Erikson. Infancia y Sociedad (8 Edades de La Vida)

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    ERIK H. ERIKSON

    I N F A N C I A Y

    S O C I E D A D

    Prlogo a la segunda edicin en castellano por l

    Dr. EMILIO .RODRIGU

    r , j I n s t . S u p , d e l P r o f . " S A N B E N I T O " | I b s c c i o n : ;

    ; / ! I N V E N T A R I O N ' 33f

    EDICIONES HORM S. A. E.

    Distribucin exclusiva EDITORIAL PAIDOS

    BUENOS AIRES

  • Ttulo del original ingls

    CfflLDHOOD AND SoCTBTY

    Editado por W. W. Norton Company Inc. N. York

    Traduccin de la segunda edicin norteamericana corregida y aumentada por

    NOEMI ROSENBLATT

    l lu . edicin: 1987

    I. S. B. N. 950 - 618 - 000 - 8

    Copyright de todas las ediciones en castellano por

    EDICIONES HORM S. A. E. Castillo 540 Buenos Aires

    Queda hecho el depsito que previene la ley 11.723 IMPRESO EN LA ARGENTINA

  • CAPITULO 7

    O C H O EDADES D E L HOMBRE

    1. CONFIANZA BSICA VERSUS DESCONFIANZA BSICA

    LA PRIMERA demostracin de confianza social en el nio pequeo es la facilidad de su alimentacin, la profundidad de su sueo y la relacin de sus intestinos. La experiencia de una regulacin mutua entre sus capacidades cada vez ms receptivas y las tcnicas maternales de abastecimiento, lo ayuda gradualmente a contrarres-tar el malestar provocado por la inmadurez de la homeostasis con que ha nacido. En sus horas de vigilia, cuyo nmero va en au-mento, comprueba que aventuras cada vez ms frecuentes de los sentidos despiertan una sensacin de familiaridad, de coincidencia con un sentimiento de bondad interior. Las formas del bienestar, y las personas asociadas a ellas, se vuelven tan familiares como el corrosivo malestar intestinal. El primer logro social del nio, en-tonces, es su disposicin a permitir que la madre se aleje de su lado sin experimentar indebida ansiedad o rabia, porque aqulla se ha convertido en una certeza interior as como en algo exterior previsible. Tal persistencia, continuidad e identidad de la expe-riencia proporcionan un sentimiento rudimentario de identidad yoica que depende, segn creo, del reconocimiento de que existe una poblacin interna de nsaciones e imgenes recordadas y an-ticipadas que estn firmemente correlacionadas con la poblacin externa de cosas y personas familiares y previsibles.

    Lo que aqu llamamos confianza coincide con el trmino utili-zado por Therese Benedek. Si prefiero esta palabra es porque hay en ella ms ingenuidad y mutualidad: s puede decir que un nio tiene confianza y, en cambio, sera ir demasiado lejos afirmar que experimenta seguridad. Adems, el estado general de confianza implica no slo que uno ha aprendido a confiar en la mismidad y la continuidad de los proveedores externos, sino tambin que uno puede confiar en uno mismo y en la capacidad de los propios r-ganos para enfrentar las urgencias, y que uno es capaz de conside-

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    rarse suficientemente digno de confianza como para que los pro veedores no necesiten estar en guardia para evitar un mordisco.

    El ensayo y la verificacin constantes de la relacin entre aden-tro y afuera tiene su prueba crucial durante las rabietas de la etapa del morder, cuando los dientes provocan dolor desde adentro y cuando los amigos externos demuestran no servir de mucho o se apartan de la nica accin que parece ofrecer algn alivio: morder. No se trata de que la aparicin de los dientes provoque todas las horribles consecuencias que a veces se le atribuyen. Como ya se seal, el nio se ve ahora llevado a "tomar" ms, pero las presencias deseadas tienden a eludirlo: el pezn y el pecho, y la atencin y el cuidado concentrados de la madre. La aparicin de los dientes parece tener una significacin prototpica y podra muy bien constituir el modelo de la tendencia masoquista a lograr un bienestar cruel disfrutando con el propio dolor toda vez que a uno le resulta imposible impedir una prdida significativa.

    En psicopatologa, la mejor manera de estudiar la ausencia de confianza bsica consiste en observarla en la esquizofrenia infantil, mientras que la debilidad subyacente de esa confianza a lo largo de toda una vida resulta evidente en las personalidades adultas en las que es habitual un retraimiento hacia estados esquizoides y de-presivos. Se ha comprobado que en tales casos, el restablecimiento de un estado de confianza constituye el requisito bsico para la terapia, pues cualesquiera hayan sido las circunstancias que pro-vocaron un derrumbe psictico, el carcter bizarro y el retraimiento de la conducta de muchos individuos muy enfermos oculta un intento por recuperar la mutualidad social mediante una verifica-cin de las lneas fronterizas entre los sentidos y la realidad fsica, entre las palabras y los significados sociales.

    El psicoanlisis supone que el temprano proceso de diferencia-cin entre adentro y afuera es el origen de la proyeccin y la introyeccin que permanecen como dos de nuestros ms profun-dos y peligrosos mecanismos de defensa. En la introyeccin senti-mos y actuamos como si una bondad exterior se hubiera convertido en una certeza interior. En la proyeccin, experimentamos un da-o interno como externo: atribuimos a personas significativas el mal que en realidad existe en nosotros. Se supone, entonces, que estos dos mecanismos, la proyeccin y la introyeccin, estn mo-delados segn lo que tiene lugar en los nios cuando stos quieren externalizar el dolor e internalizar el placer, intento que en ltima instancia debe ceder ante el testimonio de los sentidos en madu-racin y, en ltima instancia, de la razn. -En la edad adulta, estos mecanismos reaparecen, ms o menos normalmente, en las crisis agudas del amor, la confianza y la fe y pueden caracterizar

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    las actitudes irracionales hacia los adversarios y los enemigos en las masas de individuos "maduros".

    El firme establecimiento de patrones perdurables para la solu-cin del conflicto nuclear de la confianza bsica versus la descon-fianza bsica en la mera existencia constituye la primera tarea del yo, y por ende, en primer lugar, una tarea para el cuidado ma-terno. Pero corresponde decir aqu que la cantidad de confianza derivada de la ms temprana experiencia infantil no parece depen-der de cantidades absolutas de alimento o demostraciones de amor, sino ms bien de la cualidad de la relacin materna. Las madres crean en sus hijos un sentimiento de confianza mediante ese tipo de manejo que en su cualidad combina el cuidado sensible de las necesidades individuales del nio y un firme sentido de confiabi-lidad personal dentro del marco seguro del estilo de vida de su cultura. Esto crea en el nio la base para un sentimiento de iden-tidad que ms tarde combinar un sentimiento de ser "aceptable", de ser uno mismo y de convertirse en lo que la otra gente confa en que uno llegar a ser. Por lo tanto, dentro de ciertos lmites previamente definidos como los "debe" del cuidado infantil, hay pocas frustraciones en sta o en las etapas siguientes que el nio en crecimiento no pueda soportar, si la frustracin lleva a la ex-periencia siempre renovada de una mayor mismidad y una conti-nuidad ms marcada del desarrollo, a una integracin final del ciclo de vida individual con algn sentimiento de pertenencia sig-nificativa ms amplia. Los padres no slo deben contar con ciertas maneras de guiar a travs de la prohibicin y el permiso, sino que tambin deben estar en condiciones de representar para el nio una conviccin profunda, casi somtica, de que todo lo que hacen tiene un significado. En ltima instancia, los nios no se vuelven

    . neurticos a causa de frustraciones, sino de la falta o la prdida de significado social en esas frustraciones.

    Pero incluso bajo las circunstancias ms favorables, esta etapa parece introducir en la vida psquica un sentimiento de divisin interior y de nostalgia universal por un paraso perdido, del que se convierte en prototipo. La confianza bsica debe mantenerse a travs de toda la vida precisamente frente a esta poderosa combi-nacin de un sentimiento de haber sido despojado, dividido, y abandonado.

    Cada etapa y crisis sucesiva tiene una relacin especial con uno de los elementos bsicos de la sociedad, y ello por la simple razn de que el ciclo de la vida humana y las instituciones del hombre han evolucionado juntos. En este captulo slo podemos mencionar, despus de describir cada etapa, qu elemento brko de la organizacin social est relacionado con ella. Se trata de

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    una relacin doble: el hombre trae a esas instituciones los restos de su mentalidad infantil y su fervor juvenil, y recibe'de ellas, siempre y cuando logren conservar su realidad, un refuerzo para sus adquisiciones infantiles.. -'i :.-; /

    La fe de los padres que sustenta la confianza que emerge er. el recin nacido, ha buscado a travs de toda la historia, su salva-guardia institucional (y ha encontrado a veces su ms grande ene-migo) en la religin organizada. La confianza nacidaidekcidad es, de hecho, la piedra de toque de la realidad de una religin dada. , Todas las religiones tienen en comn el abandono peridico de tipo infantil en manos de un Proveedor o proveedores, que dispensan fortuna terrenal as como salud espiritual; alguna demostracin de la pequenez del hombre a travs de una postura disminuida y un gesto humilde; la admisin en la plegaria y en la canciri de ma-las acciones, de malos pensamientos y malas intenciones; ama fer viente splica de unificacin interior a travs d ha gua divina; y, por ltimo, la comprensin de que la confianza individual debe convertirse en una fe comn, la desconfianza individual ew un mal comnmente formulado mientras que la restauracin de in-dividuo debe llegar a formar parte de la prctica ritual de muchos y convertirse en un signo de conflabilidad en la .comunidad". Hemos ilustrado la forma en que las tribus quei se manejan con un solo sector de la naturaleza desarrollan una magia colectiva que parece tratar a los Proveedores Sobrenaturales del aliment v la fortuna como si estuvieran enojados y fuera necesario apaciguarlos a travs de la plegaria y la autotortura. Las religiones primitivas, la capa ms primitiva en todas las religiones, y la veta religiosa en cada individuo, abundan en esfuerzos de expiacin >qe intentan compensar vagas acciones cometidas contra una matriz materna y restablecer la fe en la bondad de los propios esfuerzos-y en> la

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    2. AUTONOMA VERSUS VERGENZA Y DUDA

    Al describir el crecimiento y las crisis del ser humano como una serie de actitudes bsicas alternativas tales como confianza y desconfianzaiecurrimos al trmino "sentimiento de"* aunque a) igual^ejnrj'''serUimiento de salud", o un "sentimiento de no estar bien'V i troisimilares, se infiltra en k superficie y la profun-ddad,ert la conciencia y en el inconsciente. Son pues, al mismo tiempo, maneras de experimentar accesibles a la introspeccin; ma-neras d comportarse, observables por otros; y estados interiores ihconscientesi que resulta posible determinar a travs de tests y idel anlisis;.i Efe importante tener presente estas tres dimensiones a medida que avancemos. r s La maduracin muscular prepara el escenario para la experi-mentcin con dos series simultneas de modalidades sociales: afe-rrar y soltar.; Gomo ocurre con todas esas modalidades, sus con-flictos bsicos pueden llevar en ltima instancia a expectativas y actitudes hostiles o bondadosas. As, aferrar puede llegar a signi-ficar retener o restringir en forma destructiva y cruel, y puede convertirse en un patrn de cuidado: tener y conservar. Asimismo, soltar puede oonvertirse en una liberacin hostil de fuerzas des-tructivas, o bien en un afable "dejar pasar" y "dejar vivir".

    Por lo tanto, el control exterior en esta etapa debe ser firme-mente tranquilizador. El nio debe llegar a sentir que la fe bsica en a existencia que es el tesoro perdurable salvado de las rabietas d e l etapa oral, o correr peligro ante su sbito cambio de acti-tud, .este de,seo repentino y violento de elegir por su propia cuenta, de i apoderarse de cosas con actitud exigente y de eliminar empe

    : tinadarnente. La firmeza debe protegerlo contra la anarqua po-tencial de su sentido de discriminacin an no adiestrado, su in capacidad pdralretener y soltar con discrecin. Al tiempo que su medio ambiente lo:alienta "a pararse sobre sus*propios pies", debe protegerlo tambin contra las experiencias arbitrarias y carentes de sentido de la vergenza y la temprana duda.

    Este ltimo peligro es el que mejor conocemos, pues si se niega al nio la experiencia gradual y bien guiada de la autonoma de la libre leccin (en "avergonzar" y que algunos pueblos primi-tivos utilizan en forria^tan exclusiva. La vergenza visual precede a la culpa auditiva^ que es un sentimiento de maldad que uno experimenta en total soledad, cuando nadie observa y cuando todo est en silencio, excepto la voz del supery. Esa vergenza explota un creciente sentimiento de pequenez, que puede desarrollarse slo cuando el nioi es capaz de ponerse de pie y percibir las medidas relativas de tamao y poder.

    La provocacin excesiva de vergenza no lleva al nio a una correccin genuiha, sino a una secreta decisin de tratar de hacer las cosas impnemerite, sin que nadie lo vea, cuando no trae como resultado una desafiante desvergenza. Hay una notable balada norteamericana en la que un asesino a quien se colgar ante los ojos de la comunidad, en lugar de sentirse justamente castigado, comienza a burlarse] d los presentes, concluyendo cada frase de desafo con estas pjj|bras: "Dios maldiga vuestros ojos". Ms de un nio pequeo, &\ que se ha hecho avergonzar ms all de lo que puede soporta ,^ experimenta permanentes deseos (aunque sin contar con ej vjQr o las palabras) de expresar su desafio en trminos similares JLq que quiero dar a entender a travs de esta siniestra referen^,

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    creencia en la infalibilidad de quienes emiten ese juicio. Puede mostrarse propenso a dar vuelta las cosas, a considerar como malo slo el hecho de que esas personas existen: su oportunidad llegar cuando se hayan ido, o cuando l se haya alejado.

    La duda es hermana de la vergenza. Cuando la vergenza depende de la conciencia de estar vertical y expuesto,' la duda, se-gn me lleva a, creer la observacin clnica, tiene mucho, que ver con la conciencia de tener un reverso y un anverso, y sobre todo un "detrs". Pues esa rea del cuerpo, con su foco agresivo y libidinl en los esfnteres y en las nalgas, queda fuera del alcance de los ojos del nio, y en cambio puede estar dominada por la vo-luntad de los otros. El "atrs" es el continente oscuro del pequeo ser, un rea del cuerpo que puede ser mgicamente dominada y efectivamente invadida por quienes se muestran dispuestos a ata-car el propio poder de autonoma y quienes califican en trminos duros sos productos de los intestinos que el nio sinti como bue-nos at expulsarlos. Este* sentimiento bsico de .duda con respecto a todo lo que uno ha dejado atrs, constituye uri sustrato para formas posteriores y ms verbales de duda compulsiva; encuentra su expresin adulta en temores paranoicos concernientes a perse-guidores ocultos y a persecuciones secretas qu amenazan desde atrs Cy desde adentro de ese atrs). 1

    Esta etapa, por lo tanto,,se vuelve decisiva iara la proporcin de amor y odio cooperacin y terquedad, libertad de autexpresin y su supresin. Un sentimiento de autocontrol r h prdida de la; autoestimacin da origen a un sentimiento perdurable de buena voluntad y orgullo; un sentimiento de prdida le autocontrol y de un sobrecontrol forneo da origen a una propensin perdurable a la duda y la vergenza. (

    Si algn lector considera que las potencialidades "negativas" de nuestras etapas estn en todo esto algo exageradas, debernos re-cordarle que no se trata tan slo del resultado de una preocupa-cin por los datos clnicos. Los adultos, incluyendo a los aparen-temente maduros y no neurticos, se muestran muy susceptibles con respect una posible y vergonzosa prdida de prestigio y un temor a ser atacados "por detrs", lo cual no slo es sumamente irracional y contradictorio con respecto al cOoctmiento que po-seen, sino que puede ser de tremenda importancia si ciertos senti-mientos relacionados influyen, por ejemplo, ifete las actitudes interraciales e internacionales. '

    Hemos relacionado la confianza bsica con' la institucin de la religin. La necesidad perdurable delirtdrvdud 4e que su volun-tad est reafirmada y delineada dentro d if arden adulto de cosas que al mismo tiempo reafirma y delinea la voluntad de los

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    otros, tiene una salvaguardia institucional e|< el principio 4e la ley y el arelen. En la vida diaria tanto como en los tribunales supe-' riores de justicia nacionales e internacionales este principio asigna a cada uno sus privilegios y limitaciones, sus obligaciones y sus derechos. Un sentido de dignidad apropiada y de independen-cia legtjma por parte de los adultos que lo rodean, proporciona al nio de buena voluntad la expectativa confiada de que Ja ciase de autonoma promovida en la infancia no llevar a una duda o vergenza indebida en la vida posterior. As, el sentimiento de autonoma fomentado en el nio y modificado a medida que la vida avanza, sirve para la preservacin en la vida econmica y poltica de un sentido de la justicia, y a su vez es fomentado por este ltimo.

    3. INICIATIVA VERSUS CULPA

    En todas las etapas hay en cada nio un nuevo milagro de desenvolvimiento vigoroso, que constituye, una nueva; esperanza y una nueva responsabilidad para todos. Tal es el sentido y la cua-lidad esencial de la. iniciativa. Los criterios para todos estos sentidos y cualidades son los mismos: una crisis, ms a menos caracterizada por tanteos y temores, 's*- resuelve en tanto el nio parece repen-tinamente "integrarse", tanto en su persona como en su cuerpo. Paree* "ms l mismo", ms carioso, relajado,ys brillante en su juicio, ms activo y activador. Est, ejt libre posesin de un exce-dente de energa que le permite olvidar rpidamente los fracasos y encajar lo que parece deseable (aunque tambin parezca incierto e incluso peligroso), con un sentido dkeccional integro, y ms pre-ciso. La iniciativa agrega a la autonoma la cualidad de la empresa, el planeamiento y el "ataque" de una tarea por el mero hecho de estar activo y en movimiento, cuando anteriormente el empe-cinamiento inspiraba las, ms de las veces actos de desafo o, poi lo menos, protestas de independencia. j -

    S que para muchos la palabra "iniciativa" tiene una connota-cin norteamericana e industrial. Con todo, la iniciativa es una parte necesaria de todo acto, y el hombre necesita un sentido de la iniciativa para todo lo que aprende y hace, desde recoger fruta hasta un sistema empresario,

    La etapa ambulatoria y la, de la genitalidad infantil suman, al inventario de modalidades sociales bsicas la de "conquistar", pri-mero en el sentido de) "buscar el propio beneficio"; no hay para expresarlo ninguna palabra* mas, simple y ms intensa; sugiere pla-cer en el ataque y la conquista. En el varn, el acento permanece

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    puesto en los modof flico-intrusivos; en l nia, se vuelca a mo-dos de "atrapar" con una actitud ms agresiva de arrebatar o en la forma ms sutil de hacerse atractiva y despertar afecto.

    El peligro de esta etapa radica en un sentimiento de culpa con respecto a las metas planeadas y los actos iniciados en el propio placer exuberante experimentado ante el nuevo poder locomotor y mental: los actos de manipulacin y coercin agresivas que pronto van mucho ms all de la capacidad ejecutiva del orga-nismo y la mente y, por lo tanto, requieren una detencin enr-gica de la iniciativa planeada. Mientras que la autonoma tiene como fin mantener alejados a los rivales potenciales y, por lo tanto, puede llevar a una rabia llena de celos dirigida la mayora de las veces contra los hermanos menores, la iniciativa trae apareada la rivalidad anticipatoria con los que han llegado primero y pueden, por lo tanto, ocupar con su equipo superior el campo hacia el que est dirigida la propia iniciativa. Los celos y la rivalidad infantiles, esos intentos a menudo amargos y no obstante esencialmente inti-les por delimitar Una esfera de privilegio indiscutido, alcanzan ahora su culminacin en una lucha final por una posicin de pri-vilegio frente a la madre; el habitual fracaso lleva a la resignacin, la culpa y la ansiedad. El nio tiene fantasas de ser un gigante y un tigre, pero en sus sueos huye aterrorizado en defensa de su vida. Esta es, entonces, la etapa del "complejo de castracin", el temor intensificado de comprobar que los genitales, ahora enr-gicamente erotizados han sufrido un dao como castigo por las fantasas relacionadas con su excitacin.

    La sexualidad infantil y el tab del incesto, el complejo de castracin y" el supery, se unen aqu para provocar esa crisis especficamente humana durante la cual el nio debe dejar atrs su apego exclusivo y pregenital a los padres e iniciar el lento proceso de convertirse en un progenitor y en un portador de la tradicin. Aqu se produce la ms terrible divisin y transforma-cin en la central energtica emocional, una divisin entre la glo-ria humana potencial y la destruccin total' potencial, pues aqu el nio queda dividido para siempre en su interior. Los fragmentos instintivos que antes haban fomentado el crecimiento de su cuer-po y su mente infantiles ahora se dividen en un grupo infantil que perpeta la exuberancia de los potenciales del crecimiento y un grupo correspondiente a los padres que sustenta e incrementa ia autobservacin, la autoorientacin y el autocastigo.

    Una vez ms se trata de un problema de regulacin mutua. Cuando el nio, tan dispuesto ahora a sobremnipularse, puede desarrollar gradualmente un sentido de responsabilidad moral, cuando puede alcanzar cierta comprensin de las instituciones, las

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    funciones y los roles que permiten su participacin rfespttsable"; encuentra un logro placentero en el manejo de herramientas y armas, de juguetes significativos y en el cuidado de los nios ms pequeos.

    Naturalmente, la serie correspondiente a los padres es al prin-cipio de naturaleza infantil: el hecho de que la conciencia humana siga siendo parcialmente infantil durante toda la vida' constituye el ncleo de la tragedia humana, pues el supery' del nio puede ser primitivo, cruel e inflexible, como se observa eh los casos donde los nios se sobrecontrolan y se sobrerrestringen hasta el punto de la autoanulacin; los casos en que manifiestan stbnroliediericM ms literal que la que el progenitor haba deseado provocar o en los que desarrollan profundas regresiones y resentimientos per-durables porque los padres mismos no parecen vivir a l altura de la nueva conciencia. Uno de los conflictos ms profundo* en la vida es el odio hacia el progenitor que sim tom modelo y ejecutor del supery pero al que, en alguna forma, se dsctibri tratando de realizar impunemente las mismas transgresiones que el nio ya no puede tolerar en s mismo. La suspicacia o la ambi-gedad que en esa forma se mezcla con la cualidad de todo O nada del supery, este rgano de tradicin moral, hace del hom-bre moral (en el sentido moralista) un gran peligro potencial ara su propio yo, y para elde sus semejantes. ;;T d'-.-;

    En la patologa adulta, el conflicto residual refativo a la ini-ciativa se expresa en la negacin histrica, que provoca \^repre-sin del deseo o la anulacin de su rgano ejecutivo mediante la parlisis, la inhibicin o la impotencia; o bien eh el exhibicio-nismo sobrecompensatorio, en el que el individuo atemorizado, tan ansioso por "ocultarse", "asoma la cabeza" en cambio. Hoy eii da tambin es comn una zambullida en la enfermedad psicoso-mtica. Es como si la cultura hubiera llevado al hombre a sobre-publicitarse e identificarse as con su propia propaganda, en el sentido de que slo la enfermedad puede ofrecerle ua va de salida. f

    Pero tampoc^en este caso debemos pensar exclusivamente en la psicopatologa individual, sino en la central energtica.interna de rabia que debe estar sumergida durante esta tapa, tal'cmo algunas de las esperanazs ms caras y las fantasas ms desenfre-nadas quedan reprimidas e inhibidas. La sensacin de "virtud" resultante a menudo la principal recompensa para la bondad-ms tarde puede Volcarse intolerantemente contra los dems bajo la forma de una supervisin moralista permanente, de modo que el empeo predominante llega a'ser la prohibicin y fio la orien-tacin de la iniciativa. Por otro lado, incluso la iniciativa del

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    hombre, moral tiende a rebasar los lmites de la autorrestriccin, permitindole hacer a los dems, en su pas o en otro, lo que no hara'ni tolerara en su propio hogar.

    En vista de los peligros potenciales inherentes a la prolongada infancia del hombre, conviene volver a examinar las primeras etapas de ,1a vida y las posibilidades de guiar a los jvenes mien-tras, an, jo, SJJB. Y aqu observamos que, de acuerdo con la sabi-dura del plan bsico, el nio no est en ningn otro momento tfln dispuesto, a aprender rpida y vidamente, a hacerse ms gran-de &f ,ej sentido de compartir la obligacin y la actividad, que durante^este-perodo de su desarrollo. Est ansioso y es capaz de ha^ er,,las.

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    "industrial" puede hacerlo regresar a la rivalidad familiar ms ais-lada, menos centrada en las herramientas, de la poca edpica. El * nio desespera de sus dotes en el mundo de las herramientas y en la anatoma, y se considera condenado a la mediocridad a la inadecuacin. Es en ese momento que la sociedad ms amplia se vuelve significativa en cuanto a sus maneras de admitir al nio a una comptensin de los roles significativos en su tecnologa y economa. El desarrollo de ms de un nio se ve desbaratado cuando la vida familiar no ha logrado prepararlo para la vida escolar, o cuando sta no alcanza a cumplir las promesas de las etapas previas.

    Con respecto al perodo en que se desarrolla un sentido de la industria, me he referido a obstculos internos y externos en el uso d nuevas capacidades, pero no a las complicaciones que implican nuevos impulsos humanos, ni a la rabia sumergida que re-sulta de su frustracin. Esta etapa difiere de las anteriores en tanto no se trata de una oscilacin desde un cataclismo interior hacia un nuevo dominio. Freud la denomina la etapa de latencia porque los impulsos violentos estn normalmente inactivos. Pero se trata tan slo d un momento de calma antes de la tormenta de J pubertad, cuando todos los impulsos previos reemergen en una nueva combinacin, para caer baj el dominio de la genitalidad.

    Por otro lado, se trata de una etapa muy decisiva desd el punto de vista social: puesto que la industria implica hacer cosas junto a los dems y con ellos, en esta poca se desarrolla Un primer sentido d la divisin del trabajo y de la oportunidad dife-rencial, esto es, del ethos tecnolgico d una cultura. En la lti-ma seccin sealamos el peligro que amenaza al individuo y a la sociedad cuando el escolar comienza a sentir qu el color de su piel, el origen de sus padres o el tipo de ropa que lleva, y no su deseo y su voluntad de aprender, determinan su valor como aprendiz, y por lo tanto) su sentimiento de identidad que ahora debemos considerar. Pero hay otro peligro, ms fundamental, a saber, la autorrestriccin del nombre y la limitacin de sus hori-zontes a fin de que incluyan slo su trabajo, al que, como dice la Biblia, ha sido condenado despus de su expulsin' del paraso. Si acepta el trabajo como su nica obligacin, y 'lo eficaz como el nico criterio de valor, puede convertirse en el conformista y el esclavo irreflexivo de su tecnologa y de quienes se encuentran en situacin de explotarla.

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    5. IDENTIDAD VRSUS CONFUSION D E ROL

    Con el establecimiento de una buena relacin inicial con el .mundo de las habilidades y las herramientas y con el adveni-miento de la pubertad, la infancia propiamente dicha llega a su fin. La juventud comienza. Pero en la pubertad y la adolescen-cia todas las mismidades y continuidades en las que se confiaba previamente vuelven a ponerse hasta cierto punto en duda, debi-do a una rapidez del crecimiento corporal que iguala a Ia.de la temprana infancia, y a causa del nuevo agregado de la madurez genital. Los jvenes que crecen y s desarrollan, enfrentados con esta revolucin fisiolgica en su interior, y con tareas adultas tan-gibles que los aguardan, se preocupan ahora fundamentalmente por lo que parecen ser ante los ojos de los dems en compara-cin con lo que ellos mismos sienten que son, y por el problema relativo a relacionar los roles y las aptitudes cultivadas previamente con los prototipos ocupacionales del momento. En su bsqueda de un nuevo sentimiento de continuidad y mismidad, los adoles-centes deben volver a librar muchas de las batallas de los aos anteriores, aun cuando para hacerlo deban elegir artificialmente a personas bien intencionadas para que desempeen los roles de adversarios; y estn siempre dispuestos a establecer dolos e idea-les perdurables como guardianes de una identidad final.

    La integracin que ahora tiene lugar bajo la forma de iden-tidad yoica es, como ya se seal, ms que la suma de las identifi-caciones infantiles. Es la experiencia acumulada de la capacidad del yo para integrar todas las identificaciones con las vicisitudes de la libido, con las aptitudes desarrolladas a partir de lo congnito y con las oportunidades ofrecidas en los roles sociales. El senti-miento de identidad yoica, entonces, es la confianza acumulada en que la mismidad y la continuidad interiores preparadas en el pasado encuentren su equivalente en la mismidad y la continuidad del significado que uno tiene para los dems, tal como se evi-dencia, en la promesa tangible de una "carrera".

    El peligro de esta etapa es la confusin de rol w . Cuando sta se basa en una marcada duda previa en cuanto a la propia iden-idad sexual, los episodios delincuentes y abiertamente psicticos no son raros. Si se los diagnostica y trata correctamente, tales in-cidentes no tienen la misma significacin fatal que encierran a otras edades. En la mayora de los casos, sin embargo, lo que

    fe

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    HUME

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    perturba a la gente joven es la incapacidad para decidirse por una identidad ocupacional. Para evitar la confusin, se sobreiden-tifican temporariamente, hasta el punto de una aparente prdida completa de la identidad, con los hroes de las camarillas y las multitudes. Esto inicia la etapa del "enamoramiento", que no es en modo alguno total o siquiera primariamente sexual, salvo cuan-do las costumbres as lo exigen. En grado considerable, el amor adolescente constituye un intent por llegar a una definicin de la propia identidad; proyectando la propia imagen yoica difusa en otra persona y logrando as que se refleje y se aclare gradual-mente. A ello se debe que una parte tan considerable del amor juvenil consista en conversacin.

    La gente joven tambin puede ser notablemente exclusivista, y cruel con todos los que son "distintos", en el color de la piel o en la formacin cultural, en Jos gustos y las dotes, y a menu-do en detalles insignificantes de la vestipaenta y los gestos que han sido temporariamente seleccionados como los signos que ca-racterizan al que pertenece al grupo y al que es ajeno a l. Re-sulta importante comprender (lo cual no significa perdonar o cornpartir) tal intolerancia como una defensa contra una confu-sin en el sentimiento de.identidad. Los adolescentes no slo se ayudan temporariamente unos a otros a soportar muchas dificul-tades formando pandillas,.convirtindose en estereotipos, y hacien-do lo mismo con sus idales y sus enemigos, sino .que tambin ponen a prueba perversamente la mutua capacidad para la fide-lidad. La facilidad con qu se aceptan tales, pruebas explica, asi-mismo, la atraccin que las doctrinas totalitarias simples y crue-les ejercen sobre la mente de los jvenes en los pases y las clases que han perdido o estn perdiendo sus identidades grupales (feu-dal, agraria, tribal, nacional) y enfrentan la industrializacin mun-dial, la emancipacin y la comunicacin ms amplia.

    La mente adolescente es esencialmente una mente del mora-torium, una etapa psicosocial entre la infancia y la adultez, y entre'la moral aprendida por el nio y la tica que ha dedes^ rrollar el adulto. Es una mente ideolgica y, de hecho, es la visin ideolgica de la sociedad la que habla ms claramente al adolescente ansioso por vers afirmado por sus iguales y listo para verse confirmado a travs de rituales, credos y programas que, l mismo tiempo, definen el mal, l incomprensible y lo hostil. Por lo tanto, al buscar los valores sociales que guan la identidad, uno enfrenta los problemas de la ideologa y la aristocracia, ambos en su sentido ms amplio posible, segn el cual, dentro de una ima-gen definida del mundo y un ,curs predestinado de la historia, los mejores individuos llegarn al poder, y ste desarrolla lo mejor

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    que hay en la gente. Para no caer en el cinismo o eh la apata, los jvenes deben ser capaces de convencerse de que quienes triun-fan en su mundo adulto anticipado tienen as la obligacin de ser los mejores. Examinaremos ms tarde los peligros que emanan de los ideales humanos sometidos al manejo de las supermqui-nas, estn stas guiadas por ideologas nacionalistas o internacio-nales, comunistas o capitalistas. E n la ltima parte de este libro consideraremos la forma en que las revoluciones de nuestra poca intentan resolver y tambin explotar la profunda necesidad de la juventud de redefinir su. identidad en un mundo industria-lizado.

    6. I N T I M I D A D V E R S U S A I S L A M I E N T O

    La fortaleza adquirida en cualquier etapa se pone a prueba ante la necesidad de trascenderla de modo tal que el individuo pueda arriesgar en la etapa siguiente lo que era ms vulnerable-mente precioso e la anterior.' As, el adulto joven, que surge de la bsqueda de identidad y la insistencia en ella, est ansioso y dispuesto a fundir su identidad con la de otros. Est preparado para la intimidad, esto es, la capacidad de entregarse a afiliaciones y asociaciones concretas y de desarrollar la fuerza tica necesaria para cumplir con tales compromisos, aun cuando stos pueden exi-gir sacrificios significativos. Ahora el cuerpo y e l y o deben ser los amos de los modos orgnicos y de los conflictos nucleares, a fin de poder enfrentar el temor a la prdida yoica en situaciones que exigen autoabandono: en la solidaridad de las afiliaciones es-trechas, en los orgasmos y las uniones sexuales, en la amistad nti-ma y en el combate fsico, en experiencias de inspiracin por parte de los maestros y de intuicin surgida de las profundidades del s mismo. La evitacin de tales experiencias debido a un temor a la prdida del yo puede llevar a un profundo sentido de aisla-miento y a una consiguiente autoabsorcin.

    La contraparte de la intimidad es el distahcjamiento: la dispo-sicin a aislar y, de ser ello necesario, a destruir aquellas fuerzas y personas cuya esencia parece peligrosa para la propia, y cuyo "territorio" parece rebasar los lmites de las propias relaciones n-timas. Los prejuicios as desarrollados (y utilizados y explotados en la poltica y en la guerra) constituyen un producto ms maduro de las repudiaciones ms ciegas que durante la lucha por la iden-tidad establecen una diferencia neta y cruel entre lo familiar y lo forneo. E l peligro de esta etapa es que las relaciones ntimas, competitivas y combativas se experimentan con y contra las mis-mas personas. Pero, a medida que se van delineando las reas

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    .M deber adulto, y a medida que se diferencian el choque com-petitivo y el abrazo sexual, quedan eventualmente sometidas a ese se. muo etico que constituye la caracterstica del adulta

    En trminos estrictos, recin ahora puede desarrollarse plena-mente la verdadera genitalidad, pues gran parte de la vida sexual que precede a estos compromisos corresponde a la bsqueda de identidad, o est dominada por las tendencias flicas o vaginales que hacen de la vida sexual una suerte de combate genital. Por otro lado, con excesiva frecuencia se describe la genitalidad como un estado permanente de dicha sexual recproca. ste, entonces, puede ser el lugar adecuado para completar nuestro examen de la genitalidad.

    A fin de lograr una orientacin bsica en esta cuestin, citar lo que ha llegado hasta m como la declaracin ms breve de Freud. A menudo se afirma, y los malos hbitos de conversacin parecen corroborarlo, que el psicoanlisis como teraputica intenta convencer al paciente d que slo tiene Una obligacin frente a Dios y a sus semejantes.-, tener buenos orgasmos, con un "objeto" adecuado y en forma regular. Desde luego, esto es falso. Alguien le pregunt cierta vez a Freud qu pensaba que una persona nor-mal deba ser capaz de hacer para vivir bien. Es prooaftle cute el interlocutor esperara una respuesta complicada. Pero Freud, en el tono brusco de sus antiguos das, respondi, segn c * rT": Lieben und arbeiten (amar y trabajar). Conviene meditar sobre esfo simple frmula; se vuelve mas profunda a meaiaa que se reflexiona sobre ella. Pues cuando Freud dijo "amor", se refera al amor genital y zl amor genital; cuando dijo amor y trabajo, se refiri a una productividad general en el trabajo que no preocu-para al individuo hasta el punto de hacerlo perder su derecho o su capacidad de ser genital y capaz de amar. As, podemos refle-xionar sobre ella, pero no mejorar la frmula del "profesor".

    La genitalidad, entonces, consiste en la capacidad plena para desarrollar una potencia orgstica tan libre de interferencias pre-genitales que 'la libido genital (no slo los productos sexuales des-cargados a travs de las "vas de salida" de Kinsey) se exprese en la mutualidad heterosexual, con plena sensibilidad tanto del pene como de la vagina, y con una descarga de tipo convulsiva de la tensin en todo el cuerpo. Esta es una manera bastante con-creta de decir algo sobre un proceso qu en realidad no compren-demos. Para expresarlo en trminos ms situacionales: el hecho total de encontrar, a travs del torbellino culminante del orgasmo, Una experiencia suprema de la regulacin mutua de dos seres, de alguna manera anula las hostilidades y la rabia potenciales provo-cadas por la oposicin entre masculino y femenino, realidad y fan-

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    tasa, amor y odio. As, las relaciones sexuales satisfactorias hacen el sexo menos obsesivo, la sobrecompensaein, menos necesaria y los controles sdicos, superfluos.

    Preocupado como estaba por los aspectos curativos, el psico-anlisis a menudo descuid formular el problema de la genitalidad en una forma significativa para los procesos de la sociedad en todas las clases, las naciones y los niveles culturales. El tipo de mutualidad en el orgasmo que el psicoanlisis tiene en cuenta aparentemente se obtiene con facilidad en clases y culturas que han hecho de l una institucin del ocio. En las sociedades ms com-plejas, esta mutualidad est obstaculizada por tantos factores re-lativos a la salud, la tradicin, la oportunidad y el temperamento, que la formulacin adecuada de la salud sexual sera ms bien sta: un ser humano debe ser potencialmente capaz de lograr la mutualidad del orgasmo genital, perd tambin estar constituido de tal modo que pueda soportar un cierto monto de frustracin sin una indebida regresin, toda vez que la preferencia emocio-nal o consideraciones relativas al deber y la lealtad la hagan imperativa.

    Si bien el psicoanlisis ha ido a veces demasiado lejos en la importancia que atribuye a la genitalidad como cura universal para la sociedad, y ha proporcionado as una nueva adiccin y un nuevo bien de consumo a muchos que deseaban interpretar as sus enseanzas, no siempre ha indicado todas las metas que la genitalidad debe en realidad implicar. A fin de encerrar una significacin social perdurable, la utopa de la genitalidad debe-ra incluir:

    1. mutualidad del orgasmo; 2. con un compaero amado; 3. del otro sexo; 4. con quien uno puede y quiere compartir una confianza mutua; 5. y con el que uno puede y quiere regular los ciclos de

    a) el trabajo; b) la procreacin; c) la recreacin;

    6: a fin de asegurar tambin a la descendencia todas las etapas de un desarrollo satisfactorio.

    Es evidente que semejante logro utpico en gran escala no puede constituir una tarea individual o, de hecho, teraputica. Tampoco se trata en modo alguno de un problema puramente sexual. Es parte integral del estilo que una cultura tiene para la seleccin, la cooperacin y la competencia sexuales.

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    El peligro de esta etapa es el aislamiento, esto es, la evitacin de contactos que llaman a la intimidad. En psicopatologa, ese trastorno puede llevar a serios "problemas de carcter". Por otro lado, hay vnculos que equivalen a un aislamiento deux, que protegen a sus integrantes de la necesidad de enfrentar el nuevo desarrollo crtico, el de la generatividad.

    7. GENERATIVIDAD VERSUS ESTANCAMIENTO

    En este libro el acento est puesto en las etapas de la infancia; d no ser as, la seccin correspondiente a la generatividad sera necesariamente esencial, pues este trmino abarca el desarrollo evo-lutivo que ha hecho del hombre el animal que ensea e instituye, as como el que aprende. La insistencia, muy de moda hoy da, en dramatizar la dependencia de los nios con respecto a los adultos a menudo nos hace pasar por alto la dependencia que la generacin ms vieja tiene con respecto a la ms joven. El hom-bre maduro necesita sentirse necesitado, y la madurez necesita la gua y el aliento de aquello que ha producido y que debe cuidar.

    La generatividad, entonces,: es en esencia la preocupacin por establecer y guiar a la nueva generacin, aunque hay individuos que, por alguna desgracia o debido a dotes especiales y genuinas en otros sentidos, no aplican este impulso a su propia descenden-cia. Y, de hecho, el concepto de generatividad incluye sinnimos ms populares tales como productividad y creatividad que, sin em-bargo, no pueden reemplazarlo.

    El psicoanlisis necesit algn tiempo para comprender que la capacidad de perderse en el encuentro entre dos cuerpos y dos mentes lleva a una expansin gradual de los intereses del yo y a una inversin libidinal en aquello que se genera en esa forma. La generatividad constituye as una etapa esencial en el desarrollo psicosexual y tambin en el psicosocial. Cuando tal enriqueci-miento falta por completo, tiene lugar una regresin a una nece-sidad obsesiva de pseudointimidad, a menudo con un sentimiento , general de estancamiento y empobrecimiento personal. Los indi-viduos, entonces, comienzan a tratarse a s mismos cmo si fueran su propio y nico hijo y, cuando las condiciones los favorecen, la temprana invalidez fsica o psicolgica se convierte en el vehculo de esa autopreocupacin. El mero hecho de tener o incluso de desear tener hijos, sin embargo, no basta para alcanzar la genera-tividad. De hecho, parecera que algunos padres jvenes suhen a causa de la demora con que aparece la capacidad para desarrollar esta etapa. Las razones se encuentran a menudo en las impresiones

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    de la temprana infancia, en un excesivo autoamor basado en Una personalidad demasiado laboriosamente, autofabricada, y por l-timo Cy aqu volvemos al principio) en la falta de alguna fe, de una alguna "creencia en la especie", que convirtiera a un nio en una responsabilidad que la comunidad acoge de buen grado.

    En cuanto a las instituciones que protegen y refuerzan la ge-' neratividad, slo cabe decir que todas las instituciones codifican la tica de la sucesin generativa. Incluso cuando la tradicin filo-sfica y espiritual sugiere el renunciamiento al derecho a procrear o a producir, ese temprano vuelco a "las cuestiones ltimas", cuan-do est instituido en los movimientos monsticos, tiende a resolver al mismo tiempo el problema de. su relacin con el Cuidado de las criaturas de este mundo y con la Caridad que lo trasciende.

    Si ste fuera un libro sobre la vida adulta, resultara indispen-sable y provechoso comparar ahora las teoras econmicas y psico-lgicas (comenzando con las extraas convergencias y divergencias entre Marx y Freud) y pasar luego a examinar la relacin del hombre con su produccin as como con su progenie.

    8. INTEGRIDAD D E L YO VERSUS DESESPERACIN

    Slo en el individuo que en alguna forma ha cuidado de cosas y personas y se ha adaptado a los triunfos y las desilusiones inhe-rentes al hecho de ser el generador de otros seres humanos o el generador de productos e ideas, puede madurar gradualmente el fruto de estas siete etapas. No conozco mejor trmino para ello que el de integridad del yo. A falta de una definicin clara, sea-lar unos pocos elementos que caracterizan dicho estado. Es la seguridad acumulada del yo con respecto a su tendencia al orden y el significado. Es un amor postnarcisista del yo humano no el s mismo como una experiencia que transmite un cierto orden del mundo y sentido espiritual, por mucho que se haya debido pagar por ella. Es la aceptacin del propio y nico ciclo de vida como algo que deba ser y que, necesariamente, no permita sus-titucin alguna: significa as un amor nuevo y distinto hacia los propios padres. Es una camaradera con las formas organizadoras de pocas remotas y con actividades distintas, tal como se expresan en los productos y en los dichos simples de tales tiempos y activi-dades. Aunque percibe la relatividad de los diversos estilos de vida que han otorgado significado al esfuerzo humano, el poseedor de integridad est siempre listo para defender la dignidad de su propio estilo de vida contra toda amenaza fsica y econmica. Pues

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    sabe que una vida individual es la coincidencia accidental de slo un ciclo d vida con slo un fragmento de la historia; y que para l toda integridad humana se mantiene o se derrumba con ese nico estilo de integridad de que l participa. El estilo de inte-gridad desarrollado por su cultura o su civilizacin se convierte as en el "patrimonio de su alma", el sello de su paternidad moral de s mismo (.. .pero el honor / Es patrimonio del alma: Calde-rn). En esa consolidacin final, la muerte pierde carcter ator-mentador.

    La falta o la prdida de esta integracin yoica acumulada se expresa en el temor a la muerte: no se acepta el nico ciclo de vida como lo esencial de la vida. La desesperacin expresa el sen-timiento de que ahora el tiempo que queda es corto, demasiado corto para intentar otra vida y para probar caminos alternativos hacia la integridad. El malestar consigo mismo oculta la desespe-racin, las ms de las veces bajo la forma de mil pequeas sensa-ciones de malestar que no equivalen a un gran remordimiento: mi-lla ptits dguts de soi, dont le total ne fait pas un remords, mais un gene obscure. (Rostand.)

    Para convertirse en un adulto maduro, cada individuo debe desarrollar en grado suficiente todas las cualidades yoicas mencio-nadas, de modo que un indio sabio, un verdadero caballero y un campesino maduro comparten y reconocen unos en otros la etapa final de la integridad. Pero para desarrollar el estilo particular de integridad sugerido por su ubicacin histrica, cada identidad cul-tural utiliza una combinacin particular de estos conflictos, junto con provocaciones y prohibiciones especficas de la sexualidad in-fantil. Los conflictos infantiles se vuelven creadores slo si cuentan con el firme apoyo de las instituciones culturales y las clases diri-gentes especiales que las representan. A fin de acercarse a la inte-gridad o de experimentarla, el individuo debe aprender a seguir a los portadores de imgenes en la religin y en la poltica, en ei orden econmico y en la tecnologa, en la vida aristocrtica y eii las artes y las ciencias. Por lo tanto, la integridad yoica implica una integracin emocional que permite la participacin por con-sentimiento as como la aceptacin de la responsabilidad del li-derazgo.

    El Wbster's Dictionary tiene la gentileza de ayudarnos a com-pletar este bosquejo en una forma circular. Confianza (el primero ;-de nuestros valores yoicos) se define aqu como "la seguridad con ; respecto a la integridad de otro", el ltimo de nuestros valores. Sospecho que Webster se refera a los negocios antes que a los-nios, y al crdito antes que a la fe. Pero la formulacin sigue

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    siendo vlida. Y parece posible parafrasear an ms la relacin entre la integridad adulta y la confianza infantil diciendo que los nios sanos no temern a la vida si sus mayores tienen la integri-dad necesaria como para no temer a la muerte.

    9. U N DIAGRAMA EPIGENTICO

    En este libro el acento est puesto en las etapas de la infancia. Con todo, la concepcin precedente del ciclo de vida necesita un tratamiento sistemtico. Para prepararlo, concluir este captulo con un diagrama. En l, como en el diagrama de las zonas y mo-dos pregenitales, la diagonal representa la secuencia normativa de adquisiciones psicosociales realizadas a medida que en cada etapa un nuevo conflicto nuclear agrega una nueva cualidad yoica, un nuevo criterio de fortaleza humana acumulada. Por debajo de la diagonal hay un espacio para los precursores de cada una de estas soluciones, todas las cuales existen desde el principio; sobre la dia-gonal hay un espacio para los derivados de esas adquisiciones y sus transformaciones en la personalidad ya madura y en madu-racin.

    Los supuestos subyacentes a tal diagrama son: 1) que la perso-nalidad humana se desarrolla en principio de acuerdo con pasos predeterminados en la disposicin de la persona en crecimiento a dejarse llevar hacia un radio social cada vez ms amplio, a tomar conciencia de l y a interactuar con l; 2) que la sociedad tiende en principio a estar constituida de tal modo que satisface y provo-ca esta sucesin de potencialidades para la interaccin y de inten-tos para salvaguardar y fomentar el ritmo adecuado y la secuencia adecuada de su desenvolvimiento. ste es el "mantenimiento del mundo humano".

    Pero un diagrama slo es una herramienta que ayuda a pensar y no puede aspirar a ser una prescripcin que debe seguirse, sea en la prctica de la educacin infantil, en la psicoterapia o en la metodologa del estudio del nio. Al presentar las etapas psico-sociales bajo la forma de un diagrama epigentico, anlogo al que se utiliz en el Captulo 2 para un anlisis de las etapas psico-sexuales de Freud, lo hacemos teniendo en cuenta pasos metodo-

    . lgicos definidos y delimitados. Uno de los propsitos de este trabajo es el de facilitar la comparacin de las etapas que Freud discerni en un principio como sexuales, con otros programas del desarrollo (fsico, cognoscitivo). Pero todo diagrama delimita tan slo un plan y no debe entenderse que nuestro bosquejo del pro-

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    grama psicosocial aspira a implicar oscuras generalidades con res-pecto a otros aspectos del desarrollo o incluso de la existencia. Si el diagrama, por ejemplo, enumera una serie de conflictos o crisis, no consideramos todo desarrollo como una serie de crisis: slo afir-mamos que el desarrollo psicosocial procede segn pasos crticos, siendo lo "crtico" una caracterstica de los cambios decisivos, de los momentos de eleccin entre el progreso y la regresin, la inte-gracin y el retardo.

    Quizs convenga formular ahora las consecuencias metodol-gicas de una matriz epigentica. Los cuadrados de trazo ms grue-so sobre la diagonal significan tanto una secuencia de etapas como un desarrollo gradual de las partes constitutivas: en otras palabras, el diagrama formaliza una progresin a travs del tiempo de una diferenciacin de las partes. Ello indica: 1) que cada tem crtico de fortaleza psicosocial considerado aqu es sistemticamente rela-cionado con todos los dems, y que todos ellos dependen del des-arrollo apropiado, en la secuencia adecuada, de cada tem, y 2) que cada tem existe en alguna forma antes de que llegue normal-mente su momento crtico.

    Si digo, por ejemplo, que una proporcin favorable de con-fianza bsica con respecto a la desconfianza bsica constituye el primer paso en la adaptacin psicosocial, y una proporcin favo-rable de voluntad autnoma con respecto a la vergenza y la duda, el segundo, la afirmacirf diagramtica correspondiente, expresa un nmero de relaciones fundamentales que existen entre los dos pasos, as como algunos hechos esenciales para ambos. Cada uno de ellos llega a su culminacin, enfrenta su crisis y encuentra su solucin perdurable durante la etapa indicada. Pero todas deben existir desde el comienzo en alguna forma, pues todo acto requiere una integracin de todos los otros actos. Asimismo, un nio puede mostrar algo similar a la "autonoma" desde el comienzo, en la forma particular en que intenta airadamente liberarse cuando se siente apretado. Con todo, en condiciones normales, slo du-rante el segundo ao comienza a experimentar toda la oposicin crtica que significa ser una criatura autnoma y, al mismo tiempo, dependiente; y slo entonces est listo para un encuentro decisivo con su medio ambiente, un ambiente que, a su vez, se siente lla-mado a transmitirle sus ideas y conceptos particulares de autonoma y coercin en formas que contribuyen decisivamente al carcter y la salud de su personalidad en su cultura. Es este encuentro, junto con la crisis resultante, lo que hemos descripto tentativa-mente en cada etapa. En cuanto al pasaje de una etapa a la si-guiente, la diagonal indica la secuencia a seguir. Con todo, tam-

    INFANCIA Y SOCIEDAD 245

    bien deja lugar para variaciones en el ritmo y la intensidad. Un individuo, o una cultura, pueden demorarse excesivamente en la confianza y pasar de I I , salteando 12, a 112, o bien una progresin acelerada puede desplazarse desde I I , salteando II I , a 112. Con todo, se supone que cada una de tales aceleraciones o retardos (re-lativos) tiene una influencia modificadora sobre todas las etapas posteriores.

    SENSORIO ORAl

    CONFIANZA VS

    OESCONFIANZA

    AUTONOMIA MUSCULAR VS ANAl VERGENZA.

    OVO* -

    LOCOMOTOR' GENITAL

    INICIATIVA S

    Fio. 11

    As, un diagrama epigentico presenta un sistema de etapas mutuamente dependientes; y si bien las etapas individuales pueden haber sido exploradas en forma ms o menos completa o denomi-nadas en forma ms o menos adecuada, el diagrama sugiere que su estudio se efecte teniendo siempre en cuenta la configuracin total de las etapas. El diagrama invita, pues, a una elaboracin de todos sus recuadros vacos: si hemos anotado Confianza Bsica en I I e Integridad en VIII 8, dejamos planteado el interrogante en cuanto a qu podra haber llegado a ser la confianza en una etapa dominada por la necesidad de integridad, tal como lo hacemos en cuanto a las caractersticas que puede tener e incluso qu nombres puede recibir en la etapa dominada por una tendencia a la auto-noma (II 1). Slo queremos acentuar que la confianza debe haberse desarrollado por derecho propio, antes de convertirse en algo ms que el encuentro crtico en el que se desarrolla la auto-noma, y as sucesivamente, siguiendo la lnea vertical. Si, en la ltima etapa (VIH 1) cabe esperar que la confianza se haya convertido en la fe ms madura que una persona que envejece puede alcanzar en su marco cultural y su perodo histrico, el cuadro permite la consideracin no slo de lo que debe ser la an-cianidad, sino tambin de cules deben haber sido sus etapas preparatorias. Todo esto debera poner en claro que un cuadro de

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    la epignesis sugiere una forma global de pensar y repensar que deja los detalles relativos a la metodologa y la terminologa para un estudio ulterior 4 0.

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    4 0 Para dejar esta cuestin realmente abierta, sera necesario evitar ciertos usos errneos de toda esta concepcin. Entre ellos est el supuesto de que el sentimiento de confianza (y todos los otros sentimientos "posi-tivos" postulados) constituye un logro, alcanzado de una vez y para siem-pre en un estado determinado. De hecho, algunos autores estn tan empe-ados en construir una escala de logros a partir de estas etapas, que

    INFANCIA Y SOCIEDAD 247

    omiten alegremente todos los sentimientos "negativos" (desconfianza b-sica, etc.), que son y siguen siendo durante toda la vida la contraparte dinmica de los "positivos". E l supuesto de que en cada etapa se alcanza una bondad que es impermeable a nuevos conflictos internos y a las con-diciones cambiantes constituye, segn creo, una proyeccin en el desarrollo intantil de esa ideologa del xito que puede impregnar tan peligrosamente nuestras ensoaciones privadas y pblicas y puede volvernos ineptos en la lucna por una existencia significativa en una nueva era industrial de la historia. La personalidad lucha continuamente con los peligros de la exis-tencia, tal como el metabolismo del cuerpo lo hace con el deterioro. Cuando llegamos a diagnosticar un estado de fortaleza relativa y los sn-tomas de su menoscabo, slo enfrentamos ms claramente las paradojas y Jas trgicas potencialidades de la vida humana. 1

    E l hecho de despojar a las etapas de todo salvo sus "logeos" tiene su contraparte en los intentos por describirlas o estudiarlas como "rasgos" o "aspiraciones", sin construir primero un puente sistemtico entre la con-cepcin propuesta en este libro y los conceptos predilectos de otros inves-tigadores. Si lo dicho se parece a una queja, no tiene como fin disimular el hecho de que, al dar a esas fortalezas las designaciones por las cuales han adquirido en el pasado incontables connotaciones de bondad superfi-cial, simpata afectada y virtud demasiado esforzada, he contribuido a crear malentendidos y usos errneos. Creo, con todo, que hay una rela-cin intrnseca entre el yo y el lenguaje y que, a pesar de las vicisitudes pasajeras, ciertas palabras bsicas conservan significados esenciales.

    Desde entonces, he intentado formular para el Humanist trame de Julin Huxley (Alien y Unwin, 1961; Harper & Brothers, 1962), un bosquejo de fortalezas esenciales que la evolucin ha introducido tanto en el plan general de las etapas de la vida como en las instituciones del hombre. Si bien no puedo examinar aqu los problemas metodolgicos involucrados (y agravados por mi uso del trmino "virtudes bsicas"), debera incluir la lista de dichas fortalezas porque constituyen en realidad el resultado perdurable de las "proporciones favorables" mencionadas a cada paso en el captulo sobre etapas psicosociales. Helas aqu:

    Confianza bsica versus desconfianza bsica; impulso y esperanza. Autonoma versus vergenza y duda: autocontrol y fuerza de vo-

    luntad. Iniciativa versus culpa: direccin y propsito. Industria versus inferioridad: mtodo y capacidad. Identidad versus confusin de rol: devocin y fidelidad. Intimidad versus aislamiento: afiliacin y amor. Generatividad versus estancamiento: produccin y cuidado. Integridad del yo versus desesperacin: renunciamiento y sabidura.

    Las palabras en bastardilla se denominan virtudes bsicas porque sin ellas, y su. reemergencia de una generacin a otra, todos los otros sistemas, ms cambiantes, de valores humanos, pierden su espritu y su penitencia. De eita lista, hasta ahora he podido dar una descripcin ms detallada slo de la fidelidad (vase Youth, Change and Challenge, E . H . Erikson, editor, Basic Books, 1963). Pero una vez ms, la lista representa una concepcin total dentro de la cual hay amplia oportunidad para un exa-men de la terminologa y la metodologa. ( E . H . E . )