En diálogo con Weber. Sobre La tiranía de los valores de Carl Schmitt

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José Luis Villacañas Berlanga.Este ensayo pretende mostrar los límites del trabajode Schmitt cuando encara cuestiones filosóficas fundamentales. Mostraré que [1] La tiranía de los valores concierne al núcleo más germinal de su pensamiento. Intentaré mostrar [2] hasta qué punto la producción final deSchmitt mira de reojo a la obra de Heidegger, lo que en este casoconcreto afecta a la centralidad de la influencia de Nietzsche en el diagnóstico sobre la modernidad. Mostraremos cómo la imagende Nietzsche ha determinado la forma en que ambos pensadoresse han aproximado a Weber. Explico [3] que la mirada de Weberno comparte la centralidad de la estética de Nietzsche, sinoque asume la teoría de la división de las esferas de acción social.Analizo [4] cómo esa teoría es la base de la posición de Schmitt ycómo apreció que la lógica de Weber llevaba a una superación dela filosofía del valor. Propongo [5] una pequeña conclusión sobreel sentido posible de esta superación.

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  • 13Revista Co-herencia Vol. 10, No 18 Enero - Junio 2013, pp. 13-40. Medelln, Colombia (ISSN 1794-5887)

    En dilogo con Weber.Sobre La tirana de los valores de Carl Schmitt*Recibido: marzo 30 de 2013 | Aprobado: mayo 8 de 2013

    Jos Luis Villacaas Berlanga**[email protected]

    * Este artculo presenta resultados parciales de la investigacin desarro-llada desde el proyecto Biblioteca Saavedra Fa-jardo IV. Ideas que cru-zan el Atlntico, finan-ciado por el Ministerio de Innovacin y Eco-noma de Espaa. Refe-rencia FFI2012/26352. Duracin: tres aos (2013-15).

    ** Doctor en Filosofa, Universidad de Valen-cia-Espaa. Profesor, Universidad Complu-tense de Madrid-Espaa y Director de la Biblio-teca Saavedra Fajardo de Pensamiento Polti-co Hispnico.

    Este ensayo pretende mostrar los lmites del tra-bajo de Schmitt cuando encara cuestiones filos-ficas fundamentales. Mostrar que [1] La tirana

    de los valores concierne al ncleo ms germinal de su pensamien-to. Intentar mostrar [2] hasta qu punto la produccin final de Schmitt mira de reojo a la obra de Heidegger, lo que en este caso concreto afecta a la centralidad de la influencia de Nietzsche en el diagnstico sobre la modernidad. Mostraremos cmo la imagen de Nietzsche ha determinado la forma en que ambos pensadores se han aproximado a Weber. Explico [3] que la mirada de We-ber no comparte la centralidad de la esttica de Nietzsche, sino que asume la teora de la divisin de las esferas de accin social. Analizo [4] cmo esa teora es la base de la posicin de Schmitt y cmo apreci que la lgica de Weber llevaba a una superacin de la filosofa del valor. Propongo [5] una pequea conclusin sobre el sentido posible de esta superacin.

    Palabras claveSchmitt, La tirana de los valores, Heidegger, Weber.

    In dialogue with Weber. On Carl Schmitts The tyranny of values

    This essay seeks to show the limits of Schmitts work when facing fundamental philosophical questions. I will demonstrate that [1] The Tyran-

    ny of values regards the most fundamental nucleus of his thought. I will try to show [2] to what point Schmitts final production looks askance at Heideggers work, which in this particular case affects the centrality of Nietzsches influence on his diagnosis of moder-nity. We will show how Nietzsches image has determined the way in which both thinkers have approached Weber. I explain [3] that Webers view does not share the centrality of Nietzsches aesthetics, but assume the theory of the division of social action. I analyze [4] how that theory is the base of Schmitts position and how he perceived that Webers logic leads to an overcoming of the philosophy of value. I propose [5] a small conclusion about the possible meaning of this overcoming.

    Key wordsSchmitt, The tyranny of values, Heidegger, Weber.

    Abstract

    Resumen

  • 14En dilogo con Weber.Sobre La tirana de los valores de Carl SchmittJos Luis Villacaas Berlanga

    Este ensayo pretende mostrar los lmites del trabajo de Schmitt cuando encara cuestiones filosficas fundamentales. Para ello me aproximar a su ensayo La tirana de los valores. Primero mostrar que esta obra tarda concierne al ncleo ms germinal de su pen-samiento [1]. En segundo lugar, y como ya defend en mi Conflicto y poder (2008a)1, intentar mostrar hasta qu punto la produccin final de Schmitt mira de reojo a la obra de Heidegger, lo que en este caso concreto afecta a la centralidad de la influencia de Nietzsche en el diagnstico sobre la modernidad [2]. Aunque con premura, mostraremos luego cmo la imagen de Nietzsche ha determinado la forma en que ambos pensadores se han aproximado a Weber. En el punto [3] explico por ello que la mirada de Weber no comparte la centralidad de la esttica de Nietzsche, sino que asume la teora de la divisin de las esferas de accin social. En el punto [4] analizo cmo esa teora es la base de la posicin de Schmitt y cmo apreci que la lgica de Weber llevaba a una superacin de la filosofa del valor. Propongo al final una pequea conclusin sobre el sentido posible de esta superacin [5]. Como se ve, este despliegue deja de considerar a Marx como el autor central de la Tirana de los valores, como propone Jorge Eugenio Dotti. A pesar de esta diferencia, deseo reconocer aqu cunto debo a su magistral introduccin a La Tirana de los valores2. En cierto modo, este ensayo slo puede entenderse de verdad como un dilogo con el maestro argentino.

    1 Este libro no abordaba la produccin ltima de Schmitt, pues se quedaba en la aportacin fundamental que representaba El Nomos de la Tierra. Mi visin sobre Schmitt fue completada con el eplogo a Teo-loga Poltica I y II (2009), que valoraba a segunda aproximacin schmittiana al tema. Ahora, con este ensayo sobre La Tirana de los valores completo un poco ms esta mirada sobre el Schmitt que podemos llamar pstumo.

    2 Esto no quiere decir que Marx deje de ser importante en el ensayo. En cierto modo, Dotti tiene razn al colocarlo en el centro. Sin embargo, creo que Schmitt hace de l un uso ms bien instrumental. Marx le sirve a Schmitt en la pars destruens de su argumento porque muestra la verosimilitud de que en el mundo burgus todo quede reducido a valor. Marx es interesante porque sugiere que por debajo de todas esas idealizaciones del valor, slo hay precio y dinero. En suma, Marx ha mostrado la filosofa del valor como el cielo cristiano que reclama todava su traduccin en precio y su inversin en dinero, lo que se podra llamar la contraparte del suelo bien terrenal del espritu judo, en opinin de Marx. Con ello, Dotti tiene razn al poner el dedo en la Cuestin juda. Ahora bien, creo que Dotti asume que la respuesta a la cuestin del valor es la marxista: el valor, cuando se le quita la ideologa, es un bien econmico. Schmitt ha dicho que no queremos presentar una respuesta tan sencilla a la cuestin. Para l la cuestin no se reduce a la economa. Por eso, porque hay contextos ms amplios que los econmicos, no se puede descartar por completo la filosofa del valor (Schmitt, 2009a: 127). Justo por eso, tambin, cabe una consideracin histrico-filosfica de la filosofa del valor y de su origen. Su xito se debe explicar por otros elementos que los especficamente econmicos. Otros aspectos ms discutibles de la introduccin de Dotti conciernen al problema judo. Como es natural, Schmitt tiene necesidad de usar a Marx para respaldar su anti-judasmo. Dotti se esfuerza de forma innecesaria en recordar que el anti-judasmo de Schmitt y de Marx no era anti-semitismo, y que no haba aqu una cuestin racial. Creo que esta defensa

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    1. Reactualizaciones

    Este ensayo, tal vez el ms filosfico de su entera produccin in-telectual. As califica Jorge Eugenio Dotti a La tirana de los valores, como es sabido, su contribucin a uno de los encuentros de Ebrach, el del ao 1959. Estos seminarios, organizados por Ernst Forsthoff, constituyen un punto importante en la historia intelectual alema-na de la segunda mitad del siglo XX. All se dieron cita, junto con los intelectuales que haban sobrevivido al nazismo, aquellos otros que estaban destinados a reconstruir la inteligencia alemana en las dcadas posteriores, desde R. Koselleck a H. Lbbe. Algunos de-talles apropiados para entender esta contribucin, con su peculiar historia editorial, se encontrarn en la edicin espaola introducida por Dotti (Schmitt, 2009a)3. Aqu subrayaremos slo dos aspectos preliminares que nos servirn como punto de partida de nuestro ar-gumento. El primero, es que de forma pblica antes lo haba hecho de forma privada en su Glossarium Schmitt se refiere a Heidegger como un poderoso aliado intelectual, capaz de ofrecerle la adecuada aproximacin a los fundamentos de su mirada sobre el mundo4. El sentido especial de esta alianza, en este caso concreto, consiste en desmontar la aproximacin al valor que haba propuesto Max Sche-ler, por mucho que tanto Schmitt como Heidegger mantuvieran un

    era innecesaria, como la siguiente, que alude a que el anti-semitismo era incluso un lugar comn en cientficos darvinistas y en idelogos de toda laya. Todo esto es verdad. Sin embargo, no comprendo el merodeo respecto a la cuestin central. Aunque el Holocausto no fue ni se deriv de una creencia ideolgica o cientfica ni del anti-judasmo metafsico, como l lo llama, no dej de ser ms verosmil y aceptable por la presencia de todas estas cosas. Fue un acto poltico programado y ejercido por el poder, pero no se hizo al margen de otros aspectos sociales y culturales.

    3 Cf. para las indicaciones editoriales la nota de la pg. 87. Como se sabe, hay dos ediciones del texto. La privada de 1960, ofrecida por Schmitt a los asistentes del seminario, y la posterior de 1967, que se incluy en un texto de homenaje a Forsthoff, titulado Skularisation und Utopie. Ebracher Studien. Ernst Forsthoff zum 65 Gegurtstag, Kohlhammer, Stuttgart, 1967. Desde el punto de vista del filsofo, que es el nuestro, es ms interesante la edicin privada, como veremos. Por lo dems, este escrito est condenado a tener dos ediciones. Citar por la de Hydra, pero no conviene perder de vista la edicin de Comares, Granada, 2009. Esta edicin no publica ni la versin privada de 1960 ni la pblica de 1967, sino la versin aumentada de la edicin privada que edit la Revista de Estudios Polticos, en 1961, en su nmero 15, junto con otros textos. El mismo Schmitt hace referencia a esta edicin en la pg. 121 del texto que yo sigo, el de Hydra.

    4 Apelando a cierto arcanum, Schmitt puso en relacin en Glossarium el pensamiento de Weber con el de Heidegger. All dijo: Max Weber acu sus conceptos sociolgicos altamente cientficos en un idioma extranjero: Carisma, tradicional, racional, etctera; Martin Heidegger los acu en un lenguaje alemn originario. (Schmitt, 1991: entrada de 17.5.49, pg. 241. He comentado por extenso este asunto en mi aproximacin a La cuestin del espritu: Weber y Arendt, conferencia indita. Para ofrecer un ejem-plo de posible relacin de Weber y Heidegger basta mirar el ensayo La poca de la imagen del mundo, en Heidegger (1960).

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    respeto reverencial hacia el filsofo catlico y maestro de la feno-menologa. El segundo elemento, que nos interesa tambin de forma especial, es que este ensayo est atravesado de referencias hispni-cas. No slo por el especfico reconocimiento a Ortega, como fil-sofo digno de figurar en aquella constelacin. Tambin nos sorpren-den las referencias al texto de Jorge Luis Borges, Ficciones, premiado por aquel entonces en Mallorca junto con Samuel Becket, que Dotti ha ponderado con el misterio que se merece. No se agotan con ello las referencias hispnicas. En momentos muy centrales, aparecen otras menciones puntuales a Amrico Castro5, y de la mano de este a Legaz y Lacambra.

    Esta constelacin, que pone en relacin importantes autores hispnicos con los ms grandes filsofos alemanes, es digna de ser tenida en cuenta, pero no puedo abordarla ahora. Schmitt ha con-tribuido como nadie a que la cultura hispnica, completamente des-preciada por las grandes corrientes del pensamiento moderno, sea tenida en cuenta casi como un perenne contrapunto de la europea, un contraste cultural que, con sus impugnaciones, deca de la mo-dernidad tanto o ms que los discursos legitimadores del proceso moderno. Como he dicho, no puedo ocuparme de este aspecto del texto filosfico de Schmitt, sino sobre todo de su forma de argu-mentar y de organizar el material filosfico. Schmitt ha sido acusado de oportunismo terico con mucha frecuencia desde el artculo pionero de Karl Lwith (1994: 125-166). Un texto en el que de-sea reconducir su posicin a principios filosficos debera encarar la justicia o no de aquella acusacin. A ello dedicaremos algunas reflexiones finales, como he dicho.

    Desde luego, el ltimo Schmitt, ms all del Nomos de la Tierra, como ha sealado con acierto Dotti6, vuelve a los planteamientos de los aos 20 y los reactualizan. Lo hace con la edicin de Teo-loga Poltica II, su ajuste de cuentas con E. Peterson, y lo hace en

    5 Deseo destacar esta referencia a pie de pgina. Tiene lugar en la pg. 135 y dice as: Sin embargo, esto slo podra mitigar la impresin incmoda, pero no lo agresividad inmanente misma, que siendo el fatal envs de los valores. A esta frase sigue la nota: Tomo la expresin de la traduccin alemana del libro de Amrico Castro, Spanien, Vision und Wircklichkeit, Kln, Kiepenheur und Witsch, pg. 50: incluso los imperios y religiones ms apacibles se yerguen sobre injusticias, sobre el fatal envs de los valores que ellos corporizan. En el libro de Amrico Castro se habla una y otra vez de valores. Sin embargo, el sentido lingstico de la palabra latina valor no es idntico al Wert del alemn; al respecto vase mi contribucin al Festschrift zu Ehren von Prf. Legaz y Lacambra, Santiago de Compostela, 1960.

    6 Cf. la introduccin de Dotti a (Schmitt, 2009a: 9).

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    esta Tirana de los valores. Estas actualizaciones no estaban exentas de problemas y ambivalencias. En mi contribucin a Teologa Pol-tica II identifiqu una que me pareca central: se trataba de usar los tericos catlicos que erosionaron de forma permanente el sentido de la soberana poltica moderna y las bases de la Reforma [Bonald, de Maistre, Donoso], justo para proponer un modelo protestante y moderno de teologa poltica que, a la postre, tiene en Hobbes su representante ms ntido. Que esta paradoja tuviera como conse-cuencia atacar a la Iglesia catlica del Concilio Vaticano II era algo previsible. Por su parte, la actualizacin de La tirana de los valores est ms relacionada con su lucha impenitente y constante contra el liberalismo, el economicismo y el nihilismo y, por lo tanto, re-nuevan el conjunto de problemas que a su parecer hacan necesario un modelo de soberana para impedir la irrupcin de la ms desnuda violencia.

    Sin duda, la primaca de los valores quedaba relacionada con el universalismo econmico, el positivismo, la falta de Nomos, la imposibilidad de un jus publicum y la imposibilidad de neutralizar la guerra. A ello habra que aadir su percepcin del derecho como katechontos de todas las innovaciones, una funcin que resultaba herida de muerte si se confunda la norma jurdica con el valor, cosa que comenzaba a suceder en la Alemania posterior a 19457. Si Teologa poltica II vena a separarse del proceso de la Iglesia catli-ca conciliar, La Tirana de los valores avisaba acerca de su disgusto acerca de un proceso semejante en la nueva comunidad poltica ale-mana. En ambos casos le pareca que los caminos de la Iglesia y del Estado amenazaban con destruir todas las mediaciones adecuadas para neutralizar la violencia desnuda. En este sentido, comprender esta forma inmediata de produccin de violencia desnuda, la cla-ve principal del nihilismo, afectaba al centro ms germinal de su pensamiento. Si queremos entender hasta qu punto Schmitt sigue hablando de nuestro mundo, debemos verificar sus diagnsticos a este nivel de planteamiento. Podemos anticipar al menos una con-clusin: no parece que, respecto de aquello que detestaba, Schmitt

    7 Fue recin despus de la Segunda Guerra Mundial que los tribunales alemanes fundamentaron cada vez ms sus decisiones con puntos de vista derivados de la filosofa del valor. (Schmitt, 2009a: 92). Como es natural, este aspecto del asunto prim en la versin que se realiz como homenaje a Forsthoff, en la edicin de 1967, pues este ya haba sealado la cuestin como central de la nueva constitucin alemana. Nosotros no nos vamos a detener en este aspecto del ensayo.

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    fuera un oportunista. La cuestin central para nosotros concierne a su trabajo filosfico y su modo de entenderlo.

    2. Nietzsche: el nihilismo y la lgica del valor

    Como ya he dicho en la nota 2, y ahora repito, el ensayo de Schmitt tiene una dimensin jurdica y una dimensin filosfica. La argumentacin de la publicacin de 1967 parte de la lgica jurdi-ca y quiere proyectarse sobre los problemas filosficos que encierra. No es un azar que el subttulo de la edicin privada de 1960, ms filosfica, sea este: Reflexiones de un jurista sobre la filosofa del valor. Sin embargo, en esta versin privada las iniciales reflexiones jurdicas se omiten. Su punto de partida en esta versin, que pode-mos llamar fenomenolgico, resulta eficaz: Hay hombre y cosas, personas y objetos. Hay tambin fuerzas y poderes, tronos y seores. Los telogos y moralistas conocen virtudes y vicios; los filsofos, cualidades y modos de ser. Pero qu son los valores? Y qu significa una filosofa del valor? (Schmitt, 2009a: 125). Con este pasaje a la vista, defiendo que Schmitt se mueve como un discpulo de Weber. Lo que dice el texto es que determinadas corporaciones, elites o pro-fesionales se han ocupado de determinados aspectos de la realidad. Polticos, cientficos, telogos, moralistas, filsofos, cada uno tiene su campo de actuacin, su dimensin real, su objeto de estudio. La tesis viene a decir que el valor viene a desestructurar estas disposi-ciones profesionales y estas construcciones elitistas, estos mbitos claros de estudio y su forma de incidencia en la realidad social. Y esto por su propia y bsica estructura. El valor no es una parte de la realidad. Su validez no consiste en ser, sino en valer. De forma carac-terstica, de l no se puede ocupar una agrupacin clerc especializada e institucionalmente organizada. Por eso ofrece la base por la que avanza la sociedad democrtica. Cualquiera est en condiciones de decidir la validez de lo que vale. Schmitt reactualiza su crtica al romanticismo poltico: ser es ser interesante y lo interesante es slo para m. Slo yo decido acerca de la validez de un valor. El sujeto es soberano respecto al valer del valor8.

    8 Aqu, desde luego, Schmitt sigue la crtica de Hegel al romanticismo, a la irona romntica de Schlegel, a la centralidad de lo interesante. Para una mirada acerca de esta posicin como el origen del nihilismo, cf. (Villacaas, 1992: 243-297).

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    El presupuesto del xito de la filosofa del valor es la crisis que produjo el nihilismo del siglo XIX. Esta es la tesis inicial de Sch-mitt9. Sin embargo, esta tesis no es otra que aquella que Heidegger ha elevado a cannica. Schmitt habla de exhaustiva y definitiva exactitud para referirse al texto de Sendas Perdidas que Heidegger dedic a la frase de Nietzsche, antes frase de Dostoiewski, Dios ha muerto10. Este ensayo concentraba todo lo que Heidegger ha-ba desplegado en sus cursos sobre Nietzsche y la voluntad de po-der, mantenidos durante la guerra mundial11. A fin de cuentas fue Nietzsche el que interpret la crisis del sigo XIX como una que se poda solucionar mediante una inversin de todos los valores. As ofreci una interpretacin de la crisis desde una teora del valor y ofreci una solucin desde el mismo proceso de valoracin. Jacob Taubs ha dado la versin ms concreta de esta tesis: si Pablo de Tarso haba invertido todos los valores del mundo clsico, basta-ba con producir una inversin de la inversin (Taubs, 2007: 95 y ss.)12. La idea de lo que signific Pablo no es unvoca, desde luego. Nietzsche lo interpret como una generalizacin del resentimien-to. Bastaba con invertirlo en la moral de los seores para volver al mundo glorioso que haba entrevisto su amigo Burckhardt en el Renacimiento y en Grecia. Freud tena una visin completamente diferente de lo que signific Pablo (Freud, 1989: 195-223)13 y desde luego Weber otra muy relevante y especial14.

    9 La filosofa del valor ha surgido en una situacin histrico-filosfica muy precisa, como respuesta a la amenazadora crisis provocada por el nihilismo del siglo XIX. (Schmitt, 2009a: 127).

    10 Cf. (Heidegger, 1960: 174-221). 11 Cf. (Heidegger, 1961). Se recogen en estos dos volmenes diversos cursos. El curso dedicado a Nietzs-

    che: Der Wille zur Macht als Erkenntnis, tuvo lugar en 1939, el dedicado al Der europische Nihilismos, en 1940 y el de Nietzsche Metaphysik en 1941-2. En esta poca Heidegger tambin miraba de reojo a Carl Schmitt, como los demuestra su crtica del imperio latino y de la herencia catlico romana en Parmnides, curso de 1942-1943. All haca referencia a la traduccin poltica imperial de la historia de la metafsica occidental, que tambin haba partido de la traduccin de las categoras griegas a latinas. Frente a este sentido del imperium, muy cercano a Schmitt, Heidegger propona un sentido del Reich especficamente alemn y como el griego fundado en la physis y en una filosofa de la tierra que poco a poco fue configurando en sus escritos menores. El texto de referencia para Heidegger es Otto Pggeler, El camino del pensar de Martn Heidegger, Alianza Universidad, 1993, con un apndice de Flix Duque igualmente importante.

    12 Con citas extradas de los fragmentos pstumos del Anticristo. No puedo estar de acuerdo con la valora-cin de Max Weber por parte de Taubes: Weber es la suma de Nietzsche y Marx en el nivel de lo que hoy se llama sociologa. Los motivos de Nietzsche y los motivos de Marx los ha sabido entrelazar de un modo especial. Lo que Nietzsche quiere es prescindir de la ptica cristiana. (Taubes, 2007: 97). No estoy seguro de que Weber quiera prescindir de la ptica cristiana, para l determinante del proceso de racionalizacin.

    13 Desde luego, todo el estudio final de El hombre Moiss. Para esto, cf. (Assmann, 1997).14 Para Weber y el mundo judo cf. el tercer volumen de los Ensayos de Sociologa de la Religin, Ed. Taurus,

    Madrid, 1986, dedicado al judasmo antiguo. Para una exposicin de sus tesis centrales y un dilogo con la bibliografa cf. (Villacaas, 2009: 53-93).

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    Lo que estima Schmitt de la tesis de Heidegger es que la filosofa del valor escinde la comprensin de lo real entre aquella visin que promueve la ciencia y la que representa una cosmovisin. Objetiva una, subjetiva la otra, basada la primera en relaciones causales, la segunda se sostiene sobre valoraciones. Sin embargo, lo que se de-riva de la posicin de Heidegger es que ambas dimensiones se unen en la comprensin positivista de lo metafsico. Si Nietzsche pudo ser aceptado con tanta facilidad era por la sencillez de su propuesta, la inversin de valores, una operacin de la que el mundo ya haba conocido ediciones anteriores15. Pero tambin porque su esquema metafsico era positivista, apegado a los entes, ajeno por completo al Ser. Dependa o no de la voluntad, no cabe duda de que el valor ha de ser puesto. A esto lo ha llamado Schmitt la estructura ttico-ponente del valor (Schmitt, 2009a: 136). En su origen, el valor se pareca a la estructura ttica del derecho positivo. La crtica a Kel-sen siempre est en el horizonte, porque Kelsen era parte central de esta constelacin histrico-filosfica.

    Si toda la investigacin de Schmitt aspira a desplegar la frase de Ernst Forsthoff que dice el valor tiene su propia lgica, Nietzsche era el gran revelador. En esto tambin Schmitt y Heidegger esta-ban de acuerdo. Sin Nietzsche no se poda entender lo que haba sucedido en Alemania ni la terrible praxis de aniquilamiento de la vida carente de valor que se hizo realidad en 194016. La cuestin era sencilla. La estructura positivista del valor no agotaba su lgica. El hecho de que el valor estuviera puesto por la voluntad implicaba algo ms que la lgica del poner. Como hemos sugerido al ha-blar de la tica de los seores, con la supresin del resentimiento, el

    15 Una de las ms conocidas es precisamente la de Hobbes con su Leviatn. Para el tipo de inversin que signific esto cf. (Villacaas, 2008).

    16 Desde luego, el pasaje tena tareas exculpatorias, como las tena todo el texto heideggeriano sobre Nietzsche. Que las bases intelectuales del nazismo no las haba inventado Heidegger ni Schmitt se poda ver citando el texto de A. Hoche y K. Binding, Freigabe der Vernichtung lebensunwerten Lebens. El movimiento no quera transferir la culpa a este tipo de pensadores, hombres liberales para su tiempo, sino sencillamente mostrar que esa praxis terrible tena que ver con la tirana de los valores. El nazismo tena como responsable verdadero esta concepcin del mundo. En ese mismo entonces, 1920, era posible exigir con toda humanidad y buena fe el aniquilamiento de la vida carente de valor. (Schmitt, 2009a: 145). Schmitt de esta forma insista en su smbolo de Benito Cereno. Lejos de ser un apoyo del nazismo, era su prisionero y desde siempre haba luchado contra sus bases filosficas y jurdicas. Esta simbologa, como se sabe, se forj en Ex captivitate salus. Para las valoraciones sobre este punto cf. el monumental (Galli, 2010: 895).

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    valor implicaba tambin la lgica del im-poner con resolucin, sin conciencia de culpa. Por ello, desde Nietzsche se vean las cosas con la adecuada claridad. La lgica del poner e imponer es inherente a la esencia del valor y pertenece inextricablemente a la lgica misma del valor (Schmitt, 2009a: 136, en nota 35)17. Podemos decir que lo que permite unificar la dualidad posicin-imposicin es su origen en la voluntad. Esto slo poda ser explicado desde Nietzsche.

    Pero hay algo ms y desde luego de naturaleza sintomtica. Nietzsche vincul esta voluntad de poder al orgullo del ser humano. Fue un intento de afirmar al hombre como un ser libre y responsa-ble, una necesidad sintomtica, compensatoria, derivada de su hu-millacin ante el poder de la ciencia, cuya necesidad frrea no cesa de amenazar la centralidad del ser humano. Hume ofreci la clave de esta posicin filosfica y asegur cierto sentido de libertad desde la falacia naturalista. Del es al debe no hay paso alguno lgico. Ahora bien, en la posicin kantiana, el debe se vio con demasiada frecuencia como una conclusin racional demasiado parecida a la que ofreca la razn terica. As que para garantizar la libertad se interpret el contenido de la falacia naturalista como el paso infun-dado del es al vale. Schmitt no insiste en los abismos que se avis-tan con ese salto, pues en ese vale anidaba el abandono de todo sentido de la verdad. Este paso fue ms all de lo que era imprescin-dible para Kant. Pero no solo para l. La lucha permanente de Freud contra Nietzsche y su moral de seores que tiene en Ttem y Tab su centro pas por reivindicar un sentido para el principio de rea-lidad respecto a ese vale, y as pudo diagnosticar cierto desajuste psquico en quien no aceptara pasar por sus caminos y se entregara a un vale absoluto. Curiosamente, Freud vio a San Pablo no tanto como un anti-Nietzsche, sino ms bien como un antepasado suyo, porque consider su tarea fundamental la de eliminar el principio de culpa judo, necesario bajo la nocin de Ley/deber, desde luego un auxiliar importante del principio de realidad. Pero sin caer en la

    17 A travs de una nota en la que Schmitt discute con Rainer Specht. Aqu Schmitt se explay sobre su teora positivista del derecho y seal hasta qu punto los legisladores y los tiranos eran ya en la Antigedad vecinos cercanos. La tesis tiene siempre implicaciones. El noema implica una dikaioma, y se invocaba a Husserl, para quien cualquier noema desde luego llevaba implcito un despliegue con su telos y si intencionalidad. Schmitt responde: Correctsimo.

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    moral de seores de Nietzsche, la moral propia del jefe de horda de Ttem y Tabu. Kant habra estado de acuerdo en este punto18.

    3. Weber tras Nietzsche: esferas de accin

    Sin duda, estos complejos caminos filosficos no le interesan a Schmitt. l se centra ms bien otra cosa, en el modo especfico nietzscheano del valor: la buena conciencia con la que el valor as-pira a realizarse. En cierto modo se trataba de algo ms que voluntad, aunque en Nietzsche esa sea la instancia que se ofrece como funda-mento. La clave es que el valor afectaba a la totalidad de la vida. Por eso busca realizarse, porque anticipa la estructura realizativa de la vida, que se deja orientar por el valor. Hay as una simultaneidad, smosis y simbiosis de la filosofa del valor y la filosofa de la vida (Schmitt, 2009a: 102). Hoy sabemos que esto no es balad y que el motor evolutivo de la especie humana slo puede residir en aspec-tos de la subjetividad cultural, no tanto en la estructura biolgica. Esto se presenta ya en aquel tiempo. Por eso se neg que la vida, en su desnuda facticidad viva, fuese el valor absoluto. La vida obtiene valor en la medida en que realiza valores. De ah la posibilidad de imaginar una vida sin valor. Lo decisivo es que los valores, como las voluntades, tienen que generar cada uno, desde su punto de vis-ta, una jerarqua entre valores altos y bajos, inferiores o superiores. Como en toda jerarqua, se debe disponer de un valor supremo y de un valor cero. Esta lgica se deriva de forma aplastante desde la dimensin impositiva de los valores.

    Pero al margen de estas cuestiones, que sugieren que la subjeti-vidad parece afirmarse en la valoracin, la reduccin de Ser a valor no lograba realizar aquello para lo que se haba puesto en movi-miento; a saber: detener el aspecto inhumano del mundo que nos revelaba la ciencia. En realidad, como Max Weber defenda, y como pronto el psicoanlisis pondra de manifiesto, tanto la ciencia como la valoracin y la cosmovisin eran redes subjetivas que el ser huma-no lanzaba sobre una realidad omnipotente y carente de sentido19.

    18 He tratado estos temas con ms detenimiento en (Villacaas, 2002: 11-54).19 Toda la obra de Hans Blumenberg nos ha recordado este hecho. Cf. El Trabajo del Mito, Pretextos, Va-

    lencia, 2009. Sabemos que esta obra tiene que ver con el dilogo entre Carl Schmitt y H. Blumenberg. Para una valoracin se puede consultar los textos que invoco en mi eplogo citado a Teologa Poltica II.

    En dilogo con Weber.Sobre La tirana de los valores de Carl SchmittJos Luis Villacaas Berlanga

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    Sin embargo, en lugar de considerar los dos motivos (ser y deber ser, ciencia y cosmovisin) como partes imprescindibles de una misma batalla por la racionalidad, al modo clsico, la poca de Schmitt consider que la reduccin de lo humano al valor fue la respues-ta a la imposibilidad de elevar obstculos al dominio universal de la ciencia. El valor se presentaba as como un katechon demasiado dbil y sus valoraciones, imposiciones, desvalorizaciones, contra-posiciones, inversiones y jerarquas no hicieron sino acelerar la tendencia de la ciencia neutral a imponerse por doquier (Schmitt, 2009a: 103). Esta paradoja era semejante a la nietzscheana: aunque Nietzsche haba soado una voluntad de poder aristocrtica, acab abriendo la puerta a la mentalidad democrtica ms radical. Enton-ces, al final del proceso, se vio que el valor elevaba ante la ciencia slo la expresin exclusiva de un deseo personal y la imposicin del valor por tanto se reduca a una pretensin monstruosa de tirana violenta. Frente a este resultado, al menos, la ciencia y sus utensilios e instrumentos valan para muchos. Lo que pareca una divisin de trabajo entre ciencia y valor (reducir el caos del mundo natural y el caos de la subjetividad), ahora se manifestaba como el dominio de uno solo, la ciencia, como sugera el recurso al positivismo como modelo bsico y comn.

    Cuanto ms triunfara la ciencia, ms se dejara al hombre el hu-milde campo de valorar como compensacin. Para la ciencia queda-ba la universalidad, para la valoracin se avistaba el sujeto particu-lar en su desnuda particularidad. Pero al valorar desde su voluntad, perspectiva y punto de vista, en el fondo el hombre slo expresaba un breve lamento ante el mundo inhumano de la ciencia. Era una compensacin que no poda ser tomada en serio mucho ms all del punto temporal en que la valoracin se produca. En suma, nin-gn valor puede salvar ni a telogos, filsofos o juristas, del avance irresistible de una cientificidad natural que prescinde de valores (Schmitt, 2009a: 105). Desde este punto de vista, el valor ayuda a cavar su propia tumba en el seno profundo del positivismo cientfi-co. Como el infierno de Dante, la filosofa del valor tiene como di-visa lasciate ogni speranza. Esta paradjica tesis ha sido propuesta con toda rotundidad por Schmitt: la puesta en valor universal slo puede acelerar el proceso de la neutralizacin universal (Schmitt, 2009a: 105). Aqu slo hemos mostrado su argumento, no comple-tamente desplegado en la propia escritura de la Tirana de los valores.

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    Schmitt es muy sutil en el anlisis de esta consecuencia. Implica sobre todo desconectar la ciencia del curso de lo deseable y de lo hu-mano, y asegurar su dominio como el nico soporte que nos vincula con la utopa. Hoy este proceso se ha consumado con la ciber-antro-pologa, la ingeniera biolgica, la exploracin espacial. El resultado final es claro. La ciencia ya no est al servicio del ser humano, sino de s misma y de lo que ella dir en el futuro que es el ser humano. Al ser humano se le sigue dejando su capacidad de valorar, algo cada vez ms parecido a una mera expresin de deseo, pero ya no se le deja el soporte biolgico, corporal o cultural, desde donde desea. La secularizacin de todo ser en valor, as, es el camino principal para la configuracin de una utopa completamente neutral respecto de los valores, en la que todo valor puede ser transformado desde la inno-vacin cientfica y reducido a lo manipulable, sin perder por ello su estructura de valor. Al contrario: el positivismo de la ciencia amplia el positivismo del valor. De este modo, Schmitt mostr un vnculo entre secularizacin y utopa que no ha sido teorizado, por mucho que haya sido desplegado por el propio proceso histrico social cul-minado en el presente. Aunque, en principio, el valor sea ajeno al terreno del ser, y ofrezca un terreno permanente a la utopa, este terreno ser utpicamente reocupado por la propia ciencia como si, al otro lado de ella, el valor fuera meramente la potencia virtual de lo disponible.

    Todo esto tena que ver con el punto en el que Weber haba dejado las cosas o se entenda que las haba dejado. Se supuso, al me-nos en Scheler es indudable, que Weber era la ltima manifestacin del formalismo kantiano. Cmo se pudo producir este error es algo que no puede ser explicado aqu. Ciencia neutral y valoracin se vieron de forma inexplicable como las ltimas manifestaciones del abismo entre la razn pura y la prctica. Schmitt es muy consciente de este suceso intelectual. Para Scheler, Weber haba roto con el derecho natural y no le quedaba otra va que el nominalismo jur-dico. Para conectar el derecho con el ser humano ya no le quedaba en pie sino la legitimidad democrtica. Para afianzarla, el legislador positivista no tena otra tarea que poner en relacin sus definiciones jurdicas con las probabilidades de ser obedecidas desde un punto de vista social. Para ello, deba escuchar aquellas definiciones de lo que era entendido como valioso por los que tenan que obedecer las leyes. Scheler dijo que Weber era un jurista nominalista y un

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    demcrata formalista (Schmitt, 2009a: 108). Todo dependa de lo que la sociedad considerara valioso, vlido, y esto era inseparable de lo legtimo. Por eso la ciencia del derecho, como la ciencia en general, no poda tener su propio contenido, su realidad, su derecho natural. De ah la consecuencia, que Scheler pareca ver: la ligazn inseparable entre formalismo jurdico y democracia moderna. De hecho, Weber mostr que la nica manera de sostener jurdicamen-te la sociedad pasaba por la implementacin material del derecho desde los intereses ms generales de las masas. Esta era la tarea del lder carismtico democrtico y no autoritario20, cuya mayor virtud era el espritu de distancia, pasin y responsabilidad ante la socie-dad. Schleler, como se ve, mezclaba cosas con fines retricos, pero se negaba a ver el punto bsico: que no hay carisma formal ni lder carismtico nominalista. Por mucho que los actuales lderes de ma-sas populistas sostenidos en la sociedad del espectculo s lo sean, no se puede confundir esta figura con la que Weber defenda21.

    Schmitt se relaciona con Weber de forma mucho ms profunda, menos hostil, menos retrica. La cuestin central en todo caso era la de una legitimidad democrtica. Scheler supona que este asunto no slo no era viable, sino que no era deseable. Su teora de las elites le obligaba a otro punto de vista. Pero Schmitt no se vea como eli-tista, miraba las cosas desde el poltico plebiscitario de impronta de-mocrtica weberiana y, por lo tanto, lo que discuta es que se pudiera llegar a una legitimidad democrtica desde la apelacin a los valo-res. Los valores y las doctrinas del valor son incapaces de funda-mentar legitimidad alguna; justamente no pueden ms que poner en valor (Schmitt, 2009a: 110). Este era el punto central de Schmitt, no el elitismo. Y lo era porque supona que la lgica impositiva del valor generaba una violencia inmediata capaz de destruir cualquier orden normativo. En este sentido, considerar la constitucin como una ejecucin de valor llevaba en su propio seno su destruccin. De hecho, este era el diagnstico acerca de lo que haba pasado en Wei-mar. La clave de este proceso, que resume la posicin de Schmitt frente a Weimar, Ginebra y en cierto modo Bonn, es de nuevo la lucha contra el liberalismo y el romanticismo poltico. En el fondo,

    20 Cf. para todo (Breuer, 1996). Cf. mi resea a este libro en (Villacaas, 1996: 97-116).21 Me permito referir aqu a mi ensayo (Villacaas, 2010: 151-183).

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    Schmitt mantena la lucha de Hegel contra Fries, que tena lugar en los Fundamento de la filosofa de Derecho22.

    Mirar este punto con atencin nos permite apreciar la ambiva-lencia del valor, sntoma en el que se descubre que el valor recibe la constitucin ms bsica de la psique. Aqu est la clave de la discusin central entre Weber, Kelsen y Schmitt y tiene que ver con la democracia y su fragilidad. Aqu tiene lugar el mayor triunfo del economicismo y su propia tragedia. En efecto, como demuestra Dotti en su introduccin, la filosofa del valor acept un conjunto de herramientas que procedan de la psicologa y la economa. En ambas ciencias, por este tiempo, se deseaba matematizar los fen-menos mentales y as ofrecerle un camino seguro para dotar de bases psquicas a la ciencia de la economa. La teora de la utilidad mar-ginal permiti cristalizar estos procesos. A ello se opuso Weber en Roscher y Knies23. La clave de este proceso terico fue que permiti extender el valor de la ciencia desde la economa a la antropologa. Este fue el camino por el que la base de la esfera econmica acab proyectndose a la totalidad de la esfera de la vida humana. Sin duda, el capitalismo pas a considerarse como lo natural, con lo que el concepto de libertad natural ofreca al liberalismo sus bases fundamentales24. La clave es que el valor, como utilidad marginal expresada en deseo, permita una traduccin del inters psquico en precio y dinero, generando as una trinidad alternativa a la marxista sin pasar por la produccin y la plusvala. En todo caso, la gramtica era siempre esta: valor, precio, dinero. Al proyectar estas categoras como lo natural, al generalizar la dimensin de valor como propia de la totalidad de la vida, se transfiri tambin la lgica precio y dinero a la totalidad de la vida. Con ello, la economa pas a ser la esfera de accin fundamental que pas a regir todas las dems esferas de accin.

    Schmitt es consciente de este proceso. El suelo originario de la filosofa del valor es la economa. Como jurista, como enemigo del liberalismo, como enemigo del romanticismo, Schmitt protest ante el hecho de que la lgica econmica del valor se transfiriera a su mbito clerc, a la Constitucin y al derecho. El planteamiento ya

    22 Cf. para esto mi segundo volumen de (2001b) dedicado a Hegel.23 Cf. el trabajo de Weber (1985: 174-192). 24 Cf. Foucault y su historia del liberalismo tal y como se desarrolla en (2007). Cf, mi trabajo sobre este

    punto, en (Villacaas, s.f.).

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    era weberiano pues dependa de la teora de las esferas de accin. Entonces, cuando entraba en la rbita de otras esferas de accin, la ntida lgica del valor, que funciona muy bien en la economa, se distorsionaba. Weber, de forma parecida, haba llamado la atencin sobre este hecho: una cosa eran los ideales tipos de las abstraccio-nes de la economa que funcionan para la teora mercado, precios, valor y otra cosa bien distinta eran los lebendige Menschen25. Cuando se hablaba de estos ltimos, o desde otras esferas de ac-cin social, aquellas abstracciones no podan ser mantenidas como inmediatamente valiosas. Schmitt pensaba exactamente lo mismo. Tengamos en mente avis que la lgica del valor se distorsiona tan pronto como abandona su esfera de pertinencia la de lo eco-nmico y la justicia conmutativa (Schmitt, 2009a: 110). Schmitt estaba interesado en estas distorsiones y a eso le llam la dimensin impositiva de la lgica del valor. La tesis luego fue puesta en circu-lacin por su rival Jrgen Habermas, como reduccin del mundo de la vida, pero curiosamente era de impronta weberiana-schmittiana.

    Este punto es importante. Sugiere que no podemos adentrarnos en estos pensadores sin tener la teora de las esferas de accin social como punto de partida y suelo firme, algo que slo lleg al debate intelectual cuando W. Schluchter y J. Habermas incidieron en esta temtica en los aos 8026. Pero tal propuesta tambin nos revela el carcter de estos grandes autores y la limitada claridad conceptual en que dejaron sus categoras, ms all de lo que era til a sus intereses cientficos. Nada ms sintomtico que esa invocacin genrica a los lebendige Menschen como necesidad de concrecin social de las categoras tpicas de la economa. Enigmticas son en este sentido las alusiones de Weber de que no es lo mismo que el agente econ-mico tengo hijos o no tenga hijos a la hora de aceptar abstracciones tpicas liberales. En el fondo, como he sugerido en otros trabajos, la lgica de las deformaciones de las categoras centrales de unas esferas cuando pasan a operar en otras, no fue objeto de un trabajo filosfico sistemtico27. Sin embargo, Schmitt hizo de las denuncias de estas deformaciones el objeto de su defensa del valor espiritual

    25 Cf. mi ensayo Ethos y Economa.26 Cf. el nmero monogrfico de la revista Damon, 1, 1989, dedicado ntegramente a Habermas, en un

    ensayo de recepcin pionero en espaol. En la misma lnea se puede ver (Serrano, 1994). 27 Slo lo fue bajo su elaboracin en la teora de sistemas de N. Luhmann, pero entonces obtuvo el

    estatuto de una ontologa que arruinaba justo lo que la teora de las esferas de accin deseaba apresar:

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    del derecho y de la esfera de accin poltica. En este caso concreto, sugiri que el economicismo triunfante mediante la teora del valor transforma las bases mismas de las otras esferas de accin cuando se aplica a ellas. En efecto, aunque la traduccin de bien econmico en valor funcione bien en la economa, y asuma la consecuencia bsica de su concrecin en precio y dinero, cuando se aplica a otros bienes sociales esta secuencia de equivalencias tiene efectos catastrficos.

    Esto nos permite asentar un principio filosfico de la mayor re-levancia; a saber: que la teora del valor no puede ser la base de la teora de las esferas de accin social. La teora del valor puede a lo sumo ser la base de la esfera de accin social econmica y esto al margen de que la base del valor sea la teora de la utilidad margi-nal, el deseo, o la plusvala generada por un modo de produccin que atiende las necesidades de unas relaciones de produccin social. Weber no era un marxista, desde luego, pero no est claro que fuera un marginalista, y desde luego no crea que la variable precio estuvie-ra marcada por el principio de la utilidad marginal. En su opinin, los precios reales no se fijan al margen de relaciones de poder y la lucha de clases. En todo caso, lo catastrfico reside, como apunta con nitidez Schmitt, en que esa lgica se proyecte a otras realidades bsicas de las otras esferas de accin social. Schmitt, de forma abs-tracta, habla de metas, ideales, o de bienes e intereses (Schmitt, 2009a: 110). Pero su enunciado concreto era que hay elementos de la vida social humana que no son susceptibles de clculo y atri-buciones de minusvala (Schmitt, 2009a: 110). Por ejemplo, las sentencias del derecho se basan en decisiones claras y disposiciones fijas. No permiten esa subjetivacin inicial de utilidad, que se tra-duce en valor, precio y dinero. En suma, aquellas metas, intereses, ideales y bienes no econmicos no pueden ser salvados mediante su traduccin a valor. Y esto porque en la medida en que sean suscep-

    la estructura de la vida histrica y social. La pretensin de Luhmann de pensar la estructura social a partir de la teora autopoitica de organismos vivos de Maturana mostraba a todas luces la inspiracin biolgica de la teora de sistemas y la transformacin de la sociedad en organismo y sus peculiares paradojas, una renovacin de la teora estoica. La teora de los medios de comunicacin, las relaciones con el medio ambiente, la nocin de ruido, la doble improbabilidad de la hermenutica, todo esto ofreci un vocabulario fascinante a la teora weberiana de las esferas de accin, pero a consecuencia de arruinar el continuum de la vida histrica y la relacin con los lebendige Menschen. No es un azar que en la recepcin que I. Izuzquiza realiz sobre la obra de Luhmann se hablara de La sociedad sin hombres. Niklas Luhmann o la teora como escndalo (1990). Otra forma de abordar este tema se puede ver en (Villacaas, 2001a: 111-127).

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    tibles de precio, de equivalencia, de ms o menos, de traduccin a dinero, sufren una humillacin radical que ha de ser interpretada como aniquilamiento. La distorsin que produce la aplicacin de la lgica del valor a otra esfera de accin no econmica ha quedado graduada por Schmitt como degradacin, discriminacin, justifi-cacin de un aniquilamiento. Da lo mismo que se aplique el valor, precio y dinero a la esfera poltica, a la esfera ertica o a la esfera esttica. Aquella secuencia es inevitable. La valoracin, ejecutada fuera de su esfera pertinente, la econmica (Schmitt, 2009a: 111), realizada en aquellas otras esferas que no pueden pactar un precio, implica siempre un efecto negativo.

    Esto era lo especficamente nuevo y as fue sealado por Sch-mitt, saludando con ello el triunfo del liberalismo, el carcter abso-luto del homo economicus. Cualquier minusvaloracin, aceptable en el regateo de dinero o de precios, era susceptible de ser entendida como declaracin de no-valor, cuya meta es la desactivacin o ani-quilacin del no-valor. Implica una ofensa a la lgica misma de la otra esfera de accin social, es visto como una destruccin, como un atentado, como una humillacin. Dndole un sentido profundo a la frase de H. Rickert, la referencia a la negacin es el criterio para determinar si algo pertenece al mbito de los valores (Schmitt, 2009a: 112), Schmitt la entendi como si significara que all don-de la aplicacin de valor implica una degradacin, discriminacin y aniquilamiento, entonces estbamos ante deformaciones que son sntoma de que esa esfera no pertenece al mbito del valor nico, que es de hecho la esfera econmica. No reparar en esa deformacin era dejarse llevar por las apariencias de rigor, cientificidad, objetivi-dad, ilimitada tolerancia y flexibilidad que ofreca la lgica econ-mica. Tras esas apariencias, no haba sino una agresividad invasiva de las esferas de accin por parte de la lgica econmica. Eso era el nihilismo.

    La tesis final se resume as. Tratar algo como valor le confiere la apariencia de realidad efectiva, objetividad y cientificidad pro-pias de la esfera econmica y de la lgica del valor adecuada a esta ltima. Pero no debemos ilusionarnos: en la esfera extra-econmica el planteamiento tiene carcter negativo y la lgica del valor extra-econmico superior y supremo se pone en marcha a partir del no-valor (Schmitt, 2009a: 112). La invasin tiene que producir una deformacin que elimina la articulacin propia de la otra esfera de

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    accin y en el fondo tiene que reducir a no-valor aquello que la lgi-ca valorativa considera un exceso, y que en el fondo es lo especfico de la otra esfera. Esa lgica comprende como valor lo que no lo es, y al interpretarlo as lo destruye.

    Este es el sentido profundo de la tesis de Schmitt, a pesar de que se enrede con citas de Scheler que, aunque sealen la necesaria ne-gatividad del valor, no pueden decir, ni quieren decir nada parecido a lo aqu dicho, en la medida en que no se articulan desde la diferen-cia de las esferas de accin social28. Sin embargo, lo que en todo caso quiere asegurar Schmitt es que nada menos pacfico que la filosofa del valor, que depende siempre de discriminaciones de cosas que no deben ser, que no tienen valor y que desde el valor tienen que desaparecer. Toda filosofa del valor, podramos decir, es dualista, maniquea y en la medida en que el valor funda un deber ser que ha de imponer, es potencialmente fantica. Lo ms especfico de su tesis, sin embargo, es que por esta razn genrica, por la dimensin invasi-va de otras esferas que no pueden ser articuladas de esta forma, y por la dimensin impositiva del valor, por la incapacidad de reconocer otras metas, intereses e ideales, la estrategia pacifista y democrtica de reducirlo todo a valor, se torna una guerra de todos contra todos que puede llevar a la guerra absoluta de aniquilamiento del portador del no-valor. Aunque es posible que Schmitt hablara de s mismo, de nuevo tenemos la paradoja estructural de que las declaraciones pacifistas de las potencias de Ginebra llevaron a la guerra indiscrimi-nada, para l esencialmente parecida a la paradoja que llev la retrica de la supremaca aria de Hitler a la abyeccin radical. La tirana de los valores era la base filosfica de Versalles, de Ginebra y de Hitler. Era un matiz respecto de Positionen und Begriffe, y no uno menor. La

    28 Los textos de Scheler son tpicos galimatas filosficos que muestran la evidencia sencilla de la tras-cendencia del valor frente a la realidad y no hacen sino jugar con la falacia naturalista. Decir que el sentido ltimo, tambin de un enunciado positivo (por ejemplo, debe haber justicia en el mundo; deben compensarse los daos) est referido siempre y de modo necesario a un no-valor: es decir, se refiere al no-ser de un valor positivo, es cantar una verdad de Perogrullo: implica que la justicia no se ha realizado y que algo que existe lo caracterizamos como no-valor. Esto se ve claro cuando se aade: con ms razn, naturalmente, el no-deber-ser se refiere al ser de un no-valor como presupuesto. Otra verdad de Perogrullo: cuando alguien dice no-debe ser tal cosa, implica que tal cosa es, aunque sea un no-valor. No de otra forma el aparentemente profundo enunciado: El no-ser del valor positivo es un no-valor. Claramente, que no se realice el valor positivo es algo que desde el propio valor se debe entender como no-valor y, con la misma claridad, la caracterizacin de un enunciado positivo como valor implica una discriminacin del estado del mundo que se considera como valor negativo. Conocer algo como deber ser implica identificar algo que no-debe ser. Podemos estar jugando con estas clusulas eternamente sin salir de la trascendencia del valor respecto del ser.

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    consecuencia la vio no slo Schmitt, sino todos los miembros del seminario de Ebrach, gente tan aguda como J. Ritter: Max Scheler no se dejara horrorizar por la palabra terror (Schmitt, 2009a: 117). Su escala desde lo til a lo santo, como la escala de lo inorgnico a lo espiritual de Nicolai Hartmann, lo permita.

    4. Schmitt y la posicin de Weber

    Toda la posicin de Schmitt en este sentido era weberiana. Sea cual sea la pretensin de la objetividad del valor, no bien el valer se vuelve actual, tenemos que vrnoslas siempre con sujetos sensibles a valores (Schmitt, 2009a: 131). Podemos decir con Ortega: el mbi-to de virtualidades que es el valor29, slo es un mbito de actualidades a travs de seres humanos concretos que los perciben. La validez es virtualidad. Lo nico real son los hombres vivos. Quien dicen que [los valores] valen sin que un hombre los haga valer, quiere engaar, concluye Schmitt. Por eso, a Schmitt le pareca que en Max Weber hallamos las respuestas ms claras y, en este punto, las ms honestas que se han dado a esta pregunta. Segn ellas es el in-dividuo humano quien, en completa libertad para decidir de modo puramente subjetivo, pone los valores (Schmitt, 2009a: 129). No era solo honesto por la franqueza con que, consciente del origen del planteamiento histrico filosfico de los valores, contrapuso ciencia neutral a cosmovisin libre. Tambin lo era al aceptar la conse-cuencia de la lucha eterna de los valores, una guerra de todos contra todos, una conflagracin politesta en la que los dioses para unos son demonios para otros. As se ve como todo el rodeo de Schmitt vena a defender que en el fondo Weber tena razn30. Siempre son los valores los que atizan la lucha y mantienen despierta la enemis-tad (Schmitt, 2009a: 130). Este escenario era una pesadilla, porque mientras tanto ya no creamos en los dioses por los que luchbamos. El desencanto producido por el triunfo de la economa, el libera-lismo y el romanticismo no haca sino sugerir que nunca se crey menos en aquello por lo que se luchaba y nunca se tenan ms me-

    29 (Ortega y Gasset, 1997: 330). A esa virtualidad le llama un halo de cualidades.30 Schmitt citaba todos los textos pertinentes de Ciencia como Vocacin, en Max Weber, Wissenschaftsle-

    hre, 558; la conclusin de la conferencia Poltica como vocacin, y los otros textos de la Wissenschaftslehre 150, 153ss, 490, 491ss, 503, 597ss, 592.

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    dios en la mano para conducir esa lucha en sus aspectos destructivos como si se luchara por algo. Se afirmaba luchar por dioses, pero slo se luchaba por su secularizacin en valor. En estas condiciones era como si los dioses, negados, convertidos en coartadas ideolgicas, reclamaran una venganza tanto ms cruel. Fantasmal llam Schmitt a esta lucha en la que los hombres queran tanto ms tener razn cuanto ms conscientes eran que no la tenan.

    As que la honestidad intelectual de Max Weber no slo se manifestaba en que l haba revelado de forma clara el punto de observacin adecuado a los valores, sino que haba mostrado que ellos no pueden vivir sin el punto de ataque, la agresividad potencial inmanente a toda posicin de valor (Schmitt, 2009a: 135) el beli-cismo implcito en los valores, la seguridad de que se tienen que eje-cutar mediante la diferencia amigo-enemigo31. Las ilusiones neutra-listas de una tolerancia kelseniana hacia las posiciones valorativas auto-conscientes de su propia subjetividad y finitud, se disolvan. Max Weber as mostr mejor que nadie la ambivalencia de los valo-res y la necesidad de manifestarse como posicionamientos polticos con su estructura de amigo-enemigo.

    Ninguna teora objetiva del valor, como la que propona Sche-ler, estaba en condiciones de prescindir de la libertad humana de de-cidir. Por muy objetivos que se puedan llamar los bienes, los valores, los intereses, los ideales, y por muy enmarcados que estn en cos-movisiones, no hay manera de prescindir de la libertad humana de acogerlos como dioses y rendirles homenaje. Los valores objetivos no eliminan la pesadilla de la lucha de las valoraciones. Weber tiene razn, pero lo que realmente se divisa es el relato de una pesadilla de la que l, ms honesto que nadie, mostraba que con las herramientas a la mano de las ciencias humanas y sociales, no se poda salir. Nun-ca se producir un pice de evidencia objetiva para los que piensan de otro modo respecto un valor. Todo lo que se diga para conven-cer a otro, no es sino un momento auto-defensivo, auto-afirmativo del valor por el que se lucha, una intensificacin de la voluntad de tener razn, que prepara la declaracin de que el otro es ciego al mrito del valor. La filosofa del valor no puede escapar a esa pe-sadilla. Weber no ha dejado de mirar de frente a esa consecuencia

    31 Hizo pie en una cita ms bien oportunista de Wissenschaftslehre, p. 246.

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    (Schmitt, 2009a: 137). Valorar es desvalorar, imponer, hacer valer, y entonces la enemistad es obligada. La contienda forzosa Schmitt (2009a: 138). Schmitt se dio cuenta de que aquello que haba ser-vido para canalizar el proceso de la democracia conduca a esta a la guerra civil. Dicho desde una perspectiva amplia histrico-filosfica: el intento por el que se quiso superar el nihilismo aceler los efectos nihilistas, y ofreci otras tantas razones a la ciencia para defenderse como la nica actividad mental adecuada, y reconocer as la filoso-fa del valor como una posicin nihilista y opuesta al progreso. En-tonces los valores enfrentados se elevan a enemigos absolutos, que siempre se comportan segn la guerra de religin y asumen su divisa fiat justitia (de la mi valor) pereat mundus (el otro valor).

    Tanto si hay valores objetivos, como si son subjetivos, todo aca-ba en tirana. El texto de N. Hartmann que cita Schmitt es decisi-vo. De hecho ha sido la clave que ha orientado su ensayo todo el tiempo, el que la da ttulo. La filosofa del valor es la razn bsica de la guerra indiscriminada, de la falta de inhibiciones respecto a la violencia, de la voluntad de no pagar nunca un precio demasiado alto, y de la posibilidad de que al no-valor se le exija tambin no-ser mediante la adecuada aniquilacin. Esta guerra siempre ser justa (Schmitt, 2009a: 144). El paraso de los valores es un infierno (Sch-mitt, 2009a: 143). El jus publicum es tachado. La violencia carece de mediaciones para imponerse y al ser la ciencia la nica herramienta neutralizadora nada puede detenerla, pues la neutralizacin de la ciencia es instrumental y no sirve sino para aumentar la violencia con sus armas crecientes. Todas las posiciones de Schmitt se orde-nan as desde este su ltimo principio filosfico: valor. De ah se deriva la neutralizacin, economicismo, liberalismo, expresionismo, subjetivismo.

    Ya vemos que todas estas reflexiones que ocupan las pginas fi-nales del ensayo de Schmitt constituyen intensificaciones retricas de un nico principio filosfico: libertad entendida como libertad de valoracin, libertad entendida como voluntad privada que emerge como valor. Esto significa una libertad que no puede ser consciente de s misma ms que como libertad de valorar. Ya podemos ver lo que fascina a Schmitt de Hobbes: el soberano hace callar todas estas expresiones de voluntades privadas entendidas como valor, como juicio, como profeca que no tiene derecho a expresarse en pblico. Pero en realidad, ese camino ya est cerrado. Ya no hay Leviatn.

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    Esa fue la conclusin de su ensayo de 1938. La maestra retrica de Carl Schmitt nos conduce de la mano a la sensacin de estar en un callejn sin salida. Y en realidad, lo estamos. Aunque con menos patetismo, Schmitt no ha dado un paso ms all de experimentar la noche polar que Weber haba profetizado, cuya anticipacin ext-tica sumi al gran hroe intelectual del siglo XX en una agitacin que le llev a la muerte. No hay un paso ms all. O por decirlo de otro modo, cuando se acaba el retrico Schmitt, nos quedamos apenas sin nada. Pues no podemos considerar que sea una propuesta filosfica la que ocupa las dos pginas finales de Schmitt. Lo que en ellas nos dice Schmitt es que de la misma manera que las ideas, cuando aparecen sin mediaciones, irrumpen como terror, tal y como se vio con los anabaptistas, o con los jacobinos en 1793, as el valor, cuando irrumpe, no es menos terrorista, como vemos hoy en los yihadistas islmicos. La idea requiere mediacin, pero el valor la requiere an ms (Schmitt, 2009a: 146). Sin duda, para Schmitt esta mediacin era el derecho y con ello la realidad de una elite clerc de legisladores y jueces que lo representan y lo encarnan con reglas calculables y ejecutables. Pero si la mediacin jurdica se encarga de realizar valores de manera inmediata, entonces su especificidad se viene abajo y est condenado a sembrar la consecuencia de la tirana de los valores, el polems (Schmitt, 2009a: 147)32.

    5. Conclusin

    El conjunto de reflexiones que nos producen estas posiciones finales es de tal ndole que no puede ni siquiera ser apuntado aqu. Quiz todo tiene que ver con la premisa bsica, reconocida con agu-deza por Heidegger y Schmitt: la diferencia entre la ciencia y la cos-movisin. Ninguno de los autores que hemos abordado ha querido ir ms all de esta premisa. Dejar la ciencia a la naturaleza y la desnuda expresin de valor a la subjetividad, significa ante todo que no cabe

    32 Este es el sentido de la frase final del libro: Un jurista que se aventura a ejecutar valores de manera inmediata debera saber lo que hace. Debera reflexionar sobre la procedencia y estructura de los valores y no permitirse tomar a la ligera el problema de la tirana de los valores y de la ejecucin no mediada del valor. Tendra que tener en claro la filosofa moderna del valor antes de decidirse a valorar, transvalorar, valorizar y desvalorizar; y en cuanto sujeto portador de valores y sensible a ellos, tendra que tener en claro la filosofa moderna del valor antes de dictaminar la posicin de un orden jerrquico de valores subjetivos y objetivos bajo la forma de sentencias con fuerzas legal.

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    posibilidad alguna de una ciencia acerca de la subjetividad. Sobre ese terreno vive la filosofa del valor. Creo que aqu est siempre el malentendido entre Kelsen y Schmitt. Cuando el primero muestra el principio de tolerancia y pluralismo como la base y la esencia de la democracia, no habla desde el ser vivo del hombre tal y como es, sino cmo podra llegar a ser en caso de que integre la mirada cien-tfica que sobre la subjetividad produce el psicoanlisis.

    Entonces la ciencia de la psique permite mediar nuestras valo-raciones y neutralizar la violencia inequvoca que alberga su lgica. Es una ciencia, una institucin, una elite clerc que, por su constitu-cin interna, asume la teora del contrato y la lgica democrtica. Desde luego, ni Weber ni Schmitt aceptaran esta mediacin de la subjetividad por el discurso institucional del psicoanlisis. Ellos slo proponen que los seres humanos vivientes sepan reconocer la autonoma de la mediacin jurdica de la justicia, la autonoma de la mediacin representativa del poder, y llegado el caso, la necesidad de mediaciones institucionales para las realidades humanas. Desde este punto de vista, la constelacin entre esfera de accin social, elite clerc, institucin, jugaba en ellos la funcin del principio de realidad que la subjetividad debe reconocer.

    Ahora bien, para que la subjetividad reconozca instituciones y mediaciones como principio de realidad debe aceptar antes la ver-dad de que el principio de realidad forma parte de los elementos constitutivos de su propia subjetividad, sin los cuales vendr amena-zada por disfunciones, enfermedades y dolorosas experiencias. Una de ellas es la arbitrariedad del valor y de su idealizacin absoluta. Pero para aceptar este punto, el sujeto tiene que tener una verdad de s mismo y no meramente la desnuda certeza de sus valoraciones, deseos o intereses. Y esta verdad tiene que ser objeto de algo pareci-do a una ciencia de la subjetividad que la propia subjetividad tiene de s misma. De otro modo, volvemos a la premisa bsica: dejamos a la ciencia el terreno exclusivo de la materialidad, y a la subjetividad la arbitrariedad de la valoracin, una dualidad con la que empieza de nuevo todo el proceso descrito en el ensayo de Schmitt.

    Weber, y Schmitt lo reconoce, se mostr insatisfecho con este estado de cosas y se aproxim a una mirada superadora. As, proyect sobre el campo de la cultura, de la sociedad y de la historia una cons-truccin cientfica metodolgicamente asegurada. Con ella deseaba ofrecer mediaciones a los sujetos que desearan fundar sus actitudes

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    psquicas y sus compromisos prcticos ante las esferas de accin so-cial de forma coherente, responsable y auto-consciente. En suma, hizo de las ciencias sociales un mtodo de racionalizacin subjetiva, lo que l llamaba ethos33. Pero en el lmite, siempre consider que estas mediaciones estrictamente derivadas de la ciencia de la cultu-ra dependan de que el sujeto quisiera fundar un ethos riguroso. Por supuesto, la vinculacin ltima a formas de conduccin de la vida estables, coherentes, dotadas de ratio, estaba entregada al sujeto, y si este se inclinaba a una forma de vida arbitraria, caprichosa, expresi-va e irracional, nadie podra evitarlo. Si alguien se vinculaba a una principio, deseo, bien o lo que fuera de forma irracional, no haba manera de convencerle de que otros sujetos poda ser portadores de una ratio. Por eso, como dice Schmitt, Max Weber jams cifr en el valor la ltima palabra o la conclusin ltima de la sabidura y por eso sugiri, frente a sus estudios histricos y sociolgicos, que era una expresin que bien podra desdearse. Lo ms curioso es que, cuando manifest este desdn, introdujo algo que ya hemos recogido varias veces y de lo que se deba partir: la vida concreta de los hombres con sus pasiones y sus deseos, sus hbitos y sus formas de conducirse, su estilo y su capacidad de racionalizacin subjetiva34.

    En todo caso, lo que Weber no poda encarar era la motivacin ltima que lleva a los seres humanos a vivir de forma coherente o de forma caprichosa, de forma responsable o esttica, de forma cnica o comprometida. Saba distinguir ciertas estructuras motivacionales bsicas a las que llam Beruf, pero se qued detenido ante el decreto horrible que determina que ciertos seres humanos se comporten de forma apreciablemente vocacional y otro sean vctimas de actitudes irracionales, inconstantes, descomprometidas y valorativas. Des-de luego, no se habra sorprendido de que el moderno capitalismo asumiera que esa mquina valorativa y desiderativa de una psique a lo Deleuze, era su ideal de ser humano, ni de las implicaciones para la psique que este proceso habra de tener. En todo caso, apel al sentido bsico de la libertad subjetiva, que para l era un suelo ro-coso amenazado intocable. Y en efecto lo es. Pero con el pie en este

    33 Cf. el central libro de Guenther Roth & Wolfgang Schluchter, Max Webers Vision of History: Ethics and Methods (1979).

    34 (Schmitt, 2009a: 109, citando Wissenschaftslehre, Morh, 1951, p. 492). Cf. exactamente para este asun-to (Villanaas, 2010: 167-193).

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    suelo, todava podan existir procesos discursivos capaces de iniciar una bsqueda acerca de la verdad de esa libertad del sujeto. Bastaba recordar los territorios ms lejanos de Kant, desde luego, que hace de la libertad un posicionamiento ante una ley y, en este sentido, reconoce la necesidad a priori de una ley sin la cual no ha sujeto. Una libertad a la que se le exige ante todo que reconozca una ley, es completamente distinta de aquella que ejerce su primer acto en valorar. Freud y Lacan pueden ayudar a desplegar esta idea y a supe-rar la hostilidad entre verdad de la naturaleza y verdad del sujeto35.

    Frente a este camino, la opcin de Weber fue recordar que lo que entendemos como libertad, garantizada por las evidencias ele-mentales de nuestra psique, era el fruto complejo de una larga evo-lucin histrica y cultural, y, como tal, resultado de un proceso his-trico sin garantas ulteriores, que podra entrar en crisis catastrfica en cualquier momento. Frente a este camino, Schmitt, que en algn tiempo estuvo cerca de estos planteamientos, retrocede y defiende la idea de que la mediacin apropiada aqu sera el reconocimiento de un colectivo clerc de filsofos destinados a poner de manifiesto el Ser y sus consecuencias anti-humanistas, y frente a los cuales el sujeto debera comportante como frente a las sentencias de los juristas. Sin duda, aqu tambin Schmitt vio a Heidegger como un aliado. Pero resultaba evidente que como mediacin, el ritual heideggeriano era un muro demasiado dbil frente a las potencias mundiales que la poca del valor deba producir y, adems, ambos faltaban a la premi-sa ilustrada y kantiana de que salir de la minora de edad debe ser el esfuerzo de cada uno. En todo caso, cuando Schmitt se enfrent a la lectura de la obra de H. Blumenberg, La legitimidad de la modernidad, comprendi que la ciencia y sus autoafirmaciones no podan pro-ducir otra cosa que la imagen de un universo en el que la novedad articulaba de forma adecuada la estructura del valor, siempre de la mano de la afinidad electiva con el mercado y el deseo. El macrocos-mos y el microcosmos, la materia y la subjetividad, por fin se daban la mano al servicio de la novedad como valor y como expresin bsi-ca de la libertad humana. Este razonamiento une de nuevo Teologa poltica II y La Tirana de los valores. Los elementos retardatarios, el

    35 Cf. (Villacaas de Castro, 2011). Nada de lo que pueda decir en estas reflexiones se ha producido al margen de las discusiones de los ltimos aos con el autor de esta tesis doctoral, con el que estoy en una deuda ms bien permanente.

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    viejo y plural kathechon, ya sin fuerza, seran barridos y los idelogos podran cantar el final de la historia. Hoy quiz comenzamos a ver el final de esta poca. Quiz por eso tambin es til revisar a los gran-des testigos de la misma. Y entre ellos, Weber, Heidegger y Schmitt siguen siendo sin duda tan seeros como limitados

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