Evadiendo al escéptico una versión coherentista copia

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1 “EVADIENDO AL ESCÉPTICO: UNA VERSIÓN COHERENTIRSTA” Resumen: En el siguiente ensayo pretendemos sugerir una forma no tradicional de responder al argumento escéptico que nos induce a dudar de nuestro conocimiento del mundo externo. Así pues, intentaremos mostrar lo inadecuado de construir una respuesta en sentido tradicional, y planteamos que se hace necesario investigar nuestras prácticas comunicativas, y de forma específica la dialéctica entre duda y creencia. De este modo, intentaremos mostrar que el escéptico, al plantear una duda, debe mostrar cómo su duda es plausible y pertinente, es decir debe dar razones a favor de ella. Dado que no es posible que nos dé buenas razones a favor de tal duda concluimos que su duda no es un problema legítimo par nosotros. Por último concluiremos con unas breves consideraciones acerca de cómo esta postura debe ser incluida en una versión del coherentismo que pueda dar cuenta de los diferentes pesos que puede tener una creencia dentro del sistema por las mismas relaciones con las otras creencias. Palabras clave: coherentismo, fundacionalismo, reto escéptico, justificación, duda, creencia. Abstract: The following paper aims to suggest a nontraditional way to answer to the skeptical argument which leads us to doubt our knowledge of the external world. So, we try to show the inadequacy of build a traditional response, and we propose the necessity of investigate our communicative practices, and specifically the dialectic between doubt and belief. Thus, we try to show that the skeptic, when asks a question, must show how his question is plausible and relevant, ie, he must give reasons for it. Since it is not possible that he gives us good reasons for such a doubt, we conclude that his question its certainly not a legitimate problem for us. Finally, we conclude with some brief remarks about how this position should be included in a version of coherentism that can account for the different weights that can have a belief in the system by the same relations with other faiths. Keywords: coherentism, foundationalism, skeptical challenge, justification, doubt, belief.

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“EVADIENDO AL ESCÉPTICO: UNA VERSIÓN COHERENTIRSTA”

       Resumen:  

 En   el   siguiente   ensayo   pretendemos   sugerir   una   forma   no   tradicional   de  responder   al   argumento   escéptico   que   nos   induce   a   dudar   de   nuestro  conocimiento  del  mundo  externo.  Así  pues,  intentaremos  mostrar  lo  inadecuado  de   construir   una   respuesta   en   sentido   tradicional,   y   planteamos   que   se   hace  necesario   investigar   nuestras   prácticas   comunicativas,   y   de   forma   específica   la  dialéctica   entre   duda   y   creencia.   De   este   modo,   intentaremos   mostrar   que   el  escéptico,   al   plantear   una   duda,   debe   mostrar   cómo   su   duda   es   plausible   y  pertinente,  es  decir  debe  dar  razones  a  favor  de  ella.  Dado  que  no  es  posible  que  nos   dé   buenas   razones   a   favor   de   tal   duda   concluimos   que   su   duda   no   es   un  problema   legítimo   par   nosotros.   Por   último   concluiremos   con   unas   breves  consideraciones  acerca  de  cómo  esta  postura  debe  ser  incluida  en  una  versión  del  coherentismo  que  pueda  dar  cuenta  de  los  diferentes  pesos  que  puede  tener  una  creencia  dentro  del  sistema  por  las  mismas  relaciones  con  las  otras  creencias.  

 Palabras  clave:  coherentismo,  fundacionalismo,  reto  escéptico,    justificación,  duda,  creencia.    

Abstract:      

The   following   paper   aims   to   suggest   a   non-­‐traditional   way   to   answer   to   the  skeptical  argument  which  leads  us  to  doubt  our  knowledge  of  the  external  world.  So,   we   try   to   show   the   inadequacy   of   build   a   traditional   response,   and   we  propose   the   necessity     of   investigate   our   communicative   practices,   and  specifically  the  dialectic  between  doubt  and  belief.  Thus,  we  try  to  show  that  the  skeptic,   when   asks   a   question,   must   show   how   his   question   is   plausible   and  relevant,   ie,  he  must  give  reasons   for   it.  Since   it   is  not  possible   that  he  gives  us  good  reasons  for  such  a  doubt,  we  conclude  that  his  question  its  certainly  not  a  legitimate  problem   for   us.   Finally,  we   conclude  with   some  brief   remarks   about  how  this  position  should  be  included  in  a  version  of  coherentism  that  can  account  for   the   different   weights   that   can   have   a   belief   in   the   system   by   the   same  relations  with  other  faiths.  

 Keywords:   coherentism,   foundationalism,   skeptical   challenge,   justification,   doubt,  belief.  

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Esquema de trabajo:

1. Planteamiento del problema escéptico en la epistemología. 2. La solución empirista: una breve reconstrucción. 3. Los problemas del fundacionalismo. 4. Cambiando el enfoque: evasión sin respuesta. 5. Indagando la lógica de la duda 6. El paso a una teoría coehrentista a partir de la dialéctica duda – creencia.

1. Planteamiento del problema escéptico en la epistemología

“ (…) it always remains a scandal of philosophy and universal human reason that the existence of things outside us (…) should have to be assumed merely on faith, and that if it occurs to anyone to doubt it, we should be unable to answer him with a satisfactory proof.(Kant, 1998, p. B XXXIX)1

La anterior cita la encontramos en el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la Razón pura, y con ella pretendemos dibujar uno de los problemas más antiguos en filosofía, y sobre los que más tinta se ha dejado correr, hacemos referencia al problema de la fundamentación de nuestro conocimiento, y en particular, la fundamentación inequívoca de que existe el mundo externo, de la existencia de cosas diferentes de nuestra propia conciencia y existencia. En este sentido, lo que parece acusar Kant como un desatino de la filosofía es el no haber podido construir hasta ese momento una respuesta definitiva y concluyente al problema2, en últimas, que no se haya construido una respuesta al escéptico epistemológico, según el cual no podemos estar seguros de ningún enunciado, todos son susceptibles de ser puestos en duda. Resulta paradójico que los dos argumentos escépticos más poderosos hayan sido resultado de dos intentos por contestarle al escéptico mismo, estos son los construidos por R. Descartes y H. Putnam; a continuación, haremos una pequeña descripción para poder observar cuál es la posición del escéptico y posteriormente para justificar el problema que este supone para la epistemología. Descartes en sus meditaciones realiza una revisión exhaustiva de todas sus creencias en la búsqueda del fundamento seguro para establecer el inicio de la justificación de nuestras creencias, tomando como principio metodológico que cualquier creencia sobre la cual pueda plantarse duda alguna será rechazado y visto como falso, o mejor, como inadecuado para fundamentar el edificio del conocimiento. Siguiendo este proceso Descartes se ve impelido a descartar el conocimiento que obtenemos por testimonio, el conocimiento empírico, e incluso el conocimiento de las matemáticas y la geometría. En este proceso Descartes, para poder poner en duda el conocimiento analítico inventa el arma más poderosa de la que podría valerse el escéptico, a saber, el Genio Maligno, figura que se postula como un dios malvado que puede hacerme equivocar en todos mis enunciados, incluso en analíticos3. En una versión más contemporánea, aunque siguiendo en gran medida la figura del Genio Maligno de Descartes, Putnam nos propone pensar la posibilidad de que en realidad                                                                                                                1 “ (…) aún perdura el escándalo filosófico y de la razón humana universal de que la existencia de cosas exteriores a nosotros (...) ha de aceptarse simplemente como cuestión de fe, y si alguien tiene a bien dudar de su existencia, somos incapaces de atacar sus dudas con una prueba satisfactoria.” 2 Decimos hasta ese momento porque según Kant, él podrá aportar la única y definitiva prueba en contra de los argumentos escépticos. 3 Ahora bien, en nuestro caso el Genio Maligno es una amenaza para la fundamentación del conocimiento empírico ordinario.

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seamos cerebros en una cubeta, cuyos estados mentales sean inducidos por un científico algo perverso, que se vale de la estimulación de nuestro sistema nervioso por medio de impulsos eléctricos creados por una especie de computadora. De esta forma lo que se plantea es la posibilidad de que tengamos todo un sistema de creencias y percepciones, pero que estas no tengan ninguna correspondencia con el mundo; es decir, podemos estar equivocados en todos ellos. Hasta ahora hemos planteado los argumentos escépticos y se ha propuesto cómo potencialmente podemos infundar una duda sobre todas nuestras creencias, pero aún no es claro cuál es el problema que supone esto para cualquier teoría epistemológica, por esto a continuación presentaremos el argumento formalizado que sigue el argumento escéptico. Consideremos el siguiente argumento:

p: estoy escribiendo un ensayo en este momento q: no soy un cerebro en una cubeta.

K: X se que Y

( K ( a, p ) ∧ K ( a, p ⇒ q) ⇒ K (a, q) ⇒ ¬ (K (a, p) ∧ K ( a, p ⇒ q)

⇒ ¬ (¬ K ( a, p ⇒ q)) __________________________________________________

¬ K (a, p)

Siguiendo el anterior proceso deductivo tenemos por tanto que, sin no podemos probar que no somos cerebros en una cubeta, que no estamos siendo engañados por un científico despiadado, o por un Genio Maligno, debemos concluir que no sabemos, en sentido estricto, que estamos escribiendo en una ponencia en este preciso instante. De esta forma, el argumento escéptico es central en el desarrollo en el campo epistemológico en la medida en que, según sus postulados, no podemos decir que conocemos nada a parte de que existimos4, si es que aceptamos la deducción que hace Descartes de su propia existencia, a partir de la indubitabilidad de dicha proposición, es correcta. Este es el panorama que se le propone a Kant como preocupante y escandaloso, que una cuestión tan básica, y que nos pone en una posición tan débil frente al conocimiento, no haya sido solucionada debidamente. Ahora, ante tal situación la dirección de acción que se ha tomado, al menos en la mayoría de ocasiones, es la de construir una respuesta al escéptico, en este sentido proceden Descartes, Kant y particularmente los fundacionalistas empiristas (F.E), los cuales serán centro de nuestro análisis por la relevancia que han cobrados sus postulados en la epistemología contemporánea, y por que esta postura se ha planteado como el enemigo más directo de la propuesta a la que intentaremos suscribirnos en el presente ensayo, a saber, una forma de coherentismo. 2. La solución empirista y sus problemas

                                                                                                               4 Debemos aclarar que en este ensayo concentraremos nuestros esfuerzos en el problema del conocimiento sensorial, y de forma más general, del conocimiento del mundo externo.

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Lo que está en juego en la batalla contra el escéptico, y que es preocupación central en la epistemología5, es cómo podemos justificar nuestras creencias. Una de las soluciones más relevantes en el debate es la que hemos denominada como fundacionalismo empírico, posición que será de especial interés en nuestro ensayo en la medida en que es la postura que más peso parece6 tener en nuestras discusiones y prácticas en las que se introduce la necesidad de justificar nuestro conocimiento. En el juego de la justificación se plantea el problema de evitar el regreso al infinito, el cual plantea la posibilidad de que, al intentar dar razones a favor de nuestra creencia en “P”, la justificación siga una cadena de razones que no puede parar en ningún momento, en la medida en que “P” se justifica en “Q” y esta en “R” y así hasta el infinito. Ante tal problema el fundacionalismo plantea la existencia de una creencias, las creencias básicas, que no están justificadas en otras razones, sino que se justifican en cuestiones diferentes, cómo se justifican las creencias depende del tipo de fundacionalismo que se esté desarrollando. En este sentido se propone la existencia de dos tipos de creencias que se encuentran estratificadas, en primer lugar las creencias básicas, que son creencias no–inferenciales en la medida en que no se justifican en otras creencias; y las creencias derivadas, cuya justificación se realiza a partir de otras creencias (se infieren de otras), y si seguimos la cadena de justificaciones llegaremos en última instancia a las creencias básicas, donde el proceso queda detenido. No obstante, como ya hemos adelantado, nuestra atención se centrará en el fundacionalismo de tipo empirista7, por lo que se hace necesario realizar una breve exposición de su elemento diferencial. La diferencia específica de este tipo de empirismo es su concepción de cuáles son las creencias básicas, a saber, las creencias que se justifican a partir de las propias experiencias; de la siguiente forma nos lo propone J. Dancy “ (…) la verificación y la justificación, que discriminan si algo es o no verdadero y respaldan las declaraciones propias sobre lo que es verdadero, deben descansar, en último término, en la evidencia de los propios sentidos; puede que no en primera instancia, pero sí al final del trayecto.”(Dancy, 1993, p. 106) Esta descripción del fundacionalismo de corte empirista realizado por Dancy nos revela otra característica que aún no hemos hecho explícita, pero que es importante recordar, en la medida en que será de utilidad a la hora de exponer nuestra propia posición, esto es, la unidireccionalidad de la justificación. Esta idea propone que la justificación entre creencias básicas y derivadas solo puede realizarse en una dirección, solo las creencias básicas pueden justificar a las derivadas, y no en el sentido contrario. La anterior descripción del fundacionalismo que nos ataña propone por tanto que la justificación de nuestras creencias en última instancia es extralingüística, en la medida en que las creencias básicas se fundamentan en cuestiones que desbordan nuestras creencias, en aquello que nos es dado, las experiencias sensoriales. 3. Los problemas del fundacionalismo empirista (F.E)

                                                                                                               5 El problema de la fundamentación del lenguaje es un preocupación transversal en la filosofía, aunque no se esté considerando al escéptico como alguien relevante en el debate. Aunque el problema sea uno diferente, como por ejemplo el del regreso epistémico. 6 Resaltamos la expresión “parece” en la medida en que al final de nuestro ensayo pretendemos dar argumentos en favor de una forma en que efectivamente llevamos a cabo una justificación de nuestras creencias y enunciados. 7 No obstante, nuestra postura se configura como un rechazo a cualquier tipo de fundacionalismo.

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Como dijimos anteriormente, elegimos exponer las características del fundacionalismo empirista debido a la pertinencia que tiene para nuestra exposición y por su pertinencia en la discusión, no obstante, como casi todo debate filosófico, las diferentes posiciones se han configurado de tal forma que abarcan multiplicidad de lugares en el espectro de posibles respuestas al problema, debido a sus mismos matices. Es decir, la variedad de posturas toman elementos diferentes en su intento por superar los problemas que aparecen en el camino, razón por la cual cualquier intento de hacer una crítica a la postura en general supone hacer una generalización algo descarada de sus postulados, borrando en cada caso sus particularidades; incluso puede suceder que los autores difícilmente puedan ser encasillados en determinada postura. Por estas razones proponemos la necesidad de aclarar cuál es nuestro contrincante para poder continuar nuestra discusión, en este sentido proponemos que la postura que será centro de nuestras críticas es el fundacionalismo puro y fuerte, distinciones ambas extraídas de las consideraciones realizadas por Sussan Hack. En este sentido, cuando nos referimos al (F.E) estamos poniendo en consideración una postura que alberga las siguientes dos ideas; a) las creencias básicas los son de manera definitiva, es decir, son inatacables (fundacionalismo fuerte), y b) las creencias básicas justifican de manera inobjetable las creencias derivadas (fundacionalismo puro). Ahora bien, mantenemos que, a pesar de que este sea la posición frente a la que construimos nuestra propia versión epistemológica, nuestros argumentos pretenden configurarse como una crítica las diferentes versiones del fundacionalismo. El fundacionalismo que hemos presentado hasta el momento parece sustentarse sobre la idea de que en la justificación de las creencias se lleva a cabo, de forma directa o indirecta, un ejercicio de verificación experimental a partir de nuestros sentidos, pues ellos son los que aportan evidencia concluyente sobre nuestras creencias. Esta suposición, al menos en un primer momento parece sustentarse en la posibilidad de llevar a cabo la confrontación entre nuestros sentidos y el estado de cosas del mundo, es decir, la justificación es eminentemente extralingüística. No obstante, esta idea se nos hace ininteligible, pues ¿cómo puede ser posible que nos salgamos de nuestro marco de creencias y de nuestro propio lenguaje para someter a prueba nuestras creencias? Es decir, los criterios extralingüísticos de justificación parecen sugerir la necesidad de transgredir los límites de nuestra humanidad. Hasta este punto parece que no hemos sido demasiado justos con el fundacionalista, estos no se basan en postulados contraintuitivos, sino que parten de una idea muy arraigada en nuestra actitud natural frente al mundo, que las sensaciones son el punto de conexión entre el mundo y nuestras creencias; y dado que las sensaciones son “lo dado”, la justificación de creencias se puede realizar a través de la revisión de estas. No obstante, estas consideraciones no libran al fundacionalista de la crítica, en la medida en que, cuando nos centramos en la relación mundo-sensación-creencia, esta aún no es clara, ni es claro cómo sustentarse la justificación, pero veamos esto con algo de cuidado. En primer lugar sostenemos, siguiendo a Davidson, que la relación entre creencias y sensaciones no es una relación de tipo lógico sobre la cual podamos sustentar la justificación. Las sensaciones, entendidas en su sentido más básico, no son actitudes proposicionales, como sí los son las creencias. Esto nos lleva a concluir por tanto que la relación que puede darse entre ellas no es de justificación, sino que la relación es simplemente causal(Davidson, 1983, p. 201). Por otro lado, vemos que la postura fundacionalista que estamos tratando lo que hace es abrir la puerta al escéptico más que cerrarla definitivamente. Esto lo decimos en la medida en que, aún cuando podamos justificar la creencia en la sensación, no parece haber posibilidad de justificar la creencia en la existencia de cosas externas, el paso entre uno y otro parece que no puede superar el reto

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escéptico, aún puede suceder que tenga todas mis creencias y sensaciones, pero ellas desligadas de la realidad, en la medida en que, siguiendo el experimento mental de Descartes y Putnam, puede suceder que todos mis estados internos sean causados por algo totalmente distinto a lo que yo creo, puede suceder (es lógicamente posible) que la causa de mi creencia “hay un computador delante de mí” no se corresponda con la existencia efectiva de tal objeto, sino que es producto de la estimulación de tales y tales fibras nerviosas que está haciendo un científico algo perverso. En este sentido, lo que queremos mostrar es que las sensaciones son estados mentales, no proposicionales, de los cuales no parece que podamos derivar la existencia del objeto que parece ser su causa. Por último, en nuestra crítica deseamos postular cómo el (F.E), al menos en algunas de sus versiones, parte de una mala conceptualización de nuestras percepciones y la posibilidad de poder acceder a nuestras sensaciones8. Algunas versiones del (F.E) parten de la necesidad de revisar nuestras sensaciones en su estado más básico, para así dar cuenta de nuestros sense data en un estadio que aún no se constituye como creencia, sino como lo simplemente dado. No obstante, proponemos que este intento es un esfuerzo que parte de una mala conceptualización de nuestras propias creencias y percepciones, en la medida en que parece que podemos llevar una reducción de las mismas hasta llegar a la suspensión de todos nuestros juicios sobre el objeto. Desde nuestra perspectiva, y haciendo acopio de los avances realizados por la escuela de la Gestalt en materia de percepción, la percepción no se hace de elementos que no tienen significado para posteriormente ser organizados a nuestra conveniencia, sino que captamos ya desde estructuras significativas.

“La percepción, pues, no es un registro de elementos sino una captación de estructuras significativas. No percibimos para una ulterior utilización adecuada a las necesidades de nuestro yo, sino que cuando percibimos lo hacemos ya desde y en un contexto; percibimos significados, no datos insignificantes, dispuestos para una utilización cualquiera. Las condiciones desde as que percibimos nos imponen el sentido de la percepción”(Puig, 1979, p. 46).

De esta forma, lo que queremos es mostrar que, cuando realizamos una percepción no lo hacemos como la conjunción de elementos que no poseen significado y pueden ser reunidos en una unidad con sentido, más bien lo que pasa es que toda percepción se configura como un juicio. De esta forma, el proyecto de realizar una división de la percepción para llegar a estas unidades de percepción parece ser una empresa que desde su mismo inicio parece fallida, en la medida en que nuestra percepción es global y no local. A continuación presentaremos un caso extravagante de percepción, extraído de un caso clínico documentado por el psicólogo Oliver Sacks, con el que pretendemos dar plausibilidad a nuestras consideraciones sobre la idea de que toda percepción es un juicio percepción global; y en el que al mismo tiempo podemos dar plausibilidad a la crítica en contra de la posibilidad de poder llegar a realizar una evaluación de los elementos atómicos de la percepción anterior a la creencia misma.

“Le enseñé la portada de la revista, una extensión ininterrumpida de dunas del Sahara.

                                                                                                               8 A pesar que las siguientes consideraciones no se puedan realizar sobre todas las formas de fundacionalismo, y muchas de ellas hayan solucionado este problema, al menos según su creencia, nos remitimos a esta construcción en la medida en que es de ayuda para sustentar nuestra propia posición, la cual finalmente adoptará una versión del coherentismo.

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—¿Qué ve usted aquí? —le pregunté —Veo un río —dijo—. Y un parador pequeño con la terraza que da al río. Hay gente cenando en la terraza. Veo unas cuantas sombrillas de colores. No miraba, si aquello era «mirar», la portada sino el vacío, y confabulaba rasgos inexistentes, como si la ausencia de rasgos diferenciados en la fotografía real le hubiese empujado a imaginar el río y la terraza y las sombrillas de colores. Aunque yo debí poner mucha cara de horror, él parecía convencido de que lo había hecho muy aceptablemente. Hasta esbozó una sombra de sonrisa. Pareció también decidir que la visita había terminado y empezó a mirar en torno buscando el sombrero. Extendió la mano y cogió a su esposa por la cabeza intentando ponérsela. ¡Parecía haber confundido a su mujer con un sombrero! (…)Yo había parado en una floristería de camino hacia su apartamento y me había comprado una rosa roja un poco extravagante para el ojal de la solapa. Me la quité y se la di. La cogió como un botánico o un morfólogo al que le dan un espécimen, no como una persona a la que le dan una flor. —Unos quince centímetros de longitud —comentó—. Una forma roja enrollada con un añadido lineal verde. —Sí —dije animándole— ¿Y qué cree usted que es, doctor P.? —No es fácil de decir —parecía desconcertado—. Carece de la simetría simple de los sólidos platónicos, aunque quizás tenga una simetría superior propia... creo que podría ser una inflorescencia o una flor. — ¿Podría ser? —inquirí. — Podría ser —confirmó. — Huélala —propuse, y de nuevo pareció sorprenderse un poco, como si le hubiese pedido que oliese una simetría superior. Pero accedió cortés y se la acercó a la nariz. Entonces, bruscamente, revivió. —¡Qué maravilla! —exclamó—. Una rosa temprana. ¡Qué aroma celestial!” (Sacks 1970)

En el ejemplo anterior vemos cómo el doctor P. no puede percibir de la forma en que otras personas percibirían en condiciones iguales, lo cual es en última debido a una lesión. Ahora, aunque el doctor P. tenga percepciones muy diferentes a las nuestras, no puede decirse que no tenga en absoluto percepciones, simplemente su forma de organizar la información que se le presenta es muy diferente. Dado el caso, podemos preguntarnos cómo podría el Señor P. dar cuenta de cómo es realmente la imagen que se le ha presentado ¿cómo podría llevar a cabo una división de los elementos que componen su percepción?¿acaso podría llegar a algo diferente si revisa los sense data que se le presentan? Parece que la respuesta a estas preguntas no parece tener una respuesta positiva, su percepción en realidad es aquella que a él se le presenta y de la cual da cuenta. Ahora bien, aclaramos que en casos “normales” la percepción, configurada como juicio, también supone delinearla (no como ejercicio intencional, sino como algo que sucede en el proceso) frente al contexto y el conjunto de creencias que poseemos de forma anterior a aquella percepción determinada. De forma sumaria podemos concluir la presente sección con las siguientes tres ideas: a) el fundacionalismo no logra responder el reto escéptico, aún puede suceder que tengamos unas creencias cuya causa es diferente al influjo del mundo externo (tal y como lo concebimos en nuestras actitudes naturales), b) la confrontación entre creencias y estado de cosas es imposible, nosotros no podemos salirnos de nuestro lenguaje y nuestras creencias para realizar tal confrontación, c) toda percepción es un juicio que se realiza globalmente frente a un conjunto de creencias, d) dado la imposibilidad del fundacionalismo, y más específicamente, de fundamentar nuestras creencias a partir de criterios extralingüísticos, proponemos que la única forma en que podemos justificar nuestras creencias es a partir de otras creencias.

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4. Cambiando el enfoque La dinámica tradicional del juego que se ha establecido entre el escéptico, o mejor, el argumento escéptico y los filósofos ha sido el siguiente: ya que podemos sembrar una semilla de duda sobre nuestro conocimiento empírico, es deber del filósofo proponernos una respuesta que permita justificar sus creencias de forma definitiva para que así pueda afirmar con pleno derecho que sabe, por ejemplo, que “hay un computador en frente de mí”. No obstante, tal como exploramos en las consideraciones anteriores, parece que cualquier intento por desarrollar unos criterios de justificación extralingüísticos fallan, por lo que parece que el escéptico ha ganado la batalla. Sin embargo, tal vez la forma en que debemos lidiar con la postura escéptica no ha sido la correcta, no porque aún no se descubran los fundamentos irrefutables de nuestras creencias, sino porque es un error siquiera emprender un intento semejante. Más bien, lo que debemos hacer es invertir el juego, quitarnos la carga de la prueba que el escéptico ha puesto sobre nosotros al preguntarnos por el fundamento definitivo de nuestras creencias, y hacerla recaer sobre sus hombros. Es decir, cuando el escéptico afirma “todo conocimiento no es seguro de forma definitiva, podemos crear una duda” lo que debemos hacer no es responder de manera inmediata, sino que debemos evaluar la pertinencia de esta exigencia, en la medida en que tal vez la duda escéptica no sea una duda razonable. En este sentido, si nuestro enfoque resulta fructuoso, lo que habremos conseguido es librarnos de la duda del escéptico hasta que este nos haya dado argumentos que sean convincentes a favor de la duda que este plantea, que su duda es una duda “pertinente”. De esta forma nuestras próximas consideraciones no tienen como objetivo encontrar una respuesta al argumento escéptico, sino que al investigar qué supone una duda y su relación con la creencia, tendremos que la duda escéptica no es un problema que nos ha de preocupar, en la medida en que ella no puede constituirse siquiera como una duda verdadera. Antes de continuar con nuestra exposición se hace necesario hacer explícitos nuestros compromisos conceptuales, de modo que sea clara cuál es nuestra postura frente al tema que nos compete. a) El centro de atención en la investigación es la práctica lingüística: este postulado sigue, al menos en primera medida, las consideraciones realizadas por Wittgenstein con respecto a un error de principio que, hasta su momento, seguía la filosofía tradicional. Estamos hablando del principio metafísico de que los conceptos parecían tener una independencia relativa de nuestras prácticas, en la medida en que tenían un estatus ontológico que les permitían tener unas condiciones suficientes y necesarias que los delimitaban. Dada esta creencia el filósofo se daba la tarea de desentrañar en el concepto su esencia y así ver cuáles eran precisamente las condiciones suficientes y necesarias que lo definían. En contravía de esta idea, Wittgenstein parece proponernos que el significado de un concepto no tiene por qué tener unas condiciones suficientes y necesarias, los objetos que son abarcados por un concepto no tienen la necesidad de tener necesariamente unas características esenciales que podemos determinar. Lo que único que tenemos son juegos del lenguaje en el que son usados dichos conceptos y cuando nos preguntamos por ¿qué es X? No debemos indagar lo que es X en el vacío, sino que habremos de remitirnos a nuestras propias prácticas lingüísticas y ver cómo son usados estos términos. En este sentido diremos que el significado de un concepto está dado en el mismo uso del lenguaje.

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La adopción de estas consideraciones se hacen en la medida en que nuestro rechazo al enfoque tradicional se basa en estas ideas. Si nos ceñimos al enfoque tradicional, y se nos pregunta ¿qué es conocer? Y como complemento de esta pregunta ¿cómo se justifican las creencias de modo inequívoco? Parece que se nos impele a elaborar una respuesta en sentido tradicional, por lo que habremos de decir algo como lo siguiente “Ya que el conocimiento tiene las características X y Y, la justificación se entiende del modo Z, cuestión por lo cual respondemos el reto que se nos ha impuesto”. Desde nuestra perceptiva, siguiendo el giro que ya nos señala Wittgenstein, lo que habremos de hacer es remitirnos a lo que significan la duda y la creencia en nuestras prácticas, y averiguar qué papel juega la creencia y la duda en nuestra vida, para de esta forma elaborar una “respuesta” al escéptico. b) La creencia es una guía para la acción: este principio de procedimiento ya anuncia una forma de afiliación al pragmatismo norteamericano delineado por W. James y C. S. Pierce, aunque se ha de aclarar que en el presente ensayo no pretendemos suscribir sus conocidas ideas sobre la verdad concebida como un simple ideal regulativo. De esta forma, con este principio queremos sostener la idea de que existe una relación estrecha entre creencia y acción, de modo que una creencia no se concibe simplemente como un estado mental, sino que en la acción de los sujetos se exhiben sus distintas creencias. En este sentido, mantendremos que, incluso cuando un individuo afirma tener una creencia X, pero todas sus conductas van en contravía de esta creencia, diremos más bien que él en realidad no cree aquello que está afirmando. Imaginemos la siguiente situación, supongamos que el predicador de nuestra iglesia, el cual está muy enterado de la teoría apocalíptica y de los cálculos al respecto, en el sermón dominical anuncia que en el transcurso de ese mes acaecería el fin del mundo. No obstante, a la mañana siguiente me doy cuenta de que el predicador se encuentra trabajando en su jardín, plantando unas plantas de tomates que solo darán frutos hasta el siguiente año. De igual modo me encuentro con que ha hecho un préstamo unos vecinos de la comunidad a un plazo de 2 años, para lo cual ha debido hacer numerosos papeles y diligencias. Dada la nueva información acerca de la conducta del predicador, a nosotros como feligreses tal vez nos surja una duda totalmente legítima ¿realmente este hombre cree que el mundo acabará antes de terminar el mundo antes de finalizar el mes? Esta duda se debe a que la conducta del predicador no concuerda con la creencia que dice tener, en caso de que realmente creyese lo que nos dice, esperaríamos que no se esmerase en su jardín, más bien esperaríamos que se encontrase disfrutando de los últimos días de existencia 4. Indagando la lógica de la duda. “Para mí, como hombre razonable, no puede existir duda alguna al respecto” (Wittgenstein, 1988, §219) “Lo que he de mostrar es que una duda no es necesaria ni siquiera cuando es posible” (Wittgenstein, 1988, §392) Los estractos que trajimos en este punto apuntan a una de las ideas centrales sobre la que hemos construido nuesto presente ensayo, a saber, que la duda, como elemtno central en nuestras prácticas de conocimieno, posee una lógica interna que impide que cualquier enunciado que parazca entre entre signos de interrogación sea una duda legítima. No obstante, se ha de aclarar que, a pesar de que seguimos en muchos aspectos a Wittgenstein, nuestro

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ensayo no rpetende ser un comentario al mismo, por lo que mi proceder tambiñen alberga cierto recelo con la solución que nos presenta el filósof alemán en Sobre la certeza al problema escéptico. Volviendo sobre el tema que nos compete, tenemos por tanto que la creencia es una guía para la acción, de forma tal que nuestro proceder en el mundo se realiza a partir de un conjunto de creencias que son exhibidas en esta. Bajo este modelo debemos por tanto preguntarnos ¿cómo entra la duda ene el juego de la creencia? Para poder responder esta pregunta lo más correcto parece pertinente hacer una somera reconstrucción del proceso que nos lleva desde la certeza hasta la duda. Cuando nos movemos por el mundo lo hacemos bajo un conjunto de creencias que tienen una pretensión de validez determinada, a saber, se creen verdaderas9. En este sentido, en la actitud natural, aquella bajo la cual desarrollamos nuestra cotidianidad lo hacemos sin dudar. Así pues, cuando me levanto en la mañana no dudo que el mundo tenga miles de años, no dudo que mañana saldrá el Sol por la mañana, no dudo de que yo estaré ahí para presenciarlos ni tampoco dudo de que servicio público de transporte cumplirá su horario tal y como lo ha hecho desde varios meses atrás. De esta forma , me levanto, tomo mi desayuno, le digo a mi familia que mañana habrá una cena importante, miro mi reloj y salgo rápidamente para tomar el bus que me llevará a tiempo a clase de 7 de la mañana. Este proceder en mi acción supone que mis creencias no han sido cuestionadas, sino que tengo una certeza subjetiva que tiene el efecto en mí de proceder sin vacilación y de forma “natural”. Ahora, existen situaciones en las que este proceder natural parece verse interrumpido por dos razones diferentes, en primer lugar por que la acción no produce los frutos que esperábamos, el curso de los hechos ha sido inesperado, o por que alguien cuestiona las pretensiones de validez que hemos asumido con nuestras creencias. Así pues, puede suceder por ejemplo que yo haya adquirido un computador de X marca, que para mí es la mejor marca de dichos productos. Ante tal compra pueden presentarse innumerables escenarios, entre los cuales contamos los siguientes dos, que en realidad el computador haya resultado sumamente insatisfactorio; o que alguien me cuestione sobre las virtudes que en realidad tienen los productos de dicha marca. Ante tales situaciones lo que sucede es que mi creencia ha sido puesta a prueba, su pretensión de validez ha sido objetada, cuestión que tal vez me podría llevar a que mi creencia pueda ser puesta en duda e incluso falsada. No obstante, en este punto solo nos concentraremos en la primera situación, en la medida en que pretendemos hacer frente al problema escéptico, y este parece asumir la estructura del segundo ejemplo, cuando tenemos una creencia10, o un conjunto de creencias, que son puestos a prueba.

                                                                                                               9 El modelo que traemos en este punto sobre el paso desde la certeza a la duda lo traemos desde la propuesta de J. Habermas. No obstante, las pretensiones del filósofo alemán desbordan el problema epistemológico y el conocimiento empírico ordinario. Dado lo anterior aclaramos que nuestros apuntes sobre el tema se circunscriben a las consideraciones que este realiza sobre los enunciados constatativos, es decir, aquellos que pretenden ser verdaderos o falsos y no otro tipo de enunciados como los directivos o los expresivos. 10 En este ensayo suponemos el principio holista según el cual no podemos poner a prueba una creencia individual, sino que en nuestras prácticas llevamos a cabo un ejercicio consideración sobre un cuerpo de creencias. Sin embargo, por las necesidades de la exposición no se ha ahondado en este punto, en la medida en que buscamos la claridad y esto conllevaría a un exceso de complejidad innecesaria en este punto.

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Cuando se cuestiona la verdad de una creencia entramos en una fase diferente, donde el curso de la acción se ve interrumpido, y se da inicio al discurso, el cual es un espacio en el cual los interlocutores exponen las razones que sustentan sus posiciones, razones que pueden provenir de fuentes directas. Volviendo a nuestro ejemplo sencillo, tenemos que , ante la objeción acerca de la calidad del computador alguien puede aducir que tiene un computador igual y que ha tenido muchas fallas, el otro puede decir que según la revista X, que le parece una fuente de autoridad legítima califican el computador como excelente, o incluso se podrá aducir que los componentes están hechos de tal y tal forma que no son los más adecuados para un computador de dichas características. Ahora, ante tal diálogo pueden suceder tres cuestiones diferentes a) mantengo mi creencia, en la medida en que mis razones me parecen más poderosas y convincentes que las de mi opositor b) cambio mi creencia y cedo a favor de la postura de mi antagonista c) se produce en mí la duda acerca de mi propia creencia, pero ¿qué supone albergar una duda? Para dar respuesta a esta pregunta es ilustrador el observar aquellos términos con los cuales se relaciona dicho concepto, cuando averiguamos lo sinónimos de duda nos encontramos con palabras como desconfianza, incertidumbre, indecisión, perplejidad, titubeo y vacilación; de modo paralelo, cuando averiguamos los antónimos nos encontramos con palabras como seguridad y decisión. Estos términos parecen remitirnos a estados que podemos poseer frente a una acción, ya sea a favor o en contra de un modo de procedimiento o no. Así pues, proponemos que la duda se define justamente como una paralización de la acción que me disponía llevar a cabo Recogiendo nuestras consideraciones, lo que queremos sacar en claro de este ejercicio reconstructivo es justamente que la duda no es simplemente la puesta entre signos interrogativos de un enunciado, sino que ella entra como un elemento que se contrapone a la creencia que sustentamos y si es fecunda se ve reflejada en una transformación de la acción. Ahora bien, esta fecundidad depende de que existan buenas razones para que la aceptemos como una duda válida, aceptable o plausible; razones que, como hemos dicho, pueden ser di diversa índole. Ante este panorama tenemos que la duda escéptica no parece cumplir los requisitos que la podrían configurar como una duda que nos veamos a aceptar, en la medida en que la única razón a favor de sí misma es la posibilidad lógica, lo cual en nuestro proceder no es en absoluto un argumento a favor de una creencia. Por otro lado, la duda escéptica lo que hace es poner en cuestionamiento todo nuestro sistema de creencias, y no parece proponer un candidato mejor, un candidato con el cual podamos actuar y nos sintamos más satisfechos, por estas razones rechazamos la duda escéptica como una duda válida. 5. El paso a una teoría coehrentista a partir de la dialéctica duda – creencia. Dadas nuestras consideraciones anteriores acerca de la forma en que se produce el paso desde la creencia hasta la duda o el cambio de creencia parece adaptarse mejor a un modelo coherentista, en la medida en que las razones que damos para justificar una creencia no parece haber un modelo, a priori, según el cual unas creencias tienen un lugar superior en la justificación. De esta forma, adoptamos el modelo según el cual no existe una estratificación de creencias. Así pues, partimos de la idea de que no existe una naturaleza intrínseca de las creencias que nos permitan situarlas en un lugar superior a la hora de aportar una justificación en favor de una pretensión de verdad. Dadas estas consideraciones proponemos que todas las creencias pueden ser puestas en duda bajo las condiciones adecuadas; así pues, ni mis sentidos, ni mi memoria, ni mi razón es

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infalible, son fuentes infalibles de justificación, de todas podríamos dudar en las condiciones adecuadas. La cuestión es que la duda, y la razonabilidad de la duda, o mejor incluso, la posibilidad misma de la duda se presenta frente a un conjunto de creencias y de criterios de la justificación, los cuales también son internos a nuestro sistema. No obstante, nuestras consideraciones no pueden finalizar en este punto, pues aún debemos aclarar cómo es que podemos dudar de algunas cosas y de otras parece totalmente imposible que lo hagamos. La imagen que seguiremos para darle inteligibilidad a nuestra postura es la de la telaraña, en ella cada intersección simula una creencia determinada. De esta forma lo único que tenemos son creencias que se encuentran interrelacionadas, pero esto no significa que todas tengan el mismo papel dentro del sistema, pues existen unas que juegan un papel central y parecen tener relación con casi todas las creencias que se encuentran en la red (estas son las creencias que se encuentran cerca del centro) mientras que existen unas que parecen tener pocas relaciones con las creencias, solo con fragmentos muy reducidos. Esta imagen nos ayuda a ilustrar la idea de que la importancia de una creencia se da en virtud de los lazos que tiene esta con toda la red, de modo que su aceptación o refutación, no solo debe hacerse frente a esta creencia en particular, sino que ha de hacer frente a el cúmulo de creencias que hay a su alrededor. Consideremos las siguientes tres creencias a) La tienda de mi barrio se encuentra abierta en este instante (siendo un martes al mediodía), b) Hay alguien frente a mí que lleva un sombrero de copa c) Nunca he estado en la Luna. Ahora consideremos que nos encontramos ante su cuestionamiento y se hace necesario pensar en la posibilidad de que ellas sean falsas. Ante la primera creencia, que parece situarse en una capa lejos del centro de mi red de creencias, y que está sustentada en una inducción más bien pobre, la negación no supone mayor problema, ella no parece confrontar muchas de mis creencias, a lo sumo mi creencia en que la persona que la atiende tiene un horario inquebrantable. Así las cosas, solo bastará con que mi hermano me diga, al llegar a casa, que la tienda se encuentra cerrada, para que yo, no solo dude, sino que cambie mi creencia. En el caso de b) las cosas parecen ponerse un poco más complicadas, dudar de mis propias percepciones no resulta demasiado fácil, ellas parecen exhibir una conexión directa entre mis creencias y el mundo, por lo que la negación de una percepción que se me está dando se hace algo sumamente extraño e inaceptable. No obstante, como ya anunciábamos en el caso del doctor P, reconstruido por Sacks, las creencias tampoco son una fuente infalible de conocimiento, por lo que en las condiciones adecuadas podemos sembrar una duda razonable. Así pues, el doctor P., ante el fracaso de sus acciones, o de que sus acciones lleven al desconcierto de aquellos a su alrededor y de que le indiquen sus errores en cómo percibe el mundo, lo llevará a considerar que sus percepciones no son adecuadas y por tanto habrá de dudar de ellas. Sin embargo, dudar de la validez de nuestras percepciones supone una reorganización en nuestras creencias mucho más grande que en nuestro caso anterior, supone estar siempre vigilante ante los siguientes casos futuro, además que supone una carga psicológica extrema para aquel que sufre de tan funesta condición. El último caso lo hemos tomado por dos razones, en primer lugar porque ilustra un nivel superior dentro de nuestra red de creencias, y en segundo lugar porque ilustra cómo una creencia puede moverse en la red, dependiendo de cómo esta se reconfigura dependiendo de las nuevas informaciones. Wittgenstein en Sobre la certeza nos propone como ejemplo de los enunciados Gettier, el siguiente “yo nunca he estado en la Luna”. Este enunciado, según Wittgenstein, no puede ponerse en duda y tampoco puede decirse que se sabe, en la medida en

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que esto parece hacer parte del trasfondo frente al cual desarrollamos nuestras acciones. Pero vale la pena preguntarse ¿por qué parece imposible plantearse una duda sobre esta cuestión? Dadas nuestras anteriores consideraciones mantenemos que la posibilidad de duda siempre es posible, sin embargo, dado que esta creencia se encuentra muy adentro en el sistema, existen muchas preguntas que debemos responder antes de aceptar una duda, pues debemos solucionar la cuestión de cómo es posible que no lo recordemos, de quién nos llevaría hasta dicho lugar y por qué, cómo es posible que no tenga registro de un evento de tan magna importancia. Para responder a estas preguntas, parece que una de las pocas explicaciones posibles es una conspiración que nos parece del todo implausible. Ahora bien, en el caso de Wittgenstein, quien escribió sus notas casi 20 años antes del primer viaje a la Luna, las creencias con las que se había de hacer frente eran otras, incluso más fuertes, pues en este momento un viaje a la Luna era casi una imposibilidad física. No obstante, dadas las nuevas ideas que tenemos sobre los viajes espaciales, a pesar de que sea difícil dudar de ello, no lo es tanto como lo era hace 50 años. Como conclusión proponemos por tanto que este ejercicio sobre la duda puede realizarse sobre cualquier creencia que podamos tener, incluso sobre aquellas que tenemos como más seguras e indubitables, solo es necesario que se den las condiciones correctas. Así pues, en el caso del escéptico el problema que encontramos es que este no parece estar en posición de dar buenas razones para inducirnos la duda, pues este habrá de enfrentarse a casi toda nuestra red de creencias y proporcionar otras con las cuales podamos igualmente continuar nuestra acción.

Bibliography  Dancy,  J.  (1993).  Introducción  a  la  epistemología  contemporanea.  Madrid:  Tecnos.  Davidson,  D.  (1983).  Una  teoría  coherentista  de  la  verdad  y  el  conocimiento.  In  D.  Davidson,  Subjetivo,  intersubjetivo,  objetivo  (pp.  193  -­‐  221).  Madrid:  Cátedra.  Habermas,  J.  (1984).  Teoría  de  la  acción  comunicativa.  Madrid:  Cátedra.  Kant,  I.  (1998).  Critique  of  pure  reason.  Cambridge:  Cambridge  University  press.  Puig,  A.  (1979).  La  sociología  de  las  formas.  Barcelona,  q:  Editorial  Gustavo  Gili.  Sacks,  O.  (1970).  El  hombre  que  confundió  a  su  mujer  con  un  sombrero.  Barcelona:  Anagrama.  Wittgenstein,  L.  (1988).  Sobre  la  certeza.  Barcelona:  Gedisa.