ENDI El Arca de Las Tres LLaves

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El arca de las tres llaves

viernes, 12 de noviembre de 2004

Rafael A. Torrech San InocencioHistoriador

LA CORRUPCIÓN es un mal antiguo, casi tan viejo como la desconfianza, presente a todo lo largo de nuestra historia. Los antiguos sistemas para afrontarla nos pueden parecer hoy muy rudimentarios, pero en el fondo la intención sigue siendo la misma.

En el pasado se diseñaron sistemas muy perspicaces para afrontar el riesgo del engaño. Uno de éstos fue el arca de las tres llaves, según documentado por el ilustre doctor Ricardo Alegría, en una de las muchas crónicas por las cuales esté país siempre le estará en deuda.

El arca se trajo a Puerto Rico en las primeras décadas del siglo XVI para proteger los documentos oficiales y los caudales del estado (oro y perlas). Su lógica se basa, igual que hoy, en que unos oficiales supervisaran los actos de otros. Así, las cuentas constarían entre pares, para evitar

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que uno de ellos se lucrara indebidamente.

El arca es un gran baúl, cuya bisagra depende de tres llaves en vez de una. Por tanto, para abrirlo hay que introducir las tres llaves, aplicadas al unísono. Nos quedan al menos tres de estas arcas: en La Fortaleza, en Casa Blanca, y en el patio interior del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Varias veces me senté furtivamente en el venerable baúl, sin saber que estaba posado sobre todo un sistema anticorrupción.

Las llaves estaban bajo la custodia de tres importantes funcionarios de la incipiente colonia: el factor, el contable, el auditor. Uno recaudaba los ingresos y tributos, otro los contabilizaba y otro verificaba sus estados. Era un simple sistema de "check and balances", similar al que fundamentaría sistemas de gobierno y de finanzas mucho más sofisticados en siglos posteriores.

La ingerencia compartida de los tres funcionarios servía de garantía que los haberes ingresados permanecieran intactos, que los egresos fueran correctos y que las remesas a la metrópolis fueran consistentes con las cuentas de la colonia. En ocasiones, el arca también servia para refugiar otros valores, como el vino fino, de la tentación humana.

El sistema no era infalible, pero la responsabilidad era compartida por tres funcionarios claves que tendrían que confabularse para defraudar al erario. Aunque tal maquinación era posible, las tres cerraduras la hacían más difícil y menos viable.

Casi cinco siglos después, en Puerto Rico aún tenemos nuestra propia arca de tres llaves. Pero es una bóveda que protege la voluntad del país, según expresada en el ejercicio democrático del voto. Toda la tecnología y el conocimiento del mundo siguen dependiendo de tres pequeños candados, uno con la insignia de cada partido, que cuidan los casi dos millones de votos que definirán si la voluntad de este pueblo prevalecerá sobre los intereses prepotentes de unos pocos.

Sí, a pesar de todo, la historia sigue siendo un

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proceso recurrente y esencialmente muy lento. Casi quinientos años después, dependemos aún de tres cerraduras y tres llaves. Y de que queden personas honestas que valoren su deber, su civismo y su conciencia por sobre todo lo demás