En este orden de ideas carol expo.docx
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En este orden de ideas, todo aquello que pueda representar un pasado
cercano o remoto "no sirve", es anticuado y hay que cambiarlo por otras que
sean más útiles o que se vean mejor. La cultura no escapa de este drama.
Desde un pasado remoto hasta el presente, todo conforma parte de un
concepto dominado por el hombre: Cultura; la que podría definirse
llanamente "…como a cualquier proceso de creación y crecimiento el
hombre…" (Rodríguez N., 1991:17). Pero si bien nos da algunas luces, no
nos brinda los elementos necesarios para abordar la problemática de la
identidad, tradición y Patrimonio Cultural. Ahora veamos esta otra definición,
un poco más extensa pero que nos ofrece la oportunidad de presentar mejor
el planteamiento en el que girará nuestro tema:
La cultura, en sus diversas acepciones, desde la planetaria hasta la tribal y
primitiva, tiene su origen en la naturaleza humana y no sería concebible si
nuestra especie desapareciera. (...) Cultura es hacer, pensar, construir,
edificar, derrumbar, obrar con inteligencia, con la mano y con sus
extensiones, las herramientas, la técnica que en su increíble crecimiento
constituye ya una supranaturaleza. La cultura empieza siendo fruto de la cría
y del cultivo de la tierra. Su cuerpo ritual ceremonial, religioso, nace de esa
confrontación con la naturaleza que le fue dada a el hombre. Luego
modificada y crea nuevas formas cuando se vuelve urbana. En ese largo
hacer cultural, la especie alcanza hoy la posibilidad inaudita de destruirse a
sí misma de un golpe, y de destruir las formas de la vida animal y agraria
indispensable a la especie. Hoy más que nunca, más que en los tiempos de
intensa religiosidad, más que en las sectas míticas o esotéricas de todos los
países y edades se impone la interrogación suprema, a la cual no contesta ni
la ciencia ni la técnica, del fin último del hombre. La ausencia de respuesta
está en el centro de la gran neurosis contemporánea occidental (Liscano, J.,
1988: 950).
La cultura está en el centro de ese afán de destrucción y sustitución
(destrucción que padecemos en nuestras ciudades, y que aparte de aquella
que significa arrasar con todo, es el intento, por parte de sus habitantes, de
colocarse a la "altura" de las grandes ciudades del Mundo Occidental
Moderno, dejando como saldo la pérdida de zonas que pudieran guardar
parte de la memoria e historia de esos lugares, que en nuestro caso, poseen
un enorme valor histórico y patrimonial1), es lo que ha contagiado de forma
violenta a nuestras culturas sociedades y sus historias2, cuyas políticas con
respecto a la cultura no han sido claras ni prioritarias, y que quizás responda
a intereses nacionales o extranacionales, que pretenden hacer "borrón y
cuenta nueva" para de esa forma extender su modo de vida (que al fin y al
cabo es cultura pero no la nuestra) presentándola como única y válida.
Existen autores que afirman que eso responde a un proyecto específico y
estructurado (Sanoja, M. y Vargas, I.; 2004: 5):
Ese proyecto cultural aparece en el escenario venezolano desde las
postrimerías del siglo XIX, cuando los sectores dominantes transnacionales
de entonces, y sus expresiones burguesas locales, se dieron cuenta de la
necesidad de contar con una población apática e indiferente al destino
colectivo, como manera de poder apoderarse de las riquezas del país de
forma pacífica. Pero, es en la IV república durante el puntofijismo, cuando tal
proyecto cultural logra sus objetivos fundamentales: neocolonizar y
desnacionalizar a la mayor parte de la población.
El patrimonio se estaba perdiendo irremediablemente y estábamos
absorbiendo de forma rápida elementos de otras culturas muy ajenas a la
nuestra. Todo lo nuestro sonaba a estar fuera de onda o era "raro", porque
esa no era la actitud más inteligente.
Siendo así, se podría entender que esta indefinición no es casual, no nos
han permitido formarnos una clara conciencia de nuestra cultura e ignoramos
nuestro pasado, para quedar indefensos y sin poder contrarrestar o equilibrar
la penetración de foráneas; esta es rápidamente sustituida debido a la
supuesta ausencia de una cultura propia, decimos "supuesta ausencia"
porque ella se encuentra ahí, pero no la percibimos debido a que es
relegada, mediatizada, alienada, no está siendo parte del día a día de
nuestras generaciones actuales y menos aún de las futuras:
...tomar conciencia del carácter histórico de la herencia cultural le permite al
agente histórico conocer los contenidos con los que se identifica, del papel
que ha jugado y que puede seguir ejerciendo para transformarlos y usarlos
en su propio beneficio, e identificar y generar resistencia y rechazo hacia
contenidos ajenos a su herencia cultural (Vargas, I.; Sanoja, M., 1993: 22).
Sin esos contenidos somos presas fáciles de cualquier intención política,
económica o social.
Todo lo que deja un espacio es ocupado por todo aquello que pacífica o
violentamente irrumpe en él, aunque no satisfaga las necesidades principales
o las mediatice; esto al menos no permite un vacío que podría resultar
mucho más peligroso para cualquier nación, no por eso se debe aceptar la
destrucción premeditada de la cultura, de lo que se trata es de rescatarla,
valorarla y enriquecerla, ahora sí, con aportes de elementos culturales de
todas partes del mundo. Nos oponemos al encierro que impide la
comunicación entre los pueblos y que a la vez enriquece, de parte y parte,
esos contenidos a los que se hacía referencia anteriormente.
El no construir bases culturales sólidas, nos ha dejado indefensos y por lo
tanto fácil presa de la ignorancia y, por ende, de la esclavitud (entendiendo
como esclavitud, no aquel servicio que se prestaba a un amo en detrimento
de la propia vida, sino el vivir sin identidad, sin pasado, sin historia, sin
cultura, dependiendo de agentes externos a la realidad que se debería vivir).
Mario Briceño Iragorry (1996:23-24) nos hace reflexionar al respecto cuando
relaciona de manera acertada los conceptos de libertad y cultura formando
una unidad en la conciencia de los individuos.
Cuando el individuo se debate en busca de su conciencia, en busca de una
comprensión de su `yo', en busca de su significación y de su integración,
comienza por romper sus cadenas interiores, es decir, su cultura se realiza
mediante la libertad, y ésta se hace cada vez más grande a medida que el
individuo se va encontrando por el camino que recorre, por el camino de la
cultura.
Y continúa su excelente apreciación de la relación haciendo énfasis en las
dificultades que tienen los pueblos de ser libres, mientras desconozcan su
cultura:
La libertad es un estado de conciencia, es decir, un estado de cultura, donde
el hombre, dueño de sí mismo, sabedor de lo que es y puede dar y recibir,
actúa según su medida. De ahí que la verdadera libertad es orden. El orden
de la cultura. En la vida de un pueblo no puede existir verdadera libertad si
las cosas no están en su puesto, si no existe armonía entre los múltiples
factores que mueven su vida. Por lo tanto un pueblo solamente puede ir
acercándose a un alto grado de libertad a medida que recorra el difícil
sendero de su cultura.
La cultura se convirtió en algo que se alejaba de la gente común, para evitar
que esa misma gente se asomara a lo que significaba la libertad, de aquí que
existan multitudes de definiciones de lo que es o pretendía ser la Cultura:
"Todo es cultura"; cultura "es la infratextura generativa de toda sociedad"3;
"cultural es todo lo que no es verdor" o una mucho más lapidaria como que
"cultura es aquello que sirve para excluir", que si se revisa a la luz de lo que
afirmaba Mario Briceño Iragorry, es cierto. Más nos alejaban del sentir
nuestra cultura y su concepto como parte integrante de nuestras vidas, para
garantizar que no nos asomáramos a la libertad ni pretendiéramos ir en su
busca, serían "otros", "los cultos", los llamados para buscarla quedando la
inmensa mayoría como simples peones en un juego de ajedrez del cual
nunca veríamos su final.
Muchas veces esa libertad significaba el simple hecho de escoger aquellos
"hechos culturales" que nos permitiesen entender al prójimo en su propia
cultura sin tener que abandonar la nuestra, pero lemas como: "permítanos
pensar por usted" nos arrebataban esa potestad y nos introducían en
identidades y patrimonios ajenos a nuestro devenir como pueblo.
Otro tanto sucede con la definición y delimitación del concepto de Patrimonio;
según el Pequeño Larousse es "lo que pertenece a una persona o cosa;
Patrimonio Nacional, totalidad de los bienes de una nación". Es evidente la
ambigüedad con que se presenta, pero se le puede achacar a lo general que
abordan muchos temas los diccionarios, mas si nos remitimos al Diccionario
de Historia de Venezuela de la Fundación Polar, y buscamos Patrimonio, nos
encontramos sin una definición al respecto, vemos que se refiere ya al hecho
Histórico del Patrimonio de la Nación, sin definir en qué consiste. Grave
error, ya que sin delimitarlo, cómo poder abordar algo que pareciera tan
simple, pero que no lo es.
El concepto de Patrimonio se torna tan amplio como el de cultura que nos
cuesta, en muchas ocasiones, saber a ciencia cierta qué es y qué no,
dependiendo del propósito en el que se le quiera enmarcar. También nos
traslada rápidamente a problemas más allá de la definición que no escapan
de su estudio y tienen que ver con la conciencia histórica, ¿socialmente
hemos desarrollado los venezolanos una conciencia histórica? ¿Cómo el
sistema educativo ha colaborado en la formación de esta conciencia
histórica? y tomando en cuenta nuestro proceso histórico, ¿cómo nos afectó
el cambio de una Venezuela rural a una urbana?
Sobre este mismo tema, Rafael Armando Rojas, individuo de número de la
Academia Nacional de la Historia, afirma: "llama la atención sobre el estado
ruinoso en que se encuentra la formación de alumnos de secundaria y
primaria, en materia de historia de Venezuela." Además de que: "Un pueblo
sin memoria es un pueblo sin pasado, y está sujeto a todas las influencias
extrañas; no tiene raíces profundas en que afincarse" (Rojas R., 1997:19).
Mucho más aguda nos parece la afirmación que hace Mario Sanoja (2003:4-
5), cuando señala que "Un pueblo que no conoce y no está seguro de su
historia, de su Gran Memoria, como la han llamado algunos, es como un
enfermo amnésico, incapaz de atinar hacia dónde se dirigirán sus pasos,
hacia dónde y por qué lo llevan sus impulsos."
La educación se ha convertido en una gran aliada para el "olvido" nacional,
ya una vez se intentó eliminar del currículo escolar la enseñanza de la
historia, voces alarmadas llegaron de todos lados alertando sobre el peligro,
pero se encontró la manera de mediatizarla.
La educación, que es el principal baluarte de creación de identidad, se volvió
instrumento para la "desnacionalización" de la mentalidad y la cultura de los
venezolanos4; los educadores se convirtieron en simples asalariados que
repetían en las aulas, conocimientos que ya habían sido digeridos en textos
oficiales. La historia y la geografía volvieron sus espaldas a las realidades
locales, a las diferencias culturales que existían, tornándose en repetitivas y
sin sentido, creando hastío y aversión, desconocedoras de la realidad
pluricultural. La televisión, ese educador informal que habita con nosotros, se
encargó de alienar y difundir valores desnaturalizados, la mediocridad hizo
su aparición, conjuntamente con la vulgaridad y la idea de sumisión
económica al consumismo y a la cultura neocolonial.5
Obviamente, personas educadas de tal forma no podríamos aspirar que se
comportasen como seres creativos, ciudadanos responsables, solidarios e
identificados con su país, región o localidad; muy al contrario, estarán
ansiosos de adquirir lo último de la moda, de escuchar y degustar lo más
reciente que traen las noticias de otras latitudes o, en el mejor de los casos,
buscarán apoyo externo para que les ayude a entenderse, mirándose con los
ojos de otros.
El Patrimonio se estaba perdiendo irremediablemente y estábamos
absorbiendo de forma rápida elementos de otras culturas muy ajenas a la
nuestra. Todo lo nuestro sonaba a estar fuera de onda o se era "raro",
porque esa no era la actitud más inteligente. La Identidad nacional se
convertía en Alienación Nacional de manera muy rápida, y creemos que el
proyecto desnacionalizador que se impuso en el país y del que hablan
Sanoja y Vargas, se aprecia claramente en esta época.
Ahora, no sólo la concepción que existe sobre la educación atenta contra el
proceso de identidad, hoy somos el producto de una mezcla, que comenzó a
principios del siglo XVI y que aún en la actualidad no cesa; estamos
conscientes de que nuestra historia no comienza con el mestizaje, pero
gracias a ello la diversidad de modos, costumbres, lenguaje e incluso el
nacimiento de otra forma de percibir el mundo conocido comienza con este
hecho, estemos de acuerdo o no con esto:
En Venezuela, como en el resto de las posesiones españolas, el proceso de
mestizaje primario, como resultado del cruce hispano-indio, se inició desde
las décadas de 1520 y 1530, tanto en la región de Cubagua y Margarita,
como en Curazao y Coro al occidente. La progenie resultante del español
con la india era biológicamente mestizo pero desde el punto de vista cultural,
se dieron 2 situaciones extremas: cuando el hijo permanecía junto a la madre
en el ambiente del padre y era tomado en cuenta por éste, se convertía en
un mestizo hispanizado; estos últimos tuvieron una actuación notable sobre
todo durante la segunda mitad del siglo XVI, como lo demuestra el caso de
Francisco Fajardo quien, además del español, hablaba varias lenguas
aborígenes. Posteriormente con la llegada de mujeres españolas y la
presencia del esclavo africano, el mestizaje se hizo más complejo y ya en el
siglo XVIII, como resultado de varios cruces entre individuos que tenían
antepasados europeos indios y negros, surgió la etnia de los pardos"
(Lucena, M., 1988:917).
Sin duda la riqueza cultural de los latinoamericanos, y en este caso de los
venezolanos, es evidente. Eso que llamamos lo nuestro, y que es nuestro
Patrimonio, se ha ido deformando, por la manera en que ha sido transmitido
de generación en generación. Toda deformación es posible cuando se trata
de la historia oral, pero siempre guarda el espíritu que lo originó, y es ese
espíritu lo que se ha desvalorizado o desaparecido, desligando y
desconociendo las generaciones nuevas a sus antepasados.
Es allí donde radica el problema, no podemos identificarnos cuando
desconocemos la verdad de nuestros orígenes, cuando todo el proceso de
creación se omite de manera involuntaria o planificada; es entonces cuando
comenzamos a especular, deformar y copiar estilos ajenos, anhelando la
identificación con "algo" que tenemos cerca y desconocemos.6
Por ende, cómo valorar, cuidar y resguardar todo aquello que no conocemos
y que además se considera inútil a los ojos de la sociedad actual, la que
busca adaptarse de la mejor manera y a cualquier costo al mercado mundial,
para sentirse parte de él, en un intento por pertenecer a la "aldea global",
según las pautas de los ideólogos de la "globalización", idea y justificación
que tan bien le ha sentado al mundo industrializado que busca asegurar su
predominio en aquellos países que han desechado su patrimonio, cultura e
identidad, para sustituirlos por cosas más tangibles y comerciales al gusto de
los poderosos:
Así pues no se trata de preconizar la pertenencia al patrimonio y por lo tanto
a los bienes culturales in vacuo sino sólo en su inseparable conexión con su
creación y con su uso en las condiciones actuales de existencia. Al mismo
tiempo, tampoco se trata de repetir hoy comportamientos del ayer, sino
entender por qué surgieron ayer, por qué todavía existen hoy, cómo y por
qué los usamos hoy, cómo sirven para crear condiciones para el futuro
(Vargas, I.; Sanoja, M. 1993: 31).
He aquí el mayor reto, sin dejar de un lado los avances del mundo
contemporáneo, podemos identificarnos con nuestra historia relacionándola
con el día a día. Los museos son buenos, pero si podemos usar y construir
aquello que construíamos, o sin tan sólo pudiéramos entender por qué se
hacía de una manera determinada algún objeto, en ese instante
comprenderíamos y nos identificaríamos con toda la historia pasada y
presente. E. Carr ( 1997:73) afirmó: ..."El pasado nos resulta inteligible a la
luz del presente y sólo podemos comprender plenamente el presente a la luz
del pasado. Hacer que el hombre pueda comprender la sociedad del pasado,
e incrementar su dominio de la sociedad del presente, tal es la doble función
de la historia".
La idea de que los museos funcionen como herramientas de aprendizajes, no
es nueva, ha sido inquietud de muchos, pero cómo enlazar uno y otro es la
gran pregunta. Existen propuestas donde se plantea la necesidad de los
museos instrumentales, donde se permita a los niños(as) y jóvenes, su
exploración participativa. Para eso es necesario un Proyecto Educativo que
tenga como visión el rescate de la Cultura como hecho cotidiano valioso,
donde las ciencias sociales puedan jugar su papel de creador de conciencias
y participación ciudadana.7
Pero no todo lo que existe, o se precie como Patrimonio Cultural, lo fue
desde un principio, aquí comienza toda una lucha por determinar qué cosa
es importante resguardar y qué no:
...conviene dejar sentado que el conjunto de bienes culturales que transmite
la herencia histórica y que objetiva en un legado y un patrimonio cultural, no
es el total de las formas culturales creadas por todas las sociedades que nos
precedieron. Es, por el contrario, aquel conjunto que persiste gracias
precisamente al significado social que cada nueva generación le otorga en
cada una de las etapas históricas... (Vargas, I.; Sanoja, M. 1993: 31).
Su valoración depende de lo que convenga mantener en la memoria
colectiva de una sociedad o un país. Es aquí donde podemos retomar la
pregunta acerca de la conciencia histórica y el por qué no se ha estimulado
su formación en nuestra educación.
De lo que hoy existe y es catalogado como patrimonio, ¿representa a todos
los grupos humanos, a todas las regiones? ¿Existen en cada región del país
monumentos, lugares u obras catalogadas como Patrimonio Cultural de la
Nación? ¿Dónde pueden verse reflejados los negros en la historia como
participantes? ¿Pueden los indígenas reconocerse en nuestras sociedades,
ver su historia, sentirse parte de lo venezolano?
Durante años se difundió, por todos los medios posibles, que por haber sido
derrotados los negros, indígenas y mestizos, eran unos fracasados,
incapaces, no podían ser agentes culturales y mucho menos ser creadores
de algún tipo de cultura o patrimonio; se reducía su quehacer cultural y
patrimonio a meras "artesanías", "música ligera", lo que se englobaba en el
término de "cultura popular", para diferenciarla del "Arte", "La Cultura" y "El
Patrimonio Nacional" (Bracho R., J., 2005:12), este último representado en
monumentos, museos, etc., la que se reservaba sólo a los que habían
logrado irrumpir en la historia, por cualquier medio, y protagonizarla.
Como lo sostienen Mario Sanoja e Iraida Vargas (2004:4), los museos de
historia venezolana fueron ignorados grandemente, todo conforme a la
política de "desnacionalización" que se imponía desde el gobierno,
auspiciando a la vez, la creación de museos de plástica o de arte en general.
La importancia de estos museos reside en que deben servir de apoyo a las
escuelas, en la investigación, conocimiento y representación de la realidad
social de las comunidades donde se asientan las escuelas. Conocer su
historia, la historia de la localidad, es imprescindible para afirmar su identidad
social, cultural.
Luís Brito García (2001:184) en su trabajo Leyenda negra de la identidad del
venezolano elabora un análisis histórico sobre cómo desde la llegada de los
españoles hasta la actualidad, nuestro concepto de pueblo ha sido un
continuo de adjetivos que nos descalifican y que se traducen en una escasa
autoestima. En el último párrafo de este trabajo señala:
En El lobo de mar, de Jack London, el cínico capitán Wolf Larsen atormenta
a uno de sus tripulantes con la sugerencia del suicidio, bajo la idea de la
repetición de un mensaje negativo puede aniquilar una mente. En Venezuela
observamos los efectos de predicar a un pueblo durante medio milenio el
racismo contra sí mismo.
Poco a poco en el transcurso del tiempo, este escaso valor a lo nuestro se
refuerza con agentes externos que aprovechan esta debilidad y que
lamentablemente la explotan, ya que no contamos con un sistema educativo
que nos ayude a cambiar esta realidad.
La educación juega, evidentemente, un papel fundamental en la toma de
conciencia sobre estos asuntos, éstos no son conceptos que se forman de
un día para otro, sino que es el producto de un proceso complejo que
comienza con la socialización del individuo, con la copia de los primeros
gestos y palabras de nuestros padres8.
El patrimonio pasa de generación en generación como una herencia
indispensable para dar repuestas a nuestro presente, pero depende de la
forma como haya sido mostrado ante nosotros, el acercamiento o
distanciamiento que hayamos tenido de él, y el sentido de pertenencia que
nos hayan inculcado en este proceso ¿podemos hablar de algún extravío de
nuestros bienes o todo responde a procesos sociales?
Es evidente que la herencia histórica, la herencia cultural, el patrimonio y los
bienes culturales de nuestra sociedad no están `extraviados' puesto que ellos
suponen procesos y resultados objetivamente vividos y en vivencia; sin
embargo, existe una `desnaturalización' de la propiedad y de la pertenencia
porque al manipular los mecanismos que producen el proceso reflexivo de la
identidad, se desvirtúa la conciencia histórica. Todo ello es posible gracias a
la existencia de una determinada estructura social, la cual `maneja' las
conciencias y orienta las acciones. Es de esperar, entonces, que las
respuestas a las interrogantes anteriores estén en lo que les interesa hoy a
los agentes sociales (Vargas, I.; Sanoja, M., 2004:32).
He aquí otro factor a considerar, y en este caso es el comportamiento de los
diversos grupos sociales ante la difusión de sus costumbres, valores, etc. y
aquello que estimen apropiado como para considerarlo un patrimonio.
La historia nos ha mostrado que la cultura de las clases dominantes, como lo
reseña Joseph Fontana (2002:168), es la que dirige y mantiene el control de
la sociedad y de todos aquellos aspectos que sean necesarios para lograr su
fin, aun cuando, y a pesar de sus esfuerzos, debajo de ella no dejen de surgir
"voces" con diversos matices y propuestas que confrontan o complementan
todos los esquemas que el estatus ha pretendido imponer.
En el caso nuestro, con la transculturación, siempre hemos tendido a colocar
por encima la "cultura del otro", como la que de alguna forma nos conecta
con el mundo externo y nos hace sentir superiores. Aquí es cuando aparecen
términos como cultura popular9, que tienen como objeto, primero, marcar
una diferencia entre la Cultura Oficial y aquella que no lo era, la marginada,
la que se hacía fuera de los recintos sagrados del Arte, y segundo, "rescatar"
los elementos culturales del una gran parte de la población que se negaba a
desaparecer, producto de mestizaje y que se seguía enriqueciendo a pesar
de ser ignorada por el Estado, creándose una división entre la cultura de las
élites y la cultura del pueblo, aunque estaban dentro de la misma nación:
Las ideologías dominantes a partir del momento del descubrimiento, sin
exceptuar una serie de planteamientos de izquierda, sitúan a Venezuela
como parte del continente europeo, una parte atípica, atrasada, fuera del
contexto, incluso -como sostiene Octavio Paz- una parte de Europa que
marcha fuera de compás. Todos esos enfoques nos han impedido asumir la
realidad del proceso histórico, antropológico y cultural que ha acontecido en
este continente y particularmente en este país (Monsonyi, E., 1982:20-21).
Esta tendencia de la cultura dominante ha predominado con más fuerza
después del boom petrolero, cuando las políticas liberales y neoliberales han
acentuado y polarizado, cada vez más, la estructura social basada en clases
sociales. Con la economía del petróleo comienza la formación de una
idiosincrasia distinta (del Estado productor agropecuario al rentista petrolero,
donde el esfuerzo por acercarse a la riqueza es distinto, produciendo ideas
sobre la moral, el valor, y el legado cultural.), la cual busca su mayor
sustento en el tiempo a través de la educación:
Se operó un cambio brutal, pero dentro de un mismo ámbito cultural. La
industria petrolera traía consigo no solamente extranjeros y afluencias de
divisas, sino una estructura, un sistema que implicaba la cultura, los
comportamientos sociales, las valoraciones, los estímulos, el trabajo, los
medios de cambio, el precio y el valor de las cosas, la disposición espacial
de la población, el folklore, las costumbres, los juegos, las diversiones, los
medios de comunicación y hasta el leguaje que habla (Liscano, J., 1980:15).
El poder mantener la cultura de la élite o de la nueva élite nos costó dejar de
un lado la cultura del resto de la población, esa misma que en ocasiones
llamamos la nuestra, la que no se importa de otras latitudes sino florece día a
día del trabajo y la interacción continua entre las distintas regiones que
conformaban el país.
Sin embargo, se afirmaba que en Venezuela no existía identidad, y la cultura
estaba seriamente restringida y estancada, por lo que se debía asumir otras
más avanzadas para salir del atraso en que nos encontrábamos. Con esto no
se pretende preconizar el cierre de todas las puertas a formas de
pensamiento distintas u otros universos culturales, de lo que se trata es de
dar valor a lo que producimos y hacemos, que es diferente a asumir la
"cultura del otro".
La tradición y la innovación en la cultura debe enfocarse a partir de que no se
trata de suplantar lo viejo por lo nuevo, ni de oponer la cultura popular
tradicional a las formas y manifestaciones nuevas que se dan en las grandes
ciudades, como si fueran hechos contradictorios. Proceder así sería un gran
error, por cuanto el antagonismo no se da entre sectores distintos de la
cultura popular -ellos son perfectamente legítimos ya sean nuevos o
tradicionales- sino que se presentan precisamente entre la penetración
cultural extranjera, imperialista, con un sino de clase dominante, y las
culturas populares, cualquiera que sea su origen y carácter étnico, su
localización geográfica y las peculiaridades que las definen (Monsonyi, E.,
1982:77).
Una posición que nos parece interesante, ya que muestra un poco lo que se
ha planteado con respecto a la desnaturalización de la cultura y de todo lo
que conlleva esto, es la del historiador Elías Pino Iturrieta (1993:49) en
cuanto a la inexistencia de una identidad nacional -lo que él prefiere calificar
como sensibilidad-, para sustentar la existencia, no de una Venezuela sino
de varias:
La identidad, lo he dicho antes, es una necedad inventada por los
antropólogos. Porque, qué diablos es identidad, ¿acaso algo que está allí
tieso para congregarnos e identificarnos? No lo creo. El que se ponga a
buscar la tal identidad, cae en una trampa y pierde el tiempo. No sólo los
venezolanos, todas las colectividades, están constantemente buscando
verse en un espejo que varía de acuerdo con la urgencia del momento. El
problema está es saber cómo somos, porque buscar la identidad es
perseguir un cliché. Venezuela tampoco es un monolito, hay regiones dentro
del país con sensibilidad particular porque secularmente estuvieron aisladas
geográficamente y con muy poco contacto entre sí, lo que nos llevaría a
hablar no del venezolano, sino de los venezolanos.
He aquí que hablar de una identidad nacional conlleva sus riesgos (ya
apartando la supuesta imagen del venezolano vestido con liquiliqui, tocando
cuatro, arpa y maracas) porque se estarían desconociendo los otros entes
que entrarían a formar parte de ese gran conjunto que es Venezuela y que
algunos autores creen ver divididas (por lo menos hasta la aparición del
petróleo) en cuatro regiones: la Centro-Occidental (antigua provincia de
Caracas), la región Occidental (Zulia, Andes y Barinas), la región Oriental
(antigua provincia de Nueva Andalucía) y la región de Guayana10, pero
también es cierto que debe existir un sentimiento que se coloca por encima
(para decirlo de alguna forma) de los regionalismos o localismos y nos hace
creer "venezolanos" por encima de todo.
Después de que el petróleo se entroniza en la economía nacional como el
principal producto de exportación, comienza toda una política coherente y
sistemática que se fijó como meta erradicar toda oposición o intento de evitar
la explotación de ese recurso por parte de las transnacionales, se traslada el
modo de vida "americano" y su forma de presentar la historia11, para que
sea adoptado por todos aquellos que veían con buenos ojos su aparición, y
como modelo a seguir por todo el país, en pocas palabras, se pretendió
instaurar la cultura norteamericana para erradicar las culturas regionales que
pudiesen mostrarse en desacuerdo con dichas compañías.
Con la pretensión de que sea asumida la cultura norteamericana por los
países suramericanos, y por Venezuela particularmente, se pone en peligro,
no sólo la cultura sino la tradición12, con el riesgo que fuerzas extrañas
intenten instaurar de forma definitiva sus valores en detrimento de los
nuestros, desnaturalizándonos y alejándonos de nuestro entorno
geohistórico:
Mientras más vigorosos sean los nexos que unen el alma del pueblo, más
resistentes y fácil será su defensa. Cuando, en cambio, las naciones han
descuidado el cultivo de sus lazos morales, será más fácil su dominio por las
fuerzas extrañas. Jamás perecerá íntegramente un pueblo que mire hacia su
pasado. Justamente perecen, y caen bajo el imperio de nuevas y extrañas
fuerzas, los pueblos que no tienen conciencia de sí mismos. La función de la
Historia es mantener viva la memoria de los valores que sirven de vértebras
al edificio social. Su objeto es presentar las fuerzas antiguas como elementos
indispensables para el proceso de reelaboración de cultura que corresponde
a cada generación (Briceño Iragorry, M., 1990:178).
La tradición no puede verse como algo ajeno o alejado de la cultura, ni
tampoco como una rémora del pasado que nos impide ver el presente y
asumir el futuro. El pasado representa nuestras raíces y que debe estar de la
mano con orgullo, para ser traspasado de generación en generación, no bajo
esquemas inamovibles que impidan nuestro progreso y adaptación a nuevas
ideas, sino por el contrario nos permitan un piso sólido en el cual sus
enseñanzas desarrollen en nosotros un espíritu crítico capaz de dar
continuidad a nuestro pueblo, como lo expresa Mario Briceño Iragorry
( 1989:305-306):
Tradición no es, como entienden muchos, un concepto estático que lleva a
mirar ciegamente hacia valores y sistemas pretéritos. Tradición es, por el
contrario comunicación, movimiento, discurso. En lenguaje forense, el
vocablo mantiene su antiguo y amplio sentido de entrega de lo que se debe.
Tradición como transmisión de valores formados por los antepasados.
Legado de cultura que el tiempo nos transfiere para que, después de pulido y
mejorado por nosotros, lo traspasemos a las futuras generaciones.
Al igual que en el ser humano, los pueblos son producto de la acumulación
de experiencias, las cuales nos ayudan a crecer, y poder discernir en
diferentes etapas de la existencia. Estas decisiones no son siempre las
correctas, pero nos brinda la capacidad de cambio que ayudan a dar forma a
nuestra personalidad y así a los grupos sociales. ¿Cómo mantener entonces
vivas nuestras tradiciones ante un mundo cambiante? ¿Cómo hacer
entender a nuestras nuevas generaciones que la Tradición no es sólo parte
de un pasado, sino parte de nuestra experiencia que inevitablemente nos
acompaña hacia el futuro?
Sin tradiciones no es posible construir las historias locales, ni los museos, los
cuales se dan la mano con un Sistema Educativo que refuerza la identidad,
el sentido de pertenencia y la reconstrucción de las historias regionales, las
cuales nos preparan para asumir una Historia Nacional que debe ser
inclusiva y que nos brinda herramientas para asumir, con criterios propios, el
proceso de mundialización o globalización.
Es así como la Identidad Nacional se transformaría, en nuestro caso, en la
suma de las identidades regionales sin preponderancia de una sobre la otra.
Para el geógrafo Pedro Cunill (2001:108), diversos factores influyeron en el
surgimiento de identidades regionales, como se expresa a continuación:
La extraordinaria heterogeneidad del territorio venezolano y la plena vigencia
de factores geofísicos de incomunicabilidad favorecieron en el devenir de los
siglos coloniales el surgimiento de identidades regionales que hoy están en
plena eclosión. Los procesos básicos de las identidades regionales fueron
fraguados a partir del siglo XVI con las realidades espaciales y opciones de
movilización de recursos naturales e introducidos de las provincias de
Caracas, Margarita, Cumaná o Nueva Andalucía, Guayana, La grita-Mérida,
Maracaibo, y ulteriormente la Comandancia de Barinas. El desenvolvimiento
histórico de la identidad de las correspondientes regiones durante los
primeros siglos de la presencia hispánica en los espacios que hoy
corresponden a Venezuela fue sumamente complejo.
Ya se puede apreciar que desde la colonia existe una multiplicidad de
identidades regionales, producto no sólo del mestizaje, sino de las regiones
que no se comunicaban debido a la inexistencia de medios y vías de
comunicación adecuados, además de un fenómeno que existió en Venezuela
hasta bien entrado el siglo XX, y que fue el caudillismo. Agrega, además:
(…) Desde el punto de vista geohistórico en cada una de estas regiones
tradicionales se fue expresando un amplio posibilismo espacial que dio las
bases para facilitar la conformación de numerosas identidades
subregionales. Aquí la geografía física en especial relieves dominantes,
corrientes fluviales y diversos tipos de paisajes naturales, conformaron
fuerzas cambiantes que favorecieron el surgimiento de identidades
comarcales en los ambientes expresados en la Cordillera de los Andes, la
depresión de Barquisimeto-Carora-Yaracuy, cuencas intermontañas de las
Cordillera de la Costa en su tramo central y en sus prolongaciones orientales,
los Llanos, el Delta del Orinoco y la periferia del escudo Guayanés.
El venezolano, como modelo único no existe, está en las peculiaridades del
territorio, su historia, tradiciones, en lo que conforma nuestro Patrimonio. La
educación que se imparte y la que se deja de impartir, atenta (para bien o
para mal) contra esa identidad única, alentando en cambio las de las
diversas regiones, propiciando el estudio de cada una de ellas, sin
desligarlas de su entorno geográfico-histórico natural13, este estudio nos
garantizará una aproximación, o al menos un conocimiento parcial, de cada
una de las particularidades de las que estamos hechos, que nos conforman.
Otra perspectiva del patrimonio regional intangible es el relacionado con el
"espacio geomental", el cual introduce otro elemento importante en la
definición y visión de la identidad. Como ejemplo de esto tenemos la
afirmación que hace el Dr. José Pascual Mora (2005), Presidente de la
Sociedad Bolivariana y de la Academia de Historia del Estado Táchira, en su
breve reseña sobre lo que significa ser tachirense, al señalar que no sólo lo
relacionado con las costumbres, manifestaciones musicales y comidas son
muestra de identidad, sino también rasgos distintivos vinculados con
creencias, hábitos psicológicos, creencias profundas definen al hombre en un
espacio determinado:
…En el tachirense se fue conformando una weltanschauung (concepción del
mundo) que dio origen al ser tachirense desde el punto de vista de su
esencia. Por eso el término Tachiranidad no alude al gentilicio sino a la
mentalidad. El gentilicio es la denominación jurídico-política de la región y la
mentalidad define los rasgos profundos de la región en el tiempo estructural.
Una región sin mentalidad es un pueblo fugaz. Por eso lo que determina la
conciencia colectiva de un pueblo no es el gentilicio sino la mentalidad. (…)
El hombre tachirense no es una entelequia, tampoco es una profesión de fe.
El Ser tachirense se define por la pertenencia a una sensibilidad y memoria
colectiva común; lo designan las estructuras cognitivas pero
fundamentalmente los hábitos psicológicos, morales, creencias profundas, la
visión de la vida, así como el dominio efectivo.
Si esto es cierto, el Patrimonio Histórico Cultural Único de Venezuela no
existe. Lo que existe es la representación de cada uno de los grupos
humanos que han habitado y habitan en este territorio, lo que incluye
construcciones, costumbres, bailes, mitos, canciones, literatura, mentalidad y
todo aquello que conforma ese legado cultural (Patrimonio) que nos hace
sentir cierta pertenencia al territorio que habitamos:
...Entendemos la historia como fuente de donde nos es posible extraer
elementos creadores de futuro. Y estos hechos que evocamos al considerar
la natividad de la unión venezolana, los miramos como capaces de avivar
nuestro propio sentido constructivo de hoy. Para sumarnos en forma
definitiva a la obra de realizar nuestro destino de pueblo llamado a pesar en
el concierto universal, debemos empezar por dar mayor vigor a las líneas
que hacen común y uno nuestro interior destino de nación. Del pueblo a la
región y de ésta a la unidad superante de la nacionalidad, que nos presta
fisonomía inequívoca entre los países y las naciones que sirven de marco a
los grandes cuadros humanos. Por ello es útil festejar esta fecha de nuestra
unidad nacional, ya que su recuerdo es propicio para exaltar el valor de lo
nuestro. Y lo nuestro se forjó entonces. Nuestro destino integral de pueblo
arranca del momento inicial en que a la acción gobernativa y política se fijó
unidad territorial. La República de 1811, que se dio leyes independientes en
Caracas; y la República de 1819, que se reconstruyó sobre el recio esfuerzo
liberador de esta Guayana; y la República de 1830, que en Valencia
reasumió sus líneas definitivas, buscaron como marco la extensión
geográfica que había sido definida por la Cédula de 1777. Eran la expresión
de la nacionalidad venezolana que aquélla definió para orgullo y gloria
nuestra (Briceño Iragorry, M., 1990:151).
Mario Briceño propone unirnos en función de crear una Identidad Nacional,
partiendo de lo local hasta lo nacional, pasando por lo regional. Fuera de
nuestras fronteras somos conocidos como venezolanos en primera instancia,
y cuando se quiere ser más específico pertenecemos a una región
determinada ¿por qué no somos capaces de sentirlo también así? Poseemos
una historia común que nos identifica, y ella es la que nos construye nuestra
Identidad Nacional, partiendo de nuestras particularidades.
Idiomas indígenas en Venezuela por número de hablantes
Idioma Familia Hablantes en Venezuela Código ISO más reciente
Piapoco Arawak 1033 pia
Kurripako Arawak 3460 kpc
Locono Arawak 140 arw
Wayúu Arawak 170000 guc
Warao (aislado) 18000 mis
Pemón Caribe 30000 aoc
Panare Caribe 1200 pbh
Idioma Familia Hablantes en Venezuela Código ISO más reciente
Yek'uana Caribe 5000 mch
Yukpa Caribe 3285 yup
Kariña Caribe 4450 kar
Akawaio Caribe 644 ake
Japrería Caribe 91 jru
Mapoyo Caribe 2 mcg
Yawarana Caribe 30 yar
Jotí Macro-makú 750 yau
Puinave Macro-makú 568 pui
Jivi Guahibana 8428 guh
Barí Chibcha 2000 mot
Idioma Familia Hablantes en Venezuela Código ISO más reciente
Uruak Arutani-sapé 30 atx
Sapé Arutani-sapé 30 spc
Pumé (aislado) 5420 yae
Piaroa Sáliba-Piaroa 12200 pid
Yanomam
öYanomam 15700 guu
Sanemá Yanomam 5500 xsu
Yanam Yanomam 100 shb
Yeral Tupí-guaraní 435 yrl