La microclase permite a los docentes (y también a los futuros) generar una práctica reflexiva

enfocándose en las decisiones que se toman en el proceso de diseño, coordinación y evaluación de

sus propias prácticas de enseñanza. De este modo, Anijovich retoma a un profesor de apellido

Jackson, quien organizó el proceso de enseñanza en tres momentos que a su vez se pueden aplicar

perfectamente a la microclase.

El primer momento corresponde a la enseñanza preactiva relacionada al diseño de la clase que

se va a dar, sobre los modos en los cuales se llevará adelante el trabajo, la distribución de los temas,

las características de la planificación, etc. En este momento se relacionan los conceptos teóricos

aprendidos y los aspectos de la práctica para favorecer la reflexión por medio de planteos,

preguntas, orientaciones lo que permite que el practicante selecciones estrategias de acción para su

experiencia de clase. La enseñanza interactiva es el segundo momento en el que se pone en juego

lo que el futuro docente anticipó en su planificación además de interactuar con sus profesores y

compañeros que funcionan como observadores y pueden registrar lo que va sucediendo.

El último momento es la enseñanza postactiva se centra en el análisis de lo que ocurrió en la

clase y en la parte del diseño, se produce un intercambio de percepciones entre el practicante y los

alumnos/compañeros y profesores. En este momento el futuro docente realiza un análisis a partir de

lo que se observó, es decir que intentará describir lo que ocurrió para luego tratar de entenderlo,

valiéndose de sus opiniones, ideas previas y conocimientos provenientes del campo teórico de la

enseñanza – aprendizaje. Esta fase es retomada por el practicante cuando vuelve a repensar la clase

realizada, teniendo en cuenta las devoluciones tanto de sus compañeros como de sus formadores y

también su propia mirada sobre lo ocurrido.