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Luz Ángela Núñez Espinel
El obrero ilustradoPrensa obrera y popular en Colombia 1909 - 1929
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALESDepartamento de Historia
Otras publicaciones de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, Colección PROMETEO
LAS MUJERES DE CARTAGENA DE INDIAS EN EL SIGLO XVIILo que hacían, les hacían y no hacían, y las curas que les prescribíanMartha Elisa Lux Martelo
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Nuevos dilemas de la mujer indígena contemporánea
Ángela María Roldan
EL DILEMA DE LA SEGURIDAD EN LOS PROCESOS DE PAZ.El caso de Irlanda del NorteDavid Turizo Pinzón
BAILE DE tusi, DE LA BOA AL ARCO IRIS:Rito, relaciones sociales e identidad de la étnia Andoke, medio río Caquetá, Amazonía colombiana.Nelsa Judith De La Hoz
HOMO DIGITALIS: ETNOGRAFÍA DE LA CIBERCULTURABetty Martínez Ojeda
Con la Colección PROMETEO, la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes busca estimular la producción intelectual de los graduados de sus Maestrías y hacer conocer sus tesis de grado.
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EL OBRERO ILUSTRADO
PRENSA OBRERA Y POPULAR EN COLOMBIA1909–1929
LUZ ÁNGELA NÚÑEZ ESPINEL
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES - CESO
DEPARTAMENTO DE HISTORIA
Núñez Espinel, Luz ÁngelaEl obrero ilustrado : prensa obrera y popular en Colombia (1909-1929) / Luz Ángela
Núñez Espinel. – Bogotá : Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales,Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, 2006. 264 p. ; 17 x 24 cm. – (Colección Prometeo)
ISBN 958-695-240-1
1. Periodismo – Aspectos sociales - Colombia - 1909-1929 2. Periodismo – Aspectospolíticos - Colombia – 1909-1929 3. Cultura popular – Colombia – 1909-1929 4. Colombia– Política y gobierno – 1909-1929 I. Universidad de los Andes (Colombia). Facultad de CienciasSociales. Departamento de Historia II. Universidad de los Andes (Colombia). CESO III. Tít.
CDD 302.23 SBUA
Primera edición: septiembre de 2006
© Luz Angela Núñez Espinel© Universidad de Los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Hisroria, Centro deEstudios Socioculturales e Internacionales - CESOCarrera. 1ª No. 18ª- 10 Edificio Franco P. 5Teléfono: 3 394949 – 3 394999. Ext: 3330 – Directo: 3324519Bogotá D.C., Colombiahttp://faciso.uniandes.edu.co/ceso/[email protected]
Ediciones UniandesCarrera 1ª. No 19-27. Edificio AU 6Bogotá D.C., ColombiaTeléfono: 3394949- 3394999. Ext: 2133. Fáx: Ext. 2158http://[email protected]
ISBN: 958-695-240-1
Fotografía portada: Fotografía del Sindicato de Voceadores del Prensa de Bogotá, Cromos, No. 453,25 de abril de 1925, Bogota.
Diseño carátula: Magda E. Salazar
Diseño, diagramación e impresión:Corcas Editores Ltda.Calle 20 No. 3-19 EsteBogotá D.C., ColombiaPBX 3419588http://[email protected]
Impreso en Colombia – Printed in Colombia
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, niregistrada en o trasmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún mediosea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso
previo por escrito de la editorial.
A Elías Núñez Durán, mi padre, quien durante su vidaha sido obrero industrial, artesano, pequeño comerciante
y dueño de una tienda de alquiler de libros y revistas,donde aprendí a leer y donde me enseñó el amor
por la lectura y por la historia.
INDICE
INTRODUCCIÓN ................................................................................................ XXI
CAPÍTULO 1LA PRENSA OBRERA Y POPULAR EN SU CONTEXTO................................................... 1
I. MODERNIZACIÓN CAPITALISTA EN COLOMBIA ..................................................... 1
A. Población y territorio ................................................................................... 2
B. Configuración de un mercado nacional ....................................................... 5
1. El café, motor de la economía nacional .................................................. 5
2. Desarrollo de la infraestructura vial ....................................................... 6
3. Inicios de la industrialización ................................................................. 8
C. Los trabajadores, nuevos actores sociales ................................................. 11
1. Origen de los trabajadores asalariados ................................................. 12
2. Organización política y agitación social ............................................... 13
D. La cultura en Colombia en el período de transición
al capitalismo ............................................................................................ 17
1. Educación: buenos propósitos, pocos resultados ................................. 17
2. El debate sobre la “degeneración de la raza” o la
necesidad de transformar al pueblo ..................................................... 22
3. Movimientos literarios e intelectuales .................................................. 24
4. La prensa ............................................................................................... 26
viii
Luz Ángela Núñez Espinel
II. PRENSA OBRERA Y POPULAR EN COLOMBIA EN LAS PRIMERAS
DÉCADAS DEL SIGLO XX ................................................................................. 29
A. Prensa obrera y popular: un intento de definición .................................... 29
1. Voluntad de representación del pueblo trabajador ................................ 30
2. Configuración de unos destinatarios específicos: Los obreros ............ 31
3. Identificación de directores y redactores con la causa obrera .............. 35
B. Características generales de la prensa obrera y popular ........................... 36
CAPÍTULO 2
LA PRENSA Y LAS FORMAS DE SOCIABILIDAD POLÍTICA POPULAR ........................... 45
I. LA PRENSA OBRERA Y POPULAR COMO MEDIO DE SOCIABILIDAD .......................... 45
A. Los dirigentes obreros: oficinas de periódicos y sedes obreras ............... 48
B. La gente del común: cantinas y chicherías ............................................... 54
C. Lugares y formas de lectura colectiva ...................................................... 59
II. DIFUSIÓN DE ACTIVIDADES CULTURALES ........................................................... 64
A. Conferencias y Reuniones Políticas .......................................................... 64
B. Espectáculos y Actividades Culturales ...................................................... 68
C. El Poder de la Solidaridad ......................................................................... 69
D. Vida Social Laica ....................................................................................... 71
E. Bibliotecas y Escuelas Obreras .................................................................. 74
III. IMPORTANCIA DE LA PALABRA ESCRITA ........................................................... 78
CAPÍTULO 3
LA PRENSA OBRERO-POPULAR Y EL INTENTO DE RENOVAR
LA POLÍTICA COLOMBIANA ............................................................................ 83
I. LA PRENSA OBRERA Y POPULAR Y EL MUNDO DE LA POLÍTICA
COLOMBIANA EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX ................................ 84
A. Apoliticismo ............................................................................................. 88
B. Búsqueda de independencia frente al liberalismo ................................... 89
C. Anti conservadurismo ................................................................................ 96
D. Dicotomía entre lo local y lo nacional ...................................................... 97
II. TIPOLOGÍA Y PERIODIZACIÓN DE LA PRENSA ..................................................... 98
A. Prensa artesanal-obrerista .......................................................................... 98
B. Prensa radical ........................................................................................... 104
ix
Indice
C. Emergencia de la prensa socialista .......................................................... 111
D. Prensa socialista revolucionaria .............................................................. 119
E. Prensa Anarquista .................................................................................... 125
III. PERIODISMO DE OPOSICIÓN Y CENSURA DE PRENSA ....................................... 129
A. La censura de prensa: herencia de la Regeneración................................ 130
B. Censura eclesiástica y gubernamental después de 1910 ......................... 132
C. Socialismo, “Ley heroica” y censura de prensa ...................................... 136
IV. A MANERA DE CONCLUSIÓN: LA IMPORTANCIA POLÍTICA DE LA
PRENSA OBRERA Y POPULAR .......................................................................... 142
CAPÍTULO 4
IMÁGENES, SÍMBOLOS Y DISCURSOS EN LA PRENSA OBRERA COLOMBIANA ............ 147
I. MATRICES CULTURALES PRESENTES EN LA PRENSA ........................................... 148
II. EL OBRERO COMO REPRESENTACIÓN DE LO POPULAR ...................................... 151
A. Del obrero ilustrado al obrero revolucionario ......................................... 156
B. Del progreso del país a la revolución mundial ........................................ 161
III. CREACIÓN Y APROPIACIÓN DE SÍMBOLOS Y HÉROES SOCIALES ....................... 167
A. De soles, banderas y emblemas: los símbolos de la prensa .................... 168
B. El panteón popular: héroes y mártires del proletariado .......................... 168
1. Héroes Internacionales ........................................................................ 172
2. Héroes Nacionales .............................................................................. 178
IV. LOS TEMAS DEL OBRERO ILUSTRADO ............................................................. 183
A. Mujer ....................................................................................................... 184
B. Educación ................................................................................................ 190
C. Ciencia y Progreso ................................................................................... 193
D. Alcohol .................................................................................................... 195
PALABRAS FINALES ......................................................................................... 199
FUENTES ........................................................................................................ 207
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 211
ANEXO .......................................................................................................... 221
INDICE DE GRAFICAS
Gráfica No. 1Número de periódicos por año (1904-1929) ............................................................. 37Gráfica No. 2Lugar de publicación ................................................................................................. 38
INDICE DE CUADROS
Cuadro No. 1 Grupos primarios urbanos a los que pertenecíanlos carpinteros Galarza y Carvajal (1913-1914) ...................................................... 57Cuadro No.2 Análisis de las matrices culturales presentesen la prensa obrera colombiana ............................................................................... 150Cuadro No.3Símbolos presentes en la prensa obrera .................................................................. 169
INDICE DE FIGURAS
Figura No. 1Caricatura “El Portal del Gobierno” ....................................................................... 105Figura No. 2 Caricatura “Dávila Flores y los Jesuitas crucifican a Colombia” .......................... 106Figura No. 3Cabezote de El Símbolo .......................................................................................... 155
Figura No. 4
Cabezote de El Obrero Colombiano. ...................................................................... 156
Figura No. 5
Fotografía de un grupo de artesanos de Bogotá ...................................................... 158
Figura No. 6
Cabezote del Vanguardia Obrera ........................................................................... 159
Figura No. 7
Cabezote de El Faro, Bogotá, 1906 ........................................................................ 161
Figura No. 8
“El Ave Negra” ....................................................................................................... 163
Figura No. 9
Cabezote de Claridad, Bogotá, 1928 ...................................................................... 164
xvi
Luz Ángela Núñez Espinel
Figura No. 10
Emblema del grupo anarquista Pensamiento y Voluntad ..................................... 165
Figura No. 11
“La Anarquía ha triunfado” .................................................................................... 166
Figura No. 12
Portada de El Socialista .......................................................................................... 180
Figura No. 13
Cabezote de El Faro, Bogotá, 1905-1906............................................................... 190
xvii
Introducción
“Fue la imprenta hecha de luz, y la imprenta a todas partes la llevó en sí, siendo luz.
Conquistó la imprenta la libertad, y diose a esparcirla por el mundo. Esparcida quedó y
hoy empezamos a palparla, o, al menos, a sentir que la semilla crece. Como todo en el
mundo, fue al principio privilegio de unos pocos; más tarde de algunas clases; hoy perte-
nece a todos; a todos ilumina.
La ciencia, llena de dificultades para llegar a todos, y en manos de unos pocos, halló en
este sabio invento el paladín y difusor de sus conquistas. Y fue la ciencia accesible a todos
los humanos que quisieron mimarla; ricos y pobres, nobles y plebeyos la poseyeron”.
“La Imprenta y nuestra causa”, escrito por Raúl Eduardo
Mahecha bajo el seudónimo de Han de Islandia.
El Luchador, No. 71, Medellín, 23 de julio de 1919
“Lo que más influía en los hombres, creían [los obreros], no eran otros hombres, sino la
verdad, y el movimiento todo giraba en torno de la propagación de la verdad por cual-
quiera que la hubiese conocido. Y es que, ¿qué podían hacer sino volver a transmitirla,
después de adquirida la tremenda revelación de que los hombres ya no necesitaban
ser pobres y supersticiosos?
Los obreros conscientes, antes que organizadores, eran pues, educadores, propagandistas
y agitadores”.
Eric Hobsbawm, Rebeldes Primitivos,Barcelona, Editorial Ariel, 1974, p. 133.
AGRADECIMIENTOS
Quiero expresar mis agradecimientos a la profesora Margarita Garrido, de laUniversidad de los Andes, por su interés y útiles comentarios que prestó a esteproyecto. Así mismo, tengo una deuda inmensa con Renán Vega, pues su ayuda yorientación fueron imprescindibles en la labor de acercarme al estudio de los sec-tores populares. Debo agradecer, también, a Luis Javier Orjuela y Miguel ÁngelUrrego, quienes leyeron la versión presentada como tesis de Maestría en Historiay me hicieron estimulantes comentarios.
Un “gracias” de todo corazón, a mis amigos, Javier Ortiz, Martha Lux y PatriciaWilches, por sus voces de aliento y su invaluable amistad durante el tiempo deelaboración del trabajo. Emilce Garzón merece una mención aparte porque, demanera generosa, leyó e hizo comentarios al manuscrito. Igualmente, Sandra Núñezsiempre estuvo presta a ayudarme cuando la tecnología me situaba al borde delabismo. Tampoco puedo dejar de mencionar a Efrén Mesa, quien me ayudó a me-jorar la presentación formal del texto y al profesor Edgar Velásquez, quien desdeSantiago de Chile me envió algunos libros útiles para mi investigación
Para terminar, aunque no en último lugar, deseo agradecer a mi familia, espe-cialmente a Margarita y a Sergio, por su cariño y apoyo incondicional en todos misproyectos académicos.
INTRODUCCIÓN
Durante la segunda y tercera décadas del siglo XX, emergieron en el escenarionacional colombiano, nuevos actores sociales (obreros, mujeres, grupos socialis-tas y anarquistas), los cuales, junto a otros ya existentes (colonos, aparceros, indí-genas y artesanos), enfrentaron, recurriendo a diferentes formas de organización,movilización y lucha, la incipiente modernización capitalista y la Hegemonía Con-servadora. Entre las estrategias de resistencia adoptadas por estos sujetos sociales,cabe destacar la publicación de una prensa propia, de tinte obrero y popular, quefloreció en diferentes lugares del país. Sin embargo, estos periódicos no respon-dían exclusivamente a una estrategia de reivindicación política o económica, sinoque, cimentados sobre una “voluntad de representación” de los sectores populares,atendían diversos objetivos, entre los que se destacaban el avance de la razón y laverdad, la educación del pueblo, su elevación material y moral, el mejoramientode sus condiciones de existencia, la libertad de expresión y asociación, y la partici-pación política de los sectores populares.
Aun cuando las investigaciones sobre el surgimiento de la clase obrera colom-biana mencionan la existencia de estas publicaciones –algunas de ellas considera-das fuentes importantes para la historia de las primeras organizaciones de lostrabajadores y sus luchas sociales–, hasta el momento no se ha llevado a caboningún proceso de investigación sistemático sobre estas formas de periodismopopular, que dé cuenta de sus características y su importancia en la vida política ycultural de la sociedad colombiana a principios del siglo XX. Precisamente, este
xxii
Luz Ángela Núñez Espinel
trabajo pretende llamar la atención sobre este fenómeno y contribuir al estudio deltema, desde una perspectiva que integra el análisis de los medios de comunica-ción, la política nacional y la cultura popular.
I
El propósito central de este trabajo consiste en analizar la prensa obrera y po-pular publicada entre 1909 y 1930, haciendo especial énfasis en su relación con lacultura popular y la política nacional, en un contexto signado por la HegemoníaConservadora y la irrupción de la modernización capitalista. El marco temporal seinicia con la caída de la dictadura del general Rafael Reyes, en 1909, cuyo eventopermitió el surgimiento de algunas voces opositoras al régimen y aflojó la fuertecensura de prensa que, hasta entonces, había mantenido el Gobierno. En el otroextremo, 1930, el límite estuvo determinado por la derrota electoral del PartidoConservador y la fundación del Partido Comunista de Colombia. Estos hechosson bastante significativos, pues evidencian un cambio en el polo internacionalque marcaba el ritmo de los acontecimientos políticos del país, del Vaticano a losEstados Unidos, y el inicio de una nueva fase del movimiento obrero y popular,pero ahora bajo una clara influencia soviética.
En este período asistimos, además, al declive definitivo del artesanado comosector social protagónico de las luchas populares urbanas y animador principal de untipo de prensa plebeya, surgida desde mediados del siglo XIX. Este lugar fue ocupa-do por los obreros, quienes asumieron gran parte del legado artesanal, combinándolocon influencias de otro orden (anarquismo y socialismo) y adaptándolo a las nuevascondiciones sociales y laborales que se les imponían. Aunque este no fue un procesosecuencial y excluyente, el año de 1919 se puede considerar como un símbolo de esatransición, porque se presentó la última gran protesta artesanal, que derivó en lamasacre del 16 de marzo de ese año, y conllevó un ciclo huelguístico encabezado porlos trabajadores de los ferrocarriles, que se extendió a varias regiones del país.
En este sentido, la definición del objeto de estudio implicó un doble proceso,cuyos resultados se presentan en el capítulo primero. Inicialmente, se revisaron losperiódicos obreros que se reclamaban como tales, así como las referencias secunda-rias sobre ellos y se establecieron sus características fundamentales y, con posterio-ridad, mediante un estudio más detallado de las publicaciones, se determinó cuálesserían consideradas. Esto implicó, como en todo proceso de investigación histórica,realizar una selección propia, lo cual inevitablemente influyó en el análisis y en los
xxiii
Introducción
resultados, ya que, por ejemplo, si la definición se hubiera ampliado de tal maneraque incluyera periódicos católicos, el estudio habría variado en algunos aspectos.
Específicamente, con la denominación prensa obrera y popular hacemos re-ferencia a un conjunto de publicaciones editadas por trabajadores o dirigentespopulares que se proclaman como representantes del pueblo y de sus aspiracio-nes; éstas, además, presumen de ser apolíticas e independientes de los partidostradicionales y el Clero, y buscan servir de órgano de expresión para denunciarla situación de explotación a los demás obreros y a los sectores populares, einiciar un proceso de cambio social.
En consecuencia, la conceptualización de prensa obrera y popular utilizada,parte de las características propias de las publicaciones colombianas y de su con-texto socioeconómico, aunque sin desconocer la existencia de teorías sobre la prensaobrera que, en algún momento, pretendieron ser de aplicabilidad universal, comola desarrollada por el dirigente revolucionario Vladimir Lenin1 . En este caso, elénfasis está puesto en la identidad social compartida tanto por quienes escribían enlos periódicos obreros, como por sus destinatarios. Para entender esta afirmaciónen sus justas dimensiones, debemos recordar que, durante las tres primeras déca-das del siglo XX, la denominación obrero tenía un significado muy amplio y am-biguo, puesto que no hacía referencia solamente a la conceptualización clásica dela economía política, sino que se consideraba como tal a los artesanos, trabajado-res asalariados, trabajadores independientes, ciertos intelectuales, campesinos eincluso a pequeños industriales2 . Estas formas de identificación social nos permi-ten comprender por qué la prensa obrera no estaba dirigida solamente a los obre-ros, en sentido estricto, sino que cobijaba sectores más amplios de la población.
Teniendo clara esta definición, retomamos la apreciación de François-XavierGuerra, entorno a que la prensa escrita trasciende la lectura individual, interactuandoen un proceso complejo de creación de una cultura política particular, lo cualinvolucra mentalidades colectivas, ideologías políticas, practicas sociales, lengua-je, formas de organización, y referentes sociales y simbólicos. Por tanto, el objeti-vo de este trabajo es el de asumir a la prensa obrera como un actor social y nosolamente como una fuente histórica, para analizar, desde diferentes ángulos (ideo-logías, formas de organización política, creación de imaginarios y modelos socia-
1. Vladimir Lenin, ¿Por dónde empezar? La organización del partido y la literatura del partido; la
clase obrera y la prensa obrera, Moscú, Editorial Progreso, 1960, y Madeleine Worontzoff, La
concepción de la prensa en Lenin, Barcelona, Editorial Fontamara, 1979.
2. Renán Vega, Gente muy rebelde, 3. Mujeres, artesanos y protestas cívicas, Bogotá, Ediciones
Pensamiento Crítico, 2002, p. 107 y ss.
xxiv
Luz Ángela Núñez Espinel
les y sociabilidad política popular), la forma como contribuyó a la construcción deuna cultura política popular, en las primeras décadas del siglo XX3 .
Sin desconocer que en este trabajo la prensa se constituye en fuente y objeto deestudio al mismo tiempo, hemos retomado la metodología diseñada por ManuelTuñón de Lara para investigaciones de este tipo. Su modelo se articula sobre trespuntos básicos: primero, analizar la prensa como una totalidad en la que cadaartículo no tiene valor en sí mismo, sino en relación con una multiplicidad deelementos materiales del mismo periódico, que determinan su significación y suimpacto en el público; segundo, establecer los nexos entre el periódico y su públi-co mediante el análisis de los anuncios, las cartas de los lectores y otras rubricasque contenga; y, tercero, determinar, por medio de la comparación de varias publi-caciones, la forma como un periódico copia, adapta, repite o plagia a otros periódi-cos, contribuyendo a consolidar o modificar un determinado tipo de periodismo4 .
Así, como el objetivo de esta investigación no se restringe al contenido de laprensa, sino que, además, busca dar cuenta de las relaciones dinámicas entre prensa,cultura y política, hemos adaptado la perspectiva metodológica de Tuñón de Lara,estableciendo cuatro ejes básicos que guían el análisis documental y la reflexiónhistoriográfica: 1) los nexos entre la prensa y las formas de sociabilidad políticapopular; 2) la relación entre prensa obrera y política nacional; 3) las ideologías,imaginarios, símbolos y discursos presentes en la prensa; y, 4) los cambios, perma-nencias y confrontaciones en los periódicos en su conjunto y entre ellos mismos.
II
El corpus documental se basa, principalmente, en el conjunto de periódicos obre-ros de la época que se conserva en la Biblioteca Nacional de Colombia –dondereposa la mayor colección hemerográfica del país– y en la Biblioteca Luis ÁngelArango. En total, se consultaron 68 publicaciones obreras y, aunque el volumen deinformación es bastante amplio, en la gran mayoría de los casos las colecciones nose encuentran completas ni cubren en forma homogénea todo el período, resultan-do infortunadamente problemático el último lustro, sobre el que solamente se lo-
3. François-Xavier Guerra, “Considerar al periódico mismo como un actor”, en: Debates y
perspectivas, No. 2, 2003, p. 197.
4. Manuel Tuñón de Lara, “La prensa española del siglo XX: algunos problemas de investigación”,
en: Manuel Tuñón de Lara, Antonio Elorza, y Manuel Pérez (editores), Prensa y sociedad en
España (1820–1936), Madrid, Editorial Cuadernos para el diálogo, 1975.
xxv
Introducción
calizaron seis periódicos. Esta limitación se trató de subsanar, en la medida de loposible, recurriendo a otras fuentes de información, como la documentación reco-pilada en el Archivo General de la Nación, algunos documentos impresos en laépoca y fuentes secundarias
En el Archivo General de la Nación, Fondo Ministerio de Gobierno (SecciónPrimera) encontramos documentos oficiales, tales como informes, telegramas,correspondencia y procesos judiciales, relacionados con los obreros o los sectorespopulares, y documentos escritos por ellos mismos, como memoriales, peticiones,hojas volantes, pasquines y documentos privados incautados por las autoridades,muchos de ellos directamente relacionados con la prensa obrera. Allí reposan, tam-bién, algunos ejemplares de Vanguardia Obrera, Germinal y Pensamiento y Vo-
luntad, que no se hallan en ningún otro sitio.
Aun cuando la búsqueda de fuentes sobre prensa en archivos rindió sus frutos,el conocimiento del mundo social y cultural articulado alrededor de las publica-ciones, continúa siendo ajeno; algunos problemas siguen oscuros por la dificultadde acceder a la información. Por ejemplo, el descenso dramático del número deperiódicos obreros después de 1929. Frente a ello, no sabemos si la represión ofi-cial fue tan fuerte como para borrar de un tajo tales proyectos político-culturales,si hay un problema de subregistro por la imposibilidad de acceder a los títulos o sihubo alguna directriz por parte del Partido Comunista. En este sentido, habría sidomás enriquecedor el análisis de la confrontación política si se hubieran analizadoperiódicos de otras tendencias (liberales, conservadores, republicanos y católicos),pero, por el volumen de las fuentes y los límites impuestos a esta investigación,decidimos no recurrir al análisis comparativo.
La falta de consolidación de los estudios de prensa en nuestro país, permite quemuchas conclusiones de este trabajo no puedan contrastarse con los resultados deotras investigaciones. Aun así, teniendo en cuenta esta limitación, tratamos deestablecer un diálogo con trabajos similares basados en las experiencias del ConoSur americano y España, aunque con la debida reserva por las diferencias decontexto y de evolución histórica del movimiento obrero.
xxvi
Luz Ángela Núñez Espinel
III
Teniendo como referente la experiencia de Europa y Estados Unidos y conside-rando como único actor a la burguesía, sus necesidades y cambios históricos, lahistoria de la comunicación social ha establecido unas tipologías de prensa a partirlas características que asume este medio de comunicación en los diferentes con-textos históricos. Así, se habla se prensa oficial, prensa partidista o de opinión,prensa de información, prensa empresarial, prensa de masas y prensa sensaciona-lista5 . En consecuencia, una gran limitación de los estudios sobre los medios decomunicación impresos radica en no haber asumido en forma sistemática la inves-tigación de las publicaciones editadas por grupos populares o marginales, lo quese expresa en un exiguo nivel de teorización.
Jürgen Habermas, en el prefacio a su Historia y crítica de la opinión pública,
de la edición alemana de 1990, escrito casi treinta años después de la ediciónoriginal, incluye el concepto de publicidad plebeya, que retomamos en esta inves-tigación. Según el autor, cuando se habla de comunicación pública, mediada por lalectura y focalizada en conversaciones, no puede considerarse un público en sin-gular, ni siquiera cuando se sostiene que el público burgués es homogéneo, ya quees necesario incorporar al análisis la existencia de publicidades en competencia,en las cuales intervienen otras formas de comunicación excluidas de la publicidaddominante. Junto a la publicidad hegemónica y entrecruzada con ella, se formauna “publicidad plebeya”, desarrollada a partir de una nueva cultura política, conprácticas y formas de organización propias, “a partir de la cultura popular tradi-
cional, bajo el influjo de la intelectualidad radical y bajo las condiciones de la
comunicación moderna”6 . Subrayamos estos tres elementos porque considera-mos que ellos también nos permiten explicar, por lo menos en parte, el desarrollode la prensa obrera y popular en nuestro país.
Un concepto central en este trabajo es el de ideología, en torno al cual,como sucede con otros términos (sectores populares y cultura popular) se hagenerado un gran debate. En oposición a la concepción clásica de ideologíacomo “falsa conciencia”, se ha desarrollado una línea de pensamiento a cuyacabeza se encuentra Antonio Gramsci, quien acuñó los conceptos de ideología
5. Manuel Vásquez Montalbán, Historia y comunicación social, Barcelona, Editorial Crítica, 1997;
Asa Briggs y Peter Burke, De Gutemberg a Internet. Una historia social de los medios de
comunicación. Madrid, Taurus, 2002.
6. Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la
vida pública, Barcelona, Editorial Gustavo Gili S.A., 2002, p. 6. Subrayado nuestro.
xxvii
Introducción
orgánica y no orgánica7 . Esta última, considerada como dispersa y contradic-toria, se compone de las imágenes que circulan entre el pueblo, incluyendomitos, tradiciones y experiencias cotidianas. La ideología orgánica, por suparte, integra y organiza el funcionamiento de la vida material, a través de unproceso que combina el consenso y la represión, y que asegura a la clasedominante la hegemonía cultural e ideológica.
Estos planteamientos teóricos fueron desarrollados por George Rudé y EdwardThompson en una perspectiva analítica muy similar. Para Rudé, la ideología
popular estaría compuesta de dos elementos: el inherente, como un conjunto tra-dicional y consuetudinario de ideas, costumbres y actitudes pertenecientes a laexperiencia del pueblo y transmitido a través de la expresión oral, la memoriacolectiva y la experiencia misma, y el derivado, que se presenta como un sistemade ideas políticas, religiosas y filosóficas, adquirido o trasmitido por otros grupossociales mediante diferentes medios8 .
Thompson enfatiza que, junto a la ideología dominante, existe una ideologíapropia de los dominados, que, en la mayoría de los casos, es catalogada como culturaplebeya, precisamente para eludir la discusión innecesaria entre verdadera y falsaconciencia. La posibilidad real de coexistencia y lucha de la ideología dominante yla ideología popular (o plebeya), se explica mejor a través del término de hegemonía,
porque la dominación no es nunca unilateral ni completa; siempre es impugnada porlos sectores populares y deja algunos espacios para otros valores y practicas alterna-tivas. La imagen del mundo que difunde la clase dominante no logra borrar la expe-
riencia que vive el trabajador en la vida cotidiana y el ámbito laboral, lo que lepermite edificar o mantener una cultura diferente e impugnadora9 .
En tal sentido, la ideología es concebida como un territorio en permanente dispu-ta, que permite el desarrollo de una ideología propia, donde se mezcla, en gradodiverso, la influencia inherente y derivada mediante procesos de asimilación, pero
7. De acuerdo con esta concepción presente en la obra de Carlos Marx, la ideología, al difundir las ideas
de la clase dominante, proyecta una imagen ficticia del mundo que finalmente favorece sus intereses de
clase. Esta idea fue tomada en forma radical por Louis Althusser, quien negó de plano cualquier
posibilidad de acción autónoma de los sectores populares. Una reseña de este debate se encuentra en
Iván Molina, “Imagen de los imaginarios. Introducción a la historia de las mentalidades colectivas”,
en: Elizabeth Fonseca (compiladora), Historia, teoría y métodos, San José, EDUCA, 1989, p. 197 y ss.
8. George Rudé, El rostro de la multitud. Estudios sobre revolución, ideología y protesta popular. Edición
e introducción de Harvey J Kaye, Valencia, Fundación Instituto de Historia Social, 2001, p. 202
9. Edward P. Thompson, Costumbres en común, Barcelona, Editorial Crítica, 1995, p. 22 y ss; Pedro
Benitez, E. P. Thompson y la historia. Un compromiso ético y político, Madrid, Talasa Ediciones,
1996, p. 131 y ss.
xxviii
Luz Ángela Núñez Espinel
también de resistencia y negociación10 . Entonces, ni la ideología ni la cultura sedifunden únicamente de arriba hacia abajo, en forma lineal y completa, sino que setrata de un proceso con múltiples orígenes y líneas paralelas y discontinuas.
Esto nos permite entender lo que ocurre en el ámbito de las prácticas, las cos-tumbres, tradiciones, símbolos y formas de sociabilidad. Tradicionalmente se con-sideró que los obreros imitaban a la burguesía por medio de un proceso de emulacióno de difusión. No obstante, diversos estudios históricos nos permiten concluir que,si bien encontramos una filtración social de arriba hacía abajo, existen culturaspopulares y prácticas de clase que no son tributarias de modelos de otros grupossociales, sino que responden a nuevas situaciones, como la urbanización, la migra-ción, la proletarización masiva y otras formas que asume la lucha de clases11 .
Como los sectores populares no existen por fuera de la realidad –al igual que laelite–, los asumimos como categorías analíticas que nos permiten entender cómolos sujetos sociales se construyen a partir de un conflicto social que les es previo.La línea divisoria es fluctuante e inestable y entre sus extremos se desarrollanprocesos de imposición, aceptación, préstamo, negociación, apropiación yresignificación Por esta circunstancia, la construcción de sujetos históricos entrelos sectores populares es el resultado de procesos objetivos y subjetivos que, en unmomento dado, confluyen en una cierta identidad donde es posible hablar de un“nosotros”. En todo caso, estas identidades son provisionales pero cognoscibles yotorgan un matiz específico a una situación o a un período, lo que no excluye laexistencia de otras identidades alternativas, diferentes o contradictorias.
Cuando queremos estudiar los sectores populares dentro de otro campo, igual-mente complejo, como el de la cultura popular, debemos seguir de cerca las re-flexiones de Edward P. Thompson para hacer “concreto y utilizable” el conceptode cultura popular, ubicándolo no sólo en el campo de los valores, sino en unmedio material con relaciones sociales y de poder específicas, donde se mezclan laexplotación, la resistencia, el paternalismo y la deferencia12 . Para tal propósito,consideramos pertinente la definición de cultura, desarrollada por Luis Alberto
10. Sobre los conceptos de negociación y resistencia, véase el trabajo de Peter Burke, Historia y
teoría social, México, Instituto Mora, 1997, pp. 101-105.
11. Este tema ha sido trabajado de manera muy fecunda por Eric Hobsbawm en sus obras El mundo
del trabajo. Estudios históricos sobre la formación y evolución de la clase obrera, Barcelona,
Editorial Crítica, 1987; Trabajadores. Estudios de historia de la clase obrera, Barcelona, Editorial
Crítica, 1979; y junto con Terence Ranger en La invención de la tradición, Barcelona, Editorial
Crítica, 2002. Véase, además, Maurice Agulhom, Historia vagabunda, México, Instituto Mora,
1994; y E. P. Thompson, op. cit.
12. E. P. Thompson, op. cit, pp. 19-20.
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Introducción
Romero, siguiendo al historiador inglés, como “un conjunto amplio de representa-ciones simbólicas, de valores, actitudes, opiniones, habitualmente fragmentarios,heterogéneos, incoherentes quizá, y junto con ellos, los procesos sociales de suproducción, circulación y consumo”13 .
Guillermo Sunkel, retomando la propuesta teórica de Rudé para estudiar la ideo-logía popular, propone dos “matrices culturales” para analizar la forma cómo estosperiódicos representan lo popular, las cuales también serán retomadas como guíapara nuestro análisis. De un lado, se encuentra la matriz simbólico-dramática, comoparte de la ideología inherente, que hunde sus raíces en la cultura popular del sigloXIX, caracterizada por un rechazo al racionalismo y al iluminismo y que sueleexpresarse en un lenguaje dicotómico concreto y de imágenes, derivado de una con-cepción religiosa del mundo. Sobre esta matriz se introduce, de otro lado, y comoelemento derivado, la matriz racional–iluminista, a través de la creación del EstadoDocente y por la introducción de ideologías políticas de tinte iluminista (el marxis-mo, el anarquismo, el liberalismo y radicalismo). Sunkel nos explica que,
la matriz racional-iluminista tiene cierta unidad a nivel de los contenidos en la
medida que expresa algunos elementos muy generales entre los que se incluyen
que la “razón” es presentada como un medio y el “progreso” como el fin de la
historia; que la “educación” y la “ilustración” son impulsadas como los medios
fundamentales de constitución de la ciudadanía política y de superación de la
barbarie; que el pueblo es concebido como la expresión física de la barbarie y. por
tanto, constituido en objeto de campañas moralizadoras. Al mismo tiempo, hay
que señalar que la matriz racional-iluminista se expresa a través de un lenguaje
abstracto y conceptual que está regido por el mecanismo de la generalización14 .
Los diarios construyen una representación singular de lo popular con base enuna articulación de elementos propios de la matriz racional-iluminista y de la ma-triz simbólico-dramática, dando lugar a una imagen más política (centrada en laclase obrera y los conflictos que le son propios), o más cultural (incluyendo diver-sidad de actores con sus múltiples conflictos en la vida cotidiana), dependiendodel tópico en que se haga énfasis15 .
13. Luis Alberto Romero, “Los sujetos populares urbanos como sujetos históricos”, en Leandro
Gutiérrez y Luis Alberto Romero, Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la
entreguerra, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1995, p. 28.
14. Guillermo Sunkel, La representación del pueblo en los diarios de masas, s.f. Disponible en: http:/
/www.felafacs.org/dialogos/pdf17/sunkel.pdf, p. 3.
15. Ibíd., p. 4
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Luz Ángela Núñez Espinel
IV
Este trabajo está constituido por cuatro capítulos. El primer capítulo está divi-dido en dos partes distintas, pero íntimamente interrelacionadas, ya que en laspáginas iniciales se considera en forma somera el contexto económico, social ycultural en que aparece la prensa obrera, con el fin de mostrar cómo el proceso demodernización capitalista genera unas condiciones particulares que posibilitan ydinamizan la vida de estas publicaciones. En la segunda parte, se esboza una defi-nición de prensa, obrera elaborada a partir de las concepciones sociales y políticaspresentes en ese contexto histórico, y evidenciadas en la prensa obrera.
El segundo capítulo muestra cómo las publicaciones periódicas asumen múlti-ples usos culturales que posibilitan y dinamizan diferentes espacios, formales einformales, de sociabilidad política popular. Este tema es desarrollado en tres par-tes: en la primera, se estudian los lugares de producción, distribución y lectura deprensa, tanto de los dirigentes obreros como de la gente del común; en la segunda,se presenta otra faceta relacionada con el mismo proceso, a través de la difusión deactividades políticas, artísticas y culturales, que se realizan fuera del espacio de laprensa, pero que comparten su proyecto político y cultural; y, finalmente, en latercera, se reflexiona sobre la importancia de la palabra escrita para los trabajado-res organizados políticamente –para quienes era sinónima de luz y progreso–,mostrando la paradoja de una prensa legitimadora de actividades sociales, quesólo estaban relacionadas tangencialmente con la lectura.
El tercer capítulo, estudia la forma cómo la prensa se inserta en el mundo de lapolítica colombiana, buscando convertirse en un interlocutor válido y reconocido,tanto por el pueblo –a quien dice representar–, como por el poder establecido y lasotras fuerzas políticas tradicionales. En la primera parte, consideramos la posiciónasumida frente al mundo político colombiano, enfatizando las dificultades paramantener su independencia frente al liberalismo y para pasar de un campo de acciónlocal a uno nacional. En la segunda parte, se estudian las posiciones políticas, ideo-lógicas y temáticas de las publicaciones y sus cambios dentro del período, para lle-gar a esbozar una tipología de la prensa obrera. En la tercera parte, se analiza lareacción conservadora y clerical ante la prensa de oposición, principalmente, a tra-vés de la censura y la represión, recalcando la existencia de períodos de relativaapertura, en los cuales se afianzó, de manera episódica, la libertad de expresión
Finalmente, el cuarto capítulo se estructura a partir de la premisa de que, ademásde la labor política propiamente dicha, los periódicos llevaban a cabo una actividadpedagógica no explícita, que buscaba enseñar nuevos modelos sociales (el del prole-
xxxi
Introducción
tario), símbolos, imaginarios y marcos morales. Para ello, se examina el proceso deconfiguración del obrero como representación de lo popular en la prensa; la creacióny apropiación de símbolos y héroes sociales, y la articulación de algunos discursoscentrales en torno a la mujer, el alcohol, la educación, la ciencia y el progreso.
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Luz Ángela Núñez Espinel
Capítulo 1LA PRENSA OBRERA Y POPULAR EN SU CONTEXTO
Consideraremos, como temas centrales en este primer capítulo, el proceso demodernización capitalista a comienzos del siglo XX en Colombia y las caracterís-ticas generales de la prensa obrera y popular. Inicialmente, analizaremos los prin-cipales aspectos relacionados con la formación del capitalismo en nuestro país(como población, constitución de un mercado interno unificado, el papel desem-peñado por el café, las comunicaciones y la industrialización), para destacar laemergencia de un nuevo sujeto social, configurado por una variedad de trabajado-res asalariados en las obras públicas, en las primeras fábricas y en los enclavesextranjeros. Enseguida, resaltaremos los aspectos culturales más importantes delperíodo, vinculándolos con la emergencia del capitalismo y destacando la maneracómo la prensa se inscribe en el ámbito de dichas transformaciones y se relacionadirectamente con los obreros y los artesanos. En la segunda sección del capítulo,veremos en detalle las características de la prensa obrera y popular, partiendo deuna definición analítica y de una descripción sobre su radio de acción y alcance enla sociedad colombiana de principios del siglo XX.
I. MODERNIZACIÓN CAPITALISTA EN COLOMBIA
Las tres primeras décadas del siglo XX, constituyeron un período de tran-sición, de un país rural, aislado del mundo exterior, a otro vinculado al comer-cio mundial a través del café, con un mercado nacional unificado que posibilitó
Luz Ángela Núñez Espinel
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incipientes procesos de industrialización y urbanización, y una nueva clase
social en expansión, los trabajadores asalariados. Este panorama general, sin
embargo, no puede hacernos perder de vista que el proceso de modernización
se presentó solamente en ciertas regiones y sectores sociales; es decir, no tuvo
una difusión generalizada, por lo que tradición y modernización pueden consi-
derarse como dos caras de la misma moneda, que configuran la realidad co-
lombiana de este momento histórico. Por consiguiente, consideramos necesario
realizar un recuento sucinto de las características generales de la sociedad co-
lombiana en las primeras décadas del siglo XX, destacando los aspectos eco-
nómicos, sociales y culturales, con la finalidad de contextualizar las condiciones
en las cuales surge y se difunde la prensa obrera y popular.
A. Población y territorio
Durante la primera década del siglo XX, el mapa político del país sufrió
profundas transformaciones, debidas a la pérdida de Panamá, en 1903, y a la
política de Rafael Reyes de desequilibrar la balanza entre el poder central y las
regiones en beneficio del primero. Hasta 1905, los departamentos correspon-
dían, en líneas generales, a los viejos estados soberanos del siglo XIX, prota-
gonistas tanto en la paz como en la guerra de la política de esa centuria, pero
esta situación cambió radicalmente con las Leyes 17 y 45 de 1905, que dibuja-
ron un nuevo mapa político con quince departamentos (formalmente incluida
Panamá), dos intendencias y siete comisarías. Tres años después, con la Ley 1a
de 1908, la división política fue reestructurada en 34 departamentos y un dis-
trito capital, y se le dieron amplios poderes al Presidente para modificar o
reformar los departamentos recién creados, por lo que, en menos de un año, ya
sólo quedaban 24 departamentos. La Reforma constitucional de 1910, trazó
una nueva división política, dejando, finalmente, catorce departamentos,
Antioquia, Bolívar, Atlántico, Magdalena, Norte de Santander, Santander del
sur, Boyacá, Cundinamarca, Caldas, Valle, Tolima, Huila, Cauca y Nariño;
cuatro intendencias, Amazonas, Chocó, Meta y San Andrés y Providencia; y
seis comisarías, Arauca, Caquetá, Guajira, Putumayo, Vaupés y Vichada1 .
Pese a que las últimas décadas del siglo XIX se caracterizaron por la
gran movilidad de la población, con importantes migraciones interregionales
1. Humberto Vélez, “Rafael Reyes: Quinquenio, régimen político y capitalismo (1904-1909)”, en: Nueva
historia de Colombia, Tomo 1. Historia política 1886-1946, Bogotá, Editorial Planeta, 1989, p. 198.
El obrero ilustrado
3
que permitieron la colonizaron de vastas zonas de las vertientes interandinas
–especialmente en las regiones de clima templado– y suelos aptos para la
producción agrícola, gran parte del territorio nacional estaba poco poblado.
La mayoría de los asentamientos humanos se encontraba en las regiones
Andina y Caribe, mientras que las del Pacífico, Orinoquia y Amazonia, te-
nían menor población y los patrones de asentamiento eran más dispersos2 .
Los indicadores demográficos muestran que, entre 1905 y 1938, la pobla-
ción total del país se duplicó, pasando de 4.143.632 a 8.407.956, pero la espe-
ranza de vida seguía siendo muy baja, pues, en 1900, era de 28.5 años y tres
décadas después sólo había aumentado a 36,1 años. Pese a una tendencia re-
gresiva, las tasas de mortalidad infantil y de morbilidad general se mantuvie-
ron altas durante todo el período. Por las pésimas condiciones higiénicas, la
precaria asistencia médica y la pobreza generalizada, la población era diezma-
da por enfermedades tan prevenibles como el paludismo, la anemia tropical, la
diarrea, las infecciones respiratorias, la viruela, el sarampión, la difteria y la
fiebre amarilla3 . Así mismo, el hacinamiento, la suciedad y la falta de agua
potable y de alcantarillado dejaban a los pobladores urbanos en situación de
extrema indefensión frente a las epidemias, como se constató en la epidemia
de gripa de 1918, que ocasionó millares de muertos en todo el país y afectó
alrededor de 40 mil personas sólo en Bogotá4 .
Desde el punto de vista demográfico, económico y cultural, el peso de la
población rural era abrumador: 90 por ciento de la población, al iniciar el
siglo, y 69.1 por ciento, en 19385 . Sin embargo, durante este período se inició
la urbanización del país, asociada en parte, a la industrialización, a la crisis y
descomposición del régimen de haciendas y a la migración hacia las zonas de
obras públicas. Entre 1905 y 1938, la población de ciudades como Bogotá,
Medellín, Barranquilla y Cali se triplicó, constituyéndose en epicentros de las
incipientes industrias. En Bucaramanga, Cartagena, Manizales, Cúcuta, Pereira
e Ibagué, también aumentó significativamente la población, y pequeños case-
ríos se convirtieron en ciudades, impactados por nuevas actividades económi-
2. José Olinto Rueda Plata, “Historia de la población de Colombia”, en: Nueva historia de Colom-
bia, t. V, Economía, café, industria, Bogotá, Editorial Planeta, 1989, pp. 360–361.3. Ibíd.
4. La magnitud de esta epidemia fue ampliamente registrada por la prensa de la época y merecióque, veinte años después, J. A. Osorio Lizarazo escribiera una crónica sobre el hecho, titulada“Las escenas de horror y de miseria que Bogotá presenció durante la epidemia de gripa de 1918”,en Novelas y Crónicas, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1978.
5. J. O. Rueda Plata, op. cit., gráfico 2, p. 365.
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4
cas, como la extracción petrolera, en Barrancabermeja, o el comercio de café,
en Girardot y La Dorada6 .
La mayor parte de la población colombiana se dedicaba a actividades
agrícolas o extractivas, con un aumento considerable de lo que, en algunos
censos, se denominaban “trabajadores por cuenta ajena” (correspondía a arren-
datarios, peones, empleados, sirvientes agrícolas y urbanos) que, en 1918,
constituían el 29.9 por ciento de la población económicamente activa, y en
1938 representaban ya el 42.57 . Este cambio puede ser explicado por la inci-
piente industrialización y el aumento del trabajo asalariado, tanto urbano
como rural, lo que no implicó la desaparición de las formas precapitalista
(no salariales) de vinculación laboral.
La estructura social estaba fuertemente jerarquizada y las posibilidades de
ascenso social eran bastante escasas. En forma esquemática, podría decirse
que en el campo la clase hegemónica estaba representada por los terratenientes
y hacendados, que explotaban a peones, colonos y arrendatarios. En las áreas
rurales también existía un número significativo de pequeños propietarios, so-
bre todo en la zona influenciada por la colonización antioqueña, y se empeza-
ba a desarrollar la burguesía agraria que, en determinadas regiones (Valle del
Cauca, Costa Atlántica, Tolima, Cundinamarca), configuró empresas capita-
listas basadas en el trabajo asalariado. Al mismo tiempo, en las ciudades co-
existían diferentes fracciones de clase, entre las que se destacaban los artesanos,
el naciente proletariado, empleado en las primeras fábricas, en las obras públi-
cas y en los servicios de transporte, y más arriba se encontraba la emergente
burguesía industrial y otras fracciones de la burguesía, como la financiera y
comercial, ligadas, desde un principio, al capital internacional.
Cultural e ideológicamente, Colombia era una sociedad cerrada a corrien-
tes del pensamiento universal que pusieran en tela de juicio los cimientos con-
servadores y católicos que sostenían la nación. Como guardiana de ese orden
se erigió a la Iglesia católica, a la cual, en contravía del proceso de seculariza-
ción que vivía el mundo occidental, se le devolvieron todas las prerrogativas
que había perdido durante los gobiernos liberales del siglo XIX: control del
estado civil de las personas, de los contenidos de la educación y de la moral de
6. Ibíd., cuadro 10 p. 371. Para el caso de Barrancabermeja, véase: Jacques Aprile-Gniset, Génesis
de Barrancabermeja, Ensayo, Barrancabermeja, Instituto Universitario de la Paz, 1997. Y sobreGirardot: Gilberto Martínez Acosta, Girardot, epicentro de la lucha obrera en los años veinte,
Monografía de grado, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional, 1982.7. R.Vega, Gente muy rebelde, t. 1., Enclaves, transportes y protestas obreras, Bogotá, Ediciones
Pensamiento Crítico, 2002, p. 64.
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los profesores y funcionarios públicos, y protección absoluta del Estado por
mandato expreso de la Constitución de 1886 y del Concordato de 1887.
B. Configuración de un mercado nacional
El café se constituyó en el producto que consiguió vincular al país, de
manera definitiva, con el comercio internacional, y jugó un papel central en la
consolidación del mercado interno y del despegue de la industrialización. Se le
debe tener en cuenta, también, a la hora de hablar de las dinámicas demográfi-
cas regionales, la disolución del régimen de hacienda y la construcción de vías
de comunicación. Además del grano, intervinieron otros factores, como la cre-
ciente estabilidad política que vivió el país después de la Guerra de los Mil
Días (1899-1902), la reorganización fiscal y monetaria iniciada durante el go-
bierno de Rafael Reyes (1904-1909) y consolidada en forma definitiva en
1923, con el establecimiento del Banco de la República, la inyección de capi-
tales a la economía nacional, producto de la indemnización por la pérdida de
Panamá, y los préstamos obtenidos en Estados Unidos.
1. El café, motor de la economía nacional
La expansión del cultivo del grano comenzó a mediados del siglo XIX, en
etapas asociadas a regiones específicas: santandereana (1840-1900), cundi-
tolimense (1870-1900) y antioqueña (1885-1905). No obstante, el estableci-
miento de una economía cafetera se circunscribe al lapso comprendido entre
1870 y 1910, en cuyo período el grano logró sostenerse en el mercado interna-
cional, pese a la crisis de precios de 1879-1883 y 1897-1910, y a la inestabili-
dad política generada por cuatro guerras civiles8 .
Después de 1915, Colombia logró posicionarse como segundo productor
mundial de café, con una participación ascendente en la producción global:
3.5 por ciento en 1915, 8 por ciento en 1925 y 11.3 en 1930. A pesar de los
traumatismos en el comercio internacional ocasionados por la Primera Guerra
Mundial, la expansión cafetera continuó, y aunque la producción se mantuvo
concentrada en ocho departamentos a lo largo del período (Caldas, Antioquia,
Tolima, Cundinamarca, Valle, Norte de Santander, Cauca y Huila), la coloni-
8. Marco Palacios, El café en Colombia 1850–1970. Una historia económica, social y política,
Bogotá, El Colegio de México–El Áncora Editores, 1983, p. 237.
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zación de nuevas tierras fue muy importante en algunas regiones, aumentando
el área sembrada con café. Esta situación favorable cambió de manera dramá-
tica al final de la década de 1920, en el contexto de la gran depresión, debido
a un fuerte descenso en la cotización del precio del grano, que empezó en 1928
y alcanzó su punto más bajo en 19309 .
2. Desarrollo de la infraestructura vial
La precariedad del sistema vial se hizo evidente cuando la exportación de
café exigió una amplia infraestructura para el transporte de carga. El país no
había sido preparado para ello; de ahí que se le dio una solución parcial me-
diante la construcción de líneas férreas que conectaban las regiones cafeteras
con el río Magdalena, por donde se llevaba la carga hacia Barranquilla, y de
allí al mercado mundial. En consecuencia, la construcción de ferrocarriles,
hasta los años veinte del siglo pasado, siguió una tendencia centrífuga, que
buscaba facilitar la salida de los productos de exportación, principalmente del
café, que constituía aproximadamente el 70 por ciento de la carga transporta-
da, pero no tendía a la integración regional del país. Por esta razón, la cons-
trucción de ferrocarriles se concentró en la zona cafetera, “que entre 1904 y
1914 pasó de 279 a 783 kilómetros de vías construidas, mientras que el resto
del ferrocarriles del país se incrementó tan sólo de 87 a 122 kilómetros”10 .
En la década de 1920, la economía nacional creció de manera extraordi-
naria, y posibilitó un aumento en la inversión pública del Estado. Esta bo-
nanza tuvo varios orígenes: aumento de las exportaciones de café que, para
el período 1925 -1929, representaron ingresos por 112 millones de dólares;
las divisas provenientes de la indemnización por la pérdida de Panamá, que
sumaron un total de 25 millones de dólares (10 millones fueron entregados
en 1923 y 5 millones anuales, entre 1924 y 1926); y los empréstitos otorga-
dos al país, previo cumplimiento de las recomendaciones de la misión
Kemmerer. Todo esto implicó un aumento de la deuda a largo plazo, en un
743 por ciento, puesto que, solamente en el quinquenio de 1923 a 1928, pasó
de 24.1 millones a 203.1 millones de dólares11 .
9. Jesús Antonio Bejarano, “El despegue cafetero (1900 - 1928)”, en José Antonio Ocampo (compilador)Historia económica de Colombia, Bogotá, Siglo XXI Editores, 1988, p. 192; Absalón Machado, El
café, de la aparcería al capitalismo, Bogotá, Ediciones Punta de Lanza, 1977, pp. 112-113 y 116. 10. R.Vega, Gente muy Rebelde, t. 1, Enclaves, transportes y luchas obreras, op. cit., p. 84. 11. J. A. Bejarano, op. cit., p. 192.
El obrero ilustrado
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Esta creciente capacidad económica del Estado se destinó, en buena parte,
al desarrollo de obras públicas, especialmente a la construcción de ferrocarri-
les, los cuales absorbieron más del 60 por ciento del total de inversiones públi-
cas del país. La localización de las nuevas vías férreas ayudó a conectar algunas
regiones con el mercado mundial, pero sólo contribuyó de forma marginal a la
integración del mercado interno. Además de los ferrocarriles, se debe tener en
cuenta la construcción de 942 kilómetros de carreteras y caminos vecinales,
que aumentaron a 2.641 kilómetros el total de la malla vial para automotores,
y a 4.042 kilómetros los caminos de herradura. Este aspecto generó conflictos
entre colonos y terratenientes por el acceso a las tierras cercanas a las vías de
comunicación, dando continuidad al ciclo de colonización–expulsión violen-
ta-nueva colonización, descrito por Catherine Legrand12 .
Sin embargo, la expansión de la red vial trajo importantes consecuencias
económicas y sociales por cuanto permitió la comunicación de regiones aisla-
das, el incremento de carga transportada a un costo más bajo, la incorporación de
nuevos productos al mercado nacional, el aumento de la demanda de bienes de
construcción, la ampliación de la frontera agrícola y de colonización, y propor-
cionó trabajo directo a unos 40.000 obreros13 .
Al mismo tiempo, la construcción de obras públicas aceleró la crisis de las
haciendas, porque se constituyó en una alternativa de trabajo para arrendata-
rios, peones y concertados, en una esfera donde los ingresos eran más altos que
en las labores agrícolas y aseguraba el pago del salario en moneda, cosa que no
siempre ocurría en las haciendas. Tras la crisis de 1929, las obras públicas se
redujeron dramáticamente y algunos trabajadores emigraron a los centros ur-
banos, pero otros regresaron a las zonas agrícolas llevando consigo la expe-
riencia de lucha acumulada en esos años, así como expectativas diferentes a las
que predominaban en la hacienda en torno a salarios, condiciones laborales e in-
cluso a la propiedad de la tierra. Adicionalmente, en algunas zonas, como en la
región occidental del país, la concentración de la tierra y la implementación de la
ganadería extensiva dieron origen a una gran cantidad de peones y sirvientes que,
al no ser absorbidos por la economía regional, emigraron a los centros urbanos14 .
12 Catherine, Legrand, Colonización y protesta campesina en Colombia, Bogotá, Universidad Na-cional, 1988.
13. J. A. Bejarano, op. cit., p. 198. 14. M. Arango, op. cit., p. 17.
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3. Inicios de la industrialización
La industrialización debe entenderse como un fenómeno complejo, resul-
tante de la confluencia de procesos internos del país, con situaciones externas
particulares, como la nueva división internacional del trabajo y el ascenso de
Estados Unidos a potencia mundial15 . Aun así, es innegable la importancia del
café en el proceso de industrialización, porque amplió el mercado internó, pro-
pició la construcción de vías de comunicación, permitió la formación de capi-
tales importantes en diversos sectores de la economía y, a través del beneficio
del grano, fue creando fuerza de trabajo asalariada en algunas ciudades16 . Sin
embargo, también deben tenerse en cuenta otras actividades económicas (mi-
nería, producción de caña de azúcar y ganadería) que prosperaron en el perío-
do anterior o aún en forma paralela y en las cuales se acumuló capital que
luego fue reinvertido en actividades industriales.
Aun cuando desde 1890 se establecieron talleres mecanizados, la industria
en Colombia se consolidó en las décadas de 1920 y 1930, aunque precariamente
sobre una forma de organización artesanal. Entre 1890 y 1910, se dio el tránsito
del taller artesanal a la fábrica, ya separada del domicilio, en algunas industrias
textiles, de alimentos, bebidas, cigarrillos y locerías; son ejemplos notables, al
respecto, la Fábrica de Chocolates Chaves y Equitativa, la Cervecería Tamayo,
los Molinos de Carlos C. Amador, Chocolates la Antioqueña y las locerías de
Caldas y Santuario. Gracias a las medidas proteccionistas del gobierno de Rafael
Reyes, surgieron las empresas textiles de Bello, La Espriella y Samacá, la Fábri-
ca de Fósforos Olano, los Ingenios Central Colombia y San José, Cementos
Samper y un sinnúmero de pequeñas fábricas y maquinaria sencilla17 .
La segunda década del siglo XX se caracterizó por el surgimiento de “ver-
daderas fábricas”, en sectores donde había predominado la industria domésti-
ca y artesanal, y se generalizó la utilización de maquinaria moderna y mano de
obra asalariada. La industria textil se vio especialmente favorecida por la ley
117 de 1913, que mantuvo las tarifas aduaneras de la época de Reyes para la
importación de hilazas extranjeras; igualmente, se beneficiaron las fábricas de
calzado, debido a la rebaja de los altos impuestos al calzado extranjero y a la
15. Salomón Kalmanovitz, “Los orígenes de la industrialización en Colombia (1890-1929)”, en: Cua-
dernos de Economía, No. 5, Bogotá, primer semestre de 1983, pp. 80–81.16. Hugo López, “El desarrollo histórico de la industria en Colombia. El período de consolidación”,
en: Memorias del simposio Los Estudios Regionales en Colombia: el caso de Antioquia, FAES,Medellín, 1982, p. 205.
17. A. Mayor Mora, op. cit., pp. 317–319.
El obrero ilustrado
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tarifa para la importación del cuero. Además, en esta década, se inició la con-
centración financiera, caracterizada porque una empresa era dueña de varias
fábricas en diferentes regiones del país (como Gaseosas Posada Tobón y la
Fábrica de Chocolates Chaves y Equitativa) y por el surgimiento de las prime-
ras sociedades anónimas, principalmente en las empresas fabriles antioqueñas18 .
Las dificultades para el comercio marítimo internacional, derivadas de la
Primera Guerra Mundial, actuaron como barrera de protección para la indus-
tria nacional, por lo que su efecto no fue totalmente nocivo para este sector de
la economía19 . En contraposición, la crisis económica de 1920 afectó negati-
vamente a las empresas del país, aunque en realidad su impacto fue de corta
duración, pues a partir de 1922 empezó un período de reactivación industrial
que permitió la modernización productiva de las grandes empresas, como ocu-
rrió con la Cervecería Bavaria y el ingenio Manuelita. La urbanización y el
auge de las obras públicas estimularon la industria del cemento, lo que se evi-
denció con la fundación de Cementos Diamante, en 1927, y la construcción de
un cable aéreo que aseguraba el suministro de materias primas a Cementos
Samper; sin embargo, otra cosa ocurría en el ramo del hierro y el acero, puesto
que en 1927 fue cerrada la Ferrería de Amagá, última sobreviviente de las
creadas en el siglo XIX. En esta década también se acentuó la concentración
financiera en las grandes empresas del sector textil, como Coltejer y Fabricato,
y en otros sectores, como Coltabaco, Compañía Fosforera Colombiana, Posa-
da Tobón y la Compañía Nacional de Chocolates20 .
Durante este primer tercio de siglo, el desarrollo industrial se concentró
fundamentalmente, en cuatro ciudades: Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali,
las cuales se convirtieron en polos de desarrollo regional. En cuanto a la con-
centración industrial, a finales de la década de 1920, en Bogotá se localizaba el
36 por ciento de las fábricas; en Medellín, el 21 por ciento; en Barranquilla, el
16 por ciento, y en Cali, el 8.5 por ciento; pero, en lo relacionado con la contri-
bución a la producción industrial del país y desarrollo técnico, los dos prime-
ros puestos se invertían, situándose Medellín a la cabeza21 .
El desarrollo fabril de Medellín y los municipios aledaños se cimentó sobre
la industria textil y la trilla de café. Si bien es cierto que la gran desventaja de la
industria antioqueña era la falta de vías de comunicación, contaba con otros
18. Ibíd., p. 323 y ss.19. H. López, op. cit., pp. 209-210.20. A. Mayor Mora, op. cit., p. 327 y ss.21. R. Vega, Gente muy Rebelde, t. 1., Enclaves, transportes y protestas obreras, op. cit., p. 108.
Luz Ángela Núñez Espinel
10
factores a su favor, como energía poco costosa, generada en una caída de agua en
los alrededores de la ciudad, y mano de obra barata y disciplinada. Además,
después de 1914, cuando Medellín se conectó por ferrocarril con el río Magdale-
na, se presentó una complementariedad en la carga que sacaba café y llevaba
algodón y maquinaria a la ciudad, favoreciendo la industria manufacturera, como
lo corrobora la cifra de 13 fábricas de textiles, creadas entre 1902 y 1920. Tam-
bién se destacaron empresas de otro tipo en la región, como varias fundiciones y
fábricas menos tecnificadas de bienes de consumo ligero, que producían fósfo-
ros, cigarrillos, chocolates, gaseosas, calzado, vidrio y loza22 .
La industrialización de Bogotá no fue tan dependiente de la economía
cafetera, lo que la hizo menos vulnerable a los vaivenes del precio del grano.
En la ciudad se establecieron fábricas de tejidos, pero ninguna alcanzó los
niveles productivos y tecnológicos de la industria antioqueña. Sus empresas
más destacadas se encontraban en los ramos de alimentos, bebidas y cemento,
como las cervecerías Bavaria, Bohemia y Germania, la Fábrica de Chocolates
Chaves y Equitativa, Cementos Samper y Cementos Diamante. En el proceso
de producción de todas estas industrias se llevaron a cabo importantes adelan-
tos técnicos y administrativos, y se amplió la base de trabajadores asalariados
de la ciudad. También, se establecieron fábricas más pequeñas, donde se pro-
ducía calzado, loza, fósforos, jabones, velas y pastas alimenticias.
En las primeras décadas del siglo XX, Cali y el departamento del Valle del
Cauca experimentaron un crecimiento acelerado. Ello significó un notable au-
mento de la población total, de la capacidad industrial instalada y de los trabaja-
dores asalariados. Desde finales del siglo XIX, la economía urbana del Valle del
Cauca evidenció un incremento en la circulación de capital derivado de la expor-
tación de cacao, café y cuero, y de la expansión de actividades agropecuarias;
pero fue la producción agroindustrial de azúcar lo que impulsó el desarrollo
capitalista de la región a través del establecimiento de los grandes ingenios azu-
careros. Esta moderna industria se inició en 1900, con la inauguración del Inge-
nio Manuelita y se consolidó con el establecimiento de los ingenios Providencia
y Río Paila, en la década de 1920, cuando se dieron condiciones más favorables
gracias a la terminación del ferrocarril Cali-Buenaventura, en 1915, y al alza en
los precios internacionales del azúcar, debido a la Primera Guerra Mundial. Como
la mayor parte de la producción azucarera estaba destinada a la exportación, los
grandes ingenios no supusieron una competencia ruinosa a los trapiches, que
destinaban su producción al mercado interno y, tanto unos como otros, necesita-
22. J. A. Bejarano, op. cit., p. 187.
El obrero ilustrado
11
ban un número más o menos grande de trabajadores durante todo el año, para
que atendiera diferentes actividades agrícolas e industriales. La industria cañera
no implicó una clara división de trabajo entre el campo y la ciudad, como sí lo
hizo el café, pero indirectamente propició el establecimiento de algunas indus-
trias de bienes de consumo en Cali, donde también había pequeños talleres in-
dustriales, principalmente trilladoras, que procesaban el café de la región23 .
La industrialización de Barranquilla se vio impulsada por el café, ya que,
hasta comienzos de la década de 1930, la mayor parte de la producción nacional
salía por ese puerto. Allí, se establecieron las principales casas comercializadoras
del grano, agentes de seguros, comisionistas e importadores de mercancías, em-
presarios e inversionistas extranjeros. Esto permitió un flujo de capitales en la
ciudad, parte de los cuales fueron invertidos en la industria local, como la fábrica
de tejidos Obregón, fundada en 1909; la empresa de navegación aérea, SCADTA,
creada en 1919, y pequeñas fábricas de vidrio, fósforos, velas, jabones, cerveza,
hielo, ladrillo y zapatos. En aquella ciudad, el desarrollo industrial fue efímero y
dependió de su situación como puerto fluvial y marítimo, que vinculaba al país
con el mercado internacional. De ahí que, cuando el puerto y el comercio por el
río Magdalena declinaron, lo mismo ocurrió con la industria barranquillera. En
contraposición, Cali. Medellín y Bogotá establecieron vínculos perdurables con
las economías rurales y los mercados regionales circundantes, lo que posibilitó
un desarrollo industrial más duradero24 .
C. Los trabajadores, nuevos actores sociales
La consolidación del café como principal producto de exportación y la
incipiente industrialización, determinaron el proceso de modernización capi-
talista en el país, dando lugar a una economía básicamente monoexportadora,
situada en la órbita de influencia de Estados Unidos. Sus consecuencias tras-
cendieron la esfera económica y tuvieron influencia en las dinámicas demo-
gráficas regionales, el inicio de la urbanización y la aparición de una nueva
clase social, el proletariado, que pugnaba por ganar un espacio propio dentro
de la nación, desestabilizando la república conservadora de poetas y gramáticos,
y dando lugar a lo que entonces se llamó “la cuestión social”.
23. Sobre el proceso de industrialización en el Valle del Cauca véase: José María Rojas Guerra,Sociedad y economía en el Valle del Cauca, t. V., Empresarios y tecnología en la formación del
sector azucarero en Colombia 1860–1980, Bogotá Universidad del Valle – Banco Popular, 1983.24. Adolfo Meisel, “¿Por qué se disipó el dinamismo industrial de Barranquilla?”, en: Lecturas de
Economía, No. 23, Universidad de Antioquia, mayo–agosto de 1987, p. 60 y ss.
Luz Ángela Núñez Espinel
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1. Origen de los trabajadores asalariados
La migración del campo a la ciudad no fue la única fuente en el origen de
los trabajadores asalariados, pues la fuerza de trabajo barata, especialmente
femenina e infantil, que ya se hallaba dispuesta en las ciudades o en las regio-
nes cercanas, fue incorporada a los procesos productivos que no requerían
altos niveles de preparación o capacidad física. Por ejemplo, el beneficio del
café generó un importante contingente de trabajadores asalariados a través de
las trilladoras que tendieron a concentrarse en los centros urbanos cafeteros y
en las zonas aledañas. Por sus características productivas, el desarrollo de esta
actividad se basó en la explotación de fuerza de trabajo femenina, como lo
revelan los siguientes datos:
En 1918 el 48 por ciento de las 2.164 obreras empleadas en las fábricas y talleres
de Medellín laboraban en las trilladoras de café; en 1922, en Manizales, de las
467 obreras existentes, el 57 por ciento, es decir, 269, trabajaban en las trillado-
ras; en 1925, en Cali el 41 por ciento de los trabajadores empleados en los esta-
blecimientos industriales y talleres estaban vinculados a las trilladoras de café. 25
En la década de 1920, una parte de los trabajadores y las trabajadoras
estaba vinculada a las fábricas que florecían en las principales ciudades del
país, pero los núcleos más importantes se encontraban en las obras públicas,
los transportes (principalmente fluvial y ferrocarrilero) y en los enclaves de la
United Fruit Company, en la zona bananera de Santa Marta, y de la Tropical
Oil Company, en Barrancabermeja. En estos sectores, la fuerza de trabajo era
predominantemente masculina, formada, tanto por nativos de la región, como
por inmigrantes de otras zonas del país.
Entre 1925 y 1930, la población urbana creció en un 24 por ciento; es
decir, en cerca de 400.000 personas. Este fenómeno estaba asociado a la
transformación del mercado de trabajo, al desarrollo del sector terciario y
a la diferenciación de salarios entre agricultura y obras públicas26 . Empe-
ro, en los centros urbanos el aumento de la población no se había acompa-
ñado de obras de infraestructura que permitieran una vida digna a sus
habitantes, lo que generó protestas y malestar social en algunas ciudades.
Por ejemplo, el déficit de viviendas era un problema común en los princi-
pales centros urbanos y los esfuerzos del Clero, las organizaciones obreras
25. R. Vega, Gente muy rebelde, t. 1, Enclaves, transportes y protestas obreras, op. cit., p. 93. Véase,además, Mariano Arango, op. cit., pp. 105 y 214.
26. J. A. Bejarano, “El despegue cafetero”, op. cit., p. 201.
El obrero ilustrado
13
y los municipios, por suplir esta necesidad, nunca fueron suficientes. En
algunos lugares, la situación se agravó aún más por la especulación con los
precios de los alquileres por parte de los propietarios urbanos. Como res-
puesta a esta problemática, en ciudades como Bogotá y Barranquilla los
inquilinos se organizaron para exigir la rebaja de los arriendos y de los
precios de los suministros de subsistencia. El problema de los servicios
públicos también generó, múltiples peticiones y protestas por parte de los
pobladores pobres de las ciudades, quienes exigían servicio de acueducto,
alcantarillado y luz eléctrica para sus hogares.
2. Organización política y agitación social
Durante las tres primeras décadas del siglo XX, los artesanos, fuerza
social muy importante durante el siglo XIX, vieron declinar su protagonismo
político en favor de los trabajadores asalariados, pese a que, en términos
cuantitativos, éstos no superaban a los primeros. La fechas extremas de este
liderazgo político y social fueron 1847, cuando se creó la Sociedad de Arte-
sanos de Bogotá, para combatir la política librecambista de Mosquera, y 1919,
año de la última gran movilización liderada por los artesanos, que fue vio-
lentamente reprimida por el Gobierno de Suárez, con un saldo trágico de
diez muertos y quince heridos27 .
Durante este período, de casi ochenta años, la acción de los artesanos estuvo
encaminada a defender o a solicitar medidas proteccionistas en materia económi-
ca, pero también reclamaron mejores condiciones de vida para el pueblo, desarro-
llaron campañas educativas y, en algunos momentos, editaron una prensa propia.
Sus formas organizativas por excelencia fueron las sociedades de artesanos y las
sociedades mutuales, que aparecieron por toda la república y constituyeron un
acervo organizativo, político y cultural importante, que luego fue retomado por la
primera generación de obreros. En esta perspectiva, algunos trabajos historiográficos
han mostrado que importantes tradiciones de los artesanos radicales fueron lega-
das a los primeros grupos sindicales y socialistas del país. Entre esas tradiciones se
27. Análisis sobre las sociedades de artesanos que florecieron durante la segunda mitad del sigloXIX, se encuentra en: Francisco Gutiérrez Sanín, Curso y discurso del movimiento plebeyo, Bo-gotá, IEPRI–El Áncora Editores, 1995; David Sowell, The Early Colombian Labor Movement:
artisans and politics in Bogotá, 1832–1919. Philadelphia, Temple University Press, 1992. Por suparte, sobre la masacre de artesanos en 1919, véase: Documentos relacionados con los sucesos
del 16 de marzo de 1919 en la ciudad de Bogotá. Imprenta Nacional, Bogotá, 1920; Vista fiscal
sobre los sucesos del 16 de marzo, Imprenta Nacional, Bogotá, 1919.
Luz Ángela Núñez Espinel
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destacaban el radicalismo liberal, el ideario de la Revolución Francesa, algunas
formas de socialismo utópico, el culto a la prensa y a la palabra escrita en general,
así como la práctica del espiritismo y la masonería.28 .
Sin embargo, no toda la tradición artesanal y obrera era radical. La Iglesia
católica veía con beneplácito a las organizaciones mutuales y por ello hizo grandes
esfuerzos para controlarlas y difundirlas a lo largo y ancho del país, propósito que
reforzó en 1913, cuando la Conferencia Episcopal decidió impulsar la Acción So-
cial Católica, propuesta por el papa León XIII. Ante las nuevas realidades del país
y la emergencia de la “cuestión social”, el Clero colombiano desplegó una inmen-
sa campaña que incluyó la transformación de cofradías en sociedades mutuarias y
luego en sindicatos, así como la creación de patronatos, escuelas, cajas de ahorros
e, incluso, barrios obreros29 . Con estas iniciativas, se buscaba el control físico y
moral de los obreros y las obreras, para mantenerlos alejados de tendencias radica-
les y socialistas. Pero su efectividad no fue completa, pues grandes contingentes de
trabajadores abrazaron organizaciones políticas y sindicales de otras tendencias o
permanecieron al margen de cualquier asociación.
Aunque la presencia artesanal no desapareció después de 1919, el movi-
miento obrero colombiano empezó a tener protagonismo, en parte impulsado
por la onda expansiva de la economía cafetera. De esta manera, las principales
acciones reivindicativas se desplazaron hacia áreas donde el trabajo asalariado
era predominante: enclaves y transportes, y empezó a despuntar la huelga (for-
ma clásica de conflicto entre obreros y capitalistas), sobre otros mecanismos
de protesta. Un primer ciclo huelguístico se presentó entre 1918 y 1920, liderado
por los trabajadores de los transportes, ferroviarios y fluviales, coincidiendo
con la masacre artesanal del 16 de marzo de 1919 y con la creación del Partido
Socialista en este mismo año. Posteriormente, entre 1924 y 1928, se desarrolló
un segundo ciclo huelguístico liderado, igualmente, por el sector transportes,
pero también por los trabajadores de los enclaves (Tropical Oil Company, en
28. Gonzalo Sánchez, Los bolcheviques del Líbano, Bogotá, Editorial El Mohan, 1976; Julio CesarAcelas Arias, Obreros y artesanos de Bucaramanga: organización, protagonismo e ideología. 1908-
1935, Trabajo de Grado en Historia, Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, 1993. MarioAguilera y Renán Vega, Ideal democrático y revuelta popular, Bogotá, CEREC, 1998, capítulos 4 y5; Mauricio Archila, Cultura e identidad obrera, Bogotá, Cinep, 1991, capítulo 2.
29. Sobre la acción social de la Iglesia, véase: Fernando Botero Herrera, “Los talleres de la SociedadSan Vicente de Paúl de Medellín: 1889-1910”, en: Boletín Cultural y Bibliográfico, No. 42, Bi-blioteca Luis Ángel Arango, 1996 (Editado en 1997); María Casas Fajardo, El Padre Campoamor
y su obra. El círculo de Obreros, Bogotá, Fundación Social, Bogotá, 1995; Ana María Jaramillo,“Industria, proletariado, mujeres y religión. Mujeres obreras, empresarios e industrias en la pri-mera mitad del siglo XX en Antioquia”, en: Las mujeres en la historia de Colombia, t. II, Mujeres
y sociedad, Grupo Editorial Norma, 1995.
El obrero ilustrado
15
Barrancabermeja, y United Fruit Company, en la zona bananera de Santa Mar-
ta), que coincidió con una compleja situación de agitación social liderada por
el Partido Socialista Revolucionario. La masacre de las bananeras, el 6 y 7 de
diciembre de 1928, puso fin a este ciclo huelguístico y a las “huelgas heroi-
cas” y de solidaridad, tan características de este período30 .
El hecho simbólico que marcó el ascenso de los obreros y trabajadores
asalariados dentro del conjunto de los sectores populares en 1919, fue el Con-
greso Obrero que sesionó en Bogotá, con delegados de diferentes regiones del
país y dio origen al Partido Socialista, primera asociación de trabajadores, de
carácter verdaderamente nacional. Esta organización tomó distancia, tanto del
anarquismo como de la corriente bolchevique, aun cuando en su ideología
encontramos influencias de estas dos tendencias, aunque también del radica-
lismo liberal, el socialismo cristiano, el espiritismo y la masonería, en una
forma de pensamiento y de acción peculiar, denominada por el sociólogo Isi-
dro Vanegas, como “Socialismo mestizo”31 . Su plataforma política descartaba
una transformación violenta de la sociedad y clamaba por la intervención esta-
tal para lograr mayor igualdad social por una vía distributiva; pedía trato justo,
protección social y mejores salarios para los trabajadores, así como educación
laica y obligatoria para toda la población, además de protección especial para
la mujer y prohibición de las fábricas de bebidas alcohólicas.
El avance político del Partido Socialista preocupó no sólo al partido go-
bernante, sino también a los liberales, que vieron amenazada su influencia en
algunas regiones. Por ello, en las convenciones de Ibagué (1922) y Medellín
(1924) el Partido Liberal incorporó a su programa algunos puntos del socialis-
mo y se solidarizó con la causa de los trabajadores. Esta táctica rindió sus
frutos, porque el Partido Socialista desapareció, en la práctica, cuando muchos
de sus dirigentes adhirieron a la candidatura del general Benjamín Herrera, en
1922, y se pasaron al Partido Liberal. Esto, sin embargo, no significó el fin de
la influencia socialista en amplias regiones del país, como la zona ribereña del
río Magdalena, las tierras cafeteras de Cundinamarca y Tolima, y el Ferrocarril
del Pacífico y Barrancabermeja , pues allí el ideario se mantuvo latente32.
30. Charles Bergquist, Los trabajadores en la historia latinoamericana, Bogotá, Siglo XXI Editores,1988, pp. 389– 390.
31. Isidro Vanegas, El Socialismo mestizo. Acerca del socialismo temprano en Colombia, Bogotá,Monografía de Grado, Departamento de Sociología, Universidad Nacional, 1999.
32. Gerardo Molina, Las ideas liberales en Colombia, 1915–1934, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo,1974, pp.130-136.
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16
Tras el fin del Partido Socialista, se hicieron esfuerzos por conformar una
nueva organización nacional de los trabajadores. Así, durante tres años segui-
dos (1924-1926) se desarrollaron Congresos obreros, donde se confrontaron
las principales tendencia políticas presentes entre el proletariado. De uno de
estos congresos surgió, en 1925, la Confederación Obrera Nacional (CON) y,
un año después, el Partido Socialista Revolucionario (PSR). Pese a que la crea-
ción del PSR fue resultado del triunfo de la línea marxista sobre la línea anar-
quista, en la Convención obrera de 1926, esto no significa que los líderes de la
naciente organización (Ignacio Torres Giraldo, Raúl Eduardo Mahecha, María
Cano), tuvieran un amplio conocimiento de la teoría marxista, puesto que en
su discurso y en su práctica política seguía prevaleciendo el sincretismo políti-
co e ideológico que habíamos mencionado antes. Esta condición, que después
de 1930 fue duramente criticada por el naciente Partido Comunista, en su mo-
mento se consideró positiva porque el lenguaje sencillo y los ejemplos cotidia-
nos que empleaban los dirigentes hacían que los sectores populares entendieran
su mensaje fácilmente y se sintieran identificados con él33 .
Como táctica, el PSR continuó con el trabajo sindical y desarrolló una
política insurreccional, creyendo que estaban dadas las condiciones para un
levantamiento popular. Con esta perspectiva, entró en conversaciones con el
sector guerrerista del Partido Liberal y en forma conjunta crearon el Comité
Central Conspirativo Colombiano (C.C.C.C.), el órgano encargado de dirigir
el movimiento. Pese a algunas diferencias internas y a la evidente falta de
coordinación de los insurrectos, el movimiento fue ganando apoyo entre sec-
tores políticos y sindicales. A comienzos de 1928, el Gobierno nacional logró
develar el plan y, exagerando sus alcances, consiguió granjearse el apoyo del
sector civilista del Partido Liberal para aprobar una legislación totalmente re-
presiva, conocida como “Ley Heroica” y desatar una persecución sin tregua
contra los dirigentes del PSR y los movimientos reivindicativos de los trabaja-
dores, como ocurrió en la huelga de las bananeras, en diciembre de 1928.
En 1930, el PSR ya no preocupaba a ninguno de los dos partidos tradicionales,
pues sus líderes estaban presos o en el exilio, y la organización totalmente desarti-
culada. Esta situación fue aprovechada por el sector civilista del Partido Liberal,
que capitalizó el descontento social y se presentó a las elecciones de ese año como
una alternativa popular, dando fin a la Hegemonía Conservadora e instaurando la
33. Para un análisis más detallado de la ideología del PSR, véase: Diego Jaramillo Salgado, Las
huellas del socialismo, Toluca, Facultad de Humanidades de la Universidad del Cauca-Facultadde Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Autónoma del Estado de Méxi-co, 1997, pp. 110-117.
El obrero ilustrado
17
llamada República Liberal. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que, en la derrota
del conservatismo, influyeron también otros aspectos, como la división de este
partido para las elecciones; la actitud vacilante del Clero, que apoyó alternativa-
mente a cada uno de los candidatos conservadores; el descrédito en que había
quedado el Gobierno por la corrupción imperante y por episodios funestos como la
masacre de las bananeras; la crisis económica mundial, que desde 1928 hizo bajar
los precios del café en el mercado mundial, y el fin de la “danza de los millones”34 .
D. La cultura en Colombia en el periodo de transición
al capitalismo
Luego de haber señalado las características generales del proceso de mo-
dernización capitalista en Colombia, es preciso analizar, de manera breve, los
cambios culturales que se presentaron en el país, en la medida en que estas
transformaciones tienen una relación, mediata o inmediata, con la irrupción
capitalista. Además, como la prensa se sitúa en el ámbito de la cultura, es
pertinente mostrar las condiciones en las que se desarrollaron las publicacio-
nes periódicas de diversas corrientes políticas e ideológicas, con el objeto de
analizar las particularidades de la prensa obrera y popular, pero también, los
nexos y relaciones que mantiene con el resto de la prensa.
1. Educación: buenos propósitos, pocos resultados
Pese a que existía consenso entre políticos, intelectuales, legisladores y
dirigentes populares acerca de la importancia de la educación para el progreso
del país, los cambios reales fueron muy pocos y se circunscribieron a un sector
reducido de la población. Además de la penuria fiscal y la falta de compromiso
de algunos sectores retardatarios, después de la constitución de 1886 y la firma
de Concordato entre el gobierno colombiano y la Santa Sede en 1887, quedó
muy poco campo de acción para cualquier intento de reforma, pues éste fácil-
mente podía ser vetado por los jerarcas de la Iglesia católica, como ocurrió,
por ejemplo, con las Misiones belga y alemana. Como señala Hurbert Pöppel
34. Sobre este tema, véase: José Fernando Ocampo, Colombia siglo XX. Estudio histórico y antología
política, t. I, 1886-1934, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1980; Alfonso Patiño, La prosperidad
a debe y la gran crisis, 1925–1935, Bogotá, Banco de la República, 1981; Ignacio Torres Giraldo,Los inconformes, t. 4, Bogotá, Editorial Latina, 1978, especialmente el capítulo 2: “De la masacrede las bananeras a la caída del Régimen Conservador”.
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Todo el sistema educativo de Colombia estuvo orientado, durante la época de
la Hegemonía Conservadora de 1886 a 1930, a facilitar a las clases sociales
bajas un mínimo de educación escolar sobre la base ideológica del conoci-
miento del catecismo y con el método pedagógico del aprendizaje de memo-
ria. Para un pequeño grupo de élites estaban abiertas instituciones educativas
en parte bien equipadas y diferenciadas; mas éstas estaban sujetas a una con-
formidad fundamental con la doctrina católica de la fe y la moral, y no corres-
pondían normalmente en sus planes de enseñanza a las exigencias que imponían
a los educandos los nuevos desarrollos en economía y administración desde
comienzos del siglo XX.35
En estas condiciones, solamente se logró hacer un cambio educativo tras-
cendental cuando el Estado inició un proceso intervencionista que lo llevó a
recuperar algunas de las prerrogativas cedidas a la Iglesia en materia de educa-
ción, y esto sólo sucedió hasta el cuatrienio del liberal Alfonso López (1934-
1938), tras la caída de la Hegemonía Conservadora36 .
Durante las tres primeras décadas del siglo XX, se avanzó muy poco en
materia educativa en el país, tanto en términos de cobertura como de calidad.
De acuerdo con el censo realizado en 1918, el porcentaje de alfabetización era
del 34.3 por ciento para hombres y del 30.8 por ciento para mujeres, promedio
que oculta profundas desigualdades regionales y niveles educativos muy di-
versos37 . Igualmente, la tasa de escolaridad era muy baja, puesto que en 1922
apenas alcanzaba el 6.5 por ciento (360.320 alumnos sobre el total de pobla-
ción), lo que significaba que sólo el 30 por ciento de los niños, entre siete y
catorce años, estaba inscrito en algún establecimiento educativo38 .
La Ley orgánica de educación de 1903 (reglamentada por el Decreto 491 de
1904) pretendió reorganizar la educación del país en todos los niveles; sin em-
bargo, estaba inserta en fines políticos y económicos bien definidos: afianzar el
sentimiento nacional (amor por la patria) e impulsar el desarrollo nacional a
través de una industria nacional. En este sentido, las reformas a la enseñanza no
eran un peligro para el orden establecido, ya que encajaban perfectamente den-
tro del modelo adoptado por la Hegemonía, el cual tuvo especial éxito en
35. Hubert Pöppel, Tradición y modernidad en Colombia. Corrientes poéticas en los años veinte,Medellín-Colombia, Editorial Universidad de Antioquia, 2000, p. 31.
36. Jaime Jaramillo Uribe, “El proceso de la educación, del virreinato a la época contemporánea”, en:Manual de historia de Colombia. t. III, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1989, pp. 278–286.
37. Los departamentos de Atlántico, Caldas, Valle y Meta, tenían una tasa de alfabetización por enci-ma del 40%, mientras que Vaupés, Vichada y Guajira, se encontraban por debajo del 20%. AlineHelg, La educación en Colombia 1918–1957, Bogotá, Fondo Editorial CEREC, 1987, p. 36.
38. A.Helg, op. cit., pp. 35–36.
El obrero ilustrado
19
Antioquia, donde se vinculaban y complementaban modernización económica y
catolicismo39 . Este intento de reorganización educativa no pudo llevarse a cabo
por el desconocimiento de los legisladores de las condiciones reales de las es-
cuelas y los profesores del país y por la carencia de un adecuado sistema de vías
de comunicación. Esta ley solamente tuvo aplicaciones prácticas en algunas ciu-
dades del país, a medida que avanzaba la urbanización e industrialización, pues-
to que “independientemente de las políticas del Estado, fueron los niveles de
desarrollo regional los que determinaron que las autoridades locales buscaran la
aplicación de las políticas educativas trazadas por el Estado central”40 .
Junto a las agudas diferencias regionales, era evidente la gran distancia exis-
tente entre la elite y el pueblo. Por lo tanto, reformas y métodos pedagógicos
innovadores sólo se aplicaban en los colegios que educaban a las elites regiona-
les y en unas pocas instituciones oficiales, generalmente dirigidas por comuni-
dades religiosas o profesores extranjeros, a donde asistía la naciente clase media;
mientras tanto, la mayoría de la población seguía sin acceso a los sistemas esco-
lares o sólo lograba cursar una mínima parte del ciclo educativo41 .
La diferenciación entre escuela rural y urbana acentuó la discriminación
de la población campesina que, como vimos anteriormente, representaba más
de las tres cuartas partes de los habitantes del país al comenzar el siglo. Esto
se debía a que la escuela urbana estaba estructurada en tres niveles que dura-
ban seis años en su totalidad y preparaban para continuar estudios en cole-
gios de secundaria, mientras que las escuelas rurales debían desarrollar su
programa educativo en tres años. Además, atendiendo las “recomendacio-
nes” vaticanas sobre la separación de los sexos en educación, funcionaban,
en forma alternada, un día para niñas y otro para varones, con lo que el tiem-
po real de estudios se reducía a la mitad42 .
Para la mayoría de la población, alcanzar la educación secundaria era un
sueño difícil de lograr. Este nivel educativo estaba dirigido a los hijos de las
elites y de algunos profesores, comerciantes y funcionarios públicos que, con
mucho sacrificio, podían costear la educación de sus hijos o, a través de las
clientelas políticas, acceder a alguna de las becas otorgadas por el Gobierno.
39. Renán Silva, “La educación en Colombia: 1880-1930”, en: Nueva Historia de Colombia, t. IV,Educación y ciencias, luchas de la mujer, vida diaria. Bogotá, Editorial Planeta, 1989, pp. 76-80.
40. Víctor Manuel Prieto, El Gimnasio Moderno y la formación de la elite liberal bogotana, 1914–
1948, Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional, 2000, p. 17.41. Ibíd., pp. 19-20.42. El programa de las escuelas primarias rurales y urbanas, según el decreto 421 de 1904, puede
consultarse en Aline Helg, op. cit., p. 56.
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En esta época, la distinción entre educación pública y privada era meramente
formal, pues, aunque las edificaciones donde funcionaban algunos estableci-
mientos educativos eran del Estado, habían sido entregados a órdenes religio-
sas y, en menor medida, a particulares, para que los administraran; para
completar, en 1927, el Gobierno decidió privatizar totalmente la educación
secundaria, amparándose en la libertad de enseñanza defendida por la Iglesia.
El bachillerato más común era llamado “clásico”, que preparaba para in-
gresar a la universidad pero no respondía a las necesidades del país, y requería
con urgencia personas con formación en las áreas que estaban tomando dina-
mismo en la economía nacional, como industria, cultivo del café y sector ter-
ciario (comercio, servicios, comunicaciones). Los esfuerzos hechos para
remediar esta situación no lograron cubrir las necesidades ni las expectativas
sociales, pero dejaron al descubierto los prejuicios de buena parte de la elite
nacional, reticente en proporcionar a sus hijos una formación técnica o agríco-
la, por considerarla inferior, pero que, al mismo tiempo, desconfiaba de las
consecuencias de estos conocimientos entre los sectores populares.
La enseñanza agrícola contaba con la voluntad oficial del Estado, pero tenía
muy pocas realizaciones prácticas. El decreto 491 de 1904 estipulaba la ense-
ñanza agrícola en un jardín cercano a la escuela; esta medida, sin embargo, nun-
ca se pudo concretar porque muy pocos municipios cumplieron con la obligación
de ceder el terreno y la nación no tenía recursos para suministrar las semillas.
Además, las maestras rurales no tenían formación en agricultura; la mayor parte
de ellas ni siquiera eran pedagogas, y los campesinos “creían que no enviaban a
sus hijos a la escuela para que cultivaran legumbres”43 . En la secundaria tampo-
co hubo resultados dignos de mostrar, excepto la escuela de agricultura de San
José, en el departamento del Tolima. Incluso, la enseñanza técnica del cultivo del
café a los campesinos fue duramente combatida por quienes veían en esta inicia-
tiva una amenaza para el régimen de hacienda y el derecho de propiedad.
Como se desprende de este panorama, los sectores populares tenían míni-
mas posibilidades educativas, ya que solamente un reducido porcentaje de la
población podía asistir a la escuela durante uno o dos años, tiempo en el que
difícilmente podrían llegar a dominar adecuadamente la lectura, escritura y
operaciones básicas. Recordemos que, en 1931, casi la mitad de los estudian-
tes matriculados se encontraba en el primer año de primaria, pero sólo un 7.5
por ciento de la población alcanzaba a completar tres años de escolaridad,
siendo precisamente en ese grado donde, de acuerdo con los programas oficia-
43. Ibíd., p. 98.
El obrero ilustrado
21
les, se ejercitaba al estudiante en “la lectura de textos” y “la escritura de fra-
ses”, por lo que se puede deducir que buena parte de la población “alfabetizada”
no podía llevar a cabo estos procesos de manera óptima44 .
En estas condiciones, los sectores rurales tenían que incorporarse a las labo-
res agrícolas, sin ningún tipo de preparación. Con todo, en algunas ciudades
existía, al menos en teoría, la posibilidad de entrar en una escuela de artes y
oficios, las cuales, con la llegada de diversas congregaciones religiosas a fines
del siglo XIX, se multiplicaron durante los primeros años del siguiente siglo.
Aunque el objetivo de estas instituciones era enseñarles a los más pobres un
oficio que les permitiera ganarse la vida honradamente y ser buenos cristianos,
su desarrollo no correspondía a las necesidades del proceso de modernización
económica, sino a la preocupación que en algunos sectores de la sociedad susci-
taba el crecimiento de la población urbana marginal. La mayoría de estas institu-
ciones era para mujeres y buscaba preservar la familia cristiana a través de la
educación de las hijas de los obreros, formándolas en un oficio que pudiesen
ejercer desde el hogar (costura, bordado, confección de sombreros y flores), y
alejándolas de las fábricas donde se hallaban expuestas a los “peligros del mun-
do”. Por su parte, la formación artesanal e industrial masculina se concentró en
Bogotá (aunque también existían establecimientos de este tipo en Medellín,
Cúcuta y Ocaña), pero tuvo como principal obstáculo la falta de recursos econó-
micos de las Asambleas Departamentales, pues, a diferencia de los estableci-
mientos femeninos, los masculinos implicaban altos costos y el presupuesto para
educación raras veces alcazaba para apoyar la enseñanza de artes y oficios45 .
Dadas estas carencias en materia de educación, la mayoría de los obreros y
artesanos aprendía sus oficios en los talleres o sitios de trabajo, de manos de sus
compañeros o patronos. Los gremios de obreros y artesanos eran conscientes de
la falta de educación que aquejaba al pueblo colombiano; para remediarlo, em-
prendieron campañas educativas y realizaron acciones concretas para mejorar
esta situación mediante la creación y sostenimiento de escuelas obreras, periódi-
cos y bibliotecas públicas. Todos estos eran hechos de gran trascendencia, no
tanto por el nivel de cobertura que alcanzaron, sino por las dinámicas culturales
y políticas de impulsaron, como veremos en el segundo y tercer capítulo.
44. Ibíd., p. 56.45. Ibíd., pp. 91-95.
Luz Ángela Núñez Espinel
22
2. El debate sobre la “degeneración de la raza” o la necesidad de trans-
formar al pueblo
Durante el primer tercio del siglo XX, la preocupación por la educación del
pueblo colombiano se inscribió en un debate mucho más amplio sobre la supuesta
“degeneración de la raza en Colombia”, que explicaba la pobreza y el atraso del
país. El momento más álgido se presentó en 1920, a causa del texto Nuestras razasdecaen. Algunos signos de degeneración colectiva en Colombia y en los paísessimilares: el deber actual de la ciencia, presentado al III Congreso Médico, por el
siquiatra conservador, Miguel Jiménez López. También presentaron sus puntos de
vista sobre el tema Luis López de Mesa, Jorge Bejarano, Calixto Torres Umaña,
Simón Araujo y Lucas Caballero. Aunque la influencia de la biología evolutiva en
esta polémica es incuestionable, en el fondo, más allá de los fundamentos biológi-
cos o culturales de la nacionalidad, lo que se discutía era el tipo de medidas que se
debían adoptar para encausar al país por la senda del progreso y la civilización,
vistas como máximas expresiones de la modernización46 .
Los abanderados del proceso de modernización capitalista y seguidores de
concepciones médicas y biologicistas decimonónicas, confluyeron, a principios
del siglo XX, sosteniendo que el origen de la pobreza y el atraso del país estaban
en la “degeneración de la raza colombiana”, causada por el mestizaje y el consu-
mo de bebidas alcohólicas por parte del pueblo. Con una mirada de clase muy
marcada, la “degeneración de la raza” se asoció con los pobres, a los cuales se
acusó de ser los directos responsables del atraso del país. No era solamente el
color de la piel o los rasgos físicos los que evidenciaban retroceso, sino también
sus hábitos, formas de vestir y alimentación a los que se relacionaba con sucie-
dad, hacinamiento, prostitución, pereza y criminalidad. Se pensaba, entonces,
que cambiando estos hábitos culturales, el país daría un paso importante hacia la
civilización representada por Inglaterra, Francia o Estados Unidos.
La trascendencia de este debate fue tal que llegó a considerársele problema
de Estado, ya que, después de la Guerra de los Mil Días y la separación de Pana-
má, las promesas de la Hegemonía Conservadora radicaban en alcanzar la uni-
dad, la paz y el progreso en Colombia, cuyos anhelos parecían entorpecidos por
la supuesta degeneración de la raza. Por esto, el Estado amplió su radio de ac-
ción tradicional, implementado políticas y campañas para invertir esta tendencia
degenerativa del pueblo colombiano, a través de medidas de higiene pública,
46. Oscar Iván Calvo Isaza y Marta Saade Granados, La ciudad en cuarentena. Chicha, patología
social y profilaxis. Bogotá, Ministerio de Cultura, 2002, p. 53.
El obrero ilustrado
23
educación, campañas de temperancia, lucha antialcohólica, propaganda masiva
y acciones coercitivas. Los alcances y resultados de estas medidas fueron muy
desiguales. Por ejemplo, la educación se consideró como un pilar fundamental
para atenuar las características nocivas de la raza y moralizar a la población. De
ahí que, desde 1905 se implementó en la escuela la clase de higiene y la lucha
antialcohólica. No obstante, por los argumentos expuestos en el apartado ante-
rior, el radio de acción y el impacto efectivo de estas reformas fue muy limitado,
ya que quedaron circunscritas a algunas escuelas urbanas47 .
Además de la escuela, periódicos de todas las tendencias desarrollaron
una labor educativa intensa para tratar de concientizar al pueblo contra los
perjuicios del alcohol y enseñarles nuevos hábitos, como la temperancia, el
trabajo, el ahorro y el aprovechamiento del tiempo libre. Estas propuestas fue-
ron llevadas a la práctica por la Iglesia católica a través de las Sociedades de
San Vicente de Paúl, los Patronatos Obreros, las Sociedades de Temperancia,
las Sociedades de San José y el Círculo de Obreros. Las organizaciones
artesanales y obreras también apoyaron escuelas obreras, cafés obreros, casas
del pueblo y bibliotecas populares, con las cuales pretendían terminar con la
ignorancia del pueblo y ofrecerle formas alternativas de uso del tiempo libre,
distintas a las cantinas y a las chicherías.
A diferencia del discurso médico y científico experimental, para los dirigen-
tes obreros y artesanales el problema no era la pretendida “degeneración de la
raza”, sino la falta de educación del pueblo, que mantenía a gran parte de la
población en la ignorancia, sumida en la miseria, pasiva ante la explotación,
indiferente ante los problemas del país, cuyos infortunios los llevaba a la bebida
y a otros vicios. Para estos sectores, la educación del pueblo era el medio más
importante para alcanzar no sólo el progreso y la civilización, sino también la
igualdad y la emancipación humanas, ya que con cambios educativos el pueblo
lograría un mayor entendimiento político y se vincularía con la causa popular.
La acción coercitiva del Estado fue especialmente visible en el ordenamiento
espacial de la población y la presión para que asumiera nuevos hábitos y costum-
bres, ya que las tradicionales formas de vida de los pobres eran vistas como sinóni-
mo de atraso, suciedad e irracionalidad. En este punto, el Estado encontró un aliado
en los industriales, deseosos de desarrollar formas técnicas de organización de la
vida social y crear nuevos consumidores para sus productos; pero los alcances de
47. Véase el análisis que Oscar Iván Calvo y Marta Saade hacen de la Cartilla Antialcohólica, deMartín Restrepo Mejía, publicada por el Ministerio de Instrucción Pública, en 1913, para uso enlas escuelas del país. op. cit., pp. 78-87.
Luz Ángela Núñez Espinel
24
estos propósitos fueron desiguales y dependieron mucho de la importancia de cada
región o de su papel en la naciente economía nacional.
Un caso emblemático, por su persistencia en el tiempo y las dimensiones
sociales que alcanzó, fue el de la campaña contra el consumo de la chicha. Esta
bebida era un componente central de la cultura y la alimentación populares del
altiplano cundi-boyacense. Por lo demás, los sitios donde se vendía, conoci-
dos popularmente como chicherías, fueron unos de los pocos espacios de so-
ciabilidad popular que la Regeneración no pudo erradicar. A comienzos del
siglo XX, se organizó una campaña contra el consumo de la chicha, promovi-
da con igual entusiasmo, pero con objetivos muy diversos, por el Gobierno, la
Iglesia católica, los médicos, los periodistas, los políticos y los dirigentes obreros
y artesanales. Ante la evidencia de que las campañas educativas, la propagan-
da y la amenaza desde el púlpito no eran suficientes, se tomaron medidas más
drásticas, como la prohibición de establecer chicherías en el perímetro central
de la ciudad y la creación de impuestos que elevaban el precio de la bebida.
3. Movimientos literarios e intelectuales
Durante las tres primeras décadas del siglo pasado, existían pocos espa-
cios de vida cultural en el país, reducidos sólo a las principales ciudades y
prácticamente inexistentes en los pueblos y áreas rurales. Muchas razones ex-
plican este hecho, entre las cuales cabe mencionar a las más evidentes: pobre-
za; altas tasas de analfabetismo; falta de apoyo estatal; las universidades eran
muy pocas, se hallaban dispersas en facultades y no tenían impacto en la vida
cultural; existían pocos teatros y las entradas eran costosas; en el país no hubo
una corriente migratoria importante; no existía una tradición de escuelas de
arte consolidadas y el Clero miraba con desconfianza cualquier actividad que
no estuviera directamente bajo su control. La situación eral tal que, para la
mayoría del los pueblos y ciudades, el acontecimiento cultural más importante
estaba representado por los exámenes de fin de año de los estudiantes de ba-
chillerato. Dada la precariedad material de la sociedad y la escasa consolida-
ción de grupos académicos y artísticos, la vida cultural en las ciudades se
desarrollaba principalmente en los periódicos, los cafés y las tertulias48 . Estos
lugares se convertían en espacios de sociabilidad privilegiados, donde se de-
batían y difundían temas literarios, intelectuales y políticos.
48. Carlos Uribe Celis afirma que, “la vida social nocturna de Bogotá en los años veinte se desarrollaba en lasredacciones de los periódicos”, en: Los años veinte en Colombia, Bogotá, Editorial Aurora, 1985, p. 52.
El obrero ilustrado
25
Durante estas décadas, fueron tres los principales grupos de intelectuales
del país: la Gruta Simbólica, la Generación del Centenario y los Nuevos. La
Gruta Simbólica nació en 1902, en plena Guerra de los Mil Días, como una
forma de asumir el toque de queda que imperaba. Esta tertulia se reunía en la
casa de Rafael Espinosa Guzmán, y a ella asistían políticos y escritores, como
Carlos Tamayo, Julio Flores, Luis María Mora, Rafael Espinosa, Aquilino
Villegas, Diego Uribe, Max Grillo, Clímaco Soto Borda y Federico Rivas,
entre otros. Las tendencias representadas por estos personajes eran bastante
variadas e incluían figuras del romanticismo, del neoclasicismo y del moder-
nismo. No obstante, para Rafael Gutiérrez Girardot esta ambigüedad estética,
no proviene del hecho de que la Gruta surgió en un momento de transición,
sino de su composición social. Todos sus miembros pertenecieron a la alta
clase media bogotana, y su bohemia no fue ni la expresión de la protesta contra
la burguesía ni tuvo su origen en la transformación social de la sociedad que
relegó al artista y al escritor a la marginalidad social. Los miembros de la
Gruta celebraron su vida bohemia dentro de las normas sociales dominantes.49
La llamada Generación del Centenario se aglutinó alrededor de la revista
Cultura, y recibió este nombre por la coincidencia con la conmemoración del
primer centenario de la independencia nacional, en la segunda década del siglo
pasado. En términos generales, sus miembros se caracterizaron por ser nacio-
nalistas y antiimperialistas, mesurados en política y por propender por la ins-
tauración de las libertades democrático-burguesas en el país. Durante los
siguientes veinte años, este grupo de intelectuales tuvo una amplia influencia
en la vida política del país. En el ámbito literario, se inscribieron dentro de las
tendencias clasicistas y académicas, y uno de sus miembros, José Eustasio
Rivera, escribió la novela más importante del período, La vorágine. Sus activi-
dades, además de la literatura, se orientaron hacia el periodismo y la enseñan-
za, que desarrollaron respectivamente en los periódicos El Tiempo y ElEspectador, y en el Gimnasio Moderno50 .
49. Rafael Gutiérrez Girardot, “La literatura colombiana en el siglo XX”, en: Manual de Historia de
Colombia, t. III. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1999, p. 455. 50. Algunos representantes de la Generación del Centenario fueron: Eduardo Santos, Enrique Olaya
Herrera, Laureano Gómez, Luis Cano, Armando Solano, Luis Eduardo Nieto Caballero, TomásRueda Vargas, Luis López de Mesa, Eduardo Castillo, Luis Carlos López, José Eustasio Rivera,Aurelio Martínez Mutis y Porfirio Barba Jacob; H. Pöppel, op. cit, pp. 1-38; Hilda SoledadPachón, Los intelectuales colombianos en los años veinte: el caso de José Eustasio Rivera. Bogo-tá, Colcultura, 1993, pp. 40-41.
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26
En la década siguiente, el café Windsor sirvió de lugar de reunión a la
Tertulia del Olimpito, aunque algunas veces sus miembros preferían encon-
trarse en la tintorería Frankfurt, del ruso Silvestre Savitski. Ellos eran, Jorge
Zalamea, Ricardo Rendón, Germán Arciniegas, Rafael Maya, Luis Tejada, Luis
Vidales, Gabriel Turbay, Jorge Eliécer Gaitán, Felipe Lleras Camargo, José
Mar, Carlos y Juan Lozano, José Umaña Bernal y León de Greiff, y pasaron a
ser conocidos, en de la historia literaria e intelectual del país, como la Genera-
ción de “los Nuevos”, por la revista Los Nuevos, publicada a partir de 1925.
Este grupo abandonó, en alguna medida, las preocupaciones nacionalistas de
la Generación del Centenario y se vio fuertemente influenciado por las van-
guardias europeas y la Revolución Rusa. Hubo una ruptura definitiva con las
formas literarias del siglo XIX y una importante preocupación por lo social,
como consecuencia de la introducción de un punto de vista realista y no idíli-
co. Esto los obligó a encontrarse de frente con los problemas del país y enten-
derlos como parte de la modernización que estaba viviendo la nación, asumiendo
posturas políticas de izquierda, que llevaron a algunos a militar en el Partido
Socialista o en el Partido Socialista Revolucionario51 .
4. La prensa
Desde el nacimiento de los partidos políticos, liberal y conservador, los
periódicos fueron un arma de adoctrinamiento ideológico y lucha política en-
tre las dos colectividades tradicionales, y esa estrecha relación entre periodis-
mo y política, subsistió durante todo el siglo XX52 . La importancia de la prensa
en la contienda política durante la Hegemonía Conservadora, era de tal magni-
tud que Christopher Abel considera que en ese período el principal reto al
dominio ideológico del Clero provenía de la prensa, y no de las ideologías o
los movimientos revolucionarios, como el comunismo o la Revolución Rusa.
El autor atribuye a la prensa la posibilidad de hacer oposición política efectiva,
pero también reconoce que esa oposición era tolerada por el régimen, hasta
cierto punto, porque era útil como válvula de escape social53 .
51. R. Gutiérrez Girardot, op. cit., pp. 488-490; Álvaro Medina, “López, De Greiff, Vinyes, Vidales y elVanguardismo en Colombia”, en: Revista Punto Rojo, Bogotá, No. 4, junio-julio de 1975, pp. 7-19;Fernando Ayala Poveda, Manual de literatura colombiana, Bogotá, Educar Editores, 1984, p. 148.
52. Enrique Santos Calderón, “El periodismo en Colombia”, en: Nueva Historia de Colombia, t. VI,Literatura y pensamiento, artes y recreación. Bogotá, Editorial Planeta, 1989, pp. 118-121.
53. Christopher Abel, Política, Iglesia y partidos en Colombia: 1886-1953, Bogotá, FAES-Universi-dad Nacional de Colombia, 1987, pp. 50–51.
El obrero ilustrado
27
Por otra parte, sobre el desarrollo técnico de los periódicos, no existen
investigaciones que nos permitan presentar una idea de conjunto. Aunque,
después de la caída de Reyes llegaron al país nuevas imprentas que amplia-
ron las posibilidades de editar periódicos, a decir verdad, muchos seguían
empleando prensas artesanales de madera, como la que se utilizó en un co-
mienzo para la publicación de El Tiempo. En 1915, se trajo por primera vez
una máquina rotativa duplex para imprimir El Diario Nacional y cuatro años
más tarde El Tiempo importó desde Nueva York dos linotipos y una máquina
plana duplex; pero a partir de 1922 la prensa se tecnificó y se modernizó en
forma generalizada, al punto que pudo adoptar un formato mucho más mo-
derno (más parecido al actual que al de la década de 1910), e introducir con
cierta frecuencia fotos y litografías54 .
En la segunda década del siglo, algunos periódicos hacían ya uso de la foto-
grafía, aunque ésta era más bien escasa y marginal, frente a otras formas de
ilustración, como el grabado y la caricatura. Esta última era mucho más que un
simple recurso de ilustración, ya que jugaba un rol importante en la contienda
política como instrumento de crítica al régimen conservador y a la Iglesia católi-
ca. Tal estrategia fue ampliamente utilizada por el Partido Liberal durante la
Regeneración y la Hegemonía Conservadora, a través de la publicación de un
variado número de periódicos dedicados exclusivamente al humor y la sátira
política, y también por medio de las caricaturas, que normalmente publicaban
los grandes periódicos, como El Tiempo, El Espectador y El Diario Nacional.
Para el primer tercio del siglo XX, cuando en Europa y Estados Unidos ya
se había consolidado la prensa de masas como empresa informativa capitalista,
en Colombia aquélla no tenía un papel económico preponderante, sino una im-
portante función ideológica en el conflicto de las fracciones partidistas55 . Por
eso, sus animadores no eran las grandes casas comerciales, sino partidos, comi-
tés políticos, gremiales o barriales, parroquias, sociedades mutuarias, sindicatos
o individuos que, por iniciativa propia, decidían editar un periódico. Como re-
sultado, proliferaron publicaciones de todas las tendencias a lo largo y ancho del
país, aunque la duración promedio de cada una era corta, puesto que aparecían y
desaparecían de acuerdo con los intereses del grupo que las editaba.
54. E. Santos Calderón, op. cit., p. 116; Antonio Cacua Prada, Historia del periodismo colombia-
no, Bogotá, Imprenta del Fondo Rotatorio de la Policía Nacional, 1968, p. 198; C. UribeCelis, op. cit., p. 51.
55. Sobre la consolidación de la prensa comercial o “gran prensa” en Colombia, véase: Charles DavidCollins, La prensa y el poder político en Colombia, tres ensayos, Universidad del Valle, Cali,1981, y Marco Tulio Rodríguez, La Gran Prensa en Colombia, Bogotá, Minerva, 1963.
Luz Ángela Núñez Espinel
28
La misión informativa no pudo ser cumplida a cabalidad, en parte por
estar subordinada a la lucha política, pero también por la precariedad de los
medios y las vías de comunicación, que limitaban el alcance de los periódicos
al ámbito local o regional y los mantenían relativamente aislados del acontecer
nacional y mundial. No obstante, debe reconocerse que los nuevos medios de
comunicación (telégrafo, ferrocarril y avión) ayudaron a mejorar esta situa-
ción y, a partir de 1909, el auge de la economía cafetera aumentó las pautas
publicitarias a un nivel tal que permitió a algunos periódicos sobrevivir más
allá de la época electoral y convertir al periodismo en una profesión reconoci-
da. Por ejemplo, durante la Primera Guerra Mundial, los periódicos conserva-
dores, El Colombiano, El Nuevo Tiempo, La Nación y La Época, conformaron
un pool informativo que contrató con una agencia europea de noticias para
poder trasmitir el desarrollo del conflicto de una forma rápida y veraz56 .
Pese a la corta vida de muchos periódicos, en la segunda y tercera décadas
vemos aparecer las publicaciones que marcarían la historia periodística del siglo
XX, tanto a nivel nacional como regional, tales como El Tiempo (1911, Bogotá),
El Colombiano (Medellín, 1912), El Diario Nacional (Bogotá, 1912), El CorreoLiberal (Medellín, 1915), Vanguardia Liberal (Bucaramanga, 1919) y La Pa-tria (Manizales, 1921)57 . Estos periódicos lograron una mayor especialización
de la información a través de la creación de secciones (página deportiva, página
femenina, etc.) y algunos empezaron a publicar, además, suplementos literarios.
Algunos investigadores han defendido, con razón, la importancia de la prensa
en la democratización cultural y política de este período. Lo primero, se sustenta
en la labor de difusión de informaciones, ideas y conocimientos que ella realiza-
ba en un medio marcado por el aislamiento y el elitismo cultural. La democrati-
zación política hace referencia al papel desempeñado por la prensa en la apertura
de medios de expresión para la confrontación política y la oposición, donde te-
nían cabida no sólo las elites del Partido Liberal y Conservador, sino también,
facciones minoritarias de éstos y nuevos grupos políticos y sociales, que
emergieron al escenario nacional dentro del proceso de modernización capitalis-
ta, como se verá enseguida con respecto a la prensa obrera y popular58 .
56. E. Santos Calderón, op. cit., p. 116; C. Abel, op. cit., pp. 50– 51. 57. Se debe mencionar también a El Espectador, fundado en 1887, en Medellín, y que entre 1915 y
1923 publicó dos ediciones: una en Bogotá y la otra en Medellín; después de esta fecha, siguiópublicándose sólo en Bogotá y llegó a convertirse en el segundo diario más importante del país.
58. C. Uribe Celis, op. cit., p. 52.
El obrero ilustrado
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II. PRENSA OBRERA Y POPULAR EN COLOMBIA EN LAS PRIMERAS
DÉCADAS DEL SIGLO XX
Una prensa política diferente a la editada por los partidos Liberal y Con-
servador, ya tenía antecedentes en el país desde la segunda mitad del siglo
XIX, con publicaciones artesanales, como La Civilización (1850), El Artesano(1856), El Obrero (1864), La Alianza (1866-1868), El Pueblo (1867), El Arte-sano (1893) y El Obrero (1899). Aunque durante los primeros años del siglo
XX, industriales y obreros continuaron editando prensa, solamente hasta des-
pués de 1909 proliferó la publicación de hojas periódicas de este tipo en dife-
rentes lugares del país. Esto se debió a factores como el fin de la dictadura de
Rafael Reyes, el desarrollo de la infraestructura vial, el surgimiento de la “cues-
tión social”, la modernización capitalista, y la creación de organizaciones obreras
y partidos políticos de tendencias radicales, socialistas y anarquistas. Impren-
tas, cafés, cantinas, agencias de prensa, voceadores y simpatizantes, distribuían
publicaciones con títulos disonantes para el Clero y el Partido Conservador,
los sectores hegemónicos, tanto en la política como en la cultura de la época.
El Martillo, El Comunista, La Ola Roja, Ravachol, Vanguardia Obrera, ElMoscovita, El Socialista, El Soviet o El Proletariado, fueron sólo algunos títu-
los, que junto a otros más comunes, como El Pueblo, El Trabajo, el Obrero y ElArtesano, se constituyeron en una prueba más de que la estructura social colom-
biana estaba cambiando y un sector social en ascenso (trabajadores asalariados)
pugnaba por un lugar dentro de la nación. Considerando la diversidad de publi-
caciones editadas en Colombia en las tres primeras décadas del siglo XX, se
hace necesario precisar el alcance de la definición de prensa obrera.
A. Prensa Obrera y Popular: un intento de definición
En la historiografía de la comunicación social, la prensa obrera se ha defini-
do por oposición a la prensa burguesa, haciendo énfasis en la confrontación po-
lítica entre las dos clases sociales más importantes del capitalismo. Esto presupone
la existencia de una clase obrera fabril, con un alto grado de conciencia y de
formación política, que la lleva a desarrollar diversas formas de organización y
confrontación social, entre ellas la prensa59 . La aplicación de este tipo de con-
59. Sobre historia de la comunicación social, véase: M. Vásquez Montalban, op. cit.; A. Briggs y P.Burke, op. cit; Georges Jacques Weil, El periódico: orígenes evolución y función de la prensa
periódica, México, UTHEA, 1962.
Luz Ángela Núñez Espinel
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ceptualización lleva a estudios como el nuestro, a un callejón sin salida, pues
estos trabajos se centran en sociedades donde la clase obrera ha sido minoritaria
numéricamente respecto al conjunto de la población trabajadora, y débil políti-
camente para articular un movimiento de confrontación eficaz con el Estado60 .
Sin embargo, no puede rechazarse de manera rotunda la denominación de
prensa obrera y popular, ya que eso sería desconocer a los periódicos que,
desde sus mismos títulos, se reclamaban como tales. Por ello, es más sensato
partir de los datos para construir una definición aplicable al contexto, que tra-
tar de ajustar marcos teóricos generales a una situación específica. De tal ma-
nera, a partir del análisis de sesenta y ocho periódicos publicados entre 1904 y
1930, podemos esbozar tres aspectos fundamentales, que nos permiten aproxi-
marnos a la definición de la prensa obrera y popular:
1. Voluntad de representación del pueblo trabajador
Los periódicos asumieron una voluntad de representación de lo popular
como elemento que justificaba su existencia. No obstante, dentro del amplio
espectro que cubría lo popular, se privilegió particularmente al pueblo trabaja-
dor, conformado por pequeños industriales, artesanos, obreros, jornaleros, cam-
pesinos y asalariados urbanos, pero dejando de lado otros sectores sociales. De
esta manera, la relación que se establecía entre pueblo y trabajadores, era muy
ambigua, pues en algunos momentos se identificaban como sinónimos, pero
en otros buscaban diferenciarse ubicando a los obreros por encima del pueblo.
David Sowell señala este mismo fenómeno para el siglo XIX, referido a las
relaciones entre artesanos y pueblo. De acuerdo con este autor, el artesano
gozó de mayor estatus e independencia económica y social que el resto del
pueblo, pero no logró acabar con el estigma contra el trabajo manual, por lo
cual no pudo acceder a los estratos sociales más altos. Esta frustración impulsó
la identificación de los artesanos con el pueblo, porque ambos compartían la
opresión de las elites, pero también, dependiendo de lo que conviniera, aqué-
llos trataron de hacer valer sus diferencias61 .
El énfasis en la representación del pueblo trabajador se sustenta en dos
ideas que se planteaban en forma recurrente en los periódicos de la época, así
60. Sobre las características de la clase obrera colombiana en una perspectiva comparativa con otrospaíses de América Latina, véase, C. Bergquist, op. cit., especialmente el capítulo V, pp. 327– 437.
61. D. Sowell, op. cit., pp. 10–11.
El obrero ilustrado
31
no existiera un consenso social más amplio sobre ellas: la primera, de tipo
económico, sostenía que los trabajadores manuales eran quienes verdadera-
mente contribuían al progreso material del país y que de su bienestar, físico y
moral, dependía el mejoramiento económico de la nación (esto justificaba la
creación de periódicos que propendieran por la consecución de mejores condi-
ciones de vida para los trabajadores y protección para las industrias naciona-
les)62 . La segunda, de tipo más político y social, estaba relacionada con la
visión positiva que se tenía de los obreros y artesanos como defensores tradi-
cionales y autorizados de los derechos del pueblo.
En oposición a los políticos de los partidos y el Clero, a quienes se acusa-
ba de mantener al pueblo sumido en la pobreza y la ignorancia para seguirlo
explotando, se mostraba a los obreros como los únicos que representaban ge-
nuinamente las necesidades y las aspiraciones del pueblo; en consecuencia,
ellos eran los depositarios de la soberanía popular y, por lo tanto, sus legítimos
defensores63 . Esta idea se había originado entre los artesanos, quienes desem-
peñaron un papel importante en el siglo XIX, lo que les permitió en algunos
momentos convertirse en interlocutores ante la clase dominante para negociar,
defender o simplemente dar a conocer las quejas del pueblo. Además, los arte-
sanos contaron con formas organizativas propias, a través de las cuales articu-
laron su ideología, lograron mayor difusión y participaron activamente en el
golpe de Melo, en 1854, y fueron protagonistas de los motines de 1875 y 1893,
en Bogotá64 . Todos estos hechos ayudaron a configurar la tradición de los arte-
sanos como defensores de los derechos del pueblo, tradición que, a través de la
experiencia y de la identificación social y económica entre artesanos y obre-
ros, fue legada de unos a otros.
2. Configuración de unos destinatarios específicos: Los obreros
A diferencia de otros medios de expresión utilizados en la época para dar
a conocer necesidades del pueblo, como cartas y memoriales, la prensa no
62. Véase, por ejemplo: La Razón del Obrero, No. 1, Bogotá, 12 de marzo de 1910; “El artesanocomo importante factor en el estado”, en: El Proteccionista, No. 10, Bogotá, 24 de diciembre de1910.
63. “Orientación Obrera”, en: La Libertad, Bogotá, No. 53, 14 de junio de 1913. “El Parlamento”, en:Pensamiento y Voluntad, Bogotá, No. 2, 1926.
64. Puede encontrarse información adicional sobre la acción de los artesanos ante las reformas libera-les, el golpe de Melo y los motines de Bogotá en Gustavo Vargas Martínez, Melo, los artesanos y
el socialismo, Editorial Oveja Negra, 1972; Margarita Pacheco, La fiesta liberal en Cali, Cali,Centro Editorial Universidad del Valle, 1992. Mario Aguilera, Insurgencia urbana en Bogotá,Bogotá, Colcultura, 1997; F. Gutiérrez Sanín, op. cit.
Luz Ángela Núñez Espinel
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estaba destinada a un poder político o social superior, sino a sus iguales. No
pretendía limitarse a realizar una simple labor de intermediación, sino a impul-
sar la educación y movilización política de los obreros, los cuales eran, a la
vez, receptores y agentes activos de transformación social y política. En efec-
to, los obreros eran considerados como una fuerza indispensable para el pro-
greso del país y, además, se esperaba que ellos defendieran los derechos del
pueblo en general. Los escritores de los periódicos no dudaban de la veracidad
de esta premisa, pero consideraban que había obstáculos importantes (princi-
palmente, ignorancia, sumisión al Clero y a los caudillos de los partidos tradi-
cionales, e indiferencia ante los problemas del país) que impedían al obrerismo
ocupar el lugar de preeminencia que le correspondía en la nación y, por ello,
era necesario utilizar a la prensa como un instrumento de educación y de orga-
nización política de los trabajadores en forma independiente de las clases do-
minantes65 . En este sentido, es elocuente el artículo con que, después de un
período de suspensión, reanudó labores La Unión Obrera:
Hoy como ayer (este periódico) viene a trabajar por la reorganización del ideal
obrerista en su más amplio y genuino significado. Viene a luchar por la eman-
cipación moral e intelectual de las clases trabajadoras y por la organización
autónoma de estas y a traer su humilde contingente a la humana labor de des-
pertar el alma de los obreros colombianos. Porque mientras no se disipe el
soporoso sueño que oscurece la mente de la gran masa obrera del país y no se
liberte el espíritu popular de los prejuicios que lo encadenan serán inútiles
todos los esfuerzos que se hagan para la reforma social.
Es cierto que el pueblo está fatigado de servir a los partidos políticos; pero
como no conoce otras doctrinas, ni concibe otras formas de organización so-
cial, sigue uncido del carro de los bandos tradicionales, halagado por prome-
sas falaces y frases aduladoras; de ahí proviene que no haya tenido suficiente
éxito el noble propósito de algunos obreros de las ciudades para organizar la
colectividad obrera…
Si aspiramos a la formación de un partido vigoroso capaz de realizar los anhe-
los obreristas, es necesario que iniciemos una campaña de franca y abierta
propaganda de la nueva doctrina. Si deseamos el triunfo del obrerismo tene-
mos que hacer luz, mucha luz en la mente de los obreros, hasta formar en ellos
una conciencia independiente y libre.66
65. El término educación hacía referencia a la alfabetización y al aprendizaje de oficios, mientras que elde ilustración se relacionaba con la adquisición de los conocimientos políticos y científicos que elprogreso había traído a la humanidad. Utilizamos educación para dar cuenta de estos dos procesos.
66. “En la brecha”, La Unión Obrera, No. 34, Bogotá, 15 de abril de 1916.
El obrero ilustrado
33
Cuando afirmamos que esta prensa estaba destinada explícitamente a los
obreros, utilizamos el término tal y como se entendía en la época por la so-
ciedad colombiana, y no en la conceptualización clásica de la crítica de la
economía política67 . Así, “obrero” no era un concepto que remitiera sola-
mente a una realidad económica, sino que tenía una connotación política y
social fuerte, ya que servía para denominar diversos grupos que realizaban
trabajos productivos, así éste no se diera dentro de relaciones salariales o
fabriles. De este modo, con el término obrero se designaba, en forma amplia
y ambigua, a asalariados, artesanos, campesinos, trabajadores independien-
tes e, incluso, pequeños industriales y dueños de talleres68 .
Además de la identificación de estos grupos respecto a un trabajo produc-
tivo, también se sentían unidos por sus condiciones de vida. En general, las
primeras generaciones obreras no gozaron de un mejor nivel de vida que les
permitiera diferenciarse, en términos económicos, del resto del pueblo, por lo
que estos dos términos también tendían a identificarse; “Los obreros y los in-dustriales (…) ¡Somos todos! ¡Somos la generalidad de los colombianos; más
claro: somos el pueblo!”, decía una circular publicada en El Artesano69 . Bien
fuera en áreas rurales o urbanas, todos estos sectores consideraban, y así lo
expresaban en sus periódicos, que su existencia estaba marcada por la pobre-
za, explotación, hacinamiento, falta de higiene, y el abandono por parte del
Estado. Este sentimiento de compartir la misma suerte los llevaba a considerar
sus intereses como comunes y a desarrollar formas de solidaridad entre ellos.
Durante el último tercio del siglo XIX, se agudizó la diferenciación social
dentro del artesanado, dando lugar al ascenso económico de algunos dueños
de talleres, lo que les permitió modificar la división del trabajo y contratar a un
mayor número de empleados. A estos dueños de grandes talleres se les empezó
a llamar “industriales”, pero, por estar relacionados con una empresa producti-
va y probablemente por su origen artesanal, también se les denominaba obre-
67. Para esta tradición, el obrero es una persona desposeída de medios de producción, por lo quevende su fuerza de trabajo en el mercado laboral a cambio de un salario en dinero. Karl Marx, El
Capital, t. I, vol. 1, México, Siglo XXI Editores, 1998, pp. 203-205.68. Para ver cómo se utilizaban estos conceptos, véase: El Proteccionista, Bogotá, No. 1, 29 de octu-
bre de 1910; El Artesano, Pereira, No. 1, 9 de octubre de 1910; El Símbolo, Cartagena, No. 14, 10de noviembre de 1910; Ravachol, Bogotá, No. 7, 13 de agosto de 1910; El Artesano de Ocaña,Ocaña, No. 2, 1 de noviembre de 1904; La Correspondencia, Tolú, No. 6, abril 20 de 1912; El
Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 4 abril 4 de 1913; El Socialista, Bogotá, No. 529, 9 deseptiembre de 1928; Claridad, Bogotá, No. 46, 10 de mayo de 1928.
69. El Artesano, No 5, Pereira, 7 de enero de 1911; Mauricio Archila señala estas mismas caracterís-ticas en su trabajo “Ni amos ni siervos. Memoria obrera de Bogotá y Medellín (1910–1945)”, en:Controversia, Bogotá, No 156–157, 1989, pp. 98–100.
Luz Ángela Núñez Espinel
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ros70 . En la medida que aumentaba la desigualdad económica y avanzaba la
industrialización, aquellos que eran denominados como industriales dejaron
de considerarse como parte del “obrerismo” y, como resultado, disminuyeron
los periódicos dirigidos a los industriales, hasta que a mediados de la década
de 1910, desaparecieron definitivamente, para empezar a confrontarlos de
manera directa. Por esta razón, en los artículos la denominación de industria-les, que tenía una connotación respetable, fue sustituida por la de capitalistas,explotadores y burguesía. Esto no sólo era reflejo del avance de la moderniza-
ción capitalista, sino de la recepción de ideologías radicales y socialistas entre
los trabajadores, y del cambio de actitud frente a otros sectores sociales.
Si en los periódicos de la primera década del siglo XX la identificación en
torno al trabajo material llevaba a que este grupo heterogéneo, denominado
con el nombre genérico de “obreros”, compartiera los mismos intereses, ex-
presados generalmente en proteccionismo económico y fomento a la industria
nacional, cada vez más la situación se iba presentando en términos de explota-
ción, deslindando terreno entre explotadores y oprimidos, y excluyendo a los
primeros, tanto de su clase como de su prensa. En realidad, no fue una decisión
simple y unilateral la de excluir a los grandes industriales de la prensa obrera,
sino que algunos de ellos también empezaron a diferenciarse como clase, ge-
nerando elementos de identificación y cohesión de grupo, expresado en publi-
caciones, como la Revista de Industrias (Bogotá, 1924–1931) y la RevistaNacional de Agricultura (Bogotá, 1905-1930). Más allá de las posiciones retó-
ricas combativas y excluyentes, también había mucho espacio para la conce-
sión y la ambigüedad, a través de la publicidad y en las secciones que
reproducían las quejas de los obreros contra sus patronos, los cuales tenían la
finalidad no sólo de denunciar a quienes eran arbitrarios, sino de exaltar a los
“buenos” industriales que cumplían cabalmente con sus obligaciones.
Los dueños de pequeños talleres y algunos trabajadores independientes,
se siguieron considerando parte del pueblo, pero la brecha que separaba a un
miembro del obrerismo de su potencial explotador era imposible de definir, en
términos puramente económicos, puesto que también influían aspectos socia-
les y culturales muy subjetivos y relativos, como la identificación, el compro-
miso y su servicio a la causa popular. Por ejemplo, Lino Casas, dueño de una
fábrica de cerveza en Bogotá, fue considerado benefactor del pueblo por sus
acciones filantrópicas, y se le presentaba como uno de los más dignos repre-
70. Este proceso se encuentra descrito en: D. Sowell, op. cit., p. 11 y ss.
El obrero ilustrado
35
sentantes del obrerismo, por su acción como fundador del Partido Obrero y su
membresía en el Directorio Central de Industriales y Obreros71 .
Para la tercera década del siglo, la denominación genérica de artesano ya
era secundaria y el término obrero se había universalizado para referirse a este
conjunto heterogéneo de sectores sociales. Durante el siglo XIX y los prime-
ros años del XX, éste había sido el término más común para denominar traba-
jadores manuales y mecánicos, y que incluían a dueños de taller, maestros de
un oficio, oficiales y obreros. La connotación social del término artesano que,
en todo caso, hacía menos ambiguo su uso en este período, desaparece lenta-
mente durante el último tercio del siglo XIX, haciendo más difíciles establecer
los límites del artesanado72 . Como vimos en un parágrafo precedente, esto
obedeció al “relevo” que los obreros hicieron de los artesanos en el liderazgo
de los sectores populares y en el desplazamiento del conflicto hacia las zonas
de obras públicas, los transportes y los enclaves, donde predominaba el trabajo
asalariado. No obstante, en la prensa, como en otras formas de organización
de los obreros, el legado y la presencia artesanal fueron muy importantes, en
razón de lo cual volveremos sobre este punto.
3. Identificación de directores y redactores con la causa obrera.
Mauricio Arcila ha señalado que muchos periódicos obreros fueron dirigi-
dos por pequeños industriales, abogados, intelectuales o artesanos, pero consi-
dera que el apelativo de “prensa obrera” es válido porque las publicaciones
estaban dirigidas a esa clase y pretendían reflejar su situación73 . Aunque esta-
mos de acuerdo con estas apreciaciones, queremos añadir algunas reflexiones
para avanzar en una definición de prensa obrera:
Primero, el carácter externo del periódico respecto a los obreros y a los
sectores populares no era absoluto, puesto que, en la redacción y distribución de
los periódicos, participaban obreros, artesanos y trabajadores en vías de
proletarización, y las publicaciones, generalmente, se hallaban vinculadas a par-
tidos, sindicatos o asociaciones populares. Además, muchos periódicos abrieron
sus columnas para que obreros y campesinos enviaran cartas o hicieran llegar
sus quejas y denuncias sobre malos tratos o pésimas condiciones de trabajo.
71. “Lino Casas” y “Lino Casas, su muerte y sus funerales”, en: El Proteccionista, Bogotá, No 19-20,14 y 21 de marzo de 1911; “Lino Casas”, en: El Ariete, Bogotá, 19 de marzo de 1911.
72. D. Sowell, op. cit., pp. 8-10. 73. M. Archila, “La otra opinión: La prensa obrera en Colombia, 1920-1934”, op. cit., p. 212.
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Segundo, quienes escribían en la prensa obrera se sentían identificados con
este apelativo (obreros propiamente dichos, artesanos, pequeños propietarios e
industriales) o con su causa (algunos intelectuales o personas letradas), y busca-
ban difundir su ideario o denunciar la situación de explotación de los trabajado-
res y de los sectores populares en general, en virtud de una serie de identificaciones
sociales derivadas del significado amplio y ambiguo del término obrero. En su
parte práctica, esta opción se tradujo, generalmente, en actividades políticas ten-
dientes a la educación y movilización obrera y popular, en los cuales el periódico
ocupaba un papel fundamental, como se evidencia al realizar un repaso por la
vida de intelectuales, como María Cano o Luis Tejada74 .
Tercero, debemos hacer énfasis en que la voluntad de representación del
pueblo trabajador que caracteriza esta prensa, no puede ser entendida sólo en
el sentido de que quienes escribían en ella eran los más “típicos” de su clase
(considerando el término representación en su acepción de símbolo o figu-
ra), sino que también pretendían denunciar y poner en el escenario público la
condición de estos sectores (asumiendo representación en su significado de
delegación y exhibición).
B. Características generales de la prensa obrera y popular
A continuación, presentaremos algunas características de los periódicos
obreros, en cuanto a tamaño, periodicidad, financiación, colaboradores, pre-
sentación formal y duración. Si bien, para hacer el análisis nos referimos
únicamente a periódicos de esta tendencia, es importante tener en cuenta que
la mayoría de estos aspectos eran comunes a la prensa política de la época,
por lo que no son elementos que definan en forma determinante nuestro ob-
jeto de estudio, pero sí nos permiten conocer algunos aspectos acerca de las
reglas que regulaban su producción y circulación, y de ciertas relaciones
sociales que se tejían a su alrededor.
Establecer el número total de periódicos obreros y populares es una labor
bastante difícil por la pérdida de muchos ejemplares y la falta de fuentes que
informen sobre el tema. Por ello, sólo presentamos un balance preliminar, sus-
ceptible de ser completado y depurado a la luz de nueva documentación. Para
determinar las publicaciones que podían ser consideradas como “obreras”, se
74. Ignacio Torres Giraldo, María Cano, apostolado revolucionario, Bogotá, Carlos Valencia Edito-res, 1980; Luis Tejada, Gotas de tinta, Bogotá, Colcultura, 1977.
El obrero ilustrado
37
consideró que cumplieran, en términos generales, con las características que
presentamos en el parágrafo anterior, y esto nos dio un gran total de 158 perió-
dicos en todo el período; cifra que contrasta enormemente con la situación
contemporánea. Al hacer el análisis por año, el rango oscila entre un mínimo
de 3 publicaciones, en 1906-1908, y un máximo de 30 en 1928, siendo lo
realmente interesante de este comportamiento que la curva de la prensa sigue
las mismas pautas del movimiento obrero. En la gráfica No. 1 podemos obser-
var que los picos más altos corresponden a la fundación de partidos y organi-
zaciones obreras y socialistas más importante del período, empezando en 1910,
con la Unión de Industriales y Obreros; siguiendo en 1913, con la Unión Obre-
ra; en 1916, con el Partido Obrero; en 1919, con el Partido Socialista; en 1925,
con la Confederación Obrera Nacional, y en 1928, con la actividad del PSR75 .
75. Podríamos empezar, incluso, con la Unión de Industriales y Obreros de 1904, pero, teniendo encuenta la delimitación de este trabajo, no lo consideraremos. Es probable que el número de perió-dicos sea mayor en los años 1926-1927, pero por la forma como accedimos a la información deestas fechas, a través del listado de Ignacio Torres Giraldo, decomisado en 1928, es posible quelos datos hayan quedado subregistrados. Ver: José María Rojas Guerra, La estrategia insurreccional
socialista y la estrategia de contención del conservatismo doctrinario –La década de los años
veinte-, Cali, 1989, copia a máquina, pp. 298–299.
Gráfica No. 1Número de periódicos por año, 1904-1929
Desde el punto de vista formal, estos impresos por lo regular, eran perió-
dicos de cuatro páginas y tamaño de un octavo, editados en pequeñas impren-
tas y tipografías mecánicas, muchas veces de construcción semiartesanal,
aunque algunos se enorgullecían de ser publicados en una imprenta eléctrica o
a vapor. El tamaño y la calidad variaban frecuentemente a causa de la escasez
o la carestía del papel, lo que obligaba incluso a utilizar papel “de envolver” o
Luz Ángela Núñez Espinel
38
de colores en situaciones extraordinarias, pero inmediatamente superadas las
dificultades, se volvía a emplear el papel periódico tradicional.
Por la importancia que tenía la prensa para los sectores obreros, artesanales
y socialistas, todos ellos trataron de dotarse de imprentas propias, que garanti-
zaran mayor diligencia y dedicación a sus publicaciones y que les permitieran
cubrir otras necesidades, pues también estaban consagradas a la impresión de
avisos, carteles, circulares y hojas sueltas. Cuando el presupuesto no alcazaba,
debían utilizar imprentas comerciales, corriendo el riesgo de ser rechazados a
causa de su posición política o por haber sido excomulgados. Por ello, recu-
rrían a tipógrafos simpatizantes con su causa o sostenían una imprenta entre
varios periódicos. Como ejemplo de estas situaciones, puede mencionarse al
Taller Gráfico de Núñez e hijos, en Bucaramanga, donde se imprimieron los
principales periódicos populares de la ciudad (Trabajo y Libertad, El Obrero,
Libertad y Trabajo y El Obrero Moderno); la Imprenta Mundial, en Bogotá,
sostenida por un grupo de periódicos socialistas y anarquistas, a finales de la
década de 1920, donde se publicaban El Socialista, El Libertador, Pensamien-to y Voluntad, Claridad y Sanción Liberal, y la Tipografía Eléctrica, en
Barrancabermeja, donde se editaron Vanguardia Obrera, Germinal y un sin-
número de comunicados y hojas volantes, en apoyo a las luchas de los trabaja-
dores de la Tropical Oil Company.
Gráfica No. 2Lugar de publicación
*Corresponde a 24 ciudades, donde solamente se publicó un periódico: Beltrán, Buga, Caldas, So-corro, Facatativa, Fusagasugá, Jericó, Manzanares, Montenegro (Caldas), Neiva, Ocaña, Palmira,Pamplona, Plato, Pradera, Puerto Tejada, Puerto Wilches, Quibdó, Salamina, Segovia, Sogamoso,Tolú, Tulúa y Túquerres
El obrero ilustrado
39
La mayoría de los periódicos eran editados en Bogotá, aunque existía una
impresionante diversidad geográfica de producción de material impreso; ello da
cuenta de una práctica bastante extendida, con una base y un radio de acción más
local y regional que nacional. Como se observa en la gráfica No. 2, entre las
ciudades donde hubo más títulos obreros y populares, están aquellas que jalonaban
el proceso de industrialización y urbanización (Bogotá, Cali, Barranquilla,
Medellín), donde había una base artesanal fuerte (Bucaramanga y Pasto) y aque-
llas vinculadas recientemente a la economía nacional, por el café o la apertura de
vías de comunicación (Pereira, Libano, Tumaco, Honda, Manizales).
No encontramos indicio alguno para saber con qué criterios se determi-
naba la periodicidad, pero podemos suponer que influían factores técnicos,
económicos y la disponibilidad del cuerpo de colaboradores o del encarga-
do. Formalmente, la mayoría eran semanarios, pero esto no se puede tomar
como regla, por dos razones básicas: había quienes pretendían una periodici-
dad diferente y, sobre todo, muy pocos cumplían con lo anunciado. En cuan-
to a la primera razón, algunos periódicos se apartaban de la pauta general y
anunciaban periodicidad quincenal o bisemanal, mientras que había muy
pocos diarios, y eventualmente se podía encontrar algunos, como Los Dere-chos del Pueblo (Cali, 1909) o El Símbolo (Cartagena, 1910) que se presen-
taran, el primero, como “Periódico Intermitente”, mientras el otro anunciaba
que “no tendrá fecha fija para su salida”. Eran frecuentes las demoras y las
interrupciones en la publicación por causas que no se hacían explícitas, pero
que estaban relacionadas, entre otras, con viajes o enfermedades del direc-
tor, falta de un grupo de redactores consolidado o con los problemas pecu-
niarios, que eran habituales en el periodismo popular.
La financiación siempre era precaria y ser el órgano de expresión oficial
de un partido, un centro político, una organización artesanal o sindical, no era
garantía de mejores condiciones económicas. Bajo la consigna de que la pren-
sa de los obreros debería ser financiada por ellos mismos, la mayoría pretendía
subsistir con las suscripciones y la venta de los ejemplares, cosa que se dificul-
taba porque los agentes y suscriptores se atrasaban con los pagos y la cantidad
de periódicos vendidos no todas las veces alcanzaba a cubrir los gastos. Para
tratar de aumentar los ingresos, se insertaban pequeñas notas que explicaban la
importancia de apoyar la prensa obrera e invitaban reiteradamente a obreros,
dueños de talleres y lectores en general, para que anunciaran en sus páginas
con avisos permanentes, como éstos:
Luz Ángela Núñez Espinel
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‘El Proteccionista’ es uno de los mejores órganos para el anuncio; pues tiene
gran circulación en la capital y en los Departamentos, es leído en todas las
fábricas, talleres, etc. Envíe usted su anuncio a la administración. 76
La edición de EL LUCHADOR es de 1.500 ejemplares, con los 2.000 lectores
de gorra se completan 3.500 lectores que tienen que ver su anuncio. De mane-
ra que Ud. si es buen negociante o, mejor dicho, si entiende de negocios, debe
anunciar en este bisemanario, pues muy pronto verá el éxito eficaz de sus
artículos. ¡Anuncie en EL LUCHADOR!. 77
Muchos de los anunciadores eran artesanos, profesionales o pequeños pro-
ductores que simpatizaban con el periódico, pero también pautaban las gran-
des industrias del país que buscaban consumidores entre la naciente clase obrera.
Por ejemplo, la Fábrica de Cervezas Bavaria, Tejidos Obregón, bebidas Posa-
da y Tobón, Tejidos de Samacá y Chocolates Chaves y Equitativa, eran fre-
cuentes anunciantes. En nuestra indagación no encontramos indicios de censura
a algún tipo de negocios, lo que indicaba que, ante la apremiante realidad eco-
nómica, se impuso el pragmatismo, puesto que algunas veces los contenidos
publicitarios reñían con los principios del periódico, especialmente en lo rela-
tivo con las bebidas alcohólicas, cuyo consumo era combatido por los perio-
distas populares. Igualmente, algunos simpatizantes con la causa, prefirieron
aprovechar la oportunidad de poner un aviso (algunos periódicos ofrecían un
anuncio gratis a quienes se suscribieran), o colaborar con el periódico sin pensar
mucho en la conveniencia para su negocio, como el zapatero Martín Silva, quien
anunciaba, muy ingenuamente, la venta de zapatos para seminaristas y sacerdotes,
en Ravachol y Chantecler, dos de los periódicos más furibundamente anticlericales,
que además habían sido excomulgados y prohibidos por el Clero78.
Valga decir que no había periodistas profesionales dedicados exclusiva-
mente a estos periódicos y que los escasos recursos no alcanzaban para pagar
sueldos, sino que directores y redactores debían tener otros medios de procu-
rarse la subsistencia, y por compromiso y convicción política colaboraban en
la publicación, lo que explica, por qué tan pocos obreros figuraban entre los
directores de los periódicos. Pequeños industriales, abogados, tipógrafos y al-
gunos intelectuales, eran los directores y redactores más comunes, pero tam-
bién era posible encontrar artesanos, obreros, comerciantes, agricultores y
chóferes. No existían requisitos formales para colaborar en los periódicos, pero
quienes allí escribían sí debían observar algunos principios morales, dada la
76. El Proteccionista, Bogotá, No. 26, 13 de mayo de 1911. 77. El Luchador, Medellín, No. 70, 19 de julio de 1919.78. Ver Ravachol y Chantecler, Bogotá, 1910, varios números.
El obrero ilustrado
41
importancia política y la trascendencia social otorgada a esta labor. Al respec-
to, en El Artesano de Cúcuta se decía:
No deben ser periodistas esos que alquilan su conciencia al mejor postor y se
postran ante los Directores por insignificantes mendrugos; los que viven adu-
lando aún a trueque de traicionar los intereses sagrados de la Patria y de la
sociedad, que como voceros representan en la prensa; los que siempre han
vivido de rodillas; los que no tienen más talento ni saber que los que da el roce
cotidiano de los tipos; y en fin, los que apenas poseen una ilustración de can-
jes, y quieren erigirse en Pontífices.79
La organización formal de los periódicos respondía a un formato común. En
la primera página, invariablemente, presentaban el título o nombre del periódi-
co, y la bandera, donde se publicaban los datos formales, como director, ciudad,
fecha, número y precio; algunos, además del título y el subtítulo, incluían frases
y consignas políticas como, “Vale más un obrero de pie que un noble de rodi-
llas”, “Por la sociedad futura”, o el internacionalista llamado “Proletarios de
todos los países uníos”80. La columna de la izquierda se destinaba a lo que hoy
día llamamos “editorial” y las dos o tres siguientes artículos políticos se dedica-
ban a responder algún ataque o a entablar polémica con otro periódico o grupo
político. Cuando se publicaban fotografías, que no era lo más usual, éstas gene-
ralmente se disponían en la portada. En la segunda página, generalmente, había
un texto de carácter político y se insertaban los artículos que daban cuenta de
adelantos técnicos o científicos, y las novelas o folletines por entregas. En la
tercera página, se concluían los artículos que habían quedado pendientes en al-
gún número anterior, se redactaban pequeñas noticias sociales relacionadas con
viajeros, defunciones y actividades culturales del mundo obrero, y, si había car-
tas de los lectores o un pequeño poema dedicado al trabajo o a la imprenta,
seguramente allí encontrarían un lugar. Los pequeños espacios libres en la parte
inferior de las páginas dos y tres, o entre los artículos, eran ocupados por avisos
comerciales o pequeños letreros producto del ingenio del cuerpo de redacción81 .
79. “Los que no deben ser periodistas”, en: El Artesano, No. 16, Cúcuta, 10 de octubre de 1911,cursiva en el original.
80. Luz y Unión, Bogotá, Nos. 1-3, 1913; El Proteccionista, Bogotá, 1911, varios números; El Parti-
do Obrero, Bogotá, 1916-1918, varios números; Pensamiento y Voluntad, Bogotá, 1926 (sin fe-cha); Vanguardia Obrera, Barrancabermeja, No. 38, 2 de octubre de 1926; Germinal,Barrancabermeja, No. 30, 3 de octubre de 1926; El Socialista, Bogotá, 1928, varios números;Claridad, Bogotá, 1928, varios números
81. Estas eran frases cortas, pero contundentes en apoyo a una campaña o de exhortación a los obre-ros. Por ejemplo: “OBREROS: Guerra al alcohol una de las muchas causas de nuestra miseria”,en: Germinal, Barrancabermeja, No. 30, 3 de octubre de 1926; o “OJO al boicoteo de la prensaruntana”, en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 12, 7 de junio de 1913.
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Finalmente, en la cuarta página, se presentaban los anuncios publicitarios y las
condiciones del periódico (periodicidad, valor de la serie, precio de los avisos y
colaboraciones), si éstos se habían omitido en la primera página.
Este modelo es compartido por un gran número de periódicos obreros,
pero es posible encontrar grandes variaciones. Por ejemplo, aquellos que pre-
sentaban caricatura de página entera en la portada, como Ravachol y Chantecler,
debían redistribuir su contenido en las dos páginas siguientes; otros tenían más
páginas o publicaban números especiales con un contenido diferente; y algu-
nos, como El Ariete o El Obrero Moderno, eventualmente destinaron su pri-
mera página para los anuncios comerciales, práctica que se daba más
frecuentemente entre periódicos de otras tendencias políticas82.
No resulta fácil determinar la duración de estas publicaciones porque, gene-
ralmente, se suspendían sin previo aviso; por lo demás, los ejemplares de éstas
no se conservan en las hemerotecas, de manera que sólo sabemos de la existen-
cia de algunos periódicos por referencias indirectas. Este es el caso de la mayoría
de las publicaciones vinculadas al Partido Socialista Revolucionario (1926-1930)
o simpatizantes de este movimiento, de las que se tiene noticia porque aparecen
en una lista que le fue decomisada a Ignacio Torres Giraldo, líder de esa organi-
zación, cuando fue detenido en la ciudad de Armenia en mayo de 1928, pero no
se sabe exactamente desde cuándo se estaban editando83.
De acuerdo con la información que hemos recuperado, sólo el 2 por ciento
de los periódicos se mantuvo durante más de cinco años, mientras alrededor
del 66 por ciento alcanzó, por mucho, un año de existencia, lo que simplemen-
te nos permite decir que tuvieron corta vida, característica compartida con la
mayor parte de la prensa política o literaria de la época y que no podría tomar-
se como una particularidad de los periódicos obreros84. Aunque no desconoce-
mos la perseverancia de periódicos como La Libertad, que se mantuvo por
más de tres décadas, debemos señalar algunos factores, aparte del económico,
que impidieron su consolidación a largo plazo. En primer lugar, la inexistencia
de un cuerpo permanente de colaboradores que garantizara la continuidad de
82. Véase, El Ariete, Bogotá, No. 19, 9 de julio de 1911; El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 1,18 de enero de 1913; El Obrero Moderno, Girardot, 1919.
83. Este documento se encuentra trascrito en: José María Rojas Guerra, La estrategia insurreccional
socialista…, op. cit., pp. 298–299. 84. Hemos calculado estos porcentajes sobre un total de 155 periódicos obreros y populares, publica-
dos entre 1909 y 1929. Los resultados completos son los siguientes: O-1 año, 66%; 1-2 años,14%; 2-5 años, 7%; 5-10 años, 5%; 10– 20 años, 1%; = 20 años, 1%. El 6% restante correspondea 10 títulos, de los cuales no se tiene información exacta.
El obrero ilustrado
43
las publicaciones, con independencia de que su director viajara o se enferma-
ra. Por esta causa, muchos periódicos dependían exclusivamente de una o dos
personas que dirigían, redactaban, contestaban a los ataques o se involucraban
en polémicas, leían la correspondencia, traducían o adaptaban novelas o
folletines, se encargaban de las suscripciones, los anuncios y los canjes, y no
en pocas ocasiones se ocupaban también del levantamiento del texto y la im-
presión, como era el caso de El Martillo, El Cóndor, El Símbolo y, en algunas
épocas, El Socialista y La Libertad.
En segundo lugar, la vida de muchos periódicos estuvo ligada a una orga-
nización política y cuando ésta desaparecía, también fenecía la publicación
(véase gráfica No. 1). Con esto no estamos afirmando que esa relación fuera
negativa, sino señalando que, como ninguna organización política popular sur-
gida en este período logró perdurar largo tiempo, sus publicaciones también
tuvieron una vida limitada; porque, en todo caso, es necesario reconocer que
esas organizaciones fueron un pilar fundamental para la edición de estos pe-
riódicos y en gran medida constituían su razón de ser.
En tercer lugar, como lo analizaremos más ampliamente en el tercer capítu-
lo, no puede desdeñarse la acción del Clero y las autoridades gubernamentales
que promovieron campañas y acciones represivas contra la prensa obrera, lo que
implicó el cierre de muchos periódicos y llevó a la cárcel o al exilio a sus direc-
tores. Para ilustrar esto, basta citar los casos de Ravachol y Chantecler, en 1910,
y la prensa asociada al Partido Socialista Revolucionario, entre 1927 y 1929.
Capítulo 2LA PRENSA Y LAS FORMAS DE SOCIABILIDAD
POLÍTICA POPULAR
En este segundo capítulo, estudiamos las diversas maneras cómo la prensaobrera se constituyó en un medio de sociabilidad política popular, intentandoreconstruir su papel en los principales lugares de reunión política, tanto de losactivistas y dirigentes políticos, como de los trabajadores comunes y corrien-tes. A lo largo de la exposición se analizan algunos de los proyectos culturalesque aparecen implícitos y explícitos entre quienes editan y difunden los perió-dicos, tales como los relacionados con la creación de bibliotecas y escuelaspopulares, la promoción de conferencias y espectáculos culturales, la reivindi-cación de la vida laica, en oposición a la cotidianidad religiosa predominante,y el papel atribuido a la solidaridad, como un criterio distintivo de aquellosque proponían otro tipo de organización social.
I. LA PRENSA OBRERA Y POPULAR COMO MEDIO DE SOCIABILIDAD
Los dos objetivos fundamentales que, a los ojos de los directores y redac-tores, justificaba la existencia de la prensa obrera, eran la educación (ilustra-ción) y la organización política del pueblo. Pero el periódico no sólo funcionabacomo medio de comunicación, en el sentido más clásico de llevar el mensaje aun receptor, sino que en torno a él se tejía una serie de relaciones sociales ypolíticas, que ayudaba a reforzar los objetivos de la publicación y que, ade-
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más, se extendía en un radio de acción mucho más amplio: el perteneciente a lacultura política popular y, específicamente, a los modos y espacios de sociabi-lidad política popular.
Esto podría explicarse porque, aun cuando todos los medios de comunica-ción modernos pueden generar espacios de recepción colectiva del mensaje, elperiódico es un medio que por pertenecer al orden de lo impreso se fija en unelemento material (papel) y por lo tanto logra desprenderse de la inmediatez y dela simultaneidad de otras formas de comunicación. En consecuencia, el periódi-co adquiere una especie de vida propia, tanto en el tiempo como en el espacio y,por lo tanto, puede ser transportado, guardado, pasado de mano en mano, presta-do, leído, en forma individual o colectiva, discutido y confrontado. De esta ma-nera, la prensa obrera es objeto de múltiples usos políticos, culturales y sociales,más allá de la lectura colectiva o individual, contribuyendo a la formación deuna red de espacios de sociabilidad y de actividades que refuerzan los objetivosde los periódicos. Además, la llamada “socialización obrera” cobra vital impor-tancia en este contexto, puesto que, así como la adquisición de un imaginariosocial particular y de una cultura democrática transforma a un hombre de socie-dad tradicional en ciudadano, la representación social en que el proletario reem-plaza al ciudadano requiere también de un aprendizaje que se logra a través denuevas prácticas o nuevas formas de sociabilidad1 .
Cabe anotar que los conceptos de socialización obrera y sociabilidad, noeran ajenos en el contexto histórico, pues los encontramos mencionados en laprensa misma. El primero se utilizaba para referirse al encuentro e intercambiode ideas y experiencias entre los obreros, mientras con el segundo se queríatransmitir la noción de que,
El propio esfuerzo nada vale si no va sumado con el de otras unidades para
formar la sociedad. La idea de sociabilidad no es propia del hombre únicamen-
te; al contrario, la ha copiado de la Naturaleza, pues él nada crea y todo lo
imita. Hasta los animales inferiores se juntan y viven en comunidad para me-
jor defenderse y prosperar, porque en la sociedad de sus semejantes encuen-
tran en placer y la simpatía.2
1. François-Xavier Guerra, México: del antiguo régimen a la revolución, t. I, México, Fondo deCultura Económica, 1995, p. 181.
2. El Artesano, Cúcuta, No. 1, 16 de marzo de 1911. Cfr. La Unión Obrera. Órgano de la socializa-ción obrera del departamento, Bucaramanga, 1919.
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De una manera mucho más formalizada, Maurice Agulhom ha definidosociabilidad como la “aptitud de vivir en grupos y consolidar los gruposmediante la constitución de asociaciones voluntarias”3 . Esta conceptualiza-ción, bastante amplia, pero que ha demostrado su operatividad en múltiplesestudios históricos, nos remite a las formas de la vida colectiva que los hom-bres estructuran con el objetivo de relacionarse en grupos relativamente es-tables y numerosos. El citado autor también ha desarrollado una clasificaciónbásica de los diferentes tipos de sociabilidad, distinguiendo la formal (círcu-los burgueses, cofradías, logias, etc.), informal (los dormitorios obreros, elcabaret, etc.), burguesa y obrera4 .
Sin embargo, ni la redacción solitaria de un periódico ni la lectura indivi-dual del mismo, pueden ser considerados ejercicios de sociabilidad, sino aque-llos ejemplos de redacción e impresión colectiva de prensa que lograron generardinámicas de grupo y, así mismo, círculos informales de lectura y discusión endiferentes lugares del país. Nuestro propósito no es estudiar la sociabilidadobrera a principios del siglo XX, en general, sino analizar cómo la prensa seconstituyó en eje alrededor del cual se construyeron espacios de sociabilidadpopular formal e informal; aunque, como veremos más adelante, son fenóme-nos difíciles de separar completamente.
La sociabilidad se ejerce siempre en un lugar específico, aspecto que noes problema para las clases dominantes, pero sí para el proletariado, no sólopor la falta de recursos materiales, sino también por los obstáculos impues-tos por diferentes instituciones de control social. Por ello, podemos ver elproceso de desarrollo de la sociabilidad obrera en el país, como la lucha porconseguir espacios propios en los cuales pudieran desarrollar su vida socialy política. Como en otras partes del mundo, en Colombia la creación de ca-sas del pueblo, bibliotecas, imprentas y cafés obreros, hicieron parte de estefenómeno de institucionalización de espacios de encuentro popular; estoslugares surgieron y coexistieron con otros sitios, que, en principio, teníanotra finalidad, pero que por diferentes dinámicas sociales se convirtieron
3. M.Agulhom, “Clase obrera y sociabilidad antes de 1848”, en: op. cit., p. 55.4. Esta tipología, nos ha servido como guía de análisis para nuestro estudio, pero no la utilizaremos
en la presentación de resultados, pues en el contexto histórico analizado las divisiones no sonabsolutamente radicales. Una síntesis sobre el estado de los estudios históricos sobre sociabilidadse encuentra en: Jean–Louis Guedeña, “Un ensayo empírico que se convierte en un proyectorazonado: Notas sobre la historiografía de la sociabilidad”, en: Alberto Valin (director), La socia-bilidad en la historia contemporánea, Vigo, Duen de Bux, 2001.
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también en lugares de reunión política habitual, como cantinas, chicherías,peluquerías, sastrerías o casas de familia5 .
A. Los dirigentes obreros: oficinas de periódicos y sedes obreras
No todos los periódicos tenían imprentas propias, pero sí contaban con unespacio donde se editaba y se atendían todos los aspectos administrativos delmismo. Sin embargo, el carácter político y no profesional de estas publicacio-nes, motivaba que sus sedes no estuvieran aisladas del medio político, social ofamiliar. En el caso de los periódicos que eran órgano de expresión de gremios,sindicatos o partidos, generalmente su oficina estaba en la misma casa o localdonde funcionaba la organización política, de manera que la cotidianidad delperiódico estaba mezclada con las diferentes reuniones o actividades que allíse realizaban6 . Otros directores establecían la sede del periódico en su casaparticular o en su local de trabajo y, por tanto, la actividad periodística se en-trelazaba con la vida doméstica y las actividades económicas de la familia.
Se conoce muy poco sobre la vida cotidiana en estos lugares, porque elénfasis de los documentos y periódicos producidos por las organizaciones po-pulares estaba en lo político y, salvo los problemas financieros, hacían pocasreferencias a la vida diaria en las imprentas y locales de reunión. Por estarazón, para aproximarnos a los espacios de sociabilidad política, nos hemosapoyado en las Relaciones de la Policía Nacional sobre novedades en la ciu-
dad, que se conserva en el Archivo General de la Nación, en forma parcial,para los años de 1919–1922. Aun cuando con esta información podemos re-construir los lugares de reunión política y el tema de cada encuentro en Bogo-tá, no encontramos allí descripciones sobre los rituales y las relacionespersonales, Por ello, hemos acudido a otro tipo de fuentes, cuya principal debi-lidad y fortaleza, al mismo tiempo, es la subjetividad y la maleabilidad de lamemoria; nos referimos a los recuerdos familiares, las entrevistas y los testi-monios que trascribe María Tila Uribe en su libro, Los Años Escondidos7 .
5. M. Agulhom, op. cit., pp. 78-79; véase, también, Oscar Frean Hernández, “La creación de unaidentidad colectiva: sociabilidad y vida cotidiana de la clase obrera gallega”, en: Alberto Valín,op. cit., p. 135 y ss.
6. Por ejemplo, la Asociación Gremios Unidos de Cúcuta tenía local propio, donde, además, funcio-naba su periódico, El Artesano, y se llevaban a cabo conferencias y reuniones políticas. El Artesa-no, Cúcuta, 1911.
7. María Tila Uribe, Los años escondidos. Sueños y rebeldías en la década del veinte, Bogotá,CESTRA- CEREC, 1994.
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Tomando como base esta documentación, podemos afirmar que la edicióndel periódico era una empresa colectiva que, en algunos casos, llegó a nuclear ungrupo importante de personas, quienes desinteresadamente se vinculaban a lasdiferentes actividades relacionadas con la publicación, ya que, más allá de lasredacción, se necesitaban personas que levantaran y compusieran los textos,manejaran la imprenta, plegaran, distribuyeran, pegaran carteles con el conteni-do e hicieran mandados. Todos ellos conformaban grupos informales, aunqueestructurados, que finalmente posibilitaban la circulación del periódico8 .
Como los costos y las contingencias en las editoriales comerciales eranmuy grandes, la mayor aspiración de los periódicos populares era tener im-prenta propia. Para conseguir el dinero necesario, realizaban campañas e im-pulsaban la suscripción entre los lectores y los grupos de trabajadores cercanosal periódico; por este medio, La Unión Obrera, La Voz del Pueblo, Vanguardia
Obrera, El Luchador, La Humanidad, y La Justicia, pudieron adquirir su im-prenta. Algunas iniciativas similares culminaron en la adquisición o donaciónde mimeógrafos o máquinas de escribir, que también eran útiles, porque nosolamente se imprimían periódicos, sino también carteles, manifiestos, hojasvolantes, folletos, discursos y cancioneros. Por ejemplo, en 1925 el grupo desocialistas de Bogotá, que se reunía en un local situado en la calle del Divi-Divi (calle 4ª, entre carreras 7ª y 8ª), compró cuatro mimeógrafos y empezó apagar una imprenta con los dineros aportados por ocho sindicatos, que tam-bién funcionaban en ese sitio. Fue en esa imprenta donde se inició la ediciónde un boletín llamado La Chispa, antecedente de los periódicos del PSR9 .
Significativamente, a algunos mimeógrafos y grupos de reunión se les fue-ron asignando nombres, con los que todo el mundo los reconocía. Miguel Ángel,que en la década de los veinte fue “correo rojo”10 , mucho tiempo después, enuna entrevista concedida a María Tila Uribe, recordaba algunos de ellos:
A los mimeógrafos también les tenían nombres: el del “Chiverudo” (Felipe
Lleras) se llamaba el Mágico, al de “Nevares” le decían “diacrónico” y al del
“Negro” Guerrero lo apodaban “sincrónico”. Lo mismo que a los grupos, eso
fue un poco más tarde en el PSR, pero se empezó a perfilar desde 1925: había
8. Cfr. Testimonio de Carlos Cuellar, quien conoció de cerca la redacción de los periódicos NuevaEra y Revolución, en Bogotá. María Tila Uribe, op. cit., 193.
9. Ibíd., pp. 106-108.10. Los correos rojos eran niños y jóvenes que llevaban y traían razones a los socialistas, colaboraban
haciendo mandados y pequeñas tareas y, además, vendían los periódicos y hojas sueltas publica-das por diferentes grupos políticos.
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un grupo que llamaban “La sociedad de amigos de la muela cordal”, porque lo
dirigía Pedro Barrera que era dentista; al que dirigía D´Aichardi lo llamaban
“los defensores del queso de Cabeza” porque algunos trabajaban en una fábri-
ca de carnes frías y al grupo del viejo Unda les decían “los observadores de las
tortugas”, según D´Aichardi porque eran sospechosos de ociosidad.11
Como resultado de la amistad y el trabajo compartido, a muchos personajesse les ponían apodos, los cuales estaban relacionados con sus características físi-cas, defectos, virtudes o profesiones. En esta larga lista podemos encontrar tam-bién una faceta de la influencia de la Revolución Rusa no estudiada, a través deapodos, como “Vasilovich”, “Cucarronov” o “Burroienko”12 . Estos nombresbrotaban espontáneamente o eran fruto del ingenio de algún “talentoso” paraponerle apodos a la gente, y no tenía nada que ver con los seudónimos uniforma-dos e impersonales con que se denominaron los dirigentes del PSR para burlar lapolicía y poder mantener sus canales de comunicación. De acuerdo con la docu-mentación incautada a Ignacio Torres Giraldo, en 1928, los seudónimos invaria-blemente se componían de un nombre femenino y el apellido del personaje. Porejemplo, el alias de Marco Aurelio Ojeda era Elvira Gallo de Ojeda, el de LuisAcevedo, Mercedes Barón de Acevedo, y así sucesivamente13 .
Los sitios de reunión obrera más importantes de Bogotá se localizaban enel barrio Las Cruces. En edificaciones muy cercanas entre sí estaban La Liga deInquilinos, La Casa del Pueblo y la Sede Obrera. En estos lugares, la vida políti-ca era intensa, pues servían de base a algunos sindicatos, se desarrollaban re-uniones políticas, se coordinaban algunas huelgas y se utilizaban como centro deacopio de los elementos materiales con los que se apoyaba a los huelguistas enotros lugares del país. En estas casas, también se realizaban diversas actividadesculturales y sociales, especialmente los fines de semana, cuando no sólo concu-rrían obreros(as) y artesanos, sino toda la familia; además de las conferencias,había funciones de música, declamación de poesía y títeres14 . Curiosamente, losperiódicos solamente reflejaban la vida política y las conferencias que llevaban acabo, pero no registraban las demás actividades que allí se desarrollaban.
Otros lugares públicos de reunión, eran el Salón Samper, donde sesionabanlos estudiantes; el Edificio Landínez, situado en el marco de la Plaza de las
11. Testimonio de Miguel Ángel, concedido a María Tila Uribe, en 1992, op. cit., p. 107.12. Ibíd., p. 107.13. “Lista de seudónimos con los cuales se deben adoptar para la correspondencia revolucionaria”,
documento incautado a Ignacio Torres Giraldo, en 1928, en: J. M. Rojas Guerra, La estrategiainsurreccional socialista…, op. cit., p. 294.
14. M. T. Uribe, op. cit., pp. 55-56; Archivo General de la Nación, Fondo Ministerio de Gobierno, SecciónPrimera, tomos. 813– 816, 837– 841, 85 - 854, 865– 866. En adelante, citado como AGN, FMG, S1.
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Cruces, que, al parecer, se prestaba o se alquilaba sin distingo alguno, puestoque allí se desarrollaban reuniones de diversas tendencias y partidos políticos;el Pasaje Paul, que servía del albergue al gremio de chóferes; la zapatería deJulio Medina, sede del gremio de zapateros, y diversas plazas y parques de laciudad (Plazuela de Egipto, Parque de la Independencia, estatua de la Pola,Plazuela de Bavaria, Plazuela de San Victorino y Plaza de las Cruces), dondese llevaban a cabo reuniones políticas, retretas y conferencias.
Aparte de estos grandes lugares de reunión, en otros sitios se encontrabangrupos más pequeños de dirigentes, intelectuales, estudiantes y obreros. En lapeluquería de Alejandro Lombo (calle 2ª con carrera 5ª), se reunían algunosmiembros del gremio de los voceadores de prensa, con Erasmo Valencia, CarlosF. León, Luis A. Rozo y Juan de Dios Romero, directores de Claridad, La Voz
Popular, Pensamiento y Voluntad, y El Socialista, respectivamente. Este grupo,que María Tila Uribe describe en 1922, mantiene su cohesión hasta el final de ladécada, pese a que allí convergían tendencias políticas heterogéneas. En algúnmomento, que no podemos determinar con precisión, se integraron Luis JoséCorrea y Biófilo Panclasta, directores de Sanción Liberal y El Libertador, y to-dos ellos emprendieron proyectos políticos conjuntos, como la fundación delCentro de Unidad y Acción Proletaria (con gran trabajo político en 1928) y com-partieron la Imprenta Mundial, donde editaban sus publicaciones15 .
Aunque las mujeres asistían a las actividades políticas y culturales, a las tresgrandes sedes del barrio Las Cruces, y algunas frecuentaban la peluquería de Ale-jandro Lombo, el lugar de reunión femenino preferido, a partir de 1920, fue elalmacén “Egipto”, en la carrera 8ª con calle 11º, de propiedad de Leopoldo VelaSolórzano. Este personaje, promotor de la Liga de Inquilinos de Bogotá, no sólovendía periódicos obreros, como El Luchador y El Obrero Moderno, sino quedaba acogida a un grupo de mujeres que se encontraba en su local para redactarpeticiones y artículos, leer periódicos y libros, y conversar. Allí se reunían Carlinade Mancera, Enriqueta Jiménez, las hermanas María, Susana y Elvira Medina,María Triviño, Eufrosina Forero, Leonilde Riaño, Julia Bohórquez y algunas tra-bajadoras pertenecientes a los gremios de costureras, capacheras y cajetilleras16 .
15. Ibíd., pp. 60– 61; El Socialista, Bogotá, 1928, varios números.16. M. T. Uribe, op. cit., p. 48 y ss. Carlina de Mancera fue esposa de Pablo Emilio Mancera, con quien
trabajó en la redacción del periódico La Libertad y se destacó también como activista del PSR; EnriquetaJiménez fue una destacada dirigente de la capital, asistió como delegada de un grupo femenino alCongreso Obrero de 1924, y posteriormente estuvo entre los fundadores del PSR; se casó con eldirigente socialista Fidedigno Cuellar, de quien se separó, y luego fue compañera de Tomás UribeMárquez. Elvira Medina fue dirigente de las Capacheras, en Bogotá y, posteriormente, fue a Girardota desarrollar trabajo político. Leonilde Riaño fue Flor del Trabajo del Tequendama, en 1926.
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Un lugar de reunión, con mucha trascendencia en la historia cultural ypolítica del país, fue la tintorería del ruso Silvestre Savitski, porque allí sereunían algunos integrantes de “Los Nuevos” (ya mencionados en el primercapítulo), además de estudiantes, políticos e intelectuales, que llegaron a tenerprotagonismo nacional, como Luis Tejada, Moisés Prieto, Luis Vidales, JoséMaría Olózaga, Josué E. Nieto, Gabriel Turbay, Roberto García Peña, AbelBotero y Manuel Antonio Arboleda. No existen muchas certezas sobre la vidade este personaje antes de llegar a Bogotá, en 1922, pero, según Luis Vidales,
Savitski, oficial de la caballería del ejército rojo habría sido enviado a China
a comprar trigo para la revolución. Cumplido este cometido tuvo que regre-
sar por Japón, en donde el gobierno intentó decomisar el trigo, viéndose
obligado a venderlo.
En su viaje Savitski se había conocido con una rusa blanca, con ella viajó a
América, radicándose primero en Panamá, de donde procedía cuando llegó
a Colombia.17
Inmediatamente instalado en su tintorería Frankfut, de Bogotá, aunque notenía una formación teórica fuerte, se convirtió en el animador del influyentegrupo comunista mencionado anteriormente, el cual tuvo una participaciónprotagónica en el Primer Congreso Obrero y la Conferencia Socialista de 1924,y contribuyó, en forma significativa, a la difusión del ideario de la RevoluciónRusa en el país. La tertulia llegó a su fin, pues Savitski fue expulsado del país,en julio de 1925, bajo la acusación de conspiración, precisamente en el mismomomento en que se estaba llevando a cabo el Segundo Congreso Obrero. Sinembargo, la historia de la tintorería no terminó allí porque, antes de partir “elemigrante”, decidió donarla a algunos socialistas, en cabeza de Patrocinio Rey,quienes siguieron atendiendo el establecimiento y lo convirtieron, además, enoficina de trabajo político y periodístico. Finalmente, el negocio fracasó por lafalta de experiencia del grupo en el oficio de la tintorería, pero algunos obrerosde la capital siguieron utilizando el local durante cierto tiempo para llevar acabo sus labores periodísticas18 .
La residencia de Biófilo Panclasta era lugar de tertulia para aquellos quese decían anarquistas. Este personaje vivía con su compañera, Julia Ruiz, enuna casa de la carrera 9ª No. 4-96; allí tenían un negocio de compra y venta
17. Medófilo Medina, Historia del Partido Comunista de Colombia, t. I, Bogotá, CEIS, 1980, p. 88.18. “La despedida de Zavitzky”, en: El Diario Nacional, Bogotá, 28 de julio de 1925; M. T. Uribe, op.
cit., pp. 115-116, 205–206; M. Medina, op. cit., p. 88; I. Torres Giraldo, Los Inconformes, t. 3,Bogotá, Editorial Latina, 1978, p. 789.
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de muebles y cachivaches, que frecuentemente era cerrado en la tardes paradar paso a reuniones informales con amigos y dirigentes políticos cercanos ala pareja. Pero la gente no sólo iba en busca de conversaciones políticas yconocimientos sobre el anarquismo y las aventuras de Biófilo en AméricaLatina y Europa; muchos se sentían atraídos también por Julia Ruiz, una exhermana de la caridad que afirmaba tener poderes sobrenaturales, leía lascartas, actuaba como pitonisa y servía de médium en las sesiones de espiri-tismo. Julia ganó fama entre la sociedad bogotana por sus predicciones en lalectura de las cartas, de modo que personas de diferentes clases sociales (po-líticos, señoras de alcurnia, prostitutas, artesanos y obreros), iban a consul-tarla. Los ingresos que obtenía por esta labor eran utilizados en la manutenciónde su hogar, porque, al parecer, la venta de muebles no era rentable, y dabafrecuentes donaciones para apoyar las actividades políticas de su marido yalgunos periódicos populares. Ella misma escribió para algunas publicacio-nes, como El Libertador, El Socialista y Claridad, y en varias ocasionesfinanció la publicación de hojas sueltas con sus escritos19 .
La vivienda que tomaron en alquiler los dirigentes populares, Tomás UribeMárquez y Enriqueta Jiménez, cuando decidieron vivir juntos, también se con-virtió en centro político, social y cultural. Este lugar era conocido como “La casadel angelito”, por una pequeña pila que había en uno de los patios, y su época deesplendor, según María Tila Uribe, fue hacia 1926, cuando se estaba redactandoel programa político del partido que se oficializaría, a finales de ese año, en laconvención de Venadillo. De acuerdo con el relato de esta autora,
Tenía esa casa en su fachada dos ventanas con barritas “arrodilladas” y al en-
trar al zaguán se sentía el aroma de las canangas o enredaderas del patio; varias
alcobas para las familias y dos más para los visitantes. Allí dormían María
Cano cuando venía a Bogotá (sic), al igual que Mahecha, Torres Giraldo y
otros compañeros. Entre las 6 y 9 de la noche llegaba a la casa un buen número
de personas, por lo general de parecida vocación política a dejar o discutir
docenas de informes, cartas o artículos. Se encontraban a veces despreocupa-
damente y en otras ocasiones parecían un verdadero motor ejecutivo resol-
viendo problemas. Era un ambiente amable donde se tomaba café en torno a
19. José A. Osorio Lizarazo, “La vida misteriosa y sencilla de Julia Ruiz” y “Biófilo Panclasta, elanarquista colombiano, amigo y compañero de Lenin, que conoció lo horrores de la estepa deSiberia”, en: op. cit.; M. T. Uribe, op. cit., pp. 67– 69. Sobre la vida de estos dos personajes,véase: Orlando Villanueva Martínez et. al, Biófilo Panclasta, el eterno prisionero, Bogotá, Edi-ciones Proyecto Cultural “Alas de Xué”, 1992. Algunos de los escritos de Julia Ruiz que logra-mos hallar, se encuentran en El Socialista, Bogotá, No. 356, 18 de noviembre de 1928 y Claridad,No. 52, Bogotá, 4 de mayo de 1928.
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una mesa y de vez en cuando hacían tertulias con tiple, añoradas hasta mu-
chos años después. El “Mono” Dávila recordaba la inevitable pregunta de
Elvirita al entrar: ¿Cómo estamos hoy de presos? Y añadía que al verla se
sentía atravesado como corazón de Cupido. Ella a su vez contaba que a esas
tertulias se llegaba sin afán y el humor permanecía al acecho. Disfrutaban de
una buena conversación, repasaban o jugaban con las palabras ejercitando
acertijos mentales: acrósticos, charadas y otros retruécanos de tradición
santafereña. Luego venía lo inevitable: terminaban precisando ideas y dán-
dole vueltas a los problemas del país.20
También, eran casi rituales las llamadas peregrinaciones políticas que transi-taban por las calles más céntricas de la ciudad. Algunas se dirigían al cementerio, avisitar la tumba de algún héroe popular o a los obreros asesinados el 16 de marzode 1919; en estos casos, se partía de la Casa del Pueblo o de la calle doce, setomaba la carrera 8ª y luego la calle 26, y había consignas, discursos, ofrendasflorales y a veces música. Otras peregrinaciones tenían como destino los principa-les hoteles de la ciudad, con el objetivo de saludar a los dirigentes político ilustresque visitaban la capital; en esos casos, lo usual era nombrar a un orador del públicoy se esperaba que el homenajeado respondiera con un discurso21 .
B. La gente del común: cantinas y chicherías
Hasta ahora hemos centrado nuestra atención en los lugares de sociabili-dad de los dirigentes y activistas políticos populares; sin embargo, valdría lapena preguntarse por los obreros y artesanos del común: ¿ellos también sereunían y se asociaban?, ¿con quiénes y dónde se reunían? Dadas las dificulta-des existentes para reconstruir las formas de sociabilidad política popular, esimportante tener en cuenta que, algunas veces, los documentos brindan infor-mación sobre temas que no constituían su objetivo central. Por ejemplo, a raízdel magnicidio del general Rafael Uribe Uribe, el 15 de octubre de 1914 enBogotá, se hizo una exhaustiva investigación para determinar si había autoresintelectuales o cómplices materiales, además de los dos artesanos que habíansido capturados minutos después de cometer el crimen. A partir de algunosindicios tomados de las indagatorias de los inculpados y de otras personas que
20. M. T. Uribe, op. cit., p. 131.21. AGN, FMGO, S1, t. 813, fs. 432–435; t. 815, f. 410; t. 816, fs. 62–63; t. 851, f. 401; t. 853, f. 17;
t. 865, fs. 76, 207, 262; t. 866, f. 256. Los rituales relacionados con los héroes populares seanalizan en el capítulo 4.
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fueron llamadas a declarar, puede reconstruirse la vida social y política de losdos artesanos involucrados en la investigación.
Estos personajes, llamados Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal, ademásde ser amigos, tenían una historia de vida similar. Los dos ejercían el oficio decarpintería y habían sido reclutados por el Gobierno para participar en la Gue-rra de los Mil Días, pero no se conocieron en esa época, sino años más tarde(posiblemente en 1909 ó 1910), cuando Leovigildo Galarza, en su calidad dejefe de taller de artillería, le dio empleo a Carvajal. Estuvieron trabajando enesa dependencia hasta diciembre de 1913, y en enero del año siguiente se aso-ciaron para poner una carpintería; unos meses después se separaron “por dife-rencias en sus cuentas”. Tras esas desavenencias se distanciaron y sólo sevolvieron a encontrar el 14 de octubre de 1914, un día antes al crimen22 .
Hasta ese momento, estos personajes habían llevado una vida anónima, noeran personas prestantes; por el contrario, vivían en permanente penuria econó-mica y tampoco eran grandes líderes políticos o dirigentes sociales reconocidos.No obstante, la investigación puso de presente que eran personas informadassobre la política nacional y las actividades de los partidos, tenían una opiniónpolítica propia y pertenecían a varias asociaciones políticas y culturales. Precisa-mente, Galarza y Carvajal esgrimieron como motivo del asesinato la falta detrabajo y la pobreza en que vivían los artesanos que, según ellos, era culpa delgeneral Uribe Uribe, porque el Ministerio de Obras públicas sólo ocupaba a losbloquistas, y este individuo era quien había creado el Bloque23 .
Aunque era evidente su marginamiento económico, no podría decirse lomismo en los ámbitos político y social, puesto que con sus pares (los artesa-nos) habían desarrollado diferentes estrategias de sociabilidad popular y, dealguna manera, participaban de la cultura letrada. Así, los dos carpinteros sa-bían leer y escribir, mantenían correspondencia epistolar, leían la prensa y al-gunos libros, como Las aventuras de Scherlok Holmes. Leovigildo Galarza,además, declaró que había leído un libro que trataba de “magnetismo, hipno-tismo, espiritualismo y sugestión”, y que había sido contribuyente para el pe-riódico La Unión Obrera. Los papeles que se hallaron en la carpintería serelacionaban con las sociedades a las que pertenecían, como actas de reunióndel Grupo Antonio José de Sucre; un borrador de los Estatutos de la UniónObrera de Colombia; una nota del mismo grupo, dirigida a sus similares de
22. Indagatoria a Leovigildo Galarza (4 de noviembre de 1914), en: Alejandro Rodríguez Forero,Vista fiscal, Bogotá, Imprenta Nacional 1916, p. 28.
23. Ibíd., indagatoria a Jesús Carvajal (octubre 15 de 1914), pp. 11-12.
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Girardot; tarjetas de invitación del Comité Caldas y las sociedades La Piqueteray Recreativa; varias circulares invitando a las sesiones de la Unión Obrera, uncuaderno con apuntes y algunas cartas24 .
En los meses anteriores a octubre de 1914, estos dos personajes habíanestado vinculados a las siguientes asociaciones: El Comité Caldas, La UniónObrera de Colombia, el grupo Antonio José de Sucre, la sociedad La Piqueteray la Sociedad Recreativa. El primero era un comité que se había formado paraapoyar la candidatura presidencial del republicano Nicolás Esguerra, y las so-ciedades Piquetera y Recreativa organizaban bailes, piquetes y reuniones, paracelebrar los onomásticos de sus asociados, actividades en las que participabantambién sus familias. En el cuadro No.1 se explicitan los diversos grupos a losque pertenecían Galarza y Carvajal, lo cual es un buen ejemplo de las comple-jas formas de sociabilidad en las que participaban estos artesanos bogotanos.
Cuando analizamos el lugar de reunión de estas organizaciones, constata-mos que los sitios de trabajo, de sociabilidad política y de diversión, se cruzabany se superponían continuamente. En la carpintería de Galarza, los martes de cadasemana, se llevaban a cabo las reuniones de la Sociedad Recreativa; a éstas sóloasistían los asociados (sin su familia), se recogían las cuotas pecuniarias, se dis-cutían los estatutos y se planeaban las actividades centrales a desarrollarse, comobailes y piquetes. Pero las reuniones especiales tenían una dinámica muy dife-rente. Según el agente Ángel María Amaya, quien prestó guardia a la entrada dellocal en una de esas ocasiones, entre las 8 y las 10 de la noche, se reunieronvarios hombres y mujeres que pronunciaron dos discursos y además hubo músi-ca de cuerda, trago y cerveza de un barril de sifón. Se sabe que esta sociedad yano se reunía en la época del crimen de Uribe, porque los aportes de sus miembrosno eran suficientes para solventar los gastos de los bailes y piquetes25 .
En las declaraciones encontramos una permanente alusión a las chicheríascomo sitio cotidiano de encuentro, alimentación, diversión y reunión política.A manera de ilustración, recordemos que la noche del 14 de octubre, Galarza,Carvajal y otros individuos más habían estado en la chichería Puerto Colom-bia, luego se habían dirigido a la de Puente Arrubla, “donde hicieron baile dehombres sin mujeres”, y antes de despedirse habían entrado a tomar chicha a
24. Ibíd., pp. 29, 54–55, 141-142 y 313.25. Indagatoria a Jesús Carvajal (11 de noviembre de 1914) y declaraciones de Carlos Julio Casas,
joven aprendiz de la carpintería del capitán, Espíritu S. Forero y del agente de policía, ÁngelMaría Amaya, en: A. Rodríguez Forero, op. cit., pp. 33, 116-117 y 273-276.
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Fuente: Alejandro Rodríguez Forero, Vista Fiscal, op. cit., pp. 29-30, 139-142, 144-146. Tomado de:Alberto Mayor Mora, Cabezas duras y dedos inteligentes. Estilo de vida y cultura técnica de losartesanos colombianos del siglo XIX, Bogotá, Colcultura, 1997, p. 314.
Cuadro No. 1Grupos primarios urbanos a los que pertenecíanlos carpinteros Galarza y Carvajal (1913-1914)
La Alambra26 . La chichería Puerto Colombia, por diferentes motivos, aparecenombrada muchas veces en el proceso, pues allí no sólo iban estos carpinterosa tomar, jugar naipes y a comer, sino que el local era a su vez un reconocidositio de reunión política que, en algunas ocasiones, servía de refugio al ComitéCaldas, a la Sociedad Recreativa y a la Unión Obrera.
26. Ibíd., indagatoria a Jesús Carvajal (15 de octubre de 1914), p. 11.
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En la confesión de Jesús Carvajal, se muestra una faceta de las chicheríasen la que poco se ha reparado: la celebración de bailes de hombres. Sobreeste tema encontramos otros indicios en la declaración de Leovigildo Galarza,quien afirmó que en la noche del 14 de octubre, “se fueron a la Chichería dePUENTE ARRUBLA en donde se dedicaron a jugar el naipe apostando ellicor y los cigarrillos, hasta que llegaron unos músicos que empezaron a to-car tiple y guitarra, y los demás se pusieron a bailar hombre con hombre”27 .Por su parte, Abel Pérez Acebedo, uno de los hombres que esa noche estuvoen la chichería, declaró que habían estado “jugando naipe, tocando tiple,bandola y guitarra, bailando entre hombres y tomando chicha hasta la medianoche”. A renglón seguido, este personaje aclaró que esta no era una reuniónespecial, “sino una de las que celebran con frecuencia en las chicherías de LaArgentina, Puerto Colombia, Puente Arrubla, y otras, en que se juega al bi-llar y a los naipes, se toma chicha y se baila”28 .
Existen otros elementos que le dan más fuerza a la aseveración de AbelPérez, en el sentido de que esa no era una reunión especial; estos hechosocurrieron un miércoles, día laboral, y los músicos llegaron espontáneamente.Seguramente, hacían parte de esos tríos musicales que recorrían tiendas ychicherías ofreciendo sus canciones a cambio de algunos centavos. De lo ante-rior, puede concluirse que los bailes de hombres no eran una práctica extrañaen la época, sino que hacían parte de la gama de diversiones populares mascu-linas, en la que también estaban el tejo, el billar y el juego de naipes.
Abel Pérez declaró que había estado en la chichería la noche anterior alcrimen y describió libremente las actividades que allí realizaron, pero negó sermiembro del Comité Caldas, aunque había otros testigos que lo señalaban comosecretario de dicho grupo, pues seguramente creyó que era más compromete-dor el centro político que la chichería; sin embargo, el fiscal que llevaba elcaso tal vez pensaba lo contrario y mientras exoneró al Comité de cualquierresponsabilidad, hizo una fuerte condena moral a aquellos que asistían a laschicherías, aludiendo de manera indirecta a los bailes de hombres:
Arriman (el bajo pueblo) los elementos de su trabajo antes de la puesta del sol,
para dirigirse directamente a los establecimientos de chichería, convertidos en
escuelas de corrupción, en donde dan rienda suelta al vicio, y el desenfreno
llega al extremo de transformar a esos hombres en verdaderos arlequines, que
no alcanzan a darse cuenta del detestable y ridículo papel que desempeñan.29
27. Ibíd., p. 25; mayúsculas en el original.28. Ibíd., indagatoria de Abel Pérez Acebedo, pp. 25 y 146.29. Ibíd., p. 147.
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La celebración de bailes de hombres se ha relacionado con sociedades don-de la diferencia demográfica entre hombres y mujeres es significativa, comopuertos o lugares receptores de inmigración masculina, pero evidentemente Bo-gotá no tenía estas características30 . En este caso, la explicación puede estar másrelacionada con el fuerte arraigo de la moral católica, de manera que los espaciospúblicos de diversión todavía se encontraban diferenciados por sexos y, por ello,en algunos contextos específicos, una práctica que en teoría privilegiaba lainteracción entre hombres y mujeres se volvía exclusivamente masculina.Adicionalmente, con el avance de la producción fabril, la vivienda y el lugar detrabajo se disociaban en dos espacios diferenciados, trayendo como consecuen-cia adicional “el alejamiento de la mujer de los sitios de entretención relegándo-la la hogar. En Colombia como en otras partes del mundo occidental, la‘masculinización´ de esos lugares no era sino un reflejo de la ‘masculinización´de la sociedad industrial”31 .
C. Lugares y formas de lectura colectiva
Los lugares donde se vendían los periódicos obreros eran heterogéneos,pero al parecer su distribución a través de voceadores de prensa, no fue laalternativa más exitosa, como se desprende de la carta que Juan de Dios Ro-mero envió al Sindicato de Voceadores de Prensa, reportada por El Socialista,
en los siguientes términos:
Esta organización celebró su sesión quincenal y entre los puntos que trató está
una carta dirigida por el director de este periódico a ese Sindicato manifes-
tándoles la extrañeza que tiene por el ningún interés que le daba a la venta de
“El Socialista” el cual merecía como todos los periódicos la venta el día de su
salida porque el hecho de no tener rotativas ni linotipos y no ser la circulación
lo mismo de numerosa no era motivo de que los mismos camaradas se encar-
garan de hacerle la conspiración del silencio.32
Para explicar esa situación, Romero señala que la prensa obrera no tenía elmismo tiraje, ni la misma calidad de impresión de los periódicos más impor-
30. La historia del tango en, Buenos Aires, nos presenta múltiples ejemplos de bailes de hombres,precisamente en una ciudad puerto, donde la tasa de inmigración masculina era mucho mayor quela femenina. Véase: Luis Ordaz, Roberto Cossa y Carlos Gorostiza, Inmigración, escena nacio-nal y figuraciones de la tanguería, Buenos Aires, Editorial América Latina, 1997.
31. M. Archila, Cultura e identidad obrera, op. cit., p. 168.32. “Sindicato de voceadores de prensa”, en: El Socialista, No. 525, 15 de julio de 1928.
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tantes de la época; pero, además, debemos añadir una periodicidad muy irre-gular, por lo que obviamente eran menos competitivos económicamente paralos voceadores de prensa. Por esto, quienes decidían hacer la distribución delperiódico, no se guiaban por la perspectiva de la ganancia económica, pues,para muchos, constituía una labor importante y de mística especial por difun-dir las ideas de la causa y ganar adeptos. Una carta enviada desde Sabana deTorres, por Pedro Consuegra a Alejandro Góngora, en La Gómez (Santander),nos aproxima a las motivaciones de algunas personas para distribuir prensa y,además, evidencia el gran poder que se le atribuía a la palabra escrita. Por ello,es pertinente citarla en detalle:
No pasa por mí no más que una ráfaga de dicha pero que en verdad encierra un
cúmulo de felicidades, pues, me imagino que ya el día de las nuevas reivindica-
ciones no está muy lejano; siento bullir en mi corazón henchido de ideología las
múltiples sensaciones que emana de un espíritu (ilegible) revolucionario como
el mío, respecto a la buena idea que a bien tuvo de mandarme los números de
Germinal, le agradezco en infinito y más cuando se trata de propagar la redento-
ra lectura que enseña, instruye y en una palabra da el Alerta! para que nos prepa-
remos para el mañana de cuyo (ilegible) depende la libertad de millones de
oprimidos; lamento tan solo que Ud. me enviara no más 10 números los que no
me demoré 5 minutos en venderlos. Recuerde que en el rótulo me dice que me
manda 20 números cuando no más fueron 10. –Ojalá próximamente me mande
los 20 que así se ayudaría un poco más a nuestros compañeros.33
En la mentalidad de la época, el periódico no era un artículo de consumoindividual, ni siquiera familiar, sino social. Incluso, algunos no distribuíanperiódicos en sentido estricto, sino que se suscribían y con un solo ejemplar sellevaba a cabo la labor de difusión. Los mismos periódicos enseñaban a suslectores que era necesario apoyar la prensa obrera a través de la compra osuscripción, y luego poner a circular ese ejemplar para que pudiera llegar a laspersonas que no tenían posibilidades económicas de comprarlo. Este mensajese transmitía a través de artículos o de pequeños avisos permanentes. La fór-mula más completa y concisa la encontramos en El Socialista, de Bogotá, queen su cabezote insertaba el siguiente mensaje: “Si usted quiere que haya pren-sa obrera ayúdela - compre EL SOCIALISTA léalo y regálelo”.
33. Carta de Pedro Consuegra a Alejandro Góngora, Sabana de Torres, 28 de noviembre de 1927,AGN, FMG, S 1, t. 982, f. 251 (r-v).
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En consecuencia, algunos lugares, como tiendas, cantinas, chicherías ytalleres de artesanos, se convirtieron en centros de lectura y de controversiapolítica, alternos a los cafés, las tertulias o a las grandes salas de redacción, losespacios privilegiados de la sociabilidad política. Por ejemplo, El Luchador
tuvo en Medellín una red de distribución, envidiable para cualquier periódicode la época, formada por simpatizantes que vendían el periódico en sus localescomerciales o sitios de trabajo, además de los tradicionales voceadores y ven-dedores callejeros. De acuerdo con la información obtenida en los números78, 82, 85 y 99, en el segundo semestre de 1919, el periódico se podía conse-guir con Carlos Ravé López, en el puente de Arco; con Juan E. Velásquez, en lapeluquería cerca de Monserrate; en la Farmacia Latina; en la Botica Oriental;en las cantinas El Vesubio, El Mar Rojo y Tennis; con don Lázaro Londoño, enla calle de Maturín, y la Agencia de Periodismo, de R. Velilla Piedrahita.
Todos ellos eran anunciadores, lo que no quiere decir necesariamente quepagaran por los avisos, puesto que podría tratarse de un reconocimiento debi-do a su carácter de suscriptores, agentes del periódico o miembros activos dela organización política del bisemanario. La venta del periódico no era vistacomo un negocio, sino como un medio para difundir ciertas ideas políticas, eneste caso, de la “Sociedad de Luchadores”, y luego del “Partido Socialista”.Así, los lugares de venta propiciaban la lectura de la prensa y su discusióncolectiva, y en algunos de ellos se realizaban otras actividades de apoyo alperiódico. Por ejemplo, en la sastrería de Carlos Ravé, los obreros y simpati-zantes debían pagar la cuota para la compra de una imprenta del pueblo; estepersonaje no sólo apoyaba al periódico, sino que estuvo vinculado activamen-te al Partido Socialista y fue candidato suplente, por la lista de esta organiza-ción, en las elecciones de consejeros municipales, en 191934 .
La tendencia de algunos artesanos a convertirse en militantes políticos eintelectuales populares (y la consiguiente conversión de los talleres obreros encentros de reunión política), fue analizada para el siglo XIX europeo por EricHobsbawm. Aunque su trabajo se centra en los zapateros, reconoce que elradicalismo y la militancia política no eran exclusivos de este gremio, sino quesastres, ebanistas y tipógrafos también figuraban entre los principales dirigen-tes populares. Según Hobsbawm, las condiciones de trabajo de los zapateros
34. La invitación a pagar la cuota de la imprenta del pueblo aparece en varios números de El Lucha-dor; por ejemplo, el No. 76, del 13 de agosto de 1919. Sobre Carlos Ravé, véase, en este mismoperiódico, “Candidatos del partido socialista a consejeros municipales 1919-1921”, No. 87, 23 deseptiembre de 1919, y “Matrimonio civil”, No. 89, 30 de septiembre de 1919.
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remendones les generaba independencia frente a la burguesía y, en consecuen-cia, podían expresar libremente su opinión; requerían poco capital, tenían grancontacto con las personas pobres y ellos mismos obtenían ingresos muy exi-guos por sus servicios. Los talleres podían convertirse fácilmente en lugaresde socialización y permitían cierto intelectualismo del oficio, porque era untrabajo sedentario, que exigía poca fuerza física, y posibilitaba la lectura y laconversación mientras se laboraba35 .
Condiciones similares de trabajo las encontramos en el caso de los sastres,peluqueros y, parcialmente, en el de los tipógrafos. En efecto, Alberto MayorMora señala que “los sastres de Medellín en el siglo XIX fueron tenidos porlos cronistas locales como los más aguerridos militantes políticos entre elartesanado urbano”, y destaca sus particulares condiciones de trabajo y losprocesos de socialización política temprana que vivían los aprendices en lassastrerías36 . El ritmo lento de la labor manual, la necesidad de trabajar enequipo y la posibilidad de conversar y enterarse de lo que ocurría en la ciudad,sin suspender la labor, convertían estos talleres en “centros sociales” impor-tantes, donde los aprendices no sólo se adiestraban en el oficio sino también enla política37 . Por esto, no es extraño ni novedoso que, en las primeras décadasdel siglo XX, en algunos talleres se vendiera o se leyera la prensa obrera, puesya existía una tradición de lectura y discusión política en estos establecimien-tos artesanales, que fue aprovechada en beneficio de la prensa obrera .
Para entender las cantinas como espacios de sociabilidad política, debe-mos situar estos lugares en el contexto de la época, puesto que difieren de laconcepción que en la actualidad tenemos sobre ellas. En términos generales,no se reducían a ser expendios de licores, sino que allí se vendía toda clase deartículos para el hogar, comestibles, comida preparada, juguetes, herramien-tas, periódicos y libros por encargo, y podían ofrecer, además, otros servicios,como billar, restaurante y hasta dormitorio. Por consiguiente, las cantinas po-dían cubrir necesidades de abastecimiento de productos de primera necesidady de otros productos considerados suntuarios para la época, siendo lugares dediversión popular donde no se excluía la discusión y la organización política.
35. Eric Hobsbawm, en colaboración con Joan Scott, “Zapateros políticos”, en; Eric Hobsbawm, Elmundo del trabajo. Estudios históricos sobre la formación y evolución de la clase obrera, Barce-lona, Editorial Crítica, 1987, pp. 144–184.
36. Alberto Mayor Mora, Cabezas duras y dedos inteligentes. Estilo de vida y cultura técnica de losartesanos colombianos del siglo XIX, Bogotá, Colcultura, 1997, p. 219.
37. Ibíd., pp. 219, 242 y 243.
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La estrategia publicitaria de algunas cantinas se centraba en mostrar a losobreros acudiendo a esos lugares y accediendo a los beneficios de la vida mo-derna (higiene, deporte, diversiones), y a productos que se consideraban veda-dos para las clases populares, como se ilustra claramente en el siguiente anunciode la cantina El Tennis:
Es la cantina de más gusto por su aseo, el magnifico billar y su selecta cliente-
la. Allí se encuentra Brandys (sic), Whisky, vinos tintos, blancos, ranchos,
carne, frías (sic), cerveza Aguila y Pilsen, alcaparras y aceitunas. Los sábados
para cenar los mejores tamales. Está situada en el moderno edificio Hincapié.
Abierta hasta las 12 p. m.38
Este otro anuncio del establecimiento Las Brisas del Santander, localiza-do en Barrancabermeja, trasmite una idea similar: “El oasis del esport (sic).Bailes, juegos, orquestas, salones especiales, distracciones amenas y todo aque-llo que el obrero reclama después de su fatiga”39 .
Como lo ha puesto de presente Maurice Agulhom, la creación de espaciosde sociabilidad hace parte también de la lucha de clases, puesto que la condi-ción social y económica de los obreros los lleva a asociarse contra los másfuertes, bajo la premisa de que “la unión hace la fuerza”, pero aquella no estáencaminada solamente hacia la revuelta, sino también hacia la vida cotidiana.Incluso, la formación de círculos y asociaciones hace parte de una lucha porextender el derecho de asociación y diversión de que sí goza la burguesía. Porconsiguiente, la diversión y la educación política no debían considerarse opues-tas, sino que las dos hacían parte de las reivindicaciones de los sectores popu-lares, que aspiraban a tener los mismos derechos de las clases dominantes,incluyendo los derechos a la reunión, el ocio y el disfrute de la vida40 .
En esta ámbito, las fábricas, talleres artesanales, chicherías y cantinas,aumentaban el impacto y la difusión de la prensa obrera, así sus tirajes fueranpequeños. Ante la escasez de libros de teoría política, las principales lecturasde este tipo se hacían en los periódicos, que tenían el atractivo adicional detomar parte en la política local y de algunos aspectos de la vida cotidiana, porlo que eran más cercanos a los lectores o escuchas. Para muchas personas, laprensa era el medio a través del cuál obtenían las noticias y las ideas políticasque definirían su manera de pensar, como lo confiesa orgulloso José M. Leal,
38. Aviso publicitario de la cantina El Tennis, en: El Luchador, Medellín, varios números, 1919.39. Aviso publicitario de la cantina Las Brisas de Santander, en: Vanguardia obrera,
Barrancabermeja, 1926.40. M. Agulhom, op. cit., pp. 54, 56 y 78.
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en una carta dirigida a El Socialista: “el primero que tuvo conocimiento delsocialismo en esta tierra fui yo con el número 2 de “El Luchador” de Medellín,me empeñé en una tenaz propaganda en esa época y al cabo de cuatro o cincoaños dio su fruto dando por resultado un consejo socialista”41 .
Estas prácticas de difusión ayudaron a democratizar el acceso a la prensay a crear espacios de debate y de intercambio de opiniones, incluso para quie-nes no sabían leer, ya que, al parecer, la lectura en voz alta fue una prácticacomún en algunas casas, talleres y establecimientos comerciales. En los luga-res de trabajo, la lectura colectiva tenía, además, la finalidad de permitir atodos los trabajadores enterarse del contenido de la prensa mientras realizabansu labor, combinando trabajo y educación en un mismo tiempo y lugar. Estoexplica por qué el derecho a leer prensa en los sitios de trabajo llegó a ser unareivindicación de los obreros, como se consignó en las peticiones obreras de laTropical Oil Company, durante la huelga de 192742 .
II. DIFUSIÓN DE ACTIVIDADES CULTURALES
Hasta al momento hemos nombrado solamente los vínculos creados por laprensa a través de la distribución, ahora vamos a analizar la forma cómo, a travésde su contenido, remite a los lectores a otros espacios y actividades políticas yculturales. Aunque la prensa obrera no cumplió un papel informativo en sentidoestricto, sí se convirtió en medio de difusión para diferentes actividades queconsideraba relevantes. Las más comunes eran las invitaciones a conferencias,convenciones y reuniones de sindicatos o sociedades mutuales; exámenes fina-les en los colegios, colectas, actividades culturales, como teatro; circo de toros,concursos, veladas líricas o literarias y peregrinaciones políticas.
A. Conferencias y reuniones políticas
Mediante la realización de ciertas actividades, consideradas clave, las pu-blicaciones impulsaban un doble ejercicio, como las conferencias y las reunio-nes políticas. Primero, invitaban a los lectores para que acudieran a estos eventosy, luego, cuando ya habían pasado, hacían un resumen de lo acontecido otranscribían íntegramente los textos. Esto no era casual ni fortuito, puesto que
41. José María Leal, “Yo soy socialista”, en: El Socialista, 19 de mayo de 1928.42. M. T. Uribe, op. cit., pp. 101 y 104.
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se trataba de los dos tópicos considerados centrales en la prensa (como eran laeducación y la organización política) y aunque no se realizaban en las sedesdel periódico, recibían atención especial y se incorporaban al contenido de lapublicación para que los lectores recibieran la ilustración y conocieran las or-ganizaciones de los trabajadores.
Las organizaciones gremiales, mutuarias y sindicales, acostumbraban en-viar una comunicación de saludo o presentación a uno o varios periódicos,cuando eran creadas o cuando se elegían nuevos dignatarios, como una espe-cie de bautizo o de presentación en sociedad, pues ser identificadas como aso-ciaciones al servicio de los trabajadores era una fuente de legitimidad importanteen la época, y ese reconocimiento se ganaba, entre otros medios, a través de laprensa. Algunas organizaciones remitían telegramas o comunicaciones muyescuetas; otras lo hacían en términos más cargados de emoción, como la Uniónde Braceros de Cartagena, que le escribió a El Socialista, haciéndole un vehe-mente llamado a difundir la “bienhechora propaganda revolucionaria” y, ade-más, pidiéndole en forma encarecida “hacernos conocer de todas lasorganizaciones revolucionarias de la República a efecto de intensificar unaaudaz e inteligente propaganda apolítica–clasista que responda con amplitud alos imperativos de la actual hora roja”43 .
La relación detallada del curso de una reunión obrera o de la elección dedignatarios, buscaba dar a conocer las organizaciones políticas y difundir enforma amplia sus actividades, que generalmente sólo tenían trascendencia lo-cal; aunque tampoco puede olvidarse que realizaron algunos eventos de im-pacto nacional, como los congresos obreros de la década de 1920 y las giraspolíticas de María Cano. Implícitamente, además, trataba de mostrarse que enel seno de las asociaciones y partidos obreros reinaba la democracia y la frater-nidad, que se estaba trabajando por el progreso de las clases trabajadoras y queen estas reuniones no se efectuaban actos reprobables o delictuosos, como al-gunos miembros de la Iglesia y del Gobierno afirmaban.
Durante el período que cubre este estudio, las conferencias y la prensafueron los ejes centrales de la propaganda política, no sólo para los trabajado-res y las organizaciones de izquierda, sino también para los partidos políticosLiberal y Conservador. En este sentido, el naciente movimiento obrero no es-taba inventando nuevos medios de comunicación, sino apropiándose de unatradición política existente en el país y compartida por la cultura occidentaldesde los albores de la época moderna. Un aporte de los trabajadores estuvo en
43. “De Bolívar”; en: El Socialista, Bogotá, No. 529, 9 de septiembre de 1928.
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poner en discusión temas del mundo del trabajo (salario, sindicato, huelga olegislación social), o asuntos de actualidad nacional, vistos desde la perspecti-va de los sectores populares (la separación de Panamá, el imperialismo, elpetróleo o la educación). Otra contribución de la realización de conferenciasfue la “construcción” de un público obrero, receptivo a estas actividades; tareanada fácil, pues no todos los trabajadores –muchos de ellos recién llegados alas ciudades–, tenían la disciplina de escuchar atentamente durante dos o máshoras a un orador, sin hablar, comer o beber.
Juan Suriano afirma que, en Buenos Aires, “la lectura pública y especialmentela conferencia serían consideradas junto con la prensa, herramientas centrales parala educación y conversión de los trabajadores”, pero que entre ellas la que resultómás adecuada para la difusión de ideas entre las grandes masas urbanas fue laconferencia, porque con ésta “el público se ampliaba y se abandonaba por comple-to el acto privado, aunque no se perdía la relación directa y sin mediación con elpúblico”44 . En el caso colombiano, no encontramos menciones explícitas sobreuna supuesta superioridad de las conferencias sobre la prensa, ni tenemos registrode las “lecturas públicas” que se mencionan para la ciudad argentina, pero la feincuestionable que se profesaba por la palabra escrita en el medio nacional, noslleva a pensar que, posiblemente, la prensa tenía una valoración más alta. Además,hemos visto cómo la invitación a conferencias y la posterior trascripción de lasmismas, hacía parte de la campaña de difusión cultural en que estaban empeñadoslos periódicos, porque no era suficiente que la luz de la ciencia y la razón irradiarasolamente a quienes asistían al evento, sino que debía difundirse en forma másamplia y perpetuarse a través de la palabra escrita.
Aunque existía pleno consenso sobre la importancia de las conferenciaspara la educación del pueblo, muchas veces la elección de los temas respondíaa ideales de ilustración, que no tenían en cuenta las expectativas del público yni siquiera la existencia de conferencistas idóneos para ciertas materias. Porejemplo, una reunión patrocinada por la Asociación de Obreros de Buga, in-cluía los siguientes puntos:
1º Saludo a Cartagena en el Centenario de la proclamación de su independencia.
2º Nuestro señor y el individuo. Conferencia sociológica
3º Capitales europeas. Conferencia geográfica–histórica.
4º Génesis de nuestro planeta. Conferencia astronómica.
5º Introducción al estudio de la tenería45 .
44. Juan Suriano, Anarquistas, cultura y política libertaria en Buenos Aires 1890–1910, Buenos Ai-res, Ediciones Manantial, 2001, pp. 118–119.
45. El Obrero, Buga, No. 1, 11 de noviembre de 1911.
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El Obrero reprodujo la conferencia sobre la tenería. Al revisar su conteni-do, constatamos que se trataba de una enumeración extensa de temas sobre losque supuestamente iba a versar la conferencia, pero que nunca se desarrolla-ron. La Asociación de Obreros compartía una práctica frecuente entre lasagremiaciones de la época, consistente en nombrar miembros honorarios, queestaban obligados a dictar una conferencia, y aunque ésta era la forma másefectiva para conseguir conferencista de temas científicos (para los temas po-líticos parece que era más fácil), el mismo periódico se quejaba de que estaspersonas dilataban lo más que podían su obligación o se retiraban de la Asocia-ción para no cumplirla46 .
La poca inteligibilidad de las conferencias que trataban temas no políti-cos, fue objeto de críticas aisladas por parte de algunos periódicos obreros. Elcaso más evidente lo encontramos en un artículo de El Ariete, firmado por DonJuan Antonio, donde, después de dejar en claro que era partidario de las confe-rencias, puntualizaba su crítica de la siguiente manera:
Los señores conferencistas que sueltan sus palabras a las multitudes analfabetas,
tratan sus cuestiones por todo lo alto. Parten del falso principio de que los pa-
cientes amigos que los escuchan son personas que saben tanto como ellos: Por
eso, en lugar de enseñar al que no sabe, sólo consiguen atontarlo, confundirlo,
descrestarlo. Cuentan esos admirables cristianos con que los gobiernos
regeneradores han servido siquiera para elevar el nivel intelectual del pueblo o al
menos trabajar por su cultura. No hay tal. Mientras el romántico charlador re-
cuerda desde su tribuna los esplendores de Grecia, el gran poder de Inglaterra o
las riquezas naturales de Colombia, el oyente va por otra senda. Buena voluntad
no le falta. Deseo de aprender tampoco. Más tropieza con el inconveniente
potísimo de que su instrucción es insuficiente para comprender al orador.47
Este llamado no tuvo eco y las “conferencias tecnológicas”, como lasdenominaba el articulista citado, se siguieron programando en todo el país. Sinembargo, su éxito era menor que el de aquéllas en las que se trataban temaspolíticos, cuyo mensaje era más comprensible para los oyentes y, además, per-mitían el intercambio de opiniones o la alternancia de varios expositores.
Pese a las objeciones que puedan hacérsele, las conferencias servían comolugar de reencuentro y pretendían disputarle clientela a la Iglesia. Las diserta-ciones contribuían a formar opinión política, a posicionar los nuevos temas delos trabajadores y, de alguna manera, los asistentes retenían fragmentos de lo
46. “La Tenería”, en: El Obrero, Buga, No. 2, 18 de noviembre de 1911.47. Don Juan Antonio, “Conferencistas”, en: El Ariete, Bogotá, No. 19, 2 de julio de 1911.
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que escuchaban y luego los confrontaban o los agregaban a lo que oían o leíanen otros lugares, y de este modo iban armando sus ideas políticas. Aunque lostestimonios de personas comunes y corrientes sobre estas actividades son es-casos, podemos citar a Alejandro Pavajeau quien, en un texto enviado a El
Socialista, cita de memoria un fragmento escuchado a un conferencista, parapresentar sus ideas políticas. Independientemente de la fidelidad del texto, estonos muestra cómo las conferencias eran fuentes válidas y reconocidas por laspersonas comunes y corrientes para formarse políticamente48 .
B. Espectáculos y actividades culturales
En este período, a diferencia de lo que ocurría en otros lugares del mundo,las organizaciones obreras, socialistas y anarquistas, casi no producían espec-táculos culturales propios; quizás, la excepción más notable fue la del GrupoArtístico de la Federación Obrera del Litoral Atlántico (FOLA), que realizabarepresentaciones teatrales “destinadas a cuestionar el sistema vigente y exten-der las ideas anarquistas”. Así, por ejemplo, en el año de 1925 presentó dosobras extranjeras, Primero de Mayo, del anarquista italiano Pietro Gori, y El
Redentor del pueblo, de Adolfo Marsillach49 .
Los espectáculos a los que invitaban a los periódicos con más frecuencia,eran el teatro y el circo de toros. No se trataba de artículos o análisis sobre lasobras presentadas, sino de pequeñas notas que buscaban motivar a los lectorespara que asistieran a tales eventos50 . Solamente, la visita de personajes consi-derados como “grandes actores”, merecía artículos un poco más extensos so-bre la vida del artista en mención y sus cualidades dramáticas51 . Las giras decompañías extranjeras de teatro, visitaban exclusivamente las principales ciu-dades, mientras los grupos nacionales tampoco hacían presencia en todas laspoblaciones. Por ello, únicamente encontramos invitaciones a este espectáculoen Bogotá, Medellín y Barranquilla, lo que no quiere decir que en otros luga-res no existiera actividad teatral; simplemente no se reseñaban porque algunos
48. Alejandro Pavajeau, “¿Por qué soy socialista revolucionario?”, en: El Socialista, Bogota, No.515, 1º de mayo de 1928.
49. Alfredo Gómez, Anarquismo y anarcosindicalismo en América Latina, Barcelona, Ruedo Ibérico,1980, p. 61.
50. Hacemos referencia a las invitaciones insertas como artículos o notas sueltas dentro del periódico yno a los anuncios publicitarios sobre espectáculos. En todo caso, estos últimos eran casi inexistentes.
51. Cfr. “Virginia Fabregas”, en: La Libertad, Bogotá, No. 38, 22 de octubre de 1912; “Paco Fuen-tes”, en: Sanción Liberal, Bogotá, No. 86, 4 de septiembre de 1928.
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empresarios no tenían en cuenta a los periódicos plebeyos para dar a conocertales acontecimientos, o porque las publicaciones guardaban silencio ante lasobras de teatro promovidas por las parroquias y las comunidades religiosas.
Por el contrario, el llamado circo de toros era un espectáculo más frecuen-te y popular que seguían los periódicos de casi todas las ciudades. Estos even-tos tenían gran acogida, pues los toreros eran objeto de admiración yreconocimiento52 . Solamente encontramos una crítica del periódico La Van-
guardia, a raíz de una corrida en la que resultó herido el torero Carlos Vergara.El referido artículo pedía a las autoridades la prohibición de ese “acto salvaje”por ser un espectáculo que frecuentemente dejaba desgracias que lamentar yporque inculcaba “sentimientos crueles y bárbaros” en la juventud. Pero unasemana después, el mismo periódico invitaba a una corrida de toros, aunquedejaba constancia que sólo apoyaba ese evento porque era para ayudar al tore-ro herido en la corrida anterior53 .
C. El poder de la solidaridad
La organización política y la educación del pueblo –fines primordiales de laprensa–, correspondían a una consigna política compartida, tanto por las agrupa-ciones políticas ya existentes como por ciertos individuos. Hacia esos dos obje-tivos se encaminaban todos los esfuerzos de los sindicatos, círculos,agremiaciones, bibliotecas, conferencias, folletos, escuelas obreras, etc. Su de-sarrollo era una tarea bastante difícil, no sólo por la escasez de recursos pecunia-rios, sino porque se situaba a contracorriente del pensamiento político y religiosodominante. Por ello, era tan importante el esfuerzo, la voluntad y, sobre todo, unfuerte sentimiento de solidaridad, que les daba la convicción de que la unión delpueblo trabajador podría mejorar radicalmente sus condiciones de vida.
En los periódicos no sólo se recalcaba la importancia de la solidaridad, sinoque sus páginas servían para difundir actividades, centralizar esfuerzos y, even-tualmente, hacer un reconocimiento a aquellas personas que colaboraban de ma-nera desinteresada. En consecuencia, peticiones, como pagar las cuotas del sindicato,contribuir para poder enviar delegados a los congresos obreros, obsequiar libros o
52. “Circo”, en: El Artesano, Cúcuta, No. 1, 16 de marzo de 1911; “Correspondamos”, en: El Marti-llo, Pereira, No. 10, diciembre de 1916; R. Ruiz, “La corrida del domingo 23”, en: El Luchador,No. 106, 28 de noviembre de 1919.
53. “Corridas de toros” y “Las corridas de toros”, en: La Vanguardia, Bogotá, Nos. 3 y 5, 18 y 23 defebrero de 1912.
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dinero para las bibliotecas obreras, enviar manifestaciones de solidaridad a lostrabajadores en huelga, o colaborar para que se levantara la estatua de un granpolítico o literato, eran asuntos cotidianos de este tipo de publicaciones.
La solidaridad también se evidenciaba en el apoyo a los compañeros másnecesitados por causas políticas o personales. Según el caso, podían ser cam-pañas por la libertad de presos políticos, denuncia de malos tratos o persecu-ción contra ciertos dirigentes populares, colectas para auxiliar a compañerosenfermos, notas de apoyo, o veladas líricas para recoger dinero. Como expre-sión del pensamiento internacionalista, se buscaba generar solidaridad con cau-sas o personajes más allá de las fronteras, promoviendo manifestaciones yactividades para recoger fondos para los asilados de la dictadura venezolana yla lucha del general Sandino, en Nicaragua.
Algunos directores de periódicos se convirtieron en tinterillos o abo-gados (generalmente autodidactas) que prestaban sus servicios jurídicos alos obreros y campesinos de la región de influencia del periódico, para queéstos pudieran hacer valer sus derechos ante los patronos y las autoridades.De esta manera, poniendo el periódico al servicio de su causa, se trataba deayudar a quienes no tenían posibilidades de contratar un abogado particu-lar. Uno de los casos más notables fue el de La Razón del Obrero, dondeJacinto Albarracín, su director y redactor, prestaba a la comunidad sus ser-vicios como abogado.
Por su parte, Claridad, que se publicaba en Bogotá, llegó a ser conocidocomo el periódico de los campesinos de la región de Viotá, porque su director,Erasmo Valencia, les servía como asesor jurídico en las reclamaciones contralos grandes hacendados de la zona, y permanentemente publicaba los memo-riales y las denuncias de los colonos. Sin embargo, el servicio de asesoría jurí-dica no era exclusivo para los campesinos, sino que se ofrecía a cualquiertrabajador que lo requiriera:
En la administración de Claridad podemos facilitar a los obreros todos los
datos relacionados con los reclamos que tengan necesidad de iniciar ante el
ministerio del ramo, a fin de que hagan efectivos sus derechos por los acciden-
tes que sufran en las empresas industriales en donde trabajen. Estas informa-
ciones se les pueden suministrar gratuitamente, con el objeto de que se impongan
de los requisitos legales que deben reunir sus peticiones.54
54. “Accidentes de trabajo y reclamaciones de los obreros”, en: Claridad, Bogotá, No. 53, 11 demayo de 1928.
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De la misma forma, Vanguardia Obrera no solamente fue el órgano deexpresión de los obreros de la Troco (Tropical Oil Company), dónde se publi-caban crónicas relacionadas con sus condiciones de vida, denuncias contra laempresa estadounidense y noticias sobre sus acciones reivindicativas; sino queadicionalmente su director, Raúl Eduardo Mahecha, era representante del sin-dicato “Unión Obrera” y ofrecía sus servicios como abogado para redactarmemoriales, defender a los trabajadores víctimas de injusticias por parte de laempresa o las autoridades, sin costo alguno, y para asumir procesos particula-res prometía “honorarios para favorecer a los obreros”55 .
La unión y la solidaridad se consideraban características humanas quepermitían el desarrollo social y diferenciaban a los hombres civilizados de lossalvajes y de los animales, como lo expresó claramente Arístides Zapata, uncolaborador habitual de El Luchador:
La sociabilidad, según los sociólogos, es una de las cualidades que distinguen
al civilizado del nómada y del salvaje, y algunos llegan hasta definir al hom-
bre, diciendo que es un ANIMAL SOCIABLE Y DOMESTICADO. De la so-
ciabilidad nace la ayuda mutua, indispensable en la vida de los hombres, porque
en el egoísmo y en el aislamiento, nada útil y de progreso se haría.56
Las organizaciones obreras, y por ende los periódicos, operaban bajo la ló-gica de que la unión y la solidaridad llevaban a la cooperación y a la fraternidad,fuentes básicas del progreso social. Esto implicaba retomar un postulado, quenegaba implícitamente las ideas del darwinismo social y rescataba, en últimas,los principios de libertad, igualad y fraternidad, propios del liberalismo radical.
D. Vida social laica
El uso del tiempo libre, por parte de los trabajadores, fue un tema de contro-versia y tensión, en la medida que diferentes sectores sociales pretendían im-ponerles un estilo de vida particular, que cambiara radicalmente algunascostumbres populares. Lo usual era que los obreros gastaran buena parte delescaso tiempo libre que tenían en tiendas, cantinas o chicherías, donde se en-contraban y compartían con sus amigos y conocidos, mientras que las mujereslo dedicaban a la realización de labores domésticas en el hogar. En los lugares
55. Vanguardia Obrera, Barrancabermeja, No. 38, 2 de octubre de 1926.56. Arístides Zapata, “Sociabilidad”, en: El Luchador, Medellín, No. 71, 23 de julio de 1919.
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donde acudían los hombres, predominaba el consumo de licor, que dependien-do del tipo de establecimiento se combinaba con música, juegos de azar y denaipes, billar o tejo, aunque, como evidenciamos en un parágrafo anterior, enestos lugares también se llevaban a cabo otras actividades relacionadas con lasocialización y la organización política de los trabajadores. La prostituciónformaba parte de las posibles distracciones masculinas, y aunque fue más co-mún en las zonas de economía extractiva, el fenómeno estaba extendido portodo el país. Finalmente, a medida que avanzaba el siglo, el cine se convirtióen un espectáculo popular en las principales ciudades del país57 .
Contra estas actividades se pronunció enérgicamente la Iglesia católica ypuso en marcha una serie de instituciones sociales, enmarcadas en su propues-ta de Acción Social, para controlar el tiempo libre de los trabajadores y promo-ver labores tendientes a reforzar la moral católica dentro del proletariado deambos sexos. Las organizaciones obreras, por su parte, criticaban el hecho quelos trabadores pasaran buena parte del tiempo libre en las cantinas, pero consi-deraban inaceptables las propuestas de la Iglesia, por lo que llevaron a cabouna campaña para sustraerlos de estas dos influencias. Pese a que no lograrondesarrollar una propuesta de uso del tiempo libre de los trabajadores, tan com-pleja y extendida como la que lograron sus similares de Argentina o Uruguay,sí realizaron importantes esfuerzos para promover actividades alternativas quealejaran a los obreros de las cantinas y de la Iglesia, lugares considerados comolos principales obstáculos para el mejoramiento económico y político de losobreros, teniendo en cuenta que se buscaba que, en la vida cotidiana y en lashoras de esparcimiento de los sectores populares, primara la razón frente alvicio y al fanatismo, como veremos más adelante.
Precisamente, por su gran poder, la Iglesia católica controlaba el estadocivil de las personas, cuya situación era vista por la prensa como una claudica-ción del Estado frente al Vaticano y un atentado contra la soberanía del país yel ejercicio del librepensamiento. Por ello, los cronistas defendieron el dere-cho constitucional al matrimonio civil, promovieron los cementerios laicos yreseñaron como ejemplo a seguir los matrimonios y bautizos civiles, que even-tualmente se celebraban en las ciudades. Como se trataba de una lucha entrelos valores de la cultura radical contra el oscurantismo de la Iglesia, esas mani-festaciones eran vistas como el despertar de la conciencia pública, que dejaba
57. M. Archila, Cultura e identidad obrera, op. cit., p. 168–170; Julio César Acelas Arias, Obreros yartesanos de Bucaramanga: organización protagonismo e ideología, Bucaramanga, Tesis de gra-do, Universidad Industrial de Santander, 1993, pp. 138–142.
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atrás definitivamente la larga noche de tinieblas gobernada por el Clero. Sig-nificaba el triunfo del librepensamiento, la civilización y el progreso, puestoque mostraban la actuación de “personas conscientes, no unidades de rebaño,gentes educadas en ideales de amor, tolerancia y verdad y no entes desprovis-tos de criterio propio, uncidos como bueyes al carro triunfal de viejas teogoníaso de ideales moribundos”58 .
Aun cuando ni los bautizos ni los matrimonios civiles alcanzaron unamagnitud tal como para hacer contrapeso a sus equivalentes católicos, cadaacontecimiento era considerado como un pequeño triunfo personal y político,para aquellos que se “liberaban” de los prejuicios católicos, porque evadía,aun en pequeñas proporciones, la voluntad del Clero y de las autoridades con-servadoras. Este mensaje se trasmitía en los artículos, que no pretendían haceruna reseña social del acontecimiento, sino crear un efecto pedagógico a travésdel ejemplo, como se aprecia en este comentario de El Luchador:
Con su matrimonio civil adquirieron los cónyuges un triunfo de conciencia y
de irreductibilidad de sus ideas, en este medio de debilidades, temores y
plegamientos de la mente a las condescendencias del miedo, del servilismo y
la claudicación. Nos permitimos también alabar la digna conducta de los seño-
res Jueces y personas que actuaron a favor de la celebración de este matrimo-
nio, no obstante la cruda oposición que hizo “El Colombiano” y los periódicos
semanosantos (sic) y de la prohibición de Monseñor Marulanda; hechos estos
sin fundamento, puesto que según la Constitución, la ley y las personas
concientes, el matrimonio civil es tan legítimo y aún más que el católico.59
Las casas del pueblo, los cafés obreros, las bibliotecas populares, las escuelaspara obreros y las Cooperativas de Consumo, eran otros espacios donde sepromocionaba la razón y la instrucción frente al fanatismo religioso. La prensarealizaba una labor pedagógica, explicando la finalidad de cada una de estas insti-tuciones e invitando a los lectores para que se vincularan a ellas de diferentesmaneras. En las casas del pueblo y en algunas sedes obreras, era común que losdomingos se organizaran programas culturales, con música, poesía, conferencias yeventualmente teatro o títeres. Estos actos proporcionaban un espacio de reunión yfraternidad para los trabajadores y sus familias, contribuían a la educación delpueblo y constituían una especie de alternativa a la misa dominical. Extrañamente,estas reuniones no eran muy publicitadas en la prensa o sólo se hacía referencia alos aspectos políticos (las conferencias), pero no a este tipo de eventos.
58. “Cementerio Laico”, en: El Ariete, Bogotá, No. 107, 23 de octubre de 1913.59. Fundidor, “Felicitaciones”, en: El luchador, Medellín, No. 96, 24 de octubre de 1919.
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En este esfuerzo de laicización de la sociedad, también se encuentra lacelebración de la fiesta del Primero de Mayo y posteriormente la designaciónde La Flor del Trabajo. Aunque el Primero de Mayo se constituyó en la fiestaobrera por excelencia, hubo llamados en los periódicos para que otras fechas,como el 20 de julio y el 7 de agosto, se convirtieran en celebraciones patrias decarácter laico en las cuales se reivindicara el pensamiento liberal y republica-no de los líderes de esas gestas60 .
E. Bibliotecas y escuelas obreras
La continua referencia a las bibliotecas y escuelas obreras en los periódicos,apuntaba a invitar a los lectores para que concurrieran a ellos, a mostrar unresultado del trabajo político en favor de los obreros y a solicitar colaboración dela comunidad para que estos lugares pudieran seguir funcionando. Entre la re-dacción del periódico y la biblioteca, se establecía una relación muy fluida, por-que los dos formaban parte de la estrategia de difusión ideológica y educaciónpopular de los gremios y los sindicatos (que también incluía a las conferencias),así que, en algunos casos, todos funcionaban en la misma sede. Además, losperiódicos publicados y los obtenidos a través de canje, servían de base para laapertura de una biblioteca o por lo menos de un salón de lectura.
Dada la gran importancia que se le otorgaba a la educación del pueblo, losanuncios de apertura de nuevas bibliotecas se presentaban como una obramagnificente y de gran impacto social. Por ejemplo, Ravachol anunciaba subiblioteca de la siguiente manera:
Se excita a todos los amigos de la Escuela Moderna que aspiren a su funda-
ción, ayuden por todos los medios posibles a la realización de esta obra reden-
tora, ya con libros, ya con dinero, o ya propagando la idea (…) A esta biblioteca
tienen derecho de concurrir todos los colombianos amantes de la instrucción
moderna y los extranjeros que gusten, durante todo el día y hasta las diez de la
noche. Allí mismo se dictarán conferencias y podrán concurrir los hijos de los
obreros a los cuales especialmente se le dedicarán tres días de la semana para
instruirlos sobre las materias del caso.61
60. Véase en el capítulo cuarto de este trabajo, el parágrafo “Panteón Popular: héroes y mártires delproletariado”.
61. “Biblioteca socialista”, en: Ravachol, Bogotá, No. 13, 18 de septiembre de 1910. Aunque noexiste certeza sobre la ubicación de esta biblioteca, su organización se llevó a cabo en la AgenciaCentral de Periodismo, sede de Ravachol.
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Pero, ¿qué tanto se cumplió todo lo prometido? En el periódico se encuen-tra constancia de las personas que donaron dinero o libros para este proyecto,pero, debido al encarcelamiento y posterior exilio de su director, Juan Francis-co Moncaleano, posiblemente la biblioteca funcionó sólo unos meses y no hayningún dato que dé cuenta de las otras actividades que anunciaba (conferen-cias e instrucción para los hijos de los obreros)62 .
Los periódicos no presentaban información del funcionamiento de las bi-bliotecas, ni de sus colecciones o número de visitantes, lo que no deja de sersorprendente ya que, como hemos señalado, generalmente eran espacios estre-chamente relacionados y, además, cotidianamente se publicaban las actas dereunión y los informes de diferentes asociaciones. Las noticias sobre bibliotecasestaban relacionadas con peticiones de colaboración en dinero o en libros, loque evidencia las dificultades económicas de estos lugares que dependían de lasolidaridad de las personas para su sostenimiento y la necesidad de conformar oampliar las colecciones. Esto nos lleva a plantear otro interrogante: ¿qué se leíaen las bibliotecas obreras?, y en forma más amplia, ¿qué leía la gente?
Aunque existen los catálogos de la Biblioteca Nacional para los años de1915 y 1935, éstos no nos sirven para hacer ningún tipo de comparación, debi-do a su carácter oficial y a la larga trayectoria que ya tenía esta institución.Este tema queda para futuras investigaciones, ya que solamente logramos en-contrar dos pequeños listados con libros donados a la biblioteca de Ravachol,
donde predominan los títulos sobre religión y política: La vida de San Pablo,El carácter, La vida de Cristo, Problemas sociales, La paz y el socialismo y la
Ley de los salarios, Los grandes crímenes, La Piqueta, El liberalismo clerical,
Los Hermanos Maristas en Santander, Alto y frente, Política colombiana63 .
Además de las bibliotecas públicas, las personas podían acceder a obrasimpresas a través de las librerías, donde podían comprarlos o, en algunoscasos, alquilarlos por unos cuantos centavos. Aunque establecimientos deeste tipo no proliferaban en todas las ciudades del país, sí había muchosalmacenes o casas comerciales que vendían libros o los conseguían porencargo de sus clientes y, seguramente, esto permitió a algunos asiduoslectores de poblaciones pequeñas o apartadas hacerse a una pequeña bi-blioteca particular. De las obras que se promocionaban en los periódicosobreros, buena parte eran de literatura, religión, historia y política y, en
62. “Biblioteca socialista”, en: Ravachol, Bogotá, No. 14, 22 de septiembre de 1911.63. Juan Francisco Moncaleano, “Biblioteca socialista”, en: Ravachol, Nos. 14 y 15, 18 y 22 de
septiembre de 1910.
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forma marginal, de técnicos y esotéricos. La Librería Colombiana de Bo-gotá, anunciaba, en 1910, libros como La cabaña del Tío Tom, La hermana
de la caridad, Los piratas de alto bordo y La tienda de antigüedades, deDikens. Por su parte, en una librería más radical, como La Internacional,de Bucaramanga, además de clásicos de la literatura, era posible encontrarobras de Balzac, Víctor Hugo, Tolstoi, Russeau, Lamartine, Reclús y Marx,e incluso, la revista El Sendero Teosófico64 . La publicidad de librerías yestablecimientos de este tipo en la prensa, evidencia que los obreros eranconsiderados clientes potenciales o que había un interés particular enincentivar este hábito entre las clases populares, y por ello trataban de brin-darles las mayores facilidades posibles; como nos lo muestra un anunciode Medellín, en 1919, de este tenor: “En la Botica Oriental se compran, sevenden y se alquilan libros. Precios, los más liberales”65 .
En un contexto más amplio, podríamos decir que la literatura tenía muchaacogida, por lo que novelas como Los de Abajo, El Quijote, María, La Vorági-
ne, las obras de Víctor Hugo y de José María Vargas Vila, eran muy populares,al igual que algunos escritos sobre la Revolución Francesa. Sin embargo, erala poesía el género que más despertaba entusiasmo, por su brevedad, por ser defácil memorización y porque existía una cultura de la “declamación” que seevidenciaba en las fiestas familiares, las retretas en los parques y las tertulias.En este campo, el poeta preferido era Julio Flores y algunas de sus poesías sereprodujeron en los periódicos obreros66 .
En la prensa, la literatura era considerada como parte de la cultura univer-sal que debían alcanzar los trabajadores, y por ello se esforzaron, de acuerdocon sus posibilidades, en insertar poesías en sus páginas o crear una secciónliteraria, en la cual, aparte de los poemas, se publicaban por entregas folletineso novelas cortas. Aunque se reproducían obras de poetas reconocidos, comodel mismo Flores, Porfirio Barba Jacob o Miguel Rash Isla, muchos aficiona-
64. Ravachol, Bogotá, No. 1, 25 de junio de 1910. La Unión Obrera y El Obrero Moderno, Bucaramanga,1912, varios números, J. C. Acelas Arias, Obreros y artesanos de Bucaramanga, op. cit., pp. 245-246. El libro de Carlos Marx, que Anunciaba la librería Internacional de Bucaramanga, en 1912, eraEl Capital; sin embargo, ese libro, en la versión resumida de Gabriel Deville, era importado ydistribuido en Colombia desde finales del siglo XIX. El ejemplar más antiguo que hemos localizadofue traído por la firma de importaciones de Felipe N. Curriols, en agosto de 1887, y reposa en laactualidad en la sala de libros raros y manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango.
65. El Luchador, Medellín, varios números, 1919.66. Julio Flores no era el poeta de quien se reproducían más piezas literarias, pero sí uno de los más
queridos. A manera de ilustración, podemos citar los poemas “Temblad”, en: El Luchador,Medellín, No. 97, 29 de octubre de 1919; “Profanación”, en: El Martillo, Pereira, No. 6, 17 denoviembre de 1916.
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dos tuvieron la oportunidad de publicar sus trabajos sobre una gama de temá-ticas que mantuvo una extraordinaria homogeneidad en los periódicos: el amor,el desengaño, la muerte, el obrero (o el artesano), el trabajo y la imprenta.
Las escuelas obreras constituían una empresa mucho más difícil de llevar acabo que las bibliotecas, por los costos y la necesidad de personal idóneo. Tenien-do en cuenta estas dificultades, durante la década de 1910, se trató de buscar lacooperación de las autoridades locales; se le pedía a los industriales que contribu-yeran económicamente o se incluían en los pliegos de peticiones de los huelguis-tas. Para ilustrar este caso, podemos citar la campaña promovida por La
Vanguardia, en 1912, para reunir dinero y construir escuelas en Bogotá y las prin-cipales capitales de departamento; o la solicitud que la Unión Obrera de Colombiahizo a las fábricas de la ciudad, en 1914, para construir una escuela. Gracias a esto,se obtuvo que Bavaria y la Empresa de Energía secundaran tales propósitos67 .
El momento más propicio para la realización de ese ideal educativo se dioentre 1919 y 1922, cuando el éxito electoral del Partido Socialista permitióque esta colectividad hiciera presencia en los órganos representativos de tipomunicipal y departamental. Girardot fue el caso más ilustrativo, puesto que enesa población la lista del Directorio Obrero y Socialista logró mayoría electo-ral en 1920 y controló por unos años el Consejo Municipal, permitiendo quealgunas de las propuestas del obrerismo colombiano se llevaran a cabo y con-taran con parte del presupuesto oficial. En este contexto, además de algunasescuelas obreras sostenidas por los obreros y artesanos de la localidad, se fun-daron instituciones, como el Colegio Camilo Torres, el Instituto Obrero y laBiblioteca Popular; con los cuales se buscaba afianzar la educación laica y darespecial apoyo a la instrucción de los trabajadores, en franca oposición a lapedagogía católica que imperaba en ese momento, como lo planteó claramenteun cronista, al referirse a la fundación del colegio Camilo Torres:
Dicho Plantel nace y se levanta en esta época de sombras y de dudas; en esta
época de claudicaciones; de falta de carácter; de tibieza y de apocamiento; de
falta de verdadero espíritu patriótico, de interés por el adelanto y el progreso
de la Nación, del mejoramiento de las clases y gremios, de la propagación y
difusión de las enseñanzas que la ciencia moderna ha alcanzado bajo el sol
esplendoroso de la razón y del libre examen, bajo la égida bienhechora del
Liberalismo doctrinario, y será atalaya de las ideas libres.68
67. Francisco Espinel, “Algo sobre organización obrera”, en: La Vanguardia, Bogotá, No. 5, 23 defebrero de 1912; Juan Manuel Martínez Fonseca, Los trabajadores de Bavaria, Bogotá, 1880–1930, Tesis de grado, Maestría en Historia, Bogotá, Universidad Nacional, 2004, p. 97.
68. Máximo Rojo, “Colegio Camilo Torres”, en: La Idea, Girardot, 23 de febrero de 1919.
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Sobre el funcionamiento de estas instituciones es muy poco lo que se sabe,pues los artículos de prensa no tocan este tema. Por eso, el informe del directorde la escuela de la Sociedad de Obreros y Artesanos de Tolú, publicado en La
Correspondencia, periódico de esta colectividad, se constituye en un docu-mento excepcional para conocer su organización y funcionamiento, pero antela inexistencia de otros similares no podemos hacer ningún tipo de generaliza-ción. Del informe se desprende que era una institución bien organizada, con165 alumnos matriculados para el año de 1912, repartidos en tres cursos que seguiaban por los programas y los textos adoptados para las escuelas primariasdel Gobierno. En promedio, diariamente asistían 110 estudiantes, en dos hora-rios: de 7 a 9 p.m., menores de quince años, y de 8 a 10 p.m., personas adultas.Aunque las palabras preliminares del texto irradiaban gran orgullo y optimis-mo sobre la obra, no todo era color de rosa, pues más adelante se evidenciabaque no tenían mapas murales para la enseñanza de la geografía y solamentecontaban con seis tableros para todos los estudiantes, por lo que, en “virtud dela exagerada concurrencia queda más de la mitad sin trabajar a pesar de haber-se adoptado el medio de resolver a mutuo las cuestiones aritméticas, cuandono la frase gramatical o el problema geométrico”. En realidad, el problemaeconómico era tan serio que La Sociedad de Obreros y Artesanos debió pedirayuda al gobernador del departamento, para que contribuyera solventando estanecesidad y así continuar laborando69 .
III. IMPORTANCIA DE LA PALABRA ESCRITA
El gran énfasis de los obreros y líderes populares en la propaganda escritano fue una peculiaridad del caso colombiano, sino una característica comparti-da por los movimientos obreros del mundo. Sin embargo, a diferencia de Eu-ropa occidental o el cono sur americano, la tasa de analfabetismo en nuestropaís era mucho mas alta, debido a que aquí no corrieron parejos los procesosde industrialización y universalización de la educación básica70 . Este elemen-to, sin duda, representaba una dificultad, pero, en ningún caso, era una contra-
69. Manuel González H., “Informe presentado por el director de la escuela nocturna a la Sociedad deArtesanos y obreros de Tolú, al Señor Presidente de la corporación correspondiente al mes defebrero de 1912”, en: La Correspondencia, Santiago de Tolú, No. 4, 16 de marzo de 1912.
70. El porcentaje de analfabetos en la sociedad porteña, en 1914, era de 18%; en 1937, era de 7%,mientras que en el caso colombiano, en 1918, era del 65.7% para los hombres y 69.2% para lasmujeres. Los datos correspondientes a Argentina fueron tomados de Leandro Gutiérrez y LuisAlberto Romero, op. cit., p. 72, y los de Colombia, de Aline Helg, op., cit., p. 36.
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dicción, puesto que alfabetización y cultura impresa representan dos cosas di-ferentes, y desde la conquista española se había iniciado el proceso de difusiónde una cultura escrita a través de la religión y la burocracia71 .
Las organizaciones políticas populares querían aprovechar la cultura escritaexistente en el país y ampliarla al máximo, para que no siguiera siendo monopo-lio de unos cuantos privilegiados. Por esta razón, esas organizaciones intentaronque el periódico, el folleto y la hoja suelta que editaban, se convirtieran en ele-mentos cotidianos de la vida popular, que circularan fácilmente de mano en manoy pudieran consultarse en las bibliotecas obreras o en las sedes de los sindicatosy las imprentas. La prensa debía ser un elemento central de la identidad y lacotidianidad de las personas, que debían “andar con la sonrisa en los labios y elperiódico en el bolsillo”, como rezaba la consigna de El Martillo72 .
La escasez de materiales impresos y el alto valor que le atribuían los diri-gentes políticos como medio para cambiar la mentalidad de las personas yalcanzar la tan anhelada redención social, conducían a que en algunos lugaresestos elementos fueran solicitados con avidez, como lo hiciera la Federaciónde Obreros y Campesinos del Sinú, al encarecerle a El Socialista, “nos envíenalgunas obras de propaganda como manifiestos, folletines, etc., pues el ele-mento campesino se encuentra completamente esclavizado en esta región porla Burguesía y necesitamos cuanto antes despertar las masas de tal yugo”73 .
Se consideraba que la imprenta era “un cíclope en cuyos hombros descan-sa el edificio de la civilización”, porque propagaba las ciencias, las artes, lasletras y la cultura universal, bienes que hasta ahora habían sido reservados aciertos privilegiados, mientras la mayoría vivía en la ignorancia, la opresión yel fanatismo74 . En consecuencia, uno de los objetivos primordiales era demo-cratizar la cultura, extendiendo en la forma más amplia posible todos los avan-ces del pensamiento universal, tanto en lo político como en lo científico, tal ycomo lo expresa el siguiente fragmento de La Vanguardia:
Nuestro propósito es crear, sin misterio, ni segundas intenciones, una misión
activa, un orden laico militante del deber privado y social, núcleo viviente de
la sociedad futura. Deseamos ayudar a todo el que lo necesite a fin de que tome
71. Jack Goody, e Ian Watt, “Las consecuencias de la cultura escrita”, en: Jack Goody (compilador),Cultura escrita en sociedades tradicionales, Barcelona, Gedisa, 1996, pp. 39–82.
72. El Martillo, Pereira, No. 2, 21 de octubre de 1916.73. “Proletarios de todos los países uníos. Federación de obreros y campesinos del Sinú”, en: El
Socialista, Bogotá, No. 527, 12 de agosto de 1928. 74. “Lo que es la imprenta”, en: El Piloto, Bogotá, No. 1, 25 de febrero de 1919.
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plena posesión de su conciencia, buscando una solución humana y armónica a
los grandes problemas de la humanidad (...) Consideramos como la única obra
civilizadora la que hoy se llama la lucha por la cultura; no por una cultura
especial, de tercer clase, hecha expresamente para el pobre, sino por la única,
por la verdadera, por la humana, por la que eleva el nivel intelectual y moral y
es luz en la conciencia.75
Resulta muy reveladora la afirmación de que con la propaganda obrera nose pensaba crear una cultura particular para los pobres, sino “tomar posesión”de la “única cultura humana”, la cual debía ser compartida por todos los hom-bres. En este sentido, no podemos hablar de un proyecto obrero (socialista oanarquista) tendiente a consolidar una contracultura popular, totalmente ex-cluyente y en oposición a una cultura de elite, ya que esos sectores creían quehabía unos bienes universales (razón, educación, ciencia, literatura, imprenta,democracia y libertad) que hasta ese momento habían estado, en forma injusta,monopolizados por unos pocos, de donde se desprendía la necesidad dedemocratizarlos y hacerlos extensivos a toda la población.
Así mismo, la obra de la imprenta no sólo se consideraba civilizadora,sino también redentora, y por ello se comparaba a la imprenta, al periódico y alperiodista, con la Santísima Trinidad, tanto que se le escribían poemas y seexaltaba su papel en la historia atribuyéndole un protagonismo similar al de unprofeta que anunciaba la liberación del pueblo: “La imprenta es el taller dedonde salen manantiales, como brotan manantiales de agua en la roca de laleyenda al ser tocada por la vara milagrosa de Moisés”76 . En afirmacionescomo ésta encontramos una atribución de eficacia mágica, casi religiosa, a losdocumentos impresos, la cual puede ser interpretada como un vestigio del cul-to y la veneración por la palabra impresa que se desarrolla en sociedades don-de la cultura escrita se encuentra restringida a una elite política o religiosa77 .
Sin embargo, esta exaltación también retoma el importante papel que jugóla imprenta en la época de las revoluciones liberales burguesas, constituyén-dose en “génesis” de las luchas populares y principal medio de difusión delideario liberal, los derechos del hombre y las instituciones republicanas. Por
75. Comisión de Propaganda Obrera, “La Comisión”, en: La Vanguardia, Bogotá, No. 4, 20 defebrero de 1912.
76. Saúl Moreno, “Trinidad Redentora”, en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 19, 20 dediciembre de 1913.
77. Esta idea es desarrollada por Jack Goody, en la introducción a Cultura escrita en sociedadestradicionales, op. cit.
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estas dos razones, la imprenta también era considerada como un instrumentode lucha imprescindible para los obreros, puesto que,
No puede haber organización ni lucha que lleve a la victoria, ni adelanto de ningu-
na especie, si el pueblo no posee una imprenta suya, en cual pueda defender sus
intereses, hacer valer sus derechos y poner de relieve la justicia de su causa.
Pueblo que no habla es pueblo muerto. El mayor enemigo de los tiranos y
especuladores es la prensa independiente. Por eso la odian, la temen, la
persiguen. (…)
La imprenta es el principio de nuestra emancipación, el arma formidable que
en la vida moderna esgrimen los pueblos conscientes sobre sus amos.78
Como hemos visto, en las tres primeras décadas del siglo XX, la palabraescrita tenía una importancia central en la propuesta política, cultural y educati-va de las organizaciones obreras. Esta trascendencia no se derivaba únicamentede la posibilidad de lectura individual de las personas (en lo que ciertamente losobreros y artesanos estaban en desventaja frente a otros sectores sociales), sinoen que los textos impresos cumplían un papel aglutinador y justificador de mu-chas actividades políticas y culturales, que solamente tenían que vertangencialmente con los impresos, como lo hemos expuesto en este capítulo.
78. Miguel Strogoff (seudónimo de Raúl Eduardo Mahecha), “La imprenta del pueblo”, en: El Lu-chador, Medellín, No. 103, 18 de noviembre de 1919.
Capítulo 3LA PRENSA OBRERO-POPULAR Y EL INTENTO DE
RENOVAR LA POLÍTICA COLOMBIANA
Este capítulo busca rastrear posibles respuestas a dos preguntas centrales entorno a la relación entre prensa y política: ¿cuáles fueron las influencias ideoló-gicas y políticas de la prensa obrera? y ¿qué lugar ocupó este tipo de publicacio-nes en la contienda política del periodo? En otros términos, ¿cuál era el radio deacción política de la prensa? Para intentar responder a estos interrogantes, elcapítulo se divide en cuatro secciones: en la primera, se analiza la manera cómose insertan los periódicos en el ámbito político de la época; en la segunda, seestablece una periodización y una tipología política de la prensa, indagando so-bre los diferentes tipos de contienda política en la que participan los periódicosobreros y socialistas; en la tercera, se presenta un panorama general sobre eltema de censura y libertad de prensa, considerando que la persecución a losperiódicos y a los periodistas de la oposición fue una constante durante la Repú-blica Conservadora, que adquirió unas connotaciones particulares ante la emer-gencia de la prensa obrera y socialista, desde 1910, y en la cuarta, se presentauna breve síntesis sobre la importancia de la prensa obrera, como un componen-te central de un intento de renovación política y democrática del país.
Las fuentes básicas para la elaboración de esta sección han sido los periódi-cos obreros, de los cuales se resalta su visión particular sobre los principalesacontecimientos políticos en los que participaron. El ejercicio de establecer lasconfrontaciones políticas habría sido más enriquecedor si se hubieran analizadoperiódicos de otras tendencias, pero, por el volumen de las fuentes y los límitesimpuestos es este trabajo, se decidió excluir la metodología comparativa.
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I. LA PRENSA OBRERA Y POPULAR Y EL MUNDO DE LA POLÍTICA
COLOMBIANA EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX
Durante la Hegemonía Conservadora, el control político del Estado estaba enmanos del Partido Conservador, respaldado por la Iglesia católica. De esta situa-ción se desprendió una realidad práctica, que tuvo mucho peso en las alineacionespolíticas: el liberalismo y las nacientes organizaciones obreras y socialistas queda-ron situadas en el mismo bando, como opositoras y víctimas del conservatismo yel Clero. No obstante, esta realidad no finiquitó la lucha política, sino que la trasla-dó de los partidos (Liberal y Conservador) a diferentes facciones de estas colecti-vidades. Fue a este espectro de tendencias, coaliciones y no pocos personalismos,al que se vincularon las organizaciones obreras y socialistas.
Desde finales del siglo XIX, en el Partido Conservador existían dos ten-dencias claras, los nacionalistas y los históricos. Posteriormente, en 1912, lacolectividad se reunificó bajo la dirección de José Vicente Concha, movida enparte por la necesidad de hacer frente a los republicanos. Esta frágil e inesta-ble unidad se mantuvo hasta las elecciones de 1930, cuando el partido se pola-rizó en torno a las candidaturas de Alfredo Vásquez Cobo y Guillermo Valencia,y perdió el poder frente a un liberalismo fortalecido1 .
La Unión Republicana surgió en 1909, conformada por un grupo de in-dustriales antioqueños, algunos dirigentes liberales y buena parte de los con-servadores históricos que casi desde el principio se habían distanciado delGobierno de Rafael Reyes. Este movimiento tuvo un papel político preponde-rante, entre 1909 y 1914, puesto que fue decisivo en la caída de Reyes, en lareforma constitucional de 1910 y en la elección de Carlos E. Restrepo comopresidente para el período 1910-1914. Entre los liberales que apoyaron elrepublicanismo estaban Benjamín Herrera, Nicolás Esguerra, Eduardo Santosy Luis Cano, y entre los conservadores se destacaron, Pedro Nel Ospina, JoséVicente Concha y Miguel Abadía Méndez2 .
Por su parte, durante la década de 1910, en el liberalismo se continuóradicalizando la división entre republicanos, acaudillados por el general Benja-mín Herrera, y bloquistas, encabezados por el general Rafael Uribe Uribe. A
1 . Malcom, Deas, “El papel de la Iglesia, el ejército y la policía en las elecciones colombianas entre
1850 y 1930”, en: Boletín cultural y bibliográfico, Bogotá, vol. XXXIX, No. 60, 2002; EduardoPosada Carbó, “Los límites del poder: elecciones bajo la hegemonía conservadora”, en: Boletín
Cultural y Bibliográfico, Bogotá, vol. XXXIX, No. 60, 2002, pp. 39-41.
2. Jorge Orlando Melo, “De Carlos E. Restrepo a Marco Fidel Suárez. Republicanismo y gobiernosconservadores”, en: Nueva Historia de Colombia, t. I, op. cit., p. 218 y ss.
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comienzos de la década de 1920 se desarrolló un proceso de reintegración delliberalismo promovido por antiguos republicanos, pero, tras la derrota del gene-ral Herrera en las elecciones de 1922 (atribuida al fraude electoral), este líderendureció su oposición al conservatismo y salieron a flote dos tendencias quehabrían de rivalizar el resto del decenio: la civilista y la guerrerista. En la líneacivilista del liberalismo, estaban antiguos republicanos que querían menguar lainfluencia de los generales de la Guerra de los Mil Días dentro del partido y senegaban a hacer oposición total al conservatismo, como lo había decidido laConvención de Ibagué. En la línea guerrerista, se encontraban precisamente,esos viejos generales de la guerra, dispuestos a hacer oposición franca y total algobierno, y convencidos de que el fraude en las elecciones no les permitiríallegar al poder por la vía electoral. Fue este último sector el que entró en conver-saciones con el PSR, para llevar a cabo una insurrección armada, en 19293 .
A nivel regional y local las alianzas y divisiones partidistas se hacían mu-cho más complejas, porque la lejanía de la dirigencia del partido permitía quela disciplina fuera mucho más laxa; los caudillos y caciques locales podíanactuar más libremente, de acuerdo con su voluntad y había un botín políticoalcanzable que generaba fuertes pasiones y ambiciones. Las elecciones paraconformar las Asambleas Departamentales y los Consejos Municipales, eranespacios donde las fisuras de la Hegemonía se advertían más grandes y por lotanto los grupos disidentes podían alcanzar algunas victorias.
Teóricamente, a nivel local, la disputa por ganarse el favor popular eramás fuerte que en el plano nacional, porque las restricciones económicas y dealfabetización que existían para poder votar en las elecciones presidenciales yparlamentarias, no aplicaban para los otros cargos de elección popular, por loque en esos casos cualquier hombre –sin importar su condición socioeconómica–era un potencial elector. Esta misma razón explica por qué la política local fuecampo privilegiado para los periódicos obreros, ya que a este nivel, no sólopodían inscribir candidatos obreros, sino que el pueblo tenía un papelprotagónico en un ambiente en el que, cara a cara, todos se conocían.
Durante la Hegemonía, la Iglesia estaba identificada con el régimen con-servador, al punto que le servía de apoyo ideológico, agente legitimador ymedio para asegurar el control político del pueblo. A través de la Constituciónde 1886, el Concordato de 1887 y la Convención adicional de 1892, el Estadoreconoció al catolicismo como religión oficial, le concedió el monopolio sobre
3. Germán Colmenares, “Ospina y Abadía: la política en el decenio de los veinte”, en: Nueva Histo-
ria de Colombia, op. cit., t. I.
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la educación y sobre el estado civil de los nacionales y le entregó las regioneshabitadas por indígenas (64 por ciento del territorio nacional y 2 por ciento dela población) para que catequizara a los nativos y cumpliera funciones de go-bierNo. Dentro del pacto de la Regeneración, como contraprestación de estasituación privilegiada, la Iglesia apoyaba electoralmente al Partido Conserva-dor y suplía labores gubernamentales en extensas zonas del país4 .
La segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del XX, fueronépocas de gran polarización dentro del Clero. Ante el reto de las reformasliberales de mediados del siglo XIX, la Iglesia se dividió en dos líneas: una,ultrarradical, que no concebía ningún tipo de concesión al enemigo (liberal)y buscaba una reconquista del país, y otra, más moderada, que considerabamás urgente la auto-reforma del Clero y la purificación del culto, que suparticipación en política. Existía, además, una pugna por el control de lainstitución entre el clero metropolitano y el clero provincial, que buscabamantener su autonomía. Sin embargo, como lo ha señalado Christopher Abel,tras la caída de Reyes, el arzobispo primado, Bernardo Herrera Restrepo,“restituyó la unidad de la Iglesia y mantuvo lazos estrechos con el Estado.En la fatiga de la posguerra logró imponer un grado de disciplina que no seconocía hasta entonces en la Iglesia colombiana y obtuvo un consenso, quesin erradicar las diferencias las diluyó convenientemente”5 .
En este período, la Iglesia buscó mantener y aumentar su influencia, respon-diendo a procesos como la urbanización, la incipiente industrialización y la ex-pansión de áreas de colonización. Para ello, trató de trasladar a la ciudad la relaciónpaternalista, existente entre el campesino y el cura párroco, por medio de lacaridad. Intentó adaptar al contexto colombiano la Acción Social Católica euro-pea a través de la fundación de círculos obreros, patronatos y sociedades católi-cas, para congregar a los y las trabajadoras, y escuelas de artes y oficios para loshijos de los obreros; además, hizo presencia importante en nuevas comunidadesde la frontera antioqueña mediante la fundación de parroquias, sociedades deahorro, de caridad y casas de beneficencia. Aunque sin desconocer la magnitudque alcanzaron algunos de estos proyectos, como la Sociedad de San Vicente dePaúl, en Medellín o la obra del padre Campoamor, en Bogotá, se podría concluirque, en general, la adopción de los programas de la Acción Social fue muy lentoy no alcanzó el cubrimiento geográfico presupuestado.
4. C. Abel, op. cit., p. 31.5. Ibíd., p. 33.
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En consecuencia, pese a las directrices de los altos jerarcas del Clero y alos esfuerzos de algunos sacerdotes, el control de la población no fue completoy varió mucho de una región a otra. Históricamente, el predominio de la Igle-sia era más fuerte en las regiones altas del país que en los valles y las costas, yesa tendencia se mantuvo en este período. Igualmente, a mediados de la déca-da de 1920, la dimensión y complejidad social de una ciudad como Bogotá,eran bastante grandes como para poder controlar las tensiones sociales6 .
En este contexto de la Hegemonía Conservadora –contienda política entrefacciones de los partidos, caudillismo e intervención del Clero en la políti-ca–, aparecieron en el ámbito público, la prensa y las organizaciones obre-ras, para tratar de lograr un lugar propio y respetado dentro de la política.Durante los primeros quince años de la Hegemonía, el pueblo fue excluidosistemáticamente de la política (salvo para el rito puntual de las elecciones),pues, tanto el Clero como los partidos, rechazaron la organización políticadel pueblo bajo el argumento de que era una idea exótica, alejada de lascondiciones del país y que los sectores populares ya estaban representadosen los partidos. En un “país de gramáticos”, donde el culto al idioma y a lapalabra escrita era tan fuerte, era apenas lógico que una parte significativadel debate político se adelantara en la prensa, que los artículos y columnasde opinión sirvieran de tribuna para la confrontación ideológica y que cadagrupo (incluyendo al Clero) tuviera su propio periódico. A través de un ejer-cicio de crítica y respuesta que, podía prolongarse durante meses, se defi-nían los bandos, se daban a conocer los dirigentes y se determinaba quiénestaba en el juego de la política y quién No. Por eso, tener una publicación opoder acceder a ella, se constituía en un requisito indispensable para tratarde vincularse al debate público con los otros actores políticos7 .
Por lo anterior, en los periódicos obreros encontramos dos procesos de afir-mación y búsqueda de reconocimiento, íntimamente interrelacionados: uno, frentea los sectores que decían representar (los obreros y el pueblo, en general) y otro,frente a los otros actores en contienda (los partidos políticos y el Clero). En estecamino, nada fácil de recorrer, algunos elementos específicos caracterizaron laactuación política de la prensa obrera: pervivencia de la herencia política delartesanado, apoliticismo, imposibilidad de deslindarse totalmente del Partido
6. Rocío Londoño y Alberto Saldarriaga, La ciudad de Dios de Bogotá. Barrio Villa Javier, Bogotá,Fundación Social, 1994, pp. 15-16; Christopher Abel, op. cit., pp. 36 y ss
7. Cfr., Malcom, Deas, Del poder y la gramática y otros ensayos sobre historia, política y literatura
colombianas, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1993.
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Liberal, oposición frontal al conservatismo y a la Hegemonía de este partido enel poder, y dislocación entre lo nacional y lo local.
A. Apoliticismo
Una de las preconcepciones, como corolario, que teníamos antes de ini-ciar la investigación, partía de la certeza de que nuestro objeto de estudio erala prensa política y en muchos casos partidista. Sin embargo, a partir de lalectura de las fuentes, nos dimos cuenta que, desde el punto de vista de losdirectores y redactores, lo primero no era cierto, pero lo segundo sí. ¿Cómoera esto? ¿Cómo podía un periódico ser vocero de un partido, un gremio o unsindicato y no ser “político”?
La explicación se encuentra en que prevalecía una noción de política equi-parada a lucha electoral bipartidista y con una valoración totalmente negati-va, pues se le consideraba campo de maquinaciones, fraude, mentira, violenciay manipulación del pueblo. En este balance, la experiencia nefasta de las gue-rras civiles era un elemento que tenía mucho peso para demostrar que los par-tidos políticos sólo se guiaban por las ambiciones personales de sus caudillos,pero no favorecían al pueblo, a quien, por el contrario, utilizaban como carnede cañón. En consecuencia, los periódicos se apresuraban a declarar en susprimeros números que eran “apolíticos”. Esto se hacía en forma clara y con-tundente y se erigía como uno de los pilares que soportaría la línea de acciónde la publicación. Por ejemplo, El Baluarte, tras afirmarlo en su primer núme-ro, lo ratificó en el siguiente con estas palabras: “Hoy lo repetimos: nuestraempresa no es de lucha política: es obra de la democracia, y dentro de nuestroprograma obrero no caben las ruines y bastardas ambiciones de la política”8 .Las “bastardas ambiciones de la política” hacían referencia a las elecciones,mientras que la “democracia” era un bien supremo que había conquistado lacivilización, dentro del cual no sólo era lícito, sino deseable situarse.
Bajo esta lógica, los periódicos autodenominaban su accionar como untrabajo en pro del mejoramiento de los obreros o del gremio, que se situaba enla esfera social o económica, pero en ningún caso en la política. Entre otrascosas, esta concepción no era exclusiva de los obreros y artesanos, como lodemuestra la opinión del fiscal del caso del asesinato de Rafael Uribe Uribe,quien consideró que las sociedades a las que pertenecían Galarza y Carvajal no
8. “En la brecha”, en: El Baluarte, Girardot, No. 2, 27 de septiembre de 1918.
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eran políticas, porque no trataban de política partidista, sino que buscaban elmejoramiento del gremio obrero. Esta diferenciación les reportaba beneficios alos periódicos y, en teoría, les permitiría una mejor recepción entre el pueblo,porque los dejaba libres de toda sospecha de que más adelante fueran a entrar entratos o en componendas electorales; reafirmaba la idea de que buscarían el biencomún sobre el bien individual; los apartaba de la senda de las guerras civilesque habían sido una plaga para el país, y les permitía salirle al paso a la condenaeclesiástica que sentenciaba que los obreros no debía inmiscuirse en política.
Ser apolíticos significaba reafirmar una total independencia de los parti-dos políticos, Liberal y Conservador, no sólo porque ellos eran protagonistas dela lucha electoral, sino porque consideraban que en la historia había suficientesargumentos para demostrar que ninguna de esas colectividades había hecho algopositivo por el mejoramiento de las clases trabajadoras y, por el contrario, utili-zaban al pueblo como carne de urna en las elecciones o carne de cañón durantelas guerras civiles9 . Con esto, se quería dejar atrás una forma de hacer política,que hasta ahora había beneficiado solamente a unos pocos, y dar paso a unanueva etapa donde primaría la búsqueda de la paz y del progreso del país.
B. Búsqueda de independencia frente al liberalismo
Pese a la vehemencia con que se hacía la profesión de fe apoliticista y laconsiguiente independencia de los partidos tradicionales, en la práctica, repe-tidas veces los periódicos apoyaron candidatos liberales o coaliciones políti-cas. Se creó una especie de círculo vicioso, puesto que los periódicos criticabanfuertemente a las organizaciones artesanales y obreras que en el pasado sehabían aliado con los liberales y prometían con firmeza mantener su indepen-dencia, pero luego justificaban la necesidad de una alianza y posteriormentemanifestaban que habían sido utilizados y traicionados, y que nunca más vol-verían a hacer pactos, y así sucesivamente.
El proteccionista, en marzo de 1911, llamaba a conformar el Partido Obreropara actuar con independencia de las clases dominantes y los partidos políti-cos, manifestando que,
La organización del Partido Obrero responde a la necesidad de deslindar a lasclases dirigentes, de la gran masa social que sólo sirve o ha servido hasta ahora
9. “Adelante”, en: El proteccionista, Bogotá, No. 1, 29 de octubre de 1910; “Direccionistas y disidentes”,en: La Libertad, Bogotá, No. 130, 5 de octubre de 1916.
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para reclutar y llevar como rebaños a los campos de batalla. El Partido Obrerosignifica un gran paso en el movimiento de nuestras luchas políticas, puestoque hace entrar como factor independiente, la gran masa social que en otrostiempos se computaba como un agregado inseparable de los caudillos.10
Sin embargo, sólo dos meses después, a propósito de las elecciones parla-mentarias, esta colectividad entró en alianza con republicanos y liberales.Mediante una publicación, trató de justificar este cambio de posición:
Y puesto que predicamos la tolerancia y nuestra tendencia de partido de evoluciónes nacionalizar nuestro programa, debemos confraternizarnos con los elementosque simpaticen con nuestras ideas, y en ese armónico concierto no deben faltar elPartido Republicano que representa la concordia; el Industrial y Obrero, que repre-senta la democracia, y el Liberal, que representa la evolución. Que el toque de generalanos congregue compactos a (sic) invencibles en el campo parlamentario.11
Pero después de un corto período de euforia por los buenos resultados delos candidatos obreros, la alegría se convirtió en frustración, porque el juez delcircuito de Bogotá dictó un fallo, en julio de 1911, que dejaba al Partido Obre-ro sin su representación en el Congreso, e inmediatamente ocurrió una des-bandada de algunos de sus dirigentes hacia el liberalismo o el republicanismo12 .
Dos años después, en 1913, se creó la Unión Obrera de Colombia (UOC).A través de sus periódicos La Unión Obrera, en Bogotá, y El Obrero Moderno,
en Bucaramanga, se hacía una fuerte crítica a la Unión de Industriales y Obre-ros (UNIO), organización que había impulsado el Partido Obrero, de 1910, ypretendía superar sus limitaciones apelando únicamente a los trabajadores,haciendo mayor énfasis en la existencia de desigualdad y explotación social ypreconizando una total independencia de los partidos políticos.
Sin embargo, más temprano que tarde, El Obrero Moderno llamó a suslectores y copartidarios a apoyar la plancha liberal. Esta decisión fue justifica-da a partir de la necesidad de hacerle oposición a la concentración conservado-ra y ante la imposibilidad de presentar una lista propia. Por tales razones, optaronpor el mal menor de apoyar a “la única que nos ofrece algo razonable y positi-vo”13 . Tras este episodio, nuevamente cundió la desilusión, ya que algunosquedaron convencidos de que las listas de candidatos, supuestamente concer-
10. Luis Forero Rubio, “El Partido Obrero”, en: El Proteccionista, Bogotá, No. 19, 14 de marzo de 1911.11. J. R., Lanao Loaiza, “Toque de generala”, en: El Proteccionista, Bogotá, No. 29, 4 de junio de 1911.12. M. T., Amorocho, “Hora solemne”, en: El proteccionista, Bogotá, No. 33, 16 de julio de 1911. Sobre
este primer intento de conformar un partido obrero, véase: D. Sowell, op. cit., p. 21 y ss.13. “Cuestiones sociales”, en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 6, 19 de abril de 1913.
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tadas entre liberales y obreros, no representaban los intereses de estos últimos, yse acusó de traición a Víctor Julio Corredor, elegido, por los obreros, diputado ala Asamblea de Cundinamarca, porque sus actuaciones eran supuestamente cle-ricales14 . La línea de acción que se adoptó en los siguientes números del perió-dico, fue bastante ambigua, ya que, por un lado, ante la inexistencia de leyeselectorales que garantizaran el respeto al sufragio de las minorías obreras, sesiguió defendiendo la necesidad de hacer alianzas con los liberales y, por otrolado, se llamó a abrazar la ideología socialista y a organizarse en forma indepen-diente de los industriales, las organizaciones católicas y los partidos15 .
En Cundinamarca, y especialmente en Bogotá, el asesinato del generalUribe Uribe en octubre de 1914, impactó de manera profunda a las organizacio-nes obreras. La muerte del caudillo supuso el fin del predominio liberal sobre laUNIO, cuya situación fue observada atentamente por los republicanos, quienestrataron de ganar a los trabajadores para las elecciones de 1915. Para lograr estefin, incluyeron a algunos obreros en sus listas, pero en el caso de las eleccionesdel Consejo Municipal, los tres representantes de los obreros electos fueron ex-cluidos por un acuerdo secreto entre liberales y conservadores16 .
En 1916, se fundó un segundo Partido Obrero, en el que convergieronantiguos líderes artesanales y muchos miembros de las sociedades mutuarias yde la UOC. A través de su periódico oficial, que tenía el mismo nombre delpartido, se manifestó a la opinión pública la convicción inquebrantable demantener una línea de acción apolítica e independiente porque “los políticos,llámense liberales, conservadores o republicanos, son todos unos vividores deoficio”17 . Por esto, en otro artículo, afirmaban: “Nuestro propósito redentor esel de no volver a las urnas por ninguna causa. ¡No más boletas liberales ni másvotos conservadores! No más discusiones por un candidato que habrá de mo-farse de nuestra estulticia desde su sitial de presidente de la República o desdesu curul de Representante o Senador”18 .
Estas promesas fueron cumplidas parcialmente, como se demostró con lanegativa de los obreros de participar en los comicios departamentales de 1917,haciendo caso omiso a los “coqueteos” de la Unión Liberal, que se creó para
14. “El Partido Obrero y el liberalismo”, en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 12, 7 dejunio de 1913.
15. “Definámonos”, en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 13, 28 de junio de 1913; “Los obre-ros y el Nuevo Tiempo”, en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 17, 9 de agosto de 1913.
16. D. Sowell, op. cit., p.145.
17. “Por los obreros”, en: El Partido Obrero, Bogotá, No. 9, 18 de marzo de 1916.18. “Nuestro ideal”, en: El Partido Obrero, Bogotá, No. 2, 29 de enero de 1916. Cursiva en el original.
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esas votaciones con la participación de liberales y republicanos19 . Sin embar-go, para las elecciones de congresistas, celebradas en mayo de ese año, el Par-tido Obrero decidió unirse a los republicanos en una coalición que, a la postre,cumplió su objetivo de derrotar a los conservadores nacionalistas.
La necesidad de hacer oposición a la Hegemonía Conservadora era unargumento que pesaba mucho a la hora de decidirse a apoyar electoralmente alliberalismo, como se ve en este último caso. Incluso, un periódico, como La
Libertad, pionero en la difusión de la ideología socialista, pidió en 1916 lareintegración del Partido Liberal para no llegar a la disolución completa ytener que someterse al Partido Conservador20 .
En 1919, con la fundación del Partido Socialista, se hicieron avances impor-tantes en el proceso de organización de los trabajadores, quienes por primera vezcontaban con una organización nacional y claramente independiente de los par-tidos tradicionales y de los patronos. El Socialista y El Luchador hicieron unaintensa labor educativa para explicarle a los lectores la necesidad de adoptar laideología socialista, pero desligándose totalmente de los partidos políticos:
Por eso ahora (el pueblo) quiere organizarse independientemente de todo par-tido tradicional, para ir a la conquista de las reformas económicas y constitu-cionales que lo rediman. Todos los que vayan a militar en el partido socialistadeben desvincularse de los antiguos partidos porque no puede haber socialis-tas conservadores o liberales, sino socialistas a secas.21
De aquí, que desde ese mismo año, decidieron participar con sus propioscandidatos en las elecciones municipales y así lo hicieron en los años siguien-tes, obteniendo resultados importantes, especialmente en 1921, cuando logra-ron la mayoría de votos en Girardot, Ambalema, Cisneros, Segovia, Viotá, LaMesa y La Palma, y ocuparon el segundo lugar, después de los conservadores,en Medellín, Manizales y Honda22 .
19. David Sowell señala que, como consecuencia de esta decisión del Partido Obrero, las eleccionesde 1917 tuvieron el menor número de votantes de todas las elecciones departamentales de la
década. Op. cit., p. 148.20. La Libertad, Bogotá, No. 130, 5 de octubre de 1916. Pese a estas declaraciones, el periódico
siguió siendo socialista y se convirtió en órgano del Sindicato Central Obrero, una organización
con bastante influencia en el centro del país, que posteriormente se vinculó al Partido Socialista.21. Tito Zapata, “Sobre Obrerismo”, en: El Luchador, Medellín, No. 71, 23 de julio de 1919. Véase,
además, Nos. 72, 76 y 77.
22. Véase, El Luchador, Medellín, Nos. 72, 73, 80, 82, 86-89, 1919; M. Archila, Cultura e identidad
obrera, op. cit., p. 220; I. Torres Giraldo, Los inconformes, t. 3, op. cit., pp. 707–709.
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Estas importantes victorias, a nivel local, no fueron suficientes para man-tener la independencia total, de modo que muchos dirigentes socialistas seadhirieron a la candidatura presidencial de Benjamín Herrera, para el período1922–1926. Con esta desbandada, el Partido Socialista quedó prácticamenteliquidado. En dicha determinación, al parecer tuvo mucho que ver el procesode reorganización del liberalismo, que se venía dando desde principios de 1921y que llevó a algunos personajes importantes que habían militado en elrepublicanismo a reintegrarse totalmente al partido. En esta decisión conflu-yeron el prestigio personal del general Herrera, la credibilidad de antiguosmilitantes republicanos, como Eduardo Santos, Luis Cano, Luis E. Nieto Ca-ballero y Enrique Olaya Herrera, y vestigios de los nexos que habían existidoentre obreros y republicanos23 .
El líder obrero Ignacio Torres Giraldo, juzgó estos acontecimientos demanera bastante severa al considerar que la efervescencia electoral de 1919 a1921, fue producto de la actividad de muchos personajes que, influidos por lasprácticas de los partidos tradicionales, querían figurar como líderes políticos ymejorar su posición económica. Estimó, además, que la victoria socialista fuefavorecida por la inactividad de los líderes liberales a nivel local y que este pe-ríodo de auge terminó en 1922, porque “los comandos socialistas colombianostrabajaban con capital prestado, con electores liberales a quienes los jefes de estepartido recobraron para su gran debate presidencial de 1922, en el cual tuvieroncomo candidato único al General Benjamín Herrera”24 . Estos acontecimientosdemostraban que la influencia de algunos dirigentes del liberalismo todavía eramuy grande entre los sectores populares y que, tras algunos amagos de indepen-dencia, los dirigentes políticos, generalmente, regresaban al redil del partido.
Un lustro después, otro episodio habría de presentarse enrareciendo aúnmás el panorama. Para esa época, las organizaciones socialistas daban a cono-cer a través de la prensa, que renunciaban a la lucha electoral y dejaban todassus esperanzas en una revolución. Tras hacer una reflexión sobre lo que habíaocurrido en el pasado, El Socialista afirmaba que,
Las organizaciones y los partidos pierden las masas por llevarlas a las urnaselectorales, pues el verdadero militante sabe muy bien que no es al amparo de
23. G. Colmenares, op. cit., pp. 251–252; E. Posada Carbó, op. cit., pp. 50-51. La influencia de estos
antiguos líderes republicanos derivaba tanto de su actividad política como periodística en El Tiempo,
El Espectador y El Diario Nacional.
24. I. Torres Giraldo, Los inconformes, t. 3, op. cit., p. 709. La inactividad del liberalismo que men-
ciona Torres Giraldo, hace referencia a que este partido no presentó candidato presidencial paralas elecciones de 1918 y esto repercutió en la actividad local.
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una bayoneta y de un jurado de votación, como se obtienen las conquistas de lalibertad, ni muchísimo menos con leyes que benefician únicamente a quieneslas dictan, o cuando es expedida alguna que favorezca al pueblo, el ejecutivono la cumple (…)Los obreros renunciamos a creer en el parlamento y de hecho sepultamos en elmás profundo asco físico y moral la representación proporcional de los parti-dos. (…) Para acabar de un solo tajo con el enemigo encaramado considera-mos que el medio para triunfar es la revolución social, y nuestra aspiraciónacabar con la explotación del hombre por el hombre.25
Estas ideas eran compartidas por las principales tendencias populares dela época, el Partido Socialista Revolucionario y los grupos socialistas yanarquistas independientes. Pese a las diferencias que estos sectores habíantenido en el III Congreso Obrero de 1926, mantuvieron relaciones respetuosashasta mediados de 1928, cuando periódicos como El Socialista y Claridad,
iniciaron una campaña contra los principales dirigentes del PSR, acusándolosde unirse al liberalismo para la conformación del Comité de Acción Socialcontra la Ley Heroica. Además de este comité, había otras alianzas entre socia-listas y el sector guerrerista del Partido Liberal, expresadas en la conformacióndel Comité Central Conspirativo Colombiano (C.C.C.C), para llevar a cabouna insurrección armada. Aunque el C.C.C.C. nunca fue denunciado explícita-mente (hubiera sido una deslealtad sacar a la luz pública una organizaciónclandestina), ese era el principal motivo de crítica de los otros sectores socia-listas. También, hicieron denuncias explícitas contra Tomás Uribe Márquez,Max Grillo y Moisés Prieto, a quienes se acusaba de haberse unido al socialis-mo para “contener el avance de la revolución social y preparar las masas pro-letarias para las próximas elecciones que han de venir dentro de muy pocosmeses” 26 . Los acontecimientos posteriores confirmaron estas acusaciones aMax Grillo y Moisés Prieto, quienes después de la debacle del Partido, en1929, regresaron al Partido Liberal.
Como vemos, en los dos últimos años de la Hegemonía Conservadora,hubo un doble proceso que involucró a los dos sectores del liberalismo y lespermitió finalmente canalizar la agitación social de la época y salir vencedo-
25. Ruthislore, “No queremos reforma electoral”, en: El socialista, Bogotá, No. 531, 6 de octu-
bre de 1928.26. “La segunda jarana de los amarillos”, en: El Socialista, Bogotá, No. 532, 14 de octubre de 1928.
Sobre la campaña de prensa contra las alianzas del PSR, véase, además “La Jarana de Amarillos”,
en: El Socialista, Bogotá, Nos 525, 526, 531, 533, 535, 536 y 538, 1928; Claridad, Bogotá, Nos.46, 53 y 57, 1928.
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res en la contienda de 1930. Por un lado, el sector guerrerista del partidotenía su lugar en el C.C.C.C., en la figura del general Cuberos Niño, mien-tras que algunos de los liberales civilistas, que habían entrado al PSR, comoFelipe Lleras y Moisés Prieto, lograron escalar hasta la dirección del partido.Esta situación fue motivo de ácidas críticas, pero lo que apresuró la desapa-rición del PSR fue la ola de represión oficial, desatada tras la masacre de lasbananeras y a raíz del descubrimiento del plan insurreccional. Esto hizo quelos principales líderes nacionales y locales fueran encarcelados, al tiempoque los liberales apresuraban su regreso al liberalismo.
Es posible concluir que, pese a los diferentes esfuerzos y a la vasta retóricaempleada en afirmar apoliticismo e independencia, a finales de la década de1920, ni el PSR ni el movimiento popular habían logrado romper completamen-te sus ataduras con el Partido Liberal27 . La concepción negativa de los partidospolíticos no impidió que el liberalismo, como ideología, tuviera una recepciónpositiva entre los sectores obreros y artesanales del período. Los postulados de laRevolución Francesa seguían siendo reivindicaciones necesarias en el contextocolombiano y hacían parte de la experiencia de lucha de algunos sectoresartesanales, por lo que seguían siendo un pilar importante de su ideología. Estasituación hizo más difícil de cumplir el propósito de mantenerse completamenteseparado del liberalismo, máxime que en este período el partido se esforzó porincluir dentro de su plataforma algunos de los puntos presentados por el PartidoSocialista y que compartían un enemigo común, el Partido Conservador, lo cual,en cierta medida, los ponía del mismo lado28 .
Tras esta aparente falta de coherencia, se evidencian las diferentes res-puestas a una serie de dilemas que fueron persistentes en este periodo: ¿entra-ban en coaliciones para obtener reformas parciales a sus demandas y debilitaral conservatismo o actuaban de forma independiente con el peligro de termi-nar aislados y sin influencia real en el gobierno? ¿Sus demandas podían sersatisfechas dentro del sistema político bipartidista, como lo creía la UNIO y lamayoría de organizaciones artesanales de la década de 1910, o era necesariauna trasformación social profunda, como creían los socialistas? ¿Se debía pri-vilegiar la participación política (electoral) o la presión económica (huelga)?
27. Daniel Pécaut, Orden y violencia: Colombia 1930–1954, Bogotá, Siglo XXI Editores–CEREC,1987, p. 98. Esta conclusión es compartida por la historiografía del movimiento obrero, véase, M.
Archila, Cultura e identidad obrera, op. cit., p. 244 y ss; M. Medina, op. cit., pp. 128–129. R.Vega, Gente muy rebelde, t. 4. Socialismo, cultura y protesta popular, Bogotá, Ediciones Pensa-miento Crítico, 2002, p. 323 y ss; y Miguel Urrutia, Historia del sindicalismo en Colombia,
Medellín, Editorial La Carreta–Universidad de los Andes, 1976, pp. 132–133.28. I. Torres Giraldo, Los inconformes, t. 3, op. cit., p. 712; G. Molina, op. cit., pp. 130–136.
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C. Anti conservadurismo
El anti conservadurismo, antigodismo o lucha contra los runtanos, fue otracaracterística común a toda la prensa obrera del período. En este caso, la separa-ción era más tajante, puesto que no estaban solamente en contra del PartidoConservador, sino de cualquier idea o principio político que lo sustentara. Estopermitió que la independencia se mantuviera con mayor firmeza y coherenciaque en el caso de liberalismo, pues no había lugar a ningún tipo de concesión.Esta postura se anclaba en un análisis histórico de los gobiernos conservadores,en contraste con el período que hoy día llamamos Olimpo Radical (1863-1885).
En este sentido, es ilustrativo un artículo que escribió Juan FranciscoMoncaleano en El Ravachol, donde comparaba la situación del país, entre 1875y 1910. Según él, en la primera época, bajo la presidencia de Aquileo Parra,Colombia era un país respetado, los artesanos tenían trabajo y había igualdadante la ley, pero, después de la traición de Núñez, el país fue desmembrado ydeshonrado ante el mundo entero y el artesanado no tenía cómo ganarse lavida, mientras los burócratas vivían en palacios. De esta forma muy sencilla,se iban tejiendo los tres principales argumentos que sustentaban su posición:los conservadores no respetaban las libertades individuales, eran un obstáculopara el progreso social y no favorecían a los trabajadores29 .
Otro plano de la crítica se situaba en el terreno moral y trataba de demos-trar la maldad de los conservadores. Para esto, se utilizaban artículos de críticay de denuncia, donde a partir de un caso puntual se extraían conclusiones detipo general, para presentar a los runtanos como corruptos, traidores, hipócri-tas, ladrones y perseguidores30 . Esa descalificación moral no era exclusiva dela prensa obrera, sino que se inscribía en la lógica política de la época,hegemonizada por el conservatismo y el Clero. Era una forma de desenmascararla imagen de católico virtuoso que esta alianza había construido y también unarespuesta a la satanización a que eran sometidos. Con esto, se buscaba invertir lafigura, mostrando que los conservadores no eran buenos, pero que los obreros sí,tal como lo muestra este ejemplo, tomado de El Obrero Moderno:
29. Juan Francisco Moncaleano, “Contrastes”, en: El Ravachol, Bogotá, No. 1, 25 de junio de 1910;“Direccionistas y disidentes”, en: La Libertad, Bogotá, No. 130, 5 de octubre de 1916; Fear,“Organización obrera”, en: El Luchador, Medellín, No. 69, 16 de julio de 1919; “Las tinieblas en
el poder”, en: El Socialista, Bogotá, No. 523, 30 de junio de 1928; “Sobre la misión de la prensa”,en: La correspondencia, Bogotá, No. 3, 22 de febrero de 1912.
30. Véase, por ejemplo, una serie de artículos de El Ariete denunciando diferentes abusos de los
conservadores: “Horcas caudinas en Galán”; “Señor Gobernador” y “Cubilete”, Nos. 18, 19 y 48,1910 y 1911.
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Son runtanos los que con fines políticos andan en la actualidad escalando lostemplos para profanar las imágenes de los santos y hacer aparecer a los liberalescon tal baldón atenidos al principio clerical de que ningún liberal puede ser cató-lico y por lo tanto están obligados forzosamente a ser sacrílegos. Los que entodas las épocas de la república han engañado a los liberales, validos de su cre-dulidad para especular su fuerza moral y su buena fe política a favor de susambiciones; y por último, los mismos que en todos los tiempos han atropelladolos derechos de los ciudadanos, cuando no los asesinan y los asaltan villanamenteen cuadrillas de malhechores, como sucede actualmente en Piedecuesta, en elTolima y en casi todos los pueblos del país en donde los curas no cesan depredicar el exterminio liberal. Esto es lo que quiere decir runtaNo.31
En el fragmento citado se evidencia también, otra característica de estetipo de discursos, donde la crítica excluía el examen de los principios políticosdel contendor y se privilegiaba el plano personal y moral, con la intención deconmover más que de convencer.
D. Dicotomía entre lo local y lo nacional
Podemos afirmar que existió una clara fractura entre lo local y lo nacionalen cuanto a la forma como la prensa obrera participaba en la discusión política.Así, mientras logró grandes fortalezas a nivel regional, en el ámbito nacionalcarecía de información rápida y completa, y ello se tradujo en una posición muyclara frente a la política y los actores locales, en tanto que la política nacional seenfrentaba a partir de generalizaciones utilizadas para todas las ocasiones. En elterritorio efectivo que cubría el periódico, los principios ideológicos no se que-daban en retórica, sino que se concretaban en denuncias o campañas sobre losservicios públicos, el estado de las vías, la higiene de la plaza de mercado, laactuación del cura párroco, el alcalde, la policía, etc. Todos estos aspectos eranconcretos y estaban directamente relacionados con la vida cotidiana de sus lecto-res, pero el análisis del impacto de la política nacional a nivel local era marginal.
Como se ha mencionado en la primera parte de este capítulo, el esquemade enfrentamiento liberal-conservador, se hizo más complejo por la presenciade tendencias dentro de los partidos y por el predominio de caudillos locales yregionales. Por lo tanto, el conocimiento del medio político era un factor muyimportante para poder deslindar posiciones y presentar puntos de vista sobre lavida política local, tanto o más que el bagaje político e ideológico sobre pro-teccionismo, libertades individuales o separación de la Iglesia y el Estado.
31 “Lo que es el runtanismo”, en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 9, 10 de mayo de 1913.
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En el ámbito local, los periódicos obreros alcanzaron cierto éxito en lamedida que lograron convertirse en contendores respetados por los otros acto-res políticos, y respondían a necesidades concretas de sus lectores. Uno de lospropósitos de esta prensa alternativa era precisamente el de ser admitidos den-tro del mundo político como un representante legítimo del pueblo; es decir, nosolamente debía ser reconocida por quienes decían representar, sino tambiénpor los dirigentes políticos y los periódicos de otras tendencias. En este senti-do, lo peor que le podía pasar a estos periódicos era la indiferencia y, por ello,los directores de los periódicos se trenzaban en acalorados debates, algunasveces de poca trascendencia real, por medio de los cuales buscaban posicionarseante sus potenciales seguidores y ante sus contrincantes. En algunos casos,esta estrategia se convirtió en un verdadero obstáculo, particularmente cuandolos periódicos asumían una confrontación como centro de su actividad y ter-minaban por dedicar casi toda la publicación a ese tema.
II. TIPOLOGÍA Y PERIODIZACIÓN DE LA PRENSA
Elaborar una periodización de la prensa obrera no es una tarea fácil. Con-tra esta empresa, conspiran tanto la pérdida de muchísimos periódicos, comola atomización y falta de continuidad que caracterizaron a estas publicaciones.Esta situación hace que cualquier periodización convencional distorsione larealidad al mostrar una evolución que nunca tuvo lugar, pues la mayoría de laspublicaciones nacían y morían con las mismas características. Pero por otrolado, en el lapso de los veinte años que cubre esta investigación, se ven clara-mente cambios ideológicos y temáticos. Para tratar de dar cuenta de estas doscircunstancias, optamos por dividir el período en dos grandes etapas (1909-1918 y 1919-1929) y presentar los diferentes tipos de prensa obrera que co-existieron en cada uno de ellos.
A. Prensa artesanal-obrerista
Carlos Zubillaga y Jorge Balbis, dos investigadores uruguayos, hacenuna clara distinción entre prensa obrera y prensa obrerista. Con el primertérmino, denominan a los órganos “publicados por organizaciones gremialesespecíficas”, mientras que el segundo lo asignan a “los que respondían consu prédica a una corriente de pensamiento que perseguía la instauración deun proyecto social de cambio, sin que en todos los casos sus propulsorespertenecieran claramente a los sectores asalariados y a sus organizaciones de
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clase”32 . Esta diferenciación es justificada por los autores para el contextouruguayo de 1878–1905, pero no puede utilizarse para el caso colombiano,puesto que aquí no encontramos una clara disyunción entre los sindicatos ylos partidos políticos de los trabajadores. Además, debe aclararse que lossindicatos convivieron con los gremios artesanales durante largo tiempo yfueron estos últimos quienes utilizaron su liderazgo para crear los primerospartidos y organizaciones generales de trabajadores.
Ante la ausencia de una definición más adecuada, proponemos el términode prensa artesanal-obrerista para denominar a una parte significativa de losperiódicos de los trabajadores que se publicaron hasta 1918. Esta prensa repre-sentó el tránsito entre el mundo artesanal y el mundo obrero. Con ello, noqueremos presentar la idea de un cambio lineal y total, puesto que fue un pro-ceso complejo y no exento de contradicciones entre la realidad material y lasaspiraciones socioculturales de sus creadores. Era artesanal por su condición
de clase, pero obrerista por su imaginario y su concepción ideológica y cultu-
ral (el cambio en los imaginarios se estudia en el capítulo 4).
Pareciera que, de alguna manera, anhelaran la irrupción masiva de los obre-ros, y al mismo tiempo trataran de prepararse para hacer frente a los problemassociales que eso conllevaría. Un periódico de Buga era explícito al respecto:
A muchas y muy graves consideraciones se presta la suerte de la clase obrera,allí en donde el desarrollo de la actividad humana en todas sus manifestacio-nes ha tomado vuelo poderoso, y ha implantado como forzosa consecuenciaesa lucha entre ricos y pobres que hoy presenta los más alarmantes caracteres.Felizmente todavía entre nosotros no se ha desarrollado ese tráfago y actividadmaterial que agita con anhelito de fiebre los centros populosos de las nacionesde Europa; pero pronto nos invadirán también con todas sus ruindades y ven-tajas las complicaciones de la vida civilizada, y las serias dificultades de lalucha que ella trae, y entonces se impondrá la necesidad de un remedio a losmales que cercarán la existencia de las clases obreras y desvalidas; entonces eldesheredado de la fortuna sólo podrá poner para contrarrestar el poder que looprime, la fuerza que sólo un estrecho vínculo de unión puede dar. Y este es elobjeto que perseguimos. Sabemos que sólo la unión constituye la fuerza, y poreso queremos echar las bases de la que ha de salvar la clase obrera, cuando eldesarrollo industrial y comercial venga a acentuar la línea de oro que separa alos ricos y opulentos de los pobres y desvalidos.33
32. Carlos Zubillaga y Jorge Balbis, Historia del movimiento sindical uruguayo. Vol. II: Prensa obre-
ra y obrerista (1878-1905), Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1986, p. 16.33. “En la brecha”, en: El Obrero, Buga, No. 9, 21 de enero de 1912.
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Cronológicamente, la mayoría de los periódicos de este tipo se publicaronentre 1909 y 1918, aunque debe mencionarse un breve período de efervescencia,entre 1904 y 1906, cuando, tras el fin de la Guerra de los Mil Días, las perspectivasde estabilidad política y proteccionismo económico fueron aprovechadas por losartesanos para reanudar su actividad política. En 1904, la Sociedad de Artesanosde Ocaña comenzó a publicar El Artesano de Ocaña, mientras que en otros lugaresdel país aparecieron publicaciones como Paz y Trabajo (Bogotá), El Artesano
(Manizales), y El Pueblo (Pasto). En ese mismo año, los artesanos de Popayánenviaron una circular a sus pares de todo el país para pedirle en forma conjunta alCongreso Nacional que elevara los aranceles de importación. Algunos zapaterosde la capital secundaron esta idea y plantearon la necesidad de crear una organiza-ción obrera (no partidista), que liderara la presentación de dicha petición. La fun-dación formal de esta organización se llevó a cabo en junio de 1904, bajo el nombrede Unión de Industriales y Obreros; entre los personajes que lideraron este procesoestaban, Juan I. Gálvez y José Leocadio Camacho, directores de Paz y Trabajo,
cuya publicación se convirtió en el órgano oficial de la Unión.
A ese esfuerzo de agitación periodística, se sumaron al año siguiente El
Yunque y El Faro, dirigidos respectivamente por Juan Francisco Nates, vice-presidente de la Unión, y Alejandro Torres Amaya, reconocido líder artesanalde fines del siglo XIX. La Unión de Industriales y Obreros como organizaciónse eclipsó rápidamente, pero sus dirigentes siguieron actuando a través de aque-llos periódicos, hasta 1906, cuando fueron acusados de participar en una cons-piración contra el presidente Reyes. Aunque finalmente el gobierno tuvo queadmitir que tal complot nunca había existido, el mal ya se había hecho porquelos editores de ambos periódicos fueron arrestados y enviados a colonias pena-les de otras regiones del país, por lo que desaparecieron las publicaciones. Elresto del quinquenio de Reyes no proporcionó las condiciones necesarias parala politización de las organizaciones de los trabajadores, tanto por el crecienteautoritarismo del ejecutivo, como por la estrecha vigilancia que soportaron losgrupos obreros después de este episodio34 .
Tras la caída de la dictadura, la organización de los trabajadores volvió asurgir con fuerza en algunas regiones del país y de su mano apareció también unimportante número de periódicos. Precisamente, una característica central de loque denominamos prensa artesanal–obrerista fue la relación de dependencia quemantuvo con partidos, gremios o asociaciones obreras. No aparecían por inicia-tiva particular de algunos personajes, sino por estrategia y tradición política de
34. D. Sowell, op. cit., pp. 133-134.
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esas organizaciones, ya que inmediatamente después de su fundación se proce-día a crear un periódico que le sirviera de órgaNo. Así, la Unión Obrera (1909)tenía el periódico Unión Industrial; La Unión Nacional de Industriales y Obre-ros (1910) desarrolló su propaganda a través de La Razón del Obrero y El Pro-
teccionista; La Unión Obrera de Colombia (1913) editó La Unión Obrera; y elPartido Obrero (1916) fundó un periódico con el mismo nombre.
Este proceso no fue excluido de Bogotá, sino que se repitió en otras ciuda-des. Por ejemplo, en Bucaramanga el Centro Instruccionista de Artesanos (1910)creó Trabajo y Libertad y posteriormente (1912) Libertad y Trabajo; el Comi-té de Obreros (1911) publicaba La Unión Obrera; los voceros de la UniónObrera de Colombia (1913) sostenían El Obrero Moderno; La Sociedad deArtesanos de Pereira (1909) publicó El Pueblo; en Cúcuta, la Sociedad de Arte-sanos Gremios Unidos (1911) tenía como vocero a El Artesano; en Facatativá, laSociedad de Industriales y Obreros (1913) editó El Yunque; en Ocaña, la Socie-dad de Artesanos (1904) contaba con El Artesano de Ocaña; y la Sociedad deObreros y Artesanos de Tolú (1912) patrocinaba La Correspondencia.
Esta prensa reflejaba la fase de transición del movimiento obrero, en la que sepasaba del predominio de los artesanos al de los obreros asalariados. Estos dosgrupos sociales exigían una apertura del sistema político, que permitiera su partici-pación y atendiera sus demandas, y compartían la creencia en la necesidad de laeducación para el pueblo y de la unión obrera. Pero, mientras que para los prime-ros las leyes proteccionistas eran una prioridad, para los segundos era más impor-tante la cuestión de los salarios y la compensación por los accidentes de trabajo35 .
El tránsito del mundo artesanal al obrero, significó el aprendizaje no sólo deun lenguaje y una ideología particulares, sino también de nuevas formas de lucha.Conceptos como, lucha de clases, socialismo, huelga, obrero, proletariado, debie-ron ser aprendidos o reinterpretados bajo una nueva corriente de pensamiento de-rivada del movimiento obrero internacional. Aunque la prensa artesanal–obreristano tuvo nexos directos con este movimiento, sí cumplió una función pedagógicaimportante en la incorporación de nuevos patrones de pensamiento y de comporta-miento en algunos sectores del pueblo trabajador. El Obrero Moderno, deBucaramanga, fue quizás el primer periódico que empezó a enseñar los conceptosde huelga, clase y lucha de clases, desde una perspectiva marxista, aunque es evi-dente que ellos mismos disponían de una información muy limitada36 .
35. Ibíd., p. 153.
36. “El Porvenir Obrero” y “Asuntos sociales. La guerra futura.”, Nos. 2 y 12, 25 de enero y 7 dejunio de 1913.
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Todas estas publicaciones compartían una agenda temática: necesidad de launión obrera, proteccionismo, educación, salarios, condición de vida de los traba-jadores, rechazo a las guerras civiles, apoliticismo, anti-conservadurismo, progre-so y lucha antialcohólica. Sin embargo, era posible el abandono de estos asuntoscuando había una coyuntura electoral o una disputa política, para dedicarse casiexclusivamente al tema que les interesaba37 . Para estos periódicos, resultó funda-mental la campaña en favor de la paz como prerrequisito para alcanzar el progresoy el bienestar nacional. En sus escritos concluían que las guerras sólo habían traídoruina económica y perjuicios para los trabajadores y sus familias, y que, en conse-cuencia, era prioritario consolidar la paz y la concordia nacionales. El fantasma delas guerras civiles seguramente contribuyó al rechazo de las doctrinas que postula-ban una trasformación revolucionaria de la sociedad, ya que, incluso, los periódi-cos socialistas se oponían al uso de la violencia y se aferraban a ideas evolucionistasy pacifistas, como lo manifestaba, en 1913, El Obrero Moderno:
ESTA HOJA no tiene todavía el carácter de una empresa estable: es sólo unórgano de propaganda de ideas nuevas sobre orientaciones políticas que hanproducido ya muy benéficos resultados en otros países, no obstante que ape-nas se han iniciado. Uno de los resultados que ya se empiezan a palpar es elafianzamiento de la paz porque el Obrero Instruido en las ideas de la fraterni-dad y democracia no se deja llevar fácilmente a las matanzas de hermanos sinuna causa muy poderosa.38
Esta misma idea también influyó durante la Primera Guerra Mundial, cuan-do se defendieron postulados pacifistas. Aunque el antibelicismo fue promovi-do por algunos movimientos socialistas y anarquistas a nivel mundial,consideramos que las organizaciones obreras del país no se inspiraron en estasfuentes, sino principalmente en una lectura de la historia nacional39 . La adop-ción de preceptos pacifistas evitó una radicalización mayor en otros aspectos,como el religioso, donde se adoptó una actitud de respeto hacia el catolicismopor su arraigo en el pueblo colombia No. Por ello, no atacaban directamentelos dogmas de la Iglesia (en general se ignoró el tema), y se adoptó un lenguajedeferente para referirse a los sacerdotes y jerarcas de la institución. Esto noimplicaba una defensa del pensamiento clerical, sino el intento de desplazar el
37. Cfr. El Proteccionista, Bogotá. Este periódico descuida sus artículos de fondo para dar cabida alas orientaciones electorales y a la publicación de telegramas de adhesión y de conformación de
comités eleccionarios. En 1911, cuando alcanza representación en la Asamblea Departamental,dedica buena parte de su periódico a transcribir sesiones e intervenciones de sus representantes.
38. “Esta hoja”, en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 18, 16 de agosto de 1913.
39. Véase, por ejemplo, Adelio Romero, “Lo de siempre”, en: La Libertad, Bogotá, No. 136, 20 dediciembre de 1916.
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centro de la discusión de cuestiones religiosas para abordar otros temas queconsideraban de mayor importancia. En esta postura había una gran dosis detáctica política, como lo declaraban expresamente los autores en muchos artí-culos. Con ello, querían evitar caer en una discusión bizantina, que se asociabacon las guerras civiles y, sobre todo, que podía alejar de la causa obrera amuchos obreros católicos. Además, tras este lenguaje deferente se vislumbra-ba cierta rebeldía, puesto que otro de los argumentos centrales para no atacar ala Iglesia era la libertad de conciencia (idea netamente liberal radical), queimplicaba respeto para todos los cultos y creencias: catolicismo, protestantis-mo, masonería, espiritismo, sin poner a alguno por encima de los otros40 .
Ideológicamente, los periódicos artesanales–obreristas son difíciles decaracterizar en la medida en que, tanto sus exposiciones teóricas como susacciones, fueron poco claras y coherentes. Sin embargo, es posible encontraralgunos aspectos que los hacen similares: puede afirmarse que eran reformistas,no buscaban rupturas radicales con el orden establecido, sino, más bien, unaampliación del campo político, de manera que se incluyeran sus reivindicacio-nes; difundían las ideas liberales heredadas de la Revolución Francesa y, teóri-camente, rechazaban los partidos políticos, aunque en la práctica algunosmantenían vínculos con el liberalismo o el republicanismo. Hacia mediados dela década de 1910, algunos periódicos empezaron a adoptan una ideología so-cialista, pero muy tímidamente, puesto que rehusaban denominarse como talespor miedo a la reacción popular y a la idea de la revolución social. Aunque noes una de sus características más sobresalientes, encontramos un sentimientoantiimperialista, derivado de la pérdida de Panamá y la intervención de Esta-dos Unidos en la Revolución Mexicana. Especialmente, la pérdida del istmogeneró un sentimiento de indignación contra los Estados Unidos y algunossectores de las clases dominantes de Colombia, que fue compartida por toda laprensa obrera de estas décadas, incluso por la liberal41 .
En la prensa artesanal–obrerista también se reproducían las campañasmoralistas adelantadas por las elites letradas y por la Iglesia, como eran las
40. El Obrero Moderno anuncia cotidianamente el lugar y el horario de los oficios protestantes, eincluso llegó a transcribir una de sus sesiones, lo que le valió fuertes críticas. Cfr. El Obrero
Moderno, Bucaramanga, No. 9, 10 de mayo de 1913. Sobre la masonería, véase, en este mismoperiódico, “La masonería en Inglaterra”, No. 18, 16 de agosto de 1913, y “Palabras iniciales”, en:Trabajo y Libertad, Bucaramanga, No. 1, 1º de enero de 1910.
41. Rafael Gutiérrez, “Americanismo”, en: La Libertad, Bogotá, No. 42, 16 de enero de 1913; RafaelGonzález Castro, “Actitud del pueblo”, en: La Razón del Obrero, Bogotá, No. 9, 28 de septiembrede 1910; Felipe Barón, “Los yanquis en México”, en: El Ariete, Bogotá, 19 de marzo de 1911;
“Tres de Noviembre”, en: El Baluarte, Girardot, No. 8, 7 de noviembre de 1918; Han de Islandia,“El tratado de abril”, en: El Luchador, Medellín, No. 79, 26 de agosto de 1919.
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relativas a la higiene, la temperancia, el rechazo a la violencia y la fraternidadentre los obreros, pero con la diferencia fundamental de que esas campañastenían como objetivo la superación de sus condiciones de ignorancia y de po-breza y no el sentido discriminatorio del proyecto de las elites, que apuntabatanto a legitimar el proceso de modernización capitalista como a eliminar losobstáculos mentales y culturales que se le oponían.
B. Prensa radical
En forma simultánea a la prensa artesanal–obrerista, se publicó otro tipo deprensa, que hemos llamado radical. Se caracterizó por un marcado carácteranticlerical, defensa a ultranza de los principios del liberalismo radical y la difu-sión de ideas socialistas y, en menor medida, anarquistas. Era una prensacombativa, donde predominaba la crítica ácida, la denuncia y la agitación. Adiferencia de la prensa artesanal–obrerista, estas publicaciones, generalmente,no dependían de partidos o gremios, sino que obedecían a iniciativas individua-les o de pequeños grupos informales. Los periódicos más representativos fue-ron: El Símbolo (Cartagena, 1910), El Comunista (Cartagena, 1910), Ravachol
(Bogotá, 1910), Chantecler (Bogotá, 1910), El Martillo (Pereira, 1916-1917),El Ariete (Bogotá, 1910-1915), El Látigo, (Puerto Tejada, 1916), Verbo Rojo
(Tulúa, 1915-1916). Si algunos de estos nombres representaban en sí mismos undesafío al orden establecido, como Ravachol, que rememoraba al temido anar-quista francés de fines del siglo XIX, sus subtítulos reconfirmaban esta idea. Enefecto, El Ariete se proclamó como “Diario radical-socialista”; El Martillo, como“publicación refractaria a toda creencia religiosa”, y El Símbolo, en su terceraedición, se definió como “periódico librepensador y socialista”.
Este tipo de periodismo se desarrolla entre 1909 y 1918 y, a diferencia dela prensa artesanal–obrerista, no encontramos ejemplos de prensa radical en laprimera década del siglo XX. Esto, porque su misma beligerancia no encontra-ba lugar en el estrecho marco político del quinquenio de Reyes. Incluso, poste-riormente, esta posición combativa les generó muchos inconvenientes con elClero y las autoridades locales, y aunque la prensa artesanal–obrerista tambiénfue excomulgada y censurada, los ataques más fuertes los sufrieron los perió-dicos radicales, como mostramos en el parágrafo de este capítulo consagrado ala censura y la libertad de prensa.
Por su marcado carácter anticlerical desplegaron una intensa campaña dedenuncia de la corrupción, doble moral y compromiso con el poder por parte delas altas jerarquías de la Iglesia católica, así como su desmedida intromisión en
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todos los aspectos de la vida social y cultural del país. Para estos periódicos, laactuación de la Iglesia católica era el problema más grave que tenía la nación; sele consideraba culpable de las guerras civiles, de mantener al pueblo en la pobre-za y la ignorancia, y de someter al país a una verdadera “dictadura clerical”42 .
Esta campaña se hacía a través de artículos, reproducción de textos ex-tranjeros, denuncias concretas contra algún sacerdote y mediante caricaturas.La utilización de estas últimas fue un elemento innovador y característico de laprensa radical, puesto que, en general, los periódicos obreros no se distinguie-ron por el uso de ilustraciones. Las técnicas de grabado, xilografía y fotogra-bado, eran costosas y algunas veces demasiado complejas para las limitadasposibilidades de los periódicos, aunque algunas hojas radicales trataron de sa-lirle al paso a estas dificultades a través de los grabados en madera. Éstos eranmucho más baratos, ya que sólo exigían un trozo de madera adecuado y unanavaja o punzón; todo lo demás, corría por cuenta de la habilidad del autor,quien, generalmente, no era un dibujante profesional, sino un aficionado43 .
Figura No. 1
Caricatura “El Portal del Gobierno”, tomada de Ravachol, Bogotá, No. 4, 17de julio de 1910
42. “Dictadura Clerical”, en: El Símbolo, Cartagena, No. 2, 14 de marzo de 1910; Luis Capella, “El cleroes responsable de las guerras civiles”, en: El Símbolo, Cartagena, No. 8, 2 de septiembre de 1910; LuisPerea, “Consejos sanos a los trabajadores”, en: El Martillo, Pereira, No. 3, 29 de octubre de 1916.
43. Sobre la llegada y difusión en Colombia de las técnicas de grabado, xilografía y fotograbado,véase, Pablo E. Numpaque, Historia de la imprenta en Tunja, Tunja, Grafiboy, 2003, pp. 10–108.
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En la adquisición de este aprendizaje fue muy importante el conocimientode los artesanos que trabajaban con madera (talladores y ebanistas), quienes apli-caron su destreza a la talla en madera o enseñaron a otros cómo hacerlo. IgnacioTorres Giraldo narra como anécdota personal que aprendió a tallar madera através de la observación y las enseñanzas que de dejó un “cristero” –tallador decristos, cucharas y molinillos– y ese conocimiento le sirvió para hacer grabadosy caricaturas, que fueron publicados en su periódico El Martillo, y en otros,donde estuvo como colaborador, como El Aguijón y Vendimia44 .
En general, las caricaturas trataban de mostrar cómo funcionaba la “repú-blica camandulera”, señalando la postración de los políticos ante el Clero ydenunciando su riqueza, inmoralidad e hipocresía (véase Figura No.1). En todocaso, aunque las críticas iban dirigidas contra toda la institución católica, losperiódicos bogotanos atacaron con mayor empeño a los jesuitas mediante lapublicación de punzantes caricaturas (ver Figura No. 2).
Figura No. 2
44. Ignacio Torres Giraldo, Anecdotario, Cali, Universidad del Valle, 2004, pp. 29-30.
Caricatura “Dávila Flores y los Jesuitas crucifican a Colombia”, tomada de Ravachol,Bogotá, No. 7, 13 de agosto de 1910
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Esos periódicos eran anticlericales, pero no ateos, pues reivindicaban cla-ramente un socialismo cristiano y destacaban la labor de Jesús como el “pri-mer socialista” que existió en el mundo. Sus directores no estaban en contra delas creencias religiosas de la población, sino de la actuación del Clero en favordel Partido Conservador y contra el pueblo, como lo evidenciaba El Martillo,de la ciudad de Pereira, en 1916:
Nuestra labor está muy lejos de ser anticristiana, pero sí es anticatólica, ya queese cristianismo de que hablamos murió con sus apóstoles y quedando esarama que lleva su careta aunque está muy distanciada (sic), como lo puede verquien tenga la serenidad de poner en tela de juicio estas opuestas palabras:Cristianismo y Catolicismo y sólo así comprenderá cuanto dista de los actua-les ministros a los de los tiempos apostólicos. (…)Nuestra labor es poner dique a quienes fanatizan al pueblo en creencias o cau-sas, sea cual sea su fin; toda vez que no hay por qué lanzar el individuo al errorde dónde solo saldrá cuando la razón le conquiste.45
En los artículos se examinaban algunos principios de la fe católica, conel fin de controvertirlos, especialmente el sacramento de la confesión, el dog-ma de la resurrección, la invocación a los santos para mejorar el clima o lascosechas, la venta de reliquias y objetos sagrados, y la conveniencia de losmandamientos. En estos casos, se criticaba la manera como la Iglesia alimen-taba la ignorancia y la superstición para lucrarse de las riquezas, y por eso seles combatía en nombre de la razón y el librepensamiento46 . Paradójicamente,en los periódicos anticlericales se desarrollaron las más extensas disertaciones“teológicas”, puesto que, por esta particular característica de ser “anticlericalespero no ateos”, trataron de argumentar que el verdadero cristianismo no era elcatólico, sino que se encontraba en los principios liberales y el socialismo.Con esto, querían dar la vuelta a la condenación que el Clero había hecho delliberalismo, el socialismo y el anarquismo, y mostrar que “ellos” eran los bue-nos y el Clero el malo. Además, pretendían cambiar la imagen de un Dioscastigador y vengativo, virtualmente impulsado por la Iglesia católica, por unDios de amor, justicia, igualdad y fraternidad.
Sobre este tema son muy ilustrativos los debates que se desarrollaban en-tre los periódicos radicales y los periódicos conservadores y clericales. En1910, Ravachol respondió al ataque de Los Principios, un periódico católico,
45. “Libre pensamiento”, en: El Martillo, Pereira, No. 2, 21 de octubre 21 1916.46. “Sueltos”, en: Ravachol, Bogotá, No. 7, 13 de agosto 13 1910; Pepet, “El corazón de Jesús”, en:
El Martillo, Pereira, No. 7, 25 de noviembre de 1916; “EL Dogma de la resurrección”, en: Ravachol,
Bogotá, No. 12, 16 de septiembre de 1910.
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que lo condenaba por propagar las ideas socialistas. En su defensa, el articulistarespondió que el socialismo no se apartaba del cristianismo porque Jesús habíapredicado la igualdad, la caridad y la fraternidad, como también lo habían hecholos santos y los papas; para probarlo, transcribió algunas citas de León XIII, SanPablo y San Crisóstomo, y finalmente añadió que era imposible,
Leer atentamente las profecías del Antiguo Testamento y del Evangelio, y echaral mismo tiempo una mirada sobre las condiciones actuales, sin verse inclina-do a condenar estas en nombre del ideal evangélico. En todo cristiano quecomprende las enseñanzas de su maestro y las toma en serio, hay un fondo desocialismo; y todo socialista, cualquiera que pueda ser su odio contra la reli-gión, lleva en si un cristianismo inconsciente.47
Posteriormente, El Martillo entró en un fuerte debate con La Idea y La
Consigna, iniciado en un artículo del presbítero N. Restrepo B., y publicado enLa Idea, donde afirmaba que “si hay liberales buenos es porque en realidad deverdad no son liberales; y si son liberales de verdad, no son buenos porque elliberalismo está condenado por la iglesia”. La respuesta de El Martillo, firma-da con el pseudónimo de Fontaine, trataba de mostrar que esa afirmación eraincoherente y que quienes eran realmente malos eran los sacerdotes que con-denaban a los liberales, pero absolvían a los asesinos, como había ocurrido conGalarza y Carvajal, culpables de la muerte de Rafael Uribe Uribe. El debategiró en torno a este crimen, un tema que despertaba muchas sensibilidades,especialmente entre los periódicos radicales que tenían a Uribe Uribe comomártir del librepensamiento.
Otro sacerdote, Ernesto Macías Escobar, había afirmado que la muerte deeste dirigente liberal había sido un castigo divino por desobedecer al SumoPontífice, a lo que El Martillo respondió, airado, que no encontraba dóndeestaba la desobediencia y que no respetaba las opiniones de este prelado por-que ningún librepensador estaba obligado a obedecer al Pontífice y porque“Dios no es un ser vengativo, sanguinario, cruel y depravado”, a lo cual añadíaque si Dios utilizaba a personas como Galarza y Carvajal, para tomar vengan-za, “ese Dios sería un monstruo”, y a partir de esta idea concluía que lo expre-sado por Macías Escobar era una blasfemia contra la familia de Uribe Uribe,contra la sociedad y contra Dios. La discusión continuó luego en La Consigna,
que los acusó de ser anticlericales, librepensadores y dejarse manipular por EL
Aguijón –otro periódico radical de Pereira–. Como se aprecia, la estrategia de
47. “Socialismo cristiano”, en: Ravachol, Bogotá, No. 9, agosto 27 de 1910.
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El Martillo consistió en pasar de acusado a acusador y de hereje a defensor dela fe, utilizando los mismos argumentos e idénticas fuentes de legitimidad quesus poderosos adversarios48 .
Algo similar había intentado hacer Ravachol, en 1910; partiendo del he-cho de que Pío IX, en 1871, había condenado a los católicos liberales, infirióque “el liberalismo católico es condenado por el Syllabus y no el liberalismocristiano, es decir, el que se esfuerza por establecer y predicar las doctrinas delmártir de Judea y combate los errores y adulteraciones que los clérigos católi-cos quieren hacer de la doctrina sublime de Jesús”49 .
En la emergencia del socialismo como discurso, fue común que sus pri-meras expresiones estuvieran fuertemente influidas y atravesadas por las no-ciones religiosas en general, y las católicas en particular, en virtud del pesoideológico y cultural del cristianismo en el mundo occidental, pues, “en lamedida en que la religión es el lenguaje y el marco de toda acción general enlas sociedades no desarrolladas (…), las ideologías de rebelión serán también
religiosas”50 . Colombia no fue ajena a ese proceso, con la diferencia de queeste tipo de socialismo surgió mucho más tarde que en Europa occidental y nopodía ser de otra manera, por el atraso de la sociedad colombiana en el procesode modernización y por el innegable peso de la doctrina católica. En conse-cuencia, en los discursos de la prensa había un sincretismo muy especial, comoel que apreciamos en un artículo de Ravachol, en 1910:
Soy rebelde y no reconozco sobre mí más autoridad que las leyes inmutablesde la naturaleza que nos rigen. Odio al jesuita que cual formidable vampiroembozado, parapetado sobre la trágica cruz, aterrador y maligno vuela en dis-tintas direcciones, guiado por el color de la sangre de su víctima, el pueblo. Amo a los sacerdotes que ofician en el altar mil veces santo del trabajo, y odioa esa caterva de felinos coronados, que llevan con sus especulaciones el silen-cio trágico de la miseria a los alegres hogares de los crédulos obreros.Amo el acero que arma el brazo del rebelde. Desprecio el oro que prostituyelas conciencias. Soy socialista y sin miedo y sin tregua lucharé por la reden-ción del proletariado colombiaNo. Si por decir la verdad, mañana he de llegaral sacrifico, no importa! (...)
48. El debate se encuentra en los números 8, 9, y 10 de El Martillo, Pereira, diciembre de 1916.
49. “Por qué no somos católicos”, en: Ravachol, Bogotá, No. 11, 11 de septiembre de 1910.50. Eric Hobsbawm, “Tradiciones obreras”, en: Gente poco corriente. Resistencia, rebelión y jazz,
Barcelona, Crítica, 1999, p. 61 (cursiva nuestra). Ver, del mismo autor: “La religión y la ascensión
del socialismo”, en: El mundo del trabajo. Estudios históricos sobre la formación y evolución de
la clase obrera, Barcelona, Editorial Crítica, 1987, pp. 51-73.
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¿Cómo no ser socialista?, cuando el socialismo entraña la verdadera religióndel porvenir. Cuando él nos manda de corazón amar a la caridad.(…)Madres, niños, ancianos, víctimas desventuradas del dolor y de la injusticiasocial, preguntad dentro de vuestra conciencia a dónde está la religión y pen-sad si debéis o no acogeros con decisión bajo los santos pliegues de la redento-ra bandera del socialismo que luce como lema estas tres grandes palabras:LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD.51
En esta primera época, la prensa se limitaba a exaltar el socialismo comouna doctrina aplicable a la sociedad colombiana, sin evidenciar elementos teó-ricos ni políticos explícitos. Simplemente, se notaba un esfuerzo de difusión, aveces muy confuso y ecléctico, de la idea socialista, que era resaltada como laconcreción de los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad, en plena con-cordancia con la democracia y la soberanía popular. En esta perspectiva, elsocialismo era presentado como una consecuencia natural de la evolución dela igualdad humana, el cual apuntaba hacia una forma de organización distinta,lo que tampoco se dibujaba muy claramente en el panorama.
En el socialismo que reivindicaban estas empresas periodísticas, durantela segunda y tercera décadas del siglo pasado, encontramos que, al mismotiempo, hubo continuidad y ruptura respecto al radicalismo liberal. Continui-dad, porque una buena parte de las tradiciones políticas, ritos y discursos radi-cales se mantuvieron intactos en el imaginario del naciente socialismo. Ruptura,porque, de todas maneras, ese socialismo proponía ideas diferentes a las del radi-calismo puro, pues imaginaba un tipo de sociedad que fuera más allá del capitalis-mo, aunque no se tuvieran ideas precisas sobre la forma como se pudiera construirdicha sociedad. Incluso, en ciertos casos, se insinuaba de una manera confusa, quelos más interesados en construir esa sociedad eran los obreros, quienes “sueñanque la humanidad por ley de evolución llegará a días mejores, ese día en que ya noexistirán fanatismos... pero sí la verdadera República Universal”52 .
En oposición a la condena vehemente de la ideología anarquista, que ha-cían las publicaciones de tipo artesanal–obrerista, la prensa radical mostró mayorreceptividad e incluso no dudó en mostrar su simpatía por esa corriente depensamiento. Sin duda, la imagen positiva del anarquismo estaba dada por laadmiración que despertaban personajes como Ravachol o Ferrer, más que porla comprensión teórica y política de la doctrina libertaria, pues a veces consi-deraban al socialismo y al anarquismo como sinónimos53 .
51. “Grito social”, en: Ravachol, Bogotá, No. 14, 22 de septiembre de 1910. Mayúsculas en el original.
52. El Símbolo, Cartagena, 1º de diciembre de 1910.53. Véase “El socialismo”, en: Ravachol, Bogotá, No. 2, 2 de julio de 1910.
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C. Emergencia de la prensa socialista
El tránsito de la prensa artesanal–obrerista y de la prensa radical hacia laprensa revolucionaria, evidentemente no fue un proceso lineal ni total, ya quemuchas de las características de estos dos tipos de prensa permanecieron du-rante el siguiente período y algunos procesos de ruptura se acentuaron. Cree-mos que hubo dos factores esenciales, pero no únicos, que sirvieron comocatalizadores de estos cambios en la prensa: por un lado, el impacto de la Revolu-ción Rusa en 1917, y por otro, la fundación del Partido Socialista en 1919. Elprimero, no sólo aportó elementos teóricos sino un ejemplo de cambio social con-creto por vías de hecho, y acentúo el sentimiento de pertenencia a una comunidadinternacional que perseguía un mismo fin, en la mediada en que la creación delPartido Socialista bosquejó una perspectiva nacional para las organizaciones delos trabajadores. Esta transición implicó para algunos la aceptación abierta delsocialismo, y para otros el convencimiento de que el objetivo central no era laconfrontación con la Iglesia, sino la organización de los trabajadores.
En el plano puramente periodístico, la discusión empezó alrededor de 1916,con la crítica que periódicos como La Libertad hicieran al Partido Obrero.Allí, Herman Caster mostró su inconformidad con el Partido Obrero, porquele parecía que esa denominación lo restringía a ciertos sectores sociales y por-que durante sus tres años de existencia se había probado que esta organizaciónpolítica era manejada por los partidos militantes. Este escritor creía que elconflicto no era entre el obrero manual y los industriales, sino contra los ricosque vivían del esfuerzo obrero y que, para hacer frente a este problema, sedebía adoptar el socialismo. Además de esta campaña para que se asumieraabierta y explícitamente el socialismo, no debemos olvidar que la prensa radi-cal venía haciendo algo similar desde una fecha más temprana54 .
En el plano de las organizaciones de los trabajadores debe mencionarse que,en los últimos años de la década de 1910, se habían creado nuevas asociacionesindependientes de los partidos políticos tradicionales, del Clero, e incluso delPartido Obrero donde la ideología socialista se hacía cada vez más explícita: laConfederación de Acción Social (Bogotá, 1918), el Sindicato Central Obrero(Bogotá, 1918), la Sociedad de Luchadores (Medellín, 1918), la Sociedad deObreros y Artesanos (Montería, 1915). Adicionalmente, como lo señala MauricioArchila, el Partido Obrero, “pasó de una preocupación excesiva en la lucha
54. H. Caster escribió varios artículos sobre este mismo tema, en los números 113–116, de La Liber-
tad, marzo de 1916.
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interpartidista a una mayor atención a los aspectos socioeconómicos que vaga-mente designaban socialismo”55 .
En el plano de las luchas sociales, a comienzos de 1918, se originó unfuerte movimiento huelguístico en la región de la Costa Atlántica, que involucróa los trabajadores portuarios de Barranquilla, a los braceros de Cartagena y alos empleados del ferrocarril y del puerto de Santa Marta. Medófilo Medinaseñala que el éxito de estos movimientos tuvo una repercusión positiva en laopinión pública y sirvió de estímulo a otros sectores de los trabajadores paraemprender acciones similares56 .
En esta coyuntura de auge de las luchas huelguísticas, el Sindicato CentralObrero de Bogotá, con la colaboración de otras organizaciones, convocó a unaAsamblea General Obrera, que se llevó a cabo a mediados de enero de 1919 enBogotá, con la participación de alrededor de veinte asociaciones. Esta asambleaaprobó una Plataforma Socialista, que recogía los elementos ideológicos presentesen las principales organizaciones políticas de los trabajadores y debía servir comobase para la formación de un Partido Socialista, cosa que efectivamente ocurrió enmayo de ese mismo año. Estas fueron las directrices que guiaron a las organizacio-nes obreras de los trabajadores durante más o menos tres años.
Es importante resaltar que, salvo una modificación de fondo, los puntosde la Plataforma se mantuvieron en la Asamblea General Obrera, que formalizó lacreación del Partido Socialista y en la Constitución Socialista, aprobada en el Pri-mer Congreso Obrero del Partido Socialista, en agosto de 1919. El único cambiosignificativo en la posición de los socialistas entre enero y mayo de 1919, fue elrelativo a la participación electoral, puesto que en la primera de estas dos fechas sedeclaró la abstención, mientras que en la segunda se estipuló que,
Todos los Directorios Socialistas están en deber de trabajar porque el Partidoobtenga el mayor número de representantes en los cuerpos colegiados, y parael efecto, cuando las necesidades y conveniencias lo exijan, podrán pactar conlos demás partidos afines, o que tengan mayores puntos de contacto con lasaspiraciones de este Programa.57
En pocas palabras, no sólo se adoptaba la participación electoral de lossocialistas, sino que se abría la puerta para hacer alianzas con otros partidos.
55. M. Archila, Cultura e Identidad Obrera, op. cit., pp. 218-219; Medófilo Medina, op. cit., p. 52.Este autor considera el año de 1917 como fecha de fundación del Sindicato Central Obrero.
56. M. Medina, op. cit., p. 52.57. “Plataforma Socialista”, en: El Luchador, Medellín, No. 65, julio 1 de 1919.
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En esencia, los principales artículos del Programa socialista, puedenresumirse así:
1. “La organización obrera es libre, independiente y sin compromisos con lospartidos militantes, ni sectas religiosas, que su política es económica y social yque dentro de sus filas caben todos los ciudadanos de buena voluntad dispues-tos a luchar en causa común por las reivindicaciones del proletariado”.
2. Se basa en los principios del socialismo moderado y por lo tanto no acep-tan el anarquismo, el colectivismo exagerado ni el comunismo.
3. Establece que la bandera del partido será roja y su lema: Libertad, Igual-dad y Fraternidad.
4. “No pretende la abolición del Estado, de la sociedad, de la propiedad ni elcapital”, pero sí persigue la abolición de los monopolios y de los privilegios.
5. Propende por la reforma del Estado para que dé cabida “a todas las aspira-ciones políticas y sociales con entera libertad, una reforma educacionista;legislación sobre adjudicación de baldíos, una ley sobre habitaciones paraobreros, reglamentación del sistema tributario para que no afecte a lasclases trabajadoras ni a la industria nacional, reglamentación de la prosti-tución y profilaxis social”.
6. El socialismo trabajará por mayores garantías para la mujer.
7. Recomienda como bases para la emancipación obrera, la instrucción yel ahorro.
8. Los directorios socialistas deben impulsar reformas a la legislación obrera58 .
Presentamos en detalle estos puntos, porque encontramos una correspon-dencia muy grande con los contenidos de los periódicos, que privilegiarontemas como la difusión del socialismo, la reivindicación de los principios de laRevolución Francesa, la necesidad de la legislación obrera, el ahorro, la edu-cación, la organización de los trabajadores, la protección a la mujer, la luchaantialcohólica y contra la prostitución. Podríamos decir que existió coherenciay disciplina entre los principios políticos del Partido Socialista y los periódicosafiliados o simpatizantes. Esto se explica en virtud de que la Plataforma recogió engran medida las aspiraciones de las principales organizaciones obreras a través deun proceso incluyente y democrático, de manera que había correspondencia entre
58. Ibíd.
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el trabajo político y la Plataforma y ésta, a su vez, le dio un nuevo impulso y unaorientación renovada a las organizaciones y a los periódicos.
Muchos de estos temas, como el de la educación, el ahorro, la luchaantialcohólica y la necesidad de la organización de los trabajadores, habíanestado presentes en la prensa artesanal-obrerista y en la prensa radical. Otros,que no eran tan comunes, tuvieron mayor énfasis, como el de la mujer, lashuelgas, la prostitución, la legislación obrera, la solidaridad internacional y elproblema de los inquilinos. El tema del proteccionismo fue eclipsado por unareivindicación más amplia, que pretendía un sistema tributario justo, bajo lapremisa de que este no era un problema sólo para los pequeños industriales,sino que todo el pueblo salía perjudicado por los altos impuestos.
Rápidamente, las organizaciones de los trabajadores y los periódicos obre-ros adoptaron abiertamente el apelativo de “socialistas”, superando los miedosy las vacilaciones que en el pasado les había impedido dar este salto. Aunquedesde el presente estas acciones parecen conllevar un cambio pequeño, y aunalgunos historiadores han criticado al Partido Socialista por su carácter refor-mista y no ser realmente un partido de clase, este hecho no tenía nada de insig-nificante, puesto que implicaba reconocer el carácter capitalista que dominabaen la sociedad colombiana y por lo tanto, el paso de la lucha gremial a la luchade clases. Además, buscaba sustraer a su organización de la órbita de los parti-dos políticos que se disputaban el control político desde mediados del sigloXIX, para alinearse con los nuevos partidos proletarios, que florecían en todoel mundo y que acababan de tomar el poder en Rusia59 .
Este sentimiento de cercanía y solidaridad con el proceso ruso no fueinmediato, puesto que las organizaciones obreras colombianas se encontra-ban bastante aisladas de sus similares de otros países. En las primeras refe-rencias a la Revolución de Octubre predominaba una mezcla de admiracióny rechazo. Se exaltaba el valor del pueblo ruso para levantarse contra susopresores, pero al mismo tiempo se mantenía distancia con el carácter vio-lento y radical de ese “comunismo” o “bolcheviquismo”, como lo manifesta-ba El Luchador, de Medellín, en 1919:
No hay que confundir pues el SOCIALISMO colombiano con el bolshevikismo(sic) ruso, ni mucho menos, como torcida y maliciosamente lo interpretan ydivulgan los enemigos sempiternos de las clases trabajadoras para mantenerfirme el imperio del AMO que nos veja y nos explota.60
59. Véase, por ejemplo, M. Medina, op. cit., 71.60. Juan Lanas, “Salus populis”, en: El Luchador, Medellín, No. 99, 5 de noviembre de 1919.
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Algunos periódicos lideraron el tránsito, del obrerismo hacia el socialis-mo, como El Piloto, El Luchador, La Libertad y El Baluarte. Sus páginasrecogieron la discusión sobre la necesidad de adoptar la ideología socialista yde crear un partido que tuviera cobertura nacional. Así mismo, allí se difundie-ron los principios del nuevo partido y se impulsaron los primeros esfuerzospor poner a funcionar la estructura organizativa a nivel local y departamental.Adicionalmente, la fundación del partido estimuló la creación de periódicosen diferentes lugares del país, que buscaban extender y consolidar la laboriniciada, como fue el caso de La Lucha, Sindicato Central Obrero, El Socia-
lista, La Ola Roja y El Cóndor.
Entre las publicaciones mencionadas, cabe destacar a La Libertad y El
Socialista. El primero, por su larga duración (1907–1939?), y porque, a travésdel mismo, puede rastrearse la evolución ideológica y política de la prensa dela época. En efecto, este periódico comenzó como un órgano literario, parapoder circular en medio de la estricta censura del quinquenio de Reyes, peroapenas hubo mayor apertura, sacó a relucir su carácter político y se declarórepublicano, en septiembre de 1909. A los pocos meses abandonó está deno-minación (abril de 1910) y en junio de 1912 cobró nuevo impulso como “Pe-riódico obrero”. En 1916 se convirtió en una de las primeras publicaciones queabrazaron el socialismo y llegó a ser órgano del Sindicato Central Obrero y delDirectorio Ejecutivo Nacional Socialista, en 1919. Tras la desaparición delPartido Socialista, siguió trabajado en forma independiente de cualquier orga-nización política, hasta mediado de los años 3061 .
Por su parte, El Socialista apareció en 1920 y también tuvo una larga du-ración, si tenemos en cuenta que se editó hasta finales de 1928, cuando elpromedio de duración de los periódicos obreros era de un poco más de un año.Aunque no se adhirió al proyecto político del Partido Socialista Revoluciona-rio, logró llegar a ser una de las publicaciones más importantes de esa década,junto con La Humanidad y Vox Populi, que sí pertenecían a esa organización.
Puede quedar la impresión de que, entre 1918 y 1919 desaparecieron losperiódicos de otras tendencias en beneficio del socialismo. Esto ocurre por elefecto de demostración que creó la estrecha relación establecida entre el Parti-do y sus publicaciones, en una coyuntura favorable. En muy poco tiempo, el
61. José Antonio Osorio Lizarazo publicó una crónica sobre este periódico en 1939, pero hay ambigüe-dad frente a si aún se continuaba publicando en ese momento o si había desaparecido un par de años
antes. Puede consultarse en: José Antonio Osorio Lizarazo, “Pablo Emilio Mancera, el hombre quedurante 40 años publicó un periódico del que era el único lector”, en: op. cit., pp. 326–336.
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Partido Socialista se convirtió en la primera organización de carácter verdade-ramente nacional en la historia del país; obtuvo importantes éxitos electorales,entre 1919 y 1921; su base ya no era primordialmente artesanal y sentó raícesentre los sectores más modernos de la economía (sector fabril, enclaves y detransportes). Aunque, sin duda, estas condiciones beneficiaron a la prensa, nose puede establecer una relación directa causa efecto, puesto que las publica-ciones también aportaron a los logros del Partido Socialista, por su labor dedifusión ideológica, organización política, agitación electoral y solidaridad conel movimiento huelguístico que se desarrollaba. En algunos sectores de la opi-nión pública, esto creó la idea de un avance incontenible del socialismo, creen-cia que era alimentada por los periódicos de esta tendencia y magnificada conribetes apocalípticos por el Clero y los sectores más reaccionarios.
Durante el período 1921-1922 encontramos una cantidad relativamentereducida de periódicos, respecto a 1919 (véase gráfica No. 1, capítulo prime-ro). Aunque sería necesario investigar más a fondo las causas de este descenso,parece que éste se halla relacionado con el retroceso de las luchas obreras ycon el proceso de “socialización del liberalismo”. Este último fenómeno seprodujo por el miedo del liberalismo a perder su caudal electoral ante el impre-sionante avance de socialismo, en el breve período 1919–1921, y por la nece-sidad de ponerse a tono con los ideales de transformación social (RevoluciónRusa y Revolución Mexicana), que habían ganado honda simpatía entre laopinión pública. De acuerdo con Gerardo Molina,
Fue esa una operación muy simple, en la que el liberalismo puso las masas y elsocialismo la doctrina. Aquel era fuerte, sobre todo en las ciudades, pero notanto como para prescindir de los grupos que deseaban militar bajo otras ense-ñas; y los socialistas, aunque armados de un evangelio cautivador, eran numéri-camente débiles y sabían por tanto que no podían llegar directamente al poder.62
Benjamín Herrera, candidato liberal en las elecciones de 1922, prometióque si ganaba la presidencia pondría en práctica la política social que reclama-ba el socialismo, si los sectores populares lo apoyaban. Efectivamente, lossocialistas respaldaron su candidatura, y durante la convención liberal de Ibagué,celebrada en ese mismo año, incorporó a la plataforma de su partido algunospuntos centrales de la Constitución Socialista. Es importante señalar, sin embargo,que esto no significó la adopción de una ideología socialista por el liberalismo sinosolamente de la política social, puesto que en otros puntos centrales, como la de-
62. G. Molina, op. cit., p. 130. La expresión, “socialización de liberalismo”, la hemos tomado de este autor.
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fensa del petróleo frente a los intereses del imperialismo, la Convención de Ibaguése declaró partidaria de la inversión de capital extranjero en el país63 .
De otro lado, aunque no es fácil precisar cuándo llegó con fuerza la in-fluencia marxista al país, ésta se hizo más evidente desde 1918, año en quealgunos pequeños grupos empezaron a estudiar y a reivindicar estas ideas. Sinembargo, fue sólo hasta finales de 1922, con el eclipse del Partido Socialista,que se empezó a diferenciar el “socialismo”, del “socialismo de izquierda” o“socialismo revolucionario”. La existencia de estas posiciones se puso de ma-nifiesto ante la opinión pública nacional, en mayo de 1924, durante el PrimerCongreso Obrero y la Conferencia Socialista, que sesionaron en forma simul-tánea en Bogotá. Allí no solamente rivalizaron socialistas del partido de 1919y socialistas revolucionarios, sino que también hicieron presencia algunos lí-deres anarquistas y otros que se autodenominaron comunistas64 .
Con todo, aun cuando en el Segundo Congreso Obrero de 1925 se presen-taron las mismas fuerzas políticas que en el del año anterior y el evento fueorganizado por la Unión Sindical, de tendencia anarcosindicalista, se logrómantener la unidad y dar un paso adelante en la organización de los trabajado-res con la creación de la Confederación Obrera Nacional (CON), que, además,se afilió a la Internacional Sindical Roja. Esta situación de concordia cambióradicalmente, en el Tercer Congreso Obrero de 1926, cuando, tras una fuerte dis-cusión entre socialistas y anarquistas en torno a la conveniencia de crear un partidopolítico, los primeros lograron imponerse e impulsaron la fundación del PSR65 .
Estos hechos fueron significativos para la prensa obrera, no sólo por elindudable impulso que le dieron la CON y el PSR, sino también porque marca-ron los temas y delimitaron los espacios de acción y de confrontación de losmismos periódicos. Al respecto, pueden considerarse tres ejemplos: primero,la afiliación a la Internacional Sindical Roja, significó la posibilidad de recibiry publicar boletines y noticias de la Rusia soviética y del movimiento obrerointernacional; segundo, algunos de los delegados obreros a los congresos seconvirtieron en corresponsales de los pequeños periódicos para cubrir el eventoy entrevistar dirigentes populares de otras regiones del país y, tercero, la escisión
63. Ibíd., p. 129 y ss; M. Medina, op. cit., p. 72; I. Torres Giraldo, Los inconformes, t. 3, op. cit., pp.709-713.
64. M. Medina, op. cit., pp. 79-84. Este último autor y Diego Jaramillo, consideran que los años 1923-1926, constituyen un período de transición hacia la consolidación de un socialismo marxista.Ibíd., p. 84; D. Jaramillo, op. cit., p. 65.
65. Para esta época, el grupo comunista ya se había disuelto, tras la muerte de Luis Tejada y laexpulsión del país del ruso Silvestre Savitski en agosto de 1925.
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política del movimiento obrero alimentó el debate periodístico entre periódicosanarquistas, socialistas revolucionarios y socialistas independientes.
Este último punto es muy importante, porque es muy fácil pensar que en elúltimo lustro del período toda la prensa obrera estaba vinculada con el PartidoSocialista Revolucionario, dado el protagonismo político que alcanzó esta or-ganización. Sin embargo, había una prensa claramente anarquista y periódicossocialistas que nunca se vincularon con el PSR. Lo singular del caso, es que nose trata de tres tipos de prensa diferentes, sino de dos: la anarquista (de la cualnos ocuparemos más adelante) y la socialista revolucionaria, donde están losperiódicos del PSR y los independientes.
Antes de continuar con el análisis de la prensa anarquista y socialista,queremos argumentar por qué no consideramos la existencia de una prensacomunista en esta época. En 1923 se hicieron visibles algunos círculosautodenominados comunistas, conformados básicamente por intelectuales, sien-do el más sobresaliente el de la tintorería del ruso Silvestre Savitski, que ana-lizamos en el capítulo anterior. La acción de este grupo no se redujo al estudio,sino que se vinculó con algunos sindicatos, como el de albañiles y los de lasfábricas de cerveza Bavaria y Fenicia, y participaron activamente en el Con-greso Socialista de 1924, al cual llevaron una propuesta de programa para laconformación de un partido político, que había sido redactada por Luis Tejada.Precisamente, este personaje, uno de los más sobresalientes y con mayor clari-dad teórica del grupo comunista, había fundado en 1919 en Barranquilla, juntocon José Vicente Combariza (José Mar), un periódico político–literario, deno-minado El Sol, y luego volvió a editarlo en Bogotá, durante un breve período,a finales de 1922. Cronológicamente, este periódico apareció antes de la vin-culación de sus editores al grupo de Savitski, sin que expresara los principiospolíticos que luego los caracterizarían66 . En conclusión, este grupo no impulsóuna prensa que le sirviera de foro de discusión, sino que sus miembros másreconocidos escribieron en periódicos liberales, como Luis Tejada, quien ganóprestigio a través de sus crónicas, en El Espectador, y José Mar, que era unarticulista muy leído de El Diario Nacional.
66. Este periódico era de tendencia liberal, y apoyó la candidatura de Benjamín Herrera a la Presiden-
cia. Algunos ejemplares se conservan en la Biblioteca Nacional. Véase, además: I. Torres Giraldo,Los Inconformes, t. 3, op. cit., pp. 713–715; M. Medina, op. cit., pp. 74–77.
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D. Prensa socialista revolucionaria
Aunque el número de periódicos obreros que se publicó durante los últi-mos cinco años de la Hegemonía Conservadora fue muy grande, no es fácilhacer un análisis histórico, porque la mayoría de las colecciones de prensa nose conservaron. El caso de la prensa anarquista es particularmente dramático,pues sólo pudimos localizar un ejemplar del periódico Pensamiento y Volun-
tad, en el Archivo General de la Nación, mientras que otros dos títulos se con-servan en el Instituto de Historia Social de Ámsterdam (Holanda), donde fueronconsultados por Alfredo Gómez, para realizar su investigación sobre Anar-
quismo y anarcosindicalismo en América Latina, en cuyo trabajo nos apoyare-mos para esta parte del análisis67 .
El caso de la prensa socialista revolucionaria, es igualmente lamentablepor la falta de preservación de las publicaciones, pues ni siquiera los dos prin-cipales periódicos del PSR, Vox Populi y La Humanidad, se pueden consultar.Del primero sólo se conservan, en muy mal estado, tres números en el ArchivoHistórico de Santander, mientras el segundo ha padecido una historia acciden-tada. En efecto, una colección de La Humanidad, que había pertenecido aAgustín Morales, sastre y militante del PSR y del PC, fue encontrada y consul-tada por Medófilo Medina para la elaboración de la historia del PC. Luego,Mauricio Archila hizo un análisis específico de este periódico; pero, posterior-mente, la colección se perdió y no pudimos encontrar otros ejemplares en ar-chivos o bibliotecas68 . En consecuencia, para el estudio de la prensa socialistarevolucionaria nos basamos en unos pocos periódicos disponibles en la actua-lidad, principalmente no afiliados al PSR; en documentación tomada del Ar-chivo General de la Nación; en el trabajo realizado por Mauricio Archila sobreLa Humanidad, y en obras que recogen testimonios personales, fragmentos deprensa y entrevistas con personajes de la época, como los de Ignacio TorresGiraldo, María Tila Uribe y Medófilo Medina69 .
Entre las principales características de la prensa socialista revolucionaria,cabe destacar las siguientes: difusión de un “discurso ideológico pluralista” quemezclaba, liberalismo, socialismo marxista, socialismo utópico, cristianismo yanarquismo; reivindicación de la herencia radical de la Revolución Francesa;confianza en la ciencia y en la razón; lucha antialcohólica; difusión de la Revo-
67. Alfredo Gómez, Anarquismo y anacosindicalismo en América Latina. Colombia, Brasil, Argenti-
na, México, Barcelona, Rueda Ibérico, 1980.
68. M. Archila, “La Humanidad, el periódico obrero de los años veinte”, op. cit.
69. M. Medina, op. cit.; I. Torres Giraldo, Los inconformes, t. 3, op. cit.; M. T. Uribe, op. cit.
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lución Rusa; preocupación por la situación de la mujer; exaltación de los trabaja-dores como factor de progreso; necesidad de la organización obrera; reivindica-ción del cristianismo; campaña por la implementación de una legislación obrera,particularmente, el establecimiento de la jornada de ocho horas y el descansodominical remunerado; seguimiento a las huelgas y luchas populares, preocupa-ción por la situación de los colonos y trabajadores del campo, y antiimperialismo70 .
Esta prensa se diferenció de las publicaciones obreras anteriores, porque,aunque mantenía una visión evolucionista, consideraba que el camino para laimplantación del socialismo era la “revolución social”. Esto hizo que el tonode los periódicos fuese beligerante y que en algunos momentos, incluso, lla-mara abiertamente a la insurrección popular. En consecuencia, encontramosun abandono del pacifismo imperante en los tipos de prensa anteriores, aunquese mantuvo un sentimiento antimilitarista fuerte, por considerar que la guerray la institución militar, en sí misma, perjudicaban al pueblo71 .
En otros aspectos, también hubo cambios significativos. Frente a la situa-ción del sector agrícola, la prensa artesanal obrerista había expresado su preocu-pación, principalmente por las prácticas inadecuadas de cultivo y la miseria delcampesinado, y su contribución había sido la publicación de artículos o notassobre técnicas agrícolas modernas. En la década de 1920, los análisis se despla-zaron del problema técnico al problema social, denunciando el latifundio impro-ductivo, la extensión ilegal de las haciendas sobre los terrenos de los colonos,las persecución contra los trabajadores y sus familias, la obligación de pagarterraje, etc. Estos periódicos registraban, además, las luchas de los campesinos yde los indígenas, destacándose especialmente Claridad, que se convirtió en de-fensor y vocero de las luchas libradas por los colonos de la región del Sumapaz.
El antiimperialismo y el internacionalismo se hicieron más frecuentes, nocomo disertaciones teóricas, sino como artículos de denuncia de los interesesextranjeros sobre el petróleo colombiano, de la situación de los trabajadores enlos enclaves petrolero y bananero, y de las invasiones estadounidenses a paísescomo Nicaragua y Haití. La persecución y asesinato de trabajadores en dife-rentes lugares del mundo, también fue registrada con indignación, como ladesaparición del “camarada Azzario” y la ejecución de los anarquistas Sacco y
70. La expresión “discurso ideológico pluralista” fue acuñada por el historiador Mauricio Archilapara describir el periódico La Humanidad. Nosotros la hemos hecho extensiva al conjunto deperiódicos de socialistas de la década de 1920. Cfr. “La humanidad, el periódico obrero de los
años veinte”, op. cit., p. 23.71. “Policía medita”, en: Vanguardia Obrera, Barrancabermeja, No. 38, 2 de octubre de 1926.
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Vanzetti. Más allá de la denuncia, también se cubrían las manifestaciones yactos antiimperialistas o de solidaridad internacional, realizados por obreros,estudiantes y artesanos72 .
La prensa obrera que existía a finales de la década de 1920, no puedeconsiderarse como prensa noticiosa, pues en realidad lo que hacía era sinteti-zar o comentar los acontecimientos registrados en los principales periódicosde la época, incluso en los casos de huelgas y manifestaciones. La fortaleza deestos periódicos estaba en el cubrimiento de las acciones de los trabajadores,que ocurrían en su ciudad sede o en la región aledaña, pero no tenían rápidoacceso a información sobre otras regiones por los altos costos del servicio detelégrafo. Igualmente, presentaban información variada sobre los actores yespacios locales, pero no sobre los acontecimientos de repercusión nacional.Es más, si los periódicos bogotanos no alcanzaron un total cubrimiento nacio-nal ni una representación global de la situación del país, menos podía esperar-se esto de la prensa obrera regional cuyo alcance era más limitado.
La Humanidad, que empezó a circular en Cali, en mayo de 1925, fue unode los periódicos más importantes de la década de 1920, y estuvo directamenteligado a la CON y, de forma no oficial, al PSR. Según su director, IgnacioTorres Giraldo, se fundó porque ante el cierre de El Obrero del Valle, los traba-jadores de la región se quedaron sin un órgano de expresión en un contexto deauge y radicalización de las luchas de los trabajadores y los colonos. El perió-dico clausurado era un semanario de la Sociedad de Albañiles, que se editabadesde 1923, pero no se pudo volver a imprimir porque, debido al tono radicalque fue adquiriendo, el encargado de la tipografía evangélica La Aurora –quehabía sido el último refugio del periódico, tras la negativa de otras imprentasde publicarlo– les comunicó que no podrían seguir contado con ese taller73 .
Ante esta situación, los dirigentes “comunistas” de la ciudad se dieron a latarea de conseguir una imprenta y crear un periódico obrero. Para ello, consti-tuyeron la Cooperativa Tipográfica, que sería la que sostendría la empresa, yadquirieron una vieja imprenta y una prensa de mano, casi inservible. Luego
72. De 28 artículos que encontramos sobre este tema, véase, especialmente: “Los Obreros de Colom-bia piden la desocupación de Haití”, en: Claridad, Bogotá, No. 63, 4 de diciembre de 1928;“Donde está el Camarada Azzario”, en: El Socialista, Bogotá, No. 524, 8 de julio de 1928; “Soli-
daridad estudiantil”, en: Claridad, Bogotá, No. 47, 23 de marzo de 1928; “Cuarenta colombianosacompañan a Sandino”, en: El Socialista, Bogotá, No. 526, 29 de julio de 1928; A. Villegas, “ELespíritu de la Tropical Oil Company”, en: Vanguardia Obrera, Barrancabermeja, No. 38, 2 de
octubre de 1926.73. I.Torres Giraldo, Anecdotario, op. cit., pp. 106–107; y Los Inconformes, t. 3, op. cit., p. 797.
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de adecuarlas, se pusieron a la tarea de editar el primer número del periódico,que salió a la calle el 16 de mayo de 1925. La mayoría de sus colaboradores ylectores se encontraba en la línea del Ferrocarril del Pacífico, aunque tambiéntenía simpatizantes entre los artesanos, obreros y campesinos de algunas zonasde los departamentos de Caldas, Quindío y Valle, como Cali, Palmira, Prade-ra, Buenaventura y sus alrededores74 .
La Humanidad, el título de esta publicación, tenía un hondo significado,pues copiaba el nombre de un periódico fundado por Jean Jaurés, órgano delComité Central del Partido Comunista, en Francia, que circula como diariohasta el día de hoy. Este periódico llegó a ser el órgano de la CON, porque Califue elegida como la primera ciudad sede de esta organización, e Ignacio TorresGiraldo fue nombrado secretario general de la misma. Esto evidencia que, peseal aislamiento relativo de la prensa obrera colombiana frente a sus similares deotros países, había algún grado de conocimiento y de seguimiento a los pro-yectos periodísticos internacionales.
El semanario obtuvo apoyo suficiente entre los obreros del Valle comopara lograr cambiar su imprenta por otra mejor, en 1928, y convertirse en dia-rio. Aunque Mauricio Archila señala que siguió siendo diario hasta 1930, enoctubre de 1928 –en el mismo momento donde todo parecía ir mejor–, El So-
cialista de Bogotá exigió a las directivas del PSR que explicaran por qué habíasido suspendida la publicación de La Humanidad. No podemos precisar cuán-do dejó de circular y cuándo volvió a salir, pero María Tila Uribe señala quehacia febrero de 1929 estaba “a las puertas” de ser diario. Por esto, podemosconcluir que cuando reapareció lo hizo con una periodicidad diferente y segu-ramente con otro director, puesto que Torres Giraldo salió del país después dela Huelga de las Bananeras, en diciembre de 192875 .
Esta publicación, por su radicalismo, gozó de gran reconocimiento entrelas organizaciones obreras del país, y las mismas autoridades señalaban queera “el más violento y subversivo de todos los que se publican en el país”76 . Elprestigio y el trabajo que La Humanidad tenía entre los trabajadores del suroccidente del país, sirvieron de estímulo para la creación de otras publicacio-
74. I. Torres Giraldo, Anecdotario, op. cit., pp. 108–109; y Los Inconformes, t. 3, op. cit., p. 798;AGN, FMG, S1, t. 964, fs. 350–351.
75. I. Torres Giraldo, Anecdotario, op. cit., pp. 108–109; M. Archila, “La Humanidad, el periódicoobrero de los años veinte”, op. cit., p. 19; “La Jarana de Amarillos”, en: El Socialista, No. 531, 6de octubre de 1928.
76. Informe del Gobernador de Caldas al ministro de Gobierno, Manizales, 24 de marzo de 1928, en:AGN, FMG, S1, t. 964, f. 350.
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nes. Por ejemplo, La Justicia, de Medellín, dirigido por María Cano, fue fun-dado en 1927, siguiendo la misma línea de La Humanidad, incluso se creó unaCooperativa Obrera Tipográfica, imitando el modelo de la Cooperativa Tipo-gráfica de Cali, mencionada anteriormente. Dicha Cooperativa se constituyómediante escritura pública el 12 de septiembre de 1927, y sesionaba regular-mente en la casa de María Cano, en Medellín. En una de sus actas aparece lalegalización de la compra de una imprenta para la edición del periódico. Loparticular de esta transacción radica en que el vendedor (a quien le pagaronparcialmente con acciones de la cooperativa), era Escolástico Álvarez, un acti-vo militante popular, que había sido miembro de la Sociedad de Luchadores yadministrador de El Luchador. Por lo tanto, no es descabellado pensar que setrataba de la misma imprenta donde se editó este periódico, entre 1919 y 192477 .
En abril de 1928, Ignacio Torres Giraldo fue detenido en Armenia, y se ledecomisó gran cantidad de información (está fue una de las causas de la sus-pensión de La Humanidad); entre esos papeles se encontraba un listado de los“periódicos obreros revolucionarios de Colombia”, que incluía nueve títulos:La Humanidad (Cali), Vox Populi (Bucaramanga), Por la Unión (Cienaga), El
Faro (Neiva), La Justicia (Medellín), Bohemia Libre (Buenaventura), El Mi-
crobio (Riosucio), Vanguardia Obrera (Puerto Berrío), y El Pueblo (Girardot)78 .Este listado está incompleto, pues no incluye reconocidos periódicos como El
Moscovita y El Avance (Líbano), Revolución y Nueva Era (Bogotá)79 . Por suubicación geográfica en sitios estratégicos de la economía nacional, esta redde periódicos fue muy importante para la difusión de la ideología del PSR,pero también para la organización política de los trabajadores:
La prensa socialista no fue solamente un medio de aglutinación ideológicasino fundamentalmente, un instrumento de nucleación orgánica de los trabaja-dores en las distintas regiones del país. Los pequeños periódicos de coberturalocal fueron los instrumentos a través de los cuales se estructuraron las organi-zaciones sindicales: comités y centros obreros, sindicatos y federaciones obre-ras, donde quiera que había una relativamente importante concentración detrabajadores y donde quiera que llegaba uno de los organizadores del PartidoSocialista Revolucionario…80
77. El acta se encuentra trascrita en: J. M. Rojas Guerra, La estrategia insurreccional socialista, op. cit.,pp. 263–264. Véase, también, I.Torres Giraldo, Los Inconformes, t. 3, op. cit., p. 797.
78. “Direcciones de los periódicos obreros revolucionarios de Colombia”, en: J. M. Rojas Guerra, La
estrategia insurreccional socialista…, op. cit., p. 298.79. Cfr, Claridad, Bogotá, No. 55, 8 de junio de 1928; AGN, FMG, S1, t. 983, fs. 97-100; M. T. Uribe,
op. cit., p. 139.80. J. M. Rojas Guerra, La estrategia insurreccional socialista…, op. cit., p. 39.
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La aprobación de la Ley Heroica, en octubre de 1928, dejó estas publica-ciones en la ilegalidad y muchos de sus dirigentes y colaboradores fueron en-carcelados. La situación se complicó aún más tras la masacre de las bananeras,cuando casi la totalidad de la dirigencia del PSR se encontraba en la cárcel o enel exilio. Sin embargo, se buscó superar esta crisis y volver a echar a andar, porlo menos, los principales periódicos. Hacia febrero de 1929, Tomás Uribe Márquezpresentó ante el Partido un proyecto de prensa tendiente a asegurar el sosteni-miento de Vox Populi, La Humanidad, Nueva Era y Revolución. Aunque MaríaTila Uribe señala que esta campaña tuvo éxito, creemos que es necesario matizaresta afirmación porque, si bien existe evidencia de que La Humanidad sobrevi-vió hasta 1930, de Vox Populi sólo volvemos a tener noticias en 1933, cuandoreapareció en Cúcuta, asociado al Partido Comunista, en tanto que de los otrosdos periódicos no encontramos ninguna mención posterior81 .
En ese convulsionado cambio de década, los periódicos socialistas revolu-cionarios no afiliados al PSR tampoco contaron con mucha suerte. El Socia-
lista subsistió hasta 1930; La Libertad se siguió editando por unos años más,pero con una frecuencia muy irregular y a Sanción Liberal sólo le podemosseguir la pista hasta diciembre de 1928, cuando, con los otros dos periódicos yalgunas publicaciones anarquistas de la capital (Pensamiento y Voluntad, El
Libertador y La Voz Popular), promueve la celebración del IV Congreso Obrero,que debía realizarse a finales de ese año.
Visto desde el presente, plantear esa convocatoria a mediados de diciem-bre de 1928, era una acción absurda, dada la situación generada por la masacrede las bananeras. Este hecho, la no mención de la huelga en la región del Mag-dalena en las ediciones de El Socialista del mes de noviembre, y la exigenciade Sanción Liberal (hecha el 14 de diciembre) de que los dirigentes de la huel-ga se presentaran y aclararan su actuación durante el conflicto, nos permiteninferir que, a mediados de diciembre de 1928, estos periódicos todavía no al-canzaban a dimensionar lo ocurrido en la zona bananera. Entre otros ejemplosnotables de esta problemática se encuentran la disputa surgida entre los traba-jadores del Río Magdalena y la Federación Obrera del Valle de Cauca, porqueésta última no apoyó una huelga de los trabajadores portuarios, y la insurrec-ción de julio de 1929, cuando la orden de aplazamiento del movimiento nollegó a algunas poblaciones que se levantaron, confiadas en que eran respalda-das por movimientos similares en todo el país82 . Con estos casos hemos queri-
81. M. T. Uribe, op. cit., p. 201.
82. “El tinglado de la farsa”, en: Sanción Liberal, Bogotá, No. 92, 14 de diciembre de 1928. MauricioArchila, “La Humanidad…”, op. cit., p. 31; G. Sánchez, op. cit.
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do ilustrar un problema que afectó a la prensa obrera y al movimiento de lostrabajadores en su conjunto, originado en la dificultad de tener un acceso rápi-do a fuentes de información, incluso sobre las acciones que afectaban a losmismos trabajadores y las falencias de comunicación entre las regiones, losperiódicos y las organizaciones políticas.
E. Prensa anarquista
Si bien, desde la segunda década del siglo pasado, algunos periódicos,como Ravachol, reivindicaban el anarquismo, no había claridad ni coherenciateórica frente al significado de esta ideología. Sin embargo, esto cambió du-rante los años veinte, con el surgimiento de grupos libertarios más definidosideológicamente, que desarrollaron un intenso trabajo político acorde con suideología y se dotaron de órganos periodísticos para dar a conocer sus ideas.Los lugares donde se concentraron estos grupos, y por consiguiente la prensaanarquista, fueron Bogotá, Barranquilla y Santa Marta. En 1924, apareció enBogotá, el grupo “Antorcha Libertaria” y reinició la publicación del periódicoLa Voz Popular, bajo la dirección de Carlos F León. Este periódico ya habíacirculado con el subtítulo de “Semanario Liberal Obrero”, pero había sidosuspendido durante seis meses, por diferencias dentro de su grupo de redac-ción. Así, reapareció en 9 de noviembre de 1924, como órgano de la organiza-ción política que acababa de formarse83 . Posteriormente, aparecieron otrosperiódicos anarquistas; en 1926, el grupo Pensamiento y Voluntad empezó aeditar un periódico con el mismo nombre, y en 1928, Biófilo Panclasta dirigió,por un breve tiempo, El Libertador.
En 1925, el grupo anarquista de Barranquilla, “Vía Libre”, fundó la Federa-ción Obrera del Litoral Atlántico (FOLA), a la que pertenecían 16 sindicatos deBarranquilla y algunos otros de localidades vecinas. Para el desarrollo de susobjetivos llevaron a cabo conferencias, mítines, reuniones sindicales y de propa-ganda, representaciones teatrales y la edición del periódico Vía Libre. Este se-manario estuvo bajo la dirección de Gregorio Caviedes y del anarquista españolElías Castellanos. A partir de las fuentes existentes no podemos determinar quétanta acogida tuvo; sin embargo, desde un principio evidenció dificultades eco-nómicas y debió hacer concesiones que estaban en contra de su ideología, comoinsertar avisos comerciales. En efecto, en la primera edición del periódico,
83. La Voz Popular, Bogotá, No. 80, 9 de noviembre de 1924, citado en: A. Gómez, op. cit., p. 33.
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Gregorio Caviedes afirmó que “la prensa revolucionaria no debía aceptar anun-cios y subvenciones de los explotadores”, pero, en el número siguiente, presentóexcusas a sus compañeros por haberse visto obligado a insertar anuncios84 .
En 1924, se conformó el Grupo Libertario de Santa Marta, que desarrollósu acción política en esa ciudad y con los trabajadores de la zona bananera,intentando contrarrestar la influencia del sindicalismo liberal y patronal. Paraello, este grupo utilizó su periódico Organización, conferencias, mítines, boleti-nes y giras de propaganda. Así mismo, organizó una Comisión de Propaganda quellevaba el mensaje libertario a diversas poblaciones, tratando de crear o reorgani-zar sindicatos de acuerdo con sus principios. En forma autónoma realizó dos gran-des giras de propaganda por la zona bananera; una, en diciembre de 1924, y otra,en marzo de 1926, y posteriormente colaboró en la organización y ejecución de lagira de María Cano e Ignacio Torres Giraldo, a comienzos de 1928.
Los periódicos anarquistas compartían un núcleo temático común: difu-sión del proyecto anarcosindicalista, exaltación de los obreros, apoliticismo,internacionalismo, anticlericalismo y ateismo, antimilitarismo, preocupaciónpor la situación de la mujer y difusión de artículos de anarquistas reconocidos,como Reclús, Kropotkin, Anselmo Lorenzo, entre otros85 . Al hacer un análisiscomparativo con los periódicos obreros de otras tendencias, queda claro que exis-ten muchos elementos compartidos, pero también algunos matices diferentes ypuntos de ruptura que permiten definirlos como un tipo de prensa específico.
Paradójicamente, la principal diferencia no es la presencia de la ideologíaanarquista, que si bien está más claramente definida en estos periódicos, no esexclusiva de ellos, sino que es posible encontrarla junto con otras ideologíasen la prensa radical, socialista y socialista-revolucionaria. El elemento de laprensa anarquista, que no encontramos en ningún otro tipo de publicaciones,es el ateismo. Como vimos anteriormente, no era atea siquiera la prensaanticlerical de la segunda década del siglo; por el contrario, aquélla y todas lasdemás tendencias, estaban imbuidas en un pensamiento religioso muy fuerte.
Los periódicos anarquistas defendían la idea de que los dioses eran “hi-jos de la fantasía” de los hombres y que ninguna religión lograba salir bienlibrada de un análisis hecho por la ciencia. Además, trataban de mostrar cómo
84. A. Gómez, op. cit., p. 61; Gregorio Caviedes, “Orientaciones”, en: Vía Libre, Barranquilla, Nos.1 y 2, 4 y 10 de octubre de 1925.
85. A. Gómez, op. cit., pp. 33–39, 58, 62–68. Véase, especialmente, “Rebeldía Triunfante” y “Decla-
ración de Principios”, en: La Voz Popular, Bogotá, No. 80, 9 de noviembre de 1924, citados enIbíd., pp. 34 y 36; Pensamiento y Voluntad, Bogotá, No. 2, 1926 (sin fecha).
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la religión, que en principio no tenía nada que ver con la organización obre-ra, conllevaba consecuencias negativas para los intereses de los trabajado-res, haciendo fuertes críticas al Clero, en términos muy similares a losutilizados por radicales y socialistas:
Es necesario saber que el clero, agente nefando del capitalismo, es el encarga-do de obscurecer los cerebros de la clase proletaria, él toma a su cargo la edu-cación del campesino llenándole la cabeza de mostruosos (sic) errores,enseñándole la ciega obediencia al tirano que explota y lo roba (…)Le enseña también a respetar las autoridades que en nombre de la ley lo lanzana la calle a morir de frío y de hambre.Le enseña a amar la patria y le dice que por ella debe sacrificar sus hijos, suvida, sus padres, y cada vez que lo puede mandar a asesinar hermanos lo des-pide regalándole una medallita y una bendición (…)No para aquí la misión del clero, está a su cargo mantener encendidas las pa-siones políticas para así tener divididos a los obreros, agitan la cuestión reli-giosa de acuerdo con los políticos de profesión, que a su vez disimulan atacaral clero, pero es una mentira, pues clero y política son dos ramificaciones deun mismo origen y con un mismo fin: mantener al pueblo en la ignorancia paraexplotarlo a su antojo y provecho.86
El antimilitarismo expresado en la prensa anarquista, no implicaba sola-mente el rechazo a la guerra (interna o externa), como lo hacían los periódicosde la década de 1910, sino también un profundo cuestionamiento a la legitimi-dad de la institución militar. Estas ideas estimularon el desarrollo de una cam-paña tendiente a que los soldados desertaran de sus batallones y se unieran a lalucha popular. Esta postura no era exclusiva de esta tendencia, sino compartidapor los socialistas–revolucionarios, que también emprendieron una campaña si-milar en todas las regiones donde tenían trabajo político. En los años de 1928 y1929, en el contexto de aprobación de la Ley Heroica, la huelga de las bananerasy la fallida “insurrección bolchevique”, la agitación entre los soldados fue espe-cialmente fuerte a través de arengas, hojas volantes y, en menor medida, laprensa. Como parte de esa labor de agitación, se afirmaban cosas de este estilo:
(...) Sí, camarada policía: Reflecciona (sic) fríamente estas amargas verdadesy veréis como sacáis en consecuencia de que tú también eres hermano de no-sotros, de que tú (sic) también te explotan los BURGUESES, que tu salariocomo el nuestro, tampoco te alcanza jamás para nutriros… Que quizás noso-tros los Obreros vivimos una vida más amplia que la tuya, pero que no por eso
86. “Para qué sirven las religiones”, en: Pensamiento y Libertad, Bogotá No. 2, 1926 (sin fecha).
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deja de ser de oprobio y de miseria; por eso nosotros esperamos también tucontingente, para que con tu ayuda podamos formar la “futura sociedad de losiguales”. Sí, camarada policía… que esas ARMAS que os dieron los ensimis-mados CAPATACES de la BURGUESÍA para cuartar (sic) todo movimientode justicia social, y hacer eterna su cruel dominación para explotarnos, no lasvolváis a emplear contra tus hermanos los obreros, sino contra los zánganosque en virtud de odiosos privilegios y… de nuestra cobarde tolerancia, quierenhacer indefinida su bárbara dominación sobre la tierra.87
Está situación creó alarma entre las autoridades y falsas expectativas entrelos militantes políticos que, por ejemplo, nunca pensaron que las tropas presen-tes en la región bananera de Santa Marta fueran a disparar contra la población88 .
En el análisis de la situación de la mujer, compartieron con los socialistasla fe en los beneficios que traería la educación y, en un nivel más abstracto, larevolución social, con lo cual se resolverían de una vez y para siempre todo tipode injusticia y desigualdad. La diferencia radicaba en el mayor número de artícu-los escritos por mujeres sobre el tema, en los que, si bien compartían el esquemaexplicativo esbozado anteriormente, había un sutil desplazamiento del proble-ma, que cuestionaba también la concepción patriarcal de los mismos obreros89 .
Las relaciones entre la prensa anarquista y la prensa socialista–revolucio-naria no son fáciles de caracterizar. Teóricamente, debían existir diferenciasideológicas importantes, pero la falta de claridad política, especialmente entrelos socialistas, implicaba que no se vieran estas ideologías como divergentes yque muchos líderes socialistas retomaran principios y formas de acción delanarcosindicalismo. Por su parte, los anarquistas fueron más firmes en su crí-tica al socialismo de corte soviético, aunque, en algunas ocasiones, la debili-dad política los convenció de la necesidad de trabajar mancomunadamente.
El periódico Organización, del Grupo Libertario de Santa Marta, adoptóuna línea de acción unitaria con otras corrientes socialistas, lo que en la prácti-ca se tradujo en la organización de la gira de María Cano e Ignacio TorresGiraldo por la zona bananera, a comienzos de 1928, y un contacto permanenteentre el grupo de Santa Marta y el PSR. Sin embargo, como se viene señalan-do, esta no fue la conducta general de los anarquistas frente a los socialistas. En1925, en las páginas de Vía Libre, se hicieron fuertes críticas a la idea de fundar
87. “Meditación”, Hoja volante escrita a máquina, en: AGN, FMG, S1, t. 212, fs. 194–196.88. Anderson Pacheco, “Del antimilitarismo. A la juventud”, en: Vía Libre, Barranquilla, No. 1, 4 de
octubre de 1925, citado en: A. Gómez, op. cit., p. 64.
89. Véanse, por ejemplo, los apartes de un artículo escrito por Ana María García, en: Vía Libre,
Barranquilla, No. 1, 4 de octubre de 1925, que se trascriben en: A. Gómez, op. cit., pp. 66–67.
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un partido político, a la pretensión de los comunistas de controlar las organiza-ciones obreras del país, y a las ideas autoritarias, ya que “estos señores devotosde San Lenin creen que la dictadura roja por ser propiedad de ellos es buena”90 .Los anarquistas reconocían a la Revolución Rusa como la más importante en lahistoria de la humanidad, pero consideraban que, con la instauración del PartidoComunista, nuevamente se había impuesto la tiranía sobre el pueblo:
La revolución rusa es sin duda una de las más grandes jornadas en la historiade las convulsiones sociales llevadas a cabo por un pueblo insurrecto contra latiranía zarista que lo lapidaba y escarnecía durante siglos. Este hecho ciclópeoeclipsa todos los demás hechos revolucionarias habidos con anterioridad a él.Lo reconocemos. Pero lamentamos su fracaso, fracaso que ciframos en el noafianzamiento del motivo céntrico de esa revolución: La Libertad.91
Durante 1928, se presentó una confrontación muy fuerte con PSR, pues através de la prensa se le criticaron sus acercamientos con el liberalismo y sedenunciaron actuaciones incorrectas de algunos dirigentes de ese partido. Des-pués de la masacre de las bananeras se cuestionó, además, la dirección dadapor los dirigentes del partido a ese conflicto. En este debate se mezclan doscontiendas claramente diferenciadas: una teórica, sobre el carácter y los alcan-ces de la Revolución Rusa, y otra, sobre quién debía tener la dirección delmovimiento obrero colombiano, donde entraban en disputa el PSR, losanarquistas y los socialistas independientes.
III. PERIODISMO DE OPOSICIÓN Y CENSURA DE PRENSA
Desde mediados del siglo XIX, la libertad de prensa se constituyó en unaspecto polémico en la contienda política entre liberales y conservadores, pro-vocando enconadas reacciones, tanto por parte de sus defensores como de susdetractores. Para los liberales, la libertad de prensa era uno de los pilares de laRepública y por lo tanto, se constituía en un principio no negociable que hacíaparte de su identidad política. Para los conservadores, por el contrario, la prensadebía ser controlada y censurada por considerársele como un foco de subversiónpolítica, social y moral. Esta última concepción se vio reflejada en la legislaciónque reguló la prensa durante el período de la Regeneración, aunque hubo mo-mentos de mayor censura y otros de más libertad, como veremos a continuación.
90. “Política Obrera”, en: Vía Libre, Barranquilla, No. 2, 10 de octubre de 1925.91. “Del paraíso soviético”, en: Pensamiento y Voluntad, Bogotá, No. 2, 1926 (sin fecha).
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A. La censura de prensa : herencia de la Regeneración
El artículo 42º de la Constitución Política de 1886, estipulaba que la pren-sa era “libre en tiempos de paz, pero responsable con arreglo a la leyes, cuandoatente contra la honra de las personas, el orden social o la tranquilidad públi-ca”. De donde se desprende, que sólo podría haber libertad de prensa (parcial)en tiempos de paz, pero en períodos de guerra o conmoción, quedaría adiscrecionalidad del ejecutivo el manejo de la prensa y los medios de publici-dad (carteles, libros, folletos, etc.). Además, la censura oficial se vio posibili-tada porque la legislación reglamentaria sólo se promulgó con la Ley 157 de1896. En este período puntualmente en 1888, se expidió la llamada “Ley de loscaballos” que, en materia de orden público, daba amplios poderes al ejecutivoy que resultó nefasta para la libertad de prensa92 .
La Ley 157 de 1896 estuvo vigente durante dos años y luego fue reempla-zada por la Ley 51 de 1898, que seguía el mismo espíritu de la anterior yadicionaba muchos aspectos de jurisdicción y procedimiento. En este extensodocumento se fijaban las normas, prohibiciones, penas y procedimientos entodo lo relacionado con la prensa: determinaba que ningún periódico podíarecibir subvenciones de gobierno o compañías extranjeras y obligaba a losencargados de establecimientos tipográficos a enviar copias, a diferentes de-pendencias gubernamentales, de todos los impresos que produjeran. Sin em-bargo, la responsabilidad civil y penal recaía sobre el director de la publicacióny no sobre el impresor. Además, fijaba con gran detalle las penas para losdelitos de injuria, calumnia, publicación de noticias falsas, incitación al cri-men, ultrajes contra gobiernos extranjeros y delitos contra la religión o el cul-to. Éstos últimos debían juzgarse de acuerdo con unas disposiciones especiales,contenidas en el Código Penal93 .
La fase de libertad de prensa regulada sólo duró tres años, en virtud de queel 18 de octubre de 1899, con la declaración de turbación del orden público, laLey 51 de 1898 quedó suspendida y se inició una época de fuerte censuraoficial que, junto con las dificultades económicas y de comunicación propiasde la Guerra de los Mil Días, obligó al cierre a la mayor parte de los periódicospolíticos y literarios del país. La recuperación de la dinámica periodística fueun proceso lento, que sólo se alcanzó completamente después de 1909, tras elfin de la dictadura del Reyes.
92. “Ley 61de 1888 (25 de mayo)”, en: Diario Oficial, Bogotá, No. 7.399, 29 de mayo de 1888.93. “Ley 51 de 1989 (15 de diciembre)”, en: Diario Oficial, Bogotá, No. 10.860, 14 de enero de 1899.
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El Decreto 84 de 1903 con un evidente interés por controlar las llamadaspublicaciones subversivas (“las que dañan o alarman a la sociedad”), retomóalgunas partes del Decreto 151 de 1888, mientras que delegó al Código Penalla regulación de las publicaciones ofensivas (“las que vulneran los derechosindividuales”). Tipificó como delitos de imprenta contra la sociedad, entre otros,atacar la religión católica, desconocer u ofender las autoridades civiles o ecle-siásticas, desprestigiar la institución militar, mancillar la decencia pública, to-mar el nombre y representación del pueblo para combatir la organización de lapropiedad y concitar unas clases sociales contra otras. Las penas impuestas ibandesde la amonestación hasta la suspensión absoluta de la publicación, bajo el mis-mo nombre u otro distinto. Además, le daba grandes prerrogativas al Clero, po-niéndolo por encima de la autoridad civil, puesto que una publicación que tuvieracensura eclesiástica favorable no podía ser prohibida por la autoridad civil94 .
La Ley 7 de agosto 31 de 1903 reestableció la Ley 51 de 1898, pero pocomás de un año después, el 29 de diciembre de 1904, se declaró turbado el ordenpúblico en los departamentos de Cundinamarca y Santander. En consecuencia,el Ejecutivo asumió su deber constitucional de defender la población “contra losabusos de la prensa” y dictó el Decreto Legislativo NO. 4 de 1905, donde decla-ró vigente la parte dispositiva de la Ley 151 de 1888 (que trataba sobre las publi-
caciones subversivas), aumentó las penas para los delitos de prensa y, comocosa novedosa, exigió a los directores de periódico la solicitud de permiso a laprimera autoridad política del lugar para poder hacer una publicación95 .
Siguiendo con esta tendencia regresiva, el Gobierno, a través del DecretoLegislativo No. 47 de 1906, trató de ordenar en un sólo documento todos losaspectos relativos a la prensa. Allí definió, en forma extensa, las obligacionesde los impresores y los hizo responsables del contenido de las publicacioneseditadas en sus talleres, mientras que en la legislación anterior sólo lo eran losdirectores y redactores. Extendió la exigencia de permiso previo, tanto parapoder publicar el periódico, como para obtener el “derecho a ser voceado porlas calles”. Este derecho solamente permitía el pregón del nombre y el númerodel periódico, pero no del contenido, como era costumbre. Mantuvo la distin-ción entre publicaciones ofensivas y publicaciones subversivas, endureció laspenas para periodistas e impresores, y adicionó otros delitos de imprenta, comopropender por la desmembración del país, atacar a gobiernos amigos, ofender
94. “Decreto No. 84 de 1903 (26 de enero) “, en: Diario Oficial, Bogotá, No. 11.794, 31 de enero de 1903.
95. “Decreto Legislativo No. 4 de 1905 (9 de enero)”, en: Diario Oficial, Bogotá, No. 12.256, 12 deenero de 1905. Este decreto fue luego ratificado mediante la Ley 8 de 1905 (5 de abril).
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la moral cristiana, el dogma o las prácticas católicas y mancillar la decenciapública con grabados obscenos o caricaturas alusivas a los individuos96 .
B. Censura eclesiástica y gubernamental después de 1910
Los periódicos liberales, obreros y republicanos, compartían la opinión deque el quinquenio de Rafael Reyes había sido un período nefasto para la libertadde prensa. De acuerdo con La Libertad –fundado en 1907, como periódico lite-rario para burlar la censura–, la esfera de acción política del periódico durantesus dos primeros años de publicación fue muy restringida, porque se castigaban,
Sin forma de juicio, hasta las expresiones más triviales de los escritores públi-cos, cuando estos se apartaban de la senda de la adulación a las autoridades yde la aprobación incondicional de los actos de ellas. Estábamos, pues a mercedde la voluntad de los mandatarios, aunque el Decreto sobre Prensa permitiesela discusión amplia de los actos de gobierno.97
Consideraba, sin embargo, que la situación había cambiado sustancialmentetras la caída de Rafael Reyes y que esa época de tinieblas había quedado defi-nitivamente en el pasado. Esto pareció confirmarse en agosto de 1909, cuandofueron derogadas todas las leyes sobre prensa del decenio anterior y se declaróen vigor la Ley 51 de 1898, pero reduciendo a la mitad el tiempo de arresto y ala décima parte el valor de las multas98 .
Bajo estas condiciones, ya no era necesario pedir permiso para publicar unperiódico, bastaba solamente dar aviso a la autoridad local. De la misma for-ma, dejó de existir la figura de publicaciones subversivas y los delitos de im-prenta que la motivaban. Esto dio lugar a la creación de un sinnúmero deperiódicos políticos de diferentes tendencias que, tras años de mordaza oficial,querían hacer oír sus críticas contra el régimen social y político imperante y,específicamente, contra el Gobierno y el Clero.
Sin embargo, ni el Gobierno ni el Clero estaban dispuestos a tolerarcuestionamientos, denuncias ni sarcasmos, y muy pronto reaccionaron paratratar de obtener mayor control sobre las publicaciones periódicas. En estaépoca, las acciones más comunes se concentraron en exigir una legislación de
96. ”Decreto Legislativo No. 47 de 1907 (12 de septiembre)”, Artículos 15–17, en: Diario Oficial,Bogotá, No. 12.750, 20 de septiembre de 1906.
97. “Adelante”, en: La Libertad, Bogotá, No. 12, 3 de julio de 1909.
98. “Ley No. 1 de 1909 (21 de agosto)”, en: Diario Oficial, Bogotá, No. 13.772, 26 de agosto de 1909.
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prensa más estricta, en excomuniones, señalamientos desde el púlpito y mani-festaciones contra algunos periódicos liberales, radicales y obreristas. Porejemplo, Adolfo Prins, de Sincelejo, denunció que, por haber publicado unartículo contra el Clero, el cura de su parroquia lo había excomulgado, insulta-do públicamente, e incluso había instando a los habitantes del lugar a que ven-garan la supuesta ofensa contra las jerarquías católicas, lo que efectivamenteocurrió, pues una noche un grupo de personas lo atacó a garrotazos99 .
Aunque casos como éste ocurrieron con frecuencia, la persecución contralos directores de Ravachol y Chantecler fue la que más impacto tuvo a nivelnacional. Estos periódicos populares surgieron en 1910, y se destacaron no sólopor su temprana influencia socialista y anarquista sino, sobre todo, por un mar-cado sentimiento anticlerical. Como respuesta, algunos clérigos de la capitalamenazaron a los vendedores del periódico “con excomuniones y condenacioneseternas” si continuaban distribuyéndolo; posteriormente, se prohibió a los fielessu lectura y el arzobispo primado decretó excomunión mayor de los directores,los lectores y todos lo que tuvieran algo que ver con la publicación100 .
La excomunión no era una novedad, pues muchos periódicos liberales la ha-bían sufrido por exigir una educación laica y la separación de la Iglesia y el Esta-do101 , de modo que, frente a ello, la respuesta de las publicaciones excomulgadasno fue la retractación o el silencio, sino que anunciaron que seguirían denunciadola mala conducta del Clero e hicieron artículos sarcásticos donde ridiculizaban laexcomunión, la jerarquía y el dogma católicos, como el publicado por Ravachol:
Nos, Fray RAVACHOL, propagador del santo ideal del socialismo y fustigadorde los frailes, etc., etc., haciendo uso de nuestro santísimo derecho, excomul-gamos solemnemente y ante todos los hombres sensatos y lectores delRAVACHOL, al Papa, a los clérigos, a los frailes, a las monjas, alcanzandonuestra formidable excomunión hasta los apaga-mechos y a todos los que difa-men contra Nos y a nuestro santísimo periódico RAVACHOL. Igualmente que-dan excomulgados todo el que les dé la mano, pase cerca de ellos, o se dejendescrestar con limosnas para el culto y otras gallerías; alcanzando nuestra for-midable excomunión hasta la quinta generación.
99. “Carta”, en: El símbolo, Cartagena, No. 5, 25 de junio de 1910.
100. “Alerta Frailes”, en: Ravachol, Bogotá, No. 12, 16 de septiembre de 1910; “Carta Pastoral al cleroy fieles de nuestra Diócesis”, en: Dios y Cesar, Garzón, No. 12, 17 de noviembre de 1910. Estaprohibición también cobijaba a Thalía, Gil Blas, Zic–zac, Moscardón, El Domingo, de Bo
101. Cfr. “Carta Pastoral al clero y fieles de nuestra Diócesis. Ibagué, Octubre 15 de 1910”, en: Dios y
Cesar, No. 12, Garzón, 17 de noviembre de 1910.
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Esta excomunión no será levantada hasta que a Nos no se nos dé la gana.Dado en la Diócesis de los Ravacholistas, al mes y tres días de la República libre.
Firmado.
Nos Fray RAVACHOL e ilimitada compañía.102
Este tipo de respuestas exaltó aún más los ánimos del Clero capitalino,que convocó a sus fieles a una marcha contra los citados periódicos y parapedir, de paso, a las autoridades la aprobación de una legislación de prensamucho más severa, como la que en esos momentos se estaba discutiendo en lascámaras legislativas. Aunque la manifestación pública se llevó a cabo el 25 deseptiembre, desde los primero días del mes circulaba el rumor de que algunaspersonas estaban organizando un mitin para apedrear la oficina de Ravachol.
Ante ello, parece que algunos artesanos se ofrecieron para defender la sede delperiódico, si algo llegaba a ocurrir103 . Como resultado inmediato, Juan Fran-cisco Moncaleano y Alejandro Torres Amaya fueron encarcelados y ni Ravachol
ni Chantecler pudieron seguir publicándose después de sancionada la nuevareglamentación sobre prensa. La prisión de Torres Amaya mostró, de maneraespecial, lo absurdo de los acontecimientos, puesto que para ese entonces elpersonaje ya no tenía nada que ver con el periódico.
Las presiones sobre los legisladores rindieron frutos. Así, el 3 de noviem-bre de 1910 se sancionó la Ley 73, que reformó la Ley 51 de 1898. Aunquemantuvo la esencia de ese acto legislativo, aumentó nuevamente las penas ylas multas para los infractores, protegió mucho más la figura eclesiástica, pro-hibió explícitamente denigrar o ridiculizar a través de escritos, grabados, pin-turas o caricaturas a los clérigos, las entidades o los símbolos de la religióncatólica, proscribió la fijación pública de hojas anónimas y aumentó a un añoel término de la prescripción de delitos de injuria y calumnia.
Esta Ley representaba un duro golpe para los periódicos de la oposición,tanto moderados como radicales, pues no esperaban que tal proyecto fueraaprobado, e incluso creían que el presidente Carlos E. Restrepo de ningúnmodo lo permitiría. Con esto, se empezaron a desvanecer las esperanzas quemuchas organizaciones políticas habían depositado en el Gobierno Republica-no, y en la creencia de que el país había entrado en un período de democracia,con el consiguiente respeto de las garantías y los derechos individuales para
102. “Excomunión formidable”, en: Ravachol, Bogotá, No. 11, 10 de septiembre de 1910. El Domin-
go, de Bogotá, también respondió a la excomunión con un texto similar, que fue reproducido por
otros periódicos del país, como El Símbolo, Cartagena, No. 12, 20 de octubre de 1910.103. “Meeting”, en: Ravachol, Bogotá, No. 10, 3 de septiembre de 1910.
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todos, sin importar el partido político al que pertenecieran ni el tipo de ideasque profesaran. Aunque el presidente Restrepo objetó la ley aprobada por laAsamblea Nacional, la comisión que estudió el documento presidencial en-contró infundadas las objeciones, por lo que, luego de unas modificacionesmenores, fue finalmente sancionada por el Ejecutivo104 .
Pese a que los periódicos denunciaron esta ley como un atentado contrala libertad de prensa, no organizaron una campaña directa para modificar lalegislación. Sus esfuerzos se concentraron, principalmente, en generar opi-nión pública a través de poemas y artículos que mostraban la importancia dela prensa libre como agente de civilización y de cultura, y como escenariopara la confrontación política, donde las polémicas era normales, sin queello implicara actos de violencia105 .
Las excomuniones continuaron cayendo sobre los periodistas pero para-dójicamente, fueron tomadas por algunos como un signo de distinción y nocomo una condena. De esta manera, cuando un periódico era excomulgado,los demás lo felicitaban y aquéllos que no eran nombrados en las pastorales ocartas de los obispos, reclamaban para sí el honor de merecer una excomunión.Por ejemplo, El Martillo ironizaba: “Excomunión ha merecido ‘El Eco’, pe-riódico que dirige en Manizales el competente y honrado ciudadano don PedroL. Rivas. En cuanto a la excomunión ya sabemos que la mereció por ser unperiódico libre y de enseñanza; felicitamos al colega por el alto honor que hamerecido y, adelante!!”. En el mismo sentido, El Obrero Moderno anunciabaque “La Conferencia Episcopal reunida en Bogotá, se olvidó de incluir nues-tra humilde hoja en la lista de las anatematizadas. Reclamamos el honor”106 .
En 1915, en Pereira, seis jóvenes fueron condenados a un año de prisiónpor sacrilegio e irrespeto al culto, debido a la publicación de una caricatura yun artículo en El Aguijón, donde se burlaban de una procesión religiosa. Aun-que, en este caso, el proceso judicial se adelantó bajo el amparo de la legisla-ción de prensa vigente, al parecer tenía un propósito más amplio, que eradesarticular un grupo de jóvenes izquierdistas, llamados por el Clero local“Ravacholes”, que escribían en el mencionado periódico. En este caso sólo se
104. Las objeciones a la ley pueden consultarse en: Diario Oficial, Bogotá, No. 14.136, 7 denoviembre de 1910.
105. Ver: “Sobre la misión de la prensa”, en: La Correspondencia, Tolú, No. 3, 22 de febrero de 1912;“Lo que es la imprenta”, en: El Piloto, Bogotá, No. 1, 25 de febrero de 1919; Kiko el Socialista,“Salve, Búhos”, en: El Luchador, Medellín, No. 77, 17 de agosto de 1919.
106. “Excomunión”, en: El Martillo, Pereira, No. 6, 17 de noviembre de 1916; y “La Conferencia”,en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 4, 4 de abril de 1913.
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logró parcialmente el objetivo porque, si bien el periódico dejó de circular porel encarcelamiento de su director, Jesús Antonio Cardona, las ideas radicalessiguieron teniendo fuerza en la ciudad107 .
Algunos actos gubernamentales contra la libertad de prensa causaron granalarma, como el encarcelamiento, en 1916, de los directores de El Liberal deBucaramanga y El Cronista de Ibagué, puesto que hacían presagiar un nuevocambio en la legislación, al estilo del “quinquenio nefando”108 . Tres años an-tes, el nombramiento de Gerardo Pulecio como vicepresidente de la Cámarade Representantes había creado un temor similar, pero el momento de mayoragitación, antes de la Ley Heroica, se presentó en 1919, cuando hubo fuertespresiones del Clero para que el Gobierno de Marco Fidel Suárez impulsara unalegislación de prensa más drástica. En todos estos episodios, la prensa obrerahizo llamados exaltados a los lectores y al pueblo colombiano, a defender lalibertad de expresión contra los propósitos de la “camarilla nuncio-papal” y desus seguidores en el gobierno109 .
C. Socialismo, “Ley Heroica” y censura de prensa
A partir de 1926, con la fundación del PSR, las giras de agitación de MaríaCano e Ignacio Torres Giraldo, y el aumento de periódicos obreros y socialis-tas en diferentes regiones del país, se presentó una nueva ola de represión quealcanzó su punto más álgido con la aprobación de la Ley 69 de 1928, másconocida como Ley Heroica. Hubo instigación del Clero y los periódicos con-servadores y católicos, que orquestaron una campaña sistemática para denun-ciar lo que ellos consideraban subversión del orden público, avance delcomunismo y atentados de la prensa contra las instituciones sociales. Empero,la forma más eficaz e inmediata para acallar algunos periódicos radicó en lapersecución policial y judicial a través de allanamientos, el decomiso de lasediciones y el encarcelamiento de sus directores110 .
Para ilustrar un caso, El Socialista sufrió varios decomisos de sus edicio-nes entre 1927 y 1928, y en algunas ocasiones se prohibió pegar los carteles
107. El proceso contra los jóvenes “ravacholes” es narrado por el autor de la caricatura, Ignacio TorresGiraldo, en su obra, Anecdotario, op. cit., pp. 32–33.
108. “La prensa amenazada”, en: La Libertad, Bogotá, No. 130, 5 de octubre de 1916.109. “Regresión”, en: El Ariete, Bogotá, No. 107, 23 de octubre de 1913; Han de Islandia, “Atenta-
rán…?”, en: El Luchador, Medellín, No. 75, 6 de agosto de 1919.
110. “Mensaje Presidencial al Congreso Nacional en las sesiones ordinarias de 1928”, en: Diario Ofi-
cial, Bogotá, No. 20885, 4 de septiembre de 1928, p. 554.
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donde anunciaba el contenido de la publicación e incluso se suspendió el ser-vicio de agua en las oficinas del periódico, sin causa alguna. El director yalgunos simpatizantes denunciaron estos hechos en las páginas del mismo pe-riódico y en una ocasión interpusieron una querella ante la Procuraduría contrael Director General de la Policía Nacional, por violación de domicilio, abusode autoridad y decomiso ilegal de una edición completa del periódico, el 5 deenero de 1927. No se sabe qué ocurrió con la queja, pero, al parecer, no fuetramitada, puesto que cerca de año y medio después de los hechos, Juan deDios Romero (director de EL Socialista) le pidió al procurador General de laNación información sobre el estado en el que se encontraba el denuncio111 .
La persecución contra El Socialista no era un acontecimiento aislado, sinoque hacía parte de un plan gubernamental para acabar con las organizacionespopulares de oposición, y muy particularmente con la prensa, aun desde antesde contar con la reglamentación legal correspondiente. Esto se hizo a través dedos vías: por un lado, la acción represiva directa y el encarcelamiento de mu-chos dirigentes y periodistas populares, lo cual afectó a publicaciones comoLa Humanidad, de Cali; El Cronista, de Ibagué; El Moscovita y el Avance, deLíbano (Tolima), y Vox Populi, de Bucaramanga; y, por otro, una campaña dedesprestigio del socialismo dirigida por el Ministro de Gobierno y coordinadapor los gobernadores de los departamentos, quienes debían reunirse con los di-rectores de los periódicos adeptos al régimen y con representantes del Clero,para emprender la difusión de comunicados escritos contra esa tendencia en pe-riódicos y hojas volantes. La orden del Gobierno, que también incluía levantaruna especie de censo departamental de los principales líderes socialistas y de susmedios de agitación política, no fue letra muerte, puesto que en abril de 1928algunos gobernadores ya estaban enviando al Ministerio sus informes112 .
En este año, a partir del 2 de mayo, se dispuso la reunión del Congreso ensesiones extraordinarias para tratar, entre otros, un proyecto de ley sobre pren-sa y orden público, presentando por el presidente Abadía Méndez. Pese a que
111. Sobre la denuncia contra el Director General de la Policía, véase, “Solicitud”, en: El Socialista,
Bogotá, No. 515, 1º de mayo de 1928; otros actos de censura contra este periódico, en, “Activida-
des Obreras”, en: El Socialista, Bogotá, No. 517, 19 de mayo de 1928; “Agua, agua, señor admi-nistrador”, en: El Socialista, Bogotá, No. 518, 25 de mayo de 1928; “De Zipaquirá”, en: El
Socialista, Bogotá, No. 529, 9 de septiembre de 1928.
112. En el Archivo General de la Nación se conservan algunos de los informes enviados por los gober-nadores al Ministro de Gobierno, con los resultados de sus acciones: AGN, FMG, S1, t. 983, fs.97–99 (Tolima); t. 964, fs. 348-351(Caldas); t. 973, fs. 1-3 (Magdalena); t. 982, fs. 294-302
(Boyacá). Un informe sobre el proceso seguido a Tomás Uribe Márquez, director del periódicobumangués Vox Populi, se encuentra en el t. 983, fs. 195–206.
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reinaba un clima social exaltado por continuas noticias gubernamentales sobreuna supuesta insurrección comunista para el Primero de mayo, en un primermomento, este proyecto de ley no logró consenso y, en cambio, contribuyó apolarizar aún más la sociedad. En el Parlamento perdió credibilidad porquenunca aparecieron las supuestas pruebas que el Ministro de Guerra decía tenersobre el apoyo de revolucionarios venezolanos a la insurrección, la compra dearmas a Inglaterra y la participación de agentes soviéticos en el levantamien-to113 . Adicionalmente, los periódicos liberales, en general, estaban en contradel proyecto, porque lo consideraron altamente violatorio de la libertad deprensa e hicieron una fuerte campaña en su contra.
En las sesiones extraordinarias no logró aprobarse lo que para entonces yase conocía como “Proyecto Liberticida” o “Ley Heroica”. Por eso, el presiden-te Miguel Abadía Méndez, insistió en la aprobación de la ley durante las si-guientes sesiones ordinarias de ese año. En su mensaje al Congreso, aquéldedicó buena parte de sus esfuerzos a justificar la importancia de ratificar esteproyecto. En la exposición se presentó como un ejecutivo respetuoso de lasleyes, que no permitía la extralimitación de los funcionarios judiciales ni de lapolicía en los temas de prensa, aun sabiendo que la legislación imperante erainsuficiente para contener “la sistemática predicación de doctrinas subversi-vas”, que amenazaban seriamente la paz pública y el imperio de la legalidad114 .Consideraba que ese vacío jurídico lo había convertido en víctima de críticas ycalumnias, tanto en periódicos netamente religiosos, que tildaban al gobiernode débil, cobarde e incluso cómplice con la situación, como de la prensa ene-miga del gobierno, que lo hacía responsable del estado en que estaba cayendoel país por no tomar cartas en el asunto. Abadía argumentaba continuamenteque esa agitación “se halla dirigida y fomentada por potestades ajenas y extra-ñas a nuestra soberanía nacional y a nuestro régimen ciudadano”115 . Con estobuscaba ganar consenso en torno a la defensa de la nacionalidad frente a amena-zas externas, pero también pretendía recordar los alcances del famoso artículonúmero 42 de la Constitución de 1886, en el que se afirmaba expresamente que“ninguna empresa editorial de periódico, podrá sin permiso del gobierno, recibirsubvención de otros Gobiernos ni de compañías extranjeras”.
En este contexto, la prensa obrera no adoptó una posición unánime frenteal proyecto, hecho que reflejaba la profunda división que vivían las diferentes
113. I. Torres Giraldo, Los Inconformes, t. 4, op. cit., pp. 196–917.114. Miguel Abadía Méndez, “Mensaje Presidencial al Congreso Nacional en las sesiones ordinarias
de 1928”, en: Diario Oficial, Bogotá, No. 20885, 4 de septiembre de 1928, p. 553.
115. Ibíd., p. 554.
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139
organizaciones obreras y populares del país. La prensa simpatizante con elPSR adoptó una línea de rechazo total al proyecto y convirtió esta campaña ensu objetivo político más importante en el corto plazo. Como parte de su estra-tegia, se unió con la prensa liberal y algunos líderes políticos de ese partidopara la conformación de un Comité Nacional contra la aprobación de la LeyHeroica. Este comité fue constituido formalmente el 5 de octubre de 1928, enlas oficinas de El Espectador, en Bogotá, con la participación del general Cu-beros Niño, como delegado de la Dirección Liberal, Enrique Santos y LuisCano, por la prensa liberal, Gabriel Turbay y Domingo Usurita, como repre-sentantes de la minoría parlamentaria, y Ramón Bernal, Moisés Prieto y FelipeLleras Camargo, como voceros de la dirección socialista116 .
Esta decisión de unirse con el liberalismo fue muy criticada por otros pe-riódicos de tendencia socialista y anarquista, aglutinados en el Centro de Uni-dad y Acción Proletaria, y profundizó aún más las divisiones entre las dostendencias de izquierda. Para los periódicos del Centro de Unidad y Acción Pro-letaria, la lucha contra el “Proyecto Liberticida” no era una prioridad, puesto queconsideraban que el pueblo colombiano tenía problemas más graves y urgentespor resolver, e incluso planteaban que la aprobación del proyecto podría llevar auna radicalización popular que les sería favorable, pero la alianza del PSR con elliberalismo les parecía una traición de ese grupo a los ideales revolucionarios, yuna estrategia política de cara a las elecciones que iban a realizarse en los mesessiguientes. Por ejemplo, un editorial de Claridad, afirmaba:
Que vengan los proyectos heroicos, que amordacen la prensa, que sigan a tiroslas ideas para que entonces se vea cómo se hacen armas de combate con elmetal de las imprentas y cómo corren las ideas provocando por todas partesincendios; pues sin la guillotina hubiera fracasado la revolución francesa, sinlas prisiones de Siberia no hubieran caído de su trono los zares y sin los ban-quillos de Barrocolorado Reyes estuviera a estas horas en el poder.117
Finalmente, el 30 de octubre de 1928 fue aprobada la Ley Heroica. Con elpretexto de mantener el orden social de la República, se pretendía liquidarcualquier forma de oposición política a la Hegemonía Conservadora118 . EstaLey limitó el derecho de reunión y asociación y estableció como delitos provo-
116. I. Torres Giraldo, Los inconformes, t. 4, op. cit., pp. 921-922.
117. “Los proyectos heroicos”, en: Claridad, Bogotá, No. 57, 19 de julio de 1928.118. Jorge Orlando Melo, “La Ley Heroica”, en: Sobre historia y política, Medellín, Editorial La
Carreta, 1979, pp. 143-144. El antecedente inmediato de la Ley Heroica estaba en un decreto de
Policía, de abril de 1927, que prohibía las reuniones públicas. Véase: I. Torres Giraldo, Los
inconformes, t. 4, op. cit., p. 870.
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140
car la indisciplina en las fuerzas armadas, fomentar el desconocimiento delderecho a la propiedad o de la institución familiar, promover huelgas violatoriasde las leyes que las regulaban, y hacer apología de hechos definidos por laleyes penales como delitos. En un ataque directo a la prensa y a las giras socia-listas que se venían realizando por diferentes lugares del país, decretó el con-finamiento en colonias penales de las personas que ejecutaran algunos de los actosenumerados a través de discursos, gritos o impresos para venderse o distribuirse.La citada Ley creó en las capitales de departamento los Jueces de Prensa y OrdenPúblico, para juzgar los delitos contenidos en su articulado, los enumerados en lasleyes sobre prensa (Ley 51 de 1898 y Ley 73 de 1910), algunos delitos sanciona-dos por el código penal contra la nación y contra la tranquilidad y el orden públi-co, y los contemplados en la legislación sobre huelgas119 .
Pese a que estas disposiciones dejaban a un paso de la ilegalidad a asocia-ciones, gremios, sindicatos, periódicos, y hasta al PSR, una de las cosas quemás preocupaba a los periodistas era la caución que debían pagar todos losdirectores de periódicos, fijada en quinientos pesos, para las capitales de de-partamento, y de cien a trescientos pesos, para los demás lugares120 . Esto fueinterpretado como un ataque la prensa obrera, que no tenía capacidad econó-mica para cumplir con la medida, tal como lo expresó un artículo de El Socia-
lista, al día siguiente de aprobarse la Ley:
Nosotros sabemos de una manera clara y precisa que el gobierno ha obrado comolo está haciendo contra el pueblo, únicamente para acabar con la prensa obrera,pues para todos los escritores y periodistas al servicio del pueblo, nos es material-mente imposible pagar el impuesto de prensa que nos impone la nueva ley, es algoque toca todos los extremos de la conculcación de la libertad de palabra121 .
Como alternativa para evitar la erogación de esta suma, El Socialista plan-teó convertirse en un periódico científico o literario, ya que este tipo de pu-blicaciones estaba exento de dicha obligación. Esta propuesta fue hecha en tonoburlesco, sugiriendo como posibles títulos, “El Socialista científico y literario, ór-gano de las ciencias ocultas con colaboración de doña Mariana Madiela, JuliaRuiz, Von Peialht y muchos otros científicos” y “Ciencia y literatura, órgano de las
119. “Ley 69 de 1928 (octubre 30), en: Diario Oficial, Bogotá, No. 20.934, 2 de noviembre de 1928.
120. Esta suma era bastante elevada si tenemos en cuenta que el salario industrial diario en el país, en1929, era de $1.25 y el agrícola de $1.16. “Promedio de los salarios industriales y agrícolas en laRepública, según los datos que posee la Oficina General del Trabajo”, en: Boletín de la Oficina
General del Trabajo, Bogotá, año 1, No. 1, agosto de 1929, p. 40.121. “El Gobierno y el pueblo”, en: El Socialista, Bogotá, No. 535, 31 de octubre de 1928.
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141
ideas de Lenin y Marx”122 . En realidad, no era del todo una idea descabellada, yaque el cambio de enfoque, de la política a lo literario, había sido la táctica emplea-da por La Libertad durante la dictadura de Rafael Reyes y algo muy similar, aun-que con mayor éxito, hizo la revista anarquista La Razón, en España123 .
Si nos atenemos al dramático descenso en el número de periódicos edita-dos en 1929, con respecto a 1928, podríamos concluir que esta ley definitiva-mente influyó en el cierre de muchos periódicos. Aun teniendo en cuenta lasdifíciles condiciones del PSR, después de la masacre de las bananeras y lainsurrección fallida de 1929, la Ley 69 de 1928 otorgaba el marco legal paraallanar casas e imprentas y encarcelar a líderes políticos y periodistas, pero tam-bién posibilitaba mantener en prisión, incluso, a personas aun sin pruebas paraimputarle delito alguno, es decir, a sospechosos. En esos casos se les imponíamultas o se les pedía que cancelaran la caución en dinero que exigía la Ley 69, yante la imposibilidad de cumplir con estos requerimientos, se les conmutaba lasanción pecuniaria por cárcel a razón de un día por cada tres pesos124 .
Esto fue lo que les ocurrió a Alfonso Restrepo y Marco Aurelio Ariza, enVélez Santander. Según el alcalde de la población, Víctor Combariza, las auto-ridades municipales, alarmadas por el levantamiento bolchevique que se habíapresentado en otros lugares del departamento de Santander el 27 de julio de1929, decidieron hacer “rondas” en las casas de algunos habitantes del pueblo,“para tomarles los elementos de propaganda y bélicos que se hallaran en supoder”. Este procedimiento se llevó a cabo en las casas y talleres de nuevehombres, a quienes las autoridades consideraban cabecillas. Según el informe,“se les tomaron obras de propaganda, hojas sueltas, machetes, puñales yrevolvers (sic)”. A quienes no se les encontró nada, se les conminó a presentar-se todos los días en el despacho de la alcaldía, pero a Aurelio Restrepo (Presi-dente de la Federación Socialista) y a Marco Aurelio Ariza (autor de algunasde las hojas de propaganda), se les exigió el pago de la caución de quinientospesos. Ante la negativa de pagar la multa, estos dos personajes fueron reduci-dos a prisión y allí se encontraban cuando el alcalde le escribió al Ministro deGuerra el 15 de agosto de 1929125 .
122. “Cambio de nombre por la ley heroica”, en: El socialista, Bogotá, No. 533, 21 de octubre de 1928.
123. Francisco Javier Navarro Navarro, “El paraíso de la razón”. La revista estudios (1928–1937) y el
mundo cultural anarquista, Valencia, Edicions Alfons El Magnànim, 1997.124. “Ley 69 de 1928 (octubre 30)”, Artículo 5º, en: Diario oficial, Bogotá, No. 20.934, 2 de
noviembre de 1928.125. AGN, FMG, S1, t. 979, f. 108.
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Este episodio es un ejemplo de la represión generalizada de este período,y permite observar la forma privativa y arbitraria como era interpretada la leypor los funcionarios locales. En primer lugar, la caución de quinientos pesos secobraba sólo en las capitales de departamentos, en los demás sitios el rangovariaba entre cien y trescientos pesos, así que en Vélez no podía cobrarse latarifa máxima. En segundo lugar, quienes estaban obligados a pagar eran losdirectores de periódico, no los autores, y mucho menos el Presidente de laFederación Socialista de la Provincia. Y en tercer lugar, la caución se pagabapor periódicos y no por hojas volantes.
De acuerdo con lo que se desprende de la última parte del informe, elobjetivo era mantener a Alfonso Restrepo en la cárcel, mientras le resolvíanuna petición al alcalde, en la cual se había solicitado autorización para exiliarlode la provincia o, según las palabras oficiales, “se nos dé por parte del altoGobierno facultad para deshacernos de él”. En los recursos utilizados paraargumentar esta solicitud, no se apelaba a hechos precisos ni a los resultadosde los allanamientos (el informe no específica qué tipo de objetos o documen-tos le encontraron), sino a una acusación general, aduciendo que “este perso-naje es quien está molestado de taller en taller y de casa en casa exaltando losánimos, con sus promesas de futuras riquezas sin trabajo; él es quien no permi-te que sus afiliados se retiren en vista del absurdo en que están”126 . Sobre eldesarrollo posterior de este episodio, no podemos aseverar nada con certezaporque la solicitud fue dirigida el Ministro de Guerra, pero éste la remitió alMinisterio de Gobierno, quien, a su vez, la envió al Director General de laPolicía Nacional. Es posible que la burocracia haya hecho de las suyas en estecaso, pero también es factible que la autorización se hubiera dado, puesto quela práctica de sacar a personajes indeseables de un territorio, era común en laépoca, como lo atestiguan lo casos de los reconocidos líderes, Raúl EduardoMahecha e Ignacio Torres Giraldo.
IV. A MANERA DE CONCLUSIÓN: LA IMPORTANCIA POLÍTICA DE LA PRENSA
OBRERA Y POPULAR
Durante la segunda y tercera décadas del siglo XX, la prensa obrera fue unmedio utilizado por los sectores organizados de los trabajadores para lograrafirmación y reconocimiento político en un contexto caracterizado por la ex-clusión permanente de los sectores populares del debate público, en beneficio
126. Ibíd., f. 109
El obrero ilustrado
143
de los dos partidos tradicionales. En este sentido, desempeñó una importantelabor a favor de la democratización del sistema político colombiano, y aunqueno obtuvo una transformación de las estructuras jurídicas, sí logró la inclusiónde nuevos temas y nuevos actores sociales en el debate público, demostrandoque la representación de los sectores populares no podía seguir siendo mono-polio de un partido o del Clero, sino que aquellos tenían la capacidad de articu-lar un discurso y una organización propias.
La prensa fue el eje articulador del campo político y cultural del mundoobrero, a través de la cual se manifestaron las expresiones más estructuradasdel pensamiento social para educar políticamente y orientar la acción obrera.Este no fue un ejercicio meramente teórico sino, en gran medida, práctico,fruto de la necesidad de dar directrices concretas a los trabajadores, de respon-der a las acciones de los otros actores políticos, y de adecuarse a las exigenciasdel movimiento obrero nacional e internacional.
De forma bastante sintética podríamos decir que, en el aspecto político, laprensa tenía algunas características distintivas: el apoliticismo; la defensa delos principios legados por la Revolución Francesa; la pervivencia de la heren-cia política del artesanado; los constantes esfuerzos por mantener su indepen-dencia frente al liberalismo; su oposición al conservatismo y a la hegemoníade ese partido en el poder; el internacionalismo; la exaltación de los trabajado-res; el apoyo a las huelgas y los movimientos sociales; la influencia del socia-lismo utópico, socialismo marxista, cristianismo y anarquismo, y unaconcepción evolucionista de la historia política.
La prensa estaba inserta en ese proceso de transición, en el que los trabajado-res asalariados relevaron al artesanado en la dirigencia del movimiento popular eincorporaron formas modernas de organización (como sindicatos y partidos) y delucha (principalmente la huelga). Este cambio distó mucho de ser lineal y homogé-neo, y se vio influenciado por las coyunturas de la política nacional y el movimien-to reivindicativo de los trabajadores, dando origen a cinco tipos de prensa obrera:artesanal–obrerista, radical, socialista, socialista–revolucionaria y anarquista.
Estas denominaciones buscan dar cuenta del elemento ideológico central quecaracterizaba cada tipo de prensa, pero ninguno de ellos tenía un discurso ideológi-co “puro”, ni esos discursos eran muy sustentados teóricamente. El pensamientopolítico desarrollado en la prensa, yuxtaponía fragmentos de diferentes ideologíaspolíticas, dando lugar a un discurso pluralista, heterogéneo, fragmentario y gene-ralmente imbuido de concepciones religiosas. Esto se expresaba en la paradoja depretender explicar doctrinas racionalistas modernas por medio de descripciones ycuadros cargados de recursos líricos y no pocos símiles religiosos.
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144
La primera explicación que se podría dar a esta situación estaría en elaislamiento del movimiento obrero colombiano frente a las principales co-rrientes de pensamiento de la época, por los reducidos niveles de inmigración,el escaso desarrollo industrial, las elevadas tasas de analfabetismo y el predo-minio de la Iglesia y el Partido Conservador. Sin embargo, estudios sobre prensaobrera en otros países de América Latina, donde imperaban unas condicionesmuy diferentes en materias económica, social y cultural, que permitían una inte-gración más fluidas con el mundo exterior y abrían mayores posibilidades derecibir noticias, textos y militantes del comunismo o el anarquismo, concluyenque estos grupos vivían infundidos en “la concepción de la política que estáplagada de contradicciones, no sólo entre las tendencias (anarquistas y socialis-tas) sino también dentro de cada una de ellas. No puede decirse que la tendenciasocialista haya asimilado plenamente la teoría de la cual decía nutrirse”127 .
En consecuencia, podríamos afirmar que esos elementos no explican enforma totalmente satisfactoria la heterogeneidad y mezcla de ideologías ni laproliferación de artículos carentes de teoría, pero generosos en imágenes ydescripciones religiosas. Consideramos que una interpretación más adecuadapara este problema, debe tener en cuenta la forma cómo estos sectores popula-res articularon su ideología política, recurriendo a elementos inherentes y deri-vados. Éstos no se presentaban en forma explícita en la prensa, aunque eran, enúltimas, la materia prima que configuraba su pensamiento político, así como eltipo de lenguaje utilizado, los actores interpelados y las temáticas privilegiadas.
La definición de ideología ha dado lugar a un largo debate en las cienciassociales, que está lejos de concluir todavía. Como nuestra pretensión no esanalizar esta controversia, sino buscar herramientas teóricas que nos guíen enel análisis de algunos aspectos de la prensa obrera, solamente vamos a señalarlos elementos que nos parecen útiles para el análisis, por ser pertinentes yaplicables al contexto histórico que estamos estudiando.
La ideología popular (al igual que la cultura popular) no existe al margende la ideología hegemónica. Estas son dos categorías que nos permiten com-prender la dinámica social pero, en la realidad, la línea divisoria entre una yotra es fluctuante e inestable, y entre sus polos se desarrollan procesos de im-posición, aceptación, préstamo, negociación, apropiación y resignificación.Edward P. Thompson ha hecho énfasis en que la posibilidad real de coexisten-cia y lucha de la ideología dominante y la ideología popular (o plebeya) puede
127. Tomás Moulian e Isabel Torres, “Concepción de la política e ideal moral en la prensa obrera”, en:Documento de Trabajo. Programa FLACSO–Santiago de Chile, No. 336, mayo de 1987, p. 15.
El obrero ilustrado
145
explicarse mejor recurriendo al término de hegemonía, porque la supremacía nun-ca es unilateral ni completa, siempre es impugnada por los sectores populares ydeja algunos espacios para otros valores y prácticas alternativas. En consecuencia,la imagen del mundo difundida por la clase dominante no logra borrar la experien-
cia que vive el trabajador en la vida cotidiana y el ámbito laboral, cuya situación lepermite edificar o mantener una cultura diferente e impugnadora128 .
George Rudé desarrolló una propuesta teórica, a partir de los estudios his-tóricos sobre revueltas populares en Francia e Inglaterra, para estudiar la ideo-logía popular en las sociedades en las cuales no existen solamente dos clasessociales opuestas y antagónicas, sino que subsisten también campesinos, arte-sanos y pequeños comerciantes. De acuerdo con esta perspectiva, la ideologíapopular se compone de dos elementos, uno de los cuales es propio de los sec-tores populares, mientras que el otro es recibido o tomado de fuera. A ellos lesdenomina, respectivamente, inherente y derivado129 .
El elemento inherente de la ideología popular está conformado por el con-junto tradicional y consuetudinario de ideas, costumbres y actitudes pertene-cientes a la experiencia del pueblo y transmitido a través de la oralidad, lamemoria colectiva y la experiencia directa. En oposición, el elemento deriva-
do se presenta como un sistema de ideas políticas, religiosas y filosóficas,como los derechos del hombre, el nacionalismo, socialismo, liberalismo, etc.,que es adquirido o trasmitido por otros grupos sociales a través de diferentesmedios. Esta distinción no significa que alguno de los dos elementos sea supe-rior al otro, o que no haya niveles de identificación y coincidencia entre am-bos. Por el contrario, una ideología derivada sólo puede lograr gran aceptaciónen un pueblo, cuando existe un vínculo que brinda aparente continuidad entrelo antiguo y lo nuevo. Por ejemplo, cuando la prensa nos muestra que Jesús fueel primer socialista de la historia, se está estableciendo un puente de legitimi-dad que permite vincular la nueva ideología con creencias profundamenteenraizadas en la cultura popular, como lo era el cristianismo130 .
128. E. P., Thompson, Costumbres en común, op. cit., p. 22 y ss; Pedro Benítez, E. P. Thompson y la
historia. Un compromiso ético y político, Madrid, Talasa Ediciones, 1996, p. 131 y ss.129. Para el desarrollo de su propuesta de análisis, George Rudé se basó en Antonio Gramsci, quien
había acuñado los conceptos de ideología orgánica y no orgánica. Sobre la recepción de la teoríade Gramsci en Rudé, véase el primer capítulo de su libro, Revuelta popular y conciencia de clase,
Barcelona, Editorial Crítica, 1991, pp. 15–31.
130. G. Rudé, El rostro de la multitud, op. cit., p. 202; G. Rudé, Revuelta popular y conciencia de clase,
op. cit., p. 34 y ss.
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Esto nos lleva a otro punto, importante para el análisis, que consiste enconsiderar que los elementos inherentes y derivados de la ideología popular noestán claramente delimitados ni son fácilmente discernibles, puesto que, comomencionábamos anteriormente, existen coincidencias entre los dos. Por talcircunstancia, la síntesis que se produce a partir de la experiencia vivida puedeconvertir un elemento derivado, en el curso de una o varias generaciones, enalgo sustancial a la cultura popular131 . Este es el caso del cristianismo y algunosprincipios del liberalismo radical asociados a la Revolución Francesa, que paraprincipios del siglo XX en Colombia, ya hacían parte de la cultura popular.
Sobre este cúmulo de ideas se empezaron a difundir con cierta fuerza,socialismo, comunismo y anarquismo, aun cuando no fueron asimilados en formamecánica, sino que pasaron por un proceso de confrontación con la experiencia,para determinar finalmente qué se rechazaba, qué se tomaba y cómo se incorpora-ba a lo ya existente. Así, el ateismo no consiguió muchos adeptos por la fuerza quetenían, y tienen, las ideas religiosas en el pueblo, y durante un buen tiempo la ideade la “revolución violenta” fue rechazada por el predominio de una idea pacifista,elaborada sobre la experiencia de las guerras civiles del siglo XIX.
Las posibilidades de síntesis fueron múltiples y no tenían una única direc-ción, puesto que algunos prefirieron mirar hacía atrás, como los periódicosartesanales–obreristas con sus demandas de protección arancelaria, mientrasque otros se enfilaron hacia una ruptura revolucionaria con el pasado, al estilode la prensa anarquista. En medio de estos extremos, encontramos diferentesposibilidades de combinación, como lo evidenció la prensa radical, la socialis-ta y la socialista–revolucionaria.
En resumen, los diferentes tipos de prensa pueden entenderse como elresultado de tres factores: el elemento inherente, el derivado y la experiencia,que, en últimas, es la que determina el producto final. En este caso, la diversi-dad de posibilidades resultantes da cuenta de una sociedad que estaba cam-biando rápidamente y de los esfuerzos realizados por los trabajadores paraacoplar su ideología con las nuevas experiencias que estaban viviendo. Paratratar de obtener una visión más completa de este fenómeno, en el próximocapítulo se examinan en detalle algunos de los componentes de la cultura po-pular, tal y como aparecen directamente en los periódicos editados en Colom-bia en las primeras décadas del siglo XX.
131. G. Rudé, Revuelta popular y conciencia de clase, op. cit., p. 35; E. P. Thompson, op. cit., p. 22 y ss.
Capítulo 4IMÁGENES, SÍMBOLOS Y DISCURSOS EN LA
PRENSA OBRERA COLOMBIANA
La prensa difundía ideologías políticas y llevaba a cabo una labor pedagó-gica que buscaba enseñar nuevos modelos sociales (el del proletario), símbo-los, imaginarios y marcos morales. Esto ocurría porque, para ser un obreroconsciente, no se necesitaba únicamente un cambio ideológico –político, sinotambién la adopción de unas formas de comportamiento, de interacción socialy de referentes simbólicos, que debían ser aprendidos e interiorizados. En con-secuencia, periodistas y dirigentes obreros tenían claro que el triunfo políticoestaba relacionado con el éxito que se obtuviera en los otros aspectos, en razónde lo cual no eran entendidos como procesos diferentes, sino que todos esta-ban encaminados hacia el mismo fin.
Aunque los periódicos explícitamente se inscribían dentro de unas catego-rías racional–iluministas, y con base en ellas elaboraron unos discursos espe-cíficos, su lógica no pertenecía a esta matriz, sino a la dramático–simbólica.En este sentido, queremos señalar las tensiones y las contradicciones en lacreación y difusión de un proyecto político–cultural, que tenía como referenteal movimiento obrero internacional, pero que debía adaptarse a las condicio-nes de un país que tímidamente iniciaba un proceso de modernización. Paradar cuenta de estos elementos, hemos dividido el capítulo en cuatro partes: enla primera, presentamos el marco interpretativo utilizado; en la segunda, anali-zamos cuál era la imagen de lo popular que difundía la prensa obrera y cómo
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148
cambió a lo largo del período de estudio; en la tercera, examinamos la apropia-
ción y creación de héroes y símbolos sociales; y en la cuarta, estudiamos la
forma en la en que estas publicaciones se articularon algunos discursos en
torno a la mujer, la ciencia, el progreso, el alcohol y la educación, que adqui-
rieron gran importancia.
I. MATRICES CULTURALES PRESENTES EN LA PRENSA
Tomando como base los planteamientos de George Rudé sobre la confor-
mación de la ideología popular, Guillermo Sunkel considera que los diarios
populares de masas “han tenido dos líneas de desarrollo diferentes vinculadas
a la matriz racional iluminista y la matriz simbólico –dramática y que son
estas matrices las que van a determinar los modos de representación de lo
popular”1 . Aunque el período de estudio de este trabajo es diferente, en la
medida en que analizamos un contexto anterior a la aparición a los diarios de
masas, en esa misma investigación el autor muestra que las matrices están
presentes en la cultura popular del siglo XIX, por lo que consideramos posible
utilizarlas para el contexto colombiano de comienzos de siglo XX. Por otro
lado, la teorización de Sunkel nos permite responder a la pregunta sobre cómo
se construyen símbolos, imaginarios y discursos en la prensa popular, aun cuan-
do originalmente sólo haya sido utilizada para estudiar los modos de represen-
tación de lo popular en la prensa, porque, como veremos a continuación, las
posibilidades de análisis no se restringen únicamente a los actores sociales,
sino que incluyen también lenguaje estética, conflictos, espacios y temáticas.
La matriz simbólico–dramática se entiende como parte de la ideología in-
herente2 , que hunde sus raíces en la cultura popular del siglo XIX. En ella en-
contramos un rechazo al racionalismo y al iluminismo, y se expresa en un lenguaje
dicotómico concreto derivado de una concepción religiosa del mundo. Así, la
realidad histórica, los conflictos interpersonales y hasta aquellos más subjetivos,
se interpretan a partir de categorías religiosas, como el bien y el mal, el paraíso y
el infierno, el perdón y la condena. Estas categorías “divinas” sirven de base
para la elaboración de otras categorías “humanas”, como ricos y pobres, buenos
y malos, avaros y generosos, que se constituyen en el eje central del lenguaje
1. Guillermo Sunkel, Razón y pasión en la prensa popular, Santiago de Chile, Instituto Latinoame-ricano de estudios transnacionales, 1985, p. 46. Cursiva en el original.
2 G. Rudé, El rostro de la multitud. Estudios sobre revolución, ideología y revuelta popular, op. cit.
Para este concepto, véase capítulo 3 de este trabajo.
El obrero ilustrado
149
simbólico–dramático presente en los diarios. La característica central de este
tipo de lenguaje es “la pobreza de sus conceptos y la riqueza de sus imágenes. En
otras palabras, el lenguaje simbólico dramático carece de ‘densidad teórica’ y los
conceptos son claramente secundarios a la producción de imágenes”3 .
Esta matriz, con una estética particular que hunde sus raíces en la imaginería
barroca de la Iglesia católica, originalmente fue introducida como elemento
derivado por los españoles, pero llegó a constituir parte fundamental de la
religiosidad popular. Por consiguiente, aunque se cambien los temas religiosos
por otros profanos, se sigue apelando a los mismos medios de representación,
donde predomina un fuerte contraste entre objetos o sentimientos y figuración
a través del color4 . Sobre esta matriz se introduce como elemento derivado la
matriz racional –iluminista a través de la creación del Estado docente y por la
introducción de ideologías políticas de tinte iluminista, como el marxismo, el
anarquismo, el liberalismo y radicalismo. Sunkel nos explica que,
La matriz racional–iluminista tiene cierta unidad a nivel de los contenidos en
la medida que expresa algunos elementos muy generales entre los que se in-
cluyen que la “razón” es presentada como un medio y el “progreso” como el
fin de la historia; que la “educación” y la “ilustración” son impulsadas como
los medios fundamentales de constitución de la ciudadanía política y de supe-
ración de la barbarie; que el pueblo es concebido como la expresión física de la
barbarie y por tanto, constituido en objeto de campañas moralizadoras. Al mis-
mo tiempo, hay que señalar que la matriz racional–iluminista se expresa a
través de un lenguaje abstracto y conceptual que está regido por el mecanismo
de la generalización.5
Uno de los objetivos de la matriz racional–iluminista es desplazar la matriz
cultural existente en los sectores populares por considerarla ya superada. Para
ello, propone la laicización de la sociedad, la extensión de la educación y la
ilustración del pueblo, y la imposición de la ciencia y la razón sobre la supersti-
ción6 . Sin embargo, estas pretensiones no alcanzaron una concreción material
significativa en nuestro país en la medida que el Estado no asumió estas tareas y
la capacidad de los grupos de la oposición que las promovieron (liberales, socia-
listas y anarquistas) era limitada. Además, el cambio social no ocurre de forma
mecánica, quitando algo y poniendo en su lugar otra cosa, sino que, tanto lo
3. Ibíd., p. 49.4. Ibíd., pp. 49 –51.5. G. Sunkel, La representación del pueblo en los diarios de masas, op. cit., p. 3.6. G. Sunkel, Razón y pasión…, op. cit., pp. 46 –47.
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antiguo como lo nuevo, compiten por un lugar propio, de manera que el resulta-
do siempre implica algún grado de mezcla entre los dos elementos.
Esto puede verse en los periódicos, sobre todo en la forma como ellos constru-
yen una representación singular de lo popular, articulando elementos propios de la
matriz racional–iluminista y de la matriz simbólico–dramática; promoviendo una
identidad más política (centrada en la clase obrera y los conflictos que le son pro-
pios), o más cultural (incluyendo diversidad de actores con sus múltiples conflic-
tos en la vida cotidiana) dependiendo del tópico en que se haga énfasis7 .
Para determinar cuál es el tipo de matriz que prevalece, Sunkel propone
el análisis de seis categorías: lenguaje, estética, actores, conflictos, espacios
y temáticas. De tal modo, realizamos este ejercicio para el conjunto de la
prensa obrera colombiana del período estudiado y los resultados los presen-
tamos en el cuadro No. 2, donde puede verse la matriz cultural que prevalece
para cada uno de los temas.
Cuadro No. 2Análisis de las matrices culturales presentes
en la prensa obrera colombiana
7. G. Sunkel, La representación del pueblo en los diarios de masas, op. cit., p. 4.
Elaborado con base en Guillermo Sunkel, Razón y pasión en la prensa popular, Santiago deChile, Instituto Latinoamericano de estudios transnacionales, 1985, p. 53
El obrero ilustrado
151
Este esquema nos muestra una especie de radiografía de la prensa, que da
cuenta de un momento en el proceso de formación de la ideología popular.
Claramente puede notarse que no hay un predominio absoluto de una matriz,
sino que la prensa se mueve entre las dos: mientras el lenguaje y la estética
corresponden a la vertiente simbólico –dramática, los espacios y las temáticas
se inscriben en la racional –iluminista; el caso de los actores populares y los
conflictos no está totalmente definido y tiene elementos en las dos matrices.
Podríamos concluir que la empresa de difundir y adoptar ciertas ideolo-
gías derivadas (socialismo, comunismo, anarquismo) no se logra en forma
total y coherente, aunque tiene éxito en la introducción de algunas temáticas y
en situar la discusión en el campo de lo público, pero no alcanza a centrar el
conflicto social únicamente en la relación patrón/obrero. En este punto, la reali-
dad del país se impuso, lo que llevó a incluir otros actores sociales (con sus
conflictos específicos) que no respondían a una definición ortodoxa de clase,
como mujeres, artesanos, indígenas, inquilinos y pobres en general.
II. EL OBRERO COMO REPRESENTACIÓN DE LO POPULAR
En las publicaciones analizadas encontramos un esfuerzo progresivo por
imponer al “obrero” como modelo de lo popular (entendido como sinónimo de
pueblo). Aunque los textos muestran diversidad de actores sociales que pue-
den incluirse dentro de lo popular (obreros, campesinos, artesanos, mujeres,
inquilinos, indígenas y pobres), a medida que la influencia del movimiento
socialista internacional penetraba en el país, se buscaba posicionar el modelo
del obrero industrial y promover una identidad obrera basada en unos valores
y una ideología política que se asociara a este tipo de trabajador. En otras
palabras, la prensa mostraba diversidad de actores y diversidad de conflictos,
pero trataba de construir un arquetipo al que se debía llegar, una especie de
meta por alcanzar y éste era el obrero (en la concepción moderna del término).
La matriz racional–iluminista concibe al pueblo “como la expresión física
de la “barbarie” y, por tanto, constituido como objeto de campaña moralizadora”8 .
No obstante, en la prensa obrera que revisamos esto no se encuentra de manera
radical y unívoca. Ciertamente, algunas publicaciones, como La Vanguardia,
consideraban que el pueblo era un instrumento sin raciocinio, una masa de bár-
baros y salvajes, que ellos (los periodistas) iban a civilizar y mejorar moralmen-
8. Guillermo Sunkel, Razón y pasión…, op. cit., p. 47.
Luz Ángela Núñez Espinel
152
te. Sin embargo, la mayoría tenía una visión idealizada del pueblo, asociado a
adjetivos como bueno, laborioso, honrado, pobre, explotado, pacífico e inge-
nuo9 . En lo que sí había unanimidad era en mostrar que el pueblo podía cumplir
un papel protagónico en la marcha hacia el progreso; es decir, que su situación
podía y debía ser potencialmente cambiada a través de la educación y la instruc-
ción. La misión de la prensa consistía en guiar esa transformación.
La relación entre “pueblo” y “obrero” era difícil de caracterizar y pasaba
por un doble proceso, simultáneo, de identificación y diferenciación. La iden-
tificación se producía porque compartían una situación común: eran pobres,
explotados por los partidos y los ricos, y todos eran ciudadanos; por eso, fácil-
mente se utilizan como sinónimos “pueblo” y “obrero”. En este punto, es inte-
resante señalar que no solamente era una filiación de clase, en términos
económicos, sino que también involucraba elementos políticos, tales como la
noción de ciudadanía, heredada de la Revolución Francesa, y la convicción de
que aquellos sectores habían sido utilizados por los partidos políticos y los
ricos en detrimento de sus intereses10 . Como señalamos en el capítulo prime-
ro, la diferenciación se sustentaba en argumentos de tipo económico y político.
En cuanto a lo económico, existía la convicción de que algunos integrantes
del pueblo contribuían más que otros al progreso del país, concretamente aque-
llos que estaban ligados a la producción material, bien fuese agrícola, artesanal o
industrial. Así, la formula: trabajo + producción = progreso/civilización, favore-
cía a los obreros, quienes eran considerados como lo mejor, no sólo del pueblo,
sino de la sociedad en su conjunto o, expresado en términos más emotivos:
No te he dicho quién eres y aunque quiero decírtelo no puedo; eres tan gran-
de… no soy digno de pronunciar tu nombre, pero sí te digo que eres el factor
del progreso universal. De las entrañas de la tierra extraes el oro y del fondo
del mar la hermosa perla, y cual soberbio tinte te remontas en los aires mane-
9. Las citas siguientes muestran estas dos imágenes opuestas sobre el pueblo: “un pueblo que amerced de la ignorancia en que se le cultivara durante tantos años, descendió de su nivel para serun rebaño, una montonera analfabeta, explotable al antojo del primer aventurero, del primer tiranueloafortunado”. Ver, “Nuestra labor”, en: La Vanguardia, Bogotá, No. 1, 4 de febrero de 1912. “Nuestropueblo es esencialmente honrado, pacífico y trabajador, en su generalidad, y si hay malos, esporque en todas partes los hay; pero ese tipo de criminales natos e incorregibles, si se registran ennuestro ambiente es la excepción”, Arístides Zapata, “Semanalmente”, en: El Luchador, Medellín,No. 69, 16 de julio de 1919.
10. Encontramos un total de 37 artículos que identifican “pueblo” y “obrero”, por uno o varios deestos elementos. Véase, particularmente: Rafael Reyes Daza, “El Partido Católico y el PartidoObrero”, en: El Proteccionista, Bogotá, No. 25, 8 de mayo de 1911; Joaquín R., “Una queja”, en:El Luchador, Medellín, No. 78, 21 de agosto de 1919; “El Obrero”, en: El Industrial, Bogotá, No.2, 4 de julio de 1908.
El obrero ilustrado
153
jando el prodigioso aeroplano construido por el esfuerzo de tus callosas ma-
nos: te llaman arquitecto: albañil, mecánico, agricultor, tipógrafo, carpintero,
electricista, nauta y tantos nombres más con que te determinan, y yo te llamo
apóstol del progreso universal.11
En cuanto a lo político, los obreros ocupaban un lugar privilegiado como
defensores tradicionales y legítimos de los derechos del pueblo. Este papel
protagónico, tanto en lo económico como en lo político, fue reforzado por las
ideologías socialista y anarquista, de manera que el obrero ideal se convirtió
en el modelo de cómo debería ser todo el pueblo.
Lo anterior explica el esfuerzo por crear una identificación del pueblo con
la imagen del obrero, en un medio donde este sector social era minoritario. Sin
embargo, esta no fue una transposición totalmente mecánica de un icono inter-
nacional, ya que podemos encontrar reelaboraciones y contextualizaciones
propias. Al comenzar el siglo, la representación del obrero se sustentaba en la
preponderancia social del artesanado, que progresivamente iba cambiando hasta
llegar a la imagen del proletario. Sin embargo, lo más importante radica en que
estos estereotipos no se presentaban aislados de la sociedad, sino que apare-
cían vinculados en un contexto histórico y en un programa de acción política.
No se trataba simplemente de una copia, sino que también había adaptación y
resignificación a la luz de la experiencia vivida.
Para explicar en detalle este tema, vamos a centrarnos en los cabezotes de
periódicos y específicamente en las ilustraciones o grabados insertos en éstos,
y no precisamente porque los textos de prensa no presenten imágenes frecuen-
tes de los obreros, sino porque los cabezotes tienen varias características que
los convierten en una fuente pertinente: primero, al ubicarse en la primera
página, junto al título o conteniéndolo, nos habla de la importancia y la pre-
ponderancia que tiene este mensaje sobre otros que se presentan dentro de la
prensa; segundo, en el cabezote se encuentra la identidad y el propósito del
periódico, así su importancia no esté dada por la selección del historiador, sino
porque sus creadores le otorgaron un lugar privilegiado; tercero, son textos
que se repiten muchas veces y, como ya sabemos, la repetición es una parte
importante en el proceso de crear símbolos y significados12 ; y, cuarto, nos
presentan un orden del discurso específico, que no es posible encontrar en el
texto escrito, puesto que son imágenes coherentes en sí mismas, que cuentan
un relato, donde hay personajes, escenario y objetivos políticos.
11. Juan Francisco Moncaleano, “Socialismo. La redención del obrero”, en: Ravachol, Bogotá, No.13, 18 de septiembre de 1910.
12. M. Agulhom, “Política, imágenes y símbolos en la Francia posrevolucionaria”, op. cit., p. 259.
Luz Ángela Núñez Espinel
154
El concepto de representación que utilizamos para el análisis, lo hemos toma-
do de Roger Chartier, quien lo ha definido como el conjunto de “las estrategias
simbólicas que determinan posiciones y relaciones y que construyen, para cada
clase, grupo o medio un ser–percibido constitutivo de su identidad”13 . Para este
autor, la representación es una exhibición pública de una cosa o una persona que
está ausente y se sustituye por una imagen que lo hace retornar a la memoria. Estas
imágenes pueden ser parecidas o no a las que sustituyen, pero aun en el caso de
aquellas que establecen relaciones simbólicas, “existe una relación descifrable en-
tre el signo visible y el referente significado”, lo que no quiere decir que esa rela-
ción siempre sea entendida de la forma como su creador la concibió14 .
La discusión de si estas imágenes reflejan una realidad o no, carece de
sentido, puesto que todos los dibujos se localizan en el futuro, no en su presen-
te, y deben entenderse como programas políticos a realizar. Nos dicen qué
deben hacer los obreros en un contexto determinado, para alcanzar una trans-
formación social, política o ideológica en el futuro. En este sentido, el obrero
no se sitúa como un icono solitario (incluso puede estar ausente del dibujo
para encarnarse en el lector), sino que debe leerse en relación con el contexto
respectivo y la acción de transformarlo.
Por ejemplo, la imagen que sirve de cabezote al periódico El Obrero Colom-
biano (Bogotá, 1914), podría interpretarse de la siguiente manera: Un obrero ense-
ña a su hijo que con el trabajo obtendrá sustento, dignidad personal, paz y progreso
para el país. El progreso depende de los obreros, quienes con el trabajo producti-
vo aseguran el porvenir del país. La unión de los obreros, asegura la paz y ambas
son la base del progreso. Como vemos, su significado es complejo, pero se puede
interpretar como un programa de acción política que promete alcanzar ciertas co-
sas si se cumplen determinadas condiciones (véase Figura No. 4)15 .
Si revisamos otro caso, como El Símbolo (Cartagena, 1910), encontramos
el mismo esquema de un personaje, una lectura particular del contexto y una
acción de transformación política. Así, el mensaje de este cabezote podría leer-
se de la siguiente manera: con la llegada de las ideas socialistas al país co-
menzó a alzarse el sol de la verdad y la libertad en medio de las ruinas en que
han convertido al país los gobiernos conservadores. Es un llamado a los obre-
13. Roger Chartier, El mundo como representación. Barcelona, Editorial Gedisa, 1995, p. 57. 14. Ibíd., p. 58.15. Para constatar la forma como el contenido del periódico guía la lectura del cabezote, véase: “La-
boremos”, en: El Obrero Colombiano, No. 1, 6 de junio de 1914; “Por el arte”, en: El Obrero
Colombiano, No. 1, 6 de junio de 1914.
El obrero ilustrado
155
ros para acabar con todo lo que queda de la “Regeneración” y a sembrar las
ideas del socialismo para que llegue un nuevo amanecer de libertad, igual-
dad, fraternidad y justicia16 .
Figura No. 3
Aquí, el obrero no se dibuja en forma explícita, sino que, a través de un
efecto producido por los rayos del sol, se incorpora el espectador al cuadro. A
diferencia de la figura No. 4, donde se pretendía destacar la paz lograda tras la
Guerra de los Mil Días, y ocultar las rivalidades partidistas, en este caso se
buscaba mostrar que en el país reinaba el caos y la destrucción (dejada por la
dictadura de Rafael Reyes en el corto plazo y por los gobiernos conservadores
en general). Para cambiar esta situación, proponía la adopción y difusión del
socialismo en el país. No obstante, cuando se analizan los principios políticos
de ese socialismo que se pregonaba, vemos que estaba muy influenciado por el
liberalismo radical, ya que los símbolos y lemas que utilizaba eran los de la
Revolución Francesa. Cabe señalar, además, que subyace una percepción dra-
mático–simbólica muy fuerte, evidente en la dicotomía orden –caos, los sím-
bolos religiosos del fuego que purifica (hoguera) y la palabra que salva, y la
traducción de elementos religiosos a laicos, por la forma como se establece la
relación entre Biblia y Constitución.
16. Utilizamos el término “Regeneración”, entre comillas, porque no era utilizado en los periódicosobreros de la época.
Cabezote de El Símbolo, Cartagena, 1910
Luz Ángela Núñez Espinel
156
Como vemos, las imágenes compartían la misma estructura, pero el men-
saje que quieren transmitir sufre variaciones sustanciales en el tiempo. Por
ello, vamos a analizar por separado la representación del obrero, el contexto
de acción y programa político.
A. Del obrero ilustrado al obrero revolucionario
Figura No. 4
Esta imagen representa a un hombre adulto (no anciano, pero sí mayor),
que viste camisa abierta al pecho y con los puños doblados hasta el codo,
pantalón y sombrero de ala corta., quien está acompañado de un niño, ataviado
también con camisa y pantalón. Como se observa claramente, no corresponde a la
descripción clásica de la clase obrera que difundió la iconografía socialista, repre-
sentada por un hombre joven, con el torso desnudo y empuñando una herramienta
de trabajo. En este caso, el infante no puede interpretarse a ciencia cierta como
obrero, puesto que, por el significado general del cabezote, pareciera que represen-
tara más bien el porvenir o, mejor, la importancia del obrero para el porvenir de la
patria. Paradójicamente, no es común encontrar dibujos de niños en la iconografía
obrera, aun cuando buena parte de la fuerza de trabajo estuviese compuesta por
Cabezote de El Obrero Colombiano, Bogotá, 1914.
El obrero ilustrado
157
menores (y mujeres). Ellos, cuando eran representados, se utilizaban para signifi-
car la familia proletaria que avanzaba hacia el socialismo17 .
El hombre adulto estaba bastante alejado de la representación del obrero in-
dustrial, que se impone posteriormente, pero su indumentaria y sus facciones pue-
den vincularse con la definición amplia del término obrero, que describimos
anteriormente, relacionada con diferentes formas de trabajo manual. Además, allí
se encontraba un sentido de dignificación y diferenciación del trabajador con el
pueblo en general, a través de tres elementos que en ese entonces fijaban la posi-
ción social de una persona: sombrero, ruana y zapatos. El pueblo utilizaba sombre-
ro burdo de ala ancha, ruana y no llevaban zapatos (en el mejor de los casos
alpargatas), mientras que el uso de calzado, chaqueta y sombrero fino estaban
destinados a otros sectores sociales. Hasta bien entrado el siglo XX, el artesanado
y el pueblo en general se identificaban porque ambos conservaban el uso de la
ruana, pero se diferenciaban porque el primero, en cambio, utilizaba zapatos18 .
El vestido de los artesanos era reconocido socialmente y sobreentendido,
como se puede inferir de la investigación adelantada a raíz del magnicidio de
Rafael Uribe Uribe, donde los testigos declaraban que los homicidas iban ves-
tidos de artesanos, sin entrar en más explicaciones. Efectivamente, los culpa-
bles del crimen eran carpinteros y cuando los policías que los capturaron hicieron
la descripción de los personajes, puede verse la correspondencia con la indu-
mentaria: uno de ellos “vestía ruana de color carmelita pardusca, sombrero de
fieltro carmelita, vestido oscuro, calzado”, y el otro, “vestido oscuro, ruana
negra de paño, sombrero jipa, calzado”19 (véase Figura No. 5).
Por esta razón, el obrero (Figura No. 4) no puede ubicarse dentro del pue-
blo raso, pero tampoco en el estereotipo del artesanado o el dueño de taller. En
cambio, detalles como los puños de la camisa doblada y la abotonadura abier-
ta, hacen que se le identifique como trabajador manual. Otros, como el som-
brero y la posición erguida, remarcan un signo de distinción. Esta imagen no
corresponde a la mayoría de los trabajadores, sino a la idealización de lo que
podría llegar a ser la clase obrera si se daban otras condiciones, como paz,
instrucción, protección y unión de todos los obreros. En síntesis, es una visión
armónica del obrero trabajando por el progreso del país.
17. E. Hobsbawm, “El hombre y la mujer, imágenes a la izquierda”, en: El mundo del trabajo, op. cit., p. 125.18. En este período, la influencia inglesa pone en furor las chaquetas y levitas, que empiezan a ser
vistas como sinónimo de elegancia y distinción, y fueron utilizadas hasta por líderes indígenas,como Quintín Lame, pero en la cotidianidad, y sobre todo en los sectores más pobres, la ruanaseguía reinando como vestido, cobija y estera.
19. A. Rodríguez Forero, Vista fiscal, op. cit., pp. 7 –8.
Luz Ángela Núñez Espinel
158
Doce años más tarde, Vanguardia Obrera, un periódico publicado en
Barrancabermeja, lugar donde se concentraba un importante número de obreros
por ser epicentro del enclave de la Tropical Oil Company (TROCO), presentaba
en el cabezote un hombre con torso desnudo, sosteniendo una pica en la mano
derecha y apoyándola sobre el hombro, como símbolo de la clase obrera (Figura
6). Sin duda, este dibujo se enmarca perfectamente dentro de la iconografía socia-
lista, que, como bien lo ha señalado Eric Hobsbawm, se inspira en parte en la
tradición del la Revolución Francesa, pero incorpora también elementos del movi-
miento revolucionario internacional, como la hoz y el martillo, estrellas de cinco
puntas, rayos, olas, cereal, rosas, cuernos, antorchas y cadenas20 .
Figura 5Fotografía de un grupo de artesanos de Bogotá.
Fuente: Marco Tulio Anzola Samper, Asesinato del General Uribe Uribe, ¿Quiénes son? Bogotá,Tipografía Gómez, 1917, p. 90.
20. E. Hobsbawm, “El hombre y la mujer imágenes a la izquierda”, op. cit., pp. 126–129.
El obrero ilustrado
159
Figura 6
Las revoluciones democrático–burguesas habían recurrido a figuras fe-
meninas para simbolizar los conceptos de revolución y república, utilizando
para ello la imagen de una mujer desnuda, o por lo menos con los senos desnu-
dos, y a menudo tocada con un gorro frigio21 . No obstante, en la transición de
las revoluciones democráticas del siglo XIX, a los movimientos proletarios
marxistas del siglo XX, disminuyó la utilización de la figura femenina y se
impuso la imagen del hombre, con el torso desnudo, que blandía un martillo o
una pica, como equivalente masculino de la alegoría femenina a la revolución.
Aun cuando en las fábricas, la fuerza de trabajo femenina era numéricamen-
te más importante que la masculina, esto no se veía reflejado en la imagen del
obrero, donde la representación que se adoptaba era la del varón. Esta contradic-
ción tiene múltiples explicaciones: la difusión de la iconografía del movimiento
obrero internacional; el temor a la competencia femenina; la acentuación de la
división social del trabajo por la industrialización; el cálculo del salario sobre la
base de que sólo un miembro de la familia (el padre) trabajaba, pero, en últimas,
evidenciaba la paradoja del movimiento obrero y socialista que, en teoría, pro-
clamaba la igualdad de los sexos y la emancipación de todos los seres humanos,
mientras que, en la práctica, excluía a las trabajadoras de la lucha política.
21. La más famosas de estas imágenes se encuentra en el cuadro de Delacroix, “La libertad Guiandoal pueblo”, 1830.
Cabezote de Vanguardia Obrera, Barrancabermeja, 1926
Luz Ángela Núñez Espinel
160
En realidad, no sabemos desde cuándo empezó a utilizarse este cabezote
en el periódico, pues el único ejemplar disponible para la consulta es de 1926,
y esta publicación circulaba desde 1923. Sin embargo, desde 1919, encontra-
mos eventualmente imágenes narradas que corresponden a este estereotipo,
como en este poema de Ovidio Montes, aunque aquí todavía se habla de civi-
lización y no de revolución:
Yo lo he visto llegar. La frente altiva
regia la contextura del altanero
bien parece la mueca tentativa
del que nada le importa: es el obrero
¡Miradlo! Y como su robusto brazo
tiene musculaturas de gigante
invencible y heroico, ve el fracaso
muy lejos de su espíritu pujante
Nada le arredra en la contienda humana;
la lucha por la vida es su destino,
y así –con esa gloria soberana–
a la civilización traza el camino.22
Esta figura es poco realista, pues, aunque algunos trabajadores no calificados
(como cargadores, estibadores o mineros de las regiones de clima cálido) podían
realizar sus labores con el torso desnudo, la disciplina fabril y las características
propias de algunas labores, impedían que ésta fuese una práctica universal. En gene-
ral, el cuerpo desnudo era una forma de idealización del ser humano y, en el caso de
la iconografía socialista, una manera particular de idealización de la lucha de la
clases obrera, a través del énfasis en tres cualidades: fuerza, trabajo y juventud.
La fuerza se simbolizaba en la corpulencia de la figura (o la “musculatura de
gigante”, que menciona el poema); el trabajo, por medio de la herramienta que
empuñaba; y la juventud, en el aspecto físico de la imagen. Las cualidades no se
atribuían únicamente a los obreros, sino que se extendían al movimiento político
que encarnaban. Por ejemplo, la juventud no hacía referencia específica a la edad
de los trabajadores, sino a la larga vida que tenía por delante el movimiento obrero.
Si bien la influencia artesanal dentro del movimiento obrero todavía era
muy fuerte en los años veinte, estas imágenes ya no tenían la ambivalencia de
aquélla de la década de 1910, y se inclinaban claramente hacia el icono del
obrero industrial. No obstante, debe tenerse en cuenta que, para el contexto
22. Ovidio Montes, “El Proletario”, en: El Luchador, Medellín, No. 72, 26 de julio de 1919.
El obrero ilustrado
161
específico de la ciudad de Barrancabermeja, los obreros eran mayoría abruma-dora por la ubicación del enclave de la TROCO, mientras que la presencia deartesanos era reducida debido a que la misma compañía estadounidense mane-
jaba buena parte del abasto de la ciudad23 .
Aunque Vanguardia Obrera conservaba muchos elementos legados por elliberalismo radical, era evidente la influencia del socialismo marxista y de la
Revolución Rusa, tanto en los artículos como en los lemas e incluso en elnombre mismo de la publicación. El lema inserto en la parte inferior, “Proleta-rios de todos los países uníos”, tiene su origen en el Manifiesto del PartidoComunista, escrito por Carlos Marx y Federico Engels; así mismo, “Vanguar-dia obrera”, hace referencia directa al planteamiento de Vladimir Lenin sobrela existencia de una vanguardia proletaria que guía la revolución. Como ve-
mos, en esta publicación prevalecía la matriz iluminista, pero también habíaalgunos elementos propios de la matriz simbólica, puesto que, tras el conceptode revolución, subyacía una visión de la eterna lucha entre los buenos y los
malos, la justicia y la injusticia, expresada en forma sintética en un aviso per-manente, compuesto por dos oraciones: “OBREROS: El que no protesta de suverdugo (sic) no merece vivir en una república libre como la nuestra” y “La
justicia no se compra ni se pide de limosna, si no existe se hace”24 .
B. Del progreso del país a la revolución mundial
23. Para una historia de la ciudad de Barrancabermeja y de los trabajadores petroleros, véase: J.Aprile–Gniset, op. cit., y J. Yunis y C. N. Hernández, op. cit.
24. Vanguardia Obrera, No. 38, 2 de octubre de 1926.
Figura No. 7
Cabezote de El Faro, Bogotá, 1906.
Luz Ángela Núñez Espinel
162
Siguiendo con el análisis de los elementos que componen el mensaje en
los cabezotes de los periódicos, podemos afirmar que hubo un cambio radi-
cal en la definición del contexto que acompañaba las imágenes de los obre-
ros y que finalmente constituyó su radio de acción política. Hasta 1916, un
elemento importante era la representación del país a través del Escudo Na-
cional, iluminado por los rayos del progreso y la razón que emanaba el
obrerismo (Figuras No. 3 y No. 7).
La utilización del escudo evocaba una noción de patria derivada de la
Regeneración. No cuestionaba las bases sobre las que se había construido la
Hegemonía Conservadora, sino que buscaba preservar su integridad (el fantas-
ma de la pérdida de Panamá seguía gravitando en el imaginario nacional) y
contribuir a su engrandecimiento25 . Esta representación también se inspiraba
en la necesidad de dejar atrás las guerras civiles y los odios entre compatriotas,
para que el país pudiera renacer gracias a la unión y el trabajo de todos. Así,
una interpretación del cabezote de El Faro, nos dice que la prensa obrera era la
luz que iluminaba lo que tocaba. Los obreros brillaran eternamente llevando
los rayos de la civilización y la democracia a todas partes. De esta forma, al
país llegaría un nuevo amanecer, de paz y progreso (Figura No. 7).
Las guerras civiles, consideradas como la peor tragedia que le había ocu-
rrido al país, eran representadas por medio de un “ave negra” que llevaba una
tea y un puñal, para significar la muerte, la destrucción y la maldad que habían
dejado esos acontecimientos (Figura No. 8). Esta imagen buscaba producir un
sentimiento de rechazo y odio a la guerra, como lo expresaba claramente el
texto que la acompaña:
25. Véase: “La Integridad nacional”, en: El Faro, Bogotá, Nos. 2 y 3, 15 y 22 de diciembre de 1905.Un estudio más general sobre el imaginario que desarrolla la prensa en torno a la pérdida dePanamá, en: Luz Ángela Núñez, “El rapto de Panamá en la caricatura política colombiana, 1903–1930”, en: Heraclio Bonilla y Gustavo Montañez (editores), Colombia y Panamá. La metamor-
fosis de la nación en el siglo XX, Bogotá, Universidad Nacional, 2004.
El obrero ilustrado
163
Mirad esa ave siniestra que en sus garras
La tea incendiaria lleva por doquier
Es el búho fatal de nuestras guerras
Que a la patria trataba de encender.
En su curvo pico lleva sanguinaria
De Bruto el bárbaro puñal,
Y en sus negras alas de pluma funeraria
Lleva también los gérmenes del mal.
Odiemos de la guerra los horrores
Con su triste horizonte de terror…
Pensemos con el pueblo en sus dolores
Y en salvar a Colombia con valor.26
Si bien estos eran los elementos presentes en la interpretación de la prensa
artesanal–obrerista, en los periódicos radicales la lectura era diferente, como
lo muestra muy bien El Símbolo (Cartagena, 1910), que se autodefinía como
“periódico librepensador y socialista”27 (Figura No. 3). En este caso, el escudo
del país no se dibujaba completo, sino que sus elementos se encontraban dis-
persos para mostrar el caos en que los gobiernos conservadores habían sumido
a la nación. El cóndor (como emblema del dominio conservador) adquiría un
Figura No. 8
“El Ave Negra”, en: El Faro, No. 3, Bogotá,29 de diciembre de 1905
26. Texto que acompaña la imagen de “El Ave Negra”, en: El Faro, Bogotá, No. 3, 23 de noviembre de 1905.27. El Símbolo, Cartagena, No. 3, 20 de abril de 1910.
Luz Ángela Núñez Espinel
164
significado negativo y era asimilado a la figura del “ave negra”, una imagen
propia de la matriz simbólico –dramática, a la que se le oponían dos símbolos:
la luz y el gorro frigio (razón y libertad).
Por la fuerte censura de prensa imperante y el reducido espacio de acción
que tenía la oposición, una representación de este tipo no hubiera sido posible en
la primera década del siglo. Sin embargo, después de la caída de Rafael Reyes la
libertad de expresión se amplió un poco y, en parte, por eso podemos encontrar
otras visiones sobre los resultados de los gobiernos conservadores. No obstante,
pese a las diferencias entre la prensa artesanal–obrerista y radical, el referente y
el radio de acción seguía siendo el país (la patria). En consecuencia, se hacía un
llamado a los obreros y al pueblo en general, para que contribuyeran a liquidar la
herencia legada por esa noche de catástrofes (La Regeneración y la dictadura de
Reyes) y a sembrar las ideas del socialismo en el país, como antesala de un
nuevo amanecer de libertad, igualdad, fraternidad y justicia.
Por su parte, en los periódicos socialista –revolucionarios y anarquistas, el
contexto donde se ubica y en el cual debe actuar el obrero, es universal: el
proletariado internacional y la revolución mundial. Por esto, el escudo nacio-
nal desapareció de la iconografía y se retomaron símbolos mundialmente di-
fundidos, como el hombre del torso desnudo que analizamos anteriormente; la
hoz y el martillo, la cinta, con el llamado al internacionalismo proletario (“Pro-
letarios de todos los países uníos”), y el emblema femenino de la revolución o
el globo terráqueo (Figuras No. 9 y No.10).
Figura No. 9
Cabezote de Claridad, Bogotá, 1928
En la iconografía liberal y socialista, la figura femenina tiene el papel de
inspiradora, simboliza la utopía (libertad, revolución, igualdad y justicia), mien-
tras que la figura masculina representa a seres reales (el pueblo o los obreros).
Un ejemplo de este tipo de utilización de la imagen femenina se puede ver en
El obrero ilustrado
165
el emblema del grupo anarquista Pensamiento y Voluntad, donde una mujer
desnuda representa la revolución universal. Esta imagen no se ubica dentro de
un marco de colaboración armoniosa con el Estado o los industriales, como en
nuestro ejemplo de 1914, sino que, todo lo contrario, es un fuerte llamado a la
acción unificada de la clase para realizar la revolución (Figura No. 10).
Figura No. 10
Emblema del grupo anarquista Pensamiento y Voluntad, editor del periódico delmismo nombre
En este caso, la imagen muestra una fuerte asimilación del universo sim-
bólico del anarquismo internacional, puesto que reproduce su emblema más
característico: una mujer desnuda que sostiene en la mano una tea encendida.
La reproducción de símbolos internacionales también era una estrategia para
tratar de superar el aislamiento de los grupos anarquistas colombianos y crear
identificación entre sus lectores y un proyecto político que trascendiera las
fronteras, de manera que simplemente con ver una imagen se pudiera desper-
tar sentimientos de solidaridad y pertenencia. Por ello, la elaboración de estas
imágenes era parte importante de la difusión de ideologías en diferentes países
del mundo, y de ahí que, dentro de las posibilidades técnicas posibles, hicieran
los mayores esfuerzos por difundirlas (Figura No. 11).
Estaba claro que el proyecto político de la prensa socialista–revoluciona-
ria y anarquista ya no estaba vinculado al engrandecimiento de la patria, sino
que se consideraba como parte de un movimiento internacional que tenía como
misión derrotar al capitalismo y llevar el ideario del socialismo (o del anar-
Luz Ángela Núñez Espinel
166
quismo) a todos los pueblos del mundo. En este contexto, los rayos del sol
pueden interpretarse como una alegoría de las nuevas ideologías que llevaban
rayos de luz (libertad) a toda la humanidad, o por lo menos así lo daban a
entender ciertos artículos de El Luchador, donde se afirmaba que “EL SO-
CIALISMO es el sol de libertad que ahuyenta las tinieblas y hace saltar las
pupilas de los vampiros humanos”, o que el socialismo “es el nuevo sol de la
libertad bien entendida”28 (Figura No. 9).
Figura No. 11
“La Anarquía ha triunfado”Fuente: Carlos Zubillaga y Jorge Balbis, Historia del movi-miento sindical uruguayo, t. II: Prensa obrera y obrerista(1878 –1905), Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental,1986, p. 125
28. Juan Lanas, “Salus Populi” y Gilberto, “Los partidos políticos de Antioquia”, en: El Luchador,
Medellín, No. 99 y 104, 5 y 21 de noviembre de 1919. Véase, también, el cuadro No. 3, “Símbolospresentes en la prensa obrera”, incluido en este capítulo.
El obrero ilustrado
167
Algunas reivindicaciones permanecieron durante todo el período, como el
reclamo por una verdadera democracia, libertad de expresión, educación laica
y obligatoria, trato digno para el trabajador y derecho a un salario justo29 .
Otras, por el contrario, fueron cambiando. Así, los reclamos de paz y protec-
cionismo económico, poco a poco dieron paso a exigencias fundamentales,
como la jornada laboral de ocho horas, legislación social, derecho a la huelga,
descanso dominical remunerado, etc.30 .
III. CREACIÓN Y APROPIACIÓN DE SÍMBOLOS Y HÉROES SOCIALES
La riqueza simbólica de la prensa obrera era fruto de una tradición propia,
pero también de la apropiación de elementos derivados del movimiento obrero
internacional. Los símbolos, bien en su forma visual o escrita, cumplían varias
tareas que potenciaban su importancia política y social. Por un lado, encontra-
mos que satisfacían las tres funciones básicas que, según Maurice Algulhom,
deben realizar los emblemas: “Identificar al poder político del que emana, dis-
tinguiéndolo de los poderes extranjeros o de poderes anteriores abolidos; tra-
ducir claramente los principios que los sustentan (…); y de ser posible, producir
en el espectador un efecto favorable, agradarle, suscitar su adhesión”31 . Pero,
por otro lado, comprobamos que también tenían una utilidad pedagógica para
la educación política del pueblo, como la utilización de elementos sencillos
para la explicación de conceptos y situaciones políticas complejas. En este
sentido, quizá se pueda hablar de un simbolismo visual en la política colom-
biana. Este último punto nos deja un interrogante que ameritaría un estudio de
más largo plazo para poder resolverse, y es el concerniente a la relación entre
el uso de emblemas visuales y el grado de alfabetización del pueblo, puesto
que algunos estudios señalan una relación inversa entre estas dos variables32 .
La prensa participó del universo simbólico obrero a través de la invención
de los héroes del proletariado, tanto internacionales como sus equivalentes
colombianos. En este sentido, es importante señalar que los periódicos no sólo
difundían, sino que efectivamente contribuían a la creación de estos mitos socia-
les, a través de sus artículos noticiosos y de opinión. La función en estos perso-
najes emblemáticos no era meramente decorativa, puesto que aquéllos tenían un
29. R. Vega, Gente muy rebelde, t. 4. Cultura, socialismo y protesta popular, op. cit., p. 150 y ss.30. Se representa a través del símbolo de los tres ochos “8 8 8”. Véase Figura No. 6.31. M. Agulhom, “Política, imágenes y símbolos en la Francia posrevolucionaria “, op. cit., p. 247.32. Ibíd., p. 249; E. Hobsbawm, “El hombre y la mujer imágenes a la izquierda”, en: El mundo del
trabajo, op. cit.
Luz Ángela Núñez Espinel
168
impacto político real como generadores de identificación política y modelos
ejemplarizantes para el pueblo. Además, en algunas ocasiones, el culto a ciertos
personajes propició la invención de tradiciones obreras, como ocurrió con las
víctimas de la masacre del 16 de marzo, en Bogota, reforzando, de paso, la cohe-
sión social y el sentido de existencia de una historia obrera particular33 .
A. De soles, banderas y emblemas: los símbolos de la prensa
Los símbolos no sólo cumplen una función de identificación en torno a una
ideología política, como puede ser el caso de la hoz y el martillo, los tres ochos o el
gorro frigio, sino que también permiten explicar, de manera relativamente clara y
comprensible para la mayoría de las personas, situaciones o conceptos políticos
que pueden ser muy complejos o abstractos, como la idea de patria, la revolución o
el socialismo34 . Esto último nos ayuda a entender la paradoja de una prensa pobre
en conceptos, pero rica en imágenes, pues lo que nos muestra es una estrategia de
comunicación que permitía transmitir una idea sin explicarla conceptualmente.
En el cuadro No. 3, hemos sintetizado los principales símbolos que se
encuentran en la prensa obrera. Con ello, buscamos establecer una relación
directa entre el símbolo (visual o escrito), el significado y el tipo de prensa
donde se utilizaba, evidenciando la polisemia de algunos de ellos y la forma
cómo permanecen o desaparecen en el tiempo.
B. El panteón popular: héroes y mártires del proletariado
La prensa obrera fue sólo uno entre los muchos mecanismos utilizados para la
invención de un panteón de héroes y mártires populares. Otros, como estatuas,
placas, obeliscos, nomenclatura urbana e imágenes ubicadas en lugares cerrados,
no serán analizados en este trabajo y seguirán a la espera de alguien interesado en
estudiar el aporte popular al imaginario cívico, pues, hasta ahora, no conocemos
ningún trabajo que se ocupe de este tema para el período estudiado35 . En los perió-
33. Sobre el significado de la invención de tradiciones, véase: Eric Hobsbawm y Terence Ranger (edito-res), La invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002, particularmente la introducción.
34. Gotffried Korff, “History of simbols as social history”, en: International Review of Social History,
No. 38, 1993, p. 110.35. En 1919, El Tiempo se muestra sorprendido porque en un barrio obrero en construcción, se le
habían puesto a las calles nombres como “Carrera Trotzky” y la “Calle Nicolás Lenin”. “En elbarrio obrero Trotzky y Lenin”, en: El Tiempo, Bogotá, 5 de julio de 1919.
El obrero ilustrado
169
dicos se reproducían semblanzas, homenajes, noticias, fotografías, discursos y pro-
cesiones, que ayudaban a fijar en la memoria colectiva a personajes que serían
rememorados como héroes dignos de admiración y culto cívico.
Cuadro No. 3Símbolos presentes en la prensa obrera
Luz Ángela Núñez Espinel
170
El obrero ilustrado
171
La invención del panteón revolucionario, era un fenómeno que ya contaba
con unos antecedentes importantes en todo el mundo occidental. Sus orígenes
modernos datan de la Revolución Francesa; en América Latina adquirieron
verdadera fuerza con las gestas de independencia, cuando surgieron los prime-
ros héroes y mártires locales de la tradición republicana (Bolívar, San Martín,
Morelos, Hidalgo, O‘Higgins, etc.), pretendidos padres de la patria y
quintaesencia de la nacionalidad. Durante el siglo XIX el panteón se fue agran-
dado por cuenta de caudillos y vencedores de las guerras civiles. En Colombia,
por ejemplo, algunos generales de las guerras civiles se convirtieron en paladi-
nes regionales, asociados a un partido político.
Los movimientos sociales del primer tercio del siglo XX, continuaron
esa tradición, utilizando el mismo lenguaje retórico de glorificación e inclu-
so retomando parte del panteón republicano, aunque resignificándolo en fun-
ción de su ideología. Ese fue el caso de Los Comuneros de 1781, considerados
como los primeros socialistas del país, o Simón Bolívar, recordado con oca-
sión de las fiestas del 20 de julio y el 7 de agosto, como iniciador de la gesta
por la libertad del pueblo y luego traicionado por un gobierno más autorita-
rio que el español36 . Incluso, durante la primera celebración de la fiesta del
trabajo en Colombia, el discurso central de la conmemoración finalizaba de
la siguiente manera:
Todavía se siente la tierra humedecida con la sangre de los héroes ignotos, hijos
del pueblo que rindieron su vida bajo el estandarte tricolor, en el holocausto de
nuestra libertad
Es por eso que queremos ser libres en la acepción de la palabra.
¡Libres por convicción y herencia!
¡Libres porque en Colombia no debe haber otras leyes que las que
garanticen la soberanía del pueblo!
¡Libres porque no debemos obedecer a la autoridad, sino la que
emane de la voluntad del pueblo soberano!
Libres porque los padres de la patria nos legaron una república
democrática donde todos somos iguales ante la ley, en derechos
y en condiciones.
36. Entre otros artículos, véase: Arístides Zapata, “Bolívar”, en: El Luchador, Medellín, No. 70, 19 dejulio de 1919; “Programa para el 20 de julio de 1911, en: El Proteccionista, Bogotá, No. 33, 16 dejulio de 1911; “Dos fechas”, en: Ravachol, No. 4, 17 de julio de 1910; Ignacio Correal, “Unámo-nos”, en: La Razón del obrero, Bogotá, No. 1, 12 de marzo de 1910.
Luz Ángela Núñez Espinel
172
Para terminar, compañeros, acompañadme en dos únicos vivas:
¡Vivan los libertadores de Colombia!
¡Viva el pueblo libre y soberano!37
El naciente movimiento obrero colombiano reivindicaba héroes propios,
pero, en lugar de honrar solamente a los caídos por la patria, glorificaba a los
inmolados por la causa de la justicia y la emancipación social, tanto en el país
como en otros lugares del mundo. Al parecer, la imagen del obrero asesinado
como héroe social, se originó en la revolución de 1848, aunque tenía fuerte
remembranza cristiana, y se convirtió en parte de iconografía de izquierda,
gracias al cuadro Rue Transnonian, de Daumier, en el cual se representa a un
trabajador asesinado con unos rasgos muy parecidos a la figura de Cristo38 .
Esto no quiere decir que el reconocimiento popular sólo se pudiera adquirir
con la muerte, puesto que víctimas de la persecución oficial o patronal, perse-
guidos, exiliados o protagonistas de importantes gestas, a menudo eran llama-
dos también a ocupar un sitial de honor.
1. Héroes Internacionales
De los héroes del movimiento revolucionario internacional, la prensa obrera
colombiana destacó, especialmente, a Ravachol, Ferrer, Lenin, Jaurés, los
mártires de Chicago y los anarquistas Sacco y Vanzetti. Estos personajes fue-
ron rodeados de una aureola sobrenatural, cualidades extraordinarias e histo-
rias épicas, que no necesariamente se les atribuía a quienes eran reconocidos
como sus grandes teóricos o maestros ideológicos: Marx, Engels, Bakunin,
Kropotkin, Malatesta, Pablo Iglesias, Tolstoi, Víctor Hugo o Zola. La diferen-
cia entre los dos grupos era muy tenue y difícil de precisar, porque algunos
personajes podían situarse sin problemas en cualquiera de ellos, y se trataba
más bien de la importancia que cobraron algunos a raíz de las circunstancias
de su muerte o gracias a las acciones que realizaron durante su vida.
De estos personajes, estudiaremos sólo a dos de los que tuvieron mayor
acogida en el país: Ravachol y Lenin. La primera mención que hemos encon-
trado de Ravachol data de 1893, cuando se gritaron vivas a este personaje
durante el motín artesanal ocurrido en Bogotá. Mario Aguilera, en su trabajo
Insurgencia urbana en Bogotá, nos explica que el anarquista francés llegó a
37. Discurso de Manuel Antonio Reyes, miembro de la Unión Obrera, pronunciado durante la celebra-ción de la fiesta del trabajo, el 1º de mayo de 1914, en: El Domingo, Bogotá, 7 de mayo de 1914.
38. J. Suriano, op. cit., p. 311.
El obrero ilustrado
173
ser conocido en la capital, porque casi todos los periódicos de la década de
1880 tenían una sección de noticias internacionales, donde se presentaban con
especial atención los acontecimientos franceses. De esta manera, cuando
Ravachol fue detenido y ejecutado en 1892, el público capitalino estaba fami-
liarizado con sus acciones y al año siguiente fue recordado durante la subleva-
ción popular. El citado autor afirma que el pueblo,
al vitorear al Ravachol hacían caso omiso de los epítetos de ladrón y de asesi-
no utilizados por la prensa y con ello también ignoraban las críticas al anar-
quismo y al socialismo ¿Qué sentido puede tener esa desobediencia? Revelaba
el descrédito del discurso de los sectores dominantes. También puede enten-
derse como una forma contestataria de la mentalidad popular dentro de la lógi-
ca de que lo condenado por los poderosos es bueno para el pueblo. Por último,
hay que considerar que Ravachol pudo ser asimilado a un héroe popular que
luchaba por la justicia o en otras palabras, a un bandido social.39
Para poder entender estas palabras en sus justas dimensiones, vale la pena
recordar quién fue Ravachol y por qué logró tanta notoriedad en su época.
Nació en Saint Chamond, Francia, el 14 de octubre de 1859, y su verdadero
nombre era Francois –Claude Koeningstein, pero luego repudió el apellido
paterno y adoptó el de su madre: “Ravachol”. Su infancia estuvo marcada por
las privaciones y el abandono, puesto que, cuando todavía estaba muy peque-
ño, su padre dejó el hogar y, por las penurias económicas que vivía la familia,
fue llevado a un asilo, donde estuvo hasta la edad de seis o siete años. Luego,
volvió a vivir con su madre, pero tuvo que empezar a trabajar y entró como
aprendiz de tintorería. Su vida política empezó alrededor del año de 1877,
cuando comenzó a asistir a reuniones políticas; antes de convertirse en forma
decidida al anarquismo, hizo parte de un grupo colectivista y de un círculo de
estudios sociales. Mientras tanto, su situación económica empeoraba cada vez
más, pues no lograba encontrar un empleo duradero y pasaba frecuentes perío-
dos en la desocupación. Para tratar de sobreponerse a la miseria que acosaba a
toda su familia y con la convicción de que robar a los ricos era legítimo, empe-
zó a realizar actividades ilegales, sin abandonar su ideología anarquista. Co-
menzó robando gallinas, luego fue contrabandista, falsificador de monedas,
profanador de tumbas y asaltante. A mediados de 1891 tuvo que salir huyendo
de Lyon, porque se le imputaban varias muertes. Así, se refugió en París, en
casa de un camarada anarquista, pero, una vez allí, reanudó sus actividades,
llevando a cabo dos atentados con dinamita contra un juez y un fiscal, para
39. Mario Aguilera Peña, Insurgencia urbana en Bogotá, Colcultura, 1997, p. 272.
Luz Ángela Núñez Espinel
174
vengar a dos compañeros. Finalmente, fue detenido en abril de 1892, debido a
la información del empleado de un restaurante, y tras un rápido juicio, fue
ejecutado el 11 de julio de 189240 .
En su memoria se hicieron homenajes, se escribieron canciones y poemas,
su nombre era vitoreado en desfiles y manifestaciones e, incluso, el restaurante
donde trabajaba la persona que lo denunció, sufrió un atentado con dinamita
para cobrar venganza. De esta manera, se convirtió en un mártir del anarquismo,
símbolo del sufrimiento y de la rebeldía obrera, y su nombre llegó a ser una
especie de amenaza o recordatorio para los ricos, de lo que podía suceder si el
pueblo decidía tomar justicia por su propia mano. El mensaje, como lo expresa-
ba el anarquista Mirbeau, era muy claro, “La sociedad ha engendrado a Ravachol.
Ella ha sembrado la miseria: ella recoge la revuelta. Es lo justo”41 .
Esta era la idea que se quería comunicar con la mención de Ravachol, en
Bogotá, hacia 1893, cuyo mensaje nuevamente lo encontramos en la década
de 1910. Precisamente en ese año, Juan Francisco Moncaleano y Alejandro
Torres Amaya empezaron a editar un periódico que tenía el mismo nombre del
anarquista francés, y aunque ésta no era una publicación libertaria (era un pe-
riódico radical, con influencias liberales, socialistas y anarquistas), dedicó buena
parte de sus esfuerzos a engrandecer a los más reconocidos anarquistas de la
época y especialmente a su inspirador. En la publicación, Ravachol adquiría
estatus de “mártir de la libertad”, a veces, era comparado con Jesucristo por
haber sido condenado a muerte debido a sus ideales, y se le describía como un
personaje lleno de fuerza, energía y altruismo:
Ravachol era un neurótico de la democracia; su gran corazón, sus grandes
energías las consagró hasta morir por la causa de los desheredados, de los que
sufren, y sus glóbulos cerebrales que no tenían latidos sino para la libertad y
los sentimientos altruistas de su gran carácter, iban como el efecto solar, dando
luz y sombra a su personalidad.42
Este periódico no pudo seguir circulando debido a la censura (véase capí-
tulo 3), pero esto no significó el olvido del ácrata francés. Por ejemplo, dos
años más tarde El Domingo, un semanario radical de Bogotá, publicó un artí-
culo para conmemorar un aniversario más de la muerte de “aquel santo que en
40. Los datos sobre la vida de Ravachol los tomamos de Jean Maîtron, Ravachol et les anarchistes,
Gallimard, París, 1992 (primera edición de 1964); y Philippe Oriol, Ravachol un saint nous est
né, París, L´equipement de la pensée 1992.41. Citado en: P. Oriol, op. cit., p. 126. Traducción nuestra.42. Juan Francisco Moncaleano, “El Socialismo”, en: Ravachol, Bogotá, No. 2, 2 de julio de 1910.
El obrero ilustrado
175
el martirologio del pueblo se llama Ravachol”. En el escrito también se le
comparaba con Jesús, por “haber pretendido redimir la humanidad” y, al igual
que el personaje bíblico, se le atribuía una especie de resurrección o de vida
después de la muerte en todos los pobres del mundo, incluyendo los de Colom-
bia, pues, para hacer el escrito más significativo, se afirmaba que,
Ravacholes son todos los de ese montón de desarrapados que viven sin pan.
Ravachol es el obrero que cae del andamio de un palacio de don Pepe Sierra.
Ravachol es el enfermo arrojado del hospital por la caridad de Posada Gaviria.
Ravachol es el recién nacido para quien no está abierta la ventanilla de la cuna
pública. Quizá en Francia pase inadvertido este aniversario. Tal vez la sociedad
que lo juzgó haya olvidado a Ravachol. Pero Ravachol vive y vivirá en tanto hay
un penado injustamente vertido o un poder injustamente constituido.43
Desde la otra orilla, el Clero utilizó el nombre y la imagen de Ravachol
para descalificar las diversas formas de oposición al gobierno y a la jerarquía
católica, mostrándolas como criminales y amenazantes para el orden estable-
cido. Así, entre 1914 y 1915, el Clero de Pereira apostrofó, como “Ravacholes”,
al grupo de jóvenes izquierdistas cercanos a El Aguijón y a las tertulias de la
Sastrería de Germán Uribe Zuleta y de la biblioteca de alquiler de Clotario
Sánchez. Con este sobrenombre se buscaba generar rechazo entre la población
pereirana hacia los seguidores del anarquista. Con todo, aunque no sabemos si
ese objetivo se logró, los directamente afectados consideraban que hacerse
merecedores de tal apelativo era motivo de afirmación política e incluso po-
dría decirse que de orgullo44 .
Lenin fue el otro gran héroe popular. Para la creación de su mito fue útil
tanto la importancia política de la Revolución Rusa, como la falta de noticias
de lo que acontecía en el país de los zares. Al contrario de lo ocurrido con
Ravachol, donde hasta los periódicos católicos informaban de sus actividades
en Francia, las noticias que llegaban sobre Lenin eran escasas, fragmentarias y
hasta contradictorias. Paradójicamente, esto sirvió para alimentar una leyenda
heroica que exaltaba su grandeza, su valentía y lo equiparaba con los profetas
o con Jesús, pues los periodistas se veían abocados a interpretar, adaptar o
explicar, de acuerdo con su experiencia y sus convicciones, lo que estaba ocu-
rriendo. Por ejemplo, en 1919, circuló el rumor que el líder de la revolución
43. “Aniversario de Ravachol”, en: El Domingo, Bogotá, 14 de julio de 1912. Este semanario puedeincluirse en el grupo de periódicos radicales, durante un breve periodo de tiempo, entre 1912 –1913, pero luego retoma la senda del liberalismo moderado y oficialista, con el que había iniciadolabores en 1906.
44. I. Torres Giraldo, anecdo Fario, pp. 30 –33.
Luz Ángela Núñez Espinel
176
había muerto e inmediatamente El Luchador se pronunció sobre el tema, rin-
diéndole debido homenaje y, de paso, asignándole la gloria que sólo se obtiene
tras la muerte. Así en uno de los artículos se le comparaba con la figura mítica
del águila y con la imagen cristiana del apóstol:
Lenin fue un águila caudal, un gran apóstol y un formidable luchador que tuvo
el valor de encargarse del Gobierno de Rusia en pleno caos (…) Tengo para mi
que la gran figura de Lenin, con el tiempo adquirirá proporciones gigantescas,
por su valor, por su ciencia, por su energía y quizás por su sacrificio.45
El otro escrito publicado a raíz de esa falsa noticia, trató de limpiar la
imagen del líder empañada por las mentiras de la propaganda capitalista y
pronosticó que sus ideas vivirían por siempre:
Si el asesinato de Lenin se confirma, los burgueses de Europa podrán respirar
tranquilos. Lenin es el profeta, apóstol y sumo pontífice del bolcheviquismo,
nueva religión. La personalidad de Lenin está todavía cubierta por la propa-
ganda capitalista empeñada en mostrarlo como un monstruo, ambicioso, cruel
y semiloco. José Ingenieros en una conferencia en Buenos Aires hizo una apo-
logía según la cual sólo Jesús ha sido más grande que Lenin. Si su muerte es
cierta, el gozo de los burgueses durará poco porque ahí queda Trotzky secun-
dado por tenientes como Tchicherine, Zinovieff y la semilla sembrada en el
cerebro de millones de proletarios en el mundo entero.46
El escritor comunista Luis Tejada escribió un corto texto titulado, “Ora-
ción para que no muera Lenin”, publicado originalmente en 1924, el cual muy
pronto logró notoriedad y contribuyó en buena medida a difundir el culto al
líder ruso en algunos sectores de la población. En este escrito pedía a las Par-
cas (deidades infernales que manejaban el hilo de la vida del hombre), que no
permitieran la muerte de Lenin porque éste era el redentor de la humanidad, la
última esperanza de los pueblos y el único capaz de cambiar la historia y llevar
felicidad a todos los hombres47 .
Con el avance de las ideas socialistas en el país, el culto a Lenin aumentó y
se convirtió en protagonista infaltable en los discursos sobre la revolución y las
celebraciones del Primero de Mayo. Su figura representaba la promesa de la
revolución hecha realidad, y por ello se situaba por encima de los demás profetas
45. “Manjares y Lenin”, en: El Luchador, Medellín, No. 100, 8 de noviembre de 1919. 46. Calibán, “Lenin”, en: El Luchador, Medellín, No. 111, 16 de diciembre de 1919. 47. Luis Tejada, “Oración para que no muera Lenin”, en: Gotas de Tinta, Bogotá, Biblioteca Colom-
biana de Cultura, 1977, pp. 280–281.
El obrero ilustrado
177
revolucionarios, sólo equiparable a Jesucristo, redentor de la humanidad. Esta
idea se hallaba bastante extendida, tanto que la encontramos en un militante
socialista de Dabeiba y lector habitual de la prensa obrera, quien manifestó:
Tócale si a los que por convicción somos socialistas por doquiera sembrar la
idea que culminó en la más estruendosa gloria de resonancia Universal culto
redentor cual cristo en el Calvario, fue nuestro segundo redentor Lenin; su
nombre es el sol, o mejor las nubes tempestuosas preñadas de electricidad que
con sus rayos desde Rusia Trocados en santa dinamita, ha de trasformar el
mundo a despecho de tirios, troyanos y burgueses, que cual Geremías (sic),
llorarán sofocando su lloro con los recuerdos del pasado.48
El fragmento precedente fue tomado de una respuesta enviada a la en-
cuesta que realizó El Socialista, en 1928, para conocer la ideología de sus
lectores. Sin embargo, a la hora de relatar cuáles eran sus convicciones
políticas, este comerciante antioqueño no fue el único que hizo referencia
especial a Lenin; buena parte de quienes se autodenominaron como comu-
nistas o socialistas revolucionarios, hicieron mención de éste (y en menor
medida de Marx o Engels). Los textos resaltaban que la magnificencia de
la hazaña realizada por Lenin durante la Revolución Rusa, los había con-
vencido de que esa era la causa verdadera, y enfatizaban la imagen de re-
dentor del proletariado universal, dando a su ideología un tinte de profesión
de fe religiosa, que los llevaba a afirmar vehementemente: “seré comunista
hasta más allá de la muerte”49 .
Precisamente, durante la década de 1920, esta característica convirtió
al “Inmortal Lenin”, en la cabeza visible de una especie de hermandad
universal, integrada por todos sus seguidores. Su nombre era un elemento
aglutinador que generaba sentimientos de identidad y de pertenencia a una
causa común: la de la revolución social. De esta manera, entre los miem-
bros del PSR se hizo frecuente utilizar, como formula de saludo o despedi-
da revolucionaria, frases como,
“Hermanos en Lenin”
“Por nuestro padre Lenin reciban el fraternal abrazo del Cda que no los olvida”
“Fraternalmente en Lenin”
“Hermanos en Lenin, salud y revuelta”
48. José María Leal, “Yo soy socialista”, en: El Socialista, Bogotá, No. 517, 19 de mayo de 1928.49. Serafín Llanos, “¿Por qué soy comunista?”, en: El Socialista, Bogotá, No. 515, 1º de mayo de 1928.
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“Vuestro en Lenin y la Humanidad oprimida”
“Hermano en Lenin: Salud y R.S.” (Revolución Social)50
Frente a este tema, vale la pena agregar, además, que la imagen de los hé-
roes internacionales servían de inspiración para aquellos que no se conformaban
simplemente con seguir sus ideas, sino que, además, querían trasegar sus pasos y
convertirse ellos también en mártires del proletariado, como fue el caso de Julio
Ocampo, quien, estando preso en la cárcel del Líbano, escribió una carta a El
Socialista, expresando que,
Soy Socialista revolucionario porque este es el nombre que adoptamos oficial-
mente los que predicamos la doctrina de Marx tal como la interpretó el inmor-
tal Lenin, y sabido es que esto no es otra cosa que el legítimo y puro Comunismo,
adaptando la táctica más conveniente al espíritu netamente colombianista.
Y finalmente, hago propaganda a esas ideas porque son mi único ideal e inte-
rés, adquiriendo en cambio ser conducido a la ergástulas oficiales como la
presente vez, pues es mi solo orgullo ser mártir del ideal.51
Los ejemplos desarrollados nos permiten concluir que la consolidación de
estos personajes como héroes populares tiene ciertos recursos comunes: evoca-
ción de grandes hazañas, asignación de cualidades magníficas, como fuerza, valor
y sacrificio, y utilización de imágenes y personajes de la mitología clásica y el
cristianismo. Este último recurso fue muy popular e importante, porque permi-
tía traducir las acciones y los significados de los ídolos revolucionarios a un
lenguaje conocido y lleno de sentido para el pueblo y, además, posibilitaba esta-
blecer una clara continuidad entre los ideales cristianos y los revolucionarios.
2. Héroes nacionales
La versión criolla del panteón obrero buscaba, al igual que el internacio-
nal, exaltar aquellas personas que habían dado su vida por la causa de los
desheredados o habían permanecido fieles, pese a la persecución y represión
oficiales. Igualmente, por su entrega a la causa obrera, grandes oradores, diri-
50. “Carta de J. González Arce a Ignacio Torres Giraldo y María Cano, Medellín, enero 9 de 1928”, en:AGN, FMG, S1, t. 982, fs. 463 –468; “Carta de la Federación Sindical de Occidente a ManuelRestrepo, Popayán, septiembre 29 de 1928”, en: J. M. Rojas Guerra, La estrategia insurreccional
socialista…, op. cit., pp. 266 –269; “Carta de Ignacio Torres Giraldo a Ángel Priftis, Cali, marzo 11de 1925”, en: AGN, FMG, S1, t. 199, f. 323; Respuestas de Salvador Barbosa y Julio OcampoVásquez a la encuesta de El Socialista, Bogotá, No. 515, 1º de mayo de 1928.
51. Julio Ocampo Vásquez, “Yo soy comunista”, en: El Socialista, Bogotá, No. 515, 1º de mayo de 1928.
El obrero ilustrado
179
gentes políticos y las mujeres designadas como “flor del trabajo”, podían aspi-
rar a un lugar entre los elegidos. En este período hubo líderes sociales que
alcanzaron gran reconocimiento popular, y algunos de ellos, con el transcurrir
del tiempo, se convirtieron en pioneros o símbolos del movimiento obrero e
indígena del país, como Ignacio Torres Giraldo, María Cano, Raúl Eduardo
Mahecha y Manuel Quintín Lame. En la cúspide del panteón obrero, estaban
estos personajes, al lado de los mártires del 16 de marzo, Juan Francisco
Moncaleano y Rafael Uribe Uribe. Un poco más abajo se ubicaban los líderes
mencionados, y otros, como Lino Casas, Juan de Dios Romero, Tomás y Jorge
Uribe Márquez, Vicente Adamo, Juana Julia Guzmán, Leonilde Riaño, Carlos
Melguizo, Jacinto Albarracín y Arquímedes Buitrago. Y la base estaba ocupa-
da por un sinnúmero de líderes regionales, agitadores políticos y víctimas de la
represión, eventualmente exaltados en la prensa52 .
De una u otra manera, todos eran integrados al mausoleo popular con el
objetivo de crear identificación y sentido de pertenencia entre los trabajado-
res. Había, además, una intención pedagógica en la glorificación de ciertos
personajes, como la de extender el ejemplo revolucionario a todos los lecto-
res y mostrarles las cualidades y el estilo de vida que debían aprender. En
esta idea subyacía, seguramente, la creencia de que se aprende más por la
experiencia que por la teoría.
Por otra parte, en la invención de los héroes populares nacionales fue muy
importante el referente de los mártires de Chicago. Por ejemplo, la galería de
“aguerridos soldados de la causa obrera y campesina de Colombia”, presenta-
da por El Socialista, en su edición extraordinaria del Primero de Mayo de
1928, se ubicaba debajo y en paralelo a las fotografías de los sacrificados en
Estados Unidos, en 188653 . De la misma manera, la conversión en héroes de
las víctimas de la masacre del 16 de marzo de 1919 en Bogotá, se hizo por la
asimilación de estos sucesos con los de Chicago.
La fiesta del Primero de Mayo se celebró por primera vez en 1890, para
rendir tributo a los obreros ejecutados en la ciudad de Chicago durante una huel-
ga que exigía jornada laboral de ocho horas. Esta convocatoria, hecha por el
Congreso Inaugural de la Segunda Internacional no tenía la intención de volver-
se un rito anual de los trabajadores, pero de forma espontánea siguió celebrándo-
52. Por ejemplo, en 1928 bajo el título de “Comprimidos psicológicos de revolucionarios criollos”,Biófilo Panclasta escribió una serie de semblanza de algunos personajes, y los publicó en Clari-
dad, Bogotá, No. 55, 8 de junio de 1928.53. El Socialista, Bogotá, No. 515, mayo 1 de 1928.
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se cada año en muchos lugares del mundo. En nuestro país se conmemoró por
primera vez en 1914, por iniciativa de la Unión Obrera de Colombia y continuó
festejándose con regularidad hasta 1926. Durante los tres años siguientes, el go-
bierno prohibió que se llevaran a cabo manifestaciones públicas en esa fecha, y
casi de forma ritual, en los días anteriores detenía a los principales dirigentes
obreros del país para atemorizar y evitar la movilización de los trabajadores54 .
Figura No. 12
Edición extraordinaria del Primero de Mayo, El Socialis-ta, Bogotá, No. 515, 1º de mayo de 1928
54. Maurice Domenaget, Historia del Primero de mayo, Barcelona, Editorial Laia, 1975; R. Vega,Gente muy Rebelde, t. 4. Socialismo, cultura y protesta popular, op. cit., pp. 3 –64.
El obrero ilustrado
181
Como vemos, por el origen mismo de la conmemoración, la fecha era
especialmente propicia para recordar a los mártires del pueblo, especialmente a
los “equivalentes” locales de los obreros de Chicago, ya que creaban un sentido
de continuidad y de pertenencia a un movimiento universal. En nuestro caso,
fueron las víctimas de la masacre del 16 de marzo de 1919, quienes ocuparon ese
lugar de forma más visible, y este hecho se convirtió en muestra patente de la
represión del régimen y del desprecio gubernamental por la suerte del pueblo.
Así, con la ceremonia de entierro, se inició la construcción del culto a estos
personajes, cuyas tumbas se convirtieron en lugar de peregrinación obligada,
por lo menos dos veces al año, el 16 de marzo y el Primero de Mayo.
Este proceso se desarrolló, a grande rasgos, de la siguiente manera: cuatro
días después de la masacre, se llevó a cabo el sepelio colectivo en el Cemente-
rio Presbiteriano. Esa mañana –como ambientación para lo que vendría horas
más tarde–, aparecieron letreros hechos con carbón, ultrajando al presidente
Suárez. Luego, más de mil personas acompañaron los féretros por la carrera 8ª
y por la calle 26, hasta llegar al cementerio, donde “hubo discursos contra el
Presidente y los atentados de que había sido víctima el pueblo”55 . En esta corta
descripción sobresalen dos elementos: por un lado, los nuevos mártires no
fueron enterrados en el cementerio católico, creándose una brecha –no sabe-
mos si voluntaria u obligada– con la institucionalidad eclesiástica, y por otro
lado, por medio de los discursos, los artesanos caídos en la manifestación se
transformaron en héroes sociales, que encarnaban al pueblo ultrajado.
El proceso de mitificación continúo con la publicación del “Manifiesto
del Sindicato Central Obrero a los artesanos de la República”, en el periódico
La Libertad, órgano de expresión de dicho organización, el cual, junto con
Gaceta Republicana, habían invitado a la marcha de protesta. El documento
fijaba claramente el sentido de los acontecimientos cuando afirmaba: “fecha
inolvidable en la historia del socialismo colombiano será el 16 de marzo de
1919. El germen patriótico de una idea redentora tuvo en ese día su bautismo
de sangre, de sangre inocente que entenebrecerá la conciencia de los asesinos
y los condenará al castigo formidable del odio y de la sanción inevitable del
pueblo”56 . En este contexto, la comparación con el sacramento cristiano no era
fortuito, sino una clara alusión a la purificación ritual de las víctimas.
55. AGN, FMG, S 1, t. 816, fs. 62 –63. 56. “Manifiesto del Sindicato Central Obrero a los artesanos de la República”, en: La Libertad, Bogo-
tá, No. 187, 3 de abril de 1919. Subrayado nuestro.
Luz Ángela Núñez Espinel
182
Cuando ocurrieron tales acontecimientos, la prensa obrera de otras ciuda-
des no tuvo acceso a información de primera mano, pero hizo comentario so-
bre éstos hechos y los repudió, basándose en las noticias que difundían
periódicos liberales, como El Espectador, El Tiempo y Gaceta Republicana.
Sin embargo, menos de dos meses después de la masacre, el obrerismo nacio-
nal tuvo oportunidad de hacer un acto conjunto, que ratificó el significado de
estos personajes y seguramente los dio a conocer en nuevas regiones. Nos
referimos a la celebración de la fiesta del trabajo, en Bogotá, donde se encon-
traban delegados de diferentes lugares del país, que habían viajado para asistir
al Congreso Socialista. Ese día, se hizo una visita “a la tumba del Sr. Gabriel
Chávez y a las de los mártires del 16 de marzo”, para llevarles coronas de
flores y pronunciar discursos en su honor57 . Con este acto, el ritual de la pere-
grinación al cementerio se convirtió en un acontecimiento central en las cele-
braciones subsiguientes del Primero de Mayo.
En un principio, la exaltación de los mártires del 16 de marzo fue promovi-
da por el Partido Socialista, por lo que en los actos y las publicaciones de esta
colectividad se hicieron importantes homenajes y alusiones para mantener vivo
su recuerdo e incorporarlo, de manera permanente, a las tradiciones obreras. En
1920, por ejemplo, La Libertad, que para esa época había pasado a ser el órgano
de difusión del Directorio Ejecutivo Nacional Socialista, dio publicidad a la se-
sión de esa colectividad, donde se recordó el “aniversario luctuoso” y luego
transcribió un discurso pronunciado el Primero de Mayo, en la ciudad de Honda,
durante la inauguración del Segundo Congreso Socialista. El referido discurso
presentaba a las víctimas de la masacre como prueba patente de la traición de los
gobernantes que, después de obtener los votos deseados, negaban los derechos a
sus electores y llegaban incluso hasta el extremo de mandarlos asesinar58 .
Sin embargo, ni la crisis ni la posterior disolución del Partido Socialista,
significó la desaparición del culto a estos personajes, sino que continuó vigen-
te y alimentando la misma tradición de donde había surgido. Para ilustrar esta
afirmación, podemos acudir al informe de la policía que describe el homenaje
rendido a estos personajes en 1922, en el cual se evidenciaba el ritual de hacer
un desfile desde el centro de la ciudad hasta el cementerio, donde se pronun-
ciaron discursos, recordado a los muertos y haciendo acusaciones al gobierno
de Suárez. Sin duda, estos eventos eran muy similares a los que se habían
llevado a cabo el día del entierro de las víctimas, tres años antes. Aunque no
57. “La fiesta del trabajo”, en: La Libertad, Bogotá, 9 de mayo de 1919.58. “Sesión del directorio”, en: La Libertad, Bogotá, No. 208, 20 de marzo de 1920; “Discurso”, en:
La Libertad, Bogotá, No. 212, 31de mayo de 1920.
El obrero ilustrado
183
podemos determinar exactamente hasta cuándo ocuparon este lugar privile-
giado en el panteón popular, tenemos evidencia de que hasta 1926 –último año
en que las condiciones de represión política permitieron celebrar el Primero de
Mayo–, se realizó un acto conmemorativo en su honor59 .
IV. LOS TEMAS DEL OBRERO ILUSTRADO
Aparte de los temas propiamente políticos e ideológicos, en la prensa obrera
encontramos otros tópicos, que eran tratados en forma recurrente por estar
fuertemente vinculados con su proyecto político: civilización, progreso, cien-
cia, alcohol, mujer, educación. Estos temas, que en principio se derivan de la
matriz racional –iluminista, hacían parte del esfuerzo por construir al obrero
ideal, quien no solamente debía ser consciente políticamente, sino, además,
ilustrado, racional y temperante.
La discusión de estos asuntos no era en sí misma una originalidad de la
prensa obrera, pues éstas eran las cuestiones que se estaban agitando en la época,
por intelectuales, médicos higienistas, dirigentes políticos liberales y la burgue-
sía vinculada al sector exportador. Cada uno de estos grupos, desde sus propias
experiencias e intereses, enfatizaba en la urgencia de adoptar medidas para sacar
al país del estado de atraso, pobreza e ignorancia en que se encontraba y ponerlo
a tono con la civilización moderna, cuyos modelos eran Europa occidental y
Estados Unidos. Aunque había fuertes discrepancias en el diagnóstico y las solu-
ciones propuestas, todos hablaban en nombre de la razón y la ciencia, que en ese
momento eran considerados como los paradigmas más avanzados de la humani-
dad y por lo tanto se convertían en la fuente máxima de legitimación de cual-
quier propuesta. Por ejemplo, la discusión en torno a la “degeneración de la
raza” en Colombia, las iniciativas para reformar la educación y las medidas
adoptadas para modernizar la estructura productiva (descritas en el primer capí-
tulo) formaron parte de esta cruzada por alcanzar la civilización y el progreso.
Incluso, la Iglesia católica debió adaptar sus dogmas para darle cabida a
estas ideas. Paul Benichou, ha resaltado que, en el siglo XIX, “la Iglesia se
propuso demostrar que podía ser la religión del hombre moderno (y) trató de
integrar a sus dogmas la libertad, el progreso y el misterio de los tiempos veni-
deros”60 . El catolicismo, desde siempre, había reunido en Dios la causa y los
59. AGN. FMG, S1, t. 865, f. 207.60. Paúl Benichou, El tiempo de los profetas. Doctrinas de la época romántica, México, Fondo de
Cultura Económica, 1984, p. 84.
Luz Ángela Núñez Espinel
184
fines de la historia, pero en los fines no estaba implícito un avance progresivo
de la especie. Esta idea apareció en el siglo XIX, de la mano del movimiento
neocatólico europeo, que buscó modificar la expresión tradicional de la fe,
incorporando valores contemporáneos, entre ellos el progreso, como voluntad
de Dios. Para poder hacer esta adaptación, se despojó al concepto de progreso
de su contenido racional y materialista y se le supeditó al mantenimiento de la
moral católica, de manera que el progreso sólo era una meta alcanzable a tra-
vés de la cristianización completa de la vida social. Esta corriente fue domi-
nante en Colombia, no sólo entre el Clero, sino también entre sectores
conservadores, e inspiró, durante la Regeneración, muchos de los intentos de
articular el progreso con la moral católica61 .
En síntesis, en torno a estos temas, se blandían dos fuentes de argumenta-
ción: por un lado, la religión católica y, por otro, razón y ciencia. Los periódi-
cos obreros no dudaron en esta elección y se situaron en el bando de la razón.
Por eso, sus posiciones se acercaron muchas veces a las de los liberales, los
médicos higienistas y los industriales, aunque también tenían puntos impor-
tantes de ruptura, originados en las ideologías socialista y anarquista, y en su
experiencia como sectores subalternos.
A. Mujer
La situación de la mujer fue un tema que preocupó a muchos escritores y
dirigentes políticos de la época. Este interés estaba relacionado con principios
ideológicos que teóricamente buscaban la igualdad de todos los seres huma-
nos, con cuestionamientos morales sobre el papel de la mujer en la familia, y
con una creciente presencia femenina en el sector productivo y las luchas so-
ciales, que no podía pasar inadvertida. Mayoritariamente, los artículos fueron
escritos por hombres, pues, en general, las mujeres no escribieron en la prensa
obrerista ni en la radical y, salvo excepciones –como La Justicia, dirigida por
María Cano–, su presencia en las publicaciones socialistas, socialistas–revolu-
cionarias y anarquistas, fue escasa.
Los periódicos artesanales obreristas fueron los que menos escribieron
sobre el tema, y se mantuvieron más sujetos a esa mentalidad tradicional sobre la
mujer, cimentada en la pretendida inferioridad intelectual del sexo femenino:
61. Miguel Ángel Urrego, Intelectuales, Estado y Nación en Colombia, Bogotá, Universidad Central–Siglo del Hombre Editores, 2002, p. 44 y ss; C. Abel, op. cit., p. 31 y ss.
El obrero ilustrado
185
Con razón se ha dicho que las mujeres no tienen alma. La razón es que
son orgullosas hasta lo incalificable, lo que denuncia una pequeñez inte-
lectual que da grima.
Bien sabemos que donde hay orgullo se da, como en terreno propio para su
cultivo, esa ortiga malévola llamada insensatez. Y donde hay insensatez, pare-
ce no haber alma, que es el asiento de la inteligencia.(…)
Pero en el cerebro de las mujeres no cabe la filosofía. Esta es habitadora del
cráneo masculino, porque allí entra sin tener que encorvarse, como en un tem-
plo propicio a sus ofrendas.62
Consideraban que el lugar de la mujer estaba en el hogar, cumpliendo a
cabalidad su rol de madre y esposa. En consecuencia, los periódicos trataban
de ayudarla para que cumpliera su papel de la mejor manera posible, aconse-
jándola sobre temas como el ejercicio, la alimentación y el descanso. Incluso,
la exigencia de una mejor educación para las mujeres estaba pensada por el
beneficio que ello traería a los hijos de los trabajadores63 .
Muy relacionada con esta imagen de la mujer, como madre y educadora
de los futuros ciudadanos, aparecía otra representación mucho más idealizada
y romántica, inspiradora de la bondad y de los grandes valores de la humani-
dad, que la ubicaba más cerca de los dioses que de los hombres. Estas caracte-
rísticas convirtieron a la mujer en objeto de veneración, “profunda consideración
y de amante respeto”, pero dificultaron la comprensión de sus problemas, puesto
que la imagen romántica ocultaba a la mujer real y a sus problemas cotidianos,
al situar la reflexión entre astros, ángeles y divinidades64 . Por ejemplo, el pe-
riódico radical Ravachol incluía un artículo en los siguientes términos:
Los astrónomos serán los sacerdotes, el templo de Dios será el universo y esa
pléyade de mundos que flotan en las inconmensurables regiones siderales se-
rán los pregoneros de la grandeza infinita del verdadero Dios, a quien adorará
la humanidad futura, y entonces la mujer, esa sagrada diosa, en vez de doblar
la rodilla ante el clérigo profano, elevará su alma a las dulces contemplaciones
verdaderamente magníficas y sublimes, redimida por la instrucción, el amor y
el trabajo, (...) así de la arcilla que es la crisálida del ángel, saldrá la mujer
ilustrada que en vuelo majestuoso se remontará a lo sublime en busca de la
verdadera gloria, consciente de su eterna grandeza y comprendiendo como
mujer cuál es el puesto que le corresponde en justicia y llegando al pináculo
62. “Las damas, horror”, en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 2, 25 de enero de 1913.63. “Para la mujer”, en: Trabajo y Libertad, Bucaramanga, No. 1, 1º de enero de 1910; “La mujer
futura”, en: La Vanguardia, Bogotá, No. 4, 20 de febrero de 1912.64. “Guiones”, en: Trabajo y Libertad, Bucaramanga, No. 1, 1º de enero de 1910.
Luz Ángela Núñez Espinel
186
del saber humano, ya redimida gritará llena de gracia incomparable: ¡Yo soy el
alma de la humanidad! ¡Salve mujer!65
Este doble discurso sobre la mujer, como madre y diosa inspiradora, esta-
ba presente en toda la prensa obrera, incluso en las publicaciones anarquistas.
Sin embargo, desde finales de la década de 1910 es posible encontrar otro tipo de
análisis enfocado hacia la situación social de la mujer y su papel como obrera.
De esta manera, muchos periódicos publicaban artículos que se contradecían
entre sí o que expresan una posición opuesta a los principios políticos e ideológi-
cos que guiaban la publicación. Para ilustrar lo anterior con un caso concreto,
consideremos a El Luchador, periódico de Medellín. En 51 números revisados,
encontramos trece artículos expresamente dedicados a analizar el tema de la
mujer, además de varias alusiones al tema, presentes en otros textos. En la mayo-
ría de ellos se nota la preocupación por la situación de las obreras, pero prevale-
cía la concepción de la fábrica como un foco de perversión y una imagen idílica
de la mujer, todo lo cual llevaba a la conclusión de que era imprescindible prote-
ger a las trabajadoras que, por obligación, debían concurrir a estos sitios. Bajo
esta lógica, la existencia de las obreras era vista como una anormalidad, una
desviación que evidenciaba la injusticia social resultante de obligar a la mitad de
la humanidad a asumir labores para las que no estaba destinada:
(Protestamos) contra quienes violando las leyes de la caballerosidad, lanzan al
abismo de la perdición, al fango putrefacto que llamamos mundo a tímidas, pu-
ras y débiles mujeres, que para poder llevar a sus labios intocados un mendrugo
de pan, tienen que recorrer de norte a sur y de naciente a poniente las calles de la
ciudad, en busca de tal o cual fábrica, almacén o agencia donde hilar su vida, en
medio de trabajos duros y pesados, que aunque ennoblecen, fueron inventados
para el hombre y no para seres delicados como lo son las mujeres. Y no quere-
mos decir que ellas no deban trabajar. No: para ellas quedan la costura, el borda-
do y muchas más clases de trabajo de distinta índole; pero ya que el hado funesto
de la suerte las pone frente a patronos –sinónimo de caciques, victimarios y
rapaces– debe respetárseles como al más esencial de los órganos sociales, puesto
que ellas “difunden la vida y el amor por el planeta.66
En este texto también encontramos unas dicotomías muy fuertes entre la
concepción del hombre malo y perverso y la mujer buena e ingenua, y aunque se
hacía énfasis en que la necesidad económica llevaba a las mujeres a una situa-
65. “La religión del porvenir”, en: Ravachol, Bogotá, No. 11, 11 de septiembre de 1910.66. Plym, “Las armas del caciquismo”, en: El Luchador, Medellín, No. 61, 17 de junio de 1919;
en esta misma línea, véase: Mario, “Meditaciones”, en: El Luchador, Medellín, No. 81, 2 deseptiembre de 1919.
El obrero ilustrado
187
ción de vulnerabilidad frente a los patronos, la solución que proponía era actuar
con respeto y caballerosidad; es decir, que frente a un problema social, respondía
con una fórmula que apelaba al paternalismo y a la moralidad. En otros artículos,
por el contrario, la solución se asociaba con la instauración del socialismo y la
transformación social. Incluso, se hacía un llamado de atención a los revolucio-
narios para que tuvieran presente que, si no se remediaba el sometimiento feme-
nino, ninguna de sus aspiraciones políticas podría cumplirse a cabalidad67 .
El tono que utilizaban los articulistas era bastante paternalista y, aunque
llamaban a las mujeres a unirse al socialismo para alcanzar la igualdad y
hacerse “acreedoras a ser verdaderas compañeras del hombre en sus tribula-
ciones y precipicios”, quedaba claro que ellos (los hombres) eran quienes las
iban a guiar por el camino de su redención; por otra parte, parecía que, para
algunos, esa igualdad no suponía un cambio en los roles tradicionales68 . Esta
situación la podemos ver en F. Orrego Restrepo, quien escribió un artículo
donde recalcaba la importancia de la educación de la mujer y los cargos
políticos destacados que ellas ocupaban en Inglaterra y Estados Unidos. Así
mismo, comentaba positivamente la creación del partido feminista en Bue-
nos Aires y llamaba la atención para que ese ejemplo fuera seguido por todas
las mujeres del continente. Sin embargo, en otro escrito posterior afirmaba
que las mujeres debían tomar como suya la cuestión social, porque reformas
como el nivel del salario o la jornada de ocho horas harían que los obreros
llevaran más dinero a casa y estuvieran más tiempo en el hogar, “permitien-
do a la mujer ejercer mejor el papel de madre”69 .
Las mujeres que escribían para los periódicos obreros tampoco tenían una
posición unánime ni necesariamente progresista. En un artículo publicado en El
Luchador, pero que originalmente había sido publicado en El Artesano, de Girardot,
una mujer escribió, con el seudónimo de Una Obrera, llamando a sus congéneres
a educar física, moral e intelectualmente a sus hijos para la nueva sociedad.
Específicamente, recomendaba que la educación de las niñas estuviera encamina-
da a convertirlas en “esposas modestas y abnegadas, educándolas con preferencia
para el hogar con nuestro buen ejemplo”70 . María López, desde una perspectiva
diferente, presentaba como modelo a seguir la actuación de las mujeres durante la
guerra europea, cuando reemplazaron al hombre en las fábricas y en las oficinas.
67. Alfredo Calderón, “La Mujer”, en: El Luchador, Medellín, No. 72, 26 de julio de 1919.68. Jacinto Albarracín, “La mujer en el socialismo”, en: El Luchador, Medellín, No. 96, 24 de
octubre de 1919.69. F. Orrego Restrepo, “Feminismo” y “Feminismo III”, en: El Luchador, Medellín, Nos. 78 y 79,
21 y 26 de agosto de 1919.70. Una Obrera, “La Mujer y el socialismo”, en: El Luchador, Medellín, No. 71, 23 de julio de 1919.
Luz Ángela Núñez Espinel
188
Además, manifestaba su rechazo a los hombres que las consideran infe-
riores mentalmente y llamaba a sus congéneres a que se instruyeran71 . Aunque
en este segundo caso se evidencian algunos elementos de ruptura con el rol
tradicional de la mujer, no hay un cuestionamiento a la especificidad de la
opresión femenina. En ese sentido, la interpelación más directa al dominio
patriarcal, se hizo a través de la reproducción de un artículo proveniente del
extranjero, de Núñez de Prado, donde en forma clara se explicaba que,
El hombre pobre y trabajador se halla oprimido por el que es rico y no trabaja;
pero a este hombre le queda aún el recurso, bien triste por cierto, de vengarse
de la opresión que sufre, oprimiendo a su vez a la hembra que le tocó en suerte;
a esta hembra no le queda ya ningún medio de desahogo y tiene que resignarse
a padecer el hambre, el frío y la miseria que se origina en la explotación bur-
guesa y, como si esto fuera poco, a sufrir la dominación bestial, inconsiderada
y ofensiva del macho.72
Entre las colaboradoras de los periódicos obreros del país, conocemos so-
lamente un caso donde se hicieron cuestionamientos de esta naturaleza, aun-
que al parecer, no con la misma claridad. Nos referimos a un artículo aparecido
en el periódico anarquista, Vía Libre. Allí, Ana María García, su autora, in-
terpelaba fuertemente a los hombres por considerar a las damas como un mueble
de adorno y un objeto de placer: “Yo, aunque también con pocos conocimientos,
pero sí llena de rebeldías, hago un llamado a la mujer, pues ha llegado la hora de
impedir que el hombre nos lleve como instrumento ciego al antojo de su volun-
tad e inspiremos en él tan poca confianza”. Para cambiar esta situación, llamaba
a sus congéneres a ilustrarse: “fomentemos esa cultura que nos hace falta, que
ha sido la causa primordial que ha detenido la marcha de las reivindicaciones
sociales. ¡Guerra a la ignorancia, viva la revolución social!” 73 .
No tenemos noticia de que la prensa obrera colombiana hubiera abordado
temas como el control de la natalidad, el amor libre o la sexualidad, que eran
cuestiones relativamente importantes en las publicaciones anarquistas del cono
sur o de Europa74 . Consideramos que esto ocurrió porque en nuestro país no se
71. María López, “Por nosotras”, en: El Luchador, Medellín, No. 81, 2 de septiembre de 1919.72. Núñez de Prado, “Grandes ideas”, en: El Luchador, Medellín, No. 99, 5 de noviembre de 1919.73. Ana María García, “A la mujer”, en: Vía Libre, Barranquilla, No. 1, 4 de octubre de 1925. Citado
en: A. Gómez, op. cit., p. 67.74. Cfr. Maxine Molyneux, “Ni Dios, ni patrón, ni marido. Feminismo anarquista en la Argentina del
siglo XIX”, en: La voz de la mujer. Periódico comunista– anárquico, Buenos Aires, UniversidadNacional de Quilmes, 1997, pp. 26 – 30; F. J. Navarro Navarro, “El paraíso de la razón”…, op.
cit., pp. 117 –128.
El obrero ilustrado
189
configuró un discurso trasgresor de la sexualidad o la familia tradicionales.
Por eso, el único tema correlacionado que mereció atención fue el de la prosti-
tución75 . Esta fue vista como un grave problema y se analizó desde lo social y
lo moral. En lo social se hacía énfasis en que los bajos salarios, la presión de
los jefes y la necesidad económica, podían llevar a las mujeres a la prostitu-
ción, pero, al mismo tiempo, esta actividad era condenada moralmente, de
modo que frecuentemente se pedía a las autoridades que tomaran medidas in-
mediatas para acabar con los escándalos que propiciaban los lugares de lenoci-
nio. Por ejemplo, en El Luchador se decía:
El alcoholismo y la prostitución desenfrenada tienen sentados sus reales en
este departamento antioqueño, no obstante la meticulosidad y el convenciona-
lismo que se gasta en todas las acciones y relaciones de la vida, en las cuales
nos exhibimos como modelos de civilidad, corrección y sanas costumbres.
Las asambleas departamentales y nuestros mandatarios no se han preocupado
por la triste suerte que está reservada a la juventud si no se la inicia por una
senda de morigeración y rectitud, y se la deja rodar a la ciénaga inmunda de la
intemperancia y el vicio, donde será elemento de putrefacción que acabará por
enrarecer y envenenar el ambiente patrio.76
Como se ve, el discurso sobre la mujer se desenvolvía en grandes contradic-
ciones, puesto que para los hombres y mujeres de la época, no era fácil despojar-
se de los prejuicios machistas imperantes en la sociedad y esto chocaba con las
nuevas ideas de igualdad y transformación social. La prensa coincidía en señalar
un futuro donde existiría igualdad de los sexos, pero esta afirmación aparecía
dislocada de la realidad inmediata, donde prevalecía la desigualdad, e incluso se
retomaba el discurso tradicional de la mujer como madre y como ser inferior.
75. La campaña de apoyo al matrimonio civil, analizada en el capítulo 2, se puede interpretar como unesfuerzo de laicizar la sociedad, pero no marca una ruptura con la familia tradicional.
76. “Por la raza”, en: El Luchador, Medellín, No. 109, 9 de diciembre de 1919. En este mismo periódi-co, véase: “Los tenorios”, No. 81, 2 de septiembre de 1919; “La prostitución”, No. 95, 22 de octubrede 1919; F. Orrego Restrepo,”Antioquia se suicida”, No. 101, 11 de noviembre de 1919; Sara Lince,“Tristes cosas”, No. 103, 18 de noviembre de 1919; “Mocoa”, No. 112, 19 de diciembre de 1919.
Luz Ángela Núñez Espinel
190
B. Educación
Figura No. 13
77. Maximiliano Avilés, “La educación hace un llamamiento a los hombres de nuestra raza”, en:Trabajo y Libertad, Bucaramanga, No. 4, 12 de febrero de 1910.
Cabezote de El Faro, Bogotá, 1905–1906
La Figura No. 13 recoge una idea muy extendida, consistente en conside-
rar a la prensa como una fuente eterna de luz que llevaba civilización y progre-
so al país. Esto se sustentaba en la creencia de que el Clero y el gobierno tenían
sumido al pueblo en la oscuridad, el atraso y la ignorancia y, por lo tanto, debía
ser ilustrado y civilizado para que toda la nación pudiera transitar por la senda
del progreso. Para comprender el discurso sobre la educación, es necesario
aclarar que la prensa obrera tenía una gran confianza en el poder de transfor-
mación material y moral de la educación. Es decir, que la instrucción del pue-
blo se consideraba un requisito fundamental para alcanzar el progreso y la
civilización. En este orden de ideas, uno de los objetivos centrales de los perió-
dicos era colaborar en esa cruzada contra la ignorancia, por lo que el contenido
del periódico, en sí mismo, se considera un medio de educación y de difusión de
la luz, la ciencia y la razón. Al respecto, en Trabajo y Libertad, se decía:
La educación es la base indestructible en la que erigen los pueblos modernos
sus monumentos de grandeza y poderío. Si estos métodos han salvado a otros
de la servidumbre y del caos social, ¿por qué no ha de salvar a los nuestros? La
educación salvará a nuestros pueblos. La educación desinfecta las sociedades:
La educación se impone ante el ejemplo altivo de las demás razas.77
El obrero ilustrado
191
Los razonamientos que hemos expuesto hasta aquí, contienen una com-
pleja mezcla de elementos iluministas y simbólico–dramáticos que parecieran
confirmar la hipótesis de una prensa rica en imágenes, pero pobre en concep-
tos. Así, el ideario de ilustración, civilización y progreso (propio de la matriz
iluminista) se sustentaba con figuras dicotómicas, propias de la lógica simbó-
lica, como “día–noche”, “luz–tinieblas”, “Estado protector–pueblo abandona-
do” y “ricos perversos–pobres ingenuos”, pero el remedio que se proponía,
nuevamente, se puede incluir dentro del campo iluminista: educar al pueblo
tanto en los científico como en lo político.
La educación científica se promovía a través de la publicación de artícu-
los y conferencias sobre adelantos agrícolas, técnicos, médicos y científicos.
Temas como nuevas formas de cultivo, tratamiento científico de enfermeda-
des, descubrimientos astronómicos e inventos de nuevas máquinas, desfila-
ron por los periódicos obreros, teniendo como fin tácito que agricultores y
productores del país aprendieran o desarrollaran formas modernas, eficien-
tes e higiénicas de producción.
La ilustración política buscaba dar a conocer ideas que eran relativamente
nuevas en el medio colombiano o, que pese a ser antiguas, no se habían reali-
zado efectivamente. En consecuencia, muchos obreros, intelectuales y diri-
gentes políticos explicaron pacientemente, a través de sus artículos, qué era y
cómo funcionaba el proteccionismo económico; cuál era la importancia del aho-
rro, de las asociaciones mutuarias y gremiales; por qué los obreros eran impor-
tantes para el país; en qué se diferenciaba una democracia de una monarquía;
cuál era el significado de nociones como soberanía popular, ciudadanía, libertad,
igualdad, justicia; por qué las revoluciones Francesa, Rusa y Mexicana eran re-
ferentes fundamentales para el pueblo; e hicieron diversos razonamientos so-
bre las principales ideologías políticas (liberalismo, socialismo, anarquismo,
comunismo). Pese a las adaptaciones de estos temas políticos a formas popula-
res de interpretar el mundo, no puede despreciarse la contribución que estas
publicaciones hicieron en la construcción de una cultura política democrática.
Los textos explícitos sobre educación no eran frecuentes ni los periódicos
habían logrado consolidar una página o columna sobre el tema, pero es posible
encontrar reflexiones y apuntes dispersos en artículos de diversa índole, pues-
to que cualquier tipo de denuncia, programa político, o artículo sobre la situa-
ción del país, podía conducir fácilmente a la reflexión sobre la necesidad de la
instrucción. Por esta razón, se trataba la mayoría de las veces de un discurso
general y reiterativo, que no profundizaba en sus postulados ni hacía referen-
cia a temáticas pedagógicas o métodos concretos de enseñanza.
Luz Ángela Núñez Espinel
192
Uno de los distintivos de la prensa socialista y especialmente de la anar-
quista en otros lugares del mundo fue la divulgación de debates y de propues-
tas pedagógicas concretas, que habían sido diseñadas por copartidarios, algunos
de ellos de gran notoriedad, como Francisco Ferrer, Luis Huerta, Antonia
Maymón, Eusebio Carbó y José Alveola. En estos casos, el pueblo no era el
centro de la reflexión, como en Colombia, sino la infancia. Por eso, los escritos
versaban sobre temas muy particulares, como la pedagogía activa, el compor-
tamiento del niño, su psicología y los enfoques que debían adoptar la enseñan-
za durante la infancia para propiciar el desarrollo integral del individuo78 . A la
prensa obrera colombiana apenas llegaron ecos lejanos de esta discusión a
través de la trascripción de artículos de autores como Rafael Barret o Víctor
Hugo79 . Esto se explicaba, en parte, porque no hubo grupos de intelectuales o
docentes vinculados al movimiento obrero que difundieran y discutieran estos
temas, sino que esto quedó a la buena voluntad de personas que tenían otras
profesiones y generalmente eran autodidactas. Además, el peso abrumador del
analfabetismo en el país y lo precario del sistema educativo hacían que estas
discusiones se volvieran secundarias ante la urgencia de conseguir un mínimo
de instrucción para toda la población.
Los artículos sobre las políticas educativas de los gobiernos conservado-
res no eran comunes, aun cuando se cuestionaba el dominio clerical sobre la
educación y se mostraba que era una situación perniciosa para el avance de la
razón y el progreso del país. Además, se denunciaba que esa era una estrategia
política para mantener en la ignorancia al pueblo y evitar que se sublevara contra
sus explotadores, pues se creía que un pueblo educado bajo los presupuestos de
la ciencia y la razón podría adquirir conciencia y estaría preparado para vincular-
se a la lucha por la emancipación social. La propuesta básica era una educación
laica, basada en la ciencia y la razón, que combatiera la superstición y el fanatis-
mo religiosos, y difundiera conocimientos útiles, que sirvieran para el desarrollo
material del pueblo, como se observa en este fragmento de Ravachol:
Los gobiernos de fondo teocrático no hacen extensiva la educación a las masas
porque así mantienen su poder, haciéndose dueños de la conciencia individual
“la inteligencia libre y armada del telescopio de la ciencia”. 1º En el orden inte-
lectual queremos que las ciencias o las verdades científicas de carácter universal
78. Para España, véase el trabajo de F. J. Navarro Navarro, op. cit., particularmente, las páginas 150–154; Para Argentina, véase, J. Suriano, op. cit., pp. 217 –245.
79. Víctor Hugo, “Después de haber visitado un presidio”, en: El Luchador, Medellín, No. 103, 18 denoviembre de 1919; Rafael Barret, “Grandes ideas”, en: El Luchador, Medellín, No. 97, 29 deoctubre de 1919.
El obrero ilustrado
193
no sean patrimonio del Estados destinado exclusivamente a alimentar cerebros
agotados en el ocio y adormecidos en la sensualidad y el fanatismo clerical (....)
2º Queremos que la base fundamental de la instrucción pública sea la ciencia
experimental despojada de sofismas filosóficos, de susceptibilidades religiosas,
de preocupaciones teológicas y de cálculos políticos y sociales. Debe presentar-
se al pueblo tal como es : luz universal que cada cual aproveche para el uso que
de ella quiera hacerse en el arte, profesión e industria que se quiera adoptar para
ganar con perfección, la vida con los progresos de trabajo y tener derecho de
vivir bien y honradamente en una sociedad laboriosa y honrada.80
En los programas políticos de los partidos Obrero, Socialista y Socialista Revo-
lucionario, la educación mereció atención especial por su doble condición de reivin-
dicación social y necesidad política de los trabajadores. En consecuencia, las propuestas
sobre educación eran presentadas reiterativamente por los candidatos obreros a car-
gos de elección popular. Por ejemplo, para las elecciones de consejo Municipal, en
1911, se proponía la “nacionalización de la enseñanza: locales propios y adecuados,
escuelas nocturnas; bibliotecas; escuelas de artes y oficios; personal idóneo”81 . En
general, las propuestas guardaban gran similitud entre sí, pero hubo pocas oportuni-
dades reales de ponerlas en práctica, quizás con la notable excepción de Girardot, a
principios de la década de 1920, donde (como vimos en el capítulo segundo) el
Partido Socialista obtuvo mayoría absoluta en el consejo municipal y pudo concretar
la fundación del Colegio Camilo Torres, el Instituto Obrero y la Biblioteca Popular,
obras que debían sostenerse con un impuesto a la chicha y a las bebidas alcohólicas.
C. Ciencia y progreso
Lo mismo que acontecía con el asunto de la educación, los discursos sobre
la ciencia y el progreso no se encontraban en artículos exclusivamente dedica-
dos a estos temas, sino acompañando escritos de diversa índole, dada su
centralidad en el proyecto político y educativo de la prensa. Es decir, estos
aspectos no eran circunstanciales o accesorios, sino pilares fundamentales para
alcanzar objetivos como libertad, igualdad, democracia, soberanía y, lo que en
forma vaga se denominaba “sociedad futura”.
80. “Lo que nos proponemos”, en: Ravachol, Bogotá, No. 13,18 de septiembre de 1910. Véase, tam-bién: Carlos Melguizo, “Lo que es el socialismo en Colombia”, en: El Luchador, Medellín, No.106, 28 de noviembre de 1919; y F. A. Durán, “La infancia y su educación”, en: La Idea, Girardot,25 de enero de 1920.
81. “Circular No. 5”, en: El Proteccionista, Bogotá, No. 36, 14 de septiembre de 1911.
Luz Ángela Núñez Espinel
194
La gran fe depositada en la ciencia radicaba en su capacidad de explicar
racionalmente cualquier fenómeno e inducir en los ciudadanos un comporta-
miento guiado por la razón y no por la religión. En este punto era evidente el
nexo con las filosofías humanistas, particularmente desde los enciclopedistas,
las cuales compartían unos fuertes principios anticlericales y antirreligiosos,
en la medida en que pretendían basarse en la razón como fundamento de todo
conocimiento, en oposición a la revelación promulgada por la religión82 .
Ciencia y progreso eran considerados como parte de los principales bienes
de la civilización moderna, como medio y fin de la humanidad. Por ello, no
cabía ningún cuestionamiento sobre el carácter o las posibles consecuencias
que podían traer estos elementos. En este sentido, consideramos que la apre-
ciación que hace Mauricio Archila sobre el periódico La Humanidad puede
aplicarse al conjunto de la prensa obrera, al afirmar que “aceptaba cierta con-
cepción de la ciencia como construcción, neutra de la humanidad en su avance
inexorable hacia el progreso”83 . El único obstáculo radicaba en que, hasta ese
momento, la ciencia estaba solamente al alcance de unos pocos, siendo la gran
misión del movimiento obrero democratizarla para que llegara a todas las cla-
ses sociales. Este era el mensaje de El Piloto, cuando afirmaba:
La ciencia es la rival del egoísmo, pues este trata siempre de oscurecerla;
hoy la clase aristocrática pretende acapararla, pero no se da cuenta de que esta
penetra como un gas, a veces con mayor facilidad en las cabañas y guaridas
donde nunca la imaginación lo hubiera creído, y luchando con miles incon-
venientes, sale vencedora sobre la clase aristocrática egoísta. Así danza la cien-
cia entre las gentes grandes y descansa entre las gentes demócratas.
(…) La ciencia en lo sucesivo debe ser vulgarizada –dice Carlos Amalato– porque
si continúa siendo patrimonio de un reducido número de individuos, no tardará en
ser la ciencia solamente de la clase alta; la sociedad hoy lucha en ese sentido.84
En consecuencia, casi todos los periódicos realizaron un esfuerzo por di-
fundir los adelantos de la ciencia y lo que entonces se denominaban “conoci-
miento útiles”. Aunque había cierta predilección por las técnicas modernas de
cultivo, no encontramos un criterio claro en la elección de los temas, sino una
intención general y hasta enciclopédica de dar a conocer a sus lectores todos
los avances que la ciencia moderna había puesto al servicio del hombre.
82. Tomás Moulian e Isabel Torres, op. cit., p. 53.83. M. Archila, “La Humanidad, el periódico obrero de los años veinte”, op. cit., p. 23.84. “La ciencia y el egoísmo”, en: El Piloto, Bogotá, No. 2, 4 de marzo de 1919.
El obrero ilustrado
195
D. Alcohol
El discurso contra el alcohol, presente en la prensa obrera, puede conside-
rarse un flanco de batalla en la lucha contra la irracionalidad y el atraso. El
alcohol limitaba el ejercicio de la razón, que dentro de la cultura racionalista e
ilustrada constituye la esencia humana. Por eso, las bebidas embriagantes re-
presentaban la degeneración de la raza en la medida que alejaban a los pueblos
de ese ideal humano de racionalidad85 . Bajo estos presupuestos, es fácil com-
prender la energía puesta en esta campaña para disuadir a los lectores de con-
tinuar con el consumo de bebidas, como la chicha, el guarapo y el aguardiente,
dependiendo de la zona geográfica que cubría la publicación.
En los escritos, el alcoholismo aparecía como un verdadero “cáncer so-
cial”, que tenía consecuencias negativas a nivel individual y social, pero tam-
bién político. A nivel individual se resaltaba la aparición de ciertas enfermedades
asociadas al alcoholismo, perversión moral y pérdida de facultades mentales,
mientras que en lo social se señalaba desintegración de la familia, pobreza,
criminalidad, suicidios y retraso material86 . Las consecuencias políticas fue-
ron tratadas con especial atención para señalar que el hábito de la bebida era
un factor adverso en la lucha de los obreros, como lo señala el siguiente estri-
billo de El Obrero Moderno:
Tarda la victoria de la clase obrera, por la acción maldita de la borrachera
Cuando los obreros ya sean temperantes, todos sus derechos estarán triunfantes
Que cruce este grito de América a Europa: ¡la instrucción arriba y abajo la copa!87
En esta medida, la guerra contra el alcohol era también una contienda
política que implicaba reivindicaciones de igualdad social e independencia
política. Por eso, las organizaciones obreras apoyaron las campañas guberna-
mentales para reducir el consumo de bebidas alcohólicas, pero demandaron
que el cumplimiento de las medidas se exigiera para todas las clases sociales
por igual y no solamente para los sectores populares. Por ejemplo, en El Obre-
ro Moderno apareció un comentario a la ordenanza No. 14 de 1913 sobre el
expendio de licores fermentados, apoyando su intención, pero pidiendo que
85. El debate sobre el alcohol en la prensa obrera en este periodo, no fue exclusivo de Colombia, puesla prensa obrera Chilena también discutió ampliamente este tema y lo planteó en términos muysimilares. Este tema es desarrollado por T. Moulian e I. Torres, op. cit., pp. 65 –78.
86. “Me conocéis”, en: El Proteccionista, Bogotá, No. 13, enero 14 1911; “El artesano”, en: La Liber-
tad, Bogotá, No. 19, 6 de enero de 1910.87. “Contra el alcoholismo”, en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 1, 18 de enero de 1913.
Luz Ángela Núñez Espinel
196
hubiera realmente justicia y que se aplicaran las mismas medidas para los
expendios de licores caros, porque, hasta ese momento, los gobierno conser-
vadores se habían dado a la tarea de “atacar los derechos de la gente menuda”,
privilegiando las castas dominantes88 . Reclamos de este tipo se hicieron a tra-
vés de artículos de prensa, de memoriales y de acciones de hecho, como los
motines ocurridos en Bogotá durante el mes de julio de 1922. La causa inme-
diata de estos últimos, fue el incumplimiento del acuerdo 27 de 1922, por parte
del Estanco de la Gobernación de Cundinamarca y de algunos billares fre-
cuentados por el elite, que prohibía abrir los expendios de bebidas alcohólicas
después de las ocho de la noche y en días feriados89 .
El discurso antialcohólico también hacía parte de la lucha política para
liberar al pueblo del yugo que el Gobierno y las clases dominantes mantenían
sobre él, gracias al alcohol. Era común la idea de que las clases dominantes se
valían de las bebidas alcohólicas para embrutecer y explotar más al pueblo,
utilizando este vicio como estrategias de control social. Por esto, hacia la se-
gunda mitad de la década de 1920 –aunque el objetivo seguía siendo redimir al
pueblo del alcohol–, ya no se manifestaba credibilidad en las campañas ni en
las leyes gubernamentales, puesto que “los gobiernos burgueses viven del al-
cohol, de la prostitución, del juego, y de todos los sistemas inventados por la
burguesía para esclavizar e idiotizar a los trabajadores, de manera que sea o no
ley la libertad de fabricar alcohol, el pueblo seguirá lo mismo de borracho y de
ignorante dentro del Gobierno burgués”90 .
Un argumento adicional vinculaba la campaña antialcohólica de la prensa
y la disputa contra el Gobierno, sosteniendo que éste obtenía parte de sus in-
gresos a partir de las rentas de licores; de ahí que se pensara que si los obreros
dejaban de consumirlos, debilitaban la base del poder del régimen. Por ello, en
los artículos se cuestionaba agriamente a quienes continuaban con ese hábito,
a través de frases como, “el obrero que bebe aguardiente es un esclavo tributa-
rio del pueblo que lo explota y lo degenera”; “He ahí la cadena que soporta el
pueblo y (este) no se atreve a romperla porque se cae su gobierno. El pueblo no
88. “Falsa interpretación de la justicia”, en: El Obrero Moderno, Bucaramanga, No. 5, 12 de abril 121913. María Clara Llano y Marcela Campuzano, muestran que los obreros organizados política-mente no sólo apoyaban las medidas del gobierno, sino que exigían que se dictarán más normaspara acabar, de manera definitiva, con el problema: La chicha, una bebida fermentada a través de
la historia, op. cit., pp. 136 –137.89. Renán Vega, Gente muy Rebelde, t. 3. Mujeres, artesanos y protestas cívicas, op. cit., pp. 169 –179.90. “Los húmedos y los secos”, en: El Socialista, Bogotá, No. 530, 16 de septiembre de 1928.
El obrero ilustrado
197
quiere que cese la opresión”, y “OBREROS: Guerra al alcohol una de las mu-
chas causas de nuestra miseria”91 .
El Socialista adelantó una campaña de denuncia durante el segundo se-
mestre de 1928 en contra de los chicheros, por ser responsables de la miseria
de los obreros, de explotarlos, embrutecerlos y especular con el precio de la
bebida. La propuesta contra estos personajes era bastante radical, puesto que
llamaba a tomar medidas de hecho contra ellos, como colgarlos “de los postes
de la luz y de las ramas de los árboles”, lincharlos o boicotearlos92 . La belige-
rancia de estas proposiciones se explicaba por el malestar social que desde
hacía varios años se venía incubando contra los dueños de algunas chicherías,
quienes, tras la excusa de nuevos impuestos a la bebida, aumentaban el precio
en forma desmedida. Esta fue la causa inmediata de los ataques populares a las
chicherías de Chiquinquirá, en 1916, y a las de la capital, en 1923 y 192993 .
El discurso sobre la temperancia no estuvo exento de contradicciones,
puesto que, en los mismos periódicos donde se condenaba el consumo de
alcohol, se promocionaba cerveza, y en menor medida el vino. Marcas de
cerveza como Bavaria, Don Quijote, Camelia Blanca y Rosa Blanca, exhi-
bían sus anuncios en periódicos obreros de la capital e incluso Lino Casas,
dueño de la fábrica de cerveza Camelia Blanca, se cuenta entre los fundado-
res del Partido Obrero, estando, además, muy cercano a El Proteccionista.
Esta relativa preferencia por la cerveza, evidencia cómo algunos sectores
obreros estaban comprometidos con un ideal de progreso abstracto, que acep-
taba como cierto una especie de determinismo etílico, difundido en la época
por médicos higienistas, periodistas y dirigentes políticos. “Este determinismo
suponía la discriminación de bebidas alcohólicas entre mejores y peores,
unas benéficas y otras perjudiciales, las unas asociadas al progreso y las otras
con el atraso”94 . En este sentido, la cerveza era una bebida moderna, prepa-
rada científicamente y bajo estrictas normas de higiene, cualidades que no se
le atribuían a otros licores, especialmente a los de fabricación casera, como
la chicha o el guarapo, sinónimos de atraso y suciedad.
91. La Humanidad, Cali, 13 de junio de 1925 y 16 de octubre de 1926. Citado en M. Archila, “La
Humanidad, el periódico obrero de los años veinte”, op. cit., p. 24. La última frase aparecía comoepígrafe de los periódicos Germinal y Vanguardia Obrera, de Barrancabermeja.
92. “A degüello tocan”, en: El Socialista, Bogotá, No. 538, 29 de noviembre de 1928.93. R. Vega, Gente muy Rebelde, t. 3. Mujeres, artesanos y protestas cívicas, op. cit., pp. 169 –179.94. Ibíd., p. 160.
Luz Ángela Núñez Espinel
198
En conclusión, exceptuando, en algunos aspectos, el tema de la mujer, los
demás discursos no pueden analizarse en forma aislada, puesto que todos es-
tán concatenados en un proyecto político y social, fundado en la ciencia y la
razón. Así, la ignorancia, el alcoholismo y el fanatismo religioso, eran consi-
derados factores de atraso, de degeneración física y moral, y de sometimiento
a las clases gobernantes.
Para superar este oscuro panorama, se erigía la educación como medio por
excelencia para llevar la luz (ciencia y razón) al pueblo y encaminarlo por la
senda del progreso y la civilización. Sin embargo, contrario a lo que podría
deducirse de esta argumentación, ni siquiera el discurso (sin tener en cuenta la
práctica), lograba situarse totalmente en la matriz racional, sino que compartía
elementos propios del pensamiento popular. En todos los discursos, subyacía
la creencia de que los procesos históricos eran parte de la eterna lucha entre el
bien y el mal, y de la promesa de redención humana.
PALABRAS FINALES
Presentar conclusiones sobre un tema es siempre provisional, y esto es espe-cialmente cierto en nuestro caso, puesto que este trabajo constituye solamenteuna primera aproximación panorámica al mundo de la prensa obrera colombia-na, durante la segunda y tercera décadas del siglo pasado. Sin duda, la consultade nuevos archivos, la realización de estudios regionales y la posibilidad de com-parar en líneas de tiempo más largas, puede implicar una revisión de los resulta-dos que aquí presentamos.
Es necesario recalcar que la prensa obrera de comienzos del siglo XX fue here-dera directa de la prensa artesanal radical, desarrollada durante el siglo anterior,pero se vio favorecida y transformada por un nuevo contexto económico, que lepermitió un dinamismo y una cobertura mucho más amplia que su antecesora.Esto se evidencia en que la mayoría de periódicos se localiza en regiones conimportante tradición artesanal, y en aquellas fuertemente dinamizadas por los pro-cesos de modernización.
El despegue definitivo de la economía agro exportadora y el rudimentario pro-ceso de industrialización contribuyeron a configurar una infraestructura y un pú-blico potencial –y real–, mucho más grande. De un lado, el telégrafo, el tren, lascarreteras, la electricidad, permitieron a los periódicos obreros una producción yuna distribución más amplia. Por otro lado, la economía cafetera puso en movi-miento una vasta red que involucraba desde las haciendas hasta los puertos quecomunicaban con el mercado mundial, propiciando no sólo el traslado de mercan-
200
LUZ ÁNGELA NÚÑEZ ESPINEL
cías, sino el intercambio de ideas, noticias y formas de organización de colonos,
campesinos, obreros, trabajadores portuarios, marineros, pequeños comerciantes
y todos aquellos que participaban en esta dinámica. Adicionalmente, las fábricas y
los enclaves económicos extranjeros crearon importantes conglomerados de po-
blación que compartían condiciones de vida similares y se convirtieron en destina-
tarios de la prensa obrera.
Durante el período que cubre este estudio, las conferencias y la prensa fueron los
ejes centrales de la propaganda política, no sólo para los trabajadores y las organiza-
ciones de izquierda, sino también para los partidos políticos liberal y conservador.
En consecuencia, el naciente movimiento obrero no estaba inventando nuevos me-
dios de comunicación, sino apropiándose de una tradición política existente en el
país y compartida por la cultura occidental. Sin embargo, los trabajadores aportaron
al debate público al poner en discusión los temas del mundo del trabajo y asuntos de
actualidad nacional, vistos desde la perspectiva de los sectores populares.
La prensa obrera y popular cumplió un papel central en la emergente política obre-
ra, en la medida en que se constituyó en un instrumento para alcanzar dos objetivos
centrales: la ilustración y la organización política de los sectores populares. Fue, preci-
samente, esta doble condición, política y cultural, la que convirtió al periódico en un
arma de lucha imprescindible para las organizaciones obreras, y posibilitó la concate-
nación de los espacios político, social y cultural del mundo de los trabajadores.
Las características generales del periodismo plebeyo, pueden sintetizarse en
los siguientes aspectos:
Los periódicos asumieron la representación de lo popular como elemento que
justificaba su existencia. No obstante, se debe señalar que se privilegió al pueblo
trabajador, conformado por pequeños industriales, artesanos, obreros, jornaleros,
campesinos y asalariados urbanos, pero dejando de lado otros sectores sociales. De
esta manera, la relación que se establecía entre pueblo y trabajadores era muy ambi-
gua, pues, en algunos momentos, se identificaban como sinónimos, mientras en otros
buscaban diferenciarse situando a los obreros en un peldaño superior del pueblo
A diferencia de otros medios de comunicación utilizados por los trabajadores,
la prensa obrera no estaba destinada a un poder político o social superior, sino
principalmente a sus iguales. Por consiguiente, no pretendía limitarse a realizar
una simple labor de intermediación, sino a impulsar la transformación política y
social de sus destinatarios, quienes eran valorados en forma muy positiva como
factores de progreso para el país. En realidad, el periodismo popular contribuyó a
la “construcción” de un público obrero, receptivo a las ideologías y a las activida-
des de las organizaciones políticas de los trabajadores
201
EL OBRERO ILUSTRADO
Aunque la mayoría de los periódicos obreros eran dirigidos por pequeños in-
dustriales, abogados, intelectuales o artesanos, y sólo en menor medida por obre-
ros, quienes escribían en la prensa obrera se sentían identificados con este apelativo
o con su causa, y buscaban difundir su ideario político, denunciar la situación de
explotación de los trabajadores y llegar a ese sector de la población.
Las publicaciones se definían a sí mismas como apolíticas, porque prevalecía
una noción negativa de la política, entendida como lucha electoral bipartidista,
maquinación, fraude, mentira, violencia, ambiciones personales y manipulación
del pueblo. En este sentido, se trataba de enseñar que los periódicos no seguirían
los vicios de los políticos tradicionales, sino que trabajarían desinteresadamente
por el mejoramiento material e intelectual del pueblo
En consecuencia, la oposición al Partido Conservador o a cualquier idea o princi-
pio político que lo sustentara, fue otra característica común a toda la prensa obrera
del período, mostrando una gran coherencia entre el discurso y la práctica. La justi-
ficación a esta postura derivaba, por un lado, de un análisis histórico negativo de los
gobiernos conservadores: no respetaban las libertades individuales, eran un obstácu-
lo para el progreso social y no favorecían a los trabajadores. Por otro lado, la crítica
se situaba en el terreno moral, denunciando la maldad de los conservadores; esto se
hacía a través de un ejercicio de inversión discursiva que buscaba desenmascarar la
imagen de católico virtuoso, que la alianza conservadores–Clero había construido, y
contrarrestar la satanización de que habían sido víctimas los opositores al régimen.
En esta misma línea, los periódicos obreros intentaron alcanzar y mantener una
posición política autónoma respecto al liberalismo. Sin embargo, su éxito fue muy
relativo, tanto por la existencia de un núcleo ideológico común, como por la distri-
bución de fuerzas durante la Hegemonía Conservadora. En la medida en que el
Estado estaba fuertemente controlado por el Partido Conservador y respaldado por
la Iglesia católica, el liberalismo y las nacientes organizaciones obreras y socialis-
tas, quedaron situados en el mismo bando, como opositores y víctimas del
conservatismo y el Clero.
Puede afirmarse que la prensa fue una estrategia de las organizaciones políticas
y sociales de los trabajadores, para lograr un lugar propio y respetado en la políti-
ca, en un medio excluyente, y en el cual, tanto el Clero como los partidos, rechaza-
ban la organización política del pueblo, argumentando que era una idea alejada de
las condiciones del país y que los sectores populares ya estaban representados en
los partidos. En esta “República de gramáticos”, buena parte del debate político se
adelantaba en la prensa, cuyos artículos y columnas de opinión servían de tribuna
202
LUZ ÁNGELA NÚÑEZ ESPINEL
para la confrontación ideológica de todas las tendencias; por eso, tener una publi-
cación o poder acceder a ella, se constituía en un requisito indispensable para
tratar de vincularse al debate público con los otros actores políticos.
En consecuencia, en los periódicos obreros encontramos dos procesos de afir-
mación y búsqueda de reconocimiento íntimamente interrelacionados: uno, frente
a los sectores que decían representar (los obreros y el pueblo en general) y otro,
frente a los demás actores en contienda (los partidos políticos y el Clero). En este
sentido, la prensa desempeñó una importante labor a favor de la democratización
del sistema político colombiano y, aunque no se obtuvo una transformación de las
estructuras jurídicas, sí se logró la inclusión de nuevos temas y nuevos actores
sociales en el debate público, demostrando que la representación de los sectores
populares no podía seguir siendo monopolio de un partido o del Clero, sino que
aquéllos tenían la capacidad de articular un discurso y una organización propias.
El campo de acción de los periódicos fue local y regional, sin que alcanzaran un
cubrimiento nacional ni una representación de conjunto de la situación del país.
Sobre este punto, habría que preguntarse hasta dónde la multiplicidad de publica-
ciones dispersas a lo largo y ancho del país impidió la consolidación de un núcleo
de prensa más pequeño aunque más fuerte. Sin embargo, también debe tenerse en
cuenta que el privilegio de lo regional le reportó algunas ventajas, en la medida
que, a ese nivel, la dominación conservadora tenía brechas más grandes que en el
centro del poder y posibilitaba una relación más cercana con los lectores.
Ideológicamente, el periodismo obrero se caracterizó por una posición pluralista
que integraba elementos del liberalismo radical del siglo XIX, el ideario de la
Revolución Francesa, el cristianismo primitivo, el socialismo utópico, el socialis-
mo marxista, el anarquismo y la masonería. Las posibilidades de síntesis fueron
múltiples y no tenían una única dirección, puesto que algunos prefirieron mirar
hacia atrás, como los periódicos artesanales–obreristas, con sus demandas de pro-
tección arancelaria, mientras que otros se enfilaron hacia una ruptura revoluciona-
ria con el pasado, al estilo de la prensa anarquista. En medio de estos extremos,
encontramos diferentes posibilidades de combinación, como lo evidenció la pren-
sa radical, la socialista y la socialista–revolucionaria.
De esta manera, la ideología predominante en los diferentes tipos de prensa,
puede entenderse como el resultado de tres factores: el elemento inherente, el de-
rivado y la experiencia, que, en últimas, era la que determina el resultado. En este
caso, la diversidad de posibilidades resultantes da cuenta de una sociedad que
estaba cambiando rápidamente y de los esfuerzos realizados por los trabajadores
para acoplar su ideología con las nuevas experiencias que estaban viviendo.
203
EL OBRERO ILUSTRADO
Debe resaltarse que los elementos inherentes y derivados de la ideología popu-
lar no están claramente delimitados, pues la síntesis que se produce a partir de la
experiencia vivida, puede convertir un elemento derivado, en el curso de una o
varias generaciones, en algo sustancial a la cultura popular. Este fue el caso del
cristianismo y algunos principios del liberalismo radical, asociados a la Revolu-
ción Francesa que, para principios del siglo XX en Colombia, ya hacían parte de la
cultura popular. De tal forma, ideologías como el socialismo, el comunismo y el
anarquismo, no fueron asimiladas en forma mecánica, sino que pasaron por un
proceso de confrontación con la experiencia, para determinar finalmente qué se
rechazaba y qué se aceptaba. Así, el ateismo no consiguió muchos adeptos por la
fuerza que tenían las ideas religiosas en el pueblo, y durante un buen tiempo fue
rechazada la idea de la revolución violenta, por el predominio de una idea pacifis-
ta, producto de la evaluación crítica de la experiencia de las guerras civiles.
Esta prensa reflejaba una fase de transición del movimiento obrero, de la cual se
pasa del predominio de los artesanos al de los obreros asalariados. Estos dos grupos
sociales exigían una apertura del sistema político que permitiera su participación y
atendiera sus demandas, y compartían la creencia en la necesidad de una educación
para el pueblo y de la unión obrera; pero, mientras que para los primeros las leyes
proteccionistas eran una prioridad, para los segundos eran más importantes la cues-
tión de los salarios, la legislación obrera y la transformación del sistema social.
El paso de la prensa artesanal–obrerista y de la prensa radical a la prensa revo-
lucionaria no fue un proceso lineal ni total, ya que muchas de las características de
estos dos tipos de prensa permanecieron durante el siguiente período y algunos
procesos de ruptura se aceleraron. Sin embargo, podemos afirmar que algunos
acontecimientos actuaron como catalizadores de estos cambios: en el ámbito inter-
nacional, el impacto de la Revolución Rusa en 1917, y en el contexto nacional, la
fundación del Partido Socialista en 1919 y del Partido Socialista Revolucionario,
en 1926. El primero no sólo aportó elementos teóricos, sino un ejemplo de cambio
social concreto por vías de hecho, y acentúo el sentimiento de pertencia a una
comunidad internacional que perseguía un fin común. De manera muy cercana al
punto anterior, la creación de estos partidos políticos bosquejó una perspectiva
nacional para las organizaciones de los trabajadores.
La prensa fue el eje articulador del campo político y cultural del mundo obrero,
a través de la cual se manifestaban las expresiones más estructuradas del pensa-
miento, para educar políticamente y orientar la acción obrera. Este no fue un ejer-
cicio meramente teórico, sino, en gran medida práctico, fruto de la necesidad de
dar directrices concretas a los trabajadores, de responder a las acciones de los otros
204
LUZ ÁNGELA NÚÑEZ ESPINEL
actores políticos, y de adecuarse a las exigencias del movimiento obrero nacional
e internacional. El proceso de organización obrera significó un aprendizaje no sólo
de un lenguaje y una ideología particulares, sino también, de nuevas formas de
lucha y de actitudes y pautas de comportamiento social. En esta transformación, la
prensa cumplió una labor pedagógica que buscaba enseñar nuevos modelos socia-
les (el del proletario), símbolos, imaginarios y marcos morales.
El periódico no funcionaba solamente como medio de comunicación para difun-
dir un ideario político y cultural, sino que era un objeto con múltiples usos políticos,
culturales y sociales, que iban más allá de la lectura colectiva o individual, y en torno
al cual se desarrollaban relaciones sociales y políticas, que ayudaban a reforzar los
objetivos del periódico y que, además, se articulaban con los espacios de sociabili-
dad política popular, tanto de tipo formal como informal. Estos procesos de sociabi-
lidad, cobraron una especial importancia en ese contexto histórico, pues contribuyeron
en el aprendizaje social de valores, imaginarios y comportamientos.
En la mentalidad de la época, el periódico no era un artículo de consumo indi-
vidual, sino social. Los mismos periódicos enseñaban a sus lectores acerca de la
necesidad de apoyar la prensa obrera mediante la compra o suscripción, para luego
poner a circular ese ejemplar, de tal forma que pudiera llegar a todos aquéllos que
no tenían posibilidades económicas de comprarlo. En consecuencia, algunos luga-
res (sedes obreras, tiendas, cantinas, chicherías y talleres de artesanos), se convir-
tieron en centros de lectura y de controversia política, alternativos a los espacios
privilegiados de la sociabilidad política de la época.
Sin embargo, la propaganda obrera no buscaba crear una cultura exclusiva para
el pueblo, sino difundir la cultura que tenía al alcance, la cual debía convertirse en
patrimonio de todos los hombres, para dejar se ser el privilegio restringido de
pocos individuos. En este sentido, no podemos hablar de un proyecto obrero ten-
diente a consolidar una contracultura popular, excluyente y en oposición a una
cultura de elite, ya que estos sectores creían que había unos bienes universales
(razón, educación, ciencia, literatura, imprenta, democracia y libertad), que hasta
ese momento, en forma injusta, habían estado monopolizados, de donde se des-
prendía la necesidad de democratizarlos y hacerlos extensivos a toda la población.
En consecuencia, los periódicos explícitamente se auto–inscribían dentro de
unas categorías racional–iluministas y con base en ellas, elaboraron unos discur-
sos específicos, pero su lógica no pertenecía a esta matriz, sino a la dramático–
simbólica. Así, el ideario de ilustración, civilización y progreso (propio de la matriz
iluminista), se sustentaba en figuras dicotómicas, propias de la lógica simbólica,
tales como, “luz–tinieblas”, “Estado protector–pueblo abandonado” y “ricos per-
205
EL OBRERO ILUSTRADO
versos–pobres ingenuos”. Estos objetivos se pretendían alcanzar mediante una ac-
ción iluminista: educar al pueblo, tanto en lo científico, como en lo político. Lo
primero, se promovía a través de la publicación de artículos y conferencias sobre
adelantos agrícolas, técnicos, médicos y científicos, mientras que lo segundo, pre-
tendía dar a conocer ideas que eran relativamente nuevas en el medio colombiano
o que, pese a ser antiguas, no se habían realizado efectivamente. No obstante las
adaptaciones de estos temas políticos a formas populares de interpretar el mundo,
no puede despreciarse la contribución que estas publicaciones hicieron en la cons-
trucción de una cultura política democrática.
Aparte de los temas propiamente políticos e ideológicos, encontramos otros
tópicos que, por estar fuertemente vinculados con su proyecto político, fueron
tratados en forma recurrente: civilización, progreso, ciencia, alcohol, mujer y edu-
cación. Estos temas que, en principio, se derivan de la matriz racional–iluminista,
hacían parte del esfuerzo por construir al obrero ideal, quien no solamente debía
ser consciente políticamente, sino, además, ilustrado, racional y temperante. La
discusión de estos asuntos no era, en sí misma, una originalidad de la prensa obre-
ra, pues eran las cuestiones álgidas de la época para diversos sectores sociales.
Aunque había fuertes discrepancias en el diagnóstico y las soluciones propuestas,
en general, se presentaban dos fuentes de argumentación: por un lado, la religión
católica y, por otro, razón y ciencia. Los periódicos obreros no dudaron en esta
elección y se instalaron en el bando de la razón.
De esta manera, exceptuando en algunos aspectos el tema de la mujer, los de-
más discursos no pueden analizarse en forma aislada, puesto que todos están
concatenados en un proyecto político y social fundado en la ciencia y la razón. Así,
la ignorancia, el alcoholismo y el fanatismo religioso, son considerados factores
de atraso, de degeneración física y moral, y de sometimiento a las clases gobernan-
tes. Para superar este oscuro panorama, la educación se constituía en el medio más
idóneo para llevar la luz (ciencia y razón) al pueblo y encaminarlo por la senda del
progreso y la civilización.
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