El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1)...

1169
El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera Alejandro Dumas Obra reproducida sin responsabilidad editorial

Transcript of El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1)...

Page 1: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El Vizconde deBragelonne.

Tomo I. Parte Primera

Alejandro Dumas

Obr

a re

prod

ucid

a si

n re

spon

sabi

lidad

edi

toria

l

Page 2: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Advertencia de Luarna Ediciones

Este es un libro de dominio público en tantoque los derechos de autor, según la legislaciónespañola han caducado.

Luarna lo presenta aquí como un obsequio asus clientes, dejando claro que:

1) La edición no está supervisada pornuestro departamento editorial, de for-ma que no nos responsabilizamos de lafidelidad del contenido del mismo.

2) Luarna sólo ha adaptado la obra paraque pueda ser fácilmente visible en loshabituales readers de seis pulgadas.

3) A todos los efectos no debe considerarsecomo un libro editado por Luarna.

www.luarna.com

Page 3: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

CAPÍTULO I

LA CARTA

En el mes de mayo del año 1660, a las nuevede la mañana, cuando el sol ya bastante altoempezaba a secar el rocío en el antiguo castillode Blois, una cabalgata compuesta de tres hom-bres y tres pajes entró por él puente de la ciu-dad, sin causar más efecto que un movimientode manos a la cabeza para saludar, y otro delenguas para expresar esta idea en francés co-rrecto.

––Aquí está Monsieur, que vuelve de la caza.

Y a esto se redujo todo.

Sin embargo, mientras los caballos subían porla áspera cuesta que desde el: río conduce alcastillo varios hombres del pueblo se acercaronhombres último caballo, que llevaba pendientes

Page 4: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

del arzón de la silla diversas aves cogidas delpico.

A su vista, los curiosos manifestaron con rudafranqueza, su desdén por tan insignificantecaza, y después de perorar sobre las desventajasde la caza de volatería, volvieron a sus tareas.Solamente uno de estos, curiosos, obeso y mo-fletudo, adolescente y de buen humor, pregun-tó por qué Monsieur, que podía divertirse tan-to, gracias a sus pingües rentas, conformábasecon tan mísero pasatiempo.

–– ¿No sabes ––le dijeron–– que la principaldiversión de Monsieur es aburrirse?

El alegre joven se encogió de hombros, comodiciendo: “Entonces, más quiero ser Juanón quepríncipe.”

Y volvieron a su trabajo.

Mientras tanto, proseguía, Monsieur su mar-cha, con aire tan melancólico. y tan majestuosoa la vez, que, ciertamente, hubiera causado la

Page 5: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

admiración de los que le vieran, si le viera al-guien; mas los habitantes de Blois no perdona-ban a Monsieur que hubiera elegido esta ciudadtan alegre para fastidiarse a sus anchas, y siem-pre que veían al augusto aburrido, esquivabansu vista, o metían la cabeza en el interior de susaposentos, como, para substraerse a la influen-cia de su largo y pálido rostro, de sus ojos ador-mecidos y de su lánguido cuerpo. De modo,que el digno príncipe estaba casi seguro de en-contrar desiertas las calles por donde pasaba.

Esto era una irreverencia muy censurable porparte de los habitantes de Blois, porque Mon-sieur era, después del rey, y aun tal vez antesdel rey, el más alto señor del reino. En efecto,Dios, que había concedido a Luis XIV, reinantea la sazón, la ventura de ser hijo de Luis XIIIhabía otorgado a Monsieur el honor de ser hijode Enrique IV. No era, por tanto, o al menos nodebía ser motivo sino de orgullo, para, la ciu-dad de Blois, esta preferencia dada por Gastón

Page 6: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de Orleáns, que tenía su corte en el antiguo cas-tillo de los Estados.

Pero estaba escrito, en el destino de este granpríncipe, no excitar más que medianamente, entodas partes donde se hallaba, la atención y laadmiración del pueblo: Monsieur había tomadoel partido de acostumbrarse a ello.

Quizá esto era lo que le daba su aspecto detranquilo aburrimiento. Monsieur había estadomuy ocupado en su vida. Imposible es hacercortar la cabeza a una docena de sus mejoresamigos, sin que esto haga algún ruido, y comodesde el advenimiento de Mazarino no se habíacortado la cabeza a nadie; Monsieur no teníaqué hacer y se fastidiaba.

Era, pues, muy melancólica la vida del pobrepríncipe; después de su cacería matutina en lasorillas del Beuvron, o en los bosques de Che-verny, Monsieur pasaba el Loira, iba desayu-narse a Chambord, con apetito o sin él, y la ciu-

Page 7: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dad de Blois no volvía a hablar hasta da caceríapróxima de su soberano, señor y dueño.

Esto era el aburrimiento extramuros; en cuantoal fastidio interior, daremos una ligera idea deél al lector, si quiere seguir con nosotros la ca-balgata y subir hasta el suntuoso pórtico delcastillo de los Estados.

Monsieur montaba un caballo de poca alzada,enjaezado con ancha silla de terciopelo rojo deFlandes y estribos en forma de borceguíes; eljubón de Monsieur, hecho de terciopelo carme-sí, y la capa, que era del mismo color, confundí-anse con el jaez del caballo; y solamente poreste conjunto rojizo era por lo que podía cono-cerse al príncipe entre sus dos compañeros,vestidos uno de color violeta y otro de verde. Elde la izquierda era el escudero; el da la derecha,el montero mayor.

Uno de los pajes llevaba dos gerifaltes sobreuna percha y el otro una corneta, en la que so-plaba con flojedad a veinte pasos del castillo.

Page 8: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Todo lo que rodeaba a este príncipe perezosohacía con pureza lo que él hubiera hecho delmismo modo.

A esta señal, ocho guardias que paseaban alsol en el patio, corrieron a tomar sus alabardas,y Monsieur hizo su entrada en el castillo.

Cuando desapareció, a través de las profun-didades del pórtico, algunos pilluelos que habí-an subido al castillo detrás de la cabalgata, mos-trándose mutuamente las aves cazadas; se dis-persaron, comentando lo que acababan de ver;luego que desaparecieron, la calle, la plaza y elpatio quedaron desiertos.

Monsieur se apeó del caballo sin pronunciarpalabra; pasó a su habitación, donde le mudóde vestido su ayuda de cámara, y como Ma-dame no hubiese todavía enviado .a tomar lasórdenes para el desayuno. Monsieur se tendiósobre una poltrona, y se durmió de tan buenagana como si hubieran sido las once de la no-che.

Page 9: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Los ocho guardias, que comprendieron estabaterminado su servicio por el resto del día, seacostaron al sol sobre sus bancos de piedra, lospalafreneros desaparecieron con sus caballos enlas cuadras, y a excepción de algunos pájaros,que se picoteaban unos a otros con chillidosagudos en la espesura de las alhelíes, hubiérasedicho que todos dormían en el castillo del mis-mo modo que Monsieur.

De pronto, en medio de este silencio tan dul-ce, resonó una risotada nerviosa que hizo abrirun ojo a algunos de los alabarderos que hacíanla siesta.

Esta carcajada salía de la ventana del castillo,visitada en aquel instante por el sol, que 1aconglobaba en uno de esos grandes ángulosque dibujaban mirando al mediodía, sobre lospatios, los perfiles de las chimeneas.

El balconcillo de hierro cincelado, que sobre-salía más allá de esta ventana, estaba adornadocon un tiesto de flores rojas, otro de primaveras,

Page 10: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

y un rosal, cuyo follaje, de un verde encantador,estaba salpicado de capullos rojos, precursoresde rosas.

En la habitación a que daba luz esta ventana,distinguíase una mesa cuadrada, revestida deantigua tapicería con muchas flores de Harlem;sobre esta mesa había una redomita de piedra,en la cual estaban sumergidos algunas lirios; y,a cada extremo de dicha mesa, una joven.

La actitud de estas dos jóvenes era particular;se las hubiera tomado par dos pensionistas es-capadas del convento. Una de ellas, con los co-dos apoyados en la mesa y una pluma en lamano, trazaba caracteres sobre una hoja de pa-pel de Holanda; la otra, arrodillada sobre unasilla, lo que le permitía adelantar la cabeza y elbusto por encima del espaldar hasta la mitad dela mesa, miraba a su compañera cómo vacilabaal escribir. De aquí provenían los gritos y lasrisas, uno de las cuales, más ruidosa que lasotras, había espantado a los pájaros que salta-

Page 11: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ban en los alelíes y turbado el sueño de losguardias de Monsieur.

La que iba apoyada sobre la silla, la más rui-dosa, la más risueña; era una linda muchachade diecinueve a veinte años, morena, de cabe-llos negros y ojos encantadores, que ardían bajaunas cejas vigorosamente trazadas, con unasdientes que resplandecían como perlas entrelabios de coral.

Todos sus movimientos parecían el resultadode un gesto; su vida no era vivir, sino saltar.

La otra, la que escribía, miraba a su bulliciosacompañera con ojos azules y límpidas como elcielo de aquel día. Sus cabellos, de un rubioceniciento, peinados con delicado gusto, caíanen trenzas sedosas sobre sus nacaradas mejillas;posaba sobre el papel una mano delicada, perocuya delgadez denunciaba su juventud. A cada,risotada de su amiga, alzaba como despechadasus blancos hombros, de una forma poética ysuave, mas a los cuales faltaba esa elegancia de

Page 12: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

vigor y de modelo que también se deseaba veren sus brazos y manos.

¡Montalais! ¡Montalais! –– exclamó por fin convoz dulce y cariñosa como un cántico––Reísdemasiado fuerte, como un hombre, y no sola-mente os notarán los señores guardias, sino quetampoco oiréis la campanilla de Madame,cuando llame.

La joven, llamada Montalais, no cesó de reírni de gesticular por esta amonestación, y con-testó:

––No decís lo que pensáis, querida Luisa; sa-béis que los señores guardias, cómo vos losllamáis; empiezas ahora su sueño, y que ni uncañón los despertaría; sabéis también que lacampanilla, de Madame se oye desde el puentede Blois, y que, por consiguiente, la oiré cuandomi obligación me llame a su cuarto. Lo que osmolesta, hija mía, es que yo me ría cuando es-cribís; lo que teméis es que la señora de Saint-Remy, vuestra madre, suba aquí, como hace a

Page 13: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

veces cuando reímos estrepitosamente; que nossorprenda, y que vea esa enorme hoja de papel,en la cual, después de un cuarto de hora, nohabéis trazado más que estas palabras: “Caballe-ro Raúl”. Tenéis razón, amada Luisa, porquedespués de esas palabras, caballero Raúl, sepueden poner tantas otras, tan significativas ytan incendiarias, que la señera de Saint-Remy,vuestra madre, tendría derecho para arrojarfuego y llamas. ¡Eh! ¿No es esto? ¡Hablad!

Y Mantalais, aumentó sus risas y provocacio-nes turbulentas.

La joven rubia se enfureció de repente; desga-rró el papel en que estaban escritas las palabrasCaballero Raúl con hermosa letra, y, arrugándoloentre sus nerviosos dedos lo arrojó por .la ven-tana.

–– ¡Hola, hola! ––dijo la señorita de Monta-lais––. ¿Cómo se enoja nuestro corderito, nues-tro niño Jesús, nuestra paloma!... No tengáismiedo, Luisa; la señora de Saint-Remy no ven-

Page 14: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

drá, y si viniera, ya sabéis que tengo el oídomuy fino. Además, ¿qué cosa más natural queescribir a un antiguo amigo que data de doceaños, sobre todo, cuando se empieza la cartacon las palabras Caballero Raúl?

––Está bien, no le escribiré ––dijo á joven.

¡Ah!... Ya está Montalais bien castigada! ––exclamó, sin dejar de reír, la morenita burlona.––. Vamos, vamos, otro pliego de papel, y con-cluiremos pronto nuestra correspondencia.¡Bien! ¡Ahora sí que suena la campanilla! ¡Tantopeor! Madame pasará la mañana sin su primeracamarista.

En efecto, la campanilla; anunciaba que Ma-dame había concluido su tocado y esperaba aMonsieur, que le daba la mano en el salón parapasar al comedor.

Hecha esta formalidad con grande ceremonia,los dos esposos almorzaban y se separaban has-

Page 15: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ta la hora de comer, fijada invariablemente a lasdos de la tarde.

El sonido de la campanilla hizo abrir en la re-postería, a la izquierda del patio, una puertapor la cual desfilaron dos maestresalas, segui-dos de ocho marmitones con una parihuelacargada de manjares cubierta con tapaderas deplata.

Uno de estos maestresalas, el que parecía elprimero en título, tocó en silencio con su varitaa uno de los guardias que roncaba sobre unbanco, y llevó su bondad al extremo de poneren manos de aquel hombre, muerto de sueño, laalabarda que estaba arrimada a la pared y a sulado; después de lo cual, el soldado, sin pregun-tar una palabra, escoltó hacia el comedor lacomida de Monsieur, precedida de un paje y losdos maestresalas.

Por todas partes por donde pasaba la comidade Monsieur, precedida de un paje y los dosmaestresalas.

Page 16: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Por todas partes por donde pasaba la comida,los guardias acompañábanla con sus armas.

La señorita de Montalais y su amiga habíanseguido con la vista, desde su ventana, el por-menor de este ceremonial, al cual, sin embargo,debían estar habituadas, pero miraban con cier-ta curiosidad para asegurarse de que no seríanmolestadas. Así es que, cuando pasaron marmi-tones, guardias, pajes y maestresalas, volvierona su mesa, y el sol que antes iluminó un instan-te sus rostros encantadores, ahora sólo alum-braba los lirios, las primaveras y el rosal.

¡Bah! ––dijo Montalais, ocupando su asiento.

–– Madame almorzará bien sin mí.

–– ¡Oh! Seréis castigada; Montalais ––contestóla otra joven sentándose muy despacio.

–– ¿Castigada? ¡Ah! Sí, es decir, privada delpaseo. ¡Eso es lo que yo deseo, ser castigada!Salir en el gran coche colgada a una portezuela;volver a la izquierda, torcer a la derecha por

Page 17: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

caminos cubiertos de surcos, por donde se ade-lanta una legua en dos horas, y después, volverderecho por el ala del castillo donde está la ven-tana de María de Médicis, para que Madamediga como acostumbra: “.¡Quién creyera quepor ese sitio se salvó la reina Maria! ¡Cuarenta ysiete pies de altura! ¡La madre de dos príncipesy de tres Princesas!” Si esto es una diversión,Luisa, deseo ser castigada todos los días, sobretodo si mi castigo consiste en quedarme con vosy escribir cartas tan interesantes como las queescribimos.

–– ¡Montalais! ¡Montalais! Hay deberes que esmenester cumplir.

––De esto podéis hablar muy cómodamente,querida, vos, a quien dejan libre. Vos sois laúnica que recoge todas las ventajas, sin tenerninguna obligación; vos, que sois más dama dehonor de Madame que yo misma, porque ponede rechazo en vos todos sus afectos; de modoque entráis en esta triste casa, como los pájaros

Page 18: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

en este patio, respirando el aire, jugueteandocon las flores y picoteando los granos sin tenerque hacer el menor servicio, ni sufrir el menoraburrimiento. ¡Y sois vos quien me habla dedeberes! En verdad, bella perezosa, ¿cuáles sonvuestros deberes sino escribir a ese hermosoRaúl? Y como no le escribís, resulta; según creo,que también vos abandonáis un poco vuestrasobligaciones.

Luisa asumió grave aspecto, apoyó la barbaen una mano, y, con aire ingenuo:

¡Echadme en cara mi bienestar! ––exclamó––.Vos tenéis un porvenir; sois de la Corte, y si elrey se casa llamará a su lado a Monsieur. ¡Ve-réis espléndidas fiestas, y también al rey, que,según dicen, es tan hermoso!

––Y, además, veré a Raúl, que está al lado delpríncipe ––repuso con malignidad Mantalais;

–– ¡Pobre Raúl! ––dijo Luisa suspirando.

Page 19: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Éste es el momento de escribirle, queridamía: vamos, volvamos a comenzar ese famosoCaballero Raúl que estaba al principio del papeldesgarrado.

Entonces le entregó la pluma, y, con una deli-ciosa sonrisa, dio valor a su mano, que trazóvivamente las palabras indicadas.

–– ¿Y ahora? ––dijo Luisa.

––Ahora, escribid lo que pensáis ––respondióMontalais.

–– ¿Estáis cierta de que yo pienso algo?

––En alguno pensáis.

–– ¿Eso creéis, Montalais?

––Luisa, Luisa, vuestros ojos azules son pro-fundos como el mar que vi en Boulogne el añopasado. No, me engaño, el mar es pérfido;vuestros ojos son profundos como el azul quevemos allá arriba, sobre nuestras cabezas.

Page 20: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Pues bien, una vez que tan claro leéis en misojos, decidme lo que pienso.

––En primer lugar, no pensáis en el caballeroRaúl, sino en mi querido Raúl.

–– ¡Oh!

––No os ruboricéis por tan poca cosa. Mi que-rido Raúl, decimos, me rogáis que os escriba aParís; donde os retiene el servicio del príncipe.Como es preciso que os aburráis ahí para bus-car distracciones con el recuerdo de una pro-vinciana...

Luisa se levantó de repente.

––No, Montalais ––replicó sonriéndose––, no;no pienso ni una palabra de todo eso. Mirad,esto es lo que pienso.

Tomó atrevidamente la pluma, y trazó conpulso firme las palabras siguientes:

“Habría sido muy desgraciada, si vuestrasobstinadas instancias para lograr de mi un re-

Page 21: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cuerdo, hubiesen sido menos vivas. Todo mehabla aquí de nuestros primeros años, tan dulcecomo rápidamente transcurridos, que nuncareemplazarán otros su encanto en mi corazón.”

Montalais, que minaba correr la pluma y queleía, mientras que su amiga iba escribiendo, lainterrumpió palmoteando:

–– ¡Sea enhorabuena! ––dijo––. Aquí sí quehay sinceridad, corazón, estilo; demostrad aesos parisienses, querida mía, que Blois es laciudad donde mejor se habla:

––Sabe que Blois ha sido para mí el cielo.

––Eso es lo que yo quería decir, y que habláiscomo un ángel.

––Termino, Montalais.

Y la joven continuó en efecto:

«Decís que pensáis en mí caballero Raúl; osdoy las gracias; mas esto no puede sorpren-

Page 22: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

derme, pues sé muy bien cuántas veces han la-tido juntos nuestros corazones.”

–– ¡Oh! –– exclamó Mantalais ––. Tened cui-dado, corderita mía, mirad que hay lobos allá.

Iba a contestar Luisa cuando resonó el galopede un caballo bajo el pórtico del castillo.

–– ¿Qué sucede? dijo Montalais acercándose ala ventana––. ¡Un hermoso caballero, a fe!

–– ¡Oh Raúl! ––murmuró Luisa, que habíahecho el mismo movimiento que su amiga, yque, poniéndose pálida, cayó palpitante cercade la carta sin terminar.

–– ¡Éste sí que es un amante listo! –– exclamóMontalais ––. Y que llega a tiempo.

––Retiraos, os lo ruego ––murmuró Luisa.

–– ¡Bah! ¡Si no me conoce! Permitidme saberlo que le trae aquí.

Page 23: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

II

EL MENSAJERO

Tenía razón la señorita de Montalais: el caba-llero merecía llamar la atención.

Joven, de unos veinticuatro años y de hermo-sa estatura, llevaba con delgada, gracia el trajemilitar de la época. Sus largas botas encerrabanun pie que no hubiera desdeñado la señorita deMontalais, si se hubiese transformado en hom-bre. Con una de sus manos, delicadas y nervio-sas, detuvo su caballo en medio del patio, y conla otra alzó el sombrero de largas plumas quesombreaban su fisonomía, grave y sincera a lavez.

Al ruido del caballo despertaron los guardiasy pusiéronse en pie. El joven dejó que uno deellos se aproximara hasta el arzón de la silla, einclinándose hacia él dijo con voz clara, que fue

Page 24: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

oída perfectamente desde la ventana en que serecataban ambas jóvenes:

––Un mensaje para Su Alteza Real.

–– ¡Ah! ¡Ah! –– exclamó el guardia ––. ¡Oficial,un mensajero! Pero este excelente soldado sabíamuy bien que no parecería ningún oficial, por-que el único que podía aparecer permanecía enlo último del castillo, en una habitación peque-ña que daba a los jardines. Así es que se apresu-ró a añadir:

––Caballero, el oficial está de ronda; pero ensu ausencia debe avisarse al señor de Saint-Remy, mayordomo del Palacio.

–– ¡El señor de Saint-Remy! ––repitió el caba-llero ruborizándose.

–– ¿Le conocéis?

–– ¡Oh! Sí… Os ruego le aviséis al punto, paraque mi visita sea anunciada lo más pronto po-sible a Su Alteza.

Page 25: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Parece que el asunto es urgente ––dijo elguardia como si hablase consigo mismo, peroen realidad con la esperanza de obtener unacontestación.

El mensajero hizo un signo afirmativo de ca-beza.

––Entonces ––añadió el guardia––, yo mismovoy a buscar al mayordomo de Palacio.

El joven, entretanto, echó pie a tierra, y mien-tras los otros soldados advertían todos los mo-vimientos del caballo del mensajero, el guardia:volvió atrás diciendo:

––Dispensad, caballero, mas decidme vuestronombre, si gustáis:

––Vizconde de Bragelonne, de parte de Su Al-teza el señor príncipe de Condé.

El soldado hizo un reverente saludo, y, comosi el nombre del vencedor de Rocroy y de Lens

Page 26: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

le hubiese dado alas, subió ligero la calera parapenetrar en las antecámaras.

No había tenido tiempo siquiera el señor deBragelanne de atar su caballo a los barrotes dehierro de la escalinata, cuando llegó desalen-tado el señor de Saint-Remy, sosteniendo suabultado vientre con una de sus manos, mien-tras que con la otra hendía el aire, como un pes-cador las olas con su remo.

¡Ah, señor vizconde; vos en Blois! ––murmuró––. ¡Esto es una maravilla! ¡Buenosdías, caballero Raúl, buenos días!

––Mil respetos, señor de Saint-Remy.

––La señora de La Vallière, quiero decir quela señora de Saint-Remy va a tener un gran pla-cer en veros. Pero venid, Su Alteza Real estáalmorzando. ¿Hemos de interrumpirle? ¿Esgrave el asunto?

Page 27: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí y no, señor de Saint-Remy. Con todo, unmomento de tardanza podría producir algunadesazón a Su Alteza Real.

––Si es así, quebrantemos la consigna, señorvizconde. Venid; Monsieur está hay de unhumor delicioso. Además, nos daréis noticias,¿no es cierto?

––Grandes, señor de Saint-Remy.

–– ¿Y buenas; presumo?

–– ¡Óptimas!

––Pues entonces, venid pronto, muy pronto ––exclamó el buen hombre que se arreglaba ca-minando.

Raúl siguióle, sombrero en mano; algo asus-tado del ruido solemne que hacían las espuelassobre el tillado de las inmensas salas:

En el momento de desaparecer en el interiordel palacio, volvió a oírse en la ventana delpatio un cuchicheo animado que demostraba la

Page 28: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

emoción de las jóvenes; pronto debieron tomaralguna resolución, porque una de las dos cabe-zas desapareció: la del pelo negro; la otra per-maneció detrás del balcón oculta entre las floresy mirando con atención, por los recortes de lasramas la escalinata por la que el señor de Brage-lonne hizo su entrada en el palacio.

Mientras tanto proseguía su camino el objetode tanta curiosidad, siguiendo las huellas delmayordomo de Palacio. El rumor de pasos ace-lerados, el olor de vinos y viandas, y el ruido decristales y de vajilla le dieron a entender quellegaba al fin de su carrera.

Pajes, criados y ofíciales, reunidos en la salaque precedía al comedor, acogieron al reciénllegado con la proverbial cortesía de este país;algunos conocían a Raúl, y casi todos sabíanque llegaba de París. Podría decirse que su en-trada suspendió por un instante el servicio.

El hecho es, que un paje que echaba de bebera Su Alteza, al oír las espuelas en la cámara

Page 29: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

vecina, se volvió como un niño, sin notar quecontinuaba vertiendo, no en el vaso del prínci-pe, sino en los manteles.

Madame, que no estaba preocupada como suglorioso marido, notó la distracción del paje.

–– ¡Muy bien! ––dijo ella.

–– ¡Muy bien! ––repitió Monsieur.

El señor de Saint-Remy, que asomaba la cabe-za por la puerta, aprovechó el momento.

–– ¿Por qué molestarme? ––dijo Gastón acer-cándose el enorme trozo de uno de los másenormes salmones que hayan remontado el Loi-ra para dejarse pescar entre Paimboeuf y Saint-Nazaire.

––Es que viene un mensajero de París. ¡Oh!Pero después del almuerzo de monseñor tene-mos tiempo

Page 30: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿De París?... ––exclamo el príncipe dejandocaer su tenedor––, ¿Y de parte de quién vieneese mensajero?

––De parte del príncipe; ––apresuróse a decirel mayordomo.

Sabemos ya que así era como se llamaba alpríncipe de Condé.

–– ¿Un mensajero del príncipe? ––dijo Gastóncon inquietud que no se ocultó a ninguno de lospresentes, y que en consecuencia redobló lageneral curiosidad.

Monsieur se creyó quizá trasladado a lostiempos de aquellas bienaventuradas conspira-ciones, en las cuales producía inquietud el rui-do de las puertas, en que toda epístola podíacontener un secreto de Estado, y todo mensajeservir a una intriga sombría y complicada: Talvez también el gran nombre del príncipe sedesplegaba bajo las bóvedas de Blois con lasproporciones de un fantasma.

Page 31: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Monseñor echó atrás su asiento.

–– ¿Digo al mensajero que espere? preguntó,el señor de Saint-Remy.

Una mirada de Madame animó a Gastón, quereplico:

––No, al contrario, hacedle entrar al instante.A propósito, ¿quién es él?

––Un caballero de este país; el señor vizcondede Bragelonne.

–– ¡Ah! ¡Muy, bien! Que entre, Saint-Remy.

Y cuando hubo dicho estas palabras, con suacostumbrada gravedad, Monsieur miró de talmanera a la gente de su servicio, que todos,servidores, oficiales y escuderos, dejaron la ser-villeta y el cuchillo, e hicieron hacia la segundacámara una retirada tan rápida como des-ordenada.

Page 32: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Este pequeño ejército abrióse en dos filascuándo Raúl de Bragelonne, precedido del se-ñor de Saint-Remy, entró en el comedor.

El breve momento de soledad que había pro-porcionado esta retirada, permitió a Monsieurtomar un aspecto diplomático. No se movió desu postura, y esperó a que el mayordomo colo-cara al mensajero frente a él. Raúl se detuvo a lamitad de la mesa, de modo que se encontraseentre Monsieur y Madame. Desde éste sitiohizo un saludo muy reverente para Monsieur;otro muy elegante para Madame, y esperó a queMonsieur le dirigiese la palabra.

El príncipe, por su parte, esperaba a que laspuertas estuviesen bien cerradas; no queríavolver la cabeza para asegurarse de ello, lo cualno hubiera sido oportuno; pero escuchaba contoda su alma el ruido de la cerradura, que leprometía, por lo menos, una apariencia de se-creto.

Page 33: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Cuando estuvo cerrada la puerta, Monsieurlevantó los ojos, miró al vizconde de Bragelon-ne y le dijo:

––Según parece llegáis de París, caballero.

––En este instante, monseñor.

–– ¿Cómo se encuentra el rey?,

––Su Majestad goza de perfecta salud.

–– ¿Y mi cuñada?

––Su Majestad, la reina madre, sigue pade-ciendo del pecho. No obstante, hace un mes queestá mejor.

–– ¿Me han dicha que venís de parte del prín-cipe? Seguramente, se engañan.

––No, monseñor. El señor príncipe me ha en-cargado que ponga en manos de Vuestra Alte-za, esta carta, y espere la contestación.

Raúl se había conmovido algo con esta acogi-da fría y meticulosa; su voz había descendido

Page 34: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

insensiblemente hasta el diapasón de la delpríncipe, de modo que ambos hablaban casi envoz baja. El príncipe olvidó que él era la causade este misterio y tuvo miedo.

Recibió con ojos extraviados la epístola delpríncipe de Condé, rompió el sobre como sihubiera abierto un paquete sospechoso, y paraque nadie pudiese notar el efecto de su rostro sevolvió de espaldas.

Madame siguió con una ansiedad casi igual ala del príncipe todos los movimientos de suaugusto esposo.

Raúl, impasible y algo desembarazado por lapreocupación de sus huéspedes, miró desde supuesto por la ventana, abierta ante él, el jardín ylas estatuas que lo adornaban.

–– ¡Ah! ––exclamó de pronto Monsieur conuna sonrisa radiante––. He aquí una sorpresaagradable y una deliciosa carta del príncipe deCondé. Tomad, señora.

Page 35: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

La mesa era bastante ancha para, que el brazodel príncipe pudiese alcanzar la mano de laprincesa: Raúl se apresuró a ser su interme-diario, y lo hizo con tanta gracia que admiró ala princesa, valiendo un cumplimiento adula-dor al vizconde.

––Sin duda sabréis el contenido de esta cartapreguntó Gastón a Raúl.

––Sí, monseñor; el príncipe me dio primeroverbalmente el mensaje, mas después reflexio-nó S. A. y tomó la pluma.

––Es una hermosa letra ––repuso Madame––,pero yo no puedo leer.

–– ¿Queréis leer a Madame, señor de Brage-lonne? ––dijo el duque.

––Sí, leed, os lo suplico, caballero.

Raúl comenzó la lectura, a la cual prestóMonsieur toda atención.

La carta estaba escrita en estos términos:

Page 36: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

“Monseñor: El rey marcha hacia la frontera,y ya sabéis que está para celebrarse el matri-monio de S. M. El rey me ha hecho el honor denombrarme su mariscal aposentador para esteviaje, y como yo sé cuan intensa será la alegríaque tendrá. S. M. en pasar un día en Blois, meatrevo a pedir a V.A.R., permiso para señalarcon mi lápiz el castillo que habita. Pero si loimprevisto de esta demanda pudiera causaralguna molesta a V.A.R., os suplico me lo digáispor el mensajero que os envío, que es un gen-tilhombre de mi casa, el señor vizconde de Bra-gelonne. Mi itinerario está pendiente de la deci-sión de V.A.R., y en vez de seguir por Blois in-dicaré a Vendâme o Remoratin. Me atrevo aesperar que V. A. R. acogerá mi petición comouna prueba de mi consideración sin límites y demi deseo de serle grato.”

––Nada tan honroso para nosotros ––contestóMadame, que había consultado más de una vezdurante la lectura las miradas de su esposo.––¡El rey aquí! ––exclamó quizá algo más alto de

Page 37: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

lo necesario para que el secreto permanecieseguardado.

––Caballero ––dijo a su vez Su Alteza, to-mando la palabra––, daréis las gracias al prín-cipe de Condé, y le manifestaréis todo mi reco-nocimiento por el placer que me proporciona.

Raúl se inclinó.

–– ¿Qué día llega Su Majestad? ––prosiguió elpríncipe.

––Según todas las probabilidades, esta noche.

––Pues entonces, ¿cómo se sabría mi respues-ta, en caso de ser negativa?

––Yo tenía el encargo de volver apresurada-mente a Beaugency para dar la contraorden alcorreo, quien volviendo también atrás la daríaal príncipe.

–– ¿Conque Su Majestad está en Orleáns?

––Más cerca, monseñor; Su Majestad debehaber llegado a Meung en este momento.

Page 38: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Le acompaña la Corte?

––Si, monseñor.

––A propósito: me olvidaba pediros noticiasdel señor cardenal. ––Su Eminencia parecegozar de buena salud.

––Sin duda, le acompañarán sus sobrinas.

––No, Monsieur; Su Eminencia ha mandado alas señoritas Mancini marchar a Bourges; segui-rán por la orilla izquierda del Loira, mientras laCorte viene por la derecha.

–– ¡Cómo! ¿La señorita María Manciniabandona de ese modo la Corte? ––preguntóMonsieur, cuya reserva empezaba a debilitarse.

––Sin duda ––contestó discretamente Raúl.

Una sonrisa fugitiva, vestigio imperceptiblede su antiguo talento de ruidosas intrigas,ilumino las mejillas del príncipe.

––Gracias; señor de Bragelonne ––dijo enton-ces Monsieur––; quizá no queráis dar al prínci-

Page 39: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

pe la comisión, que desearía encargaros, y esque su mensajero me ha sido muy agradable;pero yo mismo se lo diré.

Raúl inclínóse para par las gracias a Monsieurpor el honor que le hacia.

Monsieur hizo una seña a Madame, que dioun golpe en el timbre que había a su derecha.

Al instante entró el señor de Saint-Remy, y lacámara se llenó de gente.

Señores ––dijo el príncipe––, Su Majestad mehace el honor de venir a pasar un día en Blois;cuento con que eI rey, mi sobrino, no tendráque arrepentirse del honor que me hace.

–– ¡Viva el rey! ––exclamaran con entusiasmofrenético todos los oficiales de servício, y el se-ñor de Saint-Remy antes que nadie.

Gastón bajó la cabeza tristemente; toda su vi-da había teenido que oir, o más bien, que sufrìrese grito de ¡viva el rey! que pasaba por encima

Page 40: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de él. Ya hacía algún tiempo que no lo escucha-ba, habían descansado sus oídos, y ahora unamonarquía más joven, más viva y más brillante,surgía delante de él como una nueva y dolorosaprovocación.

Madame conoció los sufrimientos de aquelcorazón tímido y sombrío, y se levantó de lamesa; Monsieur la imitó maquinalmente; y to-dos los servidores, con rumor de colmena, ro-dearan a Raúl para hacerle preguntas.

Madame observó este movimiento y llamó alseñor de Saint-Remy.

––Esta no es hora de charlas, sino de trabajar––dijo con acento de ama ––de gobierno que seenoja.

El señor de Saint-Remy se apresuró a romperel círculo formado por los oficiales que rodea-ban a Raúl, de suerte que éste pudo salir a laantecámara.

Page 41: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Que se cuide a ese caballero ––repuso Ma-dame dirigiéndose –– al señor, de Saint-Remy.

El buen hombre corrió al instante detrás deRaúl.

––Madame nos ruega que refresquéis aquí ––dijo––; además, hay para vos otro alojamientoen el castillo.

––Gracias, señor de Saint-Remy ––contestóBragelonne––; ya sabéis cuánto tardo en ir aofrecer mis deberes al señor conde, mi padre.

––Es verdad, caballero Raúl; os suplico que, ala vez, le presentéis mis respetos.

Raúl se despidió del caballero y continuó sucamino

Al pasar por el porche llevando de la brida sucaballo, una vocecita llamóle desde el fondo deuna avenido obscura.

–– ¡Caballero Raúl! ––dijo la voz.

Page 42: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El joven volvióse, sorprendido, y vio una mu-chacha morena que apoyando un dedo en suslabios le tendía la mamo.

Esta joven le era desconocida.

III

LA ENTREVISTA

Raúl se adelantó hacia la joven que lo llama-ba, y le dijo:

–– ¿Y el caballo, señora?

–– ¡Y eso os apura! Salid; en el primer patiohay un cobertizo; atad en él vuestro caballo yvenid al y instante.

––Obedezco; señora.

Raúl no tardó en hacer lo que le habían man-dado, y al volver vio en la obscuridad a su mis-

Page 43: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

teriosa conductora, que le aguardaba en losprimeros peldaños de una escalera de caracol.

–– ¿Sois bastante valiente para seguirme, se-ñor caballero errante? ––preguntó la jovenriéndose de la duda que había manifestado Ra-úl. Éste respondió siguiendo la obscura escale-ra. Así subieron tres pisos, él detrás de ella, ytocando con sus manos una ropa de seda querozaba por las paredes de la escalera. Cada vezque Raúl daba un taba un chito severo y le ten-día una mano suave y perfumada.

––Se subiría así hasta la torre del castillo, sincurarse del cansancio en falso, su conductora legricio ––dijo Raúl.

––Lo cual significa, caballero, que estáis muyfatigado y muy inquieto; pero tranquilizaos, yahemos llegado.

La joven empujó una puerta, y al instante, sintransición alguna, llenóse de un torrente de luzla escalera.

Page 44: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

La joven; marchaba, él la seguía; ella entró enuna cámara, Raúl también.

Al momento oyó dar un grito se volvió a dospasos, con las manos juntas y los ojos cerrados;a aquella hermosa joven rubia, de ojos azules yde blancos hombros, que al conocerle le habíallamado Raúl.

La vio y advirtió tanto amor y tanta felicidaden la expresión de sus ojos, que se dejó caer enmedio de la sala murmurando el nombre deLuisa.

–– ¡Ah! ¡Montalais! ¡Montalais! ––exclamó és-ta suspirando––. Es un gran pecado engañar deeste modo.

–– ¡Yo! ¿Yo os he engañado?

––Sí, me dijisteis que íbais a adquirir noticias,y hacéis subir aquí al caballero.

––Eso era preciso. De otro modo, ¿cómo habíade recibir la carta que le escribíais?

Page 45: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y señaló con el dedo la carta que aún estabasobre la mesa. Raúl se adelantó para cogerla;pero Luisa, más rápida, aunque con una vacila-ción física muy notable, alargó la mano paradetenerle. Raúl encontró aquella mano tibiatemblorosa, la estrechó entre las suyas y laaproximó respetuosamente a sus labios, quedepositó en ella más bien un soplo que un beso.

Entretanto la señorita de Montalais había to-mado la carta; y después de haberla dobladocon cuidado en tres dobleces como hacen lasmujeres; la deslizó en su pecho.

––No tengáis miedo Luisa ––dijo––; este caba-llero no vendrá a cogerla de aquí, pues el difun-to monarca Luis XIII no cogía las billetes en elcorsé de la señorita de Hautefort.

Raúl se ruborizó al ver la sonrisa de las dosjóvenes, y no notó que la mano de Luisa per-manecía aún entre las suyas.

Page 46: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Bueno! –– dijo Montalais ––. Ya mehabéis perdonado, Luisa, por haberos traídoal señor, y vos caballero, me debéis amar porhaberme seguido, para ver a esta señorita.Ahora, pues, que la paz está hecha, charlare-mos como antiguas amigos. Presentadme,Luisa, al señor de Bragelonne:

––Señor vizconde––dijó Luisa con su graciosasonrisa––, tengo el honor de presentaros a laseñorita Aura de Montalais, dama de honor deSu Alteza Real Madame, y además mi mejoramiga.

Raúl saludó ceremoniosamente.

–– ¿Y a mí, Luisa ––preguntó éste––, no mepresentáis también a esta señorita?

–– ¡Oh! ¡Ella os conoce! ¡Lo conoce todo!

Estas palabras hicieron reír a Montalais ysuspirar de dicha a Raúl, que las había interpre-tado de este modo: ella conoce todo nuestroamor.

Page 47: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Ya están hechos los cumplimientos, señorvizconde ––dijo Montalais––, sentaos aquí ydecidnos muy pronto la noticia que nos traéiscorriendo de ese modo.

––Eso ya no es un secreto, señorita; el rey, al ira Poitiers, se detiene en Blois a fin de ver a SuAlteza Real.

–– ¡El rey aquí! ––exclamó Montalais palmo-teando––. ¡Vamos a ver a la Corte! ¿Concebíseso, Luisa? ¡La verdadera corte de París! ¡OhDios santo! Pero, ¿cuándo será eso, caballero?

––Tal vez hoy, señorita; pero de seguro ma-ñana.

Montalais hizo un ademán de despecho.

–– ¡No hay tiempo para prevenirse, ni paraprepararse un traje! ¡Vamos a parecernos a losretratos del tiempo de Enrique IV ¡Ah; señor,qué mala nueva habéis traído!

––Señoritas, siempre estáis hermosas:

Page 48: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, siempre estaremos hermosas, porque lanaturaleza nos ha criado pasaderas; mas esta-remos en ridículo, porque la moda nos habráolvidado. ¡Ah, ridículas! ¿A mí me han de verridícula?

–– ¿Quiénes? ––dijo cándidamente Luisa.

–– ¿Quiénes? ¡Qué singular sois, querida!...¿Es una pregunta la que me hacéis? Han de ver,quiere decir todo el mundo, quiere decir loscortesanos, los señores, el rey.

––Perdonad, mi buena amiga, pero como todoel mundo está acostumbrado aquí a vernos ta-les como somos...

––No lo niego, mas esto va a cambiar, y noso-tras estaremos en ridículo, aun para Blois; por-que junto a nosotras van a verse las modas deParís, y al instante se echará de ver que estamosa la moda de Blois... ¡Esto desespera!

––Tranquilizaos, señorita.

Page 49: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––¡Ah! ¡Basta.! Corriente, tanto peor para losque no me encuentren a su gusto ––dijo filosófi-camente Montalais.

––Esos serán muy descontentadizos ––respondió Raúl, fiel a su sistema de galantería.

––Gracias, señor vizconde. ¿Decíamos que elrey viene a Blois?

––Con toda la Corte.

–– ¿Y vendrán las señoritas Mancini?

––No, ciertamente.

––Como dicen que el rey no puede estar sin laseñorita María…

––Pues será menester que se conforme. Así loquiere el señor cardenal, y ha desterrado a sussobrinas a Bourges.

–– ¡Hipócrita!

–– ¡Silencio! ––murmuró Luisa poniendo undedo sobre sus rosados labios.

Page 50: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Bah! Nadie puede oírme. Digo que el viejoMazarino es un hipócrita, que trata de hacer asu sobrina reina de Francia.

––No, señorita, por el contrario; el señor car-denal hace casar a su Majestad con la infantaMaría Teresa.

Montalais miró de frente a Raúl, y le dijo:

–– ¿Y lo creéis vosotros, los parisienses? So-mos más poderosos que vosotros en Blois.

––Señorita, si el rey sale de Poitiers y partepara España, y si se firman los artículos del con-trato de matrimonio entre don Luis de Haro ySu Eminencia, bien comprenderéis que éstos noson, ya juegos de niño.

–– ¡Ya! Pero creo que el rey es el rey.

––Sin duda, señorita, pero el cardenal es elcardenal.

–– ¿No es un hombre el rey? ¿No ama a MaríaMancini?

Page 51: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––La idolatra.

––Pues bien, se casará con ella; tendremosguerra con España; Mazarino, gastará algunosmillones que tiene guardados; nuestros caballe-ros harán heroicidades peleando contra los fie-ros castellanos; muchos volverán coronados delaureles, y nosotras los coronaremos de mirto.Así concibo yo la política.

––Sois una loca, Montalais ––repuso ––Luisa––, y cada exageración os atrae como la luz a lasmariposas.

––Luisa, sois de tal manera razonable, que noamaréis nunca.

–– ¡Oh! –– dijo Luisa ––. ¡Comprended, Mon-talais! La reina madre desea casar a su hijo conla infanta: ¿queréis que el rey desobedezca a sumadre? ¿Es digno de un corazón real, como elsuyo, dar malos ejemplos? Cuando los padresprohíben el amor, hay que renunciar a él.

Page 52: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y Luisa respiró; Raúl bajó los ojos; Montalaisse echó a reír.

––Yo no tengo padres ––dijo de pronto.

––Sin duda, tendréis noticias de la salud delseñor conde de la Fére ––dijo Luisa después deese suspiro, que tantos dolores había mani-festado en su elocuente expansión.

––No señorita ––contestó Raúl––, aún no hehecho visita a mi padre, pues iba a su casacuando la señorita de Montalais tuvo a bien de-tenerme; espero que el señor conde esté bueno;no habréis oído decir nada en contrario, ¿escierto?

––Nada, caballero, nada, ¡gracias a Dios!

Reinó aquí un silencio, durante el cual dosalmas preocupadas por la misma idea se com-prendieron perfectamente, aun si la asistenciade una sola, mirada.

Page 53: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ay! ¡Dios, mío! Alguien sube… ––exclamóde pronto Montalais.

–– ¿Quién será? ––dijo Luisa levantándosemuy sobresaltada.

––Señoritas, yo estorbo mucho, y sin duda hesido muy imprudente ––observó Raúl.

––Es un andar pesado ––dijo Luisa:

–– ¡Ay! Si es sólo el señor Malicorne ––replicóMontalais––, no nos movamos.

Luisa y Raúl miráronse para preguntarsequién era ese señor Malicorne.

––No os sobresaltéis ––prosiguió Montalais––,no es celoso.

––Pero, señorita ––murmuró Raúl.

––Comprendo... Pues bien, es tan discretocomo yo.

Page 54: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Dios santo! ––exclamó Luisa, que habíapuesto el oído en la puerta entreabierta––. ¡Sonlos pasos de mi madre!

–– ¡La señora de Saint-Remy! ¿Dónde meocultó? ––dijo Raúl, asiéndose al vestido deMontalais, que parecía haber perdido la cabeza.

––Sí ––dijo ésta––, sí, oigo, crujir los chapines.¡Es vuestra excelente madre!.. Señor vizconde,es bien lamentable que la ventana de sobre unempedrado y esté a cincuenta pies de altura.

Raúl miró abajo con ojos extraviados, y Luisale cogió de un brazo y le detuvo.

–– ¡Ah! ¡Soy una loca! ––dijo Montalais––.¿No está aquí el armario de trajes de ceremo-nia? Verdaderamente, parece hecho para esto.

Ya era tiempo; la señora de Saint-Remy subíamás aprisa que de costumbre, y llegó en el mo-mento mismo en que Montalais, como en lasescenas de sorpresa, cerraba el armario apo-yando su cuerpo en la puerta.

Page 55: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ay! ––exclamó la señora de Saint-Remy––.¿Vos aquí, Luisa?

––Sí, señora ––respondió ésta, más pálida quesi hubiese sido convicta de un crimen.

–– ¡Bueno! ¡Bueno!

––Sentaos, señora ––dijo Montalais ofreciendoel sillón a la de Saint-Remy, y .colocándole desuerte que diese la espalda al armario.

––Gracias, señorita Aura, gracias venid pron-to hija mía, vamos.

–– ¿Dónde 'deseáis que vaya, señora?

–– ¿Dónde? A la habitación, es preciso prepa-rar vuestro tocado.

–– ¿Cómo? ––dijo Montalais simulando sor-presa; pues temía que Luisa cometiese algunaindiscreción.

–– ¿Conque no sabéis las noticias? ––preguntóla señora de Saint-Remy.

Page 56: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Qué noticias, señora? ¿Queréis que dosjóvenes sepan algo desde este palomar?

–– ¡Qué!... ¿No habéis visto a nadie?...

–– ¡Señora, habláis de un modo misterioso ynos hacéis quemar a fuego lento! ––exclamoMontalais; que espantada de ver a Luisa cadavez más pálida, no sabía a qué santo encomen-darse.

Pero acentuó en su compañera una miradaelocuente, una de esas miradas que darían inte-ligencia a un muro. Luisa señalaba a su amigael sombrero de Raúl que permanecía sobre lamesa.

Adelantóse Monlalais, y cogiéndole con lamano izquierda, lo pasó detrás de sí a la dere-cha y lo ocultó sin dejar de hablar.

––Pues bien ––dijo la señora de Saint-Remy––,acaba de llegar un correo que nos anuncia lapróxima llegada del rey. Conque, señoritas, setrata de estar hermosas.

Page 57: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Pronto! ¡Pronto! –– exclamó Montalais ––,seguid a vuestra señora madre, Luisa, y dejad-me arreglar mi traje de ceremonia.

Luisa levantóse, su madre la tomó de la manoy la condujo hacia la escalera.

––Venid ––dijo.

Y añadió en voz baja:

––Cuando yo os mando que no subáis al cuar-to de Montalais, ¿por qué no obedecéis?

––Señora, es mi amiga. Además, acababa devenir.

–– ¡No ha hecho ocultar a nadie delante devos?

–– ¡Señora!

––Os digo que he visto un sombrero de hom-bre; el de ese perillán.

–– ¡Señora! ––exclamó Luisa.

Page 58: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡De ese haragán de Malicorne! Una donce-lla frecuentar de ese modo... ¡ah!

Y sus voces perdiéronse en las profundidadesde la escalera.

Montalais no había perdido ni palabra de estediálogo, que el eco le enviaba como un embudo.Encogíase de hombros, y viendo a Raúl fuerade su escondite, que también había escuchado.

–– ¡Pobre Mantalais! ––dijo ¡Víctima de laamistad!... ¡Pobre Malicorne! ¡Víctima del amor!Detúvose mirando el aspecto tragicómico deRaúl, que estaba. asombrado de haber sorpren-dido en un día tantos secretos:

–– ¡Oh! Señorita ––dijo–– ¿cómo podré pa-gar tantas bondades?

––Algún día ajustaremos cuentas ––repuso––; por el momento; salid pronto, señorde Bragelonne, porque la señora de Saint Re-my no es muy indulgente y alguna indiscre-

Page 59: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ción por su parte podría traer aquí una visitadomiciliaria enojosa para todos. ¡Adiós!

––Pero Luisa... ¿Cómo saber...?

–– ¡Andad! ¡Andad!..

El rey Luis XI supo muy bien lo que hacíacuando inventó el correo.

–– ¡Ah! ––exclamó Raúl.

–– ¿Y no estoy yo aquí que valgo por todos,los correos del reino? ¡Pronto! ¡A caballo, y quesi la señora de Saint––Rèmy sube a echarme unsermón de maraí, que ya no os encuentre aquí!

––Todo se lo dirá a mi padre; ¿no es verdad? –– murmuró Raúl ––.¡los reñirá!

–– ¡Ah, vizconde! Ya se ve que venís de laCorte; sois miedoso como el rey: ¡Vaya!

–– ¡Aquí, en Bleis, nos pasamos muy bien sinel consentimiento de papá. Preguntádselo aMalicorne.

Page 60: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y al pronunciar estas palabras, la joven puso aRaúl en la puerta empujándole por los hom-bros; éste se deslizó a lo largo del porche, mon-tó a caballo, y partió a todo escape como si lle-vara detrás á los ocho guardias de Monsieur.

IV

PADRE E HIJO

Raúl continuó, sin detenerse, el camino deBlois a la casa en que vivía el Conde de la Fère.

El lector nos dispensará una retratada des-cripción. Ya en otros tiempos hemos penetradoallí juntos y la conoce.

Sólo que, desde la última vez que la cogimos,los muros se han obscurecido algo por razón dela intemperie; los árboles han crecido, y algunosque antes extendían apunas sus flexibles ramaspor entre las desigualdades del suelo, acopadosahora y espesos, extienden su ramaje arenado

Page 61: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de vegetación; ofreciendo al viajero flores yfrutos:

Raúl distinguió desde lejos el caballete del te-jado; las dos torrecillas desde las que se divisa-ba su casa solariega, y vio también entre losolmos su palomar, a los pichones que revolo-teaban alrededor del cono de ladrillos, como losrecuerdos alrededor de un alma tranquila.

Cuándo se acercó más, oyó él ruido de las ga-rruchas que reclusaban bajo el peso de los ma-cizos cubos; y le pareció también, oír el melan-cólico gemido del agua que vuelve a caer en elpozo, ruido triste, monótono, solemne; que hie-re el oído del niño y del poeta, soñadores; quelos ingleses llaman splash, los poetas árabesgasgachau, y que nosotros los franceses, quebien quisiéramos ser poetas, no podemos tra-ducir más que con una perífrasis: le bruit del'eau tombant ches l'eau.

Page 62: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Hacía más de un año que no iba Raúl a ver asu padre. Todo ese tiempo lo había pasado allado del príncipe de Condé:

Este gran señor, después de las antiguas par-cialidades del tiempo de la Fronda, se habíareconciliado con la Corte de una manera francay solemne: Mientras había durado la divisiónentre el rey y el príncipe, éste; pues se aficionóal de Bragelonne, le había ofrecido cuantas ven-tajas pueden seducir a un joven en el principiode su carrera porque siguiese su partida.

El conde de la Fère, siempre fiel a sus princi-pios de realismo, explicados un día bajo lasbóvedas de San Dionisio, hablase negandosiempre en nombre de su hijo a todos los ofre-cimientos. Hizo más en lugar de seguir al Con-dé en su rebelión, siguió al de Turena, com-batiendo incesantemente por el rey igualmentecuando Turena parece construido del agua ca-yendo en el agua.

Page 63: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Pareció abandonar la causa real, le abandonótambién para ponerse de parte del de Condé,como antes lo hiciera del de Turena. Resultó deesta línea de conducta, que Raúl, ttan jovencomo era, tenía, inscritas más de diez victoriasen su hoja de servicios, y ninguna derrota deque tuviera ,que sonrojarse ú conciencia.

Así, pues; Raúl, según lo había querido supadre; sirvió constantemente la fortuna de LuisXIV, no obstante todas las oscilaciones en-démicas y casi inevitables en tiempos tan azaro-sos.

El de Condé, vuelto a la gracia real, usó delprivilegio de amnistía, pidiendo entre otrascosas la vuelta de Raúl a su servicio. El condede La Fère, que comprendió el estado de lascosas con su talento perspicaz, se lo mandóinmediatamente.

Un año había transcurrido después, de estaausencia del padre y el hijo; algunas cartashabían dulcificado en parte los rigores de la

Page 64: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ausencia. Ya hemos observado que Raúl, dejabaen Louis otro amor que el filial y afectuoso en-tre padres e hijos.

Mas hemos de hacerle justicia; a no haber sidopor la casualidad y la señorita de Montalais,dos demonios tentadores, Raúl hubiese partidosin detenerse a ver a su padre, así que ejecutó elmensaje; aun cuando llevase en el corazón elamante recuerdo de su querida Luisa.

La primera parte del camino iba preocupadocon el recuerdo de la entrevista que acababa detener con su amada; la segunda, con el pensa-miento del amigo amado a quien tardaba enabrazar.

Encontró abierta la puerta del jardín Y se me-tió por ella con su caballo, atropellando las filasy cuadros, y atrayendo sobre sí la ira de un vie-jo, vestido con capotillo de color violeta y gorroviejo de terciopelo en la cabeza.

Page 65: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El buen viejo estaba escardando una calle derosales enanos y margaritas, y no podía tolerarque se destruyese con el casco de un caballo elpiso de sus calles de arena cernida.

Aventuró el principio de un juramento contrael recién llegado; pero volviendo éste la cabeza,la escena cambió en un momento. Apenas lehubo conocido, cuando incorporándose echó acorrer en dirección de la casa, dando gritos, queeran en él el paroxismo de una alegría Inca.

Raúl llegó hasta las cuadras, dio su caballo aun lacayo joven, y subió las escaleras con unaalegría que hubiera regocijado el corazón de supadre:

Atravesó la antecámara, el corredor y el salónsin encontrar a nadie; por último, habiendoalegado, a la puerta del gabinete del conde deFère, llamó impaciente a su padre, y sin escu-char apenas la voz grave de éste, que le contes-tó al punto que entrase, se halló dentro de lahabitación.

Page 66: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El conde permanecía sentado junto a una me-sa cubierta de libros y , papeles: Su continenteera siempre el de un noble y bien portado ca-ballero, pero, el tiempo había dado a su noblezay hermosura un carácter más imponente y dis-tinguido: frente sin arrugas, blanca cabellera,ojos vivos bajo un cerco de cejas perfecto, bigotefino y apenas encanecido, marcando unos la-bios delgados que no parecían haber sentido lacontracción de las pasiones; cuerpo derecho ydelgado, mano descarnada: tal era el caballerocuyas nobles hazañas habían merecido elaplauso de mil personas ilustres, bajo el nombrede Athos. Cuando llegó Raúl ocupábase en co-rregir las páginas de un cuaderno mamegrito,todo él redactado de su puño y lenta.

Raúl se lanzó en brazos de su padre con tantaprecipitación, que el conde no tuvo ni tiempo nifuerza suficientes para dominar la emoción quele embargaba.

Page 67: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Vos aquí, vos aquí, Raúl! –– exclámó––.¿Es posible?

–– ¡Oh padre mío! ¡Cuánto me alegra de vol-veros ver!

–– ¿No me contestáis, vizconde? ¿Habéisobtenido licencia para venir a Blois, o ha ocu-rrido en París alguna desgracia?

––A Dios gracias, señor ––respondió Raúl, se-renándose––, no ha ocurrido nada malo; el reyse casa, como tuve el honor de anunciares en miúltima carta, y marcha a España. Su Majestadpasará por Blois.

–– ¿Para ver a Monsieur?

–– Sí, señor conde. El príncipe me ha manda-do delante para que la venida del rey no le co-giese de improviso, o más bien deseando pa-recerle agradable.

–– ¿Habéis visitado a Monsieur? preguntó vi-vamente el conde. He tenido ese honor:

Page 68: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿En el castillo?

––Sí, padre mío ––contestó Raúl bajando losojos, porque sin duda había sentido en la inter-rogación del conde algún otro sentido que unasimple curiosidad.

––En verdad que tengo el honor de cumpli-mentar por ello.

Raúl inclinóse en señal de agradecimiento.

–– ¿No habéis visto en Blois otra persona? ,

–– Señor, he visto, a Su Alteza Real Madame.

–– Está bien. No es de Madame de quien yohablo.

Raúl ruborizóse como un niño y no contestóuna sola palabra. –– ¿No me entendéis, señorvizconde? ––insistió el conde con indulgenteseveridad.

––Os entiendo perfectamente, señor; y si pre-paro una respuesta, no es que trate de discul-parme con una mentira:

Page 69: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Bien, sé que no acostumbráis a mentir: Poreso me admiro de que tardéis en darme unarespuesta categórica: sí o no:

––No, puedo contestaros sino; comprendién-doos bien; y si os he entendido bien, váis a reci-bir de mal talante mis primeras palabras. Sinduda os desagrada, señor conde, que haya vis-to…

––A la señorita de La Vallière; ¿no es así?

––Bien sé que es de ella de quien queréishablar, señor conde ––dijo Raúl con indecibledulzura.

––Y yo os pregunto si la habéis visto:

––Señor, ignoraba cuando entré en el castilloque se hallaba en él la señorita de La Vallière;pero cuando me volvía, después de concluir miencargo, la casualidad nos ha puesto en presen-cia uno del otro: He tenido el honor de ofrecerlemis respetos.

Page 70: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Y cómo se llama la casualidad que oshaya reunido a la señorita de La Vallière?

––La señorita de Montalais.

–– ¿Quién es esa señorita de Montalais?

––Una joven que no conocía, y a quien nuncahabía visto, la camarista de Madame.

––Señor vizconde, no continuaré mi interro-gatorio, del cual me hago cargo por haber du-rado demasiado. Os tenía recomendado quehuyéseis lo posible a la señorita de La Vallière yque no la vieseis sin mi permiso. ¡Bien sé queme habéis dicho la verdad y que no habéis da-do ni un solo paso para acercaros a ella. La ca-sualidad sola me ha engañado, y yo no tengo dequé reconveniros. Me contentaré, por tanto, conlo que ya os he dicho acerca de esa señorita.Dios es testigo, rige que nada tengo que decirde ella; pero no entra en mis designios que fre-cuentéis su casa. Os ruego otra vez, mi queridoRaúl, que lo tengáis entendido.

Page 71: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

A estas: palabras, se hubiera dicho, que seturbaban los ojos límpidos y puros de Raúl.

––Ahora, amigo mío ––prosiguió el conde consu dulce sonrisa y su voz habitual––, hablemosde otra cosa. ¿Volvéis quizá a vuestra obli-gación?

––No, señor, nada tengo que hacer sino per-manecer hoy a vuestro lado. Felizmente, no meha impuesto el príncipe más deber que éste, quetan de acuerdo está con mi deseo.

–– ¿Está bien el rey?

––Perfectamente.

–– ¿Y el príncipe?

––Como siempre, señor.

El conde se olvidaba de Mazarino, siguiendosu antigua costumbre.

––Bien, Raúl, ya que hoy me pertenecéis,también, por mi, parte os dedicaré todo el día.Abrazadme... otra vez, otra vez estáis en vues-

Page 72: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tra casa, vizconde... ¡Ah! ¡Aquí está nuestrovicio Grirmaud! Venid, Grimaud, el señor viz-conde desea abrazaros también.

El anciano no se lo hizo repetir; y corrió conlos brazos abiertos. Raúl le ahorró la mitad delcamino.

–– ¿Queréis, Raúl, que vayamos ahora al jar-dín? Os enseñaré el nuevo alojamiento que hemandado preparar para vos cuando vengáiscon licencia; y mientras miramos los plantíos deeste invierno y dos caballos de regalo que hecambiado, me daréis noticias de nuestros ami-gos de París.

El conde cerró su manuscrito; tomó el brazodel joven y pasó con él al jardín.

Grimaud miró tristemente salir a Raúl, cuyacabeza casi tocaba al marco de la puerta, y. aca-riciando su blanca barba dejó caer esta pro-funda palabra:

¡Crecido!

Page 73: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

V

CROPOLI, CROPOLE Y UN NOTABLEPINTOR DESCONOCIDO

En tanto que el conde de la Fère visita conRaúl los nuevos edificios que había mandadoconstruir, y los caballos que había cambiado, ellector me permitirá que volvamos de nuevo a laciudad de Blois y que asistamos a la no comúnactividad que la agitaba.

En las hosterías, principalmente, era dondemás se hacían sentir las consecuencias de lanoticia llevada por Raúl.

En efecto, el rey y la Corte en Blois, es decir,cien caballeros, y otros tantos criados, ¿dóndese metería toda esa gente? ¿Dónde se alojaríantodos los caballeros de los contornos, que quizállegarían en dos o tres horas, tan pronto como lanoticia se fuese ensanchando, a la manera de

Page 74: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

esas circunferencias concéntricas qué causa ilacaída de una piedra lanzada en las aguas de unlago tranquilo?

Blois, tan apacible como lo hemos visto por lamañana, como el lago más tranquilo del mun-do, se llena de repente de tumulto y de temor ala noticia de la regia llegada.

Los criados de Palacio, bajo la inspección delos oficiales, iban a la ciudad en busca de provi-siones, y diez correos a caballo galopaban hacialas reservas de Chambord a fin de traer la caza,a las pesquerías del Beuvròn por el pescado, y alos huertos de Cheverny por las Priores y porlas frutas.

Sacabánse del guardamuebles las valiosas ta-picerías y las arañas con sus grandes cadenasdoradas; un ejército de pobres barría los patiosy lavaba los pavimentos de piedra, al paso quesus mujeres destruían los prados del Loira re-cogiendo sus capas de verdura y sus flores.

Page 75: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

La ciudad toda; para no permanecer extraña aeste gran lío, hacía su toilette con gran azacaneode escobas, cepillos y agua.

Los arroyos de la ciudad alta, hinchados conestos incesantes lavatorios, se convertían en ríosen la parte baja de la ciudad, y preciso es decirque hasta el fangoso empedrado se adiamanta-ba a los rayos benéficos del sol.

Por último, se preparaban músicas, las gave-tas se vaciaban, los mercaderes acaparaban cin-tas y lazos de espadas, y las tenderas hacíanprovisión de pan, carne y especias. Hasta unbuen número de vecinos, cuyas casas se halla-ban provistas como para sostener un sitio noteniendo ya de qué ocuparse, se ponían sustrajes de fiesta y se dirigían a la puerta de laciudad para ser dos primeros en anunciar o verel séquito. Sabían muy bien que el monarca nollegaría hasta la noche; y tal vez, hasta el díasiguiente, pero, ¿qué es esperar, sino una espe-

Page 76: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cie de locura? Y la locura, ¿qué es sino excesode esperanza?

En la ciudad baja y a unos cien pasos del cas-tillo de Los Estados, en cierta calle bastantehermosa que se llamaba entonces calle Vieja, yque, en efecto, debía ser muy vieja, alzábase unrespetable edificio de poca elevación y de caba-llete puntiagudo, provisto de tres ventanas quedaban a la calle en el primer piso, de dos en elsegundo, y de una pequeña claraboya en el ter-cero.

Había una tradición, según la cual, esta casafue habitada, en tiempo de Enrique III, por unconsejero de los Estados, que la reina Catalinahabía ido, según unos a visitar, según otros, aestrangular. Después de muerto el consejeropor estrangulación o naturalmente, pues estono hace al caso, la casa fue vendida, luegoabandonada, y por último, aislada de las otrascasas de la calle. Sólo a mediados del reinadode Luis XIII, cierto italiano llamado Crópoli,

Page 77: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

escapado de las cocinas del mariscal de Ancre,había ido a establecerse en esta casa. En ellafundó una pequeña hostería, donde se servíanunos macarrones de tal modo refinados, que lagente iba a comer a ella de muchas leguas a laredonda.

Lo ilustre de esta casa procedía de que la re-ina María de Médicis, prisionera en el castillode los Estados, había mandado a buscarlos unavez.

Y eso aconteció, precisamente, el mismo díaen que escapó por la famosa ventana. El platode macarrones había quedado sobre la mesa,desflorado solamente por la boca real.

Este doble favor, de una estrangulación y deun plato de macarrones, había sugerido al po-bre Crópoli la idea de nombrar a su hosteríacon un título pomposo.

Mas su cualidad de italiano no era una reco-mendación en aquellos tiempos; su poca fortu-

Page 78: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

na, cuidadosamente guardada, no quería po-nerse demasiado en evidencia.

Cuando se vio próximo a morir, lo cual acon-teció en 1643, después de la muerte del ReyLuis XIII, llamó a su hijo, joven marmitón de lasmás bellas esperanzas, y con las lágrimas en losojos le rogó que guardase bien el secreto de losmacarrones, que afrancesase su nombre, que secasase con una francesa, y, en fin, que cuando elhorizonte político se desembarazase de las nu-bes que 1e cubrían, se hiciese fraguar por elherrero vecino una magnífica muestra, en lacual un famoso pintor, que él indicó, dibujaríados retratos de reina, con esta leyenda: LOSMÉDICIS

El bueno de Crópoli, después de tales reco-mendaciones, sólo tuvo fuerza para indicar a sujoven sucesor una chimenea, en cuya campanahabía escondido mil luises de diez francos, yexpiró.

Page 79: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Crópoli hijo, que era hombre de energía, so-portó esta pérdida con resignación y el lucro sininsolencia. Primero comenzó por acostumbraral público a hacer pronunciar tan impercepti-blemente la i final de su nombre, que, ayudán-dole la general complacencia, no se llamó sinoCropole, nombre puramente francés.

En seguida, casóse con una francesita dequien se había enamorado, y a cuyos padresarrancó una dote razonable, mostrándoles loque había en la chimenea.

Terminados estos dos negocios, ocupóse enbuscar al pintor que debía pintar la muestra, alcual encontró bien pronto.

Era éste un viejo italiano, émulo de los Rafaely de los Correggio, pero émulo desdichado.Decía él que era de la escuela veneciana, sinduda porque le gustaban mucho los colorines:Sus obras, de las cuales jamás vendió una; las-timaban la vista a cien pasos y disgustaban tan-

Page 80: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

to a los vecinos, que concluyó por no hacer na-da.

Siempre se alababa de haber pintado una salade baño, para la señora maríscala de Ancre, y sequejaba de que la tal sala se hubiese quemadocuando el desastre del mariscal.

Crópoli, en su calidad de compatriota, era in-dulgente para con Pittrino.

–– Este era el nombre del artista. Tal vez habíavisto las famosas pinturas de la sala de baño.Siempre tuvo tal deferencia al famoso Pittrino,que, finalmente, se lo llevó a su casa.

Reconocido Pittrino y alimentado de maca-rrones, aprendió a propagar la reputación deeste manjar nacional; y ya en tiempo de su fun-dador había prestado, por medio de su lenguainfatigable, grandes servicios a la casa Crópoli.

Page 81: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Cuando iba envejeciendo se unió al hijo comoal padre, y poco a poco se convirtió en una es-pecie de vigilante de una casa donde su probi-dad, su sobriedad reconocida, su castidad pro-verbial y otras mil virtudes que juzgamos inútilenumerar aquí, le dieron plaza, eterna en elhogar con derecho de inspección sobre los cria-dos.

Por otra parte, él era quien probaba los maca-rrones para conservar el gusto puro de la anti-gua tradición, y preciso es decir que no perdo-naba ni un grano de pimienta de más, ni unátomo de queso de menos. Su gozo fue inmensoel día en que, llamado a compartir el secreto deCrópoli, hijo, fue encargado de pintar la mues-tra famosa.

Se le vio revolver con entusiasmo en una an-tigua caja, donde halló unos pinceles un tantoroídos por los ratones, pero todavía servibles,colores casi desecados en sus vejigas, aceite delinaza en una botella, Y en paleta que en otro

Page 82: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tiempo había pertenecido a Broncino, dios de lapintura, según decía en su entusiasmo siemprejuvenil el artista ultramontano.

Pittrino estaba preocupado con la alegría deuna rehabilitación. Hizo lo que había hechoRafael; cambió de escuela y pintó a la manerade Albano dos diosas más bien que dos reinas.Estas ilustres damas estaban de tal manera gra-ciosas en la muestra, ofrecían a las sorprendidasmiradas tal conjunto de blanco y rosa, resultadoadmirable del cambio de escuela de Pittrino, yafectaban posiciones de sirenas tan anacreónti-cas, fue el regidor primero, cuando fue admiti-do a ver esta obra maestra en la sala de Cropo-le, confesó inmediatamente que aquellas damaseran demasiado hermosas y estaban dotadas deun encanto harto incitante para figurar comoenseña a la vista de los transeúntes.

––Su Alteza Real Monsieur dijo que vienemuchas veces a la ciudad, no quedaría muycontento al ver a su ilustre madre tan ligera de

Page 83: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ropa y os enviaría a un calabozo, porque esteglorioso príncipe no es muy tierno de corazónque digamos. Borrad, pues, ambas sirenas ó laleyenda, sin lo cual os prohibo la exhibición dela muestra. Esto está en vuestro interés, maeseCropole, y también en el vuestro, señor Pittrino.

Esto no tenía más contestación que dar lasgracias al regidor por su atención, y así lo hizoCropole. Pero Pittrino quedó mudo y decaído.

Conocía muy bien lo que iba a pasar.

Apenas había salido el regidor, cuando Cro-pole se cruzó de brazos. Veamos, maestro ––dijo––, ¿qué hacemos?

–– Vamos a quitar la leyenda contestó contristeza Pittrino––. Aquí tengo un negro demarfil excelente; es cosa que se hace en unahora y reemplazaremos a los Médicis con lasNinfas o las Sirenas, como mejor os plazca.

––Nada de eso ––repuso Cropole; así no secumpliría la voluntad de mi padre.

Page 84: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Vuestro padre se refería a las figuras ––dijoPittrino.

––Se refería a la leyenda ––replicó Cropole.

––La prueba de que se refería a las figuras esque mandó que fuesen parecidas, como lo sonen efecto –– repuso Pittrino.

––Sí, pero si no lo hubieran sido, nadie las re-conocería sin la leyenda.

Hoy mismo, que esas personas célebres vanseborrando de la memoria de los habitantes deBlois, ¿quién conocería a Catalina y a María, sinestas palabras: LOS MÉDICIS?

––Pero, señor, ¿y mis figuras? –– preguntóPittrino desesperado, porque sentía que Cropo-le tenía razón ––. Yo no quiero perder el frutode mi trabajo.

––Tampoco yo deseo ir a la cárcel.

––Borremos los Médicis ––dijo Pittrino supli-cante.

Page 85: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– No ––replicó Cropole—. Se me ocurre unaidea sublime. Aparecerán vuestra pintura y mileyenda... ¿Médicis no quiere signifcar médicoen italiana?

––Sí, en plural.

––Iréis, pues, a mandar al herrero que hagaotra plancha para muestra; pintaréis en ella seismédicos y pondréis debajo: “LOS MÉDICIS”...lo que hace un juego de palabras muy agrada-ble.

–– ¡Seis médicos! ¡Imposible! ¿Y la composi-ción? ––exclamó Pittrino. ¿Eso os asusta? ––Pues así ha de ser, lo quiero, es preciso, mismacarrones lo exigen.

Esta razón no tenía réplica, y Pittrino obede-ció.

Compuso la muestra de los seis médicos conla leyenda, que el regidor aplaudió.

Page 86: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

La muestra tuvo un gran éxito. Lo que pruebaque el pueblo nunca es muy artista, según decíaPittrino.

Cropole, para indemnizar a su pintor de cá-mara, colgó en su alcoba las ninfas de la mues-tra desechada,: lo cual hacía ruborizar a su mu-jer cuando las miraba al desnudarse por lasnoches.

Así fue cómo la casa de que hablamos tuvo sumuestra, y cómo hubo en Blois una hostería deeste nombre; teniendo por propietario a maeseCropole, y por pintor de cámara al maestro Pit-trino.

VI

EL DESCONOCIDO

Page 87: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Fundada y recomendada de esta suerte por lamuestra; la hostería de maese Cropole, marcha-ba prósperamente. .

No era una gran fortuna lo que se proponíaCropole, pero confiaba con fundamento dupli-car los mil luises de oro que le dejó su padre,sacar otros tantos de la venta de la casa, y vivirholgado e independiente como cualquier vecinode la ciudad.

Cropole era muy aficionado al lucro, y acogiócon mucha alegría la noticia de la llegada deLuis XIV.

Él, su esposa, Pittrino y dos marmitones,echaron mano a todos los habitantes del palo-mar, del corral y de las conejeras, de suerte queen los patios de la hostería de los Médicis seoían tantos gritos y cacareos, como nunca seoyeron en otro tiempo en Roma.

Por lo pronto sólo había un viajero en casa deCropole:

Page 88: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Era éste un hombre que no tenía treinta años,alto, hermoso y austero, o más bien melancóli-co en todos sus gestos y miradas.

Vestía traje de terciopelo negro con guarni-ciones de azabache, y un cuello, blanco y senci-llo, como el de los más severos puritanos, hacíaresaltar el color mate y delicado de su gargantajuvenil; un bigote que apenas cubría su labiomovible y desdeñoso.

Hablaba a las personas mirándolas de frente ysin afectación, pero también sin timidez, demanera que el brillo de sus ojos azules se hacíade tal manera insoportable; que más de unamirada se' bajaba ante la suya, como sucede a laespada más débil en singular combate.

En aquel tiempo en que los hombres criadostodos iguales por Dios; se dividían, gracias a laspreocupaciones, en dos castas distintas, el nobley el pechero, como se dividen verdaderamentelas dos razas negra y blanca, en aquel tiempo,decimos, el hombre cuyo retrato vamos a bos-

Page 89: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

quejar, no podía pasar sino por caballero, y dela mejor raza. Bastaba para esto ver sus afiladasy blancas manos, cuyos músculos y venastransparentábanse bajo la piel al menor movi-miento, y cuyas, falanges enrojecían a la menorcrispación.

Aquel caballero llegó solo a la casa de Cropo-le. Se había apoderado, sin vacilar y aun sinreflexionar, del departamento más importanteque el posadero habíale indicado, con propósitode rapacidad muy humilde según unos, y muyloable según otros; si admiten que Cropole fuefisonomista y conocía a la gente a primera vista.

Este departamento era el que formaba toda lafachada de la vieja casa: un gran salón ilumina-do por dos ventanas en el primer piso, un cuar-tito y otro encima.

Apenas tocó el caballero la comida que le sir-vieron en su cuarto; sólo había dicho dos pala-bras a su huésped pura prevenirle de que lle-

Page 90: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

garía un viejo llamado Parry, y para encargarleque lo dejasen subir.

Después guardó un silencio tan profundo,que casi se ofendió Cropole, pues gustaba mu-cho de las gentes de buena compañía.

En fin; el caballero se había levantado muytemprano el día que comienza esta historia, yasomado a la ventana dé su salón, apoyado enel alféizar, miraba tristemente a entrambos la-dos de la calle, acechando sin duda la llegadadel viajero de que había hablado a su huésped.

De este modo vio pasar el escaso acompaña-miento de Monsieur cuando volvía de caza, ysaboreaba, después nuevamente la profundatranquilidad de la ciudad, absorto como per-manecía en sus meditaciones. De pronto, lamultitud de pobres que iban a los prados, loscorreos que salían, las personas que fregaban elsuelo, los proveedores de la casa real, loshabladores mancebos de las tiendas, los carre-tones en movimiento, y los pajes que estaban de

Page 91: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

servicio, todo este tumulto y baraúnda, le sor-prendieron sin duda, pero sin que perdiera na-da de la majestad impasible y suprema que daal águila y al león esa mirada suprema, y des-preciativa en medio de los gritos y algazara delos cazadores o de los curiosos.

Luego, los alaridos de las víctimas degolladasen el corral, los pasos apresurados de la señoraCropole en la escalera de madera, tan estrechoy sonora, y los saltos que al andar daba Pittrino,que había estado fumando a la puerta con laflema de un holandés, 'todo esto produjo en elviajero un principio de sorpresa y agitación.

Al tiempo que se levantaba, a fin de infor-marse, se abrió la puerta de la sala.

El desconocido creyó que sin duda le condu-cían el viajero que impaciente esperaba, y diocon precipitación tres pasos hacia la puerta quese abría. Pero en lugar de la cara que esperabaver, fue maése Cropole quien apareció, y en posde él, en la penumbra de la escalera, el sem-

Page 92: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

blante bastante gracioso, pero trivial por la cu-riosidad, de la señora Cropole, que echó unamirada furtiva al hermoso caballero y desapa-reció.

Cropole se adelantó alegre, con el gorro en lamano; y más bien encorvado que inclinado.

El desconocido le interrogó con un gesto sindecir una palabra.

––Caballero ––dijo Cropole––, venía a pre-guntar cómo... deberé llamar a vuestra señoría,si señor conde o señor marqués...

––Decid caballero y hablad al momento ––respondió el desconocido con acento altaneroque no admitía ni discusión ni réplica.

––Venía, pues, a enterarme de cómo habéispasado la noche, y si el caballero tiene intenciónde conservar este aposento.

––Caballero, es que ha sucedido un incidentecon el cual no habíamos contado.

Page 93: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Cuál?

––S. M. Luis XIV entra hoy en nuestra ciudady descansará en ella un día, o quizá dos.

Una viva sorpresa apareció en el rostro deldesconocido.

–– ¡El rey de Francia viene a Blois!

––Está en camino, caballero. Entonces, razónde más para que yo me quede –dijo el desco-nocido.

––Muy bien, señor, ¿mas os quedáis con todala habitación? No os comprendo. ¿Por qué hede tener, hoy menos que ayer? Porque, señor,vuestra señoría me permitirá decirle que nodebí, cuándo ayer escogisteis esta habitación,fijar un precio cualquiera que hubiese hechocreer a vuestra señoría que yo prejuzgaba susrecursos..., al paso que hoya.

Page 94: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El desconocido se ruborizó, pues al instante leocurrió la idea de que sospechaban que fuerapobre y que le insultaban por ello.

––Al paso que hoy ––repuso fríamente––¿prejuzgáis?

––Caballero, soy hombre honrado, gracias aDios, y posadero, y con todo y como aparezco,hay en mi sangre noble. ¡Mi padre era servidory oficial del difunto señor mariscal de Ancre,que en gloria esté!

––Yo no os contradigo sobre este particular;sólo deseo saber, y saber pronto, qué se reducenvuestras preguntas.

––Sois demasiado razonable, caballero, paraconocer que la ciudad es pequeña, que la Corteva a invadirla, que las casas se llenarán de gen-te, y que, por consiguiente, los alquileres van aadquirir un valor considerable.

El desconocido se ruborizó otra vez.

Page 95: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Poned las condiciones ––díjole. Lo hago conescrúpulo, caballero, porque busco una ganan-cia honesta, y porque deseo hacer mi negociosin ser descortés ni grosero con nadie. Y comoel aposento que ocupáis es grande y estáis solo.

––Eso es cuenta mía.

–– ¡Oh! ¡Verdaderamente; yo no despido alcaballero!

La sangre fluyó a las venas del desconocido; ylanzó sobre el pobre Cropole, descendiente deun oficial del señor mariscal de Ancre, una mi-rada que le hubiera hecho entrar bajo la cam-pana de la famosa chimenea, si Cropole no hu-biera estado clavado en su sitio por tratarse desus intereses.

–– ¿Deseáis que me vaya? ––dijo––. Expli-caos, pero pronto señor.

–– Señor, no me habéis comprendido; estoque hago es muy delicado, pero yo me expre-só mal, o quizá como sois extranjero, lo cual

Page 96: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

reconozco en el acento... En efecto, el desco-nocido hablaba con esa dificultad que es elprincipal carácter de la acentuación inglesa,aun entre los hombres de esta nación quehablan más correctamente el francés.

––Como sois extranjero, repito, quizá seáisvos quien no penetre todo el sentido de mi ra-zonamiento. Yo pretendo que el caballero po-dría dejar una o dos de las tres piezas que ocu-pa, lo cual disminuiría bastante el alquiler ytranquilizaría mi conciencia, pues es duro au-mentar extraordinariamente el precio de lashabitaciones, cuando se tiene el honor de eva-luarlas en un precio equitativo.

–– ¿Cuánto es el alquiler desde ayer?

––Señor, un luis con la manutención y el cui-dado del caballo.

––Está bien. ¿Y el de hoy?

––¡Ah! ¡He ahí la dificultad! Hoy es el díade la llegada del rey, si la Corte viene a dor-

Page 97: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

mir aquí se cuenta el día de alquiler. Resulta,que tres cuartos a dos luises cada uno; sonseis luises. Dos luises, caballero, no son nada;pero seis luises son mucho.

El desconocido; de rojo que se le había vis-to, convirtióse en pálido, y sacó con valorheroico; una bolsa bordada de armas queocultó cuidadosamente en el hueco de la ma-no. La tal bolsa era tan flaca, tan floja; tanhueca, que no escapó a los ojos de Cropole.

El desconocido vació la bolsa en su mano; só-lo contenía dos luises dobles, que componíanseis; como el hostelero le pidió.

Sin embargo, eran siete los que Cropole habíaexigido; y miró al desconocido como para decir-le: ¿No más?

––Falta un luis, ¿no es eso, señor posadero?

––Sí, señor, más...

Page 98: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El desconocido metió la mano en el bolsillo desu gabán y sacó una cartera pequeña, una llavede oro y algunas monedas de plata.

Con estas monedas compuso el total de unluis.

––Gracias, caballero–– dijo Cropole––Ahorame resta saber si pensáis habitar todavía maña-na este departamento, en cuyo caso os lo con-servaré; mas si el caballero no piensa en eso loprometeré a las gentes de Su Majestad que vana venir.

––Eso es razonable ––dijo el desconocido des-pués de un largo silencio––; pero como ya notengo más dinero, según habéis podido ver,como, a pesar de eso, deseo conservar este de-partamento, es necesario que vendáis este di-amante en la ciudad, o que lo guardéis enprenda.

Cropole examinó tanto tiempo el diamanteque el desconocido se apresuró a decir:

Page 99: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Prefiero que lo vendáis, porque vale tres-cientos doblones. Un judío, ¿vive algún judío enBlois? os dará por él doscientos, ciento cincuen-ta tal vez; tomad lo que os diere, aunque no osofrezca más que el precio de vuestro alquiler.¡Corred!

–– ¡Oh! Caballero ––exclamó Cropoleavergonzado de la inferioridad que le echabaen cara el desconocido, por ese abandono tannoble y tan desinteresado, y también por suinalterable paciencia a tantas mezquindades ysospechas.

–– ¡Ah! caballero, me parece que no se ro-bará en Blois, como vos parecéis creer, y va-liendo el diamante lo que decís...

El desconocido lanzó nuevamente a Cropoleuna de sus miradas.

––Yo no entiendo de eso, compañero, creed-me ––exclamó éste.

Page 100: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero los joyeros sí entienden; preguntadles––dijo el desconocido.

–– Ahora, creo que nuestras cuentas estánterminadas, ¿no es verdad?

––Sí, señor, y tengo un gran sentimiento por-que temo haberos ofendido.

––De ninguna manera –replicó el desconocidocon la majestad de quien todo lo puede,

––Ha de haber parecido llevar más de lo equi-tativo a un noble viajero... Poneos en el caso,señor, de la necesidad.

––No hablemos más de eso, os digo, yhacedme el favor de dejarme solo.

Cropole inclinóse profundamente y salió conaire extraviado, que anunciaba en él un corazónexcelente y un verdadero remordimiento.

El desconocido fue a cerrar la puerta, y mirócuando estuvo solo el fondo de la bolsa de

Page 101: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

donde había tomado un saquito de seda dondeestaba el diamante, su único recurso.

También interrogó el vacío de sus bolsillos,miró los papeles de su cartera, y se persuadióde la absoluta desnudez en que iba a encontrar-se.

Entonces levantó los ojos al cielo con un mo-vimiento sublime de calma y de desesperación,enjugó con sus manos alguna gota de sudor quehumedecía su noble frente, y descansó sobre latierra aquella mirada, llena un momento antesde majestad divina.

La tempestad acababa de pasar lejos de sí;quizá había orado en el fondo de su alma.

Volvió a acercarse y a tomar su sitio en la ven-tana, y allí permaneció inmóvil, muerto, hastael momento en que, comenzando el cielo a obs-curecerse, brillaron las primeras antorchas,dando la señal de la iluminación a todas lasventanas y balcones.

Page 102: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

VII

PARRY

Mientras el desconocido miraba con interésestas luces y prestaba atención a tales movi-mientos, maese Cropole entró en su habitacióncon dos criados que prepararon la mesa.

El extranjero no prestó a ningúno de ellos lamenor atención. Entonces Cropole, aproximán-dose a su huésped,, le deslizó al oído estos pa-labras con el más profundo respeto:

––Caballero, el diamante ha sido apreciado.

–– ¡Ah! –– murmuró el viajero ––. ¿Y en cuán-to?

––Señor, el joyero de Su Alteza Real da por éldoscientos ochenta doblones de oro.

–– ¿Los tenéis?

Page 103: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––He creído que debía tomarlos, caballero; noobstante, he puesto por condiciones de ventaque si queríais conservar vuestro diamante has-ta que tuvieseis fondos... el diamante os seríadevuelto.

––Nada de eso. Os he dicho que lo vendáis.

––Entonces, he obedecido, o algo menos,puesto que sin haberlo vendido definitivamentehe tomado el dinero.

––Cobraos ––repuso el desconocido.

––Lo haré, ––caballero, ya que lo exigís tanimperiosamente.

Una melancólica sonrisa plegó los labios delcaballero.

––Poned el dinero sobre ese cofre ––dijo vol-viendo la espalda al mismo tiempo que le indi-caba el mueble con un ademán.

Cropole colocó en él un saco bastante repleto,de cuyo contenido sacó el precio de su alquiler.

Page 104: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Ahora, caballero ––dijo––, no me daréis eldisgusto de no cenar... Ya habéis rehusado lacomida, lo cual es ultrajante para la casa de LosMedicis. Ya veis, la cena está servida, y aun meatrevo a añadir que tiene buena cara y buen sa-bor.

El desconocido pidió un vaso de vino; cortóun pedazo de pan, y no, se separó de la ventanani para comer ni para beber.

Al poco rato oyóse un estrepitoso ruido detimbales y trompetas; los gritos que se alzabana lo lejos y un confuso rumor aturdió la partealta de la ciudad; el primer ruido distinto quehirió los oídos del extranjero, fue el andar de loscaballos que se aproximaban.

––¡El rey! ––exclamó Cropole, que se alejó desu huésped y de sus ideas de delicadeza parasatisfacer su curiosidad. Con Cropole tropeza-ron y confundieron en la escalera la señoraCropole, Pittrino, los ayudantes y los marmito-nes.

Page 105: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––El séquito avanzaba lentamente, iluminadopor centenares de antorchas, ya desde la calle,ya desde las ventanas.

Después de una compañía de mosqueteros yde un cuerpo compacto–– de caballeros, veníala litera del cardenal Mazarino, arrastrada comouna carroza por cuatro caballos negros.

Detrás de ella marchaban los pajes y las gen-tes del cardenal.

A continuación iba la carroza de la reina ma-dre, con sus damas de honor a las portezuelas ysus caballeros montados a los lados.

El rey aparecía detrás, montado en un admi-rable caballo de raza sajona de largas crines. Eljoven príncipe mostraba, saludando a algunasventanas, de donde salían las más vivas acla-maciones, su noble y gracioso rostro iluminadopor ras antorchas de sus pajes.

A los lados del rey, pero dos pasos más atrás,el príncipe de Condé, el señor Dangeau y otros

Page 106: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

veinte cortesanos, seguidos de sus gentes y ba-gajes cerraban la marcha verdaderamente triun-fal.

Esta pompa era de ordenanza militar:

Tan sólo algunos viejos cortesanos llevaban elvestido de viaje; todos !os demás vestían el trajede guerra. Muchos de ellos se veían con el alza-cuello y coleto, como en la época de Enrique IVy de Luis XIII.

Cuando el rey pasó par delante del descono-cido, que se había inclinado sobre el' alféizarpara ver mejor, y que había ocultado la cara alapoyarse sobre los brazos, sintió hincharse ydesbordar su corazón de amargos celos.

Embriagábale el ruido de las trompetas, lasaclamaciones populares ensordecíanle, y por unmomento dejó abandonada su razón en mediode aquel torrente de luces; de tumulto y de bri-llantes imágenes.

Page 107: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––¡El es rey! –exclamó con tal acento de de-sesperación y de angustia, que debió llegara lospies del trono de Dios.

Y, antes de que volviera de su sueño sombrío,se desvanecieron todo aquel ruido y todo aquelesplendor. Sólo quedaron algunas voces dis-cordes y roncas que gritaban de vez en cuando.“¡Viva el rey!”

También quedaron las seis luminarias que te-nían los habitantes de la hostería Los Médicis,es decir: dos por Cropole, dos por Pittrio y unapor cada marmitón:

Cropole no cesaba de repetir:

–– ¡No. hay duda que es el rey, y que se pare-ce a su difunto padre, en lo hermoso ––decíaPittrino.

–– ¡Y que tiene un aspecto orgulloso! ––añadía la señora Cropole, ya en promiscuidadde comentarios con los vecinos y vecinas.

Page 108: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Cropole alimentaba estos propósitos con susobservaciones personales, sin notar que un an-ciano a pie, pero que arrastraba de la brida a uncaballito irlandés, trataba de penetrar por elgrupo de mujeres Y de hombres que estabanestacionados ante su casa.

Pero en este momento oyóse en la ventana lavoz del extranjero:

––Buscad el modo, señor posadero, de que sepueda entrar en vuestra casa.

Entonces se volvió Cropole, distinguió al an-ciano y le hizo abrir paso.

Cerróse la ventana.

Pittrino mostró el camino al recién venido,que entró sin pronunciar una palabra.

El extranjero le esperaba en el descanso de laescalera, abrió sus brazos al viejo y le llevó auna silla; pero éste se resistió.

Page 109: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! ¡No, no, milord! –– dijo ––; ¡sentarmeen vuestra presencia! ¡Jamás!

––Parry ––dijo el caballero––, os lo suplico...vos que venís de Inglaterra ¡de tan lejos! ¡Ah!No es a vuestra edad cuando deben sufrirsefatigas semejantes a las de mi servicio. Repo-sad...

––Ante todo, milord, tengo que daros unarespuesta.

––Parry…por Dios, no me digas nada... por-que si la noticia hubiese sido buena; no comen-zarías tu frase de ese modo. Das un rodeo, y esoquiere decir, que la noticia es mala.

––Milord ––replicó el viejo––, no os alarméistan pronto. –– Pienso que no se ha perdido to-do. Lo que se necesita es voluntad y perseve-rancia, y especialmente resignación.

––Parry ––contestó el joven aquí he venido so-lo, –– atravesando mil peligros: ¿crees en mi,voluntad? He meditado este viaje por espacio

Page 110: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de diez años, a pesar de todos los consejos y detodos los obstáculos: ¿crees en mi perseve-rancia? Esta misma noche he vendido el di-amante, el diamante de mi padre, porque ya, notenía con qué pagar mi cuarto; y me iba a echarel posadero.

Parry hizo un gesto de disgusto, al cual res-pondió el joven con un apretón de manos y unasonrisa.

Todavía tengo doscientos setenta y cuatrodoblones, y me considero rico; yo no me apuro,Parry, ¿crees en mi resignación?

El viejo levantó al cielo sus temblorosas ma-nos. :

––Veamos –dijo el extranjero––, no me ocultesnada. ¿Qué ha pasado?

––Mi relación será corta; pero en nombre delcielo, ¡no tembléis así!

Page 111: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es de impaciencia, Parry; veamos: ¿qué teha dicho el general?

–– Primero, el general no quiso recibirme.Luego amigos al otro lado del Estrecho, a quié-nes sólo falta un jefe y una bandera, cuando mevean, cuando vean la bandera de Francia, sealiarán a mí, porque comprenderán que tengovuestro apoyo. Los colores del uniforme francésvaldrán a mi lado él millón que nos haya dene-gado el señor Mazarino (porque sabía muy bienque yo negaría este millón). Venceré con estosquinientos caballeros, y todo el honor serávuestro”. Esto es lo qué ha manifestado, pocomás o menos, ¿no es verdad? Envolviendo estaspalabras en metáforas resplandecientes y enimágenes pomposas, porque todos son habla-dores en la familia. Su padre habló hasta en elpatíbulo.

El sudor de la vergüenza corría por la frentedel rey sintiendo que no correspondía a su dig-nidad oír insultar de ese modo a su hermano;

Page 112: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

pero, aún no sabía tener voluntad, sobre todofrente a aquél, ante quien todos se habían do-blegado, hasta su misma madre.

Al fin hizo un esfuerzo.

––Pero, señor cardenal, no son quinientoshombres, sino doscientos.

––Ya veis que había adivinado lo que pedía.

––Nunca he negado que tuvieseis una miradaprofunda, y por esto mismo he pensado que nonegaríais a mi hermano Carlos una cosa tansencilla y tan fácil de conceder como la que ospido en su nombre, señor cardenal, o más leenen el mío.

––Majestad ––dijo––el cardenal––, treintaaños hace que me ocupo de la política; primero,en unión, del señor cardenal Richelieu, y luegosolo. Esta política no ha sido siempre muy hon-rada, menester es confesarlo, pero jamás desca-bellada. Bien; pues la que en este momento me

Page 113: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

propone Vuestra Majestad, es deshonrosa ytorpe a la par.

–– ¡Deshonrosa!

––Majestad, habéis hecho un tratado conCromwell.

––Sí, en ese mismo tratado, Cromwell ha fir-mado por encima de mí.

–– ¿Y por qué firmasteis tan abajo?

––El señor Cromwell encontró un buen si-tio, y lo tomó; ésa era su costumbre. Perovuelvo a Cromwell.

––Tenéis un tratado con él, es decir, conInglaterra, porque cuando firmasteis ese tra-tado Cromwell era Inglaterra.

––Cromwell ha fallecido

–– ¿Eso creéis, Majestad?

––Sin duda, pues que le ha sucedido Ricardo,que también ha abdicado.

Page 114: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Esto es precisamente! Ricardo ha here-dado a la muerte de Cromwell, e Inglaterra ala abdicación de Ricardo. El, tratado formabaparte de la herencia, ya en manos de Ricardo,ya en las de Inglaterra. El tratado es, pues,válido, tanto como nunca lo haya sido. ¿Porqué habíais de eludirlo, Majestad ¿Qué hacambiado en él? Carlos II desea hoy lo quehace diez años rehusamos nosotros; pero éstees un caso previsto. Vuestra Majestad es alia-do de Inglaterra, y no de Carlos H. Deshonro-so es, sin duda, bajo el punto de vista de lafamilia, haber firmado un tratado con unhombre que ha hecho cortar la cabeza al cu-ñado del rey, vuestro padre, y haber contra-tado una alianza con un Parlamento testafe-rro, convengo en que esto es deshonroso, perono torpe desde el punto de vista político,puesto que gracias a ese tratado he salvado aVuestra Majestad, menos todavía, de los peli-gros de una guerra exterior, que la Fronda...

Page 115: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Os acordáis bien de la Fronda?–– (Elrey bajó la cabeza), que la Fronda hubieracomplicado fatalmente. De esta manera,prueba a Vuestra Majestad que, cambiar aho-ra de camino, sin prevenir a nuestros aliados,sería a la vez torpe y deshonroso. Haríamos laguerra que todo el mundo hace en mi familia:mi madre vive de la caridad pública, mi her-mana pide para mi madre, y en alguna partetengo también hermanos que mendigan parasí. Yo, el primogénito, voy a hacer lo que to-dos ellos, ¡voy a pedir limosna!

Y diciendo estas palabras; que interrumpióbruscamente con risa nerviosa y terrible, el jo-ven se ciñó la espada, tomó su sombrero, hízoseatar a la espalda un manto negro que le habíaservido durante el viaje, y estrechando las ma-nos del viejo que le miraba con ansiedad:

––Mi buen Parry ––dijo––, haz que te prepa-ren fuego, bebe, come, duerme, sé dichoso,

Page 116: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

seamos muy felices, mi fiel y único amigo. ¡So-mos ricos como reyes!

Dio una puñada al saco de los doblones, quecayó pesadamente por tierra, y púsose a reír deaquella manera triste que tanto había asombra-do a Parry; y mientras que toda la casa gritaba;cantaba y se preparaba para recibir e instalar alos viajeros precedidos por sus lacayos, se des-lizó a la calle, donde el viejo, desde la ventana,le perdió de vista al cabo de un breve instante.

VIII

CÓMO ERA SU MAJESTAD LUIS XIV ALOS VEINTIDOS AÑOS

Ya hemos visto, por la descripción hecha, quela entrada de Luis XIV en la ciudad de

Page 117: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Blois fue ruidosa y brillante. De modo que lajoven majestad pareció muy satisfecha.

Al llegar bajo el porche del castillo de los Es-tados, halló el rey rodeado de sus guardias y desus caballeros a Su Alteza Real el duque, Gas-tón de Orleáns, cuya fisonomía, de suyo bastan-te majestuosa, había tomado, de la solemnecircunstancia en que se encontraba, nuevo lus-tre y nueva dignidad.

Por su parte, Madame, adornada con susgrandes vestidos de ceremonia, esperaba en unbalcón interior la entrada de su sobrino. Todaslas ventanas del antiguo castillo, tan solitario ytan triste en los días ordinarios, estaban res-plandecientes de damas y de antorchas.

Al ruido de los tambores, de las trompetas yde los vivas, franqueó el joven monarca el um-bral de este castillo, donde Enrique III, setenta ydos años antes, había llamado en su auxilio alasesinato y la traición, para, sostener en su ca-

Page 118: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

beza y en sus manos una corona que ya se esta-caba de su frente para caer en otra familia.

Todos los ojos, después de haber admirado aljoven monarca, tan hermoso y tan noble, busca-ban a ese otro rey de Francia, más rey en otrotiempo que el primero, y tan viejo, tan pálido yencorvado, que llamaban el cardenal Mazarino.

Luis estaba dotado entonces de todos esosdones naturales que confluyen un caballeroperfecto: sus miradas eran dulces y brillantes, ysus ajos de un azulado puro. Pero los más inte-ligentes fisonomistas, esos profundizadores delalma, al fijar en él sus miradas, si fuera dado aun súbdito sostener la mirada del rey, jamáshubiera podido hallar el fondo de ese abismode dulzura. Y era que los ojos del rey se parecí-an a la inmensa profundidad de las bóvedascelestes, o a las más aterradoras y casi tan su-blimes que el Mediterráneo abre bajo la quillade los navíos en un espléndido día de verano;

Page 119: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

¡espejo gigantesco donde el cielo quiere reflejarunas veces sus estrellas, otras sus tempestades!

Era el rey de corta estatura, pues apenas me-día cinco pies y dos pulgadas, pero su juventudhacía esconder el defecto, cubierto además poruna gran nobleza en todos sus movimientos, ypor cierta ligereza en los ejercicios corporales.

Esto era ser rey, y mucho más que rey enaquella época de respeto y adhesión tradiciona-les, pero como hasta entonces lo habían mos-trado muy poco y siempre humildemente alpueblo, y como aquellos a quienes se mostrabasiempre veían a su lado a su madre, mujer deelevada estatura, y al señor cardenal, hombrede hermosa presencia, muchos lo encontrabanmuy poco rey para decir: “El rey es menosgrande que el cardenal.”

Sea lo que quiera estas observaciones físicasque se hacían, sobre todo en la capital, el prín-cipe fue acogido como un dios por los ha-bitantes de Blois, y casi como un rey por su tío

Page 120: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

y su tía, Monsieur y Madame, habitantes delcastillo.

Sin embargo, menester es decir, que cuandovio en la sala de recepción, sillones de unamisma altura para él, su madre, el cardenal, sutío y su tía, disposición hábilmente por la formacircular de la asamblea, Luis XIV enrojeció deira, y miró en derredor suyo para cerciorarse,por la fisonomía de los concurrentes, si talhumillación le había sido preparada mas, comonada vio en el rostro impasible del cardenal,nada en el de su madre, nada en el de los con-currentes, se resignó y tomó asiento, teniendocuidado de hacerlo antes que todos.

Los caballeros y las, damas fueron presenta-dos a sus Majestades y al cardenal.

El rey notó que él y su madre apenas conocí-an los nombres de los que les presentaban,mientras que el cardenal, por el contrario, conuna memoria y presencia de espíritu admira-bles, nunca dejaba de hablar a cada uno de ellos

Page 121: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de sus tierras, de sus abuelos o de sus hijos, delos cuales nombraba algunos, lo que encantabaa estos dignos hidalgos, y les confirmaba en laidea de que sólo es realmente rey el que conocea sus súbditos, por la misma razón de que el solno tiene rival, porque sólo el sol calienta e ilu-mina.

El estudio del rey, comenzado hacía tiemposin que él lo advirtiese, continuaba en medio deaquella fiesta, y miraba atentamente, para tratarde investigar alguna cosa en su fisonomía, losrostros que a primera vista habíanle parecidomás insignificantes y triviales.

Sirvióse un refrigerio, que el rey, sin atreversea reclamar de la hospitalidad de su tío, loaguardaba con impaciencia. Así es que esta vezse le hicieron todos los honores debidos a no asu rango, al menos a su apetito.

El cardenal se contentó con humedecer los la-bios en un caldo servido en taza de oro. El mi-nistro omnipotente que había robado a la reina

Page 122: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

madre su regencia y al rey su autoridad, nohabía podido robar a la naturaleza un estómagoprivilegiado.

Ana de Austria, padeciendo ya el cáncer deque debía morir seis u ocho años más tarde,tampoco comía más que el señor cardenal.

En cuanto a Monsieur, aturdido aún por elgran acontecimiento que se realizaba en su vidaprovincial, también dejaba de comer.

Tan sólo Madame, como verdadera lorenesa,hacía tercio al rey, de suerte que Luis XIV, que,a no ser por ella hubiera comido casi sólo, que-dó contento, primero de su tía y luego del señorde Saint-Remy, su mayordomo mayor, que sehabía distinguido verdaderamente.

Concluido el refresco, después de un signode aprobación de Mazarino, se levantó el rey, einvitado por su tía se puso a recorrer las filas dela asamblea.

Page 123: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Entonces notaron las damas (hay ciertas cosaspara las cuales las mujeres son tan buenas ob-servadoras en Blois como en París) que LuisXIV tenía la mirada viva y atrevida., lo cualprometía a los atractivos de buena ley un apre-ciador distinguida. Los hombres, observaronpor su parte que el príncipe era orgulloso yaltanero, y que le placía hacer bajar los ojos alos que le miraban por mucho tiempo o muyfijamente, lo cual parecía presagiar la apariciónde un amo.

Su Majestad había ya pasado la tercera partede su revista o pocos cienos, cuando llegó a susoídos una palabra que pronunció Su Eminencia,que conversaba con Monsieur.

Esta palabra era un nombre de mujer.

Apenas la oyó Luis XIV cuando ya no oyó niescuchó cosa otra ninguna, y despreciando elarco del círculo que esperaba su visita, sólo seocupó en concluir prontamente la extremidadde la curva.

Page 124: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El príncipe, como buen cortesano, se informa-ba de la salud de las sobrinas de Su Eminencia.En efecto, cinco o seis años antes habían llegadode Italia tres sobrinas del cardenal, Hortensia,Olimpia y María Mancini.

Monsieur informábase, pues, de la salud delas sobrinas del cardenal; sentía, decía él, notener el honor de recibirlas al mismo tiempoque su tío; ciertamente que habrían crecido enbelleza y gracias, según prometían hacerlo la úl-tima vez que Monsieur las vio.

Lo que había llamado la atención del rey eracierto contraste en la voz de los interlocutores.La voz del príncipe era tranquila y naturalcuando hablaba, mientras que la de Mazarinosaltó, para responderle, tono y medio por enci-ma del diapasón de costumbre.

Hubiérase dicho que quería que su voz fuesea herir al extremo de las salas un oído que seapartaba demasiado.

Page 125: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Monseñor ––replicó––, las señoritasMancini tienen todavía que terminar su educa-ción, cumplir con sus deberes y adquirir unaposición. La permanencia en una corte joven ybrillante las disipa un poco.

Su Majestad sonrió tristemente al oír este epí-teto. Verdad que la Corte era joven, pero la ava-ricia del cardenal había puesto en ella buenorden para que no fuese brillante.

––No tendréis, sin embargo, la intención ––respondió el príncipe de encerrarlas en unclaustro o de hacerlas campesinas.

––Nada de eso ––repuso el cardenal, esfor-zando su pronunciación italiana de manera quede dulce y suave que era, se convirtió en agudae ingrata; nada de eso. Tengo intención de ca-sarlas, y lo mejor que me sea posible.

––No faltarán partidos, señor cardenal ––contestó ––Mousieur con una honradez demercader noble.

Page 126: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Así lo espero, Monsieur; y tanto mas, cuan-to que Dios les ha dado a la vez gracia, instruc-ción y belleza.

Durante esta conversación, Su Majestad, con-ducido por Madame, concluía, como hemosdicho, el círculo de las presentaciones.

––La señorita Arnoux ––decía la princesa pre-sentando al rey una rubia, gruesa, de veintidósaños, que en la fiesta de una aldea se la hubieratomado por una campesina vestida de domin-go––; la señorita Arnoux, hija de mi profesor demúsica.

El rey sonrió; Madame jamás había podidoproducir cuatro notas exactas en la viola o en elclavicordio.

––La señorita Aura de Montalais ––prosiguióMadame––, joven de calidad y buena servidora.

Esta vez no era el rey quien sonreía sino la jo-ven presentada; por, primera vez en su vida

Page 127: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

oíase dar por Madame que, generalmente, no lamimaba, tan honrosa calificación.

También Montalais, nuestra antigua conocida,hizo a Luis una profunda reverencia, y esto,tanto por respeto como por necesidad, pues setrataba de ocultar ciertas contracciones de susrisueños labios, que Su Majestad hubiera podi-do atribuir no a su verdadero motivo.

Justamente, fue en este momento cuando elrey escuchó la palabra que le hizo saltar.

–– ¿Y cómo se llama la tercera? ––preguntabaMonsieur.

––María, monseñor ––contestaba el cardenal.

Sin duda, había en esta palabra algún podermágico, porque, como ya hemos dicho, Su Ma-jestad se estremeció al escucharla, y llevando aMadame hacia la mitad del círculo, como sihubiera querido hacerle confidencialmente al-guna pregunta, pero realmente para aproxi-marse al cardenal.

Page 128: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señora tía ––dijo riéndose y a media voz––,mi maestro de Geografía no me había enseñadoque Blois estuviese a tan prodigiosa distanciade París.

–– ¿Cómo es eso, sobrino? ––dijo Madame.

––En verdad que parece que las modas nece-sitan muchos años para salvar esa distancia:¡Ved esas señoritas!

–– ¡Y qué!

––Algunas son hermosas.

––No digáis eso muy alto, señor sobrino, quelas volveréis locas.

––Esperad, mi querida tía ––dijo el, rey son-riéndose––, porque la segunda parte de mi frasedebe servir de correctivo a la primera. Puesbien, querida tía, algunas parecen viejas, y otrasfeas, gracias a sus modas de diez años atrás.

––Majestad, Blois no dista, sin embargo, másque cinco jornadas de París.

Page 129: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Pues! –– dijo el rey ––. Eso es, dos años deatraso por jornada.

–– ¡Ah! ¿Eso halláis? Es raro; yo misma no mehabía apercibido de ello.

––Mirad, tía –dijo el rey acercándose siemprea Mazarino, con pretexto de escoger un buenpunto de observación; mirad al lado de esosperifollos envejecidos y de esos tocados presun-tuosos ese sencillo vestido blanco. Seguramenteserá una de las doncellas de honor de mi ma-dre, aunque yo no la conozco. ¡Ved qué talla tandelicada! ¡Qué ademán tan gracioso! Esa sí quees una mujer, al paso que las otras no son másque vestidos.

––Querido sobrino ––repuso Madame riendo––, permitidme os diga que por esta vez ha falla-do vuestra ciencia vaticinadora. La persona queelogiáis de ese modo no es de París, sino déBlois.

Page 130: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah, tía! ––replicó el rey con aire de incerti-dumbre.

––Acercaos, Luisa ––dijo Madame.

Y la joven que ya conocemos con este nombre,se acercó tímida, ruborizada y casi encorvada,bajo el peso de la regia mirada.

––La señorita Luisa Francisca de la BeaumeLe Blanc, hija del marqués de La Vallière ––dijoMadame.

La joven se inclinó con tanta gracia, en mediode la timidez profunda que le inspiraba la pre-sencia del rey, que éste perdió al mirarla algu-nas palabras de la conversación del cardenal ydel príncipe.

––Hijastra ––continuó Madame del señor deSaint-Remy, mi mayordomo mayor, el que hapresidido la confección de ese adobo truladoque tan bien ha parecido a Vuestra Majestad.

Page 131: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

No había gracia, ni belleza, ni juventud quepudiese resistir a tal presentación. El rey sonrió.Que las palabras de Madame fuesen burla onecedad, siempre eran la inmolación inexorablede todo lo que Luis acababa de encontrar en-cantador y poético en la joven.

La señorita de La Vallière, para Madame, y derechazo para el rey, no era momentáneamentemás que la hijastra de un hombre que teníagran talento para los pavos trufados.

Pero así son los príncipes. Los dioses erantambién lo mismo en el Olimpo: Diana y Venusdebían maltratar bastante a la hermosa Alcine-na y a la pobre, cuando por distracción se des-cendía a hablar, entre el néctar y la ambrosía, debellezas mortales en la mesa de Júpiter:

Afortunadamente, estaba Luisa.; tan inclina-da, que ni oyó las palabras de Madame, ni viola sonrisa del rey. En efecto, si la pobre niña, detan buen gusto que sólo ella pensó vestirse deblanco entre todas sus amigas; si su corazón de

Page 132: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

paloma, tan fácilmente accesible a todos losdolores, hubiese sido herido por las cruelespalabras de Madame y por la egoísta y fría son-risa de Su Majestad, sin duda que hubieramuerto de repente.

Y la misma Montalais, la joven de ideas inge-niosas, no habría intentado volverla a la vida,pues el ridículo todo lo mata, aun la mismabelleza.

Mas, por fortuna, como hemos dicho, Luisa,cuyos oídos zumbaban y cuyos ojos permanecí-an medio velados, nada vio, nada oyó, y el rey,que sólo atendía a las conversaciones del car-denal y de su tío, se apresuró a volver a unirse aellos.

Precisamente; llegó en el momento en quéMazarino terminaba diciendo:

––María, lo mismo que sus hermanas, parteen este momento para Bourges. Les hago seguirla orilla del Loira contraria a la que nosotros

Page 133: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

hemos remontado, y si calculo bien su marcha,según las órdenes que he dado, mañana estarána la altura de Blois.

Estas palabras fueron dichas con aquel tacto,aquella mesura y aquella seguridad de tono yde intención que hacían del signor Giulio Ma-zarino el primer comediante del mundo.

Resultó de aquí que fueron derechas al cora-zón del rey, y que el cardenal, volviéndose alsimple ruido de los pasos de Su Majestad, quese acercaba, viera el efecto inmediato de ellas enel rostro de su discípulo, efecto que un ligerorubor manifestó a los ojos de Su Eminencia..Pero, ¿qué era descubrir semejante secreto paraaquél cuya astucia engañaba hacía veinte años atodos los diplomáticos europeos?

Una vez dichas estas palabras, pareció que eljoven rey había recibido en el corazón un dardoenvenenado. Echó una mirada incierta y débilpor toda la asamblea, y más de veinte vecespreguntó con vista a la reina madre, quien en-

Page 134: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tregada al placer de conversar con su cuñada, ycontenida además por las miradas de Mazarino,pareció no entender todas las súplicas que seleían en las miradas de su hijo.

Desde este momento; música, flores, luces ybelleza, todo hizose odioso e insípido para LuisXIV. Después de haberse mordido, cien veceslos labios, estirado los brazos y las piernas co-mo el niño bien educado, que sin atreverse abostezar agota todas las maneras de atestiguarsu fastidio, y después de haber implorado denuevo inútilmente a la madre y al ministro,volvió desesperado los ojos hacia la puerta, estoes, hacia la libertad. En el marco de esta puertavio recostada y destacándose con vigor unacabeza arrogante y morena tostada, de narizaguileña, de mirada dura, pero brillante; decabellos grises y largos, y de bigote negro, ver-dadero tipo de belleza militar, cuyo alzacuello,más resplandeciente que un espejo, quebrabatodos los rayos luminosos que iban a concen-trarse en él, devolviéndolos en reflejos. Este

Page 135: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

oficial llevaba el sombrero gris de pluma roja enla cabeza, prueba de que le llamaba a aquellugar su servicio, no el placer. Si hubiera estadollamado por su gusto; si hubiera sido cortesanoen vez de soldado, habría tenido en la mano susombrero:

Lo que probaba mejor aún que este oficial sehallaba de servicio y que desempeñaba un car-go al cual estaba, acostumbrado, es que con-templaba con los brazos cruzados, con notableindiferencia y suprema apatía, las alegrías oaburrimientos de esta fiesta: _ Parecía sobretodo, como un filósofo, y todos los soldadosviejos son filósofos, comprender infinitamentemejor los fastidios que los placeres; mas de losunos sacaba su partido; sabiéndose pasar muybien sin los otros.

Recostado, como hemos dicho, en el marco dela puerta, los ojos del rey se encontraron porcasualidad con los suyos.

Page 136: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

No era la vez primera, a lo que parecía, quelos ojos del oficial hallaban a aquéllos, de loscuales sabía a fondo el pensamiento, porque tanpronto como fijó su mirada en el rostro de LuisXIV, y hubo leído en su rostro lo que pasaba ensu corazón, es decir, el fastidio que le oprimía yla tímida resolución de marcharse que se agita-ba en el fondo de su almas comprendió que eramenester hacer servicio al rey sin que él lo pi-diese, y aun casi a pesar suyo, y arrogante, cualsi estuviese mandando la caballería en un díade batalla.

–– ¡La guardia del rey! ––gritó con voz poten-te y sonora.

A estas palabras, que hicieron el efecto deun trueno dominado, orquesta, los cantos y elrumor de pasos y de gente, el cardenal y la re-ina madre miraron con sorpresa al rey.

Luis XIV, pálido, pero resuelto, sostenido co-mo estaba por esa intuición de su propio pen-samiento que había hallado en la inteligencia

Page 137: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

del oficial de mosqueteros, y que acababa demanifestarse por la orden dada, se levantó desu sillón y dio un paso hacia la puerta.

–– ¿Os váis, hijo mío? ––preguntó la reina,mientras Mazarino se contentaba con interrogarcon su mirada, que hubiera podido parecerdulce, a no ser tan penetrante.

––Sí, señora ––respondió Su Majestad––; mesiento cansado, y además quisiera escribir estanoche.

Vagó una sonrisa por los labios del ministro,que con un movimiento de cabeza pareció darpermiso al rey.

Monsieur y Madame apresuráronse entoncesa dar disposiciones a los oficiales que se presen-taron.

Luis saludó, atravesó la sala y llegó a la puer-ta.

Page 138: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Una fila de veinte mosqueteros esperaba enella a Su Majestad. Al extremo de esta fila per-manecía el oficial, impasible, con la espadadesnuda en la mano.

El rey pasó, y toda la gente se empinó sobre lapunta de los pies para verle todavía.

Diez mosqueteros, marchando por entre lamuchedumbre que llenaba las antecámaras,abrían camino paro que el rey pasase.

Los otros diez rodeaban al rey y a Monsieur,que había querido acompañar a Su Majestad.

Las gentes del servicio seguían detrás.

Este pequeño acompañamiento escoltó al reyhasta el departamento que le estaba destinado,que era el ocupado por Enrique III durante suresidencia en el castillo de los Estados.

Monsieur había dado sus órdenes. Las mos-queteros, dirigidos por su oficial, entraron en la

Page 139: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

estrecho galería que comunica paralelamenteuna de las alas del castillo con la otra.

La galería constaba de una pequeña antesalacuadrarla, sombría aun en los días más hermo-sos.

Monsieur detuvo a Su Majestad. Majestad ––le dijo––, vais pasando por el mismo sitio enque el duque de Guisa recibió la primera puña-lada. .

Luis, muy ignorante en cuestiones de historia,conocía el hecho, pero sin saber los lugares nilos pormenores.

––¡Ah! ––dijo el rey, estremeciéndose.

Y se detuvo.

Todo el mundo se detuvo también, delante yen pos de él. El duque ––continuó Gastón–, es-taba casi en el mismo sitio en que yo estoy, ymarchaba en la dirección que lleva Vuestra Ma-jestad; el señor de Loignes hallábase en el sitio

Page 140: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

en que se encuentra en este momento vuestroteniente de mosqueteros; el señor de Saint–Ma-line y los emisarios del rey, detrás y alrededorde él. Así fue como le hirieron.

El rey se volvió hacia donde estaba el oficial,y vio una especie de nube que pasaba sobre sufisonomía atrevida y marcial.

––Sí, por la espalda ––dijo el teniente con ges-to desdeñoso.

Y procuro echar a andar, como si estuviesemolesto entre aquellos muros visitados en otrotiempo por la traición.

Pero su majestad, que parecía más propicio asaber que a preguntar, también pareció dis-puesto a pasear aún una mirada por aquel sitiofúnebre.

Gastón conoció el deseo de su sobrino.

–– Ved, Majestad ––dijo tomando una antor-cha de manos del señor de Saint-Remy––; en

Page 141: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

este sitio vino a caer, pues aquí había un lecho,cuyas cortinas rompió al agarrarse a ellas.

–– ¿Por qué parece que han cavado el pavi-mento de este sitio? ––preguntó Luis.

––Porque por este sitio corrió la sangre ––respondió Gastón––, que penetró profunda-mente la madera, y sólo a fuerza de roscarla escomo se ha podido lograr hacerla desaparecer.Y todavía ––añadió Gas––, aproximando la an-torcha al lugar designado – ese tinte rojizo haresistido todas las pruebas hechas para borrar-la.

Luis XIV alzó la frente. Tal vez pensaba en lahuella sangrienta que le enseñaron cierta vez enel Louvre, y que lo mismo que ésta de Bloishabía sido motivada cierto día por el rey supadre con la sangre de Concini.

–– ¡Vamos! ––dijo.

Al instante pusiéronse en marcha; la emoción,sin duda, había dado a la voz del joven prínci-

Page 142: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

pe, un tono de mando al cual no estaba acos-tumbrado.

Llegaron al aposento reservado a Su Majes-tad, y al cual se comunicaba, no sólo por la ga-lería, que acabamos de recorrer, sino tambiénpor una escalera que daba al patio.

––Ruego a Vuestra Majestad –dijo Gastón––,tenga a bien aceptar este departamento, aunqueindigno de recibirle.

––Tío mío ––contestó el príncipe––, os doy lasgracias por vuestra cordial hospitalidad.

Gastón abrazó a su sobrino, y, salió.

De los veinte mosqueteros que habían segui-do al rey, diez acompañaron a Monsieur a lassalas de recibo, aun no desocupadas a pesar dela salida de Su Majestad.

Los restantes fueron apostados por el oficial,que exploró por sí mismo en cinco minutos to-das las localidades, con ese golpe de vista frío y

Page 143: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

seguro que no .da siempre la costumbre, pues elde que hablamos pertenecía al genio.

Cuando todos estuvieron colocados, escogiópara su cuartel general la antecámara, en la cualencontró un gran sillón, una lámpara, vino ypan seco. Atizó la lámpara, bebió medio vasode vino, plegó sus labios con sonrisa henchidade expresión; instaláse en el gran sillón y dis-púsose a dormir.

IX

EL DESCONOCIDO DE LA HOSTERÍA

“LOS MEDICIS” REVELAN SU INCÓG-NITO”

Este oficial, que dormía o que se preparaba adormir, era el encargado, sin embargo, y a pesarde su aire distraído, de una grave res-ponsabilidad.

Page 144: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Teniente de mosqueteros de Su Majestad,mandaba la compañía llegada de París, queconstaba de ciento veinte hombres pero, a ex-cepción de los veinte de que hemos hablado, losotros cien estaban ocupados en custodiar à lareina, y, sobre todo, al señor cardenal.

Julio Mazarino economizaba los gastos deviaje de sus guardias, y en consecuencia usabade los del rey con la mayor largueza pues to-maba cincuenta de ellos para su persona; parti-cularidad que no hubiese dejado de parecerextraña para cualquiera poco acostumbrado alos usos de esta corte.

Lo que no hubiese dejado mucho más de pa-recer, si no extraño, extraordinario al menos, esque la parte del castillo destinada al señor car-denal, estuviera iluminada. Allí montaban laguardia mosqueteros en todas las puertas, y nodejaban entrar a nadie sino a los correos que,hasta de viaje, siempre acompañaban al carde-nal para su correspondencia.

Page 145: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Veinte hombres estaban do servicio en el de-partamento de la reina madre, y descansabantreinta a fin de relevar al día siguiente a suscompañeros.

En la: parte que habitaba el rey, par el contra-rio, sólo había silencio, soledad y `obscuridad.Cerradas las puertas, no existía la menor apa-riencia de monarquía, y poco a poco se habíanretirado todas las gentes de servicio. El príncipehabía enviado a interrogar si Su Majestad nece-sitaba de sus oficiales, y a un no del teniente demosqueteros, que tenía la costumbre de pre-guntar y responder él propio, todo comenzó adormir como en la casa de un ciudadano.

Y, sin embargo, había que oír desde la partedel edificio habitada por el joven rey, las músi-cas de la fiesta, y ver las ventanas ricamenteiluminadas del gran salón.

Diez, minutos después de su instalación, SuMajestad pudo conocer, por cierto movimientomás marcado que el que acompañó a su salida

Page 146: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de la sala, la que hacía el cardenal, a su vez,caminando al lecho con nutrida escolta de da-mas y caballeros.

Para distinguir, todo este movimiento, sólotenía que mirar por la ventana, cuyos postigosno se habían cerrado.

Su Eminencia atravesó el patio conducido porMonsieur en persona, que le alumbraba conuna antorcha; en seguida pasó la reina madre, aquien Madame daba el brazo familiarmente,cuchicheando las dos como antiguas amigas.

Todo desfiló detrás de estas dos parejas, da-mas, pajes y oficiales; las dos antorchas ilumi-naron todo el patio como un incendio de mo-vibles reflejos, y luego el ruido de los pasos yde las voces fue perdiéndose en los pisos supe-riores del castillo.

Entonces nadie pensó ya en el rey, que; decodos en la ventana, había visto tristementepasar todas aquellas luces, y oído alegarse todo

Page 147: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

aquel ruido; a nadie se veía si no es a ese des-conocido de la hostería Los Medicis, que hemosvisto salir envuelto en su capa.

Había subido al castillo y llegado a rondarcon su rostro melancólico los alrededores del,pacano, que aún circundaba el pueblo, y advir-tiendo que nadie guardaba la puerta principalni el patio, por cuanto los soldados de Mon-sieur fraternizaban con los soldados reales, esdecir, echaban unos cuantos tragos a discreción,o mas bien a indiscreción, el desconocido pene-tró por entre la muchedumbre, atravesó el pa-tio, y llegó por último al descansillo de la esca-lera que con lucía a las habitaciones del car-denal.

Lo que, según todas las probabilidades, hacíaque se dirigiese a este lugar, era el brillar de lasantorchas, y el aire atareado de los pajes y de lademás servidumbre.

Page 148: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Lotas a lo mejor fue detenido por unaevolución de mosquete y el grito de un centi-nela.

–– ¿Dónde vais, amigo? preguntóle el solda-do.

–– Al cuarto del rey ––respondió con tranqui-lidad y orgullo el desconocido.

El soldado llamó a un oficial de Su Eminen-cia, quien, con el tono de un portero de oficina,cuando, dirige la palabra a algún 'pretendiente,dejó escapar estas palabras:

––La escalera de enfrente.

Y sin cuidarse más del desconocido, volvió eloficial a su interrumpida conversación.

El extranjero, sin responder palabra, se dirigióa la escalera indicada.

Por aquel sitio no había ni ruido ni luces.

Sólo reinaba la obscuridad, en medio de lacual veíase pasear a un centinela semejante a

Page 149: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

una sombra, y el silencio, que permitía oír elruido de sus pasos, acompañado del resonar delas espuelas sobre las losas:

Ese soldado era uno de los veinte mosquete-ros al servicio del rey, que hacía la guardia conla frialdad y la conciencia de una estatua.

–– ¿Quién vive? ––gritó.

––Amigo ––respondió el desconocido.

–– ¿Qué queréis? ––Hablar al rey.

–– ¡Oh! Señor mío, eso no es posible.

–– ¿Y por que?

––Por qué el rey está acostado. ¿Acostado ya?

––Sí.

––No importa, es preciso que le hable.

––Y yo os digo que eso no es posible.

No obstante... –– ¡Marchaos!

––¿Es ésa la consigna?

Page 150: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No tengo que daros explicaciones. ¡Atrás! Yesta vez acompañó el soldado a sus palabras ungesto amenazador; pero el desconocido se mo-vió menos que si los pies hubieran echado raí-ces.

––Señor mosquetero ––dijo––, ¿sois hidalgo?

––Tengo ese honor.

––Pues bien, yo también lo soy, y entre hidal-gos debe haber algunas consideraciones.

El centinela bajó su arma, vencido por la dig-nidad con que estas palabras habían sido di-chas.

––Hablad, caballero, y si me pedís una cosaque esté en mis atribuciones...

––Gracias... ¿Tenéis un oficial, no es verdad?

—Sí, señor, nuestro teniente.

––Pues bien, desearía hablarle.

–– ¡Ah! Eso es distinto. Pasad caballero.

Page 151: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El desconocido saludó al soldado de una ma-nera distinguida, y subió la escalera, mientras elgrito: “¡Teniente, una visita!”, transmitido decentinela en centinela, le precedía e interrumpíael primer sueño del oficial.

El teniente, frotándose los ojos y arreglandosu capa, se adelantó tres pasos hacia el extranje-ro.

–– ¿Qué puede hacerse en vuestro obsequio?––preguntó.

–– ¿Sois el oficial de guardia, teniente demosqueteros?

––Tengo ese honor ––contestó el oficial:

––Caballero, es absolutamente preciso que yohable al rey.

El teniente miró atentamente al desconocido,y en aquella mirada, tan rápida como fue, viotodo lo que quería ver, esto es, una distinciónnobilísima bajo vestido ordinario.

Page 152: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Yo no creo que seáis un loco ––replicó–, ypor el contrario, caballero, me parece que tenéiscondición, de saber que no se entra así como asíen el cuarto del rey sin su consentimiento.

––Consentirá en ello, señor.

––Caballero, permitidme que lo dude: el reyha entrado aquí hace un cuarto de hora, y eneste instante debe estar a punto de desnudarse.Además, la consigna está dada.

––Cuando sepa quién soy yo – contestó eldesconocido alzando la cabeza––, levantará laconsigna. El oficial estaba cada vez más subyu-gado.

––Si yo consintiese en anunciaros, ¿puedo almenos saber a quién anunciaría; caballero?

––Anunciaríais a Su Majestad Carlos II, rey deInglaterra, de Escocia y de Irlanda.

El oficial estremecióse, retrocedió, y pudo ad-vertirse sobre su pálido rostro una de las más

Page 153: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

punzantes emociones que un hombre de ener-gía haya podido sofocar' en el fondo de su co-razón.

–– ¡Oh! Sí, Majestad; en efecto ––exclamó—,debía haberos reconocido.

–– ¿Habéis visto mi retrato?

––No, Majestad.

––Entonces, ¿cómo ibais a reconocerme, noconociendo mi retrato ni mi persona?

––Vi a Su Majestad, el rey vuestro padre, enun momento horrible. ––El día…

––Sí.

Una nube sombría pasó por la frente del prín-cipe: Luego, apartándola con la mano…

–– ¿Veis ahora alguna dificultad anunciarme?–dijo.

––Perdonadme, Majestad ––contestó el ofi-cial––; no podía adivinar que se ocultase un rey

Page 154: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

bajo tan sencillo exterior; y, sin embargo, teníael honor de decir ahora mismo a Vuestra Majes-tad que había visto al rey Carlos el más, per-dón; vuelo a prevenir a Su Majestad.

Y volviendo atrás inmediatamente

–– ¿Vuestra Majestad desea sin duda el secre-to para esta entrevista? preguntó.

––No lo exijo, mas si es posible guardarlo...

––Es posible, Majestad, porque puedo excu-sarme de avisar al gentilhombre de guardia;mas para esto es menester que Vuestra Majes-tad acceda a entregarme su espada.

––Es verdad. Olvidaba que nadie penetra ar-mado en el cuarto del rey de Francia.

––Vuestra Majestad será una excepción, siquiere, pero entonces pondré a cubierto mi res-ponsabilidad avisando al gentilhombre del rey.

––Tomad mi espada, caballero. ¿Queréis aho-ra anunciarme al rey?

Page 155: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Al instante, Majestad.

El oficial corrió a llamar a la puerta de comu-nicación, que le abrió el ayuda de cámara.

–– ¡Su Majestad el rey de Inglaterra! ––dijo eloficial suavemente.

–– ¡Su Majestad el rey de Inglaterra! ––repitióel ayuda de cámara. A estas palabras, un gen-tilhombre abrió la puerta, y vióse a Luis XIV sinsombrero ni espada, con el jubón abierto, ade-lantarse, dando pruebas de la más viva sorpre-sa.

–– ¡Vos, hermano mío! ¡Vos en Blois! ––exclamó Luis XIV despidiendo con un gesto algentilhombre y al ayuda de cámara, que pa-saron a una pieza próxima.

––Señor ––respondió Carlos II––, iba a Paríscon esperanza de ver a vuestra Majestad, cuan-do la fama me hizo: saber vuestra próxima lle-gada a esta ciudad. Entonces prolongue aquí mi

Page 156: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

estancia por tener algo muy importante quecomunicaros.

–– ¿Es adecuado este gabinete, hermano mío?

––Excelente, señor, porque creo que no pue-den oírnos.

––He despedido a mi gentilhombre y a miservidor, que están en la cámara próxima. Aquí,detrás de este tabique, hay un gabinete solitarioque da a la antecámara, y en éste no habréisvisto más que, un oficial; ¿no es verdad?

––Cierto.

–– ¡Pues bien, hablad, hermano mío!, escucho.

–– ¡Comienzo, señor, y quiera Vuestra Majes-tad tener lástima de las desdichas que afligen anuestra casa!

El rey de Francia se sonrojó, y acertó su sillón;al del rey de Inglaterra:

Page 157: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señor ––dijo Carlos II-, no necesito pregun-tar a Vuestra Majestad si conoce los pormeno-res de mi deplorable historia.

Luis XIV se sonrojó aún más que la vez pri-mera, y luego, poniendo su mano sobre la delrey de Inglaterra:

––Hermano mío ––dijo––, vergonzoso es de-cirlo; pero rara vez habla el cardenal de políticadelante de mí. Hay más, en otro tiempo mehacía leer por Laporte, mi ayuda de cámara,libros de historia; pero ha hecho que cesen estaslecturas, y me ha quitado a Laporte; de modoque suplico a mi hermano Carlos que me refieratodas estas casas como a un hombre que nadasabe.

––Pues bien; señor; tomando las cosas desdemás arriba, tendré una probabilidad más deconmover el corazón de Vuestra Majestad.

––Hablad, hermano querido, hablad.

Page 158: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Vos sabéis, Majestad, que llamado en 1650a Edimburgo, durante la expedición de Crom-well en Irlanda, fui coronado en Stone. Un añomás tarde, herido Cromwell en una de las pro-vincias que ––había usurpado, se volvió sobrenosotros; Encontrarle era mi objeto; salir deEscocia mi deseo.

––Sin embargo ––replicó el rey––, Escocia es,casi vuestra tierra natal, hermano mío..

––Sí; pero os escoceses eran para mí unoscompatriotas tiranos, Majestad; me habían obli-gado a renegar de la religión de mis padres;habían ahorcado a lord Montrose, mi más fielservidor, y como el pobre mártir, a quien sehabía hecho un favor matándolo, había pedidoque su cuerpo fuera hecho tantos pedazos cómociudades había en Escocia, para que por todaspartes se encontrasen testimonios de su fideli-dad, yo no podía salir de una ciudad ni ir aotra, sin pasar sobre algún trozo de aquel cuer-po que había trabajado, combatido y respirado

Page 159: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

por mí. Atravesé, pues, por medio de una mar-cha atrevida, el ejército de Cromwell, y entré enInglaterra. El protector se puso en persecuciónde esta fuga rara, que tenía una corona por ob-jeto. Si yo hubiera podido llegar a Londres an-tes que él, sin duda hubiese sido mío el premiode la carrera, pero me alcanzó en Worcester. Elgenio de ––Inglaterra ya no estaba–– en noso-tros, sino en él, Majestad; –– el 3 de septiembrede 1651, aniversario de esa otra acción de Dún-bar, tan fatal a los escoceses, fui vencido. Dosmil hombres cayeron en derredor, mío antes deque yo pensase retroceder un paso. Por último;fue necesario huir. Desde, entonces, mi historiaconvirtióse en novela. Perseguido con encarni-zamiento, me corté el cabello y me disfracé deleñador. Un día pasado entre las ramas de unaencina dio a este árbol el nombre de enema real,que lleva aún mis aventuras en el condado deStafford; de donde salí llevando a la grupa a lahija de mi huésped, son todavía el cuento detodas las viejas y suministrarán tema para una

Page 160: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

balada. Algún día escribiré todo eso, Majestad,para instrucción de los monarcas mis herma-nos. Contaré cómo al llegar á casa de místerNorton encontré a un capellán de la Corte quemiraba jugar a los bolos, y a un antiguo servi-dor que me nombro llorando, y que a poco memata con su fidelidad, como otro lo hubiera he-cho con su traición. En fin, contaré mis terrores,sí, mis terrores, cuando en casa del coronelWindham, un mariscal que visitaba nuestroscaballos confesó que habían sido herrados en elNorte.

––Es particular ––murmuró Luis XIV––, igno-raba todo eso. Sólo sabía vuestro embarque enBrighelmsted, y vuestro desembarco en Nor-mandía.

¡Oh! ––dijo Carlos––. Si permitís, ¡Dios santo!,que los reyes ignoren de ese modo la historialos unos de los otros, ¡cómo queréis que se so-corran entre sí!

Page 161: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero, decidme, hermano, ¿cómo habiendosido tan cruelmente recibido en Inglaterra, es-peráis aún algo de ese desgraciado país y de ésepueblo rebelde?

–– ¡Oh Majestad! Desde la acción de Wor-cester todas las cosas de allá han cambiadobastante. Cromwell, ha muerto después dehaber firmado con Francia un tratado, en elcual ha escrito su nombre encima del vuestro.Murió el 3 de septiembre de 1658, nuevo ani-versario de las acciones de Worcester y deDúnbar.

––Su hijo le ha sucedido.

––Pero ciertos hombres, Majestad, tienen fa-milia y no herederos. La herencia de Cromwellera muy pesada para Ricardo. Ricardo que noera ni republicano ni realista; Ricardo, que de-jaba que sus guardias se comiesen su comida, ya sus generales gobernar la República; Ricardoha abdicado el protectorado, el 22 de abril de1659. Hace poco más de un año. Desde entonces

Page 162: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Inglaterra no es más que un garito; donde cadacual juega a los dados la corona de mi padre.Los dos jugadores más encarnizados son Lam-bert y Monk. Pues bien, Majestad, yo desearíamezclarme en esa partida, cuya puesta es arro-jada sobre mi manto real. Majestad, un millónpara corromper a uno de esos jugadores. Parahacerme de él un aliado, o doscientos de vues-tros caballeros para echarlos de mi palacio deWhite Hall, como Jesús arrojó a los mercaderesdel templo.

––Luego ––repuso Luis XIV–– venís a solici-tarme...

––Vuestro auxilio; es decir, lo que no sola-mente los reyes se deben entre sí, sino lo que loscristianos se deben unos a otros, vuestro auxi-lio, Majestad, en dinero o en hombres; vuestroauxilio; y dentro de un mes, bien oponga Lam-bert a Monk, bien; Monk a Lambert, habré re-conquistado la herencia paterna, sin haber cos-tado una guinea a mi país ni una gota de sangre

Page 163: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

á mis súbditos, que cansados ya de revolución,de protectorado y de república, sólo piden irvacilantes a caer y dormirse en la monarquía;vuestro auxilio, señas, y deberé más a VuestraMajestad que a mi padre. ¡Desgraciado padre,que tan raramente ha pagado la ruina de nues-tra casa! Ya veis, señor––, si soy desgraciado ysi estaré desesperado para que yo acuse a mipadre. .

Y la sangre subió al semblante pálido de Car-los II, que permaneció un instante con la cabezaentre las manos, y como ciego por aquella san-gre que parecía rebelarse contra la blasfemiafilial.

El rey no era menos desgraciado que su her-mano; agitábase en su sillón y no encontrabauna palabra que responder.

Al fin, Carlos II, a quien diez años más dabanuna fuerza superior para dominar sus emocio-nes, encontró primero el uso de la palabra.

Page 164: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señor ––dijo––, espero vuestra respuestacomo un condenado su sentencia. ¿He de vivir?¿He de morir?

––Hermano ––contestó el príncipe francésa Carlos II–– ¡me pedís un millón a mí, quejamás he poseído la cuarta parte de esa can-tidad! ¡Yo no tengo nada! Yo no soy más reyde Francia que vos de Inglaterra. Soy unhombre, una cifra vestida de terciopelo y na-da más. Estoy sobre un trono visible: he aquími única ventana. ¡No tengo nada, no puedonada!

–– ¡Es verdad! ––exclamó Carlos II.

––Hermano ––dijo Luis bajando la voz––; yohe sufrido miserias que no hubiera soportado elmás infeliz de mis caballeros. Si mi pobre La-porte estuviera a mi lado, él os diría que hedormido en sábanas desgarradas, por entrecuyos jirones pasaban mis piernas; él os diríaque después, cuándo pedí mis carrozas, metrajeron unos coches viejos y casi inservibles; él

Page 165: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

os diría que cuando yo pedía la comida iban ainformarse a las cocinas del cardenal si habíaque darle de comer al rey. Y hoy mismo; hoymismo todavía, que cuento veintidós años; hoyque he llegado a la edad de las grandes ma-yorías reales, hoy que debería tener la llave delTesoro, la dirección de la política, la supremacíade la paz y de la guerra, dirigid una mirada enderredor mío y mirad lo que me dejan; ved esteabandono, este desdén, este silencio, mientrasque allí; mirad allá abajo ese tropel, esas luces;esos homenajes. ¡Allí, allí es donde está el ver-dadero rey de Francia, hermano mío!

–– ¿El cuarto del cardenal?

––El cuarto del cardenal, sí.

––Luego––estoy condenado, Majestad.

Luis no respondió.

––Condenado; sí, parque jamás solicitaré na-da de quien habría dejado morir de frío y dehambre a mi madre y a mi hermana; es decir, a

Page 166: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

la hija y a la nieta de Enrique IV, si el señor deRetz y el Parlamento no les hubieran enviadopan y leña.

–– ¡Morir! ––murmuró Luis XIV.

–– Pues bien ––continuó el rey de Inglate-rra––; el infeliz Carlos II, ese nieto de EnriqueIV, como vos, Majestad, no teniendo ni Par-lamento ni cardenal de Retz, morirá de ham-bre, como no faltó mucho para que muriesensu hermana y su madre.

Luis frunció el entrecejo y oprimió violenta-mente el encaje de sus bocamangas.

Esta inmovilidad y atonía, sirviendo de más-cara a una emoción tan visible, conmovieron alrey Carlos; que tomó la mano del joven.

––Gracias ––exclamó––, hermano mío, mehabéis escuchado, que era cuanto podía exigirde vos en la situación en que os halláis.

Page 167: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señor ––dijo de pronto Luis XIV levantandola cabeza––, me habéis dicho que necesitáis unmillón o doscientos caballeros.

––Un millón me bastará, Majestad.

––No es mucho.

––Para un solo hambre es mucho: menos ca-ras se han pagado muchas veces las conviccio-nes.

––Decís doscientos caballeros, que es algomás de una compañía, ¿y eso es todo?

––Majestad; hay en nuestra familia una tradi-ción: cuatro hombres, cuatro caballeros france-ses, partidarios de mi padre, estuvieron a puntode salvarle, juzgado por un Parlamento, guar-dado por un ejército y rodeado por una nación.

–––Por tanto, si yo os proporciono un millóno doscientos caballeros, ¿quedaréis satisfecho yme tendréis por un buen hermano?

Page 168: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Os tendré por mi salvador; y si llego a subiral trono de mi padre, Inglaterra, por lo menosmientras yo reine, una hermana de Francia,como vos lo habéis sido para mí.

––Pues bien, hermano ––dijo Luis incorpo-rándose––, lo que vacilabais en pedir voy a pe-dirlo yo mismo. Lo que jamás he querido hacerpor mi propia cuenta, lo haré por la vuestra. ¡Iréa buscar al rey de Francia, al otro, al rico, alpoderoso, y pediré yo mismo ese millón o esosdoscientos caballeros... y veremos.

–– ¡Oh! ––exclamó Carlos––Sois un amigo no-ble; un corazón creado por Dios! ¡Me libertáis,hermano mío; y cuando tengáis necesidad de lavida que me dais, pedídmela!

–– ¡Silencio, hermano, silencio! ––––dijo envoz baja Luis––. ¡Cuidad que no os oigan! Aúnno hemos concluido. ¡Pedir dinero a Mazarino!¡Eso es mucho más que atravesar el bosque en-cantado donde cada árbol encierra un diablo;eso es más que ir a conquistar un mundo!

Page 169: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Mas, no obstante, cuando vos pedís…

––Ya os he dicho que nunca he pedido ––respondió Luis con orgullo que hizo palidecer,al rey de Inglaterra.

Y como éste, semejante a un hombre herido,hiciese un movimiento de retirada:

––Perdón, hermano ––murmuró––, yo no ten-go una madre y una hermana que padezcan. Mitrono está duro y desnudo, pero estoy bien sen-tado en él.. Perdón, hermano, no me hagáis uncargo por esa palabra que es propia de un ego-ísta. Ya la recogeré con sacrificio. Voy en buscadel señor cardenal; os ruego que me esperéis;vuelvo al momento.

X

LAS CUENTAS DE MAZARINO

Page 170: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

En tanto que el rey se dirigía rápidamentehacia el ala del castillo ocupada por el cardenal,acompasado solamente de su ayuda de cámara,él oficial de mosqueteros, respirando comohombre obligado a contener mucho tiempo elaliento, salía del reducido gabinete de que yahemos hecho mención; y que el rey creía solita-rio. Este gabinete formaba en otro tiempo partede la cámara y sólo estaba separado de ella, porun delgado tabique. De aquí resultaba que talseparación, cuyo único objeto era quo nada seviese, permitía al oído menos indiscreto oír loque pasaba en ella.

No había, por tanto, duda de que el tenientede mosqueteros hubiese oído lo que pasara enel cuarto del. Rey.

Prevenido por las últimas palabras de Su Ma-jestad, salió de él a tiempo de saludarle a supaso, y para acompañarle con la vista hasta quedesapareció en el corredor.

Page 171: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Luego, y cuando el monarca hubo desapare-cido, movió la cabeza de un modo que le, erapeculiar, y con voz a la, cual cuarenta años pa-sados fuera de la Gascuña, no habían podidohacer perder su tono:

–– ¡Triste servicio! ––dijo––. ¡Triste amo!

Y, pronunciadas estas palabras, volvió a su si-llón, extendió las piernas y cerró los ojos comohombre que duerme o medita.

Durante este corto monólogo, y mientras elrey, atravesando los Vastos corredores del anti-guo ––castillo, se encaminaba al cuarto del se-ñor cardenal, verificábase en éste una escena deotro género.

Mazarino se había acostado algo atormentadopor la gota. Mazarino era hombre de orden queutilizaba hasta el dolor, hacía de la velada sir-viente humilde de su trabajo. Por esto se habíahecho llevar por Bernoum, su ayuda de cámara,

Page 172: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

un pupitre de viaje, a fin de poder escribir sobrela misma cama.

Pero la gota no es enemigo que se deje con-vencer tan fácilmente, y a cada movimientosuyo el dolor sordo se convertía en agudo.

–– ¿No se halla aquí Brienne? ––preguntó aBernouin.

––No, monseñor ––replicó el ayuda de cáma-ra––. El señor de Brienne se ha ido a acostar conlicencia vuestra. Pero si lo desea Vuestra Emi-nencia, puede despertársele.

––No, no vale la pena. Veamos, no obstante.¡Malditos números! Y el cardenal cerró los ojoscontando con los dedos.

–– ¡Oh! ¡Números! ––dijo Bernouin––. ¡Bueno!¡Si Su Eminencia se enreda en esos cálculos, leprometo para mañana la más hermosa jaqueca!Y con esto, y que el señor Guenaud no estáaquí.

Page 173: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Tienes razón, Bemouin. ¡Pues bien! Tú vas areemplazar a Brienne, amigo mío. En verdad,debí traer conmigo al señor Colbert. Ese jovenva bien, Bernouin, muy bien. ¡Es sujeto ordena-do!

––Yo no sé ––dijo el ayuda de cámara––, pero;lo que es a mí, no me gusta ni pizca la cara devuestro joven.

–– ¡Bueno, Bernouin! Para nada se necesita tuparecer, ponte aquí, coge la pluma y escribe.

––Aquí esta, monseñor. ¿Qué he de escribir?

––Aquí a continuación de esas dos líneas yatrazadas.

––Está bien.

––Escribe. Setecientas sesenta mil libras.

––Ya está.

––En Lyón.

Page 174: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El cardenal parecía dudar.

––En Lyón ––repitió Bernouin.

––Tres millones novecientas mil libras.

––Bien, monseñor:

––En Burdeos, siete millones.

––Siete ––repitió Bernouin.

–– ¿Sí, he?––dijo el cardenal de buen humor––. ¡Siete! Tú comprendes, Bernouin ––añadió almomento––, que todo esto es dinero que hayque gastar.

––Monseñor, poco me importa que esos mi-llones sean para guardarlos o para gastarlos,puesto que no son para mí:

––Esos millones son de Su Majestad. Todo loque cuento es dinero del rey... Con que decía-mos... Siempre me interrumpes.

––Siete millones, en Burdeos.

Page 175: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah! Sí, es cierto. Cuatro sobre Madrid. Yate explicaré para qué es todo este dinero, Ber-nouin pues todo el mundo da en la tontería decreerme millonario. Pero un ministro no tienenada suyo. Vamos sigue. Entradas generales,siete millones. Propiedades, nueve ¿Has escrito,Bernouin?

––Sí monseñor.

––Bolsa, seiscientas mil libras; valores diver-sos, dos millones... ¡Ah! Se me olvidaba: mobi-liario de los distintos castillos...

–– ¿Es preciso añadir de la Corona? –preguntó Bernouin.

––No, no; es inútil. Eso se sobre entiende. ¿Es-tá ya, Bernouin?

––Sí, monseñor.

–– ¿Cómo has puesto las cifras?

––Unas debajo de otras.

––Suma

Page 176: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Treinta y nueve millones, doscientas sesen-ta libras.

–– ¡Ah!–– exclamó el cardenal con violentaexpresión de despecho––. ¡Aún no hay cuarentamillones!

Bernouin volvió a sumar.

––No, monseñor, todavía faltan setecientascuarenta libras.

Mazarino pidió la cuenta y la revisó atenta-mente.

––Es igual –dijo Bernouin––: treinta y nuevemillones doscientas sesenta mil libras es uncrecido caudal.

–– ¡Ah! Bernouin, esto es lo que yo quisieraque tuviese el rey.

––Vuestra Eminencia me decía que este dine-ro era de su Majestad.

Page 177: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sin duda, pero muy claro y muy líquido.Estos treinta y nueve millones están comprome-tidos y mucho más.

Bernouin sonrió a su modo: es decir, comoquien no cree sino lo que quiere creer, prepa-rando al mismo tiempo la bebida que tomabapor las noches el cardenal, mulléndole las al-mohadas.

––¡Oh! –murmuró Mazarino cuando se au-sentó el ayuda de cámara––. ¡Todavía no sa-len los cuarenta millones! Pues es preciso quellegue a esa suma. Mas, ¡quién sabe si tendrétiempo! Mucho voy decayendo y no llegaré aellos. No obstante, ¿quién sabe si encontrarédos o tres millones en los bolsillos de nuestrosbuenos amigos los españoles? Ahora han des-cubierto el Perú, ¡y qué diablos!, aún debequedarles algo.

Cuando hablaba así, ocupado de sus númerosy sin pensar ya en la gota, animado por unapreocupación que en el cardenal era la más po-

Page 178: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

derosa de todas las preocupaciones, Bernouinprecipitóse en la cámara lleno de azoramiento.

–– ¡Qué! –preguntó el cardenal–– ¿Qué hay?

–– ¡El rey, señor, el rey!

–– ¡Cómo el rey! –dijo Mazarino, ocultandorápidamente su papel–– ¿El rey a estas horas?Le creía acostado hace mucho tiempo. ¿Puesque pasa?

Luis XIV pudo oír estas últimas palabras yver el rostro azorado del cardenal, incorporán-dose en el lecho, porque en aquel momentopenetraba en la cámara.

––No hay nada, señor cardenal, o al menosnada que pueda alarmaros; una comunicaciónimportante que tengo necesidad de hacerosesta misma noche y nada más.

Al instante, pensó Mazarino en aquella aten-ción tan marcad que Su Majestad había presta-do a sus palabras respecto a la señorita Manci-

Page 179: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ni, y le pareció que tal comunicación debía di-manar de su fuente. Serenóse, y en el acto asu-mió su más encantador aspecto, cambió de fi-sonomía, de lo que el joven rey se alegró enextremo y cuando el rey se hubo sentado:

––Majestad –dijo el cardenal––, verdad es quedebería escucharos de pie; pero la violencia demi mal...

––Nada de cumplidos entre nosotros, queridoseñor cardenal –dijo Luis afectuosamente––; yosoy vuestro discípulo y no el rey, bien lo sabéis;y, sobre todo, esta noche, ya que recurro a voscomo un pretendiente muy humilde y deseosode ser bien acogido.

Mazarino, viendo el rubor del rey, se confir-mó en su primera idea; esto es, que había unpensamiento de amor bajo todas aquellas her-mosas palabras. Pero una vez se engañaba elastuto político, por hábil que fuese: aquel ruborno lo producía los pudibundos entusiasmos de

Page 180: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

una pasión juvenil, sino la dolorosa contraccióndel orgullo real.

Mazarino, como buen tío, dispúsose a facilitarla confidencia.

––Habla –dijo––; y, puesto que Vuestra Majes-tad quiere olvidarse de que soy un súbdito,para llamarme su maestro y preceptor, protestoa Vuestra Majestad todos mis sentimientos afec-tuosos.

––Gracias, señor cardenal –contestó el rey––;además, es muy poca lo que tengo que pediros.

––Tanto peor –respondió el cardenal––. Qui-siera que Vuestra Majestad me pidiese algoimportante, y hasta sacrificio... Pero, sea lo quefuere lo que solicitéis, estoy dispuesto a tran-quilizar vuestro corazón concediéndolo.

––Pues bien, he aquí de lo que se trata –dijo elrey con fuertes latidos de corazón––: acabo derecibir la visita de mi hermano el rey de Ingla-terra.

Page 181: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Mazarino saltó en la cama como si le hubieranpuesto en contacto con la botella de Leyle o lapila de Volta, al mismo tiempo que un disgustomanifiesto iluminaba su rostro con el brillo decólera, que Luis XIV, por poco diplomático quefuese, conoció muy bien que el ministro habíaesperado oír otra cosa.

–– ¡Carlos II! –exclamó Mazarino con voz ron-ca––. ¿Habéis recibido su visita?

––Del rey Carlos II –repuso Luis XIV dandocon afectación al nieto de Enrique IV, el títuloque Mazarino olvidaba conceder––. Sí, señorcardenal; ese desdichado príncipe me ha con-movido contándome sus desgracias. Su dolor esgrande, señor cardenal, y a mí mismo me haparecido insoportable, a mí, que he visto dispu-tar mi trono, que me he visto precisado en díasde conmoción a abandonar mi capital; a mí queconozco el mal de dejar sin apoyo a un herma-no desposeído y fugitivo.

Page 182: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

¡Ah! –dijo disgustado el cardenal––. ¿Por quéno ha tenido, como vos, Majestad, un Julio Ma-zarino a su lado? Su corona se habría conserva-do intacta.

––Sé todo lo que mi casa debe a Vuestra Emi-nencia –replicó fríamente el rey, y creed que,por mi parte, jamás lo olvidaré. Y precisamenteporque mi hermano el rey de Inglaterra no hatenido a su lado el genio poderoso que me halibrado, por eso digo, quisiera yo conciliar elauxilio de se mismo genio, y suplicar a vuestrobrazo que se extendiese sobre su cabeza, bienseguro, señor cardenal, de que vuestra mano,con sólo tocarle, podría devolver a su frente lacorona que cayó al pie del cadalso de su padre.

––Majestad –replicó Mazarino––, os doy lasgracias por la opinión que me tenéis; pero nadatenemos que hacer nosotros en Inglaterra, conaquellos diablos que reniegan de Dios y cortanla cabeza a sus reyes. Es muy peligroso tocarlos

Page 183: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

desde que se han bañado en la sangre real. Ja-más me ha convenido su política, y al rechazo.

––De este modo podéis ayudarnos sustitu-yéndola con otra.

–– ¿Cuál?

––La restauración de Carlos II, por ejemplo.

–– ¡Dios santo! ––exclamó Mazarino––. ¿Con-tará, por ventura, el pobre señor; con la realiza-ción de esa quimera?

––Sí ––replicó el rey, asustado de las dificul-tades, que parecía prever en este proyecto–– elojo seguro de su ministro––; sólo pide para esoun millón.

––Nada más un milloncejo, ¿eh? ––dijo iróni-camente Su Eminencia, esforzando su acentoitaliano––. Un milloncejo, ¿eh? ¡Familia de men-digos! ¡Bah!

Page 184: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Cardenal ––dijo el rey alzando la cabeza––,esa familia de mendigos es una rama de mipropia familia.

–– ¿Sois vos bastante rico para dar millones aotros, Majestad? ¿Tenéis millones?

–– ¡Oh! ––repuso Luis XIV con supremodolor que procuró, sin embargo, ocultar afuerza de voluntad, para que no apareciese ensu semblante––: ¡Oh! Sí, señor cardenal; séque soy pobre; pero, al fin, bien vale la coronade Francia un millón, y para hacer una acciónbuena empeñaré, si preciso fuese, mi corona.,,Yo encontraré judíos que me prestarán muybien un millón.

––De modo, Majestad, ¿que decís tener nece-sidad de un millón? ––preguntó Mazarino.

—Sí, señor, lo digo.

––Mucho os engañáis, pues tenéis necesidadde mucho más. ¡Bernouin! Vais a ver de cuántomás tenéis necesidad. ¡Bernouin!

Page 185: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Qué es eso, cardenal? ––dijo el rey––,¿vais a consultar a un lacayo sobre mis asuntos?

–– ¡Bernouin! ––dijo otra vez el cardenal,haciendo como que no notaba la humillacióndel joven príncipe––; acércate aquí y dime quécantidad te pedía hace poco, amigo mío.

–– ¡Cardenal, cardenal, no me habéis oído! ––dijo Luis, pálido de cólera.

––No os enfadéis; trato de poner en claro losnegocios de Vuestra Majestad. Todo el mundolo sabe en Francia: mis libros están muy claros.¿Qué te decía yo que hicieses hace poco, Ber-nouin?

––Vuestra Eminencia me decía que le hicieseuna suma.

––Y la has hecho, ¿no es verdad?

––Sí, monseñor.

Page 186: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Para demostrar la suma que Su Majestadnecesitaba en este momento? ¿Note decía esto?Sé franco amigo mío.

––Eso me decía Vuestra Eminencia.

––Pues bien, ¿qué cantidad necesitaba yo?

––Cuarenta y cinco millones, según creo.

–– ¿Y que suma encontrábamos reuniendotodos nuestros recursos? ––Treinta y nuevemillones, doscientas sesenta mil libras.

––Bien, Bernouin, eso es todo lo que queríasaber. Déjanos ahora ––dijo el cardenal, fijandosu brillante mirada en el joven rey, mudo deestupor.

––Mas, sin embargo... ––balbuceó el rey.

–– ¡Ah! Dudáis todavía ––dijo el cardenal––.Pues bien, aquí está la prueba de lo que digo:

Y Mazarino tomó de bajo la almohada un pa-pel cubierto de cifras, que presentó al rey, quienvolvió la vista; tan_ profundo_ era su dolor.

Page 187: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Así, como es un millón lo que queréis, y esemillón no está puesto, es claro que Vuestra Ma-jestad tiene necesidad de más de cuarenta y cin-co millones. Pues bien, no hay judíos en elmundo que presten semejante suma, ni aunsobre la corona de Francia.

Luis, crispando sus puños echó atrás su sillón.

––Bien ––dijo––; mi hermano el rey de Ingla-terra se morirá de hambre.

––Majestad ––contestó con el mismo tonoMazarino––, recordad el proverbio que os en-seño en este caso como expresión de la mássana política: “Alégrate de ser pobre cuando tuvecino es pobre también.”

El rey meditó unos momentos, derramando almismo tiempo una mirada curiosa sobre el pa-pel, que en el mismo punto desapareció bajo laalmohada.

Page 188: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Entonces ––dijo––, ¿hay imposibilidad enhacer justicia a mi solicitad de dinero, señorcardenal?

––Absoluta, Majestad.

––Pensad en que esto me proporcionará mástarde un adversario, si sube al trono sin miauxilio.

––Si Vuestra majestad no teme más que eso,puede tranquilizarse ––dijo con viveza el car-denal.

––Bueno, no insisto más ––dijo el rey.

–– ¿He llegado a convenceros? ––preguntóel cardenal poniendo su mano sobre la delrey.

–––Perfectamente.

––Solicitad cualquiera otra cosa, seré feliz enconcederla, habiéndoos rehusado ésta.

–– ¿Cualquiera otra cosa?

Page 189: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––¡Sin _duda! ¿No estoy absolutamente adisposición de Vuestra Majestad? ¡Hola! ¡Ber-nouin, antorchas; guardias para Su Majestad!Su Majestad vuelve a su aposento.

––Aún no, cardenal, y puesto que ponéisvuestra buena voluntad a mi disposición, voya usar de ella.

––¿Para vos? ––preguntó el cardenal, espe-rando que por fin iba a tratarse de su sobrina.

––No, señor, no es para mí, sino para –– mihermano Carlos también. Obscurecióse el sem-blante de Mazarino, y murmuró algunas pala-bras que el rey no pudo entender.

XI

LA POLITICA DEL SEROR MAZARINO

En vez de aquella especie de duda con que uncuarto de hora antes se había acercado el rey, al

Page 190: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cardenal, podía leerse ahora en sus ojos aquellavoluntad contra la cual puede lucharse, y quepodrá destruirse quiza por su propia impoten-cia, pero que al menos conserva como una llagaen el fondo del corazón el recuerdo de su derro-ta.

––Esta vez, cardenal, se trata de una cosa másfácil de encontrar que un millón.

–– ¿Tal creéis, Majestad? ––dijo Su Eminenciamirando al rey con aquella mirada astuta, queleía en lo más profundo de los corazones.

––Sí, lo creo, y cuando sepáis el fin de mi de-manda...

–– ¿Y creéis que no lo sé, Majestad?

–– ¿Sabéis lo que me resta deciros? Oíd laspropias palabras del rey Carlos...

–– ¡Oh! ¡Veamos!

––Oíd: “Y si ese avaro, si ese pícara italiano”,ha dicho el... ¡Señor cardenal!..

Page 191: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Este es el sentido, si no las palabras. ¡Diossanto! No le quiero mal por esto. Cada uno vecon sus pasiones. Repito que ha dicho: “Y si esepícaro italiano os niega el millón que le pedi-mos, si nos vemos precisados, faltos de dinero,a renunciar a la diplomacia, entonces le pedi-remos quinientos caballeros…”

El rey experimentó un movimiento de agita-ción, Su Eminencia no se había equivocado másque en el número de hombres.

–– ¿No es cierto, Majestad, que es así? ––dijoel ministro con acento triunfante.

En seguida añadió:

––El rey Carlos ha dicho: “Tengo amigos alotro lado del Estrecho, a quienes sólo falta unjefe y una bandera de Francia, se aliarán a mí,porque comprenderán que tengo vuestro apo-yo. Los olores del uniforme francés valdrán ami lado el millón que nos haya denegado elseñor Mazarino (porque sabía muy bien que yo

Page 192: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

negaría este millón). Venceré con estos quinien-tos caballeros, y todo el honor será vuestro”.Esto es lo que ha manifestado, poco más o me-nos, ¿no es verdad? Envolviendo estas palabrasen metáforas resplandecientes y en imágenespomposas, porque todos son habladores en lafamilia. Su padre habló hasta en el patíbulo.

El sudor de la vergüenza corría por la frentedel rey, sintiendo que no correspondía a sudignidad oír insultar de ese modo a su herma-no; pero, aún no sabía tener voluntad, sobretodo frente aquél, ante quien todos se habíandoblegado, hasta su misma madre.

Al fin hizo un esfuerzo.

––Pero, señor cardenal, no son quinientoshombres, sino doscientos.

––Ya véis que había adivinado lo que pedía.

––Nunca he negado que tuvieses una miradaprofunda, y por esto mismo he pensado que nonegaríais a mi hermano Carlos una cosa tan

Page 193: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

sencilla y tan fácil de conceder como la que ospido en su nombre, señor cardenal, o más bienen el mío.

––Majestad –dijo el cardenal––, treinta añoshace que ocupo de la política; primero, enunión del señor cardenal Richelieu, y luegosolo. Esta política no ha sido siempre muyhorada, menester es confesarla, pero jamás des-cabellada. Bien; pues la que en este momentome propone Vuestra Majestad, es deshonrosa ytorpe a la par.

–– ¡Deshonrosa!

––Majestad, habéis hecho un tratado conCromwell.

––Sí, en este mismo tratado, Cromwell hafirmado por encima de mí.

–– ¿Y por qué firmásteis tan abajo? El señorCromwell encontró un buen sitio, y lo tomó; ésaera su costumbre. Pero vuelvo a Cromwell. Te-néis un tratado con él, es decir, con Inglaterra,

Page 194: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

porque cuando firmásteis ese tratado Cromwellera Inglaterra.

––Cromwell ha fallecido.

–– ¿Eso creéis Majestad?

––Sin duda, pues le ha sucedido Ricardo,quién ha abdicado.

–– ¡Esto es precisamente! Ricardo ha hereda-do a la muerte de Cromwell, e Inglaterra a laabdicación de Ricardo. El tratado forma partede la herencia, ya en manos de Ricardo, ya enlas de Inglaterra. El tratado es, pues, válido,tanto como nunca lo haya sido. ¿Por qué habí-ais de eludirlo, Majestad? ¿Qué ha cambiado enél? Carlos II desea hoy lo que hace diez añosrehusamos nosotros; pero éste es un caso pre-visto. Vuestra Majestad es aliado de Inglaterra,y no de Carlos II. Deshonroso es, sin duda, bajoel punto de vista de la familia, haber firmadoun tratado con un con un hombre que ha hechocortar la cabeza al cuñado del rey, vuestro pa-

Page 195: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dre, y haber contratado una alianza con un Par-lamento testaferro, convengo en que esto esdeshonroso, pero no torpe desde el punto devista político, puesto que gracias a ese tratadohe salvado a Vuestra Majestad, menos todavía,de los peligros de una guerra exterior, que laFronda... ––¿os acordáis bien de la Fronda?––(El rey bajó la cabeza), pero la Fronda hubieracomplicado fatalmente. De esta manera, pruebaa Vuestra Majestad que, cambiar ahora de ca-mino, sin prevenir a nuestros aliados, sería tor-pe y deshonroso. Haríamos la guerra teniendoel error de nuestra parte; lo haríamos, mere-ciendo que nos la hiciesen, y tendríamos el as-pecto de tenerla, provocándola al mismo tiem-po; porque un permiso concedido a quinientoshombres, a doscientos, a cincuenta, a diez,siempre es un permiso. ¡Un francés es la nación;un uniforme es el ejercito. Suponed, pongo porejemplo que, tarde o temprano, tengáis guerracon Holanda, la cual, ciertamente, sucederátarde o temprano, o con España, que sucederá,

Page 196: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

quizá si no se realiza vuestro matrimonio. (Ma-zarino miró profundamente al rey), y hay milcausas, que pueden hacer que no se realice;ahora bien, ¿aprobaríais que Inglaterra enviasea las Provincias Unidas, o a la Infanta, un regi-miento, una compañía, ni aun una partida decaballeros ingleses? ¿Juzgaríais esto en los lími-tes de lo honroso y de su tratado de alianza?

Luis escuchaba y le parecía extraño que Ma-zarino invocase la buena fe; él, autor de muchassupercherías políticas que se llamaban mazari-nas.

––Pero al fin dijo el rey––, sin autorizaciónmanifiesta, yo no puedo impedir que caballerosde mi Estado pasen a Inglaterra, si tal es su vo-luntad.

––Debéis obligarles a volver, Majestad, o almenos protestar contra su presencia como ene-migos en un país aliado.

Page 197: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero, finalmente, veamos; vos, señor car-denal, vos, un genio tan profundo, busquemosun medio de proteger a ese pobre rey sin com-prometernos.

––Eso es lo que yo no quiero, mi querida Ma-jestad –dijo Mazarino––. Aunque Inglaterraobrase según mis deseos, no secundaría mejormis designios; desde aquí he de dirigir la políti-ca de Inglaterra, mejor que desde otra parte.Gobernada como hoy se la gobierna, Inglaterraen para Europa un nido eterno de pleitos.Holanda protege a Carlos II; dejad que obreHolanda. Se enfadarán, se batirán, ellas son lasdos únicas naciones marítimas: dejad que sedestruyan mutuamente sus marinas, y nosotrosconstruiremos la nuestra con los restos de esosnavíos cuando tengamos dinero para comprarclavos.

–– ¡Oh! Todo esto que me decís es pobre ymezquino, señor cardenal.

Page 198: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, pero cierto; confesadlo, Majestad. Haymás; concedo por un momento la posibilidadde faltar a vuestra palabra y de eludir el trata-do; muchas veces se ve que falta a la palabra ose elude un tratado; pero es cuando se tienegran empeño o cuando por todas partes se en-cuentran estorbos en el contrato. Pues bueno,Vuestra Majestad autorizaría el compromisoque os pide, y Francia, o su bandera, que es lomismo, pasaría el Estrecho y combatiría; peroFrancia sería derrotada.

–– ¿Por qué?

–– ¡Pues a fe que es un hábil general Su Ma-jestad Carlos II, y que la jornada de Wórcesternos da, excelententes garantías!

––Ya no tendrán ningún choque, con Crom-well, señor cardenal.

––Sí, pero los tendrá con Monk, que es muchomás peligroso. Aquel intrépido fabricante decerveza de que hablábamos era un inspirado

Page 199: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que tenía momentos de exaltación y de expan-siones, durante las cuales abríanse como untonel demasiado lleno; entonces se escapabanpor sus hendiduras algunas gotas de pensa-miento, y por muestra se conocía el pensamien-to entero; así Cromwell nos ha dejado penetrarmás de diez veces en su alma, cuando más dediez veces en su alma, cuando más se la creíaenvuelta en triple capa de bronce, como diceHoracio. Pero ¡Monk! ¡Majestad! El cielo osguarde de tratar jamás de política con el señorMonk. El es quien en el espacio de un año havuelto grises mis cabellos. Monk no es un inspi-rado, por desgracia; es un político que no seubre, sino que se concentra. Hace diez años quetiene los ojos fijos. sobre un objeto, y nadie hapodido saber, cuál sea. Todas las mañanas, co-mo lo aconsejaba Luis XI, quema su gorro de'dormir:' Así es, que el día en que este plan,lenta y solitariamente madurado, estalle, esta-llará con todas las condiciones de éxito queacompañan siempre w 1o inopinado,' Ese es

Page 200: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Monk, Majestad, de quien tal vez no hayáisoído hablar jamás, cuyo mismo nombre no co-nocíais, quizá, antes que vuestro hermano Car-los, que sabe muy bien lo que es: él, lo pronun-ciase en vuestra presencia; esto es, una maravi-lla, de profundidad y de, tenacidad, las dos úni-cas cosas en que se embotan la imaginación y elvalor. Yo he tenido, imaginación. Puedo enva-necerme en ello, ya que me lo echan en cara.Con estas dos cualidades he hecho una carrerabrillante, puesto que de hijo de un pescador dePiscina he llegado a ser primer ministro del reyde Francia, y que con tal cualidad, bien, lo sabeVuestra Majestad –he prestado; algunos servi-cios al trono. Pues bien, si yo hubiera encontra-do a Monk en mi camino, en lugar de encontraral señor de Beaufort, al señor de Retz o al prín-cipe, estaríamos perdidos. Comprometeos deuna manera ligera, y caeréis en las garras dé esesoldado político. El casco de Monk es un cofrede hierro, cuyo fondo contiene sus pensamien-tos, y del cual–– nadie tiene la llave. Así es que

Page 201: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

me inclino ante su presencia, yo que sólo tengo––un birrete de terciopelo.

¿Y qué pensáis que quiere Monk?

––Si Io supiera; Majestad, no os diría que des-confiaseis de él, porque yo sería el más fuerte;pero con él tengo miedo de adivinar, ¡de' adi-vinar! ¿Comprendéis esta palabra?

Pues si creo haber adivinado, me fijaré en unaidea, y„ a pesar mío, perseveraré en esa idea.Desde que ese hombre está en el poder de In-glaterra, yo soy como aquellos malditos deDante –– a quienes Satanás ha retorcido el cue-llo, que marchan adelante, mirando hacia atrás:veo por el lado de Madrid, pero no pierdo devista a Londres. Adivinar con ese demonio dehombrees engañarse, y engañarse es perderse.Dios me libre de intentar nunca adivinar lo quedesea: me limito, y esto es bastante, a –– espiarlo que hace. Yo creo (¿entendéis la intención delas palabras yo creo? Yo creo, con respecto aMonk, no compromete a nada) ; yo creo que

Page 202: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tiene buenamente ganas de suceder a Crom-well; Carlos II le ha hecho ya proposiciones pormedio de diez personas, y se ha contentado condespedirlas, sin decirles otra cosa que “Mar-chaos u os hago ahorcar” ¡Este hombre es unsepulcro! En este momento manifiéstase Monkmuy adicto al Parlamento; pero a mí no me en-gaña esa adhesión; Monk no quiere ser asesina-do, pues un asesinato lo detendría en medio desu obra, y es menester que su obra se lleve atérmino. Así es que creo, pero no creáis en loque yo creo, Majestad; digo creo por costumbre;creo que Monk contempla al Parlamento hastael día en que lo destruya. Os, piden espadas,pero es para luchar contra Monk. Dios nosguarde de batirnos contra Monk, Majestad,porque Monk nos vencerá, y vencidos por él,¡no me consolaría en mi 'vida! Yo diría queMonk había previsto esta victoria diez años an-tes. Por Dios, Majestad, por la amistad que ostengo, ya que no por la consideración que osdebo, que Carlos II–– permanezca quieto. Vues-

Page 203: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tra Majestad le. asignará aquí una corta renta, yle dará uno de sus castillos. ¡Ah! Pero, esperad.¡No me acordaba del tratado, de ese famosoconvenio de que hablábamos hace poco! ¡Vues-tra Majestad no tiene ni aun el derecho de darleun castillo!

–– ¿Cómo?

––Sí, sí; Su Majestad se ha comprometido a nodar hospitalidad al rey, y aun a hacerle salir deFrancia. ¡Por eso le hicimos salir, y sin embargovuelve! Supongo que haréis entender a vuestrohermano que no puede permanecer entre noso-tros, que esto es imposible, que nos .com-promete, o yo mismo...

–– ¡Basta! ––––murmuró Luis XIV levantán-dose––: Que me neguéis un millón está en vues-tro derecho; vuestros millones son vuestros queme neguéis doscientos caballeros también estáen vuestro derecho, porque sois primer minis-tro, y tenéis la responsabilidad de la paz y laguerra; pero que pretendáis impedirme, a mí, el

Page 204: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

rey, que dé hospitalidad al nieto de Enrique IV,a mi primo hermano, al amigo de mi infancia...Aquí se detiene vuestro poder, aquí da princi-pio mi voluntad.

––Majestad ––dijo el cardenal, encantado deverse libre a tan poco precio, y–– que por otraparte sólo había combatido con tanto ardor pa-ra llegar a esto––––, siempre me doblegaré antela voluntad de mi rey; conserve, pues, a su ladoo en uno de sus castillos al rey de Inglaterra queMazarino lo sepa, mas que el ministro lo ignore.

––Buenas noches ––lijo Luis XIV––; me voydesesperado.

––Pero convencido, que es lo necesario, Ma-jestad–––– repuso Mazarino.

El rey no contestó, y se retiró pensativo yconvencido, no de todo lo que le había dichoMazarino, sino al contrarió, de algo que se ha-bía guardado muy `bien de decirle, y que era, lanecesidad de estudiar seriamente sus asuntos y

Page 205: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

los de Europa, porque los veía, difíciles y obs-curos.

Luis encontró al rey de Inglaterra ' sentadoen el mismo sitio en que lo había dejado.

Al verle levantóse el príncipe inglés; pero alprimer golpe de vista vio la desesperación es-crita con letras sombrías sobre la frente de: suprimo.

Entonces, tomó la palabra él primero, comopara facilitar a Luis la_ penosa confesión quetenía que hacerle:

––Sea lo que fuere ––––dijo––, nunca olvidarétoda la bondad, toda la amistad de que mehabéis dado prueba.

–– ¡Ah! ––replicó sordamente Luis––.¡Buena voluntad estéril, hermano mío!

Carlos II púsose extremadamente pálido, pa-só una mano fría por su frente, y luchó unos

Page 206: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

instantes contra un desvanecimiento que le hizovacilar.

––Comprendo ––dijo por fin––, ¡no hay espe-ranza!

Luis tomó la mano de Carlos II.

––Esperad; hermano mío, no os precipitéis;todo puede cambiar; las decisiones extremasson las que arruinan las causas; .añadid, os su-plico, un año de prueba más a los que ya habéissufrido. No hay ocasión ni oportunidad paradecidiros a obrar en este instante más bien queen otro; quedaos conmigo, hermano, qué yo osdaré una de mis residencias, la que más osagrade habitar, unido a vos; tendremos fijos losojos en los acontecimientos y los prepararemosjuntos. ¡Vamos, hermano, ánimo!

Carlos II retiró su mano de la del rey, y, retro-cediendo para saludar con más ceremonia:

Page 207: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Gracias, Majestad ––repuso––, ya que hesuplicado sin éxito al mas grande de la tierra,voy ahora a pedir un milagro a Dios.

Y salió, sin querer escuchar más, la frente alta,la mamo trémula, con una contracción de tris-teza en su noble semblante, y aquella sombríaprofundidad de mirada que, no encontrandoesperanza en el mundo de los hombres, pareceir más allá a pedirla en mundos desconocidos.

Viéndole pasar lívido, el oficial de mosquete-ros se inclinó casi de rodillas para saludarle.

Y en seguida tornó una antorcha, llamó a dosmosqueteros y bajó con el desdichado rey ladesierta escalera, teniendo en la mano izquierdasu sombrero, cuya pluma barría los peldaños deella.

Cuando llegó a la puerta, preguntó al rey porqué lado se dirigía, a fin de enviar allí mosque-teros.

Page 208: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Caballero ––respondió Carlos II a mediavoz––, vos que conocisteis a mi padre, decidme,¿habéis tal vez rezado por él? Si así es, no meolvidéis tampoco en vuestras oraciones. Ahorame voy solo, y os suplico que no me acompa-ñéis, y que tampoco me hagáis acompañar máslejos.

El oficial inclinóse y envió a los mosqueterosal interior del palacio.

Pero él permaneció un instante bajo el porche,para ver a Carlos II alejarse y perderse en lasombra de la tortuosa calle.

––A éste, como en otro tiempo a su padre ––dijo––, Athos, si estuviera aquí, diría con razón:

–– ¡Salud a la majestad caída! Luego subió laescalera.

–– ¡Ah! ¡Qué villano servicio hago! ––decía acada escalón––. ¡Ah! ¡Miserable amo! ¡Esta vidano es tolerable, y ya es tiempo de que yo tomeun partido!... ¡Más generosidad, más energía

Page 209: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

prosiguió––. Vamos, el maestro ha conseguidosu objeto, y el discípulo está muerto para siem-pre. ¡Pardiez! No consentiré en ello. Vamos,vosotros ––continuó entrando en la antecáma-ra––, ¿qué hacéis aquí mirándome así? Apagadesas luces y marchaos a vuestros puestos. ¡Ah!¿Me guardáis? Sí, veláis por mí, ¿no es verdad,buenas gentes? ¡Valientes necios! Yo no soy elduque de Guisa, y no se me asesinará en el pa-sillo. Además ––añadió en voz baja––, ésa seríauna resolución, y ya no se toman resolucionesdesde la muerte del señor cardenal de Riche-lieu. ¡Ah! ¡Aquél sí que era un hombre! ¡Ya lotengo decidido! ¡Desde mañana ahorco la casa-ca!

Pero, mudando de consejo: ––– ¡No ––dijo––,todavía tengo que hacer una prueba suprema, yla haré; pero juro que ésta será la última, ¡viveDios!

No había terminado de hablar, cuando salióuna voz de la cámara del rey.

Page 210: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Señor teniente! ––dijo la voz.

––Aquí estoy ––respondió.

—El rey desea hablaros. ––Vamos ––dijo elteniente––, tal vez sea para lo que yo pienso. Yentró en la habitación del rey

XII

EL REY Y EL TENIENTE

Cuando el rey vio a su lado al oficial, despi-dió al gentilhombre y al ayuda de cámara.

–– ¿Quién está mañana de servicio, caballero?––preguntó entonces.

––Yo, Majestad.

–– ¿Cómo, vos también?

––Siempre yo.

Page 211: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Y por qué, caballero?

––Cuando los mosqueteros salimos de viajecubrimos todos los puestos de la guardia deVuestra Majestad; es decir, el vuestro, el de lareina madre y el del señor cardenal, que tomaprestado al rey la mejor parte, o sea, la partemás numerosa de su guardia real.

––Pero, ¿y los descansos?

––No hay descansos más que para veinte otreinta hombres, de ciento veinte. En el Louvrees distinto; si yo estuviera en el Louvre, confia-ría en mi sargento; pero, en marcha, no, se sabelo que puede suceder; además, me place hacermis asuntos por mí mismo.

––Así, ¿estáis de guardia todos los días?.

––Y todas las noches, Majestad.

––Caballero, yo no puedo sufrir eso, y deseoque descanséis.

Page 212: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Está bien, Majestad, pero yo no quiero.

–– ¿Cómo? ––murmuró, el rey, que no com-prendió al pronto el sentido de esta respuesta.

––Digo que no quiero exponerme a una falta.Si el demonio ha de jugarme una mala partida,como conoce al hombre con quien tiene quehabérselas, escogerá el momento en que yo noesté aquí. Mi obligación, ante todo, y la paz demi conciencia.

––Pero en este oficio, señor, os mataréis.

–– ¡Bah! Hace ya treinta y cinco años qué ejer-zo este oficio, y soy el hombre de Francia y .deNavarra que goza de mejor salud. Por lo de-más, Majestad, no os preocupéis de mí. Esto meparecería, muy extraño, en atención a que noestoy habituado a ello.

El rey cortó de repente la conversación conuna nueva pregunta.

–– ¿Luego estaréis aquí mañana?

Page 213: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Como ahora, Majestad.

El rey dio entonces unas vueltas por la cáma-ra, siendo fácil conocer que ardía en deseos dehablar, pero que le contenía cierto temor.

El teniente, de pie, inmóvil, con el sombreroen la mano y el puño en la cadera, contemplabaaquellas evoluciones, y a la vez murmurabamordiéndose el bigote.

––No tiene resolución para nada; palabra dehonor. Apostemos a que no habla.

El rey seguía andando, y fijaba alguna queotra vez una mirada en el teniente.

––Es su mismo padre en persona ––continuó,éste en su secreto monólogo––; es, al propiotiempo, orgulloso, avaro y tímido. ¡Mal hayaun amo así!

Luis dejó de andar.

–– ¡Teniente! ––gritó.

––Aquí estoy, Majestad.

Page 214: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Por qué habéis gritado esta noche, allá enla sala de recepción; “La guardia de Su Majes-tad”?

––Porque me dísteis esa orden, Majestad.

–– ¿Yo?

––Vos mismo.

––En verdad no dije una palabra de eso.

––Majestad, una orden se da con un signo,con un gesto, con una mirada, tan franca y cla-ramente como con la palabra, Un servidor quesolo tuviera oídos, no sería más que la mitad deun buen servidor.

––Así, son muy penetrantes vuestros ojos.

–– ¿Por qué?

––Porque ven lo que no existe.

––En efecto, Majestad, mis ojos son buenos,aunque, hayan servido mucho y por largotiempo a su dueño; de modo que siempre que

Page 215: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tienen que ver algo, nunca desperdician la oca-sión. Esta noche, pues, han visto que VuestraMajestad miraba con súplicas elocuentes, pri-mero a Su Eminencia, luego a Su Majestad lareina madre, y por fin, a la puerta por donde sesalía; y han notado también todo lo que acabode decir, que han visto a los labios de VuestraMajestad pronunciar, estas palabras: “¿Quiénme sacará de aquí?”

–– ¡Caballero!

––O cuando menos esto, Majestad: “¡Mismosqueteros!” Entonces, no vacilé. Esa miradaera para mí; la palabra era para mi; y grité:“¡Los mosqueteros del rey!” Y esto es tan cierto,que no sólo no me ha reprendido Vuestra Ma-jestad, sino que me ha dado la razón marchán-dose al instante.

El rey volvióse de espaldas para sonreírse, ydespués de algunos segundos fijó sus limpiosdios en aquella fisonomía tan inteligente, tan

Page 216: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

audaz y firme, que podía decirse el perfil enér-gico y fiero del águila enfrente del sola

––Bien está ––dijo después de un corto silen-cio, ––durante el cual pretendió, aunque en va-no, hacer bajar los ojos a su oficial.

Pero viendo éste que el rey no decía 'ya nada,giró. sobre sus talones y dio tres pasos para irse,murmurando:

¡No hablará, pardiez, no hablará!

Gracias, caballero ––dijo entonces el rey.

––En verdad ––continuó el teniente––, nohubiera faltado más que ser reprendido por sermenos tonto que otros.

Y se encaminó hacia la puerta, haciendo sonarmilitarmente sus espuelas.

Mas al llegar al umbral conoció que el deseodel rey le impelía hacia atrás, y se volvió.

–– ¿Vuestra Majestad, tiene algo más quemandarme? ––preguntó con acento imposible

Page 217: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de describir, pero que sin parecer provocar laconfianza regia, contenía una franqueza tanpersuasiva, que el rey contestó al instante:

––Sí tal, señor, aproximaos. ¡Vamos! murmu-ró el oficial––. ¡Ya cae!

––Escuchadme.

––No pierdo ni una palabra, Majestad.

––Montaréis a caballo a eso de das cuatro ymedia de la mañana, y me prepararéis otro ca-ballo para mí.

––¿De las cuadras de Vuestra Majestad?

––No, de uno de vuestros mosqueteros.

––Está bien, Majestad. ¿Nada más?

––Y me acompañaréis.

–– ¿Sólo?

––Sí.

Page 218: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Vendré a buscar a Vuestra Majestad, o leesperaré?

––Me esperaréis.

–– ¿Dónde, Majestad?

––En la puerta menor del parque. El tenientese inclinó, comprendiendo que el rey había di-cho cuanto tenía que decir.

Efectivamente, el rey lo despidió con ademánmuy amistoso.

El oficial salió de la cámara del rey y volvió acolocarse filosóficamente en su silla, donde lejosde dormir, como pudiera creerse en vista de lahora avanzada de la noche, se puso a reflexio-nar más profundamente que nunca.

El resultado de estas reflexiones no fue tantriste como habían sido los precedentes.

–– ¡Vamos! Ya ha empezado ––dijo––. El amorle conduce y él marcha. El rey es nulo en sucasa, pero el hombre puede que valga algo.

Page 219: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Además, ya veremos mañana... ¡Oh! ––––exclamó de pronto levantándose––. ¡He aquíuna idea gigantesca, pardiez! ¡Tal vez mi fortu-na esté por fin en esta idea!

Después de esta exclamación, el oficial se le-vantó y midió a pasos largos, con 'las manos enlos balsillos de su casaca, la inmensa ante-cámara que le servía de ––alojamiento.

La bujía llameaba con fuerza al esfuerzo deuna brisa fresca que introducíase por las rendi-jas de la puerta y las hendiduras de la ventana,y cortaba la sala diagonalmente. Proyectabauna luz rojiza y desigual; unas veces radiante,otras amortiguada; y se, veía andar por la paredla sombra del teniente, cortada en silueta, cómouna figura de Callot, con la espada en espetón yel fieltro empenachado.

––O yo me equivoco ––murmuraba—, o Ma-zarino tiende un lazo al enamorado joven; Ma-zarino ha dado esta noche una cita y una di-rección tan complaciente como hubiese podido

Page 220: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

darla el mismo señor Dangeau. Yo he oído yconozco el valor de las palabras. “Mañana porla mañana, ha dicho, pasarán a la altura delpuente de Blois.” ¡Vive Dios! ¡Esto es clara, ysobre todo para un enamorado! Por eso ha sidoese embarazo, ese vacilar, y esa orden. “Señorteniente de mis mosqueteros, a caballo a lascuatro de la mañana”. Lo cual es tan claro comosi me hubiera dicho: “Señor teniente de mismosqueteros, mañana a las cuatro en el puentede Blois, ¿comprendéis?” Aquí hay, pues, unsecreto de Estado, que yo, miserable de mí, po-seo a estas horas. ¿Y por qué lo poseo? Porquetengo buenos oídos, como decía hace poco SuMajestad. ¡Dicen que ama apasionadamente aesa muñequita de Italia! ¡Dicen que se ha echa-do a los pies de su madre para pedirle casarsecon ella! ¡Dicen que la reina ha consultado ––con la corte de Roma, por no saber si sería váli-do ese matrimonio hecho contra su voluntad!¡Oh! ¡Si yo tuviese ahora veinticinco años!...––¡Oh! ¡Si tuviese aquí a mi lado aquéllos a quie-

Page 221: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nes no tengo!–– ¡Oh! ¡Si yo despreciase tan pro-fundamente a todo el mundo, yo enredaría alcardenal con la reina madre, a Francia con Es-paña, y haría una reina a mi manera! –– ¡Pero,bah!

––Ese miserable italiano, ese pícaro, ese avaroque acaba de negar un millón al rey de Inglate-rra, no me daría tal vez cien doblones por lanoticia que le llevase. ¡Oh! ¡Ya caigo en niñeríasy me embrutezco! ¡Mazarino dar ilada! ¡Ja,ja,ja!

Y el oficial echóse a reír formidablemente.

––Durmamos ––dijo, durmamos, y muy pron-to; tengo el espíritu cansado de esta noche, ymañana percibiré más claro que hoy.

Y a esta recomendación, hecha a sí propio, seenvolvió en la capa, mofándose de su regio ve-cino.

Cinco minutos después dormía con los puñoscerrados y los labios entreabiertos, dejando es-capar, no su secreto, sino un ronquido armo-

Page 222: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nioso que se extendía cómodamente bajo lamajestuosa bóveda de la antecámara.

XIII

MARIA MANCINI

No bien iluminaba el sol con sus primeros ra-yos los grandes bosques del parque y las altasatalayas del castillo, cuando el joven rey, des-pierto hacía más de dos horas por el insomniodel amor, abrió por sí mismo el postigo de laventana, y echó una mirada curiosa por los pa-tios del palacio dormido.

Vio que era ya, la hora señalada, pues el granreloj del patio señalaba las cuatro y cuarto noquiso despertar a su ayuda de cámara, quedormía profundamente a cierta distancia, yvistióse solo; pero el criado, creyendo haberfaltado a su deber, se acercó al rey, que le envió

Page 223: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

a su dormitorio, recomendándole el más pro-fundo silencio.

Entonces bajó la escalera, salió por una puertalateral y percibió a lo largo del muro del parqueun jinete que tenía de la brida otro caballo.

No podía conocerse a este jinete, envuelto ensu capa y, cubierto el rostro con el sombrero.

En cuanto al caballo, ensillado como el de unaldeano rico, no ofrecía nada notable; ni aunpara el ojo más experto.

El rey se acercó a tomar la rienda de este ca-ballo, y el oficial le sostuvo el estribo sin des-montar, pidiendo, al mismo tiempo, con vozdiscreta las órdenes, de Su Majestad.

––Seguidme, contestó Luis XIV.

El oficial puso su caballo al trote detrás del desu señor, y, de este modo bajaron hacia el puen-te.

Cuando estuvieron en la orilla del Loira.

Page 224: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

—Caballero ––dijo el monarca, vais a hacermeel favor de picar adelante hasta que diviséis unacarroza, en cuyo caso retrocederéis para decír-melo; yo espero aquí.

––¿Se dignará Vuestra Majestad darme algu-nos pormenores sobre la carroza que llevo en-cargo de descubrir?

––Una carroza en la que veréis dos señoras, ytal vez también su comitiva ––dijo el rey.

––Majestad, no quisiera equivocarme: ¿hayademás algún otro signo por el cual pueda re-conocer esa carroza?

––Probablemente, llevará las armas del señorcardenal.

––Está bien, Majestad ––replicó el oficial, en-teramente impuesto en el objeto de su recono-cimiento.

Entonces puso su caballo al trote, picando enla dirección indicada por el rey. Mas apenas

Page 225: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

hubo andado quinientos pasos, cuando vio de-trás de un montículo, primero cuatro mulas ydespués una pesada carroza.

En pos de esta carroza venía otra. No fue ne-cesario más que una ojeada para asegurarse deque aquéllos eran los carruajes que habían ido abuscar.

Al momento volvió grupas, y acercándose alrey:

––Majestad ––dijo ahí están las carrozas. Laprimera, en efecto, con dos señoras y sus muje-res de servicio; la segunda lleva algunos cria-dos; provisiones y equipajes.

––Bien, bien ––respondió el rey con voz muyconmovida––. Os ruego que vayáis a decir aesas damas que un caballero de la Corte deseapresentarles sus respetos solamente a ellas.

El oficial partió al galope.

Page 226: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Pardiez! ––iba diciendo al correr––. Heaquí un empleo nuevo y honroso, ¡por Cristo!Me quejaba de no ser nada y soy el confidentedel rey. Un mosquetero! ¡Voy a reventar deorgullo!

Aproximóse a la carroza y desempeñó su co-misión como mensajero elegante y entendido.

Dos damas iban, en efecto, en la carroza; launa de extraordinaria hermosura, aunque algodelgada; la otra menos favorecida por la natu-raleza pero más viva, más graciosa, y reuniendoen los ligeros pliegues de su frente todas laspruebas de una voluntad decidida.

––Sus ojos vivos y penetrantes hablaban máselocuentemente que todas las frases amorosascorrientes de aquellos tiempos de galantería.

A ésta fue a la que se dirigió Artagnan sin en-gañarse, aunque, como ya hemos dicho, la otrafuese quizá más bonita.

Page 227: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señoras ––dijo––, soy el teniente de losmosqueteros, y en el camino hay un caballeroque os aguarda y que desea presentaros susrespetos.

A estás palabras, cuyo efecto, seguía curiosa-mente la dama de los ojos negros, dio un gritode alegría, se inclinó fuera de la portezuela, y,viendo correr al caballero, tendió los brazosgritando:

–– ¡Ah! ¡Mi querida Majestad! Y las lágrimassaltaron de sus ojos.

El cochero detuvo las mulas, las mujeres deservicio levantáronse confusas en el interior dela carroza, y la segunda dama esbozó una re-verencia, terminada por la más irónica sonrisaque la envidia haya podido dibujar en labios demujer.

–– ¡María! ¡Querida María! exclamó, el mo-narca estrechando entre sus manos la mano dela dama de los ojos negros.

Page 228: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y abriendo él mismo la pesada portezuela, laatrajo fuera de la carroza con tanto ardor, quese halló en sus brazos antes de tocar tierra.

El teniente, desde el otro lado de la carroza,veía y oía sin ser notado. El rey ofreció su brazoa la señorita Mancini e hizo seña a los cocherosy a los lacayos de que continuasen su camino.

Serían las seis poco más o menos; el caminoera fresco y delicioso; grandes árboles, con susfollajes todavía cuajados de dorado fruto, de-jaban filtrar el rocío de la mañana suspendidocomo diamantes líquidos en sus movibles ra-mas; la hierba se extendía al pie de las hayas,las golondrinas describían su curso entre el cie-lo y el agua, y una brisa, perfumada por losbosques en su florescencia, corría a lo largo deeste camino y rizaba la sabana de agua del si-lencioso río. Todas estas bellezas del día, todosestos perfumes de las plantas, todas estas aspi-raciones de la tierra hacia el cielo embriagabana los dos enamorados, que marchaban apoyado

Page 229: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

el uno en el otro, con los ojos en los ojos, lasmanos en las manos, y que retardando el pasopor un mutuo deseo, no osaban hablar de tan-tas cosas como tenían que decirse.

El oficial advirtió que el caballo abandonadoerraba acá y allá e inquietaba a la señoritaMancini. Fingió un pretexto para acercarse ydetener al caballo, y, andando a pie entre lasdos cabalgaduras que conducía del diestro, noperdió ni una palabra ni un gesto de los dosamantes. La señorita Mancini fue la que co-menzó.

–– ¡Ah! ¡Mi querida Majestad! ––exclamó––.¿Con que me abandonáis?

–– No ––respondió el rey––; bien lo sabéis,María.

––Sin embargo, ¡tanto me habían dicho quecuando nos separásemos ya no os volveríais aacordar de mí!

Page 230: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Querida Marta, ¿es ahora cuando advertísque estamos rodeados de gentes interesadas enengañarnos?

–– ¡Al fin, Majestad, ese viaje, esa alianza conEspaña! ¡Os casan!

Luis bajó la cabeza.

Al mismo tiempo el oficial pudo observar lu-cir al sol las miradas de María Mancini, brillan-do como una daga sacada de la vaina.

–– ¿Y no habéis hecho nada por nuestroamor? ––exclamó la joven después de un ins-tante de silencio.

–– ¡Ah, señorita! ¿Cómo podéis creer eso? ¡Mehe arrojado a los pies de mi madre, he pedido,he suplicado, he dicho que toda mi dicha con-sistía en vos; he amenazado!

–– ¿Y qué? ––preguntó vivamente María.

–– ¡Y qué! La reina madre ha escrito a la cortede Roma, y se le ha dicho que una unión entre

Page 231: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nosotros no tendría ningún valor y que seríadisuelta por el Padre Santo. En fin, viendo queno había esperanza para nosotros, he pedidoque se demore, cuando menos, mi matrimoniocon la infanta.

––Lo cual no impide que estéis en camino pa-ra ir en su busca.

–– ¡Qué queréis! A mis peticiones, a mis rue-gos, a mis lágrimas se ha respondido con larazón de Estado.

–– ¿Y qué?

–– ¡Y qué! ¿Qué queréis hacer, señorita, cuan-do tantas voluntades se unen contra mí?

Esta vez fue María quien bajó la cabeza.

––Entonces, será necesario que os diga adióspara siempre ––dijo ella––. Vos sabéis que medestierran, que me sepultan; sabéis que hacenmás aún; sabéis que a mí también me casan.

Page 232: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Luis se puso pálido y llevóse una mano al co-razón.

––Yo también he sido muy perseguida, yhubiera cedido si sólo se hubiese tratado de mivida; mas he creído que se trataba de la vuestra,querida Majestad, y he combatido para conser-vares vuestro bien.

–– ¡Oh, sí! ¡Mi bien! '¡Mi amor! murmuró elrey, quizá con más galanteria que pasión.

––El cardenal hubiera cedido ––dijo María––,si os hubiérais dirigido a l insistiendo. ¡El car-denal llamar, al rey de Francia sobrino! ¿Com-prendéis,, Majestad? Todo lo hubiera hecho poresto, aun la guerra misma; Su Eminencia; segu-ro de gobernar solo, bajo el doble pretexto deque él había educado al rey y el había dado susobrina, hubiera combatido contra todas lasvoluntades y destruido todos los obstáculos.¡Oh! Majestad, Majestad, os respondo de ello.Soy mujer y veo claro en todo lo que es amor.

Page 233: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Estas palabras produjeron en el rey una im-presión singular. Hubiérase dicho que en lugarde exaltar su pasión la enfriaban; acortó el pasoy dijo con precipitación:

–– ¡Qué queréis, señorita! Todo se ha frustra-do.

––Excepto vuestra voluntad, ¿no es verdad,mi querida Majestad? ––¡Ah!–– ––dijo el reyruborizándose––. ¿Tengo yo acaso voluntad? ––¡Oh! ––murmuró dolorosamente la señoritaMancini herida por estas palabras.

––El rey no tiene más voluntad que la que ledicta la lírica, la que le impone la razón Estado.

–– ¡Oh! ¡Eso es qué no sentís amor! Si meamáseis, tendríais voluntad.

Pronunciando estas palabras, María alzó losojos sobre su amante, a quien vio pálido y másconfundido–––– que en : desterrado que va adejar para siempre la tierra donde nació.

Page 234: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Acusadme ––murmuró el rey––; pero nome digáis que no os amo. Un largo silenció si-guió a estas palabras, que el monarca había pro-nunciado con un sentimiento verdadero y pro-fundo.

––Yo no puedo pensar ––prosiguió María, in-tentando el último esfuerzo––, que mañana,pasado mañana, ya no os veré más; no puedopensar en ir a terminar mis tristes días lejos deParís, que los labios de un viejo, dé un descono-cido, toquen esa mano que tenéis entre las vues-tras; no, no puedo pensar en eso sin, que sedesespere mi corazón.

Y María Mancini se deshizo en lágrimas.

El rey, enternecido por su parte, llevóse el pa-ñuelo a los labios y sofocó un sollozo.

––Mirad –dijo María––, los carruajes se hanparado, mi hermana me espera, la hora'––essuprema, lo que vais a decir quedará decididopara siempre. ¡Oh, Majestad! ¿Que si que os

Page 235: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

pierda? ¿Queréis, pues, Luis, que aquélla aquien habéis dicho “os amo” pertenezca a otroque a su rey, a su señor, a su amante? ¡Oh!¡Animo, Luis! ¡Una palabra, una sola palabra!Decid: “Yo quiero, y toda mi vida quedará en-cadenada a la vuestra y todo mi corazón os per-tenecerá para siempre.

Nada contestó el rey.

–– María le miró entonces, como Dido miróa Eneas en los Campos Elíseos, desdeñosa yairada.

––¡Adiós, pues, dijo adiós la vida, adiós elamor... !

Y dio un paso para retirarse.

El rey la retuvo, le asió una mano, que llevó asus labios, y arrastrándole la desesperación porel partido que parecía haber tomado interior-mente, dejó caer sobre aquella linda mano unalágrima ardiente de sentimiento que hizo es-

Page 236: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tremecer a María, como si efectivamente ésalágrima la hubiese quemado.

Vio los ojos húmedos del monarca; su frentepálida, sus labios convulsos, y exclamó conacento imposible de describir:

–– ¡Oh! ¡Sois rey, lloráis, y yo me voy!

Por toda contestación, el rey ocultó su rostroen el pañuelo.

El oficial dio una especie de rugido que es-pantó a los dos caballos. Emocionada la señori-ta Mancini dejó al rey y subió precipitadamentea la carroza, gritando al cochero: ¡Partid, partidpronto!

El cochero obedeció fustigando a las mulas, yla pesada carroza conmovióse sobre sus ejeschillones, mientras el rey de Francia, solo y aba-tido, no se atrevía a mirar ni adelante ni atrás.

XIV

Page 237: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

SU MAJESTAD Y EL TENIENTE PATEN-TIZAN SU RESPECTIVA MEMORIA

Cuando el rey, lo mismo que todos los aman-tes del mundo, hubo mirado por mucho tiempoy atentamente cómo desaparecía en el horizontela carroza que llevaba a su amada; cuando sehubo vuelto y revuelto cien veces hacia el mis-mo sitio, y cuando, por fin, hubo podido cal-mar un tanto la agitación de su pecho y de sualma, se acordó de que no estaba solo.

El oficial continuaba teniendo el caballo de labrida, sin perder toda esperanza de que el reyvolviese de su resolución.

Aún había el recurso de montar a caballo ycorrer al lado de la carroza; nada se habría per-dido por aguardar.

Pero la imaginación del teniente de mosque-teros era demasiado brillante y rica dejó atrás la

Page 238: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

del rey, que se guardó bien de llevarse ä talexceso de lujo.

Contentóse con acercarse al oficial, a quien di-jo con doliente voz:

–– Vamos. . . hemos terminado... a caballo.

El oficial imitó su manera, su angustia, y ca-balgó lenta y tristemente sobre su montura; elrey picó delante y el teniente le siguió.

Guando llegaron al puente, Luis volvióse porúltima vez. El oficial, paciente como un diosque tiene la eternidad delante y detrás de sí, es-pero aún que volviese a la energía, pero todofue en vano. El rey llegó a la calle que conducíaal castillo y entró en él cuando daban las siete.

Habiendo penetrado en el castillo el rey, yhabiendo el mosquetero visto muy bien, él quetodo lo veía, levantarse en la ventana del carde-nal un pliegue de la tapicería, exhaló un pro-fundo suspiro, cómo quien se ve libre de losmás opresores lazos, y dijo a media voz:

Page 239: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– No hay duda que esto ha terminado.

El rey llamó a su gentilhombre.

––No recibiré a nadie antes de las dos, ¿en-tendéis, caballero? Majestad ––observó el gen-tilhombre––, hay, sin embargo, alguien quesolicita pasar.

–– ¿Quién?

––Vuestro teniente de mosqueteros.

–– ¿El que me ha acompañado?

––Sí, Majestad.

––¡Ah! ––dijo el rey––. Vaya, qué pase.

El oficial entró.

El rey hizo una seña, a la cual salieron el gen-tilhombre y el ayuda de cámara.

Luis siguiólos con los ojos hasta que cerraronla puerta, y cuando volvieron a caer las tapice-rías que la cubrían:

Page 240: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Me recordáis con vuestra presencia, caba-llero ––dijo el monarca––, lo que había olvidadoencargaros, es decir, la discreción más absoluta.

–– ¡Oh! ¿Por qué se toma Vuestra Majestad eltrabajo de hacerme tal recomendación? Bien seve que no me conocéis.

––Sí, señor, es verdad; sé que sois discreto,mas como no había prescrito nada.

El oficial se inclinó.

–– ¿No tiene más que decirme Vuestra Majes-tad?

––No, caballero, y podéis retiraros.

–– ¿Alcanzaré el permiso de no hacerlo antesde haber hablado al rey, Majestad?

–– ¿Qué tenéis que decirme? Explicaos.

––Algo, Majestad, de ninguna importanciapara vos, pero que me interesa considerable-mente a mi. Perdonadme que os detenga. A noser por la urgencia y por la necesidad, jamás lo

Page 241: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

hubiese hecho y habría desaparecido, mudo ypequeño corno he sido siempre.

–– ¿Cómo desaparecido? No os comprendo.

––En una palabra ––dijo el oficial—, vengo asolicitar mi licencia a Vuestra Majestad.

El rey hizo un movimiento de sorpresa, peroel oficial no se movió más que si hubiese sidouna estatua.

–– ¡Vuestra licencia! ¿Y por cuánto tiempo?

––Para siempre, Majestad.

–– ¡Cómo! ¿Dejaréis mi servicio, caballero? ––preguntó Luis con un movimiento que descu-bría algo más que la sorpresa.

––Majestad, tengo ese pesar.

––No puede ser.

––Sí, Majestad; me voy cargando de años; yahace treinta y cuatro o treinta y cinco que llevola armadura, y mis pobres hombros están muy

Page 242: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cansados; veo que es necesario ceder el puesto alos jóvenes. Yo no soy del moderno siglo, no;todavía tengo un pie en el antiguo, de lo cualresulta que todo es extraño a mis ojos, que todome sorprende y aturde. Por esto tengo el honorde pedir mi licencia a Vuestra Majestad.

––Caballero ––dijo el rey mirando al oficial,que llevaba la casaca con aire que hubiese dadoenvidia a un joven––; vos sois más fuerte y másvigoroso que yo.

–– ¡Oh! ––respondió el oficial con sonrisa defalsa modestia––. Vuestra Majestad me dice esoporque aún tengo la presencia bastante buena yel pie bastante firme; porque voy bien a caballo,y porque mis bigotes aún son negros; pero, to-do es vanidad de vanidades, ilusiones, humo.Verdad es que aún tengo el aspecto joven, perosoy viejo, y estoy seguro que antes de seis me-ses estaré cascado, gotoso, inútil. Así, pues, Ma-jestad...

Page 243: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Caballero ––interrumpió el rey––; recordadvuestra palabra de ayer; en ese mismo sitio enque os encontráis, me decíais que estábais do-tado de la mejor salud que había en Francia,que os era desconocido el cansancio, que no osmolestaba pasar noches y días en vuestro pues-to. Me habéis dicho todo eso, ¿sí o no? Apelad avuestros recuerdos, caballero.

El oficial exhaló un suspiro.

––Majestad ––dijo––, la vejez es vanidosa, yhay que perdonar a los viejos que hagan su elo-gio, ya que nadie se ocupa de ellos. Es posibleque dijera eso, mas el hecho es, Majestad, queestoy muy cansado y pido mi retiro.

––Señor ––añadió el rey dando un paso haciael oficial con un gesto lleno de fineza––, veo queno me dáis la razón verdadera; queréis dejar miservicio, es cierto, pero me disfrazáis el motivode esa retirada.

––Bien lo podáis creer, Majestad.

Page 244: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Creo lo que veo, caballero; veo un hombreenérgico, lleno de presencia de espíritu, el me-jor soldado de Francia tal vez, y nada del mun-do me persuadirá que tenéis necesidad de des-canso.

––¡Ah, Majestad! ––dijo el teniente con amar-gura––. ¡Cuántos elogios! ¡En verdad que Vues-tra Majestad me confunde! ¡Enérgico, vigoroso,entendido, valiente, el mejor, soldado del ejérci-to! Pero, señor, Vuestra Majestad exagera miescaso mérito hasta tal extremo, que por muybuena opinión que tenga de mi, no me conozcosegún esa pintura. Si yo fuese bastante vanopara creer solamente en la mitad de las palabrasde Vuestra Majestad, me miraría como hombreindispensable, y diría que un servidor, cuandoreúne tantas y tan brillantes cualidades, es untesoro sin precio. Debo decir, señor, que todami vida, excepto hoy, he sido juzgado, en gradoinferior a lo que valía. Pero repito que VuestraMajestad exagera.

Page 245: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El rey frunció el entrecejo, porque veía unasonrisa irónica y amarga en el fondo de las pa-labras del oficial.

––Vamos caballero ––dijo––; tratemosfrancamente la cuestión: ¿Es que no os agradami servicio, decid? Nada de rodeos, respon-dedme categóricamente. Lo quiero.

El oficial, que hacía algunos instantes quearrollaba entre las manos su sombrero con airebastante embarazado, levantó la cabeza a estaspalabras.

––Majestad ––respondió––, esas expresionesme dan algo más de confianza. A una preguntahecha con tanta franqueza, responderé tambiénfrancamente. Decir verdad es una cosa muybuena, tanto por el placer que se siente en cal-mar su corazón, como a causa de la rareza delhecho. Diré, pues, la verdad a mi rey, suplicán-dole al mismo tiempo que excuse la franquezade un antiguo soldado.

Page 246: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El rey miró a su oficial con viva inquietud,que se manifestó por la agitación de su cara.

––Ea, pues, hablad ––dijo––, porque estoyimpaciente por escuchar las verdades que te-néis que decirme.

El oficial tiró su sombrero sobre una mesa, ysu rostro, ya tan inteligente y tan marcial, tomóde repente un extraño carácter de soleminidady grandeza.

––Señor –dijo––, dejo el servicio de VuestraMajestad porque estoy descontento. Todo cria-do, en estos tiempos, puede acercarse con res-peto a su amo, como yo hago ahora, darle elempleo de su trabajo, devolverle los instrumen-tos o útiles que ha puesto en sus manos, pre-sentarle las cuentas de los fondos que le ha con-fiado y decirle: “Mi jornada ha termina-do; pagadme, os lo ruego, y separémonos.”

–– ¡Caballero, caballero! ––exclamó el rey en-cendido de cólera.

Page 247: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah, ––Majestad! ––dijo el oficial, doblandoun momento la rodilla––. Jamás ningún servi-dor, fue más respetuoso que yo ante VuestraMajestad, más me habéis mandado que diga laverdad. Ahora, pues, que he comenzado a de-cirla, es menester que brille, aun cuando memandéis callarla.

Había impresa tal resolución en los contraídosmúsculos del oficial, que Luis XIV no tuvo ne-cesidad de decirle que continuara; prosiguió,pues, mientras el rey lo miraba con curiosidadmezclada de admiración:

––Majestad, hace treinta y cinco años, comodecía antes, que sirvo a la casa de Francia; po-cas personas han gastado tantas espadas comoyo en ese servicio, ¡y cuidado que las espadasde que hablo eran excelentes, Majestad! Yo eraniño, ignorante en todas las cosas, excepto delvalor cuando el rey vuestro padre, descubrió enmí un hombre. Yo era un hombre, Majestad;cuando el cardenal Richelieu, que conocía muy

Page 248: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

bien las cosas, adivinó en mí un enemigo. Lahistoria de esta enemistad de la hormiga y elleón pudisteis leerla desde la primera hasta laúltima línea en los archivos secretos de vuestrafamilia. Si alguna vez os da la gana, leedla, Ma-jestad, pues bien vale la pena, y yo soy quien loafirma. En ella leeréis que el león cansado, fati-gado y jadeante, pidió gracia por último, y pre-ciso es hacerle esta justicia, también la hizo,¡Oh! ¡Aquél fue un tiempo sembrado de bata-llas, como una epopeya del Tasso o del Ariosto!Las maravillas de ese tiempo, que el nuestro senegaría' a creer, fueron para nosotros cosa dejuego. Durante cinco años fui un héroe todoslos días, por lo menos según me han dicho per-sonas de mérito; ¡y es muy largo, creedme, Ma-jestad, un heroísmo de cinco años! Sin embargo,lo creó, porque me lo han dicho esas gentes queeran buenos apreciadores. Llamábanse señor deRichelieu, señor de Buckingham, señor deBeaufort, señor de Retz, ¡rudo genio tambiénéste en la guerra de las calles! En fin, el monar-

Page 249: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ca Luis XIII, y aun la reina vuestra augusta ma-dre, que un día tuvo la bondad de decirme:¡Gracias! Yo no sé qué servicio tuve el honor deprestarle. Dispensadme, que pase tan apresura-damente; pero ya he tenido el honor de decir aVuestra Majestad que esto que cuento ahora esla historia.

El rey mordióse los labios y se sentó con vio-lencia en un sillón.

––Disgusto a Vuestra Majestad ––dijo el te-niente––. ¡Ved lo que es la verdad! Una compa-ñera dura, llena de hierros que hiere a quientoca, y algunas veces a quien la dice.

––No, caballero ––respondió el rey yo os heinvitado a hablar; hablad, por tanto.

––Después del servicio del rey y del cardenal,el servicio de la regencia, Majestad; también mehe batido mucho en la Fronda; mucho menos,sin' embargo, que la primera vez. Los hombresempezaban a disminuir de estatura. También

Page 250: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

he conducido a los mosqueteros de Vuestra Ma-jestad en ciertas ocasiones peligrosas, que hanquedado en la orden del día de la compañía.¡Qué bella suerte era entonces la mía! Era yo elíntimo del señor Mazarino: “¡Teniente por aquí!¡Teniente por allá! ¡Teniente á la derecha! ¡Te-niente a la izquierda!” No se daba un' cuarto enFrancia sin que vuestro humilde servidor nofuera el encargado de distribuirlo; nero bienpronto no se contentó con Francia el señor car-denal, y me envió a Inglaterra por cuenta delseñor Cromwell; otro caballero que no era ler-do, señor, respondo de ello. Tuve la honra deconocerle y pude apreciarlo. Mucho me habíanprometido con respecto a esta misión, pero co-mo hice alga muy distinto a lo que me en-cargaron hacer, fui pagado generosamente,pues se me nombró últimamente capitán demosqueteros, es decir, el cargo más envidiadode la Corte, el que marcha delante de los maris-cales de Francia; esto era justicia, porque quien

Page 251: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dice capitán de mosqueteros, dice la flor y natadel soldado, el rey de los valientes.

––Capitán, caballero ––replicó el rey––, segu-ramente os equivocáis; es teniente lo que que-réis decir.

––No, Majestad, yo jamás me equivoco; refié-rase Vuestra Majestad a mí sobre este punto: elseñor cardenal me dio el diploma.

–– ¿Y qué?

––Pero el señor Mazarino, y Vuestra Majestadlo sabe mejor que nadie, no da muchas veces, y––aun algunas –– vuelve a ,recibir lo que da: asíes que me lo quitó cuando se hizo la paz y notuvo ya necesidad de mí. Ciertamente que yo ––no era digno de reemplazar al señor de Tréville,de ilustre memoria; mas al fin se me habíaprometido, se me había dado, y las cosas debie-ron quedar aquí.

–– ¿Y esto es lo que os tiene descontento,caballero? Pues bien, tomaré informes; yo soy

Page 252: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

amante de la justicia, y vuestra reclamación,aunque hecha militarmente, –– no me des-agrada.

–– ¡Oh! –exclamó el oficial––. Vuestra Majes-tad ha comprendido mal; no pido nada.

––Ese es un exceso de delicadeza, caballero;pero yo quiero cuidar de vuestros asuntos, ymás tarde...

––¡Oh! ¡Majestad, qué palabra! ¡Más tarde! Yahace treinta años que conozco esa palabra llenade bondad, que ha sido pronunciada por taninsignes personajes, y que a su vez acaba depronunciar vuestra boca. ¡Más tarde! Así escongo he recibido veinte heridas y llegado a laedad de cincuenta y cuatro años sin tener nuncaun luis en mi bolsa; y sin haber encontradonunca un protector en mi camino, ¡yo que heprotegido a tantas personas! Así que cambio defórmula, Majestad, y, cuando me dicen: ¡Mástoma del, respondo: En seguida. Lo que yo soli-

Page 253: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cito es el descanso. Bien puede concedérseme,porque nada costará a nadie.

––No esperaba yo ese lenguaje, caballero, par-ticularmente de parte de un hombre que siem-pre ha vivido al lado de los grandes. Olvidáisque estáis hablando al rey, a un caballero que esde tan buena casa como vos, supongo; cuandodigo más tarde, está hecho.

––No lo dudo, Majestad; mas ved aquí el finde esta terrible verdad que tenía que deciros:aun cuando viese sobre esta mesa el bastón demariscal, la espada de condestable, la corona dePolonia, en vez de ese más tarde, os juro, señor,que también diría al instante. ¡Oh!, Dispen-sadme; soy del país de vuestro abuelo EnriqueIV, y no hablo muchas veces, pero cuandohablo lo manifiesto todo.

––A lo que parece, no os incita el porvenir demi reinado ––dijo Luis con altanería.

Page 254: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Olvido para todo! ––exclamó el oficialcon nobleza––. El amo ha olvidado al servi-dor, y ahora, el servidor se ve reducido a ol-vidar a su amo. Vivo en un tiempo des-graciado, señor; veo a la juventud llena de co-bardía; la veo tímida y despojada, cuando de-bería ser rica y poderosa. Anoche, por ejem-plo, abrí la puerta del rey de Francia a un reyde Inglaterra, del que yo, miserable; hubiesesalvado al padre si Dios` no se hubiera decla-rado en contra mía. ¡Dios, que inspiraba a suelegido, Cromwell! Abrí, digo, esa puerta, esdecir, el palacio de un hermano a un herma-no, y he visto, ¡esto me apena el corazón!, y hevisto al ministro de este rey arrojar al proscri-to y humillar a su amo, condenando a la mi-seria a otro rey, su igual; en fin, he visto a mipríncipe, que es joven, hermoso y valiente,que tiene el valor en el corazón y el rayo enlos ojos; le he visto temblar ante un cura quese ríe de él detrás de las cortinas de su alcoba,donde dirige en su lecho todo el oro de la

Page 255: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Francia, que esconde en seguida en cofresdesconocidos. Sí, comprendo vuestra mirada,Majestad. Soy atrevido hasta el extremo; ¡pe-ro, qué queréis! Soy un viejo, y digo a vos,qué sois mi rey, cosas que haría volver a en-trar en la garganta de quien las pronunciasedelante de mí. Finalmente, me habéis manda-do descubrir ante vos el fondo de mi corazón,y derramo a los pies de Vuestra Majestad labilis que he depositado durante treinta años,como derramaría toda mi sangre si VuestraMajestad me lo ordenase.

El ––rey enjugó; sin decir una palabra, el su-dor frío y abundante que fluía de sus: sienes.

El minuto de silencio que siguió a esta vehe-mente salida, representó para e! que habíahablado y para el que había escuchado siglos depadecimientos.

––Caballero ––––dijo al fin el rey––, habéispronunciado la palabra olvido: yo no he oídomás que esa palabra ya que sólo responderá.

Page 256: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Otros han podido ser olvidadizos; pero yo no losoy, y la prueba es que me acuerdo que ciertodía de conmoción, que un día en que el pueblofurioso, furioso y mugidor como la mar, inva-día el Palacio Real; que un día, en fin, que yofingía dormir en mi lecho, un solo hombre, conla espada desnuda y escondido detrás de micabecera, velaba por mi vida, dispuesto aarriesgar la suya por mí, como ya la habíaarriesgado por mi familia. Aquel caballero; aquien yo preguntaba entonces su nombre, ¿noera el señor de Artagnan?

––Vuestra Majestad tiene buena memoria ––respondió fríamente el oficial.

––Considerad ahora, señor ––prosiguió elrey––, si tengo tales recuerdos de la infancia, losque puedo conservar en la edad de la razón.

––Vuestra Majestad ha sido ricamente dotadopor Dios ––dijo el oficial en igual tono.

Page 257: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Veamos, señor de Artagnan ––continuóLuis con una agitación febril––, ¿no seréis tansufrido como yo? ¿No haréis lo que yo hago?

–– ¿Y qué hacéis, Majestad?

––Esperar.

––Vuestra Majestad puede hacerlo porque esjoven, mas yo, señor, ¡ya no tengo tiempo paraesperar! La vejez está a mi puerta y la muerte lasigue mirando hasta el fondo de mi casa. Vues-tra Majestad comienza la vida, y está lleno deesperanza para el porvenir; pero, yo, estoy alotro lado del horizonte, y nos encontraremostan lejos el uno del otro, que jamás tendré tiem-po de esperar que Vuestra Majestad llegue has-ta mí.

El rey dio una vuelta por la cámara; siempreenjugándose aquel sudor que hubiera espanta-do a los médicos, si éstos hubiesen podido veral rey en semejante estado.

Page 258: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Está bien, señor ––dijo entonces Luis XIVcon voz seca––. ¿Deseáis vuestro retiro? Lo ten-dréis. ¿Me presentáis vuestra dimisión del gra-do de teniente de mosqueteros?

––La pongo muy humildemente a los pies deVuestra Majestad.

––Basta. Decretaré vuestra pensión.

––Quedaré obligado a Vuestra Majestad.

––Caballero ––dijo el rey haciendo un violen-to esfuerzo sobre sí mismo––, creo que perdéisun excelente amo.

––Estoy seguro de ello, Majestad.

–– ¿Encontraréis uno semejante?

–– ¡Oh! Vuestra Majestad es único en el mun-do; no tomaré servicio por ningún, rey de latierra, ni tendré más amo que yo.

–– ¿Eso decís?

––Lo prometo a Vuestra Majestad.

Page 259: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Recojo esa palabra, caballero.

Artagnan se inclinó.

––Y ya sabéis que tengo buena memoria ––prosiguió el rey.

––Sí, Majestad, aunque deseo que esa memo-ria os falte ahora, para que olvidéis las miseriasque me he visto precisado a manifestar. Su Ma-jestad está a tal altura sobre los pobres y lospequeños, que así lo espero.

––Mi Majestad, caballero, hará lo que el sol,que todo lo ve, grandes y chicos, ricos y mise-rables, dando brillo a uno; calor a otros, y a to-dos la vida. Adiós, señor de Artagnan, adiós,sois libre.

Y Luis, dando un ronco sollozo que se perdióen su garganta, pasó rápidamente a la cámarainmediata.

Artagnan tomó su sombrero de la mesa enque lo había arrojado, y salió.

Page 260: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

XV

EL PROSCRITO

Aún no había bajado del todo la escalera Ar-tagnan, cuando el rey llamó a su gentilhombre.

–– Tengo un encargo que daros, caballero ––dijo.

––A las órdenes de Vuestra Majestad.

––Esperad.

Y el joven rey púsose a escribir la carta si-guiente, que le costó más de un suspiro, aunqueal mismo tiempo brillaba en sus ojos algo se-mejante al sentimiento del triunfo. “Señor car-denal:

“Merced a vuestros consejos y a vuestra fir-meza, he sabido vencer y domar una debilidad

Page 261: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

impropia de un rey. Habéis preparado dema-siado hábilmente mi destino para que la grati-tud no me detenga en el momento de destruirvuestra obra. He comprendido que no teníarazón en querer desviar mi vida del camino quele habéis trazado. Ciertamente, hubiera sidouna desgracia, para Francia y para mi familia,que se rompiese la unión entre mi ministro yyo.

“Esto es, no obstante, lo que a no dudarhubiera acontecido de hacer esposa mía a vues-tra sobrina. Comprendo muy bien mi destino, yde hoy más, nada opondré a su cumplimiento.Estoy, pues, dispuesto a casarme con la infantaMaría Teresa, y desde este momento podéis fi-jar la apertura de las conferencias. “Vuestroafectísimo, Luis.

El rey leyó la carta, y la selló por sí mismo.

––Esta carta para el señor cardenal ––dijo.

Page 262: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Salió el gentilhombre. A la puerta del cuartode Mazarino encontró a Bernouin que esperabacon ansiedad.

–– ¿Qué pasa? ––––preguntó el ayuda de cá-mara del ministro.

––Una carta para el cardenal ––––dijo el gen-tilhombre.

–– ¡Una carta! ¡Ah! Ya la esperábamos noso-tros después del viaje de esta mañana.

–– ¡Ah! Sabíais que el rey...

––En calidad de primer ministro, está en losdeberes de nuestro cargo saberlo todo. ¿Y SuMajestad pide, ruega, según presumo?

––Yo no sé, pero ha suspirado muchas vecesmientras la escribía.

––Sí, sí, sí, sabemos lo que quiere decir eso. Sesuspira de dicha como de pena, señor.

––Sin embargo, el rey no tenía aspecto demuy contento cuando volvió de su viaje.

Page 263: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No lo habréis visto bien. Además, tampocohabéis visto al rey seno a la vuelta, pues queúnicamente le acompañaba su teniente deguardias. Pero yo tenía el telescopio de Su.Eminencia, y miraba mientras él descansaba.Estoy cierto de que los dos lloraban.

–– ¡Y qué! ¿Lloraban también de felicidad?

––No, pero sí de amor, y se juraban mil terne-zas que Su Majestad sólo pide cumplir. Estacarta es un principio de ejecución.

–– ¿Y qué piensa Su Eminencia de este amor,que no es un secreto para nadie?

Bernouin cogió el brazo al mensajero de Luis,y al tiempo que subía la escalera:

––Confidencialmente ––le dijo a media voz––,Su Eminencia espera buen éxito del asunto. Sémuy bien que tendremos guerra con España.Pero ¡bah!, la guerra contendrá a la nobleza. SuEminencia, por otro lado, dotará regiamente, yaún más que regiamente, a su sobrina. Habrá

Page 264: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dinero, fiestas y balazos, y todo el mundo estarácontento.

––Bien, bien; pero me parece ––dijo el gentil-hombre encogiéndose de hombros–– que estacarta es demasiado ligera para contener todoeso.

––Amigo ––contestó Bernouin––, estoy segurode lo que digo: todo me lo ha contado él señorde Artagnan.

–– ¡Bueno! ¿Y qué ha dicho? Veamos.

––Me he acercado a él ––para adquirir noti-cias de parte del cardenal, se entiende, sin des-cubrir nuestros designios, porque el señor deArtagnan es un sabueso muy fino.

–– “Apreciable Bernouin ––me respondió––,el rey está loco enamorado de la señoritaMancini. Esto es todo lo que puedo deciros”.

Page 265: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

¡Cómo! ––le pregunté yo––. ¿Suponéis queeso llegue a tal punto que sea capaz de adelan-tarse a los intentos de Su Eminencia?

“¡Ah! No me preguntéis, yo creo al rey es ca-paz de todo. Tiene una cabeza de hierro, y loque quiere, lo quiere tenazmente. Si le ha ve-nido en talante casarse con la señorita Mancini,se casará”. En seguida me dejó, se fue a las cua-dras tomó un caballo que ensilló él mismo, ca-balgó y salió como si lo llevase el demonio.

––De suerte, que creéis... ––Creo que el señorteniente de los guardias sabía algo más que noquería decir.

––Así, pues, el señor de Artagnan, en vuestraopinión...

––Corre, según todas las probabilidades, allado de las desterradas, para dar los pasos úti-les al éxito del amor de Su Majestad. Charlandode este modo negaron ambos confidentes a lapuerta del cuarto del cardenal. Su Eminencia no

Page 266: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tenía ya gota y paseaba impaciente por la cáma-ra, escuchando por las puertas y mirando porlas ventanas.

Bernouin entró seguido del gentilhombre, quetenía orden del rey de poner la carta en propiasmanos del cardenal. Mazarino cogió la carta;pero, antes de abrirla, compuso una sonrisa decircunstancias, aire cómodo para velar las:emociones de cualquier género que fuesen. Deesta forma, cualquiera que fuese la impresiónque recibiera de la carta, ningún reflejo de ellase manifestó en su semblante.

–– Muy bien ––dijo después de haber leído yreleído la carta––; magnífico, caballero; anun-ciad al rey que le doy las gracias por su obe-diencia a los deseos de la reina madre, y quevoy a hacer todo lo necesaria para que se cum-pla su voluntad.

El gentilhombre salió. Apenas se cerró lapuerta, Su Eminencia, que no tenía máscarapara Bernouin; se arrancó aquélla con que mo-

Page 267: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

mentáneamente se había cubierto el rostro, ycon expresión más sombría:

––Llamad al señor de Brienne ––ordenó.

El secretario entró cinco minutos después.

––Acabo de hacer un buen servicio a la mo-narquía ––le dijo Mazarino––, el mayor que lehe prestado en mi vida. Llevaréis esta carta queda fe de ello al cuarto de Su Majestad la reinamadre, y cuando ésta os la devuelva, la pon-dréis en el cartón B, lleno de documentos y depiezas relativas a mis servicios.

Brienne salió, y tomó esta! carta tan importan-te estaba abierta, no dejó de leerla por el cami-no. Esto sin contar con que Bernouin, que esta-ba bien con todo el mundo, se aproximó lo bas-tante al secretario para poder leer por encimade su hombro. La noticia se extendió por el cas-tillo con tanta rapidez, que Mazarino temió unmomento que llegase a oídos de la reina antesque el señor de Brienne pusiese en sus manos la

Page 268: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

carta de Luis XIV: Un momento después esta-ban dadas todas las órdenes para la marcha, yel príncipe de Condé, habiendo ido a visitar alrey a la hora de levantarse, inscribió en su regis-tro la ciudad de Poitiers como lugar de moraday descanso para Sus Majestades.

De este modo desanudábase en algunos ins-tantes una intriga que había ocupado sorda-mente a todas las diplomacias de Europa. Y, sinembargo, sólo había tenido por resultado posi-tivo hacer perder a un pobre teniente de mos-queteros su carrera y su fortuna. Verdad es que,en cambio, ganaba su libertad.

Pronto sabremos cómo el señor de Artagnanse sirvió de ella. De momento, si el lector nos lopermite volvamos a la hostería Los Médicis, unade cuyas ventanas se abría en el instante dedarse las órdenes en el castillo para la marchadel rey.

Esta ventana que se abría, pertenecía a una delas habitaciones de Carlos. El infeliz príncipe

Page 269: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

había pasado la noche en insomnio, con la ca-beza entre las manos y apoyados los codos so-bre la mesa. Parry, entretanto, achacoso y viejo,se había' dormido en un rincón, cansado decuerpo y de espíritu. ¡Singular destino del fielservidor, que veía comenzar de nuevo en lasegunda generación la terrible serie de desgra-cias que pesara sobre la primera! Cuando Car-los II hubo considerado extensamente la nuevaderrota que acababa de sufrir; cuando hubocomprendido bien el aislamiento completo enque había caído, viendo escapar su nueva espe-ranza, fue acometido de vértigo y cayó pesadoen el ancho sillón en que estaba sentado.

Entonces Dios tuvo piedad del infortunadopríncipe y le envió el sueño, hermano inocentede la muerte.

Así durmió hasta las seis y media, esto es,cuando el sol resplandecía ya en su habitación,y cuando Parry, inmóvil por el temor de des-pertarle, consideraba con dolor profundo los

Page 270: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ojos del joven enrojecidos por el insomnio, ysus mejillas ya pálidas, por los sufrimientos yprivaciones.

Por último, el ruido de algunos carros, quebajaban hacia el Loira, despertó a Carlos. Seincorporó, miró en derredor suyo como hombreque todo lo ha olvidado, vio a Parry, estrechólela mano y le mandó que pagase los gastos amaese Cropole. Maese Cropole, forzado a arre-glar sus cuentas con Parry, se condujo, fuerza esdecirlo, como persona de bien sólo hizo su ad-vertencia acostumbrada, es decir, que los dosviajeros no habían comido, lo cual tenía la dobledesventaja de ser humillante para su cocina yde obligarle a pedir el precio de una comida noempleada, y no obstante, pedida. Parry no en-contró nada que decir y pagó.

––Espero ––dijo el rey–– que no habrá suce-dido lo mismo con los caballos. Yo no veo envuestra cuenta que hayan comido y sería unadesgracia para viajeros que, como nosotros,

Page 271: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tienen que hacer una larga jornada, encontrardebilitados los caballos.

A esta duda, maese Cropole tomó su aire, demajestad; y contestó que el establo de Los Mé-dicis no era menos hospitalario que su come-dor.

El rey montó a caballo, su antiguo servidorhizo otro tanto, y ambos tomaron el camino deParís sin haber encontrado a casi nadie durantesu tránsito por las calles y barrios de la ciudad.

Este golpe era para el príncipe tanto más te-rrible cuanto que era un nuevo destierro. Losdesgraciados se–– adhieren a las menores es-peranzas como los aventureros alas mayoresfelicidades, y cuando es necesario abandonar ellugar donde esas esperanzas han acariciado elcorazón, experimenta el mortal disgusto quesiente el desterrado cuando pone el pie en elbarco que debe conducirle a su destierro. Estoconsiste, aparentemente, en que el corazón,herido ya tantas veces, padece mucho al golpe

Page 272: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

más insignificante; que considera como un bienla ausencia momentánea del mal, que no es otracosa que la ausencia del dolor, que, en fin, enlos más terribles infortunios, el cielo derrama laesperanza, como aquella gota de agua que elrico malo demandaba a Lázaro.

La esperanza de Carlos II no había sido másque una fugitiva alegría, al verse bien acogidopor su hermano Luis. Entonces aquella es-peranza había tomado cuerpo y convertídose enrealidad; pero, luego, de repente, la negativadel cardenal había hecho descender la realidadficticia al estado de sueño. La promesa de LuisXIV, tan pronto destruida, no había sido másque una irrisión. Irrisión como su corona, comosu cetro y como sus compañeros; como todo loque había rodeado su regia infancia y abando-nado su juventud proscrita. ¡Irrisión! Todo erairrisión para Carlos II, excepto ese reposo frío ynegro que le prometía la muerte.

Page 273: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Estas eran las ideas del infortunado príncipecuando, inclinado sobre su caballo, cuyas rien-das, había abandonado, marchaba bajo el solcaliente y dulce del mes de mayo, en el cual lacruel misantropía del desterrado añadía uninsulto más a su dolor.

XVI

¡REMEMBER!1

1. Palabra inglesa que significa “acuérdate”.

Cierto jinete que pasaba rápidamente por elcamino subiendo hacia Blois, de donde habíasalido una media hora antes, poco más o me-nos, cruzóse con los dos viajeros, saludándolosal pasar. Apenas puso el rey la atención enaquel joven, porque el tal jinete de que habla-mos era un joven de veinticinco a veintiséis

Page 274: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

años, el cual volvíase de vez en cuando y hacíademostraciones de amistad a un hombre queestaba de pie ante la verja de una casa, bella,blanca y roja, esto es, de piedra y ladrillo y conel techo de pizarra, situada a la izquierda delcamino que llevaba el príncipe.

Este hombre, viejo, alto y cenceño, de blancoscabellos (hablamos del que permanecía junto ala verja); este hombre correspondía a las señasque le hacía el joven, con otros signos de des-pedida, tan tiernos como los hubiese hecho unpadre. El joven concluyó por desaparecer en elprimer recodo del camino, adornado de hermo-sos árboles, y el viejo se disponía ya para volvera casa, cuando llamaron su atención los dosviajeros que pasaban entonces por enfrente dela verja.

Ya hemos dicho que el rey marchaba con lacabeza inclinada, los brazos caídos, y dejando iral paso y casi a su capricho el caballo que mon-taba. Parry en pos de él y para dejarse penetrar

Page 275: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

mejor por la tibia influencia del sol, se habíaquitado el sombrero y paseaba sus miradas aderecha e izquierda del camino. Sus miradastopáronse con las de aquel viejo recostado en laverja, el cual, como si presenciase algún extrañoespectáculo, prorrumpió en una exclamación ydio un paso hacia ambos viajeros.

Inmediatamente, pasaron los ojos desde Parryal rey, sobre el cual se fijaron un instante. Porrápido que fuese este examen, no dejó de refle-jarse al momento y de manera visible en elsemblante del anciano; porque apenas huboreconocido al más joven de los viajero, juntóprimero las manos con respetuosa sorpresa y,alzando el sombrero de su cabeza, saludó tanprofundamente que hubiérase dicho que searrodillaba.

Por muy distraído, o más bien, por muy su-mido que fuese el rey en sus reflexiones, aque-lla demostración no pudo menos de extrañarle.

Page 276: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

¡Deteniendo Carlos su caballo y volviéndose aParry!

––Dios mío, Parry murmuró––, ¿quién es esehombre que me saluda de ese modo? ¿Me co-nocerá por ventura?

Parry, muy emocionado y pálido, había con-ducido su caballo hacia la verja.

–– ¡Ah, señor! ––dijo deteniéndose de repentea cinco o seis pasos de distancia del anciano queproseguía de rodillas––. Me veis así tan asom-brado, porque me parece que reconozco a estebuen hombre. ¡Ah, sí! Es el mismo. ¿PermiteVuestra Majestad que le hable? ¿Por qué no?

–– ¿Sois vos, señor Grimaud? ––preguntó Pa-rry.

––Sí, yo soy ––dijo el anciano levantándose,mas sin perder nada de su referente actitud.

––Señor ––dijo entonces Parry ––, no me habíaengañado, este hombre es el servidor del conde

Page 277: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de la Fère, si os acordáis, es aquel dignísimocaballero de quien tantas veces he hablado aVuestra Majestad, y cuyo recuerdo debe haberquedado, no sólo en su memoria, sino tambiénen su corazón

–– ¿Es quien asistió al rey mi padre en sus úl-timos instantes? ––preguntó Carlos.

Y se estremeció visiblemente a esto ––recuerdo.

––Justamente, señor.

–– ¡Ah! ––exclamó Carlos.

Y dirigiéndose en seguida a Grimaud, cuyosojos, vivos e inteligentes, parecían buscar y adi-vinar su pensamiento, le preguntó:

––Amigo mío, vuestro amo el conde de laFère, ¿habita en estas cercanías?

––Aquí ––respondió Grimaud señalando conel brazo extendido hacia atrás la verja de la casablanca y roja.

Page 278: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Y está en casa ahora el señor conde?

––Al fondo, bajo los castaños.

––Parry ––dijo el rey––, no quiero perder estaocasión tan propicia para mí de dar las graciasal caballero a quien mi casa debe tan raro ejem-plo de generosidad y de sacrificio. Tened micaballo, amigo mío, os lo suplico.

Y, poniendo la brida en manos de Grimaud,entró el rey solo en casa de Athos, como unigual en casa de su igual. Carlos comprendióaquella explicación tan concisa de Grimaud: “alfondo, bajo los castaños”; dejó, pues, la casa a laizquierda, y marchó recto hacía la avenida de-signada. La cosa era fácil; la cima de aquellosgrandes árboles, cubiertos de hojas y de flores,sobrepujaba a la de todos los demás.

Al llegar a los rombos, unas veces luminosos,y otras, sombríos, que manchaban el suelo deesta calle de árboles, conforme a los caprichosde sus bóvedas más o menos frondosas; el prín-

Page 279: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cipe distinguió a un caballero que se paseabacon los brazos en la espalda y que parecía su-mido en tranquila reflexión. Sin duda algunaCarlos habíase imaginado muchas veces cómoera aquel caballero, porque sin vacilar lo másmínimo se fue derecho a él. Al ruido de suspasos, el conde de la Fère levantó la cabeza, yviendo un desconocido de aspecto noble y ele-gante que se acercaba, levantó su sombrero dela cabeza y aguardó. A. los pocos pasos de dis-tancia, Carlos II se quitó el suyo, y como pararesponder a la muda interrogación:

––Señor conde ––dijo––, vengo a cumplir convos un deber. Hace mucho tiempo que tengoque expresaros mi reconocimiento profundo.Yo soy Carlos II, hijo de Carlos Estuardo, quereinó en Inglaterra y murió en el cadalso.

Al oír este nombre ilustre, Athos sintió correrfrío por sus venas; mas a la vista de aquel jovenpríncipe, de pie y descubierto en su presencia,

Page 280: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dos lágrimas vinieron a turbar el límpido azulde sus hermosos ojos.

Inclinóse respetuosamente; pero el príncipe letomó la mano. ––Mirad si soy desdichado, se-ñor conde ––dijo Carlos––; ha sido menesterque la casualidad me acerque a vos. ¡Ay! Enlugar de tener a mi lado a las personas a quie-nes amo, me veo reducido a conservar sus ser-vicios en mi corazón, y sus nombres en mi me-moria, de tal modo, que a no ser por vuestrocriado, que ha reconocido al mío, hubiera pasa-do por delante de vuestra puerta como por de-lante de la de un extraño.

––Es verdad ––dijo Athos contestando con lavoz a la primera parte de la frase del príncipe ycon un saludo a la segunda––; es verdad; malosdías ha alcanzado Vuestra Majestad.

–– Y los más malos, ¡ay! ––respondió Carlos––están tal vez todavía por venir.

Esperemos; Majestad.

Page 281: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Conde, conde! ––continuó Carlos movien-do la cabeza––, he esperado hasta ayer noche, yos juro que esto era de buen cristiano.

Athos miró al rey como para preguntarle.

–– La historia es fácil de contar ––dijo CarlosII––; proscrito, despojado, desdeñado, me re-solví, a pesar de todas mis repugnancias, a ten-tar por última vez la suerte. ¿No está escritoallá arriba que para nuestra familia toda ventu-ra y desventura vendrá eternamente de Fran-cia? Algo sabéis de esto, señor conde, vos, quesois uno de los franceses a quienes mi desdi-chado padre encontró al pie del cadalso el díade su muerte, después de haberlos encontradoa su derecha los días de batalla.

––Majestad ––dijo humildemente Athos––, noestaba solo, y mis compañeros y yo cumplimosen aquella circunstancia con nuestro deber decaballeros y nada más. Pero Vuestra Majestadiba a hacerme el honor de referir...

Page 282: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es cierto. Yo tenía la protección... Perdonadque vacile, conde, mas, para un Estuardo, biencomprenderéis esto vos, que comprendéis todaslas cosas: la palabra es dura de pronunciar. Te-nía, digo, la protección de mi Primo el estatúderde Holanda; mas, sin la intervención, o al me-nos la autorización de Francia, el estatúder noquiere tomar la iniciativa. He venido a solicitaresta autorización al rey de Francia, y me la hanegado.

–– ¿El rey os la ha negado, señor? ––Oh!,no; debo hacer justicia a mi hermano Luis; si-no el señor Mazarino.

Athos mordióse los labios.

–– ¿Creéis tal vez que debía esperarme esanegativa? ––dijo el rey, que había notadoaquel movimiento.

––Ese era efectivamente mi pensamiento,señor ––replicó respetuosamente el conde––;yo conozco muy a fondo a esa italiana.

Page 283: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Entonces, me decidí a llevar las cosas alúltimo extremo y saber al instante la últimapalabra de mi destino, y dije a mi hermanoLuis, que, para no comprometer ni a Franciani a Holanda, tentaría la suerte por mí mismoen persona, como ya lo he hecho, con doscien-tos caballeros si quería dármelos, o un millónsi quería prestármelo.

–– ¿Y qué, señor?

–– ¡Qué!... En este instante siento una cosaextraña, que sin duda es la satisfacción de ladesesperación. Hay en ciertas almas, y acabo deconocer que la mía es de este número, una satis-facción real en la seguridad de que todo estáperdido, y que por fin ha llegado la hora desucumbir.

–– ¡Oh! .Espero ––dijo Athos––, que VuestraMajestad no ha llegado aún a tal extremo.

––Paga decirme eso, señor conde, y para pre-tender reanimar la esperanza de mi corazón, es

Page 284: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

preciso que no hayáis comprendido bien lo queacabo de deciros. He venido a Blois, conde, a finde pedir a mi hermano Luis la limosna de unmillón, con el cual tenía la esperanza de resta-blecer, mis asuntos; y mi hermano Luis me loha negado. Ya veis cómo todo está perdido.

––Vuestra Majestad me permitirá que le res-ponda con un parecer contrario:

–– ¡Cómo! ¿Me conceptuáis un talento tanvulgar que no sepa comprender mi posición?

––Señor, siempre he visto que en las posicio-nes desesperadas es cuando estallan de repentelos grandes cambios de fortuna.

––Gracias, conde; es muy consolador encon-trar corazones como el vuestro; es decir; bastan-te confiados en Dios y en la monarquía, para nodesconfiar nunca de una fortuna regia por muybajo que haya caído. Desgraciadamente, vues-tras palabras, querido conde, son como esos re-medios que se llaman soberanos, y qué, sin em-

Page 285: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

bargo, no pudiendo curar más que las llagascurables, estréllanse contra la muerte. Graciaspor vuestra perseverancia en consolarme, con-de; gracias por vuestro recuerdo; Pero ya sé aqué atenerme en este pinto. Nada me salvaráya. Estoy tan persuadido de ello, amigo; mío,que tomaba el camino del destierro con mi viejoParry, y volvía a saborear mis punzantes dolo-res en ese mísero retiro que me ofrece Holanda.¡Allí, creedme, conde, todo terminará muypronto, pues vendrá la muerte a Pasos acelera-dos, tantas veces llamada por este cuerpo queroe al alma, y por esta alma que aspira a loscielos!

––Vuestra Majestad tiene madre, una herma-na y hermanos; Vuestra Majestad es el jefe de lafamilia y debe pedir al cielo una larga vida, envez de una próxima muerte. Vuestra Majestadestá proscrito y fugitivo; pero tiene un derecho,y debe aspirar a los combates y a los peligros, yno al descanso del cielo.

Page 286: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Conde ––dijo Carlos II con una sonrisa deindefinible angustia––: ¿habéis oído decir jamásque un rey haya reconquistado su reino con unservidor de la edad de Parry, y trescientos es-cudos que ese servidor tiene en su bolsa?

––No, señor; pero he oído decir, y más de unavez, que un monarca destronado ha reconquis-tado su monarquía con voluntad enérgica, per-severancia, amigos, y un millón de francoshábilmente empleados.

–– ¿Entonces no me habéis comprendido? Esemillón lo he pedido a mi hermano Luis, y no lohe conseguido.

––Señor ––dijo Athos––, ¿me concede VuestraMajestad unos momentos todavía, para escu-char lo que me resta por decir?

Carlos II miró fijamente a Athos.

––De buen grado, caballero ––dijo.

Page 287: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Entonces, voy a enseñar a Vuestra Majestadel camina ––repuso el conde dirigiéndose haciala casa. 'Y condujo al monarca a su gabinete,donde le hizo sentar.

––Señor ––le dijo––, ahora poco me ha dichoVuestra Majestad, que en el estado en que sehallan las cosas en Inglaterra le bastaría un mi-llón para reconquistar su trono.

––Para intentarlo al menos, y para morir co-mo rey si no lo alcanzaba.

––Pues bien, señor, tenga a bien Vuestra Ma-jestad escuchar lo que me resta por decir, segúnla promesa que me ha hecho.

Carlos dio su asentimiento, Athos se fue dere-cho a la puerta, cuyo cerrojo corrió, después dehaber mirado si alguna persona escuchaba enlos alrededores.

––Señor, ––dijo volviéndose––, Vuestra Ma-jestad ha tenido a bien acordarse que yo asistí almuy noble y desgraciado Carlos I, cuando sus

Page 288: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

verdugos le conducían desde Saint–James aWhite Hall.

––Sí, me he acordado, y nunca me olvidaré.

––Historia fúnebre de amargo recuerdo es és-ta para un hijo que sin duda se la ha hecho yacontar muchas veces; mas, sin embargo, debovolver a contárosla sin omitir detalle.

––Hablad, caballero.

––Cuando el rey vuestro padre subió al patí-bulo, mejor dicho, cuando pasó desde su cáma-ra al patíbulo alzado fuera de su ventana, todoestaba preparado para su fuga. El verdugohabíase alejado, un agujero estaba practicado enel pavimento de su habitación, y yo mismo es-taba debajo del fúnebre tablado, que de prontooí crujir bajo sus pasos...

––Parry me ha contado esos terribles detalles,señor.

Athos se inclinó y continuó;

Page 289: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––He aquí lo que no ha podido contaros, por-que lo que sigue sucedió entre Dios, vuestropadre y yo, y jamás hice esta revelación, ni auna mis más íntimos amigos: “Apártate, dijo laaugusta víctima al verdugo enmascarado, dé-jame por un instante, pues ya sé que te perte-nezco; mas ten cuidado de no herirme hastaque yo dé la señal, porque deseo hacer libre-mente mis oraciones”.

––Perdonadme ––dijo, Carlos II palideciendo––, pero vos, conde, que sabéis tantos pormeno-res de este funesto acontecimiento, pormenoresque, como decíais ahora mismo, no han sidorevelados a .nadie, ¿sabéis el nombre de eseverdugo infernal, de ese cobarde que ocultó, surostro para asesinar impunemente a un...

Athos –– también palideció ligeramente,

–– ¿Su nombre? ––––dijo––. Sí, lo sé, pero nopuedo manifestarlo

Page 290: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Y qué ha sido de él?.... Porque nadie enInglaterra ha conocido su destino.

––Ha muerto.

–– ¿Pero no en su lecho, no de una muerte na-tural y dulce; no de la muerte de los hombreshonrados?

––Ha muerto de muerte violenta en una no-che terrible, entre la cólera de los hombres y latempestad de Dios. Su cuerpo, herido de unapuñalada, rodó por las profundidades delOcéano. ¡Dios perdone a su matador!

––Entonces, adelante ––––dijo Carlos II, quecomprendió que el conde no quería decir más.

––El rey de Inglaterra, después de haberhablado, como he dicho, al verdugo enmasca-rado, añadió: “No me herirás, óyelo bien, hastaque yo extienda los brazos diciendo: ¡Remember!

––En efecto ––dijo Carlos con voz sorda––, séque esa fue la última palabra que pronunció mi

Page 291: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

desdichado padre. ¿Pero con qué objeto y paraquién?

––Para el caballero francés que estaba debajodel cadalso.

–– ¿Para vos, señor?

––Sí, Majestad; cada una de las palabras queentonces pronunció encima de las tablas delpatíbulo, cubiertas con un paño negro, resue-nan todavía en mis oídos. El rey puso entoncesuna rodilla en tierra: “Conde de la Fère, dijo¿estáis ahí?'' Sí, Majestad”, contesté yo. Enton-ces se inclinó el rey.

También Carlos II, palpitante de interés y deardiente dolor, se inclinó hacia Athos para re-coger una a una, las palabras que dijese el con-de. Su cabeza tocaba con la de Athos.

––Entonces ––continuó el conde––, se inclinóel rey. “Conde de la Fère, dijo, no he podido sersalvado por vos; no debía serlo. Ahora, oíd,aunque tenga que cometer un sacrilegio. Sí, he

Page 292: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

hablado a los hombres; sí, he hablado a Dios, yos he hablado a vos el último. Para sostener unacausa que creía sagrada, he perdido el trono demis padres y gastado la herencia de mis hijos.”

Carlos II ocultó la cara entre las manos, y unalágrima ardiente se deslizó por entre sus dedosblancos y delgados.

––”Me queda un millón en oro, prosiguió elrey, que enterré en los subterráneos del castillode Newcastle en el momento en que, salí deesta ciudad.”

Carlos levantó la cabeza con expresión de do-lorosa alegría, que hubiera arrancado sollozos acualquiera que conociese su inmenso infor-tunio.

–– ¡Un millón! ––––exclamó––. ¡Oh, conde!

––”Vos sólo sabéis que existe este dinero, yharéis uso de él cuando creáis que es tiempopara el mayor bien de mi hijo primogénito. Y

Page 293: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ahora, conde de la Fère, decidme adiós.”“¡Adiós, adiós, Majestad!”, grité yo.

Carlos II se incorporó, y fue a apoyar su ar-diente frente en la ventana.

––Entonces fue ––continuó Athos–– cuando elrey dijo la palabra Remember, dirigida a mí. Ya,veis, señor, que me he acordado.

El rey no pudo resistir a su emoción. Athosadvirtió el movimiento de sus hombros, queondulaban convulsivamente, y oyó los sollozosque al pasar desgarraban su pecho. El mismoguardó silencio, sofocado por el cúmulo de re-cuerdos que había despertado en aquella regiacabeza.

Carlos II, con violento esfuerzo, se alejó de laventana devorando sus lágrimas, y volvió asentarle al lado de Athos.

––Señor ––dijo éste––, hasta hoy había creídoque aún no había llegado el momento de em-plear ese último recurso; pero con los ojos fijos

Page 294: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

en Inglaterra conocía que se acercaba. Mañanaiba a informarme en qué sitio del mundo estabaVuestra Majestad, para ir en su busca; VuestraMajestad viene a mí, y esto es una indicación deque el cielo está con nosotros.

––Señor ––dijo Carlos con voz aún más alte-rada por la emoción––; sois para mí lo quehubiera sido un ángel enviado por Dios: sois misalvador, salida de la tumba misma de mi pa-dre; mas, creedme, después de diez años quelas guerras civiles han agitado a mi país, des-truyendo a los hombres y socavando el suelo,no es probable que haya quedado oro en lasentrañas de mi tierra, como no ha quedadoamor en los corazones de mis súbditos.

––Señor, el lugar en que Su Majestad sepultóel millón lo conozco perfectamente, y estoy se-guro que nadie ha podido descubrirlo. Además,el castillo de Newcastle ¿está acaso enteramentearruinado? ¿Lo han demolido, piedra por pie-

Page 295: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dra, y desarraigado del suelo hasta la últimafibra?

––No, aún está en pie; pero en este momentolo ocupa y está acampado en él el generalMonk. Ya lo veis, el único lugar donde me es-pera un auxilio, o donde poseo un recurso estáinvadido por mis enemigos.

––El general Monk, Majestad, no puede haberdescubierto el tesoro de que os hablo.

––Sí; ¿pero he de ir a entregarme a Monk pararecobrar ese tesoro? ¡Ah! Ya lo veis, conde; espreciso acabar con el destino, pues me echa portierra cada vez que me levanto. ¿Qué debohacer, con Parry por único servidor, con Parry,a quien Monk ya ha arrojado de su presencia?No, no, conde, aceptemos este último golpe.

––Lo que Vuestra Majestad no puede hacer, loque Parry no puede hacer, ¿suponéis que yopueda conseguirlo?

–– ¡Vos, conde! ¿Iríais vos?

Page 296: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Si así place a Vuestra Majestad –dijo Athossaludando al rey––, sí, iré señor.

–– ¡Vos tan feliz aquí, conde!

––Jamás soy dichoso, señor, cuando me quedaun deber que cumplir, y –– es un deber supre-mo que me ha legado vuestro padre velar porvuestra fortuna y hacer uso regio de su dinero.Hágame Vuestra Majestad una indicación yparto a su lado.

–– ¡Ah, caballero, caballero! ––dijo Carlos ol-vidando toda etiqueta real y arrojándose al cue-llo de Athos––. Me demostráis que existe unDios en los cielos, y que este Dios envía a vecesmensajeros a los desgraciados que gimen en latierra Athos, muy conmovido par el entusiasmodel joven príncipe, le dio las gracias con respetoprofundo; y se acercó a la ventana

Grimaud ––dijo––, mis caballos.

Page 297: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Cómo! ¿Así, de pronto? ––dijo el rey––.¡Ah! Señor, sois, en verdad; un hombre maravi-lloso.

––Señor ––dijo Athos––; no, para mí no haynada más apremiante que el servicio de VuestraMajestad. Por otra parte añadió sonriendo––, esuna costumbre contraída hace mucho tiempo alservicio de la reina, vuestra tía, y del monarca,vuestro' padre. ¿Cómo había de perderla preci-samente en el momento en que se trata del ser-vicio de Vuestra Majestad?

–– ¡Qué hombre! ––murmuró el rey.

Y añadió, tras un instante de reflexión:

––No, conde, yo no puedo exponeros a seme-jantes privaciones. No tengo nada para recom-pensar semejantes servicios.'

–– ¡Bah! –dijo Athos riendo––. Vuestra Ma-jestad se burla, porque tiene un millón.

Page 298: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah, que yo fuese rico siquiera en la mi-tad de esa suma, señor! Ya hubiera levantadoun regimiento. Pero a Dios gracias, aún mequedan algunos rollos de oro y algunos di-amantes de familia.” Espero que Vuestra Ma-jestad se dignara partirlos con un servidor de-cidido.

––Con un amigo, conde, mas con la condiciónde que este amigo partirá conmigo más tarde.

––Señor ––dijo Athos abriendo una cajita, dela que sacó el oro y las alhajas, ved cómo ahorasomos bastante ricos. Felizmente, seremos cua-tro contra los ladrones. La alegría hizo afluir lasangre a las pálidas mejillas de Carlos II. Enseguida vio aproximarse al peristilo dos caba-llos de Athos conducidos por Grimaud, que yaestaba calzado para el camino.

–– Blaisois, esta carta para el vizconde deBragelonne. Para todo el mundo he ido a Pa-rís. Os ruego cuidéis de la casa, Blaisois.

Page 299: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Éste se inclinó, abrazó a Grimaud y cerró laventana.

XVII

BUSCASE A ARAMIS Y SÓLO SE EN-CUENTRA A BÁZIN

No habían pasado dos horas desde la marchadel amo de la casa; quien a la vista de Blaisoishabía tomado el camino de París cuando unjinete montado en un buen caballo pío parósedelante de la verja, y un ¡hola! sonoro llamó alos palafreneros que aún hacían corro .con losjardineros alrededor de Blaisois, historiadorordinario de la gente de librea del castillo. Este¡hola!, conocido, indudablemente, de maeseBlaisois, le hizo volver la cabeza, y exclamar:

–– ¡Señor de Artagnan!... ¡Corred pronto vo-sotros, y abridle la puerta!

Page 300: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Un grupo de ocho mocetones corrió a la verja,la cual fue abierta como si hubiera sido de plu-mas, y todos se deshacían en cumplimientosporque sabían la acogida que el amo solía hacera este amigo.

–– ¡Ah! –– dijo sonriente Artagnan, que se ba-lanceaba sobre el estribo para saltar en tierra ––.¿Dónde está ese querido conde?

–– ¡Ay, señor, cuánta es vuestra desgracia ––exclamó Blaisois––, y cuál será también la penadel señor conde, nuestro amo, cuando sepavuestra llegada!–– Por, una casualidad, acabade marchar hace dos horas.

Artagnan no se apuró por tan poca cosa.

––Bueno ––dijo––, veo que siempre hablascon la mayor corrección del mundo; vaya, medarás una lección de gramática y de buen len-guaje; mientras espero el regreso de tu amo.

––Imposible, señor ––dijo Blaisois––, tendríaisque aguardar mucho tiempo.

Page 301: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿No volverá hoy?

––Ni mañana, señor, –– ni pasado mañana; elseñor conde ha salido para hacer un viaje.

–– ¡Un viaje! –– dijo Artagnan asombrado.

–– ¿Me cuentas un cuento?

––Señor, es la pura verdad. El conde me hahecho el honor de confiarme la casa, añadiendocon su voz de autoridad y de dulzura: “Dirásque he ido a París”.

Entonces, bueno––exclamó Artagnan––: pues-to que camina hacia París; ya tengo todo lo quedeseaba saber; por allí debiste comenzar, ton-to... ¿Lleva dos horas de delantera?

––Sí, señor.

––Pronto le habré alcanzado. ¿Va solo?

––No, señor

–– ¿Quién va con él?

Page 302: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Un caballero a quien desconozco; un ancianoy el señor Grimaud.

–– Todos juntos no correrán tanto comoyo... Me voy.

–– ¿Queréis escucharme un momento? ––dijo Blaisois apoyándose blandamente en lasriendas del caballo:

––Sí; procura ser breve.

––Pues bien, señor, esa palabra de París meparece una añagaza. ¡Oh!––dijo Artagnan–

–– ¿Una añagaza?

––Sí, señor, y juraría que el señor conde no vaa París.

–– ¿Qué te hace creer eso?

––Lo siguiente: el señor Grimaud sabe siem-pre dónde va nuestro amo, y me tenía prometi-do que la primera vez que fuera a París llevaríaconsigo algún dinero para mi mujer. –– ¡Ah!¿Tienes mujer?

Page 303: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Tenía una de esta tierra; pero el amo laencontraba picotera y yo la he enviado a París;esto es incómodo a veces; pero muy agradableen otras.

––Entiendo, pero termina: ¿no crees que élconde vaya a París?

–– No, señor, porque entonces el señor Gri-maud hubiera faltado a su palabra, lo cual esimposible. Lo cual es imposible repitió Artag-nan, porque estaba convencido del todo–. Vaya,buen Blaisois, gracias.

Blaisois se inclinó.

––Vamos, tú sabes que no soy curioso:.. He detratar precisamente con tu amo... No quierespor una palabrita siquiera... tú, que hablas tanbien, hacedme comprender. Una sílaba sola... yyo adivinaré lo demás.

––Mi palabra, señor, que no puedo... Ignoro elobjeto del viaje de mi amo... En cuanto a escu-

Page 304: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

char por las puertas, es cosa que me repugna, yademás está prohibido aquí.

––Amigo –dijo Artagnan––, mal principio eséste para mí; pero no importa. ¿Sabes al menoscuándo volverá el conde?

––Lo mismo, señor, que su destino.

––Vamos; Blaisois, investiga. ¿Dudáis sin du-da de mi sinceridad? ¡Ah! Me disgustáis mu-cho; señor.

¡Lleve el diablo tu dorada lengua! ––exclamóArtagnan––. ¡Más vale un palurdo con deciruna sola palabra! ¡Adiós!

––Señor, tengo el honor de ofreceros mis res-petos.

–– ¡Galopín! ––murmuró Artagnan––. Sí, eltuno es insoportable. Echó la última ojeada a lacasa, volvió bridas al caballo, y partió comohombre que nada tiene en su alma de enfadosoo embarazado.

Page 305: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Cuando llegó al extremo del muro, y cuandonadie podía verle. –– Vamos a cuentas ––dijorespirando bruscamente–– ¿Athos se halla encasa?... No... Todos esos haraganes que he vistocruzados de brazos en el patio hubieran estadotrabajando si el amo pudiera verlos. ¡Athos deviaje! ... ¡Es incomprensible! ¡Bah! Esto es unmisterio del diablo... Y luego, no... no es éste elhombre que necesito. No, necesito una inteli-gencia astuta y paciente. Mi asunto está en Me-lún, en cierta vicaría que yo conozco. ¡Cuarentay cinco leguas! ¡Cuatro días y medio! Vamos, esnecesario y soy libre. Traguemos la distancia.

Y puso su caballo al trote, dirigiéndose haciaParís. Al cuarto día llegaba a Melún.

Artagnan tenía por costumbre no preguntarnunca a nadie el camino que debía llevar o susseñas. Para esta clase de datos, a menos de unerror muy grave, se fiaba en su perspicacianunca desmentida, en una experiencia de trein-ta anos, y en una gran costumbre de leer en la

Page 306: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

fisonomía de las cosas lo mismo que en las delos hombres.

Artagnan encontró al instante la vicaría, casaencantadora, de yeso barnizado y ladrillos ro-jos, con cepas vírgenes que enredábanse a lolargo de unas estacas, y una cruz de piedra es-culpida, clavada en la cúspide del tejado. Dulasala baja de esta casa salía un ruido; o más bienun murmullo de voces, cómo el canto de lospajarillos cuando la nidada acaba de salir a luz.Una de estas voces pronunciaba distintamentelas letras del alfabeto. Otra voz, estropajosa yaflautada a la vez, sermoneaba a los bulliciososy corregía las faltas del lector.

Artagnan reconoció esta voz, y como estabaabierta la ventana de la sala baja, se inclinó sindesmontarse del caballo bajo los pámpanos ybriznas doradas de la vid, y dijo:

––Bazin, querido Bazin, buenos días.

Page 307: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Un hombre de baja estatura, gordo, de aplas-tado rostro, con cráneo de cabellos grises, recor-tados en forma dé tonsura, cubierta la cabezacon un solideo de terciopelo verde, se levantóen el instante en que oyó a Artagnan. No se le-vantó hablando más exactamente, sino saltó. Ba-zin saltó efectivamente, dejando caer la sillabaja en que estaba' sentado, a la cual quisieronlevantar los chicos con más ruidosas y agitadas,batallas que las de los griegos, cuando quisie-ron arrebatar a los troyanos el cuerpo de Patro-clo; Bazin hizo más que saltar, puesto que dejócaer la cartilla y la palmeta que tenía en las ma-nos.

¡Vos! ––dijo––: ¡Vos, señor de Artagnan!

––Sí, yo. ¿Dónde está Aramis:.., el caballerode Herblay...; no, tampoco, el señor vicario ge-neral?

–– ¡Ah! Señor ––dijo ––Bazin con dignidad––,monseñor está en su diócesis.

Page 308: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Cómo? ––exclamó Artagnan. Bazin repitiósu frase.

–– ¡Cómo es eso! ¿Aramis tiene diócesis?

––Sí, señor. ¿Cómo no? ¿Luego es obispo?

––Pero ¿de dónde salís? ––dijo

Bazin con bastante irreverencia––, que igno-ráis esto?

––––Amigo Bazin; nosotros, los paganos, no-sotros, las gentes de armas, sabemos muy bienque un hombre sea coronel, general, o mariscalde Francia, pero que sea obispo, arzobispo opapa... ¡el demonio me lleve si la noticia llega anosotros antes que las tres cuartas partes de latierra hayan hecho su agosto de ella!

¡Chito! ¡Chito! ––dijo Bazin con ojos tamaños––. No me echéis a perder a estos muchachos, aquienes trato de inculcar buenos principios.

Los niños, en efecto, habían hecho corto alre-dedor de Artagnan, admirando su caballo, su

Page 309: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

larga espada, sus espuelas y su aire marcial:Sobre todo, admiraban su robusta voz, de suer-te que, cuando acentuó su peculiar juramento,toda la escuela gritó: –– “¡el demonio me lle-ve!”, tal estrépito horrible de risas y pataleo quecolmó de gusto al mosquetero e hizo perder lacabeza al viejo pedagogo.

–– ¡A callar! ––gritó––. ¡Silencio, chiquillos!No habéis hecho más que llegar, señor de Ar-tagnan, y todos mis buenos principios volaron...En fin, como de costumbre, siempre está el des-orden con vos... ¡Babel ha parecido! ¡Ah! ¡BuenDios! ¡Los endemoniados!

Y el digno Bazin aplicaba a derecha e izquier-da cachetes que redoblaban los gritos de losescolares, haciéndoles variar de naturaleza.

––Por lo menos ––dijo––, ya no pervertiréisaquí a nadie.

–– ¿Eso crees? ––dijo Artagnan con sonrisaque produjo escalofrío en Bazin.

Page 310: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es capaz de ello ––murmuró, ¿Dónde estála diócesis de tu amo?

Monseñor Renato es obispo de Vannes.

–– ¿Quién le ha hecho obispo?

––El señor superintendente, nuestro vecino.

–– ¿El señor Fouquet?

––Sí, señor.

–– ¿Por lo tanto, Aramis está bien con él?

––Monseñor predicaba todos los domingos encasa del señor superintendente en Vaux, y des-pués charlaban juntos.

–– ¡Ah!

––Y Su Eminencia trabajaba muchas veces sushomilías, no, quiero decir, sus sermones, con elseñor superintendente.

–– ¡Bah! Pues, qué, ¿predica en verso esedignísimo obispo? ¡Señor, no os moféis de lascosas religiosas, por el amor de Dios! Bueno,

Page 311: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Bazin, bueno. De suerte que Aramis está enVannes.,

––En Vannes, en Bretaña. Eres un socarrón,Bazin: eso no es cierto.

––Señor, mirad: las habitaciones de la vicaríaestán vacías. Tienes razón ––dijo Artagnanexaminando la casa; cuyo aspecto anunciaba lasoledad.

––Pero Su Eminencia ha debido escribiros supromoción.

–– ¿De cuándo data?

––De ha un mes.

–– ¡Oh! Entonces no hay tiempo perdido.Aramis puede no haber tenido aún necesidadde mí. Pero, veamos, Bazin, ¿por qué no has se-guido a tu pastor?

Señor, no puedo, tengo obligaciones.

–– ¿Tu alfabeto? ––Mis penitentes.

Page 312: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

¿Cómo? ¿Tú confiesas? ¿Eres tal vez sacerdo-te?

––Como lo decís. ¡Tengo tanta vocación!

–– ¿Pero y las órdenes?

–– ¡Oh! ––dijo Bazin con aplomo––. Ahoraque Su Eminencia es obispo tendré al instantelas órdenes; cuando menos las dispensas. Y sefrotó las manos.

––Indudablemente ––dijo para sí Artagnan -.No hay medio de sacar a esta gente de su tema.Hazme servir, Bazin.

––Al instante, señor.

––Un pollo, una taza de caldo y una botella devino:

––Hoy es viernes, día de vigilia ––observó Ba-zin.

––Yo tengo dispensa ––dijo Artagnan. ,

Bazin lo miró con aire receloso.

Page 313: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Hola! Señor camándulas, ¿por quién metomas? ––exclamó el mosquetero––. Si tú, queeres el criado, aguardas dispensas para cometerun crimen; ¿no tendré yo amigo del obispo,dispensa para comer según los deseos de miestómago? Bazin sé bondadoso conmigo, o porCristo que me quejo al rey y no confesarás ja-más. Ya sabes que el nombramiento de losobispos corresponde al rey. Yo tengo al rey demi parte, y soy el más fuerte.

Bazin sonrió hipócritamente.

–– ¡Oh! Pero nosotros tenemos a señor su-perintendente ––dijo. ¿Luego te burlas delrey?––le preguntó Artagnan.

Nada replicó Bazin; su sonrisa era bastanteelocuente.

––Mi comida ––dijo Artagnan––, que ya estarde.

Page 314: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Bazin mandó al mayor de sus escolares quefuese a avisar ala cocinera. Entretanto observa-ba Artagnan la vicaría.

–– ¡Bah! ––dijo desdeñosamente––. Monseñoralojaba aquí bastante oral a Su Ilustrísima.

––Tenemos el palacio de Vaux ––dijo Bazin.

–– Que vale tal vez tanto como el Louvre ––replico Artagnan chanceándose.

––Que vale más ––respondió Bazin con lamayor sangre fría del mundo.

¡Ah! ––murmuró Artagnan. Quizá iba a pro-longar la discusión y a sostener la supremacíadel Louvre, cuando advirtió que su caballopermanecía atado a los barrotes de una puerta.

–– ¡Pardiez! ––dijo—, Haz que cuiden demi caballo. Tu amo, el obispo, no tiene otroigual en su caballeriza.

Bazin echó una mirada oblicua al caballo yrespondió:

Page 315: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––El superintendente le ha dado cuatro de suscuadras; y uno solo de esos cuatro vale otroscuatro como el vuestro.

La sangre subió al rostro de Artagnan. Levan-tó la mano y contempló sobre la cabeza de Ba-zin el sitio en que iba a caer su puro. Pero pasóal instante su ira; la reflexión vino y se contentócon decir:

–– ¡Diantre! Bien he hecho en dejar el serviciodel rey. Dime, Bazin, ¿cuántos mosqueterostiene el superintendente?

––Con su dinero tendrá todos los del reino ––contestó Bazin–– cerrando el libro y despidien-do a los escolares a disciplinazos.

–– ¡Diantre, diantre! ––dijo otra vez Artagnan.

Y como le anunciaron que estaba servida lamesa, siguió a la cocinera qué le introdujo en elcomedor.

Page 316: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan se sentó a la mesa y atacó con valoral pollo.

–– Creo ––dijo hincando el diente en el aveque le habían servido y que visiblemente habí-an olvidado engrasar––, creo yo que he hechoreal en no haber ido al momento en busca de lacomida a casa de ese señor, pues a lo qué pare-ce debe ser poderoso el tal superintendente. Enverdad que no sabemos nada nosotros allá en laCorte, y los rayos del sol nos impiden divisargrandes estrellas que son también soles, aunqueun poco más apartados de nuestra tierra; únicadiferencia que existe.

Como Artagnan gustaba mucho, por placer ypor costumbre, de hacer charlas a la gente sobrelas cosas que le, interesaban, se despachó a sugusto con maese Bazin. Pero fuera del elogiofatigante e hiperbólico del señor superintenden-te de Hacienda, Bazin, que por su parte estabaprevenido, no contestó más que simplezas a lacuriosidad de Artagnan; lo cual hizo que éste,

Page 317: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de bastante mal humor, pidiese ir a acostarse encuanto acabó de comer.

Artagnan fue introducido por Bazin en unaposento bastante mediano, donde encontróuna cama bastante mala, pero el mosquetero noera delicado. Le habían dicho que Aramis sehabía llevado las llaves de su aposento; y comosabía que Aramis era hombre ordenado y que,generalmente; tenía muchas cosas que ocultaren su habitación, no le sorprendió nada la noti-cia. Así es que, aun cuando le hubiera parecidomucho más dura, atacó a la cama tan brava-mente como había atacado al pollo, y como sen-tía tan buen sueño como buen apetito, no tardóen dormirse que el que gastara en chupar elúltimo hueso del asado.

Desde que ya no prestaba servicio a nadie,Artagnan se había prometido tener el sueño tanpesado como ligero fue en otro tiempo; pero detan buena fe, que aunque Artagnan quisiera

Page 318: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cumplir con su promesa religiosamente, des-pertóse a media noche por el gran ruido de unacarroza y de lacayos a caballo. Una iluminaciónrepentina invadió las paredes de la sala, y saltódel lecho en camisa corriendo a la ventana.

–– ¿Será que regresa el rey por ventura? ––pensó restregándose los ojos––. Porque a laverdad, esta comitiva sólo puede pertenecer auna persona real.

–– ¡Viva el señor superintendente! prorrum-pió, o más bien vociferó desde una ventana delpiso baja, una voz que reconoció como la deBazin, que al gritar agitaba con una mano unpañuelo y sostenía una lamparilla en la otra.

Artagnan divisó entonces una cosa, como unabrillante forma humana, que se inclinaba en laportezuela de la carroza; al mismo tiempo,grandes carcajadas, de risa suscitada, sin duda,por la rara figura de Bazin; y que, salían delmismo carruaje, dejaban como un rastro de ale-gría por donde pasaba el séquito.

Page 319: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Bien he debido conocer que no es ésta SuMajestad; no se ríe nadie de tan buena ganacroando el rey pasa.

–– ¡Eh, Bazin! ––gritó: a su vecino, que sacabalas tres cuartas partes del cuerpo fuera de laventana para ver por más tiempo a la carroza:¡Es! ¿Qué es eso?

––Es el señor Fouquet ––dijo Bazin con a aireprotector.

–– ¿Y toda esta gente?

––Es la corte del señor Fouquet.

–– ¡Oh! –– dijo Artagnan –– ¿Qué pensaría elseñor Mazarino, si oyese esto?

Y volvió a acostarse muy pensativo, pregun-tándose cómo era que Aramis fuera siempreprotegido por el más poderoso del reino.

–– ¿Será que tiene más habilidad que, yo, o.que yo soy más tonto que, el? ¡Bah!

Page 320: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Esta era la palabra con, cuyo auxilio Artag-nan, hecho un sabio, terminaba cada pensa-miento y cada período de su estilo. En otrotiempo decía ¡pardiez!, lo cual era un espolazo;pero ahora, ya había madurado, y murmurabaese ¡bah! filosófico que sirve de brida a todas laspasiones.

XVIII

ARTAGNAN BUSCA A PORTHOS Y

SÓLO HALLA A MOSQUETÓN

Cuando Artagnan estuvo bastante persuadi-do de que la ausencia del señor vicario generalera positiva, y de que no podía encontrar a suamigo ni en Melún ni en sus cercanías, dejó aBazin sin disgusto, dirigió, una ojeada burlescaal magnífico castillo de Vaux, que comenzaba abrillar con aquel esplendor que causó su ruina,y pellizcándose los labios como quien está lleno

Page 321: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de desconfianza y de sospechas, aguijoneó a sucaballo pío diciendo:

–– Vamos, vamos, no es–– aquí, si no en Pie-rrefonds, donde encontraré el hombre mejor yel mejor cofre. No necesito más que esto, puestoque ya tengo la idea.

Haremos gracia al lector de los incidentesprosaicos del viaje de Artagnan, que llegó aPierrefonds en la mañana del tercer día. Artag-nan llegaba por el camino de Nanteu llega Au-douin y Crécy, y divisó desde lejos el castillo deLuis de Orleáns que, convertido en propiedadde la Corona, estaba guardado por un ancianoconserje. Era una de esas grandiosas fortalezasde la Edad Media, con murallas de veinte piesde espesor y torres de cien pies de altura.

Artagnan costeó esas murallas, midió con lavista sus torres y bajó al valle. Desde lejos do-minaba el castillo de Porthos, situado a orillasde un inmenso estanque, y lindando con unhermoso bosque. Es el mismo que ya hemos

Page 322: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tenido el gusto de describir a nuestros lectores,por lo cual nos contentaremos con indicarlo. Loprimero que distinguió Artagnan después delos hermosos árboles; después del sol de mayoque doraba los verdes ribazos, y después de losmagníficos arbola

Los pinos que se extendían hacia el Compièg-ne, fue una enorme caja con ruedas, conducidapor dos lacayos y arrastrada por otros dos. Enesta caja encontrábase una cosa inmensa, verdey dorada, que medía, conforme iba arrastrando,las risueñas alamedas del parque. Aquella cosaimprecisable no representaba absolutamentenada; desde muy cerca era un tonel cubierto depaño verde galoneado; desde mas cerca aún eraun hombre extremadamente obeso, cuya ex-tremidad inferior llenaba toda la caja; y todavíadesde más cerca, este hombre era Mosquetón,Mosquetón, blanco de cabellos y rojo de cara,como Pulchivela.

Page 323: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––¡Pardiez! ––exclamó Artagnan––. ¡Este es elseñor Mosquetón!

–– ¡Ah!. . . ––gritó el hombre gordo––. ¡Ah!¡Qué suerte! ¡Qué alegría! ¡El señor de Artag-nan!. . . ¡Parad, tunos!

Estas últimas palabras iban dirigidas a los la-cayos que le conducían.

La caja paró, y los lacayos, con precisión pu-ramente militar, se quitaron a un tiempo sussombreros galoneados y se alinearon detrás dela caja.

–– ¡Oh, señor dé Artagnan! ––exclamó Mos-quetón––. ¡Que no pueda yo abrazaros, las rodi-llas! Pero, como veis, me he vuelto impotente.

–– ¡Diantre! Amigo Mosquetón, es la edad.

–– ¡No, señor, no es la edad; son los achaques,las penas!

–– ¡Las penas, Mosquetón! ––murmuró Ar-tagnan dando vuelta a la caja––. ¿Estáis loco,

Page 324: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

querido amigo? A Dios gracias, os conserváiscomo una encina de trescientos años.

–– ¡Ah! Las piernas, señor, ¡las piernas! ––dijo el buen servidor.

–– ¿Cómo las piernas?

––Sí, ya no quieren llevarme.

–– ¡Ingratas! Sin embargo, bien las alimentáis,Mosquetón, según parece.

–– ¡Ay, sí! Nada tienen que echarme en carasobre ese punto ––dijo Mosquetón con un sus-piro––; siempre hice cuanto pude por mi cuer-po; no soy egoísta.

Y suspiró de nuevo.

–– ¡Es que Mosquetón desea también ser ba-rón, y por eso suspira de esa suerte! ––observóArtagnan.

––Dios santo ––dijo Mosquetón substrayén-dose a una distracción penosa––; Dios mío,

Page 325: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

¡monseñor será muy feliz cuando vea que oshabéis acordado de él!

–– ¡Buen Porthos! ––dijo Artagnan––. ¡Ardoen deseos de abrazarlo!

–– ¡Oh! ––dijo Mosquetón enternecido––: Yose lo escribiré de seguro, señor.

–– ¡Cómo! ––exclamó Artagnan––. ¿Tú se loescribirás?

––Hoy mismo, sin tardanza. ¿Luego no estáaquí? ––No; señor.

–– ¿Pero se halla cerca o lejos? ¿Lo sé yo, se-ñor? –––dijo Mosquetón.

–– ¡Diantre! ––exclamó el mosquetero,dando una patada––: ¡Estoy de desgracia!¡Porthos tan casero!

––No hay hombre más sedentario quemonseñor, raro...

–– ¿Pero qué?

Page 326: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Cuando os acosa un amigo... ¡Un amigo! sinduda; ése digno señor de Herblay.

–– ¿Es Aramis quien ha inducido a Porthos?

––He aquí cómo ha pasado la cosa, señor deArtagnan: el señor de Herblay escribió a mon-señor...

–– ¿Es cierto?

–– ¡Una carta, señor, una carta tan apre-miante, que todo lo ha puesto aquí a sangre yfuego!

–– Relátame eso, querido amigo ––dijo Artag-nan––, pero primero haz que se retiren un pocoestos señores.

Mosquetón pronunció un “¡largo, tunantes!”tan fuerte, que hubiera bastado el soplo, sin laspalabras, para hacer evaporar a los cuatro la-cayos. Artagnan se sentó sobre las parihuelas yabrió los oídos.

Mosquetón prosiguió:

Page 327: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Monseñor recibió, pues, una carta del señorvicario general Herblay, hará unos ocho o nue-ve días, el día de los placeres campestres; sí,esto es, el miércoles.

–– ¿Cómo es eso? ––dijo Artagnan. ¿El díade los placeres campestres?

–– Sí, señor, tenemos tantos placeres deque gozar en este delicioso país, que nos ve-mos abrumados con ellos, y tanto, que noshan obligado a distribuirlos.

–– ¡Cómo! Reconozco el orden de Porthos! Nose me hubiese ocurrido a mí esa idea; verdad esque yo no estoy abrumado de placeres.

––Nosotros lo estamos –– repuso Mosquetón.

–– ¿Y cómo habéis arreglado eso? Sepamospreguntó Artagnan.

–– Es cosa un poco larga, señor.

––No importa, porque tenemos tiempo;además, habláis tan bien, mi querido. Mos-

Page 328: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

quetón, que verdaderamente es un placer es-cucharos.

––Es cierto––dijo Mosquetón con gesto desatisfacción, originado evidentemente por lajusticia que se le hacía; verdad es, que he al-canzado grandes progresos en compañía demonseñor.

––Aguardo esa distribución de placeres, Mos-quetón, y con impaciencia quiero saber si hellegado en buen día.

–– ¡Oh! Señor de Artagnan ––dijo triste-mente Mosquetón––, desde que monseñor seha marchado; volaron todos los placeres.

––Pues bien, amigo Mosquetón, reunidvuestros recuerdos.

–– ¿Por qué día queréis que comencemos?

–– ¡Diantre! comienza por el domingo, quees día del Señor.

––¿El domingo?

Page 329: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí.

––Domingo, gozos religiosos: monseñor va amisa; reparte el pan bendito y manda a su li-mosnero que le lea discursos e instrucciones.

Esto no es muy divertido, mas estamosaguardando un fraile carmelita de París quedesbancará a nuestro limosnero, y que hablamuy bien; según dicen; él nos despertará, por-que el actual limosnero siempre nos duerme.Lunes, placeres mundanos.

––¡Ah, ah! ––dijo Artagnan––. ¿Cómo entien-des eso, Mosquetón? Veamos esos placeresmundanos, veamos.

––Señor, el lunes estamos en el mundo; reci-bimos, pagamos visitas, se toca el laúd, se baila,se hacen versos con pie forzado, y finalmente sequema un poco de incienso en honor de lasdamas. ¡Diablo! Ésta es la suprema galantería ––dijo el mosquetero; que tuvo necesidad dellamar en su ayuda todo el vigor de sus múscu-

Page 330: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

los mastoides para comprimir unas enormesganas de reír.

––Martes, placeres sabios.

––Bien ––dijo Artagnan––. ¿Y cuáles son? Re-ferídmelos, querido Mosquetón.

Monseñor ha comprado una esfera que ya osenseñaré; y que llena todo el perímetro de latorre grande, menos una galería que ha hechoedificar por encima de la esfera. Ésta tiene unoshilos de latón a los cuales están pegados el sol yla luna, todo esto da vueltas y es muy bonito.Monseñor me enseña los mares y las tierraslejanas, a los cuales no pensamos ir jamás. Esalgo lleno de interés.

––Lleno de interés, eso es ––repitió Artagnan.¿Y el miércoles?

–– Placeres campestres; ya he tenido el honorde manifestároslo caballero: nos entretenemosen mirar los carneros y las cabras de monseñor;hacemos bailar a las pastoras con zampoñas y

Page 331: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

gaitas, como está escrito en un libro que mon-señor posee en su biblioteca y que se llama É-glogas. Su autor ha muerto hace poco más deun mesa

–– ¿Quizá él señor Racán? ––dijo Artagnan.

––Eso es, el señor Racán. Mas, no es esto sólo.Pescamos con caña en el canalillo, y después,comemos coronados de flores. Éste es el miér-coles.

–– ¡Diantre! ––dijo Artagnan––. No está malrepartido el miércoles. Y el jueves, ¿qué quedapara ese pobre jueves?

––No es tan desgraciado, señor ––dijo Mos-quetón sonriendo––. El jueves, placeres olímpi-cos. ¡Ah! ¡Señor, esto es magnífico! Hacemosvenir a los vasallos jóvenes de monseñor; yhacemos que arrojen el disco, luchen y corran:Monseñor arroja el disco como nadie. Y cuandoaplica un puñetazo, ¡oh qué desgracia!

–– ¡Cómo qué desgracia!

Page 332: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, señor; ha sido preciso renunciar a la lu-cha del cesto. Monseñor abría cabezas, rompíaquijadas y hundía pechos. Este juego es encan-tador, pero nadie deseaba jugar con él.

––Conque el puño...

–– ¡Oh! Señor, más sólido que nunca. Monse-ñor flojea un poco de las piernas, él mismo loconoce; pero todo se le ha refugiado en los bra-zos, de modo que...

––De modo que tumba a los bueyes como enotro tiempo.

––Más todavía que eso, señor, derriba los mu-ros. Últimamente, después de haber comido encasa de uno de sus arrendadores (ya sabéiscuán popular y bueno es monseñor), despuésde comer, digo, gastó la broma de dar un puñe-tazo en la pared; ésta se abrió, el techo de-rrumbóse, y hubo tres hombres y una vieja as-fixiados.

–– ¡Buen Dios! Mosquetón, ¿y tu amo?

Page 333: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! Monseñor tuvo la cabeza un poco de-sollada, pero le lavamos con agua que nos danlos frailes.

–– ¿Mas en el puño nada? ––Nada, nada.

–– ¡Malditos los placeres olímpicos!

–– Deben costar demasiado caros, porque alfin las viudas .y los huérfanos...

––Se les da una pensión, señor; la décima par-te de las rentas de monseñor están afectas aesto.

Pasemos al viernes ––dijo Artagnan.

––El viernes; placeres nobles y guerreros. Ca-zamos, tiramos a las armas, levantamos halco-nes y domamos caballos. El sábado, par fin, esdía de placeres espirituales; enriquecemosnuestra inteligencia, miramos los cuadros y lasestatuas de monseñor, y aun escribimos y tra-zamos planos. También disparamos los cañonesde Su Excelencia

Page 334: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Trazáis planos! ¡Disparáis cañones!

––Sí, señor. .

––Amigo mío ––dijo Artagnan––, el señor DuVallon posee el talento más delicado y amableque yo conozca pero creo que habéis olvidadouna clase de placeres.

¿Cuáles son? ––preguntó Mosquetón con an-siedad.

–– Los placeres materiales. Mosquetón rubo-rizóse.

–– ¿Qué entendéis por eso, señor? preguntóbajando los ojos.

––Entiendo la mesa, el buen vino y la nocheocupada en evoluciones de botellas.

––¡Ah!–– Señor, esos placeres no se cuentan,pues los practicamos todos los días.

–– Perdóname, valiente Mosquetón, –repusoArtagnan––; pero de tal modo he estado absor-to con los encantos de tu relato, que he olvi-

Page 335: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dado el fin principal de nuestra conversación,esto es, saber lo que el señor vicario generalHerblay ha podido escribir a tu amo.

––Es cierto, señor –dijo Mosquetón––; los pla-ceres nos han distraído. Pues, bien, he aquí lacosa en realidad.

––Ya escucho, amigo Mosquetón.

––El miércoles...

–– ¿El día de los placeres campestres?

––Sí, Llega una carta y la recibe de mis ma-nos. Yo había conocido la letra.

–– ¿Y qué?

––Monseñor la leyó, y exclamó: “¡Pronto,mis caballos, mis armas!”

–– ¡Ay, Dios mío! ––dijo Artagnan––. ¿Al-gún duelo aún?

Page 336: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No, señor, sólo decía estas palabras: “Que-rido Porthos; en marcha al instante si queréisllegar antes del equinoccio. Os espero”.

–– ¡Pardiez! ––dijo Artagnan pensativo––. Lacosa era urgente, a lo que parece.

––Ya lo creo. De suerte ––continuó Mosque-tón–– que monseñor salió aquel mismo día consu secretario para procurar llegar a tiempo.

–– ¿Y habrá llegado a tiempo?

––Así lo espero. Monseñor, que a veces juracomo sabéis, repetía sin cesar: “¡Trueno deDios! ¿Quién es ese demonio de equinoccio? Noimporta: será necesario, que el tuno vaya muybien montado si llega antes que yo”.

–– ¿Y supones tú que Porthos llegará prime-ro? –– preguntó Artagnan. ––Estoy seguro deello. Ese equinoccio, por rico que sea, no tieneciertamente tan buenos caballos como monse-ñor.

Page 337: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan contuvo las ganas de reír; porque labrevedad de la carta de Aramis le daba muchoque pensar. Siguió a Mosquetón, o mejor dichoal carricoche de Mosquetón hasta el castillo, yse sentó a una mesa suntuosa, donde se le hicie-ron honores como a un rey. Pero nada más pu-do sacar de Mosquetón: ' el fiel servidor llorabaa sus anchas, y ahí acababa todo.

Artagnan, después de haber pasado la nocheen una cama excelente, pensó mucho en el sen-tido de la carta de Aramis, inquietándose porlas relaciones del equinoccio con los asuntos dePorthos, pues no comprendía nada a no ser quese tratase de algún amorío del obispo, que tu-viera necesidad de que los días fuesen iguales alas noches. Artagnan salió de Pierrefonds comohabía salido de Melún y de la casa del conde dela Fère; pero no sin una tristeza que en buenaley pudiera pasar por uno de los más negroshumores de Artagnan. Con la cabeza inclinaday la mirada fija dejaba colgar sus piernas a losflancos del caballo, y murmuraba para sí con

Page 338: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

aquella vaga distracción que alguna vez se re-monta a la más sublime elocuencia.

–– ¡Ya no tengo amigos, ni porvenir, ni nada!¡Mis fuerzas se han roto como el lazo de nuestraamistad pasada! ¡Ah! La vejez llega fría, inexo-rable, y envuelve en su fúnebre crespón todo loque brillaba, todo lo que embalsamaba mi ju-ventud; después pone este grato peso sobre sushombros, y lo lleva con todo lo demás a esegolfo insondado de la muerte.

Un frío estremecimiento oprimió el corazóndel gascón, tan valiente y fuerte contra todas lasdesgracias de la vida, y por espacio de algunosmomentos las nubes le parecieron negruzcas yla, tierra resbaladiza y helada como la de uncementerio.

–– ¿Dónde voy? –se preguntó––. ¿Qué quierohacer?.. . Sólo... absolutamente solo, sin familia,sin amigos... ¡Bah! de pronto.

Page 339: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y espoleó a su caballo, que partió al galope,caminando así más de dos leguas.

––A París ––dijo Artagnan.

Y al día siguiente ––llegó á París. Había em-pleado en el viaje diez días.

XIX

RELÁTASE LO QUE ARTAGNAN IBA AREALIZAR EN PARIS

El teniente apeóse enfrente de una tienda dela calle de los Lombardos, que tenía por mues-tra El pilón de Oro. Un hombre de buen aspectoque llevaba un mandil blanco y acariciaba susbigotes grises con una mano robusta, exhaló alverle un grito de alegría.

–– ¡Ah! ¿Caballero ––dijo––, sois vos?

Page 340: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Buenos días, Planchet ––respondió Artag-nan encorvándose para poder entrar.

––Pronto ––gritó Planchet–– uno de vosotrospara el caballo del señor Artagnan, otro paraarreglar su habitación, y otro para la comida.

––Gracias, Planchet, buenos días, muchachos––dijo Artagnan a los solícitos mozos.

–– ¿Me permitiréis que despache este café, es-ta miel y estas pasas cocidas? ––preguntó Plan-chet. Son para el señor superintendente.

––Despacha pronto.

––Es cuestión de un instante y luego come-mos.

––Procura que comamos solos ––dijo Artag-nan––; he de hablarte. Planchet miró a su anti-guo amo de manera significativa.

–– ¡Oh! Tranquilízate, no se trata de nadadesagradable ––observó Artagnan.

–– ¡Tanto mejor!

Page 341: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y Planchet respiró, mientras Artagnan se sen-taba muy tranquilamente en la tienda sobre unfardo de mercancías y observaba el interior delestablecimiento. La tienda estaba muy bienprovista y en ella se respiraba un perfume dejengibre, canela y pimienta molida que hizoestornudar a Artagnan.

Los mozos, satisfechos de ver de cerca a unhombre de guerra tan famoso, a un teniente demosqueteros que vivía al lado del rey, se pusie-ron a trabajar con ardor musitado y a servir alos parroquianos con un desdén que fue adver-tido por todos.

Planchet guardaba el dinero en el cajón yhacía sus cuentas, dirigiendo a la vez algunaspalabras a su amo. Planchet hablaba poco conlos compradores y les trataba con esa familiari-dad altanera del vendedor rico, que sirve a todoel mundo, pero que no tiene consideración anadie, lo cuál observó Artagnan, con placer queanalizaremos más tarde. Vio poco a poco avan-

Page 342: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

zar la noche, y al fin le condujo Planchet a unahabitación del primer piso, donde les esperabauna mesa bien servida entre los sacos y las ca-jas.

Artagnan aprovechóse del momento de espe-ra para considerar el rostro de Planchet, a quienno había visto hacía un año. El inteligente Plan-chet había echado vientre, pero no se le habíaninflado los carrillos. Su penetrante mirada aúnjugaba con facilidad en sus profundas órbitas, yla obesidad, que nivela todas las prominenciascaracterísticas del semblante humano, aún nohabía tocado ni a sus salientes pómulos, indiciode astucia, y de codicia, ni a su barba aguda,muestra infalible de finura y perseverancia.Planchet estaba con tanta majestad en su co-medor como en su tienda; y presentó a su amouna comida frugal, mas toda parisiense; Artag-nan encontró muy de su gusto que el abacerohubiera sacado de detrás de los haces de leñauna botella de vino de Ánjou, que durante todasu vida había sido su vino favorito.

Page 343: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––En otro tiempo, señor ––dijo Planchet consonrisa llena de honradez––, era yo quien se osbebía vuestro vino; ahora tengo el honor de queos bebáis el mío.

––Y gracias a Dios, amigo Planchet, lo beberépor mucho tiempo, según creo, porque al pre-sente soy libre.

–– ¡Libre! ¿Estáis con licencia, señor?

–– ¡Ilimitada!

Planchet estupefacto preguntó.

––Sí, voy a descansar.

–– ¿Y el rey? ––exclamó Planchet, que no po-día creer que el rey pudiera pasarse sin los ser-vicios de un hombre como Artagnan.

––El rey buscará fortuna en otra parte... Peronosotros hemos comido bien, tú estás predis-puesto a las ocurrencias, y me excitas para quete haga confianzas; abre, pues los oídos.

––Abro.

Page 344: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y Planchet, con cierta sonrisa, más franca quemaligna, destapó una botella de vino blanco.

–– Déjame sólo con mi razón.

–– ¡Oh! Cuando perdáis la cabeza, señor...

–– Ahora, mi cabeza es mía, y pretendo lle-varla mejor que nunca. Hablemos primero definanzas... ¿Cómo va nuestro dinero?

––A las mil maravillas, señor. Las veinte millibras que de vos he recibido, siguen dedicadasa mi comercio, donde producen un nueve porciento. Os doy siete y gano dos.

–– ¿Y continúas contento?

–– Encantado. ¿Me traéis más?

––Algo mejor... Pero, ¿necesitas de ellas?

–– ¡Oh! Nada de eso. Ahora, todos me quierenconfiar; extiendo mis negocios.

––Ese era tu proyecto.

Page 345: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Hago algo de banca... compro mercancías amis cofrades necesitados, y presto dinero a losque se ven apurados para los desembolsos.

–– ¿Sin usura?...

–– ¡Ah! Señor, la semana pasada he tenidodos citas en el Boulevard por causa de esa pala-bra que acabáis de pronunciar.

–– ¿Cómo?

–– Vais a ver: tratábase de un préstamo... Eldeudor me dio en prenda algún azúcar terciadocon la condición de que lo vendería, si el reem-bolso no se verificaba en determinada época: Yopresto mil libras, él no las paga, yo vendo elazúcar en mil trescientas libras, él lo sabe y re-clama cien escudos. Claro que los niego… pre-textando que no había podido venderlo sino ennovecientas libras. Díjome que yo era un usure-ro, y yo le supliqué que me repitiese esa palabradetrás del Boulevard. El hombre era un antiguo

Page 346: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

guardia, fue y le pasé con vuestro acero el mus-lo izquierdo.

–– ¡Pardiez, qué banca! ––dijo Artagnan,

––Por encima de un trece por ciento me bato ––replicó Planchet––; es mi carácter.

––No tomes más de doce ––dijo Artagnan––,y llama a lo restante prima y corretaje.

––Tenéis razón, señor. ¿Y vuestro asunto?

–– ¡Ah! Planchet, es muy largo y difícil de na-rrar.

–– Hablad, pues.

Artagnan acaricióse el bigote, como embara-zado por la confidencia que tenía que hacer, ycomo desconfiando del confidente.

–– ¿Es una imposición de dinero? ––dijo Plan-chet.

–– ¡Oh! Sí.

–– ¿Y de mucho producto?

Page 347: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Un buen producto; cuatrocientos porciento, Planchet.

Planchet dio un puñetazo en la mesa con tan-ta fuerza, que las botellas saltaron como sihubiesen sentido, miedo…

–– ¿Dios! ¿Es posible?...

––Creo que dará más ––dijo fríamente Ar-tagnan––; pero, en fin, prefiero decir menos.

–– ¡Ah! ¡Diablo! –– dijo Planchet aproximán-dose ––: Pero, señor, ¡eso es seductor!... ¿Puedeponerse mucho dinero?

–– Veinte mil libras cada uno, Planchet.

––Ese es todo vuestro interés, señor. ¿Y porcuánto tiempo?

––Por un mes.

–– ¿Y cuánto nos producirá?

––Cincuenta mil libras a cada uno; cuenta

Page 348: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Eso es monstruoso! ... ¿Será preciso ba-tirse bien por una ganancia como ésa?

––En efecto; no es cosa de batirse mal dijo Ar-tagnan con la misma tranquilidad; pero estavez, Planchet, somos dos, y yo recibo los golpespara mí solo.

–– Señor, yo no consentiría…

–– Planchet; tú no puedes estar allí, puestendrías que dejar tu comercio.

–– ¿No se hace el negocio en París?

––No.

–– ¿En el extranjero? En Inglaterra.

––País de especulación, es verdad –dijo Plan-chet––. País que conozco mucho... ¿Que clase denegocio es, señor?

––Una restauración.

–– ¿De monumentos?

––Sí, restauramos a White Hall.

Page 349: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Eso es importante; ¿y suponéis que en unmes?

––Me encargo de ello.

––Entonces, no hay más que hablar; eso es co-sa mía... No obstante, te consultaré con muchogusto.

––Mucha honra es ésa; pero entiendo poco dearquitectura.

––Te equivocas... Eres un buen arquitecto, tanbueno como yo; para el asunto de que se trata.

––Gracias.

––Confieso que he intentado ofrecer el nego-cio a esos señores; pero no estaban en sus casas.Esto me ha contrariado, porque no hay nadie,ni más atrevidos, ni más resueltos.

–– ¿Conque la cosa es grave?

–– ¡Oh! Sí, Planchet, sí...

––Ardo por conocer detalles, señor.

Page 350: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Cierra las puertas.

Planchet las cerró con doble vuelta.

––Y abre la ventana ––añadió Artagnan––, pa-ra que el ruido de los carros y transeúntes en-sordezca al que intente escucharnos.

Hecho lo cual, Artagnan bebió del vaso de vi-no, y dijo:

––Planchet, tengo una idea.

–– ¡Oh! Señor, qué bien, os conozco en esto ––respondió el abacero con gran emoción.

XX

SE FORMA SOCIEDAD EN “EL PILON DEORO”

PARA EXPLOTAR LA IDEA DEL SEÑORDE ARTAGNAN

Page 351: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Después de un instante de silencio, durante elcual Artagnan pareció recoger, no una, sinotodas sus ideas, dijo.

––Es imposible, amigo Planchet, que no hayasoído hablar de Su Majestad Carlos I, rey de In-glaterra.

––Sí, señor, y recuerdo que vos de fuisteis aFrancia para ayudarle, faltando poco para queos arrastrase en su caída.

––Veo que tienes buena memoria

––Por mala que la tuviese no lo hubiera olvi-dado. Cuando Grimaud, que, como sabéis, nohabla nunca, se decide a relatar cómo cayó lacabeza del rey Carlos, cómo navegasteis la mi-tad de la noche en un barco lleno de pólvora, ycómo apareció sobre las aguas el cadáver deMordaunt, con un puñal clavado en el pecho,no es cosa de olvidarlo.

––Sin embargo, hay algunos que lo olvidan.

Page 352: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No se lo habrán oído referir a Grimaud

––Pues bien, ya que te acuerdas, tanto mejor,así no tendré que recordarte sino que Carlos Itenía un hijo.

––––Dos; sin que esto sea contradeciros –– re-plicó Planchet–– porque, yo he visto en –Parísal segundo, al señor duque de York; un día queiba al palacio real, y me dijeron quién era. Res-pecto al primogénito, sólo le conozco de nom-bre.

––––A ese hijo primogénito; que antes se lla-maba el príncipe de Gales; y ahora Carlos II, reyde Inglaterra es al que vamos a parar.

––Rey sin reino; señor ––dijo Planchet.

––Justamente, y puedes añadir, príncipe des-dichado, más desgraciado que un hombre delpueblo, perdido en el barrio más miserable deParís.

Page 353: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Planchet hizo un gesto, lleno de esa compa-sión indiferente que se concede a los extraños.

Por otra parte, no veía en aquella disertación,político sentimental, ningún indicio de la ideamercantil de Artagnan, y ésta era la que preo-cupaba a Planchet. El mosquetero, habituado aconocer los hombres y las cosas; comprendió asu antiguo criado

––Prosigamos nuestro, asunto ––dijo––. Esejoven príncipe de Gales, monarca sin reino, co-mo tú dices muy bien, me ha interesado mucho.Le he visto mendigar el auxilio de Mazarino,que es un pícaro, y el de Luis XIV, que es unniño, y me ha parecido a mí; que conozco bienestas cosas, que su mirada inteligente y la no-bleza de su aspecto, eran dignas de un hombrede corazón y de un rey.

Planchet aprobó tácitamente; pero sin traslu-cir adónde iba a parar su amo, que prosiguió.

Page 354: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Mira, pues, el razonamiento que he hecho yfíjate bien, porque llegamos a la conclusión,

––Estoy atento.

––Los reyes no abundan tanto en la tierra quelos pueblos los encuentren dondequiera que losnecesitan. Así es que a mi juicio, ese rey sinreino es una semilla reservada que debe floreceren una estación cualquiera; siempre que unamano diestra y vigorosa la siembre como esdebido, escogiendo el suelo, el cielo y el tiempo.

Planchet, sin comprender, asentía con la ca-beza.

–– ¡Pobre semilla de rey! dije para mí –– con-tinuó Artagnan ––. Y como estaba enternecido,temí pensar alguna necedad, y por eso he que-rido consultarte.

Planchet se puso encarnado de orgullo y deplacer.

Page 355: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Pobre semilla de rey! Yo te recojo y voy asembrarte en buen terreno.

–– ¡Ay, Dios santo! ––dijo Planchet, mirandofijamente a su amo como si dudase del estadode su razón.

–– ¿Qué hay? –– preguntó Artagnan ––. ¿Quéte sucede?

––Nada.

––Como has dicho: “¡Ay, Dios santo!„

––Sí...

–– ¿Ibas ya comprendiendo? Declaro; señor,que tengo miedo...

–– ¿De comprender?

––Sí.

––De comprender que yo quiero volver a sutrono al rey Carlos II. Planchet dio un salto enla silla ––

––¡Ah! ––dijo admirado––.

Page 356: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Eso es lo que llamáis una restauración?

––Así se llama.

––Sin duda, ¿habéis reflexionado?...

–– ¿En qué?

––En lo que hay allá.

–– ¿Dónde?

––En Inglaterra.

–– ¿Y qué hay?

–– En primer lugar, señor, os pido perdónsi me mezclo en estas cosas que no tienen na-da que ver con mi comercio; pero, puesto queme proponéis un negocio... ¿No es así?

–––Magnífico, Planchet.

––Entonces, tengo derecho a discutirlo.

––Discute.

––Pues bien, con vuestro permiso, os manifes-taré que allí hay, primero los Parlamentos.

Page 357: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Bien.

––Después, el ejército.

–– ¿Qué más?

––La nación.

–– ¿Has terminado?

––La nación que ha consentido la caída y lamuerte del rey difunto, padre de Carlos II. Estono puede negarse.

––Discurres como un necio, amigo Planchet ––dijo Artagnan––. La nación... la nación estácansada de esos señores que llevan nombresbárbaros y cantan salmos. Cantar por cantar, heobservado que las naciones prefieren cualquiercosa al canto llano. Acuérdate de la. Fronda. ¿Secantaba, entonces? Pues aquéllos eran los bue-nos tiempos.

––No tanto; estuve a punto de ser ahorcado.

––Pero no lo has sido.

Page 358: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es verdad.

––Y de entonces data tu fortuna.

––Efectivamente.

––Luego no tienes nada que decir.

––Sí; vuelvo al ejército y a los Parlamentos.

––He dicho que tomaba prestadas veinte millibras al señor Planehet, y que, yo ponía otrasveinte mil por mi parte con esas cuarenta millibras levanto un ejército.

Planchet juntó las manos, veía serio a Artag-nan y creyó de buena fe que había perdido eljuicio.

–– ¡Un ejército! ¡Ah, señor! ––exclamó con susonrisa más graciosa por miedo de irritar aaquel loco y ponerle furioso. Un ejército... ¿decuántos hombres?

––De cuarenta.

Page 359: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Cuarenta contra cuarenta mil, son pocos.Vos sólo valéis por mil hombres, señor de Ar-tagnan, lo sé muy bien; pero ¿dónde encontra-réis otros treinta y nueve hombres que valgantanto como vos? O en caso de encontrarlos,¿quién os proporcionará dinero para pagarles?

––Malo, Planchet. ¡Ah! Te haces cortesano.

––No, señor, digo lo que siento, y por eso pre-cisamente digo que tengo miedo de la primerabatalla campal que deis con vuestros cuarentahombres.

––Así es que no daré batallas campales, amigoPlanchet ––dijo el gascón riéndose. Tenemosmuy bellos ejemplos en la antigüedad de reti-radas y de marchas sabias, que consistían enevitar al enemigo en lugar de esperarle. Tú de-bes de saber esto, Planchet, tú que has man-dado a los parisienses el día que debieron batir-se contra los mosqueteros, y que tan bien calcu-laste las marchas y contramarchas, que noabandonaste la Plaza Real.

Page 360: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Planchet echóse a reír.

––De seguro ––respondió––, que si vuestroscuarenta hombres se ocultan siempre y no sontorpes, pueden esperar no ser batidos; pero, enfin, os proponéis algún resultado.

–– ¿Puedes dudarlo? Atiende cuál es, segúnmi parecer, el procedimiento que debe em-plearse para restaurar prontamente en su tronoa Su Majestad Carlos II.

–– ¡Bueno! –– contestó Planchet redoblandosu atención ––. Veamos ese procedimiento; peroantes creo que olvidamos algo.

–– ¿Qué?

––Hemos puesto aparte la nación, que quieremejor cantar cualquier cosa antes que salmos, yel ejército que no combatiremos; pero quedanlos Parlamentos que no cantan nada.

––Y que tampoco se baten. ¿Cómo, Planchet,un hombre cómo tú, se apura por una caterva

Page 361: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de parlanchines que se llaman rabadillas y des-carnados? Los Parlamentos no me apesadum-bran, Planchet?

––Puesto que no os apesadumbran, señor, pa-semos a otro asunto

––Sí, y llegaremos al resultado. ¿Te acuerdasde Cromwell, Planchet?

––Mucho he oído hablar de él, señor.

––Era un guerrero astuto:

––Y un terrible comilón, principalmente.

–– ¿Cómo es eso?

––Sí, de un solo golpe se ha tragado a Inglate-rra.

––Pues bien, Planchet, si la víspera del día enque se tragó a Inglaterra, alguno se hubiesetragado al señor Cromwell.

Page 362: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! Señor, uno de los primeros axiomasde las matemáticas es que el continente debe sermayor que el contenido.

–– ¡Bien! Ese es nuestro negocio, Planchet.

––Pero el señor Cromwell ha muerto, y sucontinente es ahora la tumba.

––Amigo Planchet, veo con gusto que no sólote has hecho matemático; sino también filósofo.

––Señor, en mi comercio de especias utilizomucho papel impreso, y eso me instruye.

–– ¡Muy bien! En ese caso sabrás, porque nohabrás aprendido las matemáticas y la filosofíasin un poco de historia, que después de unCromwell tan grande ha venido otro muy pe-queño.

––Sí, éste llámase Ricardo, y ha hecho lo quevos, señor de Artagnan; ha presentado su dimi-sión.

Page 363: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Bien! Después del grande que ha muerto;después del pequeño, que ha presentado sudimisión, ha venido un tercero se llama señorMonk, general muy hábil, aun cuando no se habatido jamás, es un diplomático muy inteligen-te, aun cuando no ha hablado nunca, y aunque,antes de decir buenos días, lo medita docehoras y acaba por decir buenas noches; lo cualhace gritar: “¡milagro!”, en atención a que acier-ta.

––Muy fuerte es eso, efectivamente ––dijoPlanchet––, pero yo conozco a otro hombre po-lítico que se parece mucho a ése.

––El señor Mazarino, ¿no es cierto?

––El mismo.

––Tienes razón, Planchet; sólo que Mazarinono aspira al trono de Francia, esto lo cambiatodo, ¿no es cierto? Pues bien, ese señor Monk,que tiene frita a Inglaterra entera, y que abre yala boca para tragársela; ese señor Monk, que

Page 364: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dice a las gentes de Carlos II y a Carlos II mis-mo: Necio, vos...

––No conozco el inglés ––dijo Planchet.

––Sí, pero yo lo sé ––dijo Artagnan––. Neciosignifica: No os conozco. Este Señor Monk, elhombre importante de Inglaterra; cuando se lahaya tragado...

–– ¿Qué? –– prosiguió Planchet.

––– ¿Qué, amigo mío? Iré allá, y con miscuarenta hombres lo robo, lo enfardo y lotraigo a Francia, donde dos partidos se pre-sentan ante mis ojos.

–– ¡Y los míos! ––repuso Planchet traspor-tado de entusiasmo.

–– Lo metemos en una jaula y lo enseña-mos por dinero.

––Bueno, Planchet; ése que acabas de encon-trar es un tercer partido, en el cual no había yopensado.

Page 365: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Lo consideráis bueno?

––Cierto que sí, pero creo mejores los reíos.

––Entonces, veamos los vuestros. Primerolo pongo a rescate.

–– ¿En cuánto?

––Diantre, un hombre como éste bien valecien, mil escudos.

–– ¡Oh! Sí.

––Ya ves; primero lo pongo a rescate por cienmil escudos.

–– Qué bien...

––– O bien, y lo que es mejor aún, lo entregoal rey Carlos, quien no teniendo ya ni generaldel ejército que temer, ni diplomático que en-señar, se restaurará por sí mismo, y una vezrestaurado me dará los cien mil escudos consa-bidos. Esta es la idea que he tenido. ¿Qué teparece, Planchet?

Page 366: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Magnífica, señor! –– exclamó Planchettemblando de emoción ––. ¿Y cómo se os haocurrido tal idea?

––Se me ocurrió cierta mañana a orillas delLoira, mientras Luis XIV, nuestro muy amadorey, lloriqueaba sobre las manos de la señoritaMancini.

––Señor, os aseguro que la idea es admirable.Pero...

–– ¡Ah! ¿Tenemos un pero?

––Permitidme. Pero esa idea tiene algo dela piel de ese magnífico oso que debíamosvender, pero al cual es necesario coger vivo,así es, que, para pescar a Monk, habrá sarra-cinar.

––Sin duda; pero yo levanto tu ejército.

––Sí, sí, comprendo, ¡diantre!, un golpe demano. ¡Oh! Entonces, triunfaréis, señor, porquenadie os iguala en esas empresas.

Page 367: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Tengo suerte en ellas, verdad es ––dijo Ar-tagnan, con orgullosa sencillez; ya comprendesque si para esto tuviese yo a mi querido Athos,a mi valiente Porthos y a mi astuto Aramis, elnegocio estaba terminado, pero, según parece,se han perdido, y nadie sabe dónde encontrar-los. Daré, pues, el golpe yo solo. ¿Encuentrasahora el negocio ventajoso?

–– ¡Demasiado, demasiado!

–– ¿Por qué dices eso?

––Porque las buenas cosas no llegan nunca aese punto.

––Esta es infalible, Planchet, y la prueba, esque yo me ocupo de ella. Para ti será un lucrobastante bonito, y para mí un golpe bastanteinteresante. Se dirá: “ved cuál fue la vejez delseñor de Artagnan.” Y tendré un lugar en lashistorias, y aun en la Historia, Planchet; estoyansioso de gloria.

Page 368: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señor ––repuso Planchet––; cuando piensoque es aquí, en mi casa, en medio de mi azúcar,de mis pasas y de mi canela, donde se maduraese proyecto gigantesco, me parece que mitienda es un palacio.

––Ten cuidado, Planchet; si transpira el me-nor ruido, hay Bastilla para nosotros dos; tencuidado, amigo mío, porque lo que fraguamosaquí es un complot; el señor Monk es aliado deMazarino; ¡ten cuidado!

––Señor, cuando se ha tenido la honra dehaberos pertenecido, no se tiene miedo, y cuan-do se tiene la ventaja de estar ligado a vos porintereses, se calla uno.

––Muy bien, eso es cosa tuya, más bien quemía, en atención a que en ocho días estaré ya enInglaterra.

–––Marchad, señor, cuanto antes mejor.

––– ¿Luego el dinero está corriente?

Page 369: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Mañana lo estará; mañana lo recibiréis demi mano. ¿Queréis oro o plata?

–––Oro es más cómodo. Pero, ¿cómo arregla-remos eso? Veamos. ¡Oh Dios mío!, de la mane-ra más sencilla: me dais un recibo, y basta.

––No, en estás cosas es preciso orden.

––Esa es también mi opinión... pero tratandocon vos, señor de Artagnan...

–– ¿Y si me muero allí? ¿Y si me mata unabala de mosquete? ¿Y si reviento por haberbebido cerveza?

––Señor, os suplico que me creáis que en talcaso estaré de tal suerte afligido con vuestramuerte, que no pensaré ni pizca en el dinero.

––Gracias, Planchet, pero esto no es del ca-so. Vamos a liara como dos pasantes de pro-curador, a redactar un convenio, una especiede nota, que podrá llamarse acta de sociedad.

––Con mucho gusto, señor.

Page 370: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Bien sé que es difícil redactar eso, pero pro-baremos.

––Ensayemos.

Planchet fue por una pluma, tinta y papel.

Artagnan tomó la pluma, mojóla en la tinta, yescribió:

“Entre el señor de Artagnan, ex teniente demosqueteros de Su Majestad, habitante en laactualidad en la calle de Tinquetonne, hostería“La Cabrita”, y el señor Planchet, habitante enla calle de los Lombardos, tienda “El Pilón deOro”;

“Ha sido convenido lo que sigue: “Se estable-ce una sociedad con el capital de cuarenta millibras con objeto de explotar una idea aportadapor el señor de Artagnan.

“El señor Planchet, que conoce esta idea y quela aprueba absolutamente, pondrá veinte millibras en manos del señor de. Artagnan.

Page 371: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

“Y no exigirá ni el reembolso ni el interés has-ta que el señor de Artagnan regrese de un viajeque va a hacer a Inglaterra.

“El señor de Artagnan, por su parte, se com-promete a poner veinte mil libras, que juntará alas otras veinte mil ya apartadas por el señorPlanchet.

“Y usará de la mencionada suma cuarenta millibras como mejor le parezca, comprometién-dose, sin embargo, a lo que sé anuncia a con-tinuación.

“El día en que el señor de Artagnan haya res-tablecido por cualquier medio a Su Majestad elrey Carlos II en el trono de Inglaterra, pondráen manos del señor Planchet la cantidad de...”

––La cantidad de ciento cincuenta mil libras ––dijo ingenuamente Planchet, viendo que Ar-tagnan se detenía.

Page 372: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah; diablo! No ––dijo Artagnan––, lapartición no puede hacerse a medias, pues nosería justo.

––Sin embargo, señor, cada uno de noso-tros pone la mitad ––observó tímidamentePlanchet.

––Sí, pero escucha la cláusula, Planchet, y sino la encuentras equitativa de todo punto,cuando esté escrita la borraremos.

Y Artagnan escribió:

“Sin embargo, como el señor Artagnan aportaa la sociedad, además del capital de veinte millibras, su tiempo, su idea, su industria y su pe-llejo, cosas que aprecia mucho, sobre todo, estaúltima, tomará para sí de las trescientas millibras, doscientas mil, con las que ascenderá suganancia a las dos terceras partes.”

––Muy bien ––dijo Planchet.

–– ¿No es esto justo? ––preguntó Artagnan.

Page 373: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Absolutamente justo, señor.

–– ¿Estarás contento con cien mil libras?

–– ¡Diantre, ya lo creo! ¡Cien mil libras porveinte mil!

––Y en un mes; entiéndelo bien.

––Seño r ––dijo generosamente Planchet––,os doy seis semanas.

–– Gracias ––contestó cortés el mosquetero.

Después de lo cual, los dos socios volvieron aleer la escritura.

––Corriente, señor ––dijo Planchet––, ni el di-funto señor Coquenard, el primer esposo de laseñora baronesa Du Valon, lo hubiera hechomejor.

–– ¿Es justo? Entonces, firmemos. Y ambospusieron su firma. De esta manera ––dijo Ar-tagnan—, no quedaré obligado a nadie.

Page 374: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Mas yo quedaré obligado a vos ––dijoPlanchet.

––No, amigo Planchet, porque puedo dejarpor allá el pellejo, y todo lo perderías entonces.. ¡A propósito, pardiez! Esto me hace pensar enlo principal: una cláusula indispensable. Voy aescribirla:

“Caso que el señor de Artagnan sucumbiese,en la empresa, la liquidación se da por hecha, yel señor Planchet, desde ahora, da carta de pagoy finiquito, a la sombra del señor de Artagnande las veinte mil libras aportadas por él a la su-sodicha sociedad.”

Esta última cláusula hizo fruncir el entrecejo aPlanchet, pero cuando vio la mirada brillante, lamano musculosa y los robustos lomos de suconsocio, tomó ánimo, y sin sentimiento algunoañadió un rasgo a su firma. Artagnan hizo lopropio. Así fue redactada la primera escriturade sociedad conocida. Tal tez se ha abusadodespués un poco de la forma y, de la esencia.

Page 375: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Ahora ––observó Planchet llenando el últi-mo vaso de vino de Anjou a Artagnan––, mar-chaos a dormir, mi querido amo.

––No ––repuso Artagnan––, porque ahoraqueda por hacer lo más difícil, y voy a pensaren ello.

–– ¡Bah! –– dijo Planchet ––. Tengo una con-fianza tan ilimitada en vos, señor de Artagnan,que no daría mis cien mil libras por noventamil.

––Y el diablo me lleve ––dijo Artagnan––, sino creo que tendríais razón.

––Dicho esto, Artagnan tomó una luz, subió asu cuarto, y se acostó.

XXI

PREPÁRASE ARTAGNAN A VIAJAR PORCUENTA DE LA CASA “PLANCHET YCOMPAÑÍA”

Page 376: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan meditó tanto toda la noche, que porla mañana ya estaba su plan resuelto.

–– ¡Eso es! ––dijo sentándose en la cama, apo-yado un codo sobre la rodilla––. ¡Eso es! Busca-ré cuarenta hombres a toda prueba, reclutadosentre gente algo comprometida, pero habituadaa la disciplina; les prometeré quinientas librasal mes, si vuelven; nada si no vuelven, o la mi-tad para sus parientes. Respecto a comida yalojamiento, esto concierne a los ingleses, quetienen bueyes en los pastos, tocino en el salade-ro, gallinas en los corrales y trigo en los grane-ros. Me presentaré al general Monk con estecuerno de ejército, le parecerá bien, tendré suconfianza y abusaré de ella lo más pronto posi-ble.

Pero, sin ir más lejos, Artagnan movió la ca-beza interrumpiéndose. ––No ––dijo—, no meatrevería a contar esto a Athos; el medio es po-co honroso. Es preciso usar de violencia, nece-

Page 377: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

sariamente, sin comprometer para nada mi fi-delidad. Con cuarenta hombres recorreré lacampiña como partidario; pero si encuentro, nodigo cuarenta mil ingleses, como decía Plan-chet, sino simplemente cuatrocientos, seré de-rrotado, en atención a que de mis cuarenta gue-rreros habrá diez por lo menos que se dejaránmatar por brutos. No es posible tener cuarentahombres leales; no existen. Preciso será conten-tarse con treinta. Con diez hombres menos,tendré derecho a evitar un encuentro a manoarmada por el escaso número de mi gente, y siel encuentro se realiza, siempre mi elección serámás cierta sobre treinta hombres que sobre cua-renta. Además, economizo cinco mil francos; esdecir, la octava parte de mi capital, lo cual valealgo. Eso dicho, tendré, por tanto, treinta hom-bres. Los dividiré en tres secciones y recorrere-mos el país con la consigna de reunirnos en unmomento dado; de esta manera de diez en diezno damos la menor sospecha y pasamos des-apercibidos. Sí, sí, treinta, es buen número,

Page 378: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

pues tiene tres decenas: ¡tres! Número divino. Yla verdad, una compañía de treinta hombres,cuando esté reunida, siempre tendrá algo deimponente... ¡Ah! ¡Infeliz de mí! ––continuóArtagnan––. Se necesitan treinta caballos, y estoes ruinoso. ¿Dónde diablos tenía la cabezacuando olvidaba los caballos? Sin embargo, nose puede ni soñar dar un golpe semejante sincaballos. Pues bien, sea; haremos ese sacrificio,a no ser que los tomemos en el país, que tampo-co son malos, por otra parte. ¡Diantre! Tambiénse me olvidaba, tres pelotones exigen tres co-mandantes, y ésa es la dificultad; de los trescomandantes, ya tengo uno, que soy yo; sí, perolos otros dos costarán ellos solos tanto dinerocomo el resto de la tropa. No, decididamente noserá menester más que un capitán. Pero, enton-ces, reduciré mi tropa a veinte hombres. Bien séque veinte hombres es poco, pero puesto quecon treinta hombres estaba resuelto a evitar losencuentros, lo haré ahora mucho mejor conveinte. Veinte es cuenta redonda; y además

Page 379: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

reduce a veinte el número de caballos, lo cual esmuy muy digno de consideración; y así, con unbuen teniente... ¡Diantre! ¡Esto sí que es pacien-cia y cálculo! Iba a embarcarme con cuarentahombres; y he aquí que ya me reduzco a veintepara as misma empresa. Diez mil libras de aho-rro de un solo golpe y más seguridades, es unabuena cosa. Veamos ahora; ya sólo se trata deencontrar ese teniente; encontrémosle; pues, yluego... Esto no es fácil; yo lo necesito valiente ybueno, un segundo yo. Sí, esto es, pero un te-niente tendrá mi secreto, y como este secretovale un millón, y yo no pagaré a mi hombremás que mil libras, o mil quinientas todo lomás, mi hombre venderá el secreto a Monk.Nada de teniente, ¡cáscaras! Por atra parte,aunque este hombre fuese mudo como un dis-cípulo de Pitágoras, tendría sin duda alguna enla compañía algún soldado de confianza, dequien haría su sargento, y el sargento penetra-ría el secreto del teniente, dado caso que éstefuese hombre de bien y no quisiera venderlo.

Page 380: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Entonces, el sargento, menos probo y ambicio-so, lo dará todo por cincuenta mil libras. ¡Va-mos, vamos! ¡Esto es imposible! ¡Decididamen-te, es imposible el tal teniente! Entonces, nadade pelotones; yo no puedo dividir mi tropa endos, y obrar sobre dos puntos a un tiempo sintener otro yo, que... Mas, ¿a qué viene obrarsobre dos puntos, puesto que sólo tenemos unhombre que agarrar? ¿A qué debilitar un cuer-po, poniendo la derecha aquí, la izquierda allá?un sólo cuerpo, ¡diantre! ¡Sólo y mandado porArtagnan, eso es! Pero veinte hombres mar-chando en un pelotón son sospechosos paratodo el mundo; es necesario que no vean mar-char juntos veinte jinetes, pues se les destacauna compañía que pide el santo y seña, la cual,viendo el embarazo que hay para darlo, fusila aArtagnan y a sus hombres como si fuesen cone-jos. Reduzcamos, pues, a diez hombres, de estemodo obro sencillamente y con unidad; así meveré obligado a tener prudencia, lo cual es lamitad de lo necesario; para conseguir un nego-

Page 381: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cio de la naturaleza del que emprendo; muchagente quizá me hubiera conducido a algunalocura. Diez caballos no es nada difícil de com-prar o de robar. ¡Oh!.Excelente idea ¡Qué tran-quilidad tan perfecta hace circular por mis ve-nas! De este modo no habrá dudas, ni santo yseña, ni peligros. Diez hombres son diez cria-dos. Diez hombres que conducen diez caballos,cargados de mercancías cualesquiera, son tole-rados y bien recibidos en cualquier parte. Diezhombres viajando por cuenta de la casa “Plan-chet y Compañía de Francia. No hay más quedecir. Estos diez hombres, vestidos como trafi-cantes, tienen un magnífico cuchillo de caza, unbuen mosquete a la grupa de su caballo y unabuena pistola en la pistolera. Jamás se dejanmolestar, porque ellos no llevan–malas inten-ciones. En el fondo quizá sean un poco contra-bandistas, pero, ¿qué importa? El contrabandono es como la poligamia, un caso que merezcala horca. Lo peor que podía acontecernos es queconfisquen nuestras mercancías. ¡Bonito nego-

Page 382: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cio las tales mercancías! Vamos, vamos, es unplan soberbio. Diez hombres solamente; diezhombres que engancharé para mi servicio, diezhombres que serán tan decididos como cuaren-ta, que me costarán como cuatro, y a quienes,para mayor seguridad, no abriré la boca sobremis designios y sólo les diré: “amigos míos, hayun golpe que dar.” De está manera, muy per-verso será Satanás para que me juegue una desus malas pasadas. ¡Quince mil libras economi-zadas de veinte mil! Soberbio.

Así, animado por su industrioso cálculo, Ar-tagnan fijóse en este plan, resuelto a no variarloen nada. Ya tenía una lista, suministrada por suinmensa memoria, diez hombres m ilustres en-tre los perseguidores de aventuras, maltratadospor la fortuna o inquietados por la justicia.Después de esto se incorporó Artagnan po-niéndose al instante en movimiento, advirtien-do a Planchet que no le esperase para el des-ayuno, ni tal vez para la comida. Día y medioocupados en correr algunos chiribitiles de París

Page 383: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

le bastaron para su recolección, y sin comunicara sus aventureros entre sí, había coligado, co-leccionado, reunido en menos de treinta horasun encantador conjunto de malas caras; quehablaban un francés menos correcto que el in-glés de que iban a servirse.

Eran éstos, por punto general, soldados cuyomérito había podido apreciar Artagnan en dis-tintas ocasiones, y a quienes la embriaguez, lasestocadas desgraciadas, las ganancias inespera-das en el juego, o las reformas económicas delseñor Mazarino, habían obligado a buscar lasombra y la soledad, estos dos grandes consue-los; para las almas comprimidas y magulladas.

En sus fisonomías y en sus trajes llevaban lasseñales de las penas del corazón que habíanpadecido. Algunos tenían el rostro descarnado,y todos ellos los vestidos despedazados. Artag-nan socorrió lo más apremiante de estas mise-rias fraternales con una sabia distribución delos escudos de la sociedad; y luego, habiendo

Page 384: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cuidado de que estos escudos se emplearan enel embellecimiento físico de la compañía, dio,alta a sus reclutas para el norte de Francia, entreBerghes y Saint Omer. De plazo les había dadoseis días, y Artagnan conocía perfectamente labuena voluntad, el excelente humor y la probi-dad relativa de estos ilustres reclutas, para estarcierto de que ni uno solo faltaría al llamamien-to.

Dadas tales órdenes y citas fue a despedirsede Planchet, que le pidió noticias de su ejército;pero Artagnan no juzgó a propósito darle partede la reducción que había hecho en su personal,temiendo despertar con esa confesión la des-confianza de su asociado. Planchet se regocijómucho al saber que ya estaba levantado todo elejército, y que él se encontraba como una es-pecie de rey, que desde su trono mostradormantenía a sueldo un ejército destinado a gue-rrear contra la pérfida: Albión, esta enemiga detodos los corazones verdaderamente franceses.

Page 385: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Planchet contó, pues, en seductores luises do-bles, veinte mil libras por su parte personal, yotras veinte mil, siempre en hermosos luisesdobles, por la parte de Artagnan: Éste metióveinte mil libras en un saco, pesando cada sacoen cada una de sus manos.

––Este dinero es muy embarazoso, queridoPlanchet ––––dijo—. ¿Sabes que esto pesa másde treinta libras?

–– ¡Bah! Eso lo llevará vuestro caballo co-mo una pluma. Artagnan movió la cabeza.

––No me digas esas cosas, Planchet; un ca-ballo sobrecargado con treinta libras, ademásdel portamanteo y del jinete, no pasa tan fácil-mente un río, ni salta con tanta ligereza unmurallón o un foso, y por tanto ni caballo nicaballero. Verdad es que tú no sabes esto,Planchet, pues toda tu vida has servido en in-fantería.

––Entonces, señor, ¿qué hacemos?

Page 386: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Escucha ––dijo Artagnan––, pagaré mi ejér-cito cuando vuelva a sus hogares. Quédate conmi mitad de veinte, mil libras, que puedes hacervaler mientras yo esté fuera. –– ¿Y mi mitad? ––preguntó Planchet.

––Me la llevo.

––Vuestra confianza me honra ––dijo Plan-chet––, pero ¿y si no volvéis?

––Eso es posible; aunque el negocio sea pocoverosímil. Entonces, Planchet, para el caso deque no regrese, dame una pluma y haré mi tes-tamento.

Artagnan escribió una sola hoja. “Yo, Artag-nan, poseo veinte mil libras economizadassueldo a sueldo en treinta años que he estado alservicio del rey de Francia. De ellas doy cincomil a Athos, cinco mil a Porthos, cinco mil aAramis, para que se las den en mi nombre y enlos suyos a mi amigo, el joven Raúl, vizcondede Bragelonne. Y las cinco mil restantes se las

Page 387: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

doy a Planchet, para que distribuya con menosdisgusto las otras quince libras a mis amigos.

“Para que conste, firmo las presentes.

“ARTAGNAN”.

Planchet: parecía estar muy deseoso de saberlo que había escrito Artagnan:

––Lee, Planchet ––le dijo el mosquetero.

Cuando llegó a las últimas líneas, se asoma-ron las lágrimas a los ojos de Planchet.

–– ¿Creéis que sin esto no hubiera dado el di-nero? En este caso, no quiero vuestras cinco millibras. Artagnan sonrió.

––Acepta, Planchet acepta; y de esta manerasólo perderás quince mil libras, en vez de veintemil, y no te dará la tentación de hacer afrenta ala firma de tu amo y amigo, buscando un mediopara no perder nada.

¡Tan bien, conocía Artagnan el corazón de loshombres y de los abaceros!

Page 388: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Los que han llamado loco a don Quijote por-que marchaba sólo con Sancho a la conquista deun imperio, y los que han llamado loco a San-cho porque marchaba cono su amo a la conquis-ta del susodicho imperio, ésos, decimos, nohubieran formado ciertamente otro juicio sobreArtagnan y Planchet.

No obstante, él primero pasaba por un espíri-tu sutil entre los más finos talentos de la cortede Francia. Y en cuanto al segundo, había ad-quirido reputación de ser uno de los más aven-tajados cerebros entre los tenderos de la calle delos Lombardos, y por tanto de París, y con justi-cia de Francia.

Así es que, no considerando a estos dos hom-bres sino desde el punto de vista de todos loshombres, y los medios con cuyo auxilio con-taban para reponer a un rey en su trono sinocomparativamente a los otros medios, el mástorpe caletre del país en que los caletres seanmas torpes se hubiese rebelado contra la pre-

Page 389: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

sunción del teniente y la estupidez de su conso-cio.

Felizmente, Artagnan no era hombre para oírchismes que se divulgasen en derredor suyo, nilos comentarios que se hiciesen sobre su perso-na, pues había adoptado esta divisa: Hagamos ycallemos; Planchet, por su parte, había prohijadoésta: Ruede la bola y no digamos nada. De aquíresultaba que, según la costumbre de todos lostalentos superiores, estos dos hombres se con-gratulaban intra pectus de tener razón contratodo el mundo.

Para empezar, Artagnan se puso en caminocon el tiempo más hermoso del mundo, sin nu-bes en el cielo; sin nubes en el alma, alegre yfuerte, tranquilo y decidido, lleno de resolu-ción, y por tanto llevando consigo una dosisdécuple de ese fluido poderoso que los sacudi-mientos del alma hacen saltar de los nervios ydan a la máquina humana una fuerza e influen-cia, de la cual, según todas las probabilidades,

Page 390: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

los siglos futuras podrán darse más cuenta,aritméticamente considerada, que la que nosdamos en el día. Así, pues tomó, como en tiem-pos pasados, el camino fecundo en aventurasque le había conducido a Boulogne, y que reco-rría por cuarta vez. Al mismo tiempo que cami-naba, casi pudo reconocer las huellas de suspasos sobre las puertas de las posadas; su me-moria, siempre viva, resucitaba ahora aquellajuventud que, treinta años después, no habíadesmentido ni su gran corazón ni su puño deacero.

¡Qué naturaleza tan rica la de ese hombre!Tenía todas las pasiones, todos los defectos,todas las debilidades, pero el espíritu de con-tradicción familiar a su inteligencia, cambiabatodas esas imperfecciones en cualidades corres-pondientes. Artagnan, gracias a su imaginación,errante sin cesar, tenía miedo a una sombra, yavergonzado de haber tenido miedo, marchabahacia ella, y entonces; hacíase extraordinariopor su bravura, si el peligro era real. Así es que

Page 391: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

todo era emociones en él. Amaba mucho la so-ciedad de otro, pero jamás se fastidiaba de lasuya, y más de una vez, si se hubiera podidoestudiarlo cuando permanecía solo, se le habríavisto reírse de cuentecillos que se refería a sípropio, o de, imágenes burlonas que se creaba,justamente cinco minutos antes del momentoen que debía comenzar el fastidio.

Esta vez quizá no estuvo Artagnan tan jovialcomo si hubiera tenido la perspectiva de encon-trar buenos amigos en Calais, en lugar de losdiez genízaros que hallaría; pero, sin embargo,la tristeza no le visito más que una vez por jor-nada, de modo que fueron cinco visitas pocomás o menos las que recibió de esta sombríadeidad antes de vislumbrar el mar de Boulogne;además, las visitas fueron breves.

Pero una vez aquí, Artagnan se sintió cerca dela acción y desapareció todo sentimiento, a ex-cepción de la confianza. De Boulogne siguió lacosta hasta Calais.

Page 392: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Calais era la cita general, habiendo indicado acada uno de sus enganchados la hostería ÉlGran Monarca, donde la vida no era cara, don-de los marineros condimentaban su rancho, ydonde los hombres de armas encontraban ca-ma, mesa, comida, y todas las dulzuras de lavida por treinta sueldos diarios. .

Artagnan proponíase encontrarlos en flagran-te delito de vida errante, y juzgar por la prime-ra apariencias, debía contar con ellos como bue-nos compañeros.

A las cuatro y media de aquella misma tardellegó a Calais, y se encaminó a la hostería ElGran Monarca.

Page 393: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

XXII

LOS SOLDADOS DE ARTAGNAN

La hostería El Gran Monarca se encontraba si-tuada en una calle paralela al puerto, sin damaél mismo; anglinas callejuelas cortaban las dosgrandes líneas rectas del puerto y de la calle.Por estas callejuelas se desembocaba de la calleal puerto.

Artagnan llegó al puerto, dirigióse por una deestas calles y cayó inopinadamente ante la hos-tería El Gran Monarca.

El momento era bien escogido, y pudo recor-dar a nuestro hombre su presentación en la hos-tería El Molinero Franco, en Meung. Algunosmarineros que acababan de jugar a los dados,habían armado pendencia y se amenazaban confuror. El posadero, la posadera y dos criados,vigilaban con ansiedad el corro de estos malos

Page 394: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

jugadores, en cuyo centro amenazaba estallar laguerra, erizada de hachas y cuchillos.

Entretanto proseguía el juego. Un banco depiedra estaba ocupado por dos hombres, que deeste modo parecían vigilar a la puerta; cuatromesas en el fondo de la sala común, estabanocupadas por otros ocho individuos, y ni loshombres del banco, ni losa de las mesas to-maban parte en la pendencia ni en el juego.Artagnan reconoció a sus diez hombres en estosespectadores tan fríos e indiferentes.

La pendencia iba creciendo. Toda pasión tie-ne, como el mar, su marea que afluye y refluye.Un marinero, llegado al paroxismo de su pa-sión, echó al suelo la mesa y el dinero que sobreella había, al instante todo el personal de la hos-tería se arrojó sobre las puertas y un crecidonúmero de monedas blancas fueron recogidaspor personas que se ocultaron; mientras losmarineros se despedazaban mutuamente.

Page 395: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Solamente los dos hombres del banco y losocho del interior, por más que pareciesen en untodo indiferentes entre sí, sólo, decimos, estosdiez hombres parecía que estaban convenidospara permanecer impasibles en medio de losgritos, del furor y del ruido del dinero. Dos deellos solamente se limitaron a rechazar con elpie a los combatientes que iban hasta debajo desu mesa.

Otros dos sacaron las manos de los bolsillos,pero sin tomar parte en la baraúnda, y otrosdos, en fin, subiéronse sobre la mesa que ocu-paban, como hacen para evitar ser sumergidaslas personas, sorprendidas por una avenida deagua.

–– ¡Ea! ––dijo interiormente Artagnan, que nohabía perdido ninguna de las circunstanciasque acabamos de relatar––. ¡Bonita colección!Circunspectos, tranquilos, habituados al ruido,hechos a los golpes. –– ¡Pardiez! Buena manohe, tenido.

Page 396: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

De repente fijó su atención en un punto de lasala.

Los dos hombres que habían dado con el pie alos combatientes, fueron insultados atrozmentepor los marineros que acababan de recon-ciliarse.

Uno de ellos, medio embriagado de cólera ycompletamente de cerveza, se llegó al más pe-queño de aquellos otros a interrogarle con quéderecho había tocado con su pie a criaturas deDios que no eran perros, y al hacer esta interpe-lación, puso, para hacerla más directa, su fuertepuño en la nariz del recluta de Artagnan;

Aquel hombre se puso pálido, sin poderseapreciar si la causa era el miedo o la cólera.Viendo lo cual el marinero dedujo que era portemor, y levantó el puño con la intención bienmanifiesta de dejarlo caer sobre la cabeza delindividuo; mas sin que se moviese el hombreamenazado, descargó tan fuerte puñetazo en el

Page 397: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

estómago del marinero, que lo hizo rodar hastael fin de la sala con espantosos gritos.

–– Al instante, hostigados todos los compañe-ros del vencido por el espíritu de cuerpo, caye-ron sobre el vencedor.

Este último, con la misma sangre fría de queya había dado prueba, y sin cometer la indis-creción de tocar a sus armas, empuñó un jarrode cerveza con el tapón de estaño, y tumbó ados o tres de sus agresores; mas luego, comoiba a sucumbir al mayor número, los otros sietesilenciosos del interior, como no habían chista-do siquiera, conocieron que se trataba de sucausa y acudieron en su socorro.

Al mismo tiempo los dos indiferentes de lapuerta volvieron la cara con un fruncimiento decejas que indicaba su intención bien marcada deacometer al enemigo por la espalda, si el talenemigo no cesaba en su agresión.

Page 398: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El posadero, sus criados y dos guardias de laronda nocturna que pasaban, y que por curiosi-dad penetraron en la sala, fueron envueltos enla pelea y en los puñetazos.

Los parisienses descargaban como cíclopes, ycon una uniformidad y táctica que era un pri-mor; al fin, obligados a tocar en retirada ante elnúmero, tomaron su atrincheramiento al otrolado de la gran mesa, que cuatro de ellos levan-taron de común acuerdo, mientras–los otrosdos se armaban cada uno de un banco; de modoque, sirviéndose de aquellos útiles como de ungigantesco ariete, echaron por tierra de un sologolpe a ocho marineros, sobre cuyas cabezashabían hecho jugar su monstruosa catapulta.

Ya se hallaba el suelo escombrado de heridosy la sala llena de gritos y de polvo, cuando Ar-tagnan, satisfecho de la prueba, adelantóse conla espada en la mano, e hiriendo con el pomosobre todas las cabezas que encontró erguidas,pronunció un ¡hola! vigoroso, que al instante

Page 399: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

puso término a la lucha. Entonces, hubo unagran retirada del centro a la circunferencia yArtagnan se encontró solo y dominador.

–– ¿Qué sucede? ––preguntó enseguida a lareunión con el tono majestuoso de Neptunopronunciando el quos ego.

Al momento, y al primer acento de esta voz,para continuar la metáfora virgiliana, los reclu-tas del señor de Artagnan, reconociendo cadacual a su soberano señor, recogieron a un tiem-po su cólera y sus banquetazos.

Los marineros, por su parte, viendo aquellalarga espada desnuda, aquel aire marcial yaquel brazo ágil que llagaba al socorro de susenemigos, en la persona de un hombre que pa-recía habituado al mando, recogieron al mo-mento sus méritos.

Los parisienses se enjugaron la frente e hicie-ron una reverencia a su jefe.

Page 400: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan fue felicitado por el posadero de ElGran Monarca, a quien recibió como hombreque sabe que no se le ofrece nada de más, y de-claró enseguida que mientras esperaba la comi-da iba a pasearse al puerto.

Al instante comprendieron el llamamiento losenganchados, y cada cual tomó su sombrero,cepilló su traje y siguió a Artagnan.

Pero éste, al mismo tiempo que examinabatodo, se guardó muy bien de detenerse; dirigió-se a la playa y los diez hombres, asombrados deverse a la pista unos de otros, e inquietos dellevar a derecha, izquierda y detrás de sí acompañeros con los cuales no contaban, le si-guieron echándose unos a otros terribles mira-das.

Allá y en lo más retirado de la playa se volvióArtagnan hacia ellos, sonriendo al verlos tanseparados; y haciéndoles un signo pacífico conla mano:

Page 401: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––– ¡Eh! ¡Aquí, señores! ––dijo––. No nos de-voremos; estáis hechos para vivir juntos; paraentenderos en todas las cosas, y no para devo-raros los unos a los otros.

Entonces terminaron las sospechas; los hom-bres respiraron, como si los sacaran de un ata-úd, y se examinaron unos a otros con compla-cencia. Después de este examen fijaron los ojosen su jefe, quien conociendo de tiempos atrás eldifícil arte de hablar a hombres de este temple,les pronunció el discurso siguiente, acentuadocon energía completamente gascona:

––Señores: ya sabéis quién soy yo. Os he en-ganchado conociéndoos por intrépidos y que-riendo asociaros a una expedición gloriosa. Fi-guraos que trabajando conmigo trabajáis por elrey únicamente, os prevengo que si dejáis esca-par alguna cosa de esta suposición, me veréobligado a romperos al momento la cabeza dela manera que me sea más cómoda. No igno-ráis, señores, que los secretos de Estado son

Page 402: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

como un mortal veneno; mientras este venenoesté en su redoma; y la redoma bien cerrada, anadie perjudica; pero fuera de la redoma, mata.Ahora, acercaos a mí, y sabréis de este secretolo que de él puedo deciros.

Todos se acercaron con un movimiento de cu-riosidad.

Acercaos ––continuó Artagnan ––, y que elpájaro que pase por encima de nuestras cabe-zas, el conejo que corra en la ribera y el pez quesalte fuera del agua no puedan escucharnos. Setrata de saber y de contar luego al señor super-intendente de Hacienda cuánto daño causa alos comerciantes franceses el contrabando in-glés. Entraremos por todas partes y lo veremostodo. Nosotros somos unos pobres pescadorespicardos, arrojados a la costa por una borrasca,y venderemos pescado, ni más ni menos quecomo verdaderos pescadores. Pero puede acon-tecer que adivinen quiénes somos y nos moles-ten, en cuyo caso es urgente que estemos en

Page 403: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

estado de defendernos. Por eso os he escogidocomo a gente inteligente y de valor. Llevaremosnueva vida y no correremos gran peligro, enatención a que tenemos detrás un protectorpoderoso, gracias al cual no hay dificultad po-sible. Una sola cosa me contraría; pero confío enque, después de una corta explicación, me saca-réis del aprieto. Esta cosa que me contraría esllevar conmigo una tripulación de pescadoresnecios; que nos estorbarán enormemente, mien-tras que, si por ventura, hubiese entre vosotrosgente que conociera el mar...

–– ¡Oh! Aquí estoy yo ––murmuró uno de losreclutas de Artagnan––––; he sido prisionero delos piratas de Túnez durante tres años y conoz-co las maniobras como un almirante:

–– ¡Ya veis ––observó Artagnan––, qué cosatan admirable es la casualidad!

Artagnan pronunció estas palabras con inde-finible acento de fingida buena fe; porque Ar-tagnan sabía bien que esta víctima de los pira-

Page 404: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tas era un antiguo corsario, y lo había engan-chado con conocimiento de causa. Pero Artag-nan jamás decía más de lo que tenía precisiónde decir, para dejar a las gentes en la duda. Sepagó, pues, de la explicación, y acogió el efectosin parecer curarse de la causa.

––Y yo ––repuso otro de los reclutas––, tengocasualmente un tío que dirige los trabajos delpuerto de la Rochela, y siendo muy niño jugabaen las embarcaciones; de modo que sé manejarel remo y la vela, y desafío a que lo haga mejorel primer marinero ponentino.

Éste no mentía más que el otro: había remadoseis años en las galeras de Su Majestad.

Otros dos fueron más sinceros, y confesaroningenuamente que habían servido en un buquecomo soldados penados, de lo cual no se ru-borizaban. Artagnan se encontró, pues, jefe deseis hombres aguerridos y de cuatro marineros,teniendo a un mismo tiempo ejército de tierra ymar, lo cual hubiera llevado al colmo el orgullo

Page 405: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de Planchet, si Planchet hubiese conocido estosdetalles.

Ya sólo se trataba de la orden general, y Ar-tagnan la dio muy precisa. Intimó a sus hom-bres que estuvieran dispuestos a salir para LaHaya, siguiendo los unos el litoral que llegahasta Breskens, y los otros él camino que con-duce a Amberes.

Calculando las marchas, fue dada la cita paradespués da quince días en la plaza, principal deLa Haya.

Artagnan recomendó a sus hombres que seemparejasen, como mejor lo entendiesen, porsimpatía, de dos en dos; y él mismo eligió entrelos rostros menos patibularios dos guardias quehabía conocido en otro tiempo, y cuyas únicasfaltas eran ser jugadores y borrachos. Estoshombres no perdieron toda idea de civilización,y bajo vestidos aseados hubieran vuelto a latirsus corazones. Artagnan, para no dar celos a losotros, les hizo marchar delante; y conservando

Page 406: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

a sus dos favoritos los vistió con sus propiosatavíos y salió con ellos.

A éstos, a quienes parecía honrar con unaconfianza absoluta, fue a quienes Artagnan hizouna falsa confidencia, destinada a garantizarlesel buen éxito de la expedición. Confesóles quese trataba, no ya de ver los perjuicios que elcontrabando inglés podía causar al comerciofrancés, sino al contrario, los daños que el con-trabando francés podía hacer al comercio in-glés. Estos hombres parecieron convencidos, ylo estaban, en efecto. Artagnan hallábase per-suadido de que al primer exceso, y cuando es-tuviesen muertos de embriaguez, uno de losdos divulgaría este secreto capital a la compa-ñía. Su plan le parecía infalible. Quince díasdespués de lo que acabamos de presenciar enCalais, todo el ejército se hallaba reunido en LaHaya.

Entonces vio Artagnan que todos sus hom-bres, con una inteligencia notable, se habían

Page 407: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

disfrazado de marineros más o menos derrota-dos por la mar:

Artagnan les dejó dormir en un chiribitil deNewkerke Street, y él sé alojó en el gran canal.

Supo que el rey de Inglaterra se había acerca-do a su aliado Guillermo II de Nassau, estatú-der de Holanda. Entonces supo también que lanegativa de Luis XIV había disminuido un pacola protección que hasta entonces se le concedie-ra, y que en consecuencia había ido a confinarseen una casita de la aldea de Scheveningen, si-tuada en la playa a orillas del mar, a una leguacorta de La Haya.

Allí, según se decía, el desgraciado proscritose consolaba de su destierro, mirando con latristeza particular a los príncipes de su raza,aquella mar inmensa del Norte que le separabade su Inglaterra, como en otro tiempo habíaseparado a María Estuardo de Francia. Allí,detrás de algunos árboles del magnífico bosquede Scheveningen y sobre la fina arena donde

Page 408: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

crecían los dorados arbustos de la playa, CarlosII vegetaba como ellos, más desgraciado queellos, porque existía con la vida del pensamien-to, y esperaba y desesperaba al propio tiempo.

Artagnan se adelantó una vez hasta Scheve-ningen para asegurarse de lo que se contabacon respecto al príncipe. Vio, efectivamente, aCarlos II, pensativo y solo, salir por una peque-ña puerta que daba al bosque y pasearse por laribera, al sol poniente, sin llamar siquiera laatención de los pescadores, quienes al avanzarla noche sacaban sus barcos sobre la arena de laplaya; como los antiguos marinos del archipié-lago.

Artagnan conoció al rey; a quien vio fijar sumirada sombría sobre la inmensa extensión delas aguas, y absorber en su pálido semblante losrojizos rayos del sol, cortado ya por la negralínea del horizonte. Luego entró Carlos II en lacasa aislada, siempre solo, siempre lento y tris-

Page 409: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

te, y distrayéndose en hacer crujir bajo sus pa-sos la movediza arena.

Aquella misma noche alquiló Artagnan pormil libras una barca de pescadores que valíacuatro mil; aquéllas mil las pagó en el acto, ydepositó las otras tres mil en casa del burgo-maestre: Después de lo cual, embarcó, sin quenadie lo vièse y en la obscuridad de la noche, alos seis hambres que formaban su ejército te-rrestre; y al subir la marea, a eso de las tres dela mañana, ganó la alta mar maniobrando os-tensiblemente con los cuatro hombres y descan-sando en la ciencia de su galeote, como sihubiese sido el primer piloto del puerto.

XXIII

DONDE EL AUTOR SE VE OBLIGADO,AUNQUE A PESAR SUYO, A HACER UNPOCO DE HISTORIA

Page 410: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Mientras los reyes y. los hombres se ocupa-ban de este modo de Inglaterra, que se gober-naba sola, y que, necesario es decirlo en su elo-gio, jamás había estado peor gobernada, unhambre sobre quien Dios había fijado su miraday puesto su dedo, un hambre predestinado a es-cribir su nombre con letras de oro en el libro dela historia, proseguía a la faz del mundo unaobra llena de misterio y de audacia. Iba, y nadiesabía adónde quería ir, pues no sólo Inglaterra,sino también Francia y Europa veíanle marcharcon paso firme y erguida la cabeza.

Monk acababa de declararse por la libertaddel rump parliament, esto es, del parlamentorabadilla, como entonces se le llamaba; Parla-mento al que el general Lambert, imitando aCromwell, del cual había sido lugarteniente,concluía de bloquear tan estrechamente, paraobligarle a hacer su voluntad, que ningúnmiembro durante el bloqueo había podido salirde él, y sólo uno, Pedro Wertwort, había logra-do entrar.

Page 411: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Lambert y Monk: todo se resumía en estos,dos hombres, representantes el primero deldespotismo militar, y el segundo del republi-canismo puro. Estos dos hombres eran los úni-cos representantes de esta revolución en la queCarlos I perdió su corona, y después a la vida.Lambert no disimulaba sus miras, que se dirigí-an a establecer un gobierno puramente militar,y a constituirse en jefe de este gobierno. Monk,decían unos, republicano intransigente, queríamantener el rump parliament, representación vi-sible, aunque degenerada, de la república.Monk, diestro, ambicioso, lo hacían otros, de-seaba convertir este Parlamento, al que parecía,proteger, en sólido escalón para subir al tronoque Cromwell había dejado vacío, mas sobre elcual no se había decidido a sentarse. Y Lambert,persiguiendo al Parlamento, y Monk, de-clarándose por él, se habían manifestado adver-sarios uno de otro.

De esta manera, Monk y Lambert habían pen-sado antes de todo en adquirir cada cual un

Page 412: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ejército; Monk en Escocia, donde permanecíanlos presbiterianos y los realistas, es decir, losdescontentos; Lambert en Londres, donde sehallaba como siempre la más ruda oposicióncontra el poder que delante de sus ojos tenía.

Monk había pacificado a Escocia, donde sehabía formado un ejército y creado un asilo.Sabía que aún no había llegado la hora señaladapor el Señor para un gran cambio, así es que suespada parecía pegada a la vaina. Inexpugnableen su feroz y monstruosa Escocia, general abso-luto, rey de un ejército de once mil soldadosveteranos, que mas de una vez había conducidoa la victoria; tan bien o mejor instruido de losnegocios de Londres como el mismo Lambert,que tenía guarnición en la City; tal era la posi-ción de Monk cuando se pronunció por el Par-lamento a cien leguas de distancia de Londres.Lambert por el contrario, como ya hemos dicho,habitaba la capital, el centro de todas sus opera-ciones, dónde reunía en derredor suyo a todossus amigos y a todo el pueblo bajo, eternamente

Page 413: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

inclinado a amar a los adversarios del poderconstituido.

En Londres supo Lambert el apoyo que desdelas fronteras de Escocia prestaba Monk al Par-lamento. Conoció que no había tiempo queperder, y que el Tweed no estaba tan separadodel Támesis como para que un ejército no pu-diese saltar de una orilla a otra, principalmentesi estaba bien mandado. Además, sabía que, amedida que, penetrasen en Inglaterra los sol-dados de Monk, formarían en el camino esabola de nieve, emblema del globo de la fortuna,que no es para el ambicioso más que un escalónsiempre ascendente para llevarle a su fin. Re-unió, pues, su ejército, formidable a la vez porsu composición y por su número; y corrió alencuentro de Monk, quien semejante a un mari-no discreto que boga en medio de escollos, seadelantó a cortas jornadas, arrogante, escu-chando el ruido y husmeando el aire que veníade Londres.

Page 414: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Los dos ejércitos divisáronse a la altura deNewcastle. Lambert llegó primero y acampó enla misma ciudad.

Monk, hizo alto donde estaba, y estableció sucuartel general en Coldstream, sobre el Tweed.

La vista de Lambert propagó la alegría en elejército de Monk, mientras que, por el contra-rio, la vista de Monk infundió el desorden en elde Lambert. Hubiérase creído que estos intré-pidos batalladores, que tanto ruido habíanhecho en las calles de Londres, se habían puestoen marcha con la esperanza de no hallar a na-die, y que ahora, viendo que habían encontradoun ejército, y que este ejército enarbolaba delan-te de ellos, no sólo un estandarte, sino tambiénuna causa y un principio, hubiérase creído, de-cimos, que estos intrépidos batalladores sehabían puesto a reflexionar que ellos eran me-nos buenos republicanos que los soldados deMonk, puesto que éstos sostenían al Parla-

Page 415: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nmento, mientras que Lambert no sostenía anadie, ni aun a sí mismo.

En cuanto a Monk, si hubo de reflexionar, o sireflexionó, eso debió ser muy tristemente, por-que la historia cuenta, y esta púdica señora nomiente nunca, como es sabido, que el día de sullegada a Coldstream se buscó un carnero in-útilmente por toda la ciudad.

Si Monk hubiese mandado un ejército inglésya hubiera tenido bastante con esto para quetodo él desertara. Mas no sucede lo mismo a losescoceses que a los ingleses, a quienes esa carnefluida que se llama sangre es de toda necesidad.Los escoceses, raza humilde y sobria, viven deuna poca cebada molida entre dos piedras, des-leída con agua de la fuente, y cocida sobre unalosa enrojecida.

Los escoceses, después de hecha la distribu-ción de cebada; no se apesadumbraron porquehubiese o no carne en Coldstream.

Page 416: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Monk, no familiarizado con las tortas de ce-bada, tenía hambre, y su Estado Mayor, no me-nos hambriento que él, miraba con ansiedad aderecha e izquierda para saber lo que se prepa-raba de comida.

Sus exploradores encontraron la ciudad de-sierta y los almacenes vacíos; y no había quecontar en Coldstream ni con carniceros ni conpanaderos. Así es que no encontraron ni el me-nor trozo de pan para la mesa del general.

A medida que se sucedían estas noticias, tanpoco tranquilizadoras unas como otras, viendoMonk el espanto y el decaimiento en todos lossemblantes, afirmó que no tenía hambre. Ade-más, comerían a la mañana siguiente, puesLambert estaba allí con probable intención dedar la batalla, y, por tanto, de entregar sus pro-visiones si era forzado en Newcastle, o paralibrar del hambre definitivamente a los solda-dos de Monk si salía vencedor.

Page 417: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Este consuelo no fue eficaz sino para un esca-so número, lo cual importaba muy poco aMonk, porque Monk era muy absoluto, bajoapariencia de la más perfecta dulzura.

Cada cual se vio precisado a quedar satisfe-cho, ó a demostrarlo por lo menos. Monk, tanhambriento como su tropa, pero afectando lamayor indiferencia por ese carnero, ausente,cortó un pedazo de tabaco de media pulgada,de manos de un sargento que formaba parte desu séquito, y comenzó a masticar el referidofragmento, asegurando a sus oficiales que elhambre era una quimera, y que además se teníahambre con tal de que se tuviese algo que po-ner entre los dientes.

Esta chazoneta satisfizo a algunos de aquellosque habían resistido a la primera deducciónque Monk sacó de la vecindad de Lambert: elnúmero de los pertinaces disminuyó, la guariase instaló, las patrullas comenzaron, y el gene-

Page 418: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ral continuó su frugal desayuno en la tiendaabierta.

Entre su campo y el de su enemigo se alzabauna antigua abadía, cuyas ruinas apenas existenhoy, pero que entonces permanecían en pie, yse llamaba la abadía de Newcastle. Estaba cons-truida sobre un vasto terreno, independiente aun tiempo de la llanura y de la ribera porquecasi era un pantano alimentado por las lluvias.No obstante, en medio de estos charcos, cubier-tos de grandes hierbas, juncos y cañas, veíansesobresalir terrenos sólidos, consagrados en otrotiempo a huerta, parque y jardín, y a otras de-pendencias de la abadía, parecida a una de esasgrandes arañas de mar, cuyo cuerno es redon-do, mientras que sus patas salen de esta cir-cunferencia en distintas direcciones.

Monk hizo guardar la huerta como el lugarmás propio para las sorpresas, y mucho másallá de la abadía veíanse los fuegos del generalenemigo; pero entre éstos y aquélla, corría el

Page 419: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Tweed desarrollando sus luminosas escamasbajo la densa sombra de las grandes encinas.

Monk conocía perfectamente esta posición,pues Newcastle y sus cercanías le sirvieron másde una vez de cuartel general. Sabía perfecta-mente que durante el día era posible que suenemigo fuese a intentar una escaramuza en lasruinas, pero que se guardaría de aventurarse aello por la noche. Así es que, se encontraba enseguridad.

De este modo pudieron verle sus soldados,después de lo que é1 llamaba fastuosamente sucomida, esto es, del ejercicio de masticación an-tes referido, dormir sentado en una silla de jun-co, como después hizo Napoleón en la vísperade la acción de Austerlitz, la mitad a la luz deuna lámpara, y la otra mitad a los reflejos de laluna, que comenzaba a remontarse a los cielos.

Lo cual quiere decir que eran las nueve y me-dia de la noche, poco más o menos.

Page 420: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

De pronto sacudió esta especie de medio sue-ño, fingido quizá, porque vio un pelotón desoldados que, corriendo con alegres gritos, aca-baban de pisar a las varetas de la tienda deMonk, zumbando desde este sitio para desper-tarle.

No era preciso un ruido tan grande. El gene-ral abrió los ojos.

–– ¿Qué, hijos míos, qué sucede? preguntóel general.

–– ¡General! ––gritaron muchas voces––.Comeréis hoy.

––He comido, señores ––respondió tranqui-lamente éste––, y estaba haciendo la digestión,como habéis visto. Pero, pensad y decidme loque os trae aquí.

––General una buena noticia.

–– ¡Bah! ¿Dijo Lambert que nos batiremosmañana?

Page 421: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No, pero hemos apresado una barca depescadores que conducía pesca al campamentode Newcastle.

––Y habéis hecho mal, amigos míos. Esos se-ñores de Londres “son delicados, y hacen ahorael primer servicio; vais a ponerlos de muy malhumor esta noche, y mañana serán inexorables.Creedme, sería de muy buen gusto enviar alseñor Lambert esos pescados y esos pescadores,a menos que...

El general reflexionó algunos segundos.

––Decidme, si gustáis –– continuó––––, ¿quié-nes son esos pescadores?

––Marineros picardos que pescaban en lascostas de Francia u Holanda, y a quienes untempestuoso viento ha arrojado a las nuestras.

–– ¿Alguno de ellos habla en nuestra lengua?

––El jefe ha dicho unas palabras en inglés.

Page 422: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

A medida que le daban tales explicaciones,despertábase la desconfianza del general.

––Está bien ––dijo––, quiero ver a esos hom-bres; traédmelos.

Salió un oficial, para ir en busca de ellos.

–– ¿Cuántos son ––añadió Monk––, y quéclase de buque tripulan?

––Son diez o doce, mi general, y montanuna especie de quechemarin, como ellos lla-man, de construcción holandesa, según pare-ce.

–– ¿Y decís que llevaban pescado al cam-pamento de Lambert?

––Sí, general, y aun parece que han hechobuena pesca.

––Bien, lo veremos ahora ––dijo Monk.

En aquel mismo momento volvía el oficialconduciendo al jefe de los pescadores, hombrede unos cincuenta y cinco años, poco más o

Page 423: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

menos, de buena presencia. Su estatura era me-diana, y vestía jubón de lana basta y gorro cala-do hasta las cejas; llevaba un cuchillo ceñido ala cintura, y andaba con esa vacilación propiade los marineros, que no sabiendo nunca, gra-cias al movimiento de sus barcos, si ponen elpie en firme o en vago, dan a sus pasos unafijeza tan segura, como si se tratase de clavaruna estaca.

Con una mirada penetrante contempló Monklargo tiempo al pescador, que comenzó a sonre-írse de esa manera, mitad picaresca y mitadnecia; particular a nuestros campesinos.

–– ¿Hablas inglés? ––le preguntó Monk en––correcto francés.

––¡Ah! Muy mal, milord ––respondió el pes-cador.

Esta contestación fue hecha más bien con laacentuación viva de las gentes de más allá del

Page 424: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Loira, que con el acento un poco tardo de lascomarcas del Oeste y del Norte de Francia.

––Pero lo hablas ––insistió Monk, para estu-diar otra vez este acento.

––Nosotros, la gente de mar ––respondió elpescador––, hablamos algo todas las lenguas.

–– ¿Conque eres marinero pescador?

––Sí, milord, pescador, y aun famoso pesca-dor. He pescado un labro que pesa treinta libraspor lo menos, más de cincuenta mújoles y unamultitud de pescadillas que están riquísimas enuna fritura.

––Creo que tú has hecho más pesca en el gol-fo de Gascuña que en el canal de la Mancha ––dijo Monk sonriendo:

––En efecto, soy del Mediodía, pero ¿esto im-pide que uno sea excelente pescador?

––No, y te compró tu pesca. Ahora, di confranqueza: ¿a quién la destinabas?

Page 425: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Milord, no os ocultaré que iba a Newcastle,siguiendo toda la costa, cuando un pelotón dejinetes que subía la orilla en sentido contrariohizo señas a mi barca de que volviese atrás has-ta el campamento de Vuestro Honor, so penade una descarga de mosquetería. Como yo noestaba armado en guerra ––repuso el pescadorsonriendo––, obedecí.

–– ¿Y por qué ibas al campo de Lambert y noal mío?

––Milord, seré sincero, si lo permite vuestraseñoría.

––Sí; y; si es preciso, te lo mando.

––Pues bien, milord: iba al campo del señorLambert, porque esos señores de la ciudad pa-gan bien, mientras que vosotros, los escoceses,puritanos, presbiterianos, o como queráis lla-maros, coméis poco y no pagáis mejor.

–– ¿Y por qué siendo del Mediodía, vienesa pescar a estas costas?

Page 426: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Porque he hecho la necedad de casarmeen Picardía.

––Bien, pero la Picardía no es Inglaterra.

––Milord, el hombre pone el buque en la marpero el cielo y el viento hacen lo que falta yconducen al buque donde les acomoda.

–– ¿Luego no teñíais intención de abordar anuestra playa?

––Nunca.

–– ¿Y qué ruta llevabas?

––Volvíamos de Ostende, cuando de re-pente se levantó viento recio de Mediodía,que nos hizo torcer, el rumbo; entonces, cono-ciendo que era inútil luchar contra él, enfila-mos en su dirección, y ha sido necesario, parano perder la pesca que era buena, ir a vender-la al puerto más cercano de Inglaterra; y comoeste puerto más cercano era Newcastle y laocasión propicia, se decían, pues había exceso

Page 427: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de población en el campo, y exceso de po-blación en la ciudad, porque uno y otra esta-ban llenos de caballeros muy ricos y muyhambrientos, me dirigí hacia Newcastle.

–– ¿Y dónde se hallan tus campaneros?

–– ¡Oh! Mis compañeros se han quedado abordo; porque son marineros sin instrucciónninguna. .

––Y tú... ––dijo Monk.

–– ¡Ah!: Yo –––dijo el patrón riendo––, hecorrido mucho con mi padre, y sé cómo se di-ce un sueldo, un doblón, un luis y un luis do-ble en todos los idiomas de Europa; así es quemi tripulación me escucha como un oráculo, yme obedece como a un almirante.

–– ¿De modo que fuiste tú quien escogió alseñor Lambert como el mejor parroquiano ocomprador?

Page 428: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Cierto que sí, milord, y sed franco: ¿mehabía equivocado?

––Eso ya lo veras más tarde.

––En todo caso, milord, si hay culpa, mía es, yno hay por qué molestar a mis camaradas.

–– Vaya un tunante con talento pensó Monk.

Después de unos minutos de silencio, em-pleados en examinar al' pescador, le preguntóel general:

––Me has dicho que vienes de Ostende.

––Sí, milord, en línea recta.

––Entonces, habrás oído hablar de los asuntosactuales, porque no dudo que se ocupan muchode ellos en Francia y en Holanda. ¿Qué haceahora, ese que se llama rey de Inglaterra?

–– ¡Oh! Milord exclamó el pescador con ex-pansiva franqueza––; he ahí una pregunta mag-nífica, y a nadie os habéis podido dirigir mejorque a mí; porque, en verdad, puedo daros una

Page 429: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

respuesta famosa. Figuraos, milord, que al arri-bar a Ostende para vender allí las pocas sardasque habíamos pescado, vi al ex rey, que se pa-seaba por las dunas, esperando los caballos quedebían conducirle a La Haya, es un hombremuy pálido, de cabellos negros y el semblantealgo duro. Tenía todo el aspecto de no estarbueno, y creo que el aire de Holanda no le esprovechoso.

Monk seguía con gran atención las palabrasrápidas y llenas de colorido del pescador, di-chas en una lengua que no era la suya; pero yahemos dicho que Monk la hablaba con facili-dad. El pescador, por su parte, empleaba algu-nas veces una palabra francesa, otras una ingle-sa, y a veces otra que no pertenecía a ningunalengua y que era gascona. Pero sus ojos habla-ban por él y tan elocuentemente, que bien podíaperderse una palabra de su boca, mas no la me-nor intención de sus ojos.

Page 430: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El general parecía cada vez más satisfecho desu examen.

––Tú habrás oído decir, que ese ex rey, comotú le llamas, se dirigía a La Haya con algún ob-jeto.

–– ¡Oh! Sí ––dijo el pescador––, he oído decireso.

— ¿Y con qué objeto?

— Siempre el mismo ––dijo el pescador––;¿no tiene la idea fija de volver a Inglate-rra?

––Es cierto ––––dijo Monk pensativo:

–Sin contar ––añadió el pescador–– con que elestatúder... ya sabeis, Guillermo II...

–– ¿Qué?

––Le auxiliará con todo su poder.

–– ¡Ah! ¿Tú has oído decir eso?

––No, pero así lo creo.

Page 431: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Según parece, estás fuerte en política ––observó Monk.

–– ¡Oh! Nosotros los marineros, milord, quetenemos la costumbre de estudiar el agua y elaire, es decir las dos cosas más movibles delmundo, es muy extraño que nos equivoquemosacerca de lo demás.

––Veamos ––dijo Monk cambiando de con-versación––, dicen que nos vas a dar de comeropíparamente.

––Haré lo que pueda, milord.

–– ¿En cuánto nos vendes tu pesca?

––Buen necio sería si le pusiera precio.

–– ¿Y por qué?

––Porque, mi pesca os pertenece.

–– ¿Con qué derecho?

––Con el del más fuerte.

––Pero mi intención es pagártela.

Page 432: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Eso es muy generoso, milord.

––Entonces, ¿qué es lo que pides?

––Yo pido irme.

–– ¿Dónde? ¿Al campo del general Lam-bert?

–– ¡Yo! ––murmuró el pescador––. ¿Y porqué había de ir a Newcastle, cuando ya notengo pescado?

––En todo caso, óyeme.

––Oigo.

––Un consejo.

–– ¡Cómo! ¿Milord quiere pagarme y darmeademás un buen consejo? ¡Milord me favorecedemasiado!

Monk miró fijamente al pescador sobre el cuálparecía conservar alguna sospecha.

Page 433: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, deseo pagarte y darte un consejo, por-que ambas cosas tienen relación. De modo quesi vas al campo del general Lambert...

El pescador hizo cierto movimiento de cabezay de hombros, que significaba:

––Si es así no le contrariemos.

––No atravieses el pantano prosiguió Monk;llevarás dinero, y encontrarás emboscadas deescoceses que he apostado allí. Son gente pocotratable, que comprende mal la lengua quehablas, aunque parezca componerse de tresidiomas, y que podrían quitarte lo que te hu-biese dado, y al volver a tu país no dejarías dedecir que el general tiene dos manos, una esco-cesa y otra inglesa, y que tal vez quita con lamano escocesa lo que da con la mano inglesa.

–– ¡Oh! General, yo iré donde queráis, estadtranquilo ––dijo el pescador con un temor muyexpresivo para no ser exagerado––. Yo no pido

Page 434: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

más que permanecer aquí, si queréis que mequede.

––Te creo ––dijo Monk––; mas, sin embargo,no puedo conservarte en mi tienda.

––No tengo tal pretensión, .milord, y única-mente deseo que vuestra señoría me indiquedónde desea que esté. No os molestéis; unanoche se pasa muy pronto.

––Pues voy a hacerte llevar a tu barca.

––Como le plazca a vuestra señoría. Y si quie-re hacerme conducir por un carpintero, le que-daré agradecido altamente.

–– ¿Cómo es eso?

––Porque esos señores de vuestro ejército alhacer remontar la orilla a mi barca con el cablede que tiraban los caballos, la han destrozadoun poco con las rocas de la ribera, de suerte quepor lo menos tengo dos pies de agua en mi cala,milord.

Page 435: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Un motivo más para que cuides de tu bar-co.

––Milord, estoy a vuestras órdenes ––dijo elpescador––. Voy a descargar mis canastas don-de queráis; luego me pagaréis, si os place, y mevolveréis a ver si la cosa os conviene. Ya veisque yo me acomodo fácilmente.

––Vamos, vamos, eres un buen diablo ––dijoMonk, cuya mirada escrutadora no había podi-do hallar una sola sombra en la limpidez de losojos del pescador.

–– ¡Hola! Digby, un ayudante de campo sepresentó.

––Conduciréis a este buen hombre y a suscamaradas a las tiendas de las cantinas, delantede los pantanos; así, estarán cerca de su barca yno se acostarán en agua esta noche. ¿Qué suce-de Spithead?

Spithead era el sargento a quien Monk habíatomado un pedazo de tabaco para comer.

Page 436: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Spithead, al pasar a la tienda del general sinser llamado, motivaba aquella pregunta.

––Milord ––dijo—, un caballero francés se hapresentado en las avanzadas, y solicita hablar aVuestro Honor.

Mas, aunque la conversación fuese en estalengua, el pescador hizo un ligero movimiento,que Monk, ocupado con el sargento, no notó.

–– ¿Y quién es ese caballero ––preguntóMonk.

––Milord ––respondió Spithead––, me lo ha,dicho; pero esos nombres franceses son tan difí-ciles de pronunciar para un gaznate escocés,que no he podido retenerlo. Por lo demás, esecaballero, según me han manifestado los centi-nelas, es el mismo que se presentó ayer, y queVuestro Honor no quiso recibir.

––Es cierto, tenía consejo de oficiales.

–– ¿Decidís algo respecto a ese caballero?

Page 437: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Que le conduzcan aquí.

–– ¿Será menester tomar precauciones?

–– ¿Cuáles?

––Vendarle los ojos, por ejemplo.

–– ¿Para qué? Sólo verá lo que yo deseo quevea, esto es, que tenga en derredor mío once milvalientes deseando morir en honor del parla-mento de Escocia e Inglaterra.

–– ¿Y este hombre, milord? –– dijo Spitheadmostrando al pescador, que durante el diálogohabía permanecido en pie e inmóvil, comohombre que ve, pero que no entiende.

–– ¡Ah! Es verdad ––dijo Monk. Y volviéndo-se hacia el vendedor de pescado, le dijo:

––Hasta más ver, querido; ya te he–– buscadouna cama. Digby, condúcelo. 'No temas nada,que al instante se te enviará tu dinero.

––Gracias, milord ––dijo el pescador.

Page 438: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y, tras saludar, salió seguido de Digby.

A cien pasos de la tienda encontró a sus com-pañeros, que cuchicheaban con una locuacidadno exenta, al parecer, de inquietud. Pero leshizo una seña que los calmó.

–– ¡Hola! Vosotros ––dijo el patrón––, venidacá, Su Señoría, el general Monk, tiene la gene-rosidad de pagarnos nuestro pescado, y laamabilidad de darnos hospitalidad esta noche.

Los pescadores se unieron a su jefe, y condu-cidos por Digby se encaminaron hacia las can-tinas, lugar que se, les había destinado, segúnsabernos.

Al marchar hacia este punto, los pescadorespasaron en la obscuridad junto al soldado queconducía al caballero francés, a caballo y em-bozado en la capa, lo cual hizo que el patrón nopudiese verle, por grande que fuera su curiosi-dad. En cuanto al caballero, ignorando que tan

Page 439: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cerca tuviera compatriotas, no paró la atenciónen la pequeña caravana.

El ayudante instaló a sus huéspedes en unatienda bastante capaz, de donde fue desalojadauna cantinera irlandesa que fue a acostarse consus hijos donde la suerte la deparó. Una buenafogata ardía delante de esta tienda, y extendíasu resplandor purpúreo sobre los húmedosmatorrales del pantano, que rizaba una brisabastante fresca. Hecha la instalación, el ayudan-te de campo dio las buenas noches a los mari-neros, haciéndoles observar que desde el um-bral de la tienda veíanse las jarcias de la barcaque se balanceaba sobre el Tweed, prueba pa-tente de que aún no se había ido a pique. Esteespectáculo pareció alegrar infinitamente al jefede los pescadores.

XXIV

UN TESORO

Page 440: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El caballero francés que Spithead anunciara aMonk, y que tan bien envuelto en su capa habíapasado al lado del pescador que salía de latienda del general cinco minutos antes de que élentrase, atravesó los diferentes puestos sin diri-gir siquiera la vista en derredor suyo, temerosode parecer indiscreto. Según las órdenes dadas,fue conducido a la tienda del general, en cuyaantecámara le dejaron solo aguardando aMonk, que no tardó en presentarse más tiempoque el necesario para escuchar el informe de sugente y estudiar por el tabique de lienzo el ros-tro del que pedía una entrevista.

Sin duda el informe de los que habían acom-pañado al gentilhombre francés hablaba de ladiscreción conque se condujo; porque la prime-ra impresión que sintió el extranjero de la aco-gida que se le hacía por parte del general, fuemás favorable de lo que debía esperarse en se-mejante momento, y de parte de un hombre tan

Page 441: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

suspicaz. Monk, por su parte, según su costum-bre, cuando se halló en presencia del extranjero,fijó en él sus penetrantes miradas, que el extran-jero sostuvo sin dificultad ni embarazo. Des-pués de algunos segundos, el general le hizouna seña con la mano y con la cabeza en de-mostración evidente de que aguardaba.

––Milord ––dijo el gentilhombre en correctoinglés––, he pedido una entrevista a VuestroHonor, para un asunto importante.

––Caballero ––contestó Monk en francés––,muy puramente habláis nuestra lengua para unhijo del continente. Os pido perdón, porque sinduda es indiscreta la pregunta: ¿habláis el fran-cés con igual pureza?

––Nada tiene de extraño, milord, que hableinglés con bastante familiaridad, porque en mijuventud viví en Inglaterra, y después he hechoa ella dos viajes.

Page 442: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Estas palabras fueron dichas en francés y contal pureza de lenguaje que denunciaba no solo aun francés, sino también a un francés de lascercanías de Tours.

–– ¿Y en qué parte de Inglaterra habéis vivi-do, caballero?

–– Durante mi juventud en Londres, milord;luego, hacia el año 1635, hice un viaje de placera Escocia, y por último, en 1648, habité algúntiempo en Newcastle, particularmente en elconvento, cuyos jardines se encuentran ocupa-dos por vuestro ejército.

––Dispensadme, caballero, pero... ya com-prenderéis estas preguntas, ¿no es cierto?

––Me sorprendería, milord, que no se mehicieran.

––Ahora, caballero, ¿qué puedo hacer envuestro servicio y qué deseáis de mí?

––Helo aquí, milord; pero, ¿estamos solos?

Page 443: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

—Sí, solos, caballero, a excepción del desta-camento que nos guarda. Y diciendo estas pala-bras, separó Monk el lienzo de la tienda, y de-mostró al caballero que el centinela permanecíaa diez pasos de distancia, y que al primer lla-mamiento podía acudir gente en un segundo.

––En ese caso, milord ––dijo el caballero contono tan tranquilo como si desde mucho tiempoestuviese ligado por la amistad con su inter-locutor––, estoy completamente decidido ahablar a Vuestro Honor, parque sé que soishombre honrado. Por lo demás, la comunica-ción que voy a haceros os demostrará la estima-ción que os tengo.

Sorprendido Monk de este lenguaje que esta-blecía entre él y el caballero francés la igualdad,por lo menos, alzó su penetrante mirada sobreel extranjero, y con una ironía sensible tan sólopor la inflexión de voz, pues no se movió si-quiera un músculo de su fisonomía.

Page 444: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Os doy las gracias, señor ––dijo––; pero, sigustáis, decidme primeramente quién sois.

––Ya he manifestado mi nombre, al sargentode vuestra guardia, milord.

––Perdonadle, caballero, es escocés y ha teni-do dificultad en retenerlo.

––Me llamo conde de la Fère repuso Athos.

–– ¿El conde de la Fére? ––dijo Monk comoqueriendo recordar alguna cosa––. Dispensad,caballero, pero me parece que ésta es la vezprimera que oigo ese nombre. ¿Desempeñáisalgún cargo en la corte de Francia?

––Ninguno. Soy un simple gentilhombre.

–– ¿Alguna dignidad?

––El rey Carlos I me hizo caballero de la Jarre-tiera, y la reina Ana de Austria me concedió elcordón del Espíritu Santo. Estas son mis únicasdignidades, señor.

Page 445: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡La Jarretiera! ¡Espíritu Santo! ¿Sois caba-llero de estas dos órdenes, señor?'

––Sí.

–– ¿Y por qué os fue concedido tal favor?

––Por servicios prestados a Sus Majestades..

Monk miró asombrado a este hombre, queparecía tan sencillo y tan grande al mismotiempo. Luego, como si hubiera, renunciado apenetrar este misterio de sencillez y de grande-za, sobre el cual el extranjero no parecía estardispuesto a dar más explicaciones, dijo:

–– ¿Sois vos quien se presentó ayer en lasavanzadas?

––Y a quien despidieron; sí, mi lord.

––Muchos, capitanes no permiten entrar anadie en su campo, y sobre todo, en la vísperade una batalla probable; pero yo difiero de miscolegas, y no me gusta dejar a nadie detrás demi. Todo consejo es bueno para mí; todo peli-

Page 446: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

gro me lo envía el cielo, y yo lo peso en mi ma-no con la energía que me ha dado. Así es queayer fuisteis despedido a causa del Consejo queyo estaba celebrando. Mas hoy que estoy librepodéis hablar.

––Milord, habéis hecho tanto mejor en reci-birme; cuanto que para nada se trata ni de labatalla que vais a dar al general Lambert, nitampoco de vuestro campamento; y la pruebaes que yo he vuelto la cabeza a otro lado parano ver vuestros hombres, y cerrado los ojos pa-ra no contar vuestras tiendas. No, milord, yovengo a hablaros para asuntos míos.

––Hablad pues, caballero ––dijo el general.

––Hace poco ––continuó Athos––, tenía elhonor de deciros que he habitado mucho tiem-po en Newcastle; esto era en tiempo de Su Ma-jestad Carlos I y cuando el difunto rey fue en-tregado al señor Cromwell por los escoceses.

Page 447: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Ya lo sé ––dijo fríamente Monk. ––En aqueltiempo tenía yo una crecida suma de dinero enoro, y la víspera de la batalla, por presen-timiento tal vez de las cosas que iban a sucederal otro día, la escondí en la cueva del conventode Newcastle, y en la torre cuya cúspide argen-tada por la luna divisáis desde este sitio. Allí,pues, ha sido enterrado mi tesoro, y venía asuplicar a Vuestro Honor me permita que loretire antes que, dirigiéndose tal vez la batallahacia este sitio, una ruina o cualquier otro ardidde guerra destruya el edificio y sepulte mi oro,o lo ponga de manifiesto de tal manera que lossoldados se apoderen de él.

Monk conocía a los hombres, y vio en el ros-tro de éste toda la energía, toda la justicia y to-da la circunspección posibles; no podía atribuirsino a una confianza magnánima la revelacióndel gentilhombre francés, de la cual mostróseprofundamente conmovido.

Page 448: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––En efecto, caballero ––dijo––, que habéisaugurado bien de mí. ¿Pero esa cantidad vale lapena de que os expongáis? ¿Creéis que estétodavía en el lugar que la dejasteis?

––Sí está, señor, no lo dudéis.

–– Eso es responder a una pregunta, pero no ala otra... Os he preguntado si la cantidad era tancrecida que mereciese exponeros así.

––Sí, milord, es realmente crecida, porque esun millón que enterré en dos barriles.

–– ¡Un millón! ––murmuró Monk, a quien es-ta vez miró Athos fija y largamente.

Monk lo notó y volvió a su desconfianza.

––Este es un hombre ––dijo para sí–– ––queme tiende un lazo. De suerte, caballero ––repuso––, ¿que queréis retirar esa cantidad?

––Si gustáis, milord. ¿Cuándo?

––Esta misma noche, a causa de las circuns-tancias que os he explicado.

Page 449: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero, caballero ––repuso Monk––, el gene-ral Lambert está tan cerca de la abadía dondetenéis que buscarlo como yo. ¿Por qué, pues, noos habéis dirigido a él?

––Porque, milord, cuando se obra en circuns-tancias semejantes es menester consultar al ins-tante antes que todo; pues bien, el generalLambert no me inspira la confianza que vos meinspiráis.

––Bien, caballero. Haré de modo que encon-tréis vuestro dinero, si es que todavía está allí,porque, en fin, puede ser que no esté. Desde1648 han transcurrido doce años, y con ellosmuchos acontecimientos.

Monk insistía en este punto para ver si el ca-ballero francés se aprovechaba de la escapatoriaque le, proporcionaba; pero Athos no pestañeósiquiera.

––Os confieso milord ––dijo con firmeza––,que mi convicción con respecto al sitio de los

Page 450: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dos barriles es que no han cambiado de lugar nide dueño.

Esta respuesta quitó a Monk una sospecha,pero le sugirió otra. Sin duda, aquel francés eraun emisario enviado para inducir acometeralguna falta al protector del Parlamento: el orono era más que añagaza, con cuyo auxilio sepretendía, quizá, excitar la codicia del general.Aquel oro no debía existir. Así es que Monktrataba de sorprender en flagrante delito dementira y de astucia al caballero francés, y desacar del mal paso en que sus enemigos trata-ban de comprometerlo un triunfo para su repu-tación. Y decidido sobre lo que debía hacer.

––Caballero ––dijo a Athos––, espero meharéis el honor de compartir conmigo la comi-da.

––Sí, milord––respondió Athos inclinándose––, ya que me hacéis una honra de que me con-sidero digno por la simpatía que me inclinahacia vos.

Page 451: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es tanto más de agradecer que aceptéis conesa franqueza, cuanto que mis cocineros sonescasos y poco ejercitados, y mis proveedoreshan vuelto esta noche con las manos vacías; demodo que a no ser por un pescador de vuestrapatria, que han hecho entrar en mi campa-mento, el general Monk se acostaría sin cenaresta noche. De modo que sólo tengo pescadofresco, según me ha dicho, el vendedor.

––Milord, acepto, principalmente por tener elhonor de pasar unos instantes más con vos.

Hecho este cambio de cumplimientos, duran-te el cual nada, había perdido el general de sucircunspección, fue servida la comida, o lo quedebía hacer sus veces, sobre una mesa de abeto.Monk hizo seña al conde de la Fére de que sesentase a ella, y tomó asiento enfrente de él; unsolo plato llenó de pescado cocido, presentadoa los dos distinguidos convidados, prometíamás a los estómagos hambrientos que a los pa-ladares delicados. En tanto, es decir, comiendo

Page 452: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

el pescado rociado con cerveza, Monk hizo quele narrase los últimos sucesos de la Fronda, lareconciliación del señor de Conde con el rey yel matrimonio probable de Su Majestad con lainfanta María Teresa; pero evitó, como evitabatambién Athos, toda alusión a los intereses polí-ticos que unían, o más bien que desunían, enaquel momento, a Inglaterra, Francia y Holan-da. El general se convenció en esta conver-sación de una cosa que ya había observadodesde el principio: que trataba con un hombrede alta distinción.

Este no podía ser un asesino, y repugnaba aMonk suponerle un espía, pero había en Athostanta finura y firmeza al mismo tiempo, queMonk creyó ver en él un conspirador.

Cuándo se levantaron de la mesa le preguntóMonk:

–– ¿De modo que creéis en vuestro tesoro?

––Sí, milord.

Page 453: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿De veras?

––Ciertísimo.

–– ¿Y creéis encontrarle en el mismo sitioen que fue enterrado?

––A la primera investigación ––respondióAthos.

––Pues bien ––dijo Monk––; yo os acompaña-ré por curiosidad. Y es tanto más necesario queos acompañe, cuanto que hallaréis las mayoresdificultades en circular por el campamento sinmí o uno de mis ayudantes.

––General, yo no consentiría que os incomo-daseis, si en efecto no tuviera necesidad devuestra compañía; Pero como reconozco queesa compañía, me es, no sólo honrosa, sinotambién necesaria, la acepto.

–– ¿Queréis que llevemos alguna gente? ––preguntó Monk a Athos.

Page 454: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Creo que es inútil, general, si vos mismono veis precisión en ello. Dos hombres y uncaballo bastarán para transportar los dos ba-rriales a la falúa que me ha traído, pero seránecesario minar, cavar, remover la tierra, par-tir piedras, y no contaréis con hacer ese traba-jo vos mismo, ¿no es verdad?

––General, no es preciso ni minar ni cavar. Eltesoro está sepultado en la bóveda de los sepul-cros del convento, debajo de una piedra selladacon una anilla grande de hierro. Allí están colo-cados los dos barriles cubiertos con una capa deyeso, en la misma forma de un ataúd. Hay,además, una inscripción que debe servirmepara reconocer la piedra; y como no quiero enun asunto de tanta delicadeza y confianzaguardar secretos a Vuestro Honor, os diré estainscripción:

Hic jacet venerabilis Petrus Guillelmus Scott,Canon, Honorab. Conventus Novi Castelli. Obiftquarta et decima die Feb. ann–– Dom. MCCVNI

Page 455: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Requiescat in pace.

Monk no perdía palabra, pues estaba admira-do, ya de la duplicidad maravillosa de estehombre y de la manera superior con que repre-sentaba su papel, y a la buena fe con que pre-sentaba su petición, tratándose de un millónaventurado contra una puñalada en medio deun ejército que hubiera considerado el robocomo una restitución.

––Está bien ––dijo––, os acompaño y conside-ro tan maravillosa la aventura, que yo mismoquiero llevar la antorcha que nos alumbre,

Diciendo estas palabras, se ciñó la espada ypúsose una pistola en el cinto, descubriendo,con este movimiento que hizo entreabrir su ju-bón, los finos anillos de una cota de malla, des-tinada a ponerle a cubierto de la primera puña-lada de un asesino.

Hecho lo cual, puso en su mano izquierda undirk escocés, y volviéndose hacia Athos:

Page 456: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Estáis dispuesto, caballero? preguntó–––.Yo ya lo estoy. Athos, al contrario de lo queMonk acababa de hacer, puso su puñal sobre lamesa, desabrochó el cinturón de su espada, quepuso, al lado del puñal y, abriendo sin afec-tación alguna los broches de su jubón, comopara buscar su pañuelo, enseñó debajo de sufina camisa de batista el pecho desnudo y sinarmas ofensivas ni defensivas.

––He aquí un hombre extraño ––dijo Monkpara sí––, no lleva arma ninguna. Sin duda meprepara una emboscada.

––General ––dijo Athos como si hubiese adi-vinado el pensamiento de Monk––, deseáis quevayamos solos, está muy bien; pero un grancapitán no debe jamás exponerse con temeri-dad; es de noche, y el paso del pantano puedeofrecer peligros, haced que os acompañen.

––Es verdad ––dijo.

Y llamando, Digby.

Page 457: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Apareció el ayudante de campo.

––Cincuenta hombres armados espada ymosquete ––dijo.

Y miró a Athos.

––A muy poco ––dijo éste–– si hay peligro, ydemasiado si no le hay.

––Iré solo ––dijo el general Monk de pronto––. Digby, no necesito a nadie. Vamos, señor.

XXV

EL PANTANO

Athos y Monk atravesaron desde el campa-mento en dirección al Tweed aquella parte delterreno que Digby había hecho salvar a los pes-cadores, desde el Tweed al campamento. Elaspecto de este sitio, el aspecto de los cambiosque en él habían realizado los hombres, era el

Page 458: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

más a propósito para el mayor efecto sobre unaimaginación delicada y viva como la de Athos.Athos sólo miraba a estos desolados lugares;Monk no miraba más que a Athos; a Athos, queclavando unas veces los ojos en el cielo, otras enla tierra, investigaba, pensaba y suspiraba.

Digby, a quien la última orden del general, yprincipalmente el acento con que la había dado,le conmovió al principio, siguió unos veintepasos a dos nocturnos paseantes; mas habién-dose vuelto el general, como sorprendido deque no se cumpliesen sus órdenes, el ayudantede campo comprendió que era indiscreto y vol-vió a su tienda.

Supuso que el general quería hacer de incóg-nito en su campo una de esas revistas de vigi-lancia que todo buen capitán no deja de hacer lavíspera de un trance decisivo; en este caso seexplicaba la presencia de Athos, como un infe-rior se explica lo que es misterioso por parte desu jefe. Athos podía ser, y, aun debía serlo a los

Page 459: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ojos de Digby, un espía cuyas noticias iban ailustrar al general.

Después de diez minutos de marcha o pocomenos entre las tiendas y los puestos avanza-dos, entró Monk en una calzada estrecha quedividíase en tres brazos. La de la izquierdaconducía al río, la de en medio a la abadía deNewcastle sobre el pantano, y la de la derechaatravesaba las primeras líneas del campamentode Monk, esto es, las más inmediatas al ejércitode Lambert.

Al otro lado del río había un puesto avanzadoque pertenecía al ejército de Monk, que vigilabaal enemigo y que se componía de ciento cin-cuenta escoceses. Habían pasado el Tweed anado, y en caso de ataque debían repasarlo delmismo modo dando la alarma, mas como nohabía puente en este sitio, y como los soldadosde Lambert no eran tan prontos en arrojarse alagua como los de Monk, éste no parecía sentirgran sobresalto por esta parte.

Page 460: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Del lado de acá del río, y a quinientos pasospoco más o menos del antiguo convento, teníanlos pescadores su vivienda en medio de unhormiguero de tiendas pequeñas levantadaspor los soldados de los clanes vecinos que tení-an consigo a sus esposas y a sus hijos.

Toda esta confusión ofrecía, a los rayos de laluna un golpe de vista sorprendente. La pe-numbra hacía más agradables sus detalles, y laluz aduladora, que tan sólo se fija en la partebella de las cosas, hacía resplandecer el puntotodavía intacto de los mohosos arcabuces, y laparte más blanca de cualquier pedazo de lienzo.

Monk llegó, por tanto, con Athos, atravesan-do este paisaje sombrío iluminado por dos lu-ces, la argentada de la luna y la rojiza de losmoribundos fuegos, a la encrucijada que hemosmencionado. Allí se detuvo, y dirigiéndose a sucompañero:

––Caballero ––dijo––, ¿conocéis el camino?

Page 461: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––General, si no me equivoco, la calzada deen medio conduce recta a la abadía.

––Eso es; pero tendremos necesidad de luzpara guiarnos en el subterráneo.

Monk se volvió.

–– ¡Ah! Digby nos ha seguido, según parece ––dijo––; tanto mejor, porque nos proporcionarálo que necesitamos.

––En efecto, general, allá abajo hay un hom-bre que camina detrás de nosotros hace algúntiempo.

–– ¡Digby! ––exclamó Monk––. ¡Digby! Venidacá.

Pero en lugar de obedecer, la sombra hizo unmovimiento de sorpresa; y, retrocediendo envez de avanzar, se agachó y desapareció por lacamada de guijo y arena de la izquierda, diri-giéndose hacia el alojamiento que se había dadoa los pescadores.

Page 462: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Parece que no es Digby ––dijo Monk.

Ambos habían seguido con la vista a la som-bra que se había desvanecido; mas no era cosatan rara el que un hombre rondase a las once dela noche por un campamento donde estabanacostados diez o doce mil; para que Athos yMonk se sobresaltasen por aquella desapa-rición.

––Ya que necesitamos un farol, una linterna ouna luz cualquiera para ver dónde ponemos lospies, busquemos ese farol ––dijo Monk.

––El primer soldado que encontremos nosalumbrará, general.

––No ––dijo Monk, para ver si había algunaconnivencia entre el conde de la Fére y los pes-cadores––. No, desearía más bien a alguno deesos marineros franceses que han llegado estanoche a venderme su pesca. Se marchan maña-na y guardarán mejor el secreto; en tanto que sise esparce el rumor en el ejército escocés, de

Page 463: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que se buscan tesoros en la abadía de Newcas-tle, mis highlanders creerán que hay un millóndebajo de cada losa, y no dejarán piedra sobrepiedra en el edificio.

––Haced lo que queráis, general ––dijo Athoscon tono de voz tan natural, qué demostrabaque pescador o soldado todo le era igual, y queno daba preferencia a ninguno.

Aproximóse Monk a la calzada, detrás de lacual había desaparecido aquel a quién habíatomado por Digby, y encontró una patrulla quedando vuelta a las tiendas caminaba hacia elcuartel general; fue detenida con su compañero,dijo el santo y seña, y siguió su camino. Un sol-dado que despertó, al ruido, se levantó para verlo que pasaba.

––Preguntadle dónde se hallan los pescadores––dijo Monk a Athos––, pues si hago yo la pre-gunta me conocerá.

Page 464: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Athos acercóse al soldado, quien le indicó latienda, adonde se dirigió con Monk.

Parecióle al general que en el momento enque a ella se acercaba, una .sombra, igual a laque ya había visto, deslizábase en la tienda;pero al aproximarse más reconoció que se habíaengañado, porque todo el mundo dormía allíconfundido, y sólo se veían piernas y brazosentrelazados:

Temiendo Athos que se le supusiera en con-nivencia con alguno de sus compañeros, sequedó fuera de la tienda.

–– ¡Hola! ––dijo Monk en francés––. Desper-tad.

Dos o tres dormilones se incorporaron.

––Necesito un hombre que me alumbre ––continuó Monk, y montaraces de Escocia.

Page 465: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Todo el mundo hizo un movimiento, ya in-corporándose, ya levantándose del todo. El jefese había levantado el primero.

––Vuestro honor puede contar con nosotros ––dijo con voz que hizo temblar a Athos––.¿Dónde se habrá de ir?

––Ya lo veréis. ¡Un farol! ¡Vamos, pronto!

–– ¿Desea Vuestro Honor que sea yo mismoquien le acompañe?

––Tía o cualquier otro; lo que deseo es queuno me alumbre.

––Es extraño ––pensó Athos––. ¡Qué voz tanextraña la de ese pescador!

–– ¡Eh! ¡Vosotros, fuego! ––gritó el pescador––, ¡Vamos!

Y dirigiéndose al que tenía más cerca de suscompañeros, le dijo en voz baja:

––Alumbra tú, Menneville, y está dispuesto atodo.

Page 466: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Un pescador hizo saltar chispas de una pie-dra, cogió un trozo de yesca, y con el auxilio deuna pajuela encendió una linterna. La luzalumbró de pronto toda la tienda.

–– ¿Estáis dispuesto, caballero? ––dijo Monk aAthos, que volvió el rostro para no exponerlo ala claridad de la luz.

–– ¡Sí, general! ––; respondió.

–– ¡Ah! ¡El caballero francés! ––dijo en vozmuy baja el jefe de los pescadores––. ¡Diantre!¡Buena idea he tenido en encargarte la co-misión, Menneville, pues podría conocerme amí! ¡Alumbra, alumbra!

Estas palabras fueron dichas en el fondo de latienda y en voz tan baja que Monk no pudo oírni una sílaba, a más de que hablaba con Athos.

Menneville preparábase en todo este tiempo,o más bien, recibía las órdenes de su jefe.

–– ¿Vamos? ––dijo Monk.

Page 467: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Aquí estoy, general–– repuso el pesca-dor.

Monk, Athos y el pescador salieron de latienda.

–– ¡Es imposible! ––murmuró Athos––. ¡Estoysoñando!

––Ve delante por la calzada de en medio y es-tira las piernas ––dijo Monk al pescador.

Aunque habían andado veinte pasos, cuandola misma sombra que, al parecer había entradoen la tienda, salía de ella arrastrándose hasta lospilotes, y, protegida por la especie de parapetocolocado en, los alrededores de la calzada, ob-servaba la marcha del general.

Los tres desaparecieron en la bruma, cami-nando hacia Neweastle, cuyas piedras ya sedistinguían blancas como sepulcros.

Después de haber descansado algunos sega-dos bajo el pórtico, penetraron en el interior. La

Page 468: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

puerta había sido rota a hachazos: Una guardiade cuatro hombres do––mía tranquilamente enuna hondonada, en la certeza de que el ataqueno podía verificarse por aquella parte.

–– ¿No os estorbarán estos hombres? pre-guntó Monk a Athos.

––Al contrario, señor; ayudarán a conducirlos barriles, si Vuestro Honor lo permite.

––Tenéis razón.

Por más dormida que estuviera la guardia, sedespertó a los primeros pasos de los visitantespor entre los espinos y hierbas que invadían elpórtico. Dio Monk el santo y seña y entró en elinterior del convento, siempre precedido de sufarol. Iba detrás, vigilando hasta el menor mo-vimiento de Athos, con el puñal desnudo deba-jo de la manga y resuelto a sepultarle en el cos-tado del caballero al primer gesto sospechosoque le viese hacer. Pero Athos atravesó las salasy los patios con paso firme.

Page 469: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

No había puertas ni ventanas en este edificio.Aquéllas habían sido quemadas, algunas en sumismo sino, y, sus trozos aun estaban agrie-tados por la acción del fuego, que se había apa-gado solo, impotente sin duda para penetrarhasta lo último en aquellas macizas junturas deencina unidas con clavos de hierro. En cuanto alas ventanas, todos los vidrios estaban rotos, yveíanse huir por los agujeros los pájaros noc-turnos que espantaba la luz del farol. Algunosgigantescos murciélagos empezaron a trazar enderredor de los dos importunos sus vastos ysilenciosos círculos, mientras que en la luz ex-tendida sobre las altas paredes de piedra seveían vacilar sus sombras. Este espectáculo eratranquilizador para razonadores y Monk dedu-jo que no había ningún hombre en el convento,puesto que aún estaban en él los animales fero-ces y huían a su aproximación.

Después de haber franqueado los escombrosy arrancado alguna que otra hiedra que estabacomo de guardián de la soledad, llegó Athos

Page 470: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

alas bóvedas situadas debajo del salón, perocuya entrada daba a la capilla. Allí se detuvo.

––Ya hemos llegado, General –– murmuró.

–– ¿Es esta la losa?

––Sí.

––Efectivamente, reconozco la anilla; pero es-tá empotrada en tierra.

––Será necesario una palanca.

––Eso es fácil de encontrar. Mirando en de-rredor suyo, Athos y Monk vieron un pequeñofresno de tres pulgadas de diámetro, que habíaarraigado en un ángulo del muro, subiendohasta una ventana cegada por las ramas.

–– ¿Tienes un cuchillo? ––preguntó Monk alpescador.

–– Sí, señor.

––Pues corta ese árbol.

Page 471: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El pescador obedeció, pero no sin que su ma-chete quedara mellado. Guando estuvo cortadoel fresno y en forma de palanca, los tres hom-bres penetraron en el subterráneo.

––Permanece aquí––dijo Monk al pescadordesignándole un rincón de la cueva––; tenemosque desenterrar pólvora y sería peligroso elfarol.

El hombre retrocedió con una especie de te-rror y se colocó en el sitio que le habían desig-nado, mientras Monk y Athos daban vuelta auna columna, a cuyo pie, por un respiradero,penetraba un rayo de luna reflejado precisa-mente por la piedra que el conde de la Fère ve-nía a buscar desde tan lejos.

––Ya estamos aquí ––dijo Athos, indicando algeneral la inscripción latina.

––Sí ––dijo Monk.

Pero, como si todavía quisiese dejar al francésun medio evasivo:

Page 472: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿No notáis ––prosiguió–– que ya hanpenetrado en esta cueva y que han sido rotasmuchas estatuas

––Milord, seguramente habréis oído decirque el respeto religioso de vuestros escocesesquiere que las estatuas de los muertos guar-den los objetos preciosos que han podido po-seer durante su vida. De modo que los solda-dos han debido pensar que bajo el pedestal delas estatuas que adornaban a la mayor partede estos sepulcros se ocultaran tesoros, y poreso han destruido los pedestales. Pero latumba del venerable canónigo, en la cual te-nemos que hacer, no se distingue por ningúnmonumento; es sencilla, y ha estado protegi-da por el miedo supersticioso, que siemprehan tenido vuestros puritanos al sacrilegio; nisiquiera se ha desprendido un trozo de mam-postería.

––Es cierto ––dijo Monk. Athos tomó la pa-lanca.

Page 473: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Queréis que os ayude? ––dijo Monk.

––Gracias, milord; no quiero que VuestroHonor ponga mano en una obra de la que talvez no querría tomar la responsabilidad si co-nociese sus consecuencias probables.

Monk alzó la cabeza.

–– ¿Qué decís, caballero? ––preguntó.

—Quiero decir... Pero ese hombre.

––Esperad ––dijo Monk––; entiendo lo queteméis, y voy a hacer una prueba.

Entonces se volvió hacia el pescador, cuyoperfil se veía iluminado por el farol.

–– ¡Come here, friend! ––––dijo con acento demando.

El pescador no se movió.

––Está bien ––––continuo––, no sabe inglés.Habladme, pues, inglés, si queréis, caballero.

Page 474: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Milord ––respondió Athos––, muchas veceshe visto en circunstancias a hombres que hantenido sobre sí mismos el poder de no res-ponder una pregunta hecha en lengua quecomprendían. Quizá el pescador sea más listode lo que creemos. Os suplico que lo despidáis.

No hay duda ––pensó Monk que desea te-nerme solo en esta cueva. No importa, sigamoshasta el fin; un hombre vale tanto como otro, y,estamos solos...

––Amigo mío ––dijo Monk al pescador––, su-be esa escalera que acabamos de bajar, y cuidade que nadie venga a interrumpirnos.

El pescador hizo un ademán para obedecer.

––Déjate ahí el farol ––dijo Monk––, porquedenunciaría tu presencia y podría valerte algúnmosquetazo extraviado.

El pescador pareció apreciar el consejo, puesdejó el farol en el suelo y desapareció bajo labóveda de la escalera.

Page 475: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Monk cogió el farol y lo puso al pie de la co-lumna.

––Vamos ––dijo––, ¿con que hay dinero ocul-to en ese sepulcro?

––Sí, milord y dentro de cinco minutos nodudaréis de ello.

Al mismo tiempo descargó Athos un golpeviolento sobre la tapa del sepulcro.

–– Ven aquí, amigo…, yeso, que se rajó pre-sentando una grieta a la punta de la palanca.Athos introdujo el alzaprima en aquella grieta,y pronto cedieron trozos enteros de yeso, levan-tándose como losas redondas. Entonces, el con-de de la Fère cogió las piedras y las separó consacudidas de que no se hubiera creído capaz ahombre de manos tan delicadas.

––Milord ––dijo Athos––, ya veis la mampos-tería de que he hablado a Vuestro Honor.

Page 476: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, pero todavía no veo los barriles––dijoMonk.

––Si yo tuviese un puñal ––dijo Athos miran-do en derredor suyo muy pronto los veríais,milord. Desgraciadamente, he olvidado el míoen la tienda de Vuestro Honor.

––De buena gana os ofrecería el mío ––dijoMonk––, mas su hoja me parece demasiadofrágil para el objeto a que la destináis.

Athos buscó en derredor suyo un objeto cual-quiera que pudiera reemplazar el arma quedeseaba.

Monk no perdió ni uno de los movimientosde sus manos ni una de las expresiones de susojos.

–– ¿Por qué no pedís un cuchillo al pescador?––preguntó Monk––. Él tenía un machete.

–– ¡Ah! Es verdad ––contestó Athos––; de élse sirvió para cortar el árbol.

Page 477: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y se aproximó a la escalera.

––Amigo ––dijo al pescador––, hacedme el fa-vor de vuestro machete, lo necesito.

El arma al caer resonó en la escalera.

––Tomad ––dijo Monk––; es un instrumentosólido, por lo que veo, y una mano firme puedesacar de él buen partido.

Athos pareció no dar a las palabras de Monksino el sentido natural y sencillo con que debíanser oídas y entendidas. Tampoco observó, o almenos pareció no notar, que cuando volvióhacia Monk, éste se echó atrás, llevando, sumano izquierda a la pistola; en la derecha em-puñaba ya su dirk. Púsose, pues, a su obra,dando la espalda a Monk y entregándole suvida sin defensa posible. Golpeó por algunossegundos con tal destreza y precisión sobre elyeso intermediario, que rompió la capa en dospedazos, y entonces pudo ver el general los dos

Page 478: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

barriles, uno junto a otro, y cuyo peso los man-tenía inmóviles en su envoltura gredosa.

––Milord ––observó Athos––, ya veis que nome habían engañado mis presentimientos:

––Sí, caballero ––dijo Monk––, y debo creerque ya estáis satisfecho, ¿no es verdad?

––Indudablemente; la pérdida de este dinerome hubiera sido en extremo sensible; pero yoestaba cierto de que Dios, que protege las bue-nas causas, no habría permitido que se perdieseeste oro que debe hacerle triunfar.

––Por mi fe ––dijo Monk––, que sois tan mis-terioso en vuestras palabras como en vuestrasacciones, caballero. Ahora poco no os com-prendí cuando me dijisteis que no querías des-cargar sobre mí la responsabilidad de la obraque realizábamos.

––Tenía razón en decir eso, milord.

Page 479: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Y ahora, me habláis de la buena causa.¿Qué entendéis por la buena causa? Cinco oseis causas defundemos en este momento en In-glaterra, y ello no impide que cada uno consi-dere la suya, no sólo como la buena, sino comola mejor: ¿Cuál es la vuestra, caballero? Habladfrancamente, y veamos si sobre ese punto, alcual parece que dais gran importancia, somosdel mismo parecer.

Athos fijó en Monk una de esas miradas pro-fundas que parecen desafiar al que van dirigi-das, a que oculte uno sólo de sus pensamientos;y levantando en seguida su sombrero empezócon voz solemne, mientras su interlocutor, conuna mano en el rostro, abarcaba barba y bigote,al propio tiempo que su mirada vaga y melan-cólica erraba por las profundidades del subte-rráneo.

XXVI

Page 480: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

CORAZÓN Y CABEZA

––Milord ––dijo el conde de la Fère––, sois unnoble inglés y un hombre leal, y habláis a unnoble francés, a un hombre de corazón. El orocontenido en estos dos barriles os he dicho queme pertenecía, mas he dicho mal; ésta es laprimera mentira que en mi vida he dicho, peromentira momentánea; ese oro es propiedad delrey Carlos II, desterrado de su patria, echado desu palacio, huérfano a la vez de padre y deltrono, y privado de todo, aun de la triste ventu-ra de besar de rodillas la piedra donde la manode sus asesinos escribió este sencillo epitafio,que eternamente clamará venganza contra ellos:“Aquí yace el rey Carlos I”.

Monk palideció, y un imperceptible escalofríoarrugó su cutis y erizó su bigote carp.

––Yo ––continuó Athos––, yo, el conde de laFère; el único, el último leal que queda al pobre

Page 481: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

príncipe abandonado, le he ofrecido venir enbusca del hombre de quien depende hoy lasuerte de la realeza en Inglaterra; y he llegado yme he presentado a las miradas de este hombre,y entregándome desnudo y desarmado en susmanos y diciéndole Milord, éste es el único re-curso de un príncipe a quien Dios hizo vuestroamo y su nacimiento vuestro rey; de vos, de vossólo dependen su vida y su porvenir. ¿Queráisemplear este dinero en consolar a Inglaterra delos males que ha debido experimentar durantela anarquía, esto es, queréis ayudar, o, si noayudar, dejar obrar, al menos al rey Carlos II?Vos sois el amo, vos sois el rey, amo y rey to-dopoderoso, porque la casualidad deshace al-gunas veces la obra de los tiempos y de Dios.Estoy sólo con vos, milord; si mi complicidad ospesa, armado estáis, y he aquí un sepulcroabierto ya; si, por el contrario, el entusiasmo devuestra causa os embriaga, si sois lo que pare-céis, si vuestra mano obedece en cuanto em-prende a vuestra inteligencia, y vuestra inteli-

Page 482: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

gencia a vuestro corazón, ved el medio de per-der para siempre la causa de vuestro adversarioCarlos Estuardo. Matad al hombre que tenéis ala vista, porque este hombre no volverá haciaaquél que le ha enviado, sin llevarle el depósitoque le confió Carlos I, su padre, y guardad eloro, que puede aprovecharos para mantener laguerra civil. ¡Ah! Milord, tal es la condiciónfatal de este príncipe desventurado. Necesitacorromper o matar, porque todo le resiste, todole rechaza, toda le es hostil, y no obstante, estámarcado con el sello divino, y es preciso, parano desmentir su sangre, que suba al trono o quemuera sobre el sagrado suelo de la patria. Mi-lord, ya me habéis entendido. A cualquiera otroque no fuese el hombre ilustre que me escucha,le hubiera dicho: Sois pobre, el rey os ofrece esemillón como aras de una venta inmensa; to-madlo, y servid a Carlos II como yo he servidoa Carlos I, y estoy seguro de que Dios, que nosoye, que nos ve y que lee en vuestro corazóncerrado a todas las miradas humanas, os dará

Page 483: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

una vida eterna y venturosa, después de unamuerte dichosa. Pero al general Monk, al hom-bre ilustre cuya altura creo haber medido, ledigo: Milord, hay para vos en la historia de lospueblos y de los reyes un puesto brillante, unagloria inmortal, que nunca, perece, si sólo, sinotro interés que el bien de vuestro país y elamor a la justicia, os hacéis el sostén de vuestrorey. Muchos otros han sido conquistadores yusurpadores gloriosos; vos, milord, os habréiscontentado con ser el más virtuoso y el másíntegro de los hombres. Habréis tenido unacorona en vuestras manos, y, en vez de ceñirla avuestra frente, la habréis puesto sobre la cabezade aquél para quien fue hecha. ¡Oh! Milord,obrad así, y legaréis a la posteridad el mas en-vidiado nombre que una criatura humana pue-da enorgullecerse de llevar.

Athos calló. En todo el tiempo que estuvohablando el noble caballero, Monk no habíadado signo alguno de aprobación o desaproba-ción apenas, durante aquella alocución vehe-

Page 484: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

mente, se habían animado sus ojos con el fuegoque indica la inteligencia. El conde de la Fère lemiró tristemente, y, viendo aquel rostro taci-turno, sintió penetrar el desfallecimiento en sucorazón. Por último, Monk pareció animarse, yrompiendo el silencio:

––Señor ––dijo con voz dulce y grave––, voy,para contestares, a servirme de vuestras propiaspalabras. A cualquiera otro que no fueses vos,respondería con la expulsión, la prisión, o conalgo peor. Porque me tentáis y me violentáis ala vez. Pero sois uno de esos hombres, caballe-ro, a quien no pueden negarse las consideracio-nes que merece: sois un valiente gentilhombre,señor, yo os lo digo, y sé lo que digo. Me habla-bais hace poco de un depósito; que os transmi-tió el difunto rey para su hijo: ¿sois acaso unode aquellos franceses que, como he oído decir,quisieron salvar a Carlos en White Hall?

––Sí, milord, yo era quien estaba debajo delpatíbulo durante la ejecución, yo, que no

Page 485: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

habiendo podido librarle, recibí en mi frente lasangre del rey mártir, y al mismo tiempo la úl-tima palabra de Carlos I; a mí fue a quien dijoRemember!, y al decirme ¡Acuérdate!, aludía aldinero que tenéis a los pies, milord.

––Mucho he oído hablar de vos, caballero ––dijo Monk––; pero soy feliz en haberos aprecia-do por mi propia inspiración y no por mis re-cuerdos. Os daré, por tanto, explicaciones queno he dado a nadie, y apreciaréis así la distin-ción que hago entre vos y las personas que has-ta hoy me han enviado.

Athos inclinóse, disponiéndose a recoger ávi-damente las palabras que caían una a una de laboca de Monk, palabras raras y preciosas comoel rocío en el desierto.

––Me habláis ––dijo Monk–– del monarcaCarlos II; pero, decidme, caballero, ¿qué meimporta ese fantasma de rey? Yo he envejecidoen la guerra y en la política, tan estrechamenteunidas en el día que todo hombre de armas

Page 486: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

debe combatir en virtud de su derecho o de suambición, con un interés personal, y no ciega-mente detrás de un oficial, como en las guerrasordinarias. Yo, tal vez no deseo nada; pero te-mo mucho. De la guerra depende hoy la liber-tad de Inglaterra, y tal vez la de todo inglés.¿Por qué queréis que libre en la posición queme he creado, vaya a dar la mano a los hierrosde un extranjero? Carlos no es más que estopara mí. Aquí ha dado combates y los ha per-dido, lo cual prueba que es mal Capitán, nadaha logrado en ninguna negociación, luego es unmal diplomático. Ha llevado su miseria a todaslas cortes de Europa, luego es un corazón débily pusilánime. Nada de noble, nada de grande,nada de fuerte ha salido aún de ese genio queaspira a gobernar uno de los más grandes im-perios de la tierra. No conozco, pues, a Carlossino bajo malos aspectos, ¿y queréis que yo,hombre de buen sentido, fuera a hacerle desin-teresadamente el esclavo de una criatura que esinferior a mí en capacidad militar, en política; y

Page 487: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

en dignidad? No, caballero; cuando una accióngrande y noble me haya enseñado a apreciar aCarlos, reconoceré tal vez sus derechos a untrono del cual arrojamos al padre, porque notenía las virtudes que también faltan a su hijo;pero hasta hoy, en punto a derechos, no reco-nozco más que a los míos. La Revolución me hahecho general; mi espada me hará Protector, siquiero. Que Carlos se presente y tome parte enel concurso abierto al genio, y sobre todo, quese acuerde que pertenece a una raza a la cual seexigirá más que a cualquiera otra. Así, señor, nohablemos más; no rehúso ni acepto, me reservo,y espero.

Athos sabía que Monk estaba demasiado bieninformado de todo lo relacionado con Carlos IIpara llevar más lejos la discusión. No era aqué-lla la ocasión ni el lugar.

––Milord ––dijo––, sólo me resta daros lasgracias.

Page 488: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Y de qué, caballero? ¿De que me habéisjuzgado bien, y de que he obrado según vuestrojuicio? ¡Oh! ¿Vale eso la pena? Ese oro que vaisa llevar al monarca Carlos, va a servirme deprueba con respecto a él, viendo lo que hace.Sin duda formaré una opinión que hoy no ten-go.

––Sin embargo, ¿no teme Vuestro Honor,comprometerse, permitiendo salir de aquí unacantidad destinada a servir a las armas de suenemigo?

–– ¿Mi enemigo decís? ¡Qué! Caballero, yono tengo enemigos. Yo estoy al servicio delParlamento, que me ordena combatir al gene-ral Lambert y al rey Carlos, que son sus ene-migos y no los míos. Si el Parlamento me or-denase empavesar el puerto de Londres, reu-nir a los soldados en la ribera, y recibir al mo-narca Carlos II.

–– ¿Obedeceríais? ––exclamó Athos congozo:.

Page 489: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Perdonadme ––dijo Monk sonriendo––,¿Qué iba a hacer yo, una cabeza llena de canas?¿En qué estaba pensando? Iba a decir una locu-ra de joven.

––Entonces, ¿no obedeceríais? –– dijo Athos.

––Tampoco, digo eso, caballero; antes que to-do, el bien de mi patria. El cielo, que ha tenido abien darme la fuerza, ha querido sin duda quela tuviese para el bien de todos, y al mismotiempo me ha dado el discernimiento. Si el Par-lamento me mandase una cosa semejante, refle-xionaría.

La frente de Athos se obscureció.

––Vamos ––dijo––––, conozco claramente queVuestro Honor no está dispuesto a favorecer alrey Carlos II.

––Siempre sois vos quien pregunta, señorconde, y yo lo haré a mi vez, si no lo lleváis amal.

Page 490: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Hacedlo, señor, y Dios os inspire la idea deresponderme tan francamente como yo os con-testaré.

––Cuando hayáis llevado ese millón a vuestropríncipe, ¿qué consejo le daréis?

Athos fijó en Monk una mirada orgullosa.

––Milord ––dijo––, con ese millón que otrosemplearían quizá en negociar, yo quiero acon-sejar al rey que levante dos regimientos, queentre por Escocia, pacificada por vos, y que déal pueblo las franquicias que la Revolución lehabía prometido y que no ha alcanzado. Leaconsejaré mandar en persona este pequeñoejército que irá engrosando, creedme, y que sedeje matar con el estandarte en la mano y laespada en la vaina, exclamando: “¡Ingleses! Yosoy el tercer rey de mi raza a quien matáis; te-med a la justicia de Dios.”

Monk bajó la cabeza y reflexionó un momen-to.

Page 491: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Y si lo consiguiese ––dijo––––, lo cual es in-verosímil, aunque no imposible, porque todo esposible en este mundo, ¿qué le aconsejaríais?

––Que pensara que por la voluntad de Dioshabía perdido la Corona; pero que la había re-cobrado por la buena voluntad de los hombres.

Una sonrisa irónica pasó por los labios deMonk.

––Desgraciadamente, caballero –– ––dijo––,los reyes no saben seguir un buen consejo.

–– ¡Ah! Milord, Carlos II no es un rey ––repuso Athos sonriendo, pero con otra expre-sión que la de Monk.

––Vamos, abreviemos, señor conde... Es ésevuestro deseo, ¿no es cierto?

Athos se inclinó.

––Voy a dar orden para que transporten esosdos barriles donde gustéis. ¿Dónde vivís, caba-llero?

Page 492: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––En un pueblecillo que hay en la embocadu-ra del río.

–– ¡Ah! Lo conozco; compónese de cinco oseis casas. Ciertamente. Yo habito la primera,que también la ocupan dos constructores deredes, en cuya barca he venido a tierra.

–– ¿Y vuestro buque, caballero?

––Mi buque está anclado a un cuarto demilla, y me espera.

–– ¿No pensáis partir al instante?

––Milord, procuraré otra vez convencer aVuestro Honor.

––No lo alcanzaréis ––replicó Monk––; –– pe-ro importa que salgáis de Newcastle sin dejarde vuestro paso la menor sospecha que puedaperjudicaros o perjudicarme. Mis oficiales su-ponen que Lambert me atacará mañana. Yogarantizo; por el contrario, que no se moverá,porque en mi concepto es imposible. Lambert

Page 493: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

manda un ejército sin principios homogéneos, yno hay ejército posible de dirigir con elementossemejantes. Yo he enseñado a mis soldados asubordinar mi autoridad a algo superior, lo cualhace que a mi lado, en derredor mío, sobre mí ypor bajo de mí, siempre vean alguna otra cosa.Resulta de aquí, que, si yo muriera, lo cualpuede suceder, mi ejército no se desmoralizaríainmediatamente; resulta también, que si quisie-ra ausentarme; pongo por caso, como sucede aveces; no habría en mi campamento el menorasomo de inquietud o desorden. Soy el imán, lafuerza natural de los ingleses. Lambert mandaen este momento dieciocho mil desertores; peronada he hablado de esto a mis oficiales, comopodréis conocer. Nada es más provechoso a unejército que el sentimiento de una batallapróxima, pues todo el mundo vigila y se guar-da. Digo esto para que viváis con toda seguri-dad. No os apresuréis, por tanto, a pasar el mar,pues de aquí a ocho días habrá algo de nuevo;bien la batalla, bien el acomodamiento. Enton-

Page 494: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ces, como me habéis creído hombre de bien yconfiado vuestro secreto, por lo cual tengo quedaros las gracias, iré a visitaros donde mandéis.No os marchéis, pues, antes de avisarnos; osreitero esta invitación.

––Os lo prometo, general ––dijo Athos conalegría tan grande que a pesar de toda su cir-cunspección, no pudo menos de dejar brillaruna chispa en sus ojos.

Monk la sorprendió y apagóla en el mismoinstante con una de sus mudas sonrisas quecortaban siempre en sus interlocutores el cami-no que creían haber abierto en su ánimo.

––De suerte, milord ––dijo Athos––, ¿qué sonocho días los que me fijáis?

––Ocho días, caballero.

–– ¿Y qué haré en esos ocho días?

—Si hay batalla, ruego os quedeis lejos. Séque los franceses son muy dados a estas cla-

Page 495: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ses de diversiones; querríais ver cómo nos ba-timos, y podría tocaros alguna bala perdida;nuestros escoceses tiran muy final, y yo noquiero que un excelente caballero como vosvuelva herido a tierra de Francia. No quiero,en fin, verme obligado a enviar yo mismo avuestro príncipe su millón, porque entonces,diríase, y con alguna razón, que yo pagaba alpretendiente para que guerrease contra elParlamento. Con que, señor, a lo convenido.

–– ¡Ah, milord! ––exclamó Athos––. ¡Qué ven-tura sería para mí haber penetrado el primeroen el noble corazón que late bajo esa capa!

––Luego creéis, indudablemente, que yo ten-go secretos ––dijo Monk sin cambiar la expre-sión medio jocosa de su rostro––. ¡Ah, caballero!¿Qué secreto queréis que haya en la hueca ca-beza de un soldado? Mas acercándose a la esca-lera–– ¡Eh!, es ya tarde y se apaga el farol; lla-memos a nuestro acompañante. ¡Hola! ––gritóMonk en francés, pescador!

Page 496: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Adormecido el pescador por la frescura de lanoche, respondió con voz ronca preguntandoqué querían.

––Ve al cuerpo de guardia ––dijo Monk––, ydi al sargento de parte del general Monk, quevenga al momento.

Era ésta una comisión fácil de desempeñar,porque el sargento, puesto en cuidado por lapresencia del general en la abadía desierta, sehabía aproximado poco a poco, y sólo distabaunos, pasos del pescador.

La orden del general la recibió directamente ycorrió.

–– Toma un caballo y dos hombres ––le dijoMonk.

–– ¿Un caballo y dos hombres? ––repitió elsargento.

Page 497: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí ––repuso Monk––. ¿Tienes algún mediode hacerte con un caballo con albarda y banas-tas?

––Sin duda, a cien pasos de aquí, en el campode los escoceses.

––Está bien.

–– ¿Qué haré del caballo, general?

–– Escucha.

El sargento bajó tres o cuatro escalones que leseparaban de Monk, y se presentó bajo la bóve-da.

–– ¿Ves ––le dijo Monk––, allá, donde está esecaballero?

––Sí, mi general

–– ¿Distingues esos dos barriles?

––Perfectamente.

––Son dos barriles que contienen uno pólvoray el otro balas; quisiera hacerlos transportar al

Page 498: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

pueblo que está en la ribera, y que mañanapienso hacer ocupar por doscientos mosquetes.Comprenderás que la comisión es secreta, pueses un movimiento que puede decidir el éxito dela batalla.

–– ¡Oh! Mi general ––murmuró el sargento.

–– ¡Bien! Haz que aten los dos barriles sobreel caballo, y dales escolta tú y dos hombres has-ta la casa de este caballero, que es amigo mío.Pero, comprende, que no lo sepa nadie.

––Si conociera un camino pasaría por el pan-tano ––dijo el sargento.

––Yo conozco uno ––dijo Athos––; no es an-cho, pero sí sólido, porque está construido so-bre pilotes, y con precaución llegaremos.

––Haz lo que este caballero te mande ––dijoMonk.

–– ¡Oh! ¡Caracoles, cómo pesan los barriles! ––dijo el sargento pretendiendo levantar uno.

Page 499: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pesan cuatrocientas libras cada uno, si con-tienen lo que deben contener, ¿no es así, caba-llero?

––Poco más o menos ––contestó Athos.

El sargento fue a buscar el caballo y los hom-bres. Monk, que quedó solo con Athos, afectóno hablar ya sino de cosas indiferentes, obser-vando al mismo tiempo el subterráneo. Pero,oyendo en seguida los pasos del caballo.

––Os dejo con vuestras gentes, caballero ––dijo––, y regreso al campamento. Estáis en se-guridad.

–– ¿Os volveré a ver, milord? –– preguntó At-hos.

––Ciertamente, señor, y con mucho gusto.

–– ¡Ah, milord, si quisieseis! –– murmuró At-hos.

–– ¡Silencio caballero! Hemos convenido queno hablaremos más de eso. Saludando al conde;

Page 500: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

subió, cruzándose en medio de la escalera conlos que bajaban. Aun no había andado veintepasos fuera de la abadía, cuando se oyó un sil-bido lejano y prolongado.

Monk aplicó el oído, pero, no viendo ni oyen-do nada prosiguió su camino. Entonces seacordó del pescador y le buscó con la vista, pe-ro había desaparecido. Si, no obstante, hubieramirado con más atención, habría visto aquelhombre doblado en dos, deslizándose comouna serpiente a lo largo de las piedras y per-diéndose en medio de la bruma que rasaba lasuperficie del pantano. Igualmente habría visto,tratando de penetrar en esa bruma, un espectá-culo, que hubiera llamado su atención, la arbo-ladura de la barca del pescador que había mu-dado de sitio, y que se encontraba ahora muchomás cerca de la orilla del río.

Pero Monk no vio nada, y creyendo que nadahabía que temer, entró en la calzada desiertaque conducía a su campamento. Entonces fue

Page 501: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cuando la desaparición del pescador le parecióextraña, y cuando una sospecha, real empezó afatigar su inteligencia. Acababa de poner a lasórdenes de Athos la única guardia que podíaprotegerle, y había de atravesar una milla decalzada para llegar a su tienda.

La niebla subía con tal intensidad que apenaspodían divisarse los objetos a diez pasos dedistancia. Monk creyó oír entonces como el rui-do de un remo que batía sordamente a su dere-cha en el pantano.

–– ¿Quién vive? ––gritó. Pero nadie respon-dió.

Entonces montó la pistola, empuñó la espada,y aceleró el paso sin querer llamar a nadie. Estellamamiento, cuya urgencia no era absoluta, leparecía indigno de un hombre como él.

XXVII

EL DÍA SIGUIENTE POR MAÑANA

Page 502: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Eran las siete de la mañana: los primeros al-bores del día ––iluminaban los pantanos, en losque se reflejaba el sol como una bala encendida,cuando Athos, despertando y abriendo la ven-tana de su aposento que daba a la orilla del río,distinguió a quince' pasos de distancia, aproxi-madamente, al sargento y a los hombres que lehabían acompañado la víspera, y que, despuésde haber depositado los barriles en su casa,habíanse vuelto al campamento por la calzadade la derecha.

¿Por qué regresaban estos hombres despuésde haberse marchado al campamento? Tal era lapregunta que acudió a la imaginación de Athos.

El sargento, con la cabeza alzada, parecía ace-char el instante en que apareciese el caballeropara interpelarle: Asombrado Athos de en-contrar allí a quien había visto marchar la vís-pera, no pudo menos de demostrar su asombro.

Page 503: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No tiene nada de extraño, caballero ––dijoel sargento––, porque ayer me mandó el generalque velara por vuestra seguridad, y debí obe-decer la orden.

–– ¿Está el general en el campamento? ––preguntó Athos.

–– ¿Por qué no? ¿No le dejasteis ayercuando se marchaba?

––Pues bien, esperadme; voy allá para dar-le cuenta de la fidelidad con que habéis des-empeñado vuestro encargo, y a fin de tomarmi espada, que dejé ayer sobre una mesa.

––Me alegro mucho ––dijo el sargento––, por-que iba a suplicaros lo mismo.

Athos creyó observar cierto aire de bondadequívoca en el rostro del sargento; pero la aven-tura del subterráneo podía haber excitado sucuriosidad de este hombre, y no era raro, en talcaso, que dejase ver en su semblante algo de lossentimientos que agitaban su ánimo.

Page 504: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Athos cerró cuidadosamente las puertas, yconfió las llaves a Grimaud, que había escogidosu domicilio bajo el mismo colgadizo que con-ducía a la bodega donde estaban encerrados losbarriles. El sargento escoltó al conde de la Fèrehasta el campamento. Allí, otra guardia espera-ba y relevó a los cuatro hombres que habíanconducido a Athos.

Esta nueva guardia era mandada por el ayu-dante de campo Digby, el cual, durante el tra-yecto, clavó sobre Athos unas miradas tan pocotranquilizadoras, que el francés se preguntó dedónde provenía aquella vigilancia y severidadcuando la víspera lo habían dejado completa-mente libre.

Prosiguió, pues, su camino hacia el cuartelgeneral, encerrando en sí mismo las observa-ciones que le obligaban a hacer los hombres ylas cosas. En la tienda del general, donde fueintroducido la víspera, halló a tres oficiales su-periores, que eran el lugarteniente de Monk y

Page 505: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dos coroneles. Athos reconoció su espada, queaún estaba sobre la mesa del general, en elmismo puesto en que la había dejado.

Ninguno de los oficiales había visto a Athos,y ninguno, por tanto, le conocía.

Entonces le preguntó el lugarteniente deMonk si era el mismo caballero con quien elgeneral había salido de la tienda.

––Sí, señor ––contestó el sargento––, el mismoes.

––Pero yo no lo niego, me parece ––dijo Athoscon altivez––; y ahora, señores, permitidme osdiga a qué vienen todas esas preguntas, y prin-cipalmente algunas explicaciones sobre el tonocon que las hacéis.

––Caballero ––dijo el lugarteniente—, sihacemos estas preguntas es porque tenemosderecho, y si las hacemos con ese tono es por-que ese tono conviene a la situación, creedme.

Page 506: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señores ––dijo Athos––, vosotros no sabéisquién soy yo pero lo que debo manifestaros esque aquí no reconozco a nadie por mi igual másque al general Monk. ¿Dónde está? Que melleven a su presencia, y si él tiene alguna pre-gunta que dirigirme, yo le responderé, y creoque quedará satisfecho. Lo repito, señores,¿dónde está el general?

–– ¡Pardiez! ¡Vos lo sabéis mejor que noso-tros! ––dijo el lugarteniente.

–– ¿Yo?

––Sí, Vos.

––Señor ––dijo Athos––, no os comprendo.

––––Vaina comprendedme; mas primerohablad más bajo. ¿Qué os dijo ayer el general?

Athos sonrió desdeñosamente.

––No hay _que sonreírse exclamó uno de loscoroneles con fogosidad––, se trata de respon-der.

Page 507: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Y yo, señores, os aseguro que no os res-ponderé sino en presencia del general.

––Pero vos sabéis muy bien ––dijo el mismocoronel que ya había hablado––, que pedís unimposible.

––Van ya dos veces que se me da esa rara res-puesta al deseo, que manifiesto ––repuso At-hos––. ¿Está ausente el general?

Esta pregunta fue hecha con tan buena fe, ycon aire de tan cándida sorpresa, que los tresoficiales se echaran una mirada entre sí, y ellugarteniente tomó la palabra por una especiede convenio tácito de los otros dos oficiales.

––Caballero ––dijo––, ¿no os dejó ayer el ge-neral en los límites del monasterio?

––Sí, señor.

––Y fuisteis...

Page 508: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No soy yo quien debe contestaros, sino losque me acompañaron. Fueron vuestros solda-dos, preguntadles.

––Pero, ¿y si nos parece bien interrogaros?

––Entonces me parecerá bien contestaros queaquí no conozco a nadie más que al general yque sólo a él contestaré.

––Bueno, caballero; pero como nosotros so-mos los amos, nos constituiremos en Consejo deguerra, y cuando estéis ante los jueces será pre-ciso que respondáis.

El semblante de Athos sólo expresó la sorpre-sa y el desdén, en vez del terror que pensabanleer en él los oficiales después de esta amenaza.

–– ¡Jueces escoceses o ingleses, a mí, súbditodel rey francés, colocado bajo la salvaguardiadel honor británico! ¡Estáis locos, señores! ––dijo Athos encogiéndose de hombros.

Los oficiales se miraron de nuevo.

Page 509: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Según eso, caballero, ¿no sabéis dónde estáel general?

––Ya os he respondido a eso, caballero.

––Sí, pero habéis contestado algo increíble.

––Y, sin embargo, es cierto, señores; las gentesde mi condición no mienten por regla general.Soy gentilhombre, y cuando llevo al costado laespada que, por un exceso de delicadeza, dejéayer sobre esa mesa donde está todavía, nadie,creedme, me dice cosas que no quiero oír. Hoyme hallo desarmado; si pretendéis ser mis jue-ces, juzgadme; si sólo sois mis verdugos, ma-tadme.

––Pero, caballero... ––dijo con voz más atentael lugarteniente, sorprendido de la grandeza ysangre fría de Athos.

––Caballero ––interrumpió éste––, yo vine ahablar confidencialmente a vuestro generalsobre asuntos de importancia. No ha sido unaacogida cualquiera la que me ha hecho. Infor-

Page 510: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

maos por vuestros soldados y os convenceréis.Luego si el general me ha acogido así, el sabríacuáles eran mis títulos a su estimación. Ahorano supondréis, presumo, que yo os revelaré missecretos, y mucho menos los suyos.

––En fin, ¿qué contenían esos barriles?

–– ¿No habéis hecho esa pregunta a los sol-dados? ¿Qué han respondido?

––Que contenían pólvora y plomo.

–– ¿Y quién les dio estas noticias? Sin du-da, os lo habrán dicho.

––El general, pero nosotros no somos 'ton-tos.

––Id con cuidado, caballero; no es a mí aquien dais un mentís, sino a vuestro jefe.

Los oficiales se miraron otra vez y Athos con-tinuó:

––Y en presencia de vuestros soldados me hadicho el general que le esperase ocho días, y

Page 511: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que dentro de este término me daría la respues-ta que tenía que darme. ¿Me he fugado yo? No,le espero.

–– ¿Os ha dicho que le aguardéis ocho días? ––exclamó el lugarteniente.

––Tan me lo ha dicho, caballero, que tengo unsolo pie al ancla en la embocadura del río, en elcual pude embarcarme ayer perfectamente porconformarme a los deseos del general, que merecomendó no me marchase sin una última en-trevista que él mismo fijó para dentro de ochodías. Os lo repito, le espero.

El lugarteniente volvióse hacia los otros dosoficiales, y les dijo en voz baja:

––Si este caballero dice la verdad, aun hay es-peranza. Quizá haya tenido el general que ocu-parse de algunos asuntos tan secretos que hayacreído prudente no prevenir ni aun a nosotros.En tal caso se limitará a ocho días el tiempo desu ausencia.

Page 512: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y dirigiéndose a Athos: Caballero ––le dijo––,vuestra declaración es trascendental. ¿Queréisrepetirla bajo juramento?

––Señor ––respondió Athos––, siempre he vi-vido en un mundo donde mi palabra ha sidoconsiderada como el más sagrado de los jura-mentos.

––Sin embargo, caballero, esta vez son las cir-cunstancias más graves que ninguna de aqué-llas en que os habéis hallado. Se trata de la sal-vación de todo un ejército. Pensadlo bien, elgeneral ha desaparecido y nosotros lo busca-mos. ¿Es natural esta desaparición? ¿Se ha con-sumado algún crimen? ¿Debemos llevar nues-tras investigaciones hasta el extremo? ¿Debe-mos esperar con calma? En este momento, se-ñor, todo depende de la palabra que vais a pro-nunciar.

––Interrogado así, no vacilo, caballero; sí,había venido a hablar confidencialmente con elgeneral Monk y a pedirle una respuesta sobre

Page 513: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ciertos intereses; el general, no pudiendo segu-ramente contestarme a balandra. Antes de labatalla que se espera, me suplicó que permane-ciese ocho días en la casa que habito, Prome-tiéndome, que le volvería a ver en este término.Sí, todo esto es cierto; y lo juro por Dios, que esdueño absoluto de mi vida y de la vuestra.

Athos pronunció estas palabras con tanta so-lemnidad, que los tres oficiales casi quedaronconvencidos. Sin embargo, uno de los coroneleshizo la última tentativa.

––Caballero ––dijo––, aunque estamos con-vencidos de la verdad de cuanto decís, hay noobstante en todo esto un misterio extraño. Elgenera es hombre demasiado prudente parahaber abandonado de esta manera su ejército lavíspera de una batalla, sin haber hecho al me-nos alguna observación a cualquiera de noso-tros. En cuanto a mí, no puedo creer, lo confie-so, que un acontecimiento extraño sea la causade su desaparición. Ayer llegaron unos pesca-

Page 514: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dores extranjeros a vender aquí su pesca, y seles alojó en el cuartel de los escoceses, esto es,en el mismo camino que el general siguió convos para ir a la abadía y volver, y uno de esospescadores fue quien acompañó al general conun farol. Pues bien, barca y pescadores desapa-recieron esta mañana, arrastrado por la mareade la noche.

––Lo que es yo ––dijo el lugarteniente––, nadaveo en esto que no sea natural, porque al fin,esas gentes no eran prisioneros.

––No, pero repito que uno de ellos fue quienalumbró al general y al caballero en el subte-rráneo de la abadía, y Digby nos ha confesadoque el general tenía malas sospechas de esagente. ¿Quién nos dice que esos pescadores noestuviesen en inteligencia con el caballero yque, dado el golpe, éste, que sin duda, es va-liente, no se quedara aquí para asegurarlo pormedio de su presencia, y para impedir que

Page 515: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nuestras investigaciones se dirigiesen haciapunto seguro?

Este discurso impresionó a los otros dos ofi-ciales.

––Caballero ––dijo Athos––, permitidme queos diga que vuestro razonamiento, muy espe-cioso en apariencia, carece, no obstante, de soli-dez en la parte que me concierne. Decís que mehe quedado para trastornar las sospechas; puesal contrario, señores, concibo las sospechas lomismo que vosotros, y afirmo que es imposibleque el general se haya ausentado la víspera deuna batalla sin decir nada a nadie. Sí, en todoesto hay un suceso extraño, y en vez de perma-necer ociosos y esperar, es menester desplegartoda la vigilancia y actividad posibles. Yo soyvuestro prisionero, señores, bajo mi palabra ode cualquier otro modo, pues mi honor estáinteresado en que se sepa qué ha sido del gene-ral Monk de tal modo, que si me dijeseis: “mar-chaos”, os respondería: “no, me quedo”; y si me

Page 516: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

preguntaseis mi parecer, añadiría: “sí, el gene-ral es víctima de alguna conspiración, porquede haber dejado el campamento lo hubiese di-cho a alguien”. Buscad, pues, registrad en latierra y en el mar; el general no ha salido deaquí, y, si lo ha hecho, no ha sido al menos porsu propia voluntad.

El lugarteniente hizo un ademán a los otrosoficiales.

––No, caballero ––dijo––, ya vais demasiadolejos. El general no tiene que temer de los acon-tecimientos, pues al contrario é1 es quien los di-rige. Lo que hace ahora el general Monk lo hahecho muchas veces, y hacemos nosotros malen alarmarnos; su ausencia será de corta du-ración, seguramente; con que guardémonosbien, por una pusilanimidad, que él considera-ría un crimen, de publicar su ausencia; que po-dría desmoralizar el ejército. El general nos dauna prueba evidente de la confianza que tieneen nosotros; mostrémonos dignos de ella. Seño-

Page 517: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

res, que el más profundo secreto cubra todoesto con un velo impenetrable, y guardemostambién al caballero, no por desconfianza conrelación al crimen, sino para asegurar más efi-cazmente el secreto de la ausencia del general,concentrándolo entre nosotros; de modo quehasta nueva orden, el caballero habitará el cuar-tel general.

––Señores ––dijo Athos––, no tenéis presenteque el general me ha confiado esta noche undepósito sobre el cual debo vigilar. Ponedme laguardia que gustéis, condenadme si os parece,pero dejadme por cárcel la casa que habito. Osaseguro que el general os haría un cargo porhaberle disgustado en esto.

Los oficiales consultáronse un momento, y,después de esta consulta dijo el lugarteniente:

––Bien, señor, regresaréis a vuestra casa.

Page 518: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Luego, dieron a Athos una guardia de cin-cuenta hombres que lo encerró en su casa, sinperderlo de vista un solo instante.

El secreto quedó guardado; mas las horas ylos días pasaron sin que el general volviese ysin que nadie tuviese noticias suyas. ,

XXVIII

EL CONTRABANDO

Dos días después de los acontecimientos quehemos relatado, y mientras esperaban a cadainstante en su campamento al general Monk,que no regresaba, una pequeña falúa holande-sa, tripulada por diez hombres, echó el ancla enla costa de Scheveningen, a un tiro de cañónpoco más o menos de tierra. Era noche cerrada,mucha la obscuridad, y la hora excelente paradesembarcar viajeros o mercancías. La rada deScheveningen forma una especie de media lu-

Page 519: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

na, es poco profunda, y, sobre todo, poco segu-ra.; de modo, que no se ven estacionar en ellasino grandes buques flamencos, o esas barcasholandesas que los pescadores sacan a la arenasobre ruedas, como hacían los antiguos; segúnasegura Virgilio. Cuando se hinchan las olas yempuja la corriente hacia tierra, no es muyprudente dejar que las embarcaciones lleguendemasiado cerca de la costa; porque si haceviento fresco, como la arena de la costa es mo-vediza y esponjosa, los buques encallan y no esfácil sacarlos de nuevo a flote. Por esta razón,sin duda, la chalupa desprendióse del buque enel instante que éste echó ancla, que llegó a tierracon ocho de sus marineros, en medio de loscuales se divisaba un objeto de forma oblongaque parecía un gran fardo o canasto.

La ribera estaba desierta, y los pocos pescado-res que habitaban la playa se habían acostado.El único centinela que custodiaba la costa (malguardada, por ser imposible el desembarco deun buque de gran porte), sin poder seguir el

Page 520: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ejemplo de los pescadores que fueron a descan-sas, les había imitado en cuanto a dormir en elfondo de su garita, tan profundamente comoaquéllos lo hicieran en sus amas. El único ruidoque se oía era el silbido de la brisa nocturna;corriendo por entre los arbustos de la playa.Pero, sin duda, eran desconfiadas aquellas gen-tes que se acercaban, pues no las tranquilizabanese silencio real ni esta soledad aparente. .Así esque su chalupa, visible apenas como un puntosombrío en el Océano, se deslizó sin ruido, evi-tando remar, y fue a tocar tierra en un sitio máscercano.

Apenas tocó fondo, un solo hombre saltó fue-ra de la barca, después de dar una breve ordencon voz que denotaba la costumbre del mando.A consecuencia de esta orden relucieron inme-diatamente muchos mosquetes a las débilesclaridades del mar, y el fardo oblongo de queya hemos hablado, que sin duda guardaba al-gún objeto de contrabando, fue transportado atierra con muchas precauciones. Al mismo

Page 521: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tiempo, el hombre que había desembarcadoprimero, corrió diagonalmente hacia, la aldeade Scheveningen, dirigiéndose al extremo masavanzado del bosque. Allí buscó la casa que yahemos entrevisto en una ocasión a través de losárboles, y que designamos entonces como lamorada provisional y modesta de aquel a quienpor cortesía llamaban rey de Inglaterra.

Dormían todos allí como en la playa; sólo unperro enorme de la casta de aquellos que lospescadores de Scheveningen atan a sus carre-tones para transportar su pesca a La Haya, em-pezó a dar formidables ladridos en el momentoen que oyó delante de las ventanas los pasosdel extranjero. Pero esta vigilancia, en vez deasustar al desconocido, pareció por el contrarioproducirle grande alegría, porque su voz hu-biera sido insuficiente quizá para despertar alas gentes de la casa, además de que con unauxilio de tal importancia era casi inútil. Es-peró, por tanto, el extranjero a que los ladridossonoros y reiterados hubiesen producido su

Page 522: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

efecto, y entonces se aventuró a llamar. A suvoz se puso a ladrar el perro con tanta violen-cia, que al momento sonó en el interior otra vozque apaciguaba al perro. Después de haberconseguido esto.

–– ¿Qué deseáis? preguntó aquella voz, a unmismo tiempo débil y cascada.

––Pregunto por Su Majestad el rey Carlos II ––dijo el extranjero.

–– ¿Para qué?

––Quiero hablarle.

–– ¿Quién sois?

–– ¡Ah! ¡Diantre! Preguntáis demasiado,amigo, y no me gusta dialogar a las puertasde las casas.

––Decidme solamente vuestro nombre:

––Tampoco me gusta decir mi nombre al airelibre; además, estad tranquilo, que no me co-

Page 523: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

meré a vuestro perro; ruego a Dios que él use lamisma cortesía con respecto a mí.

––Tal vez traigáis noticias, ¿no es verdad, ca-ballero? ––repuso la voz, paciente y preguntonacomo la de un viejo.

––Os respondo que traigo noticias y ¡noticiasque no se esperan! Abrid; pues, si gastáis.

––Caballero ––prosiguió el anciano––, ¿creéispor vuestra alma y conciencia que tales noticiasvalen la pena de despertar al rey?

––Por el amor de Dios, querido amigo, desco-rred los cerrojos, que os juro no os arrepentiréisdel trabajo que os habéis tomado por ello; pala-bra de honor.

––Sin embargo, caballero; no puedo abrirossin que me digáis vuestro nombre.

–– ¿Conque es necesario?

––Esa es la orden de mi amo, señor.

Page 524: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Pues bien, oíd mi nombre! ... Pero, osjuro que mi nombre no os enseñará nada ab-solutamente.

––No importa, decidlo.

–– Soy el caballero de Artagnan. La voz ex-haló un grito.

–– ¡Ah! ¡Dios mío! ––dijo el viejo del otro ladode la puerta––. ¡El señor de Artagnan! ¡Quéfortuna! Bien decía yo que esa voz no me eradesconocida.

–– ¡Calle! ––dijo Artagnan––. ¿Conocen aquími voz? ¡Es gracioso!

–– ¡Oh! Sí, la conocen––murmuró el ancianodescorriendo los cerrojos––, y he aquí la prue-ba.

Y diciendo estas palabras introdujo a Artag-nan, quien a la luz de la linterna que llevaba ala mano, reconoció a su obstinado interlocutor.

Page 525: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Diantre! ––exclamó––. ¡Es Parry! No debídudar.

––Parry, sí, señor de Artagnan, soy yo. ¡Quealegría volveros a ver!

––Habéis dicho bien: “¡qué alegría!” ––exclamó Artagnan estrechando las manos delviejo.

––Vais a avisar al rey, ¿no es verdad?

––Pero el rey está durmiendo, caballero.

–– ¡Cáscaras! Despertadle, que no os reñirápor haberle incomodado, yo os lo, digo.

––Venís de parte del conde, ¿no es así?

–– ¿De cuál?

––Del conde de la Fére.

–– ¿De parte de Athos? No, no; vengo de-parte mía. . ¡Vamos, pronto, Parry, úrgemever al rey!

Page 526: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Parry no creyó deber resistir por mástiempo, pues conocía a fondo a Artagnan, ysabía que, aunque gascón, sus palabras noprometían nunca lo que no podían cumplir.Atravesó un patio y un reducido jardín, yaquietó al perro, que quería seriamente mor-der al mosquetero, y fue a llamar al ventanillode una habitación que formaba el piso de unpabellón muy reducido.

Al mismo tiempo un perrillo que habitabaaquella sala respondió al perro grande quehabitaba el patio.

–– ¡Pobre rey! ––murmuró Artagnan para sí––. Éstos son sus guardias de Corps; aunque nopor eso está peor guardado.

–– ¿Qué sucede? ––preguntó el rey desdeel fondo de la habitación.

––Señor; es el caballero de Artagnan quetrae noticias. “

Page 527: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Oyó entonces ruido en la habitación, se abrióuna puerta, y una gran claridad inundó el jar-dín y los corredores.

El monarca trabajaba a la luz de una lámpara.Sobre su pupitre veíanse una multitud de pape-les, y había comenzado el borrador de una car-ta, que denunciaba, por sus muchas tachaduras,el trabajo que le costaba escribirla.

––Pasad, caballero––dijo volviéndole.

Y viendo después al pescador:

–– ¿Qué me decíais, Parry? ¿Dónde se halla elseñor de Artagnan? ––preguntó Carlos.

––En vuestra presencia ––dijo Artagnan.

–– ¿Con ese traje?

–– Sí, miradme, Majestad. ¿No me reconocéispor haberme visto en Blois, en las antecámarasdel rey Luis XIV?

––Sí, tal, caballero, y todavía recuerdo que tu-ve mucho que elogiar en vos.

Page 528: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Artagnan se inclinó.

––Para mí era un deber sagrado conducirmecomo lo hice, desde que supe que trataba conVuestra Majestad.

–– ¿Decís que me traéis nuevas?

––Sí, Majestad.

–– ¿De parte del rey de Francia?

––No a fe mía. Vuestra Majestad ha podidoconocer ya que el rey de Francia no se ocupamás que de sí mismo.

Carlos alzó los ojos al cielo.

––No ––continuó Artagnan––, no, Majestad.Traigo nuevas, todas compuestas de hechospersonales, y me atrevo a esperar que escucha-réis favorablemente hechos, y noticias.

––Hablad, caballero.

Page 529: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Si no me equivoco, Vuestra Majestadhabló mucho en Blois del mal estado de susnegocios en Inglaterra.

Carlos se ruborizó.

––Caballero ––dijo––, sólo al rey de Franciareferí...

–– ¡Oh! Vuestra Majestad se equivoca ––dijofríamente el mosquetero––––; yo sé hablar a losreyes en la desgracia, y no me hablan lo mismoa mí cuando están en la fortuna; una vez ventu-rosos, ya no me miran. Yo tengo para VuestraMajestad, no sólo un profundo respeto, sino lamás absoluta adhesión, y esto, en mí, creedme,significa algo. Cuando oí a Vuestra Majestadquejarse de su destino, vi que erais noble, gene-roso, y que sabíais sobrellevar la desgracia.

––En verdad ––dijo Carlos sorprendido––, ig-noro lo que debo preferir, si vuestras libertadeso vuestros respetos.

Page 530: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Ahora mismo escogeréis, señor elijo Artag-nan––. Decía que Vuestra Majestad se quejaba asu hermano Luis XIV de la dificultad que en-contraba para penetrar en Inglaterra y subir asu trono sin hombres ni dinero.

Carlos hizo un movimiento de impaciencia.

––Y el principal obstáculo que encontraba, ensu camino ––continuó Artagnan––, era ciertogeneral en jefe de los ejércitos del Parlamento,que allá en Inglaterra desempeñaba el papel deotro Cromwell. ¿No dijo esto Vuestra Majestad?

––Sí, pero repito, caballero, que esas palabraseran únicamente para los oídos del rey.

––Pues veréis, Majestad, cuánta suerte ha sidoque cayeran en los de su teniente de mosquete-ros. Ese hombre que tanto estorbaba a VuestraMajestad era el general Monk, según creo. ¿Oíbien su nombre, Majestad?

El rey no podía volver de su asombro y mira-ba ora al risueño semblante, del mosquetero,

Page 531: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ora a la ventana que había abierto Artagnan:Pero antes de que hubiera fijado sus ideas, ochode los hombres del mosquetero, porque losotros dos quedaron guardando el barco, tra-jeron aquel objeto, de figura oblonga que ence-rraba de momento los destinos de Inglaterra.

––Sí, caballero; mas ¿a qué vienen todas esaspreguntas?

–– ¡Oh! Lo sé muy bien, señor; la etiqueta noquiere que se interrogue a los reyes; mas, espe-ro que Vuestra Majestad me dispensará quefalte a ella. Vuestra Majestad añadía que si lefuese posible verlo, conferenciar con él y tenerloa su presencia, triunfaría, bien fuese por lafuerza o par la persuasión, de ese obstáculo,que era el único insuperable que se le presenta-ba en su camino.

––Todo eso es cierto, caballero; mi destino; miporvenir, mi obscuridad o mi gloria dependende ese hombre; pero, ¿qué deducís dé ahí?

Page 532: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Una sola cosa: que si el general Monk es unestorbo hasta el punto que decís, sería conve-niente desembarazar de él a Vuestra Majestad oconvertirlo en aliado.

––Caballero, un rey que no tiene ejército ni di-nero, puesto que habéis escuchado la conversa-ción con mi hermano, nada puede intentar con-tra un hombre como Monk.

––En efecto, esa era vuestra opinión, lo sémuy bien; pero, felizmente para vos, no eratambién la mía.

–– ¿Qué queréis decir?

––Que sin soldados y sin millón he hecho yolo que Vuestra Majestad no creía poder hacersino con ambas cosas.

–– ¡Cómo! ¿Qué decís? ¿Qué habéis hecho?

¿Qué he hecho, preguntáis? ¡Pues bien, fuiallá a prender a ese, hombre que estorbaba aVuestra Majestad!

Page 533: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

¿A Inglaterra? ––Precisamente, Majestad.. ––¿Fuisteis a prender a Monk a Inglaterra?

––¿Habré hecho mal por ventura? ––¡En ver-dad... estáis loco, caballero!

––Nada de eso, Majestad. ¿Habéis apresado aMonk? ––Sí, Majestad.

¿Dónde?

––En pleno campamento.

El rey estremecióse de impaciencia_ y se en-cogió de hombros.

Y habiéndole apresado en la calzada de New-castle ––continuó Artagnan––, se lo traigo aVuestra Majestad.

¡Me lo traéis! ––exclamó el rey, casi indignadode lo que consideraba como una mixtificación. ––Sí, Majestad ––siguió Artagnan en el mismotono––, os lo traigo; allá abajo está en una grancaja con agujeros, para que pueda respirar.

–– ¡Dios santo!

Page 534: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––¡Oh! Tranquilizaos, señor, se ha tenido cone1 el mayor cuidado; así es que llega en buenestado, y perfectamente acondicionado. ¿DeseaVuestra Majestad verle y charlar con él, o hacer-le tirar al agua?

–– ¡Oh! ¡Dios mío! ––repitió Carlos––. ¿Decísverdad, caballero? ¿No me insultáis con algunaindigna burla? ¿Habréis llevado ––a términoese rasgo inaudito de audacia y de genio? ¡Im-posible!

–– ¿Me permite Vuestra Majestad que abra es-ta ventana? ––dijo Artagnan abriéndola.

El rey no tuvo tiempo siquiera para contestar.Artagnan dio un silbido agudo' y prolongadoque repitió tres veces en el silencio de la noche.

––Aquí ––dijo–– van a traérselo a Vuestra Ma-jestad.

XXIX

Page 535: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ARTAGNAN TEME HABER PUESTO SUDINERO Y EL DE PLANCHET EN NEGOCIORUINOSO

El rey no podía volver de su asombro, y mi-raba ora al risueño semblante del mosquetero,ora a la ventana que había abierto Artagnan.Pero antes de que hubiera fijado sus ideas,ocho, de los hombres del mosquetero, porquelos otros dos quedaron guardando el barco, tra-jeron aquél objeto de figura oblonga que ence-rraba de momento los destinos de Inglaterra.

Antes que saliera de Calais, Artagnan habíahecho confeccionar en esta ciudad una especiede féretro bastante ancho y profundo para queun hombre pudiera moverse cómodamente enél. El fondo y las paredes estaban acolchados, yformaban un lecho bastante dulce para que losvaivenes no pudieran convertir aquella caja enuna especie de trampa. La rejilla de que Ar-tagnan había hablado al rey, era semejante a la

Page 536: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

visera de un casco, y estaba colocada a la alturade la cabeza del hombre, y fabricada de tal mo-do, que la menor presión podía ahogar un grito,y, en caso necesario la persona que gritase.

Artagnan conocía tan bien a su tripulación y asu prisionero, que había temido dos cosas du-rante el camino, o que el general prefiriese lamuerte a tan extraña esclavitud y se hicieseahogar a fuerza de querer gritar, o que su gentese dejara seducir por las ofertas del prisionero,y lo pusiesen a él en la caja en lugar de Monk.

Así es que Artagnan había pasado los dos dí-as y, las dos noches cerca del cofre, solo con elgeneral ofreciéndole vino y alimentos que habíarehusado, y siempre pretendiendo tranquilizar-le sobre el destino que le aguardaba después detan extraño cautiverio. Dos pistolas sobre lamesa y su espada desnuda aseguraban a Ar-tagnan con respecto a las indiscreciones deafuera.

Page 537: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Pero al llegar a Scheveningen quedó absolu-tamente tranquilo. Sus, hombres temían muchotodo conflicto con los señores de la tierra, yademás había interesado en su causa a aquélque moralmente le servía de teniente, y a quienhemos oído responder al nombre de Mennevi-lle. Éste no era un hombre vulgar, pues teníaque arriesgar más que los otros, a causa, de quetenía mas conciencia. Creía en un porvenir alservicio de Artagnan, y por tanto, primero sehubiese hecho despedazar que violar la consig-na dada por el jefe. De suerte que, al punto quedesembarcaron, Artagnan le confió la caja y larespiración del general, mandándole al mismotiempo que hiciera transportar la caja, por lossiete hombres, tan pronto como escuchase eltriple silbido. Ya hemos visto que obedeció elteniente.

Estando ya el cofre en la casa del rey, Artag-nan despidió a los suyos con una graciosa son-risa, y les dijo:

Page 538: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Señores, habéis hecho un gran servicio aSu Majestad el rey Carlos II, que antes de seissemanas será rey de Inglaterra. Vuestra gra-tificación será doble; marchaos, y aguardadmeen la barca.

Dicho lo cual todos partieron llenos de ale-gría, de tal manera que espantaron al mismoperro.

Artagnan había ordenado llevar el cofre a laantecámara del rey, cuyas puertas cerró conmucho cuidado, diciendo en seguida al general,después de haber abierto la caja.

––Mi general, tengo muchas excusas que da-ros; mis maneras no han sido dignas de unhombre como vos; lo sé muy bien; pero yo teníanecesidad de que me tomaseis por un patrón debarco. Además, Inglaterra es un país muy in-cómodo para los transportes, y espero que todoesto lo tomaréis en consideración. Pero una vezaquí, mi general, sois libre de levantaros y an-dar.

Page 539: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Dicho esto, cortó las ligaduras que sujetabanlos brazos y las manos del general, el cual selevantó y sentóse con la tranquilidad de quienespera la muerte. Entonces abrió Artagnan lapuerta del gabinete de Carlos.

–– Majestad ––dijo––, aquí está vuestroenemigo, el señor Monk; me había prometidohacer esto en vuestro servicio. Ya está hecho;mandadme ahora. Caballero Monk añadió,volviéndose ––hacia el prisionero––, estáis an-te Su Majestad el rey Carlos II, soberano se-ñor de la Gran Bretaña.

Monk alzó sobre el joven príncipe su mi-rada fríamente estoica, y contestó:

––Yo no conozco a ningún rey de la Gran Bre-taña; yo no conozco aquí a nadie que sea dignode llevar el nombre de caballero, porque ennombre del rey Carlos II un emisario a quiéntenía por hombre honrado, llegó a tenderme uninfame lazo. He caído en ese lazo, tanto peorpara mí. Ahora vos, el tentador —dijo al rey––,

Page 540: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

vos, el ejecutor ––dijo a Artagnan––, recordadlo que voy a deciros: tenéis mi cuerpo y podéismatarle, a lo cual os incito, porque nunca ten-dréis mi alma, ni mi voluntad. Y ahora no mepreguntéis ni una palabra, porque desde estemomento ni aun abriré la boca para gritar. Hedicho.

Y pronunció estas palabras con la resoluciónferoz del más exagerado puritano. Artagnanmiró a su prisionero como hombre que sabe elvalor de cada palabra, y que fija este valor se-gún el tono con que han sido pronunciadas.

––El hecho es ––dijo con voz muy baja al rey––, que el general es un hombre decidido; hacedos días que no ha querido tomar un bocado depan, ni beber una gota de vino. Más, como apartir de este momento, es Vuestra Majestadquien decide de su suerte, yo me lavo las ma-nos, como dijo Pilatos.

Monk estaba de pie, pálido y resignado, conla mirada fija y los brazos cruzados.

Page 541: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan volvióse hacia él.

––Comprenderéis perfectamente ––le dijo––,que vuestra frase, muy bella por lo demás, nopuede convenir a nadie, ni aun a vos mismo. SuMajestad deseaba hablaros, y vos os negabais auna entrevista, pero yo he hecho esta entrevistainevitable. ¿Por qué, ahora que estáis frente afrente, y que lo estáis vos por una fuerza inde-pendiente de vuestra voluntad, por qué habéisde obligarnos a rigores que yo juzgo inútiles yabsurdos? Hablad, aunque no sea más que paradecir no.

Monk no despegó los labios ni volvió siquieralos ojos: se acariciaba el bigote con aire que de-mostraba que las cosas iban a empeorar.

Durante este tiempo había caído Carlos enprofunda reflexión. Se encontraba por primeravez frente a Monk, esto es, de aquel hombre aquien tanto había deseado ver, y con ese golpede vista particular que Dios ha dado al águila y

Page 542: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

a los reyes, había sondeado el abismo de sucorazón.

Veía, pues, a Monk resuelto a morir antes quehablar, lo cuál no era extraordinario por partede un hombre tan importante, y cuya heridadebía ser en aquel momento tan cruel. En elmismo instante tomó Carlos II una de esas de-terminaciones en las que un hombre vulgarjuega su vida, un general su fortuna y un reysu corona.

–– Caballero ––dijo a Monk––, tenéis mucharazón en ciertos puntos. Yo no os ruego qué merespondáis, sino que me escuchéis.

Aquí hubo un momento de silencio, duranteel cual el monarca miró a Monk, que permane-ció impasible,

––Ahora poco me habéis hecho un cargo do-loroso; caballero ––continuó el rey––. Habéisdicho que uno de mis delegados había ido aNewcastle a preparaos una emboscada, y esto,

Page 543: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dicho de paso, no debe haberlo comprendido elseñor de Artagnan, a quien estáis viendo, y alcual antes de todo debo dar las más expresivasgracias por su generoso y heroico sacrificio.

Artagnan saludó con respeto. Monk no pesta-ñeó.

–– Porque el señor de Artagnan; y observadbien, caballero Monk, que no os digo esto pordisculparme, ha ido a Inglaterra por su propioimpulso; sin interés alguno, sin orden y sin es-peranza, como un verdadero caballero que es;por hacer servicio a un rey desdichado y paraañadir a las ilustres acciones de su existencia unhermoso rasgo más.

Artagnan se ruborizó un poco y tosió, toman-do cierta actitud. Monk no se movió.

–– ¿No creéis en lo que os manifiesto, caba-llero Monk? prepuso el rey.

Page 544: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Comprendo eso; semejantes pruebas dedesprendimiento son tan raras que se podíadudar de su realidad.

––Muy mal hará el señor, no creyéndoos ––exclamó Artagnan––, porque lo que VuestraMajestad acaba de decir es la pura verdad, ytanto, que según me parece, al ir en busca delgeneral, he hecho una cosa que todo lo contra-ría. Si esto es así, voy a desesperarme.

––Señor de Artagnan ––murmuró el rey to-mando la mano del mosquetero––, me tenéismás obligado, creedme, que si hubieseis llevadoa cabo el triunfo de mi causa, porque me habéisrevelado un amigo incógnito, al cual siempreviviré reconocido y siempre amaré.

Y le apretó cordialmente la mano. ––Y unenemigo ––continuó saludando a Monk––, aquien apreciaré ahora en su valor.

Los ojos del puritano lanzaron un relámpago,pero uno sólo; y su semblante, iluminado un

Page 545: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

instante por él, volvió a su impasibilidad som-bría.

––Ahora, caballero Artagnan continuó Car-los––, oíd lo que ha sucedido: el señor conde dela Fère, a quien conocéis, según creo, salió paraNewcastle.

–– ¡Athos! ––exclamó Artagnan.

—Sí, me parece que ése es su nombre deguerra. El conde de la Fère salió para Newcas-tle, y tal vez iba a reducir al general a teneruna conferencia conmigo o con los de mi par-tido, cuando, según parece, vos habéis inter-venido violentamente en la negociación.

–– ¡Cáscaras! ––exclamó Artagnan––. Sin du-da era él quien entraba en el campamento lamisma noche que yo penetré con mis pescado-res.

Un imperceptible fruncimiento de cejas deMonk dio a entender a Artagnan que Habíaadivinado.

Page 546: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, sí, creí reconocer su estatura, oír su voz.¡Maldito sea yo! ¡Oh! Señor, perdonadme; creía,no obstante, haber conducido bien mi barca.

––Nada hay de malo en esto, caballero ––dijoel ,rey––, sino que el general me acusa de haber-le hecho tender un lazo, lo cual no es verdad.No, general; no son ésas las armas que contabausar con vos; muy pronto lo veréis. Y entretan-to, cuando yo os doy mi palabra de hidalgo,creedme, señor, creedme. Ahora, caballero deArtagnan, escuchad.

––Escucho de rodillas, Majestad.

–– ¿Sois mío, no es verdad?

––Vuestra Majestad lo ha visto.

––Bien. Basta la palabra de un hombre co-mo vos, mucho más cuando va acompañadade acciones. General, seguidme. Venid connosotros, caballero Artagnan.

Page 547: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan, bastante sorprendido, se apresuróa obedecer. Salió Carlos II, Monk le siguió yArtagnan a Monk. Carlos II tomó el camino queel mosquetero había traído, y el aire fresco delmar vino a herir muy pronto el rostro de lostres paseantes nocturnos; a cincuenta pasos másallá de una portecilla que Carlos abrió, se en-contraron en la playa y enfrente del Océanoque, habiendo dejado decrecer, reposaba en laribera como un monstruo fatigado.

Pensativo Carlos II, marchaba con la cabezainclinada y las manos debajo de su capa. Monkseguíale con los brazos libres y la mirada in-quieta, y Artagnan detrás con la mano sobre elpomo de su espada.

–– ¿Dónde está el buque que os ha traído, se-ñores? ––preguntó Carlos al mosquetero.

––Allá abajo, Majestad; tengo siete hombres yun oficial que me esperan en esa barquillaalumbrada por un farol.

Page 548: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah, sí! La han sacado a la arena, ya la veo;pero, en verdad, no habréis venido de Newcas-tle en esa barca.

–– No, Majestad; yo había fletado por micuenta una falúa que ha echado anclas a un tirode la playa. En esa falúa hemos hecho el viaje.

–– Caballero ––dijo el rey a Monk––, sois li-bre.

Por firme de voluntad que fuera Monk nopudo contener, una exclamación. El rey hizo unsigno afirmativo con la cabeza, y continuó:

––Vamos a despertar a un pescador de estaaldea que botará su barco esta misma noche yos llevará donde le mandéis. E1 señor de Ar-tagnan a quien pongo bajo la salvaguardia devuestra lealtad, escoltará a Vuestro, Honor.

Monk dejó escapar un murmullo de asombro,y Artagnan un profundo suspiro. El rey, sin quenada notase al parecer, llamó al enrejado de

Page 549: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

pino que cerraba la cabaña del primer pescadorhabitante de la playa.

–– ¡Hola! Kéyser––gritó––, ¡despierta!

–– ¿Quién me llama? ––gritó el pescador.

––Yo, el rey Carlos.

–– ¡Ah! Milord ––exclamó Kéyser levantándo-se envuelto en la vela, en la que se acostabacomo en una hamaca––, ¿qué he de hacer envuestro servicio?

––Patrón Kéyser ––dijo Carlos––, apareja so-bre la marcha; aquí tienes un pasajero que fletatu barco y que te pagará espléndidamente: sír-vele.

Y el rey dio unos pasos atrás para que Monkhablase libremente con el pescador.

––Quiero pasar a Inglaterra ––dijo Monk, quehablaba holandés lo preciso para que le enten-dieran.

Page 550: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Al instante ––dijo el patrón––, al instantemismo, si queréis.

–– ¿Pego será muy largo? ––dijo Monk.

––Menos de media hora, señor; mi hijo el ma-yor está aparejando en este momento, porque alas tres de la mañana debíamos salir a la pesca.

––Y bien, ¿está ya? ––preguntó Carlos acer-cándose.

––Menos el precio ––dijo el pescador––, sí,Majestad.

––Eso, es cosa mía ––repuso Carlos––; el señores amigo mío. Monk se estremeció y miró aCarlos.

––Bien, milord ––replicó Kéyser. En aquelmomento se oyó al hijo mayor de Kéyser quetocaba, desde la playa, un cuerno de buey.

––Podéis partir, señores ––dijo el rey.

––––Señor––dijo Artagnan––, ¿quiere vuestraMajestad concederme algunos minutos? Tenía

Page 551: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

enganchados unos hambres, y como me voy sinellos, será menester que les avise.

––Silbadles ––dijo Carlos sonriendo.

Artagnan silbó, en efecto, mientras el patrónKéyser respondía a su hijo, y acudieron cuatrohombres conducidos por Menneville.

––Ya estáis pagados ––murmuró Artagnan,dándoles una bolsa que contenía dos mil qui-nientas libras en oro––. Id a esperarme a Calais,donde sabéis.

Y Artagnan, dando un prolongado suspiro,puso la bolsa en manos de Meinneville.

–– ¡Cómo! ¿Nos dejáis? ––exclamaron loshombres.

––Por poco tiempo ––contestó Artagnan––, opor mucho. ¡Quién sabe! Con esas dos mil qui-nientas libras; y las otras dos mil que ya tenéisrecibidas, estáis pagados, según nuestro conve-nio. Separémonos, pues, hijos míos.

Page 552: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Pero y el barco?

–– No os sobresaltéis por eso. Nuestros efec-tos están en la falúa.

––Iréis a buscarlos, y al momento os pondréisen marcha.

––Bien, mi comandante. Artagnan se volvióhacia Monk, y le dijo:

––Caballero, espero vuestras órdenes, porquevamos a marchar juntos, a menos que mi com-pañía ha os sea desagradable.

––Al contrario, caballero ––dijo Monk.

–– ¡Vamos, señores, a bordo! –– gritó el hijode Kéyser.

Carlos saludó dignamente al general, y le di-jo:

––Me perdonaréis el contratiempo y la vio-lencia que habéis sufrido, cuando estéis per-suadido de que no los he causado yo.

Page 553: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Monk se inclinó profundamente sin respon-der. Carlos, por su parte, afectó no decir unapalabra, en particular a Artagnan; pero en vozalta:

––Gracias os doy otra vez, caballero ––le dijo––; gracias por vuestros servicios. Ya os seránpagados por Dios, que espero reserve para mísolo el sufrimiento y las pruebas.

Monk siguió a Kéyser y a su hijo, y se embar-có con ellos.

Artagnan los siguió, murmurando:

–– ¡Ah! ¡Mi pobre Planchet! Mucho temo quehayamos hecho una mala especulación.

XXX

LAS ACCIONES DE LA SOCIEDAD“PLANCHET Y COMPAÑÍA”

PONENSE ALA PAR

Page 554: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Durante la travesía, Monk no dirigió la pala-bra a Artagnan sino en los casos de necesidadurgente. De modo que cuando el francés tarda-ba en presentarse a la hora de la comida (pobrecomida, compuesta de pescado salado, galleta yginebra), Monk le invitaba:

–– ¡A la mesa, señor!

Esto era todo cuanto le decía. Justamente,porque Artagnan era en las grandes ocasionesen extremo conciso, no sacó de esta concisiónningún favorable augurio para el éxito de sumisión. Además, como tenía mucho tiempo desobra, se quebraba la cabeza investigando cómohabía visto Athos a Carlos II; cómo había tra-mado con él aquel viaje, y cómo, por fin, habíaentrado en el campamento de Monk; y el pobreteniente de mosqueteros se arrancaba un pelode su bigote cada vez que pensaba en Athos erasin duda el caballero que acompañaba Monk lafamosa noche del rapto.

Page 555: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

En fin, después de dos noches y dos días denavegación, el patrón Kéyser tocó tierra en ellugar donde Monk, que había dado las órdenesdurante la travesía, mandó que lo desembarca-sen. Era, precisamente, la embocadura de aquelrío, cerca del cual había elegido Athos su habi-tación.

El día declinaba, y un sol hermoso, semejantea un escudo de hierro candente, sumergía laextremidad inferior de su disco en la línea azuldel mar. La falúa seguía sirgando y remontandoel río, muy ancho en aquel sitió; pero Monk, enmedio de su impaciencia, mandó saltar en tie-rra, y la canoa de Kéyser condújolo en compa-ñía de Artagnan a la fangosa orilla del río, entrejuncos y cañas.

Artagnan, resignado a la obediencia; siguió aMonk del mismo modo que el oso encadenadosigne a su dueño; pero su posición le humillabaen demasía, y murmuraba en voz baja que el

Page 556: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

servicio de los reyes era muy penoso, y que elmejor de todos no valía nada.

Monk andaba a pasos apresurados. Hubiérasedicho que aún no estaba muy seguro de haberreconquistado la tierra de Inglaterra, aun cuan-do ya se divisaban claramente las pacas casasde los marineros y pescadores; esparcidas en elreducido muelle de aquel humilde puerto. Depronto exclamó Artagnan.

–– ¡Ah! ¡Dios me perdone, aquella casa estáardiendo!

Monk alzó los ojos y vio efectivamente que elfuego comenzaba a devorar una casa. El fuegohabía prendido en un cobertizo pequeño inme-diato a ella, cuyo tejado comenzaba a arder, y elviento fresco de la noche venía en ayuda del in-cendio.

Los dos viajeros apresuraron el paso, oyerontremendos gritos, y vieron al acercarse soldadosque movían sus armas y que extendían el puño

Page 557: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cerrado hacia la casa incendiada. Sin duda estaocupación amenazadora había hecho que noadvirtiesen la llegada de la falúa.

Monk se detuvo un momento, y por vez pri-mera formuló su pensamiento con palabras.

–– ¡Eh!––dijo––. Esos no serán mis solda-dos, sino los de Lambert. Estas palabras con-tenían a la vez un dolor, una aprensión y unareconvención, que Artagnan comprendió a lasmil maravillas.

––En efecto, durante la ausencia del gene-ral, Lambert podía haber dado la batalla, de-rrotando, dispersando a los parlamentarios, ytomando con su ejército las posiciones deMonk, privado de su más firme apoyo. A estaduda, que pasó del espíritu de Monk al suyo,hizo Artagnan este razonamiento:

“Una de dos: o Monk ha dicho la verdad, y nohay más que lambertístas en el país, es decir,enemigos que me recibirán bien, pues a mí de-

Page 558: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

berán la victoria, o no ha cambiado: nada, yMonk, entusiasmado de alegría, encontrandosu campamento en el mismo sitio, no será de-masiado duro en sus represalias.”

Pensando así, avanzaban los dos viajeros, ycomenzaban a encontrarse en medio de ungrupo de marineros que veían con dolor arderla casa, pero que nada osaban decir, asustadospor las amenazas de los soldados. Monk diri-giese a uno de los marineros.

–– ¿Qué sucede aquí? ––preguntó.

––Caballero ––contestó el hombre sin reco-nocer a Monk como oficial, envuelto corno ibaen su capa––; lo que hay es que esa casa esta-ba habitada por un extranjero, y que ese ex-tranjero se ha hecho sospechoso a los solda-dos. Entonces, han intentado penetrar en sucasa a pretexto de conducirle al campamento;pero él, sin asustarse por su número, ha ame-nazado de muerte al primero que pretendierafranquear el umbral de la puerta; y, como se

Page 559: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

encontrase uno que se arriesgara, el francés leha tendido en tierra de un pistoletazo.

–– ¡Ah! ¿Es un francés? ––exclamó Artagnan,frotándose las manos––. ¡Bueno!

–– ¿Cómo bueno? ––dijo el pescador.

––No, quería decir... además... Se me ha tra-bado la lengua.

––Luego, señor, han venido los otros, furiososcomo leones, y han tirado más de cien mosque-tazos sobre la casa; pero el francés estaba a cu-bierto detrás del muro, y, cada vez que se que-ría penetrar por la puerta, disparaba un tiro sulacayo, que lo hace perfectamente. Cada vezque amenazaban la ventana, aparecía la pistoladel amo. Contad, ya están siete hombres entierra.

––– ¡Ah! ¡Valiente compatriota! –– exclamóArtagnan––. Espera, voy a unirme contigo ydaremos cuenta de toda esta canallada.

Page 560: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Un instante, señor ––dijo Monk––, esperad.

–– ¿Mucho tiempo?

––No, el preciso para hacer una pregunta.

Volviendo luego hacia el marinero:

––Amigo mío ––preguntó con emoción queno pudo disimular a pesar de su fuerza sobre símismo––, ¿de quién son estos soldados?

–– ¿De quién han de ser, sino de ese endia-blado de Monk?

–– ¿Con que no se ha dado la batalla?

–– ¿Y para qué? El ejército de Lambert se de-rrite como la nieve en abril. Todos se van conMonk, oficiales y soldados, y dentro de ochodías no tendrá Lambert más de cincuenta hom-bres.

El pescador fue interrumpido por una nuevasalva de tiros lanzados sobre la casa, y por unnuevo pistoletazo que contestó a esta salva,

Page 561: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

echando por tierra al más atrevido de los agre-sores. La cólera de los soldados llegó al colmo.

El fuego iba en aumento, y un penacho dellamas y de humo aparecía como un turbiónsobre la casa. Artagnan no pudo contenerse pormás tiempo.

–– ¡Diantre! ––dijo a Monk, mirándole de re-ojo––. ¿Sois el general y dejáis que vuestrossoldados quemen casas y asesinen a la gente?¿Y miráis esto tranquilamente calentándoos lasmanos al fuego del incendio? ¡Cáscaras! ¡Nosois hombre!

––Paciencia, caballero, paciencia ––dijo Monk,sonriendo.

–– ¡Paciencia, paciencia! Hasta que esté asadoese caballero tan valiente, ¿no escierto?

Y Artagnan echó a correr.

Page 562: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Quedaos, señor ––dijo Monk, imperiosa-mente.

Y se adelantó hacia la casa. Precisamente,acababa de acercarse un oficial, que decía:

–– ¡La casa arde y vas a ser encadenado antesde una hora! Aún es tiempo; manifiesta lo quesepas del general Monk, y te concederemos lavida. Responde, o por san Patricio...

El sitiado no respondió; sin duda volvía acargar su pistola.

––Y han ido a buscar refuerzo ––prosiguió eloficial; dentro de una hora habrá cien hombresalrededor de esta casa.

––Para responder ––dijo el francés––, quieroque todo el mundo se aparte; deseo salir libre ymarchar solo al campamento, o si no me harématar aquí.

–– ¡Mil rayos! ––exclamó Artagnan . ¡Es la vozde Athos! ¡Ah, miserables!

Page 563: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y la espada de Artagnan lució fuera de la vai-na.

Monk lo contuvo y dijo con voz sonora, ade-lantándose:

–– ¡Pardiez! ¿Qué se hace aquí? Digby, ¿porqué este fuego? ¿Por qué estos gritos?

–– ¡El general! ––gritó Digby dejando caer laespada.

–– ¡El general! ––repitieron los soldados.

––Y bien, ¿qué hay en esto de extraño? ––dijoMonk con voz tranquila.

Y, ya restablecido el orden, añadió:

–– ¿Quién ha encendido este fuego?

Los soldados bajaron la cabeza.

–– ¡Qué! ¿Pregunto y no se me contesta? ––dijo Monk––. ¡Qué! ¿Reprendo y no se repara eldaño? ¡Me parece que aún está ardiendo esacasa!

Page 564: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Al instante lanzáronse los veinte hombresbuscando cubos, jarros y toneles, apagando elincendio con tanto ardor como habían emplea-do un momento antes en propagarlo. Más ya,ante todos y el primero Artagnan había aplica-do una escala a la casa, gritando:

–– ¡Athos! ¡Soy yo, Artagnan! ¡no me mates,amigo mío! Minutos después estrechaba alconde en sus brazos.

Durante este tiempo, Grimaud, que permane-cía tranquilo, desmantelada la fortificación delpiso bajo, y después de haber abierto la puerta,se cruzaba tranquilamente de brazos en el um-bral. Sólo a la voz de Artagnan había lanzadouna exclamación de asombro.

Apagado el fuego, los soldados se presenta-ron confusos, y Digby a la cabeza de ellos.

––General ––dijo éste––, perdonadnos. Lo quehemos hecho, ha sido por afecto a VuestroHonor, al que creíamos perdido.

Page 565: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––––Estáis locos, señores. ¡Perdido! ¿Se pierdeacaso un hombre como yo? ¿Por ventura, no meserá permitido ausentarme cuando me plazcasin avisar? ¿Acaso un caballero que es mi ami-go, mi huésped, debe ser sitiado, batido y ame-nazado de muerte, porque se sospeche de él?¿Qué significa esa palabra sospechar? ¡Dios mecastigue si no hago fusilar a todos los que aquíha dejado con vida ese valiente gentilhombre!

––General ––dijo Digby lastimeramente––éramos veintiocho, y ocho están en tierra.

––Yo autorizo al señor conde de la Fère paraque envíe a los otros veinte a unirse con losocho ––dijo Monk.

Y tendió la mano a Athos.

––Id al campamento ––dijo Monk. Señor Dig-by, quedáis arrestado un mes. Eso os enseñará,caballero, a no obrar otra vez sino conforme amis órdenes.

––Tenía las del lugarteniente, mi general.

Page 566: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––El lugarteniente no tiene que daros órdenessemejantes, y é1 guardará el arresto en vuestrolugar, si efectivamente os ha mandado quemarla casa de este gentilhombre.

––No es eso lo que ha ordenado, general, sinoque le llevásemos al campamento, pero el señorconde no ha querido seguirnos.

––No quise que entraran a saquear mi casa ––dijo Athos a Monk con mirada expresiva.

––Y habéis hecho bien. ¡Al campamento, osdigo!

Los soldados se alejaron con la cabeza baja..

––Ahora que permanecemos solos ––dijoMonk a Athos––, decidme, caballero, ¿por quéos obstinabais en permanecer aquí, puesto queteníais vuestra falúa?

––Os aguardaba, general ––dijo Athos––. ¿Nome había dado Vuestro Honor una cita paradentro de ocho días?

Page 567: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Una mirada elocuente de Artagnan demostróa Monk que estos dos hombres tan intrépidos ytan leales no estaban en inteligencia para surapto. Ya lo sabía él.

––Caballero –– dijo a Artagnan––, teníais mu-cha razón. Dejadme, si gustáis, hablar un mo-mento con el señor conde de la Fère.

Artagnan aprovechase del permiso para ir adar los buenos días a Grimaud.

Monk suplicó a Athos que le llevase a la casaque habitaba. La sala principal todavía estaballena de escombros y de humo. Más de cincuen-ta balas habían pasado por la ventana, y muti-lado las paredes.

Allí encontraron una mesa, un tintero y todolo preciso para escribir. Monk cogió una pluma,escribió una sola línea, firmó, dobló el papel,cerró la carta con el sello de su anillo, y la en-tregó a Athos, diciéndole:

Page 568: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Caballero, llevad, si queréis, esta carta alrey Carlos II, y marchad en este mismo instantesi nada os detiene aquí.

–– ¿Y los barriles?–– dijo Athos.

––Los pescadores que me han traído os ayu-darán a transportarlos a bordo. Marchad, si esposible, dentro de una hora.

––Sí, general ––dijo Athos.

–– ¡Señor de Artagnan! ––gritó Monk por laventana.

Artagnan subió corriendo.

––Abrazad a vuestro amigo y despedíos de él;caballero, porque vuelve a Holanda.

–– ¡A Holanda! ––dijo Artagnan––. ¿Y yo?

––Sois libre en seguirle, señor; pero ruego osquedéis ––dijo Monk––. ¿Me lo negáis?

–– ¡Oh! No, general, a vuestras órdenes.

Page 569: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan abrazó a Athos, y tan sólo tuvotiempo de decirle adiós. Monk, que los vigilabaentretanto, cuidó por sí mismo los preparativosde la marcha, de la conducción de los barriles abordo y de que Athos se embarcara. Y tomandoen seguida del brazo a Artagnan, pasmado yconmovido, lo condujo hacia Newcastle. Almismo tiempo que andaban, el mosquetero ibadiciendo en voz baja:

–– ¡Vamos, vamos, me parece que suben lasacciones de la casa “Planchet y Compañía”!

XXXI

EL GOLPE DE MONK

Así como se prometiera un desenlace más fe-liz tampoco había llegado Artagnan a com-prender bien la situación. Era para él un graveasunto de meditación aquel viaje de Athos aInglaterra, su alianza con el rey, y el singular

Page 570: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

enlace de su pensamiento con el del conde de laFère. Lo mejor era dejarse ir con la corriente.Había cometido una imprudencia, y habiéndoloalcanzado todo, encontrábase, no obstante, sinninguna de las ventajas del triunfo. Y puestoque todo estaba perdido, nada se arriesgaba ya.

Artagnan siguió a Monk a su campamento,donde la vuelta del general había causado unefecto maravilloso, porque todos le creían per-dido. Pero Monk, con su rostro austero y suaspecto glacial, parecía que preguntaba a susoficiales y soldados la causa de su alegría. Demodo que dijo al lugarteniente, que había sali-do a su encuentro, atestiguándole la inquietudque experimentó por su .ausencia:

–– ¿Por qué eso? ¿Estoy acaso obligado a da-ros cuenta de mis acciones?

––Señor, las ovejas sin pastor pueden temblar.

–– ¡Temblar! ––contestó Monk con su voztranquila y poderosa––. ¡Ah, caballero! ¡Qué

Page 571: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

palabra! ... Si mis ovejas no tienen dientes niuñas, renuncio a ser su pastor. ¡Oh! ¡Vos tem-bláis, caballero!

–– General, por vos...

––Mezclaos en lo que os concierna, y si yono poseo el espíritu que Dios enviaba a Olive-rio Cromwell, tengo el que me ha enviado,con el cual me contento, por escaso que sea.

El oficial no contestó, y habiendo impuestoMonk silencio a su gente de este modo, todosquedaron persuadidos de que había llevado acabo un asunto importante, o que había hechouna prueba con respecto a ellos. Esto era cono-cer muy poco aquel genio paciente y escrupulo-so. Si Monk tenía la buena fe de los puritanos,sus aliados, debió dar las gracias fervorosamen-te al santo patrono que le había sacado de lacaja del señor de Artagnan.

Mientras sucedían estas cosas, no cesaba derepetir nuestro mosquetero:

Page 572: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Dios mío, haz que el señor Monk no tengatanto amor propio como yo; porque declaro quesi alguno me hubiera metido en un cofre conaquella rejilla sobre la boca, y conducido enca-jonado de este modo como un buey, por el mar,conservaría un mal recuerdo del aspecto lasti-moso que tendría en aquel cofre y un rencormuy ruin al que me hubiese encerrado; temeríatanto ver lucir en el rostro de ese malicioso unasonrisa irónica, o en su actitud una imitacióngrotesca de mi posición en la caja, que porquien soy le escondería un buen puñal en lagarganta en compensación de la rejilla, y lo cla-varía en una verdadera sepultura, en recuerdodel simulado féretro en que me hubiera enmo-hecido por espacio de dos días.

Y Artagnan decía todo esto de muy buena fe,porque era muy sensible la epidermis de nues-tro gascón. Afortunadamente, Monk tenía otrasideas, y no dijo una palabra de lo pasado a sutímido vencedor, pero le admitió muy de cercaa sus trabajos y le llevó a cierto reconocimiento

Page 573: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

para obtener lo que sin duda deseaba vivamen-te; una rehabilitación en el espíritu de Artag-nan. Éste se condujo como un veedor lisonjero;admiró toda la táctica de Monk y la ordenanzade su campamento, y burlóse muy agradable-mente de las circunvalaciones de Lambert,quien, decía él, se había tomado muy inútil-mente el trabajo de cerrar un campo para veintemil hombres, cuando le hubiese bastado mediaaranzada de terreno para el cabo y los cincuentaguardias que tal vez le permanecían fieles.

Al momento que llegó Monk aceptó la propo-sición de una entrevista hecha la víspera; porLambert, y que los lugartenientes de aquél ha-bían rehusado so pretexto de que el general sehallaba enfermo. Esta entrevista no fue larga niinteresante. Lambert pidió una profesión de fe asu rival. Éste declaró que no tenía otra opiniónque la de la mayoría. Lambert preguntó si nosería más expedito terminar la cuestión por unaalianza que por una batalla. Monk solicitó ochodías para reflexionar, a lo cual no podía negarse

Page 574: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Lambert, a pesar de que había venido diciendoque devoraría el ejército de Monk. Así es que,cuando nada se decidió después de esta entre-vista, que impacientemente esperaban los deLambert, ni tratado ni batalla, el ejército rebeldecomenzó, lo mismo que Artagnan había previs-to, a preferir la buena causa a la mala, y al Par-lamento, por más rabadilla que fuera, a la nadapomposa de los designios del general Lambert.

Recordábanse, además, las buenas comidasde Londres, la profusión de cerveza y de Sherryque el vecino de la City pagaba a sus amigos,los soldados, y se miraba con espanto el pannegro de la guerra, el agua turbia del Tweed,demasiado salada para el vaso y muy mala parala marmita, y se decía: “¿no estaremos mejordel otro lado? ¿No se asan en Londres las chule-tas para Monk?”

Desde entonces ya no se habló más que dedeserción en el ejército de Lambert; los solda-dos se dejaban alucinar por la fuerza de los

Page 575: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

principios, que son, como la disciplina, el lazoobligado de todo cuerpo, constituida con un fincualquiera. Monk defendía al Parlamento, Lam-bert lo atacaba. Monk no tenía más ganas queLambert de sostener al Parlamento; pero lohabía escrito en sus banderas, de modo quetodos los del partido contrario estaban re-ducidos a escribir en las suyas: “Rebelión”, locual sonaba mal en los oídos puritanos. Vióse-les, por tanto, ir de Lambert a Monk, como lospecadores van de Baal a Dios.

Monk formó su composición de lugar a mildeserciones diarias Lambert tenía gente paraveinte días; mas hay en las cosas que se hundental acrecentamiento de peso y de celeridad quese combinan, que se marcharon el primero cien-to; quinientos el segundo y mil el tercero. Monkpensó que había llegado a su medio. Pero demil pasó pronto la deserción a dos mil, luego acuatro mil, y ocho días después, conociendoLambert que ya no había posibilidad de aceptarla batalla si se la presentaban, tomó el prudente

Page 576: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

partido de levantar el campo durante la nochepara regresar a Londres, y prevenir a Monkreconstruyendo un poder con los restos delpartido militar.

Pero Monk, libre y sin inquietudes, marchósobre Londres como vencedor, aumentando suejército con todas las partidas errantes que en-contraba al paso. Fue a acampar en Bamet, esdecir, a cuatro leguas de distancia, querido delParlamento, que le consideraba como protector,y esperado por el pueblo, que quería verle ma-nifestarse para juzgarlo. Artagnan, mismo nohabía podido juzgar nada de su táctica, obser-vada y admirada. Monk no podía entrar enLondres con un partido tomado sin hallar allí laguerra civil. Así es que contemporizó algúntiempo.

Repentinamente, sin que nadie lo esperase,Monk hizo arrojar de Londres al partido military se instaló en la City, en medio de los burgue-ses por mandato del Parlamento; y después, en

Page 577: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

el instante en que los burgueses gritaban contraMonk, y cuando los mismos soldados acusabana su jefe, viéndose Monk muy seguro de la ma-yoría, declaró al Parlamento que era necesarioabdicar, levantar el sitio y ceder el puesto a ungobierno que no fuese una burla. Monk pro-nunció esta declaración apoyado por cincuentamil espadas, a las cuales uniéronse aquellamisma noche, con hurras de júbilo delirante,quinientos mil habitantes de la buena ciudad deLondres.

Por último, en el instante en que el pueblo,después de su triunfo y de sus orgías en mediode la calle, buscaba con los ojos el deseo quepodría darse a sí propio, se supo que cierto bu-que acababa de salir de La Haya, conduciendo aCarlos II y su fortuna.

––Señores ––dijo Monk a sus leales––, salgo alencuentro del legítimo rey. ¡Quien me ame queme siga!

Page 578: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Una aclamación estrepitosa acogió estas pala-bras, que Artagnan no oyó sin un estremeci-miento de placer.

–– ¡Diantre! ––dijo a Monk––. Esto es atrevi-do, caballero.

––Vos me acompañáis, ¿no es verdad? ––replicó Monk.

–– ¡Cáscaras, general! Pero, decidme, si gus-táis, lo que escribisteis con Athos, es decir, conel señor conde de la Fére... ya sabéis... el día denuestra llegada.

––Yo no guardo secretos para vos ––contestóMonk––; escribí estas palabras: “Señor, dentrode seis semanas espero a Vuestra Majestad enDouvres.”

–– ¡Ah! ––murmuró Artagnan––. No diré, yaque eso es atrevido; diré que está muy bien ju-gado el lance. ¡Magnífico golpe!

––Os reconocéis en él ––dijo Monk.

Page 579: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Esta fue la única alusión que el general hizosobre su viaje a Holanda.

XXXII

ATHOS Y ARTAGNAN VUELVENSE AENCONTRAR EN LA HOSTERIA “ELCUERNO DE CIERVO”

El rey de Inglaterra hizo su entrada con granpompa eh Douvres, y después en Londres.Había ordenado que le acompañasen sus her-manos, su madre y su hermana. Hacía tantotiempo que Inglaterra estaba entregada a sípropia, esto es, a la tiranía y a la injusticia, queesta vuelta del rey Carlos II, a quien, sin em-bargo, no conocían los ingleses, más que comoel hijo de un hombre a quien ellos habían corta-do la cabeza, fue una fiesta para los tres reinos.Así es que todas aquellas aclamaciones queacompañaban su vuelta llamaron tanto la aten-

Page 580: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ción del rey, que se inclinó al oído de Jack deYork, su hermano más joven, para decirle:

–– Verdaderamente, Jack, me parece ha sidofalta nuestra si hemos estado tanto tiempo au-sentes de un país donde tanto nos aman.

El acompañamiento fue soberbio, y un tiempoadmirable favorecía la solemnidad. Carloshabía vuelto a su juventud, a su buen humor;parecía transfigurado; los corazones reían comoel sol.

Entre aquella muchedumbre ardiente de cor-tesanos y de adoradores, que parecían no acor-darse de que ellos habían llevado al cadalso deWhite Hall al padre del nuevo rey; un hombre,en uniforme de teniente de mosqueteros, mira-ba, con la sonrisa en sus delgados labios, unasveces al pueblo, que vociferaba sus bendiciones,otras al príncipe, lleno de emoción, que a todossaludaba, y especialmente a las mujeres, cuyosramilletes venían a caer a los pies de su caballo.

Page 581: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Qué hermoso oficio el de rey! ––exclamabaaquel hombre impulsado por su contemplación,y tan absorto, que se paró en medio del camino,dejando desfilar el séquito–– He aquí en verdadun príncipe lleno de oro y de diamantes comoun Salomón, y esmaltado de flores como unprado en primavera; allá va a sacar a manosllenas del inmenso cofre en que sus súbditos;muy leales hoy, muy infieles ayer, le han reuni-do una o dos carretas de barras de oro. Ahora leechan flores hasta cubrirlo, y hace dos meses, sise hubiese presentado, le habrían enviado tan-tas balas de cañón y de mosquete como hoy leenvían flores. Decididamente, nacer de ciertamanera es cosa que no desagrada a los villanosque pretenden les importa poco nacer villanos.

El séquito continuaba desfilando, y con el reylas aclamaciones comenzaban a alejarse en di-rección del palacio; lo cual no impedía quenuestro oficial fuese bien atropellado.

Page 582: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Vive Dios! ––decía el razonador––. Vedtoda esa gente que anda sobre mis pies, y queme mira como muy poco, o más bien como na-da, en atención a que ellos son ingleses y yofrancés. Si se preguntara a toda esta gente:“¿Quién es el señor de Artagnan?”, responde-rían: –– Nescio vos. Pero que les digan: “Miradal rey que pasa, mirad al general Monk quepasa”, y gritarán: “¡Viva el rey! ¡Viva el generalMonk!”, hasta que se nieguen a ello sus pulmo-nes. Sin embargo seguía mirando de aquel mo-do penetrante que le distinguía, pasar la multi-tud––, sin embargo, reflexionad, un poco, bue-na gente, en lo que a hecho vuestro rey Carlos,en lo que ha hecho el señor Monk, y luego, pen-sad en lo que ha hecho ese pobre desconocidoque se llama el señor de Artagnan. Ver. No osconozco. Verdad es que no lo sabéis, porque esdesconocido, lo cual os impide reflexionar talvez. ¡Pero, bah! ¡Qué importa! Esto no impideque Carlos II sea un gran monarca, aunquehaya estado en el destierro doce años, y que el

Page 583: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

señor Monk sea un gran capitán, aunque hayahecho el viaje a Francia encerrado en un cajón.Y puesto que se reconoce que el uno es un granrey y el otro un excelente capitán:¡Hurra for theking Charles II! Hurra for the captain Monk!

Y su voz mezclóse con la de millares de es-pectadores, a quienes dominó por un momento.Y para representar mejor al hombre decidido,agitó en el aire su sombrero, y no faltó quien ledetuviera del brazo en lo mejor de su expansivolealismo. (Así se llamaba en 1660 lo que hoy sellama realismo.)

–– ¡Athos! ––gritó Artagnan––. ¿Vos aquí?

Y ambos amigos se abrazaron.

–– ¡Vos aquí! Y estando aquí ––continuó elmosquetero––, ¿no estáis en medio de todos loscortesanos, mi querido conde? ¡Cómo! Vos, elhéroe de la fiesta, ¿no dais caballadas a la iz-quierda del rey como, caballea milord Monk ala derecha? En verdad que no comprendo nada

Page 584: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de vuestro carácter, ni del príncipe que tanto osdebe.

––Siempre zumbón, amigo Artagnan ––dijoAthos––. ¿No os corregiréis nunca de ese maldi-to defecto?

––En fin, ¿no formáis parte de la comitiva?

––No, porque no he querido.

–– ¿Y por qué no habéis querido?

–– Porque no soy ni enviado ni embajador,ni delegado siquiera del rey de Francia, yporque no me conviene presentarme así juntoa otro rey que Dios no me ha dado por señor.

–– ¡Diantre! Bien cerca os presentasteis del reysu padre.

––Eso es otra cosa, amigo; aquél iba a morir.

––Y, sin embargo, lo que habéis hecho por és-te...

Page 585: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Ha sido porque debía hacerlo. Ya sabéisque deploro toda clase de ostentación. Déjeme,pues, ahora el rey Carlos II, que no tienen nece-sidad de mí, en mi reposo y en mi obscuridad,que es todo lo que de él exijo.

Artagnan suspiró:

–– ¿Qué tenéis? ––le dijo Athos––. Diríase queesta vuelta feliz del rey a Londres os entristece,amigo mío, a pesar de que habéis hecho al me-nos tanto como yo por Su Majestad.

–– ¿No es cierto ––respondió Artagnan riendocon su risa gascona––, que yo también he hechomucho por Su Majestad sin que quepa la menorduda?

–– ¡Oh! Sí ––––exclamó Athos––, y bien losabe el rey, amigo mío.

–– ¡Lo sabe! ––dijo el mosquetero––. A femía que no dudaba de ello, y aun trataba deolvidarlo en este momento.

Page 586: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero él no lo olvidará, os lo aseguro.

––Eso me lo decís por consolarme un poco.

–– ¿De qué?

–– ¡Cáscaras! De todos los gastos que hehecho. Me he arruinado, amigo mío, arruinadopor la restauración de este joven príncipe queacaba de pasar haciendo cabriolas sobre su ca-ballo isabelino.

–– El rey no sabe que estáis arruinado; pe-ro sí que os debe mucho.

–– ¿Salgo ganando algo con eso; Athos?¡Decid! Porque, al fin, yo os hago justicia;habéis trabajado noblemente. Pero yo que, enapariencia, por poco hago fracasar vuestracombinación, soy quien en realidad la hahecho triunfar. Seguid bien mi cálculo: vos nohubierais convencido tal vez, por la persua-sión y la dulzura, al general Monk, mientrasque yo he tratado tan rudamente a ese apre-ciado general, que líe proporcionado a vues-

Page 587: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tro príncipe la ocasión de mostrarse generoso;esa generosidad que le fue inspirada por miyerro venturoso, Carlos se la ve ahora pagadacon la restauración que le hace Monk.

––Todo eso, amigo, es de una verdad indiscu-tible ––respondió Athos.

––Pues bien, por indiscutible que sea esa ver-dad, no por ello dejaré de volverme, muy que-rido de milord Monk, que me llama my dearcaptain, aunque yo no sea su querido ni capitán,y muy apreciado del rey, que ya ha olvidado minombre no por eso; digo, dejaré de volverme ami hermosa patria, maldito por los soldados aquienes enganché con la esperanza de un cre-cido sueldo, y maldito por el buen Planchet, aquien tomé prestada una parte de su fortuna.

–– ¿Cómo es eso? ¿Qué diablos viene ahacer Planchet en todo esto?

Page 588: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, amigo; ese rey tan rozagante, tan ri-sueño y adorado, se figura el señor Monk queha sido llamado por él, vos os figuráis haberlesostenido, yo me figuro haberlo traído, elpueblo se figura haberlo reconquistado, élmismo cree haber negociado de una manera apropósito para ser proclamado; y nada de es-to es cierto, sin embargo, Carlos II, rey de In-glaterra, de Escocia y de Irlanda, ha sido res-taurado en su trono por un abacero de Fran-cia que vive en la calle de los Lombardos y sellama Planchet. ¡Lo que es la grandeza! “¡Va-nidad, dice la Escritura, vanidad!”

Athos no pudo menos de reírse de la salida desu amigo.

–– Querido Artagnan ––dijo estrechándoleafectuosamente la mano––. ¿Habéis dejado deser filósofo? ¿No es para vos una satisfacciónhaberme salvado la vida, como lo habéishecho al llegar tan felizmente con Monk,

Page 589: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cuando esos malditos parlamentarios queríanquemarme vivo?

––Vamos, vamos ––dijo Artagnan––; unpoco merecíais esa quemadura, amado conde.

–– ¡Cómo! ¿Por haber salvado el millón delrey Carlos?

–– ¿Qué millón?

–– ¡Ah! Es cierto, jamás habéis sabido esto,amigó mío; pero no hay que hacerme cargoalguno, porque no me pertenecía el secreto.Aquella palabra Remember que el rey Carlospronunció en el cadalso...

––Y que significa acuérdate...

––Perfectamente. Esa palabra significaba:“Acuérdate que hay un, millón enterrado en lossubterráneos de Newcastle, y de que ese millónpertenece a mi hijo.”

–– ¡Perfectamente! Comprendo. Pero tambiéncomprendo, y esto es horrible, que Su Majestad

Page 590: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Carlos II dirá cada vez que piense en mí: “Heahí un hombre que por poco me hace perder lacorona; felizmente, yo he sido generoso, llenode presencia de espíritu.” Eso es lo que dirá demí y de él ese joven caballero del jubón negromuy raído, que llegó al castillo de Blois, som-brero en mano, a pedirme si tenía a bien darleentrada en el aposento del rey de Francia.

–– ¡Artagnan! ¡Artagnan! ––dijo Athos po-niendo su mano sobre el hombro del mosquete-ro––. No sois justo.

––Tengo derecho a ello.

––No, pues ignoráis el porvenir. Artagnanmiró a su amigo y se echó a reír.

––En verdad, mi querido Athos ––dijo––, te-néis soberbias palabras que no he conocido másque en vos y en el señor cardenal Mazarino.

Athos hizo un movimiento.

Page 591: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Perdón ––prosiguió Artagnan riéndose––;perdón si os ofendo. ¡El porvenir! ¡Oh! ¡Bonitaspalabras las que prometen, y qué bien llenan laboca a falta de otra cosa! ¡Diantre! Después dehaber encontrado tantos que prometían, ¿cuán-do hallaré uno que dé?... Pero, dejemos esto ––añadió Artagnan––. ¿Qué hacéis aquí, queridoAthos? ¿Sois tesorero del rey?

–– ¿Cómo tesorero del rey?

––Sí, puesto que el rey posee un millón, nece-sita un tesorero. El rey de Francia, que no tieneun cuarto, tiene un superintendente de Hacien-da, el señor Fouquet. Verdad es que, en cambio,el señor Fouquet tiene muchos millones.

–– ¡Oh! Nuestro millón se gastó hace muchotiempo ––dijo Athos riendo.

––Comprendo, se ha gastado en raso, en pe-drería, en terciopelos y en plumas de todas es-pecies y colores. Todos esos príncipes y prince-sas tenían necesidad de sastres y modistas. ¿Os

Page 592: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

acordáis, Athos, de lo que gastamos para equi-parnos nosotros cuando la campaña de La Ro-chela, y para hacer también nuestra entrada acaballo? Dos o tres mil libras; pero un jubón delrey es más grande, y precisa un millón paracomprar la tela. Al menos, Athos, si no sois te-sorero, estáis bien en la Corte.

––A fe de gentilhombre, no sé nada ––respondió Athos.

–– ¿Cómo que eso? ¡No sabéis nada!

–– No he vuelto a ver al rey desde que es-tuvo en Douvres.

––Entonces es que también os ha olvidado.¡Diantre! ¡Magnífico!

–– ¡Su Majestad ha tenido tanto quehacer!

–– ¡Oh! ––murmuró Artagnan con uno deaquellos gestos extraños que sólo él sabíahacer––. Por mi honor que voy a enamorarme

Page 593: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de monseñor Mazarino. ¿Cómo, amigo Athos,no os ha vuelto a ver el rey?

–– No.

–– ¿Y no estáis furioso?

–– ¿Yo por qué? ¿Os figuráis acaso, amigo Ar-tagnan, que ha sido por el rey por quien heobrado de esta manera? Yo no conocía a este jo-ven. Defendí al padre, que representaba unprincipio para mí sagrado; y me he dejado lle-var hacia el hijo, siempre por simpatía al mismoprincipio. Por lo demás, el padre era un dignocaballero, una noble criatura. ¿Os acordáis deél?

–– Verdad; un hombre excelente, que tuvouna triste vida y una muerte muy hermosa.

––Pues bien,, querido Artagnan, oíd esto: aese rey, a ese hombre de corazón, a ese amigode mi pensamiento, si así puedo decirlo, pro-metí en la hora suprema conservar, fielmente elsecreto de un depósito que debía poner en ma-

Page 594: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nos de su hijo para ayudarle cuando la ocasiónse presentase; ese joven fue a buscarme, mecontó su miseria, pues ignoraba que yo fuerapara él otra cosa que un recuerdo vivo de supadre; cumplí con respecto a Carlos II lo quehabía prometido a Carlos I, y no tengo más quedecir. ¿Qué me importa, pues, que sea o no re-conocido? A mí es a quien he prestado este ser-vicio, librándome de esta responsabilidad, y noa él.

––Siempre he dicho ––respondió Artagnancon un suspiro ––que el desinterés era la cosamás bella del mundo.

–– ¡Y bien, amigo mío! ––respondió Athos––.¿No estáis vos en la misma situación que yo? Sihe comprendido bien vuestras palabras; oshabéis dejado conmover por la desgracia de esejoven; esa acción es más hermosa por vuestraparte que por la mía, pues yo tenía un deberque cumplir, mientras que vos no debíais abso-lutamente nada al hijo del mártir. Vos no teníais

Page 595: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que pagarle el precio de aquella gota de sangrepreciosa que dejó derramar sobre mi frentedesde el tablado de su Cadalso. Lo que os hahecho obrar ha sido el corazón solamente, cora-zón noble y bueno que tenéis bajo ese aparenteescepticismo, bajo esa ironía sarcástica; habéiscomprometido la fortuna de un servidor, quizála vuestra, según sospecho, benéfico avaro, y sedesconoce vuestro sacrificio. ¡Qué importa!¿Queréis volver a Planchet su dinero? Com-prendo eso, amigo mío, porque no convieneque un caballero tome prestado a su inferior sindevolverle capital e intereses. ¡Pues bien, ven-deré hasta la hacienda de la Fére, si es preciso, ysi no lo es, cualquier otra quinta pequeña! Pa-garéis a Planchet, y aún quedará bastante granopara nosotros dos y para Raúl en mis graneros.De este modo, amigo mío, sólo quedaréis obli-gado a vos mismo, y, si os conozco bien, noserá para vos satisfacción pequeña decir: “Hehecho un rey.” ¿Tengo razón?

Page 596: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Athos! ¡Athos! ––contestó Artagnan pen-sativo––. Os lo dije una vez: el día que predi-quéis, iré al sermón; el día que digáis que hayinfierno, tendré miedo, a las parrillas y a losgarfios. Sois mejor que yo, es decir, mejor quetodo el mundo, y sólo reconozco en mí un mé-rito: no ser envidioso. Fuera de este defecto,Dios me condene, como dicen los ingleses, ten-go todos los demás.

––No conozco a nadie que valga lo que Ar-tagnan ––repuso Athos pero hemos llegado sinsentirlo a la casa en que vivo. ¿Queréis entraren mi cuarto, amigo?

–– ¿Eh? ¡Pero si es la taberna El Cuerno deCiervo! ––exclamó Artagnan:

––Os confieso, querido amigo, que la he esco-gido por eso mismo. Me gustan los conocimien-tos antiguos y sentarme en aquella silla dondeme dejé caer, abatido de cansancio y abismadode desesperación cuando regresasteis la nochedel 31 de enero.

Page 597: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Después de haber descubierto la viviendadel verdugo enmascarado? ¡Sí, aquel fue un díaterrible!

––Ea, venid ––dijo Athos interrumpiéndole.

Y entraron en la que en otros tiempos era salacomún. La taberna en general, y esta sala co-mún particularmente, habían sufrido grandestransformaciones; el antiguo huésped de losmosqueteros, demasiado rico para posadero,había cerrado la tienda y convertido la sala deque hablamos en un depósito de géneros colo-niales. El resto de la casa lo alquilaba amuebla-do a los extranjeros.

Artagnan reconoció con emoción todos losmuebles de esta sala del primer piso, la ensam-bladura, los tapices y hasta aquella carta geo-gráfica que Porthos estudiaba tan gustosamenteen sus ratos de ocio.

–– ¡Hace once años! ––murmuró Artagnan––.¡Pardiez! Parece que hace un siglo.

Page 598: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Y a mí un día ––dijo Athos––. Ved la alegríaque siento, amigo mío, al considerar que ostengo aquí, que estrecho vuestra mano, quepuedo tirar lejos la espada y el puñal, y tocarsin desconfianza esta botella de Jerez. ¡Oh! Enverdad, no podría manifestaros esta alegría, sinuestros dos amigos estuviesen aquí, a los la-dos de esta mesa, y mi muy amado Raúl, en elumbral, mirándonos con sus grandes ojos, her-mosos y dulces.

––Sí; sí ––dijo Artagnan muy emocionado––,es verdad. Apruebo, sobre todo, la primera par-te de vuestro pensamiento; es muy grato son-reír donde hemos temblado tan legítimamente,pensando que de un momento a otro podíaaparecer el señor Mordaunt en el descansillo dela escalera.

En aquel momento abrióse la puerta, y Ar-tagnan, por más valiente que fuera, no pudocontener un ligero movimiento de espanto.

Athos lo comprendió, y sonriendo:

Page 599: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es nuestro huésped ––dijo––, que me traeráalguna carta.

––Sí, milord ––dijo el buen hombre––, traigouna carta para Vuestro Honor.

––Gracias ––dijo Athos, tomando la carta sinmirarla––. Decidme, querido huésped, ¿no re-conocéis a este caballero?

El viejo levantó la cabeza y miró atentamentea Artagnan.

––No ––dijo.

––Es ––añadió Athos–– uno de mis amigos dequienes os he hablado, y que se alojó aquí con-migo hace once años.

–– ¡Oh! ––exclamó el viejo––. Se han alojadoaquí tantos extranjeros...

–– Pero nosotros nos alojamos aquí el 30 deenero de 1641 ––añadió Athos, creyendo esti-mular por esta aclaración la tardía memoria delhuésped.

Page 600: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es posible ––contestó éste, pero hace ya tan-to tiempo!... Saludó y salió.

––¡Gracias! ––dijo Artagnan. Acomete empre-sas, lleva a término revoluciones, pretende gra-bar tu nombre en la piedra o en el bronce confuertes espadas. Hay algo más rebelde, másduro y más olvidadizo que la piedra y el bron-ce: el viejo cráneo del primer posadero enri-quecido con su comercio. ¡No me conoce! ¡Puesyo le hubiera reconocido al instante!

Athos abrió la carta sonriendo.

–– ¡Ah! ––dijo––. Una carta de Parry.

–– ¡Oh, oh! ––murmuró Artagnan––. Leed,amigo mío, leed; sin duda contiene algo nuevo.

Athos meneó la cabeza y leyó:

“Señor conde:

“El rey ha sentido sobremanera no veros hoya su lado cuando entraba en la ciudad; Su Ma-jestad me encarga os lo diga y os dé un re-

Page 601: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cuerdo de su parte. Su Majestad esperará aVuestro Honor esta misma noche en el palaciode Saint James, entre nueve y once.

“Soy, con el debido respeto, señor conde,vuestro mas humilde y obediente servidor.

PARRY.”

––Ya lo veis, mi querido Artagnan ––dijo At-hos––, no hay que desesperar de la bondad delos reyes.

–– Tenéis razón ––repuso Artagnan.

–– ¡Oh! Querido, querido amigo ––dijo Athos,a quien no se le había escapado la imperceptibleamargura de Artagnan––, perdón; ¿Habré las-timado inadvertidamente a mi mejor camara-da?

–– ¿Estáis loco, Athos?, y la prueba es que voya, acompañaros hasta Palacio: hasta la puerta,se entiende; con eso me pasearé.

Page 602: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Entraréis conmigo, amigo; quiero decira Su Majestad...

–– ¡Cómo! ––replicó Artagnan con orgulloverdadero y puro de toda mezcla––: Si hayalgo peor que mendigar por uno mismo, esmendigar por medio de otros. Vaya, marche-mos, querido, el paseo será muy grato; de pa-so os enseñaré la casa del señor Monk, queme ha hecho ir a vivir a ella. ¡Hermosa casa,por cierto!, ¡Ser, general en Inglaterra es mu-cho más que mariscal en Francia!

Athos dejóse conducir, muy pesaroso de laalegría que Artagnan afectaba.

Toda la ciudad estaba jubilosa; los dos amigostropezaban a cada paso con los entusiastas, queen medio de su embriaguez les pedían que gri-taran: “¡Viva el buen rey Carlos!” Artagnanrespondía con un gruñido, y Athos con unasonrisa. Así, llegaron a la casa de Monk, por, lacual debía pasarse, como hemos dicho, para iral palacio de Saint James.

Page 603: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Athos y Artagnan no conversaron durante elcamino, por lo mismo de que sin duda teníanmuchas cosas que decirse, si hubieran hablado.Athos pensaba que hablando demostraría sualegría, y que esta alegría podría lastimar a Ar-tagnan. Éste temía por su parte, que si hablabadejaría descubrir en sus palabras una amarguraque molestaría a Athos. Aquello era una emula-ción singular de silencio; entre el gozo del unoy el mal humor del otro. Artagnan cedió el pri-mero a la comezón que experimentaba por cos-tumbre en la extremidad de la lengua.

–– ¿Os acordáis ––preguntó a Athos––, deaquel pasaje de las memorias de Aubigné, en elcual este fiel servidor, gascón como yo, pobrecomo yo, y casi por decir valiente como yo,cuenta las mezquindades de Enrique IV? Re-cuerdo que mi padre me decía siempre que elseñor de Aubigné era embustero. Sin embargo,¡ved cómo todos los príncipes descendientes delgran Enrique salen a él!

Page 604: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Vaya, vaya, Artagnan! ––dijo Athos––.¿Los reyes de Francia avaros? ¿Estáis loco?

––Jamás confesáis los defectos de otros, vosque sois perfecto; pero, en verdad, Enrique IVera avaro, Luis XIII, su hijo, también lo era, so-bre lo cual sabemos algo, ¿no es cierto? Gastónllevaba este vicio al extremo, y bajo tal aspectose hizo detestar de todos los que le rodeaban.Enriqueta, ¡pobre mujer!, ha hecho muy bien enser avara, porque ni comía todos los días, ni secalentaba todos los años: esto era un ejemploque daba a su hijo Carlos II, nieto del gran En-rique IV, avaro como su madre y como su abue-lo. Qué, ¿he sacado bien la genealogía de losavaros?

–– Artagnan ––replicó Athos––, sois demasia-do duro para esa raza de águilas que se llamalos Borbones.

–– ¡Pues olvido al mejor! ... El otro nieto delBearnés, Luis XIV mi ex amo. ¡Yo creo que seráavaro quien no ha querido prestar un millón a

Page 605: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

su hermano Carlos! Bueno, veo que os enfadáis;pero, por fortuna, ya estamos cerca de mi casa,o más bien, de la de mi amigo el señor Monk.

––––Querido Artagnan, no me enfado perome entristecéis; es cruel en efecto, ver un hom-bre de vuestro mérito al lado de la posición quesus servicios debieron haberle adquirido meparece que vuestro nombre, amigo, es tan ra-diante como los más hermosos en la guerra y enla diplomacia; decidme si los Luises, si los Be-llegarde y los Bassompierre han merecido comonosotros la fortuna y los honores: tenéis razón,sí, cien veces razón, amigo mío.

Artagnan suspiró, precediendo a su amigobajo el pórtico de la casa que Monk habitaba enla City.

––Permitidme ––dijo––, que deje la bolsa encasa; porque si, entre la multitud, estos raterosde Londres, que tanto nos han ponderado, has-ta en París, me robasen el resto de mis pobresescudos, no podría regresar a Francia; y vuelvo

Page 606: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

lleno de alegría, pues todas mis prevencionesde otro tiempo contra Inglaterra se han realiza-do, acompañadas de otras muchas.

Nada respondió Athos.

––Así, pues, amigo ––dijo Artagnan––, espe-radme un instante y os sigo. Bien sé que es pre-ciso ir a Palacio a recibir vuestras recompensas;pero creedme, a mi también me precisa disfru-tar de vuestra alegría... aunque sea de lejos...Esperadme.

Artagnan atravesaba ya el vestíbulo cuandoun hombre, mitad criado, mitad soldado, quehacía en casa de Monk las funciones de porteroy de guardia, detuvo a nuestro mosquetero di-ciéndole en inglés:

–– ¡Perdón, milord de Artagnan!

–– ¿Qué hay? ––dijo éste––. ¿Es quizá que elgeneral me despide también?... ¡Sólo me faltaser expulsado por él!

Page 607: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Estas palabras, pronunciadas en francés, nofueron entendidas por aquel a quien iban diri-gidas, que sólo hablaba un inglés mezclado delescocés más rudo. Pero Athos estaba conmovi-do, porque Artagnan comenzaba al parecer atener razón.

El inglés mostró una carta a Artagnan.

––From the generall ––dijo.

––Bien, eso es mi despedida ––replicó el gas-cón––. ¿Será preciso leerla, Athos?

––Debéis engañaros, o no conozco más hom-bres honrados que a vos y a mí.

Artagnan se encogió de hombros y rompió elsello de la carta, mientras el inglés, impasible, leaproximaba una gran linterna cuya luz debíaayudarle a leer.

–– ¡Qué es eso! ¿Qué tenéis? ––dijo Athosviendo cambiar la fisonomía del lector.

––Tomad y leed ––dijo el mosquetero.

Page 608: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Athos cogió el papel y leyó: “Caballero Ar-tagnan:

“El rey ha sentido mucho que no hayáis veni-do a San Pablo con su acompañamiento, y diceSu majestad que le habéis faltado como mehabéis faltado a mí, querido capitán. No existemás que un medio para recuperar todo eso. SuMajestad me espera a las nueve en el palacio deSaint James. ¿Queréis encontraros allí a lasdiez? Su Majestad os fija esta hora para la au-diencia que os concede.”

La carta estaba escrita por Monk. De parte delgeneral.

XXXIII

AUDIENCIA

Page 609: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Qué decís ahora? ––exclamó Athos conacento de dulce reconvención, después queArtagnan hubo leído la carta de Monk.

–– ¡Qué digo! ––respondió Artagnan rajo deplacer y también un poco de vergüenza porhaberse apresurado a acusar al rey y a Monk––.Es una delicadeza... que a nada compromete, esverdad... Pero, al fin, delicadeza.

––Mucho me costaba creer que el joven prín-cipe fuera ingrato ––dijo Athos.

––El hecho es que su presente está todavíamuy cerca de su pasado ––replicó Artagnan––;hasta ahora, todo me daba la razón.

––Convengo en ello, amigo mío, convengo enello. ¡ Ah! Ya no miráis tan fieramente, y nosabéis cuán dichoso soy por ello.

––De modo ––dijo Artagnan., que Carlos IIrecibe a Monk a las nueve, y a mí me recibirá alas diez; esta es una gran audiencia, de esas quellamábamos en el Louvre distribución de agua

Page 610: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

bendita de Corte. Vamos a ponernos bajo la go-tera, mi querido amigo, vamos.

Athos no le contestó, y ambos se dirigieron,apretando el paso, al palacio de Saint James,que aún invadía la multitud, para ver por losvidrios las sombras de los cortesanos y los refle-jos de la persona real. Las ocho de la noche to-caban cuando los dos amigos entraban a ocuparun lugar en la galería; llena de cortesanos y depretendientes, todos los cuales echaron unamirada sobre aquellos sencillos trajes de formaextranjera y sobre aquellas dos cabezas tan no-bles y tan llenas de expresión. Athos y Artag-nan, por su parte, después de haber medido endos ojeadas toda aquella concurrencia, se pusie-ron a charlar juntos.

De pronto se oyó un gran ruido en las extre-midades de la galería: era el general Monk queentraba acompañado de más de veinte oficialesque acechaban una de sus sonrisas, porque lavíspera aún era dueño de Inglaterra, y se supo-

Page 611: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nía un amanecer magnífico al restaurador de lafamilia de los Estuardos.

––Caballeros ––dijo Monk volviéndose aellos––, os suplico tengáis presente que yo nosoy nada. Hace poco mandaba el principal ejér-cito de la república, pero ya pertenece al mo-narca, en cuyas manos voy a poner, cumplien-do sus órdenes, mi poder de ayer.

En todos los rostros se pintó una gran sorpre-sa; y el cerco de aduladores que estrechaba aMonk un momento antes, se ensanchó poco apoca y acabó por perderse en las grandes ondu-laciones de la multitud; Monk iba a hacer ante-sala como todo el mundo, lo cual no pudo me-nos de hacer notar Artagnan al conde de laFère, que frunció el ceño, de pronto se abrió lapuerta del gabinete de Carlos, y el joven reyapareció, precedido de dos oficiales.

––Buenas noches, caballeros ––dijo––. ¿Está elgeneral Monk?

Page 612: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Aquí estoy, Majestad ––contestó el viejogeneral.

Carlos corrió a él y estrechóle las manos conamistad ferviente.

––General ––dijo en voz alta el rey––, acabode firmar vuestro diploma; sois duque de Al-bemarle, y es mi voluntad que nadie os igualeen poder ni en fortuna en este reino, donde aexcepción del noble Montrose, ninguno os haigualado en la lealtad, en valor y en talento.Caballeros, el duque es comandante general denuestros ejércitos de mar y tierra; hacedle loshonores correspondientes, si gustáis.

Mientras todos corrían al lado del general,que recibía los homenajes sin perder un mo-mento su impasibilidad ordinaria, Artagnandijo a Athos

–– ¡Cuando uno piensa que ese ducado, esemando general de los ejércitos y todas esas

Page 613: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

grandezas, en una palabra, han estado en unacaja de seis pies de largo y tres de ancho!...

––Amigo ––objetó Athos––; grandezas muchomás importantes están en cajas más pequeñasaún, esas cajas encierran para siempre...

De pronto vio Monk a los dos caballeros, queestaban algo apartados, aguardando que seretirasen las oleadas de gente. Hízose paso yfue hacia ellos, de modo que los sorprendió enmedio de sus filosóficas reflexiones.

–– ¿Hablabais de mí? ––preguntó sonriendo.

––Milord ––respondió Athos––; tambiénhablábamos de Dios. Monk, reflexionó un mo-mento y contestó, alegremente:

––Señores, hablemos también un poco del rey,si os agrada; porque, según creo, os da audien-cia Su Majestad.

––A las nueve ––dijo Athos.

––A las diez ––––dijo Artagnan.

Page 614: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Entremos ahora mismo en el gabinete ––respondió Monk haciendo seña a los dos com-pañeros para que fuesen delante, lo cual no qui-sieron consentir ni uno ni otro.

El rey, durante este debate tan francés, habíavuelto al centro de la galería.

–– ¡Oh, mis franceses! ––dijo con tono de des-cuidada alegría, que a pesar de tantas penas ytrabajos no había podido perder––. ¡Los fran-ceses! ¡Mi consuelo!

Athos y Artagnan inclináronse.

––Duque, conducid a estos caballeros a mi sa-la de estudio. Soy con vosotros, señores––añadió en francés.

Y luego, despidió a su corte para volver a susfranceses, como él los llamaba.

––Señor de Artagnan ––dijo entrando en sugabinete––, tengo mucho gusto en volveros aver.

Page 615: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Majestad, mi gozo llega a su colmo al salu-daros en vuestro palacio de Saint James.

––––Caballero, habéis querido prestarme ungran servicio y os debo agradecimiento. Si yono temiese usurpar los derechos de nuestro co-mandante general, os ofrecería algún puestodigno de vos cerca de mi persona.

––Majestad ––replicó Artagnan––, he dejadoel servicio del rey de Francia prometiendo a mipríncipe no servir a ningún rey.

––Vamos ––dijo Carlos––, eso me hace muydesgraciado; hubiese querido hacer mucho porvos...

––Majestad...

––Vamos ––dijo Carlos sonriendo––, ¿no po-dré haceros faltar a vuestra palabra? Ayudad-me, duque. Si yo os ofreciera el mando generalde mis mosqueteros...

Page 616: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan inclinóse mucho más que la prime-ra vez.

––Tendría el disgusto de rehusar lo que Vues-tra Majestad me ofreciera ––respondió––; uncaballero no tiene más que su palabra, y estapalabra, he tenido el honor de decirlo a VuestraMajestad, está empeñada al rey de Francia.

––Pues no hablemos más de eso ––dijo el reyvolviéndose a Athos. Y dejó a Artagnan ator-mentado por los más vivos dolores de disgusto.

–– ¡Ah! Bien decía yo ––murmuró el mosque-tero––. ¡Palabras! ¡Agua bendita de Corte!Siempre han tenido los reyes un talento pro-digioso para ofrecernos lo que saben que noaceptaremos, y para mostrarse generosos sinpeligro. ¡Tonto!... ¡Tonto, muy tonto he sido enhaber tenido esperanzas por un instante!

Durante este tiempo tomaba Carlos la manode Athos.

Page 617: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Conde ––le dijo––, habéis sido para mí unsegundo padre, y el servicio que me habéishecho no se puede pagar; sin embargo, he pen-sado en recompensaros. Fuisteis creado por mipadre caballero de la Jarretiera. Orden que nopueden llevar todos los monarcas de Europa, lareina regente os hizo caballero del Espíritu San-to, Orden no menos ilustre; uno a ellas este Toi-són de Oro que me ha enviado el rey de Fran-cia, a quien había dado dos el rey de Españacon motivo de su matrimonio; mas en cambiotengo un favor que pediros.

––Señor ––dijo Athos confuso––, ¡a mí el Toi-són de Oro, cuando el rey de Francia es el únicoen mi país que goza tal distinción!

–– Quiero que seáis en vuestro país y en todaspartes igual a aquellos a quienes los reyeshayan honrado con su favor ––dijo Carlos qui-tándose la cadena del cuello––, y estoy seguro,conde, de que mi padre sonríe desde el fondode su tumba.

Page 618: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es raro ––decía para sí Artagnan, mientrassu amigo recibía de rodillas la eminente Ordenque el rey le confería––. ¡Es increíble que siem-pre haya visto caer la lluvia de las prosperida-des sobre todos los que me rodean, y que ni unagota siquiera me haya tocado nunca! ¡Sería cosade arrancarse los cabellos, si fuese uno envidio-so, palabra de honor!

Athos se levantó, y Carlos le abrazó afectuo-samente.

––General ––dijo a Monk. Luego, deteniéndo-se con una sonrisa:

––Perdón ––agregó––, quise decir Duque.Pensad que, si me equivoco, es porque la pala-bra duque es demasiado corta para mí... y siem-pre estoy buscando un título que la alargue...Desearía veros tan cerca de mi trono, que pu-diese deciros, como a Luis XIV: “hermano mío”.

–– ¡Oh! Lo soy, y vos seréis casi mi hermano,porque os hago virrey de Irlanda y de Escocia,

Page 619: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

mi amado duque... De está manera no me vol-veré a equivocar.

El duque asió la mano del rey, pero sin entu-siasmo, sin alegría, y como si hiciese otra cosa.Sin embargo, su corazón hablase conmovidopor este último favor. Usando Carlos hábilmen-te de su generosidad, había dejado al duquetiempo para desear aunque no hubiera podidohacerlo tanto como él le daba.

–– ¡Diantre! ––murmuró Artagnan––. Ya co-mienza otra vez el aguacero. ¡Ah! ¡Es cosa deperder la cabeza!

Y se volvió, con aire tan contrito y chistosa-mente lastimero, que el monarca no pudo con-tener una sonrisa. Monk se preparaba a salir delgabinete con permiso de Carlos.

–– ¡Cómo! ¡Qué es eso! ––exclamó el rey alduque––. ¿Os marcháis?

––Sí, si así agrada a Vuestra Majestad, porqueverdaderamente estoy muy cansado... La emo-

Page 620: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ción del día me ha extenuado y tengo necesidadde descanso.

––Pero ––dijo el rey –– ¡no partiréis sin el se-ñor de Artagnan!

–– ¿Por qué, señor? ––dijo el viejo guerrero.

––Demasiado sabéis por qué –– contestó elrey.

Monk miró a Carlos con sorpresa.

––Perdone Vuestra Majestad ––dijo––, perono sé... lo que quiere decir.

–– ¡Oh! Es posible; mas si vos lo olvidáis, nosucede así al señor de Artagnan.

––Tengo el honor de ofrecerle alojamiento.

–– ¿Y esa idea ha salido de vos sólo?

––Sólo de mí, sí, Majestad.

––Bien, pero debía ser de otro modo… Siem-pre el prisionero está en casa del vencedor.

Page 621: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Monk se ruborizó.

–– ¡Ah! Es cierto ––dijo––. Soy el prisionerodel señor de Artagnan.

––Sin duda, Monk, pues todavía no oshabéis rescatado, mas no os turbéis; yo soyquien os arrancó del señor de Artagnan, y yotambién pagaré vuestro rescate.

Los ojos del mosquetero volvieron a su ale-gría brillante: el gascón empezaba a compren-der. Carlos se le acercó.

––El general ––dijo–– no es rico y no podríapagaros lo que vale. Yo soy más rico, sí; pero alpresente, como no es duque, sino rey o al me-nor casi rey, vale una cantidad que tal vez tam-poco podría yo pagaros. Veamos, señor de Ar-tagnan, decidme: ¿cuánto os debo?

Encantado Artagnan con el aspecto que to-maba la cuestión, pero dominándose perfecta-mente, contestó:

Page 622: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señor, hace mal Vuestra Majestad en alar-marse. Cuando tuve el honor de prender a SuGracia no era más que general; así, pues, no seme debe más que un rescate de general. Masque el general tenga a bien darme su espada ypie doy por pagado, porque no hay en él mun-do más que la espada del general que valgatanto como él.

–– ¡Oddds fishl, como decía mi padre ––murmuró Carlos II––. He ahí una proposición yun hombre galante, ¿no es verdad, duque?

––Por mi honor que sí ––respondió el duque.

Y desenvainó su espada.

––Caballero ––dijo a Artagnan–– aquí tenéislo que solicitáis. Muchos han tenido hojas mejo-res que ésta; pero por modesta que sea la mía,jamás la he vendido a nadie. Artagnan tomócon orgullo aquella espada que acababa dehacer un soberano.

Page 623: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh, oh! ––exclamó Carlos II––. ¡Cómo eseso! Una espada que me ha devuelto mi trono,¿saldrá de este reino y no figurará algún díaentre las joyas de mi corona? ¡No, por mi alma!¡No será así! Capitán Artagnan, doy doscientasmil libras por esa espada; si es poco, decídmelo.

––Es muy poco, Majestad ––repuso Artagnancon inimitable sonrisa––. Primeramente, nopuedo venderla; pero Vuestra Majestad lo des-ea, y esto es una orden. Obedezco: mas el respe-to que debo al guerrero ilustre que me escucha,me manda estime en una tercera parte más laprenda de mi victoria. Quiero, pues, trescientasmil libras por la espada o la doy de balde aVuestra Majestad.

Y tomándola por la punta la presentó al mo-narca.

Carlos II soltó una carcajada.

–– ¡Vaya un hombre galante y un compañeroalegre! ¡Oddds fish! ¿No es verdad, duque? ¿No

Page 624: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

es verdad, conde? Me gusta y lo quiero. Tomad,señor de Artagnan ––añadió–– tomad esto.

Y tomando una pluma escribió un vale detrescientas mil libras contra su tesorero.

Artagnan lo tomó, y volviéndose gravementehacia Monk le dijo:

––No ignoro que he pedido demasiado poca,pero, creedme, señor duque, hubiera queridomejor morir que dejarme guiar por la avaricia.El rey se echó a reír como el cokney más dichosode su reino.

––Volveréis a verme antes de marchar, caba-llero ––dijo––, pues tendré necesidad de unaprovisión de alegría, ahora que voy a quedarmesin mis franceses.

–– ¡Ah! Señor, no pasará con la alegría lo quecon la espada del duque, y la daré gratis aVuestra Majestad ––replicó el mosquetero, quebailaba de gozo.

Page 625: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Y vos, conde ––añadió Carlos dirigiéndosea Athos––, volved también, tengo que confiarosun mensaje importantísimo. Vuestra mano,duque.

Monk estrechó la mano del rey.

––Adiós, señores ––dijo Carlos tendiendo susmanos a los dos franceses, que pusieron en ellasus labios.

–– ¿Qué decís ahora? ––preguntó Athoscuando estuvieron fuera ¿Estáis contento?

–– ¡Chito! ––dijo Artagnan conmovido de pla-cer––. Todavía no he vuelto de casa del tesore-ro... La gotera puede caerme sobre la cabeza.

XXXIV

¿QUÉ HACER CON TANTO CAPITAL?

Page 626: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan no se durmió, y tan pronto como lacosa fue conveniente y oportuna, hizo su visitaal señor tesorero del rey.

Entonces tuvo la satisfacción de cambiar unpedazo de papel de escritura muy fea, por unasuma prodigiosa de escudos fabricados muyrecientemente con el busto, de Su Muy GraciosaMajestad Carlos II.

Artagnan se hacía fácilmente dueño de símismo, mas en esta ocasión, sin embargo, nopudo menos de manifestar una alegría que ellector comprenderá quizá, si se digna tener al-guna indulgencia por un hombre que, desde sunacimiento, jamás había visto tantas monedas ymontones de ellas yuxtapuestas en orden ver-daderamente agradable a la vista.

El tesorero metió todos estos montones enunos sacos, cerrándolos con la estampilla de las

Page 627: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

armas de Inglaterra, gracia que los tesoreros nosuelen conceder a todo el mundo.

Y luego, impasible y tan urbano como debíaserlo con respecto a un hombre honrado con laamistad de Su Majestad, dijo:

–– Llevaos ––vuestro dinero, señor. ¡Vuestrodinero! Esta palabra hizo vibrar mil cuerdasque el mosquetero jamás había sentido en sucorazón.

Hizo cargar los sacos en un carrito, y volvió acasa meditando profundamente. Un hombreque posee trescientas mil libras, no puede tenerla frente tersa, y una arruga por cada centenarde mil libras no es mucho.

Artagnan se encerró, no comió, negó la entra-da a todo el mundo en su casa, y, con la lámpa-ra encendida y una pistola armada sobre la me-sa, veló toda la noche calculando un medio deevitar que aquellos hermosos escudos, que delcofre real habían pasado a los suyos propios, no

Page 628: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

pasasen de éstos a los bolsillos de un ladróncualquiera. El mejor medio que encontró el gas-cón fue encerrar momentáneamente su capitalbajo cerraduras bastante sólidas para que nin-guna mano pudiese romperlas, y bastante com-plicadas para que ninguna llave sencilla pudie-re abrirlas.

Artagnan se acordó de que los ingleses sonmaestros consumados en mecánica y en indus-tria conservadora, y decidió ir a la mañana si-guiente en busca de un mecánico que le vendie-se una caja de caudales.

No tuvo que andar mucho. El señor Will Job-son, residente en Piccadilly, escuchó sus propo-siciones, comprendió sus deseos, y le prometióconfeccionar una cerradura de seguridad que lesacaría de todo temor para lo venidero.

––Os daré ––le dijo–– un mecanismo nuevo. Ala primera tentativa algo seria hecha sobre lacerradura, se abrirá una plancha invisible, y uncañoncito, invisible también, vomitará una lin-

Page 629: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

da bala de cobre del peso de un marco; queechará abajo al mal intencionado no sin un rui-do notable. ¿Qué tal?

––Afirmo que es verdaderamente ingenioso ––exclamó Artagnan––; la balita de cobre meagrada sobremanera. Veamos ahora, señor me-cánico, las condiciones.

––Quince días para la ejecución, y quince millibras pagaderas al entregar la obra ––contestóel artista.

Artagnan frunció el ceño. Quince días era unplazo suficiente para que todos los ladrones deLondres hubiesen hecho desaparecer la nece-sidad que tenía del arca de hierro. Respecto alas quince mil libras, era pagar muy caro lo quealgo de vigilancia le daría por nada.

––Lo pensaré ––le dijo––; gracias, amigo.

Y volvió a su casa torciendo; nadie se habíaacercado todavía al tesoro.

Page 630: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El mismo día fue Athos a visitar a su amigo ylo encontró preocupado hasta el punto de mani-festarle por ello su sorpresa.

–– ¡Cómo! ¡Estáis rico y no satisfecho ––le di-jo––, tanto como deseabais las riquezas!

––Amigo mío, los placeres a los cuales no seestá acostumbrado, estorban más que las penasque nos son habituales. Un consejo, si me lopermitís. Esto puedo preguntároslo, porquesiempre habéis tenido dinero; cuando se tienedinero, ¿qué se hace?

––Eso depende...

–– ¿Qué habéis hecho del vuestro, para que élno hiciera de vos ni un avaro ni un pródigo?Porque la avaricia deseca el corazón y la pro-digalidad le ahoga... ¿no es verdad?

––No diría más Fabricio. Pero, en verdad, midinero no me ha estorbado jamás.

–– ¿Lo convertís en rentas?

Page 631: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No; ya sabéis que tengo una casa bastan-te hermosa, y que esta casa es el mejor de misbienes.

––Ya lo sé.

––De suerte que seréis tan rico como yo, y aunmás rico si queréis, por el mismo medio.

–– ¿Pero las rentas las conserváis?

–No.

–– ¿Qué pensáis de un escondite en una paredmaestra?

––Nunca he usado de eso. Entonces tendréisalgún confidente, algún hombre de negocios se-guro que os pague un interés equitativo.

––Nada de eso.

–– ¡Dios mío! ¿Qué hacéis entonces?

––Gasto todo lo que tengo; y no tengo másque lo que gasto, mi querido Artagnan.

Page 632: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah, ya! Pero vos sois algo príncipe, yquince o dieciséis mil libras de renta se os esca-pan por entre los dedos; además, tenéis ciertascargas, la representación...

––Pero no veo yo que seáis mucho menosgran señor que yo, amigo mío, y vuestro dineroos vendrá bien justo.

–– ¡Trescientas mil libras! Hay aquí dosterceras partes superfluas.

––Dispensad, pero me parecía que mehabéis dicho... creí haberlo oído... en fin... mefiguraba que teníais un socio.

–– ¡Ah! ¡Pardiez! ¡Es cierto! ––exclamó Artag-nan ruborizándose––. ¡Sí, Planchet!; olvidaba aPlanchet, por vida mía!. . . ¡Pues bien! Heahí deshechos mis cien mil escudos... Es lásti-ma; la cuenta era redonda y sonaba bien... Ver-dad, Athos, no soy ya rico. ¡Qué memoria te-néis!

–– ¡Bastante buena., gracias a Dios!

Page 633: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Ese buen Planchet: ––dijo Artagnan––,no ha hecho aquí mal negocio. –– ¡Qué espe-culación, diantre! En fin, lo dicho, dicho.

–––– ¿Cuánto le dais?

–––– ¡Oh! ––dijo Artagnan–– . Es un buen mu-chacho y siempre me arreglaré bien con él; yaveis, he tenido trabajos, gastos... y todo estodebe entrar en cuenta.

––Amigo, estoy muy seguro de vos ––dijotranquilamente Athos––, y nada temo por esebuen Planchet; sus interés está mejor en vues-tras manos que en las suyas; pero, ya que nadatenéis que hacer aquí, nos marcharemos, si osparece. Iréis a dar las gracias al rey y a pedirlesus órdenes, y dentro de seis días podremosdistinguir las torres de Nuestra Señora.

––Amigo mío, ardo en deseos de marcharme;y en seguida voy a despedirme del rey.

––Yo ––dijo Athos––, voy a saludar a algunaspersonas en la ciudad, y soy vuestro.

Page 634: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Me prestáis a Grimaud?

––Con mucho gusto... ¿Qué pensáis hacerde él?

––Una cosa muy sencilla y que no le fatigará:le suplicaré que me guarde mis pistolas queestán sobre la mesa y al lado del cofre.

––Muy bien ––replicó Athos imperturbable.

––Y no se apartará de aquí, ¿verdad?

––Ni más ni menos que las mismas pistolas.

––Así, me voy a ver al rey. Hasta luego.

Artagnan llegó, en efecto, al palacio de Saint––James, donde Carlos II, que escribía su corres-pondencia, hízole guardar antesala una horacumplida.

Al mismo tiempo que se paseaba en la galería,desde las puertas a las ventanas, y desde lasventanas a las puertas, creyó ver una capaigual, a la de Athos atravesar los vestíbulos;

Page 635: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

pero en el momento en que iba a cerciorarse delhecho, el ujier lo llamó a la cámara de Su Majes-tad.

Carlos II se frotaba las manos recibiendo loscumplidos de nuestro amigo.

––Caballero ––le dijo––, hacéis mal en estar-me, reconocido; yo no he pagado la cuarta partede lo que vale la historia de la caja en que me-tisteis al valiente general... es decir, al buen du-que de Albemarle. Y el rey soltó una carcajada.

Artagnan creyó no deber interrumpir a SuMajestad y se inclinó con modestia.

––A propósito ––prosiguió Carlos––, ¿os haperdonado de veras nuestro querido Monk?

–– ¡Perdonado! Espero que sí, Majestad.

–– ¡Es que el lance fue terrible!... ¡0dds––fish!¡Embanastar como un arenque al primer perso-naje de la revolución inglesa! No me fiaría yoen vuestro lugar, caballero.

Page 636: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero, Majestad.

––Sé muy bien que Monk os llama su amigo...Mas tiene un ojo muy profundo para ser faltode memoria y el entrecejo muy alto para no, serorgulloso; ya sabéis, grande supercilinm.

“De seguro, aprenderé latín”, se dijo Artag-nan.

––Vamos ––exclamó el rey encantado––, espreciso que yo arregle vuestra reconciliación;sabré conducirme de tal modo...

Artagnan se mordió el bigote.

–– ¿Me permite Vuestra Majestad que lemanifieste la verdad?

––Hablad, caballero, hablad.

––Pues bien, señor, me causáis un miedohorrible.. Si Vuestra Majestad arregla miasunto, como parece tener ganas, soy hombreperdido; el duque me hará asesinar. El rey

Page 637: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

soltó otra carcajada que trocó en espanto eltemor de Artagnan.

––Señor, por piedad, permitidme tratar esteasunto por mí mismo; y luego, si ya no tenéisnecesidad de mis servicios. .

––No, caballero. ¿Queréis marcharos? ––respondió Carlos con una hilaridad que causa-ba en nuestro gascón cada vez más inquietud.

––Si Vuestra Majestad no tiene ya nada quemandarme.

Carlos púsose casi serio.

––Una sola cosa. Ved a mi hermana lady En-riqueta. ¿Os conoce?

––No, señor, pero... un soldado viejo como yo,no es un espectáculo agradable para una prin-cesa joven y jovial.

––Quiero que mi hermana os conozca; quieroque pueda contar con vos en caso necesario.

Page 638: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señor, todo lo que es querido a Vuestra Ma-jestad será sagrado para mí.

––Corriente... Parry, ven acá; buen Parry.

Abrióse la puerta lateral, y penetró Parry, ra-diante el rostro desde que vio al caballero.

–– ¿Qué hace Rochester? ––preguntó el rey.

––Está en el canal con las señoras ––contestóParry.

–– ¿Y Buckingham?

––También.

––Tanto mejor. Acompañarás al caballero allado de Villiers... es el duque de Buckingham,caballero... y le suplicarás presente al señor deArtagnan a lady Enriqueta.

Parry se inclinó y sonrió a Artagnan.

––Caballero ––prosiguió el rey––, ésta esvuestra audiencia de despedida; luego podéismarcharon cuando os agrade.

Page 639: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Majestad, gracias!

––Pero haced las paces con Monk.

–– ¡Oh! Majestad...

–– ¿Sabéis que uno de mis buques está a dis-posición vuestra? ––dijo el rey mirando fija-mente a Artagnan.

––Pero, señor, me colmáis de gracias, y no su-friré jamás que los oficiales de Vuestra Majestadse incomoden por mí ––dijo el gascón conhumildad.

Su Majestad dio un golpecito en el hombro deArtagnan.

––Nadie se incomoda por vos, caballero, sinopor un embajador a quien envío a Francia, y aquien, según creo, serviréis con gusto de com-pañero, porque le conocéis perfectamente.

Artagnan miró sorprendido.

––Es cierto conde de la Fère... al que vos lla-máis Athos ––repuso el rey, terminando la con-

Page 640: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

versación como la había comenzado con unafestiva carcajada––. ¡Adiós, caballero, adiós!Queredme como yo os quiero.

Y después de esto, haciendo una seña a Parrypara preguntarle si alguien le aguardaba en ungabinete inmediato, el rey desapareció en estegabinete, dejando al caballero aturdido de tansingular audiencia.

El viejo le asió amistosamente del brazo y locondujo a los jardines.

XXXV

EN EL CANAL

Sobre las aguas de un verde opaco del canal,cuyas márgenes de mármol había ya sembradoel transcurso del, tiempo de manchas negras, dehierbas y de musgo, deslizábase majestuosa-mente una barca achatada, empavesada con las

Page 641: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

armas de Inglaterra, y cubierta de un toldo deancho lienzo adamascado, cuyas franjas arras-traban sobre el agua. Ocho remeros la hacíanmover sobre el canal, con la graciosa lentitud delos cisnes, que, turbados en su antigua posesiónpor el surco de la barca, miraban desde lejos pa-sar este esplendor y este ruido. Y decimos esteruido por cuanto la embarcación contenía cua-tro tocadores de guitarra y de laúd, dos can-tadores y muchos cortesanos cubiertos de oro ypedrerías, los cuales mostraban a porfía susblancos dientes para agradar a lady Estuardo,nieta de Enrique IV, hija de Carlos I y hermanade Carlos II, que ocupaba el sitio de honor bajoel toldo de la barca.

Ya conocemos a esta joven princesa; porque lahemos visto en el Louvre con su madre care-ciendo de leña y de pan, y alimentada por elcoadjutor y los Parlamentos. Como sus herma-nos, había pasado una juventud dura, y acaba-ba de despertar de pronto de ese sueño largo yterrible, sentada en las gradas de un trono y

Page 642: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

rodeada de cortesanos y aduladores. ComoMaría Estuardo cuando salió de la prisión, aspi-raba la vida y la libertad, y además el poder ylas riquezas.

Lady Enriqueta habíase convertido, al crecer,en una belleza notable a quien la restauraciónque acababa de ocurrir hacía célebre. La desgra-cia que le quitaba el brillo del orgullo; se lohabía devuelto la prosperidad y resplandecíaen fortuna y bienestar semejante a las flores delinvernadero, que, olvidadas durante una nocheen las primeras heladas del otoño, han inclina-do la cabeza; pero que al día siguiente, calenta-das en la atmósfera en que nacieron, se vuelvena erguir más lozanas que nunca.

Lord Villiers de Buckingham, hijo de aquelque juega un papel tan importante en los pri-meros capítulos de esta historia, lord Villiers deBuckingham, lúcido caballero, melancólico conlas mujeres, risueño con los hombres, y Vilmontde Rochester, risueño con ambos sexos, estaban

Page 643: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de Pie en este momento delante de lady Enri-queta, y se disputaban el privilegio de hacerlasonreír.

Respecto a la joven y bella princesa, recostadaen un cojín de terciopelo bordado en oro, lasmanos inertes y colgando, escuchaba pere-zosamente a los músicos sin oírlos, y oía a losdos cortesanos sin aparentar escucharlos.

Y era que lady Enriqueta, criatura llena de en-cantos, mujer que unía las gracias de Francia alas de Inglaterra, no habiendo amado todavía,era cruel en su coquetería. Así es que la sonrisa,ese cándido favor de las jóvenes, no iluminabaabsolutamente su rostro, y si alguna vez alzabalos ojos era para asestarlos con tanta fijeza enuno u otro caballero, que su galantería, por des-carada que fuese de costumbre, se alarmaba yconvertíase en tímida.

En tanto caminaba el barquichuelo, los músi-cos cantaban y tocaban, y los cortesanos co-menzaban a fatigarse como tilos. Además, el

Page 644: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

paseo parecía sin duda monótono a la princesa,porque moviendo de repente la cabeza conademán de impaciencia.

––Ea ––dijo––, basta, señores, volvámonos.

–– ¡Ah! Señora ––dijo Buckingham––. Somosmuy desgraciados; no hemos conseguido hacerel paseo agradable a Vuestra Alteza.

––Me aguarda mi madre ––respondió ladyEnriqueta––; y además, señores, os confesaréfrancamente que me fastidio.

Y diciendo esta palabra cruel la princesa, pre-tendía consolar con una mirada a cada uno delos dos jóvenes, que parecían consternados detal franqueza. La mirada produjo su efecto, ylos dos semblantes se ensombrecieron; mas depronto, como si la regia coqueta hubiera pensa-do que ya había hecho demasiado por simplesmortales, hizo un movimiento, volvió la espal-da a sus dos adoradores, y pareció sumergirse

Page 645: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

en una contemplación, en la cual era evidenteque no tenían la menor parte.

Buckingham mordióse los labios con cólera,porque estaba verdaderamente enamorado delady Enriqueta, y en calidad de tal todo lo to-maba en serio. Rochester también se los mor-dió; mas, como su cabeza, siempre dominaba alcorazón, aquello fue simplemente para conteneruna maliciosa carcajada.

La princesa, que dirigía sus ojos por los cés-pedes finos y floridos de la ribera, y que volvíala espalda a los dos jóvenes, divisó a lo lejos aParry y Artagnan.

–– ¿Quién viene allí? ––preguntó. Ambosjóvenes dieron media vuelta con la rapidezdel relámpago.

––Parry ––contestó Buckingham––, nadamás que Parry.

––Perdonad ––dijo Rochester––, pero me pa-rece que trae un compañero.

Page 646: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Cierto ––repuso la princesa con languidez––. Pero, ¿qué significan esas palabras. “Nadamás que Parry”, decid, milord?

––Señora ––respondió Buckingham picado––,es que el fiel Parry, el errante Parry, el eternoParry, no es de gran importancia.

––Os engañáis, señor duque: Parry, el erranteParry, como vos decís, ha andado errante siem-pre en servicio de mi familia, y ver a ese ancia-no es siempre para mí un grato espectáculo.

Lady Enriqueta seguía la progresión acos-tumbrada de las mujeres lindas, y sobre todo delas mujeres coquetas, pasaba del capricho a alcontrariedad; el galán había sufrido el capricho;el cortesano debía plegarse al humor contraria-do. Buckingham se inclinó pero no respondiónada.

––Es cierto, señora ––dijo Rochester inclinán-dose a su vez––; es modelo de servidores; pero,

Page 647: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

señora, ya no es joven y no nos divertimos sinoviendo cosas alegres. ¿Es cosa grata un viejo?

––Basta, milord ––dijo gravemente lady Enri-queta––, me lastima ese tema de conversación.

Y luego continuó, como hablando consigo.

––Verdaderamente, es cosa inaudita las pocasconsideraciones que los amigos de mi hermanotienen con respecto a sus servidores.

–– ¡Ah! Señora ––murmuró Buckingham––,Vuestra Gracia me clava en el corazón un puñalforjado por sus propias manos.

–– ¿Qué quiere decir esa frase embozada amanera de madrigal francés, señor duque? Nola entiendo.

––Significa, señora, que vos misma, tan bue-na, tan encantadora y tan sensible, os habéisreído algunas veces, quise decir sonreído, de laschocheces fútiles de ese excelente Parry, por el

Page 648: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cual tiene hoy Vuestra Alteza una susceptibili-dad tan maravillosa.

––Y bien, milord dijo lady Enriqueta––, si mehe olvidado de mí misma hasta ese punto,hacéis mal en recordármelo.

E hizo un movimiento de impaciencia.

––Creo que quiere hablarme ese buen Parry,señor de Rochester; haced que abordemos.

Rochester apresuróse a repetir la orden de laprincesa, y un minuto después tocaba la barcaen la orilla.

––Desembarquemos, señores ––dijo lady En-riqueta, yendo a buscar el brazo que le ofrecíaRochester, a pesar de que Buckingham, queestaba más cerca, le presentaba el suyo.

Entonces, Rochester, con mal disimulado or-gullo que penetró en el corazón del infeliz Buc-kingham, hizo atravesar a la princesa el puente-

Page 649: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cillo que la tripulación había echado desde labarca real a la orilla.

–– ¿Adónde se dirige Vuestra Gracia? ––preguntó Rochester.

––Ya lo sabéis, milord, hacia ese buen Parryque anda errante, como decía milord Bucking-ham, y que me busca con sus ojos debilitadospor las lágrimas que han derramado por nues-tro infortunio.

–– ¡Oh! ¡Dios mío! ––dijo Rochester––. ¡Quétriste está hoy Vuestra Alteza! ¡Verdad es quetenemos aspecto de parecerla locos grotescos!

––Hablad por vos, milord ––interrumpióBuckingham con despecho––; yo desagrado detal modo a Su Alteza, que no le parezco ab-solutamente nada.

Ni Rochester ni la princesa contestaron; sólose vio a ésta arrastrar a su caballero con pasomás rápido; Buckingham quedó atrás y se apro-vechó de este aislamiento para entregarse, cu-

Page 650: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

briéndose el rostro con el pañuelo, a morderlode tal suerte que hizo pedazos la batista a latercer dentellada.

––Parry, buen Parry ––dijo la princesa convoz dulce––; ven por aquí; veo que me buscas yte espero.

–– ¡Ah! Señora ––exclamó Rochester, yendocaritativamente en auxilio de su compañero,que se había quedado atrás, como hemos di-cho––: si Parry no ve a Vuestra Alteza, el hom-bre que le sigue es un guía suficiente, aun paraun ciego; porque, verdaderamente, sus ojos sonllamas; es un fanal de dos luces ese hombre.

––Iluminando una cara muy hermosa y mar-cial ––dijo la princesa, decidida a chocar defrente con toda intención.

Rochester se inclinó.

––Una de esas fuertes cabezas de soldado,como sólo se ven en Francia ––añadió la prince-

Page 651: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

sa con la perseverancia de la mujer segura de laimpunidad.

Rochester y Buckingham miráronse como pa-ra decirse: “¿Qué es lo que tiene?”

––Ved lo que quiere Parry, señor de Bucking-ham ––dijo lady Enriqueta.

El joven, que consideraba esta orden como unfavor, tomó ánimo y corrió hacia Parry, queseguido de Artagnan avanzaba con lentitudhacia la noble comitiva, a causa de su edad.Artagnan andaba lenta y noblemente, comodebía caminar Artagnan forrado con un terciode millón, es decir, sin desfachatez, pero sintimidez también. Cuando Buckingham, quehabía tenido gran presteza en cumplir la ordende la princesa, la cual se había sentado en unbanco de mármol, como cansada de los pocospasos que acababa de dar, cuando Buckingham,decimos, estuvo a corta distancia de Parry, éstelo conoció.

Page 652: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah, milord! ––dijo sofocado––. ¿QuiereVuestra Gracia obedecer a Su Majestad?

–– ¿En qué, señor Parry? ––preguntó el jovencon cierta frialdad, templada por el deseo deagradar a la princesa.

––El rey ruega a Vuestra Gracia presente elseñor a lady Enriqueta Estuardo.

–– ¿Señor de qué? ––preguntó el duque conaltivez.

No se ignora que Artagnan era propicio a en-furecerse, y el tono de milord Buckingham lehabía disgustado. Miró al cortesano a la alturade sus ojos, y dos relámpagos resplandecieronen su fruncido entrecejo. Después haciendo unesfuerzo sobré sí mismo:

––El señor caballero de Artagnan, milord ––contestó tranquilamente.

–– Perdón, señor, ese nombre me da a conocervuestro nombre, y nada más.

Page 653: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Y eso qué quiere decir?

––Quiere decir que no os conozco.

––Soy más feliz que vos, caballero ––respondió Artagnan––, porque yo he tenido elhonor de conocer mucho a vuestra familia, yparticularmente a milord, duque de Buck-ingham, vuestro ilustre padre.

–– ¿Mi padre? ––dijo Buckingham––. En efec-to, señor, ahora creo que recuerdo... ¿El señorcaballero de Artagnan, decís?

Artagnan se inclinó.

–– ¿No sois uno de esos franceses que tuvie-ron con mi padre relaciones secretas?

––Precisamente, señor duque, soy uno de esosfranceses.

––Entonces, caballero, permitidme os digaque extraño que mi padre, mientras viviera,jamás oyese hablar de vos.

Page 654: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Oh, señor; pero sí oyó hablar en el momen-to de su muerte; yo fui quien le hizo pasar pormedio del ayuda de cámara de la reina Ana deAustria el aviso del peligro que corría; por des-gracia el aviso llegó demasiado tarde.

––No importa, caballero ––dijo Buckingham––, ahora comprendo que, habiendo tenido laintención de prestar un servicio al padre, ven-gáis a reclamar la protección del hijo.

––En primer lugar, milord ––contestó flemáti-camente Artagnan––, yo no reclamo la protec-ción de nadie. Su Majestad el rey Carlos II, aquien he tenido el honor de prestar algunosservicios (necesito deciros, caballero, que hepasado mi vida en esta ocupación), Su, Majes-tad Carlos II, pues, quiere honrarme con algunabenevolencia, ha deseado que yo fuera presen-tado a lady Enriqueta, su hermana, a la cual talvez tenga el honor de ser útil en lo venidero. SuMajestad sabía que estabais en este momento allado de Su Alteza Real, y me ha dirigido a vos

Page 655: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

por medio de Parry. No hay aquí otro misterio.Yo no os pido absolutamente nada, y si no de-seáis presentarme a Su Alteza, tendré el dolorde pasarme sin vos y la osadía de presentarmeyo mismo.

––Al menos, caballero, repuso Buckingham,que intentaba obtener la última palabra, no re-trocederéis ante una explicación provocada porvos.

––Yo no retrocedo nunca, señor ––replicó Ar-tagnan.

––Puesto que habéis tenido relaciones secretascon mi padre, ¿sabéis algún detalle particular?

––Esas relaciones están ya muy lejos de noso-tros, caballero, pues aún no habíais nacido vos,y por unos desgraciados herretes de diamantesque recibí de sus manos y llevé a Francia, novale la pena despertar tantos recuerdos.

–– ¡Ah! Caballero ––murmuró vivamenteBuckingham acercándose a Artagnan y ten-

Page 656: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

diéndole la mano––, ¡conque sois vos! ¡Vos, aquién mi padre ha buscado tanto y quien tantopodía esperar de nosotros!

–– ¡Esperar, señor! Ciertamente, ése es mifuerte, y toda mi vida he esperado.

Durante este tiempo, cansada la princesa deno ver llegar al extranjero, se había levantado yaproximado.

––Al menos, señor ––dijo Buckingham––, noesperaréis esa presentación que de mí recla-máis.

Entonces, volviéndose e inclinándose ante la-dy Enriqueta:

––Señora ––le dijo––, Su Majestad vuestrohermano desea que yo tenga el honor de pre-sentar a Vuestra Alteza al señor caballero deArtagnan.

Page 657: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Para que Vuestra Alteza tenga en él en casonecesario un auxilio sólido y un amigo seguro ––añadió Parry.

Artagnan se inclinó.

–– ¿Tenéis algo más que decir, Parry? ––preguntó lady Enriqueta sonriendo a Artagnan,al mismo tiempo que dirigía la palabra al anti-guo servidor.

––Sí, señora; Su Majestad desea que VuestraAlteza guarde religiosamente en su memoria elnombre y que se acuerde del mérito del señorde Artagnan, a quien Su Majestad debe, segúndice, haber recobrado su reino.

Buckingham; la princesa y Rochester se mira-ron asombrados.

––Este es otro secreto ––dijo Artagnan––, delcual según toda probabilidad, no hablaré al hijodel rey Carlos II como he hecho a vos sobre elasunto de los herretes de diamantes.

Page 658: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señora ––dijo Buckingham––, el señor aca-ba, por segunda vez, de avivar en mi memoriaun acontecimiento que excita de tal manera micuriosidad, que me atrevo a pediros permisopara separarle un instante de vos y hablarlesobre el particular.

––Está bien, milord, pero devolved pronto ala hermana este amigo tan leal al hermano.

Y volvió a tomar el brazo de Rochester, mien-tras Buckingham tomaba el de Artagnan.

–– ¡Oh! Caballero ––dijo Buckingham––, con-tadme todo ese suceso de los diamantes quenadie sabe en Inglaterra, ni aun el hijo de quienfue el héroe.

––Milord, sólo una persona tenía el derechode relatar todo ese suceso, como vos decís, y eravuestro padre; él juzgó a propósito callar, y yoos pido el permiso de imitarle.

Page 659: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y Artagnan inclinóse cómo hombre en quienevidentemente no había de hacer mella ningunaclase de instancias.

––Puesto que es así, caballero ––dijo el du-que––, perdonadme la indiscreción, y si algúndía yo también fuera a Francia...

Y volvió la cara para mirar a la princesa, queno se inquietaba nada por él, ocupada comoestaba o parecía estarlo, con la conversación deRochester.

Buckingham exhaló un suspiro.

–– ¿Y qué? ––preguntó Artagnan.

—Decía que si alguna vez yo también fue-se a Francia...

––Iréis, milord ––dijo sonriendo Artagnan––, respondo de ello.

–– ¿Y por qué?

Page 660: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! Tengo extrañas maneras de predic-ción; y cuando predigo, rara vez me equivoco.Conque si vais a Francia...

––Pues bien, caballero; vos, a quien los mo-narcas piden esa preciosa amistad que les dacoronas, me atreveré a pediros un poco de esegran interés que profesasteis a mi padre.

––Milord ––contestó Artagnan––, creed queme tendré por muy honrado si, allá, en Francia,os dignáis acordaros de que me habéis vistoaquí. Y ahora, permitid...

Volviéndose entonces hacia lady Enriqueta:

––Señora ––dijo––, Vuestra Alteza es hija deFrancia, y, por consiguiente, espero volver averla en París. Uno de mis felices días seráaquel en que me deis una orden que me recuer-de que no habéis olvidado las recomendacionesde vuestro augusto hermano.

Y se inclinó ante la princesa, que le dio a be-sar su mano con actitud graciosa y regia.

Page 661: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah! Señora ––dijo en voz baja Bucking-ham––, ¿qué deberé hacer para alcanzar deVuestra Alteza semejante favor?

––No sé, milord ––respondió lady Enriqueta––; preguntádselo al señor de Artagnan; él os lodirá.

XXXVI

ARTAGNAN SACA, COMO HUBIERAHECHO UN HADA, UNA CASA DE RE-CREO DE UN CAJÓN DE PINO, COMO PORENCANTO

Las palabras del rey, con respecto al amorpropio de Monk, sólo había inspirado a Artag-nan mediana aprensión. El teniente había te-nido toda su vida el difícil arte de escoger a susamigos, y cuando los había tomado implacablese invencibles, era que no había podido, bajoningún pretexto, hacer otra cosa. Mas los pun-

Page 662: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tos de vista cambian mucho en la vida, que esuna linterna mágica cuyos aspectos altera todoslos años el ojo del hombre. De ahí resulta que,del último día de un año que se veía blanco, alprimer día de otro que se verá negro, sólo hayun espacio de una noche.

De modo que Artagnan, cuando salió de Ca-lais con sus diez satélites, se cuidaba tan pocode apoderarse de Goliat, Nabucodonosor uHolofernes, como de cruzar la espada con surecluta o de discutir con su posadera. Entoncesse parecía al gavilán que acomete en ayunas aun cordero. El hambre ciega. Pero Artagnan,satisfecho, rico, vencedor y orgulloso de untriunfo tan difícil, tenía demasiado que perderpara no contar con la probable mala suerte.

Pensaba, pues, al volver de su presentación,en una sola cosa, es decir, en contemplar a unhombre tan temible como Monk, a un hombre aquien también contemplaba Carlos, por másque fuese rey; porque apenas restablecido en su

Page 663: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

trono, el protegido podía tener aún precisión deprotector, y no le negaría, por consiguiente, sillegaba el caso, la mezquina satisfacción de de-portar al señor de Artagnan, o de encerrarle enalguna torre del Middlesex, o de hacerle dar unbaño en la travesía de Douvres a Boulogne.Tales satisfacciones se dan de reyes a virreyessin ulterior consecuencia.

Ni aun siquiera era menester que el rey fueseagente activo en este negocio, en el que Monktomaría la revancha. El papel del rey se limita-ría muy sencillamente a perdonar al virrey deIrlanda todo lo que hubiera hecho contra Ar-tagnan. No se necesitaba otra cosa para poneren reposo la conciencia del duque de Albemar-le, que un te absolvo dicho riendo, o el garabatodel Charles, the King, trazado en el extremo infe-rior de un pergamino; y con aquellas dos pala-bras pronunciadas, o con estas tres escritas, elpobre Artagnan estaba siempre enterrado bajolas ruinas de su imaginación.

Page 664: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Por otra parte, había una cosa que causababastante inquietud a un hombre tan previsorcomo era nuestro mosquetero: veíase solo, y laamistad de Athos no le bastaba para tranquili-zarse. Cierto que si se hubiese tratado de unabuena distribución de estocadas, el mosqueterohubiera contado con su amigo; pero, tratándosede delicadezas con un rey, cuando el tal vez deuna casualidad desgraciada viniera en ayudade la justificación de Monk o de Carlos II, Ar-tagnan conocía bastante a Athos para estar se-guro de que dejaría en buen lugar la lealtad delque sobreviviera, contentándose en verter mu-chas lágrimas sobre la tumba del muerto, ade-más de, si el muerto era su amigo, componerleen seguida su epitafio con los más pomposossuperlativos.

“Decididamente ––decía para sí el gascón, yeste pensamiento era el resultado de las re-flexiones que acababa de hacer en voz baja yque nosotros acabamos de proferir en voz alta––, decididamente, es necesario que me reconci-

Page 665: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

lie con el señor Monk y que yo adquiera laprueba de su completa indiferencia por lo pa-sado. Si, lo que Dios no permita, él es todavíaastuto y reservado en la expresión de su senti-miento, entrego mi dinero a Athos para que selo lleve, y me quedo en Inglaterra todo el tiem-po preciso para descubrirlo, y luego, como ten-go el ojo vivo y los pies ligeros, en cuanto vea elprimer signo hostil, tomo el portante y me ocul-to en casa de milord de Buckingham, que meparece un buen diablo en el fondo, y al cual, enrecompensa de su hospitalidad, cuento toda lahistoria de los diamantes, que ya sólo puedecomprometer a una reina vieja, la cual puedepasar, siendo la mujer de un cicatero como Ma-zarino, por haber sido en otro tiempo la queridade un señor arrogante como Buckingham.¡Diantre! Está dicho, y no me vencerá el señorMonk. ¡Además, una idea!...”

Ya se sabe que, por regla general, no eranideas lo que faltaba a Artagnan. Durante sumonólogo, Artagnan habíase abotonado hasta

Page 666: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

la barba, nada excitaba tanto su imaginacióncomo las preparativos a un combate cualquiera,que los romanos llamaban accintion. Llegó,pues, muy sofocado a la posada del duque deAlbemarle, y fue introducido en la habitacióndel virrey con una celeridad que manifestababien a fías claras era considerado como de casa.Monk estaba en su despacho.

––Milord––le dijo Artagnan con esa expresiónde franqueza que tan bien sabía extender por surostro el astuto gascón––, vengo a pedir un con-sejo a Vuestra Gracia.

Monk, abotonado moralmente, tanto como suantagonista físicamente, contestó:

––Pedid, querido.

Y su semblante presentaba una expresión nomenos franca que la de Artagnan.

––Ante todo, milord, prometedme indulgen-cia y secreto.

Page 667: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Prometo lo que deseéis. ¿Qué hay? Decid.

––Hay, milord, que no estoy completamentecontento de Su Majestad.

––¡De veras! ¿Cómo es eso? Hablad, miquerido teniente.

––Porque el rey se entretiene muchas vecescon bromas muy comprometidas para susservidores, y la broma, milord, es un armaque lastima mucho a la gente de espada comonosotros.

Monk hizo grandes esfuerzos para no mani-festar su pensamiento; pero Artagnan lo ace-chaba con atención demasiado sostenida parano distinguir un imperceptible rubor en susmejillas.

––Lo que es yo ––dijo Monk––, no soy enemi-go de las bromas, mi querido Artagnan; missoldados podrán deciros cuántas veces escuchéen el campamento con la mayor indiferencia, yhasta con cierto gusto, las canciones satíricas

Page 668: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que desde el ejército de Lambert pasaban almío, y que sin duda habrían despedazado losoídos de un general más susceptible que yo.

–– ¡Oh milord! ––dijo Artagnan––. Sé que soisun hombre completo y que estáis colocado hacemucho tiempo por encima de las miseriashumanas, mas hay bromas y bromas, y ciertasde ellas tienen el privilegio de irritarme de unamanera prodigiosa.

–– ¿Y puede saberse cuáles son, my dear?

––Las que se dirigen contra mis amigos o co-ntra las personas que respeto, general.

Monk hizo un movimiento imperceptible, queadvirtió Artagnan. ¿Y cómo ––preguntó Monk aespina que araña a otro puede hacer cosquillasen vuestra piel? ¡Contadme eso! ––Veamos.Milord, voy a explicároslo en una solapalabra: se trata de vos. Monk dio un pasohacia Artagnan.

–– ¿De mí? ––dijo.

Page 669: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, y he ahí lo que no puedo explicarme; talvez sea por falta de conocer su carácter. ¿Cómotiene Su Majestad corazón para hacer burla a unhombre que le ha prestado tantos y tan grandesservicios? ¿Cómo comprender que se diviertaen indisponer un león como vos con un mos-quito como yo?

––Nada de eso veo yo ––contestó Monk.

–– ¡Sí tal! En fin, el rey, que me debía una re-compensa, y podría recompensarme como a unsoldado, sin imaginar siquiera esa historia delrescate que os concierne, milord...

––No ––dijo Monk riendo––, no me conciernede ningún modo, os lo aseguro.

–– Ya me conocéis, milord; yo soy tan discre-to, que un sepulcro parecería hablador a milado, pero... ¿Comprendéis, milord?

––No ––dijo Monk.

––Si otro supiera el secreto que yo sé....

Page 670: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Qué secreto?

–– ¡Eh! Milord, ese desgraciado secreto deNewcastle.

–– ¡Ah! ¿El millón del conde de la Fère?

––No, milord, no; la empresa contra VuestraGracia.

––Estuvo muy bien jugada, caballero; nadahay que decir; sois hombre de guerra, valiente yastuto a la vez, lo cual prueba que reunís lascualidades de Fabio y Aníbal. De modo, quehabéis usado de vuestros medios, de la fuerza yde la astucia; nada hay que decir a esto, y escosa mía el garantirme de ello.

––No lo ignoro, milord, y no esperaba menosde vuestra imparcialidad; si no hubiese másque el rapto en sí mismo, ¡pardiez!, eso no seríanada; pero hay...

–– ¿Qué?

––Las circunstancias de ese rapto.

Page 671: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Cuáles?

––Bien sabéis lo que quiero decir, milord.

–– ¡No, Dios me condene!

––Hay... la verdad, es muy difícil de decir.

–– ¿Hay?

––Pues bien, hay ese diablo de caja.

Monk sonrojóse visiblemente.

–– ¡Esa indignidad de caja ––continuó Artag-nan––; la caja de pino, ya sabéis!

–– ¡Bueno! Lo había olvidado.

––De pino ––siguió el mosquetero––––,con agujeros para la nariz y la boca. En ver-dad, milord, lo demás podía pasar, ¡pero lacaja, la caja! Decididamente, fue una bromapesada.

Monk se revolvía en todos sentidos.

Page 672: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Y, sin embargo ––añadió Artagnan––, queyo, un capitán de aventuras, haya hecho eso, esmuy sencillo, porque al lado de la acción, unpoco ligera, que he cometido, pero que puedeexcusarme la gravedad de la situación, he sidocircunspecto y reservado.

–– ¡Oh! ––murmuró Monk––. Os conozcomuy bien, señor de Artagnan, y os aprecio.

Artagnan no perdía de vista a Monk, estu-diando todo lo que pasaba en su interior mien-tras hablaba.

––Pero no se trata de mí ––repuso Artagnan.

–– ¿Pues entonces de quién se trata? ––preguntó Monk que empezaba a impacientarse.

––Se trata del rey, que jamás contendrá sulengua.

–– ¡Y bien! ¿Qué le hemos de hacer, si habla?––dijo Monk, balbuciente.

Page 673: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Milord ––repuso Artagnan––, os suplicoque no disimuléis con un hombre que habla tanfrancamente como lo hago yo. Tenéis derechode erizar vuestra susceptibilidad, por benignaque sea. ¡Qué diantre! El lugar de un hombrecomo vos, de un hombre que juega con cetros ycoronas como un gitano con sus bolas, no erauna caja así, como si se tratara de un objeto cu-rioso de Historia Natural; porque, finalmente,ya comprendéis que sería cosa para hacer re-ventar de risa a todos vuestros enemigos; y soistan grande, tan noble y generoso, que por fuer-za debéis tener muchos. Tal secreto puede hacermorir de risa a la mitad del género humano, sise os representase en esa caja, y no es decenteque se rían así del segundo personaje de estereino.

Monk perdió completamente su continencia ala idea de verse representado en la caja. El ridí-culo, como juiciosamente había previsto Artag-nan, causaba en él lo que ni las aventuras de la

Page 674: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

guerra, ni los deseos de la, ambición, ni el te-mor de la muerte habían podido causar.

–– ¡Bien! ––pensó el gascón––. Tiene miedo:estoy salvado.

–– ¡Oh! ¡En cuanto al rey ––dijo Monk––, que-rido Artagnan, el rey no se chanceará conMonk, os lo aseguro!

El brillo de sus ojos fue interceptado al pasopor Artagnan. Monk se dulcificó al instante.

––El rey ––prosiguió––, es de un natural de-masiado noble y tiene un corazón demasiadoelevado para querer mal a quien le ha hechotanto bien.

–– ¡Oh! Ciertamente ––exclamó Artagnan––.Soy enteramente de vuestra opinión respecto alcorazón del rey, pero no en cuanto a su cabeza:es bueno, pero ligero.

––Su Majestad no será ligero con Monk, estadtranquilo.

Page 675: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿De modo que vos lo estáis, milord?

––Por esa parte al menos, sí, perfectamente.

––¡Ah! Os comprendo, estáis tranquilo porparte del rey.

––Ya os lo he dicho.

––Pero, ¿no lo estáis también por la mía?

––Me parece haberos asegurado que contabacon vuestra lealtad y discreción.

––Sin duda, sin duda; pero reflexionad unacosa...

–– ¿Cuál?

––Que yo no soy solo, que tengo compañeros,y que éstos...

–– ¡Oh! Sí, los conozco.

––Por desgracia, milord, ellos también os co-nocen.

–– ¿Y qué?

Page 676: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Están allá, en Boulogne, esperándome.

–– ¿Y teméis?...

––Sí, que en mi ausencia... ¡Cáscaras! Si estu-viese a su lado respondería de su silencio.

––Razón tenía yo en deciros que el peligro, sihabía peligro, no vendría del rey, por más dis-puesto que sea para la broma, sino de vuestroscompañeros, como acabáis de decir... Ser burla-do por un rey, es cosa tolerable todavía; peropor unos galopines... ¡Goddam!

––Sí, entiendo, es insoportable; y por eso ve-nía a deciros: milord, ¿no creéis que sería buenoque yo marchase a Francia lo más pronto po-sible?

–– Cierto, si creéis que vuestra presencia...

–– ¿Imponga a todos aquellos tunos? ¡Oh! Deeso estoy cierto, milord.

Page 677: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero vuestra presencia no impedirá que seextienda el rumor en caso de que haya transpi-rado ya.

–– ¡Oh! No ha transpirado, milord, os lo juro.Y en todo caso, creed que estoy determinado auna cosa.

–– ¿A qué?

––A romper la cabeza al primero que hayapropagado el rumor y al primero que lo hayaextendido. Después de lo cual, regresaré a In-glaterra a buscar un asilo y tal vez un empleo allado de Vuestra Gracias.

–– ¡Oh! ¡Volved, volved!

––Por desgracia, milord, a nadie conozco aquísino a vos, y no os encontraré o me habréis ol-vidado en vuestras grandezas.

––Escuchad, señor de Artagnan ––respondióMonk––, sois un caballero apreciado, lleno deinteligencia y valor, y merecéis todas las for-

Page 678: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tunas de este mundo; venid conmigo a Escocia,y juro, haceros en mi virreinato una posiciónque todos envidiarán.

–– ¡Oh! Milord, eso es imposible, por ahora.Tengo un deber sagrado por cumplir: he develar por vuestra gloria, impedir que un malintencionado empañe a los ojos de los contem-poráneos y... ¡quién sabe! ... tal vez a los de laposteridad, el brillo de vuestro nombre.

–– ¿De la posteridad, señor de Artagnan?

–– ¡Sí! Sin duda, es necesario que todos lospormenores de esta historia sean un misteriopara la posteridad; porque, en fin, admitid porun instante que se esparciera la desgraciadahistoria de la caja de pino, y se diría, no quehabéis restablecido lealmente al rey, en virtudde vuestro libre albedrío, sino que fue a conse-cuencia de un compromiso celebrado entre vo-sotros dos en Scheveningen. Yo pudiera decirperfectamente cómo sucedió la cosa, yo que losé, sin embargo, no me creerían, y se diría que

Page 679: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

habían recibido mi parte de torta y que me lacomía.

Monk frunció el entrecejo.

––Gloria, honor; honradez ––dijo––. ¡No soismás que palabras vanas!

––Niebla ––replicó Artagnan––, niebla por en-tre la cual jamás se ve muy claro.

–– ¡Pues bien! Entonces marchad a Francia,querido mío ––dijo Monk––, id, y para hacerosa Inglaterra más accesible y agradable, aceptadun recuerdo mío.

“¡Veamos, pues!” pensó Artagnan.

––Tengo a orillas de la Clyde ––prosiguióMonk––, una casita rodeada de árboles, un cot-tage, como aquí se llama, y un centenar de ar-gentas de tierra. Aceptadla.

–– ¡Oh milord!. . .

–– ¡Pardiez! Allí estaréis en vuestra casa, y éseserá el refugio de que me hablabais ahora poco.

Page 680: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Cómo! ¿Os quedaré obligado hasta esepunto? En verdad... Me avergüenzo de ello.

––No, señor ––replicó Monk con delicadasonrisa––; yo sí que os quedaré reconocido.

Y, estrechando la mano del mosquetero:

––Voy a hacer extender el acta de donación ––dijo.

Y salió.

Artagnan le vio alejarse y quedó pensativo yhasta emocionado. ––En fin ––dijo––, he aquíun barbián. Lo sensible es que lo haga por te-mor y no por afecto a mi persona. ¡Pues bien,quiero que también me tenga afecto!

Y después de un instante de reflexión másprofunda, murmuró: ¡Bah! ¿Y para qué? ¡Es uninglés!

Y salió, a su vez, algo aturdido de aquel com-bate.

Page 681: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Conque ––dijo–– heme aquí propietario.Pero, ¿cómo diantre he de partir esa quinta conPlanchet? A menos que le dé las tierras y yo mequede con la casa, o bien que él tome la casa yyo... ¡Vaya! ¡El señor Monk no sufriría que yodividiera una casa que él ha habitado, con unabacero! ¡Es muy orgulloso! Además, ¿para quéhablar de esto? Con el dinero de la sociedad nohe adquirido el inmueble, sino con mi inteli-gencia; luego es muy mío. Vamos en busca deAthos.

Y se dirigió hacia la morada de éste.

XXXVII

ARTAGNAN ARREGLA EL PASIVO DELA SOCIEDAD

ANTES QUE SU ACTIVO

Page 682: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Decididamente ––decía entre dientes Artag-nan––, estoy de vena. Esa estrella que luce unavez en la vida de todos los hombres, que luciópara Job y para Iro, el más desgraciado de losjudíos y el más pobre de los griegos, luce porfin para mí. No haré locuras, y me aprovecharéde ella, pues ya es tiempo de ser razonable.

Aquella noche cenó de muy buen humor consu compañero Athos, a quien no habló de ladonación esperada; pero no pudo menos depreguntarle, al mismo tiempo que comía, sobrelas siembras y plantaciones; a lo cual contestóAthos complaciente como siempre. Su creenciaera que Artagnan quería hacerse propietario, ylo único que sentía era perder el humor vivo ylas divertidas ocurrencias de su amigo. Artag-nan, en efecto, aprovechaba el residuo de grasacuajada en el plato para trazar cifras y hacersumas asombrosas.

La orden, o más bien la licencia para embar-carse, llegó aquella misma noche. Mientras la

Page 683: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

entregaban al señor conde, otro mensajero dabaa Artagnan un rollo de pergamino con todos lossellos con que se reviste la propiedad territorialen Inglaterra. Athos le sorprendió entretenidoen hojear estos diversos documentos que esta-blecían la transmisión de la propiedad. El pru-dente Monk, otros dirían el generoso Monk,había conmutado la donación en una venta, yreconocía haber recibido quince mil libras comoprecio de la cesión.

Ya el mensajero se había eclipsado. Artagnanseguía leyendo, Athos le miraba sonriente. Elmosquetero, sorprendiendo una de aquellassonrisas por encima de su hombro, guardó elrollo en su estuche. Perdonad ––dijo Athos.

–– ¡Oh! No sois indiscreto, amigo ––replicó elteniente––; quisiera...

––No me digáis nada, os lo ruego, las órdenesson cosas tan sagradas, que el encargado deellas no debe decir una palabra ni a su hermanoni a su padre. De modo que yo mismo, que os

Page 684: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

amo más tiernamente que un hermano, que unpadre y que todo lo del mundo...

–– ¿A excepción de Raúl?

––Más aún amaré a Raúl cuando le haya vistomanifestarse en todas las fases de su carácter yde sus actos... como os he visto a vos, amigomío.

–– ¿Conque decíais que también vos tenéisuna orden y que no me la participaréis?

––Sí, querido.

El gascón suspiró.

––Hubo un tiempo ––dijo–– en que esa ordenla hubierais puesto ahí, sobre esa mesa, dicien-do: “Artagnan, leednos ese logogrifo a Porthos,a Aramis y a mí.”

–– ¡Es verdad! ... ¡Oh! ¡Era la juventud, laconfianza, la edad generosa en la cual manda lasangre cuando se calienta por las pasiones!

Page 685: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

—Pues bien, Athos, ¿deseáis que os diga unacosa?

––Hablad, amigo mío.

––Ese tiempo adorable, esa edad generosa,esa dominación de la sangre caliente, todas esascosas muy bellas, sin duda, no las siento lo másmínimo. Me sucede con eso lo que con el tiem-po en que estudiaba... Siempre he encontradoen alguna parte un tonto para ponderarme esaépoca de castigos, de disciplinas y de cortezasde pan seco... ¡Es singular! Nunca me han gus-tado esas cosas; y por activo y sobrio que fuese(y bien sabéis que lo soy), y por sencillo quepareciese en mi traje, no por eso, he dejado depreferir los bordados de Porthos a mi casaquillaporosa, que dejaba penetrar el cierzo en invier-no y el sol en estío. Ya veis, querido, siempredesconfiaré de quien pretenda preferir el mal albien. Todo fue mal para mí en los tiempos pa-sados, cuando cada mes veía un agujero más enmi piel y en mi casaca, y un escudo de oro me-

Page 686: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nos en mi pobre bolsa. Nada echo de menos deaquel tiempo execrable sino nuestra amistad,porque tengo aquí un corazón; y, cosa milagro-sa, este corazón no fue desecado por el vientode la miseria que pasaba a través de los aguje-ros de mi capa, ni ensartado por las espadas detoda construcción que pasaban a través de losagujeros de mi pobre carne.

––No temáis por nuestra amistad ––dijo At-hos–– porque no morirá sino con nosotros. Laamistad se compone de recuerdos y de costum-bres, y si habéis hecho ahora poco una sátira dela mía, porque he vacilado en manifestaron lamisión que llevo a Francia...

–– ¿Yo?... ¡Cielos! ¡Si supieseis cuán indiferen-tes van a serme ahora todas las misiones delmundo!

Athos se levantó de la mesa y llamó al posa-dero para pagarle el gasto.

Page 687: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Desde que soy amigo vuestro ––dijo Artag-nan––, nunca he pagado un escote. Porthos lohacía a menudo, Aramis alguna que otra vez, yvos casi siempre gastabais hasta la última blan-ca. Ahora que soy rico, voy a ver si es heroicopagar.

––Hacedlo ––repuso Athos guardándose subolsa.

En seguida se encaminaron los dos amigos alpuerto, no sin que Artagnan hubiese miradoatrás para vigilar el transporte de sus amadosescudos. La noche acababa de tender su velosobre las amarillas aguas del Támesis; se oía eseruido de cuerdas y poleas, precursor de la fran-quía que tantas veces había hecho latir el cora-zón de los mosqueteros, cuando el peligro delmar era el menor de todos los que iban a desa-fiar. Esta vez debían embarcarse en un granbuque que los aguardaba en Gravesend, y Car-los II, siempre delicado en las cosas pequeñas,había enviado uno de sus yacht, con doce hom-

Page 688: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

bres de su guardia escocesa, a fin de hacer ho-nor al embajador que enviaba a Francia. A me-dia noche ya había pasado el yacht a sus pasaje-ros a bordo del navío, y a las ocho de la mañanadesembarcaba éste al embajador y a su amigoen el muelle de Boulogne.

En tanto que el conde se ocupaba con Gri-maud de los caballos para ir derecho a París,Artagnan corría a la posada, donde según susórdenes debía aguardarle su reducido ejército.Aquellos señores desayunaban ostras, pescadoy aguardiente aromatizado, cuando se presentóArtagnan. Todos estaban muy alegres, peroninguno había traspasado los límites de la ra-zón. Un hurra de júbilo acogió al general. Aquíestoy ––dijo Artagnan––; está terminada lacampaña, y vengo a traeros el suplemento desoldado prometido.

Todos los ojos brillaron.

––Apuesto a que ya no hay cien librasen la es-carcela del más rico dé vosotros.

Page 689: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Es verdad! ––exclamaron a coro.

––––Señores ––dijo entonces Artagnan, ésta esla última consigna. El tratado de comercio se haconcluido, gracias al golpe de mano, que noshizo dueños del hacendista más hábil de Ingla-terra; pues ahora, he de confesarlo, el hombre aquien se trataba de robar era el tesorero delgeneral Monk.

Esta palabra de tesorero produjo cierto efectoen su ejército; mas Artagnan notó que única-mente los ojos de Menneville no manifestabanuna fe completa.

––A ese tesorero ––prosiguió Artagnan––, lehe conducido a terreno neutral, a Holanda; lehe hecho firmar el contrato, y yo mismo le hevuelto a llevar a Newcastle, y como debió que-dar satisfecho de nuestra conducta con él, por-que el cofre de pino siempre era llevado sinsacudidas y estaba acolchado; he pedido unagratificación para vosotros. Aquí está.

Page 690: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y echó un saco respetable sobre el mantel.Todos tendieron involuntariamente la mano.

–– ¡Un instante, corderos míos! ––dijo Artag-nan––. Si hay beneficios, también hay cargas.

–– ¡Oh, oh! ––exclamó la reunión.

––Amigos míos, nosotros vamos a encon-trarnos en una posición que no sería sosteni-ble entre gente sin juicio; yo hablo claro: es-tamos entre la horca y la Bastilla.

–– ¡Oh, oh! ––repuso el coro.

––Esto es fácil de comprender. Ha sido ne-cesario explicar al general Monk la desapari-ción de su tesorero, y para esto he aguardadoel momento inesperado de la restauración delrey Carlos, que es uno de mis amigos.

El ejército cambió una mirada de satisfaccióncon la mirada bastante orgullosa de. Artagnan.

Restaurado el rey, he devuelto al señor Monksu hombre de negocios, un poco desplumado,

Page 691: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

es cierto, pero al fin se lo he devuelto. El gene-ral Monk, perdonándome, porque me ha per-donado, no ha podido menos de decirme estaspalabras, que, encargo a cada uno de vosotrosgrabe aquí entre los ojos y bajo la bóveda delcráneo: “Caballero, la broma puede pasar, pero,naturalmente, no me gustan las bromas; si unapalabra siquiera de lo, que habéis hecho (com-prendéis, señor de Menneville) sale de vuestroslabios, o de los labios de vuestros compañeros,tengo en mi gobierno de Escocia y de Irlandasetecientas cuarenta y una horcas de madera deencina, claveteadas y untadas de sebo todas lassemanas. Regalaré, pues una de estas horcas acada uno de vosotros; y notad bien esto, queri-do señor de Artagnan, añadió (notadlo tambiénvos, apreciable señor de Menneville), todavíame quedarán setecientas treinta para mis place-res secundarios. Además... “

–– ¡Ah, ah! ––gritaron los auxiliares de Artag-nan––. ¿Hay más todavía?

Page 692: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Una miseria más: “Señor de Artagnan, heremitido al rey de Francia el tratado en cues-tión, con una sola súplica para que haga en ce-rrar provisionalmente en la Bastilla, y despuésenviarme aquí a todos los que tomaron parte enla expedición, y ésta es una súplica a la queaccederá el rey.”

Un grito de terror partió de todos los ángulosde la mesa.

–– ¡Pero, bah! ––exclamó Artagnan––. Ese va-liente Monk se ha olvidado de una cosa, y esque no sabe el nombre de ninguno de vosotros;sólo yo os conozco, y ya calcularéis que no seréyo quien os venda. ¿Para qué? Yo supongo quenunca seréis bastante necios para denunciarosvosotros mismos, porque entonces, el rey, paraahorrarse los gastos de alimento y habitación,os enviaría a Escocia, donde se hallan las sete-cientas cuarenta y una horcas. Esto es lo quepasa, señores. Y ahora, ya no tengo una palabraque añadir a lo que acabo de tener el honor de

Page 693: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

deciros. Estoy seguro de que se me ha compren-dido perfectamente; ¿no es cierto, señor deMenneville?

––Perfectamente ––replicó éste.

––Ahora, los escudos ––exclamó Artagnan––.Cerrad las puertas. Y abrió el saco sobre la me-sa, donde cayeron muchos escudos de oro. Ca-da cual hizo un movimiento hacia ellos.

–– ¡Poco a poco! ––dijo Artagnan––. Que na-die se mueva, y haré la cuenta.

En efecto, dio cincuenta de aquellos escudos acada uno, y recibió tantas bendiciones comomonedas había entregado.

––Ahora ––dijo—, si os fuese posible arregla-ros un poco, si pudierais haceros buenos y hon-rados...

––Dificilillo es ––dijo uno de los asistentes.

–– ¿Por qué decís eso, capitán? ––dijo otro.

Page 694: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Lo digo porque si os hallara por ahí...¿quién sabe?... regresadlos de cuando en cuan-do con alguna propina...

E hizo una seña a Menneville, que lo escucha-ba con aire reservado.

––Menneville ––dijo––, venid conmigo. Adiós,valientes; os recomiendo seáis discretos.

Menneville le siguió, en tanto que los saludosde los otros se confundían con el dulce ruidodel oro que sonaba en sus bolsillos.

––Menneville ––dijo Artagnan cuando estu-vieron en la calle,–– no sois tonto, y tened cui-dado de no convertiros en tal; no me producísel efecto de que tengáis miedo a las horcas delseñor Monk, ni a la Bastilla de Su Majestad LuisXIV, pero me haréis la gracia de tenerlo de mí.Pues bien, oíd: a la menor palabra que se osescape, os mataré como a un pollo. Tengo laabsolución del Papa.

Page 695: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Os aseguro que no sé absolutamente nada,señor de Artagnan, y que todas vuestras pala-bras son artículos de fe para mí.

––Bien seguro estaba yo de que sois un mu-chacho de talento ––dijo el mosquetero––; hace veinticinco años que os he juz-gado. Estos cincuenta escudos de oroque os doy como plus, os probarán alafecto que os tengo. Tomad.

––Gracias, señor de Artagnan ––dijo Menne-ville.

––Con esto ya podéis ser realmente un hom-bre de bien —repuso Artagnan con tono másserio––. Sería vergonzoso que un talento comoel vuestro, y un nombre que no os atrevéis allevar, se encontrasen borrados para siemprebajo el orín de una vida mala. Haceos un hom-bre honrado, Menneville, y vivid un año con,esos cien escudos de oro, es una bonita canti-dad: dos veces el sueldo de un oficial de gra-

Page 696: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

duación. Id a verme dentro de un año y ¡dian-tre! haré de vos alguna cosa.

Menneville juró, como habían hecho sus ca-maradas, ser mudo como un sepulcro. Y, sinembargo, preciso es que alguien haya hablado;y como sin duda no han sido los nueve compa-ñeros, ni Menneville tampoco, necesario es quefuera Artagnan, quien, como gascón, tenía lalengua muy cerca de los labios. Porque, si no él,¿quién había de ser? ¿Y cómo había de explicar-se el secreto de la caja de pino agujereada quede manera tan completa ha llegado a nosotros,como ha podido verse, y cuya historia hemosreferido con tan minuciosos pormenores? Por-menores que por lo demás iluminan con clari-dad tan nueva como inesperada toda esa partede la historia de Inglaterra, abandonada hastahoy en la obscuridad por los, historiadores.

XXXVIII

Page 697: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

DONDE SE VE CÓMO EL ABACEROFRANCÉS SE HABÍA YA REHABILITADOEN EL SIGLO XVII

Hechas ya sus cuentas y sus re-comendaciones, sólo pensó Artagnan en volvera París lo antes posible. Athos, por su parte,también deseaba regresar a casa y descansar unpoco. Por más enteros que hayan quedado elcarácter y el hombre después de las fatigas deun viaje, el viajero ve con placer, al fin del día, ymucho más si el día ha sido espléndido, que lanoche va a proporcionarle un poco de sueño.Así es que desde Boulogne a París, cabalgandolos dos amigos uno junto a otro, un tanto absor-tos en sus pensamientos individuales, no habla-ron cosas bastante interesantes para qué ente-remos de ellas al lector; entregados ambos a susreflexiones personales, y construyéndose el por-venir a su manera, se ocuparon principalmenteen acortar la distancia por medio de la celeri-

Page 698: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dad. Athos y Artagnan llegaron en la noche delcuarto día después de su salida de Boulogne, alas barreras de París.

–– ¿Dónde vais, amigo? ––preguntó Athos.

––Yo voy derecho a mi casa.

––Y yo derecho a la de mi consocio.

–– ¿A casa de Planchet?

––Sí, buen amigo, al “Pilón de Oro”.

––Por supuesto, nos volveremos a ver.

––Si estáis en París, sí; porque yo me quedo.

––No; después de haber abrazado a Raúl, aquien he citado en mi casa, salgo inmediata-mente para la Fère.

––Entonces, adiós, buen amigo.

––Hasta más ver, diréis mejor, pues no sé porqué me parece que os vendréis a vivir conmigoa Blois. Ya que sois libre, ya que sois rico, oscompraré, si gustáis, una buena hacienda en las

Page 699: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cercanías de Cheverny o en las de Bracieux. Poruna parte, tendréis los bosques más hermososdel mundo, que van a unirse con los de Cham-bord, y por otra, huertas admirables. Vos, aquien tanto place la caza, y que de grado o porfuerza sois poeta, encontraréis allí faisanes, co-dornices y cercetas, sin contar puestas de sol ypaseas en barca, que causarían envidia a Nem-rod y al mismo Apolo. Esperando la adquisi-ción habitaréis en la Fére, e iremos a levantar lamarica en las viñas, como hacía el rey Luis XIII.Es un moderado placer para viejos como noso-tros.

Artagnan tomó las manos de Athos.

––Amigo mío ––le dijo––, no os digo que sí, nique no. Dejadme pasar en París el tiempo in-dispensable para arreglar todos mis asuntos, ypara acostumbrarme poco a poco a la pesada ybrillante idea que agita mi cerebro. Soy rico, yalo sabéis, y de aquí a que me haya acostumbra-do a la riqueza, me conozco, seré un animal

Page 700: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

insoportable. Ahora bien, tampoco soy tan bes-tia como para carecer de espíritu ante un amigocomo vos, Athos. El vestido es hermoso y ri-camente dorado, pero nuevo, y me molesta enlas sisas.

Athos sonrió.

––Sea lo que queráis ––dijo––; pero a propósi-to de ese vestido, ¿queréis que os dé un consejo,amigo Artagnan?

–– ¡Oh! Con mucho gusto.

–– ¿Y no os enfadaréis?

–– ¡Vamos!

–– Cuando la riqueza llega tarde y de pronto,hay que hacerse avaro para no cambiar, es de-cir, es preciso no gastar mucho más dinero delque uno tenía antes, o hacerse pródigo y tenertantas deudas que vuelva a ser pobre.

–– ¡Ah! Eso que me decís se parece mucho aun sofismo, mi querido filósofo.

Page 701: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No lo creo. ¿Tratasteis de aceros avaro?

–– ¡No tal! Yo lo era antes de tener nada.Cambiemos. Entonces, sed pródigo.

––Todavía menos, ¡diantre! Las deudas meespantan. Los acreedores me representan conanticipación los diablos que revuelven a loscondonados en las parrillas; y como la pacienciano es mi virtud dominante, siempre tengo ten-taciones de zurrar a los diablos.

––Sois el hombre más sabio que conozco, y notenéis que recibir consejos de nadie. Locos serí-an los qué creyesen que podrían engañaros al-guna vez. Pero, ¿no estamos en la calle de SanHonorato?

––Sí, querido amigo.

–– ¿Distinguís allá abajo, a la izquierda, unacasita blanca? Pues allí tengo mi alojamiento.Notaréis que sólo consta de dos pisos; yo ocupoel primero, y el otro está alquilado a un oficialcuyo servicio le tiene fuera de París ocho o nue-

Page 702: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ve meses al año; de modo que estoy en esa casacomo en la mía, a excepción del gasto.

–– ¡Oh! ¡Qué bien os arregláis, Athos! ¡Quéorden! Eso es lo que yo desearía reunir; peroqué queréis, eso es de nacimiento y no se ad-quiere.

–– ¡Adulador! Vamos, adiós, amigo. A propó-sito, dad un recuerdo de mi parte a Planchet.Seguirá siendo un mozo de talento, ¿verdad?

––Y de corazón, Athos. ¡Adiós! Separáronse.Durante esta conversación Artagnan no habíaperdido de vista un segundo cierto caballo decarga, en cuyos canastos, y debajo de una pocade paja, se extendían los saquillos en que estabael dinero. Las nueve de la noche daban en SaintMerri, y los mozos de Planchet cerraban la tien-da. Artagnan paró al postillón que guiaba elcaballo de carga en la esquina de la calle de losLombardos, debajo de un cobertizo, y llamandoa uno de los criados de Planchet, le encargó queguardase, no sólo los dos caballos, sino también

Page 703: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

al postillón; después de lo cual entró en casa delabacero, que acababa de comer y que, en suentresuelo consultaba con ansiedad el calenda-rio, en el cual borraba todas las noches el díaque acababa de pasar.

En el instante en que, según su costumbre co-tidiana, borraba Planchet con la pluma el díatranscurrido, Artagnan puso el pie en el umbralde la puerta y el choque hizo sonar sus espue-las.

–– ¡Ah! ¡Dios santo! ––exclamó Planchet.

El digno abacero no pudo decir más, puesacababa de ver a su consocio. Artagnan entrócon la cabeza inclinada y los ojos tristes. El gas-cón tenía una idea respecto a Planchet.

–– ¡Buen Dios! ––dijo el abacero mirando alcaminante––. ¡Está triste!

El mosquetero se sentó.

Page 704: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Querido caballero de Artagnan ––dijoPlanchet con horribles latidos de corazón, yaestáis aquí, ¿cómo va de salud?

––Bastante bien, Planchet ––dijo Artagnandando un suspiro.

––Espero no habréis sido herido...

–– ¡Psch!

–– ¡Ah! ––prosiguió Planchet cada vez másalarmado––. ¿La expedición ha sido dura?

––Sí ––contestó Artagnan.

Un estremecimiento corrió por todo el cuerpode Planchet.

––Bebería de buena gana ––observó el mos-quetero alzando lastimeramente la cabeza.

Planchet corrió por sí mismo al armario y sir-vió al mosquetero vino en un gran vaso.

Artagnan miró la botella.

–– ¿Qué vino es ese?––dijo.

Page 705: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––El que preferís, señor ––dijo

–– Planchet; ese buen vino añejo de Anjou queun día por poco nos cuesta caro a todos.

–– ¡Ah! ––replicó Artagnan con triste son-risa––; Pobre Planchet, ¿debo todavía beberbuen vino?

––Vamos, señor ––dijo el abacero, haciendoun gran esfuerzo, mientras sus músculos con-traídos, la palidez y el temblor manifestabanla más viva angustia––. Vamos, he sido sol-dado, y por tanto tengo valor; no me hagáispadecer, señor de Artagnan; se ha perdidonuestro dinero, ¿no es así?

Antes de responder, Artagnan se tomó tiem-po, un siglo para el infeliz abacero. Sin embar-go, no había hecho más que revolverse en susilla.

––Y si fuese así ––dijo moviendo la cabeza dearriba abajo––, ¿qué diríais, pobre amigo mío?

Page 706: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Planchet, de pálido que estaba pusose amari-llo. Hubiérase dicho que iba a tragarse la len-gua, pues tanto se hinchaba su garganta y tantose enrojecían sus ojos.

–– ¡Veinte mil libras! ––exclamó––. ¡Veinte millibras!

Artagnan, con el cuello y las piernas estiradosy los brazos caídos, parecía la estatua del de-caimiento. Planchet arrancó un doloroso sus-piro de las cavidades más profundas de su pe-cho.

––Vamos ––dijo––, ya sé lo que hay. Seamoshombres. Esto se acabó, ¿verdad? Lo principales, señor, que hayáis salvado la vida.

––Sin duda, la vida es algo; pero entre tantome he arruinado.

–– ¡Pardiez! Señor ––dijo Planchet––, si esasí, no hay que desesperarse; os metéis a aba-cero conmigo, os asocio a mi comercio, divi-dimos las ganancias, y cuando no haya ga-

Page 707: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nancias, entonces partiremos las almendras,los higos y las ciruelas pasas, y roeremos jun-tos el último pedazo de queso de Holanda.

Artagnan no pudo resistir más.

–– ¡Pardiez! ––exclamó conmovido––. ¡Eresun bravo mozo, Planchet, por mi honor!Veamos, ¿no has representado una comedia?¿No has visto en la calle, bajo el cobertizo, elcaballo de los sacos?

–– ¿Qué caballo? ¿Qué sacos? ––dijo Plan-chet, cuyo corazón se conmovió a la idea deque Artagnan se volviese loco.

–– ¡Toma! ¡Los sacos ingleses, pardiez! ––dijoArtagnan radiante y transfigurado.

–– ¡Ah! ¡Dios santo! ––articuló Planchet, re-trocediendo ante el fuego deslumbrador desus miradas.

–– ¡Imbécil! ––exclamó Artagnan––. Me creesloco. ¡Diantre! Jamás, por el contrario, he tenido

Page 708: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

la cabeza más sana, y más alegre el corazón. ¡Alos sacos, Planchet; a los sacos!

–– ¡Pero, qué sacos, Dios santo! Artagnanempujó a Planchet hacia la ventana.

––Debajo del cobertizo, allí ––le dijo––, ¿nodistingues un caballo?

––Sí.

–– ¿No ves que está cargado?

––Sí, sí.

–– ¿Ves a uno de tus mozos que conversa conel postillón?

––Sí, sí, sí.

–– ¡Pues bien! Tú sabes el nombre de ese mo-zo, puesto que es tuyo; llámalo.

–– ¡Abdón! ¡Abdón! ––llamó Planchet por laventana.

––Trae el caballo ––le apuntó Artagnan.

Page 709: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Trae el caballo! ––gritó Planchet.

––Ahora, diez libras al postillón ––exclamóArtagnan con el tono que hubiera usado paramandar una revolución, dos mozos para subirlos dos primeros sacos, otros dos para subir lossegundos, y vivo, voto va!

–– ¡Actividad!

Planchet se precipitó por la escalera, como siel diablo le hubiera mordido en las pantorrillas.Un momento después la subían los mozos, do-blados bajo el peso que conducían. Artagnanlos mandó a su zaquizamí, cerró cuidadosa-mente la puerta, y dirigiéndose a Planchet, quea su vez se volvía loco:

––Ahora nosotros dos ––le dijo. Y extendió enel suelo una gran cobertera, vaciando encima elprimer saco. Otro tanto hizo Planchet con elsegundo, y después rompió el tercero Artagnan,valiéndose de un cuchillo. Cuando Planchetoyó el seductor ruido de la plata y el oro, cuan-

Page 710: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

do vio relucir fuera del saco los brillantes escu-dos que saltaban como peces fuera de la red,cuando sintió llegar hasta sus pantorrillas aque-lla marea de monedas amarillas y plateadas, leacometió una especie de desmayo, dio unavuelta sobre sí mismo, como herido por el rayo,y se dejó caer pesadamente sobre el enormemontón de monedas, que, bajo su peso, resonóen la estancia con indescriptible ruido.

Planchet había perdido el conocimiento, sofo-cado por la alegría. Artagnan le echó un vasode vino blanco a la cara, lo cual le volvió almomento a la vida.

En aquel tiempo, lo mismo que hoy, los aba-ceros llevaban bigote de caballero y barba delansquenete; solamente los baños de dinero, yamuy raros entonces, se han hecho casi descono-cidos en el día.

–– ¡Cáscaras! ––dijo Artagnan––. Aquí haycien mil libras para vos, mi señor consocio.

Page 711: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! ¡Qué hermosa cantidad! Señor de Ar-tagnan, ¡qué hermosa cantidad!

––Hace media hora hubiera sentido un pocodarte esa cantidad; pero al presente ya no losiento, porque eres un abacero barbián, Plan-chet. Vaya, hagamos buenas cuentas, porque,como dicen, las buenas cuentas hacen los bue-nos amigos.

–– ¡Oh! Contadme primero toda la historia ––dijo Planchet––; eso debe ser aún más bonitoque el dinero.

––No digo que no, a fe mía ––replicó Artag-nan acariciándose el bigote––, y si alguna vezpiensa en mí un historiador para referirla, bienpodrá decir que no bebió en mala fuente. Escú-chame, pues, Planchet, voy a contártela.

––Y yo a hacer montones de monedas ––dijoPlanchet––. Comenzad, querido patrón.

–– ¡Ea! ––dijo Artagnan tomando aliento.

Page 712: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Vamos ––dijo Planchet, cogiendo el primerpuñado de escudos.

XXXIX

EL JUEGO DE MAZARINO

En un salón del palacio real, tapizado de ter-ciopelo obscuro, que hacía resaltar las moldurasdoradas de un gran número de hermosos cua-dros, se veía la noche misma de la llegada denuestros dos viajeros a toda la Corte reunidaante la alcoba del cardenal Mazarino, que con-vidó a jugar al rey y a la reina.

Un biombo separaba tres mesas puestas en elsalón, en una de las cuales estaban sentados elmonarca y las dos reinas. Luis XIV, sentadoenfrente de su joven esposa, sonreía con expre-sión de soberana felicidad. Ana de Austria ju-gaba contra el cardenal, y su nuera le ayudabacuando no sonreía con su marido. El juego del

Page 713: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cardenal lo llevaba la condesa de Soissons, yacostado aquél en su lecho, con el semblantedemacrado y lánguido, fijaba en las cartas unamirada incesante, llena de interés y de codicia.

El cardenal se había hecho acicalar por Be-mouin; pero el colorete, que sólo brillaba en suspómulos, hacía resaltar mucho más la enfermi-za palidez del resto de su rostro y el lucienteamarillo de su frente. Tan sólo sus ojos de en-fermo tenían un brillo más vivo que de costum-bre, y sobre ellos se fijaban de vez en cuando lasmiradas inquietas de Su Majestad, de la reina yde los cortesanos.

El hecho es que los ojos del signor Mazarinoeran las estrellas más o menos resplandecientessobre las cuales leía su destino la Francia delsiglo XVII cada noche y cada mañana.

Su Eminencia no ganaba ni perdía, y por lomismo, ni estaba alegre ni triste. Esta era unaquietud en la cual no hubiese querido dejarleAna de Austria, que tenía mucha compasión

Page 714: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

por él; mas para llamar la atención del enfermocon cualquier golpe brillante, hubiera sido pre-ciso ganar o perder. Ganar era peligroso, por-que Mazarino hubiera cambiado su indiferenciapor algún gesto desagradable; perder era tam-bién peligroso, porque hubiera sido necesariohacer trampas y la infanta que vigilaba el juegode su suegra, se habría admirado de sus buenasdisposiciones hacia Mazarino.

Los cortesanos conversaban aprovechándosede esta calma. El señor Mazarino, cuando noestaba de mal humor, era un príncipe benigno,y él, que a nadie impedía cantar con tal que lepagaran, no era bastante tirano para evitar quese hablase, con tal de que se decidiesen a per-der.

Charlabase, pues. En la primera mesa el jovenhermano del rey, Felipe, duque de Anjou, mi-raba su linda figura en el espejo de una caja. Sufavorito, el caballero de Lorena; apoyado en elsillón del príncipe, escuchaba con secreta en-

Page 715: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

vidia al conde de Guiche, otro favorito de Feli-pe, que relataba en términos escogidos las di-versas vicisitudes de fortuna del rey aventureroCarlos II. Refería, como sucesos fabulosos, todala historia de sus peregrinaciones en Escocia,sus terrores cuando las partidas enemigas se-guíanle la pista, las noches pasadas en los árbo-les y los días de hambre y de combates. Poco apoco la historia de este desgraciado rey habíainteresado tanto a los oyentes, que el juego sehacía lánguido, aun en la mesa real, y el jovenmonarca, pensativo y sin prestar atención alparecer, seguía los menores detalles de estaodisea, pintorescamente contada por el condede Guiche.

La condesa de Soissons interrumpió al narra-dor, diciéndole:

––Confesad, conde que estáis glosando.

–– Señora, solamente cito como un loro lashistorias que me han contado diferentes ingle-

Page 716: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ses, y aun diré que soy textual como una carpe-ta.

Carlos II habría muerto si hubiera sufrido to-do eso.

Luis XIV alzó su inteligente y orgullosa cabe-za.

––Señora ––dijo con voz reposada, que aúnrevelaba al niño tímido––, el señor cardenal osdirá que durante mi minoridad han estado a laventura los asuntos de Francia... y que si yohubiese sido mayor habría tenido que echarmano a la espada hasta por mi cena.

––Gracias a Dios ––repuso el cardenal, quehablaba por vez primera––, Vuestra Majestadexagera, pues su comida siempre ha estadococida a punto con la de sus servidores.

El rey se sonrojó.

–– ¡Oh! ––murmuró desde su asiento Felipeaturdidamente y sin dejar de mirarse––. Yo me

Page 717: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

acuerdo que una vez, en Melún, no se habíapuesto comida para nadie, y que el rey se comiólas dos terceras partes de un pedazo de pan,entregándome la otra.

Viendo sonreír al cardenal, toda la asamblease echó a reír. A los reyes se les adula con elrecuerdo de una angustia pasada como con laesperanza de una fortuna futura.

––De aquí deduciremos que la corona deFrancia ha estado sin cesar bien sostenida en lacabeza de sus reyes ––se apresuró a añadir Anade Austria––, y que esa corona ha caído de ladel soberano de Inglaterra; y cuando por ventu-ra oscilaba un poco esa misma corona, porquealgunas veces hay temblores de trono, comohay temblores de tierra, cada vez, digo, que larebelión amenazaba, una buena victoria devol-vía la calma.

––Con algunos llorones más para la corona ––dijo Mazarino.

Page 718: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El conde de Guiche se calló, el rey compusosu rostro, y Mazarino cruzó una mirada conAna de Austria, como para darle las gracias porsu intervención.

––No importa ––dijo Felipe alisándose los ca-bellos––; mi primo Carlos no es hermoso, peroes valiente, porque se ha batido como un león, ysi continúa batiéndose de este modo, nadie du-da que concluya por ganar, una batalla... comoRocroy...

––No tiene soldados ––replicó el caballero deLorena.

––El rey de Holanda, su aliado, se los dará. Loque es yo bien se los habría dado si fuese rey deFrancia.

Luis XIV sonrojóse excesivamente.

Mazarino afectó mirar su juego con más aten-ción que nunca.

Page 719: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––A estas horas ––repuso el conde de Guiche––, está consumada la fortuna de este infelizpríncipe. Si ha sido engañada por Monk es per-dido, y la prisión o la muerte tal vez acabarán loque el destierro, las batallas y las privaciones,habían empezado.

Mazarino frunció el entrecejo.

–– ¿Es cosa cierta ––dijo Luis XIV––, que elrey Carlos II haya salido de La Haya?

––Muy cierto, Majestad ––––replicó el joven––. Mi padre ha recibido una carta que le da lospormenores del hecho; hasta se sabe que SuMajestad ha desembarcado en Douyres, puesunos pescadores le han visto entrar en el puer-to; lo demás todavía es misterio.

––Quisiera saber lo demás ––dijo vivamenteFelipe––. ¿Vos sabéis, hermano mío?

Luis XIV se sonrojó otra vez. Era la tercera enel espacio de una hora.

Page 720: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Preguntad al señor cardenal ––replicó conacento que hizo alzar los ojos a Mazarino; a Anade Austria y a todo el mundo.

––Lo cual quiere decir, hijo mío ––interrumpió riendo Ana de Austria––, que elrey no permite que se hable de las cosas de Es-tado fuera del Consejo.

Felipe aceptó de buen grado la fraterna, ehizo sonriendo un ceremonioso saludo, primeroa su hermano, y luego a su madre.

Pero Mazarino observó que un grupo iba aformarse en un ángulo del salón, y que el du-que de Orleáns, con el conde Guiche y el caba-llero de Lorena, privados de explicarse en vozalta, podían perfectamente decir en voz bajamás de lo que fuera necesario. Comenzó, pues,a lanzarles ojeadas llenas de desconfianza y deinquietud, invitando a Ana de Austria a quearrojara alguna perturbación en el conciliábulo,cuando de pronto entrando Bernouin por la

Page 721: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

puertecilla del hueco de la cama, dijo al oído desu amo:

––Monseñor, un enviado de Su Majestad elrey de Inglaterra. Mazarino no pudo ocultaruna ligera emoción que el rey sorprendió alpaso. Para evitar ser indiscreto, menos todavíaque para no parecer inútil, Luis XIV se levantóde repente, y acercándose a Su Eminencia le diolas buenas noches.

Toda la asamblea se había levantado con granruido de sillas y mesas empujadas.

––Dejad salir poco a poco a todo el mundo ––dijo Mazarino en voz baja a Luis XIV––, y con-cededme unos minutos. Esta misma noche des-pacho un negocio, del que deseo hablar a Vues-tra Majestad.

–– ¿Y las reinas? ––preguntó Luis XIV.

––Y el señor duque de Anjou ––repuso SuEminencia.

Page 722: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Al mismo tiempo saltó al hueco de la cama,cuyas cortinas al caer ocultáronla completa-mente. El cardenal, entretanto, no había perdi-do de vista a los conspiradores.

––Señor conde de Guiche ––dijo con temblo-rosa voz al mismo tiempo que se ponía detrásde las cortinas la bata que le presentaba Ber-nouin.

––Aquí estoy, monseñor ––dijo el joven acer-cándose.

––Tomad mis cartas, pues tenéis suerte estanoche... Y ganadme un poco el dinero de esosseñores.

––Sí; monseñor.

El joven se sentó a la, mesa de donde se apar-tó el rey para charlar con las reinas.

Una partida bastante seria comenzó entre elconde y varios ricos cortesanos.

Page 723: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Felipe hablaba de modas mientras tanto conel caballero de Lorena, y ya se había dejado deoír detrás de las cortinas de la cama el roce de labata del cardenal.

Su Eminencia había seguido a Bermouin algabinete inmediato a la alcoba.

XL

ASUNTO DE ESTADO

Habiendo pasado Su Eminencia a su gabine-te, encontró al conde de la Fère, que esperabamuy ocupado en admirar un Rafael hermosísi-mo puesto sobre un aparador recamado de pla-ta.

El cardenal llegó, ligero y silencioso como unasombra, y sorprendió la fisonomía del conde,como tenía costumbre de hacer, pretendiendoadivinar, por la simple inspección del rostro de

Page 724: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

su interlocutor, cuál sería el resultado, de laconversación.

Pero esta vez se engañó la esperanza, de Ma-zarino, y nada absolutamente leyó en el rostrode Athos, ni siquiera el respeto que habitual-mente leía en todas las fisonomías.

Athos vestía de negro con sencillo bordado deplata. Llevaba el Espíritu Santo, la Jarretiera y elToisón de oro, tres Órdenes de tal importancia,que, sólo un rey o un comediante podían reu-nir.

Mazarino, rebuscó largo tiempo en su memo-ria un poco turbada para recordar el nombreque debía dar a aquel semblante glacial, y no loconsiguió.

––He sabido ––dijo al fin–– que me llegaba unmensaje de Inglalerra.

Sentóse, despidiendo a Bernouin y a Brienne,que como secretario se preparaba a llevar lapluma.

Page 725: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––De parte de Su Majestad el rey de Inglate-rra, sí, Eminencia.

––Muy correctamente habláis el francés, caba-llero, para ser inglés ––dijo graciosamente Ma-zarino, mirando siempre al través de sus dedosel Espíritu Santo, la Jarretiera, el Toisón, y sobretodo el semblante del mensajero.

––No soy inglés, sino francés, señor cardenal––respondió Athos.

–– ¡Cosa extraña! El rey de Inglaterra escogefranceses para sus embajadas; esto es de exce-lente agüero… Decidme vuestro nombre, sigustáis, señor.

––Conde de la Fère ––dijo Athos saludandomás ligeramente de lo que exigía el ceremonialy el orgullo del ministro omnipotente.

Mazarino encogióse de hombros para decir:“no conozco ese nombre”.

Athos no pestañeó.

Page 726: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Y venís, caballero ––prosiguió Mazarino––,para decirme...

––Venía de parte de Su Majestad, el rey de laGran Bretaña, a anunciar al rey de Francia...Mazarino frunció el ceño.

––A anunciar al rey de Francia ––continuóAthos imperturbable––, la feliz restauración deSu Majestad Carlos II en el trono de sus padres.

––Sin duda tendréis poderes ––observó SuEminencia con tono breve e inquisidor.

––Sí…, monseñor:

La palabra monseñor salía penosamente delabios de Athos, como si lo desollase.

––En ese caso, enseñadlos. Athos sacó undespacho de una bolsa de terciopelo que lleva-ba debajo de su jubón.

El cardenal alargó la mano.

––Perdón, monseñor ––dijo Athos––; mi des-pacho es para el rey.

Page 727: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Puesto que sois francés, caballero, debéissaber lo que vale un primer ministrote la Cortede Francia.

––Hubo un tiempo ––contestó Athos––, enque yo me ocupaba, en efecto, de lo que valenlos primeros ministros; pero he formado, yahace muchos años, la resolución de no tratarsino con el rey.

––Entonces, caballero ––dijo Mazarino, que yacomenzaba a irritarse––, no veréis ni al ministroni al rey.

Y Su Eminencia se levantó. Athos volvió ameter su despacho en la bolsa, saludó grave-mente y dio algunos pasos hacia la puerta. Estasangre fría exasperó a Mazarino,

–– ¡Qué raros procedimientos diplomáticos! ––exclamó––. ¿Estamos aún en los tiempos enque el señor Cromwell nos enviaba aquellosfanfarrones a guisa de encargados de negocios?

Page 728: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Sólo os falta, señor, el morrión en la cabeza y laBiblia en la cintura.

––Señor ––replicó Athos––, jamás he tenidoyo, como vos, la ventaja de tratar con el señorCromwell, y no he visto a sus encargados denegocios sino con la espada en la mano; ignoro,pues, cómo trataba con los primeros ministros.Respecto al rey de Inglaterra, Carlos II, sé quecuando escribe a Su Majestad el rey Luis XIV nolo hace a Su Eminencia el cardenal Mazarino;en esta distinción no veo ninguna diplomacia.

–– ¡Ah! ––exclamó Mazarino golpeándose enla frente con la mano––. ¡Ahora me acuerdo!

Athos le miró sorprendido.

–– ¡Sí, eso es! ––murmuró el cardenal, sindejar de mirar a su interlocutor––. Sí, eso es,sin duda... Os conozco, caballero. ¡Ah, diávo-lo! Ya no me sorprende.

––Efectivamente, yo me sorprendía quecon la excelente memoria de Vuestra Eminen-

Page 729: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cia ––respondió Athos sonriendo––, no mehubiese conocido aún.

––Siempre pertinaz y regañón, caballero, ca-ballero… ¿cómo os llamaban?

–– Aguardar... un nombre de río... Potamos...No... un nombre de isla... Nexos... no, ¡perJove! ¡Un nombre de montaña...! ¡Athos! ¡Esoes! Estoy encantado de veros otra vez y de noestar ya en Rueil, donde me hicisteis pagar res-cate con vuestros condenados cómplices...¡Fronda! ¡Siempre Fronda! ¡Fronda condenada!¡Oh! Caballero, ¿por qué, han sobrevivido vues-tras antipatías a las mías? Si alguien tuviera dequé quejarse, creo que no seríais vos, que salis-teis de allí, no sólo con el bolsillo repleto, sinotambién con el cordón del Espíritu Santo al cue-llo.

–– Señor cardenal ––contestó Athos––, permi-tidme no entrar en consideraciones de ese or-den. Tengo una misión que desempeñar... ¿Mefacilitaréis los medios de llevarla a cabo?

Page 730: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Me asombra ––dijo Mazarino muy alegrepor haber hecho memoria y no sin punta demalicia––; me sorprende, señor... Athos, que unfrondista como vos haya aceptado una misióncerca de Mazarino, como se decía en mejorestiempos...

Y Mazarino se echó a reír, a pesar de una tosdolorosa que cortaba cada una de sus frasesconvirtiéndolas en sollozos.

––Yo no he aceptado misión sino cerca del reyde Francia, señor cardenal ––contestó el conde,con menos acritud, por tener bastantes ventajaspara mostrarse moderado.

––Siempre será necesario, señor frondista ––dijo alegremente Mazarino––, que del rey... elasunto de que os habéis encargado…

––De que me han encargado, monseñor; yono corro tras de los asuntos.

––Bueno; será preciso, digo, que esa negocia-ción pase un poco por mis manos... No perda-

Page 731: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

mos un tiempo precioso... Decidme las condi-ciones. : .

––He tenido la honra de asegurar a VuestraEminencia que sólo la carta de Su Majestad Car-los II contiene la revelación de su deseo.

–– ¡Vaya! Estáis ridículo con vuestra rigidez,señor Athos... Bien se conoce que habéis, fre-cuentado al trato de los puritanos de por allá...Vuestro secreto lo sé mejor que vos, y tal vezhabéis hecho mal en no tener algunas conside-raciones hacia un hombre muy viejo y achaco-so, que ha trabajado mucho en su vida y soste-nido valerosamente la campaña por sus ideascomo vos por las vuestras... ¿no queréis decirnada? Bien. ¿No queréis comunicarme vuestracarta?... Magnífico. Venid conmigo a mi cáma-ra; vais a hablar al rey.... y delante del rey...Ahora, oíd una palabra: ¿quién os ha dado elToisón? Me acuerdo que pasabais por tener laJarretiera, pero en cuanto al Toisón, no sabía...

Page 732: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Recientemente, monseñor, con motivo delmatrimonio de Su Majestad Luis XIV, Españaha enviado al rey Carlos II un despacho delToisón en blanco; Carlos II me lo ha transmitidollenando el blanco con mi nombre.

Mazarino se levantó, y, apoyándose en el bra-zo de Bernouin, entró en su alcoba en el mo-mento en que anunciaban en el salón al señorpríncipe. El príncipe de Conde, el primer prín-cipe de la sangre, el vencedor de Rocroy, deLens y de Nordlinger, entraba efectivamente enel cuarto del señor Mazarino, seguido de susgentileshombres, y ya saludaba al rey, cuandoel primer ministro levantó la cortina, Athostuvo tiempo para ver a Raúl, que estrechaba lamano del conde de Guiche, y para cambiar unasonrisa por su respetuoso saludo.

También tuvo tiempo para ver el semblanteradiante del cardenal, cuando advirtió ante él,sobre la mesa, una enorme masa de oro que elconde de Guiche había ganado, por rara suerte,

Page 733: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

desde que Su Eminecia le confió las cartas. Demodo que, olvidando embajador, embajada ypríncipe, su primer pensamiento fue para eloro.

–– ¡Cómo! ––exclamó el vicio ¿Todo, esto...todo eso... le ganancia?

––Cosa como de cincuenta mil escudos; sí,monseñor ––replicó el conde de Guiche levan-tándose––. ¿Dejo el puesto a Vuestra Eminenciao continúo?

–– ¡Dejadlo, dejadlo! ¡Sois un loco, y perderí-ais todo lo que habéis ganado; diablo!

––Monseñor ––dijo el príncipe de Condé sa-ludando.

––Buenas noches, señor príncipe ––dijo el mi-nistro con tono ligero––; sois muy amable enhacer una visita a un amigo enfermo.

–– ¡Un amigo! ––murmuró el conde de la Fèreviendo con estupor esa alianza monstruosa de

Page 734: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

palabras––. ¡Amigo, tratándose de Mazarino yde Condé!

El cardenal adivinó el pensamiento delfrondista, porque sonrió con aspecto de triunfoy dijo en seguida al rey:

––Majestad, tengo el honor de presentaros alseñor conde de la Fère, embajador de Su Majes-tad Británica... ¡Asunto de Estado, señores! ––añadió, despidiendo con la mano a todos losque llenaban el salón, y los cuales, con el prín-cipe de Condé a la cabeza, eclipsáronse al gestosólo de Mazarino.

Raúl, después de mirar por última vez al con-de de la Fère, siguió al príncipe de Condé.

Felipe de Anjou y la reina parecían consultar-se como para salir también.

––Asunto de familia ––dijo Mazarino, dete-niéndolos en sus asientos––. Este caballero queveis trae al rey una carta, en la cual Carlos II,completamente restaurado en su trono, intenta

Page 735: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

un enlace entre Monsieur, hermano del rey, ylady Enriqueta, nieta de Enrique IV... ¿Queréisentregar al rey vuestras credenciales, señorconde?

Athos permaneció un momento estupefacto.¿Cómo podía saber el ministro el contenido deuna carta que no había abandonado un ins-tante? Sin embargo, dueño siempre dé sí mis-mo, entregó su despacho al rey Luis XIV, que lotomó ruborizándose. Un silencio solemne reinóen el salón del cardenal, interrumpido tan sólopor el ruido del oro que Mazarino, con su manoseca, apilaba en un cofre, en tanto que el mo-narca leía.

XLI

EL RELATO

La malicia de Su Eminencia no dejaba muchascosas que decir al embajador. No obstante, la

Page 736: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

palabra restauración impresionó al rey, que,dirigiéndose al conde, sobre el cual tenía fijosdos ojos desde su entrada:

––Señor ––dijo––, ¿queréis darnos algunos de-talles acerca de los asuntos en Inglaterra? Venísdel país, sois francés, y las Órdenes que veobrillar en vuestra persona anuncian un hombrede mérito al mismo tiempo que de calidad.

––El caballero ––dijo el cardenal volviéndosehacia la reina madre––, es un antiguo servidorde Vuestra Majestad: el señor conde de la Fère.

Ana de Austria era olvidadiza como una re-ina que pasó la vida entre los huracanes y losdías serenos. Miró a Mazarino, cuya mala son-risa le prometía alguna perversidad, y despuéssolicitó una explicación de Athos por medio deotra mirada.

––El señor ––prosiguió el cardenal––, era unmosquetero de Téville al servicio del difuntorey... Conoce perfectamente a Inglaterra, adon-

Page 737: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de ha hecho muchos viajes en distintas épocas;es persona del más alto mérito.

Estas palabras aludían a todos los hechos queAna de Austria temía siempre recordar. Ingla-terra era su odio a Richellieu y su afecto a Buc-kingham; un mosquetero de Tréville era la odi-sea de triunfos que hicieron, latir el corazón dela mujer joven y de los peligros que habían des-arraigado a medias el trono de la joven reina.

Mucho poder tenían aquellas palabras, pueshicieron mudas y atentas a todas las personasreales, quienes, con muy diversos sentimientos,se pusieron a repasar al mismo tiempo los mis-teriosos años que los jóvenes no habían visto, yque los viejos habían creído para siempre olvi-dados.

––Hablad; caballero ––ordenó Luis XIV, quefue el primero en salir de la turbación, de lassospechas y de los recuerdos.

Page 738: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, hablad ––repitió Mazarino, a quien de-volvía sus fuerzas y alegría la pequeña maldadque acababa de hacer a Ana de Austria.

––Majestad ––dijo el conde––, una especie demilagro ha cambiado los destinos del rey CarlosII. Lo que los hombres no habían podido hacerhasta ahora, Dios se resolvió a llevarlo a cabo.Mazarino tosió.

––El rey Carlos II prosiguió Athos–– salió deLa Haya, no como fugitivo ni como conquista-dor, sino como rey absoluto que, después de unviaje lejos de su reino, vuelve entre las bendi-ciones universales.

––Gran milagro, efectivamente––––dijo Maza-rino––, porque si las noticias han sido exactas,el rey Carlos II, que acababa de entrar entrebendiciones, salió entre mosquetazos.

El rey permaneció impasible. Felipe, más jo-ven y mas frívolo, no pudo dominar una sonri-

Page 739: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

sa que aduló a Mazarino como un aplauso desu chanza.

––En efecto ––dijo el rey––, ha sido un mila-gro; mas Dios, que tanto hace por los reyes,señor conde, emplea también la mano de loshombres para hacer triunfar sus designios. ¿Aqué hombre, principalmente, debe Carlos II surestablecimiento?

–– ¡Cómo! ––murmuró el cardenal sin cuidar-se para nada del amor propio del rey––. ¿Nosabe Vuestra majestad que ha sido el señorMonk?

––Debo saberlo ––replicó resueltamente LuisXIV––; y sin embargo, pregunto al señor emba-jador las causas del cambio del señor Monk.

––Y Vuestra Majestad toca precisamente lacuestión ––contestó Athos––, porque sin el mi-lagro de que he tenido el honor de hablar, elseñor Monk seguiría, probablemente siendo unenemigo invencible del rey Carlos II. Dios ha

Page 740: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

querido que una idea singular, atrevida e inge-niosa cayese en el espíritu de cierto hombre,mientras que otra idea, apasionada y animosa,caía en la inteligencia de otro. La combinaciónde estas dos ideas causó tal cambio en la posi-ción del señor Monk, que, de enemigo encarni-zado, se convirtió en amigo del destronado rey.

––Esa es precisamente la noticia que yo pedía––dijo el rey––. ¿Quiénes son esos dos hombresde que habláis?

––Dos franceses, Majestad.

––Es cierto que eso me agrada mucho.

–– ¿Y las dos ideas? ––exclamó Mazarino––.Yo soy más apasionado de las ideas que de loshombres.

––Sí ––dijo–– el rey.

––La segunda idea, apasionada y valerosa... lamenos importante, Majestad, era ir a desente-rrar un millón en oro sepultado por el rey Car-

Page 741: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

los I en Newcastle, y comprar con ese oro elconcurso de Monk.

–– ¡Oh, oh! –––exclamó Mazarino reani-mado con esta palabra millón–––.Newcastleestaba precisamente ocupado por ese mismoMonk. ––

––––Sí, señor cardenal, y he ahí la razón porque me he atrevido a llamar animosa la idea almismo tiempo que apasionarla. Tratábase,pues, si el señor Monk despreciaba las ofertasdel negociador, de reintegrar al rey Carlos II lapropiedad de ese millón, que debía arrancarse ala lealtad y no al legalismo del general Monk.Esto se hizo, a pesar de algunas dificultades; elgeneral fue leal y dejó que se llevasen el oro.

––Creo —dijo el rey pensativo y tímido–– queCarlos II no tenía conocimiento de ese millóndurante su permanencia en París.

––Me parece ––repuso el cardenal maliciosa-mente ––que Su Majestad el rey de la Gran Bre-

Page 742: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

taña sabía perfectamente la existencia del mi-llón, pero que prefería dos millones.

––Majestad ––contestó Athos con firmeza––,Su Majestad el rey Carlos II se ha visto enFrancia de tal manera pobre, que ni tenía dineropara tomar posta; de tal manera desnudo deesperanzas, que a veces pensó en morir. Tantoignoraba la existencia del millón de Newcastle,que sin un caballero, súbdito de Vuestra Majes-tad, depositario moral del millón, y que revelóel secreto a Carlos II, aún vegetaría ese príncipeen el más cruel olvido.

––Pasemos a la idea ingeniosa, singular yatrevida ––interrumpió Mazarino, cuya sagaci-dad se presentaba en derrota––.

–– ¿Cuál era?

––Hela aquí... Siendo el señor Monk el úni-co obstáculo al restablecimiento de Su Majes-tad el rey destronado, un francés pensó en su-primir ese obstáculo.

Page 743: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! ¡Oh! ¡Ese francés es un malvado!dijo el cardenal––. Y la idea no es de tal modoingeniosa que no haga colgar o enredar a suautor en la plaza de la Grève, por sentenciadel Parlamento.

––Se equivoca Vuestra Eminencia ––dijo se-camente Athos––; yo no he dicho que el francésen cuestión estuviese resuelto a asesinar al se-ñor Monk, sino a suprimirlo. Las palabras de lalengua francesa tienen un valor que conocenabsolutamente los caballeros de Francia. Porotra parte, éste es un negocio de guerra, ycuando se sirve a los reyes contra sus enemigas,no se tiene por juez al Parlamento... sino a Dios.Así es que ese caballero francés imaginó apode-rarse de la persona del señor Monk, y ejecutó suplan.

El rey animábase con la relación de las accio-nes hermosas.

El joven hermano de Su Majestad dio un pu-ñetazo sobre la mesa exclamando:

Page 744: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah! ¡Eso es hermoso! ¿Robó a Monk? ––dijo el rey––. Pero él estaba en su campamen-to...

––Y el caballero estaba solo, Majestad:

–– ¡Soberbio! ––dijo Felipe.

–– ¡En efecto, maravilloso! ––exclamó elrey.

–– ¡Bueno! Ahí están dos leoncillos desenca-denados ––murmuró el cardenal.

Y con aire de despecho, dijo:

––Ignoro esos pormenores; ¿garantizáis su au-tenticidad, caballero?

––Con tanto más gusto, señor cardenal, cuan-to que he presenciado los acontecimientos.

–– ¿Vos?

––Sí, monseñor.

El rey se había acercado involuntariamente alconde; el duque de Anjou también había dado

Page 745: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

una vuelta, aproximándose a Athos por el otrolado.

–– ¿Y luego, señor, y luego? ––exclamaronlos dos al mismo tiempo.

––Majestad, siendo cogido el señor Monkpor el francés, fue llevado al rey Carlos II enLa Haya. El rey devolvió la libertad al señorMonk, y el general, reconocido, dio en cambioa Carlos II el trono de la Gran Bretaña, por elcual habían combatido tantos hombres demérito sin resultado alguno.

Felipe palmoteó, entusiasmado. Más reflexivoLuis XIV, se volvió hacia el conde la Fère:

–– ¿Es verdad ––dijo–– en todos sus detalles?

––Absolutamente, Majestad.

–– ¿Conque uno de mis gentileshombres co-nocía el secreto del millón y lo había guardado?

––Sí, Majestad.

–– ¿El nombre de ese caballero?

Page 746: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Vuestro servidor ––dijo Athos.

Un murmullo de admiración llegó a hen-chir el corazón de Athos. El mismo Mazarinohabía alzado los brazos al cielo.

––Señor ––dijo el rey––, buscaré y trataré deencontrar un medio para recompensaros.

Athos hizo un movimiento.

––No de vuestra probidad ––prosiguió el rey––, porque os humillaría ser pagado por esto;pero os debo una recompensa por haber contri-buido a la restauración de mi hermano CarlosII.

––Verdaderamente ––dijo Mazarino.

––Triunfo de una buena causa, que colma dealegría a toda la casa de Francia ––dijo Ana deAustria.

––Continúo ––dijo Luis XIV––. ¿Es verdadtambién que un solo hombre haya penetrado

Page 747: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

hasta Monk, en su campamento, y que lo hayarobado?

––Ese hombre tenía diez auxiliares que habíaencontrado en un rango inferior.

–– ¿Nada más?

––Nada más.

–– ¿Y se llama?

––Señor de Artagnan, en otro tiempo tenientede mosqueteros de Vuestra Majestad.

Ana de Austria ruborizóse, Mazarino se pusoamarillo, Luis XIV se asombró y cayó una gotade sudor de su pálida frente.

–– ¡Qué hombres! ––murmuró. Y lanzó inad-vertidamente al ministro una ojeada que lohubiera espantado, si Mazarino no hubiese te-nido en aquel momento oculta la cabeza bajo laalmohada.

—Señor ––exclamó el joven duque de Anjou,poniendo su mano, blanca y delicada como la

Page 748: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de una mujer, sobre el brazo de Athos––, decidde mi parte a ese hombre valiente, que Mon-sieur, hermano del rey, beberá mañana a susalud en presencia de los cien mejores hidalgosde Francia.

Y conociendo el joven, al concluir estas pala-bras, que el entusiasmo le había descompuestouno de sus puños de encaje, se ocupó en com-ponerlo con el mayor cuidado.

––Tratemos de negocios, Majestad ––interrumpió Mazarino, que ni se entusiasmabani tenía puños de encaje.

—Sí, señor ––replicó Luis XIV––. Decid vues-tra comunicación, señor conde repuso volvién-dose a Athos.

Athos comenzó, en efecto, y propuso solem-nemente la mano de lady Enriqueta Estuardo aljoven príncipe, hermano del rey.

La conferencia duró una hora, después de lacual abriéronse las puertas de la cámara a los

Page 749: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cortesanos, que volvieron a sus puestos, comosi nada se hubiera suprimido para ellos de lasocupaciones, de aquella noche.

Athos se encontró entonces cerca de Raúl, y elpadre y el hijo pudieron estrecharse la mano.

XLII

MAZARINO SE HACE PRÓDIGO

Mientras Mazarino procuraba reponerse de lafuerte alarma que acababa de tener, Athos yRaúl conversaban en un rincón de la sala. ¿Conque estáis en París, Raúl?–dijo el conde.

––Sí, señor, desde que vino el príncipe.

––No puedo conversar con vos en este sitio,donde nos observan; pero ahora mismo memarcho a casa, donde os aguardo tan prontocomo os lo permita el servicio.

Page 750: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Raúl se inclinó. El príncipe iba derecho aellos.

Este tenía aquella mirada clara y profundaque distingue a las aves de rapiña de especienoble, y su misma fisonomía presentaba algu-nos rasgos distintivos de esta semejanza. Sesabe qué el príncipe de Condé tenía la narizaguileña; aguda e incisiva, y una frente leve-mente rápida, más bien baja que elevada, locual, según decían los huílones de la Corte; gen-te inexorable hasta para con el genio, constituíamás bien un pico de águila que una narizhumana, en el heredero de los famosos prínci-pes de la casa de Condé.

Esta mirada penetrante, esta expresión impe-riosa de toda su fisonomía, turbaba general-mente a aquellas a quienes el príncipe dirija lapalabra, más que lo hubiera hecho la majestad ola regular belleza del vencedor de Rocroy. Ade-más, destellaban tan rápidamente sus ojos sa-lientes, que toda la animación del príncipe pa-

Page 751: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

recíase a la de la cólera. A causa, pues, de estácualidad, todo el mundo en la corte reverencia-ba al señor príncipe, y no viendo muchos en élmas que al hombre, llevaban el respeto hasta elterror.

Luis de Condé se adelantó hacia el conde dela Fère y Raúl con intención de ser saludadopor el uno y dirigir la palabra al otro.

Nadie saludaba con más gracia que el condede la Fére, pues desdeñaba poner en una reve-rencia todos los caracteres que un cortesanotoma ordinariamente del deseo de agradar. At-hos conocía su valor personal y saludaba a unpríncipe como a un hombre, corrigiendo conalguna cosa simpática e indefinible lo que podíamolestar el orgullo del rango supremo en lainflexibilidad de su actitud.

El príncipe iba a hablar a Raúl; Athos se ade-lantó, y dijo:

Page 752: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Si el señor vizconde de Bragelonne no fuerauno de los muy humildes servidores de VuestraAlteza, le suplicaría que pronunciase mi nom-bre delante de vos... señor príncipe.

––Tengo el honor de hablar al señor conde dela Fère ––dijo en seguida Condé.

––Mi protector ––repuso Raúl ruborizándose.

––Uno de los hombres más virtuosos del re-ino ––continuó el príncipe––; uno de los prime-ros caballeros de Francia, y del cual he oídodecir tanto bueno, que a veces he deseado con-tarlo en el número de mis amigos.

––Honor de que no sería digno, monseñor ––replicó Athos––, sino por mi respeto y por miadmiración hacia Vuestra Alteza.

––El señor de Bragelonne ––dijo el príncipe––,es un excelente oficial que, como se ve, ha teni-do buena escuela. Allí Señor conde, en vuestrotiempo los generales tenían soldados...

Page 753: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es cierto, monseñor; pero hoy los soldadostienen generales.

Este cumplimiento hizo estremecer de alegríaa un hombre que ya toda Europa miraba comoun héroe, y a quien no podía hacer ningún efec-to la alabanza.

––Es muy sensible para mí ––replicó el prín-cipe–– que os hayáis retirado del servicio, señorconde; porque será preciso que el rey se ocupede una guerra con Holanda o con Inglaterra, yno faltarían ocasiones, para un hombre comovos, que conoce tan bien la Gran Bretaña comoa Francia.

––Creo poder deciros, monseñor, que heobrado cuerdamente retirándome del servicio ––dijo Athos sonriendo––––. Francia y la GranBretaña van a vivir ahora como hermanas, si hede creer en mis presentimientos.

–– ¿Vuestros presentimientos?

Page 754: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Escuchad, monseñor, 1o que dicen allíen la mesa del señor cardenal.

–– ¿En el juego?

––En el juego... sí, monseñor.

El cardenal acababa, en efecto, de levantarsesobre un codo, y de hacer una señal al jovenhermano del rey, que se acercó a él.

––Monseñor ––dijo el cardenal––, os suplicoque reunáis todos esos escudos de oro.

Y designaba el enorme montón de piezasamarillas y brillantes que el conde de Guichehabía ganado paulatinamente en su presencia,gracias a una suerte de las más decididas.

–– ¿Para mí? ––exclamó el duque de Anjou.

–– Si, monseñor, esos cincuenta mil escudosson para vos.

–– ¿Me los dais?

Page 755: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– He jugado para vos, monseñor ––replicó elcardenal debilitándose poco a poco, como si elesfuerzo de dar este dinero le hubiese agotadotodas las facultades físicas y morales.

–– ¡Oh! ¡Dios santo! ––murmuró Felipe casiaturdido de alegría––. ¡Qué día tan feliz!

Y haciendo una especie, de rasero con sus de-dos, reunió una parte de la suma y se llenó losbolsillos... A pesar de esto, quedó sobre la mesamás de la tercera parte.

––Caballero ––dijo Felipe a su favorito el deLorena––, venid. Acudió el favorito.

–– Embolsaos el resto ––dijo el príncipe.

Esta escena singular no fue considerada porninguno de los concurrentes sino como unainteresante fiesta de familia. Su Eminencia sedaba aires de padre con los hijos de Francia, ylos dos jóvenes príncipes habían crecido bajosus alas. Nadie imputó, pues, a orgullo, ni aun

Page 756: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

a impertinencia, como haríase hoy, esta libera-lidad del primer ministro.

Los cortesanos se contentaron con tener envi-dia... El rey volvió la cara a otro lado.

––Nunca he tenido tanto dinero ––dijo conalegría el joven príncipe, atravesando la cámaracon su favorito para llegar a su carroza––. ¡No!¡Jamás...! ¡Cómo pesan estos cincuenta mil es-cudos!

–– ¿Mas por qué da el señor cardenal todo esedinero de un golpe? –– preguntó en voz baja elpríncipe al conde de la Fére—. ¡Debe estar muyenfermo el querido cardenal monseñor, muyenfermo sin duda; además tiene muy mala caracomo puede ver Vuestra Alteza.

––Cierto... Pero se morirá de eso... ¡Ciento cin-cuenta mil libras! ¡Oh! Es cosa increíble: ¿Vea-mos por qué, conde? Buscad una razón.

––Monseñor, suplico tengáis paciencia; poraquí viene el señor duque de Anjou charlando

Page 757: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

con el caballero de Lorena; no me sorprenderíaque me ahorrasen ellos el trabajo de ser indis-creto. Escuchadles.

Efectivamente, el caballero decía a media, vozal príncipe:

––Monseñor, no es natural que Mazarino detanto dinero. Tened cuidado; vais a dejar caerlas monedas, monseñor: ¿Qué quiere el carde-nal de vos para ser tan generoso?

—Cuando yo os lo decía ––dijo Athos al oídodel príncipe––; quizá den ellos la respuesta avuestra pregunta.

––Decidme, monseñor ––añadió con impa-ciencia el caballero, que calculaba sopesando enel bolsillo la parte de dinero que le había tocadode, rechazo.

––Querido caballero, regalo de boda.

–– ¡Cómo, regalo de boda!

Page 758: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí. ¡Me caso! ––murmuró el duque de An-jou, sin advertir que en aquel mismo momentopasaba por delante del príncipe y de Athos, quele saludaron profundamente.

El caballero dirigió al joven duque una mira-da tan extraña y rencorosa, que el conde de laFère se estremeció.

–– ¡Vos! ¿Vos, casares? —exclamó––. ¡Oh! Im-posible... ¿Haríais tal locura?

–– ¡Ba! No soy yo quien la hago; me la hacenhacer ––replicó el duque de Anjou––. Ven pron-to; vamos a gastar el dinero.

Y luego desapareció con su compañero, rien-do y charlando, mientras todas las frentes seinclinaban a su paso.

Entonces dijo el príncipe con voz muy baja aAthos:

–– ¿Es este el secreto?

––No soy yo quien lo ha dicho, monseñor.

Page 759: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Se casa con la hermana de Carlos II?

––Me parece que sí.

El príncipe reflexionó un momento y sus ojoslanzaron un vivo relámpago.

––Ea ––dijo con lentitud, como si hablase con-sigo mismo––, otra vez la espada en la vaina...¡y por mucho tiempo!

Y suspiró.

Todo lo que contenía este suspiro de ambi-ciones sordamente sofocadas, de ilusiones ex-tinguidas y de esperanzas burladas, sólo Athoslo adivinó, porque sólo él oyó el suspiro.

Luego se despidió del príncipe y se marchó elrey.

Athos, con una seña que hizo a Bragelonne, lerenovó la invitación hecha al principio de estaescena. . Poco a poco quedó desierta la cárnara,y el cardenal, presa de padecimientos que ya nopensaba disimular, gritó con voz apagada:

Page 760: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Bernouin! ¡Bernouin!

–– ¿Qué quiere Vuestra Eminencia?

––Guénaud... ¡Que llamen a Guénaud! ––dijosu Eminencia––; creo que voy a morir.

Bernouin, azorado, corrió al gabinete a dar laorden, 'y el picador que salió a buscar al médicocruzóse con la carroza del rey en la calle de SanHonorato.

XLIII

GUÉNAUD

La orden de Su Eminencia era urgente; Gué-naud no se hizo esperar.

Halló a su enfermo tendido en el lecho, conlas piernas hinchadas, lívido, y él estómagocomprimido. Mazarino acababa de sufrir unrudo ataque de gota. Padecía atrozmente y con

Page 761: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

la impaciencia del hombre no acostumbrado aresistencias. A la llegada de Guénaud:

–– ¡Ah! ––dijo––. ¡Me ha salvado!

Guénaud esa un hombre muy sabio y pruden-te, que no necesitaba de las críticas de Boileaupara tener reputación. Cuando estaba enfrentede la enfermedad, aunque estuviese personifi-cada en un soberano, trataba al enfermo sinmiramientos. Nada, pues, replicó, como el mi-nistro esperaba. Por el contrario, examinando alenfermo con aire muy grave.

–– ¡Oh, oh! ––exclamó.

–– ¿Qué es eso, Guénaud? Me asustáis.

–– Vuestro mal, monseñor, es muy peligroso.

––La gota... ¡Oh! Sí, la gota.

–– Con complicaciones, monseñor.

Mazarino se incorporó sobre un codo, inter-rogando con la mirada y con el gesto.

Page 762: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Cómo? ¿Estoy más malo de lo que yo `mismo creo?

–– Monseñor ––dijo Guénaud sentándose jun-to a la cama––, Vuestra Eminencia ha trabajadoen su vida; Vuestra Eminencia ha sufrido mu-cho.

––Mas no soy tan viejo, me parece... El difun-to señor de Richelieu tenía diecisiete meses me-nos que yo cuando murió, y murió de enferme-dad mortal. Yo soy joven, Guénaud; apenastengo cincuenta y dos años.

–– Monseñor, mucho más de eso tenéis...¿Cuánto tiempo duró la Fronda?

–– ¿Y con qué propósito me hacéis esa pre-gunta?

–– Para un cálculo médico, monseñor.

–– Unos diez años... poco más o menos.

–– Perfectamente, tened la bondad de contarcada año de Fronda por tres... son treinta; vein-

Page 763: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

te y cincuenta y dos son ochenta y dos años,monseñor, y ya es edad avanzada.

Diciendo esto tomaba el pulso al enfermo. Es-te pulso estaba lleno de tan tristes pronósticos,que el médico prosiguió al instante a pesar delas interrupciones del doliente:

Pongamos los años de Fronda a cuatro cadauno; son noventa y dos años los que habéis vi-vido. Mazarino púsose muy pálido y dijo convoz apagada:

–– ¿Habláis seriamente, Guénaud?

–– ¡Ah! Sí, monseñor.

–– ¿Luego, tomáis un rodeo para anun-ciarme que estoy muy malo?

–– A fe que sí, monseñor; y con un hombredel talento y del valor de Vuestra Eminenciano se debería andar con rodeos.

El cardenal respiró tan difícilmente que causólástima al mismo inexorable doctor.

Page 764: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Hay enfermedades y enfermedades ––repuso Mazarino––. De algunas se escapa.

––Es verdad, monseñor:

–– ¿No es eso? ––exclamó Maza––. Sino ca-si alegre.

––Porque en fin, ¿de qué serviría el poder,la fuerza de voluntad?... ¿De qué aprove-charía el genio, vuestro genio, Guénaud? Dequé, en fin, sirven la ciencia y el arte, si el en-fermo que dispone de todo no puede salvarsedel peligro?

Guénaud iba a abrir la boca, pero prosiguióMazarino:

––Pensad en que soy el más confiado de vues-tros clientes; pensad que os obedezco ciega-mente, y que por tanto…

––––Sé todo eso ––dijo Guénaud.

–– ¿Conque me curaré?

Page 765: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Monseñor, no hay fuerza ni voluntad, nipoder, ni genio, ni ciencia que resistan al malque Dios envía sin duda, o que arrojó sobre latierra en la creación, con pleno poder de des-truir y matar a los hombres. Orando el mal esmortal, mata y nadie puede impedirlo.

–– ¿Mi mal... es... mortal? –– pregunto Maza-rino,

––Sí, monseñor:

Su Eminencia abatióse un momento, como elinfeliz a quien ha magullado una columna alcaer. Pero era, un alma bien templada y un es-píritu muy sólido el del señor Mazarino.

––––Guénaud ––dijo incorporándose––, nome concederéis que apele de vuestro juicio.Quiero reunir a los hombres más sabios de Eu-ropa, quiero consultarlos... quiero vivir, en fin,en virtud de cualquier clase de remedio.

––No creáis, monseñor ––dijo Guénaud––,que yo tengo a pretensión de haber fallado sólo

Page 766: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

sobre una existencia preciosa como la vuestra;he reunido a todos los buenos doctores y prác-ticos de Francia y de Europa... Eran doce.

–– ¿Y qué han dicho7

–– Han dicho que Vuestra Eminencia estabaatacado de enfermedad mortal; tengo la consul-ta firmada en mi cartera. Si queréis tomar cono-cimiento de ella, leeréis los nombres de todaslas enfermedades incurables que hemos descu-bierto. Primero...

–– ¡No! ¡No! ––murmuró Mazarino rechazan-do el. papel––. ¡No, Guénaud, me rindo! Y unprofundo silencio, durante el cual reanimábaseel cardenal y reparaba sus fuerzas, sucedió a lasagitaciones de esta escena.

––Hay otra cosa ––murmuró Mazarino––; hayempíricos, los charlatanes. En mi país, aquellosa quieres abandonan los doctores corren a laventura de un vendedor de brebajes, que diezveces los matan, pero que dos salvan ciento.

Page 767: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿No ha notado Vuestra Eminencia quehace un mes he cambiado diez veces de reme-dios?

––Sí ¿y qué?

––Que he gastado cincuenta mil libras encomprar secretos de todos esos tunantes; la listase ha agotado y mi bolsa también. No habéis sa-nado y sin mi arte estaríais muerto.

––Esto se acabó––dijo el cardenal––, se aca-bó...

––Y derramó en derredor suyo una miradasombría sobre sus riquezas.

–– ¡Será necesario abandonar todo esto! ––dijosuspirando––. Soy muerto, Guénaud, soy muer-to.

–– ¡Oh! Aún no, monseñor ––dijo el médico.

Mazarino le cogió la mano.

Page 768: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Dentro de cuánto tiempo? –– preguntóclavando sus ojos extremadamente abiertos enel rostro impasible del médico.

––Monseñor, eso no se dice nunca.

––A los hombres vulgares, no; pero a mí... amí, para quien cada minuto vale un tesoro, ¡dí-melo, Guénaud, dímelo!

––No, monseñor, no.

––Lo quiero, te digo. ¡Oh! Dame un mes, ypor cada uno de esos treinta días te pagaré cienmil libras.

––Monseñor ––replicó Guénaud, con voz fir-me––. ¡Dios es quien os da los días de gracia, yno yo! Dios no os da más que quince días.

––¡Gracias, Guénaud, gracias!

El médico iba a marcharse cuando, incorpo-rándose, le dijo con los ojos encendidos:

–– ¡Silencio, silencio!

Page 769: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Monseñor, hace dos meses que sé el se-creto; ya veis que lo he guardado bien.

––Vete Guénaud, yo tendré cuidado de tu for-tuna; vete, y dile a Brienne que me envíe a undependiente llamado Colbert. Anda.

XLIV

COLBERT

Colbert no se encontraba lejos. Durante todala noche había estado en un corredor charlandocon Bernouin y con Brienne, y comentando, conla acostumbrada habilidad de los cortesanos,las noticias que se presentaban como burbujas,de aire sobre el agua en la superficie de cadaacontecimiento. Ya es hora de trazar en pocaspalabras uno de los retratos más interesantes deaquel siglo, y trazarlo con tanta verdad comoquizá hubieran podido hacerlo los pintores con-temporáneos. Colbert fue un hombre sobre el

Page 770: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cual tienen igual derecho moralistas e historia-dores.

Tenía trece años más que Luis XIV, su futuroamo. Era de regular estatura, más bien flacoque grueso, de ojos hundidos, cara pequeña ycabellos fuertes, negros y ralos, lo cual, comodicen los biógrafos de su época, le obligó a gas-tar gorro antes de tiempo. Una mirada preñadade severidad y aun de dureza; una especie degravedad que, para los inferiores, era orgullo, y,para los superiores, afectación de virtud; ceñopara todas las cosas, aun cuando estuviera sólomirándose en un espejo; he aquí todo lo relativoal exterior del personaje. En lo moral, se exage-raba la profundidad de su talento para las cuen-tas, su ingenio para hacer producir la mismaesterilidad.

Colbert pensó obligar a los gobernadores delas plazas fronterizas a que alimentasen a lasguarniciones sin soldados, de lo que sacaban delas contribuciones. Una cualidad tan hermosa

Page 771: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

proporcionó la idea al señor cardenal Mazarinode reemplazar a Joubert, su intendente, queacababa de morir, por el señor Colbert, que sa-bía escatimar tan peregrinamente.

Poco a poco lanzábase Colbert a la Corte, apesar de la medianía de su nacimiento; pues erahijo de un vinatero, como su padre, que des-pués fue pañero, y más tarde sedero.

Colbert, destinado primero al comercio, fuedependiente en casa de un mercader de Lyón, aquien abandonó para ir a París al estudio de unprocurador del Châtelet, llamado Biterne. Asífue como aprendió el arte de rectificar cuentas yel más interesante de embrollarlas.

Aquel ceño de Colbert le proporcionó muchobien; tan cierto es que la fortuna, cuando tieneun capricho parécese a esas mujeres de la anti-güedad, cuya fantasía no deseaba nada en lofísico ni en lo moral de las cosas y de los hom-bres. Ocupado Colbert en casa de Miguel Lete-llier, secretario de Estado en 1648, por su primo

Page 772: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Colbert, señor de Saint Pouange, que la favore-cía, recibió un día del ministro una comisiónpara el señor Mazarino.

Su Eminencia el cardenal gozaba entonces deuna salud perfecta, y los malos años de la Fron-da, aún no se habían triplicado ni cuadru-plicado para él. Estaba entonces en Sedán ma-durando una intriga de Corte, en la que Ana deAustria parecía querer abandonar su causa.

Letellier tenía los hilos de esta intriga.

Acababa de recibir una carta de Ana de Aus-tria, carta muy importante para é1 y demasiadocomprometida para Mazarino; pero como yarepresentaba el doble papel que tan bien le ser-vía, y como siempre manejaba a dos adversa-rios para sacar partido de uno y de otro, ya em-brollándolos más que antes lo estaban, ya re-conciliándolos, Miguel Letellier quiso enviar aMazarino la carta de Ana de Austria, a fin deque tuviese conocimiento de ella, y por tanto a

Page 773: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

fin de que le supiese agradecer un servicio tangalantemente prestado.

Enviar la carta era cosa fácil; recobrarla des-pués de la comunicación era lo difícil. Letellieresparció la vista en derredor suyo, y viendo aldependiente negro y nacogire garabateaba ensu bufete frunció el entrecejo, le prefirió al me-jor gendarme pata la ejecución de su designio:

Colbert debía partir para Sedán con orden dedar la carta a Mazarino y volvérsela a traer aLetellier.

Escuchó su consigna con escrupulosa aten-ción, se la hizo repetir dos veces, e insistió en lapregunta de saber si volver a traer era tan pre-ciso coma entregar, a lo cual dijo Letellier:

––Más necesario.

Entonces partió, viajó como un correo sin cui-darse de su cuerpo, y entregó al cardenal, pri-mero una esquela de Letellier que le anunciaba

Page 774: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

la remisión de la carta, y después la carta mis-ma.

Mazarino sonrojóse mucho leyendo la cartade Ana de Austria, dejó ver su graciosa sonrisay despidió a Colbert:

–– ¿Cuándo vuelvo por la respuesta, monse-ñor? ––dijo con humildad el mensajero.

––Mañana.

–– ¿Por la mañana?

El dependiente dio media vuelta y se fue.

A las siete de la mañana siguiente ya estabaesperando en su puesto. Mazarino le hizoaguardar hasta las diez. Colbert no pestañeó enla antecámara; cuando le llegó el turno, entró.

Entonces le entregó Mazarino un paquete ce-rrado, en cuya cubierta iban escritas estas pala-bras: “Al señor Miguel Letellier, etc...

Page 775: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Colbert miró el paquete con mucha atención;Mazarino le hizo un gesto encantador y lo llevóhacia la puerta.

–– ¿Y la carta de la reina madre, monseñor? ––preguntó Colbert.

–– Ahí va con todo lo demás, en el paquete ––respondió Mazarino.

–– ¡Ah! Muy bien ––replicó Colbert.

Y, colocándose el sombrero entre las rodillas,se puso a abrir el paquete.

Mazarino dio un grito.

–– ¿Qué hacéis? ––preguntó brutalmente.

––Abrir el paquete, monseñor.

–– ¿Desconfiáis de mí, señor mío? ¡Habrásevisto semejante impertinencia!

–– ¡Oh! Monseñor, no os enfadéis contra mí.No es ciertamente la palabra de Vuestra Emi-

Page 776: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nencia lo que pongo en duda, ¡no lo permitaDios!

–– ¿Pues qué, entonces?

––La exactitud de vuestra cancillería, monse-ñor. ¿Qué es una carta? Un miserable papelillo.¿Y no puede olvidarse un papelillo? Y mirad,monseñor, ¡mirad si me equivocaba! ¡Vuestrosdependientes han olvidado el papelillo; la cartano se encuentra en el paquete!

––Sois un miserable y nada habéis visto ––exclamó Mazarino––. Retiraos y esperad misórdenes.

Diciendo estas palabras con cierta sonrisa en-teramente italiana, arrancó el paquete de manosde Colbert y entró en sus habitaciones.

Pero su ira no podía durar tanto que no fuesereemplazada algún día por el razonamiento.

Al abrir Mazarino todas las mañanas la puer-ta de su gabinete, hallaba de centinela la figura

Page 777: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de Colbert, y esta figura desagradable le pedíahumildemente, pero con tenacidad la carta de lareina madre.

El cardenal no pudo resistir más y la entregóacompañando la restitución con una reprimen-da de las más duras, durante la cual Colbert secontentó con examinar, investigando y aunajando el papel, los caracteres y la firma, ni másni menos que si hubiese estado tratando con elmayor falsario del reino. Mazarino lo trató másduramente todavía, y Colbert, impasible,habiendo adquirido la certidumbre de que lacarta era la verdadera, marchóse como si sehubiera vuelto sordo.

Esta conducta le valió después el puesto deJoubert, porque Mazarino, en vez de guardarlerencor, admiró y deseó atraerse fidelidad tannotable.

Por esta sola anécdota puede verse lo que erael espíritu de Colbert. Los acontecimientos des-

Page 778: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

arrollándose poco a poco, dejaron funcionar li-bremente todos los resortes de ese espíritu.

Colbert no tardó mucho en insinuarse en losfavores del cardenal; le llegó a ser hasta indis-pensable. Todas sus cuentas las llevaba el em-pleado, sin que el cardenal le hubiese habladojamás de ellas. Tal secreto entre ellos dos, eraun poderoso lazo, y por esta razón, próximo averse ante el afino del otro mundo, quiso Maza-rino tomar un partido y un buen consejo paradisponer de lo que se veía obligado a dejar enéste.

Después de la visita de Guénaud llamó, pues,a Colbert, y le hizo sentar, diciéndole:

—Charlemos seriamente, porque estoy en-fermo y podría suceder que muriera.

––El hombre es mortal ––replicó Colbert.

––Siempre lo he tenido presente, señor Col-bert, y siempre he trabajado con semejante pre-

Page 779: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

visión... Ya sabéis que he reunido algunos bie-nes.

––Lo sé, monseñor.

–– ¿En cuánto estimáis, esos bienes, poco máso menos, señor Colbert?

––En cuarenta millones quinientas sesenta mildoscientas libras, nueve sueldos y ocho dena-rios ––contestó Colbert.

El cardenal dio un gran suspiro y miró a Col-bert con admiración; pero dejó escapar una son-risa.

––Dinero contante ––repuso Colbert respon-diendo a esta sonrisa.

El cardenal se estremeció en su lecho.

–– ¿Qué entendéis por eso? ––preguntó.

––Entiendo ––dijo Colbert––, que además deesos cuarenta millones quinientas sesenta mildoscientas libras, nueve sueldos y ocho dena-

Page 780: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

rios, existen otros trece millones que no se co-nocen.

–– ¡Uf! ––suspiró Mazarino––. ¡Qué hombre!

En este instante apareció en el umbral la ca-beza de Bermouin.

–– ¿Qué hay? ––preguntó Mazarino––:¿Por qué me interrumpen? ––El padre teatino,director de Su Eminencia, ha sido llamado pa-ra esta noche, y no podrá volver hasta pasadomañana, monseñor. Mazarino miró a Colbert,que al instante tomó el sombrero diciendo:

––Volveré, monseñor.

Mazarino vaciló un momento.

––No, no ––dijo––; tanto tengo que hacer convos como con él. Además, sois mi segundo con-fesor, y lo que digo al uno puede oírlo el otro.Permaneced, Colbert.

––Monseñor ¿consentiría el director, aunqueno haya secreto de penitencia?

Page 781: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No os turbéis por eso; entrad en el hueco dela cama.

–– Puedo aguardar fuera, monseñor.

––No, no, vale más que oigáis la confesión deun hombre honrado. Colbert se inclinó y pasóadonde le habían ordenado.

––Que entre el padre teatino ––dijo el carde-nal corriendo las cortinas.

XLV

CONFESIÓN DE UN HOMBRE HONRA-DO

El padre teatino entró resueltamente y sinsorprenderse mucho del ruido y movimientoque la inquietud sobre la salud de Su Eminen-cia habían producido en su casa.

Page 782: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Venid, reverendo ––dijo Mazarino despuésde mirar por última vez el espacio entre la camay la pared––, venid a consolarme.

––Ese es mi deber, monseñor –– replicó elteatino.

––Comenzad por sentaros cómodamente,porque voy a principiar por una confesión ge-neral; en seguida me daréis una buena absolu-ción y me quedaré más tranquilo.

––Monseñor ––dijo el reverendo––, no estáistan malo como para que sea urgente una confe-sión general... Eso os molestará mucho; tenedcuidado.

–– ¿Suponéis que será larga, reverendo?

–– ¿Cómo ha de ser de otro modo, cuando seha vivido tan completamente como VuestraEminencia?

–– ¡Ah! Es cierto... Sí, el relato puede ser largo.

Page 783: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––La misericordia de Dios es grande ––gangueó el teatino.

––Mirad –– dijo Mazarino––; yo mismo em-piezo ya a espantarme de haber dejado pasartantas cosas que el Señor podía reprobar.

–– ¡Verdad es! ––dijo cándidamente el padreteatino apartando de la luz su semblante fino ypuntiagudo como el de un topo––. Así son lospecadores: primero olvidadizos, y luego escru-pulosos, cuando es ya demasiado tarde.

–– ¿Los pecadores? ––replicó el cardenal––.¿Me decís eso con ironía y para echarme en caratodas las genealogías que me he atribuido... yo,hijo de pescador, en efecto?

–– ¡Hum! ––murmuró el padre teatino.

––Ya es éste un pecado, padre; porque en, fin,he sufrido que me hicieran descender de losantiguos cónsules de Roma, T. Geganio Ma-cerino I, Macenno II, y Pióculo Macerino III, dequienes se ocupa la crónica de Haoldér, de Ma-

Page 784: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cerino a Mazarino era tentadora la proximidad.Macerino, diminutivo, quiere decir delgadito.¡Oh! Padre mío; Mazarino bien puede significarhoy en aumentativo, ¡flaco como un Lázaro!¡Mirad!

Y le mostró sus brazos descarnados y suspiernas devoradas por la fiebre.

––Nada veo de malo para vos ––repuso elteatino––, en que hayáis nacido de una familiade pescadores... pues al fin, San Pedro era pes-cador, y si vos sois príncipe de la Iglesia, mon-señor, él fue su jefe supremo. Adelante, si osparece.

––Tanto más cuanto que amenace con la Bas-tilla a un tal Bounet, sacerdote de Aviñón, quequería publicar una genealogía de la Casa Ma-zarini en extremo maravillosa. . .

–– ¿Para ser verosímil? ––replicó el teatino.

–– ¡Oh! Entonces; si hubiese obrado con aque-lla idea, habría vicio de orgullo... otro pecado.

Page 785: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Sería más bien exceso de talento, y nunca sepuede echar en cara a nadie ese género de abu-sos: pasemos a otro, pasemos.

––Estaba en el orgullo... Ya veis, reverendo,que trato de dividir esto en pecados capitales.

––Me placen las divisiones bien hechas.

––Me alegro. Es menester que sepais que en1630, ¡hace treinta y un años!...

––Entonces teníais veintinueve, monseñor.

––Edad ardiente. Yo me convertí en soldadoarrojándome en medio de los arcabuzazos parademostrar que montaba a caballo tan bien comoun oficial. Cierto es que llevaba la paz a los es-pañoles y a los franceses, lo cual disminuye unpoco mi pecado.

––Yo no veo el menor pecado en demostrarque se sabe montar a caballo ––repuso elteatino––; eso es de buen gusto y honra a nues-tro traje. En mi cualidad de cristiano apruebo

Page 786: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que hayáis impedido la efusión de sangre; co-mo religioso me llena de satisfacción el valorque un colega mío ha demostrado.

Mazarino hizo con la cabeza un humilde sa-ludo.

––Sí ––dijo––; ¡mas las consecuencias!

–– ¿Qué consecuencias?

––Ese maldito pecado de orgullo tiene raícessin fin... Después que me arrojé, como he dicho,entre dos ejércitos, que husmeé la pólvora yrecorrí las líneas de soldados miré a los genera-les con algo de lástima.

–– ¡Ah!

––He aquí el mal... De suerte que, desde aqueltiempo, no he encontrado ni uno solo soporta-ble.

––El hecho es ––añadió el teatino––, que novalían mucho los generales que hemos tenido.

Page 787: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! ––exclamó Mazarino––. ¡Ahí está elpríncipe! ... ¡Mucho lo he atormentado!

––No tiene por qué quejarse; bastante gloria ybienes ha adquirido.

––Pase con respecto al príncipe. ¡Pero el señorde Beaufort, por ejemplo, a quien tanto hehecho sufrir en el torreón de Vincennes!...

–– ¡Ah! Pero era un rebelde, y la seguridaddel Estado exigía que hicieseis tal sacrificio.Adelante.

––Creo que he agotado el orgullo. Otro pe-cado hay que tengo temor de calificar…

––Pues yo lo calificaré... decid.

––Un pecado muy grande, padre reverendo.

––Veremos, monseñor.

––No habréis dejado de oír hablar de ciertasrelaciones que yo tuve con Su Majestad la reinamadre... Los malévolos...

Page 788: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Los malévolos, monseñor, son tontos. ¿Noera preciso, por el bien del Estado y en interésdel joven rey, que vivieseis en buena inteli-gencia con la reina? Pasemos, pasemos.

––Os aseguro ––dijo el cardenal––, que mequitáis del pecho un peso terrible.

–– ¡Fruslerías!... Buscad las cosas graves.

––También he tenido ambición, padre mío...

––Esa es la señal de las grandes causas, mon-señor.

––Hasta la veleidad de la tiara...

––Ser pontífice, es ser el primero de los cris-tianos. ¿Por qué no habíais de desearlo?

––Han publicado en letras de molde que paraconseguirlo había vendido Cambray a los espa-ñoles.

––Quizá hayáis hecho vos mismo libelos sinperseguir demasiado a los libelistas.

Page 789: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Entonces, padre reverendo, tengo la con-ciencia muy tranquila: sólo siento algunos pe-cadillos ligeros...

––Decid...

––El juego.

––Es algo mundano; pero en fin, estabaisobligado a tener casa por deber de grandeza.

––Quería ganar.

––No hay jugador que juegue para perder.

––Hacía algunas trampas...

––Tomabais la ventaja: Adelante.

––Pues bien, padre mío, nada absolutamentesiento ya en mi conciencia. Dadme la absolu-ción y mi alma podrá, cuando Dios la llame,subir sin obstáculos hasta el trono...

El padre teatino no movió ni los brazos ni loslabios.

–– ¿Qué aguardáis? ––preguntó Mazarino.

Page 790: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Aguardo el fin. ¿El fin de qué?

––De la confesión, monseñor.

––Pero si he concluido.

–– ¡Oh! ¡No! Vuestra Eminencia se engaña.

––No, que yo sepa.

––Buscad bien.

––He buscado tan bien como es posible.

––Entonces, voy a ayudar vuestra memoria.

–– ¿Cómo?

El padre teatino tosió varias veces.

––No me habéis hablado de la avaricia, otropecado capital, ni de los millones ––dijo.

–– ¿Qué millones, reverendo?

––Los que poseéis, monseñor.

––Padre, ese dinero es mío; ¿por qué os hede hablar de él?

Page 791: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es que, ya veis, son contrarias nuestrasopiniones. Vos decís que ese dinero es vuestro,y yo creo que algo es de otro.

Mazarino llevó una mano fría a su frente llenade sudor.

–– ¿Cómo es eso? ––balbuceó.

––Helo aquí. Vuestra Eminencia ha ganadomuchos bienes... al servicio de Su Majestad...

–– ¡Hum! Muchos... no son demasiados.

––Los que fueren, ¿de dónde venían?

––Del Estado.

––El Estado es del rey.

–– ¿Pero qué sacáis de ahí, padre mío? ––dijoMazarino, que comenzaba a temblar.

––No puedo sacar nada sino una lista de losbienes que poseéis. Contemos una poca, si osplace. Tenéis el obispado de Metz.

––Sí.

Page 792: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Y las abadías de San Clemente, de San Ar-naldo y de San Vicente, también en Metz.

––Sí.

––Tenéis la abadía de San Dionisio en Francia,soberbia propiedad.

—Sí, padre reverendo.

––Tenéis la abadía de Cluny, que es rica.

––La tengo.

––La de San Medardo, en Soissons, que valecien mil libras de renta.

––No lo niego.

––La de San Víctor en Marsella, una de lasmejores del Mediodía.

––Sí, padre reverendo.

––Un buen millón al año. Que con los emo-lumentos del cardenalato y del ministerio, espoco decir dos millones anuales.

Page 793: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Eh!

––En diez años veinte millones... y veinte mi-llones puestos al cincuenta por ciento dan porprogresión otros veinte millones en diez años.

–– ¡Bien sabéis contar para ser teatino!

––Desde que Vuestra Eminencia colocó nues-tra Orden en el convento que ocupamos, cercade Saint Germain des Près, en 1644, yo soyquien hace las cuentas de la sociedad.

––Y las mías; según veo, padre mío.

––Es preciso saber un poco de todo, monse-ñor.

–– ¡Y bien! ¿Sacáis algo ahora?

––Saco que el bagaje es demasiado volu-minoso para que paséis por la puerta del pa-raíso.

–– ¿Me condenaré?

Page 794: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Si no restituir; ciertamente. Mazarino dioun grito lastimero.

–– ¡Restituir! ¿Pero, a quién, buen Dios?

–– ¡Al dueño de ese dinero, al rey!

–– ¡Pero si es el rey quien me lo ha dado!

–– ¡Un momento! ¡El rey no firma los decre-tos!...

Mazarino pasó de los suspiros a los gemidos.

––La absolución ––dijo.

––Imposible, monseñor... Restituid, restituid ––replicó el teatino.

––Pero si me absolvéis de todos los pecados,¿por qué no de éste?

––Porque absolveros por este motivo ––contestó el reverendo––, es un pecado del cualno me absolvería a mí jamás el rey, monseñor.Después de esto el confesor dejó a su penitente

Page 795: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

con cara llena de compunción, y salió lo mismoque había entrado.

–– ¡Oh Dios mío! ––gemía el cardenal––. Ve-nid, Colbert; estoy muy malo, amigo mío.

XLVI

LA DONACIÓN

Colbert apareció en las cortinas.

–– ¿Habéis oído? ––dijo el cardenal.

–– ¡Ay! Sí, monseñor.

–– ¿Y tiene razón? Todo ese dinero, ¿sonbienes mal adquiridos?

––Un teatino, monseñor, no es juez compe-tente en materias de Hacienda respondiófríamente Colbert––. No obstante, podría su-ceder que, según sus ideas teológicas, Vuestra

Page 796: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Eminencia hubiera cometido ciertos errores.Siempre se han cometido cuándo uno muere.

––Y el primero de todos, morir, Colbert.

––Cierto, monseñor. Pero, ¿con respecto aquién habrá encontrado en vos esos errores elpadre teatino? ¿Con respecto al rey?

Su Eminencia se encogió de hombros.

–– ¡Como si yo no hubiese salvado su Es-tado y su Hacienda!

––Eso no admite duda, monseñor.

–– ¿No es cierto? Luego habré ganado muylegítimamente mi salario, a pesar de mi con-fesor.

––Indudablemente.

––Y podría guardar para mi familia, tan nece-sitada, una buena parte... y aun el todo de loque he ganado.

––No veo inconveniente, monseñor.

Page 797: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Bien seguro estaba, Colbert, de que consul-tándoos, me daríais un consejo sabio ––replicóMazarino muy alegre.

Colbert hizo su mueca de pedante.

––Monseñor ––dijo––, bueno sería ver si loque ha dicho el teatino es acaso un lazo.

–– ¡No! Un lazo... ¿Por qué? El padre teatinoes un hombre honrado.

––Ha creído que Vuestra Eminencia estaba enlas puertas del sepulcro, toda vez que le habíallamado para consultarle... Yo no le he oídodecir: “distinguid lo que el rey os ha dado de loqué os habéis dado a vos mismo…” Pensadbien, monseñor, si no ha dicho algo de esto; esmuy de teatino la frase.

––Sería posible.

––Por tanto, monseñor, os consideraré comopuesto en el caso.

Page 798: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿De restituir? murmuró Mazarino muy so-focado.

–– ¡Eh! No digo que no.

–– ¿De restituirlo todo? No penséis en ello...Decís lo mismo que el confesor.

––Restituir una parte es igual que sacar laparte de Su Majestad; y esto, monseñor, puedetener sus peligros. Vuestra Eminencia es polí-tico bastante hábil para ignorar que a estashoras no posee el rey ciento cincuenta mil librasen sus arcas.

––Eso no es cosa mía ––observó Mazarinotriunfante––, sino del señor superintendenteFouquet cuyas cuentas os he dado a revisarestos últimos meses.

Colbert pellizcóse los labios al oír el nombrede Fouquet.

––Su Majestad ––dijo entre dientes––, no tienemás dinero que el que le proporciona el señor

Page 799: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Fouquet; vuestro dinero, monseñor, será para élun pasto muy goloso.

––En fin, no soy el superintendente de lashaciendas del rey; tengo mi bolsa propia... Cier-tamente que haré, por la dicha de Su Majestad,algunos legados… Pero no puedo defraudar ami familia...

––Un legado parcial os deshonra y ofende alrey. Legar una parte al rey es confesar que esaparte os ha inspirado dudas, como no adquiridalegítimamente.

–– ¡Señor Colbert!

––He creído que Vuestra Eminencia me hacíael honor de pedirme un consejo.

––Sí, pero ignoráis los principales pormenoresde la cuestión.

––No ignoro nada, monseñor: ya hace diez_años que paso revista a todas las columnas deguarismo que se hacen en Francia, y, si las he

Page 800: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

enclavado con gran trabajo en mi cabeza, hanquedado tan fijas en ella, hasta hoy, que recita-ría cifra por cifra desde los gastos del señorLetellier, que es sobrio, hasta las larguezas ocul-tas del señor Fouquet, que es pródigo; todo eldinero que se gasta desde Marsella a Cher-bourg.

–– ¡Entonces querríais que yo tirase todomi dinero a las, arcas de Su Majestad! ––exclamó ironicamente Mazarino, a quien lagota arrancaba al mismo tiempo muchos sus-piros dolorosos

–– Ciertamente el rey no me reprocharíanada; pero se burlaría de mí comiéndose mismillones, y tendría muchísima razón.

––Vuestra Eminencia no ha comprendido. Yono he pretendido absolutamente que el rey de-biese gastar vuestro dinero.

––Pues bien claro lo decís, me parece, aconse-jándome que se lo dé.

Page 801: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah! ––repuso Colbert––. Su Eminencia,absorto como está con su mal, pierde comple-tamente de vista el carácter de Luis XIV.

–– ¿Cómo es eso?

––Su carácter se parece al que monseñor con-fesaba ahora poco al teatino.

––Pues atreveos: es

––El orgullo. Perdón, monseñor, la dignidadquise decir. Los reyes no tienen orgullo; ésta esuna pasión humana.

––El orgullo, sí, tenéis razón. ¿Qué más ... ?

––Pues bien, monseñor, si he acertado con lapalabra, Vuestra Eminencia no tiene más quedar todo su dinero al rey, y pronto.

–– ¿Pero por qué? ––dijo Mazarino muy tur-bado.

––––Porque el rey no aceptará el todo.

Page 802: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! Un joven que no posee dinero y queestá roído por la ambición.

––Bien.

––Un joven que desea mi muerte.

––Monseñor.

––Para heredarme, Colbert; sí, desea mi muer-te para heredarme. ¡Soy tonto, muy tonto! ¡Yoevitaré eso!

Precisamente. Si la donación se hace en ciertaforma, rehusará. ¡Vamos!

––Es positivo. Un joven que nada ha hecho,que arde por hacerse ilustre, que rabia por rein-ar solo, no tomará nada que ya esté constituido,pues todo querrá construirlo por sí mismo. Talpríncipe, monseñor, no se contentará con el Pa-lacio Real; que lo legará el señor de Richelieu, nicon el palacio Mazarino, que tan admirable-mente habéis hecho construir, ni con el Louvre,que habitaron sus progenitores, ni con Saint

Page 803: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Germain, donde ha nacido. Todo lo que no pro-ceda de él lo desdeñará: lo predigo.

––Y garantizáis que si doy mis cuarenta mi-llones a Su Majestad…

––Diciéndole ciertas cosas, garantizo querehusará.

–– ¿Qué cosas son ésas?

––Yo las escribiré, si Vuestra Eminencia quie-re dictármelas.

––Pero, en fin, ¿qué ventajas tiene para mí?...

––Una ventaja grandiosa. Nadie podrá acusara Vuestra Eminencia de esa avaricia injusta quelos libelistas han echado en cara al talento másbrillante de este siglo.

––Tienes razón, Colbert; ve a buscar al rey demi parte, y llévale mi testamento.

––Una donación, monseñor. ¡Pero y si acepta-se! ¡Si aceptase!

Page 804: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Entonces, quedarían trece millones a vuestrafamilia, que es un bonito caudal.

––Pero serías tú un traidor o un tonto.

––No soy ni lo uno ni lo otro, monseñor. Meparece que teméis mucho que el rey acepte...¡Oh! Temed más bien que no acepte.

––Verás: si no acepta quiero garantirle mistrece millones de reserva... sí, lo haré... sí... Masya me vuelven los dolores y la debilidad. . . Esque estoy muy malo, Colbert, estoy cerca de mifin. Colbert se estremeció.

El cardenal estaba muy mal, en efecto; sudabagruesas gotas en el lecho de dolor, y aquellapalidez horrible de un rostro manando agua eraun espectáculo que el médico más endurecidono hubiera soportado impasible. Colbert seconmovió mucho, sin duda, pues salió de lacámara llamando a Bermouin al lado del mori-bundo y entró en el corredor.

Page 805: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Allí, paseándose de arriba abajo con expre-sión meditabunda que daba nobleza a su fiso-nomía vulgar, con los hombros arqueados, elcuello tenso y los labios entreabiertos que deja-ban escapar trozos incoherentes de pensamien-tos extraños, se animaba para acometer lo quemeditaba, en tanto que a diez pasos de él, sola-mente separado por un muro, su amo se con-sumía en angustias que le arrancaban gritos ylamentos, no pensando ya ni en' los” tesoros dela tierra ni en la felicidad del paraíso, sino entodos los horrores del infierno.

Mientras los paños calientes, los tópicos, losrevulsivos y Guénaud, a quien habían llamadoal lado de Su Eminencia, funcionaban con ac-tividad siempre creciente, Colbert, apretandocon las dos manos su enorme cabeza, paracomprimir en ella, la fiebre de los planes engen-draos por el cerebro, meditaba los términos dela donación que iba a hacer escribir a Mazarinoen la primera hora de reposo que le concedieseel mal. Parecía que todos los gritos de su Emi-

Page 806: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nencia y todas las acometidas de la muerte so-bre este representante del pasado, eran esti-mulantes para el genio de aquel pensador depobladas cejas, que ya se volvía hacia el Orientedel nuevo sol de una sociedad regenerada.

Colbert volvió al lado del cardenal cuando serestableció un tanto la razón del enfermo, y lepersuadió a que dictase una donación con-cebida en estos términos:

“Próximo a aparecer ante Dios, Señor de loshombres, ruego al rey, que fue mi señor en latierra, tome los bienes que su bondad me habíadado, pues mi familia será muy feliz en verlospasar a tan ilustres manos. El inventario de misbienes se encontrará, redactado, al primer re-querimiento de Su Majestad, o en el últimosuspiro de su más adicto servidor.

JULIO, CARDENAL. MAZARINO.” Su Emi-nencia firmó, suspirando. Colbert cerró el pa-quete y lo llevó al punto al Louvre, donde aca-baba de entrar el rey.

Page 807: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y después volvió a su cuarto, frotándose lasmanos con la confianza del obrero que ha em-pleado bien la jornada.

XLVII

DE COMO ANA DE AUSTRIA DIO UNCONSEJO A LUIS XIV, Y EL SEÑOR FOU-QUET LE DIO OTRO

La noticia de la situación en que se encontra-ba el cardenal se había ya propagado por todaspartes, y traía al Louvre tanta gente al menos;como la noticia del matrimonio de Monsieur,hermano del rey, la cual ya se había anunciadooficialmente.

Apenas había entrado en su cámara Luis XIV,muy preocupado todavía con las cosas vistas yoídas aquella noche, cuando el ujier anuncióque la misma muchedumbre de cortesanos quehabía acudido por la mañana a la hora de le-

Page 808: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

vantarse el rey, se presentaba también a la horade acostarse, favor insigne que, durante el rei-nado del cardenal, la Corte, muy poco discretaen sus preferencias, había concedido al ministrosin cuidarse de no disgustar al rey:

Pero el ministro había tenido, según ya hemosdicho, un gran ataque de gota, y la marea de laadulación subía hacia el trono.

Los cortesanos tienen el maravilloso instintode vislumbrar los acontecimientos, la cienciasuprema; son diplomáticos para adivinar losgrandes desenlaces de las circunstancias críti-cas, capitanes para encontrar las salidas de lasbatallas, y médicos para curar las enfermeda-des.

Luis XIV, a quien su madre había enseñadoeste axioma, entre otros muchos, conoció queSu Eminencia el cardenal Mazarino estaba muyenfermo.

Page 809: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Apenas hubo Ana de Austria conducido a sushabitaciones a la reina y aliviado su frente delpeso del tocado de ceremonia, volvió en buscade su hijo al gabinete; donde solo, melancólicoy con el corazón lacerado, hacía pesar sobre símismo, como para ejecutar su voluntad, una deesas cóleras sordas y terribles, cóleras de rey,que cuando estallan son acontecimientos, y queen Luis XIV, gracias al poder asombroso quesobre sí tenía, eran tormentas tan benignas, quesu más ardiente, su única cólera, la que señalaSaint Simon, sorprendiéndose, fue aquella cele-bre que estalló cincuenta años más tarde, a cau-sa de una esquela del señor duque del Maine, yque tuvo por resultado una granizada de bas-tonazos descargada sobre las costillas de uninfeliz lacayo que había robado un bizcocho.

El joven rey que, como hemos visto, era presade una sobreexcitación dolorosa, se decía a sípropio contemplándose a un espejo:

Page 810: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

“¡Oh rey! ¡Rey de nombre y no de hecho!¡Fantasma! ¡Vano fantasma! Estatua inerte queno tienes otro poder que el de provocar un sa-ludo de los cortesanos, ¿cuándo podrás levantartu brazo de terciopelo y apretar tu mano deseda? ¿Cuándo podrás abrir, no para suspirar osonreírte, tus labios, condenados a la inmovili-dad estúpida de los mármoles de tu galería?”

Pasando entonces la mano por su frente ybuscando aire, acercóse a una ventana y vioabajo algunos caballeros qué charlaban y gru-pos tímidamente curiosos. Estos caballeros eranuna fracción de la ronda; los grupos eran loscuriosos del pueblo para quienes un rey essiempre cosa digna de ver, como un rino-ceronte, un cocodrilo o una serpiente. Y con lapalma de la mano se dio un golpe en la frente,prorrumpiendo:

–– ¡Rey de Francia! ¡Qué título! ¡Pueblo deFrancia! ¡Qué masa de criaturas! Entro yo en miLouvre, mis caballos humean todavía, y apenas

Page 811: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

he producido interés para que me miren pasarveinte personas... ¡Qué digo veinte! No, no hayveinte curiosos para el rey de Francia; no hay nidiez arqueros para guardar su casa: arqueros,pueblo, guardias; todo está en el palacio real.¡Dios santo! Yo, el rey, ¿no tengo el derecho depediros esto?

––Porque ––lijo una voz respondiendo a lasuya y que resonó del otro lado de la puerta delgabinete––, porque en el palacio real está todoel oro, esto es, todo el poder de aquel que quie-re reinar.

Luis se volvió precipitadamente. La voz queacababa de pronunciar tales palabras era la deAna de Austria. El rey se estremeció y ade-lantóse hacia su madre.

––Espero ––dijo–– que Vuestra Majestad noha prestado atención a las vanas declamacionesque la soledad y el disgusto, familiares en losreyes, causan en los caracteres más felices.

Page 812: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Yo sólo he prestado atención a una cosa,hijo mío, y es que os quejabais.

–– ¡Yo! Nada de eso ––repuso Luis XIV––: deveras que no; os equivocáis, señora.

–– ¿Pues qué hacíais?

––Me parecía estar bajo la férula de mi profe-sor y desarrollaba un tema de amplificación.

––Hijo mío ––replicó Ana de Austria mo-viendo la cabeza––, haceis mal en no fiaros demi palabra; hacéis mal en no concederme vues-tra confianza. Día llegará, y quizá está próximo,en que tendréis necesidad de recordar esteaxioma: “El oro es todopoderoso, y sólo sonverdaderamente reyes los que son todopodero-sos.”

–– ¿No era, pues, vuestra voluntad ––dijo elrey––, vituperar a los ricos de este siglo?

––No ––dijo con viveza Ana de Austria––; losque son ricos en este siglo, bajo vuestro reinado,

Page 813: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

son ricos porque vos lo habéis tenido a bien, yno alimento contra ellos ni odios ni envidias:sin duda, ellos han servido bien a Vuestra Ma-jestad, para que Vuestra Majestad les hayapermitido recompensarse. Esto es lo que quierodecir con las palabras que parece me echáis encara.

––No, quiera Dios, señora, que jamás echenada en cara a mi madre.

––Sin embargo ––continuó Ana de Austria––,el Señor no da jamás, sino por un tiempo limi-tado, los bienes de la tierra. Dios ha puesto co-mo corrosivo a los honores y riquezas, los pa-decimientos, las enfermedades y la muerte; ynadie ––repuso Ana de Austria con dolorosasonrisa que hacía a sí misma la aplicación delfúnebre precepto––, nadie se lleva sus bienes, ysu grandeza a la tumba. De aquí resulta, que losjóvenes recogen los frutos de la mies preparadapor los viejos.

Page 814: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Luis escuchaba con atención creciente estaspalabras, acentuadas por Ana de Austria conun objeto evidentemente consolador.

–– Señora ––dije Luis XIV mirando fijamentea su madre––; diríase que teníais algo más queanunciarme.

––Nada absolutamente, hijo mío; pero habréisnotado que el cardenal se halla muy malo estanoche.

Luis miró a su madre buscando la emoción ensu voz y el dolor en su fisonomía. El semblantede Ana de Austria parecía levemente alterado;pero su sufrimiento tenía un carácter meramen-te personal. Tal vez era causada esta alteraciónpor, el cáncer que comenzaba a morderle en elseno.

––Sí, señora ––dijo el rey––, sí, está muy en-fermo el señor cardenal.

––Y será una gran pérdida para el reino sillama Dios a Su Eminencia. ¿No pensáis de la

Page 815: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

misma manera, hijo mío? –– preguntó Ana deAustria.

––Sí, señora; sería una gran, perdida para elreino ––dijo Luis ruborizándose––; pero meparece que no es tan grande el peligro, y ade-más el cardenal es joven todavía.

Apenas acababa de hablar el rey, cuando elujier levantó la tapicería y permaneció de piecon un papel en la .mano, aguardando a que elrey le preguntase.

–– ¿Qué sucede? ––preguntó el rey.

––Un mensaje del señor Mazarino ––respondió el ujier.

––Dadme ––––dijo le rey.

Tomó el papel; pero en el instante en que ibaa abrirlo sonó un gran ruido en la galería; en lasantecámaras y en el patio.

–– ¡Ah! ¡Ah! ––exclamó Luis XIV, que sin du-da reconoció este triple ruido––. ¡Decía yo que

Page 816: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

no había más que un rey en Francia! Me en-gañaba, hay dos.

En este momento abrióse la puerta y aparecióel superintendente de Hacienda, Fouquet. Élera quien hacía aquel ruido en la galería, suslacayos en las antecámaras, y sus caballos en elpatio. Además se oía un sordo murmullo a supaso que no se extinguía hasta mucho tiempodespués de haber pasado. Tal era el murmulloque Luis XIV sentía tanto no oír cuando él pa-saba y morir tras de sí.

––Éste no es precisamente un rey como voscreéis ––dijo Ana de Austria a su hijo––, sino unhombre muy opulento y nada más.

Al decir estas palabras, un sentimiento amar-go daba a las palabras de la reina su más renco-rosa expresión, mientras la frente de Luis, encambio, tranquilo y dueño de sí mismo, estabalimpia de la más ligera arruga.

Page 817: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Saludó; pifies, libremente a Fouquet con lacabeza, en tanto que continuaba desplegando elpapel que el ujier le entregó.

Fouquet observó este movimiento, y con unaurbanidad a la vez confiada y respetuosa, seacercó a Ana de Austria para dejar en completalibertad al rey.

Luis abrió el papel, pero sin leer. Escuchaba aFouquet hacer cumplimientos a su madre, ado-rablemente dedicados a su mano y su brazo.

El semblante de Ana de Austria se desarrugóy pasó casi a la sonrisa.

Fouquet conoció que el rey, en vez de leer, lemiraba y escuchaba; dio una leve vuelta, si-guiendo dedicado, a Ana de Austria, y se en-contró cara a cara con el rey.

–– ¿Sabéis, señor Fouquet ––dijo el rey––, queel cardenal está muy enfermo?

Page 818: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, Majestad, lo sé ––dijo Fouquet––; estámuy enfermo, en efecto. Me hallaba en mi pose-sión de Vaux cuando supe la noticia, tan apre-miante que todo lo abandoné.

–– ¿Habéis salido de Vaux esta tarde?

––Hace hora y media, Majestad ––dijo Fou-quet consultando un reloj adornado de diaman-tes.

–– ¡Hora y media! ––repitió el rey bastantefuerte para sofocar su cólera, pero no para ocul-tar su sorpresa:

––Comprendo que Vuestra Majestad dude demi palabra, y tiene razón; mas el haber venidoasí no ha sido maravilla. Me habían enviado deInglaterra tres troncos de caballos muy vivos,según me aseguraban; los hice apostar de cua-tro en cuatro leguas, y los he probado esta tar-de. Han venido, efectivamente, desde Vaux alLouvre en hora y media, y ya veis que no' mehabían engañado.

Page 819: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

La reina madre sonrió con secreta envidia.

Fouquet se adelantó al mal pensamiento.

––De suerte, señora ––se apresuró a añadir––,que semejantes caballos están hechos no parasúbditos, sino para reyes, porque los reyes ja-más deben ceder a nadie en nada. El rey alzóla cabeza.

––Sin embargo ––objetó Ana de Austria––,vos no sois rey, que yo sepa, señor Fouquet.

––Por eso, señora, los caballos sólo esperanuna indicación de Su Majestad para penetrar enlas caballerizas del Louvre, y si yo me he permi-tido probarlos, ha sido por temor de ofrecer alrey algo que no fuese una maravilla.

El rey se puso muy encarnado.

––Bien sabéis, señor Fouquet –– dijo la reina––, que en la corte de Francia no hay costumbreque un súbdito ofrezca nada a su rey.

Luis hizo un movimiento.

Page 820: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Yo creía, señora ––dijo Fouquet muy agita-do––, que mi amor a Su Majestad y mi deseoconstante de agradarle servían de contrapeso aesa razón de etiqueta. Además, no era un regalolo que me atrevía a ofrecer, sino un tributo quepagaba.

––––Gracias, señor Fouquet ––dijo atentamen-te el rey––, os agradezco la intención, porque,en efecto, me gustan mucho los buenos caba-llos; pero bien sabéis que no soy muy rico, losabéis mejor que nadie, pues sois mi superin-tendente de Haciendo; no puedo, por tanto,aunque quisiera, comprar un tiro tan caro.

Fouquet lanzó una mirada llena de orgullo ala reina madre, que parecía triunfar de la falsaposición del ministro, y contestó:

––El lujo es virtud de reyes, Majestad; el lujoes quien los hace parecidos a Dios; por el lujoson más que los otros hombres. Un monarcaalimenta y honra a sus súbditos con el lujo. Aldulce calor de este lujo de los reyes nace el lujo

Page 821: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de los particulares, fuente de riquezas para elpueblo. Aceptando Vuestra Majestad esos seiscaballos inmejorables, pecaría de amor propio alos criadores de nuestro país, del Limosín; de laNormandía, y esa emulación sería provechosa atodos... Pero el rey calla, y por tanto, estoy con-denado.

Durante este tiempo Luis XIV plegaba y des-plegaba el papel de Mazarino, sobre el cual aúnno había fijado los ojos. Al fin detuvo en él suvista, y exhaló un leve grito al leer la primeralínea.

–– ¿Qué hay, hijo mío? ––preguntó Ana deAustria acercándose con viveza al rey.

––De parte del cardenal ––contestó el rey con-tinuando su lectura––. Sí, sí, no hay duda quees de su parte.

–– ¿Está acaso peor?

––Leed ––dijo el rey entregando el papel a sumadre, como si creyese precisa la lectura para

Page 822: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

convencerla de algo tan sorprendente como loque contenía aquel escrito.

Ana de Austria leyó a su vez. Sus ojos brilla-ban con vivo gozo que pretendía en vano disi-mular y que atrajo las miradas de Fouquet.

–– ¡Oh! Una donación en regla ––dijo.

–– ¿Una donación? ––repitió Fouquet.

––Sí ––dijo el rey contestando particularmenteal superintendente de Hacienda––; próximo amorir, el señor cardenal me hace donación detodos sus bienes.

––¡Cuarenta millones!. ––murmuró la reina.

–– ¡Ah! Es un rasgo muy hermoso y va a con-tradecir muchos rumores malévolos; cuarentamillones reunidos lentamente, y que entran deun solo golpe y en masa en el real tesoro; quienhace esto es un súbdito leal y un verdadero cris-tiano.

Page 823: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y fijando otra vez los ojos en el documento, lodevolvió a Luis XIV; a quien había hecho palpi-tar el anuncio de aquella cantidad enorme.Fouquet había dado algunos pasos atrás y ca-llaba.

El rey lo miró, y le entregó el rollo.

El superintendente no hizo más que fijar en élpor un momento su mirada altiva.

E inclinándose después, dijo:

––Sí, Majestad, una donación, ya lo veo.

––Es menester, hijo mío ––dijo Ana de Aus-tria––, contestarle al instante.

¿Y cómo, señora?

––Haciendo una visita al cardenal.

–– ¡Pero si apenas hace una hora que salí delcuarto de Su Eminencia! –– repuso el rey.

––Entonces; escribidle:

––Escribir ––dijo el rey con repugnancia.

Page 824: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Creo ––añadió Ana de Austria––, que unhombre que acaba de hacer semejante regalo,bien tiene derecho a esperar que se le den lasgracias con alguna presteza.

Y, dirigiéndose al superintendente:

–– ¿No opináis así, señor Fouquet? ––dijo.

––Sí,.señora, el regalo bien vale la pena,––observó el superintendente, con nobleza que noescapó al rey..

––Aceptad, pues, y dad las gracias ––insistió Ana de Austria.

–– ¿Qué es lo que dice el señor Fouquet? ––preguntó Luis XIV.

–– ¿Vuestra Majestad desea saber mi pen-samiento?

––Dad las gracias, Majestad.

–– ¡Ah! ––exclamó Ana de Austria.

––Pero no aceptéis ––prosiguió Fouquet.

Page 825: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Por qué? ––preguntó Ana de Austria.

––Vos misma lo habéis dicho, señora ––replicó Fouquet, porque los reyes no deben nipueden recibir presentes de sus súbditos.

El rey permanecía silencioso entre estas dosopiniones contradictorias.

–– ¡Pero cuarenta millones! ––dijo Ana deAustria en el mismo tono con que la pobre Ma-ría Antonieta dijo más tarde: “¡Tanto me di-réis!”

Ya lo sé ––dijo Fouquet––, cuarenta millonesson una bonita cantidad que podría tentar auna las conciencias regias.

––Pero, caballero ––dijo Ana de Austria––, envez de inclinar al rey a que no reciba este pre-sente, haced notar a Su Majestad, pues obli-gación vuestra es, que esos cuarenta millonesconstituyen una fortuna.

Page 826: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Precisamente, señora, porque esos cuarentamillones constituyen una riqueza, diré al rey:“Majestad, si no es decente que un rey aceptede un súbdito seis caballos de veinte mil libras,es deshonroso que deba su fortuna a otro súbdi-to más o menos escrupuloso en la elección demateriales que contribuyeron a la edificación deesa riqueza”.

––No os sienta bien, caballero ––dijo la reinaAna––, dar una lección al rey ; buscadle másbien cuarenta millones para reemplazar a losque le hacéis perder.

––El rey los tendrá cuando quiera ––dijo elsuperintendente de Hacienda inclinándose.

––Sí, exprimiendo al pueblo ––dijo Ana deAustria.

–– ¡Eh! No lo ha sido, señora ––contestó Fou-quet––, cuando se le hacía sudar los cuarentamillones donados por esta escritura? Por otra

Page 827: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

parte, Su Majestad ha pedido mi opinión, y ladoy; si pide mi concurso, será lo mismo.

––Vamos, vamos, aceptad, hijo mío ––dijoAna de Austria––; estáis por encima de rumoresy de interpretaciones.

––Rehusad, Majestad ––dijo Fouquet; en tantoun rey vive, no tiene más juez que su concienciay su deseo; mas cuando muere, tiene la Posteri-dad que aplaude o acusa.

––Gracias, madre mía ––dijo Luis saludandorespetuosamente a la reina––. Gracias, señorFouquet ––dijo despidiendo cortésmente al su-perintendente.

–– ¿Aceptáis? ––preguntó otra vez la reina.

––Reflexionaré ––replicó el rey mirando aFouquet.

XLVIII

AGONÍA

Page 828: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El mismo día en que se enviara el donativo alrey, el cardenal se había hecho trasladar a Vin-cennes, adonde le siguieron el rey y la Corte.Los últimos resplandores de esta antorcha to-davía despedían bastante brillo para absorbercon sus rayos todos los otros fanales. El jovenLuis XIV, satélite fiel de su ministro, segúnhemos visto ya, marchaba hasta el último mo-mento en el sentido de su gravitación. El malhabía empeorado, y ya no era aquello un ataquede gota, sino un ataque de muerte. Había, porotra parte, algo que hacía a este agonizante másagonizante aún, y era la ansiedad que provoca-ba en su ánimo aquella donación enviada alrey, y que al decir de Colbert debía ser devueltay no aceptada. Su Eminencia tenía gran fe, co-mo ya lo hemos visto, en las predicciones de susecretario; pero la suma era considerable, ycualquiera que fuese el genio de Colbert, el car-denal no podía menos de pensar alguna queotra vez que, además de él, también había po-

Page 829: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

dido engañarse el padre teatino, y que habíapor lo menos tantas probabilidades para que élse condenase como para que Luis XIV le devol-viera sus millones.

Además, mientras más tardaba en volver ladonación, tanto más creía Mazarino que cua-renta millones bien vale la pena de exponeralgo, y, sobre todo, una cosa tan hipotética co-mo el alma.

Mazarino, como cardenal y primer ministro,era casi ateo y completamente materialista.

Cada vez que se abría la puerta volvíase conviveza hacia ella, creyendo ver entrar allí sudesventurada donación; mas engañada su es-peranza, volvíase a acostar con un suspiro y leatacaba el dolor con más fuerza que antes.

También Ana de Austria había seguido alcardenal; aunque la edad hubiera hecho egoístasu corazón, no podía negarse a demostrar a estemoribundo una tristeza que le debía en calidad

Page 830: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de mujer, como dicen unos, en calidad de sobe-rana, como dicen otros.

Por anticipado, habíase compuesto una fiso-nomía de duelo, y toda la Corte le imitaba. Luis,para .no manifestar en el rostro lo que pasabaen su corazón, se obstinaba en permanecer con-finado en su cámara, donde solamente le hacíacompañía su nodriza; unas veces veía acercarseel término en que cesaría para él toda con-tradicción, otras se convertía en humilde y pa-ciente, replegándose en sí mismo, como todoslos hombres fuertes que tienen algún designio,para tener más medios en el instante decisivo.

La extremaunción había sido administrada ensecreto al cardenal, que, fiel a sus hábitos dedisimulo, luchaba contra las apariencias y auncontra la realidad, recibiendo visitas en su lechocoma si sólo estuviera atacado de un mal pasa-jero. Guénaud, por su parte, guardaba el másabsoluto secreto; interrogado y, fatigado deinvestigaciones y de preguntas, sólo contestaba:

Page 831: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

“Su Eminencia está todavía lleno de juventud yde fuerza; pero Dios quiere lo que quiere, ycuando ha decidido que debe abatir al hombre,es necesario que el hombre sea abatido:”

Estas, palabras, que sembraba con una especiede discreción, de reserva y de preferencia, lascomentaban dos personas con marcado interés:el monarca y el cardenal.

A pesar de la profecía de Guénaud, siemprese engañaba Mazarino, o mejor dicho, represen-taba tan bien su papel, que los más diestros, aldecir que se engañaba, demostraban que elloseran los engañados.

Hacía dos días que Luis no veía al cardenal,pues tenía los ojos fijos en aquella donación quetanto preocuaba a Su Eminencia, y ni sabía apunto fijo dónde estaba Mazarino. El hijo deLuis XIII, siguiendo las tradiciones paternas,había sido tan poco rey hasta allí, que auncuando deseaba ardientemente reinar, lo queríacon el horror que acompaña siempre a lo des-

Page 832: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

conocido. Pero habiendo tomado su resolución,que por otra parte no comunicó a nadie, se de-cidió a pedir una entrevista a Mazarino. Ana deAustria, siempre asidua al lado del cardenal,fue la primera que oyó la proposición del rey yquien la transmitió al moribundo haciéndoletemblar.

¿Con qué objeto pedía Luis XIV está entrevis-ta? ¿Era para devolver, como había dicho Col-bert? ¿Era para guardar, después de dar lasgracias, según pensaba Mazarino? Mas comoquiera que el moribundo sentía aumentarse sumal con la incertidumbre, no vaciló un instante.

––Su Majestad será bienvenido ––exclamóhaciendo a Colbert, sentado al pie de la cama,un signo que comprendió éste muy bien.

–– Señora ––continuó Mazarino––, ¿será tanbondadosa Vuestra Majestad que asegure por símisma al rey la verdad de lo que digo?

Page 833: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Ana de Austria se levantó; también ella que-ría fijarse con respecto a los cuarenta millones,que era el sordo pensamiento de todo el mun-do. Salió, y Mazarino hizo un gran esfuerzo,incorporándose hacia Colbert.

––Mira, Colbert ––dijo––, han transcurridodos días desgraciados, dos días mortales, y yaves, nada ha venido de por allá.

––Paciencia, monseñor ––dijo Colbert.

–– ¡Estás loco, necio! ¡Tú me aconsejas pacien-cia! ¡Oh! ¡Te burlas de mí, Colbert; ves que memuero y, me dices que espere!

––Monseñor ––dijo Colbert con su habitualsangre fría––, es imposible que las cosas no su-cedan según he dicho. Su Majestad viene a ve-ros, y él mismo os traerá la donación.

–– ¿Tú lo crees? Pues bien, yo, por el contra-rio, estoy cierto de que Su Majestad viene adarme las gracias:

Page 834: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

En aquel momento entró Ana de Austria. Alir en busca de su hijo habíase encontrado en lasantesalas con un nuevo empírico.

Tratábase de unos polvos que debían salvar alcardenal, y Ana de Austria llevaba una muestrade estos polvos

Pero no era esto lo que aguardaba Mazarino;así es que ni siquiera quiso mirarlos, aseguran-do que la vida no valía todos los trabajos que setomaban por conservarla. Mas al mismo tiempoque profería este axioma filosófico, se le esca-paba su secreto, largo tiempo contenido.

—Señora ––dijo—, no está en eso lo interesan-te de la situación. Hace dos días que hice al reyuna pequeña donación; hasta aquí, por deli-cadeza sin duda, Su Majestad no ha queridohablar; mas llega el momento de las explicacio-nes, y yo os suplico me le digáis qué piensa elrey sobre el particular.

Page 835: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Ana de Austria hizo un movimiento para res-ponder, y Mazarino la detuvo.

–– ¡La verdad, señora ––dijo––, en nombre delcielo! ¡No animéis a un moribundo con unaesperanza que sería vana!

Detúvose aquí, pues una mirada de Colbert ledecía que iba por mal camino.

––Ya sé ––dijo Ana de Austria tomando unamano del cardenal––, ya se que habéis hechogenerosamente, no una pequeña, donación,como decís con tanta modestia, sino un donmagnífico. Sé cuán penoso os será que el rey...

Mazarino escuchaba, moribundo y todo, co-mo no lo hubieran hecho diez vivos.

––Que el rey... que el rey ––continuó Ana deAustria–– no aceptará de buen grado lo que tannoblemente le ofrecéis.

El cardenal se dejó caer sobre la almohadacon toda la desesperación de un hombre que se

Page 836: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

abandona al naufragio; pero conservó todavíabastante, fuerza y presencia de espíritu paraclavar en Colbert una de esas miradas que bienvalen diez sonetos, es decir, diez poemas.

–– ¿No es cierto ––añadió la reina––, quehubierais considerado la negativa como unaespecie de injuria?

Mazarino hizo rodar su cabeza sobre la almo-hada sin proferir ni una sílaba.

La reina, se engañó, o simuló engañarse a estademostración.

––Así es ––repuso––, que he me guiado conbuenos consejos; y como ciertas personas, envi-diosas indudablemente de la gloria que ibais aconquistar por esa generosidad, se esforzasenen probar al rey que debía rehusar la donación,he luchado en favor vuestro, y he luchado tanbien, que creo no tendréis que sufrir este dis-gustó.

Page 837: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah! ––murmuró Mazarino con ojos lán-guidos––. ¡Ah! ¡Ese es un servicio que no olvi-daré ni un minuto durante las pocas horas queme restan de vida!

––Por lo demás, debo decirlo continuó Ana deAustria––, no me ha costado poco conseguírseloa Vuestra Eminencia.

–– ¡Ah! ¡Maldición! ¡Lo creo! ¡Oh!

–– ¿Qué tenéis?, Dios mío.

––Me abraso.

–– ¿Padecéis mucho?

––Como un maldito.

Colbert hubiera querido desaparecer bajo losentarimados.

––De suerte ––prosiguió Mazarino––, quevuestra Majestad supone que el rey... ––y aquíse detuvo unos segundos–– que el rey vendrápara hacerme algunos cumplidos...

Page 838: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Lo creo ––dijo la reina.

El cardenal lanzó a Colbert, como si fuese unrayo su última mirada.

En este momento anunciaron los ujieres al reyen las antecámaras llenas de gente. Este anun-cio produjo un momento de confusión, del cualaprovechóse Colbert para desaparecer por lacortecilla del hueco de la cama. Ana de Austriase levantó y esperó de pie a su hijo. Luis. XIVapareció en el umbral, con los ojos clavados enel moribundo, que ya no se tomaba el trabajo demenearse por una Majestad, de la cual pensabaque nada tenía ya que esperar.

Un ujier rodó un sillón hasta ponerlo cercadel lecho. Luis saludó, a su madre, luego al car-denal, y se sentó en seguida. La reina se sentótambién.

Y como el rey mirase detrás de sí, el ujier en-tendió esta mirada, hizo una seña y se aparta-

Page 839: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ron los cortesanos que habían permanecido a lapuerta.

El silencio cayó en la cámara con las cortinasde terciopelo.

El rey, aún muy joven y tímido ante aquél quehabía sido su maestro desde que naciera, le res-petaba más en aquella suprema majestad de lamuerte, no se atrevía, pues, a entablar conver-sación, viendo que cada palabra debía tener unpensamiento, no, sólo sobre las cosas de estemundo, sino también sobre las del otro.

En cuanto al cardenal, sólo tenía un pensa-miento en aquel momento: su donación. No erael dolor el que le daba aquel aspecto abatido yaquella mirada triste, sino esperar aquel cum-plimiento que iba a salir de boca del rey y acortarle toda esperanza de restitución.

El cardenal fue el primero qué rompió el si-lencio.

Page 840: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Ha venido Vuestra Majestad a establecer-se en Vincennes?

Luis movió la cabeza.

––Es un favor precioso ––continuó Mazarino–– que concede a un moribundo y que hará másdulce la muerte.

––Espero ––contestó el rey–– que vengo a vi-sitar, no a un moribundo, sino a un enfermosusceptible de curación,

Mazarino hizo otro movimiento de cabeza,que significaba: “Muy bondadosa es VuestraMajestad; pero sé más que vos de esto”.

––La última visita, Majestad, la íntima.

––Si así fuese, señor cardenal ––dijo Luis XIV––, aún vendría nuevamente a pedir conejos a unguía a quien todo lo debo.

Ana de Austria era mujer y no pudo contenerlas lágrimas. El mismo Luis se manifestó muyconmovido, y Mazarino más aún que sus dos

Page 841: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

huéspedes; pero por otros motivos. Otra vezvolvió el silencio; la reina enjugó sus mejillas yLuis recobró su firmeza.

––Decía ––continuó el rey–– que debo muchoa Vuestra Eminencia. Los ojos del cardenal de-voraron al rey, porque sentía llegar el momentosupremo.

––Y el principal objeto de mi visita ––prosiguió–– era daros gracias muy sinceras porel último testimonio de amistad que habéis te-nido a bien enviarme.

Las mejillas del cardenal se pusieron cónca-vas, sus labios entreabriéronse y el más lamen-table suspiro que jamás se haya dado se prepa-ró a salir de su pecho.

––Majestad ––dijo––, habré despojado a midesgraciada familia, habré arruinado a todoslos míos, de lo cual pueden hacerme un cargo,pero al menos no se dirá que he rehusado sacri-ficarlo todo a mi rey.

Page 842: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Ana de Austria renovó su llanto.

––Querido señor Mazarino ––dijo el rey con eltono grave que no debía esperarse de su juven-tud––, me habéis comprendido mal a lo queveo.

El cardenal se incorporó sobré un codo.

––Aquí no se trata de arruinar a vuestra que-rida familia, ni de despojar a vuestros servido-res. ¡Oh, no! Nada de eso.

“Entonces, va a devolverme algo ––pensó SuEminencia––. Saquemos el mendrugo lo másgrande posible.”

“El rey, se va a enternecer y a darla de gene-roso ––pensó la reina––; no le dejemos que seempobrezca, pues no se presentará nunca seme-jante ocasión de fortuna.”

––Majestad ––dijo en voz alta el cardenal––,mi familia es muy numerosa, y mis sobrinasvan a verse privadas de todo no viviendo yo.

Page 843: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! ––se apresuró a interrumpir la reina––. No sintáis ninguna inquietud con respecto avuestra familia; nosotros no tendremos amigosmás preciosos que vuestros amigos; vuestrassobrinas serán mis hijas, hermanas de Su Majes-tad, y si se distribuye una gracia en Francia,será para quienes amáis.

–– ¡Eso es humo! ––pensó Mazarino, quecomprendía mejor que nadie lo que puede sa-carse de las promesas de los reyes.

Luis leyó el pensamiento del moribundo ensu rostro. Tranquilizaos, querido Mazarino ––ledijo can melancólica sonrisa oculta en su iro-nía––; las señoritas Mancini perderán su mayorbien con vuestra muerte, pero no por eso deja-rán de ser las herederas más ricas de Francia, ypuesto que habéis querido donarme sus dotes. .

El cardenal estaba jadeante.

––Yo se los devuelvo ––prosiguió el rey LuisXIV sacando de su pecho y alargando hacia el

Page 844: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cardenal el pergamino que contenía la donaciónque por espacio de dos días había producidotantas tempestades en el ánimo Mazarino.

–– ¿Qué os había dicho, señor? ––murmuróen el hueco de la cama una voz que pasó co-mo un soplo.

–– ¡Vuestra Majestad me devuelve mi do-nación!, ––exclamó Mazarino, tan turbado porel regocijo, que olvidó su papel de bien-hechor.

–– ¡Vuestra Majestad devuelve los cuaren-ta millones! ––exclamó Ana de Austria, tanestupefacta que olvidó su papel de afligida.

––Sí, señor cardenal; sí, señora ––contestóLuis XIV, rompiendo el pergamino que aún nose había atrevido a coger Mazarino––. Sí, inuti-lizando este documento que expoliaba a toda lafamilia. Los bienes adquiridos por Su Eminen-cia a mi servicio son suyos y no míos.

Page 845: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero ––repuso Ana de Austria––, ¡pienseVuestra Majestad que no tiene diez mil escudosen sus arcas!

––Señora, acabo de hacer mi primera acciónregia y creo que inaugurará dignamente mireinado.

–– ¡Ah! ¡Majestad, tenéis razón! ––exclamóMazarino––. Es ciertamente grande y generosolo que acabáis de hacer.

Y miraba uno después de otro los pedazos depergamino esparcidos sobre el lecho, para cer-ciorarse bien que había roto el original y no unacopia.

Al fin, sus ojos se encontraron con aquel enque estaba la firma, y después que la reconoció,dejóse caer debilitado en la almohada.

Ana de Austria, sin fuerza para ocultar sudisgusto, alzaba las manos y los ojos al cielo.

Page 846: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah, Majestad! ––murmuró Mazarino––.¡Ah, Majestad! ¡Seréis bendecido, Dios mío!¡Seréis amado por toda mi familia! ¡Per Baeco!Si algún disgusto os viniese de parte de los mí-os, fruncid las cejas, Majestad, y salgo de misepulcro.

Esta fanfarronada no causó todo el efecto conque Mazarino contaba. Luis había ya pasado aconsideraciones de un orden superior, y encuanto a la reina Ana, no pudiendo soportar,sin abandonarse a la ira que sentía rugir dentrode sí, aquella magnanimidad de su hijo y aque-lla hipocresía del cardenal, se levantó y salió dela cámara, poco cuidadosa de manifestar así sudespecho.

Todo lo adivinó Mazarino, y temiendo queLuis XIV se arrepintiese de su primera decisión,empezó a gritar para dar otra dirección a losánimos, como más tarde debía hacerlo Scapinen aquella farsa sublime que el regañón y me-

Page 847: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

lancólico Boileau se atrevió a reprender a Mo-llière.

Sin embargo, poco a poco calmáronse los gri-tos, y cuando Ana de Austria salió de la cámarase extinguieron del todo.

––Señor cardenal ––dijo el rey––, ¿tenéis aho-ra alguna recomendación que hacerme?

––Majestad ––contestó Mazarino––, ya sois lamisma sabiduría, la prudencia en persona, y encuanto a generosidad, no digo, lo que acabáisde hacer excede a cuanto han hecho jamás loshombres más bondadosos de la antigüedad yde los tiempos modernos.

El rey permaneció impasible a este elogio.

–– ¿De modo ––dijo––, que os limitáis a dar-me las gracias, y vuestra experiencia, más cono-cida todavía que mi sabiduría, mi prudencia ymi generosidad, no os sugiere un consejo amis-toso que me sirva para el porvenir?

Page 848: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Mazarino reflexionó un instante, y dijo:

––Mucho acabáis de hacer por mí, es decir,por los míos.

––No me habléis de eso ––dijo el rey:

––Pues bien ––prosiguió Mazarino––, quierodaros algo en cambio de ésos cuarenta millonesque me abandonáis tan regiamente.

Luis XIV hizo un movimiento que demostra-ba que todas aquellas adulaciones le hacíanpadecer.

––Quiero ––siguió diciendo Mazarino––darosun consejo; y un consejo más valioso que loscuarenta millones.

–– ¡Señor cardenal! ––interrumpió Luis XIV.

––Escuchad el consejo, Majestad.

––Escucho.

Page 849: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Aproximaos, que me debilito... Más cerca,Majestad, más cerca. El rey se inclinó sobre ellecho del moribundo.

––Majestad ––dijo el cardenal en voz tan bajaque, el soplo de su palabra llegó sólo como unarecomendación del sepulcro a los oíos atentosdel joven rey––, no tengáis jamás primer minis-tro.

Luis se incorporó asombrado. El consejo erauna confesión. Era un tesoro, en efecto, aquellaconfesión sincera de Mazarino. El legado delcardenal al joven rey se componía solamente deseis palabras; pero éstas como había dicho SuEminencia valían cuarenta millones.

Luis permaneció un momento aturdido. Encuanto a Mazarino, parecía haber dicho algomuy natural.

––Ahora, aparte de vuestra familia ––dijo elrey––, ¿tenéis alguno a quien recomendarme,señor Mazarino?

Page 850: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Un ligero frotamiento se escuchó en las corti-nas de la cama. Mazarino comprendió.

––Sí, sí, Majestad ––exclamó vivamente––; osrecomiendo un hombre sabio, un hombre hon-rado, un hombre hábil.

––Manifestadme su nombre, señor cardenal.

––Su nombre os es casi desconocido hastaahora, Majestad; el señor Colbert, mi intenden-te. ¡Oh! Valeos de él ––añadió Mazarino––; todolo que ha predicho ha sucedido; tiene buen gol-pe de vista y jamás se engaña ni sobre las cosasni sobre los hombres, lo cual es más sor-prendente aún. Majestad, mucho os debo, perocreo desquitarme dándoos al señor Colbert.

––Bien ––dijo Luis XIV, porque como decíaMazarino, ese nombre de Colbert le era desco-nocido, y tomaba este entusiasmo del cardenalpor delirio de agonizante.

El cardenal volvió a caer en la almohada.

Page 851: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Por última vez, adiós, Majestad, adiós ––murmuró Mazarino––. Estoy cansado y tengoque andar todavía un camino áspero antes depresentarme delante de mi nuevo amo... ¡Adiós,Majestad!

El rey sintió lágrimas en sus ojos. Se inclinósobre el moribundo, ya medio cadáver, y enseguida se apartó precipitadamente.

XLIX

PRIMERA APARICIÓN DE COLBERT

La noche transcurrió entre las angustias delrey y las del moribundo; éste esperaba librarsede sus males; aquél aguardaba su libertad.

Luis no se acostó. Una hora después de su sa-lida de la cámara de Mazarino supo que, reco-brando el moribundo algunas fuerzas, se habíahecho vestir, afeitar, y peinar, y que había que-

Page 852: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

rido recibir a los embajadores. Semejante a Au-gusto, consideraba sin duda al .mundo comoun gran teatro y quería representar dignamenteel último acto de su comedia.

Ana de Austria no volvió a presentarse en elaposento del cardenal, pues ya nada tenía quehacer en él. Las conveniencias fueron un pretex-to. Por lo demás, el cardenal no preguntó porella; el consejo que la reina diera a su hijo se lehabía clavado en el corazón.

A eso de media noche y muy acicalado, Ma-zarino entró en la agonía. Había revisado sutestamento, y como éste era expresión exacta desu voluntad, y temía que una influencia intere-sada se aprovechase de su debilidad a fin decambiar algunas de sus disposiciones, habíadado a Colbert la consigna, y éste, paseábase enel corredor que conducía a la alcoba del carde-nal como el más vigilante centinela.

Encerrado el rey en su habitación, enviaba dehora en hora a su nodriza al departamento de

Page 853: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Mazarino, con orden de traerle el parte exactode la salud del cardenal.

Después de haber sabido que éste se habíahecho vestir, afeitar, peinar, y que había recibi-do a los embajadores, supo también que ya co-menzaban por su alma las oraciones de losagonizantes.

A la una de la mañana había ensayado Gué-naud el último remedio llamado heroico. Maza-rino respiró cerca de diez minutos después dehaberlo tomado, y dio orden para que se exten-diese por todas partes y al momento el rumorde una crisis feliz. A esta noticia sintió el reypasar como un sudor frío por su frente; habíaentrevisto el día de su libertad, y la esclavitudle parecía más triste y menos aceptable quenunca. Pero el parte que siguió cambió entera-mente la faz de las cosas. Mazarino ya no respi-raba del todo, y apenas repetía las oracionesque a su lado recitaba el párroco de San Nicolásde los Campos. El rey comenzó a andar con

Page 854: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

agitación en su cámara, y a consultar, al mismotiempo que andaba, muchos papeles que habíasacado de una cajita, cuya llave sólo él guarda-ba. Volvió por tercera vez la nodriza. Mazarinoacababa de hacer un juego de palabras y deordenar que se volviese a barnizar su Flora deTiciano.

Finalmente, a eso de las dos de la mañana, yano pudo el rey resistir su desfallecimiento, puesno había dormido en veinticuatro horas. .

El sueño, tan tenaz en su edad, apoderóse deél y le venció por espacio de cerca una hora;pero no se acostó, sino que durmió en su sillón.A las cuatro entró en la cámara la nodriza y lodespertó.

–– ¿Qué sucede? ––preguntó él.

––Mi querida Majestad ––dijo la nodrizajuntando las manos con aire de conmisera-ción––, ¡ha muerto!

Page 855: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El rey se levantó de un salto, como sihubiese tenido en las piernas un resorte deacero. –– ¡Muerto! ––exclamó.

–– ¡Ay! Sí.

–– ¿Pero eso es cierto?

–– ¿Ofïcial?

––Sí.

–– ¿Se ha dado ya la noticia?

––Aún no.

––Pero, ¿quién te ha dicho que el cardenalhaya muerto?

–– El señor Colbert.

–– ¿Y estaba él cierto de lo que decía?

––Salía de la cámara y había tenido duranteunos minutos un espejo junto a los labios delcardenal.

Page 856: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah! ––exclamó el rey––. ¿Y qué ha sido deColbert?

––Acaba de salir del cuarto de Su Eminencia.

–– ¿Para ir adónde?

––Para seguirme.

––De modo que está...

––Aquí, mi querida Majestad, esperando en lapuerta que tengáis el gusto de recibirlo.

Luis corrió a la puerta, la abrió él mismo, yvio a Colbert en el pasillo, en pie y esperando.El rey estremecióse al aspecto de aquella esta-tua vestida de negro.

Colbert, saludando con profundo respeto, diodos pasos hacia el rey. Luis entró en la cámarahaciendo señas a Colbert para que le siguiera.

Colbert entró y Luis despidió a la nodriza,que cerró la puerta al salir. Colbert se paró mo-destamente al lado de esa puerta.

Page 857: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Qué venís a decirme, caballero? ––dijoLuis muy turbado de ser sorprendido en supensamiento íntimo, que no podía ocultar com-pletamente.

––Que el señor cardenal acaba de morir, Ma-jestad, y que os traigo su último adiós.

El rey permaneció pensativo un instante, du-rante el cual miró atentamente a Colbert; eraevidente que recordaba el último pensamientodel cardenal.

–– ¿Sois vos el señor Colbert? –– preguntó.

––Sí, Majestad.

–– ¿Fiel servidor de Su Eminencia, como élmismo me ha dicho?

––Sí, Majestad.

–– ¿Depositario de una parte de sus secretos.

––De todos.

Page 858: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Los amigos y domésticos de Su Eminenciame serán queridos, caballero, y tendré cuidadode que seáis colocado en mis oficinas:

Colbert se inclinó.

–– ¿Sois financiero?

––Sí, Majestad.

–– ¿Y el señor cardenal os empleaba en susnegocios?

––He tenido tal honor, Majestad.

––Pero creo que nunca hicisteis nada perso-nalmente por mi casa.

––Dispensad, Majestad; yo soy quien tuvo elhonor de dar al señor cardenal la idea de unaeconomía que produce trescientos mil francosal año a las cajas de Su Majestad.

–– ¿Qué economía, caballero?

Page 859: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Vuestra Majestad sabe que los cien sui-zos tienen encajes de plata en los dos lados delas cintas?

––Indudablemente.

––Pues bien, Majestad, yo soy quien propusoque esos encajes fuesen de plata falsa; esto pa-rece que no es nada; mas son cien mil escudos,son la manutención de un regimiento por unsemestre, o el precio de diez mil buenos mos-quetes, o el importe de un buque de diez caño-nes dispuesto a darse a la vela.

––Es cierto ––dijo Luis XIV considerando conmás atención al personaje––; y es una economíamuy bien hecha, pues era ridículo que los sol-dados llevasen el mismo encaje que los señores.

––Soy dichoso en ser aprobado por VuestraMajestad ––dijo Colbert.

–– ¿Y es ése el único empleo que teníais con elcardenal? ––preguntó el rey.

Page 860: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––También me había encargado el cardenalexaminar las cuentas de la superintendencia.

–– ¡Ah! ––dijo Luis XIV, que ya se disponía adespedir a Colbert, pero que se detuvo al oírestas palabras––. ¡Ah! ¿Sois vos a quien el car-denal había encargado de intervenir al señorFouquet? ¿Qué ha resultado?

––Que hay déficit; pero si Vuestra Majestadme permite...

––Hablad; señor Colbert.

–– ¿Debo dar algunas explicaciones a VuestraMajestad?

––No, caballero, vos sois quien habéis inter-venido esas cuentas; dadme la suma.

––Eso será fácil, Majestad. Vacío por todaspartes, dinero en ninguna.

––Cuidado, caballero; atacáis cruelmente a laadministración del señor Fouquet; el cual, se-gún he oído decir, es hombre hábil.

Page 861: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Colbert ruborizóse, y después se puso pálido,porque conoció que desde aquel momento en-traba en lucha con un hombre cuyo poder casiigualaba al del que acababa dé morir.

––Sí, Majestad, un hombre muy hábil ––repitió Colbert inclinándose.

––Pero si el señor Fouquet es un hombrehábil, y si a pesar de su habilidad falta el dine-ro, ¿quién tiene la culpa?

––Yo no acuso, Majestad, sino pruebo.

––Está bien; haced vuestras cuentas y presen-tádmelas. ¿Decís que hay déficit? Un déficitpuede ser pasajero; el crédito vuelve y los fon-dos crecen:

––No, Majestad.

––Por éste año, quizá, lo comprendo; pero, ¿yen el próximo?

––El próximo, Majestad, está tan comido co-mo el actual.

Page 862: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Y el otro año?

––Como el próximo.

–– ¿Qué me decís, señor Colbert?

––Afirmo que hay cuatro años comprome-tidos de antemano.

––Entonces se hará un empréstito:

––Ya se han hecho tres, Majestad.

––Crearé oficios a fin de hacerlos renunciar, yse guardará el dinero de las cargas.

––Imposible, Majestad, porque ya ha habidocreaciones sobre donaciones de oficios, cuyasprovisiones se han entregado en blanco, demodo que los adquirentes gozan de ellos sindesempeñarlos. Por otra parte, el señor superin-tendente ha dado un tercio de remisión en cadatratado, de suerte que los pueblos son expri-midos sin que se aproveche de ello vuestra Ma-jestad.

El rey, hizo un movimiento.

Page 863: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Explicadme eso, señor Colbert.

––Que Vuestra Majestad formule su pensa-miento y me diga lo que desea que yo le expli-que.

––Tenéis razón; claridad ¿no es eso?

––Sí, Majestad; claridad. Dios es Dios, sobretodo por haber creado la luz.

––Pues bien ––prosiguió Luis. XIV ––, si hoyque ha muerto el señor cardenal y quedo hechorey, quisiera, por ejemplo, tener dinero...

––Vuestra Majestad no lo tendría.

–– ¡Oh! He aquí algo raro, señor. ¿Cómo noiba a encontrarme dinero mi superintendente?

Colbert sacudió su cabezota.

––Entonces ––dijo el rey––, ¿tan empeñadaestán las rentas del Estado que ya no sean ren-tas?

Page 864: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, Majestad, hasta ese punto. El rey fruncióel ceño.

––Pues entonces reuniré los libramientos paraconseguir de los tenedores un descargo, unaliquidación a buen precio.

––Imposible, porque los libramientos han si-do convertidos en billetes, los cuales, para faci-lidad de transacción, están cortados en tantaspartes originales que es imposible reconocer eloriginal.

Luis, muy agitado, se paseaba de arriba abajocon el ceño siempre arrugado.

––Pues si es así como decís, señor Colbert ––dijo al fin deteniéndose de pronto––, ¿estaréarruinado aun antes de reinar?

––Lo estáis, en efecto, Majestad repuso el im-pasible alineador de guarismos. .

––Pero, sin embargo, señor, el dinero está enalguna parte.

Page 865: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––En efecto, y, para empezar, traigo a VuestraMajestad una nota, pero que me los había con-fiado a

–– ¿A vos?

––Con prescripción de ponerlos en manos deVuestra Majestad.

–– ¡Cómo! ¿Además de 1s cuarenta millo-nes del testamento?

–– Sí, Majestad.

–– ¿Aun tenía más fondos el señor cardenal?

Colbert se inclinó.

–– ¡Pero ese hombre era un abismo! ––murmuró el rey––. El señor Mazarino por unaparte, por otra, el señor Fouquet; más de cienmillones quizá entre los dos; así no me espantaque mis arcas estén vacías.

Colbert esperaba sin moverse.

Page 866: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Y esa suma que me traéis vale la pena? ––preguntó el rey.

––La cantidad es bastante redonda, Majestad.

–– ¿Asciende?

––A trece millones de libras.

–– ¡Trece millones! ––exclamó Luis XIV es-tremeciéndose de alegría––. ¿Decís trece millo-nes, señor Colbert?

––Sí, Majestad, he dicho trece millones.

–– ¿Que todo el mundo ignora?

––Que todo el mundo ignora.

–– ¿Que están en vuestras manos?

––En mis manos, sí, Majestad.

–– ¿Y que puedo tener?

––Dentro de dos horas.

–– ¿Pues dónde se hallan?

Page 867: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––En la cueva de una casa que el señor carde-nal poseía y que ha tenido a bien legarme porcláusula particular de su testamento.

–– ¿Luego conocéis el testamento del señorMazarino?

––Tengo una copia firmada de su mano.

–– ¿Una copia?

––Sí, Majestad, hela aquí. Colbert, sacó senci-llamente la escritura, de su bolsillo y la enseñóal rey, quien leyó el artículo relativo a la dona-ción de la casa.

––Aquí sólo se trata de la casa ––dijo–– y enninguna parte se menciona el dinero.

Perdón, Majestad, está en mi conciencia.

–– ¿Y el señor Mazarino ha confiado en vos?

–– ¿Por qué no, Majestad?

–– ¿El, el hombre desconfiado por excelen-cia?

Page 868: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No lo era conmigo, como puede ver Vues-tra Majestad.

Luis fijó asombrado su mirada en aquella ca-beza vulgar, pero expresiva.

––Sois un hombre honrado, señor Colbert ––dijo el rey.

––Eso no es virtud, Majestad, sino deber ––contestó, Colbert fríamente.

––Pero ese dinero ––añadió Luis XIV––, ¿noes de la familia?

––Si fuera de la familia estaría en el testamen-to del cardenal, como lo demás de su fortuna. Sifuera de la familia, yo, que he redactado el actade donación hecha en favor de Vuestra Majes-tad, hubiese añadido la cantidad de trece millo-nes a la de los cuarenta que ya se os ofrecían.

–– ¡Cómo! ––exclamó Luis XIV––.

–– ¿Sois vos quien redactó la donación, señorColbert?

Page 869: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, Majestad.

–– ¿Y el cardenal os quería? ––repuso cándi-damente el rey.

––Yo había asegurado a Su Eminencia queVuestra Majestad no aceptaría ––dijo Colbertcon el mismo tono de tranquilidad que ya he-mos observado, y que, aun en los negocioshabituales de la vida, tenía algo de solemne.

Luis pasó una mano por su frente.

–– ¡Oh! Soy joven ––exclamó en voz muy ba-ja–– para mandar hombres.

Colbert aguardaba el fin de este monólogo in-terior, y vio a Luis que alzaba la cabeza.

–– ¿A qué hora enviaré el dinero a VuestraMajestad? ––preguntó.

––Esta noche a las once. Deseo que nadiesepa lo que tengo. Colbert no respondió, co-mo si la cosa no fuese con él

Page 870: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Esa suma está en barras o en oro acuña-do?

––En oro acuñado, Majestad.

––Bien.

–– ¿Dónde lo enviaré?

––Al Louvre; gracias, señor Colbert.

Colbert inclinóse y salió.

¡Trece millones! ––exclamó Luis XIV cuandose vio solo––. ¡Es un sueño!

En seguida dejó caer la frente entre las manos,como si en efecto durmiese.

Pero al cabo de un instante alzó la cabeza, sa-cudió su hermosa cabellera, se levantó, yabriendo con violencia la ventana, bañó sus ar-dientes sienes en el aire de la mañana que lellevaba el olor acre dé los árboles, el dulce per-fume de las flores.

Page 871: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Una aurora resplandeciente apareció en elhorizonte, y los primeros rayos del sol inunda-ron de llamas la frente del joven rey.

––Esta aurora es la de mi reinado ––murmuróLuis XIV––. ¿Es este un presagio qué me en-viáis, Dios Omnipotente?

L

PRIMER DIA DEL REINADO DE LUIS XIV

La muerte del cardenal súpose por la mañanaen el palacio y en la ciudad.

Los ministros Fouquet, Lyonne, y Letellier en-traron en la sala de sesiones para celebrar Con-sejo.

El rey los mandó llamar al momento.

––Señores ––dijo––, mientras vivió el señorcardenal, yo le dejé que gobernara mis asuntos;

Page 872: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

mas, al presente quiero gobernarlos yo mismo;vosotros me daréis vuestros consejos cuando yoos los pida. ¡Marchaos!

Los ministros miráronse con sorpresa, y si di-simularon una sonrisa, fue con gran esfuerzo,porque sabían que el príncipe, educado en unaignorancia absoluta de los negocios, encargába-se, por amor propio, de un trabajo demasiadopesado para sus fuerzas.

Fouquet se despidió de sus colegas en la esca-lera, diciendo:

––Señores, menos tarea para nosotros.

Y subió muy contento en su carroza.

Los otros, algo inquietos del giro que toma-ban los acontecimientos, volvieron juntos a Pa-rís.

El rey pasó a eso de las diez al cuarto de sumadre, con la cual sostuvo una conversaciónmuy reservada; y luego, después de cenar, su-

Page 873: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

bió en un coche cerrado y se fue derecho alLouvre. Allí recibió a mucha gente, y tuvo cier-to placer en ir observando la vacilación de to-dos y la curiosidad de cada uno.

Luego mandó que se cerrasen todas las puer-tas del Louvre, excepto una que daba al muelle.En este lugar puso de centinela doscientos sui-zos que no hablaban ni una palabra en francés,con la consigna de dejar entrar todo lo que fue-se fardo o cajón, pero ninguna otra cosa, y deno permitir salir nada.

A las once en punto oyó el rodar de un carropesado, después el de otro, y en seguida el ter-cero; tras de lo cual giró silenciosamente sobresus goznes la verja para cerrarse.

En seguida arañó alguien con la uña en lapuerta del gabinete. El rey fue a abrir por símismo, y vio a Colbert, cuyas primeras pala-bras fueron éstas;

Page 874: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––El dinero está en la cueva de Vuestra Majes-tad.

Luis bajó entonces a visitar él mismo las ba-rricas de monedas de oro y plata, que, gracias alas precauciones de Colbert, cuatro hombreshabían hecho rodar en una cueva, cuya llavehabía hecho entregar el rey a Colbert aquellamisma mañana. Concluida esta revista, Luisentró en su cuarto acompañado de Colbert, queno había animado su inmóvil frialdad con elmás insignificante rayo de personal satisfac-ción.

––Caballero ––le dijo el rey––, ¿qué deseáisque os dé en recompensa de vuestra adhesión yprobidad?

––Nada absolutamente, Majestad.

–– ¡Cómo nada! ¿Ni aun la ocasión de servir-me?

––Aunque Vuestra Majestad no me propor-cione esa ocasión, no par eso le serviré menos.

Page 875: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Me es imposible no ser el mejor servidor delrey.

––Seréis intendente de Hacienda, señor Col-bert.

––Mas hay un superintendente, Majestad.

––Cierto.

––Majestad, el superintendente es el hombremás poderoso del reino.

–– ¡Ah! ––murmuró el rey Luis ruborizán-dose––: ¿Creéis...?

––Me aplastará en ocho días, Majestad; porque al fin, Vuestra Majestad me da una inter-vención para la cuales menester fuerza. Inten-dente bajo un superintendente es la inferiori-dad.

––Queréis apoyo...

––Ya he tenido el honor de decir a VuestraMajestad que el señor Fouquet, en vida del se-ñor Mazarino, era el segundo personaje del

Page 876: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

reino; pero muerto ya Mazarino, el señor Fou-quet se ha hecho el primero.

––Caballero, hoy consiento aún en que me di-gáis esas cosas; pero mañana, pensad bien enello, ya no las sufriré.

––Entonces, ¿seré inútil a Vuestra Majestad?

––Ya lo sois, puesto que teméis compromete-ros en mi servicio.

––Sólo temo no poder serviros.

–– ¿Qué queréis entonces?

––Deseo que Vuestra Majestad me de ayu-dantes en el trabajo de la intendencia.

––La plaza desmerece:

––Pero gana en seguridad.

––Elegid, vuestros colegas.

––Los señores Breteuil, Marin y Hervad.

––Mañana aparecerá el decreto.

Page 877: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––¡Gracias, Majestad!

–– ¿Mas eso todo lo que deseáis?

––No, Majestad; una cosa más.

–– ¿Cuál?

––Dejadme componer un tribunal de justicia.

–– ¿Para qué?

––Para juzgar a los arrendadores de rentas yasentistas que han malversado de diez años aesta parte.

––Pero... ¿qué se les hará?

––Se ejecutará a tres, lo cual hará vomitar alos otros.

––No puedo, sin embargo, comenzar mi rei-nado con ejecuciones, señor Colbert.

––Al contrario, Majestad, a fin de no concluir-lo con tormentos. El rey no respondió.

Page 878: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Consiente Vuestra Majestad? ––dijo Col-bert.

––Reflexionaré, caballero.

––Será ya tarde cuando esté hecha la re-flexión.

–– ¿Por qué?

––Porque tenemos que habérnoslas con gentemás poderosa que nosotros, si están advertidos.

––Componed ese tribunal de justicia.

––Lo compondré.

–– ¿Es eso todo?

––No, Majestad; todavía hay una cosa impor-tante... ¿Qué derechos da Vuestra Majestad aesa intendencia?

––Mas... No sé... Hay usos...

––Majestad, necesito que sea devuelto a esaintendencia el derecho de leer la corresponden-cia de Inglaterra. .

Page 879: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Imposible, caballero, porque de esa corres-pondencia se despoja al consejo; el mismo Ma-zarino lo hacía.

––Creo que Vuestra Majestad declaró estamañana que ya no habría Consejo.

––––Sí, lo declaré.

––Entonces, lea Vuestra Majestad por sí mis-mo sus cartas, y sobre todo, las de Inglaterra;insisto particularmente en este punto.

––Caballero, tendréis esa correspondencia, yme daréis cuenta de ella ––exclamó el rey conresolución.

––Y entonces, ¿qué tendré que hacer en laHacienda?

––Todo lo que no haga el señor Fouquet.

––Eso es lo que yo pedía a Vuestra Majestad.Gracias, me voy tranquilo.

Marchó efectivamente al decir estas palabras,mientras Luis lo miraba. Aún no estaba Colbert

Page 880: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

a cien pasos de distancia del Louvre, cuandorecibió el rey un correo de Inglaterra. Despuésde haber mirado y sondeado la cubierta delpliego rompióla precipitadamente, y encontróuna carta del rey Carlos II.

He aquí lo que el príncipe inglés escribía a suhermano:

“Vuestra Majestad debe estar muy inquietocon la enfermedad del señor cardenal Mazari-no; pero el exceso del peligro puede serviros: elseñor cardenal esta condenado por su médico.Os agradezco la respuesta que habéis dado a micomunicación con respecto a lady EnriquetaEstuardo, mi hermana, y dentro de ocho díaspartirá la princesa para París acompañada de sucorte.

“Es muy dulce para mí reconocer la fraternalamistad que me habéis demostrado, y de llama-ros más justamente aún hermano mío. Me esmuy grato sobre todo el probar a Vuestra Ma-jestad, cuánto me ocupo de lo que puede agra-

Page 881: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

darle. Hacéis fortificar ocultamente a Belle Isleen Mer. Mal, hecho. Nunca tendremos guerra.Esa medida no me inquieta, pero me entriste-ce... En eso gastáis millones inútiles: decidlo asía vuestros ministros, y creed que mi policía estábien informada; hacedme, hermano mío, losmismos servicios en llegando el caso.” El reyllamó violentamente, y su ayuda de cámaraapareció.

––El señor Colbert acaba de salir de aquí, y nopuede estar lejos... ¡Que le llamen!... ––exclamó.

El_ ayuda de cámara iba a cumplir la orden,pero le detuvo el rey.

––No ––dijo––, no... Veo toda la trama de esehombre. Belle Isle es del señor Fouquet; BelleIsle fortificada es una conspiración del señorFouquet. El descubrimiento de esa conspiraciónes la ruina del superintendente, y ese descu-brimiento resulta de la correspondencia de In-glaterra; he aquí por qué quería Colbert teneresa correspondencias ¡Oh! No me es posible, sin

Page 882: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

embargo poner toda mi fuerza en ese hombre;él no es más que la cabeza, y me falta el brazo.

Luis dio de repente un alegre grito.

––Yo tenía ––observó al ayuda de cámara––un teniente de mosqueteros.

––Sí, Majestad; el señor de Artagnan.

––Que ha dejado mi servicio temporalmente.

––Sí, Majestad.

––Que lo busquen, y que venga aquí mañanaa la hora de levantarme.

El ayuda de cámara se inclinó y salió.

––Trece millones en mi cueva ––dijo entoncesel rey––; Colbert teniendo mi bolsa y Artagnanllevando mi espada.

–– ¡Ya soy rey!

LI

Page 883: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

UNA PASIÓN

Al regresar Athos del palacio real el mismodía de su llegada, entró, según ya hemos visto,en su casa de la calle de San Honorato, en lacual encontró al vizconde de Bragelonne, que lecharlando con en su cuarto charlando con Gri-maud.

No era cosa muy divertida hablar con el anti-guo servidor; sólo dos hombres poseían estesecreto: Athos y Artagnan. El primero lo conse-guía porque Grimaud trataba de hacerle hablartambién; Artagnan, en cambio, porque sabíahacer hablar a Grimaud.

Raúl se hallaba ocupado en hacerse contar elviaje a Inglaterra, y Grimaud lo había referidocon todos sus pormenores, con cierto númerode gestos y ocho palabras; ni más ni menos.

Page 884: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Primeramente, había indicado con un mo-vimiento de mano que su señor y él habíanatravesado el mar.

–– ¿Para alguna expedición? ––preguntó Raúl.

Grimaud, bajando la cabeza, había contestadoque sí.

–– ¿Donde el señor conde corrió peligros?

–– Grimaud se encogió de hombros, comopara decir: “Ni mucho ni poco''.

––Pero, ¿ni algún peligro? ––insistió Raúl.

Grimaud señaló a la espada, al fuego, y a unmosquete que estaba colgado en la pared.

––Por tanto, el señor conde ¿tenía allí unenemigo? ––exclamó Raúl.

––Monk ––contestó Grimaud.

––Es raro ––continuó Raúl–– que el señorconde insista en considerarme como un novicio,

Page 885: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

y en no hacerme participar del honor o del pe-ligro de esos encuentros. Grimaud sonrió.

En este momento volvió Athos. El huésped lealumbraba la escalera, y Grimaud, reconocien-do el paso de su amo, corrió a su encuentro, locual cortó en seco la conversación:

Pero, Raúl habíase lanzado en vías de interro-gación; así es que no se detuvo, y tomando lasdos manos del conde con viva ternura, pero res-petuosa, dijo:

–– ¿Cómo es, señor, que os marcháis para unviaje lleno de peligros sin decirme adiós, sinpedirme el auxilio de mi espada, a mí, que.debo ser para vos un sostén, ya que tengo fuer-zas; a mí, a–– quien habeis educado como a unhombre? ¡Ah! ¿Conque queréis exponerme a laterrible prueba de no volver a veros nunca?

–– ¿Quién os ha dicho, Raúl, que fuese peli-groso mi viaje? ––dijo el conde poniendo su

Page 886: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

capa y su sombrero en manos de Grimaud, queacababa de quitarle la espada.

––Yo ––dijo Grimaud.

–– ¿Y por qué? ––dijo seriamente Athos.

–– Grimaud estaba muy embarazado, yRaúl fue en su auxilio respondiendo por él.

––Es muy natural, señor, que este buen Gri-maud me manifieste la verdad en lo que osconcierne. ¿Por quién seréis amado y sostenidosino por mí?

Athos no respondió. Hizo un gesto amigableque apartó a Grimaud, sentándose luego en unsillón, mientras Raúl permanecía delante y enpie.

––Siempre tendremos ––continuó Raúl–– quevuestro viaje era una expedición... y que el hie-rro y el fuego os han amenazado.

Page 887: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No hablemos más de eso ––dijo Athos dul-cemente––; salí de repente, es verdad; pero elservicio del rey Carlos II exigía tan pronta mar-cha. Os doy las gracias por vuestra inquietud;sé que puedo contar con vos... ¿No os a hechofalta nada durante mi ausencia, vizconde?

––No, señor; gracias.

––Ordené a Blaisois que os entragará cien do-blones en cuanto los necesitaseis.

––Señor, yo no he visto a Blaisois.

––Entonces, ¿os habéis pasado sin dinero?

––Me restaban treinta doblones de la venta delos caballos que tomé para mi última campaña,y además, el señor príncipe tuvo la bondad dehacerme ganar doscientos en el juego hace tresmeses.

–– ¿Jugáis?... No me gusta eso, Raúl.

––Jamás juego, señor; el príncipe me ordenóque llevase sus cartas en Chantilly... una noche

Page 888: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que recibió un correo del rey; yo obedecí, y memandó el príncipe que me quedara con la ga-nancia de la partida.

–– ¿Es esa una costumbre de la casa, Raúl? ––dijo Athos frunciendo el ceño.

––Sí, señor. Todas las semanas hace el señorpríncipe tal obsequio a uno de sus caballeros.Hay cincuenta en casa de Su Alteza, y aquellavez me tocó el turno.

––Bien., ¿con que fuisteis a España?

––Sí, señor, hice–– un viaje muy placentero einteresante.

–– ¿Y hace un mes que habéis vuelto?

––Sí, señor.

––Y en ese mes, ¿qué habéis hecho?

––Mi servicio, señor.

–– ¿No habéis estado en mi casa de la Fére?

Raúl se ruborizó. Athos le miró con ojos fijos:

Page 889: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Haréis mal en no creerme––dijo Raúl––; co-nozco que me ruborizo, pero es a pesar mío. Lapregunta que me hacéis el honor de dirigirmees de tal naturaleza, que causa en mí muchasemociones. Me ruborizo porque estoy conmo-vido, mas, no porque mienta.

––Ya sé, Raúl; que no mentís nunca.

––No, señor.

––Pero, además, hacéis mal en eso; lo que yoquería deciros...

––La sé muy bien, señor; queríais preguntar-me si yo no había estado en. Blois.

––Precisamente.

––No he ido, ni todavía he visto a la personade quien queréis hablarme.

La voz de Raúl temblaba al decir estas pala-bras. Athos, soberano juez en toda delicadeza,añadió al momento:

Page 890: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Raúl, me respondéis con sentimiento peno-so; veo que sufrís.

––Mucho, señor; me habéis prohibido ir aBlois y volver a ver a la señorita de La Vallière.

Aquí detúvose el joven; este dulce nombre,tan, encantador de pronunciar, desgarraba sucorazón, acariciando sus labios.

––Y he hecho bien, Raúl ––se apresuró a decirAthos––. No soy un padre bárbaro ni injusto;respeto el verdadero amor; mas pienso para vosen un porvenir... en un inmenso porvenir: Unnuevo reinado va a lucir como una aurora, y laguerra llama al joven rey, lleno de espíritu ca-balleresco. . Lo que necesita ese ardor heroico,es un batallón de oficiales jóvenes y libres quecorran a los hechos con entusiasmo y caigangritando: ¡Viva el rey! en vez de exclamar:¡adiós, esposa mía!... Ya comprendéis esto, Ra-úl. Por más cruel que parezca mi razonamiento,os conjuro a que me creáis y a que no volváisvuestras miradas hacia aquellos primeros días

Page 891: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de juventud en que adquiristeis la costumbrede amar, días de muelle abandono que con-mueven el corazón y le hacen incapaz de conte-ner esos licores fuertes y amargos que se llamangloria y adversidad. Repito, Raúl, que veáis enmi consejo el solo deseo de seros útil, la solaambición de veros prosperar. Os considero ca-paz de llegar a ser un hombre notable; caminadsolo, y caminaréis mejor y con mas prontitud.

––Habéis mandado, señor –– replicó Raúl––, yyo obedezco.

–– ¡Mandado! ––murmuró Athos. ¿Es asícomo me respondéis? ¿Yo os he mandado?¡Oh! Trastornáis mis palabras. ¡Cómo desco-nocéis mis intenciones! Yo no he manda do,he suplicado.

––No, señor, habéis mandado ––replicó Raúlcon terquedad––Pero aunque no hubieraishecho sino una súplica, esa súplica habría sidomás eficaz que una orden. Yo no he vuelto a vera la señorita de La Vallière.

Page 892: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Pero sufrís! ¡Sufrís! ––exclamó Athos.

Raúl no respondió.

––Os encuentro pálido, y os veo triste... ¿Tanfuerte es ese sentimiento?

––Es una pasión ––repuso Raúl. ––No unacostumbre señor, ya sabéis que he viajado mu-cho y que he pasado dos años lejos de ella. Meparece que toda costumbre puede romperse endos años. Pues bien, a mi vuelta la amaba, nomás, porque eso es imposible, pero sí lo mismo.La señorita de La Vallière es para mí la compa-ñera por excelencia; mas vos sois para mi diosen la tierra... y todo lo sacrificaré a vos.

––Haríais mal ––dijo Athos––; yo no tengo yaningún derecho sobre vos. La edad os ha eman-cipado y no tenéis necesidad de mi consenti-miento. Además, yo no negaré ese consenti-miento después de todo lo que acabáis de de-cirme. Casaos, pues, con la señorita de La Va-llière, si gustáis.

Page 893: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Raúl hizo un movimiento, y dijo:

––Sois bondadoso, señor, y vuestra concesiónme llena de reconocimiento; mas no aceptaré.

–– ¡Con que ahora rehusáis!

–– ¡Sí, señor!

––Nada os echaré en cara, Raúl. Pero tenéis enlo profundo del corazón un sentimiento contraese matrimonio; no sois vos quien me lo ha es-cogido.

––Es verdad.

––Eso basta para que no insista; esperaré.

––Cuidado, Raúl; lo que decís es muy grave.

––Lo sé muy bien, señor; esperaré, os digo.

–– ¿A que yo muera? ––dijo Athos muy con-movido.

–– ¡Oh, señor! ––murmuró Raúl con lágrimasen los ojos––. ¡Es posible que de este modo me

Page 894: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

desgarréis el corazón, a mí, que no os he dadoningún motivo de queja!

––Es cierto, hijo querido ––murmuró Athos,apretando violentamente los labios para repri-mir la emoción de que ya no era dueño––. No,no quiero afligiros. . . sino que no he compren-dido lo que esperaréis... ¿Será, quizá, a que noaméis ya?

–– ¡Ah! No, señor, esperaré, a que mudéis de,opinión.

––Quiero hacer una prueba, Raúl; ver si la se-ñorita de La Vallière espera como vos.

––Así lo creo, señor.

––Cuidado, Raúl. ¿Y si no aguardase ella?¡Ah! Sois tan joven, tan confiado, tan fiel... Lasmujeres son variables.

––Nunca me habéis hablado mal de las muje-res, señor; jamás habéis tenido de qué quejaros

Page 895: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de ellas; ¿por qué quejarse ahora con respecto ala señorita de La Vallière?

––Es cierto ––dijo Athos bajando los ojos––;jamás os he hablado mal de las mujeres; jamáshe tenido por qué quejarme de ellas; jamás meha motivado una sospecha la señorita de LaVallière; pero, cuando se prevé, es necesario irhasta las excepciones, hasta las improbabilida-des. Por eso os he hablado de si la señorita deLa Vallière os esperaría.

–– ¿Cómo puede ser eso, señor?

––Volviendo los ojos a otra parte.

–– ¿Sus miradas a otro hombre, queréis de-cir?––dijo Raúl pálido de angustia.

––Eso es.

–– Bien: entonces mataría a ese hombre ––dijoseriamente Raúl––, y a todos los hombres aquienes escogiese la señorita de La Vallière,hasta que uno de ellos me matase a mí o hasta

Page 896: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que la señorita de La Vallière me hubiera entre-gado su corazón.

Athos palideció.

––Creía ––contestó con voz sorda––, que noha mucho me llamabais vuestro dios, vuestraley en el mundo.

–– ¡Oh! ––exclamó Raúl temblando––. ¿Meprohibiríais el duelo?

–– ¿Y si lo prohibiese, Raúl?

––Me prohibiríais esperar, señor, y por conse-cuencia no me prohibiríais morir.

Athos alzó los ojos sobre el vizconde, porquehabía pronunciado estas palabras con inflexiónsombría y acompañadas de una mirada som-bría también.

––Basta ––dijo Athos después de un largo si-lencio––, basta ya de este enojoso asunto, en elcual exageramos ambos. Dejad correr días ydías, Raúl; haced el servicio; amad a la señorita

Page 897: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de La Vallière; en fin, obrad como un hombre,pues tenéis edad de tal, pero no olvidéis que osamo tiernamente y que vos pretendéis amarme.

–– ¡Ah, señor conde! ––murmuró Raúl apre-tando fuertemente la mano de Athos contra sucorazón.

––Bien, amigó mío, dejadme, tengo necesidadde reposo. A propósito, el señor de Artagnan havuelto de Inglaterra conmigo, y le debéis unavisita.

––Iré a verlo, y con mucho gusto, pues quieromucho al señor de Artagnan.

––Tenéis razón; es un hombre honrado y unvaliente caballero:

–– ¡Que os ama! ––dijo Raúl.

––Estoy cierto de ello... ¿Sabéis dónde vi-ve?

Page 898: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

—Eh el Louvre, en el Palacio Real, dondequiera que esté el rey, ¿No manda los mosque-teros?

––Por el momento, no, porque está con licen-cia descansando.... No lo busquéis, pues, en lospuestos de su antiguo servicio; tendréis noticiassuyas en casa de un tal señor Planchet.

–– ¿Su antiguo lacayo? ––convertido ahoraen abacero.

–– ¿Calle de los Lombardos, número 9?

––Una cosa así... o calle de Arcis.

––Buscaré, buscaré.

––Le diréis mil cosas en mi nombre, y lo trae-réis a comer conmigo antes que me marche a laFére.

––Bien, señor.

––Adiós, Raúl.

Page 899: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señor, veo en vos una Orden que no os co-nocía, recibid mis parabienes.

–– ¡El Toisón! ... Es cierto… Un juguete,hijo mío, que ya no entretiene a un viejo niñocomo yo... Buenas noches, Raúl.

LII

LA LECCIÓN DE ARTAGNAN

Raúl no encontró al día siguiente, como espe-raba, al señor de Artagnan; sólo halló a Plan-chet, cuya satisfacción fue muy viva al ver denuevo a aquel joven, saludado con dos o trescumplidos guerreros no muy propios de unabacero. Pero cuando Raúl regresaba de Vin-cennes aquella mañana, conduciendo cincuentadragones que le había confiado el príncipe, vio,en la plaza Baudoyer, a un hombre que, fija-mente, miraba una casa como, se mira un caba-llo que se desea comprar.

Page 900: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Aquel hombre, vestido con traje de paisano,abotonado como un jubón militar, calado unsombrero muy chico, y llevando al costado unalarga espada, volvió la cabeza tan pronto comooyó el paso de los caballos y dejó de contemplarla casa para mirar a los dragones.

Aquel hombre era el señor de Artagnan; Ar-tagnan a pie, Artagnan con las manos a la es-palda, que pasaba revista a los dragones des-pués de haberla pasado a los edificios. Ni unhombre, ni una correa, ni un casco de caballo seescapó a su inspección.

Raúl iba al lado de la tropa, y Artagnan lo dis-tinguió el último.

–– ¡Eh! ¡Eh! ¡Vive Dios! ––dijo.

–– ¿No me equivoco? ––dijo Raúl deteniendosu caballo.

––No, no te engañas. ¡Buenos días! ––contestóel antiguo mosquetero.

Page 901: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y Raúl estrechó emocionado las manos de suviejo amigo.

––Ten cuidado, Raúl ––dijo Artagnan––; elsegundo caballo de la quinta fila queda des-herrado antes de llegar al puente María; sola-mente tiene dos clavos en la mano derecha.

–– Esperadme ––dijo Raúl––, vuelvo.

–– ¿Dejas tu destacamento?

––Ahí se halla el abanderado para reem-plazarme.

–– ¿Vienes a comer conmigo?

––Con mucho gustó, señor de Artagnan.

––Entonces, anda pronto; deja el caballo oprocura que me den uno.

––Mejor quiero ira pie con vos. Raúl corrió aavisar al abanderado, que ocupó su lugar; lue-go, echó pie a tierra, dio su caballo a uno de losdragones, y, muy contentó, cogió el brazo deArtagnan, que lo contemplaba después de to-

Page 902: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

das estas evoluciones con la satisfacción de unconocedor.

–– ¿De modo que vienes de Vincennes? ––1edijo.

––Sí, señor caballero...

–– ¿Y el cardenal?...

––Está muy enfermo, y hasta afirman que hamuerto.

–– ¿Estáis a bien con el señor Fouquet? ––preguntó Artagnan, demostrando con un des-deñoso movimiento de hombros que la muertedel cardenal no le afectaba demasiado. –– ¿Conel señor Fouquet? ––dijo Raúl––. No le conozco.

––Tanto peor, porque un nuevo rey buscasiempre hacerse de criaturas suyas.

––i Oh! El rey no me quiere mal. Yo no tehablo de la corona ––replicó Artagnan––, sinodel rey... El rey es el señor Fouquet, ahora queha muerto el cardenal... Se trata de estar a bue-

Page 903: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nas con el señor Fouquet, si no quieres enmo-hecerte toda la vida, como a mí me ha sucedi-do... Cierto es que tienes otros protectores, fe-lizmente. El príncipe el primero.

––Ese está gastado, gastado, amigo' mío.

–– ¿Y el conde de la Fère?

–– ¡Athos! ¡Oh! Eso es distinto; sí, Athos. . .Y si quieres hacer un buen viaje a Inglaterra anadie puedes dirigirte mejor. Y aun te diré,sin mucha vanidad, que yo mismo tengo al-gún crédito en la Corte de Carlos II. ¡Esesí que es un monarca!

–– ¡Ah! ––dijo Raúl con la cándida curiosidadde los jóvenes bien pacidos que oyen hablar ala experiencia y al valor.

—Sí, un rey que se divierte, es cierto; peroque también ha sabido poner mano a la espaday apreciar a los hombres útiles. Athos goza deinfluencia con Carlos II. Tómame dé servicio,para eso, y abandona a los tunantes traficantes

Page 904: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que lo mismo roban con manos francesas comocon dedos italianos; deja también a esté rey llo-rón que va a darnos un reinado, de Francisco II.¿Sabes historia, Raúl?

––Sí, caballero.

––Entonces, sabrás que Francisco II teníasiempre mal de oídos...

–– No, no lo sabía.

–– Que Carlos IX tenía siempre dolor de cabe-za...

––Y Enrique III siempre mal de vientre.

Raúl echóse a reír.

––Pues bien, mi querido amigo, Luis XIVsiempre tiene enfermo el corazón; es deplorablever que un rey suspire por la mañana y por lanoche, y que no diga una vez al día: “¡voto atal!” o “¡diantre!” En fin, algo que anime.

Page 905: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Y es por eso, señor caballero, por lo,que habéis dejado el servicio? ––preguntóRaúl.

––Ciertamente.

––Pero, vos mismo, señor de Artagnan, echáisla soga tras el caldero; no haréis fortuna, no.

–– ¡Oh! Lo que es yo ––contestó Artagnan contono ligero––, ya estoy asegurado. Poseía algu-nos bienes de familia.

Raúl lo miró porque era proverbial la pobrezade Artagnan. Gascón como era, encarecía por lamala suerte todas las gasconadas de Francia yde Navarra; Raúl había oído nombrar cien ve-ces a Job y Artagnan, como se nombra a los ge-melos Rómulo y Remo.

Artagnan sorprendió esta mirada de sorpresa.

––Además, tu padre te habrá dicho que he es-tado en Inglaterra

––Sí, señor.

Page 906: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Y que tuve allí un encuentro afortunado…

––No, señor; ignoraba eso.

––Sí, uno de mis buenos amigos, un gran se-ñor, el virrey de Escocia y de Irlanda, me hahecho hallar una herencia.

–– ¿Una herencia?

––Y bastante regular.

–– ¿De suerte que sois rico?

–– ¡Psch!...

––Os doy la más cordial enhorabuena.

—Gracias... Ahí tienes: mira mi casa.

–– ¿En la plaza de la Greve?

––Sí. ¿No te gusta ese barrio?

––Al contrario: el agua es muy hermosa dever...

–– ¡Oh! ¡Una casa antigua muy linda!

Page 907: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––La Imagen de Nuestra Señora es una ta-berna antigua que he transformado en casahace dos días.

–– ¿Pero la taberna sigue abierta?

–– ¡Pardiez!

–– ¿Y vos, dónde habitáis?

––Yo, en casa de Planches.

––Como me dijisteis ahora poco: “mira mi ca-sa...”

––Lo dije porque es mía; efectivamente... Lahe comprado.

–– ¡Ah! ––dijo Raúl.

–– ¡Oh! ¡Mi querido Raúl, un negocio sober-bio! He comprado la casa en treinta mil libras,tiene un hermoso jardín que da a la calle de laMortellerie; la taberna se arrienda en mil librascon el piso principal; el granero o segundo piso,quinientas libras.

Page 908: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Cómo!

––Sin duda.

–– ¿Un granero quinientas libras? ¡Pero ungranero no es habitable!

––Por eso no lo habita nadie; pero ya vesque ése granero tiene dos ventanas que dan ala plaza.

––Sí, señor.

––Pues bien, siempre que enruedan, queahorcan, que descuartizan o que queman a al-guien, ¡se alquilan las dos ventanas hasta porveinte doblones!

–– ¡Oh! —dijo Raúl estremecido.

–– ¿Es desagradable, verdad? –– dijo Ar-tagnan.

–– ¡Oh! ––repitió Raúl.

––Esto es desagradable, mas es un hecho... Es-tos lobos parisienses son en ocasiones verdade-

Page 909: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ros antropófagos. No concibo que hombres cris-tianos puedan hacer tales especulaciones.

––Es cierto.

–– Por lo que a mí respecta ––continuó Artag-nan—, si yo habitase esta casa, cerraría en losdías de ejecución hasta los agujeros de las.cerraduras; pero no la habito.

–– ¿Y arrendáis en quinientas libras ese gra-nero?

––Al feroz tabernero, que lo subarrienda a suvez... Decía, pues, mil quinientas libras.

––El interés natural del dinero.

––Cierto. Y me queda, además, el cuerpo decasa del fondo: almacenes, viviendas y cuevasinundadas cada invierno, doscientas libras; y eljardín, que es muy hermoso, muy bien planta-do, muy escondido bajo los muros y la sombrade la fachada de San Gervasio y San Protario,mil trescientas libras.

Page 910: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Mil trescientas libras! Eso es soberbio.

––He aquí la historia: yo supongo a un canó-nigo cualquiera de la parroquia (estos canóni-gos son unos Cresos); supongo, pues, un canó-nigo que alquila el jardín para solazarse en él.El inquilino ha dicho que se llama señorGodard. Este es un nombre verdadero p falso;si verdadero, es un canónigo; si falso, cualquierdesconocido. ¿Por qué he de conocerlo? Siem-pre paga adelantado. Ahora poco cuando te en-contré, tenía la idea de comprara una casa en laplaza. Baudoyer que se juntara por detrás conmi jardín y formase una propiedad magnífica.Tus dragones me distrajeron de mi idea. Ea,tomemos la calle de la Cestería; y vamos dere-chos a casa de maese Planchet.

Artagnan aceleró el paso y condujo, en efecto,a Raúl a casa de Planchet, a una sala que el aba-cero destinaba. a su antiguo señor. Planchethabía salido, pero estaba servida la mesa. En

Page 911: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

casa del abacero subsistía un resto de la regula-ridad y puntualidad militar.

Artagnan llevó a Raúl a tratar del capítulo desu porvenir.

–– Tu padre te trata severamente ––dijo.

––Con justicia, señor caballero.

–– ¡Oh! Ya sé que Athos es justo; pero tacaño,quizá.

––Tiene una mano regia, señor de Artagnan.

––No te apures, muchacho; si tienes necesi-dad de algunos doblones, aquí está él viejomosquetero:

–– ¡Oh! ¡Señor de Artagnan!

––Juegas algo, ¿eh?

––Nunca.

––Entonces, ¿serás afortunado con las muje-res?... Te ruborizas...

Page 912: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh, pequeño Aramis! Querido, eso cuestaaún más caro que el juego. Cierto que uno sebate al perder, lo cual es una compensación.¡Bah! Ese llorón de rey hace pagar la multa a lasgentes que valen algo. ¡Qué reinado, mi pobre.Raúl, qué reinado! ¡Cuando se considera queen mi tiempo se sitiaba a los mosqueteros en lascasas, como Héctor y Príamo en la ciudad deTroya! Y entonces lloraban las mujeres, y qui-nientos descamisados palmoteaban y prorrum-pían: “¡Mata, mata!”, cuando no se trataba deun mosquetero. ¡Pardiez! No veréis esto voso-tros.

––Tenéis ojeriza al rey, señor de Artagnan, yapenas le conocéis.

–– ¿Yo? Oye, Raúl. Día por día y hora porhora, toma buena nota de mis palabras, te pre-digo lo que hará. Muerto el cardenal llorarámucho, lo cual será lo menos malo, principal-mente si no piensa en las lágrimas...

–– ¿Y luego?

Page 913: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Luego, hará que el señor Fouquet le de unapensión, y se irá a componer versos a Fontaine-bleau pata la Mancini, a quien la reina sacarálos ojos. Ella es española y tiene por suegra aAna de Austria. ¡Conozco bien a las españolasde la casa de Austria!

–– ¿Y luego?

–– Luego, después de haber hecho arrancarlos galones de plata de los suizos, porque elbordado cuesta demasiado caro, pondrá a piea los mosqueteros, porque la avena y el henode un caballo cuestan cinco sueldos diarios.

–– ¡Oh! No digáis tal cosa.

–– ¡Qué me importa! Ya no soy mosquete-ro, ¿verdad? Que se vaya a caballo o a pie,que se lleve un asador o unas parrillas, o unaespada, o nada, ¿qué me importa?

––Querido señor de Artagnan, os suplicoque no sigáis hablando mal del rey… Yoestoy casi a su ser vicio, y mi padre me re-

Page 914: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

prendería de haber escuchado, aun de vuestraboca, esas palabras injuriosas para Su Majes-tad.

––Tu padre... ¡eh! Es el caballero de toda cau-sa quebradiza. ¡Diantre! Tu padre, un valiente,un César, es verdad; pero un hombre sin golpede vista.

–– ¡Vamos bien! ––dijo Raúl riendo––. Ya vaisa hablar mal de mí.

–– Padre de aquel a quien llamáis el gran At-hos; hoy estáis de mal humor y la riqueza oshace duro, como a otros la pobreza.

–– Tienes razón, ¡pardiez!; soy un belitre, undesgraciado viejo, una cuerda deshilachada,una coraza rota, una espuela sin ruedecilla; pe-ro préstame un favor, Raúl; dime una sola cosa.

–– ¿Qué cosa, señor de Artagnan?

––Dime esto... Mazarino no era un pillas-tre.

Page 915: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Quizá haya muerto.

––Razón de más, y por eso digo: que era; si nocreyese que había muerto, te suplicaría que,dijeses: “Mazarino es un pillastre.” Ea, dílo, poramor a mí.

––Vaya, lo diré.

–– ¡Di!

––Mazarino era un pillastre ––dijo el vizcondesonriendo al mosquetero, que alegrábase comoen sus más bellos días.

––Un momento ––dijo éste––. Ya has dicho laprimera proposición; he aquí la conclusión.Repite, Raúl, repite: “Pero echaré de menos aMazarino.”

–– ¡Caballero!

––Si no quieres decirlo, yo lo diré dos vecespor ti. ¡Mas, tú echarás de menos a Mazarino!

Page 916: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Aún reían y discutían sobre esta profesión deprincipios, cuando entró uno de los mozos delabacero, y dijo:

––Una carta para el señor de Artagnan.

––Gracias... ¡Toma! ––dijo el mosquetero.

––Es la letra del señor conde ––dijo Raúl.

––Sí, sí.

Y Artagnan rompió el sobre. “Querido amigo,acaban de rogarme de parte del rey que os bus-que...”

–– ¿A mí? ––dijo Artagnan dejando caer elpapel sobre la mesa. Raúl lo cogió y siguió le-yendo en voz alta:

“Apresuraos… Su Majestad tiene mucha ne-cesidad de hablaros, y os espera en el Louvre.”

–– ¿A mí? ––repitió el mosquetero.

–– ¡Eh! ¡Eh! ––dijo Raúl.

Page 917: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! ¡Oh! ––respondió Artagnan––.¿Qué quiere decir esto?

LIII

EL REY

Pasado el primer movimiento de sorpresa,Artagnan leyó de nuevo el billete de Athos.

––Es raro ––dijo––, que me haga llamar el rey.

–– ¿Por qué? ––dijo Raúl––. ¿No suponéisque el rey deberá echar de menos un servidorcomo vos?

–– ¡Oh! ¡Oh!' ––murmuró el oficial riendo,can los labios fruncidos––. Linda cosa estáisdiciendo, querido Raúl. Si el rey me echara demenos, no me hubiese dejado marchar. No,no; yo veo en esto algo mejor, o peor, si que-réis.

Page 918: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Peor! ¿Y qué?, señor caballero, tú eres jo-ven, confiado... ¡Ojalá estuviera yo donde tú!Tener veinticuatro años, la frente tersa y cere-bro vacío de todo, a no ser de mujeres, de amoro de buenas intenciones... ¡Oh! Raúl, mientrasno hayas recibido las sonrisas de los reyes y lasconfidencias de las reinas; mientras no hayastenido dos cardenales, muertos en tu época,tigre el uno, zorro el otro; mientras no hayas...Pero, ¿a qué vienen esas niñerías? Es menestersepararnos.

–– ¡Cómo me decís eso! ¡Qué aire tan serio!

–– La cosa .bien vale la pena... Escuchadme,tengo qué haceros una recomendación.

––Ya escucho, caballero Artagnan.

––Avisaré a tu padre mi marcha.

–– ¿Os marcháis?

–– ¡Diantre! Le dirás que he pasado a Inglate-rra y qué voy a vivir a mi casita de recreo.

Page 919: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡A Inglaterra! ¡Vos!... ¿Y las órdenes delrey?

––Cada vez te hallo más cándido. ¿Te figurastú que así, sin más ni más, voy a presentarmeen el Louvre y ponerme a disposición de eselobezno coronado?

–– ¡Lobezno el rey! Pero, ¿estáis loco?

––Al contrario, nunca he sido más cuerdo. Túno sabes lo que quiere hacer de mí, ese dignohijo de Luis el Justo... ¡Vive Dios! Esa es la polí-tica... Lo que quiere es embastillarme, pura ysimplemente.

–– ¿Con qué propósito? ––pregunto Raúl,asombrado de lo que oía.

––A propósito de lo que le dije un día enBlois. . . Estuve algo vivo y él se acordará.

–– ¿Qué le dijisteis?

––Que era un roñoso, un canalla, un misera-ble.

Page 920: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah, Dios mío! ––dijo Raúl––.¿Es posibleque hayan salido de vuestra boca semejantespalabras?

––Quizá no te haya dado precisamente la letrade mi discurso; pero al menos te he dado elsentido.

–– ¡Pero el rey os hubiera hecho arrestar almomento!

–– ¿Par quién? Yo era quien mandaba losmosqueteros, y le hubiera sido necesario man-darme a mí mismo que me condujese a la pri-sión; yo no hubiera consentido nunca, y mehabría resistido a mí mismo. Hoy ha muerto ocasi muerto el cardenal, saben que estoy en Pa-rís, y me atrapan.

––Por tanto, el cardenal era protector vuestro.

–– El cardenal me conocía y sabía de mí cier-tas particularidades; también sabía yo dé élalgunas cosas y nos apreciábamos mutuamen-te... El cardenal, al entregar su alma al diablo,

Page 921: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

habrá aconsejado a Ana de Austria que mehaga habitar en sitio seguro. Ve, pues, en buscade tu padre, relátale el hecho, y adiós.

––Querido señor de Artagnan ––dijo Raúl,muy conmovido, después de haber mirado porla ventana––, ni siquiera podéis, huir.

–– ¿Y, por qué?

––Porque permanece abajo un oficial de sui-zos que os espera.

––¿Y qué?

––Que os arrestará.

Artagnan no pudo menos de soltar una carca-jada de risa homérica.

–– ¡Oh! Sé muy bien que resistiréis, que com-batiréis, y hasta que saldréis vencedor, pero esoes la rebelión, y vos, que sois también oficial, noignoráis lo que es la disciplina.

–– ¡Diablo de niño! ¡Qué bien criado está yqué lógico es! ––murmuró Artagnan.

Page 922: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Aprobáis esto, ¿no es verdad?

––Sí. En lugar de pasar por la calle, donde meespera ese bienaventurado, voy a largarme bo-nitamente por el muro de atrás. Tengo un caba-llo en la cuadra que es excelente; lo reventaré,mis medios me lo permiten, y de caballo reven-tado en caballo reventado llegaré a Boulogne enonce horas. Sé el camino... No digas más queuna cosa a tu padre.

–– ¿Qué?

—Que... lo que él sabe está muy bien colocadoen casa de Planchet, a excepción de un quinto, yque…

––Pero, señor de Artagnan, nota que si salíshuyendo van a decir dos cosas.

–– ¿Cuáles, querido?

––Primero, que habéis sentido miedo.

–– ¡Oh! ¿Y quién dirá eso?

––El primero de todos el rey.

Page 923: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pues... dirá la verdad: siento miedo.

–– Segundo, que os reconocéis culpable.

–– ¿Culpable dé qué?

–– ¡Toma! De crímenes que querrán imputa-ros.

–– También eso es cierto... Así, pues, ¿meaconsejas que vaya a hacerme embastillar?

––El conde de la Fère os lo aconsejaría comoyo.

––Lo sé muy bien ––dijo Artagnan pensativo–– tienes razón, no me salvaré. Pero, ¿y si memeten en la Bastilla?

––Nosotros os sacaremos ––dijo Raúl tranqui-lamente.

–– ¡Pardiez! ––exclamó Artagnan tomándoleuna mano––. Has dicho eso de una manera––valiente, Raúl; la de Athos pura. Pues bien, par-to. No olvides mi último encargo.

Page 924: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––A excepción de un quinto ––dijo Raúl.

—Sí. Eres un guapo mozo, y deseo que aña-das una cosa, a esa última.

––Hablad.

––Esta: si no me sacáis de la Bastilla, y memuero en ella, lo cual se ha visto ya... seré undetestable prisionero, yo, que soy un hombrepasable... En ese caso, te doy los tres quintos, yel cuarto a tu padre.

–– ¡Caballero!

–– ¡Diantre! Si queréis, hacerme decir misas,sois libre en ello. Dicho esto descolgó su tahalí,ciñó la espada, caló el sombrero, en ya plumaera nueva, y tendió la mano a Raúl.

Una vez en la tienda, dirigió una ojeada a losmozos, que contemplaban la escena con orgulloy cierta inquietud, y, metiendo la mano en unacaja de pasas de Corinto, se fue hacia el oficial,

Page 925: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que aguardaba filosóficamente delante de lapuerta de la tienda.

–– ¡Esas facciones!... ¿Sois vos, señor de Frie-disch? ––exclamó alegremente el mosquetero––.¡Hola! ¡Así se arresta a los amigos!

–– ¡Arrestar! ––murmuraron entre ellos losmozos.

––Yo soy ––dijo torpemente el suizo––; bue-nos días, señor de Artagnan.

–– ¿He de daros la espada? Os prevengo quees muy larga y pesada: dejádmela hasta elLouvre. No puedo andar sin espada por la calle,y vos también andaríais mal llevando dos.

––El rey no ha dicho nada ––replicó el suizo––; guardad, por tanto, vuestra espada.

––Eso es magnífico de parte del rey Marche-mos al momento.

El señor de Friedisch no era hablador, y Ar-tagnan tenía muchas cosas en que pensar para

Page 926: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

serio. Desde la tienda de Planchet al Louvre nomediaba mucha distancia, y llegaron en diezminutos, cuando ya era de noche.

El señor de Friedisch quiso entrar por el pos-tigo.

––No ––observó Artagnan––; par ahí perde-ríamos tiempo; tomad la escalerilla.

El suizo hizo lo que le recomendaba Artag-nan, y lo condujo al vestíbulo del gabinete deLuis XIV.

Llegado allí saludó a su prisionero, y, sin de-cir más se volvió a su puesto.

Artagnan no tuvo siquiera tiempo de pregun-tarse por qué no le quitaron la espada, cuandose abrió la puerta del gabinete, y un ayuda decámara llamó:

–– ¡Señor de Artagnan!

Page 927: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El mosquetero tomó su actitud de parada yentró con dos ojos extremadamente abiertos, lafrente serena y el bigote alisado.

El rey estaba sentado a su mesa y escribía.

Pero no se movió cuando los pasos del mos-quetero resonaron en el pavimento, y ni siquie-ra volvió la cabeza. Artagnan se adelantó hastala mitad de la sala, y viendo que el rey no para-ba la menor atención en él, comprendiendoademás muy bien que aquello era afectación,como un preámbulo enfadoso para la explica-ción que se preparaba, volvió la espalda al prín-cipe y se puso a contemplar con todos sus ojoslos frescos de la cornisa y las grietas del techo.

Esta maniobra fue acompañada de este monó-logo tácito:

“¡Ah! Deseas humillarme, tú a quien he vistomuy chiquito, tú a quien he salvado como hijomío, a quien he servido como a mi Dios, es de-cir, por nada. ¡Espera, espera, vas a ver lo que

Page 928: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

puede hacer un hombre que ha silboteado latonada del baile de los hugonotes en las' barbasdel señor cardenal, del verdadero cardenal!”

En aquel momento volvióse Luis XIV y dijo:

–– ¿Estáis ahí, señor de Artagnan? Artagnanvio el movimiento y lo imitó.

––Sí, Majestad ––dijo.

––Bien, tened la amabilidad de esperarme.

Artagnan no respondió nada, pero se inclinó.

“Esto es muy delicado ––pensó––, y nadatengo que decir.”

Luis hizo un rasgo de pluma violento y laarrojó con cólera.

“Ea, enfádate para ponerte en punto, pensó elmosquetero––; también me pondrás a mis an-chas y no estará de más lo que te dije el otro díaen Blois.”

Page 929: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Luis se levantó, pasó una mano por la frente,y; parándose luego delante de Artagnan, lomiró con aire imperioso y benévolo a la vez.

“¿Qué desea de mí? Veamos, que acabe”,pensó el mosquetero.

––Caballero ––dijo el rey––, sin duda, sabréisque el señor cardenal ha muerto.

––Tenía mis dudas, Majestad.

––Sabréis, por tanto, que soy el amo en mi ca-sa.

––Esa no es cosa que date de la muerte delcardenal, Majestad; siempre es uno amo de sucasa cuando quiere.

––Sí; mas os acordaréis de todo lo que me di-jisteis en Blois.

Ya llegamos ––pensó Artagnan––; no me heengañado. Vamos, tanto mejor; esto prueba quetodavía tengo el olfato bastante fino.”

–– ¿No me contestáis? ––dijo Luis.

Page 930: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Majestad, creo que me acuerdo.

–– ¿Solamente creéis?

––Hace tanto tiempo...

––Si no os acordáis, yo sí me acuerdo; miradlo que dijisteis; escuchad atentamente.

–– ¡Oh! Escucho con todos mis oídos, Majes-tad, porque probablemente la conversacióntomará un giro favorable para mí.

Luis miró de nuevo al mosquetero; éste acari-ció la pluma de su sombrero, luego el bigote yaguardó intrépidamente.

Luis XIV prosiguió:

––Señor, ¿habéis abandonado mi serviciodespués, de haberme dicho toda la verdad?

––Si, Majestad.

––Después de haberme declarado lo que creí-ais cierto, respecto a mi modo de pensar yobrar. Eso siempre es un mérito. Empezasteis

Page 931: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

por decir que llevabais treinta y cuatro años alservicio de mi familia y que estabais cansado.

––Lo dije, sí, Majestad.

––Y confesasteis luego que ese cansancio eraun pretexto, y que el descontento era la causareal.

––En efecto, estaba descontento; pero ese des-contento no se ha manifestado en ninguna par-te, y si como hombre de corazón he habladoalto delante de su Majestad, ni aun siquiera hepensado en presencia de otra persona.

––No os excuséis, Artagnan, y seguid oyén-dome. Cuando me hicisteis el cargo de vuestrodescontento, recibisteis por respuesta una pro-mesa; os dije que esperaseis, ¿no es eso?

––Majestad.

––Y me contestasteis: “¿Más tarde? ¡No, aho-ra, ahora mismo!...” No os excuséis, os digo...

Page 932: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Eso es natural; pero no teníais caridad paravuestro príncipe, señor Artagnan.

–– ¡Majestad!...

–– ¿Piedad... para un rey, de parte de unsoldado?

––Bien me comprendéis; bien sabéis que yotenía necesidad de ella; bien sabéis que yo noera el amo; bien sabéis que mi porvenir no eramás que una esperanza, y sin embargo, merespondisteis cuando yo hablaba de ese por-venir: “¡Mi licencia... ahora mismo!”

Artagnan mordióse el bigote.

––Es verdad ––murmuró.

––No me habéis lisonjeado cuando yo estaballeno de angustia añadió Luis XIV.

––Pero ––replicó Artagnan alzando con dig-nidad la cabeza––, si no he lisonjeado a VuestraMajestad pobre, tampoco le he hecho traición; ederramado mi sangre por nada, he velado como

Page 933: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

un perro a la puerta, sabiendo muy bien que nome echarían ni pan ni huesos. Pobre también,yo sólo he solicitado la licencia de que hablaVuestra Majestad.

––Sé muy bien que sois un hombre valiente;pero yo era un joven y me debíais excusar....¿Qué teníais que reprobar al rey? ¿Que dejaba aCarlos II?..... Más aún... ¿Que no se casaba conla señorita Mancini?

–– ¡Ah, ah! ––pensó este último––. Hace másque acordarse... Adivina... ¡Diablo!

Al pronunciar esta palabra, el rey fijó en elmosquetero una mirada profunda.

––Vuestro juicio, ––prosiguió Luis XIV––caíasobre el rey ,y sobre el hombre..., pero, señor deArtagnan. . . esa debilidad, porque vos la con-sideráis como una debilidad… Artagnan norespondió.

––Me la echáis también en cara con respectoal cardenal difunto; porque el señor cardenal

Page 934: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

me ha educado, sostenido... sosteniéndose élmismo a su vez,' lo sé bien; pero al fin, el bene-ficio queda adquirido. Si hubiera sido ––ingratoy egoísta, ¿me habríais amado más y servidomejor?

––Majestad...

––No hablemos más de eso, señor; seria cau-saros mucho disgusto y a mí mucha pena.

Artagnan no estaba convencido. Tomando elrey para con él un tono de altivez, no adelanta-ba su negocio.

–– ¿Habéis reflexionado después? ––repusoLuis XIV.

–– ¿En qué, Majestad? ––preguntó cortésmen-te Artagnan.

–– En todo lo que os he dicho, señor.

––Sí, Majestad... sin duda.

–– ¿Y no habéis aguardado más que una oca-sión para recoger vuestras palabras?

Page 935: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Majestad...

––Vaciláis, según parece:..

––No entiendo bien lo que Vuestra Majestadhace el honor de decirme.

Luis arrugó el entrecejo.

––Perdonadme, Majestad; tengo la, inteligen-cia particularmente espesa... y las cosas no pe-netran en ella sino con dificultad; cierto es queuna vez dentro, allí permanecen.

––Sí, me parece que tenéis buena memoria.

––Casi tanta como Vuestra Majestad.

––Entonces; dadme pronto una solución. Eltiempo es precioso. ¿Qué hicísteis después de lalicencia?

––Mi fortuna, Majestad.

––Dura es la palabra, señor de Artagnan.

––Vuestra Majestad la toma en mal sentido,sin duda. Yo no tengo para el rey sino profundo

Page 936: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

respeto, y tal vez habré sido impolítico, lo cualpuede perdonárseme por mi larga costumbrede andar por campamentos y cuarteles. VuestraMajestad está muy por encima de mí para eno-jarse de una palabra escapada; involuntaria-mente a un soldado.

––En efecto, señor; sé que habéis hecho en In-glaterra una acción hermosa. Lo único que sien-to es que habéis faltado a vuestra promesa.

–– ¿Yo? ––exclamó Artagnan.

––Ciertamente... Me empeñásteis palabra deno servir a ningún príncipe al dejar mi servi-cio... Sin embargo, por el rey Carlos II habeistrabajado en el maravilloso rapto del señorMonk.

––Dispensadme, Majestad; trabajé por mí.

–– ¿Y os ha salido bien?

––Como a los capitanes del siglo XV losgolpes de mano y las aventuras.

Page 937: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿A qué llamáis salir bien una cosa? ¿Unafortuna?

––A cien mil escudos que poseo, Majestad; esdecir, a haber ganado en una semana el triplede todo el dinero que había reunido en cin-cuenta años.

––La suma es bonita... Sois ambicioso, segúnveo.

––La cuarta parte me parecería un tesoro, y osjuro que no pienso en aumentarlo.

–– ¡Ah! ¿Contáis con permanecer ocioso?...

––Sí, Majestad.

–– ¿Pensáis dejar la espada?

––Ya está dejada.

––Imposible, señor ––dijo Luis con resolución.

––Pero, Majestad... ¿Qué?

–– ¿Por qué es eso?

Page 938: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Porque yo no quiero ––dijo el príncipe convoz de tal modo imperiosa, que Artagnan hizoun movimiento de sorpresa y de inquietud.

–– ¿Me permitirá Vuestra Majestad que lediga una palabra?

––Decid.

––Esa resolución ya la había tornado estando.pobre y desnudo.

––Bien; ¿y qué más?

––Por tanto, hoy que por mi industria he ad-quirido un bienestar asegurado, Vuestra Majes-tad me despojaría de mi libertad y me con-denaría a lo menos cuando tan bien he ganadolo más.

–– ¿Quién os ha permitido sondear mil desig-nios y contar conmigo? ––repuso Luis XIV convoz casi colérica––. ¿Quién os ha dicho lo queyo haré, lo que haréis vos mismo?

Page 939: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Majestad ––dijo reposadamente el mosque-tero––, según veo, no está la conversación a laaltura de la franqueza, como el día en que nosexplicamos en Blois.

––No, señor, todo ha cambiado.

––Hago a Vuestra Majestad mis más cordialescumplimientos; pero...

––Pero no lo creéis.

––No soy un gran hombre de Estado; sin em-bargo, tengo mi golpe de vista para los aconte-cimientos, y no veo las cosas como Vuestra Ma-jestad, señor. El reinado de Mazarino ha con-cluido; pero comienza el de los financieros, queson los que tienen el oro, y Vuestra Majestad;no debe tener mucho. Estar bajo las uñas deesos lobos hambrientos es cosa dura para unhombre que contaba con su independencia.

En aquel momento llamó alguien con cautelaa la puerta del gabinete, y Luis levantó la cabe-za can orgullo.

Page 940: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Perdonad, señor de Artagnan ––dijo––; es elseñor Colbert que viene a darme cuenta de unasunto. Pasad, señor Colbert.

Artagnan se apartó; Colbert entró con los pa-peles en la mano y se acercó al rey.

Debemos decir que el gascón no perdió laocasión de aplicar su golpe de vista penetranteal nuevo rostro que aparecía.

–– Está ya hecha la instrucción? preguntóel rey a Colbert.

––Sí, Majestad.

–– ¿Y el parecer de los instructores?

––Es que los acusados han merecido la confis-cación y la muerte. ¡Ah, ah! ––murmuró el reysin pestañear, pero echando al mosquetero unamirada oblicua––. ¿Y vuestro parecer, señorColbert?

Page 941: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Colbert miró a Artagnan a su vez, que le es-torbaba y detenía las palabras en los labios.Luis XIV comprendió.

––No os impacientéis––dijo––; es el señor deArtagnan. ¿No le conocéis?

Entonces se miraron estos dos hombres: Ar-tagnan con los ojos abiertos y brillantes; Colbertcon los ojos medio cerrados. La franca intrepi-dez del uno desagradó al otro, la cautelosa cir-cunspección del financiero disgustó al soldado.

–– ¡Ah, ah! Este señor es quien ha dado esehermoso golpe en Inglaterra ––dijo Colbert.

Y saludó ligeramente a Artagnan.

–– ¡Ah, ah! ––dijo el gascón––: Este señor esquien ha escatimado la plata de los galones delos suizos... ¡Loable economía!

Y saludó ceremoniosamente.

El financiero había creído cortar al soldado;pero el soldado cortaba al financiero.

Page 942: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

—Señor de Artagnan ––repuso el rey, que nohabía observado todos los matices que Mazari-no no hubiera dejado escapar––, se trata dearrendadores de rentas que me han robado; aquienes hago ahorcar, y cuya sentencia demuerte voy a firmar.

Artagnan palideció.

¡Oh, oh! ––exclamó.

–– ¿Qué decís?

––Nada, Majestad; esos no son asuntos míos.

El rey ya tenía la pluma en la mano y la acer-caba al papel. Majestad ––dijo en voz baja Col-bert––, os prevengo que si bien es necesario unejemplo, este ejemplo puede tener algunas difi-cultades en la ejecución.

–– ¿Cómo es eso? preguntó Luis XIV.

––No se os oculta continuó Colbert tranqui-lamente–– que tocar a los arrendadores es tocara la superintendencia. Los desgraciados, los dos

Page 943: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

culpables de que se trata, son amigos particula-res de un personaje poderoso, y el día del supli-cio, que por otra parte puede, sofocarse en elChâtelet, se alzarían a no dudarlo tumultos.

Luis se sonrojó y volvióse hacia Artagnan,que se roía dulcemente el bigote, no sin unasonrisa de lástima para el financiero, como tam-bién para el rey, que tanto tiempo hacía lo escu-chaba.

Entonces Luis XIV cogió la pluma, y, con unmovimiento tan rápido que le tembló la manosentó sus 'dos firmas en los procesos, pre-sentados por Colbert, a quien miraba de frente:

––Señor Colbert dijo––, cuando me habléis denegocios, borrad a menudo la palabra dificultadde vuestros razonamientos y opiniones; encuanto a la palabra imposibilidad, no la pro-nunciéis jamás.

Page 944: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Colbert se inclinó, muy humillado de habersufrido esta lección delante del mosquetero; yaiba a salir, mas deseoso de reparar su falta.

––Olvidaba decir a Vuestra Majestad ––dijo––que las confiscaciones ascienden a cinco millo-nes de libras.

“Soberbio”, pensó Artagnan.

––Lo cual hace en mis arcas... ––dijo el rey.

––Dieciocho millones de libras, Majestad ––respondió Colbert inclinándose.

–– ¡Pardiez! ––murmuró Artagnan––: ¡Eso eshermoso!

––Señor Colbert ––añadió el rey––, os ruegoque atraveséis la galería donde espera el señorde Lyonne, y le digáis que traiga lo que ha re-dactado... de orden mía.

––Al instante, Majestad; ¿no me necesita yaesta noche Vuestra Majestad?

––No, señor; adiós. Colbert salió.

Page 945: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Volvamos a nuestro asunto, señor de Artag-nan ––dijo Luis XIV, como si nada hubiera pa-sado––. Ya veis que en cuanto al dinero hay uncambio notable.

––Como de cero a dieciocho ––dijo alegre-mente el mosquetero–– ¡Ah! Eso era lo que ne-cesitaba Vuestra Majestad el día en que llegó aBlois el rey Carlos II; los dos Estados no estarí-an hoy en contienda; porque necesario es que lodiga, aquí también veo yo una piedra de escán-dalo.

–– En primer lugar, sois injusto, señor, porquesi la Providencia me hubiese consentido daraquel día el millón a mi hermano Carlos, no ha-bríais abandonado mi servicio, y, por tanto, nohubierais hecho vuestra fortuna... como decíaisahora poco... Pero, además de esta felicidad,tengo otra, y no debe sorprenderos mi contien-da con la Gran Bretaña.

Un ayuda de cámara interrumpió al rey yanunció al señor de Lyonne.

Page 946: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Entrad, señor ––dijo el rey––; sois muyexacto, lo cual es de buen servidor. Veamosvuestra carta a mi hermano Carlos II.

Artagnan escuchó.

––Un momento; señor ––dijo negligentementeLuis al gascón––; necesito despachar a Londresmi consentimiento al matrimonio de mi herma-no, el señor duque de Orleáns, con lady Enri-queta Estuardo.

––Me vence a lo que veo ––murmuró Artag-nan, mientras el rey firmaba la carta y despedíaal señor de Lyonne––; pero, a fe mía, lo confie-so, mientras más sea batido, más contento esta-ré.

El rey siguió con la vista al señor de Lyonnehasta que la puerta se cerró, y aún dio tres pa-sos como si hubiera querido seguir a su mi-nistro. Pero se detuvo después de dar estos trespasos, hizo una pausa, y, volviéndose hacia elmosquetero, dijo:

Page 947: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Ahora, démonos prisa en concluir. El otrodía me dijisteis en Blois que no erais rico.

––Pero ya lo soy, Majestad.

––Sí, pero eso no me concierne; no tenéis midinero, sino el vuestro; esto no es cuenta mía.

––No entiendo muy bien lo que dice VuestraMajestad. Entonces, en lugar de hacerme que ossaque las palabras, hablad espontáneamente.¿Tendréis bastante con veinte mil libras al año?Dinero fijo.

––Pero, Majestad... ––replicó Artagnanabriendo enormemente los ojos.

–– ¿Tendréis bastante con cuatro caballos cui-dados y alimentados, y con un suplemento defondos, tal como lo solicitabais, según las oca-siones y las necesidades, o bien preferís unarenta fija, que sería, por ejemplo, de cuarentamil libras? Responded:

––Señor, Vuestra Majestad.

Page 948: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Estáis sorprendido, es muy natural, y yame lo esperaba; responded pronto, o creeré queno tenéis aquella rapidez de juicio que siemprehe apreciado en vos.

––Verdad es, Majestad, que veinte mil librasal año son una bonita suma; pero... 1

––Nada de pero. Sí o no. ¿Es indemnizaciónhonrosa?

–– ¡Oh! Verdaderamente.

–– ¿Os contentáis entonces?

––Está muy bien.

––Además, señor, se abonarán aparte losgastos, para lo cual os entenderéis con Col-bert. Ahora, pasemos a otra cosa más intere-sante.

––Prefiero, había dicho a Vuestra Majestad...

––Que queríais descansar, lo sé muy bien; so-lamente que yo os respondí que no quería...¿Soy o no el amo?

Page 949: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Lo sois.

––Enhorabuena: ¿Estáis en vena de ser otravez capitán de los mosqueteros

––Sí, Majestad.

––Pues bien, aquí tengo vuestro despacho yafirmado; lo pongo en esta papelera; el día quevolváis de cierta expedición que tengo que con-fiaros, vos mismo lo sacaréis de ella.

Artagnan vacilaba todavía y tenía la cabezainclinada.

––Vamos, señor ––dijo el rey––, se creería alveras que no sabéis que en la corte del rey cris-tianísimo, el capitán general de los mosqueterosva delante de los mariscales de Francia.

––No lo ignoro, Majestad.

––Pues se diría que no fiáis de mi palabra.

–– ¡Oh! Jamás... No creáis tales cosas.

Page 950: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––He querido demostraros que vos, tan buenservidor, habíais perdido un buen amo.

–– ¿Soy yo el que os hace falta?

––Comienzo a pensar que sí, Majestad.

––Pues bien, señor, vais a entrar en vuestrasfunciones. Vuestra compañía está desorganiza-da desde que os marchasteis, y los hombres vana escondidas a la taberna, donde se baten, apesar de mis edictos y los de mi padre. Reorga-nizaréis el servicio lo más pronto posible.

––Sí, Majestad.

––Ya no abandonaréis mi persona corriente. Ymarcharéis conmigo al ejército, donde acampa-réis alrededor de mi tienda.

––Entonces, Majestad ––dijo Artagnan––, si espara imponerme un servicio como éste, VuestraMajestad, no tiene necesidad de darme veintemil libras, que no ganaría.

Page 951: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Quiero que tengáis un estado, casa y mesa;quiero que mi capitán de mosqueteros sea unpersonaje.

––Y yo ––dijo bruscamente Artagnan–– noquiero el dinero encontrado, sino el ganado.Vuestra Majestad me da un oficio de perezosoque cualquiera desempeñaría por cuatro millibras.

Luis XIV se echó a reír.

––Sois un gascón muy fino, señor de Artag-nan; me sacaréis mi secreto del corazón.

–– ¡Bah! ¿Vuestra Majestad tiene un secreto?

––Sí, señor.

––Entonces, acepto las veinte mil libras; por-que guardaré ese secreto, y, la discreción notiene precio en los tiempos que corren. ¿DeseaVuestra Majestad hablar ahora?

––Vais a calzaros las botas, señor de Artag-nan, y a montar a caballo.

Page 952: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Ahora mismo?

––Dentro de dos días.

––Está bien, Majestad; porque tengo que arre-glar mis asuntos antes de marchar, sobre todo sihay golpes que recibir.

––Pudiera ser.

––Se recibirán. Pero, Majestad, habéis habladoa la avaricia, a la ambición; habéis hablado alcorazón del señor de Artagnan; mas habéis ol-vidado una cosa.

–– ¿Cuál?

––No habéis hablado a la vanidad; ¿cuándoseré caballero de las órdenes del rey?

–– ¿Y eso os tiene preocupado?

––Sí, tengo a mi amigo Athos, que está to-do él galardonado, y eso me ofusca.

Page 953: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Seréis caballero de mis órdenes un mesdespués de haber tomado el despacho de capi-tán.

–– ¡Cómo! ––exclamó el oficial pensativo––.¿Después de la expedición?

––Precisamente.

––Entonces, hable Vuestra Majestad.

–– ¿Conocéis la Bretaña?

––No, Majestad.

–– ¿Tenéis amigos?

–– ¿En Bretaña? No, a fe.

––Tanto mejor. ¿Entendéis de fortificacio-nes?

Artagnan sonrió.

––Me parece que sí, Majestad.

Page 954: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es decir, que podéis distinguir bien una for-taleza de una simple fortificación, cómo sepermite a los castellanos, nuestros vasallos.

––Yo distingo un fuerte de un parapeto, comose distingue una coraza de una costra de pastel.¿Es suficiente?

––Sí, señor. Partiréis, pues.

–– ¿Para la Bretaña?

––Sí.

–– ¿Solo?

––Absolutamente solo.

––Esto es, que no podréis llevar ni un laca-yo.

–– ¿Y puedo preguntar a Vuestra Majestadpor qué razón?

––Porque muchas veces haréis perfectamenteen disfrazaros vos mismo de criado de una

Page 955: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

buena casa. Vuestra fisonomía es muy conocidaen Francia, señor de Artagnan.

–– ¿Y luego, Majestad?

Luego, os pasaréis por la Bretaña y examina-réis con cuidado las fortificaciones del país.

–– ¿Las costas?

––Y las islas también.

–– ¡Ah!

Empezaréis por Belle Isle en Mer.

––Que es del señor Fouquet ––dijo Artagnanen tono grave y alzando sobre Luis XIV su inte-ligente mirada.

––Me parece que tenéis razón, señor; y queBelle Isle es, en efecto, del señor Fouquet.

––Entonces, lo que quiere Vuestra Majestad esque sepa si Belle Isle es buena plaza.

––Sí.

Page 956: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Si sus fortificaciones son nuevas o viejas...

––Justamente.

––Y si, por casualidad, los vasallos del señorsuperintendente son bastante numerosos paraformar una guarnición.

––Eso es lo que os pido, señor; habéis puestoel dedo en la llaga.

–– ¿Y si no se fortifica, Majestad?

––Iréis por la Bretaña, escuchando y juz-gando.

Artagnan se atusó el bigote.

–– ¿Soy espía del rey? ––dijo muy claro.

––No, señor.

––Perdonadme; mas espío por cuenta de deVuestra Majestad. ––Vais a la descubierta, se-ñor. Es lo mismo que si “marcharais a la cabezade mis mosqueteros, con la espada en la mano,

Page 957: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

para descubrir un lugar cualquiera o una po-sición . del enemigo...

A esta palabra se estremeció visiblemente Ar-tagnan.

––Acaso ––continuó el rey–– ¿os creeríais unespía?

–– ¡No, no! ––murmuró Artagnan pensativo––––. La cosa muda de aspecto cuando se descu-bre el enemigo; no, en este caso no es uno másque un soldado... ¿Y si fortifican a Belle Isle? ––añadió de pronto.

––Tomaréis un plano exacto de la fortifica-ción.

—Eso no me concierne; es cosa vuestra.

–– ¿No habéis oído que os daba un suplemen-to de veinte mil libras al año si queríais?

––Sí, tal, Majestad, mas, ¿y si no la fortifican?

––Os volveréis tranquilamente, sin fatigarvuestro caballo.

Page 958: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Estoy dispuesto, Majestad. Mañana empe-zaréis por ir a casa del señor superintendente atomar la cuarta parte de la pensión que os doy.¿Conocéis al señor Fouquet?

––Muy poco, señor; pero haré notar a VuestraMajestad que no es muy preciso que lo conozca.

––Dispensad, señor; porque os negará el dine-ro que yo quiero que cobréis, y esa negativa esla que yo aguardo.

–– ¡Ah! ––exclamó Artagnan––. ¿Y luego?

––Negado el dinero, iréis a buscarlo en casadel señor Colbert. A propósito,¿tenéis un buen caballo?

––Sí, Majestad.

–– ¿Cuánto pagásteis por él?

––Ciento cincuenta doblones.

––Os, lo compro. Tomad un bono de doscien-tos doblones.

Page 959: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero, Majestad, necesito mi caballo paraviajar.

––– ¿Y qué?

––Que os quedáis con el mío. Nada de eso, alcontrario, os lo doy. Sólo que como es mío y novuestro, estoy seguro de que no lo contempla-reis mucho.

–– ¿Tiene prisa Vuestra Majestad?

––Ciertamente.

––Entonces, ¿qué me obliga a esperar dos dí-as?

––Razones que yo conozco.

––Eso es distinto. El caballo podrá adelantaresos dos días en los ocho que tiene que andar;además, tenemos la posta.

––No, no, la posta compromete mucho, señorde Artagnan; partid y no olvidéis que sois mío.

Page 960: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Majestad, no soy yo quien ha olvidado esonunca. ¿A qué hora me despediré de VuestraMajestad pasado mañana?

–– ¿Dónde vivís?

––Desde ahora he de vivir en el Louvre, Ma-jestad. .

––No quiero eso; conservaréis vuestra habita-ción en la ciudad; yo la pagaré. Partiréis de no-che; en atención a que debéis salir sin ser visto,o si sois visto sin que sepan que me pertenecéis.Punto en boca, señor.

––Todo cuanto ha dicho Vuestra Majestad secomprende en esa palabra.

—Os preguntaba dónde vivís, porque nopuedo enviar siempre a buscaros en casa delseñor conde de la Fère.

–– Yo habito en casa del señor Planchet, aba-cero de la calle de los Lombardos, tienda “ElPilón de Oro”:

Page 961: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Salid poco, mostraos menos aún y esperadmis órdenes sin embargo; es necesario que vayapor el dinero.

––Es verdad, pero para ir a la superintenden-cia, donde va tanta gente, os confundiréis con lamultitud.

––Fáltanme los bonos para cobrar, Majestad.

––Aquí están. El rey firmó.

Artagnan miró para cerciorarse de la regula-ridad.

––Esto es dinero ––dijo––; y el dinero se lee ose cuenta. .

––Adiós, señor de Artagnan; me parece queme habréis comprendido bien.

––He comprendido que Vuestra Majestad meenvía a Belle Isle en Mer, y eso es todo.

––Para saber...

Page 962: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Para saber cómo siguen los trabajos del se-ñor Fouquet; eso es todo.

––Bien, admito que os prendan.

––Yo no lo admito ––replicó atrevidamente elgascón.

––Consiento que os maten ––continuó el rey.

––No es probable, Majestad.

––En el primer caso, no habléis; en el segun-do, que no os encuentren ningún papel.

Artagnan se encogió de hombros sin ceremo-nia, y despidióse del rey diciéndose:

“¡La lluvia de Inglaterra continúa! Sigamosbajo la gotera”.

LIV

LAS CASAS DE FOUQUET

Page 963: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Mientras Artagnan volvía a casa de Planchet,con la cabeza atormentada y aturdida por todolo que acababa de acontecerle, tenía lugar otraescena de un género completamente distinto,pero que, sin embargo, no era extraña a la con-versación que el mosquetero acababa de tenercon el rey; sólo que esta escena pasaba propie-dad de París, en una casa propiedad del super-intendente Fouquet, en la aldea de Saint--Mandé.

El ministro acababa de llegar a esta casa decampo, seguido de su primer dependiente, quellevaba una enorme cartera llena de papelespara examinar y de otros que esperaban la fir-ma.

Como ya, eran las cinco de la tarde, habíancomido los amos y se preparaba la mesa paraveinte convidados subalternos.

El superintendente no se detuvo ni un segun-do; al bajar del coche franqueó del mismo saltoel umbral de la puerta, atravesó las habitaciones

Page 964: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

y entró en su gabinete, donde declaró que seencerraba para trabajar, prohibiendo se le mo-lestara por nada del mundo, excepto por ordendel rey.

En efecto, dada esta orden, Fouquet se ence-rró, y dos criados se situaron de centinela a lapuerta. Entonces corrió Fouquet el cerrojo deun tablero que muraba la entrada de la puerta yque impedía fuera visto u oído lo que pasaba enel gabinete. Pero, contra toda probabilidad, sólopor encerrarse se encerró así Fouquet, porquese fue derecho a su bufete, sentóse, abrió la car-tera y se puso a buscar en la masa enorme depapeles que contenía.

Aun no habían transcurrido diez minutosdesde que entrara y que había tomado todas lasprecauciones que hemos dicho, cuando el ruidorepetido de muchos golpecitos iguales parecióllamarle toda su atención. Foquet alzó la cabezay escuchó muy atentamente.

Page 965: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Los golpes continuaron, y entonces se levantócon un ligero movimiento de intranquilidad,dirigiéndose a un espejo, detrás del cual, erandados los golpes por una mano o por un meca-nismo invisible.

Este espejo era enorme y estaba embutido enel tablero; otros tres completamente igualescompletaban la simetría de la habitación, y na-da los distinguía del primero.

Indudablemente, aquellos golpecitos reitera-dos eran una señal, porque en el momento enque Fouquet se acercaba al espejo, escuchando,se renovó el mismo ruido y con el mismo com-pás.

–– ¡Oh, oh! ––exclamó el superintendente consorpresa––. ¿Quién está ahí? Yo no espero hoy anadie. Y, para responder sin duda a la señal, elsuperintendente tiró de un clavo dorado quehabía en el mismo espejo y lo agitó tres veces.

Después volvió a sentarse en su sitio y dijo:

Page 966: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Que aguarden.

Y sumergiéndose en el océano de papeles ex-tendidos a su vista, pareció únicamente ocupa-do del trabajo. En efecto, con una rapidez inex-plicable y una lucidez maravillosa, Fouquetdescifraba los más complicados escritos, corri-giéndolos y anotándolos con una pluma queparecía agitada por la fiebre; y, creciendo eltrabajo entre sus dedos, multiplicábanse lasfirmas, los oficios y los guarismos, como si diezdependientes, es decir, cien dedos y cien cere-bros hubiesen funcionado, en lugar de sólo cin-co dedos y la inteligencia de aquel hombre. Sólode cuando en cuando, abismado como estabaen su trabajo, levantaba la cabeza para echaruna mirada furtiva sobre un reloj puesto en-frente de él.

Y era que Fouquet fijaba su tarea; y una vezfijada ésta, en una hora de trabajo hacía lo queotro no hubiese podido concluir en todo el día,siempre cierto, por consecuencia, con tal de que

Page 967: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

no fuese interrumpido, de llegar a su objeto enel plazo que había fijado su actividad. Pero, enmedio de este trabajo ardiente, los golpes secosdel timbre colocado detrás del espejo resonaronotra vez más apresurados.

––Vamos, parece que se intranquiliza la dama––dijo Fouquet––. ¡Calma, calma! Debe ser lacondesa; pero, no, la condesa está en Ramboui-llet por tres días. Será la presidenta. ¡Oh! Lapresidenta no traería tantos humos, llamaríamuy humildemente, y además esperaría misórdenes. Lo más claro de todo es que no puedosaber quién sea, pero sí que no es ella. Y puestoque no sois vos, marquesa, ya que no podéis servos, nada me importa cualquiera otra.

Y prosiguió su trabajo, a pesar de los mira-mientos reiterados del timbre. No obstante,después de un cuarto de hora también acometióa Fouquet la impaciencia. Devoró, más bien queacabó, el resto de su trabajo, metió sus papelesen la cartera, y echando una mirada a su espejo,

Page 968: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

mientras los golpes continuaban más apresura-dos que nunca, dijo:

–– ¿Ha pasado? ¿De quién es esa fogosidad?¿Adriana que me espera con tanta impaciencia?Veamos.

Entonces apoyó la punta de un dedo sobre unclavo paralelo a aquel de que ya había tirado.Al instante giró el espejo como la batiente deuna puerta, y descubrió una cavidad bastanteprofunda, por la cual desapareció el superinten-dente como en una vasta caja. Allí tocó otronuevo resorte, que abrió, no una plancha, sinouna brecha en la pared, por la cual salió, dejan-do que la puerta se cerrase por sí misma.

Fouquet bajó entonces unos escalones queprofundizaban y daban la vuelta debajo de tie-rra, y encontró un largo subterráneo iluminadopor imperceptibles troneras. Las paredes deeste subterráneo estaban cubiertas de esteras yel suelo de alfombra.

Page 969: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Este subterráneo pasaba por debajo de lamisma calle que separaba, la casa de Fouquetdel parque de Vincennes, y al extremo de éldaba vueltas una escalera paralela a la quehabía descendido Fouquet. Subió esta otra esca-lera, entró por medio de un resorte colocado enun marco semejante al de su gabinete, y poreste marco pasó a una sala absolutamente vacía,aunque amueblada con suma elegancia.

Cuando penetró en ella, examinó cuidadosa-mente si el espejo se cerraba sin dejar señal al-guna, y, contento sin duda de su observación,fue a abrir con una llavecita de plata sobre do-rada una puerta colocada frente a él.

Esta vez descubrió la puerta un hermoso ga-binete amueblado suntuosamente, en el cualestaba sentada sobre cojines una mujer de ex-traordinaria belleza, quien al oír los cerrojosprecipitóse hacia Fouquet:

Page 970: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah! ¡Dios mío! ––exclamó este retroce-diendo de sorpresa––: La señora marquesa deVellière. ¡Vos, vos aquí!

––Sí ––respondió ella––, sí, yo, señor.

––Marquesa, querida marquesa añadió Fou-quet dispuesto a prosternarse—. ¡Pero, Diosmío! ¿Cómo habéis venido? ¡Y yo que os hehecho aguardar!

––Y mucho tiempo, señor. ¡Oh! Sí, muchísimotiempo.

––Me tengo por muy feliz en que os haya du-rado la paciencia, mi apreciable marquesa.

––Una eternidad, señor. ¡Oh! He llamado másde veinte veces. ¿No oíais?

––Marquesa, estáis pálida, estáis temblorosa.

–– ¿No oíais que os llamaban?

–– ¡Oh! Si tal, señora, oía muy bien; perono podía venir. ¿Cómo creer que fueseis vos,después de vuestros rigores, después de vues-

Page 971: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tras negativas? Si hubiera podido sospechar lafelicidad que me esperaba, creedme, marque-sa, todo lo habría dejado para venir a caer avuestras plantas, como lo hago en este ins-tante.

La marquesa miró en derredor suyo.

–– ¿Estamos solos, señor? ––preguntó.

––Sí, sí, señora; os respondo de ello.

––Efectivamente ––contestó la marquesa.

–– ¿Suspiráis?

–– ¡Qué de misterios, qué de precauciones! ––dijo la marquesa con ligera amargura––. ¡Cómose conoce que teméis dejar sospechar vuestrosamores!

–– ¿Deseabais más bien que los publicase?

–– ¡Oh, no! Y eso es de hombre delicado ––dijo la marquesa sonriendo.

Page 972: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Vamos, vamos, marquesa, nada de repro-ches; os lo suplico.

––¡Reproches! ¿Tengo por ventura el dere-cho, de hacerlos?

––No, desgraciadamente, no; pero, decid-me, vos, a quien amo hace un año sin corres-pondencia ni esperanza...

––Os equivocáis; sin esperanza, es cierto, pe-ro, sin correspondencia, no.

–– ¡Oh! Para mí no hay más que una pruebaen amor, y ésa la espero todavía.

––Vengo a traérosla, señor Fouquet intentóabrazar a la marquesa, pero ella se desasió conun gesto.

–– ¿Con que siempre os engañareis, señor, yno aceptaréis de mí la única cosa que quierodaros, la amistad?

–– ¡Ah! Entonces no me queréis: la amistad noes más que una virtud, el amor es una pasión.

Page 973: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Os ruego que me escuchéis, señor; ya com-prenderéis que yo no habré venido aquí sin unmotivo grave.

––Poco me imparta el motivo toda vez que oshablo y os veo.

—Sí; es verdad; lo principal es que yo estéaquí sin que nadie me haya visto, y que puedahablaros. Fouquet se dejó caer de rodillas.

––Hablad, señora ––dijo––, os escucho.

La marquesa miraba a Fouquet a sus pies; yhabía en la mirada de esta mujer una extrañaexpresión de amor y melancolía.

–– ¡Oh! ––exclamó al fin––. ¡Ojalá fuera yoquien tiene el derecho de veros y de hablaros acada momento! ¡Ojalá fuese la que vela por vos,la que no tiene precisión de misteriosos resortespara llamar, para hacer aparecer al hombre queama, para mirarle una hora y verle luego des-aparecer en las tinieblas de un misterio, aún

Page 974: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

más extraño en la salida que en la entrada! ¡Oh!Esa es una mujer muy dichosa.

––Por ventura, marquesa ––dijo Fouquet son-riendo––, hablaríais de mi mujer?

––Sí, de ella hablo.

––Pues bien, no envidiéis su suerte, marque-sa; de todas las mujeres con quienes sostengoamistad, la señora Fouquet es la que me ve me-nos, la que me habla menos, y la que tiene me-nos franqueza conmigo.

––Al menos, señor, no está reducida a apoyar,como yo lo hago, la mano sobre un aparato decristal a fin de haceros venir; al menos, no lerespondéis por el ruido misterioso y horrible deun timbre, cuyo resorte viene de no sé donde; almenos, nunca le habéis prohibido que pretendapenetrar el secreto de estas comunicaciones, sopena de romper para siempre vuestra alianzacon ella, como la prohibís a las que han venidoaquí antes que yo y que llegarán después de mí.

Page 975: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah! Querida marquesa. ¡Qué injusta sois ycuán poco sabéis lo que hacéis recriminandoeste misterio! Sólo con el misterio puede amarsesin peligro, y sólo el amor sin peligro es el quepuede hacer dichosos. Pero, volvamos a nos-otros, a esa amistad de que me habláis, o másbien, engañadme, marquesa, y hacedme creerque esa amistad es amor.

––Hace poco ––replicó la marquesa pasandopor sus ojos una mano modelada con los mássuaves contornos de la antigüedad–– hace pocoestaba dispuesta a hablar, y mis ideas eran cla-ras y precisas; ahora estoy cortada, impaciente,y temo venir a traeros una mala noticia.

––Si es a esa mala noticia a la gire debo vues-tra presencia, marquesa, que sea bien venida lanoticia mala; o más bien, ya que estáis aquí,puesto que me confesáis que no os soy del todoindiferente, demos de lado esa mala noticia, yno hablemos más que de vos.

Page 976: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No, no, al contrario, preguntádmela; exigidque os la diga al momento; que no me dejeconmover por ningún sentimiento. Fouquet,amigo mío, es de un inmenso interés.

––Marquesa, me sorprendéis, y aun diré más:me causáis miedo; vos, tan grave, tan reflexiva,que tan bien conocéis el mundo en que vivimos.¿Es, pues, cosa grave?

–– ¡Oh! Muy grave, oída.

––Decidme, primero: ¿cómo habéis venidoaquí?

––Ahora lo sabréis: pero, vamos primero a loque más urge.

–– ¡Decid marquesa, decid! Os ruego tengáislástima de mi impaciencia.

–– ¿Sabéis que el señor Colbert ha sido nom-brado intendente de Hacienda?

–– ¡Bah! ¡Colbert, Colbert!

––Sí, Colbert, Colbert.

Page 977: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿El factótum de Mazarino?

––Justamente.

–– ¡Y bien! ¿Qué veis en eso de malo, queridamarquesa? Convengo en que sorprende que eseColbert sea intendente; pero esto no es nadaterrible.

–– ¿Creéis que el rey haya dado sin motivosurgentes semejante plaza a ese que soléis llamargalopín?

–– ¿Pero es verdad, que el rey se la haya da-do?

––Así dicen.

–– ¿Quién?

––Todo el mundo.

–– Todo el mundo no es nadie; nombrad a al-guien que pueda estar bien informado y que lodiga.

––La señora Vanel.

Page 978: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah! Comenzáis a asustarme ––dijo Fou-quet riendo––; el hecho es que si alguien está, odebe estar bien informado de algo, es sin dudala persona que nombráis.

––No habléis mal de la pobre Margarita, se-ñor, tal pues siempre os ama.

–– ¡Bah! ¿De veras? Eso no es creíble. Yo pen-saba que ese Colbert, como decíais ahora, pocohabía pasado por encima de ese amor dejandouna mancha de tinta o una capa de mugre.

–– ¡Fouquet, Fouquet! ¿Así sois vos paraaquéllas a quienes abandonáis?

––Supongo que iréis a tomar la defensa de laseñora Vanel, marquesa.

—Sí, la tomaré, porque repito que os sigueamando, y la prueba es que os salva.

–– ¿Por mediación vuestra; marquesa? Eso esmuy hábil por su parte. Ningún ángel podríaserme tan grato para conducirme más se-

Page 979: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

guramente a la salvación. ¿Pero cómo conocéisa Margarita?

––Es mi amiga de convento.

–– ¿Y decís haberos anunciado que el señorColbert había sido nombrado intendente?

––Ciertamente.

––Pues bien, iluminadme; marquesa: ya te-nemos al señor Colbert intendente, bueno. ¿Enqué un intendente, es decir, un subordinado, undependientemente mío, puede hacerme sombrao perjuicio, aunque sea el señor Colbert?

––Parece, que no reflexionáis, señor ––respondió la marquesa.

–– ¿En qué?

––En que el señor Colbert os aborrece.

–– ¿A mí? ––exclamó Fouquet––. ¡Oh! ¡Diossanto! ¿Marquesa, de dónde salís? A mí todoel mundo me odia; ése, como los demás.

Page 980: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Más que nadie.

––Más que nadie, concedido…

––Es ambicioso.

–– ¿Y quién no lo es, marquesa?

––Su ambición no conoce límites.

––Bien lo veo, puesto que ha pretendidosucederme cerca de la señora Vanel.

––Y lo ha logrado, tened cuidado.

–– ¿Querríais decir que tiene la pretensión depasar de intendente a superintendente?

–– ¿No habéis temido ya eso?

–– ¡Oh! ¡Oh! ––murmuró Fouquet––. Suce-derme cerca de la señora Vanel, pase; pero,cerca del rey ya es otra cosa. Francia no secompra tan fácilmente como la mujer de unempleado de contabilidad.

––Señor, todo se compra, si no con oro porla intriga.

Page 981: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Bien sabéis lo contrario, señora, vos, aquien he ofrecido millones.

––En lugar de esos millones, Fouquet, erapreciso ofrecerme un amor verdadero, único,absoluto, y hubiera aceptado. Ya veis que todose compra; si no de una manera de otra.

––De suerte que, según vuestro parecer, el se-ñor Colbert está en ánimo de comprar mi plazade superintendente. Vamos, vamos, marquesa,tranquilizaos; todavía no es bastante rico paracomprarla.

–– ¿Y si os la roba?

–– ¡Ah! ¡Eso es diferente! Desgraciadamente,antes de llegar a mí, es decir, al cuerpo de laplaza, es menester destruir y batir en brecha lasobras avanzadas, y yo estoy endiabladamentefortificado, marquesa.

––Eso que llamáis obras avanzadas son vues-tros semejantes, ¿no es cierto? Vuestros amigos.

Page 982: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Justamente.

–– ¿Y el señor de Eymeris es de los vuestros?

––Sin duda.

–– ¿El señor de Lyodot es de vuestros ami-gos?

––Ciertamente.

–– ¿Y el señor de Vanid?

–– ¡Ah! ¡El señor de Vanid! Que hagan deél lo que quieran, pero...

––Que...

––No toquen a los demás.

––Pues bien, si no queréis que toquen al señorde Eymeris ni a Lyodot, ya es hora de que estéisen guardia.

–– ¿Quién les amenaza?

–– ¿Queréis escucharme ahora?

––Siempre, marquesa.

Page 983: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Sin interrumpirme?

––Sí.

––Pues bien, esta mañana me ha enviado abuscar Margarita.

––¡Ah!

–– No lo dudéis.

–– ¿Y qué quería?

––“No me atrevo a ver al señor Fouquet” ––me dijo.

–– ¡Bah! ¿Piensa acaso que le haré cargos?¡Desgraciada mujer, cuánto se engaña! ¡Diosmío!

––”Vedle vos por mí, y decidle que se guardedel señor Colbert”.

–– ¡Cómo! ¿Me hace avisar que me guarde desu amante?

––Ya os he manifestado que Margarita os si-gue amando.

Page 984: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Qué más, marquesa?

––“El señor Colbert ––añadió––, ha venidohace dos horas a participarme que era inten-dente.”

––Ya os he dicho, marquesa, que el señorColbert estará mucho mejor bajo mi mano.

––Sí, pero no es eso todo: Margarita es amiga,como no ignoráis, de la señora de Eyrmeris y dela señora Lyodot.

––Sí.

––Pues bien, el señor Colbert le ha hecho mu-chas preguntas sobre las fortunas de esos dosseñores y respecto al grado de adhesión que ostenían.

–– ¡Oh! En cuanto a esos dos, respondo deellos; habría que matarlos para que dejasen deser míos.

––Después la señora Vanel vióse precisada adejar por un instante al señor Colbert para reci-

Page 985: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

bir una visita, y como el señor Colbert es tantrabajador, apenas quedó solo sacó un lápiz, y,como había papel sobre la mesa, empezó a es-cribir

–– ¿Notas sobre de Eymeris y Lyodot?

––Justamente.

––Sería curioso saber lo que decían tales no-tas.

––Eso es precisamente lo que vengo a traeros.

–– ¿Se ha apoderado la señora Vanel de lasnotas de Colbert y me las remite?

––No; pero es una casualidad que se parece aun milagro; tiene una copia de ellas.

–– ¿Cómo es eso?

––Oíd. Ya os he dicho que Colbert había en-contrado papel sobre la mesa…

–Sí.

––Y que había sacado un lápiz.

Page 986: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––También.

––Y que había escrito en ese papel.

––Sí.

––Pues bien; ese lápiz era de plomo, y duropor consiguiente. De modo que lo escrito en laprimera hoja, quedó marcado en blanco sobre lasegunda.

–– ¿Qué más?

––Colbert rasgó la primera hoja, y no se acor-dó de la segunda. Fouquet alzó la cabeza y pasóuna nube por sus ojos.

–– ¿Y qué?

–– ¿Y qué? Sobre la segunda se podía leer loque escribió en la primera; la señora Vanel laleyó, y me mandó a buscar.

–– ¡Ah!

Page 987: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Y cuando estuvo bien segura de que yo erapara vos una verdadera amiga, me dio el papely me manifestó el secreto de esta casa.

–– ¿Y ese papel? ––dijo Fouquet turbándoseun poco.

––Aquí está, señor; leedlo. Fouquet leyó:

––“Nombres de los arrendadores que se de-ben hacer condenar por el tribunal de justicia:de Eymeris, amigo del S. F.; Lyodot, amigo delS.F.; de Vanin, indif…”

–– ¡De Eymeris, Lyodot! ––murmuró Fouquetvolviendo a leer––. Amigos del S. F. señaló conel dedo la marquesa.

––Pero, ¿qué significan esas palabras, “que sedeben hacer condenar por el tribunal de justi-cia”…?

–– ¡Toma! Está claro ––dijo la marquesa––.Por otra parte, no habéis concluido aún; leed. ––Fouquet continuó:

Page 988: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––“Los dos primeros a muerte, el tercero adestitución, con el señor d´Hautemont y el se-ñor de la Valette, cuyos bienes solamente seránconfiscados.”

–– ¡Gran Dios! ––exclamó Fouquet––. ¡Amuerte, a muerte Lyodot y de Eymeris! Peroaunque el tribunal los condenase a muerte, SuMajestad el rey no ratificará su sentencia, y nopuede ejecutarse sin la firma del rey.

––El rey ha hecho intendente al señor Colbert.

–– ¡Ah! ––murmuró Fouquet, como si viese asus pies un abismo inesperado––. ¡Imposible!¡Imposible! Mas, ¿quién ha pasado un lápizsobre las huellas del de Colbert?

––Yo; temía que se borrasen las primeras se-ñales.

–– ¡Oh! Lo sabré todo.

––Nada sabréis, pues despreciáis demasiado avuestro adversario para eso.

Page 989: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Perdonad, querida marquesa, excusadme;sí, creo que el señor Colbert es mi enemigo; sí,creo que el señor Colbert es hombre temible;mas tengo tiempo, y toda vez que estáis aquí,toda vez que me habéis dejado entrever vuestroamor, y toda vez que estamos solos...

––He venido para salvaros, señor Fouquet, yno para perderme ––repuso la marquesa levan-tándose––; así, guardaos...

––Marquesa, en verdad que os asustáis porpoco, y a no ser que ese asunto no sea un pre-texto...

––Ese señor Colbert es un corazón profundo;guardaos... Fouquet se levantó también.

–– ¿Y yo? –dijo.

–– ¡Oh! Vos no sois más que un corazón no-ble. Guardaos, guardaos...

––Así...

Page 990: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––He hecho lo que debía, amigo mío, a riesgode perder mi reputación. Adiós.

––No digáis adiós; hasta la vista.

––Quizá ––dijo la marquesa.

Y dando a besar su mano a Fouquet, se ade-lantó tan resueltamente hacia la puerta, que elministro no se atrevió a impedirle el paso.

Fouquet, con la cabeza inclinada, tomó el ca-mino de aquel subterráneo, a lo largo del cualcorrían los hilos de metal que comunicaban deuna casa a otra, transmitiendo, por la parte pos-terior de dos espejos, los deseos y llamamientosde dos personas en correspondencia.

LV

EL ABATE FOUQUET

Page 991: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Fouquet apresuróse a volver a casa por elsubterráneo, haciendo jugar el resorte del espe-jo. No bien entró en su gabinete oyó llamar a lapuerta, y a la vez una voz conocida que gritaba:

––Abrid, señor, os lo ruego, abrid. Con rápidomovimiento puso Fouquet un poco de orden entodo lo que podía denunciar su agitación y suausencia, desparramó los papeles sobre el bufe-te, tomó una pluma y atravesó la puerta paraganar más tiempo aún.

–– ¿Quién sois? ––preguntó.

–– ¡Cómo! ¿No me conoce monseñor? ––respondió la voz.

“Sí tal ––pensó –– Fouquet––; sí tal, amigomío, te conozco perfectamente.”

Y añadió en voz alta:

–– ¿No sois Gourville?

––Sí, señor.

Page 992: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Fouquet se levantó, echó la última ojeada so-bre uno de los espejos, fue a la puerta, descorrióel cerrojo y entró Gourville.

–– ¡Ah, señor, señor ––dijo––,qué crueldad!

–– ¿Por qué?

––Hace un cuarto de hora que os ruego meabráis, y ni siquiera me respondéis.

––Una vez por todas, ya sabéis que no quieroser molestado cuando laboro, y aunque vosseáis una excepción, Gourville, quiero que miconsigna sea respetada por los demás.

––En este instante, señor, hubiera desquicia-do, arrancado y echado por tierra consignas,puertas, cerrojos y paredes.

–– ¡Ah! ¿Luego se trata de un gran suceso?––preguntó Bouquet.

–– ¡Oh! Sin duda alguna, señor ––dijoGourville.

Page 993: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Y cuál es ese suceso? –– repuso Fouquetun poco asustado de la turbación de su másíntimo confidente.

––Señor, hay sesión secreta del tribunal dejusticia.

––Ya lo sé; mas ¿se ha reunido ya, acaso,Gourville?

––No sólo se ha reunido, sino que ha dictadosentencia, señor.

–– ¡Sentencia! ––dijo el superintendente ––con un estremecimiento y palidez que no pu-do disimular––. ¡Sentencia! ¿Contra quién?

––Contra dos amigos, vuestros.

––Lyodot y de Eymeris, ¿no es cierto?

––Sí, señor.

–– ¿Pero sentencia de qué?

––Sentencia de muerte.

Page 994: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Dictado! ¡Oh! Os engañáis, Gourville,es imposible.

––Aquí está la copia de la sentencia, que elrey debe firmar hoy, si es que ya no la ha fir-mado.

Fouquet cogió ávidamente el papel, lo leyó ylo devolvió a Gourville.

––El rey no firmará ––dijo Gourville, meneó lacabeza.

––Señor, el señor Colbert es un consejero au-daz, no os fiéis de él.

–– ¡Otra vez el señor Colbert! ––murmuróFouquet. ¿Por qué viene a atormentar ese nom-bre mis oídos hace dos o tres días y en todasocasiones? Esa es demasiada importancia,Gourville, para un sujeto tan insignificante.Que se presente el señor Colbert y lo miraré;que alce la cabeza y lo confundiré; pero ya com-prendéis que sería necesaria una aspereza para

Page 995: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que se detuviese mi mirada, y una superficiepara sentar mi pie.

––Paciencia, señor, porque no sabéis lo quevale Colbert… Estudiadlo pronto, y veréis có-mo ese sombrío financiero se parece a los me-teoros, que nunca ven los ojos antes de su inva-sión desastrosa; cuando se les siente está unomuerto.

–– ¡Oh! Gourville, eso es mucho ––replicóFouquet sonriéndose––, permitidme, amigomío, que no me espante tan fácilmente: ¡meteo-ro el señor Colbert! ¡Pardiez! Oiremos el meteo-ro... Veamos actos y no palabras. ¿Qué hahecho?

––Ha encargado dos horcas al ejecutor de Pa-rís ––contestó sencillamente Gourville.

Fouquet alzó la cabeza y pasó una nube porsus ojos.

–– ¿Estáis seguro de lo que decís? ––preguntó.

Page 996: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Aquí está la prueba, señor.

Y Gourville entregó al superintendente unanota comunicada por uno de los secretarios dela Municipalidad, que era adicto a Fouquet.

––Sí, es cierto ––murmuró el ministro—, elcadalso se levanta... pero el rey no ha firmado,Gourville, el rey no firmará.

––También sabré eso ––respondió Gourville.

–– ¿Cómo?

––Si ha firmado Su Majestad, irán las horcasesta noche a la Municipalidad, a fin de que es-tén dispuestas mañana por la mañana.

––Pero, no, no ––replicó Fouquet––, os enga-ñáis todos y me engañáis también: anteayervino a verme Lyodot, y hace tres recibí una re-mesa de vino de Siracusa de ese pobre de Ey-meris.

–– ¿Y qué prueba eso ––repuso Gourville––, sino que el tribunal se ha reunido en secreto,

Page 997: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ha deliberado, en ausencia de los acusados, yque todo el procedimiento estaba hechocuando los arrestaron?

–– ¿Conque están arrestados?

––Ciertamente.

–– ¿Pero, dónde, cuándo, cómo han sidoarrestados?

––Lyodot, ayer al amanecer; de Eymeris, an-teayer por la noche, cuando volvía de casa desu amada; su desaparición no había inquietadoa nadie; pero, de repente, se ha quitado Colbertla máscara y ha hecho publicar la cosa, de mo-do que en este momento lo van pregonando alson de trompetas por las calles de París; y enverdad, señor, no hay nadie más que vos quedesconozca el suceso.

Fouquet comenzó a andar por la sala con in-quietud cada vez más dolorosa.

–– ¿Qué decidís, señor? ––dijo Gourville.

Page 998: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Si es así, iré a ver al rey contestó Fouquet––;pero, para ir al Louvre quiero pasar antes por elConsistorio. ¡Si está firmada la sentencia, vere-mos!

Gourville encogióse de hombros. ¡Increduli-dad! ––dijo––. ¡Tú eres la pérdida de los gran-des talentos!

–– ¡Gourville!

––––Sí ––prosiguió––, tú lo pierdes, como elcontagio mata a la salud más robusta; es decir,en un instante.

–– Marchemos ––exclamó Fouquet, haced queabran, Gourville.

––Cuidado ––observó éste––, que está ahí elseñor abate Fouquet,

–– ¡Ah! Mi hermano ––replicó Fouquet contono apesadumbrado––: ¿luego sabe algunamala nueva que viene a traerme muy conten-to, como de costumbre? ¡Diablo! Si mi herma-

Page 999: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

no anda por ahí, mal andan mis asuntos.Gourville, si me lo hubiérais dicho antes, mehabría dejado convencer más fácilmente.

––Señor, le calumnia ––dijo Gourvilleriendo––; si viene, no es con mala intención.

––Vamos, veo que lo defendéis ––dijo Fou-quet––, un mozo sin talento, sin ideas de tras-cendencia, un derrochador de todo.

––Bebe que sois rico.

––Y quiere mi ruina.

––No; más quiere vuestra bolsa. Eso es todo.

––¡Basta, basta! ¡Cien mil, escudos al mes du-rante dos años! ¡Pardiez! Yo soy quien pagó,Gourville, y sé lo que tengo.

––No os enfadéis, señor.

––Vamos, que despidan al abate Fouquet; notengo un cuarto. Gourville dio un paso hacia lapuerta.

Page 1000: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Si ha estado un mes sin verme ––prosiguióFouquet––, ¿por qué no ha de estar dos?

––Es que se arrepiente de vivir en mala com-pañía,––dijo Gourville––, y os prefiere a todosesos bandidos.

––Gracias por la preferencia; hacéis hoy unabogado singular, Gourville... ¡Abogado delabate Fouquet!

––Pero, señor, todo, cosas y hombres, tienensu lado bueno, su lado útil.

––Los bandidos que Fouquet tiene a sueldo yemborracha, ¿tienen también su lado útil? Pro-badmelo.

––Puede haber circunstancias, señor, en queos alegréis de tener esos bandidos a mano.

––Entonces, ¿aconsejáis que me reconcilie conel señor abate? ––dijo irónicamente Bouquet.

––Os aconsejo señor que no os malquisiéis concien o ciento veinte bergantes, que, poniendo

Page 1001: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

sus espadones punta con punta, formarían uncordón de acero capaz de encerrar tres milhombres.

Fouquet lanzó una mirada penetrante aGourville, y pasando delante de él dijo a loscriados:

––Que introduzcan al señor abate Bouquet.Tenéis razón, Gourville. Diez minutos más tar-de apareció el abate en el umbral, haciendograndes reverencias.

Tendría unos cuarenta o cuarenta y cincoaños; mitad hombre de iglesia, mitad hombrede guerra, era un espadachín injerto en abate; yaunque veíase que no llevaba espada ceñida, seadivinaba que gastaba pistola.

Fouquet le saludó como hermano mayor, másbien que como ministro.

–– ¿Qué puedo hacer en servicio vuestro, se-ñor abate?

Page 1002: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh, oh! ¡Cómo decís eso, hermano queri-do!

––Os lo digo como hombre que está de prisa,señor mío.

El abate miró maliciosamente a Gourville, conansia a Fouquet, y dijo:

––Tengo que pagar esta noche trescientos do-blones al señor de Bregi... Deuda de juego,deuda sagrada.

–– ¿Qué más? ––preguntó Fouquet con valor,porque comprendía que no le hubiera incomo-dado el abate por semejante miseria.

––Mil a mi carbonero, que ya no me fía.

— ¿Qué más?

––Mil doscientos al sastre... continuó el abate––; el tuno me ha remendado siete vestidos demis gentes, lo cual hace que mis libreas esténexpuestas, y que mi querida hable de reempla-

Page 1003: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

zarme por un arrendador, lo cual sería humi-llante para la Iglesia.

–– ¿Y qué más? ––dijo Fouquet.

––Observaréis, señor ––dijo humildementeél abate––, que nada he pedido para, mí.

––Eso es muy delicado ––repuso Fouquet––, ypor eso veis que estoy esperando.

––Y que no solicito nada, ¡oh!, no... Y, sin em-bargo, no es que rice haga falta... Os doy mipalabra.

El ministro reflexionó un instante.

––Mil doscientos doblones al sastre ––dijo––,son bastantes vestidos, me parece.

––Mantengo cien hombres ––dijo con orgulloel abate––, y creo que ésta es una carga.

–– ¿Para qué son esos cien hombres? ––preguntó Fouquet––. ¿Sois acaso un Richelieu oun Mazarino, para tener cien hombres de guar-dia? ¡Hablad, decid!

Page 1004: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Vos me lo preguntáis? ––exclamó el aba-te––: ¡Ah! ¿Cómo podéis hacer tal pregunta?¡Ah!

––Sí, os hago esa pregunta: ¿qué tenéis quehacer con esos cien hombres? Responded.

–– ¡Ingrato! ––prosiguió el abate afectán-dose cada vez más.

––Explicaos.

––Señor superintendente, yo no tengo necesi-dad más que de un ayuda de cámara, si fuesesolo me serviría yo mismo; pero, vos, vos, quetenéis tantos adversarios... Cien hombres nobastan para defenderos. ¡Cien hombres! ... Serí-an necesarios diez mil. Mantengo, pues, todoeso para que en los lugares públicos y en lasreuniones nadie alce la voz contra vos; y sinesto, señor, estaríais cargado de imprecaciones,seríais mordido, y no duraríais ocho días; no, niocho días, ¿entendéis?

Page 1005: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Ah! No sabía yo que tuviera semejantecampeón, señor abate

–– ¡Lo dudáis! ––exclamó éste––. Oíd loque ha sucedido. Ayer, sin ir más lejos, se en-contraba un hombre en la calle de la Huchettevendiendo un pollo.

–– ¿Y en qué perjudicaba eso, abate?

––El pollo no era gordo; el comprador negósea dar por él dieciocho sueldos, diciendo que nopodía pagar ese dinero por la piel de un, pollo,del cual se había llevado toda la substancia elseñor Fouquet.

–– ¿Y qué más?

––La cosa hizo reír ––prosiguió el abate––, reíra vuestra costa, ¡con todos los diablos!, y se re-unió la canalla. El que se reía añadió éstas:“Dadme en buena hora un pollo alimentadopor el señor Colbert y os pagaré cuanto de-seéis”. Y todos comenzaron a palmotear. Es-

Page 1006: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cándalo horrible, ¿comprendéis? Escándalo queobliga a un hermano a taparse la cara.

Fouquet se sonrojó.

–– ¿Y os la tapasteis? ––preguntó Fouquet.

––No, parque justamente estaba en el grupouno de mis hombres, un nuevo recluta que vie-ne de provincia, un señor Menneville a quienquiero mucho, el cual penetró en el grupo di-ciendo al que reía.

–– ¡Pardiez! ¡Señor burlón de mal género, en-vido una estocada a lo Colbert!

–– ¡Quiero a lo Fouquet! ––murmuró el otro.

Dicho esto, desenvainaron delante de la tien-da del pollero, con una fila de mirones alrede-dor y quinientos curiosos en las ventanas.

–– ¿Y qué? ––preguntó Fouquet.

––Mi Menneville ensartó al de la risa, congran aturdimiento de la concurrencia, y dijoal pollero:

Page 1007: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Tomad ese pavo, amigo, que está más gor-do que vuestro pollo. ––Esto es, señor –––concluyó triunfalmente el abate––, en lo que yogasto mis rentas; sostengo el honor de la fami-lia, señor mío. Fouquet se humilló.

––Y tengo ciento como ese ––prosiguió el aba-te.

––Bien ––dijo Fouquet––, dad vuestra cuentaa Gourville y permaneced aquí esta noche.

–– ¿Se cena?

––Se cena.

–– ¿Pero la caja se halla cerrada?

––Gourville os la abrirá. Marchaos, señorabate; marchaos.

El abate ejecutó una reverencia.

–– ¿Conque somos amigos?––preguntó.

––Sí, amigos. Venid, Gourville.

–– ¿Os vais? ¿No cenáis aquí?

Page 1008: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Volveré dentro de una hora, no tengáiscuidado, abate.

Y añadió en voz baja a Gourville.

–– Ordénese que preparen mis caballos ingle-ses y que hagan alto en la Casa Consistorial deParís.

LVI

LA GALERÍA DE SAINT MANDÉ

Marchaban ya las carrozas de los convidadosde Fouquet a Saint Mandé, y hacíanse en la casalos preparativos necesarios, cuando el superin-tendente lanzó sus ligeros caballos camino deParís, y tomando por los muelles para encontrarmenos gente en la travesía, llegó a la Casa Con-sistorial. Serían las ocho menos cuarto. Fouquetse apeó en la esquina de la calle de Long Pont y

Page 1009: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

se dirigió a pie con Gourville hacia la plaza dela Greve.

En esta plaza vieron un hombre con traje ne-gro y morado, de buena catadura, que se dis-ponía a subir en un carretón y decía al cocheroque tocase en Vincennes. Delante de sí tenía unenorme canasto lleno de botellas que acababade comprar en la taberna de “La Imagen deNuestra Señora”.

–– ¡Cómo! ¿Es Vatel, mi maestresala? ––dijo Fouquet a Gourville.

—Sí, monseñor ––replicó éste. ¿Qué vienea hacer en “La Imagen de Nuestra Señora”?

––A comprar vino, sin duda.

–– ¡Cómo! ¿Se compra vino para mí en unataberna? ––exclamó Fouquet ––. ¿Tan pobreestá mi bodega?

Page 1010: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y se adelantó hacia el maestresala, que hacíacolocar el vino en la carroza con extraordinarioenfado.

–– ¡Hola, Vatel! ––dijo–– con voz imperiosa.

––Cuidado, monseñor ––dijo Gourville––: osvan a reconocer.

–– ¡Bueno!... ¿Qué me importa? ¡Vatel!

El hombre vestido de negro y morado volvióla cara.

Era su rostro dulce y sin expresión, una fiso-nomía de matemático, a excepción del orgullo.Brillaba en los ojos de este personaje cierto fue-go, y fruncía, sus labios una leve sonrisa; pesopronto hubiese notado el observador, que aquelfuego y aquella sonrisa no se aplicaba a nada ninada iluminaba.

Vatel reía como un distraído o se ocupabacomo un niño.

Page 1011: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y se volvió al sonido de la voz que le interpe-laba.

–– ¡Oh! ––dijo—. ¡Monseñor!

––Sí, yo. ¿Qué diablos hacéis aquí, Vatel?¿Compráis el vino en una taberna de la plaza dela Greye?

––Monseñor ––dijo tranquilamente Vatel des-pués de haber lanzado a Gourville una miradahostil––.

–– ¿Por qué os mezcláis en esto? ¿Está talvez mal provista mi bodega? Cierto que no,Vatel, pero...

–– ¿Pero qué? ––replicó Vatel. Gourvilledio con el codo al superintendente.

––No os incomodéis; Vatel; creía que mi bo-dega, vuestra bodega, estaba bastante bien pro-vista para dispensarme recurrir a “La Imagende Nuestra Señora”.

Page 1012: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Bah! Señor ––dijo Vatel, pasando del mon-señor al señor con cierto desdén––. Vuestra bo-dega está tan bien provista que cuando ciertosconvidados van a comer a vuestra casa, no be-ben.

Asombrado, Fouquet, miró a Gourville y des-pués a Vatel.

–– ¿Qué decís?

––Digo, señor, que vuestro despensero no tie-ne vinos para todos los gustos, y que el señorde la Fontaine, el señor Pellisson que el señorConrart jamás beben cuando van a casa. A estoscaballeros no lees gusta, el buen vino: ¿qué lehemos de hacer?

––Entonces…

––Entonces... Aquí tengo un vino de Joignyque les gusta. Yo sé que vienen a beberlo unavez a la semana a “La Imagen de Nuestra Seño-ra”. Por eso hago aquí mi provisión:

Page 1013: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Fouquet nada tenía que oponer a esta. Estabacasi conmovido, Vatel, por su parte, aun teníamucho que decir, sin duda, porque se le viopoderse encendido. Monseñor, eso es lo mismoque si me hicierais cargos para ir yo mismo a lacalle de Planche Mibray en busca de la sidraque bebe el señor Loret cuando va a comer acasa.

–– ¿Loret bebe sidra en mi casa? ––murmuróriendo Bouquet.

––Sí, señor, sí; y por eso come con gusto envuestra casa.

––Vatel ––dijo Fouquet, estrechando la manode su maestresala––, ¡sois todo un hombre! Osdoy las gracias por haber comprendido que elseñor de La Fontaine, el señor Conrart y el se-ñor Loret son en mi casa tanto como duques ypares, tanto como príncipes, más que yo mis-mo. Sois un excelente servidor, Vatel, y os do-blo los honorarios.

Page 1014: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Vatel no dio siquiera las gracias; sólo se enco-gió de hombros, murmurando estas soberbiaspalabras:

––Recibir las gracias por haber cumplido consu deber es humillante.

––Tiene razón ––digo Gourville Llamando laatención de Fouquet hacia otra parte par mediode un gueto.

Mostrábase, en efecto, un corretón de formabaja, tirado por dos caballos, sobre el cual seagitaban dos herradas horcas, atadas una juntoa otra con cadenas. Un arquero, sentado en lomás grueso de la lanza, soportaba, unas vecesmal y otras bien, los comentarios de un cente-nar de vagos que iban husmeando el destino deaquellas horcas, escoltándolas hasta la CasaConsistorial.

Fouquet estremecióse.

––Ya lo veis, es cosa decidida ––dijo Gourvi-lle.

Page 1015: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero, aun no está hecho ––respondió Fou-quet.

–– ¡Oh! No os engañéis; si las cosas han llega-do a este punto, nada conseguiréis.

–– ¡Mas yo no he refrendado el decreto!...

–– El señor de Lyanne la habrá hecho por vos.

––Voy al Louvre.

––No iréis.

–– ¿Me aconsejaríais esa cobardía? ––preguntó Fauquet––. ¿Me aconsejaríais aban-donar a mis amigos pudiendo combatir, arrojaral suelo las armas que tengo en la mano?

––Yo no os aconsejo nada de eso, monseñor.¿Podéis dejar la superintendencia en este mo-mento?

––No.

–– ¿Y si el rey desea reemplazaros?

Page 1016: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Lo mismo me reemplazará de lejos que decerca.

––Sí, pero de ese modo jamás la habréis dis-gustado.

––Sí, mas habré sido cobarde; yo no quieroque mueran mis amigos, y no morirán.

––Para eso no es preciso que vayáis al Louvre.

–– ¡Gourville!

––Tened cuidado… Una vez en el Louvre, oestaréis obligado a defender en voz alta a vues-tros amigos, es decir, a hacer profesión de fe, uos veréis forzado a abandonarlos sin arrepen-timiento posible.

–– ¡Jamás!

––Perdonadme... El señor propondrá necesa-riamente la alternativa, o bien se la propondréisvos mismo.

––Eso es verdad.

Page 1017: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pues para eso no es menester un conflicto.

–– Volvamos a Saint Mandé, monseñor.

––Gourville, no me moveré de esta plaza,donde debe consumarse el crimen, donde debeconsumarse mi afrenta; no me moveré, digo,hasta que haya hallado un medio de combatir amis enemigos.

––Monseñor ––replicó Gourville––––, lástimame causaríais si no supiese que sois uno de losmás aventajados talentos del mundo. Poseéis,señor, ciento cincuenta millones; sois tanto co-mo el rey por la posición, y ciento cincuentaveces más por el esmero. El señor Colbert no hatenido siquiera el talento de hacerle aceptar eltestamento de Mazarino; por consiguiente,cuando uno es el más rico de un reino y quieretomarse el trabajo de gastar el dinero, si no sehace lo que una quiere, es porque uno es unpobre hombre. Volvamos, os digo, a Saint -Mandé.

Page 1018: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Para consultar a Pellisson?

––Sí.

––No, monseñor para contar vuestro dinero,

–– ¡Vamos! ––dijo Fouquet con ojos inflama-dos––. ¡Sí, sí! Vamos a Saint Mandé.

El y Gourville subieron a la carroza. En la es-quina del barrio de San Antoin hallaron el ca-rruaje de Vatel, que conducía tranquilamente suvino de Joigny.

Lanzados a toda brida, los caballos negros es-pantaron al paso a la tímida caballería delmaestresala, quien, sacando la cabeza por laportezuela, gritó asustado:

–– ¡Cuidado con mis botellas! Cincuenta per-sonas esperaban al superintendente, el cual, sinentregarse ni por un momento a su ayuda decámara, pasó al primer salón. Allí permanecíanreunidos y charlando sus amigos. El intendentese disponía a hacer servir la comida; pero, sobre

Page 1019: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

todos, el abate Fouquet acechaba la vuelta de suhermano, y procuraba hacer los honores de lacasa en ausencia de aquél.

A la llegada del superintendente hubo unmurmullo de alegría y cariño; Fouquet, lleno deafabilidad, de buen humor y de magnificencia,era amado por sus poetas, sus artistas y susagentes de negocios. Su frente, en la cual leía supequeña corte; como en la de un dios, todas lasactividades del alma, para hacer de ellas reglasde conducta; su frente, que jamás arrugaron losgodos, aparecía aquella noche más pálida quede costumbre, y más de una mirada amiga ob-servó esa palidez. Fouquet se colocó en el cen-tro de la mesa, presidió alegremente la comida,y cantó a La Fontaine la expedición de Vatel.

Contó la historia de Menneville y del polloflaco a Pellisson, de tal manera que la oyó todala concurrencia.

Page 1020: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Entonces hubo una tempestad de risas y debromas, que sólo se contuvo con un gesto serioy triste de Pellisson.

No sabiendo el abate Fouquet con qué propó-sito había sacado su hermano la conversaciónsobre este punto, escuchaba con todos sus oídosy buscaba en el rostro de Gourville, o en el delsuperintendente, una explicación que en nin-guna parte hallaba.

Pellisson tomó la palabra.

–– ¿Con que se habla del señor Colbert? ––preguntó.

–– ¿Por qué no ––dijo Fouquet––, si es verdad,como dicen, que el rey lo ha hecho su intenden-te?

––Ni bien hubo dejado Fouquet escapar estapalabra, pronunciada, con marcada intención,cuando estalló una explosión entre los convi-dados:

Page 1021: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Un avaro! ––dijo uno.

–– ¡Un canalla! ––dijo otro.

–– ¡Un hipócrita! ––dijo un tercero.

Pellisson cambió una mirada profunda conFouquet.

––Señores ––dijo––, verdaderamente, estamosmaltratando a un hambre que nadie conoce;esto no es caritativo ni razonable, y estoy segu-ro que el señor superintendente es de la mismaopinión.

––Enteramente ––contestó Fouquet––. Deje-mos los pollos gordos del señor Colbert, y no setrate hoy más qué de los faisanes trufados delseñor Vatel.

Estas palabras desviaron la nube que precipi-taba su marcha sobre la cabeza de los convida-dos.

Gourville animó también a los poetas con elvino de Joigny; el abate, inteligente, como hom-

Page 1022: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

bre que necesita dinero de otro, animó tan biena los financieros y a los militares, que en la ba-raúnda de aquella alegría y en los tumores deaquella conversación, desapareció completa-mente el objeto de las inquietudes.

El testamento de Mazarino fue el tema de laconversación en el último servicio; despuésmandó Fouquet que devanen los tarros de con-fituras y las fuentes de licores al salón próximoa la galería, al cual condujo de la mano a unamujer, reina aquella noche por su preferencia.

Luego, suspiraron los violines, y comenzaronlos paseos por la galería y por el jardín, bajo uncielo de primavera dulce y perfumado.

Pellison se llegó entonces al lado del superin-tendente y le dijo:

–– ¿Monseñor tiene algún disgusto?

––Uno muy grande ––respondió el ministro––: haced que os cuente eso Gourville.

Page 1023: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

A1 volverse, Pellisson, encontró a La Fontaineque le pisaba los talones, y tuvo que escucharuna composición en metro latino del poeta so-bre Vatel.

Hacía una hora que La Fontaine medía estacomposición por todos los rincones, buscándolecolocación ventajosa.

Creyó agarrar a Pellisson; mas se le escapó.

Entonces se volvió hacia Loret, que tambiénacababa de componer una cuarteta en honor dela comida y del anfitrión.

La Fontaine intentó en vano colocar sus ver-sos. Loret también quería colocar su cuarteta.

Vióse, pues, obligado a retroceder, y se colocójunto al señor conde de Chanost, a quien Fou-quet acababa de coger del brazo.

El abate Fouquet comprendió que, distraídoel poeta, como siempre, iba a decirlos e intervi-no.

Page 1024: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Entonces se pavoneó La Fontaine y recitó sucomposición:

El abate, que no sabía latín, movía la cabezacada osamenta, a cada movimiento que LaFontaine imprimía a su cuerpo, según las on-dulaciones de los dáctilos o de los espondeos.

Entre tanto, Fouquet contaba el suceso al se-ñor de Chanost, su yerno:

––Es menester mandar a todos los inútiles alos fuegos artificiales –– dijo Pellisson a Gourvi-lle––, en tanto que, nosotros charlamos aquí.

––Está bien ––contestó Gourville––, que dijocuatro palabras a Vatel. Advertiáse entoncesque este último conducía hacia los jardines lamayor parte de los pisaverdes, damas y parlan-chines, mientras los hombres paseaban por lagalería, alumbrada con trescientas bujías decera, en presencia de todos los aficionados a losfuegos artificiales, ocupados en correr por eljardín.

Page 1025: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Gourville se acercó a Fouquet y le dijo:

––Monseñor, aquí estamos todos.

–– ¿Todos?––contestó Fouquet. –

––Sí, contad.

El superintendente se volvió y contó; habíaocho personas. Pellisson y Gourville paseabancogidos del brazo, como si charlaran de temasvagos y ligeros. Lacet y dos oficiales los imita-ban en sentido inverso.

El abate Fouquet paseábase solo. Fouquet, conel señor de Chanast, caminaba como absorto enla conversación de su yerno.

––Señores ––dijo––, que nadie de vosotros le-vante la cabeza al andar, ni parezca, que poneatención en nada; seguid paseando. Estamos so-los; escuchadme.

Hubo un gran silencio, turbado únicamentepor los gritos lejanos de los alegres convidados,que íbanse colocando en los bosquecillos para

Page 1026: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ver mejor los cohetes. Espectáculo extraño erael de estos hombres, que paseaban en grupos,como ocupado cada cual en una cosa, y, no obs-tante, atentos a la palabra de uno solo de ellos,que, por su parte, fingía hablar sólo con su ve-cino.

––Señores ––dijo Fouquet––, sin duda habréisobservado que dos de nuestros amigos faltanesta noche a la reunión del miércoles:.. ¡PorDios, abate, no os paréis, que no es necesariapara oír!... Id andando, por favor, con vuestrosmovimientos de cabeza más naturales, y ya quetenéis excelente vista, poneos a esa ventana, y sialguien vuelve hacia la galería, avisadnos to-siendo.

El abate obedeció:

–– ¡No he echado de menos a los ausentes! ––dijo Pellisson, que en este instante volvía com-pletamente la espalda a Fouquet, andando ensentido inverso.

Page 1027: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Yo ––dijo Loret, no veo al señor Lyodot,que me paga la pensión.

––Y yo ––añadió él abate desde la ventana––,tampoco veo a mi querido Eymeris, que medebe mil cien libras de nuestra ánima horlanga.

––Loret ––prosiguió Fouquet marchando in-clinado y con aspecto sombrío––, ya no volve-réis a cobrar la pensión de Lyodot, y vos, abate,jamás veréis las mil cien libras de Eymeris, por-que uno y otro van a morir.

–– ¡Morir! ––murmuró la reunión, detenida apesar suyo en su papel de comedia por la terri-ble palabra.

––Continuad, señores ––dijo Fouquet––, por-que tal vez nos estén espiando. He dicho “¡mo-rir!”

–– ¡Morir! ––repitió Pellisson––. ¡Esos hom-bres a quienes he visto no hace seis días llenosde salud, de vida y de porvenir! ¿Que es, pues,

Page 1028: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

el hombre; santo Dios? ¿Por qué una enferme-dad lo destruye en un instante?

––No es enfermedad ––dijo Fouquet.

––Entonces, hay remedio ––repuso Loret.

––Ninguno. Los señores de Lyodot y; de Ey-meris están en la víspera de su última jornada.

–– Entonces, ¿de qué mueren esos señores?preguntó un oficial.

––Preguntádselo a quien los mata ––contestó Bouquet.

–– ¡Quién los mata!

–– ¿Los matan? ––exclamó el coro espanta-do.

––Hacen más aún. ¡Los ahorcan! ––murmuró Fouquet, con voz siniestra que re-sonó como fúnebre doblar de campanas enaquella rica galería, brillante de cuadros, deflores, de terciopelo, de oro.

Page 1029: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Todos paráronse involuntariamente, y el aba-te abandonó la venta; los primeros cohetes delos fuegos artificiales comenzaban a subir porencima de los árboles.

Un grito prolongado, que partió de los jardi-nes, llamó al superintendente a gozar del golpede vista. Acercóse a la ventana, y detrás de él secolocaron todos sus amigos, atentos a sus me-nores palabras.

––Señores ––dijo––, el señor Colbert, ha hechoprender, juzgar y hará ejecutar a nuestros ami-gos. ¿Qué debo hacer yo? Responded:

–– ¡Diantre! ––dijo el abate el primero––. Espreciso despanzurrar al señor Colbert.

–– Monseñor ––dijo Pellisson––, hay quehablar a Su Majestad.

––Querido Pellisson, el rey ha firmado laorden de ejecución.

Page 1030: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pues bien ––dijo el conde de Chanost––,es necesario que no se verifique la ejecución.;esto es lo que hay que evitar ante todo.

––Imposible ––dijo Gourville––, a menosque no se corrompa a los carceleros.

––O al alcaide ––continuó Fouquet.

––Esta noche puede hacerse escapar a los pre-sos.

–– ¿Quién de vosotros se encarga de ello?

––Yo ––contestó el abate–– llevaré el dinero.

––Yo ––añadió Pellisson–– llevaré la palabra.

––La palabra y el dinero ––dijo Fouquet; qui-nientas mil libras al alcaide de la Conserjeríame parece bastante, no obstante, se pondrá has-ta un millón, si se cree necesario.

–– ¡Un millón! ––exclamó el abate––. Por lamitad de esa cantidad pondría yo a saco medioParís.

Page 1031: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Nada de desorden ––dijo Pellisson––; es-tando ganado el alcaide, se escapan los presos;entonces irán a los enemigos de Colbert y de-muestran a1 rey que su justicia no es infalible;como todas las exageraciones.

––Id; pues a París, Pellisson ––dijo Fouquet––,y traednos las dos víctimas. ¡Mañana ya vere-mos! Gourville; entregad las quinientas millibras a Pellisson.

–– Cuidad que no se os lleve el viento ––observó el abate––. ¡Qué responsabilidad, dia-blo! Dejadme ayudaros un poco, y estaré mástranquilo.

–– ¡Silencio! ––ordenó Fouquet––. Alguien seaproxima. ¡Oh! Los fuegos artificiales son de unefecto magnífico.

En aquel momento cayó una lluvia de chispasen los ramajes del bosque inmediato.

Page 1032: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Pellison y Gourville salieron juntos por lapuerta de la galería, y Fouquet bajó al jardíncon los otros cinco conjurados.

LVII

LOS EPICÚREOS

Como Fouquet prestaba, o simulaba prestartoda su atención a las brillantes iluminaciones,a la música lánguida de los violines y de losoboes, y a los chispeantes cohetes de las fuegosque, iluminando el cielo con intensos reflejos,recortaban la silueta sombría del torreón deVincennes; y, como también sonríe a las damasy a los poetas, su fiesta no fue menos alegre quede costumbre. Vatel, cuya mirada, inquieta yhasta celosa, interrogaba con insistencia la deFouquet, no se mostró descontento de la acogi-da hecha al orden del sarao.

Page 1033: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Terminados los fuegos, todos se dispersaronpar los jardines y bajo los pórticos de mármol,con aquella dulce libertad que denuncia en elamo de la casa olvido de la grandeza; hospitali-dad exquisita y tanta suntuosidad descuidada.

Los poetas comenzaron a vagar, cogidos delbrazo, por los bosquecitos, y aun algunos setendieron sobre lechos de musgo, con gran de-trimento de los vestidos de terciopelo y de losbordados, en los que se introducían las hojassecas más pequeñas Y los tallos de verdura.

Las damas, en corto número, escucharon loscánticos de los artistas y los versos de las poe-tas; otras escucharon la prosa que decían, conmucha arte, hombres que no eran cómicos nipoetas, mas a quienes la juventud y la soledaddaban una elocuencia extraordinaria, que lesparecía preferible a todas.

–– ¿Por qué ––preguntó La Fontaine–– no habajado al jardín nuestro maestro Epicuro? Nun-ca Epicuro abandona a sus discípulas.

Page 1034: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señor ––díjole Conrart––, hacéis mal persis-tiendo en decorar con el nombre de epicúreo;en verdad que nada recuerda aquí la doctrinade ese filósofo.

–– ¡Bah! ––repuso La Fontaine––. ¿No estáescrito que Epicuro compró un jardín y quevivió tranquilamente en él con sus amigos?

––Cierto.

––Pues bien, ¿no ha comprado el señor Fou-quet un hermoso jardín en Saint Mandé, y novivimos aquí muy tranquilamente con él ynuestros amigos?

––Sin duda, pero ni el jardín ni los amigospueden servir de comparación. Por otra parte,¿dónde está la semejanza de la doctrina del se-ñor Fouquet con la de Epicuro?

–– En esta: “el placer proporciona la felici-dad”.

–– ¡Y bien!

Page 1035: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Y qué?

––No creo que nos encontremos desgraciados;yo, por lo menos, no. Buena comida, vino deJoigny, que tiene la atención de ir a buscarme ami taberna favorita, y ningún disgusto en unahora de mesa, a pesar de haber diez millonariosy veinte poetas.

––Alto ahí. ¿Habéis hablado de vino de Joignyy de buena comida? ¿Insistís en ello?

––Insisto, al hecho, como se dice en Port Ro-yal.

–– Entonces, tened presente que el gran Epi-curo vivía y hacía vivir a sus discípulos conpan, legumbres y agua clara.

––Eso no es verdad ––dijo La Fontaine––, ypodría ser muy bien que confundieseis a Epicu-ro con Pitágoras, amigo Cantan.

Page 1036: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Acordaos también de que el antiguo fi-lósofo era muy mal amigo de los dioses Y delos magistrados.

–– ¡Oh! Esa es lo que no puedo tolerar ––replicó La Fontaine.

––No lo comparéis con el señor superinten-dente ––dijo Conrart con voz conmovida––,pues acreditaréis los rumores que ya corrensobré él y respecto a nosotros.

–– ¿Qué rumores?

––Que somos malos franceses, libios al mo-narca y sordos a la ley.

––Entonces, vuelvo a mi texto ––dijo LaFontaine––. Oíd, Conrart, escuchad la moral deEpicuro a quien por otra parte de asidero, si espreciso que lo diga, como un mito. Todo lo quehay de notable en la antigüedad es mito. Júpi-ter, si se considera bien, es la vida; Alcides es lafuerza. Aquí están las palabras para darme ra-zón; Zeus es ser, vivir; Alcides es alce, vigor.

Page 1037: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Pues bien, Epicuro es la grata vigilancia, la pro-tección. ¿Y quién vigila mejor el Estado, y quiénprotege mejor a los individuos que el señorFouquet?

––Estáis hablando etimología; pero no moral;digo, que nosotros, los epicúreos modernos,somos malos ciudadanos.

–– ¡Oh! ––exclamó La Fontaine––. Si noshacemos perversos ciudadanos, no será por se-guir las máximas del maestro. Oíd uno de susprincipales aforismos.

––Ya oigo.

––“Desead buenos jefes.”

–– ¿Y qué?

–– ¡Y qué! ¿Qué nos dice el señor Fouquettodos los días? “¿Cuándo estaremos goberna-dos?” ¿Lo dice o no? Vamos, Conrart, sedfranco.

––Lo dice, es cierto.

Page 1038: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pues bien: doctrina de Epicuro.

––Sí, pero eso es un poco sedicioso.

–– ¡Cómo! ¿Es sedicioso querer ser gober-nado por buenos jefes?

––Sin duda, cuando los que gobiernan sonmalos.

–– ¡Paciencia! Tengo respuestas para todo.

–– ¿Aun para lo que acaba de decir?

––Escuchad: “Someteos a los que gobiernanmal...” ¡Oh! Está escrito: Cacos politeuousi... ¿Esexacto el texto?

–– ¡Pardiez! Ya lo creo. ¿Sabéis que habláis elgriego como Esopo, mi querido La Fontaine?

–– ¿Lo decís en chanza, mi querido Conrart?

–– ¡Dios me libre!

––Entonces, volvamos al señor Fouquet. ¿Quénos repetía siempre? “¡Qué tunante ese Mazari-no! ¡Qué asno! ¡Qué sanguijuela! ¡Y, sin em-

Page 1039: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

bargo, es preciso obedecer a ese pícaro!” ¿No esesto, Conrart? ¿Lo decía o no lo decía?

––Confieso que lo decía, y quizá algo más:

––Como Epicuro, amigo mío, siempre comoEpicuro; lo repito, somos epicúreos, y esto esmuy divertido.

––Sí, pero temo que se levante a nuestro ladouna secta como la de Epicieto; ya sabéis, el filó-sofo de Hierópolis; aquel que denominaba alpan lujo, a las legumbres prodigalidad, y alagua clara embriaguez; aquel que, azotado undía por su amo, le decía gruñendo un poco,pero sin incomodarse lo más mínimo: “¿Apos-tamos a que me habéis roto uña pierna?” Y ga-nó la apuesta. Ese Epicteto era un idiota.

––Corriente; pero podría muy bien ponerse ala moda cambiando únicamente su nombre porel de Colbert.

–– ¡Bah! ––replicó La Fontaine.

Page 1040: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Eso es imposible; jamás encontraréis a Col-bert en Epicieto.

––Es verdad, yo buscaré, Coluber todo lomás.

–– ¡Ah! Estáis abatido, Conrart, pues os refu-giáis en los juegos de palabras. El señor Arnaultpretende que yo no tengo lógica... Tengo másque el señor Nicolle..

––Sí ––contestó Conrart––, tenéis lógica, perosois jansenista. Estas palabras fueron acogidascon una estrepitosa carcajada. Poco a pocohabían sido atraídos los paseantes por los gritosde los ergotistas en derredor del bosquecillodon Culebra.

Le peroraban: Toda la discusión había sidoescuchada religiosamente, y el mismo Fouquet,conteniéndose apenas, había dado ejemplo demoderación.

Pero el desenlace de la escena le puso fuerade quicio, y estalló. Todo el mundo estalló co-

Page 1041: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

mo él, y los dos filósofos fueron saludados confelicitaciones unánimes.

No obstante, La Fontaine fue declarado ven-cedor a causa de su erudición profunda y de sulógica incontestable.

Conrart obtuvo las indemnizaciones debidasa un combate desgraciado; lo elogiaron por lalealtad de sus intenciones y la pureza de suconciencia. En el momento en que se manifes-taba esta alegría con las más vivas demostra-ciones, y cuando las damas hacían cargos a losdos enemigos, por no haber hecho entrar a lasmujeres en el sistema de felicidad epicúrea, sevio venir a Gourville del otro extremo del jar-dín. Se acercaba a Fouquet, que lo acechaba conla vista, y éste se destacó del grupo.

El superintendente conservó en su semblantela risa y todos los caracteres de la tranquilidad;mas apenas lo perdieron de vista dejó la másca-ra.

Page 1042: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Dónde está Pellisson? ––dijo con vive-za––. ¿Qué hace Pellisson?

––Pellisson regresa de París.

–– ¿Ha traído los presas?

––Ni siquiera ha podido ver al alcaide de laConserjería.

–– ¡Qué! ¿No ha dicho que iba en nombremío?

––Lo ha dicho; pero el alcaide ha mandadoresponder: “Si vienen de parte del señor Fou-quet, deben traer una carta suya.”

–– ¡Oh! ––murmuró éste—. Si sólo se tratade darla una carta...

––Jamás ––replicó Pellisson, que aparecióen el extremo del bosquecillo—, jamás, mon-señor... Id vos mismo y habladle en vuestronombre.

––Sí, tenéis razón, voy a entrar en mi cuartocomo para trabajar; dejad enganchados los ca-

Page 1043: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ballos, Pellisson; entretened a mis amigos,Gourville.

––Escuchad un consejo; monseñor ––––respondió éste.

––Hablad, Gourville.

––No vayáis a ver al alcalde sino en el últimomomento; es osado, pero no hábil.

––Dispensadme, señor Pellisson, si tengo otroparecer que el vuestro

–– Pero creedme, monseñor; haced quehablen otra vez al alcaide, que es un hombregalante; pero no vayáis vos mismo.

––Yo avisaré––repuso Fouquet––; además, te-nemos la noche entera.

––No contéis mucho con el tiempo, pues aun-que fuese doble del que tenemos ––replicó Pe-llilisson––, nunca es una falta llegar demasiadopronto.

Page 1044: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Adiós ––dijo el superintendente––, venidconmigo, Pellisson. Gourville, os recomiendomis convidados. Y partió.

Los epicúreos no advirtieron que el jefe de laescuela había desaparecido; los violines tocarondurante toda la noche.

LVIII

QUINCE MINUTOS DE RETRASO

La segunda vez que en aquel día, salía Fou-quet de casa, sentíase menos torpe y turbado delo que pudiera creerse.

Dirigiéndose a Pellisson, que en un rincón dela carroza meditaba gravemente alguna buenaargumentación contra los entusiasmos de Col-bert, le dijo:

––Mi querido Pellisson, es lástima que noseáis mujer.

Page 1045: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Lo creo, al contrario, una fortuna ––replicóPellisson––, porque, al fin, monseñor, soy exce-sivamente feo.

–– ¡Pellisson! ¡Pellisson! ––dijo el superinten-dente riendo––. Repetís demasiado que sois feopara no dejar de creer que esto os causa muchapena.

Mucha, efectivamente, monseñor; no hayningún hombre más desgraciado que yo; yo eraguapo, pero las viruelas me volvieron horrible.Estoy privado de un gran medio de seducción;pero, si siendo vuestro primer dependiente, opoco menos, y manejando vuestros negocios eintereses, me convirtiese en una mujer hermosa,os prestaría un servicio, importante.

–– ¿Cuál?

––Iría a ver al alcaide del palacio, lo seduciría,porque es un cortejador y un enamorado ridícu-lo, y me traería los dos presos.

Page 1046: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Eso espero yo hacer, aunque no sea unamujer bonita ––replicó Bouquet.

––Conforme, monseñor; pero os comprome-téis mucho.

–– ¡Oh! ––exclamó de pronto Fouquet, conuno de esos secretos transportes de quien tie-ne en sus venas la sangre generosa de la ju-ventud o el recuerdo de una emoción dulce.

–– ¡Oh! Conozco una mujer que será, con elteniente de alcaide de la Conserjería el perso-naje que necesitamos.

––Yo conozco cincuenta, monseñor; pero soncincuenta trompetas que enterarán al universoentero de vuestra generosidad, de vuestro sacri-ficio por los amigos; y que, por tanto os perde-rán tarde o temprano perdiéndose ellas.

––Yo no me refiero a esas mujeres, Pellisson;hablo de una criatura noble y bonita que une altalento de su sexo el valor la sangre fría delnuestro; hablo de una mujer bastante bella para

Page 1047: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

que los muros de la cárcel se inclinen para sa-ludarla; de una mujer bastante prudente paraque nadie sospeche por quién va enviada.

––Un tesoro ––exclamó Pellisson––; haríais ungran regalo al señor alcaide de la Conserjería.¡Diablo! Monseñor, podría suceder que le corta-sen la cabeza; pero antes de morir habría tenidouna fortuna, tal como nadie la ha encontradoantes que él.

––Y añado ––dijo Fouquet––, que no cortaránla cabeza al alcaide, pues se salvará con miscaballos, que yo le daré, y con quinientas millibras para vivir holgadamente en Inglaterra;añado también que esa mujer, amiga mía, no ledará otra cosa que los caballos y el dinero. Va-mos a buscar a esa mujer, Pellisson.

El superintendente tendió la mano hacia elcordón de seda y oro colocado en el interior dela carroza, mas lo detuvo Pellison.

Page 1048: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Monseñor ––dijo––, vais a perder en buscade esa mujer tanto tiempo como Colón tardó enencontrar el Nuevo Mundo. No disponemosmás que de dos horas, y si el alcaide se acuesta,¿cómo hemos de penetrar en su casa sin granruido? Si llega a ser de día, ¿cómo ocultaremosnuestros pasos? Id, señor; id vos mismo y nobusquéis ni ángel ni mujer por esta noche.

––Pero, amigo Pellisson, ¡si estamos en lapuerta!

–– ¿Delante de la puerta del ángel?

––Sí.

–– ¡Esta es la casa de la señora de Vellières!

–– ¡Chitón!

–– ¡Ah! ¡Dios mío!––exclamó Pellisson.

–– ¿Qué tenéis que decir contra ella? ––preguntó Fouquet.

–– ¡Nada, nada! Esto es lo que me desespe-ra. Nada, absolutamente nada... ¡Si pudiera

Page 1049: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

deciros de ella mucho malo para que no su-bieseis a su casa!

Pero ya había dado Fouquet orden de parar yla carroza permanecía, inmóvil.

–– Que no subiera! ––dijo Fouquet––. Nin-gún poder humano me impediría decir uncumplido a la señora du Plessis Vellières;además, ¿quién sabe si no tendremos nece-sidad de ella? ¿Subís conmigo?

––No, monseñor, no.

––Es que no quiero me esperéis, Pellisson ––replicó Fouquet con sincera cortesía.

––Razón de más, monseñor; sabiendo que mehacéis esperar estaréis arriba menos tiempo...¡Pero, cuidado! ¿Veis una carroza en el patio?¡Alguien hay en su casa!

Fouquet inclinóse a la portezuela, como parasalir.

Page 1050: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Una palabra! ––murmuró Pellisson––––.¡No vayáis a ver a esa mujer sino después dehaber estado en la Conserjería, por favor!

–– ¡Ah! Cinco minutos, Pellisson ––replicóFouquet bajando al umbral mismo de la casa.

Pellisson quedóse en la carroza con el ceñofruncido.

Fouquet subió a casa de la marquesa y se dioa conocer al criado, el cual comenzó a hacerdemostraciones que atestiguaban el hábito derespetar aquel nombre.

–– ¡Señor superintendente! ––dijo la marquesaadelantándose muy pálida hacia Fouquet––.¿Qué honor tan inesperado!

Y luego añadió en voz baja:

–– ¡Tened cuidado! ¡Margarita Vanel está enmi cuarto!

Page 1051: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señora ––respondió Fouquet turbado––,venía a hablaros de asuntos… Una sola pala-bra... Entraron en el salón.

La señora Vanel se había levantado, más páli-da y lívida que la misma envidia. Fouquet diri-gióle en vano uno de los saludos más en-cantadores y pacíficos; ella sólo respondió conuna ojeada terrible, lanzada sobre la marquesay Bouquet. Margarita Vanel hizo una reverenciaa su amiga, otra más profunda a Fouquet, y sedespidió pretextando un sinnúmero de visitasque había de hacer, sin que la marquesa ni éstepensasen en retenerla; tal era su inquietud.

Apenas salió, cuando Fouquet, solo ya con lamarquesa echó a sus pies, sin pronunciar pala-bra.

––Os esperaba ––dijo la marquesa con dulcesonrisa.

–– ¡Oh! No ––murmuró Fouquet––; entonceshabríais despedido a esa mujer.

Page 1052: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Apenas hace un cuarto de hora que ha lle-gado, y yo no podía suponer que viniese estanoche.

–– ¿De modo que me amáis un poco, marque-sa?

––No se trata de eso, señor, sino de vuestrospeligros. ¿Cómo están vuestros asuntos?

––Esta misma noche voy a sacar a mis amigosde las cárceles del palacio.

–– ¡Cómo!

––Comprando, sobornando al alcaide.

––Es de más amigos. ¿Puedo ayudaros sinhaceros daño?

–– ¡Oh, marquesa! Ese sería un gran servicio.Pero, ¿cómo hacerlo sin comprometeros? Nun-ca serán rescatadas ni mi vidú, ni mi poder, niaun mi libertad, si es necesario que caiga unalágrima de vuestros ojos, si es preciso que undolor obscurezca vuestra frente.

Page 1053: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Monseñor, no me digáis más esas palabras,que me embriagan, soy culpable de haber que-rido serviros, sin calcular las consecuencias demis pasos. Yo os amo, en efecto, como una tier-na amiga, y como amiga os agradezco vuestradelicadeza, pero, ¡ah! nunca encontraréis en míuna querida.

–– ¡Marquesa! ––––exclamó Fouquet con vozdesesperada––. ¿Por qué?

––Porque sois demasiado amado ––dijo envoz muy baja la joven––; porque lo sois pardemasiadas gentes. Porque el brillo de la gloriay de la fortuna hiere mis ojos, mientras que eldolor sombrío los atrae; porque, finalmente, yo,que os he rechazado en vuestra fastuosa mag-nificencia, yo que apenas os he mirado cuandoresplandecíais, he ido, como mujer extraviada, aarrojarme, por decirlo así, en vuestros brazos,cuando vi una desgracia que amenazaba vues-tra cabeza... ¿Me comprendéis ahora, monse-ñor?...

Page 1054: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Volved a ser feliz, para que yo vuelva a sercasta de corazón y de pensamientos, me perde-ría vuestro infortunio.

–– ¡Oh, señora! ––exclamó Fouquet con emo-ción no sentida hasta entonces––. Si cayese en elúltimo grado de la miseria humana ¿oiría devuestra boca esa palabra que me negáis? ¡Esedía, señora, creeríais consolar al más desdicha-do de los hombres, y diríais: “¡te amo!”, al másilustre, al más risueño, al más triunfante de losfelices de este mundo!

Todavía estaba a sus pies besándole las ma-nos, cuando Pellisson entró precipitadamenteexclamando:

–– ¡Monseñor!

–– ¡Señora! Por favor, perdonadme…

––Monseñor, hace media hora que estáisaquí...

Page 1055: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! No me miréis los dos con ese airede reconvención...

––Señora, por piedad, ¿quién es esa damaque ha salido de vuestra casa cuando entrabamonseñor?

––Madame Vanel––dijo Fouquet.

–– ¡Ella aquí! ––exclamó Pellisson––. Esta-ba seguro de ello,

–– ¿Y qué?...

––Ha subido muy pálida a la carroza.

–– ¿Y qué me importa? ––dijo Fouquet.

––Sí, pero lo que os importa es lo que ha di-cho a su cochero.

–– ¿Pues qué le ha dicho, Dios Santo? ––exclamó la marquesa.

––A casa del señor Colbert ––dijo Pellissoncon voz ronca.

Page 1056: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Gran Dios! ¡Marchad, monseñor! ––respondió la marquesa, conduciendo a Fouquetfuera del salón mientras Pellisson lo arrastrabapor la mano.

––Pero, señor ––dijo el superintendente––,¿soy acaso un niño a quien se le causa miedocon una sombra?...

––Sois un gigante ––dijo la marquesa––, aquien una víbora trata de picar en el talón.

Pellisson siguió arrastrando a Fouquet haciala carroza.

–– ¡Al palacio! ¡A escape! ––gritó al cochero.

Los caballos salieron como el rayo; ningúnobstáculo debilitó su marcha un solo instante.Pero en la arcada de San Juan, cuando iban adesembocar en la plaza de la Grève, una filalarga de jinetes, obstruyendo el paso, detuvo lacarroza del superintendente. No hubo medio deforzar esta barrera, y fue menester que pasasenlos arqueros de la ronda a caballo, pues eran

Page 1057: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ellos, con el pesado carretón que escoltaban yque subía rápidamente hacia la plaza Baudoyer.

Fouquet y Pellisson no prestaron atención aeste acontecimiento, sino para deplorar el mi-nuto de retraso que sufrían, entrando cinco mi-nutos después en casa del alcaide.

Éste paseábase aún por el primer patio.

Al nombre de Fouquet, pronunciado a su oí-do por Pellisson, el alcaide se acercó a la carro-za con presteza, y, sombrero en mano, aumentósus reverencias.

–– ¡Qué honor para mí, monseñor! ––dijo.

––Una palabra, señor alcaide. ¿Queréis entraren mi carroza?

El oficial entró en la pesada máquina y se sen-tó frente a Fouquet.

––Señor ––dijo Fouquet––, he de pediros unfavor.

––Hablad, monseñor.

Page 1058: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Favor comprometido para vos, señor, peroque os promete para siempre mi protección ymi amistad.

––Aunque fuera necesario que me arrojase alfuego por vos, lo haría, monseñor.

––Bien ––dijo Fouquet––, lo que os pido esmás sencillo.

––Está hecho, monseñor. ¿De qué se trata?

––De conducirme a las habitaciones de los se-ñores Lyodot y Eymeris.

–– ¿Quiere explicarme monseñor para qué?

––Os lo diré en su presencia, señor, almismo tiempo que os daré todos los mediosde paliar esta evasión.

–– ¡Evasión! ¿Conque monseñor no sabe?...

–– ¿Qué?

––Que el señor Lyodot y el señor Eymeris yano están aquí.

Page 1059: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Desde cuándo? ––preguntó temblandoFouquet.

––Desde hace un cuarto de hora.

––Pues ¿dónde se hallan?

––En el torreón de Vincennes.

–– ¿Quién los ha sacado de aquí?

––Una orden del rey.

–– ¡Desgracia! ––murmuró Fouquet golpeán-dose la frente––. ¡Desgracia!

Y sin decir una palabra más al alcaide, quedó,en su carroza con la desesperación en el alma yla muerte en el semblante.

–– ¿Qué hay? ––dijo Pellisson con ansiedad.

–– ¡Nuestros amigos están perdidos! ¡Colbertlos ha llevado al torreón! Ellos eran con quienesnos cruzamos en la arcada de San Juan. HeridoPellisson como por un rayo; no contestó pala-

Page 1060: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

bra. Con un solo reproche hubiera matado a suamo.

–– ¿Dónde va, monseñor? ––preguntó el laca-yo.

––A mi casa de París; vos, Pellisson, volved aSaint Mandé y enviadme al abate Fouquet paradentro de una hora. ¡Marchad!

LIX

PLAN DE BATALLA

Estaba muy avanzada la noche cuando el aba-te Fouquet entró en el cuarto de su hermano.Gourville le seguía. Estos tres hombres estabanpálidos, presintiendo acontecimientos futuros,y parecían menos tres poderosos del día quetres conspiradores unidos por igual pensamien-to de violencia. Fouquet se paseaba hacía mu-

Page 1061: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cho tiempo con los ojos bajos , y las manoscruzadas.

Tomando por fin valor y dando un gran sus-piro:

––Abate ––dijo––, hoy mismo me habéishablado de ciertas gentes a quienes mantenéis.

––Sí, monseñor ––respondió el abate.

––La verdad, ¿quiénes son esas gentes?

El abate vaciló.

–– ¡Vamos! Nada de miedo, que no amenazo;nada de bromas, que no chanceo.

––Ya que me preguntáis la verdad, monseñor,os diré que tengo ciento veinte amigos o com-pañeros de placeres, tan unidos a mí como losladrones a la horca.

–– ¿Y podéis contar con ellos?

––Absolutamente.

–– ¿Y no os comprometeréis?

Page 1062: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Ni me lo figuro siquiera.

–– ¿Y son gente decidida?

––Quemarán a París si les prometo queellos no serán quemados

––Lo que yo os pido, abate ––dijo Fouquet––, es lanzar, vuestros ciento veinte hombressobre la gente que yo designe en un momentodado... ¿Es posible?

––No será la vez primera que les suceda talcosa, monseñor.

––Bien; pero, ¿esos bandidos atacarán... a lafuerza armada?

––Es su costumbre.

––Entonces, reunid vuestros ciento veintehombres, abate.

––Corriente. Y; ¿dónde?

––En el camino de Vincennes, mañana, a lasdos en punto.

Page 1063: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Para arrebatar a Lyodot y a Eymeris?. . .

––Habrá golpes que recibir.

––Muchísimos. ¿Tenéis miedo?

––Por mí, no, sino por vos.

–– ¿Sabrán vuestros hombres lo que hacen?

––Son lo suficiente inteligentes para no adivi-narlo... Pero un ministro que provoca una rebe-lión contra su rey... se expone.

–– ¿Y qué os, importa, si pago?... Además, sicaigo, vos; caéis conmigo.

––Entonces, será muy prudente no moverse,monseñor, y dejar al rey que se tome esa insig-nificante satisfacción.

––Bien podéis pensar, abate, que Lyodot yEymeris en Vincennes, son un preludio de rui-na para mi casa. Lo repito; si yo soy arrestado,vos seréis apresado; si yo apresado, vos deste-rrado.

Page 1064: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Monseñor, estoy a vuestra disposición.¿Tenéis que darme órdenes?

––Lo dicho: que mañana, los dos banquerosde quienes se pretende hacer víctimas, cuandohay tantos criminales impunes, sean arrancadosal furor de mis adversarios. Tomad vuestrasmedidas en consecuencia.. ¿Es posible?

––Es posible:

––Decidme vuestro plan.

––Mi plan es de una sencillez admirable. Laguardia ordinaria para las ejecuciones consta dedoce arqueros.

––Mañana irán ciento.

–Cuento con ello, y digo más: habrá doscien-tos.

––Entonces, no tenéis suficiente con cientoveinte hombres.

––Perdonad. En toda multitud compuesta decien mil espectadores, hay diez mil bandidos o

Page 1065: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

descuideros, pero que no se atreven a tomar lainiciativa.

–– ¿Y qué?

––Mañana habrá en la plaza de la Grève, a lacual escojo por teatro, diez mil auxiliares de misciento veinte hombres. La batalla la comienzanéstos y la acaban los otros.

–– ¡Bien! ¿Pero qué se hace con los presos?

––Se les hará entrar en una casa cualquiera dela plaza, y allí será necesario un sitio para quepuedan arrebatarlos... Y, mirad, otra idea mássublime todavía: ciertas casas tienen dos sali-das, una a la plaza de la Grève y otra a la callede Mortelliere, o de la Vannerie, o de la Tixe-randerie. Los presos que penetren por una, sal-drán por la otra.

–– ¡Pero decid algo positivo!

––Voy a buscar.

Page 1066: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pues yo ––exclamó Fouquet––, ya he encon-trado; escuchad lo que me sucede en este mo-mento.

––Escucho.

Fouquet hizo una seña a Gourville, el cual pa-reció comprender.

––Cierto amigo mío me presta a veces las lla-ves de una casa que tiene alquilada en la callede Baudoyer, y cuyos espaciosos jardines ex-tiéndanse detrás de cierta casa de la plaza dela Grève.

––Ese es el asunto ––dijo el abate––. ¿Cuál esla casa?

––Una taberna, cuya muestra representa laimagen de Nuestra Señora.

––La conozco ––dijo el abate. ––La tabernatiene ventanas que dan a la plaza, y salida a unpatio que debe conducir a los jardines de miamigo por una puerta de comunicación.

Page 1067: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Corriente.

––Entrad por la taberna con los presos yhaced que defiendan la puerta, mientras quevos los hacéis huir por el jardín y la plaza Bau-doyer.

––Es cierto, señor; haríais un general exce-lente como el señor príncipe,¿comprendido? ––

––Perfectamente.

–– ¿Cuánto necesitáis a fin de atracar a vues-tros bandidos con vino y para satisfacerlos conoro?

–– ¡Oh, monseñor, qué expresión! ¡Si ellos osescuchasen! Algunos son muy susceptibles.

––Quiero decir, que se debe hacer de modoque no distingan el cielo de la tierra, porquemañana lucharé con el rey, y cuando yo luchoquiero vencer, ¿comprendéis?

––Hecho, monseñor... Decidme las otrasideas.

Page 1068: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Eso es cosa vuestra.

––Entonces, entregadme vuestra bolsa.

––Gourville, contad cien mil libras al abate.

––Bueno... y no economizamos nada, ¿eh?

––Nada.

––Muy bien.

––Monseñor ––objetó Gourville––, si saben es-to, perdemos la cabeza. Vamos, Gourville ––replicó Fouquet rojo de cólera––, me causáislástima; hablad por vos, quedo, mas lo que esmi cabeza no vacila de ese modo sobre mishombros. Vamos, abate, ¿está dicho?

––Dicho está. ¿Mañana a las dos?

––A medio día, porque es necesario que pre-pare a mis auxiliares secretamente.

––Es verdad; no economicéis el vino del ta-bernero.

Page 1069: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No economizaré ni su vino ni su, casa ––replicó el abate con sonrisa diabólica––. Os digoque tengo mi plan, dejadme ponerlo por obra yya veréis.

–– ¿Dónde os encontraré?

––Por hoy en ninguna arte. ¿Y cómo meenteraré?

––Por medio de un correo, cuyo caballo estaráen el mismo jardín de vuestro amigo. A propó-sito; ¿cómo se llama ese amigo?

Fouquet miró de nuevo a Gourville, el cualvino en socorro de su señor, diciendo:

––La casa puede reconocerse perfectamente:la imagen de Nuestra Señora por delante, y unjardín, único en el barrio, por detrás.

––Perfectamente. Voy a avisar a mis soldados.

––Acompañadle, Gourville ––dijo Fouquet––,y contadle el dinero. Un momento, abate... un

Page 1070: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

momento, Gourville… ¿Qué aspecto se dará aeste acontecimiento?

–– Uno muy natural... Un tumulto.

–– ¿Tumulto a propósito de qué? Porque, alfin; si alguna vez está dispuesto el pueblo deParís a hacer fiestas al rey, es cuando hace eje-cutar a los banqueros.

––Yo arreglaré eso––dijo el abate.

––Sí, pero lo arreglaréis mal y lo adivinarán.

––No, no... Tengo una idea.

––Manifestadla.

––Mis hombres gritarán. ¡Colbert! ¡Viva Col-bert!, se arrojarán sobre los presos como parahacerlos pedazos y arrancarlos a la horca, quees suplicio más dulce.

–– ¡Ah! Es, una idea, efectivamente ––dijoGourville––. ¡Diablo, señor abate, qué imagina-ción!

Page 1071: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Amigo, es digna de la familia ––respondióéste con orgullo.

––Tunante ––murmuró Fouquet. Y añadió enseguida:

–– ¡Es ingenioso! Hacedlo y procurad no ver-ter sangre.

Gourville y el abate salieron juntos.

El superintendente se acostó sobre unos coji-nes, soñando a medias con los terribles planesdel siguiente día, y a medias con el amor.

LX

LA TABERNA “LA IMAGEN DE NUES-TRA SEÑORA”

Al siguiente día, cincuenta mil curiosos habí-an tamado posición alrededor de dos horcaslevantadas en la plaza de la Grève, entre el

Page 1072: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

muelle del mismo nombre y el de Pelletier, launa junto a la otra adosadas al parapeto del río.

Aquella misma mañana todos los pregonerosjurados de la buena ciudad de París habían re-corrido los barrios y arrabales pregonando consus roncas voces, da gran justicia que mandabahacer el rey con dos prevaricadares; ladrones ysanguijuelas del pueblo. Y e1 pueblo, cuyosintereses se tomaba con tanto ardor, dejaba sustiendas y talleres, para no faltar al respeto debi-do a su rey y demostrar algún reconocimiento aLuis XIV, como harían los convidados que te-mieran ser descorteses no asistiendo a la casade quien los hubiera invitado.

Según el tenor de la sentencia, que leían alto ymal dos pregoneros, dos arrendadores de con-tribuciones, acaparadores de dinero, mal-gastadores de caudales reales, concusionarios yfalsarios, iban a sufrir la pena capital en la plazade la Grève, con sus nombres fijos en la cabeza”

Page 1073: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Mas la sentencia no hacía mención de estosnombres.

Llegaba, pues, al colmo la curiosidad de losparisienses, y, como ya hemos manifestado, unamultitud inmensa esperaba con febril impa-ciencia la hora señalada, para la ejecución. Yahabía corrido la noticia de que los presos, tras-ladados al castillo de Vincennes, serían con-ducidos desde esta cárcel a la plaza de la Grève;de modo que estaban intransitables el barrio yla calle de Sen Antonio, porque la población deParís, en días de gran ejecución, dividiese endos categorías: los que desean presenciar elpaso de los condenados (corazones tímidos ydulces, curiosos de filosofía) y los que deseanpresenciar la muerte del sentenciado (corazonesávidos de sensaciones).

Aquel mismo día había recibido el señor deArtagnan sus últimas instrucciones del rey, ydado el correspondiente adiós a sus amigos,cuyo número quedaba reducido por al momen-

Page 1074: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

to a Planchet. En seguida trazóse el plan deaquel día como debe hacerlo todo hombre ocu-pado, cuyos momentos cuenta porque apreciasu importancia.

––Mi marcha ––dijo–– está fijada para el ama-necer; a las tres de la mañana; de modo quetengo quince horas mías. Quitemos las horasdel sueño que me son indispensables, seis; unapara la comida; siete; una de visita a Athos,ocho; y dos para casos imprevistos: total, diez:Todavía me quedan cinco horas. Una parahacer que me nieguen el dinero en casa de Fou-quet; otra para ir a buscar ese dinero a casa delseñor Colbert y recibir sus preguntas y sus ges-tos; y otra para inspeccionar mis armas, misvestidos, y hacer que den manteca a mis botas.Aún me restan dos horas. ¡Pardiez! ¡Qué ricosoy!

Al decir esto sintió Artagnan una alegría ex-traña, alegría de joven, perfume de aquellos

Page 1075: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

hermosos y felices años de otro tiempo que su-bían a su frente y lo embriagaban.

––En esas dos horas ––dijo el mosquetero––iré a “La Imagen de Nuestra Señora.” ¡Trescien-tas setenta y cinco mil libras! ¡Diantre! ¡Es sor-prendente! Si el pobre que sólo tiene una libraen el bolsillo, tuviese una libra y doce sueldos,sería cosa muy justa; pero jamás suceden alpobre semejantes venturas. El rico, por el con-trario, créase rentas con su dinero, al cual notoca jamás. ¡He aquí trescientas setenta y cincomil libras que me caen del cielo, iré; pues, a “LaImagen de Nuestra Señora”, y beberé con miinquilino un vaso de vino español que no dejaráde ofrecerme. Pero es preciso orden, señor deArtagnan; es necesario orden. Organicemos,pues, nuestro tiempo, y repartamos el empleode él. Artículo 1° Athos: Artículo 2° “La Imagende Nuestra Señora”. Artículo 3° Señor Fouquet.Artículo 4° Señor Colbert: Artículo 5° Comer:Artículo 6° Vestidos, botas caballos, maleta.Artículo 7° y último. Sueño.

Page 1076: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Por consiguiente, Artagnan se fue derecho acasa del conde de la Fère, a quien relató cándi-da y modestamente una parte de sus buenasaventuras.

Athos no estaba sin inquietud desde la víspe-ra, con respecto a la visita de Artagnan al rey;pero le bastaron cuatro palabras, como cuatroexplicaciones. Athos conoció que Luis habíaencargado a Artagnan de alguna comisión im-portante, y ni aun siquiera pretendió hacerleconfesar el secreto. Sólo le ofreció discretamenteacompañarlo si la cosa era posible.

––Pero, amigo ––dijo Artagnan––––, ¡si no memarcho!

–– ¡Cómo! ¡Venís a despediros y no os mar-cháis!

–– ¡Oh! Sí tal ––replicó Artagnan ruborizán-dose un poco––. Van a hacer una adquisición.

Page 1077: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Eso es otra cosa. En tal caso varío de fórmu-la, y en lugar de deciros: “no os dejéis matar”,diré: “no os dejéis robar”.

––Amigo querido, os avisaré si fijo mi idea enalguna propiedad, y entonces tendréis la bon-dad de aconsejarme.

––Sí, sí ––dijo Athos, demasiado delicado pa-ra permitirse la compensación de una sonrisa.

Raúl imitaba la reserva paterna, y Artagnanconoció que era demasiado misterioso abando-nar a unos amigos con un pretexto, sin decirlessiquiera el camino que llevaba.

––He escogido el Mans ––dijo Artagnan––.¿Es buen país?

––Excelente, amigo ––replicó el conde sinhacerle advertir que el Mans estaba en la mismadirección que Tours, y que esperando dos díasa lo más, podían hacer juntos el camino.

Page 1078: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Pero Artagnan, más embarazado que el con-de, socavaba a cada nueva explicación el ba-rranco en que se había metido poco a poco.

––Mañana al amanecer me marcho ––dijo alfin––. Hasta entonces, ¿quieres venirte conmi-go, Raúl?

––Sí, señor caballero ––dijo el joven––, si elseñor conde no me necesita.

––No, Raúl, hoy tendré audiencia de Mon-sieur el hermano de el rey. Raúl pidió su espadaa Grimaud, que se la llevó al instante.

––Entonces, ––repuso Artagnan abriendo susbrazas a Athos––, adiós, querido amigo,

Athos lo abrazó largo tiempo, y Artagnan,que comprendió muy bien su discreción, le des-lizó al oído:

––Asunto de Estado.

A lo cual sólo respondió Athos con un apre-tón de manos más significativo aún:

Page 1079: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Entonces se separaron: Raúl tomó el brazo desu amigo, que le condujo por la calle de SaintHonoré.

––Te llevo a casa del dios Plutón ––dijo Ar-tagnan al joven; prepárate; todo el día verásapilar escudos. Pero, ¡Dios Santo! ¿Qué es esto?

–– ¡Oh! Mucha gente hay en la calle ––dijoRaúl.

–– ¿Es día de procesión? ––preguntó Ar-tagnan a un transeúnte.

––Día de estrangulación, señor contestó és-te.

–– ¡Cómo! ¿Ahorcan ––dijo Artagnan–– en laGrève?

––Si, señor:

–– ¡Vaya al diablo el bergante que se haceahorcar el día que tengo precisión de cobrar ami inquilino! ––exclamó Artagnan––. Raúl; ¿hasvisto ahorcar?

Page 1080: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Jamás, señor, a Dios gracias!

–– ¡Lo que es la juventud! Si estuvieras deguardia en la trinchera, como yo he estado, y unespía... Pero, perdona, Raúl, yo desvarío... Tie-nes razón, es horrible ver ahorcar... ¿Queréisdecirme a qué hora ahorcan, amigo?

––Caballero ––repuso el hombre con deferen-cia, encantado de que iba a trabar conversacióncon gente de espada––, debe ser a las tres.

–– ¡Oh! No es más que la una y mediad es-tiremos las piernas y llegáremos a tiempo pa-ra cobrar mis trescientas setenta y cinco librasy volver antes de la llegada del paciente.

––De los pacientes, señor ––prosiguió el ple-beyo––, porque son, dos.

––Amigo, os doy mil gracias ––dijo Artagnan,que al ir envejeciendo se había vuelto de urba-nidad refinada.

Page 1081: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y arrastrando a Raúl, lo dirigió acelerada-mente hacia la plaza de la Creve.

Sin la grande costumbre que el mosqueterotenía de estar entre la multitud, y sin su puñoirresistible, al .cual unía una resistencia :pococomún de hombros, ninguno de, los dos viaje-ros; habría llegado a su destino.

Los dos seguían el muelle en que habían en-trado al salir de la calle dé Saint––Honoré. Ar-tagnan iba de]ante su codo, su puño y su hom-bro formaban tres puntas que sabía clavar, conarte los grupos para hacerlos romper y desunircomo astillas de madera.

No pocas veces usaba como refuerzo la em-puñadura de la espada, introduciéndola en lossitios más rebeldes, y haciéndola mover a guisade palanca, separaba al esposo de la esposa, altío del sobrino y al

hermano de la hermana. Todo esto tan natu-ralmente y con tan graciosas sonrisas, que era

Page 1082: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

necesario tener costillas de bronce para no gri-tar gracias, cuando la empuñadura hacía suoficio, o corazones de diamante para no encan-tarse, cuando la sonrisa dilataba los labios delmosquetero,.

Siguiendo Raúl a su amigo contemplaba a lasmujeres, que admiraban su hermosura, conten-taba a los hombres, que sentían la rigidez desus músculos, y ambos hendían, gracias a estamaniobra, la onda un poco compacta y alboro-tada del populacho.

Llegaron finalmente a la vista de las dos hor-cas, y Raúl volvió los ojos con pesar. Pero Ar-tagnan ni siquiera las vio; su casa, cuyas ven-tanas estaban llenas de curiosos, atraía y absor-bía toda la atención de que era capaz.

En la plaza y en derredor de las casas divisóbuen número de mosqueteros con licencia, queunos con mujeres, otros con amigos, esperabanel instante de la ceremonia.

Page 1083: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Lo que más le alegró fue ver que el tabernero,su inquilino, se desvivía por atender a todos susclientes.

Tres mozos no bastaban para servir a los be-bedores, que los había en la tienda, en los cuar-tos y en el patio mismo.

Artagnan hizo observar a Raúl esta afluencia,y añadió:

––No tendrá excusa el tuno para no pagarme.¿Ves todos esos bebedores, Raúl? Se creería queson gente de buena compañía. ¡Diantre! Pero nohay sitio.

Entretanto, Artagnan consiguió atrapar al pa-trón por el cuello de su camisa y hacerse reco-nocer.

–– ¡Ah! Señor ––dijo el tabernero medio loco––. ¡Un minuto, por favor! Aquí tengo cien en-diablados que agotan mi bodega.

––La bodega, bueno, pero no el cofre.

Page 1084: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Oh! Señor, vuestros treinta y siete doblo-nes y medio los tengo muy contados allá arribaen mi habitación; pero en esta otra sala haytreinta compañeros que chupan las tablas de unbarrilito de Oporto que abrí esta mañana paraellos... Concededme un minuto, nada más queun minuto.

––Corriente.

––Me voy––dijo Raúl en voz baja a Artagnan––; esta alegría es innoble.

––Caballero ––replicó Artagnan severamente––, vais a hacerme el gusto de quedaros; el sol-dado debe habituarse a todos los espectáculos.Hay en los ojos, cuando uno es joven, ciertasfibras que es preciso saber endurecer. Además,Raúl, ¿quieres dejarme aquí solo? Eso sería unmal para ti. Oye, allí está el patio, y en el patioun árbol; vente a su sombra y allí respiraremosmejor que en esta atmósfera caliente de vinoderramado.

Page 1085: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Desde el lugar en que estaban colocados losdos nuevos huéspedes de “La Imagen de Nues-tra Señora”, oían el murmullo siempre crecientede las oleadas del pueblo, y no perdían ni ungrito ni un gesto de los bebedores, sentados alas mesas en la taberna, o diseminados por lassalas.

El árbol, bajo el cual habíanse sentado, los cu-bría con su ya espeso follaje. Era un copudocastaño, de ramas inclinadas, que derramabasu negra sombra sobre una mesa rota de talmodo, que los bebedores debían haber renun-ciado a servirse de ella.

Decimos que todo lo veía Artagnan desde es-te puesto. Observaba, en efecto, las idas y veni-das de los mozos, la llegada de nuevos bebedo-res, y la acogida que se les hacía, unas vecesafectuosa y otras hostil. Y todo lo observaba porpasatiempo, porque los treinta y siete doblonesy medio tardaban en llegar.

Raúl se lo hizo observar, diciéndole:

Page 1086: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Señor, no dais prisa a vuestro inquilino;pronto van a llegar los reos, y habrá tal confu-sión entonces, que no podremos salir.

––Es verdad ––dijo el mosquetero––. ¡Hola!¡Eh! ¡Alguien aquí, pardiez!

Pero por más que gritó y golpeó sobre los res-tos de la mesa, que cayó hecha polvo a sus pu-ñadas, nadie apareció.

Preparábase Artagnan a ir en busca del taber-nero, para obligarle a una explicación definiti-va, cuando la puerta del patio en que se hallabacon Raúl, puerta que comunicaba con el jardíntrasero, se abrió trabajosamente sobre sus goz-nes ruinosos y un hombre, vestido de caballero,salió de ese jardín, con la espada envainada,pero no ceñida, atravesó el patio, sin cerrar lapuerta, y, habiendo dirigido una mirada obli-cua sobre Artagnan y su compañero, se dirigióa la taberna recorriéndolo todo con los ojos, queparecían penetrar las paredes y las conciencias.

Page 1087: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Hola! ––se dijo Artagnan interiormente––:¿Quién será éste? ¡Ah! Sin duda es también uncurioso de estrangulación.

En este mismo momento cesaron los gritos yel alborozo en las salas de arriba. Tal silencio,en semejantes circunstancias, sorprende tantocomo un aumento de ruido. Artagnan quisoaveriguar cuál era la causa de aquel silenciorepentino.

Entonces vio que aquel hombre en traje decaballero acababa de entrar en la sala principaly arengaba a los bebedores, quienes lo escucha-ban con mucha atención. Quizá hubiera oídoArtagnan su alocución sin el ruido dominantede los clamores populares, que formaban for-midable acompañamiento a la arenga del ora-dor. Pero ésta acabó pronto; y toda la gente dela taberna comenzó a salir en pequeños grupos,de tal suerte que sólo quedaron seis en la sala,uno de estos seis, el hombre de la espada, llamóaparte al tabernero, entreteniéndole con razo-

Page 1088: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

nes más o menos serias, mientras los otros en-cendían un gran fuego en el atrio, cosa bastanteextraña con el buen tiempo y el calor que hacía.

––Es cosa extraña ––dijo Artagnan a Raúl––;pero yo conozco a esas caras.

–– ¿No advertís ––dijo Raúl––que huele ahumo?

––Advierto más: que huele a conspiración ––repuso Artagnan. Al decir esto, cuatro hombreshabían bajado al patio, y, sin apariencia de ma-los designios, se ponían de guardia en las cer-canías de la puerta de comunicación, echandopor intervalos miradas a Artagnan que signifi-caban muchas cosas.

––¡Diantre ––dijo en voz muy baja Artag-nan a Raúl––, aquí hay algo! ¿Eres curioso,Raúl?

––Según, señor caballero.

Page 1089: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pues yo soy curioso como una mujer.Anda un poco y observemos el golpe de vistaque ofrece la plaza. ¡Bien se puede apostar aque será curioso!

––Pero ya sabéis, señor, que yo no quiero serespectador pasivo, e indiferente de la muerte dedos pobres diablos.

–– ¡Pues y yo! ¿Supones que soy un salva-je? Ya entraremos cuando haya que entrar.¡Ven!

Encamináronse, pues, hacia la casa y se colo-caron cerca de una ventana que, cosa más sin-gular que todo lo demás, permanecía desocu-pada.

Los dos últimos bebedores, en vez de mirarpor esta ventana, alimentaban el fuego.

Al ver entrar a Artagnan y a su amigo, ex-clamaron:

–– ¡Ah, ah! Refuerzo.

Page 1090: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan dio con el codo a Raúl.

––Si, valientes, refuerzo ––dijo––. ¡Diantre!Vaya un fuego famoso...

–– ¿Qué vais a cocer en él?

Los dos hombres rompieron en una carcajadajovial, y, en lugar de responder, añadieron leñaal fuego.

Artagnan no se cansaba de contemplarlos.

––Vamos ––dijo uno de los hombres––; os en-vían para decirnos el momento, ¿no es verdad?

––Sin duda ––dijo Artagnan, que deseaba sa-ber a qué atenerse––. ¿A qué vendría yo aquí, sino fuese a eso?

––Entonces, poneos a la ventana, si queréis yobservad.

Artagnan sonrió en su interior, hizo una señaa Raúl y se puso complaciente a la ventana.

Page 1091: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

LXI

¡VIVA COLBERT!

Era un espectáculo espantoso el que presen-taba en aquel momento la plaza de la Greve.

Las cabezas, niveladas por la perspectiva, ex-tendíanse espesas y ondulantes, como las espi-gas devasto trigal.

De vez en cuando un ruido singular y un ru-mor lejano hacían oscilar más las cabezas y bri-llar centenares de ojos.

A veces sentíase una gran conmoción. Todasaquellas espigas doblegábanse y se convertíanen oleadas más movedizas que las del Océano,que rodando de las extremidades al centro ibana chocar, como aguas agitadas, en la fila de ar-queros que rodeaba las horcas.

Entonces bajaban las alabardas y amagabansobre las cabezas o sobre los hombros de los

Page 1092: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

invasores, en cuyo caso abríase un ancho círcu-lo en derredor de la guardia, espacio conquis-tado a costa de las extremidades, que sufrían asu vez súbita opresión contra los parapetos delSena.

Desde lo alto de la ventana que dominaba to-da la plaza, vio Artagnan con interior satisfac-ción que todos aquellos mosqueteros y guardiasque se hallaban entre la mulitud, sabían hacerselugar a fuerza de golpes dados con el pomo dela espada. También notó que habían consegui-do, por ese espíritu de cuerpo que dobla lasfuerzas del soldado, reunirse en un grupo deunos cincuenta hombres, y que, a excepción deuna docena de extraviados, a quienes veía errarde acá para allá, el grupo estaba a distancia desu voz. Pero no sólo los mosqueteros y guardiaseran los que llamaban la atención de Artagnan.Alrededor de las horcas, sobre todo en las in-mediaciones de la arcada de San Juan, se agita-ba un torbellino ardiente; rostros atrevidos yaun resueltos se distinguían por todas partes en

Page 1093: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

medio de fisonomías serenas y rostros indife-rentes, cambiaban señales y se daban las ma-nos. Artagnan, divisó en los grupos, y en losgrupos más animados, la catadura del caballeroque había visto entrar por la puerta de comuni-cación de su jardín, y que había subido al pisoprincipal a fin de arengar a los bebedores. Estehombre organizaba partidos y distribuía órde-nes.

–– ¡Pardiez! ––exclamó Artagnan––. No meengañaba; yo conozco a ese hombre. ¡Es Menne-ville! ¿Qué diantres hace aquí?

Un sordo murmullo, que se acentuaba porgrados, detuvo su reflexión y atrajo sus miradashacia otro lado. Aquel murmullo era producidopor la llegada de los reos, a quienes precedía unfuerte piquete de arqueros que apareció en elángulo de la arcada. La multitud entera comen-zó a dar gritos, y todos estos gritos formabanun aullido inmenso.

Page 1094: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan vio a Raúl que se ponía pálido, y ledio un fuerte golpe en el hombro.

Al oír aquel enorme grito, los hombres queencendían el fuego se volvieron y preguntaronen qué estaban ya.

––Ya llegan ––dijo Artagnan.

––Bueno ––respondieron, avivando la llamade la chimenea. Artagnan los miró inquieta-mente. Era evidente que estos hombres queencendían semejante fuego sin utilidad algunatenían intenciones extrañas.

Aparecieron los condenados en la plaza; ibana pie, el verdugo delante y cincuenta arquerosen fila a derecha e izquierda. Ambos vestían denegro, y hallábanse pálidos, pero resueltos. Acada instante miraban con inquietud por enci-ma de las cabezas, alzándose sobre las plantasde los pies.

Artagnan notó este movimiento.

Page 1095: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Pardiez! ––dijo––. ¡Mucha prisa tienenpor ver la horca! Raúl retrocedía, sin fuerzaspara dejar del todo la ventana. También el te-rror tiene su atracción.

–– ¡Muera! ¡Muera! ––gritaron cincuentamil voces.

–– ¡Sí, muera! ––prorrumpieron un centenarde furiosos, como si la gran masa de gente lesllevase la contraria.

–– ¡A la cuerda! ¡A la cuerda! ––gritó la mu-chedumbre––. ¡Viva el rey!

–– ¡No! ¡No!, ¡Nada de horca! ––vociferaron coros. ¡Viva Colbert!

–– ¡Caray! ––murmuró Artagnan––. Esgracioso: ¡hubiera creído que era el señorColbert quien los hacía ahorcar!

Hubo en aquel momento un movimiento quedetuvo algún tanto la marcha de los condena-dos.

Page 1096: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Las gentes de catadura atrevida y resueltaque había advertido Artagnan, a fuerza de mo-verse mucho, casi habían llegado a la fila de losarqueros.

El cortejo se volvió a poner en marcha.

De pronto, y a los gritos de ¡viva Colbert!,aquellos hombres que Artagnan no perdía devista, se arrojaron sobre la escolta, que en vanopretendió luchar. Detrás de estos hombres esta-ba la multitud.

Entonces empezó, en medio de horrible albo-roto, una espantosa confusión.

Pero esta vez eran gritos de dolor más bienque gritos de impaciencia o de alegría.

Efectivamente, las alabardas herían, las espa-das agujereaban y los mosquetes comenzaban adisparar.

Hubo entonces un torbellino extraño, en me-dio de lo cual no vio nada Artagnan.

Page 1097: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Los condenados habían sido arrancados desus guardias y los arrastraban hacia la casa de“La Imagen de Nuestra Señora”.

Los que los conducían iban gritando: ¡vivaColbert!

El pueblo vacilaba, ignoraba si debía caer so-bre los arqueros o sobre los agresores.

Lo que sostenía al pueblo era que los que gri-taban ¡viva Colbert! comenzaban a proclamar almismo tiempo: “¡Nada de cuerda! ¡Abajo lahorca! ¡Al fuego! ¡Al fuego! ¡Quememos a losladrones, sanguijuelas del pueblo!”

Este grito a coro consiguió un éxito de entu-siasmo. El populacho había venido para ver unsuplicio, y se le ofrecía la ocasión de hacer unoél mismo.

Esto era más grato para el populacho. Desuerte que se afilió al instante en el partido delos agresores contra los arqueros, gritando con

Page 1098: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

la minoría que, gracias a él, habíase convertidoen mayoría de las más compactas.

–– ¡Sí, sí! ¡Al fuego los ladrones! ¡Viva Col-bert!

–– ¡Pardiez! ––murmuró Artagnan––. Me pa-rece que esto se va poniendo serio.

Uno de los hombres que estaba cerca de lachimenea se acercó a la ventana con su hachónen la mano.

–– ¡Ah! ––dijo––. Esto calienta. Y volviéndoseluego a sus compañeros, les dijo:

––Ésta es la señal.

Y de pronto arrimó el tizón encendido a unaleñera: No era una casa del todo nueva la ta-berna de “La Imagen de Nuestra Señora”; así esque no se hizo rogar para que ardiera al instan-te. Eh un momento crujen las tablas y suben lasllamas hacia el techo. Un aullido de afuera con-testa a los gritos que dan los incendiarios. Ar-

Page 1099: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tagnan, que nada había visto, porque estabamirando a la plaza, siente a un mismo tiempo elhumo que le sofoca y la llama que le quema.

–– ¡Hola! ––murmuró, volviéndose––. ¿Hayaquí fuego? ¿Estáis locos o endiablados, señoresmíos?

Los dos hombres lo miraron sorprendidos.

–– ¡Pues qué! ––dijeron a Artagnan–– ¿No escosa convenida? ¿Cosa convenida que queméismi casa? ––gritó Artagnan arrancando el tizónde manos del incendiario y arrimándoselo a lacara. El otro quiso prestar socorro a su camara-da; pero Raúl lo agarró y lo tiró por la ventana,en tanto que Artagnan arrojaba a su compañeropor la escalera.

Raúl, que se vio libre primero, arrancó los ca-setones del techo que ardían, y los esparcióhumeantes por la sala.

Page 1100: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

De una mirada vio Artagnan que nada habíaque temer ya por el incendio y corrió a la ven-tana.

El desorden había llegado a su colmo. A unmismo tiempo vociferaban: “¡Al fuego! ¡Al ase-sino! ¡A la horca! ¡A la hoguera! ¡Viva el rey yviva Colbert!”

El grupo que había arrancado a los reos demanos de los arqueros se acercaba a la casa, queparecía el objeto hacia el cual los llevaban.Menneville iba a la cabeza del grupo gritandomás fuerte que nadie:

–– ¡Al fuego! ¡Al fuego! ¡Viva Colbert!

Artagnan empezó a comprender. Queríanquemar a los condenados, y era su casa lahoguera que les preparaban.

–– ¡Alto ahí! ––gritó con la espada en la manoy un pie sobre la ventana––. Menneville, ¿quéqueréis?

Page 1101: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Señor de Artagnan ––gritó éste––, paso,paso!

–– ¡Al fuego! ¡Al fuego los ladrones!. ¡VivaColbert! ––chilló la multitud.

Estos gritos exasperaban a Artagnan.

–– ¡Diantre! ––dijo––. ¡Quemar a estos pobresdiablos que sólo han sido condenados a la hor-ca es una infamia!

Entretanto se hace más compacta la manga decuriosos apiñados contra las paredes, y cierra elpaso.

Menneville y los hombres que conducían a loscondenados sólo distaban diez pasos de lapuerta.

–– ¡Paso! ¡Paso! ––gritó pistola en mano.

–– ¡Queremos a los ladrones! ––aulló lamultitud––. “La Imagen de Nuestra Señora”está ardiendo. ¡Queremos a los ladrones, a lassanguijuelas del pueblo en la taberna! Ya no

Page 1102: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

había duda de lo que deseaban: la casa de Ar-tagnan.

Pero éste se acordó del antiguo grito quesiempre había dado eficazmente. ,

–– ¡A mí, mosqueteros!––gritó con voz de gi-gante, con una de aquellas voces que dominanal cañón, al mar, a la tempestad––. ¡A mí, mos-queteros!

Y colándose por un brazo a la ventana dejosecaer en medio de la multitud, que comenzó asepararse de aquella casa de donde llovíanhombres. Raúl se tiró detrás de él, ambos con laespada en la mano. Todos los mosqueteros queestaban en la plaza oyeron el grito de llamada,todos se volvieron, y todos reconocieron a Ar-tagnan.

–– ¡Al capitán! ¡Al capitán! –– gritaron a untiempo.

Y la multitud se abrió ante ellos como lasaguas ante la proa de un navío.

Page 1103: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

En aquel instante se encontraron de frente Ar-tagnan y Menneville.

–– ¡Paso! ¡Paso! ––gritó éste, viendo que notenía más que alargar el brazo para ganar lapuerta.

–– ¡No se pasa! ––dijo Artagnan, ¡Toma! ––dijo Menneville apuntando su pistola casi aboca de jarro.

Mas, antes de que hubiese caído el gatillo; Ar-tagnan alzó el brazo de Menneville con el puñode su espada, atravesándole la hoja por la mi-tad del cuerpo.

Ya te dije que permanecieras pacífico ––dijoArtagnan a Menneville, que rodó a sus pies.

–– ¡Paso! ¡Paso! ––gritaron los compañeros deéste, espantados al principio, pero tranquiliza-dos bien pronto, al ver que, sólo tenían, quehabérselas con dos hombres.

Page 1104: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Pero los dos hombres son dos gigantes concien brazos; y la espada voltea en sus manoscon la ligereza del rayo, agujereando con lapunta, hiriendo de plano y de filo, y arrojandoun hombre por tierra a cada golpe.

–– ¡Por el rey! ––grita Artagnan a cada hom-bre que hiere, es decir, a cada hombre que cae.

–– ¡Por el rey! ––grita Raúl. Este grito sirvióde norte a los mosqueteros, quienes, guiadospor él, se reunieron a Artagnan. Entretanto losarqueros se reponen del susto experimentado,cargan contra los agresores por detrás, y conmovimientos regulares abaten y destruyencuanto encuentran al alcance de su alabarda.

La muchedumbre, que ve relucir las espadasy volar por el aire las gotas de sangre, huye y secomprime ella misma.

En fin, resuenan gritos de misericordia y de-sesperación, que son el adiós de los vencidos.

Page 1105: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Los reos vuelven a caer en manos de los ar-queros. Artagnan se acerca a ellos y, viéndolospálidos y moribundos:

––Consolaos, pobre gente ––dijo––, no sufri-réis el espantoso tormento con que os amena-zan esos miserables. El rey os ha condenado aser ahorcados, y no seréis sino ahorcados. Vaya,que los ejecuten y hemos concluido.

Ya no había nada en “La Imagen de NuestraSeñora”. El fuego se había apagado con dostoneles de vino a falta de agua, y los conjuradoshabían huido por el jardín.

Los arqueros arrastraron a los condenados alas horcas.

El quehacer no fue mucho desde aquel mo-mento. Poco cuidadoso el ejecutor de operarsegún las formas del arte, se apresuró y despa-chó a los dos desgraciados en un minuto.

Mientras tanto, se apiña la gente en derredorde Artagnan, lo felicitan y lo lisonjean. El enju-

Page 1106: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

ga el sudor de su frente y la sangre de su espa-da, y se encoge de hombros al ver a Mennevillerevolcarse a sus pies en las últimas convulsio-nes de la agonía. Y en tanto que Raúl vuelve losojos compasivamente, él enseña a los mosque-teros las horcas cargadas con su triste peso:

–– ¡Cobres diablos! ––dijo––. Espero quehayan muerto bendiciéndome, porque los hesalvado de buena.

Estas palabras llegan a Menneville en el ins-tante en que va á dar su último suspiro. Unasonrisa irónica y sombría doblega sus labios;quiere responder, pero el esfuerzo que haceacaba su vida y expira.

–– ¡Oh! Todo esto es espantoso murmuró ––Raúl––: Vámonos, señor caballero.

–– ¿No estáis herido? ––preguntó Artagnan.

––No, gracias.

Page 1107: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Bien! ¡Eres un valiente, diantre! Esta es lacabeza del padre y el brazo de Porthos. ¡Ah! Sihubiera estado aquí Porthos hubiera visto cosabuena.

Y luego, murmuró a modo de recuerdo:

–– ¿Pero dónde diablos estará ese valientePorthos?

––Venid, señor, venid ––insistió Raúl.

Aguárdame un minuto, amigo mío, que voy atomar mis treinta y siete doblones y medio ysoy contigo. La casa rinde provecho prosiguióArtagnan entrando en la taberna “La Imagen deNuestra Señora” pero aun cuando fuese menosproductiva, mejor la desearía en otro barrio.

LXII

DÉ QUE MODO EL DIAMANTE DEL SE-ÑOR DE EYMERIS FUE A PARAR A MA-NOS DE ARTAGNAN

Page 1108: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Mientras ocurría en la Grève esta ruidosa ysangrienta escena, muchos hombres, parapeta-dos detrás de la puerta de comunicación deljardín, envainaban sus aceros, ayudaban a unode ellos a montar en un caballo ensillado queesperaba en el jardín, y como bandada de pája-ros aterrorizados, huían en todas direcciones,unos escalando las tapias, otros precipitándosepor las puertas con todo el ardor del pánico.

El que montó a caballo, al que hizo sentir laespuela con tanta brutalidad que poco faltópara que saltase la tapia, atravesó la plaza Bau-doyer, pasó como un relámpago por entre lamultitud de las calles, arrojando personas atierra, y diez minutos después llegó a la puertade la superintendencia más jadeante aún que sucaballo.

Al ruido ensordecedor del hierro sobre laspiedras apareció el abate Fouquet en una ven-tana del patio, y aun antes que el jinete hubiera

Page 1109: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

echado pie a tierra le preguntó inclinando elcuerpo fuera de la ventana.

–– ¿Qué sucede, Danicamp?

–– ¡Todo ha concluido! ––respondió el jine-te.

–– ¡Concluido!––murmuró el abate––.¿Luego han sido salvados?

––No, señor ––replicó el jinete–– han sidoahorcados.

–– ¡Ahorcados! ––repitió el abate ponién-dose pálido.

De pronto se abrió una puerta lateral y apare-ció Fouquet en la sala, pálido, asustado, con loslabios entreabiertos por un grito de dolor y deira.

Detúvose en el umbral escuchando lo quehablaban desde él patio a la ventana.

–– ¡Canalla! ––dijo el abate–– ¿Conque noos habéis batido?

Page 1110: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Como leones.

––Decid como cobardes.

–– ¡Señor!

––Cien hombres aguerridos, espada en mano,valen por diez mil arqueros en una sorpresa.¿Dónde se encuentra Menneville, ese fanfarrónque no debía volver sino muerto o vencedor?

––Ha cumplido su palabra, señor, porque hamuerto.

–– ¡Muerto! ¿Quién lo ha matado?

––Un diablo en figura de hombre; un gigantearmado con diez espadas; un endiablado quede un solo golpe ha extinguido el fuego, el tu-multo y hecho salir cien mosqueteros del em-pedrado de la plaza de la Grève.

Fouquet alzó la frente empapada 'en sudor.

–– ¡Oh! ¡Lyodot y Eymeris!––exclamó––.¡Muertos, muertos, y yo deshonrado!

Page 1111: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Volvióse el abate, y, apercibiendo a su her-mano, anonadado y lívido:

–– ¡Vamos! ––dijo—. Es un golpe de la suerte,y no hay por qué lamentarse así. Cuando no seha conseguido es que Dios...

–– ¡Callaos, abate! ¡Callaos!––dijo Fouquet––.Vuestras disculpas son blasfemias. Haced quesuba ese hombre aquí y que cuente los detallesdel espantoso suceso.

––Pero, hermano mío...

–– ¡Obedeced, señor!

El abate hizo una seña, y medio minuto des-pués oyéronse en la escalera los pasos del hom-bre.

Al mismo tiempo apareció Gourville detrásde Fouquet, como el ángel de la guarda del su-perintendente, poniendo un dedo sobre los la-bios para indicarle que se dominara aun enmedio de sus arrebatos de dolor.

Page 1112: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

El ministro asumió toda la serenidad quepuede dejar la fuerza humana en un corazóndolorido. Apareció Danicamp.

––Haced vuestro relato ––dijo Gourville.

––Señor ––contestó el mensajero––; nosotroshabíamos recibido orden de arrebatar a los pre-sos y de gritar al mismo tiempo: ¡viva Colbert!

––Para quemarlos vivos, ¿no es verdad, aba-te? ––interrumpió Gourville.

–– ¡Sí, sí! La orden se había dado a Mennevi-lle; Menneville sabía lo que tenía que hacer, yMenneville ha muerto.

Esta noticia pareció calmar a Gourville en vezde entristecerlo:

––Para quemarlos vivos ––repitió el mensaje-ro, como si dudara que esta orden, la única quepor otra parte se había dado, fuese real. Paraquemarlos vivos, ciertamente ––repuso brus-camente el abate.

Page 1113: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Conforme, señor, conforme –– repuso elhombre buscando en la fisonomía de los dosinterlocutores lo que hubiera de triste o venta-joso en contarles la verdad.

––Contad, pues ––dijo Gourville. Los presos ––prosiguió Danicamp–– debían ser conducidosa la Gréve, y el pueblo enfurecido quería quefuesen quemados en lugar de ahorcados.

––El pueblo tiene sus motivos ––dijo el abate––; continuad.

––Pero ––repuso el hombre––, en el momentoen que los arqueros acababan de ser derrotados;en el instante en que el fuego prendía en una delas casas de la plaza, destinada a ser hoguera delos culpables, un furioso, ese demonio, ese gi-gante de que os hablaba, que dijo era el dueñode la casa en cuestión, ayudado de un joven quelo acompañaba, tiró por la ventana a los queactivaban el fuego, llamó en su auxilio, a losmosqueteros que se hallaban entre la muche-dumbre, saltó desde el primer piso a la plaza; y

Page 1114: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

manejó tan desesperadamente la espada; quefue devuelta la victoria a los arqueros, cogidoslos presos y Menneville muerto. Una vez, pre-sos los condenados, fueron ahorcados en tresminutos.

A pesar del poder que sobre sí mismo teníaFouquet; no pudo menos de dejar escapar unsordo gemido.

–– ¿Y cómo se llama ese hombre?––inquirió elabate––. El dueño de la casa.

––Lo ignoro, pues ni siquiera lo vi; me habíanseñalado mi puesto en el jardín, y allí permane-cí hasta que llegaron a cortarme la cosa. Teníaorden, cuando estuviese concluida, de venircorriendo a anunciárosla, de cualquier modoque hubiera terminado. Según esa orden, salí algalope; y aquí estoy.

––Perfectamente no tenemos nada más quepreguntarnos ––dijo el abate, cada vez más ate-

Page 1115: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

rrado a medida que se acercaba el momento deabordar a solas a su hermano.

–– ¿Os han pagado? ––preguntó Gourville.

––No, señor ––contestó Danicamp.

––Aquí tenéis veinte doblones; idos, y no ol-vidéis defender siempre como hoy los verdade-ros intereses del rey.

––Sí, señor ––dijo el hambre inclinándose yponiéndose el dinero en el bolsillo.

En seguida se marchó.

Apenas estuvo fuera, Fouquet, que habíapermanecido inmóvil, se adelantó con pasorápido y se encontró entre el abate y Gurville.

Los dos abrieron al mismo tiempo la boca pa-ra hablar.

–– ¡Nada de excusas! ––dijo––. Nada de re-criminaciones contra nadie. Si yo no hubiesesido un amigo falso, no hubiera confiado a na-

Page 1116: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

die el cuidado de salvar a Lyodot y Eymeris. Yosólo soy responsable, y yo sólo debo sufrir losremordimientos. Dejadme, abate.

––Sin embargo ––respondió éste––, no impe-diréis que yo haga buscar al canalla que se haentrometido por servir al señor Colbert en estapartida tan bien preparada; porque si es debuena política querer bien a sus amigos, no creoque sea mala la que consiste en perseguir a susadversarios de manera encarnizada.

––Tregua de política, abate; salid, y que novuelva a oír hablar más de vos hasta nueva or-den; es necesario mucho silencio y circuns-pección. Tenemos a la vista un horrible ejem-plo. Señores, nada de represalias, os lo prohíbo.

––No hay órdenes ––murmuró el abate–– queme impidan vengar sobre un culpable la afrentainferida a mi familia.

––Y yo ––exclamó Fouquet con aquella vozimperativa a que nada se tiene que contestar––;

Page 1117: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

si tenéis un pensamiento, uno sólo, que no seaexpresión absoluta de mi voluntad, os haré se-pultar en la Bastilla dos horas después que sehaya manifestado ese pensamiento. Haceos aello, abate.

El abate se inclinó sonrojado. Fouquet hizoseña a Gourville, de que lo siguiera, y ya sedirigía a su gabinete, cuando el ujier anuncio envoz alta:

––El señor Artagnan.

Negligentemente Fouquet a Gourville.

––Un ex teniente de mosqueteros de Su Ma-jestad ––contestó Gourville en igual tono.

Fouquet no se tomó el trabajo de reflexionarmás.

––Perdón, monseñor ––dijo entonces Gourvi-lle––; pero estoy pensando que ese bravo mozoha dejado el servicio del rey, y probablemente

Page 1118: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

vendrá a cobrar la cuarta parte de una pensióncualquiera.

–– ¡Vaya al diablo! ––dijo Fouquet––. ¿Por quéviene a tan mala hora?

––Entonces, permitid, monseñor, que le décualquier negativa, porque es conocido mío yhombre que vale más tener por amigo que porenemigo en las circunstancias presentes.

––Responded lo que gustéis ––dijo Fouquet.

–– ¡Qué, Dios mío! ––dijo el abate lleno derencor, como hombre de hábitos.

–– Responded que no hay dinero, sobretodo para los mosqueteros.

Pero no había acabado aún el abate de decirestas imprudentes palabras, cuando la puertaentornada se abrió del todo, y apareció Ar-tagnan.

––Señor Fouquet ––dijo––, ya sabía que nohabría dinero para los mosqueteros. Así es que

Page 1119: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

no venía para que me lo dierais, sino para queme lo negarais. Asunto terminado; gracias. Osdoy los buenos días, y me voy a buscarlo encasa del señor Colbert.

Y salió después de un saludo bastante ligero.

––Gourville ––dijo Fouquet––, corred en posde ese hombre y traédmelo.

Gourville obedeció, y alcanzó a Artagnan enla escalera.

Al oír pasos detrás de él se volvió Artagnan yvio a Gourville.

–– ¡Diantre! Señor mío ––dijo––, tristes mane-ras las de los señores hacendistas; vengo a casadel señor Fouquet para cobrar una suma de-cretada por Su Majestad, y se me recibe corno aun pobre que llega a pedir limosna, o como aun pillo que intenta robar un objeto de plata.

Page 1120: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero, ¿habéis pronunciado el nombre deColbert, apreciado señor de Artagnan? ¿Habéisdicho que ibais a casa del señor Colbert?

––Ciertamente que voy, aun cuando sólo fue-se para pedir satisfacción de las gentes quequieren quemar las casas gritando: ¡viva Col-bert!

Gourville escuchó.

–– ¡Oh, oh! ––dijo––. ¿Hacéis alusión a lo queacaba de suceder en la Grève?

––Cierto que sí.

–– ¿Y qué os importa lo que acaba de suce-der?

–– ¡Cómo! ¿Me preguntáis si me importa o nome importa que el señor Colbert haga de micasa una hoguera?

––Conque vuestra casa... ¿Es vuestra casa laque intentaban quemar?

–– ¡Pardiez!

Page 1121: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Es vuestra la taberna “La imagen deNuestra Señora”?

––Hace ocho días.

–– ¡Ah! ¿Sois ese intrépido capitán, esa valien-te espada que ha dispersado a los que queríanquemar a los condenados?

––Poneos en mi caso, querido señor Gourvi-lle; yo soy agente de la fuerza, pública y propie-tario. Como capitán, mi obligación es hacercumplir las órdenes del rey; como propietario,mi interés está en que no quemen mi casa. Heseguido, pues, a un mismo tiempo las leyes delinterés y las del deber, devolviendo al señorLyodot y al señor Eymeris a poder de los ar-queros.

–– ¿De modo que sois vos quien ha tirado aun hombre por la ventana?

––Yo mismo ––respondió modestamente Ar-tagnan.

Page 1122: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Vos sois quien ha muerto a Menneville?

––He tenido esa desgracia ––murmuró Artag-nan, saludando como persona a quien felicitan.

–– ¿Sois vos, en fin, quien ha sido la causa deque los reos fuesen ahorcados?

––En vez de ser quemados, sí señor, y me glo-río de ello. He librado a esos pobres diablos detorturas horribles. ¿Sabéis, mi querido señorGourville, que querían quemarlos vivos?

––Adiós, señor de Artagnan, adiós ––dijoGourville, queriendo ahorrar a Fouquet la vistadel hombre que acababa de causarle tan pro-fundo dolor.

––No ––dijo Fouquet, que había escuchadodesde la puerta de la antesala––; no, señor deArtagnan, entrad, por el contrario.

Artagnan limpió en la empuñadura de su es-pada una mancha de sangre que había escapa-do a su investigación, y entró.

Page 1123: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Entonces se encontró frente a aquellos treshombres, cuyos semblantes manifestaban tresexpresiones bien diversas: el del abate, la cóle-ra; el de Gourville, el estupor, y el de Fouquet;el de abatimiento.

––Perdón, señor ministro ––dijo Artagnan––;mas tengo pasado el tiempo y es preciso quevaya a la intendencia para explicarme con elseñor Colbert y cobrar mi cuarta.

––Pero, señor ––dijo Fouquet––, aquí hay di-nero.

Artagnan miró asombrado al su-perintendente.

––Se os ha respondido con ligereza, señor; yalo sé, lo he oído ––dijo el ministro––; un hombrede vuestro mérito debía ser conocido por todoel mundo:

Artagnan se inclinó.

–– ¿Tenéis el libramiento? ––repuso Fouquet.

Page 1124: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, señor.

––Dádmelo, voy a pagaros yo mismo; venid.

Hizo una seña a Gourville y al abate, quepermanecieran en la sala y condujo a Artagnana su gabinete.

–– ¿Cuánto se os debe, señor? ––preguntó.

––Unas cinco mil libras, monseñor.

–– ¿Por vuestros sueldos atrasados?

––Por una cuarta parte.

–– ¡Cinco mil libras por una cuarta parte! ––dijo Fouquet echando sobre el mosquetero unamirada profunda––. Según eso, ¿son veinte millibras al año las que os da el rey?

––Sí, monseñor, veinte mil libras. ¿Creéis quesea demasiado?

–– ¡Yo! ––exclamó Fouquet sonriendo amar-gamente–– Si yo conociese a los hombres, si yofuese en vez de un espíritu ligero, incon-

Page 1125: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

secuente y vano, un talento prudente y reflexi-vo; si, en una palabra; hubiera yo sabido comociertas gentes arreglar mi vida, no recibiríaisvos veinte mil libras anuales, sino cien mil, niperteneceríais al rey, sino a mi.

Artagnan se sonrojó levemente. Suele haberen la manera con que se hace un elogio, en lavoz del que elogia y su afectuoso tono un vene-no tan dulce, que a veces embriaga al más astu-to.

El superintendente terminó sus frases abrien-do una gaveta, de la cual sacó cuatro cartuchosque puso delante de Artagnan. El gascón rom-pió uno.

–– ¡Oro! ––murmuró.

––Con eso pesará menos, señor.

––Pero, monseñor, esto compone veinte millibras.

––Sin duda.

Page 1126: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Pero no se me deben más que cinco mil.

–– Quiero ahorraros la molestia de venir cua-tro veces a la superintendencia.

––Me hacéis mucho favor.

––Hago lo que debo, señor, y espero que nome guardaréis aversión por la acogida de mihermano, que es un espíritu acre y caprichoso.

––Monseñor ––dijo Artagnan––, creed quenada me molestaría tanto como una excusavuestra.

––No daré más, y me contentaré con solicita-res una gracia.

–– ¡Oh, monseñor!

Fouquet sacó de un dedo un diamante quevalía más de mil doblones.

––Señor ––dijo—, la piedra que veis me la re-galó un amigo de la infancia, un hombre aquien habéis hecho un gran servicio.

Page 1127: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

La voz de Fouquet alteróse sensiblemente.

–– ¡Un servicio! ¡Yo! ––dijo el mosquetero––.¿Yo he hecho un servicio a un amigo .vuestro?

––No podéis haberlo olvidado señor, porqueha sido hoy mismo.

–– ¿Y cómo se llama ese amigo?

––El señor de Eymeris.

–– ¿Uno de los reos?

––Sí, una de las víctimas. Pues bien, señor deArtagnan, en gracia al servicio que le habéishecho, os ruego que aceptéis este diamante.Hacedlo por amor mío.

––Monseñor...

––Aceptad, os digo. Hoy es para mí un día deduelo; quizá sepáis esto más tarde; hoy, he per-dido, un amigo; pues bien, pretendo encontrarotro.

––Pero, señor Bouquet…

Page 1128: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Adiós, señor de Artagnan, adiós ––murmuró Fouquet con el corazón dilatado––Hasta la vista.

Y el ministro salió de su gabinete, dejando enmanos del mosquetero la joya y las veinte millibras.

–– ¡Oh! ––repuso Artagnan después de unmomento de reflexión, sombría––. ¿Si com-prenderé esto? ¡Diantre! Sí, lo comprendo. ¡Esun hombre muy obsequioso! ... Voy a hacer queme explique esto el señor Colbert.

Y salió. .

LXIII

DE LA NOTABLE DIFERENCIA QUE EN-CONTRÓ ARTAGNAN ENTRE EL SEÑORINTENDENTE Y MONSEÑOR EL SUPER-INTENDENTE

El señor Colbert residía en la calle de Neuvedes Petits Champs, en una casa que antes habíapertenecido a Beautrú.

Page 1129: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Las piernas de Artagnan hicieron la travesíaen menos de un cuarto de hora.

Cuando llegó a la casa el nuevo favorito, es-taba el palacio lleno de arqueros y de policíasque iban a felicitarle o excusarse, según el modoque tuviera de presentarse. El sentimiento deadulación es instintivo entre gentes de condi-ción abyecta, porque lo sienten coma el animalsalvaje el oído o el olfato. Estas gentes, o su jefe,habían comprendido que se proporcionase ungran placer al señor Colbert dándole cuenta delmodo con que había sido pronunciado su nom-bre durante el alboroto.

Justamente se presentaba Artagnan en el ins-tante mismo en que el jefe de la ronda hacía surelato, y se quedó junto a la puerta, detrás delos arqueros.

El jefe cogió a Colbert aparte, no obstante, suresistencia y el fruncimiento de sus grandescejas, y le dijo:

Page 1130: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––En el caso, señor, en que realmente hubie-seis deseado que el pueblo hiciese justicia de lostraidores, habría sido prudente avisarnos; por-que, al fin, señor, a pesar de nuestro dolor pordesagradaros o contrariar vuestras miras, te-níamos nuestra consigna que cumplir.

–– ¡Tonto! ––contestó Colbert furioso sacu-diendo sus cabellos espesos y negros como cri-nes––. ¡Qué me estáis contando! ¿Qué? ¡Que yohubiera tenido la idea de un tumulto! ¿Estáisloco o borracho?

––Pero, señor, han gritado ¡viva Colbert! ––replicó, muy emocionado el jefe de la ronda.

––Un puñado de conspiradores.

–– ¡No, no, una masa del pueblo!

–– ¡Oh! ¿Es cierto? ––dijo Colbert tranquili-zándose––. ¿Una masa del pueblo gritaba: vi-va Colbert? ¿Estáis seguro de lo que decís, ca-ballero?

Page 1131: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––No había más que abrir los oídos, o másbien cerrarlos; ¡tan espantosos eran los gritos!

–– ¿Y era el pueblo, el verdadero pueblo?

––Ciertamente, señor; sólo que ese verdaderopueblo nos ha batido.

–– ¡Oh! Muy bien ––prosiguió Colbert ensi-mismado––. Entonces, suponéis que sólo elpueblo era quien quería hacer quemar a loscondenados.

–– ¡Oh! Sí, señor.

–– Eso es distinto... ¿Y habéis resistido bien?

––Señor, hemos tenido tres hombres sofoca-dos:

––Pero, no habréis muerto a nadie, ¿eh?

––Señor, algunos tunantes han quedado sobrela plaza, y entre ellos uno que no era un hom-bre ordinario.

–– ¿Quién?

Page 1132: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– Un tal Menneville, a quien hace muchotiempo vigilaba la policía.

–– ¡Menneville!––exclamó Colbert––. ¿El quemató en la calle de la Iluchete a un buen hom-bre que pedía un pollo gordo?

––Sí, señor, él mismo.

–– ¿Y ese Menneville vociferaba también vivaColbert?

––Más fuerte que todos los demás; como unrabioso.

Nublose la frente de Colbert y se arrugó. Laespecie de aureola codiciosa que iluminaba surostro se apagó, como el destello de los gusanosde luz a quienes se aplasta bajó la hierba.

–– ¿Pues no decíais ––preguntó entonces el in-tendente–– que la iniciativa venía del pueblo?Menneville era mi enemigo: le hubiera hechoprender, y él lo sabía muy bien. Menneville eradel abate Fouquet… Todo el negocio proviene

Page 1133: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de Fouquet. ¿No es sabido que los reos eran susamigos de infancia?

––Es verdad ––pensó Artagnan––, y ya estánen claro mis dudas. Pero, lo repito, él señorFouquet podrá ser todo lo que se quiera; peroes un hombre muy obsequioso.

–– ¿Y estáis seguro ––continuó Colbert–– deque ese Menneville ha muerto?

Artagnan pensó que era llegado el momentode hacer su entrada.

––Perfectamente, señor ––dijo adelantándosede pronto.

–– ¡Oh! ¿Sois vos, caballero? ––dijo Colbert.

––En persona ––contestó el mosquetero contono deliberado––; creo que teníais en ese Men-neville un lindo enemigo.

––No soy yo, caballero, quien tenía un enemi-go ––respondió Colbert––, sino el rey.

Page 1134: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Bárbaro!––pensó–– Artagnan––. Haces elgrave y el hipócrita conmigo.

––Pues bien ––respondió––, soy muy feliz porhaber prestado al rey tan excelente servicio.¿Querríais encargaros de decírselo a Su Ma-jestad?

–– ¿Qué comisión me dais, y qué me encar-gáis que le diga, caballero? Sed claro, os lo rue-go ––contestó Colbert con voz agria y cargadade hostilidad prematura.

––Yo no os doy ninguna comisión ––repusoArtagnan con esa calma que jamás abandona alos burlones––. Pensaba que os sería fácil anun-ciar al rey que fui yo quien hallándome allí porcasualidad, hizo justicia al señor Menneville ypuso las cosas en orden.

Colbert abrió los ojos e interrogó con la vistaal jefe de la ronda.

–– ¡Ah! Es muy cierto ––dijo este–– que esecaballero ha sido nuestro salvador.

Page 1135: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Haber dicho que veníais a referirmeeso! Todo se explicaba así mejor para vos quepara nadie.

––Os engañáis, señor intendente, yo no ve-nía de ningún modo a referiros esa.

––Es una hazaña, sin embargo, caballero.

–– ¡Oh! ––dijo el mosquetero con indiferen-cia––. La mucha práctica gasta la inteligencia.

––Entonces, ¿a qué debo el honor de vuestravisita?

––A esto simplemente: el rey me ha mandadovenir a veros.

–– ¡Ah! ––dijo Colbert recobrando suaplomo, porque veía que Artagnan sacaba unpapel del bolsillo––. ¿Es para pedirme dinero?

––Precisamente, señor.

––Pues tened la amabilidad de esperarme, ca-ballero.

Page 1136: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Artagnan giró sobre sus talones con bastanteinsolencia, y encontrándose enfrente de Colberten virtud de esa primera vuelta, lo saludó comohubiese podido hacerlo Arlequín; ejecutandodespués una segunda evolución, se dirigió abuen paso hacia la puerta.

Esta poderosa resistencia, a la que no estabaacostumbrado, llamó la atención de Colbert.Por regla general, cuando la gente de espadaiba a su casa, tenía tal necesidad de dinero, queaun cuando sus pies hubiesen echado raíces enel mármol no se habría agotado su paciencia.

¿Iba Artagnan derecho a ver al rey? ¿Iba aquejarse de una mala recepción; o a referir suhazaña? Grave asunto era éste de reflexión.

En todo caso el momento estaba mal escogidopara despedir a Artagnan, bien viniese de partedel rey, bien de la suya, propia. El mosqueteroacababa de prestar un gran servicio, y hacíamuy poco tiempo para que ya estuviese olvi-dado.

Page 1137: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

También pensó Colbert que valía más des-echar toda arrogancia y llamar a Artagnan.

–– ¡Eh! Caballero Artagnan ––gritó Colbert––.¿Así me dejáis? Volvió la cabeza Artagnan, ydijo con naturalidad:

–– ¿Por qué no? Nada más tenemos quedecirnos, ¿no es verdad?

––Por lo menos tenéis dinero que cobrarpuesto que traéis una labranza.

–– ¡Yo! Nada de eso, señor Colbert.

––Pero, en fin, caballero, tenéis un bono, y asícomo dais una estocada por el rey cuando osrequieren a ello, así yo también pago cuando seme da una orden. Presentadla.

––Es inútil, mi querido señor Colbert ––dijoArtagnan, que gozaba interiormente del desa-rrollo que había puesto en las ideas de Colbert––; este bono está satisfecho.

–– ¡Pagado! ¿Y por quién?

Page 1138: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Toma! Por el superintendente.

Colbert se puso pálido.

––Explicaos entonces ––dijo con voz débil––.Si estáis pagado, ¿para qué me enseñáis esepapel?

––A consecuencia de la consigna de quehablabais tan ingeniosamente, mi querido señorColbert; Su Majestad me había dicho que cobra-se la cuarta parte de la pensión que ha tenido abien concederme...

–– ¿En mi casa?... ––dijo Colbert.

––No, precisamente. Su Majestad me hadicho: “Id a casa del señor Fouquet; pero elsuperintendente quizá no tenga dinero, y en-tonces, iréis a casa del señor Colbert. El sem-blante de éste se iluminó un momento; perosu desgraciada fisonomía era como el cielo entempestad, unas veces radiante y otras, som-bría como la noche, según brille el relámpagoo pase la nube.

Page 1139: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Y... ¿había dinero en casa del superinten-dente? ––dijo.

–– ¡Vaya si había dinero! ––replicó Artagnan––. Preciso es creerlo, pues que el señor Fouquet,en lugar de pagarme la cuarta parte, que soncinco mil libras...

–– ¡Cinco mil libras! ––exclamó Colbert sor-prendido, corno lo fue Fouquet, de la magnitudde cantidad destinada a pagar los servicios deun soldado––. Serían entonces veinte mil librasde de pensión.

––Justamente, señor Colbert. Pardiez, contáiscomo el difunto Pitágoras; sí, veinte mil libras.

––Diez veces el sueldo de un intendente deHacienda, os doy la enhorabuena ––dijo Colbertcon irónica sonrisa.

–– ¡Oh! ––dijo Artagnan––. El rey se ha excu-sado por darme tan poco y también me ha pro-metido repararlo más tarde, cuando sea rico;pero, concluyo: estando muy de prisa . . .

Page 1140: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Sí, y a pesar de lo que Su Majestad espera-ba, ¿os ha pagado el superintendente?

––Del mismo modo que vos habéis rehusadopagarme.

––Yo no he rehusado, caballero, os he rogadoque me esperéis. ¿Y decís que el señor Fouquetos ha pagado vuestras cinco mil libras?

––Sí, lo que vos hubiérais hecho, y aún más...aún más que eso ha hecho, señor Colbert.

–– ¿Pues qué ha hecho?

––Muy cortésmente, me ha contado la totali-dad de la cantidad, diciendo que para el reysiempre estaban llenas las cajas.

–– ¡La totalidad de la suma! ¿El señor Fou-quet os ha dado veinte mil libras en vez decinco mil?

––Sí, señor.

–– ¿Y por qué?

Page 1141: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Para ahorrarme tres visitas a la Caja de lasuperintendencia; de manera que tengo en mibolsillo las veinte mil libras en oro muy her-moso y nuevo. Ya veis que me iba por no tenernecesidad de vos; solamente pasaba por acá porpura fórmula.

Y Artagnan golpeó sus bolsillos riendo, locual descubrió a Colbert treinta y dos hermososdientes, tan blancos como si tuviera veinticincoaños, y que parecían decir en su lenguaje: ser-vidnos treinta y dos Colbert chiquitos y nos loscomeremos con sumo gusto.

La serpiente es tan valerosa como el león, y elgavilán tan valiente como el águila; esto nopuede contestarse. No hay animales, ni aun delos que se llaman cobardes, que no sean bravoscuando se trata de la defensa. Colbert no tuvomiedo de los treinta y dos dientes de Artagnan,y dijo:

––Caballero, el señor superintendente no po-día hacer lo que ha hecho.

Page 1142: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¿Cómo decís? ––replicó Artagnan:

––Digo que vuestro libramiento...

–– ¿Tenéis la amabilidad de enseñarme el li-bramiento?

––––Con mucho gusto; aquí está. Colbert aga-rró el papel con una presteza que no sin inquie-tud advirtió el mosquetero, disgustado de laentrega.

––Pues bien, caballero, el libramiento real diceesto: “Espero que se pague a la vista al señor deArtagnan la suma de cinco mil libras, cuartaparte de la pensión que le he asignado.”

––Eso está escrito; en efecto ––dijo Artagnansimulando calma.

––Pues si el rey no os debía más que cinco millibras, ¿por qué os han dado más?

–– Porque había más, y porque querían darmemás; eso no interesa a nadie.

Page 1143: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

––Es natural ––dijo Colbert, con tranquilidadorgullosa–– que ignoréis los usos de la contabi-lidad; pero, caballero, cuando tenéis que pagarmil libras, ¿qué hacéis?

––Yo nunca tengo mil libras que pagar ––replicó Artagnan.

–– ¡Otra cosa!... ––exclamó Colbert irritado––.Si tuvieseis un pago que satisfacer, no pagaríaismás que lo que debierais.

––Eso no prueba más que una cosa ––dijo Ar-tagnan––; y es que vos tenéis vuestras costum-bres personales en materia de contabilidad,mientras que el señor Fouquet tiene las suyas.

––Las mías, caballero, son las buenas.

––No digo que no.

––Y habéis cobrado lo que no se os debía.

Los ojos de Artagnan arrojaron un relámpago.

––Lo que aún no se me debía, queréis decir,señor Colbert, porque si hubiese recibido lo que

Page 1144: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de ningún modo se me debe habría cometidoun robo.

Colbert no respondió a esta sutileza.

–– ¿Así pues, son quince mil libras las quedebéis a la Caja? ––dijo entusiasmado en suenvidioso ardor.

––En tal caso me concederéis crédito ––replicóArtagnan con su fina ironía.

––Nada de eso, caballero.

–– ¡Bueno!... ¿Cómo es eso? ¿Me haréis de-volver mis tres cartuchos?

Los devolveréis a mi Caja. .

–– ¿Yo? ¡Ah! Señor, no contéis con eso...

––El rey tiene necesidad de su dinero.

––Y yo, señor, tengo necesidad del dinero delrey.

––Perfectamente, pero restituiréis.

Page 1145: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

–– ¡Nada menos! Siempre oí decir que, en ma-teria de contabilidad, como vos decíais, unbuen cajero ni da ni toma jamás.

––Entonces, caballero, veremos lo que dirá SuMajestad, a quien enseñaré esta libranza, queprueba que el señor Fouquet, no solamente pa-ga, lo que no debe, sino que tampoco guardarecibo de lo que paga.

–– ¡Ah! ––murmuró Artagnan––.¡Ya com-prendo por qué me habéis cogido ese papel,señor Colbert!

Este no advirtió todo lo que había de amena-zador en su nombre pronunciado de cierta ma-nera.

––Más tarde veréis la utilidad de ello ––replicó levantando el libramiento entre sus de-dos.

–– ¡Uh! ––dijo Artagnan atrapando el papelcon rápido movimiento––. Lo comprendo per-

Page 1146: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

fectamente, señor Colbert, y no tengo necesidadde aguantar para ello.

Y se metió en el bolsillo el papel que acababade coger al vuelo.

–– ¡Señor, señor!... ––exclamó Colbert––. Estaviolencia...

–– ¡Vaya! ¡No hay que prestar atención a lasmaneras de un soldado! ––respondió el mos-quetero.

––Os beso las manos, apreciable–– señor Col-bert.

Y salió riéndose en las barbas del futuro mi-nistro.

––Este' hombre va a adorarme ––dijo pira sí––. ¡Lástima que tenga que fallarle a la primeravisita!

LXIV

FILOSOFIA DEL CORAZÓN Y DE LA CA-BEZA

Page 1147: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Para un hombre que se había visto en las mascriticas situaciones, la de Artagnan con respetoa Colbert, únicamente era cómica.

Artagnan no rehuyó; por tanto, la satisfacciónde reír a costa del señor intendente desde lacalle Neuve des Petits Champs hasta la de losLombardos.

Aún reía cuando se le presentó Planchet,riendo también en la puerta de su casa.

Porque Planchet, desde el regreso de su` pa-trón y de la entrada de las guineas inglesas,pasaba la mayor parte de su tiempo en hacer loque Artagnan acababa de ejecutar desde la calleNeuve des Petits Champs hasta la de los Lom-bardos.

¿Llegáis, por fin, mi querido amo?

–– No, amigo mío ––respondió el mosquete-ro––, me marcho un poco de prisa; es decir, voy

Page 1148: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

a comer, a acostarme, a dormir cinco horas, y amontar a caballo al amanecer... ¿Se, le ha dadoración, y media á mi ,caballo?

––¡Caray! Querido amo ––dijo Planchet––,bien sabéis que vuestro caballo es el dije de lacasa; mis sirvientes lo besan todo el día y lehacen comer azúcar, nueces y bizcochos. ¿Mepreguntáis si se le ha dado su ración de avena?Preguntadme más bien si no ha tenido con quéhartarse diez veces.

––Bien, Planchet, bien. Pasemos a lo que, con-cierne. ¿Y la comida?

–– ¡Al momento! ¡Un asado, vino blanco;cangrejos y cerezas frescas. Todo es nuevo, miquerido amo.

–– Eres un hombre amable, Planchet; co-mamos, pues, y que yo me acueste.

Durante la comida observó Artagnan quePlanchet se rascaba frecuentemente la frente,como para facilitar la salida de una idea aco-

Page 1149: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

modada con estrechez en su cerebro. Miró conaire afectuoso a su digno compañero de susviajes de otro tiempo, y chocando vaso con va-so, le dijo:

––Veamos, amigo Planchet, lo que te cuestatanto trabajo anunciarme. ¡Pardiez, habla pron-to y con franqueza!

––Esto ––contestó Planchet––, me parece quetenéis aire…, ir a una expedición cualquiera.

––No digo que no.

––Entonces, ¿habréis tenido alguna idea nue-va?

––Es posible, Planchet.

––Entonces, ¿habría un nuevo capital que ex-poner?

––Yo pongo cincuenta mil libras en la ideaque vais explotar.

Page 1150: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y diciendo esto, Planchet se restregó las ma-nos una con otra con la rapidez que da una ale-gría grande.

––Planchet ––replicó Artagnan––, no hay másque una desgracia.

–– ¿Y cuál?

–– La idea no es mía... Nada puedo poner enella.

Tales palabras arrancaron un gran suspiro delcorazón de Planchet. La avaricia es consejeroardiente que arrebata al hombre, como Satanáshizo con Jesús en la montaña, y después dehaber mostrado al desgraciado todos los reinosde la tierra puede descansar seguro de que hadejado con él a su compañera la envidia paramorderle el corazón.

Planchet había, gustado de la riqueza fácil yya no debía detenerse en sus deseos; mas comoera un buen corazón, a pesar de su avaricia, ycomo que adoraba a Artagnan, no pudo menos

Page 1151: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

de hacerle mil recomendaciones, unas más afec-tuosas que otras.

Tampoco pudo, atrapar una palabra del secre-to que tan bien guardaba su amo; astucias, ges-tos, consejos y truhanerías fueron inútiles. Na-da dijo Artagnan.

Así se pasó la velada. Después de comer en-tretúvose Artagnan en hacer su maleta, dio unavuelta a la cuadra, acarició a su caballo, ins-peccionándole las herraduras y las piernas, y,habiendo vuelto a contar luego su dinero, semetió en la cama, donde durmiendo como a losveinte años, pues no tenía inquietudes ni re-mordimientos, cerró los párpados cinco minu-tos después de haber apagado la luz.

Muchos sucesos, no obstante, podían tenerlodesvelado. El pensamiento hervía en su cere-bro, las conjeturas abundaban, y Artagnan eragran decidor de horóscopos; pero, con esa fle-ma imperturbable que hace más que el geniopara la felicidad de las gentes de acción, dejó la

Page 1152: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

reflexión para el día siguiente, temiendo, segúndecía para sí, no estar fresco en aquel instante.

Amaneció. La calle de los Lombardos tuvo suparte en las caricias de los rosados dedos de laaurora, y Artagnan levantóse como ésta.

A nadie despertó; agarró debajo del brazo sumaleta, bajó la escalera sin hacer el menor ruidoni perturbar uno solo de los ronquidos alojadosdesde el granero a la bodega. Y habiendo pre-parado su caballo y cerrado la cuadra y la tien-da, salió a paso para su expedición a la Bretaña.

Razón de sobra había tenido en no pensar lavíspera en todos los asuntos políticos y diplo-máticos que solicitaban su inteligencia; porqueaquella mañana, con la frescura y el dulce cre-púsculo, sintió desenvolverse sus ideas fecun-das

Primeramente, pasó por delante de la casa deFouquet y echó en una caja abierta que había enla puerta el bienaventurado libramiento, que

Page 1153: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

tanto trabajo habíale costado sustraer la vísperade los retorcidos dedos del intendente.

Puesto bajo sobre para Fouquet, el libramien-to no pudo ser visto por Planchet, que en puntade adivinación era un Apolo Piteo.

De este modo enviaba su finiquito a Fouquet,sin comprometerse ni teniendo cargos. que di-rigirse.

Después de esta cómoda restitución, pensó:

“Ahora traguemos mucho aire matinal, mu-cha salud; dejemos respirar el caballo Céfiro,que hinche sus ijares como si se tratase de as-pirar hemisferio, y seamos muy ingeniosos enmuestras combinaciones. Ya es hora de formarun plan de campaña, y según el método delseñor de Turena, que tiene una cabeza muygrande llena de toda clase de buenos consejos,antes del plan de campaña es conveniente hacerun retrato de los generales enemigos con quie-nes tenemos que habérnoslas. El primero de

Page 1154: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

todos el señor Fouquet. ¿Quién es el señor Fou-quet? El señor Fouquet ––se contestó a sí mismoArtagnan––, es un hombre hermoso, muy que-rido de las mujeres; un hombre galante; muyamado de los poetas; un hombre de talento,muy execrado de los pillos. Yo no soy ni mujer,ni poeta, ni tunante; no amo, pues, ni aborrezcoal señor superintendente; luego me encuentroen un todo en la posición en que se halló el se-ñor de Turena cuando se trató de ganar la bata-lla de los Dunas. El no aborrecía a los espa-ñoles, pero les dio lo suyo. No; hay un ejemplo_mejor, ¡pardiez! Estoy en la situación en que seencontró el mismo señor de Turena cuando losasuntos del príncipe de Condé en Jargeau, Gieny en el barrio de San Antonio. El no execraba alseñor, príncipe, verdad es, pero obedecía al rey.El príncipe es un hombre encantador; pero elrey es el rey; Turena dio un gran suspiro; llamóa Condé “primo mío”, y le vendimió su ejército.¿Qué desea el rey ahora? Esto no me concierne.¿Qué quiere el señor Colbert? ¡Oh! Esto es otra

Page 1155: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

cosa. El señor Colbert desea todo lo que noquiere el señor Fouquet. ¿Pues qué quiere elseñor Fouquet? ¡Oh, oh! Esto es grave. El señorFouquet quiere precisamente todo lo que quiereel rey.”

Terminado esté monólogo, Artagnan sé echóa reír ,hacienda silbar su varilla: iba por el me-dio de la calle espantando los pájaros y escu-chando los luises que danzaban a cada sacudi-da en su bolsa de cuero; y, necesario es confe-sarlo, cada vez que Artagnan se encontraba ensemejantes condiciones, no era la ternura suvicio principal.

Entonces sí que se parecía al señor de Turena,cuando el señor de Turena no amaba a los es-pañoles.

No obstante, el mosquetero, no pudo menosde tomarse alguna pena por la paz del reino,que debían comprometer otra vez las querellasde los grandes. Acordóse cuán poderoso era elseñor Fouquet, y cuán sostenido se encontraba.

Page 1156: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Sumó por una parte los dieciocho millones deLuis XIV, y por otra los infinitos recursos delsuperintendente, pero con su inflexible impar-cialidad, garantida por un desdén eterno a lasmedianías del rencor venenoso del señor Col-bert, y cuando tuvo bien hecha su cuenta, pen-só:

“Vamos, la expedición no es muy peligrosa, ymi viaje será como aquella comedia que misterMonk me llevó a ver a Londres, y que se deno-mina, según creo, Mucho ruido para nada”

LXV

EL VIAJE

Era tal vez la quincuagésima vez, desde el díaque abrimos esta historia, que este hombre decorazón de bronce músculos de acero abando-naba su casa, amigos, todo, en fin, por ir enbusca de la fortuna y de la suerte. La una, es

Page 1157: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

decir, la suerte, había retrocedido constante-mente ante él como si le hubiera tenido miedo,la otra, esto es, la fortuna, sólo de un mes aaquella parte había hecho alianza, con él.

Aunque no fuese un gran filósofo, según Epi-curo o según Sócrates, era una imaginaciónvigorosa con la práctica de la vida y del pen-samiento. Nadie es valiente, aventurero y dies-tro como era Artagnan, sin ser al mismo tiempoalgo visionario.

Se acordaba de algunas sentencias de la Ro-chefoucault, dignas de ser puestas en latín porel señor de Port Royal, y había formado co-lección, al pasar por la sociedad de Athos y deAramis, de muchos trozos de Seneca y Cicerón,traducidos por ellos mismos y aplicados al usode la vida común.

Este menosprecio de las riquezas, que el gas-cón había observado como artículo de fe duran-te los treinta y cinco primeros años de su vida,

Page 1158: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

fue considerado largo tiempo por él como pri-mer artículo del código de la bravura.

Artículo primero, decía él: “Uno es valienteporque no tiene nada. “Uno no tiene nada por-que menosprecia las riquezas.”

Con estos principios, que según hemos dicho,habían regido los treinta y cinco primeros añosde su vida, Artagnan no fue bastante rico paraque debiera preguntarse si a pesar de su rique-za era siempre bravo.

A esto, paro cualquiera otro que no fuese Ar-tagnan, hubiera podido servir de respuesta elacontecimiento de la plaza de la Grève, y mu-chas conciencias habríanse contentado con ella;pero Artagnan era demasiado valeroso parapreguntarse sincera y concienzudamente si loera.

De modo que á esto:

“Creo que he desenvainado con bastante vi-veza, y con bastante viveza estoqueado en la

Page 1159: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

plaza de la Grève, para estar tranquilo con res-peto a mi valor.”

Artagnan se había contestado a sí propio:

“Muy bien, capitán; pero esta no es una res-puesta. He sido valiente porque quemaban micasa, y podría apostarse ciento y aun mil contrauno, a que si esos señores del motín no hubie-sen tenido tan malaventurada idea, su plan deataque había salido bien, o al menos no habríasido yo quien se opusiera a él. Mas ahora, ¿quévais a intentar contra mí? No tengo casa que mequemen en Bretaña; no tengo tesoro que mepuedan arrebatar. Pero tengo mi pellejo, esteprecioso pellejo del señor Artagnan, que valetodas las cosas y todos los tesoros del mundo.Este pellejo que tengo encima de todo, pues esla cubierta de un cuerpo que encierra un cora-zón muy caliente y muy satisfecho de latir, ypor consecuencia de vivir. Por lo tanto, quierovivir, y a la verdad que vivo mejor, y muchomás completamente desde que soy rico. ¿Quién

Page 1160: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

diablos diría que el dinero mimase la vida? Meparece que ahora absorbo doble cantidad deaire y de sol. ¡Diantre! ¿Qué será si todavía do-blo esta fortuna, y si en vez de la varilla quellevo en la mano alcanzo alguna vez el bastónde mariscal? No sé si habría bastante aire y bas-tante sol para mí. Bien mirado, esto no es unsueño. ¿Quién diablos se opondría a que el reyme hiciese mariscal, como su padre Luis XIIIhizo duque y condestable a Alberto de Luynes?¿No soy tan bravo y mucho más inteligente queese imbécil de Vitry? ¡Ah! He aquí justamentelo que se opondrá a mis adelantos: tengo mu-cho talento. Felizmente, si hay justicia en estemundo, la fortuna me está obligada a ciertascompensaciones. Me debe recompensa por todolo que he hecho en beneficio de Ana de Austria,e indemnización por todo lo que ella no hahecho por mí... Pero a la hora de ahora, hemeaquí a buenas con un rey, y con un rey que pa-rece quiere reinar. ¡El cielo le conserve tan ilus-tre pensamiento! Porque si quiere reinar tiene

Page 1161: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

necesidad de mí... y si tiene necesidad de mí,será preciso queme dé lo que me ha prometido.Calor y luz. Por tanto, hoy marcho comparati-vamente como marchaba en otro tiempo: denada a todo. Sólo que el nada de hoy es el todode entonces; no hay en mi vida más que esteinsignificante cambio. ¡Veamos ahora! Veamosaparte el corazón, puesto que he hablado de élahora poco ha. Y realmente sólo he hablado dememoria.”

Y el gascón apoyó la mano contra su pecho,como si efectivamente buscase el lugar del co-razón.

“¡Ah! Desgraciado ––exclamó sonriendo conamargura––. ¡Ah, pobre especie! Habíais espe-rado por un instante no tener corazón. ¡Y, heaquí que tienes uno, cortesano, incompleto, yno obstante, uno de los mas sediciosos! Tienesun corazón que habla en pro del señor Fouquet.¿Mas quién es el señor Fouquet, cuando se tratadel rey? Un conspirador.... un verdadero cons-

Page 1162: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

pirador, que ni siquiera se ha tomado el trabajode ocultarte que conspiraba... ¿Y qué arma notendríais contra él, si su buena gracia y su talen-to no hubiesen puesto una vaina a esta arma?¡Ira, rebelión a mano armada! ... Porque, alfin, el señor Fouquet ha realizado una rebelióna mano armada, de modo que cuando Su Ma-jestad sospeche vagamente la sorda rebelión deFouquet, yo ya sé... Puedo demostrar que elseñor Fouquet ha hecho derramar la sangre delos súbditos del rey. Veamos ahora; sabiéndolotodo estoy callándolo. ¿Qué más desea este co-razón blando para un buen proceder del señorFouquet, para un anticipo de quince mil libras,para un diamante, de dos mil doblones, parauna sonrisa donde había tanta amargura comobondad? Le salvo la vida. Ahora espero ––continuó el mosquetero–– que este imbécil co-razón guarde silencio, desquitado como estácon el señor Fouquet.

También ahora es Su Majestad mi sol, y comoquiera que mi corazón está desquitado para con

Page 1163: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

el señor Fouquet, ¡guay de quien se ponga de-lante de mi sol!, ¡Adelante por Luis XIV, ade-lante!”

Estas reflexiones eran las únicas que podíanretardar la marcha de Artagnan; pero, una vezhechas, apretó el paso de su montura.

Por muy perfecto que fuera el caballo Céfiro,no podía andar siempre, y al día siguiente de susalida de París lo dejó en Chartres en casa de unamigo que Artagnan se había hecho, de un po-sadero de la ciudad.

Y desde aquel momento viajó el mosqueteroen caballos de posta. Gracias a este modo delocomoción, atravesó rápidamente el espacioque separa a Chartres de Chateaubriand.

En esta última ciudad, muy apartada aún dela costa para que se adivinase que Artagnan ibaa embarcar, y bastante separada de París paraque nadie supusiera que venía de él, el mensa-jero de Su Majestad Luis XIV, a quien Artagnan

Page 1164: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

había llamado su sol, sin pensar siquiera que elque todavía no era más que una pequeña estre-lla en el cielo de la monarquía había de hacer suemblema de este astro, el mensajero de LuisXIV, decimos, dejó la posta y compró un rocínde la más triste apariencia, una de esas montu-ras que jamás se permite escoger un oficial deCaballería por miedo a deshonrarse.

A excepción del pelo, esta nueva adquisición,recordaba a Artagnan aquel famoso caballoamarillo, con el cual, o mas bien, sobre el cual,había hecho su entrada en el mundo.

Cierto es que desde que Artagnan ocupó estanueva cabalgadura, ya no era él quien viajaba,sino un hombre vestido con jubón gris, queguardaba un término medio entre el sacerdote yel lego; y lo que sobre todo le acercaba al hom-bre de Iglesia, era que Artagnan había puesto,sobre su cráneo un casquete de terciopelo raído,y encima de él un gran sombrero. Y sin espada.Lo único que llevaba era un bastón colgado de

Page 1165: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

una correílla en el antebrazo, al que prometíaunir en la primera ocasión, como auxiliar in-esperado, una daga de diez pulgadas, ocultabaja la capa.

El rocín comprado en Chateaubriand comple-taba la diferencia. El rocín se llamaba Furet.

“Si de Céfiro he hecho Furet ––se dijo Artag-nan––, preciso es hacer de mi nombre un dimi-nutivo cualquiera. Así es que, en lugar de Ar-tagnan, seré sólo Agnan; esta es una concesiónque, naturalmente, debo a mi traje gris, a misombrero redondo y a mi casquete raído.”

El señor Artagnan cabalgó sin sacudidas exa-geradas sobre Furet, que trotaba al paso de an-dadura como un verdadero caballo, y que, tro-tando así, hacía gallardamente sus doce leguaspor día, gracias a cuatro piernas secas comocañas, cuyo aplomo y seguridad había aprecia-do el arte ejercitado de Artagnan por bajo delespeso forro que las cubría.

Page 1166: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Andando el viajero tomaba notas, estudiabael país severo y frío que atravesaba, buscandoal mismo tiempo el pretexto más plausible parair a Bella Isle, y verlo todo sin despertar sospe-chas.

De este modo pudo convencerse de la impor-tancia que tomaba el suceso a medida que seacercaba a él.

En esta comarca retirada, en este antiguo du-cado de Bretaña, que no era francés en aquellaépoca, como tampoco lo es en el día, los pue-blos no conocían al rey de Francia.

Y no sólo no le conocían, sino que tampocodeseaban conocerlo. Un solo hecho sobrenada-ba visible para ellos en la corriente de la políti-ca. Sus antiguos duques no gobernaban ya, pe-ro esto era un vacío y nada más. En lugar delduque, los señores de parroquia reinaban sinlímites.

Page 1167: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

Y por cima de estos señores, Dios, que jamásha sido olvidado en Bretaña.

Entre estos soberanos de castillo y campana-rios, el más poderoso, el más opulento, y sobretoda el más popular, era el señor Fouquet, se-ñor de Bella Isla. Aun en el mismo país y a lavista de la Isla, las tradiciones consagraban susmaravillas.

No todo el mundo penetraba allí; la isla, quetenía una extensión de seis leguas de larga porotras seis de ancho era una propiedad que elpueblo había respetado mucho tiempo, cubiertacomo estaba con el nombre de Retz, tan fuerte-mente temido en la región.

Poco después de la creación de este señoríoenmarquesado por Carlos IX; Bella Isla habíapasado al señor Fouquet.

La celebridad de la isla no databa de ayer; sunombre se remontaba a la más alta antigüedad:

Page 1168: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

los antiguos la llamaban Kalonese, de dos pala-bras griegas que significaban isla hermosa.

De modo, que a dieciocho siglos de distancia,había llevado en otro idioma el mismo nombrede ahora.

Algo era en sí esta propiedad del superinten-dente, sin contar con su posición a seis leguasde la costa de Francia; posición que le hacíasoberana en su soledad marítima.

Artagnan se enteró de todo esto sin que pare-ciese, que preguntaba nada, y también supoque el mejor medio de tomar lenguas era pasara la Roche Bemard, ciudad bastante importanteen la embocadura del Vilaine.

Allí quizá podría embarcarse, y, atravesandolos salitrosos mares, llegar a Guerande o Croi-sic, para esperar la ocasión de pasar a Belle Isle.Desde su salida de Chateaubriand había cono-cido que todo era Posible para Furet bajo el

Page 1169: El Vizconde de Bragelonne. Tomo I. Parte Primera - ataun.net¡sicos en Español/Alejandro... · 1) La edición no está supervisada por nuestro departamento editorial, de for-ma que

impulso del señor Agnan, y nada al señor Ag-nan sobre la iniciativa de Furet.

Apresuróse, pues, a comer una cercata y unatórtola en una posada de la Roche Bernard, yordenó subir de la bodega, para rociar estosmanjares bretones, una sidra que conoció pormás bretona aún con sólo acercarla a los labios.

FIN PRIMERA PARTE TOMO I