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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 74 Don Leopoldo Batres Mención especial merece este estudioso considerado como el arqueólogo oficial del Porfiriato. Nació en la casa número 1 del Portal de Mercaderes en la Ciudad de México el 31 de diciembre de 1852, hijo de don Salvador Batres y doña Francisca Huerta. Fue bautizado en el Sagrario de la catedral de México y su acta de bautizo reza así: El infrascrito Cura Párroco del Sagrario Metropolitano de México: Certifica: que en el libro de bautismos número cuarenta, á fojas seis frente, consta que el día treinta y uno de diciembre de mil ochocientos cincuenta y dos, fue bautizado en esta Parroquia el niño Sabino Bebustiano Fran. de Paul Leopoldo Batres y Huerta. A pedimento de la persona interesada y para los usos que le convengan, extiende el presente en la Parroquia del Sagrario Metropolitano de México, á once de febrero de mil novecientos tres. Antonio Paredes. De niño, era su casa punto de reunión de destacadas personalidades de la política, entre quienes figuraban Lucas Alamán, Miguel Lerdo de Tejada, Melchor Ocampo, Antonio López de Santa Anna y otros más. La madre, doña Francisca, participaba de las tertulias y su opinión, según se dice, era atinada y de gran claridad. Su abuelo, don Antonio Batres, era oriundo de Guatemala y tenía en su casa una verdadera colección de objetos mineralógicos, de pintura, cerámica, escultura, numismática y ornitología. Toda esta información pude obtenerla gracias a que familiares descendientes de don Leopoldo, la familia Pruneda, me proporcionó documentos y fotografías de nuestro personaje, entre ellos una autobiografía de la primera parte de su vida, además de hojas de servicio militar, constancias, actas, etcétera. Desafortunadamente, en la autobiografía faltaban sus años de arqueólogo. En la primera parte nos habla de su ascendencia que se remonta a Bernal Díaz del Castillo y Pedro de Alvarado, amén de más de setenta condes y uno que otro marqués.

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 74

Don Leopoldo Batres

Mención especial merece este estudioso considerado como el arqueólogo oficial del Porfiriato. Nació en la casa

número 1 del Portal de Mercaderes en la Ciudad de México el 31 de diciembre de 1852, hijo de don Salvador

Batres y doña Francisca Huerta. Fue bautizado en el Sagrario de la catedral de México y su acta de bautizo reza

así:

El infrascrito Cura Párroco del Sagrario Metropolitano de México: Certifica: que en el libro de bautismos número cuarenta, á fojas seis frente, consta que el día treinta y uno de diciembre de mil ochocientos cincuenta y dos, fue bautizado en esta Parroquia el niño Sabino Bebustiano Fran. de Paul Leopoldo Batres y Huerta. A pedimento de la persona interesada y para los usos que le convengan, extiende el presente en la Parroquia del Sagrario Metropolitano de México, á once de febrero de mil novecientos tres.

Antonio Paredes.

De niño, era su casa punto de reunión de destacadas personalidades de la política, entre quienes

figuraban Lucas Alamán, Miguel Lerdo de Tejada, Melchor Ocampo, Antonio López de Santa Anna y otros más.

La madre, doña Francisca, participaba de las tertulias y su opinión, según se dice, era atinada y de gran claridad.

Su abuelo, don Antonio Batres, era oriundo de Guatemala y tenía en su casa una verdadera colección de objetos

mineralógicos, de pintura, cerámica, escultura, numismática y ornitología. Toda esta información pude obtenerla

gracias a que familiares descendientes de don Leopoldo, la familia Pruneda, me proporcionó documentos y

fotografías de nuestro personaje, entre ellos una autobiografía de la primera parte de su vida, además de hojas de

servicio militar, constancias, actas, etcétera. Desafortunadamente, en la autobiografía faltaban sus años de

arqueólogo. En la primera parte nos habla de su ascendencia que se remonta a Bernal Díaz del Castillo y Pedro

de Alvarado, amén de más de setenta condes y uno que otro marqués.

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 75 Su juventud se desarrolló en un ambiente hostil, pues el país se debatía en la lucha entre conservadores y

liberales. Perteneció al regimiento de Lanceros de Juárez hacia 1867 y posteriormente alcanzó el grado de

capitán de caballería que le expidió Sebastián Lerdo de Tejada, presidente de la República, el 12 de noviembre

de 1876. Días después fue hecho prisionero en Guanajuato al ser portador de documentos para el general José

Ceballos, pero pudo escapar y llegar a su destino, según constancia expedida por el general Julio Cervantes.

Su relación con nuestra disciplina se remonta al momento en que don Leopoldo vende una serie de

objetos arqueológicos al Museo Nacional, práctica que, al parecer, podía

realizarse, pues hemos encontrado

buen número de recibos en el

archivo del Museo donde se

asienta la cantidad recibida por tal

o cual persona y los objetos que se

adquieren. En el caso que nos

ocupa, tenemos varios de ellos

donde se menciona la cantidad

recibida y las características de las

piezas. Veamos algunos ejemplos:

"Recibí de la tesorería del Museo

Nacional la cantidad de doscientos

veinte y cinco pesos valor de un anillo de oro antiguo azteca que

le vendí. México, Mayo 19 de 1882, Leopoldo Batres".

Otro más dice así: "Recibí de la tesorería del Museo

Nacional la cantidad de doscientos diez pesos valor de una

colección antigüedades mexicanas compuesta de varios dijes

finos cascabeles de cobre, espejo de obsidiana, una máscara de

obsidiana y un teponaxtle. México, junio 16 de 1883, Leopoldo

Batres".

Un año más tarde, en 1884, vemos este otro recibo en que

se vende un fragmento de habitación que procede de

excavaciones practicadas por don Leopoldo en Teotihuacan:

"Recibí de la Tesorería del Museo Nacional la suma de diez pesos

valor de un fracmento de habitación tolteca de una excavación

que practiqué en una de las pirámides de San Juan Teotihuacan.

México 23 de julio 884, Leopoldo Batres".

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 76 En efecto, es en 1884 y 1886 cuando inicia excavaciones en Teotihuacan que dan por resultado el

descubrir el llamado Templo de la Agricultura, localizado en la Calzada de los Muertos muy cerca de la Plaza de

la Luna. Son de sobra conocidos los magníficos murales que recubrían sus paredes, de los que afortunadamente

se sacaron copias, pues por falta de técnicas de conservación que no existían en aquella época se perdieron

totalmente. Por sus aportes al conocimiento de Teotihuacan se le nombra, en 1886, Ciudadano del Estado de

México por el Congreso local. Dice así el documento: "Decreto núm. 94. El Congreso del Estado de México

declara lo siguiente: Artículo único: En atención al importante descubrimiento arqueológico hecho en las

pirámides de San Juan Teotihuacan el 25 de sept., del corriente año por el C, Leopoldo Batres, se le declara

Ciudadano del Estado."

Un trabajo que realizó don Leopoldo fue el de trasladar la Piedra del Sol o Calendario Azteca del lugar

que ocupaba en la torre poniente de la catedral metropolitana al Museo Nacional en la calle de Moneda. Algunas

noticias periodísticas dan razón de lo anterior, y es así como leemos en el Monitor Republicano del 29 de julio

de 1885 la siguiente nota: “Leemos en un periódico de la capital: ‘el que todos conocen, situado al pié de una de

las torres de Catedral, desaparecerá en estos días de aquel sitio para ser trasladado al Museo Nacional. Queden

así entendidos los que preguntan á toda hora del día qué se va a hacer con el calendario’.”

Al abundar sobre el tema, Leonardo López Luján nos dice de la manera en que Batres movió la pieza no

sin advertir la muñera mordaz en que se refiere don Leopoldo a otros intentos anteriores, como leemos en la cita

siguiente:

Después de largas meditaciones é ingeniosos aparatos y un presupuesto de dos mil pesos, resolvían que bajo todas estas condiciones, y construyendo una vía férrea desde el lugar á donde estaba colocado el Calendario hasta el interior del Museo Nacional, se atrevían a llevar á cabo tan difícil como peligrosa operación; pero que desde luego salvaban su responsabilidad en cualquier desgracia. El Sr. Sánchez [en aquel momento director del Museo], no queriendo seguir la práctica de sus antecesores y con el valor y audacia que se requieren en estos casos, sin más aparatos que cuatro gatos, seis poleas diferenciales, una plataforma, una media docena de vigas, y por todo arquitecto el maestro mayor de la maestranza de artillería, Sr. Juan Suarez (habilidísimo operario digno de toda mención y elogio por lo bien ejecutado de las maniobras), cinco maestranceros y una fagina de 20 soldados que se turnaban de diversos batallones, en el término de quince días trasladó el monolito al Museo Nacional á donde se haya hoy sano y salvo, y sin más gasto que seiscientos pesos en lugar de dos mil pesos á que subía el presupuesto de los facultativos.

Como podemos observar, don Leopoldo echó

mano del ejército (ostentaba el grado de capitán de

caballería) tal como lo hiciera también para el

traslado de la diosa Chalchiuhtlicue de Teotihuacan

al mismo Museo. Pero veamos algo curioso que ocurre por aquellos días con motivo del traslado del Calendario

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Azteca. Se trata de una hoja volante seguramente obra de Antonio Vanegas Arroyo, que tiene un grabado de

Manuel Manilla, quien colabora con don Antonio en sus famosas hojas, como también lo hiciera el famoso

grabador José Guadalupe Posada. Está fechada en agosto de 1885, coincidiendo así con el mes y año del traslado

de la pieza, en que el calendario se despide de lugares conocidos de la capital. Los versos no son de pluma

educada y no disimulan su proveniencia popular, en los que se alude al traslado realizado por los soldados que

utilizó Batres. Se titula "El adiós y triste queja, del gran Calendario Azteca":

"Adiós, Montepío querido, Adiós, bella Catedral. Me despido ya de ustedes Ya me llevan á encerrar. ¡Cuántos lustros ya pasé Al pié de ésta hermosa torre, Que inexorable en el tiempo! Válgame Dios como corre! No hay cosa que no se borre Y se pierda en la memoria, Ejemplo vivo es mi historia Que acertar nadie hay podido; ¡y triste de mí me voy; Adios, Montepío querido! Como el Caballo de Troya Ya me llevan estirando Y los soldados me jalan Entre gimiendo y llorando Mucho sudor voy costando Porque algo pesado soy, Para el Museo yó me voy Donde me van á encerrar. Por eso digo llorando: ¡Adiós, bella Catedral! Ya no veré más el Zócalo Donde pasea tanta rota. Ni á ese muchacho atrevido Que echa el agua por la bota No oiré más tocar la jota De la hermosa Estudiantina, Me voy para la cocina Con permiso de usarsedes, Pero con gran sentimiento Me despido ya de ustedes. Ya me despido también De las demás fuentecitas, De cocheros y lacayos, Y de las lindas gatitas Ya jamás oiré sus cuitas Ni lances de sus amores.

Adiós, árboles y flores, Adiós, también barandal, A la prisión del Museo Ya me llevan á encerrar. No se juzguen muy seguros Los que se hallan elevados Miren que á mí me bajaron A impulso de los soldados. Ya permitieron los ados Sea por mi bien ó mi mal, El que triste me despida Del Gran Teatro Nacional. Lo mismo del Principal, Y del Hidalgo, en Corchero, Adiós, edificios todos Pues ya siento que me muero. Adiós, kiosko de cristal Donde se venden las flores, Cerro de Chapultepec, Adiós, panteón de Dolores. Adios portales queridos De Flores y Mercaderes, En donde dejo á Martínez Comerciando con papeles. Adiós, chica callejuela. También tú Diputación, Ya me llevan arrastrando A una lóbrega prisión. Este último adiós postrero Se lo digo al que sin seso, Piense que peso cual pluma Y que me levante en peso. Adiós, mexicanos todos, Si verme, tienen deseo, Dentro muy poco parado Me verán en el Museo.

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Trabajó Batres arqueológicamente en distintos lugares que suman alrededor de cuarenta. Incluso realizó

trabajos en Cliff Palacio Mesa Verde y Pino, en Colorado, Estados Unidos. Ya dije de sus primeras excavaciones

en Teotihuacan, a donde volverá en la primera década del siglo XX, de las que hablaremos más adelante. En

1900 emprende labores de rescate arqueológico en la Calle de las Escalerillas, detrás de la catedral de México,

donde se estaba construyendo un drenaje de 2 m de diámetro que corría de oriente a poniente en medio de la

calle mencionada, el que por cierto atravesó el Templo Mayor azteca destruyendo parte del lado dedicado a

Huitzilopochtli. Don Leopoldo no se dio cuenta de esto, pues pensaba que este importante edificio se hallaba

debajo del máximo templo cristiano, por lo que esperó, según relata en su informe que publicó con el nombre de

Exploraciones Arqueológicas en la Calle de las Escalerillas, a que dicha obra llegara hasta el tramo de calle que

comenzaba en la esquina de Relox (hoy Argentina) y Escalerillas (hoy Guatemala), para continuar hacia el

poniente a lo largo de la manzana detrás de la catedral. Para

estos trabajos tuvo que solicitar el apoyo del presidente de la

República, pues no fueron pocos los problemas que tuvo que

enfrentar con contratistas, periodistas y hasta médicos que

pensaban que podía desatarse una epidemia.

El tesón de Batres y su hijo fue enorme y finalmente llevó a

cabo sus labores. El escrito de Batres es una especie de diario

de campo, pues informa acerca de los hallazgos que ocurren

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día a día y describe los objetos con sus medidas. Algunos de sus planteamientos son atinados, como cuando

encuentra las figuras del dios del viento, pero su falla principal fue la de no reconocer que los primeros escalones

que descubre corresponden a la plataforma del Templo Mayor, por las razones ya señaladas. Pese a esto, el

trabajo fue un aporte para el conocimiento de los diversos materiales que reporta en su diario y el lugar en donde

se localizaron. Hay que señalar un dato importante que había pasado desapercibido para quienes leyeron el

trabajo de don Leopoldo: la ubicación en un plano de los objetos encontrados, donde se precisa su profundidad y

distancia a partir del cruce de las calles de Santa Teresa (hoy Guatemala) y del Relox (hoy Argentina), lugar

donde comenzó la excavación. Se trata, pues, de una técnica de localización de objetos con base en un sistema

bidimensional (distancia a partir de un punto específico y profundidad), con lo que no se tiene una ubicación tan

precisa como se logra con la técnica tridimensional que desde hace muchos años se emplea en arqueología. Pese

a esto, hay que reconocer la preocupación de Batres por aplicar lo anterior ya que, hasta donde sabemos, no se

tenía por aquel entonces mayor control de los materiales en excavación.

Don Leopoldo realiza excavaciones en sitios como Xochicalco, Isla de Sacrificios y en otros lugares.

También lo hace en Monte Albán, Oaxaca, en 1901, y en Mitla al año siguiente. En este último lugar se encontró

no hace mucho una placa empotrada en uno de los muros de uno de los palacios que dice así:

Aviso: está prohibido escribir letreros en los muros de estos edificios, así como rayar, ensuciar las construcciones y arrancar piedras de ellas. El infractor de esta disposición será consignado a la autoridad federal para que se le aplique la pena correspondiente. El Inspector General y Conservador de los Monumentos Arqueológicos: Leopoldo Batres.

Pero vayamos a uno de los más importantes trabajos emprendidos por don Leopoldo: la excavación de la

pirámide del Sol en Teotihuacan. Resulta que el gobierno de don Porfirio se preparaba para celebrar con bombo

y platillo el centenario de la Independencia de México en 1910. Con tal fin, se planearon diferentes actividades

en donde la arqueología también desempeñaría su papel. Dentro de las actividades programadas —de las que nos

habla don Genaro Garda en su obra Crónica Oficial de las Fiestas del Primer Centenario de la Independencia de

México— tenemos la participación del Museo Nacional en dos: la invitación a participar en un concurso sobre

diversos temas, entre ellos los referentes a historia, y una serie de nuevas obras que se realizaron en el Museo

para remozarlo, entre las que se cuentan la apertura de una nueva sala dedicada al Arte Industrial Retrospectivo,

El inmueble permaneció cerrado hasta que el 28 de agosto abrió nuevamente sus puertas para inaugurar las obras

por parte de don Porfirio y su Estado Mayor, quien recorrió el Salón de Monolitos y las salas de Etnología,

Historia y otras más, haciéndosele entrega de! libro Documentos Históricos Mexicanos, editado con motivo del

Centenario de la Independencia« Sin embargo, nos interesa en particular el hecho de que se le encomendaron a

don Leopoldo iniciar excavaciones en Teotihuacan, para lo cual Batres planeó hacer trabajos en la pirámide del

Sol y sobre la plataforma en forma de U que la rodea. Los trabajos comenzaron el 20 de marzo de 1909. El

informe de 1906 lo inicia don Leopoldo haciendo una corrección en relación con las dimensiones del

monumento, que había sido definido por la Comisión Científica de Pachuca años atrás (1865) antes de ser

excavado, por lo que una vez hecho esto ya se pudo conocer —según su descubridor— el tamaño real alcanzado

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por la pirámide: de norte a sur 225 m y de este a oeste 219.80 m. En cuanto a la altura, la Comisión reportaba 62

m en tanto que para don Leopoldo ésta tenía 66 m. El motivo de excavar este enorme monumento se debió,

según el autor, a que se trataba del "más grande e importante de aquel grupo arqueológico". A continuación

describe la excavación de la pirámide adosada en su fachada principal, las escalinatas y otros hallazgos. No voy

a extenderme más acerca de lo que fue encontrando, pues se reporta en el informe mencionado, pero sintetizaré

algunas de las técnicas empleadas, de los descubrimientos que considero más significativos y algunas soluciones

e ideas del autor acerca de la pirámide del Sol.

De la técnica utilizada durante la excavación, nos dice don Leopoldo en su publicación que fue la de

empezar de abajo hacia arriba en lugar de hacerlo a la inversa. Respecto a la técnica de consolidación del edificio

y de sus muros formados por piedras unidas entre sí con lodo, nos dice de la manera en que solucionó el

problema, técnica que posteriormente y hasta hoy día siguen empleando los arqueólogos para la consolidación de

edificios:

Hace ya muchos años que en las ruinas de Teotihuacan había yo hecho excavaciones, y conozco perfectamente el estado en que se encuentran aquellos restos toltecas. La manera que me pareció más apropiada para consolidar los monumentos sin que éstos pierdan su autenticidad fue la de encargar a una cuadrilla de albañiles hábiles que con pequeñas cucharitas escarbasen a la profundidad de diez centímetros la argamasa del lodo que une las piedras, y sin que éstas se movieran de su lugar se les uniese con pequeños pedazos de toba volcánica y argamasa de cal, arena y cemento, revocando las juntas en que se habían introducido mezcla y piedras. Este procedimiento de consolidación lo he seguido en los edificios que a diario descubro.

Pese a los aciertos de Batres, también hay cosas que lamentar. Una de ellas es que rompió parte de la

plataforma que rodea a la pirámide para poder sacar por ahí el voluminoso escombro proveniente de las

excavaciones, en un trenecito que servía para tal fin. Otro desacierto fue el construir su campamento sobre la

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plataforma, junto a la abertura anterior. Pero quizá lo más lamentable fue el reconstruir un cuerpo más a la

pirámide del Sol. Es importante advertir que en varias ocasiones don Leopoldo se refiere a la pirámide como un

monumento formado por cuatro cuerpos en talud superpuestos, lo que a mi juicio es correcto, además de incluir

un dibujo del edificio con los cuatro cuerpos y en cada esquina la presencia de un esqueleto de infante que dijo

haber encontrado. Sin embargo, no media explicación posible para que hubiera construido un extraño cuerpo

después del tercero, con lo cual el edificio alcanza un total de cinco cuerpos, con lo que se distorsiona la

verdadera imagen del mismo. Debieron pasar varios años hasta que, en 1947, el pasante de la Escuela Nacional

de Antropología, Rémy Bastían, escoge como tema de su tesis profesional el de la pirámide del Sol en

Teotihuacan. Allí hace ver algunas incongruencias del trabajo de don Leopoldo en muchos aspectos. Por un lado,

no está de acuerdo con lo que piensa Batres acerca de la plataforma en forma de U que rodea a la pirámide, ya

que Batres suponía que servía para darle consistencia y ñrmeza al edifìcio, lo que evidentemente no es correcto.

Por otra parte, hace ver que el aumento del cuerpo arquitectónico en cuestión fue un desacierto de su

reconstructor. Dice así, después de un minucioso análisis in situ:

Es un casi psicológico. El cuarto cuerpo es falso y data de 1905-1906. Llegué a esta conclusión después de estudiarlo desde 1945 y revisarlo minuciosamente. Los trabajadores, como el maestro Cipriano, quienes tomaron parte en la exploración de Batres, me proporcionaron valiosos datos en cuanto a los métodos de reconstrucción empleados en la pirámide.

La crítica fue contundente y, pocos años después, Gamio se refirió a los trabajos de don Leopoldo en

Teotihuacan de la siguiente manera:

Desgraciadamente, tampoco en este caso se formó un plan general ni se hizo el plano detallado de los montículos que componen la ciudad. La pirámide fue desfigurada, pues habiéndole quitado una capa de siete metros de espesor en su lado sur y de distintos espesores en los otros, y no habiendo sido trazadas las aristas, se advierten grandes irregularidades en su forma, lo que no es creíble que tuviera...

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Para Ignacio Bernal no está entre los investigadores destacados y le dedica apenas algunos renglones en

su obra:

Entre 1885 y 1910 Leopoldo Batres realizó numerosos trabajos de exploración y a veces de reconstrucción de monumentos, particularmente en Teotihuacan y Mitla. Encontró importantes ofrendas en las Escalerillas, en la ciudad de México, mejor descritas por Tweedie [...] que por el propio Batres, y es que este autodidacta exploraba desconociendo toda técnica y aún todo estudio serio. Obtenemos más datos útiles en las modestas exploraciones de Charnay en Teotihuacan que en toda la obra de Batres en la inmensa ciudad.

Pese a la crítica lapidaria de Bernal, éste hace ver aspectos que considera positivos cuando dice:

Pero con todo hay que recordar que fue verdadero pionero en el centro de México, y que a través de él por primera vez el Estado mexicano aportó fondos para la excavación y reconstrucción de monumentos antiguos, lo que no había ocurrido desde tiempos de los últimos Borbones en Palenque ni en los recorridos de Dupaix. Por tanto, al entusiasmo de Batres se debe la reanudación de esa tradición que ha permitido hasta nuestros días seguir estudiando las ruinas.

Lo anterior se logró gracias a la creación por parte del gobierno, el 8 de octubre de 1885 para ser más

precisos, de la plaza de Inspector y Conservador de Monumentos Arqueológicos de la República, que según

Batres fue idea suya. Gracias a esto, se ponía en manos del Estado la salvaguarda de los monumentos

arqueológicos como parte del patrimonio nacional. Se tomaba conciencia de que estos monumentos son parte de

su historia y de ahí la necesidad de protegerlos. Hemos encontrado el oficio por medio del cual se le da el

nombramiento a don Leopoldo, a la vez que se le asigna el sueldo que le corresponde, dirigido al director del

Museo Nacional, dependencia a la cual queda adscrita la Inspección. Dice así:

El Secretario de Justicia e Instrucción Pública con fecha 8 del actual dice á esta Junta lo que sigue:

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 83

El Presidente de la República á tenido a bien nombrar al C. Leopoldo Batres Inspector y Conservador de Monumentos arqueológicos de la República, con la gratificación mensual de $150 que el interesado empezará a disfrutar desde esta fecha, con cargo á la partida 6.530 del presupuesto vigente.

Lo que tengo la honra de transcribir á U. para su conocimiento y fines consiguientes. Libertad y Constitución, México octubre 13 de 1885.

Vamos a transcribir un documento que considero de suma importancia, ya que en él se establecen las

instrucciones que tiene dicho cargo, firmado por don Justo Sierra en 1908, es decir, 23 años después de creado el

mismo, pero que no debió variar mucho de las instrucciones

iniciales. Está dirigido al director del Museo, pues ya sabemos que a

él está adscrita la Inspección, y aunque un tanto extenso, nos

permite ver los alcances que tenía bajo su control y, aunque depende

del Museo, la verdad es que el documento da enormes prerrogativas

al Inspector de Monumentos (en este caso Batres) y el deber de

informar directamente a la Secretaría de Instrucción Pública y

Bellas Artes todo lo concerniente a su cargo:

El Presidente de los Estados Unidos Mexicanos ha tenido a bien acordar las siguientes instrucciones generales para que conforme á ellas se efectúe la Inspección y Conservación de Monumentos Arqueológicos de la República.

1ª.- Tendrá a su cargo la Conservación de los Monumentos Arqueológicos de la República el Inspector y Conservador General de éstos.

2ª.- Dicho Inspector impedirá que se hagan excavaciones, reparaciones o traslaciones de monumentos arqueológicos, así como cuanto tienda a modificar las condiciones en que estos se encuentren, salvo que la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes conceda autorización para hacer esas obras, en cuyo caso la comunicará al propio Inspector para que se efectúen, después de su informe y mediante su intervención.

3ª.- En el desempeño de sus funciones el referido Inspector General podrá entenderse de un modo directo, si hubiere urgencia, con las autoridades políticas respectivas y solicitar su ayuda cuando sea preciso; pero en todo caso comunicará desde luego á la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes las determinaciones que tome.

4ª.- La Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes comunicará al Inspector de Monumentos Arqueológicos las adquisiciones que vaya haciendo el Museo Nacional y le remitirá al efecto fotografías de esas adquisiciones. El relacionado Inspector General anotará en un libro especial los objetos arqueológicos de los que reciba la noticia de que acaba de hablarse y formará álbumes con las respectivas fotografías; informará enseguida a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes si á su juicio los objetos de que se trata provienen de algún monumento arqueológico y han sido desprendidos del mismo y dará á conocer á la propia Secretaría su opinión acerca de la autenticidad, origen y primer destino probable de cada objeto, para que á su vez dicha Secretaria la comunique al Director del Museo.

5ª.- El Inspector General de Monumentos Arqueológicos tendrá obligación de dar aviso a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes de todo descubrimiento ó hallazgo de monumentos ú objetos arqueológicos de que tenga noticia.

6ª.- El mismo Inspector intervendrá cuando se intente exportar objetos arqueológicos e informar á la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes manifestándole si a su juicio puede hacerse la exportación para que dicha Secretaría resuelva.

7ª.- En caso de que las Aduanas decomisen objetos arqueológicos cuya exportación está prohibida los remitirán al Inspector General de Monumentos para que éste de a la Secretaría de Instrucción Pública

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 84 y Bellas Artes el informe á que se refiere la instrucción precedente, después de lo cual si la Secretaría resuelve que dichos objetos no pueden exportarse, el propio Inspector los remitirá al Director del Museo Nacional de Arqueología é Historia.

8ª.- Independientemente de los informes especiales que debe rendir el Inspector General de Monumentos Arqueológicos á la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, en cuanto á cada una de las obras de exploración y conservación que vaya efectuando, rendirá á la mencionada Secretaría un informe anual en el mes de junio, y en él dará cuenta de cuanto sirva para caracterizar las condiciones en que estén los monumentos encomendados a su cuidado.

Lo comunicó a usted para su inteligencia y fines consiguientes. Libertad y Constitución, México, 22 de Diciembre de 1908.

Respecto al punto 7 sobre las Aduanas, cabe señalar que en los periódicos de la época se reportan varios

decomisos de piezas arqueológicas en diversas aduanas del país, lo que indica que, por lo menos en algunos

casos, este aspecto tuvo su repercusión en quienes trataban de traficar con estos materiales.

No era Batres persona de fácil trato. A lo largo de su vida vemos

distintos roces que tiene con otros tantos personajes. Quizás influyó en ello su

formación militar, pero el hecho es que las dificultades en que se vio envuelto

lo pintan como un individuo incluso irascible. Cuando don Francisco del Paso y

Troncoso llevó a cabo sus trabajos en la costa veracruzana, la prensa no dejó

pasar estas labores sin meter baza en el asunto. En el Monitor Republicano del

9 de abril de 1891 se dice en torno a esto:

Como se sabe, el Secretario de Justicia ha nombrado al Sr. Troncoso para que visite las ruinas del Tajín, Distrito de Papantla en el Estado de Veracruz.

Este señor, es Director del Museo. Somos de opinión que, habiendo un conservador de los monumentos arqueológicos, debe este empleado hacer tales excursiones, hé allí su deber, para ello está nombrado.

El Sr. Troncoso hace falta en el Museo; en vez de andar arqueologizando, es más conveniente que procure las reformas necesarias en aquella importante oficina.

¿Para qué sirve el inspector y conservador de los monumentos arqueológicos?... Además si nuestra memoria no es infiel, el señor Batres inició la exploración de las ruinas del Tajín, cuya

excursión fue aprobada por el Presidente de la República el mes de septiembre último. Ignoramos por qué no se llevó á cabo el acuerdo del General Díaz.

Un hecho significativo sobre el carácter de Batres lo tenemos en lo que nos relata Ángeles González

Gamio. Resulta que en una de las reuniones preparatorias para el XVII Congreso Internacional de Americanistas

a celebrarse en México en 1910, se encontraban reunidos quien fungía como presidente del Congreso, Genaro

García, acompañado de otros asistentes, cuando de repente irrumpió en el salón Leopoldo Batres y lo que

aconteció quedó asentado en el acta timbrada que se levantó de aquella sesión:

En ese momento se presentó el Sr. D. Leopoldo Batres, quien abrió la puerta del salón que estaba cerrada, vio quiénes estaban adentro y penetró, saludó al Sr. Presidente y a dos o tres personas más, y se dirigió resueltamente al Sr. Lic. D Ramón R. Mena, y sin motivo alguno, le dijo a plena voz: "A U. no le doy la mano, porque es un miserable", e hizo el impulso de darle un golpe con la mano: que el Sr. Presidente, repuesto de la natural y explicable sorpresa que lo imprevisto de este hecho le causó, se levantó y reprendiendo al Sr. Batres su conducta, le hizo salir del salón, no sin que el propio Sr. Batres continuara insultando al Sr. Lie Mena, y sin que le dijera que lo iba a esperar afuera para pegarle.

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 85 Don Leopoldo entabló polémica con Alfredo Chavero a raíz del traslado del famoso monolito que hoy

conocemos como Chalchiuhtlicue desde Teotihuacan al Museo en la calle de Moneda. A lo anterior se une la

opinión negativa que de nuestro personaje tenía la doctora Zelia Nuttal, distinguida investigadora que por

entonces se encontraba en nuestro país haciendo sus estudios. Pero esto nos lleva a otro tema de sumo interés

para aquellos años, como son las investigaciones realizadas por una serie de especialistas y de otras tantas

instituciones que se interesaron en el pasado de Mesoamérica.

Las investigaciones extranjeras

Ya hemos visto lo concerniente a las investigaciones, publicaciones e instituciones nacionales que

surgen durante el Porfiriato. Vamos ahora a analizar los aportes que durante ese mismo periodo se dieron con la

presencia extranjera en nuestro país. Lo primero que hay que señalar es que, a diferencia de lo que ocurre hacia

mediados del siglo XIX con los viajeros y algunos estudiosos de la época, no exentos de un tanto de

aventurerismo, hacia finales del siglo tenemos la actividad tanto en el gabinete como en el campo de una serie de

investigadores y de instituciones que, al igual que lo hiciera nuestro Museo Nacional, crean sus propios órganos

para difundir los logros alcanzados. Me refiero a instituciones como la Smithsonian, que desde muy temprano

comenzó sus actividades en estudios y publicaciones arqueológicas, siendo la primera dedicada a los

monumentos antiguos del valle del Mississippi (1848) y posteriormente fue ampliando sus series editoriales

como la Smithsonian Annual Report iniciada en 1865 y otras más. Otra institución de apoyo a los estudios

antropológicos fue el Peabody Museum de la Universidad de Harvard, que crea sus Peabody Museum,

Archaeology and Ethnological Papers y Memoirs of the Peabody Museum of American Archaeology and

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Ethnology, publicaciones en las que aparecieron muchos trabajos dedica dos a la arqueología de Mesoamérica.

También tenemos a la Carnegie Institution of Washington, establecida hacia 1901 y 1902, que entre sus

principios tiene los de apoyar investigaciones en ciencias, literatura o arte, así como cooperar con gobiernos,

universidades, escuelas técnicas e investigadores. Entre sus funciones están las de publicar y distribuir

documentos y celebrar reuniones académicas. Otra institución que por entonces comenzaba su participación en

estudios arqueológicos en nuestro país fue el Field Museum de Chicago. Más adelante veremos algunas

contribuciones de estas instituciones a la arqueología mexicana.

Para comenzar a relatar acerca de algunos de los más destacados investigadores de aquella época,

tenemos la presencia de un estudioso importante para la zona maya. Me refiero al británico Alfred Percival

Maudslay (1850-1931). Visitó diversos sitios arqueológicos tanto en Guatemala como en México y Honduras,

visitas que se iniciaron en 1881 y se prolongaron hasta 1894. De sus viajes de estudio tenemos como resultado la

publicación de una magna obra titulada Biología Centrali-Americana, en la que incluye partes escritas con

interpretaciones del autor y álbumes de dibujos y fotografías de una gran cantidad de sitios y de monumentos

presentes en los mismos. Estos volúmenes fueron editados entre febrero de 1889 y 1902 en Inglaterra. Así,

tenemos como ejemplo los que forman el volumen I, en donde trata lo relativo a Copán, en Honduras. El

volumen II cuenta con visitas y estudios de sitios como Quiriguá, Ixcun, Yaxché, Rabinal, Chacujal, Utatlán e

Iximché en Guatemala y Menché en México, que no es otro que Yaxchilán. El volumen III está dedicado a

Chichén Itzá y a Tikal, y el IV a Palenque. Algo importante por parte de este autor es que en cada caso comienza

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por darnos relación de quienes antes de su visita habían estado en esos lugares. También incluye el trabajo de J.

T. Goodman que trata acerca del desciframiento de los glifos mayas, en los que llega a identificar las variantes

de cabeza de los numerales. Con los análisis de Maudslay y los estudios de Goodman se abría la puerta para

posteriores trabajos en este campo. Acerca de esto nos dice Ignacio Bernal, refiriéndose a Maudslay: "Pero la

interpretación de las inscripciones en piedra sólo pudo iniciarse gracias a otro gran estudioso de ese tiempo,

Alfred Percival Maudslay".

Párrafos adelante agrega: "sin cuya obra mucho del adelanto hubiera sido imposible, y que ha servido y

sigue sirviendo a varias generaciones de estudiosos mayas en el campo del desciframiento de la escritura y

calendario de este pueblo, tema iniciado por Landa cuatro siglos antes".

Para Mercedes de la Garza, con Maudslay surge una visión científica especialmente a los estudios sobre

Palenque. Nos dice esta autora:

trabajó ya con unos métodos y un rigor científico más cercanos a los que se emplearán en las exploraciones realizadas en el siglo XX, aunque hizo una arqueología esencialmente descriptiva. Es considerado como uno de los iniciadores de la ciencia arqueológica, la cual ha contribuido a desechar la mayoría de las hipótesis sobre los indígenas mesoamericanos basadas sólo en las fuentes escritas...

No cabe duda que trabajos como los de Maudslay abrieron perspectivas y sentaron bases firmes e

importantes para futuros trabajos. Baste recordar que la cronología Goodman-Martínez-Thompson tuvo su

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origen en aquel momento para más tarde ser perfeccionada por otros autores, como Thompson, y adquirir el

nombre con el cual se le conoce.

Uno de los más grandes americanistas de aquella época lo fue, sin duda, Eduard Seler (1849-1922).

Nacido en Crossen, Alemania, sus primeros estudios estuvieron dedicados a las ciencias naturales para después

dedicarse totalmente a la etnografía, la lingüística y la arqueología. Uno de sus primeros trabajos fue acerca de la

lengua chibcha, lo que le valió, hacia 1885, el cargo de director adjunto de la Sección Americana del Real Museo

Etnográfico de Berlín, junto a Adolf Bastian. Este acercamiento con Bastian se ha considerado como un punto

muy importante en su vida, además de la publicación y éxito de su obra Los primeros hombres y los tiempos

prehistóricos, en particular con respecto a los aborígenes de América. Según la obra de igual nombre del

marqués de Nadaillac. A esto se une el haberse casado con Caëcilie Sachs, que tenía una buena posición

económica, lo que facilitó a Seler el dedicarse totalmente a la investigación y a emprender viajes junto con su

esposa. También contó con el apoyo y mecenazgo del duque Florimond de Loubat, a quien se debió que Seler

ocupara la cátedra de lingüística, etnología y arqueología americanas de la Universidad de Berlín, además del

patrocinio de viajes que realizó el investigador. Su tesis doctoral en Leipzig fue presentada en 1887 con el tema

"El sistema de conjugación de las lenguas mayas". En Alemania ocupó el cargo de jefe del Departamento

Americano del Museo de Berlín y el de profesor de la Universidad Humboldt, con sede en la misma ciudad.

Llegó a México hacia 1887-1888 y visitó el país en varias ocasiones, una de ellas en 1907 al ser contratado por

el director del Museo Nacional, Genaro García, para realizar la clasificación y catalogación de la colección

arqueológica del Museo con un sueldo considerable si se compara con los que recibían los investigadores de la

institución.

Cabe destacar que a él se deben trabajos acerca de los mitos, códices, religión y otros temas que aún hoy

día son fuente obligada para quienes desean llevar a cabo estudios en esos campos. Entre los códices por él

analizados tenemos el Borgia, el Fejérváry Mayer, el Tonalámatl de Aubin y el Vaticano B. Sus obras

etnográficas fueron recopiladas y publicadas en Berlín entre 1902 y 1915 en cinco volúmenes con el título

Gesammelte Abhandlungen. En cuanto a sus trabajos arqueológicos, realizó recorridos por distintos sitios del

país y vale la pena destacar entre sus aportes el estudio Las excavaciones en el sitio del Templo Mayor de

México y La cultura de Teotihuacan. Ignacio Bernal considera que pertenece a la época preestratigráfica, lo que

le impide establecer una cronología y comprender la presencia de pueblos distintos que ocuparon el mismo lugar

sucesivamente. Sin embargo, hace ver que "el análisis metódico y cuidadoso ha hecho de la obra del profesor de

Berlín la base para muchos estudios posteriores". Fue el primer director y maestro de la Escuela Internacional de

Arqueología y Etnología Americanas, con sede en México, a la que nos referiremos más adelante.

Según Teresa Sepúlveda, en sus trabajos de tipo arqueológico hay influencia de la obra de Robert Lowie.

Además, y a diferencia de lo dicho por Bernal, Sepúlveda menciona que durante sus excavaciones en México y

en Guatemala siempre quiso encontrar secuencias de niveles culturales con el fin de establecer una cronología "y

una sucesión de diferentes etnias; para ello aplicó siempre un riguroso método estratigráfico". En efecto, lo

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anterior queda manifiesto en el informe que Seler rinde como director de la Escuela Internacional de

Arqueología y Etnología Americanas al presidente de la misma, Ezequiel Chávez, la cual reproducimos en el

siguiente capítulo. La posición teórica de Seler era la de un desarrollo evolutivo multilineal de las culturas

americanas, ya que consideraba que pueblos con menor desarrollo podían, gracias a influencias externas,

alcanzar niveles superiores.

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 90 Una investigadora que tuvo una enorme influencia en los estudios mesoamericanistas fue Zelia Nuttall

(1857-1933). Nacida en San Francisco, California, tuvo la oportunidad de viajar por

diversos países de Europa, donde se interesó en el pasado mesoamericano. Su nombre ha

perdurado por sus aportes y estudio, destacando entre ellos el que realizara acerca del

códice que lleva su nombre. Fue durante su estancia en

Florencia en 1890 que tuvo noticias del Códice Zouche, que

finalmente pudo verlo y estudiarlo en el Museo Británico. A

ella se debe la edición facsimilar del documento ocurrida en

1902, misma que ha servido para diversas reediciones del

mismo. Del estudio en cuestión nos dicen Ferdinand Anders, Maarten Jansen y

Gabina Pérez, quienes han hecho una nueva interpretación del códice:

En su comentario, Zelia Nuttall analizó el códice como una narración histórica, hecho muy novedoso para aquel tiempo en que las escrituras mexicanas antiguas eran vistas en su mayoría como almanaques religiosos y manuales de astronomía oculta. De ahí la evaluación de Ignacio Bernal en su Historia de la Arqueología en México: "cabe a la señora Nuttall, la primera mujer que hace una aportación valiosa a la arqueología mexicana, el honor de haber empezado la tarea, por mucho que haya sostenido algunas ideas indefensibles hoy día".

Una de esas ideas era la de pensar que el códice Zouche-Nuttall por ella

estudiado pertenecía a la cultura mexica o azteca.

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 91 Zelia Nuttall contó con el apoyo del Peabody Museum, quien le publicó en 1901 su libro The

fundamental principies of Old and New World Civilizations donde estudia diversos monumentos como el Chac

Mool, la Piedra del Sol, la Coatlicue, las estelas de Cotzumalhuapa, Guatemala, y muchos otros más.

Esta investigadora llegó a México en 1900 y se estableció en Coyoacán, donde adquirió la Casa de

Alvarado. Perteneció a varias instituciones académicas, como la Sociedad Científica Antonio Alzate y la Societé

de Americanistes de París. Tuvo un papel destacado en la vida académica del país, a lo que me referiré más

adelante.

El apoyo e interés de estas instituciones fueron, la mayor de las veces, positivas para el conocimiento de

los sitios y culturas estudiadas. Es el caso del Peabody Museum de la Universidad de Harvard, aunque también

se dio la situación de apoyar a personas que tuvieron actitudes negativas y de consecuencias poco favorables

para la arqueología. En el primer caso tenemos los trabajos desarrollados por Teoberto Maler (1842-1917), quien

durante varias temporadas (1898, 1899-1900 y 1904-1905) trabajó con apoyo de esa institución en la región

maya, en particular en Chiapas, Guatemala y Belice. Maler nació en Italia pero adoptó la nacionalidad austríaca

cuando ya se había graduado de arquitecto e ingeniero. Acompañó al ejército de Maximiliano cuando vino a

México, donde alcanzó el grado de capitán. Después de la muerte del emperador, permaneció en el país y visitó

Guerrero y Oaxaca, en donde realizó fotografías, especialmente de Mitla (1875). Los siguientes años los pasó

recorriendo Oaxaca y Chiapas; visitó Palenque, donde tomó fotografías, levantó planos y dibujos e hizo

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descripciones de edificios y tableros. En 1878 regresó a Europa para enfrentar problemas judiciales en relación

con su patrimonio personal, para regresar a México en 1884 y volver a emprender sus recorridos por el sur de

Yucatán y el norte y centro de Campeche. Sus andanzas lo llevaron a casi un centenar de sitios antiguos. Por

cierto que en Kabah dejó un graffiti que dice "Teoberto Maler Febrero 1887". Fue, quizá, el primer europeo que

pasó por Cobá. Varios años más tarde fue cuando el Peabody le solicitó lo que antes mencionamos, sobre lo que

Antonio Benavides ha dicho: "De esta forma elaboró detalladas descripciones, planos, dibujos y excelentes

fotografías de varios sitios localizados sobre el río Usumacinta, en la selva lacandona y en el norte de

Guatemala".

Estos materiales fueron publicados por el Peabody Museum en varios volúmenes. En el primero,

publicado en 1901, trata de seis ciudades mayas: La Reforma, Chinikiha, Chancala, Xupá, Petha y Piedras

Negras. El segundo (1903) incluye ocho sitios del área del Usumacinta: El Cayo, Budsilha, La Mar, El Chile,

Anaite II, El Chicozapote, Yaxchilán y San Lorenzo. En el siguiente (1908) atiende lo relativo a cuatro zonas:

Altar de Sacrificios, Seibal, Itsimte-Sacluc y Chancuen. Otro volumen trata de Topoxte, Yaxhá y Naranjo

(Guatemala) y Benque Viejo en Belice (1908). El quinto volumen incluye dos lugares guatemaltecos: Mosul de

San José y Petén Itzá (1910). El último libro financiado por el Peabody trata acerca de la imponente ciudad de

Tikal, en Guatemala (1911). Hay un detalle curioso, ya que Maler había instalado su laboratorio fotográfico y su

lugar de habitación en la estructura 5D-65 de Tikal, de donde devino el llamarle a este edificio "Palacio de

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Maler". El gusto del investigador por dejar constancia de su paso por estos lugares lo llevó, una vez más, a

grabar en uno de los dinteles del monumento un graffiti con la inscripción "Teoberto Maler 1895-1904".

Este investigador continuó viviendo en Mérida, donde murió el 22 de noviembre de 1917, ya cerca de

los 76 años de edad. Fue enterrado en el Cementerio General de aquella ciudad y su tumba tenía el siguiente

epitafio: "Los restos mortales de Teobert Maler descansan en la tierra del país de los faisanes y los ciervos que

tanto amara y que llegó a ser para él una segunda patria."

Uno de los casos negativos a que hacíamos referencia antes es el Edward Thompson, cónsul de Estados

Unidos en Mérida, quien curiosamente tuvo relación con Maler de la manera que comentaremos en seguida. Este

individuo había efectuado trabajos en Loltún y Labná por 1888 y 1890, publicando sus resultados en Cave of

Loltún, Yucatán por parte del Peabody. Había adquirido casi 200 kilómetros cuadrados de los terrenos donde se

encontraba Chichén Itzá por 75 dólares, lugar donde se dedicó a saquear objetos hacia 1894 y destruir el templo

del Osario. No se sabe por qué razones, pero Maler no congeniaba para nada con Thompson e incluso firmó una

carta en 1911 con el seudónimo de "Adonai, Angel Rebelde", en el cual se manifiesta que no es conveniente que

se autorice una concesión para que se instalaran en Chichén Itzá un hotel, fonda y cantina. Por otra parte, Maler

pensaba que los objetos extraídos del cenote también le pertenecían y llegó a sobornar a trabajadores del lugar

para que se los vendieran, lo que llegó a oídos de Thompson, quien no dio mayor importancia al asunto. Hubo

que esperar al cambio de régimen para que se diera relevancia al tema del saqueo. Nos dice Benavides que la

edición de varios artículos en Estados Unidos

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 94 fueron considerados por el gobierno mexicano como evidencias contra Thompson por el envío de piezas de oro y plata al Museo Peabody, El expediente fue, además, reforzado con una carta de Teoberto Maler, fechada en 1909, en la que denunciaba a Thompson por dañar y romper objetos arqueológicos en el proceso de dragado [del cenote].

Con anterioridad a estos hechos, el Congreso mexicano había promulgado una ley en la que se

consideraba a todos los objetos arqueológicos propiedad de la Nación. Esto se debió a la petición de exportar

bienes arqueológicos recuperados en excavaciones que otro investigador del momento, el francés Desiré

Charnay, había solicitado, lo que motivó que se aprobara una nueva Ley de Monumentos en 1896. Haré una

sucinta relación de estos últimos acontecimientos que han sido analizados tanto por la historiadora Clementina

Diez y de Ovando y por el doctor Bolfy Cottom, especialista en aspectos jurídicos relacionados con materiales

arqueológicos. En efecto, la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública había presentado un proyecto de ley el

25 de septiembre de 1880, que decía así:

Proyecto de Ley.- Art. 1°.- Se autoriza al Sr. Désiré Charnay á fin de que pueda exportar los objetos arqueológicos que adquiera en virtud del convenio que, para hacer excavaciones y exploraciones en la República en busca de tales objetos, celebró con la Secretaría de Justicia é Instrucción Pública, el primero de julio de 1880.

Art. 2°.- La autorización de que habla el artículo anterior, durará un año, contado desde la fecha de la promulgación de esta ley; no pudiendo traspasarla el interesado por ningún título ni forma alguna.

Con la presentación del proyecto anterior se armó la grande en la Cámara de Diputados. Hubo debates a

favor y en contra. Entre los primeros estaban los diputados Antonio Carbajal y Justo Sierra, en tanto que

Gumersindo Enríquez, Juan A. Mateos, Vicente Riva Palacio y Guillermo Prieto se oponían a la aprobación del

documento y, por ende, a que las piezas salieran del país. Diversas opiniones se generaron en el debate que ha

sido profusamente analizado por Cottom y que vale la pena ver, pues allí se expresan los distintos argumentos

que cada participante esgrimió para defender su punto de vista. Finalmente el proyecto fue rechazado por 114

votos y sólo seis estuvieron a favor del mismo.

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 95 En el caso de la Ley Sobre Monumentos Arqueológicos promovida en 1896 ante el Congreso por el

Despacho de Justicia e Instrucción Pública, después de los debates correspondientes en la Cámara de Diputados,

que la aprobó, pasó a la de Senadores, donde también fue aprobada por unanimidad el 6 de mayo de 1897. Por su

importancia y consecuencias, reproducimos los artículos de la misma.

Ley Sobre Monumentos Arqueológicos Art. 1° Los monumentos arqueológicos existentes en territorios mexicanos, son propiedad de la nación y

nadie podrá explorarlos, removerlos ni restaurarlos, sin autorización expresa del Ejecutivo de la Unión. Art. 2° Se reputan monumentos Arqueológicos, para los efectos de esta Ley, las ruinas de ciudades, las Casas

Grandes, las habitaciones trogloditas, las fortificaciones, los palacios, templos, pirámides. Rocas esculpidas o con inscripciones, y, en general, todos los edificios que bajo cualquier aspecto sean interesantes para el estudio de la civilización o historia de los antiguos pobladores de México.

Art. 3° La destrucción o deterioro de los monumentos arqueológicos constituye un delito, y los responsables de él quedan sujetos a las penas de arresto mayor y multa de segunda clase, con arreglo al artículo 494 del Código Penal.

Art. 4° A fin de identificar los monumentos arqueológicos, el Ejecutivo de la Unión mandará formar la Carta Arqueológica de la República.

Art. 5° En el caso de que los monumentos arqueológicos comprendidos en la carta de que habla el artículo anterior, y los que en lo sucesivo se descubran, estuvieren en tierras de propiedad particular, el Ejecutivo, por tratarse de utilidad pública, podrá expropiarse con arreglo a las leyes, a los dueños de dichas tierras en la extensión superficial que fuesen necesarias para la conservación y el estudio de los mismos monumentos.

Art. 6° Las antigüedades mexicanas, códices, ídolos, amuletos y demás objetos o casas, muebles que el Ejecutivo Federal estime como interesantes para el estudio de la civilización e historia de los aborígenes y antiguos pobladores de América, y especialmente de México, no podrán ser exportados sin autorización legal.

Los infractores de esta prohibición quedarán sujetos al pago de una multa dentro de los límites marcados por la segunda parte del artículo 21 de la Constitución, sin perjuicio de la responsabilidad penal en que incurran.

Art. 7° El Ejecutivo Federal hará el nombramiento de los guardianes que fuesen necesarios para la vigilancia inmediata y especial cuidado de los monumentos arqueológicos, sin perjuicio de que los Gobernadores de los Estados, en cuyos territorios se encuentren situados monumentos arqueológicos, tomen las medidas que juzguen convenientes para la mejor observancia de esta ley, en cumplimiento de la obligación constitucional respectiva.

Art. 8° Las antigüedades mexicanas adquiridas por el Ejecutivo, se depositarán en el Museo Nacional. Firman el documento los diputados y senadores presidentes y suplentes y el presidente de la República

Porfirio Díaz, quien lo envía al Secretario de Estado y del Despacho de Justicia e Instrucción Pública Joaquín Baranda, el 11 de mayo de 1897.

La razón de dar tanta importancia a la Ley de Monumentos y tratarla en este apartado de las

investigaciones extranjeras, obedece a que los acontecimientos suscitados en la que se vieron envueltos dos

extranjeros (Thompson y Charnay; también hay otros casos de envío de objetos arqueológicos al extranjero

como el de E. Seler), trajeron como consecuencia la revisión de la legislación existente que dio por resultado lo

anterior, además que algunos artículos atañen tanto a nacionales como a extranjeros.

Las actividades de algunos de los investigadores y de las instituciones que han sido mencionadas hasta el

momento van a cobrar presencia en el surgimiento de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología

Americanas que se establece en México. Por sus alcances, vamos a dedicarle especial atención, no sin antes

atender lo relativo a los cursos que se impartían en el Museo y la creación de la Escuela de Altos Estudios.

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 96

La docencia: los cursos del Museo, la Universidad Nacional y la Escuela Internacional de Arqueología y

Etnología Americanas

Como último punto a tratar en torno al Porfiriato tenemos lo relacionado con la docencia. Empezaremos

por los cursos que a partir de 1906 se empezaron a dar en el Museo Nacional, mismos que estuvieron

encomendados a algunos de los investigadores que prestaban sus servicios en él. Al parecer, fue a instancias de

don Nicolás León que dio comienzo esta práctica, impartiéndose los cursos de arqueología (Galindo y Villa y

Ramón Mena), etnología (Nicolás León, quien la dio el primer año y después se hizo cargo de ella don Andrés

Molina Henríquez) e historia (Genaro García, hasta 1910), aumentándose

después el de lengua náhuatl y el de prehistoria, que no tuvieron mucho éxito.

En 1910 se registró el mayor número de alumnos (53), cifra que se vio

disminuida hacia 1913 (43). Entre los primeros 9 alumnos inscritos en 1906 se

encontraban Manuel Gamio e Isabel Ramírez Castañeda.

Otra institución que se inauguró por Decreto del 26 de mayo de 1910

fue la Universidad de México, que había sido clausurada en 1833 por

instrucciones del vicepresidente Valentín Gómez Farías cuando era la Real y

Pontificia Universidad, y en su lugar funcionaron varios planteles. Especial

interés tiene para nosotros la creación de la Escuela de Altos Estudios, pues en

ella se dictaron cursos de antropología encomendados a Franz Boas, quien dictó

las cátedras de antropología general, lingüística y biometría.

El establecimiento en nuestro país de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas

reviste particular importancia, pues como su nombre lo indica se dedicó a la enseñanza e investigación de

especialidades como la arqueología, la lingüística y etnología. ¿Cómo se concibió esto? Fue entre los años de

1904 y 1908 que Nicolás Murray Butler, por entonces presidente de la Universidad de Columbia, estableció

contacto con diversas universidades de Estados Unidos y del extranjero. Escribió al ministro de Instrucción

Pública de México, don Justo Sierra, planteándole la idea de establecer en el país una escuela internacional

dedicada a la formación de especialistas en esas materias. En 1910 se reunieron en México Franz Boas, Eduard

Seler y Ezequiel Chávez, este último subsecretario de Instrucción Pública, para trazar los planes relativos a la

fundación de la escuela. Boas había venido para estar presente en la apertura de la Escuela de Altos Estudios de

la Universidad de México y para asistir al Congreso Internacional de Americanistas que por entonces se llevaría

a cabo en nuestro país. Se trató de conjugar estos acontecimientos y fue así como el 20 de enero de 1911 la

Escuela Internacional abrió sus puertas, siendo inaugurada por don Porfirio ante la presencia de ministros y

embajadores de países que habían participado en la formación de la institución. Al doctor Seler le correspondió

dar el discurso inaugural como primer director de la misma, y Chávez se refirió a la cooperación de diversos

países e instituciones para hacer realidad la escuela, como fueron las universidades de Columbia, Harvard y

Pennsylvania, la Sociedad Hispánica de América y los gobiernos de Francia, Prusia y México.

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Matos Moctezuma, Eduardo. Arqueología del México Antiguo: CAPÍTULO VI 97 Uno de los acuerdos fue el de nombrar a un nuevo director cada año de entre las instituciones y

gobiernos participantes. También se formó una junta directiva que encabezó

Ezequiel Chávez como presidente y Boas (representante de la Universidad de

Columbia) como secretario permanente. Los demás miembros eran Eduard

Seler, director de investigaciones en arqueología y antropología del Museo

Real de Berlín, en representación del gobierno de Prusia; el doctor Louis Ca-

pitan, por el gobierno de Francia; el doctor Roland Dixon, en representación

de la Universidad de Harvard; el doctor G. B.

Gordon del Museo de la Universidad de Pennsylvania y Archer

Huntington, de la Sociedad Hispánica de América. La primera generación

estuvo formada por los alumnos Werne von Horschelman, por parte de Prusia,

la profesora Isabel Ramírez Castañeda por parte del gobierno de México y la

Universidad de Columbia y Porfirio Aguirre y José Calvo, estudiantes por

entonces del Museo Nacional de Arqueología de México. Al año siguiente, en

el ciclo escolar 1911-1912 y bajo la dirección de Franz Boas, continúa como

becario por el gobierno de Prusia el señor Von Hórschelmann hasta finales de 1911 y la señorita Isabel Ramírez

Castañeda por el gobierno de México, incorporándose don Manuel Gamio por este último país, J. Alden Masón

por la Universidad de Pennsylvania y W. H. Mechling por la Sociedad Hispánica de América.

Ahora bien, ¿bajo qué principios se fundaba la Escuela Internacional? En los estatutos de la institución

vemos las razones:

Art.- 2o- La Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas tendrá por objeto el adelanto del estudio de la arqueología, la etnología, y la antropología americanas, particularmente en cuanto se refiere a la arqueología, la etnología y la antropología mexicanas, así como en lo referente a sus relaciones con los países que colindan con México.

Art.- 3°- El objeto de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas se alcanzará: I.- Procurando educar jóvenes, que ya estén debidamente preparados, a fin de que lleguen a ser buenos

investigadores; II.- Haciendo trabajo e investigaciones científicas; III.- Por publicaciones, clases u otros medios que se consideren adecuados para realizar los fines de la

Escuela.

Una vez más queremos poner atención en el carácter interdisciplinario que revestía la institución. Aquí

estaban ya fincadas las bases para una concepción integral que tendrían en Manuel Gamio su mejor exponente a

nivel nacional. Sin embargo, don Porfirio ya no tuvo oportunidad de ver los logros de la escuela, pues el 20 de

noviembre de 1910 sonaron los primeros balazos de la Revolución en la ciudad de Puebla, donde los hermanos

Serdán se atrincheraron en su casa de la calle 6 Oriente para resistir a las fuerzas porfiristas. Poco duró la

refriega, pero la muerte de Aquiles Serdán avivó la llama que empezó a extenderse con fuerza por todo el país.

Era el principio del fin del régimen autoritario de Porfirio Díaz...

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Conclusiones

Algo que de inmediato surge ante nosotros es el enorme apoyo que se dio a diversos aspectos

arqueológicos como los mencionados. Este periodo de 1877 a 1911 va a sentar muchas de las bases para los

momentos importantes que vivirá la arqueología en el futuro inmediato. Sin embargo, a partir del movimiento

armado se van a presentar nuevos enfoques que serán portadores de cambios profundos. Autores como Bernal

denominan el periodo analizado como "Pensamiento positivista", si bien no todos los protagonistas estuvieron

apegados a los principios de esa corriente. Por su parte, Willey y Sabloff lo llaman "Periodo Clasificatorio-

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Descriptivo" y parten desde la presencia de Stephens y Catherwood, si bien estos pioneros quedan enmarcados, a

mi juicio y como hemos visto en capítulos anteriores, dentro de otro concepto. "Arqueología Nacionalista" es el

término que prefieren Robles García y Juárez Osnaya en su libro Arqueología en Oaxaca para referirse al

periodo señalado, lo cual sería aplicable a los estudiosos mexicanos en general, pero no a los investigadores

extranjeros, quienes no practicaban la arqueología con esos fines. Como se ve, no hay unanimidad en cuanto a la

manera de considerar las últimas décadas del siglo XIX y la primera del XX. Creo que en lo que a algunos

investigadores mexicanos se refiere, hubo presencia, desde luego, de un nacionalismo evidente. En cuanto a los

extranjeros, es cierto que hubo estudios en los que la clasificación y descripción estuvieron presentes al igual que

en investigadores nacionales.

Siempre he pensado que resulta un tanto arriesgado el tratar de etiquetar de una forma u otra a los

investigadores. También comprendo que en ocasiones es posible agruparlos cuando determinadas tendencias son

claras y explícitas, lo que facilita el poder entender corrientes y enfoques específicos. Lo que aquí destaca son

diferentes intereses que no permiten generalizar de manera contundente englobando a todos los protagonistas

con un solo nombre. Pero ya volveremos a esto más adelante...