Escuela Amiga en El Duelo_Revista Aula
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PILAR FEIJOO PORTERO
Camino de Elexabarri, 17-4ºC - 48002 BILBAO
T. 610253084 - [email protected]
1 Licenciada en Pedagogía - Colegiada 3.173 del Colegio de Licenciados de Bizkaia
Terapeuta Familiar - Constelaciones Familiares y Organizacionales
LA ESCUELA: UNA AMIGA EN EL DUELO
(Revista Aula de Innovación Educativa nº 122)
Autoras: Pilar Feijoo Portero, pedagoga y Ana Belén Pardo Porto, psicóloga
Un ratoncito observó que un perro tenía la costumbre de esperarse cada día a la puerta de su casa. Curioso, un día le preguntó que qué hacía. “Espero una carta”, contestó el perro.
El ratoncito entonces escribió una carta, se la entregó al cartero, que era un caracol, y corrió a colocarse jun-to al perro.
Cuando llegó el caracol y le entregó la carta al perro, éste leyó: “soy tu amigo y te escribo porque quiero que estés contento y quiero verte feliz. Firmado, el ratonci-to.i”
Es característico de los buenos amigos hacer algo para acompañar en la tristeza y la soledad. Cuando la escuela se interesa por los alumnos y alumnas que viven una
pérdida, e incita a sus compañeros a entenderles y arroparles, no solo está teniendo
un gesto de humanidad, también está realizando una importante labor educativa.
No es papel de la escuela resolver el duelo ni tomar protagonismo en la resolu-
ción de las dificultades que lo acompañan, pero si lo es tornarse receptiva y, en lugar
de negar o esconder el hecho de la muerte, mostrarse solidaria y acogedora.
Debido a la negación de la muerte, propia de las sociedades modernasii, los ni-
ños y niñas elaboran en solitario sus duelos y se entregan sin guía a la conceptualiza-ción del fenómeno de morir. Lamentablemente, nuestra cultura sobrevalora la alegría
y rehuye el sufrimientoiii.
También es posible constatar en nuestros días la creciente tendencia a mante-nernos al margen de todo lo relacionado con la muerte y, especialmente, la de apartar
a los niños. Aunque se hace con la intención de protegerles, lo cierto es que así no
captan los modelos adultos de afrontamiento del dolor; ni pueden sentirse útiles cola-borando y dando apoyo a sus mayores. Pero lo más grave es que se les impide saber
que es posible enfrentarse con éxito a las dificultades inevitables, y que la unión en la
desgracia nos hace más humanos. Como dice Beckeriv, un enfrentamiento exitoso a la vida requiere que se encuentren métodos eficaces para llegar a un acuerdo con la
eventualidad de la muerte.
PILAR FEIJOO PORTERO
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Por eso, merece la pena que los educadores y educadoras sepamos cómo afron-
tar las reacciones de los alumnos cuando muere alguien cercano, les enseñemos a
respetar y apoyar el duelo de los afectados, y les ayudemos a canalizar la ansiedad asociada a la muerte.
1. QUÉ ES EL DUELO
El duelo es un mecanismo normal y saludable que sirve para asimilar una
pérdida y recuperar las ganas de vivir. El duelo comienza en cuanto se comprende que
hay peligro de muerte para alguien, y termina en el momento en que se recuerda a quien murió sin experimentar un intenso dolor. Aunque aquí nos referimos solo al a
muerte, el duelo se experimenta igualmente frente a otras situaciones de pérdida,
como divorcio, desempleo, enfermedad grave de un ser querido que le imposibilita
para estar presente, cambio de ciudad, etc.
El proceso de duelo se comprende mejor si se recurre al concepto de Síndrome
de Estrés Postraumático; pues las personas afectadas por una pérdida experimentan alteraciones similares a las de quienes sobreviven a accidentes graves y catástrofes.
Éstas consisten en el recuerdo recurrente de los detalles más duros, confusión y sen-
sación de vulnerabilidad, desbordamientos emocionales, pesadillas, y una variedad de síntomas físicos como dolores de cabeza, insomnio o falta de apetito.
Horowitzv estableció que el estrés postraumático ayuda a la autocuración gra-
cias a la asimilación dosificada del suceso. Así, las personas afectadas, al igual que las que están en duelo, alternan momentos de alta emoción con otros en las que no sien-
ten nada en absoluto. Se diría que el cerebro hace un efecto péndulo permitiéndoles
experimentar una dosis adecuada de dolor y un posterior enfriamiento que les permita recuperarse y estar listos para una nueva acometida. La experimentación de la trage-
dia “con descansos” permite la correcta cicatrización de la herida emocional.
Igualmente, el proceso de duelo reestructura la vida emocional, social y espiri-tual de los afectados por la muerte de un allegado. Cuando impedimos o no favore-
cemos que los niños y niñas hagan su duelo, dificultamos su recuperación.
2. QUÉ SIENTEN LOS NIÑOS Y NIÑAS EN DUELO:
Basándonos en Kübler-Rossvi diremos que los niños, al igual que los adultos,
atraviesan por diferentes estados de ánimo:
NEGACIÓN:
En ella no experimentan emoción alguna. Sus padres podrán extrañarse de esa aparente indiferencia y preguntarse si no querían lo suficiente a quien murió.
Pero se trata, como hemos visto, de una simple “anestesia” protectora. La ne-
gación se produce casi siempre al principio del duelo aunque regresa una y otra
vez hasta que el proceso termina.
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TRISTEZA:
A ratos, se aislarán sumidos en una profunda tristeza donde la vida no parecerá
tener sentido. Se les verá apáticos y indiferentes a sus estudios. Tras cada epi-sodio de tristeza, especialmente si pueden llorar y hablar de su pena, se sen-
tirán aliviados y con fuerzas renovadas por un tiempo. Por eso, no conviene de-
cirles cosas como “tienes que ser fuerte” o “Los valientes no lloran”
CULPA: Los niños, especialmente los más pequeños, suelen creer que todo lo que ocu-
rre está relacionado con su persona. Por eso, pueden pensar que el fallecido se
fue porque se portaron mal o porque no les quería. Es importante aclararles que
su muerte no tuvo nada que ver con ellos y que les quería mucho.
MIEDO: Antes o después, comienzan a pensar que la muerte puede venir a por ellos o a
por las personas que más les importan. Es favorable que puedan expresar ese
temor y que la respuesta de los adultos sea respetuosa hacia su sentimiento. Puede consistir en: “Es muy poco probable que eso ocurra ahora, pero es nor-
mal que sientas temor, yo también lo siento a veces. Ven, estemos un ratito
juntos y verás cómo se te pasa”. Para no aumentar la angustia, conviene evitar
cosas como “Está en el cielo con Dios” o “Está descansando”, pues pueden te-mer que cuando ellos mueran deberán pasar el resto de su vida con alguien a
quien no conocen, o a que la muerte les puede llegar mientras duermen.
IRA:
A veces, se sentirán muy enfadados por no poder estar con la persona que mu-rió. En esos momentos, se enfurecerán por asuntos nimios y se portarán peor.
Aunque sea necesario confrontar su rabia y ponerles límites, habrá que ser
comprensivos y hacerles saber que entendemos su enfado y que con el paso del tiempo se sentirán cada vez mejor.
3. QUÉ LES AYUDA A REALIZAR EL DUELO Wordenvii explica que para asimilar adecuadamente la muerte de un ser querido
es necesario realizar las siguientes “tareas”: Aceptar la pérdida, Trabajar las emocio-
nes, Readaptarse a la nueva situación, y Recolocar emocionalmente a quien falleció.
Aceptar la realidad de la pérdida:
Es decir, explicarles que mientras estén vivos no volverán a ver a su ser queri-do más que en sueños, fotografías o en el calor de sus recuerdos. También con-
viene recordarles que al amor que les dio estará siempre vivo en su corazón.
Invitarles a asistir a los funerales, realizar con ellos actos en memoria de quien murió y hablar de él o ella en tiempo pasado, les ayudará a asimilar la realidad
de la pérdida.
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Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida
Se trata de facilitarles la expresión de lo que sienten mediante dibujos y activi-dades creativas, o hablando. Facilitar no es forzar. También hay que explicarles
que cualquier cosa que sientan, e incluso, el que no sientan nada, es normal y
forma parte del camino para volver a ser felices.
Readaptarse a un medio donde el fallecido está ausente
Los niños y niñas deben comprender que la vida sin la persona que murió será diferente. Hay que explicarles que serán capaces de acostumbrarse a esos
cambios y que los irán haciendo poco a poco. También hay que insistirles en
que pidan ayuda si se sienten confundidos o desamparados. Recordémosles que las personas inteligentes y valerosas saben pedir ayuda cuando la necesitan.
Recolocar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo
Tienen que saber que llegará un día en que recuerden a esa persona sin pena y
con mucho amor. Y que volverán a reír. Y que eso está muy bien.
Cuando la persona que ha muerto formaba parte de la escuela (alumnos, profe-
sores, etc.) está bien que ésta tome algunas inciativas de acompañamiento en el due-
lo. Además de promover la participación en los ritos y ceremonias organizadas por la familia del difunto, pueden realizarse actos de recuerdo y despedida una vez que han
trascurrido unos meses desde su fallecimiento.
4. DERECHOS DE LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS
TRAS LA MUERTE DE UN SER QUERIDOviii
1. Tienes derecho a tener sentimientos: Puedes enfadarte o sentirte triste. Puedes sentirte aliviado o no sentir absolu-
tamente nada. Todo eso es normal y te ayuda a salir adelante.
2. Tienes derecho a hablar de tu dolor cuando tengas ganas.
Cuando necesites hablar, puedes buscar a alguien que te escuche. Cuando no
quieras hablar, no pasará nada; también estará bien.
3. Tienes derecho a expresar tus sentimientos a tu manera. A veces, te gustará jugar para sentirse mejor durante un rato. Eso está bien:
puedes jugar y reírte. Otras veces, sentirás que te enfadas y que te portas un
poco peor. Eso no quiere decir que seas malo sino que tienes sentimientos que te asustan y que necesitas un poco de ayuda.
4. Tienes derecho a que los demás te ayuden a sobrellevar el dolor.
Está bien que te apoyes en los adultos y en los amigos, que les pidas que estén
un ratito contigo para charlar, o simplemente, para estar juntos. Está bien que recuerdes que a ellos les importa lo que sientes y que te quieren pase lo que
pase.
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5. Tienes derecho a disgustarte con los problemas normales y cotidianos.
Notarás que a veces estarás de peor humor que antes y con ganas de discutir y pelearte. Puedes expresar tu mal humor pateando una pelota o golpeando unos
almohadones. También puedes escribir o dibujar tus sentimientos. Notarás que
al cabo de un tiempo, se te pasan y te sientes mejor.
6. Tienes derecho a sufrir oleadas de dolor. Las oleadas de dolor son sentimientos de tristeza repentinos que a veces te in-
vaden, incluso mucho tiempo después de la muerte de una persona querida pa-
ra ti. Estos sentimientos pueden ser muy fuertes e incluso pueden dar miedo. Cuando te sientas así, está bien que le pidas a un adulto que te haga un poco
de compañía. También esos sentimientos desaparecerán al cabo de un rato.
7. Tienes derecho a utilizar tu fe en Dios para encontrarte mejor.
Puede que rezar te haga sentir mejor y, de algún modo, más cerca de la perso-
na que ha muerto. A veces, se experimenta cierta calma estando un ratito den-tro de un templo o en algún lugar sagrado.
8. Tienes derecho a preguntarte por qué ha muerto la persona a quien quer-
ías, y a reflexionar sobre qué es la muerte y por qué estamos vivos.
Sin embargo, si no encuentras respuestas, no pasa nada. Las preguntas sobre la vida y la muerte son las más difíciles de contestar, y se van descubriendo a
medida que uno va creciendo. Puedes hablar de ello con alguna persona adulta,
y si tampoco ella sabe contestar, no importa. Lo importante es que sepas que
esa persona no murió por tu culpa o porque no te quisiera lo suficiente. Su muerte no tiene nada que ver contigo.
9. Tienes derecho a recordar a la persona que ha muerto y hablar de ella.
En unas ocasiones los recuerdos serán alegres y en otras, tristes. Sea como
sea, los recuerdos te ayudan a mantener vivo tu amor por la persona que ha muerto. Puedes guardar en una caja las fotos que más te gusten y algunos ob-
jetos que te recuerden a ella, y puedes mirarlos tantas veces como te apetezca.
10. Tienes derecho a seguir adelante y, con el tiempo, a curarte.
Vivirás una vida feliz, pero la vida y la muerte de la persona que ha muerto
siempre formarán parte de ti. Siempre la echaras de menos, pero volverás a reír y a estar alegre.
5. QUÉ SE PUEDE HACER EN CLASE:
Los profesores y profesoras pueden realizar una buena pedagogía de la muerte
si, en lugar de eludir las vivencias de sus alumnos cuando ocurre una muerte cercana,
facilitan la comunicación y aportan su experiencia. Concretamente, pueden intervenir a cinco niveles:
a) Implicando a los alumnos y alumnas en el apoyo a los más afectados por la pérdida: pueden redactarse y enviarse cartas de condolencia o dibujos. Puede asistir-
se a los servicios religiosos y organizarse actos en memoria de quién murió. Pueden
fabricarse juguetes o adornos para consolar en la tristeza, etc.
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b) Favoreciendo el duelo de la clase y canalizando la angustia frente a la muerte: Pueden leerse cuentos sobre el proceso de duelo, realizarse actividades que ayuden a
identificar los sentimientos que es normal experimentar cuando alguien muere, hacer-
se dibujos o historias que recuerden los valores y cualidades de quién murió, etc. Hay que realizar estas actividades con naturalidad y buen ánimo, y no presionar a los que,
por alguna razón parecen querer evitarlas o muestran resistencias.
c) Acercándose a quienes parezcan especialmente retraídos, hostiles, tristes o an-
siosos y proponerles charlar un rato. Para esto, conviene entrenarse en las técnicas de
relación de ayuda (empatía, coherencia y aceptación incondicional).
d) Calmando a las familias pues algunas manifestarán su preocupación porque sus
hijos duermen peor y les hacen comentarios relativos a la muerte. Hay que decirles
que eso es completamente normal y que es la forma en que están asimilando la situa-ción. Conviene insistir en que las actividades que se están realizando en el aula son
completamente apropiadas para su desarrollo, y que los síntomas desaparecerán en
pocas semanas.
e) Detectando e informando de la conveniencia de ofrecer apoyo adicional con pro-
fesionales expertos a aquellos alumnos que presenten excesiva contención emocional,
demasiado dolor, o trastornos de conducta.
6. PREGUNTAS INCÓMODAS Es muy importante que los adultos respondan con naturalidad a las preguntas
de los niños. Las más frecuentes son: qué es la muerte, por qué se muere la gente y
a dónde se va cuando uno muere.
Para responder a la primera, y con independencia de nuestras creencias acerca
de si hay o no un más allá, conviene recordar que los niños no pueden asimilar ni la
idea de eternidad ni la de la nada o el vacío absoluto, y que ambas cosas aumentan su angustia. Kübler-Ross, que dedicó 20 años al acompañamiento de niños enfermos
de cáncer, les explicaba que morir era como dejar de ser oruga para convertirse en
una bella mariposa, y que tras la muerte uno se siente siempre bien. Quizá esa sea
una buena explicación hasta que crezcan y busquen la suya propia.
En cuanto a por qué se muere la gente, puede contestarse que todo lo que nace
debe morir para que otros seres puedan nacer también. Y en cuanto a dónde se va cuando se muere, puede contestarse con sinceridad que no se sabe, pero que para
mucha gente es pasar a una forma de vida diferente y mejor.
También es oportuno responder “No sé” con tranquilidad a las cuestiones para
las que no tenemos respuesta, pues ya sabemos que las preguntas sobre la muerte
son muy difíciles de responder.
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7. A DÓNDE RECURRIR
Además de la cada vez más abundante literatura sobre la muerte, en muchas
facultades de medicina y de ciencias humanas se investiga en relación con la termina-lidad.
Por otro lado, existen múltiples asociaciones que ofrecen apoyo y orientaciones
en este importante tema: desde las sociedades de cuidados paliativos; las asociacio-nes de padres y madres de niños con cáncer; incluídas las agrupaciones de familias
que han perdido a un hijo; o las que abogan por superar la negación, rechazan el en-
sañamiento terapéutico, o plantean alternativas para garantizar una muerte digna.
Para localizarlas, internet es una buena herramienta de búsqueda y también
pueden informar los servicios sociales más próximos.
Así mismo, los gabinetes psicopedagógicos suelen ofrecen apoyo para la pre-
vención de duelos patológicos y hay algunos especializados en este tema. Concreta-
mente, las autoras forman parte de uno de ellos.
8. BIBLIOGRAFÍA
DELGADO, J.M. (1989): La felicidad: dónde se siente, cómo se alcanza. Madrid. Temas de hoy.
FEINSTEIN, D.; ELLIOT MAYO, P. (1994): Sobre el vivir y el morir. Madrid, Edaf. GROLLMAN, E.A. (1993): Vivir cuando un ser querido ha muerto. Barcelona. Ediciones
29. KÜBLER-ROSS, E. (1993): Sobre la muerte y los moribundos. Barcelona. Grijalbo. KÜBLER-ROSS, E. (1992): Los niños y la muerte. Barcelona, Luciérnaga.
KÜBLER-ROSS, E. (1997): La muerte, un amanecer. Barcelona, Luciérnaga. LEHMANN, L (2001): Grief Support Group Curriculum. Brnner-Routledge. Philadelphia. LONGAEKER, C. (1998): Afrontar la muerte y encontrar esperanza. México, Grijalbo. MUNDI, M. (2001): Cuando estoy triste ante la pérdida de un ser querido (Para niños).
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Diagonal. WORDEN, J. W. (1997): El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia.
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8 Licenciada en Pedagogía - Colegiada 3.173 del Colegio de Licenciados de Bizkaia
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CUENTOS QUE PRESENTAN LA MUERTE CON TERNURA Y ESPERANZA
BREEN, E. (1993): También puedes morirte en primavera (para 15 años). Barcelona.
Columna-La Galera CALLEJA, E: Si te mueres, ya verás dónde vas (8 años). Ala Delta CAPDEVILA, M. (1987): El entierro de la abuela (6 años). Barcelona. La Galera. DALE / JOSS (1995): Scrumpy (6 años). Barcelona. CEAC De PAOLA, T. (1994): Abuela de arriba, abuela de abajo (8 años). Madrid. SM. KORDON, K. (1992): Hermanos como amigos (12 años). Madrid. Anaya
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Notas i Poch: 2000 ii Nuland: 1995 iii Delgado: 1989 iv Citado por Feinstein y Mayo: 1994 v Horowitz (1976): Stress Response Syndrome. Citado por Preston: 1998 vi Kübler-Ross: 1993 vii Worden: 1997 viii Wolfet: 2001