Enigmas y dilemas de la práctica docente
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Enigmas y dilemas de la práctica docente
Lucila Galván Mora
La práctica es un crisol donde se forja la vocación de maestro. Vocación en el
sentido que le da María Zambrano (2007), como una ofrenda de lo que se hace
y de lo que se es, donde la persona se juega toda entera para seguir esa
llamada ineludible que la conduce a su destino. Aldo y Juan no querían ser
profesores, y sin embargo, circunstancias y condiciones los llevaron por la
senda del magisterio; en las aulas, como estudiantes, encontraron una pasión y
un sentido a su quehacer. Pasión por el aprendizaje de los niños y las niñas,
por verlos crecer “como plantitas de maíz”, por conocer sus problemas y
apoyarlos para salir adelante. También, es cierto, encontraron “vicios y
excesos” de la escuela, pero en vez de atraparlos, los incentivaron a buscar
formas distintas de hacer las cosas, de ser maestro.
Los motivos y razones que los llevaron al magisterio son comunes, no difieren
de los que han encontrado otros estudios sobre la elección profesional de
estudiantes normalistas, con la salvedad, quizá, de que Aldo y Juan tenían
otros sueños alejados de la docencia.
El contexto familiar fue determinante; ambos crecieron en un ambiente
magisterial que abrió el camino hacia la docencia. El padre de Aldo fue maestro
rural y después de una larga trayectoria por escuelas de educación básica,
llegó a laborar en una escuela normal de la ciudad capital, donde era muy
reconocido. Aldo admiraba la entrega de su padre, lo había visto trabajar duro
toda su vida y consideraba que, frente a ese perdurable esfuerzo, él no era
consistente.
Los estudiantes pusieron en juego su interés y sus saberes incipientes para
llevar adelante a un grupo de niños y de personas adultas; sin mucha
conciencia de lo que hacían, aportaron algo de sí para que otros crecieran.
Estas tempranas experiencias constituyeron un referente importante en su
camino hacia el magisterio.
Esa experiencia también marcó decisiones y actuaciones para trabajar con
niños y niñas de la escuela primaria, años después, como aprendiz de maestro;
y no sólo en el área metodológica, sino en otros aspectos más delicados como
son la relación y la forma de trato a los alumnos. Durante su práctica intensiva,
Aldo buscó retomar los aprendizajes adquiridos en esa aventura de
alfabetización.
Para los dos estudiantes los niños y niñas eran el centro del trabajo docente.
Era una certeza que habían adquirido antes de su ingreso a la escuela normal,
alimentada en parte por las incipientes experiencias que habían tenido con
ellos, y seguramente, por lo que habían escuchado y visto hacer a sus
progenitores, a lo largo de su vida como maestros.
La práctica intensiva significó para ellos un reto mayúsculo. Las vicisitudes,
escollos y dilemas que enfrentaron en las aulas, no siempre con buenos
resultados, los hicieron flaquear e incluso pensar en abandonar la carrera. Pero
en medio de los conflictos personales ellos se mantuvieron, atravesaron “el
terreno bajo y pantanoso de la práctica” (Schön, 1998) y hasta llegaron a
desafiar el engranaje institucional para buscar salidas a problemas corrosivos
que parecían no tener solución, como la repetición en los primeros grados. La
relación con los niños representó al fin el horizonte donde ellos encontraron
motivos importantes para avanzar en la profesión.
Al paso del tiempo, ya como profesores, después de seis años de trabajo en
las aulas, Aldo y Juan tenían valoraciones distintas respecto a su decisión de
ser maestros. Aldo consideraba que el magisterio había sido una equivocación
en su camino; inconforme sobre todo con el salario docente, estaba empeñado
en empresas comerciales que le restaban tiempo y compromiso para la
enseñanza. Con mayores responsabilidades familiares, pues tenía ya dos hijos,
pensaba seriamente en dejar la docencia para montar un negocio redituable,
enfrentando el descuerdo y el enojo de su padre.
En experiencias y episodios de su vida, en los contextos familiares y sociales,
Aldo y Juan fueron construyendo una visión de la docencia y de los significados
de la profesión. Una visión que -entre otras cosas- impregnó de tensión la
elección de la carrera, su paso por la escuela normal y su desempeño durante
las prácticas de enseñanza; en ella coexistían ideas contradictorias acerca del
trabajo docente: se veía como patrimonio familiar, labor mal retribuida y
profesión que merece respeto; como quehacer noble que exige entrega, pasión
y dedicación; y como oficio que deja grandes satisfacciones personales pero no
es socialmente reconocido.
El respeto y el orgullo que sentían por la profesión también contaron y fueron
aspectos importantes en su inclinación inicial por la docencia. De alguna forma
estos sentimientos hicieron contrapeso para dejar atrás su sueño de estudiar
carreras que los llevaran al océano o a la tribuna; y, aunque años después Aldo
consideró abandonar la docencia por otro oficio más redituable, siempre
manifestó sentir aprecio por la profesión.
De los cursos recibidos en la escuela normal, el de Problemas y políticas dela
educación básica, ubicado en el primer semestre de la carrera, tuvo un fuerte
impacto en la formación de Aldo, porque lo aproximó a una realidad que él no
conocía y ni siquiera imaginaba: los elevados índices de repetición y deserción
escolar en nuestro país, sobre todo en los primeros grados de la educación
primaria. Él recuerda que la lectura de los textos lo “arrojó” a la “cruda realidad”
y desde entonces comprendió tres cuestiones que nunca olvidaría: la repetición
es un fenómeno que lastima a todos porque es un trauma para los niños, una
frustración para el maestro y una tragedia para los padres de familia; es
además un indicador claro de la ineficiencia interna del sistema escolar; y
constituye una gran nebulosa donde la escuela y los maestros tienen absoluta
responsabilidad.
En la escuela Benito Juárez se colocaron tres estudiantes normalistas en
diferentes grados escolares. Aldo llegó a un grupo de 2° grado con 23 alumnos;
15 niños y 8 niñas. La maestra Rosa, titular del grupo, fue la tutora de Aldo.
Desde la perspectiva de la maestra, el director había conformado el grupo con
“lo peorcito de la escuela”. Había escogido a los “peores” alumnos de los tres
primeros grados y se los había asignado a ella porque, según él, tenía mucha
confianza en su trabajo y lo valoraba. Razón insuficiente para Rosa que
interpretó la decisión como un castigo y una injusticia. Las tres maestras de
primer grado habían pasado a segundo grado con su mismo grupo, pero
“escogidito”; es decir, sin los niños “repetidores”.
A finales del mes de junio Aldo concluyó formalmente su estancia de trabajo en
la escuela primaria y partió. En el mes de noviembre presentó su examen
profesional en la escuela normal; ese mismo mes le otorgaron su plaza de
trabajo. Lo ubicaron en una comunidad indígena bilingüe, también hablante de
Español, distante de la ciudad capital. Aldo llegó a hacerse cargo del único
grupo de segundo grado, conformado por 20 niños.
Juan fue un estudiante irregular. En su expediente escolar están consignadas
tres asignaturas a “R-2”, siglas alusivas a la presentación de examen en
segunda oportunidad. Según él, esto se debía al alto porcentaje de faltas que
acumuló e impedía el acceso a la evaluación regular. Tuvo que someterse a la
normativa prevista para pasar las materias. Además de la ausencia, Juan
reconoce que no estudiaba ni cumplía con las obligaciones académicas; ocupó
el penúltimo lugar de su generación, con promedio general de ocho. Los
estudios, como él dice, se los llevó de muertito.
Juan fue adscrito a un grupo de 3er. grado que inicialmente tenía 25 alumnos -
14 niñas y 11 niños-, cuyas edades fluctuaban entre los siete años diez meses
y los diez años. Meses después se integraron dos niños más que provenían de
localidades rurales; y dos niños dejaron el grupo porque emigraron con sus
padres a otras entidades. En el grupo había 7 niños que cursaban el grado por
segunda vez, eran “repetidores”; cuatro de ellos se consideraban niños con
necesidades educativas especiales, caracterizados como débiles auditivos y
con atención dispersa.