, etc. Enla totalidad de los casos, había unelemento común: la abundancia delrecurso y la presunción de no extin-ción. Pero la presunción era incorrec-ta. Algo similar sucede con el trabajodoméstico no remunerado de lasmujeres, parece infinitamente elás-tico, pero pueden haber señales deagotamiento. En condiciones de per-sistencia y ensanchamiento de lapobreza, como las actuales, se produ-ce un deterioro progresivo de las con-diciones físicas y mentales de lasmujeres en los estratos pobres eindigentes, quienes deben enfrentarla doble carga del trabajo en la calley la casa.

En este contexto, un nuevo pa-radigma de desarrollo que promuevay aliente la igualdad y la equidad en-tre los géneros debería inducir, ade-más de los derechos fundamentalesconquistados por las mujeres en lasúltimas dos décadas y consignadosadecuadamente en la Plataforma de

Acción de la IV Conferencia sobrela Mujer en Beijing (1995), cambiosradicales frente al trabajo domésticono pagado:

a) de la invisibilidad a la visibilidaden todas las esferas: encuestasy censos, sistemas de cuentasnacionales, en el lenguaje conla denominación e identifica-ción correcta de las amas decasa como trabajadoras, etc.

b) en los sistemas de cuentasnacionales, incluyendo: launiversalidad del registrosistemático en todos los países;el paso de las cuentas satélites alas cuentas centrales;

c) en la sociedad, dar el salto dela sustitución a la correspon-sabilidad. Pasar del trabajo do-méstico pagado a otrasmujeres, a la conciencia y res-ponsabilidad de compartir –mujeres y hombres– los costos,la gestión y los beneficios dela economía del cuidado y lareproducción social;

d) del voluntariado a la remu-neración: en el gasto público,identificar y desarrollar meca-nismos –directos o indirectos–de remuneración económicaal trabajo que realizan las mu-jeres en el hogar.

Estos puntos generan polémica yen general se enfrentan con argumen-tos acerca de la dificultades técnicasque entrañarían dichos cambios, locual es compresible. Requieren de unproceso largo y progresivo. Sin em-bargo, no por dificultades técnicas,la humanidad ha dejado de realizargrandes cambios políticos ante la pre-sión de las mujeres por sus derechos.Este, como tantos otros grandes cam-bios, responden a decisiones en elámbito político y no tecnocrático.

Hace cien años, ningún hombre degobierno se habría atrevido a afirmarque viviríamos en un mundo en elcual todas las mujeres, los indígenasy las personas de piel negra, votarany fueran elegidas. Vivimos en él. Hacecincuenta años, era inimaginable unasociedad en la cual las mujeres con-trolaran sus cuerpos y la reproducciónbiológica. Esas sociedades se expan-den por doquier. Hace solo veinticin-co años ningún legislador se habríaatrevido a proponer una modifica-ción en los códigos penales respectoa la violencia sexual contra las mu-jeres en el hogar y la comunidad, quedejara de catalogarla como un delitocontra el honor para definirla comoun delito contra la persona y castigaral agresor por ello. Hoy, la mayoríade las legislaciones han cambiado oestán en proceso de cambio y los agre-sores, aún si son miembros de la fa-milia, pueden ir y en muchos casosvan, a la cárcel.

En el tema que nos ocupa, emergeentonces la siguiente inquietud paraquienes se ocupan de la teoría y eldiseño de modelos de desarrollo: ¿esla inequidad de género en la econo-mía una de las últimas barreras paraeliminar? Todo parece indicar que sí.¿Es ella imposible de sortear?

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