Estudiar La Izquierda Latinoamericana

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Historia oral e historia política: Estudiar la izquierda latinoamericana Pregunta: ¿Cuál es el balance que hace usted de la década de 1970? Respuesta: El detalle que yo quería señalar: hay una batalla, la gran represión, se desbanda todo. Pero la represión se limitó en cierto grado. Treinta mil desaparecidos; destrucción de las organizaciones hasta cierto límite, bueno todo lo que sea ¿no? Pero, enmarcado en la historia, no se puede destruir nunca porque sino el cambio no sería posible. Toda la actividad política queda de una manera u otra en algún lado, en algunos seres humanos, en todos queda en mayor o menor grado. En algunas circunstancias se le agrega al activismo cuestiones psicológicas, económicas, que lo hacen cambiar. No es solamente el activismo ese de los bolsones, de los activistas ¿no?, sino todo el aprendizaje de las experiencias vividas en el anterior gobierno y de la historia que queda grabado en alguna gente y se expresa de alguna manera o de otra en el resto. Porque sino tendrían que haber asesinado a treinta millones de personas. Es imposible. El proceso no se pierde. Y no tiene nada que ver con la identidad, la conformación de una futura estructura de vanguardia efectiva. Esto es el abono de todo. Por eso digo ¿cómo surgen los nuevos activistas? Vos decís, por ejemplo, tal organización la hicieron mierda, pero una serie de principios y criterios siguen existiendo en la clase aunque no responda a la orgánica. Me trae a la memoria lo que pasaba con Sandino. Pasaron 75 años y eso no se perdió. Es lo mismo, la memoria de una lucha adquiere características portentosas o revolucionarias. Sin caer en el facilismo, potencialmente nosotros estamos de acuerdo que nadie nace bueno o malo, especialmente el que sufre y se banca todo, el pueblo en definitiva, tiene un caudal de toda esa experiencia que vos hablabas condensado impresionante. El punto es saber meter la llave y abrir la puerta. Pero esa llave y esa puerta la abre alguien que se gana el derecho a abrir y cerrar la puerta. Ahí se abre un potencial humano terrible. Que lleva a los pueblos, cuando se dan los cambios sociales, a dar la vida. Sin llegar a tener la super conciencia. Obrero de construcción, militante del Partido Comunista Argentino. Pregunta: ¿Qué ha quedado de la experiencia de ustedes? Respuesta: Tengo mucho dolor y mucho orgullo en mi alma. Sobre todo no me arrepiento de nada. En los años venideros nuestros hijos y nietos mirarán lo que hicimos y dirán "hubo gigantes aquí, en Tucumán, que supieron dar todo lo que tenían por la dignidad del hombre". Me duelen los caídos, extraño a los desaparecidos, y me apeno por todos aquellos que no saben rescatar su propio pasado de dignidad y lucha. Pero estoy seguro que no sembramos en el vacío porque con nuestra lucha, nuestro esfuerzo y con nuestro sacrificio supimos señalar el camino. Obrero azucarero, militante del PRT-ERP de Argentina.

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Texto de Pozzi

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Historia oral e historia política:

Estudiar la izquierda latinoamericana

Pregunta: ¿Cuál es el balance que hace usted de la década de

1970?

Respuesta: El detalle que yo quería señalar: hay una batalla,

la gran represión, se desbanda todo. Pero la represión se

limitó en cierto grado. Treinta mil desaparecidos; destrucción

de las organizaciones hasta cierto límite, bueno todo lo que

sea ¿no? Pero, enmarcado en la historia, no se puede destruir

nunca porque sino el cambio no sería posible. Toda la

actividad política queda de una manera u otra en algún lado,

en algunos seres humanos, en todos queda en mayor o menor

grado. En algunas circunstancias se le agrega al activismo

cuestiones psicológicas, económicas, que lo hacen cambiar. No

es solamente el activismo ese de los bolsones, de los activistas

¿no?, sino todo el aprendizaje de las experiencias vividas en el

anterior gobierno y de la historia que queda grabado en

alguna gente y se expresa de alguna manera o de otra en el

resto. Porque sino tendrían que haber asesinado a treinta

millones de personas. Es imposible. El proceso no se pierde. Y

no tiene nada que ver con la identidad, la conformación de una

futura estructura de vanguardia efectiva. Esto es el abono de

todo.

Por eso digo ¿cómo surgen los nuevos activistas? Vos decís,

por ejemplo, tal organización la hicieron mierda, pero una

serie de principios y criterios siguen existiendo en la clase

aunque no responda a la orgánica. Me trae a la memoria lo

que pasaba con Sandino. Pasaron 75 años y eso no se perdió.

Es lo mismo, la memoria de una lucha adquiere características

portentosas o revolucionarias.

Sin caer en el facilismo, potencialmente nosotros estamos de

acuerdo que nadie nace bueno o malo, especialmente el que

sufre y se banca todo, el pueblo en definitiva, tiene un caudal

de toda esa experiencia que vos hablabas condensado

impresionante. El punto es saber meter la llave y abrir la

puerta. Pero esa llave y esa puerta la abre alguien que se gana

el derecho a abrir y cerrar la puerta. Ahí se abre un potencial

humano terrible. Que lleva a los pueblos, cuando se dan los

cambios sociales, a dar la vida. Sin llegar a tener la super

conciencia.

Obrero de construcción, militante del Partido

Comunista Argentino.

Pregunta: ¿Qué ha quedado de la experiencia de ustedes?

Respuesta: Tengo mucho dolor y mucho orgullo en mi alma.

Sobre todo no me arrepiento de nada. En los años venideros

nuestros hijos y nietos mirarán lo que hicimos y dirán "hubo

gigantes aquí, en Tucumán, que supieron dar todo lo que

tenían por la dignidad del hombre". Me duelen los caídos,

extraño a los desaparecidos, y me apeno por todos aquellos

que no saben rescatar su propio pasado de dignidad y lucha.

Pero estoy seguro que no sembramos en el vacío porque con

nuestra lucha, nuestro esfuerzo y con nuestro sacrificio

supimos señalar el camino.

Obrero azucarero, militante del PRT-ERP de Argentina.

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Ahora, la causa principal, hablando en general, de que los

ciudadanos estén dispuestos en cierta manera para una

revolución es […] aquellos que desean igualdad entran en

lucha partidaria si opinan que tienen menos siendo los iguales

de los que tienen más […]

Aristotle, Politics.

Los libros les brindaron las teorías necesarias, y ahora ponen

estas en práctica, adecuando las ideas de los autores a sus

deseos de venganza. […Tenían] dos pasiones dominantes […]

un intenso e indomable odio de la desigualdad […y] un deseo

de vivir no sólo en igualdad sino como hombres libres.

Alexis De Tocqueville, The Old Regime and the French

Revolution. New York: Anchor Books, 1955.

En el estudio de América Latina contemporánea es notable como las

investigaciones han prescindido --o casi-- de la izquierda como protagonista. Sorprende

aún más dado que siempre existió un interés tanto por los estudios sobre las

revoluciones latinoamericanas como sobre los movimientos obreros y campesinos del

siglo XX. La izquierda, entonces, parecería desaparecer, sobre todo a partir del

surgimiento de los movimientos populistas, y cuando recibe alguna mención es para

caracterizarla como “alejada de los trabajadores” o como “traicionando algún

conflicto”. Así el trotskismo desaparece de la historia de las luchas obreras y

campesinas; los partidos comunistas son olvidados en su papel tanto entre los

intelectuales como en el movimiento obrero y campesino; y la “nueva izquierda” se ve

reducida a memorias estudiantiles individuales donde aparece como un subproducto de

la radicalización de la década de 1960 influenciada por la Revolución Cubana. Con esto

no queremos decir que la izquierda haya sido protagonista excluyente, o que no

estuviera exenta de errores, sectarismos y problemas. Lo que sí queremos decir es que el

siglo XX latinoamericano se caracterizó por una relación dinámica y dialéctica entre la

izquierda y los movimientos sociales e intelectuales. Y asimismo, que una cantidad de

fenómenos históricos son incomprensibles sin profundizar en este tema.

Gran parte del problema estriba en definir “izquierda”. La heterogeneidad de

organizaciones y teorías, junto con las disputas y la competencia han hecho que sus

integrantes tiendan a definir el término en formas por demás restrictivas, con cada sector

arrogándose el derecho a definir inclusiones y exclusiones de la misma. En este trabajo

la “izquierda” se compone de todos aquellos grupos e individuos que se autodefinen

como revolucionarios y se plantean el socialismo como fin. Esto significa que, desde el

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punto de vista de este estudio, ser de “izquierda” no necesariamente es sinónimo de

marxismo-leninismo o de una práctica militante determinada. En la izquierda coexisten

múltiples tendencias: reformista, clasista, evolucionista, revolucionaria, guerrillera,

insurreccional, anarquista, populista, marxista... Por último, ser “de izquierda” es un

proceso dinámico con evolución histórica. Individuos y organizaciones que lo fueron en

un momento determinado pueden dejar de serlo. No ajeno a esta situación se encuentra

el cambio que la misma fue experimentando de acuerdo a las coyunturas nacionales e

internacionales.

A su vez, la periodización del desarrollo histórico de la izquierda

latinoamericana es necesariamente inexacta e imprecisa pero no por eso menos útil. En

principio podemos señalar cuatro momentos claramente identificables: los orígenes, la

“vieja izquierda”, la “nueva izquierda”, y lo que algunos han denominado una izquierda

posmoderna o posmarxista.

El primer momento, u orígenes, se sitúa aproximadamente entre 1880 y 1920. El

período se caracterizó por un desarrollo de muy variadas tendencias anarquistas y

socialistas que tuvieron un fuerte impacto tanto en las formas de organización de

trabajadores y campesinos, como en plano cultural y en el imaginario social. Estas

organizaciones e individuos fueron fundamentales en la estructuración de los sindicatos

por oficio, de las primeras federaciones campesinas, y de las primeras agrupaciones y

organizaciones que se autodefinieron como revolucionarias. Asimismo, estos

izquierdistas originales fueron importantes en la difusión de ideas clasistas y

contestatarias que se expresaron a través de periódicos, novelas, obras de arte, y toda

una serie de redes culturales. Estas ideas se asentaron sobre tradiciones y culturas

decimonónicas –el liberalismo, el radicalismo artesanal, y el indigenismo—y sobre un

cristianismo latinoamericano para resignificarlos y construir una estructura de

sentimiento que se convirtió en un “sentido común” y en un comportamiento “correcto”

aún entre aquellos que no compartían el ideario izquierdista y contestatario. La

represión salvaje de todo este mundo izquierdista no alcanzó a suprimir esta estructura

de sentimiento que se convirtió en el nexo y la base necesaria para el resurgimiento de

la izquierda en el período siguiente.

En numerosas entrevistas hemos registrado la existencia casi inconsciente de un

imaginario popular por el cual los militantes zurdos son “buenos muchachos”, aunque

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alejados de la vida cotidiana del trabajador. Para la percepción del trabajador medio, de

manera genérica, son vistos como honestos, combativos y que no traicionan. Pero, al

mismo tiempo, son “descolgados”, “bajalínea” y “siempre te dicen qué tienes que

hacer”. Es notable que las burocracias sindicales y campesinas ataquen a la izquierda

acusándola de “extranjerizante”, o de que no tiene en mente los mejores intereses de los

trabajadores, o de que responde a nunca bien definidos fines espurios. Sin embargo,

muy rara vez son acusados de un mal comportamiento ético o moral. Esto no implica

que no existan izquierdistas deshonestos; de hecho, los trabajadores los consideran y los

califican de forma bastante crítica, quizá porque no están a la altura de lo que deberían:

su propio discurso. Por ejemplo, nos expresó un obrero gráfico: “Fulano es un borracho,

y dice que es comunista”. Sin duda, para este testimoniante, los comunistas no pueden

ser borrachos y si lo son, es peor que si lo fuera alguien de otra tendencia política. Así,

cuando surgen los conflictos, los izquierdistas se encuentran depositarios de la

confianza de muchos de sus compañeros porque “van al frente”. Pero, al mismo tiempo,

son considerados poco pragmáticos y siempre dispuestos a llevar los conflictos a puntos

extremos.1 En síntesis, en aquellos lugares donde el militante comprendía esta situación,

entonces la izquierda lograba ganarse el respeto de los trabajadores e inclusive llegaba a

dirigir sectores de la clase, aunque más no fuera por momentos.2 Sin duda, además de la

represión estatal y patronal, el oportunismo de distintas organizaciones, el sectarismo y

las luchas internas que derivaban en disputas bizantinas y la agitación que sustituía el

trabajo paciente, gris y cotidiano, se convertían en problemas que alejaban a la izquierda

del conjunto de las clases populares.

El segundo momento se da a partir de la década de 1930, influenciado

particularmente por la bancarrota de los modelos exportadores de crecimiento a partir de

la crisis mundial iniciada en 1929. El período inicial fue sucedido por un segundo, que

podría ser muy genéricamente denominado “comunista”. Tanto la represión ejercida

contra los anarquistas, como la cooptación de los distintos partidos socialistas, la

influencia de la Revolución Rusa y los cambios en la producción –en particular el

desarrollo de concentraciones obreras que dejaron muy atrás a la incipiente manufactura

1 Habría que indicar que estos conceptos varían con el tiempo y la situación política. 2 En numerosas ocasiones, cuando la izquierda logró dirigir sectores de la clase obrera, fue sobre todo a

partir de la calidad del militante izquierdista y no debido a pautas programáticas o ideológicas. Ejemplos

de esto serían dirigentes como Agustín Tosco y Rubens Iscaro en Argentina, Luis Recabarren en Chile, o

Farabundo Martí en El Salvador.

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latinoamericana—llevaron, en la década de 1930 al crecimiento de lo que hoy en día se

conoce como “la vieja izquierda”. Dinamizada y hegemonizada por los partidos

comunistas, esta izquierda protagonizó numerosas luchas sociales en el continente,

como por ejemplo los soviets cubanos de 1933, el levantamiento comunista de

Farabundo Martí en el Salvador en 1932, la columna Prestes en Brasil entre 1925 y

1927, y en 1932 el Frente Popular de Marmaduke Grove en Chile. Esta izquierda

“comunista” heredó, incorporó y resignificó parte del imaginario y las prácticas el

período anterior dando surgimiento a lo que hoy en día se entiende como conceptos

“clasistas” y revolucionarios. A la vez esto tuvo un fuerte impacto sobre el mundo de la

cultura y los intelectuales que se expresó en pintores como Diego Rivera, David Alfaro

Siqueiros y Antonio Berni, poetas como Pablo Neruda y Raúl González Tuñón,

escritores como Jorge Amado, o pensadores como José Carlos Mariátegui.

Una vez más la conflictividad social, gestada a partir del crecimiento en la

organización sindical, hegemonizada mayoritariamente por comunistas, presentó no

sólo trabas a la acumulación de capital sino que también en varios de los países

americanos parecía amenazar la existencia misma del capitalismo. Las reformas

encaradas en ese período fueron realizadas por movimientos caracterizados como

populistas, y determinaron el surgimiento de estados de bienestar social y mercado

internistas ampliando el sufragio electoral para incluir sectores antes marginados del

sistema político, gestando lo que se denominó la democracia de masas. De manera clara,

si el contacto con la izquierda tuvo un efecto sobre pensadores populistas y

nacionalistas, lo mismo se puede decir a la inversa. Sectores del trotskismo (como Jorge

Abelardo Ramos o Liborio Justo) y del comunismo (como Vicente Lombardo

Toledano) fueron acercándose a posiciones cada vez más nacionalistas y menos

socialistas. Inclusive, en el caso del Partido Comunista, esta fue una de las razones,

junto con su postura reformista, que permitió el surgimiento de tendencias y luego de

fracciones maoístas a principios de la década de 1960.

Esta estructura social de acumulación gestó un nuevo desarrollo económico,

incluyendo un crecimiento de los procesos de industrialización por substitución de

importaciones, y un consenso en amplios sectores de la población basado en el pleno

empleo y una redistribución del ingreso nacional hacia abajo. Pero, al mismo tiempo,

entró en contradicción con los sectores empresariales más concentrados y la nueva

Page 6: Estudiar La Izquierda Latinoamericana

potencia imperial, Estados Unidos de América. El desarrollo de los medios de

comunicación, la educación de masas y el mayor acceso a la universidad favorecieron

un proceso de politización entre la juventud y la clase obrera y campesina. Estos, si bien

veían positivamente las reformas y conquistas del estado de bienestar, pretendían

profundizarlas y extenderlas. El resultado fue que, hacia las décadas de 1960 y 1970,

hubo crecientes problemas para que la clase dominante ejerciera su dominación con

consenso por lo cual debió recurrir a la represión abierta a través de gobiernos

dictatoriales y de gobernantes electos cada vez más autoritarios.

Fue a partir de 1960 donde emergió lo que hemos denominado el tercer período

de “la nueva izquierda”. Esta encontró sus orígenes tanto en escisiones de los partidos

comunistas como en los grupos trotskistas del período anterior. Estas escisiones se

combinaron con grupos provenientes de los movimientos populistas y nacionalistas del

período para gestar un panorama orgánico difícil de sistematizar. Esta nueva izquierda

se vio fuertemente impactada tanto por el ejemplo de la Revolución Cubana y la figura

del Che Guevara, como por la Guerra de Vietnam. Ambos aspectos generaron fuertes y

ricas discusiones en torno a tres ejes: el carácter de la revolución latinoamericana, las

vías de la revolución, y el sujeto de la revolución. Muy sintéticamente, estos ejes

implicaban el debate en torno a si la revolución debía ser socialista y antiimperialista o

popular y antiimperialista; si el camino era la lucha armada o por el contrario eran

formas de acumulación denominadas “pacíficas”; y si el principal sector social

revolucionario era la clase obrera o si por el contrario lo era el campesinado junto con

sectores de la “burguesía nacional” y de los pobres de la ciudad y el campo.

En los períodos anteriores la izquierda contó con nutridos grupos de adherentes

en todos los sectores sociales. Sin embargo, fue durante este “tercer período”, entre

1960 y 1980, que toda una generación se lanzó por el camino de la revolución social, y

el período se destacó por el surgimiento de numerosos grupos guerrilleros.

Aunque existen muchos antecedentes de levantamientos armados en América

Latina, remontándose a la época colonial (por ejemplo el de Tupac Amarú II), muy

pocos de estos tomaron la forma de movimientos guerrilleros que se plantearan una

revolución social. Los movimientos guerrilleros latinoamericanos tuvieron, a su vez,

tres períodos concretos. El primero, que puede ser denominado el período del foco

(aproximadamente de 1959 a 1969) se caracterizó por la influencia guevarista tal como

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se plasmó en la obra de Regis Debray ¿Revolución en la revolución? Incluye

organizaciones como Carlos Marighela en Brazil, las FARN de Venezuela, las FARC y

el ELN de Colombia, el MIR y el APRA Rebelde en Peru, Uturuncos y el EGP en

Argentina, Genaro Vázquez Castaño y la guerrilla de Arturo Gámiz en México, las FAR

en Guatemala, y los Sandinistas (en su primer período) en Nicaragua. La mayoría de

estos grupos fueron rápidamente reprimidos, sin embargo algunos de ellos, como las

FARC y el ELN, y los Sandinistas evolucionaron para constituirse, luego de derrotas

iniciales, en complejas organizaciones político-militares haciendo la transición al

segundo período.

El período de las organizaciones políticas y militares (1970-1979) implicó que

estos grupos trascendieron la existencia como meros grupos guerrilleros y desarrollaron

una combinación de lucha armada junto con trabajo de masas, tanto legal como ilegal.

Así fueron organizaciones con prensa legal, agrupaciones sindicales, estudiantiles y

campesinas, e inclusive, en algunos casos, lograron tener representantes parlamentarios.

A diferencia de los grupos del primer período, la mayoría de estos desarrollaron la lucha

urbana, además de la lucha en el campo. Algunos ejemplos fueron: el MLN-Tupamaros

de Uruguay, el PRT-ERP y los Montoneros de Argentina, las ya mencionadas FARC,

las FPL Farabundo Martí de El Salvador, el PRT-ELN de Bolivia y el M-19

colombiano. El éxito de estos grupos fue muy variado. Algunos fueron exterminados (la

guerrilla argentina), otros hicieron la transición a la política electoral dejando la lucha

armada (M-19, FPL Farabundo Martí, Tupamaros), y otros subsisten entre los grupos

guerrilleros más poderosos del mundo (FARC y ELN en Colombia).

El tercer período de la guerrilla (1980-1999) ha sido denominado por algunos

como el de la “guerrilla posmoderna” y por otros como el de los “antiguevaristas”.

Ambos términos son inexactos y ocultan más de lo que revelan puesto que la realidad es

más compleja. Este fue el período donde surgieron o se lanzaron a la lucha armada

grupos como Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso --claramente de tendencias

antiguevaristas, campesinistas y milenaristas—y el Movimiento Revolucionario Tupac

Amaru de orientación guevarista, el EZLN y el EPR de México, y el Frente Patriótico

Manuel Rodríguez de Chile, organizado por el PCCh.

Pero además de las guerrillas, las cuatro décadas entre 1960 y 1999 implicaron

un desarrollo de una inmensa cantidad de grupos muy distintos, con estrategias y ejes

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también muy variados. Este fue el período donde hubo un desarrollo importante de

grupos que se reivindicaron maoístas y trotskistas, además de numerosos grupos de

“izquierda independiente” (no alineados con ninguno de los países socialistas). Para dar

un ejemplo, podemos señalar que según Fernando Iwasaki “a mediados de los setenta

llegaron a existir en el Perú 74 partidos marxistas-leninistas”.3 Si bien esto revela un

mundo izquierdista, fisíparo y fragmentado, también nos muestra un mundo muy amplio

que iba más allá de los claustros universitarios. De hecho en 1990, en Perú, el conjunto

de la izquierda no armada confluyó en un frente electoral llamado Izquierda Unida que

concitó una importantísima cantidad de votos.

Si bien los distintos gobiernos y dictaduras fueron exitosos en reprimir a la

guerrilla y al movimiento social radicalizado de la décadas 1960 a 1990, no lograron

gestar un nuevo consenso en torno a su propuesta de una estructura social de

acumulación basada en desmontar los beneficios sociales y las estructuras económicas

del estado de bienestar para insertar las naciones americanas en una economía

trasnacionalizada.

De hecho las derrotas de la izquierda a manos de dictaduras y democracias

restringidas, sentó las bases para el cuarto período en la cronología de la izquierda, y

que podríamos señalar que abarca desde 1989 hasta el presente. Con la decadencia y

eventual caída de la Unión Soviética, junto con las secuelas de la represión, implicó que

muchos de los grupos izquierdistas del período anterior, tanto guerrilleros como los que

aprobaban del comienzo de la lucha armada, se volcaron al trabajo de masas y la lucha

electoral. Los sobrevivientes de grupos como Tupamaros en Uruguay, PRT-ERP y

Montoneros en Argentina, MIR en Chile, además de centroamericanos y mexicanos se

volcaron a desarrollar (o a apoyar el desarrollo de) partidos y organizaciones de

centroizquierda como el PRD en México y Libres del Sur en Argentina, o se

incorporaron a movimientos de matriz populista como el chavismo en Venezuela.

Para los estudiosos de la izquierda latinoamericana Barry Carr y Steve Ellner4,

las dictaduras militares de la década de 1970 fueron las experiencias nacionales que más

influenciaron a la izquierda actual. Esta situación convenció “a muchos izquierdistas

que la democracia formal que habían menospreciado era una verdadera conquista que 3 Citado en Santiago Roncagliolo. La cuarta espada. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2007; pág.

62. 4 Barry Carr and Steve Ellner (eds.). The Latin American Left. From the Fall of Allende to Perestroika.

Boulder, Colorado: Westview Press, 1993

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valía la pena defender a toda costa para poder construir”5. A pesar de eso, según Ellner,

la izquierda setentista entró en la década de 1990 considerablemente desorientada y

carente de alternativas válidas. Esto se combinó con el surgimiento de nuevos

movimientos sociales, que “prefiguran un nuevo tipo de democracia”6, cuyas principales

características son la autonomía de la sociedad civil y la participación desde la base. Sin

embargo, según Ellner, estos movimientos no aportan al fortalecimiento de la izquierda

aunque contribuyen a la cultura política enseñándole a la gente la “importancia del

accionar colectivo”.7 El resultado de toda esta complejidad ha sido un alejamiento del

clasismo por parte de la izquierda y un mayor énfasis por parte de los teóricos de la

izquierda en nuevas formas de democracia y participación, y en la posesión de los

medios de producción.

En cada una de estas épocas surgieron nuevas camadas de activistas y militantes

con características propias.8 Durante cada período las organizaciones y grupos de

izquierda estuvieron integrados por miembros cuyos orígenes y experiencias históricas

podían ser distintos pero que compartían elementos culturales (una estructura de

sentimiento) que se traducían en un lenguaje, un simbolismo y prácticas que tenían

fuertes elementos en común. Las mismas fueron madurando durante cada período y se

transmitieron oralmente de una generación de izquierdistas a otra. Así todo un

imaginario y una tradición fueron transmitiéndose y manteniéndose vivas a pesar de la

represión. Esta tradición entroncó con la realidad y las experiencias clasistas de las

nuevas generaciones.

Desde el punto de vista de las entrevistas aquí presentadas un elemento clave es

la percepción y la experiencia de lo que se ha dado en llamar “la generación del

setenta”. 9 Que esta generación se haya volcado a la militancia revolucionaria es por lo

5 Ibid. 2. 6 Ibid, 11. 7 Ibid, 12. 8 Por activista se entiende aquel individuo que se desempeña principalmente en la organización social, y

se diferencia del militante en que éste último tiene la política como eje primordial de su actividad. 9 El concepto de “Generación” ha sido utilizado por la literatura para denominar grupos de escritores

marcados por un momento histórico (por ejemplo “la Generación del ‘37”). Diversos autores han hablado

de la “Generación del ‘70” sin definir el término o lo que implica. Es un concepto que no nos satisface

mucho puesto que, en él, tienden a desaparecer las complejidades del fenómeno setentista en cuanto a

clase social, género o inclusive franja etaria. De por sí el concepto de “Generación” es algo complicado.

Tradicionalmente ha sido definido como aquella franja etaria de quince o veinte años que, supuestamente,

comparte patrones culturales y experiencias comunes. Esta definición implica más problemas de los que

resuelve. En todo caso, preferiríamos la elaboración desarrollada por la crítica literaria Iris Zavala.

Basándose en una lectura ideológica de Lacan y de Bajtin (que no hablan de “Generación”), Zavala ha

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menos notable, puesto que fue la principal beneficiaria de las reformas instauradas por

el estado de bienestar social y el populismo. La militancia “setentista” nació en los

intersticios de la relación dialéctica entre un mundo que surgía y otro que estaba

desapareciendo. En las trincheras de la sociedad civil, la sociedad latinoamericana de

1960 era una sociedad en rápido cambio. Los efectos del populismo y del desarrollismo

se sentían en un campesinado y en una clase obrera más organizados y económicamente

mejor. Fueron los hijos de estos campesinos, trabajadores y empleados que fueron

enviados a la universidad con grandes esfuerzos por parte de sus familias. Para esta

minoría universitaria de clases populares, este desclasamiento hacia arriba fue un rudo

despertar al encontrar un mundo que no sólo estaba lleno de injusticias sino que

contrastaba duramente con el mundo del cual venían; y, además, tenían las herramientas

(conocimientos) para interpretarlos. Así, se les apareció un mundo en erupción que

debía ser modificado porque era esencialmente opresivo e injusto. Y de ahí se lanzaron,

por distintas vías, a la revolución. Pero, para sus padres y para la mayoría de los

trabajadores latinoamericanos de la década de 1960, éste era un mundo injusto que

estaba siendo cambiado y podía serlo aún más vía reformas. Lejos de ser un problema

del capitalismo en sí, éste les proveía las posibilidades de mejorar. ¿O acaso no estaban

enviando a los hijos a la universidad? ¿O acaso no era esa la lección dejada tanto por

Cárdenas, Vargas y Perón como por Frondizi, Frei y Kubitchek? ¿O acaso el obrero de

la gran fábrica no sólo tenía su coche sino que construía su casa y podía aspirar a

establecer su taller? Para éstos el problema era que un sector minoritario aunque

poderoso obturaba el camino a más y mayores reformas. Así, si bien para los primeros

el problema era sistémico para los segundos era sólo político. De ahí que cuando ambos

coincidieron el resultado fueron poderosas movilizaciones populares. Cuando no

coincidieron estas movilizaciones se realizaron en pos de las reformas y no de la

revolución. Y cuando la contradicción entre ambas se hizo aguda –y había que arriesgar

unas para obtener otras– frente a la represión, el pueblo se retiró dejando a los

revolucionarios solos. En otras palabras: los jóvenes revolucionarios del setenta se

equivocaron en cuanto al nivel de conciencia revolucionaria alcanzado por el conjunto

elaborado una conceptualización por la cual el término denota nuevos síntomas (en el sentido marxista)

de lo insoportable socialmente lo que hace síntoma en nuestro discurso. Para Zavala, si el intelectual es el

que interroga el saber, y permite el avance del objeto de estudio, la Generación tiene una marca: aquello

que deja estigmas sobre el sujeto. Esta marca tiene un papel colectivizador, por lo que produce la

congregación de los marcados, lo que se denota en un discurso común.

Page 11: Estudiar La Izquierda Latinoamericana

de la población. Dicho de otra forma: la combatividad no necesariamente es conciencia.

Los jóvenes setentistas, desencantados con el populismo y el desarrollismo, y

compartiendo una estructura de sentimiento, fueron receptivos a los planteos de la

izquierda. Muchos se acercaron impactados por la gesta del Che Guevara, o por el

ejemplo de la revolución cubana y la vietnamita. Otros lo hicieron impactados por una

realidad latinoamericana de miseria, pobreza y explotación que les parecía desconocida.

Finalmente, muchos intentaron primero las vías institucionales de protesta para

encontrarse con la represión despiadada y el rechazo a toda reforma. Todos los jóvenes

protagonistas de la época, registran su desencanto y su sensación de profunda injusticia,

donde el discurso de justicia, libertad y bienestar de la burguesía liberal latinoamericana

no se condecía con sus prácticas de dominación. Estos últimos conformaron la mayoría

de la militancia en el período 1960-1990.

En cuanto a la procedencia social observamos que incluía de todos los sectores.

Como es de esperar, dada la composición social latinoamericana, entre estos militantes

existió una preponderancia de campesinos, obreros y empleados. Es importante destacar

que, a menudo, han sido caracterizados como “estudiantes”. Esta es una categoría

problemática y poco social. Por lo general se la utiliza como sinónimo de “joven, sin

empleo, de clase media”. En el caso de la militancia setentista, esta descripción no es

del todo correcta. En el período analizado hubo un porcentaje significativo de hijos de

campesinos, obreros y trabajadores no proletarios que lograron ingresar a la universidad

para estudiar. Además, una cantidad importante del estudiantado universitario de clase

media también trabajaba. Por ende, si bien estas camadas de militantes estuvieron

compuestas por una cantidad apreciable de jóvenes estudiantes de colegios secundarios

y universitarios, muchos se desempeñaban como (o eran hijos de) campesinos, obreros,

docentes, empleados administrativos estatales, bancarios. De todas maneras, queda claro

que la vasta mayoría de los miembros que ingresaron al conjunto de las organizaciones

de izquierda fueron activistas jóvenes, de entre dieciséis y treinta años de edad. Por otra

parte, el afianzamiento de las tendencias radicales también estuvo dado por las

características que presentó la industrialización de la región durante las décadas de 1960

y 1970. En ella se desarrolló un movimiento obrero con una serie de particularidades

distintas a las originadas en las décadas de 1930 y 1940, entre otras con un fuerte

vínculo a las comunidades campesinas de donde habían surgidos los nuevos

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trabajadores. El vínculo entre obreros y campesinos, que se desarrolló durante las

migraciones del período, no puede ser subestimado y amerita un estudio particular, sin

embargo da pistas para la comprensión de la difusión de ideas izquierdistas y

revolucionarias en las comunidades campesinas latinoamericanas de la década de 1970.

Por último, esta politización abarcó a sectores religiosos practicantes. De este modo,

curas obreros, miembros de comunidades de base tercermundistas, grupos sionistas

socialistas y misioneros protestantes se incorporaron a los grupos de izquierda.

Esta cultura obrera es importante no sólo por su resistencia a la represión, sino

porque se nutre de una serie de valores a menudo identificados con la izquierda política.

Radicalizados o no, los sectores populares latinoamericanos por lo general encuentran

resonancias con las que se pueden identificar en los criterios pregonados (aunque a

veces no practicados) por la izquierda. Es por esto que, si bien reprimida, perseguida y

enfrentada por los distintos gobiernos latinoamericanos, ésta ha logrado sobrevivir entre

los campesinos y los trabajadores, reducida, minimizada pero jamás extinguida. En esto

también interviene el hecho de que no pocos grupos de esta corriente se han nutrido en

su composición de miembros de las clases populares. El crecimiento y la masificación

de las organizaciones izquierdistas y sus concepciones durante las décadas de 1960 y

1970, y luego las experiencias como la del EZLN o la del PCP Sendero Luminoso

demuestran que los obreros y los campesinos no son impermeables a estas propuestas

sino, más bien, que muchas veces la izquierda no supo combinar tácticas y estrategias

con las reivindicaciones cotidianas de los trabajadores.

Estos últimos años la historia oral se ha revelado de suma utilidad en el estudio

de la historia de la militancia latinoamericana entre las décadas de 1950 y de 1990.10

Puesto que en las fuentes escritas existe escasa información de índole cualitativa sobre

la subjetividad del guerrillero y la militancia cotidiana, cada vez más historiadores

recurren, además, a la oralidad. A través del testimonio es posible acceder a un mundo

que no había quedado asentado en papel. En este sentido, y en la medida en que cada

investigación se planteó una historia “desde abajo”, y no sólo de los dirigentes o de las

instituciones, la entrevista ha surgido como una fuente de indudable riqueza histórica

que pasa por un proceso de confrontación con la fuente escrita. Algunos ejemplos de 10 Los más conocidos y difundidos son lo estudios sobre los movimientos armados, sin embargo existe

una cantidad de trabajos sobre militancia de izquierda que son sumamente importantes, entre los cuales

hay que destacar el estudio de Víctor Hugo Acuña Ortega sobre los zapateros comunistas de Costa Rica y

el de Mariana Mastrángelo sobre los comunistas de San Francisco de Córdoba en 1929.

Page 13: Estudiar La Izquierda Latinoamericana

esto han sido los estudios de Alfredo Molano sobre las FARC11, de Sebastián Leiva

sobre el MIR chileno12, de Alejandro Peñaloza13 y de Verónica Oikión y María Eugenia

Ugarte14 sobre distintos movimientos armados mexicanos, de Elizabeth Ferreira sobre

mujeres guerrilleras en Brasil15, de Rolando Alvarez sobre la clandestinidad de Partido

Comunista de Chile16, de José Luis Rénique sobre los presos políticos de Sendero

Luminoso en Perú17, de Pablo Pozzi18, Gabriel Rot19 y Ernesto Salas20 en Argentina.

Asimismo, existen varios acervos de importancia con entrevistas y testimonios de

antiguos militantes guerrilleros.21

De la cantidad de estudios y testimonios disponibles emergen una serie de

cuestiones sumamente sugerentes sobre el conjunto de la historia de América latina. Por

ejemplo:

La violencia es algo endémico en la sociedad latinoamericana; o sea, la

hegemonía de la clase dominante es y ha sido endeble por lo que se ha visto

permanentemente cuestionada por el movimiento popular y ha logrado mantener

su dominación a través de una represión salvaje y oculta por los medios de

comunicación.

La izquierda, como tal, no ha sido producto de vanguardias iluminadas o de

grupos estudiantiles románticos, o menos aun de jóvenes desesperados, sino que

11 Por ejemplo, Alfredo Molano. “Melisa, una mujer de las FARC”. Taller 7. Buenos Aires: AECS, 1998. 12 Sebastián Leiva. Teoría y práctica del poder popular: los caso del MIR en Chile y el PRT-ERP en

Argentina. Santiago de Chile: Mimeo, 2006. 13 Alejandro Peñaloza. La lucha de la esperanza: historia del MAR (1965-1971). México DF: Tesis de

licenciatura, ENAH, 2004. 14 Verónica Oikión y María Eugenia Ugarte. Movimientos armados en México, siglo XX, 3 vols. México

DF: CIESAS-El Colegio de Michoacán, 2006. 15 Elizabeth Xavier Ferreira. Mulheres, militancia e memoria. Rio de Janeiro: Fundaçao Getulio Vargas,

1996. 16 Rolando Alvarez. Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad comunista (1973-1980).

Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2003. 17 José Luis Rénique. La voluntad encarcelada. Las luminosas trincheras de combate de Sendero

Luminoso del Perú. Lima: IEP, 2003. 18 Pablo Pozzi. El PRT-ERP. La guerrilla marxista. Buenos Aires: EUDEBA, 2001. 19 Gabriel Rot. Los orígenes perdidos de la guerrilla en la Argentina. Buenos Aires: El Cielo por Asalto,

2000. 20 Ernesto Salas. Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista. Buenos Aires: Editorial Biblos, 2003. 21 Estos son el del Programa de Historia Oral de la UBA, el del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos

Aires, y el del CEDINCI dirigido por Horacio Tarcus. Habría que agregar, también, que los acervos de

historia oral tanto en la Asociación Memoria Abierta, como en la Asociación de Abuelas de Plaza de

Mayo contienen una gran cantidad de entrevistas que, si bien se centran en las temáticas de derechos

humanos, son pasibles de ser utilizados con mucho provecho para reconstruir historias de vida de

militantes setentistas.

Page 14: Estudiar La Izquierda Latinoamericana

encuentra profundas raíces en la situación social del continente, o sea en la lucha

de clases.

La izquierda, y luego la guerrilla, no ha sido un fenómeno local ni siquiera

campesino, sino que se extendió por todo el continente y abarcó a todos los

sectores sociales.

La persistencia de estas condiciones sociales implicó que el aniquilamiento y la

derrota de una generación izquierdista resultó en la semilla para el surgimiento

de la siguiente.

En este sentido, y como expresión de estas condiciones, la guerrilla se constituyó

en una amenaza real a la dominación más allá de su poder de fuego o apoyo

popular.

Con variaciones de época y de grupo en grupo, la persistencia de la izquierda

latinoamericana en sus distintas formas, parece indicar que contó con más

simpatía y apoyo popular del que hemos supuesto hasta ahora.

Esta simpatía podría indicar la existencia de una estructura de sentimiento por la

cual la cultura popular latinoamericana tiene puntos de contacto con lo que se

podría denominar un “sentido común” de izquierda.

Así, la represión y las técnicas de dominación son y han sido tan avanzados que

se constituyen en un antecedente ineludible –y hasta ahora no estudiado—para

comprender nuevas formas de dominación e inclusive una dominación sin

hegemonía en forma constante.