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EUCARISTÍA, EXPRESIÓN SACRAMENTAL DE LA ALIANZA DEL AMOR DE
DIOS PARA LA HUMANIDAD ¿TAMBIEN PARA DIVORCIADOS?
MAURICIO ADOLFO CASTRO MEJÍA
Trabajo de grado para optar al título de
Licenciado en Teología
Tutor
Pbro. Víctor Martínez Morales, S.J.
Doctor en Teología
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
LICENCIATURA EN TEOLOGÍA
BOGOTÁ, D.C.
2011
2
”Ama y todo lo que hagas estará bien hecho”.
San Agustín.
“Sin amor no existe el hombre (…) el amor
Es la verdadera prueba ontológica de la existencia
de un objeto fuera de nuestra mente;
No hay otra demostración del ser que el amor, el sentimiento.
Sólo es aquello cuyo ser te produce alegría
O cuyo no-ser te produce dolor”.
Feuerbach.
3
AGRADECIMIENTOS
La gratitud es la memoria del corazón, por eso es justo manifestar mi
agradecimiento a aquellos que han permitido la realización de este trabajo.
Agradezco a Dios-Amor, que continúa creando al ser humano con la maravillosa
capacidad para amar a sus semejantes.
A la comunidad Salesiana, porque a ella debo lo que soy humana y
cristianamente.
A mi familia por ser la manifestación más diáfana de la grandeza de Dios y por
enseñarme con el ejemplo cotidiano, el significado del verdadero amor, ese que
sólo puede brotar de un corazón que ama verdaderamente al Señor.
Al Pbro. Víctor Martínez, S.J. por el acompañamiento y la fraternidad en este
proceso de formación teológica.
A quienes con sus relatos de vida, me llevaron a comprender que sin la
experiencia del amor el ser humano, sencillamente, no existe.
4
TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………8
Objetivos……………………………………………………………………………..11
Método………………………………………………………………………………..12
I. SENTIDO DE LA EUCARISTÍA COMO MISTERIO DE SALVACIÓN
EN EL NUEVO TESTAMENTO………………………………………………..14
1. LA FRACCIÓN DEL PAN: EL SACRIFICIO DE ENTREGA DE JESÚS,
SE HACE TRADICIÓN SALVÍFICA………………………………………...….15
1.1 La práctica eucarística de los primeros cristianos,
como encuentro salvador……...………………………………………..….15
1.2 El relato de la cena en los sinópticos y en Pablo 1 Cor 11, 23-26
como oferta de salvación para el creyente……………………………….21
1.3 La tradición eucarística es oferta de salvación
para el creyente, porque celebra el sacrificio salvífico de Jesús…...…28
2. LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA: MEMORIAL SALVÍFICO
DE LA ACCIÓN PROFÉTICA DE JESÚS…………………………………….28
2.1 Acciones y palabras de Jesús en la última cena. Signos proféticos
de una nueva economía de Salvación para la humanidad…………....29
2.2 “Haced esto en memoria mía” en relación
al establecimiento del Reino de Dios…………………………………...…34
2.3 Una comunidad que celebra la entrega de Jesús, debe hacerse signo
de salvación para los demás……………………………………………….36
5
3. EL MISTERIO EUCARÍSTICO: BANQUETE DE SALVACIÓN
EN LA VIDA DEL CREYENTE……………………………………………...….36
3.1 Eucaristía, misterio y sacramento de salvación
para la Iglesia …….…………………………………………………………37
3.2 Compromiso eucarístico en el evangelio de Juan
para el creyente……………………………………………………………...38
3.3 La eucaristía es celebración profética
del amor de Dios, que prefigura la mesa del banquete eterno………...40
4. CONCLUSIÓN PRIMER CAPÍTULO…………………………………………..41
II. SENTIDO DE LA EUCARISTÍA COMO MISTERIO DE SALVACIÓN
EN LA DOCTRINA POS-CONCILIAR……………………………………….42
1. EUCARISTÍA, PRESENCIA SALVADORA DE JESÚS EN LA IGLESIA:
CARTA ENCÍCLICA ECCLESIA DE EUCHARISTIA………………………..43
1.1 La Eucaristía, celebración de la fe en Cristo Salvador………………….44
1.2 La comunión crea eucaristía y la eucaristía crea comunión…………...47
1.3 Criterio cristológico y eclesiológico de la eucaristía
como misterio salvador………………………………………………….….49
2. EUCARISTÍA, EXPRESIÓN DEL AMOR DE DIOS
POR LA HUMANIDAD: CARTA ENCÍCLICA DEUS CÁRITAS EST……....50
2.1 El amor de Dios fundamento de toda eucaristía…………………………50
2.2 El encuentro eucarístico como capacidad de amar al prójimo……...….52
6
2.3 El agapé de Dios fuente,
modelo y mediación de una fe salvífica que se celebra………..……….53
3. EUCARISTÍA, SACRAMENTO DE LA CARIDAD
EN LA VIDA ECLESIAL: EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
POSTSINODAL SACRAMENTUM CARITATIS……………………………...54
3.1 Lo que se ha de celebrar en la eucaristía
como respuesta de fe comunitaria………………………………………...54
3.2 Lo que se ha de vivir en la eucaristía
como culto agradable a Dios……………………………………………….58
3.3 Criterio sacramental y antropológico
de la eucaristía como misterio salvador…………………………………..60
4. CONCLUSIÓN DEL SEGUNDO CAPÍTULO………………………………....61
III. CONDICIONES DE POSIBILIDAD PARA LA PARTICIPACIÓN
SACRAMENTAL DE LOS DIVORCIADOS EN LA EUCARISTÍA….……..64
1. EUCARISTÍA MISTERIO DE SALVACIÓN Y CONDICIONES PARA
PARTICIPAR EN ELLA………………………………………………………….65
1.1 ¿Por qué la eucaristía es misterio de salvación?
Presupuestos y criterios teológicos…………………………..……………65
1.2 ¿Cuáles son las condiciones para participar
de este banquete salvador?...................................................................68
1.3 El ser humano que vive y celebra la fe
es quien puede participar sacramentalmente
del misterio eucarístico……………………………………………………...70
7
2. COMPRENSIÓN DEL “PROBLEMA” Y CAMBIO
DE PERSPECTIVA………………………………………………………………71
2.1 Situación actual según el magisterio de la Iglesia……………………….71
2.2 Perspectivas teológicas para abordar esta cuestión………………….…74
2.3 Propuestas para una solución pastoral
desde el acompañamiento espiritual………………………………………76
3. ¿PARTICIPACIÓN SACRAMENTAL DE LOS DIVORCIADOS
EN LA EUCARISTÍA?..................................................................................78
3.1 Divorciados y vida eucarística. La gracia de vivir la vida
como un hecho sacramental……………………………………………….79
4. CONCLUSIÓN DEL TERCER CAPÍTULO…………………………………....81
CONCLUSIONES………………………………………………………………………..82
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………….85
8
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo es realizado con la finalidad de ofrecer una reflexión teológica
y pastoral a partir de la recuperación del sentido fundamental de la Eucaristía
como signo sacramental de salvación, desde donde se puedan establecer las
condiciones de posibilidad para la participación no solo espiritual, sino sacramental
de los divorciados en ésta celebración comunitaria.
En referencia a la eucaristía se han escrito multitud de obras. Sin embargo, dado
su carácter mistérico, como tesoro heredado del mismo Cristo para edificar a la
Iglesia a través de los siglos, su riqueza y actualidad permanecen vivos a través
del tiempo, dando identidad a la comunidad creyente que se reúne a celebrar las
acciones salvíficas del Señor en medio de ella y perpetuando en el tiempo la
acción salvífica por excelencia dada al mundo en la entrega de Jesucristo, que se
convierte a su vez en cada celebración en el parámetro de la vida y la entrega
cristiana.
De la misma manera, y sobre todo a partir del desarrollo teológico que enmarcó la
vida eclesial a partir del Concilio Vaticano II, se han venido desarrollando diversas
reflexiones, que centrándose en una dimensión más existencial de la eucaristía,
han abierto el horizonte para comprenderla, desde su sacramentalidad, más
abierta y significativa a la realidad trascendente del ser humano, para superar las
discusiones de antaño que se centraban solamente en la posibilidad de la
presencia real del Señor Jesús en las especies eucarísticas. Afortunadamente,
hoy comprendemos que ésta presencia es real en cuanto se acoge el misterio de
Dios mismo que se da y se ofrece, como alimento verdadero, en la comunión de
personas que se reúnen en espíritu y en verdad a celebrar su nombre.
Es desde esta perspectiva teológica donde se sitúa el interés de este trabajo. Si la
eucaristía es mucho más que un rito y es comprendida como la fuente y el culmen
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de la vida cristiana, entonces no puede ser una práctica sacramental que sólo
puede celebrar un grupo de personas y donde otras tantas, por motivos
normativos se ven cada vez más alejadas y discriminadas de una celebración
plena.
Es precisamente esta realidad eclesial la que me ha llevado a reflexionar ¿si la
eucaristía es la expresión sacramental de la alianza del amor de Dios para la
humanidad, lo es también para este grupo de personas que se sienten alejadas y
discriminadas en la Iglesia en concreto para los divorciados unidos en otra
relación, quizá más sacramental que la anterior? Para tratar de responder a esta
inquietud desde el ámbito teológico, doctrinal pero sobre todo desde el ámbito
pastoral, hemos desarrollado sistemáticamente tres momentos específicos que
permitirán evidenciar en un primer y segundo momento el sentido fundamental de
la eucaristía como signo sacramental de salvación para la humanidad desde la
Sagrada Escritura específicamente desde el Nuevo Testamento y la doctrina
posconciliar respectivamente, y en un tercer momento las condiciones de
posibilidad que favorecen esta participación, no solo espiritual sino sacramental de
éste grupo de creyentes en la mesa eucarística.
El primer capítulo, aborda de manera sistemática el sentido de la eucaristía como
misterio de salvación desde el Nuevo Testamento. A través de siete presupuestos
reflexionados en relación con la eucaristía, se pretende recuperar algunos criterios
que desde el ámbito bíblico dan sustento teológico a esta realidad eucarística y
salvadora. Estos presupuestos están enmarcados en tres grandes movimientos
que a su vez forman los tres apartados de éste capítulo: el primero, centra su
atención en el sacrificio de entrega de Jesús que se hace tradición salvífica para
las primeras comunidades cristianas. El segundo, lo hace desde la institución de la
eucaristía como memorial salvífico de la acción profética de Jesús y el tercero,
pretende reflexionar la realidad del misterio eucarístico como banquete de
salvación en la vida del creyente.
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El segundo capítulo, pretende interpretar a la luz de la doctrina posconciliar, esta
realidad eucarística en orden a concluir si el sentido eucarístico sigue siendo
expresión salvadora para la humanidad y así establecer posteriormente las
condiciones de posibilidad para la participación no solo espiritual, sino sacramental
de los divorciados en la celebración Eucarística. El primer movimiento, que da vida
a este capítulo, reflexiona la eucaristía como presencia salvadora de Jesús en la
Iglesia a partir de la carta encíclica Ecclesia de Eucharistía; el segundo
movimiento, presenta la eucaristía como expresión del amor de Dios por la
humanidad desde la carta encíclica Deus Cáritas Est; finalmente, el tercer
movimiento, se centra en la eucaristía como el sacramento de la caridad en la
vida de la Iglesia a partir de la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum
Caritatis.
El tercer capítulo, quiere ser una propuesta teológica y pastoral donde se
sistematice las condiciones de posibilidad para la participación sacramental de los
divorciados en la mesa de la eucaristía. Los tres movimientos que forman este
capítulo son: en primer lugar, la comprensión sistemática de la eucaristía como
misterio de salvación y las condiciones necesarias para participar activamente en
ella; en segundo lugar, la comprensión de la problemática concreta de los
divorciados que se han vuelto a unir en otra relación conyugal al interior de la
Iglesia en la actualidad y el cambio de perspectivas teológicas que dan paso a una
nueva comprensión; En tercer lugar, el movimiento está dado en la relación que
queremos proponer entre divorciados y vida eucarística, siempre y cuando se viva
la vida como una realidad sacramental.
Finalmente, se propone un desarrollo sistemático de las conclusiones del trabajo
que pretenden ser un resultado teológico y pastoral para la acción evangelizadora
de todo ministro eclesial que quiera asumir su vida y su misión desde el corazón
del Buen Pastor, al estilo del Señor Jesús.
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Dejémonos llevar por estas páginas, de manera que nuestra acción
evangelizadora se vea cada vez más interpelada por los nuevos desafíos que la
realidad humana está clamando a gritos, sea escuchada y sanada desde el
ejercicio de la ministerialidad, sacramento del amor de Dios en y para el mundo.
Objetivo general:
Establecer las condiciones de posibilidad para la participación no solo espiritual,
sino sacramental de los divorciados en la celebración Eucarística, mediante la
recuperación del sentido fundamental de la Eucaristía, como signo sacramental de
salvación que nos ofrece el Nuevo Testamento y la doctrina pos-conciliar.
Objetivos específicos:
Comprender desde el Nuevo Testamento el sentido fundamental de la eucaristía
como signo sacramental de salvación
Reconocer en el magisterio de la Iglesia pos-conciliar, los aportes teológicos y
pastorales que permitan valorar el sacramento de la Eucaristía como una
experiencia salvífica en la comunidad
Establecer algunos elementos teológicos y pastorales que nos permitan propiciar
la participación espiritual y sacramental de los divorciados en la Eucaristía.
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Explicitación del método:
Para abordar el asunto propuesto y lograr así el objetivo que nos hemos
planteado, vamos a asumir el método de la “nueva hermenéutica”1 que encuentra
estrecha relación con la fenomenología de Husserl y sobre todo con la analítica
existencial de Heidegger, en cuanto no está dada a nivel de un análisis de textos,
sino en la interpretación del sentido del ser en situación y concreción, en relación a
unos datos y una realidades específicas. Este modo de comprensión del “ser ahí”
que es el método hermenéutico, “señala el esfuerzo por rescatar el presente, el
aquí, el ahora, la esencial dimensión de historicidad del ser situado”2 e interpelado
por la experiencia reveladora de Dios, expresada en la Sagrada Escritura y
esencialmente en la vida de todo creyente.
“El método hermenéutico como nueva manera de hacer teología, está constituido
en tres momentos internos que siendo distintos entre sí, intervienen
dialécticamente para favorecer la comprensión entre uno y otros en orden a una
interpretación teológica evangélica y liberadora”3. El primero de los elementos
constitutivo de esta elaboración teológica es partir del “texto de tradición,
entendido este no como la materialidad de un escrito, sino un campo
hermenéutico determinado y objetivo al cual un intérprete situado se abre para
percibir tanto los horizontes dados, como sus propios horizontes situados y
existenciales”4. El segundo elemento es la interpretación que surge de los
horizontes del “texto” y de una “mediación social analítica”5 que establece la
dimensión histórica de tal comprensión-interpretación. “De esta manera, la
hermenéutica no es acto repetitivo de los horizontes del texto, sino por sobre todo
1 PARRA, Alberto. Textos, contextos y pretextos. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana,
colección apuntes, 2003. p. 22. 2 Ibíd., p. 26.
3 Ibíd., p. 30.
4 Ibíd., p. 31.
5 Ibíd., p. 35.
13
acto productivo en el horizonte del intérprete”6. El tercer elemento, es la mediación
práctica que se establece en el elemento primario y fundamental de la teología.
“De esta se deriva su eficacia al servicio de la Salvación y liberación de los
hermanos”7.
En nuestro caso particular, el primer momento de este método se centrará en la
descripción de unos lineamientos fundamentales extraídos de las Sagradas
Escrituras que nos permitirán establecer que la Eucaristía es un signo sacramental
de salvación ofrecido por Dios en Jesucristo para toda la humanidad. El segundo
momento estará enmarcado por el interpretar y en él vamos a reconocer en la
tradición de la Iglesia aportes teológicos y pastorales que permitirán valorar el
sacramento de la Eucaristía como experiencia salvífica en la comunidad, haciendo
particular énfasis en el problema que nos hemos planteado y para juzgar así la
pertinencia de su reflexión teológica. Finalmente, el tercer momento: el actuar, se
hará concreto en la formulación de algunos criterios teológicos y pastorales en
orden a favorecer la participación espiritual y sacramental de los divorciados en la
Eucaristía.
6 Ibíd., p. 32.
7 Ibíd., p. 36.
14
CAPÍTULO I
SENTIDO DE LA EUCARISTÍA COMO MISTERIO DE SALVACIÓN EN EL
NUEVO TESTAMENTO
El alcance y el sentido de la celebración eucarística no se agotan en los textos de
la Sagrada Escritura, sin embargo éstos nos dan valiosos aportes para
comprender e interpretar nuestras celebraciones eucarísticas en la vida actual.
El interés de este capítulo es pues señalar los elementos que nos aporta la
Sagrada Escritura particularmente en los Sinópticos, en la primera carta a los
Corintios y en San Juan que nos llevan a significar la Eucaristía como signo
sacramental de Salvación para la humanidad. A este fin hemos dividido el capítulo
en tres partes: la primera, estudia la práctica eucarística de los primeros cristianos
y el relato de la cena en los Sinópticos y Pablo con el fin de señalar que la
asamblea eucarística es una tradición salvífica, que centra su atención en el
sacrificio de entrega del Señor Jesús. La segunda, enfatiza las acciones y las
palabras de Jesús en la última cena, así como su mandato de la memoria, para
identificar la institución de la eucaristía como la acción profética por excelencia de
Jesús, centrando la atención en el memorial salvífico del cual se hace profecía. La
tercera, es una reflexión de la eucaristía como misterio y sacramento de salvación
para la Iglesia que lanza al creyente a vivir desde un compromiso eucarístico la
caridad y el servicio al estilo de Jesús. Esta última parte orienta su estudio en
establecer que el misterio eucarístico es en definitiva, la prefiguración del
banquete universal de salvación.
15
1. LA FRACCIÓN DEL PAN: EL SACRIFICIO DE ENTREGA DE JESÚS, SE
HACE TRADICIÓN SALVÍFICA
Las primeras comunidades cristianas han interpretado en el pan y el vino
eucarísticos, la actitud sacrificial y redentora de la vida y la muerte de Jesús. En
efecto, las palabras y acciones sobre estos elementos, vienen a manifestar el
sentido profundo de la muerte de Jesús como sacrificio y libre entrega de sí mismo
en favor de los suyos, especialmente de los pecadores y por ello, celebrar la
fracción del pan es revivir desde la memoria y el corazón el acontecimiento de la
vida, la muerte y la resurrección de Jesús, como la acción salvífica por excelencia,
expresión de su entrega “efectiva y verdadera por los pecadores, en el amor”8.
Esta es la tradición que integra al creyente en la nueva economía salvífica,
presente en la persona de Jesús resucitado.
1.1 La práctica eucarística de los primeros cristianos, como encuentro
salvador
Comida del Señor y fracción del pan son expresiones del Nuevo Testamento que
denominan y describen el rito eucarístico en las primeras comunidades cristianas.
Una lectura atenta a la primera carta de san Pablo a los Corintios nos permite
precisar qué implica para la vida diaria de una comunidad creyente la celebración
de esta comida del Señor, así como descubrir el compromiso existencial que exige
para la comunidad cristiana la fracción del pan detallada en los textos de los
Hechos de los Apóstoles, en orden a considerar su origen salvífico así como su
contenido esencial en la práctica eclesial.
8 BOFF, LEONARDO. Cómo celebrar la eucaristía en un mundo de injusticias. Teología desde el
lugar del pobre. Santander: Sal Terrae, 1986. p. 104.
16
Basados en X. León-Dufour9 vamos a describir estas asambleas comunitarias
subrayando que la reunión eucarística tiene su centro en el espíritu del Señor que
es quien invita a participar activamente en ella estableciéndose así una
experiencia comunitaria de fe. Es este el primer elemento de nuestra reflexión:
LA COMIDA DEL SEÑOR Y LA FRACCIÓN DEL PAN
En relación directa a la comida del Señor, León-Dufour destaca que ésta “es un
acto de toda la comunidad”10 que se reúne a compartir una comida fraterna, en el
marco del rito eucarístico11. Quizá lo más característico de estas reuniones es, en
primer lugar, la comunión de vida entre personas de distinto rango social y en
segundo, la caridad efectiva que se debía tener con los menos favorecidos; esto
es lo que diferencia la comida del Señor, de otro tipo de reuniones comunitarias
judías o helenísticas, ya que no se divide reunión comunitaria y caridad, sino que
son dos realidades que vive una asamblea que une a ricos y pobres.
La finalidad central de estas asambleas es “el encuentro eucarístico con aquel que
es la razón de ser de la comunidad y por eso el pan que se parte y la copa que se
bendice, son comunión en el cuerpo y la sangre de Cristo (1 Cor. 10, 16)”12. De
ahí que esta comida sea la comida del Señor.
Por su parte, la fracción del pan que “caracterizaba a las primeras comunidades
cristianas”13 del pueblo judío es el gesto ritual “en el cual los cristianos vieron sin
duda…el símbolo de la unidad que Cristo buscaba al reunir a los fieles”14, ya que
partir el pan no solamente es una reunión de amigos, sino que es el gesto
9 LEÓN DUFOUR, X. La fracción del pan. Culto y existencia en el Nuevo Testamento. Madrid:
Cristiandad, 1983. 10
Ibíd., p. 32. 11
Este rito eucarístico es señalado por Pablo en 1 Cor 10,16. 12
LEÓN DUFOUR, X. La fracción del pan…, p. 35. 13
MARTÍNEZ MORALES, Víctor. Sentido social de la Eucaristía. La justicia hecha pan. 2ª edición. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2003. 14
LEÓN DUFOUR, X. La fracción del pan…, p. 39.
17
simbólico con el cual los seguidores de Jesús, expresan en la fe su adhesión a Él
y el compromiso consecuente del testimonio fraterno. Este gesto manifiesta la
unidad comunitaria en Jesús, que bajo el simbolismo del pan y el vino, permanece
siempre presente, vinculando a la comunidad en su Espíritu Santo.
Estas dos denominaciones convergen paralelamente a un mismo fundamento:
celebrar comunitariamente la fe en Dios desde el culto y la existencia. Y es que si
la asamblea eucarística es alabanza a Dios que la une y la congrega, también es
compromiso social y comunitario que exige eliminar todo tipo de discriminación,
todo tipo de desigualdad, donde ricos y pobres, justos y pecadores, se pueden
sentar en la misma mesa a compartir en unidad de espíritu el pan material y el pan
espiritual.
Este pan que se comparte espiritualmente es la conciencia que proclama que Dios
es el anfitrión de la mesa y por tanto, todo aquel que se acerque a ella en el
espíritu de la justicia y el amor, tendrá un lugar en el cual pueda compartir y recibir
su Gracia salvadora que se vive y se expresa en la acogida comunitaria. Por su
parte, el pan material es la expresión concreta en la cual se inserta la eucaristía, y
le da a esta su sentido social más profundo “con lo cual se expresa no solo un rito,
sino también la existencia fraterna, que es su expresión normal”15.
Compartir el pan en la asamblea eucarística es pues un compromiso a nivel de los
bienes materiales como espirituales, por eso compartir el pan es compartir la vida
y quizá esta sea la razón por la cual en la naciente iglesia, la liturgia eucarística se
encuentra en el marco de una comida fraterna expresión de encuentro con el
Señor que se da en alimento símbolo de vida y signo de unidad para constituir la
nueva comunidad del resucitado. Es este el segundo aspecto que orienta nuestra
15
Ibíd., p.48.
18
reflexión, en orden a establecer la eucaristía como misterio de salvación para la
humanidad creyente.
CELEBRACIÓN DEL SEÑOR: ALIMENTO, COMIDA Y ALABANZA
Es interesante preguntarnos por qué la eucaristía, como celebración y memoria de
la entrega salvífica de Jesús, se expresa bajo el simbolismo del alimento y la
comida:
El alimento tiene su valor en relación directa con la subsistencia y con la
generación de la vida y este modo de comprensión, hace que el ser humano
refiera los dones de la tierra a la bondad y la gratuidad de Dios que da Todo lo que
vive y se mueve en alimento (Gen 9,3) a la humanidad reconciliada en su amor.
Por eso Jesús llega a afirmar que lo que verdaderamente contamina al ser
humano son los malos deseos que se arraigan en su corazón y no lo que le llega
desde fuera como el alimento, porque este es bendición Divina “por medio del cual
Dios mantiene vivo al hombre”16.
Por eso, hablar de la eucaristía como alimento es interpretarla como aquella
realidad que alimenta y da vida al ser humano que se acerca en necesidad de
saciarse porque tiene hambre de Dios, de su Amor, de su salvación. Y es que el
alimento eucarístico que se hace necesidad humana es Jesús mismo que se
presenta en el pan y el vino, que compartidos se hacen sacramento salvador por
ser signo de entrega y presencia siempre viva del resucitado.
Esto nos lleva a dar un paso más: la eucaristía siendo alimento de la nueva
presencia de Jesús en el pan y el vino eucarísticos, es también una comida que
une en un mismo sentimiento de comunión a todo creyente que se acerca a ella.
La comida es un acto implicativo en cuanto crea unión y comunicación entre los
16
Jn 4, 31-34; LEÓN DUFOUR, X. La fracción del pan…, p.54.
19
comensales de una misma mesa que vive la solidaridad y la amistad fraterna; es
un compartir la vida en cuanto se dona y se recibe tanto el bien material como el
espiritual, pero donde el don principal es la propia persona que se ofrece a sí
misma en un acto de generosidad, entrega y comunión con todos aquellos que
comparten en su mesa; es también un acto social y espiritual en cuanto vincula a
personas cercanas, unidas en ideales y enmarcadas por un mismo espíritu, lo que
nos hace pensar que la comida, más que alimento, es comensalidad.
El alimento y la comida reflejan “la comunión de mesa que es comunión de vida”17
tanto en el plano material como en el espiritual. Cuando se capta esta riqueza, el
acto del comer adquiere su dimensión profunda y trascendente y por eso podemos
afirmar que la eucaristía es comida que une en una misma mesa a justos y
pecadores en la dignidad de hijos de Dios cuya condición de posibilidad para
participar en ella es el vínculo de la fe, ya que “la eucaristía es ante todo comida
humana que se hace sacramento dentro de una vivencia de fe en la Palabra
dinámica y eficaz de Jesús”18, “que comparte abiertamente la mesa con los
rechazados por la ley de su pueblo, los publicanos y los pecadores (Lc 5, 29-30)”19
porque también ellos son hijos de Dios.
Jesús vive y expresa de este modo, lo que ha anunciado con su palabra: el Reino
de Dios ya ha llegado y está entre ellos (Mt 4, 17 par). Este reinado no discrimina,
no excluye ni es cerrado para unos cuantos, es invitación a participar de la gracia
y la abundancia de Dios que se da especialmente a los pobres, los enfermos y los
pecadores, estableciendo así el perdón y la acogida del pecador y prefigurando la
comunión universal del banquete escatológico, al cual están ahora invitados “los
malos igual que los buenos”20.
17
GESTEIRA GARZA, Manuel. La eucaristía misterio de comunión. Salamanca: Ediciones sígueme, 1999. p. 24. 18
MALDONADO, Luis. Eucaristía en devenir. Santander: Editorial Sal Terrae, 1997. p.11. 19
LEÓN DUFOUR, X. La fracción del pan…, p. 58. 20
En Mt 22, 10 se señala que la sala preparada para el banquete se llenó de comensales “buenos y malos” que aceptaron y acogieron la invitación del banquete del reino.
20
Hasta acá el segundo elemento que hemos venido reflexionando, nos ha arrojado
ya unos datos: el primero es que la celebración eucarística comprendida como
alimento, comunica la vida que se expresa en los dones de pan y vino, que a su
vez, son signo de la nueva presencia de Jesús resucitado, presencia salvadora.
Seguidamente, hemos reflexionado cómo ese encuentro con el Señor, se da en
una comunidad concreta, que en un mismo sentir proclama la alegría de participar
toda ella del don salvador de Jesús. Ahora, nos corresponde estudiar cómo esa
comunión de mesa, se inscribe en un marco religioso que la hace no solo una
reunión de conocidos, sino la profesión creyente de una comunidad que vive y
celebra la fe en el resucitado:
Xavier León Dufour, afirma en la obra que hemos venido citando, que el rito
eucarístico tiene sus antecedentes en la práctica de la época llamada sacrificios
de alabanza, ya que un conjunto de oraciones vinculadas a la fracción del pan
(Hch 2, 42), remiten necesariamente a la Todá característica de las oraciones
Judías. Según el autor “el sustantivo todá, se deriva de un verbo que significa
hacer conocer y se refiere a una oración que proclama el poder salvífico de
Dios.”21 El orante participa y celebra la intervención de Dios en la historia,
particularmente en la alianza y proclama así la superioridad y la fidelidad siempre
presente de Dios para con la humanidad y en este sentido, no solo es alabanza
por los acontecimientos del pasado, sino certeza y confianza en el amor de Dios
que se hace nuevo en el presente y en el futuro provocando la transformación
existencial del creyente.22
En esta perspectiva, el ofrecimiento principal no lo constituye un sacrificio animal
sino la alabanza que proclama el poder salvador de Dios en medio de los
acontecimientos de la vida y esta confesión no se expresa en la muerte, sino que
21
LEÓN DUFOUR, X. La fracción del pan…, p. 65. 22
Ibíd., p. 65-66-67.
21
brota del corazón creyente que se siente de por sí, ya salvado y renovado en Dios
por la resurrección dada al Señor Jesús. En este sentido, no es absurdo
comprender que si los sacrificios expiatorios celebrados en tiempo de Jesús,
terminan con una alabanza a Dios por los beneficios recibidos, la eucaristía fuera
comprendida como la nueva forma de alabanza y de acción de gracias en la cual
se celebra, se confiesa y se glorifica a Dios, por liberar a Jesús de la muerte, de
manera que creyendo se participa también de dicha salvación no por méritos o
sacrificios propios, sino por gracia y voluntad salvífica de Dios. Si la eucaristía es
alimento y es comida, también es alabanza, en cuanto celebra la intervención de
Dios en la vida de Jesús y del creyente.
1.2 El relato de la cena, en los sinópticos y en 1 Cor 11, 23-26 como oferta
de salvación para el creyente
Hemos realizado una visión muy general del ambiente que enmarca y recibe como
tradición, la celebración eucarística de las primeras comunidades cristianas. Ahora
es preciso acercarnos a los relatos que, de la última cena, encontramos en el
Nuevo Testamento, con el fin de subrayar los elementos que la hacen importante
sobre otros relatos de comidas y así descubrir su sentido teológico en los
evangelios de Marcos y Lucas al igual que en 1 Cor 11, 23-26.
A través de una lectura sincrónica de los textos, estableceremos en orden a
nuestro objetivo el sentido fundamental y el alcance experiencial, que para el
creyente de hoy, debería tener la celebración eucarística, como recuerdo y
memorial de la vida, la muerte y la resurrección del Señor Jesús como
acontecimiento salvador por excelencia23.
23
Esta síntesis, tiene como texto base la lectura sincrónica que hace Xavier León Dufour, de la cena del Señor en su obra La fracción del pan, culto y existencia…pp. 71-104. De la misma manera, tomaremos como referencia el estudio que realiza desde la crítica literaria a los textos evangélicos de la institución de la Eucaristía, el padre Víctor Martínez en su obra Sentido social de la Eucaristía…p. 27-43; 46-54.
22
Estudiaremos el alcance existencial que tiene la última cena, para comprender que
el mandato de Jesús es propuesta salvadora que se renueva siempre para todos
los creyentes que se acercan a ella, con el corazón abierto y disponible a Dios y a
los demás. Luego, nos acercaremos a los relatos de la cena en los sinópticos y en
1 Cor 11, 23-26 para señalar en concreto, cómo en la última cena se concentra el
mensaje de la predicación de Jesús en relación a la oferta universal que hace Dios
de participar en su Reino simbolizado en una mesa llena de comensales. Estos
dos elementos constituirán el tercer y cuarto criterio respectivamente para señalar
porqué la eucaristía es signo sacramental de salvación.
UNIDAD Y SENTIDO DEL RELATO
Si observamos el relato en su conjunto, veremos que al centro de la narración se
encuentra Jesús. Él es el personaje principal y entorno a Él se articulan tres ejes
que dan unidad y sentido perenne a la narración eucarística: un eje vertical que
une a Jesús con la creación y con Dios, un eje horizontal que establece la unidad
de Jesús con sus discípulos y en ellos con la humanidad y un eje temporal que
vincula el sentido de la vida de Jesús en el momento presente de la cena y que
tomará fuerza y sentido en los acontecimientos futuros. El eje vertical esta
evidenciado por la unidad que Jesús establece con la creación a través de los
dones del pan y la copa y con Dios a través de la bendición que pronuncia sobre
éstos. Pan y vino son elementos básicos de bienestar cotidiano que Dios
proporciona al ser humano para su sustento. El pan sobre la mesa viene a
representar la bendición que Dios hace a quien se lo pide y en ese sentido es su
presencia constante a los ojos del creyente. El vino es “un signo importante en la
historia humana y simboliza todo lo que es fuente de gozo: fiesta, amistad,
amor”24. Estos dones representan la creación y al ser bendecidos y presentados
24
PEYRON Francesco – ANGHEBEN Paolo. Eucaristía corazón de la vida. Bogotá: kimpres, p.68.
23
por Jesús a Dios, unen en una misma experiencia al Creador con lo creado,
expresión de la vida misma que se hace ofrenda agradable al Padre.
El eje horizontal, esta dado porque la cena no es un acontecimiento exclusivo de y
para Jesús. Todo lo que allí sucede está en continua relación con los discípulos:
Jesús quiere hacer de estos el comienzo de una nueva comunidad que recibe
como don por excelencia su entrega salvadora simbolizada en el pan y la copa,
estos en su silencio, garantizan la aceptación total de este don, no como algo
exclusivo de ellos sino como una invitación ofrecida de ahora en adelante para la
comunidad de creyentes.
El eje temporal, une precisamente el hecho puntual de la cena con los
acontecimientos significativos de la vida de Jesús y con la misión que ahora les
corresponde a sus discípulos representantes de la nueva comunidad de los hijos
de Dios. Ahora la vida de Jesús toma sentido en la entrega que hace de sí mismo
por la salvación de la humanidad y esto sugiere que al comer y beber de nuevo el
pan y el vino eucarísticos se alimentan de Jesús mismo y entran a participar de la
nueva alianza que es la vida salvada de la muerte eterna por la obediencia de
Jesús y por la gratuidad y fidelidad de Dios para con sus hijos.
Vemos que la cena de Jesús es mucho más que un relato invitando a la memoria
de un acontecimiento. Podemos decir por ahora que en ella Jesús establece
orgánicamente una relación íntima y existencial entre Dios, el mundo y los seres
humanos de todos los tiempos, pues la condición de posibilidad para participar de
ésta, es querer pasar de la condición del individualismo pre-pascual a la
transformación pascual del perdón y el amor de Dios, expresión de la nueva
alianza que se hace salvadora en la medida en que se abre el corazón a Dios en
los demás.
24
LA CENA EN LOS SINÓPTICOS Y EN 1COR 11, 23-2625
Podemos decir, que “las narraciones (de la última cena que encontramos en los
sinópticos,) son esencialmente iguales”26. Todos establecen en sus relatos, una
dinámica interna que como vimos, pone en constante relación a Jesús con Dios,
con la creación, con sus discípulos y con la dimensión temporal de su misión, pero
los enfoques y las funciones, son eminentemente distintos, pues pretenden
responder a las necesidades comunitarias y eclesiales que están viviendo, al
momento de plasmar por escrito esta experiencia de salvación.
En el Evangelio de Marcos, la cena tiene un acento primordialmente teológico; Por
eso, no podemos desvincular el relato de la institución, del mensaje total del
evangelio: en Jesús, se ha hecho presente la promesa del Reino, que se hace”
cercano y se abre a todos los hombres.”27 Como manifestación de este Reino que
se ha dado para todos especialmente para los excluidos, encontramos una serie
de comidas en las cuales Jesús se hace el comensal principal, desafiando
fuertemente a las autoridades judías, ya que los que comparten con Él la mesa no
son precisamente los doctores y escribas de la ley, sino justamente los publicanos
y pecadores.
De estas comidas los discípulos han percibido “una enseñanza capital: al tomar
sus comidas preferentemente con publicanos y pecadores, Jesús ha manifestado
la libertad soberana con que derribaba las barreras levantadas por las autoridades
religiosas para excluir de la comunidad de mesa y por tanto de la vida, a los que
25
Siguiendo la propuesta que hacen el P. Víctor Martínez en su obra Sentido social de la Eucaristía…y X. León-Dufour en La fracción del pan…omitiremos el testimonio del Evangelio de Mateo, pues se considera que sus líneas fundamentales en la teología de la cena, están presentes en el relato de Marcos. 26
ESPINEL, José Luis. La Eucaristía del Nuevo Testamento. Salamanca: San Esteban, 1997. p. 66. 27
LEÓN DUFOUR, X. La fracción del pan…, p. 239.
25
no observaban la ley”28. Por eso, no es raro que en el relato de la última cena, los
discípulos comprendan, que la entrega de Jesús manifestada en la sangre que se
derrama hasta la muerte, no es solamente por ellos, sino por todos, por la multitud,
adquiriendo así su valor salvador, un carácter universal.
Es interesante resaltar, que Marcos sitúa este relato en el contexto próximo a la
pascua y bien sabemos que esta conmemoración judía no respondía simplemente
a un recuerdo del pasado como lo era la liberación de Egipto, sino que era la
manifestación y la conciencia del continuo obrar de Dios en medio de su pueblo,
como expresión de fidelidad a la alianza que permanece para siempre. En Jesús
se encarna definitivamente el cumplimiento de esa alianza, por eso, a partir de ese
momento, lo que la comunidad creyente celebra no es ya la intervención de Dios
en los acontecimientos del pasado, sino la fidelidad de Jesús, que ha traído
consigo una nueva y definitiva liberación. Ahora “la fiesta celebrada es
propiamente la de Jesús: se trata de su pascua”29.
Finalmente, debemos resaltar la perspectiva escatológica de la cena, que abre
para el futuro lo que allí se acaba de realizar: Jesús que se ha dado
simbólicamente en el pan y la copa, entregará luego su vida en fidelidad a la
voluntad del Padre que no permitirá que todo acabe en la muerte. Por eso la
afirmación de Jesús Os aseguro que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el
día aquel en que lo beba, nuevo, en el Reino de Dios (Mc. 14, 25), anuncia la
esperanza total de participar nuevamente del banquete celestial, en compañía de
los suyos, con lo que da un nuevo sentido a su vida y a su muerte: “restablecer la
comunión de todos los hombres con el Padre según designio”30. Así, vida y muerte
de Jesús, se deberán leer en perspectiva salvadora y no solamente ritual.
28
Ibíd., p. 239. 29
Ibíd., p. 247. 30
Ibíd., p. 257.
26
Lucas por su parte, sitúa el relato de la institución en un discurso de despedida
(Lc. 22, 14-38). Es el momento en que el maestro anuncia su muerte y señala
cómo sus seguidores deberán expresar ante el mundo, que están cumpliendo con
el testamento espiritual que se establece en aquel momento.
El anuncio de la muerte en el relato lucano, enmarca el gran deseo que tiene
Jesús de celebrar la pascua con sus discípulos, porque será la última comida,
antes de volverla a celebrar, ya en el reino de los cielos. Es un anuncio cargado de
sentimiento, confianza y sobretodo esperanza, porque dicha celebración está
motivada en el cumplimiento de la salvación que Dios ha prometido, y que ahora
se cumple por la obediencia total expresada en la cruz. El relato eucarístico es
eminentemente simbólico: la copa se identifica con la nueva alianza en la sangre
de Jesús, que a su vez, es manifestación simbólica de la condición del nuevo
pueblo, que ante Dios, resulta ser el destinatario de su acción salvífica.
Este nuevo pueblo, deberá vivir en unidad de vida y acción, así como se ha
manifestado ya la comunión y la intimidad espiritual entre el discípulo y el maestro.
El testimonio de una vida de servicio será la característica del verdadero discípulo
y seguidor de Jesús, que ve en su Señor el modelo de una vida totalmente
entregada al servicio de los demás, en oposición a toda voluntad de poder y
dominación. “así Jesús revela un nuevo orden de cosas: en el pueblo de Dios, el
más grande es el más pequeño, el jefe es el criado, el que, siguiendo a Jesús, se
presenta como el que sirve”31.
Con motivo de la comida del Señor, hemos dicho que la razón fundamental de
estas celebraciones, es el encuentro eucarístico con aquel que es la razón de ser
de la comunidad: es decir, con el Señor Jesús, en quien ella permanece unida y se
vincula al mismo tiempo en el misterio salvífico de Dios. Ahora nos corresponde
detallar otros elementos: en primer lugar, la comida del Señor, tiene como fin
31
Ibíd., p. 301.
27
comer el pan y beber la copa, en orden a comprender que se trata del cuerpo y de
la sangre del Señor, que es quien invita y reúne en una misma familia. Por esta
razón es inexplicable que dentro de la comunidad de creyentes haya divisiones,
egoísmos, intereses particulares, ya que esta comida “presupone un ser en
común, un formar cuerpo de asamblea. Sin esto no hay eucaristía posible”32. En
segundo lugar, es justo resaltar, que la tradición a la que alude Pablo se remonta a
la noche en que Jesús fue entregado, con lo que se subraya la total donación del
Señor para instituir una nueva alianza entre Dios y los hombres, lo que
transformaba definitivamente la situación de estos ante Aquel en el orden del amor
salvífico, ahora presente y celebrado en la comunidad. Finalmente, proclamar la
muerte del Señor, es “proclamar la actualidad de la salvación gracias al valor
vivificante y permanente del acontecimiento pasado”33. Esto hace que la
eucarística sea la conmemoración que invita a la acción, de un nuevo orden de
cosas donde la caridad y la auto-donación son el parámetro de la auténtica
celebración comunitaria de la cena del Señor.
Vemos pues, cómo la narración de la última cena no puede ser comprendida sino
en relación al mensaje teológico y a la perspectiva global que enmarca el anuncio
del Nuevo Testamento: la salvación expresión del Reino de Dios, es ahora una
invitación universal. Todo aquel que sienta en su corazón el deseo de vincular su
vida en la experiencia de Dios, tendrá en la celebración de la eucaristía como
memorial salvífico, la prefiguración de la vida eterna que será comunión total en
Dios y que se vive y se experimenta a través de la unidad comunitaria sostenida
en el Señor Jesús.
32
MARTÍNEZ MORALES, Víctor. Sentido social de la Eucaristía…, p. 41. 33
Ibíd., p. 43.
28
1.3 La tradición eucarística es oferta de salvación
para el creyente, porque celebra el sacrificio salvífico de Jesús.
La asamblea eucarística de las primeras comunidades cristianas tiene su centro
en el espíritu del Señor que es quien invita a participar activamente en ella
enmarcando su celebración no solo en una motivación humana, sino
esencialmente en una experiencia de fe que vive y proclama la comunión con
aquel que la preside vivo en medio de ella y que les envía a una solidaridad
efectiva con el más necesitado.
Esta comunión de mesa se concentra en los relatos de la última cena como la
expresión por excelencia de la entrega salvífica de Jesús que vincula en el pan y
el vino eucarísticos a la comunidad de sus discípulos representantes de la
humanidad entera, de manera que cuando se reúnan nuevamente en su nombre
den testimonio de la instauración del Reino que actúa en medio de una comunidad
unida en el amor y la acogida al estilo de Dios mismo que sella su alianza a favor
de todos justos e injustos.
2. LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA: MEMORIAL SALVÍFICO DE LA
ACCIÓN PROFÉTICA DE JESÚS
La última cena del Señor es la prefiguración del misterio más grande que el
creyente pueda celebrar: la eucaristía, acción de gracias y memorial de la vida, la
entrega y la resurrección de Jesús como un acontecimiento salvador. En este
sentido, hemos reflexionado, cómo la institución de la eucaristía recibida como
tradición, va tomando sentido en cuanto es el encuentro comunitario con Jesús
vivo, que se hace presente entre sus discípulos, bajo una nueva presencia
material y espiritual, que a su vez, es el símbolo profundo de la comunidad que
comparte la misma mesa redentora de su Señor.
29
Esto nos ha permitido dar un paso más y es el que nos llevará a interpretar en qué
sentido la cena del Señor, no solo es un acto motivado por la efusividad de las
circunstancias, sino que es para Jesús y para el discípulo una realidad profética
que une vida y muerte en el plan salvador de Dios. Porque “si la muerte de Jesús
es el signo máximo de la autenticidad de su entrega en el amor, su vida es la clave
que nos hace inteligible la generosidad de su muerte”34.
Veremos cómo las acciones y las palabras de Jesús en la última cena, condensan
el mensaje y el sentido total de su vida que ahora se simboliza en el pan que se
entrega y en la copa que se bendice y se hacen alimento espiritual de la nueva
economía salvífica obrada por Dios en Jesús. De la misma manera, estudiaremos
el alcance del mandato de la memoria hecho por Jesús, en relación al
establecimiento del Reinado de Dios como invitación abierta y universal para el
creyente.
2.1 Acciones y palabras de Jesús en la última cena. Signos proféticos de
una nueva economía de Salvación para la humanidad
“Una acción profética, es un gesto, una actitud, una actuación sorprendente que
escenifica un mensaje, que exhibe a los ojos de la concurrencia la realidad
presente o futura como la ve el profeta: …toda acción profética bíblica va
acompañada de unas palabras explicativas muy breves que condensan el
mensaje”35. José Luis Espinel, afirma que toda acción profética, requiere de un
ambiente y unas circunstancias especiales que la hagan necesaria: por ejemplo,
un ambiente tenso, en el que el profeta vea la extrema necesidad de actuar y de
hablar con la máxima energía y persuasión, con el fin de alentar, prevenir ó
mostrar la excelencia del don de Dios, que por negligencia se puede perder.
34
Ibíd., p. 87. 35
Esta definición la hace el P. Víctor Martínez, citando a José Luis Espinel en la obra: La poesía de Jesús. MARTÍNEZ MORALES, Víctor. Sentido social de la Eucaristía…, p.87.
30
Según Espinel, tres son los elementos indispensables de una acción profética:
situación que hace necesaria la acción, realización de la acción y palabra
explicativa36.
Vemos en el caso de la última cena, una situación que la motiva: una traición, una
entrega que llevará a Jesús a una inminente muerte. Por tanto, hay que expresar y
comunicar el sentido de este acontecimiento, que no se da como un simple
cumplimiento, sino como el don de sí mismo, de Jesús, en orden a hacer explícito
cuál es el motivo de la nueva economía de la salvación. La celebración de la cena,
es el contexto específico donde Jesús vincula en el pan la totalidad de su vida y en
el vino (la copa), el sentido profundo de la nueva alianza redentora que esta
próxima a suceder en su muerte. Y por eso este es el quinto elemento de nuestra
reflexión.
LA CENA DE JESÚS INAUGURA LA NUEVA ECONOMÍA SALVÍFICA
Ya hemos afirmado antes que no se puede desprender la última cena de Jesús de
la totalidad de su vida y del sentido altamente profético que Éste da a cada acción
para invitar a participar del Reino de Dios. Jesús es profeta porque enseña con la
autoridad del Espíritu Santo la voluntad misma de Dios: lo encontramos comiendo
con los pecadores pretendiendo mostrar que Dios “busca la amistad y la ofrece a
todos”37 simbolizado en un banquete que está preparado e incluye a los más
indignos de la sociedad.
Las acciones y palabras de Jesús sobre el pan y la copa, son acciones proféticas
únicas en su estilo ya que expresan la nueva realidad escatológica del banquete
que se celebra y por eso es necesario comprender en qué sentido participan a los
comensales de la acción salvífica de Dios que apunta hacia el futuro de la nueva
36
ESPINEL, José Luis. La Eucaristía…, p. 102. 37
Ibíd., p. 92.
31
comunidad de creyentes. El sentido de este acontecimiento será simbolizado en
las acciones y palabras proféticas sobre el pan y sobre la copa, así como en el
llamado dicho escatológico 38
LA ACCIÓN PROFÉTICA SOBRE EL PAN
LA ACCIÓN PALABRAS
INTERPRETATIVAS
ORDEN DE
REPETICIÓN
“Tomando el pan
(bendiciendo-dando
gracias) lo partió y se los
dio y dijo: tomad
(comed)”.
Mc 14, 22a y paralelos
“Esto es mi cuerpo” (por
vosotros Pb.) (dado por
vosotros Lc)
Mc 14, 22b
“haced esto en memoria
mia”
Lc 22, 19c; 1 Cor 11, 24c
En la acción del pan, Jesús bendice-da gracias a Dios, por estar allí presente en
este don de la tierra que los une existencialmente. Esta bendición expresa la
alabanza del corazón humano que agradece a su creador por el bien material que
simbolizará en este caso la entrega generosa y voluntaria de la vida misma de
Jesús en favor de la humanidad. Cuerpo en el lenguaje bíblico expresa la
corporeidad de la persona, por eso “la entrega del cuerpo está haciendo referencia
a la entrega de la corporeidad, a la muerte, a la entrega de la persona de Jesús
como mortal”39 que se da por vosotros, por toda la humanidad, que como veíamos
hace un momento está representada en los discípulos.
LA ACCIÓN PROFÉTICA SOBRE EL PAN
LA ACCIÓN PALABRAS
INTERPRETATIVAS
ORDEN DE
REPETICIÓN
38
Los siguientes esquemas son tomados del texto de MARTÍNEZ MORALES, Víctor. Sentido social de la Eucaristía…, p. 93-98. 39
ESPINEL, José Luis. La Eucaristía…, p. 94.
32
“y tomando el cáliz
dando gracias se lo dio y
bebieron todos de él”
Mc 14, 23
“bebed todo de él”
Mt 26, 27
“y les dijo: esta es mi
sangre de la alianza
derramada por la multitud”
Mc 14, 24
“para el perdón de los
pecados”
Mt 26, 28
“este cáliz es la nueva
alianza en mi sangre”
1 Cor 11, 25
“derramada por vosotros”
Lc 22, 20
“haced esto cuantas
veces bebáis en memoria
mia”
1 Cor 11, 25
Es interesante notar que nuevamente Jesús eleva una acción de gracias al Padre,
expresión de la todá Israelita. La sangre está indicando una muerte, la del Señor,
que establece una nueva alianza mayor que las alianzas vetero-testamentarias.
Con esta alianza se instaura una nueva economía salvífica porque se pone de
relieve la entrega del don de la vida como consecuencia del anuncio del Reino
sobre el cumplimiento ritualista de la ley de los antiguos profetas. Por eso es
alianza nueva y no simplemente una renovación que se debe revivir con la fuerza
propia de profetismo que manifiesta: la muerte de Jesús exige de los discípulos un
compromiso radical de entrega que debe darse hasta la muerte.
EL DICHO ESCATOLÓGICO
Lc 22,16
Os digo pues que no, de
ningún modo,
33
Mc 14, 25
En verdad os digo
No, de ningún modo,
No beberé
Del fruto de la vid
Hasta aquel día
En que lo beba
Nuevo
En el Reino
De Dios
Mt 26, 29
Os digo que no,
De ningún modo
Beberé, desde ahora
De este fruto de la vid
Hasta aquel día
En que lo beba
con vosotros
Nuevo
En el Reino
De mi Padre
La comeré (la pascua)
Hasta que sea cumplida
En el Reino de Dios.
Lc 22, 18
Os digo pues que no,
De ningún modo
Beberé, desde ahora,
Del fruto de la vid
Hasta que
Llegue
El Reino
De Dios.
Este dicho escatológico manifiesta proféticamente la muerte de Jesús, por eso Él
no beberá más del fruto de la vid, hasta beberlo nuevo en el Reino de Dios. Esta
es la gran esperanza de la participación de la salvación en el Reino de Dios,
donde el Señor se sentará a la mesa junto con los creyentes que aceptaron su
mensaje de vida y su entrega salvadora.
Hemos visto como en una comida, Jesús se hace signo de la acogida de Dios
para con el ser humano así como de su misericordia infinita e inmerecida. De la
misma manera, hemos visto como la vida de Jesús que ha sido una constante
entrega en servicio de la instauración del Reino de Dios, se condensa y se
34
presenta en la última cena bajo los signos del pan y la copa, expresión de su
donación personal, de su servicio salvador.
El pan y la copa que se ofrecen a los comensales, simbolizan el sacrificio y la
entrega de Jesús que se hace ofrenda viva agradable al Padre, por ser la
consecuencia de una vida vivida en obediencia y radicalidad a su voluntad, por
eso, los gestos y las acciones proféticas de Jesús en la última cena expresan el
ofrecimiento de la salvación en directa relación con la entrega generosa de Jesús:
“el pan que se entrega y la sangre que se vierte, son profecía de la nueva
economía salvífica”40 que está dada no para unos cuantos, sino para la humanidad
entera: “Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para
servir y para dar su vida en rescate por todos”. (Mc 10, 45).
2.2 “Haced esto en memoria mía” en relación al establecimiento del Reino de
Dios
El sexto elemento significativo es la memoria del acontecimiento salvífico
prefigurado en las acciones proféticas de Jesús que acabamos de señalar ya que
en la medida en que la comunidad conmemora y celebra el don que hace Jesús
de su vida, significado en el pan y el vino eucarísticos, vive la esperanza de
participar gozosamente del banquete celestial en unión a la Iglesia entera.
EN MEMORIA DE JESÚS
Ciertamente lo que se debe recordar es la salvación que obra Dios en la historia a
través de su acción en las personas, pero en el caso de la eucaristía el
acontecimiento celebrado es esa acción Divina encarnada en la persona de Jesús.
De manera que lo que se conmemora no es un hecho puntual, sino el sentido de
la vida de Jesús que en el pan y el vino eucarísticos prefigura precisamente su
40
MARTÍNEZ MORALES, Víctor. Sentido social de la Eucaristía…, p. 99.
35
entrega salvadora por la multitud indicando su carácter universal. Así pues, “la
fidelidad de Jesús a Dios y a los hombres hasta el fin y la invitación a comer y a
beber, significa que Él quiere implicar a los discípulos en su propio destino
mediante una asimilación e incluso una transformación en Él”41.
En este sentido, lo que se conmemora no es la última cena celebrada por Jesús
con sus discípulos, sino lo que esta quiere significar: “la vida comunicada a los
discípulos por Jesús al morir en la cruz”42. Y por eso la celebración del culto
eucarístico vincula al creyente con la muerte de Jesús pero al mismo tiempo le
hace partícipe de su vida nueva en la resurrección. Ésta comprendida como la
liberación que Dios obra en Jesús liberándolo de la muerte eterna, se convierte
también en esperanza salvadora y liberadora para el creyente que se abre en la fe
a esta experiencia trascendente.
LA MEMORIA COMO VIVENCIA DE UNA ACCIÓN SALVÍFICA
Cuando una comunidad celebra el culto eucarístico celebra en definitiva que Dios
ha salvado a Jesús de la muerte eterna y en su resurrección se vincula a la
experiencia del mismo Dios salvador. Por ello es importante tener en cuenta que el
mandato “haced esto en memoria mía” es mucho más que un simple ejercicio de
memoria y por tanto exige la experiencia personal con Dios que sigue actuando y
que obra maravillas desde los acontecimientos del pasado, hasta el tiempo
presente de la historia que abre a su vez, la esperanza de su presencia hasta
llegar a poseerlo.
No basta la sola celebración ritual. Si no se tiene como centro de la celebración
eucarística el hecho de que Jesús salva a la humanidad entera de las garras de la
41
LEÓN DUFOUR, X. La fracción del pan…, p. 152. 42
Ibíd., p. 153.
36
muerte, ésta seguirá reduciéndose en la pregunta por la transubstanciación de las
especies del pan y el vino.
2.3 Una comunidad que celebra la entrega de Jesús, debe hacerse signo
de salvación para los demás.
“El carácter salvífico de la cena se hace presente en la persona de Jesús en sus
acciones y palabras cuyo significado trascendente solo será comprendido por los
suyos después del acontecimiento de la resurrección"43. Este es el contenido de la
nueva economía de salvación dada a la humanidad: Jesús se entregó para dar la
salvación eterna a los hijos de Dios.
En la medida en que la comunidad de creyentes haga memoria viva de la entrega
que Jesús hizo de sí, como consecuencia de su vida, su predicación y su celo por
la instauración del Reino, se va a sentir movida a actuar de la misma manera, es
decir, entregándose, donándose constantemente superando las barreras de la ley
y de las divisiones sociales y esto se manifiesta en la comunión misericordiosa y
en la acogida sincera de todo aquel que sienta en su corazón el deseo de
participar de la nueva alianza sellada en Jesús.
3. EL MISTERIO EUCARÍSTICO: BANQUETE DE SALVACIÓN EN LA VIDA
DEL CREYENTE
Acabamos de hacer un breve recorrido que nos permitió comprender cómo los
gestos y las acciones de Jesús en la última cena, revisten una fuerte carga
profética en orden a simbolizar el sentido de su vida y de su entrega, como
ofrecimiento al Padre que trae consigo la salvación y la liberación de los hijos de
Dios.
43
MARTÍNEZ MORALES, Víctor. Sentido social de la Eucaristía…, p.129.
37
Ahora nos proponemos estudiar en qué sentido la eucaristía se hace actualización
de la cena del Señor, a fin de considerarla banquete salvador en la vida litúrgica y
existencial del creyente de todos los tiempos.
Para tal fin consideraremos el sentido de la celebración eucarística en la
comunidad eclesial, resaltando su contenido celebrativo en perspectiva profética y
finalizaremos estudiando la comprensión profunda que de ésta hace el evangelio
de San Juan para precisar cuál es el culto auténtico que la enmarca y la sostiene
en la vida de fe de una comunidad.
3.1 Eucaristía, misterio y sacramento de salvación para la Iglesia
Si la celebración eucarística no es memoria que invita a la acción no es
verdaderamente la celebración de la cena del Señor. De nada sirve recordar las
acciones salvíficas de Dios en la historia si esto no nos lleva a una efectiva
práctica de la caridad y del servicio que son expresión de Dios salvando en el
presente. Por eso, la eucaristía es celebración profética en la caridad y el servicio
evangélicos que une en torno la mesa del pan y el vino eucarísticos a justos y
pecadores como celebración pre-figurativa del banquete celestial. Es este el
séptimo elemento.
CELEBRACIÓN, ANUNCIO Y VIDA
En primer lugar, hemos de decir que la eucaristía es un sacramento que nace del
gozo pascual de la Iglesia que celebra la presencia viva de Jesús en medio de
ella. Lo que Pablo llama la comida del Señor y Lucas la fracción del pan, no es
más que una celebración comunitaria que “prolonga la experiencia de Cristo
38
glorificado, el salvador, que vive en medio de los discípulos reunidos”44 para darles
principalmente su vida. Si la eucaristía está vinculada directamente con la muerte
del Señor, esta debe ser comprendida desde su resurrección gloriosa que es
verdaderamente el misterio por el cual Dios salva a la humanidad creyente de la
oscuridad del pecado y del egoísmo. Por eso cuando una comunidad celebra la
eucaristía, celebra el encuentro con Jesús glorificado que la invita a resucitar
también de su pecado en espera de la comunión gozosa en el banquete del Reino.
Esta promesa será una realidad en la media en que la celebración del misterio
eucarístico una al creyente con la muerte salvadora de Cristo, de manera que ésta
proclame la esperanza de la pronta venida del Señor en la dinámica del Reino que
se instaura misteriosamente en la medida en que se viva la comunión entre los
hermanos.
Esta comunión es lo que San Pablo llama el cuerpo de Cristo en el sentido que es
la comunidad unida la que ahora se debe entregar en sus carismas y servicios en
beneficio de los demás procurando el bienestar espiritual y material de los
miembros de la comunidad creyente que dejan de ser simples integrantes para
convertirse por la fe en hermanos de una misma familia. Así la comunión
eucarística es un compromiso en la caridad a Dios y al prójimo ya que “no se
puede recibir a Cristo y rechazar a los hermanos”45.
3.2 Compromiso eucarístico en el Evangelio de Juan para el creyente
La asamblea eucarística lejos de ser un rito cultual alejado de la vida es un
compromiso existencial del amor mutuo y fraternal como expresión del auténtico
seguimiento a Jesús de Nazaret. La vivencia continua de la caridad fraterna se
convierte así en la atmósfera vital que salva de la soledad y el egoísmo al 44
DURRWELL, F.X. La resurrección de Jesús misterio de salvación. Barcelona: Editorial Herder, 1962. p. 334. 45
ESPINEL, José Luis. La Eucaristía…, p. 224.
39
hermano que se siente indigno y pecador. Ya que el cuarto evangelio se sitúa lejos
de las palabras y acciones eucarísticas tal como lo hace Pablo y los sinópticos y
da preferencia a la vinculación del creyente con la experiencia de vida de Jesús en
orden a configurarse en otro Cristo en la comunidad, hemos dejado para el final de
este capítulo su reflexión para situar mejor el compromiso cultual y existencial de
una comunidad que vive y celebra el encuentro con la vida en el plano eucarístico.
Comprende esta realidad el séptimo elemento de reflexión, que hace de la
eucaristía un misterio salvador.
VIVIR LA EUCARISTÍA DESDE EL SERVICIO FRATERNO
El discurso de despedida, que continúa al relato del lavatorio de los pies está
orientado en su totalidad en el servicio fraterno que la comunidad de discípulos
deberá asumir como testimonio de su adhesión al maestro que ya no estará en
cuerpo presente junto a ella por la inminente muerte que se avecina: Os doy un
mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; al igual que yo os he amado,
amaos también entre vosotros. En esto conocerán que sois discípulos míos: en
que os amáis unos a otros (Jn 13, 33-35).
De esta manera el evangelista complementa lo que, al respecto de la última cena
han señalado ya los sinópticos: a la celebración cultual de la cena del Señor,
corresponde directamente un compromiso existencial de amor fraterno que tiene
su origen en Dios mismo y que por tanto es condición y expresión práctica de la
eucaristía vivida como una realidad sacramental.
LA VIDA DE JESÚS
Para el cuarto evangelio el culto y la organización sacramental de la Iglesia
encuentran su sentido pleno no en el templo, sino en la vida y obra de Jesús. Si el
discípulo se siente llamado a vivir en el amor, la acogida fraterna y la comunión de
40
vida no es por mérito propio ni mucho menos por que sea justo ante Dios; Si esto
sucede es porque el creyente se ha configurado con la misma persona de Jesús
que se da a sí mismo como don redentor y salvífico para plenificar la alianza que
Dios hubo establecido con el antiguo pueblo de Israel. Ahora bien, si la muerte de
Jesús es salvadora porque su fruto es la resurrección, la vida y la salvación de la
muerte y del pecado, ella es también la puerta de entrada para poder participar
todos del pan que da la vida eterna sin exclusiones ni distinciones, porque la
entrega del don de Jesús es entrega por todos.
Jesús es el pan que da la vida. Es Él el que da la vida eterna y la liberación a
cuantos se acercan a recibirle, por eso, no nos corresponde a los creyentes
determinar quién puede o no puede acceder a tal comunión sacramental, signo de
la verdadera comunión en el Reino de Dios porque la salvación está dada para
quién la quiera recibir.
3.3 La eucaristía es celebración profética del amor de Dios, que prefigura la
mesa del banquete eterno.
Participar y celebrar en la eucaristía es anticipar el gozo del banquete celestial
prometido por Jesús. Lo que se celebra, es pues el recuerdo de la muerte
redentora de Jesús que dio su vida en favor de la humanidad y de su resurrección
que es la garantía de la aceptación de Dios de su entrega salvadora.
Por eso la eucaristía es celebración profética en la caridad y el servicio fraternos
que une alrededor de una misma mesa a justos y pecadores en el amor de Dios.
Esta y no otra experiencia de celebración eucarística es la prefiguración del
banquete celestial.
41
4. CONCLUSIÓN PRIMER CAPÍTULO
En los orígenes de la tradición eucarística, el culto litúrgico y la vida ordinaria son
realidades inseparables, de una comunidad que vive y siente la presencia de
Jesús resucitado a través de la experiencia de la fe y de la fraternidad. La
asamblea eucarística como tradición del Señor recibida por sus discípulos, es para
nosotros, el Sitz im Leben, el criterio de vida y acción, que fundamenta y orienta
todo el sentido eucarístico de nuestras prácticas actuales en el sacrificio de
entrega de Jesús, el cual es revivido y asumido en compromiso existencial por la
comunidad creyente a través de la bendición y del compartir del pan y el vino. Así
se celebra y se acoge la invitación a participar activamente de la gracia del Reino
de Dios en la eucaristía.
Siendo memorial salvífico de la acción Profética del Señor, ésta encuentra su
expresión en las acciones y palabras de Jesús en la última cena entendidos e
interpretados como signos proféticos de la nueva economía salvífica. El pan que
se bendice y se da a los discípulos y la copa que se derrama por la multitud,
simbolizan efectivamente la entrega salvífica de Jesús, que es entrega por todos
en especial de los pecadores; Por eso, en la medida que la comunidad se haga
pan que se da y copa que se derrama, será verdaderamente signo profético del
actuar salvífico de Dios a través de la historia.
El misterio eucarístico, entendido como celebración y prefiguración a la vez del
banquete de salvación, se constituye en tal cuando proféticamente la Iglesia vive,
desde el culto y la existencia, la caridad fraterna y el servicio desinteresado
eficazmente en favor de los más necesitados. Así como Jesús predicó con celo el
Reino de Dios, la comunidad unida en la eucaristía debe expresar la presencia
actuante del Dios misericordioso y de la vida en medio de la construcción del tejido
social, del cual hace parte y se siente comprometida.
42
CAPÍTULO II
SENTIDO DE LA EUCARISTÍA COMO MISTERIO DE SALVACIÓN EN LA
DOCTRINA POS-CONCILIAR
Acabamos de ver cómo en los orígenes de la tradición eucarística, el culto y la
existencia son realidades inseparables de una comunidad que vive y siente la
presencia de Jesús resucitado a través de la experiencia de la fe y de la
fraternidad. Concluíamos diciendo que el centro de toda experiencia eucarística es
Jesús y su entrega salvífica que se celebra y se renueva cada vez que la
comunidad se reúne en su nombre, conmemora su vida y comparte
sacramentalmente el pan de salvación que une y crea la fraternidad.
Ahora nos corresponde reflexionar, de qué manera la doctrina posconciliar ha
interpretado esta realidad eucarística-salvadora, en orden a concluir si el sentido
eucarístico sigue siendo realidad salvadora para la humanidad y así establecer
posteriormente las condiciones de posibilidad para la participación no solo
espiritual, sino sacramental de los divorciados en la celebración Eucarística, que
se ha constituido en el objetivo general de este estudio. Para tal fin, tomaremos
como referencia tres documentos de gran importancia en la doctrina pos-conciliar,
que a su vez constituirán los tres apartados principales de este capítulo.
En primer lugar, desarrollaremos los dos aspectos más importantes que presenta
la encíclica Ecclesia de Eucharistia, de Juan Pablo II, a saber, la centralidad de
Jesús en la presencia eucarística y la relación directa que se establece entre vida
comunitaria y celebración sacramental de la eucaristía. Estos dos aspectos, darán
como resultado el criterio cristológico y eclesiológico en la eucaristía como misterio
salvador para la humanidad. En un segundo momento, La carta encíclica Deus
Cáritas Est, del Papa Benedicto XVI, nos permitirá reflexionar cómo el fundamento
43
de la vida eucarística de la Iglesia es el Amor de Dios, que se convierte a su vez,
en el compromiso cristiano en relación a una vida vivida en la fraternidad auténtica
de los hijos de Dios, para concluir afirmando que el punto mediador entre lo que se
cree y lo que se celebra es la experiencia del amor auténtico. Finalmente, la
Exhortación postólica postsinodal Sacramentum Caritatis, del mismo autor, nos
permitirá estudiar qué es lo que la comunidad eclesial debe celebrar y vivir como
efectos póstumos de una verdadera fe eucarística centrada en la fe en Jesús
salvador. Esto nos dará el criterio sacramental y antropológico de la eucaristía, en
perspectiva liberadora. En este apartado daremos particular realce al numeral 29
de la misma exhortación apostólica, donde el Papa se refiere a la indisolubilidad
del matrimonio y la relación que establece entre matrimonio y eucaristía, con lo
cual podremos reflexionar, cómo al interior de la Iglesia, en muchas ocasiones
predomina más el cumplimiento de unas normas doctrinales que la práctica de la
caridad hacia quien más lo necesita.
Terminaremos este capítulo haciendo algunas consideraciones a manera de
conclusiones.
1. EUCARISTÍA, PRESENCIA SALVADORA DE JESÚS EN LA IGLESIA:
CARTA ENCÍCLICA ECCLESIA DE EUCHARISTIA
Dos realidades se presentan en la encíclica como necesarias para vivir
sacramentalmente el misterio del amor salvador de Dios: la comunidad de
hermanos y la fe en Jesús que los une en un mismo espíritu. En este apartado
resaltaremos estas dos realidades para descubrir en ellas el criterio cristológico y
eclesiológico que hacen de la eucaristía el sacramento salvador por excelencia al
cual están invitados todos los bautizados.
44
1.1 La Eucaristía, celebración de la fe en Cristo Salvador
“La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, como el don por
excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y,
además, de su obra de salvación. Ésta no queda relegada al pasado, pues “todo lo
que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la
eternidad divina y domina así todos los tiempos”46. Con esta cita queremos
reafirmar aquello que expresa la Lumen Gentium 11, al referirse a la eucaristía
como "fuente y cima de toda vida cristiana" ya que lo que celebra la comunidad
eclesial en la eucaristía es el misterio de la vida, la muerte y la resurrección del
Señor Jesús como el acontecimiento salvífico expresado en la entrega generosa
de Sí por amor a los hombres, y por ello es comprendido como el don por
excelencia de la obra salvadora de Jesús. Cada vez que la Iglesia celebra este
don actualiza tal acontecimiento y proclama que es Jesús el que se sigue
entregando como don permanente de salvación para todos los hombres de todos
los tiempos.
Cada vez que la comunidad eclesial se alimenta de Jesucristo, pan vivo, no solo
evoca racionalmente el acontecimiento ocurrido “la noche en que el Señor fue
entregado” sino que lo hace sacramentalmente presente de manera que el
creyente se siente vinculado no solo al Jesús histórico que asume su vida en la
radicalidad del anuncio del Reino de Dios, sino que además entra a participar del
misterio salvífico del Cristo, que entregando su vida realiza efectivamente la obra
de la redención-salvación del ser humano en su totalidad. Por eso, celebrar la
eucaristía es disponer el corazón creyente para dar y recibir en la fe los frutos
46
Cita del Catecismo de la Iglesia católica, 1085, empleada en la Carta Encíclica Ecclesia de
Eucaristía, del Sumo Pontifice Juan Pablo II, Capítulo I, 11.
45
inagotables del amor de Dios, que se hacen fuente de salvación humana porque
son expresión de un amor divino que se da “hasta el extremo”. Tales frutos no
pueden ser otros que el amor sincero, el servicio ilimitado y la acogida fraterna, tan
propios de Dios en el Nuevo Testamento, expresados existencialmente en la vida
de Jesús. Así pues, la condición de posibilidad para celebrar el encuentro
eucarístico en perspectiva salvadora, es la fe en Cristo, en su obra, en su vida que
se entrega como don y que ahora se presenta como alimento de vida eterna.
“Cuando la Iglesia celebra la eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de
su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación”47,
y por lo mismo, se actualiza desde el culto y la existencia, la obra de la redención
humana que tiene su justificación en la vida y obra de Jesús el Señor. Por eso la
eucaristía también es celebración comunitaria de la fe en Cristo salvador, porque
en ella se re-vive el valor sacrificial de la entrega que es realizada por la
humanidad comprendida en el “entregado por vosotros…derramada por vosotros”
(Lc 22, 19-20), y en ese sentido la reconciliación se obtiene entre Dios y el ser
humano y entre éste y sus hermanos para significar verdaderamente la comunión
de los hijos de Dios.
Dice el Papa Juan Pablo II en la encíclica, que, si bien lo que celebra una
comunidad en la eucaristía es la entrega salvadora de Jesús por la humanidad,
fundamentalmente lo que ésta debe conmemorar es el don que hace Jesús de Sí
mismo al Padre, el cual es aceptado en beneficio del perdón de los pecados y que
encuentra su corona y agradable aceptación en la resurrección. Por eso, además
de celebrar la muerte y la pasión del Señor Jesús, la comunidad proclama en la
eucaristía su resurrección, su presencia viva y real en medio de ella que
haciéndose pan de vida, alimenta especialmente a los más débiles, a los más
47
Carta Encíclica Ecclesia de Eucaristía, del Sumo Pontifice Juan Pablo II. Capítulo I, 11.
46
pequeños y a los más pobres de quien es espiritualmente, su única esperanza de
vida, su única fuente de liberación.
Si esto es así, la reflexión nos debe llevar a preguntar ¿Si la eficacia salvífica del
sacrificio –de la eucaristía- se realiza plenamente cuando se comulga, recibiendo
el cuerpo y la sangre del Señor, porqué negar la posibilidad de recibir tal alimento
de vida a personas que injustamente se sienten aisladas y rechazadas en la
eucaristía? Aunque no desarrollaremos esta inquietud en este momento,
señalaremos someramente una realidad en el ámbito pastoral: hay personas
dentro de la Iglesia católica que viviendo una situación de vida particular (la
separación de un vínculo matrimonial y la unión a otra relación quizá más
evangélica que la anterior por ejemplo), objetivamente no pueden recibir el
sacramento del amor por excelencia ya que su situación es irregular. La inquietud
que surge de un ministro-pastor pudiera ser ¿acaso éstos no son los débiles que
deben sentirse acogidos y perdonados por Dios? ¿Dónde queda la celebración
sacramental y plena de la eficacia salvífica de Cristo en este caso?
Al respecto, es importante recordar lo que dice el Papa Juan Pablo II en el
desarrollo de la encíclica: “La eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la
comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la
Iglesia puede tener en su caminar por la historia”48, de ahí la importancia radical
de reflexionar teológicamente, en qué sentido y bajo qué circunstancias, la Iglesia
está favoreciendo la vivencia de esta presencia salvadora, para aquellos creyentes
en Jesús salvador, que por uno u otro motivo, están injustamente relegados de
dicha participación sacramental. Y es que la respuesta en estos casos, no se
puede reducir simplemente a lo que está mandado magisterialmente, ya que la
realidad particular, supera en muchas ocasiones la objetividad de una norma. El
corazón del ministro de la Iglesia, iluminado por el corazón del buen pastor deberá
48
Carta Encíclica Ecclesia de Eucaristía…, Introducción, 9.
47
pues, propiciar este encuentro entre el creyente y Jesús eucaristía, teniendo en
cuenta la disposición del corazón antes que el cumplimiento de una norma, que a
decir verdad, en muchos casos su objetividad no aplica en la realidad que viven
las personas y por lo mismo se convierte en la piedra en el zapato a la hora de
acoger misericordiosamente a la oveja perdida.
Por ahora, continuemos con nuestra reflexión en orden a establecer los criterios,
que hacen de la eucaristía el misterio salvador por excelencia, desde la
comprensión magisterial.
1.2 La comunión crea eucaristía y la eucaristía crea comunión
“No es casualidad que el término comunión se haya convertido en uno de los
nombres específicos del sublime sacramento de la eucaristía”49. En efecto, antes
de celebrar con sus discípulos la última cena, Jesús forma una comunidad de
personas que siguiendo los ideales del maestro, pueden llegar a comprender el
sentido profundo, existencial y profético de aquella sublime noche en que en una
cena, se prefigura y a la vez se realiza la entrega salvífica del Señor Jesús, como
consecuencia de su vida auténticamente vivida en fidelidad y radicalidad al Padre
y al anuncio de su Reino. Pero tal comprensión existencial no se da sólo por un
mandato, sino justamente por la experiencia vivida con el Señor que obra no en su
voluntad sino en la del Padre, que no es otra cosa sino el Amor. Podemos decir,
que la intención del Señor Jesús no es reunir un grupo de personas a la mesa
para una cena, en su lugar, es crear una comunidad que unida en el amor, pueda
sentir y transmitir la experiencia de Dios que es unidad y que por lo mismo “no
quiere salvar a los hombres aisladamente, sino como pueblo formado según el
49
Carta Encíclica Ecclesia de Eucaristía… Capítulo IV, 49.
48
Espíritu, bajo su única Cabeza que es Cristo. Espíritu que tiene como ley la
caridad y como fin el reino de Dios”50.
La comunidad que vive y celebra la fe en Cristo salvador, es la que vive y celebra
en unidad de sentimientos esta salvación y lo hace a través de la celebración
comunitaria del misterio eucarístico como culminación de toda vivencia de vida
cristiana. Por eso, la comunión de la que hablamos no es aquella que exige la
vivencia de unos criterios a nivel del cumplimiento, sino aquella que acoge al
hermano en la fe, porque lo siente igualmente destinatario de la obra salvífica de
Dios, realizada en Jesús el Señor. Esta es la expresión eclesial, que se hace
necesaria para una auténtica vida eucarística. Dice el papa Juan Pablo II citando
la teología del Concilio Vaticano II, que la celebración de la eucaristía “es el centro
del proceso del crecimiento de la iglesia”51, es decir, de la comunidad que vive y
comparte la fe en Cristo salvador, que al ser celebrada, “realiza la obra de la
redención salvadora, significando y realizando la unidad de los creyentes que
forman un solo cuerpo en Cristo (1 Cor 10, 17)”52.
En cuanto expresión perfecta de la comunión con Dios Padre, mediante la
identificación con el Hijo Unigénito, por obra del Espíritu Santo, al tiempo que es
comunión con los demás creyentes, la eucaristía es la culminación de todos los
sacramentos porque realiza la unidad de la Iglesia ya que su participación
presupone no solo una actitud de fe en Dios-trino, sino que además exige la
comunión y la acogida de aquel prójimo que necesita ser amado en la perspectiva
evangélica de Dios.
Vemos cómo comunidad y eucaristía son dos realidades sinérgicas que se
complementan y dan sentido una a la otra. La comunidad celebra en la eucaristía
la intima unión con Dios y con los demás su acción salvífica por excelencia y al 50
Concilio Vaticano II, Constitución Dogm. Lumen Gentium, Capítulo II, 9. 51
Carta Encíclica Ecclesia de Eucaristía… Capítulo IV, 34. 52
Concilio Vaticano II, Constitución Dogm. Lumen…Capítulo II, 21.
49
tiempo, la eucaristía edifica y une en un mismo espíritu de fe y fraternidad a la
comunidad que vive y a la vez espera la vuelta de su Señor.
1.3 Criterio cristológico y eclesiológico de la eucaristía como misterio
salvador.
Criterio cristológico: la comprensión de la muerte de Jesús, entendida como
sacrificio expiatorio por todos (1 Te 5, 10; 2 Co 5, 14), adquiere su valor salvador
a partir de la experiencia pascual. En efecto, la resurrección de Jesús es
comprendida por la comunidad cristiana como el “acontecimiento salvador por
excelencia capaz de transformar humanidad”53, la cual se da en virtud de la
obediencia total de Jesús al Padre que lo constituye en el salvador absoluto de la
humanidad (Hbr 5, 7-9). Dicha obediencia se hace camino de salvación también
para el creyente. Esta confesión de fe no es otra cosa que vivir la comunión con
los otros que de la misma manera, expresan su fe en el Salvador. Pero esta
comunión solo es inspirada por el espíritu del resucitado en la comunidad que
anima y motiva a salir de sí a favor del bien de los hermanos y ésto es lo que debe
celebrar el encuentro eucarístico en una comunidad creyente que no conoce
distinciones.
Criterio eclesiológico: De acuerdo con el criterio cristológico, podemos decir que el
Espíritu de comunión es la expresión más clara de la presencia del Resucitado en
medio de ella. Solo a partir de ésta, se puede comprender cómo actúa Dios en las
personas y solo al interior de ella se puede sentir a ese Dios que salva del
egoísmo haciendo salir del interior de cada quien, los mejores dones a favor de los
demás. En orden a responder a nuestro objetivo, solo diremos que Jesucristo se
hace presente en la eucaristía cuando esta es celebrada en virtud de la unidad
que nos da el ser hijos de Dios, es decir hermanos de una misma familia-
53
BAENA, Gustavo s.j. Jesucristo, la revelación fundamental. Doc. De clase “Síntesis Bíblica”. p. 7.
50
comunidad que acoge sin distinción alguna a aquel que por diversas
circunstancias se considera apartado de la comunión eclesial. Sólo entonces el
encuentro con Jesús eucaristía es encuentro salvador.
2. EUCARISTÍA, EXPRESIÓN DEL AMOR DE DIOS POR LA HUMANIDAD:
CARTA ENCÍCLICA DEUS CÁRITAS EST
El amor de Dios es la fuente y el modelo de la fe salvífica que se celebra, por eso
es el punto intermedio que une la experiencia de fe y la vivencia comunitaria de la
misma. Ya que la comunidad celebra la acción salvífica de Dios en virtud de
experimentar su amor en medio de ella, nos corresponde ahora decir una palabra
sobre el Amor Divino en relación a esta comunidad creyente.
2.1 El amor de Dios fundamento de toda eucaristía
La expresión más grande que puede brotar del corazón humano es sin duda
aquella que afirma que Dios es Amor. Esto significa que si hay algo que debemos
esperar de Él, no puede ser más que experimentar su Amor gratuito y misterioso,
que impulsa al ser humano a actuar de la misma manera, no sólo en la relación
que se establece entre Dios - ser humano, sino entre éste y sus semejantes. Ante
esta afirmación, el Papa Benedicto XVI expresa en la primera encíclica de su
Pontificado, que “creer en el Amor de Dios es la opción fundamental del cristiano,
el cual, sintiéndose amado en primer lugar por Él, no lo ve como un mandamiento
a cumplir, sino como la respuesta de su vida al don del Amor con el cual Él llega a
su encuentro” 54. Por eso, el fundamento del amor cristiano no está en las obras
que realiza una persona a favor de las demás; aunque importantes, éstas no son
más que la consecuencia de haber experimentado un amor primero y causal: el de
Dios, que se convierte en el motor y fuente principal de toda voluntad humana que
comprende y asume toda la creación desde el amor. Este amor cristiano tiene su
54
Carta Encíclica Deus Cáritas Est, del Sumo Pontífice Benedicto XVI.
51
fundamento en el amor de Dios que es a la vez eros y ágape en cuanto se
considera “vehemente y fascinado por una gran promesa de felicidad no para sí
mismo sino para el otro, que se preocupa del otro, que se entrega y desea ser
para el otro”55. En Jesucristo encontramos esta prueba total del amor de Dios por
la humanidad, ya que su muerte en cruz “da una nueva vida al hombre y lo salva
de la esclavitud del pecado manifestando así, el amor en su forma más
radical…desde allí se debe definir ahora qué es el amor”56.
Este acto de entrega en la cruz, se ha perpetuado en la institución de la eucaristía,
donde Jesús “se ha dado a sí mismo como verdadera comida, como amor,
implicando al creyente en ese acto oblativo que lo lleva a unirse también a los
demás. Por eso, La comunión hace salir al creyente de sí mismo para ir hacia Él, y
también hacia la unidad de todos los cristianos. Sólo así podemos entender que
Jesús, como manifestación del amor de Dios en el mundo, se sigue haciendo
presente en la eucaristía, para seguir actuando en nosotros y por nosotros”57.
Nos podemos preguntar al respecto, ¿De qué manera se está manifestando ese
actuar de Dios amoroso por medio de nuestra vida y en concreto en nuestras
eucaristías? ¿Será que el amor de Dios, fundamento de la eucaristía, permite
exclusiones? Si el amor a Dios y el amor al prójimo se funden entre sí, y si este
amor no solo es un sentimiento, se supone que el actuar cristiano debe ir
encaminado a la acogida, al perdón, a la salvación del prójimo como un acto de
conciencia y misericordia; entonces es necesario reflexionar qué tan objetivas
pueden ser las normas eclesiásticas que, en muchos casos, alejan a creyentes
que por estar en situaciones irregulares con la doctrina de la Iglesia, no se les
acoge desde su relato de vida personal que en muchos casos, reclama más una
55
Carta Encíclica Deus Cáritas…, parte I, 18. 56
Ibíd., 12. 57
Ibíd., 14.
52
mirada misericordiosa que un simple cumplimiento normativo. Sobre esto
reflexionaremos más adelante.
2.2 El encuentro eucarístico como capacidad de amar al prójimo
Ciertamente, la comunidad creyente que vive y celebra la eucaristía como la
expresión del amor de Dios, debe enraizar en este amor, el amor al prójimo para
poder ser verdaderamente el testimonio sacramental del corazón misericordioso
del Padre, por eso, toda actividad de la Iglesia debe ser “una expresión del amor
que busca el bien integral del ser humano a través de la evangelización y los
sacramentos y en la búsqueda de su promoción en los diversos ámbitos de la
actividad humana”58.
Esto quiere decir que si bien el mandato del amor fraterno es misión de cada
creyente, sin embargo, lo es también para el conjunto de toda la comunidad que
no se reduce solo a la práctica sacramental ni al anuncio de la palabra, sino que
se proyecta efectivamente en el servicio de la diakonía, entendido como el servicio
de la caridad, donde los destinatarios son los más pobres, los pecadores, los
excluidos: “Hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en
la fe” (Ga 6,10).
Desde este punto de vista, quien se acerque a la mesa de la eucaristía, no solo
debe implantar la justicia como una condición en el orden de lo político y de las
estructuras sociales, sino que debe respaldar esta obligación social, desde el
punto de vista del creyente que hace trascender toda acción filantrópica al plano
sublime de la caridad evangélica, donde no basta la sola organización estructural
de lo social, porque se impone el contacto humano que es en último término, la
58
Ibíd., parte II, 19.
53
mejor manera de hablar de Dios. “El amor será necesario incluso en la sociedad
más justa. Siempre habrá soledad, siempre habrá sufrimiento, siempre habrá
situaciones en la que el amor cercano de otro ser humano será indispensable”59.
Esta atención personal es a la que apunta toda celebración eucarística: que el
creyente acoja al que está desorientado, al que se siente rechazado, al que de
una u otra manera le han cerrado las puertas del misterio de Amor por excelencia.
Ciertamente es más fácil solucionar algunas de estas situaciones recurriendo a la
doctrina social de la Iglesia, a la normativa eclesial ó a la invitación a esperar a ver
qué pasa, pero lo esencial es reconocer que detrás de cada situación hay un ser
humano con una historia de vida particular que merece ser escuchada, orientada,
acogida desde la caridad de Dios, para que finalmente, después de un proceso de
acompañamiento pueda “regresar” a compartir no solo espiritual sino
sacramentalmente, la mesa de salvación preparada para todos.
2.3 El agapé de Dios fuente, modelo y mediación de una fe salvífica que se
celebra
El sentido fundamental de la eucaristía lo encontramos en Jesucristo, signo
sacramental del Amor de Dios para la humanidad. Cada vez que la comunidad
creyente se reúne a celebrar su unión con Dios a través de la entrega salvadora
de Jesús, queda de la misma manera, vinculada a una experiencia comunitaria y
fraterna cuya exigencia no sólo es la práctica de una justicia social, sino la
trascendencia de ésta al plano de la caridad evangélica, que a su vez exige más
un contacto personal con los demás, en lugar de una simple ayuda en el plano
material. El modelo de esta vivencia es Jesús mismo, en la entrega total de su
vida como respuesta al amor experimentado del Padre, que no busca su propio
beneficio sino el de toda la humanidad creyente.
59
Ibíd., 28.
54
Si la eucaristía es la expresión sacramental del amor de Dios por la humanidad, la
condición de posibilidad para participar de ella no puede ser el simple
cumplimiento de unas normas a nivel eclesial, ya que dicho cumplimiento no está
directamente relacionado con un corazón dispuesto y preparado para recibirle
sacramentalmente. En su lugar, la condición tendría que ser el reconocimiento de
la necesidad de poseerle, de encontrarse con Él a través del sacramento, de
querer comenzar una nueva vida. Si esto es así, la eucaristía es mediación de la
fe salvífica que se celebra.
3. EUCARISTÍA, SACRAMENTO DE LA CARIDAD EN LA VIDA ECLESIAL:
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL SACRAMENTUM
CARITATIS
3.1 Lo que se ha de celebrar en la eucaristía como respuesta de fe
comunitaria
“Sacramento de la caridad, la eucaristía, es el don que Jesucristo hace de sí
mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre”60. Qué mejor
manera de dar inicio a esta exhortación apostólica, que recordar el amor extremo
de Dios hacia la humanidad que se ha hecho concreto en la entrega salvífica de
Jesús y que se re-vive existencialmente en el don de su cuerpo y de su sangre
eucarísticos. Por eso, cuando una comunidad celebra este sacramento, no solo lo
hace en virtud de un mandato cultual sino que proclama a viva voz, la alegría que
la congrega y la hace una asamblea de fe: que Dios es amor (1Jn 4, 8). En efecto,
lo primero que se ha de creer en relación al sacramento de la eucaristía es que
60
Exhortación Apostólica Post-Sinodal Sacramentum Caritatis, del Sumo Pontífice Benedicto XVI.
Introducción, 1.
55
ésta es el sacramento de la caridad que subraya “el compromiso del amor
cristiano, tanto respecto a Dios como al prójimo”61.
La vida eclesial está fundada en esta fe eucarística la cual exige contemplar y
celebrar la presencia de Jesús como presencia de amor en medio de la
comunidad, a través de la participación del culto y de la vivencia de la fraternidad,
que es, en último término, lo que la hace signo sacramental del Señor en medio de
su pueblo y a través de la historia.
Pero esta vivencia de fe eucarística, no es de ninguna manera una realidad
abstracta. En su esencia está Dios mismo, que en comunión perfecta de amor
entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo participa al ser humano de su divinidad,
gracias al don eucarístico, “don absolutamente gratuito, que se debe solo a las
promesas de Dios, cumplidas por encima de toda medida”62. Esto quiere decir,
que si hay una condición necesaria para la celebración sacramental de la
eucaristía, ésta sería la fe en Dios y en su obra salvífica a través de la Iglesia, que
está por encima de toda normatividad, porque en el misterio de la obediencia
hasta la muerte de Jesús al Padre, se ha cumplido la nueva y eterna alianza,
“como expresión de amor divino en su forma más radical”63. Esta novedad está
contenida perennemente en cada celebración del misterio eucarístico.
Esto no quiere decir, que la eucaristía es la única fuente de salvación recibida en
herencia del Señor Jesús, ni mucho menos, que la vida sacramental de la Iglesia
es innecesaria para que el creyente se haga partícipe de la acción salvadora de
Dios. Por el contrario, lo que quiere expresar el condicionamiento de la fe sobre
cualquier forma celebrativa, es que el rito o el culto sagrado tienen sentido cuando
se orientan a “Cristo que en virtud de la acción del Espíritu Santo, está presente y
61
Ibíd., 5. 62
Ibíd., Parte I, 7. 63
Cita de Carta Encíclica Deus Cáritas…, empleada en la Exhortación Apostólica Post-Sinodal Sacramentum… parte I, 9.
56
operante en su Iglesia”64 salvando a través de la comunidad creyente que acoge al
débil y al pecador en el amor de Dios, que la sustenta y la orienta en la caridad.
El Concilio Vaticano II, ha recordado que “los sacramentos están unidos a la
eucaristía y a ella se ordenan, ya que ésta contiene todo el bien espiritual de la
Iglesia, a saber, Cristo mismo, pan de vida, que da vida a los hombres por medio
del Espíritu Santo”65; Con esto se quiere afirmar que efectivamente, la vida
sacramental al interior de la Iglesia entendida como “sacramento universal de
salvación”66, expresa la gracia de Dios que influye en la vida del creyente, para
que éste, se convierta en una ofrenda agradable al Padre y lo haga no como una
misión intimista y personal, sino como la vivencia comunitaria de la fe que lo hace
partícipe de la comunidad de los hijos de Dios que espera el cumplimiento de la
promesa de la vida plena en la comunidad escatológica de los hijos de Dios. Así
pues, los Sacramentos del Bautismo y la Confirmación, la Reconciliación, la
Unción a los enfermos, el sacramento del Orden y el del Matrimonio, están
vinculados al Sacramento de la Eucaristía, por ser ésta la expresión máxima de
Cristo en la comunidad y centro y fin de toda la vida sacramental de la Iglesia.
Con el fin de responder al objetivo general que nos hemos propuesto, nos
referiremos solamente a lo que la presente exhortación refiere a la relación
eucaristía y matrimonio, de manera, que podamos resaltar el sentido de la
eucaristía como sacramento esponsal, para identificar las razones que el
magisterio de la Iglesia presenta para no admitir la participación sacramental de
los divorciados en la Iglesia.
Dice el Papa Benedicto XVI citando a su predecesor Juan Pablo II, que “el
carácter esponsal de la eucaristía está dado porque ésta es el sacramento de la
redención, el sacramento del esposo, de la esposa que expresa el amor de Cristo 64
Exhortación Apostólica Post-Sinodal Sacramentum…, Parte I, 12. 65
Concilio Vaticano II, Decreto Presbyterorum Ordinis, Capítulo II, 5. 66
Concilio Vaticano II, Constitución dogm. Lumen… Capítulo VII, 48.
57
y de la Iglesia y por lo mismo, la eucaristía corrobora de manera inagotable la
unidad y el amor indisolubles de cada matrimonio cristiano”67. Con esto podemos
afirmar que la unión esponsal tiene también su dimensión eucarística en cuanto es
signo sacramental del amor de Cristo a su Iglesia, que se ha manifestado en la
entrega salvífica de la cruz, expresión por excelencia del amor total de Dios por la
humanidad.
Ante este panorama, salta a la vista una realidad cada vez mayor que se presenta
como un reto a la apuesta pastoral de los ministros en la Iglesia y es el caso de los
divorciados unidos en una nueva relación, pues confirma el Papa en comunión con
los obispos de la Iglesia el “no a los sacramentos a los divorciados casados de
nuevo porque su estado y condición de vida contradicen objetivamente esa unión
de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la eucaristía”68.
Es claro que en ningún momento se está dando sentencia de excomunión, ya que
la atención pastoral permite la participación de la eucaristía de estas personas
aunque sin la posibilidad de comulgar sacramentalmente, así como el derecho de
un acompañamiento espiritual de un ministro idóneo y de confianza, pero a tenor
del amor por la verdad, estas personas no podrán celebrar plenamente el misterio
salvador dado en Cristo para la humanidad, “a fin de no hacer surgir confusión
sobre el valor del matrimonio”69.
Es interesante observar que la posibilidad para que estas personas se acerquen
sacramentalmente a la mesa eucarística, está dada en la “condición de vida
exigida en la Ley de Dios70, de vivir su relación como amigos, como hermano y
hermana”71. De esto podemos inferir, por ahora, que el problema real en esta
67
Cita de la Carta Ap. Mulieris dignitatem, empleada en la Exhortación Apostólica Post-Sinodal Sacramentum…, parte I, 27. 68
Exhortación Apostólica Post-Sinodal Sacramentum…, parte I, 9. Parte I, 29. 69
Ibíd. 70
Ibíd. 71
Ibíd.
58
situación particular no es tanto la nueva unión de hecho, cuanto el adulterio al que
se hace partícipe la nueva pareja.
A este punto, es tarea del teólogo reflexionar desde su quehacer pastoral y desde
su apuesta teológica qué tan objetiva resulta ser la norma eclesial, en casos
particulares donde la nueva unión manifiesta, más que la anterior, ser expresión
sacramental de amor y entrega salvadores, que no opaca desde el punto de vista
existencial, el amor de Dios que por ser su constitutivo esencial siempre da una
nueva oportunidad de vida y de conversión al corazón.
¿Será posible que un fracaso en la vida sacramental específicamente en el
matrimonio, anule objetivamente la posibilidad de encontrar a Dios, su amor en
otra persona, con la cual puede retomar el sentido sacramental de la vida y de la
existencia en comunión de sentimientos y experiencias?
Trataremos de dar respuestas a estas inquietudes en nuestro tercer capítulo. Por
ahora, continuaremos con la reflexión de la encíclica.
3.2 Lo que se ha de vivir en la eucaristía como culto agradable a Dios
La respuesta, a estas inquietudes, parece estar en la esencia misma de la
eucaristía, es decir, en lo que debe significar tal celebración dentro de la vida
ordinaria de una comunidad creyente: “no es el alimento eucarístico el que se
transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a Él acabamos
por ser cambiados misteriosamente, uniéndonos a Él”72. Esto quiere decir, que al
centro de toda celebración eucarística está Cristo, que invita a la Iglesia a vivir en
unidad, al modo de un solo cuerpo del cual Él es la cabeza y en el cual, todos los
miembros aunque distintos, están llamados a vivir un culto espiritual agradable a
Dios. En este sentido, el creyente que se acerca al altar de la eucaristía debe ser
72
Exhortación Apostólica Post-Sinodal Sacramentum…, Parte III, 70.
59
recibido y aceptado en virtud de su disponibilidad a transfigurarse progresivamente
en otro Cristo que vive y se entrega a favor de la comunidad y no solamente en
virtud del cumplimiento de algunos requisitos normativos o morales, que siendo
importantes no determinan la opción fundamental de una persona y más aún no
aseguran una vida santa, agradable a Dios (Rm 12, 1).
Lo que el misterio eucarístico invita a vivir es entonces una eficacia integradora
que en virtud de un verdadero culto a Dios, no excluya masivamente a un grupo
de personas por el mero cumplimiento de una norma que no es objetiva en todos
los casos particulares y que sí acoja con un corazón pastoral, misericordioso y de
acompañamiento, a aquellas personas que a pesar de su condición irregular,
desean encontrar en la eucaristía, el alimento de la vida eterna, don y gracia
heredado del mismo Jesucristo, para significar la salvación de la cual todo
creyente se hace partícipe.
Con esto se pone en relieve “todo el valor antropológico de la novedad radical
traída por Cristo en la eucaristía: el culto a Dios en la vida humana no puede
quedar relegado a un momento particular y privado, sino que, por su naturaleza
tiende a impregnar cualquier aspecto de la realidad del individuo”73. Así, el culto
agradable a Dios, no es solamente celebrar el misterio eucarístico de acuerdo a la
normatividad eclesiástica, tan renovada y contextualizada desde el magisterio pos-
conciliar del Vaticano II; Es, sobre todo, vivir cada acontecimiento de la vida
ordinaria en perspectiva del amor de Dios que no lleva cuenta de los pecados sino
que se goza en la conversión del corazón hacia su Amor.
Quizá esta sea la razón por la cual este criterio antropológico de la eucaristía se
encuentra al final de este capítulo, y es que, el influjo profundo que la celebración
eucarística ejerce sobre el estilo de vida en una persona, no está determinado en
73
Exhortación Apostólica Post-Sinodal Sacramentum…, 71.
60
la celebración misma por más que ésta sea expresión sacramental del amor de
Dios por la humanidad, en su lugar, el influjo al que nos referimos, viene dado
como una respuesta humana, surgida de la conciencia personal de ese Amor
Divino que en verdad es sin medida y que encuentra su razón de ser en el pobre,
en el débil, el excluido y el pecador.
3.3 Criterio sacramental y antropológico de la eucaristía como misterio
salvador
Criterio sacramental: La eucaristía, sacramento del Amor de Dios, es el encuentro
comunitario de una experiencia de fe que proclama la vida, la muerte y la
resurrección del Señor, como la expresión absoluta de éste Amor, ofrecido en la
entrega de Jesús a favor de la comunidad creyente. En este sentido, cada vez que
la Iglesia celebra el misterio eucarístico, como memorial de las acciones salvíficas
de Dios en la persona de Jesús, y como certeza de que ese Dios es
esencialmente Amor que se entrega, se está comprometiendo a vivir
existencialmente, este amor divino en relación con todo aquel que comparta la
gracia de ser hijo de Dios.
Y es que no hay otra forma de expresar simbólicamente que la gracia de Dios ha
sido derramada para toda la humanidad en virtud de la entrega salvadora de
Jesús, que participando y celebrando comunitariamente la presencia sacramental
de Jesús, para lo cual es necesario fundamentalmente, haber optado por su
evangelio que es seguimiento y que es camino hacia la verdad en el amor a Dios y
al prójimo específicamente. El fruto de la eucaristía es pues el amor, fundado en el
amor mismo de Dios, Jesús, que se entrega hasta dar la vida, sustituyendo el
cumplimiento de la ley, porque el hoy del cristianismo debe estar orientado hacia
las personas en necesidad de Dios y no solamente hacia el cumplimiento de unas
normas doctrinales que a la larga son excluyentes y poco “aplicables” en muchos
de los casos que la Iglesia ha llamado objetivamente irregulares.
61
Criterio antropológico: el valor antropológico que caracteriza el culto eucarístico en
la novedad de Jesús es que dicho culto no se enmarca solamente en el plano de
lo ritual, reduciendo la experiencia de Dios a un momento específico celebrativo ó
determinándola a un espacio concreto de encuentro como lo es el templo. Si con
Jesús, el ser humano está predestinado a vivir desde el amor y en esta realidad a
descubrir a Dios, entonces la totalidad de la vida matizada en la generosidad y el
egoísmo humano, es el marco específico en el cual, éste debe vivir y experimentar
el acontecimiento salvífico, de Dios que es Amor.
4. CONCLUSIÓNES DEL SEGUNDO CAPÍTULO
La lectura atenta y la reflexión de estos tres documentos magisteriales, nos han
dado como resultado cuatro criterios teológicos que se constituyen en la
posibilidad de reflexionar cómo en algunos casos, partiendo del acompañamiento
pastoral y espiritual a parejas casadas, unidas en una nueva relación, se puede
proponer su participación sacramental y no solo espiritual en la eucaristía, como
fruto de tal acompañamiento en el plano sacramental y ministerial.
El primer criterio es pues el cristológico, el cual inferimos después de reflexionar
que el salvador por excelencia es Jesús y que la acción salvadora que celebra la
Iglesia en la vivencia eucarística es su entrega total y obediente al Padre. Así, la
muerte y la resurrección del Señor Jesús son un acontecimiento salvador, no en
cuanto acontecimientos puntuales en un momento determinado de la historia, sino
como acontecimiento salvador continuo en la vida del creyente, que se vive y se
renueva en la celebración comunitaria de la eucaristía.
Esta participación en el comer y beber los dones eucarísticos, no se dan en el aire,
sino que es propiamente en la comunidad donde se concreta esta comunión. Y es
que la eucaristía es “el acto en que se celebra la comunión ya vivida y al mismo
62
tiempo el acto divino del resucitado, que al hacer comunión con la comunidad, la
hace capaz de vivir la comunión efectiva, con los otros. De esto podemos concluir,
que la vida comunitaria es pues, la esencia real del cristianismo”74. Es este el
criterio eclesial.
El criterio sacramental está dado, en cuanto a lo que expresa el Papa Benedicto
XVI, en relación al misterio de la eucaristía cuando afirma que en la celebración de
este sacramento, Jesús sigue amando a la humanidad hasta el extremo, hasta el
don de su cuerpo y de su sangre, haciéndose comida y bebida para el ser humano
hambriento de verdad y libertad. Por eso, la humanidad sigue siendo la invitada de
honor en la mesa de Jesús, en la cual se nutre no para la vida biológica, sino para
la vida eterna, que es gracia y es don de Dios que se ofrece sin medida esperando
sea aceptada con el corazón disponible a la salvación.
Finalmente, en la novedad de Jesús que no reduce la experiencia de Dios al
templo, sino que lo lleva a todas partes y lo muestra a todas las personas, está el
fundamento del criterio antropológico de la eucaristía, en cuanto que quien
participa de este banquete, debe impregnar de acogida, solidaridad, perdón al
estilo de Dios mismo, cualquier aspecto de la vida ordinaria. Y es que si el ser
humano ahora se comprende desde Jesús, Hijo de Dios, tal comprensión no
puede ser otra que la determinada por el amor, que exige ser con el otro, al punto
de sentirlo parte y compromiso de sí mismo.
Vemos pues, como estos cuatro criterios están enmarcados y mediados por la
experiencia del amor mismo de Dios, que es lo que da sentido a una vida vivida
sacramentalmente, en donde lo importante no es el cumplimiento de las normas,
sino la apertura del corazón hacia Él, y hacia su propuesta de trascendencia. Es
en este sentido, que nos vemos en la obligación de afirmar, con el corazón
74
BAENA, Gustavo s.j. Jesucristo, la revelación…, p. 13.
63
misericordioso del Buen Pastor, que en relación a algunas parejas casadas y
unidas en un nuevo vínculo afectivo, no es posible seguir aplicando la norma
magisterial de prohibirles la participación sacramental en la eucaristía,
objetivamente en todos los casos, cuando hay situaciones particulares, en las
cuales hay más disponibilidad del corazón, que en otras parejas unidas
sacramentalmente, para aceptar y vivir el compromiso cristiano del amor a Dios y
el amor a los demás.
64
CAPÍTULO III
CONDICIONES DE POSIBILIDAD PARA LA PARTICIPACIÓN SACRAMENTAL
DE LOS DIVORCIADOS EN LA EUCARISTÍA
En orden a ir dando respuesta al objetivo general que nos hemos planteado al
inicio de este trabajo, vamos a establecer, en este tercer capítulo, en qué consiste
el sentido fundamental de la eucaristía como misterio salvador, de manera que
podamos sugerir algunas condiciones de posibilidad para la participación no solo
espiritual sino sacramental de los divorciados en ella. Para esto, la primera parte,
se centrará en sintetizar los resultados de los capítulos I y II que nos llevarán a
establecer cuál es éste sentido fundamental eucarístico y cuáles son las
condiciones que un creyente debe asumir para participar activa y
sacramentalmente en ella. El segundo apartado, nos adentrará en la situación
concreta y actual de los divorciados vinculados en una nueva relación al interior de
la Iglesia Católica, y se establecen allí algunas perspectivas teológicas que
permitirán abordar la cuestión desde un enfoque pastoral y esperanzador, para
terminar proponiendo el acompañamiento espiritual y pastoral en clave de
comprensión humana y existencialista como la posibilidad inicial para que las
personas en cuestión puedan participar sacramentalmente del banquete
eucarístico. Finalmente, en el tercer apartado, se busca reflexionar la relación
complementaria que existe entre divorciados y vida eucarística desde una
perspectiva sacramental para terminar diciendo que cuando se vive la vida misma
como un hecho sacramental, lo más lógico y seguro es que tal acontecimiento
sagrado puede ser celebrado comunitariamente en la eucaristía.
Terminaremos este capítulo haciendo algunas consideraciones a manera de
conclusiones.
65
1. EUCARISTÍA MISTERIO DE SALVACIÓN Y CONDICIONES PARA
PARTICIPAR EN ELLA
Hemos establecido en los capítulos I y II de esta investigación algunos
presupuestos y criterios teológicos que nos han permitido identificar la eucaristía
como un signo sacramental de Salvación para la humanidad. A fin de hacer una
breve síntesis, los vamos a retomar y de esta manera responderemos
concretamente a la pregunta de este apartado.
4.1 ¿Por qué la eucaristía es misterio de salvación? Presupuestos y
criterios teológicos
El primer presupuesto que nos permite afirmar que la eucaristía es misterio de
salvación para el creyente, parte de la tradición de la práctica eucarística de los
primeros cristianos en cuanto ésta es una asamblea que tiene su centro y su
fundamento en el espíritu del Señor Jesús que es quien invita a participar
activamente en ella, estableciéndose así una experiencia comunitaria de fe. Así, la
fracción del pan ó la comida del Señor no son simples reuniones sociales, sino
que su finalidad es encontrarse con aquel que es la razón de ser de la comunidad,
que la hace miembro de su cuerpo místico y que por tanto la impulsa a un
compromiso celebrativo y existencial, donde la fraternidad efectiva es el signo
visible de su presencia viva. La eucaristía, es pues, la comida del Señor y no
solamente la comida de un grupo de personas. Además por ser Él el que invita, la
mesa de la fraternidad y la comunión que vienen a ser la expresión de salvación,
está abierta y disponible para todo aquel que quiera participar en ella.
El segundo presupuesto viene dado en la relación que se establece entre el
alimento físico y el Señor Jesús, ya que uno y otro son la fuente de la vida y de la
unidad comunitaria al nivel material y espiritual. Quien participa de la mesa del
Señor no solo está haciendo parte de una comunidad que come en común, sino
66
que se está implicando en la vida misma del Salvador, dando carácter sacramental
a dicha comensalidad. Por tanto, quien come y bebe del pan material, come y
bebe del resucitado, que es presencia salvadora y vivificadora en la comunidad.
El alcance existencial que tiene la última cena, está dado en la conciencia de
celebrar el memorial de la vida y la muerte del Señor Jesús, como el
acontecimiento salvador por excelencia expresado en su entrega total hasta la
muerte. Es decir, el mandato de Jesús de haced esto en memoria mía, está dado
en el carácter existencial de la entrega y no solamente en el recuerdo racional de
una acción en el tiempo. Es presupuesto de la eucaristía como misterio salvador,
ya que lo que salva es el corazón abierto y disponible a Dios y a los demás en un
compromiso de vida comunitaria.
El cuarto presupuesto lo señala una lectura atenta a los relatos de la última cena y
1 Cor 11, 23-26, ya que allí se concentra el mensaje de la predicación de Jesús en
relación a la oferta universal que hace Dios al ser humano de participar de su
Reino simbolizado en una mesa llena de comensales.
Como quinto presupuesto hemos señalado que la eucaristía tiene su fundamento
en la última cena, la cual es comprendida e interpretada por los discípulos y la
primera comunidad creyente, como el signo profético por excelencia de la nueva
economía salvífica para la humanidad. Esto quiere decir que en el pan y el vino se
prefigura, se simboliza y se perpetúa la entrega salvífica del Señor Jesús a favor
de la humanidad, de manera que cada vez que se conmemora este
acontecimiento salvador, se revive la esperanza de participar plenamente en el
banquete del reino celestial, preparado y ofrecido en la obediencia de Jesús al
Padre para la salvación de la humanidad. Entonces cada vez que la comunidad
creyente celebra el misterio eucarístico, a la vez que participa anticipadamente del
gozo de la salvación, se compromete a ser ella misma la ofrenda agradable al
67
Padre en la solidaridad fraterna, con la esperanza de la vida plena en su misterio
de Amor. Es este el sexto presupuesto.
Si la eucaristía es celebración profética en la caridad y el servicio evangélicos que
une en torno la mesa a justos y pecadores, entonces al tiempo que el creyente
participa en este misterio, prefiguración del reino celestial, se vincula al proceso de
salvación humana y cristiana, que no es más que liberarse del egoísmo de vivir
para sí mismo y disponerse así a recibir el perdón sanador y liberador que viene
de Dios mismo por la reconciliación obrada en Jesucristo. Son estos los dos
últimos presupuestos que quisimos desarrollar.
El segundo capítulo del presente trabajo, se ha centrado por su parte en la
doctrina posconciliar, especialmente en las encíclicas Ecclesia de Eucharistia y
Deus Cáritas Est y en la Exhortación postólica postsinodal Sacramentum Caritatis,
de las cuales hemos inferido cuatro criterios teológicos orientados también a
establecer el carácter salvador de la eucaristía para la humanidad incluyendo en
esta categoría, a los divorciados unidos en otra relación quizá más sacramental
que la anterior.
El primer criterio es el cristológico, en cuanto el salvador por excelencia es Jesús,
cuya vida y muerte se celebra en la eucaristía; el otro criterio es el eclesial en
cuanto es en la comunidad y por la comunidad donde se vive y se celebra la fiesta
de la comunión; el criterio sacramental esta dado por el carácter simbólico y
profético que reviste la eucaristía, donde Jesús se hace comida y bebida para el
ser humano hambriento de verdad y libertad. Finalmente está el criterio
antropológico de la eucaristía, que se fundamenta en la novedad de Jesús que no
reduce la experiencia de Dios al templo, sino que lo lleva a todas partes y lo
muestra a todas las personas, de manera que si se comprende al ser humano
desde Jesús, tal comprensión no puede ser otra que desde el amor.
68
Vemos cómo desde estos criterios, la eucaristía es el sacramento que prefigura la
salvación dada en Jesús a la humanidad y vemos también cómo cada uno de ellos
puede ser comprendido y asumido existencialmente por cada creyente incluso los
divorciados vueltos a unir en una relación estable. Por eso desde estos
presupuestos y criterios teológicos podemos decir que la eucaristía es misterio de
salvación para todo creyente.
4.2 ¿Cuáles son las condiciones para participar de este banquete salvador?
El Código de Derecho Canónico75, establece que “todo bautizado a quien el
derecho no se lo prohíba puede y debe ser admitido a la sagrada comunión”. En el
caso de los niños “se requiere que tengan suficiente conocimiento y hayan
recibido una preparación cuidadosa, de manera que entiendan el misterio de
Cristo en la medida de su capacidad, y puedan recibir el Cuerpo del Señor con fe y
devoción”. En el caso de los adultos, de acuerdo a lo establecido en el canon,
basta con que la persona sea consiente del misterio que celebra y viva en
comunión de espíritu y acción con lo establecido por la sagrada Ley y la Sana
doctrina Eclesial.
Hasta este punto podemos decir que las condiciones de posibilidad para acceder a
la participación sacramental de la eucaristía están ordenadas a la vinculación y a
la aceptación de unas normas objetivas que ciertamente buscan por un lado la
unidad, la comunión y la conciencia en la vivencia de la fe y por otro la identidad
específica de un grupo humano en búsqueda del sentido de su vida. Pero creo
que también es justo dar cabida en estas condiciones de posibilidad al interés y al
sentido subjetivo del ser humano que, abierto a los grandes deseos de infinito y de
trascendencia, busca desde lo más profundo de su corazón acercarse a esa
experiencia divina, no como el cumplimiento de una ley sino como una necesidad
75
CIC, Cánones 912-915
69
humana de sentirse identificado y amado por un ser superior, realidad que se
celebra y se expresa comunitariamente, también en los sacramentos y en especial
en el de la eucaristía.
Por tanto, a la pregunta de este apartado, tendríamos que contestar que las
condiciones para participar del banquete eucarístico, están contenidas en primer
lugar en la observancia consiente y responsable de las normas eclesiásticas, y en
segundo lugar pero no menos importante, en la apertura sincera del corazón
humano, con sus límites y debilidades a la experiencia amorosa de Dios, que llena
de sentido y trascendencia su vida personal. Es aquí donde cobra sentido lo
existencial, las motivaciones profundas y las convicciones. Porque de nada
serviría tener en cuenta los presupuestos y los criterios teológicos que acabamos
de mencionar, si éstos no implican la vida y la situación real de los creyentes.
Las condiciones están dadas en este orden objetivo y subjetivo de la persona
creyente, donde unas no son más importantes que las otras. Por eso es tan
complejo que en la actualidad se continúe interpretando el cumplimiento de la ley
al interior de algunos movimientos religiosos de manera tan formal y legalista, sin
tener en cuenta el relato de vida personal ó las circunstancias particulares que
llevaron a la persona a estar en una situación específica, pues esto hace que el
creyente se vea señalado o apartado, muchas veces injustamente. A mi modo de
ver, y gracias a las nuevas perspectivas antropológicas y teológicas que hoy
permean el mundo y la sociedad contemporánea, los teólogos debemos apuntar a
hacer una rica síntesis entre el cumplimiento de lo normativo-objetivo de las
doctrinas eclesiales y las situaciones personales y muchas veces complejas de los
creyentes, que en ocasiones dejan en entredicho un cumplimiento normativo sin
más. Por eso, podríamos decir, que el ser humano que vive y celebra la fe es
quien puede participar sacramentalmente del misterio eucarístico
70
4.3 El ser humano que vive y celebra la fe es quien puede participar
sacramentalmente del misterio eucarístico
El matiz que va orientando esta reflexión es ciertamente el pensamiento crítico y
sanamente flexible de la realidad, que no desconoce el necesario cumplimiento de
la ley pero que también se abre a la posibilidad de humanizar desde las realidades
concretas, ese entramado legal. Por eso recogiendo lo que hasta aquí hemos
dicho, podemos afirmar que el ser humano que vive y celebra la fe, no solo desde
el cumplimiento legal sino desde la apertura de su corazón a Dios, es quien puede
participar sacramentalmente del misterio eucarístico.
Dicho en otras palabras, aquél que puede vivir la vida como una realidad
sacramental, está capacitado en todas sus dimensiones para celebrar comunitaria
y sacramentalmente la Gracia del Señor Jesús, el Amor del Padre y la comunión
del espíritu Santo en el misterio de la eucaristía. Y es que nadie celebra lo que
antes no ha sido llevado al corazón y de lo cual no siente necesidad interior y en
esto se fundamenta la insistencia en la apertura subjetiva del corazón humano.
¿quién es tan osado en afirmar que una persona que ha pasado por la dolorosa
situación de una separación y se encuentra en el momento presente en una nueva
unión, quizá más sacramental que la anterior, no vive y celebra su fe en Dios, de
la misma manera ó más intensamente que una persona que vive su vida
normalmente? Nos preguntábamos en el capítulo anterior ¿Será posible que un
fracaso en la vida sacramental específicamente en el matrimonio, anule
objetivamente la posibilidad de encontrar a Dios, su amor en otra persona, con la
cual puede retomar el sentido sacramental de la vida y de la existencia en
comunión de sentimientos y experiencias? Al respecto podemos decir que la vida
sacramental es mucho más que la celebración de un rito, es más, la vida
sacramental es tal, por la persona misma y no tanto por el objeto que se hace
sacramento, por eso es completamente aceptable que una persona que ha hecho
un proceso de acompañamiento en el cual descubre la vida como una realidad
71
sacramental, acceda a la mesa de la eucaristía así ésta realidad se le niegue
desde la doctrina eclesial.
5. COMPRENSIÓN DEL “PROBLEMA” Y CAMBIO DE PERSPECTIVA
Gracias a la teología inaugurada a partir del Concilio Vaticano II, se ha podido
realizar una comprensión llamativa de la situación de las personas católicas que
viven en convivencia conyugal después de un divorcio o de una separación de un
matrimonio canónicamente establecido. Tal comprensión, lejos de ser una
solución completa u oficial, ha permitido abrir caminos de esperanza por lo menos
en el campo de la reflexión crítica, con miras a una posible normalización de ésta
situación al interior de la Iglesia. Veamos algunas.
5.1 Situación actual según el magisterio de la Iglesia
En primer lugar, la comprensión sobre la separación o el divorcio no está
encasillada en términos de pecado. Hoy estas dos realidades son entendidas
“dentro de otras categorías de mayor sensibilidad antropológica y más alejadas de
prejuicios moralizantes: es una situación de inviabilidad, equivocación, de
fracaso”76. Luego, y quizá lo más interesante es que, el hecho de estar en otro
vínculo conyugal, no adopta por ningún motivo la excomunión o la separación de
la comunidad de creyentes.
En la carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la recepción de la eucaristía
por parte de los fieles divorciados que se han vuelto a casar, del prefecto para la
doctrina de la fe, el excelentísimo Joseph Car. Ratzinger propone como posibilidad
de vinculación de estas personas a la comunidad eclesial la responsabilidad de la
76
VIDAL, G. Marciano. Propuestas para una "normalización" eclesial de las parejas católicas
"recasadas". En: Moralia: Revista de Ciencias Morales ene.-mar, Vol. 19 no. 109, p. 86., 2006.
72
reflexión profunda del valor de la participación espiritual en el sacrificio de Cristo
en la Misa, la práctica de la oración, de la meditación de la palabra de Dios y de
las obras de caridad y de justicia. De manera que si estas personas quieren en
conciencia participar activamente de la vida eclesial, pueden hacerlo hasta donde
el derecho lo permite.
Al respecto dice el teólogo Marciano Vidal, que estas consideraciones no se han
integrado de manera efectiva en la sensibilidad común de los católicos y por eso,
es una de las tareas educativas para la pastoral matrimonial del presente.
A una nueva comprensión, corresponde también una variación en la actuación
pastoral con estas personas. Al respecto la Exhortación Apostólica Familiaris
Consortio de su santidad el Papa Juan Pablo II en el numeral 84, propone todo un
programa pastoral que, de aplicarse en todas las parroquias, esta situación sería
menos dolorosa para quien la sufre dentro de la comunidad eclesial: (los pastores
y la comunidad de creyentes) “les exhorten escuchar la Palabra de Dios, a
frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las
obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar
a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para
implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios”. Vemos pues, como en ningún
momento hay por parte de esta doctrina el ánimo de despreciar o menos valorar a
estos creyentes y por eso es deber del pastor-teólogo asumir con minucioso
discernimiento estos casos, en orden a procurar una adecuada orientación y un
adecuado acompañamiento que desemboque en una práctica sacramental
consiente y decidida no solamente en plano espiritual, sino existencial y
sacramentalmente.
Esta es precisamente la “piedra en el zapato” de esta nueva comprensión y es que
no siendo la totalidad del problema si es la grieta que, hoy por hoy, divide a un
grupo de personas pues siendo la comunión eucarística el Don por excelencia,
73
fuente y culmen de toda vida Cristiana, los divorciados vueltos unir en otro vínculo
quedan fuera de la participación plena de este sacramento ya que no se les
permite recibir sacramentalmente el cuerpo y la sangre de Cristo.
Sin embargo, desde estas nuevas perspectivas es lícito referir algunas reflexiones,
en orden a seguir abriendo la puerta a un futuro eclesial con identidad magisterial,
pero flexible y humano en las realidades concretas de los creyentes, como es el
caso que nos convoca en este trabajo. “El mismo Papa Benedicto XVI ha referido
en un discurso improvisado al obispo y a los sacerdotes de la diócesis de Aosta
que aunque no puedan recibir la comunión sacramental no están excluidos del
amor de Cristo y de la Iglesia así mismo, que una eucaristía sin la comunión
sacramental inmediata ciertamente no es completa, falta algo esencial…(frente a
esta realidad) nadie tiene una receta, porque las situaciones son siempre
diferentes ”77. Con esto el Sumo Pontífice ha señalado lo complejo del problema y
por eso es una exhortación para continuar reflexionando.
Otro tanto de estas reflexiones podemos encontrar en pastores religiosos
reconocidos que no se cierran a la posibilidad de una posible normalización, tal es
el caso de los los obispos del Alto Rhin Mons. Oskar Saier, Mons. Karl Lehmann y
Card. Walter Kasper que en una Carta Pastoral sobre los divorciados vueltos a
casar apelan por el respeto a la decisión tomada en conciencia de participar
activamente en toda la vida de la Iglesia católica y en la cual proponen como
mediación pastoral el análisis y la comprensión de cada caso partiendo desde el
relato de vida particular, de manera que las normas sean más humanizadas.
Ciertamente la reflexión no termina en estas consideraciones. A lo sumo sólo nos
motivan para continuar interrogando desde la vida misma y desde los casos
77
VIDAL, G. Marciano. Propuestas para una "normalización" eclesial…p. 90.
74
particulares las posibilidades existentes para lograr, abrigando cierta esperanza,
una normalización plena de estas parejas dentro de la comunidad cristiana.
5.2 Perspectivas teológicas para abordar esta cuestión
Resulta indispensable conocer la base bíblica y doctrinal que prohíbe la recepción
de la comunión a los creyentes divorciados y unidos en otro vínculo, así como el
enfoque que debe tener toda acción pastoral que desee promover un cambio de
mentalidad a la hora de abordar esta realidad, no solo para justificar sino para
iluminar desde una base evangélica tal renovación pastoral.
En primer lugar, tal negación está sustentada desde la Familiaris Consortio porque
el estado y la situación de vida de estas parejas “contradicen objetivamente la
unión de amor entre Cristo y la Iglesia significada y actualizada en la eucaristía,
además porque si se admitieran esas personas a la eucaristía, los fieles serían
inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la
indisolubilidad del matrimonio”78. Al respecto, diremos que siendo totalmente
válidos estos argumentos, pueden reducir la expresión sacramental del matrimonio
a un contrato o a una celebración ritual, desconociendo la sacramentalidad de la
vida misma que es la que da verdadero sentido sacramental a la unión entre dos
personas. Por otro lado, y atendiendo a algunos casos en donde la comunión de
estas personas es permitida bajo el compromiso de una heroica castidad,
podemos reflexionar que en el fondo el problema reside en el ejercicio de la
relación sexual, ya que si “viven en plena continencia”79, la prohibición
desaparece, dejando una sensación de normatividad esencialista y no
propiamente humanista.
78
Citas de la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio de Juan Pablo II, utilizadas a su vez en VIDAL, G. Marciano. Propuestas para una "normalización" eclesial…, p. 93 79
Congregación para la Doctrina de la fe. Carta a los obispos de la Iglesia Católica a cerca de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados que se han vuelto a casar. Documentos comentados y estudiados, edición Vaticana 1998, 4.
75
Por eso, para abordar esta situación hay que tener en cuenta un enfoque
eminentemente pastoral centrado en lo objetivo de las situaciones, pero teniendo
en cuenta la realidad particular y subjetiva en cada relato de vida. En primer
lugar80, hay que apostar a una perspectiva teológica y pastoral de corte
existencialista donde el carácter sacramental del vínculo matrimonial no está dado
exclusivamente en el rito presenciado del matrimonio y por consiguiente, se abra
la posibilidad de comprender también la vida misma como una posibilidad que
imprime carácter sagrado a un vínculo posterior. En la misma perspectiva habrá
que comprender el término de consumación del matrimonio, no tanto desde lo
biológico sino desde lo existencial.
En segundo lugar, bajo el marco de un efectivo acompañamiento pastoral, y
teniendo en cuenta un prudente tiempo transcurrido en la nueva unión, el clima de
vida cristiana, una justa razón de separación del vínculo anterior, la conciencia en
la imposibilidad de tener nuevamente un matrimonio legítimo y el compromiso de
no inducir a otros a error acerca de la indisolubilidad, se puede proponer la
posibilidad de que los divorciados unidos en un vínculo con estas características,
puedan participar de los sacramentos.
En este orden, comprender que un matrimonio válidamente celebrado, a causa de
la ruptura irremediable del vínculo, ya no puede ni debe considerarse sacramento
y mucho menos, sacramento del amor.
En cuarto momento, será preciso proclamar y defender siempre la indisolubilidad
teológica y moral de todo matrimonio y ser flexible con la indisolubilidad jurídica.
La primera está referida a comprender que todo matrimonio está llamado a ser
indisoluble. De modo que la Iglesia permanecerá fiel al mandamiento de la unidad 80
Este itinerario está basado en la propuesta de varios autores que al respecto del tema han aportado desde su reflexión. Tal es el caso del teólogo Marciano Vidal y del teólogo Moralista Silvio Botero en diversas obras de su autoría.
76
matrimonial. La segunda se refiere a la flexibilidad que el magisterio eclesial debe
asumir como medios formativos y evangélicos de solución.
Finalmente es necesaria una orientación salvífica en toda práctica pastoral, como
ley suprema de toda la Iglesia.
Justicia y misericordia parece ser el binomio desde los cuales se debe asumir esta
situación, de manera que el restablecimiento de éstas parejas unidas en otro
vínculo, puedan participar algún día activamente de la vida sacramental de Iglesia
católica.
5.3 Propuestas para una solución pastoral desde el acompañamiento
espiritual
Entendemos aquí por acompañamiento espiritual todo un proceso de
disponibilidad, autoconocimiento, responsabilidad, sinceridad y fe de la pareja y de
corresponsabilidad eclesial y pastoral por parte del acompañante – ministro de la
comunidad creyente. Ciertamente, en la línea que hemos venido reflexionando
sobre el tema en cuestión comprendemos también este proceso como una
realidad sacramental, en cuanto es la vida misma la que se pone en juego cuando
se ha decidido emprender un camino de auto-aceptación, de crecimiento y
responsabilidad en la vivencia de la fe comunitaria. Igualmente, este
acompañamiento es sacramental, porque es una mediación humana y divina de la
revelación salvífica de Dios, que asume la totalidad de la persona y la lleva a su
propia realización humana y cristiana. Así las cosas, se podrá emprender un
camino de crecimiento espiritual sostenido en una experiencia de fe. El ministro-
pastor que asume el acompañamiento pastoral y espiritual como una expresión
sacramental de éste crecimiento, debe tener en cuenta que dicho proceso se
inscribe esencialmente en dos fines formativos: el primero es ofrecer una ayuda
efectiva para que la persona ó la pareja se clarifique a sí misma, sus convicciones,
77
y sus opciones fundamentales y el segundo, está orientado en la línea del
discernimiento desde la conciencia y la fe, de dichas opciones vitales. Esto es
condición fundamental para el acompañamiento sea verdaderamente sacramental.
Acoger: el acompañante espiritual debe asumir su servicio en la comunidad
eclesial como un don para los demás. Para esto es necesario que quien se
disponga a acompañar a una pareja en dificultades debe en primer lugar acogerse
a sí mismo, re-conocerse y comprenderse desde la misericordia de Dios como ser
humano hecho a su semejanza y constituido su hijo, para que la acogida que
brinde a los demás sea una expresión sacramental, sensible y visible, del amor
acogedor de Dios. Por eso, la sacramentalidad de esta acción está sujeta a la
posibilidad de ser con el otro, de comprender su situación y de asumir su vida
desde la misericordia, para procurar su sanación espiritual y su integración a la
comunidad eclesial.
Escuchar: en la actualidad la acción de escuchar atentamente a otro es quizá lo
más sanador que ese otro pueda sentir y es que en medio de tantos ruidos, donde
sólo oímos quejas y reclamos y dónde sólo hablamos del día a día, pocas veces
personalmente porque es más fácil y moderno a través del chat, el hecho de
escuchar atentamente la vida ó la situación de otra persona es sencillamente darle
a ésta una identidad y eso hace de la escucha otra realidad sacramental en un
proceso de acompañamiento.
Orientar-guiar: Se inscribe en esta parte del proceso de acompañamiento, los
dos horizontes a los cuales apunta dicho proceso: mediante un diálogo clarificante,
procurar la auto-comprensión de las personas acompañadas, para que lleguen a
un discernimiento efectivo de sus opciones de vida. A esto debe llevar el
acompañante mediante una orientación de tipo espiritual y pastoral. En nuestro
caso particular, es necesario que el acompañante esté al tanto del desarrollo de la
doctrina eclesial referida al caso de los divorciados vinculados en otra relación,
78
para que su orientación sea objetiva y eficaz, pero de la misma manera, debe
asumir el caso desde el corazón pastoral y misericordioso de Cristo con el fin de
procurar la clarificación de las opciones y luego la vinculación a la vida eclesial
plena de acuerdo a la evolución y a la conciencia manifestada. De lo contrario,
solo va a manifestar confusión y poca efectividad en el acompañamiento. La
orientación efectiva también es una expresión sacramental del corazón del buen
pastor que sale en busca de la oveja perdida.
Celebrar: Todo buen proceso de acompañamiento debe desembocar en la
celebración activa y sacramental de fe. En nuestro caso, la apuesta está dada en
sostener que cuando una pareja se deja acompañar, abre su corazón a Dios y a la
comunidad eclesial en la persona del acompañante, y sigue el proceso ya descrito
puede y debe acercarse a celebrar sacramentalmente la reconciliación y la
sagrada comunión. Cuando una pareja en esta situación cree y acepta las
verdades de fe que hemos propuesto en los capítulos I y II, y luego se abre a la
acción sacramental de la vida desde la apertura de su corazón, en efecto podría
llegar a celebrar sacramentalmente el misterio de la mesa del Señor que es mesa
para todos. Esto es el comienzo no el final de una vida vivida en y para dar
testimonio del único mediador de la salvación Jesucristo, el Señor.
6. ¿PARTICIPACIÓN SACRAMENTAL DE LOS DIVORCIADOS EN LA
EUCARISTÍA?
Veamos porqué y bajo qué perspectivas, como fruto de este trabajo podemos
llegar a contemplar la posibilidad que los divorciados vueltos a unir en otra relación
puedan participar activa y sacramentalmente en la mesa eucarística.
79
6.1 Divorciados y vida eucarística. La gracia de vivir la vida como un hecho
sacramental
La dificultad en el acceso sacramental de los divorciados en la eucaristía está
mediada por la doctrina de la Iglesia, así como lo está la organización y la
administración de toda la vida sacramental de la comunidad creyente. Por eso
podríamos decir que es en el corazón de ella misma donde puede crecer y
prosperar abiertamente, desde una teología de la misericordia, la posibilidad de
una apertura pastoral desde la sacramentalidad de un acompañamiento serio, que
tenga como horizonte la participación sacramental de los divorciados en el
banquete eucarístico.
“Los sacramentos así como la Iglesia no son algo ya hecho, sino que están por
hacer”81, es decir, significan la gracia de Dios por el carácter existencial de que
vienen cargados más que por ser ritos instituidos en un momento determinado.
Éste carácter sacramental está dado en cuanto manifiestan la alianza de amor
ofrecida por Dios a la humanidad en la persona de Jesucristo y por tanto, es
necesario impregnar momentos específicos de la vida humana para significar en
ella la riqueza de dicha Alianza de la cual, el bautismo, la confirmación, la
eucaristía, son su expresión desde la totalidad sacramental, hasta la particularidad
de cada uno y por eso es tarea de la Iglesia promover constantemente la auto-
reflexión en materia de la teología sacramental, de modo que cada vez sea más
significativa en su realidad salvífica, de cara a las nuevas situaciones que se le
presentan.
En este sentido resulta apropiado preguntarnos ¿Porqué en el caso que nos
convoca este trabajo, no se puede celebrar sacramentalmente la eucaristía,
81
LEGRAIN, Michel. Divorciados y vueltos a casar reflexión bíblica, teológica y pastoral. Sal
Terrae, 1990. P. 164.
80
cuando se ha tenido cierta dificultad o fracaso en otro sacramento, como es el
matrimonio? Si es verdad que la eucaristía ocupa un lugar privilegiado en la vida
de la Iglesia, entonces todo creyente bautizado que sienta en su corazón y en su
conciencia la necesidad de Dios, y luego de una debida preparación, debería
acercarse a recibirle sacramentalmente en medio de la comunidad que se reúne
para celebrar el banquete del Amor.
Al respecto una cosa es clara: si bien la alianza conyugal es expresión de la
Alianza Divina, creo que el hecho que la primera se vea quebrantada por un sinfín
de situaciones, no rompe de ninguna manera la segunda, porque de ser así, la
entrega salvífica de Jesús en la cruz, de la cual la eucaristía es signo sacramental,
quedaría supeditada al cumplimiento de una norma y esto sería quedarnos con las
migajas del alimento salvador que se sirve siempre y para siempre desde la cruz
redentora de Jesús. A este punto creo que es válido pensar el entramado
sacramental desde una correspondencia lógica de unos con otros, pero no como
una realidad indivisible que invalide repentinamente la vida eucarística de una
persona, por el hecho de haber fracasado en su vida matrimonial.
Eucaristía y amor conyugal son realidades, que vistas desde Dios, superan la
concepción de los sacramentos en el septenario eclesial. Como decíamos al inicio
son realidades que <están por hacer> y quien emprende ese proceso de darles
vida es el creyente que asumiendo la vida misma como una realidad sacramental
lo hace no como un conjunto de deberes para cumplir, sino como una posibilidad
de encontrarse con lo Divino a través del encuentro con lo demás y los demás. La
eucaristía, es pues, una de estas realidades.
81
7. CONCLUSIÓN DEL TERCER CAPÍTULO
La eucaristía es misterio de salvación porque es encuentro vivo y comunitario con
el Señor Jesús en el cual se celebra la obra de la redención obrada en su vida y
su entrega a favor de la humanidad creyente. Tal celebración vincula culto y
existencia en cuanto es expresión sacramental y profética de la entrega de Jesús
y a la vez compromete existencialmente al creyente a vivir en una constante
entrega a favor de los demás. En la medida en que el creyente se entregue y
comparta a la manera del pan y el vino eucarísticos, este estará siendo fuente de
salvación para los demás y experimentará en sí mismo la salvación obrada en la
Cruz de Jesús, porque participa activamente de su cuerpo que es la Iglesia y en
ella se siente verdadero hijo de Dios. En esto se sintetizan los presupuestos y los
criterios teológicos que hemos expuesto, de manera que todo creyente que cree y
asume tales presupuestos desde la fe, está en condiciones para celebrar activa y
sacramentalmente el banquete eucarístico.
Incluimos en este grupo de creyentes a los divorciados vinculados en otra relación
diferente a la contraída en su primer matrimonio ya que asistimos a un cambio de
perspectiva en el modo como se está abordando, desde la teología humanista del
Concilio Vaticano II, esta problemática cada vez más frecuente y dolorosa al
interior de la Iglesia y que por lo mismo se está abriendo caminos de reflexión y de
acompañamiento efectivo en el ámbito pastoral.
Desde esta perspectiva, se ha querido proponer que cuando la vida se asume
como un hecho sacramental, donde el acompañamiento espiritual y pastoral que
deciden asumir estas parejas es un camino serio de reflexión y concientización de
la realidad de su situación dentro de la Iglesia, se puede y se debe participar
activa y sacramentalmente del banquete del amor.
82
CONCLUSIONES
Tres objetivos específicos nos hemos planteado al inicio de este trabajo y al llegar
a este punto podemos decir que su desarrollo sistemático nos ha permitido dar
respuesta efectiva al horizonte general que ha iluminado este camino de
investigación y reflexión teológica. Esto, gracias a que hemos recuperado desde
el Nuevo Testamento y la doctrina posconciliar el sentido fundamental de la
eucaristía como signo sacramental de salvación en orden a establecer las
condiciones de posibilidad para la participación no solo espiritual sino sacramental
de los divorciados en la mesa de la eucaristía.
Al final de cada capítulo hemos encontrado una serie de conclusiones que han
permitido recoger los elementos fundamentales de cada apartado, sin embargo,
vamos a reunir tales elementos con el fin de darles un orden lógico y sistemático,
de manera que el lector pueda realizar su propia síntesis:
La mesa del Señor, la eucaristía, es una mesa para todos. Es el Señor resucitado
el que invita y congrega desde la llamada a la fe a celebrar su presencia salvadora
que se manifiesta y se hace presente en medio de la comunidad creyente a través
de los dones eucarísticos del pan y el vino y especialmente en la mayor expresión
sacramental de su existencia, el ser humano. Por tanto, todo aquel que sienta en
su corazón la necesidad de celebrar esta presencia salvadora, podrá hacerlo
porque el comensal principal, el dueño del banquete, es quien invita a recibirle no
en las migajas que caen de la mesa, sino en la plenitud que da el saberse hijo
preferido de Dios. En este sentido, podemos comprender que el salvador por
excelencia es Jesús, que desde la cruz y desde su resurrección impregna el
tiempo de su propuesta salvadora. Éste es pues, el contenido de la nueva
economía de salvación dada a la humanidad: Jesús se entregó para dar la
salvación eterna a los hijos de Dios, salvación que es expresión de su Reino y que
ahora es invitación universal.
83
Ante este panorama, resulta preciso reflexionar ¿cómo hacer partícipes de éste
banquete salvador a los divorciados vinculados en una nueva relación, cuando
desde la doctrina de la Iglesia se presentan como en una situación irregular que
les impide acercarse a él sacramentalmente? Se podría responder ligeramente a
este caso desde la normatividad y el magisterio, pero es importante darnos cuenta
que detrás de una reflexión doctrinal, existe un ser humano con su historia de vida,
con sus relatos existenciales que le han llevado a determinada situación y que por
lo mismo requiere una atención particular. Y es que es en la vida misma donde la
doctrina se transforma en acción salvadora y por eso la respuesta a la inquietud
formulada debe estar impregnada de una profunda sensibilidad por lo humano de
manera que lo más importante sea la persona misma y su realización como
creyente, para restablecer no desde las leyes sino desde el corazón de Dios la
vida de quien por motivos especiales se ve y se siente señalado.
Una nueva comprensión de la vida como realidad sacramental es lo que nos
permitirá abrir la puerta desde nuevas opciones teológicas para procurar la
participación no solo espiritual sino sacramental de los divorciados en la comunión
eucarística. Desde este presupuesto, el entramado sacramental de la Iglesia deja
de ser una serie de celebraciones religiosas necesarias para ir creciendo
cristianamente, para ser comprendido como un proceso de compromiso humano
que al ser realizado por personas creyentes y vivido ante Dios tiende a asumir su
proyecto de salvación no como un cumplimiento de normas sino como una
respuesta existencial desde el amor a Dios y a los demás.
Desde este punto de vista, lo sacramental en una unión conyugal no lo da
solamente la bendición religiosa, impartida por quien presencia el matrimonio. La
sacramentalidad de éste viene dado sobretodo en la vida misma que vista y
asumida desde Dios, se vuelve sacramento de su amor. Con esto, estamos
afirmando la intención de la Iglesia a permanecer constante en la proclamación de
la fidelidad del matrimonio como expresión del amor de Jesucristo por la Iglesia,
pero también estamos abriendo caminos que desde un enfoque sapiencial permita
84
una teología que tenga en cuenta la posibilidad de la fragilidad y del fracaso en
una primera unión conyugal, de manera que el ideal cristiano se enmarque en la
realidad concreta del ser humano y se encuentren caminos de vinculación
sacramental menos traumáticos y más humanos.
Pero esta realidad sacramental sería vana existencialmente si no tuviera como
marco de referencia el acompañamiento espiritual y pastoral de un ministro, que al
estilo del Buen Pastor, acoja y rescate aquellas ovejas que estaban perdidas. Esto
implica también que el acompañamiento espiritual sea comprendido desde el
ámbito sacramental donde lo principal no es dar consejos sino, donde la referencia
está puesta en clarificar y discernir al lado del acompañado la situación concreta al
interior de su vida y de la Iglesia.
Podemos decir que a condición de una vida vivida sacramentalmente, hay parejas
que constituyendo una unión conyugal posterior al matrimonio, algún día podrán
acceder sacramentalmente a la mesa del salvador, porque quien vive desde Cristo
su existencia debe comer el cuerpo y beber la sangre del resucitado como
realización plena de una vida bautismal, una vida de entrega, una vida eucarística.
85
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