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la cofradía de indios contó con menor cantidad

de magueyes en comparación con la de españoles.

Aunque con un periodo de análisis menos amplio,

la diferencia fue significativa.

Cuadro 11. Magueyes propiedad de la cofradía de indios

año total de magueyes año total de magueyes año total de

magueyes

1776 1237 1783 1048 1790 ?

1777 1187 1784 989 1791 1770

1778 1187 1785 927 1792 1713

1779 1150 1786 ? 1793 1702

1780 1135 1787 ? 1794 1696

1781 1095 1788 1726

1782 1095 1789 ?

Fuente: apm, caja 41, libro de la cofradía de la Preciosa Sangre de Cristo, pueblo de visita de San Felipe Tlalmimilolpan, doctrina de Metepec.

las congregaciones, además de llevar el control

numérico de magueyes, realizaban sus avalúos

por cada planta. la organización del Santísimo

Sacramento en 1770 realizó la valoración de cada uno

de sus magueyes por solar, señalando lo siguiente:

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panorama de la tenencia y explotación de la tierra. . .

Cuadro 12. Avalúo de magueyes de la cofradía de españoles, año de 1770

costo del maguey número total costo del

maguey número total

16 reales 11 22 pesos 4 reales 69 34 pesos 4 reales

12 reales 12 18 pesos 3 reales 45 16 pesos 7 reales

11 reales 12 16 pesos 4 reales ½ reales 9 2 pesos 6 ½ reales

10 reales 17 21 pesos 2 reales 2 reales 134 33 pesos 4 reales

9 reales 9 10 pesos 1 real 1 ½ reales 149 127 pesos 7 ½ reales

8 reales 61 61 pesos 1 real 384 48 pesos

7 reales 3 2 pesos 5 reales ½ real 445 27 pesos 6 ½ reales

6 reales 17 12 pesos 6 reales 2 por ½ real 411 12 pesos 6 ¾ reales

5 ½ reales 1 5 ½ reales 4 por ½ real 411 6 pesos 3/8 reales

5 reales 13 8 pesos 1 real

Fuente: apm, caja 43, libro de inventarios de la cofradía del Santísimo, ff. 7-9v.

la cofradía de indios realizó varios avalúos de los

magueyes correspondientes a los años de 1788 y

de 1791 a 1793. no fue igual al de la congregación

española, ya que ésta registró el importe total de

todas las plantas por cada solar.

las principales actividades en torno al cultivo del

maguey fueron siembra, mantenimiento y explo-

tación. Para la obtención de productos de buena

calidad y evitar su pérdida, es decir, que se pudran

o mueran, es necesario tener algunos cuidados en

su proceso de siembra. los gastos anuales de la

organización española en los peones encargados

del mantenimiento de los magueyes y solares

fueron variables: oscilaron entre un peso seis rea-

les en 1776, hasta 67 pesos ½ real en 1782.34

la cofradía de la Preciosa Sangre de Cristo tuvo

menos plantas y solares cultivados. De acuerdo con

datos sobre gastos en peones se tiene que en 1787:

siete pesos por cultivar y arrancar; en 1789: 21 pesos

tres reales por la siembra, compostura y compra de

más magueyes; en 1790: 17 pesos en por arrancar,

acarrear y cultivar, para el siguiente año sólo se lim-

pió y se pagó 1 peso; finalmente, en 1793, por plantar

y desviejar se pagó ½ real por trabajador.35

34 apm, caja 41, libro de las cuentas y relaciones juradas que da el mayordomo, ff. 4v-88v.

35 apm, caja 41, libro de la cofradía de la Preciosa Sangre de Cristo, pueblo de visita de San Felipe Tlalmimilolpan, doctrina de Metepec, ff. 41v-60.

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Una vez que el maguey se desarrolla y madura está

listo para su aprovechamiento. Primero, se hace la

quiebra o castración, después a la extracción del

aguamiel, actividades realizadas por el quebrador,

raspador o comúnmente conocido como tlachi-

quero (Hernández, 1979: 15 y Rendón, 1990: 142).

los gastos de la organización de indios en la quie-

bra y raspa de magueyes fueron mínimos, sólo se

cuenta con cuatro registros: dos corresponden al

pago de quebradores; el primero de tres reales

en 1792 y el segundo de 3 ½ reales por 42 plantas en

1794;36 los otros dos pagos fueron a los raspado-

res: uno en 1776, cuyo costo por su actividad fue

de un peso, y el otro en 1787 en el que se gastaron

nueve reales por seis trabajadores.37

Tomando en cuenta el número de magueyes

explotados, tanto en Metepec como en San Felipe,

se deduce que la producción de aguamiel fue de

grandes cantidades y, por lo tanto, no pudieron

haber quedado exentos de ser abastecedores de

pulque. De los centros de producción pulquera a

los puntos de venta, no debían sobrepasar los 25

kilómetros por su condición perecedera (Quiroz,

2005: 262-263).

36 apm, caja 41, libro de la cofradía de la Preciosa Sangre de Cristo, pueblo de visita de San Felipe Tlalmimilolpan, doctrina de Metepec, ff. 56 y 60.

37 apm, caja 41, libro de la cofradía de la Preciosa Sangre de Cristo, pueblo de visita de San Felipe Tlalmimilolpan, doctrina de Metepec, ff. 1v y 44.

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panorama de la tenencia y explotación de la tierra. . .

la cofradía de Metepec empleó el sistema de tan-

das para la explotación de sus plantas, fue menos

usual en la de indios. Se contó con un cuidador

que llevaba el registro de las personas a quienes

les otorgaban magueyes para su aprovechamiento,

esta persona recibía ½ real por cada maguey

entregado.

la explotación del maguey por parte de las cofra-

días fue un medio de obtención de ingresos eco-

nómicos que les permitieron sufragar algunos

gastos que se generaban por el objetivo propio de

las organizaciones.

ConClUSioneS

el asentamiento del poder político y eclesiástico

en Metepec durante el virreinato fue resultado del

reconocimiento que tuvo durante la época prehis-

pánica, lo cual permitió su integración a la estruc-

tura de las poblaciones coloniales.

el territorio del pueblo de Metepec, de acuerdo con

la división político-administrativa, se mantuvo a lo

largo de los tres siglos virreinales. Fue reconocido

por las autoridades novohispanas a través del pro-

ceso de composición de tierras de 1695, ratificándolo

en 1718. la superficie conformada por 50 caballerías,

presenta una forma rectangular estilizada.

A lo largo del virreinato se identificaron dos gru-

pos de propietarios agrarios en Metepec: los comu-

nales y los privados. en el primer grupo entran los

pueblos de indios y en el segundo los españoles

particulares y las organizaciones eclesiásticas. en

cuanto a los frutos derivados de la explotación

de las tierras, el maíz producido en el pueblo de

Metepec fue de buena calidad, lo cual favoreció su

comercio. Respecto a la ganadería, el porcino fue

el de mayor demanda para su crianza y en menor

cantidad el ovejuno y el caballar.

las tierras de las cofradías fueron empleadas prin-

cipalmente en la explotación de un número signi-

ficativo de plantas de maguey, permitiéndoles la

obtención de ganancias por el aprovechamiento

de la planta.

Actualmente, del Metepec novohispano sólo

quedan vestigios religiosos, ya que el desarrollo

urbano ha cambiado la estructura territorial del

municipio pues, como bien se puede apreciar, las

tierras que eran destinadas al cultivo y a la crianza

del ganado, en su mayoría, están siendo ocupadas

por zonas habitacionales y comerciales.

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introducción

n este escrito se expone la relación formal arquitectónica que

existe entre las fachadas del templo de la Asunción en Tenango

del Valle y la capilla de Santa María ocotitlán en el munici-

pio de Metepec. este último edificio fue estudiado por María

Thérèse Réau en su libro Portadas Franciscanas (1991). en dicha investiga-

ción, la historiadora francesa relaciona este edificio con las fachadas de

San Juan Bautista en Metepec y la parroquia de Capultitlán, pues son

casi contemporáneas y poseen las características de las llamadas “facha-

das nicho” de la segunda mitad del siglo xviii. A esta asignación debe

sumársele que los tres últimos edificios se concluyeron bajo la super-

visión del cura Jacinto Sotomayor, quien fue el primer párroco de San

Juan, Metepec, y permaneció en el cargo desde 1754 hasta 1790, año en

que murió. Más aún, este cura fue quien dio el impulso definitivo para

la construcción del actual templo parroquial.

Para explicar los elementos arquitectónicos de los edificios antes aludi-

dos comenzaré por plantear, de forma general, el proceso histórico de la

arquitectura novohispana del siglo xviii y sus características, con el obje-

tivo de distinguir algunas de las principales maneras de construir entre

los arquitectos de dicha centuria, pues estuvieron los que prefierieron

el uso del estípite como elemento fundamental de sus obras, durante la

primera mitad de dicha centuria, y, por otro lado, aquellos que eligieron

Carlos Alfonso ledesma ibarra

La fachada de La capiLLa de santa maría magdaLena ocotitLán y su reLación con La asunción de maría en tenango deL vaLLe

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en el cerro de los magueyes : metepec, de la época prehispánica al s iglo xxen el cerro de los magueyes : metepec, de la época prehispánica al s iglo xx

a la columna como la parte más importante de

sus composiciones arquitectónicas, principal-

mente, en el último tercio del mismo siglo, estos

últimos identificados por el historiador del arte

Jorge Alberto Manrique bajo la modalidad del

neóstilo. Finalmente, se describirán los elementos

de las dos fachadas aludidas para compararlos y

proponer una cercanía entre los artífices de los

mismos; además, se propondrá una interpretación

iconográfica para ambos casos.

lA ARQUiTeCTURA noVoHiSPAnA en lA PRiMeRA MiTAD Del SiGlo xviii

la mayoría de los historiadores del arte virreinal

coinciden en que una de las obras que marcaron el

incio del siglo xviii en el aspecto arquitectónico

fue el Retablo Mayor de la Catedral Metropolitana,

el cual fue construido entre 1718 y 1725 por el arqui-

tecto hispano Jerónimo de Balbás. Dicho autor se

había formado con el prestigioso arquitecto José

Benito de Churriguera (1665-1725), quien tuvo una

notable influencia en la arquitectura de la penín-

sula ibérica de finales del siglo xvii, pues recuperó

el uso del estípite en la construcción de fachadas y

retablos en Madrid y Salamanca (Vargaslugo, 1986:

29-32), por ejemplo, en el retablo mayor de San

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la fachada de la capilla de santa maría magdalena ocotitlán…

esteban (al parecer dicho elemento arquitectónico

se había utilizado anteriormente en el Palacio de

Propaganda Fide y en la cúpula del templo de San

ivo en Roma por Francesco Borromini en 1667).

Jerónimo de Balbás trabajó en Madrid y de ahí se

trasladó a Sevilla donde realizó el sagrario de la

catedral hispalense (lamentablemente éste se per-

dió en un incendio en 1824). en 1717 el artista ya

se encontraba en Ciudad de México y comenzaba

a trabajar en el aludido retablo de los Reyes de

la Catedral Metropolitana, la obra más significa-

tiva de este importante recinto. en esta estructura

introdujo el uso de la columna estípite,1 dicho ele-

mento fue utilizado por Balbás para enmarcar la

calle central del mueble y formar otras tres calles

en los laterales donde se abren varias hornacinas.

el remate de esta capilla es una media bóveda. la

notoriedad alcanzada por el arquitecto en el virrei-

nato fue tal que pronto se le encargaron otro par

de retablos al interior de la misma catedral: el del

Perdón y el ciprés, terminados en 1735 (Manrique,

2002: 106).

el estípite traído por Jerónimo de Balbás alcanzaría

una popularidad inusitada en la arquitectura de la

nueva españa que contagiaría casi toda la retablís-

tica y las construcciones de la primera mitad de

dicha centuria. Su hijo adoptivo, isidoro Vicente

1 José Ramón Paniagua, Vocabulario básico de arquitectura, p. 153: estípite: elemento troncopiramidal invertido, bien con función decorativa a manera de balaustre, o con función constructiva en lugar de una columna o pilastra.

Balbás, también realizó extraordinarias obras del

barroco estípite, por ejemplo, construyó los reta-

blos del templo jesuita de San Francisco Xavier,

en Tepotzotlán, y la parroquia de Santa Prisca, en

Taxco (Vargaslugo, 1999: 327).

otro arquitecto fundamental para esta época fue

el granadino lorenzo Rodríguez (1704-1774), quien

se había formado con su padre, también arquitecto, y

había trabajado con Vicente Acero en la Catedral de

Cádiz. Posteriormente, se trasladó a Sevilla donde

seguramente conoció la obra de Balbás. lorenzo

Rodríguez arribó a la nueva españa en 1731 y

estuvo encargado de la construcción de la fachada

del sagrario de la catedral de México. nuevamente,

en esta composición arquitectónica fue el estípite

el elemento primordial y estuvo acompañado de

molduras horizontales y una profusa decoración

que fueron distintivos del trabajo de este arquitecto

andaluz. Su éxito fue tal que se le encargaron la edi-

ficación de varias casas de la nobleza novohispana y

la elaboración de las fachadas del colegio jesuita de

San ildefonso y la capilla del colegio de las vizcaí-

nas (Manrique, 2002: 138). Años más tarde, relataba

el bachiller Juan de Viera, en su Breve y compendiosa

narración de la ciudad de México (1777), cómo los oficia-

les de arquitectura en su proceso de formación y

aprendizaje iban a dibujar las formas de la fachada

del sagrario de la catedral metropolitana.

También, otro artista importante en el cultivo de la

arquitectura estípite fue el toluqueño Felipe de

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en el cerro de los magueyes : metepec, de la época prehispánica al s iglo xxen el cerro de los magueyes : metepec, de la época prehispánica al s iglo xx

Ureña, quien comenzó su trabajo como ensam-

blador en el taller de escultura y ensamblaje de su

padre Hipólito; éste trabajaba junto a dos de sus

hermanos: Carlos y José. Felipe fue bautizado en la

iglesia del convento franciscano en Toluca, el 7 de

febrero de 1697. en 1726 se encontraba encargado

de la construcción de la sacristía del mismo con-

vento franciscano. en esta construcción comenzó

a utilizar el estípite como elemento constructivo

central que lo distinguiría como artífice práctica-

mente durante toda su vida. Construyó junto a los

miembros de su taller, entre otros, los retablos de

la virgen de la luz y la Santísima Trinidad en Santo

Domingo Zacatecas, la iglesia de la Compañía de

Jesús en Guanajuato, el templo de San Francisco

de Asís en oaxaca, el templo de San Francisco en

Guanajuato y el templo de nuestra Señora de

Belén en Guanajuato, entre otros (Halcón, 2012: 12).

Desde entonces, y por lo menos por otras tres

décadas más, la construcción de fachadas y reta-

blos en el centro de la nueva españa estuvo,

usualmente, acompañada por la inclusión del estí-

pite en las más variadas y múltiples interpretacio-

nes. Bien asegura Jorge Alberto Manrique que la

sociedad novohispana era más bien reacia para

la aceptación de elementos y modelos externos,

pero una vez aceptados, su aplicación se volvía

casi una necesidad (Manrique, 2002: 106). en la

capital del virreinato destacan, por sus fachadas

con estípites, los templos de San Felipe neri el

nuevo, la Santísima Trinidad, la Santa Veracruz

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la fachada de la capilla de santa maría magdalena ocotitlán…

y Balvanera, por mencionar sólo algunos. este ele-

mento, según Manrique, fue incorporado por el

maestro ensamblador Felipe Ureña en la cons-

trucción del relicario de san Francisco en Toluca

en 1729. Actualmente, este elemento también se

observa en la linterna de la cúpula de la capilla de

Santa Teresa perteneciente al templo del Carmen

en la misma ciudad, probablemente fue una

construcción posterior, pero con la que se inció

la edificación de este conjunto constructivo. no

obstante, es necesario señalar que hubo regiones

como Valladolid (hoy Morelia) y oaxaca, donde el

estípite no tuvo el impacto que causó en Ciudad

de México, San luis Potosí o Zacatecas.

en este punto conviene mencionar que varios his-

toriadores del arte han denominado, por estas

características formales de la arquitectura novo-

hispana de la primera mitad del siglo xviii, como

“barroco estípite”, aunque algunos también lle-

gan a identificarlo como “churrigueresco” (por la

influencia de José Benito de Churriguera) o “ultra-

barroco” (debido a la profusión en la decoración

de las fachadas donde también se puede distin-

guir el uso de la línea mixta, el follaje anguloso,

la guardamalleta, la claraboya, las tallas de con-

chas o veneras, arcángeles, ángeles y querubines,

entre otros). Si bien es cierto que este periodo es

anterior a nuestro lapso de interés, es necesario

mencionar cómo hasta muy entrado el siglo xviii

la arquitectura novohispana no había roto con

los valores, conceptos, elementos constructivos

y formas propias de la arquitectura denominada

como barroca y sólo había tratado de reinventarlas

o reconfigurarlas en nuevas modalidades.

lA MoDAliDAD Del neóSTilo

Jorge Alberto Manrique señala que desde el

último tercio de la centuria dieciochesca comien-

zan a vislumbrarse algunos cambios en las formas

constructivas y los valores de la arquitectura novo-

hispana que deben explicarse con una categoría

específica que permita definirlas correctamente. el

historiador mexicano establece para esta época la

aparición de lo que él considera la última moda-

lidad del barroco novohispano y lo llama neóstilo

(Manrique, 2002: 299). el propio autor ya había

señalado que una modalidad es un subestilo, por

lo tanto, éste estará limitado por las características

propias del estilo al que pertenece. en otras pala-

bras, el barroco novohispano había tenido tanto

éxito en la segunda mitad del siglo xviii que los

arquitectos tuvieron la capacidad y necesidad de

reinventar ciertas propiedades del barroco para

crear el neóstilo.

la idea de que un estilo llegue a “agotarse” debe

resultar extraña, pues cómo podríamos saber

cuáles serían las posibilidades de cambio si éste

hubiese continuado (Gombrich, 1997: 283). De