Entrevista a Jose Rafael Herrera
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Ser hegeliano repitiendo a Hegel, asumiendo su pensamiento como un dogma, una "verdad revelada", etc., es, precisamente, ser muy poco o nada hegeliano.
Entrevista de Alexandre Carrodeguas a José Rafael Herrera
-Como te encuentras con Hegel y cuando sucede esto?
Fue durante la adolescencia, en medio del fragor de la lucha política estudiantil. El Partido
Comunista de Venezuela se había dividido, a principio de los años '70, después del rotundo
fracaso de la llamada "guerra de guerrillas", y la mayoría de sus jóvenes, intelectuales,
profesores universitarios y líderes estudiantiles, conformaron un movimiento político -el
Movimiento Al Socialismo- que se sustentaba en un "nuevo modo de ser socialista",
renunciando a las fórmulas y a los viejos esquemas doctrinarios de origen stalinista o maoísta.
Era necesario ser crítico y estar en sintonía con la realidad histórica, como lo había sostenido
el propio Marx, no aceptar más los "principios", las “leyes fundamentales” o las premisas de
un corpus doctrinario que nada tenía que ver con la historia objetiva, a pesar de que pretendía
sustentarse en ella. Había que superar de una vez los totalitarismos y las figuras mesiánicas,
la violencia "revolucionaria", el foquismo, el terrorismo, y, en última instancia, la idea de que
el Estado debe ejercer el control tutorial de los ciudadanos -una clara expresión de
heteronomía-, al punto de diluir la sociedad civil en el Estado. Se trataba, pues, de
incorporarse a la lucha democrática y pacífica,; luchar, efectivamente, por más y mejor
democracia, sustentada más en el consenso que en la coerción. Ese era el real significado de
socialismo que mi generación aceptó, su “nuevo modo de ser”. En medio de esa nueva etapa,
que significó una auténtica revolución cultural en el país y una brisa primaveral para la
Izquierda venezolana, nuestros dirigentes, profesores universitarios, ensayistas, poetas,
artístas, humoristas, etc., nos daban cátedras y talleres de pintura, literatura, música, teatro,
historia, dependiendo de la inclinación que tuviese cada uno de nosotros. Y fue en nuestro
círculo de lectura que escuché por vez primera el nombre de Hegel, porque leíamos a
Gramsci, quien mostraba gran admiración por el filósofo alemán. La filosofía de la praxis era
la legítima heredera de la filosofía de Hegel. Y, de nuevo, su nombre aparecía en Lukács y en
los ensayos de Marcuse, como Razón y Revolución. No eran Marx y Lenin para nosotros. Eran
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Hegel y Marx. Con esa idea, más o menos vaga, terminó mi militancia política -y mi
bachillerato- y comenzó mi interés por la Filosofía, con el propósito de estudiar en
profundidad a Hegel y a Marx. De manera que la militancia política de tendencia neo-
marxista fue la que, inicialmente, me puso en contacto con Hegel.
-Que representó para ti encontrarte con Giulio Federico Pagallo?
Mi primer Maestro, durante mis primeros años de formación filosófica en la Escuela de
Filosofía de la UCV -la cual, por cierto, por aquellos años era un auténtico centro de reflexión
internacional y una referencia de estudio filosóficos a nivel mundial, a la que de continuo
eran invitadas figuras relevantes, como Lucien Goldmann, Xavier Rubert de Ventós, Hans-
Georg Gadamer, Fulvio Tessitore, Ernst Tugendhat, Giuseppe Cacciatore, entre otros, y de la
cual, además, eran profesores de planta Juan David García Bacca, Federico Riu, Juan Nuño,
Ernesto Mayz Vallenilla, Alberto Rosales, Ernesto Batistella, León Rozitchner, José Jara García
y Ezra Heymann entre los más renombrados-, en esa Escuela, decía, mi primer Maestro fue
J.R. Núñez Tenorio, filósofo marxista y militante de la Izquierda radical, quien por esos años
mantenía una línea de investigación común con Louis Althusser. En mis Tres fundamentaciones
de la filosofía marxista en Venezuela hago una descripción de las etapas por las cuales transitó el
marxismo de Núñez Tenorio. Yo lo conocí en lo que denomino su segunda etapa, de corte
estructuralista. Con Núñez maduré mucho mis conocimientos sobre la obra de Marx y pude
comprender las diversas líneas y perspectivas del marxismo contemporáneo. Él habituaba
llamarme “Herrera, el hegelo-marxista", a pesar de que todavía mis referencias hacia Hegel
provenían de Gramsci o de Marcuse, es decir, yo todavía no había leído directamente a Hegel.
Con el tiempo me hice su asistente de clases y uno de sus más cercanos discípulos, aunque
debo reconocer que mi interpretación de Marx y la suya pocas veces coincidían. Fué él quien
me aconsejó inscribirme el curso de Hegel-Autor con su viejo adversario “histórico”, un tal
Giulio F. Pagallo, a quien yo no conocía. Núñez era un hombre exento de rencores y
mezquindades, bueno, amplio, sincero. Llano, como la sabana que le vio nacer. Él sabía de mi
inquietud por Hegel y me recomendó cursarlo con su mejor expositor. Desde el primer día de
clases con Pagallo -aquel auténtico "Aristóteles vestido por Gucci", como le decían "sotto
voce" los estudiantes de entonces- se produjo entre nosotros una relación filial, de padre e
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hijo, que fue creciendo con el tiempo y que aún perdura en mi. Pagallo nos enseñó a leer a
Hegel e incluso a pensar en sentido enfático, es decir, dialéctico. Ese mismo semestre me
invitó a participar en un proyecto de investigación sobre el marxismo teórico en Italia,
coordinado por el en el Instituto de Filosofía de la UCV, del cual era su Director. Fue ahí
donde conocí a fondo los estudios de Labriola, Croce, Gentile, Mondolfo y Gramsci y , por
supuesto, la cercanía del marxismo italiano con Hegel. Pero, además, de esas sesiones surgió
la "Escuela Pagalliana", formada por Carlos Paván, Omar Astorga y por mi. A partir de
entonces, cursábamos todos los semestres con "el viejo". Conocimos en detalle los Escritos
juveniles de Hegel, la Fenomenología y la Lógica, la Enciclopedia, la Filosofía del Derecho y, por
supuesto, las Lecciones. Hegel ya no fue más un desconocido para nosotros, sus "Tres
Mosqueteros", como él nos decía. Y, a pesar de toda esta auténtica experiencia vital, inmerso
en las corrientes del pensamiento hegeliano, siempre mantuve con mi querido Maestro
Núñez Tenorio una estrecha relación. Y debo señalar el hecho de que más allá de las
diferencias filosóficas y políticas que siempre existieron entre mis dos Maestros, tuve el honor
de sentarlos, juntos, un par de veces en mi mesa, para compartir el pan. Cuando Núñez
Tenorio falleció, Pagallo hizo la guardia de rigor ante su ataúd. Cuando me iba a casar con
Dora, a los 21 años, les consulté a Pagallo y a Núñez. Fueron los únicos que me recomendaron
hacerlo. Ya tengo treinta y cinco años de casado, y sigo amando a mi esposa como el primer
día. Fue Pagallo quien me sugirió el nombre de mi primera hija, Giove. Núñez el de la
segunda, Grecia. La severidad y el rigor de cátedra de aquellos dos grandes profesores,
contrastaba con el sincero amor paternal que siempre me manifestaron.
-Cómo a ti, José Rafael, te inspira Hegel para pensar la práxis política hoy en día?
Hegel no me inspira para pensar la praxis política. De Hegel aprendí a pensar la praxis
política, que es distinto. No se trata de encontrar en sus páginas la respuesta para poder
interpretar el devenir actual de la sociedad, mirándola a través de su lupa. Hegel nos convida
a diluir las presuposiciones, las formas vaciadas de contenido, los instrumentos o medios
ajenos a la realidad; nos invita a descubrir, a sorprender "el movimiento de la cosa misma",
su dialéctica interior, inmanente, a fin de que la cosa coincida con el concepto que la nombra.
Es un "sentarse a ver" en profundidad, que obliga a la cosa a revelar su concepto y, al mismo
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tiempo, obliga al concepto a penetrarla. Es la compenetración de un pensar que es un hacer y
un hacer que es un pensar, un continuo 'verum et factum convertuntur', como dice Vico, quien,
por cierto, está más cerca de Hegel de lo que imaginó Isiah Berlín y el “historismo” alemán.
En suma, si la filosofía no es capaz de comprender su propio tiempo no es filosofía. Eso nos
enseña Hegel.
-Como nos ayuda Hegel a entender la realidad actual?
Hegel no ayuda a entender, sino a com-pre-hender la realidad actual, pre-hendirla-con, hacerle
hendiduras, para a-pre-hender-la. El entendimiento no basta, no es suficiente. Más bien, el
entendimiento se ha convertido en la ideología más potente de nuestra época. Su dominio es
multitudinario, masivo, pleno. Es el gran despotismo de nuestro tiempo. Un despotismo
inasible, fantasmagórico. Hegel y Marx mostraron los peligros de su naturaleza. Pero, más
recientemente, Adorno, Horkheimer, Marcuse y algunos otros miembros del círculo de la
Escuela de Frankfurt, denunciaron sus perversiones ampliamente. Hoy es una realidad
cumplida. El problema fundamental que comporta el entendimiento abstracto es que siempre
parte de presuposiciones que no se discuten, que no deben ser puestas en tela de juicio y que
terminan convirtiéndose en “leyes” supremas, en dogmas, es decir, en la tácita prohibición de
pensar. El entendimiento ha transformado al mundo actual en un paquete de fórmulas que ha
hecho rígida y esquemática la vida de la sociedad contemporánea. Se trata de formalizaciones
vaciadas por completo de contenido, barreras para el pensamiento y, por ende, para la
libertad. Es una dictadura invisible, aunque muy efectiva, que está en todas partes: en la
política -tanto en la Derecha, el Centro, la Izquierda-, en los medios de comunicación masivos,
en los métodos de seguridad, en la tecnología, en la medicina, en la economía, en los centros
de enseñanza, en el derecho, el arte; en fin, sustenta el peso, la carga, de la cultura de nuestro
tiempo. Y es la responsable directa del 'lado oscuro' que nos circunda como sociedad. Como
públicamente no puedo salirme de las “leyes”, de las “virtudes”, trazadas por la
“racionalidad” del entendimiento, en la vida privada me explayo, me “libero”, doy rienda
suelta a la sensibilidad. En una expresión, Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El sujeto contemporáneo es
un esquizoide, a consecuencia de la dictadura del entendimiento abstracto, reflexivo. No es
que el entendimiento deba ser abolido. ¡Ni mucho menos! Decía Hegel que la razón sin el
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entendimiento es nada pero que el entendimiento sin la razón era “algo”. Y ese es el punto:
vivimos presos en el reino del “algo”, no de la plenitud, del 'pléroma', del absoluto
reconocimiento de nosotros mismos. Se trata, pues, de reconducirlo, de ubicarlo y reubicarlo
dentro de sus límites. Se trata de remontar su despotismo ideológico, de 'superarlo y
conservarlo'. Y es probable que esta sea la tarea más importante que deba llevar adelante el
pensamiento dialéctico en el presente. Como verás, después de todo, Hegel mantiene una
enorme vigencia.
- Tus artículos de prensa reflejan muy bien esa "cosmovisión" hegeliana de la actualidad..
Lo agradezco, muy sinceramente. Trato en lo posible de desmistificar -como dice el joven
Marx- el "significado del contenido", esto es, de comprender "la lógica específica del objeto
específico", en este caso, intento mostrar que "el Rey está desnudo". Me propongo poner al
descubierto la gran estafa de un régimen que, en nombre de Marx y del socialismo, ha
depauperado material y espiritualmente a Venezuela y que no sólo ha representado una
estafa para la mayor parte de Latinoamérica, sino, incluso, para Europa y el mundo. Muchos -
generalmente, lectores de manuales, enciclopedias y diccionarios- aun piensan que la filosofía
de Hegel es una filosofía totalitaria, de carácter prusiano, reaccionaria, etc. Esa fue la matriz
de opinión que tejió de ella la peor representación del marxismo ortodoxo, es decir, del
marxismo menos cercano a Marx, el Diamat. Pero no sólo el marxismo vulgar y religioso: a
ello contribuyó el irracionalismo fascista y el neopositivismo. No por casualidad, todas estas
representaciones, o como las denominaba Marx, ideologías, en el sentido de falsa conciencia,
se sustentan no en el pensamiento pensante, en el Logos, en el flujo continuo del Devenir,
sino en el entendimiento abstracto. Su traducción a la realidad la conforman sistemas
intolerantes y represivos, de todo signo y dirección. Como dice Hegel, “de pelos y uñas”. Y
es que todos esos sistemas, para poder sustentarse, tienen necesariamente que crear un
"chivo expiatorio", pues lo que ellos son de hecho lo proyectan reflexivamente, en este caso,
en Hegel y la dialéctica. Y, por eso mismo, ser en nuestro tiempo lector de Hegel quiere decir
asumir la lucha por el derecho racional que tiene la humanidad a decir que no. Significa
asumir con seriedad y rigor la condición negativa del acto de pensar. Se trata de un
compromiso con la realidad como verdad y, en tal sentido, una continua provocación al
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pensar como creación. El pensar como hacer y el hacer como pensar, en sentido estricto. Es un
reto; es la discontinua continuidad de la experiencia de la conciencia. Lo infinito tiene que
manifestarse en la finitud, aquí y ahora: "Hic Rhodus, Hic saltus".
-Porqué Hegel es visto como un pensador tan abstracto y distante de nuestros intereses
actuales? Porqué se asimila en muchas ocasiones a Hegel únicamente con categorías cerradas
y mecánicas?
Con base en lo dicho hasta ahora, la respuesta resulta cercana: para las formas características
de la conciencia de nuestro tiempo, dominadas por el entendimiento abstracto, Hegel se hace
incómodo, incomprensible, "abstracto". No se le puede atrapar y meter en una casilla, en una
celdilla, en la parrafada de un manual. El filósofo de lo concreto es, para el entendimiento
abstracto, el "filósofo abstracto", y se le despacha con la etiqueta de "idealista", hiper-uránico,
etc. Lo que no sabe el entendimiento abstracto -”sabe lo que no dice y dice lo que no sabe”- es
que "lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, la unidad de
lo diverso", como dice Marx en los Grundrisse. Se imagina -el entendimiento- que lo concreto
es lo fáctico, la representación cruda, dura e inmediata de la objetividad, lo que toca, huele,
ve, etc., es decir, precisamente, lo abstracto. Porque abstracto es aquello que ha sido
escindido, separado y "puesto" (setz) del proceso del cual resulta. Y ese resultado ha sido,
precisamente, "puesto" -por el entendimiento- como "principio", como punto de partida,
como fundamento de lo real. La abstracción es la consecuencia necesaria del dominio de las
pre-su-posiciones. Concreto, por el contrario, quiere decir 'crecer-con', esto es: 'con-crecer'. Es
una cabal reconstrucción del proceso mediante el cual el objeto ha devenido, resulta. Este es el
procedimiento inmanente a la cosa misma, lo que fundamenta al historicismo filosófico
hegeliano. Pero pensar no es cómodo. Son preferibles las fórmulas, las citadas celdillas, los
cuadritos. Es preferible la memoria que el recuerdo, porque la memoria diseca, fija. El
recuerdo obliga, justamente, a "re-cordar", a 're-hilar' una y otra vez, a volver a 'tejer la
cuerda'. Y, por cierto, en esta labor el pensamiento dialéctico encuentra en Penélope, la mujer
de Odiseo, su mejor caracterización. Sólo puede concebirse como cerrado o mecánico al
entendimiento, porque carece de la flexión, de la plasticidad, que le es inmanente a la
aventura de pensar, al atreverse a pensar. Y cuando el pensamiento de Hegel es interpretado
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como abstracto, cerrado o mecánico, es porque se le está considerando desde la perspectiva
del entendimiento abstracto.
-Como entiendes la relación entre Hegel y Marx?
Como una relación de necesaria continuidad. Marx, como ningún otro discípulo de Hegel,
comprendió que el modo adecuado de ser radicalmente hegeliano no podía ser otro que el de
'superar-conservando' (en el sentido de la Aufheben) a Hegel. Ser hegeliano repitiendo a
Hegel, asumiendo su pensamiento como un dogma, una "verdad revelada", etc., es,
precisamente, ser muy poco o nada hegeliano. Marx ha comprendido esto mejor que todos
sus condiscípulos, incluyendo a Engels. Supo bien que ser hegeliano consistía en "volver a
hilar", en re-construir su tiempo, y su tiempo no era el de Hegel, su tiempo estaba signado
por un fenómeno inédito en la historia humana: el surgimiento de una nueva manera, un
nuevo modo, de producir, y, en consecuencia, de una nueva formación social, una nueva
Bildung: la de la acumulación de capital. Y, sobre la base del estudio paciente y detenido de la
Ciencia de la Lógica de Hegel, Marx re-construyó la lógica (la crítica) del capital. Pero el
Concepto -el Logos, la crítica como tal- permanece intacto: en ambos pensadores puede
hallarse de continuo el mismo hilo conductor de la dialéctica: la negación determinada, el Omnis
determinatio negatio est de Spinoza. El resto forma parte de las manipulaciones ideológicas de
quienes terminaron por hacer de la filosofía marxista una religión, una fe, tal como sucedió
con el más agudo de los discípulos de Platón, Aristóteles, quien aparece en los manuales y las
historias de la filosofía como quien ha cometido el pecado de parricidio y, más tarde, aparece
vestido de toga, como sacerdote cristiano, un devoto de Cristo, manipulado por la Iglesia
medieval. “Cosas veréis, sancho”..
-Qué representó para tí el historicismo italiano?
Es innegable la influencia que el historicismo italiano ha tenido sobre mi formación. No solo
porque, como ya te dije, la lectura temprana de Gramsci me condujo a la Escuela de Filosofía
de la UCV, sino por el hecho de haber sido formado por Pagallo. Mi Tesis de Licenciatura
lleva por título: La filosofía de la Praxis en la formación del pensamiento de Giovanni Gentile. Mi
primer Trabajo de Ascenso, para la Categoría de Profesor Asistente, se titula: Dialéctica e
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historicismo en Benedetto Croce. Y mi Tesis Doctoral, presentada además como Trabajo de
Ascenso para la Categoría de Profesor Asociado, se llama: Sociedad civil e historicidad del
derecho en la Scienza Nuova de Giambattista Vico. Y quisiera agregar que he asumido lo que
Pagallo denominó su "historicismo filosófico" en sentido estricto, es decir, no comencé por
Vico, sino por Gramsci. Premeditadamente, fui desde el presente al pasado. Como decía
Marx, la anatomía del hombre es la que permite comprender concretamente la anatomía del
mono, y no al revés. De nuevo, se trata de la re-construcción del proceso, de volverlo a tejer,
Immerwieder. El resto son necedades de tipos como Popper y sus secuaces. Mi diálogo
permanente con el historicismo italiano es, ciertamente, de vieja data. Pero ha sido ese mismo
historicismo el que me ha permitido reconstruir la filosofía de Cecilio Acosta, un ensayista
venezolano del siglo XIX, que es otra de mis publicaciones; o, mis Tres fundamentaciones de la
filosofía marxista en Venezuela, en las que estudio la constitución del marxismo teórico en
Venezuela. No me es posible concebir el historicismo italiano sin la dialéctica de Hegel. Pero
tampoco me es posible comprender los temas y problemas inherentes a la sociedad
venezolana, latinoamericana y mundial sin pensarlos histórica y dialécticamente.
-Nos podrías decir algo de la relación entre Maquiavelo, Hegel y Gramsci?
Sin duda, la forma mentis de Gramsci es la de un historicista. Gramsci encuentra estrechas
conexiones entre Maquiavelo y Hegel, que debió inferir de esa suerte de diálogo consigo
mismo que tuvo que asumir en la soledad de la cárcel fascista. No leyó La Constitución de
Alemania, ese genial ensayo juvenil de Hegel. Si lo hubiese leído, sus Note sull Machiavelli le
hubiesen resultado menos laboriosas, se le hubiese facilitado el camino. Para Hegel,
Maquiavelo es el príncipe de la libertad, el promotor de la unidad italiana, el gran pensador
republicano de su época. La lectura de Maquiavelo por parte de Hegel se produce en el
momento en el cual Alemania -en palabras de Hegel- ya no era un Estado sino un
archipiélago. Justamente como lo era la Italia del '400. De manera que Hegel voltea la mirada
hacia el pasado, y se detiene en el desgarramiento de la Italia de Maquiavelo, a fin de estudiar
su lección, su experiencia, con el propósito de comprender su propio tiempo. Gramsci, lector
de Croce, Gentile y Labriola, va de Marx a Hegel y de Hegel a Vico y Maquiavelo. Debe dar
cuenta de un desgarramiento más profundo, más doloroso; debe contribuir a la superación de
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la prisión totalitaria, la pretensión fascista de convertir la sociedad italiana en un cuartel. Hay
que romper el viejo 'bloque histórico' y construir uno nuevo, una nueva 'hegemonía',
sustentada en el consenso y no en la coerción, como lo habían sugerido Hegel en la Filosofía
del Derecho y Maquiavelo en El Príncipe.
-Por qué es tan importante leer a Hegel hoy en día. Y cómo puede una persona más o menos
culta "iniciarse" en su lectura sin perderse ni frustarse rapidamente..
Leer a Hegel hoy, como creo haber señalado ya, significa iniciar una experiencia liberadora,
porque en su filosofía se encuentra el núcleo mismo de la crítica de las presuposiciones, de los
prejuicios, del carácter religioso, en el sentido de lo estático, de lo "positium", lo puesto o
'positivo', en fin, de 're-poso', sobre el cual se sostiene la sociedad actual. No se trata de los
desplantes de Nietzsche, que bien pudiesen funcionar hasta el momento en el cual se supera
la adolescencia. Se trata de una filosofía para la autonomía plena, y por lo tanto, para la
madurez, porque sólo hay autonomía cuando hay la suficiente madurez para asumir
responsablemente el propio destino, como decía Kant. Si se quiere conquistar una sociedad
auténticamente libre, Hegel sigue siendo la gran referencia. Entrar en “aguas hegelianas”,
como decía Pagallo, nos conduce al reconocimiento, la tolerancia y la mayor autonomía. Para
ello, sólo hay un requisito fundamental: estar dispuesto a asumir el desafío permanente de
pensar. Yo le recomendaría al lector interesado, dispuesto a asumir esta aventura del
pensamiento, comenzar por los escritos pre-fenomenológicos, como Fe y Saber, la Diferencia
entre los sistemas filosóficos de Fichte y Schelling, la misma Constitución de Alemania, la Filosofía
Real o el Sistema de la Eticidad. No comenzaría por los textos sistemáticos, como La Propedéutica
filosófica, la Enciclopedia o la Ciencia de la Lógica. Por otra parte, una lectura fresca y muy
sugerente de Hegel son sus Lecciones, especialmente las de la Historia de la Filosofia. Ahí, si se
lee con atención e interés, se puede incluso escuchar la voz, un tanto metálica, del gran
pensador alemán.
-Qué le aportaría a un militante de izquierda la lectura de Hegel
Creo que si un militante de Izquierda lee a Hegel, con el tiempo se transformará en un
militante de la diferencia, de la objeción, del debate sustentado en ideas y no en dogmas.
Cambiará el actual modismo de “el tema” por la sinceridad de la expresión “el problema”. En
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otros términos, se formará como un auténtico militante de Izquierda, y no como los
"monaguillos" que salen como churros o chorizos de los partidos de una "Izquierda" que no lo
es, que dejó de serlo desde el momento mismo en el cual convirtió los textos de Marx en
textos "sagrados", en "Leyes" inmutables, en dogmas, otra vez, en 'positividad'. Es una
"Izquierda" prisionera del entendimiento abstracto, de las "formas de la reflexión", las cuales,
según Hegel, terminan en las formas propias de la religión. Ser de izquierda es asumir, en
consecuencia, la negatividad, o como lo llama Hegel, "el sano espíritu de la contradicción".
Solo el estudio, la formación cultural y la correlación entre lo que se piensa y lo que se hace, o
lo que se piensa y lo que se dice, produce auténtica gente de Izquierda, que no son otra cosa
que aquello que Spinoza llama 'gentes de bien', porque han logrado adecuar los atributos del
pensamiento y de la extensión, han tomado el control sobre sus propias pasiones "tristes" y
han conquistado la suprema Letitia -la alegría- de com-partir, de reconocerse en el rostro de
los otros, de la humanidad entera. Pero ese es el camino de la experiencia de la conciencia
hegeliana: es el camino que nos conduce de la certeza sensible a la eticidad y al saber
absoluto, el camino que transita del Yo al Nosotros.