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ElizabethBoweneslamásbrillantesucesoradelgrupodeBloomsbury.EnsuliteraturaseencuentraelnexoquevinculaaVirginiaWoolfconIrisMurdochyMuriel Spark. Publicada en 1938, y considerada una de las 100mejoresnovelasdelsigloXXporlarevistaTime,Lamuertedelcorazóneslaobramásperfecta de Elizabeth Bowen, una autora que ha sido comparada conescritores de la talla de Virginia Woolf, E. M. Forster y Henry James.Ambientada en el Londres de entreguerras, la novela narra la historia dePortia Quayne, una huérfana de dieciséis años, que, tras la muerte de sumadre, es acogida por su medio hermano Thomas y por la mujer de este,Anna, que llevan una vida lujosa aunque emocionalmente estéril. Portia,quien hace gala de una extraordinaria capacidad de observación, se sienteperdida en este nuevo mundo de vana falsedad y ostentación y, en sunecesidaddehallarunareferenciaafectiva,pocoapocoseiráenamorandodeEddie,unjovenirreflexivoyalocadoquemantieneunaextrañarelaciónconAnna.

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ElizabethBowen

LamuertedelcorazónePubr1.0

Titivillus15-10-2019

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Títulooriginal:TheDeathoftheHeartElizabethBowen,2012Traducción:EduardoBertiEditordigital:TitivillusePubbaser2.1

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PRIMERAPARTE

ElMundo

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Elhielodeesamañana,apenasunafrágilcostra,sehabíaquebradoyflotabaenpedazos.Lospequeñosbloqueschocabano se separaban formandounoscanalesdeaguaoscuraporlosqueunoscisnesnadabanconlentaindignación.Las islas se recortaban en el crepúsculo sombrío, boscoso, helado: eran lastresolascuatrodelatarde.Unaespeciedehálitodearcilla,procedentedelaciudadqueseerguíamásalládelparque,secondensabaenturbiandoelaire;tras esa atmósfera impura, los árboles alzaban frígidamente sus copasalrededordellago.Elmetálicofríodeenerocomprimíaelcieloyelpaisaje;elcieloestabacerradoalsol,peroloscisnes,losfilososbloquesdehieloylaspálidas y retraídas terrazas de tiempos de la Regencia poseían un lustresobrenatural,comosiel frío fuera luz.Siemprehahabidoalgo trascendenteenelmomentocumbredelinvierno.Enestecaso,lospasosresonabanenlospuentes y retumbaban a lo largo de las paredes oscuras. El clima no iba acambiar;porlanochehelaría.

Sobreunpequeñopuentepeatonal tendidoentre la tierra firmeyunadelas tantas islas, un hombre y una mujer charlaban de pie, apoyados en labarandilla. En medio del intenso frío, que obligaba a todos a apresurar elpaso,elloshabíanoptadoporestalargapausapocomenosqueveraniega.Laabsortainmovilidaddelaparejapodíadaraentenderqueeranamantes,perosus codos se hallaban, en realidad, separados por varios centímetros; elhombreylamujernoseaferrabanconlasmanos,sinomediantelaspalabrasque intercambiaban.Los abrigos gruesos conferían a sus siluetas el aspectoasexuadoyrígidodelaspiezasdeajedrez.Parecíandospersonasacaudaladasy sus cuerpos, al cobijo de las convenientes protecciones de paño y piel,gozabandeuncalorcontinuo;elfrío,tansololoveíano,alosumo,losentíanensusextremidades.Devezencuando,élgolpeabaconunpieenelpuenteoellasellevabasumanguitoalacara.Elhielodesfilabaporelcanaljustopordebajodelpuente,demodoque,mientrashablaban,susreflejossequebrabansincesar.

Éldijo:—Hasidounalocuraquetocaraseso.—Detodosmodos,Saint-Quentin,estoyseguradequetúhabríashecholo

mismo.

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—Tengoseriasdudas.Nomeapetecesaberloquepiensanlosdemás.—Siyohubiesetenidolamásmínimaidea…—Sinembargo,latenías.—Pocasvecesenmividamehesentidotandisgustada.—MipobreAnna…Aver,dime,¿cómoloencontraste?—Yo no estaba buscando nada—se apresuró a decir Anna—.Hubiese

preferido no saber que existía; hasta entonces, ignoraba su existencia. Peroresulta que su vestido blanco volvió de la tintorería con uno de los míos.Saqué mi vestido del paquete para ponérmelo y, como era el día libre deMatchett,cogí tambiéneldePortiay fuiacolgarloensuhabitación.Portiahabíasalido;estaríaestudiando,porsupuesto.Eldormitorioteníaunaspectoespantoso, cosa que ya no me sorprende: allí guarda de todo, cosas queMatchettjamásosarátocar.Yasabescómoeselpersonaldeservicio…Notehaceningunaconcesión,mientrasquesemuestradelomásindulgenteconloscaprichosdelosniñosolosanimales.

—¿CreesquePortiaesunaniñatodavía?—Desde ciertopuntodevista,másbienpareceun animal. ¡Pensar que,

antes de su llegada, yo había dejado tan bonito el dormitorio…! Nuncaimaginéquealguienpudiesevivirdeunmodotanirresponsable.Yacasinoentroenesahabitación.Medesanima.

Deformaalgovaga,Saint-Quentincomentó:—¡Quépenosoparati!HabíahundidolacabezaenlosplieguesdesubufandaymirabaaAnna

con abstracta atención. Ella tenía una rara manera de enmascarar supersonalidadysuautocompasión;unamaneraqueparecíacalculadaparanodesentonarconlaideaqueélsehabíahechodeella.Annaseofrecíadeestemodocomplaciente,servicial,conunciertodejedeinsolencia.Élnotabaensusobreactuaciónalgosemejanteaunafarsa,yesto lehacíaquereraAnnamás de lo que ya la quería. La suavidad de sus facciones, su sonrisa entreplácida y burlona, su modo de contraer la barbilla al sonreír, todo esto lollevabaacompararlaconunsardónicopatoblanco.Sinembargo,másalládecualquiercomedia,nohabíadudadequeAnnaestabaturbada:habíahundidosubarbilladentrodelanchocuellodepielyfruncíaelceñoocultadebajodeun gorro que también era de piel y que llevaba ladeado sobre la cara.Contemplaba con tristeza su manguito y sus bellas pestañas rubias leensombrecían las mejillas. De vez en cuando asomaba una mano paralimpiarselapuntadelanarizconunpañuelo.Percibíaentonceslamiradade

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Saint-Quentin, pero no le prestaba atención: en la piedad de él por lasmujeres,elladetectabauntoquedemalicia.

—Loúnicoquehice—prosiguió—despuésdecolgarsuvestidofueecharuna ojeada a su cuarto, pues pensé que me correspondía hacerlo. Comosiempre, semevinoel almaa lospiesy sentíquehabía llegado lahoradetomar medidas. Pero ella y yo tenemos un vínculo de lo más curioso. Noimporta lo que yo le diga, parece que nunca me oye. Y es increíblementeinsensible a los objetos. Trata un sombrero, por ejemplo, como si fuera unsobreviejo.Nadadeloqueposeepareceserrealmentepropiedaddeella,nosésientiendesloqueintentodecir;asíqueresultaabsurdohacerlecualquierregalo,salvoqueseaalgodecomer,ynisiquieraesolahacenecesariamentefeliz.Talvezsedebaaqueellasdossiemprevivieronenhoteles.Enfin,yosupuseque lepodríagustarciertoescritorio,unsecreterquepertenecióa lamadre de Thomas y que su padre seguramente ha usado también. Por esomandé que lo pusieran en su habitación. Tiene unas gavetas que se cierrancon llave y una amplia zona para escribir. La tapa es corrediza y puedecerrarse;conestoyoesperabahacerleentendermideseodequeemprendierasu propia vida. Y, aunque fue un tanto arriesgado, le dimos incluso uncandado.Noobstante,creoquelohaperdidotodoporquenohabíapuestoelcandadoyporallínohabíanirastrodelasllaves.

—¡Quépenoso!—dijootravezSaint-Quentin.—Claro que sí. Porque acaso… En fin, quiero decir que el maldito

secretermellamólaatención,porqueellalotienerepletodepapeles,comosifueseuncubodebasura.Alparecer,leencantaamontonarpapeles;norecibecorrespondencia casi nunca, pero atesora todas las cosas que Thomas y yotiramos:cartasconpedidos,porejemplo,ofolletossobrecurasmilagrosas.Apuntoestuvo,comodiríaMatchett,dequemedieraunsíncope.

—¿Enquémomentoabristeelescritorio?—Ay,todoestabaenunestadotanlamentable…Latapacerrabamal,los

papelesdesbordabanportodaspartes,algunossehabíanmetidohastaenlosgoznes.Esomehizo temblardefuria.Nosabríadecirteporqué.Elcasoesqueapilétodoslospapelesenelsillónconlaideadedejarlosallíydedecirlequetienequesermásordenada.Debajodelospapeleshabíaunoscuadernoscon apuntes de sus lecciones. Entonces, debajo de estos cuadernos, vi eldiario, que, como te he dicho, me puse a leer en el acto. Es una de esashorribleslibretasdecubiertanegraquepuedescomprarporunchelín,másomenos, y que están forradas con tela demuaré…Después, claro, tuve quevolveraponerlascosascomoestabanantes.

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—¿Exactamenteigualacomoestaban?—Exactamente.Estoycasisegura.Noesposiblereproducirundesorden

conabsolutafidelidad.Peroellanonotaránada.Hubo una pausa y Saint-Quentin se quedó absorto en el vuelo de una

gaviota.Luegodijo:—¡Quéasuntomásinoportuno!Anna juntó las manos dentro del manguito, después levantó los ojos y

contemplóenfadadaellago.—Desdequenació,esachicanohacemásquecausarproblemas.—¿Quieresdecirquelamentasquehayanacido?—Claroquesí.Esoesloquesientoahora,aunqueseríapreferible,desde

luego,nodeciralgoasí…Alfinyalcabo,eslahermanadeThomas.—¿Noseteocurrepensarqueacasoestásexagerando?Laagitaciónque

unosientealveralgoinesperadohacequelascosasparezcanpeoresdeloqueson.

—Esediarionopodríaserpeordeloquees.Quierodecirquenopodríaser peor paramí.Enunprimermomento, solome enfadé superficialmente,pero desde entonces he tenido tiempo para reflexionar. Y no he terminadoaún,puescadavezmeacuerdodemáscosas.

—¿Esmuy…hiriente?—Yonodiría tanto.No.Parecequetrasluceundeseodeayudarnos,sin

duda.—¿Diríasqueesalgosensiblero,entonces?—Másqueeso:esachicalotergiversaylodeformatodo.Mientrasloleía,

pensé:estachicaestá loca.Osino, la locasoyyo.Salvoquenocreoestarloca.¿Teparecequeestoyloca?

—Claroqueno.Pero ¿por qué te enfadas tanto si solo refleja lo que leocurreaella?¿Esafectado?

—Esprofundamentehistérico.—Tambiéndebemostenerencuentaelestilo.Nadaseplasmaenelpapel

del modo en que ocurrió, y hay mucho que se plasma sin haber ocurridonunca.Escribiressiempredivagarunpoco…inclusosiunosabe loquehaquerido decir, lo cual es harto improbable con su edad. Hay maneras ymanerasdefalsearlascosas:conlosaños,unodiscriminamejor,peronosevuelvenecesariamentemáshonrado.Yodeberíasaberlo,despuésdetodo.

—No tengo dudas, Saint-Quentin. Pero esto no se parece nada a tusbonitoslibros.Esmás,notieneabsolutamentenadaqueverconlaliteratura.

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—Hizounapausayañadió—:Estanrarocuandohablademí…Saint-Quentinparecíafrustradomientrastanteabaenbuscadesupañuelo.

Alfin,sesonólanarizyprosiguió,conférreadeterminación:—Cualquierestiloessiempreunpocofraudulento,peroresultaimposible

escribir sin un estilo. Incluso cuando escribimos una dirección en un sobrehaymuchoenjuego:setratadecómonospresentamos.Y,despuésdetodo,uno escribe un diario por una especie de gusto personal, ¿verdad? Enconsecuencia,noesraroqueunoallíexagereoescribademás.Laobligaciónde escribirlo está en nuestra propia cabeza; ten en cuenta en qué estado sehallaunoalredactarlo,tardeenlanoche,ensudormitorio,soloyexhausto…Seacomosea,Anna,entiendoquehayaconcitadotucuriosidad.

—Nadamásabrirlo,viminombreallíescrito…—¿Y,porlotanto,seguisteleyendoapartirdeallí?—No,elcuadernoseabrióen laúltimaentrada.La leíydespuésdecidí

empezardesdeelprincipio.Laúltimaentradadescribía lacenade lanocheanterior.

—¿Cómo?¿Ofrecisteunafiesta?—No,no:fuemuchopeorqueeso.TansoloestábamosThomas,ellayyo.

Apuesto a que ella se encerró en su habitación y lo escribió todo allí.Naturalmente,despuésdeleeresapartefuialprincipioparasaberquélapusodesemejanteánimo.Sigosinentenderporquéhaescritoeso.

—A lo mejor —dijo suavemente Saint-Quentin— le interesa laexperienciaporlaexperienciamisma.

—¿Algoasíesposibleasuedad?No.Piensaenlapocaexperienciaqueella posee. La experiencia no es interesante hasta que no empieza arepetirse…Hastaquenoocurrealgoasí,noesrealmenteunaexperiencia.

—Dime,¿teacuerdasdelaprimerafrase?—Me acuerdomuy bien—dijoAnna—. «Demodo que estoy aquí, en

Londres,conellos».—¿Conunacomadespuésde«aquí»?Lacomaestárealmentemuybien.

Esoesloqueyollamoestilo…Reconozcoquemehabríagustadoleerlo.—Me alegra, sin embargo, que no lo hayas hecho. Podría haber

significado,Saint-Quentin,querido,quenovolvierasapisar lacasa.Oque,encasodevolver,noabrierasnuncamáslaboca…

—Yaveo—dijosecamenteSaint-Quentin.Hizo tamborilear en la barandilla sus dedos tiesos, enguantados, ymiró

fijamenteauncisnehastaqueelanimalseperdiódebajodelpuente.Susojos,

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como los del cisne, estaban muy próximos el uno del otro. De súbito,exclamó:

—¡Así que la jovencita me ha estado observando! ¡Es un pequeñomonstruo, sin duda! ¡Tan retraída que parece…! ¿Crees que piensa quepresumodeinteligente?

—Ensucuadernosuelereferirse,másbien,atuperenneamabilidad.Noparecepensarqueseasunaserpienteescondidaenlahierba,nimuchomenos,aunquealrededordetivemuchahierbadondepodríainstalarseunaserpiente.Alparecer,nohaynadaqueseleescapeninadaquedejesinmalinterpretar.Más aún, uno podría preguntarse… Pero ¡deja ya de dar pataditas, Saint-Quentin!¿Tienesfríoenlospies?Hacesquetiembletodoelpuente.

Saint-Quentin,distraídoydistante,contestó:—¿Ysipaseamosunpoco?—Supongoqueyaeshoradevolveracasa—admitióAnnaysuspiró—.

¿Comprendesahoraporquénodeseovolver?Saint-Quentin se puso en marcha tras comentar bruscamente cuánto le

aburría contemplar el lago. El frío empezaba a mordisquear sus rostros, afiltrarseporlassuelasdesuszapatos.Annaechóunamiradamelancólicaalpuente; no había acabado de contar todo cuanto deseaba contar. Dejandodetrásellago,avanzaronhacialosárbolesquecrecíanjuntoaloslímitesdelparque.Aesashoras,alrededordeRegent’sPark,eltráficoeramuyintenso;loscochespasabansindescanso;prontoseencenderían las lucesysonaríanlos silbatosque anunciaban el cierredel recinto.Lejos, en el extremode lacalle, el crepúsculo hacía que los edificios de tiempos de la Regenciapareciesensituadosaunafalsadistancia;así,contraelcielo,parecíansiluetasdescoloridas, ornamentadas sin gracia, frágiles y frías. La negrura de lasventanas todavía sin iluminar, desprovistas de cortinas, hacía que las casasparecieranhuecasensuinterior…Saint-QuentinyAnnacontinuabandentrodel recintodel parque,marchandohacia la casade ella. Interrumpida en surelato,Annamecíasinconsuelosumanguitonegro,incapazdeseguirelritmodesucompañero.

Saint-Quentinacostumbrabaacaminaratodaprisa;enalgunasocasiones,eracomosinoleagradaseelsitiodondeestaba;enotras,parecíaresueltoadejar atrás cualquier atracción del momento. La rigidez y severidad de suporte le dotaban de un aire anticuado, poco menos que militar, aunqueresultaba engañoso. Era alto, peinaba en brosse su pelo oscuro, un pocoparecido a la piel de un animal, y lucía un bigotito a la francesa.Acostumbraba a entrar en los salones con la actitud de esos hombres que,

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quizá por ser bien conocidos, pueden terminar envueltos en situacionesincómodas.Losescritoressuelenverseenfrentadosconpersonasdispuestasatomarse libertades con ellos, y Saint-Quentin, aparte de la fiel bondad quedemostrabaanteAnnayanteunoodosamigosmás,detestabaeltratoíntimo,pues hasta entonces no le había causado más que sinsabores. El temor asentirseexpuestoexplicabasutendenciaaapresurarse,asersuperficialhastael insulto,amalinterpretaradrede.Ni siquieraAnna lograbasaberacienciaciertacuándoaSaint-Quentin leparecíaqueellahabía idodemasiado lejos,perolasuyaeraunaamistadtansólidaqueAnnahabíadejadodepreocuparsepor eso. Además, Saint-Quentin se llevaba bien con su marido, ThomasQuayne, y frecuentaba a los Quayne como un fantasma que aprecia losbuenos sentimientos conyugales.En lamedida enque losQuayne eranunafamilia, Saint-Quentin era lo que se conoce como un amigo de la familia.Claro que ahoraAnna, enfadadapor haber habladodemás, jadeante por eldeseodeseguirhablando,hubieraqueridoqueSaint-Quentinnocaminasetandeprisa.Lamejorocasióndehablarsehabíapresentadocuandologróquesedetuviese.

—¡MuydiferentedeThomas!—soltódeimprovisoSaint-Quentin.—¿Elqué?—Ella,quierodecir.—Muy diferente, sí. Pero piensa cuán diferentes eran susmadres. Y el

pobreseñorQuayne,supongo,tampocotuvonuncamuchopeso.Saint-Quentinrepitió:—«De modo que estoy aquí, en Londres, con ellos». ¡Esto es lo más

increíble!—¿Queellaestéaquí,connosotros?—¿Nopodíahaberseevitado?—No.Porqueestachicanosfuelegadaportestamento.Oporalgúntipo

dedeseopóstumo,quenoeslegaly,enconsecuencia,resultabastantepeor.ElseñorQuaynesesintió,moribundo,conunpocodepoderporprimeravezen su vida… O, al menos, por primera vez desde que apareció Irene. AThomas le impactó la carta de su padre. Hasta yo sentí la obligación deacatarla.

—Dudomucho,sinembargo,dequeesosraptosdebuenossentimientossirvan de algo. Tarde o temprano ibas a lamentar este en particular. ¿Deverdadcreístequelachicaibaaestarbien?

—SielseñorQuaynehubiesetenidoalgomásparalegarnos,algoapartede Portia, la situación no habría sido tan complicada. Pero todo cuanto él

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poseía pasó a Irene tras sumuerte y, tras lamuerte de Irene, fue a parar amanos de Portia: unos pocos cientos de libras por año. Con semejantetestamento,Quayne no estaba en condiciones de exigir nada: sencillamentenossuplicóqueacogiéramosasuhija(élyahabíamuertocuandorecibimossucarta;unacartadeultratumba)conlomásparecidoaunavoztemblorosa.Lamayor parte del dinero era de lamadre de Thomas. Creo que el pobreseñorQuaynenuncaposeyóniganómucho.Y,cuandolamadredeThomasmurió, fue el dinerode ella lo que al fin heredamosnosotros.LamadredeThomas, como bien recordarás, murió hace cuatro o cinco años. Pienso,aunqueparezcaextraño,quesumuerte fue loqueacabóconelpobreseñorQuayne,aunquesupongoque lavidaconIrene tambiéncontribuyó losuyo.Cadavezconmenorintensidad,Irene,Portiayélseibanarrastrandoporlosrincones más fríos de la Costa Azul, hasta que él pescó un resfriado, loingresaronenunhospitalyfalleció.Pocosdíasantesdemorir,ledictóaIrenelacarta,lacartaenlaquehabladePortia,peroIrene,quenosodiaba—nosinmotivos, tengo que admitir—,metió la carta en su guantera hasta que ellatambiénmurió.Porsupuesto,éldeseabaquehiciéramosalgoasísolamentesilellegabalahoraaIrene:noqueríaquelequitásemoselcachorroalagata.Sinembargo,creoqueélintuíalaimpericiadeIreneparavivirmuchotiempoy,enefecto,noseequivocó.Tras lamuertede Irene,enSuiza, suhermanaencontrólacartaynoslaenvióporcorreo.

—¡Cuántasmuertes!—Lade Irene, claro está, fue todoun alivio…Por lomenos, hasta que

llegó la carta y comprendimos lo que esamuerte significaba. ¡Santo cielo!¡Quémujermásespantosa!

—¿QuéleparecíaaThomastenerunamadrastra?—Irene no era de ese tipo de personas que uno desearía en su familia.

NosotrosdecidimosmirarparaotroladoporelbiendelpadredeThomas.Elpobreviejocargabacontantaculpaqueunodebíaexagerarlaamabilidadconél.No loveíamosdemasiado:creoqueaél leparecía incorrectovermuyamenudo a Thomas, precisamente porque ansiaba mucho verlo. Un día quecomíamos todos juntos,enFolkestone,dijoalgoasícomoquesihabíaalgoque no quería por nada del mundo era ensombrecer nuestras vidas. Si lehubiésemoshechosentirqueaquellonoeraimportante,habríamosdañadosuautoestima.Estoy convencida de ello.Cuando nos veíamos (he de confesarque,entotal,fueronsolodosotresveces),nosecomportabanuncacomoelpadre de Thomas, sino como un antiguo conocido de la familia que, trashaberseborradoduranteunoscuantosañosdelacirculación,sepreguntasiha

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hecho bien en reaparecer. Castigarse a sí mismo privándose de nuestrapresencia pasó a constituir su segunda naturaleza; tanto que, al fin, ya noquería realmentevernos.Thomasyyo llegamosapensarque, a sumanera,erauntipofeliz.Y,hastaquenosllególacarta,noimaginamosdequémodoselehabíarotoelcorazóndurantetodoslosañosdeexilio,mientraspensabaloquePortiaestabaperdiéndose,omásbienloqueélcreíaqueellaseestabaperdiendo.Sentía,segúnpusoensucarta,queporserPortiahijasuya(ymásenlaformaenqueellahabíallegadoaserlo)habíacrecidoprivadanosolodesupaísnatal, sino tambiéndeunavida familiar«normaly feliz».Asípues,nos rogó que hiciésemos quePortia saboreara aunque fuera durante un añoesaclasedevida.

AnnacallóymiródesoslayoaSaint-Quentin.—Comoves—dijoella—,nosteníabastanteidealizados.—¿Creéis que un solo año será suficiente, pormuy normales que seáis

vosotrosdos?—Sinduda,susecretailusióneraquenosquedásemosconella.Oquela

chica arreglara un matrimonio mientras estaba con nosotros en casa. Siningunadelasdoscosassucede,volveráalacasadeunatía,deunahermanaqueIreneteníaenelextranjero.Él,desdeluego,solamentehablódeunaño.Thomas y yo, hasta ahora, no hemos querido ver más allá de eso. Y, porsupuesto, hay años y años: algunos pueden resultar extraordinariamentelargos.

—¿Ycreesqueesteañoesunodeesos?—Desde ayer sí que lo creo. Pero, desde luego, jamás osaría decirle a

Thomas algo así…Sí, ya sé: la puerta demi casa. ¿Quieres que entremos?¿Teapetece?

—Lo que prefieras. Alguna vez habrá que entrar. Son solo las cuatromenoscinco.¿Cruzamoselotropuenteydamosotravueltaallago?Aunqueyalosabes,Anna,quehacemuchísimofrío.Despuésdetodo,¿nopodríamosir a algún sitio a tomar el té? ¿Tus objeciones al té que necesito con sumaurgenciasignificanqueesmuypocoprobablequeestemosasolas?

—TalvezhayaidoatomareltéconLilian.—¿Lilian?—Sí,Lilian.Suamiga.Aunque,enverdad,Portianosalecasinunca…—

dijoAnnaconaireabatido.—Porfavor,Anna.Nopermitasqueestotealteretanto.—Tienes razón, pero es que tú no has leído lo que ha escrito. Por otra

parte, túsiempreparecescreerqueparacada individuoexisteuna formade

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vivir.Enestecaso,metemoquenoesasí.Cerca del puente de hierro entrecruzado, tres álamos se elevaban como

escobas congeladas.Saint-Quentin, que se había detenido en el puente paraajustarselabufandayabrigarse,echóunamiradanostálgicaalasventanasdelsalóndelacasadeAnna;dentroseadivinabanlosreflejosdelfuegoardiendoenlachimenea.

—Todo esto parece muy complejo, sin duda —dijo y, con bruscofatalismo, se apresuró a atravesar el puente.Delante, bajo un cielo que ibaoscureciéndose poco a poco, estaban los montículos desiertos y el vastosilencio, frío y húmedo, del interior deRegent’s Park.Con pocas ganas deadmirarlanaturaleza,Saint-QuentinsealejabadelacogedorsalóndeAnnaylohacíasinningúnplacer.

—¿Complejo?Ni siquieraeso—respondióAnna—.Diríaque todoestoha sido una tontería desde el comienzo. Uno de esos líos de familiadesprovistosde lamenordignidad.El señorQuayne sentíadevociónpor suprimeraesposa,lamadredeThomas,ynomostrabaningúndeseodedejarla,pasaraloquepasara.MásalládeIrene,laprimeraseñoraQuaynesiemprelotuvo comiendo de la palma de su mano. Era una de esas mujeresimplacablemente buenas, cuya gentileza no se puede eludir y cuyacomprensión se le mete a uno debajo de la piel. En tanto vivió con ella,siempresesintiódichoso,comosiaquellofueraundeber.Cuandoabandonólosnegocios,sefueronaviviraDorset,aunacasaencantadoraqueellahabíacomprado para que pasasen allí sus últimos años. Solo al cabo de un buentiempoviviendoeneselugar,elpobreQuayneseapartódelcaminocorrecto.Ellos se habían casadomuy jóvenes (aunqueThomas, no sé por qué, nacióbastante tiempo después), demodo que él no había tenido tiempo de hacerdemasiadas estupideces. Creo que ella, por otra parte, lo hipnotizóvolviéndolomásconstantedeloqueeraenrealidad.Almismotiempo,comoesasmujeresquepiensanquetodosloshombresposeenuncorazóndeniño,hacía todo lo posible para que él conservara el suyo. Esto trajo consigoalgunosinconvenientes,claroestá.Enciertasfotostomadasjustoantesdesucrisis,aélseleveconelaspectodeunidealistasuicida.Seloveconganasde impresionar, tonto, intensamente moral, como ansioso por confesar suserrores.Ellanuncalehabríapermitidoconfesarunerror;aquellohabríasidocomparableacuando lequitas los juguetesaunniño.Quaynesolíaafirmarque la fe que ella ponía en él lo era todo, pero probablemente también lofrustrababastante.Habíaallíalgoenciertomodohumillante,¿nocrees?

—Sí—repusoSaint-Quentin—.Esmuyposible.

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—¿Yatehabíacontadoesto?—Nodeestemodo.Porsupuesto,yohabíainferidociertascosasapartir

deloquemehabíasdicho.—Comorelatomeparecebastantelargoytedioso,yhacequemedeprima

unpoco…Enfin, lacosaocurriócuandoelseñorQuayneteníacincuentaysieteañosdeedadyThomascursabasusegundoañoenOxford.Yallevabancierto tiempo viviendo en Dorset, donde el señor Quayne parecía haberseestablecidoparaelrestodesuvida.Jugabaalgolf,altenisyalbridge,dirigíael grupo local de boy-scouts y formaba parte de varios comités. Aparte deesto, había puesto sendas de cemento en gran parte del jardín y ella lepermitióinclusoqueañadieraunarroyuelo.Muchosdesuspropiosamigosleinspiraban pánico, demodo que siempre andaba pegado a las faldas de sumujer. La gente de Dorset decía que era bonito verlos juntos, puesto queparecíanamantes.AellanuncalehabíainteresadomuchoLondresyesafuela razón por la que él creyó conveniente retirarse joven. Dudo que susnegociosfuesenmuyfructíferos,peroeranloúnicoquetenía,apartedeella.UnavezqueellaconsiguióinstalarloenDorset,tuvolabondaddemandarlocadatantodeviajeaLondres(esdecir,cadadosmeses)paraquepasaraunoscuantos días en el club, se viera con los viejos amigos, fuese a algunospartidos de críquet, y en fin, hiciese cosas por el estilo. Él se deprimíabastante en Londres y regresaba rápidamente a su hogar, lo cual resultabamuygratificanteparaella.Hastaciertaocasiónenque,porunarazónquesolose supo tiempo después, él envió un telegrama preguntándole si podíaquedarseenLondresunosdíasmás.Loquepasabaesqueacababadeconocera Irene, en una cena en Wimbledon. Irene era una pequeña viuda muydecidida,reciénllegadadeChina,conmanoshúmedas,vozalgoaguardentosayunosconductoslagrimalesfueradelocomún,queconferíanasusojosunaspectocomoanegado.Mirabaconaireabatidoatodoelmundoyposeíaunacabellera alborotada, inflada como la paja de un nido, en la que solíanextraviarselashorquillas.Porentonces,Irenedebíadetenerunosveintinueveaños.NoconocíaacasianadieenLondres,peroeramuyaudazyalguienlehabíaconseguidounempleoenunafloristería.VivíaenunpisodiminutoenNottingHillGateyeralaprotegidadelaesposadeunamigodeQuaynequevivíaenWimbledon.AlseñorQuayne,enlacena,letocósentarseasulado.Cuándoterminólareunión,elseñorQuayne,queyasesentíaenlasnubes,laacompañóenuntaxihastaNottingHillGateyellaloinvitóabeberunvasodeHorlicks[1].Nadie sabequéocurrió esanoche…Ymuchomenos, desdeluego,porquéocurrió.Elcasoesque,apartirdeaquellanoche,elpadrede

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Thomasperdiócompletamentelacabeza.VolvióaDorsetalcabodediezdíasy,comosesupomástarde,paraentonceséleIreneyasehabíancomportadoindebidamente unas cuantas veces.Amenudo imagino esos amaneceres enNottingHillGate,conIrenesegregandolágrimassinparar,ydandotodassushorquillas por perdidasmientras el señorQuayne se golpeaba el pecho conaire culpable.La señoraQuayne erademasiadohonestaparausar artilugiosconsumarido;encambio, Ireneeraunaexpertaen lamateriayno teníaelmenor reparoen recurrira todaclasedeartimañas.Nodudodeque lehizosentirquenuncaanteshabíaestadoenamorada,ypuedequefueracierto.Ellanoeraunamujerqueseofrecieraalprimerpostor,peroconcerteza lehizosentir aQuayneque suminúsculavidaestabaahoraen lasmanosdeél.Alcabodeesosdiezdías,élnolograbaentendersisehabíacomportadoconellacomounabestiaocomosanJorgeenpersona.

»Encualquieradeamboscasos,volvióaDorsetpensativoyexcitadoalavez. Se consagró a cavar un estanque para los lirios, pero al cumplirse dossemanas murmuró algo acerca de un sastre y huyó deprisa, nuevamente aLondres.Estoserepitió,aparentemente,envariasocasionesalolargodetodoaquelverano.ÉleIrenesehabíanconocidoenmayo.CuandoThomasvolvióenjunio,notóenseguida,segúnrecuerda,quesuhogarnoerayaeldeantes,aunquesumadrecasinuncadecíanada.Thomassemarchódeviajeconunamigo y, tan pronto como regresó, en septiembre, halló a su padre tandeprimidoquecualquieraaunamilladedistanciasehabríadadocuentadesuestado.ElseñorQuaynenovisitóLondresniunasolavezmientrasThomasestuvoallí,perolajovenviudahabíaempezadoaescribirlecartas.

»JustoantesdequeelpobreThomasretornaraaOxford,labombaestalló.ElseñorQuaynedespertóalamadredeThomasalasdosdelamañanayselo contó todo. Todo lo que había pasado. No es difícil de imaginar: Ireneestaba embarazada de Portia y no había hecho mucho al respecto, salvocontárseloaélypermanecersentadaenNottingHillGatepreguntándosequéocurriríadespués.Comosiempre,laseñoraQuayneestuvosoberbia.Secólaslágrimasdesumarido,sefuederechitaalacocinaypreparóté.Thomas,queentoncesdormíaenelmismopiso,sedespertóconlaimpresióndequealgoanormal estaba sucediendo: abrió la puerta y vio pasar a sumadre conunabandejadeté.Teníatodoelaspecto,segúnél,deunaenfermeradehospital.Ellasonrióasuhijoynodijonada.Thomaspensóquesupadreseencontrabamal; jamás en la vida se le habría pasado por la cabeza que había estadocometiendo adulterio. El señor Quayne, al parecer, hizo un drama de todoaquello:alpiedellechoconyugal,sepusoagolpearelcolchónconlospuños

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mientrasrepetía:“¡Pobremujer,siempretanincondicionalconmigo!”.LuegosacódealgunaparteunmanojodecartasyunascuantasfotografíasdeIreneyselasentregóalaseñoraQuayne.Encuantoellaacabódeleerlascartasydesoltarunafraseamablesobrelasfotos, ledijoqueahoranolequedabamásremedio que casarse con Irene. El señor Quayne comprendió que estoequivalíaaunaexpulsiónentodareglaydenuevoseechóallorar.

»Desdeunprincipio,laideanolehizonipizcadegracia.Paraentenderafondoeste asuntohayquehacerseuna ideade la estupidezde laquehacíagalaQuayne,hombreincapazdevincularunascosasconotraspormuchoquetuvieranqueverentreellas.Sehabíaenredadocon Ireneenunaespeciedebosquedeensoñaciones,peroloúltimoquedeseabaenelmundoeraquedarseatrapadoenesebosqueparasiempre.Encondicionesnormales,cuandonoledabaporsoñardespierto,amabalaestabilidadylasolidez;yesoequivalíaaestar casado con la señora Quayne. Supongo que él no discernía, en sussentimientos, dónde acababa el sentimentalismo y dónde empezaba lanecesidad… De hecho, ¿quién podía decirlo, en el caso de un viejo tontocomo él? De cualquier modo, Quayne no había previsto ninguna clase desolución.Amaba su hogar con un amor casi infantil. Esa noche se sentó albordedellechoconyugal,seabrigóconsuedredónylloróhastaquedarsesinel aliento necesario para confesarse culpable. Pero la señora Quayne fueimplacable,porsupuesto,yeldíasiguienteselopasócasienéxtasis.Puedequesehubieseentrenadoduranteañosparaunmomentosemejante;esmás,puede que estuviese preparada para ello sin saberlo. La última ilusión deQuaynefueque,siseacurrucabaysedormía,talvezdescubriríaaldespertarquenadade todoaquellohabía sucedido.Asíque seacurrucóy sedurmió.Perosupongoqueellano…¿Teaburroconesto,Saint-Quentin?

—Todolocontrario,Anna.Másbienmeestáshelandolasangre.—Cuando la señoraQuaynebajóadesayunar teníaunaspectocansado,

peroparecíaresplandeciente,mientrasQuaynehacíaunenormeesfuerzoporresultar agradable.Thomascomprendió, claro está, cuánhorrible era loquehabía ocurrido y solo pensaba en ganar tiempo. Finalizado el desayuno, sumadreledijoqueyaeraunhombre,lollevóadarunavueltaporeljardínylecontótodalahistoriadelmodomásidealistaquepudo.Thomasnotóquesupadre, tras las cortinas del salón, los seguía con la mirada. Ella le hizoprometeraThomasquelosdosharíanloimposibleporayudarasupadre,aIreneyalapobrecriaturaencamino.LaimagendelbebéhizoqueThomassintieravergüenzadesupadre,hastatalpuntoqueinclusohoynoencuentrapalabrasparaindicarloignominiosoyridículoqueleparecióelcaso.Asíy

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todo, le daba pena que su padre tuviera que marcharse y le preguntó a laseñora Quayne si esto último era realmente necesario. Ella repuso que sí.Había pasado la noche planeando todo, hasta el más mínimo detalle: porejemplo,eltrenquedebíatomarsumarido.ParecíaqueleseducíalaideaquesehabíahechodeIrene:lascartasdeestaencontrabanmásecoenellaqueenelmismísimoseñorQuayne,aquienleagradabanpocoynadalascosasporescrito.Metemo,incluso,quelaseñoraQuaynesimpatizósiempreconIrene,másdeloquesimpatizódespuésconmigo.LatenueilusióndelseñorQuaynedequeelasuntocaeríaenelolvido,obiendequesuesposahallaríalaformadearreglarlotodo,sederrumbóencuantovioasumujeryasuhijopaseandopor el jardín. A él no se le permitió decir nada; aunque, para empezar,desaprobabaporcompletolaideadeldivorcio.

»Losdosdíasqueprecedieronasupartida(díasqueelseñorpasóenelsalóndefumar,dondelellevabanlacomidaenunabandeja),elidealismodelaseñoraseesparcióportodalacasa,comounagripe,yafectóseriamentealpobreseñorQuayne.TodalaexcitacióncausadaporsuromanceconIreneyasehabíadesvanecidoenél: se sentíaotravezmoralmenteenamoradode suesposa. Volvía a sentir por ella ahora, a los cincuenta y siete años, lo quehabía sentido cuando tenía veintidós. Lloriqueó y le dijo a Thomas que sumadre era una santa. Al cabo de esos dos días, la señora Quayne loempaquetó,lometióeneltrendelatardeyloenviócondestinoaIrene.Letocó aThomas llevarlo en cochehasta la estación.Ni durante el caminonidespués,mientrasaguardabanenelandén,elseñorQuayneabriólaboca.Enelmomento en que partía el tren, se asomó por la ventanilla y le hizo unaseña, como si tuviera algo que decirle. Todo cuanto dijo fue: “Trae malasuertemirar un tren que se aleja”.Después, se derrumbó en su asiento.Detodosmodos,Thomassequedómirandoeltrenqueseperdíaenladistancia,ymástardemecontaríaquelavisióndelandénvacíolehabíasumidoenunestadodeindescriptibletristeza.

»LaseñoraQuayneviajóaLondresaldíasiguienteypusoenmarcha,sintitubear,lostrámitesdedivorcio.SecuentainclusoquevisitóaIreneytuvopara ella palabras bondadosas. Regresó a Dorset enarbolando un silencioheroico, se ocupó de cuidar la casa y allí se quedó para siempre. El señorQuayne,quedetestabaviajaralextranjero,semarchóalsurdeFrancia,lugarquejuzgóapropiado,yunosmesesmástardeseleunióIrene,justoatiempopara la boda. Así que Portia nació enMentone. Se instalaron allí y jamásvolvieronaInglaterra.Osilohicieron,fuemuypuntualmente.Thomasfueaverlos tres o cuatro veces, como enviado de sumadre, pero creo que estas

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visitasresultabandelomáshumillantesparaambaspartes.ElseñorQuayne,IreneyPortiasealojabansiempreenlahabitacióntraseradealgúnhoteloeneloscuropisodealgunacasaquenodabaalacalle.ElseñorQuaynenuncalogró acostumbrarse a los fríos atardeceres. Thomas se dijo que su padremoriríaenunadeaquellas,yfueasí.Unospocosañosantesdesumuerte,elseñor Quayne e Irene volvieron para pasar cuatro meses en Bournemouth.Supongo que optaron por Bournemouth porque él no conocía a nadie allí.Thomas y yo fuimos a verlos en dos o tres ocasiones, pero, como habíandejadoaPortiaenFrancia,aellanolaconocíhastaquevinoaquí,avivirconnosotros.

—¿Avivir?Penséquesolosetratabadeunaestanciatemporal…—Bueno,comosellame,eslomismo.—¿PorquélepusieronPortiadenombre?Sorprendida,Annarespondió:—Creoquenuncaselohemospreguntado…Tan absortos estaban por la vida amorosa del señorQuayne que habían

dado toda la vuelta al lago. Sonaban ya los silbatos de los guardianes: elportónde acceso al parque estaba abierto, solounpar de centímetros, nadamásqueparaellosdos,yunguardiaesperabacontalimpacienciaaqueellosllegaran que Saint-Quentin emprendió un trote señorial. Las luces de loscochesseibaniluminandoalolargodelavíadecircunvalacióndelparque;los farolesdiluían labrumadesde la salidadel recintohasta lapuertade lacasade losQuayne.Annabalanceabasumanguitoconciertaanimación;yanoseoponíatantoaquetomasenelté.

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Lapuertaprincipaldelnúmero2deWindsorTerrace raspópesadamenteelfelpudo y se cerró con un chasquido. La cruda bocanada de aire que entrójuntoconPortiaagonizóanteladensayfirmetibiezadelvestíbulo.Elcalorresistía en el huecode la escalera, tras unpar de arcadasblancas, idénticasentre sí. Portia hizo que los libros que llevaba bajo su axila resbalaran ycayeran sobre una pequeña mesa y que la llave regresara a su bolsillo;después, se acercó al radiador quitándose los guantes. Entonces vio que suimagen cruzaba por el espejo, pero el vestíbulo estaba en penumbra: no sehabíaencendidounasolaluz,niarribaniabajo.Portodaspartesseoíaunecosinvida:acababadeirrumpirenmediodeunadeesastreguasqueexistenenla rutina de toda casa y que suelen iniciarse antes de la hora del té paraprolongarsedemodoindefinido.Habíaentradoenunacasaquenoteníavidaen la planta superior, una casa a la que nadie había vuelto aún y donde elsilencioylapenumbrasehabíanfiltradoporlasampliasventanas,decididosaquedarse.Mástranquila,sedetuvoysecalentólasmanos.

Abajo, en el sótano, se abrió una puerta. Hubo un silencio expectante,después seoyó el ruidodeunospasosque subían lospeldaños.Eranpasoscautelosos, lospasosdeunaempleadadoméstica fueradeservicio.El largorostropálidodeMatchetty sudelantal tableadoaparecieronenmediode lapenumbra,porelcentrodeunadelasdosarcadas.

—Ah—dijoMatchett—,asíquehasvuelto.—Haceunminuto.—Teheoídoclaramente.Hascerradolapuertaconmuchafuerza.¿Note

habrásdejadodenuevolallaveporfuera?—No,aquí la tengo—dijoPortiayenseñóla llavedespuésdesacársela

deunbolsillo.—Nodeberíasllevaresallaveenelbolsillo,asísuelta,coneldinero.Un

díadeestosperderáslasdoscosas.¿Ellanotehadadounbolso?—Conesebolsomesientocomounburrodecarga.Mesientotonta.Matchettrepuso,secamente:—Todaslaschicasdetuedadusanbolso.Contrariada conPortia,Matchett apretó lasmandíbulas e hizo sonar los

dientes; después, soltó un suspiro airado que hizo crujir su cinturón. La

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penumbraparecía concentrarse en tornoa ellasdos: aduraspenas lograbanversehastaqueMatchettalargó,muydecidida,lamanohaciaelinterruptordeluzquehabíaentrelasgrandesarcadas.Enelacto,laarañadecristaldeAnnaseencendiósobresuscabezasproyectandointrincadassombrasenelsuelodepiedrablanca.Bajoesaluz,conelsombreroechadohaciaatrás,Portiaparecíarecelosa.EllayMatchettparpadearon;sobrevinounadeesascalladaspausasen que los animales, cuando están cara a cara, se sienten proclives acomunicarse.

Matchett continuaba de pie, con una mano apoyada en la columna. Sucara era adusta, irónica, alargada, con una piel tersa que cubría una sólidaestructura ósea. Se peinaba siempre con la raya al medio y recogíaseveramentesupeloespeso,tiesoycasisinbrillo.Nollevabaningunaclasedecofianidebonete.Alandar,clavabalosojosenelsueloyhabíaalgocomoinexorableensuspesadospárpados.Suboca,voluntariamenteinexpresivaenesemomento, exhibía una arruga en cada comisura, recuerdo de su últimasonrisa forzada. La expresión y la actitud eran vigilantes, reservadas. Laimpasividadmonacal de su rostro hacía que sus grandes pechos parecieranraros, fuera de lugar, como un saliente ideado para ajustar con alfileresdorados la cinta del delantal. Tan solo sus manos delataban algún dramasecreto,interior:unamanoparecíasostenerlafrágilcolumnaestiloRegenciamientraslaotrasehabíaposadoenformadeabanico—comolamanodeunretrato—enlacaderaqueocultabaeldelantal.SiemprequeMatchettpensabao,mejor dicho, siempre que hacía cálculos, sus ojos semovían lentamentebajosuspesadospárpados.

Eranlascuatromenoscinco.Lacocinera,queteníalanochelibre,estabadándoseunbaño.Paradafrentealespejodesudespensa,Phyllis,lasegundasirvienta, se probabaunnuevogorro.Estasmujeres, las dosdeveintitantosaños, habían sido contratadas por Anna y formaban en el sótano lo quepodríamosllamarsuequipopersonal.Adiferenciadeellas,Matchettnohabíasidoelegida.LlevabaañosenDorset.Primerohabíaestadoalserviciode lamadredeThomasQuayneydespués,traslamuertedeesta,sehabíamudadoalacasadeWindsorTerracejuntoconlosmueblesquesiemprehabíadebidocuidar. Una fregona, la señora Wayes, se ocupaba de la limpieza, lo cualpermitíaqueMatchett seencargaseexclusivamentedeAnna,dePortiaydeThomas. Pero Matchett, en realidad, limitaba celosamente la zona deinfluencia de la señoraWayes. Por lo tanto,Matchett pasabamás horas enactivoqueningunaotrapersonadeesacasa.Dormíasola,juntoaltrastero;en

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la otra punta del piso, Phyllis y la cocinera compartían una buhardilla bienventiladaconvistasaParkRoad.

De día, Matchett buscaba tanta privacidad como de noche. La partedelanteradelsótanosedividíaentreladespensadePhyllisyunasalitaque,envirtuddeunantiguoacuerdoqueAnnanoosabaimpugnar,Matchettocupabaensusmomentoslibres.Matchettusabasuspropiasollasensucocinillaagasy se juntaba con la gente de la cocinaúnicamente a la hora de cenar.Si lapuerta del sótano quedaba abierta, podía oírse cómo el ambiente volvía aalborozarsetanprontocomoMatchettsemarchaba.Susuperioridadsobrelasdemásestabasubrayadainclusoporelhechodequenousabacofia; lasdosmuchachas recibían órdenes deAnna directamente;Matchett apenas recibíasugerencias.Sinembargo,estonohacíaqueodiasenaMatchettenlacocina—eraun tantoautoritaria,cierto,peronadaentrometida—,puessabíanbienque las situaciones perfectas no existen y Anna era una patrona amable, yhastaindulgenteaveces.

NadieteníamuyenclarodóndepasabaMatchettsustardeslibres:eraunacampesina conpocos amigos enLondres.Nuncadaba lamenormuestra decansancio,salvoensumirada,ynosiempre;aveces,enlasalita,sequitabalasgafasqueusabaparaleerocoserysellevabalamano,comounavisera,ala frente mientras cerraba los ojos. Al mismo tiempo, como si anhelaraolvidarsedetodo,seaflojabaloslazosdeunoszapatosquelehacíandañoenlosempeinesdelospies.Perocasisiempresesentabaerguidaysededicabaacoserbajounalámpara.

En lasplantas intermediasde lacasa,dondeella trabajabay losQuaynevivían,suspasosenelparquéoenlaescaleraresonabanominososydiscretosalmismotiempo.

Eranlascuatromenoscincoynoeraaúnlahoradelté.Girándoseseriaeinesperadamente,Portiaseaproximódenuevoal radiadoryabrió losdedosunos pocos centímetros para que por ellos penetrara el calor.Aún tenía lasmanosmoradasporelfríodelacalle,ynohabíasangreenlasyemasdesusdedos.Matchettlamirabaensilencio.Porfinledijo:

—Deestamaneraseguroquetesaldránsabañones.¡Loquehayquehaceresfrotarlas!¡Damelasmanos!

Seacercó,cogiólasmanosdePortiaentrelassuyasylasfrotóconvigor.Losdelicadoshuesosdelachicaparecierontriturarse.

—Tranquila—dijo—.Notiresdeestemodo.Nuncahevistoaunachicatansensiblealfríocomotú…

Portiainterrumpiósusmuecasdedolorypreguntó:

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—¿DóndeestáAnna?—LlamóelseñorMillerysalieron.—Entonces,¿puedotomareltécontigo?—La señora Thomasme avisó de que estarían de vuelta a las cuatro y

media.—¡Oh!—dijo Portia—.En tal caso, ¡no puedo hacer nada! ¿Crees que

tardaránmucho?Impasible,Matchettnorespondió.Soloseagachóyrecogióunguantede

lanadePortia.—Noolvidesllevarteestoarriba.Ytambiénloslibros.LaseñoraThomas

hadejadocaeruncomentariosobre tus librosy tuscuadernosdeejercicios.Noconvienequeesténaquí,alavistadetodoelmundo.

—¿Hasucedidoalgomalo?—Laseñoraestuvoentuhabitación.—¡Demonios!¿Enserio?—Sí, y cuando salió parecía muy alterada —dijo Matchett con voz

monótona—. Esta mañana me preguntó si no me resultaba complicadolimpiar entre tanto desorden. Se refería a tus osos y al resto de tuspertenencias. «¿Complicado, señora?», le dije. «Si algo así me resultaracomplicado,noseríaquiensoy».Entoncesquisesabersi teníaalgunaquejaacercademilabor.Seestabaponiendoelsombrero…Todoestosucedióensu dormitorio. «Por supuesto que no», me dijo. «Solo pensaba en usted,Matchett.SilaseñoritaPortiaconsintieseenretiraralgunascosas…».Nohiceningúncomentarioyellamepidiólosguantes.Sinembargo,enelmomentoque salía me miró de un modo especial. «Todos estos objetos son lospasatiemposdelaseñoritaPortia»,leexpliqué.Laseñorarepuso:«Claroquesí,porsupuesto»,ysemarchósindecirnadamásporestavez.Noesquelaseñoraseamuyordenadaquesediga,peroprestamuchaatenciónalaspectodelascosas.

LavozdeMatchetteraneutraydesapasionada;cuandodejabadehablar,suslabiossecerrabanalaperfección.Permitiendoqueelcabellocayerasobresu rostro, como ocultándose deMatchett, Portia se aproximó a la pequeñamesaycogiósuslibros.Yaconellosbajoelbrazo,permanecióunratodepieantesdeempezarasubirlaescalera.

—Solointentabadecir—prosiguióMatchett—quenoconvienedarlemásmotivosparaquesequeje.Almenosporundíaodos,hastaqueselepase.

—Sí,pero¿quéhacíaenmihabitación?

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—Supongoquesentiríacuriosidad.Lacasaessuya,alfinyalcabo,nosgusteono.

—Pero Anna repite siempre que esa habitación es mía… ¿Ha estadotocandomiscosas?

—¿Cómovoyasaberlo?Y,enelcasodeque lashubiera tocado,¿qué?Yanotienesedadparasecretitos.

—Elotrodíanotéquesehabíadesprendidounpocodelapastadentífricaqueusoparadecorarlastartasdemisosos,peropenséquehabíasidoporunacorriente de aire. Me tendría que haber dado cuenta. Los pájaros saben sialguienhatoqueteadosushuevos,yenesoscasossemarchanaotrositio.

—Porfavor,¿dóndevasamarcharte?Esmejorquesubasyamismo,sinoquieres toparte aquí con ella y con el señorMiller. Supongo que volveránpronto.Estáhaciendotantofrío…

Portiasuspiróysubióasudormitorio.Lasólidaescaleradepiedraestabatan bien alfombrada que los pies no hacían el más mínimo ruido cuandodiscurrían por los escalones. A veces su codo o su abrigo escolar,desabrochado,rozabanlaparedblanca.Alllegaralprimerrellano,Portiaseasomóypreguntó:

—¿SequedaráelseñorSaint-QuentinMillerparaelté?—¿Porquéno?—Hablatanto…—Puedeser,¡peronovaacomerte!Noseastonta.Portiasiguiósubiendohastallegara laprimeraplanta.Tanprontocomo

oyóquesecerrabalapuertadeldormitorio,MatchettvolvióalsótanodondePhyllis iba de un lado a otro con su cofia nueva, muy llamativa, mientraspreparabalabandejaparaelté.

CuandoAnna,aquienescoltabaSaint-Quentin,entróenelsalón,elsitioparecíavacío.Peroenseguida,graciasalaluzdeunalámparaquehabíaenunrincón y también al fuego que ardía en la chimenea, divisaron a Portia,sentada en un banquillo alto. Su atuendo oscuro no alcanzaba a recortarsecontraelbiombodelacanegraquequedabaasusespaldas.Depronto,Portiasepusodepie,decididaaestrechareducadamentelamanodeSaint-Quentin.

—¡Estabasaquí!—dijoAnna—.¿Cuándohasvuelto?—Haceuninstante.Estabaaseándome.Saint-Quentindejócaer:—¡Quésuciasdebendeseresasleccionesquetedanenlaescuela!

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Annaprosiguiócomosinada,peroconmayorvivacidad:—¿Hastenidounbuendía?—Hoy hemos estudiadoHistoriaConstitucional,ApreciaciónMusical y

Francés.—¡Qué bien! —dijo Anna observando la bandeja del té, donde

inexorablementehabíasiempretrestazas.Encendióelrestodelasluces,dejósu manguito en una silla, emergió de su abrigo de piel y se quitó los dostricots que había resuelto ponerse. Después, miró alrededor con aquellasprendascolgandodeunbrazo.

—¿Quieresquemelleveeso?—leofrecióPortia.—Gracias,eresunángel.Llévatemigorrotambién,porfavor.—Qué servicial… —dijo Saint-Quentin en cuanto Portia se alejó lo

suficienteparaquenopudieraoírlo.PeroAnna,apoyandoelcodoenlarepisade la chimenea, le dedicó una mirada de implacable melancolía. En aquelbonitosalónherméticamentecerrado,concortinascoloraguamarina,unsofámullido y un semicírculo de sillas amarillas, las lámparas con pantallas deseda arrojaban sus luces sobre los espejos y sobre las alfombras deSamarcanda.Habíaunolor de fresiasyde sándalo: eramásgrato estar allíqueenelparquehelado.

—Muybien—dijoSaint-Quentin—.Elténosvaareconfortaratodos.Y,suspirandodesatisfacción,sedejócaerenunsillón,cruzólaspiernas,

levantó la barbilla ymiró en dirección al fuego. Al sentarse de esemodo,exageraba la tensiónque había encontrado en el salóny se situaba, adrede,fueradeella.Todolodemáseraplacentero.

Annasepusoagolpetearconsusuñascontraelmármol.—MiqueridaAnna—deslizóSaint-Quentin—,estenoesmásqueunode

losmuchostésquetúyellabeberéisenelfuturo.Portiareaparecióydijo:—Hedejadotuscosassobrelacama.¿Estábien?Resueltaatomarelté,seinstalóensubanco,alladodelfuego.Sesentó

allí posando la bandeja sobre sus rodillas y dejó en el suelo,muy cerca, elplatillocon la taza.Parabeberde la tazadebía inclinarse.Desde su sitioalladodelachimenea,podíavertantoaAnnaenelsofá,quefumabaybebíaté,como a Saint-Quentin, que una y otra vez se limpiaba, con la ayuda de unpañuelo,losdedossuciosdemantequillaporculpadelastostadas.LamiradadePortia,penetrante,neutrayecuánime,noseperdíaelmenordetalledeloquehacíanellosdos.Depronto,sonóelteléfono.Visiblementeirritada,Annaextendióunbrazoporencimadelsofáydescolgó.

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—Sí,enefecto—habló—.Peronoestoyaquía lahoradel té:nunca loestoy.Yatelohedicho,supongoqueenunmomentoenelqueestabasmuyocupado. ¿De verdad?… Sí, por supuesto… ¿No hay otra solución? Deacuerdo,digamosalasseis.O,mejor,alasseisymedia.

—Seisycuarto—intervinoSaint-Quentin—.Hedemarcharmealasseis.—Alasseisycuarto—corrigióAnnaycolgósinelmenorcambioenla

expresión de su rostro. Después, volvió a sentarse en el sofá—. ¡Cuántaafectación!

—¿Enserio?—inquirióSaint-Quentin.Ysemiraronentresonrisas.—Tupañuelo,Saint-Quentin,¡estállenodemantequilla!—Estodoculpadetusfabulosastostadas.—Entiendo, pero lo agitas demasiado. Portia, ¿te gusta sentarte en ese

banco?Notienerespaldo.—Megusta,sí.Hoyhevueltoacasaandando.Annanocontestó:nohabíaoídoloquePortiaacababadedecir.—¿Deverdad?—comentóSaint-Quentin—.Nosotrosacabamosdedarla

vueltaalparque.Ellagosehacongelado—añadiósirviéndoseunaabundanteporcióndetarta.

—Nodeltodo:hevistoqueaúnnadabanalgunoscisnes.—Tienes toda la razón:noestá completamentecongelado. ¡Anna!¿Qué

ocurre?—Perdón…Me he quedado embobada pensando. Odio la personalidad

tanblandaquetengo.Odioquelagenteseaprovechedemí.—Mucho me temo que no podremos hacer nada ahora mismo con tu

personalidad. A estas alturas, parece bastante inmodificable. Lomismomeocurre a mí. En cambio, Portia tiene suerte: su carácter aún se estámoldeando.

PortiaescrutóaSaint-Quentinconinexpresivosojosnegros.Unasonrisavaga y alarmante, que ya no tenía nada de infantil, alteró su rostro por uninstanteyenseguidaseevaporó.

PortianoabríalabocaySaint-Quentin,conciertabrusquedad,cruzólaspiernas.Annareprimióunbostezoyalfindijo:

—Sí,aúnpuedellegarasercualquiercosa…Dime,¿cuántoscentenaresdeososguardasentuhabitación?¿Sonosossuizos?

—Sí.Losientosiacumulanpolvo.—No he prestado atención al polvo… Solamente he visto que tienes

cientos. Supongo que han sido tallados a mano por campesinos suizos…Entréentudormitorioparacolgartuvestidoblanco.

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—Siquieres,Anna,puedoquitarlosdeallí.—¡Claro que no! ¿Por qué ibas a hacerlo? Dan la impresión de estar

tomandotodoselté…LosQuayneteníanunteléfonointernoque,enlugardehacerquesonase

unacampanilla,emitíaunzumbidopenetrante.Encuantooyóqueelteléfonozumbaba,Annaalargóunamano,dijo:«SeguroqueesThomas»ydescolgó.

—¿Hola…? Sí…Ahora estoy con Saint-Quentin…Muy bien, querido.Hastapronto.

Apenascolgó,anunció:—HallegadoThomas.—Tendrías que haberle explicado que estoy a punto de marcharme.

¿Queríaalgoenespecial?—Simplementeanunciarquehallegado.Annasecruzódebrazos,inclinólacabezahaciaatrásysepusoamiraral

techo.Despuésdijo:—Portia, querida, ¿por qué no vas a hacerle un poco de compañía a

Thomasalestudio?—¿Éltehapedidoquefuera?—preguntóPortia,untantosobresaltada.—Meparecequeno sabequeestásaquí.Ledarás, sinduda,unabuena

alegría. Dile que estoy muy bien y que bajaré en cuanto se vaya Saint-Quentin.

—DalemuchossaludosaThomasdemiparte.Incorporándose con sumo cuidado, Portia puso el platillo y la taza de

nuevoenlabandeja.Entonces,sí,tantiesaquesucuerpoparecíavibrar,fuehacialapuertaconlargaszancadas,apoyandosololapartedelanteradelpiecon gestos algo tímidos.De estamanera lograba avanzar como si los otrosfueranpersonasdelarealezayellanodebieraofrecerleslaespaldaenningúnmomento.Saint-QuentinyAnnalaobservabanaguardandoquesemarchasedeunavez.Teníapuestounvestidodelanaoscura,unregaloquereflejabaelexcelsogustodeAnna;Portiaselohabíaabotonadodesdeelcuellohastaeldobladilloylohabíaaseguradoconunanchocinturóndecuero.Elcinturóntendía a deslizarse por sus caderas angostas, así que Portia todo el tiempotiraba de él nerviosamente. Las mangas cortas permitían ver sus brazosdelgadosy, ante todo, loshuesos frágiles, aunquemásbiengrandes,de suscodos.Todosucuerpoconsistíaenlíneascóncavasybruscossobresaltos;semovíaconunasuertedeflojadelicadezaycadaunodesusgestoseraunpocoexagerado, como una fuerza oculta a punto de asomar. Al mismo tiempo,transmitíaciertacautelaydabalaimpresióndeserconscientedelmundoen

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el que le había tocado vivir. A los dieciséis años, estaba perdiendo lamajestuosidad infantil. La atención algo mordaz que le prestaban Saint-Quentin yAnna la afectó como una súbitamarea o como una agresión: laordalíademarcharsedeaquelsalónlehabíahechofruncirlabocaycontraerlosdedos.Seapretabalosmuslosconlospuños.Finalmentellegóalapuerta,laabriócongranceremoniaygirósobresus talonesconunamanosiempreapoyadaenelpicaporte,orgullosamenteresueltaamostrarqueeracapazdeseguir hablando. De súbito, Anna sirvió otra taza de té y Saint-Quentin seconsagróaalisarconsupieunaarrugadelaalfombra.Portiasiguióoyendoelsilencioenelqueaquellosdosestabansumidos,hastaquecerrólapuerta.

Tanprontocomolapuertasecerró,Saint-Quentindijo:—Me parece que podríamos hacermejor estas cosas. Tú no has estado

bien,Anna,hablándoledelososos.—Yasabesporquélohehecho.—Yhasestadoalgotontaalteléfono.Annadejólatazayrio.—Bueno,¡almenos,quenosencuentreinteresantes!Porque,bienmirado,

lociertoesquesomosmuyaburridos,Saint-Quentin.—No,yonocreoqueseaaburrido.—Yo tampoco. Es decir, creo que no lo soy. Es ella quien nos vuelve

aburridos, ¿entiendes? Es ella quien insiste en vernos de talmodo o de talotro…Envernoscomo…

—Comounpardesinvergüenzas…Esaniñaesdemasiadolista.—Almenospiensabiendeti.—Comosea,mepreguntodedóndehasacadotantadistinción.Porloque

túmehasdicho,sumadreerabastantevulgar.—Eso le viene de losQuayne.Lomismoocurre conThomas—replicó

ellay,desinteresándose,sehizounovilloenunapuntadelsofá.Después, extendió los brazos, recogió sus mangas y se contempló las

muñecas. En una de ellas llevaba un diminuto reloj con incrustaciones debrillantes.

SinadvertirqueAnnanoprestabaatención,Saint-Quentindijo:—Lasfrentesanchasmesugierenimágenesdeviolencia…¿EraEddieel

quellamóhaceunrato?—¿Porteléfono?Sí,¿porqué?—SabemosdesobraqueEddieestonto,pero¿porquétienesquehablarle

deunamanera tan tonta?PormásquePortiaestuvieraoyéndote.«Noestoy

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aquí.Nuncaestoyaquí».¡Bah!—dijoSaint-Quentin—.Enfin,nadadeesoesasuntomío.

—No—asintióAnna—.Supongoqueno.—YconcertezahabríaañadidoalgosilapuertanosehubieseabiertoyPhyllisnohubieseentradoarecogerlascosasdelté.

Saint-Quentin semiróelpañuelo, fruncióel ceñoalver lasmanchasdemantequilla y lo escondió en el acto.No intentaron decirse nada. Tan solocuandoPhyllissellevólastazas,Annadijo:

—DebohablarconThomas.¿Porquénovienestútambién?—No. Si él tuviese ganas de verme —respondió Saint-Quentin sin el

menorresentimiento—,habríavenido.Memarchoenseguida.—Porcierto,queríapreguntarte…¿cómovatulibro?—Muybien,gracias.Muybien—dijoéldemaneraabrupta.Después,con

másentusiasmo,añadió—:¿Quéharáscuandovayas?¿DecirleaPortiaquesemarche?

—¿Delestudiodesuhermano?Yonopuedodecirleeso.ThomasQuaynellevabaunratodepiejuntoalaestufaeléctrica,conun

vasoen lamanoyelceñofruncido, tratandodeolvidar losacontecimientosdeldía,cuandosumediohermanaaparecióenlapuertadelestudio.Surostro—loscabellosrecogidossobrelassienes,losojososcurostanseparadosqueparecíannoenfocarbien—viajóhaciaélporencimadelalámparademesa.Entrar allí implicaba un acto de intimidad, pues se trataba de la habitaciónprivadadeThomas.Élnuncaestudiabaallí,anoserquepudiera llamárseleestudio a su descanso. Sin embargo, a la habitación la llamaban «estudio»para sugerir importancia y calma. Las paredes eran de color grismate, lascortinasdeazulPicasso,lossillonesyelsofáestabancubiertosconunforroarayas.Habíamesasparalibros,bibliotecasyunescritoriotangrandecomolasmesasque seusanparacomer.Aloírunospasosquenoeran losdeAnna,Thomaspateómalhumoradolaalfombradepelodecabra.

—¡Vaya,Portia!—dijo—.¿Cómoestás?—Annamehadichoquetegustaríaquevinieraavisitarte.—¿QuéestáhaciendoAnnaahoramismo?—ElseñorMillerestáaquí.Nohacennadaenespecial,creoyo.Revolviendolapocabebidaquequedabaensuvaso,Thomasdijo:—Meparecequehevueltodemasiadotemprano.—¿Estáscansado?—No,esqueacabodellegar,solamente.

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Portiaestabadepieyhabíaposadounamanoenelrespaldodeunsillón.Pasóundedoporunafranjadecolorrojooscuro,despuésporunafranjagris,mientras miraba con suma atención su propio dedo. Entonces, puesto queThomasnodecíanada,anduvoalrededordelsillón,sesentóallí levantandolasrodillas,seacaricióloscodosyobservócasiarrobadalarojaconcavidadde la estufa eléctrica. En la otra punta del tapiz, Thomas también se sentó,aunquesin fijar lavistaennadaparticular, conunaconcentraciónhechadehastíoylasitud.CualquierpersonaquenofueraAnna,cualquierotrapersonaque se aproximara a él con alguna expectativa, suscitaba enThomas, a esahora del atardecer, una intolerable sensación de agobio. Prefería, a esasalturasdeldía,quesucaraseaflojasehastanomanifestarnadaenespecial.La mera presencia de alguien hacía que se viera obligado a reaccionar, aadoptar alguna expresión. Y el caso es que, entre las seis y las siete de latarde,Thomasapenaspodíapensarosentirnada.

—Hacemuchísimofrío—dijoalfin,casisinquerer—.Tantoquemeardelacara.

—Sí,lohenotado…Ytambiénenlasmanos.Hoyheregresadoapie.—¿SabessiAnnahasalidomástempranodelohabitual?—Creoquediounpaseoporelparque.—¡Estáloca!—dijoThomasconíntimoplacer.Luego,extrajosupitilleraylaexaminófrustrado:estabavacía.—¿Meharíaselfavordepasarmeesaotrapitillera?—dijo—.No,laque

tienesjuntoalcodo.¿Quéhashechohoy?—¿Quieresquetellenelapitillera?—Claro que sí, muchas gracias. ¿Qué me has dicho que has estudiado

hoy?—HistoriaConstitucional,ApreciaciónMusicalyFrancés.—¿Tegusta?Quierodecir,¿tevabien?—CreoquelaHistoriaesalgotriste.—Másbien,estállenadesombras—dijoThomas—.Depalabrashuecas,

debromassingraciaydecorrupcióndesdesumismoinicio.Noentiendoporqué ahoranospreocupamos tanto.Nohayningúnmotivopara esperar algomejor.

—Pero,enotrostiempos,¿noeramásvalientelagente?—Era más dura y no daba tantas vueltas. Además, entonces existía un

futuro. Es imposible que uno se ponga en marcha cuando siente que hallegadoaunlímite.

Portiaparecíaperdida.

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—Séunpocodefrancés—dijo—.Sémásfrancésquealgunasdelasotraschicas.

—¡Eso siempre es bueno! —contestó él con una voz que parecíaarrastrarseporelsuelo.

Arrellanado en su sillón, al otro lado de la estufa, Thomas mecíalentamentelacabezaconairecontrariado,comounanimalalqueleofrecenalgoqueledesagrada.Teníaelpelomuynegro,loaplastabaconuncepillo,ysuscejaserandecididamenteespesas, como lasde supadrey lasdePortia.Poseía una expresión obstinada, al igual que su padre también, aunque conuna remota sombra de indecisión. La cabeza y la frente eran grandes ymajestuosas,peroa los treintayseisaños,susemblantegentile inquietoseapoyaba sobre los hombros con cierta fragilidad. La boca y los ojosmostraban solo una parte de él, pero no todo, pues parecían un poco almargendelomásesencialdesupersonalidad.Thomaspresentabaelaspectonebuloso,aunimperioso,dequiensabequeestácumpliendoimperfectamentesu destino: se parecía en cierto modo a un emperador decadente. Con unamano sostenía en equilibrio el vaso sobre un brazo del sillón; con la otratanteaba vagamente cerca del suelo, como si hubiera extraviado algo. Demomento,noteníanadaquedecirleaPortia.LavibracióndeLondresllegabaensordinaatravésdelaventana,puestoquelaspersianasestabanyacerradasylascortinascorridas;el farolde lacalleenvolvíael lugarconsuscírculoscasi irreales; el fuegoproyectabaunduro resplandor sobre la alfombra; tanintensacalmareinabaenlacasaquepodíapensarsequelosdosestabansolosallí.Portialevantólacabeza,comodispuestaaescucharelsilencio.

—Cualquiercasaparecetranquiladespuésdehabervividoenunhotel—dijoella—.Enciertomodo,todavíanomehehabituado.Enloshotelesunosepasaeldíaoyendoalosdemás;enlospisosalquiladosguardamossilenciopormiedoaquenosoigan.Talvezestoúltimonoocurreenlospisosgrandesdealquiler,peronosotrassiempredebíamosmantenernossilenciosasparanooírlasquejasdelosvecinos.

—Yopensabaqueesascosasnomolestabanalosfranceses.—Cada vez que alquilábamos un piso, lo hacíamos en casas donde

tambiénviviesenlospropietarios.Mamápreferíaeso,porsisurgíaelmenorpercance.Peroenlosúltimostiemposvivíamosenhoteles.

—Horrible,¿verdad?—preguntóThomashaciendounesfuerzo.—Puedeserhorriblesihasvividosiempreenunacasa.Peroamamáya

mínosencantaba,pormuchasrazones.Solíamosinventarnoshistoriassobrelas personas que veíamos a la hora de la cena, y resultaba entretenido ver

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cómo la gente aparecía y se marchaba. Incluso llegamos a conocer bien aalgunosinquilinos.

—Supongo que echarás de menos todo eso —dijo Thomas con aireausente.

Portiaapartólamiradayguardóunsilenciotanabrumadorquediotiempoa que él trazara en la alfombra, con la mano que colgaba, una especie detatuaje.

—Entiendo que sientas nostalgia, claro está —añadió Thomas—. Ylamentomucholodetumadre.Esascosasnodeberíansuceder.

Consorprendentedominiodesímisma,Portiadijo:—Peroesagradableestaraquícontigo,Thomas.—Ojalá pudiéramos brindarte una mejor atención… Lo haríamos si

tuvierasalgunosañosmás.—Sí,peroentalcasoquizáyo…Se interrumpió porque él miraba su vaso con el ceño fruncido y

preguntándose si debía servirse más. Dejando la pregunta sin responder,Thomas se volvió para contemplar sin convicción los libros apilados a unlado, a la altura de su hombro, y los periódicos y semanarios amontonadosencimadeloslibros.Ignoróestosúltimosconlamirada;dejósuvasoycogióelEveningStandarddelbordedesuescritorio.

—¿Temolestasihojeoesto?—preguntó.Uno o dos titulares bastaron para que frunciera el ceño. Entonces se

interrumpió,dejóelperiódicoaunlado,avanzóhaciasuescritorioyoprimióenformadesafianteunbotóndelteléfonointerno.

—Aver, aclárameuna cosa…—dijopor el auricular—. ¿EsqueSaint-Quentin se ha mudado a esta casa? De acuerdo, en cuanto él pueda,entonces…No,nohagaseso…Sí,meparecequehoy…Sí…

Colgóelreceptor,miróaPortiayledijo:—Meparecequehoyhevueltodemasiadotemprano.PeroellaestabayaconlamiradaperdidayThomassintióel impactode

serignorado…LoquePortiaestabaviendoeralapensiónenlacimadeunamontañadeSuiza,envueltaesalejanatardeenunmantodelluvia.LalluviaestivalestandensaenSuizaquetiendeunaespeciedecarpaalrededordelamente.Alpiedeaquelprecipicio,másalládeunaempalizada,el lagoabríaheridas negras en la bruma blanca. Las intranquilas alturas habían sido unelemento clave en los días que ellas dos habían compartido allí, días quehabíanmarcadoelfindesuvidaencomún.AquellanochehabíanllegadodeLucernaenelúltimovapor.Habíanalzadolavista,habíandetectadoentrela

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lluvialaslucesdeesaaldeamontañosa,tanaltacomolasestrellas,yhabíanpensado que era allí donde debían instalarse. Cogidas del brazo, codo concodo, habían ascendido por un camino empinado y zigzagueante mientrasoían cómo la lluvia nocturna se escurría por entre los pinos. No sentíanningún temor. Solían alojarse en sitios turísticos antes de que empezase latemporadaalta,cuandoelteleféricoaúnnisiquierafuncionaba.Enlapensióndondeseinstalarontodoseranalemanesosuizos.Setratabadeunedificiodemaderaconbalconespesadamenteadornados.Lahabitacióndeellas,aunquequedaba en el fondo, poseía un balcón con vistas a un pinar. En las largastardesdelluviaevitabanelvestíbuloysepasabanelratodandovueltasporsuhabitación, arriba y abajo. Se tumbaban y se tapaban con unas colchas.Dejaban la ventana abierta e inhalaban el perfume de la madera mojadamientrasoían el goteode la lluvia sobre las canaletas.Alternativamente, seleíanunaaotralasnovelasdeTauchnitz[2]quehabíancompradoenLucerna.Enlacómodatambaleante,entresuscamas,habíanpuestolosutensiliosparael té, el calentador y una botella de licor violeta. Cuando el reloj daba lascuatrodelatarde,Portiapreparabaelté.Avecescomíanbarritasdechocolateyotrasvecesbrioches.Lesgustabanlaspostalesyhabíanresueltopincharenlas paredes de pino varios dibujos hechos por ellasmismas. Ponían a secarsobre el radiador las medias recién lavadas, aun cuando no estuvieraencendidalacalefacción.Avecesoíanelamortiguadocencerrodeunavacaalolejosounasvocesquehablabanalemánenlahabitacióncontigua.Entrelascincoylasseissolíaparardelloveryporlostroncosdelospinossefiltrabauna luz impregnada de humedad. Entonces se levantaban de sus camas, secalzaban e iban por la calle del pueblo que conducía hasta el mirador quehabíasobreellago.Porunagrietaenlanieblaveíancomoelvapordelasseisde la tarde bordeaba el peñasco y llegaba almuelle, o trataban de leer losnombres de los grandes hoteles, aún cerrados, en las faldas opuestas de lasmontañas.Aladmirarlosaltoschaléssemiocultostraslahierba,másdeunavezdesearoncontarcongemelosparaveradistancia,peroelseñorQuaynehabíaenviadosusgemelosaThomas,queseencontrabaenInglaterra.Ensucamino de vuelta, se topaban con las vacas que iban recorriendo la aldea,vacasamables,mojadas,queparecíantropezarconsuspropioscencerros.Otambiénocurríaqueelángelus,cuyosonidollegabaamortiguadoatravésdelameseta,learrancabaunsuspiroaIrene,porqueantañoellahabíasidogranamantedelasiglesias.Enmásdeunaocasiónentraronconademánculpableen la pequeña iglesia católica del lugar, temerosas de estar haciendo algoindebido,sintiendoquedealgúnmodolehurtabanalrecintosugraciadivina.

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Cuando semarcharon de aquella aldea demontaña, cuando se fueron parasiempredeallí,losgrandeshotelescomenzabanaabriryfaltabaunsolodíapara que el teleférico empezase a andar. Bajaron a toda prisa por el yafamiliar sendero zigzagueante, mientras Irene gemía y cogía con fuerza lamanodePortia.Portianopudolloraralabandonarlaaldeaporquesumadretenía muchos dolores. Pero pensó en esa escena mientras esperaba en laclínicadeLucernadondeIrenefueoperadayfalleció:lohizoalasseisdelatarde,lahoraquesiemprehabíasidoparaellasdoslamásfelizdeldía.

UnaespeciedezumbidobrotódelrelojdeThomas.Eranlasseis.Lasseis,peronolasseisdeundíadejunio.Aesahora,lamesetasuizaestaríacubiertadenieveyhabríalucestímidastraslospostigos,inclusounaluzenelinteriordelaiglesia.ThomasestátancabizbajomientrasesperaaAnnaquesurelojemiteelúnicosonidoenestahabitación,cavilóPortia.Peronuestracalledebede estar toda en silencio bajo la nieve y también debe de haber nieve ennuestrobalcón.

—Estamañanaellagodelparqueestabacongelado—dijoPortia.—Sí,lohevisto.—Peroestatardeseresquebrajóyhabíahastacisnesnadando…Supongo

queestanochesecongelarádenuevo.De pronto se oyó a Saint-Quentin, que se despedía de Anna en el

vestíbulo.ThomascogióenelactoelEveningStandardyfingióqueloleía.Portia presionó las palmas de las manos contra los ojos, se incorporóvelozmente y fue a hojear unos libros que había en unamesa apartada, demodo que acabó ofreciéndole la espalda a Thomas. La mesa rebosaba delibros: Anna deseaba que en la habitación reinase algo parecido a un felizdesorden, así que Thomas mantenía aquello con el descuido esperado. Nobien Saint-Quentin se marchó tras decir su última frase y dar un sonoroportazo, Anna entró sonriente en el estudio. Thomas parecía aguardarmientrascontabahastatres;despuésmiróasumujerporencimadelEveningStandard.

—Yaves,querido—dijoAnna—,elpobreSaint-Quentinsehamarchadoya.

—Confíoenquenohayastenidoqueecharlo…—Claroqueno—repusoAnna—.Sehaidodepronto,comolegustaaél.EntoncesvioelvasodeThomasenelsueloypreguntó:—¿Habéisestadobebiendo,Portiaytú?—No,estoessolamentemío.

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—Me gustaría que lo pusieras en la mesa—dijo levantando la voz—.Portia,nodeseoimportunarte,pero…sitehanpuestodeberes,¿noconvienequeloshagasahoramismo?Esmuyposiblequemástardevayamostodosalcine.

—Tengoqueescribirunaredacción.—Mipequeña,tuvozsuenasofocada.¿Nohabráspescadounresfriado?Girándose,PortiamirófijamenteaAnna,quesequedóconelrestodela

frase en la punta de la lengua. Frunció los labios mientras se ajustaba elcinturón;avanzódecidida,pasójuntoaAnnaysaliódelestudio.Annacerrólapuertayexclamó:

—Thomas,¡lahashechollorar!—¿Enserio?Creoqueechademenosasumadre.—¡Santo cielo! —dijo Anna, sorprendida—. ¿Por qué le ha dado de

prontoporllorar?¿Porquéechademenos,derepente,asumadre?—Eres tú laquedicesqueno tengo lamenor ideade loquesienten los

demás.¿Cómoquieresqueteresponda?—Estoyseguradequelahasalterado.ThomasmirófijamenteaAnnayrepuso:—Yaquemencionaseltema,déjamedecirqueerestúlaquemealterasa

mí.—Óyemebien—dijoAnna y le cogió unamano, aunque lamantuvo a

ciertadistancia—.¿CreesquePortiarealmenteechademenosaIrene?Entalcaso,esespantoso.Escomotenerenlacasaaunapersonaenferma.Ay,hastasientolástimaporella.Sipudieraquererlamás…

—Oamarla,incluso.—Mi querido Thomas: eso es algo que uno no puede hacer de modo

deliberado. Además, dime la verdad: ¿realmente te gustaría que la amara?¿Quemeinteresaraporella,queesperaseelmomentodesullegada?No,túsolo quieres que finja que la amo, pero yo no sirvo para fingir. Me hecomportado muy mal con ella a la hora del té, lo admito. Pero tenía misrazones.

—Nonecesitasrecordarmequeestasituaciónnoteagrada.—Al fin y al cabo, ella es, en cierto, modo tuya. Y yo me he casado

contigo, ¿verdad? La mayoría de las personas tienen algo peculiar en sufamilia.PoramordeDios,¡noempiecesahacerunmundodeesto!

—¿Heoídodecirquevamosalcine?—Enefecto,hasoídobien.

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—¿Por qué, Anna? ¿Por qué? Hace semanas que no nos quedamosquietos.

Tocándoselasperlasconungestonervioso,Annarespondió:—Loqueocurre,simplemente,esquenopodemosestarnosquietos.—Noveocuáleslarazón.—Nopodemosestarnosquietoslostres.Misnerviosnolotoleran.Túno

parecesdartecuentadeloqueestosignifica.—Peroellaseacuestaalasdiez.—Sabesbienquenuncaesalasdiez.Nosoportoquemeobserven.Yse

pasaeldíaobservándonos.—Nocomprendoporquéibaahaceralgosemejante.—Yo sí lo comprendo. Y, en cualquier caso, hace que nunca estemos

solos.—Esta noche podríamos estarlo. Al menos, después de las diez—dijo

Thomasy,paracalmarla,alargóotravezlamano,peroAnna,muynerviosa,seapartóyseplantóal ladode laestufaconsuajustadísimovestidonegro,cruzadadebrazos,absortaentensospensamientos.Duranteesosminutosdesilencio,Thomaslamiródetenidamente.Despuéssepusoenpie,laagarródeuncodoylabesóconrabia.

—Nuncaestoyasolascontigoya—ledijo.—Bueno,¡fíjatecómovivimos!—Lamaneraenquevivimosesdesastrosa.Conmásamabilidad,Annadijo:—Querido,noseasneurótico.Hepasadoundíacomplicado.Thomasseapartódeellaybuscósuvasomientrasmusitabaconlavozde

quiencitaunafrasecélebre:«Somosminúsculosentodo,exceptoennuestraspasiones».

—¿Dóndedemonioshasleídoeso?—Enningúnlado.Unanochemedespertéymeoíamímismodecirlo.—¡Quépomposoteponesporlasnoches!Mealegramuchohaberestado

dormidacuandoseteocurrióesatontería.

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ThomasQuaynesehabíacasadoconAnnahacíaochoaños.Enesostiempos,ella solíavisitaraunosamigosquevivíancercade lacasadesumadre,enDorset,yallíhabíasidodondeellayThomassehabíanconocido.Annaeraentonces una joven educada y bastante holgazana. Dueña de múltiplestalentos,habíahechodetodounpocoyhastahabíaganadoalgodedinero.Enrealidad, semostrabamás holgazana de lo que era pormiedo a no ser tancapaz como deseaba. Había trabajado fugazmente como decoradora deinteriores,perosinimplicarsemucho:temíadedicarsedellenoalatareaynotriunfar. Fue una decisión sensata, pues ni siquiera triunfó en una escalamodesta.Comonoaparecíanclientes,abandonócasideinmediato,heridaporeldesairequelehacíaelmundo.Eracapazdehacerdibujossatíricos,tocabaaveceselpiano,habíasidounagranlectora—aunqueyanoleíaapenas—yleagradabamuchocharlar.Nopracticabadeportesalairelibreporquenoleapetecíahacercosasquenohacíabien.CuandoThomasyellasevieronporvezprimera,Annaestabareticenteytriste:acababadefracasarnosoloenunaprofesiónquehabíaelegidoamedias,sinotambiénenunahistoriaamorosa,una historia que se había prolongado demasiado y que, poco antes de queconociera a Thomas, había llegado a un cierto desenlace silencioso y—ajuzgarporlaactituddeella—ignominioso.AnnateníaveintiséisañoscuandosecasóconThomasyanteshabíavividoconsupadreenRichmond,enunacasaenlacimadeunacolina,desdedondeseapreciabaunvastopaisaje.

Deentrada,Thomasseenamoródesusonrisa,desudescortésmelancolía,desubrillanteintelecto,desucarácterafableydelvigorqueélentrevióbajosuindolencia.Aunquesucabelloeradeunrubioceniciento,poseíaenciertomodo la personalidad de una morena. Se trataba, de hecho, de la primerarubiaqueatraíaaThomas,quiensiemprehabíadetestadolapalidez;lapieldeAnna,sinembargo,eraopacacomounamagnoliaysucuerpobientorneado,no muy esbelto, se movía con decisión y total dominio de sí mismo. AThomasleimpactaronsusuavidadysuecuanimidad,yquenoeraunachicadura ni rigurosa, y su manera de vestir, que formaba también parte de suestilo.

Los pocos devaneos amorosos queThomas se había permitido antes deconoceraAnnahabían sidoconmujerescasadas,y la sospecha,después la

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certeza,dequeAnnayahabíatenidounamantehizoquelaconsiderasemásbuena,menosdiferenteaél.Nose llevabamuybiencon laschicas jóvenespueslointimidabanconsuscándidasesperanzas.Temía(mejordicho,temíaenaquelinstantedesuvida)seramadoporuncorazónimpulsivo.Eracomosi evitase que le metieran un dedo en una llaga cuya ubicación exactaignoraba,peroalaqueasíytodoprotegía.EnelmomentoenqueconocióaAnna,noobstante,Thomasempezabaapensarencasarse.Susmediosyaselopermitíanynolegustabanlastensionesylostrastornosquesuelencausarlosamoríos.DevueltaenLondres,yalejosdeDorset,Annayélempezaronaverseconfrecuencia,asolasoencasadealgúnamigoencomún,yentreellospronto surgió un cierto código de provocación sentimental o de íntimamordacidad. Cuando resolvieron casarse, Thomas se sintiómuy feliz, puesAnnaaceptóenelacto.Traslaboda,casienseguida,Thomasdescubrióqueera presa de una gran pasión por ella, tan difícil de expresar como desatisfacer.

Conundineroquelehabíadadosumadre,Thomashabíacompradopartede una agencia de publicidad que pasó a dirigir junto a un socio:Quayne&Merrett. La agencia marchaba a las mil maravillas. Cualquieraspectoaventurerooarriesgadodelnegocio(unrubroquealaancianaseñoraQuayne no le había gustado demasiado, al principio) quedaba neutralizadopor lapresenciasólida,casi imperial,deThomasensudespacho.Prontoseganó laconfianzade lossociosdesupadre,ysu labor—novedosa,carentedelmásmínimosentidodelatradición—adquirióalosojosdeestosancianosunprestigiopocomenosquepolvoriento.Elolfatocomercialpuedesuscitarsospechas,perolahabilidadsueleserrespetada:enThomasveíanunaastillade mejor calidad que el viejo tronco. Quayne&Merrett se afianzó y muypronto fue ganandomás ymás terreno; Thomas dabamuestras de seriedadmientras que su socio, Merrett, lo hacía de perspicacia. Los jóvenesefervescentesquehacíanfaltaparasuspropósitoseranreclutadosporMerrett.Graciasasunegocioyalosinteresessobreelrestodelcapitaldesumadre,Thomas llegóaobtenerunarentadeunasdosmilquinientas librasanuales.Traslamuertedesupadre,Anna,porsuparte,habíaquedadoenposesióndeunarentaanualdequinientaslibras.

LosQuaynehabíanprevisto tenerdoso treshijos,peroen losprimerosaños de matrimonio Anna sufrió dos abortos espontáneos. Expuesta a ladesilusiónyalacompasióndesusamigos,Annaseencerróensímisma:deprontoyanoqueríatenerhijos.Demodoque,aladefensiva,retomóenformaesporádicalasactividadesquelehabíaninteresadoantesdecasarse.Enloque

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respecta a Thomas, conforme fueron pasando los años, el mundo le fueimportandocadavezmenos.Ledaba laespaldaparaconcentrarseenAnna.Teníayatreintayseisañosyeraincapazdepensarenunbuenmotivoparadesearunhijopropio.

Cuando su padre murió, y cuando finalmente murió Irene, Thomas sesintióaliviado.SumadresehabíaempeñadoenmantenerlasfotosdelseñorQuaynedondesiemprehabíanestado,poblandocadarincóndeaquellaoscuracasadeDorset,comosisumaridosehubieramarchadoapasarunassimplesvacaciones.Almismotiempo,ellalomencionabasincesaryconnaturalidad,refiriéndoseaélenpresenciadeThomascomo«tupadre».Cuandosumadremurió,Thomasdejódeviajaralextranjero,diciéndose(sinduda,teníarazón)queestasvisitaserantanembarazosasparaQuayneeIrenecomoparaél.Ladecadenciadesupadreenaquellaspenumbrosashabitacionesdehotel,surisaansiosa o asustada en aquellos pisos conmala calefacción, su incomodidadconIreneenpresenciadeterceros,todoellohabíahechoqueThomassintierauna oscura vergüenza de su padre, de sí mismo, de la sociedad entera. Elgrotescomatrimoniodesupadreleparecíarepulsivo.EncuantoaPortia,que—en aquellas visitas— parecía constantemente al acecho y atemorizada, lomirabacomoungatoalaesperadequeloahoguenenunaalberca.

El inconfesado alivio ante la desaparición de esas dos personas tandesvergonzadasyquetantodolorlehabíancausado,yque,alparecer,habíanvivido sus últimos años con tan escaso sentido del placer, contribuyó enbuenamedidaaqueThomasaceptaralavoluntaddesupadre.Erajusto,eramuycorrecto(afirmóalrecibirlacarta)quePortiavinieraconellosaviviraLondres. Con firmeza enfrentó las objeciones de Anna. «Por un año», leespetó.«Élhadichoquesolamenteporunaño».

Así, pues, hicieron lo que creían que era correcto. Tan pronto comoinformaronaMatchettdelasunto,estacomentó:«Nopodíamoshacermenos.AlaseñoraQuaynelehabríaparecidobien,sinduda».

MatchettayudóaAnnaapreparar lahabitacióndePortia,undormitorioconunaventanaaltayenrejada,destinadaoriginalmenteaserlahabitacióndelosniños.Siunoseparabafrenteaesaventana,podíaverelparqueconsusdibujosdehierbaysussenderos,laparteangostadellago,elpuentediagonaldehierro.Desdelacama(Annalointentóunmomentoposandosucabezaenla almohada), no se veía más que las copas de los árboles, como si unoestuviese en pleno campo. En ese momento, cuando aún no la conocía enpersona,AnnallegóasentirungranafectohaciaPortia.Despuéssesubióauna silla para poner enmarcha el reloj cucú que había sido suyo de niña.

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Habíaencargadonuevascortinas,condibujosdeunaspequeñasramas,perono empapeló otra vez la habitación; después de todo, Portia tan solo sequedaría un año con ellos.Los objetos guardados en los dos armarios (quehabíansidoútilesdepósitos) fueron llevadosal trastero,yMatchett,queerafuerte comounanegra, transportó el pequeño secreter aotropiso.Mientrasponía una pantalla en la lámpara de la mesilla de noche, Anna no pudoreprimirelcomentariodequeaquellotambiénlehabríagustadoaladifuntaseñoraQuayne.

Matchett dejópasar la frase sin abrir la boca; se encontrabade rodillas,puesestabacolocandounaespeciedecenefaalrededordelacama.Ellanuncareaccionaba ante una observación hecha de paso, lo cual impedía cualquieracercamiento significativocon lasdemáspersonasde suentorno.Acambiode su salario, Matchett ofrecía discreción y una incansable energía, peroninguna de las leves concesiones al capricho o a la autoadmiración que,aunquenoloadmitamos,suelenesperarsedelossirvientes.HabíamomentosenquetantorecatotraseldelantalsevolvíaencontradeMatchett:contaldeno ser hostil, no se permitía traslucir elmenor sentimiento. Tras colocar lacenefa,seincorporóy,haciendocrujirsuvestidodepopelinaalaalturadelasaxilas,levantóunespejodeDresdequeAnnahabíatraídodealgunaparteylocolgódeun clavo, tapandounamancha en la pared.No era el lugar dondeAnna deseaba colgarlo y, en cuantoMatchett se distrajo, ella lo retiró consigilo. Por una vez,Matchett se había excedido en sus obligaciones y estohacía que Anna se sintiera menos culpable. Cuando por fin el dormitorioquedólisto,lepareció(oalmenosesoledijoaSaint-Quentin)hastahermoso:seríaunplacerparaPortia,despuésdetantoshotelesporlosquehabíatenidoquedesfilar.Habíainclusoalgohogareñoeneldescoloridoempapeladoyenelúltimomomentoañadieronunaalfombrablanca juntoa lacama,para lospiesdescalzosdelajoven.PeseaqueAnnahabíaluchadocontralallegadadePortia,ahoraadmitíaconestilosuderrota…

Portiallegóvestidadenegro,comounpequeñocuervo,conelpesadolutosuizo escogido por su tía, la que había llegado procedente de algún paísorientaljustoatiempoparahacersecargodelasituación.Annaleexplicósinmásqueellutonoresucitaalosmuertosyquenolehacebienanadie.Logróque Thomas le extendiera un cheque, se fue con Portia a comprar cosas aLondresyconsiguióalgunosvestidos,abrigos,sombreros,enazul,engris,enrojo,tododebuenacalidad,todomuyelegante.Nobienregresaron,Matchettdijo:

—¿Esquepiensavestirladecolores,señora?

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—Notieneporquévestirsecomounahuérfana:esmaloparaella.Matchettselimitóafruncirloslabios.—Aver,¿quéocurre,Matchett?—preguntóAnna,susceptible.—Alosjóveneslesgustavestirsecomolohacentodos.Annasintióqueladesaprobaban.LallegadadePortiaempezabaaalterar

lascosasyel incidentedelespejomarcóuna tendencia inéditaenMatchett:empezó a entrometerse. De manera algo defensiva, más de lo que hubieradeseado,Annarepuso:

—Lehecompradotambiénunvestidodenoche,decolorblanco,yotrodeterciopelonegro.

—¿EsoquieredecirquelaseñoritaPortiacomeráabajo?—Por supuesto. Tiene que aprender. Además, ¿en qué otro lugar iba a

comer?Las ideas que se hacíaMatchett seguramente venían de los tiempos en

que,enlascasasdefamilia,lasjóvenesdelargastrenzascenabanenlaplantasuperior,consusgobernantas,quienespreparabantostadas,contabancuentosyleíanelfuturoenlascáscarasdelasmanzanas.Enloshogaresmodernosnohaymargenparaelerror:unosolopuedehundirseoflotar.PeroMatchett,quesubía y bajaba la escalera a paso firme, era incapaz de admitir que ciertosrasgosdelorealyanoexistían.Porelcontrario,leparecíaquefaltabaalgodevida en la casa, como si una especie de defecto congénito afectase a aquelhogar.LafaltadehábitostradicionalesenlavidafamiliardelosQuaynenosolamentedesorientabaaMatchett,sinoquetambiénsuscitabasudesdén.Lascostumbres familiares, en parte afables, en parte crueles, parecíanpulverizadasporelpasodeltiempo.Enestacasaalgofrívola,llenadeespejosydemueblesbarnizados,nohabíaespacioparaqueanidasenlassombrasniparaquesetraslucieseelmenorsentimiento.Lashabitacionesestabanhechasparaalbergarunaintimidadentreextrañosoparaqueunexhaustosolitarioseencerraraenellas.

LosHermanosMarxaquellanoche,enelEmpire,nofuerondelagradodePortia.Lapantallaarrojabasuengañosa luzsobreelperfil intranquilode lajoven, que casi parecía abrumada por lo que veía. Una o dos veces, AnnaapartólamiradadelapantallaparalamentarseanteThomas:

—Noleparecengraciosos.Thomas, que había estado emitiendo ronquidos involuntarios, dijo con

ciertatristeza:

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—Claro,comoquesondeprimentes.InclinándoseporencimadeThomas,Annadijo:—¿Te ha gustado Sandy McPherson, Portia…? Thomas, sacúdela y

pregúntalesilehagustadoSandyMcPherson.Entreunasacaciasiluminadasporlosreflectores,elorganista,quetocaba

de forma ruidosay firme,descendíaporun foso interminable;«Parlez-Moid’amour»siguiósonando,cadavezmásdébil,hastaquealguiencerrólatapa.Portianoteníaderechoadecirquelagenteeramenosvalienteahora.ComolosHermanosMarxhabíanacabado,lostresQuaynefueronenbuscadesuspertenencias y se escabulleron en silencio: para ahorrarse los atascos, seperdieronelboletíndenoticias.

Tristesporrazonesdistintas,AnnayPortiaaguardaronenelvestíbulodelcinemientrasThomasbuscabauntaxi.Porespaciodeunoscuantosminutos,mostraronenelespejoelaspectodedosobrerasquesabenquetienenqueiraldíasiguienteatrabajar.Entonces,depronto,alguienmiróaAnnaconsumaatención, volvió amirarla,mostró cierta indecisión, se quitó el sombrero yregresóparatenderle,cordialyansioso,unamanoinmensa.

—¡SeñoritaFellows!—¡ComandanteBrutt!¡Quécoincidenciamásextraordinaria!—Sí,encontrarnosdeestamanera,¡esciertamenteextraordinario!—SobretodoporqueyanosoylaseñoritaFellows.Esdecir,ahorasoyla

señoraQuayne.—Milperdones…—Nohabíamodo de que usted lo supiera…Me alegramucho que nos

volvamosaver.—Han pasado unos nueve años, calculo. Qué magnífica velada

compartimosentonces…Usted,Pidgeonyyo…—empezóadecirelhombre,peroseinterrumpióenseguida:ensusojoshabíaasomadounaduda.

Portiaseguíaallí,asulado.—Permita que le presente a mi cuñada —dijo de repente Anna—. El

comandanteBrutt…LaseñoritaQuayne—y,conmenosseguridad,añadió—:EsperoquesehayadivertidoconlosHermanosMarx.

—Laverdad…Yosolíaveniraestecineen losviejos tiemposynuncahabía oído hablar de estos sujetos, pero se me ocurrió entrar y echar unvistazo.Nopuedodecirleque…

—¿Ustedtambiénpiensaquesondeprimentes?—Supongoqueestándemoda,peronosonloqueyollamaríagraciosos.—Sí—dijoAnna—,ahoramismoestánmuydemoda.

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LosojosdelcomandanteBruttabandonaronlabocasonrienteyparlantedeAnna,viajaronporlacameliaprendidabajosubarbillayalcanzaronelalaalzadadelsombrerodePortia,dondealfinsedetuvieron.

—Espero—ledijoaPortia—queustedsísehayadivertido.—No lo creo —intervino Anna—, me parece que no se ha divertido

mucho… ¡Vaya, mi marido ha conseguido por fin un taxi! Venga connosotros,vamosatomaruntrago…Mira,Thomas,tepresentoalcomandanteBrutt.

Yendohastaeltaxi,AnnalesusurróaThomas:—EsunamigodePidgeon.Unavezpasamosunaveladaconél.—¿Unavelada?¿Cuándo?Nome…—¡No digo tú y yo, tonto!Digo Pidgeon y yo.Hace años.Vayamos a

tomaralgo.—Claroquesí—dijoThomase,imperturbable,laagarródeuncodoyla

condujoentre lamultitudapiñadafrentea lapuerta,puesnohabíamododeevitar la aglomeración. En el taxi, Thomas se sentó muy erguido y,contagiadoporlapresenciadeBrutt,sepusoamirardeformasolemneporlaventanilla, como si también él fuera unmilitar.En cambio, enmedio de lapenumbradelcoche,elcomandanteBruttojeabacon timideza lasmujeres,cuyos rostrosemergíancomofloresde loscuellosdepiel.Unaodosvecessoltó:«Quécoincidenciaasombrosa».

Portia se había ubicado de perfil, para que sus rodillas nomolestaran aThomas. El encanto del incidente, del encuentro en ese lugar suntuoso,evocabamuchas reuniones que Ireney ella habían espiado, presenciado, enalgúnhoteldistinguido.MientraseltaxiingresabaenWindsorTerrace,Portiaexclamó,todaexcitada:

—¡Graciasporhabermeinvitado!Thomasselimitóadecir:—Lamentoquenotegustaralapelícula.—¡Peromegustóestarallí!ElcomandanteBruttcomentóconfirmeza:—Esoscuatrotiposeranbastanteinsoportables.¿Aquínosbajamos?Muy

bien.—Sí. Aquí nos bajamos —confirmó Anna y se apeó con cierta

resignación.Labrumadelatardecersehabíadiluidoconelfrío;elhogar,alumbrado

porlasfarolasdelaterraza,elevabasuscolumnasenelvítreoyoscuroairenocturno.Portiasintióunescalofríoyllevólasmanosalcuellodesuabrigo;

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mientrassuspalabrassonabantodavíaenelpavimento,elcomandanteBruttdioungolpecontrasupropioabrigoyexclamó:

—¡Quéfríomásinsoportable!—Mañanapodremosandarentrineo.Serábonito—dijoThomasmientras

contaba lasmonedas para pagar al taxista.Después tanteó las llaves en susbolsillosy,comosialgolohubiesedesafiadoocomosihubieseoídouneco,escrutóporencimadesuhombrolaterraza,vacía, teatral,enformade«E»,conunascolumnasglacialesquese recortabancontra lapenumbra.Aquelloparecíaunafachadahueca.

—Aquíreinaunacalmamaravillosa—ledijoalcomandanteBrutt.—Sí,escomoestarenelcampo.—¡Por el amor de Dios, entremos de una vez! —propuso Anna. El

comandanteBruttlamiróconairesolícito.Enelestudiohacíacaloryhabíamuchaluz.Puertasadentro,lasituación

sevolvióun tantodisparatada.ElcomandanteBruttmirabahumildementeasu alrededor, como si quisiera exclamar «qué casa más bonita», pero noestuviesesegurodetenerlaconfianzasuficienteparadecirlo.Annaencendíayapagabalaslámparas,hechaunmanojodenervios,yThomas,despuésdepreguntar«¿escocés,irlandés,brandy?»,sehabíapuestoaservirlosvasosenlabandeja.Annaeraincapazdehablar:pensabaensusañosdejuventud,veíadeprontoaRobertPidgeoncomounaenormemoscaatrapadaenelámbardelamemoria.Lamemoriadeellaerapurabrumayremiendos.Nosintemor,sepreguntó con qué voz iba a decirle al comandante Brutt: «¿Ha sabidoúltimamentealgodeél?,¿loveamenudo?».Oincluso:«¿Sabeusteddóndeestáélahora?».Elmagnetismodeesalejanavelada—enlaqueRobertyellahabíansido,casi,perfectosamantes—lahabíahechoinvitaraestehombre,aesteeternotercero,asuhogar.PeroThomas,colocándoseenunaespeciedesegundo plano, le hacía ver que había actuado con absoluta torpeza. Elsilencioseprolongabademasiado;laincomodóvercómoelcomandanteBruttcontemplabaelwhiskydentrodesuvasomientrasalasclarassepreguntabaquéhacer,¿beberloono?,¿marcharseono?

Aparte de esto, todo era perfecto. Los Quayne habían advertido que elcomandanteaceptabadebuengradolainvitación.Comoeraunhombrequevolvíadelejos,quehabíaperdidotodocontactoconLondres,elcomandantesemoríadeganasdeiraalgúnsitio,acualquiersitio,despuésdelcine.PeroLondres, por lasnoches, poseeuna especiedemezquindadprovincianaquelas luces no hacenmás que evidenciar. Por la noche, la ciudad parece unainstitutriz decadente, ataviada con una barata diadema de Woolworth,

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maquillada de unmodo equivocado. Y el prestigio que supo tener pervivesoloenlafantasíadelosforasteros.ElcomandanteBrutteradeesaclasedehombresque,comounfantasmaerrante,sepaseanporelWestEndcercadelamedianoche:hombresquenoquierencomprarseunamujernibeberasolasnivolveraKensington,puesanhelanqueocurraalgo.Cadaminutoquepasa,estoúltimoesmenosfactible:tardeotemprano,deberánvolver.Sipierdenelúltimometro,tendránquesubirseauntaxi,perolostaxisaligeranelbolsilloy los atormentan con la fragancia demujeres ajenas. Como una habitaciónvacíaysinpostigos,suimaginacióncontemplaboquiabiertaesepaisajeyallícreenverloquejamásexistió.Siestoestodo,mejorcogerelúltimometro.Acasopuedan invitar al serenodel hotel a tomaruna copa en el salón.Laslucesestánmedioapagadas,ellugarsehallavacío,todaslasancianassehanidoadormirya.

—¡Salud,brindemos!—dijoelcomandanteyalzóaudazmentesuvasoaltiempo que contemplaba los tres rostros, cada uno interesante a sumanera.Portia contestó con su vaso de zumo y soda. El comandante hizo unareverencia,ellaloimitóybebieron.

—¿Ustedtambiénviveaquí?—preguntóél.—Hevenidoapasarunaño.—Unabellayprolongadavisita.¿Yellosdosestándeacuerdo?—Sí—dijoPortia—.Ellos…Yo…Anna le lanzó una mirada a Thomas —como diciendo «no te pierdas

esto»—, pero Thomas estaba demasiado ocupado en buscar sus cigarros.Entonces vio que Portia, arrodillada junto al fuego, miraba al comandanteBruttconexpresiónfrancaynaturalmientrasmetíalasmanosenlasmangascortas de su vestido. La escena perturbó a Anna, pues recordó cómo suinocenciasehabíaechadoaperderenmanosdeotros…Sí,inclusoenmanosdeRobert:enmanosdeélmásqueenlasdeningúnotro,talvez.Muchosdesus encuentros que habían finalizado en peleas devastadoras se habíaniniciadoasí:conRobertatento,peroconlaguardiabaja…ContemplóaPortiay pensó: ¿es una víbora o es un pobre conejo? En todo caso, se dijo,endureciéndosedepronto,tienesupropiamaneradedivertirse.

—Muchas gracias, pero no: nunca fumo —dijo el comandante Bruttcuando Thomas encontró al fin los cigarros. Después de encender el suyo,Thomasmirólacajacondesconfianza.

—Continúandesapareciendo.Creoqueyatelohabíadicho.—Entalcaso,¿porquénolosponesbajollave?Supongoqueeslaseñora

Ways;tieneunamigoyleagradasergentilconél.

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—¿Ellamerobaeltabaco?—No, últimamente no. Matchett la sorprendió una vez. Ahora está

demasiadoocupadaleyendomiscartas.—¿Porquédiablosnoladespides?—Matchett asegura que trabajamuy bien.Y las limpiadoras que hacen

biensutrabajonocrecenenlosárboles.Muydivertida,Portiadijo:—¡Quéaspectomáscuriosodebenteneresosárboles!—¡Ja, ja!—rioelcomandante—.¿Conocenustedeselcuentodelárbol-

zapato?Annaposólospiesenelsofáyseapartóunpocodelosdemás;parecía

perdidaycansada…Nodejabadetocarseelpelo.Thomascontemplólaluzquesefiltrabaatravésdesuvasodewhisky:sucarasealargaba,cadatanto,por obra de algún bostezo reprimido. El comandante Brutt, que se habíabebido ya dos tercios de su vaso, dominaba la escena con sus ademanestranquilos.LaanimacióndePortiarevoloteabaporelsalón,inclusocontraeltecho,comoungloboquesehaescapado.Depronto,Thomasexclamó:

—UstedhaconocidoaRobertPidgeon,¿verdad?—¡Claroqueloconocí!Untipoexcepcional.—Pordesgracia,yonoloconocí.—¿Acasohamuerto?—preguntóPortia.—¿Muerto?—repitióelcomandante—.¡Diosmelibre,claroqueno!Por

lomenos,noqueyosepaycreoqueesmuyimprobable.Pidgeonesdeesosquetienensietevidas.Hepasadoconélcasitodalaguerra.

—Seguroquenohamuerto—coincidióAnna—.Pero¿sabeustedquéhasidodeél?

—Las últimas noticias las tuve en Colombo, en abril pasado… Nocoincidimosporunasemana,unapena.Niélniyosomosconstantesalahorade escribir cartas, pero así y todo logramos mantenernos en contacto demanerassorprendentes.Porsupuesto,Pidgeonposeeunamenteexcepcionalyescapazdehacercualquiercosaporsobrevivir.Almismotiempo,esunodeesoshombresquepuedenllevarsebienconcasitodoelmundo.Unaclasedehombre que yo nunca habría conocido, claro está, si no hubiese ido a laguerra.ÉlyyoestuvimospresentesenlabatalladeSommeydespuéspudeconocerlomejor,cuandoaambosnosconcedieronunalicencia.

—¿Lohirierondegravedad?—inquirióPortia.—Enelhombro—intervinoAnna,yenesemismoinstanteviolamarca

delacicatriz.

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—Pidgeoneraloquesellamaunindividuoversátil.Podíatocarelpianomejor que un profesional… Con más pasión, quiero decir. Una vez, enFrancia,cogióunaláminaehizoallí,concarbonilla,unretratoidénticoamí,totalmente idéntico.Y, por supuesto, también ha escrito de todo. Pero, a lavez,esalguiendesprovistodecualquierafectación.Nuncaheconocidoaunhombremenospresuntuosoqueél.

—Sí—dijoAnna—,tambiénrecuerdoquepodíamantenerenequilibriounanaranjaenelbordedeunplato.

—¿Hacíaesoamenudo?—preguntóPortia.—Sí,muyamenudo.El comandante Brutt, que iba ya por su segundo vaso, miró a Anna

fijamente:—¿Lohavistoustedúltimamente?—No.Últimamentenolohevisto.ElcomandanteBruttseapresuróadecir:—Siemprehasidounbichoraro,elbuenodePidgeon.Erainusualtoparse

dos veces con él en un mismo lugar. Y yo, desde que dejé el ejército, heandadodeacáparaallá,intentandodiversascosas.

—Esotienequehabersidodelomásinteresante.—Sí, pero también de lo más incierto. Pedí que me transfirieran la

pensión,peronomefuenadabienenMalasia.Ahorahevueltoacasa,poruntiempo,aprobarsuerte.Peronomehagomuchasilusiones.

—¿Porqué?Elcomandante,entusiasmado,dijo:—Laverdadesque tengoalgunascosasendanza.Esosignificaqueme

quedaréaquíporuntiempo.ComoAnnanosabíaquédecir,fueThomasquienrespondió:—Sí,haceustedmuybienenquedarse.—Supongoque volveré a ver alguna vez aPidgeon.Nadie sabe en qué

lugar es capaz de aparecer. Y yo tengo la costumbre de toparme con lagente…Estanoche,porejemplo.

—Silove,salúdeledemiparte.—Sealegrarádetenernoticiassuyas.—Dígalequeestoymuybien.—Sí,dígaleeso—afirmóThomas—.Esdecir,cuandolovuelvaaver…—Cuando uno vive continuamente en hoteles —le dijo Portia al

comandanteBrutt—, se acostumbra a que la gente aparezca y desaparezca.Unocreequeellosestaráninvariablementeenelmismositio,perodepronto

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dejasdeverlosynosabesdóndesehanmetidoporquesehanmarchadoparasiempre.Esunasensaciónraraydivertidaalavez…

Annaconsultósureloj.—Portia, querida—le dijo—, lamento ser una aguafiestas, pero son las

doceymedia.Cada vez queAnna lamiraba, Portia apartaba inmediatamente los ojos.

Estaera,enrealidad,laprimeraocasiónenquesemirabanentodalanoche.Sin embargo, durante la charla sobre Pidgeon, Anna había sentido que lososcuros ojos de Portia la escudriñaban una y otra vez con desenvueltainocencia. Adoptando en el sofá una actitud digna deMadame Récamier,Annasehabíamostrado—enmediodetodaslascosasquedebíademostrar—impermeableaesasmiradas.Pero,silaagitaciónquelecorríaporelcuerpohubiese emitido un aura con un borde tembloroso, seguramente los ojos dePortiahabríanexploradoesebordealolargodelarecostadasiluetadeAnna.Atadaasumiedoyasusecreto,AnnasehabíasentidocomomomificadaporlamiradaenvolventedePortia.Poresohabíadecididoalzarlavozparahaceralusiónalahora.

Portia había aprendidoquenodebemirarse fijamente a la gentemuchotiempo.Tenía esa clase de ojos que, al parecer, nunca sonbien recibidos yque aprenden a ser tímidos por la alarma que provocan. Esa clase de ojossiempreseapartanosebajanconmodestia,noseposanenningúnlado,salvoenunpunto indeterminadodelespacio,y su fijezahaceque tenganalgodefanáticos.Puedenconmoveruofender,peronocomunicannada.Amenudoencontramos o, mejor dicho, evitamos encontrar esos ojos en algún rostroinfantil,perodespuésnosabemosquéhasidodelavidadeeseniño.

Al mismo tiempo, Portia había pasado un momento muy grato con elcomandanteBrutt.Cuandoseestanjovenquetodavíanopuedehablarsedelas convenciones del amor, resulta embriagador ser elegido por otro: unosiente que ha adquirido un estatus humano. El comandante Brutt habíabuscadodeformaafablesumirada,sucomplicidad,yPortiahabíarespondidosinreticencias.Elcomandanteseguíaallí:susenormespiesestabanplantadossobre la alfombra como dos rocas en medio del océano. Portia se habíaarrodilladoyélhablabadesdeallíarribaconsuvozensordecedora.CuandoAnnaconsultó el reloj, aPortia se le encogió el corazón.Quisoverificar lahoraycomprobóqueeracorrecta.

—¡Lasdoceymedia!—dijo—.¡Diossanto!Portiasaludóalostresysemarchó.Entonces,elcomandanteBruttdijo:—¡Estaniñadebedeserunmotivodeauténticadichaparaustedesdos!

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Casi todas las mañanas, Lilian esperaba a Portia en la puerta del viejocementerioquehabíajuntoaPaddingtonStreet:aellaslesgustabacogereseatajoparairaclase.Elcementerio,rodeadodeventanas,habíaperdidohacíatiempo todocontactocon lamuerte:eraun lugardedescansoy tambiénunpaso poco conocido.Unoo dos sauces llorones y unas cuantas tumbas queparecíanpabellonesdepiedraleconferíanallugaruncaráctersolemne,perolas lápidas se alineaban contra las paredes como sillas antes de un baile y,entrelahierba,sealzabaunmiradorcircularcuyoaspectoevocabaeldeunpequeño escenario para una bandamusical.Había senderos que iban de unportónaotro;habíaunasmatasespesasquebordeabanlamurallayaislabanel cementerio de la calle. El sitio no era triste, sino placenteramentemelancólico.ALilian le agradaba esamelancolía; en cuanto a Portia, cadavezquefranqueabaelportónsentíaquepenetrabaenunsecretoqueerasuyo.Asíquelasdosamigascogíanconfrecuenciaesteatajo.

Tenían que ir a Cavendish Square. En ese rincón tan imponente de laciudad era donde la señorita Paullie impartía clases para niñas: niñasdelicadas,niñasconproblemasenlaescuela,niñasquequeríanganartiempoantes de viajar al extranjero, niñas que en su vida viajarían al extranjero.Tenía espacio para albergar a una docena de alumnas de ese tipo. Cadamañana, recibía aunasmaestrasquedabanclases en la casa;por las tardesiban de excursión a galerías, exposiciones, museos, conciertos o veladasculturales.Encasosexcepcionales,lasniñaspodíaninclusocomerencasadela señoritaPaullie: este eraunode losmuchos arreglos excepcionales a losque se podía llegar con ella. Una secretaria atendía permanentemente elteléfono. Los métodos, muy novedosos, solían dar buenos resultados; enconsecuencia,lastarifasdelaseñoritaPaullieeranelevadas.AunqueThomashabíaprotestadounpocodebidoalprecio,Annahabía logradoconvencerlodelosméritosdelaseñoritaPaullie.Elcolegiosolucionabaduranteeldíaelproblema de tener a Portia dando vueltas por la casa. Lo que estabaaprendiendoPortia serviría como temade conversación con ella y, además,existía la posibilidad de que allí hiciera amigas. De momento, solo habíahechouna,Lilian,quenovivíanadalejos,enNottinghamPlace.

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Lilian no le caía muy bien a Anna, y no pensaba que fuera muyrecomendable, pero ante eso nada podía hacerse. Lilian llevaba el cabellolargo,atadoendosinmensastrenzascomolasdeladoncelladeloslirios[3].Su expresión solía ser distante y misteriosa; su cuerpo, bien desarrollado,atraíalasmiradasdeloshombresenlacalle.Habíantenidoqueapartarladeuna escuela para pupilas porque se había enamorado de su maestra devioloncheloy,comoconsecuenciadeello,habíadejadodecomer.PortiateníalamásaltaopinióndelascosasqueLilianeracapazdehacer;sedecía,porejemplo,quesabíabailarypatinarmuybienyque inclusohabíapracticadoesgrima.Noobstante,Lilianasegurabadarsepocosplaceres:pasabaelmenortiempoposibleensucasay,cuandoestabaallí,nohacíamásquelavarselacabeza. Solía pasearse con esa expresión medio fatal que uno ve en lasfotografíasde las chicasque luegoacabanasesinadas, pero aúnno lehabíaocurrido nada grave… Esa mañana, al ver que Portia se acercaba, habíaapuntadohaciaellaconsuguanteescarlata.

Portiaseaproximabaatodaprisa.—Losiento,semehahechotarde.Ven,Lilian,nohaytiempoqueperder.—Hoynoquierocorrer:nomeencuentromuybien.—Entoncesserámejorquetomemosel153.—Siesqueviene…—dijoLilian,puesesosautobusespasabanraramente

—.¿Estoymuyojerosa?—No.¿Quéhicisteanoche?—Hepasadounanocheespantosa,¿ytú?—Yono—repusoPortiacasidisculpándose—.FuimosalEmpire.Yallí,

imagínate, nos encontramos por casualidad con un hombre que conoce aalguien a quienAnna conocióhace tiempo.Un tal comandanteBrutt…Merefieroaltipoqueencontramos,noalhombrequeAnnaconocía.

—¿Ytucuñadasepusomuynerviosa?—Sesorprendió,porqueelcomandanteBruttnisiquieraestabaaltantode

queellasehabíacasado.—Yo suelo sentirme bastante incómoda cuando me reencuentro con

alguien.—¿Hasconocidoaunapersonacapazdeponerenequilibriounanaranja

enelbordedeunplato?—Cualquierapuedehacereso:solohayquetenerunpulsofirme.—LagentequeconoceaAnnaestodamuyinteligente.—Ay,veoquehasvenidohoycontubolso.—Matchettmehadichoqueesunapenanousarlo.

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—Lollevasdeunmaneramuyrara,simepermitesque te lodiga.Perosupongoqueteirásacostumbrando.

—Simeacostumbrodemasiado,voyaolvidarquelollevoyacabaréporperderlo.Detodosmodos,Lilian,enséñamecómollevaseltuyo.

HabíanllegadoaMaryleboneHighStreetyallísedetuvieronunminutocon la paciente ilusión de que apareciese un autobús de la línea 153. Esamañana hacía más frío que la víspera; había caído una especie de heladanegra.Peroellasnohicieronelmenorcomentariosobre la temperatura,queparecía formar parte de su oscuro destino, lo mismo que la obligación demadrugar y de soportar los cambiantes estados de ánimo de los adultos. El153 dobló pesadamente la esquina, decidido a ignorarlas, hasta que Lilian,cualjovendiosaofendida,secruzóensucaminoyalzósuguanteescarlata.Ya a bordo del autobús, Lilian le espetó a Portia con un leve tono dereproche:

—Hoyparecesmuycontenta.Portiarespondió,algoconfundida:—Esquemeagradaquepasencosas.El padre de la señorita Paullie era un médico exitoso y las clases se

impartíanenunanexodelaplantabaja,unrecintooriginalmenteconcebidocomo salón de billar, al fondo de la gran casa. Para no molestar a lospacientesdelmédico,lasalumnasentrabanysalíanporlapuertadeservicio.Lostranseúntesseasombrabanalveraesaspulcrascriaturas,algunasdelascualesseapeabancomogatosdelujosaslimusinasysemetíanenlacasasinmiraratrásniunasolavez.Unavezdentro,tocabaneltimbreespecialdelaseñoritaPaullieyestalashacíapasarauncorredoralfombrado.Alllegaraunguardarropaenlacimadelatortuosaescalera,colgabanlossombrerosylosabrigos y hacían cola para verse en un diminuto espejo. Azulejos rojos yazules,rodapiésdemármol,empapeladoscontoquesdoradosyunaalfombraturcaeranlascaracterísticassalientesdelguardarropa.Ellugar,queteníaunaventanadevidriopolicromado,olíaahumedadya fenol; lasaladebillaro«sala escolar» olía a alfombra, a radiadores y a cerrado, pues carecía deventanas. Una amplia claraboya abovedada informaba sobre el estado deltiempo: se ponía gris con la niebla, crepitaba si llovía o proyectaba uncuadradodeluzsobrelamesacadavezqueelsolbrillaba.Alcaerlastardes,en invierno, se corría un toldo azul oscuro para cubrir la claraboya y seencendíanlasluceseléctricas.Laventilaciónnoeraelpuntofuerteenaquelrecinto;quizáporelloPortiasemarchitabacomounaplantaapenasentraba.No le ibamuy bien allí: no lograba concentrarse, ni siquiera lograba fingir

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que se concentraba, como las otras alumnas. No lograba tampoco que susideas,en lugardeascenderhasta laclaraboya, sequedaranquietecitasenelpupitre.Unamaestrahacíaunapausa,lamirabaseveramenteytamborileabasobre el escritorio; otra le decía: «Por favor, señorita Quayne, ¿es que havenidoustedacontemplarelcielo?».Pormomentos,ladistraccióndePortiarayaba en la descortesía o, peor aún, provocaba que las otras chicas sedistrajesenmásdeloestrictamentenecesario.

Portianoestabahabituadaaaprender:nohabíaaprendidoqueunotieneque aprender. Ni siquiera parecía tener dentro de ella un rincón dondealmacenar datos interesantes. Preocupada por no llamar la atención, por nofastidiar a los profesores, había aprendido en una semana, eso sí, ainmovilizar,inclusoahipnotizar,alamásencolerizadadelasmaestras,cosaqueconseguíaclavándoleunamiradaimperturbable:contemplabasuslabioscuandoestahablabaoescrutabaelaireporencimadesucabeza…Lalecciónde economía política de esa mañana transcurría en un clima de profundoasombro. Portia había entrado en la clase con su bolso y lo había dejado,ahora, sobre sus rodillas.Al terminar la clase, lamaestra se despidió y lasalumnassesepararon:ungrupoiríaavisitarunagaleríaprivada,mientrasqueel resto se dispuso a estudiar; algunas chicas cogieron sus estuches yempezaron a esbozar unos mapas; otras apoyaron los pies sobre las sillas,dichosas de no tener que salir.A cierta distancia de allí, la señoritaPaullieleía, sentada ante su mesa en una silla de estilo gótico. Puesto que estabanublado,unalámparaconuncuelloenformadecisnealumbrabalospapelesque leía la señorita. Ella pasaba una página tras otra, las muchachas secomportabanconcautelay,devezencuando,seoíaelgorgoteodelatuberíadelacalefacción…Lasumadeesoslevesruidos,queellasllamabansilencio,llenabaelsalóndeciertoambientedenso.Liliansehabíapuestoaexaminarsupluma,algopreocupadaporsumalestado.Portiaapretósuvientrecontraelpupitreysintióelcontactodesuestómagocontraelbolso.Todasprestaronatenciónaloquehacía…Pletóricadeoptimismo,Portiasesintióasalvo.

Se echó hacia atrás,miró alrededor, después se inclinó hacia delante y,contodoelsigilodelqueeracapaz,abriósubolso.Deallíextrajounacartaescrita en papel azul; la desplegó en su falda, sin ponerla sobre lamesa, yempezóaleerlaporsegundavez:

EstimadaPortia:Fue tan dulce lo que hiciste la otra noche por mí que

necesito escribirte para contarte mi alegría. Espero que no teenfades…No,séquepuedesentenderme:sientoqueyasomos

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amigos. En el momento de marcharme, yo estaba triste porvariasrazones;unadeellaseraquetehabíasidoadormirynoteveríaotravez.Asíqueimaginarásmigratasorpresacuandote vi en el vestíbulo, con mi sombrero en la mano. En eseinstante,entendíquetehabíasdadocuentademiabatimientoyque, como eres una criatura adorable, habías querido darmeánimos.Nosécómoexplicarloquehasignificadoverteasí,depronto,enelvestíbulo,tendiéndomeelsombrero.Séquenomecomporté bien en la sala y temo haberme comportado peordesdequetemarchaste,aunquenohasidosolamenteculpamía.SabescuántoaprecioaAnna,yaquetútambiénlaaprecias,almenos eso creo yo, pero, en cuanto comienza a decir frasescomo«por favor, Eddie», enfurezco y actúo en consecuencia.La forma en que me trata la gente me influye en demasía…sobre todo en lo que se refiere a Anna. Si las personas meatacan,piensoquetienenrazón,meodioamímismoyodioatodoelmundo:cuantomásmeagradan,másodiosientoporlahumanidadentera.Demodoqueesanoche,cuandofuienbuscadelsombrero (lanochedelpasado lunes,¿verdad?),mesentíade pésimo humor, pero apareciste tú y me alcanzaste elsombrerocontaldulzuraquemecalmédeinmediatoymesentíen la gloria, no solo porque estabas allí, sino también porquepensé (¿es vanidad de mi parte?) que a lo mejor me habíasestadoesperando.Nofuicapazdedecírteloentonces,puestemítudisgusto,peronopuedoevitarescribirloahora.

Además, recuerdo que cierta vez te oí decir, con esanaturalidadconquedices tú lascosas,queno recibesmuchascartas;porlotanto,penséquetalveztegustaríarecibiresta.Túy yo somos dos seres algo solitarios. En tu caso, esto escircunstancial; en mi caso, creo que forma parte de mi malcarácter. Soy una persona difícil, lo sé; tú eres, en cambio,dulce y bondadosa. Esta noche me siento especialmente solo(estoy enmi piso, que nome gustamucho) porque acabo dellamar a Anna por teléfono y me ha tratado con brusquedad.Algo me dice que la aburro o que me juzga demasiadocomplicado. ¡Ay, Portia, cómoquisiera que tú y yo fuésemosamigos! ¿Podríamos pasear juntos por el parque? Mientrasescribo,aquísentado,imaginocuánagradableseríaeso…

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—¡Portia!—llamólaseñoritaPaullie.Portiareaccionócomosihubieserecibidoungolpeenlacabeza.—No se siente tan encorvada, querida. Y no ponga el trabajo bajo la

mesa.Póngaloencima.¿Quétieneustedahí?Quiteyamismoesospapelesdesufalda.

Como Portia no se movía, la señorita Paullie apartó la mesa que teníadelante,seincorporóyseaproximódeprisahaciadondePortiaestabasentada.Todaslaschicasabrieronlosojos.

—Quieropensarquenosetratadeunacarta—dijolaseñoritaPaullie—.Noesellugarnielmomentoparaleerunacarta,¿sabeusted?Habrávistoquelasdemásalumnasnohacencosasasí.Además,no importadóndeestemos,nuncadebemosleerunacartabajolamesa.¿Noselohandicho?¿Quémástieneahí,enlafalda?¿Subolso?¿Porquénolohadejadoenelguardarropa?Nadieentraaquíconbolso.Pongaesacartaenelbolsoydejelascosasenelguardarropa.Entrarenunacasaconelbolsoespropiodegentequeviveenhoteles.

Es muy probable que la señorita Paullie no tuviese idea del verdaderoalcancedeloqueacababadedecir,perounascuantaschicas,incluidaLilian,sonrieron. Confundida, Portia se puso de pie, fue al guardarropa y dejó elbolso en un estante, bajo su abrigo, en elmismo estante donde, como ellaahorapodíaver,estabanlosbolsosdelrestodesuscompañeras.Encuantoala carta de Eddie, tras unmomento de angustia la escondió en una de susmedias,sujetándoladebajodelarodillaconelelástico.

De regresoenel cuartodebillar,vio las lustrosascabezasde laschicasinclinadas sobre sus libros. En realidad, aquellas clases silenciosas enpresenciadelaseñoritaPaullieeran(comotodasellassabían)leccionesparaaprenderelartedeestarsequietas,desentirqueaunalaobservanyquenopor ello se lemueveunpelode la cabeza.SoloPortiapudopensarque losojosdelaseñoritaPaulliedejabandevigilar,almenosunossegundos,loquehacíacadaunadelasalumnas.Erguidacomounobispoensusilladeestilogótico, la postura rígida de la señorita Paullie acallaba el ansia de esoscuerpos jóvenes, reprimía su goce de sentirse con vida y de percibir otroscuerpostambiénjóvenes.HastaLilian,queteníaelhábitodetocarselafaldao de mirar el interior de sus brazos voluptuosamente blancos, permanecíaahora sentada, en la clase de la señorita Paullie, como si ella misma noexistiera.

Portia,quesentíaaúnelardorbajosupálidapiel,cogiósulibrodeteoríaarquitectónicayclavólamiradaenlareproduccióndeunafachadadeestilo

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palladiano.Sinembargo,sehabíainstaladoenelrecintolasensacióndequePortianoeraexactamentecomodebíaser.Portiasentíaquealgoindefinibleolfateabaeldobladillodesuvestido.LomásgravedelsermóndelaseñoritaPaullie había sido el modo de pronunciarlo, como si se hubiera tomado lalicenciadedecirlamitaddeloquepensabarealmente,comosilapresenciadePortiaantelasotrasalumnas,todasmejoreducadasqueella,constituyeseunhechovergonzoso.Nuncanadiehabíaosadoleerunacartadebajodeaquelpupitre; nunca nadie había oído hablar de una cosa semejante. La señoritaPaullie era muy estricta con las chicas que admitía en su escuela. Los«pecados»puedendarseen todas lasclasessociales,pero losdesaciertosdeeducaciónindicandeterminadonivelsocial.Demodoque,enaquelmomento,algomásquelalaboriosidadolacautelamanteníagachastodasesaslustrosascabezasyreprimíacualquiermiradaalahijadeIrene.LapropiaIrene,quiensabía que nueve de cada diez veces las cosas que uno hace de maneraespontánea son equivocadas—y ella no era capaz de hacer nadamejor—,nunca habría osado franquear la puerta de aquella clase. Por un instante,Portia creyó que estaba de pie con su madre, en el umbral de esa puerta,observándolo todoconojosrecelosos.Elempapeladoconvolutasdeoro, laclaraboya, la silla de corte obispal y las lustrosas cabezas de las chicassiempre habían estado allí, pertenecían al lugar, mientras que ella e Irene,sombríamente, habíanvivido, aun fuerade temporada, arrastrándosedeunaestacióndetrenaunasmontañas,ocupandoasientosdecubiertaencrucerosde tercera categoría, atragantándose con espinas de pescado, tumbándosemuertasderisaencolchonesimpregnadosconelolordelaspersonasqueloshabíanusadoantesqueellas.Sinladebidaeducación,habíandeambuladodelbrazopor las callesdemil ciudadesy, al caer lanoche, habían juntado suscamasindividualesohabíandormidoinclusoenunmismolechodesafiandoasí, hastadonde eraposible, la separación entremadre ehija, la separaciónque sehabía iniciadoconel partoyque tendríaquehaberlas apartadoparasiemprealaunadelaotra.Pocasvecesseprodigabanensociedady,cuandolohacían,Irenecometíaalgúnerroryseechabaluegoallorar.¡QuéexaltadaternuramostrabaIrenecuando,despuésdelllanto,sesonabalanarizypedíauna taza de té! Portia, relajándose un poco, se acomodó en su asiento;entoncessintióquelacartadeEddiecrujíabajosurodilla.¿Quédiríaél,quédiríaEddiedetodoesto?

La señorita Paullie, que tenía una elevada opinión de Anna, se sentíaapenada por Portia y también por Anna. Lamentaba que Portia no hubiesehecho aquí ningunaotra amigamásque la dudosaLilian, pero entendía las

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razonesdeaquelloypensabaque,enrealidad,algoasíerainevitable.Lástimaque la señora Quayne ya no hiciera el esfuerzo de enviar a alguien pararecogeraPortia,comohabíaocurridoenlasprimerassemanas.Teníalafirmesospecha de que Portia y Lilian se dedicaban a recorrer las callesholgazaneando,enelcaminoderegresoasusrespectivoshogares.LaseñoritaPaullie no quería ser tachada de anticuada, pero era conveniente que lasalumnasnoregresaransolasdeesemodo.

LaschicasquesequedabanacomerenlaescueladelaseñoritaPaullielohacían en una antecocina del anexo de la planta baja, donde las luces casisiempreestabanencendidas.Elverdaderosalóncomedordeaquellacasaeraunasalaconarmariosgrandescomocatafalcos.EnquélugarcomíaeldoctorPaullie,nadielopreguntónisesupojamás.

Lacomidaquelesservíanalasniñaseraabundante,sencillaydistabadeser excelente. Lilian, que debía comer en la escuela porque en su hogarsufríanlaescasezdepersonaldoméstico,siemprerevolvíaloqueleponíanenelplatoconayudadeltenedor.LaseñoritaPaulliepresidíalamesayanimabaa lasniñasparaque sehablarade arte.Aquelmiércoles, elmiércolesde lacarta,PortiasecolocólomáslejosquepudodelaseñoritaPaulliey,conunentusiasmoinusual,LilianocupóelasientocontiguoaldePortia.

—Vaya momento horrible que has pasado—comentó Lilian—. Yo nosabíaadóndemirar.¿Porquénomecontastequehabíasrecibidounacarta?Yameparecióque teníasunairemisterioso. ¿Porquénohas leído lacartamientrasdesayunabas?¿Osetratadeesaclasedecartasquehayqueleerunayotravez?Disculpamiindiscreción,pero¿quiéntehaescrito?

—UnamigodeAnna.Escribeporqueledisusombrero.—Ah,¿lohabíaperdido?—No. Oí que bajaba, vi que su sombrero estaba allí colgado y se lo

alcancé.—Noparecemotivo suficiente para escribir una carta a alguien. ¿Esun

excéntrico o se trata de alguien excepcionalmente amable? Y, además, ¿sepuedesaberquéhacíastúenelvestíbulo?

—EstabaenelestudiodeThomas.—Bueno, lo mismo da. Mientras estuvieras con la puerta abierta, lo

mismoda…Supongoqueescuchabassuconversación.—Estabaabajo.Nadamásqueeso.YAnnaestabaenelsalón.—Eresincreíble.¿Aquésededicaesehombre?—TrabajaenlaoficinaconThomas.

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—¿Sepuedesentiresoporunhombre?Yonomeveocapazdesentiralgoasípornadie.

—EsmuydistintodeSaint-Quentin.NisiquieraseparecealcomandanteBrutt.

—Bueno, Portia, creo que deberías andar conmás cuidado.Al fin y alcabo,túyyotenemossolodieciséisaños.¿Quieresponerleunpocodejaleadegrosellaaesteespantosocordero?Yosí.Ymejorseráque temantengaslejosdeesecerdo…

PortiacogióelplatitodejaleadegrosellaqueestabajuntoaLuciaAmes,unachicaquemuyprontoseríapresentadacomodébutante,ensociedad.

—Espero,Lilian,queestésmejor.—Síqueloestoy,aunquedeprontomenotoalgoansiosa.Cuandoacabaronlasclasesvespertinas—alascuatroenpunto—,Lilian

volvióainvitaraPortiaatomarelté.—Nosé—respondióPortia—.Estoycasi seguradequeAnnahasalido

hoy.—Tambiénhasalidomimadre…Mejoraún.—Matchettmehadichoquepodíatomareltéconella.—¡PorDios!—dijoLilian—.¿Nopuedeshacerlootrodía?No siempre

vamosatenerlacasaanuestraenteradisposición.Llevaremoselgramófonoalcuartodebañomientrasmelavolacabeza:tengotresdiscosdeStravinski.Ytúmeenseñaráslacarta.

Portiatragóensecoyfijólamiradaenunpuntodistante.—No,nopuedoenseñártelaporquelaheroto.—¡Desdeluegoquenolahasroto!—clamóLilianconfirmeza—.Ental

caso,tehabríavistohacerlo.Amenosquelahayasrotoenelbaño,peronohasestadoallímuchotiempo.Hieresmissentimientos.Loúltimoquequieroseresindiscreta.Entodocaso,digaloquedigalaseñoritaPaullie,teaconsejoquenodejestubolsoencualquierparte.

—Lacartanoestáenelbolso—dijoPortiaincautamente.Así que Portia fue a tomar el té con Lilian y, a pesar de ciertos

resquemores,pasóunbuenrato.Comieronbollostumbadassobreunpequeñotapizfrentealachimeneaencendida.Selespusieronrojaslasmejillas,perounsoploreparadorentrabapordebajodelapuerta.Aprovechandoqueibaenbuscademáscarbón,Lilian trajo, sujetoconunacinta,unconjuntode trescartasque lehabíaescrito lamaestradeviolonchelodurante lasvacaciones.TambiénlecontóaPortiaquelaseñoritaHeber,undíaqueellahabíatenido

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un fuerte dolor de cabeza, le había restregado las sienes y la nuca con susmagnéticosdedos.

—Cadavezquemeduelelacabeza,piensoenella.—Sihoytienesjaqueca,¿creesqueteconvienelavarteelpelo?—Seguramenteno,peroquierotenerlobonitomañana.—¿Mañana?¿Quévasahacermañana?—Entre nosotras, Portia, no tengo lamenor idea de lo que va a ocurrir

mañana.

ElmañanaeraalgomuymisteriosoparaLilianyelayerlahacíasuspirar,aunque nunca hablaba de él. Pertenecía a la rama juvenil de cierto círculosocialque,detansensible,siempreparecíaencrisis.Sinduda,noerapropiodeLilianpreocuparseporlavida,comoPortiapodíaadvertirfácilmente.

Portiacontemplaba lavida,desdesu llegadaaLondres,conunaespeciedeangustia: siempreanimadayocupada, siempreenacción.Hasta lagenteque se detenía en los puentes parecía detenerse con un propósito y ningúnpájaro volaba sin un objetivo concreto. Ella era la única que parecía noentenderel secreto impulsodeestosengranajes: lagente sabía, sinduda, loqueestabahaciendo;portodaspartesPortiaveíaojosdespiertosyvigilantes.Leparecíainconcebiblequeentodaslascabezas—exceptoenlasuya,claroestá—existieseunproyectodefinido,concreto.Tanpotenteerasuanhelodeconocimientoquecadamirada,cadagesto,cadaobjetoposeíaparaellaunaseriedad casi política: todo lo examinaba a fin de intentar entender susignificado.En su vida hogareña (en sunueva vida hogareña), tan llena deenigmas,eratestigodelconstantedisimulodelagenteysepreguntaba,nosincandor, por qué razón todo el mundo afirmaba cosas que en el fondo nopensaban,mientras callaban lo que pensaban realmente. Portia creía estar apunto de encontrar una explicación cada vez que oía, con frenesí, ciertaréplicainteligenteporpartedealguien.

Fueradelacasa,elcuadroeramenoscomplejo.Legustabaandarporlacalle.Lasimprevistassonrisasdelosextraños,elceñoadustoquesepermitenlos que van solos, las miradas que se lanzan los enamorados que parecenhaber hecho algún gran descubrimiento, la expresión amable con que losancianos o los desdichados cargan su pena, todo le hacía sentir que estaspersonas, aunque ella no las conociera, se conocían perfectamente entre sí.Desde aquella mañana, se sentía muy próxima a Eddie (esa clase deproximidad que, por lo común, se siente solamente en sueños), lo que

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equivalía a una especie de contacto íntimo con la vida, algo que hasta esemomentono lehabíaocurrido jamás, salvocuandoalgúnextraño lesonreíaen el autobús. Le parecía que, aunque la gente en general era feliz, losindividuos que vivían solos estaban condenados a algo horroroso. Enconsecuencia, rehuía ese vastomisterio que todos tendían a su alrededor yescapaba de las sonrisas de Anna, de los «mañanas» de Lilian, de suhabitaciónbajollaveydelosreplieguesdelcorazón.

Portiaobservabalosdiscosydabacuerdaalgramófono,colocadoencimadelatapacerradadelretretemientrasStravinskillenabaelairedelcuartodebañoyLilianselavabalacabezaconchampú.Lilian,alterminar,sepusounatoalla comosi fueraun turbanteyPortiadevolvió elgramófonoa su lugar,junto al fuego de la chimenea. Antes de que Lilian se hubiera secado elcabellosacudiéndoloalcalor,elrelojmarcólassiete.

Portiadijoqueteníaquevolverasucasa.—¡Novanaregañarte!HashabladoporteléfonoconMatchett,¿verdad?—Medijistequelohiciera,peroporalgúnmotivonolohice.EnelprecisoinstanteenqueentrabaenWindsorTerrace,Portiaoyóenel

estudio la voz deAnna, que le contaba algo a Thomas. Hicieron un brevesilencioencuantooyeronsuspisadas,peroenseguidareiniciaroneldiálogo.

Portiaavanzósigilosamenteporelsuelodepiedrablanca,queapesardeellonuncaestabafrío,rumboalaescaleraporlaquesebajabaalsótano.

—¿Matchett?—dijoenuntensosusurro.La puerta al pie de la escalera estaba abierta: Matchett salió de la

antecocinaymiróaPortiamientrassellevabaunamanoalosojos.—¡Ah,erestú!—dijo.—Esperonohaberteasustado.—Tehabíapreparadoelté.—Lilianquisoquelaacompañara.—Tehabráresultadomuyagradable.Hacemuchoquenotomabaseltéen

sucasa—dijoMatchettcontonodidáctico.—Sí, pero me sentí miserable casi todo el tiempo. Hubiese sido mejor

tomaraquíeltécontigo.—¿Miserable?—repitió fríamenteMatchett—.Lilian esuna señoritade

tu edad. No obstante, tendrías que haberme llamado por teléfono. ¿Es esaLilianlachicacontantopelo?

—Sí.Hoysehapasadolatardelavándoselo.—Megustavercabelleraslargasenestostiempos.—Yo,encambio,loúnicoquequeríaerapreparartostadascontigo.

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—Peronosepuedehacertodo,¿verdad?—¿Ellos van a cenar fuera? ¿Puedo charlar contigo,Matchett,mientras

ceno?—Verésipuedo.Portia le dio la espalda y se alejó. Casi de inmediato, oyó que el agua

corría en el baño deAnna y sintió olor a sales de baño.Después, cerró lapuerta y hasta ella llegó el rumor de los pasos cansados de Thomas, queatravesabaelpasillorumboalcuartodevestir:esanocheeraobligatoriousarunacorbatablanca.

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El cargo de Eddie enQuayne&Merrett no facilitaba precisamente el tratoentreAnna y él.Anna lo vio con claridad cuandoThomas,más omenos ainstanciasdeella,logróqueMerrettaccedieraacontrataraEddie.EntoncesleexplicóaEddielomáscortésmentequepudoque,enadelante, tendríanqueversesolodeformaesporádica.Paraempezar—ysin irmás lejos—,Eddieestaríamuyocupado:laempresahabíacompradosutiempoysutrabajo.Peroestonosirvióparadejarlelascosasclaras.Eddiesentíagratitud(enprimerainstancia)haciaThomas,peronoasíhaciaAnna.Sinduda,ellaerabondadosay,sinduda,aéllehacíafalta—muchafalta—unempleo,pero,almeterlodeese modo en Quayne&Merrett, ¿no había encontrado el mejor modo dedeshacersedeél?Fueestasospechalaquelellevóaenviarlevariosramosdeflores y a escribirle, durante las primeras semanas de trabajo, una serie decartasdeaireinofensivoque,almismotiempo,actuabancomoparodiadelossentimientosqueéldebíaalbergar.Estanuevaoportunidadlaboral, ledecía,lo había convertido en un hombre nuevo, y también le decía que nadie seimaginaba lo deprimido que había estado, y cuáles eran entonces sussentimientos.

Desde hacía unos cuantos años, varios individuos sabían perfectamentecómo se sentía Eddie.Antes de conocerlo personalmente (enOxford habíatrabado amistad con un primo de ella), Anna ya había oído hablar de lasdepresionesdeEddieydeotrosrasgostípicosensutemperamento.Elprimonoconocíaanadiemásquesepusieraensemejanteestadonicreíatampocoquenadiepudieraponerseasí.TantosuprimoDeniscomoEddiepertenecíanpor entonces a un círculo donde eramuy importante ser singular. Todo elmundo parecía encantado de relacionarse con Eddie; él era una especie defuego de artificio que, si se lanzaba con adecuado vigor, estallabaestruendosamente dejando a todo el mundomuy alegre. Era el retoñomásinteligentedeunhogarhumildeyhabíaingresadoenOxfordconelpropósitodeque allí le cambiasen la cabeza.EnOxford lo habían aceptadoy habíanjugadoconélasucapricho,ponderándolo,criticándoloyasignándoleporfinlafuncióndeunidiota.Suaspectoeraencantador:teníaunagraciaplebeya,casi animal. Sus modales, tras un año ejercitándose hasta obtener el tonojusto, se habían vuelto firmes, vivaces y repletos de confianza. Se había

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convertidoen todounarribistay,almismo tiempo,nadie imaginabacuántosufría al venderse a símismo. Sus supuestos raptos de franqueza, almejorestilo ruso, resultaban, cuando se los examinaba más tarde, mucho máscalculadosde loquepodíasuponerseaprimeravista.Todos losamigosdelprimodeAnna,que juzgabanaEddiemenos inteligentequeunchimpancé,creían que esos arrebatos de furia y esas acusaciones que, a veces, losafectaban a todos ellos constituían precisamente el rasgo sobresaliente deEddie.Almismotiempo,ciertomatizmásreflexivo,queélsolíaexhibirtrasesosraptosdeira,habíasuscitado,unaodosveces,muestrasderespeto.

Al marcharse de Oxford, Eddie contaba con muchos camaradas y conpocos amigos verdaderos: se había alejado de su familia, que, como eramodestayresidíaenunacomarcamodesta,noestabaencondicionesdehacernadaporél.FueaLondresyconsiguiótrabajocomoperiodista;ensusratoslibres,desplegabasusentidodelainjuriaescribiendounanovelasatíricaque,cuandosepublicó,nolefueparanadabeneficiosa.Suslectores,nomuchos,sedividieronentrelosquenoveíanningúnsentidoenellibroylosquesíloveían y, por lo tanto, se sintieron profundamente ofendidos y optaron porhacerle pagar su insolencia. Su posición social dependía tanto de favoresajenosquenopodíapermitirseellujodemolestarodeofuscaranadie:habíademostrado tener, y no por casualidad, una de esas personalidades cuyasprofundaspasionesresultanser,enmediodeunacrisis,máspoderosasqueeltacto.Semanasdespuésdelaaparicióndelanovela,Eddieperdiósuempleoenelperiódico,cuyodirector—unindividuo,alparecer,depocasluces—eramuy amigo de alguien a quien Eddie había incluido en su libro. Laindignación y la desilusión deEddie no conocieron límites, así que se hizohumo trasanunciarquepensabaalistarseenelejército,oalgoporelestilo.Cuandolagenteempezóanotar,nosinciertoalivio,perotambiénconpesar,que se había evaporado, Eddie reapareció,muy animado y sin síntomas derencores pasados. Ahora vivía en Bayswater, en casa de un matrimonioapellidadoMonkshood.

Nadie se explicaba de dónde había sacado Eddie a losMonkshood; serumoreabaque los treshabíancoincididoenCader Idris[4].LosMonkshoodconformabanunaparejamuyagradable;eranlosdosdeedadmadura,serios,sinhijos, idealistasy llenosde feen la juventud.Suposicióneraholgadayparecían dispuestos a adoptar a Eddie como hijo, aunque en el caso de laseñora Monkshood tal vez había algo más… Durante el «periodoMonkshood», Eddie acompañó a sus protectores mientras investigaba unpoco, concurría a fiestas convenientes, reseñaba libros y escribía panfletos

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que después eran impresos por una chica que tenía una especie demimeógrafo.Lasartesy losoficiossucedieronalSturmundDrang.Fueenesostiempos,enlosqueEddieparecíacorrermenospeligro,cuandoDenislollevóporprimeravezacasadeAnna.Allí,Eddiesupoabrirsecaminoconelaplomo propio de un gato. Todo parecíamarchar bien, casi excesivamentebien, hastaque cierto amigoal queEddie lehabía arrebatado lanovia—o,siendomásexactos,alquelehabíaquitadolanoviaparaprontoaburrirsedeella— decidió hablar con losMonkshood y sembrar algo de cizaña contraEddie.Esteúltimo,deformainconsciente—aunqueolfateando,quizá,algúnpeligroenelaire—,galopóhaciaelabismo. Introdujoa lamuchachaensuhabitación en casa de losMonkshood, pero el sitio era algo pequeño y losdueños,ya inquietos,oyeronmásde loqueeradeseable.Laúnica soluciónque encontraron para librarse de él fue desarmar la casa y mudarse alextranjero. Fue un golpe duro para Eddie; había sido bueno con losMonkshood: filial, alegre y cuidadoso. Incapaz de explicarse su cruelreacción,creyóverensusprotectoresciertasapetenciasperversasqueacasoélhabíamenospreciadoinconscientemente.Porlovisto,nopodíaconfiarennadie.

AnnaproclamóaloscuatrovientosquelosMonkshoodhabíanmaltratadoa Eddie, y compartía con este último la impresión de que en unmomentodado habían tenido ciertas intenciones de adoptarlo. Hasta entonces, EddiehabíasidounvisitanteagradableenWindsorTerrace,nounaamenazaparalosnervios.LamañanaenqueDenis,conciertasatisfacción, ledio lamalanoticia,AnnaenvióaEddieunmensajealgoimpulsivo.Esteacudióasucasay ella lo recibió en el salón. Esperaba verlo con todo el aspecto de lasvíctimasdeunafatalidad,peroélhabíaadoptadounactitudbastanteserena,más bien silenciosa, que dejaba entrever, al mismo tiempo, una pizca desalvajereticencia.AnnadescubrióqueEddieignorabay,aparentemente,noleimportaba ignorar dónde habría de comer o dormir esa noche. Su cínico yjoven rostro—la frente alta, el espeso pelo rojizo, las enérgicas cejas y laboca demasiado movediza— le hacía parecer asombrosamente cándido.Mientrashablaban, envezde sentarse,Eddie semantuvoa ciertadistancia,comosieldesastre loapartaradeella,yanuncióquepensabamarcharsedeinmediato.

—¿Marcharteadónde?—Acualquierparte—dijoEddie.Luegobajólamiradayañadióconvoz

firme—:Creoquetengolasuerteencontra,Anna.

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—Tonterías —dijo ella cordialmente—. ¿Y tu familia? ¿Por qué novuelvesuntiempoatucasa?

—No,nopuedohacereso.Ellosestántanorgullososdemí…—Sí —repuso Anna e imaginó ese hogar tan modesto del que Eddie

procedía—.Supongoquesiemprehanestadomuyorgullososdeti.Eddielamiróconunapizcadedesdén.Ellahizounlevegestoenfáticoyañadió:—Lo que intento decir es que debes seguir viviendo. ¿No te gustaría

encontrartrabajo?—Qué buena idea—dijo Eddie con un asomo de ironía que Anna no

advirtió—.Peronomegustaquetepreocupespormí.Esmás,piensoquenisiquieratendríaquehabervenidoaquí.

—Hesidoyoquientehepedidoquevinieras.—Sí,losé.¡Erestanbuena…!—Esto me tiene preocupada. Creo que los Monkshood son una gente

monstruosa.Aunquetalvez,alalarga,tuvínculoconellosteníaquefracasar.Almenosahoraestásmuchomáslibre,ypodrás labrarte tupropiofuturo…Despuésdetodo,eresmuyinteligente.

—Esoesloquedicetodoelmundo—afirmóEddie,ysonrió.—Solamentedebemospensarenalgo.Hayqueserprácticos.—Tienestodalarazón—repusoEddiemirándoseenunespejo.—Sobretodo,nopierdaslacalma,sémásconciliadoryevitacaerenuno

de tus raptos de mal humor. Algo me han contado acerca de ellos. Ahoramismo,nopuedespermitirteeselujo.

—¿Ysepuedesaberquétehancontadosobremisataquesdemalgenio?—dijo Eddie alzando las cejas. No parecía disgustado, más biengenuinamente sorprendido. ¿Estaba él mismo enterado de que sufría estosataques?Talvezeran,sí,realmenteataques.

Annapasómuyinquietaelrestodelajornada:nopodíaquitarseaEddiede la cabeza. A eso de las seis de la tarde, Denis llamó por teléfono parainformarlequeEddieacababademudarseasupisoyqueestabadeexcelentehumor.Alguien le había encargado una serie de artículos, artículos de esosqueEddieescribíacasisinpensar.Bastantecontentoconsucambiodesuerte,le había pedido dos libras a Denis y había ido en taxi a la consigna de laestación delmetro de Piccadilly a fin de recoger sus pertenencias.Y habíaprometido,depaso,traeralgodebebida.

Muydesconcertada,Annadijo:—¡Peroentupisonohayespacioparalosdos!

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—NohabráproblemaporquemevoyaTurquía.—¿Y qué demonios vas a hacer en Turquía?—preguntó ella, cada vez

másirritada.—Variascosas,Anna.YEddiepodráquedarsemientrasyoestédeviaje.

Creoquesesentirábienaquí.Parecequeyasehalibradodeesachica.—¿Quéchica?—Bueno, la chica, ya sabes, la que tenía cuando vivía en casa de los

Monkshood.Aélnolegustabanada:eraunazorraestúpida.—Yo creo que todos los muchachos de la universidad son vulgares y

estúpidos.—Por favor, querida, trata de que Eddie no esté solo. Es encantador,

¿verdad?—le dijoDenis—.Es lo que yo llamoun chico volátil—y colgóantesdequeAnnapudieraresponder.

Tras dos días en los que la ira de Anna fue apaciguándose, Denis semarchó realmente a Turquía y Eddie empezó a sentirse solo en su nuevohogar.Con la sensación de que alguien debía hacerse cargo de él,Anna leabriólaspuertasdeWindsorTerrace.Pensabaqueasíevitaríaquecometieraalgúnerrory, en efecto, lasvisitas fueronalprincipiomuypositivas:Annanuncahabíaanheladoserunamujerromántica,peroEddieseconvirtióensuprimer trovador.Seprestaba—oparecíaprestarse—rápidayalegrementealas ilusionesqueAnna sehacía sobre lavida.Másaún: con su sensibilidadpoéticalogrócrearentornoaellaunpequeñomundoideal.Lasvanidadesdelasqueellaeraconsciente,lahonestidadqueseimponíaasímisma,inclusolos secretosque ella aúnnohabía llegadoa contarle existíandentrodeunabola de cristal que contemplaban juntos; no solo existían, sino que lucíancomo embellecidos. Esto producía en Anna el efecto contrario al que leproduciría tiempo después el diario íntimo de Portia. Por su parte, EddieparecíaextasiadoconAnna…yacasoloestabadeveras.Siaparecíasumalgenio, lograba ahuyentarlo con una suave sonrisa, para no importunarla.Intentaba desplegar ante ella su gracia algo salvaje. Esa ternura casiinvoluntariahizoque,algúntiempodespués,AnnaseriesecuandoescuchabaalagentetildaraEddiedefríoodehuraño.Estafasedesublimeadulación,todavía más delicada a raíz de la ironía de sus sonrisas, duró unas seissemanas,hastaqueEddiediounpasoenfalso:intentóbesaraAnna.

Ynosolo intentóbesarla,sinoquehizoalgopeor: ledijoquecreíaqueellaanhelabaunbesosuyo.Cuandoellasepusohechaunafuria(acausadeesta torpeza), Eddie volvió a sentirse traicionado, engañado, insultado, yperdió completamente el dominio de la situación. Perdió el dominio y

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tambiénlacabeza.PeseaquenoamabaaAnna,habíaqueridopagarleporsubondaddeunamaneraque,pensóél, a ella le apetecería.Suexperiencia ledecíaquetodoelmundoactuabaasí.Sienlosúltimostiemposhabíasentidoquelotratabanconrudeza,sedebíaaquelagentenohabíadeseadomásqueeso; el interés que unos y otros habían demostrado por él, aunque habíaadoptado las formasmás diversas, conducía a ese único punto.Otra de lasrazonesporlascualeshabíabesadoaAnna,ohabíaintentadobesarla,eraqueempezabaaconsiderarlavidadesdeunaperspectivapráctica,ynoperdíaeltiempo en vínculos que a nada conducían o en relaciones indefinidamentecordiales.AlverqueAnnaseescandalizaba,lajuzgóestúpida.NoestabaaltantodelaexistenciadePidgeonnideloduroquehabíasidoparaellacortarconeseasunto,siesquerealmentehabíacortado.Sospechabaqueellahabíamontadoeseescándaloporalgunarazónsecreta.

Los dos quedaron ofendidos y mortificados, pero ninguno parecíadispuestoapasarpágina.Hastaesemomento,sualianzasehabíafundadoenla ilusión de que obtendrían de ella alguna clase de placer; en adelante, seaplicaron en molestarse mutuamente. Eddie empezó a mirar ávidamente aAnna delante de la gente y a cometer toda clase de torpezas y descortesíascuandoestabanasolas.EstohabríaincomodadomuypocoaAnnasiEddielehubiese resultado indiferente; pero ocurría lo contrario y, ante la falta depasiónquehabíaencadaunodeesosactos,acabómuyofendidaporlafarsa,a la que respondía con frases irónicas e hirientes. Lo único que quería eraponerlo en su lugar: un lugar que, por cierto, Anna no había definido conclaridad.Y,cuantomásintentabaellahacerlo,peorsecomportabaél.

HuboocasionesenlasqueAnnaestuvoapuntodeodiaraEddiepueseraconscientedelvacíoqueseabríaensuinterior.EncuantoaEddie,pensabaqueAnnaeraunagransimuladoraydetestabasuseddepoder.Peseatodo,descubríanelunoenelotrogenuinossentimientos.Annasepreguntabaquéestabanhaciendo,peroEddieaparentementenuncaseloplanteaba.¿Injuriabaella al genio que había en él? Cierto día, arrepentida, llamó por teléfono acasadeDenisyoyóqueEddieestaballorando.Lapiedadquesintiófuetanextrema que llegó al límite de su hartazgo: bajó las escaleras y le dijo aThomasqueyanosoportabaaEddie.

EsteeraunmomentoqueThomassehabíavistovenir,quehabíaestadoaguardandoconfilosofía.Yahabíaesperadoantesotrosocasosycaídas.EnunprincipioEddie, cuyo empeñopor caer simpático conmovía debido a sutransparencia,no lehabíadesagradadodel todo.Thomashabíavisto,nosinsatisfacción,queEddieimportunabaaSaint-Quentinyaotrosdesusamigos.

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También había leído la novela de Eddie con inusitado placer y con másafinidadqueAnna:Eddieposeíaunalibertadquelepermitíaafirmarmuchascosas que él, Thomas, no podía decir porque estaba demasiadocomprometido.Demodo que leyó la novela con una sonrisamitigada, casiconunasensacióndecomplicidad.YlepasóellibroaMerrett,quienvalorósubrillante crueldadycatalogóaEddiecomoun individuoautilizar enuneventualfuturo.EstoresultóexcelentecuandollegóelmomentoenqueAnnaleanuncióaThomasqueaEddie lehacía faltaun trabajo fijo,normal,unoque, de ser posible, no lo agotara intelectualmente. ¿Había posibilidades decontratar a Eddie en Quayne&Merrett? La pregunta llegó en el instanteoportuno,asíqueconvocaronaEddieparaunaentrevista.

EldíaenqueAnnaoyóqueQuayneyMerrettestabandispuestosatomara prueba aEddie durante tresmeses, le llamópor teléfono y lo invitó a sucasa. La relación prometía volverse ideal: ella sería a partir de entonces supatrona.

Esamañana,Eddiesepusounasobriacorbata,puesyacreíaperteneceraotromundo.Suactituderaeducadayextremadamentedistante.LecontóqueenQuayne&Merrett lo habían tratado con gran cortesía y que se lo iba apasarfenomenalescribiendoanunciospublicitariosdelomáscómicos.

—¿Cómopodréagradecerteelfavor?—Nohaynadaqueagradecer.Solopretendíaayudarte.Eddierespondióasusonrisaconunamiradatantoomássanturronaquela

desucompañera.Annacontinuó:—Estaba preocupada por ti, eso es todo: tal vez por eso pude haberte

parecido indiferente. Estaba convencida de que necesitabas llevar una vidamás normal. Thomas piensa que no soy una buena influencia para ti…—concluyódeformaalgoimprudente.

—Eso es imposible, querida —dijo Eddie beatíficamente y cambióenseguidade tono—.Vosotroshabéis sidomuybuenosconmigo;esperonohaberos causado muchos problemas. Cuando me pongo nervioso, todo meirrita.Hebuscadoenvanotantosempleosqueacabédesanimado…Lleguéapensarqueteníalasuerteencontra…Unrazonamientoestúpido,desdeluego.

—Pero¿realmentehasestadobuscandotrabajo?—¿Qué crees que he hecho todo este tiempo?No he dicho ni una sola

palabraanadie;enparteporquemedeprimía,enparteporquepenséqueibaaparecerteunasituaciónmuysórdida.Todosmisamigosmeesquivan,asíquedecidínoacudiraellos.Y,por supuesto, tengodeudasamontones…Entre

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otrascosas,ledebotreintaycincochelinesalamujerquelimpiaencasadeDenis…

—¡Denisnodebiódejarteenmanosdeunamujertancarera!—dijoAnnallenadeira—.Peronuncapiensalascosas.Enfin,supongoquetienesalgodedinero…

—Lotuvehastaquelogasté.—¿Ycómohacíasparacomer?—Me las apañaba aquí y allá. Agradezco, por cierto, esas magníficas

cenasycomidasquedaisvosotros.Esperonohabersidomuysarcásticoenellas,pero laansiedadmeproduce indigestión.NosoycomoSaint-Quentin,comoDenisocomootraspersonasquefrecuentáis…Temonotenereltactosuficiente,queridamía.Yestarsinuncéntimomehacesentirmetaninútil…

—Perohastenidoquedartecuentadequenosotrosdeseábamosayudarte.—Sí, pensé que probablemente ibais a ayudarme—contestó Eddie con

totalcandor—.Pero,resumiendo,yonoqueríapedirnadaytodosecomplicócuandomeparecióadvertirqueesperabaisqueospidieraalgo…Encualquiercaso,yavesloafortunadoquehesido.

Annarecobrólacalma.—Me alegra saber —repuso— que solo ha sido un asunto de dinero.

Temíaquesetrataradetiydemí…—Pordesgracia—dijoEddie—,hasidomuchomásqueeso.—Diríaquehasido,másbien,muchomenosqueeso.Loimportanteessi

unoestábienomalconlaspersonasquelorodean.—Supongo que eso es así cuando se tiene dinero. Tú atesoras, Anna,

hermosospensamientos.Conocertemehahechomuchobien.Perolociertoesque yo no soy interesante, querida mía. Solo soy un estómago al quealimentar.

—Mesientoaliviadaporquetodoestébien—dijoAnnaconunasonrisaapenasdistante.Selevantódelsofáyanduvohastalarepisadelachimenea;al acodarse en ella, hizo que tintineara un candelabro. Anna era capaz dequedarse inmóvil y le disgustaban tanto los movimientos nerviosos de losdemás que su presente inquietud era comparable con un acto pasional.Conscientedeello,Eddiesevolvióylaobservóperplejo.

—Seacomosea—dijoAnna—,másalládeldinero,quepara tiesmuyimportante, según veo, ¿qué te ha llevado a comportarte de un modo taninsoportable?

—Para empezar, queridamía, deseaba verte feliz. Por otra parte, penséque te aburrirías si nuestra relación continuaba igual que siempre, sin que

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ocurriese nada. La gente, a veces, se aburre conmigo. Y, como lo quemerodeaba era una gran pesadilla, quise que en nuestro vínculo no hubieraningunaimpostura;quisequesucedieraalgoparanovolvermeloco.

Annahizoque tintinearanuevamenteelcandelabro,peroahoraconmásfuerza.

—Yanotendráspesadillas…—Por supuesto que no, querida mía. Quayne&Merrett serán lo más

parecidodelmundoaunhermososueño.Annafrunciólascejas.Eddiesealejóyfuehastalaventanaconvistasel

parque. Los hombros echados hacia atrás, lasmanos en los bolsillos, habíaadquirido el porte de un joven que emprende algo nuevo y excitante. Lascortinasdecolorazulmarino,recogidasconborlasycordonesporencimadesucabeza,caíanhastaelsueloaambosladosdesufiguray,conmajestuosospliegues,enmarcabanteatralmentesuespalda.Desdeallí,Eddiecontemplabaelmundoensuversiónmásseguraymásalegre.Habíallegadolaprimavera.Juntoalaventanahabíaunoscastañosenfloryentrelasramasresplandecíael lago, con cisnes y con un velero rosado en sus aguas; la escena parecíabarnizadaporlaluzprimaveral.Eddiesacóunamanodelbolsilloypellizcóungruesoplieguedelacortina.Eneseactosemiconscientehabíaalgohostil:Annaoyócrujirelmuaréentresuíndiceysupulgar,ypensóqueEddie,ensucabeza, estaba convirtiendo aquella escena en una farsa. Sí, él le estabademostrando que era una excelente adquisición, y que llevaba la leyenda«Quayne&Merrett» labrada en la espalda. Con lo más agudo de su voz,Annadijo:

—Mehacefelizqueestéscontento.—¡Cinco libras semanales nada más que por ser bueno e inteligente!

¿Cómonovoyaestarcontento,querida?—Me temoque ellos pretenden sacarte unpoquitomásque eso.Tienes

intencionesdetrabajar,espero.—¿Paranohacertequedarmal?ComoAnnanorespondió,sehizoelsilencio.Eddiesevolvióhaciaellay

lamiróconsusonrisamáspersuasivaeinsignificante.—¡Venaquíyobservaellago!¡Dudoquevuelvaaverloasí,contigoami

ladoyaestashorasdelamañana!Estarémuyocupado.Para mostrarle cuán irrisorio era aquello, Anna se aproximó

apaciblemente.Permanecieronunratocodoconcodoantelaventanayellasecruzó de brazos. Pero Eddie, con el afectuoso descuido de alguien cuyacercaníanoimporta,lepusounamanoenelcodo.

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—¡Cuántotedebo!—Nuncaestoyseguradeentenderloquequieresdecirme.Los ojos de Eddie recorrieron su rostro dubitativo. La luz parecía

concentrarse en las zonas más brillantes: las pupilas de él mostraron suspuntitosciegos.

—Debedeserfabuloso—dijo—tenerentubolsillounafirmainfluyente.—¿Cuándopensasteporprimeravezquepodríaconseguirteesto?—Porsupuesto,semepasóporlacabeza.Perolaideadetrabajarenuna

agenciadepublicidadmeparecíarepulsivay,parasertefranco,Anna,soytanvanidosoqueesperabaconseguirunempleomejor.No teenfadesconmigo.No hay que juzgar a los otros por cómo uno considera que deberíancomportarse.

—Tusamigosafirmanquesiemprecaesdepie.Estecomentariofuealgoqueélnuncapudoperdonar.Trasunminutode

incomodidad,repuso:—Sihedeconocerapersonasquevanaarruinarme,almenospermitidme

quesaqueelmayorprovechodeellas.—Nocomprendo.¿Arruinarte?¿Quiénteestáarruinando?—Vosotros, todos vosotros.Me habéis convertido en un juguete y sabe

Diossienalgopeor.Meavergüenzavolveracasa.—Dudoquepodamoshacertemuchodaño,Eddie.Estásmuyalteradoy

hastapuedesresultarmuydescortéscuandotelopropones.—Puedosermuydescortés,sí.—Dime,¿quéesloquetantoteperturba?—No tengo ni idea, Anna, no sé —exclamó de forma infantil—. Me

parecequeestamossiguiendopistasabsurdas.Teruegoquemedisculpes…Siempremequedodemasiado tiempo en los sitios.Vine a darte las graciaspor mi magnífico empleo; estoy intentando comportarme como alguiennormal…Oh,mira,¡unagaviotasehaposadoenunatumbona!

—Sí, es primavera. Ya han sacado las tumbonas —dijo ellaautomáticamente, y encendió un cigarrillo conmano algo vacilante. El soliluminabaa lagaviotablancaposadaen la tumbonaverde;unavelaa rayassiguióa lavela rojaenel lago;unospaseantes sonrientesyunosniñosquecorríanentrelosmacizospodadosenformadearpacompletabanesaescenacasiteatral.Elcarillónhizosonarunabrevemelodía:elrelojdabalahora.

—¿Esestalaúltimavezenquepodréllamarte«queridamía»?Ella le dijo que era bastante probable. Y aprovechó para indicarle, con

sumaamabilidad,queenelfuturotendríanqueversemenos.

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—Yalosé—respondióél—.Aesomismomerefería.Asíquehevenidoadeciradiós.

—Soloesunaformadeadiós.Túsíqueloexagerastodo.—Bueno,puesunaformadeadiós.—Nadacambiará,enrealidad.—Entiendoa laperfección,queridamía.Perohadedar la impresiónde

quetodohacambiado.Finalmentenohuboningunaclasedeadiós.Peroaquellodiopaso,como

Annasedijoasímisma,alcomienzodeunatercerafaseentreellos,lamásarmoniosadetodas.Esanocherecibiómediadocenadecameliasytresdíasmás tarde, cuando Eddie ya había empezado a trabajar, llegó una carta: laprimeradeuna seriequevendría escrita enunnuevoe imponentepapeldeoficina.Ensusinceraredacción,taninfantilquellegabaasersiniestra,Eddiele contaba que en la agencia todos eran muy amables. De hecho, elresentimiento de Eddie por el bondadoso acto de ella apenas duró algunassemanas. Anna rompió la carta en la cual él afirmaba que este nuevocomienzolohabíaconvertidoenunhombrereal;luego,arrojólospedazosdepapelalachimenea.LepreguntóaThomassiestabasatisfechoconEddie,yThomas dijo queEddie aún estaba adaptándose, pero que no había razonesparaquenololograse.

Eddievinoatraerlenoticiasseisdíasmástarde,provistodetresramosdecerezos en flor envueltos en papel azul. Después de eso, la perspicacia, eldineroconquecontabaociertosamigosnuevosquehizomotivaronquenorenovase por un tiempo las visitas. Su relación se limitó a una rutina detulipanes semanales, afectuosas llamadas telefónicas, cartas equívocamenteamablesy,despuésdelostulipanes,ramosderosas.AnnaconsultódenuevoaThomas y este le contó queEddie estaba trabajando bien, aunque no tanbiencomoélmismohabíaprevistoenunprincipio.CuandoDenisvolviódeTurquíayreclamósupiso,Annaescribiódiciendoquehabíaqueterminarconlo de las flores: Eddie tendría que pagar un alquiler. Las flores dejaron dellegar,sí,peroEddie,comosihubiesevistopeligrarelvínculoqueleuníaaella,empezóavisitarlamásasiduamente.Apartedelaoficina,volvióaserunelementofamiliarenWindsorTerrace.FuejustoentoncescuandollegóPortiaparasumarsealafamilia.

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Eranlasdiezymediadelanoche.MatchettabrióapenaslapuertadePortiayhusmeó con cautela por la ranura: un rayo de luz, proveniente del pasillo,atravesó comoun cuchillo laoscurahabitación.Sin apartar su cabezade laalmohada,Portiasusurró:

—Estoydespierta.Todalaplantaaltadelacasaestabavacía.ThomasyAnnahabíanidoal

teatro, peroMatchett nunca permitía que las idas y venidas de los señoresalteraransuhumor.Ellaerasiemprecautelosa,estuvieranellosen lacasaono. Pero solo cuando ellos no salíanMatchett no subía a darle las buenasnochesaPortia.

SiapartirdelasdiezdelanocheMatchettbajabalavozyeraavaraconsus palabras, era por el respeto que le inspiraba la llegada del sueño.Aguardaba y preparaba ese arribo silencioso mediante una serie de ritos,comoabultarlasalmohadasodisponerlaropadecama.Alarrodillarsepararemover las chimeneas del dormitorio, al agacharse para deslizar bolsas deaguacalienteentrelassábanas,parecíapostrarseantelavictoriosanoche.Laimpasiblesolemnidaddesuspreparativosconvertíaacadalechoenunasuertedealtar:enlosgrandeshogaresdondelascosassehacenbien,siempreexisteunelementoreligioso.Elciclodelasnecesidadesdomésticassecumpleconmásdevocióncuandohaysirvientes.

Tan pronto anochecía, Portia empezaba a hablar instintivamente en vozbaja: estabahabituada a las paredesdelgadas.Vioque la puerta se cerraba,que la línea de luz se recortaba por la ranura y entonces oyó acercarse aMatchett,armadacontodasuserenavoluminosidad.Comosiempre,Matchettseaproximóalaventanaydescorriólascortinas:porellasentróundíafalsoydébil;laluzeratanrojizacomositodoLondresestuvieraincendiándose.Devezencuando,uncochedoblabalaesquina.Elsilenciodeunparquecerradonosuenacomoelsilenciodelcampoabierto:seoyetensoyreducido.EnlaintrincadasemipenumbradeldormitoriodePortia,alcanzabanadistinguirselosmuebles e incluso el delantal deMatchett, fosforescente. El delantal seacercóhastaquesuportadorasesentóenlacama.

—Penséquenoibasavenir.

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—Primero me ha tocado hacer algo de costura. El señor Thomas haquemadounasábana.

—¿Fumaenlacama?—Fumó la semana pasada, mientras ella estaba fuera. Encontré su

cenicerorepletodecolillas.—¿Creesquesiempretieneganasdefumar,peroquenolohacedelante

deella?—Fumaconstantemente, salvocuandoduerme.Escomo tupadre:no le

gustaqueloabandonen.—Dudoquealguienabandonaraapapá.Mamánunca…¿Olohizoalguna

vez?MerefieroalaseñoraQuayne.Ay,Matchett,siellaestuvieraviva…Silamadre deThomas estuviera viva, ¿cómo tendría que llamarla?No existeningúntérminoparaeso.

—¿Quémásda?Estámuerta:nodebesdirigirlelapalabraaunamuerta.—Sí,hamuerto.¿CreesqueporesoThomasyyosomostandiferentes?—No,elseñorThomassiemprefavorecióasupadremásqueaella.En

cuantoaqueeresdiferentealseñorThomas,¿cuánto tegustaríaparecerteaél?

—No lo sé… Dime, Matchett, ¿estaba arrepentida la señora Quayne?Quierodecir,¿sufrióalquedarsesola?

—¿Sola?SequedóconelseñorThomas.¿Teparecepoco?—Hizounenormesacrificio…—Nosedebesentirpenaporquienessesacrifican.Hayquesentirpena

porquienessonelobjetodelsacrificiodelosdemás.Alfinyalcabo,losquese sacrifican siempre salen ganando. La gente sabe de qué cosas puedeprescindir.Sí.LaseñoraQuaynesedesprendíadecosas,peroalalarganuncaperdíanada.EldíaqueoímosquetúhabíasnacidoenFrancia,ellaadoptólaactituddeunadamaquehatenidosuprimeranieta.Vinoabuscarmeadondeyo estaba lavando la ropa y me dijo: «¡Es una criatura preciosa!». «¡Ay,Matchett!»,medijo,«siemprehedeseado tenerunaniña».Después,bajóalsalón y llamó al señor Thomas por teléfono. «Querido Thomas, tengo quedarteunabuenanoticia»,oíquedecía.

Fascinadacomosiempreporeltemadesunacimiento,Portiaseacomodódeperfil, encogiendo las rodillashastaque formaronunarcoen tornoa lascaderasdeMatchett,quecontinuabaallísentada.LacamacrujíacadavezqueMatchett,muyerguida,semovía.Metiendounamanodebajodelaalmohada,Portiacontemplólaoscuridadypreguntó:

—¿Cómofueesedía?

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—¿Dóndeestábamos?Aver,recuerdoqueeraundíaprecioso,comodeprimavera,peseaqueestábamosenfebrero.Eljardínestabamuyprotegidoyquedaba en la parte soleada de la colina. La vi bajar sin sombrero por lahierbaycruzarelarroyoquehabíahechoelseñorQuayne;entonces,sepusoarecogerunosliriosalotroladodelarroyo.

—¿Cómoesposiblequeconstruyeraunarroyo?—Bueno,habíaunmanantial,unodeverdad,peronoestabaenelsitioen

elquelaseñoraQuaynequeríaqueestuviese,asíqueélcavóunazanjaehizoqueelaguacorrieraporallí.Sepasóelveranoenterotrabajandoenello,justoantesdemorir…¡Cómosudótrabajando!Podríahaberleretorcidolaropayhabríasalidonisesabecuánto…

—Peroeldíaenqueyonací…¿quédijistetú,Matchett?—¿Eldíaenqueellameanuncióquehabíasnacido?Dije:«¡Cuántome

alegro, señora!», o algo por el estilo. Sin duda, ella esperaba oír algomás.Pero yo estaba conmovida de tal manera que se me hizo un nudo en lagargantaynopudeañadirnada.Detodosmodos,¿porquéteníayoquedeciralgo…?Merefieroadecirlealgoaella.Porsupuesto,todossabíamosquetúestabasapuntodenacer.Todoelmundoestabaexpectanteparavercómoselo tomaba la señora Quayne, y te aseguro que ella se sabía observada.Recuerdoque,yendoaguardarlaropalimpia,murmuré:«¡Pobrecriatura!».Ellameoyóynuncameperdonópordeciralgoasí,aunquenodijenadaqueellaignorase.

—¿Porquépensastequeyoerauna«pobrecriatura»?—Enesemomentoyoteníabuenasrazonesparaello.Elcasoesqueella

siguiórecogiendocampanillasyotrasfloresmientras,devezencuando,hacíaunapausaymirabaalcielo.TalvezsentíaqueelTodopoderosolaobservaba.Ningún rincón del huerto quedaba fuera de las vistas que ofrecían lasventanas; siempre era posible ver trabajar como un niño al señor Quayne.Entonces ella regresó a casa, hizo un ramo con los lirios y los puso en unflorerochinoqueapreciabamucho…Sisupierascómoloapreciaba,perounadelasmuchachaslorompióporaccidente.(Recuerdoqueacudióavermeconlospedazosdelfloreroenlamanoyconunatristesonrisa.«Otropedazodevidaqueseva,Matchett»,medijo.Peronuncatuvoungestodereprocheconlamuchacha…No,ellaerademasiadoorgullosaparahaceralgoasí).Luego,esamisma tarde,el señorThomas llegóen trendesdeOxford: supongoquequería saber cómo se había tomado su madre la noticia. Le preparé sudormitorio y pasó la noche allí. Anduvo dando vueltas con aire muycompungido;ensuojal llevaba los tres liriosqueella lehabía regalado.De

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repente,sedetuvoymeclavóunamiradaatravésdelapuertagiratoria,comosiestuvieraapuntodedecirmealgo.«Bueno,Matchett»,pronuncióconvozbastante enérgica,«pareceque tengounahermana, ¿verdad?».«Esoparece,señor»,lerespondí.

—¿EsofuetodocuantodijoThomas?—Supongo que la casa tuvo que parecerle extraña ese día a un joven

comoél.Atodosnosparecíaextraña,enrealidad.Comosielpartohubierasucedidoallí,ynoenFrancia.Mástarde,laseñoraQuaynesesentóalpianoytocóparaelseñorThomas.

—¿Creesqueeranrealmentefelices?—¿Cómovoyasaberlo?Siguieronconelpianohastaquesehizolahora

decomer.—Hay algo que no entiendo, Matchett: si a Thomas le gusta tanto el

piano,¿porquénotienenunoaquí?—Thomasvendióelpianocuandoellamurió.Ay,sí,durante losquince

añosquemehepasadoasuservicio,fuetanbuenaconmigo…Encuantoaloprofesional, no se puede pedir unamejor empleadora;mientras una hicierabienlaslabores,loúnicoquelaalterabaeraquelehiciesensentirquenoerabondadosa.Legustabaqueyosupiesequeellateníaunelevadoconceptodemí. «Lo dejo todo en sus manos, Matchett; sé que con usted puedo estartranquila»,solíadecirmeenelvestíbulocadavezquesemarchabadeviaje.Penséenellomientrassacabansuataúdporlapuerta.No,ellanuncaalzabalavoz y siempre tenía una palabra afectuosa para todo elmundo. Pero yo nopodía tenerleaprecio:ellanoeraunamujernormal.Muchasvecesnotéquememirabademaneraextraña.Legustabaloqueyohacía,peronolegustabacómolohacía.Nosécuántasvecesoíquelesdecíaasusamigas:«Tratabienatussirvientes,preocúpateporellosyharáncualquiercosaporti».Asíveíaella las cosas. A mí me gustaba trabajar en la casa, me gustó desde elprincipio, pero ella nunca me perdonó que me agradara el trabajo por eltrabajo mismo. Siempre que me pasaba una mañana fregando en la sala opuliendo los mármoles con cepillo y jabón, ella venía y me decía: «¡Québonito luce todo; estoy muy feliz, realmente muy feliz contigo!». A sumanera,teníabuenasintenciones,peroeltrabajonoesloqueseveaprimeravista:esloqueseponeenél.Nosepuedelograrqueunachicatrabajebiensitansolotrabajaparacomplacer:entalcaso,únicamentetrabajaráparaquelavean.Ellaera, sinembargo, incapazdeentendereso.Encambio,cuandoelseñorQuayne entraba en la sala de fumar y yo estaba trabajando allí, o enalgúnsitiodondeéldesearaestar,enesoscasoselseñor,peseatenertanbuen

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genio,melanzabaunamiradaaviesa,comosimedijese:«¡Fueradeaquí!».Élsabíaqueyoestabaencontradequeéltrabajaraenlasaladefumar.Y,siencontrabaunsoloobjetofueradelugar,seponíaagritarcomounloco,puesleenfadabaqueyohicieselascosasamimanera.Asíytodo,elseñorQuayneera pura bondad. Permitía que una siguiera su camino, salvo que una loestorbara,mientrasquelaseñoranodejabaqueocurrieranadasiellanopodíatomarparte.Todolodelasfloresyelpianolohizoparademostrarquenoeraajenaatunacimiento.Eldíaqueellamurió,aunqueyonoestabaasuladoenla habitación, pude sentir que, de algúnmodo, me vigilaba para ver cómoacogíalanoticia.«Enfin»,medije,«nohaynadaquepuedahacer…Yonosétocarelpiano».Claroquemesentíaturbadaconunamuerteenlacasaycontodosloscambiosqueprontoseavecinarían.Peroaquellofuetodocuantosentí.No sentí nada aquí—y, con un gesto abrupto,Matchett se llevó unamanoalpecho.

Sentadadeperfilenlacama,susrodillasapuntabanhacialaalmohadadePortia; su falda oscura se perdía en la penumbra, y solo podía verse sudelantal. Su cabeza y su busto se recortaban contra el cuadrado rojizo decielo; la cara, deslavada por la oscuridad, como el rostro de una estatuacorroída por la intemperie, resplandecía a intervalos, cada vez que lailuminaba la luz de un coche. Había permanecido sentada, erguida, con laactituddeunjuez,comosisucuerpofueseunrecipientederecuerdosquenodebíanderramarse;perodepronto, sediríaque resuelta adesplazar elpesodel pasado, colocó una mano en la cama, lejos del cuerpo de Portia, y seapoyóconfuerzaformandounarco.

Dentro de este arco viviente, entre las fluctuaciones de la penumbra,Portiapudoverelpiedelacama.Elpegajosocalorqueproveníadesuaxilallegabahastalaalmohadaincluso,ypudooírseelcrujidodesucorsécuando,forzadaporlapostura,tragóaire.Estabaahoratancercadeellacomopuedeestarlounapersonasintocaraotra.Almismotiempo,lavozadoptóuntonomásdistante,comosiquisieravolveraalejarse:

—Mesentíamuymal—dijo—porquenopodíaperdonarla.NoenloqueatañealseñorQuayne,claroestá…Nuncahepodidoperdonarleloquehizo.Cuandolaenfermeraanuncióque laseñoraQuayne ibaamorir, lacocinerapropusoquesubiéramos.Dijoquelohabíananunciadoporqueesperabanquehiciéramos algo. (La cocinera quiso decir que ella esperaba que hiciéramosalgo).Asíquelacocinerayyosubimoslasescalerasynosquedamosunratoen el rellano: las otras estaban demasiado nerviosas y no subieron. Lacocineraeracatólicayalinstantesearrodillóydioinicioasusplegarias.El

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señorylaseñoraThomasestabanalladodesulechomortuorio.Supimosquehabía llegado el fin cuando la señora Thomas saliómuy pálida yme dijo:«Ay,Matchett».PeroelseñorThomaspasóanuestroladosindecirnada.Yohabíaordenadoque le llevaranwhisky algran salónyde inmediatooíunasvocesqueproveníandeallí.ElseñorylaseñoraThomaseranmuydiferentesalaseñoraQuayne:teníansupropiamaneradeenfrentarsealascosas.

—Pero,Matchett,ellaqueríahacerelbien…—No,ellaqueríahacerlocorrecto.Suspirando y girándose en la oscuridad, Portia apoyó en la rodilla de

Matchettunosdedosque,conurgenciavital,implorabanporlamuerta.Perolamisma textura del delantal, del almidón que cubría esa sólida rodilla, leindicóqueMatchettseguíainconmovible.

—Tú sabes lo que hizo, pero ¿cómo sabes lo que ella sentía? Eramuyextraño quedarse con unmuerto. Tal vez lo correcto era lo único que ellahabíadejadosinhacer.Quedarsesolopuedeserpeorinclusoquemorirse.

—Ellasequedódondequiso,semarcharaquiensemarchase.No,élhabíasidoinjustoconellayahoraletocabaaellaserjustaconsigomisma.Sí,eracomo el acero. ¿Peor quemorirse?Querida Portia, para tu padre tener quemarcharsesíquefuepeorquemorirse.Élamabasuhogardeunmodocasiinfantil. ¿Marcharse?A él lo expulsaron.Estaba a gusto con su lugar en elmundo,consustrabajosmanuales.Esearroyonofueloúnicoquehizo.Paraun hombre como tu padre, el extranjero no era un lugar adecuado. Mepregunto cómo osaba ella contemplar ese jardín después de lo que habíahecho.

—Talvezeranecesarioqueyonaciera.—Ellaloexpulsó,comohubieseechadoalacocineraocomomehubiera

echado a mí… Aunque nosotras cumplíamos bien nuestras tareas y nosnecesitaba. La recuerdo allí, de pie, siguiendo la escena mientras Thomasmetíaalseñorenelcocheysemarchabaconélcomosifueraunniño.¿CómopudopedirleThomasasupropiopadrequehicieraeso?Veaustedlaformaenquevivieronsupadreysumadre,sinunlugarenelmundo,sinnadiequelos respetara. A él lo habían respetado allá donde iba. ¿Quién lo puso ensemejantesituación?

—PeromamámeexplicóqueellaypapálehabíanhechoalgomuycruelalaseñoraQuayne…

—¿Yqué decir entonces de lo que ella les hizo?Tú sabes la forma, elestadolamentableenquevivían.Túnohabíasnacidoentonces,peroélsíquetuvoquevivirtodoaquello.

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—Sinembargo, a él le apetecíamudarse.Eramamá laquedeseabaunacasa:papánuncalaquiso.

—Noserompeenvanoelalmadeunapersona.Aterrada,Portiadijo:—Pero nosotros,Matchett, éramos felices.Nos teníamos los unos a los

otros;élteníaamamáymeteníaamí…Ay,noteenfades:mehacessentirquenacerhasidoculpamía.

—¿Yquiéntienederechoaechárteloencara?Sitúteníasquenacer,puestenías que nacer. Esto mismo pensé el día que naciste, mientras lavaba laropa:«Vaya,otracosamásqueocurreenestavidaporalgunarazón».

—Esoesloquepiensanellos.Poresomismomeprestantantaatención.Meperdonaríansiyofueraalguienespecial.Peronoséquéseesperabaquefueseyo.

—Porfavor—dijoMatchett—,notepongastriste.Sinquerer,Portiahabíaapoyado,alhablar, la rodillabajoeldelantalde

Matchettcomosi tratarademoverunapared.Peronadasemovió.Aldejarque sumano volviese a caer sobre su rostro, en plena oscuridad, sintió uninstintivoestremecimientoquesacudiólacamaentera.Portiasepasóeldorsodeesamanoporlaboca.Elgestofuetancautelosoquepareciófrenadoporelespanto de cierta monstruosa presencia. Se echó a llorar y vertió unashumildes lágrimas que no pudo contener, pero sin emoción real, como unaactriz que hamemorizado un papel. Era como si estuviese teatralizando supena.Enrealidad,estaabsolutasumisiónintentabaeludirlopeor:eldolorqueamenazabaconapoderarsedeella.Cruzóconfuerzasusbrazosalaalturadelpechoy se aferró a aquella camacomoauna tablade salvación.Lamenoradvertenciadeldestino,elmenorsignodesuexistencia—porejemplo,unospasosenlaescalera—,hacequealgunascriaturasseretirenalaoscuridadyse acurruquen. Sus lágrimas equivalían a arriar una bandera: se sentíaextremadamentevulnerable.

Podíaoírseelmovimientodesushombrossobrelaalmohada;sutemblorse propagaba por la cama y llegaba al cuerpo de Matchett. Los ojos deMatchett la escudriñaban en la oscuridad. Mientras oía la angustiosarespiracióndePortia,parecíaesperarquesucompasiónporellaseagotase.

—Por el amor de Dios —murmuró—, ¿por qué quieres romperte a timismaelcorazón?Silacosanohubieseacabado,yonohablaríadeello.Sinduda,estoyequivocada,peromelohaspedidotú,hasinsistido.Nodeberíaspedírmelo sivas aponerte así.Quítate todoesode la cabeza, séunabuenachicayduérmete.

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Matchettdesplazósupropiopeso,letendióunamanoaPortia,notóqueteníalaspalmasmojadasylasapartó.

—¡Diosmío!—dijo—.¿Dequésirvetodoesto?Lapreguntaeracasiretórica:Matchettsentíaquealgosehabíaaplacado.

Despuésdearreglarlassábanas,colocólasmanosdePortiasobreelembozo,comounpardeadornos,yseagachólonecesarioparavigilarlas.Emitióunsonidolargoysibilantequeparecióelevarseporelaire,igualqueloscisnescuandosurcanelcielo.Luegoseinterrumpióypropuso:

—¿Quieresqueteacomodelaalmohada?—No—contestóPortiaconinesperadavelocidad—.Peronotevayas…—Tegustacolocártelatúmisma,¿verdad?Sinembargo…—¿Esconvenientequetúyyoolvidemos?—Yaolvidaráscuando tengasmáscosasque recordar.De todosmodos,

hubiesesidomejornopreguntar.—Loúnicoquehehechofuepreguntarporeldíaenquenací.—Sí,perountemanoscondujoaotro…Yasíescomoreaparecenciertas

cosas.—Pero,exceptoatiyamí,anadieleimporta,¿verdad?—No,enestacasanoexisteelpasado.—Entonces,¿porquéestántannerviosos?—Porqueprefierenquenoexistaelpasado…Esdecir,no tenerpasado.

Nome extraña que no sepan bien lo que hacen. La gente sin recuerdos nosabenadadenada.

—¿Poresomehascontadotodoesto?—Hubierapreferidonohacerlo.Nuncahesidomuyparlanchinaynome

gustaría alterarmis costumbres a estas alturas.Veo lo que veo, perome locallo.Meocupodemi trabajo.De todosmodos,comohabráspodidonotar,nosoyolvidadiza.Piensoque todoocurreporalgo.Pero lashabladuríasnotienenfinynoquieroserpartedenada.Henacidocon labocacerrada: losqueabrenlabocanohacenmásquemeterseenlíos,ytragarmoscas.Simepreguntan,respondo…Siempremehabastadoconeso.

—Peronadietepreguntanada,exceptoyo,¿verdad?—Sabenquenoesconveniente—dijoMatchett.Entonces,alverqueel

plieguesuperiordelasábanadePortianorequeríamásatenciones,sereclinóy volvió a apoyarse sobre una mano—. Lo que no se dice, perdura —prosiguió—.Y, al cabo de cierto tiempo silenciado, adopta una forma quemuypocosseatrevenaoír.Ay,alseñorThomasnolegustóenabsolutoqueyo me instalase aquí tras la muerte de su madre, pero me trató muy

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amablementeytodosalióapedirdeboca.«Hola,Matchett»,medijo,«verteaquíescomoestardenuevoencasa».ConlaseñoraThomasfuemássimple:a ella le interesaba mi trabajo y pronto comprobó que sé trabajar. Laspertenencias de la señora Quayne que vinieron aquí estaban habituadas albuen trato.Y la señoraThomas lo sabía.Sonmueblesmuydelicados, cuyovalorconocenbienelseñorylaseñoraThomas.LosobjetosvaliosossonelúnicopuntoencomúnentrelaseñoraQuayneylaseñoraThomas.Loqueyolimpio reluce a diez metros y la señora Thomas es de esas a las que lesimportaelaspectodelascosas.

—¿Quétehizoveniraquí?—Mepareció loapropiado.Además,no tuveelcorajedeabandonar los

muebles,creíquenoseríacapazdereconocermesinellos.Estoeraloquemeataba al hogar de la señora Quayne. Me daba pena despedirme de esosmármolesquemanteníaentanbuenestado.Perohabíaqueterminarconellosymelossaquédelamente.

—¿Estásdiciendoquelosmueblestehabríanechadodemenosati?—Losmuebles saben. Pocas cosas pasan sin que losmuebles las vean,

creoyo;ylassillasylasmesasnomuerentanrápidamente,¿nocrees?Cadavezquepasoel trapoa losmueblesde lasala,meentranganasdedecirles:«Vosotrossíquesabéismásquenadie».Diosmío,cuandolleguéaquíyvilaforma en que la señora Thomas había dispuesto los muebles de la señoraQuayne…Sifueraunaingenua,diríaquemequedéhastapasmada.Perolosmueblesnohablaronyyotampoco.SielseñorylaseñoraThomassonloquesedicenerviosos,sindudalosonacausadelascosasquenosedicen.Yonosoy quién para reprocharles nada: ellos viven delmejormodo que pueden.Losmuebles saben si una familia ha adoptado unmodo de vida que no esnatural,puedesestarseguradeello.Losbuenosmueblessabenmuchascosas.Unbuenmueblesabequefuehechocondeterminadopropósito,yserespetaasímismo.Cuandodijequeestáshechaconunpropósitoconcreto,teechasteallorar. Losmuebles que tenemos aquí son un lujo para gente que no deseatener pasado. Si tuviera que mirarlos mientras ellos me miran a mí, mepondríanerviosa,supongo.Pero,cuandoeseesprecisamentetutrabajo,notequedaotroremedio.Mehepasadoañosyañoslimpiandoestosmuebles:losconozco como a la palma de mi mano… Claro que sí, los conozco a laperfección.Peroyonosoymuydehablar:notengotiempo.Cuandohicieronhuecoparalosmuebles,hicieronhuecotambiénparamíypudieronverquenadaibaacambiarensusvidas.

—Cuandoyollegué,sinembargo,fuepeorparaellos.

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—Fue lo adecuado—repuso deprisaMatchett—; fue lo primero que tupadreosópedirdesdeeldíaenquesemarchó…

—Sí,estaeralacasadelaquehablaba.Siempremecontabalobonitaqueera.Aunquenuncaestuvoaquí,pasóunavezpordelante.Mecontóqueteníauna puerta azul y que estaba en una esquina; supongo que se imaginaba elinterior.«EslamejorzonadeLondresparavivir»,solíadecir,«esascasassealquilan directamente al rey y tienen un aspecto similar al Palacio deBuckingham».Unavez,enNiza,compróunlibrosobrepájarosymemostróunasfotosdelasavesacuáticasquehayenestelago.Mecontóquemuchasveceshabíacontempladoesasaves.Mehablódelosmacizosdeflorescolorescarlata. Yo imaginaba que las flores llegaban hasta el lago en formacompacta,sinunsenderocomoelqueexisteenmedio.Medijoqueesteeraelúnicoparqueseñorialquequedabaenlaciudad,yqueThomascometeríaungrave error si semarchaba a vivir a otro sitio. Solía decirme, y se lo decíatambiénalagenteconlaquenoscruzábamos,queaThomasleibabienensus negocios, que Anna era bonita —«refinada», era la palabra— y queambosdabanfiestasmuydivertidas.Solíadecirqueunjovenqueseabrepasoen el mundo tiene derecho a darse aires de vez en cuando. Siempre queestábamosenunlugarelegante,prestabaatenciónacómovestíanlasmujeresynotardabaencomentarme:«QuébienlequedaríaesoaAnna».Sí,estabamuyorgullosodeThomasydeella.Erafelizalhablardeellos.Comoyoeramuy pequeña y estúpida, le preguntaba: «¿Por qué no los vemos nunca?».Solíaresponderme:«Algúndía».Meprometíaqueundíameiríaavivirconellos.Yaquíestoy,comopuedesver.

—Bueno, pues al fin consiguió lo que deseaba —remató Matchetttriunfalmente.

—Amímegustabanporquepapáestabaorgullosodeellos.Pero,cuandoestabaconmamá,teníaqueolvidarlos…Aellaleincomodaban.MamácreíaqueAnnaseburlabadenuestromododevivir.

—LaseñoraThomasnosemolestabasiquieraenburlarse.Ellasiemprehadejado vivir y morir a los demás, salvo si con ello se interponían en sucamino.Peronadieosónuncainterponerseensucamino.

—Puesamíhatenidoquerecibirmeaquí…—Tenía esta habitaciónvacía, disponible—dijoMatchett con amargura

—.Nuncalaocupó,peseaqueesmuyinteligenteysabesacarleprovechoatodo…Alcontrario,hallenadolahabitaciónconrelojes,conmesasyconmiladornos.Cosasbonitas,queojalátegusten…Tieneungustoalgoespecialyleencantaexhibirlo.Nuncahaidomásalládeeso.Ynuncalohará.

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—¿Significaquenuncasentiráafectopormí?—¿Esoes loque anhelas? ¿Afecto?—dijoMatchett golpeando la cama

contalfuerzaquePortiaretrocedió—.Porsupuesto,esellaquientendríaqueestaraquí,dondeyoestoyahora—prosiguióMatchettconvozdesapasionada—.Esabsurdoque seayoquien tengaqueestar aquí, perdiendoel tiempo,contodoloquetengoquecoser.

Elpesodesucuerpotensólacama.Seincorporóysecruzóariscamentede brazos, como expulsando de una vez para siempre todo el amor de supecho.Portiadistinguiósusiluetacontralaventana,ycomprendióquenoeradespecho lo que la animaba, sino un arrogante amor propio que alteraba eltonodesuvozeimponíadistancia.

—Tengo cosas que hacer —le dijo Matchett— y me parece bien quebusquesencontextosmásadecuadosalaspersonasquehandequererte.Ojaláque las encuentres. Sí, claro que me alegré el día que me anunciaron quehabíasnacido.Aunquetalvezhubiesehechomejorenlamentarlo.

—¡Noteenfadesasí,Matchett,teloruego!Contuafectomellegaymesobra.

—¡Laquenotetienesquealterarerestú!—No,porfavor,notemarches…—insistióPortia,desesperada.Entonces

extendió los brazos y se escuchó el roce de las sábanas al caer al suelo.Reblandeciéndosecontrasuvoluntad,Matchettabriólosbrazos,seinclinódenuevo sobre la cama y, en la misteriosa oscuridad, por encima de laalmohada, ambas caras se acercaron y los ojos se buscaron, aun sin verse.Algofirmesurgióentreellas:no llegaronabesarse,demodoquesiguióunsilencio apremiante y nulo a la vez. Al cabo de un rato, Matchett se zafójuiciosamenteysuspiró.

—Porfavor,quellevoprisa.PerolamanodePortia,consucargadeemociónnerviosa,seguíaaferrada

al cuello firme y ancho de Matchett, a su fuerte espalda. El abrazo deMatchett lehabíahechosentirunaespeciederesistenciamesurada,comosiestuvieseresueltaadesear,nosoloasufrir,elpoderíodelapareddivisoria.Laoscuridadocultaba cualquier cambioque sehubierapermitido su rostro.Porfindijo:

—Voyacolocartelaalmohada.Portiasepusotensa.—No,noquiero.Megustaasí…Noquiero.—¿Porquénuncamedejas?—Porquemegustaasí.

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Noobstante,lamanodeMatchettsedeslizóbajolaalmohada,decididaagirarla.Y,unavezallídebajo,sedetuvo.

—¿Quéesesto?¿Quétienesaquí?—Esunacarta,simplemente.—¿Porquélaguardasahí?—Debodehaberlaolvidado.—Otalvezvinocaminandosolita—dijoMatchett—.¿Puedopreguntarte

quiénteescribecartas?Portiatratódenodecirnada.Consumagentileza,permitióqueMatchett

recolocaralaalmohadayposóluegounamejillaenelladomásfrío.Porunminuto, o casi, actuó como alguien que se dispone a dormir.Después, coninfinitodisimulo,tanteódebajodelaalmohada…Asídescubrióquelacartahabíadesaparecido.

—¡Porfavor,Matchett!—clamó.—Ellugaradecuadoparatuscartaseselescritorio.Delocontrario,¿para

quétehadadounescritoriolaseñoraThomas?—Megustaponeraquílascartasqueacabandellegar.—Atuedad,esenoes lugarparacartas.Ynodeberíasrecibircartasde

esetipo.—Noesunacartadeesetipo.—¿Y quién la ha escrito entonces, si se puede saber?—dijo Matchett

alzandolavoz.—EseamigodeAnna…Eddie.—¡Vaya!¿Asíqueéltehaescrito?—Soloporquehecogidosusombrero.—¡Cuántaamabilidadporsuparte!—Sí—dijoPortiaconfirmeza—.Sabequeamímegustarecibircartas.

Hacíatressemanasquenorecibíaninguna.—Yélsabeesascosas,¿verdad?Sabequeatitegustarecibircartas.—Asíes,Matchett.Megusta.—Entonces creyó pertinente escribir para darte las gracias por el

sombrero…Eslaprimeravezqueestehombreseacuerdadetenermodales.¡Qué digomodales! Pero si ni siquiera tiene clase. La próxima vez dejarásquePhyllisledéelsombrerooqueélmismolorecoja.Vienetantoporaquíqueyasabedesobradóndebuscarlo…Ymásvalequemeprestesatención.Sémuybiendeloquehablo.

La voz deMatchett, densa y carente de énfasis, resonó como una lentagrabación,conunapausaenlaúltimapalabra.Portiareposabaenunaespecie

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deataúddesilencio,conunamanodebajodelaalmohada,allídondelacartahabíaestadohastaqueMatchettladescubrió.Fueradelahabitaciónseoíaelmomentáneosilenciodel tráficodetenidoenLondres.Buscóconsusojoslaventanayvioaquelcielosemejanteaunvidriooscuro,veladoconsurojizoresplandor. La mano de Matchett asomó por su manga como un pájarorabioso,golpeóunasolavezlapantallafruncidadelalámparadelamesilladenocheylaencendió.Enseguida,Portiacerrólosojos,apretólos labiosypermaneció inmóvil sobre la almohada, como si tanta luz le causase unaherida profunda. Se dio cuenta de que eramuy tarde,más de las doce: esemomentoenqueelríodelanochefluyepordebajodeltiempo,esepuntoenque se produce el misterioso nacimiento del día de mañana. Aquella luzblanca,bruscayantiestética,despojadadesussombrasporlosplieguesdelascortinas,hacíaqueaquellapareciera lahabitacióndeunaenferma.Y,comosi,enefecto,estuvieseenlahabitacióndeunaenferma,suespíritusereplegóhastacerrarse.

Matchett seguía sentada, con la carta sobre su falda.Mientras tanto, susdedosespatuladosdoblabaneinclusodañaban—conunacrueldadsensualeinconsciente—loscontornosdelsobreazul.Tanteabaelsobreparasopesarelvolumendelacarta,perosecuidómuymuchodesacarla.

—Seríaunerrorqueconfiasesenél—ledijo.Sintiéndoseporuninstantesegura,inviolablebajosuspárpadoscerrados,

Portia yacía mientras imaginaba que estaba allí mismo con Eddie.Vislumbraba,alahoradelatardecer,unvastopaisajeconlomasycordillerasde sombras, como la superficie del mar. Una penumbrosa luz amarilla seposaba en los árboles y penetraba en sus oscuros corazones. En aquel sitioimaginario,elsilencioeravibrante,comoundelicadocristal.Sumergidaenelcrepúsculo, lacomarcaseelevabaconunaondulación tensay lentahastaellugardondeestabanellayEddie,sentadosa lapuertadeunacabaña.Portiasentíaasusespaldaslapresenciadelacabaña,colmadadeoscuridad.Unaluzsobrenatural les iluminaba las caras. La luz acariciaba los pómulos y laspuntasdelaspestañasdePortia;éllacontemplabaconlosojosenceguecidospor el sol.Lasmanos de él colgaban entre sus rodillas y lasmanos de ellapendíanapaciblemente,mientraslosdosseguíansentadosenelumbraldelacabaña.Sintióunasuertedecalmahenchidadesatisfacción:ellayéleranunosolo,nohacía faltanadiemásenelmundo.Portia ignorabaquéhabíaen lacabañaasusespaldas,peroaquellaluzeraeternayellosestaríansiempreallí,juntos.

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Después oyó que Matchett rasgaba el sobre. Sus ojos se abrieron depronto:

—¡Notoqueseso!—exclamó.—Nohabríacreídoestodeti…—Mipadrelohubieseentendido.Matchettmeneólacabeza.—Estásdiciendodisparates.—Eresinjusta,Matchett.Nosabesnada.—Yo sé queEddie es de los que jamás da puntada sin hilo.Y se toma

libertades.Erestú,encambio,laquenosabenada.—Perosécuándoestoyfeliz.Esosíquelosé.

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El comandanteBrutt pensaba que hacer una visita como aquella era asuntosencillo:todoparecíapropicio.Paraempezar,habíaunexcelenteautobús,el74,que ibadeCromwellRoaddirectamentehastaRegent’sPark.Élno erapartidariodehablarporteléfono:llamabaaunapuertaylisto.Anunciarseporteléfonoleparecíapomposoyéleradelosquesabíanentrarenlascasasconmodestia.Habíavividoendiversoslugaresdelmundodondeunosepresentade improviso, así que no le resultaba raro hacerlo.Conservaba un recuerdocálidoyluminosodeWindsorTerraceylehacíaespecialilusióncontemplarnuevamenteaquelsalón.Desdesuúltimavisita,lasoledadcasiconstantedesuhotelhabíahechoqueWindsorTerraceseconvirtieraenelrepositoriodesus sueños, los cuales se orientaban hacia la buena de Anna y hacia suencantadoraniña,alasqueprofesabaundeseofervienteytierno,pocomenosque asexuado.Los hombres románticos tienen tendencia a conmoversemáscondosmujeresalavezqueconunasola:suamorparecealcanzarelidealenunpuntointermedioentredosrostrosdistintos.

Ahora, el comandante volvía a ese paraíso quimérico comparado con elcualelrestodeLondresparecíaunáridodesierto.Aquellanoche,losQuaynehabían sonreído mientras lo escoltaban hasta la puerta y habían dichogentilmente:«Vuelvaavisitarnospronto».Bruttsolíadarporsentadoquelagentesentíaloquedecía,demodoqueaquíestaba,deregreso.QueThomashubiese añadido «llame antes por teléfono» no le había llamadoespecialmente la atención. Le habían dado carte blanche y allí estaba él,visitándolosdesopetón.Asusojos,elsábadoeraundíadelomáspropicio.

Esatardedesábado,trasregresardelaoficina,Thomassehallabasentadoen el escritorio de su estudio dibujando gatos en el cartapacio mientrasesperabaqueAnnavolviesedeunacomida.Noleconvencíaqueellacomiesefueradecasaunsábado,ymuchomenosquesedemorase tanto.Encuantooyó el timbre, levantó la mirada con actitud hostil (aunque existía laposibilidaddequeAnnahubieraolvidadolallave),aguzólosoídos,fruncióelceño,ledibujóunbigoteaunodelosgatosyvolvióalevantarlamirada.EncasodequehubierasidoAnna,eltimbrehabríasonadodosotresvecesmás.Pero la llamadano se repitió; tan soloquedó resonandoenel airedemodoincierto. Era improbable que trajeran un encargo siendo sábado. Los

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telegramasyasetrasmitían,casisiempre,porteléfono.Encuantoalaopcióndequesetratasedeunavisita,esaposibilidadnoselecruzóniuninstanteaThomas por la cabeza. Las visitas eran algo inaudito enWindsor Terrace.Habían sido erradicadas: simplementenoocurrían.Lavidahogareñade losQuayneera tanprivadacomo ladeunmatrimonio ilegítimo.Una suertedealambrada eléctrica envolvía su intimidad: los amigos no aparecían sintelefonearantes.Nunca.

Por todo esto, hasta Phyllis, pese a su aplomo y pese al sentimiento desuperioridadque leconfería sunuevacofia,habíaolvidadocómo lidiarconunasimplevisita.Phyllisreconocíaelaspectodelagenteallí«admitida»:esagente llegaba espontáneamenteypasaba ante ella sinquemediasepreguntaalguna.Algunoslesonreían,otrosno,peroellaconocíaelestilodecadauno.Salvoconocasióndecenasocomidasmultitudinarias,jamásacudíaalacasaalguienquenofueraunamigoíntimoounconocidoprivilegiado.

Por consiguiente, cuando abrió la puerta y se topó con el comandanteBrutt,Phyllis supoal instanteque teníaderecho,porunavez,a imponer suautoridad:arqueó lascejasy lomirófijamente.Elcomandantesintióque lapromisoriapuertasehabíaabiertodemanerainesperada.Sabía,desdeluego,quemuchagente cuenta conpersonal doméstico, pero la vez anterior aquelmismo vestíbulo había rebosado de luz, de sonrisas de despedida, defemeninos abrigos de piel. Titubeó un poco y Phyllis vio cómo su aplomomasculinoflaqueaba.EldesprecioquesentíaPhyllisporlahumildadhizoquelocatalogaracomounodeesosmilitaresretiradosquevendenaspiradoras,oinclusoesoscalcetinestanbrillantesquesecompranporlástimayqueluegonadieseatreveausar.

Con aplastante aire triunfal anunció que la señoraQuayne no estaba encasa.Modificandosuestrategia,elvisitantepreguntóporelseñorQuayne,loqueterminódepersuadiraPhyllisdequeestabaenpresenciadeunaespeciedepedigüeño.Teníatodalarazón:BrutthabíahechoeseperegrinajeparaveraunaSagradaFamilia.

—¿ElseñorQuayne?—Iréaver—repusosecamentePhyllis,lomiródearribaaabajoyagregó

—:…señor.Iréaver,yaledigo,siemprequeustedmeespereaquí.Phyllis alzó la mirada: el hombre no traía maleta, así que le permitió

entrar en el vestíbulo hasta cierto punto. Demasiado astuta para poner enevidenciaaThomasentrandodirectamenteenelestudio,abriólapuertaquedaba a las habitaciones de servicio y pensó en llamarlo desde allí por elteléfono interno. En el momento en que descolgó el receptor junto a la

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escalera,dispuestaadecirle«señor,havenidoalguienquedice…»,oyóquese abría lapuerta, queThomas salíaydecía algo.La señoraQuaynenuncahubierapermitidoquealgoasíocurriera.

En los escasos segundos quemediaron antes de que Thomas abriera lapuerta,elcomandantehabíaparecidoentenderqueenesacasaerapreferibleaguardar un triunfo tardío antes que intentar abrirse un esforzado caminohaciaélyasímalograrsusobjetivosdeformaprecipitada.Y,al tiempoqueobservaba aquellas escaleras poco o nada ventiladas, ciertos sueños seevaporarondesumente.Echóunamiradaalperchero,peronoquisodejarallísusombrero;notodavía,porloquesemantuvodepie,vacilante.Muypronto,unaspisadasdel otro ladode lapuerta lo reanimaron comoaunperro: susbigotesseensancharon,listosparasonreír.

—Pero… si es usted, ¡magnífico! —dijo Thomas y le tendió la manoabierta con tensa cordialidad—.Mepareció oír la vozde alguien.Lamentoque…

—Porfavor,soyyoquienesperano…—¡No,porDios,claroqueno!TansoloestoyesperandoaAnna.Seha

idoaunaespeciedecomida…Yasabeustedcuántosedemoranesascosas.ElcomandanteBruttnoteníalamenorideaalrespecto:pensabaqueera

más bien la hora del té. Dijo «deben de ser lugares muy aptos paraconversar»,mientrasThomas,nodeltodoresignado,lohacíapasaralestudiohaciendogaladeexcesivoalboroto.Elsalónsedesdibujabaenunavaporosapenumbra vespertina. Thomas se había quedado dormido durante una hora,antes de desenroscar su pluma fuente, abrir el cartapacio y colocar unospapelessobresumesadetrabajo.

—Todoelmundohablaalavez—dijoThomas—.Nomeexplicocómoselasapañanparaconversar.

Miróconciertanostalgiaa susgatos, cerróel cartapacio,metióalgunospapelesenuncajónylocerróruidosamente.Sí,parecíaestardiciendo,estabaocupado, pero no importa.Mientras tanto, el comandante Brutt tiró de suspantaloneshastaquetuvolaspernerasalaalturadelasrodillasyseinstalóenunsillón.

Tratandodeconcentrarse,Thomasdijo:—¿Uncoñac?—No,gracias.Noporahora.Thomas acogió esta respuesta con una pizca de resquemor porque la

situación se estaba volviendo complicada a ojos vista. Con certeza, elcomandanteBruttdeseabatomarelté,mientraslosQuaynepreferíanpasarlo

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por alto.Anna, a quien las grandes comidas no le sentabanbien, regresaríaseguramenteconelánimo irritado,singanasdeveranadie.EllayThomashabíanplaneadodarunpaseoporelparqueydespués,aesodelascinco,iralcine, a ver alguna película francesa. En el cine se sentían amantesclandestinos; solían volver cogidos del brazo en un taxi. A Thomas se leocurrió que la joven Portia podía ser tanto o más útil que él para elcomandante Brutt; es más, tal vez fuese ella su verdadero objetivo; pero,desgraciadamente,Portiano aparecióporningún lado.El sábado era sudíalibre, el día que solía quedarse en casa. Sin embargo, después de venir acomer,segúnlecontaronaThomas,Portiahabíavueltoasalirdeinmediato,ynadiesabíaadóndehabíaido.Matchettpensabaqueprobablementenofueraa tomarel té.Thomasnotóquesehabíahabituadoa lapresenciadePortia,tantoquelemolestabanotenerlacercaunsábadoporlatarde.

Este inconveniente adicional hizo que Thomas se preguntara por quéhabía abierto la puerta en vez de hacerse el dormido. ¿Se había sentidoencerradouoprimidoensuestudio?¿Sehallaba,enrealidad,mássolodeloquepensaba?¡Quéproblemaestarsentadofrenteaunhombretanpaciente…!De forma imprecisaymezquina,Thomas le lanzó al comandanteBrutt unaraudamirada.A todas luces, Brutt estaba desempleado: ¿no le había dichoqueteníavariosproyectosentremanos?Aquellosignificabaquerondabaenbuscadealgo.Sí,poresohabíavenido.AndabaalacechodeunaoportunidadenQuayne&Merrett:noseríatampocoelprimero,detodosmodos.

De pronto, Thomas sintió una suerte de repugnancia hacia sí mismo.Apartó bruscamente su cabeza del sillón y comprobó, avergonzado, que eltrabajo lo había puesto en una falsa posición, lo había encaramado a lasalmenas de una especie de odioso castillo. Solo podía ver a través de unasrendijas,unasgrotescasrendijasensurostro,unasrendijasquelodotabandevisiónreducida.Sumododemirar lascosassehabíavuelto,conel tiempo,limitadoyengañoso.Aldistinguirquealgosemovíaensucampodevisión,incluso un animal, pensaba: «¿Adónde conduce esto?». El menor ademánajeno lo ponía a la defensiva: «¿Qué andan buscando? ¿Qué quieren?». Lavidaensociedaderanlosinteresespersonalesmaquilladosconunagradablebarniz.Unosentíalapresióndetrásdelacharlamásbanal.Lascharlasconlasamistades estaban punteadas con largos silencios, y siempre había un ojocalculadorquemirabaelreloj.Elamorparecíaelúnicorecreo,loúnicoqueaniquilabaesecruelconocimiento.Thomaseracapazdeamarsinpensarennadamás.Por esoamaba sin lasprecaucionesadoptadaspor las almasmás

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simples; y esto sirve para explicar por qué los hombres astutos resultanengañadosconmayorfrecuencia.

Más allá de lo que Brutt esté buscando, pensó Thomas, sin duda nopodemosdarletrabajo.EnQuayne&Merrettsoloqueríanindividuosdebuenolfato, dotados de una especie de nerviosismo destilado. Podían emplear amuchos Eddies, pero a ningún Brutt. El comandante, se dijo, debía probarsuerte en algo vinculado a los viajes, si es que no estaba ya tentando elterreno.Todoloquepodíaofrecerenelmercadoerasu(dudosa)experiencia,su imperturbablevivezaysumiradafranca,grisypétrea,unamiradaqueaThomasleresultabapocomenosquehipnótica.Tambiénestaba,desdeluego,su coraje, pero dicho atributo carecía ahora de contexto, de utilidad, deaplicación,resultabainútilymanoseado.Losmodelosdehombretienensusépocas, al igual que los modelos de coches; el comandante Brutt era unmodelo 1914-18: ya no había mercado para él. Y su afán por seguir vivovolvíamáspatéticosicabeelcaso…No,nopodemosdarletrabajo,sedijo.YThomas volvió a mover con brusquedad la cabeza. El comandante era,francamente, un desecho, el golpe final a un mundo que a Thomas ledisgustabaprofundamente.

Conunarudezaalgohostil,Thomas leofreciósupitilleraaBrutt,quienvaciló y al fin decidió fumar. Esto iba a serenarlo. (Aunque Thomas nosospechóqueBruttquisieraserenarse).ElhechodequeThomasexistiera,deque Thomas fuesemarido deAnna, era un golpe duradero. El comandantetodavía pensaba en Anna como en la amante de Pidgeon. La imagen deaquellaveladaquehabíancompartidolostres—Anna,Pidgeonyél—seguíagrabadaensumentedemodoindeleble,resultabaimposibledeborrar,comoel preciadobien de un hombre conpocos bienes que viaja por todas partesatesorandoeserecuerdo.AlaproximarseaAnnaenelvestíbulodelEmpire,nosehabíaimaginadoqueellaestuvieraesperandoaotrohombremásqueaPidgeon,ysucorazónsehabíaaceleradoporquesupusoquesereencontraríaconsuamigo.PeroentonceshabíaaparecidoThomasdiciendoalgoacercadeuntaxiy,consonrisaapropiatoria,habíaagarradoaAnnadelcodoylahabíaarrastrado fuera del vestíbulo. Eso había sido impactante (pormás que ellaacababa de decirle que se había casado) y aún lo era. Aquella veladaimborrable—ladeella,ladePidgeon,lasuyapropia—habíatendidounhilocontinuoatravésdesusinciertosdías.Cadavezquesesentíadeprimido,seacordaba de esa noche. La boda de Anna con Pidgeon era el granacontecimiento que correspondía esperar. Sin embargo, como Pidgeon nodecía nada al respecto, y seguía sin decir nada, el comandante Brutt solo

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pensóquellevabaesperandodemasiadotiempo.Nohayfidelidadcomparablecon la fidelidad del amante vicario que ha contemplado una vez a dospersonasdarseunbeso.AlhabersecasadoconThomas,alhabervividoochoañosenLondrescomoesposadeThomas,AnnahabíaaniquiladoaunapartedelcomandanteBrutt.PorlasonrisatristeyserenadeellaenelvestíbulodelEmpire, el comandante notó queAnna era consciente del efecto que habíacausado en él, e interpretó su gentileza como una expresión deremordimiento.Cuando,mástarde,enlacasa,consuafabilidadfemenina,lohabíaempujadoahablardePidgeon,desuúnicoamigoencomún,loúnicoquehabía conseguido era agravar las cosas.Brutt nohabía sabidoqué caraponermientrasellahablabadePidgeon,delplatoyde lanaranja.Loúnicoque había hecho algo más soportable aquella situación fue la presencia dePortia.

Pero un hombre debe vivir. Por algo ponemos tanto de nosotros en lasvidas ajenas o incluso en las imágenes fugaces de ciertas personas que noconocemos.Elgrupofelizalotroladodelaventanailuminada,lasiluetadepieentrelaaltahierbadelahuertaquevemosdesdeeltrenpermanecenynosreconfortan en nuestras horasmás sombrías. Las ilusiones son arte para lapersonaquesiente;vivimospormediodelarte,siesquevivimos.Siaalgosomos fieles, después de todo, es a la emoción, tanto que aprendemos arescatarla en otras partes. El comandante Brutt, invitado esa noche porprimera vez a Windsor Terrace, hallándose en el punto culminante de suangustiaennombredePidgeon,sehabíaencariñadoenelactoconesacálidahabitación. La hospitalidad general y la joven sentada junto al fuegoinfluyeronparaqueempezaraaolvidaraPidgeon.Tambiénélposeíaciertarudeza en sus sentimientos, y había estado viviendo solo en un hotel deCromwellRoad.Elresplandorenel tapiz,Annatumbadaenelsofáconsusbonitospiesenalto,Thomasbuscandoloscigarrillos,Portiaacariciándoseloscodos como si mimara a un par de gatos…De todo eso parecía brotar unsueño.SalvoqueThomasnoencajabadel todoenesesueño.AsíqueBruttesperaba, al aceptar su cigarrillo y quedar un poco más en deuda con él,entablarunvínculomásnormal,unvínculodehombreahombre.

El comandantemiró aThomas como a alguien que se ha alzado con elgranpremiodeunarifa.Pero,enlaluzmenguantedeaquellatardedesábado,la soledad flotaba como una nube en medio del estudio. Los papelesrevueltos, las cenizas, la taza de café vacía le daban un aire poco y nadatriunfalal sucesordePidgeon,comosinuncasehubieraalzadoconningúnpremio.Elfuegoparecíalimitarseasonreír,semejantealfuegodeunanuncio

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publicitario.ElcomandanteBrutt,aquienel raciocinionunca loconducíaagrandesdeducciones,eradadoaunaespeciedeintuiciónmeteorológicaconlaspersonasy,apartirdelosbruscosmovimientosquehacíaThomasconlacabeza,notólatensiónqueanidababajosusbuenosmodales.ElcomandanteBrutt,queestabaimpasible,poseíaesosreflejosquehacenqueunanimalsemarchesúbitamenteoseresistaaentrarenunrecinto.¿EstabaPidgeonconellos,cerniéndoseporencimadeThomas,mientrasThomasrendíahonoresalamigodePidgeon?Brutthabíadecididofumar,porloquediounacaladaylapequeñaincandescenciadelapuntadelcigarrillosereflejóensusojoscolorguijarro.Sedijoquedebíamarcharsepronto…Peronoaún.

Entretanto,Thomasofrecíalacabalimagendeunhombredichosamenteinstaladoenunmullidosillón.Sinquerer,soltóunbostezoexageradoydijo,paradisculparse:

—SientomuchoqueAnnanoestéencasa.—Bueno,hesidoyoquienhacorridoelriesgoconestavisitacasual.—LamentoquePortiatampocoesté.Notengoideadeadóndehaido.—Saleamenudo,meimagino.—Lociertoesquenosaletanto.Todavíano.Esmuyjoven.—Hay algo delicioso en ella, si se me permite decirlo —soltó Brutt,

entusiasmado.—Sí,hayalgo…Esmihermana,¿losabíausted?—Mealegraoírlo.—O,mejordicho,mimediohermana.—Esmásomenoslomismo.—¿De verdad?—preguntó Thomas—. Bueno, supongo que así es. En

cierto modo, resulta un poco raro. Para empezar, nos separa mediageneración. Sin embargo, me parece que nos entendemos bastante bien.Hemospensadoenhacerunapruebadeunaño,másomenos,paraversiaellalegustaviviraquí,connosotros.Portiaeshuérfana,¿sabe?Cosaqueesbastantedura.Nolaveíamosamenudoporquemipadrepreferíavivirenelextranjero.Asípues,tuvimosmiedodequenoleinteresasenuestrapropuesta.Como acaba de perder a su madre y aún es joven para salir con Anna,pensamosquetalvezLondreslepareceríaunpoco…Enfin,porsuertetodoestá saliendomuy bien. Le hemos encontrado una buena escuela y se estáhaciendoamigadevariasmuchachasdesuedad…

Abrumado por la aparente insipidez de lo que élmismo decía, Thomasdejó inconclusa la frasey se reclinóenel sillón.Peroel comandanteBrutt,quehabíaescuchadoconsumaatención,esperabamás.

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—Esunabendicióncontarconunachicadesuedad.Medalaimpresiónde que les contagiará con su alegría—comentó—. ¿Qué edadmeha dichoquetiene?

—Dieciséis.—Hadeserunagrancompañíapara…paralaseñoraQuayne.—¿Para Anna? Claro que sí. Qué curiosa fue la forma en que usted y

Annaseencontraron.Ellaesunpocoperezosaparamantenerelcontactoconsusviejosamigos;pero,almismotiempo,losechademenos.

—Mepareciómuygentilque recordaraminombre.Sobre todo,porque,nosésiustedlosabe,ellayyonosvimosunasolavez.

—Sí,porsupuesto,conRobertPidgeon.LamentonohabertenidoelgustodeconoceraPidgeon.Metemoqueélnoparadeviajar,mientrasqueyoyaheechadomisraícesaquí.

Tras lanzarle al comandante una nueva mirada preñada de sospechas,Thomasañadió:

—Tengounaagenciadepublicidad…Nosésiustedlosabe…—¿De veras? —repuso amablemente el comandante Brutt y arrojó la

ceniza en el enorme cenicero de vidrio—.Me parece perfecto, si le agradavivirenlaciudad.

—¿Austedlegustaríavivirenotraparte?—Sí, admito que sí. Pero todo depende, claro está, de lo que se va

presentando.Tengovarias…—¿Opcionesposibles?Creoquehaceustedmuybien.—Sí.Deestamanera,siunacosanosale,siemprepuedehaberotraquese

concrete…Elúnicoinconvenienteesqueheperdidocontactoconmiantiguagente.

—¿Ah,sí?—Sí,supongoquehepasadodemasiadotiempoenelextranjero.Poreso

quieroquedarmeunpocoaquí,parareestablecercontactos.—Sí, pero… ¿a qué contactos se refiere?—preguntó Thomas—. ¿Qué

intentaustedexactamente?Una oscura vacilación, una dudamomentánea, hizo que el comandante

BruttfruncieraelceñoymiraseaThomasdeformamáspersonalquehastaentonces.Sinembargo,sumiradafuemenosclara:lamiasmaqueseespesabaenelestudiotendíaunaespeciedeveloantesusojos.

—Bueno—dijo—, espero que haya algo.Hablo en términos generales.Algoquetodosustedes…

—¿Todosnosotros?¿Quiénessomosnosotros?

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—Enfin…Usted,porejemplo—dijoelcomandanteBrutt—.Algotienequehaber…Poreso,yoestoysincontactos.Séqueexistealgo…Algoquelosuneaustedes.

—Entiendo—respondió Thomas—, pero dudo de que realmente existaalgo.Lociertoesquenosolemosjuntarnosmucho.Ningunodenosotrossesientemuybienenesoscasos,yningunoquierequeelotrolosepa.Supongoquenohaynadamásdesintegradorquelacompetenciayelmiedo,yesoesloque sentimos todos.Lo irónicoesque losdemásnos clavan los cuchillos anosotros, los burgueses, porque dan por sentado que nos estamos dando lagranvida.Esoimaginoyo,almenos,quesuponenlosdemás.Peronosehandado cuenta de que no nos preocupamos mucho por nosotros mismos. Noéramostanodiadoscuandolesdábamosmásmotivosparaodiarnos.Perohayque tener agallas para ser tan idiotas como lo fueron nuestros padres.Nosotros somos apenas una lamentable pandilla de pequeños ChristopherRobins[5].Porsupuesto, tenemosquevivir,peronosésisabemosparaqué.Todo lo que podemos esperar es seguir adelante hasta que los demás nosquitenelpoderdelasmanos.

—Vaya,¿notieneustedunavisiónmuytétricadelascosas?—Supongo que usted intenta decirme que debería hacer más ejercicio

físico, o tomar sal de frutas, ¿verdad?No, en serio, no creo que usted estéperdiéndose mucho. Dudo que haya por ahí fuera nada interesante… Sinembargo,talvezAnnasepadealgo…¿Uncigarrillo?

—No,gracias.Noporahora.—¿Quéeseso?—dijoThomasbruscamente.Elcomandante tambiénvolvió lacabeza.Ambosoyeronquegirabauna

llaveenlapuertaprincipal.—Anna—dijoThomasconfingidaindiferencia.—Bueno…entalcasomeparecequeyodebería…—Deningúnmodo.Ellaestaráencantada.—Perovienecongente.Enefecto,delvestíbulollegabanunasvocesapenasaudibles.—Por favor, quédese.No semarche—repitióThomasy sepusodepie

conunsuspiro.Fuehacialapuertadelestudioylaabriósúbitamente,comoresueltoadesbaratarunmotín.Después,exclamóconvozsombría:

—Ay…Hola,Portia…Hola,buenastardes…—Buenas tardes—contestó Eddie con la educada cortesía que ahora le

dispensabaaThomasfueradelhorariodetrabajo—.Noqueremosmolestar,yanosmarchamos.

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Moviéndose hábilmente alrededor de Portia, Eddie cerró la puerta delestudio a espaldas de la hermana de Thomas. Su desenvolturamostraba elbuenestadodesusnerviospuestoque,¿desdecuándoteníaelviejoThomaslacostumbredeasomarseinesperadamenteaverquéocurríaenelvestíbulo?Portianodijonada;seguíadepiedetrásdeEddie,sonriendodeunamanerauntantoexcesiva.AThomasleparecióestarantedoshorrendosmellizosquealzaban las cabezas con el mismo frágil orgullo y esbozaban la mismaconfiadasonrisa.Desde luego,habíanplaneadoentrarsigilosamente, sinservistos, y su reacción excesivamente cortés ante Thomas probaba cuándesagradablehabíasidotoparseconél.Teníanamboselrostroencendidoporhabercaminadodeprisa.

Thomas, por su parte, exhibía su desconcierto y miraba, perdido, porencimadeellos.

—PenséqueeraAnna—explicó.—Lamentamosnoserella—dijoEddieconsumaeducación.—¿Noharegresadotodavía?—preguntóPortiamecánicamente.—No, pero te diré quién está aquí—repuso Thomas—. El comandante

Brutt.Puedespasaraverlo,Portia.Notellevarámásdeunminuto.—Nosotros…Bueno,yanosíbamos.—Noteharádañopasarunminuto,¿verdad?Hastaelhombremásdíscoloymisántropodelmundotienemomentosen

los que quiere imponerse, asomarse al vestíbulo y conseguir lo que sepropone. Los dibujos de una gota de lluvia al caer por un cristal o ladesobedienciadeunanimaldomésticopuedenvolverseinesperadasformasenquelanaturalezasedespliega.ThomassintióciertoplacerforzandoaPortiaaentrarenelestudio,apartándoladeEddieypropiciandounencuentroconelcomandante Brutt. Apoyó una mano en su omóplato y la empujó con unainvisible e inconfesada crueldad. Obstinado en su idea de estar lo más almargenposible,Eddiesemantuvounospasosatrás.

El comandante, mientras duraba esta charla en el vestíbulo, habíapermanecido sentado, con las piernas abiertas, moviendo vagamente lasmuñecas hasta hacer relampaguear los gemelos en los puños de su camisa.Llegóaoírciertaspalabras,peroselasquitódeencimacomounperrosacudelasorejas.Lamuchacha,traselempellón,cruzólapuertayseaproximóaél;después,ThomaspresentóaEddie.PortiayEddie sealinearonhombroconhombroysonrieronaBruttcondeferenciadecautivos.Elcomandantecreyóverenlosojosdeellalacomplicidaddeunaalegríainterrumpida.

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—No he podido evitar venir de improviso —le dijo el comandante aPortia—, y me temo que estoy molestando a su hermano. Pero su cuñadahabíatenidolabondaddedecirque…

—Porsupuesto.Ynodudodequehablabaenserio—intervinoPortia.—En cualquier caso —retomó Brutt su argumento, manteniendo

penosamentesucordialsonrisa—,sucuñadanoestáencasa.Medicenquehacomido fuera.Mientras tanto,he impedidoque suhermanopudiera trabajarenpaz.

—¡Enabsoluto!Hasidounratomuyentretenido—dijoThomas,yvolvióasentarseenelsillóncontalfirmezaquePortiayEddiesevieronobligadosadecidir si sentarse también o permanecer de pie. Hicieron esto último,revelando aúnmás su deseo de ausentarse, de estar en otro lugar. Aunqueestabanseparadosentresíapenasporunoscentímetros,parecíancasicogidosde la mano. Portia miraba más allá de Eddie, hacia la nada, muylánguidamente, como si él no existiese mientras no fuera posible mirarlo.Eddiesepusoafumar,perolohacíadeunaformamuyaparatosa.Estapruebadel vínculo que existía entre ellos—tan poderoso que implicaba una totalindiferencia hacia los demás— Thomas la acogió fríamente: otrapreocupacióndoméstica.TambiénsepreguntócómoEddieteníalainsolenciade…

Incluso al comandante Brutt, más indulgente que Thomas con el amor,estoleparecióunaespeciedesacrosantaanomalía.

—¿Dóndehanestado?—dijoThomas,quetenía,despuésdetodo,plenoderechoapreguntar.

—Hemosidoalzoológico.—¿Nohacíademasiadofrío?PortiayEddiesemiraron,incapacesderesponder.—Allínohaymásquerachasdeaireymalosolores—dijoEddie—.Pero

noshaparecidomuybonito,¿verdad,Portia?Pasmado,Thomaspensó: qué atrevimiento el deEddie…¿Quéocurrirá

cuandoregreseAnna,quédiráelladeesto?

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—¿Quiéneraesevejestorio?—ElcomandanteBrutt.UnamigodealguienqueAnnaconocía.—¿Quién?—SuapellidoeraPidgeon.Eddierioaloírelnombre.Despuésquisosaber:—¿Hamuerto?—No.ElcomandanteBruttdicequegozadebuenasalud.—NuncahabíaoídohablardeesetalPidgeon—dijoEddiefrunciendoel

ceño.Sinmalicia,ellapreguntó:—Pero¿esqueacasoconocesatodoslosamigosdeAnna?—Tedijequeíbamosacruzarnosconalguien.Teprevinesobreloqueiba

asucedersivolvíamos.—Perotúmepropusistequevinieraarecogerlo…—Es cierto… Y me parece que este Brutt es un viejo indecente. Te

mirabaconlascivia.—No,Eddie.Noesasí.—De acuerdo, lo que tú digas —convino Eddie con aire abatido—.

Supongoqueesmuchomásamablequeyo.Girándose,PortiaobservólaansiosaexpresióndeEddie.—Hoyparecíatriste—dijo.—No lo dudo —comentó Eddie—. Estaba esperando su turno. De

acuerdo,puedequeélseamuchomásamablequeyo,perodebodecirtequeno tolero a esa clase de individuos. ¿Has visto en qué estadodejó al pobreThomas? Parecía pocomenos que hecho trizas.No, eseBrutt es un bestia.¿Comprendes, queridaPortia, que si existe gente comoyo es porque existegente como él? Lo que no consigo explicarme es cómo diablos logróintroducirseenesacasa…

—DijoqueAnnalohabíainvitado.—¡Annaestancínica…!—Creo,Eddie,queexageras.—GraciasaDios,carezcodetodosentidodelasproporciones.Ynohay

dudadequeesehombremedesprecia.

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Eddieguardósilencioyresoplóalargandoellabioinferior.—Ay—dijoPortia—,lamentoquenoshayamostopadoconellos.—Teadvertídeloquepodíasucedersiregresábamos.Esacasaescomo

unatelaraña.—Peromedijistequedeseabasvermidiario.Tomabaneltéo,mejordicho,habíanpedidoelté.Estabanenelmuseode

ceradeMadameTussaud.Portia,quenuncaanteshabíaestadoallí,sesentíadecepcionadaporquelascamareraserandecarneyhueso;peronosetratabadeningunaestafa,pueslosmuñecosdeceranoestabanlejosdeallí.Eddieyellasehabíansentadocodoconcodoenunagranmesapreparadaparacuatrooseispersonas.EldiariodePortia,quehabíancogidoenWindsorTerrace,yacíaintactoentreambos,sujetoconunasuertedeelástico.

—¿PorquédicesqueAnnaescínica?—inquirióella.—Porque tras sus nobles actos se ocultan razones perversas. Sea como

sea,amínomeimporta.—Sinoteimporta,¿porquéteindignastanto?—Despuésdetodo,cariño,setratadeunalmahumana.Yocurreque,en

otromomento, su formade serme alteró.Mehevuelto peor de lo que eradesdequeconocíaAnna.Sitehubieseencontradoantesati…

—¿Enquésentido«peor»?¿Teconsiderasmalvadoacaso?Apartándose un poco de lamesa, Eddie recorrió con lamirada todo el

restaurante, las luces, las otras mesas, los espejos, y sopesó lo que iba aresponder, como si Portia le hubiese preguntado si se sentíamal.Después,posósumiradaenelrostrodeellaydijoconunasonrisacasiradiante:

—Sí.—¿Enquésentidolodices?Eneseprecisomomento,apareciólacamareraconunabandejaydejóen

lamesaunatetera,unajarraconaguacaliente,unplatoconpanecillosyotroconpastas.Apenasseretiró,Eddielevantólavista,violospanecillosydijo:

—Demonios,haolvidadotraernoslasal.—Hazle una seña y pídesela…Realmente, Eddie, no entiendo por qué

dicesqueeresmalvado.¿Malvadoenquésentido?—Aver,¿quéesloquenosoportasdemí?—Nomeparecequeyo…—Intentémoslodeotramanera:¿quéesloquemenosteagradademí?Portiameditóuninstante.Despuésdijo:—Esamaníadehacermuecastodoeltiempo,sinunmotivoconcreto.

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—Lashagocuandonoquierotenerrostro.Nosoportoquelagentehagadeduccionesapartirdemismuecas.

—Pero llaman demasiado la atención. Y la gente se da cuenta, porsupuesto.

—Deacuerdo,perolosponensobreunapistafalsa.Diossanto,piensan,vaatenerunataquedenervios,estáalbordedeuncolapso.Esolosexcitayamí me da tiempo para serenarme. Al rato, ya estoy hecho nuevamente untémpano.

—Entiendo…Pero…—Lo que tú debes entender, cariño, es que la gente me abruma…

¿Entiendesloqueestoydiciendo?—Sí.—Esmuy importante que lo entiendas. En cierto aspecto, creo queme

porto peor con otras personas (con Anna, por ejemplo) cuando tú estáspresente.Sientoquetúsabesporquélohago,ysentiresomeexcita.Nuncadebeshacermesentirquenoentiendo.

—¿Quépodríapasarsilohago?—Meconvertiréenunacriaturairreal—repusoEddie.Cogiólosguantes

de Portia y los apretó en su puño. Seguidamente miró, horrorizado, porencima del sombrero de ella. Portia volvió la cabeza para saber qué estabaobservandoy,deestemodo,losdosseencontraronconsuimagenreflejadaenungranespejo.

—Sientoquesiempreentenderéloquesientes.¿Creesqueesmuygraveque,enocasiones,nocomprendaloquedices?

—Paranada,cariño—dijoEddieanimado—.Entre túyyo,¿sabes?,nohay nada intelectual. De hecho, no sé para qué te hablo. En más de unaspecto,seríapreferiblequenotehablase.

—Peroalgodebemoshacer.—Tengolaimpresióndequeaestepasoecharéaperdernuestraamistad.

Veoquetedevanaslossesosyqueesotehaceinfeliz.¿Seráquenuncahasconocidoaalguiencomoyo?

—Yamehasexplicadoquenoexistenadiecomotú.—Pero hay muchísimas personas que imitan lo que yo soy realmente.

Supongoquenohasconocidoaningunadeellastodavía…Sirveelté,cariño,sirve,queseestáenfriando.

—Esperohacerlobien—dijoPortiaasiendolateterademetalconayudadesupañuelo.

—Dime,Portia,¿nuncanadietehabíallevadoantesatomarelté?

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—Nuncaasí,asolas.—¿Tampocoacomer?¡Mehacessentirtanfeliz!Eddieobservócómoellallenabalentamentelataza,demaneracautelosa,

conuntemblequeantechorrodeagua.—Para empezar—siguió diciendo—, tengo la sensación de que puedo

estarme quieto. Eres la única persona que conozco con quien no necesitohacer nada en especial. Todas las demás personas que conozco me hacensentir que debo ganarme el pan. En cambio, siento qué tú y yo estamoshechosde lamismapasta: losdossomosalgomalvados,pero tambiénalgoinocentes. Me pareció que tu cara se iluminaba cuando dije que Anna eraperversa.

—Nohasdichoeso.Hasdichoqueeracínica.—Cuandopiensoeneldineroquemehegastadoenviándoleflores…—¿Eranmuycaras?—Erancarasparamí.Locualdemuestralotontoquehellegadoaserpor

suculpa.Hacetresañosqueandocondeudasyyanohayquienmeecheunamano… Pero no, cariño, no tengas miedo, puedo pagar este té. Perder lacabezaesalgoqueliteralmentenopuedopermitirme.Tediránquesueloviviracostadelosdemás.Perounasolacosaescierta:hesidocomprado.Todospiensan que anhelo lo que ellos tienen, pero no es así. Creen que, si mecompran,hacenunbuennegocio.

—Supongoque,enciertomodo,esasí.—Ay,cariño,túnoloentiendes…¿Pensarásquesoyvanidosositedigo

quesoyguapo?—No.Yotambiénpiensoqueeresmuyguapo.—Pueslosoy.Y,además,poseoungranencantoqueseducealagente.

Casi nunca adviertenmi inteligencia. Siempreme estánmaltratando.Odianmi intelecto porque no está en venta. Esa es la verdadera razón por la quetodosmeodian.Yomismosientoodio,aveces.Peronopodríaestarconesoscerdossinofuerataninteligente.Laúltimavezqueestuveenmicasa,Portia,mihermanomenorseburlódemismanosdelicadas.

PortiallevabaunratosinmirardirectamenteaEddie,temerosadequesuatenciónhicieraqueél se callara.Había cortado subollo enporcionesmuypequeñas y las iba mordisqueando distraída mientras le echaba sal a cadaporción. Apenas dio cuenta del primer bollo, se limpió los dedos en unaservilleta de papel y bebió un largo sorbo de té.Mientras bebía, observó aEddieporencimadelataza.Dejólatazaenelplatilloydijo:

—Lavidaessiempretancomplicada…

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—Nosetrataúnicamentedelavida…Setratademí.—Supongoquesetratadetiydelagente.—Sí,miángel,sospechoquetienesrazón.Yonotratosinocongenteala

quelecaigobien,peroesegruponoincluyeaningunapersonadecente.Ellalomiróconlosojosmuyabiertos.—Salvotú,porsupuesto…Sidejodegustarte,nohasdepermitirqueme

décuenta,¿vale?PortiasefijóensilatazadeEddieestabavacía.Después,clavólosojos

enelcuadernodondeescribíasudiarioysequedócontemplandolacubiertadecolornegro.

—Mehasdichoquesoyguapa.—¿Tehedichoeso?Mírame.Déjameverte.Orgullosaytímidaalmismotiempo,Portialeenseñósurostro.Peroélse

rio:—Cariño, tienes labarbillasuciademantequillaysal,comolanievede

lastarjetasdeNavidad.Permítemequetelimpie…¡Notemuevas!—¡Ibaacomeralgomásdepan!—En ese caso, no vale la pena…No, eso no está bien. No soportaría

inspirartepensamientosserios.—¿Tienespensamientosseriosamenudo?—Muyamenudo…Telojuro.—Eddie,¿quéedadtienes?—Veintitrés.—Diosmío—soltóellacongravedad,ycogióotropanecillo.MientrasPortiacomía,Eddielaestudióconojosfulgurantes.—Tienesunacaraalgobobalicona—dijo—,peromuyanimada.Unacara

llenadecomprensión.¿Porquéestoysiempreconpersonasquenosoncomotú? Cada vez que hablo con esas personas, sé que se burlan en secreto ypiensan que soy histriónico.De acuerdo, soy histriónico. ¿Por qué no?Soydramáticoyteatral.LaobrascompletasdeShakespearehabitanenmí.Todoel mundo siente lo mismo, claro está, y por eso se vuelven tan locos conShakespeare.Ladiferenciaesqueyolodemuestro,mientrasqueellosnoseatrevenysemeechanencima.¡Seránidiotas!

Sindejardecomer,PortiaescrutabaelceñodeEddie,tensotraslafuerteemoción,peronoosabadecirnada.Tanmeticulosaactitudlaconvertíaenunaespecie de espectadora que asiste a una obra teatral hablada en un idiomaextranjerodelquenoentiendenimediapalabra:hayqueseguircadahecho

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conelmáximodeatención.Unpocoinquietoporlamiradadeella,Eddieseinterrumpió.

—¿Teestoyaburriendo,cariño?—No…Solopensabaque,exceptoporloquerespectaamischarlascon

Lilian,estaes laprimeraconversaciónquehe tenidoconalguien.Desdemillegada a Londres, quiero decir.Y se parece al tipo de conversaciones quemantengoenmicabezaconstantemente.

—Tienes suerte. Son bastante más amenas que las conversaciones quemantengoyoenlamía.Mehagotodaclasedereproches.Nomellevonadabienconmigomismo,¿sabes…?Pero¿nomehabíasdichoquehablabasconMatchettporlasnoches?

—Sí.PeroellanoestáenLondres,estáencasa.Yúltimamenteestáalgomásfríaconmigo.

ElrostrodeEddieseensombrecióderepente.—Pormiculpa,supongo,¿verdad?Portiatitubeó.—Nuncalecaenbienmisamigos.Molestoporelplural,élcontestó:—Túnotienesamigos.—EstáLilian…Eddietorcióelgesto.—No,elproblemaconesaviejaesqueesunacelosa.Yunaesnob,como

todoslossirvientes.Hassidodemasiadobuenaconella.—Ellafuemuybuenaconmipadre.—Losiento,cariño…Esosí,óyemebien:porloquemásquieras,nunca

hablesdemí.Nunca,connadie.—Yonuncaharíaalgoasí,Eddie.Jamáspodríahacerteeso.—Sientodeseosdemataralagentecuandoimaginoloquesoncapacesde

pensar.—Tencuidado,Eddie…¡Hasderramadotésobremidiario!Matchettsolo

sabequeteconozcoporquehaencontradotucarta.—¡Nodebesdejarmiscartastiradasporahí!—Nolahedejadotirada:Matchettlaencontródondeestaba.—¿Dónde?—Debajodelaalmohada.—¡Cariñomío!—exclamóEddie,apuntodederretirse.—Yoestuve allí todo el tiempoyMatchett no llegó a abrir el sobre en

ningúnmomento.Únicamentesabequeherecibidounacartatuya.

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—Tambiénsabedóndelahabíasguardado.—Nocreoquevaya adecir nada.Legusta saber cosasdemíque ellos

ignoran.—Supongoquetienesrazón:esamujerescomounatumba.Henotadola

forma en que observa a Anna. Usará esta información cuando lo estimeconveniente.Ay,Portia,cuídatedelasancianas.Notienesnilamenorideadecómoselasgastan.Escondetodobajollave.¡Ocultatodo!Niunapalabra,niungesto,nada.

—¿Comosiestofuerauncomplot?—Estoesuncomplot,enefecto.Conspiramostodoeltiempo.Portiaparecíapreocupada.—Entonces—dijo—,¿nosquedaráalgodetiempo?—¿Tiempoparaqué?¿Quéintentasdecir?—Tiempoparanosotros.Trasungestodespectivo,Eddieledijo:—Uncomplot.¡Unarevolución!Esnuestravida.Yelmundoenteroestá

contranosotros.Serámejorqueloocultestodo.—¿Porqué?—Notienesniideadecómoeslagente.Portiapermanecióunratopensativa.—MeparecequeelcomandanteBruttsehadadocuenta.—¡Viejo cerdo idealista! Para colmo, Thomas nos ha pescado. Te he

dichoquenoteníamosquehabervueltoacasa.—¡Perotúmedijistequequeríasvermidiario!—Hemoshechouna locura.Espera a queAnna tenga una conversación

conBrutt.¿QuieressaberlacharlaquemantendremosAnnayyo?Eddie se echó hacia delante apoyándose en un codo e imitó la actitud

despreocupadadeAnna.Sepasóunamanopor la frente,apartóunmechónimaginarioy, soltandocadapalabracondeliciosadesgana,empezóahablarcomoella:

—«Mira,Eddie,noquieroqueteenfadesconmigo.Estomeaburretantocomoati.Noobstante,sientoque…».

Portiapaseóunamiradanerviosaporelsalón.—¿HacefaltaquetepongasaimitaraAnna?—Nocreoquequierahacerlootravez.Normalmente,pensarenAnname

pone furioso. Quería que oyeses lo que me dirá si recibe la valiosainformación…Mediráquedeborecordarque túnoeresmásqueunaniña.Sugerirá que le sorprende mucho que yo me interese por ti y con eso

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insinuará, desde luego, que busco algo y que no termina de entender misintenciones.Medirá,claroestá,queellanohadedecirteunapalabradecómosoy realmente.Me dirá que, por supuesto, entiende queThomas y ella sonaburridosencomparaciónconmigo,quesoyungenio,tansuperiorquepuedodesempeñar con los ojos cerrados el primer trabajo que ellameofrece.Medirá que, evidentemente, las personas que pagan sus cuentas son aburridas.Que, por supuesto, entiende cuánto me cansa vivir de acuerdo con mireputaciónyquesedacuentadequenecesitotodoelestimuloposible.Y,alfin,dirá:«Además,porsupuesto,eslahermanadeThomas…».

—Noleveoelmenorsentidoaloquedices.—No,cariño,porsupuestoquenose loves.Peroyosíse loveo.Anna

estará tumbadaenelsofáyyomeretorceréenunadesushorrendassillitasamarillas. En cuanto quiera ponerme de pie, me dirá: «Me provocascansancio».Ysepondráafumardeesamaneratanpropiadeella…

Eddieabriósupitillera,hizoungestolánguidoconlapuntadelosdedos,ladeandolacabezacomositocaraelarpa,eligióuncigarrillo,loestudióconairecríptico,loencendióconsumocuidadoyconungestovolvióaapartarunmechónimaginariodesucabeza.

—Entonces,ellamedirá—prosiguió—:«Esmejorquetemarchesahora.CreoquePortiaestáesperandoenelvestíbulo».

—Pero,Eddie…¿lacreescapazdedeciralgoasí?—Ella es capaz de decir cualquier cosa.Es típico deAnna intentar que

unoquedesiemprecomoalguienmalvado.Nuncaseatreveaserellalamala.Portiaparecióconfundida.—Sinembargo,séqueatitegustaAnna…—Sí,enciertomodo.Poresomeirritatanto.—Unavezmedijistequehabíasidomuybuenacontigo.—Claro que ha sido bondadosa…Es sumodo de controlarme. Cariño,

¿notehaparecidograciosamiimitación?—No.Laverdadesqueno.Además,mehadadolaimpresióndequeno

teagradabaimitarla.—Puessíquemehagustado, ¡hasidomuygracioso!—exclamóEddie,

desafiante. Después, hizo varias muecas estirando sus facciones como sibuscase que los últimos restos de Anna cayeran por su propio peso. En laimitación había (como notó Portia) cierto trasfondo de furia: él habíaadornadoconunasonrisadiabólicacadahipotéticodardoqueAnnalehabíalanzado. Ahora Eddie alzaba la taza y bebía un abrupto sorbo de té frío.MostrabaunairetanamenazadorquePortiapensóporunmomentoqueibaa

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escupir el té, como si se estuviera enjuagando la boca. Sin embargo, se lotragó y sonrió, aunque de formademasiado amanerada, casi comoun actorque ha concluido una escena importante de un drama. Al mismo tiempo,parecía aliviado, como si se hubiera quitado un peso de encima, y tambiénbeatamente satisfecho, como si hubiera cumplido un deber. Ahora parecíamoverse libre de culpa. Al fin, se volvió hacia ella y la observó como siestuvierafelizdehaberregresadoacasa.

Trasunapausa,ledijo:—Sí,Annamegusta.Perosiemprehacefaltaquealguienhagadevillano.LostiemposdereaccióndePortiaeranmáslentos.Mientrasélhablabade

villanos, ella masticaba otro panecillo más y unía sus cejas formando unalínea incierta.Aunque no estaba realmente sorprendida, parecía hipnotizadaporestaversióndeAnnaqueteníaantesusojos.Agitadayexaltada,sesentíacomounárboljovenenmediodeuntorbellino.LapotenteconductadeEddiela arrastraba como un remolino y la libraba de las humillaciones y de loserrores en que habría incurrido en caso de haber adoptado una conductaordinaria.Portiaeracapazdeenfrentar lasexigenciasdeEddieconelgenionatural de la amiga y de la amante. El ímpetu con que él parecíamoversehacía que en torno a ambos se instaurase, de inmediato, un nuevo ordenpoético.Cualquierclasedeestrategiaenelreinodelossentimientosresultabafatalparaelamor:habíaqueentregarsealviento.LainexperienciadePortia—que había transformado Windsor Terrace en un tribunal de leyesincomprensibles— laponía en situación favorable anteEddie.Ella no teníaprejuicios. Era naturalmente dócil. Las miradas furtivas y ansiosas que lelanzaba a él solo contenían ardor, no perplejidad. Hasta tal punto se habíaconvertidoenunasuertede instrumentodeEddieque tenía la impresióndequesuslabiossonreíanporreflejo,comosifueranloslabiosdeél.Sentíaqueestabaaprendiendoaconocerloy,quizá,aconquistarlo.Laspalabrasqueéldecía, la actitud que él adoptaba, todo se volvía ineludible. Desde unprincipio,élhabíacausadounpotenteefectoenPortia.Podíadecirseque,porprimeravezdesde lamuertede Irene, sehabía sentidoencompañíadeunapersonaqueleparecíacercana,familiar.

La inocenciaseencuentra tantasvecessometidaa falsassituacionesquelosindividuosinteriormenteinocentesaprendenaperderlaingenuidad.Alnoencontrar un idioma para hablar en sus propios términos, se resignan a sertraducidos de forma imperfecta.Viven enunperpetuo estadode soledady,cuando intentan entablar alguna relación, tal es su deseo de dar y recibirafectoquesecomprometen,falseandoasísumaneradeser.Nuestropuntode

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vistaenasuntosamorososesdemasiadocorruptoparaellos.Sevenforzadosacometer un error y acaban siendo acusados de engaño. La dulzura y laviolenciaquetiñensumaneradeamarimplicanmiltraicionesparalosmenosinocentes. Incurablemente ajenos al mundo, nunca cesan de buscar unafelicidad heroica. Su soledad, su impiedad, su continuo deseo hace quetiendanasercruelesypadezcan lacrueldadde losotros.Son tanpocos losinocentesqueraramenteverásadosjuntos;cuandoseencuentran,elcampoquedacubiertodevíctimas.PortiayEddie,siempresentadoscodoconcodo,conel diario enmedio, bajounamanode ella, semiraronduranteunbuenrato, apartaron por un instante los ojos y de nuevo volvieron a fundir susmiradas.Susojosparecíanemplearseporprimeravezaplenapotencia,hastaengendrar esa mirada única. La mirada contenía una especie de soberbiosaludomutuo, un saludoque ibamás allá de cualquier ternura amorosa.Sehabríadichoqueerandoscómplicesquehablaranporvezprimeraelunoconelotroacercadesupapelenunmismocrimen,odosniñosquedescubrieransúbitamentesusorígenescomunes.Perodeltemadelamornoteníannadaquedecirse: no había a este respecto ni proyectos, ni sueños, ni deseos. Laconversación había girado en torno a algo no dicho, algo cuyo profundosignificadoellosparecíanempezaracomprender.

LavidadePortiahabíaestadohecha,hastaentonces,desutilesyamablesconcesiones, pero había sido concesiva sin piedad. Ahora contemplaba,veladosbajoelcristaldelapiedad—perosinreprochárseloasímisma—,atodos los sacrificados: al comandante Brutt, a Lilian, aMatchett, incluso aAnna… Todos los que ella había tenido que pasar por encima paraencontrarseconEddie.Portiasabíaquelacosanoseterminabaallí,pueselsacrificio no se limita a un único acto. Nadie en Windsor Terrace estaríaorgullosodeella,yestonoeraunasuntode justicia: laspersonasajenasalamor no se merecen el mal negocio que obtienen en consecuencia. HastaAnna le había demostrado una especie de inmoral bondad. Y el amor deMatchett,pormásquehubierasidounaformadequeellasequitaraunpesodeencima,habíasidoamor.

EncuantoaEddie,elamordePortiaporélparecíarefutarlasacusacionesqueduranteañoshabíarecibidoytambiénlasacusacionesqueélsehacíaasímismo.Aúnnolehabíadadomuestrasaellanidelamitaddelaindignaciónque sentía. Mayor que Portia, había sufrido durante más tiempo lasapariencias del mundo. Había tomado conciencia no tanto de tener razóncomo de lo inevitable del caso. Se había equivocado al tratar con otraspersonas en términos que, según descubrió más tarde, no habían sido los

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suyos.Pormuyafectuosoquefueraelpechodondeélhabíaelegidoapoyarsucabeza,habíaencontradoallíreglasabsurdasyesohabíahechoque,tardeotemprano, aquel pecho le pareciera atroz. Más allá de sus calamitosashistorias de amor, planeaba una especie de virtud espiritual. Sus velocescontactoscon lagente (palabrasafables, sonrisasque respondíanasonrisas,miradasmásomenosbienintencionadas)eransudefensaofensiva,ladefensade algo que ellos no debían tocar. Sus modales habían perdido algo deelegancia con el apetito: su cuerpo estaba perdiendo su ingenuidad. Suverdaderaingenuidadestabaenlomáshondodesuinterior,ysoñabaconelhonorylapaz.Aunquesesentíaalejadodesupadreydesumadre,enciertomodonuncasehabíamarchadodesuhogar.OdiabaaAnna,enlamedidaenque la odiaba; porque veía en sus ojos la perpetua pregunta: «¿Y ahora,qué?».Porsuparte,éljamásveíaunfuturo,sinounpresenteperpetuo.

MirólamanodePortiasobreeldiarioycomentó:—¡Quédiariomásimponente!Ellalevantólamanoydejóverlacubiertanegradellibro.—Estábastantelleno—dijo—;llevarémásdelamitad.—Cuandolocompletes,¿seguirásconotro?—Creoquesí.Todoeltiempoocurrencosas.—Peroimaginaquedejaradeimportartesilascosasocurrenono…—Siempre habría comidas, y lecciones y cenas. Ciertos días no sucede

másqueeso.Enesoscasosdejotodalapáginaenblanco.—¿Teparecequemerecentodaunapáginaenblanco?—Claro,porquehansidodías,alfinyalcabo.Eddiecogióeldiarioylosopesó.—¿Tambiénestánaquítuspensamientos?—preguntó.—Algunos.Hacesquemeplanteesideberíadejardepensar.—Ay,no.Amímegustaquepienses.Sidejarasdepensar,me sentiría

como simi reloj se hubiesedetenido enmediode la noche…De todos tuspensamientos,¿cuálessonlosqueconsignasaquí?

—Losmásíntimos.—Meencanta, cariño, quequierasqueme lleve el diario a casa…Pero

supongamosque,alsalirdeaquí,loolvidaraenelautobús…—Llevaminombreymidirección.Seguramentemelodevolverían.Por

siacaso,podríasllevarloenelbolsillo.EntrelosdoslograronmetereldiarioenunbolsillodelabrigodeEddie.—La verdad—dijo Portia—, ahora que has aparecido enmi vida, creo

queyanomeinteresatantomidiario.

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—Peronovamosavernostanamenudo…—Podríacontarteatiloquepienso.—No,escríbeloyenséñamelodespués.Megustanlospensamientosenel

momentoexactoenquesonpensados.—Sí, pero no sería lo mismo. Quiero decir que esto podría alterar mi

diario. Hasta ahora lo he escrito por el solo placer de hacerlo. Para seguirescribiéndolodeigualmodo,deberíaimaginarquetúnoexistes.

—Yonohagoqueseasdiferente.—Perohacesqueno esté sola.Yestar sola formabapartedemidiario.

ReciénllegadaaLondres,yoeralaúnicapersonaqueexistíaenelmundo.—Dime una cosa: ¿dónde escribirás mientras yo tenga este libro?

¿QuieresquevayamosaSmith’sparaquetecompremosotro?—La tiendamáscercanaestácerrada lossábadospor la tarde.De todos

modos,creoquenoescribirésobreeldíadehoy.—No,nolohagas.Mepareceperfecto.Noquieroqueescribasacercade

nosotrosdos.Dehecho,nuncatienesqueescribiracercademí.¿Meprometesquenoloharás?

—¿Porquéno?—Porque no me gusta la idea. No. Escribe solo sobre las cosas que

ocurren. Escribe sobre las lecciones, sobre las deplorables charlas que sindudamantienesconLilian,sobreloquecomesosobreloquedicelagente.Peroprometequenoescribirásloquesientes.

—Aúnignorassilohago.—Detestola literatura.Odioelarte…Estánrepletosdecosasfalsas.No

megustaquetengasquebuscarlaspalabrascuandohablasdemí.Silohaces,tudiarioseconvertiráenunatrampahorribleydejarédesentirmeseguroatulado.Megustapensarentideciertamanera;megustapensarquefuncionascomo un reloj. Pero entre tú y yo no debe haber pensamientos. Y muchomenospensamientosocultosysegundasintenciones.Y,enverdad,mealegraquitarteestediario,inclusoduranteunospocosdías.Aunquemetemoquenoentiendesloqueteestoydiciendo.

—No,peronomeimporta.—El hombre con quien deberías tener una buena conversación es el

comandanteBrutt…¡SantoDios!—¿Porqué?—Yasonlasseis.Tengounacitaenotraparte.Deboirme…Aquítienes,

cariño,tusguantes…Bueno,¿quéteocurreahora?—Noolvidarásquelollevasenelbolsillo,¿verdad?

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Eldiario

LunesEddiemehadevueltoporcorreoestediario.Noloacompañabaninguna

carta;nohaescritoningunaporquenoteníatiempo.Elpaquetemostraba,porfuera, el sello de la oficina. Ahora tendré que escribir mucho porque heperdidonuevedías.

Hanmandadolapequeñaalfombrablancaquehabíajuntoamicamaalatintorería, así le quitan las manchas del barniz que uso para mis osos.Matchetthapuestootraalfombra,unarojaquemepinchalospies.

Hoyestudiamos lahistoriadelarteenUmbríay tuvimosContabilidadyRedacciónenalemán.

MartesEddienomehadichonadatodavíasobreestediario.Liliansehapuesto

«biliosa» en clase y ha tenido que marcharse. Dice que se pone biliosasiemprequealgolapreocupa.ComoAnnanoestabacuandovolvíhoyacasa,pudetomarel téconMatchett.EstabaarreglandoelvestidodegasamoradadeAnna,demodoquenomehizoningunapregunta.EncuantoAnnaregresó,memandóllamarymeanuncióquequeríallevarmeaunconcierto,porquelesobrabaunaentrada.Parecíaunpocoalterada.

Hoy tuvimosRedacción en inglés, PrimerosAuxilios y una clase sobreRacine.Ahoradebovestirmeparaelconcierto.

MiércolesEddienomehadichonadatodavíasobreestediario.Estamañana,Lilian

yyohemos llegado tardea laprimeraclase.Sumadre lahapuestoadieta.Anoche, yendo en el taxi conAnna,me dijo que esperaba queme hubieradivertidoconEddieyconelpaseo.LedijequesíyentoncesellamecomentóqueEddielehabíadichoqueéltambiénselohabíapasadobien.Miréporlaventanilla.Medijoqueteníajaqueca;lepreguntésinohabíasidomalaideair

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alconcierto; ella respondióque sí,quepor supuesto.Parecíaarrepentidadehabermeinvitado.

Hoy tuvimos Higiene y escribimos en francés un breve ensayo sobreRacine;después,nosllevaronaverloscuadrosdelaescueladeUmbríaenlaNationalGallery.

ThomasyAnnanocenanhoyencasa.MepreguntosiMatchettvendráadarmelasbuenasnoches.Ojalárecupereprontomialfombrablanca.

JuevesHoyherecibidocartadeEddie;siguesindecirnadaacercadeestediario.

DicequehacomidoconAnnayqueellafuemuyamable.Dicequepensóenllamarmepor teléfono, pero no lo hizo.Nodice por qué.Dice que tiene laimpresióndeestarempezandounanuevavida.

Megustaría saber quién ha sido la persona que no fue al concierto conAnna.

Eddiedicequedebemosvernospronto.Hoyescribimosunensayosobrenuestroscuadrosfavoritosdelaescuela

deUmbríaytuvimosqueexplicarcuálessonsuscaracterísticas.HablamosdeHeineynosdevolvieronlasredaccionesenalemán.Tambiénhubounaclasesobreloshechosmásdestacadosdelasemana.

ViernesHeescritoaEddie,peronoacercadeestediario.HeescritoaEddiealascuatroymedia,encuantovolvíacasa.Después,

he vuelto a salir para comprar un sello de correos.Matchett no ha oído lapuerta ninguna de las dos veces o, en todo caso, no ha salido a abrirme.Tomando el té con Anna había dos personas nuevas, que no supieron sidebían hablarme o no.Anna no les causó ninguna impresión en especial yellosnolecausaronningunaimpresiónespecialaella.Nomequedéconellosdespuésdetomarmité.

Ha sido extraño volver dos veces porque, generalmente, una vez queregreso,novuelvoasalir.Trashabercompradoelsellomesentímásraradelo acostumbrado y la casa me pareció más como suele parecermehabitualmente.Siempreseponeasíporlastardes.Encuantovuelve,Thomaspareceolfatearenbuscadecomidaprohibida.Enestacasahayunolorquees

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frutodelossentimientos.DesdequeconozcoaEddie,mepreguntoaquésedebeesteolor.Cadavezesmásintenso.

Hoy nos devolvieron nuestros ensayos sobre Racine y algunas chicascomentaron lo que habíamos escrito.Hablamos deMetternich y nos dieronunalecciónsobreBach.

Mañanaserásábado.Otravez.

SábadoMeha llegadounacartadeEddieen laquehablade loqueharemosel

domingo.Dicequelellameporteléfonosinopiensoirconél,peroiréynotendré que llamarlo. Thomas yAnna salieron en coche antes de la hora decomerporqueseausentaránestefindesemana.AnnamehadichoquepuedoinvitaraLilianparaeltésiquiero;Thomasmehadadocincochelinesparairalcineymehadichoqueesperaquetodovayabien.Liliannopuedevenir,asíqueestoyenelestudio,alladodelachimenea.Megustanlosdíasenquesepuedepensarenalgoparecidoalmañana.

DomingoPongosimplemente«domingo»porqueaEddielegustaasí.

LunesHoy empezamos a estudiar la escuela de arte de Siena, hubo clase de

Contabilidady leímosunaobra teatral alemana.Estanoche,Annadaráunafiesta,peroaseguraquenovoyadivertirme.

Sinembargo,despuésdeayer,nadameimporta.

MartesHoyhe tenidouna especiede charla conThomas.Llegóy llamópor el

teléfono interno preguntando si estaba Anna, entonces le dije que no y lepreguntésileapetecíaquebajase.Aunquepareciódudar,alfinaldijoquesí.Cuandoentré,Thomasleíaensuescritorioelperiódicodelatarde.Medijo:Ahorahacemáscalor,¿verdad?Tantocalor,dijo,queunosientequelefaltael aire. Como la noche anterior nome había visto, por lo de la fiesta, mepreguntósihabíapasadounbuenfindesemana.Dijoqueesperabaquenolo

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hubiese pasado sola. Dije que no. Me preguntó si Eddie me caía bien.Respondíquesíymedijo:Eddiesepasóayerporcasa,¿verdad?Dijequesí,quenoshabíamossentadoahímismo,enelestudio,yqueesperabaqueaélnolemolestaraquenoshubiéramossentadoallí,ensuestudio.Dijo¡ay,no!,¡ay,no!,conunavozcomoausente.DijoquesuponíaqueEddieyyoéramosmásbienamigosylecontestéquesí,queéramoseso.Entonces,volvióaleerelperiódicocomosipusieraalgosorprendente.

Thomas quería amedias que yomemarchase y yo lo quería amediastambién,peronomemarché.Eralaprimeravezqueélmepreguntabaalgo,queparecíadeseosodesaber.MealegróoírelnombredeEddieymesentéenelbrazodelsillónmientrasélleía.Cuandotuvodeseosdefumar,meofrecióantes,comodistraído,uncigarrilloamí.Nopudeevitarsoltarunacarcajada.Oh,meheolvidado,dijo.Yañadió:Porfavor,noempiecesyaacomportartecomounaadulta.Ennuestra familia,dijo,abunda lagentequehacometidoerrores.Despuéscontóque,cuandomipadrehabíaempezadoafrecuentaramimadre,enlostiemposenqueaúnvivíaenDorsetconlaseñoraQuayne,amipadre lehabíadadopor fumarcompulsivamente.Dijoqueamipadre ledabamuchavergüenzafumartanto,hastaelpuntodequerecogíalascolillasenunsobreydespuéslasenterrabaeneljardín.Comoeraveranoynohabíaunfuegoencendido,nopodíatirarlascolillasenlachimeneaynoqueríaqueMatchett se pusiera a contarlas. No quería que ella supiese todo lo quefumaba. Quise saber cómo se había enterado Thomas de eso; él soltó unaespeciederisaymecontóquehabíapescadoanuestropadreconlasmanosenlamasa.Amipadrenolegustónadaqueéllodescubriera,peroaThomasaquelloleparecíamásbienunabroma.

Thomasdijoquenosabíaporquéselehabíametidoesalocuraanuestropadreen lacabezay luegomeechóunamiradapensandoqueyonoestabamirándolo.TodaslasmiradasdeThomas,exceptocuandomiraaAnna,vandirigidas a personas que no están mirándolo. Pero no le importó que yoestuvieramirándolo. Al fin y al cabo, él y yo compartimos padre. AunqueAnnayéltienenmuchísimoencomún,noescomparableconloquetenemosélyyoencomún.Depronto,Thomasmedijodeunamaneravelozyfamiliar:ConfíoenqueEddie seaeducado.Lepreguntéqué intentabadecirconeso.Mecontestó:Bueno,noconozcoaEddie,¿acasobuscaalgo?Yañadió, sinesperaramirespuesta:No,seguroquenosabesloqueintentodecir.Yodijequenoyéldijoque, en tal caso, todoestababien,oesocreía.LedijequeEddieyyohabíamosestadocharlando,solamente,yThomasposósumiradaeneltapiz,comosisupieraquenoshabíamossentadoallí.Yaveo,muybien,

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comentó.Después,pisoteóeltapiz,comosiledisgustasequeotraspersonassesentaranenél.

LalámparaquehayenelestudiohacequeelrostrodeThomassecubradebolsas y arrugas: parece como si se acabaradedespertar.Muybien,medijo,veremoscómotelasapañas.Entoncescogióunlibroydijoqueeraunaequivocación amar a cualquier persona. Le contesté que eso estaba biencuandounosehacasado,¿verdad?Claro,repusoenseguida,enesecasoestábien.Oí que un taxi se detenía como suelen detenerse los taxis en los queviaja Anna, así que dije que debía marcharme y subí las escaleras. MissentimientosseparecentantoalosdeThomasquemealegrécuandooíqueeltaxifrenaba.

MiércolesHoy tuvimos Higiene y Elocución francesa. Después, nos llevaron a la

National Gallery, a ver los cuadros de la escuela de Siena. Yendo a laNational Gallery, Lilian quiso saber en qué estaba pensando. Dije que ennada, pero ella dijo quemeveía distraída.Después delmuseo,me invitó aPeterJones’sparaquelaayudaraaelegirunvestidodenoche.LamadredeLilianledejaelegirsusvestidos,asídesarrollaelgusto.PeroLilianyatieneel gusto desarrollado. Le dije que debía llamar por teléfono a Matchett yLilian comentó que prontomemolestaría hacerlo. Lilian escogió un bonitovestidoazulquelesentabademaravillasyquelecostócuatroguineas.

Alregresar,oíqueAnnaestabaenelestudio.NohevistoaThomasdesdeayer.

JuevesHe recibido una carta en la que Eddie quiere saber si alguien me ha

preguntadoacercade loquepasóeldomingo.Dicequehahechounretratomío,peroporlovistoselehaolvidadoenviármelojuntoalacarta.Dicequeestefindesemanadebeirsedeviaje.

He recuperado mi pequeña alfombra, más mullida que nunca, suave ymullidacomoelvientredeungato.Esperonomancharlaotravez.

Hoy escribimos una redacción sobre el arte enSiena y nos preguntaronquécaracterísticasdeestaescuelaestánausentesenelarteumbro.Hubounaclaseacercadeloshechosmásdestacadosdelasemanayunamujernoshaenseñadoaleerenvozalta.

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La madre de Lilian dice que el vestido azul se le ciñe demasiado alcuerpo,peroLiliannoestádeacuerdo.

Estanochehaybastanteniebla.

ViernesAl despertar,mi ventana era como una piedra oscura, tanto que apenas

podía ver el resto demi habitación.Toda la casa estaba así.No parecía denoche,parecíaqueelaireestabaenfermo.Duranteeldesayunoviquealgunagente se asía a nuestra verja mientras andaba por la calle. Thomas sueledesayunardespuésdemí,peroestamañanavinoantesymedijo:Seguroqueestaes tuprimeraniebla.Después,Annamandóadecirque talvezdeberíafaltara laescuelade laseñoritaPaullie,pero ledijequeno,queprefería ir.AsíqueAnnamandóotromensajediciendoqueeramejorqueMatchettmeacompañase.ThomasdijoqueAnnateníarazón,queendíascomoestosnoseveeltráficodeloscoches.Quehayqueabrirsepasoconunamanoy,desdeluego,lamanodeMatchettesmásfuertequelamía.

Lacaminatafuetodaunaaventura.Juntoalportóndeentradadelparquehabían encendido fogatas:Matchett dijo que eran fuegos para orientar a lagente.Luegoordenóquemecubrieralabocayquenohablase,queasínometragaríalaniebla.Amitaddecamino,cogimosuntaxi;Matchettsesentómuytiesa,comosiellafueselaqueestabaalvolante,yvolvióadecirmequenohablara. Cuando llegamos a la casa de la señorita Paullie, la mitad de laschicashabíanfaltado.Huboquetenerlaslucesencendidastodoeltiempo,yesoprodujounclimacomode fiesta.Por la tarde,hubomenosniebla,perocontodoyconeso,Matchettpasóabuscarmeparallevarmeacasa.

Debíamos tener una clase sobre Mozart, pero, a raíz de la niebla,debatimossobrelaconsistenciadelasideasenlasmenteshumildes.TambiénescribimosunaredacciónsobrelapolíticadeMetternich.

Estanoche,ThomasyAnnahancenadoencasa.Annadijoque,cadavezquehayniebla,sientequees laconsecuenciadealgo incorrectoqueellahahecho,perosospechoquenohablabaenserio.Thomasdijoque,asujuicio,muchagentesientelomismoyAnnarepusoqueno,quenoesasí.Despuésfuimosalsalónynotéqueellosqueríanqueyonoestuvieraallí.

Mañanaessábado.Peronosucederánada.

Sábado

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Heacertadocasiporcompletoaldecirquehoynosucederíanada.Hastala niebla se ha esfumado, pero ha dejado en su lugar unamanchamarrón.ThomasyAnnaestaránfueratodoelfindesemana;estavezhanviajadoentren. Así que me senté en el salón y me puse a leerGrandes esperanzas,mientrasMatchett se encargabade la ropadeAnna.Bajé a tomar el té conella y me dijo: Vaya, parece que te has convertido en una especie defantasma.Peroyocreoquees lacasa laquesehavueltofantasmal.Phyllisme invitó a escuchar el gramófono de la cocina. Solamente lo enciendencuandonoestáAnna.

HastaquesalíconEddie,nuncamehabíasentidoasí,amenosqueyamehayasentidodeestamanerasindarmecuenta.

DomingoEstamismahora,estemismodía,lasemanapasada.Porlamañana,hesalidoapasearporelparque.Estababastantedesierto.

Losperroscorreteabanhastaperderseylagentesilbaba;portodaspartesolíaa arcilla.Eché un vistazo a los lugares quemás nos agradaban, pero ya noeranlosmismos.Ciertosdomingossonmuytristes.Porlatarde,Matchettmellevó en autobús a la misa vespertina en la catedral de San Pablo. Todoscantaron«Viveamilado».Volviendoacasa,Matchettmehapreguntadosisé que Thomas y Anna se marchan en abril. Dijo que planeaban viajar alextranjero.Vayasorpresaparamí.Medijoquelellamabalaatenciónquenohubiesenotadonada,puesyosoyde lasquesiempre intuyen lascosas.Porsupuesto,dijo,yateinformaránensumomento.¿MequedaréenLondres?,lepregunté.No,dijoMatchett, esoes imposibleporqueyo tengoquehacer lalimpiezadeprimavera. ¿Quéocurrirá conmigo entonces?, dije, pero ella noabriólaboca.Lascallesparecíanmásoscurasdesdeelautobúspuestoquelastiendasestabancerradas.

Qué bonito sería si alguien que me quiere mucho pasase por la casa,durantemiausencia,ydejaraenlamesadelvestíbulounasorpresaparaqueyolaencontraraamiregreso.

CuandovolvimosdeSanPablo,Matchettentróporlapuertadeservicio,peropermitióqueyoentraseporlapuertaprincipalutilizandomillave.

Después de cenar, me senté en nuestro tapiz frente a la chimenea deThomas y recordé algunas cosas queme contóEddie la vez que estuvimosjuntosallí.

Supadreesconstructor.

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Deniño,EddiesesabíadememoriapasajesenterosdelaBiblia.Letieneunmiedoatrozalaoscuridad.Susdoscomidaspredilectassonelquesoyelconsomméengelatina.Enrealidad,aélnolegustaríaserdemasiadorico.Diceque,cuandoamasaalguien,empiezanacumplirsetodostusdeseos

pendientes.Noleagradaqueseríandeél,porloquefingequeleencantaquelagente

seríadeél.Tienetreintayseiscorbatas.Asíescrita,estalistaseparecealosapuntesquenosfuerzanatomaren

clase.Mepreguntosi,enalgunaocasiónenqueyohayasalido,aEddieseleocurrirádejarmeunasorpresaenlamesadelvestíbulo.

LunesEddiemehaescritodurantesuviaje.Dicequeestáconunagentequeno

lecaenadabien.MehapedidoquelollamealaoficinayledigaquénochenoestaráAnna,peronosécómoaveriguaralgoasísinqueellasehuelaalgo.

HoytuvimosmásleccionessobrelaescueladeSiena,ContabilidadyRedacciónenalemán.Liliannomeestabaesperandojuntoalcementerioy,dehecho,llegótardeaclase.Estáenfadadaporculpadeunactorymehapedidoquemañanatomeeltéconella.AnnaestabadeunhumorexcelenteymecontócosasdesufindesemanacomosiyofueraSaint-Quentin.Talvezestédebuenhumorporqueprontovaaviajaralextranjero.Peronopuededarmeesanoticiahastaquenoresuelvaquéhacerconmigo.

MartesComosihubieserespondidoamisplegarias,elcomandanteBruttmeha

enviado un puzle. Lo he encontrado sobre la mesa, nada más entrar. Elcomandantedicequelegustaríaimaginarmearmándolo.

Hoy tuvimos Redacción en inglés y Primeros Auxilios; después, nosllevaronaverLeCidaunaescueladeseñoritas.Mástardefuiatomareltécon Lilian, porque quería hablarme de su actor. Los presentaron en algunaparte;ellaleescribióparadecirlequeadmirabasutrabajo,yaqueenverdadloadmiramucho.El actorno le contestóhastaqueella escribiópor terceravez;entonces,lainvitóatomarelté.Liliansepusosuvestidoazul,conunachaqueta encima. Había otros invitados para el té, pero él le pidió que se

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quedaraydespuéssecomportódeunamaneraespantosa.Segúnella,actuódeunmododemasiado apasionado.Lilian sequedómuyalteraday, en cuantoregresóasucasa, leescribiódoscartasexplicándoleloquesentía.Comoélnohacontestadoningunadelascartas,Lilianpiensaquetalvezhayaheridosussentimientos.Estohacequesesientadenuevo«biliosa».

Enmi dormitorio, ningunamesa es lo suficientemente grande para quequepatodoelpuzle.MepreguntosiaMatchettledisgustaráquelomonteenelsuelo.

MiércolesMatchett ha enviado el vestido de terciopelo blanco de Anna a la

lavanderíaporquetienequeusarlomañanaporlanoche.¿Aquí,encasa?,hepreguntado,yMatchetthadichoqueno,quefuera.DebocontárseloaEddie.

Hoy tuvimosHigiene yElocución francesa; después, nos llevaron a vervestimentashistóricas enelLondonMuseum, lo cualhizode la salidaalgodiferente. También vimos unamaqueta de Londres en llamas y la señoritaPaulliedijoquedebíamoshacertodoloposibleporevitarunafuturaguerra.

HetelefoneadoaEddie.

JuevesEddiedicequenoesculpanuestratenerquementir.Demodoquehoy,se

supone,meveréconLilian.Encasamehandichoquesí,siemprequevuelvaalasdiez.AsíquetendréquepasarmedeverdadporlacasadeLilianporqueesprobablequeenvíenaMatchetta recogerme.LomaloesqueEddievivemuylejosdelacasadeLilian.¿Quéharésinomellegaeldinero?

ViernesAyertodosalióbastantebien.

SábadoEstamañana,Annamellevóahacercompras.Estatarde,Thomasmeha

llevado al zoológico. Ellame dejó elegir la comida. ¿Han estado hablandoentreellosoacasotienenquedecirmequesevandeviajeynoseatreven?

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DomingoMehanllevadoacomerconunagentequeviveenKent.Demodoquehe

pasadosentadaenelcochelamayorpartedeldía,todoeltiempopensando,salvo cuando bajamos a comer. Anna y Thomas ocupaban los asientosdelanteros; de vez en cuando, él preguntaba: ¿Cómo está? Entonces,girándose,Annameechabaunaojeada.

Desdequehemosvuelto,avanzoconelpuzle.El jueves pasado, de noche, cuando estuve por primera vez en casa de

Eddie,viquenovivíacomoyoimaginaba.Nolegustasuhabitación,yesosenota.Mehaenseñadotodossuslibrosymehadichoqueloalegraquenomegustetantoleer.Comimosunadeliciosacenafríaenplatosdecartón;Eddietuvoelgestodecomprarmedulcesydespuéspreparamoscaféenelhornillo.MepreguntósisabíacocinarylecontéquemamácocinabacuandovivíamosenNottingHillGate.Aunquetienetenedores,Eddienoencontrómásqueuncuchillo.Porsuerte,eljamónveníacortadoya.Medijoquenuncaanteshabíainvitado a comer a alguien, que va al restaurante cuando está solo y quecuandoestácongentevaalrestaurantetambién.Ledijequeesodebíadeserbonito,peromerespondióqueno.Lepreguntésientoncesnadiehabíaestadoantesallí,peromedijoquesí,queciertaspersonasibanatomareltédevezen cuando. Quise saber quiénes eran y él dijo: Bueno, unas señoras,¿entiendes?Eimitóaunaseñoraquesueleiratomartéconél.Hizocomosiarrojara su sombrero sobre el diván y se arregló el pelo delante del espejo.Después,anduvocurioseandolascosasdelahabitación.Después,imitóaunaseñora que, según dijo, se contonea en su silla y le sonríe de una maneramisteriosa.Ydespuésmeenseñóvarias cosasque sabehacer; por ejemplo,coge el abrigo de piel de una señora y se convierte en un gato. ¿Quémáshaces?,lepregunté.Lomenosposible,cariño,contestó.Lepreguntéporquérazón las invitaba a tomar el té yme dijo que le resultabamás barato queinvitarlasacomerafuera,sibienalalargaleresultabamásagotador.

Después,recogióelsombreroimaginariodeldivánehizocomosisaltarasobreélconlosdospiesalmismotiempo.Dijoqueyohacíaquesesintieraliviano,que lequitabaunpesodeencima;mesirvió losúltimosdulcesquequedaban, apoyó su cabeza enmi regazo y fingió que se dormía, peromedijo:Nometiresmigajasenlosojos.Aldespertar,dijoque,encasodehabersido él un abrigo de piel, yo le habría acariciado la cabeza. Me puse aacariciárselaymemirócomosituvieraojosdevidrio.

Depronto,dijoqueeraunalástimasertanjóvenesparacasarnos.Despuésserioypreguntó:¿Nohasonadocómico?Dijequenoleveíalagraciayél

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repusoqueno,quenoeracómico,quemásbieneraenternecedor.Después,volvióacerrarlosojos.Alasdiezmenosveintelodespertéparadecirlequeteníaquecogeruntaxi.

Le he prometido que no escribiría sobre esto. Pero los domingos hacenqueunopienseenelpasado.

ElcomandanteBruttsevaasentirdecepcionadosinoavanzomásconsupuzle.

LunesEsta tarde, al volver de la escuela de la señorita Paullie,me encontré a

Annaenmihabitaciónarmandomipuzle.Medijoquelolamentaba,peroqueno podía parar, así que las dos continuamos juntas.Me preguntó de dóndehabíasacadolamesaenlaqueestabaelpuzleyentoncesleexpliquéqueeraunaqueMatchett había rescatadode no sé qué lugar.Vaya,medijo.Annahabía logradoarmar todaunaesquina:unpedazodecieloconunavión.Sesonrióasímisma,buscómáspiezasymedijo:¿Cómoandantusgalanes?Yañadió que correspondía invitar a comer al comandante Brutt, a ver si asílográbamosqueélhicieselapartemástediosadelcielo.Despuésmedijo:¿Aquién más quieres que invitemos? ¿A Eddie? Decide tú, me dijo, será tufiesta.YcontinuamosconelpuzlehastaquellegóelmomentoenqueAnnatuvoquevestirse.

Hoyempezamosconel arte toscanoy tuvimosclasesdeContabilidadyGramáticaalemana.

MartesCuando bajé a desayunar, pasé por la habitación de Anna. Vi que su

puertaestabaentreabiertayoíquehablabaconThomas.Ledecíaalgocomo:Bueno,sonasuntostuyosynomíos.Thomassueleestarsentadoenlacama,casi siempre,mientrasAnnase tomabaelcaféde lamañana.Actoseguido,ellaledijo:EslahijadeIrene,¿verdad?

Liliansiguesinnoticiasdesuactor.Hoy tuvimos Primeros Auxilios, comentamos nuestras redacciones en

inglésynosllevaronaescucharunaconferenciasobreCorneille.

Miércoles

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HerecibidocartadeEddie.Nomedicequéhahechoestefindesemana.Medicequeno lecuenteaAnnanadasobresus imitacionesporqueellahaidounaodosvecesatomareltéconél.¿QuécreequelecuentoaAnna?Avecesmedesconcierta.

Hoy ha llovido mucho. Tuvimos clase de Higiene, una charla sobreCorneilleynosllevaronalaNationalGallery.

Estatarde,Annamellevóaunaimportantereuniónenlaquehabíasillasdoradas, pero también varias chicas de mi edad. Me puse el vestido deterciopelonegro.UnaseñoraseacercóyledijoaAnna:Mehancontadoqueusted también se va de viaje. Anna respondió: Aún no lo sé. Después,memiródesoslayo.

JuevesHoy tuvimosuna charla sobre loshechosmásdestacadosde la semana,

unalecciónespecialacercadeSavonarolayclasedeElocución(enalemán).Thomas y yo comimos solos esta noche porque Anna fue a cenar con

alguien. Thomasme preguntó si nome importaba que no saliéramos, pueshabíatenidounajornadaalgodura.Meparecióquenoqueríahablardenadaenespecial.Alfinaldelacena,dijoquetemíaquelaveladahubiesesidountantodesabrida,peroque lavidade familia era así.Entonces lehecontadoquenosotros,cuandovivíamosenelsurdeFrancia,amenudonohablábamosdurantehoras.Yélmedijo:Ay,hablandodelsurdeFrancia…¡heolvidadodecirtequenosvamosaCapri!Yo ledijequeesoeramuybonito.Thomastosióydejócaer:QuierodecirquenosvamosAnnayyo.Luegoseapresuróaañadir:Llevamosuntiempopensandocuálpodríaserelmejorplanparati.LedijequeLondresmeparecíamuybien.

ViernesAnoche, tan pronto como guardé este diario, vinoMatchett a desearme

felicessueños.Diounaplausoalverqueaúnnomehabíametidoenlacama.Aprovechéparacontarlequemehabíananunciadoqueseibandeviaje.Vaya,¿te lo han dicho al fin?, preguntó sentándose enmi cama.Ella ha insistidopara que él te lo dijera, me explicó. Bueno, repuse, no pueden evitarlo:tampocoesculpasuyaqueyoestéaquí.Matchettconvinoqueno,peroacotó:Si ellos te tratasen mejor, tú no andarías todo el tiempo detrás de Eddie.Contestéque,despuésdetodo,ellosestabancasadosyyonoestoycasadacon

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ningunodelosdos.Matchettmedijoqueelmatrimonioatraetodoslosmales.Ledije:Seacomosea,yocontabacontigo.Ellaseinclinóentoncessobrelacamaymedijo:Todoestámuybien,pero¿estássiendounabuenachica?Ledije que no entendía lo que quería decirme. Ella contestó que no, quejustamenteeseeramiproblema.Medijoque,sielseñorThomashubiesesidolamitad de hombre que había sido su padre, yo habría tenido que… ¿Quécosa,Matchett?,pregunté.No,nada,noimporta,medijo.

Después, se puso de pie y se acarició el delantalmientras arrugaba loslabios.Esunpequeñofarsante,medijo.Deberíadejartetranquila.

Susbuenasnochesyanosoncomolasdeantes.Mañanaserásábado.

SábadoAnnaaparecióestamañanaconsusonrisahabitualymedijo:Eddieestá

alteléfono.Habíapasadounbuenratodesdequeyohabíaoídolacampanilla,porloquesupongoqueAnnaestuvohablandoconél.¿Quémedicesdeotropaseo por el parque?, me preguntó Eddie. No hay problema, agregó, lo séporqueellosseiránaRichmond.Ymepropusoquenosencontráramosenelpuentealastres.

Matchettmeignorócuandonoscruzamosenlaescalera.Nosencontramosenelpuentealastres.

DomingoHoysehanlevantadotarde,asíqueyoheaprovechadoparaseguirconmi

puzle.Apenasselevantaron,dijeronqueharíantodoloqueyoquisiera.Amínosemeocurriónada,perounodeellosdoshablódeEpping.Demodoquefuimos en coche a una taberna llamada The Robin Hood y comimossalchichas.Después, Thomas y yo paseamos por el bosque,mientrasAnnapermanecíaenelcocheleyendounanovelapolicíaca.Elbosqueposeeunairenegruzco,comoeldeLondres,ylosárbolestienenunaspectoraro.ThomasmedijoquelohadejadotodosolucionadoparaqueyoviajealacostalosdíasqueAnnay él pasarán enCapri.Ay, sí, le dije, será divertido.Thomasmemirófijamenteydijoquesí,queélpensabalomismo.

En cuanto volvimos al coche, Thomas dijo: He estado hablando denuestros planes con Portia. Anna respondió: ¿De veras? Pues me parece

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estupendo.Estabataninteresadaensunovelaquesiguióleyendotodoelviajedevueltaalacasa.

Lesdijequehabíapasadoundíamuyagradable.Annacontestó:Seráprimaveraantesdequenosdemoscuenta.

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SEGUNDAPARTE

Lacarne

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No bien llegó marzo florecieron en el parque los azafranes y se tiñeronenseguida de púrpura y amarillo.Muy pronto se corrió la voz: era posiblepasearporallídespuésdelté.Esalascincodelatarde,másomenos,cuandosuena la primera hora de la primavera; el otoño llegamuy tempranopor lamañana; la primavera llega al final de un día invernal. A punto de caer lanoche,elairesevuelvemásligeroyseveatravesadoporunamisteriosaluzblanca; el manto de oscuridad queda suspendido, como a la espera de queocurra algún hecho sin precedentes. Puede que aún no sea la hora delcrepúsculoyquelosárbolesnoesténtodavíaenflor,perolossentidosquedanatrapadosporunpresagio,porunpresentimientotantenuey,sinembargo,tanconcretoquehacegirarnuestramenteyexaltanuestrocorazón.

Ningún momento de la experiencia humana puede compararse enintensidadconestaexperienciaenlatierra.Lasúltimasfasesdelaprimavera,cuando ella ha puesto un pie en el umbral, son recibidas con una alegríaconvencional. Pero los primeros signos de su presencia resultandesconcertantes:sedesvaneceelsilencio—eldeseodeestarasolasoconunamantesehacepalpableenlasmiradasoenlosademanes—,lasventanasseabren de golpe, la gente se cruzamiradas por la calle. En las ciudades, eltráficosevuelvelivianoyacelerado;losedificiosadquierentalsensacióndeprofundidad que las calles semejan atajos en un bosque. Lo que sucede loadmiten tan solo los desconocidos, conmiradas cómplices, o las parejas deamantes.Lapoesíanoescritaretuerceloscorazonesdelostreintañeros.Nadale resulta inanimado, nada le es indiferente a quien pasea en el primeratardecer de la primavera: las chimeneas ennegrecidas, los viaductos, loschalés,lasfábricasdeaceroyvidrio,lastiendas,todoparececoncretocomouna roca, todo parece no únicamente existir, sino también soñar. Unaspartículasdeluztiemblanentrelasramasdelosfrondososárbolesnegros.Esa esta hora fabulosa del primer crepúsculo de primavera cuando puedesentirse almáximo la angustiosavivacidadde la tierra.Esunmomento tanterriblequealgunagenteseocultabajotechoocorreaencenderlasluces:sesienteamenazadaporlafraganciadelasvioletasquesevendenenlacalle.

Aquellatardedeiniciosdemarzo,AnnayPortiacaminabanporRegent’sPark almismo tiempo, aunque no iban juntas.Era la primera primavera de

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Portia en Inglaterra: las personas muy jóvenes son instrumentos genuinos,peronada resonantes.Sus sentidos están en sintonía con la tierra, como lossentidosdelosanimales:sienten,aunquesinconflictosnidolores.PortianoeracomoAnna,estabaamitaddelcaminoenladesorientadamadurezdeunavidaenlacuallainteligenciatansoloañadíadistorsión.EnelcasodeAnna,los sentimientos eran a estas alturas involuntarios, pero en ella resonabanmuchomejor.LosrecuerdoscrecíanycrecíanensuinteriorhastahacerecodentrodeunaespeciedecuevaqueAnnanovisitabamuyamenudo.Ellaeracapazderecordarconmásfacilidadyplacersuniñezqueenaquellostiemposen los que había tenido la edad de Portia: con su adolescencia se habíainiciadounaetapanubosa.Nosabíadeloqueseacordabaamedias,hastaqueuna sensación sacudía sumemoria; se había olvidado de aquellos primerosatardeceresdeprimaveradesuadolescencia.

Endiferentesmomentosdeaquellatarde,PortiayAnnacruzarondistintospuentes sobre el mismo lago y contemplaron los cisnes con las cabezasplegadas:signosdecolorblancooscuro,comounsueñoenelaguaclara.Lasdosadmiraronlascurvascitereasdellago.Lasdosalzaronlamiradayvieronque unas palomas agitaban sus alas sobre los árboles casi transparentes.Vieron las floresde azafránque, cual débiles llamas, teñían el atardecer deamarilloypúrpura.Oyeronelsilencio,despuésbocinazos,gritos,unremoenellago,elsilencioquerenacía,elhermosotrinodeuntordo.Annasedetuvouna y otra vez, después pasó junto a las parejas apoyadas contra lasbarandillas. Marchaba sola, con su elegante vestido negro, y atraía lasmiradas.Finalmente,fueapresenciarcómocorríanlosperrosporelcorazóndelparque.Portiacasiibacorriendo,cargandosupropiaalegríacomounniñoquearrastraunaro.

Hacefaltaestaralnortedeunalatitudconcretaparasentirlasestacionescon tamaña intensidad. En la Costa Azul, Portia advertía la llegada de laprimaveracuando florecían losaromosycuando Irene sacabade losbaúlessus arrugados vestidos de algodón. La primavera no le traía ningún placerespecial;paralasniñasinglesas,laprimaverasignificavacacionesdePascua,paseosenbicicleta,dulcesdejengibreenlosbolsillos,violetasdecolorazulenlahierbadescolorida,juegosdepersecución,confidenciasyhockeymixto.Pero Portia, primero gracias a Irene y luego gracias a Anna, seguía sinconocernadadeesto.HabíavenidodirectamenteaLondres…Unsábado,aellayaLilianlasautorizaronacogerunautobúsrumboalcampo.Caminaronporunbosquecercanoalaparadadelautobús.Después,oyerontruenosenlalejaníayoptaronporregresar.

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Un día antes de que Thomas y Anna partieran con dirección a Capri,PortiasemudaríaacasadeciertaseñoraHeccombquevivíaenSeale-on-Sea.El difunto esposo de la señora Heccomb, un médico retirado, había sidosecretariodelclubdegolfdellugar.LaseñoraHeccomb,antesdecasarsedemodotardío,sehabíallamadoseñoritaYardesyhabíasidolagobernantadeAnna. Había pasado un tiempo en Richmond con ella y con su padre,ocupándosedelacasayayudandoentodocuantofueraposibleayudar,hastaqueAnnacumpliólosdiecinueveaños.Enrealidad,durantelosúltimosañosno se había encargado de la educación de Anna: se había limitado aacompañarla a la escuela, supervisar sus lecciones de piano y recordarle sucondicióndeniñasinmadre.Perosehabíaconvertidoen todounpersonajeen el hogar de Anna, esa casa en la colina desde la cual podía verse unhermoso río, esa casa que contaba con un salón ovalado y un huerto conavellanos. Anna, por entonces, la llamaba «pobre señorita Taylor[6]» y sehabíasentidofelizysorprendidacuandolaseñoritaYardeshabíaseguidolospasos de la señorita Taylor y, de regreso de unas vacaciones, les habíaanunciado que iba a casarse con un viudo. Anna y la señorita Yardes sehabían sumido en una incómoda fase de semiconfianza por un motivoconcreto: Robert Pidgeon acababa de aparecer y la señorita Yardes estabademasiado pendiente de él. Aun cuando perderla equivalió prácticamente aagujerear su cotidianidad, la partida de la señorita Yardes también suscitóciertoalivio.Enadelante,fueAnnaquienseencargódeadministrarelhogar:los gastos se abultaron un poco, pero las cenas pronto resultaron másentretenidas. El padre de Anna pagaba sin protestar y ella se emocionócuandoélledijoquetodoparecíamásagradable.SisupadrehabíamantenidoalaseñoritaYardes,eraporquehabíasupuestoquetodamuchachadebetenerunamujeramano.DuranteelreinadodelaseñoritaYardes,elpadredeAnnahabía adquirido la costumbre de ser convenientemente distraído. Y asícontinuó, de talmodo que apenas reparó enRobert o en otros jóvenes queeranmenosimportantesparasuhija.

Robert había celebrado elmatrimonio de la señorita Yardes trayendo aRichmonduncargamentodefuegosdeartificio;lamismanochedelaboda,Anna y él fueron al huerto y encendieron algunos de esos cohetes.Cuandovolvían a casa,Robert besó aAnna por primera vez.Después, se pasó dosañosenelextranjeroyellanotuvomásremedioqueempezarasalirsola.Laconductairresponsablequeéltuvomásadelantehabíasidoculpadeellatantocomo de él, según razonó Anna con el tiempo. Muy tarde, ya casi de

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madrugada, iban en coche los dos hasta la casa en la colina deRichmond,dondeelpadredeAnnadormíaroncandoruidosamente,dondelasbotellasdelecheyanoesperabanenelumbralydondelaseñoritaYardesyanodejabaentreabierta la puerta de su habitación. En el salón, diestramente, RobertreavivabaelfuegoyAnnaponíabajosunucaelcojínchino…Nosecasaronnuncaporquesenegabanaconfiarelunoenelotro.

Después de su matrimonio, la señora Heccomb, Yardes de soltera, sehabíamarchadoaviviraSeale,enlacostadeKent,aunassetentamillasdeLondres.Suesposohabíacompradounafranjadeplaya,unterrenoganadoalmar,alladodeunaexplanada.AllíhabíalevantadounacasafrentealcanaldelaMancha, con balcones, un jardín de invierno y postigos venecianos queprotegíandelastormentas,pueseninviernolosvientoshacíannosoloquelastejascayeranenloshuertos,sinotambién,cuandoalgunaventanapermanecíaabierta,quecayeransobrelasalfombrasosobrelospianosdeesascasasuntantodesprotegidasquesalpicabanellitoral.EldoctorHeccombestimabaquesu casa había sido una buena inversión, y ciertos hechos pronto se loconfirmaron:enjulio,agostoyseptiembre,eldoctor,susegundaesposayloshijosdelprimermatrimoniodeldoctor semarchabandeSealeparaalojarseenunagranja,puesdieronenalquilar lacasaaorillasdelmaracambiodeseis guineas semanales. Durante esos breves exilios de verano, el doctorHeccomb se desplazaba a diario, en su pequeño coche, al club de golf deSeale.Allíeramuypopular;todoslossociosloconocíanyélparticipabaentodaslascelebraciones.Volviendodeunadeestasfiestas,eldoctorHeccomb,que conducía con inusitada euforia por las tardes, se estampó contra unautocar.Traslaterribletragedia,seorganizóenelclubdegolfunacolectaenbeneficiodelaviuda,querecaudóochentaycincolibrascomomuestradelasolidaridaddelosvecinos.Eldineronomerecíadepositarseenunbanco,asíque la señoraHeccomb se lo gastó comprando ropa de luto para ella y sushijastros,lepagóuncursodesecretariadoaDaphneHeccombycompróunabonita cruzpara adornar la tumbadel doctorHeccomben el cementeriodeSeale.

Durante sus años en Richmond, no solamente había vivido sinpreocuparse por el dinero, sino que además había adquirido ciertascostumbres un poco lujosas. Como viuda, al cabo de varios años dematrimonio, estaba satisfecha, pero se sentía incompetente. Sus amigos sepreocupabanporellamásqueellamisma.Desdeluego,laseñoranovivíaenla indigencia, pero parecía no entender que el dinero que le quedaba erabastanteescaso.ElpadredeAnnainsistióenasignarleunamodestapensióny

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después,cuandomurió,ledejóunarentavitalicia.AnnaenviabaalaseñoraHeccombla ropaqueyanousabay leconcedíaotrosbeneficios.LaseñoraHeccombdisfrutababastanteredondeandosupresupuesto:dabaleccionesdepianoenSealeySouthstone,pintabamantelillosindividuales,pantallasparalámparasyotrosobjetosporelestilo;enocasiones,cobrabaporalojaraalgúnhuésped,perolaexposicióndelacasacuandoeltiempoeramalo,losrugidosdel mar en la playa de guijarros y los rudos modales de los dos hijos deHeccombahuyentabanalpocotiempoacualquierhuéspedqueseaventuraseporlazona.

Los hijos de Heccomb fueron de bastante ayuda cuando crecieron ylograron irse ganando la vida: Daphne trabajaba en la biblioteca de Seale;DickietrabajabaenunbancoenSouthstone,acuatromillasdedistancia.Losdos seguíanviviendoencasay, conel tiempo, contribuyeronamantenerla.HabíansidolosamigosdeldoctorHeccombenelclubolosparientesdesumadrequienesleshabíanconseguidosusempleos,yaquelaseñoraHeccombno había hecho grandes esfuerzos en tal sentido. Sus sueños eran algomásambiciosos: le habría gustado que Dickie entrase en el ejército y habríaeducadoaDaphnesiguiendoelmoldede laeducacióndeAnna.Cuandosehabía ocupado de ellos por primera vez—pues se había casado, en ciertamedida, como llegó a advertir, para ocuparse de ellos—, los hijos deHeccomberandoscriaturascasisalvajes,bastantepocoparecidosa laclasede niños que ella habría aceptado en sus tiempos de gobernanta.Al crecer,habían seguido siendo agrestes, pese a todos sus esfuerzos.El caso es que,aunque nadie aludía a este asunto, la primeramujer de sumarido no habíasidoloquesediceidónea.PerolaseñoraHeccomb,cariñosapornaturaleza,se había resignado a estos niños, que siguieron viviendo allí amedida quefueroncreciendo,porqueestabancómodosal ladodeella,porque todossusamigos vivían cerca y porque no sentían deseos de explorar el resto delmundo.Aburridosdeentretenersehaciendoderabiaraloshuéspedesdepago,en cuanto fueron capaces de aportar sus quince chelines semanales para elmantenimiento de la casa lo primero que hicieron fue pedirle a la señoraHeccombquenoacogieramáspensionistas.Estohizoquelacasasevolviesealgomástranquila.

CuandoDaphneyDickieHeccombno trabajaban, ibanconsugrupodeamigosapistasdepatinaje,acafés,acinesoasalonesdebaile.Comoeranpopulares y divertidos, sus amigos solían invitarlos. La vida social en losbalnearios, aun fuera de temporada, resulta ideal para la gente joven, puescrecealegre,satisfechaysaludable.Sealeesunsitioapacible,perosalende

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ella varios autocares que permiten viajar a Southstone, una ciudad que sejacta,conrazón,deposeermayoresymejoresrecursos.

En cuanto a la señora Heccomb, tenía algunos amigos en Seale. En lacosta,todoerademasiadocomercialydemalgusto:lamayoríadesusamigosvivía en bellas mansiones con terrazas o en sólidos chalés con tejado demaderaquesealzabanenlascolinascercanas.Allíseencontrabaellaensusalsa. Emprendía obras de caridad e ensayaba con el coro. Salvo la leveinquietudqueleproducíanlosmodalesvulgaresdesushijastros,suvidaerade lomás tranquila.Le alegraba haberse casado, pero no lamentaba que sumatrimoniofuesecosadelpasado.

UnavezenlaestacióndeCharingCross,MatchettinstalóaPortiaensuvagónyvigilócómoelmozodecordelcargabasuequipaje.Cuandoel trenempezóaalejarse,saludóvariasvecesconunamanometidaenunguantedetela,comosiestuvieradirigiendoeltráfico.LehabíadadoaPortiaunfrascolleno de caramelos, pero le había aconsejado que no se los comiera todosporquelepodíansentarmal.Suactitudenelviajeentaxihabíasidountantoamenazadora,comounanubequeencapotaelcielo,peroqueprobablementenotraerálluvia.LospárpadosdeMatchettparecíantensos,comosiestuvieraaguantándose las lágrimas.Representaba tancabalmenteelpapeldeunamadellavesqueescoltaaunaniñahastaeltrenquePortialamentó,apenada,quela confianza entre ellas se hubiese estropeadopor culpadeEddie.Mientrascompraba en el kiosco los caramelos, el rostro deMatchett se había vueltomásadustosicabe,puesnodeseabaquePortiamalinterpretaseelgesto.

—ElseñorThomaslohubiesequeridoasí—ledijo—.Loscaramelosdelimaapaganlased.Quiénsabecuándotomaráselté…

Portianopudopormenosquealegrarsecuandoeltrensepusoenmarcha.Y,conuncaramelodentrodecadamejilla,seconsagróaleersulibro.Nuncahabíaviajadosolay,duranteciertotiempo,noosómiraranadieenelvagón,portemoranohacerloconladebidaindiferencia.

CuandoeltrenarribóaLymly,estacióndetrasbordoparaSeale,laseñoraHeccomb agitó dos o tres veces lamano: la primera, al ver la locomotora,como indicándole que debía detenerse; las otras veces, para que Portia notuvieranecesidaddecansarsebuscándola.Estoúltimoeraimprobableporquenohabíanadiemásqueellaenelandén.Se tratabadeuna línea ferroviariaescasamentefrecuentada;quedabalejosdelpuebloysusvíasatravesabanunbosque. Una especie de capa de hiedra cubría sus arbustos recortados en

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forma romboidaly todoparecíaenvueltoenun silenciohúmedoyboscoso,interrumpido solamentepor el pasode los trenes:momentáneas aparicionesquetransitabanintrépidasenunvistoynovisto.LaseñoraHeccombllevabaunabrigodepielquehabíasidodeAnnayqueleibaunpocoapretadoenlaespalda.Había resuelto llevar alzado el cuello de su abrigo porque siemprehacía viento en las estaciones. Metódicamente había buscado el vagónempezando por el primero después de la locomotora. Al ver que Portiadescendía del último, inició un trote a la vez que intentaba no perder sudignidad. Apenas llegó junto a ella, le miró el sombrero redondo, trató deadivinarsuedad,sumadurezmentalyleplantóunbesoenlamejilla.

—No intentaremos hablar—previno—. No hasta que no estemos bieninstaladas.

Unmozollevóelequipajedeaquelandénhaciaotrodondeesperabauntrenbastantemáscorto,yqueconstabaapenasdetresvagones.Pasaronunosminutos,unavezqueellasseinstalaronallí,antesdequeeltrenseinternaraenelbosqueporunavíasolitaria.

LaseñoraHeccomb,sentadafrenteaPortia,mecíasobresus rodillasuncesto de paja tan colorido como vacío. Su cara era regordeta, de expresiónalgo perpleja, y bajo el sombrero asomaba una densa cabellera gris. Portianotó que en el abrigo de piel había marcas, raspaduras y hasta huellas debotonesarrancadosquehabíansidoreemplazadosporotros.

—Quéalegríamásgranderecibirte—dijolamujer—.Hascumplidoyhasvenido,comomeaseguróAnna.Ahora,dime,¿cómoestámiqueridaAnna?

—Mehapedidoquenomeolvidededarlerecuerdos.—Quégentilezaporsuparte,¡pensarenesocuandoestáapuntodeviajar

al extranjero! Ella sí que se toma las cosas con calma. ¿Ya han hecho elequipaje?

—Matchettaúndebeterminar.—Yluegovendrálagranlimpiezadecadaprimavera…—dijolaseñora

Heccomb—.Matchettesuntesoro.Sabellevartanbienlacasa…AlverquePortiasequedabaembobadamirandoelbosque,lepreguntó:—¿Teagradaríatalvezpasarunratoenelcampo?—Sí,claroquemegustaría.—Dondevivimos,metemo,noeselcampo,sinoelmar.Noobstante…—Tambiénmegustamuchoelmar.—ElmardeInglaterrao,mejordicho,elmarquerodeaaInglaterradebe

desernuevoparati,¿verdad?—dijolaseñoraHeccomb.

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PortiavioquelaseñoranoesperabaunarespuestaydedujoqueAnnalehabíacontado toda lahistoria:dóndehabíanvividoyporquénuncahabíanregresado a casa. Anna no habría continuado frecuentando a la señoraHeccomb si esto hubiera significado tener que ser discreta.Anna sentía unverdaderocariñoporlaseñoraHeccomb,peroentreellasnohabríantenidodequé hablar, cuando no concurrían a alguna matinée, si Anna no hubieseaprovechadosusfugacestribulacionesparacontarlehistoriasycaptarasítodasu atención. Unas dos o tres veces al año, Anna le enviaba a la señoraHeccomb el dinero equivalente a un billete de tren a Londres y después lededicaba, con singular afecto, una jornada completa. Cada vez que estoocurría, solía cosechar un gran éxito, pero nunca quedó claro si la señoraHeccomb no viajaba con sus preocupaciones personales a cuestas. ¿Lehablaba a Anna de sus hijastros? «Me temo que son espantosos», habíacomentadoAnnaciertavez.

—¿Sabespatinar?—preguntólaseñoraHeccombsinveniracuento.—Losiento,peronosé.Conciertoalivio,laseñoraHeccombdijo:—Talvezseamejor.Asínotendrásqueiralapistadepatinaje.¿Tegusta

leer?—Devezencuando.—Tienes razón—dijo la señoraHeccomb—.Ya tendrás tiempode leer

cuando seasmás vieja, comoyo.Durante una época,Anna leía demasiado.Por suerte, también le gustaba salir y divertirse; constantemente recibíainvitaciones.Dehecho,siguedivirtiéndosecomosifueraunaniña.¿Quéedadtienestú,simepermitespreguntártelo?

—Dieciséis.—Vaya. Eso significa que en tu caso será diferente —dijo la señora

Heccomb—.Quierodecirquenoseríalomismosituvierasdieciocho…—Yomelopasomuybientodoeltiempo…Inclusoahora.—Claro, estoy segura de ello—dijo la señoraHeccomb—. Espero que

disfrutes del mar mientras estás con nosotros. También hay algunos sitiosinteresantes por las inmediaciones. Unas ruinas, por ejemplo, en formacircular.Sí,esodeseo…

—Estoyseguradequedisfrutarédeunaestanciagrata.—Almismotiempo—dijolaseñoraHeccomb,untantoruborizada—,no

quiero que te sientas en casa como una mera visita. Quiero que te sientascomo si fuera tu verdadero hogar, quiero que te sientas como en casa deAnna.Ven a verme si tienes algún problema, como lo harías con ella. Por

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supuesto,esperoquenosurjanproblemas.Peronodudesenpedirmetodoloquenecesites.

LoquePortiamásnecesitabaera su té: loscaramelosde lima lehabíandadosedyteníalabocaseca.Temíaqueaúnestuvieranlejosdelacosta,peroentonceseltrensaliódelbosqueyrodeólacimaredondeadadeunamontaña.Unairesalinoentróporlaventanilladelvagónyalolejos—allíabajo,trasuna llanura—Portiaalcanzóaverelmar.LaestacióndeSealeapareciódesúbito;lalocomotorasedetuvoanteunosparagolpes:eraelfinaldelalínea.El cielo surgió enmarcado dentro de la puerta principal, pues la estaciónquedaba en la cima de una colina, en la punta de una especie de rampa.Mientras la señora Heccomb conversaba con el mozo, Portia se asomó ycontempló el panorama desde lo alto de una escalera. Se sentía exaltada.Pensó:«Aquíseréfeliz».Bajola luzdemarzo,mitadgrisymitadverde,elpaisaje hecho de mar, de ciudad y de llanura pareció inclinarse hastaencontrarensusojosalgosemejanteaunespejo.

—Esadeahíesmicasa—dijolaseñoraHeccombapuntandoalhorizonte—. Todavía estamos algo lejos, pero cogeremos un taxi: siempre hay unojuntoalaestación.

LaseñoraHeccomblededicóunasonrisaaltaxi;ellayPortiasubieron.El taxi avanzó por una amplia curva en dirección a Seale mientras

desfilabafrentealosblancosportonesdelasmansionesrurales,cadacualconunmisteriosojardíndondeavecescantabauntordo.

—Ahora deberíamos coger este camino—dijo la señora Heccomb tanprontoalcanzaronlabasedelacolina—,perohoyiremosporelotroporquehedecompraralgunascosas.Nosuelocogertaxisparacomprarprovisiones,apesardequemetientahacerlo.Annamerogóquecogieseuntaxihastalaestación.Peroledijequeno,quelacaminatameharíabien,aunquetalvezlocogeríaalavuelta,paralosrecados.

Comoeltaxieraunpocoestrechoeibanalgoapretadas,Portiasolopodíaverescaparatesdetiendas:lastiendasdelacalleprincipal,¡peroquétiendas!Aunquebastantepequeñas,todasparecíananimadas,expectantes,tentadoras,llenasdegenteybullicio.Viocantidaddepastelerías,anticuarios,tiendasderegalos, floristerías, bonitas farmacias y elegantes librerías. La señoraHeccomb,quetambiénparecíamuydichosa,nosoltabasucesta.

La cestanodio abastoyhuboque amontonarvariospaquetes sobre losasientosdeltaxi.Cadavezquevolvíaalvehículo,laseñoraledecíaaPortia:

—Esperoquenoestésmuydesesperadaportomarelté.

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El relojde la alcaldíamarcaba las cincoyveinte.Unhombre se acercócargandounaesterillaenrolladayladepositóalospiesdePortia.

—Mealegramuchorecibirla—dijolaseñoraHeccomb—.Laencarguélasemanapasada,peronoestuvolistahastahoy…Ahoratengoqueirhastaallí,alfinal,amandarleeltelegramaaAnna.

Con «el final» quería decir la oficina de correos, al final de la calleprincipal.

—¿Paraqué?—preguntóPortia.—Lediremosquehasllegadobien.—Dudoqueestépreocupada.LaseñoraHeccombpareciópresadelacongoja.—Nunca antes has estado separadade ella.Noquieroque emprenda su

viajealextranjeropreocupada—dijo,ysuespaldadesapareciótraslapuertadelaoficinadecorreos.

Tanprontocomoregresó,seacordódequehabíaolvidadoalgoenlaotrapuntadelpueblo.

—Estonos llevaráotravezalpuntodepartida,me temo.Yasídepasopodremos,alfin,cogerelcaminomáscorto.

Portia sintió que todo esto lo hacía en su honor, y la entristeció pensarcuántosehabríamofadoMatchettdelospequeñossaltos,idasyvenidasdelaseñoraHeccomb,quesemovíacomounpato.Matchetthabríapreguntadoporqué no había comprado todo eso antes. En cambio, Portia creía que Irenehabríaestadoagustocon laseñoraHeccombysehabría interesadoporsusesperanzasytemores.Eltaxicruzóunpuentesobreuncanalyavanzóhaciaelmar por unos campos perfectamente llanos que separaban la playa de laciudad. La línea de la costa apareció, por fin, entre altas hileras de casas.Unosbungalowsrojospunteabanelpaisaje.Todasestasviviendashabíansidoedificadas justo por encima del nivel del mar, a lo largo de un dique queservíaparacontenerlasaguasdelcanaldelaMancha.

Eltaxidoblóytrepóporlapartedeatrásdeldique:laseñoraHeccomb,briosamente,comenzóaordenarlospaquetes.Desdedondeestabanellas,lasparedes traserasde las terrazas,consuestucodescascarillado,parecíanmásaltasquecualquierotroedificioquepudierahabervistoenLondres.Lahierbadescuidada y los tamariscos a sus pies, el rumor solitario del mar a susespaldas, todo ello volvía el lugar más misterioso y adusto si cabe. Unoscañosoxidadoscorríanentre lasventanas, casi todasprotegidasporblancascortinasdealgodón.Loscamposdelladonorteeranmásgrisesqueelmar.El

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miedoaque lascasassederrumbaran—miedoqueunopierde rápidamenteenLondres—renacióenPortiadeformainusitada.

—¿Quiénviveallí?—preguntóapuntandonerviosamenteconlabarbilla.—Nadie,querida.Sonhosterías.LaseñoraHeccombgolpeóelvidrioyel taxi,queyahabíaempezadoa

frenar, se detuvo bruscamente con una sacudida diríase que satírica. Seapearon.Portiacargólospaquetesquelaseñoranopodíallevar;eltaxistalassiguiócon lasmaletas.Los tres subieronporunapendienteescarpadahastallegarauna terraza.LaseñoraHeccomblemostró laexplanadaaPortia.Elmarseconvulsionababajosuspiesyunvientooblicuoleaflojóelsombrero.Losguijarrosde laplaya llegabanhastaelbordemismodelasfalto; todo loimpregnaba un enérgico y salobre olor marino. Dos vapores avanzabanlentamenteenlalíneadelhorizonte,peroenlaexplanadanohabíaunalma.

—Espero que te agrade el lugar—dijo la señoraHeccomb—.Y esperotambiénquepuedasconlospaquetes.Nohaynisiquieraunsenderohastalapuertadeentrada…Comoverás,estamoscasimetidosenelmar.

Waikiki(queescomosellamabalacasadelaseñoraHeccomb)quedabaaunminutoapieporlaexplanada.Variasventanas,endiferentesniveles,seasomabana la fachadaocultasbajoelpintoresco techorojo;elvientohabíaabierto una de ellas y una cortina desteñida se agitaba salvajemente a sumerced.Másabajoeljardíndeinvierno,lagranpuertadevidrioquehacíalasvecesdeentradaylaampliaventanasaliente(unabowwindow),hacíanquela casamostrara un aspecto casi transparente. Construida en buenamedidacon cristales y paredes pintadas de blanco,Waikiki le plantaba cara almartemerariamente,comosidesafiasealanaturaleza.

Portia distinguió, en medio de la penumbra interior, una chimeneaencendida.LaseñoraHeccombllamótresvecesalapuertadevidrio.Habíauntimbre,perocolgabadeuncablelargoyretorcido.Aparecióentoncesunadiminutacriadaquecruzóelrecintoarreglándoselospuñosyquelesabriólapuertaconaireuntantodisplicente.

—Tengo llave —explicó la señora Heccomb—, pero usted ya estaráhabituada,Doris…Siempreechoelcerrojocuandosalgo—ledijoaPortia—.La playa no es el campo, ya sabes.Veamos,Doris, esta es la señorita quevienedeLondres,¿recuerdaustedquedebesubirsuscosasalahabitación?Yloqueelhombreestátrayendoesunaalfombradeesterilla,¿recuerdaustedellugardondelehedichoquedebeponerla?

Mientras la señora Heccomb pagaba al taxista, Portia se puso ainspeccionareducadamenteelsalón;devezencuandobajabalosojosparano

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dar la impresión de estar tomándose excesivas libertades mientras loescrutaba todo.Aunque el crepúsculo ya había caído sobre la explanada, ellugaraúnencerrabaunaluminosidadquePortiasupusoqueproveníadelmar.Reconocióelperfumedelaprimaveraenunosjacintosazulesqueacababandeflorecer.Unade lasparedesdelsalónestabacasi totalmentecubiertaporventanalesdeestilofrancés:unaspuertasacristaladasquedabanpasoaljardínde invierno, aunque en esos momentos estaban cerradas. En el jardín deinvierno,alcualPortiaechóunvelozvistazo,habíasillonesdemimbreyunapeceravacía.Enunapuntadelsalón,unfuegodellamasextravagantesardíaenunhogarrevestidoconazulejosmarrones;elobjetomáslujosode todos,sinembargo,eraunaradiosincablequehabíasobreunamesita.Frentealosgrandes ventanales se alzaba una biblioteca con puertas de vidrio; estabacolmada de libros, pero así, cerrada, no servía para otra cosamás que parareflejar elpaisajemarino.Unacortinade sedaazul, cuyocolor sediluía enfranjas cada vezmás claras, ocultaba un arco que seguramente condujese auna escalera. En otras partes del salón, lamirada no tan discreta de Portiadescubrióungramófonoportátilcolorescarlata,unabandejaconutensiliosdepintura,lapantalladeunalámparaamediopintaryunapiladerevistas.Dossillonesyuncanapé, con susasientosarrugados, seagrupabanen formadecuadrilátero junto a la chimenea. También había una mesita plegable,preparada para el té, si bien los platos estaban vacíos todavía, aunque laseñoraHeccombyahabíaempezadoasacarbizcochosytartasdeunasbolsasdepapel.

Fuera,elmarjadeabacasiconvidapropia,auncuandoparecíaunanexodel salón.Mientras dejaba sus guantes en un sillón, Portia sintió que en elsalónhabíaespacioparatodos.MásadelantesupoqueDaphnellamabaaeserecinto«lasaladeestar».

—¿Tegustaríasubir,querida?—Noveoqueseanecesarioaún,gracias.—¿Nisiquieraparavertuhabitación?—Deverdadquenoesnecesario,seloagradezco.La señora Heccomb, por algúnmotivo, pareció aliviada. Cuando Doris

trajoelté,dijoenvozbaja:—Ahora,Doris,laesterilla…LaseñorasequitóelsombreroparatomareltéyPortiapudoadvertirque

suscabellos,comosi fueran lashojasdeunalcaucil, tendíanacrecerhaciaarriba:ella se loshabía sujetado firmemente,conun rodeteaplastado,en lacrestadesucabeza.Estoledabaalaseñoraunaexpresióncomoazorada.Al

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mismotiempo,esamujerleinspirabaciertaconfianza.Hablabacontalsolturay le refería tantascosasa lavez,quePortia,yaacostumbradaa las tácticaspropias de Windsor Terrace, se preguntó si aquello era realmenteconveniente. ¿Les quedaría algo que decirse al cabo de una semana deconvivencia? Aún debía aprender que, a menudo, la intimidad entre lasmujerespareceretrocederconformepasaetiempo:empiezaconrevelacionesy acaba en charlas banales, sin que ello equivalga necesariamente a unapérdidadeestimamutua.LaseñoraHeccomblecontóunpardehistoriasdecuando Anna era adolescente, allá en Richmond, a las que supo dotar dedetalles patéticos y hermosos a un tiempo. Después dijo que había sidosumamentetristeelcasodeesosdosbebésqueAnnahabíaestadoapuntodedar a luz, y que se malograron. Portia comía donuts y porciones de tartamientras contemplaba el mar que se extendía a espaldas de la señoraHeccomb. Pensó que el salón, con las luces encendidas, debía de tener unaspecto bastante animado desde la explanada. Pensó que fuera habíaempezadoaoscureceryaysintióenvidiadesímisma.

PeroentonceslaseñoraHeccombsepusodepiedeunsaltoyfueacorrerlascortinas.

—Nunca se sabe —le dijo—. Y además, no queda del todo bienexhibirnosdeestemodo.

Sereferíaaqueunopodíaservistodesdefueraporcualquieraquepasara.Después, le sirvió a Portia otra taza de té y le dijo que imaginaba que

echabamuchodemenosasumadre.Quésuertetenía,noobstante,decontarcon Thomas y Anna. Durante años y años, cuando todavía era la señoritaYardes,nohabía tenidomásremedioquesercautelosayoptimista,puessuobjetivoeraquelosniñosviesensiemprelascosasdeformacorrecta.Estolahabíavueltountantoexageradaensumaneradesentir.Laindependencialeconfería,ahora,ciertaautoridad:cuandoafirmabaquealgoerade talocualmodo,esoeraasíypunto.Miróelrelojdecaobaquelatíaruidosamenteenlarepisade lachimeneaydijoqueestabacontentaporqueDaphneno tardaríaenregresar.Desdeluego,Portiasesentíaincapazdecontradecirla.

—Creoquesubiréacepillarmeelpelo—selimitóaresponder.Yaensuhabitación,mientrasseadecentabaentreloscrujidosdelpapelde

sedaprocedentesdesumaletaycontemplabalosefímerosbultosqueformabaelvientoensunuevacortinadeesterilla,escuchóelportazoqueindicabalallegadadeDaphne.

Waikiki, como no tardó en comprender, era una gigantesca caja deresonancias: resultaba sencillo saber dónde estaban los demás y qué hacía

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cadacual,exceptocuandolosruidoseranahogadosporelviento,quesoplabasindescanso.Entonces,oyóqueDaphnepedíaalgoenvozmuyaltaydedujoque la señora Heccomb había levantado una mano a modo de advertenciaporque la pregunta de Daphne quedó truncada. Portia pensó: «Ojalá queDaphnenomecojaantipatía…».Laluzeléctricadesudormitorio,dentrodeunapantalladeporcelana,emitíaundestellodeunafranquezadesconocidaenWindsor Terrace. La luz oscilaba levemente al compás de las corrientesmarinas y Portia sintió que una nueva vida se había iniciado tras su viaje.Abajo,Daphneencendióa todovolumen la radioy legritóa la señora,porencimadelescándalo:

—¿PuedesdecirmecuándopiensaencargarseDickiedeltimbre?

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CuandoPortia reunió fuerzas para bajar, se encontró con queDaphne dabavueltas alrededor de la mesa de té engullendo unos pequeños pastelesmientraslaseñoraHeccomb,ocupadaenpintarlapantalladeunalámpara,legritabaporencimadelamúsicaque,siseguíacomiendoasí, ibaaperderelapetito para la cena. La voz que la señora Heccomb empleaba para gritarhabíaadquirido,alcabodeañosymásañosdehablarleaDaphneporencimade la música de la radio o el gramófono, la misma tersura de la voz queempleabaparahablarnormalmente:podíagritarsinelmenoresfuerzo.Había,de hecho, un aire de inconsciente solemnidad en todo cuanto ella hacía.Alpintar la pantalla de la lámpara aproximándose para ver los detalles yapartándoseparaapreciarelefectogeneral,dabalaimpresióndealguienquepintaunapantallaenunaescenadeunaobrateatral.

Cuando Portia asomó desde detrás de la cortina, Daphne no se dignósiquieraamirarla,peroapagólaradioconirritadacortesía.LasvocescallaronenelpuntoculminantedesualgarabíaylaseñoraHeccomblevantólavista.Daphneseintrodujoenlabocaotropastel,selimpiólosdedosaplicadamente,conunpañuelodecrêpedeChine,yextendiólamanoparasaludaraPortia,aunquesinabrirlaboca.Dabalaimpresióndequeeradeesasquenohablansalvo que haya algo importante que decir. Eramás bien alta y su ajustadovestidodepuntoazulsubrayabasucorpulencia.Llevabaelcabellorecogidoen un moño, pero el moño semejaba una profusión de rizos untados conbrillantina.Susemblanteeramorenoyusabaunlápizlabialcolormandarina.SinhaberlehabladoaúnaPortia,ledijoalaseñoraHeccombporencimadelhombro:

—Ningunodeellosvaavenirestanoche.—Muchasgracias,Daphne.—Noesamíaquientienesquedarlasgracias.—Daphnetienemuchosamigos—leexplicólaseñoraHeccombaPortia

—.Peroparecequeningunovendráestanoche.Daphnelanzóunamiradaalgodespectivaaloquequedabadelospasteles

ysedejócaerpesadamenteenunsillón.Delmodomenosostentosoquepudo,Portia rodeó el cuarto y se instaló detrás de la señora Heccomb, quientrabajabaconsuspinturasysusutensiliosbajounalámparaespecial.Aunque

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había algo preocupante en todo aquello, se sentía menos incómoda que enWindsorTerrace, dondeSaint-Quentiny losotros amigosdeAnna siempreparecíanestarescrutándola.En lapantallade la lámparavio,pintadossobreunfondodecielocolorsalmón,unosdelfiniosyunoscupidos.

—¡Vaya,quépreciosidad!—dijo.—Quedarámejorcuandoestébarnizado.Creoquelaideaesbonita.Esun

encargo,unregalodeboda,peroconfíoenpintardespuésotraparaAnna,yasíledoyunasorpresa…Daphne,querida,estoyseguradequeaPortianoleimportarásiponesunpocodemúsica.

Daphnegruñó,perosepusodepieyvolvióaencenderlaradio.Después,sequitólaszapatillas,encendióuncigarrilloydijo:

—¿Sabesqué?Hoysientolaprimaveraenmishuesos.—Losé,querida,¿noesmagnífico?—Noenmishuesos—DaphnemiróaPortiaconciertointerés—.Bueno

—ledijo—,¿asíquenotellevaronconellosalextranjero?—Nopodíanhacerlo,querida—intervinovelozmentelaseñoraHeccomb

—.Vanaalojarseencasadeunosamigosquetienenunamansión.Además,Portiaacabadellegardelextranjero.

—Vaya,¿yquétehanparecidonuestrospolicíasingleses?—Meparecequeyo…—Daphne,nodeberíasgastartantasbromastodoeltiempo.Anda,séuna

buenachicaydileaDorisquerecojalastazasdeté.Daphne echó atrás la cabeza, exclamó «¡Doris!», y Doris le lanzó una

mirada mientras entraba diestramente con su bandeja. Portia comprendiódespués que el silencio sepulcral de la biblioteca de Smoot, dondeDaphnetenía que pasarse todo el día sentada, entregando libros que odiaba, no erasolo antipático, sino también peligroso para ella. Así que, una vez en suhogar, compensaba las cosas haciendo toda clase de ruidos imaginables.Daphne jamás se limitaba a tocar los objetos: los sobaba con las manos yhasta fruncía la boca como si los estuviera degollando. Incluso cuando laradionoestabaa todovolumen,Daphneacostumbrabaahablaragritos.Demodoque,encuantoseoíansuspisadasenlaexplanada,deregresoalhogar,laseñoraHeccombdejabacaerunasuertedecortinasobresusnervios.Comogran parte de su vida profesional había estado consagrada a interceptaraquellosruidosquepodíanmolestaralosdemásyarepetiratodashorasalosniñosdeturnoaquellode«silencio,porfavor,silencio»,parecíadisfrutardeunas placenteras vacaciones al permitir todo ese bullicio que Daphnemontaba.ElgradodeestridenciaquelepermitíaaDaphneeraacasoeltributo

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delaseñoraHeccombaesafuerzavitalque,duranteaños,ellahabíadebidoreprimirpor razonesde trabajo.Tantoasociabael ruidocon lapresenciadeDaphneque,siseapagabalaradiooseproducíaunapausaenelalboroto,laseñoraabandonabasustareasdepinturaocerrabaunaventanaafindeavivarel fuego:bastabaquesintiera lamenorcarenciaparaquecreyese tener frío.Ya había perdido la esperanza de que Daphne, al crecer, se parecieramínimamente aAnna.Pero ahoraparecía gobernadapor una idea fija: bajoningúnconceptoPortiadebíaregresaraLondres,acasadeAnna,contagiadadelosmodalesdeDaphne.

En cuantoDoris retiró el servicio de té, dobló elmantel de encaje y loguardó en un cajón, la señoraHeccombdestapóun frascode barniz y, conademanestensos,aplicólaprimeracapaalapantalla.Despuésdeeso,parecióvolveralmundoycomentó:

—CreoqueDorisseestáportandoalasmilmaravillas.—Máslevale—dijoDaphne—.Sehaechadounnovio.—¿Ya?¡Vaya,querida!¿Enserio?—Sí,estabanenelpisosuperiordelautobúsenelqueviajabayo.Éltiene

una mancha en el cuello. Primero vi la mancha, después miré al chico ydespués,¿aquiénvi,sinoaDoris,queviajabatansonrienteasulado?

—Esperoqueseahonrado…—Bueno,ya tehedicho, tieneunamanchaenel cuello…No,en serio,

mamá,esperoquetepongasmásfirmeconDickieporesteasuntodeltimbre.Tieneunapintaespantosa,colgandoasí.Ylopeoresquenosuena.¿Porquénotenemosuntimbreeléctrico?

—Tupadresiemprecreyóqueseaveriabanalasprimerasdecambio.—Loquetúdigas,peropontefirmeconDickie,porfavor.¿Paraquéha

dicho que iba a encargarse del timbre, si nunca ha pensado en hacerlo y sinadielehapedidoquedijesequeloibaaarreglar?

—Fueungestodelomásamableporsuparte,querida.Selorecordaréenlacena.

—Novendráacenar.Tieneunacita.Esohadicho.—¡Claroquesí!¿Enquéestaríapensandoyo?—No me lo preguntes a mí —dijo Daphne afectuosamente—. En

cualquier caso, no hay problema:me comeré su salchicha. Por cierto, ¿quéhaydecomer?

—Pasteldehuevos.Hepensadoenprepararalgoligero.—¿Ligero?—repitióDaphne,espantada.

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—Para Portia, ya sabes, ha hecho un largo viaje. Si quieres algo más,querida,abriremoslagalantina.

—Deacuerdo…—dijoDaphneconresignación.Sentadaenunapuntadelcanapé,PortiahojeabaunejemplardeWoman

andBeauty.LaseñoraHeccombestabatanabsortaensupantallayDaphnecontinuaba allí con un aire tan melancólico que Portia lamentó no haberllevado consigo el puzle del comandante Brutt: al menos habría podidoavanzar. Pero es imposiblemeter en lamaleta un puzle del que ya llevabamontadastrescuartaspartes.Instaladabajounalámparacolgantedealabastroque vertía sobre su cabeza una tenue luz anaranjada, se sentía estupefactafrenteaunmundoqueselerevelabaenteramentenuevo.Elruidosordodelaradio,laprofundavibracióndelmar,elolordelbarnizylosjacintos,eltapizoriental,elcalordelfuegorugientedelachimenea,todoellolaimpactabademanera arrolladora. Aún no lograba acostumbrarse a ese mundo. Habíaviajadomuylejos,ynosoloentérminosdeespacio.

Mientrassepreguntabasiestelugarpodíahacerlasufrir,PortiapensóenWindsorTerrace.Yanoestoyallí,sedijo.Yrepasó,unaauna,lascosasquehabíaamadoinstintivamenteenLondres:sucamaconla lámparaencendidadurantelasmañanasdeinvierno,elpequeñotapizdelestudiodeThomas,elbaúldelrellanoconsusángelesesculpidos,elmanteldehuledelahabitacióndeMatchett.Solamenteenunacasadondesehaaprendidoaestarsolopuedeuno tener tanto cuidado con las cosas. La relación que uno entabla con losobjetos,elritodiariodeverlosodetocarlos,empiezaaconvertirseenamorydeja abierta una puerta al dolor.Almirar atrás y ver la reiteración de díasvacíos,unoadviertequesehanpuestoenpieciertosmonumentos.Elhábitono constituye unamera subyugación, sino que es un tierno lazo: cuando serecuerdaloacostumbrado,unocreerecordarquefuefeliz.Alecharlaúltimamirada a cada habitación de hotel, antes de marcharse, ella e Irene casisiempre se sumían en un estado de tristeza. No podían dejar de sentir queestabantraicionandoalgoconsupartida.Inconscientemente,buscabanciertafamiliaridad en los lugares ignotos.No sonnuestros ánimos exaltados, sinonuestros sentimientos, los que construyen el hogar imprescindible. Lanecesidaddeafirmarsehacequelosvagabundosechenraícesporundíaalládondecaen:vivimossiemprequesentimosdeformainconsciente.

En la planta superior de Waikiki, los cielorrasos de los dormitoriosestabanenpendiente,adoptandolaformadeltecho.LaseñoraHeccomb,tras

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desearlebuenasnochesaPortia,habíalevantadounasseispulgadaslahojadeunaventanaconbordedeacero,asíquelacortinaondeabaalaluzdeunodelosfarolesdelaexplanada.Portiaalargóunaodosveceslamanoparatocarel techo que descendía en pendiente sobre su cama.La señoraHeccomb lehabíadichoqueesperabaquenosesintierasola.

—Duermo en la habitación de al lado. Simplemente tienes que dar ungolpeen lapared.Enestacasaestamos todosmuycercaymuyjuntos.¿Tegustaelruidodelmar?

—Suenamuycerca.—Haymareaalta.Peronoseacercarámás,notepreocupes.—¿Deverdad?—Teloprometo,querida.¿Tienesmiedodelmar?—Claroqueno.—Y allí tienes un retrato deAnna—había añadido la señoraHeccomb

apuntandocongestobeatíficoalarepisadelachimenea.Sí,PortiayahabíavistoeseóleoquemostrabaaAnna,aAnnaalaedad

dedoceaños,másomenos,conungatitoentrelasmanosyconsupelolargoylaciosujetograciasaunpardelazosdeseda.Ladulceimpericiadelretratole confería al semblante, tan augusto bajo aquella cabellera, una especie deaireespiritual.Lacaradelgatoeracomounacuñaoscuraenelpecho.

—Asínoestarássoladel todo—dijo laseñoraHeccomby, tras llegaraestafelizconclusión,apagólaluzysemarchó…Lacortinaempezóagolpearcontraelalféizardelaventana;elmarllenabalapenumbraconsujadeocadavezmáscercano,unpocoenronquecidoporlosguijarrosdelaplaya.¿Mareaalta?Elmarnopodíaestarmáscerca…

Portiasoñóqueleíaunlibroencompañíadeunaniñita.LaspuntasdelalargacabellerarubiadeAnnarozabanlaspáginas.Lasdosestabansentadasenelaltoalféizardeunaventanaesperandoaqueocurrieraalgo.Lopeorquepodía ocurrir era que sonase la campanilla; Anna y ella deseaban seguirleyendoellibro.PeroPortiaadvirtiódeprontoqueyanosabíaleerynotuvoel valor dedecírselo aAnna, quien seguíapasando las hojas como si nada.Portiasabíaquelasdosteníanqueleerysintióangustiaypenaporsufuturo.Unbosque(alpiedelaventana)estabasiendototalmentebarnizado:nohabíaescapatoria.Y, de pronto, se produjo el horrendo fin de todas las cosas: laprecipitación, los rugidos, los gorgoteos llenaron el aire… Portia dio unbrincoysoltóungritomientrashuía.

—Noesnada,querida,noesnada…Estoyaquí.Nopasanada.TansoloesDaphnevaciandosubañera.

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—Nosédónde…—Estásaquí,querida.Estásaquí.—Oh…—¿Has tenidounmal sueño?¿Quieresquemequedeun ratoaquí, a tu

lado?—No,gracias.Noseránecesario.—Entonces, sé una buena niña y duerme. Y no tengas pesadillas.

Recuerdaquesiemprepuedesgolpearlapared.La señora Heccomb se marchó cerrando la puerta con suavidad.

Enseguida,enelrellano,Daphneyellaintercambiaronalgunossusurros.Susvocesresonabancomoloscuchicheosdelospasillosdehospitalocomolossonidos del bosque que Portia acababa de visitar en sueños. «Madremía»,decíaDaphne,«¡quénerviosaesestaniña!».Enelrellano,sonaronlospasosdeDaphneenpantuflas;labañeraacabódevaciarseyalolejossecerróunapuerta.

LasensaciónqueteníaPortiadenohabersidounachicabuena,dehaberdespertado de golpe, era acaso lo que ahora la mantenía en la hechizadaperiferia del sueño. No había sido buena con Anna; nunca lo había sido.Habíavividoencasadeellaconunsentimientodehostilidad…Elgatitodelretrato,porejemplo,¿estabamuerto?Annanuncalehabíahabladodeél.¿SehabíasentidoAnnafrágilypequeñaenlaescuela?¿Cuándolehabíancortadoel pelo? Bajo la luz eléctrica, la cabellera del retrato poseía el tinteamarillentodelasmimosas.¿EraAnnacomoella,queavecesnosabíaquéhacer? Y dado que Anna ahora sabía cuál era el próximo paso que debíadarse,ycomoahorasabíadequécosasdebíareírseyquécosasdebíadecir,¿significaba eso que siempre había tenido todo tan claro? Dentro de cadaindividuo,¿noexisteunacriatura,llenadedudas,quevacilanerviosaenunahabitaciónvacía?Incorporándoseen lacama,Portiapensó:«Seha idoy talveznovuelvamás».

LaseñoraHeccombcontinuabalevantada, talvezparaevitarqueDickiehiciera ruido.Había escuchado retumbar las reciaspisadasdeDickiepor laexplanada.BajoelsuelodelaalcobapudoescucharcómolaseñoraHeccombintentaba silenciar a Dickie mientras este abría ruidosamente la puerta devidrio, desplazaba un sillón con gran estrépito y atizaba los leños de lachimenea: era como si un gigante estuviese rondando por el salón. Se oyó,acto seguido, el tintineo apagado de un carrito: tal vez estaban abriendo lagalantina. La señora Heccomb puede que le dijera algo acerca del timbre,puesoyóqueDickiereplicaba:

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—¿Peroporquémehablasdeestojustoahora?Portia se percató de que esamismamañana iba a conocerlo. Le habían

dichoqueteníaveintitrésaños:laedaddeEddie.

Cuando bajó, eran las ocho ya y Dickie estaba a punto de terminar sudesayuno.DebíacogerciertoautobúsquelollevaríaaSouthstone.Tanprontocomoellaentró,élselevantóamedias,limpiándoseunosrestosdehuevodelmentón.Despuésdeestrecharse lamanoydeque losdosmascullaranalgo,Dickie volvió a sentarse bruscamente y siguió bebiendo café sin volver adecir palabra. Dickie no era tan corpulento como su voz le había hechosuponer a Portia, pero era robusto y atractivo, de tez morena, con ojos degacelayexpresióndenotablefranqueza,unamandíbulafuerteyunpeloque,pormásqueloengrasara,saltabaalavistaquenoconseguíadomar.Dickie,sinduda,dabauna impresióndedecididovigor.Esamañanavestíaun trajeoscuro,decuellorígido,quellevabadeunamaneraquerevelabaalasclarasque no le iba en absoluto. La forma precipitada en que se había bañado yvestido,unpocoantes,habíallenadodeecostodalacasa,yenelcuartodebaño quedaba el olor limpio, una pizca infantil, de la crema de afeitar. EnWindsorTerrace,consusmuchasplantasysuextensareddecañerías,lavidaíntimadeThomasresultabapocomenosqueimperceptible.Perolapresenciade Dickie se hacía notar en aquel lugar como un poderoso organismo.Mirandopor encimadePortia, dandoa entenderquenadadebía alterar suscostumbres, Dickie se incorporó, se apartó de la mesa y se perdió tras lacortinadeseda.Alcabodecincominutos,reaparecióconunsombreroy,consatisfechoairecívico,hizoungestoconlacabezaparadespedirsedePortiayde la señoraHeccomb (quienentrabay salía sinpararde la«salade estar»connuevasprovisionesparaeldesayunoconformebajabamásymásgente)yfranqueólapuertadevidrioparacumplirconsuscompromisoslaborales.LaseñoraHeccombsequedóembobadamirandocómoDickiesealejabaporlaexplanada.

—Cualquiera diría que es un reloj —comentó con un suspiro desatisfacción.

LabibliotecadeDaphnequedabaenlacalleprincipaldeSeale,aapenasdiezminutosapiedeWaikikiporelsenderoarboladoqueuníalaexplanadaconelpueblo.Daphnedebíaestarallí a lasnueveycuartoy,comodormíavorazmente,rarasvecesbajabaadesayunarantesdequesehubieramarchadosu hermano. En cuanto oía salir aDaphne del baño, la señoraHeccomb le

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hacía una señal a Doris y esta echaba en la sartén un huevo o un arenqueahumado,paraquelajovendesayunaracaliente.EldesayunoeraenWaikikicomounserviciocontinuoqueponíademanifiestolacapacidadorganizativade la señoraHeccomb, aunque ella parecía quedar exhausta tras esta tarea,pues durante el resto del día tenía un aspecto espantoso. Daphne aparecíasiempreconelpeiney,mientrasesperabasuhuevoosuarenque,seinstalabaconlaspiernasabiertasfrentealespejodelachimeneaylibrabauncombateconsus incontablesrulos.Debidoalhuevo,e inclusoa lamermelada,noseponía carmín antes del desayuno.MientrasDaphne se arreglaba el pelo, laseñora Heccomb velaba por que el café y la leche no se enfriasen. Eldesayuno de la señora consistía en roscas con leche caliente, cosa que era,comoellaledijoaPortia,algomásbieneuropeo.EntrelasalidadeDickieyla llegada de Daphne, Portia había permanecido allí sentada, intentandoterminarse el desayuno que le habían servido, con los codos pegados alcuerpo,esperandonollamarmucholaatención.

Mientrassesentaba,Daphneledijo:—Lamentoquemibañohayaalteradotussueños.—Ay,no.Hasidoculpamía.—¿Algoquehascomido,quizá?—Portiatansoloestabacansada,querida—dijolaseñoraHeccomb.—Supongoqueno estáshabituada aunas cañerías comoestas. Imagino

quetucuñadatienecloacasdignasdelpalaciodeBuckingham.—Yonosési…—Daphneestádebroma,cariño.Daphneprosiguió:—¿Esverdadquetieneunaenormebañeradeporcelanaverde?¿Ounade

esashundidasenelsuelo,conunaluzoculta?—No,Daphne.AAnnanolegustanesetipodelujos.Daphneselimitóagruñirydijo:—Supongo que tiene una bañera donde le es posible flotar como un

nenúfar.Luego,Daphne se arrojó sobre lamermelada y contrajo lasmejillas de

forma enérgica, con el aire de alguien que se niega a decir algo más.ResultabaobvioquesuactitudhaciaPortiaseríaagresivahastaquedejasedeasociarlaconAnna.DaphneteníalaimpresióndequetodaslaspersonasquellegabanaWaikikiporconsejodeAnnaerandelasquesellevabanelmundopordelante.SolohabíavistotresvecesaAnnaycadaunadeesasveces,deforma pacientemente implacable, había tomado nota de todo cuanto le

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disgustabadeella.Peseaello,Daphnenoeraunachicaenvidiosaysentíaunreticente respeto por las clases altas: de haber viajado más asiduamente aLondres, habría acabado liderando esas muchedumbres femeninas queasedian los tinglados y las escaleras con alfombras rojas: una de esasmuchachasdecararegordetaquesinrastrodeenvidiaexaminanlapuntadelvelodeunanovia famosaoqueolfateansin resentimiento,a lasalidade laópera,losjazminesquellevanotraspersonas.LasmuchachascomoDaphne,decentes, rudas, satisfechas, son el principal sostén del perverso ordenantiguo.Daphnesedeleitabarindiendohomenajealoqueeraperfectamentefelizdenoposeer.Almismotiempo,ypordebajodetodoeso,talvezhubieraun asomo de tricoteuse en Daphne y eso provenía de la ira constante quesentíacontraAnna.

Ellanoconsideraba(conacierto)queAnnapertenecieraexactamentealaclase alta. Así y todo, percibía el poder de Anna y consideraba que habíaconseguidomás de lo que semerecía. Pensaba queAnna se daba aires. Yalbergaba también un oscuro resentimiento (que nunca verbalizaba) ante elhecho de que Anna hubiese convertido a su madre en un parásito a suservicio.En caso de queAnnahubiera tenidoun título nobiliario, le habríaresultado menos amargo. Pasaba por alto, acertadamente y con ciertasensacióndegrandeza,que,denoserporelpadredeAnna,losHeccombnohabríansidocapacesdeabrirtantaslatasdegalantina.

Algunaspersonasestánmoldeadaspor lascosasqueadmiran;otras,porlascosasqueodian.SialgohabíainfluidoenlaevolucióndeDaphne,habíasidoeldeseodecomportarseydehablarentodaslasocasionescomonuncalohabríahechoAnna.Enesemomento,lasolaideadelaexistenciadeAnnalehacíamordisquearlatostadaconunaexpresiónpeculiar,manchándoseconmermeladatodoellabioinferior.

EnWaikikilamermeladaeramuyespesa,muydulceydebrillantecoloranaranjado: la mesa estaba puesta con un juego de porcelana de diseñoschinosenblancoycobalto.Unosgruesosposafuentesdemimbrehacíanquelasfuentessebalancearansobrelamaderaderoblesintético.Unsoldepurasustanciamarinainundabalamesadeldesayuno.Paseandosumiradaporeljardíndeinvierno,Portiasedijoqueel lugarresultabadelomásagradable.LosHeccomb no solo comían, sino que también vivían en la sala de estar,puesto que desconfiaban, con sobradas razones, de la estufa de antracitaubicada en lo que supuestamente era el comedor. Por lo tanto, utilizabansolamente ese comedor enveranoo conocasiónde fiestas cuyonúmerodeinvitados generaba una especie de calor natural… Las gaviotas se

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abalanzabansobrelahierbaenunaseriedeblancaszambullidas;apenada,laseñoraHeccombnotóqueDaphneestabaenmediodeunodesus raptosdeodiocontraAnna.

—Nadieponenenúfaresenlasbañeras,hija—dijoalfin.—Podríanponersesiesquesedeseamantenerlosfrescos.—Entalcaso,querida,seríamejorponerlosenellavabo.—Nolosé…Yonotengonenúfares,¿aqueno?—dijoDaphne,ytendió

la taza para que le sirvieranmás café.Después añadió, como quien abordaasuntosmásgratos:

—¿TehaspeleadoconDickieporlodeltimbre?—Élnocreeque…—¿De verdad?—interrumpióDaphne—. ¿Qué no creeDickie?Esto es

algocienporcientípicodeél,nosésimeentiendes.¿Porquénopermitióensu momento que llamaras al hombre de Spalding’s? Lo mejor que puedeshacer es llamar al hombre de Spalding’s. Quiero que para mañana por lanocheeltimbreestéarreglado.

—¿Yquépasamañanaporlanoche,querida?—Quevendrágenteacasa.—Deacuerdo,perotodosllamangolpeandoelcristal,¿noesasí?Daphneparecióacorralada:era sumodohabitualdemostrarsecohibida.

Losojosselejuntaroncomolosdeuntiburón.—ElseñorBursely—dijo—hamencionadoquevendrá.—¿Elseñor…quién?—inquiriótímidamentelaseñoraHeccomb.—Bursely,mama.B-U-R-S-E-L-Y.—Nocreohabertenidonunca…—No,claro—clamóDaphnearmándosedepaciencia—.Deesosetrata,

justamente. Él no ha venido nunca antes aquí. No querrás que vea esetimbre…BurselyestáenlaAcademiadeMosquetería.

—Ah,¿enelejército?—dijolaseñoraHeccombanimándose.(Portiasabíatanpocoacercadelejércitoque,enelacto,creyóoírruidos

deespuelasysablesenlaexplanada).—¿Dóndelohasconocido?—quisosaberlaseñoraHeccomb.—Enunbaile—atinóadecirDaphne.—Supongoquealgunoquerrábailarmañana.—Bueno,talvezpodamosquitarlaalfombra.Tampocovamosaestarnos

quietos, como pasmarotes… ¿Tú sabes bailar? —preguntó DaphnedirigiéndoseaPortia.

—Sí,enfin…Hebailadoconotraschicasenhoteles…

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—Bueno,bueno,loshombresnovanacomertesibailasconellos—soltóDaphne, y entoncesmiró a la señoraHeccomb—:Haz queDickie traiga aCecil…Santocielo,¡debomarcharmeyamismo!

Asílohizoy,deinmediato,pudoversecómosealejabaporlaexplanada.Cuando hablaba, Daphne tan solo empleaba interjecciones moderadas puesponía todo el vigor en sus ademanes. En esto era muy diferente de Anna,quien continuamente profería insultos y obscenidades en los momentos detensión,aunquedeformaalgomásdesvalidaydelicada.MientrasqueAnna,por ejemplo, tildaba de «perra» a otra mujer, Daphne la tildaba de «gatavieja». La personalidad de Daphne era sexual, pero su conversación eraimpecablementecasta.Neutralizabalamásmínimainsinuacióndiciendo«esustedincorregible»olimitándoseausarlamirada…NadamásirseDaphne,PortiasintióquesedesinflabaylaseñoraHeccombpareciócaerenunciertoobnubilamiento.DaphneyDickie,alosojosdePortia,eranuncasodelomássingular: no podía creer que escenas como la que acababa de presenciarocurrieranadiario.

—AyúdamearecordarquedebopasarporSpalding’s—ledijolaseñoraHeccomb.

En ese momento, el sol estaba velado por las nubes, pero el marresplandecía y hacía que el salón siguiera colmado de luz. La señoraHeccomb, deseosa de airearlo tras el desayuno, abrió la hoja de una de lasventanas que daban al jardín de invierno y después abrió una ventana quehabíaenelmismojardín.Unpotenteoloraalgasysalitrepenetróenlacasajuntoconloschillidosdelasgaviotas.Elprimerdíaqueunopasaaorillasdelmarhacequesesientaenelcuerpoelefectode lasal—potente,elásticoyhueco—comounagranalgamarinaqueseniegaacederbajolospies.Portiasalióaljardíndeinviernoyescrutó,atravésdelasrejas,laexplanada.Luegoabrióintrépidamentelapuertadevidrioysalió.Unmuroquelellegabaalaalturadelarodilla,dotadodeunaltoyseveroportón,protegíalahierbadelosHeccombylaseparabadelacalle.Antesdesaltarelmuro(locual,debidoalaexistenciadelportón,resultabacasiunafaltaderespeto),PortiacontemplólasventanasdeWaikiki.No,nadielaestabamirando;nadieparecíaoponerseasusdeseos.Asíquesaltóelmuroyalcanzóelparapetodelaexplanada.

LaplayadeSealedibujaunacurvaimperceptibleenlaanchísimabahía,extraordinariamenteplana.Haciaaleste,lacostaseelevabruscamenteo,másbien, las colinas del interior se desploman sobre el mar: un imponenteacantilado se ve coronado por el más notable de los hoteles notables deSouthstone.Su cúpula doraday las banderas queondean sobre su tejado le

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confieren plena gloria al atardecer; un cielo plutocrático refulge en ladistanciaparaloshumildesturistasenlaexplanadadeSeale.Enlasmañanasclaras y sin sol, la silueta del Splendide parece recortarse contra el cielo,comoundibujoplasmadoengrisáceatintaazul…DesdeSeale,endirecciónaSouthstone,lapoderosamuralladecontención,consusuperficieasfaltada,seextiende desnuda a lo largo de dosmillas. Los campos protegidos por estamuralla se apartan de ella, solitaria y salada, tierra adentro. La abstractasoledad del dique termina solamente cuando el camino Seale-Southstoneempiezaabordearlacosta.

AloestedeSealenosedistinguenmásqueterrenospantanosos.Lalíneadelacosta,inanimadayllana,acabaenunpromontorioenformadeaguja.Lavagacurvaoscuraseinterrumpedebidoaunosbastionescirculares,cadaunomáspequeñoqueelanterior,cadaunomásdiluidoporlaluz.Elsilenciosoloesquebradoporlasprácticasdetiro.HaciaeloestedeSeale,unoseinternaenunmundovacío,unmundosuspendidoyolvidadocomounaideacaduca.Los planos inclinados y las luces crean sombras interpuestas y trazan unámbito propio… En esta parte de la playa, los guijarros han sidoreemplazados por grandes extensiones de arena, sobre las que las olasmásarrebatadasresbalanmansamentehastaalcanzarlosbastiones.

Depie,amediocaminoentreesosdosespacios,conlasmanoscruzadasen la espalda, Portia contemplaba elmar: la línea del horizonte se ceñía alextensoarcodelabahía.Elhumodetresbarcosavaporformabarizosenelclarocielo;elmarparecíadeacerobruñido:difícilcreerquepudieracortarseconunahélice.Elbordedeespumadelaplayaeratrémulo,esponjoso,peroelhorizonteaparecíarotundocomolahojadeunanavaja.

Algomás tarde, esamismamañana,aquellanavajacortaríaaThomasyAnna.Caeríanpordetrásdelhorizonte,dejandotrasellos,almenosduranteunminuto,un rizodehumo.EnelmomentodedesembarcarenCalais, susvidasseríanmerashipótesis.Mirarelmareldíaqueotrapersonaloatraviesaesaceptarlafinalidaddelalíneadefinida.Pueslossentidoslimitanelmundotalcomolosentimos:hayunaabrupta interrupcióndonde terminasupoder:cuandolapuertasecierra,cuandoeltrendesapareceenelrecodo,cuandoelzumbidodel avión se vuelveya inaudible, cuando el barco se interna en labrumao cuando su estela semarchita sobre elmar.El corazónpuedecreerque sabemás: los sentidos saben que la ausencia anula a las personas.Noexisten, en rigor, los amigos ausentes. El amigo se convierte en un traidorcuandosemarcha,pormásquelohagadeformainvoluntariaotriste,yunasevera sentencia se dicta de acuerdo con las exigencias del corazón. La

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ausenciavoluntaria(porinvoluntariaquesea)significalanegacióndelamor.Recordarpuedeser,aveces,nadamásqueunfríodeber,puesrecordamosenlalimitadamedidaenquenosessoportable.Observamospequeñosritos,peronosdefendemoscontraaquellatremendamemoriaqueesmáspoderosaquelavoluntad.Nosdefendemosdeloslugares,deloshechosyaundelosobjetosque propician la alucinación, que sacuden los sentidos y que despiertanfantasmas.Abandonamosaquienesnosabandonan:nopodemospermitirnossufrir;tenemosquevivircomopodemos.

Por fortuna, no es sencillo engañar anuestros sentidoso, por lomenos,engañarlosamenudo.Ellossefijan,ynosfijanconellos,enloquesepuedeposeer.Sondespiadadosensuvívidainfidelidad.Portiaestabaaprendiendoavivir sin Irene, no por haber negado o por haber olvidado aquella infalibleintimidadentremadreehija,sinoporqueyanonotabalamejilladesumadrecontra la suya (la mejilla que la punta de los dedos de Eddie, al trazar elplieguedeunasonrisa,había tocadoconciertoaireholgazán),yanoolíaelaromadelasbolsitasperfumadasenlosvestidosdeIreneyyanoamanecíaenaquellashabitacionesalquiladasdondeambassolíandespertarse.

En cuanto a Eddie, en su caso la dura ley de la presencia —o de laausencia—habíaquedadoensuspenso.Demomento.Enlaprimeragranfasedelamor,queenlaspersonasmuyjóvenesdurauntiempoconsiderable,elseramado no está fuera de uno, de modo que no llega ni se marcha. En estaconfusión,algotonta,exaltadayexaltante,loquedeverdadocurrejuegaenrealidad un papel secundario. El estado de ánimo es tan intenso que lapresenciarealdelseramadopuede llegaraserexcesiva, insoportable,hastatal puntoqueunodesearía decirle: «Vete, así podrás estar aquí».Lashorasque se viven más intensamente en esta etapa son las del recuerdo o laanticipación,cuandoelcorazónseexpandeporcompleto,sincontrol.PortialecontabaahoraaEddietodocuantopodríaocurrirensuvida:veíaaEddieentodas lascosas.QueélestuvieseenLondresyellaestuvieseenSealenohacíamásquecomprimirdentrodeunaintensaáreaprivadalassetentamillasdesueloinglésquelosseparaban.Además,siemprepodíanescribirsecartas.

Pero la ausencia y la total disolución en el espacio de Thomas yAnnaparecían antinaturales: ellos eran ahora la cotidianidad de Portia. Que ellaestuviera solo algo apenada, que no los echase en realidad de menos, laenfrentabaesamañanaconalgosemejantea lametálicaexpansióndelmar.ThomasyAnna,alabrirlelaspuertasdesuhogar(obligadosaabrírselaspormotivossanguíneos),sehabíanconvertidoenlossucesoresdeIreneentodaslascosasnaturales.Él,ellayPortia,lostresQuayne,habíanvividoapiñados

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en una sola casa durante el frío invierno, aceptándose vagamente,más queeligiéndosedeunmodoexpreso.Lostreshabíanidoperfeccionandosupapeldentrodeaquelcontexto.Habíansubidoybajadopor lasmismasescaleras,habían abierto las mismas puertas, habían escuchado los tañidos de losmismos relojes.Detrásde laspuertasde lacasadeWindsorTerracehabíanoídolasvocesdeunosydeotros,comosisetrataradelcontinuomurmulloqueunoescuchacuandoaplicaeloídoalasespiralesdelascaracolas.Portiahabía aspirado el humo de cada una de esas habitaciones y, cada vez quehabíaatravesadoelvestíbulo,habíavistosusnombresescritosenalgúnsobre.Cuandosalía,lagentelepreguntabacómoestabansuhermanoysuhermana.Para elmundoexterior, ellaolía aThomasy aAnna.Y, sin embargo, algohabíafracasadoenaquelloquedeberíahabersalidobien.Sehabíansentadolostresentornoaunfuegodecartón,enlugardeanteunfuegoardiente,yhabíanhechoelvanointentodecalentarseconéllasmanos…Seempeñóenimaginarse a Thomas y a Anna inclinados sobre la barandilla del barco,mirando ambos en la misma dirección. El cuadro era tan real que intentódescubrir en sus rostros algún tipo de mirada traicionera. Pero tenían elaspectodeunosrefugiados,nodeunosturistasqueviajanporplacer.Thomas—quienlehabíadichoquesiempreusabagorracuandoestabaabordodeunbarco—lucíaunagorradeviserabaja,mientrasqueAnnaacababadealzarseentrerezongoselcuellodesuabrigodepiel.Suproximidad—estabandepie,codo con codo— hacía que su aire de fugitivos se acentuase: estabanhuyendo. Pero sus rostros parecían ya menos concretos que los rostros deDaphne y Dickie Heccomb… Entonces, Portia recordó que aún no podíanestarsiquieraabordo;dehecho,seguramenteacabandesalirdeLondres.Yse dijo que, en cuanto hubieran subido al barco, Anna se encerraría en sucamaroteysetumbaría.Eraunamarinerapésima:nolegustabaenabsolutoelmar.

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3

2,WindsorTerraceN.W.1

QueridaPortia:SientocomunicartequePhyllishaestropeadotupuzle,que

yo protegía con unos periódicos, tal comome habías pedido.AunquePhyllis teníaordendenotocarnada, lopasóporalto.Mientras yo preparaba el equipaje de la señora Thomas,enviaronaPhyllisa tuhabitacióny,como ignorabaquéhabíadebajo de los periódicos, movió la mesa. Ha desbaratado asípartedelcieloydelosoficiales,peroyohepuestolaspiezasenunacajaal ladodetucama.Phyllissequedómuypreocupadacuando le expliqué lo importante que es el puzle para ti. Hequerido contártelo para que no sufras una desilusión cuandovuelvas.Phyllisnovolveráaentrarentudormitorioporquenotienenadaquehacerallí.

ElseñorylaseñoraThomaspudieroncogeratiempoeltrencondestinoaItalia.Hoyhedeenviarlascortinasalatintorería.Me alegró recibir el telegrama de la señora HeccombinformándomedequehasllegadobienaSeale.Nodudodequeel señor y la señora Thomas también se habrían alegrado.Espero que tengas cuidado con el viento de la costa, esmuypeligroso en esta época del año. La última vez que vino aLondres,laseñoraHeccombhizoalusiónalfríoquehaceallíyse puso muy contenta cuando la señora Thomas le regaló suviejo abrigo de piel de nutria. Deberías ponerte un cárdiganentre el abrigo y el jersey: he metido dos en tu maleta, peroseguramentetehabrásolvidado.

Me han dicho que el comandante Brutt se ha pasado poraquíestatardeysehasentidomuydecepcionadoalsaberquelafamilia se había marchado. Al parecer, se ha confundido defecha; o bien no entendió lo que le había dicho la señoraThomas.Hapreguntadoporti.Lecontestamosqueestásenelmar. No podrías reconocer esta casa sin las cortinas, no se

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parecealoqueestásacostumbradaaver.TambiénquitamosloslibrosdelseñorThomasparapasarles laaspiradoraeléctricaylimpiarlasestanterías.Tuamigo,elseñorEddie,vinoabuscaruna bufanda que dijo haber olvidado e hizo un comentarioacercadelolorajabónquehabíaportodalacasa.Tambiénsellevóunoslibrosfrancesesque,segúndice,lehabíaprestadoala señora Thomas. Tuve que quitar las fundas a todos losmuebles para que pudiera encontrar los libros, pues lo habíatapadotodoantesdebarrer.

Confíoenquetesientasagustoaorillasdelmar.UnavezestuveenSealeconmihermanacasada,laqueviveenDover.Todos dicen que es una bonita zona residencial. Sin duda, eltiempopasarámuydeprisaallí.

Deboseguirtrabajando.

Respetuosamente,R.Matchett.

P.D.:Sideseasqueteenvíealgo,escríbeme.Bastaysobraunapostal.

Q.&M.Viernes

QueridaPortia:Gracias por la carta queme escribiste antes demarcharte.

Eshorriblesaberquetehasido;teníalaesperanzadenosentirtu ausencia, pero la siento, vaya si la siento. He pasadofugazmente por Windsor Terrace para recuperar mi bufandarojayfuecomosi todoshubiesenmuertoporculpadealgunapesteyMatchettsehubieravistoobligadaadesinfectarlacasa.Portodasparteshabíaunhorribleolorajabón.MatchetthabíahechounapilaconloslibrosdeThomasyparecíabailarsobreellos.Memiróconinesperadadureza.Porunmomento,penséque me toparía con vuestros cadáveres en el salón lleno desábanas.Matchettmedejóentrararegañadientesymeexaminómoviendolamandíbula,mientrasyobuscabaLesPlaisirsetles

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Jours, ansioso por recuperarlo antes de queAnna lo perdiera.Tuveunaextrañasensaciónenelsalónalsaberquenooiríatuspasos en la escalera. Reinaba un eco propio de un osario, asíquemedijeamímismo:«AlmenosPortiahamuertojoven».

Dime, cariño, ¿hasta qué punto sabeMatchett lo que hayentretúyyo?Hasidoundíasiniestro,negro,yhafaltadopocoparaquemeechaseallorar.

No olvides que a veces me siento mal; escríbeme largascartas.ComomesigashablandoasídeDickie,meplantaréallíy le mataré de un balazo. Soy un hombre celoso. ¿Es tanasqueroso como dice Anna? ¿Y Daphne? Quiero que me locuentes todo, todo: eres cruel al decir que no leo tus cartas.¿Seráposiblequeviajeallíalgúnfindesemana,aunquenoseaparamataraDickie?Seríamuydivertido.Supongoquepodrándarme alojamiento, ¿tú qué crees?Desde luego, tododependede cómo sigan las cosas. Ahora mismo estoy atravesando unmomentoespantoso.

Esta oficina se cae a pedazos sin Thomas, cosa que a éldebería enorgullecerlo. No te imaginas cuán horrenda es lagente por aquí. Siempre he sabido que son unos canallas:intrigan de manera venenosa y no hacen nada de nada. Almenos,estomedejaalgodetiempolibreparaescribirte.Comoves, no uso el papel de la oficina; vigilo los intereses deThomasdurantesuausencia.

Ay,mi querida Portia, es horrible no estar contigo. Dimequeestote tienetantristecomoamí.HevistoenHolbornunpardebrazaletesindiosdeplata,deniña.Probablementeteloscompreparaqueadornentuspequeñasmuñecas.

¿Teacuerdasdenuestrosábado?Creoquetodoestoesmuytípicodeellos:teempaquetany

te envían a orillas del mar cuando las cosas podrían ser másagradablessiellosnofuerantanentrometidos.Annateencierradentro de una especie de frasco de mermelada. Espero quellueva y granice todo el tiempo que pasen en aquella vulgarmansiónitaliana.Enrealidad,memoriréderisasivoyaSeale.¿Oyeselmardesdetucama?

Tengo que terminar. Me siento desarraigado y muydesdichado. Debo salir a tomar unas copas con un grupo de

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gente, pero nada es comparable a estar contigo. Seríamaravilloso si, ahoramismo, estuvieras esperandomi llegadamientrasatizaselfuego.

Adiós,cariño,buenasnoches.Piensaenmíantesdedormir,

Eddie.

HotelKarachiCromwellRoad,S.W.

EstimadaseñoritaPortia:Me ha apenado no hallarla presente al pasar porWindsor

Terrace. Quería desearles un buen viaje a su hermano y a sucuñada, y responder personalmente el delicioso mensaje queusted me ha enviado por medio de la señora Quayneinformándomedesusprogresosconelpuzle.Asimismo, teníaintencionesdepreguntarlesinoleapeteceríaotropuzle,puestoqueyadebedehabermontadoelprimero,ocasi.Montardosveces elmismopuzle no es lo que se dice divertido.Si ustedpermitequeleenvíeotro,podríalibrarsedelprimerodándoseloaunamigoenfermo.Mehandichoquesonmuyapreciadosenlos hospitales, peroyogozode tan excelente saludquenohepodido comprobarlo nunca. Este modelo de puzle no tuvodemasiadoéxitodurantelaguerra.

Hoyeltiemposehapuestohorrible,asíque«hacebienennoestarenLondres»,comosueledecirse.Lahospitalariacasade su hermano se veía, cuando pasé por allí, totalmentedesmantelada para la limpieza de la primavera. ¡Vaya laboragotadora!Esperoqueestéenalgunapartedelacostaqueseaagradableyno seamuyventosa.Estosúltimosdíashe estadobastanteocupadoconentrevistas,decaraaunposibleempleo.Segúnoigodecir,lascosasparecenmarcharporbuencamino.

Unosamigos,alosqueheconocidoenestehotel,seacabandemudaryhandejadoungranvacíoenmicorazón.Aveces,enestoshoteles,unotienelafortunadeencontrarpersonasconlas que es posible congeniar de veras. Pero lo normal, desdeluego,esquelagentellegueysevaya.

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Si desea probar su habilidad con otro puzle, ¿tendrá labondaddeescribirmeunpardelíneas?Talvezquieratenersunuevopuzleaorillasdelmar,yaquelanaturalezanosiemprenos trata como nos gustaría. Si usted me diera su dirección,podríaenviárselocuantoantes.Mientrastanto,sueficientísimacriadaharáquelellegueestacarta.

Consinceroaprecio,

EricE.J.Brutt

Portianuncahabíarecibidotantascartasalavezenunamismamañana;alparecer,estaeraunadelasventajasdehabersemarchadodeLondres.Lastrescartasfueronentregadasporelcarteroelsábadoporlamañanayellalasleyóy las releyó instalada en una mesa de azulejos verdes en el café Corona,mientrasesperabaalaseñoraHeccomb.Erasusegundamañanaenlacasayya estabahabituándose a la rutinadeWaikiki.La señoraHeccomb siemprecomprabasusprovisionesentre lasdiezymediay lasdoce,ysiempresolíahacerunapausatomandoalgoenelcaféCorona.Sinoestabaen«laciudad»alasdiezymedia,seintranquilizaba.ConsucestoenformadecolmenabajoelbrazoyconPortiaalazaga,caminabaalegrementeysindarseprisaporlacalle principal, cruzando amenudo de acera y aun desandando sus pasos aveces. Las mujeres que compran por teléfono no conocen los placeres delverdaderocomercio.Lasmujeresricasviventandistanciadasdelavidaquemuchasvecesnolleganavernisupropiodinero.Cuentanquelareina,porejemplo,notienesiquieramonedero.PeroelmonederodecuerodelaseñoraHeccomb,sincosturasycondeslustradosángulosplateados,estabasiempreala vista. Pagaba en efectivo en casi todos lados, en parte porque habíadescubiertoporalgunarazónquelascuentassiempretiendenacrecermásdelo esperado, en parte porque su naturaleza errante hacía que odiase verselimitada a un conjunto de tiendas. Le agradaba ser conocida en el mayornúmero de establecimientos, y recibir una sonrisa personalizada cuandoentrabaencada lugar.Y,aestasalturas,habíahechotanbien lascosasqueera conocida en todos los comercios distinguidos de Seale. Si no habíacompradonuncanada encierto lugar, almenoshabía consultadoamenudolosprecios.Admitíaqueestabaenmanosdeunacarniceríaydeunalecheríaqueleenviabancosasadomicilio:alaseñoraHeccombnolegustabaacarrearcarne y pensaba que el suministro de leche en una casa tenía que serautomático. Pero tampoco era completamente fiel a estos dos comercios:

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sabido era que, cada tanto, adquiría en otros lugares los riñones, lamantequillayhastalacremadeleche.

A Portia, que nunca había visto manejar tan raudamente un monedero(cuando sevive enhoteles nohay casi nadaque comprar), los gastosde laseñoraHeccomb le parecían principescos.Todo esto le deparaba, almismotiempo, varias moneditas de propina. Cuando la señora Heccomb teníademasiados peniques, construía con ellos columnas de doce o de seismonedas que apoyaba con esmero en el siguientemostrador.Cuando debíapagarsolamenteconmonedasdecobre,teníalaimpresióndehaberhechounbuennegocio:eldineroseestiramáscuandounonogastalosbilletesdemásvalor, y toda persona ahorrativa frunce el ceño cuando cambia un billete yrecibeacambiomonedas.

Así que todo en casa de la señora Heccomb se compraba en pequeñasdosis,segúnlasnecesidadesdelmomento.Aqueldía,porejemplo,ellistadoeraelsiguiente:

UnapastilladejabónVinoliaparaelcuartodebaño.Mediadocenadeplumines.Pastadesalmónycamarones(tamañopequeño).Unestropajodemetal.Tabletasdemagnesiabisurada(tubodetamañopequeño).Unfrascodesalsainglesa.Hilodelanaparazurcir(colornatural,paraloschalecosde

Dickie).Unabombillaeléctrica.Unaplantadelechuga.Lonarayadaparaunasilladetijera.Ballenasparacorsé.Cuatroriñonesdecordero.Mediadocenadetornillospequeños.UnejemplardelChurchTimes.

Laseñoratambiénhizo,siguiendolasrecomendacionesdeDaphneyconunbilleteespecialdediezchelines,una listapara lafiestadeesanoche.EncuantoaPortia,compróunacajadepapelvioletaligeramenterayadoyunossobres de color azul, y se gastó nueve peniques en sellos postales de tresmedios peniques. Estimulada hasta la extravagancia por el aire marino, secomprótambiénunacajaverdejadeparaguardarelcepillodedientesyunalargacintarojaparaponerseaquellanocheenelpelo.

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Acto seguido, la señoraHeccomb fue a ver al agente inmobiliario parahacer una consulta sobre el alquiler de su casa ese verano. Ningún otropropietarioenSealeempezabaaocuparsetantempranodelalquiler.ElcasoesqueDaphneyDickieseoponíancadaañomásvigorosamenteamarcharsedeWaikikidurantelostresmejoresmeses.Peroelpadrehabíaconstruidoesacasaparaalquilarlaenveranoylaviudasemanteníafielalplanconuntoquede piedad conyugal. Así que, en julio, agosto y septiembre, cogía susutensiliosdepinturayefectuabaunarondadevisitasasusparientesmientrasDaphneyDickievivíanenlascasasdesusamigos.Dadaslasobjecionesqueellosleoponían,alaseñoraleagradabaorganizartodoconsumaantelaciónyasí presentaba a sus hijastros un fait accompli. La ponía algo triste, noobstante,visitaralagenteinmobiliario:sentíaqueconspirabacontraDaphneyDickie.TantoesasíquenoquisoquePortiapresenciaraeltenebrosoactoylaenvióalCorona,aocuparunamesa.

ElCoronaestabarepletoaaquellahora;elsectormáselegantequedabaenlaplantasuperior,desdedondeeraposiblever lacalleprincipal.Solamentelosforasterostomabanelcaféenlaplantabaja.Allí,entreelolordelcaféyloscrujidosdelassillasdemimbre,reinabalaanimación.Laestufairradiababramidosdecalor,elsolentrabaaraudalesporlasventanascuajandoelhumoaudazdeunosescasoscigarrillos.Unasdamasqueesperabanaotrasdamasleían antiguos ejemplares de Tatler y Sketch. Unos perros con correas seenredabanenlaspatasdelasmesas.Enlosfloreroshabíatulipanesdepapely,en lasmesasdecerámica,unosbizcochosenvueltosencoloridospapelesponíanlanotaalegre.Lascamarerasconocíanatodoelmundoyelambienteeramuchomás vivaz que enLondres. Se respiraba cierto abandono en esejolgoriomatinal;hayqueserrespetableparapermitirsetalabandono.

Cada tanto, Portia apartaba su mirada de las cartas y veía pasar otrosombrerodemujer.Pero,duranteunlargorato,ningunodelossombrerosfueelde laseñoraHeccomb.Cuandoestaapareciópor fin,pareciósurgirde lanada,comounmuñecoderesorte.Lastrescartascontinuabansobrelamesa.La señoraHeccomb les echóuna ojeada de automático entusiasmo, aunquedichoentusiasmofuesimuladocondiscreción.Nopornadaellahabíasido,duranteaños,damadecompañía.LaletradeEddie,asimplevista,resultabainofensiva,peroladelcomandanteBrutterairremisiblementemasculina.LacartadeMatchettpodíacatalogarsedeinmediatocomounaprobablecartadeMatchett.LaseñoraHeccombnohabíavistoaúnesastrescartas;eraDaphnequien,adelantándoseatodoscadamañana,recogíalacorrespondencia.

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—Me alegra que no te hayas aburrido.Me he entretenido con el señorBunstable.Voyapedircafé.Comeunapastadechocolateentretanto.

Todavíaexcitadaporsupropiallegada,laseñoraHeccombdejósucestoenunasillavacíay llamóconunaseñaa lacamarera.Estaba todarosadayexhibía ese día, como si llevara un sombrero adicional, un aire de francacautelaeindecisión.

—Esgratorecibircartas…—ledijoaPortia.—Claroquesí.Estamañanamehanllegadotres.—Imaginoque,detantoviajar,tumadreytúhabréishechoinfinidadde

amigos.—No.Lociertoesque,enrealidad,viajábamosdemasiado.—PerosupongoqueahoratehabráshechoamigadelosamigosdeAnna.—Dealgunos,peronodetodos.Depronto,laseñoraHeccombpareciómenosansiosa.—Annatieneunaforma,comodiría,maravillosadejuzgaralaspersonas

—dijo—.Ya de niña eramuy exigente y ahora acuden a su casa personasmuy distinguidas, ¿no es verdad? Uno no se equivoca si le cae bien unapersonaque,almismotiempo,lecaebienaAnna.Ellaposeeunaasombrosahabilidadpararodearsedegente:esunasuerte,querida,queestésviviendoenunacasacomoaquella.ApuestoaqueparaAnnadebeserungranplacerquetú te entiendas bien con sus conocidos. Anna es extraordinariamentecomprensiva.Supongoquetegustaenseñarlelascartasquerecibes.

—Cuandomáscartasreciboescuandoestoydevacaciones.LaseñoraHeccombparecióperplejaporuninstante,hastaqueunadama,

instalándoseenunamesavecina,golpeósuhombro.Entrelasdosseinicióundivertido diálogo no exento de reproches. Portia, también algo perpleja, lepusocremaasucafé.MuyprontolaseñoraHeccomblepresentóasuamigayPortiasepusoamigablementedepieparaestrecharlelamanoaltiempoquemetíalascartasenunbolsillodesuchaquetadetweed.

Salierondelcafé,seinternaronenlacalleprincipalylaseñoraHeccomb,deteniéndosefrenteaSmoot,señalóconungestountantodolorosoel lugardonde trabajaba Daphne. Portia imaginó que Daphne, detrás de aquellaventana,eracomounafuriosaDamadeShalott[7].

—¿ADaphnelegustaleer?—preguntó.—Laverdadesqueno.Peroesoaellosno les importamucho.Quieren

unamuchachaqueseaalguien,nosésimeentiendes.Unajovenque…enfin,nosébiencómoexpresarlo.Nolessirvesimplementeunadeesasmuchachasprocedentes de un «buen hogar». ¡Escoger libros es algo tan personal…!

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Sealeesunpueblomuypequeñoylagenteestremendamenteeducada.Aquícuentamucholapersonalidad.Porejemplo,elcaféCoronaestáregentadoporseñoras,¿losabías?

—No.—Y,porsupuesto,todoelmundoconoceaDaphne.Esformidablecómo

sehaadaptadoasutrabajo.Metemoqueasupadrenolehabríaparecidoelempleoideal.Perounonosiemprepuedepreverelfuturo,¿verdad?

—Verdad.—Aquí casi todo elmundo intercambia libros. Tienes que visitarla una

mañanadeestas.Sepondrámuycontenta.Ay,querida, ¡siyason lasdoce!Debemosregresaracasa.

ViajaronmuydeprisahacialacostaporelcaminodeasfaltoyesperaroncercadeunahoraenWaikiki,enlasaladeestar,mientrasDorispreparabalacomida.LaseñoraHeccombhizogirarvariasvecessupantallayleexplicóaPortia que el barniz estaba secándose. Después de comer, anunció quedescansaría unosminutos y durmió una siesta sobre el sofá, de espaldas almar.

Portia observó varias veces a la señora Heccomb mientras dormía.Después,sequitóloszapatosysubióconsigiloalazonadelosdormitorios,deseosa de husmear a ver si encontraba una habitación para Eddie. EldormitoriodelaseñoraHeccomb,enelquenoseatrevióaentrar,poseíaunaenormecamamatrimonialunpocohundidaenelmedioyvariasfotosenlasque aparecían jovencitas. El dormitorio de Daphne olía a polvo de Coty(marcaChypre)yPortiasefijóenquebajoelescritoriohabíadesplegadounejército de zapatos; sobre la cama se veía un perro de trapo, un DismalDesmond[8], y en los bordes del espejo había diversas fotos de personas deambossexos,todasconsemblanteserio.

La habitación de Dickie, cuya ventana dejaba ver la ciudad, estabaimpregnadadeeseolorquenotardanenadquirirloscuartosquedanalnorte.Había allí botas altas, guantes de boxeo, un montón de viejos números deEsquireytrespequeñostrofeosdeplatasobrepedestalesdeébano,loscualesbrillabanbajounasfotosdondeaparecíamuchagente.LahabitacióndeDorisera tan innegablemente de Doris que, de inmediato, Portia cerró la puerta.Pero también descubrió otra habitación más, una en forma piramidal,semejantealúltimotrozodeunqueso.Eraunáticoountrasteroysuventanadaba al norte, como la de Dickie. Allí encontró viejas cajas de cartónamontonadas,yunmaniquídemodistadotadodeunaregiaprestancia.Enlasparedes había fotos de las zonas tropicales que el doctor Heccomb había

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visitado. También había una camilla, un espejo cuadrado y una mesa debambú. Portia echó un último vistazo y se marchó, siempre con sigilo,bajando las escaleras. Cuando la señora Heccomb despertó, Portia habíaescritoyalamitaddeunacarta.

Escribía:«Hayundormitoriolibre,ycreoqueelsitiotegustará.Podemossalir a pasear en dos direcciones. Sacaré este asunto mañana, que esdomingo…».

LaseñoraHeccombsedespertóyseechóelpelohaciaatrás,comosialhacerloestuvieraescuchandoalgo.

—¿Muyocupada?—preguntó—.Tenemosquesalirenunahora.Iremosatomareltéalacolina…Hayallídosjovencitas,aunquealgomayoresquetú.

Searreglólablusadentrodelcinturónypasóunratoyendodeunextremoa otro de la sala, cambiando la ubicación de uno o dos objetos como sihubiese acuñado nuevas ideasmientras dormía.Una ráfaga proveniente deljardíndeinviernohizovibrarlosarosdelacortina:entoncesWaikikiemitióunodesuscrujidoscomodebarcoy lasolasempezaronagolpearconmásvigorenlaplaya.

Mientras Portia y la señora Heccomb, las dos con guantes de gamuza,subían con toda calma la colina, dispuestas a tomar el té, en los jardinesempezabanaabrirseyalospimpollosdenarcisos.Sealepresentabaunadesustípicasescenasprimaverales, llenasdevientoyde sol,y lasnubesparecíancaersobrelospantanosquesepodíanavistardesdeallí.Másabajo,lacurvadelabahíaparecíacrepitarbajolacambianteluzplateada.

—SupongoquesaldrásamenudoatomareltéconAnna…—Bueno,lociertoesqueAnnanosuelesaliratomarelté.

Deregreso,laseñoraHeccombaprovechóparapasarseconPortiaporlamisa que se celebraba en la capilla. Después entraron por la sacristía yrecogieron unas sobrepellices que la señora Heccomb debía llevarse paraarreglar.Comonopodíapermitirsecomprarfloreshermosasconquedecorarelaltar,estaerasuofrendadeamorparaconlaiglesia.«Loschicossontodosunos salvajes», decía, «las clases acaban casi siempre en peleas». Le llevócierto tiempo revisar las sobrepellices y algomás de tiempo envolverlas enpapeldeestraza,conayudadeunosalfileres.LaseñoraHeccomb,juntoconotrasdamasqueteníanaccesoalasacristía, teníaunaprovisióndepapeldeestrazaparausopersonalylaguardabatrasunarmariosemisagradodepino.

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Elvicariono estaba al tantode la existenciade esepapel.Cadavezque laseñoraHeccombabríaunpaquete,guardabaelpapelylollevabaalaiglesia,asíquejamáshabíapapeldeestrazaenWaikiki…CuandolasdosvolvieronaWaikiki con las sobrepellices, Daphne estaba arrastrando sillas por toda lasaladeestar.

Daphnesehabíapeinadodeunamaneradiferenteysuscabellosparecíandehierrodorado.Lapuertaquellevabaalcomedorestabaabiertaparaqueelcalordelaestufadelasaladeestaraliviaseunpocoelfríodelcomedor:laráfagaquellegabadesdeallíeraciertamentefría.Todospasaronalcomedorparaecharunvistazoy,deformaexasperantementecalmada,Daphnesoplóelpolvoquecubríalasgrosellasdelcentrodemesa.

—Lacampanilladeltimbresuenamuybienahora,querida.—Sí,estábien,pero,cuandolaprobé,Dorisdiotalrespingoquecasi le

daunsíncope.—Puedequesuenedemasiadofuerte.—Lo que quiero decir es que Doris debe aprender a no hacer eso.

Tampocoescapazdeencontrarlacarneenconserva.—Perdón,querida.¡Losiento!Semehabíaolvidadoenelcesto.—Pero, mamá… No ha podido empezar todavía a preparar los

sándwiches. Supongo que has pasado por la iglesia—dijo Daphne, no sinprecipitación.

—Sí,nohemoshechomásque…—Meparecequelaiglesiapuedeesperar.Essábado,despuésdetodo.Esanochesirvieronunacenafríay,comoacabarontemprano,Doristuvo

tiempoparaquitar lamesa.Después,habíaquevestirse.Dickiesemostrabauntantoindiferenteconlafiesta,puesqueríaverunpartidodehockeysobrehielo. Se había pasado en Southstone toda la tarde del sábado jugando alhockeyenelbarro.

—Noséporquéquierenvenir—dijo.—Bueno,despuésdetodo,tambiénvieneClara.—¿Conquéintenciónviene?Eslaprimeranoticia.—Por favor, Dickie… ¡Si tú mismo la invitaste! Eres tú quien le ha

propuestoquesepasaraunratoelsábadoy,desdeluego,seentusiasmóconlainvitación.Creoque,con taldevenir,escapazdeanularcualquierotracitaquetenga.

—Yonoséquécitas tienentusamigas,peroséquejamásheinvitadoaClara.¿Creesqueibaainvitarla justocuandolasÁguilasdeMontrealestánaquí?

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—¿Dequéáguilashablas,querido?—preguntólaseñoraHeccomb.—De las que juegan esta noche en el Icedrome. Daphne lo sabe desde

hacesemanas.—Amímeimportauncominodóndejueganesasmalditaságuilas.Solo

séque túhas invitado aClara.Ynonecesitas insinuar queyo séquéotrascitastieneClara.Meparecequeesasuntotuyo,nomío.

—¿Enserio?¡Nomedigas!—dijoDickie,lanzándoleasuhermanaunamiradallenadedescaro—.Mepreguntoenquétebasasparadeciralgoasí.

—Enqueellasoloaparececuandotúandasporaquí—replicóDaphne.—Creoqueesasuntosuyoadóndeva,¿noteparece?—Enesecaso,novengasahoraconqueellaesamigamía.—Deacuerdo,deacuerdo.Túnolainvitaste.Hesidoyoquienlainvitó.

Y yo no quería ver a las Águilas deMontreal, ¡claro que no! ¿Va a venirCecil,porcierto?

—Acabodeinvitarlo—dijolaseñoraHeccomb—.Penséqueerahoradeolvidarviejasrencillas.Y,además,sehabríasentidotanofendido…

Dickiedijo:—NoterminodeentenderporquétenemosqueinvitaraCecil.—Yo sí —repuso Daphne—, mamá y yo hemos pensado que puede

hacerlecompañíaaPortia.—Ay,Daphne,esofueideatuya,nomía.Porprimeravez,DickiemiródirectamenteaPortia.—Ceciltepareceráunpocomaricón—ledijo.—Esonoescierto,Dickie.—Cecilmecaebastantebien,peronosoportoesosjerséisdemaricónque

sepone.—Tútambiénusasjerséis.—Peronosondemaricón.—A propósito, Dickie, ¡si vieras los saltos que da Doris cada vez que

suenaeltimbre!—¿Demodoqueahorayafunciona?—Nograciasati,desdeluego.—Dickie está muy ocupado, querida. Oye, deberíamos subir para

vestirnos.Dorisestáesperandoaquelohagamospararecogerlosplatos.—¿Por qué no recoge todo de una maldita vez? Dile que abra las

ventanas…Noquieroquelacasaapesteaternerayajamóncuandolagentellegue.

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LastresmujeressubieronylaseñoraHeccombsellevósuúltimatazadecafé.Trasunciertointervalodereflexión,Dickiesubiótambiénacambiarse.EntodalaprimeraplantadeWaikikiseescuchóunestruendodecajonesquese abrían y de grifos que lanzaban chorros de agua. Se había levantado unlevevientonocturnoyWaikikiloenfrentabaconfirmeza,torciéndosecomountransatlántico:cadajunturadelacasasesacudía.Todoellointensificabalasensaciónnerviosaqueantecedealasfiestas.Portialogródeslizarsedentrodesunegrovestidodeterciopeloque,alhaberestadocolgadotrasunacortina,habíaadquiridounasalitrosahumedadinterior:elterciopeloselepegabaalapielporencimade lacamisola.Sepeinóhaciaatrásy seatóelpelocon lacintaroja,demaneratantirantequesintióqueselelevantabanlascejas.Conlosojosdemasiadodilatadosparaversebien,seobservódeformaextraviadaenelespejo.

Fuelaprimeraenbajar.Secolocódecuclillassobrelasbaldosas,juntoala chimenea,y sededicóa escuchar el rugidodel fuego.Con losbrazos enalto,comounafiguraegipcia,giróycalentósucuerpomientrassentíaqueelpegajosoterciopelosedesprendíalentamentedesusomóplatos.

Aquellaseríasuprimera fiesta.El techoparecíamásaltoquenuncaesanocheylasaladeestarseextendíaanteellatensaymisteriosa.Columnasdesombras leonadas se alzaban entre las lámparas de tonalidades naranjas. Elgramófonoestabaabierto,conundiscopuesto;elbrazoconlaagujacolgabacomo un brazo a punto de asestar un golpe mortal a algo. Doris pasó pordelantedePortiasinverla,cargandobandejasyenvueltaenunaampliacapafantasmal. Desde el mar se hubiera tomado a esta casa por otro barcoiluminadomás.Enbreves instantes,ese recintomágicoatraeríaagentequellegaría caminando por la oscura explanada. Portia no vería la cara de susparejasdebaile:todoelquebailaseconellaseríaEddieaquellanoche.

Dickie bajó vistiendo un traje azul con rayas angostas y le preguntó sipodía ayudarle con la alfombra. Acababan de empezar a enrollarla cuandofueraseoyóunaespeciederevuelodemurciélagosyDickiesoltóungruñidoyseacercóalapuerta.EraCecil.

—Sospecho—ledijoCecil—quehellegadodemasiadotemprano.—Sí, la verdad es que sí. A ver, ayúdame amover la alfombra. Como

siempre,mehanpedidoquemeencarguedetodo…Ah,porcierto,elseñorCecil Bowers, la señorita Portia Quayne… Por si no lo sabes, y para tuinformación,queridoCecil—dijoDickieenuntonomássevero—,havueltoafuncionareltimbre.

—Losiento.Porlogeneralnofunciona.

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—Bueno,puesahorafunciona.Tomabuenanotadeello.—Dickie,¿quiénes?—exclamóDaphnedesdelabarandilla.—SoloesCecil.Estáayudándomeaenrollarlaalfombra.En cuanto Cecil terminó con la alfombra, se alisó la corbata y fue a

lavarselasmanos.Portianovionadaobjetableensuaspecto,aunquedesdeluegonoeratanvirilcomoeldeDickie.

—Entiendo que acabas de llegar de Londres—había empezado a decirCecil,peroentoncesaparecióDaphneylepusounabandejaentrelasmanos.

—No,Cecil,ahoranotienestiempoparacharlas.Suactituddejababienclaroque,siCecilsedirigíaaPortia,debíahacerlo

teniendoencuentaqueeraunodelosdesechosdeDaphne.DaphnellevabapuestounvestidodecrêpedeChinemuyapretadoenlos

muslos y cubierto de estampados por doquier: rosas y amapolas florecíanborroneadas por los pliegues de la tela. Con sus zapatos esmeraldas detaconesaltosparecíaaúnmásesbelta.Entoncessonólacampanilla,atronandotoda la casa, y Dickie fue a abrir. En cuanto a Daphne, envió a Cecil y aPortiaalcomedorparaclavar losbanderinesen lossándwichesycontar losvasosparalasidra.

Solo podía espiarse qué había dentro de los sándwiches levantando laspuntas.Asíytodo,noestabasegurodequéclasedepastadepescadoestabanhechos: así que Cecil, después de cerciorarse de que estaban solos en elcomedor,probóunapizcadecadaunoconlapuntadeundedo.

—Estonoesmuycorrecto—admitió—,¿pero,quevoulez-vous?—Nadiesedarácuenta—dijoPortia,detrásdeél.La complicidad que se había establecido entre ella y Cecil los llevó a

sentarseenunpardesillas,aclavarlosbanderinesyamirarseconinterésdehitoenhito.Desdelasaladeestarllegabaelmurmullodelasvocesdelosqueibanllegando.Alláfueranadielosechabademenos.

—LascosasquehacenDaphneyDickiesonrealmentedivertidas—dijoCecil.

—¿Hacenestoconfrecuencia?—Sí, con bastante frecuencia. Casi todos los sábados. Siempre parecen

repletosdeenergía.Perosupongoquea ti,comparadoconLondres,estohadeparecertemuyaburrido.

—Laverdadesqueno.¿VasmuchoaLondres?—Bueno,sí…CuandonomeescapoaFrancia.—Vaya,¿teescapasaFrancia?

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—Sí,deboadmitirquebastanteamenudo.Talvezpiensesqueestoyloco;almenoslagentedeaquílocree.TodosactúanenestacasacomosiFranciano existiera. «¿Qué es eso que se ve a los lejos?», les pregunto cada tanto,cuandoelcieloestádespejado.Meresponden:«Ah,esoesFrancia».Peronolesimpresiona.YosueloirdevezencuandoapasareldíaaBoulogne.

—¿Yvassolo?—Sí, suelo ir solo,pero tambiénvoydevezencuandoconuna tíamía

que es una espléndida compañera de viaje. Y una o dos veces he ido conalgúnamigo.

—¿Quéhacesallí?—Más que nada, caminar. Pese a que está cerca y resulta fácil llegar,

Boulogneesunaciudadmagníficamentefrancesa.DudoinclusoqueParísseamás francesa. Claro, que aún no he estado en París: me temo que puedadecepcionarme…CadavezquenomevenenelPavilion,oenelIcedromeoenelPalais,medicen:«¡Vaya,asíquehasestadodenuevoenelextranjero!».No sé qué se imaginan que hago allí —dijo Cecil mirándoseconcentradamentelapuntadelanariz.Luego,añadió—:Nosésitehasdadocuenta, pero muy poca gente se preocupa por ampliar sus horizontes. Sinembargo,yosiempreintentohacerlo.

—Ah,yotambién—dijoPortia,ymirócontimidezaCecil—.Sobretodoúltimamente,mishorizontessehanampliadomucho.

—Yalocreoquesí—repusoCecil—.Nadamásvertemedicuenta,yporesotehabloasí.

—Algunosdemishorizontesseamplíancasiantesdetenerlosdelante.—Sí, esomismo he sentido yo alguna vez. Por lo común, soy un poco

reservado…¿TellevasbienconDickie?—Cuandollegaste,nosdisponíamosaenrollarlaalfombra.—Esperonohabersidoinoportuno.—Claroqueno.—Dickie es extremadamente popular en el pueblo—dijoCecil conuna

mezcladeorgulloy tristeza—.Diríaquehanacidopara serun líder.YmeimaginoqueDaphneteparecefascinante…

—Enrealidad,casinuncaestáencasa.—Daphne—siguiódiciendoCecilconunasomodereproche—esunade

las chicas más populares que he conocido. Sospecho que será imposibleacercarseaellaentodalanoche.

—¡Madremía!¿Noharásnisiquieraunintento?—Laverdad—contestóCecil—esqueaquíestoymuyagusto.

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Estaban inmersos en aquel momento tan interesante, cuando la señoraHeccomb apareció y losmiró ansiosa.Llevaba un vestido de gasa de colorgranateque,sinduda,nohabíaheredadoprecisamentedeAnna.

—Ah,estabasaquí,querida.Yaestabaempezandoapreocuparme—dijo—. Buenas noches, Cecil, me alegra mucho que hayas venido. Creo quepiensanponerseabailardeunmomentoaotro.

PortiayCecilseincorporaronyseacercaronlentamentealapuerta.Enlasaladeestar,unsilencioinciertolesindicóquelaprimeraeuforiadelafiestahabíapasadoya.Vieronaunasdocepersonas,algunasdepie,otrassentadascontra el rígido respaldo del sofá o sobre la alfombra enrollada. TodosmirabanaDaphne,pasivamentedispuestosaacatarsupróximoplan,aunquesinmostrarmuchoentusiasmo.TalvezlaseñoraHeccombhabíaacertadoaldecir que se iban a poner a bailar de un momento a otro: en caso de queestuvieranpensandoenalgo,sindudaeraeneso.Daphneleslanzóunpardemiradas audaces: eso era lo que ella llamaba «no amedrentarse». Después,girándose,escoltadaporelseñorBursely,queexaminabaunosdiscos,intentóencenderelgramófono.Perotodoparecíaenpuntomuerto:nolograbaqueelaparato se pusiera en marcha. Y sabía que ellos no se pondrían en piemientraselgramófononofuncionara.

Dickie,queestabajuntoaClara,sedijoqueyahabíahechobastante.Consuactitudparecíadecir:«SihubiésemosidoaveralasÁguilas,estonohabríasucedido».Claraeraunachicamenuda,conelpelocenicientoyrizado,narizlarga, pescuezo corto y unamansa expresión ratonil. En torno al cuello sehabíacolocadounaespeciedecollarderosasblancasdeorgandí,porloquesu cabeza daba la impresión de estar servida en un plato. La forma en quecontemplabaaDickieacentuabala inflexiblevirilidaddeeste.Sientreellosseentablabaalgunaconversación,sindudasedeberíaalatenacidaddeClara.

LaaparicióndePortiaenelumbral,juntoaCecil,activóinmediatamenteun resorte interior en Daphne, quien automáticamente se puso a pensar enAnna.Actoseguido,animadasúbitamente,echóaandarelgramófono,bajóruidosamente la púa y ensayó unos cuantos pasos de baile con el señorBursely.Cuatroocincoparejasmásse incorporaronresueltasacomenzarabailar.PortiasepreguntósiCecilibaainvitarla;hastaelmomento,entreellostodohabíasidopuramentecerebral.Mientraspensabaenesto,DickiesealejódeClara, cruzódriblando a los bailarines todo el salónhasta plantarse antePortiayletendióelbrazo:

—¿Bailamos?

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Portia sintiócómo laarrastrabancon firmeza,haciaatrás,haciadelante,obligándolaagirarconcalculadalentitud,comosifueseuntrompo.Alalzarlos ojos, vio en la cara de Dickie la expresión que suelen tener algunaspersonascuandoestánalvolantedeuncoche.Dickie laguiabapresionandolevemente unpulgar bajo el omóplato,mientras que con el índice y con suotro pulgar aferraba la muñeca de Portia; tan pronto como otra pareja seacercaba,letorcíaunpocoelbrazo,comoquiencierraapresuradamenteunanavaja,ylaalejabadeallí.CrucificadacontraelpechodeDickieysintiendosu respiración, Portia notaba que sus pies barrían el suelo como los de unamarioneta. Cada vez menos ansiosa, observó de soslayo el hoyuelo en elmentóndeDickie.Portianosehacíailusiones.ElcomportamientodeDickietenía un único propósito: humillar a Clara para así irritar a Daphne. PorencimadelhombrodelseñorBursely,DaphnelelanzóaDickieunamiradaferoz,llenadeira.Claraeraagradecidayadineradaalavez,asíqueDaphne,por obra de un convenio tácito, obtenía un porcentaje de todos los buenosmomentos de Clara. Pero Dickie, aunque inescrutable, era muy gentil y, amitaddelsegundodisco,ledijobondadosamenteaPortia:

—Telasapañasmuybien.Anteelinesperadoelogio,Portiaseolvidódeunpieyélselopisó.—Lolamento.—No,¡soyyoquienlolamenta!EllateníarazónyDickieaceptósusdisculpascogiéndolaconmásfuerza.

Apoyó entonces la palma de una mano contra las costillas de Portia ycontinuó con el foxtrot, sin dejar demoverla de un lado a otro. En cuantoterminó la canción, la condujo hasta la chimenea, donde hasta hacía unmomentohabíaestado lapobreClara.Reinaencogida,peroexcitada,Portiaechóunamiradaalsalónyvioa laseñoraHeccomb,quetejía,vio lamanodelseñorBurselysobreelmoñodecrêpedeChinejustoencimadelasnalgasde Daphne, vio que Bursely y ella charlaban en el jardín de invierno, deespaldas al salón de estar, vio que Cecil se mostraba desanimadamenteamableconalguienyvioel rostroblancodeClara,oblicuosobresugolillablanca.Deseónoestardespertandolamaliciadenadie.

—Tú no fumas, ¿verdad? —preguntó Dickie con voz un pocoamenazante.

—Noestoyseguradesaberfumar.Dickie,queyahabíaencendidosinprisassupropiocigarrillo,dijo:—Yoentulugarnomepreocuparíaporeso.Casitodaslaschicasfuman

másdeloquedeberían.

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—Talvezyonuncalohaga.—Otra cosa que haríasmuybien en no hacer es ponerte esmalte en las

uñas.Es laclasedecosaquenosdaascoa lamayoríade loshombres.Noentiendoporquélasmujereslohacéis.

—Alomejorporquenolosabemos.—Bueno,yolodigosiempre.Siquieresconoceraunachica,lomejores

decirle loquepiensasa lasprimerasdecambio.Otracosaquenomegustason las bocas pintarrajeadas. Cuando invito a tomar el té a unamuchacha,siempre vigilo su taza. Si deja una huella roja en el borde, le digo: «¡Quésorpresa! No había notado que tu taza tenía dibujitos de colores». Suelenavergonzarsemuchocuandoselodigo.

—¿Ysilatazarealmentetienedibujitosdecolores?—En ese caso me invento otra cosa. Las chicas soléis pifiarla cuando

intentáis ser atractivas conmétodos que hacen que un hombre os pierda elrespeto.Ningúnhombredesearíaparasushijosunamadrequeseadornaconesasinmundicias.Aestepaso,noseráraroquelapoblacióndecrezca.

—Micuñadadicequeloshombressoismuyespeciales.—Noveoquéhayde especial en tener ideales.Yo solomecasaría con

unachicaquepareciesenaturalyfuesecapazdefundarunhogardecente.Ypienso que todos los hombres te dirían lomismo. ¿Te apetece un poco delimonada?

—No,gracias.Aúnno.—Da igual. Tendrás que disculparme: debo prepararme para bailar la

piezaquesigueaesta.Teesperojuntoalgramófono.PortiaestabaapuntodesentarsejuntoalaseñoraHeccombcuandollegó

Cecilylainvitóabailar.—Te han raptado antes de que pudiera dirigirte la palabra —dijo

respetuosamente.ElmétododebailedeCecileramáspersuasivo,yPortiaseencontrócon

que no lo seguía tan bien. Vio la mano ratonil de Clara posada de formaimplorantesobreelhombrodelcompañerodeturno(Dickiebailabaahoraconunamuchachamuyguapa,vestidaconunconjuntoanaranjado),ycomprobóque no usaba esmalte de uñas, a diferencia de la actual pareja de baile deDickie.Despuésde esto, sindejarde contonearse, estudió lasmanosde lasotras chicas y, comoestaba tandistraída, chocóunpar de veces conCecil.Después de tres vueltas, él le propuso que fueran a charlar: era obvio quepreferíasuplano intelectual.Sesentaronenelcanapé,puesallí llegabaunacorriente de aire proveniente del jardín de invierno. Portia se reprochó por

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sentir que el estilo deCecil carecía de autoridad.Cecil dejó de hablar y sepusoaobservarlaconojosresplandecientes.

—Aquívieneesetipo,Bursely,delaAcademiadeMosquetería.Secreeque puede comportarse como le viene en gana y que puede tratar a laspersonas a su antojo. Dudo mucho que Dickie tenga buena opinión de él.Debemosdarleaentenderqueestamosenfrascadosenundiálogo.

Sinembargo,peseaqueellafijóobedientementesusojosenlosdeCecil,elseñorBurselysedejócaerenelcanapé,juntoaella.

—¿Molesto?—preguntósinansiedad.—Deberíasaberlousted—mascullóCecil.ElseñorBurselyrepusoanimadamente:—Noheentendidoloquehadicho.—Hedichoquevoyabuscaruncigarrillo.—¿Quélepasaaestesujeto?—ledijoBurselyaPortiaapenasquedarona

solas—. En realidad, ya fuimos presentados, pero creo que no se enteróporquemirabahaciaotrolado.LehepreguntadoaDaphnequiéneraustedencuantolahevistoentrar,peroellanosehamostradomuyinteresadaenqueyolaconociera.Entonces,lehepedidoalaancianadamaquenospusieraencontacto,peroellanohapodidohacerseoírporencimadeesteruidoinfernal.Bonitafiesta,¿nocree?

—Claroquesí.—¿Estádisfrutando?—Sí,mucho.Gracias.—Esomismodiríayo—dijoel señorBursely—.Veoque lebrillan los

ojosytodolodemás.¿Quémedicedeunaexcursiónaesoquellamanelbar?Solo hay gaseosas; parece que no han conseguido la licencia para expediralcohol.Mehacontadounpajaritoqueelclimaaquíeraalgoseco,asíquemehebebidounpardetragosenlacantinaantesdevenir.

Estoúltimoerabastanteevidente.Portiadijoquepreferíaquedarsedondeestaba.

—De acuerdo —dijo el señor Bursely tumbándose en el sofá yextendiendo sus piernas cuan largas eran sobre el suelo—. Así que reciénllegada…

—Lleguéeljuevespasado.—¿Empiezaaconoceralagentedellugar?—Asíes…—Yo,pormiparte,nolohagotanmal.Porsupuesto,nosotrosvamospor

logeneralaSouthstone.

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—¿Quiénes«nosotros»?—Nosotros, los soldados licenciosos.Dígameunacosa:¿quéedad tiene

usted?—Dieciséis.—¡Diosme asista! Pensaba que tenía usted diez comomucho. ¿Le han

dichoyaqueesunachiquillaadorable?PortiapensóenEddieydijo:—Noconesaspalabras.—Pues bien, yo se lo digo ahora. Su viejo tío Peter se lo dice. Nunca

olvideloquelehadichoeltíoPeter.Honestamente,cuandolaviaparecerporesapuertameentraronganasdeecharmea llorarydeconfesarle todosmispecados. Supongo que le produce el mismo efecto a muchos hombres,¿verdad?

Nodel todoagustoconlasituación,Portiasemetióundedodentrodelmoño.El señorBursely giró sobre el sofá con un brazo extendido sobre elrespaldo.Surostro,bienafeitado,atontadoporlaemoción,seaproximóaldePortia.Sinquererloysinmirarlofijamente,ellasetopóconsusojosazules,desvaídoseimplorantes.Lamiradadeellanohizomásqueflotaruninstantesobreaquellosojos.

—Solamentedígame—pidióelseñorBursely—.Siyomuriese,¿sentiríaustedalgodepena?

—Claroquesí.Pero¿porquéhabríausteddemorir?—Bueno,unonuncasabe.—No,supongoqueno.—Esustedunachiquillapreciosa…—Portia—dijo la señora Heccomb—, este es el señor Parker, un gran

amigodeDickie.ElseñorParkerdeseabailarcontigo.Portia levantó lamirada y se encontró, de pie junto al canapé, con una

especiedebrigadaderescateencabezadaporlaseñoraHeccomb.Selevantócomo si no tuviera fuerzasy el señorParker, conuna sonrisa comprensiva,diounospasosdebaile,lacogióysealejóconella.Bamboleándosefueraderitmo,pordebajodelhombrodelseñorParker,PortiamiróasualrededoryvioqueDaphne,conexpresióntensaymalhumorada,ocupabasulugarenelcanapé,alladodelseñorBursely.

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Solamenteenlaiglesia,duranteelsermón,PortiasedetuvoapensarenloquelehabíadichoelseñorBursely.¿Porquémotivohabíasuscitadoenellaunosecostandesconcertantes?¿Porquémotivohabíatratadodeolvidarsedeello?Allí había algo que Portia evitaba afrontar. ¿Era por esta razón por lo que,desdelafiesta,nohabíapensadoniunasolavezenEddie?Resultaaterradordescubrir que el ser al que amamos puede ser involuntariamentecaricaturizado por alguien que no lo conoce en absoluto. Tal vez el diabloestuvieradentrodel señorBurselycuando lepreguntó,con tantoaplomo,sinadie lehabíadichoyaqueeraunadulcechiquilla.Le impactabanopoderrecordarahoraqueEddie lahubiera llamado jamásdeotramanera.Sentadajunto a la señoraHeccomb, agachándose para examinar las costuras de susguantesnegrosdegamuza—guantesquePortia, imitandoalaseñora,nosequitabaalsentarseconlosbrazoscruzadossobrelasrodillas—,sepreguntósiunsentimientopodíanacerdirectamentedelcorazón,sipodíaser imperiososin ser original. (Pero, si el amor era el único refugio para dos almassolitarias,todoestonoteníaningunaimportancia;lasmayorescompulsionesquesentimosalolargodelavidanosonmásqueimpulsosquenosfuerzanarepetirunmodelopreexistente,unmodeloquenoesnuestrorefugio).

Debajo de su rostro opaco, debajo de esa expresión moldeada por laintemperancia,¿habíasentidoelseñorBurselyelmismoimpulsoque,ensumomento,hizoqueEddieleescribieseaPortiaunaprimeracarta?Pordebajodelafiesta,delbullicioydelaexcitación,PortiatemíaqueelestadodegraciaquevivíaconEddiepudierareducirseaestafrasesensiblerapronunciadaporBursely. Ese miedo había atormentado sus sueños y la había absorbido aldespertar, como las olas que bañan los guijarros bajo el cielo terriblementeserenodelamañana.

Todocorríapeligro,ahora.Haymomentosenqueresultaaterradorcomprenderque,enrealidad,no

estamossolosenelmundooqueestamos,en todocaso, solosenelmundocon otra persona. El teléfono que nos pillamientras soñamos despiertos escomo una voz que nos agrede de forma cruel. La bondad general y tiernahaciaelmundo,especialmente labondaddeunapersonajoven,provienedeuna patética percepción de la irrealidad delmundo.La naturaleza, pasiva y

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feliz,reflejaloquesucede,peropidequenadieseleaproxime,encerradaensímismacomounespejoenunahabitación.Alparecer,existeunpactoconlavida, un pacto de inmunidad. Sin embargo, este pacto no es respetado parasiempre: un accidente callejero, una querella que presenciamos porcasualidad,lainflexióndeunavoz,unrostroquesenosaproximademasiado,unárbolquehaderribadoelviento,elinjustodestinodealguien:bastaalgoasí para que el pacto se rompa. La vida conspira contra la tan anheladareclusión.En el caos que irrumpede pronto, nada sigue siendo irreal, nadasalvo, acaso, el amor. Y el amor tan solo pervive como una amplificadasusceptibilidad:losentimoscuandopagamoselpreciodeexperimentartodoslos riesgos y los pesares humanos. El amante se convierte en el símbolosensibledetodalahumanidadempujadaporelpesodelaespecieatravésdelosimpíoselementos.Elegoísmodelosenamoradosinspirapiedad:esbreve,esunaesperanzadesvalida,esimposible.

Frenéticas sonrisas en las fiestas, insinuaciones cuyo trasfondo es laangustia, intentosdecharlar conciertapersonaaburridaqueyanoveremosmás, atajos para acercarnos por medio de miradas, de abrazos o de besos:todas esas cosas indican que no podemos vivir solos. Y, aparte de que nopodemosremediarlasoledad,alfinalesposiblequetampocopodamoselegirnuestracompañía.El intentode lucharcontra todoestoenWindsorTerraceeraprobablementeloquevolvíatanintranquilalacasa.Esaerróneaactituddevida—delaquetodoseran,aratos,conscientes:desdeThomasQuaynehastalacocinera—producía las tensionesyescaramuzasdeunahistoriaamorosapocoonadapromisoria.CadaunadelaspersonasdeWindsorTerracevivíaatravesadaporunaobsesiónconcreta,pormásligeraquefuese.Elteléfono,eltimbre, la llamada del cartero eran indicios amenazadores, aunque demomento lejanos. Al cruzar el mullido felpudo del umbral, los forasterossufríanungrancambio.AlgodirigíalavidaencasadelosQuayne:laacciónde una especie de freno o factor disuasivo era evidente en la conducta depersonascomoEddie.Almismotiempo,nadieparecíasaberacienciaciertaquésedescartabaosialgovitalestabaechándoseaperderallí.SiMatchetteratemida,sialgoenellaamenazabalacasa,eraporqueparecíamuycapazdemetereldedoenlallaga.

La vida menos rígida que se vivía en Waikiki favorecía uncomportamientofrancoyemprendedor.Nadaregíaallí,sinolamásingenuacorrección: Daphne gritaba, pero no decía palabrotas; Dickiemantenía unaactitudpúdicaysevera;inclusolamanodelseñorBursely,conocasióndelafiesta, se había mantenido unos centímetros por encima del trasero de

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Daphne.Lacorrecciónnoesunfrenoserioparalosinstintos:lanaturalezaseagazapatras lacorrecciónyporesovemosojosquesesalendesusórbitas,pielesquecambiandecolorporimpulsosintensosypocosutiles.Procedentede Windsor Terrace, Portia encontraba en Waikiki la honrada rudeza delestadoprimitivo,dondereinaelmáximoderigidez.Eltemblorquecorríaportodalacasacuandosedabaunportazoocuandoalguienbajabamuydeprisalasescaleras,losruidosdelascañerías,laprodigalidaddelaseñoraHeccombconsusmediascoronasychelines,losinnumerablesindiciosdequeDoriserahumanaynofuncionabaenunespaciovacío,todoellohacíadeWaikikiuncentrodevidaespontánea.Allílavidaparecíaexpresarsumásaltovoltaje,yPortia se maravillaba ante Daphne y ante Dickie, como podría habersemaravillado anteunadinamo.Por la noche, pensaba en toda la energíaquealbergabanlascamasdelosdemásdormitorios.

De esta existencia libre, ahora veía, o volvía a ver, mejor dicho, nosolamentealagenteconocidaenWaikiki,sinoatodaslaspersonasquehabíaconocidoensuvida.Laspocasgrandesfigurasqueallíestabanencarnabanlasociedad con alarmante exactitud, con una justeza innegable. En dichasfiguras se sentía forzada a captar todos los deseos y las pasiones, pues losdeseos y las pasiones son alarmantemente escasos. Su amor aún aspiraba arechazar toda semejanza entre Eddie yBursely. En cualquier caso, algo enella sepreguntaba (o la llevaba apreguntarse) si no eraEddiequien, comocaídodelcielo,habíaocupadolaúltimanocheelsofá.

Portiatanteólamonedadeseispeniquesparalacolecta,laqueteníaentrela palma de sumano derecha y el cuero del guante. El ligero tintineo y laformadelcantodelamoneda,mientrascerrabalamano,lerecordarondóndese encontraba: en la iglesia de Seale, en medio de una congregación dehombreslealesentradosenañosydemujeresvestidasdemarrón,degris,deazulmarinoodelilaconcuellosdepielbarata.Elsol,oblicuoyvaporosoenlasventanasquedabanalsur, formabaunnimbopolvorientoe imprimíaenlasmejillasloscoloresdelosvitralespintados.Volviendounpocolacabeza,reconocióaalgunaspersonasconlasquehabíatomadoelté.Porencimadelaconfiada congregación, la iglesia se elevaba hasta una inescrutable altura.Inclinandosubarbilla,Portiaestudiólavidrieraoesteylarefulgentehistoriaque mostraba. Por haber llegado tarde, solo había captado lo esencial delsermón:aunquehabíaquedadoatráslaSemanaSanta,unonodebíaserahoramásinsensiblequedurantelaCuaresma.

Mecido por las ráfagas del órgano, el coro desapareció en la sacristía,debajo de la torre. Amedida que pasaba la procesión, la señora Heccomb

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miraba con deleite las sobrepellices. La devoción de otras creyentes y unacuota de Brasso le habían conferido a la cruz procesional un doradoresplandor. No bien sonaron los últimos acordes, hubo un intercambio dediscretassonrisasporencimadelanave,ylafeligresíasereunióalegremente.La señora Heccomb era toda una experta en conversar a las puertas de laiglesiay,porconsiguiente, ellayPortiaemprendieronel caminode retornojuntoconungrupodeamigas.DaphneyDickienofrecuentabanlaiglesiayjamás iban el domingo posterior a una fiesta.Cuando volvieron aWaikiki,vieronquelasaladeestar,puestanuevamenteenorden,parecíainundadaporel sol; Daphne y Dickie leían los periódicos del domingo en medio de unpotenteoloracarneasada.Noestabanallíalasdiezyveintedelamañana,cuando la señora y Portia se marcharon a la iglesia. Fuera, las gaviotasvolabanporelairemásbienfrío.LaseñoraHeccombcerródeprisalapuertadevidrio.

—Hola—ledijoDickieaPortia—.¿Cómohasamanecido?—Muybien,gracias.—Bueno, al menos se ha acabado —comentó Dickie, y volvió a

enfrascarseenelSundayPictorial.Daphneaúnnosehabíaquitadolaspantuflas.—Vaya,¡quépesadoesCecil!—dijo—.Llegatempranoynosemarcha

nunca.No entiendo cómo se atreve…Ay, tengo que decirte algo:Clara haolvidadosubolsodeperlas.

LaseñoraHeccombdijo,mientrascolocabaunaodoscosas:—Hanlimpiadomaravillosamente.—Exceptolaestantería—dijoDickie.—¿Aquéterefieres,cariño,conesodelaestantería?—Queunvidrierotendráquearreglarla.EsemilitaramigodeDaphnela

estropeóconelcodo,comopuedesver,mamá,sitefijasconatención.Peroanadieseleocurrequeéldebapagarlacuenta.

—Bueno, no creo que podamos pedirle algo así, querido…Pero parecequelafiestahasidounéxito.

—Nohaestadomal…—convinoDaphne,ocultatraselSundayExpress,yañadióalzandolavoz—:Peseaalgunosqueabandonanasusamigosysevuelvenestiradosconlasdemáspersonas.SielseñorBurselysecayósobrelaestantería fue porque Wallace Parker lo empujó de manera grosera.Agradezcoquenosehiciesedaño,peronomehagustadoquevieratamañabrutalidadencasa.

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—Laverdad—repusoDickie—,dudoquesehayapercatadodeeso.Sehabría quedado incrustado en la estantería si Charlie Foster no lo hubieserescatadodeallí.Cuando llegó,yaestababastante ebrio,ymehancontadoqueseescabullóparabeberunpardetragosrápidosenelImperialArms.Mepregunto qué romperá la próxima vez que venga. Este tipo no termina decaermebien,peseaquesiempremedicesqueignoroquiénesquién.

—Bueno,aClaralehacaídobien.Poresoseolvidóelbolso.Seretrasóporqueseencargódellevarloencochehastasucasa.

—Yame lohabíasdicho.Yesebolsonomegusta,pormásqueseadeClara.Parececubiertodehuevosdehormiga.

—¿Porquénoselodices?—Selodiré,nolodudes.Selodiréestamismatarde.Clarayyovamosa

irajugaralgolf.—Ay,Dickie,¡eresuntramposo!¡Nomehabíasdichonada!Evelynnos

esperaparaunpartidodebádminton.—Puestendráqueesperar,metemo.Claramerecogeráalasdosymedia.

Escasiseguroquevolvamosaquíatomarelté,perotambiénesprobablequevayamosasucasa…Apropósito,mamá,¿podríaDorissermáspuntualconlacena?

—Primero debe poner la mesa, querido. ¿Puedo retirar el periódico?Daphne,¿quévasahacerdespuésdecomer?

—Algunos han propuesto un paseo corto. Después jugaremos albádmintonencasadeEvelyn.¿MeestásdiciendoquetegustaríaquellevaseallíaPortia?

—Eso sería magnifico, querida. ¿Te gusta la idea, Portia? Así, podrédescansar un poco.Todo salió tan bien en la fiesta que hemos trasnochadobastante.

Lacomitiva—Daphne,Portia,Evelyn (laguapamuchachaquesehabíavestido de naranja la noche anterior), Cecil (que, al parecer, no había sidoinvitado) y otros dos jóvenes: Charlie y Wallace— marchaban lentamentejunto al mar, a lo largo delmuro de contención, rumbo a Southstone. Loschicosllevabanpantalonesbombachos,jerséis,sombrerosdefieltroabolladosen la copa y unos calcetines acanalados que daban a sus pantorrillas ciertoaspectoderobustez.DaphneyEvelynllevabanbirretes,pañuelosdecuelloyelegantesabrigosacuadros.Evelynhabíavenidoconsuperro.

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El camino que había encima del muro estaba tan desierto como decostumbre; al pie de la escollera, el mar, que aquella tarde era color azulsardina, se inflaba tersamente entre los rompeolas.Aquí y allá, unagaviotaeraacunadaporlasolasyadoptabaunaexpresiónmásbientonta.Reinabaelolor de los muelles, el olor de las planchas carcomidas por el mar, de lostablones verdosos, mohosos, lamidos por las mareas. El vasto cieloprimaveral trazaba un arco desde el bosque hasta el horizonte marino. Laescolleraformabaunaaltaplataformaporlaquedeambulabanlospaseantes:aquíseolíanosoloelmar,sinotambiénlatierra,pueslasráfagasllegabandeloshuertos, de losbosquesque se abrían en las grietas yhendidurasde lascolinas, de los tojos florecidos en la espinosa penumbra del campo de golfdondeestabanDickieyClara.Lascrestasdelasdoscorrientes,lamarinaylaterrestre, producían una especie de jubiloso nerviosismo al chocar sobre elasfalto,unjúbiloquegirabaenlablancuraazuladadeaqueldíatanserenoyexcitante.

El grupo de Daphne avanzaba con aire tenaz, llenando sus pulmoneshondamente, pero sin sentir nada. Conocían cada pulgada del muro decontención; miraban hacia delante, a Southstone, donde la cúpula delSplendide era de oro refulgente. Estar expuestos a este aireado vacío hacíaquefueranosadoscómplices.Engeneral,seadelantabanyseseparabantodoloposible;pormomentosseapretujabantantoqueentrechocabanloscodos;siseseparabanengruposdedos,unaparejalegritabaalaotra,aplenaluzdeldía.Alfinaldelsendero,demillaymediadelargo,estabalaviejaestacióndebotes de salvamento y, sin decir una palabra, giraron sobre sus talonesdispuestos a regresar. Las chicas formaron un grupo; los tres chicos seubicaronexactamentetrasellasyenfilaronhaciaeloeste.

Con las primeras señales del crepúsculo, con el primer resplandor, losinvadióunavagasensaciónpoética.Unosbostezosdeozonointerrumpieronsu frívola charla. Evelyn cogió del brazo a Daphne; Cecil anduvo a solashastaelbordedelaexplanadayseconsagróapatearunguijarro.Unbonitobergantínapareció,rosadoporlaluz,enelcanal.

PortiatomóalientoyledijoaDaphnesúbitamente:—Tengounamigo…¿Podríavenirapasaraquíunosdías?Asídicho,sinpreámbulos,sonómuyadecuado.Daphnesegiró,pensativa,conlasmanosenlosbolsillos,mientrashundía

elmentónen losplieguesde subufanda.Evelyn,mientras tanto,mirabadesoslayoaDaphne,sinsoltarleelbrazo.

—¿Qué?—preguntóDaphne—.Unnovio,querrásdecir…

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Evelyndijo:—Esenloquehaestadopensandotodoelrato.—¿Paraquedarsecuántotiempo?—preguntóDaphne.—Paraquedarseunosdías.—¿Cuándo?¿Cuántosdías?—Unfindesemana.—Bueno,sitienesunnovio,noveoporquénohadevenir.¿Túvesalgún

inconvenienteenello,Evelyn?—Pues…Yodiríaquedepende.—Sí,porsupuestoquedepende.¿Realmentetienesnovio?—Quiénlohubieradicho—deslizóEvelyn—.Y,sinembargo,¿porqué

no?Daphneseapresuróapreguntar:—¿Esunamigodetucuñada?—Sí.Ellayél…Ellos…—¿No será demasiado elegante para nosotros? —preguntó Daphne,

mirando a Portia de forma burlona, aunque con cierto respeto—.De todosmodos, si tantas ganas tiene de venir, no le hará mal socializar un poco.Bueno,sindudanotegustaperdereltiempo,¿verdad?Porsupuesto,deberásaclararlascosasconmamá.Porsupuesto…Pero,vamos,noseastonta.Ellanovaapensarnadamalo:estáacostumbradaalosmuchachos.

Claro que losmuchachos no eran como Eddie. Tras un silencio, Portiadijo:

—Queríapreguntárteloati.Paraqueluegotúselodijesesaella.—¿Aquésededicatuamigo?—inquirióEvelyn—.¿Diplomacia?—¿Quiénestáenladiplomacia?—preguntóCharlie,acercándose.—ElamigodePortiaquevaavenir.—No,enrealidadno.Trabajaenlaoficinademihermano.—Bueno, bueno… —dijo Evelyn, digiriendo la información. Era la

recepcionistadelsalóndebellezamásimportantedeSouthstone:sucara,sintener en cuenta lo que Dickie pudiera pensar, florecía en voluptuosos yartificiales tonos de color melocotón. Su padre era el señor Bunstable, unimportanteagenteinmobiliarioquenosoloseocupabadealquilarWaikikienverano, sino que poseía también clientes en todo el condado. Enconsecuencia, Evelyn era una luminaria social y gozaba de una sólidaposición.Perono sepodía esperarqueapoyara los sentimientosdeDaphnecontralosQuayne.Loscomerciantesson,antetodo,comerciantes.

—Esmuybonitoqueseatunovio—comentóamablemente.

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—Tucuñada—dijoDaphne,nosinsatisfacción—probablementesufriráunataque.

—Noveoporqué—repusoEvelyn.—¡Porfavor,Cecil!—clamóDaphnegirándosebruscamentehaciaél—.

¿Puedesdejardepatearesapiedra?—Losientomucho,estabapensandoenalgo.—Si loquequieresespensar,¿porquévienesapasear?Cualquieraque

nosviesediríaqueestoesun funeral…Oye,Wallace,oye,Charlie: ¡Portiatieneunaideamuypobredeloschicosdellugar!Quieretraeraquíasupropioamigo.

—Los exponentes locales quedan así bastante desprestigiados —dijoWallace—.Pero,enfin,¿quépodemosesperardelasmujeresdeLondres?

—Sí, es verdad —repuso Daphne—. Cualquiera de la zona estaríasatisfechaalvercómoCecilledapatadasaesaviejapiedra.

—¡Ay,noesasí!—dijoPortiamirándolosconansiedad—.Nomereferíaaeso.

—Noveocuáleselproblema—dijoEvelyndandoeltemaporzanjado.Después, escaló unos peldaños y le silbó a su perro, que había bajado a laplayayseestabarevolcandosobrealgohorrible.

LosotrosesperaronaEvelyn.Laaccióndedetenersehizoqueelgruposintieraunleveescalofrío,comolasacudidaquesesienteenuntrencuandoestearranca.Peroellos,enrealidad,parecíanuntrendecargamásqueuntrendepasajeros:dichososcomounafiladevagones,observabanelcaminoquepronto iban a recorrer. Por encima de Seale, que a la distancia asomabacoronadoporlaiglesia,elhumosedisolvíabajoelflamantesolprimaveral.El velo confería un aire etéreo a las casas de la colina, con sus jardinesarbolados;detrásdelosbalconesylascornisas,lacolinaadquiríatonalidadesazules, como un fantástico puesto fronterizo. Portia echó una ojeada a losdemásy lealegrócomprobarquesehabíanolvidadodeEddie.MásquenopensarenEddie,nopensabanennada.

Había aprendido a alarmarse menos con los amigos de Daphne, pueshabíaaprendidoaentenderelsentidodesussilencios.Ciertagentenosalarmadebido al temor que nos causa su presencia continua e interesada. Pero enSealelacontinuidadsoloconsistíaenlaacción:siinterrumpíasloqueestabahaciendo alguien, interrumpías las ideas que había tenido. Cuando estosjóvenesinterrumpíanloqueestabanhaciendo,sedeteníandeltodo,comounreloj. De modo que nada, absolutamente nada, llenaba esa interrupcióncuando,cadadomingo,ibanatomarelté.Esprobablequeelaromadeunas

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pastascongrosellas,deunosbizcochosdechocolateydeunostibiossillonesde cuero llegara hasta ellos, vibrante, desde la casa de Evelyn. Habíancaminado;prontoregresarían;lacaminatateníaquehaberleshechobien.

ElperrodeEvelynsubiólosescalonesconunolorrepugnanteenellomo.Elanimal,trasunareprimenda,meneólasancasalegreyservil.Leordenaronque se sentara, pero no podía estarse quieto, así que el grupo, siempre ensilencio,reanudósumarchaaunritmoregular.

EncasadeEvelyn,Portiatuvotiempodepensareneldomingopróximo(oenelotro)porquenadiehablabamuchoyellanojugabaalbádminton.LainmensacasadelosBunstablehabíasidoconstruidaaprincipiosdelosañosveinte,yeradeantiguoestilonormando:conunaoscuraynudosamaderaderoblepordentroyporfuera.Elconjuntoparecíaunasumaderecovecos,conventanasmetálicasdegruesovidrioverdosoquediluíanelcieloprimaveral.Lasescaleraseran señoriales, los salones suntuososypintorescos.Entre losazulejos,unosdiscosdebronceodecobredeformabanpor todaspartes lascaras. La influencia normanda había cruzado de forma tan oblicua el canalquemuypocospobladoresdeSealesabíanquelacasanoeradeestiloinglés,aunque databa de tiempos más dichosos. El comedor era tanimpresionantemente oscuro que tuvieron que encender unas lámparasanticuadas. Evelyn trataba a su madre con desdén, pero con gentileza; encuantoalpadre,habíasalido.Cecilquisosentarseal ladodePortia,pero loenviaron a la otra punta, donde estaba la tetera, para que conversara con laseñora Bunstable. Casi enseguida, dejó caer una porción de bizcocho demantequilla sobre sus pantalones y se pasó la mayor parte del té con aireausente,mientrasenvanointentabaquitarselamanchaconunaservilletaquehumedecióenaguacaliente.

Después del té, pasaron al campo de juego de bádminton, que tenía untecho de vidrio: varias zapatillas con suela de goma, destinadas a todo elgrupo,colgabandesuscordonesenunafiladeganchos.Mientrassecalzaban,Portiasesubióaunaltotaburetequehabíajuntoalaestufa.Allíarriba,tuvola impresiónde serunpájaroe imaginóaEddieparticipandodeaquello,eldomingopróximo.Anoserque,cuandollegaseelmomento,losdosoptaranporquedarseaunlado,aorillasdelmar,noeneldiquedecontención,sinocercadelastorres,contemplandolasolasquerompenenlaarenallana.No.Eso no sucedería: ella y Eddie no debían perderse de ningún modo lasdiversionesdeldomingo.Ellos aúnnohabíanestado juntos en sociedad.Elmero hecho de haber pronunciado en la playa el nombre de Eddie habíalogrado que los amigos de Daphne se mostraran más solícitos con ella—

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aunque luego hubiesen olvidado la razón—. Tanto, que Portia se sentíarodeada de mayor afecto. Si quería entablar con ellos un contacto másestrecho, ¿quién podía ayudarla más que Eddie? Él era capaz de derretircualquier hielo; Portia se sentía muy orgullosa de él. El deseo de exhibirpúblicamenteanuestroamantetienemuchodesentimientotribal.Eldeseodemostrarquealguiennosamaespartedenuestroamorpropio.Cadaunoseríaparte,ahora,delsecretodelotro;sucomplicidadyanoselimitaríaacuandoEddie le guiñaba un ojo desde la otra punta de un salón.A solas, tenemosvisionesmásbienincompletas:nosabemosconcertezaquéesgraciosoyquéno. Uno de los goces más concretos del amor consiste en que podemosverificarconalguienmás loocurrido.Desdequesehabíanvistoporúltimavez,Portiacreíanohabervueltoareír;habíasonreído,desdeluego,peroparasatisfaceralosdemás.No,seríaunerrorquedarsejuntoalmar.

Eliminadoenlaprimerarueda,CecilatravesóelterrenoysedetuvojuntoaPortia:apoyóunpieenunabarradeltabureteyestepropagóunavibraciónsemejanteaunsuspiro.Portiasepusoapensardeinmediatoenotracosa.Enla otra punta del recinto, la madre de Evelyn puso una música queacompañaba los gestos de los jugadores —los raquetazos, las cimbreantesjugadas, el ruido de cada impacto— con un ritmo tan vivaz que alegró aPortiaydeprimióaúnmásaCecil.

—Nomegustalaprimavera—dijoCecil—.Hacequemesientaunpocodesastrado.

—Túnomeparecesdesastrado,Cecil.—Lo parezco con este bizcocho encima —respondió mientras tiraba

tristementehaciabajodesupantalón—.¿Enquépensabas?—Yahedejadodepensar.—Sí, pero pensabas en algo, ¿verdad? Te he visto. Si fuera más

emprendedor,teofreceríaunpeniqueportuspensamientos…—Tratabadeimaginarcómoseráeldomingopróximo.—Será como siempre, supongo. Aunque en esta estación del año uno

empiezaaanhelarcambios.—Estoesuncambioparamí.—Por supuesto. Es agradable pensar que esto supone un cambio para

alguien. También será un cambio para tu amigo, espero. Qué gracioso, laprimeravezqueteviencasadeDaphneteníaselaspectodenotenerunsoloamigoenelmundo.Supongoqueesofueloquemeatrajodeti.Alparecer,tehemalinterpretado.¿Realmenteereshuérfana?

—Sí,losoy.¿Ytú?—preguntóellaconbrusquedad.

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—Porelmomento,nolosoy,perosupongoqueesalgoquellegatardeotemprano.Elfuturoacechamimente.Ycreoquetengoalgodelobosolitario.Meentiendobienconlaschicas,perohastaciertopunto.Apartirdeahí,ellasmeencuentrandemasiadoenigmático.Nomeresultafácilaventurarme.Creoquelaschicas,ensumayoría,noaprecianlaamistad;loquerealmentedeseanesqueunoleshagalacorte.

—Amímeagradamucholaamistad.—Ah—dijoCecil,ylamirósombríamente—.Pero,simedisculpas,eso

se debe a que eres joven y los chicos no han empezado todavía a meterteprisa.Cuando eso empieza a ocurrir, las chicas pierden la cabeza. Tú eres,aún,másbientímida.Ayersufríbastanteporti.

Portia no supo qué responder. Cecil volvió a agacharse y observó suspantalones.

—Porsupuesto,puedollevarlosalatintorería.Peromecostarádinero,yestoyahorrandoparaviajaraFrancia.

—Talveztumadrepuedalimpiárteloscongasolina.Siemprelausoparaquitarlasmanchasdemantequillaodegrasademiropa.

—¿Deverdad?—preguntóCecil—.Oye—añadió—,megustaríasabersiunadeestastardesquerríasveniraSouthstone,enelautobúsdelascincoymedia,paraquenosveamosalsalirdelaoficina.Podríamosiraunconciertoen el East Cliff Pavilion e incluso a comer algo. Es un sitio muy bonito,bastantecosmopolita.Siteapetece…

—Desdeluego.¡Meencantaría!—Tratohecho.Yafijaremoslafecha.—Eresmuyamable,muchasgracias.—Nodebesagradecérmelo—repusoCecil.El partido había terminado: Charlie y Daphne acababan de vencer a

Wallace y Evelyn. Esta última se acercó a ellos dos y arrastró a Cecil alterrenodejuego,diciéndolequedebíareemplazarla.

—¿Noquieres intentarlo?—lepreguntóconamabilidadaPortia—.Ah,ya entiendo loquepasa.Tediré lo quevamos a hacer: vienesundía entresemanaypracticasconClara.Ellaquierepracticar.Entonces,sí,podrásjugarlapróximavez…¡Madremía!—exclamóEvelyn—. ¡Aquí falta aire! ¡Estesitioestámalventilado!

CogiendoaPortiadeuncodo,atravesótodoelterrenoyabrióunapuertaquedabaaunjardín.Encontrasteconlasintensaslucesdelinterior,eljardínsehallabasumidoenunapenumbraazulada.Lapuerta,alabrirse,espantóaun pájaro que revoloteó para salir de un matorral. Las luces de la ciudad

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parpadeaban entre las ramas que se mecían desnudas: al fondo se oía elcrepitardelmar.EvelynyPortia,depieenelumbral,llenaronsuspulmonesconeloscuroysaladoairedelaprimavera.

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QueridaPortia:¡Quémaravillosa idea!Por supuestoquedeseo ir, perono

sé si seré capaz de hacer una escapada. Si realmente meesperan, lo intentaré. No, no me importaría dormir en eltrastero.SupongoquetendréqueoírlosronquidosdeDickieatravésdelapared.Seguimostodosmuybienaquí,enlaoficina,conlaausenciadeThomas.SialseñorRattisbonenoledaunodesusataques,creoquepodréescabullirme.Otroasuntoesquetengo comprometidos los tres siguientes fines de semana. Elpróximo,meparece,seráelcompromisomásfácildeeludir.Sime gano enemigos a causa de ello, te tocará consolarme. Encaso de que vaya, llegaré en el tren de la mañana del quehablas.Teloharésaberelviernes.Lamentosiesalgotarde.

Ojalá que tus brillantes amigos simpaticen conmigo. Mesentirémuytímido.Bueno,cariño,aquídeboponerpuntofinal:hacetresdíasquemeacuestotardeymesientofatal.Encuantodesapareces,empiezoairporelmalcamino,locualdemuestralo importantequeeresparamí.Peromeveoempujadoasalirporque,comosabesbien,detestomihabitación.

Acabo de recibir un brevemensaje de Anna. Parecemuyfeliz.Enfin,yatecontaré.Ojalápuedaviajar.

Contodomicariño,

Eddie.

Lacarta,bastanteperturbadora,llególamañanadelmiércoles,mientraslaseñora Heccomb se ocupaba de embellecer el trastero. Había aceptado sinproblema la idea de la visita, pues le habían presentado a Eddie como unantiguo amigo de familia deAnna y Thomas que simplemente venía a vercómose encontrabaPortia.Esto leparecía sumamente correctoa la señora.En cambio, le resultaba poco menos que inaceptable que un amigo de losQuayne tuviese que dormir en el trastero. Pero Daphne y Dickie nopropusieronelmenorcambioylavigilabandenoche,nofueraaocurrírseleaellamudarsedehabitación.CuantomásempeñoponíaDaphneendecirqueel

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trasteronomataríaaEddie,mássearrugabaelceñodelaseñoraHeccomb,quien compró más esteras y puso en aquella habitación su espejo modeloSheraton. Incluso instalósuprie-dieuparaquesirvierademesilladenoche,improvisóunalámparaconunaflorituradepapelrojoylepidióalamadredeCeciluncolchónyunedredón.

Portia seguía estos preparativos con creciente inquietud, temiendo queEddie finalmente no viniera. Sentía que la enorme amenaza de una posibledecepcióncrecíaadiarioenlacasa,puesnisiquieraDaphneeraindiferente,einclusoDickiehabíatomadonotadequeaguardabanauninvitado.Envano,PortiarogabaquelaseñoraHeccombnoperdiesedevistaquelosplanesdeEddie para el fin de semana pendían de un hilo. También se alarmó aldescubrirlaimagenseriaysólidaquelaseñoraHeccombsehabíaformadodeEddie,aquienimaginabaconcertezacomounaespeciedecomandanteBrutt.Adiferenciadeella,suhijastraestabamásenterada.NobiensemencionabaaEddie, una mirada pícara refulgía en los ojos de Daphne. En cuanto a losasuntos de la propia Daphne, no iban demasiado bien. El señor Bursely, apesardelbuencomienzo,nohabíavueltoaaparecerdesdeelúltimosábado;ahoraDaphne había adoptado una actitud despectiva hacia losmodales taneducadosdeWallaceyCharlie.

ElsegundopuzledelcomandanteBrutthabíallegadoelmiércolesporlamañana,almismotiempoquelacartadeEddie,yPortiasepusoamontarlodeinmediato,enlamesadeljardíndeinvierno,puesesolaayudabaaserenarlosnervios.Prontoentrevióqueelpuzlemostrabaunaescenadedespliegueaéreo. Esa semana había mucho sol; sus ojos se encandilaban mientrasencajabaunapiezaconlaotra,ylasombradeunagaviotaenelpuzlehacíaque de tanto en tanto levantase la mirada. Los aviones, que se recortabanmacizos contra un cielo de color ultramarino, empezaron a adquirir forma,unotrasotro,y,altiempoquePortiauníalaspiezasconlosespectadores,lepareciónotarunaamenazaounapromesaencadarostroquemirabaalcielo.Unatarde,Dickieleofreciósuayuda:pusieronlamesabajounalámpara,yfuecapazdearmarunaambulanciaquePortianohabíaosadoempezar.

EnesosdíasrecibióunapostaldeAnna,unaesquelabrevedeThomasyunaextensacartadeLilian,cuyaspenasparecíanyamuylejanas.

CadamañanaibaalpuebloconlaseñoraHeccomb.LaseñoraleinsistíaparaquevisitaraaDaphneenSmoot.Laprimeravisitafuealarmante:enlaplanta baja de la biblioteca, la calefacción soltaba un olor gomoso de loslibros y Daphne debía fruncir todo el tiempo la nariz. En el sentido másamplio,laliteraturaequivalíaallíamalolor.

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El sol lanzaba sus dardos sobre la cabeza rizada de Daphne. En lapenumbra,alfondodelabiblioteca,unacompañeradeDaphneleíaencorvadasobreunamesa.EldesdénhacialalecturaquedabaimplícitoenlaformaenqueDaphnetejía,dejabadetejerparalimarselasuñasytejíaotraveztirandoimpacientementedelalargahebradelanaparaatraerelredondoovillorojo.Eltemblordelamadejanolograbasacudirlaapatíadelgatodelabiblioteca:un cazador de ratones introducido en aquel sitio tan pronto los roedoreshabíaniniciadosuasedioalasbelleslettres,peroquesolotrabajabaporlasnoches. No había un solo suscriptor en la biblioteca cuando llegó Portia.Reclinándose,Daphnelaobservóconactitudimperturbable.

—¡Hola!—ledijo—.¿Quéhacestúaquí?—LaseñoraHeccombpensóquepodríagustartequetevisitara.—Sí,porsupuesto—dijoDaphne,perocontinuótejiendomientrashacía

correr la lengua por la boca, de unamejilla a otra. Posando un dedo en elescritoriodeDaphne,Portiamiróalrededoryexclamó:

—¡Cuántoslibros!—Ynosontodos.Tomaasiento.—Mepreguntoquiénloslee.—Muy sencillo—contestó Daphne—, pronto verás quién. ¿Tu cuñada

lee?—Dicequelegustaría,peroquenotienetiempo.—Es asombroso todo el tiempo libre que tiene la gente. Es algo

asombroso,realmente.SupongoqueAnnatendráalgunaclasedesuscripción.Esagentesiemprevieneconpretensiones.Pidenunlibro,porejemplo,antesdequeunolohayaencargado.Supongoquedeestemodocreenquelesacanprovechoasudinero.Loqueyodigoesque…

Desdeelfondodelasala,laseñoritaScotttosióenseñaldeadvertencia.Esoparecíaindicarquellegabansuscriptores.Dosdamasseaproximaronalamesa,dijeron«buenosdías»conextremagentilezaydevolvieronsus libros.Daphneguardósutejidoylasobservó.

—Quémañanatanhermosa…—Sí—dijoDaphnedemodocortante.—¿Cómoestásumadre?—Bien,gracias.Ladamaqueaúnnohabíahabladosehabíapuestoaexaminarunamesa

con las últimas novelas recibidas. Su amiga lanzó a esos libros unamiradanostálgicay,muydecidida,sedirigióalsectordealtaliteratura.Unavezallí,acomodó su pince-nez en un punto exacto de la nariz, eligió una serie de

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libros, miró los títulos, las ilustraciones y fue poniéndolos de nuevo en sulugar, uno tras otro, con diversos suspiros de decepción. ¿No sabía que aDaphnelairritabaquelagentesedistrajesemanoseandoasíloslibros?

—Tienequehaberaquíalgoquemeagrade—dijo—.¡Estandifícildarsecuentasoloconlascubiertas…!

—Señorita Scott—soltóDaphne con voz quejumbrosa—, ¿puede ustedayudaralaseñoraAdams?

Mortificada,laseñoraAdamsdijo:—Tendríaquehacermeunalista.—Sí,hayquienpiensaquesondeayuda.AlaseñoraAdamsnolegustabaseratendidaporlaseñoritaScott,quien

le propuso una colección de ensayos que a ella le avergonzó rechazar. LaseñoraAdamsmiróansiosamenteasuamiga,quevolvíadelomáscampanteconunanovelaqueparecíamuyentretenida.

—Nodeberíausteddejardeleerestos:estánadmirablementebienescritos—dijo la señorita Scott echándole a la señoraAdams unamirada de arpía.Pese a su estilo servicial, estaba aprendiendo a ser tan bravucona comoDaphne.

Daphnehabíaextraídodelcajónlastarjetasdelossuscriptoresyesgrimíaunlápiz,afindetrazarenellasunasmarcasdespectivas.QuedabaclaroqueDaphneproporcionaba,ysabíaqueproporcionaba,ciertoprestigioenSmootconsuformadisplicentedetolerarlastransaccionesqueseefectuabanallí.Suevidente decisión de no leer en ninguna circunstancia ponía en unadesventajosa situación a los que se habían vuelto esclavos de dichacostumbre: una desventaja que, al parecer, ellos disfrutaban. La señoritaScott, aunquemuchomás útil, era poco relevante: a diferencia deDaphne,ella no era una dama y no solamente leía, sino que incluso le pagaban porleer, lo cual era peor. De todos modos, no tenía el imponente aspecto deDaphne.LamayoríadelossuscriptoresdeSealeeranpersonasmaduras,ylaedad e incluso la forma más modesta de intelecto tienden a convertir a lagenteenesnob.TalvezhubierabibliotecasdondeDaphnenohabríasidotanbienvista.Pero,paraestaclienteladeindividuosendeclive,sujuventudysudisplicencia la situaban por encima de la literatura. Estos lectores noesperabanyademasiadodelavidaysoloosabanbuscarenlaspáginasdeloslibros lo mucho que habían perdido. Puesto que los ancianos suelen sermasoquistas,susmenguantescorazonesseestremecíanconlafríaydescaradasonrisadeDaphne.Talvezsetratara,alfinyalcabo,deunintercambiodecrueldades,pues lossuscriptoresdeSmoot tenían,endefinitiva,elpoderde

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encadenarallíaunahermosamuchacha.Unazonadesgastadaenlaalfombraque había debajo del escritorio de Daphne les habría mostrado, si elloshubiesenquerido apreciarlo, los efectos de la rabia conque ella hundía sustacones en el suelo. En los días de pleno sol, los suscriptores solíancomentarle que era injusto que tuviera que permanecer encerrada allí, yenseguidasemarchabanconsuslibrosenbuscadelsoldelacalle.

ElrespetoquePortiasentíaporDaphneaumentabamientraslaveíasacarlas tarjetas de la caja archivadora. Examinando los estantes, vio que losautoresestabanenperfectoordenalfabético,loquedeporsíparecíalalabordeunamentemagistral.Además,aunqueDaphnedetestaralaletraimpresa,leagradaban especialmente las encuadernaciones elegantes: los libros que ellacuidabaeranlosmáslujosos.EncuantolaseñoraAdamssehuboretiradoconsu amiga, la señorita Scott reanudó su lectura con una llamativa sonrisa,mientrasDaphneselevantabaeibaunaodosvecesalaventanaarreglándoseconambasmanoslafalda,alaalturadelascaderas.Luegodiomarchaatrásconungruñidoyvolvióaponerseatejer.

—¿Hastenidoalgunanoticiadetuamigo?—Todavíano…—Puesyocreoquevendrá,sinlamenorduda.Mástarde,esemismojueves,segúnloconvenido,Portiacogióelautobús

rumboaSouthstoneparaencontrarseconCecil.Laabsolutaconfianzaquelaseñora Heccomb tenía en Cecil le quitaba bastante encanto al viaje. PortiallegómuytempranoyesperóalpiedeunbloquedeedificioshastaqueCecilasomó sonándose la nariz.Atravesaron calles invadidas por el viento y loshoteles particulares, hasta llegar al East Cliff Pavilion. Era una vastaconstruccióndevidrio,devariasplantas,hábilmenteadosadaalbordedeunacantilado.Seaccedíaaellaporlapartealta,comoaunacatacumba.Unafilade balcones acristalados daba al mar, que mostraba un diluido tono lilacuandoterminóelconcierto.Portiano teníabuenoído,perosubióunpuntoen la estima de Cecil al reconocer una melodía deMadame Butterfly. Dehecho, la orquesta había tocado varias piezas que Irene y ella habíanescuchado de modo ilícito, merodeando por hoteles palaciegos en elextranjero.Alasseisymedia,losempleadoscorrieronunascortinascomositendieranunmantosobreunpaisajeextinto.Alfinalizarelconcierto,CecilyPortiadejaronsusbutacasde terciopelorojoyse instalaronenunamesadevidrio donde comieron pescado con huevos poché ybanana-splits.Aunqueexcesivamenteiluminadas,lasalaysusfilasdemesasestabancasivacías,yno había allí más que un majestuoso silencio. El sitio seguramente estaría

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animado en otras circunstancias. Portia seguía a medias la sesudaconversacióndeCecil:undíadespués,alamismahora,sabríasiEddieveníao no. Subieron al autobús de las nueve menos cuarto, que los condujo deregresoaSeale,yenlapuertadeWaikiki,aldesearlebuenasnoches,Cecillediounplatónicoapretóndemanos.

El tiempo transcurrido entre la carta de Eddie y su llegada parecíacomprimirsehastadesaparecer.Eltiempoexistíaenlamedidaenqueestabahecho de angustia. El suspenso de la semana, aunque algo desconcertante,había tenidosupropiamelodía,sudibujo;ahoraquePortiasabíaqueEddieibaavenir,lamelodíaseacallaba.Paralaspersonasquevivendeilusiones,enfrentarseasuconcreciónequivaleatenerquepasarunaarduaprueba.Lasilusionessonlaformamás temerariadelsueño;pero lossueñossecumplenen elmundo despierto: la diferencia es sutil y amenudo dolorosa. Lo quePortia había empezado a disfrutar desde la mañana del viernes era laanticipación,perohabíadescubiertoquelaanticipaciónyanoledeparabaelpuroplacerquehabíasentidoenelprimermomento.Aunquehubiesetenidoun año de anticipación, el placer prometido nunca habría llegado a tiempo:consumir el tiempo intermedio era una tortura. Pero ahora descubría quepodía desear que el sábado no llegara tan pronto. Inconscientemente lorepelía, lo ahuyentaba con una mano. Su falta de avidez y compostura—sumadaasunecesidadderecobrarestasdoscosas—lehizoverqueyanoeraunaniña.Resultabaimpactanteestapérdida,estecambioensumaneradeser;tanimpactantecomohabríasidoadvertiruncambioensupropiocuerpo.

El sábado por lamañana pasó despierta unminuto antes de atreverse aabrir los ojos. Entonces vio las cortinas blancas a causa de la luz. El día,implacable,demasiadogrande, sederramabaenelmaryenelmarcode suventana.Seguidamentepensóque talvezhubiera llegadounasegundacartadeEddieanunciandoquenovendría.Peronohabíaningunacarta.

Más tarde, el cielo no se oscureció, pero se veló; la niebla ocultaba lalínea de la costa; el sol no brillaba del todo. No habíamuchas precisionessobre el tren matinal que tomaría Eddie: simplemente que llegaría en elmismotrenquehabíacogidoPortia.LaseñoraHeccombquisoenviaruntaxia esperarlo, pero Portia pensó que Eddie se sentiría incómodo y que no leharíaningunagraciatenerquepagareltaxi,demodoquesedispusoqueunmozo trajera sumaleta.Portia fuea esperarle a la estación, en loaltode lacolina.Oyóelsilbidodeltrenentrelosárbolesdelbosque;despuésoyóotro

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silbido y vio que el tren tomaba la curva con lentitud. En cuanto Eddie seapeó, fueron los dos al parapeto, y desde allí contemplaron el paisaje.Después,semarcharonjuntoscuestaabajo.Latardenoeracomolatardeenquellegóella:unanuevasemanadeprimaverahabíasuavizadoelaire.

AEddielesorprendióelpaisajequepodíaversedesdeelparapeto,puesnopensabaqueSealequedaratanlejosdelmar.

—Pues,sí,quedabastantelejos—dijoellaalegremente.—Yocreíaqueeraunpuerto.—Lofue,enefecto.Peroelmarseretiró.—¿Hablasenserio,cariño?¡Quién lohabríadicho!—exclamóEddiey,

agarrandoaPortiaporlamuñeca,labalanceóunpardevecesconmetódicaalgarabía mientras, entre la gente, bajaban la cuesta de la estación. Deimproviso,soltándolelamuñeca,sepusoapalparselosbolsillos.

—¡Diosmío!¡Semehaolvidadoenviarestacarta!—Oh,¿esunacartaimportante?—Tiene que llegar esta noche.Va dirigida a una persona a la que dejé

plantadaportelegrama.—¡Teagradezcomuchoquehayasvenido,Eddie!Eddiesonriódemodocómplice,aunqueunpocoautomáticoyturbado.—Hetenidoqueinventarmemilexcusas.Peroestacartadebellegaresta

noche.Noimaginaslosusceptiblequepuedenseralgunaspersonas.—¿Nopodemosecharlaahoramismo?—Metemoquefaltaelsello…Detodosmodos,esagenteyameodia.En

fin,Londresquedaahoramaravillosamentelejos.¿Dóndehayunaoficinadecorreos,querida?

Tras esta desesperada ocurrencia, la cara de Eddie se despejó. Ya nofruncíaelceñoantelacartay,cruzandoelcamino,laechóalegrementeenelbuzóndelaesquina.Desdelaaceradeenfrente,Portiatardóunmomentoenentenderqueélibaaregresarjuntoaella,yahoraestabandenuevojuntos.

Trashabercruzadolacalle,Eddieledijo:—¡Tehasrecogidoelpeloenunmoño!Ysiguesusandolosguantesde

lana.Entrelazólamanodeellaconlasuya,eintrodujounosdedosenelguante.—Quésuave—dijo—,comounnidoderatoncitos.Avanzabanlentamenteporaquelsenderoencurva.Eddieleíaenvozalta

los nombres de los portones blancos de las viviendas. Aquellos portonesestabansalpicadosdemanchasverdesdelahumedadquecaíadelosárboles.Las casas se divisaban entre la vegetación. El mar, de momento, no era

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visible: un poderoso silencio de tierra adentro, que la hora teñía de gris,llenabaelsendero.AúnnosepodíaveraSealemásalládelacolina,perosuhumoseelevabapordetrásdeunasconíferas.Despuésoyeronelrumordeunarroyo,comounaespeciedecañón.LasumadetodoaquellohizoqueEddieexclamara:

—Cariño,¡estelugarpareceirreal!—Yaveráscuandovayamosatomarelté.—Deacuerdo,pero¿dóndequedaWaikiki?—Yatelohedicho,Eddie:alladodelmar.—¿EstámuyalteradalaseñoraHeccomb?—Muy alterada, sí, aunque no hace falta mucho para alterarla. Hasta

Dickiemehadichoestamañana,alahoradeldesayuno,queesperaverteporlanoche.

—¿YDaphne?¿Estánerviosa,tambiénella?—Yocreoquesí,perotemequeseasunesnob.Tendrásquedemostrarle

quenoloeres.—Mealegramuchohabervenido—dijoEddieredoblandoelpaso.EnWaikiki, la conductade la señoraHeccombnoestuvo, enunprimer

momento,alaalturadelascircunstancias.MiródosvecesaEddieysoltó:—Oh…Después pareció reponerse y dijo que estaba encantada. Le tendió una

manoyrodeónerviosamentelamesadeltéconlamiradaclavadaenlasiluetade Eddie, como si examinase una aparición repentina. Cuando todos sehubieronsentadoatomarelté,laseñoraseinstalódeespaldasalaluzyasípudo tenerunavisiónmenosborrosadel recién llegado.SiemprequeEddiehablaba,losojosdeellaseposabanensufrente,enelpuntoexactoenquelenacían unos tumultuososmechones. En las inevitables pausas de la charla,PortiacreíaescucharlasideasquelaseñoraHeccombarrastrabayrecolocabacomo sillas antes de una fiesta. Aunque el té era abundante, a la señoraHeccomb se la veía tan distraída que Portia debió encargarse de pasar losplatosconlaspastas.Depronto,sepreguntóquiénpagabatodoaquelloysiestababienque,porculpadeEddie, lagentedeWaikikidebiera incurrirengastosextras.

También se preguntó si la señora Heccomb estaría preocupada. Comohabíavividoenhotelesdondelascuentasesperansemanalmentealpiedelasescalerasydondeningún«extra»sepasaporalto,teníaarraigadalaideadeque las personas cuestan dinero y de que resulta irremediable incurrir engastos.Portiapensabaque,alvivirenWindsorTerrace,alcomertodoloque

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ella comía, al dormir entre sábanas que había que lavar, al respirar el airetemplado del hogar, se había convertido en un gasto para Thomas yAnna.Claroqueesosgastosquedabanminimizadosporlossentimientosfamiliares.Ahora, Portia confiaba en que pagarían sus gastos en Waikiki con lasuficientegenerosidaddeincluirtambiénelpreciodelaspastasqueEddieibaa comer. Pero la incertidumbre hacía que ella moderara hasta su propioconsumodeté.

Eddie tuvo la ventaja, durante el té, de no estar habituado alcomportamiento de la señora Heccomb. Pensó tan solo que la mujer erasumamentetímida.Enconsecuencia,decidióserfranco,accesibleysencillo,trescualidadesqueél,ensucabeza,creíaposeer.Noconcebíaquesuaspecto—oesoquepodríamosllamarsuaura—suscitaraenelcorazóndelaseñoraHeccomblasprimerassospechasquehabíatenidoenaños:sospechasquenoteníannadaqueverconPortia,sinoconAnna.Eddieeraincapazdesaberquehabíadespertadoenelcerebrodeellaunadesconfianzalargamentereprimida,unadesconfianza relacionada conAnnayPidgeon…Unadesconfianzaquesu propio casamiento le había hecho olvidar por completo, en su día. Laconvicción de que ningún hombre con vitalidad podía dejar de tramar algoindebido(convicciónprovenientedesuúltimoañoenRichmond)causabauntic lamentable en un pliegue de su mejilla izquierda. Los temores de quealguien pudiera ser vulgar eran los peores que debía combatir desde quereinaba enWaikiki. Era correcto, sin duda, que este joven fuera amigo dePortia,dadoquePortiahabíadichoqueeraamigodeAnna.Ahorabien,¿quésignificabaaquellodequeeraamigodeAnna?

Al ver el tic de lamejilla, Portia se preguntó a qué podría deberse. Encuanto a Eddie, creía estar causando una excelente impresión. SimpatizabaconlaseñoraHeccombyansiabacaerleengracia.Ensusmodalesnohuboniunapizcadepremeditación.ContotalinocenciacreyóquelaseñoraHeccombsesentíafascinadaporél.Ysesentíaagustoallí;desdeelprecisoinstantedesu llegada, había establecido un buen vínculo con las cosas del lugar: lacortina de seda azul a la izquierda de su cabeza, la cómoda hacia la queapuntaba su silla, la pantalla pintada que había visto y cubierto de elogios.TanbienparecíaadaptarsequePortiasepreguntócómohabíapodidoexistirlasaladeestardeWaikikiantesdesullegada.Eneljardíndeinvierno,habíaquedado inconcluso el puzle en el cual ella, antes de la llegada de Eddie,habíadepositadosusilusionesysustemores.Despuésdelté,estudióelpuzlecomosi fueraunobjetodeunaépocapasada.Élestabadepie,departiendo

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alegremente, balanceándose junto al fuego.Hasta atrajo lamirada deDoriscuandoestavinoaretirarelserviciodeté.

—Esdeliciosotenerunfuegodeverdad—dijo—.Enmicasasolamentetengogas.

La señora Heccomb le quitó el mantel a Doris para doblarlo: tenía unbordedecrochédeochopulgadas.

—SupongoquehaycalefaccióncentralenlaoficinadelseñorQuayne.—Claroquesí—dijoEddie—.Todoallíesmuyabundante.—Enefecto,heoídodecirqueesmuylujosa.—Porsupuesto,Annatieneunmagníficohogardeleñaensusalón.Usted

laveconfrecuencia,supongo.—Sí,voyaWindsorTerracecadavezqueestoyenLondres—repusola

señoraHeccomb—.Ellossonextremadamentehospitalarios—añadió,comosiindicaraqueningunapersonaposeíaunderechoespecialaserrecibidoenaquellacasa.

Laseñoraencendiólalámparadesumesadetrabajo,sesentóyempezóaocuparse de los pinceles. Al ver que el jardín de invierno comenzaba aoscurecerse,Portiadijo:

—TalvezpuedaenseñarleelmaraEddie.—Ay,querida,metemoqueaestahorayanopodréisvermuchoelmar.—Detodosmodos,podríamosiraecharunvistazo.Salieron.Portiasepusosuabrigo,peroEddiesoloseanudólabufandaal

cuello.Lamareaestabasubiendo;elhorizonteapenasresultabavisibleeneloscuroairegris.Enladelicadacurvadelabahíasoloreinabaunmurmullo,quenoeraexactamentesilenciopues terminabademanera imperceptibleenelmismolugarenquesehallabaelsilencio.Nohabíaviento,másbienunafresca sensación en el cuello y en la raíz del pelo. Eddie y Portiapermanecieronunratoenlaexplanada,viendocómoelcieloyelmarseibandifuminandopocoapoco.Eddieteníaunaspectodistante,comoalguienquesepermitesentirsedenuevolibreysolo.Nuncahabíamuchaconexiónentresuafabilidadysuespíritu,queahoraasomabasombríamente.TansoloPortiapodíaentablarunaarduaintimidadconél.Ellaeralaúnicapersonaconquienélnonecesitabafingirquenohabíacesadodeexistircuando,paraél,habíadejado de existir. El juego tierno o audaz del amor a medias se vuelveexigenteconlaspersonasadultas,yEddiesehabíacansadodeél.Únicamentesoportaba con cansada sencillez a Portia. Ella gozaba, por lo tanto, de unaespecie de privilegio: él le permitía estar, al menos físicamente, a su ladocuando se perdía, cuando su mente se extraviaba. Ninguna presencia era

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menosinvasivaqueladePortia.Eddielatratabacomosifueraunelementonatural(elaire,porejemplo)ounestado(laoscuridad):unadeesascosasquenostocanconsufamiliaridadyconsuligerezacuandonosomoscapacesdesoportarelmenorrocehumano.Podíaverelmundoatravésdeella,sinhacerningún esfuerzo, sin sentirse vergonzosamente consciente del vacío en suspropiosojos.

Portia, que seguía esperando a Eddie como tantas otras veces, moviólentamentelospuñosenelinteriordesusbolsillos,lamentandoqueéltuvieraqueausentarsejustoahora.Eraunmomentootoñal,comolosqueseproducenen todas las estaciones. El mar, que se oscurecía dentro de susentrecomillados de espuma, no representaba contención alguna para lasoledad que sentía Portia, aun cuando se notaba bastante resignada. Derepente, una luz recorrió el mar, iluminando sus depresiones y sus pulidasolas. El faro había iniciado sus intermitentes tareas, que duraban toda lanoche.LaluzpasólapuntadesudedoporlacaradeEddiey,unminutomástarde,unas farolas se encendierona lo largode la explanada.Portiapudoavislumbrarlassombrasdeunosarbustosestampándosecontralasfachadasdelascasasenalquiler.

—¡Quémaravilla!—clamóEddie, como si él también se encendiera—.¡Estosíqueeslacostadelmar!¿Hayalgunaescolleraaquí?

—No,peroenSouthstonehayuna.—Bajemosalaplaya.Mientrasandabanhaciendocrujirlosguijarros,Eddiedijo:—Entonces,¿eresfelizaquí?—Este lugar se parecemás a lo que estoy habituada. En casa deAnna

nunca sé loqueva apasar…Mientrasqueaquí, aunqueno lo sepa,nomeimporta tanto. En cierto aspecto, en casa deAnna no sucede nada, aunquetambiénpodríaser,desdeluego,queyonomeenteredesiocurrealgoono.Aquísoycapazdeverloquesientecadauno.

—Nosésimegustaríaalgoasí—dijoEddie—.Yosuelosospecharloquesiente lagente,yesomeponebastante triste.Nosési laverdadesmejoropeor.Merefieroalaverdadacercadelosotros.Yasédesobraloquesientoyo.

—Yotambién.—¿Túsabesloquesiento?—Claro,Eddie.—Hacesquemesientaunpococulpable.—¿Porqué?

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—Porque, en fin, tú no tienes la menor idea de cómo me comportoalgunasveces.Niyomismosémuybien loquesiento,hastaqueactúo.Mividadependeporcompletodeloquesucede.

—Esdecir,¿ignorascómodebessentirte?—Notengolamenoridea,cariño.Esalgototalmenteimprevisible.Yeso

eslopeordetodo.Deberíastenermiedodealguiencomoyo.—Túereslaúnicapersonaquenomedamiedo.—Esperaunminuto…¡Maldición!Tengounapiedraenelzapato.—Yotambién.—¿Porquénolohasdichoantes,niñatonta?¿Paraquéandassufriendo?Sesentaronenunmédanoycadacualsequitóunzapato.Laluzdelfaro

iluminóelrincóndondeestabansentados.—Vaya—dijoPortia—,tieneselcalcetínagujereado.—Sí.EstefaroescomoelojodeDios.—¿Enseriopiensasquedeberíatemerte?—Haces preguntas muy embarazosas y das a entender que exagero. El

hechodequeyoseaquiensoynoes,supongo,másqueunafalaciaromántica.Talvezseavulgarsentirquesoyalguien,peroalmenostengolacertezadenoserotro.Porsupuesto,todostenemosciertascosasencomún,perobuenapartedeloquetenemosencomúnesespantoso.Dadoqueodiomuchascosasqueveoenmí,¿cómoquieresquetolerealosdemás?¿Reanudamoselpaseo,cariño? Me gusta mucho estar aquí sentado, pero estas piedras me estánpinchandoeltrasero.

—Sí,amítambiénmepinchan,ahoraquelodices.—No soporto que seas una chiquilla tan amable. Me gusta estar aquí

contigo,peronomesientodeltodofeliz.—¿NohastenidounabuenasemanaenLondres?—Bueno…Thomasmedacincolibrasalasemana.—¡Quéespanto!—Esepareceserelpreciodelainteligencia…Ay,porpocosememete

otrapiedraenelzapato.Serámejorquevolvamosa laexplanada.¿Quiénesvivenenesascasas?

—Soncasasenalquiler.Haytresenoferta.Subieron hasta la explanada y emprendieron el camino de vuelta a

Waikiki.—Entodocaso—dijoPortia—,¿nocreesquelaseñoraHeccombesmuy

simpática?

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En un rapto de excelente humor, Eddie se precipitó sobre Daphne yDickie,queestabandepiecercadelachimenea,conlaradioencendida.Lomiraron con recelo. Eddie le dio un viril apretón de manos a Dickie eintercambióunamiradaalgoatrevidaconDaphne.LaseñoraHeccombbajóentonces las escaleras, y Daphne adoptó su costumbre de dirigirseexclusivamenteaellacuandodeseabadeciralgoimportante.Porencimadelaradio,que sonabaa todovolumen, la señoraHeccombyDaphnenopodíanponersedeacuerdosobre lahorade lacena,puestoqueunosmiembrosdelgrupodeseabaniralcine.

—¡Claraseencontraráallíconnosotros!—exclamóDaphne.Dickienoreaccionó.—¡EstoydiciendoqueClaravendráconnosotros!Confrialdad,DickielevantólamiradadelEveningStandardyrepuso:—Notehabíaoídolavezanterior.—Vamos,noseastonto.SeráClaraprobablementequienpague.Dickiegruñóy seagachópara rascarseel tobillo,comosi lepicaracon

auténtica urgencia. Por un momento, los ojos de Daphne, llenos deconsideración,parecieronfijarseenlacaradePortia.Despuésledijo:

—¿Túytuamigovenísconnosotros?Daphne clavó una mirada displicente en el espejo que quedaba justo

detrásdeEddie.—¿Vamos,Eddie?—lepreguntóPortia,poniéndosederodillasenelsofá.En el acto, él le lanzó una vertiginosa y profundamirada. Una sonrisa

maliciosailuminósusfaccionesmientrasseguíaignorandoaDaphne.—Si nos invitan de verdad—repuso por encima de la música—, será

maravilloso.—¿Quieresquevayamos,Daphne?—Amímedalomismo.Comoqueráis.Asípues,sepusieronenmarchadespuésdecomer.Pasaronporlacasade

Wallace para recogerlo y continuaron, en fila de cinco, por el sendero deasfaltoque llevabaa la ciudad.Reinaba laoscuridadbajo los árboles,y lasluces parpadeaban en la distancia. Una ráfaga de viento se levantó por elcanalhaciendobastanteruido,mientrasllegabanalpuente;detrásdeunsetorepleto de plantas, el cine Grotto hacía brillar sus luces doradas, rojas yazules.Enelvestíbulo,envueltaenunabrigodevisón,Claraesperabaalladode una palmeramostrando su expresiónmás abnegada. Hubo una educadadisputa ante la ventanilla cuandoDickie,Wallace y, conmenos insistencia,Eddiequisieronpagar.PorfinClaraseadelantóypagóportodos,queeralo

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quetodosesperabanquehiciera.Entraronenlaoscurasalaysesentaronenelorden siguiente: Clara, Dickie, Portia, Eddie, Daphne y Wallace. En lapantallahabíaunapelículacómica.

Durantecasitodalafunción,DickiesemostrómásatentoconPortiaqueconClara;apoyóunbrazoenelrespaldodelabutacadePortia,peronopusoelotrobrazotraslaespaldadeClara.Respirabacomojadeando.Duranteunbreveintervaloenmediodelapelículacómica,ClaradijoqueesperabaqueDickiehubierajugadounbuenpartidodehockey.CuandoalapobreClaraselecayósubolsodeperlasalsuelo,condineroytodo,tuvoquerecogerloellamisma. Portia tenía los ojos fijos en la pantalla y, una o dos veces en queEddiemodificósupostura,sintiólarodilladeélcontralasuya.Estohizoquelomirasey,comorespuesta,notóunbrillodivertidoensusojos.Eddieestabasentado con los hombros hacia atrás, en una suerte de íntima complicidadconsigo mismo. Más allá de Eddie, el perfil de Daphne se recortabanítidamentey,alladodeDaphne,uncomatosoWallacebostezaba.

Tras lasnoticias, dio inicio el drama.Estopuso a todosmuynerviosos,inclusoalosmuchachos,aunquealgolograbaapartarlaatencióndePortiadeloqueestabaocurriendoenlapantalla:ciertacautelaenlasrodillasdeEddie.Contuvo el aliento, pero no pudo oír la respiración de Eddie. ¿Por qué norespiraba?¿Cuálpodíaser lacausa?Sentíaunapresenciaextra,una tensiónenlafilaqueocupabanellosseis.Deseandosaberquépasaba,sevolvióparamirardellenoaEddie,quienrespondiódeinmediatoconunasonrisafranca,resplandeciente.Parecíahaberlecopiadoesasonrisaaotrapersona.Asulado,unadelasmanosdeélcolgabafloja,conuncigarrilloentreeldedoíndiceyelcorazón.Irguiéndoseenlabutaca,implorante,ellaobservólapantallayseprometiónopensarmásnivolveradesviarlamirada.

Lapantalla sehabíapobladodecriaturasamenazantesqueconformabanunaespeciedetormenta.OyóqueClaraproferíaungritoahogado.Indiferentea lo que ocurría, Dickie sacó su pitillera y, prestándole a la pantalla unaatencióncasinula,cogióuncigarrillo,loapretóentresuslabiosyreacomodólamandíbula.Después,sepusoadarunassuavespatadasy,yaencendidoelcigarrillo, contempló la hilera de amigos para saber si alguien necesitabafuego.

Labrusca llamadel encendedordeDickie iluminóuna especiede túnelqueseabríadebajodesuspiernas.ElresplandorcaptóelcierrecromadodelbolsodeDaphne,elrelojpulseradeWallaceenlaúltimabutaca,recorriólaapretadasedacolorcarnedelapantorrilladeDaphneehizobrillaralgúnqueotro papel metálico tirado en el suelo. Los que querían fumar estaban

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fumando: nadie necesitaba fuego. Pero Dickie, siempre con la llama en lamano,mantuvoelmecheroencendido;parecíaesperaralgo.Lapausafuetanpronunciada que Portia, como si Dickie la hubiera forzado a girarse, miróhaciadondeélmiraba.Conmaliciosaprecisión,laluzenmarcabaunpuño,unbrazaletedeaceroy labrillanteuñadeundedopulgar.Sinocultardel todosusbrazosenelhuecoquehabíaentre lasbutacas,EddieyDaphneestabancogidosdelamano.Elpulgardeellaamasabasincesarlamuñecadeél.

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Aquella casa vacía estaba colmada de rumores marinos, como si en suschimeneasyen susarmariosentreabiertoshabitasenañosdeecosdeolasymareas.LasescalerascrujieroncuandoPortiayEddiesubieron;labalaustradaalgo floja temblequeabaen susmanos.Dobladas e infladaspor lahumedaddelmar,laspuertascerrabanaduraspenas.Jironesdeempapeladotemblabanen las paredes cada vez que había una ráfaga de viento. Los techos de lahabitación de enfrente brillaban con reflejos marinos; las ventanas traserasdabanalnorte,aunpaisajedecamposdesal.ElsociominoritariodelseñorBunstable, el señor Sheldon, había olvidado las llaves de esta casa enWaikiki,unanocheenquehabía idoa jugara lascartas.El llavero llevabaescrita ladirección:WinslowTerrace5.Dickiehabíaencontradoel llavero,Eddie había recibido las llaves de Dickie y ahora Eddie y Portia estabanusándolas.Nohaynadacomoexplorarunacasavacía.

Eralamañanadeldomingo,unpocoantesdelasonce:lascampanadasdelaiglesiadelacolinaatravesabanloscristalesdelasventanascerradasdeloscuartos.PerolaseñoraHeccombhabíaidosolaalaiglesia.Dickieteníaqueentrevistarse con un sujeto por cierto asunto, y Daphne se había quedadoleyendo el Sunday Pictorial tumbada en una chaise longue del jardín deinvierno. Se había peinado de otromodo, con el pelo sobre la frente, y nisiquierapestañeócuandoEddie,agarrandoaPortiadelcodo,saliódeWaikikirumboalaexplanada.

En la primera planta, los dos dormitorios del frente parecían celdas deconventocon suspostigos exteriores sujetosporunosganchos.Lasparedeserandecolorazulmohoso,comouncielomuerto,y,alver lasgrietaseneltecho,unopensabaeneldespertardelosveraneantes.Unranciooloracarbónemanabadeunaparrilla.Waikikiparecíaquedaramuchasmillasdedistancia.Estas habitaciones eran como un punto muerto: un vacío, un aire dedisolución subía con uno por las escaleras y parecía bloquear el descenso.Portia tuvo la impresióndehaber trepadoa lacopadeunárbol,perseguidaporalgo.Derepente,recordólaprimeravezqueviolaamenazantealturadeaquellacasa,latardeenqueibaentaxiconlaseñoraHeccomb.Ahora,trasgirarlallaveyforzarlapuertatrabada,habíaoídounrumordepapelesenel

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salón.PeronoeraúnicamenteenesacasadondetemíaquedarseasolasconEddie.

Eddie encendióun cigarrillo y se acodó sobre la repisa de la chimenea.Parecíamediraojoaquelsalónmientrasjugabaconlasllaves,quecolgabandeuncordónenvueltoentornoasudedo.Portiaseacercóalaventana.

—Todaslasventanassondobles—dijotrashaberseasomado.—¡Debienpocovanaservirsilacasasederrumba!—¿Crees que algo así podría ocurrir? Ay, las campanas han dejado de

sonar.—Sí.Tendríasquehaberidoalaiglesia.—Fuieldomingopasado.Y,enrealidad,nomeimportalaiglesia.—Siesasí,¿porquéfuisteeldomingopasado,tramposa?Portianorespondió.—Cariñomío,tenotoraraestamañana.¿Porquéestástanraraconmigo?—¿Loestoy?—Sabesbienqueloestás.Noseastonta,¿quésucede?Siempre dándole la espalda, Portia tiró calladamente del cierre de la

ventana. Pero Eddie silbó dos veces, hasta lograr que lo mirase. Se habíaenroscadocontalfuerzaelcordóndelasllavesquelacarnedeldedo,conunapátinadenicotina,formabaunpequeñobulto.Traselresplandordesusojosyacíaunaexpresióntensaycautelosa,comosiseavecinaraelfindelmundo.Llevándose instintivamente una mano a la cara, ella miró los dientes deEddie.

—¿Ybien?—preguntóél.—¿PorquélecogíaslamanoaDaphne?—¿Dequéhablas?¿Cuándo?—Enelcine.—Ah,eso.Lohiceporquedeboseratrevidoconlagente.—¿Porqué?—Porquenoacabodeentendermeconellayesomeenfurece.Enefecto,

advertíquememirabasdeformaextraña.—¿Terefieresacuandomesonreíste?¿Leestabascogiendo lamanoen

eseinstante?Eddiecavilóantesdedecir:—Sí, supongoqueyaestabahaciéndolo.¿Tehamolestado?Mepareció

queteibasadormiralgotemprano.Peropenséquesabíasqueyosiempresoyasí.Quemegustatocar,¿entiendes?

—Sí,peronuncatehabíavistohacerlo.

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—No,supongoquenolohabíasvistoantes.Mirandoalsuelo,Eddiedesenvolvióelcordónqueapretabasudedo.—No,nomehasvisto—dijomásafablemente.—¿A eso te referías cuando afirmaste en la playa que nunca sabes la

formaenquetienesqueactuar?—Frase que has ido corriendo a apuntar en tu diario, supongo. Creía

habertedichoquenoescribasnadaacercademí.—No,Eddie,noheapuntadonadaenmidiario.Lorecuerdoporquemelo

dijisteayer,despuésdelté.—Encualquier caso, no esmanerade comportarse…Y tampoco es tan

importantenihasidoalgonuevo.—Lohasidoparamí.—Esoesalgoqueyonopuedoevitar—dijoél,sonriendorazonablemente

—.Nopuedoevitarqueseascomoeres.—ComprendíqueocurríaalgoantesdequeDickieusaraelencendedor.

Medicuentaporlaformaenquesonreíste.—Paraserunachiquilla,eresbastanteneurótica.—Nosoyunachiquilla.Ciertavezhablaste,incluso,decasarteconmigo.—Solamenteporqueeresunachiquilla.—¿Demodoquenoibaenserio?—No.Pensabaquetúeraslaúnicapersonaquenoadoptabalosretorcidos

puntosdevistadetodoelmundo.Peroahoraactúascomounachicacomúnycorriente:vigilandoyjuzgandosincesar.Tratandodearmaruncuadroquenoexiste.Meconviertesenun…

—Vale,vale…¿PorquélecogistelamanoaDaphne?—Puracamaradería.—Sí,pero…Amímeconocesmás…Eddie pareció interrumpir o deponer su actitud cortante. Atravesó el

cuartohastaelarmariodondehabíaclavadosumiradaylocerróconcuidado.Después,miróalrededor,comosihubieseestadoallíantesyahoraregresaraenbuscadesusúltimaspertenencias.Recogiólacerillaapagadaylaarrojóalachimenea.Porfinpropuso,vagamente:

—Serámejorquebajemos.—Pero,Eddie,¿nohasoídoloquetehedicho?—Porsupuestoqueteheoído.Siempreerestandulce,cariño.Bajaron a la planta inferior, más cerca del tenue rumor delmar. Eddie

entró en el salón a fin de echar otra ojeada.Cierto espacio de suelo dondehabíahabidounaalfombramostrabaunamanchadebarnizrojizo;enlaparte

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altadelmarcodelaventanasaliente,habíaunganchodelcualpodríahabercolgadounajaulaconunpájaro.

A través de la ventana, la luz marina iluminó el rostro de Eddie en elmomentoexactoenquesegirabadeprisaydecíaamablemente:

—Nopuedodecirteloapenadoqueestoy.Soloquisedivertirmeunpoco.Honestamente, no pensé que pudieras enfadarte, cariño… O, mejor dicho,pensé que, en caso de notarlo, te lo pensarías dos veces. Tú y yo nosconocemos:sabeslotontoquesoy.Pero,siconellotehealteradolosnervios,es que he hecho algo terrible. Te ruego que no te ofendas: si te ofendes,desearéestarmuerto.Estaesotrademiscienmanerasdecrearproblemas.Séque no debería decirlo, pues ya te he dicho que lo lamento, pero lo cierto,cariño,esquesetratadeunhechoinsignificante.¿PorquénolepreguntasaDaphne?Estansolounaestrategiaqueusacasitodoelmundoparaponerseencontacto.

—No.NovoyapreguntarlenadaaDaphne.—Puesentoncesaceptaloquetedigo.—Elloscreíanquetúerasmiamigo,Eddie.Yoestabamuyorgullosade

quelopensaran…—Pero,cariño,siyonoquisieraverte,¿habríahechoesteviajeyhabría

anulado todos mis compromisos? Sabes que te amo: no seas tonta. Nodeseabamásqueestarcontigoaorillasdelmar.Aquíestamoslosdosyesunmomentofeliz.¿Porquéecharloaperderporalgoquenosignificanada?

—Síquesignificaalgo…Significaalgo.—Túereslaúnicapersonaconquienyohabloenserio.Nuncasoyserio

conel restode lagente:poresohago loque, alparecer, losdemásquierenquehaga…Perotúsabesquesoyseriocontigo,¿verdad,Portia?—preguntóEddieacercándoseaellaymirándolaalosojos.

En sus propios ojos, los postigos se abrieron y dejaron ver por mediosegundo,enelfondodelaoscuridad,alEddiequeestabaallí.Nuncahastaesemomento, nunca hasta esemedio segundo, Portia había sido la primera enapartarlamirada.Luegocontemplólasmarcasfantasmalesdealgúnmuebleen el empapelado: las huellas descoloridas en el sitio donde había estadoantes.

—Pero has dicho allí arriba—le dijo apuntando al techo— que nuncahablasenserioporquesoyunachiquilla.

—Cuandohablosinpensar,desdeluegonosoyserio.—Nodebistehablardematrimoniosinpensar.—Querida:creoqueestásloca.¿Porquérazónquierescasarte?

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—¿Hablabas sin pensar en la playa, cuando dijiste que debería tenertemiedo?

—Québuenamemoriatienes.—Fueanoche.—Puedequeanochesintieraeso.—¿Noteacuerdas?—Oye,cariño,nodebesexasperarme.¿Cómoquieresquesigasintiendo

algoquehesentidounavezcuandohaytantascosasqueunopuedesentir?Lagente que afirma que sigue sintiendo lomismo que antes no hacemás quefingir. Tal vez yo sea un canalla, pero no soy un impostor: son dos cosascompletamentedistintas.

—Deacuerdo,peronoentiendocómomedicesqueeresseriocuandonopuedessentirnadadeformaestable.

—Pues, entonces, no lo soy—dijoEddiemientras apagaba el cigarrillocon un pie. A continuación soltó una risa crispada—. Tendrás queacostumbrarte amí. Pensé, de hecho, que ya te habías acostumbrado. Serámejorquenomeconsideresseriosicualquierinsignificanciatevaaperturbardeestemodo.Loquerecuerdohabertedichoanocheesqueignoraslamitaddelascosasqueyohago.Suelohacercosasquedetestarías.Sí,ahoramedoycuentadequemeheequivocado:pensabaquepodíacontartecualquiercosa,que incluso podía permitir que descubrieses cualquier cosa que yo hubierahecho por que no se te movería un pelo. Como deseaba que existiera unapersonaasí,he incurridoenelerrordeformarmeuna imagenabsurdade ti.Unaimagenirreal…Ahoraloveoclaro.Loquesucede,miadoradaPortia,esquetúyyohemoscaídoenunestadoenfermizo,pornodecirsensiblero.Yeso,paramí,esmuchísimopeorqueunlevemanoseoconDaphne.Peroaquíestamos. Me haces trepar y ladras al pie del árbol, como todo el mundo.Venga,bajemosdeunavez.Yahemosvisitadodesobraestacasa.CerremosydevolvámoslelasllavesaDickie.

Eddieavanzabahacialapuertaapasofirme.—Espera, Eddie. ¡Espera! ¿Estás diciendo que lo he echado todo a

perder?Prefieromoriradecepcionarte.Porfavor…Ereslarazóndemivida.¡Lojuro,loprometo!Prometonointerponermeennada.Loqueocurreesqueaúnnoestoyacostumbradaaestascosas.Mesientounaestúpidacuandonolasentiendo.

—Nuncalasentenderás.Puedoverlo.—Pero estoy dispuesta a entenderlas. No quiero ser una estúpida sin

darmecuenta.Porfavor…

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Portia leagarróelbrazoque teníamáscerca.Lohizode formasalvaje,con lasdosmanos, sindistinguir entre lamangay la carne.Y,másquedeformasalvaje,conlaurgenciadeldolor,susojosrecorrieronlacaradeEddie.

—Porfavor,cállate—dijoél—.Hacesquemesientaunabestiahumana.Tras liberar su brazo, él aferró las manos de ella entre las suyas, con

fastidio,peroconbondad,comosifuerandosgatosencelo.—¡Vaya escándalo has armado!—le dijo—. ¿No puedes dejar que una

persona pierda la ilusión sin tirar la casa abajo con tus gritos? ¡Chiquillatonta!

—¡Yonoquieroquepierdaslailusión!—Pues,entonces,nolaheperdido.—Prométemelo,Eddie.¿Me lo juras?Noesporquese tratedemí,pero

hasdichoque tenías tanpocas…ilusiones. ¿Loprometes?¿O lodicesparacalmarme?

—No,no…Esdecir, te loprometo.Sí.Hedichounatontería.Esoeslomalodehablar.¿Nosmarchamosdeunavez?Nomevendríamalun trago,perodudoqueenestacasahayaalgoparabeber.

Losecosdesusvoceslossiguieronhastaabajo:nuevamentecrujieronlospeldañosytemblaronlasbarandillas.Enelvestíbulo,unaespeciederayodeluzentrabaporelbuzón.Pisaronunamontañadepropaganda impresaydecatálogos enmohecidos. La última visión del salón, con sus paredes colorchocolatequeapenasrecibíanla luzde lahabitacióndeenfrente,supusounespectáculo desmañado y servil. Aquella casa, que había sido escenario defelices vacaciones, ¿volvería a estar habitada en el futuro?Mientras tanto,ofrecíasufachadaalsolyreflejabaelmar.

Se toparon conDickie a la entrada deWaikiki, yEddie le devolvió lasllaves.

—Muchas gracias—dijo Eddie—, es una casa preciosa. Portia y yo lahemos examinadominuciosamente.Hasta hemos pensado en poner allí unapensión.

—¿Enserio?—preguntóDickieconvisiblesuspicacia.Después,escoltóalos dos invitados por la senda del huerto y cerró la puerta detrás de ellos.Daphne seguía tumbada en el jardínde invierno, con el diariodel domingoabiertosobrelasrodillas.

—Aquíestamos,otravezjuntos—dijoEddie,peroDaphnenoreaccionó.Seagruparonen tornoasuchaise longueyEddie,conungestoautoritario,

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apartóelSundayPictorialdesuspiernasysepusoaleerlo.Leíaconatenciónforzada, emitiendo un silbido ante cada noticia. Cuando dieron las doce,empezóamirarconansiedadendirecciónalasaladeestar,puesnoveíaallíindiciosde jerez,ginebranizumode lima.Después,propusoquesalieranatomaruntrago.

—¿Adónde?—preguntóDaphne—.NoestamosenLondres.—YPortianobebe—ledijoDickie.—Peropuedeacompañarnos.—Nopodemosentrarenunbarconunaniña.—Noveoporquéno,esunlugardevacaciones.—Esoseráparati,peronoparanosotros.—Claro,claro…Oye,Dickie,¿ysimeacompañastú?—Noestaríamal,peroyo…Daphnebostezóylesdijo:—Iddeunavez,peronotardéis.EddieyDickiesemarcharon.—Tuamigoestásiempresediento—comentóDaphnemientraslosseguía

conlamirada—.Anochequisoquefuéramosabeberalgodespuésdelcine.Porsupuesto, tuvequeexplicarlequetodoestabacerrado.¿Cómocreesquesellevan?

—¿Quiénes?—dijoPortia,quehabíavueltoasupuzle.—Dickieyél.—Nosé…Nohepensadoeneso.—Dickiecreequehablademasiado,aunqueDickiepiensaesodetodoel

mundo.Estejoven…¿cómosellama…?Ah,sí,Eddie,¿esmuypopular?—¿Popularconquién?—¿Tieneéxitoconlaschicas?—Noconozcoamuchaschicas.—Pero tu cuñada simpatiza con él, ¿no nos contaste eso?Desde luego,

ellanoesunachica.Ahoraquelopiensobien,nodejadesercurioso…Eddieesmuydescarado.Mepreguntosisiempreactúaasí.

—¿Cómo?—Así,comoactúaaquí.Portia se colocó al revés para ver el puzle patas arriba.Empujandouna

piezaconeldedo,murmuróvagamente:—Supongoqueélsiempreactúaigual.—Parece que no sabesmucho de él. Creía haberte oído decir que erais

excelentesamigos.

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Portiarepusoalgoincomprensible.—Déjamedecirtealgo:noconfíesmuchoenesehombre.Nosésidebo

entrometerme,pero túeresunachiquillaymeparecequeestoesunabuso.Nodebesperder lacabezaporél.No intentodecirqueseamalo,peroes laclasedejovenquenobuscaotracosaquedivertirse.Noquierosermezquina,pero lo cierto es que…Voy a darte un consejo. Por supuesto, él se sienteenormementehalagadoporelhechodequetúteinteresesporél:cualquieraloestaría,pueseresmuyatractiva.Atodosloschicoslesgustaquelaschicasanden tras ellos: mira a Dickie y a Clara. Yo no vería nada malo si teinteresaras por unmuchacho idealista, comoCecil, peroEddie es cualquiercosamenosidealista.Dudoquepretendaaprovecharsedeti:sedacuentadeque eres una niña. Pero, si pierdes la cabeza por él, el golpe será terrible.Aprendedemí.Debesdartecuentadeque juegacontigo.Nadamás,peseaquehavenidoaquíaverte.Eslaclasedejovenquenopuedeevitarponerseajugarconlagente.Jugaríaaserungatitosituviéramosaquíungatito.Perotúnotedascuentadenada.

—¿Estás hablandode cuando te cogió lamano en el cine?Según él, lohizoporcamaradería…

Esta vez, la reacción de Daphne no fue muy rápida: tardó unos dosminutos en erguirse en su chaise longue.Acto seguido, se le espesaron losojos y se le endurecieron las facciones.Durante la pausa se fue diluyendo,lentamente,elatrozcomentariodePortia.Durantelapausa,todalaculturadeWaikikisetambaleósobresuscimientos.CuandoDaphnevolvióahablar,ensuvozseapreciabaunanotadeaspereza,comosisehubierarajadolacajaderesonanciamoral.

—Escúchamebien—dijo—,tehedadounconsejoporqueenciertomodotetengolástima.Peroesonotedaderechoaservulgar.Debodecirquemeasombré bastante cuando dijiste que tenías novio. Pensé que sería un chicotonto.Sinembargo,comoteníastantointerésentraerlo,aceptétupropuestay,comosabes,convencíamamá.Nomegustaalabarmeamímisma,nuncalohago,pero,sipuedojactarmedealgo,esdenosertraicionera:nuncaleherobadoelnovioaunaamiga.Ahorabien,encuantoesejovenentróaquí,medi cuenta deque cualquiera podía atraparlo.Lo lleva escrito en la cara.Nopuede pasarte el salero sin hacerte ojitos. Así y todo, debo decir que meparecióunpocoextrañocuando…

—¿Cuándo te cogió lamano?Amí tambiénme lo pareció. Pero penséquetalvezatinoteloparecería.

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—Portia,debodecirteunacosa.Sinopuedeshablarcomounadama,serámejorquetemarchesaotraparteconesepuzle.¡Obstaculizaselpasodetodoelmundo!Noimaginabaquepudierassertanvulgar…Ysupongoquemamátampoco; de lo contrario, no te habría invitado aquí para complacer a tucuñada, pormás conveniente que sea para ella.Todo estomuestra cómo tehan educado. Estoy realmente pasmada. A ver, recoge ese maldito puzle,llévateloatuhabitaciónyterminademontarloallísiesquetantoteinteresa.Mealtera losnerviosverteescogerycolocaresaspiececitas.Este jardíndeinviernoesnuestro,sipermitesquetelodiga.

—Melollevaré,siquieres.Peronoestoymontándoloahora.—Puesentoncesdejadetocarlo.Ponesnerviosoatodoelmundo.LavozdeDaphneibaalzándosealmismotiempoqueciertoruborensu

cara.Finalmente,seaclarólagargantaysehizoentreellasunnuevosilencio,como la notoria tensión que precede al borboteo de una tetera a punto dehervir.

—Loque teocurre—siguiódiciendomientras reponía fuerzas—esqueaquí tehanhechoperder lacabeza.Todosestánpendientesde ti.Cecilestádolido porque eres huérfana. Dickie te usa para darle celos a Clara. Hepermitido que entraras en nuestro grupo porque pensé que podía ser unaexperienciaútilparati, tanapocadaytímida.Aceptélaversióndemipobremadre,quientecreeunabuenachica.Peroyaveoqueesoerapurafachada.Porsupuesto,notengoniideadecómosecomportantucuñadaysusamigos,perometemoquenosotrosaquísomosmásexigentes.

—Sinembargo,sitodoteparecíatanraro,¿porquéacariciabaslamuñecadeEddieconelpulgar?

—Sihaydoscosasquenosoporto—contestóDaphne,cadavezmástensa—,es a lagentequeespíay a laquehacecomentarios sucios.Talvez seaabsurdopormiparte,peroesoesalgoquejamáshetoleradoyquenopuedotolerar.Porenfadadaqueestuvieracontigo,nuncamerebajaríaaalgoasí.Noes culpa mía que tengas una mente infantil… La mente de una chiquillaperversa,permítemedecir.Sinosabescomportarte…

—No entiendo por qué debería comportarme…Eddieme ha dicho estamañanaquelagentedebeseraudazcuandonopuedeentenderse.

—¿Esohadicho?Habéistenidounalargacharla…—Bueno,lehiceunapregunta.—Laverdadesquesoloeresunagatacelosa.—Yanolosoy,Daphne.Teloaseguro.

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—Perohaspensadoquenovendríamalunpoquitodejuego…Tehevistorefregartecontraél.

—Eraelúnico ladoenque teníaunpocodeespacio.Dickieocupabaelotrobrazodemibutaca.

—¡Dejaamihermanofueradeesto!—aullóDaphne—.Diosmío,¿quiéntecreesqueeres?

Conlasmanoscruzadasenlaespalda,Portiamurmuróalgoconfuso.—¿Cómo?¿Quéhasdicho?—Hedichoqueno lo sé…Sin embargo, no entiendo,Daphne, por qué

estástanescandalizadaconEddie.Siloquetúyélestabaishaciendonoeraplacentero, ¿por qué razón tendría que estar celosa yo? Y si la cosa no tegustaba,¿porquénotenegaste?

Daphneperdiólacalma.—¡Estás loca! —exclamó—. Será mejor que subas a descansar a tu

habitación.No comprendes nada de nada.Cualquiera podría tomarte, simedisculpas,porunadébilmental.Notieneslamenorideadenada…

—No tengo la menor idea —repitió Portia, algo perpleja—. Y laspersonasdemifamilia(lasqueaúnestánvivas)notienenniideadeporquéhenacido.Quierodecir,deporquémipadreymimadre…

Daphneaprovechólaocasiónparadecir:—Másvalequetecalles.—Deacuerdo.¿Quieresquemevaya?Losientomucho,Daphne—dijo

Portia desde el otro lado de su puzle; sus ojos fueron de la punta de laspantuflasdeDaphnealbordede labatade lanapasandopor lascarnosasyfirmes pantorrillas tendidas en la chaise longue—. Lamento haberteincomodado porque siempre has sido muy amable conmigo. No deseabahablar de lo de Eddie contigo, pero pensé que tú estabas hablando de eso.Además, Eddieme ha dicho que si no lograba entender que la gente tieneimpulsosdecamaradería,eramejorquelohablaracontigo.

—¡Quéinsolencia!Creoquetuamigoytúestáischiflados.Losdos.—Porfavor,noledigasquepiensaseso.Élestáaquítanfeliz…—Nolodudo…Vamos,másvalequesubasdeunavez.YavieneDorisa

ponerlamesa.—¿Prefieresquemequedeunratoenmihabitación?—No,niñatonta,¿esquenovasacomer?Trata,esosí,denoponercara

dehabertetragadounratón.Portiadescorrió la cortinade seday salió.Depie ante laventanade su

dormitorio, sepusoapeinarsede formamecánica.Sentíaun tembloren las

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rodillas.ElolordelguisodominicalqueestabacocinandoDorissecolabapordebajodelapuerta.VioquelaseñoraHeccomb,consuparaguasysulibrodeoraciones, ibamuy contenta, por la explanada, en compañía de una amiga.Parecióqueselevantabaunabrisaporquesuscabellosgrisessemovierony,al mismo tiempo, los dobladillos de las cortinas rozaron el marco de laventana.Lasdosdamassedetuvieronjuntoalportóndeentradayempezarona hablar animadamente. Después, la amiga reanudó su marcha. La señoraHeccomb agitó su libro de oraciones forrado en cuero rojo, miró hacia laventana y avanzó por la senda con paso alegre y triunfal, como si trajeraconsigo una nueva provisión de gracia. Mientras Portia permanecía en laventana,nohuboseñalesdeEddienideDickie.Alrato,sinembargo,pudooírsusvocesenlaexplanada.

Lascampanasdelaiglesiaaúnnohabíandadolahoradelacomida,asíque Portia se sentó junto a su cómoda y estudió con atención el retrato deAnna. Era incapaz de decir qué buscaba exactamente en el retrato. ¿Unaconfirmacióndequetodalagentesufreodequetodoslosquesufrentienenunaedadsimilar?

AquellaAnna infantily sufriente—tantoqueparecíauna inválidaentresus cascadasdepelo—, aquella almaurgente, extraviada enunmal retrato,solamenteadquiríavidaconla luzeléctrica.Inclusodedía,elparecido—sihabíaparecido—perturbabaaunomásdelodebido.Pero¿habíaunparecidoallí o no lo había? ¿Era la cara descubierta?Un retrato, por débil que sea,plasmaalgopasivoqueyacetraselaspectoconscienteyvivaz.Ningúndibujode algo vivo fracasa del todo, ya que establece algo más: admite lo noadmitido.Ademásde lapintura, loque la señoraHeccombhabíapuesto enaquella obra, fruto de su amor, eran sus sentimientos. Ella era, dicho entérminosamables,unaartistanegativa.Peroestosartistasparecendotadosdeunasuertedenubososentidodelaorientación.Todorostrootodopaisajequese plasman en un cuadro, por malo que el cuadro sea, quedan sutil yfuertementealteradosenlaasíllamadavidarealy,cuantopeoreselcuadro,mayor es la alteración. Los experimentos pictóricos de la señora HeccombhabíanmodificadoaAnnaparasiempre.Alaluzdeldía,laobraeraunmeromapa humano hecho a partir de simples trazos de tiza. Sin embargo,alumbradosporlaluzeléctrica,aquellostriángulossinsombra—elcabello,lacara,elgato,losojosatentos—adquiríanunainauditaautoridad.Y,asícomoesterostrohabíainfluidoenlosprimerossueñosdePortiaenWaikiki,seguíainfluyendo ahora en sumentedespierta.Veía en el gato, apretado contra elpecho,unamuecadeextrañopesar.

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Elconsueloquenohallóenelcuadrolohallóenelmarcoderobleyenlarepisaquehabíadebajodeeste.Despuésdeuníntimotrastorno,esimportantefijarse en cosas imperturbables. Su imperturbabilidad renueva nuestraconfianza,puestransmitelanocióndequenadahasucedido.Losretratosnocolgaríanperpendicularesenloscentrosdelaschimeneas,elempapeladodelas paredes no estaría pegado con tal precisión, para que sus junturas nointerrumpaneldiseño,sisepudierarealmenteconfiarenlavida.Estascosasson lo que queremos dar a entender cuando hablamos de civilización: nosrecuerdancuánraroesqueloincorrectooloimprevisibleasomenlacabeza.Entalsentido,ladestruccióndeedificiosodemueblesesmáspalpablementeatrozparaelespírituqueladestruccióndelavidahumana.LaconversaciónconDaphnehabíasidoabrumadora,pero—bienmirado—notanfatalcomounterremotoounbombardeoaéreo.SilaestufadegashubieraexplotadoenelmomentoenquePortialaencendía,destruyendolahabitación,habríasidomuchopeorqueverseacusadadeserunaespíayunaniñavulgar.LodichoporDaphneeraespantoso,sinduda,perohabíacausadomenosdañoqueunbombardeo. Solo los desastres externos son irreparables. Ahora, iban aanunciar la comida en cualquier momento y ella se lavaría las manos conjabónVinolia.

Antes de que sonase el último toque de las campanas de la iglesia, laseñoraHeccombhabíadestapadolafuenteycortabaelcordero.Nosabíaquelosmuchachoshabíanidoaunbar:pensabaquehabíansalidoadarunsimplepaseo.EncuantoPortiaocupósu lugarentreDaphneyDickie, lepidióquepasaraelbrócoli.EnlascomidasdominicalesdeWaikiki,lacortinasiempreseabríaconímpetu:comíancomosiaquellofueraunmaratóngastronómico.Eddie,alparecer,seconcentrabaenDickie;eraobvioquelasbebidashabíansurtidoefecto.También,devezencuando, le echabaaDaphneunamiradajovial.Y,alpasarsuplatoparaquelesirvierancorderoporsegundavez, ledijoaPortia:

—Tienesunaspectomuylimpio.—Portia siempre tiene un aspecto limpio—intervino orgullosamente la

señoraHeccomb.—Hoyparecemáslimpia.Peronoesunadama:selavalacaraconjabón.Dickiedijo:—Eljabónhacebienalacaradeunaniña.—Las damas no piensan así. Se limpian con mejunjes que vienen en

frascos.—Sinduda.Lapreguntaessirealmenteselimpian.

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—Porfavor,¿tienesunadilataciónenlosporosdelcerebro?Esaesunadelaspreocupacionesquehedejadoenlaoficina.Esunodenuestrosmayorestriunfos; incluso he escrito algo al respecto. Empezaba: «¿Por qué tantosinglesesbesancon losojoscerrados?».Peroalguienhizoqueeliminaraesafrase.

—Nomesorprende.—Sinembargo,mehancontadoqueesasí.Porsupuesto, loconozcode

oídas:notengomaneradeverificarlo.TodalamesadioseñalesdequeEddiehabíaido,unavezmás,algolejos.

Portialamentóquenofuesemásprudente.Porfortuna,cuandollególatartade ciruelas, la charla iba por carriles menos preocupantes. Hablaron delapetitonocturno,delmallavadodelaropablanca,delaobesidad,delafaltadeconfianzaenunomismoydelpeloopaco.Eddietuvoelbuentinodenosacar a relucir sus dos tópicos más usuales: el mal aliento y los bustosfláccidos. Doris tuvo dificultades para extraer de un envase de cartón losnuevepeniquesdeunaespeciedenataqueestabamuyendurecida,demodoque la trajo tal como estaba, cosa que hizo que la señora Heccomb seruborizara.

—Estoparecemantequilla—observóDaphne.Eddie cogió una cucharada y se la ofreció. A esas alturas, ella lo

contemplabaconojosserios,peroamistosos.Trasdevorar lasgalletitasyelquesogorgonzola,seincorporaronysetumbaronpesadamenteenelcanapé.

—Otro gambito nuestro es la saciedad después de las comidas —dijoEddie.

Evelyn Bunstable iba a pasar, según se comentó, para despedirse delamigo de Portia. Sin embargo, a eso de las tres menos cuarto, en cuantoDaphnepreguntósilaideaeraquedarseallí,surgióalgomejorymuchomásimportante:reaparecióelseñorBursely.

Dickie,elprimeroenoírlo,seasomóalaventanayanunció:—¡Miradquiénviene!LaseñoraHeccombvolvióabajarlaescaleraporlaquehabíaempezadoa

subirconelánimodedescansarensuhabitación.Llegóaljardíndeinviernoydijo:

—EselseñorBursely,creo.ConunsombrerodignodeRonaldColman[9],elseñorBurselyavanzaba

porlasenda,algopreocupadoporlagranatencióngeneralqueparecíahaberdespertado.Eddie,quelosabíatodoacercadeél,dejócaer:

—¡Nohaynadacomoelcontoneomilitar!

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Daphnebizqueómientrasmirabasulabor;EddieseinclinósobrePortiaylediounpequeñopellizcoenlanuca,almismotiempoquedecía:

—Cariño,¡quéemocionadoestoy!HicieronpasaralseñorBurselyalcuartodeestar.—Temo haber estado un poco holgazán con ustedes—dijo—. Pero he

tenidounasemanaagitada,sinunsolominutolibre.Trastirardelasrodillasdesupantalónhaciaabajo,Burselysedejócaer

enelcanapé,alladodeEddie.LamiradadePortiaviajódeunacaraalaotra.—¿Cómo está la chiquilla de la casa?—le preguntó el señorBursely a

Portia.—Muybien,gracias.ElseñorBurselylamiródeunmodoespecialydespuésledijoaDaphne,

discretamente:—Hedejadomicochefuera.¿Quéteparecesidamosunpaseo?—Ahoramismoestoyocupada,losiento.—Pues entonces desocúpate, ¿qué estás esperando?Vamos, sé buena o

pensaréquetehascansadodemí.Lamentonopoderinvitaratodos,peroenestos coches tan pequeños no cabemos. Al mío lo llamo escarabajo y estásiemprezumbando.Esuncocheque…

—Yo—dijoDickie—voyajugaralgolf.—Claranomehadichonada.—PorquevoyajugarconEvelyn.—Propongolosiguiente:¿porquénonosreunimostodosenalgunaparte

deSouthstone?¿Porquénovolvemosaquedarallí,enelPavilion?—Muybien,deacuerdo.—Seráunapartidadeseis.Quevengatodoelgrupo.—Portiayyo—anuncióEddie—iremosadarunpaseo.—VenconPortiaalPavilion.—AlguiendeberíadecirleaClara…—Deacuerdo.Seremosseis—dijoelseñorBursely.

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Caminarontierraadentroycuestaarribahaciaelbosquequeseextendíapordetrásdelaestación:setratabadelboscosoacantiladoquePortiahabíavistodesdeloaltodelaescollera.Aqueldomingo,mientrasesperabalallegadadeEddie,elbosquenohabíajugadoelmásmínimopapelenelpaisajequeellaveíaensucorazón.

Peroallí estaban losdos, esedomingo,atravesandounvalladodecañaspara adentrarse en el bosque entre unos carteles que decían: «Propiedadprivada».Enladistanciasedivisabaungrupodeavellanos,yunosmuñonesde árboles se recortaban contra un cielo primaveral, separados de losmatorrales.Laluzquebañabalasramasextendidassefiltrabaentrelossetosconvirtiendo cada hoja en una diminuta llama de tempranos tonos verdes.Protegidasporelcalordelvalle,queeracomounaaxila,lashojasasomabantímidas y húmedas; en el bosque, en lo alto de las colinas, la primaveraapenastocabalasramasconunabrumaverdosaqueseextendíahastaelcielo.LasescamasdeunosbrotesseadhirieronalcabellodePortia.Lasdiminutasprímulas, todavía hundidas en la tierra, asomaban desde unos refugiosrepletosdehojasvenosasy,enlossoleadosresquiciosqueseabríanalpiedelos robles, las violetas salvajes desplegaban su color en un aire que nadiehabíarespirado.Lasecretavitalidaddelbosque llenabaelhuecodelvalleyrecorríatodoslosárbolesdelallamativacolina.

Había túneles, pero no senderos: debían andar encorvados, por tanto,debajo de los avellanos, y hacer a cadaminuto un alto a fin de estirar laspiernas.

—¿Creesquenospondránunamulta?—Esoscartelessolosirvenparaquelosbosquessevuelvanantipáticos.Apartandounaramadesurostro,Portiadijo:—Yohabíaimaginadoquepasearíamosaorillasdelmar.—Yahevistosuficientemarenestosdías…—Peroloestáspasandobien,Eddie,¿verdad?—Tieneselpelocubiertodemariposas.Notetoques,sonbellísimas.Eddie se detuvo y se sentó en un espacio libre al pie de un roble.

Despejandolentamenteunáreaasualrededor,alisólahierbaconunampliomovimiento de codos y manos hasta que ella se sentó también. Entonces,

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hundiendo elmentón de talmanera que se le formó una papada, empezó aquebrarunashojascon lasuñasde lospulgares,deteniéndosedecuandoencuando para contemplar el cielo, como si alguien hubiera dicho allí arribaalgoque ibadirigidoaél.Abrazándose las rodillas,Portiamirabafijamenteuntúnelderamasdeavellano.Alcabodeunrato,élledijo:

—¡Quécasamás espantosa!O,mejordicho, ¡qué cosasmás espantosasnosdijimosallí!

—¿Enlacasavacía?—Sí.QuéinmensoaliviovolveraWaikiki.Allímesientoalgoasustado,

peromeparecemejor.Elcorderosangraba,¿lohasnotado?No,merefieroala casa de esta mañana. ¿Te he ofendido, cariño? Juro que no fue miintención.¿Quéhedichoparaofenderteasí?

—Has confesado que no habías dicho en serio ciertas cosas que habíasdicho.

—Enefecto,no lasdije en serio.Oesoespero…¿Han sidocosas a lasquelesotorgasmuchovalor?

—Tambiénhasdichoquehaycosasquenotegustandenosotrosdos—añadióPortia,cubriéndoseelrostro.

—Eso no es cierto. Te lo aseguro con unamano en el corazón, cariño.Creoquesomosperfectos.Preferiríaquesupierascuándonoestoyhablandoenserio.Notendríamosquedarmarchaatrásyandaraclarandolascosas.

—¿Yenquépuedobasarmeparasaberlo?—Entimisma.—PeroDaphnesostienequeestoyloca.Antesdelacomida,medijoque

nomepusierahistérica…—Notesientestanerguidaquenopuedovertebien.Portia se tumbóyapoyóunamejilla en lahierbahastaque susojos,de

formaobediente,setoparonconlamiradagentilycuriosadeEddie;entonces,Portia se llevó unamano a los ojos y permaneció inmóvil, contrayendo losdedos.

—Daphnedicequeestoychifladaporti.Yquenotengolamenorideadenada.

—¡Lamuyperra!—exclamóEddie—.Todos tratan de pervertirte, perosolamenteyo soy capazdehacerlo, cariño.Supongoque algúndía te harásuna idea de cómo funciona todo, ¿sabes? Y, sin embargo, me aterra esaperspectiva.Tuformadeseres,ahoramismo,loqueteconvierteenlaúnicapersonaalaqueamo,losé.Perotambiénséquealgoasímeconvierteenunembustero.Nopierdasnuncalacabezapormí:yonopuedohacernadaporti.

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O, en todo caso, no voy a hacerlo.No quiero que cambies, cariño.No nosqueremoscomerelunoalotro.

—No,Eddie,no…Pero¿quéquieresdecirconestoúltimo?—QuenoquieroqueseamoscomoAnnayThomas.Oalgomuchopeor.—No comprendo—dijo Portia levantando la mano por encima de los

ojos.—Son cosas que ocurren constantemente. Y es a lo que la gente llama

amor.—Dicesquenuncaamasanadie.—¿Porquéibaasertantonto?Soycapazdeverconclaridadentretantos

tejemanejes.Perotúmehacesdichosoentodosloscasos…Aexcepcióndeestamañana.Nuncacambies,porfavor.

—Sí, lo que dices está muy bien, pero tengo la impresión que todo elmundo espera algo de mí. Todo el mundo se impacienta y, así, no puedoseguir siendo como soy.Todos esperanque suceda algo en el lapsode dosaños. Por ahora, personas comoMatchett y la señoraHeccomb son buenasconmigo,yelcomandanteBruttsiempremeenvíaalgúnpuzle,peroesonoocurriráeternamente…Supongoqueunbuendíaellosyanoestaránaquí.MedoycuentadequehayalgoenmíqueDaphneaborrece.Ymeaterraloquehas dicho esta mañana. ¿Lo nuestro es antinatural? ¿Te sientes seguroconmigo,peseaqueestoymedioloca?¿QuéhaqueridodecirDaphnecuandomencionóquenotengolamenorideadenada?

—Quenotieneslasmismasideasqueella,supongo.Pero…—Pero¿cuálessonlasideasquetúnoquieresquetengayo?—Bueno,esoyaesmáscomplicado.—Mellenasdeangustia—dijoella,sinmoverse.Eddie se incorporó y le quitó la mano de los ojos. Acto seguido,

manteniendolamanodeellasobrelahierba,abrióunoauno,suavemente,losdedosdePortiaypasólapuntadeundedoporlapalmadesumano,comosiallíintentaraleeralgoescritoenbraille.Portiamiróelcieloentrelasramas,porencimadesuscabezas,ysuspirócerrandodenuevolosojos.

—Noimaginascuántotequiero—dijoEddie.—Sí,peromeamenazasconnoquererme…Connoquerermesicrezco.

Imaginaquetuvieseveintiséisaños.—¿Tananciana?—Nohagasbromas,porfavor.Hacesquemeangustiemásaún.—Meveoobligadoabromear.Nomegustaloquedices.¿Tedascuenta

delascosastanhorrendasqueestásdiciendo?

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—No—replicóella,temerosa—.¿Aquéterefieres?—Meacusasdeserunvicioso—dijoEddie,cadavezmástenso.—¡Claroqueno!—Tendríaquehabermedadocuentadequeesto ibaa suceder.Siempre

sucede…Estásucediendoahoramismo.AterradaporlavozdeEddieyporsuexpresióndeacero,Portiagritó:—¡Ay,no!Entonceslepusounbrazoencimareduciendoaceroladistanciadehierba

entre losdos.ApoyósucuerpocontraeldeEddiey lebesó lasmejillas, laboca,labarbilla,condesesperación.

—Eresperfecto—dijoentresollozos—.EresmiperfectoEddie.Abrelosojos.Nosoportoverteasí.

EddieabriólosojosyvioquelasombradePortiaobstruíacompletamentela luzdelcielo.Peroél, frenéticoe impasible, seguíaobservándolaconunaactitudterrible.Paraqueellanosiguieramirando, lebajólacabeza; lasdoscaras quedaron tan cerca que pudo besarla en la boca y ella sintió, de estamanera, la sal de sus propias lágrimas. Después, él intentó apartarlasuavemente.

—Vete—ledijo—,poramordeDios,veteycálmateunpoco.—Nilosueñes…Nosoportocuandohacescosasasí.Eddierodóalejándosedeellaysepusodepie;luegoempezóadarvueltas

porelseto:Portiapudooírcómosuchaquetagolpeabacontra lasramasdelavellano.Eddiesedeteníaalaentradadecadatúnelcomosifueraunapuertaconllave,mientraspisoteabaelsilenciosomusgo.Portia,aúntumbadaenlahierba,mirólasbriznasaplastadasdellugardondeélhabíaestadotumbado;después,volviendolacabeza,descubriódosotresvioletas.Tendióunamano.Lasarrancó,laslevantósobresucaraycontemplóatravésdeellaslaluz.

Eddielaexaminabadesdelejos,estudiandocadagesto.—¿Porquélashasrecogido?—quisosaber—.¿Paraconsolarte?—Nolosé…—Nuncapodemosdejarlascosasenpaz.Ellanolograbaapartarlosojosdelasvioletas,queahoratemblabanensu

manoenalto.Concadapausade losmovimientosdeEddie,podíaoírseunrumor marino procedente de la espesura del bosque, como una mareasubterránea.

—Malditasvioletas—dijoEddie—.¿Porquélashasarrancado?Másvalequeahoramelaspongasenelojal.

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Dicho esto, se aproximó y se arrodilló impacientemente a su lado.TambiénPortiasearrodillódemodoquesurostroquedaraalgomásbajoqueeldeEddie,ysededicóaemparejarlostallosdelasflores.Luegointrodujolostallosenelojal,viocómolasfloresasomabanenlachaquetaynolevantólavistahastaqueéllacogiódelasmuñecas.

—No sé lo que sientes—dijo Eddie—. No me atrevo a preguntarlo ynunca he querido saberlo. Te lo suplico, ¡no me mires así! Y tampocotiemblesasí…Esalgoquenosoporto.Séquevaaocurriralgoespantoso.Nologrosentirloquesientes:estoyencerradoenmímismo.Soloséquetúhassido increíblemente adorable, pero que no debes aferrarte amí o terminaréasfixiándote.Portia,túnosabesloqueestáshaciendo.

—Síquelosé.—Noquieroposeerte,cariño.Notengolugarparati,solamentequierolo

quetúmedas.Yonuncadeseoanadiecompletamente.Nohequeridoherirte;nohequeridodañartedeningúnmodo.Séque te llenode angustia cuandointentoenseñartelaverdad.Lavidaesmuchomásduraqueloquetúcrees.¿No entiendes que, por mucho que nos amemos, estamos colmados de unhorriblepoderqueactúaencontradelunoydelotro?Meatormentasporelhechodeestartanatormentada.Lloraagritos,siesloquetehacefalta:llora,llora…Peronoteconformes,porfavor,conesasdébileslágrimasqueruedanporturostro.Loquetúquieresesposeermeentero,¿verdad?Sinembargo,yonomeofrezcoenteroanadieynoexistoenesesentidoplenoquetúanhelas.¿Quéhacausadoesteterribletrastornoenti?¿Porquénotecontentasteconla verdad acerca demí que ya poseías, por pequeña que fuera? Desde esanocheenquemeacercasteel sombrero,hesidocontigo lomássinceroquepuedoser.Nome fuercesaempezaramentir.Dicesquenadapodríahacerquemeodiaras.Noobstante,sillegasahacerquemeodieamímismo,harástambiénqueteodieati.

—Túyateodiasatimismo.Yosoloqueríaconsolarte.—Mehasconsolado.Desdequemedisteelsombrero.—¿Porquénopodemosbesarnos?—¡Porqueesmuydesolador!—Perotúyyo…—empezóadecirellaantesdeinterrumpirse.Después,

presionó su cara contra la chaqueta de Eddie, debajo de las violetas, y,retorciendo sus muñecas dentro de las manos de él, soltó unas palabrasconfusasantesdeexclamar—:¡Nosoportoquehablesasí!

Cuando liberó lasmuñecas, volvió a abrazarlo y empezó a balancear elcuerpoconunaviolenciasinpasiónque,comoestabanarrodillados,hizoque

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élsebalancearatambiénentrelosbrazosdeella.—¡Tequedarásasolascontualma!¡Asolascontualma!Totalmentepálido,Eddiecontestó:—Déjame.Portiasesentósobrelostalonesymiródeformainstintivaendirecciónal

roble,deseosadeaveriguarsi seguíaenposiciónvertical.Después,unió lasmanosque,apartadasbruscamenteporEddie,teníanlaspalmasraspadasporlatelaásperadelachaquetadeeste.Lasúltimaslágrimasleardíanenlacara:empezabanaperderimpulso,sedeteníanylequemabanlapiel.Hurgóenlosbolsillosdesuabrigoydijo:

—Notengopañuelo.Eddie sacó de su bolsillo un inmenso pañuelo de seda y, mientras lo

sostenía por una punta, ella se sonó la nariz con la otra. Después, se secódeprisa las lágrimas con la mano. Como un fantasma bondadoso cuyocontactonopuedesentirse,EddierecurrióadosdedosparaarreglarelcabellohúmedodePortiaponiéndoselodetrásdelasorejas.Entonces,lediounbesotriste, uno solo, que obedecía a sus dos eternidades, no a una palabra queacabaradepronunciarse.Peroel temorqueellateníadehaberloatacado,dehaberloherido,dehaberlo traicionadoera tanfuertequerehuyóelbeso.Depronto, Portia sintió en sus rodillas algo como un helado temblor queascendiera desde la tierra. La muralla que formaba el seto, con sus hojasiluminadas, parpadeó como un bosque que se atisba desde un tren enmovimiento.

Cuandovolvieronasentarseenlahierba,separadoselunodelotroporunmetro,EddiesacósupaquetedecigarrillosPlayers.Losveintiséiscigarrillosestabanaplastados.

—¡Miraloquehashecho!—dijo,peroasíytodoencendióuno.Unas volutas de humo brotaron de su nariz y empezaron a flotar. La

cerilla chisporroteó secamente al apagarse en elmusgo.Cuando terminódefumar,Eddiehizounagujeroenelsueloyallíenterróelrestodelcigarrillo.Entonces,despuésdedejarpasarvariosminutos,dijoconsutonomáscasual:

—Bueno,cariño,tendríasquehaberlepedidoaAnnaquetehablasedelaneurosisdeEddie.

—¿Elladiceesodeti?—Tendríasquesaberlo:hasvividoconellamedioaño.—Nosiemprelaescucho.—Deberías hacerlo. A veces tiene mucha razón… Mira, tomemos

distanciaeintentemosvernosconojosajenos…Pensaríamos:¡quéfelicesse

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les ve! Somos jóvenes; es primavera; esto es un bosque.En cierto aspecto,nosamamosytenemosnuestrasvidaspordelante…¡Diosmío,tenpiedaddenosotros!¿Oyeslospájaros?

—Nooigomuchos.—No, muchos no hay. Pero trata de oírlos… Sígueme el juego. ¿Qué

hueles?—Musgoquemadoylosolorestípicosdelbosque.—¿Yquéesloquehaquemadoelmusgo?—Tucigarrillo,Eddie.—Sí,elcigarrilloquehefumadoenestebosquejuntoati,cariño.No,no

debes suspirar. Contémplanos sentados bajo este viejo roble. Por favor,enciende una cerilla: voy a fumar otra vez, pero tú no debes hacerlo, eresdemasiado pequeña. Yo tengo ideales, como Dickie. No te llevamos atabernas y nos encanta que inspires en nosotros ideas piadosas, morbosas.Estasvioletasdeberíanestarentupelo…Oh,Primavera,Primavera[10],¿porquéteobliganallevaresehorribleabrigomarinero?Damelamano…

—No.—Entonces,míratelamano.Túyyobastamospararomperleelcorazóna

cualquiera…¿Porquénohabríamosderompernuestrospropioscorazones?Estamostanahogadosenestebosquecomosinoshundiéramosenelmar.Y,desde luego, somos felices, ¿cómopodríamosno serlo?Recuerda todo estoestanoche,cuandoyoestéenmitren.

—¿Estanoche?Yopensabaque…—Deboestarmañanaenlaoficina.Portanto,esunasuertequeahoranos

sintamosfelices.—Pero…—Nohayningúnpero.—LaseñoraHeccombsesentirádefraudada.—Sí. Ya no podré dormir en su delicioso trastero. Mañana no

amaneceremosbajoelmismotecho.—Nopuedocreerquehayasvenidoyqueyatemarches.—ConfírmaloconDaphne:ellateloexplicará.—Porfavor,Eddie,no…—¿Porquéno?Hayqueseguiradelante,¿sabes?—Nodigasquesomosfelicesconesasonrisatanespantosa.—Misonrisanuncaindicacómomesiento.—¿Nopodríamospasearporotrositio?

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Siguieronestrechossenderosquesubíanlacolinay,así,partiendoramasdeavellano,atravesandoespesuras,llegaronalacantiladodondeterminabaelbosque.Desdeallípodíanadmirarelpaisaje.Elsol,iluminandolaladeradeárboles,brillabasobrelatenueyfinacapadebrotesverdesyblancos:unolorpegajoso flotaba en la tibia bruma vespertina.Al sur, elmar se presentabaazulclaro;alnorte,lasestribacionessealisaban.Tambiénvieronlosdestellosdelasvíasdeltren.Susalmasseelevaroncomoburbujas.Eddieentrelazósubrazoconeldeella;Portiaapoyólacabezaenelhombrodeélyacogióelsolconlosojoscerrados.

Enelpisosuperiordelautobús,yendohaciaSouthstone,Eddiearrancódelos cabellos de Portia unas pocas briznas de hierba y algunas escamas debrotes.Sepasóunpeineporelpeloyluegoselopasóaella.Elcuellodelacamisa de Eddie estaba raído; los zapatos de los dos se habían embarrado;ninguno tenía sombrero y Portia no llevaba guantes. No los hubiesenaceptado, así vestidos, en el Pavilion. Pero, cuando el autobús que iba aSouthstone tomó el camino de la costa, los dos se sintieron dichosos ydisfrutaron del viaje. Eddie fumaba sin cesar; Portia bajó la ventanilla y seasomóapoyandoelcodoenelmarco.ElairedelmarsoplabadefrenteyellavolvióapedirleelpeineaEddie.Cuandoelautobúsaminorósumarcha,alpiedelacolinadeSouthstone,consultaronelrelojyvieronquetansoloeranlascinco.Teníantiempoparatomareltéantesdequelosdemásllegaran.

—HeintentadopreguntarleaDaphnequéesloquesuscitaennosotroseseanhelodecamaradería.

—Eresmuycambiante:¿porquéseteocurrióhacereso?—¿Sabes que llegué a pensar, en una fiesta, que el señorBursely se te

parecía?—¿Bursely?Ah,sí,esetío…Bueno,¡noséquédecir!Mepreguntodónde

andaránDaphneyél,¿túno?—PodríanhaberllegadoaDover,siasílodesearan.Aún estaban sentados tomando el té en el Pavilion cuando entraron

Dickie,Evelyn,ClarayCecil.Evelynllevabaunvestidodedospiezascolorcanario;Clara,unabrigodepeluchequeseatabaconunlazobajolabarbilla.Dickie y Cecil estaban vestidos a rayas: era evidente que todos se habíancambiadoderopa.Aesashoras,elPavilionsealzabaenelairerosadocomounalinternaapagadaylaorquestatocabaalgodeSansónyDalila.

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Evelyn dirigió su mirada a Eddie y le preguntó si le gustaban lascaminatas.Cecilmostraba tanpocacuriosidadquehastaparecíadeprimido.Clara tenía la mirada fija en Dickie y no decía nada: de vez en cuando,lanzabaunamiradaansiosaasubolsodegamuza.Comolareuniónhabíasidoideadel señorBursely,nadieosabaempezarantesdequeél llegase.Dickiehizocorrerunapuertadevidrioycromo,ydijoque talveza laschicas lesgustaríaverelpaisaje.

Desde la terraza,contemplaronelsenderoqueseextendíaallíabajo, lascopasde lospinosy el techode lapistadepatinaje.Eddie se inclinó tantosobreelparapetoquePortia temióque fuera ademostrarles (comoya se lohabíademostradoaella)lolejosquepodíaescupir.Todoloqueocurriófuequelasvioletassedesprendierondesuojalycayeronalvacío.

—Hasperdidotusflores—dijoEvelyn,delomáscampante.—¿Creesquemehemareado?—contestóEddielanzándoleunamirada.—Nolosé,¿esposiblequeseastanflojo?—Claroqueno.Estumagníficovestidoamarilloloquemehaceperderla

cabeza.—Bueno,yo…—titubeóEvelynsinsabercómotomarseaquello—.Oye,

Dickie,tuamigotienelacabezafloja.¿Noteparecequedeberíamosentrar?Dickieconsultósurelojconmásseveridadquelavezanterior.—No lo entiendo—protestó—. Le he dicho a Bursely que estaría aquí

con las chicas a las seis.Penséquehabía sido claro, peroya son las seisyveinteolasseisyveinticinco…Esperoquenohayatenidoningúnproblema.

—Bueno, la cosadependedeDaphne, ¿noes cierto?—dijoEvelynconpicardía,mientrassepintabalaboca.

Dickieesperóaqueguardarasulápizdelabios.Luego,dijoconfrialdad:—Hequeridodecirconelcoche.—Bueno,esuncochemuyfácildeconducir:yomismaloheconducidoy

Clara también. Supongo que esta tarde conduce Daphne. Mira cómo estátiritandoClara.¿Tienesfrío,queridamía?

—Unpoco.Dentro,entrelosespejosylascolumnas,encontraronalseñorBurselyya

Daphnetomandomuyanimadosunacopa.Hubounintercambiodereprochesyrisasalgoindecorosas,hastaqueelseñorBurselyllamóalcamareroypidióbebidasparatodos.ClarayPortiarecibieronnaranjadasconhigiénicaspajitasenvueltas en papel; Daphne pidió otro Bronx; Evelyn, un Sidecar. Loshombrespidieronwhisky,salvoEddie,quesehizotraerunaginebradobleeinsistió en ponerle él mismo a su ginebra un toque de cerveza amarga

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Angostura. Daphne parecía enardecida y satisfecha. Se había quitado elsombrero.Mientras hablaba, se arreglaba los rizos con una u otramano, olanzaba una mirada satisfecha a su bufanda de terciopelo verde. El señorBursely y ella —sentados el uno junto al otro y más bien taciturnos—parecíanextremadamenteconscientesdesusmutuaspresencias.

Sorbiendodeformamuydiscretasubebida,Portiacontemplabalaescena,apartada del grupo, oculta tras su larga pajita. De vez en cuando, sus ojosescrutaban el reloj: en tres horas, Eddie se habría ido. Veía cómo él ibaexcitándosemásymáshastaproclamarquelapróximarondacorreríaporsucuenta.ObservólamanodeEddie,quesedirigíaalbolsillo,¿tendríadinerosuficiente? Le enseñó a Evelyn algo que había apuntado en su agenda; searremangóelpuñoparamostrarelvellodesumuñeca.LepreguntóalseñorBurselysiestabatatuado.CogiólapajitaqueClarahabíaestadosorbiendoyle hizo con ella cosquillas en la nuca, al tiempo que Clara hurgaba en subolso.

—Dimeunacosa,Clara—preguntó—,¿porquénuncamehashablado?Ellalomiróconairederatoncitoasustado.Élpusounamedidaunpoco

exageradadeAngosturaensusegundaginebraytuvoquepedirunaginebramás,paraequilibrar.ApoyandouncodoenunhombrodeCecil, ledijoqueteníamuchasganasdequefueranjuntosaFrancia.Escribió,conelcarmíndeEvelyn,sunombreenelenvoltoriodepapeldelapajitadeClara.

—Noteolvidesdemí—ledijo—.Estoysegurodequeteolvidarás.Oye,teapuntotambiénminúmerodeteléfono.

Dickiedijo:—Estamoshaciendodemasiadoruido.Hasta Bursely parecía haber perdido los estribos. Eddie y él habían

establecido uno de esos estrechos vínculos que solamente son posiblesdespués de varias bebidas. Se miraban el uno al otro con ojos acuosos,impregnados de ensoñada admiración. Sin duda alguna, Eddie excitaba alseñorBursely,quienhizounaimitacióndelPatoDonaldy,luego,cogiendoelgranpeineverdedeDaphne, tratódeseguira laorquestaconél.Encuantocesólamúsica,sepusoaentonarunamelodíadesuinvención,yexclamó:

—¡Soyunpastorquellamaasusovejas!—¡Aldiablocon lasovejas!—espetóDaphne iniciandosu tercerBronx

—.¡Dameesepeine!¡Bastadepayasadas!—Porfavor—lesdijoDickie—,estenoesunlugarparapelear.—Lo seráono—repuso el señorBursely—,pero es el lugar en el que

estamos.

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Portia oyó un rumor a sus espaldas: alguien estaba descorriendo lascortinasyunasfranjasamarillasdesedasemovieronenlapenumbra.Cecilsiguióbebiendosuwhiskysindecirnada.

—Oídme—lesdijoDickiealseñorBurselyyaEddie—,sinooscalláis,mellevoalaschicasacasa.

—No,nohagaseso:nopodemosvivirsinlasmujeres.Dickiedijo:—Serámejorqueoscalléisonosecharándeaquí.Estonoeselcasinode

París…Mellevaréalaschicas.—Tienesrazón,Mussolini.Esmás,creoqueloharéyo.—No se lleve a todas lasmujeres. No puede usted hacer eso—dijo el

señor Bursely cerrando un ojo y tratando de mirar a través del peine deDaphne.

—¿Nopuedo?—preguntóEddieentrerisas,ydiounaspalmaditasenelhombrodeCecil—.PregúnteleaCecil:élconoceFrancia.

—Debodecir—dijoEvelynconvozserena—quevosotros,muchachos,soislamentables.

—Bueno,díseloaCecil…Cecilestásoñando.—Cecil es siempre un caballero —replicó Daphne, acariciando con

ternuraelvasodeCecil—.Esunbuenchico, loconozcodesdequeéramosniños.¿Nonosconocemosdesdequeéramosniños,Cecil?¡Tehepedidoquedejes de hacer tonterías con mi peine! ¡Ese peine es mío! ¡Devuélvemeloahoramismo!

—Nopuedo,estoyllamandoamisovejas.Dickiedescruzólaspiernasyseechóhaciaatrás,apartándosedelamesa.—Cecil—dijo—,esmejorquellevemosalaschicasacasa.Cecil sonrió con cuidado y se llevó unamano a la frente. Después, se

levantóyseretiródeformabrusca.Todosvieroncómoseabríapasoentrelasmesashastadesaparecertraselrelampagueodelapuertagiratoria.

—Ahorasolosomossiete—dijoClara.—¡Quévacíonosdeja!—exclamóEddie—.Eranuestroúnicopensador.

Yo le tengomiedo a los sentimientos, y sé que Clara le tienemiedo a lossentimientos, lo puedo ver en su cara. Le tienes miedo a los sentimientos,¿verdad,Clara?Diosmío,¡quétardesehahecho!¿Cómovoyacogereltrensi no sé ni dónde está la estación? Dime, Daphne, ¿qué debo hacer paraencontrareltren?

—Cuantoantesloencuentres,mejor.

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—No he preguntado cuándo, eso ya lo sé. He preguntado dónde. Diosmío, qué dura eres… Oye, Evelyn, ¿por qué no me llevas en coche hastaLondres?Huyamosenmitaddelanoche.

Abotonándoselachaquetaamarilla,Evelyntansolodijo:—Bueno,Dickie,hedemarcharme.Nosé loquediríamipadreeneste

caso…No,gracias,señor…Nodeseosunúmerodeteléfono.—¡PorelamordeDios!¿Asíquemerechazas?—dijoEddie,ybuscóa

Portia,queestabaen laotrapuntade lamesacon losojosmuyabiertos—.Querida,¿quévoyahacer?—lepreguntóenvozalta—.Meestoyportandohorriblemente.¿Quévoyahacer?

Bajólosojos,seechóareír,encendióunacerillayquemólatiradepapeldondehabíaescritosunombreconcarmín.

—Memarcho—dijo.La ceniza cayó sobre lamesa, yEddie sopló unaparteyaplastóelrestoconelpulgar—.Debomarcharme,peronosédóndeestáeltren.

—Preguntemos—sugirióPortia.Seincorporóysequedódepie,comosiesperaraalgo.

—Bueno, adiós, adiós a todos, tengo que volver a Londres. Adiós,muchísimasgracias.

—Esinútilquedigasadiós—dijoDickiedespectivamente—.Tienesquevolver aWaikiki a recoger tu equipaje, si es que recuerdas dónde queda lacasa.Además,noshasdichoquetutrensalealasdiezysonsololasochoycinco. Por lo tanto, no tiene sentido que nos digas adiós aquí. Atención,atencióntodos:¿osvais?AlguientienequeesperaraCecil.

Eddiesepusopálidoydijo:—¡OcúpatetúdeCecilyquePortiameatiendaamí!Asíescomosesuele

llevaralosborrachosderegresoasucasa.Lasotras tresmuchachas,aloíraquellaspalabras, seescabulleroncomo

conejos.Portiafuehacialascortinasamarillas,lasapartóyabrióunapuertadecristal.Unarachadeaireoscuroentróenlasala;variaspersonastemblarondefríoysemiraronentresí.Portiasalióalaterraza,suspendidasobreelmarnegroe iluminadapor la tenue luzamarillaprovenientede lasventanas.Alcabodeunminuto,Eddie fue tras ellaydijo,mientrasmiraba laoscuridadquereinabaalrededor:

—¿Dóndeestás?¿Estásahí?—Aquíestoy.—¡Perfecto!Porfavor,notecaigasporlabarandilla.

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Eddieseapoyóenelmarcodeunaventana,cruzólosbrazosyrompióallorar.Portiaviocómoseagitabansushombrosalumbradospor laventana.Nohayqueacercarsecuandoalguienlloraasí.

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Eldiario

LunesEstamañana, la señoraHeccombno ha dicho nada, como si lo de ayer

hubierasidounsueñomío.Heproseguidoconelpuzle.Comosehabíacaídoalsuelo,unapartesedesarmóynohepodidocontinuarpordonde lohabíadejado.Talvezmolesteeneljardíndeinvierno,aunqueDaphnenohavueltoadecirnadaalrespecto.Estálloviendo,perohaymásoscuridadquelluvia.

MartesDespertéy caíauna fuerte lluvia.Ahorayano lluevey la explanadaha

quedado reluciente. La señora Heccomb y yo hemos ido esta mañana aToyne’s, a comprar unos sujetapapeles para evitar que todas las cosas sevuelen;deregreso,meparecióqueibaadecirmealgo,peronolohizoyquizáno lohaganunca.En losdíasdehumedadode lluvia, el olor a sal esmásfuerte.Esta tarde fuimos a tomar el té conotraspersonasyhablamosde lafiestadelaiglesia;dijeronqueeraunapenaqueyonovayaaestaraquí,pueslafiestaseráenjunio.Mepreguntoquéserádemíporentonces.

MiércolesResultaextrañoquedarseenunlugarcuandootrosehamarchadodeallí.

Yanosetratadelosdoslugareshabituales:ellugarenqueambosestabanyelqueallíexistíahastaque llegaronellos.No logrohabituarmeaese tercerlugarnitampocoquedarmealmargen.

LaseñoraHeccombtieneunnuevoalumnodepianoenSouthstone,ymellevaconellacuandovaaimpartirsusclases.Yolaesperoenunbancoquehaycercadelacantilado.HevistolasbanderasdelEastCliffPavilion,peronomeheacercado.

Jueves

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DaphnedicequeCecilestáofendidoconmigo.YqueEddiehizoconelcigarrillounagujeroeneledredónque lamadredeCecil lesprestóparasucama.EstohacreadounasituaciónincómodaconlamadredeCecil.Daphnedicequelosucedidonotieneremedio,peroqueyodebíasaberlo.

ViernesHe recibido una carta de Eddie y la señora Heccomb ha recibido otra.

Eddiedicequesiempreseacordarádeestelugar.Laseñoramehaenseñadosucartayhadichoqueeramuysimpática,peronoañadióningúncomentarioacercadeEddie.Porunmomento,creíqueibaadeciralgo,peronolohizo;quizánotuvierapensadodecirnada.

Cecil ha venido esta tarde; nos ha contado que ha cogido frío y se haresfriado.Nomeparecequeestéofendidoconmigo.

SábadoHaceunasemana,hoyeseldíaenquellegabaEddie.Dickie es muy amable: me ha invitado a Southstone para que vea un

partido de hockey sobre hielo. También viene Clara e iremos en su coche.DaphneyEvelynvanabailaralSplendideconelseñorBurselyyunamigodeeste.Cecildicequeaúnestáresfriado.

DomingoEstamañanafuialaiglesiaconlaseñoraHeccomb.Elruidodelalluvia

resonaba con fuerza en el techo. Con tanta lluvia apenas pude ver tierraadentro.Debedehabermuchahumedadenelbosqueyentodaspartes.HoyiréatomareltéconlamadredeCecil.

LunesHe recibido una carta del comandante Brutt agradeciéndome las líneas

que leenviéconmotivodelpuzle.Mepreguntacuándoestaremos todosderegresoenLondres.

Creoqueaquísehanolvidadodelosucedido.Clara ha sido muy amable: me invitó a jugar al bádminton en casa de

Evelynyasílohicimos,perolacosanosaliódemasiadobien.Después,fuia

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tomareltéconClara.Supadreesmillonario:sededicaalnegociodelté.Lacasatieneunabuenacalefacciónyporelsuelohaypielesdeanimales.Enlosrellanoshanpuestofloresenunostiestosenormes.Claramehizopasarasudormitorio. Allí destaca, sobre la cama, una fotografía de Dickie con lainscripción: «De tuDickie».Clarame ha dicho que sin duda para nosotrasresultaaburridoquelosdemástrabajenduranteeldía;Clarapiensaavecesenhaceralgo.Meharegaladounpañuelodesedaquejamáshausadoytambiéndoscollares.LeenseñarétodoestoaDickieparaqueveaquébuenaesClara.

MartesHa llegado carta de Eddie. Dice que está bien y pregunta por todos.

También he recibido una carta deThomas, con una posdata deAnna en laúltima página. Anna dice que se ha reído de solo imaginar a Eddie enWaikiki.Yono les he contadoque iba a venir: con toda certeza ha sido laseñoraHeccomb.Annadicequenohacefaltaqueescribasiestoypasandounmomentotanbueno,yaqueellosvolveránprontoyoiránentoncestodasmisnovedades.

MiércolesLaseñoraHeccombhadichoderepentequeestápreocupadapormí.Yo

mehealegradocuandoCecilhadecididollevarmeapasearporlaplaya.

JuevesLaseñoraHeccombmehadichoqueesperabanohaberhabladodemásy

queestátanpreocupadaquehapasadolanocheenvela.Yolehecontestadoque no, que no es así, gracias a Cecil. Le he dicho que esperaba no haberhechonadamalo,yellamehacontestadoentoncesqueno,quenosetratadeeso,quesolamentehadudadounpoco.Solamenteeso.¿Dudadodequé?,lehe preguntado. Entoncesme ha dicho que había dudado de haber hecho lodebido.¿Hechocuándo?,quisesaber.Ylaseñorarespondióqueahíestabaelasunto:quenoestabaseguradecuándodebíahaberlohecho,siesquehabíahecho algo. Me dijo que esperaba que yo me diese cuenta de cuánto meaprecia.Lehecontestadoqueesomealegrabamucho.

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ViernesHay lugares por los que aún no puedo pasar, aunque tan solo

anduviésemosdosdíasporellos.Cuandosalgodepaseo,buscolossitiosalosquenohemosido.Hoyheestadoenunpuenteenelquenuncanosdetuvimosnosotros.Me he quedado observando a un par de cisnes que se deslizabanbajoelpuente.Dicenqueeselmomentodel añoenqueanidan,peroestosdosibandándoselaespalda,sinmirarse.Hoynollueve.Estábastanteoscuroy el aire parece negro, pero el verde es un verde reluciente. Los días quepasanhacenquesientaquemealejocadavezmásdelmomentoenqueviaEddieporúltimavez,peronomeacercan,encambio,aldíaenqueloverédenuevo.

SábadoDossemanasdesdelallegadadeEddie.Miúltimosábadoaquí.Dickievolvióalastresdecomerconelgrupodehockey.Medicequehan

terminadolatemporada.Yoestabaeneljardíndeinviernomontandoelpuzleyélmepreguntó,nadamásentrar,porquéteníaesehumor.Ledijequeerami último sábado aquí.Me propuso que lo acompañasemientras jugaba algolf. Así que, cuando Clara vino a buscarlo en coche, me instalaron en elasientotraseroyfuimoslostresalcampo.Clarahaceelesfuerzodejugaralgolf porDickie, peroDickie juega una especie de golf solitario.Desde loscampos, se ve el bosque que se extiende al otro lado del valle; todo eshermosoyhaygrandescantidadesdeaulaga.Alterminar,Dickiepropusoquefuéramosatomarelté,demodoquetomamoseltéenelsalóndelclub.Esunsitiomuybonito,conunaenormechimenea,ynossentamosjuntoalventanalsaliente.Mehedivertidomuchísimo.MeparecequemipresenciahizoqueClarasesintieraunpocolamujerdeDickie.Insistióenpedirmásmermeladayal final sacósucartera,peroDickie ledijoalcamarero:Cóbremeamí,ypagóelté.SolosiestáDaphne,sevuelvehirienteconClara.

SehizotantardequeClaraexclamó:Madremía,debodarmeprisa.Ensucasahabíaninvitadoaunjuezacomer.Dickieledijoqueerapreferiblequesemarcharacuantoantes;ellaaceptó,yélyyovolvimosandandoaWaikiki.Porelcamino,mepreguntó:¿Estástristeporquetienesqueirte?Lecontestéquesí (loestoy);entonces,élsedetuvo,memirófijamenteydijoqueellostambién lo sentían.Dijoque casimehabía convertido enunode ellos.Eso

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hizoquelepreguntarasitambiénEddielehabíacaídobien.Medijo:Desdeluego, es un tipo divertido. Le dije que me alegraba que Eddie le hubieraparecidodivertido.EsunaespeciedeLotario[11],comentó,¿nopensabayolomismo?Repusequeno.Dickiedijo:Sinembargo,Eddiepierdelacabezaconfrecuencia,¿sabesloquequierodecir?Nodeltodo,contesté.Yéldijoque,asu modo de ver, se trataba más que nada de una cuestión de carácter. Éljuzgabaalagenteporsucarácter.Yoledijequeesenoes,talvez,elmejormododejuzgaralagente,yaqueelcarácterdelaspersonascambiasegúnlaocasión,ydependemuchodeloquelesvayasucediendo.Éldijoqueno,queme equivoco, que lo que le ocurre a la gente depende de su carácter.SeguramenteDickietengarazón,peroalavezmedalaimpresióndequenoesasí.Mientrastanto,yaestábamosenlaexplanadayelsolseibaocultando.Dijequeelmarparecíadecristalyélcontestóquesí,queesoparecía.Dijequeme agradaba Clara, y él dijo que sí, que era buena, pero que perdía amenudo la cabeza.Lepregunté si con esoquería decir queClara era comoEddie,perocontestóqueno.DespuésvolvimosaWaikiki.

DomingoMi último domingo. Un día estupendo, caluroso. Han brotado muchas

hojas de los castaños, aunque no son hojas grandes, y los otros árbolesparecencubiertosdeadornosverdes.Alasalidadelaiglesia,ciertamujernosinvitóalaseñoraHeccombyamíaquefuéramosaadmirarlosjacintosdesuhuerto. Parecen porcelanas de colores. En el huerto, la señora Heccomb ledijoaestamujer:Elpróximodomingo,lamentablemente,Portiayanoestaráaquí.Yopensé:PuedequeelpróximodomingoveaaEddie.Y,sinembargo,tambiénpensé:Quisieraquedarmeaquí,ahoraquellegaelverano,puesharánmuchísimascosasqueaúnnoleshevistohacer.Ignoroloquehacelagenteen Londres, pues allí no es posible ver a nadie haciendo nada de nada.Aunquehaycosasquemehandolidodesdequemetrajeronaquí,preferiríaquedarmeynotenerqueregresaraunlugardondenoséquévaaocurrir.

Alvolverdelhuertode los jacintos, laseñoraHeccomblamentóqueyono hubiera salido a remar por el canal. Dice que es allí donde reman enverano.Lepregunté sino remabanenelmar,peroelladijoqueno,queesdemasiadoabierto,mientrasqueenelcanalhaymássombra.MepreguntósinodeseabaquelepidieraaCecilquenosllevaseporlatarde,aellayamí,apasearenbote.Demodoque fuimosacasadeCecil.Élnoestaba,pero sumadrenosdijoqueibaapedirlequenosdieraunpaseoenbote.

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Asíqueporlatardefuimosenbote.Cecilremóymeenseñóadirigireltimón;laseñoraHeccombsosteníaunasombrilla.Eradesedacolormalvay,unaodosveces,cuandoyonotimoneaba,semeenredaronunoshierbajosenlasmanos.Eranfuertesy tambiénseenredabanen los remos,asíquenadiehablómuchomientrasCecilremaba.LaseñoraHeccombibapensativayyomiraba el agua o los árboles. El sol brillaba demasiado. En determinadomomento,senosacercóuncisneylaseñoraHeccombdijoquedebíadeestarenceloyhastarabioso,mientrasblandíalasombrilladispuestaaasestarleungolpe.Esmejorqueguardelosremos,dijoCecil.Peroelcisnenoreparóennuestrapresencia.Mástardepasamosmuycercadesunido,dondevimosalotrocisne.

Losdemásestaban jugandoal tenisenalgún lugar.Eldíaenque lleguéaquí,laseñoraHeccombllevabaunabrigodepiel.Ahoraesverano,aunquetodoparececolorverdepálido.Todocambiamuyvelozmenteenestaépocadelañoenlaqueadiariosucedealgonuevo.Eninviernonoocurrenada.

Esta noche, la señoraHeccomb cantará en un oratorio.Daphne,Dickie,Clara, Evelyn,Wallace, Charlie y Cecil se han reunido abajo, y juegan alrummy aprovechando que ella ha salido. Pero la señora Heccomb me haenviado temprano a la cama porque,mientras remábamos,me dio dolor decabeza.

LunesLa señoraHeccomb está cansada después del oratorio.Y aDaphne y a

Dickie no les gustan los lunes. En un rato voy a salir yme tumbaré en laplaya.

MartesAún no he recibido la carta que Eddie prometió escribirme, pero eso

puededeberseaqueestoyapuntode regresar.Este sitioparecenuevoestasemana,puessehavueltounlugardeveraneo.Laexplanadahueleaalquitráncaliente.Perotodos,desdeluego,dicenquepasarápronto.

MiércolesDebomarcharmemañana.Comoesteesmiúltimodíacompletoaquí, la

señora Heccomb y la madre de Cecil me llevarán a ver unas ruinas.

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Meteremoslascosasdeltéenuncestoeiremosenautobús.Clarame llevarámañanaensucochehasta laestacióndondesehaceel

trasbordo,yasímeahorrotenerquecambiardetren.Claradicequesesienterealmenteapenada.Comohoyesmiúltima tarde,Dickie,ClarayCecilmehaninvitadoalapistadepatinaje,enSouthstone,paraquelosveapatinar.

Soy incapaz de decir algo acerca de mi partida. Ni siquiera puedoescribirlo aquí.Tal vez seamejor que nuncamás diga nada de nada.DebotratardenodecirlenuncanadamásaEddie:siemprequeledigoalgo,esunerror.Ahoradebemoscogerelautobúsquevaalasruinas.

JuevesEstoyderegreso,aquí,enLondres.Ellosnovolveránhastamañana.

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TERCERAPARTE

Eldiablo

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ThomasyAnnanoregresaríandelextranjerohastaelviernesporlatarde.Todoestabapreparadoparaque,alavuelta,reanudaransuvidahabitual.

Lamañanadeeseviernes,unosespléndidosrayosdesolasaltaronlacasadeWindsorTerrace,ysemovieroncálidoseinvisiblesporlospisosencerados.La casa, con sus ventanas vacías de cara al brillante lago y a los castañosllenosdehojas,ofrecíaunmoldeperfectoparalavida,unodeesosmoldesalos cuales, luego, la vida casi nunca se ajusta. Los relojes, en hora y concuerda,marcaban cadaminuto enunvacío inmaculado.Portia iba abriendosuavementeunapuerta trasotra,recorríacadahabitaciónconsuspensativosojososcuros,yobservaba los relojesy los teléfonos,peronocontabacomounapresenciatangible.

El aseo primaveral se había efectuado a fondo. Cada objeto lavado ypulido destacaba con nitidez en aquella atmósfera impoluta. Losmármolesrefulgían como azúcar blanca; la pintura color marfil era más tersa que elmarfil. Un líquido azul había eliminado la costra invernal de los espejos:ahora,susagudosreflejoscasidañabanlavista,comosiencerraranalgoreal.Enelbarnizdelosmueblesrefulgíaunaluzcastaña.Portodaspartes,lacasaolía a cera; y un perfume jabonoso llegaba desde los libros. Crujientes delimpieza,lascortinastiritabanenlasventanas,abiertasdemalaganaparaquepenetraseelairedeabrilconsulevecargadehollín.Así,concadabocanadaquepenetrabaenlacasa,entrabaunpocolacontaminación.

Lacalefacciónestabaapagadayen laprimeraplantahabíaunamasadeaire neutro que, al abrirse una puerta o una ventana, recibía un impactoprimaveral. Esa mañana, los cuartos del fondo carecían de sol y en ellosreinabaelfrío.Elsubsueloestabaaúnmásfrío,yolíaalavadoycepillado;laluzllegabafiltrada,casifantasmal.Unapenumbraurbana,comocansada,secongregaba en esa parte de la casa. Portia llevaba cuatro semanas sin estarbajotierra.

—¡Madremía,Matchett,lohaslimpiadotodo!—Hola…¿Hastenidounbuenviaje?—Sí.Hemiradoportodalacasa.Estálimpísima…Nodigoquenoloesté

siempre.

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—Esmásfácilnotarlocuandotevasyregresasluego.Ysécómosonesascasasdelaplaya:puraspatrañas,nadamás.

—Debodecir—afirmóPortia,sentándosejuntoaMatchett—quehoymeapeteceríamuchoqueviviéramosaquítúyyosolas.

—Ay,¡deberíassentirvergüenza!Noolvidesqueunlugarcomoestenoexiste sin un señor y una señora Thomas. Si no fuese por ellos, ¿dóndeestaríastúahora?No,yoaguardomuydichosasuregresoymeparecejustoque sea así.Nomemires de esemodo… ¿Qué te ocurre? Sé que el señorThomas,almenos,sepondríabastantetristesisupieraquepreferiríashabertequedadoenesebalneario.

—Peroyonohedichoeso.—Nosetratasolamentedeloqueunodiceenvozalta.—Sacas conclusiones apresuradas, Matchett. Lo único que he dicho es

que…—De acuerdo, de acuerdo… —interrumpió Matchett, y se dio un

golpecitoenlosdientesconunaagujadetejerantesdeempezaraexaminaratentamenteaPortia—.Diosmío—añadió—,tehanenseñadoadecirloquepiensas.Meparecequeestásmuycambiada.

—Me atacas porque he estado ausente, pero yo no quería marcharme.Fueronellosquienesmeenviaronallí.

SentadaenelpequeñosalóndeMatchett,enelsubsuelo,Portiaextendiólas piernas y semiró la punta de los pies, como si el cambio queMatchetthabíaobservado(aunque,¿existíarealmenteesecambio?)hubieseempezadopor allí. Matchett tejía un calcetín, sentada en una de las sillas junto a laapagadaestufadegas.LospiesdeMatchettdescansabanenel travesañodeotrasilla;sehabíadesabrochadoloszapatosporqueteníalospieshinchados.Eran las doce del mediodía: lasmanecillas del reloj parecían anunciar unahoradecisiva.Lasdoce,ytodoestabayadispuesto.NadamássucederíahastaqueuntrenvespertinoentraseenlaestaciónVictoria,yuntaxi,coneltechorepleto demaletas de cuero, cruzara Londres de suroeste a noroeste. Entretanto, reinaríaunacalmaextraordinaria.LacocinerayPhylliscuchicheabanenlacocinamientrasbebíanté.LasilladeMatchettcrujíadevezencuandoacausadesupesomonolítico.

Sehabíasalidoconlasuya.Tensamenteconcentradaenlasagujasdetejer(porquenopodíadescansar sindescargardealguna forma toda suenergía),sus dedos estaban descoloridos y arrugados, como la cáscara de una viejamanzana, debido a la incesante inmersión en agua caliente, bicarbonato yjabón.Teníalasuñaspálidas,fibrosas,conlaspuntasrotas.Laluzsefiltraba

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pordebajodeun tiesto ennegrecido, a travésde las rejasde laventana, sindetectarningúncolorenMatchett:suvestidoazulbloqueaba toda la luz,demodoque,traseldurobrillodesudelantal,Matchettparecíaformarpartedeaquellapenumbra.Entresusrecioscabellosasomabanunaspocasyflamantescanas,perosusfaccionesnopermitíanvislumbrarningúnsignodecansancio.Setratabadealgomásqueautodominiopuesellaparecíahabersemoldeadoasímismademaneramajestuosa.Piso traspiso,porencimadel subsuelo, seerguíasuinmaculadacasay,porelmodoenquesusojoscontemplabanentresusbajaspestañaseltejido,estabaclaroqueMatchetteramuyconscientedeello.

Portiamiróporlasrejasdelaventanaydijo:—Quépenaquenohayaspodidolimpiareltiesto.—Hemos fumigado la hiedra sinmuchos resultados pues esosmalditos

gatosnosevandeloshelechos.—Sabíaqueestabasocupada,Matchett,peronotanocupada.—No entiendo cómo has podido pensar en otras personas con toda la

gentenuevaquehasconocido.(Aunque severo en la superficie, el comentario no fue pronunciado con

severidad: mientras hablaba, Matchett no dejaba de tejer, y había algosimpáticoenelclic-clicquehacíanlasagujasalchocarentresí).

—Atuedad,nosedebeestarendoslugaresalavez.Cuandoestásenelmar,estásenelmar.Conservatuimaginaciónparaelmomentoenquehagafalta.Enprimaverascomoesta,loquenosevenosesiente:esoessiemprelomejor.Hasidounaprimaveramaravillosaparaventilarlaropa…SihubieraestadoencasadelaseñoraQuayne,habríasacadoloscolchonesalsol.

—Peroyohepensadoenti.¿Túnohaspensadoenmí?—¿Crees que he tenido unminuto libre? Si tú hubieras estado aquí, te

habríassentidopeorconmigoqueconelseñorylaseñoraThomas.Ynomedigas que has estado lloriqueando: has tenido compañía de sobra en aquelbalneario. Aunque eso no signifique que ahora tengas mucho que contar:suelesserreservada,siemprehassidoasí.

—Tútampocomehaspreguntadonada,conloocupadaqueestabas.Estaeslaprimeravezquemeescuchas.Yahoranosépordóndeempezar.

—Puesbien,tómatetodoeltiempodelmundo.Tieneselrestodelverano—dijo Matchett, y miró su reloj—. Has vuelto con buen color, eso deboadmitirlo.Nomeparecequeelviajetehayahechoningúndaño.Alcontrario,teestabasvolviendomuysedentaria.Nuncahabíavistoqueunachicade tuedadfuese tan tranquila.Encuantoa laseñoraHeccomb,pobresanta,dudo

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quepuedaenseñarleaalguienadecirqueno.LoúnicoqueleheoídodecircadavezquehablaconlaseñoraThomasesunapalabra:sí.Ylaotragentedeallíparecebastanterústica.¿Tehanservidoloscalcetinesquellevaste?

—Sí,gracias.Perometemoqueherotounparalaalturadelasrodillas.Ibacorriendoporlaexplanadaymecaí.

—¿Quéhizoqueestuvierascorriendo?¿Puedosaberlo?—Bueno…Elairedelmar.—¿Deverdad…—empezóMatchett—fueesoloquehizoquecorrieras?Sin interrumpir su labor, Matchett entreabrió las pestañas lo suficiente

parapodermantener lamirada fija sobreelvagoespaciodesdibujado,ynosobre un objeto en concreto.Qué distanciadas habían estado en las últimassemanas sus existencias, la suya y la de Portia, y qué distanciadas seguíanestándolo ahora.Nunca se sabe cuándo puede repararse el daño causado almarcharse.Retirandopesadamenteunpiedel travesañode lasilla,Matchettquiso atraer la madeja de lana rosada que se había alejado rodando por elsuelo.Portiaseincorporó,recogiólamadejayseladio.

—¿Estecalcetínesparati?—preguntóconciertoatrevimiento.Matchettasintióamediascon lacabeza,deformadistante,comocontra

su voluntad.Nadie tenía constancia de queMatchett durmiera ni de que semetiera en la cama: por las noches simplemente se volatilizaba. Portiaadvirtióquehabíafranqueadounlímite,yseapresuróadecir:

—Daphne tejía. Tenía la costumbre de tejer en la biblioteca. La señoraHeccombsabetejer,peroprefierepintarpantallasdelámparas.

—Ytú,¿quéhacías?—¿Yo?Yoseguíarmandomipuzle.—Comodiversión,noesgrancosa.—Pero era unpuzle nuevo, y solo lo armaba cuandono tenía otra cosa

quehacer.Yasabescómoes…—No. No lo sé. No estoy haciendo preguntas y no me agradan los

misterios.—Nohayningúnmisterio,salvoporloquehayapodidoolvidar.—Notienesnadaqueexplicarporquenohepreguntadonada.Loquehas

hechoallíformapartedetusvacaciones.Ahoraquetodohafinalizado,debesquitártelodelacabeza.Veoquehasgastadoloscodosdelachaqueta.LehedichoalaseñoraThomasqueesasropasnoeranlasadecuadas.¿Hasllegadoaponerteelvestidodeterciopeloofueunerrorllevarlo?

—No,melohepuesto.Yo…—Ah,¿significaqueellossevistenparalascomidas?

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—No,melohepuestoparaunafiestaquedieron.Paraunbaile.—Tendríaquehabermetidoen lamaleta tuvestidodeorgandí.Perono

quise que llegase arrugado, y el aire del mar echa a perder los pliegues.Supongoquetehaservidoelvestidodeterciopelo.

—Sí,Matchett.Hastacausóadmiración.—Másvalequeasífueraporqueestámuybienhecho.—Laverdad,Matchett,esquelohepasadoestupendamente.Matchettvolvióamirardesoslayoelreloj,comoexigiendoqueeltiempo

sedieraprisa.Depronto,suactitudsevolviómásevasivaquenunca;parecíahipnotizada por el ritmo de sus agujas y al mismo tiempo, para su propioplacer, canturreaba una melodía inaudible. Solo al cabo de un minutoreaccionóante lafrasedePortia levantandobruscamente labarbilla.Pero lafrase, para entonces, se habíamarchitado en la penumbra de aquel recinto,comoelramodenarcisossilvestresdelarepisa(regalodealgunaamiga)queellahabíametidoenunajarradevidrio.EsasfloreserandeesosregalosqueMatchettyacasinopodíatolerar.

—Estáscontenta,¿verdad?—dijoPortiaconvozmásdébil.—Vayapreguntaquehaces.—Supongoquedebedehabersidoelairedelmar.—¿ElairedelmartambiénlehasentadobienalseñorEddie?Como no estaba preparada para este súbito ataque, Portia cambió de

posturaysereacomodóenlamesa.—¿Eddie?—dijo—.Tansoloestuvoallídosdías.—Aunasí,dosdíassondosdíasaorillasdelmar.Yyoleheoídodecir

quesesintiómuybienallí.Esasfueron,almenos,suspalabras.—¿CuándodijoesaspalabrasEddie?¿Aquéterefieres?—Por favor, no me atosigues con tus preguntas —le pidió Matchett

mientrasdesmadejabaelovillodelanarosaconundedoyentonabaalgunoscompasesmás—.Fueayer,aesodelascincoymedia,calculo.Yobajabalasescalerasconelabrigoyelsombreropuestos,parairabuscartealaestación,sintiempoqueperder,cuandoélllamóporteléfono…Porpoconoderribalacasacontantasllamadas.Creyendoqueeraimportante,fuiacontestar.Penséquenuncamelibraríadeélporqueempezóahablaryhablar…Supongoqueel teléfono que hay en la oficina del señor Thomas sirve para eso. Nomesorprende,portanto,quetengantresnúmerosdistintos.«Discúlpeme,señor»,ledije,«perodeboiralaestaciónpuesllegauntren».

—¿Élsabíaqueeramitren?

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—Nolopreguntóyyonoseloespecifiqué.Melimitéadecir«untren».Ahorabien,¿creesqueesohizoquedejaradehablar?No, los trenes tienenqueesperarmientrasciertaspersonashablan.«Ay,noquieroqueseretrase»,medijomásdeunavez,peroenseguidaseponíaahablardecualquierotracosa.

—¿Dequéseponíaahablar?—ParecíamuycontrariadoporquelaseñoraThomasnohubieravuelto,y

tampoco tú. «Ay, querida Matchett», me dijo, «supongo que me heequivocado con las fechas». Luego, me rogó que no olvidase decirle a laseñoraThomas que había llamado y que te dijese a ti que se ausentaría deLondres a partir del día siguiente (o sea, a partir de estamañana), aunqueesperaba llamarte por teléfono tras el fin de semana.Luego agregó quemealegraríaverquéaspectotansaludabletehabíadadolavidajuntoalmar.«Sepondráustedmuycontenta,Matchett»,dijo.«Portiatienemuybuencolordecara».Seloagradecíylepreguntésinecesitabaalgomás.Medijoque,sobretodo,saludasedesupartealaseñoraThomasyati.Esoeraloprincipal.

—¿Yalfinpudistecolgar?—No,colgóél.Supongoqueerasuhoradetomarelté.—¿Dijosiibaallamardenuevo?—No.Simplementedejóesosmensajes.—¿Ledijistequeyoestabaapuntodellegar?—¿Porquéhabríadehacerlo?Nomelopreguntó.—¿CuándopensabaEddiequeyovolvía?—Nopuedodecírtelo.Notengoniidea.—¿Porquésemarchadelaciudadunviernesporlamañana?—Tampocotengoniidea,Portia.Algunaobligaciónlaboral,sinduda.—Meparecemuyextraño.—Muchascosasresultanextrañasenesaoficina.Detodosmodos,noes

asuntomío.—Unaúltimapregunta,Matchett.¿EntendióEddiequeyoregresabaesa

mismanoche?—LoqueEddieentendióonoentendióesalgoqueyonopuedosaber.Lo

queséesquenoparabadehablar.—Esmuyparlanchín,escierto.Perotalvez…—Escúchamebien,Portia.Yono creonadani tengo tiempopara creer.

Yadeberíassaber loquepiensoy loquenopienso.Tampocomeandoconsecretos.SupongoquesiEddienolohubieramencionado, túnomehabrías

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dichonuncaqueestuvoencasadelaseñoraHeccomb.Ahora,porfavor,séunaniñabuenayvete:tengoqueplancharlaropa.

Convozapenasaudible,Portiarepuso:—Penséquehabíasdichoquehabíasterminado.—¿Terminado?Muéstrameuna cosa en elmundoque esté terminada…

No.Terminaré de trabajar cuandome encierren en un ataúd, y entonces noserátampocoporquehayaterminadoalgo…Tediréloquepuedeshacerpormí: sube ya mismo, como una chica obediente, y cierra la ventana deldormitoriodelaseñoraThomas.Lahabitaciónyahadeestarbienventiladaynoquieroquesigaentrando lasuciedadde lacalle.Por loquemásquieras,hazloydéjametranquilamientrasplancho.Depaso,¿porquénovasapasearporelparque?Debedeestarprecioso.

PortiacerrólasventanasysemiróconindiferenciaenelespejodepiedeAnna.Antesdecerrarlasventanas,oyóelarrullodelaspalomasyelruidodelosvehículosquecorríanporelcamino reluciente.A travésde lascortinas,alcanzóaver losárboles llenosde sol,perono sedecidióa salirporque sesentía sola. Si uno debe andar a solas, mejor que sea cuando tienepensamientos agradables. A esa misma hora, pensó, la señora HeccombestaríavolviendoasolasaWaikiki, tras lacompradelamañana…Bajólasescaleras con cierta demora: en la mesa de mármol, dos pilas de cartasaguardabanelretornodeThomasyAnna.Leyótresvecesloquedecíacadasobre.Alomejor,sehabíamezcladoentreellasunacartaparalaseñoritaP.Quayne.Perono,algoasínohabíaocurridonuncaantesniocurriríatampocoahora… De modo que volvió a revisar los sobres, esta vez por meracuriosidad. La letra de algunos amigos de Anna era cautelosa; otrascaligrafías eran, en cambio, audaces. ¿Cuántas de estas cartas eranimpulsivas? ¿Cuántas implicaban un simple paso en un cuidadoso plansocial? Podía adivinar a quién correspondían algunas de esas cartas; habíavisto a varias de estas personas. Por ejemplo, estaba el sobre gris, todoatildado, de Saint-Quentin. ¿Qué podría añadir él a todo lo que ya habíadicho?

LascartaspersonalesparaThomasnoeranmuchas.Encambio,fuedifícilreordenarelpilóndestinadoaAnna.Portia tratóde imaginarseen su lugar:bajar de un taxi y encontrar su nombre escrito tantas veces. Esto tenía quecausar,sinduda,queunosintiesequesuapellidoteníaimportancia.

Conungruñidoteatral,Annaexclamó:

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—¡Cuántascartas!Sin embargo, no intentó recogerlas en el acto: leyóunoodosmensajes

apuntadosenelcuadernitoqueestabasituadoal ladodeteléfono,yvioquesobreunasillahabíaunacajadorada,procedentede la floristería.Nohabíaespacioparaposarlasobrelamesadelvestíbulo.

—Alguienmehaenviadoflores—ledijoaThomas,peroélyasehabíaenclaustrado en el estudio. Así que Anna le sonrió a Portia y le dijocordialmente:

—No abriré ahora mismo las flores…Vaya, ¡qué buen aspecto tienes!Morenaporelsol,menosdelgada.

Después,miróescalerasarriba,ycomentó:—¡Cuántalimpieza!Llegasteanoche,¿verdad?—Sí,anoche.—Yalgomedicequetehasdivertidomucho.—Sí.Mucho,Anna.—Eso has escrito, pero esperábamos que fuera verdad. ¿Has visto a

Matchett?—Desdeluego.—Sí,claroquelahasvisto.Olvidabaquellegasteayer…Bueno,echaré

unvistazoalacasa—dijoAnnarecogiendolascartas—.Mesientorara.¿Meharíaselfavordeabriresasfloresydecirmedequiénson?

—Esunacajamuybonita.Esperoquelasflorestambiénlosean.—Seguramente.Peroquierosaberquiénlashaenviado.Annasemarchóconsuscartasyfueadarseunbaño.Cincominutosmás

tarde, Portia llamó a la puerta del cuarto de baño. Anna aún no se habíametidoenlabañera:abriólapuerta,seasomóy,depronto,salióunanubedevaporperfumado.

—Hola,Portia—dijo—,¿ybien?—Sonclaveles.—¿Dequécolor?—Unaespeciederosabrillante.—Quéespanto…¿Quiénlosenvía?—ElcomandanteBrutt.Haescritoenla tarjetaqueestasfloressonpara

dartelabienvenidaaLondres.—Meloveíavenir—dijoAnna—.Debendehaberlecostadounafortuna.

Me imagino que habrá pasado dos días sin comer para pagarlas, y esomeponefatal.Ojalánuncamehubieratopadoconél:nohemoshechomásquemeterleideasrarasenlacabeza.Esmejorquelleveslasfloresabajoyselas

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enseñes aThomas.O,mejor, dáselas aMatchett: puedenquedarbien en suhabitación.Séqueestámal,peroesecoloreshorrible…LuegoleescribirásunanotaalcomandanteBrutt.Dilequemeheacostado.Estoyseguradequeprefieremilvecesrecibirunanotatuya.Apropósito,¿cómoestáEddie?Veoquehallamadoporteléfono.

—HablóconMatchett.—Vaya,supusequehabíahabladocontigo.Adiós,Portia,hablaremosmás

tarde—dijoAnnay,súbitamente,cerrólapuertaysemetióenlabañera.Conlosclavelesenlamano,PortiaacudióaveraThomas.—Annadicequenosondelcoloradecuado.Thomas se había reinstalado en su sillón como si nunca lo hubiese

abandonado.Habíacruzadounapiernayapoyabauntobillosobreunarodilla.Aunquealestudionollegabamásqueundébilreflejovespertino,élsecubríalosojosconunamano,comosihubiesemuchaluz.

—Vaya, ¿no le gusta el color? —dijo mirando los claveles de formainexpresiva.

—EsoesloquediceAnna.—¿Quiénmehasdichoquelosenvía?—ElcomandanteBrutt.—Ah, sí, claro, él. ¿Crees que habrá encontrado empleo? —preguntó,

mirandoahoraconmayordetenimientolasfloresquePortia,comounanoviainfeliz, no dejaba de blandir—.Hay cientos de empleos posibles. Supongoque algo habrá encontrado. Eso espero pues nosotros no podemos hacernada…¿Cómotesientestú,Portia?¿Realmentelohaspasadobien?Disculpaque permanezca sentado, pero me duele la cabeza… ¿Qué te ha parecidoSeale?

—Mehagustadomuchísimo.—¡Excelente!Mealegratanto…—Yatelohabíadichoporescrito,Thomas.—Annanoestabamuyconvencidadequefueraverdad. Imaginoquees

unsitiomuyagradable.Nuncaheestadoallí.—Enefecto,ellostambiénmelohandicho…—Esunapena…Pero,enfin,mealegravertedenuevo.¿Tuscosasvan

bien?—Sí,muybien.Disfrutodelaprimavera.—Una hermosa primavera —dijo Thomas—. Aunque algo fría, al

parecer…¿Teapeteceríadarmástardeunpaseoporelparque?—Meencantaría.¿Aquéhora?

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—Nosé,mástarde,¿deacuerdo…?¿DóndemehasdichoqueestáAnna?—Dándose un baño.Me ha pedido que le escriba al comandanteBrutt.

¿Puedousartuescritorio,Thomas?—Claroquesí.ThomassaliódiscretamentedelestudiomientrasPortiaabríaelcartapacio

dispuestaaescribirleaBrutt.Thomassesirvióunabebida,subiólasescalerasconelvasoen lamanoy,enelcamino,echóunaojeadaalsalónprincipal.Ningúnobjetosehabíamovidodesucategóricayrígidaposición:eraobvioque Anna no había pasado por allí. De modo que fue con el vaso a sudormitorioysesentóenlagrancamaesperandoqueellasalieradelbaño.Tanvagos y densos eran sus pensamientos que fue convirtiéndose en algo asícomounafiguradepiedra…Annasesobresaltócuandoabriólapuertaylovioallísentado.Ellateníadesabotonadosualbornozyenunamanollevabaunmanojodecartas,medioarrugadasyabiertasporelvapordelbaño.

—¡Vayasustoquemehasdado!—Queríasabersihabíacartas…—Claroquehaycartas,sí,peroningunaesdivertida.Encualquiercaso,

querido,aquílastienes.Annaarrojólascartassobrelacama,alladodeél,yseaproximóalespejo

quitándose la redecilla que le aplastaba los rizos.Mientras obsequiaba a sureflejoconunamuecadedisgusto,empezóaponerseunacremadebelleza.Susmanosibandememoriadeunpoteaotropueshabíaencontradotodoensulugarhabitual.Lafamiliaridaddeesasaccioneshizoquerenacieraenellacierto estado de ánimo invariablemente ligado a su tocador de Londres.DándolelaespaldaaThomas,queexaminabalascartas,comentó:

—Aquíestamos.Deregreso…—¿Quéhasdicho?—Hedichoqueaquíestamos,deregreso.Thomasescrutólahabitacióny,másprecisamente,eltocador.—¡MeasombralovelozqueesMatchettparadeshacerlasmaletas!—Solamentemis cosas de tocador.Le he dicho que semarchase y que

terminaramástarde.Porsucara,mehaparecidoquedeseabadecirmealgo.Thomasdejócaerlascartasyvolvióasentarse,ahoraconeltorsoechado

haciaadelante.—Talvezteníaalgoquedecir.—Talvez,Thomas,¡peroahoraesunmalmomento!¿Mehasoídodecir,

haceuninstante,queaquíestamos,deregreso?—Sí,teheoído.Pero¿quéquieresqueresponda?

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—Cualquiercosa,perodialgo…Nuestravidatranscurresindialogar.—Loquetúnecesitasesunaespeciedetrovador.Annaselimpiólacremadelosdedosconayudadeunpañuelodepapel,

ató hábilmente el cordón de su albornoz, se arrimó a Thomas y le dio unpequeñogolpeenlacabeza,tanamistosocomopocoamistoso.

—Erescomounadeesasestatuassentadasa lasquetransportandeaquíparaallá,peroquesiemprepermanecensentadas.Amímeapetecesentiralgoconrespectoalascosasquepasan.Estamosderegreso,Thomas:dimeloquepiensassobrelalimpiezayelestadodelacasa…—dijo,yconmássuavidad,peroenformamenosamable,volvióagolpearlelacabeza.

—Calla,Anna.Ydejadegolpearme.Tengounalevejaqueca.—Madremía,¿porquénotedasunbaño?—Lo haré más tarde. Ahora, por favor, no me golpees en la cabeza…

PensabaenquePortianoshadadolabienvenida.—Claroquesí,pobreniña.Parecíaunángelallí,depie.Somosnosotros

quienes no hemos estado a su altura. Temo no haber actuado bien, ¿quépiensastú?

—Esverdad,piensoquenohasestadobien.—¿Ytúcreeshaberloestado?Fuisteaencerrartebajollaveenelestudio.

Supongoqueenelfondopiensas:¿porquétienequeestarAnnaalaalturadelascircunstanciascuandoyonoloestoy?Admitámoslo,nadieestánuncaalaalturade loque esperan losdemás.Creamos situaciones inviviblespara losotros y después se nos rompe el corazón.No es necesario estar enamoradopara ser estúpido…Más bien pienso que somos más estúpidos cuando noestamosenamorados,porquehacemosundramadecualquiercosa.Esoes,almenos,loquemeocurreamí.YestosclavelesdelcomandanteBruttmehanpuestohistérica.¿Loshasvisto?¡Colorrosacochinilla!

—Yonogenerosituaciones.Nodiríaeso.—Síquelasgeneras.Dehecho,ahoraestásgenerandounacontudolorde

cabeza.Ymeestásarrugandolacolcha.—Losiento—dijoThomasponiéndosedepie—.Iréabajo.—¿Tedas cuenta?Ahora generas otra situación.Yo simplemente deseo

vestirme sin tener que hablar, pero no puedo echarte de aquí. YMatchettaguardaparavenirconalgúnproblema.Séquetedesilusiono,querido.Séqueestaríasmásfelizentuestudio.

—Portiaestáallí,escribiendounmensajeparaelcomandanteBrutt.—Y si vas al estudio, tendrás que decirle: «Hola, Portia, ¿cómo va ese

mensajeparaelcomandante?».

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—Puesno…Noveolanecesidaddedecirleeso.—EntoncesPortiaalzarálosojosytemiraráhastaqueselodigas.Queel

comandanteBrutthayaenviadoclaveleses laclasedecosasqueaPortia leencantan—dijo Anna, y se sentó junto al tocador. Luego desenrolló unasmediasdesedayselaspuso—.Sí,avecesmeparecequetúyyonosomosnormales.Perodespuésmedigo:¿quiénesnormal?

Thomasdejósuvasosobrelaalfombra,pusodescaradamentelaspiernassobrelacamaysetumbósobreaquellacolchainmaculada.

—Meparecequenotehasentadodemasiadobienelbaño—dijo—.¿Oacasorazonasasílamayorpartedeltiempo?Conversamostanpoco,estamosjuntostanpoco…

—Debodesentirmecansada.Esomeprovocaunasensaciónextraña.Telorepito:tansoloquierovestirme.

—Vístete, pues. ¿Por qué no puedes vestirte mientras yo estoy aquítumbado?No hace falta que hablemos. Pormás que seas unmonstruo,mesientomásnormalcontigoqueconlaspersonassupuestamentenormales…Silas hay. ¿Es necesario que te pongas esos horrendos zapatos de gamuzaverde?

—Sí,porquelosotrossiguenenalgunamaleta.¡Cómocalientaelsolestatarde!—dijoAnnacorriendolascortinastraslamesadeltocador—.Cuandoestábamosallí,meimaginabaunaInglaterragrisyfría,perohemosaterrizadoenmediodeuninfiernorutilante.

—Calculoquehabrátormenta.Loquenotegustanada,¿verdad?—No, nada —admitió ella enarbolando una de sus sonrisas más

malévolas.Terminódevestirseenlapenumbradelascortinas,entrelostonosamarillosyrosadosqueformabaelsol.Elsuavetemblordeltráficollegabaatravésdelaventanacerradaydelascortinasdecretona.

AnnavolvióamiraraThomasantesdeañadir:—Meparecequenoignorasqueasímeestropeaslacolcha.—Puedesenviarlaalatintorería.—Eldetallequeseteolvidaesqueacabadesalirprecisamentedeallí…

¿CómocreesqueestáPortia?Trasencenderuncigarrillo(lopeorparaunajaqueca),Thomasrepuso:—Dicequedisfrutadelaprimavera.—¿Qué diablos le hace decir algo así? A las chicas de su edad no les

interesaelclima.Alguientienequehaberlehabladodeeso.—Tal vez no disfruta nada de la primavera, pero creyó que debía decir

algoamable.Sospechoque lohapasadobienenSeale…Quizá tendríamos

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quehaberlaenviadoallímástiempo.—No, querido. Si Portia ha de vivir con nosotros, tiene que vivir aquí.

Además,lasclasessereinicianestelunes.Sinodisfrutadelaprimavera(ynoacabodeentendersitúcreesquedisfrutaono),esquetienealgúnproblema.Yserámejorqueaverigüesquésucede.Sabesbienqueellanohablaconmigodeesosasuntos.Peropiensoque,sialguienlahaheridoodecepcionado,esealguienhatenidoqueserEddie.

Thomashizoquelacenizacayeradentrodelvasovacío.—Meparecequeyavasiendohoradequetomemoscartasenesteasunto.

Noséporquéhemospermitidoquellegaratanlejos.—Yotengolaimpresióndequeelasuntonoavanza.Hacemesesqueestá

estancado.Porsupuesto,túnosabescómoesEddie.Nohacefaltaquevayamuy lejos con alguien para decepcionarlo por completo. ¿Qué esperas quehagaodigayo?Haylímitesparaloquepodemosdecirlesalosotros;ynosetrata, creo, de hacer cualquier cosa. Por otra parte, ¿hablar con quién? SihabloconEddie, recuerdaqueélesmuysusceptibleconmigo.SihabloconPortia, ten en cuenta que ella y yo solemos mostrarnos tímidas y que latimidez a veces nos vuelve brutales… No, el pobre Eddie no es un leónhambriento.

—Eddieescualquiercosamenosunleón.—Noseastanmalvado,Thomas.Felizdehabersevestidoalfin,Annaseestremeciósatisfechadentrodesu

ropaverde,comounpájaroque,traslimpiarsusplumas,vuelveasacudirlas.Buscó su pitillera, encendió un cigarrillo y se sentó en la cama, junto aThomas.Girándose,éllogróquelacabezadeellaseapoyaraenlaalmohada.

—Detodosmodos—dijoAnnadespuésdelbeso,mientrasseincorporabaysepeinabaconlosdedosunmechóndelanuca—,creoquedebeslevantarteydejarenpazmicolcha.

MientrasAnnaregresabaaltocadoryvolvíaataparsusfrascosdecrema,Thomas se puso de pie y alisó con triste meticulosidad las arrugas de lacolcha.

—Después del té—dijo al fin—, Portia y yo daremos un paseo por elparque.

—Claro,¿porquéno?—respondióAnna.—Sifueraslamitaddelodesapasionadaqueaparentasser,resultaríasla

mujermásaburridadeluniverso.

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Después del té, Thomas y Portia salvaron dos filas de coches, lograroncruzarlacalleyentraronenelparque.Allí,atravesaronelpuentehastaelotrolado del lago. Los tulipanes estaban a punto de florecer: aún semostrabangrisesypuntiagudos,aunquejaspeadosconlosbrillantescoloresquehabríande tener: carmesí, lila, amarillo. El último sol de la tarde iluminaba lossemblantes de la gente sentada a orillas del lago en sillas de playa odirectamente sobre la hierba.Muchos se cubrían losojos conunamano, setumbaban boca arriba o se sentaban como piedras y permitían que el solentibiasesuspárpadoscerrados.

El lagoestabaanimado: la luz resplandecíasobre los remosypenetrabaen las velas blancas o de colores que parecían vibrarmás allá de las islas.Unos remeros inclinados, flexionados, surcaban el agua semejante a unespejo.Unasensaciónetérea,típicadelasmañanas,llegabadesdelaslargasyangostasislasarboladas,enlasquenadieteníapermisoparadesembarcar.Lasislasestabanrepletasdemisteriososnidosdecisnes.Laluzseinternabaporlaszonasmásinaccesiblesdeaquellasislas.Lasramasplateadasdelossaucessedesplegabanparaquelaluzresplandecieraentreellas.Losreflejosdelosárboles,delasvelas,delosremoshacíanqueelaguasevolviesehondamentecolorida;unasavesacuáticaslasurcabanentreampliasolas.

Lagenteseapiñabacercadellagooporlosoblicuossenderos.Todossemiraban las caras como sintiendo que debían entablar algún vínculo. Losdobladillos de los vestidos de lasmujeres aleteaban debajo de sus abrigos.Los niños corrían, hacían travesuras o soltaban intensos gritos. Pero esaanimadatardelosadultosnosedabanprisa:elparqueestabaimpregnadodefantasíaserrabundasydeunociosoñador.

ThomasyPortiavolvieronsusrostros,tanparecidosentresí,endirecciónallugardedondeveníalabrisa.Portiapensóqueaquelaireestabacargadodeoloratierra.Mirandoelcieloturquesaporencimadeunosárbolesamarillosyverdes,Thomasdijoquepensabaqueeltiempoibaacambiar.

—Esperoquenocambieantesdequeflorezcanlostulipanes.Merefieroalostulipanesdelosquemehablópapá.

—¿Tulipanes?¿Quédices?¿Cuándoloshavistoél?—Eldíaenquepasóporlapuertadetucasa.—¿Porlapuertademicasa?¿Cuándo?—Undía, unavez.Mecontóquehabíanpintadoyque todoparecía de

mármol.Esodijo.Yqueestabamuyfelizdequetúvivierasahí.

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ElrostrodeThomasseendureciólentamente,comosisintieraelpesodelossolitariosañosdesupadreytambiéndelossuyos.MiróaPortiayvioquelascejasdesupadretrazabanenelrostrodeellaunalíneamásdelicada.Sumododemirarlaindicóalasclarasquenoibaahablar.

Alotro ladodel lago, solamente seveían, por encimade los árboles, elparapetoylasventanasaltasdeWindsorTerrace:lasmolduras,yanoreciénpintadas,parecíangastadasyprecarias.

—Pintamoscadacuatroaños—ledijoaPortia.Enmediodeltráfico,enmediodelacalle,Portiamiróderepentehaciala

ventanadelsalónysaludó.—¡Cuidado! —exclamó Thomas agarrándola del codo. Un coche que

estaba dando un giro brusco pasó a pocos centímetros de ella, como uninmensopez—.¿Quéteocurre?

—AllíarribaestabaAnna.Yasehaido.—Si no prestas más atención cuando cruzas la calle, no te dejaré salir

sola.

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DespuésdequePortialavieraenlaventanaylasaludara,Annaretrocediódeformainstintiva.Sabíabienelaspectotontoqueexhibeunapersonacuandoseasomaa laventanadeunacasaa laesperadequeocurracualquiercosa,anhelandoalgodelmundoexterior.Unacaraenunaventana,unacaraqueseasoma sin unmotivo especial, es una cara digna de llevarse un pulgar a labocaporqueenella siemprehayalgo infantil.Y,enel casoexcepcionaldequeno llegueaexhibirunaspecto infantil, resultaamenazadorapuestoque,empalidecidaporlaoscuridadinterna,pareceinvariablementeposeídaporunpodermaléfico.

¿Podrían pensar Thomas y Portia que había estado espiándolos? Si lahabían visto con una carta en la mano, era porque Anna había resueltoasomarse a la ventana para huir de los pensamientos que suscitaba en ellaaquella carta.Ahoravolvía a su secreter, que, enun rincónpenumbrosodeaquellagranhabitaciónllenadeluz,soloservíaparaescribirbrevesmensajes.En los pequeños cajones,Annaguardaba su agendapersonal y sus libretas.Lasgavetasqueestabanbajolatapacorredizaeranmuyútilesporquepodíancerrarse con llave. Pero ahora había una gaveta abierta, con cartas y máscartas,muchasde ellas dobladas, otras guardadas conbandas elásticas, casitodas con olor a viejo. Al oír el ruido de la llave que abría la puerta deentrada, y luego la confiada voz de Portia, Anna escondió velozmente lascartasenlagavetaysepusoderodillasparaecharlallave.PeroelpequeñoytristetriunfodehaberactuadoatiemporesultóbastantevanoporquelosdosQuaynefuerondirectamentealestudio,sinsubirlasescalerasafindereunirseconella.

Contemplando la llave del escritorio en la palma de sumano, Anna sesintió todavíamásapartadade las cartas.Unaclasede soledad suscitaotra.Cuandoloshermanossalieron,trashabertomadoelté,Annabuscabaensuscajones viejas cartas, decidida a comparar la falsedad de Pidgeon con lafalsedaddeEddie.Hayfasesdenuestrossentimientosqueimponenconductasextrañas.Annahabíadicholaverdad,almenossobresímisma,aldeclararleaSaint-Quentin meses antes que la experiencia no era nada hasta que no serepetía.Todoen suvida, comoahorapodíaver con claridad, había tomadoaquel camino; en cuanto al amor, a menudo quedaba desorientada, no se

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permitía sentirseapenaday sepreguntabaaquésedebería laequivocación.Estono funciona,pensabaAnna.Enocasiones, seplanteabasinoseríaellaquienestabaequivocada:prefería, incluso,queasí fuera.Loquecreíaechardemenoserasufaltadecautela,sucaprichosaextravagancia…Pero¿noseríamáscautelosadeloqueimaginaba?¿Noseríaunaembustera?Lecostabadarcuenta de lo sucedido. Al parecer, existía unmodo de que las personas seentendieranmutuamente,peroellalodesconocía.

LoúnicoquelehedichoaThomashasidoquenosetumbasesobremicolcha,pensó.Ydespuésélhasalidoadarunpaseoporelparque.

La calma y la inteligencia parecían haberla llevado a un callejón sinsalida. Pensativa, guardó la llave de la gaveta cerrada en un bolsillo de subolso,ylocerródeinmediato.Cualquierpersonasuperficialmenteheriday,alavez,profundamentedesconcertada,comoAnna,seconsideraasímismasinesperanzas.Estoesloqueseobtieneporseramableyportenerencuentaalos demás, razonó.No sabía por qué le daba tanta importancia a esa llave,máximecuandolagavetanoconteníaningúnsecretopuesThomasestabaalcorrientedetodo.Desdeluego,ellajamáslehabíaenseñadoaquellascartas.Thomassabíaloquehabíasucedido,peronocómoniporqué.Depronto,selecruzóporlacabezalaideadearrojarleaPortiaelpaqueteconlascartasydecirle:«¡Aestosereducetodo,niñatonta!».

Acontinuación,Annaencendióuncigarrillo,sedejócaerconsubolsoenelsofáysepreguntóporquéapreciabatanpocoaPortia.Lasimpleideadesuexistencia no me deja en paz, se dijo, y basta con que Portia entre en lahabitación para queme sienta en terreno resbaladizo. Todo lo que ellameprovocapertenecealcampodelinconsciente.Sifueraconsciente,nomeharíadaño. Hace que me sienta como un grifo que no se abre. Me pone en unestado fatal, hasta tal punto que incuso Saint-Quentinme pregunta por quéreaccionoasíanteella.HacequemirelaciónconThomassereduzcaaesasbromas tan febriles y provocativas. La única solución que me queda esmantenerme dura con los dos, cosa que ya hago. Esta tarde, apenas oyó elruidodenuestrotaxi,Portiaacudióaabrirlapuertaysequedómirandocómobajábamos.Nisiquierapuedoasomarmealaventanademicuartosinqueellasedetengaasaludarmeenmediodeloscoches.Yporpoconolaatropellan,algoquehubiesesidoespantoso.

Avecessientoquelamuerterondasiempreasufamilia.¿Quiénesella,alfinyalcabo?Elfrutodeunaaberración,elproductodelpánico,elfrutodelalamentable sexualidad de un anciano. Aunque ha sido concebida entrehorquillas perdidas y fotografías de perritos enunpequeñopiso deNotting

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HillGate,lohaheredadotodoysemueveporlacasacomolagranheredera.Latratancomosifueralapretendientealacorona.Ah,sí,conozcolaformaenqueconspiraMatchett.YhasidomonstruosoporpartedeEddie,quienenelfondoesmuytonto…Enfin,queelcielo laasista.Noveoporquédeboasistirlayo.

Bueno,nuncavaaencontrarunarespuestaaquí,pensóAnna,echadaconlos pies sobre el sofá,mientras unía susmanos nerviosamente bajo la nucapreguntándosequésehabríancontadoenelparqueelhermanoylahermana.Denada sirvequePortiamirea todos lados. ¿Quiénes somosnosotrosparaquenosvengaellaconsuspreguntas?

Anna marcó el número de Saint-Quentin y oyó que el teléfono sonabaduranteunbuenrato:eraobvioqueSaint-Quentinhabíasalido.

Ellunesporlamañana,ThomasvolvióasuoficinayPortiavolvióasusclasesenCavendishSquare.Unalluviaprimaveral,suaveygris,seinstalóytembló sobre los árboles. Thomas, a quien le alegraba acertar en asuntosmenores,sealegródehaberpronosticadoesecambiodeclima.Enlaprimerasemana florecieron los tulipanes, peronohubo solque los iluminase;nadiepodíaver lascorolascarnosamentehúmedas,colormalva,colorcoral,colorcarmesí.No,esatardedemayonoseparecíaaaquellaotratardedemayoenqueelancianoseñorQuaynesehabíaarrastradoporelparque.

Portia no vio a Eddie hasta el fin de semana: el sábado por la tarde,cuando regresó a la casa, se lo encontró tomando el té con Anna. Eddiepareció muy feliz de verla, aunque también muy sorprendido. Le sonrióampliamente,lecogiólamanoy,porfin,ledijoaAnna:

—¡QuéespléndidaestáPortia!Eddiehizoqueellasesentaraenel sillónquehabíaestadoocupandoél

hasta entonces, y se sentó en el brazo. Entretanto, con un temblor deimpaciencia,Annapidióquetrajeranotrataza.Portiaestabaequivocada:ellosnoesperabanverlapueshabíadichoqueesatardetomaríaeltéconLilian.

—¿Sabéis?—preguntóEddie—.Hacíamesesquenoestábamos los tresjuntos.

Saint-Quentin se había mostrado más entusiasta el miércoles anterior,cuandoPortia lohabíaencontradoandandoconbríoy sinunobjetivoclaroporlacalleWigmore.Llevabaunnegrosombrerodefieltroalgocaídosobre

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la frente y avanzaba con las manos cruzadas a la espalda y embutidas engrandes guantes. De vez en cuando se detenía y, girándose, escrutaba conindirecta intensidad los objetos suntuosos de los oscuros y lustrososescaparates. Su conducta no era del todo creíble, así quePortia no supo, alacercarse,siSaint-Quentinrealmentelahabíavistoosilahabíavistoyfingíaqueno.Dudó:¿debíacruzarlacalle?Sesubióalaacerabalanceandosubolsocomo un bote amerced de un viento demasiado fuerte, y no halló razonespara detenerse. Pero el reflejo de su imagen en algún escaparate llamó laatencióndeSaint-Quentin,quereaccionódeinmediato:

—Vaya, ¡hola!—le dijo—. ¿Ya has vuelto? ¡Me alegro mucho! ¿Quéhacesporaquí?

—Vuelvoacasadespuésdeestudiar.—Eresmuyafortunada…Yonohagonada.O,mejordicho,hagotiempo.

¿VasporMandevillePlace?¿QuieresquecaminemosjuntosporMandevillePlace?

Doblaronjuntoslaesquina.Portiasepasóelbolsodeunamanoalaotrayquisosaber:

—¿Cómomarchasunuevolibro?Envezdecontestar,Saint-Quentinalzólavistaycontemplólasventanas.—Másvalequeporaquíhablemosenvozbaja.Estállenodehospitalesy

losenfermossepasanlashorasescuchandoloquelesllegadelexterior.¿Lohaspasadobienallí?—siguiópreguntando,convozcadavezmásbaja.

—Sí,muybien—repusoPortiapocomenosquesusurrando,yseimaginóunahabitacióndehospital:camasaltasyblancas,gráficosdefiebreyfloresdecera.

—Losiento,peronorecuerdoellugaralquehasido.—Seale.Aorillasdelmar.—Maravilloso. ¡Seguro que lo echas de menos! Me gustaría hacer

tambiénunaescapada.Enrealidad,creoquelaharé:nohaymotivosparanohacerlayestoyfataldelosnervios.Hablemos,mejor,deotracosa.¿Cómovatudiario?

Saint-Quentin vio que la cara de Portia se alteraba y que, después, leechabaunamiradadepájaroatrapado,horrorizado.Sedetuvieronparadejarpasaraalguienqueacababadebajardeuntaxiyqueentrabaenunodeloshospitalesconunramodefloresenlasmanos.Cuandoreanudaronlamarcha,Saint-Quentin parecía nuevamente capaz de hacer cualquier cosa, y Portiamiraba fijamente la calle, repentinamente amenazadora en medio de lapenumbra.

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—Lohedichosinpensar—dijoél—.Algomehallevadoasuponerquetienesundiario.Imaginoquesuelesreflexionarsobrelavida.

—No,noreflexionomucho—dijoella.—¡Es importante que lo hagas, niña mía! Pero seguro que tienes

reaccionesemocionales.Cadavezquetemiro,mepreguntocuálesson.—Ni yo misma sé cuáles son… Me pregunto, es más, qué son las

reacciones.—Podría explicártelo, pero ignoro si debo hacerlo. Tienes sentimientos,

¿verdad?—¡Claro!¿Ustedno?Saint-Quentin se mordió malhumorado el labio superior, y su bigote

parecióhundirse.—No,casinuncalostengo.Nomediviertenmucho.Pero…¿Porquése

mehabráocurridoquepuedasllevarundiarioíntimo?Ahoraqueteveo,medoycuentadequenoseríastanimprudente.

—Siyotuvieseundiario,seríasecreto.¿Quétendríaesodeimprudente?—Queesunalocurairapuntandolascosasquenossuceden.—Peroustedescribelibros.Ypasaeldíaenteroescribiéndolos,¿verdad?—Lo que escribo en ellos nunca ha ocurrido. Podría haber ocurrido, es

cierto, pero en verdad no sucedió. Y, aunque lo que se siente en ellos esplausible(yes,enelfondo,muchomásplausibledeloqueimaginalagente),también es bastante improbable. Por lo tanto, es un juego al que yo meconsagro. Y nunca escribiría acerca de algo que ha sucedido de verdad.Nuestranaturalezaesolvidar,yunodebecumplirla.Lamemoriaesbastanteinsoportable,pero,asíytodo,desechabastantescosas.Nosdefraudaríasinofuera, en cierta medida, una farsa: recordamos para hacer con ello lo quequeremos. En serio, Portia, debes creerme: si no nos permitiéramos unaspocasmentiras,nosécómosoportaríamoselpasado.GraciasaDios,salvoenelinstanteexactoenelquesucede,noexisteesoquesellamaunhechopuro,desnudo. Diez minutos más tarde, media hora más tarde, empezamos areescribir lo sucedido. «Las horas que he pasado contigo, mi amada, soncomo perlas paramí». Pero un diario (si lo escribimos cada día) se acercabastante a la verdad. Es necesario dejar pasar cierto tiempo antes demiraralgodenuevo.Asíescomolosrecuerdossereconciliancontodo…Además,sialguienleyeratudiario…

EstoúltimohizoquePortiatropezaraytuvieraquesujetarsubolso.Miróel perfil de Saint-Quentin, que tenía algo de tiburón, apartó la mirada ypermanecióensilencio:unsilenciotantensoqueéllaobservódesoslayo.

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—Yolotendríabajollave—dijoél—.Noconfiaríaennadie.—Peroyoheperdidolallave.—¿Hablasenserio?Aver,pongamos lascosasenclaro:¿noestábamos

hablandodeundiariohipotético?—Elmíonoesmásqueundiario—dijoella,sinpodercontenerse.Saint-Quentintosióconunapizcaderemordimiento.—Discúlpame—dijo—.Mehepasadodelisto.Yeso,alalarga,nuncaes

bueno.—Prefieroquenadieleaeldiario.Setratadealgoexclusivamentemío.—No,enesepuntoteequivocas.Esascosasnosonexclusivasdenadie.

Loquehacesespeligrosopues todoel tiempoestablecesconexiones,yesopuedeconvertirseenunvicio.

—Noentiendoloquequieredecir.—Túnosanalizasynosconviertesenalgo.Locualnoesjustoporqueno

podemos defendernos frente a ti. Por ejemplo, ahora que sé que llevas undiario, siempreme sentiré envuelto enuna suerte deplan.Túprecipitas lascosas. Quiero creer —se explayó Saint-Quentin bondadosamente— que loque escribes son cosas intrascendentes, pero que a la vez te tomas ciertaslibertades.Nostiendestrampas.Arruinasnuestrolibrealbedrío.

—Yoescriboacercadeloquehaocurrido.Noinvento.—Peroañadescosasalreconstruirloquehaocurrido.Yasíeresunachica

muypeligrosa.—Nadiesabeloqueyohago.—De acuerdo, pero alcanzamos a sentirlo. Y tú has detectado lo

perturbadosqueestamosahora.—Ignorocómoestabanustedesantes.—Nosotros también lo ignoramos, pero entonces nos llevábamos muy

bien.LomásinjustodelcasoesquetúteescondescomounaespíadeDiosoalgoasí…Otraofensaconsisteenqueposeesunanaturalezaamante:ereslanaturalezaamanteinvacuo.Noteenfadesporloquedigo.Despuésdetodo,túyyonovivimosbajounmismotecho;nosvemosdevezencuandoymeafectaspocoonada.Sinembargo…

—¿Seestámofandousteddemíosemofabahaceunrato?Sospechoqueha estado burlándose demí en algúnmomento.Ha empezadodiciendoqueestaba segurodeque llevoundiario, despuésmehadichoqueno lo llevo,despuésmehapreguntadoquedóndeestáyha fingidoasombrarseal saberque existe, después ha dicho que soy una impiadosa espía y ahora sostieneque amo demasiado a la gente. No hay dudas de que usted sabía de la

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existenciademidiario…AlgomedicequeAnna loha encontradoy lehahabladodeél.¿Esasí?

Saint-QuentinestudióaPortiadereojo.—Estoyquedandomuymalparado—respondióél.—¿Esasíono?—Soyperfectamentecapazdedecirmentiras,peromiproblemaconsiste

en que carezco de lealtad. Sí, Anna me habló de ello, lo admito. Vayaalborotoquevaacausar todoesto.¿Puedoconfiarentudiscreción?Yavesquenadiepuedeconfiarenlamía.

Portia observó con suma atención a Saint-Quentin y se dijo que no setratabatantodequefueraindiscretosinodelamentemalévolaqueposeía.

—¿Quieredecir—preguntó—quenodebocontarleaAnnaloqueustedmehadicho?

—Preferiría que no lo hicieras —repuso Saint-Quentin con ciertahumildad—.Evitalasescenasyvigilaenelfuturotupequeñosecreter.

—¿Lehadichoellaquetengounsecreter?—Simplementeheimaginadoquetendríasuno.—Entonces,ellamuchasveces…Saint-Quentinpusolosojosenblanco.—No. No creo que muchas veces… Solo tienes que hallar un nuevo

escondite para el diario. Mi experiencia indica que todo lo que uno haescondidodeberser,tardeotemprano,escondidoenotrolugar.

—Gracias.Es ustedmuy amable—dijoPortia, un pocoperpleja.Y fueincapazdeañadirnadamás.

Sus pies seguíanmoviéndose. La charla había llegado a una especie deabismo,erainnegable.Comotodaslaspersonasquequedanperplejas,Portiaignoraba dónde estaba (se habían internado por la calleMarylebone, en lazonadelastiendas)ydesdeelfondodesusojosechabamiradascautelosasyesquivasaquienesavanzabanensentidoopuesto,especialmenteaquieneslamiraban.TansoloeraconscientedequelamerapresenciadeSaint-Quentinleinspiraba el deseo de huir por alguna calle lateral. Andaban a paso veloz,comoenunapesadilla,cuandoélexclamódepronto:

—¡Laslacunaedelserhumano!—¿Quéhadichousted?—¿Te preguntas realmente por qué lo he hecho? Ni siquiera te lo

preguntasatimisma.Portiarepuso:—Hasidoustedmuyamable.

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—Las cosas más insólitas que hacemos, las más contrarias a nuestraformadeser,nodespiertannisiquieralacuriosidaddelosamigos.Unopuedesentir una convulsión quemodifique sumanera de ser y, amenos que seaescandalosa, nadie se da cuenta de ello. No solo carecemos de curiosidad;tampocotenemoslamenornocióndelaexistenciadelosotros.Nisiquieradealguien como tú, tan adorable… Sí, en cierto aspecto he jugado sucio conAnnaylehechoalgoqueellanuncameperdonará.Perotú,Portia,nisiquierame preguntas el motivo. De forma deliberada y totalmente gratuita, segúncreo,hepuestoenmarchaalgoquepuedeocasionarunatemibleruptura.Estonoformapartedemicarácter:nosoymaligno,notengotiempoparaserlonimeinteresademasiado.Ytúnisiquierameescuchas,¿noesverdad?

—Losiento,yo…—Sinduda,tehasenfadadoypreferiríasquevivieseenlaotrapuntadel

mundo.PerodejayadepensarenAnnayentudiario…Préstameatenciónyno sientas terror ante mí como si fuera yo una suerte de taladro eléctrico.Deberíassaberporquélagentehaceloquehace.Túpiensasquetodossomosmalvados…

—No,yo…—Sin embargo, la cosa no es tan simple. Lo que hace que nos creas

malvados es nuestromodestomodo demantenernos enmovimiento. Todostenemosque seguirviviendo, aunque túnoentiendasparaqué.Esprobableque, a fin de cuentas, no hagamos las cosas bien. Pero intentamos sercivilizadosyamables.Laverdadesquenosentimosungrandeseoelunodelotro:quierodecirquenosentimosundeseoespontáneoporelprójimo,loquehace que nos comportemos con escasa diplomacia.Comoquiero bastante aAnna,pasoporaltomuchascosasdeella;comoellamequiereamí,omitemuchas cosas mías. Nos reímos de nuestras bromas y salvamos lasapariencias… Al traicionar a Anna contigo, estoy violando una reglaestablecida.Estonosehaceamenudo.Lohacelagentequeseencuentraenun perpetuo estado histérico, como tu amigo Eddie, o la gente que se creedueña de una autoridad mayor (como, no lo dudo, se cree Eddie) y adoraromper todo el tiempo todas las reglas. Obedecer una regla sería todo unacontecimientoparaél.Tantoesasíque,cuandoélrompeunaregla,lacosanotieneningunaimportancia…Noesmicaso,sinembargo,ynomeexplicolafascinaciónqueEddieejercesobreAnna…

—¿Lafascinaaella?—Esmásqueobvio, ¿nocrees?Ydeduzcoque eso significaqueAnna

tiene, al parecer, unamente convencional.No niego que pueda haber en él

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ciertos aspectos interesantes… Pero enmi caso tendría que producirse unacrisismental paraqueyoviolaseuna regla.El amor, la bebida, la cólera…Algohacequesederrumbentodaslascertidumbresyunosevederepenteenun mundo fabuloso. La incorrección y la gloria que hay en todo esto sonrealmente indescriptibles.Uno se vuelve una especie de coloso…De todasmaneras,aúnignoroporquéacabadesucederalgoasí.Talvezsedebaalaproximidaddelaprimavera.Supongoqueesuntiemporeligioso.

—Entonces,¿ustedcreequeellalehahabladoaEddiedemidiario?—Hijamía,nomepreguntesamídequéhablanellos. ¿Porquéhemos

giradoporaquí?—Yosiemprepasoporestecementerio.—Resulta inútilquererexplicarselascosas…Talvez,undía,alguiente

digaqueyoeraunhombreimportanteyteexprimaselcerebroparaentenderopararecordarlascosasquetehedicho.¿Dóndepiensasvivirenelfuturo?

—Notengoniidea.Conmitía.—Puesallínooiráshablardemí.—CreoqueviviréconmitíacuandoyanoestéconThomasyAnna.—Con tu tía tal vez tengas tiempo para arrepentirte. No, soy injusto

contigo.Notehablaríadeestemodosinofuerasunaverdaderajoyita.—Esloqueustedmehadicho.—Desdeluego,desdeluego.¿Tegustapasearporelcementerio?¿Sabes

por qué posee un pabellón de orquesta en el centro? Como ya casi hemosllegadoatucasa,serámejorquetearreglesunpocolacara.

—Notengopolvosninada.—En el fondo, nome arrepiento de que esto haya ocurrido: pienso que

debíaocurrirtardeotemprano…Nomereferíaaquetepusieraspolvos,mereferíaatuexpresión.Unadelascosasquedebesaprenderesaenfrentartealagentequenosoportas.

—Annahasalidoatomarelté.—Sinohubiéramoshabladodetodoesto,teinvitaríaatomarelté.Pero

debo estar en otro sitio a las cincomenos cuarto.Así que tengo que irme.Imaginoquelamentasnuestroencuentro…

—Supongoquesiempreespreferiblesaberlascosas.—No,laverdadesqueno.Tehehechoalgoquenosoportaríahaberme

hechoamímismo.Y lomás terribleesqueahoramesientomejor.Bueno,adiós —dijo Saint-Quentin deteniéndose en el sendero asfaltado delcementerio,yquitándoseelsombreroentrelastumbasylossauces.

—Adiós,señorMiller.Gracias.

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—Vaya,¡esoesalgoqueyonodiría!

Aquello ocurrió un miércoles. El sábado siguiente, Portia abandonó elsillóndeEddie,queestehabíaarrastradoalegrementeafindeocuparsulugaracostumbradoen el taburete junto a la chimenea.Un resplandor tenueyunrumorsuaveemanabande los leños; lasventanasenmarcabanunpaisajedeárbolesmojados; el lugar parecía elevadoy tenuebajo la lluviosa luzde latarde. Entre Portia yAnna estaba la naturalezamuerta de la bandeja de té.Encimadesusrodillasapretadas,Portiasosteníaenequilibriounplatoconunbizcocho.Mordisqueándolo,miró aAnna, que tomaba el té con Eddie, delmismomodo en que ya la había examinado cuando tomaba el té con otrosamigospróximos.

Suaparición,sinembargo,habíaimpuestounaperplejapausaaloqueallíocurría.ElhechodequeelloshicieranqueesapausafuesenotoriaconvertíaaPortiaenunasuertedeaccesorio,yesoeraloúltimoqueelladeseabaser.

Eddieposóuncodoenelbrazodesusilla,apoyóunasienenlapalmadelamanoysepusoamirarelfuego.Susojosrecorríanlaspuntasafiladasdelas llamas. Con indolencia, para divertirse, imitó la boca de un pez,redondeando el labio inferior y contrayendo lasmejillas.Anna abrió con lauñadelpulgarunnuevopaquetedecigarrillosy lospusoen supitilleradecarey. Portia terminó el bizcocho, se acercó a la mesita y se sirvió otropedazo. Apartando por un instante los ojos del fuego, Eddie le dedicó unasonrisairresponsable.

—¿Cuándosalimosadarotropaseo?—preguntó.Annaintervino:—¿Otratazadeté?—Hace quince días—dijo Portia sin que viniera a cuento, mientras se

incorporabaenbuscadesutaza—,estabatomandoeltéenelclubdegolfdeSealeconDickieHeccombyconClara,unachicaconquienéljuegaavecesalgolf.

Annahundiólabarbilla,sonrióvagamenteycabeceó.—¿Fuedivertido?—lepreguntóconaireausente.—Sí,laaulagaestabaenflor.—SupongoquetehasdivertidomuchoenSeale.—Enmidormitoriohabíaunretratotuyo.—¿Unafoto?—No,unretratoenelquetúsostienesungatito.

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Annasellevóunamanoalacabeza.—¿Ungatito?—repitió—.¿Dequéhablas,Portia?—Deungatonegro.Annasepusoahacermemoria.—¡Claro, sí, el gatito negro! Pobre animalillo, ha muerto… ¿Se trata,

entonces,deunretratodecuandoeraniña?—Sí,teníaselpelolargo.—Es un dibujo hecho con tiza. ¿Dices que ella lo ha colgado en la

habitacióndehuéspedes?Pero¿quiénesClara?Háblamedeella.PortianosupopordóndeempezarymiróaEddie.Esteparecióvolveren

síydijoconligereza:—¿Clara?ElroldeClaramepareceincierto.Apenaspertenecealgrupo.

Detodosmodos,nologroolvidarla…Talvezporesarazón.Yporquegastaenormes cantidades de dinero con la ilusión de casarse con Dickie… ConDickie Heccomb, ¿comprendes? Además de mucho dinero, siempre llevadentrodelbolsounaespeciedenidoderatonesquesacaarelucirencuantolacosaseponedifícil.¿Noesasí,Portia?HemosvistohaceresoaClara.

Annadijo:—Ojalálahubiesevistoyotambién.—Annaquerida,atinotehacefalta…Enfin,hicimosqueClarametiera

lamanoen subolso esanoche, en elEastCliffPavilion, cuando todosnosportamos muy mal. Desde luego, yo fui el peor de todos. Fue espantoso:Portia y yo habíamos dado un paseo magnífico por el bosque, pero yo loestropeé emborrachándome y poniéndome pendenciero. En un principio,apenaslleguéaWaikiki,produjeunaexcelenteimpresión,perometemoqueluegoloechétodoaperder.

Eddie le lanzó a Portia una equívoca mirada de reojo, después giró lacabezaysiguióhablandoconAnna:

—La posición de Clara era penosa: ella solo tenía ojos para Dickie yDickiesoloteníaojosparaPortia.

Portiareaccionó,azorada:—Eddie,¡esonoesverdad!—Bueno,hizoalgunasaproximaciones…Noprosperaron,perofueronlas

aproximacionesqueDickiesepermiteasímismo.Pudeoírcómoenelcinejadeabaencimadeti.Tantojadeabaqueinclusomejadeóencimaamí.

—Eddie, realmente eres muy vulgar… —dijo Anna. Adquirió unaexpresióndistantey se examinó lasuñas con severidad,peroal cabodeun

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minuto no aguantó más y preguntó—: ¿Fuisteis al cine todos juntos?¿Cuándo?

—Miprimeranocheallí—repusoEddie,muydesenvuelto—.Fuimoslosseis.Todoelgrupo.DebodecirquequedéescandalizadoconDickie:nosoloes un fascista, sino que además no sabe comportarse. En la playa traspasótodosloslímites.

—Habrásidomuymolesto—dijoAnna—.¿Tuquéhiciste?—Estábamosenlapenumbradelcine,demodoquenopodíahacernada.

Por otra parte, su hermaname había agarrado lamano. Son gente bastanteinmoral.Meparece,Anna,quedeberías tenermáscuidadoconel lugarqueeligesparalaspróximasvacacionesdePortia.

Estoúltimonolesentóbien.—Portiasabecomportarse.Yesoesmuchomásimportantedeloquetúte

imaginas—contestóglacialmenteAnna,ylelanzóaPortialoquehabríasidounamiradaafectuosa sinohubierahabidouna intenciónoculta.Después ledijoaEddie,conenfurecidadulzura—:Paraalguientaninteligentecomotú,estas descripciones de la realidad resultan muy insatisfactorias. En primerlugar,nocreoquehayasentendidoenabsolutoloqueocurríaallípuessuelesestardemasiadoocupadopensandoencómoaprovechartedelasituación.

Eddiehizounmohínyrespondió:—Muybien.PuespregúntaleaPortia.Portia,noobstante,bajólamiradaynoabriólaboca.—Encualquiercaso—prosiguióEddie—,hetenidoquehacerunenorme

esfuerzoparahablarcuandonomeapetecíahacerlo.Parecequeunosiempredebedecircosasdivertidasenestacasa.Sientoquenotehayagustadoloquetehecontado,perohasidocomosihablasedormido.

—Sitienestantosueño,serámejorquetevuelvasatucasa.—Noentiendoporquéestodel sueño teofende tanto,Anna.Es lomás

normal en una tarde lluviosa de primavera, cuando uno no está obligado ahacernada, especialmente enun salón tan tranquiloy agradable comoeste.¿Acasodeberíamosdormirlostres,envezdehablarporhablar?

—Portianohahabladocasinada—dijoAnna,ymiróelfuego.Las palabras que brotaban de labios de Eddie suscitaron en Portia un

deseodedormirquesedesplegóporsuinteriorcomounabanico.Vioquelalluvia parecía reflejarse en los objetos de plata posados en la bandeja, y sesintióausenteallí,enaquelsalón, tanausentecomolosotrosdosyahabíanadvertidoqueestaba.Seacercóunpocomásalachimeneaafindeapoyarlamejilla contra elmármol; fue un gesto casi inconsciente, como si estuviera

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solaenotrositio.Cerrólosojosysepusoadescansar,arecobrarfuerzas.Elpequeñotapizasuspiessemovióysearrugóunpocoenelsuelopulido;lahabitación se hizo añicos y lentamente perdió sus colores, como un dibujobajoelagua.

DesdesucharlaconSaint-Quentin,lanocióndetraiciónnoabandonabaaPortia, dormida o despierta, como una especie de remordimiento, lo que leimpedía enfrentarse a cualquiera con candor, y hasta hacía que le tuvieramiedoaEddie.Cerrar losojos cuandoEddie estabaenelmismo salónqueella, sentir la frialdaddelmármol contra su rostro, todo eso le causabaunaimpresión de inmunidad: la inmunidad del sueño, de la anestesia, de lainfinitasoledad,lainmunidaddelviajeatravésdeSuizadosdíasdespuésdelamuertedesumadre.Volvíaavereseárbolquehabíavistocuandoeltrenfrenó por alguna razón; volvía a ver, nerviosamente, tan cercanos comodistantes, los árbolesmojados del parque.Oía elmar deSeale, la amplia ysilenciosacosta.

Sehizounsilencioenlasala,hastaqueAnnadijo:—Megustaríapoderhacerlo;megustaríatenerdieciséisaños.—Portiapareceadorable,¿verdad?—preguntóEddie.Dichoesto,seacercósigilosamenteyconundedoacariciólasonrisade

Portia.AunqueAnnaseguíaallí,nodijonada.

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—¡Porfavor,Anna,estoesdemasiado!—exclamóEddieporteléfono,quiénsabedesdedónde, cuando ellamenos se lo esperaba—.Portiame acabadellamarparacontarmequehas leídosudiario.Nosupequéresponder:habíaalguienenlaoficina.

—¿Yahoranoestástambiénenlaoficina?—Sí,peroeslahoradecomer.—Claro.Yaséqueeslahoradecomer.TengoaquíalcomandanteBrutty

adospersonasmás.Ereshorriblementedesconsiderado.—¿Cómo ibayo a saberlo?Penséque esto sería urgente para ti. ¿Están

todosallí,enelsalón?—Porsupuesto.—Pues, adiós.Bonappétit—añadióEddie con sarcasmo, y colgó antes

queAnna,quienregresóalamesadeinmediato.Lostresinvitadosnotaronenlavozdeellaelmatizpropiodelasdisputas

entreamantes,asíquehicieronunesfuerzoparanoexpresarrecelo.Lostreseran bastante ingenuos. El señor y la señora Peppingham, de Shropshire,habían sido invitados ese lunes a comer porque un vecino de ellos, enShropshire, buscaba un agente, y el comandante Brutt podría servir. Perodurantelacomidasevolviócadavezmásobvioqueelcomandanteera,alosojosdelosPeppingham,unodeesoshombresque,peseaserextremadamentehonrados,poralgúnmotivonoconsiguentriunfarenelmundo.Malasuerte,pero así son las cosas. El comandante, haciendo gala de una especie deamable negligencia, dejó pasar todos los anzuelos que le tendióAnna. LosPeppingham pensaron que, aunque sin duda había mostrado una conductaintachableenlaguerra,enelfondohabíasidoafortunadoporcontarconunaguerra donde mostrar esa conducta intachable. Era en vano que Anna loincitase a hablar, a contar otra vez que había trabajado en plantaciones decaucho,quehabía tenidoa sucargo—porquehabía sidoasí, ¿verdad?—ladirección de una importante hacienda. En Malasia, por supuesto, pero loesencialera—¿noescierto?—sabercómosemanejaalagente.

—Claroquesí—convinoconciertaprudenciaelseñorPeppingham.—Con tantoscambiossociales,me temoqueseaunarteobsoleto…Me

refieroalartedemanejaralagente—dijolaseñoraPeppingham—.Siempre

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me ha parecido que las personas trabajan doblementemejor si sienten quealguien las supervisa.—La convicción hizo que se le enrojeciera el cuello.Luego,añadióconfirmeza—:Estoyseguradequeesasí.

Anna pensó: «En estos días, ocurre algo horrible en las charlas: lasconvicciones de la gente salen a la superficie haciendo que las caras se lescongestionen. Sin duda, era mejor cuando la gente vinculaba esta clase decosasalareligión,ynosehablabadereligiónalahoradelascomidas».

—Supongo que en el campo uno piensa más acerca de estas cosas—reflexionóenvozalta—.EsoeslomalodeLondres:aquíyanopensamos.

—Mi querida señora —dijo el señor Peppingham—, pensemos o nopensemos,hayciertascosasquenosepuedendejardenotar.Sisedestruyelatradición,sedestruyetambiénelsentidodelaresponsabilidad.

—Asíes.Porejemplo,enlaoficinadesuesposo…—empezóadecirlaseñoraPeppingham.

—Nunca voy a la oficina, pero no creo que Thomas inspire un respetoespecialentresusempleados,sieseso loquequiereusteddecir.Meparecequeélnosabríaquéhacerconalgoasí.

—Nomerefieroaunrespetoreverencial,comoanteun ídolo.Me temoqueesoúnicamenteconduceaunadictadura—aclarólaseñoraPeppinghamtocándose lasperlasconuna sonrisa tímida,pero firme,y ruborizándoseunpoco otra vez—. Me refiero, más bien, al respeto instintivo. Esto es muyimportanteparalagentequetrabajaanuestrasórdenes.

—¿Creeustedqueunoinspirarealmenteeso?—Unolointenta—dijolaseñoraPeppingham,nomuycomplacida.—Meparece triste tenerque intentaralgoasí.Yopreferiríapagarlea la

genteypunto.LaaparicióndePhyllis inhibiócualquiernuevocomentariode la señora

Peppinghamsobreeltemadelasclasessociales.Lamuchachahizounarondaofreciendounsoufflédenaranjaquesosteníaconfirmezaparaque todossesirvieran. Pas avant les domestiques tal vez fuese el lema grabado en elcomedordelosPeppingham,sobrelarepisadelachimenea,debajodeHonnisoitquimalypense.LaseñoraPeppinghamsesirvióunpocodesoufflé,echóunaojeadaalospuñosdePhyllisyguardósilencio.Annahundiólacucharayeltenedorenelsoufflé,conelfrancoapetitoqueunosepermitemostrarensupropiacasacuandoabundalacomida.

—Porotraparte—añadió—,creoqueustedhadichoqueesinstintivo.¿Alosinstintosdequiénserefiere?

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—El respetoesun instintohumanogeneral—dijoel señorPeppinghammirandodereojoelsoufflé.

—¡Estoydeacuerdo!Pero¿realmentecreequetodavíaesasí?Los ojos de los Peppingham se cruzaron por una fracción de segundo.

Comparten los mismos ideales, pensó Anna. ¿Como Thomas y yo? Quizá,pero¿cuálessonestosideales?SialmenoselcomandanteBruttdijeraalgoyme contradijese… De lo contrario, los Peppingham pensarán que escomunista.Lareputacióndeestacasadesorientaalagente:losPeppinghamseguramentehanvenidoaquíenbuscadeunacharlajugosaporquecreenquealgo así no abunda en Shropshire. Los anhelos de la gente de campo sonvergonzosos.SeolvidandequeelcomandanteBrutthavenidoenbuscadeuntrabajo; tal vez están ofendidos porque él es el único invitado. Si hubierainvitadoaunescritor—comoprobablementeesperabanellos—lascosasnohabrían resultado peor, pero los Peppingham estarían demejor humor y elcomandanteBrutt daría tal vez la impresión de ser un hombre práctico.Hecreído que mis beaux yeux bastarían para hacer que el comandante y losPeppingham se abalanzasen los unos en los brazos de los otros. Pero losPeppinghamnosonlobastanteamablesparasentirsehalagados.Encambio,sondurosycalculadores,ypiensanquelosutilizo.Cosaqueharíasipudiese,pero ellos son imposibles. Desprecian al comandante Brutt porque es másamablequeellosyporquenohahechodinerodelmismomodoqueellos.¡Sipor lomenosseacaloraseydiscutiera,envezdeseguirahí inmóvil!Madremía,nuncapodréconseguirleunempleoaestehombre.

—Usted no aprueba mis ideas, ¿verdad? —le preguntó Anna alcomandante Brutt con una sonrisa frenética, propia de una desesperadapeticióndeayuda.

Peroesteselimitóadesmigajarelpanyacomerloensilencio.—Ay,creoquenomeatreveríaadesaprobarlas.Noenbloque,almenos.

Sin duda, haymucho de cierto en lo que usted dice—se quedómirándolaafablementeconsushonradosojosgrises—.Unadelasrazonesporlascualesquerríaestablecermeesquedeesamanerapodríaempezarapensarlascosaspormímismo.Nosaberacienciaciertaloquepuedeocurrirhacequeunosesienta algo inseguro, y muchas veces, cuando trato de reflexionar (pues,después de todo, ahora tengo un poquito de tiempo libre para hacerlo),descubroquenoestoyenformayque,por lo tanto,nopiensolosuficiente.Mientras tanto, para mí es un placer escuchar una discusión, pero no meconsiderocapacitadoparaintervenir.

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—Loúnicoenloquenoestoydeacuerdoconestaencantadoradama—dijoelseñorPeppingham,queseestabaponiendoodioso—esquenoquieraconfiarnoscuálessonsusideas.

—Podríahacerlosisupieradequéestamoshablando—contestóAnnasindarsedeltodoporvencida.

El señor Peppingham, tolerante, se puso a cortar el queso. Anna sintiódeseosdealargarelbrazo,cogerlamanodelcomandanteBruttysusurrarle:«Losientomucho,nohaynadaquehacer.Lehedadootraoportunidad,peronohelogradovenderloy,sihemosdesersinceros,tampocoustedhahechomuchoporvenderseasímismo.Nohayremedio:yanohaynadaquehaceraquí.VuelvaalaspáginasdeavisosdeTheTimesycrucelosdedosaversisetopaconotrohombrequepuedaofrecerlealgunacosa.Yatuvolasuertedetoparseconnosotros,aunquenohayamosidomuylejos.Quelevayamejorlapróximavez,miamigo.Jen’enpeuxplus».

Elcomandanteparecíaadoptarhoy—aladmitirtandulcemente,mientrasbebíasucafé,quenohabíanadamásquehacereneseasuntodeShropshire—la misma actitud o, mejor dicho, el mismo aire de reproche corrosivo quesolíamostrarPortia.NoestabalosuficientementecercadelhogardeellosnihabíaestadobastantetiempoconelloscomoparavolveraKensingtonconlasospecha de que la cordialidad que había encontrado era falsa. Sus deseosincumplidosseguíanacumulándoseyconcentrándoseentornoalosQuayne.PensabaenelloscuandoestabaenelvestíbulodesuhotelocuandopaseabaporCromwellRoad.Seaferrabamásymásalaideaquesehabíahechodeelloscadavezqueotra instancia fracasaba,quealgozozobraba,queotradesus esperanzadas cartas quedaba sin responder, que otra posibilidad semalograbaydebíaenfrentarsealhechodequeeldinerosehacíahumo.Eraevidentequepensabaenellos todoel tiempo. ¿Sevuelveunomásbuenoymásfelizcuandolosdemáscreenqueunoesbuenoyfeliz?LapolíticadelapiedadacasoevitasequeAnnallegaraadecepcionarlodeformarotunda.Éleraelapéndicedelahistoria terminadaentreellayRobert.Erainútil, inútildesearnohaberla encontrado; alparecer, aquellohabía sido fatal.Enciertoaspecto,elcomandanteBrutthabíasidocomounlegadodeRobert.OacasoellacreíaverenélalgosemejantealaúltimadelascruelesbromasdeRobert:bromas crueles e hirientes porque nunca eran totalmente amargas. ¿EraRobertcapazdemanipulareldestinohastaelpuntodeponeraldescubiertolaslimitacionesdeella?

ElcomandanteBruttnosemarchóhastaquelohicieronlosPeppingham.Deesemodo,impidióqueAnnapudieseelogiarloensuausenciaafirmando,

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porejemplo,quelapersonaqueloempleaseharíaunaexcelenteadquisiciónorepitiendoquehabíaganadounamedallaalméritomilitar.Alcabodeunosminutos, decidido a marcharse, el comandante se puso de pie y echó unamiradaalasala.

—Meenvióustedunosclavelesmuybonitoselotrodía—dijoAnna—.LepedíaPortiaqueleescribieraunaslíneasporqueyoestabamuycansadayporque tenía lacertezadequenosveríamospronto.Yasabeustedcómosesiente uno cuando vuelve de viaje. Por eso mismo es tan grato encontrarflores.

Lacaradeélseiluminó.—Vaya,mealegra—ledijo—quemisfloreslahayanalegrado.Eloscurodeseodeconmoverse,deserhumana,laempujóadecir:—¿Ha vuelto a tener noticias de Pidgeon desde la última vez que

hablamos?—Escuriosoquemepregunteeso…—¿Curioso?—repitióella.—No he tenido noticias de él… Es el problema de no contar con una

dirección fija.La gente pronto se cansa de perseguirnos con las cartas. Porsupuesto,tengoladireccióndemihotel.Sinembargo,cuandoescribodesdeallí, nada parece muy estable. La gente da por supuesto que uno se hamudado… Eso me dice mi experiencia, al menos… Claro que, de habertenido una dirección fija, no por ello habría recibido carta de Pidgeon. Élnuncahasidodeescribirmucho.

—Escierto,nuncalehagustado…Pero¿quéibaadecirmeusted?—Ah,sí…Fuealgomuycurioso.Esascosasquemesucedenamenudo.

Hace dos semanas, perdí la oportunidad de encontrarme con Pidgeon porapenas tres minutos: literalmente por tres minutos. Es asombroso haberloperdidoportanpococuandonisiquierasabíaqueélestabaenelpaís.

—Cuénteme.—Bueno,fuiporcasualidadalclubdeunamigo…conunamigo,quiero

decir…ymeencontréconotroconocido(alquenoveíadesdehacíaaños),quien me dijo que había estado charlando con Pidgeon hacía apenas tresminutos.HablandoconPidgeonenesemismoclub.«MadredeDios»,ledije.«Esasombroso,¿todavíaestáenelclub?».Miconocidomeexplicóqueno,queacababademarcharse.Quiseaveriguaradónde,conlaintencióndesalirabuscarlo,peroaqueltipo,porsupuesto,noteníalamenoridea.Todoaquellomeparecióunacoincidenciaasombrosaydecidíquedebíacontárseloausted.Siyohubiese llegadotresminutosantes…Unsimplecasodeazar,afinde

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cuentas.Nosepuedeprevernada.Vea,porejemplo,elmodoenqueustedyyo nos encontramos de pronto. En una novela, algo así habría parecidoforzado.

—Enefecto,fuebastanteinverosímil.Yonuncameencuentroconnadie.El comandante Brutt metió con lentitud las manos en los bolsillos

mientraspensabadeformavaga.—Yesasemana,porsupuesto,ustedestabaausente—dijoalfin.—¿Quésemana?—LasemanaenlaqueestuveapuntodeencontraraPidgeon.—Ah, sí, estaba en el extranjero. Usted… ¿ha oído decir algo más?

¿PidgeonnoestáyaenLondres?—No lo sé; ojalá lo supiera. Es una especie de diablillo capaz de

encontrarseencualquierlado.PeroesteconocidomíopiensaquePidgeonsehamarchado…Seha«evaporado»,comosolemosdecir.Casisiempreestádeviaje.Londresnuncalehagustadomucho.

—No,nuncalehagustadoLondres.—Y, sin embargo, aunque siento no haberlo visto, pienso que eso es

mejorquenada.Sihaaparecidounavez,significaquepuedehacerunanuevaaparición.

—Sí.Yotambiéndeseoquereaparezca…Aunquenodondeestéyo.No sin cierto fatalismo, Anna se miró con enorme calma en el espejo

admitiendoloqueacababadedecir.Mientrastanto,elcomandanteBruttdabalaespaldaalachimeneayexaminabaunrecipienteenformadeboteyllenoderosascuyoperfumellevabaunratocautivándolo.Casienformareverente,con lapuntadeundedo, acarició los suavespétalos rojosy se agachóparaolisquearlos exhaustivamente. La acción, un poco teatral, pero bienconsciente, demostraba que él sabía que se encontraba donde ella acaso noqueríaqueestuviera:juntoaunapuertacerrada,comounmensajeroolvidadoparaquienpuedehaberunarespuestaono.Laperplejidad, la reverencia, laprontitudenmostrarse tristeoconfiablesemanifestabaencadaápicedesuactitud.Hubiesehechocualquiercosaqueellalehubierapedido.Noteníalacostumbredeprestaratencióna las floresnia losdetallesdeunsalón,yalprestartantaatenciónalasrosasseponíaasímismoenunarelaciónequívocaconellas.Volvióaacariciarunaflorypreguntó:

—¿Estasrosasvienendelcampo?—Sí,susbonitosclavelesacabandemarchitarse.Tal vezhubiera en aquella fraseuna señal oun consejooculto.Tal vez

Anna hubiera propiciado ese momento especial para que él le hiciera

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preguntas,sinrodeos.¿Quéhasucedidorealmente?¿Enquéquedótodoconél? ¿Por qué no es usted la señora Pidgeon?Usted es lamisma y él siguesiendo,alparecer,elmismo.Losdoserancomoeranyesoestabamuybien.Ustedsiguesiendousted…¿Quéesloquehafracasado?

Elcomandantelamiró,yladelicadasituaciónhizoquelosojosdeélsevolvieranlomásfurtivosquepodíanllegaraser.Lamiróyseencontróconque ella no lo estabamirando. En cambio, había sacado un pañuelo de subolso y se limpiaba la punta de la nariz con gestos veloces y eficaces. Sipareció actuar con cierta intencionalidad, fue únicamente cuando guardó elpañueloydijo:

—YonoseríaelmonstruoquesoysiPidgeonnomehubierametidoesaideaenlacabeza.

—QueridaAnna…—Sí,esasí:todoelmundopiensaquesoyunmonstruo.ElterribleEddie

mehallamadodurantelacomidaparadecirmequesoymalaconPortia.—¡Diosmelibre!—AustednoleagradaEddie,¿verdad?—Bueno,noesdemiestilo.Peroyoqueríadecirle…—Robertnomevalorabamucho—dijoAnna trasunarisa—.¿Losabía

usted?ARobertyanoleimportabademasiado.Porlotanto,noocurriónadaimportante ni le rompí el corazón. Dadas las circunstancias (que ustedcomprendeahora,¿verdad?),nopodíamoscasarnos.

ElcomandanteBruttsoloatinóamurmurar:—Esperoquetodohayasidoparabien.—Porsupuesto—dijoAnnasonriendodenuevo.Élrepitió«porsupuesto»mientrascontemplabaelsalón.—¡Vayacostumbrelamíadesaltardeuntemaaotro!—añadióAnnacon

gran soltura—. El pasado nunca importa, en realidad. Pero he queridoaclararle lo que pasó entre Robert y yo. Si hoy parezco algo nerviosa, esporqueunallamadahainterrumpidomicomidayunjovenmehadichoquePortia no es feliz. ¿Qué puedo hacer? Usted sabe hasta qué punto ella escalladaybuena;tienequehabersesentidomuyalteradaparaquejarsedeesamanera frente a un extraño. Aunque, desde luego, Eddie es bastanteentrometido.

—Simepermiteopinar—dijoel comandanteBrutt—,consideroque setrata de una insolencia de parte de Eddie, por decirlo moderadamente. Yonuncahe…

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—ElsinvergüenzadeEddiesiempreactúaconinsolencia—repusoella,ydioungolpesuavesobrelarepisadelachimenea—.EsPortiaquienmetienepreocupada.Todoestomepareceimpropiodeella.ComandanteBrutt,ustednosconocebastantebiencomofamilia.¿PiensaquePortiaesfeliz?

—Másalládequelapobreacabadeperderasumadre,nuncasemehaocurridopensarquenoseafeliz.Laveotanagustoenestacasaqueescomosihubiesenacidoaquí.Llevaunavidaideal,comodicenlaschicas.

—¿No será que su forma tan sensible de ver el mundo embellece lascosas?Nosotros ledamosmás libertadque laque tienenotras chicasde suedad porque Portia nos parece bastantemadura. Supo cuidar a sumadre…Pero ahora advierto que una niña no esmayor hasta que sabe elegir a susamigos.Sobretodo,alosmuchachos.

—¿Piensaustedquesevedemasiadoconesejoven?—Eso pienso en este momento. Por supuesto, me culpo a mí misma.

Eddiefrecuentamuchoestacasa;estámuysoloytratamosdeseramablesconél.Pero,almargendeeso,creoqueelpasadoinviernoPortiafuefelizaquí.Parecíahaberseadaptadobien.Después,comoustedsabe,sefueaeselugardeveraneoymetemoqueallíempezaronlosproblemas.Miviejagobernantaesunángel,perosushijastrosnosonningunajoyayesopuedehaberalteradoaPortia,quenoeslamismadesdequevolvió.Hastanuestraviejacriadalohaadvertido. Está menos tímida y menos espontánea. Supongo que esasvacaciones fueronunerror…Merefieroanuestroviaje justocuandoPortiaempezaba a adaptarse aquí. Partimos demasiado pronto y eso la haperturbado. Qué tontería por nuestra parte… Pero Thomas necesitaba unasvacaciones:hapasadouninviernomuyduroenlaoficina.

—Esunachicatantierna…Esadorable.—Siustedestuvieraenmilugar,¿lediríaaEddiequesefueraaldiablo?—Pues…másomenos…Sí…Síqueloharía.—¿YtendríaunaextensaconversaciónconPortia?—Estoysegurodequeesustedmuycapazdemanejarlasituación.—¿Hanotado,comandanteBrutt,queavecessoyestúpidamentetímida?—Pienso que Portia se preocuparía si supiera que ha causado en usted

todaestainquietud—dijoélconautoridad—.Perocasipodríajurarqueellanotienelamenorideadeloocurrido.

—NotienelamenorideadelomuchoquehablaEddie—dijoAnnacasifuerade sí—.Ay,comandante,hapasadousteduna tardeespantosapormiculpa: primero, esa horrible gente que he invitado a comer y, ahora, misproblemas familiares.Noobstante,me alivia saber que a sus ojosPortia es

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feliz. Debe usted regresar pronto, así compartimos un momento másagradable.¿Lopromete?

—Nadamedaríamásplacer.Comoustedsabe,misplanesaúnsonalgovagos.Tendréqueaceptarloprimeroquesepresente,ysoloDiossabedóndehedeterminar.

—Pero antes nos veremos otra vez, estoy segura.Me alegramucho, entodocaso,quenovayaustedaShropshire.FueunalocuramíaydeThomashaberpensadoalgoasí;ahoramedoycuentadequenohabríafuncionado.Ymuchasgraciasporhabermeescuchado:esustedunángeldebondad.Esunadesgracia—concluyómientras le tendía lamano—seramigodeunamujertanegoístacomoyo.

Mientras él le asía la mano y la apretaba con fuerza, ella continuabasonriendo.Despuésnosolosonrió,sinoqueseechóareír,asomándosealaventanacomosiacabaradeveralgocómicoenelparque.

Tan pronto como Brutt se hubo marchado, Anna tomó asiento y, sinpermitirse un solo segundo de descanso, escribió una impulsiva carta paraEddie:

QueridoEddie:Porsupuesto,notelopudedecirmientrasestabacomiendo,

peroyo,entucaso,tendríamáscuidadoalusarelteléfonodelaoficina. Sin duda, no es simple saber cuándo uno traspasa lalínea de lo permitido, pero me temo que esta vez te hasexcedido.MáximecuandomeheenteradodequeThomasyelseñorMerrett piensan llevar un control de todas las llamadaspersonalesquesehacenyserecibenenlaoficina.Puedequelatelefonistasehayaquejadooalgoasí.Nodebespensarqueestosea una descortesía por parte de Thomas y el señor Merrett:paraellossetratadeunasimplecuestióndeprincipios.Aunquelas cosas marchan bien en la oficina, yo tendría algo decuidado, almenos durante un par de semanas.Creoque debodecírtelo.Yasabescuántodeseoquetevayabienallí.

Pormás que tus amigos tenganmuchas cosas que decirte,yolespediríaqueesperasenaqueestuvierasentucasa.Entulugar, los llamaría desde allí.Me temo que eso aumentará tucuentadeteléfono,peropareceinevitable.

Tuya,Anna.

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Despuésdeescribirestacarta,Annaconsultóelreloj.Simandabalacartaporcorreo,estaríaenmanosdeEddiealdía siguiente,por lamañana.Si laenviabapormediodeunmensajeroespecial,éllarecibiríaencuantovolviesea casa, esa misma tarde. Esa es la hora en que las cartas producen másimpresión.AsíqueAnnamarcóelnúmerodeunamensajería.

Alascuatroymediadelatardedeaquellunes,LilianyPortiabajabanlosescalonesdelaescueladelaseñoritaPaullieyentrabanenCavendishSquare.Lilianhabíatardadounbuenratoenlavarselasmuñecasporquesusnuevaspulseras,aunquemuybonitas,ledejabanmarcasenlapiel.Ellasdoseranlasúltimasdeunagrancantidaddechicas.Acostumbradasalsilenciodelaclase,laplazaparecía retumbar; los edificios altos e irregulares, con susventanasrelucientes,brillabanalaluzdelatarde.Losárbolesenmediodelaplazasemecíanacausadelvientoydejabanverlospálidosreversosdesushojas.Alsalir de las clases, las chicas se internaban en un mundo de piedraimpermeable donde no podía penetrar la dulzura primaveral. Al divisar lametálica luzdelsolenlasramas, tuvieronla impresióndequelaprimaverahabíadejadoallíolvidadassushuellas.

—¿Dóndevasahora?—preguntóLilian.—Yatelohedicho:tengounacitaalasseis.—Esloqueintentodecirte:quetodavíanosonlasseis.¿Vasatucasaa

tomareltéoqué?Muynerviosa,Portiarepuso:—Noiréacasa.—Pues entonces podríamos tomar el té en alguna parte. Pienso que un

pocodetéleharábienatusnervios.—Eresmuybuenaconmigo,Lilian.—Medoycuentadequeestásmuyinquieta.Puedoverloconclaridad,por

experiencia.—Solotengoseispeniques.—Yo,encambio,solo tengo tres.Despuésde loquemehaocurrido—

dijo Lilian guiando a Portia por el borde exterior de la plaza—, creo quenuncadeberías sentirte tímida conmigo.Puedes conservarmi pañuelo hastaestanoche,encasodequetehagafaltacuandoteveasconesapersona,seaquiensea.Esosí,hazmeelfavordedevolvérmelomañanaynopermitasquelolaven,esunrecuerdoespecial.

—Eresmuybuenaconmigo.—Cuandomepongonerviosa,meolvidodecomer;y,sitratodecomer,

lo vomito todo de inmediato.He pensado,mientras comía, que tú tienes la

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suertedequenoteocurraesoyaqueencasossemejantesunoatraemucholaatención.Fueunapenaquellamaraslaatencióndetodoelmundocuandotepescaronusandoel teléfonode laseñoritaPaullie.Debodecirqueyonuncahabríaosadohaceralgoasí.Ellafueodiosacontigo,¿verdad?

—Fuemuy arrogante—dijo Portia, y sus labios volvieron a temblar—.Dicequesoyunacalamidad,quelopiensadesdeelúltimosemestre,cuandomedescubrióleyendoesacartaquemeenviaron.Segúnella,todosedebealmodoenquemehaneducado.

—Tiene la edad exacta en que las mujeres empiezan a ponerse raras,¿sabes?¿Dóndemehasdichoqueteníasquevertecontuamigo?

—CercadeStrand.—Ah, ¿cerca de la oficina de tu hermano?—inquirió Lilianmirando a

Portiaconsusgrandesojosdecolorgrisoscuro—.Pienso,Portia,quedebestenercuidado:unhombrepocofiablepuedearruinartelavida.

—Sinohubieraalgoenquéconfiar,ningunapersonanosgustaría.—Noveoelsentidodequeseamostangrandesamigassinomeconfiesas

queesapersonaesEddie.—Sí, pero no estoy inquieta por su culpa: lo estoy por algo que ha

ocurrido.—¿Algoquehaocurridoentucasa?—Sí.—¿Tiene que ver con tu cuñada? Siempre me ha parecido una mujer

peligrosa, aunque no quise decírtelo en sumomento.Oye, no hablemos deestoenplenacalleRegentporque lagente sepondráamirarnos. IremosalA.B.C.,enfrentedelPolitécnico:allíesmenosprobablequenosreconozcan.YesmásseguroqueFuller’s.Tratadenoperderlacalma,Portia.

EraLilian,dehecho,quienllamabalaatenciónalmirarfijamenteatodaslas personas. Al lado de su amiga con porte de diosa, Portia marchabacabizbajachocandocontralasráfagasdelvientocallejero.Cuandollegaronalaesquina,LilianasióelbrazodesnudodePortiaconunamanoenguantada;unaapaciblesensaciónanimalsubióporelcododePortiahastaqueseaflojósutensaarticulación.Seapartóunpocoparamirarunaalfombradebodaquecubría lospeldañosde la iglesiadeTodas lasAlmas,enLanghamPlace,y,como alguien que ha dejado atrás unas horribles convulsiones de ahogo,pareció brotar y flotar cual unamuerta en la superficie soleada. Seguía lospasosdeLilianentrelosautobusesconlaligerezadesupequeñocuerpo.

—Aunquepuedascomer—ledijoLilianposandoloscodosenlamesademármol y tirando de las puntas de sus guantes (Lilian nunca descubría

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ningunapartedesucuerpodemanerainconsciente:alquitarselabufandaoelsombreromontabaunpequeñoespectáculo)—,en tucasoevitaría cualquiercomidapesada.

Lilianllamóaunacamareraypidióloquejuzgómásapropiado.—¿Tehasfijadoquémesamásretiradaheconseguido?—siguiódiciendo

—.Aquípodráshablarconlibertad.¿Porquénotequitaselsombreroenvezdeechártelohaciaatrástodoeltiempo?

—Ay,Lilian,¿sabes?Enrealidad,notengomuchoquecontarte.—No seas tan humilde, querida. Has mencionado algo acerca de un

complot.—Tansolohequeridodecirquehanestadoriéndosedemí.—¿Dequésereían?—Hanestadocomentandocosas.—¿DicesqueEddietambién?Portia le lanzó aLilian unamirada furtiva.Obedeciendo lentamente, se

quitóelingenuosombreroqueAnnahabíajuzgadoapropiadoparasuedad,ylodepositóentreellasdeformaconciliadora.

—El otro día—dijo—, ese día en que no pudimos ir juntas a casa,meencontréconSaint-QuentinMiller…¿Telohecontadoya?Estuvoapuntodeinvitarmeatomareltéconél.

Liliansirvióunpocodetéentregestosdereprobación.—Noapruebotuconducta—dijo—.Teencantalaideadehaberestadoa

puntodetomareltéconSaint-Quentinporqueesescritor.Pero,enelfondo,tecaemal,¿verdad?

—Eddietambiénhasidoescritor,porcierto.—DudodequeSaint-Quentin sea lamitadde lomalvadoqueesEddie.

¡Reírsedeticontucuñada…!—Ay,no,¡yonuncahedichoeso!¡Nuncalohedicho!—Nocomprendo,entonces,porquéestás tanenfadadaconella.Mehas

dichoquenodeseasvolveracasa.—Annahaleídomidiario.—¡Madremía,Portia!Ignorabaquetú…—Nuncaselohecontadoanadie.—Eresunenigma,admitámoslo.Pero,en todocaso,dime,¿cómoseha

enteradoella?—Yonoselohedichoanadie.—¿Mejurasquenoselohasdichoanadie?—Bueno…Nuncalehedichonadaanadie,salvoaEddie.

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Lilianalzóloshombros,enarcólascejasyechómásaguacalienteenlatetera,todoelloconunaexpresiónquePortianoosóinterpretar.

—Vaya,vaya—dijo—.Yanoséquémásnecesitaspueslotenemostodo,¿verdad?Todolonecesarioparaloqueyollamouncomplot.

—Yonomereferíaauncomplotdeesaclase.—Oye,pruebaestatarta.Tienesquecomer.Delocontrario,metemoque

lagentenosmirará.¿Sabesqué?Piensoquenoestásencondicionesdeandara pie hasta Strand. Si no te comes la tarta, podemos ir en taxi. He deacompañarte,Portia:mejorqueélveaquetienesunaamiga.

—¡Peroélesunamigo!Siemprehasidomiamigo.—Además, voy a esperar—prosiguióLilian—porque sé que todo esto

puedeponertelosnerviosdepunta.—Eresmuyamable,peroprefieroirsola.El dolor, indudablemente, rebaja nuestra posición en el mundo. El

privilegio aristocrático del silencio, como muy pronto descubrimos, secorrespondetansoloconelestadodefelicidado,almenos,conciertoestadoenqueeldolorsemantienedentrode límitesrazonables.Cuandollegaasupleno poder, el sentimiento se vuelve subversivo y violento: la parte másorgullosa de nuestra naturaleza resulta maltrecha. Es entonces cuando laspersonasqueseapiñanantecadaaccidente,lasqueprefierenlasmuertes,losnacimientosolasenfermedades,pueshanperdidotodacontención,huelenloqueestáenelaireyaparecenenelactoconunaespeciedemacabrabuenavoluntad.Unosesabecondenadoapenasvelosbuitresenelcielo;son,másbien,loscuervosdeElías[12]puestraenlanocióndequelapesadumbremáspersonal posee una pasmosa universalidad. En ellos, la naturaleza humanaexhibesusabiduríamásburda,sueficacia,suscálculosmásinfalibles,sumásbajo nivel, tan bajo que no puede descenderse más. Los accidentes seconviertenenpropiedadhumana;solamenteunaespeciedemiedoalavida,unmiedo a lo universal de nuestra naturaleza, hace que reivindiquemos elcarácterprivadodeldolor.Ensociedadesmásingenuas,máshumildesomásnobles, el sufriente se vuelve una propiedad pública; el espectáculo decualquier desastre pronto pierde su aislado rubor. El adecuado comentarioacerca de la pena, el comentario que la eleva a poesía, no proviene de lapalabra certera, del silencio perspicaz e intachable, sino del coro de losamigosnosolicitados,vulgaresamigosquesonajenosalainteligenciayalasensibilidad.

Dehecho,nohaynadiequenosconsuele,ningúnconfidentequenuestroinstintonoquierarechazaraunqueseaamedias.Eldesenfreno,laexplosión

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de lágrimasypalabras,eldesbordedeldolorprivadoseproduce,comounaconvulsión, en circunstancias que uno no habría elegido jamás. Losconfidentesinextremis—consutalentoparaaparecerysupoderdesuscitarconvulsiones que nos alivian— son, con demasiada frecuencia, aunque nosiempre,individuosociosos,morbosos,triviales,adolescentesopersonasquehanvistounvacíoqueansiabanllenar.Aestaspersonasnolesenseñaríamos,enmomentosmásdichosos,ningúnresortesecretodenuestrapersona:nielorgullodenuestroamorninuestrasambicionesninuestrasesperanzas.Conestosindividuosnuncacompartiríamoseldelicadoplacerdevivirpuesresultaimposible dialogar con ellos. Pero sus torpezas, intromisiones e ineptitudesresultanposiblescuandounonopuedetoleraruncontactohechodeternura.Cuantomásdelicadaesunalmaymáselevadaes laesferaen laqueaspiravivir, tantomásbajocaee inclusosesumergeeneldolor:acabará llorandoentremendigosypordioserosporquealladodeellosdisminuyelavergüenzadeserinfeliz.

Así pues, aquella insoportable tarde de lunes, dos días después de quePortiavieraaEddieyaAnna(yacasiunasemanadelarevelacióndeSaint-Quentin: tiempo suficiente para que en ella madurase como un árbol lasensación de haber sufrido dos traiciones íntimamente vinculadas), nadiepodíasermásoportunaqueLilian.Elescándalodelteléfonoenlaescueladela señorita Paullie, justo antes de la comida, había sido una buena ocasiónparaque intervinieraLilian.Queella lahubiesedescubierto lloriqueandoenelguardarropahabíaconducidoaPortiaaunaespeciedezonasubtropicalenelpaísdesussentimientos:nadieesmásbondadosoqueelnarcisistacuandounoreaccionaantelavidadeacuerdoconlostérminosdeeste.SerconsoladaycomprendidaporLilianeracomoecharsea llorarenunacuevarepletadehelechos cuyo aire es bochornoso y cuyas húmedas frondas nos rozan, nosdesmoralizanynosapabullan.Eltamañodetodosealtera:cuandounoelevasumiradaconojoshúmedos, losárbolesnoparecenmásamenazadoresqueloshelechos.El sentimiento ficticioyel sentimientoverdaderovienenasermás o menos lo mismo cuando nos toca sentir dolor. Los arabescos en elcorazóndeLilianylacrueldaddeaquelactorhacíanquevieraaPortiaconfatídica benevolencia y, mientras apartaba el plato de la tarta, comenzó ahaceruncálculomentaldeldineroquellevabaencimaydelpreciodelviajeentaxi.

—En fin, como te parezca—dijo—, ya que eres capaz de cometer laimprudenciadeirsola.Peronohagasqueeltaxisedetengaenellugaralquevasrealmente.Alomejoralguientesigueparaextorsionarte.Nuncasesabe.

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—TengoqueiraCoventGarden,simplemente.—Pero,querida,¿porquénolohasdichoantes?

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EddienopensabaqueCoventGardenfueraunbuenlugarparaorganizarunacita,peronohabíatenidotiempodepensarenotro;sucharlatelefónicaconPortia se había cortado, del lado de ella, en el instante justo en que élempezaba a decir que acaso podían encontrar un sitio mejor. Aun así, sesentíabastantealiviadodehaberpodidodesecharlaprimeraopciónqueellalehabíadado,puesPortia lehabíapropuestoencontrarseenelvestíbulodeQuayne&Merrett. En sí, esto era muestra suficiente de cuán inquieta ynerviosa estaba ella, pues Portia siempre había sido discreta en extremo, yrespetuosa con la oficina de Thomas. Llegaría trastornada a la cita, se dijoEddie.Crasoerror.

No era aquella semana la más propicia para un encuentro así, pues elvínculodeEddiecon lafirmaQuayne&Merrett (másalláde los incidentestelefónicosque—demomento—sabíaporbocadeAnna)atravesabaunafaseincierta.Eddiehabíairritadoabastantesempleadospaseándoseporlaoficinacomosivinieradeunpaísdeclimamássoleado.Además,sehabía tomadoesos finesde semanaunpoco largos.Y la ausenciadeThomas, combinadaconciertasusceptibilidadporpartedeMerrett,lohabíahechocaerenexcesosdefrivolidad:sehabíamostradomuydesenvuelto,habíaestadoineficazenlaproduccióndecopiasysusmodaleshabíansidomásevasivoseinsolentesdeloqueallíseconsiderabaaceptable,comoporciertoyalehabíaninformado.AcababaderecibirtresnotificacionesdelomásdeprimentesconlasinicialesdeMerrett,ysentíacernirsesobresucabezalaamenazadeunaentrevistaqueprometíaserdeterminante.Habíaprotagonizadounaescenaindecorosa,enunbardelazona,conunjovendemuybajaextracciónsocialqueMerretthabíareclutado.Trasaquelincidente,lehabíanadvertidodequenopodíatomarsetantas libertades por el simple hecho de ser el niño mimado de la señoraQuayne.Normalmente,eseeraelmomentoenqueelotrodebíaromperlelosdientes a causa de su insolencia, pero Eddie había intentado mostrarsesimpático,graciosoypornadadelmundosorprendido.Esocausóunpésimoefecto,naturalmente,yelhechodeque lesalieseunarisita tontaenelpeormomento tan solo logró empeorar las cosas. Pero el colmo habría sidoencontrar a la hermana menor del señor Quayne sentada en la salita deentrada.

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CoventGarden,pocodespuésdelasseisdelatarde,noeraunlugarmuyalegrequesediga,consuspórticosysusarcadas.Enlosespaciosvacíos,enlasfachadassemejantesadecoradosteatralesraídos,gastadosbajolabrillanteluzdeldía, lassombrasseacumulabanconfrialdadydesdeelcieloparecíaabatirse sobre la ciudad una nerviosamarea. Aquí y allá, unos pedazos depapel,más que volar, se arrastraban desganadamente. El lugar causaba unaimpresióndedesnudodesamparo, como si aquel abandono fueradefinitivo.Londresestállenodepáramosdeesetipo;demomentosenqueelespejismodenuestranerviosaexistenciasedesmoronaderepente.CoventGardenactuócomoundisolventeenEddie,quesemovíadeacáparaallácomoungato.

Entonces divisó a Portia. Le estaba esperando en un lugar que no era,pensó, el convenido. El modo paciente con que ella sostenía su pequeñobolso, la cabeza ladeada, la delgada y estrecha franja de sus brazos apenascubiertos por unas mangas cortas y unos minúsculos guantes, todo elloimpactóenlazonadesucuerpodondeteóricamentelelatíaelcorazón:verlalecausabaunamezcladeirritaciónyjovialidadapartesiguales.

—Vaya, has tenido que meterte una buena caminata —le dijo—. Mesientomuyhalagado,cariño.

—Hevenidoentaxi.—¿Enserio?Oye,¿quédiabloshaocurrido?¿Esquesufristeundesmayo

mientrascharlábamospor teléfono?Loúnicoqueestabahaciendoera tratardeencontrarunsitiomejorparanuestroencuentro.

—Noveonadamaloenestelugar.—Sí,peromehasdesconcertadoalcortarmedeesamanera.—EstabausandoelteléfonodelestudiodelaseñoritaPaullie.Ellaentróy

me pescó hablando. No nos permiten llamar desde allí. Como muchopodemospedirquelagenteenvíeunmensajeennuestronombre.

—Ytehasmetidoenunbuen lío, imagino. ¡Quiénpudieravolvera serjoven!

—Nosoytanjovencomotúcrees.—Instatupupillari.¿Adóndevamos?—¿Nopodemossimplementeandarunpoco?—Comoquieras.Peroandarnoesmuydivertidoquesediga.—Nopretendoquelosea.—No.Yesonosuenatampocomuyprometedor—añadióEddieechando

acaminarlomásdeprisaquepudoparaqueellafueraincapazdeseguirlo—.Oye,cariño,losientomuchoporti,peronodeberíasexaltartedeestemodo.Pienso que leer tu diario fue una inmoralidad por parte de Anna, pero

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recuerdaqueyo siempre tehedichoqueno lodejarasabandonadoporahí.Por fortuna, tuve labuena ideadehacerte jurarqueno ibasaescribir sobrenosotros. Porque supongo que no lo habrás hecho, ¿verdad? —añadió,mirándoladereojo.

—Ahoraveoporquémepedistequenolohiciera—respondióPortiaconvozentrecortada.

UnamuecadesfiguróvisiblementeelrostrodeEddie.—¿Quédiablosintentasdecirme?—lepreguntó.—Porfavor,noteenfades…Porfavor,noteenfadesconmigo.Tansolo

dimesilehashabladoaAnnademidiario.—¿Porquéibaahaceralgoasí?—Comounaespeciedebroma.Comopartedeesascharlasenbromaque

siempretienesconella.—Mipobreniña.Para tu información:no,yono lehedichonada.Yel

casoesque…—Portialoobservabamuda.—Elcasoesque…—siguiódiciendoél—esellaquienmelohacontado

todoamí.—Fuiyoquientehablédeello,Eddie.—Sí, pero ellame lo había contado antes. Desde hace un tiempo, vive

pendiente de tu diario. Como sabes, Anna puede ser espantosamenteindiscreta.

—Demodoque,cuandotecontéqueyollevabaundiario,¿túyasabíasdesuexistencia?

—Sí.Losabía.Pero,cariño,meparecequeestáshaciendounmundodetodoesto.Toma,porejemplo,elcasodetudiario.Esundiariomuysincero,abundaenreflexionesinteligentesyesdelicado,comotú,pero¿esacasounhecho extraordinario que lleves un diario? Casi todas las chicas escribendiarios.

—Entonces,¿porquéhasfingidoquesignificabaalgoespecialparati?—Me agradaba oírte hablar de ello. Me conmuevo cuando me cuentas

algo.—Y has permitido todo este tiempo que siguiera escribiéndolo, sin

decirmenuncanada.Mientrastanto,hasdesaberqueheescritoalgunascosasacercadeti,porsupuesto.

—¡Dios todopoderoso!—exclamóEddiedeteniéndosedegolpe—.Yyoquepensabaquepodíaconfiarenti…

—¿Porquéteavergüenzasdehabersidoamableconmigo?

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—Porque el diario era algo entre tú y yo. No me gusta que Anna seentrometa.

—¿Así que no te interesa el resto de mi vida? Reconozco que no haymuchoquedecirdelrestodemivida,peromidiariosoyyo.Yoenpersona.¿Cómopodríadejarteafuera?

—De acuerdo, prosigue: haz que me odie a mí mismo… A propósito,¿cómolosupiste?

—Saint-Quentinmelocontó.—Esetipoesunsinvergüenza.—Noveoporquédiceseso.Élhaactuadodebuenafe.—LomásprobableesqueestuvierahartodeAnna.Hacemuchotiempo

queellalecuentacosassobretudiario…PorelamordeDios,cariño,noteechesalloraraquí.

—Lloroporquemeduelenlospies.—Pero tehedichoquepor favorno lohagas,ymuchomenosmientras

andamosporestasmalditascalles.Telosuplico,¡nodebeslloraraquí!—Lilianvivepensandoque lagentenosobserva.Yahoraeres túquien

actúacomoLilian.—Tengoquepararuntaxi.Enmediodeunsollozo,Portiadijo:—Solo me quedan seis peniques. ¿Tú tienes dinero? —Y permaneció

inmóvilmientrasEddieibaenbuscadeuntaxi,volvíaconunoyledabaalconductorladireccióndesuedificio.

Una vez dentro del taxi, mientras dejaban atrás Henrietta Street, él laabrazópenosamente,hundiendo lacara,de formadesesperada,allídondeelpelodeellaseenredabaconlaoreja.

—Por favor—dijo—,por favor,cariño,detente.Bastantemalandan lascosas…

—Nopuedo,nopuedo,nopuedo…—Deacuerdo,llorasiesoteconsuela.Esosí,nomehagasesosreproches

tanterribles.—¿LehascontadoaAnnalodenuestropaseoporelbosque?—Cuandounoseponeahablar…—Perofueenelbosquedondetebesé.—No estoy preparado para que me ocurran cosas así, cariño. Debería

existirunmundoespecial,creadosoloparanosotrosdos.¿Porqué tenemosque vivir en este estado de inocencia cuando todo alrededor ha perdido suvirtud? ¿Cómopretenden quemaduremos si no nos dejan ninguna clase de

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legado, si todo cuanto debería nutrirnos está caduco o corrompido?No, nomires.Sigueasí,escondidaenmí.

—Perotúnoestásescondido:túvesloqueocurretodoeltiempo.¿Dóndeestamos?

—CercadelaestacióndeLeicesterSquare.Doblandoaladerecha.PortiasemovióentrelosbrazosdeEddie,levantólamiradaydistinguió

la fría luz diurna reflejada en sus ojos dilatados. Logrando soltar un brazo,tapólosojosdeEddieconunamanoyledijo:

—¿Porquénopodemoscambiarlascosas?—Porquehaymuypocoscomonosotros.—No,túnoquieresrealmentecambiarnada.Telimitasajugarconmigoy

nadamás.—¿Esopiensas?¿Queestoyjugando…?—Sí.Aunaespeciedejuegoespantoso.Ynopermitesqueyointerfiera

deningúnmodo.Teagradamásdespreciarqueamar.FingestenerlemiedoaAnna,peroesamíaquientemesrealmente.

Eddieapartólamanoconlaqueellalehabíatapadolosojosylasostuvoconfirmeza.

—Asíeres—continuóella—,ynopermitirásquemequedecontigo.—¿Cómopuedespensareso?Eresmuyinfantil,cariño.—Lo dices porque digo la verdad. Te vuelves horrible cuando yo no

estoy. No, no me abraces. Deja que me siente erguida. ¿Dónde estamosahora?

—Soloqueríadarteunbeso…EnGowerStreet.Sentada en su rincón del taxi, Portia intentó devolverle la forma al

sombreroaplastadogolpeándoloconlarodilla.Achatóellazodelacintaconlosdedos,apartóunpocolacabezaydijo:

—No.Nomebesesahora.—¿Porquéno?—Porquenomeapetecequelohagas.—Esoquieredecir—sostuvoEddie—quenolohehechoenelmomento

enquedeseabasquelohiciera.Ellaempezóacolocarsedenuevoelpequeñosombreroconunasonrisa,

comosinadaleimportara,comositodoaquellohubieseocurridomuchísimotiempo antes. Las lágrimas que había vertido tras esa serie de ligerasconvulsiones—sentidasporél,perosilenciosas—nohabíanhechomásquevolverlemásespesaslaspestañas.Eddiepudoadvertirtodoaquellomientrasleexaminabaelrostroy,conundedoansioso,leenderezabaelsombrero.

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—Últimamente te pasas el día llorando —dijo Eddie—. Es algosencillamenteespantoso,¿sabes…?Estamosapuntodellegar.Dime,Portia,¿disponesdemuchotiempo?¿Aquéhorateesperanencasa?

—Esonoimporta.—Cariño, no seas ingenua. Si no regresas, alguien se alarmará. ¿Hace

falta,realmente,quevengas?¿Ysinosvemosentucasa?—¡Noesmicasa!¿Porquénopuedoiralatuya?Entrelazando las manos, enfundadas con elegancia en sus pequeños

guantes,Portialadeólacabezayañadióconunaespeciedemurmullo:—¿Oesquehasinvitadoaalguien?Eltaxisedetuvo.—Deacuerdo,deacuerdo.Baja.Creoquehasleídodemasiadasnovelas.La tarea de pagar el taxi y encontrar el llavero, de retirar las cartas del

buzónyguiardespuésaPortiaescalerasarriba,todoellomantuvoocupadoaEddie hasta que empleó una segunda llave y logró abrir la puerta de suhabitación. Pero sus nervios acababan de pasar por un estado de alerta tanindecorosoquetemíaencontrarseconunasiluetafatídicajuntoalaventanaodeespaldasalhornillo.Enelestadoenquesehallaba,susenemigosparecíantenerpoderessobrenaturalesysercapacesdepasaratravésdelascerraduraso de sólidas puertas de madera. La escena con Portia había sido bastantellevadera hasta el momento, pero las nubes de tormenta empezaban ahincharse de modo perceptible, a desprenderse como pedazos de revoquenegro, de forma todavía amable, por encimade su cabeza.Y, sin embargo,allí no había nadie. La habitación, fría y llena de un aire viciado, olía aldesayunoyaloscigarrillosdelanocheanterior.Colocólasdoscartas(unadeellastraída«pormensajero»,sinestampilla)enelcentrodelamesa,abriólaventanayapoyóunarodillaenelsueloconlaintencióndeencenderlaestufadegas.

Conpasos comodegrulla, propios de unapersonamuy alterada,Portiaibayveníapor lahabitaciónexaminándolo todohastaelmenordetalle: losdos sillonescon sus resortesvencidos, el espejoempañado, eldiváncon sutelaazularañada, losalmohadonesdescuidadamenteenfundadosenuna teladelmismocolorazulpálido,lamontañadelibrosextranjerosdesparramadosdecualquiermaneraporlasestanterías.Habíaestadoantesallí:habíaidodosvecesavisitaraEddie.Peroteníalaimpresióndeseralguienque,porhaberperdidoelhilodeunlibrooporhaberseconfundidoensuinterpretacióndeloqueleía,debedarmarchaatrásyvolversobresuspasos.

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Soloalguiendementemásdiestrayconmayorexperienciapodríahaberaprendido algo del lugar en que vivíaEddie. Si el interiormostraba algunaafectación, se debía a que conservaba la aridez de la vida universitaria: elgustoinmaduro,lafaltadetactoengendradaporelrocecongrandesobjetossimples (mesas, armarios) que encima no le pertenecen. Los sillones deasiento cóncavo y el apelotonado diván sugerían una comodidad bastantebrutal.LaardualaborquesignificabaparaEddieexponerseanteelmundonoterminabacuandovolvíaasudomicilio,puesallísolíarecibirvisitas,aunqueélpreferíasugerir,contodaclasedeactitudesnegligentes,queesoleteníasincuidado. Más allá de sus manías de solitario, había creado un paisajefantasmal donde los armarios y las mesas parecían acantilados u opacosestanquessinfondo.Lasensaciónque teníaella (almenoscomomujer)eraqueaquelhombrefundamentalmentesencilloymásbienanticuado,vivíadeesemodocuandollegabaporlanocheyseponíalaszapatillas.Enlasparedesoscuras,amarillentasporelhumo,enlasmaderassinlustrar,esaneurosis,porsupuesto,noalcanzabaadejarhuella.SerrecibidoporEddieenaquel lugartan sofocante podía interpretarse bien como un gesto de confianza o biencomo una insolencia. Si alguna vez ponía un ramo de flores (nunca floresmuybonitas)enelúnicoflorerodebuenacalidadquehabíaenlaestancia,laconcesiónresultabahastaconmovedora.Ynoeraeso loúnicoconmovedor:el olor a ceniza en la alfombra, a polvo acumulado en los libros y a téolvidado en la tetera, dotaban al lugar de una suerte de aquiescenciapesimista.Notodoeraunafarsa:Eddienecesitabaqueseocuparandeél;noeraestético;desdeñabalaspequeñascomodidadesyasociabaelbuenviviraunasituacióneconómicaalaqueciertamentenopodíaaspirar.Aceptaba(conundejedearrogancia)elhorrendomobiliarioquelehabíatocadoensuerteenaquella habitación alquilada. Ejercía el derecho de husmear en lashabitaciones de todos sus amigos—de husmear sus gustos, la lozanía y lainventivadesusinteriores—conunamiradafría,mordazydistante.Dehabercontado con algomás de dinero, susmuebles y sus paredes habrían estadoestampados en elegantes colores oscuros, como el rojo afrancesado de lasnovelas de Bourget: colgaduras, lámparas de cuarzo, bronces alegóricos,espejos, una pianola quizá, un voluptuoso diván y flores de aspectopecaminoso en jardinières. Como era habitual en el caso de personas deextracción humilde como él, su escaso discernimiento en materia de gustoarrastraba unas cuantas décadas y además poseía un excitante tono deinmoralidad.Sususpicaciaanimal,sumelancolía,lamoralidadsubyacentedesuclasesocial,elmiedoaqueunterriblepercanceleobligaraaabandonarlo

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tododepronto,todasesaseventualidadesnoestabanprevistasensusescasossueñosdesuntuosidad,pueshayunaciertaestrechezen las fantasíasquesecombinan únicamente con la parte más explícita del ser. Por fortuna, élconservaba casi en secreto sus gustos personales, y esa habitación se habíaconvertidoenuntourdeforce,nosolamenteportenerquevivirenella(nolequedaba más remedio), sino también por el hecho de que tuviera quemantenerlaypagarla.Eracapazdeconvertiresahabitación(quenisiquieraeraunático)enunfactorespecial,inclusoenelfactorclavedesusvínculosconlaspersonasmásmolestasqueconocía…

En el florero había unas margaritas rojas, moribundas, indicio de quealguien,lasemanaanterior,habíapasadoporallíatomarelté.

—Eddie.Tusfloressehanmarchitado.—¿Enserio?Puestíralasalabasura.Portia retiró el ramodel floreroy escrutó los tallos viscososypodridos

conunasuertedeinvoluntariarepulsión.—Yaerahora—dijoEddie—.Talvezeseeraelmotivodequeoliesetan

mal…Tíralasalapapelera,cariño.Bajolamesa.Allí,¿ves?Eddie cogió el florero, y se disponía a llevarlo al baño, cuando a su

espaldaescuchóungoteo:Portiaseguíaallídepie,con lasmargaritasen lamano.

—Eddie—ledijo.Élsesobresaltó.—¿PorquénoabreslacartadeAnna?—¡Diosmío!¿Hayunacartadeella?—Merefieroalaqueacabasderecoger.Laquenotienesello…Eddie se detuvo, siempre con el florero en la mano, y soltó una risita

tonta.—¿Notienesello?—dijo—.¡Vaya,quécurioso!Debedehaberlaenviado

conunmensajero.Sí,ahoraquelodicesmeparecióreconocerlaletradeella.—Esbastantelógicoquelareconozcas—comentóPortiaconfrialdad,y

dejó lasmargaritasen lamesaobservandocómopocoapocoformabanunamanchaviscosaenelmantel.

—Entonces,laabriréyo—dijotrascogerlacarta.—Cierralaboca.¡Ydejaesamalditacartaenpaz!—¿Porqué?¿Porquédebodejarla?¿Aquéletienesmiedo,Eddie?—Primeroyprincipal,esunacartaparamí.¡Noseastanindiscreta!—Pues,entonces, léela.¿Aqué le tienes tantomiedo?¿Cuáles sonesos

secretitosquecompartesconAnna?

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—Nopuedocontártelos:eresdemasiadojoven.—Eddie…—¡Déjameenpaz,malditaseas!—Nomeimportaquememaldigas.¿DequéhabláisAnnaytú?—Bueno,muchasveceshablamosdeti…—Pero hablabais de otras cosas antes de que me conocieras, ¿no es

verdad? Antes de que tú me dijeras que me amabas, o algo por el estilo.Recuerdohaberosoídohablarenlasala,mientrassubíaobajabalasescaleras,antesdequeesomeimportaralomásmínimo.¿Eressuamanteacaso?

—Notieneslamenorideadeloquedices.—Séqueesalgoquemeexcluye.Nomeimportaloquehashecho,pero

nopuedosoportarlascosasqueahorapiensoquehaces.—Entonces,¿porquéinsistesenhacerpreguntas?—Porque aún estoy esperando a que me digas que realmente deseabas

decirmeotracosa.—Puesbien,sí:soyelamantedeAnna.—Vaya…¿Loeres?—¿Nomecrees?—Notengomododesaberlo.—Parece que la noticia no te ha impresionadomucho. ¿Para qué tanto

alboroto si no sabes lo que quieres? Por cierto, no soy su amante. Ella esdemasiadoastutaycautelosa,ydudoqueseacapazdesentirpasiónalguna.Prefiereserunafuentedeproblemasparalosdemás.

—Entonces,¿porquétú…?Quierodecir,¿porqué?—Lo malo contigo es que, desde un principio, siempre has querido

analizarme.—¿Esohago?Perotúhasdichoquenosamábamos.—Anteserasmuchomásamableymuchomásdulceconmigo.Sí,erasla

única persona, ya te lo he dicho más de una vez, que yo podía amar connaturalidad.PeroestásmuycambiadadesdequehasvueltodeSeale.

—Matchettopinalomismo…Eddie,¿porquénoapagaslaestufa?—¿Quéteocurre?¿Teencuentrasmal?¿Quéhahechoqueteencuentres

mal?¿Porquénotesientas?Eddie rodeó velozmente la mesa con una mirada severa, como

desafiándola a derrumbarse, a desaparecer de su vista. Después, puso unamanocomodepiedraenelhombrodePortiaylaempujóhastahacerquesesentara en un sillón. Su aguda insensibilidad no era fingida: se sentó en elbrazodelsillón,cosaqueacostumbrabaahacer,miróaudazmenteelairepor

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encima de la cabeza de ella y se echó a reír como si todo aquello fueseabsolutamentenatural.

—Sitemueresaquí,cariño,harásquepierdamiempleo—dijoantesdequitarle el sombrero y dejarlo en el suelo—. Eso es, mucho mejor. Ojaláfumaras —añadió—. ¿Sigues deseando que apague la estufa? ¿Y por quéhabríasdemorirte?

—Has dicho que lo nuestro se acabó—explicó Portia mirándolo a losojos.

Pasaron un rato sosteniéndose la mirada con gesto incrédulo hasta queEddiecedióydijo:

—¿Piensasquemeheportadomal?—Notengomododesaberlo.—Megustaríaquetuvierasalgúnmododehacerlo—dijoély,trasfruncir

elceñoyhacerconsuslabiosunmohínqueparecíaresucitarelfantasmadeotrascharlasmásfelices,agregó—:Porqueyonolosé.¿Losabestú?Talvezyo sea una especie de monstruo; la verdad es que no tengo ni idea… Lascosasquedebodecir,alparecer,nuncaantesdebieronserdichas.¿Esmividarealmente tan horrenda y extraordinaria? No tengomodo de saberlo. Ojaláfuerasmayor:querríaquesupierasmáscosas.

—Túereslaúnicapersonaqueyo…—Ahí.Ahíestáelmalditoproblema…Esoesexactamenteloquequiero

decir:quenosabesaúnloquedebesesperar.Sin apartar del rostro de Eddie sus ojos ansiosos (unos ojos

desesperadamente concentrados, como si quisieran aprender una lección),Portiadijo:

—Despuésdetodo,nadadeloquesucedehasucedidoantes.Quierodecirquetúyyosomosloprimeroquehemospodidoser.

—Casi toda la gente, Portia, te da lecciones sobre la vida. Todas lasmujeresqueheconocido,exceptotú,parecensabercómofuncionatodo.Nomeimportasiahoraestásconfundida,perolociertoesquevivesdispuestaasaltarmealcuellodesdeeldíaenquemepreguntasteporquélecogílamanoaesachica.Túesperasquecadamalditacosaseabuenaomala,yquesehagacontodaelalma.Hastadondealcanzoaentender,talveztengasrazón.Peroalgoasíessencillamente intolerable.Mehacesentirqueestoyvolviéndomechiflado. He empezado a vivir de determinada manera porque es la únicaformaenquepuedovivir.Medoycuentadeque tehagodaño,pero¿cómopuedosabersinoes todoculpa tuyaporsercomoeres?Quizánoeresmássensibleyvulnerablequelosdemás,ysimplementesucedequetegustamás

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llamar laatención.Tiendesaaplicar losmismoscriteriosdesesperadosparatodo…Porejemplo,comotehedichoqueteamo,esperasqueseatanbuenocontigocomotumadre.Tienesmuchísimasuertedehaberhalladoaalguienconciertogradodeinocencia,comoyo.Aalguiencomoyo,quenuncatehaengañado,¿noesverdad?

—HashabladoconAnna,lehascontado…—Esonovienealcaso.¿Algunaveztehementido?—Nolosé.—Vamos, dime, ¿te he mentido o no? Si yo no fuera inocente, tan

inocente hasta el punto de ser deforme, ¿mepondrías en semejante estado?Cualquier otro hombre te habría dadoyaungolpecito en elmentón, habríarotocontigoysehabríamofadodespuéstildándotedeniñatonta.

—Tútehasmofadodemí.Tehasreídodemíconellos.—Bueno,cuandoestoyconAnna, teadmitoquesínosparecesunpoco

cómica. En realidad, pienso que a todos, salvo a mí, les pareces un pococómica.Tusvaloresson losdeuna lunáticay tienesunaespeciede instintoinfalible para rodearte de otros lunáticos, de otras personas tan extraviadascomotúoquizámás.Sabesbienquenosoyuncanallayyosébienquetúnoestásloca.Y,sinembargo,Diosmío,¡tenemosquevivirenestemundo!

—Túme has dicho que estemundo no te agrada.Me has dicho que esinfame,queesperverso.

—Esaesotracosaquehacessiempre:meconfrontascontodoloquehedicho.

—Entonces,¿porquéproclamasquesiempremediceslaverdad?—Tehedicholaverdadporquemesentíasegurocontigo.Ahora…—¿Ahoranomequieres?—Túnosabesloquedicescuandohablasdequerer.Estábamosmuybien

juntos porque yo pensaba que nos entendíamos. Sigo creyendo que eresadorable, aunque a veces me aterrorizas. Siento que estás intentando quecaigaenunaespeciede trampa.En lavida semehapasadosiquierapor lacabezaacostarmecontigo:laideamepareceabsurda.Asíytodo,tepermitoquemedigas cosas horribles, cosas quenadie tiene el derechodedecirle aotrapersona.Ysupongoqueyotambiéntedigoaticosashorribles.¿Telasdigo?

—Noséquéesrealmenteunacosahorrible.—Claroqueno lo sabes.Resulta evidentequeno lo sabes.Debede ser

quetefaltaalgúnsentido.Ylaverdadesqueestásvolviéndomeloco.

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Eddie,quehabíaestadofumandouncigarrillotrasotro,seincorporóysealejó del sillón. Arrojó el cigarrillo al suelo, junto a la estufa de gas. Sedetuvo a contemplar el fuego y después, casi de forma automática, searrodillóyloapagó.

—Yaeshoradequevuelvasacasa—dijo—.Sonlassieteymedia.—¿Quieresdecirquetesentiríasmásfelizsinmí?—¡Feliz!—clamóEddiealzandolasmanos.—Creo que hago felices a algunas personas (al comandante Brutt, a

Matchett) cuando no tengo secretos. He hecho bastante feliz a la señoraHeccomb;ellamedijoque…¿Quieresdecirqueahorasientesquepodríasserfeliz sinmí, tan feliz como te sentías conmigocuandopensabasqueyoeradiferente?

Conunaexpresiónmuyrígida,Eddiecogiólasmargaritasolvidadassobrelamesa,doblólostallosyloarrojótodoconcuidadoalapapelera.Echóunvistazoa lahabitación,comoenbuscadealgoqueestuviesefueradelugar.Después,susojosseposaronsobrelafiguradePortiasinalterarsenitemblar,contodalaoscuridaddeunainmutableturbación.

—Sinduda,esloquesientoenestemomento—dijo.Portiaseinclinódeinmediatopararecogersusombrerodelsuelo.Eltonto

tic-tacdelrelojyunacampanilladeteléfonoquesonabaenalgúnladoenlaplanta inferior llenaron el silenciomientras ella se ponía el sombrero. Parahacerlo, tuvoque librarsede lacartadeAnna,que inconscientementehabíatenido todo el rato en la mano: se incorporó y la dejó sobre la mesa. LamiradaperdidadeEddieseposóenelsobre.

—Ay —dijo—, no tengo dinero. ¿Puedes prestarme, por favor, cincochelines?

—Paravolverdesdeaquínohacefaltatantodinero.—Prefierotenercincochelines.Mañanateharéungiropostal.—Sí, cariño, no dejes de hacerlo. ¿Te acordarás? Supongo que siempre

puedespedirledineroaThomas.Ahoramismo,andounpocoescaso.Tan pronto como ella se puso los guantes, él le metió en la palma del

guantederechocincochelinesenmonedasreunidasdemalagana.Acambio,ellaletendiólamanoconeldurovolumensituadoenlapalma.

—Bueno,adiós,Eddie—dijosinmirarlo.Ellahacíapensarenalguienque,altérminodeunavisitademasiadolarga,

consciente de haberse demorado en exceso y de haber sido inoportuna, noencuentraelmododemarcharseconelegancia.Laintolerabletimidezsocial

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deEddieyelintensodeseoqueellasentíadeestarlejosdeallíhacíanquesusojosviajarandeunoaotropuntodelaalfombra.

—Teacompañaré.Nobajarássolalasescaleras:estelugarestáplagadodegente.

Consusilencio,ellaexpresaba:«¿Quémáspuedenhacerme?».Esperó:élle puso la misma mano de piedra en el hombro, atravesaron la puerta ybajaronlostrespisosdeesemodo.Ellareparóenciertascosasquenohabíavistoalsubir:lasvolutasqueformaba,comoolaspequeñas,elempapeladoalo largo de la escalera; las raspaduras en el rodapié color oliva; el caóticopaisajequeofrecíaunadelasventanasdelrellano;unpequeñocartelescritoamáquinaypuestosobrelapuertadeunbaño…Porinfinitesimalesmomentos,duranteeldescenso,siempreconlamanodeélsobresuhombro,sedeteníaamirar aquellas cosas como si experimentase algún alivio al concentrarse encadaunadeellas.Sentíalasilenciosatensióndelasotraspersonas,detodasesas vidas en las cuales no había reparado tras las puertas cerradas.El aireranciodelacasa,viciadodetantospulmones,cargadoconelpolvodetantospies, subíaporelhuecopenumbrosode lasescaleraspuesnohabíaventanacercadelvestíbulo.

Yaenlaplantabaja,Eddiemiróotravezelbuzón,porsihabíallegadoelsiguiente correo. Abrió audazmente la puerta de la calle y anunció que lebuscaríauntaxi.

—No,no lohagas.Yoencontraréuno fácilmente…Adiós—dijoPortiaconunamezcladevergüenzaytimidez.

Antes de que Eddie pudiera responder (sentía, en algún rincón de sumemoria,elcontactodelhombrodeellabajosumano),Portiahabíabajadoya las escaleras y había echado a correr por la calle. El paso de sus largaspiernas, sucarrera torpeydesbocada,hizoqueseperdieradevistaconunavelocidad que contrarió y alegró, almismo tiempo, a Eddie. Lasmanos deellasemecíanconcadamovimientodesucuerpo:nocargabannadayaquellole pareció extraño. La sensación de que algo faltaba contrarió a Eddiemientrassubíadenuevolasescaleras.

Unavezarriba,seencontró,porsupuesto,conquePortiahabíaolvidadosu bolso con todas sus notas y lecciones. Vaya problema, ¿cómo iba adevolvérselo sin hacer ningún comentario? Aquello le causaría nuevoscontratiempos a la desdichada alumna de Cavendish Square, se dijo, tandisgustadoque,con taldedistraerse, sepusoapensaren los líosenquesehabíametidoAnna,másurgentesypeligrososque lossuyos.Después,sacóunabotelladeunarmario,sepreparóuntrago,lanzóunadeesasdesafiantes

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carcajadas con que amenudouno acompaña su propia soledad, se bebió lamitaddelvaso,lodejósobrelamesayabriólacarta.

EntoncesleyóelmensajedeAnnareferentealteléfonodelaoficina.

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ElHotelKarachiconstadedoscasasenKensington,lasdosdegranaltura,deestiloalavezmajestuosoyfrágil,fundidasenunasolao,másquefundidas(pues su estructura apenas podría soportarlo), conectadas por unos arcossituadosenvariospuntosclave.Unadelasdosinmensaspuertasdeentradahasidovidriadayclausurada;laotraseabre,hastalasdocedelanoche,consolo presionar un picaporte redondo de bronce. El nombre del hotel, endeslustradasletrasmayúsculas,puedeleerseenlapartealtadelpórtico.Sehademolidoelmuroqueseparabaunvestíbulodeunantiguocomedorysehaobtenidoasí lasaladerecepcióndelhotel;elcomedorde laotracasasiguesiendo el comedor y es bastante grande. Uno de los salones de la primeraplantacontinúasiendounsalón.Lasampliashabitacionessonmajestuosas:enellas hay amplios vacíos y nada es tan positivo como el espacio. Laschimeneasconsuspilastras,laspuertasconsuspobresmolduras,lasventanasdeaspectocasidesnudoocupanparedesdesiertas:cuandooscurece,lasluceseléctricas,muyaltas,muerenallí,arriba,encimadesillonespocoacogedores.Estascasasgananpocoalconvertirseenhoteles,perotambiénpierdenpoco;ni siquiera en las que fueron hogares logra florecer la vida o, al menos,volverseentrañable.Estos fueron loshogaresdeunaclasecondenadadesdeunprincipio,sinprivilegiosnaturalesysingracia.Seedificaronparaencerraruna niebla que nunca se va del todo. La dispepsia, los resquemores, laostentación y los sabañones han gobernado las vidas de las familias quehabitaronantesaquí.

EnelHotelKarachi,todoslosrecintos,salvoelsalón,hansidodivididosendosotreshabitacionesmáspequeñas:el lugarseasemejaaunlaberinto.Ladelgadezde los tabiquesdivisorioshacequeamaroconversarsevuelvaallí una cosa indiscreta. Los pisos crujen, las camas crujen; los cajones sedespegandelosarmariosconruidosasconvulsiones;losespejossebalanceanhasta marear a quienes buscan verse en ellos. Solo hay más privacidad,aunquemenos aire, en la zona de los áticos, cuyo espacio esmuypequeñoparaserdividido.

ElcomandanteBruttocupabaunodeestosáticos.Enlasúltimashorasdeeselunes(puesyaeraelfindeldía,amenosqueunoestuvieradivirtiéndoseotrabajandohastamuytarde)sesirviólacena.Loshuéspedescenabanalaluz

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deldíao,mejordicho,a la luzdelosfantásticosreflejosdelasfachadasdelas casas situadas al otro lado de la calle. En el salón comedor, cadamesahabía sido embellecida hacía pocos días con tres pequeñas ramitas deguisante.Aquellanoche,variasmesassehallabanvacíasylaspocasparejasygruposdiseminadosporellugarnoteníanmuchoquedecirse,abrumados,talvez, por el lúgubre eco o por la sensación de estar cenando en un sitiodesguarnecido. El único silencio que no parecía forzado era el delcomandanteBruttpuestoqueélsiemprecomíasolo.Lasúltimasdosfamiliasconquehabíacruzadounaspocaspalabrasnoestabanporningunaparte,cosaque sucedía amenudo.Esanoche, comocasi todos eran recién llegados, elcomandante echó una mirada a las otras mesas preguntándose con quiénpodría entablar relación. A sumodestamanera, empezaba a comprender elnulointerésquesuscitabaensucalidaddehombresolitario.Asíqueselimitóacontemplarsuplatoyelespacioqueflotabaporencimadeél,procurandoquelosrecuerdosdesucomidaencasadeAnnanoecharanaperderlacena.Acababadeterminarsusnatillasconruibarbocuandolacamareraprincipalseacercóylemurmuróalgocercadeloído.

—Noentiendo—reaccionóél—.¿Unaseñorita?—Preguntaporusted,señor.Estáenelvestíbulo.—Peroyonoesperoaningunaseñorita…—Enelvestíbulo,señor.Dicequepuedeesperar.—¿Significaquelaseñoritaestáahoramismoallí?La camarera asintió con la cabeza y le lanzó una especie de mirada

desdeñosa.Labuenaopiniónqueteníadeélacababadehacersetrizas:ahoralo consideraba ladino y poco galante. El comandante, azorado, analizó lasituación:talvezfueraunabroma,pero¿quiénibaahacerleunabromaaél?No era lo bastante pícaro como para tener amigos pícaros. La timidez o laobstinaciónhicieronquesesirvieraotrovasodeaguayselobebieraantesdelevantarsede lamesa:el ruibarbosueledejarungustoácidoen losdientes.Después,selimpiólaboca,doblólaservilletayabandonóelcomedorapasolentoycauteloso,conscientedequeloscomensalesinterrumpíansuscharlasparaseguirloconsusojostristes.

Paraelquellegadelasegundacasaqueconformaelhotel, lavisióndelvestíbulosehallainterrumpidaporunafiladecolumnitasdescalabradasquemarcanel límiteconelotrosalón.Enunprincipio,elcomandantenovioanadieenmediodelaescasaluz.Felizdequenolovieranallídepie,lanzandomiradas, inspeccionólossillones.Entonces,a lo lejos,divisóaPortiadetrásdeunasilla,comodispuestaahuirsiaparecíalapersonaindebida.

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ElcomandanteBruttledijo:—Hola,hola…¿Peroquéhaceustedaquí?Ellalemirócomosifueraunanimalsalvajequeyahaaprendidoatemer

a lossereshumanos,yreaccionócomosiél lahubieraobligadoaestarallí.Parecíapresadelmiedo,comounpájaroextraviado,unpájaroalgoperplejodespuésdehabersegolpeadocontraespejosyparedes.

El comandante se abrió paso entre los sillones y dijo con una vozmásurgenteymenosserena:

—Queridaniña,¿sehaperdidousted?¿Sehaextraviado?—No.Hevenidopordecisiónpropia.—Vaya,me siento halagado. Pero este hotel quedamuy lejos de donde

ustedvive.Yaestashorasdelanoche…—Oh…¿Esdenoche?—Notodavía,peroyoacabodecenar.¿Noesesta lahoraenqueusted

deberíaestarcenando?—Noséquéhoraes.LavozdePortiaresonóenaquelsalóndeformadesvalida,apesardesus

intentos por ocultar su desesperación. El comandante Brutt echó una raudaojeada alrededor: el portero estaba ausente; no había llegado ningún nuevohuésped;losdemásseguíanensusmesaspuesaguardabanelquesoyelcaféque siempre les servían allí. Rodeó la silla que la protegía de él, que losmanteníaendosmundosseparados,ysintióquePortiaestudiabaconangustiasu aproximación. Entonces, como un pájaro que estuviera aún en otraventana,ellaseabalanzósobreél.Susmanosabiertasseasieronalassolapasdesuchaqueta;susdedoshurgaronlatela;subocasoltóunafraseinaudible.

Cogiendoconsuavefirmezasuscodosfríos,éllaapartóunpoco.—Calma,calma…Veamos,¿quéhadichousted?—Quenotengoadóndeir.—Por favor, eso es absurdo, usted lo sabe… Cálmese y trate de

explicarmequéhaocurrido.¿Unapeleaoalgoporelestilo?—Sí…—Esoesmalo.Bueno,nomecuentenadasinodeseahacerlo.Quédese

aquíunrato.Tómeseuncaféoloquequiera.Despuéslallevaréasucasa.—Meniegoavolverallí.—Porfavor…—No.Allínovuelvo.—Porfavor,siéntese.

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—No, todosquierenquehaga eso.Peroyonoquiero sentarme.Loquequieroesquedarme.

—Pues entoncesme sentaréyo. ¿Love?Yomismome siento.Siempremesiento.

Después de soltarle los codos, el comandante la agarró de lamuñeca ehizoquePortiaseplantarafrenteaélcomosifueraunaalumna.

—Tengo una alta opinión de usted—le dijo—.Ya no recuerdo cuántohace que no conozco a una persona que me haya impresionado tanto. Lesuplico,por lo tanto,quenosecomportecomounachiquillahistérica(cosaqueustedno es) puesme coloca enuna situaciónmuydelicada.Olvideuninstanteeseasuntoquelatienetannerviosaypienseenmí.Confíoenquelohará porqueustedha sido siempremuybuena conmigo, y esoyo lo valoromucho.Alvenir aquí adecirmeque sehaescapado,meponeustedenunaposición difícil frente a sus familiares, que son excelentes amigos míos.Cuandounhombre andaunpoco solo, comoha sidoúltimamentemi caso,cuando un hombre siente que ha perdido contacto con el mundo, un sitiocomoelhogardeellos,adondesepuedeirencualquiermomentoyserbienrecibido,significamucho,¿meentiende?Verlaaustedtanfelizenesehogarhasidomaravilloso.Perotambiéntengounaaltaopinióndeellosdos.Portia,ustednoquerráestropearmirelaciónconellos,¿verdad?

—No hay nada que estropear —dijo ella en un impiadoso susurro—.UstedesunadelasmuchaspersonasdelasqueAnnaviveriéndose—yantesdeproseguirlevantólamirada—.¿Entiendeloqueledigo?Annasiempreseríedeusted.Dicequeesmuypatético.Sehareídodelcolorequivocadodesusclaveles;poresomelosdioamí.YThomaspiensaqueandaenbuscadealgo.No importa loqueustedhaga,no importacuántospuzlesmeenvíe,éldesconfiará cada vezmás y ella se reirá cada vezmás. En cuanto usted semarcha,ellosseríen.Ustedyyosomosiguales.

Unos pasos en el vestíbulo, a sus espaldas, hicieron que el comandanteBrutt volviera automáticamente la cabeza: la cena había concluido y loshuéspedesempezabanallegar.

—Debería usted sentarse—le dijo a Portia con inesperada severidad—.Noquerráquetodaesagentesepongaamirarla.

Dicho esto, colocó un sillón cerca del suyo, y Portia se sentó allí, aúnsacudidapor loqueellamismaacababadedecir.ElcomandanteBruttmiróconsumaatenciónacuatropersonasquesehabíansentadonomuylejosdeellos. Portia, a su vez, lo miró mientras él miraba. El comandante habíaclavadolosojosenaquellaspersonasque,alignorarloqueélacababadeoír

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de labiosdePortia, sehabíanconvertidoenelcuadromismode lacordura.Haymomentosenqueunopuedereconfortarsemirandocaras insensibleso,por lomenos, que no han cometido ningún crimen.Cansado demirar esosrostrossinobtenernadaacambio,elcomandantebajólosojosypermaneciósentado sin mirar siquiera a Portia. Ella sintió en ese momento loimpresionante del silencio. La proximidad de esa gente le provocabaansiedad. La sensación de constituir el blanco de sus miradas hizo que sequedaraquietacomounapiedra,sinmoversiquieralasmanos.

ParecíanohabermotivosparaqueelcomandanteBruttlevantaraporfinlosojosdelsuelo.Apenashabíaempezadoarascarselanucacuando,envozbaja,ellapropuso:

—¿Nohayningúnotrolugar…?Bruttfruncióelceño.—¿Notieneustedunahabitaciónaquí?—Hesidomuytorpe…—¿Nopodemosirarriba?¿Nopodemosiraotrolugar?—Noséquémehizopensarqueaelloslesagradarecibirme…¿Quéeslo

quehadichousted?—Quetodosnosestánoyendo.Pero eso no tenía importancia. El comandante notó, con una sombría y

curiosaaquiescencia,queotrastrespersonaspasabanentrelascolumnasysesentaban allí. Acto seguido, unas damas más viejas, vestidas de un modosemiformal, atravesaron el salón rumbo a las habitaciones de la plantasuperior:formabanpartedelmismocontingente.

LosojosgrisesdelcomandanteBruttse toparonconlosojososcurosdePortia.

—No,nohayningúnotrolugar—ledijo,ydejópasarunrato.Una charla se había iniciado en la otra punta del salón. El comandante

añadió,enunsusurro:—Debeustedhablarmásbajo.Ydebetenercuidadoconloquedice.No

hayquehablardeesamanera.—Peroocurrequeustedyyosomosiguales—murmuróPortia.—Dalomismo—insistióelcomandante,conelceñofruncido—,esono

cambia las cosas…Nadacambia las cosas.Ustedno tienederechoadarlesestedisgusto.¿Nosedacuentadequeesunjuegosucioypeligroso?Voyallevarlaahoramismoasucasa…Cuantoantes.

—Claroqueno—repusoellaconasombrosaautoridad—.Ustednosabeloquehasucedido.

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Estabansentadoscasirodillaconrodilla,formandounángulorecto,ysussillonesse tocaban.Elpeligroquecorríany laurgentenecesidadquesentíaelladeimpedirqueélcometieraeseerrorhicieronqueelsalónyelrestodelmundonoleimportarannadaaPortia.Implacable,comounadiosa,posóunamanopequeña,perofirme,enelbrazodelsillónytemblóaúnmáscuandoéldijo:

—Mi niña, no importa lo que haya ocurrido. Siempre será mejor quevuelvaustedacasayseolvidedetodo.

—Comandante Brutt, aunque usted los odiara, no podría pedirme nadapeor. Esto nunca ha de acabar. Además, Thomas es mi hermano. Pero nopuedohablaraquí…¿Austedlegustaestehotel?

Elcomandantetardódosotressegundosenreaccionar.Porfin,soltóunaespeciedegruñidoycontestó:

—Nomedesagrada.¿Porqué?—Si usted se marchara mañana, lo que esta gente pudiese pensar no

tendríaninguna importancia.Podríadecirlesque soy su sobrina,quenomesentía bien y que tuve que descansar. Y nosotros podríamos hablar en suhabitación.

—Metemoqueesoesimposible.Ellainsistió:—¡Seloruego!Voyaecharmeallorar.Ya estaba llorando, de hecho. Sus dilatados ojos oscuros empezaban a

disolverse. Apretó los nudillos contra elmentón a fin demantener la bocaquieta,yconelotropuñoseapretóelestómago,comosihubiesesentidolapunzadadeundolorincontrolable.Moviendolosnudillos,musitó:

—Hepasadoeldíaentregenteymásgente…Solamentenecesitomediahoraoveinteminutos.Entonces,siusteddicequedebo…

Elcomandantesepusodepieygolpeóunamesa,haciendoquetemblarauncenicero.

—Vamosatomaruncafé—dijoenvozalta.Atravesaron el arco del comedor rumbo a las otras escaleras (no había

ascensor) y ella se le adelantó como un conejo. Él la seguía lenta ypesadamente, silbando con ostentosa calmamientras buscaba la llave de suhabitacióneibarozandolabarandillaencadarellanoconelpasoperdidodeunsonámbulo,queerasuformahabitualdeandar.Portiasehabíapasadoeldíaenterosubiendoescaleras.Sinembargo,sumiradasevolvíamássalvajeymenos crédula cada vez que, cuando ella volvía la cabeza, él le decía:«Arriba,arriba».Empezabaapensarqueaquellacasanoteníaúltimaplanta,

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cuandoporfinllegaronalático.EnWindsorTerrace,laplantamáspróximaaltragaluzencerrabalosmisteriosdelavidadelossirvientes:eraallídondedormíaMatchett.Bajolaluzdeltragaluzdelhotel,élseleadelantóyabriólapuertasilbandotodavíamásfuerte.Hastaeseinstante,ellanolohabíavistoactuarcon laautoridadqueprovienede laposesión.Unsegundomás tarde,Portiaescrutabadubitativamenteunacolchacolorverdeolivaylaventanadealgosemejanteaunapenumbrosacasademuñecas.

—Esunpocoestrecho—dijo—,peromehacenunprecioespecial.Suansiosaindolenciaysusprecauciones(porquevolvióasalirygolpeó

lasotraspuertasparacerciorarsedequenohabíanadieenlaplanta)hicieronqueellanohablaraalpasarjuntoalacamanialsentarse,decaraalaventana,enelbordedelacolcha.

—Bueno, aquí estamos—dijo él con una solemne alarma: acababa decomprenderlasituaciónenquesehabíametido.

Elrespaldodesusillarozabaloscajonesdelarmario.Enelfelpudosolohabíalugarparasuspies.

—Bueno,prosigamos.¿Quélahahechollorarahora?—Todalagentequehayportodoslados,todoeltiempo.—Me refiero a por qué ha venido aquí. ¿De quéme ha dicho que está

huyendo?—Detodosellos.Delascosasqueelloshacenquesucedan…Éllainterrumpióydijodiscretamente:—Penséqueocurríaalgoenespecial…Quehabíasucedidoalgo.—Hasucedido.—¿Cuándo?—Siempre, todoel tiempo.Nuncahadejadode suceder.Fueroncrueles

conmipadreymimadre,perolacosaparecehaberempezadoantes.Matchettdice…

—Nodebeprestaratenciónaloquedicenlossirvientes.—¿Porqué?Matchetteslaúnicaqueveloquesucederealmente.Ellosno

creíanquemipadreymimadrefueranmalos:simplementelosdespreciabany se reían de ellos. Eso nos volvía cómicos a los tres; ahora lo veo conclaridad.Ahora veo quemi padre quería que yo perteneciera a algún lugarporque él no pertenecía a ninguno: por esta razón ellos han tenido quehospedarmeenLondres.Mealiviaquemipadreignorecómohansalidolascosas.Supongoqueélymimadrenosabíanqueeranridículos:creíanhaberhecho algo extraordinario (haberse casado fue extraordinario, sí), peropensaban que la vida era muy simple para la gente que no hace cosas

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extraordinarias. Mi padre solía explicarme que la gente no vivía comonosotros: decía que nuestromodo de vida no era el corriente, pormás quefuésemos felices. Estaba convencido de que en algún sitio existía algollamado«lavidanormal»…YporesomeenvióconThomasyAnna.Peroahoraveoquenoesasí:siélyyovolviésemosavernos,lediríaquelavidanormalnoexiste.

—¿Noesustedunpocojovenpararazonarasí?—Nolocreo.Yopensabaquealagente,cuandoesjoven,selepermite

esperarqueexistaunavidanormal.Algoasíparecíaexistirjuntoalmar,perotodo se enrareció en cuanto llegóEddiey pudever quehasta losHeccombnieganlaexistenciadelavidanormal.Delocontrario,¿porquéle tuvierontantomiedoaEddie?Él solíadecirque los locossomosélyyo,ya lavezparecía pensar que teníamos razón, pero hoy me ha dicho que estamosequivocados,quelehorrorizo,ymehapedidoquememarchase.

—¿Eseso,entonces?¿Sehanpeleadoustedyél?—Eddiemehamostradotodosmiserroresynohesabidoquéhacer.Dice

que paso el tiempo juzgándolo, analizándolo. Que no puedo dejar depreguntarle por qué hace cada cosa que hace. Yo creía que deseábamosconocernoselunoalotro.

—Todos sufrimos golpes así: este es su primer golpe, supongo. Miqueridaniña,¿quiereustedunpañuelo?

—Tengounoenalgúnlado.Conungestoautomático,Portiasacódeunbolsillounpañueloarrugado,

losostuvounratocomoparacomplaceraBruttyluego,conlamismamano,hizounosvagosmovimientos.

—¿Cómopuedehablarustedde«primergolpe»?—dijoella—.Estonodebevolveraocurrir.

—Ay,unoolvida.Yalalargasiemprelograrecuperarse,¿sabeusted?—No.¿Seradultoconsisteeneso?—¡Porfavor!Noesmomentoparaqueyolecuenteciertascosas.Usted

querríamatarmeluegoporello.Peromeparecemuybienquehayaterminadoconesejoven.Sí,yaséquenomecorrespondecriticarlo.Sinembargo…

—NosetrataúnicamentedeEddie—dijoPortia,atónita—.Graciasaél,yo me sentía más segura con los demás. Nunca imaginé que las cosaspudieransertanhorribles.EstabaMatchett,perosepusodistantealenterarsedemirelaciónconEddie:meapreciabamáscuandoestábamoslasdossolas.Yonoquería cometer errores, pero ella siempre estabademuymalhumor,comosiquisieraqueyotambiénloestuviese.Encambio,Eddieyyononos

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enfadábamosnunca.Másbiennosserenábamoselunoalotro.Sinembargo,ahora he descubierto que él estaba con ellos todo el tiempo y que ellosestabanaltantodetodo.Nopuedovolverallíahoraquelosé.

—Nuestros sentimientos se lastiman fácilmente: no es posible evitarlo.Pero tampoco se puede armar una guerra por eso. Una chica como usted,Portia, una chica realmente buena, no debe ahogarse en un vaso de agua.Siemprequelaspersonaslatratenmal,usteddebepreguntarsedequéformasetratanentreellas.Claroqueustedestodavíamuyjoven…

—Noséquétienequeverlaedadconesto.El comandante semovió en su silla, tan incómodo como un niño en la

escuela,ymiróconairetaciturnoyperplejosusviejoscepillosdecaobaparaelpelo,lacajadesusgemelos,sustijerasparalasuñas;eracomosiaquellosobjetos, que habían viajado con él, fueran testigos de su relativa capacidadparaseguiradelanteenlavidahastaalcanzarunpuntoenelqueunollegaadecirsequenadaesmuyimportante.

Molestaenlacamadeél,enaquellasórdidahabitación,Portianoparecíapertenecer a ningún lugar, ni siquiera a ese. Despojada de aquel agradablehogar que había llegado a formar parte de ella, despojada también de susdeseosysusesperanzas,Portiaparecíagolpeadaymostrabaelaspectoadustoy temerariodeuna refugiadaque rechaza toda formadepiedad, sobre todoaquellaenlaqueresideelmiedo.

—Véalo de este modo…—empezó a decir él, pero se perdió en unapausa.Comprendíahastaquépuntoresultaficticioesoquesellama«sentidocomún».

Pero el final de la frase no tenía importancia: ella apenas le habríaescuchado.Reclinadasobreel respaldode lacama,Portiaapoyaba la frentesobre sus nudillos apretados. Su cuerpo estaba tensamente torcido; laspiernas,comodescoyuntadas,colgaban:susdelicadosmiembros,suscurvas,su inconsciencia laconvertíanen laviva imagendeundolorprematuro.Esuna dichosa ventaja que muy pocos comprendamos la realidad del mundohasta que ya nos hemos confabulado con él. La fantasía infantil, como lavaina que recubre el tierno brote, no solamente protege, sino que ademásrefrenaelterribleyflorecienteespíritu,ynosolamenteprotegedelmundoalainocencia,sinotambiénalmundodelpoderdelainocencia.

—Bueno, ánimo —dijo el comandante Brutt—. ¡Estamos todos en elmismobarco!

Ellarepuso,comosileshablaseasusnudillos:

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—Yo pensaba que, cuando tuviese más años, me casaría con Eddie.También pensaba que todo sería diferente cuando eso ocurriera… Sinembargo,Eddieaseguraquesabíaqueyopensabaesoyqueesoesloquenolegusta.

—Cuandounoestáenamorado…—¿Loheestadoyo?¿Cómolosabe?¿Austedlehasucedido?—En mis tiempos—afirmó el comandante con cierta animación—. Y,

aunqueausted leparezca raro, porunauotra razónnunca logré romper elhieloytodosetorció.Peroaquíestoy,despuésdetodo,¿noescierto?—dijoinclinándosehaciaadelanteyhaciendocrujirelsillóndemimbre.

Portiaapenaslomiró.Después,apoyólaotramejillaenlosnudillos.—Sí, aquí está usted —dijo—. Pero él me ha pedido hoy que me

marchara.¿Quépuedohacerahora,comandanteBrutt?—Talvez le parezca rudodemiparte, peroyo sigo sin ver por quéno

puedeustedvolverasucasa.Todostenemosquevivirenalgúnsitio,paseloquepase.Hayquedesayunar,comerytodolodemás.Alfinyalcabo,ellossonsufamilia,sumismasangre…

—No, no es así.Mi sangre y la deAnna no son lamisma.La cosa nopuedeseguirasí:ellayyonosavergonzamoslaunadelaotra.Ellahaleídomi diario y ha descubierto algo.No le gusta nada lo que ha leído, pero seburla de todo con Eddie: los dos se ríen de la relación que ha mantenidoconmigo.

El comandante Brutt permaneció en silencio y, algo enrojecido, giró lacabezaparamirar por la ventanaquequedabadetrás de su sillón.Después,mirandocómoseoscurecíaelcielo,preguntó:

—¿Quieredecirqueellosdossonuñaycarne?—Eddie no es solo su amante. Es algo mucho peor que eso… ¿Sigue

siendoustedamigodeAnna?—Nopuedoolvidarqueellahasidomuygentilconmigo.Nosésiquiero

hablardeestoahora…Encualquiercaso,siustedsintióquealgoandabamalenlacasa,tendríaquehaberrecurridoasuhermano.

—Éltambiénseavergüenzademí.Estáavergonzadoacausadenuestropadre.Ytodoeltiempotemequeyomeapiadedeél.Cadavezqueabrolaboca, me mira como si pensara: «¡No digas eso!». Claro que usted no loconocelomásmínimoypiensaqueexagero.

—Porelmomento…—Peroesqueesteesunmomentoquenoacabanunca…Novolveréaesa

casa,comandanteBrutt.

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—Entonces,¿quéquierehacerusted?—preguntóél,conbuentino.—Quedarmeaquí…—dijoellaysecallóderepente,sintiendoquehabía

dichoantesdetiempoalgomuyimportantequerequeríamayorcautela.Entonces,frunciendoloslabios,selevantódelacamaysedetuvojuntoa

él, de modo que, por estar ella de pie y él sentado, dominaba un poco lasituación. Lo miró de arriba abajo, como si quisiera moverlo, sacudirlo,despertarlo,peronosupiesenipordóndecogerlo.Aambosladosdelcuerpocaían sus brazos rígidos, pero dispuestos amoverse en cualquiermomentoconciegadesesperación.Nosabíaonoqueríaadoptarunaactituddesúplica.Desprovistadetodaseducción,suinvocaciónfuesevera:élsintióqueellalogolpeabacomosituvieraunsegundocorazónfueradesuscostillas.

—Quiero quedarme aquí con usted —dijo Portia—. Usted es buenoconmigo.Meescribe,meenvíapuzlesydicequepiensaenmí.Annalotildaausteddesentimental,peroesoesloqueelladicecuandolagentenosientenada.Podríahacercosasparausted:podríamostenerunhogarynonosharíafaltavivirenunhotel.DígaleaThomasquequierequedarseconmigoyélleenviará mi dinero. Podría cocinarle: mi madre cocinaba cuando vivía enNotting Hill Gate. ¿Por qué no se casa usted conmigo? Yo puedo hacerlofeliz.Nomeinterpondríaensusasuntosyestaríamosmenossolos.¿Porquémemiraasídeanonadado,comandanteBrutt?

—Porqueestoyanonadado…—Fuetodocuantoélpudocontestar.—LehedichoaEddiequeustedesunapersonaalaqueyohagofeliz.—¡Porsupuestoqueesasí!Pero¿noveustedque…?—Piénselo,seloruego…—dijoellaconcalma—.Esperaré.—Denadasirvequesepongaapensar,querida.—Detodosmodos,esperaré.—Estáustedtiritando—dijoél.—Sí,tengofrío.Con gestos prácticos y enteramente nuevos, como si aquella habitación

hubiera pasado a pertenecerle, Portia hizo algunos arreglos en el recinto:acomodó el edredón, se descalzó, posó la cabeza en la almohada y se tapóhastalabarbillaconeledredón.Medianteesaseriedegestos,parecíaalavezprotegerse, instalarse allí y volverse inaccesible; sobre todo, esto último.Comounapersonaenfermaocomoalguienqueharesueltonolevantarseniefectuarlastareasdeldía,parecióinstalarsederepenteenunmundoaparte.Deformaevasiva,avecescerrabalosojos,avecescontemplabaeltecho,quereproducíalainclinacióndeltejado.

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—Supongo—afirmó ella al cabo de unos minutos— que no sabe quéhacer.

El comandante Brutt no dijo nada. Portia acomodó su cabeza en laalmohada, sus ojos recorrieron con calma la habitación y escudriñaron losobjetosquesehallabansobreellavabo.

—Hay toda clase de tejidos y cremas—dijo—. ¿Se lustra ustedmismosuszapatos?

—Sí. Siempre he sido algo quisquilloso con eso, y aquí no puedenocuparsedetodo.

Portiamiróloszapatos,enfila,cadacualensuhormarespectiva.—No me extraña que tengan un aspecto tan reluciente: parecen

castañas…Estaesotracosaquepodríahacerporusted.—No sépor qué, pero lasmujeres nunca sonmuybuenas lustrando los

zapatos.—Peropodría cocinar.Mamámeha enseñadoapreparar losplatosque

ellahacía.Comolehedicho,nohayrazónparaqueustedyyotengamosquevivirenhoteles.

Eldisparatadoyfelizespejismodealgoqueunonohadeseadonisiquierauninstantenodebeprolongarse.SinadadentrodeBrutthubierarespondidoaesteespejismo,élhabríacontinuado siendoamabley sehabríaapiadadodeella…Sinembargo,elcomandanteselevantódeunmodobrusco.Nosoloselevantó,sinoquetambiénarrastrólasillahastadejarlacontralapared,dandoaentenderquelacharlahabíafinalizado.Yelesfuerzoqueleexigióponerfinaalgoasíhizoquesuenérgicaacciónparecieramásdesalmadaquetriste.

A fin de impedir cualquier pausa que pudiera debilitarlo, se movía sincesar:cogiósuscepillosy,conaireausente,perodeformaeficaz,sededicóapeinarse. Portia pudo tener así una visión de su intimidad masculina, delcaráctergraveyabstractoconquecumplíacadaunodelospasosdesuaseo.

El comandante no habría podido expresar inconscientemente con másclaridadsudecisióndeseguirviviendosolo.Cogióloscepillos,losdejósobreellavaboyprodujounruidoquesobresaltóaPortiatantocomoaél.

—Notengodudasacercadequesepaustedcocinar—dijoBrutt—ymepareceperfecto,peroaúnfaltanalgunosañosparaesoynoseréyo,metemo,paraquientengaquehacerlo.

—Imagino que hicemal en proponerlematrimonio—reflexionó Portia,noenuntonodeconfusión,sinodeformamuyconsiderada.

—Me siento halagado—reconoció el comandante—, pero usted piensademasiado en mí y muy poco en lo que intento decirle. Y lo que intento

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decirleesqueseolvidedetodoyvuelvaasucasa.—Bruttnoosabamirareledredón,delcualnollegabaelmásmínimorumor—.Nosetratadehacerlomejorposible—añadió—.Setratadehacerlaúnicacosaposible.

Portiacruzó losbrazossobreeledredón(suúltimorefugio)yse tapóelcuelloconél.

—Noservirádenada,comandanteBrutt.Ellosnosabránquédecir.—Pues bien, oigamos lo que tengan que decir. ¿Por qué no darles una

oportunidad? —preguntó él. Hizo una breve pausa, se mordió el labiosuperior,justodebajodelbigote,yagregó—:Iréconusted,desdeluego.

—Puedodarmecuentadequenodeseahacerlo.¿Porquéseofrece?—Porquequieroquesepanqueustedhaestadoaquí,conmigo,mientras

ellospasabanhorasdeangustia.Voyatelefonear…¿Entiendeporqué?Delocontrario,llamaránalapolicíaoalosbomberos.

—Deacuerdo.Dígales,si tanto lodesea,queestoyaquíconusted.Peronolesdiga,porfavor,quevolveré…Esodepende.

—¿Ah,sí?¿Dequédepende?—Deloquehaganellosacontinuación.—Permítamequelesdigaqueestáaquísanaysalva.Sindecirnada,Portialediolaespaldaysellevóunamanoalamejilla.Su

indiferenciahizoqueparecieraoptarpornoserunamujer,sinounadeesascriaturas infantiles que hay en las obras teatrales isabelinas, que sonconducidas de aquí para allá, que tienen fama de estar unidas a un destinotrágicoyquehacengaladeunpuntodevistacongrandesdosisdeirrealidad.

ElcomandanterecogióelsombrerodePortiaylocolgóenelrespaldodelacama.Mientras,ellaledijo:

—¿Prometequevolverádespuésdetelefonear?—¿Prometequeesperaráaquí,comounabuenaniña?—Siustedvuelve,yoesperaré.—Lesdiréqueustedestáaquí.—Ymediráquépiensanhacerellosacontinuación.Elcomandanteechóotralargamiradaporelinteriordeesahabitaciónen

laqueyaoscurecíaconPortiametidaenlacama.Salió,cerrólapuertaysedirigióalteléfono.Supasodesonámbuloestabaunpocoacelerado,comosise viera afectado por una pesadilla de la cual aún no había despertado.Mientrasbajabapisotraspiso,recordóelrostrodePortiasobrelaalmohadayvio, como en un sueño, lo engañosa que puede ser la sabiduría. Nuestraslealtades y nuestros sentimientos—por llamarlos de algúnmodo— son taninstintivos que uno apenas sabe que existen: solo cuando los traicionamos

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comprendemossuimportancia.Esatraiciónmarcaelfindeunavidainteriorsinlacuallocotidianosevuelveamenazadoroinsignificante.Enelfondodelalmanaufraga, de pronto, un paisajemisterioso cuyas perspectivas llegan aserinfinitas:escomoserdesterradosparasiempredeunpaísynoencontrarenningúnladorastrosdesupaisaje.

El comandante Brutt poseía una mente que no siempre operaba bien.Sencillamente sentía que las cosas se habían echado a perder. Su hogar sehabíahechopedazosynopodíapensarmásenWindsorTerracenienvolverallí. Trató de anticipar lo que se le avecinaba; esperaba que los Quaynetuvieran una propuesta inmediata y que se pudiera disponer el traslado dePortia, de modo que él no tuviera que acompañarla por Londres hasta lapuerta de sus amigos. Pero, al entrar en el ataúd vertical de la cabinatelefónica,notitubeóunsoloinstante:erasudeberhaceresallamada,sí,pormásqueellosserieran…Porque,sinduda,ibanareírsedenuevo.

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Atraídopor el escenario de su crimen—o,más exactamente, por su fuentemoral—Saint-QuentinestababebiendojerezencasadeAnnacuandosaltólaalarma.Hastaesemomento,Saint-Quentinsehabíasentidodebuenhumor,aliviado por estar experimentando tan poca culpabilidad. No se habíapronunciadounasolapalabraacercadeldiariodePortia.

El alboroto empezó en la planta baja de Windsor Terrace y fueascendiendo.MientrasSaint-QuentinyAnnabebíansu jerez,Thomas llegó,preguntóporPortiayoyóquenohabíaregresadoaún.NovolvióapensarenellohastaqueMatchettllamóalapuertadelestudioparadecirlesquePortianohabíavueltoyparapreguntarleaThomasquépensabahacer.Matchett,depie bajo el dintel, lo observó detenidamente: en los últimos tiempos habíahabidopocasconfrontacionesentreellosdos.

—Meparece—dijoella—quelasochomenosveinteesunpocotarde.—Habrá hecho algún plan y se habrá olvidado de decírnoslo. ¿Ya ha

habladodeestoconlaseñoraQuayne?—Laseñoratienevisita,señor.—Yalosé—replicóThomas.Yporpocoañadió:«¿Estaríayoaquísino

fueraasí?».Encambio,dijo—:Noesrazónparanopreguntarlealaseñora.QuizáellasepadóndeestálaseñoritaPortia.

MatchettleclavóaThomasunamiradanadatemblorosa.Thomasfruncióelceño,contemplósuestilográficayagregó:

—Encualquiercaso,esmejorqueselopregunteaella.—Sinodeseausted,señor…Conscientedesuapremio,Thomassuspiróyselevantódelescritorio.Era

obvioqueMatchett teníaalgoenmente…Pero¿noerasiempreasí?Siunocontempla la vida de una única manera, siempre habrá alguna razón paraalarmarse. Thomas subió las escaleras y llegó al salón influido por lo queMatchett pudiera estar pensando, hasta tal punto que abrió bruscamente lapuertayseplantóenelumbralconunnerviosismoqueturbóalosotrosdos.

—Portianohavuelto—lesdijo—.¿Alguiensabedóndeestá?Saint-Quentinsepusodepiedeformainmediata,cogióelvasodeAnnay

lesirviómásjerez.Estaactividadlepermitíaestarciertotiempodeespaldasalos Quayne. Se sirvió jerez también para él y llenó después un vaso para

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Thomas.Se apartó y,mirandopor la ventana, observó cómounas personasremabanlentamenteporellago.Sialgoteníaquesuceder,sedijoasímismo,aesasalturasyahabríasucedidopuespensabaquenopodíaestarsucediendoen ese preciso instante. Habían pasado cinco días desde que se quitara elsombrero en el cementerio para saludar a Portia y decirle lo que le habíadicho.Porotrolado(debíaenfrentarsetambiénaesaidea),nuncasesabeeltiempo que alguien puede llegar a tomarse para reaccionar de una vez. Elimpactotiendeaseracumulativo.Sucorazónseagitó.Odiósucomplicidadconlosparientesdelachicaytuvoganasdeirsedeaquellacasa.Luego,oyóqueThomas se había puesto de acuerdo con la desconcertadaAnna en quedebíanllamaracasadeLilian.

LamadredeLilian,noobstante, les informódequesuhijahabíasalidoconsupadre:eraevidentequePortianoestabaconellos.

—¡Diosmío!—dijolamadredeLilian,conciertasatisfacción—.¡Cuántolosiento!¡Quéproblemaparaustedes!

AnnacolgódeinmediatoyThomassepusoahablardeunamaneraquemuyprontollegóaserbastanteagresiva:

—No sé si te das cuenta,Anna, de que nadiemás que nosotros dejaríaandarsolaporLondresaunaniñadelaedaddePortia.

—Ay, querido, ¡cierra la boca!—contestóAnna—.Yno seas tan clasealta.Asuedad,muchaschicastrabajancomomecanógrafas.

—Peroellanoesmecanógrafaydudoqueenestacasaaprendaaseresoocualquierotracosa.¿PorquénuncahemosenviadoaMatchettabuscarlaporlastardes?

—Porque no podemos permitirnos ese lujo y porque Matchett estádemasiadoocupada.UnadelascosasquePortiapuedeaprenderenestacasaesacuidarsesola.

—Sí,enteoría,todoesoesexcelente.Peroenelcursodesuaprendizajetalvezlaatropelleuncoche.

—Portianocorretantosriegos:letienedemasiadomiedoaltráfico.—¿Cómosabesdequémodosecomportacuandoestásola?Laotratarde,

justoaquí,frenteaestacasa,yomismotuvequeevitarquelaatropellarauncoche.

—Esoocurrióporquemevioderepente.—Conalgodemiedo,peroconaudacia,Annaañadió—:Estábien,¿llamamosprimeroaloshospitales?

—Antes—dijoThomas,impertérrito—,¿porquénollamasaEddie?—Eddienoestánuncaensucasa.Además,¿porquédebollamarlo?

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—Porque lo haces casi todo el tiempo. Admito que Eddie no es muybrillante,perotalveztengaalgunaideaalrespecto.

ThomascogióelvasodejerezquelehabíaservidoSaint-Quentinyselobebió.Entoncesdijo:

—Alfinyalcabo,Eddieyellapasanjuntosbastantetiempo.—Tenemosqueintentarlotodo—dijoAnnaconfrialdad.MarcóelnúmerodeEddieyesperó.Teníarazón:Eddiehabíasalido.Así

quecolgóyexclamó:—¡Dequégranayudasonlosteléfonos!—¿QuéotrosamigostienePortia?—Nosemeocurrenadie—dijoAnnafrunciendoelceño.Sacóunpeinedesubolsoyselopasóporelpelo.Aquelgestoindiferente

proclamaba,justamente,sucompletafaltadeindiferencia.—Seguro que tiene más amigos. Pero ¿cómo adivinar quiénes son?—

agregóAnna,ysusojosrecorrieronelsalón—.Sinoestuvierasaquí,Saint-Quentin,podríallamarteporteléfono.

—Me temo que no serviría de mucho, incluso en el caso de que noestuvieraaquí…Sientodecirquenosemeocurrenadaqueproponer.

—Porfavor,hazunesfuerzo.Despuésdetodo,eresnovelista.¿Quéhacelagente?Porotraparte,Thomas,todavíanosonlasocho.¡Quierodecirquenoestantarde!

—Es tarde para ella —dijo Thomas implacablemente—. Es tarde paraalguienquenuncavaaningunaparte.

—Alomejorhaidoalcine…PeroThomas,cuyavozhabíaadquiridountonolegal(irreductible,duro,

tenso),notomóenconsideraciónesaidea.—Cuéntame,Anna,¿haocurridoalgoespecial?¿Hahabidoalgoquehaya

podidomolestarla?La especie de cortina que cayó sobre las caras de los otros dos hizo

evidente que no tenían muchas ganas de hablar. El aire se enrareció deinmediato,comoelairedeuntribunal.ThomasleechóunasegundaojeadaaSaint-Quentin,preguntándoseporquéestaríametidoélentodoesto.Después,almirar de nuevo aAnna, notó que detrás de su rostro, detrás de su vagasonrisa y de sus párpados bajos, ella creía hallarse realmente a solas. UnaprofundasensacióndeculpaaislabaaSaint-Quentindeella,yviceversa.Ellanoadvirtiósiquiera lasospechosamiradadeSaint-Quentin;no teníani ideade lo que pasaba por la mente de él. Esta discordia en el campo opositoralentóaThomas,quesolopermitióqueAnnafinalizaradiciendo:

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—Laverdadesquenolahevistoestamañana.—Talveznoquieravolver.Esalgoqueunotiendeahaceraveces.—Sí —dijo Anna—. Pero Portia suele ser muy considerada. Por otra

parte,¿cómopuedesaberunoloquelagenteescapazdehacer?Saint-Quentindejócuidadosamenteelvaso,eintervino:—¿EntoncesPortiaesunmisterioparati?Annapasóporaltoelcomentarioyprosiguió:—¿Sugieres,Thomas,queellanosestáprobando?—Todostenemosnuestrossentimientos—dijoél,ymiróaAnnadeforma

extraña.—EsprobablequePortianotengamuchotalentoparalavidaenfamilia

—sugirióSaint-Quentin.—¿Loquevosotrosdosqueréisdecirenrealidad—preguntóAnnadesde

susofá,sinqueselemovieraunpelo—esqueyonomeportobienconella?¡Quéfácilesllevarlascosasallímite!No,Saint-Quentin,noteinquietes:novamosatenerunapelea.

—MiqueridaAnna,puedes tenerlasiquieres.Encualquiercaso,nomesientodemuchaayudaaquí.¿Noespreferible,portanto,quememarche?Sipuedo hacer algo más tarde, volveré. Mientras, me marcho, pero estarésentadojuntoalteléfono.

—Noexageremos—dijo ella con cierta aspereza—, todavíano estamosenplenacrisis.Faltamediahoraparaqueseproduzcalacrisis.Asíytodo,yason las ocho.Y la cuestión, ahora, es si vamos a cenar o si preferimos nohacerlo.Pormiparte,no losé.Nuncaantesmehabíaocurridoun incidentecomoeste.

Ni Saint-Quentin niThomas sabíanmuy bien qué pensar, demodo queAnnaanuncióporelteléfonointerno:

—Vamos a comer ahora. No aguardaremos a la señorita Portia, quellegará un poco tarde…—Dicho esto, comentó—: Así es mejor, odio lasdecisionesamedias.Onossentamosacomero llamamosa lapolicía…Lomejorquepuedeshacer,Saint-Quentin,esquedarteyacompañarnos…Salvoquedebasmarcharte.

—Nosetratadeeso—dijoSaint-Quentin,bastantedesconcertado—.Lacuestiónes:¿tienealgúnsentidoquemequedeaquí?

—Lacuestiónesqueeresunviejoamigodelafamilia.

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Latardesevolviómáslúgubreyoscura.Lasnubescrearonunaprematurapenumbraaceradahaciendoque los árbolesdelparqueparecierandemetal.Anna mandó encender las velas para la cena, pero sin correr las cortinaspuesto que aún había luz. El centro de mesa, con adornos de oro, parecíapálidamenteteatral.Fuera,enellago,lagenteseguíaremando.Phyllissirvióla cena para Thomas, Anna y Saint-Quentin: nadie consultó la hora. Justodespués de que sirvieran el pato, sonó el teléfono del comedor. Lo dejaronsonarunossegundos,mirándoseunosaotros.

—Loatenderéyo—dijoAnna,peronosemovió.—No—dijoThomas—,serámejorquevayayo.—Oyo,silopreferís—intervinoSaint-Quentin.—¡Qué tontería!—exclamó Anna—. ¿Qué impide que lo coja yo? Es

posibleinclusoquesetratedealgointrascendente.Saint-Quentin comía sin parar, con los ojos clavados en el plato. Anna

cambióvariasveceslaposturadelosdedosentornoalauricular.—¿Hola?—dijoella—.¿Hola…?Ah,hola,comandanteBrutt…

—Bueno,hadichoqueestáconél…—informóAnnamientrassevolvíaasentar.

—Sí, ya lo he entendido, pero ¿dónde?—preguntó Thomas—. ¿DóndediceélqueestáPortia?

—Ensuhotel—respondióAnnacasisinexpresión—.Enesaespeciedehoteldondeélvive.

Tendióelvasoparaquelesirvieranmásvino,yañadió:—Bueno,asísonlascosas.—Asísonlascosas—repitióThomasmirandoporlaventana.Saint-Quentinpreguntó:—¿NohadichoBruttquéhaceellaallí?—Hadichoqueestáallí.Quesepresentóderepente.—¿Yahora,qué?—inquirióThomas—.Imaginoqueéllatraeráaquí,¿no

esasí?—No—dijoAnnaconnotoriaperplejidad—.Noesloquepropone.Él…—Entonces,¿quédesea?—Saberquévamosahacer.—¿Puedesrepetírmelo?

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—No.Séquemehasoídobien…Ledijequevolveréallamar.—Paradecirle…Paradecirle¿qué?—Silosupiese,selohabríadichoenelacto,¿nocrees,queridoThomas?—¿Porquédiablosnolehasdichoquelatrajeraaquíahoramismo?Ese

maldito viejo no tiene derecho a entrometerse. Que venga a casa y loinvitaremosabeberloquequiera.¡Oquesimplementelametacuantoantesenuntaxi!¿Puedehaberalgomássencillo?

—Noestansencillocomocrees.—Noentiendoporqué.¿Cuálessonlascomplicaciones?¿Quédemonios

tehadicho?Annaterminódebebersuvinoyselimitóacomentar:—Esverdadquepodríasermássencillo,sicaptasesloqueintentodecir…Thomascogió la servilleta, se limpió laboca,miróaSaint-Quentiny le

preguntóaAnna:—LoquetúquieresdeciresquePortianodeseavolveraquí,¿verdad?—Porahora,noparecemuyinteresadaenhacerlo.—¿Porahora?¿Sugieresquevendrádespués?—Primeroquierevercuálesnuestrareacción,ysilepareceadecuada.Thomas no dijo nada. Frunció el ceño, miró a través de la ventana y

golpeteólamesa,acadaladodesuplato,conlospulgares.Porfindijo:—Entonces,¿algoimportanteestásucediendo?—EsoparecepensarelcomandanteBrutt.—Malditosea—dijoThomas—.¿Porquésehaentrometido?¿Túsabes

loqueestáocurriendo,Anna?¿Tieneslamenoridea?—Sí,deboadmitirquelatengo.Portiapiensaqueheleídosudiario.—¿Ellallevaundiario?—Asíes.Yloheleído.—¿Lohasleído?—preguntóThomas,yvolvióadarunosgolpesmáscon

lospulgares.—Querido, ¿son necesarios esos golpes? Haces que se muevan las

copas…Además,noesnadararo:eslaclasedecosasquehagoyo.Sudiarioesmuybueno…Nosanalizaatodos.¿Cómodejardeleerunlibroquetratade nosotros? No digo que su lectura haya cambiado mi vida, pero me hacausadounasensacióndesagradableyhelamentadoelhechodeestarviva…O,almenos,deserquiensoy.

—Asíytodo,noentiendoporquéalgoasílallevaatomarunaactitudtanextrema.ElhoteldeBruttquedaenKensington,¿verdad?¿YporquéBrutt?¿Quétienequeverélcontodoesto?

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—Leharegaladounospuzles.—Inclusoalgotannimiopuedesersignificativo—dijoSaint-Quentin—.

Inclusoalgoasípuedeseralentador.—Yotengohábitosdesirvienta—prosiguióAnna—ymás tiempolibre

queunasirvienta.Detodosmodos,megustaríasabercómollegóaaveriguarqueyohabíaleídosudiario.Lopusejustodondeellaloguarda;nohedejadohuellas y no estaba atado con ningún cordón.Matchett no puede habérselodicho porque nunca lo leo cuandoMatchett está en casa…Realmente, megustaríamuchosaberlo.

—¿Te gustaría? —dijo Saint-Quentin—. Es muy simple: yo se lo hedicho.

Saint-QuentinmiróaAnnaconairecrítico,comosihubierahabladoella,noél,yhubiesedichoalgodudoso.Lapausa,durantelacualThomasmostróuna actitud distante, fue subrayada por el raudo ingreso de Phyllis, quiencambió los platos y trajo compota de fresas. Saint-Quentin, enfrentado a loqueacababadedecir,enarbolóconsosiegounasonrisaybajólamirada.

—Ay, Phyllis —dijo Anna mientras tanto—, dígale a Matchett que laseñorita Portia acaba de llamar. Se ha retrasado un poco y creemos quellegarátarde.

—Sí,señora.¿Lacocineradebemantenerlacomidacaliente?—No—dijoAnna—.LaseñoritaPortiatienequehabercomidoya.En cuanto Phyllis se hubo marchado, Anna tomó la cuchara, miró las

fresasydijo:—¿Deverdadhashechoeso,Saint-Quentin?—Supongoquequieressaberporquélohice.—No.Prefieronosaberlo.—IgualquePortia…Ellatampocoquisosabernada.Porsupuesto,quedó

impactaday,aunqueyodeseabahablarledemí,noquisoescucharme.ComoledijeenlacalleMarylebone:¡cuáncerradosestamosalosdemás…!Ahorabien,Anna,loqueyoquierosaberescómohasinferidoqueellasabequehasleídosudiario.

—Sí, por cierto—dijoThomas, animándose de pronto—. ¿Cómo sabesqueellalosabe?

—Veoclaramente—dijoAnnaelevandoapenas lavoz—que,pesea loque hayan podido hacer los otros (traicionar la confianza de los amigos ofugarseconelcomandanteBrutt),soyyoquiencargacontodaslasculpas.Aver,oídmebien:Portianomehadichoniunasolapalabradetodoesto.Noessumaneradeactuar.No.EllaselimitóallamarporteléfonoaEddie,quien

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luegomellamóparaquejarseporlocruelquehesido.Todoestohasucedidohoy.¿Cuándoselodijistetú,Saint-Quentin?

—Elmiércolespasado.Meacuerdomuybienporque…—Perfecto. Simplemente creo que algo más debe de haber ocurrido

después del miércoles para que las cosas hayan llegado a tal extremo. ElsábadomeparecióquePortiaestabararacuandoentróyseencontróconqueEddiehabíavenidoa tomarel té.Talvez tuvieranalgunadisputacuandoélfueaSeale.TalvezEddiesehayaasustado.

—Sí,élestansensible—dijoSaint-Quentin—.¿Osmolestasifumo?—TrasencenderuncigarrilloparaélyotroparaAnna,añadió—:¡CómodetestoaEddie!

—Yotambién—dijoThomas.—¡Thomas!—ReaccionóAnna—.¡Nuncamelohabíasdicho!Con la actitud de quien se aboca a descargar sus emociones, Thomas

siguiódiciendo:—Sí, es un verdadero canalla.Y su trabajo es demala calidad.Merrett

quiereecharlo.—No puedes hacer eso, Thomas: se morirá de hambre. ¿Debe morirse

Eddiedehambresimplementeporquenooscaebien?—¿Debenomorirsedehambreporquetecaebienati?Elrazonamiento

me parece elmismo e igual de erróneo en los dos casos. Cosas peores lesocurrenapersonasmejores.

—Yo no creo que Eddie se vaya a morir de hambre —intervinoeducadamenteSaint-Quentin—.Siemprepodráveniracomeraquí.

—No,nopuedeshacereso,Thomas—repitióAnna,alzandolavoz—.Siesholgazáneneltrabajo,debesdarleunbuensusto.Peronopuedesecharloasícomoasí.Notienesnadaencontradeél,exceptoqueesunburro.

—Nonospodemospermitirellujodepagarlecincolibrassemanalesaunburro. Cuando me pediste que lo contratara, insististe en que era muybrillante…Ydeboadmitirque lo fuedurante laprimerasemana.Pero¿porquémedijisteentoncesqueerainteligentesiahoralotildasdeburro?Y,siestanburro,¿porquéestásiempreaquí,encasa?

Anna miró a Saint-Quentin, pero no a Thomas. Comió un poco decompotaydijo:

—Porqueandadetrásdeella.—¿Yteparecequeesoestábien?—Realmente,noséquédecirte.Despuésdetodo,estuhermana.Fuistetú

quien quiso traerla aquí. No, está bien, Saint-Quentin, no te alarmes, no

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vamosatenerningunapelea…Sinotegustaba,Thomas,¿porquénolohasdicho?Meparecequeyahemoshabladoantesdeestetema.

—Portiaparecíasaberloquequería,asumanera.—Dehecho,túnoquisisteenfrentartealasituación,peroconfiasteenque

loharíayo.—Aver,dime,¿quéhasqueridodecirhaceuninstante,cuandohablaste

deunaposibledisputaentreellosenSeale?¿Quédiablosfueahacerallíél?¿Por qué no se quedó enLondres? ¿O acaso a esa vieja imbécil, la señoraHeccomb,legustahacerdecelestina?

Annasepusosumamentepálida.—¿Cómoosasdecireso?Hasidomigobernanta.—Sí,yalosé—replicóThomas—.Mepreguntosisupocuidartealguna

vez.Annacontemplólasfloresiluminadasporlasllamasdelasvelas.Lepidió

otrocigarrilloaSaint-Quentin,quienselodiocondiscretaceleridad.Y,porfin,dijoconvozfirme:

—Creonoentendertedeltodo,Thomas.¿Debosuponer,portanto,quenoconfías en Portia? Eres tú quien ha de saber si tenemos razones o no paraconfiarenella.Túhasconocidoasupadre…Yono.Nuncahevistoningúnmotivoparaespiarla.

—No,claro.Solohasleídosudiario…Saint-Quentin,sentadodeespaldasalaventana,observabadetenidamente

lacalle.—Seestáponiendobastanteoscuro.—Saint-Quentin intenta decirnos que preferiría estar en cualquier otra

parte.—Loqueintentodecir,Anna,es:¿noibasallamaralcomandanteBrutt?—Sí,meestaráesperando,¿verdad?YPortiatambién,supongo.—Perfecto—dijoThomasreclinándose—.¿Quévamosadecir?—Nodebimosapartarnosdeesepunto.—Noshemosmantenidodemasiadopegadosaél.—Pero tenemos que decir algo. El comandante Brutt va a pensar que

somosgentemuyrara.—Yatienesobradasrazonesparapensarlo—dijoThomas—.¿Dicesque,

de acuerdo con lo que él te ha contado, Portia estaría dispuesta a volver sinosotroshacemoslocorrecto?

—¿Sabemosquéeslocorrecto?—Supongoqueesloquetratamosdedecidirahoramismo.

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—Sabremos qué es lo correcto si no lo hacemos. El caso es bastantesimple:Portiasequedaráallí,conelcomandanteBrutt.¡Oh,Diosnopermita—dijoAnnasuspirando—quevuelvayoaofenderaunapersonatanjoven!Peronohesidosolamenteyo…Todostenemosalgoquever.Sabemosloquecreemoshaberhecho,peronosabemosloquerealmentehemoshecho.¿Quéanhelabaellayquéanhelaahora?Ynosetrata tansolodequeregreseestanocheacasa;setratadenosotrostresviviendojuntosaquí…Lasituaciónnoesfácil.Yesellaquienlahaprovocado.

—No. Ella únicamente la ha puesto de manifiesto. Lo cual es algocompletamentedistinto.Portiatienesupropiopuntodevista.

—Todos lo tenemos.Desde fuera, podemos parecer despreciables, peronosomosdespreciablesconnosotrosmismos.Siunosepusieraapensarenloquesientenlosdemás,unosevolveríaloco.Noesconvenientepensarenloquesientenlasotraspersonas.

—Me temo —dijo Saint-Quentin— que en este caso tendremos quehacerlo;sobretodo,siestáisansiososporconseguirqueellaregrese.LaideaquePortiatienedelo«correcto»esunaespeciedeabsoluto,ylosabsolutossolo existen en el sentimiento. Allí están ellos dos, aguardando enKensington.Debéishaceralgocuantoantes.

—Aun si uno deseara saberlo por un breve instante, ¿cómo es posiblesaberloquesienteotrapersona?

—¡Porfavor!—dijoSaint-Quentin—.Enestecasoenparticular,ningunodenosotrostresestátanmalsituado.Yosoynovelista;tú,Anna,hasleídosudiario;Thomasessuhermano,ynoesposiblequeellayélseantandistintos.Por mucho que nos incomode, no veo ningún motivo, ahora que nosenfrentamosalproblema,paranoentendermásomenosenquésituaciónseencuentrasPortia…O,mejoraún,paraverlascosasdesdesupuntodevista.¿Puedocontinuar,Anna?

—Sí, continúa. Pero es cierto que debemos tomar una decisión. ¿Quéhacemos,Thomas?

—Cerrarlascortinas.Lagentenosestámirando…¿Nonostraenelcafé?—Espera,porfavor,Saint-Quentin,aquetraiganelcafé.LessirvieronelcaféySaint-Quentin,con loscodosdispuestosaambos

ladosdelataza,siguiófrotándoselentamentelafrentehastaquedijo:—Creoqueestáscelosadeella.—¿Yellalosabe?Sinolosabe,nopuedesdecirqueesoformepartede

loquenosplantea.

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—No,ellanoesconscientedegozardetodoesoqueatiteprovocatantoscelos.Puedequeniellamismalodisfrute.Suextraordinariodeseodeamar…

—Esosíquenoseloenvidio…—Su extraordinaria ilusión acerca de que todo lo que encuentra

disponible puede llevarla a alguna parte. Nunca sabremos adónde esperallegar. Da vueltas en torno a ti y a Thomas detectando lo que no hay, ytomando notas en su diario. Desde luego, en cierto aspecto no ha tenidomuchasuertealiracaeraquí.Sivosotrosfueraismejorespersonasyvivieraisenelcampo…

—¿Quépruebastieneusted—preguntóThomasinterviniendoporprimeravez—dequerealmenteexistagentemejor?

—Supongamosqueexisteyquevosotrosdosformáispartedeesagente.Entalcaso,noossentiríaistanincómodosconella…O,mejordicho,noospreocuparíaistantoporella.Peroestáisexcepcionalmentependientesdeella:se diría que la niña tiene la solución para esclarecer un crimen…Vuestramadre,porejemplo,debedehabersidounaexcelentepersona,¿noescierto,Thomas?

—Lomismoquemipadre,porcierto,hastaqueseenamoró.Elproblemadelagentebuenayaccesible,Saint-Quentin,radicaenquesueleserbastanteimpermeable, aunque no en todos los sentidos. Sí, ya sé a qué clase depersonas se refiere usted… Usted es novelista y siempre ha vivido en laciudad… Pero mi experiencia me dice que todo el mundo tiene un puntodébil.Yestoyconvencidodequeunamuchachaíntegra,comoPortia,hadeencontrarmuyprontoelsuyo.No.LociertoesquenadiepuedeconvivirconunamuchachataníntegracomoPortia.—Thomassesirvióunanuevacopadecoñacy,traslapausa,añadió—:Nodigoquenohubierasidotodomejor,almenos aparentemente, de haber vivido en algún sitio donde le hubiéramospodidoregalarunabicicleta.Asíytodo,tampocosehabríapasadoeltiempopedaleando…Tardeotempranohabríaadvertidoalgo.Annayyovivimosdelúnicomodoenquepodemos,yesmuyprobablequeesemodonollegaseaaprobar ningún examen estricto. Consideremos, por ejemplo, la charla queestamosmanteniendoahoramismo:amimododever,estacharlaeselcolmodel mal gusto. Si fuéramos personas decentes y sencillas, no podríamostolerarlo a usted ni un solo instante, Saint-Quentin.Tendríamos horror antesusindiscreciones,seguramenteconrazón,y,sinduda,seríamosmuchomásfelices de lo que somos. Pero quizá no nos iría mejor con Portia. Paraempezar,haríamosquesesintierabastanterara.

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—Ya es algo habitual—dijoAnna—. Eso explica por qué se abalanzósobreEddie.

—¿Ytúquéhiciste,conpocosmásañosqueella?—¿Porquésiempresacasarelucireso?—¿Por qué no puedo quitármelo de la cabeza?No lo sé… Pero Portia

viveenunmundotandisparatadoqueestotalmentenaturalqueunpequeñotramposocomoEddieleparezcatannormalcomocualquierotrapersona.Sitúyyo,Anna,hubiésemosestadoalaalturadelascircunstancias,esposiblequeellano…

—Sí,lohabríahechoigualmente.Portiadeseabaapiadarsedeél.—Victimizarlo —dijo Saint-Quentin—. Ella detecta a sus posibles

víctimas.Yvelalargaseriedeataquesquepuedeinfligirles.Nuncatendráencuentaeldañoqueunopuedecausarseasímismo:elchicoqueserompeelbrazo para no volver a la escuela y dice que un matón se lo ha hecho, elhombre que se ata a la silla de su dormitorio para no tener que bajar yenfrentarseaunladrón.Ay…DebecreerqueélesPrometeo.Hayalgomuyespectacular en la desesperación y se requiere un aguerrido ingenio paradescubrir que constituye una grandiosa forma de fraude. Hay que ser muyosadoparaarmarsemejanteembrollo…YnuestroEddie,sinduda,loes.Peroserequierenagallasparanohacerlo,yesoesalgoqueEddienotiene.Silastuviese,nosehabríadejadoutilizarasíporAnna.Élnovaadejardeladrarlealalunamientrastengaquienlepresteatención,yPortiasiempreleprestaráatenciónaalguienqueleladraalaluna.

—Esprobablequetengastodalarazón.Detodosmodos,eresmuybrutal.¿Llegaunomuylejosconlabrutalidad?

—Desdeluegoqueno—dijoSaint-Quentin—.Fíjateunpocoennosotrostres.Totalmentedesengañados,sinpoderdecidirnada.Estanoche,lospurosdecorazónbrindanpornosotros.Sí,ellaseestádivirtiendo:viviendoenunmundo de héroes. ¿Quiénes somos nosotros para creer que los héroes sonfalsos?Sielmundoesrealmenteunescenario,algunostienenquerepresentarlos papeles más importantes. Todo lo que ella pide es poder subirse alescenario…Yconrazón:sielgranpersonajefracasa,esmejorelegiralgranfracasadoynoalhombrecitocorrectoquehatenidoquesalirmásomenosaescena.Y,porcierto,noexisteningúnhombrecorrectoysinfantasmas.Soycapazdejurarquecadaunodenosotrosguarda,muydentro,reprimido,unaespeciedegiganteinsano(socialmenteintratable),yquesonlosgolpesylostropiezos de los demás los que impiden que nuestros contactos seanabsolutamente banales. Esos ruidos, Portia los está oyendo sin cesar: en

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realidadnooyeotracosamásqueeso…¿Nospuedesorprenderquetengaunairetanhurañolamayoríadelasveces?

—Supongoqueno.Pero¿quéhacemosparatraerlaacasa?Saint-Quentindijo:—¿CómosesentiríaThomassiélfuerasuhermana?—Sentiría que he nacido en un nido de víboras. Querría salir de él y

quedarmefuera.Alavez,daríagraciasaDiosporsermujeryporno tenerquemontarningunaclasedeespectáculo.

—De acuerdo —dijo Anna—, pero piensas eso porque crees que serhombretehaprivadodemuchascosas.Tuinsatisfacciónesproblematuyo.SifuerasPortia,nounhombre, siemprehallaríasunaexcusaparapreocuparte.Pero no es eso lo que Saint-Quentin intenta decir. La pregunta es: si estanochefuerasPortia,¿quéquerríasquehiciésemosnosotros?

—Algototalmentenatural.Algosinalardes.—Mi querido Thomas, en nuestro vínculo con Portia nunca hubo nada

natural. Desde un principio le hemos aplicado el sistema de educación agolpes.

—Bueno,megustaríaquemellamaraymefueseabuscaralguienquenohicieragrandesaspavientos.Alguienqueestuvieseenfadado,peroquenomejuzgara, almenos, por elmomento—dijo Thomas ymiró con severidad aAnna—. Por lo general, nomandamos a nadie a hacer cosas así—dijo—,perocuandoalguiendebeirabuscaraotro…¿quiénsueleser,generalmente?

—Matchett.—¿Matchett?—repitióSaint-Quentin—.¿TerefieresaMatchett,elama

dellaves?¿SellevabienconPortia?—Sí,ellasdossellevanmuybien.Séque,cuandonoestoyencasaala

hora del té, lo toman juntas. Y, cuando creen que no estoy en casa, van adarselasbuenasnoches.Yserumoreancosassobreellas…Perodeesoyonosénada.O,mejordicho,tengounavagasospecha:creoquesepasanlashorashablandodelpasado.

—¿Delpasado?—preguntóThomas—.¿Porqué?¿Aquéterefieres?—Algranpasadoqueellastienenencomún:tupadre,naturalmente.—¿Porquésospechaseso?—Porqueestántanunidasqueamenudohastaseparecen.¿Quéotracosa,

exceptoelamor,daalagenteesasuertedeaireobsesionado?Hablardeesemodoesvivirtodoeltiempoenunaespeciedeclímax.Esuntrance,unvicio.Esunaespeciedemundoaparte.Portiatalvezsehayarelajadoúltimamente,porculpadeEddie.PeroMatchettnoserelajaránunca:essuraisond’être,

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apartedelosmuebles.Y,conPortiaencasa,nopodrábajarlaguardiajamás.ElhechodequePortiahayavenidoaquíesunaconsumaciónparaella…Nosésimeentiendes.

—¿Consumación?¡Pamplinas!¿Esesoloquehaestadoocurriendoenmicasa?Silohubierasabido,habríaechadoinmediatamenteaMatchett.

—SabesperfectamentequeMatchettestáaliadaconlosmuebles.Túhasheredado una bolsa llena de trampas, y Matchett tiene una opinión muyelevadadetupadre.¿PorquéestámalqueaPortialehabledesupadreunapersonaquelovecomoaunserhumanoynocomoaunpobreeignominiosoanciano?

—Nomeparecenecesarioquehablesdeestemodo.—Nunca te había hablado así antes…Pero tienes razón, Saint-Quentin:

PortiahablasobretodoconMatchett.—¿Matchett?¿Esamujerquellevaungrandelantalalmidonadoyquese

adhierealasparedes,comounacariátide,cadavezquepaso?¿Esamujerquecasisiemprerondaporlasescaleras?

—Sí. Es verdad que se pasa el día bajando y subiendo… ¿Por qué noenviaraMatchett,despuésdetodo?

—¿Hemospasado,porlotanto,de«porqué»a«porquéno»?Aver,¿quésentiríastú,Anna?

—¿SifuesePortia?Despreciopornosotros,quehemoshechoundesastrede nuestras vidas y que le impedimos vivir la suya. Aburrimiento, muchoaburrimientoanteunaespeciedesociedadsecretacarentedecontenido,anteunagentevacíaquesepasalavidahaciéndoseseñasminúsculas.Sentiríaunatotal falta de ganas de comprender. Ganas de que alguien hiciera sonar unsilbato que le pusiera fin a todo. Ganas de tener mi propia intimidad.Desprecio por la gente casada, que vive en la impostura. Desprecio por lagentesoltera,tancautelosaysusceptible.Uninmenso,inmensodeseodequeseme tratase con respeto y cariño y, almismo tiempo, de queme dejasentranquila.Ganasdequemepreguntasencómoestoy,ymásganasaúndequeloadivinasen…

—Todoestoescompletamentenovedoso,Anna.¿Cuántodeloquedicesprovienedeldiarioycuántodeti?

Másserena,Annarepuso:—MehaspreguntadoquésentiríayosifueraPortia.Desdeluego,esoes

imposible:ellayyonosparecemossolamenteenquesomosdelmismosexo.Yenque,aunquequisiéramosempezardenuevo,nopodríamoshacerlo.Yosiempre la ofenderé; ella siempre me perseguirá… Ahora bien, ¿ya está

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decidido,Thomas?¿EnviamosaMatchett?¿Porquénosenoshabráocurridoantes?

—EnviemosaMatchett,sí.¿Estáusteddeacuerdo,Saint-Quentin?—Sinningunaduda…

«Matchettiráensubusca,iráensubusca,ensubusca,Enmediodeestafríanoche,Matchettlatraeráacasa».

—¡Saint-Quentin,porelamordeDios!—Discúlpame,Anna.Mehedejado llevarpor la emoción.Perocelebro

quetodoestéarreglado.—Todavía debemos pensar qué le diremos a Matchett, y quién de

nosotrosllamaráporteléfonoalcomandanteBrutt.—Nadie—seapresuróadecirThomas—.Estoesuncouponoesnada.

Nohablamos:hacemosloqueesobvio.AnnamiróaThomasysusarrugasenelceñofueronborrándose.—Muybien—dijo—.Pueslediréquecojasusombrero.

Matchettrepuso«sí,señora»ysequedóesperandohastaqueAnnasediomediavueltaysefuealcomedor.Después,subiópesadamentelasilenciosaescalera: al llegar al segundo rellano, empezó a desatarse el delantal. Sedetuvo para abrir la puerta del dormitorio de Portia y, en la penumbra delanochecer, echóunvelozvistazocircular.Aunque la camaestuvierahecha,conuncamisónencima,lahabitaciónparecíanoesperarlallegadadenadie.Undormitoriovacíosueleadquirir,alfinaldelatarde,elaspectodequeenélhubiesemuertoeldíadepurasoledad.Sosteniendo lascintasdesudelantalcon una sola mano, Matchett encendió la estufa eléctrica. Acto seguido,volvióaincorporarseymiróporlaventana:lascopasdelosárboles,decolorverde acerado, estaban en orden y el parque continuaba abierto. Matchettsubióhastasupropiahabitación,quenadiemásqueellafrecuentaba.

Cuandobajóconelsombreroyelabrigooscuro,conlosguantesnegrosdegamuzaenunamanoyconunbolsodecueroapretadocontralascostillas,Thomas la aguardaba en el vestíbulo para abrirle la puerta. La habíaobservadoconansiedadmientrasellabajabalasescaleras.Elmotordeuntaxi

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palpitaba fuera, tan cerca de la casa que parecía haber aparcado dentro delvestíbulo.

—Aquítieneustedsutaxi—dijoThomas.—Gracias,señor.—Esmejorqueledéunpocodedinero.—No.Llevolonecesario.—Muybien.Puessuba.Matchettsubióal taxiycerrólapuerta.Sesentómuyerguida,mirócon

aireimpasibleporlaventanillayempezóaponerselosguantesdegamuza.Através del cristal, vio cómoThomas le daba una dirección al conductor. Eltaxi,entonces,sepusoenmarcha.

Matchettseabotonólosguantesylosestiróhastaquenoquedóenelloslamenor arruga. Esto la mantuvo ocupada la mitad del trayecto por la calleBaker.Pero,depronto,sintióunsobresalto,comounacorrienteeléctrica,ysequedóquieta,conunpulgarsobreelotro.Dijoenvozalta:

—Pensarque…Entonces, muy nerviosa, observó la espalda del conductor a través del

cristalinterno.Dejósubolsoaunlado,seadelantóeintentócorrerelcristalque la separabadel conductor,pero susmanosenguantadaspatinaron sobreél.Eltaxistamovióunaodosveceslacabeza.Finalmente,anteunresplandorrojo,girándose,hizocorrerelcristal,ymiróatentamenteaMatchett.

—¿Señora?—lepreguntó.—¿Sabeustedadóndevamos?—Adondeélmeacabadedecir,¿noesasí?—Enefecto,siemprequeustedlosepa.Peronomevenga,porfavor,con

ningunapregunta.Noesasuntomío.Ustedtienequeconocerelcamino.—¡Vaya!—Reaccionódemalmodoeltaxista—.Amímehanllamado,

¿verdad?Estonoesasuntomío.—Nome venga con esas, joven, y cumpla con su trabajo. Lo suyo es

conocerladirecciónquelehadadoelseñor.—¡Yaveo!¿Esesoloquequieresaber?¿Porquénomelohapreguntado

directamente,sintantosrodeos?—Yonoquierosabernada.Soloqueríaestarseguradequeconoceusted

elcamino.—Deacuerdo,abuelita.Deacuerdo—dijoelconductor—.Esustedquien

correelriesgo.¿Verdadquelavidaesunaaventura?Matchett se acomodó en su asiento y no dijo una sola palabramás.Ni

siquiera intentó correr el cristal: las luces del semáforo cambiarony el taxi

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volvióaarrancar.Ellarecogiósubolso,cruzólasmanosencimadeesteysesentócomounicono.Nisiquieramirabaelrelojporquenadapodíahacerconrespectoal tiempo.Atravesaroneldespilfarrode lucesde la calleOxfordycogieronunatajoquellevabahaciaMayfair.Enlasesquinas,ocuandoeltaxizigzagueaba un poco, ella extendía una mano y tensamente recobraba elequilibrio.

La mente de Matchett también se balanceaba denodadamente en elinteriordesucuerpo.Y,cuandopensabaalgo,lohacíaconpalabrasclaras:

Porsupuestoquenolosé.La señora Thomas nome ha explicado nada, y a mí no se me ocurrió

preguntar.¿Dóndeteníalacabeza?TodoloquedijoelseñorThomascuandome metió en el taxi fue que me hacía falta dinero. No, el señor Thomastampocomeexplicónadaporquecreyóquelaseñorayalohabíahecho.Siyohubieradejadoabiertalapuerta,habríaoídoloqueledecíaaltaxista.Perohecerrado la puerta… ¿Dónde tenía la cabeza? No, no se me ocurrió prestaratención y no se lo voy a preguntar ahora, después de nuestro cruce depalabras.Unonosabequéesperardelos taxistas.Malaspersonas,esoes loqueson.

Todo esto resultamuy extraño.Deberé aceptar que, bueno, las cosas sehacencondescuido.Sehacendeprisa.«Elhotel», fue todo loqueelladijo.«El hotel». Pero el hotel puede quedar en cualquier sitio. No puedo sinopreocuparme… Ay, me odio por no haber preguntado. ¿Cómo sabré quehemosllegadoalsitiocorrecto?El taxistapodríadejarmeencualquier lado,ahoraquesabequeignoroadóndevoy.Notendríaquehaberdemostradoqueno lo sé.Hequedado expuesta ante él, y este no es unode los chóferes denuestraparadadetaxis.

Además, ¿qué haré si me dicen: «Ay, no, el comandante Brutt no estáaquí,noconocemosanadieconesenombre»?¿Cómoharéparadecir:«esteesellugaralquemeenviaron,esaquídondetengoórdenesdeesperar»?Mepueden mentir porque ignoro la dirección. Cualquier empleado del hotelpodríadecirme,contodatranquilidad,queheidoapararallugarequivocado.

Tendríanquehabermedadoladirección;tendríaquehaberpedidoquelaescribieran.

PerolaseñoraThomasestabatanaceleradaquemehizoperderlacabeza.Sitantaprisatenía,¿porquénomandóaalguienantesconlaorden?CuandoPhyllisvinoymedijo«lohanoídotodo,peroinsistenenquevolverátarde»,yo me preparé para salir y me quedé esperando con el sombrero puesto.

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Phyllismedijo:«Estánhablandoafondodelasunto.MeparecequeesaraízdelseñorMiller».

¡Sihablaranmenosysedecidierandeunavez…!NuncahabíavistoalaseñoraThomastanacelerada.Estabaansiosapordarmelaordeny,almismotiempo,lecostódármela.Fuecomosinoquisierapedírmelo.Claro,yoestoyhabituadaarecibirsusórdenes.«Vayayvuelvaentaxi»,medijo.«Yahemospedidoeltaxi».Memirabasincesar,peroenelfondonomemirabadeltodo.Yme habló como si yo tuviese que hacer una especie de conjuromágico.Luego, ¡cómo corrió de regreso al comedor y cómo cerró la puerta…!Allíestabantodos.

Oh,yallegamosaHydePark…¿Esaquí?¡Nolosé,noestoysegura…!Séquemedijeamímisma,mientrasibapormisombrero:hayalgoque

ellanomehadicho.Esomismoibapensandomientrasbuscabaelsombrero.Cuando bajé yme topé con el señor Thomas, lomiré yme dije: Sí, debopreguntarlealgo.¡Sihubieraprestadoatencióncuandoelseñorhablabaconeltaxista…!Peroyoestabaponiéndomelosguantesytodolodemás.NoprestéatenciónanadahastaquellegamosalacalleBaker.Allímedije:yaestarde.¡Yquéraramesentí!Todosemevinoencima.

¿Quién diría que iba a verme en una situación como esta? ¿Quién diríaqueibaairenuntaxisinconocereldestino?¡Quelamandenaunaasí,comounmuñeco,aunadirecciónqueignora!

Bueno,el taxistalosabrá…Supongo.Notengorazonesparapensarqueno.Pero¿quiénibaaimaginarmeamídependiendodeuntipocomoél?Sí,debieron darme la dirección. Debieron haberlo pensado. Una cosa es serolvidadizo,peroestoesotramuydistinta.Noesnormal.

Menudolío.¿Quévoyadecirahora?EnestoellossontandiferentesalseñorQuayne…No.NoseparecenennadaalseñorQuayne.Élsiemprepensabalascosas.

Medabaórdenes,claro,peromeexplicabaporqué.Nuncamehubiesemetidoenunembrollocomoeste,ymuchomenosconuntaxista.Élnuncahubiesepuesto anadie enuna situación así.Él era justo,muy justo, en todo loquehacía. Y, sin embargo,muchas personas peores que él lo señalaban con eldedo.

¿QuépensaríaahoradetielseñorQuayne,queridaPortia?¡VagandoporLondresaestashoras!No.Haestadomaldetupartehacermealgosemejante.Quédiría tupadre,megustaríasaber…Paraempezar,nuncamedijistequenoibasavolverparaelté.Yotehabíapreparadounbuenté;telomanteníacaliente.Fuealascincoymediacuandopensé:quizáestéencasadeLilian,

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pero tenía que habérmelo dicho. Me quedé esperando hasta las seis, peronada,túnoaparecías.Nodabacréditoalreloj.Y,cuandofuiaabrirmástardelapuertadeentrada,noeraotroqueelseñorThomas.

Estonoespropiodeti.Notienenadaqueverconcómoeras.¿Quéteestáocurriendo? Estos últimos días has estado tan extraña… Escondiendotonteríasbajolaalmohada…Estascosasnuncaterminanbien.Sí,yanoerescomoantes.Y,cuandonoesel talEddie,sonlosHeccomboalgúnotrodeesepuebloaorillasdelmar…Notendríasquehaberidoaesesitiopueshasvueltoirreconocible.Tendríasquehabersidomáscautelosadespuésdeloquete he dicho. Nunca se saca nada bueno de los secretos:mira el caso de tupadre.Ynuncatendríasquehaberidoalhoteldeuncaballero.

LaestaciónSouthKensington…Bueno,¿porquéno?Porcierto,¿habráscenadobien?¿Unabuenacomida?Nuncasesabeen

esos hoteles, donde sirven cualquier cosa. El comandante Brutt es muyingenuo:noseenteradenada. ¡Vivemetidoensuspuzles!Sinembargo, loqueme parecemal es que te hayas escapado de estemodo, queme hayashechoalgoasí.No,yaeshoradesentarlacabeza.Cálmateyrecuerdaloquetehedicho.Heencendidolaestufa;tudormitorioestámásbonitoquenuncayhecompradoesosbizcochosquetegustantanto.Tesentirásmuybienallí.Solotienesqueportartecomoteportabasantes.

No,nomeenfadarécontigo.Yyahedicholoqueteníaquedecir.Notealteresnihagastonterías.VuelveconMatchettyséunaniñabuena.

Madremía,¡loshoteles,enestacalle,soncomoagujasenunpajar!¿Adónde piensa este taxista queme lleva?Ah, ¿así que paramos aquí?

Bueno…¿Porquéno?Quéséyo…El taxista, aminorando lamarcha y acercándose a la acera, lamiró con

descaroatravésdelcristalinterior.Luegofrenóybajódelcochedecididoaabrir lapuerta,peroMatchettya sehabíaapeadosinnecesidaddeayuda,yexaminabaelpaisaje.Lafeafachadadelhotelsecerníasobreellareflejandolaincoloraluzdelatardecer.

—Muybien,señora—dijoeltaxista—.Aquítienesusorpresa.Conungestodeadmirabledignidad,Matchett leyóelnombredelHotel

Karachi.Susojosviajaronsolemnementedesdeelpórticohastalapuertadeentrada, con su opaco picaporte de bronce amarillento, y también hasta losempinadospeldañosgastadosportantospies.Sinmiraraltaxista,dijo:

—Nosehagailusiones.Sisehaequivocadodedirección,nolepagaréunpenique.Mellevaráderegresoamicasayhablaréconelseñor.

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—Estábien—repusoeltaxista—.¿Peroquiénmeaseguraquevaasalirusteddeahí?

—Si no salgo de ese lugar con una señorita, será porque usted me hatraídoalhotelequivocado.

Matchett se enderezó el sombrero con las dos manos, asió con másfirmezaelbolsoysubiólosescalones.Másallá,lacalzadaeratodoestucoyecos:algúntaxiesporádicooalgúnautobús.Losreflejosdelanochecerhacíanque las ventanas no iluminadas parecieran un poco fantasmales; las lucesencendidas, en cambio, dejabanver unos salonespálidosydesnudos.En elvestíbulodelHotelKarachi,alguientocabatímidamenteelpiano.

En el crepúsculo lila de la calle se insinuaba ya el verano, que todo lointensificaconsucalorysuluz.EnlosjardinesdelasafuerasdeLondres,lasrosasprontoofreceríansufulgormientraselrestodelascosassesumíaenlapenumbra. En todos los corazones se insinuaba la fatiga, pero también unaespeciede felicidadpueselveranoconstituye lacumbrey laplenitudde lavida.Hastaelpolvoolíademaneramáspotente.Enesanocheprematuraynublada, el aire era tibio y los edificios parecían expandirse. Los dedos sedetuvieron sobre el piano. Después tocaron unas notas certeras quedesembocaronenunacorde.

A través de la puerta de cristal, Matchett vio luces, sillas, columnas…Peronovioaningúnbotones.«¡Vayalugar!»,pensó.Y,sinllamarporqueellugarerapúblico,hizogirarelpicaporteconairedeautoridad.

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Elizabeth Dorothea Cole Bowen (Dublín, Irlanda, 7-6-1899 - Hythe, Kent,Inglaterra,22-2-1973)fueunaescritoraangloirlandesa.

BowenfueeducadaenlaDowneHouseSchool.Despuésdepasaruntiempoen una escuela de arte en Londres, decidió dedicarse a escribir. Se unió alCírculo deBloomsbury, un grupo de intelectuales británicos que durante elprimerterciodelsigloXXdestacaronenelterrenoliterario,artísticoosocial.Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó para el Ministerio deInformaciónBritánico.

Hadestacadocomonarradoraytambiéncomoensayista.Ensusnovelasestámuy presente la experiencia de la orfandad, a la que tuvo que hacer frentecuandoteníatansolo13añosdeedad.

Comonovelista,empezóconTheHotel(1927).AntesdelaSegundaGuerraMundial,destacóconnovelascomoLacasaenParís(1935)yLamuertedelcorazón (1938), consideradas como cumbres de la narrativa inglesa trasVirginiaWoolfyEdwardMorganForster.Asimismoenese tiempodegranactividadescribióvariosensayos:EnglishNovelistsytextosfamiliares,comoBowen’sCourtosusmemoriasdeinfanciaenDublín,Sieteinviernos(lostresde1942).

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TraslaguerrapublicónovelascomoTheHeatoftheDay(1949),AWorldofLove(1955),TheLittleGirls(1964)yTheGoodTiger(1965).LaúltimafueEvaTrout,de1968.

Bowen recibiómúltiples reconocimientos por su trabajo. En 1969, ganó elJamesTaitBlackMemorialPrizeporsunovelaEvaTrout.Asimismo,recibiódoctorados honorarios del Trinity College (Dublín) en 1949 y de laUniversidaddeOxford en1952.En1948, fuenombradaComandantede laOrdendelImperioBritánico.

Muriódecáncer,alos73años.

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Notas

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[1] Especie de lechemalteada,muy popular en los años treinta. (Todas lasnotassondeltraductor).<<

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[2]ChristianBernhard fundóenAlemania laeditorialTauchnitz,queexistiódesde1840hastamediadosdeladécadade1950,eincluíaunacoleccióndeliteraturainglesayestadounidenseenlenguaoriginal.<<

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[3]Elaine,ladoncelladeAstolat,personajedelaleyendadelreyArturo.<<

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[4]MontañadeGales,alsurdelParqueNacionaldeSnowdonia.Tienemenosde900metrosdealturayesunpaseoveraniegomuyfrecuente.<<

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[5]PersonajedeWinniethePooh.SetratadeunniñoinspiradoenelhijodelautorA.A.Milne.<<

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[6]AlusiónalanovelaEmma,deJaneAusten.<<

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[7]TheLadyofShalott (1833-1842),poemadeLordTennyson,quealavezinspiró en 1888 una de las obras más famosas del pintor John WilliamWaterhouse.<<

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[8]PersonajecreadoporIanHassall,aparecióaprincipiosdelsiglosXXenlarevistainfantilToby.<<

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Page 337: Elizabeth Bowen es la más brillante sucesora del grupo de ...

[9]Actoringlés(1891-1958)muyfamosoensuépoca,ganadordeunpremioÓscaren1947.<<

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[10]BowenparecehaceraquíunguiñoalaPrimaveradeBotticelli.<<

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[11]UnaespeciedeDonJuan.LaexpresiónprovienedeunpersonajellamadoLotharioqueaparecíaenlapiezateatralAFairPenitent[Unjustopenitente],deNicholasRowe(1674-1718).<<

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Page 340: Elizabeth Bowen es la más brillante sucesora del grupo de ...

[12]AlusiónalepisodiodelaBibliadondesenarraque,entiemposdesequíayhambruna,Elíasfuealimentadoporloscuervos.<<

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