Entre Vercors y Susana Soca, le silence de la mer

5
Entre Vercors y Susana Soca, le silence de la mer Por Carlos Etchegoyhen 1 Entre 1947 y 1951 el cineasta Jean-Pierre Melville adaptó y realizó la película El silencio de la mar. El film fue una de las primeras realizaciones del novel director, y quizá – por ese entonces- una obra particularmente llamativa, en tanto desde la banda sonora la voz en off de uno de los personajes narraba, memorioso, en una suerte de monólogo, una serie de hechos acontecidos previamente: sólo uno de los personajes se expresaría siempre en voz alta– un ofocial nazi-, y en presencia de otros dos, quienes lo escucharían sin articular palabra, ni esbozar un gesto, que pareciera demostrar alguna atención a su discurso o presencia. Ese silencio tangible, casi ostensivo, y una música instrumental puntual, serán claves en la articulación narrativa, y expositiva, del film. El argumento de la obra se basaba en la conocida nouvelle escrita y publicada por Vercors (Jean Bruller) en febrero de 1942, en la Francia ocupada, y que portaba el nombre que luego retomaría el film. La obra, escrita toda ella en primera persona, narra los avatares de un hombre francés, ya mayor, y su sobrina, en una ciudad de la campiña francesa, durante el gobierno de Vichy y la ocupación del territorio por el ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial. Un día de invierno dos soldados alemanes llegan a su casa para comprobar si tienen espacio y confort suficientes para alojar a un oficial nazi. Confirmada que fue su impresión a los pocos días apareció el oficial, uniformado, a instalarse manu militari en el lugar: sobrina y tío deben aceptar su presencia. Aunque el oficial se dirija hacia ellos, cortésmente, en francés, ninguno contestará: ambos se mantendrán en un espontáneo, obstinado y peligroso silencio. Ya no el silencio aquiescente o cómplice que quieren imponer los fuertes, que acostumbran exigir los opresores, sino que este es un otro silencio, contestatario, casi desafiante ante la presencia del invasor. Silencio exigido pero que ahora, redoblado, opera simbólicamente como una doble insumisión, tanto a la ocupación de su patria como la de su hogar: como un nítido rechazo al avasallamiento de su pueblo, y de su cultura. El oficial nazi, originariamente instrumentista y compositor musical en la vida civil, parece respetar el patriótico silencio de sus forzosos anfitriones, y deja incluso traslucir cierto interés por las producciones culturales de Francia: pondera a los pensadores y escritores, a sus obras, e incluso algún aspecto puntual de lo que considera el modo de vida francés, etc, aunque permaneciendo siempre fiel a la convicción de sus ideales pangermánicos: se solaza en creer que de la fusión amorosa de ambas razas, de ambos pueblos, surgirá un nuevo amanecer pletórico de posibilidades. Tío y sobrina escucharán cada noche esa suerte de reflexiones, sin retrucarle y sin exteriorizar ningún especial sentimiento, hasta que él formule su “buenas noches”, y se retire a dormir. Una noche el hombre mayor escucha, desde su habitación, el sonido del harmonium que está en la sala: hacía mucho tiempo que su sobrina no ejecutaba ninguna música en él. Pero le pareció reconocer el aire de aquello último que escuchara de ella, antes del desastre. Sí, sin duda era el Preludio nº 8, para clave, de Johann Sebastián Bach (BWV 1

description

Ensayo por Carlos Etchegoyhen, presentado en el homenaje a Susana Soca, organizado por la Dirección de Cutlura, del Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay.

Transcript of Entre Vercors y Susana Soca, le silence de la mer

Page 1: Entre Vercors y Susana Soca, le silence de la mer

Entre Vercors y Susana Soca, le silence de la mer Por Carlos Etchegoyhen

1

Entre 1947 y 1951 el cineasta Jean-Pierre Melville adaptó y realizó la película El silencio de la mar. El film fue una de las primeras realizaciones del novel director, y quizá – por ese entonces- una obra particularmente llamativa, en tanto desde la banda sonora la voz en off de uno de los personajes narraba, memorioso, en una suerte de monólogo, una serie de hechos acontecidos previamente: sólo uno de los personajes se expresaría siempre en voz alta– un ofocial nazi-, y en presencia de otros dos, quienes lo escucharían sin articular palabra, ni esbozar un gesto, que pareciera demostrar alguna atención a su discurso o presencia. Ese silencio tangible, casi ostensivo, y una música instrumental puntual, serán claves en la articulación narrativa, y expositiva, del film.

El argumento de la obra se basaba en la conocida nouvelle escrita y publicada por Vercors (Jean Bruller) en febrero de 1942, en la Francia ocupada, y que portaba el nombre que luego retomaría el film. La obra, escrita toda ella en primera persona, narra los avatares de un hombre francés, ya mayor, y su sobrina, en una ciudad de la campiña francesa, durante el gobierno de Vichy y la ocupación del territorio por el ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial. Un día de invierno dos soldados alemanes llegan a su casa para comprobar si tienen espacio y confort suficientes para alojar a un oficial nazi. Confirmada que fue su impresión a los pocos días apareció el oficial, uniformado, a instalarse manu militari en el lugar: sobrina y tío deben aceptar su presencia. Aunque el oficial se dirija hacia ellos, cortésmente, en francés, ninguno contestará: ambos se mantendrán en un espontáneo, obstinado y peligroso silencio. Ya no el silencio aquiescente o cómplice que quieren imponer los fuertes, que acostumbran exigir los opresores, sino que este es un otro silencio, contestatario, casi desafiante ante la presencia del invasor. Silencio exigido pero que ahora, redoblado, opera simbólicamente como una doble insumisión, tanto a la ocupación de su patria como la de su hogar: como un nítido rechazo al avasallamiento de su pueblo, y de su cultura.

El oficial nazi, originariamente instrumentista y compositor musical en la vida civil, parece respetar el patriótico silencio de sus forzosos anfitriones, y deja incluso traslucir cierto interés por las producciones culturales de Francia: pondera a los pensadores y escritores, a sus obras, e incluso algún aspecto puntual de lo que considera el modo de vida francés, etc, aunque permaneciendo siempre fiel a la convicción de sus ideales pangermánicos: se solaza en creer que de la fusión amorosa de ambas razas, de ambos pueblos, surgirá un nuevo amanecer pletórico de posibilidades. Tío y sobrina escucharán cada noche esa suerte de reflexiones, sin retrucarle y sin exteriorizar ningún especial sentimiento, hasta que él formule su “buenas noches”, y se retire a dormir.

Una noche el hombre mayor escucha, desde su habitación, el sonido del harmonium que está en la sala: hacía mucho tiempo que su sobrina no ejecutaba ninguna música en él. Pero le pareció reconocer el aire de aquello último que escuchara de ella, antes del desastre. Sí, sin duda era el Preludio nº 8, para clave, de Johann Sebastián Bach (BWV

1

Page 2: Entre Vercors y Susana Soca, le silence de la mer

853, WTC). Pero, al descender, descubrió que el ejecutante no era su sobrina sino el oficial alemán. Sobrina y tío se sorprenden ambos en la sala, y se miran con desconcierto pero, secretamente atraídos por la música, se sientan a escuchar. Cierta paz y algo como un tenue afecto parecía, insólitamente, querer brotar. Pero terminada la magia del preludio el persistente dolor de la opresión y la injusticia reinstalaban, con fuerza, el silencio de la mar. Sólo habría lugar para musitar un pálido, y final, “Adieu”.

2

El film de Jean-Pierre Melville es una ajustada transcripción, en otro lenguaje, de la novela de Vercors. Jean Bruller - tal era el verdadero nombre del escritor – nació en París en 1902 y se dio a conocer, desde joven, como dibujante y pintor, así como autor de algunos ensayos (Ventiuna recetas prácticas de muerte violenta, y Un hombre cortado en rodajas, ambos en 1929). Pero es bajo el seudónimo de Vercors que se haría nacional y mundialmente conocido cuando publicara, clandestinamente, el 20 de febrero de 1942 la long story o nouvelle Le Silence de la Mer. En ella relatará episodios vividos durante la ocupación alemana de Francia, al igual que en obras posteriores como Aquel día (1943), La marcha a l’Étoile (24/12/1943), y La Imprenta del Verdún (1945). Bruller fue activo integrante de la Resistencia francesa, y adherente al Partido Comunista francés, al que renunció luego de los sucesos de Budapest, en 1956.

En plena ocupación nazi, en 1941, Jean Bruller y Pierre de Lescure fundan la editorial Les Éditions de Minuit (ediciones de la medianoche), y ya en febrero de 1942 Bruller, bajo el seudónimo con el que sería célebre, publica por vez primera su obra literaria. Les Éditions de Minuit funcionarán clandestinamente hasta la Liberación, en 1945, y llegan a publicar obras de hasta venticinco escritores cercanos a la Resistencia, eludiendo así la censura y contrarrestando la propaganda colaboracionista del régimen de Vichy ( en particular el ámbito promovido por la Nouvelle Revue Française). Editarían allí sólo obras de autores no comprometidos con el ejército invasor, ni con sus cómplices nacionales, en un frente democrático que incluiría desde gaullistas hasta comunistas.

Si bien la palabra Minuit (medianoche) evoca, casi inevitablemente, a impresos clandestinos editados en la noche, la historia no se compadece de tal impresión. El primer impresor, Claude Oudeville, trabajaba sólo durante el día, aunque con cierta precariedad y no exento de cuidados, previendo no ser descubierto por los represores: tanto así que tardará cerca de dos meses en imprimir los 250-300 ejemplares de Le Silence de la Mer; las obras posteriores se imprimirían sólo los domingos, y en el taller de Ernest Aulard, aparentemente más seguro por tener menos personal en el mismo, y además de plena confianza profesional y militante: el tipógrafo Marcel Bâcle y el impresor Léon Tessier. Jean Bruller daría a conocer en La Bataille du Silence, de 1967, cómo surgió el nombre de la editorial: recordó que pensó en el título de dos obras, una de Duhamel y otra de Mac Orlan, y que eran la La confesión de medianoche, y la Tradición de la medianoche, cuyos títulos le parecieron sugestivos. Corrió a decírselo a de Lescure, quien con entusiasmo aprobó, así, lo de Ediciones de la Medianoche. Pues la persecución y el terror evocan a Macbeth, y su night that never the day becomes.

En esa editorial no sólo publicó Vercors, sino también Bataille, Axelos, Boudie, Derrida, Deleuze, Vidal-Naquet, Didi-Huberman. Y, en literatura, fundamentalmente autores del Nouveau Roman: Beckett, Duras, Robbe-Grillet, y otros. Allí también se

2

Page 3: Entre Vercors y Susana Soca, le silence de la mer

publicaron las revistas Critique, fundada por Bataille en 1946, Philosophie, etc. Para Vercors, como para de Lescure, tanto para los lectores del territorio francés como para los del extranjero, cada volumen editado debía aunar “valor del texto, valor de la tipografía […] valor de la ilustración”. Y “la salvaguardia, la persistencia y la exactitud del pensamiento”. Rigor intelectual, y estético, que se difundirían extensamente.

Al poco tiempo de iniciada la actividad de la editorial y ya de Lescure debe ingresar a la clandestinidad, esconderse, en junio de 1943; pero no sin antes designar como director a Paul Éluard, una suerte de tutor para Jean Bruller, y el íntimo amigo, como asimismo inspirador, de la uruguaya Susana Soca, futura editora de la revista La Licorne, en París.

3

Según establece J. Alvarez Márquez, desde 1938 nuestra compatriota, Susana Soca, había elegido París como lugar para instalarse junto a su madre: allí estaban ya parientes, amigos, conocidos, residiendo permanentemente o bien de tránsito; y allí era, también, donde ella se dedicaba a investigar o escribir.

Madre e hija se instalaron en una suite del Hôtel George V, o bien en el Plaza Athénée, lugares distinguidos y pretigiosos, pero la Guerra Civil en España ya auguraba sombras funestas sobre el resto de Europa: el ascenso del fascismo y del nazismo auguraban días aciagos para los pueblos europeos, africanos, asiáticos, para todo el mundo. Francia, por supuesto, no habría de escapar a esa circunstancia: estallará la Segunda Guera Mundial y las tropas germánicas acabarán por invadir el territorio francés, e ingresarán a París a paso vencedor, dejando tras de sí una secuela de muertes y atrocidades que, en modo alguno, serán desconocidas, sino antes bien reprobadas por Susana Soca. Y el Hôtel George V, para colmo de males, habría de convertirse en el cuartel general del ejército invasor, y como alojamiento para los altos mandos y otros oficiales alemanes. Y entre ellos esas dos mujeres extranjeras, latinoamericanas, que no parecían particularmente afectas a la presencia de tropas invasoras en Francia, lo cual resultaba molesto al invasor: por ello habrían sido amenazadas de vejámenes y fue entonces que ellas decidieron trasladarse al Grand Ritz Hôtel, de la Place Vendôme.

Llamaba la atención la persistente voluntad de esas dos mujeres de quedarse en París en plena guerra: incluso algún intelectual, colaborador de los invasores, se mostró molesto - y, ambivalentemente, algo preocupado – porque la situación de ambas mujeres resultaba riesgosa, y además sospechosa. Pero Susana no vacilaba en su decisión: permanecerá en París, y no escondiéndose lastimeramente, ni mucho menos en actitud obsecuente hacia el invasor. Sus amistades más firmes, y respetadas por ella, están en el campo patriota, es decir con la Resistencia. Entre ellos Nusch y Paul Éluard, Adrienne Monnier, André Gide, Jean Cocteau, Aragon, tantas otras y otros. Pero a pesar de los esfuerzos de tantos patriotas franceses que resisten la ocupación la sombra del nazismo se agigantaba al paso de los días, los meses, los años, arrastrando consigo el silencio.

Susana Soca escribirá varios textos en prosa que serán luego publicados, póstumamente, ya en Montevideo. Así, en sus Crónicas de París, recordará esos días cuando: “el antiguo fantasma de las prisiones no se apartaba de nadie. Recién comenzamos a comprender [al final de la guerra ] hasta qué punto habíamos vivido en lo arbitrario, además de haber sufrido por su causa, cuando entre las preguntas más sencillas y su correspondiente respuesta se abría un abismo de sensaciones no compartidas que

3

Page 4: Entre Vercors y Susana Soca, le silence de la mer

mostraba como la guerra puede despertar y agudizar todas las contradicciones de la vida”. Es que esa era “… la ferocidad de una guerra total hacia los que entraban dentro del concepto de enemigos - sea como resistentes en cualquier forma-, todos caían de hecho, a manos de los servicios especializados a quienes secundaban organismos franceses del mismo tipo, lo cual equivalía a encontrar la muerte en todas sus formas”.

Y se descubría que “había realmente muchos colaboradores, los había a plena luz y con todos los matices [Algunos] de extrema bajeza, revestidos de una especie de servilismo hacia el entonces vencedor“. Aunque también “había una creciente y muy heroica resistencia”, entre ellos Jean Moulin, traicionado y asesinado por el régimen, como así también de Lescure, Éluard, Vercors… Ese patriota que empuñaba como arma la literatura, y la edición de calidad.

4

Susana Soca, en medio de la noche de la ocupación nazi, permanecerá en su sitio, junto a sus amigos, solidarizándose con ellos en la medida de sus posibilidades: acogiéndolos - ahora ya en su apto de la Avenida Eylau, en Passy –, acercando dinero a quien lo necesitara, brindando algún contacto oportuno, accediendo y brindando información sobre el ejército invasor y sus cómplices. A su modo, resistiendo.

Y sufriendo también por la prisión, el exilio, la desaparición o la muerte de varias amigas y amigos: “Alguien viene en silencio cruzando la alameda / con su cara de infancia donde bailó la risa / aquel que tuvo el pelo del color de estas hojas / entre ceniza y oro, por siempre detenido / en un solo crepúsculo. Y muchos le acompañan “. (in Noche cerrada). “Era el reino de lo arbitrario así como de los reglamentos más draconianos. Es eso que por extensión se ha llamado universalmente concentracionario que es un país ocupado”. (Crónicas…)

Cuando “era tal el silencio, que era verdaderamente el silencio del temor donde la presencia de lo terrible entraba y salía como la muerte entre los silbidos esporádicos y donde al accidente por inculpado al azar y por sorpresa era más terrible todavía”.(in Crónicas). Silencio que, dice S. Soca, “se ha dado en llamar el silencio de la mar” (?!). Incorporar a un solo momento de su prosa esta metáfora, como si ésta hubiese ya adquirido una extrema generalización, como un tropo, o acaso como un lugar común de no muy antigua data - de uso frecuente y fácil reconocimiento-, nos inclina a creer que la misma opera en la prosa de Susana Soca, como un appax, en tanto es algo que se mencionará una sola vez en toda su obra. No existe, además, ninguna mención explícita a la obra de Vercors, editada por Les Editions de Minuit, ni tan siquiera al film de Melville, e ignoramos que haya conocido o acaso tratado, personalmente, a ninguno de estos personajes. No obstante la sola mención de la frase “el silencio de la mar” nos remite, inevitablemente, al ámbito de lectura de la Resistencia y de sus adherentes o, por lo menos, al de los suscriptores a la edición clandestina de obras de autores resistentes a la opresión: más precisamente Les Éditions de Minuit (acaso Combat, o Libération).

Cuando a principios del año 1947 edite en París su primer número de los cuadernos trimestrales de La Licorne algún otro rasgo asomará que la acercará a ese mismo campo de producción intelectual: una edición esmerada, lujosa para esos tiempos de inmediata post-guerra (papel Alma du Marais), una excelente selección de autores y textos, una

4

Page 5: Entre Vercors y Susana Soca, le silence de la mer

bella tipografía, e imágenes de gran calidad (fotografías, reproduciones de obras de arte, etc). Una revista de la cual Paul Éluard habría dicho, según Susana Soca, que “no sólo puede hacerse sino que hay que hacerla. Y yo ayudaré. No necesita justificación; está jsutificada de antemano”: quien decía esto era aquel que fuera el director de Les Editions de Minuit, el sucesor de De Lescure, y el mentor de Vercors.

Roger Caillois, tan glisante en su compromiso con la revista como en la amistad hacia Susana Soca, no deja de reconocer en sus Rencontres de 1978 que allí se editaron, por vez primera, prosistas y poetas que luego serían ampliamente reconocidos, y en el marco de una edición de suntuosa tipografía, producto que Susana Soca supervisaba con un rigor vigilante y avisado. En la mejor tradición estética y literaria de la Resistencia, pues “el pensamiento de la revista, la intención de hacerla vivir, me apareció bruscamente en forma definida durante los últimos días de la ocupación de París”, dijo Susana Soca, esta resistente a la opresión y al oscurantismo, rompiendo así el silencio.-

5