Entrevista a daniel pennac

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ENTREVISTA A: DANIEL PENNAC “Nuestros “malos alumnos” (de los que se dicen que no tienen porvenir) nunca van solos a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla: unas capas de pesadumbre, de miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro condenado”. Daniel Pennac. “Mal de Escuela”

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ENTREVISTA A:

DANIEL PENNAC

“Nuestros “malos alumnos” (de los que se dicen que no tienen porvenir) nunca van solos a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla: unas capas de pesadumbre, de miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro condenado”. Daniel Pennac. “Mal de Escuela”

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Lo primero vamos a presentar a este escritor francés, nacido en Casablanca (Marruecos) en 1944.

Es uno de los escritores franceses más queridos y seguidos en las últimas décadas.

Proviene de una familia militar, pasando su infancia en tierras africanas y del sudeste asiático. Fue en Niza donde se graduó en letras y se decantó por la enseñanza.

Tras iniciar su actividad literaria con libros para niños, adquirió gran popularidad gracias a las novelas de la saga en torno a la familia Malaussène, aunque también ha escrito otras novelas, los mencionados libros para niños, ensayos,… De éstos es célebre el titulado “Como una novela”, en el que enumera los derechos del lector.

Y bien, después de la lectura de su libro “Mal de Escuela”, donde Pennac aborda la cuestión de la escuela y la educación desde el punto de vista de los malos alumnos, me dispongo a hacerle la siguiente entrevista.

Entrevistadora: Como vemos en su libro, usted fue un mal alumno, pero vamos a empezar por el principio. ¿Cree usted que la razón de esta zoquetería, como

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usted lo llama, podría estar en el ambiente donde nació y se crió?

Daniel Pennac: En absoluto. Mis antecedentes no solo me prohibían ser un zoquete, sino que además, estaba socialmente programado para convertirme en el florón de la familia. Yo era un zoquete sin fundamento histórico, sin razón sociológica, sin desamor: un zoquete en sí.

E.: ¿Qué pensaba su madre del zoquete que según usted era?

D.P.: Mi madre nunca se ha recuperado de ello. Ni la estabilidad de mi vida profesional, ni el reconocimiento de mi trabajo literario, nada de lo oía decir de mí por otros o de lo que podía leer en la prensa, la tranquilizaba del todo, aunque se alegrara de mis éxitos.

E.: ¿Por qué se hizo usted profesor?

D.P.: Cuando eres un alumno zoquete, siempre estás lleno de miedo. Y quise hacerme profesor para curar el miedo de mis peores alumnos. Hacer que pudieran abrir los cerrojos que no dejan pasar el saber, y que de esta manera tuvieran una oportunidad.Además, siempre he pensado que la escuela la hacen, en primer lugar, los profesores. Y ¿quién me salvó a mí de la escuela, sino tres o cuatro profesores?

E.: He leído que su hermano Bernad le dijo que usted era bueno tirando cantos al río y haciendo que rebotaran. Y como no me creo que fuera en todo un zoquete, ¿en que más cosas era bueno? ¿Qué le gustaba hacer cuando era niño?

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D.P.: Era un niño vivaz y juguetón. Me encantaba jugar. Era charlatán y risueño, bromista. Tenía amigos en todos los niveles de la clase, desde los más zoquetes hasta los empollones.

E.: ¿ Y cuando era adolescente?

D.P.: Cuando fui adolescente mi mayor ilusión era tener una pandilla. Una pandilla en la que pudiera olvidar esa sensación de ser absolutamente ajeno al universo escolar, y huir de aquellas miradas de adulto desdén.

E.: ¿Qué piensa de aquellos profesores que, según usted, le rescataron de esa zoquetería?

D.P.: Pues que, literalmente, les debo la vida.A menudo los alumnos entran a clase llenos de pesadumbre, miedo, inquietud, rencor, cólera, de presente amenazador. Y esot se puede disolver con una mirada del profesor amable, una frase de adulto confiado en resolver esos pesares, miedos,… E instalarlos en un presente de indicativo. Y esto ocurre cada día que se entra en clase. Pero enseñar es eso.Dar la clase es importante sí, pero hay que atender también las necesidades personales de los alumnos. Eso también es enseñar.

E.: ¿Quiso alguna vez desistir de la escuela?

D.P.: Sí. Ya con 14 años quería que me enviaran a las colonias militares.

E.: Hemos hablado de su madre, pero y su padre, ¿cómo se tomaba que fuera un zoquete?

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D.P.: Mi padre, al igual que nunca me amenazó con un porvenir calamitoso durante mi escolaridad, no hacía la menor alusión a mi pasado de zoquete.

E.: ¿Cómo describiría a los alumnos zoquetes?

D.P.: - Les falta la presencia mental en las clases (se aburren, se distraen con cualquier cosa). Tienen una gran incapacidad para la concentración.

- No tienen confianza en sí mismos. Piensa que no van a llegar a nada, que no tienen porvernir, convencidos sobre todo por las notas que sacan y por lo que las demás personas dicen de ellos (padres, profesores,…).

- Cuando entran en una clase están llenos de pesadumbre, miedo, inquietud, rencor,…

- Renuncian a cualquier esfuerzo. No suelen trabajar mucho, ni hacen los deberes. Y para justificarse ante los padres y los profesores suelen mentir.

- Tienen una gran dispersión y mitomanía.

- Suelen terminar constituyendo bandas.- A veces consumen alcohol, drogas también, supuestamente blandas.- Desplazan la cuestión de la instrucción al terreno de las relaciones personales, donde todo se convierte en cosa de susceptibilidades: “Soy demasiado tonto”, “Nunca lo conseguiré”, “El profe no puede ni verme”, “Le odio”, “Me comen el tarro”,…

- E.: Entonces, ¿es muy importante lo que dicen de ti los demás?

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- -D.P.: Efectivamente. Siendo profesor, me he ido dando cuenta lo que pueden hacer los comentarios tanto de los padres como de los profesores. Lo que les decimos es muy importante. Les motiva o les desmotiva, les hace creer que pueden o creer que son inútiles. No podemos pronosticar el futuro, y mucho menos la vida futura de un alumno.

- E.: ¿Se podría qué, quiénes son los culpables?

- D.P.: Cuando nuestro yo falla, en vez de buscar soluciones, rápido intentamos buscar culpables. Sobre todo cada profesor culpa a la etapa anterior, en el ministerio de educación culpan a las familias, y las familias dicen que la escuela ya no es lo que era. Y dentro de la escuela también hay disputas entre, por ejemplo, los profesores antiguos y los modernos. Y el padre también discute con la madre…

- E.: He leído en su libro que el mal alumno gasta mucha energía en hacer ver a sus padres y profesores que trabaja, que todo va bien. Y para ello suele utilizar la mentira, pero, ¿por qué padres y profesores dejan pasar esas mentiras?

- D.P.: Los profesores porque ese alumno sería la encarnación su propio fracaso profesional y los padres para calmar su propia angustia y para aplazar el momento de la discusión del problema.

- E.: ¿A qué se debe su metamorfosis de zoquete a novelista?

- D.P.: Primero a los cuatro profesores que me salvaron. Después al amor y a la tenacidad de mi padre. Y por último a mi viejo amigo Jean Rolin.

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- P.: ¿Cómo se debería actuar con las malas respuestas que dan los “malos alumnos”?

- D.P.: Al hacer el profesor una pregunta a sus alumnos, éstos dan 3 respuestas posibles: la acertada, la errónea y la absurda. Para hacer un profesor que un alumno salga de su zocatería tienen que dejar de evaluar sus respuestas si éstas son absurdas, muy comunes en ellos, simplemente para salir del paso, sin ningún intento de razonamiento, que suele ser automática. Porque el alumno no comete un erro, simplemente da una respuesta porque le han hecho una pregunta, aunque sea absurda, porque no solo no sabe la respuesta, sino que a veces tampoco sabe lo que se le pregunta. Y corregir algo absurdo es algo pedagógicamente absurdo.

- E.: ¿Nunca ha fracasado como profesor? ¿Nunca se ha encontrado algún alumno para el que la cosa no funciona?

- D.P.: Sí, claro que sí. Esos alumnos con los que poco o nada puede hacer para sacarlos de su zocatería, y que me dejaron con remordimientos.

- P.: ¿Qué opina del peligro que tienen, según algunas personas, los zoquetes en nuestra forma de vida actual?

- D.P.: Vamos a suponer que el 1% de la población escolar es el horrible fantasma del zoquete devorador de civilización,… ¿No es irrisorio?. Y el miedo alimentado contra esa juventud muy vergonzoso para lo adultos que somos.

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- P.: Todos sabemos los grandes problemas del consumo en nuestra sociedad actual, pero ¿cómo afecta en los chavales zoquetes?

- D.P.: Efectivamente el consumo es un problema para toda la sociedad, pero en especial para los zoquetes, porque los apartados tienen menos defensas. Es más, se refugian en él. Ven en el consumo su diferenciación, su vía de escape. Y no se dan cuenta que es eso lo que les come el tarro. La función de los maestros es hacerles ver eso. La misión de los profesores no es preparar a los alumnos a que empujen su carrito por las interminables avenidas de la vía comercial. El universo es para comprender, no para consumir. Tenemos que enseñar a los alumnos que descubran su identidad, y no entendiendo que ésta es la apariencia, para que no lleguen a ser víctimas de las imágenes tópicas.

- P.: ¿Qué opina de la violencia en las aulas?

- D.P.: Aunque sí que existe entre los alumnos un criminal al que nunca podremos llegar a transformar y que es rarísimo que exista, no podemos hacer pasar a la escuela por un lugar criminógeno. Esto sí es un crimen insensato contra la escuela. Convertir esto, a base de reportajes periodísticos y televisivos en un símbolo de una juventud concreta, en un lugar concreto (los suburbios) supone hacer creer que esta juventud es un nido de asesinos y la escuela un foco criminológico. Y no hay que olvidar que el 80% de los crímenes de sangre se producen en el marco familiar.Antes les llamábamos zoquetes. Ahora no, pero les filmamos, les acusamos ante todo el país. Son TODA

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la juventud de TODOS los arrabales. Zoquetes todos y peligrosos.

- P.: ¿Has notado diferencias entre la escuela de cuando tú eras el zoquete y la escuela actual en la que eres el profesor?

- D.P.: Por supuesto que hay varias diferencias. Pero me atrevería a decir que hay una que está por encima de todas las demás.Antes la escuela tenía como objetivo alejar a los niños de la sociedad industrial para educarles, bueno más bien para instruirles. Ahora, en cambio la escuela entrega a los niños a la sociedad mercantil, es decir, al consumo.

- P.: Para terminar me gustaría pedirle unos consejos sobre cómo hay que actuar, sobre todo en las aulas, con los “malos alumnos”.

- D.P.: No soy muy partidario de dar consejos, pero en este caso lo voy a hacer por si pueden servir a los profesores para ayudar a esos alumnos. Además creo que no estaré muy alejado de la realidad del problema cuando he sido zoquete y profesor, por lo que sé de lo que hablo. Ahí van.

Hay que tener en cuenta que la silla de clase es un trampolín para estos alumnos. Los lanza fuera de la clase en cuando se sientan en ella.

No se debe pedir nunca a un alumno que se ponga en el lugar de un profesor.

Un profesor siempre tiene que hacer que tanto los alumnos como los profesores estén presentes mentalmente en la clase.

La primera cualidad de un profesor es el sueño. El buen profesor es el que se acuesta temprano.

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No hablar nunca más fuerte que ellos. Cuando el profesor está con ellos no debe estar

en otra parte y cuando están en otra parte no deben estar ni una pizca con ellos.

Cada alumno es diferente, y lo delicado es conocer bien esas diferencias en nuestros alumnos para encontrar el equilibrio y la armonía. Y tenemos que hacer creer a los alumnos zoquetes que en nuestro mundo cuentan todos, no los primeros de la clase.

Es muy importante cómo se empieza el día en la clase. Unos lo hacen pasando lista, pero no como si contaran ovejas, sino mirándoles, nombrándoles uno a uno. Otros lo hacen con el silencio, dando tiempo a los alumnos a prepararse para empezar la clase, y así el profesor puede ir observándoles a ellos.

Algunos métodos o ejercicios no son malos en sí, sino en cómo los utilizan los profesores. Por ejemplo, el dictado será negativo cuando lo utiliza un perezoso profesor para limitarse a descontar puntos con el único objetivo de decretar un nivel.

Hay que hacer pensar a los alumnos que pueden hacerlo, dándoles si es necesario, facilidades para que lo consigan.

Debería ser obligatorio un audiograma y una revisión exhaustiva de la vista antes de que el alumno empezara la escuela. Evitarían los juicios erróneos de los profesores.

Tan mal está hacer aprender de memoria los textos convirtiéndolos sólo en un asunto de memoria, como no trabajar con ellos de memoria. Aprendiendo de memoria no se suple nada, añadimos algo más.

Hay que saber jugar con el saber. El juego no perjudica el aprendizaje, es su contrapunto. Y

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jugar con la materia es también entrenarnos a dominarla.

Tal vez enseñar sea acabar con el pensamiento mágico, hacer de modo que en cada curso suene la hora del despertar, del comprender.

Al hacer el profesor una pregunta a sus alumnos, éstos dan 3 respuestas posibles: la acertada, la errónea y la absurda. Para hacer un profesor que un alumno salga de su zocatería tienen que dejar de evaluar sus respuestas si éstas son absurdas, muy comunes en ellos, simplemente para salir del paso, sin ningún intento de razonamiento, que suele ser automática.

Si los alumnos dicen tacos, gritan, utilizan jerga, … no hay que excluirles por ello. Lo que hay que hacer es tratar con ellos, conocerlos. Y no señalarlos como los zoquetes que acabarán con nuestra civilización.

El profesor no debe apartar a ese 0,4% de alumnos zoquetes, tienen que aprovechas lo bueno que tienen para que hagan cosas buenas.

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