Etnohistoria2010

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133 Introducción El término “etnohistoria” apareció en los Estados Unidos en 1909; en los cincuenta se popularizó en el medio antropológico norteamericano y en 1953 surgió como una especialidad de etnología en la ENAH, hasta que en 1973 se consolidó como una licenciatura independiente. El concepto se utilizó para caracterizar a las investigaciones que echaron mano de todo vestigio a su alcance: lenguas aborígenes, restos materiales —monumentos y documentos pictográficos—, especulación comparativa con otros pueblos cuyo pasado era mejor conocido; pero no encajaban en los lineamientos de la antropología ni de la historia. Si bien los precursores de la etnohistoria en esta Escuela basaron su argu- mentación en la necesidad de contar con especialistas en historia prehispánica y de los indios durante la época colonial, para convertirla en una carrera acadé- mica, es claro que hoy nuestra disciplina está animada por preocupaciones mucho más amplias. Con el tiempo ha construido numerosos objetos de estu- dio con pueblos y sectores sociales que, como las culturas previas al contacto con Occidente, carecen de registros. En síntesis, se ha dedicado a investigar el pasado de cualquier grupo o actor social excluido de la historia hegemónica, aqué- lla que ha privilegiado la reconstrucción del devenir de las instituciones y del poder, utilizando exclusivamente documentación escrita. La etnohistoria ha recorrido un largo trayecto en el uso de fuentes alternativas al documento, en la construcción de un método que permite explicar el pasado desde una perspectiva eminentemente etnológica y en la ex- ploración de analogías entre los pueblos vivos y las sociedades del pasado. Sus temas tradicionales siguen siendo objeto de investigación y reflexión entre nuestros especialistas, aún cuando los avances de la lingüística, la et- nología y la arqueología les permiten hoy nutrirse de un cúmulo mucho mayor de información que en el pasado. Además, ha explorado nuevos cam- pos apoyada en su matriz antropológica, ofreciendo una conveniente inter- pretación cultural del pasado. Así, la etnohistoria de hoy puede definirse desde dos ángulos complementarios: el primero, la lectura etnológica de los vestigios históricos, incluidos, obviamente, los documentos, y el segundo, el método que se basa en la confrontación y validación del dato documental con el etnográfico. En ambos sentidos, la etnohistoria enriquece a las cien- cias sociales, a la vez que se define por su carácter interdisciplinario. El objetivo de este módulo es darte una visión general de lo que hoy es la etnohistoria en la ENAH; por ello lo hemos dividido en cuatro unidades temáticas. La primera te introduce en la pertinencia de un área de conocimiento cuyo objeto fundamental de estudio han sido tradicionalmente los “sin his- Etnohistoria

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Introducción

El término “etnohistoria” apareció en los Estados Unidos en 1909; en loscincuenta se popularizó en el medio antropológico norteamericano y en 1953surgió como una especialidad de etnología en la ENAH, hasta que en 1973 seconsolidó como una licenciatura independiente.

El concepto se utilizó para caracterizar a las investigaciones que echaronmano de todo vestigio a su alcance: lenguas aborígenes, restos materiales—monumentos y documentos pictográficos—, especulación comparativa conotros pueblos cuyo pasado era mejor conocido; pero no encajaban en loslineamientos de la antropología ni de la historia.

Si bien los precursores de la etnohistoria en esta Escuela basaron su argu-mentación en la necesidad de contar con especialistas en historia prehispánicay de los indios durante la época colonial, para convertirla en una carrera acadé-mica, es claro que hoy nuestra disciplina está animada por preocupacionesmucho más amplias. Con el tiempo ha construido numerosos objetos de estu-dio con pueblos y sectores sociales que, como las culturas previas al contactocon Occidente, carecen de registros. En síntesis, se ha dedicado a investigar elpasado de cualquier grupo o actor social excluido de la historia hegemónica, aqué-lla que ha privilegiado la reconstrucción del devenir de las instituciones y delpoder, utilizando exclusivamente documentación escrita.

La etnohistoria ha recorrido un largo trayecto en el uso de fuentesalternativas al documento, en la construcción de un método que permiteexplicar el pasado desde una perspectiva eminentemente etnológica y en la ex-ploración de analogías entre los pueblos vivos y las sociedades del pasado.Sus temas tradicionales siguen siendo objeto de investigación y reflexiónentre nuestros especialistas, aún cuando los avances de la lingüística, la et-nología y la arqueología les permiten hoy nutrirse de un cúmulo muchomayor de información que en el pasado. Además, ha explorado nuevos cam-pos apoyada en su matriz antropológica, ofreciendo una conveniente inter-pretación cultural del pasado. Así, la etnohistoria de hoy puede definirsedesde dos ángulos complementarios: el primero, la lectura etnológica de losvestigios históricos, incluidos, obviamente, los documentos, y el segundo,el método que se basa en la confrontación y validación del dato documentalcon el etnográfico. En ambos sentidos, la etnohistoria enriquece a las cien-cias sociales, a la vez que se define por su carácter interdisciplinario.

El objetivo de este módulo es darte una visión general de lo que hoy esla etnohistoria en la ENAH; por ello lo hemos dividido en cuatro unidadestemáticas.

La primera te introduce en la pertinencia de un área de conocimientocuyo objeto fundamental de estudio han sido tradicionalmente los “sin his-

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toria”, para reflexionar sobre los prejuicios inherentes a la escritura de lahistoria, la cual no tiene nada de ingenua; aquí también se discuten las ma-neras en que puede definirse la etnohistoria para llegar a su objetivo y a unadefinición general de la disciplina.

El segundo tema te mostrará los medios que utiliza la etnohistoriapara actuar científicamente, destacando su naturaleza heterogénea ointerdisciplinaria que la obliga a “tomar prestado” tanto de la historia comode la antropología, atributo que le permite accesar a un número muy vas-to de fuentes de información y reconstruir los procesos históricos y cultu-rales más disímbolos. Para ello se te proporciona una panorámica de esasfuentes y su clasificación, así como las técnicas más importantes para tra-bajar con ellas. Debes de tomar en cuenta que este tema está lleno de con-ceptos, por lo que te recomendamos un estudio cuidadoso.

En la tercera unidad hay un ejemplo de lo que la singular combinaciónde fuentes y técnicas puede dar como resultado en una investigación etnohis-tórica, así como la relación de la etnohistoria, la antropología y la historia.

Por último, se presenta el plan de estudios de la licenciatura, que reflejala singularidad de la etnohistoria mexicana: su naturaleza como tradiciónformativa en la ENAH. Asimismo, tratamos el campo profesional de losetnohistoriadores, con el propósito de que conozcas las posibilidades dedesarrollo al terminar la Licenciatura en Etnohistoria.1

JOSÉ ANTONIO ROMERO HUERTA2

JULIETA VALLE ESQUIVEL

Objetivos generales del móduloEl estudio de este módulo te permitirá:• Comprender el concepto de etnohistoria y su objeto de estudio.• Considerar la fragmentación y especialización de las ciencias sociales,

con énfasis en el surgimiento de la antropología.• Ubicar a la etnohistoria en las tendencias hacia la configuración de

interdisciplinas.• Identificar de manera general las fuentes utilizadas por la etnohistoria,

con base en su origen y condición como interdisciplina.• Conocer y analizar un resultado concreto de investigación etnohistórica

que te permitirá apreciar el quehacer científico de la etnohistoria.• Conocer el plan de estudios de la Licenciatura en Etnohistoria, así como

las características generales del campo profesional del etnohistoriador.

Contenido del móduloUnidad I. Acercamiento a la etnohistoriaUnidad II. En la tierra de nadie, el ingenio metodológicoUnidad III. Lo que la etnohistoria puede cosecharUnidad IV. La formación de los etnohistoriadores en la ENAH y su cam-

po profesional

1 Por razones de espacio se evitó, en todo lo posible, el manejo de citas. Pedimos disculpas alos posibles afectados.

2 Idea original modificada.

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Unidad I. Acercamiento a la etnohistoria

Los contenidos de esta unidad tienen el objetivo de aproximarte a laetnohistoria.

Con la lectura de Bonfil comprenderás que hay diferentes acepcionesde la palabra historia. También que la escritura de la historia no es ingenua,es un discurso (gráfico) de cada sociedad, de cada grupo; obedece a diferen-tes intereses: científicos, económicos, políticos, religiosos; cumple diferentesfunciones: explica un orden establecido, y está dirigido directa o indirecta-mente hacia otro, que puede ser una persona, un grupo o una nación.

Los textos de Pedro Carrasco y Kristine Jones te permitirán identificarel objeto de estudio de la etnohistoria, el cual es retomado de la antropolo-gía: las sociedades “primitivas”, “ágrafas”, “tradicionales”, “arcaicas”, esdecir, todas aquellas sociedades, todas aquellas culturas diferentes de Oc-cidente, el cual no las consideró civilizadas, sólo útiles, manipulables, ins-trumentos, mano de obra; si no irracionales, al menos bestiales; incultasporque no tienen la cultura del centro; salvajes, subdesarrolladas. Asimis-mo, ubicarás que el objetivo de la etnohistoria es reconstruir la historiacultural de esos grupos sociales.

Objetivos de la unidadCon el estudio de esta unidad podrás:• Reconocer el concepto de etnohistoria.• Ubicar el sesgo etnocéntrico de la escritura de la historia oficial.• Apreciar la construcción ideológica de “nosotros” y “los otros” en la

historiografía.

Temario1. Diferentes acepciones de la palabra historia2. “Los otros” y “nosotros”3. Particularidad del objeto de estudio de la etnohistoria

Revisa con atención la siguiente actividad de aprendizaje y realízalacuando hayas concluido la lectura del texto que se presenta.

ACTIVIDAD 1Cuando leas el texto de Bonfil, toma en cuenta que el concepto “historia”tiene diferentes significados. Con base en lo anterior, al concluir la lecturaexplica por qué Bonfil considera que las historias de los pueblos indios noson todavía historias.

Lectura 1Bonfil Batalla, Guillermo1982 “Historias que no son todavía historia”, en Pereyra, Carlos, et al., His-

toria ¿Para qué?, México, Siglo XXI, pp. 229-234.

En un sentido doble, las historias de los pueblos indios de México no sontodavía historia. No lo son, en primer lugar, porque están por escribirse; loque hasta ahora se ha escrito sobre esas historias es ante todo un discurso

Unidad I

La historia acontecimiento esla que prevalecía cuando sur-gió la etnohistoria; se enfocaen los grandes acontecimien-tos, héroes, guerras. Esta visiónetnocéntrica dotaba de atribu-to histórico sólo a algunas so-ciedades.

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del poder a partir de la visión del colonizador para justificar su dominacióny racionalizarla. No son todavía historias, en otro sentido, porque no sonhistorias concluidas, ciclos terminados de pueblos que cumplieron su desti-no y “pasaron a la historia”, sino historias abiertas, en proceso, que recla-man un futuro propio.

Una historia colonizadaLa primera mirada europea sobre la realidad de lo que hoy es América, afinales del siglo XV, no fue la mirada virgen que se asoma a lo ignoto. Fueuna visión filtrada —¿cuál no?— a través de preconcepciones, conviccionesy prejuicios de un mundo que salía apenas de la Edad Media e iniciaba laaventura de su expansión más allá de los límites conocidos. Pero no sólohabía ignorancia y descubrimiento, también necesidad histórica de encua-drar las nuevas realidades en el marco de un proyecto de dominación colo-nial. Cualesquiera que fueran los pueblos por descubrir, estaban ya dealguna manera ubicados en el contexto de la historia europea: ingresaríancomo marginales, excéntricos, paganos e intrínsecamente inferiores. Otraprevisión no hubiera sido compatible con el impulso expansionista deldesarrollo económico europeo ni con el “espíritu de la época” que lo expre-saba. En España, la reconquista y la unificación aportaban, además, losantecedentes inmediatos para consolidar la convicción de que al nuevoEstado le había sido asignada una misión redentora, reservada sólo a lospueblos elegidos y, en consecuencia, superiores.

Toda empresa colonial requiere una justificación ideológica, por preca-ria y endeble que sea. La dominación pasa siempre por una razón de supe-rioridad que la transforma en una obligación moral, tanto para el dominadocomo para el dominante. No basta la coerción ni el predominio de la fuerza:es necesaria la hegemonía, la convicción de que los respectivos papeles nopodrían ser otros ni estar a cargo de otros protagonistas.

Es bien sabido que la invasión y conquista europeas de América seracionalizaron a partir de una definición del indio como inferior, natural-mente destinado a ser redimido y elevado gracias a la acción del coloniza-dor, su superior —también por definición— en todos los órdenes de lavida. Su propia humanidad estuvo formalmente en entredicho cuando secuestionó la existencia de su alma, el atributo distintivo del hombre enla concepción cristiana. Esta naturaleza subalterna adscrita al indio exigíauna historia que explicara convincentemente y sin fracturas su trayectoriaanterior, hasta el momento de su arribo a la verdadera y única historia, esdecir, la del Occidente europeo. La visión de la historia india, más allá o almargen de cualquier evidencia, debía ser comprensible y consecuente entérminos de la ideología del conquistador, que expresaba las premisas ne-cesarias del orden colonial. Tales premisas fueron, entre otras:a) Los antiguos habitantes del continente forman una sola categoría social

(humana, tal vez), por encima de sus especificidades y diferencias con-cretas. Son los indios cuya característica esencial es no ser europeos. Noser europeo significa no ser cristiano ni civilizado, es decir, no poseer laverdad y, en consecuencia, no disponer de las capacidades para guiarsey realizarse por sí mismos. La unicidad de los indios se establece porcontraste, por oposición global con el colonizador: ustedes son todo lo

Fíjate en las diferentes acepcio-nes de la palabra historia quemaneja Bonfil.

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que no soy yo, por eso son lo mismo. Las historias de los diversos pue-blos serán, en consecuencia, la historia del indio: una sola historia en sucarácter esencial (el error), cuyos pormenores, por divergentes que sean,nunca alcanzan a contradecir su unidad básica. A los ojos del conquista-dor la historia india es una sola, porque los indios, finalmente, tienen unsolo destino: ser o llegar a ser colonizados. A igual destino ineludiblecorresponde igual historia que lo justifica.3

b) La historia india anterior a la invasión europea es la historia del mal, elimperio idolátrico y pagano que abriga todas las perversiones. Las di-ferencias sólo son comprensibles como herejías.

c) La irracionalidad de la historia india se prueba por su comparación con lahistoria occidental, a la que no se ajusta. Las únicas categorías que puedenhacerla inteligible son las del mundo europeo. Cuando los tercos hechoseluden su inscripción forzada en esas categorías, sólo pueden ser “especiede” o “parecidos a”, pero siempre imperfectos.4

d) La historia india culmina y se realiza plenamente por la conquista. Laredención es el fin último del pecado original y lo explica.

e) La historia india termina con la invasión europea. Es un capítulo defini-tivamente cerrado. Comienza una nueva historia, otra historia.

La historia precolonial fue recuperada por el criollo y después por elmestizo, desde el siglo XVIII, como un argumento de legitimación. El pasadoindio se convirtió en pasado común al que todos los americanos tenían de-recho. Más aún: ese pasado expropiado al indio se transformó en razón fun-damental para la independencia de los países latinoamericanos, como mástarde habría de emplearse para simbolizar los anhelos y fundamentos de laRevolución Mexicana de 1910. Ideológicamente, sin embargo, siempre serealizó un proceso de separación entre el pasado precolonial y los indios vi-vos. Los constructores de Teotihuacán y de Chichén Itzá devinieron ancestrosilustres de los no indios, y los indios una vez más quedaron al margen de lahistoria. Hasta llegar a la paradoja entre el nacionalismo y el indigenismo, enla cual todos los mexicanos somos descendientes de Cuauhtémoc, menos losindios, que tienen que “integrarse” (es decir, dejar de ser indios) para ser tam-bién, legítimamente, hijos de Cuauhtémoc. Las tesis evolucionistas del siglo XIX

fueron un recurso estupendo para justificar esta nueva exclusión: los pueblosindios resultaban rezagados en el proceso histórico y requerían la redencióndel progreso, ya no la de la fe cristiana.

Así pues, la colonización de la historia india no terminó con la inde-pendencia política del país, como tampoco terminó la “situación colonial” a

Unidad I

3 Esta premisa no implica que los europeos no hayan reconocido las diferencias entre lospueblos indios. La táctica de la colonización echó mano constantemente de esas diferen-cias y las acentuó en su propio beneficio, estimulando pugnas y rivalidades entre los pue-blos para impedir su unión y facilitar su control y explotación. Sin embargo, este nivel dereconocimiento de la diversidad no niega la conceptualización global de los indios comouna categoría única por contraste con los colonizadores.

4 Entre los estudios recientes que se han ocupado de la forma en que se aplicaron las catego-rías de la historia europea para la descripción y el análisis de las sociedades precoloniales,puede consultarse José María Muría, Sociedad prehispánica y pensamiento europeo, México,SepSetentas, núm. 76, 1973.

Deidad prehispánica. En CódiceFlorentino, Revista Desacatos, p. 124.

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la que está sujeta la población india. La historia de México, con rarísimasexcepciones, sigue siendo escrita desde el punto de vista y según los intere-ses de las clases dominantes; en el contexto de la situación colonial, las clasesdominantes actúan frente al indio apoyándose en la diferencia étnica. Lahistoria de los pueblos indios se mantiene ignorada o se distorsiona en fun-ción de los requisitos de la historia de los grupos dominantes que crearon laidea de la nación mexicana y restringieron el acceso para incluir en ella sóloa quienes compartían características económicas, lingüísticas, sociales e ideo-lógicas por ellos definidas.

Se admite un componente indio en la nacionalidad mexicana, pero noal indio como una entidad diferenciada y específica; de manera concomi-tante, se acepta la historia india como un antecedente común, pero no comola historia propia y exclusiva de los pueblos indios. No se le ve como unahistoria en sí misma sino como un complemento de otra historia central:la historia patria, es decir, la de los verdaderos y únicos mexicanos. A fin decuentas, en esta perspectiva se busca que la historia explique el devenirde la nación mexicana, no la existencia de los pueblos indios.

Revisa con atención las siguientes actividades de aprendizaje y realíza-las cuando hayas concluido la lectura del texto que se presenta.

ACTIVIDAD 2De acuerdo con la lectura de Kristine Jones ¿cuáles eran las evidencias váli-das que se exigía a los indios en sus demandas respecto a la tierra?

ACTIVIDAD 3Si te es posible, ve alguna de estas películas: 1492, Gerónimo o La otra con-quista; identifica algunos puntos que señalan las lecturas.

Lectura 2Jones, Kristine L.1994 “Etnohistoria comparativa y el Cono Sur”, en Latin American Research

Review, Albuquerque, Nuevo México, vol. 29, núm. 1 (fragmento,traducción de Julieta Valle Esquivel).

Las actividades conmemorativas del Quinto Centenario han sacado a la his-toria del controvertido “encuentro” de las bibliotecas y de los polvosos ana-queles de los museos decimonónicos, para devolverla a la arena política, ahídonde se originó. Tanto en los Estados Unidos y Canadá como en AméricaLatina, la búsqueda de una historia utilitaria que pudiera incluir a los nativosamericanos ha obligado a revisar y revalorar la historiografía de las relacio-nes entre indios y blancos. Aquí se efectuará un repaso de los temasetnohistóricos más importantes que han surgido en América del Norte paraestablecer posibles puntos de comparación con los estudios del Cono Sur.␣

La génesis de la etnohistoria como disciplina ha sido discutida desdediversos ángulos. Cualesquiera que hayan sido los orígenes del términoetnohistoria, éste ha sido adoptado por los estudiosos de la historia de lospueblos que carecen de registros documentales en América del Norte, Asia,África, América Latina y, más recientemente, el resto del mundo. El concep-

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to puede rastrearse en la obra de los antropólogos sociales británicos deprincipios de siglo, particularmente en los trabajos de Clark Wissler, quienacuñó el término para describir una metodología basada en un amplio es-pectro de evidencias: desde la arqueológica hasta la documental, con el finde reconstruir lo que él llamaba “la historia pre-europea”.

En los Estados Unidos, el impulso fundamental para los estudiosetnohistóricos estuvo ligado directamente con problemas de orden políti-co. Concretamente, me refiero al tema de la soberanía y los derechos sobrela tierra. Cuando el Congreso norteamericano creó, en 1946, la Comisiónde Reclamaciones de Tierras, las tribus indígenas se dieron a la tarea decontratar abogados, antropólogos e historiadores con el objetivo de ini-ciar la reclamación de compensaciones por las tierras cedidas siglos an-tes al gobierno de los Estados Unidos mediante tratados. Cabe señalarque el propósito de la comisión era “determinar si las tribus indias ha-bían recibido precios justos por sus tierras al momento de la cesión”.

El proceso de reclamación, que comprendió más de 800 casos durantecasi 20 años y costó millones de dólares, sólo consideró como evidenciasválidas los documentos. Otro tipo de testimonios, como la historia oral ylas costumbres tribales contemporáneas, fueron descartados por la corte.Estas restricciones, propias del sistema legal occidental, frustraron a losequipos legales que defendían a las tribus y los “testigos expertos” (histo-riadores y antropólogos) fueron obligados a reconsiderar sus métodos aca-démicos: durante el proceso, los antropólogos fueron desviados de sustradicionales preocupaciones sincrónicas mientras que los historiadorestuvieron que hacer preguntas etnológicas a los documentos.

En poco tiempo, lo que comenzó como una metodología se transformóen una disciplina. En 1954, un pequeño grupo de estudiosos —la mayo-ría habían estado involucrados en el proceso descrito líneas arriba— for-maron la Sociedad Americana de Etnohistoriadores. Su primer presidente, elantropólogo norteamericano Erminie Wheeler-Voegelin, definía así a laetnohistoria: “es el estudio de las identidades, ubicación, contactos, movi-miento, población y actividades culturales de los pueblos primitivos desdeel momento en el que se tienen las primeras noticias escritas sobre ellos yhasta la época actual”. Ahora bien, casi inmediatamente, el uso del térmi-no primitivo como contrario de civilizado fue puesto en entredicho, puestraía consigo el problema de la autodefinición. Paralelamente, el aparatometodológico pasó por un proceso de refinamiento y expansión, en lamedida en que cada vez se consideraba un universo de evidencias másamplio, incluyendo, por supuesto, las fuentes no documentales.

En el ensayo en cuestión se discute el concepto de cultura como “unpatrón idealizado de significados, valores e ideas compartidos de maneradiferencial por los miembros de una sociedad”. Vale señalar que se tratabade un tópico ajeno a los historiadores de la época. Axtell también revisaba ahílos problemas analíticos que pueden surgir con la presencia de los prejui-cios etnocéntricos a la hora de estudiar los procesos de cambio y continui-dad en la relación de dos culturas en contacto. Otro de sus señalamientostiene que ver con las diferencias entre el método antropológico, al que ca-racteriza como upstreaming (trabajar desde el presente para entender el pa-sado) con la tradicional tendencia del historiador a proceder exactamente ala inversa (downstreaming) en su afán por evitar el anacronismo.

Unidad I

Indios norteamericanos. EnHistoria de los pueblos indígenasde México, CIESAS-INI.

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Para Axtell, el método etnohistórico sigue basándose en el documento,pero le dota de una nueva dimensión mediante el “uso crítico de conceptosy materiales etnológicos en el examen y utilización de las fuentes históri-cas” y la incorporación de la evidencia arqueológica.

El potencial del método etnohistórico ha sido demostrado en libros yartículos que versan sobre la historia indígena, muchos de los cuales hansido merecidamente premiados. Por ejemplo, las obras clásicas del propioAxtell, de Francis Jennings, Anthony F.C. Wallace, Bruce Trigger, James H.Merrell y Richard White. Dichos estudios han contribuido a estimular unaseria revisión de la historiografía norteamericana. Sin embargo, algunos aca-démicos se preguntan si hay alguien más que esté captando el mensaje emi-tido por estos pioneros de la etnohistoria. Merrell no tuvo inconveniente enseñalar que la metodología etnohistórica ha “ampliado los horizontes de lasinquietudes académicas”, pero discute que así como los historiadores hantomado la bandera de la etnohistoria (o de la corriente francesa de losAnnales, o de la “nueva historia social”), y así como la investigación recien-te ha contribuido a una mejor comprensión de otros grupos sociales comolos negros o las mujeres, el estudio de los indios persiste, de alguna manera,“como un caso singular”. Merrell afirma que

este mal hábito, esta inclinación casi instintiva a colocar a los indios enun casillero aparte —que el uso mismo del término etnohistoria refuerzainconscientemente— es sintomático de una vena presentista que afligea la comunidad académica. Ésta es una afección que también puedeexplicar por qué los indios nos siguen siendo extraños.

Merrell concluye que, al ignorar a los indios, los historiadores norte-americanos están cometiendo un gran error en la comprensión de la expe-riencia colonial. Dice que

los indios constituyeron una parte muy importante de la escena norte-americana temprana [...] nuestra incapacidad por asirnos a esa verdad,tan simple como vital, de la realidad del dicho periodo ha invalida-do todo esfuerzo por efectuar una reconstrucción histórica de ese mundocolonial.

Ahora bien, ¿qué paralelismos pueden establecerse con la historia his-panoamericana? Es necesario comenzar apuntando algunas diferencias im-portantes de la historiografía de América Latina. Es obvio que la historiadel subcontinente no puede ser considerada sin el legado de los imperiosazteca, maya o inca. Sin embargo, la historiografía latinoamericana clási-ca tendió a enfocar la política y las instituciones españolas, mirando alos indios más como sus objetos que como actores.

De acuerdo con esta perspectiva, los pueblos nativos que se resistierona la colonización, manteniendo su autonomía de cara a los gobiernos colo-niales o nacionales, fueron percibidos la mayoría de veces como obstáculospara el progreso, sobre todo cuando se trataba de grupos “primitivos” o“tribales”, cuyos sistemas de territorialidad amenazaban el tipo de dominiosobre la tierra que se basaba en el concepto occidental de la propiedad indi-vidual.

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Sin embargo, en las últimas décadas los antropólogos historia-dores han concertado esfuerzos para reconstruir el mundo coloniallatinoamericano. La influencia de antropólogos como Miguel León-Porti-lla y John Murra en la historiografía de Mesoamérica y los Andes no pue-de negarse. Gran parte de los trabajos más estimulantes de los últimosaños sobre la historia colonial de América Latina pueden considerarseetnohistóricos. Ello incluye no sólo las investigaciones sobre indígenas sinotambién una serie de estudios sobre género, crítica literaria, formación delas clases, sistema de trabajo y economía informal, así como la corrientepreocupada por los modelos de comprensión de “el otro”.

Unidad I

Revisa con atención las siguientes actividades de aprendizaje y realíza-las cuando hayas concluido la lectura del texto que se presenta.

ACTIVIDAD 4En toda construcción ideológica frente a la diversidad, existe un “nosotros”y un “los otros”. Traslademos este problema a la cuestión de la historia comoatributo. Elabora un cuadro en el que confrontes la idea de “nosotros” y “losotros”, enumerando las características de ambos (como se muestra en elcuadro inferior). Ten en mente la forma en que has aprendido la historianacional a lo largo de tu vida pero, además, considera cómo la sociedadactual caracteriza las palabras que siguen al cuadro.

Mapa de Aridoamérica (A), Oasisamérica (B) y Mesoamérica (C) (to-mado de Manzanilla Linda y Fernándo López Luján, modificado).

a) Primitivo/civilizado d) Analfabeta/letradob) Los otros/nosotros e) Estancamiento/progresoc) Indios/mexicanos f) Etnia/nación

MEXICANOS INDIOS

ATRIBUTOS

Tienen historia nacional No tienen historia nacional

Están en el progreso Provocan el estancamiento

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ACTIVIDAD 5Con base en la lectura de Carrasco, menciona cuál es el objeto de estudio dela etnohistoria, considera la actividad anterior. ¿Crees que un textil indíge-na nos puede dar cuenta de la historia del grupo que lo elabora? Analiza lasiguiente imagen.

Podemos definir a la etnohis-toria como el proceso que noslleva a la reconstrucción his-tórico-cultural de los pueblosllamados “sin historia”; noquiere decir que no tuvieransu historia pero su forma deregistrarla no estuvo valida-da por la historia hegemónica.

Mujeres danzando (foto: Marcela Hernández Ferrer, 2000).

Lectura 3Carrasco, Pedro1966 “La etnohistoria en Mesoamérica”, en XXVII Congreso Internacional de

Americanistas, México, vol. 37, núm. 2, pp. 109 y s.

La etnohistoria es el estudio, con base en fuentes escritas, de los pueblos pri-mitivos. O, si no nos gusta la expresión “primitivo”, digamos de los pueblosque tradicionalmente estudia el etnólogo. Mesoamérica, donde hay fuentespictográficas de estilo indígena, tradiciones históricas prehispánicas escritasdespués de la Conquista y abundantes documentos de variada índole acercade los indios durante cuatro siglos de colonia y república independiente, ofrecea la etnohistoria un campo de extraordinario interés.

La definición de etnohistoria, a diferencia de otras ramas de la an-tropología, se basa en la naturaleza de las fuentes que utiliza. Es decir, estu-dia fuentes escritas, en contraste con las técnicas usuales de arqueólogos oetnógrafos de campo.

Por eso, muchos estudios de etnohistoria consisten fundamentalmenteen compilaciones o crítica de fuentes —estudios imprescindibles pero de inte-rés solamente para los especialistas en la etnohistoria de la misma región—.Con base en las épocas cuyo estudio hace posible la existencia de fuentesescritas, la etnohistoria mesoamericana comprende el estudio de la etnogra-fía prehispánica, el de la transformación de las sociedades indígenas inde-pendientes en comunidades campesinas como consecuencia de la Conquistay el de la continuación de éstas o su asimilación mediante el mestizaje cultu-ral a las modernas nacionalidades de la región.

El estudio de la etnografía prehispánica, estrechamente conectado con laarqueología y basado en fuentes de tipo etnográfico que describen más o menos

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sistemáticamente las culturas indígenas, ha sido tarea del antropólogo, mien-tras que el estudio del indio colonial, íntimamente conectado con el estudiode las instituciones del sistema colonial español y raramente basado en fuen-tes de tipo etnográfico, ha sido cultivado casi exclusivamente por los historiado-res. Resulta, entonces, que las distintas etapas en el proceso de transformacióndel indio han tocado a distintos especialistas de las ciencias sociales: a losantropólogos, las etapas inicial y final, y a los historiadores, la intermedia. Alexaminar los estudios etnohistóricos se nota que los historiadores que hancultivado el tema del indio colonial no se han familiarizado suficientementecon los estudios de etnografía moderna que ofrecen cuadros completos de lasinstituciones, cuyos comienzos se estudian en los documentos y que suscitanmultitud de problemas de investigación histórica. Por otra parte, los etnólogosa veces incluyen, en sus monografías etnográficas, capítulos o apéndices conantecedentes históricos que poco o nada explican, pero no emprenden traba-jos sistemáticos con base en documentos.

La comparación de las culturas prehispánicas y las recientes ha sido untema de interés para los primeros investigadores de la etnografía actual, comoParsons y Redfield, quienes trataron de analizar las culturas modernas conbase en el origen indio o español de sus elementos. Sin embargo, estudios de estetipo han dado poco fruto. Las sociedades y las culturas indígenas modernasson demasiado distintas de las prehispánicas. Se puede fácilmente establecerun contraste entre las sociedades estratificadas con organismos políticos degran complejidad y extensión, y las comunidades campesinas de extensiónlimitada con estratificación y organización política sencilla. Pero la compara-ción directa nos dice poco más que la existencia del contraste. El proceso deta-llado de esta transformación sólo se estudia con base en la documentaciónescrita, y éste es uno de los principales problemas de la etnohistoriamesoamericana. El progreso de la etnohistoria mesoamericana requiere, portanto, en forma aún más apremiante que en otras regiones, la mayor coopera-ción de antropólogos e historiadores y, mejor aún, la combinación en un mis-mo estudio de técnicas, tópicos y enfoques teóricos de ambas disciplinas.

No es éste el momento de intentar una evaluación total de los estudiosde etnohistoria mesoamericana, pero cabe notar que estamos a punto de lo-grar adelantos decisivos en nuestras tareas. La reciente publicación del librode Gibson nos ha presentado la primera visión de conjunto acerca de la cultu-ra indígena de una región determinada (en este caso el Valle de México),durante toda la época colonial y el Handbook of Middle American Indians, enpreparación por un grupo de antropólogos e historiadores, nos dará prontouna guía para la sistematización de nuevos estudios. Los trabajos de este sim-posio son ejemplo de los múltiples temas y técnicas posibles en la etnohistoriay el doctor Cline nos dará un informe sobre el progreso en la preparación delHandbook. Espero que al discutir los trabajos sea posible cambiar ideas no sóloacerca del tema específico de cada contribución sino también acerca de la mejormanera de fomentar la colaboración de antropólogos e historiadores y, deeste modo, aumentar la aportación que la etnohistoria puede hacer a la antro-pología y a la historia de la cultura.

Fuentes complementarias de consultaLas siguientes fuentes de consulta pueden servirte como referencia paraprofundizar y ampliar los temas que hayan sido de tu interés.

Unidad I

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Etnohistoria

Desacatos. Revista de Antropología Social2001 “Etnohistoria”, México, CIESAS, núm. 7.Krech III, Shepard2000 “Etnohistoria”, en Barfield, Thomas (ed.), Diccionario de antropología,

México, Siglo XXI, pp. 213-216.Pérez Zevallos, Juan Manuel y José Antonio Pérez Gollán (comps.)1987 La etnohistoria en Mesoamérica y los Andes, México, INAH, Textos Bási-

cos y Manuales.Wolf, Eric R.1987 “Introducción”, en Europa y la gente sin historia, México, FCE, pp. 15-39.

Videografía5

1492 La conquista del paraíso1992 Rydley Scott (dir.), España-Costa Rica, CYRK.Gerónimo. El rebelde1993 Turner picture, producción Yorktown.La otra conquista

Unidad II. En la tierra de nadie, el ingenio metodológico

Esta unidad te aproximará a la forma en la cual el etnohistoriador actúapara reconstruir el pasado de los llamados “sin historia”.

La necesidad de la antropología por conocer científicamente el pasadode las sociedades que tradicionalmente abordaba, la llevó a mirar otras dis-ciplinas, pero en ese proceso ocurre un rompimiento en la tradicional formade verse a sí misma y, a la vez, a las otras ciencias sociales. Así se crea lo queJulieta Valle llama disciplinas híbridas o interdisciplinas; éstas incluyen ám-bitos que no veían o no se permitían abordar las disciplinas que les dieronorigen. Valle también nos plantea el problema en términos metodológicosde los elementos que intervienen en el surgimiento de las interdisciplinas.

El texto de María de los Ángeles Romero Frizzi te proporciona una ma-nera de ver a la etnohistoria en la actualidad (como ya te habrás percatado,hay diferentes definiciones de etnohistoria), reevaluando la importancia delas fuentes escritas y las nuevas formas de escudriñarlas; también te mencio-na la importancia de la etnografía y la necesidad del etnohistoriador de cono-cer a las sociedades vivas que está investigando.

Por último, la lectura de Antonio Romero plantea la relación entre lacultura y algunas fuentes, así como algunos problemas para abordarlas.

Objetivos de la unidadCon el estudio de esta unidad podrás:• Explicar la fragmentación y especialización de las ciencias sociales.• Ubicar a la etnohistoria en las tendencias hacia la configuración de

interdisciplinas.• Identificar, de manera general, las fuentes utilizadas por la etnohis-

toria, con base en su origen y condición como interdisciplina.

5 La puedes localizar en algún videoclub.

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Temario1. La interdisciplinaridad2. La cultura y las fuentes3. Dificultades en la investigación de códices

3.1. Tipos de escritura: fonética, ideográfica, pictográfica y mixta3.2. Las fuentes coloniales y algunos problemas al abordarlas

4. Clasificación de algunas fuentes que utiliza el etnohistoriador

Revisa con atención las siguientes actividades de aprendizaje y realíza-las cuando hayas concluido la lectura del texto que se presenta.

ACTIVIDAD 1Seguramente has visto grandes construcciones; para realizarlas se requiereel esfuerzo de diversas personas con gran ingenio y preparación, aunquecada uno de ellos tenga una profesión o formación distinta, trabajan paraun mismo objetivo. Te has preguntado alguna vez ¿qué es la interdisciplina?De acuerdo con tu respuesta, ¿qué relación crees que tiene la etnohistoriacon ese concepto?

ACTIVIDAD 2Identifica y menciona las disciplinas que conforman a la etnohistoria.

Lectura 1Valle Esquivel, Julieta1995 “Planteamientos de la obra de Matei Dogan y Robert Pahre: Las nue-

vas ciencias sociales y la marginalidad creadora”, en Cursos introduc-torios a las licenciaturas de la Escuela Nacional de Antropología e Historia,México, ENAH.

Desde sus orígenes, las ciencias sociales han sufrido un proceso de frag-mentación ininterrumpida; de ese modo, ha surgido un vasto número dedisciplinas enfocadas en la comprensión de campos limitados del fenóme-no social. Pero así como ha ocurrido la fragmentación, también se ha pro-ducido la recombinación de estas disciplinas especializadas en terrenos“híbridos”, aún más especializados. Es el caso —por mencionar los másconocidos— de la historia económica, la sociolingüística, la antropologíacognitiva y, naturalmente, la etnohistoria. Por ejemplo, ahí donde se “to-can” la historia y la economía podemos encontrar una “intersección” queda lugar a una interdisciplina —en ese caso, la historia económica— muyespecializada y, lo más importante, potencialmente superior a aquéllas quele dan origen respecto a la capacidad de innovación.

El lector se preguntará, escéptico, ¿por qué afirmar que las interdis-ciplinas son “superiores”? Fundamentalmente, por dos razones. La prime-ra, porque desde la perspectiva de numerosos especialistas se ha producidouna especie de estancamiento en las disciplinas “clásicas” o “nucleares”,aquéllas que son herederas de la tradición positivista. La historia, la econo-mía y la psicología ganaron mucho en el proceso de fragmentación de lasciencias sociales; se enseñorearon en sus particulares objetos de estudio yafinaron hasta la perfección las herramientas metodológicas y de carácter

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Etnohistoria

técnico que les permitían alcanzar nuevos conocimientos. Pero sus objetosde estudio “típicos” terminaron por agotarse y sus metodologías se han idotornando obsoletas a la luz de nuevas corrientes teóricas. Hoy ningún histo-riador serio se plantearía reescribir la historia de la Conquista de México-Tenochtitlan exclusivamente con base en las cartas de Hernán Cortés. Desdeesta perspectiva, se observa el estancamiento de una disciplina, si es que éstano renuncia a sus viejos y gastados temas, problemas y procedimientos. Sinuestro investigador desea innovar deberá aproximarse a algún problemapoco trabajado por la historia, es decir, salirse del núcleo de su disciplina yadentrarse en su periferia.

Hasta aquí hemos visto el problema respecto al objeto de estudio. Aho-ra veámoslo en términos metodológicos. También se puede hacer aportes alconocimiento si —conservando los temas tradicionales o construyendo otrosnuevos— el investigador recurre a las disciplinas cercanas y toma prestadosu bagaje conceptual, sus herramientas técnicas o ambas cosas. De hecho, asíes como surge una interdisciplina. Si volvemos a nuestro caso, el hipotéticohistoriador al que nos hemos referido usaría, por ejemplo, la psicología, paracomprender las motivaciones que llevaron a Cortés a escribir sus cartas:estaría haciendo historia de las mentalidades, interdisciplina que se encuentraen las fronteras de dos campos del saber y que se realiza en su intersección.Resulta que en esta operación se llenan las lagunas que las disciplinas nu-cleares fueron dejando en su desarrollo. Nuestro historiador y psicólogo, ohistoriador de las mentalidades, dio un salto que le permitió generar conoci-miento sobre un asunto novedoso en vez de volvernos a contar la consabidahistoria del valiente extremeño que conquistó un imperio con sólo un puña-do de hombres.

Las necesidades actuales de la especialización e innovación, entonces,obligan a las ciencias sociales a generar estos campos interdisciplinarios ydesde ahí hacer nuevas propuestas metodológicas y construir objetos deestudio distintos de los tradicionales. Es en ese terreno donde se mueve laetnohistoria. Veamos por qué fue necesario su surgimiento.

En las fronteras de la historia se encontraban los pueblos sin escritura,difíciles de accesar debido a la falta de documentación. En las fronteras de laantropología se encontraba el pasado de los pueblos salvajes, que no se aten-dían debido a las limitaciones de las más influyentes teorías y metodologíasque ella había creado. Sin forzar demasiado las cosas, podemos ver que ahíhay una intersección: los “sin escritura” eran esencialmente los mismos quelos salvajes.

La estrategia utilizada para abordar ese novísimo terreno de conoci-miento fue, como hemos visto en la lectura de K. Jones, que buenos antro-pólogos se pusieron a estudiar historia exhaustivamente, robustecieron suaparato conceptual y su instrumental técnico para llegar a hacer una etnolo-gía diacrónica.

Lo mismo sucedió en el caso inverso y el resultado final fue que las dosdisciplinas construyeron un puente, un campo híbrido súper especializadoal que llamaron etnohistoria. Esta interdisciplina tomó prestado de los doscampos que le dieron origen y generó una metodología particular para abor-dar un área que, por cierto, resultó mucho más extensa de lo que se pensabaal principio... tanto que hoy podemos encontrar etnohistoriadores especia-

Se entiende por etnología dia-crónica la comparación culturala través del tiempo.

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listas en códices —que se han hibridado con los epigrafistas—; en sistemasagrícolas —cercanos a los agrónomos—; en la sociedad colonial —emparen-tados con los historiadores sociales e incluso en grupos marginales urba-nos— instalados en las fronteras con la sociología urbana. Como podemosver, el movimiento no cesa: la especialización, la recombinación, la conver-sión de campos interdisciplinarios en nuevas disciplinas son fenómenos quellevan al progreso la ciencia. Por tanto, la moraleja de todo esto es, puestoque ya no podemos ser enciclopedistas, que lo mejor es buscar las lagunasdejadas por las languidecientes disciplinas decimonónicas e instalarnos ahí,como especialistas interdisciplinarios.

Revisa con atención las siguientes actividades de aprendizaje y realíza-las cuando hayas concluido la lectura del texto que se presenta.

ACTIVIDAD 3Elabora un cuadro donde incluyas las fuentes que señala la autora, sus ca-racterísticas, ventajas y desventajas en su uso, incluso agrega algunas otrasque se te ocurran, que la autora no señale, pero que creas de gran valor parala reconstrucción de la etnohistoria.

Lectura 2Romero Frizzi, María de los Ángeles1994 “Reflexionando una vez más: la etnohistoria y la época colonial”, en Di-

mensión Antropológica, México, INAH, núm. 1, mayo-agosto, pp. 37-56.

Cuando en México comenzó a usarse el término etnohistoria, se refería alestudio de los pueblos de tradición mesoamericana. Pero esta denomina-ción fue extendiéndose conforme se ampliaron las investigaciones a otrospueblos nativos de América. Si consideramos que etnohistoria es el estudiodel pasado indígena hecho por no indígenas, éste empezó poco después delarribo de los españoles a estas tierras. Los escritos de Motolinía, Sahagún,Durán, o las obras de los funcionarios reales como la de Alonso de Zorita,son páginas de la etnohistoria.

Se ha dicho múltiples veces que la etnohistoria es la disciplina que com-bina los enfoques de la antropología con el estudio del pasado y las técnicasde trabajo en archivo, propias del historiador. Varios autores han tratado deentender la organización social de los indígenas y sus transformaciones enel tiempo, utilizando planteamientos tomados de la teoría antropológica. Sinembargo, resulta claro que también podemos estudiar el cambio cultural, laorganización social, el sistema de parentesco o la religión de los criollos, losmestizos o cualquier grupo social. Conforme buscamos las diferencias entrehistoria y etnohistoria penetramos en un terreno confuso donde los lími-tes entre una y otra disciplina se tornan imprecisos. Las fronteras entre lasllamadas ciencias sociales terminan por ser abstracciones que impiden verla totalidad y complejidad del fenómeno humano. Resulta, entonces, queigual puede hacerse etnohistoria de los mayas que de los españoles. Medi-temos esto con cuidado: ¿será en verdad lo mismo hacer el estudio de unpueblo que comparte con el que escribe la misma tradición cultural, quenarrar la historia de un pueblo cuyos conceptos mentales y forma de ver el

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mundo son totalmente diferentes a la nuestra? Para algunos, quienes nodescendemos de una tradición mesoamericana, es relativamente más sencilloentender las actividades y la cultura de los españoles y los criollos porquecomparten con nosotros la forma de entender la realidad e interpretarla.Salvo los cambios infringidos por el tiempo y el distinto espacio, su pen-samiento y el nuestro provienen de esa tradición que hemos denominadocultura occidental. Tratar de entender la historia de los grupos indígenas,para los que no somos indígenas, implica un reto mayor. El sistema de pensa-miento mesoamericano tenía una estructura muy diferente de la occidental ynos es ajena. Si realmente queremos conocer su historia para interpretarlaen el presente, debemos acercarnos a su pensamiento.

El esfuerzo por entender la filosofía y el pensamiento cotidiano de losmesoamericanos ha estado presente en los etnohistoriadores que se han ocu-pado de la época precolombina: los estudios del calendario, los mitos deorigen, las esculturas, las ciudades, etcétera, reflejan algunas ideas de aquelmundo. La situación es diferente cuando cruzamos la barrera de 1519-1521.Gran parte de los trabajos que hemos realizado en los últimos años, dentrodel campo comúnmente llamado etnohistoria de la época colonial, más queproporcionar elementos para entender al indígena han descrito las institu-ciones que les fueron impuestas; hemos narrado los eventos en que partici-paron o que afectaron su devenir. Un menor número de investigadores hatratado de ver cómo esas instituciones o sucesos fueron entendidos por losindígenas y a qué tipo de reflexión los condujo, de acuerdo con las caracte-rísticas de su pensamiento. Muchos de nosotros, por así decirlo, nos hemosquedado en la superficie de los acontecimientos. Etnohistoria es la suma deherramientas intelectuales que, combinando técnicas etnográficas con aná-lisis literario, nos permite ir más allá de lo aparente en las fuentes escritas eincluso en las pinturas y demás testimonios del pasado.

La etnohistoria, la época colonial y el análisis de los textosLa diferencia entre historia y etnohistoria radica tanto en su objeto de estu-dio como en la forma de aproximarse a él. Dicho de otra manera: etnohistoriaes el conjunto de procesos mentales que nos acercan a la historia del “otro”; esel método que nos conduce a entender el pasado de aquél que ha heredadouna cultura distinta de la nuestra. La etnohistoria trata de descubrir, en losdocumentos escritos por una sociedad y una cultura, los principios y lasmaneras de ser y de pensar de otra sociedad y otra cultura. Es el esfuerzopor descubrir en los documentos escritos o pictográficos un pensamientodiferente, pero igual en derecho. El método etnohistórico, igual que cual-quier otro, no puede reducirse a un conjunto de recetas cuyos pasos sesiguen mecánicamente. Por desgracia, no hay fórmulas fáciles para acercar-nos al pasado. Existe una sensibilidad para entender lo sucedido que, que-ramos o no, es distinto de nuestro tiempo, una capacidad para hurgar en losarchivos, en los legajos y en las letras incomprensibles para encontrarlos escasos testimonios que han sobrevivido al paso de los años. Es el deseode entender lo más objetivamente posible el documento y de imaginar lo quenunca se puso por escrito. Aunque las fuentes para penetrar en el pasado sonmuchas —pinturas, esculturas, edificios, libros de oraciones, códigoslegales, cartas, crónicas, documentos judiciales y otras más—, los historia-

Manuscrito. Auto de muertos.En Desacatos, núm. 7, p. 76, fo-to de Frank Salomón Héctor.

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dores, por lo general, usamos sólo algunas de ellas. Muchos de nosotros pasa-mos la mitad de nuestras vidas con los ojos puestos en los documentos de losarchivos, los cuales combinamos con crónicas y otros textos, pero pocas veceslevantamos la mirada hacia los edificios y los restos materiales de la épocaque estudiamos; en cambio, los historiadores del arte en contadas ocasionesquitan su vista de las esculturas o las fachadas para relacionarlas con la socie-dad que las creó. Pocos historiadores combinan, en sus estudios del arte, laspinturas y otros elementos con el mensaje del documento.

Las fuentes son muchas, centrémonos en las escritas. Desde la escue-la hemos aprendido a dividir los textos en fuentes primarias y fuentes se-cundarias. Las primeras fueron escritas por testigos presenciales de loshechos que narran, o bien, son testimonios cercanos a lo descrito, aunqueen ocasiones entre unos y otros puede haber decenas de años. Hemos creí-do fielmente, hasta hace poco tiempo, que las fuentes primarias son totalmenteconfiables. En ellas hemos bebido insaciablemente. Cierto que gracias a ellashoy conocemos lo que nos precedió y forjó. Los documentos de los archi-vos y las demás obras escritas son nuestra principal fuente para conocer elpasado pero su manejo no está exento de riesgos. Las fuentes prima-rias, sean crónicas de los conquistadores o estudios de los frailes, o documen-tos de carácter legal no son espejos nítidos de su “realidad”. La reflejan, perodistorsionada por múltiples luces. Las fuentes escritas que han sobrevividoal tiempo y que tenemos hoy en nuestras manos son los discursos de losindividuos que vivieron aquellos momentos; personas que como nosotrostuvieron una ideología, padecieron pasiones, anhelos e intereses, y regis-traron lo que vieron con mayor o menor objetividad. Su ideología, su modode entender su momento histórico, no fue igual en todos ellos, cambiósegún su experiencia, su educación en las aulas de la vida, de las universi-dades o en los seminarios. Los escritos que nos legaron son el fruto de lainteracción entre “su realidad” y el modo como ellos la entendieron e in-terpretaron. La “realidad” influyó en su pensamiento y éste transformóaquélla. En algunos casos, la ideología del autor es evidente, porque chocacon nuestra manera de pensar y nuestras propias ideas. En otros, hay quedescubrirla mediante el estudio de las ideas en boga en su momento, dellugar y grupo social.

Los documentos que empleamos para escribir la historia de los indíge-nas surgieron, en su mayoría, de la pluma de un fraile, de un soldado, de unfuncionario real; en fin, de un español, que a pesar de tener ante sí a los indí-genas, no obstante la cercanía a los hechos, los juzgó conforme a sus ideaspersonales y a los esquemas de su propia cultura. No pudo ser de otra mane-ra. Son muchos los documentos escritos por españoles sobre indígenas; y sonsignificativamente menos los realizados por los mismos indígenas para na-rrar su visión. No en vano se ha hablado de los pueblos “sin historia”. Laforma en que los indígenas entendieron esos momentos, en que ellos tam-bién clasificaron a los españoles, es menos conocida, más difícil de asir ynunca la entenderemos totalmente. Hay que ser humildes, “la realidad”pasada está fuera de nuestras manos, porque a los intereses y pasiones deayer añadimos hoy nuestra interpretación y ambiciones.

No todo está perdido. Quienes trabajamos rescatando la historia indí-gena podemos escribir un relato más cercano a lo que aconteció en la medi-

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Etnohistoria

da en que seamos capaces de consultar un mayor número de versiones deaquellos hechos, de ver sus coincidencias y discrepancias. Los puntos quese toquen se acercarán a lo sucedido. Tenemos que criticar nuestras fuenteshaciendo evidentes los intereses y las categorías de sus autores y siendoconscientes de nuestras propias taxonomías y compromisos.

La etnohistoria, los documentos y la etnografíaCualquier discurso escrito o verbal es una interpretación de la realidad. Sihacemos etnohistoria debemos tenerlo siempre presente. Así, la inmensamayoría de los documentos o expedientes con los que trabajamos, produ-cidos por españoles, nos dicen la versión española de la historia conformea sus creencias, en mayor o menor medida católicas, conforme a su ideolo-gía colonizadora e intereses particulares.

La historia colonial debió tener un carácter mucho más mesoamericano.Hemos hablado de los trabajadores, de los cabildos indígenas, de la tenen-cia de la tierra; menos lo hemos hecho de la agricultura mesoamericana entierras coloniales, de sus rebeliones entendidas en sus términos y no en losnuestros; no sabemos cómo influyó su pensamiento en la política colonial yaun la economía novohispana. Hemos escrito sobre las instituciones y loshechos de la historia india por la semejanza con nuestro pensamiento y enello, muy probablemente, hemos cometido varios errores. Por ejemplo, parael indígena contemporáneo la tierra es sagrada. Varios grupos consideranque al sembrarla se le lastima; por eso tiene que restaurar esa herida conofrendas. Si esta idea sobrevive hoy, con mayor vigor debió existir en laépoca colonial. Posiblemente, cuando un pueblo luchaba por su tierra con-tra el pueblo vecino o la hacienda colindante, no únicamente lo hacía con uninterés mercantil por retener un medio de producción vital para él sino porrazones más complejas: era el control del elemento sagrado, de aquél quemantenía la vida del grupo. La historia cobra así otro matiz.

Para recuperar la voz del indígena entre los renglones incomprensiblesde los documentos hay que acercarnos primero al pensamiento mesoa-mericano. Nada más difícil de enunciar y de realizar. Uno de los caminospara conocer la mentalidad indígena de ayer es entender la culturamesoamericana de hoy y esto es posible por medio del trabajo etnográfico ydel estudio de las lenguas. No pretendo con esto olvidar que entre los indí-genas de la época colonial y los de hoy existen 200 años o muchos más depor medio; pero los grupos étnicos actuales son herederos de la tradiciónmesoamericana y su cultura sobrevive en muchos casos a pesar de toda lamodernidad, con más fuerza de la que comúnmente pensamos. Es precisodescubrir en la población indígena de finales del siglo XX las categorías pro-pias, sin traducciones simplistas que pongan nuestras palabras en voz de losindígenas. Es necesario explorar los conceptos ajenos y sus taxonomías. ¿Cómoclasifican, por ejemplo, a los seres humanos: de su mismo pueblo y extraños?¿Cómo entienden las fuerzas de la naturaleza, los sectores de la economía ymuchos campos más? Conocer las lenguas indígenas, buscar en ellas los con-ceptos clave de la otra cultura, es tarea indispensable de la etnohistoria.

La diferencia que a menudo notamos entre una época colonial que nosparece profundamente hispanizada con una aculturación de la sociedadindígena que cala hasta los huesos y un presente en el que sobreviven cos-

Fragmento del Códice Maglia-becchi (augurio). En JoaquínGalarza, Amatl Amoxtli, el papely el libro.

Aculturación es el proceso decambio cultural que ocurre porel encuentro de dos sistemasculturales autónomos y que dacomo resultado la creciente si-militud de ambos [Diccionariode Antropología, Siglo XXI edito-res]. Aunque también puedenresultar elementos diferentesde los dos, por ejemplo, el molees el resultado de una com-binación de ingredientes, tan-to de América como de fuerade ella; no pudo haber surgidosin esa unión.

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tumbres y conceptos mesoamericanos, se debe a una mala lectura de losdocumentos de archivo, producto de tomar al pie de la letra lo que se afirmaen ellos, sin tratar de pensar en todo lo que ocurría y no se registraba en elexpediente. No podemos inventar lo que el documento no dice. Pero en lasfojas pueden existir pequeños indicios sobre el pensamiento mesoamericanoque sólo notaremos si los relacionamos con la cultura indígena prehispánicae inclusive con la de hoy.

El etnohistoriador debe acercase a la cultura y al pensamiento indíge-na contemporáneos. A pesar de los cambios que han sufrido esos pueblosen el curso de tantos años, su cultura está viva. El proceso de aculturaciónvaría de un grupo en otro: hay quienes han perdido todo, quienes han he-cho propio lo ajeno incorporándolo creativamente, otros que se resisten almínimo cambio. La cultura indígena palpita como la de cualquier sociedad,pero sigue conservando, en mayor o menor grado, elementos propios conorigen en la época prehispánica.

Unidad II

Mercado teenek (foto: Marcela Hernández Ferrer, 2000).

Aunque, obviamente, los grupos étnicos de hoy son distintos de loscoloniales, de cualquier manera están más cerca de sus antepasados quenosotros. Es aquí donde se unen los caminos de la historia y de la antropo-logía para dar origen a la etnohistoria. No se trata solamente de aplicar ala sociedad indígena los conceptos que hemos elaborado sobre estructurasocial, instituciones y funciones; es más que eso. Es penetrar en el pensa-miento, la filosofía y las categorías indígenas.

El uso de la etnografía aplicado a la investigación de los códices hadado muy buenos resultados; más aún, sin ella, sin el conocimiento mixtecoo nahuatl, nunca hubiésemos entendido páginas enteras de aquellos li-bros. Lo mismo se ha hecho para penetrar en el complicado pensamientomesoamericano prehispánico, arrojando una luz que de otro modo nuncase hubiera encendido. ¿Por qué detenernos ahí, por qué no aplicar estemétodo al análisis de los documentos coloniales? Podría dar frutos inima-ginables.

En los mercados se da el inter-cambio cultural.

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Revisa con atención las siguientes actividades de aprendizaje y realíza-las cuando hayas concluido la lectura del texto que se presenta.

ACTIVIDAD 4Antes de iniciar la lectura, ¿recuerdas alguna zona arqueológica que hayasvisitado? ¿Alguna vez has ido a algún archivo? ¿Conoces el nombre de algúncódice prehispánico? Además del castellano ¿qué otras lenguas de la Repú-blica Mexicana conoces o has escuchado hablar?

ACTIVIDAD 5Para que te involucres con el problema que enfrenta el etnohistoriadoral abordar sus fuentes, realizarás, en el cuadro siguiente, un ejercicio en elque, con creciente grado de dificultad, irás “leyendo” signos convenciona-les de tu vida diaria que no están basados en nuestro alfabeto.

¿QUÉ DICE? ¿POR QUÉ? ESCRITURA

ñz�

Zonaarqueológica

Representa unapirámide

Pictografía

Lectura 3Romero Huerta, José Antonio2004 “Problemática en algunas fuentes” (texto elaborado para este módulo).

El concepto de cultura es fundamental para la etnohistoria, ya que a ésta leinteresa reconstruir sistemas culturales, no solamente acontecimientos. Haydiferentes definiciones de cultura, pero aquí se entenderá como el conoci-miento socialmente transmitido, en el cual hay un proceso que consta de dosmomentos: de objetivación (exteriorización) y de subjetivación (interio-rización) del conocimiento. Por ejemplo, cuando a una persona sus padresle enseñan a hablar, ellos objetivan (exteriorizan) el conocimiento de su len-gua, y esa persona lo subjetiviza (interioriza, lo aprende); este proceso con-tinuará cuando tal persona lo enseñe a sus hijos y éstos a los suyos, en unproceso continuo, de generación en generación. Ahora, el conocimiento cul-tural se exterioriza en formas tangibles e intangibles; en la primera forma,por ejemplo, como un lápiz, los basamentos piramidales, la comida, la ves-

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timenta o los documentos en archivos; en la segunda, como las diferenteslenguas que se hablan, las relaciones entre personas o las matemáticas. Lasdos formas de objetivación pueden dejar huellas y ser tomadas como fuen-tes para el conocimiento tanto del pasado como del presente. Así, podemosdefinir las fuentes como todo aquello que permite acercarnos a nuestro ob-jeto de investigación, por supuesto, mediante un proceso de análisis.

El mayor problema para el etnohistoriador en el proceso de investigaciónes enfrentarse con fuentes producidas en otra época y por otra cultura. En elcaso de los códices prehispánicos hay grandes lagunas en los significados delas cuatro tradiciones de sistemas glíficos reconocidos: la maya, la mixteca,la nahua del Altiplano Central y la de la región poblano-tlaxcalteca. Paraentender mejor el problema debemos imaginar algo que nunca se haya vis-to, olido, oído ni degustado, se interpretará a partir de los conocimientos(culturales) que se tienen, pero cabría la posibilidad de entender su signifi-cado mediante un proceso de investigación, como lo hacen los estudiososde códices. En este tipo de fuente se encuentran elementos ideográficos,pictográficos y fonéticos, conformando un sistema mixto de escritura. Loscódices se encuentran en murales, piedras, cerámica, lienzos de algodón,piel de animales, entre otros soportes. Aunque la mayor parte de los códi-ces prehispánicos fueron destruidos con la llegada de los europeos, no secanceló su producción, siguieron realizándose a lo largo del periodo colo-nial, pero la mayoría de ellos combinados con caracteres latinos.

Por otro lado, las fuentes documentales con escritura fonética del pe-riodo colonial comparten, como todas las fuentes, el hecho de que fuerongeneradas por sociedades que vivieron en un momento histórico-culturaldeterminado, y hay que tenerlo siempre presente. La documentación es abun-dante, hay miles y miles de documentos que también nos plantean proble-mas, por ejemplo, el tipo de trazos, que pueden ser muy complejos; paracomprender lo que se escribió se utiliza una técnica llamada paleografía, lacual consiste en transcribir esa escritura antigua a una moderna, para ello senecesita mucha práctica, además, la dificultad aumenta cuando se mezcla elespañol antiguo, alguna lengua indígena antigua y/o el latín. Éste es el pri-mer problema, posteriormente, se tienen que abordar otros como el análisisde contenido. Los textos indígenas coloniales que se escribieron con carac-teres latinos son abundantes pero son pocos los investigadores que se dedi-can a su traducción.

Éstos son sólo algunos ejemplos de ciertos problemas con los que seenfrenta el etnohistoriador cuando aborda ese tipo de fuentes.

Unidad II

Algunas fuentes que utiliza el etnohistoriador

VOLUNTARIAS INVOLUNTARIAS

Crónicas, códices, anales,probanzas de méritos.

Archivos, confesionarios,estadísticas vitales,periódicos.

DOCUMENTALES

Mitos, leyendas, corridos,danzas.

Vida cotidiana, paisaje,chistes, albures.

ETNOGRÁFICAS

Pintura mural,inscripciones.

Paisaje, patronesde asentamiento.ARQUEOLÓGICAS

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FONÉTICA: sistema enel que cada signo co-rresponde a un sonido.Aquí se lee “Karmanniiispansko-ruskii slovarb”.Cada sonido tiene su re-presentación gráfica.

IDEOGRÁFICA: sistema deescritura basado en sig-nos que consisten en larepresentación de ideasabstractas mediante losobjetos a los cuales sonespecialmente atribui-bles. Aquí dice, en escri-tura china, “alba”. Comopuedes observar, lo quese representa es una idea(culturalmente determi-nada) y no un objeto queexiste en la realidad.

PICTOGRÁFICA: sistema deescritura basado en sig-nos gráficos que expre-san una idea relacionadamaterialmente con losobjetos a los que repre-sentan. Aquí sabemosque se lee “seis conejo”puesto que aparecen tan-to la representación delconejo con sus atributosdistintivos, como los seispuntos que representan alnumeral 6.

Ejemplos de signos que utiliza laescritura fonética, ideográfica y pictográfica

Fuentes complementarias de consultaLas siguientes fuentes de consulta pueden servirte como referencia paraprofundizar y ampliar los temas que hayan sido de tu interés.

Castillo Farreras, Víctor M.1978 “El testimonio de los códices del periodo posclásico”, en Historia de

México, México, Salvat Mexicana, tomo III, pp. 499-522.Pérez Zevallos, Juan Manuel y José Antonio Pérez Gollán (comps.) 1987 La etnohistoria en Mesoamérica y los Andes, México, INAH, Textos Bási-

cos y Manuales.

Unidad III. Lo que el etnohistoriador puede cosechar

Esta tercera unidad te brinda un ejemplo de lo que puede producir laetnohistoria. López Austin combina distintas fuentes con la mirada y laspreguntas del antropólogo. El producto es novedoso en cuanto su capaci-dad de reconstrucción de hechos culturales y al manejo de información. Enel caso de este trabajo, nos parece particularmente relevante observar cómoel autor retoma la observación etnográfica y mediante una rigurosa aplica-ción de la analogía es capaz de ofrecernos un cuadro detallado de creenciasy prácticas que, de otra manera, estarían enterradas no sólo en los docu-mentos sino en lo más profundo de la cultura de los pueblos indígenas deMéxico.

Es muy importante que te fijes en la analogía que realiza el autor, res-pecto al análisis en el tiempo y en el espacio. Observa las notas a pie depágina y te darás cuenta del manejo de las diversas fuentes. El autor realizaun trabajo donde va encadenando diversos momentos en el tiempo, a cadauno de los cuales se le puede catalogar como un trabajo o análisis sincrónico;

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pero la cadena total puede ser caracterizada como un trabajo o análisis dia-crónico, es decir, a través del tiempo. Para comprender estas dos formas deanálisis, imagina que estás viendo una película, si la detienes, se congela lasecuencia y sólo ves una escena, donde te puedes dar cuenta de los distintoselementos que la componen y las relaciones entre ellos: estarás realizandoun análisis sincrónico. Ahora, si la dejas correr, podrás ubicar lo que cambiay permanece en toda la película. Los dos tipos de análisis son una caracte-rística de la etnohistoria, que le permite reconstruir sistemas culturales consus cambios y permanencias.

Unidad III

Por otro lado, el autor utiliza el conocimiento etnográfico para corro-borar y complementar la información. Uno de los conocimientos que ad-quiere el etnohistoriador es el etnográfico. Podemos definir sencillamentela etnografía como la descripción de una cultura o un elemento de ella. Tambiénpuede ser una investigación en sí misma y no solamente para corroborar ycomprobar información. Asimismo, puede realizarse en tiempo presente osolamente en el pasado, a esta forma se le conoce como etnografía histórica.

Objetivos de la unidadCon el estudio de esta unidad podrás:• Ubicar la capacidad innovadora de la etnohistoria mediante una in-

vestigación real e identificar las características de la disciplina plantea-das en las unidades anteriores.

Dibujo de cinta de película cinematográfica (sincrónico, diacrónico).

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• Reflexionar acerca de la relevancia histórica de temas y procesos reser-vados tradicionalmente al antropólogo.

• Constatar el uso de diversas fuentes para la reconstrucción de un he-cho histórico, con particular énfasis en la etnografía.

• Analizar los procedimientos utilizados por el autor para la elaboracióndel texto.

Temario1. La etnografía2. Análisis diacrónico y sincrónico

Revisa con atención las siguientes actividades de aprendizaje y realíza-las cuando hayas concluido la lectura del texto que se presenta.

ACTIVIDAD 1Realiza un análisis de las fuentes que utiliza López Austin, y con ello obser-va cómo procede en la diacronía y la sincronía. Proporciona ejemplos deltexto, donde se presenten tanto el análisis diacrónico como el sincrónico.

ACTIVIDAD 2Al concluir la lectura sabrás cómo trabaja un etnohistoriador. Ahora, comoinvestigador, realiza el siguiente ejercicio: consigue un acta de nacimientode un familiar o amigo, también busca fotografías, documentos escolares yconversa con algunas personas que tengan conocimiento sobre ella, con-fronta tus fuentes y construye a partir de esos elementos la vida de la personaelegida. Ingenia algunas otras fuentes donde puedas adquirir conocimientosde esa persona.

ACTIVIDAD 3Describe cómo se comporta la gente en el Metro en este momento y, por otrolado, pregunta a tus padres o a alguna persona mayor cómo se compor-taba la gente en el Metro hace un par de décadas y compara las actitudes.

Lectura 1López Austin, Alfredo1992 “Las andanzas de un marsupial”, en Los mitos del tlacuache, México,

Alianza, pp. 13-24 (capítulo 1).

¡Cómo que hurtó lo que es tuyo: tu flor de riqueza,el fuego, engendrador de todo arte, para darlo a los

mortales! Pague esa culpa a los dioses: aprenda asometerse al dominio de Zeus y a no andar con

intentos de amor a los hombres.ESQUILO, Prometeo encadenado.

Lector, éste es un ensayo. Estoy convencido de que la mayor parte de lastareas a las que nos entregamos con pasión en la vida son ensayos; peroalgunas veces hay que reconocer solemnemente su carácter para restar so-lemnidad a nuestras obras. Al calificar mi trabajo como ensayo no sigo el

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criterio que guió a Locke y a Malthus en sus sistemáticos y profundos trata-dos. Es otra la acepción que aquí elijo: deseo escapar, en lo posible, de larigidez de las formaciones discursivas usuales en la exposición de temasmitológicos. Busco una vía más flexible que me permita desarrollar y argu-mentar libremente sobre el mito, espero que el lector apruebe mi decisión.

Al trabajar en este ensayo he tenido presente un campo paralelo: el de laiconografía. Mitología e iconografía no son objetos de estudio tan diferentescomo a primera vista pudiera parecer, sobre todo si se siguen de cerca lasideas de Voloshinov sobre el lenguaje.6 Mito e imagen, como signos, pue-den ser estudiados desde el punto de vista de la ideología. Sus especificidadescomo formas de expresión pierden nitidez en un contexto social en el quesus respectivos valores estéticos, lógicos e históricos se complementan.

Una proporción considerable de las obras pictóricas y escultóricas deMesoamérica se refiere directa e ineludiblemente a la mitología. Las escenasde las paredes de los vasos, los hechos narrados en los muros de los edifi-cios, los diálogos que parecen brotar de los dinteles de chicozapote o depiedra caliza, los personajes de complejos atavíos pintados en láminas depiel o de papel, nos remiten a episodios del mundo de los dioses. Las imáge-nes de barro y de piedra nos hacen suponer que detrás de cada uno de susdetalles hay un conjunto de acciones atribuidas a los seres invisibles. ¿Cómoseparar mito e imagen?

Cualquier aproximación al mito —o a la imagen— nos hace replantearviejas cuestiones: ¿Existió en Mesoamérica un grado de unidad considera-ble entre las diversas formas regionales de concebir el mundo? De existiruna base común, verdaderamente sustentante del pensamiento mesoame-ricano, ¿qué profundidad temporal tuvo y cómo se fue transformando, tan-to general como regionalmente, a través de los siglos? ¿Qué extensionesgeográficas abarcaron las concepciones afines, y en qué aspectos particu-lares se diluía o se conservaba la afinidad? Son viejas preguntas que con-servarán su validez por mucho tiempo; pero preguntas, al fin, que se vancontestando paulatinamente con el desarrollo de las investigaciones. Reapa-recerán obstinadamente a lo largo del libro.

Es indiscutible que la precisión de las interpretaciones iconográficasdepende en buena parte de las dimensiones del acervo mitológico del quedispongamos, no sólo por las correspondencias mecánicas que pudieranestablecerse entre mitos e imágenes sino —sobre todo— por la posibilidadde reconstrucción de un orden mitológico que se confrontaría, en recíprocoproceso de elucidación, con uno iconográfico. Los mitos registrados en épo-cas tempranas coloniales forman un conjunto considerable. Sin embargo,son insuficientes para una confrontación satisfactoria. Existe la atrayenteposibilidad de complementarlos con la narrativa indígena producida desdela conquista hasta nuestros días. Hoy existen creencias, mitos y ritos deriva-dos de los antiguos y no pueden pasar inadvertidos en el estudio del pensa-miento mesoamericano. Sin duda han sido transformados por una historiaen la que han pesado condiciones de opresión, penetración ideológica, ex-

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6 Voloshinov, El signo ideológico, p. 120. Sintetiza Matieyka al decir que “el estudio de los sig-nos es para Voloshinov un estudio de la ideología, y la filosofía del lenguaje es la filosofíadel signo”, “Acerca de los primeros prolegómenos de semiótica”, p. 197.

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plotación y expolio; pero pertenecen a una tradición vigorosa convertida eninstrumento de resistencia. Creencias, mitos y ritos no pueden entendersesin la referencia a su origen remoto, ni es prudente estudiar la ideología delas sociedades anteriores a la Conquista sin tomar en cuenta su legado.

Lo anterior nos coloca ante dos realidades incontrovertibles y de na-turaleza opuesta: si no puede negarse la importancia del pensamientoindígena colonizado como fuente para el estudio de las antiguas socie-dades mesoamericanas, tampoco puede desconocerse la radical trans-formación de dicho pensamiento a partir de la Conquista, y sobre todobajo los tremendos embates de la sociedad capitalista. ¿Qué hacer frentea ambas verdades? Desde mucho tiempo atrás historiadores y etnólogoshemos aprovechado para nuestros estudios la cadena tradicional en toda suextensión, y esto ha producido grandes avances tanto en la comprensiónde las antiguas sociedades como en las actuales. Hay que reconocer, sinembargo, que nuestras proyecciones no han estado exentas de excesos, yque el método no ha sido suficientemente discutido. Debemos continuaren el debate sobre este recurso: es necesario que encontremos caminos mássólidos, más científicos, para el manejo de esta información con la querecíprocamente se enriquecen historia y etnología. La polémica debe in-tensificarse y profundizarse.

Llego así, en el camino de la comprensión de los mitos e imágenes, aplantear una de las preocupaciones centrales del libro: exponer las vías deaprovechamiento de una información actual como fuente complementa-ria para el estudio del pasado mesoamericano, de tal manera que quedenexplícitos los escollos mayores del proceso de beneficio de los datos, lospeligros más graves en la utilización del material y las formas que otorguenal recurso metodológico una seguridad aceptable. Todo girará en torno allazo existente entre el mito antiguo y el mito actual; y con la referenciapertinaz —no única— a un importante personaje mítico: el tlacuache.

Si alguno puede jactarse de ser indígena en territorio americano, éste esel tlacuache. Descendiente de marsupiales precenozoicos vastamente distri-buidos por el globo, los antepasados del tlacuache quedaron aislados enAmérica del Sur cuando ésta, separada de África, formó una inmensa isla.Siguieron existiendo didélfidos en Europa durante el Terciario, pero alextinguirse dejaron como únicos parientes cercanos a los didélfidos sud-americanos. Millones de años después de la separación, ya en el Plioceno,con el istmo de Panamá se formó un puente entre América del Norte yAmérica del Sur. La unión permitió enormes migraciones de animales, enambos sentidos, así, los didélfidos viajaron hacia otros territorios, exten-diéndose desde la Pampa argentina hasta muy septentrionales costas delPacífico en América del Norte. Poco a poco hicieron de América su domi-nio, desde Canadá meridional hasta las tierras sureñas en las que habíaniniciado su expansión. Los didélfidos ocuparon ampliamente tanto la re-gión neártica como la neotropical, con excepción de sus extremos fríos ylas zonas desérticas, que no les han sido gratas. Lo han hecho tan a placer,que su conformación ha variado poco. En ellos la evolución parece haber-se detenido: ningún mamífero tiene, como los didélfidos, una semejanzatan grande con sus antepasados remotos. Es como si desde mucho tiempoatrás —y perdónenme los biólogos la herejía— se hubieran instalado en la

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filogenia óptima, para desde allí hacer frente a las catástrofes del Pleistocenoy a la presencia dominante de los mamíferos modernos. En resumen, losdidélfidos se distribuyeron en un territorio que hasta después, ya des-prendido, a la deriva, sería, en su insularidad, principio de lo que hoy seconsidera suelo americano. Aquí han sido fieles, como buenos adeptos enmillones de años, a las remotas cadenas de la herencia, y con dichas armasse han extendido por las dos grandes regiones que ocupa la fauna america-na. Frente a ellos todos los demás habitantes del continente somos unosadvenedizos.

¿Cómo han sobrevivido a la competencia vital de los placentarios? Unode los factores de su adaptación es la amplitud de régimen alimenticio y a lapeculiaridad de que en él los insectos ocupan una parte nada despreciable.Esto reduce considerablemente la competencia de animales más desarrolla-dos. Los didélfidos comen, además, pequeños mamíferos, aves, huevos,anfibios, culebras, frutos, tubérculos, maíz y aceptan, cuando es preciso, lacarroña. El yapok es la excepción, por ser el único tlacuache estrictamentecarnívoro.7 Se alimenta de moluscos y crustáceos; es mal atrapador de peces,pero muy voraz de sus fuerzas. Afirma su selectividad con la adaptación—él sí— a un medio reducido. Tiene las particularidades anatómicas de grannadador: membranas interdigitales en las patas traseras, pelaje corto, fino ydenso, cuerpo fusiforme y un marsupio provisto de esfínter, con el que su bolsase hace ocluible cuando, con las crías dentro, la madre se zambulle en busca depresas acuáticas.8

Poseen los didélfidos otras armas que han contribuido notablemente asu supervivencia. Varias de las especies acostumbran “hacerse tlacuaches”:caen exánimes frente a sus enemigos, la lengua de fuera, los ojos vidriosos,en una muerte aparente que las protege de los predadores no carroñeros.También hace desistir a los acosadores un fuerte olor a ajo que los tlacuachesemanan cuando están asustados. Para amedrentar a sus adversarios, abrendesmesuradamente el hocico inmenso, mostrando largas filas de dientes.En periodos de frío, sequedad y hambruna, alcanzan un estado de letargosemejante a la hibernación de los euterios.9 Por último, viven junto al hom-bre en condiciones ventajosas: éste los persigue para proveerse de alimento;pero la carne es gorda y no muy apetecible.10 En cambio los tlacuaches, há-biles, trepadores y burladores de obstáculos, aprovechan mejor su vecin-dad, pues roban al hombre el maíz de sementeras y trojes. También, cuandoel campesino hace el cuenco en la parte central del maguey a fin de que ahíse junte el aguamiel, el tlacuache se adelanta al hombre, remueve el obstá-culo que tapa el recipiente y bebe el jugo azucarado.11 Además de ladrón essanguinario, porque degüella aves domésticas, convertido en el terror delos gallineros. Esto le ha valido el incorrecto nombre de comadreja, sin que

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7 Chironectes minimus. Este animal recibe en Chiapas los nombres de tlacuachillo acuático yzorra de agua. Allí se encuentra en los municipios de Juárez, Reforma, Catazajá y Ocosingo.Álvarez del Toro, Los mamíferos de Chiapas, p. 13.

8 Walker y otros, Mammals of the World, v. I, p. 25.9 Gewalt y Grzimek, “Opossums”, pp. 60-63.10 Leopold, Fauna silvestre de México, pp. 373- 374. Hay, sin embargo, quien dice que la carne

es aceptable, siempre y cuando los buenos guisos le quiten su olorcillo desagradable. Álvarezdel Toro, Los mamíferos de Chiapas, p. 11.

11 Ceballos González y Galindo Leal, Mamíferos silvestres de la Cuenca de México, p. 47.

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lo una el menor vínculo con las mustelas,12 y el de zorro 13 y zorra.14 Hayextendidos en el continente 12 géneros, 76 especies y 163 subespecies dedidélfidos.15 En los géneros Didelphis, Chironectes y Philander existe unmarsupio desarrollado; en otros hay rudimentos, dos pliegues de piel queprotegen a las crías.16 Como en muchas marsupiales, existen en las tlacuachasdos úteros y dos vaginas,17 de donde deriva el nombre de didélfidos, y losmachos tienen el pene bifurcado.18 Muy prolíficas, las hembras tienen dos otres camadas al año, y la cantidad de crías en cada camada son de 8 a 18.Tras un brevísimo periodo de gestación de 13 o 14 días, las crías salen esca-lando a ciegas, con sus aún no completadas extremidades, por un caminode saliva materna que las lleva hacia la bolsa. Finalmente, pegadas a lospezones durante unos meses, terminan su desarrollo en el cálido y viciadoambiente, y salen después, poco a poco, a descubrir el mundo. Unos tresmeses después del ir y venir de follajes a marsupio, los pequeños tlacuachesson abandonados por la madre. Así inician su vida crepuscular y nocturna,nómada, solitaria salvo en época de brama, dotados para su subsistencia deuna larga cola prensil, generalmente desnuda y escamosa, pulgar oponibleen el pie y cuerpo macizo y fuerte.

Éstos son los tlacuaches, churchas, opossums, filandros, zarigüeyas, cui-cas, catitas, zorras mochileras, llacas, coyopollines o cayopollines, comadrejasoveras, mucuras, carachupas, micures, mucamucas, picazas, runchos, paricatas,guaquis, cuchas... que viven tan próximos al hombre. Con sus características ycostumbres reales o imaginarias el hombre de todo el continente americano losha incorporado vigorosamente a sus tradiciones. Es innecesario acentuar elvalor de su presencia en los mitos del continente, en cuanto Lévi-Staussreconoce en el tlacuache a uno de los personajes más importantes de susestudios y escribe por él su “Cantata de la zarigüeya”.19

No puede ser de otra manera en México. Existen en nuestro territoriocinco géneros de tlacuaches (Chironectes, Didelphis, Marmosa, Philander yCaluromys), una de las especies es endémica (Marmosa canenscens).20 La va-riedad se expresa en términos vernáculos como los de tlacuachito flor,

12 Santamería, Diccionario de mejicanismos, v. comadreja.13 En territorio maya se le dice zorro desde el siglo XVI. Entiéndase que el mito titulado “El

zorro” en la obra de Abreu Gómez se refiere en realidad al tlacuache. Cuando el animalreclama al creador Tamaychí una forma de burlar a sus enemigos, éste le concede quecuando sea atrapado no se mueva, agache las orejas y parezca estar muerto. Abreu Gómez,Leyendas y consejas del antiguo Yucatán, p. 109. Otro tanto puede decirse de la “Historia dedon Zorro y el hombre”; el personaje central se distingue por su capacidad de fingirsemuerto. Incháustegui, Las márgenes del Tabasco Chontal, pp. 331-333. En Tabasco suele ha-cerse la distinción entre el zorro cola peluda y el tlacuache o zorro cola pelada.

14 Así, por ejemplo, hay un mito mopán en el que la zorra roba el maíz con auxilio de lashormigas y los dioses del trueno. J. E. S Thompson, Historia y religión de los mayas, pp. 418-419. Como veremos más adelante, al tlacuache corresponde la gloria de este robo.

15 Gewalt y Grzimek, “Opossums”, p. 57.16 Hall y Kelson, The Mammals of North America, v. I, p. 4.17 Heinemann y Thenius, “The Marsupials”, p. 50.18 Hartman, “Traditional belief concerning the generation of the opossum”, p. 322.19 Lévi-Strauss, “Mitológicas”, Lo crudo y lo cocido, tercera parte, cap. XI.20 Ramírez-Pulido y Müdespacher, “Estado actual y perspectivas del conocimiento de los

mamíferos de México”, pp. 52 y 58. Los cuatro primeros géneros pertenecen a la familiaDidelphinae; el quinto, a la Caluromynae.

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tlacuaches de cerro, de totoles, espinudos y ratones;21 la importancia, enmuchísimos mitos y cuentos que proceden de épocas remotas. El tlacuachees un personaje popular. Lo es y lo ha sido por siglos. Hay un interesanteartículo en el que se resalta la figura del tlacuache en la mitología de Méxicoy Mesoamérica. Munn, su autor, intenta tender lazos entre el pasadoprehispánico y nuestros días.22

Los restos arqueológicos del tlacuache son buen testimonio de la per-sistencia de su fama. Hay representaciones primitivas muy simples: enTlapacoya apareció una pequeña figurilla de barro cuya factura se calculahacia el año 1000 aC.23 Con el tiempo la figura del tlacuache fue cargándosede símbolos muy variados.24 Sus imágenes en códices tan importantes comoel Fejérváry Mayer, Vindobonensis, Vaticano B, de Dresde y Nuttall, lo vinculanal juego de pelota, al cruce de caminos, a la decapitación, a las ceremoniasde año nuevo, a la Luna, al pulque. Luce mantos multicolores, tocados ricos,bastones de sonajas, y se sienta en taburetes cubiertos con la piel del jaguar.Su morada se distingue en los documentos pictográficos: su emblema esuna larga cola de pelos hirsutos colocada repetidas veces, como elementoarquitectónico, en la parte superior del edificio.25 Una orden de guerrerosllevó su nombre entre los mayas septentrionales. Según el Chilam Balam deTizimín, dos cuerpos militares sostuvieron en Mérida a un gobierno usurpa-dor: los balam ochil (“jaguares-tlacuaches”) y los balam ch’amacil (“jagua-res-zorros”).26 En la cerámica hay remotas representaciones que nos hacenentender la categoría del animal por la riqueza del simbolismo añejo: orejerasredondas, tocados complejos, pectorales con glifos, mazorcas atadas al cue-llo y que se le ha descrito como “una especie de trenza sobre la nariz”,27 quees una de las características más notables de los dioses mexicas de la lluvia.No falta el marsupial entre las joyas mixtecas de oro encontradas en la Tum-ba 7 de Monte Albán; entre ellas hay tres pequeñas piezas que representanal dios de la lluvia, al jaguar y al tlacuache.28 En los textos mayas, ya en elPopol vuh, ya en el Chilam Balam de Tizimín, aparece el tlacuache como señordel crepúsculo matutino o como representación de los dioses que sostienenel cielo en cada una de las cuatro esquinas del mundo.

La complejidad de sus ligas con lo invisible remonta los siglos. Si bienno es posible saber cuándo empezó el hombre a asociar la figura del tlacuachecon las proezas míticas, se ha hecho notar que ya para el Clásico en la región

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21 Uejkauitl nauaueuejtlatoli, pp. 28-32.22 Munn, “The opossum in Mesoamerican mythology”.23 En Zohapilco, un sitio lacustre del sureste de la Cuenca de México, Fase Manantial.

Niederberger, Zohapilco, p. 31, lám. II-2. Véase la lámina 10, figura e de este ensayo.24 Puede consultarse como guía a Seler, “Die Tierbilder der mexikanischen und der Maya-

Handshriften”, pp. 506-513. Hay referencias a interesantes figuras en Brambila Paz y otros,El animal en la vida prehispánica, pp. 51-53.

25 Munn, “The opossum in Mesoamerican mythology”, p. 47.26 The ancient future of the Itza. The book of Chilam Balam de Tizimin, traducido por Edmonson.

Véase la nota de Edmonson, p. 64. El nombre de ch’amacil ch’amak y ch’umak. Barrera Vásquezy otros, Diccionario maya Cordemer, 2a. Parte, pp. 94, 292 y 360. Véase más abajo, en loscapítulos 18 y 19, la oposición coyote / tlacuache entre los quichés.

27 Ramón, Dioses zapotecos, pp. 12-13. Sobre estos torzales formados en la nariz de las repre-sentaciones zapotecas de los talcuaches, véase Caso y Bernal, Urnas de Oaxaca, pp. 267-268y 272-272.

28 Caso, El tesoro de Monte Albán, lám. III y pp. 94-95.

Tlacuaches del Códice Fejér-váry-Mayer. En López Austin[1992:270, lámina 3].

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zapoteca hay representaciones suficientes para afirmar la divinización delmarsupial.29 Asimismo aparecen en Teotihuacán, en el taller ubicado el nor-te de la Ciudadela, moldes para fabricar pequeñas figurillas de tlacuacheque posiblemente eran adheridas a vasijas de culto.30 Y su importante pre-sencia continúa. Una de las 18 veintenas o “meses” que dividen el año delos tzotziles recibe su nombre.31 A principios de este siglo, los nahuas de SanPedro Jícora, Durango, consideraban que el tlacuache era el nahual de la dio-sa Tonantzi.32 Villa Rojas registró que los mayas creen que la basuraalgodonosa de las madrigueras de los tlacuaches pueden mezclarse con lapólvora para matar un venado fabuloso: un venado que es de “puro aire” yque pertenece a San Jorge.33 Y aquí y allá su efigie colgada en templosy chozas,34 sus despojos usados como medicamentos, su presencia en loscuentos y en los mitos, hablan de una tradición en la que nuestro personajeocupa un lugar de prestigio. Es el jefe del mundo, el resistente a los golpes,el despedazado que resucita, el astuto que se enfrenta al poder de los jagua-res, el jefe de los ancianos consejeros, el civilizador y benefactor, el abuelorespetable y sabio, el arrojado, y en la moral popular no contradice estos atri-butos el que sea astuto, ladrón, borracho, fiestero, parrandero y lascivo.

El mito más importante del tlacuache, sumamente extendido y rico envariantes, es el que relata las proezas del marsupial como un prometeo ame-ricano. Una síntesis más o menos homogeneizante de las distintas versionesnos remite a los tiempos en que la humanidad carecía de fuego, y éste eraposeído por seres celestes en algunos casos, por habitantes del inframundoen otros. La vieja avara es uno de los dueños más mencionados; pero segúnuna bella versión recogida entre los chatinos por Bartolomé y Barabas, sonlos demonios los que tienen el fuego, la fiesta, el mezcal y el tabaco.35 Eltlacuache, comisionado u oficiosamente, va con engaños hasta la hoguera yroba el fuego, ya encendiendo su cola, que a partir de entonces quedarápelada,36 ya escondiendo la brasa en el marsupio.37 Gran benefactor, eltlacuache reparte su tesoro a los hombres. Sin embargo, el mito no siempreconcluye con el don del fuego. Entre los coras, por ejemplo, el mundo seenciende cuando recibe el fuego, y la Tierra lo apaga con su propia leche.38

Entre los huicholes el héroe civilizador es hecho pedazos; pero se recompo-ne uniendo sus partes y resucita.39

29 Caso y Bernal, Urnas de Oaxaca, pp. 265-266, y Baus de Czitrom, “El tlacuache en el mundomesoamericano”, fol. 10-11.

30 Carlos Múnera proporcionó estos datos a Carolyn Baus de Czitrom (“El tlacuache en elmundo mesoamericano”, p. 11).

31 Guiteras Holmes (Los peligros del alma, pp. 35-36).32 Ziehm (“Introducción a Preuss, Mitos y cuentos nahuas de la Sierra Norte Occidental,

p. 49).33 Villa Rojas (Los elegidos de Dios, p. 295).34 Zingg (Los huicholes, v. I, p. 332 y v. II, p. 277, nota 15); Lumholtz (El México desconocido, v. IIÇ,

p. 148).35 Bartolomé y Barabas, Tierra de la palabra, pp. 111-112.36 Por ejemplo, Incháustegui, Relatos del mundo mágico mazateco, pp. 67-68.37 Por ejemplo, en el mito huichol narrado por Rentería.38 Preuss, Die Nayarit-Expedition, v. I. pp. 169-181.39 Zingg, Los huicholes, v. I, p. 358, nota 13 y v. II, p. 187. P. T. Furst, “El concepto huichol del

alma”, pp. 9-11.

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El mito del robo del fuego ha confluido con la tradición cristiana, yalgunas versiones lo ligan al nacimiento de Jesús. La virgen y el niño pade-cen frío, y el tlacuache roba el fuego para calentarlos. Llega a ser recompen-sado con la facultad de la resurrección o con el marsupio en el que cuida asus hijos.40

Como manipulador —aunque torpe— del fuego, el tlacuache aparece enotros mitos. En el mito zoque-popoluca del Espíritu del Maíz, el tlacuache esel aliado del héroe que intenta rodear con lumbre la palma en la que se refu-gia su enemiga. Fracasado, se quema el rabo, que desde entonces quedapelón.41 Otras versiones del mito del fuego sustituyen al marsupial con otrosanimales: el zorrillo,42 la zorra,43 el mono,44 el perro,45 el ratón,46 y el sapo.47 Elmito del tlacuache (o sus sustitutos) es hoy, sin duda, el más importante dela donación del fuego a los hombres; pero no es el único: otros héroes civili-zadores de mitos muy diferentes son Quanomoa, o Hatsikan entre los coras,48

al Rayo entre los mochós49 y al muchacho que se transformó en Sol, entre lostzonziles.50

Dicen los mazatecos que los animales discutieron un día sobre la formadel río. Opinaron que debía correr por un cauce recto que permitiera lapesca; pero, inseguros de la eficacia de la solución, buscaron al viejo sabio.Recorrieron cantina tras cantina, hasta encontrarlo en una muy pequeña,donde se embriagaba alegremente, cantando y tocando la guitarra con susamigos. Consultado el abuelo, respondió que era indispensable que el ríotuviera curvas y ligeros remolinos para que todos los animales pudieranpescar y dormir dentro de los botes. La asamblea aplaudió, y así adquirió elrío su forma definitiva.51

Dos mitos triques se refieren al origen de las características del animal:el primero, a la posición de sus testículos; el segundo, a su supuesta capaci-dad de resurrección. El primero, el día de la boda de su hijo, el tlacuachesubió a la espalda de su nuera y bailó trepado en ella. Los testículos se lerecorrieron, y los conserva en una extraña posición respecto al pene. En elsegundo, el tlacuache invitó a su compadre a comer a la casa. Pidió al convi-

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40 Por ejemplo, entre los totonacos, Williams García y García Ramos, Tradición oral en Tajín, p.31, e Ichon, La religión de los totonacas de la sierra, pp. 95-96. Entre los nahuas, Taggart,Nahuat myth and social struture, pp. 103-104. Entre los tepehuas, Williams García, Mitostepehuas, p. 67.

41 Técnicos bilingües..., Agua, mundo, montaña, p. 21. Puede verse también Elson, “TheHomshuk: A Sierra Popoluca text”, p. 202.

42 Entre nahuas, Técnicos bilingües..., Agua, mundo, montaña, pp. 135-136.43 Entre cuicatecos, Relatos, mitos y leyendas de la Chinantla, pp. 56-57. Hay que tomar en cuen-

ta que en algunos mitos puede tratarse del propio tlacuache, que recibe los nombres dezorra y zorro.

44 Comunicación personal de Jacques Galinier, 23 de marzo de 1987, referente a otomíes delsur de la Huasteca.

45 María Montoliu recogió un relato en Chan Kom, Yucatán, en 1973.46 En la parte noroccidental del estado de Morelos. Comunicación personal de Ingrid

Rosenbluett, 5 de agosto de 1985.47 Giddings, Yaqui myths and legends, p. 63.48 Dahlgren, Grupo cora, fol. 57.49 Petrich, “Los mochós cuentan de dónde vino el fuego”.50 Rubel, “Dos cuentos tzotziles de San Bartolomé de los Llanos”, p. 789.51 Incháustegui, Relatos del mundo mágico mazateco, pp. 53-56.

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dado que lo esperara mientras él iba a bañarse al río, y allá ordenó a suesposa que tomara su carne para preparar el guiso del compadre. El tlacuachese mató en el río y su esposa preparó el guiso. Tuvo ella el buen cuidado dedejar los nervios pegados a los huesos de su marido. A partir de esta unión,el tlacuache se recompuso en el agua, resucitó y regresó como buen anfi-trión a conversar con su compadre.52

El tlacuache es también el personaje principal de muchos cuentos po-pulares. Él y el jaguar son los equivalentes regionales de la famosa parejadel conejo y el coyote.53 En estos cuentos el personaje débil, pero astuto,burla la fuerza de su adversario, poderoso y cruel. Los cuentos tienen remo-tos orígenes y han venido a fructificar en nuestro suelo. Son parientes de losfamosos relatos del Tío Remus. Otras de sus aventuras tienen semejanzasmás que causales en todo el mundo: el tlacuache nos recuerda a Dalila laTaimada, la malvada vieja de ojos azules que con engaños convenció a uningenuo beduino para que la sustituyera en el lugar del castigo. Tambiénnos recuerda a Renart, que confundió a Isengrino haciéndole ver un quesoen la imagen lunar del espejo del agua. En los cuentos se ha convertido enanimal de mundo, eco revitalizado de voces africanas, asiáticas y europeasque se oye en los corros de niños indios. El americanísimo tlacuache navegóhacia el Viejo Mundo desde tiempos tempranos: fue el primer marsupialconocido por los europeos, y sorprendió su presencia a los mismos ReyesCatólicos. Sin embargo, en Europa su fama fue más bien libresca, y la origi-naria fantasía de nuestro personaje influyó en grabados y dibujos. Así, porejemplo, se representó a la hembra con la cola levantada, en calidad de per-cha, para el engarce de los rabos de sus crías,54 actitud desconocida en lastlacuachas, pero que sirvió de inspiración a nuevas ilustraciones y a las re-construcciones de los cuerpos disecados en los viejos museos.

Nuestro personaje es, en resumen, animal casi casero, ladrón domésti-co, pero al mismo tiempo dueño de secretos maravillosos, el viejo sabio apes-toso que es capaz de recomponerse y resucitar. Será el compañero en esteviaje en el que se replantea el problema de las formas de persistencia histó-rica de la tradición mesoamericana. El tlacuache será el guía en la casa delos dioses.

Fuentes complementarias de consultaLas siguientes fuentes de consulta pueden servirte como referencia paraprofundizar y ampliar los temas que hayan sido de tu interés.

52 Hollenbach, “El mundo animal en el folklore de los triques de Copala”, pp. 458-459. Encuanto a las características físicas de los tlacuaches: “el marsupio de las hembras, así comoel escroto anterior al pene de los machos, son características peculiares de estos animales”.Ceballos González y Galindo Leal, Mamíferos silvestres de la Cuenca de México, p. 47.

53 Basten aquí tres ejemplos: el cuento publicado por Rendón, “El tlacuache y el coyote enzapoteco”; el cuento tzeltal “El tlacuache y los leones”, publicado en la revista México Indí-gena, y el cuento nahua publicado por Pury, “Cuentos y cantos de Tlaxcalcingo, Puebla”,pp. 71 y 86-92.

54 Gewalt y Grzimek, “Opossums”, p. 67.

Tlacuache. En López Austin[1992:134, lámina 3].

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López Austin, Alfredo1984 Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas, 2 vol.,

México, UNAM.

También puedes consultar las tesis de etnohistoria que se encuentranen la biblioteca de la ENAH.

Unidad IV. La formación de etnohistoriadoresen la ENAH y su campo profesional

En esta unidad conocerás las características del plan de estudios de la Licen-ciatura en Etnohistoria, conformado para capacitar a profesionales conlos conocimientos necesarios tanto de la antropología como de la historia, loscuales confluyen en la formación del etnohistoriador, quien estará capacitadopara acercarse a las culturas indígenas en cualquier espacio y tiempo. Asimis-mo, para analizar y explicar procesos de permanencia y cambio cultural.

Objetivos de la unidadCon el estudio de esta unidad podrás:• Conocer el plan de estudios de la Licenciatura en Etnohistoria, así como

su campo profesional y características generales.

Temario1. Plan de estudios de la Licenciatura en Etnohistoria de la ENAH

1.1. Objetivos de la disciplina1.2. Objetivos de la licenciatura1.3. Características del plan de estudios1.4. Requisitos de titulación1.5. Campo laboral

Revisa con atención las siguientes actividades de aprendizaje y realíza-las cuando hayas concluido la lectura de los textos que se presentan.

ACTIVIDAD 1Analiza las diferentes áreas del plan de estudios y pregunta a tu asesor so-bre los conocimientos y habilidades que debe desarrollar el estudiante deetnohistoria en las diferentes áreas.

ACTIVIDAD 2Reflexiona sobre tu situación personal respecto a gustos, intereses y activida-des para ingresar en la Licenciatura de Etnohistoria. Recuerda que la elecciónde carrera es parte fundamental del proyecto de vida y no se debe tomar a laligera.

Unidad III

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Etnohistoria

Lectura 1Valle Esquivel, Julieta1995 “Texto elaborado para la antología”, en Guía introductoria a las licen-

ciaturas, México, ENAH.La carrera de etnohistoria surgió, como la mayoría de las licenciaturas en laENAH, de un desprendimiento de la Maestría en Ciencias Antropológicas quese impartía hasta principios de los años sesenta en el recinto del Museo de lacalle Moneda número 13, a un costado de Palacio Nacional. Durante la dé-cada siguiente se discutió mucho la forma más adecuada de contemporizarla formación y el grado académico que ofrecía la escuela. En ese contexto, elmaestro Martínez Marín abogó por la formación de nuestra carrera, hacien-do confluir en una propuesta disciplinaria los estudios de historia antiguade México y los avances de la “etnología diacrónica” norteamericana.

El programa docente que se ideó en aquellos años ha sufrido múltiplesmodificaciones y el que hoy está vigente responde a una reforma instrumen-tada durante la segunda mitad de los años ochenta y afinada un poco másadelante. Puede decirse que se trata de una carrera que ha optado por unaactualización constante, no obstante que sigue fiel a los objetivos que le die-ron origen. El plan de estudios se estructura en torno a cinco áreas: Etnohistoria,Historia, Antropología, Técnicas e Investigación. Como es natural, la primerade éstas constituye la columna vertebral de la carrera, aunque requiere delresto para cobrar la debida firmeza. Este eje formativo está articulado porvarios cursos que abordan, desde una perspectiva que privilegia a los gru-pos indígenas, el desarrollo histórico de nuestro país. Con el fin de comple-mentar estos conocimientos se incluye también la materia de Etnohistoriadel Área Andina.

El área de Historia comprende un grupo de materias animadas por dosobjetivos: el primero, dotar al estudiante de los recursos teóricos ymetodológicos desarrollados por la historiografía que apuntalan la reflexiónetnohistórica. El segundo es complementar la información de los cursos delárea de Etnohistoria con la discusión sobre procesos generales del devenirde las sociedades, tanto en su expresión universal como en el caso concreto deMéxico. El área Antropológica, por su parte, tiene una orientación que res-ponde a la concepción de la etnohistoria como un campo de especializaciónque se gesta en el seno de dicha disciplina. Por tanto, estos cursos preten-den, en un primer momento, hacer un recuento de los paradigmasantropológicos más influyentes, destacando sus aportaciones conceptua-les y analíticas. Más adelante se profundiza en los tópicos fundamentalesde la disciplina, a saber: religión, economía, política y parentesco. Existen,dos materias enfocadas directamente a trabajar el caso de México desde lamirada antropológica.

El grupo de materias auxiliares comprende Teoría del Conocimiento,las de formación técnica propiamente dicha —Paleografía, Fuentes, y Len-gua Indígena— y tres cursos de Arqueología, llamados a proporcionar losconocimientos necesarios para hacer uso de las aportaciones de esta disci-plina. La intención es ampliar los horizontes del etnohistoriador respecto aluso de fuentes diversas. Los cursos de Paleografía habilitan al estudiantepara enfrentarse al archivo y, principalmente, a los documentos de la épocacolonial; los de Lengua Indígena —nahuatl o maya clásico— [aquéllas que

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se escribieron durante el periodo colonial no son lenguas contemporáneas]de acuerdo con la preferencia del alumno, están orientados a permitir lalectura y traducción de textos escritos en esas lenguas. El primer curso deFuentes tiene por objetivo profundizar el análisis de los códices que se co-nocen hasta hoy, mientras el segundo se enfoca en trabajar las crónicas colo-niales y documentación de archivo, a través del cual conocemos numerososaspectos de organización social y la cultura de los diversos pueblos que hanconstruido la historia de nuestro país.

Por último, nuestra carrera contempla un área de Investigación, cons-tituida por cuatro talleres desarrollados en el seno de los Proyectos de In-vestigación Formativa (PIF), donde el estudiante inserta su proyecto detesis y desarrolla la investigación correspondiente. En la actualidad, den-tro de la carrera existen proyectos sobre temas tan diversos como las propiaspreocupaciones de la disciplina: historia oral, género, mitología europea,indígenas coloniales, mundo mesoamericano, religiosidad, análisis histó-rico de la tenencia de la tierra.

En conclusión, cabe destacar que las destrezas que adquiere eletnohistoriador a lo largo de su formación académica lo convierten en unespecialista en el manejo de fuentes muy diversas. Es también un profesionalque se plantea problemas teóricos y de explicación histórica a los que es capazde accesar a través de ángulos novedosos. Por tanto, sus posibilidades en eldesempeño profesional son muy vastas —sin soslayar las dificultades inhe-rentes a todo científico social—. Muchos de nuestros egresados se han desem-peñado como expertos de alta calificación en el manejo de documentos dearchivo, manuscritos indígenas y códices. De ese modo, las instituciones comoel Archivo General de la Nación, el del Ayuntamiento, el de la Secretaría deSalud y el de Notarías son espacios que frecuentemente requieren de losetnohistoriadores. Lo mismo sucede en bibliotecas que cuentan con acervoscoloniales o materiales pictográficos, como la del Museo Nacional de Antro-pología. Dentro de la línea de trabajo paralela cabe destacar la participación deetnohistoriadores en equipos interdisciplinarios de investigación, difusiónde la cultura y diseño museográfico. Además, recientemente ha iniciado laexploración de campos ligados a problemas contemporáneos, como el rastreode usos y costumbres jurídicas en regiones indígenas, con fines de resolución deconflictos entre el derecho positivo y el consuetudinario, o bien, localización,interpretación y validación de títulos y mapas coloniales que sirvan comopruebas en litigios por la tierra. Este tipo de actividades ya cuentan con ciertatradición en el marco de organismos no gubernamentales vinculados con laproblemática indígena, pero recientemente han sido practicadas también pordependencias públicas como el Instituto Nacional Indigenista.

El desempeño del etnohistoriador es muy variado. El INAH cuenta conuna dirección dedicada específicamente a la investigación, se incluye tam-bién los distintos centros regionales donde se labora dentro de equiposinterdisciplinarios.

Se encuentran etnohistoriadores laborando en los institutos de investi-gaciones Históricas y Sociales de la UNAM; el Centro de Estudios Superiores deAntropología Social (CIESAS), Culturas Populares, el Colegio de Posgraduadosde Chapingo, el Instituto Nacional Indigenista y el Archivo General de laNación. Por otro lado, ejercen la docencia en diversas escuelas.

Unidad IV

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Etnohistoria

Requisitos de titulación• 100% de créditos del plan de estudios• Idioma extranjero (inglés o francés)• 90 días de trabajo de campo y/o archivo• 6 meses de servicio social• Tesis o elaboración de catálogo• Examen profesional

Título académicoLicenciado en Etnohistoria

Sem.

IIntroducción a la

Etnohistoria4 horas / 8 créditos

Antropología General

4 horas / 8 créditos

Introduccióna la Historia

4 horas / 8 créditos

Arqueología Generalde América

4 horas / 8 créditos

Teoría delConocimiento

4 horas / 8 créditos

IIHistoria Universal l

4 horas / 8 créditos

Teoría Antropológica I

4 horas / 8 créditos

Teoría de la Historia

4 horas / 8 créditos

Arqueología deMesoamérica: Centro,

Golfo y Occidente4 horas / 8 créditos

Arqueología deMesoamérica: Área Maya

y Oaxaca4 horas / 8 créditos

IIIEtnohistoriade México I

4 horas / 8 créditos

Teoría Antropológica II

4 horas / 8 créditos

Historia de España

4 horas / 8 créditos

Etnohistoriadel Área Maya

6 horas / 12 créditos

Paleografía I

4 horas / 8 créditos

IVEtnohistoriade México II

4 horas / 8 créditos

AntropologíaMexicana

4 horas / 8 créditos

Historia Universal II

4 horas / 8 créditos

Fuentes I

4 horas / 8 créditos

Paleografía II

4 horas / 8 créditos

VEtnohistoria

de México lIl4 horas / 8 créditos

Etnohistoriadel Área Andina4 horas / 8 créditos

Lengua Indígena I

4 horas / 8 créditos

Fuentes II

4 horas / 8 créditos

Taller deInvestigación I

4 horas / 8 créditos

VlHistoria de América

4 horas / 8 créditos

AntropologíaEconomía y Política

4 horas / 8 créditos

Historia Universal III

6 horas / 12 créditos

Lengua Indígena II

4 horas / 8 créditos

Taller deInvestigación II

4 horas / 8 créditos

VllTeoría del Parentesco

4 horas / 8 créditos

Antropologíade la Religión

4 horas / 8 créditos

Historia de MéxicoIndependiente

4 horas / 8 créditos

Optativa

4 horas / 8 créditos

Taller deInvestigación III

4 horas / 8 créditos

VlllRebeliones Indígenas

4 horas / 8 créditos

Etnografía de México

4 horas / 8 créditos

Historia de MéxicoSiglo XX

4 horas / 8 créditos

Mapa curricular de la Licenciatura en Etnohistoria (vigente 2009)

Optativa

4 horas / 8 créditos

Taller deInvestigación IV4 horas / 8 créditos