Escritos sobre la mujer

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Era 1931, el mes de marzo, cuando yo nací. Basilisa. Hasta los trece años no recuerdo ningún trabajo fuera de la casa, los propios de ayudar en el hogar. A esa edad me llevaron a cuidar a una niña. Mi recuerdo de aquello no es muy grato, la niña, la pobre, era llorona y bastante fea; en la casa estaba su abuela, más fea que la nieta y tacaña como jamás lo he visto. Con quince años fui de doncella a casa de un médico en el Sardinero, el doctor Alonso. Allí me encontré a gusto, pues tenían una cocinera muy amable que me trataba con mucho cariño y además con el uniforme que llevaba y sobre todo con mis quince años me veía muy guapa. A los 18 años entré a trabajar para una familia que tenía un almacén de frutas al por mayor. Me hicieron sentir como una más de los suyos y lo más importante es que todos trabajaban y allí no había “señoritos”. Permanecí en este trabajo hasta los veintidós, fue cuando me casé. Una vez casada realicé una de mis ilusiones, que era aprender el corte y la confección. Siempre había admirado a las chicas que habían podido ir. En el matrimonio tuve cuatro hijos, que además de dar que hacer, exigieron que los ingresos aumentaran y para poder compaginar el cuidado de la casa con el trabajo, decidimos comprar una máquina de hacer punto. Tardé más de cuatro meses en aprender su manejo y cuando lo logré, fui capaz de hacer igual un traje que un abrigo. La horas que dediqué fueron tantas que en cuatro años me destrocé la cervicales y tuve que abandonarlo. Como la necesidad de incrementar los ingresos seguía siendo igual, decidimos abrir una tienda de comestibles y en ella trabajé dieciocho años, hasta que me jubilé. A partir de entonces nos dedicamos a disfrutar del tiempo libre. Es una pena que lo mejor se acabe pronto, algunos años más tarde enviudé. Ahora mis ocupaciones son el baile el cante… y la escuela.

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Redacciones de los alumnos

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Page 1: Escritos sobre la mujer

Era 1931, el mes de marzo, cuando yo nací. Basilisa.

Hasta los trece años no recuerdo ningún trabajo fuera de la casa, los propios de

ayudar en el hogar. A esa edad me llevaron a cuidar a una niña. Mi recuerdo de

aquello no es muy grato, la niña, la pobre, era llorona y bastante fea; en la casa

estaba su abuela, más fea que la nieta y tacaña como jamás lo he visto.

Con quince años fui de doncella a casa de un médico en el Sardinero, el doctor

Alonso. Allí me encontré a gusto, pues tenían una cocinera muy amable que me

trataba con mucho cariño y además con el uniforme que llevaba y sobre todo con

mis quince años me veía muy guapa.

A los 18 años entré a trabajar para una familia que tenía un almacén de frutas al por

mayor. Me hicieron sentir como una más de los suyos y lo más importante es que

todos trabajaban y allí no había “señoritos”. Permanecí en este trabajo hasta los

veintidós, fue cuando me casé.

Una vez casada realicé una de mis ilusiones, que era aprender el corte y la

confección. Siempre había admirado a las chicas que habían podido ir. En el

matrimonio tuve cuatro hijos, que además de dar que hacer, exigieron que los

ingresos aumentaran y para poder compaginar el cuidado de la casa con el trabajo,

decidimos comprar una máquina de hacer punto. Tardé más de cuatro meses en

aprender su manejo y cuando lo logré, fui capaz de hacer igual un traje que un

abrigo. La horas que dediqué fueron tantas que en cuatro años me destrocé la

cervicales y tuve que abandonarlo.

Como la necesidad de incrementar los ingresos seguía siendo igual, decidimos abrir

una tienda de comestibles y en ella trabajé dieciocho años, hasta que me jubilé.

A partir de entonces nos dedicamos a disfrutar del tiempo libre. Es una pena que lo

mejor se acabe pronto, algunos años más tarde enviudé.

Ahora mis ocupaciones son el baile el cante… y la escuela.

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Desde mi más tierna infancia, y siempre, me recuerdo trabajando.

Amasando, recogiendo aceitunas, lavando con mi madre, pastoreando con mi padre…

Mi escuela fue el campo; mi padre, el pastor, fue el maestro y las ovejas y los perros,

mis compañeros de clase aprendiendo a leer y escribir.

Recién cumplidos los nueve años, un día, se presentó el “amo” de mi padre en la casa

y le dijo a mi madre: “Emilia, esta muchacha ya tiene edad para ser niñera. Mañana la

llevas a la casa grande”. Mis pobres padres se encontraban entre la espada y la pared,

pasaron toda la noche decidiendo qué hacer; O accedían a las órdenes del

terrateniente o perdían su trabajo, su modo de subsistir. A la mañana siguiente, bien

limpia y con un poco de ropa en el morral, mi madre, de la mano, me llevó a la casa

grande. Nos recibió la tía del ´´señor” que lo primero que quiso fue cortarme el pelo al

modo de los muchachos; gracias a la oposición de mi madre, conservé mis bonitas

trenzas; pero, perdí tantas cosas…

Mi trabajo consistía en cuidar de cinco niños. El mayor era de mi edad y el más

pequeño, un bebé. Aquel niño, el de mi edad, me pateaba, me tiraba del pelo y si me

quejaba la vieja me atizaba en la cabeza. Por la noche al terminar de dormirlos, ya

rendida de puro cansancio, en el primer sueño, llegaban los “señores” del Casino, me

despertaban y me enviaban con los cántaros a por agua a la fuente. El agua era un

bien tan escaso que se formaban en la fuente colas tan largas que solían durar gran

parte de la noche. Tenía que ir a lavar interminables cestos de ropa al río, que en los

días de invierno había que romper los hielos para poder frotar y frota y frotar.

Siempre hubo algún alma caritativa que me ayudara.

Cuando mi hermana pequeña nació, mi madre enfermó de pulmonía y mientras ella se

debatía entre la vida y la muerte mi padre fue a buscarme. ¡Qué alegría al verle! Por fin

se acababan los años de calvario. Aún recuerdo aquellos tiempos como los peores de

mi vida. Pero la tristeza también llegó porque sabía que mi padre se quedaba sin

trabajo. Y mi padre se quedó sin trabajo y vinieron unos años difíciles porque para

pagar las inyecciones de penicilina que necesitaba mi madre, mi padre y yo teníamos

que ir a las cuadrillas a recoger aceitunas, cargar carbón, sacar las tejas y un sinfín de

duros trabajos para salir, a duras penas, adelante.

Cecilia.

Page 3: Escritos sobre la mujer

En los últimos tiempos, se viene observando cómo la mujer ha

ido evolucionando al mismo compás que evolucionaba la

sociedad. Se ha pasado de una generación en la que el trabajo de

la mujer era importante, ya que recaía sobre ella todo el peso de

la familia, las labores de la casa, la educación de los hijos, en el

campo además las tareas agrícolas y ganaderas, a otra que

tiende a buscar su independencia.

Poco a apoco la mujer, luchando, ha ido buscando su sitio en la

sociedad, ha conseguido que la escuchasen, que la valorasen.

Hoy en día la mujer opta a estudios a trabajos en las mismas

condiciones que los hombres.

La mujer de hoy elige formar o no una familia, estar pendientes

de ellos y cuidarlos, a la vez que también, elige trabajar fuera del

hogar y poder ser autosuficiente.

Estas elecciones son las que nos hacen sentir libres y crecer

como personas.

Diana

Page 4: Escritos sobre la mujer

Mi padre fue minero primero y guardia civil después y mi madre fue sastra.

Cuando nací, quedó claro que además del órgano en la iglesia el día de la boda que el

cura que casó a mis padres hizo que tocaran, porque mi padre fue vestido de militar

por no tener dinero para comprarse un traje, otros habían sido los tocados ya que a los

tres meses ya llegué yo.

Mi primer recuerdo del trabajo fue llevar la comida a la mina a mi padre y la pena que

sentía cuando aparecían en el montacargas todos tan sucios y cansados. Casi todos los

días la misma comida: cocido, tortilla y una manzana asada que comía yo siempre.

Mi madre me llevó antes de cumplir los once años a la sastrería donde ella trabajaba

para colocarme de aprendiza pero durante mucho tiempo tuve que quedarme fuera,

escuchando, para demostrar que aún con tan corta edad pondría el interés suficiente

para aprender. Al cabo de un tiempo se compadecieron de mí y fui admitida al taller

con la condición de mentir sobre la edad en el caso de que un inspector apareciera por

el lugar. Yo intentaba hacer mi trabajo como una mujer, pero encontraba dificultades;

a veces cuando iba a entregar algún pedido y no hallaba el lugar me metía en algún

portal a llorar porque había de volver a la sastrería sin haberlo entregado.

A los diecinueve años me casé con un chico de veintitrés que había conocido cuando

yo todavía no tenía catorce y tengo tres hijos que han crecido tanto como el cariño que

nos tenemos. Como la felicidad nuca es completa, uno de mis hijos enfermó de

sarampión y meningitis y el cerebro se le vio afectado dejándole en un estado como si

tuviera siempre cuatro añitos. Desde entonces, cuando aparece algún brote de

pesimismo tengo que levantar la moral de la familia.

Con todo y aunque no recuerde, igual, lo que comí ayer, nunca se me olvidan el frío y

el hambre de mi niñez.

Page 5: Escritos sobre la mujer

Mi infancia y mi juventud. ELVI

Mi infancia la recuerdo con cariño y tristeza; cariño lo tuve todo por parte

de mi tía que me crió, y de mi padre, de mi madre y de mis hermanos.

Sólo en las vacaciones iba a casa de mis padres y era como si fuera de

visita.

Mi padre era un hombre muy culto y me enseñó sobre todo a leer libros,

también me contaba historias sobre la guerra y el toreo que era su gran

pasión.

Mi tía siempre me quiso mucho, pero me crió como una señoritinga, no

hacer nada, sólo estudiar y aprender modales. No me dejaba salir con

nadie, así que cuando pude con diecisiete años cuando conocí al chico de

mi vida, me casé. Como había sido mal enseñada, tuve que aprenderlo

todo para poder llevar una casa, guisar, lavar, planchar…

Pero al poco de que mi vida se fuera haciendo normal y mis cuatro hijos

ya crecidos, llegó la enfermedad de mi marido. Diecisiete años duró su

lucha contra los ictus, hasta que un día tomando un café con mi hermana

nos dijo adiós, sólo que para mí no se ha ido porque sus órganos fueron

donados y pienso que hay mucha gente en la que él vive.

Las depresiones que siguieron a este suceso se van pasando gracias a las

compañeras y los profesores del Centro de Adultos.

Gracias a todos.

Page 6: Escritos sobre la mujer

Mi niñez no fue todo lo que un niño deseara.

Mis padres salían, muy temprano, todos los días a trabajar al campo y

algún día que otro yo podía ir a la escuela.

Con diez años tuve mi primer trabajo, que consistía en llevar agua de las

fuentes públicas a las hogares donde no había. Pagaban una miseria, pero

todo venía bien.

A los doce entré en una casa a cuidar un niño. Poco a poco añaden a mis

obligaciones hacer las camas, limpiar, lavar, planchar…cuatro años.

Harta, me vengo a Santander, con una hermana a otra casa, para cuidar

otro niño y otra vez lo mismo: acabar haciendo de todo. Acabé cuando me

casé.

Los primeros años de matrimonio fueron descansados, pero pronto

empezaron a llegar los niños y el trabajo se multiplico. Primero la crianza,

luego los colegios, llevarlos, traerlos, la casa; muchos días acababas no

pudiendo con la vida. Después los hijos crecen, se casan y llegan los nietos

y vuelta a empezar.

Pero ahora, es tan grande el cariño por los nietos y la adoración que ellos

sienten por mí, que es todo maravilloso.

Page 7: Escritos sobre la mujer

Las mujeres de hoy en día están al nivel del hombre en todos los

sentidos, trabajo, vicios, ocio…valen para todo.

El trabajo nuestro también lo hacen ellas.

La igualdad ya está.

Juan Manuel.

Page 8: Escritos sobre la mujer

La mujer trabaja fuera y dentro de la casa.

Se preocupa del trabajo doméstico.

Va al mercado, hace las compras, acompaña a los

niños al colegio, hace la comida, lava la ropa, la

plancha, los lleva al deporte, les ayuda a hacer los

deberes, los baña, les da la cena y los mete en la

cama.

Como se puede entender la jornada es extensa y

fatigante. Creo que los hombres deberían ser un

poco más comprensivos con las mujeres.

María.

Page 9: Escritos sobre la mujer

Tres años antes de que empezara la Guerra Civil española Nací.

Mi primer recuerdo es el de un hombre que se marchaba, abrazaba a mi madre que

lloraba, y se marchaba: había estallado la guerra. Con la marcha de mi padre empezó el

calvario para su familia.

Pasamos mucha hambre, nos vimos obligados a respigar por los rastrojos, escarbar

buscando alguna patatas olvidada o alguna panoja picada, si los amos de las tierras no

nos veían nos las quitaban.

Alguna vez nos alimentaban en los comedores de la Falange, donde nos hacían cantar

el “caralsol“ con la mano alzada del saludo fascista y también nos humillaban.

Recuerdo que una vez que se me cerró la mano durante el acto, me quitaron el pedazo

de pan que tenía en la otra mano.

Vendíamos arena por las tiendas cuando aún no alcanzaba ni a subirme al burro que la

transportaba. Hacíamos morcillas, vendíamos carne y el mondongo que traía mi madre

del matadero en el consiguió un trabajo, vendía chucherías en la romerías de los

pueblos del contorno y trabajaba en todo aquello que me permitían.

Cuando tenía diez años llegó a casa aquel hombre que yo recordaba vagamente y que

se alejaba y dejaba llorando a mi madre, habían pasado siete años, tres de guerra y

cuatro de cárcel con los perdedores; y un año más tarde volvió mi hermano mayor.

Pensé entonces que con su regreso, al fin yo podría ir a la escuela; pero, no. La vida

siguió igual que antes, sólo que con más trabajo, tenía que atender a dos hombres

más.

Pronto, me casé. Parecía que el trabajo se iba a convertir en el típico de un ama de

casa, sus labores, sus hijos…pero, tampoco. Un accidente laboral a mi esposo me

obligó a salir de mi casa a trabajar de interina, en el que permanecí treinta largos años

, a lo que tenemos que añadir las labores del hogar, la atención a los hijos, y para

“descansar: ” cultivar el huerto.

Esta es la mujer de hoy. Esta soy yo. María Antonia.

Page 10: Escritos sobre la mujer

Castilla. Sus campos. El trigo.

El comienzo de la era industrial en el país. Tenía 13 años y me pusieron

a trabajar en una fábrica de galletas. De las veinte obreras que allí

había, cuatro éramos de mi misma edad y las cuatro trabajábamos igual

que las mayores.

En unos años, trasladaron la empresa y las trabajadores fuimos a parar

a la calle. Sólo nos quedó de aquellos años el reconocernos todas, los

abrazos que nos damos cuando nos vemos y el recuerdo de aquel

tiempos tan bonito.

Más tarde, un hermano mayor que yo, me llevó a Bilbao “a servir” a la

casa de unos señores muy educados y personas excelentes. Fui feliz.

Éramos cuatro compañeras y nos llevábamos muy bien. Qué tendrá la

juventud.

Cuando salí de allí, fue para casarme; y desde entonces, el trabajo ha

sido para mi esposo y mis hijos, y mis nietos. Que no ha sido poco.

Corrijo: que no es poco.

Page 11: Escritos sobre la mujer

La mujer trabaja como el hombre y además

hacen las labores de la casa.

La mujer trabajadora trabaja fuera y dentro

de la casa.

También va a buscar a los niños al colegio,

los da de comer, los baña, les lava la ropa…

Page 12: Escritos sobre la mujer

Hace muchos años que salí de un pueblo costero de la provincia de la

Coruña, llamado Cedeira. Mi padre era Guarda Costas y ese fue el motivo

de viajar. El primer pueblo fue Ribadesella, yo tenía cuatro años y lo

recuerdo con cariño. El siguiente fue Santoña, y de ahí no salí hasta los

veinticinco años; estaba casada.

Mi marido trabajaba en Telefónica y tuve la suerte de conocer otras partes

de España.

Mi infancia fue muy feliz aunque eran años muy duros después de la

maldita guerra, yo tenía cinco años y aún siento el olor de la cueva, del

refugio.

A los diez años comencé a trabajaren el tiempo de la costera del bocarte,

recuerdo que como no llegábamos a la mesa nos colocaban sobre las

tapas de los barriles.

Siempre he estado agradecida por haber podido trabajar en aquellos años

aunque cuando se acababa no había paro, nos decían “hasta nueva orden”

y a casa. Tampoco conseguimos con aquellos trabajos el derecho a

pensión y nos apañamos con la del marido.

Mita.

Page 13: Escritos sobre la mujer

La mujer siempre, o casi siempre, es más lista que el

hombre.

Piensa la mujer de forma distinta. Siempre anda

pendiente de las tareas que hay que hacer, de los hijos,

del marido, siempre recordando las cuestiones

pendientes.

Los hombres por ellas perdemos la cabeza, son coquetas.

Pero, ojo, no siempre hay que darlas la razón.

Ruti.

Page 14: Escritos sobre la mujer

Se han creado muchos tabúes sobre la mujer que trabaja fuera;

de todas formas, a mi parecer la mujer toda la vida ha trabajado,

bien en casa bien en el campo... Ciertamente no se le ha dado su

valor en el hogar, en los colegios, en el trabajo …

Puestos a meditar había que darlas un premio, el mayor que se

les pudiera ofrecer por ser madres, esposas y además

trabajadoras incansables.

Los salarios deberían ser iguales en todas las empresas y

deberían ser mucho más valoradas, tanto es así que por el

trabajo que hacen el hogar serían merecedoras de una buena

remuneración.

Santiago.

Page 15: Escritos sobre la mujer

Sole

Nací como un juguete, la pequeña, la única niña con cinco hermanos

varones. Y mi infancia fue muy feliz

Nací como una muñeca para los niños y en pocos años me convertí en

mujercita de la casa. No llegaba a la piedra de lavar y subida a un banco

lavaba las ropas de mi familia; después me encargaba de las comidas y

de todos los demás trabajos de la casa. Como mi madre trabajaba en la

fábrica de tabaco, tuve que ocupar su lugar y dejar la escuela.

Fui haciéndome mayor y aprovechando que tenía una prima modista, a

mí me gustaba coser, me dediqué a la costura y el ganchillo. Así

conseguí mis primeros dineros.

Me casé y entré asalariada en la fábrica en la que trabajaba mi madre,

pero me duró poco, porque cuando tuve a mi hijo lo dejé; como les

pasa a miles de mujeres.

Volví por un tiempo a coser, esta vez para una cuñada modista de

niños, donde me encargaba de hacer los nidos y demás florituras.

Tampoco duró mucho tiempo. Ya se sabe que el “pret a porter” acabó

en seguida con la confección manual.

Para demostrar lo que he trabajado iba a hacer recuento, pero no he

querido sacar la cuenta, de los platos, cubiertos, vasos y otros cacharros

que he fregado en mi vida ni las prendas que he lavado y he cosido ni

las camas que he hecho… porque, entre otras cosas mucho más

importantes, el número que saldría sería tan alto que no sabría leerlo, y

no es cuestión de dejar mal al maestro. Sole.

Soledad.

Page 16: Escritos sobre la mujer

Mi profesión es la de auxiliar de enfermería.

Mi trabajo consiste en asear a los pacientes para su mejor autonomía. Si la persona se

puede asear ella misma, lo tiene que hacer, siempre bajo la supervisión de la auxiliar.

El paciente que está encamado, se le asea en la cama, si no en el baño geriátrico.

Siempre que se pueda se desplazará con la grúa para mayor seguridad y facilitar el

trabajo al auxiliar.

Se revisa que cada paciente tenga la dieta adecuada, siempre pautada primero por el

médico; bien puede ser una dieta blanda, túrmix, astringente, sosa, normal…

Con la ayuda del ATS se reparten los medicamentos y se controla que se los tomen.

Siempre que se observe cualquier anomalía o alteración en el paciente hay que

ponerlo en conocimiento, lo antes posible, del médico o del ATS.

Se lleva un control diario por medio de unas gráficas la diuresis, deposición y los

cambios posturales. Los cambios posturales se hacen, cada tres horas a los pacientes

encamados, o si por ellos mismos no se pueden mover, para prevenir las escaras.

Al término de cada jornada laboral hay que dejar reflejado para el siguiente turno, en

el libro de actas, cualquier incidencia si la hubiese, como cambios de horarios en

levantar, acostar, medicamentos, dietas, posibles caídas, contenciones si las pauta el

médico…Con todas estas anotaciones, a grandes rasgos, se lleva un mejor control, por

parte de la enfermería, para la salud y el bienestar de los pacientes.

Amparo.

Page 17: Escritos sobre la mujer

Como no me gustaba ir al colegio, a los catorce años empecé a trabajar.

Comencé en un obrador de confitería, y durante un año y medio mi trabajo consistió

en envolver caramelos; envolvía dos y me comía uno. Mi vida era dulce.

Después fui a una sastrería en la que permanecí seis años. Como entonces

entregábamos el sueldo en casa, para poder conseguir dinero propio me llevaba

trabajo a casa, a dos pesetas la hora.

Después me casé y tuve un hijo y una hija, que aunque no cobras sueldo también es

trabajo. Los tienes que sacar de paseo, atenderlos y todo lo que ya sabemos, enseñar

aquello de “mi mamá me mima y yo mimo a mi mamá” y poco más de lo que

sabíamos.

Cuando mis hijos fueron un poco más mayores y creía que ya estaba tranquila, mi

madre enfermó y al poco mi padre también. Estuve trece años cuidándolos todos los

días hasta que encontramos una asistenta que me liberó un poco. En total estaba

veinte horas en casa de mis padres y cuatro en la mía.

Un día la Virgen se llevó a mi madre, recuerdo que ella estaba muy mal y rezábamos

para que acabara; tres meses después también falleció mi padre. Desde entonces trato

de trabajar lo justo y disfrutar de la vida todo lo que puedo.

Concepción.

Page 18: Escritos sobre la mujer

La mujer siempre ha sido trabajadora dentro de su casa, aunque este

trabajo no ha sido aún valorado adecuadamente. De sobra sabemos la

labor que la mujer ha desempeñado dentro del hogar, de su buen hacer y

del protagonismo que casi siempre ha pasado desapercibido.

Del trabajo de la mujer fuera de casa se puede asegurar que nunca se ha

reconocido con justicia. No olvidemos que la mayoría lo hace dentro y

fuera de la casa. Tampoco pasaremos por alto el gran número de mujeres

que son empresarias, dirigiendo su propio negocio y creando nuevos

puestos de trabajo.

La mujer a día de hoy sabe y se atreve con cualquiera de los trabajos que

se ofertan, tenemos buena prueba de ello pues las vemos en todos los

campos laborales.

En cuanto al día tan especial dedicado a la mujer trabajadora, nos viene a

la mente a esas madres de mucho tiempo atrás, que al mismo tiempo que

atendían a sus hijos en casa, tenían que hacer sus labores fuera de ella,

por ejemplo en el campo, y muchas de ellas teniendo a su cargo algún otro

familiar. Esas pasaron sin pena ni gloria, para ellas no hubo su “día

especial”, señores, no podemos ser tan injustos, la mujer trabaja todos los

días y algunas duplican la jornada, para todas ellas un ¡Olé! Y nuestro

reconocimiento por ayudar a construir un mundo mejor.

Consuelo.

Page 19: Escritos sobre la mujer

Mi padre fue minero primero y guardia civil después y mi madre fue sastra.

Cuando nací, quedó claro que además del órgano en la iglesia el día de la boda que el

cura que casó a mis padres hizo que tocaran, porque mi padre fue vestido de militar

por no tener dinero para comprarse un traje, otros habían sido los tocados ya que a los

tres meses ya llegué yo.

Mi primer recuerdo del trabajo fue llevar la comida a la mina a mi padre y la pena que

sentía cuando aparecían en el montacargas todos tan sucios y cansados. Casi todos los

días la misma comida: cocido, tortilla y una manzana asada que comía yo siempre.

Mi madre me llevó antes de cumplir los once años a la sastrería donde ella trabajaba

para colocarme de aprendiza pero durante mucho tiempo tuve que quedarme fuera,

escuchando, para demostrar que aún con tan corta edad pondría el interés suficiente

para aprender. Al cabo de un tiempo se compadecieron de mí y fui admitida al taller

con la condición de mentir sobre la edad en el caso de que un inspector apareciera por

el lugar. Yo intentaba hacer mi trabajo como una mujer, pero encontraba dificultades;

a veces cuando iba a entregar algún pedido y no hallaba el lugar me metía en algún

portal a llorar porque había de volver a la sastrería sin haberlo entregado.

A los diecinueve años me casé con un chico de veintitrés que había conocido cuando

yo todavía no tenía catorce y tengo tres hijos que han crecido tanto como el cariño que

nos tenemos. Como la felicidad nuca es completa, uno de mis hijos enfermó de

sarampión y meningitis y el cerebro se le vio afectado dejándole en un estado como si

tuviera siempre cuatro añitos. Desde entonces, cuando aparece algún brote de

pesimismo tengo que levantar la moral de la familia.

Con todo y aunque no recuerde, igual, lo que comí ayer, nunca se me olvidan el frío y

el hambre de mi niñez.

Eloísa

Page 20: Escritos sobre la mujer

A mis años no es difícil escribir de las épocas anteriores, las presentes son más

halagüeñas.

La mujer no tenía los derechos básicos que nos pertenecen para incorporarnos en las

mismas condiciones que el hombre.

La mujeres entonces estábamos sometidas a ciertas personas, añadiendo nuestra

pareja que sin ningún escrúpulo manipulaban nuestra vida social, hasta el punto de

tenernos sin lo más elemental como la seguridad social, provecho de la política mal

meditada.

Hoy gracias a las presiones que han ejercido esas valientes mujeres no tenemos que

arrodillarnos, eso lo hemos dejado para las iglesias.

Recuerdo que aún nuestros padres preferían vernos con delantal, sin cultura para así

manejarnos a su antojo. De vez en cuando me viene a la memoria los años

desaprovechados sin relación con la cultura y que nos hicieron más ignorantes.

Todo lo relacionado con la mujer va por buen camino hasta que alcancemos lo que

falta por conseguir-

Los servicios sociales tratan de poner en su sitio lo que nos falta, apoyan nuestras

solicitudes de actividades y nos ayudan a superar la nostalgia de tantos años.

Para esas mujeres persistentes, gracias por vuestro trabajo.

Ezequiela.

Page 21: Escritos sobre la mujer

Yolanda.

Nació en una casa muy necesitada y en estado precario, desde muy

pequeña le enseñaron a valorar las pocas cosas que tenían.

Cuando tenía ocho años sus padres se marcharon a otra ciudad y ella se

quedó con su hermana mayor que tenía que salir a trabajar a las seis de la

mañana y ella se quedaba con sus hijos pequeños, les daba el desayuno y

les llevaba al colegio, atendía la casa y a los niños hasta que regresaba a

las ocho de la tarde.

Con catorce años se fue con sus padres que habían comprado un piso

pequeño que había que pagar. Sus padres trabajaban en lo que podían y

ella y su hermana limpiaban y fregaban en la facultad por las mañanas y

cuatro días por la tarde, a 25 pesetas la hora, limpiaban casas.

Fueron tiempos difíciles y había que trabajar para pagar la hipoteca, la luz,

el agua; pero, incluso con la necesidad que pasaban era feliz y nunca se

quejaba.

A los dieciocho años se casó y se fue a vivir a una casa sin luz ni agua. En

un mes quedó embarazada. Su marido perdió el trabajo y hubo de volver a

limpiar casas. Aunque todo eran problemas y dificultades nunca se

quejaba.

Pasaron dos años y les dejaron una casa vieja pero con luz y agua y fue

feliz y nunca se quejaba.

A los 25 años ya había criado cuatro hijos, trabajaba fuera de casa y se

ocupaba del hogar.

Le habían enseñado que trabajar era una manera de vivir y por eso nunca

se quejaba.

Ahora tiene casi cincuenta años, cuatro hijos y una nieta, sigue trabajando

fuera y dentro de la casa y es feliz a pesar del reuma, la artrosis y la

diabetes, pero nunca se queja.

Florencio a su esposa.

Page 22: Escritos sobre la mujer

Terminado mi bachiller superior con las monjitas de Ceceñas, de las que tengo un

santísimo recuerdo, y no queriendo seguir estudiando me coloqué de dependienta en

“Casa Miguel” una mercería de toda la vida. Como no conseguía vender ni un mísero

calcetín, no entiendo por qué, y viendo que me echaban empecé a estudiar

puericultura. –después de un año me echaron.

Para no perder el tiempo, mi madre me ocupó preparándome el ajuar; una pérdida de

tiempo y dinero, pues tengo en el armario desde hace veinticinco años ropas que

acabarán al final en la basura o en Reto.

Seguidamente solicité trabajo en la consulta de un traumatólogo y fui admitida. Allí

estuve seis maravillosos años. Mi vida era completa: un trabajo que me gustaba y

pasármelo bien.

El doctor cerró, de la noche a la mañana, la consulta y me quedé en la calle; pero, esta

vez ya estaba casada y con un hijo recién nacido. Me dedico a la crianza dos años.

Al volver al mundo laboral lo hago en la recepción del Centro Santa Lucía por un

periodo de dos años.

Ya han pasado muchos años, tantos que no quiero sacar la cuenta, y hoy me considero

una experta en ser ama de casa, que no es poco, también administro el sueldo de mi

marido como autónoma independiente. En fin que soy la señora y criada de mi casa.

Guadalupe.

Page 23: Escritos sobre la mujer

Cuando era niña lo pasaba bien y no pensaba más que en divertirme y

jugar con mis hermanos que éramos más o menos de la misma edad,

somos nueve hermanos, siempre no hemos llevado bien.

Yo fui muy poco al colegio, porque tenía que cuidar a mis hermanos

menores. Los mayores se casaron e hicieron sus vidas.

Trabajaba en las faenas de la casa y llevaba a mis dos hermanos pequeños

al colegio. Luego iba a hacer la colada, hacía la comida y después iba a

casa de unos señores a ayudarles a hacer las tareas del hogar. Lo que me

decían mis padres es lo que yo hacía, yo obedecía sin decir nada. Siempre

me ayudaban con amor. Mis padres han sido buenísimos y maravillosos.

Mi padre me ayudó a sacarme el carnet de conducir, en aquel tiempo era

raro ver a una mujer conducir; pero no me sirvió de nada porque me lo

saqué y me casé y me puse a trabajar con mi marido y siempre conducía

él. Mi marido iba primero al trabajo y luego iba yo con mis dos hijos

pequeños. Cuando mi marido iba de viaje a comprar género le tenía que

acompañar. En total, las mujeres valemos y servimos mucho más que los

hombres para la casa, el trabajo de la calle y sobre todo para que nos

pongan en frente.

Josefa.

Page 24: Escritos sobre la mujer

Un día en mi vida.

Me levanto siempre temprano, me ducho para estar más espabilada,

pongo música y desayuno para hacer las cosas de casa. Cuando acabo,

bajo a mis perros a la calle, son madre e hija, son buenísimos, la mayor

tiene ocho años y la hija seis, se llaman Boli y Luna, se vuelven como locos

cuando los saco. Vivo en un sexto, los subo, les echo los cereales y les doy

agua, siempre se quedan en casa juntas, están acostumbradas, son años

ya.

Me voy a comprar las cosas que hacen falta para la casa. Hay días que

tomo café con las amigas, si las veo, pues alguna trabaja. Vuelvo a subir,

guardo en su lugar las compras. A mediodía no estamos para comer, pues

mi marido trabaja en la construcción y ahora está en Asturias, mi hijo

ayuda a mi hermano y familia en los mercados hasta que le den trabajo,

también en la construcción, tiene veintiún años. Así como no me gusta

comer sola, me marcho a comer, muchos días, con mi familia a casa de mi

madre.

También tengo una hija casada de veintitrés años que vive en Vigo. La

añoro muchísimo.

Me gusta venir a los cursos, aprendo cosas nuevas y me lo paso bien.

Juli

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Siento mucha rabia al escuchar: “Día de la mujer trabajadora”

En mi modesta opinión pienso que ese día lo son todos los del año incluyendo festivos y

vacaciones.

Llevo treinta años en el sector de la limpieza, además de pluriempleada por que el sueldo no

da para poder vivir adecuadamente.

Los mismos años llevo trabajando, además, en casa, sin horarios, sin cobrar, sin parar, sin bajas

por enfermedad, sin…

Otro trabajo que he tenido, a la vez que los otros, ha sido el de criar a mis dos hijos, con

muchísimo amor, pero un poco cansada. Éste ha merecido la pena porque les amo.

Y echando la vista atrás, pienso en mi madre, en la madre de mi madre. Todo lo que trabajaron

y nadie les tenía en cuenta.

Otras mujeres estudian y trabajan, crían a sus hijos…para mí son unas heroínas. Otras, las

pobres, trabajan de sol a sol, son niñas y no tienen ni para comer; es una pena que haya tanta

explotación y no podamos hacer nada.

Concluyendo, como decía un personaje que yo escuché en un programa de radio:

“Las mujeres son gladiadoras del hogar”

Merche

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