ENTIERRO P. SALVADOR M. PLANS Homilía del P. Abad Josep M ...

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ENTIERRO P. SALVADOR M. PLANS Homilía del P. Abad Josep M. Soler

29 de noviembre de 2016 Is 25, 6-9; Sal 24; 1Cor 15, 20-28; Lc 12, 35-40

Queridos hermanos y hermanas: cuando la Iglesia se preparaba para comenzar la celebración del Adviento, el Señor vino a buscar de imprevisto a nuestro P. Salvador Plans. El Señor vino hecho hombre en las entrañas de la Virgen María para ser uno más de la familia humana y terminado el curso de su vida terrena volvió a su gloria del cielo. Pero nos aseguró que volvería al final de la historia y por eso nos dijo, tal como acabamos de escuchar en el Evangelio, que estuviéramos preparados para abrirle la puerta tan pronto llamara, que veláramos porque podía venir a la hora menos pensada incluso a media noche o en la madrugada. La primera parte del tiempo de adviento, en la que nos encontramos, nos prepara, precisamente para disponernos bien a esta venida. Una venida que es anticipada para cada uno en el encuentro cara a cara con él en el momento de la muerte. La liturgia desde el primer día de adviento nos pone en los labios el salmo 24, el mismo que hemos cantado después de la primera lectura. Un salmo que es una oración llena de confianza en el amor indefectible de Dios que muestra sus caminos, que perdona, que salva de la aflicción, de las penas, de los pecados, de la muerte. Y nosotros sabemos que lo hace por Jesucristo que es el camino de la vida y el Cordero de Dios "que quita el pecado del mundo". Dios ya no se echa atrás de su fidelidad, dice el salmista, por más que seamos limitados y pecadores. Dios actúa con vistas a la salvación eterna; para que podamos llegar, tal como anuncia el profeta Isaías, al banquete eterno y ver secas las lágrimas de toda la humanidad, mientras la muerte es hecha desaparecer para siempre. Esto, que tiene que ocurrir cuando Cristo venga por segunda vez, queda anticipado, también, en cierto sentido en el encuentro personal con él en el momento de la muerte. El P. Salvador se comenzó a preparar para este encuentro hace unos años, al menos durante su estancia en el Seminario de Vic y posteriormente en la vida de monje en Montserrat. Evocamos brevemente este itinerario suyo para dar gracias a Dios y para ponerlo en sus manos llenas de misericordia, ahora que el P. Salvador ha acabado el camino terrenal. Él se llamaba Jesús de nombre de bautismo, pero al comenzar el noviciado recibió el nombre de Salvador, impuesto por el P. Abad Gabriel M. Brasó que le dijo: "te cambio el nombre, pero no el patrón". Toda su vida, pues, su nombre le recordó que estaba bajo el patronazgo de Jesucristo. El P. Salvador había nacido en Alpens, en la comarca de Osona, en 1942, en el hogar Plans y Vall que era profundamente cristiano. A los 11 años entró, tal como he dicho, en el Seminario de Vic donde estudió Humanidades, Filosofía y Magisterio. A los veinte años pasó a nuestro monasterio, donde profesó en 1964 y donde completó los estudios eclesiásticos. En 1972 recibió la ordenación presbiteral. Fue profesor y subprefecto de la Escolanía. Buen cantor como era, formó parte de la escola y de la capilla durante muchos años. Colaboró en los Encuentros de Animadores de Canto. Del 1975 al 1988 fue Consiliario de los Oblatos Seglares Benedictinos de Montserrat; aportó una gran vitalidad, promovió en ella la revista "Acoge" y organizó unos encuentros de formación en Santa Cecilia para Oblatos y simpatizantes. Entre el verano de 1978 y el de 1979 fue a Jerusalén colaborando en las tareas que nuestra comunidad tenía encargadas en el Instituto Ecuménico de Tantur; durante este tiempo siguió las clases de arqueología bíblica en la École Biblique de Jerusalem. Esta

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estancia en Tierra Santa lo marcó profundamente y le gustaba recordar personas y situaciones con los que también habíamos estado. Después de un tiempo en Montserrat, fue a San Anselmo de Roma, donde comenzó los estudios de licencia en teología monástica. Terminado el primer curso, sin embargo, volvió a nuestro monasterio para ser prefecto de la Escolanía; ejerció esta responsabilidad desde 1989 hasta finales de 1995. Después de una breve estancia en Cuixà, en 1996 volvió a Roma para terminar los estudios y obtener la licencia. De regreso a Montserrat, se incorporó como profesor en la Escuela Teológica de nuestro monasterio. Sin dejar esta docencia, en 2000 pasó a ser responsable de la hospedería monástica; desde esta tarea, el mismo año creó junto con su colaborador en la hospedería, el H. Josep, unas jornadas de reflexión cristiana que aún hoy tienen mucha vitalidad; eran fruto de su preocupación porque los laicos tuvieran una preparación sólida a nivel de fe que les permitiera dialogar con el pensamiento contemporáneo de matriz laica. Dejó el trabajo de hospedero en 2007, cuando la Santa Sede lo nombró Asistente de la Federación Pirenaica de Monjas Benedictinas. Lo fue hasta primeros de este año, cuando las dificultades de salud ya no se lo permitían continuar. Los monasterios de esta Federación recuerdan con agradecimiento sus consejos, sus criterios de actuación, sus enseñanzas monásticos. Era alegre y con capacidad para el liderazgo, empeñado en conseguir sus objetivos. Valiente y prudente a la vez, fue un buen amante de la montaña y de la escalada. En todas sus responsabilidades actuaba con seriedad, procurando estar al tanto de todo, buscando que todo el mundo fuera en la misma dirección; era exigente para que también sus colaboradores procuraran actuar responsablemente. Tenía mucha capacidad de relación, ha sido fiel a la amistad de tantas personas con las que se había encontrado y había ayudado. Los antiguos alumnos que le tuvieron de subprefecto o de prefecto recuerdan con agradecimiento su risa franca y abierta, su acompañamiento cuando estaban lejos de la familia, su enseñanza sobre divertirse y compartir, sobre cómo saber enfadarse y perdonar, como ser honesto en la vida, etc .; en una palabra acerca de ser personas y crecer en valores humanos y espirituales. Como saben bien los participantes en el Grupo de Diálogo cristiano, a menudo repetía: "la vida sólo tiene sentido si la das". Los últimos tiempos no han sido nada fáciles para el P. Salvador. Le costaba comprender las limitaciones que le imponía la enfermedad a nivel físico e intelectual. Quería hacer como antes y no podía. Procuraba, sin embargo, vivirlo con serenidad, con espíritu de monje. Hasta prácticamente el final, nos ha sido un ejemplo de fidelidad a la oración del Oficio divino. Ahora sus hermanos de comunidad, su madre, sus hermanos, sobrinos y amigos, los escolanes y antiguos alumnos y todos los que estamos en esta basílica de la Virgen María, rogamos para que el Señor, que es rico en el amor, acoja en su Reino el P. Salvador, que ha servido a Dios y a la Iglesia con el don de su vida en el seno de la comunidad de Montserrat. Pedimos que acoja sus buenas obras y que perdone sus faltas; pedimos que el Señor, como anunciaba el evangelio, se ciña, lo haga sentarse en la mesa del Reino y le sirva. Y, para nosotros, pedimos que nos aumente la fe para que cuando Cristo venga lleve a la vida para siempre a todos los que somos suyos, como decía San Pablo; todos los que habrán dado la vida por los demás, como lo hizo Jesús, como lo ha enseñado a hacer el P. Salvador. El Señor nos pone la mesa eucarística, como anticipación de la mesa de la casa del Padre. Nos la pone para darnos el alimento espiritual para nuestro camino de espera esperanzada de su regreso y como prenda de vida eterna.