eNTRE EL CUENTO EXÓTICO Y FANTÁSTICO EN vALDELOMAR
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Entre el cuento modernista y el relato fantástico:
los ‘Cuentos exóticos’ de Abraham Valdelomar
Por Elena Martínez Acacio / Universidad de Alicante
Sumilla: Investigación sobre las incursiones de Abraham Valdelomar en el relato fantástico
Los dos cuentos que Ricardo Silva-Santisteban denomina “cuentos exóticos”1 son “El
palacio de hielo” y “La virgen de cera”. Como indica el crítico en su introducción, el primer
cuento fue publicado póstumamente el 10 de marzo de 1923 en el nº 784 de la revista
Variedades, con una nota que explicaba que el texto había sido escrito en 1910 y había
sido cedido a la revista por Enrique Bustamante y Ballivián, también escritor y amigo de
Valdelomar. El segundo de los cuentos apareció en el nº 43 de Ilustración Peruana el 27 de
julio de 19102. Ambos cuentos, por tanto, fueron escritos cuando Valdelomar tenía unos
veintidós años de edad y constituyen una de las primeras incursiones del autor en la
narrativa3.
Es necesario considerar un aspecto fundamental antes de adentrarnos en los “cuentos
exóticos”. Se trata de una cuestión casi de Perogrullo pero que, en este caso, considero
que no puede dejar de ser señalada: me refiero al hecho de que el Modernismo, en su
heterogeneidad, con todas sus variantes y tendencias fue, en lo esencial, un movimiento
poético. En este sentido, la mayoría de los críticos coinciden en señalar que el
modernismo se desarrolló fundamentalmente en el género de la poesía y que si en prosa
los autores se decantaron por el cuento se debió a que este, por sus características
1 En su edición de las Obras completas, tomo II, Lima, Ediciones Copé, 2000. Salvo indicación de locontrario, en lo sucesivo, todas las citas de Valdelomar corresponderán a esta edición. Indico entre paréntesis
el tomo en que se encuentran y el número de página.2 Cfr. “Notas bibliográficas sobre la narrativa”, en Abraham Valdelomar, Obras completas, op.cit., pp. 12-
13.3 Con anterioridad, desde 1906, Valdelomar tan solo había publicado en prensa algunos poemas de corte
modernista. En enero y febrero de 1910 publicó, también en Variedades, el cuento “El suicidio de Richard
Tennyson” y, entre abril y junio del mismo año, en El Diario, una serie de crónicas tituladas “Con la argelina
al viento”. (Cfr. Valdelomar por él mismo, tomo I, edición de Ricardo Silva-Santisteban, Lima, Fondo
Editorial del Congreso del Perú, 2000, p. XXXII).
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genéricas, resultaba el molde más adecuado al que poder trasladar los presupuestos de la
estética modernista. Así, según Enrique Pupo-Walker el escritor modernista impone al
relato las economías del lenguaje poético4, para Luis Leal, la finalidad del cuento
modernista es la emoción lírica –y no el elemento narrativo5 – y José Miguel Oviedo asocia
el cuento modernista al poema en prosa6. Son precisamente estos cuentos, de clara
vocación poética, los que leería Valdelomar en sus primeros años de formación literaria.
En palabras de Alfredo González Prada:
El colonidismo fue (…) el eco, en la mocedad de 1916, de ciertas actitudes
intelectuales y artísticas de Europa. De una Europa que ya no existía; pero que, como
luz de estrella, nos llegaba rezagada en el tiempo. De ahí que en plena guerra,
nosotros recibiéramos el tardío eco de la morbidez de Jean Lorrain, de la suntuosidad
de Robert de Montesquieou, de la amoralidad de Claude Farrere, de la egolatría de
d´Annunzio, del dandismo de Eca de Queiroz, del amaneramiento de Valle-Inclán, de
todo lo “raro” en Rimbaud, Mallarmé, Herrera y Reissig y Lautreamont7.
Todos estos escritores europeos por los que Valdelomar sentía tanta atracción eran
precisamente los coetáneos de los grandes modernistas latinoamericanos. No es de
extrañar, por tanto, que Valdelomar iniciara sus caminos en la literatura ensayando el
estilo y las actitudes, los temas y el lenguaje del modernismo.
Así, estos cuentos aparecen ambientados en una Europa exótica, lejana en el tiempo e
idealizada: las estepas siberianas en “El palacio de hielo”, los fríos acantilados irlandeses
en “La virgen de cera”. Los ambientes, parnasianos y exóticos, son perfilados mediante un
lenguaje plástico y lírico, en consonancia con los presupuestos estéticos del modernismo.
Valga como ejemplo la descripción del palacio de hielo:
Construido ya, a mil metros dormía iluminado el blanco palacio. Perfiles de Bizancio,
cariátides de leyenda, osos de hielo que sujetaban luces. Cristales biselados
engastados en marcos de hielo. Las luces se multiplicaban en las prismas de la nieve y
el aspecto todo era de un gran diamante, escapado de la corona del Zar y perdido en
la blanca llanura hacia la que iba Teodora con su corte. (t. II, p. 34)
4 “Prólogo: notas sobre la trayectoria y significación del cuento hispanoamericano”, en Enrique Pupo -
Walker (dir.), El cuento hispanoamericano ante la crítica, Madrid, Castalia, 1973, p.12.5 Historia del cuento hispanoamericano, México, Ediciones Andrea, 1971, p. 49.6 Antología crítica del cuento hispanoamericano: del romanticismo al criollismo (1830-1920), Madrid,
Alianza, 1989, p.24. 7 Colónida, edición facsimilar con Prólogo de Luis Alberto Sánchez y una Carta de Alfredo González
Prada acerca de Abraham Valdelomar y el movimiento colónida, Lima, Ediciones Copé, 1981, p. 214.
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Pero Valdelomar, no solo inicia su literatura en el seno del Modernismo imitando
temas y lenguaje, sino que recoge también, como muestran los cuentos que tratamos, un
aspecto fundamental de la literatura de Fin de Siglo: el interés por lo oculto, lo esotérico,
lo misterioso.
Como es bien sabido, la corriente modernista revistió un marcado carácter de rebeldía.
Como recuerda José Miguel Oviedo, el Modernismo “nace de una conciencia crítica de las
carencias del positivismo, y del impulso por modernizar las ideas, el pensamiento y la
sensibilidad de los americanos”8. Así pues, el enfrentamiento contra el positivismo y el
cientificismo burgués –cuyo correlato literario, como es bien sabido, serían las corrientes
Realista y Naturalista –, se manifestó en el gusto de los autores por el ocultismo, lo
esotérico, y todo aquello que podía constituir un desafío a los razonamientos científicos y
las leyes naturales. Como explica Aníbal González Pérez:
Para los mismos años en que Sigmund Freud echaba las bases del psicoanálisis con
sus estudios de los sueños, las neurosis y los instintos los modernistas
hispanoamericanos escribían cuentos que enfocaban insistentemente los sueños, las
fantasías y la conducta aberrante9.
Conducta aberrante era, sin duda, la orgía en el hielo que organiza la zarina rusa; las
misteriosas procesiones nocturnas de Indrah revisten un carácter esotérico, puesto que
nadie sabe a ciencia cierta quiénes o qué son sus acompañantes, y cualquiera que laspresencia enloquece y muere. Así pues, al exotismo típicamente modernista de estos dos
cuentos se suma su carácter fantástico que, en consonancia con las prácticas prohibidas
tan de moda entre los decadentistas de fin y de siglo, aparece además estrechamente
ligado al erotismo que se desprende de ambos relatos, sobre todo en “El palacio de hielo”.
Podemos por tanto relacionar estos cuentos de Valdelomar con lo que Lily Litvak
denomina la “temática de la decadencia”, por medio de la cual, según la autora, el fin de
8 José Miguel Oviedo Antología crítica del cuento hispanoamericano…, op. cit., p. 22.
9 Aníbal González Pérez, “Ciencia y cuento en el modernismo”, en Enrique Pupo -Walker (coord.), El
cuento hispanoamericano, Madrid, Castalia, 1995, p. 161.
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siglo expresaba “nostalgia y deseo, atracción y terror, la be lleza de las seducciones
misteriosas pero temibles y crueles, el placer masoquista de la autodestrucción”10
.
Por otra parte, Oscar Hahn ofrece una explicación de cómo el cuento modernista
desemboca en el relato fantástico, de nuevo en estrecha relación con el predominio de la
poesía durante el modernismo:
Conscientes de que el cuento hispanoamericano no alcanza aún ni excelencia ni
popularidad, y de que se vive en pleno auge de la poesía, los narradores proceden a
“prestigiar” sus escritos mediante fórmulas verbales (algunas ya lexicalizadas),
provenientes de la lírica. Paradojalmente, por este camino desembocan a veces en lo
fantástico, cuando aquello que al principio tiene un sentido figurado, se literaliza y se
convierte en acontecimiento insólito11
.
Este desplazamiento de un sentido figurado a uno literal se plasma en “El palacio de
hielo”. Al principio, el lector tiende a inferir que el palacio “de hielo” ha de ser una suerte
de metáfora que, en realidad, se refiere a algún otro material; sin embargo, a medida que
avanza el relato, se constata que, en efecto, el edificio está construido con hielo y su
derretimiento provoca la catástrofe. Por tanto, la literalización de ese sintagma “palacio
de hielo” es lo que, en primera instancia, inserta al relato en los dominios de “lo insólito”
y, más adelante, de “lo fantástico”.
Con respecto a la literatura peruana, Juana Martínez Gómez en su artículo “Intrusismos
fantásticos en el cuento peruano”, traza un recorrido general por las manifestaciones de
lo fantástico en la literatura peruana del siglo XX. La autora, al igual que otros críticos,
sitúa los inicios del cuento fantástico peruano precisamente en el modernismo, con los
Cuentos malévolos (1904) de Clemente Palma y explica que el género se desarrolla muy
débilmente a través de las “incursiones esporádicas de autores no tenidos ciertamente
por narradores fantásticos”12
. Entre estos autores “no tenidos por narradores fantásticos”
sitúa la autora a Ventura García Calderón, a César Vallejo y también a Valdelomar.
10 Lily Litvak, “Temática de la decadencia en la literatura española de fines del siglo XIX: 1880 -1913”, en
España 1900. Modernismo, anarquismo y fin de siglo, Barcelona, Anthropos, p. 256.11 Oscar Hahn, El cuento fantástico hispanoamericano en el siglo XIX, México D.F., PREMIA, 1982
[1978], p. 85.12 Juana Martínez Gómez, “Intrusismos fantásticos en el cuento peruano”, en Enriqueta Morrillas Ventura,
El relato fantástico en España e Hispanoamérica, Madrid, Ediciones Siruela, 1991, p. 147.
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En el caso de Valdelomar los “cuentos exóticos”, han pasado, efectivamente, bastante
desapercibidos para la crítica. Sin embargo, a mi juicio, suponen un punto clave para
entender su obra, ya que se sitúan en las coordenadas de la literatura fantástica que había
empezado a cultivarse en el modernismo. Por tanto, a través de estos cuentos, se puede
comprobar cómo Valdelomar permeabiliza también esta veta del modernismo. En qué
sentido y de qué manera es lo que se propone explorar esta comunicación.
En primer lugar, resulta necesario delimitar, si esto es posible, qué se entiende por
literatura fantástica. Se tratará de trazar un mapa aproximativo que recorra la geografía
de lo fantástico, con objeto de situar a los “cuentos exóticos” en el lugar que les
corresponde, si es que les corresponde alguno.
Como es bien sabido, los dos críticos que sientan las bases del estudio de la literatura
fantástica, allá por los años setenta son Tzvetan Todorov en su Introducción a la literatura
fantástica e Irène Bessière en El relato fantástico. Recordemos brevemente la
diferenciación que Todorov estableció en su trabajo entre lo fantástico, lo maravilloso y lo
extraño. Para él, un relato fantástico es aquel en el que prevalece la “vacilación”, es decir,
aquel relato en el que el personaje experimenta unos sucesos para los que no encuentra
una explicación; de forma que, tanto el personaje como el lector implícito del relato
deben ser incapaces de explicar, al final, si lo que han experimentado/leído ha sucedido
en realidad –es decir, puede explicarse de forma racional – o contraviene de forma
inexplicable las leyes de la naturaleza. En ambos extremos de lo fantástico así entendido
se sitúan lo maravilloso –en el momento en que se admiten nuevas leyes que permiten
explicar el suceso – y lo extraño –si lo ocurrido puede explicarse razonablemente según las
leyes naturales conocidas –13
. En cualquier caso, el elemento definitorio de lo fantástico
para Todorov está en esa “vacilación” o “ambigüedad”.
También encontramos en Irène Bessière la idea de “vacilación” o “ambigüedad”, conalgunos matices y formulada en términos de “incertidumbre”. Según la autora, “el relato
fantástico une la incertidumbre con la convicción de que un saber es posible: sólo es
13 Cfr. Tzvetan Todorov, “Lo fantástico y lo maravilloso”, en David Roas, Teorías de lo fantástico,
Madrid, ARCO/LIBROS, 2001, p. 65.
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necesario ser capaz de adquirirlo. El caso existe por la incapacidad del protagonista de
resolver la adivinanza”14
.
Si bien es cierto que las teorías de Todorov y Bessière han sido ampliamente superadas,
también es cierto que la gran mayoría de las aproximaciones posteriores al género
fantástico han mantenido esas nociones de “vacilación” o “incertidumbre” y la oposición
básica entre lo fantástico y lo maravilloso.
En el caso de los “cuentos exóticos”, en ambos casos, nos encontramos con una
incógnita que queda sin resolver: en “El palacio de hielo” no sabemos si fueron los lobos u
otra causa la que llevó a la muerte de la zarina y su corte. En “La virgen de cera” son varios
los misterios que quedan sin desvelar, como si los siervos de Indrah son o no vampiros,
cuándo había muerto la princesa –si es que de verdad había muerto – y por qué la gente
enloquece y muere, sin razón aparente, tras ser testigos de su procesión nocturna por las
calles del pueblo.
Sin embargo, en el caso de los cuentos exóticos nos encontramos ante una
circunstancia un tanto especial, ya que ambos son, en realidad, un relato dentro de otro
relato. Ambos cuentos se insertan en un marco narrativo, en el cual dos personajes viajan
en tren a París y, durante el viaje, uno de ellos cuenta al otro unas “leyendas”. El propio
personaje utiliza ese término “leyenda”. Este marco narrativo cancela el momento de
“vacilación” ya que, al ser entendidas como leyendas y, más aún, leyendas presentadas
dentro de un relato ficcional, tanto la historia de la zarina de Rusia como la de la princesa
Indrah quedan definitivamente alejadas de la realidad del lector.
Sin embargo, el narrador, aunque alude a sus historias como “leyendas” hace algunos
comentarios que incitan a su interlocutor a creer que lo que cuenta tiene un fundamento
de verdad. En “El palacio de hielo” afirma que es una historia que nadie recuerda porque
pasó hace mucho tiempo e insiste en que “su pueblo lloró mucho y aunque nunca supocómo terminó aquella fiesta, se imaginó algo de la historia” (t. II, p. 35). Cabe mencionar
aquí, además, que seguramente Valdelomar se inspiró para escribir este cuento en la
figura histórica de Teodora de Bizancio (500-548), esposa de Justiniano I, que tras haber
14 Irène Bessière, “El relato fantástico: forma mixta de caso y adivinanza”, en David Roas, Teorías de lo
fantástico, Madrid, ARCO/LIBROS, 2001, p. 100.
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“alianza de la razón con lo que ésta habitualmente rechaza”16
. Esta ruptura del orden
natural suele materializarse en la presencia de lo sobrenatural, siendo sobrenatural, según
David Roas “aquello que transgrede las leyes que organizan el mundo real, aquello que no
es explicable, que no existe, según dichas leyes”17
. Este planteamiento de lo fantástico
como una súbita incursión de lo sobrenatural en la realidad implica, según este crítico,
que “para que la historia narrada sea considerada fantástica, debe crearse un espacio
similar al que habita el lector, un espacio que se verá asaltado por un fenómeno que
trastornará su estabilidad”18
. Es decir, el relato debe crear un entorno realista que, de
pronto, se ve sacudido por un elemento extraño, de naturaleza inexplicable.
Es precisamente en este aspecto en el que los “cuentos exóticos” se distancian
definitivamente de lo fantástico, debido, principalmente, a que aparecen integrados en
ese marco narrativo dentro del cual ambas historias son presentadas como “leyendas”. A
partir del momento en el que el lector topa con esa palabra, asume, de manera casi
automática, que la historia que se le va a presentar no está en el terreno de lo real, sino
que se sitúa en un mundo irreal, imaginario, donde cualquier cosa es posible.
Sin embargo, el hecho de que no se dé en los “cuentos exóticos” esta transgresión de la
realidad planteada por los críticos no los desvincula totalmente del género fantástico.
Como ya hemos apuntado, la “vacilación” o “incertidumbre” existe en tanto en cuanto
consideramos las historias dentro de su marco narrativo y, además, estos dos relatos
comparten con los cuentos fantásticos algunos otros rasgos señalados por la crítica.
En primer lugar, y en estrecha relación con la noción de lo inexplicable, Rosalba Campra
repara en la importancia del silencio en la literatura fantástica:
Existen (…) silencios incolmables, cuya imposibilidad de resolución es experimentada
como una carencia por parte del lector. Este es el tipo de silencio que encontramos
en el cuento fantástico: un silencio cuya naturaleza y función consisten precisamente
en no poder ser llenado. En lo fantástico (…), el silencio dibuja espacios de zozobra: lo
no dicho es precisamente lo indispensable para la reconstrucción de los
acontecimientos19
.
16 Irène Bessière, “El relato fantástico…”, art. cit., p. 98. 17 David Roas, “La amenaza de lo fantástico”, en David Roas, Teorías de lo fantástico, op. cit., p. 8.18 Ibidem. 19 Rosalba Campra, “Silencios del texto en la literatura fantástica”, en Enriqueta Morrillas Ventura, El
relato fantástido en España e Hispanoamérica, Madrid, Ediciones Siruela, 1991, p. 52.
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Estos efectos de silencio son utilizados por Valdelomar en los “cuentos exóticos”,
todavía de formas algo rudimentarias, sirviéndose, por ejemplo, de puntos suspensivos,
como sucede al final de “El palacio de hielo”:
El Sol, a la hora máxima, anunció el día y en el sitio del palacio sólo había una enorme
mancha roja de sangre profanando la blancura de las pieles y ahogando las anémonas
y los crisantemos…
-… ¿los lobos?
-Sí … tal vez los lobos. La emperatriz era muy linda… (t. II, p. 35)20
En “La virgen de cera”, estos silencios se plasman articulando todo el relato mediante
un sistema de preguntas y respuestas entre el narrador y su interlocutor, de modo que
queda patente ese silencio que “no puede ser llenado” cuando el narrador es incapaz de
responder a alguna de las preguntas:
-¿Era el cadáver de Indrah?
-No. Era una suplantación hecha en cera. Indrah había muerto seguramente y
aquellos hombres, en honor a ella, hiciéronla vivir en aquel bloc modelado, que, como
a Indrah misma, sacaban de paseo todas las noches, a través de la aldea.
-¿Cuándo se hico la suplantación?...
-Nadie lo sabe aún (…) (t. II, p. 42)21
Observa además Campra que, en numerosas ocasiones, “el silencio aparece tematizado
como oscuridad”22
. En ambos relatos de Valdelomar, tanto la muerte de los cortesanos del
palacio de hielo como las muertes de aquellos que presencian el paseo de Indrah ocurren
en la oscuridad de la noche y son los dos sucesos que quedan sin explicación alguna al
final de los relatos.
Otra de las nociones que inevitablemente circula en torno al relato fantástico es la de
“miedo” o, como matiza Roas, “inquietud”; ya que lo fantástico, al transgredir las leyes
naturales, supone una amenaza para nuestro mundo, y por tanto según este autor
“genera ineludiblemente una impresión terrorífica tanto en los personajes como en el
lector23”. En el caso de los “cuentos exóticos”, de nuevo como consecuencia del marco
narrativo, esta “inquietud” puede ser experimentada por el oyente de la historia, incluso
20 El subrayado es nuestro.21 El subrayado es nuestro.22 Rosalba Campra, “Silencios del texto en la literatura fantástica”, art. cit. p. 52. 23 David Roas, “La amenaza de lo fantástico”, art. cit., p.30.
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por el narrador, pero no por el lector que, como decíamos, entiende los hechos contados
como parte de una leyenda, por lo que su capacidad de veracidad se ve mermada y, por
tanto, también su capacidad para provocar emociones o reacciones en el lector.
A modo de conclusión
He planteado los “cuentos exóticos” como unos relatos situados entre el cuento
modernista y el relato fantástico. Lo primero que podemos apreciar en estos cuentos es la
calidad de la prosa de Valdelomar y, sobre todo, su dominio y riqueza del lenguaje, su
preocupación por lograr belleza y perfección. Este cuidado por la forma, clara herencia
modernista, será patente en toda su obra, ya que los elementos aprendidos del
modernismo le servirán para lograr momentos narrativos de gran belleza.
Del mismo modo, los “cuentos exóticos” participan de esa actitud finisecular que lleva
a los artistas a interesarse por lo oculto, lo esotérico, lo misterioso; aquello que está más
allá de lo que la razón humana puede explicar de acuerdo con las leyes naturales. El hecho
de que los “cuentos exóticos” no puedan ser considerados fantásticos en el sentido
canónico del término, no implica que no compartan ciertos rasgos del género, como he
intentado demostrar en estos minutos. Se trata de rasgos que los convierten en un primer
paso hacia la vertiente fantástica de la literatura y que serán desarrollados por Valdelomar
hasta lograr construir relatos de gran maestría, como “Finis desolatrix veritae” (1916),
cercano ya a la narrativa fantástica moderna.
En definitiva, considero que no es tan importante definir o clasificar estos dos relatos
como “modernistas” o como “fantásticos”, puesto que el verdadero interés de los
“Cuentos exóticos” reside, creo, en constituir un primer paso, una primera vía de
experimentación, donde Valdelomar recoge las tensiones, los intereses, las formas, lastécnicas, los temas e incluso los “excesos” de la literatura modernista y empieza a
experimentar con ellos, a jugar con ellos a veces, construyendo y deconstruyendo
literatura incansablemente, probando y aventurando temas, lenguajes y formas, hasta
llevar la palabra a ese terreno tan personal e inconfundible que es la prosa de Abraham
Valdelomar.