España-Estetica neoclasica y romantica
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Matilde Pettengill
La estética neoclásica y la estética romántica
La estética neoclásica en la literatura de España se destaca por la aplicación de la estética
clásica legada por Aristóteles y Horacio. Leandro Fernández de Moratín es el máximo exponente
de este período, cuya obra de teatro cumbre es la comedia El sí de las niñas, estrenada en 1806.
A continuación, sobreviene un movimiento de rechazo a esta estética neoclásica dando lugar a la
estética romántica, que se aprecia claramente en la obra de José Zorrilla, como por ejemplo, Don
Juan Tenorio, publicado en 1840.
En primer lugar, la estética clásica de Aristóteles señala tres características que debe
contener toda obra teatral que son: unidad de tiempo, unidad de lugar y unidad de acción, que en
su época equivalía a que toda obra debía representar lo que sucede en un solo día, en un mismo
lugar y con un tema único. En el Neoclasicismo se vuelven a aplicar los mismos requisitos y así
los encontramos en El sí de las niñas ya que todo sucede desde el atardecer de un día hasta el
amanecer del siguiente, no excediéndose de las 24 horas, en una posada, en Alcalá de Henares y
con el tema del amor en donde Doña Paquita, próxima a desposarse con Don Diego mantiene un
romance con Don Carlos.
También se destacan otros requisitos aristotélicos, como lo son la imitación de la realidad
la cual causa placer mirarla, un número mínimo de actores, que sean personajes buenos, con un
lenguaje que deleite, de acuerdo a las acciones de la vida cotidiana, sean de felicidad o de
desgracia. Es así que además de Paquita y Carlos participan la mamá de aquella, Doña Irene y el
tío de Carlos, Don Diego, que es el prometido de Paquita, como así también tres criados.
Estos siete personajes tienen a su cargo el desarrollo de toda la obra y lo hacen haciendo uso de
un vocabulario apropiado con buen gusto.
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El tiempo o la duración, según Aristóteles, deben consistir en una extensión capaz de ser
retenida por la memoria, con cierto orden y medida para lograr un arte con belleza. Este tiempo
breve, no más de 24 horas, es el suficiente para que los protagonistas pasen de la desdicha a la
felicidad o a la inversa. En El sí de las niñas, el horario tiene la peculiaridad de comenzar al
atardecer, al apagarse el día y de terminar al alba, motivo por el cual algunos críticos le han
asignado un significado más allá de la simple cuenta de horas, que sería el de tratar de
representar el paso de una época de oscurantismo a una de razón.
Siguiendo con los postulados aristotélicos, se encuentran también los elementos de
peripecia y de reconocimiento. El de peripecia, cambio de suerte a su opuesto, está dado en
El sí de las niñas por el cambio de suerte de Paquita que en vez de casarse con Don Diego
termina comprometiéndose con Carlos. El reconocimiento, cambio de la ignorancia al
conocimiento, está dado por la carta, que pone sobreaviso a Don Diego de la realidad de la
situación entre Paquita y Carlos. Este reconocimiento le da tiempo a Don Diego para detenerse y
poner en orden el amor de los jóvenes para que logren su felicidad y así su amor no se convierta
en desdicha.
Lo más importante de todo en la estética del neoclasicismo es que existan incidentes que
provoquen compasión y temor para ser expurgados por medio de una catarsis, como decía
Aristóteles. Esto dará como resultado un fin moral, útil a la sociedad. Precisamente en El sí de
las niñas se cumple esto porque luego del incidente de la carta sobrevienen diálogos que
pretenden dar consejos no solo a sus personajes sino al lector o al público. Esta obra ridiculiza
los vicios y costumbres de la época constituyendo de esta manera un medio moralizante.
El neoclasicismo, como estética, se halla insertado en el período de la Ilustración, que va
desde el 1770 hasta el 1830. Este período se caracteriza por el imperio de la Razón, en donde
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todo se explica por lógica. Se nota esto en uno de los últimos diálogos entre Don Diego y
Paquita, en donde éste trata de hacerla razonar con argumentos convincentes sobre la necesidad
de sincerarse consigo misma y tomar decisiones para el bien de todos. Por esto, algunos críticos
señalan que don Diego representa la voz de la razón, que insiste en hacer hablar a Paquita no
solo para darle voz a la juventud sino darle una voz con lógica y sabiduría. El vocabulario que
utilizan en la obra los personajes se destaca por palabras cultas e intelectuales, característica
tanto del clasicismo como del iluminismo. Don Diego se expresa con un vocabulario exquisito
pero sobretodo con el conocimiento de la época que ve la necesidad de cambios.
Entonces, en la Ilustración, entran en conflicto los valores del Nuevo Régimen con los del
Antiguo Régimen. Estos valores se refieren a los de las tradiciones culturales, la religión y los
dogmas en general. Mientras Don Diego representa el Nuevo Régimen con sus ideas reales y
concretas, Doña Irene representa el Antiguo Régimen, basado en la iglesia tradicional. La
Ilustración es un movimiento paternalista, en donde la familia es la base y el gobierno sirve a la
población. Don Diego es paternalista, pero no es tirano, ya que quiere ayudar a Paquita. Paquita
y Carlos representan a todas las parejas jóvenes que quieren casarse por amor, no por imposición
o elección de los padres, ya sea por tradición o por subir de clase social. La felicidad es la meta,
y la elección de los jóvenes es la apropiada.
La importancia de la luz en la obra es de considerar ya que la oscuridad al comienzo hace
posible una serie de equívocos que resultan en la única complicación a lo largo de la
representación. El hecho de que los criados traen velas es como para iluminar el lugar pero
además, para iluminar la verdad. Si la oscuridad es el Antiguo Régimen y la luz el Nuevo
Régimen, entonces hay una transformación de la sociedad, de oscura a iluminada, y por eso la
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obra termina con luz, sin mayor complicación y sin defectos. La restauración del equilibrio al
final es lo determinante.
Una última mención de las reglas aristotélicas es el de que diferentes registros no se
pueden interactuar. Es así que en El sí de las niñas, los criados se limitan a imitar la forma de
hablar de los patrones, aunque irrisoria y picarescamente, como cuando Calamucha le dice a Rita
irse a “nuestra habitación”, lo hacen de esta manera porque no pertenecen a la clase de los
patrones.
El El sí de las niñas cumple su alcance universal ya que trata de temas válidos en todo
tiempo y lugar, como lo son el amor y el matrimonio. Es una obra que representa la nueva
conciencia europea en donde la victoria está dada en el terreno intelectual y en el moral.
La estética del romanticismo, por el contrario, carece de las reglas neoclásicas de tiempo,
lugar y acción y se rebela contra los valores universales a favor de las características individuales
en detrimento de la importancia de la sociedad, por eso se dice que tiene una cualidad subjetiva.
Este período es sumamente corto, va del 1833 al 1840, siendo Don Juan Tenorio la última obra
romántica.
Como este período carece de reglas, así también se comporta el personaje principal, Don
Juan, sin respetar leyes ni valores, es un transgresor neto. En el Romanticismo se vuelve a lo
barroco, con sus mal gustos, en donde lo feo y lo grotesco es el parámetro de lo artístico y como
tal su valor. Todo es exuberante a tal punto de ser casi increíble. Se destaca lo diferente, lo
excepcional, en vez de lo universal.
Don Juan, en su versión del Siglo de Oro es un mito arquetípico que en la versión de
Zorrilla es un transgresor que tiene que enfrentarse a las consecuencias de sus propios actos. En
este caso, ya no es Dios quien va salvarlo o condenarlo sino el amor de una mujer que lo salva.
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A diferencia del mito tradicional que es conservador, del mundo cristiano católico, en el
romanticismo el mito es transgresor, pérfido, violador, sin reglas.
En cuanto al tiempo, pasa de la acción de una noche solamente, salta cinco años y luego
una noche nuevamente. Los lugares son extraños, exuberantes, a veces macabros, con escenas de
ultratumba en donde hablan los muertos. Como el tema principal del romanticismo es el
desengaño, lo que no se resuelve en esta vida pasa a resolverse en la vida del más allá, las parejas
que no pudieron estar juntas en vida lo hacen en la muerte. No hay una moraleja ni fin didáctico
sino el entretener al público o al lector. Los personajes se reflectan en la naturaleza y en los
objetos, de tal manera que para expresar felicidad habrá un paisaje bonito, con flores
multicolores y pájaros cantando, mientras que para expresar tristeza habrá tormenta. Hay un
momento en el que Don Juan duda si está dormido o despierto o loco al verse rodeado de
cadáveres que hablan y ser parte de esa imagen irreal.
Con respecto al vocabulario, usa un lenguaje arcaico, desconocido, mezcla idiomas, todo
esto para recalcar el mal gusto. Así como los lugares son remotos, exóticos, desconocidos, así
también es el lenguaje, para desfamiliarizar el público.
Si todo es exagerado en esta época, también en Don Juan Tenorio es exageradamente
elevado el número de personajes, como era en el Siglo de Oro. Esto está hecho
intencionadamente para burlarse de los personajes, y también para que el público se desubique
con los nombres y apariencias, porque para mayor envergadura, estos personajes usan máscaras
en algunas situaciones despistando aún más tanto a los otros personajes en la obra como al lector.
Don Juan no es el héroe sino el anti-héroe y Doña Inés es la verdadera heroína que ofrece
su vida, su salvación, en favor del malvado si con esto resuelve la situación. De esta manera
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termina una obra que se destaca por ser totalmente romántica porque el amor se resuelve en
ultratumba, como por superstición, cosa contraria a lo que indica la religión católica.
En resumen, las obras mencionadas como representantes de épocas diferentes expresan
las características pertinentes a ellas.