Evlj 2011 sesión 10 reino de dios y promocion de la dignidad humana da 380ss

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Escuela Virtual RCCLJ 2011 Sesión 10 (10-27-2011)

10. Reino de Dios y promoción de la Dignidad

«La defensa y la promoción de la dignidad humana nos han sido confiadas por el Creador, y [...] de las que son rigurosa y responsablemente deudores los hombres y mujeres en cada coyuntura de la historia» (SRS 47).

Lc 13, 10-21 la mujer encorvada

1. Dignidad de la persona humana. La persona humana en el designio de amor de Dios 1. El Amor trinitario, origen y meta de la persona humana Todo ser humano existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva en cada instante. La creación del varón y la mujer a su imagen y semejanza es un acontecimiento divino de vida, y su fuente es el amor fiel del Señor. Luego, sólo el Señor es el autor y el dueño de la vida, y el ser humano, su imagen viviente, es siempre sagrado, desde su concepción, en todas las etapas de la existencia, hasta su muerte natural y después de la muerte. La mirada cristiana sobre el ser humano permite percibir su valor que trasciende todo el universo: “Dios nos ha mostrado de modo insuperable cómo ama a cada hombre, y con ello le confiere una dignidad infinita” (Juan Pablo II) (DA 388)

2. "Imago Dei" Criatura a imagen de Dios Creados a imagen del Dios único y dotados de una misma alma racional, todos los hombres poseen una misma naturaleza y un mismo origen. Rescatados por el sacrificio de Cristo, todos son llamados a participar en la misma bienaventuranza divina: todos gozan por tanto de una misma dignidad. (CEC 1934)«En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado», (GS 22a) Según la Biblia, la relación fundamental con Dios es constitutiva de la persona. El ser humano es creado a imagen de Dios (cf Gén 1,27), el hombre es aquel de quien Dios se acuerda y aquel a quien todo sirve (cf Sal 8). Querido y creado por Dios como su interlocutor, es capaz de responder y de comunicar. El hombre ejerce un dominio-cuidado sobre lo creado como «imagen de Dios» que es.

Hay, por tanto, dos modos de hablar de la dignidad: en cuanto radicada en el fondo personal y en cuanto proceso de dignificación relacionado con el actuar.Cuando el Nuevo Testamento habla de ser hechos «partícipes de la naturaleza divina» (2Pe 1,4) está señalando el nivel más alto de la dignidad, El Catecismo de la Iglesia Católica formula una síntesis de la realidad personal y de su dignidad: «De todas las criaturas visibles sólo el hombre es capaz de conocer y amar a su Creador (GS 12c); es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma" (GS 24c); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y esta es la razón fundamental de su dignidad» (CEC 356).

3. El drama del pecado.- La dignidad perdida. El pecado desdibuja la imagen de la persona.Se pierde la Dignidad?- Universalidad del pecado y universalidad de la salvación.

2. El Reino de Dios. 1. “Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre” “Dios habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios estará con ellos. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó” (Ap. 21, 3b-4).- La acción liberadora de Dios en la historia de Israel - Cercanía gratuita de Dios

2. Jesucristo cumplimiento del designio de amor del Padre Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre” (DA 392)- En Jesucristo se cumple el acontecimiento decisivo de la historia de Dios con los hombres - La revelación del Amor trinitario - La redención. Jesús con sus palabras y su obra restaura nuestra dignidad- La pastoral de Jesús- El acto amor: La cruz.

3. La salvación cristiana: para todos los hombres y de todo el hombre - El discípulo de Cristo como nueva criatura - Trascendencia de la salvación y autonomía de las realidades terrenas

4. Designio de Dios y misión de la Iglesia. La Iglesia tiene como misión propia y específica comunicar la vida de Jesucristo a todas las personas, anunciando la Palabra, administrando los Sacramentos y practicando la caridad. (DA 386)

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- La Iglesia, signo y salvaguardia de la trascendencia de la persona humana - Iglesia, Reino de Dios y renovación de las relaciones sociales - Cielos nuevos y tierra nueva

5. Señales de la presencia del Reino entre nosotros: DA 383. El capítulo 8 titulado “Reino de Dios y promoción de la dignidad humana”, contiene lo que los Obispos han considerado como señales evidentes de la presencia del Reino entre nosotros1. La vivencia personal y comunitaria de las bienaventuranzas: 2. La evangelización de los pobres: 3. El conocimiento y cumplimiento de la voluntad del Padre: hacer la Voluntad de Dios es signo del Reino, porque su Voluntad es un proyecto de amor. Así se reconocen los hijos de Dios, y por eso Jesús dice: “El que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mc. 3, 35). 4. El martirio por la fe: morir por la convicción del Evangelio es derramar sangre que será semilla para el crecimiento y expansión de la Iglesia, como lo expresaron varios Padres en los comienzos de la Iglesia. 5. El acceso de todos a los bienes de la creación: 6. El perdón mutuo, sincero y fraterno, aceptando y respetando la riqueza de los diferentes dones y carismas dentro de la Iglesia: 7. La lucha para no sucumbir a la tentación y no ser esclavos del mal: La fuerza de Dios que sostiene al discípulo misionero, es fuerza de bien que se opone a la fuerza del mal. 3. Promoción de la Dignidad DA 384. 386. Ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida, nos lleva a asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano. (DA 384) La promoción humana es un valor hacia el cual todos nos sentimos defensores, ¿Pero qué significa promoción humana, quién y cómo debe promover? El verbo promover, del cual deriva promoción, es de forma activa, se refiere a un camino, a un llevar hacia adelante.“Si la Iglesia se hace presente en la defensa o en la promoción de la dignidad del hombre, lo hace en la línea de su misión, que aun siendo de carácter religioso y no social o político, no puede menos de considerar al hombre en la integridad de su ser. El Señor delineó en la parábola del buen samaritano el modelo de atención a todas las necesidades humanas (cf. Lc 10, 29ss.), y declaró que en último término se identificará con los

desheredados –enfermos, encarcelados, hambrientos, solitarios– a quienes se haya tendido la mano (cf. Mt 25, 31ss.). La Iglesia ha aprendido en esta y otras páginas del Evangelio (cf. Mc 6, 35-44) que su misión evangelizadora tiene como parte indispensable la acción por la justicia y las tareas de promoción del hombre (cf. Documento final del Sínodo de los Obispos, octubre de 1971), y que entre evangelización y promoción humana hay lazos muy fuertes de orden antropológico, teológico y de caridad (cf. EN, 31);de manera que “la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta personal y social del hombre” (ib., 29).” (Juan Pablo II Discurso en la inauguración de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla, México, 1979)

La proclamación de la dignidad ha constituido un tema permanente, por estar implicado en la comprensión cristiana del ser humano y por ser este un lugar principal de la ética. Además, el reconocimiento de la dignidad de cada persona, su salvaguarda y promoción, aparecen entre los reclamos más importantes de nuestro tiempo. En términos de dignidad/dignificación se expresa una de las aspiraciones más profundas de la humanidad, que se quiere cada vez más humana. Y hoy es aceptado que la consideración de la dignidad representa una auténtica piedra de toque de sociedades, culturas y religiones.

¿Cuáles son los sujetos de tal acción: las instituciones sociales y políticas o cada uno en particular?Con distintas responsabilidad están implicadas ambas en este recorrido y son insustituibles. Las instituciones sociales y políticas deben vigilar sobre la primacía de la persona. Es de ellos la responsabilidad de eliminar los obstáculos socio- culturales y proveer medios adecuados para que cada ciudadano le sea dado igual oportunidad de expresar lo mejor de si, para su provecho y el de la comunidad. Ningún estado puede usurpar el derecho de dar o quitar el valor a la persona. Por el contrario debe favorecer todo aquello que tenga como fin su bien. Por lo tanto tarea del estado es reconocer, tutelar y garantizar los derechos de la persona humana, no “crearlos”.La dignidad de la persona está unida a la naturaleza humana. Garantizarla es tarea del individuo de cada hombre o mujer. Desarrollarla integralmente requiere toda la existencia.

4. La Iglesia y la promoción de la dignidad humana:

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- Pablo a Filemón

- Padres de la Iglesia. «Para los Padres la verdadera grandeza del hombre no reside en resumir el universo, sino en estar hecho a imagen de Dios... Así, el hombre —como Dios— es una existencia personal. No es una naturaleza ciega, una roca o un árbol. Debe englobar, expresar y calificar su naturaleza en relación con la imagen de Dios» (Clément)

- Los santos. La dignidad sirve de puente entre la antropología y la moral en san León Magno: «Despierta, hombre, y reconoce la dignidad de tu ser. Acuérdate que has sido creado a imagen de Dios» (Sermón 7 en la Natividad del Señor).En siglos sucesivos, ya en la teología medieval, se encuentran de nuevo unidos persona y dignidad, por el intermedio de racionalidad y libertad, que son términos clave para la definición de lo humano. Los nombres de san Anselmo y san Bernardo, Hugo y Ricardo de San Víctor, y Guillermo de Saint Thierry se pueden citar a propósito del reconocimiento de una dignidad real en quien es imagen del ReyPara santo Tomas de Aquino «la persona es la realidad más digna de cuanto existe» (Sum. Theol. I, 29, 3). Y «la fe en la creación nos lleva al conocimiento de la dignidad humana» (Comentario al símbolo de los apóstoles).Los humanistas del Renacimiento prestan atención, sobre todo, a las posibilidades y aspiraciones del hombre, situado en el corazón del universo. Pico de la Mirandola, poniendo en boca de Dios la defensa de esa realidad que se intenta defender, expresa como pocos las convicciones de los humanistas: «Adán, no te he dado ni un puesto fijo, ni una figura propia, ni un cargo peculiar, para que, de acuerdo con tu propio consejo y determinación, puedas obtener y conservar el puesto que tú mismo desees. La naturaleza determinada de los demás seres está sometida a leyes que yo de antemano he establecido. T en cambio, libre de toda barrera, destinarás por ti mismo tu propia naturaleza, de acuerdo con tu libertad, a cuyo poder te he entregado. Te he colocado en el centro del mundo para e desde aquí puedas ver mejor cuan está a tu alrededor. No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, para que, como libre y soberano artífice de ti mismo, te plasmes y forjes según aquella forma que tú mismo elijas. Puedes degenerar hasta convertirte en animal, como puedes, según tu querer, regenerarte hasta alcanzar lo divino».

En América latina en la época de la Conquista y Colonia podemos recordar a fray Bartolomé de las Casas, san Pedro Claver, san Alberto Hurtado, entre otros, defendiendo al hombre, al esclavo y reconociendo su dignidad humana, “con valentía, han perseverado en la promoción de los

derechos de las personas, fueron agudos en el discernimiento crítico de la realidad a la luz de la enseñanza social de la Iglesia y creíbles por el testimonio coherente de sus vidas.” (Cfr. DA 275)

- El Magisterio. En el siglo XIX, León XIII, en la encíclica Rerum novarum, tras afirmar la igualdad fundamental de todos, ricos y pobres, soberanos y súbditos, arguyendo que uno «es el mismo Señor, de todos» (Rom 10,12), advierte: «A nadie le está permitido violar impunemente la dignidad humana, de la que Dios mismo dispone con gran reverencia, ni ponerle trabas en la marcha hacia su perfeccionamiento, que lleva a la sempiterna vida de los cielos» (RN 30). En el Siglo XX, la cultura, la vida social, la política y la economía son examinadas a la luz de este criterio de la dignidad personal. Juan XXIII deja dos contribuciones: las encíclicas Mater et magistra y Pacem in terris. En la primera habla de la misión de la Iglesia por construir comunión que permita tutelar y promover la dignidad del hombre. En la segunda encíclica, además de afrontar el tema de la guerra (en tiempos de proliferación de armamento nuclear), afronta el tema de los derechos humanos desde un punto de vista cristiano. Estassiguen la relación de la dignidad con la exigencia de una más justa distribución de los bienes materiales, o la realidad del trabajo y la justicia, «hay que colocar en primer término cuanto se refiere a la dignidad del hombre en general, y a la vida del individuo, a la cual nada puede aventajar» (MM 193).«El hombre que yerra no puede por ello ser despojado de su condición de hombre, ni automáticamente pierde jamás su dignidad de persona, dignidad que debe ser tenida siempre en cuenta» (PT 158).Mas aún, Juan XXIII se hizo eco de la causa de la dignidad que se iba abriendo paso entre las mujeres, «que exigen que se las trate como personas, tanto en el hogar como en la vida pública» (PT 32). Idea que tuvo continuidad en Gaudium et spes, el documento del Vaticano II más atento al problema (cf GS 29). En la misma línea prosigue Paulo VI en Populorum progressio, donde, la dignidad es invocada contra olvidos peligrosos tanto al organizar la distribución de los bienes, como al ordenar la sociedad. Advierte lo sagrado de la vida de cada ser humano. Y el respeto y promoción de la dignidad se entienden como deber y tarea que dimanan de la fe y de la misión de los cristianos, y de todos los demás en cuanto humanos.No es posible aquí dar cuenta detallada del tratamiento del tema en el Concilio Vaticano II. Dignitatis humanae resultaría ininteligible sin esa preocupación por afirmar y salvaguardar esa prerrogativa fundamental de cada ser humano, que es también propia de su conciencia.

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Llamadas importantes al respeto de la dignidad de todos se pueden encontrar en el decreto Ad gentes, sobre la misión de la Iglesia. Pero es en la constitución Gaudium et spes donde se abre mayor espacio al problema. Según se expresa en ella, la dignidad encuentra su fundamento y razón más alta en la relación con Dios. Vinculada –de acuerdo con la tradición de que hemos hablado– al ser a imagen y a la vocación del hombre á la comunión con Dios, la dignidad no es algo que pueda oponerse al reconocimiento y obediencia de ese mismo Dios. Por el contrario, cuando falta aquel soporte y aquel esfuerzo, la dignidad queda herida (cf. GS 17-21).Gaudium et spes señala también que hay una dignidad de la conciencia que nadie está autorizado a violar, y que el ser humano tiene una exigencia incoercible de libertad. Creada por amor como interlocutora de Dios, la persona humana merece absoluto respeto, y cualquier lesión a esa dignidad es un atentado al honor debido al Creador... (cf. GS 16, 19, 21 y 27).Además, se puede encontrar en esta constitución un reconocimiento explícito de lo valioso de la causa de la igualdad, de la dignidad y los derechos, que se registran en crecida en nuestro tiempo, y una denuncia de las formas de discriminación todavía presentes en nuestra sociedad (cf GS 29). Finalmente, el Concilio urge a los cristianos a la lucha contra las desigualdades escandalosas que impiden a quienes las padecen asumir las responsabilidades personales y sociales que les corresponden (cf. GS 29-31). Concluye señalando que la dignidad es uno de los temas fundamentales en el diálogo entre la Iglesia y el mundo y advierte, a este propósito, que ninguna ley humana puede asegurar la dignidad personal y la libertad como lo ha hecho el evangelio de Cristo (cf. GS 40-41). Juan Pablo II vuelve una y otra vez a la dignidad, como tema inseparable de la persona y presente en los problemas y tensiones más graves. Ya en su primera encíclica afirmó que el «profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama evangelio, es decir, buena nueva» (RH 10). Y en los documentos que recogen la preocupación social (Laborem exercens y Sollicitudo rei socialis) ha colocado la apelación a la dignidad como un reclamo insustituible a la hora de actuar moralmente.En Laborem exercens presenta una espiritualidad y una moral propias del trabajo que realiza el cristiano. En Sollicitudo rei socialis retoma el tema del progreso y el desarrollo íntegros de las personas. Finalmente la Centesimus annus (En el centenario de la publicación de la Rerum novarum) se detiene en la noción de solidaridad, que permite encontrar un hilo conductor a través de toda la enseñanza social de la Iglesia.En Christifideles laici advertía que el ansia de dignidad es como un buen viento que corre en la sociedad y la cultura moderna, pues la inviolabilidad de la criatura refleja la absoluta inviolabilidad del mismo Dios (cf. Ch L, 38).

También la encíclica Evangelium vitae recuerda la dignidad de cada vida humana, fundada en un origen y un destino. El Papa advierte que esa dignidad e inviolabilidad de la vida está en la base de la convivencia. Se trata de un profundo respeto por la vida, que llega desde el «no matarás» del Antiguo Testamento y tiene una traducción positiva en el hacerse cargo del prójimo como de sí mismo, según el mandato antiguo y, sobre todo, según el hacer y decir de Jesús (cf. EV 40-41).Finalmente, en la encíclica Fides et ratio Juan Pablo II reconoce que «la Iglesia, al insistir sobre la importancia y las verdaderas dimensiones del pensamiento filosófico, promueve a la vez tanto la defensa de la dignidad del hombre como el anuncio del mensaje evangélico», afirmando que «ante tales cometidos, lo más urgente hoy es llevar a los hombres a descubrir su capacidad de conocer la verdad y su anhelo de un sentido último y definitivo de la existencia» (FR 102). Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han promovido en todo momento el relanzamiento de la DSI a través de su rico magisterio con audacia y profundidad. Dos buenas muestras las tenemos en el Compendio de doctrina social de la Iglesia y en el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. El Papa Benedicto ha dado su aporte en la Deus Charitas est y Caritas in veritate: "La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley".