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  • lCBl~

    D. Marguerat,A. Wnin, B. Escaffre

    En tornoa los relatos bblicos

    ~editorial verbo divino

    Avda. Pamplona, 4131200 Estella (Navarra)

    2005

  • esde el fundamental libro de Robert Alter, The Art 01 Biblical Narrative, publicado en1981, el anlisis narrativo ha adquirido carta de naturaleza. Y, si lo dudamos, las nume-rosas publicaciones en ingls, francs e incluso en espaol que tratan cuestiones sobrenarrativa o sobre narratologa lo confirman. Prueba de ello igualmente es la cele-bracin del segundo Coloquio Internacional sobre el anlisis narrativo de textos bbli-cos, La Bible en rcts JI, en Lovaina (la Nueva), en abril de 2004.

    Ya existe un Cuaderno Bblico dedicado al Anlisis narrativo de relatos del AntiguoTestamento. Es el n 107, publicado en 2001. Cuatro aos despus hemos decidido pu-blicar otro con un triple objetivo: presentar el mtodo narrativo a los que no lo conocentodava; mostrar su fecundidad con dos ejemplos, uno tomado del Antiguo Testamentoy el otro del Nuevo; y, finalmente, proponer herramientas de trabajo. stas son las gran-des partes de este Cuaderno Bblico, a las que hay que aadir, bajo el ttulo Aconteci-miento, una reflexin sobre la teora documentaria (por Olivier Artus) a propsito dela nueva edicin del Pentateuco de la Traduction Oecumnique de la Bible.

    Despus de una introduccin dedicada a la historia, las posibilidades y las herra-mientas del anlisis narrativo (por Daniel Marguerat), los dos ejemplos propuestos se in-teresan por la estrategia del narrador (que no hay que confundir con el autor real). En elrelato de 1 Sam 8 (ledo por Andr Wnin), cmo hace entrar el narrador a su lector enel conflicto entre el pueblo de Israel y el profeta Samuel? En el relato de Jn 11 (ledo porBernadette Escaffre), cmo es conducido el lector hacia la verdad de Jess, Enviado delPadre? Sigue una presentacin de diez importantes obras aparecidas originalmente eningls desde 1981: una ocasin para recorrer puntos fuertes de la investigacin. Esta pre-sentacin (por Vincent Snchal) concluye con una seleccin de introducciones y he-rramientas (por Andr Wnin).

    Sea cual fuere la iniciacin a la lectura narrativa, esperamos que este Cuaderno B-blico contribuya no slo a hacer que se conozca este mtodo, sino, sobre todo, a descu-brir a travs de l an ms la riqueza de los textos bblicos y el genio de sus autores.

    Pierre DEBERG

    Daniel Marguerat, profesor de Nuevo Testamento, Facultad de Teologa, Universidad de Lau-sanne.

    Andr Wnin, profesor de Antiguo Testamento, Facultad de Teologa, Universidad Catlica deLovaina.

    Bemadette Escaffre, profesora, Facultad de Teologa, Instituto Catlico de Toulouse.

    Vincent Snchal, doctorando, Instituto Catlico de Pars.

  • EN TORNOA lOS RELATOS

    BBLICOS

    1. Entrar en el mundo del relato. El propsito es introducir al anlisis narrativo presentando su his-toria, sus posibilidades y sus herramientas. Despus de una primera definicin, el anlisis narrativo se com-para con las aproximaciones histrico-crtica y semitica. Luego se traza un breve esbozo histrico, paraque se pueda captar lo que conduce al surgimiento de este nuevo tipo de lectura. Se repasan entonces losconceptos que se emplean en l. El camino se ilustra con ejemplos tomados de los evangelios (Marcos yLucas sobre todo). Por Daniel Marguerat.

    2. eeEI profeta frente a la peticin de un rey. El relato de 1 Sam 8 es examinado aqu desde el puntode vista de la comunicacin entre el narrador y el lector. Cmo interesa el narrador al lector? Cmo haceque entre en el mundo del relato y de sus valores? Tanto las reacciones del Seor como las del profeta Sa-muel, mediador entre el Seor e Israel, no dejan de sorprender. Por Andr Wnin.

    3. cela resurreccin de lzaro. Despus de algunas palabras sobre el contexto del famoso episodiode Jn 11, las diferentes escenas son presentadas rpidamente. Son sobre todo los personajes los queatraen la atencin, as como los eedesplazamientos llevados a cabo por el narrador para conducir a su lectora comprender al Enviado y el sentido de la vida ccen abundancia que ha venido a traer. Por BernadetteEscaffre.

    4. Para saber ms. Se trata de una doble seleccin: en primer lugar, diez estudios en ingls para ca-librar la evolucin de la investigacin (limitada a los evangelios); despus, algunas obras que presentan elanlisis narrativo as como manuales para familiarizarse con los procedimientos tcnicos puestos en prc-tica por el mtodo. Por Vincent Snchal y Andr Wnin.

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  • 1ENTRAR EN EL MUNDO DEL RELATO

    La magia de un relato reside en su capacidad para construir un mundo 1. Una frase basta. Al principiocre Dios el cielo y la tierra. La tierra era una soledad catica... (Gn 1,1). Una frase, y el narrador abreun espacio que el lector y la lectora estn invitados a habitar. El poder de atraccin del relato es el dedesplegar un mundo que el lector va a recorrer, un mundo poblado de personajes arrastrados en una ac-cin en la que el narrador ha preparado sorpresas y consecuencias. Porque solicita la imaginacin del lec-tor, el relato, mediante un guio, hace viajar en el espacio y el tiempo. La magia del rase una vez... .

    Ahora bien, obseNndolo ms de cerca, reco-rrer el mundo del texto no es una operacin tansencilla como parece. Pues este mundo de ficcinque el relato propone al lector y que despliegaante l es una construccin compleja. Se compo-ne de una intriga, una red de personajes, una ges-tin del tiempo, una lectura del espacio, un siste-ma de valores y un cdigo de comunicacin. Seteje con lo dicho y con lo no dicho, con avances yretrocesos. Esta construccin tiene sus luces ysus sombras.

    1. Este texto es la repeticin abreviada de las pginascon que comienza la obra de D. MARGUERAT (ed.), Quand laBible se racante. Lire la Bible, 131. Pars, Cerf, 2003, pp. 9-37. Agradecemos al autor y al editor habernos permitido re-producirlo.

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    Tomemos el relato bblico de los orgenes (Gn 1-3). Las figuras convocadas por el texto afluyen: elagua y lo seco, la tierra y el cielo, el mundo vegetaly el animal; despus, frente a la pareja humana pri-mordial, el surgimiento de lo prohibido, la inteNen-cin de una serpiente que habla, la transgresinsorprendida por un Dios que se pasea por el jardnde las delicias. Un cdigo de representaciones,propio del universo mtico, da forma al relato. Cual-quier texto alinea una serie de figuras dispuestassegn un cdigo, y este cdigo debe ser descifradoo, en todo caso, aprendido por el lector, de suerteque no confunda el relato de los orgenes con uncurso de historia o de geografa.

    Pues es el lector o la lectora el que despliega elmundo del texto mediante la operacin de lectura.Son ellos los que dan vida a este mundo a partir delo que el texto dice, y tambin de lo que no dice,pero presupone implcitamente. El semitico italia-no Umberto Eco ha desarrollado en su libro Lector

  • in fabula (1985) la nocin de cooperacin inter-pretativa del lector. Con ello se refiere a que eltexto, para ser ledo, requiere por parte del lectoruna cooperacin activa, un trabajo de desencripta-cin que todo autor aguarda y espera. Ms an: elnarrador, si quiere ser entendido, tendr que favo-recer y guiar este trabajo del lector, sin el cual eltexto permanece muerto.

    Entre el texto y el mundo del relato se interponeuna operacin, que es la operacin de lectura, PO[la cual el lector lograr construir y habitar el univer-so que le propone el texto. Por tanto, el texto es eseyacente que la lectura despierta. Ha escapado a suautor y a sus lectores originales (aquellos para losque el texto estaba originalmente escrito), para ter-minar su recorrido en la recepcin que le ofrece ellector. Sucede as que el texto, hurfano de su pa-dre, el autor, se convierte en el hijo adoptivo de lacomunidad de los lectores (Paul Ricoeur).

    Pero, sobre qu elementos trabaja la lectura?Qu estrategia adopta el narrador para orientar lalectura? Cmo imprime el ritmo a su narracin?Por qu medios desencadena la adhesin o la re-pulsa hacia sus personajes? Cmo hace conocersu sistema de valores? Qu oculta al lector? stees el tipo de preguntas por las que se interesa elanlisis narrativo.

    El anlisis narrativo se aplica a determinar me-diante qu procedimientos el narrador construye unrelato en el que la operacin de lectura va a liberar eluniverso narrativo. Proporciona los medios para iden-

    tificar la arquitectura narrativa del texto que, median-te el acto de la lectura, va a desplegar este mundo alque el lector o la lectora son convocados a entrar.

    Mi propsito es introducir al anlisis narrativo pre-sentando su historia, su alcance y las herramientasque ha forjado. Esta introduccin se desarrollar encinco tiempos. El primer tiempo define la bsquedadel anlisis narrativo comparndolo con otras apro-ximaciones, teniendo en cuenta el hecho de quetoda lectura se define por el conjunto de preguntasque dirige al texto. El segundo tiempo describe bre-vemente la historia del anlisis narrativo, para hacercaptar cules son los factores que han conducido alsurgimiento de este nuevo tipo de lectura. El tercertiempo ser metodolgico: cules son los instru-mentos conceptuales forjados para esta lectura? Elcuarto ilustrar el camino con la ayuda de ejemplos.Una conclusin evaluar finalmente las posibilidadesofrecidas por este tipo de lectura.

    Antes de entrar en materia, planteemos algunasdefiniciones. Se llama relato a todo discurso queenuncia hechos articulados entre s mediante suce-sin en el tiempo (orden cronolgico) y por vnculosde causalidad (orden de configuracin). A diferen-cia de la descripcin (

  • tenida depende de las preguntas. Una lectura psico-lgica de la Biblia recopilar en el texto los indiciosque le permitan percibir en la escritura el surgimien-to de lo inconsciente; no podra sustituir a otra lectu-ra que, por ejemplo, se interesara en indicar las se-ales de la construccin retrica del texto. Cadalectura se presenta ante el texto con una demanda;esta peticin plantea una serie de preguntas para lacual ha forjado herramientas metodolgicas.

    LOS ELEMENTOS DE LA COMUNICACIN

    Qu busca el anlisis narrativo? Su especifici-dad aparece en la comparacin con otros dos tiposde lectura de la Biblia: el anlisis histrico-crtico yel anlisis estructural (o semitico). Para hacermecomprender, adopto el esquema del lingista RomanJakobson, que formaliza la comunicacin verbal 2

    Cuando alguien (el emisor) dirige un mensaje aotro (el receptor), el acto de comunicacin puedeser esquematizado como sigue:

    contexto

    emisor -----i..~ meJsaje ----i..~ receptorcJ90

    Cualquier mensaje verbal tiene una doble dimen-sin: el contexto y el cdigo. Si yo digo "puente, to-dos me entienden, porque saben diferenciar el fone-ma [puente] de [fondo] y de [su)3; tenemos en comnun cdigo lingstico. Pero si se me comprende es

    2. Ensayos de lingstica general. Barcelona, Seix Ba-rral, 1975.

    3. El autor juega con el sonido o de la pronunciacinde las palabras francesas: pont, fond y son (N. de los T.).

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    porque se sabe que la palabra "puente designauna obra que franquea un ro; el contexto al que re-mite la palabra nos es igualmente comn. Por tanto,un mensaje verbal tiene dos caras: por una parte re.-mite al contexto, es decir, al mundo representado (sufuncin referencia~; por otra remite a un conjunto designos verbales regido por un cdigo lingstico (sufuncin metalingstica). Estas dos dimensiones es-tn alineadas sobre el eje vertical (contexto-mensa-je-cdigo), que se llama eje de la representacin.

    Esta doble dimensin de la comunicacin verbalpermite captar el objetivo del anlisis histrico-crti-co y el del anlisis estructural, y mostrar que se si-tan en trayectorias diferentes.

    El anlisis histrico-crtico (o crtico-histrico) res-ponde a la pregunta: qu dice el texto? Se centra enla funcin referencial, polo norte del eje de la repre-sentacin: se trata de reconstruir histricamente elcontexto al que remite el texto. A esta pregunta aa-de: en qu tradiciones se basa el autor ya quindestina su escrito? Es la postura del periodista: qudice el testigo y cul es la fuente de su informacin?

    El anlisis estructural (o semitico) responde ala pregunta: cmo genera sentido el texto? El tex-to es ledo como un sistema de seales del que hayque captar su organizacin en red. Se sita as enel polo sur del eje de la representacin. Es la pos-tura del gramtico: cmo se organiza el discurso?

    El anlisis narrativo no se sita ni en el polo delcontexto ni en el del cdigo. No hay que buscarloen el eje vertical de la representacin, sino en el ejehorizontal (emisor-mensaje-receptor), que es el ejede la comunicacin. Su pregunta es: qu efectoproduce el texto en el receptor? La investigacin seinteresa por la forma en que el emisor comunica sumensaje al receptor: versa sobre la configuracinque permite al mensaje alcanzar su efecto sobre l.

  • Es la postura del informtico: por qu canales pa-sa la comunicacin?

    Insisto: cada conjunto de preguntas tiene su le-gitimidad, pero ninguno aporta los mismos resulta-dos. Es por la fecundidad de su conjunto de cues-tiones y por las cualidades de sus herramientas porlo que se evala un tipo de lectura.

    LA FRACTURA ORIGINARIA

    En el punto en que nos encontramos se planteauna pregunta que parece sencilla, pero que no loes: qu es lo que el anlisis narrativo entiende pormensaje?

    Partamos de una constatacin evidente: hay milmaneras de narrar la misma historia. stos son dosejemplos.

    Primer relato. Durante una hermosa tarde deprimavera, Nata/ia pasea y cruza sobre el puenteque salva el ro. Observa la corriente de agua y laespuma que se produce cuando el agua choca conuna piedra. No hay un pez all tras la piedra? Na-talia se inclina, se inclina an ms, pero de repen-te pierde el equilibrio y va a caer al agua. Se aga-rra con todas sus fuerzas a la barandilla del puente,pero pronto sus brazos flaquean; quiere gritar, peroel miedo se le anuda en la garganta, va a caer enla burbujeante agua... es entonces cuando alguienque pasa se precipita, la sujeta por los hombros yla echa hacia atrs. Ya est segura.

    Segundo relato. Ayer, a las 11,45 h, la pequeaNatalia Tremblay, de 5 aos, ha estado a punto decaer desde el puente del ro de las Truchas. Por for-tuna, un paseante que asista a la escena pudo re-tener a la chiquilla antes de que cayera al agua,abundante en ese lugar. Natalia ve que no ha sidoms que un susto.

    El contenido informativo es idntico en ambosrelatos, pero no sucede lo mismo en cuanto a suefecto. El primero dramatiza la cada y adopta elpunto de vista de Natalia (su proyecto, su miedo, suliberacin por un desconocido). El segundo relatotrata el drama a distancia, adoptando ms bien elpunto de vista del salvador (el periodista le ha pre-guntado?). Es posible distinguir un contenido informativo, que se corresponde con el significado, y laconfiguracin narrativa, que se corresponde con elsignificante. Esta distincin tiene la mayor impor-tancia, pues el anlisis narrativo nace de ella.

    En efecto, cualquier nueva lectura nace de unaseparacin originaria. El anlisis narrativo sita sufundamento en un gesto de fractura. SeymourChatman es su autor, cuando en su estudio Sto'1and Discourse (1978) propuso separar sto'1 y dis-course, igual que se distingue el significado del sig-nificante. En espaol hablaremos de historia na-rrada (sto'1) y narracin (discourse).

    LAS FRACTURASHISTRICO-CRTICA y SEMiTICAEl anlisis histrico-crtico naci en el siglo XIX de la frac-

    tura entre el texto bblico y su tradicin de interpretacin; deahora en adelante, para ser entendido, el texto tendra que ser si-tuado en su medio histrico de produccin. Comprender elevangelio de Mateo necesita recuperar su lenguaje y su cultura.

    El anlisis estructural naci, a raz de los trabajos del lin-gista F. de Saussure, de la fractura entre la palabra y la lengua,que asla la lengua de su contexto de comunicacin; desde en-tonces, para ser entendido, el texto tendra que ser consideradoindependientemente de cualquier nocin de autor. El lector sloes dueo de la lectura. La semitica del discurso es una co-rriente del anlisis estructural inspirada por las investigacionesde A. 1. Greirnas. Se distingue por los trabajos de los investiga-dores agrupados bajo el nombre de CADIR, en Lyon. (Cf. Se-mitica. Cuadernos Bblicos, 59. Estella, Verbo Divino, 2002').

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  • La historia narrada es el contenido informati-vo (idntico) de los dos relatos de la desventura deNatalia. Este concepto se aplica al significado, esdecir, a los acontecimientos narrados, abstradosde su disposicin en el relato y reconstruidos en suorden cronolgico. La narracin designa la confi-guracin propia de cada relato. El concepto se apli-ca al significante, es decir, al modo de exposicinde la historia narrada. Simplificando mucho pode-mos decir que los evangelios sinpticos presentantres variaciones en la narracin de la misma histo-ria narrada.

    Al plantear esta distincin, Chatman enunciabael axioma fundamental de la narratologa. El anli-sis narrativo se dedica a observar cmo el narradornarra la historia contada con vistas a sus lectores;la estrategia que desarrolla al construir su relato se-ala lo que se denomina retrica narrativa.

    AUTOR IMPLCITOY LECTOR IMPLCITO

    Quin es en la narratologa el emisor y el re-ceptor del mensaje?

    Por emisor, la narratologa no considera al autorhistrico de la obra, por ejemplo el evangelistaMateo. En efecto, la narratologa postula que no esposible conocer a este desaparecido autor. Por elcontrario, ha dejado tras l la obra que leemos. Yesta obra, como cualquier obra, habla indirecta-mente de su autor. Los narratlogos han inventadoel trmino autor implcito (o implicado) para desig-nar la imagen que el autor da (tambin a pesar su-yo) de s mismo en su obra. El autor implcito es laimagen literaria del autor; dicho de otra manera, elautor tal y como se da a conocer a travs de sus

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    elecciones de escritura. Por tanto, se designa porautor implcito el artesano de la estrategia textualtal y como se manifiesta en la obra.

    y el receptor? El razonamiento es idntico. Noestamos en condiciones de conocer a los destina-tarios histricos a los que, en el siglo 1, estaba des-tinado el evangelio de Mateo. El lector histrico senos escapa. Por el contrario, es posible delimitar lafigura del lector implcito (o implicado), que es laimagen del lector que se puede reconstruir a partirdel texto. El lector implcito es el auditorio en que sefij el autor en la comunicacin narrativa. As, ellector implcito del evangelio de Mateo conoca laEscritura (no haba ninguna necesidad de explicar-la); conoca los elementos de la historia juda, comola identidad del rey Herodes (no se proporciona nin-guna presentacin suya en Mt 2,3); sin embargo,ignora el hebreo (Mt 27,33.46). Por tanto, es posi-ble inventariar las competencias de saber requeri-das de l por el narrador. Pero, ms ampliamente,el lector implcito es el receptor ideal construido porel texto, el lector apto para captar todos los signifi-cados en la perspectiva inducida por el autor. Porconsiguiente, el lector real (usted y yo) es invitadoa asumir el puesto del lector implcito, es decir, aentrar en la estrategia de lectura inducida por el au-tor implcito. Incluso se puede decir que el texto,por la accin que ejerce sobre el receptor, constru-ye a su lector modelando su cultura y su sistema devalores.

    UNA BSQUEDA ESPECFICA

    Lo que se ha dicho hasta aqu ayuda a com-prender dnde se sita el anlisis narrativo y dndeno. Su conjunto de preguntas apunta al efecto bus-cado por el texto sobre el lector. Del mismo modo

  • que la crtica histrica se ha interesado en la perso-na del autor y en las circunstancias histricas de sutrabajo, de la misma manera el anlisis narrativoparticipa de un desplazamiento del inters en direc-cin al lector. Es el acto de lectura, los indicios so-bre los que el lector trabaja y las condiciones en lasque opera, las que focalizan toda la atencin.

    Digmoslo ya, aunque volver sobre ello: fijar loque es la bsqueda del anlisis narrativo es tambinhablar sobre lo que no es. En este caso, la funcinreferencial del mensaje (la relacin con el contexto)escapa a la narratologa. Verificar si el relato dice laverdad o reconstruir la realidad histrica de la quehabla no le compete. La narratologa describe laforma en la que la crucifixin de Jess es (diversa-mente) narrada por los evangelistas, pero no esta-blece la relacin entre el relato y los hechos histri-cos a los que hace alusin. En efecto, su fijacin enla narratividad le prohbe remontarse por este ladode la historia narrada y pronunciarse sobre la natu-raleza de los hechos relatados. Esta problemticapertenece al campo de la crtica histrica.

    Sin embargo, en un punto la narratologa da enel clavo. Cuando renuncia a reconstruir al autor y allector histricos en beneficio de la imagen del autory el lector implcitos, es preciso reconocer que lanarratologa est en lo cierto. Abandona la ingenuaconfusin histrico-crtica entre el plano literario yel histrico: es correcto pensar que no conocemosde Mateo ms que su texto, y que un autor se cali-fica por la orientacin que da a su obra. Es igual-mente cierto decir que los lectores implcitos de suevangelio se parecen ms a la imagen que nos ha-cemos de ellos, o a los rasgos que quiere modificaren ellos, ms que al retrato certificado de susdestinatarios histricos. No poseeremos nunca msque la imagen construida por el texto de un autor yde los lectores a los que se dirige. Saber si estasimgenes coinciden con la realidad histrica es unacuestin que, en el caso de los escritos bblicos, noestamos en condiciones de resolver, a falta de in-formacin exterior a los textos.

    Si la narratologa se interesa por el arte de na-rrar, desde cundo se dirige hacia la Biblia?

    La narratividad revisada

    De cundo data la narratividad bblica? En-cuentra su origen cuando se fijan los primerosgrandes ciclos narrativos (el de David, el del xodo,el de Abrahn o el de Jacob)? O bien nace bajo lapluma de Robert Alter, quien en 1981 publica Elarte del relato bblico, primera monografa que seaproxima a la narratividad bblica como un fenme-no literario (cf. pp. 50 Y 56)?

    El fenmeno literario del narrar no ha esperadoa Robert Alter para existir, pero el concepto apare-

    ce con l. El movimiento que impulsa Alter adquirirconsistencia muy rpidamente en Estados Unidos,dando nacimiento a una verdadera corriente de lec-tura, el narrative criticism (anlisis narrativo). Peroesta corriente no inventa nada. Redescubre, conayuda de herramientas que forja para esta tarea, dequ se compone el milenario arte de narrar. Estearte es constitutivo de la tradicin bblica, de la fe deIsrael, igual que de la fe de los primeros cristianos:Israel primero y despus el primer cristianismo vi-vieron de formular su identidad mediante el relato.

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  • Es este proceso de memoria narrativa, retomado sincesar en la reformulacin de los relatos y en la re-escritura midrsica, el que ha permitido primero ala fe juda y despus a la cristiana rememorar losacontecimientos fundadores del pasado.

    RELATO Y ENCARNACiN

    Ahora bien, este recuerdo no hace surgir un pa-sado muerto: establece la pertinencia teolgica delos acontecimientos pasados para comprender elpresente. Recordar el xodo celebra la memoriadel Dios al que Israel debe su existencia. Relatar lavida de Jess permite identificar al Cristo al que lacomunidad ora y al que cree presente. En resumen,tanto para Israel como para la Iglesia, la narrativi-dad es un vehculo literario del mensaje de salva-cin. Es tambin la mediacin de la identidad cre-yente: decirse el pasado es decir lo que ha hechode nosotros. Narrar es decirse.

    Subrayo de paso la dimensin teolgica de lanarratividad bblica: la narratividad no es ms queuna envoltura del mensaje. Si los judos y los cris-tianos narran historias es porque creen en un Diosque se revela en la historia. Narrar historias es ha-cer memoria de lo que ha acontecido en la historia.El relato es el testimonio obligado de un Dios quese da a conocer en la densidad de una historia dehombres y mujeres, una historia vivida. He aqu porqu la salvacin se expresar en una historia: el re-lato es el vehculo privilegiado de la encarnacin.

    LOS COMIENZOS

    Pero volvamos a los comienzos del anlisis na-rrativo. Los aos 1980 marcan el arranque de un

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    reconocimiento de la narratividad bblica como fe-nmeno literario digno de ser estudiado cientfica-mente; de repente, estos milenarios relatos se vieronrevisados por sabios interesados en desmontarlospara descubrir su mecanismo. Veremos que el an-lisis estructural (o semitico) haba ejercido de pre-cursor. Pero el libro de Robert Alter presagia per-fectamente en lo que se va a convertir el anlisisnarrativo; merece la pena detenerse en l.

    El autor no es un telogo, sino un especialista enliteratura, de cultura juda: conoce tanto el midrscomo los escritos de Homero, y cita tanto al exegetaIbn Ezra como al novelista Charles Dickens. El inte-rs que le lleva hacia el texto es claramente literario,lo que tiene como efecto sacar a la Biblia del aisla-miento cultural donde se encuentra encerrada parasumergirla en el gran ro de la narratividad mundial.Su pregunta: cmo los procedimientos narrativosen uso en la literatura antigua y moderna emergenen el texto sagrado? Aqu se percibe cmo el narra-tive criticism va a nacer en una encrucijada de inter-disciplinariedad, donde literatos, lingistas y exege-tas se encuentran ligados por un inters comn.

    El aparato de lectura d~1 anlisis narrativo seconstruy en Estados Unidos, desde donde ha llega-do hasta nosotros. Se aprovecha del pragmatismoamericano y del poder de integracin que reina alotro lado del Atlntico. Pero es preciso sealar inme-diatamente que esta nueva lectura utiliza los frutos detrabajos tericos producidos por especialistas del len-guaje en el mundo entero: en Francia por Grard Ge-nefte (narracin e intertextualidad) y Paul Ricoeur (latemporalidad narrativa); en Alemania por WolfgangIser (el concepto de lector); en los Estados Unidos porSeymour Chatman (la retrica narrativa), Wayne Bo-oth (la irona) y Boris Uspensky (la potica del relato).Aunque es de origen americano, el anlisis narrativose sita en la confluencia de mltiples intuiciones. Sin

  • embargo, muy pronto los narratlogos americanospresentaron este tipo de lectura como un modelo ex-haustivo y autnomo, llamado a sustituir cualquierotra lectura; posteriormente veremos por qu yo nome incorporo a este argumento publicitario.

    ANLISIS NARRATIVOY ANLISIS ESTRUCTURAL

    El libro de Alter se edit a comienzos de los aos1980. El momento no es casual. Qu periodo lehaba precedido? En Francia, los aos 1970 repre-sentan los das gloriosos de la semitica del discur-so, que analiza el funcionamiento del texto a partirde sus unidades mnimas de significacin (el diccio-nario de A. J. Greimas y J. Courtes, Smiotique, espublicado en 1979). En los Estados Unidos, la at-msfera es la prdida de credibilidad de la crticahistrica; existe un cansancio de esta investigacindel pasado, que no ofrece la actualidad de los tex-tos bblicos, y se est a la bsqueda de lecturas al-ternativas. A pesar de una escasa recepcin de lateora semitica, el inters al otro lado del Atlnticova a conducir hacia las lecturas pragmticas; conello se designan las lecturas cuyo eje es el efectodel texto sobre los destinatarios: retrica y anlisisnarrativo. El anlisis narrativo examina con qu es-trategia el narrador ejerce sobre el lector el efectoque guiar su entrada en el mundo del texto. Suhermano gemelo es el anlisis retrico, que lleva acabo una operacin similar sobre los textos argu-mentativos: Cmo organiza el autor su discursocon vistas a persuadir al oyente-lector? El anlisisretrico se aplicar con xito a las cartas de Pablo.

    Ya he dicho que el anlisis semitico (o estruc-tural) haba desempeado el papel de precursor. Elanlisis narrativo ha tomado mucho de l. Igual que

    la semitica, considera el texto en su forma final,sin tener en cuenta su historia, su genealoga; notrata de separar los elementos tradicionales de lospasajes debidos a la actividad del autor, como haceel anlisis histrico-crtico. El texto es recibido talcomo se ofrece a la mirada del lector. Es acogidocomo una totalidad significante, en una perspectivaque se llama sincrnica (el texto puesto linealmente)y no diacrnica (el texto visto a partir de su genea-loga). Igual que la semitica, el anlisis narrativoobserva cmo el texto construye progresivamentesus valores y sus contenidos. Se interesa por aque-llo que hace que se mantenga unido el relato (la in-triga) y discierne el papel capital que desempeanlos personajes en la historia narrada.

    Pero, en un punto esencial, el anlisis narrativorompe con la percepcin semitica. Esta ltima con-sidera la lectura como el nico careo entre el texto yel lector. El autor ha desaparecido; cualquier recursoa su intencin en la escritura es repudiado; a partirde ese momento, nadie puede concluir diciendo:Aqu vemos claramente el sentido del texto 4. Laslecturas pragmticas, por el contrario, no aslan elenunciado textual de su contexto de comunicacin;el texto da testimonio de una voluntad de comunicarsobre la que no se puede saltar. Por tanto postula-

    4. Cito aJean Delorme: "El texto profundiza una llama-da a la interpretacin que no puede ser colmada, dicho deotra manera, a un sujeto que habla visitado por una palabraque ste no podra dominar [...] aunque no podamos concluirdiciendo: vemos aqu, claramente, el sentido del texto, heaqu lo que hay que comprender (Prlogo a F. MARTIN, Pourune thologie de la lettre. Cogitatio Fidei, 196. Pars, Ceri,1996, p. VI). La herencia de la semitica en el anlisis na-rrativo se manifiesta tanto en el nivel sintagmtico (la nocinde intriga retoma el programa narrativo de Greimas) comoen el paradigmtico (la tipologa de los personajes est he-redada de Vladimir Propp).

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  • mos que una intencin de autor rige la escrituradel texto; la construccin del relato denota una es-trategia de comunicacin, una retrica narrativa que

    apunta a programar la lectura. De qu herramien-tas dispone el narrador para concebir su estrategiade comunicacin? Es importante presentarlas ahora.

    LA INTENCiN DEL AUTORLa intencin del autor de la que se habla aqu debe ser en-

    tendida en el sentido de la narratologa, y no de la psicologa. Nose trata del autor real (histrico), al que se remonta la paternidaddel texto, sino del autor implcito, sujeto de la estrategia de escri-tura. Atribuirle una intencin postula que el texto est redactadocon vistas a ser descifrado de una determinada manera, y que esta

    programacin de la lectura se descubre por indicios de compren-sin inscritos en el mismo texto. Desde un punto de vista narrato-lgico se hablar de la intencin de la obra, ms que de la inten-cin autorial, siguiendo la tipologa de Umberto Eco, Les limitesde l'interprtation. Pars, Grasset, 1992, pp. 29-32 (ed. espaola:Los lmites de la interpretacin. Barcelona, Lumen, 1992).

    Las herramientas del anlisis narrativoLa narratologa ha definido una serie de con-

    ceptos operatorios que corresponden a los mediosde los que dispone cualquier narrador para cons-truir su relato. Estos conceptos son seis. El caminodel anlisis narrativo consiste en sondear el texto,a fin de identificar cmo el narrador, en la narra-cin, ha hecho uso de estas seis herramientas 5.

    PRIMER CONCEPTO: LA INTRIGA

    Qu es lo que proporciona al relato su unidad?Siguiendo una definicin tomada de Paul Ricoeur,se denomina intriga a la colocacin sistemtica delos elementos que constituyen la historia narrada.La intriga es este movimiento integrador del relatoque enlaza entre s una serie de acciones y hacede ella una historia continua.

    5. Para una presentacin de los procedimientos del an-lisis narrativo, cf. D. MARGUERAT / Y. BoURQUIN, Cmo leer losrelatos bblicos. Iniciacin al anlisis narrativo. Santander,Sal Terrae, 2000.

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    El inters para el estudio de la Biblia salta a la vis-ta, pues Jos grandes libros narrativos consisten enuna serie de episodios ms o menos vinculadosunos con otros. Hay una unidad propia en cada enti-dad narrativa, pero igualmente una unidad del relatoportador. En el seno de los captulos 1-11 del Gne-sis, cada episodio tiene su propio argumento (la crea-cin, la cada, Can y Abel, etc.); pero estos episo-dios estn englobados en un argumento ms amplio,que es la historia de los orgenes, donde desempe-an un papel especfico; de esta manera se puedehablar de una evolucin del relato entre Gnesis 1 yGnesis 11, Y examinar de qu se compone.

    Esta constatacin es mucho ms cierta para losevangelios, en los que las entidades narrativas sonan ms pequeas. El anlisis narrativo distingueentre una intriga episdica, limitada al microrrelato(parbola, relato de milagro, controversia, etc.), y laintriga unificadora, que es la del relato portador. Laintriga episdica de Lucas 7,1-10 (la curacin delsiervo del centurin) se focaliza en la movilizacindel poder de Jess; la de Lucas 7,36-50 (Jess y lamujer pecadora) se centra en el reconocimiento del

  • perdn como gracia liberadora; pero estos dos mi-crorrelatos estn reunidos en una secuencia queconduce al lector de 7,1 a 7,50, yen la que la intri-ga tematiza el reconocimiento de la autoridad pro-ftica de Jess. Las dos intrigas episdicas estnas dominadas por la intriga unificadora de la se-cuencia de Lucas 7. Otras combinaciones son po-sibles, como el entrelazamiento de las intrigas, delas que el evangelista Marcos es un especialista; loveremos con un ejemplo ms adelante (p. 17).

    La narratologa dispone de varios modelos de es-tructuracin de la intriga. El esquema quinario se-ala cinco momentos: situacin inicial-nudo-accintransformadora-desenlace-situacin final. Otros pre-fieren un modelo ternario: complicacin-transforma-cin-resolucin. Cada modelo intenta evaluar el lu-gar dominante que adquiere, en el seno del relato, laaccin transformadora que relata. La idea subya-cente es que todo relato da cuenta de una transfor-macin, o de una adquisicin, o de una prdida; escontar esta transformacin lo que hace que el hechode narrar encuentre su legitimidad.

    SEGUNDO CONCEPTO:LA GESTiN DE LOS PERSONAJES

    Si la intriga constituye el esqueleto del relato,los personajes son su ropaje. Con algunos rasgos,el relato hace vivir a una serie de personajes, quepone en interaccin. En el evangelio, todos los per-sonajes estn cualificados por la relacin que seestablece con el hroe principal, Jess. Pueden en-trar en una tipologa: el hroe, el antihroe, el cm-plice o el oponente.

    El anlisis narrativo manifiesta un prodigioso in-ters por examinar cmo el narrador construye suspersonajes. Los bosqueja con un rasgo (persona-

    je llano) o da cuerpo a su retrato (personaje redon-do)? Qu dice de ellos? Ahora bien, las modalida-des del hablar son tanto ms significativas que elhablar mismo. De dnde procede la informacinsobre los personajes que se ofrece al lector? Pro-cede de otro personaje?, del narrador? Evidente-mente, la fuente es indicadora del estatuto y la fia-bilidad de la informacin. Tomemos la murmuracinde la muchedumbre en torno a Jess y a Zaqueo:Se ha alojado en casa de un pecador (Lc 19,7).Esta crtica no tendr el mismo crdito que el enun-ciado del narrador: Estaban oyendo todo esto losfariseos, que eran amigos del dinero (Lc 16,14).Los narratlogos hablarn en el primer caso de unenunciado intradiegtico (la muchedumbre es unpersonaje interno a la historia narrada, llamadatambin digesis); en el caso del enunciado del na-rrador, ste no pertenece a la historia narrada, sehablar as de una instancia extradiegtica. Volve-r despus sobre ello (p. 19).

    El narrador puede usar igualmente ardides des-lizando al lector una informacin de la que priva alos personajes de la historia narrada o frustrar al lec-tor privndole de un dato que los personajes tienena su disposicin. En la historia de los discpulos deEmas (Lc 24,13-35), el narrador utiliza a veces estaestratagema. Comunica al lector la identidad del via-jero que se une a los discpulos, Jess, pero obser-va que stos lo ignoran (24,16). Ms tarde narrarque Jess ensea a los dos discpulos lo que de-can de l las Escrituras (24,27), pero no apunta na-da al lector sobre el contenido de esta enseanza 6.

    6. En el primer caso (informacin ofrecida al lector, pero dela que el personaje de la historia narrada est privado) se dirque le narrador ofrece al lector una posicin superior a la delpersonaje. En el caso contrario (el personaje sabe, pero no ellector), el lector tiene una posicin inferior a la del personaje.

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  • Resulta apasionante preguntarse por el (los) efec-to(s) a que apunta este doble equilibrio en la distri-bucin de la informacin.

    TERCER CONCEPTO: LA FOCALlZACIN

    Este concepto responde a la pregunta: quinve en el relato? Grard Genette (Figures 111, 1972)ha forjado un vocabulario que permite identificartres tipos de inclusin narrativa. Se hablar de foca-lizacin interna cuando el narrador nos asocia a lainterioridad de un personaje (

  • cisma de Jess en Marcos se produzca en una si-nagoga (Mc 1,21) o que el primer convertido de Pa-blo sea un proconsul romano (Hch 13,12).

    Con los autores bblicos, el marco narrativo re-viste frecuentemente una dimensin simblica conla que la lectura debe contar. Pero habr que estaratentos a la manera en que cada narrador interpre-ta el simbolismo al que recurre. En Juan, la nochesimboliza la oscuridad del hombre privado de la luzde la revelacin. En Marcos, la sinagoga es un lu-gar de enfrentamiento de los poderes para la sal-vacin del hombre. En los Hechos de los Apsto-les, la conversin del oficial romano significa elinters del Imperio por el Evangelio.

    SEXTO CONCEPTO:EL PUNTO DE VISTA DEL NARRADOR

    Ningn narrador, y singularmente el narrador b-blico, es neutral. Qu sistema de valores subyace

    a la narracin? Dnde se percibe la ideologa queexiste en el relato? Qu jerarqua de valores pre-senta, a veces subrepticiamente? Pues existe suti-leza, por parte del narrador, para inducir al lector auna simpata o antipata respecto a un personajede la historia narrada. Cmo procede?

    Dos medios estn a su disposicin. Bien el na-rrador procede a un comentario explcito: "Los fari-seos, para ponerle a prueba, dijeron a Jess... .Bien el narrador usa de lo que se ha convenido enllamar un comentario implcito: agrupamos bajoesta expresin los procedimientos retricos quejuegan con lo que no se dice, a saber, el simbolis-mo, la irona o el malentendido. El cuarto evangelioes particularmente rico en este procedimiento deescritura que presupone un estado de connivenciacon el lector. Por ejemplo, el lector de Juan no seengaa con el malentendido en el que cae Nicode-mo (Jn 3,4.9); hacer de la cruz el lugar de exalta-cin de Jess es un procedimiento de la irona jo-nica, que el evangelista no explicita nunca (Jn 3,14;8,28; 12,32; etc.).

    Cuatro ejemplos

    Se habr constatado hasta qu punto los pro-cedimientos narrativos iluminados con la ayuda delos seis conceptos enumerados revelan, por partede los narradores, la sugerencia de un recorrido desentido. Deseara concretar ahora la aportacin delanlisis narrativo aplicando cuatro procedimientosen los que la narratologa, desde mi punto de vista,permite un trabajo original sobre el texto. Estas ilus-traciones tendrn que ser forzosamente sumarias.Conciernen a la articulacin de las intrigas, el juegode los enfoques, la diferenciacin de las instancias

    narrativas y la reevaluacin del fenmeno de la re-dundancia literaria.

    LA ARTICULACiN DE LAS INTRIGAS(Me 5,21-43)

    La secuencia narrativa de Mc 5,21-43 ha llama-do desde hace mucho tiempo la atencin de losexegetas por el hecho de su compleja estructura: elrelato centrado en la reanimacin de la hija de Jai-

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  • ro (5,21-24.36-43) es interrumpido a lo largo del ca-mino por el episodio de la curacin de la mujer conprdidas de sangre (Mc 5,25-34). El texto presenta,por tanto, el caso de un microrrelato engarzado enuna secuencia narrativa ms amplia. A la preguntapor saber lo que constituye la unidad de la secuen-cia, la exgesis responde frecuentemente con quelos protagonistas son dos mujeres y observa enambos episodios la recurrencia de la cifra doce(5,25.42): la mujer sufre desde hace doce aos y lahija de Jairo tiene doce aos de edad.

    El anlisis narrativo observa desde cerca laconstruccin del texto. Las dos intrigas se articulanuna con la otra; como ocurre frecuentemente en eldispositivo de engarce, la intriga del relato interiorest al servicio de la intriga del relato exterior. Eneste caso, el levantamiento de la hija de Jairo co-necta narrativamente con el modelo de fe que representa la mujer con prdidas de sangre (5,34: Tufe te ha salvado). A partir de ese momento, la con-minacin hecha a Jairo (5,36: No temas, slocree) puede apoyarse en el ejemplo que el relatoacaba de desplegar: el padre es invitado a dar prue-bas de esa fe que la mujer acaba de manifestar.

    La cuestin no es la de saber si Jairo est o noal corriente de la escena que se ha desarrolladoentre Jess y la mujer. Preguntarse en estos trmi-nos vuelve a reconstruir los hechos narrados y ajuzgar la veracidad del relato a partir de una re-construccin histrica. La narratologa desplaza elproblema al nivel de la relacin narrador-lector. Lainformacin sobre la fe de la mujer ha sido propor-cionada al lector en los versculos 28-34, si bien elencadenamiento de una intriga con la otra puededesarrollarse. En consecuencia, habr que estaratentos a la relacin del modelo de fe que orques-ta el narrador entre la mujer con prdidas de san-gre y el hombre que es el jefe de la sinagoga.

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    Por tanto, la unidad de la secuencia 5,21-43 nose refiere solamente a las dos mujeres, sino a lacuestin de la fe. El narrador ha trabajado el reco-rrido de la mujer con prdidas de sangre, la cual, deuna creencia cuasi supersticiosa en el poder mila-groso de Jess (v. 27), llega ante l a la confesinde toda la verdad" (v. 33).

    EL JUEGO DE LAS FOCALlZACIONES(Me 5,25-34)

    Detengmonos en el relato de curacin del queacabamos de hablar (5,25-34) para observar cmose lleva a cabo el juego de las focalizaciones. Quin ve en este relato?

    El texto comienza con una focalizacin cero enlos versculos 26-27a: la informacin proporcionadaal lector sobre el pasado mdico de la mujer trans-grede el marco temporal del relato; emana del na-rrador omnisciente. Sigue una cascada de focaliza-ciones internas, que nos asocia sucesivamente a lainterioridad de la mujer (

  • alemos que es raro que el lector del evangelio seaasociado, como aqu, al debate interno de Jess.Tres observaciones hacen que se vea claramentela forma en que el dispositivo narrativo trabaja en laconstruccin del sentido.

    - El lector est asociado a dos interioridades (lamujer y Jess) de las que los discpulos son priva-dos; su incomprensin (v. 31) no indica estupidez,sino que seala la anomala de una curacin obte-nida (v. 29) y recibida (v. 30) en secreto.

    - La sucesin de las focalizaciones internas yde la focalizacin externa final (w. 33b-34) sealacmo se inscribe narrativamente el recorrido deeste relato, que es un paso de la creencia secretaa la confesin pblica de la verdad.

    La fuerte expresin le cont toda la verdad (v.33) resume este recorrido sobre el que Jess poneel nombre de fe; es un paso del registro del cuerpo(v. 29) al de la palabra verdadera (v. 34).

    LA DIFERENCIACiN DE LAS INSTANCIAS(Le 7,1-10)

    El relato de la curacin del criado del centurinde Cafarnan (Lc 7,1-10) es extrao. De quintrata de verdad: del criado o de su seor? Se tra-ta igualmente de un relato de curacin? Pues, delenfermo, el texto no dice casi nada, y nadie le com-padece; su curacin ni siquiera ser contada, sinosolamente constatada (v. 10: Los enviados encon-traron sano al criado). El texto habla del centurin,pero sin que est presente; no est nunca ante Je-ss, y sin embargo su palabra ocupa el terreno na-rrativo (w. 6-S; cf. v. 3). Por tanto, la presencia delcenturin est asegurada por una mediacin de lapalabra, que inscribe de entrada el relato bajo el

    tema de la paradoja ausencia-presencia. Lucas7,1-10 es la historia de un no encuentro logrado porel rodeo de una palabra.

    La mediacin de la palabra es doble, y es ah adonde quiero ir: la primera mediacin (w. 4-5) estasegurada por los notables judos, que se expresanen su nombre y hablan del centurin en tercera per-sona: Merece que se lo concedas.... La segundamediacin (w. 6-S) est asegurada por los amigos,pero stos no hacen ms que vehicular el discursodel centurin enunciado en yo. En efecto, unasutileza del texto griego se escapa a la traduccinespaola: el griego atribuye claramente este dis-curso al centurin. Traduccin literal: El centurinenvi amigos dicindole (legan auto, v. 6b)>>. Noson los amigos los que se expresan, sino el centu-rin a travs de ellos. Qu desplazamiento deno-ta este cambio de instancia narrativa?

    Los notables defienden la causa del centurinante Jess (v. 4): Merece que se lo concedas".En qu se fundamenta, segn ellos, esta digni-dad? Se apoya en el hecho de que ama a Israel yha construido una sinagoga. Dicho de otra manera:los notables establecen la exterioridad religiosa delcenturin y marcan un campo simblico del espa-cio; est fuera, pero ha mostrado mritos al cons-truir un interior (sinagoga, sinagog, significa eti-molgicamente asamblea).

    La segunda mediacin de la palabra est ase-gurada por sus amigos (), que repercuten su dis-curso en los versculos 6b-S. Qu dice l? Afirmaque no es digno (en contra de las palabras de losnotables) de recibir a Jess, pero propone un me-dio de intervenir estableciendo una correlacin consu experiencia militar. El principio que aplica es elde la eficacia de la palabra a distancia: l, un oficial,tiene la costumbre de mandar y de contar con elcumplimiento de sus rdenes a distancia.

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  • Esta segunda mediacin va a permitir a Jessmaravillarse de esta fe ejemplar con un enunciadoque subvierte el campo simblico del espacio esta-blecido por los notables judos: Os digo que ni enIsrael he encontrado una fe tan grande (v. 9). Di-cho de otra manera: ste, que es pagano, por tan-to exterior a la alianza de la salvacin, demuestraser en verdad ms interior desde el punto de vis-ta de la fe que aquellos que, por su pertenencia aIsrael, estn dentro de la alianza. Mediante estedeslizamiento en el nivel de las instancias narrati-vas se percibe mejor cmo el cambio de discursoha instalado en el relato un cambio de perspectivaen el orden de la salvacin. Lucas 7,1-10 no es lahistoria de la curacin de un siervo, sino el accesode un pagano a la fe.

    REEVALUACIN DEL FENMENODE REDUNDANCIA LITERARIA

    Este punto merecera por s mismo un largo de-sarrollo. Me contentar con sugerir las nuevasperspectivas y las promesas que el anlisis narrati-vo abre en este terreno.

    Se llama redundancia a la repeticin de un mis-mo dato en el seno de la misma obra. En crtica li-teraria clsica, la redundancia es tratada Clmo undoblete. La repeticin del relato de la multiplicacinde los panes (Mc 6 y 8) o la triple descripcin de laconversin de Pablo en Damasco (Hch 9; 22 Y 26)estn consideradas como azares de la composi-cin literaria. El principio que reina es que repetir elmismo relato en la misma obra no podra ser unaeleccin del autor, sino que resulta de una coaccinimpuesta al autor por su tradicin. La crtica de lasfuentes aplica a este fenmeno una aproximacindiacrnica (qu fuentes diferentes explican esta

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    mltiple aparicin?) y un tratamiento comparativo(las divergencias de una versin con respecto a laotra se explican por la coaccin ejercida sobre elnarrador por su documentacin). En todo caso, el fe:nmeno de la redundancia pasa por una anomalaliteraria.

    La perspectiva narratolgica, aligerada de cual-quier preocupacin genealgica, es diametralmen-te opuesta. Al no especular sobre la situacin decoaccin o de libertad del autor frente a sus fuen-tes, confirma el hecho de la redundancia y se pre-gunta por su significado. Una vez ms, sta es lapregunta que le interesa al anlisis narrativo:Cul es el efecto del texto sobre el lector?

    El cambio de ptica que supone este desplaza-miento del conjunto de cuestiones resulta promete-dor. Entonces se plantean las preguntas siguientes:cul es el Jugar en que surge cada relato dentro laintriga del libro? Qu papel atribuir en la obra a lainsistencia sobre este episodio? Entre el primer y elsegundo surgimiento, qu es lo que el lector haentendido que modifica la comprensin del relato?Se pueden explicar las divergencias de una ver-sin a otra a partir del cambio de protagonistas o deauditorio en la historia narrada? Qu progresinde la intriga explica estas diferencias? Presuponeel narrador el conocimiento del primer relato en laescritura de la segunda versin?

    Concretamente se sealar que el primer relatode la multiplicacin de los panes (Mc 6,30-44) sedesarrolla en tierra juda, mientras que el segundo(8,1-10) tiene lugar en el territorio pagano de la De-cpolis. El primero est destinado a Israel; el se-gundo a los no judos. Entre ambos tiene lugar lacontroversia de Jess con los fariseos a propsitode la cuestin de la pureza, en la que Jess recha-za los ritos de pureza alimentaria (7,15). La barreraque separa lo puro de lo impuro, a Israel de las na-

  • ciones, es discutida, por tanto, entre los dos rela-tos. A partir se ese momento comprendemos porqu el episodio debe ser repetido: est destinado

    igualmente a los paganos; a ellos es a quienestambin se ofrece este smbolo de la palabra abun-dante. La redundancia tiene sentido.

    Como conclusin, una evaluacin

    Como hemos dicho, toda lectura se define por laserie de preguntas que la conduce ante el texto.Cmo evaluar las potencialidades y los lmites dela bsqueda especfica del anlisis narrativo de losrelatos bblicos? Cuatro observaciones esbozarn,como conclusin, esta evaluacin.

    UN SENCILLO APARATO DE LECTURA

    El anlisis narrativo ofrece un aparato de lectu-ra y un lenguaje tcnico que no suponen un tecni-cismo abrumador. Los conceptos esenciales hansido presentados aqu. Esta sencillez no es unaventaja menor, y hay que reconocer que no se pue-de decir lo mismo de todas las lecturas.

    RECUPERARLA COHERENCIA NARRATIVA

    El desplazamiento de la serie de preguntas so-bre el texto llevado a cabo por el anlisis narrativotrata naturalmente de renovar la aproximacin a losrelatos revelando tensiones internas: el Pentateucoy el cuarto evangelio en particular. Su estudio haestado dominado durante mucho tiempo por la cr-tica de las fuentes. Entiendo por ello ese caminodiacrnico que explica las tensiones de un escritopor la presencia de fragmentos tradicionales inte-grados por el narrador en su composicin. Este tra-bajo, necesario, ha sido llevado a cabo. Una nuevaperspectiva de lectura llevar a nuevos resultados.

    La lectura del cuarto evangelio es un claro ejem-plo de ello. R. Alan Culpepper ha abierto magistral-mente una lnea de lectura narrativa en su ya clsi-co libro Anatomy of the Fourth Gospel (1983). Apartir de su impulso, hoy hay que volver a examinarla funcin del prlogo (1,1-18) en el cuerpo delevangelio. Se ha estudiado mucho el origen de estefragmento tradicional que el evangelista, enmen-dndolo, ha situado a la cabeza de su escrito. Pero,cul es su funcin en este lugar estratgico delcomienzo? La categora de pacto de lectura re-sulta til aqu, por cuanto designa un prlogo en elque el narrador fija las claves de lectura de su rela-to. El prlogo desempea seguramente este papelde orientacin del lector en los umbrales del evan-gelio. De igual manera, no es preciso repetir hoy elrecorte de los discursos de despedida (Jn 13-17)en estratos sucesivos, sino plantear la hiptesis derelecturas sucesivas de un discurso por otro en elmismo ncleo del evangelio. En resumen, hay quellegar a integrar las tensiones y las fracturas de unrelato en el seno de un modelo de relectura inter-pretativa, ms que desmembrarlo exacerbando susdiscordancias internas.

    TEOLOGA Y NARRATIVIDAD

    El anlisis narrativo permite apreciar cmo unateologa se expresa narrativamente. Desconfiemosdel telogo que, porque l mismo es un hombre depalabra, se fije en los enunciados de los discursos

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  • y subestime el potencial interpretativo del narrar. Elanlisis narrativo nos hace caer en la cuenta deque la construccin de una intriga, el dispositivo deuna red de personajes, la gestin de la temporali-dad y la semantizacin del espacio son tan indica-tivos de la intencin teolgica como una formula-cin doctrinal o una confesin de fe.

    En mi opinin, es hacer justicia a los autores b-blicos instruirse en las herramientas que ellos utili-zaron para construir su relato, aun cuando la teori-zacin narratolgica les fuera extraa. Hoy secomienza a medir el perjuicio que ha sufrido poreste hecho la lectura de Lucas-Hechos, un escritoacusado de mala teologa por exegetas que se hanlimitado a estudiar los discursos descuidando laconstruccin narrativa de la obra.

    Hay que postular por ello que los autores bbli-cos redactaban sus textos teniendo en su mente unaparato metodolgico tan complejo? Seguramenteno. Van Gogh no tuvo nunca en su mente los crite-rios que usaron despus de l los crticos de suscuadros. No queda sino pensar que aplicaban, enparte conscientemente, normas de construccinnarrativas que se encontraban tambin en loscuentos populares. Pertenecen al arte milenario denarrar.

    ANLISIS NARRATIVOY CRTICA HISTRICA

    He dicho que el anlisis narrativo no basta pors mismo. Insistamos. Afirmar que el narrador com-

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    pone su relato con vistas a ejercer un efecto sobreel lector vuelve a postular una connivencia entre elnarrador y el lector. Esta connivencia reside en lapertenencia a una cultura comn, que hace que sele entienda tanto en el cdigo lingstico como en elcontexto del mensaje. Ms de un siglo de crticahistrica ha mostrado hasta qu punto el contextode comunicacin de los escritos bblicos est hist-rica y culturalmente situado. Ahora bien, la bsque-da de cdigos de comunicacin no puede ahorrarun conocimiento de la cultura del autor y de los lec-tores. El evangelista Mateo y sus lectores tienen encomn un conocimiento de la Escritura, de la histo-ria y de la cultura judas, as como una concienciadel conflicto que opone a la Iglesia y a la Sinagoga.Reconstruir su cultura comn necesita el recurso ala crtica histrica.

    La distancia temporal que nos separa de la re-daccin de los escritos bblicos hace necesario unconocimiento del contexto original de comunicacindel texto. Lo que yo afirmo aqu no es compartidopor todas las corrientes del movimiento americanodel narrative criticism; corrientes derivadas amplanla parte del lector hasta considerarlo como el nicocriterio de verdad en la lectura (pienso en la crti-ca de la respuesta del lector, la reader responsecriticism).

    A mi entender, articular una serie de cuestioneshistricas y un estudio de la narratividad es meto-dolgicamente posible. Teniendo en cuenta la natu-raleza histrica de los textos bblicos, la operacines no slo deseable, sino indispensable.

    Daniel MARGUERAT

  • 2EL PROFETA ANTE LA PETICiN DE UN REY

    (1 Sam 8)

    El anlisis narrativo es un mtodo de lectura sincrnica adaptada a la aproximacin a textos narrativos.No se preocupa por la gnesis del texto y las condiciones histricas de su produccin. Considera eltexto en una de sus versiones disponibles (aqu, el texto hebreo masortico), y se pregunta por la ma-nera en que la historia se narra.

    Este tipo de anlisis considera el relato comomedio de comunicacin entre el narrador -as sedesigna la voz que narra la historia de esta mane-ra- y el lector. A partir de ese momento se muestraatento a las estrategias de comunicacin, es decir,

    a los medios puestos en prctica por el narradorpara interesar al lector, implicndole y hacindoleentrar en el mundo del relato y sus valores. Ve-moslo concretamente leyendo 1 Sam 8, el relato dela peticin de un rey por los ancianos de Israel 7

    El texto en su contexto

    Antes de abordar la lectura, es importante situarbrevemente el relato en su contexto. En la medidaen que no se trata de una historia aislada, sino deun episodio que forma parte integrante de un rela-to ms largo, es indispensable ver al menos el con-texto inmediato. Por otra parte, veremos que a ve-ces es necesario ser ms precisos. Pues algunoselementos del relato no pueden comprenderse ms

    7. Este estudio retoma y contina A. WNIN, Samuel etl'instauration de la monarchie (1 Sam 1-12). Une rechercheIittraire sur le personnage. EHS 23/342. Frankfurt, 1988,simplificado en ID., Samuel, juez y profeta. Cuadernos Bbli-cos, 89. Estella, Verbo Divino, 1999 2 , pp. 33-39.

    que en relacin con otros momentos del ccmacro-rrelato, como el caso aqu de 1 Sam 1-12.

    EL COMIENZO DE UNA SECUENCIA

    1 Sam 8 representa el comienzo de una se-cuencia del relato. Antes de esto, los personajes delos que se trata han sido situados a travs del rela-to y las circunstancias de la accin han sido descri-tas en la secuencia precedente: Samuel ha sidoelegido por YHWH (el Seor) como profeta (1 Sam 3,cf. vv. 19-21) para un Israel hundido en el marasmoy la desgracia a causa de sus infidelidades (lo que

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  • relata el final del libro de los Jueces). Despus deun tiempo en que la situacin empeora -Israel su-fre una dramtica derrota ante los filisteos (4,16-19)-, Samuelllega a cambiar radicalmente: con-duce a Israel a la conversin y logra despus unagran victoria, librando as al pueblo de la domina-cin enemiga (7,2-12). Entonces se instala comojuez o gobernador del pas durante el resto de suvida (cf. 7,13 y 15-17).

    Porotra parte, el relato de 1Sam 8 es nicamente el pri-merepisodio de la secuencia, quecomienza con l y se pro-Ionga hasta el final del captulo 12. Al trmino de variosepisodios, el rey ungido por Samuel (9,1-10,16),designado por la suerte (10,17-27) y despus con-firmado por una gran victoria sobre los amonitas(11,1-11), es instalado oficialmente (11,12-15), sien-do introducida la monarqua en el marco jurdico di-seado por la alianza entre Israel y su Dios (12,1-25).Limitado al captulo 8, el relato es, por tanto, a lavez completo (episodio coherente) e incompleto.Volver brevemente sobre ello al final de la expo-sicin.

    EL TEXTO

    He aqu el relato en una traduccin bastante li-teral (donde una parte del v. 9 es traducido de tresmaneras diferentes en funcin de la polisemia deuna de sus frases). Las partes en cursiva corres-ponden a las palabras pronunciadas por los perso-najes. El resto constituye el relato del narrador.

    I Cuando Samuel fue anciano, design a sus dos hijospara jueces de Israel. 2 El nombre de su primognito eraYo'el, y el segundo, 'Abiyyah, que ejercieron su judica-tura en Be'er-Seba. 3Mas los hijos de l no siguieron su

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    ejemplo, sino que se inclinaron tras la venalidad, acep-tando regalos y torciendo la justicia.

    4 Reunironse, pues, todos los ancianos de Israel y sefueron a Samuel, a Ramah, 5 y dijronle: Ten en cuentaque t ests viejo y tus hijos no marchan por tus vas.Ahora bien, desgnanos un rey para que nos gobierne,como hacen todos los pueblos. 6 A Samuel le parecimalla proposicin cuando dijeron: Danos un rey paraque nos gobierne!, e hizo oracin a Yahv. 'Yahv dijoa Samuel: Atiende la voz del pueblo en todo lo que tedigan, pues no es a ti a quien recusan, sino que a m re-cusan para que no reine sobre ellos. 8 Conforme a cuan-to han hecho desde el da en que los sub de Egipto has-ta el da presente, que me han abandonado y servido aotros dioses, as hacen tambin contigo. 9 Ahora bien,atiende su clamor, pero

    advirteles bien y exponles la manera habitual

    ennciales las condiciones yexponles el derecho [estatuto]

    debes testimoniar contra ellos y exponerles el juicio

    del rey que va a reinar sobre ellos. IORefiri, pues, Sa-muel todas las palabras de Yahv al pueblo, que le habareclamado un rey. 11 Y dijo: ste ser el derecho del mo-narca que reinar sobre vosotros: tomar a vuestros hi-jos y los emplear en su carroza y sus caballos; corre-rn, pues, delante de su carroza. 12 Les nombrar a suservicio jefes de mil y jefes de cincuenta, utilizndolostambin para labrar su labranto, segar sus mieses y fa-bricar sus armas de guerra y el atalaje de sus carros yguerreros. 13 Tomar a vuestras hijas como perfumistas,cocineras y panaderas. 14 Y se apoderar de vuestroscampos, vuestros viedos y vuestros olivares mejores ylos dar a sus servidores. 15 Exigir, adems, el diezmode vuestras sementeras y vuestros viedos y lo dar a suseunucos y sus servidores. 16 Coger los mejores de vues-tros esclavos, de vuestras siervas y de vuestras jvenes,as como vuestros asnos, y los emplear para sus traba-jos. 17 Percibir el diezmo de vuestro ganado menor, y vo-

  • sotros mismos vendris a ser sus siervos. 18 En aquel daalzaris el grito a causa del rey que vosotros os habisescogido: pero Yahv no os responder en aquel da.

    19 El pueblo negose a atender la voz de Samuel, y ex-clam: No, sino que un rey ha de haber sobre noso-tros; 20para que seamos tambin nosotros como todas las

    naciones y nos gobierne nuestro rey y salga al frente denosotros y combata nuestros combates! 21 Samuel oytodas las palabras del pueblo y las transmiti a los odosde Yahv. 22Dijo entonces Yahv a Samuel: Escuchasu voz y nmbrales un rey! Samuel dijo a los hombresde Israel: Idos cada uno a vuestra ciudad!

    La exposicin del relato (1 Sam 8,1-3)Cuando Samuel se hizo viejo, sus hijos parecen'

    estar destinados a sucederle. Por otra parte, Sa-muel les coloca ya en parte en su cargo. Semejan-te tipo de sucesin no es normal en el caso de Jue-ces: el libro de los Jueces cuenta (cf. sumario enJue 2,11-19), que stos son los instrumentos deuna teocracia directa, en la que Dios toma la inicia-tiva de suscitar un salvador cuando la situacin delpueblo o su demanda de salvacin lo requiere (cf.p. e. Jue 2,18).

    En realidad, la situac',n descrita al comienzo de1 Sam 8 tiene un aspecto de algo ya visto: el juezprecedente, el sacerdote EH (cf. 1 Sam 4,18), debaser reemplazado por sus hijos, que ya haba colo-cado junto a l en Sil (1,3); pero stos se mostra-ron indignos del cargo y Dios los elimin (1 Sam 2-4; d. en particular 2,12-13a y 17). Ahora bien, aquse produce la misma situacin con Samuel y sus hi-

    jos. Y, signo de que una sucesin dinstica no esforzosamente ideal, igual que los hijos de EH, aqu-llos no siguen las. huellas de su padre: abusan desu posicin y buscan primeramente su beneficio.Pervierten as la funcin oficial que han determina-do asumir al servicio de Israel (8,3, cf. Dt 16,19 YProv 17,23). Est demasiado claro a los ojos dellector: los hijos de Samuel recuerdan a los de EH.Por tanto, la situacin corre el riesgo de ser el pre-ludio de nuevos problemas institucionales.

    la manera en que el narrador expone esta si-tuacin deja suponer que se perfila una crisis en elliderazgo en Israel. Es este desequilibrio, por lo de-ms, lo que va a provocar la accin que el relatonarra, en la medida en que el deseo de anticiparesta crisis empuja a los ancianos de Israel a tomarlas cosas en sus manos y a ir a encontrarse conSamuel con una solucin de recambio (8,4).

    La estructura: mirada de conjuntoPara un observador atento, la estructura de la

    composicin del acto es fcilmente reconociblegracias a las repeticiones de palabras y de situa-ciones narrativas.

    1. Una asamblea popular se rene en casa de Samuel,y la disuelve fmalmente (vv. 4 y 22b).

    2. Al comienzo y al fmal de la reunin de Ram tie-ne lugar un mismo dilogo:

    a. el pueblo pide a Samuel un rey que les gobiernecomo las otras naciones (vv. S/19b-20);

    b. el mediador escucha la demanda y se la refiere alSeor (vv. 6/21);

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  • c. el Seor le responde que escuche la voz del puebloy le d un rey (vv. 7a.9bI22a), cosa que Samuel nohace.

    3. Entre ambos tiene lugar un largo discurso de Sa-muel (vv. 11-18) vinculado al resto por transiciones na-rrativas (vv. 10 y 19a).

    Una mirada rpida sobre la estructura hace queaparezca una caracterstica de este relato: estesencialmente compuesto por dilogos, lo que sesubraya en la traduccin por la gran cantidad detexto en cursiva.

    El recurso al modo escnico. Esta manera dehacer es frecuente en los relatos bblicos. En general,los narradores prefieren el modo escnico (showing),que consiste en mostrar a los personajes en ac-cin, como si evolucionaran sobre un escenario deteatro ante los ojos de lector; recurren menos fre-cuentemente al modo narrativo (telling), que les per-mite relatar la accin con sus propias palabras. Sinembargo, hay que subrayar que, en un relato en elque domina el modo escnico, el rpido paso al mo-do narrativo es en general significativo: es ah dondesobre todo el narrador proporciona informaciones di-rectas relativas a los personajes, organiza el tiempodel relato o seala su perspectiva; tambin aqu esdonde esboza ms o menos discretamente sus jui-cios de valor. A partir de ah se imponen algunas ob-servaciones de entrada a propsito de nuestro relato.

    1) Cuando recurre al modo escnico, el narra-dor se conten.ta frecuentemente con asegurar lastransiciones. Este es aqu el caso. Sin embargo seseala que, frecuentemente, ampla un tanto sustransiciones (vv. 6.10.19.21, donde no slo existenlos "y X dice, como en los vv. 5a.7a.22ab). Estasampliaciones son sin duda significativas y, por tan-to, requieren la atencin particular del lector, en lamedida en que, incluso aunque sean cortas, es ahdonde el narrador orienta su lectura. Lo veremos.

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    2) Observaremos igualmente que las palabrasde Samuel al Seor no son nunca narradas en undiscurso directo. Son sealadas solamente por ex-presiones que las especifican ( YHWH > Samuel > Israel >Samuel> YHWH > Samuel> Israel

    Cualquier comunicacin entre Israel y Dios tran-sita a travs de Samuel, de modo que ste es comoun paso obligado de la palabra, un mediador en elsentido ms estricto del trmino. Por esta razn esa la vez pantalla y pasarela entre las dos partes. Encualquier caso, el pueblo ignora todo lo que se diceentre el Seor y Samuel, teniendo el lector conoci-miento por su parte de lo que Dios dice al profeta.

    4) Otro elemento sorprende de entrada: al finaldel relato, el pueblo repite a Samuel la peticin delos ancianos, y el Seor le reitera tambin sus ins-trucciones de acceder a la demanda del pueblo.Por ello, la anterior mediacin de Samuel no haservido para nada, su discurso no ha hecho pro-gresar el asunto. Ha sido pantalla, y no pasarela.Qu ha sucedido para que Samuel fracase as ensu tarea eminentemente proftica? He aqu unapregunta que puede guiar la lectura de esta pgina.

    La posicin del lector. Para apreciar esto, elnarrador concede al lector una posicin particular

  • frente a los personajes. As, como de ordinario enel primer Testamento, el narrador es omnisciente:sabe todo de la historia que narra, lo que no quie-re decir que diga todo lo que sabe. No destila lasinformaciones a las que la omnisciencia le da ac-ceso ms que con parsimonia y discrecin, y siem-pre al servicio de su estrategia de comunicacincon el lector. Igualmente, Dios es un personaje re-putado como omnisciente frente a la historia quese desarrolla. Es as como escucha lo que el pue-blo dice a Samuel, como se deduce claramente delos vv. 7-9 y 22.

    Con relacin a Samuel, el lector est en una po-sicin que podemos llamar inferior, pues Samuelcomparte la intimidad del Seor, a quien habla sinque el lector sepa lo que le dice. No teniendo acce-

    so a este aspecto de la intimidad del profeta, el lec-tor debe apoyarse en indicios indirectos para inten-tar comprender lo que sucede por parte de Samuelen esta historia, es decir, justamente lo que planteaproblema.

    Por el contrario, el lector sabe ms que el pueblo(posicin denominada superior), ya que es enparte introducido en la relacin entre Samuel y elSeor. En efecto, sabe lo que Dios dice al profeta, yesto gracias al narrador que, en su omnisciencia,tiene acceso a estas palabras. El lector est as encondiciones de juzgar la manera en que Samuel ac-ta como mediador, al contrario que el pueblo, queno sabr verdaderamente lo que sucede ms allde lo que Samuel le dice. Esto no quiere decir, sinembargo, que el pueblo no pueda dar la sorpresa.

    La complicacin)) (donde las cosasse complican: vv. 4-18)

    Esta segunda parte del texto est acompasadaen tres momentos, en los que, cada uno de ellos,se organiza en torno a una palabra narrada: la delpueblo (v. 5), la de YHWH (vv. 7-9) y la de Samuel(vv. 11-18).

    DEMANDA DE LOS ANCIANOSY REACCiN DE SAMUEL (vv. 4-6)

    Las palabras de los ancianos de Israel a Samuelcomienzan con la exposicin -un tanto abrupta- dela situacin que plantea problema. Requiere algu-nas observaciones y algunas cuestiones.

    El tono de los ancianos frente a Samuel es, deentrada, duro y poco corts: no se andan con mira-

    mientas para decirle que es viejo y para sugerir queha cometido un error al nombrar a sus hijos parasucederle. Sin decirlo claramente acusan al ancia-no lder, antes de dirigirle una peticin bastante im-perativa mediante la cual requieren de l que legiti-me con su autoridad un nuevo rgimen que aboleel antiguo, del que es su representante.

    Constatacin y propuesta. Dicho esto, el he-cho de "que los ancianos retomen las palabras delnarrador en los versculos 1a y 3a hace creble suconstatacin. En efecto, en el relato bblico, el na-rrador siempre es fiable y lo que dice constituye laverdad del relato. As, el camino de los ancianostiene el mrito de buscar anticipar un problemareal: la sucesin de Samuel parece mal ajustada,

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  • pues se siente cmo se perfila la repeticin de unasituacin de la que todo Israel tuvo que sufrir cruel-mente en la generacin precedente.

    Pero aunque la constatacin de los ancianos esexacta, y aunque su voluntad de anticipar la crisises loable, es pertinente su propuesta concreta?Aunque la crisis que se anuncia legitima una inter-vencin por su parte, basta para justificar su de-manda de un rey? No lo creo, y por varias razones.

    En primer lugar, el problema concreto que aquse plantea con la sucesin de Samuel no puede, lsolo, legitimar la abolicin del rgimen de los Jue-ces, una teocracia en la que Dios gobierna por smismo a su pueblo y le concede los lderes huma-nos de los que tiene necesidad. A fin de cuentas,hay tantas menos razones para discutir este rgi-men ya que la ltima experiencia con el propio Sa-muel se ha demostrado muy positiva (cf. 7,2-17) ylos intentos de sucesin de tipo dinstico han mos-trado sus lmites con los hijos de EI y los de Sa-muel, sin contar la desgraciada experiencia con elhijo de Geden, Abimlec (Jue 9). Por otra parte,

    hay algo de contradictorio en querer resolver unproblema planteado por la sucesin entre padre ehijos mediante un rgimen monrquico que institu-cionaliza este tipo de transmisin del poder.

    A continuacin, al poner la peticin de un rey enboca de los ancianos de Israel, el narrador de 1Samuel deja un indicio que trata de hacer sospe-choso el camino. En efecto, la nica vez en queeste personaje colectivo vuelve a intervenir en estelibro, en 4,3, es igualmente en un contexto de crisispoltica.

    De una crisis a otra. En el captulo 4, los ancia-nos proponen resolver una crisis aplicando una so-lucin de su invencin, que excluye a Samuel. Aho-ra bien, esta primera intervencin ha precipitado aIsrael a un desastre sin precedentes: derrotado com-pletamente por los filisteos, pierde el arca de la alian-za, que los ancianos haban hecho llevar al frentepara que sta les procurara la salvacin, como sifuera un talismn (1 Sam 4). Veamos aqu los dostextos en paralelo en un cuadro que hace que des-taquen las similitudes de estas dos intervenciones.

    1 Sam4,3 1 Sam 8,5

    Por qu el Seor nos ha golpeadoproblema

    Te haces viejo y tus hijosante los filisteos? no siguen tus pasos

    Tomemos de Sil el arca de la alianza propuestaEstablece para nosotros un rey...del Seor... de solucin

    Para que nos salve de las manosfinalidad

    Para que nos gobierne,de nuestros enemigos como hacen todos los pueblos

    La nueva propuesta de los ancianos de Israel(B,5) recuerda a la primera, y esto en tres extre-mos. La formulacin en tres tiempos es anloga:enunciado del problema, propuesta de solucin quese ha de poner en prctica y resultado deseado. Elcontenido de la propuesta tiene igualmente puntos

    2!J

    comunes. Pues lo mismo que antes los ancianoshaban querido regular por propia iniciativa unacuestin que, hasta ese momento, dependa sola-mente del Seor (la victoria sobre el enemigo),igualmente ahora pretenden imponer una solucinde su propia cosecha a un problema reservado

  • hasta entonces a la jurisdiccin divina (la eleccinde un lder). Finalmente, el efecto colateral es elmismo: las dos veces los ancianos ponen fuera dejuego al representante de Dios, Samuel; la primeravez era al comienzo de su carrera; aqu es al final.Por todos estos motivos, su camino trasluce la re-belda. Asimismo, aunque los ancianos intervienencon razn, ya que el problema es real, su peticines desviada y est fuertemente sujeta a cautelas.

    La reaccin de Samuel. En estas condiciones,aunque el camino de los ancianos plantea proble-mas, la reaccin negativa de Samuel parece ade-cuada, yeso incluso aunque sta, ciertamente, estprovocada tambin por la agresin moral que re-presenta en su opinin esa voluntad de suplantarlesin miramientos. En efecto, en el v. 6, el narradorda a entender dos cosas recurriendo brevemente almodo narrativo. En primer lugar registra el juicio ne-gativo que el profeta hace sobre la demanda popular:A Samuelle pareci malla proposicin. A conti-nuacin, apelando a su omnisciencia, que le hacecapaz de penetrar en los pensamientos del perso-naje, hace que el lector escuche el eco de esta pe-ticin, que se produce en casa de Samuel y quejustifica su desacuerdo: Porque dijeron: Danosun rey para que nos gobierne!

    En realidad, este eco es incompleto, pues los an-cianos dijeron: Ahora bien, desgnanos un rey paraque nos gobierne, como hacen todos los pueblos(v. 5b). Samuel parece apoyarse por tanto en la ex-presin para que nos gobierne, ya que lo que si-gue queda sin eco en l. Ahora bien, el elementoque le detiene es tambin aquel que le afecta per-sonalmente. En efecto, hasta entonces es l quiengobernaba Israel (en 7,15-17 el verbo shafat,gobernar, es utilizado tres veces a propsito deSamuel). La peticin de los ancianos -adems desu tono spero- resuena, por tanto, en l como una

    contestacin directa a su posicin de lder. Aqu ve-mos lo que parece captar toda su atencin, hasta elpunto de no registrar el final de su frase, como ha-cen todos los pueblos. Sin duda vemos aqu porqu el narrador se toma la molestia de dejar el modoescnico y pasar al modo narrativo, pues ste per-mite revelar al lector lo que sucede en el espritu deSamuel y, por tanto, lo que le lleva a orar al Seor.

    PARADJICA RESPUESTA DEL SEORA SAMUEL (vv. 7-9)

    Cuando el Seor responde a la oracin de Sa-muel, primeramente llama su atencin sobre su es-cucha selectiva. Le dice: Atiende la voz del puebloen todo lo que te digan 8, pues no es a ti a quien re-cusan, sino que a m recusan para que no reine so-bre ellos (v. 7). As pues, Samuel no ha escucha-do todo. Su sentimiento de ser vctima del rechazode los ancianos explica sin duda su sordera parcial.Pero si hubiera escuchado todo, haciendo odos alas ltimas palabras, habra comprendido que, que-riendo llegar a actuar como hacen todos los pue-blos, Israel rechazaba a su Dios, que le habapuesto aparte mediante la alianza hacindole siervodel Seor (designado como rey desde Ex 15,18).De ah la exigencia para el pueblo elegido y aliadode Dios de no ser como los dems pueblos (Ex19,5-6; Dt 4,34; 12,29-30). En resumen, si Samuelno escucha o, mejor an, si no escucha ms queuna parte de lo que se le ha dicho, es que reaccio-na en funcin de s mismo, contrariado sin duda porel despojo, del que se siente injustamente vctima.

    8. En hebreo: lekol 'asher yo'meru 'eleka, una frase en laque el tiempo del verbo (incumplido) expresa la duracin enel pasado.

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  • El rechazo de la alianza. Relativizando el pro-blema de Samuel, el Seor comienza, por tanto,por subrayar el punto esencial, es decir, la revueltacontra l. En efecto, el rgimen de los Jueces, en elque el liderazgo no es hereditario, le permite inter-venir para ofrecer a Israel el jefe del que tiene ne-cesidad. En la medida en que el rgimen monr-quico regula la cuestin de la sucesin, graci~s .~Iprincipio dinstico, priva al Seor de toda POSIbIlI-dad de iniciativa poltica directa y discute de estemodo su realeza (cf. Jue 8,23). En esto es dondeIsrael llegar a ser como todas las naci.ones, ~enegando de su cualidad de p~eblo ele~l.do unld~ aDios por una alianza exclusiva. Tamblen el Senortiene razn en sealar la similitud entre la deman-da de los ancianos y la idolatra (v. 8): tanto en uncaso como en el otro, Israel no sirve al Seor, yslo a l, como se comprometi en el Sina prime-ro (Ex 19,8; 24,3b.7), despus ante Josu en Si-qun (Jos 24,16-18.21.24) Y ms recientementean con Samuel (1 Sam 7,3-4). y si este ltimo esrechazado tambin en este asunto no es ms que laconsecuencia del rechazo ms fundamental que ata-ca en primer lugar al Seor y a la alianza (8,7-8).As, el Seor no olvida al profeta, sino que lo sitaen su justo lugar: si l es rechazado no es por supersona, sino porque es el mediador de una alian-za de la que el pueblo reniega.

    La reaccin del Seor. Despus de esta de-nuncia de la idolatra que implica la peticin de unrey, la orden formal dada a Samuel de acceder aesta peticin es singularmente inesperada y par~djica, tanto para el profeta como para el lector. Sinembargo, el Seor retoma sencillamente las pala-bras del principio de su respuesta: Ahora escuchasu voz (v. 7: shem' beqol ha'am, y v. 9: shem'beqolam). Pero esta vez ya no es para invitar a Sa-muel a escuchar todo lo que se le dice. La expre-

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    sin es utilizada en este momento en su sentidofuerte, obedecer (v. 9).

    Gracias a su marcha atrs, el lector puede com-prender que sobre todo esta respuesta, inclusoinesperada, se corresponde perfectamente con laforma de actuar de los ancianos, cuyo carcter am-biguo ha sido sacado a la luz. Como su solicitudconstituye una infidelidad, se comprende que el Se-or la denuncie en cuanto tal; pero, ya que est enparte fundamentada, es justo tambin que el Seorla asuma. Adems, no la acepta sin ms, ya que seapresura a poner restricciones a su acuer?o

  • muel se trata de advertir al pueblo mostrndolescul es la manera habitual de actuar de un rey ejer-ciendo el poder.

    - En un registro legislativo (

  • Si esto es as, la curiosa intervencin del narra-dor sugiere lo que Samuel trata de hacer cuando sedirige al pueblo, es decir, ejecutar completamentela orden recibida, como van a confirmar sus prime-ras palabras. Por tanto, el narrador recurre de nue-vo a su omnisciencia para anticipar el discurso deSamuel, desvelando su intencin subjetiva. En estesentido, la intil precisin que el narrador aade alfinal (

  • Hay aqu, evidentemente, una cierta forma depresentar la realidad. Tanto que lo que as es to-mado es considerable. Cuando se observa la se-rie vemos que sern tomados: hijos e hijas, reque-ridos para el trabajo obligatorio; los medios deproduccin agrcola, campos, viedos y olivares;despus la servidumbre y los asnos, es decir, lasfuerzas del trabajo agrcola; despus incluso losanimales de la ganadera, que constituyen un pre-cioso complemento para los agricultores. As, es labase de la economa fundamental la que corre elriesgo de ser arruinada por las prcticas reales.

    El regreso a la esclavitud. Finalmente, el dis-curso culmina con la ltima frase: Vosotros mis-mos seris sus esclavos (Ia'abadim)>> (v. 17). Enella hay un juego de sentido: la palabra utilizadaaqu, 'bed, puede significar

  • Observemos que, frente a la presin afectiva delprofeta, el pueblo se muestra determinado y per-manece sorprendentemente calmado. Adems, losque hablan ya no se dirigen a Samuel: se conten-tan con reafirmar entre s su voluntad comn de te-ner un rey: Ellos dijeron: No, queremos un rey (v.19b, comprese con el v. 5: Le dijeron: Nmbra-nos un rey). El lector comprueba as que, lejos deconvencer al pueblo para que renuncie a su pro-yecto, Samuel ha llegado justamente a romper sucomunicacin con l. Duro fracaso para un media-dor, ya que uno de los interlocutores decide pres-cindir de sus servicios.

    Retomando entonces los trminos de la primerapeticin de los ancianos, el pueblo la precisa. Elcomo se hace en todas las naciones del verscu-lo 5 se convierte en sus labios en una afirmacindistinta y explcita de la voluntad rebelde que impli-caba su demanda: As seremos como las demsnaciones (v. 20a). En cuanto a la expresin paraque nos gobierne (v. 5), se ve ampliada: Nos go-bierne nuestro rey y salga al frente de nosotros ycombata nuestros combates (v. 20b). Si, por lasnecesidades de su causa, Samuel ha llamado laatencin sobre los inconvenientes de la monarqua,el pueblo prefiere subrayar sus ventajas, especial-mente militares, que el discurso del profeta no con-segua ocultar completamente (cf. vv. 11-12). Peroal mencionar as las guerras, el pueblo aade toda-va ms a la rebelin contra Dios: si el rey conducea Israel al combate, reemplazar en esta funcin alSeor, que hasta entonces combata los comba-tes de Israel saliendo delante de ellos con xito(cf. 7,10-11).

    As pues, con su entusiasmo, Samuel ha obte-nido el efecto contrario al que buscaba. No ha lo-grado ms que confirmar al pueblo en su designio.Pero no todo est perdido -y el lector tampoco-, ya

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    que ha conducido a Israel a expresar ms clara-mente an su intencin, y con ella su rebelin con-tra la alianza. Y esta vez, subraya el narrador, Sa-muel escucha todas las palabras del pueblo.

    SAMUEL y EL SEOR (vv. 21-22)

    Haciendo de nuevo uso de su omnisciencia, elnarrador precisa incluso que Samuel transmiti [loque haba escuchado] a los odos del Seor (v.21). ste, que lo sabe todo -lo hemos visto msarriba-, sin embargo no tiene necesidad de estetipo de relacin. Pero la expresin empleada por elnarrador (

  • fica el fracaso completo de la mediacin. Las dospartes, el pueblo y el Seor, estn de acuerdo eninstaurar una monarqua, siendo l el nico obst-culo. Por otra parte, ya separado del pueblo, rompea su vez con el Seor, ya que no hace lo que stele pide. Por el contrario, disuelve la asamblea... ElSeor, es cierto, no le ha facilitado las cosas. Juz-gar este fracaso necesario para ensear a su me-diador a no obstaculizar la comunicacin?

    Pues si el asunto se ha acabado, esto es slopara Samuel. La orden del Seor sigue siendo v-

    lida, y el Seor va a relanzar la historia de otra ma-nera (captulos 9-11) y conducir poco a poco a Sa-muel -rodendolo, por as decir- a realizar la vo-luntad a la que le hace renunciar aqu. Tampocopara los israelitas la historia se ha acabado. Sinduda deben volver a sus pueblos, porque Samuellos manda all. Sin embargo se seala que, recu-rriendo a una elipsis poco comn, el narrador nomenciona su partida, dejando el relato sin eplogo,como si quisiera sugerir que el pueblo permaneceall, cerca del profeta, con su reivindicacin, a la es-pera de un resultado positivo.

    Conclusin y apertura:la cuestin monrquica

    Incluso aunque la mediacin de Samuel fracasalamentablemente, el relato es de una gran utilidadpara la economa global del relato sobre la instau-racin de la monarqua. En efecto, el relato del ca-ptulo 8 introduce la cuestin monrquica en Is-rael. Por tanto, el narrador deba precisar lostrminos del problema y las posturas de los actorespresentes.

    Una concepcin comn, posturas opuestas.El pueblo, para ser como las dems naciones, quie-re un rey que instaure una continuidad en su go-bierno y que sea un jefe militar. De este modo privaal Seor de sus principales prerrogativas y discutesu calidad de soberano. Samuel, al que una peticinsemejante afecta como de rebote (cf. v. 8), se opo-ne radicalmente a la monarqua. En su opinin re-ducir al pueblo a la esclavitud, aniquilando la obraliberadora del Seor (w. 10-18). ste, por su parte,no rechaza conceder un rey, pero da razn de lasrestricciones, cuyo sentido sigue siendo impreciso

    hasta aqu: el lector, que las ha escuchado, ignorael tipo de rey que Dios est dispuesto a dar.

    En resumen, el pueblo y Samuel comparten unamisma concepcin de la monarqua -la que es co-rriente en las naciones del entorno

  • cin del relato, en la que va a narrar precisamentequ monarqua recibir Israel del Seor por media-cin de Samuel. Ciertamente, al final del captulo 8,la incomprensin de Samuel parece obstaculizar elcurso del relato. Pero el Seor la relanzar reintro-duciendo a Samuel en el momento que quiere, y demodo que le impedir obstaculizar la voluntad desu Dios (9,15-17).

    La continuacin del relato y la eleccin de unrey. As es como, en la continuacin del relato, Sa-muel ser conducido por las circunstancias a eje-cutar punto por punto la orden polismica recibidaen 8,9. En 12,1 incluso le escuchamos citar las pa-labras del Seor para decir a todo Israel: He aten-dido vuestra voz en cuanto me habis propuesto yhe entronizado un rey sobre vosotros... sta es,pues, la instruccin positiva dada claramente en8,7a.9 y 22a.

    Pero igualmente tendr en cuenta las restriccio-nes divinas, y esto en todos los sentidos que pue-dan tomar y que han sido detallados anteriormente.

    - En 8,10-18 se le ha escuchado advertir so-lemnemente al pueblo sobre la manera (de gober-nar) del rey (registro tico).

    - Ms adelante Samuel pronuncia dos veces eljuicio del rey, segn lo que Dios le ha notificado en8,7-8, cuando denunciaba la monarqua solicitadapor el pueblo como una rebelin contra la alianza:lo hace una primera vez antes de proceder a laeleccin del rey (10,18-19), despus una segunda

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    vez en su presencia (12,6-12) y tras haber invoca-do un doble testimonio contra ellos (12,3.5: registrojudicial).

    - Finalmente, proclama solemnemente el dere-cho de la monarqua, su constitucin podramosdecir (10,25), Y la integra en la alianza enunciandode nuevo sus estipulaciones (12,14-15 y 20-25: re-gistro legislativo).

    En este sentido, el discurso del Seor en 8,7-9constituye un magnfico anuncio del motivo, antici-pando lo que Samuel llevar a cabo durante lasdos asambleas que seguirn a la de Ram: la deMisp (10,17-25) y la de Guilgal (cap. 12)". Es de-cir, el Seor va a conducir poco a poco al mediadora cumplir con su tarea instituyendo un rey conformea los deseos expresados desde el principio, aun-que de manera crfptica. Pero igual que Samuel eneste momento lo obstruye, el Seor va a tener querodearlo transitoriamente. Y es que, igual que elrey, el profeta puede fracasar en su tarea.

    Andr WNIN

    11. Las traducciones al espaol no siempre permiten ha-cer las aproximaciones autorizadas por el hebreo. Pero losmismos trminos de las palabras del Seor en 8,7-9 son ci-tados todos ms tarde, y casi siempre en discursos de Sa-muel, con excepcin, claro est, de dos frases en las queDios habla de ste (

  • 3LA 'RESURRECCiN DE LZARO (Jn 11,1-53)

    El episodio bien conocido de la resurreccin de Lzaro es propio del evangelio de Juan. Los sinpti-cos lo ignoran. Lucas habla, sin embargo, de Marta y de Mara, pero sin mencionar a su hermano. En

    , cuanto a los relatos de resurreccin, el de Lzaro no es una excepcin en la Biblia: Elas vuelve a lavida al hijo de la viuda de Sarepta (1 Re 17,17-24), Eliseo al hijo de la sunamita (2 Re 4,18-37), Pedro a Ta-bita (Hch 9,36-42), Pablo a Eutiquio (Hch 20,9ss). Sin embargo, en cada uno de estos casos la muerte estreciente (ningn difunto ha sido enterrado todava). En el relato jonico, Lzaro est en la tumba desde hacecuatro das. Por tanto, este pasaje ofrece una particularidad en relacin con los otros relatos bblicos: lossignos de la muerte estn presentes, pero la palabra de Jess hace salir a Lzaro de la tumba.

    El estudio propuesto en este Cuaderno dedica- tersticas de los personajes, despus de los des-do al anlisis narrativo no seguir todas las etapas plazamientos llevados a cabo por el narrador paraque supone semejante anlisis. Despus de algu- conducir a su lector a la comprensin de la denti-nas palabras sobre el contexto de este episodio y dad del Enviado (Jn 11,42) Y del sentido de la vidauna breve presentacin de las diferentes escenas en abundancia que ha venido a traer (Jn 10,10).del relato, me limitar a mencionar algunas carac

    Contexto del episodio en el evangelio de JuanLa resurreccin de Lzaro ocupa un lugar cen-

    tral en el cuarto evangelio, no slo por su situacinen el captulo 11 -en un evangelio que cuenta conveintiuno-, sino por el contenido que ofrece al lec-tor. Es el ltimo de los signos narrados en la prime-ra parte del evangelio (Jn 1,18-12,50), llamado fre-cuentemente el libro de los Signos; constituye lacima de la vida pblica de Jess 12. Pero este epi-

    12. A. MARCHADOUR, Lazar