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Esperanzas y retos de la educación en una sociedad post-industrial* Es un honor y un placer para mí estar hoy aquí entre ustedes. El carácter internacional de este Seminario constituye motivo de especial es- timulo, ya que no hay lugar a dudas de que es mucho lo que podemos compartir en cuanto a las perspectivas para la educación. El observar una Institución comparativamente en términos del papel que juega en distintos países, es una forma útil para percibir sus amplias consecuencias so- ciales. Es más, al parecer la índole misma de una sociedad dada, con frecuencia puede comprender- se mucho mejor desde afuera. En mi país aún seguimos formando a nuestros estudiantes con bases en los conceptos que tenía de Tocqueville acerca de lo que son los Estados Unidos y cómo funcionan. También es estimulante para mí estar entre personas que comprenden la importancia de pen- sar anticipadamente en el futuro de las institu- ciones sociales. Demasiados entre nosotros ten- demos a suponer que considerar un período de más de un decenio por venir es pensar en algo demasiado lejano para que sea pertinente. Sin embargo, el pensar sobre las dramáticas posibili- dades del futuro sirve para recordarnos cuán significativas son las decisiones que hacemos hoy y cuán deficiente es la orientación del pasado en un mundo que cambia con tanta rapidez. Al examinar la lista de los asuntos a tratar en el Seminario, que aluden al armazón económico, social y político a largo plazo de la educación durante toda la vida del hombre en una sociedad post-industrial, me llaman la atención dos con- juntos de sucesos contemporáneos que me parecen Palabras del excelentísimo sefior Eliot L. Richard- son, secretario norteamericano de Sanidad, Educación y Seguros Sociales, en el Seminario Internacional sobre Prospectiva de la Educación, celebrado en el Centro Nacional de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación. Madrid, 13 de abril de 1971. ofrecer un telón de fondo muy significativo para nuestras deliberaciones. El primero está ocurriendo en mi propio país. Precisamente ahora mi Gobierno está tratando de conseguir la legislación que autorice la creación de un Instituto Nacional de Educación y una Fundación Nacional de Educación Superior. El Instituto está pensado para brindar liderazgo federal en la investigación, e innovación educa- cional, aunando la investigación y el desarrollo hoy separados y faltos de una dirección clara- mente enfocada. La fundación será una fuente de apoyo de nuevos conceptos e instituciones que hagan frente a las nuevas necesidades de la educación superior. En su primer discurso acer- ca de la reforma de la educación, de marzo del ario pasado, el presidente Nixon dijo: «Una na- ción justamente orgullosa de los sacrificados des- velos de sus millones de profesores y educadores debe unirse a ellos en una concienzuda revalua- ción de nuestro total planteamiento de la educa- ción.» El segundo está ocurriendo aquí en el país que nos ha invitado. El Centro Nacional de Investi- gaciones para el Desarrollo de la Educación, en el que nos hallamos reunidos, es un ejemplo im- presionante de una nueva institución consagrada a definir, mediante la investigación y el desarro- llo, tanto las perspectivas de la educación como lo que puede hacerse realmente para conseguir el progreso de la educación. El Centro desem- peña un papel importante en los hercúleos es- fuerzos del Gobierno español para llevar a cabo la reforma nacional de la enseñanza. Un enun- ciado excelente de los objetivos de este progra- ma de reforma lo contiene el informe publicado por el Ministerio de Educación y Ciencia y dis- tribuido a los participantes en el Seminario: «... establecer un sistema educativo que se ca- racterice por su unidad, flexibilidad e interrela- 121

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Page 1: Esperanzas y retos de la educación en una …a...Esperanzas y retos de la educación en una sociedad post-industrial* Es un honor y un placer para mí estar hoy aquí entre ustedes.

Esperanzas y retos de la educación en unasociedad post-industrial*

Es un honor y un placer para mí estar hoyaquí entre ustedes. El carácter internacional deeste Seminario constituye motivo de especial es-timulo, ya que no hay lugar a dudas de que esmucho lo que podemos compartir en cuanto a lasperspectivas para la educación. El observar unaInstitución comparativamente en términos delpapel que juega en distintos países, es una formaútil para percibir sus amplias consecuencias so-ciales. Es más, al parecer la índole misma de unasociedad dada, con frecuencia puede comprender-se mucho mejor desde afuera. En mi país aúnseguimos formando a nuestros estudiantes conbases en los conceptos que tenía de Tocquevilleacerca de lo que son los Estados Unidos y cómofuncionan.

También es estimulante para mí estar entrepersonas que comprenden la importancia de pen-sar anticipadamente en el futuro de las institu-ciones sociales. Demasiados entre nosotros ten-demos a suponer que considerar un período demás de un decenio por venir es pensar en algodemasiado lejano para que sea pertinente. Sinembargo, el pensar sobre las dramáticas posibili-dades del futuro sirve para recordarnos cuánsignificativas son las decisiones que hacemos hoyy cuán deficiente es la orientación del pasadoen un mundo que cambia con tanta rapidez.

Al examinar la lista de los asuntos a tratar enel Seminario, que aluden al armazón económico,social y político a largo plazo de la educacióndurante toda la vida del hombre en una sociedadpost-industrial, me llaman la atención dos con-juntos de sucesos contemporáneos que me parecen

• Palabras del excelentísimo sefior Eliot L. Richard-son, secretario norteamericano de Sanidad, Educacióny Seguros Sociales, en el Seminario Internacional sobreProspectiva de la Educación, celebrado en el CentroNacional de Investigaciones para el Desarrollo de laEducación. Madrid, 13 de abril de 1971.

ofrecer un telón de fondo muy significativo paranuestras deliberaciones.

El primero está ocurriendo en mi propio país.Precisamente ahora mi Gobierno está tratando deconseguir la legislación que autorice la creaciónde un Instituto Nacional de Educación y unaFundación Nacional de Educación Superior. ElInstituto está pensado para brindar liderazgofederal en la investigación, e innovación educa-cional, aunando la investigación y el desarrollohoy separados y faltos de una dirección clara-mente enfocada. La fundación será una fuentede apoyo de nuevos conceptos e institucionesque hagan frente a las nuevas necesidades de laeducación superior. En su primer discurso acer-ca de la reforma de la educación, de marzo delario pasado, el presidente Nixon dijo: «Una na-ción justamente orgullosa de los sacrificados des-velos de sus millones de profesores y educadoresdebe unirse a ellos en una concienzuda revalua-ción de nuestro total planteamiento de la educa-ción.»

El segundo está ocurriendo aquí en el país quenos ha invitado. El Centro Nacional de Investi-gaciones para el Desarrollo de la Educación, enel que nos hallamos reunidos, es un ejemplo im-presionante de una nueva institución consagradaa definir, mediante la investigación y el desarro-llo, tanto las perspectivas de la educación comolo que puede hacerse realmente para conseguirel progreso de la educación. El Centro desem-peña un papel importante en los hercúleos es-fuerzos del Gobierno español para llevar a cabola reforma nacional de la enseñanza. Un enun-ciado excelente de los objetivos de este progra-ma de reforma lo contiene el informe publicadopor el Ministerio de Educación y Ciencia y dis-tribuido a los participantes en el Seminario:«... establecer un sistema educativo que se ca-racterice por su unidad, flexibilidad e interrela-

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clones, al tiempo que se facilita una amplia gamade posibilidades de educación permanente y unaestrecha relación con las necesidades que planteala dinámica de la evolución económica y socialdel país.»

Una de las labores de este Seminario es la deidentificar las fuerzas que están moldeando elfuturo de la educación. No estoy familiarizadocon los modelos que están formulando los pro-nosticadores, pero supongo que lo que Daniel Bellllamaba la sociedad post-industrial sigue siendo loque mejor define el futuro de paises económica-mente adelantados. Es un futuro en el que lasrentas industriales serán cincuenta veces mayo-res que las que se registraron en la era preindus-trial; un futuro en el que el tiempo y el espaciodejarán de ser un problema en el campo de lascomunicaciones; un futuro en el que la mayorparte de la actividad económica se habrá despla-zado de la agricultura y producción industrial,a las industrias de servicios, las instituciones deinvestigación y las organizaciones que funcionansin propósito de lucro.

Ese futuro ya está con nosotros en mi propiopaís. En Estados Unidos, al principio de este si-glo, la mayoría de la población vivía de la agri-cultura. Durante la segunda guerra mundial, elmayor grupo laboral estaba formado por traba-jadores industriales, especialmente operarios se-micalificados de máquinas. Hacia mil novecientossesenta el principal sector individual lo formabalo que nuestra Oficina del Censo llama personalprofesional y de gerencia. Para fines de este de-cenio esa última categoría abarcará a la mayoríade los norteamericanos en la fuerza laboral civile igualmente inevitable lo hará en otros países.

Este futuro no sólo moldeará el carácter de laeducación y la educación misma, impartiéndolenuevas formas fundamentales, sino que el pro-pio futuro, a su vez, será moldeado en gradoconsiderable por la educación. Es un futuro enel que imperarán los conocimientos y tomarán ellugar del tamaño de la fuerza laboral o del cre-cimiento de capitales como el factor más impor-tante del crecimiento económico. Es más, esto yaestá ocurriendo. Peter Drucker, autor de Edadde la discontinuidad, ha declarado que un noven-ta por ciento de todos los científicos y tecnólogosque vivieron a lo largo de la historia de la huma-nidad, viven hoy, y están trabajando hoy.

Las personas habrán de tener niveles extraor-dinarios de conocimientos para comprender, ymucho más para dirigir el curso de la sociedad.Los empleos cambian tan rápidamente en lospaíses económicamente adelantados que los ciu-dadanos necesitan una base de educación y opor-tunidades para segundas carreras educacionalespara poder ganarse la vida. Solamente para serun ciudadano eficaz se necesita un grado consi-derable de aprendizaje sistemático.

Al contemplar este futuro, podría especularsobre las enormes posibilidades que ofrece parasistemas de educación completamente nuevos. Lossatélites de comunicación, la televisión por cable,los cartuchos magnetofónicos de video, los compu-

tadores miniaturizados, ofrecen todos una basereal y disponible para dar cabida a los sueñosy proyecciones. Con tal porvenir habrá mayor ne-cesidad y mayores oportunidades de establecercauces de investigación cooperadora y de estudioInternacional, lo que nos permitirá arremeter con-tra nuestros problemas con aumentada eficacia.

Quisiera, sin embargo, limitarme a lo que aho-ra se considera constituye nuestro sistema de edu-cación regular —nuestras escuelas, institutos yUniversidad—. En el pasado han demostrado unatenacidad increíble contra los cambios importan-tes, y por lo tanto me parece que seguirán connosotros durante mucho tiempo, más o menos enla misma forma.

Si existe una sola «perspectiva» para estas ins-tituciones, es que asumirán un papel cada vezmás importante en todos los países. De esto sedesprende una observación consecuente: su cre-ciente importancia no sólo como institucioneseducativas, sino como instituciones sociales, gra-vará y someterá a prueba nuestra capacidad paraformular políticas públicas sabias en relación conla educación. Los sociólogos, desde luego, piensana menudo acerca de nuestras instituciones de edu-cación en términos sociales muy amplios. Pero,con mucha frecuencia, en lo único que pensamoscuando diseñamos políticas a seguir en el campode la educación es la cantidad de escuelas adi-cionales que necesitamos para transmitir cono-cimientos a un número creciente de personas.

Tenemos que pensar en otras cosas también. Mipropio país es un estudio de caso sobre el signifi-cado social que han adquirido nuestras institu-ciones de educación; relataré lo que hemos ex-..perimentado, para ilustrar este punto.

Hemos construido, equipado y dotado de per-sonal escuelas primarias y secundarias para darcabida a toda nuestra juventud. Y estamos ahoraesforzándonos rápidamente por extender opor-tunidades para una educación superior a todosaquellos que la deseen. Si consideramos todos losniveles de nuestro Gobierno, en Estados Unidos,gastamos más en la educación que en nuestra de-fensa nacional. Gastamos más en educación queen cualquier otro servicio a la comunidad, comosalud o asistencia social.

Hace poco, nos sentimos sumamente halagadospor la publicación del libro de J. J. Servan-Schreiber, El desafio americano. No recibimosalabanzas desde el exterior muy a menudo, ymenos de un francés. Lo que es pertinente esque declaró que el desafío americano hacia Eu-ropa no es de carácter militar o político, sinoen términos sociales y educativos. Indicó que elsecreto de nuestro dinamismo económico descan-sa en la amplia base de nuestro sistema de edu-cación y la índole igualitaria de nuestra sociedad.Se queja de que en los paises europeos solamentede un diez a un veinte por ciento de los jóvenesde quince años de edad llegan a la Universidad.En Estados Unidos, más de la mitad alcanzan lasaulas de la educación superior.

Sin embargo, seria dificil encontrar una per-sona en los Estados Unidos hoy en día que pien-

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se que nuestro sistema merece tales alabanzas.Por el contrario, existe más desasosiego y criticasobre nuestras instituciones de educación de loque yo recuerdo haber presenciado en mi vida.Nuestras escuelas primarias y secundarias se ca-lifican como instituciones tristes. Nuestros insti-tutos y Universidades se ven envueltos en distur-bios. El público está rechazando en las urnas emi-siones de bonos para financiar nuestras escuelasprimarias y secundarias y está negando su apoyoa los institutos y Universidades.

Estas reacciones reflejan toda una serie dediversos factores. Reflejan una revolución de cre-cientes expectativas sobre lo que la educaciónpuede y debe hacer. Reflejan el hecho de quelos intereses políticos en la educación están au-mentando con la misma rapidez que los presu-puestos y el tamaño de las instituciones. Perotambién reflejan algo más: dudas, incertidumbre,quizá incluso temor sobre cuáles serán las conse-cuencias de las instituciones que hemos creado.

En nombre de extender las oportunidades deeducación, ¿estamos acaso prolongando demasiadola adolescencia? ¿Sirven nuestras instituciones deeducación superior para integrar, o para separarlas generaciones en la vida norteamericana? ¿Es-tamos verdaderamente ampliando las oportunida-des para la movilidad social? ¿O acaso, en nuestroentusiasmo por impartir la instrucción académi-ca, estamos creando una nueva brecha social en-tre los que tienen certificaciones de estudios ylos que no las tienen?

Estas no son preguntas que me propongo con-testar. Lo que quiero indicar es que éstas sonpreguntas que se plantean con demasiada pocafrecuencia, o que se contestan, en el curso nor-mal de formular políticas sociales para la edu-cación. Volvamos de nuevo a mi propio país amanera de ilustración y a la educación superior,que es el tema de nuestro enfoque actual paraampliar las oportunidades.

El Gobierno federal de los Estados Unidossiempre se ha consagrado al apoyo de la educa-ción superior. Esta dedicación empezó en tiemposde nuestra Guerra de Secesión, y prosiguió hastael apoyo a la investigación científica que emanóde la segunda guerra mundial y que se multiplicódespués del lanzamiento del sputnik. La base deesa dedicación era la premisa sencilla de queciertas clases de educación superior son necesa-rias para la defensa nacional.

Sin embargo, en la década de mil novecientossesenta-setenta surgió una nueva justificaciónpara la política federal a seguir, y ésta dio porresultado una nueva ley sobre educación superioren mil novecientas sesenta y cinco. Esto era unainversión o una justificación económica. El éxitoalcanzado por nuestros soldados que regresarona sus estudios fue suficiente para respaldar elargumento de que una inversión en la educacióngratuita de grandes cantidades de estudiantes ha-bía beneficiado a nuestro país de muchas mane-ras, desde un aumento de la productividad hastamayores ingresos para el Gobierno en impuestos.Este sentimiento práctico por parte del público

fue robustecido por complejas y elegantes argu-mentaciones ofrecidas por economistas que indi-caban que las utilidades devengadas de la inver-sión en la educación eran por lo menos tan ele-vadas como las utilidades de una inversión enexplotaciones petrolíferas. Este argumento, a suvez, fue reforzado por el hecho de que nuestropaís había aceptado que el Gobierno federal asu-miera un papel importante para mantener ungrado razonable de prosperidad económica.

Hoy, lo que he denominado las razones de serde la defensa y de las inversiones, parece queya han dado de sí todo lo que pueden. Fueronadecuadas en su día. Pero la distancia entre larealidad de que surgieron y las necesidades y de-mandas sociales del presente está, resultando másnotoria constantemente. Una política no puededescansar más tiempo en proposiciones tan débi-les en vista de tal disonancia social. Indudable-mente, las justificaciones económicas abrieron elcamino para conseguir el apoyo de la tradicionalconsagración norteamericana a la igualdad enforma de «igualdad de oportunidades», con lo queel argumento a favor de un más acentuado inte-rés nacional en la educación resultó reforzado alaunar el propio interés económico con principiosaceptados de virtud social. En tanto hemos con-siderado la educación superior como el caminonatural para lograr la movilidad social de lasminorías en situación desventajosa, y hemos ro-bustecido nuestra opinión de que teníamos queacelerar la matriculación de esas minorías en es-tas instituciones con miras a resolver nuestrosproblemas raciales. Pero el punto que deseo seña-lar es que hasta ahora el Gobierno federal nor-teamericano no había considerado la educaciónsuperior, sino como un sistema de ofrecer conoci-mientos a la gente o de suministrar servicios alGobierno, lo cual evidentemente no basta. Al bus-car una base sensata para la política pública dela educación, hemos de tener en cuenta una va-riedad de preocupaciones sociales que nunca sehabían considerado. Me parece que en el deceniovenidero hemos de abarcar por lo menos cuatronecesidades nuevas y demandas sociales impor-tantes.

La primera es el cambiante papel de la familia.En los Estados Unidos la demanda de que se de-fina de nuevo el papel de la mujer ya se ha es-parcido más allá de las clases elevadas, más alláde los barrios pudientes de las afueras, para llegara la clase media y para transformarse en potentefuerza política. En la actualidad nuestras institu-ciones educativas reflejan las tradicionales supo-siciones sociales acerca de la mujer que rigen ennuestra sociedad en general. Las estructuras y losusos de nuestros colegios universitarios y Univer-sidades reflejan prejuicios inherentes contra lasmujeres. Hemos de considerar, por tanto, todauna nueva serie de cuestiones. ¿Qué nuevos pro-gramas se necesitan? ¿Precisamos diferentes or-denaciones de la educación o instituciones pen-sadas para brindar educación superior en lugaresy momentos más convenientes para las mujeres?

Una segunda necesidad es la de desarrollar una

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relación vital entre nuestras instituciones edu-cacionales y nuestras comunidades para que lagente pueda tener un cierto control de las deci-siones que afectan sus vidas y que ofrecen uncierto sentido de identidad y pertenencia. Estoypensando en comunidades mucho más pequeñasque una nación, mucho más pequeñas que losEstados de mi país o que las provincias en algu-nos de vuestros paises: comunidades más bien deltamaño de poblados norteamericanos y aldeas eu-ropeas en las que todo el mundo se conoce yparticipa en instituciones comunes. En EstadosUnidos, una gran parte de las instituciones deeducación, en especial nuestras escuelas superio-res y Universidades, se han convertido en institu-ciones enormes, sin raíces en la comunidad. Lamayoría de ellas destruyen el sentido de lazoscon la comunidad y la identidad local de los es-tudiantes que asisten a ellas. ¿Qué consecuenciasencierra esto? ¿Debemos acaso tratar de diseñarY ubicar instituciones de educación conscientesdel hecho de que pueden ser puntales psicológicos

económicos significativos de una pequeña co-munidad?

Quisiera agregar que ésta es una consideraciónde especial importancia al considerar la formaen que nuestras políticas sociales afectan a losgrupos minoritarios en nuestra sociedad. En Es-tados Unidos, un sentido de identidad étnica estáaumentando rápidamente y este nuevo brote deorgullo ha aportado mucho beneficios evidentes.¿Qué consecuencias tendrá el arrancar de suscomunidades a los miembros de grupos minori-tarios con el fin de que puedan adquirir el nivelde conocimientos y pericias que llamamos educa-ción superior?

La tercera consideración ya la mencioné ante-riormente, y es el papel que deben desempeñarnuestras instituciones de educación para enfren-tarse con los conflictos entre las generaciones. EnEstados Unidos, y creo que lo mismo ocurre envuestros paises, nuestras escuelas, institutos deenseñanza superior y Universidades son casi ex-clusivamente instituciones para la juventud. Lasescuelas superiores norteamericanas se esfuerzanen gran medida por atraer a una población estu-diantil variada en términos de sus antecedentesregionales, sociales y étnicos. Sin embargo, rarasveces consideran que la edad pudiera ser un fac-tor que debiera considerarse junto con los demásal determinar el ingreso. ¿Qué necesidades deotros grupos de edad diferentes han de satisfacer

nuestras instituciones de educación superior? Portanto, nuestras instituciones separan más bienque integran a las generaciones.

Finalmente, me gustaría mencionar un nuevofenómeno social que está tomando fuerza en mu-chos de nuestros países, una fuerza que tiene ex-traordinarias consecuencias para nuestras politi-cas sociales en materia de educación. Esto con-siste en el brote, sobre todo entre nuestra juven-tud, de un punto de vista no instrumental de laeducación y de la carreras a seguir; es más, unpunto de vista no instrumental sobre la vidamisma. La denominada nueva ccontra-cultura» dela juventud está fuertemente influida por eseconcepto. Muchcs de nuestros jóvenes opinan quelos valores más elevados consisten en liberar elsentido de conciencia humana y realizar la ca-lidad de la experiencia existencialista; en reem-plazar el materialismo, la abnegación y la luchapor los logros que caracterizan a nuestra socie-dad actual, con un nuevo hincapié en lo expre-sivo, lo creador y lo imaginativo.

¿Qué significa entonces esto para nuestras ins-tituciones de educación? ¿Cómo pueden nuestrasUniversidades seguir siendo santuarios que sirvende escudo contra la sociedad activa, lugares parareflexionar, sin convertirse en refugios para aque-llos que prefieren la vida estudiantil solamentepor lo que ésta encierra? ¿Debería el público o elGobierno prestar apoyo a individuos que buscanuna educación como un fin en sí y no como unmedio que los prepare para una carrera?

Así vemos que las perspectivas son que la edu-cación presentará un desafío que nunca antes ha-bíamos considerado quienes nos preocupamos so-bre la política a seguir. Como el subsecretarioDíez Hochleitner dijo ayer en sus palabras deinauguración, todos los paises se dan cuenta dela necesidad de la reforma porque reconocen lanecesidad de adaptarse a las cambiantes exi-gencias del porvenir. Tendremos que ampliarnuestros horizontes. Todos tendremos que expo-ner abiertamente nuestras políticas escondidasrelativas a la educación y hacer que nuestrosprogramas de educación sean coherentes connuestras inquietudes sociales generales.

Gracias a este Seminario y a los españoles,que nos han invitado amable y hospitalariamen-te, todos volveremos a ocuparnos en estas tareascon ideas nuevas, una nueva comprensión y connuestra determinación fortalecida.

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