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EXCLUSIÓN SOCIAL EN COSTA RICA: ELEMENTOS PARA POLÍTICAS PÚBLICAS SETIEMBRE DEL 2009 ELABORADO PARA LA FUNDACIÓN FRIEDRICH EBERT POR JUAN PABLO PÉREZ SÁINZ

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EXCLUSIÓN SOCIAL EN COSTA RICA: ELEMENTOS

PARA POLÍTICAS PÚBLICAS

Setiembre del2009

Elaborado para la Fundación FriEdrich EbErt

por Juan pablo pérEz Sáinz

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Fundación Friedrich Ebert

CREDITOS

Autor

Juan Pablo Pérez SáinzInvestigador de FLACSO

Coordinación.Sandra Cartín HerreraFundación Friedrich Eebrt

Diseño, diagramación e impresión en: Lara Segura S.A. / Tel: 2255-0816

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Exclusión Social en Costa Rica: Elementos para Políticas Públicas

Contenido del Informe

PRESENTACIÓN ......................................................................................................... 5

1. Los enfoques de pobrezas y de exclusión social:algunas precisiones analíticas................................................................................... 8

1.1 Las limitaciones de los enfoques de pobreza ..................................................... 81.2 La exclusión social: en enfoque crítico sobre las carencias ............................. 15

2. La exclusión social en Costa Rica: evidencia empírica del 2007 ..................... 24

3. Los hogares en exclusión extrema: perfiles y brechas ..................................... 35

4. Conclusiones: algunos lineamientos de políticaspara la superación de la exclusión extrema. .......................................................... 43

5. Bibliografía ............................................................................................................. 49

ANEXOS ..................................................................................................................... 55

Anexo Metodológico ................................................................................................ 56

1. Descripción de la base de datos utilizada .......................................................... 562. Indice y niveles de exclusión/inclusión ............................................................... 633. Modelo de regresión logística de superación de la pobreza .............................. 654. Ejercicios de simulación ..................................................................................... 66

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Exclusión Social en Costa Rica: Elementos para Políticas Públicas

PRESENTACIÓN

Con su trabajo la Fundación Friedrich Ebert (FES) busca contribuir a la democracia y a la justicia social a través del desarrollo de programas y proyectos que respondan a las necesidades y condiciones de los países de la región centroamericana. A través de su red fesamericacentral, la FES busca dar respuestas a los grandes desafíos que enfrentan los países de esta región.

Uno de esos principales desafíos corresponde a las condiciones de pobreza, extrema po-breza y exclusión social de un porcentaje importante de la población. Para abordar las al-ternativas frente a este problema, en la Fundación Friedrich Ebert hemos realizado varios estudios nacionales en cada uno de los países de la región, con sus respectivos talleres-consulta y dos foros regionales “Las izquierdas de América Central frente a la exclusión social”, con los cuales nos hemos propuesto conocer y discutir experiencias que en este tema se han dado en América Latina y ofrecer un análisis desde una perspectiva epis-temológica y metodológica distinta para abordar la exclusión social. Así mismo y como corresponde, fundamentalmente, al trabajo de una fundación política, nos avocamos a analizar dicho fenómeno de manera tal que también permita proponer políticas públicas que contribuyan a enfrentar la exclusión social, así como las condiciones económicas y políticas necesarias para impulsar estas acciones.

El estudio que aquí presentamos ofrece una visión dinámica sobre el fenómeno de la pobreza, entendida como un resultado de la exclusión laboral y de ciudadanía social que sufren los hogares. A su vez, la exclusión es entendida también como la expresión más depurada de la desigualdad lo que lleva a una obstrucción de las posibilidades que los hogares poseen para superar su condición de pobreza.

El autor hace un repaso crítico por los distintos enfoques de pobreza con lo cual busca restablecer el debate teórico conceptual sobre el tema al mismo tiempo que le permita, analizar dicho fenómeno bajo un nuevo enfoque, de manera que tal que sea posible, proponer políticas públicas que ayuden a superarla.

Las posibilidades de evolucionar hacia un nuevo tipo de política pública, exige desarrollar una perspectiva analítica en el cual temas fundamentales del desarrollo (modelo de acu-mulación, patrón redistributivo y estructuras de poder) jueguen un rol central para explicar la reconstitución de la dinámica social latinoamericana en el contexto del capitalismo globalizado. Un enfoque que, como el de exclusión social, ponga de manifiesto la disputa sobre el acceso y el monopolio de los recursos estratégicos sobre los que se sustenta la integración y el bienestar social en el contexto de desarrollo vigente.

Fundación Friedrich Ebert, setiembre del 2009

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El punto de partida

Es un lugar común analizar las carencias de los hogares desde la óptica del concepto de pobreza. Esto ha supuesto que se haya construido, desde los años 80 del siglo pasado, un sentido común donde se ha identificado objeto de estudio (carencias) con el marco analítico y metodológico que se utiliza (pobreza). De esta manera decimos que anali-zamos la pobreza cuando lo que realmente hacemos es analizar las carencias desde la perspectiva de la pobreza. O sea el lente se confunde con el objeto a observar. Esta observación epistemológica básica es importante para plantearse la posibilidad de que pueden existir otras lentes para observar y comprender las carencias de los hogares. Además si la lente del concepto de pobreza nos da una visión limitada, se plantea tam-bién la necesidad de buscar marcos analíticos alternativos.

En este sentido queremos argumentar que la visión que se tiene de la sociedad al mirar las carencias de los hogares a través de la lente del concepto de pobreza se caracteriza por tres elementos que se pueden ilustrar en la siguiente metáfora. Primero, la sociedad aparece como un edificio de tres pisos: en el de arriba están los hogares no pobres; en el de medio, los pobres relativos; y en el de abajo, los pobres extremos. Segundo, el edificio tiene un ascensor que permite moverse de piso a piso. Y tercero, la distancia entre los techos que dividen los pisos y por tanto quiénes y cuántos se ubican en cada nivel, están fijados por expertos.

A esta metáfora queremos oponer la siguiente. Primero, no todos los hogares que se cree que están en el piso intermedio y, sobre todo, en el inferior, están dentro del edi-ficio. Hay un número significativo de hogares que se encuentran fuera. Segundo, para estas unidades domésticas no hay posibilidad de acceso al edificio porque su entrada está bloqueada por un doble candado. Por un lado, está la inserción en el mercado de trabajo que, para estos hogares de afuera, tiene lugar a través de empleos de calidad ínfima (asalariados sin protección alguna; autoempleados sin posibilidades de acumular y crecer; trabajadores no remunerados; y desempleados). Y, por otro lado, estas mismas unidades domésticas no han tenido acceso a bienes públicos básicos que definen la ciu-dadanía social. O sea, estos hogares se encuentran en el peor de los mundos posibles: el mercado les ha fallado y el Estado les ha abandonado. Y tercero, son los de adentro, especialmente los del piso superior, los que tienen la llave de ambos candados. Ellos tienen el poder de abrir y cerrar. Esta segunda metáfora es la de la exclusión social.1

A partir de este contraste de metáforas sobre las carencias sociales queremos estructurar el presente documento en cuatro apartados. El primero es de naturaleza teórica y opone los enfoques de pobreza al de exclusión social. En un segundo acápite se operacionaliza el enfoque de exclusión social para procesar datos de Costa Rica del 2007 y establecer una clasificación de hogares según niveles de exclusión. A partir de esta clasificación y

1 Estas dos metáforas juegan solamente un papel de aproximación intuitiva a los planteamientos analíticos que se desarrollan en el texto. Retomaremos este punto en el momento de definir qué es la exclusión social.

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centrándonos en los hogares en exclusión extrema, en un tercer apartado vamos identifi-car sus perfiles y estimar sus brechas en términos de las dimensiones que definen la ex-clusión social. De este doble ejercicio, será posible identificar posibles políticas públicas para la superación de la exclusión extrema que constituye el contenido del apartado de conclusiones. Al respecto, queremos desde ahora señalar de manera enfática, para no generar expectativas, que este ejercicio sólo puede identificar el qué hacer de las políti-cas pero no el cómo hacer; esto último requiere de otro tipo de experticia y de estudios. Señalemos que se adjunta un anexo metodológico.

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1. Los enfoques de pobrezas y de exclusión social:algunas precisiones analíticas

Como se acaba de mencionar en la introducción, en este primer apartado queremos abordar cuestiones analíticas contrastando los enfoques de pobreza con el de exclusión social que es el que postulamos.

1.1 Las limitaciones de los enfoques de pobreza

La noción de pobreza sigue gozando en la actualidad de una amplia popularidad entre analistas sociales en todo el globo. América Latina no constituye una excepción. En 1988 se llevó a cabo, en Montevideo, un encuentro regional de Políticas para la Erradicación de la Pobreza. La CEPAL, en su informe Panorama Social de América Latina, elaborado desde principios de la década de 1990, incluye un capítulo especializado para dar cuenta de la evolución de la pobreza en la región. CEPAL y el Banco Mundial pusieron en mar-cha, desde la década de 1990, un programa de cooperación y asistencia técnica regional para financiar y actualizar los sistemas de recopilación de información, y formación de personal especializado, que permita llevar a cabo monitoreos sistemáticos sobre la evo-lución de la incidencia de la pobreza en los diferentes países de la región.

Diversas razones explican el interés creciente sobre la evolución de la pobreza en Amé-rica Latina. Durante la primera mitad de la década de los años 80 del siglo pasado, el interés principal se centró en determinar la profundidad de los procesos de pauperización desencadenados por la crisis de la deuda. En este contexto emergieron tesis que lleva-ban a diferenciar la pobreza estructural de la pobreza reciente (Kaztman, 1989; Minujin, 1992). Se hizo evidente que la pobreza era un fenómeno heterogéneo, sin embargo, no cambió ni el enfoque conceptual, ni la estrategia metodológica que ha llevado a consti-tuirse en el modelo dominante de investigación en el campo.2

Posteriormente, conforme las políticas de ajuste estructural sustentadas en las orienta-ciones emanadas del Consenso de Washington (Williamson, 1990) fueron imponiéndose como el modelo a seguir para enfrentar la crisis y sentar las bases de un nuevo patrón de acumulación, el interés se centró en determinar el impacto real de estas políticas sobre las condiciones de vida de la población latinoamericana, en particular, de los sectores populares y de las capas medias.

No cabe duda de que estas investigaciones han significado aportes invaluables tanto en la identificación del perfil estructural de la pobreza como en las tendencias emergentes,

2 Los fundamentos conceptuales y metodológicos de este enfoque fueron desarrollados en un estudio auspiciado por la CEPAL y el Banco Mundial y conducido por Altimir (1979), sobre la pobreza en América Latina.

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así como en la relación entre políticas de ajuste estructural y los procesos de pauperi-zación social. Sin embargo, no se podría decir lo mismo de lo acontecido en el plano conceptual.3 Más allá del reconocimiento de la multidimensionalidad del fenómeno y la necesidad de superar los enfoques reduccionistas, persisten las discrepancias sobre la naturaleza del concepto (absoluta o relativa); el campo epistemológico en que se sitúa (estudios sobre el bienestar versus enfoque de capacidades); su contenido particular (de-sarrollo humano versus necesidades básicas); y el objeto mismo de análisis (enfoques centrados en la privación versus enfoques centrados en el desarrollo).

Más notorias, y básicas, son las diferencias en el terreno metodológico. No hay acuerdos mínimos entre los analistas, sobre temas tan elementales como los siguientes: la medi-ción con base en el ingreso o en el consumo4; la construcción de los estándares de refe-rencia para fijar los límites de la pobreza5; el privilegio de métodos centrados en la medi-ción directa de carencias (NBI) o métodos indirectos (LP); la pertinencia de usar métodos combinados y los procedimientos metodológicos en que debe sustentarse la integración6; la construcción de normas de bienestar comprensivas (presupuestos familiares, canastas normativas amplias) contrapuesto con aproximaciones indirectas basadas en la observa-ción del patrón de consumo alimentario; la selección del estrato de referencia a partir del cual se elabora la lista de productos incluidos en las canastas normativas alimentarias7; el uso de canastas normativas alimentarias o canastas alimentarias observadas, etc.

De manera tal que lo que se presenta como una noción de gran popularidad y transparen-cia termina siendo un campo de exploración donde la indeterminación y la inconsistencia metodológica están a la orden del día. La fortaleza radica en la apelación de sentido co-mún que conlleva la noción de pobreza. Sin embargo, esto que en otras áreas del cono-

3 Esto no implica desconocer la existencia de algunas controversias conceptuales en torno a la noción de pobreza. Sin duda, la más importante, fue la que protagonizaron Amartya Sen y Peter Townsend en relación con el carácter absoluto o relativo de la pobreza. En América Latina el trabajo teórico en torno a la noción de pobreza no ha sido un tema central. En la región han predominado más las preocupaciones metodológicas ligadas al tema de la medición.

4 Por ejemplo, en la tradición latinoamericana ligada a los estudios de la CEPAL se privilegia la medición con el ingreso. En los estudios conducidos por el Banco Mundial se opta por la medición con base en el consumo. Los resultados que arrojan estudios realizados en un mismo país usando ambos criterios no son convergentes.

5 Por ejemplo, los estándares fijados por el Banco Mundial en sus estudios sobre la pobreza, a nivel internacional, suelen ser muy conservadores, tomándose como punto de referencia los patrones de subsistencia básica de los diez países más pobres del mundo para los cuales se disponía de información en 1990. Una crítica sobre este tema puede consultarse en Reddy y Pooge (2002) y una réplica a esta crítica, en defensa de las tesis del Banco Mundial, se encuentra en Ravallion (2002).

6 Sobre este particular consúltese el trabajo de Boltvinik (1992).

7 Contrástese sobre este particular las visiones del Banco Mundial sintetizadas en el trabajo de Ravallion (1998) y la tradición de la CEPAL afincada en el trabajo de Altimir (1979).

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cimiento constituiría -sin duda- una deficiencia mayor, en este terreno termina siendo una “virtud”. La indeterminación da lugar a una multiplicidad de usos conceptuales y opciones metodológicas. Práctica ésta que permite a analistas provenientes de las corrientes de pensamiento más disímiles, hacer un uso instrumental de la noción de pobreza dejando de lado las controversias y las limitaciones que conlleva. Quizás, por ello mismo, este sea un terreno donde con mucha premura se transita desde la indagación de lo social al terreno de las recomendaciones de política pública.

A pesar de las grandes controversias existentes en este campo de estudios, existen al-gunos consensos básicos. Todos los autores que concurren a este campo parten de la premisa de que no se pueden conducir estudios sobre la pobreza en ausencia de un con-junto básico de principios normativos que orienten el análisis. De esta manera, el carácter normativo de la noción de pobreza es ampliamente reconocido.

Independientemente del enfoque que se adopte, todo analista que emprende un estudio sobre pobreza, se ve confrontado a la necesidad de establecer los límites que permiten identificar y distinguir al grupo de población que definirá como los pobres de aquel otro que considera presenta características/atributos que lo ubican fuera de la pobreza (los no pobres).

Construir un conjunto de estándares básicos, es una tarea inevitable en este campo de estudios. Para definir estos estándares mínimos, los analistas suelen adoptar enfoques normativos. Es decir, se fija un conjunto de condiciones de vida básica que se considera constituyen el piso que debe alcanzarse en una sociedad para satisfacer las necesida-des esenciales: disponer de los recursos que permiten la integración social o acceder a un nivel de desarrollo humano a partir del cual el individuo puede desenvolverse sin restricciones forzadas en su entorno social. Aunque, como lo hemos indicado, no existe consenso sobre cuáles son estos límites (normas), y sí deben ser absolutos (Sen, 1983; Ravallion, 1994) o relativos (Townsend, 1979), de carácter amplio (Boltvinik, 1999) o restringido (Ravallion,1998).8

Lo que debe destacarse es que al definir la pobreza como un concepto de orden normati-vo se está reconociendo que carece de una perspectiva relacional. Es decir, los estudios sobre pobreza no están preocupados por analizar los patrones de distribución de los recursos existentes en una sociedad, ni las pautas de poder en que se sustentan, sino que, básicamente, están interesados en identificar aquellos grupos de población que no logran alcanzar un umbral de bienestar (o desarrollo) que se considera como un mínimo socialmente aceptable para llevar una vida digna (o disponer de las competencias para tomar decisiones racionales en un contexto social específico). Existiendo una suerte de especialización temática, pues aquello suele ser un campo de acción reservado a los análisis sobre desigualdad social.

8 Sen (1983) lo denomina como el problema de identificación.

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El carácter normativo de la noción de pobreza conlleva a que en la mayoría de los tra-bajos sobre el particular se centren en el estudio de un resultado (las carencias forza-das, la privación material, la insatisfacción de las necesidades básicas o el bajo nivel de desarrollo humano) y no en los procesos que la generan. Así, mientras las causas de la pobreza están indisolublemente ligadas a los patrones de distribución de los recursos existentes en una sociedad, los análisis sobre la temática no suelen dar cuenta de este último proceso.

Vusković (1993) ha advertido esta característica como una de las principales limitaciones de los estudios sobre pobreza en el contexto latinoamericano. A su entender, esta consti-tuye una falencia mayor por dos razones. Primero, el rasgo más sobresaliente de la diná-mica de desarrollo latinoamericano es la persistencia, reconstitución y profundización de la desigualdad social. América Latina no es la región del mundo más pobre, sino la más desigual en cuanto a la distribución de sus recursos económicos. No es la falta de desa-rrollo de las fuerzas productivas lo que genera la presencia de población con carencias forzadas, sino un patrón de desarrollo que, en algún momento de su trayectoria intelec-tual, la CEPAL caracterizó, correctamente, como “concentrador y excluyente”. Segundo, porque no se puede comprender la dinámica y características que asume la pobreza si no se la relaciona con los patrones de desigualdad social existente.

La ausencia de un enfoque relacional sobre los fenómenos sociales, no sólo impide dar cuenta de las estructuras y prácticas que producen la pobreza, desde un punto de vista histórico, sino que soslaya el tema del poder. El acceso diferencial de los diferentes gru-pos sociales a los recursos socialmente disponibles está mediado por la capacidad que tienen los sectores subalternos de forzar procesos redistribución en su favor, o bien, del poder efectivo de que disponen estos grupos para exigir de forma efectiva la adopción de políticas públicas que propicien su integración social.

La ausencia de la perspectiva relacional, impide a los estudios de pobreza dar cuenta de los procesos de estructuración y distribución del poder y de los recursos sociales. Desde el enfoque tradicional sobre la pobreza, el análisis de las “pugnas distributivas” y los conflictos sociales es dejado de lado. La preocupación por la cuantificación (la con-tabilidad de los pobres) suele imponerse como modelo de investigación predominante en este campo de trabajo. Esto es particularmente viable porque los pobres no existen como grupo social sino que constituyen una categoría de agregación estadística. En con-secuencia, rara vez aparecen protagonizando movilizaciones y luchas sociales. Cuando lo hacen, como el camaleón, mutan su apariencia. Se presentan como sujetos sociales que se definen no por su condición de pobreza, sino por otro conjunto de características particulares. Se hacen visibles en tanto que habitantes de barriadas urbano-marginales, vendedores ambulantes, campesinos sin tierra, campesinos en resistencia frente a las políticas de ajuste, informales, indígenas, etc. Su construcción como actores sociales supone la construcción de una identidad y de intereses compartidos. La pobreza, como tal, rara vez constituye este referente.

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Este último comentario nos permite también llamar la atención sobre otra de las limita-ciones presentes en los enfoques sobre pobreza. Comúnmente, este tipo de estudios constituyen, sin proponérselo, una propuesta limitada de estratificación social. En esta perspectiva, se trata de una estratificación tosca9, que da lugar, por lo general, a la iden-tificación de tres estratos. Por un lado, se encontraría la población no pobre, que com-prende un contingente tan amplio como heterogéneo de población. Por otro, los grupos pobres, cuya diversidad se trata de captar mediante la identificación de dos “estratos”. El primero de ellos, denominado como grupo de pobres extremos o indigentes. En la tradi-ción latinoamericana, este grupo suele estar conformado por los individuos integrantes de hogares cuyos ingresos no alcanzan ni tan siquiera para adquirir una dieta alimentaria básica. El segundo grupo, denominado comúnmente como pobres o pobres relativos, estaría integrado por quienes tienen ingresos suficientes para adquirir dicha dieta pero presentan insuficiencia de ingreso para cubrir sus otras necesidades sociales.

La propuesta, por general, conduce a identificar los hogares indigentes, los hogares po-bres y los hogares no pobres.10 Dos observaciones críticas pueden plantearse a propósi-to de esta clasificación. En primer lugar, como han hecho notar varios analistas (CEPAL, 1994; Minujin; 1998; Pérez Sáinz y Mora Salas, 2001), la agrupación de los hogares no pobres en un sólo estrato hace suponer que todos aquellos que logran ubicarse por enci-ma de los niveles de bienestar correspondientes al umbral de pobreza relativa, han alcan-zado una condición de integración social satisfactoria. Este supuesto parecía plausible en un contexto histórico marcado por procesos de expansión de los grupos medios y el predominio de la movilidad social ascendente de amplio espectro. Empero, deviene muy problemático, en el contexto actual, donde las tendencias de deterioro de las condiciones de vida de los grupos medios y de los sectores populares no pobres, se han acentuado como resultado de la aplicación de las políticas de ajuste estructural en toda la región.

Adicionalmente, la diferenciación que tiene lugar según la intensidad de la pobreza ha sido también sometida a una severa crítica. Boltvinik (1990) ha argumentado que no tiene sentido diferenciar los hogares pobres entre los indigentes y los no indigentes. A su en-tender, esta es una diferenciación que ha sido propuesta en el marco de los estudios que emplean el método de línea de pobreza en la variante de Canasta Normativa Alimentaria.

9 El criterio de estratificación sería el ingreso o consumo en los estudios sustentados en el método de línea de pobreza; o bien, un conjunto de bienes y servicios básicos (salud, educación, vivienda, infraes-tructura de saneamiento básico) cuando se empleo el método de Necesidades Básicas Insatisfechas. Para una descripción del uso de estos métodos en América Latina puede consultarse el trabajo de Feres y Mancero (2001).

10 Aunque este es el modelo predominante no es el único. Boltvinik (1994) propone un modelo de es-tratificación social con base en el nivel de pobreza en el cual se identifican cinco grupos. Los pobres los agrupa en tres estratos (indigentes, pobres extremos y pobres moderados); los no pobres en dos grupos (clase media y clase alta). Sin embargo, este enfoque constituye sólo un esfuerzo marginal por recuperar la diversidad de situaciones de pobreza en tanto que el enfoque predominante se sustenta en el reconocimiento de los tres estratos citados en el párrafo anterior.

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Se ha argumentado que una distinción de este tipo no tiene un sustrato teórico riguroso y resulta ser socialmente insostenible. Las razones de fondo de esto último es que los ali-mentos no se pueden consumir crudos, esto exige disponer de algún tipo de combustible y de algunos implementos de cocina tanto como algunos enseres que permitan su inges-ta. Adicionalmente, en las sociedades latinoamericanas contemporáneas, la desnudez en espacios públicos está sancionada penalmente, motivo por el cual la persona nece-sita también adquirir, al menos, una dotación mínima de bienes de vestido. Se requiere, además, en la mayoría de los casos, realizar alguna inversión para trasladarse al lugar de trabajo, a fin de generar los ingresos que permitan cubrir, al menos parcialmente, las necesidades básicas. En general, el concepto estrictamente biológico de necesidad bá-sica en que se sustenta la idea de indigencia no tiene asidero social. Por ejemplo, como tendencia general, se ha logrado observar que entre los hogares más pobres, la mitad de su gasto es invertido en la adquisición de bienes de consumo no alimentario.11

Más aún, los estudios sobre pobreza suelen suponer que, por debajo de la línea de in-digencia, no existe deterioro posible. La indigencia constituye el sótano de la “estructura social” desde la mirada de la pobreza. Como argumentaremos más adelante esta es una visión limitada que pone un límite arbitrario al deterioro social y, por lo tanto, a los procesos de movilidad social descendente. Empero, la dinámica social no tiene porque ajustarse a la arbitrariedad intelectual. No hay razón sustantiva para sostener que el dete-rioro social se agota una vez alcanzado el nivel de indigencia. En contextos de reestructu-ración socio-productiva e institucional, el deterioro social no parece tener un límite claro. En sus formas más extremas pueda dar lugar a dinámicas de exclusión social. Ello suele ocurrir cuando los recursos de que disponen los hogares para atender la satisfacción de sus necesidades vitales, dejan de servir como estrategia de reproducción social básica. Como bien lo ha apuntado González de la Rocha (2001) los recursos de los pobres son finitos y pueden devaluarse. Cambios en la estructura productiva y en las políticas so-ciales pueden contribuir al agotamiento de estos recursos y al mismo tiempo dejar sin posibilidades de generación de recursos alternativos que hagan viables nuevos modelos de integración social. Cuando ello ocurre la “indigencia” es desbordada, emergiendo un fenómeno de nuevo tipo que se torna imperceptible al quedar subsumido en la categoría “pobres extremos” o “indigentes”.

Consecuentemente, la pobreza termina erigiéndose como un rasgo consustancial del subdesarrollo. Un fenómeno que persiste en el tiempo. Es imposible, desde el enfoque centrado en la contabilidad de los pobres brindar explicaciones sustantivas sobre las dife-rencias de la pobreza, en términos históricos. De ahí que, si la pobreza es conceptualiza-da como un rasgo típico del subdesarrollo asociado con una integración social deficiente, la clave de su superación radique en el fomento de un mayor crecimiento económico que posibilite la modernización de los sectores rezagados, permitiendo así modelos de integración social incluyentes.

11 Esta regularidad lleva a la CEPAL a multiplicar por dos el valor de la canasta alimentaria para trazar el umbral de la línea de pobreza. Siendo este el criterio empleado en todos sus estudios sobre pobreza a nivel carácter regional

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En esta línea de pensamiento, la reflexión crítica sobre los determinantes estructurales de la pobreza tiende a anularse. Las causas de la pobreza ya no se buscan en la confi-guración de la estructura productiva, en el patrón de distribución del excedente social, o en las diferencias de poder que marcan acceso diferencial a los recursos fundamentales de una sociedad. Modelo de acumulación, estrategia redistributiva y estructuras de poder pasan a ser variables de contexto. Las explicaciones predominantes se buscan ahora en las variables activas: educación, género, etnia, edad, lugar de residencia, tipo de inser-ción laboral. Es decir, en los factores que constituyen obstáculos para que segmentos específicos de la población puedan gozar de una integración social efectiva o sea, para que puedan ser beneficiarios de los frutos del crecimiento económico.

Lo anterior tiene su correlato en el terreno de las políticas públicas. Detrás de los es-tudios de pobreza emerge el supuesto de que es posible, mediante un buen diseño de política, fomentar procesos de superación de la pobreza. La movilidad social ascendente es el universo subyacente en esta perspectiva. Lo que se requeriría ahora sería superar los problemas de las políticas sociales impulsadas en la fase del desarrollo nacional, en un contexto caracterizado por la menor disponibilidad de recursos públicos como con-secuencia de las estrategias de contención del gasto derivadas de la aplicación de las medidas de ajuste estructural.

Como consecuencia de lo anterior, los esfuerzos redistributivos sustentados en políticas universales ceden paso a la emergencia de una “nueva” generación de políticas sociales. La selectividad y la focalización constituyen su rasgo distintivo particular. Se trata ahora de hacer un “buen” diseño de política pública que ayude a los pobres a desarrollar sus potenciales (capital humano, capital social, capacidades y funcionamientos, etc.) para hacer viable su integración social en el nuevo contexto. El buen diseño sería el resulta-do de decisiones tecnocráticas que identificarían correctamente los factores a potenciar para superar la integración social deficiente (determinantes de la integración); fomentaría la reorganización de las instituciones sociales para hacer eficiente la prestación de los servicios públicos (racionalización y gerencia social); y permitirían una buena selección de los beneficiarios (reduciría al mínimo las filtraciones).

Restablecer ese potencial teórico y las posibilidades de evolucionar hacia un nuevo tipo de política pública, exige desarrollar una perspectiva analítica en el cual temas funda-mentales del desarrollo (modelo de acumulación, patrón redistributivo y estructuras de poder) jueguen un rol central para explicar la reconstitución de la dinámica social lati-noamericana en el contexto del capitalismo globalizado. Un enfoque que, como el de exclusión social, ponga de manifiesto la disputa sobre el acceso y el monopolio de los recursos estratégicos sobre los que se sustenta la integración y el bienestar social en el contexto de desarrollo vigente. Pero antes de argumentar las ventajas de este segundo enfoque es necesario que precisemos, aunque sea brevemente, este concepto de exclu-sión social.

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Exclusión Social en Costa Rica: Elementos para Políticas Públicas

1.2 La exclusión social: en enfoque crítico sobre las carencias

Es sabido que la discusión sobre exclusión se genera en Europa, en concreto en Francia a mediados de los 70.12 El término ganó popularidad en el país galo por dos razones: por un lado, implicaba levantar una noción alternativa a la de pobreza que, además de su origen británico, conllevaba connotaciones ligadas a la idea de caridad propia del Antiguo Régimen; y, por otro lado, servía para analizar las desventajas sociales que se mostra-ban como efectos de la crisis del Estado del bienestar que comenzaba a desarrollarse (De Haan, 1999). A partir de ese momento, el término comenzó a ser reinterpretado des-de distintas posiciones teóricas dando lugar a diversas concepciones. Al respecto, Silver (1994) ha identificado tres paradigmas sobre exclusión social. El primero es el de la solidaridad que corresponde, justamente, a la acepción francesa. De inspiración roussoniana, enfatiza el lazo cultural y moral entre el individuo ciudadano/a con el Estado que genera solidaridad en el marco de la comunidad republicana. La exclu-sión sería resultado de la ruptura de este lazo. Este enfoque tiene la virtud de emplazar al Estado en el centro del análisis e introducir la problemática de la ciudadanía social. En este sentido, exclusión social implica ausencia de este tipo de ciudadanía pudiendo así cuestionar la función arquitectónica del orden social, a través de la legitimación de las desigualdades sociales, que Marshall (1998) confirió a la ciudadanía social.

El segundo paradigma, denominado de especialización por esta autora, por el contrario tiene como referente a Locke y, obviamente, es de inspiración liberal. O sea, estamos ante el fenómeno del individualismo propio del mundo anglo-sajón. En este sentido, ex-clusión es sinónimo de discriminación ya que la pertenencia a ciertos grupos, priva al individuo de la participación plena en los mercados y en la interacción social.13 A pesar de su muy cuestionable premisa del individualismo14, el fenómeno de la discriminación se podría reinterpretar como resultado del acoplamiento de dos tipos de exclusiones: la socio-económica y la socio-cultural. Esta idea de acoplamiento tiene una doble conse-cuencia analítica importante. Por un lado, está señalando que la exclusión es un fenóme-

12 El texto originario es el de René Lenoir, Les exclus: un francais sur dix.

13 En América Latina el estudio realizado por el BID a inicios de la presente década (Behrman et al., 2003) es el que más se aproxima a este segundo paradigma. Señalemos que el informe del 2008 de esta institución está dedicado al tema de la exclusión y ha definido la exclusión social como un proceso disfuncional, económico, político y social que niega a individuos y a grupos acceso a oportunidades y servicios de calidad para tener vidas productivas fuera de la pobreza (Inter-American Development Bank, 2008). Lo novedoso es incorporar a los individuos, no sólo a los grupos, y relacionarlo con la superación de la pobreza. Su consecuencia, desde esta propuesta, es que la exclusión puede afectar los funcionamientos (functionings), un concepto prestado de Sen, erosionando la confianza y afectando la acción colectiva lo que en términos económicos afecta las interacciones en el mercado, como se postularía desde un enfoque institucionalista. O sea, la exclusión social puede ser causa de fallas del mercado, no al revés.

14 Al respecto véase la demoledora crítica de Tilly al individualismo metodológico (1999).

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no multidimensional.15 Y, por otro lado, hace pensar que cuando acaece tal acoplamiento la exclusión tiende a reforzarse adquiriendo formas más extremas y persistentes.

Y finalmente, estaría el paradigma de monopolio donde el gran referente intelectual sería Weber y su idea de clausura social. Esta concepción se ha utilizado más en los países nórdicos de Europa y remite a las relaciones jerárquicas de poder que crean monopolios sobre recursos por parte de grupos de status que impiden el acceso a otros grupos. O sea, exclusión sería imposibilidad de acceso a recursos para ciertos grupos. La gran virtud de este enfoque es su nítido vínculo con la problemática de las desigualdades. Lo más importante es que remite a la idea de poder que representa también la mera base de la desigualdad. Pero no se trata de una mera coincidencia, un grupo es excluido porque otro lo excluye mediante ejercicio de poder. Y, en este sentido, estamos ante un proceso de producción de desigualdades sociales. Más aún, diríamos que la exclusión es la ma-nifestación más extrema de la desigualdad social.

No obstante, la propuesta weberiana de clausura, subyacente en este enfoque de mo-nopolio, puede conllevar el problema de delimitar una frontera rígida entre inclusión y exclusión. De esta manera la exclusión puede ser entendida como un fenómeno con-sumado y, por tanto, absoluto. Creemos que esta separación radical genera problemas metodológicos ya que la realidad se muestra menos dualizada y más matizada. Además no se puede asumir que los grupos excluidos permanecen pasivos antes las dinámicas de clausura. Puede haber acción social, individual y colectiva, de oposición a la exclu-sión e intentos de inclusión. Es decir, la exclusión, como la inclusión, nunca es absoluta pero esto no significa que no podamos diferenciar ambos fenómenos y se considere a la exclusión como una mera inclusión deficiente (Sojo, 2000). Al respecto, Sen (2000) ha advertido de los peligros retóricos que acompañan al término exclusión y aboga por diferenciar entre “inclusión desfavorable” de “exclusión”. Por consiguiente, existe una cierta escala pero con niveles diferenciados y cortes que establecen situaciones cualita-tivamente diferentes.

Independientemente del enfoque, se puede decir que hay cierto consenso en los países del Norte en ubicar la génesis de la exclusión, como fenómeno social y no meramente individual, con la crisis del Estado de bienestar. A esta crisis se le habría sumado los fenómenos de desempleo de larga duración y de precarización del empleo (Tezanos, 2004). En este sentido, la reflexión se ha centrado en la emergencia y desarrollo de la denominada “infraclase”.16

15 Gacitúa y Davis (2000) han propuesto hablar de tres tipos de exclusión: la socio-económica referida a privación material y dificultad de acceso a mercados; la política e institucional que tiene que ver caren-cia de derechos civiles y políticos que afectan la participación ciudadana; y la socio-cultural que remite al desconocimiento de ciertas identidades de grupo.

16 La bibliografía sobre este fenómeno es muy vasta y va desde propuestas moralizadoras como las de Auletta (1982) a las que ligan este fenómeno a la ausencia de ciudadanía social (Morris, 1994).

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A partir de todo este conjunto de reflexiones hay varias ideas que quisiéramos rescatar para esbozar nuestra comprensión del fenómeno de la exclusión social y proyectarlo a las realidades como las latinoamericanas. Primero, al origen de la exclusión reside en el ejercicio de poder de un grupo social contra otro(s). Segundo, como corolario de lo anterior, la exclusión es una manifestación de producción de desigualdades sociales; de hecho, es su expresión más extrema. Tercero, este ejercicio de poder genera procesos de clausura social que, si bien no se consuman como cualquier proceso social, sí gene-ran situaciones cualitativamente diferentes. Cuarto, la exclusión es un fenómeno multi-dimensional, o sea hay distintos tipos de exclusiones que pueden interactuar entre ellas reforzando las dinámicas excluyentes. Y quinto, exclusión sería sinónimo de negación de ciudadanía social pudiendo cuestionar así su función arquitectónica de legitimación de desigualdades.

Pero para poder proyectar estas ideas a las realidades de nuestra región es necesario to-mar en cuenta dos elementos específicos de la región en términos de exclusión social: la existencia de un excedente laboral de naturaleza estructural y el carácter eminentemente informal que ha caracterizado a los regímenes de bienestar dando lugar a una ciudadanía social restringida.

En primer lugar hay que hablar de una exclusión originaria ligada al tipo de proceso de modernización que se gestó en la región. La heterogeneidad productiva que caracterizó al modelo acumulativo generó, desde el inicio, una cascada de desigualdades que con-llevó exclusión progresiva respecto del sector propiamente capitalista (Figueroa, 2000). La forma cómo se constituyeron los mercados, especialmente el laboral, gestaron des-igualdades que podrían ser catalogadas, según la propuesta de Fitoussi y Ronsavallon (1997), como estructurales o históricas. De ahí que no sea de extrañar que el tema de la marginalidad, que fue como se denominó al fenómeno de la exclusión social antes que comenzara el debate en Europa, fuera una de las cuestiones más debatidas en América Latina tanto desde la perspectiva de la modernización como desde la teoría de la depen-dencia.17

La exclusión laboral ya se expresó en el inicio de la modernización, en la etapa que puede ser calificada como modernización nacional18, con la emergencia de un excedente labo-ral, o sea con fuerza de trabajo que no fue directamente absorbida en el proceso acumu-lativo como mano de obra asalariada. Este excedente se manifestó en el desarrollo tanto un sector informal urbano como de un campesinado de subsistencia. Eran sectores que constituían un excedente laboral con cierta funcionalidad para el proceso acumulativo. Así, el trabajo informal tenía una doble contribución al proceso industrializador basado en la sustitución de importaciones: “externalización” de prestaciones sociales a través

17 La bibliografía sobre marginalidad fue extensa. Mencionemos, a nuestro juicio, las dos mejores críticas: respecto de la teoría de la modernización la de Perlman (1976) y respecto de la teoría de la dependen-cia la de Bennholdt-Thomsen (1981).

18 La denominamos así ya que el proyecto modernizador intentó construir la Nación desde el Estado.

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de una salarización encubierta en actividades informales; y provisión de ciertos bienes y, sobre todo, servicios para la reproducción de la fuerza de trabajo que el sector formal no garantizaba (Portes y Walton, 1981). Además hay que añadir, la doble funcionalidad que el campesinado de subsistencia tuvo: por un lado proveyó bienes salarios (espe-cialmente, granos básicos); y, por otro lado, viabilizó el binomio latifundio-minifundio que sustentó a algunas de las agro-exportaciones. De esta manera, hubo procesos de semi-proletarización en el agro latinoamericano dando lugar al denominado dualismo funcional (De Janvry, 1981).Pero no todo el excedente fue funcional y hubo segmentos del exce-dente laboral sí resultaron a-funcionales como argumentó Nun (2003) hace décadas y ha matizado recientemente, al hablar de masa marginal.19

Pero la exclusión laboral se ha acentuado con la emergencia de un nuevo modelo de acumulación signado por la globalización donde las tendencias excluyentes tienden a predominar sobre las incluyentes (Pérez Sáinz, 2003a).

En primer lugar hay que destacar la crisis del empleo formal, referente central de los mercados laborales en la modernidad previa a la crisis de los 80 y sinónimo de empleo moderno. Esta crisis tiene una doble manifestación. Por un lado, hay que destacar el es-tancamiento del empleo público que además se ha visto estigmatizado por la reforma del Estado dejando de ser un espacio de constitución de actores sindicales con incidencia (Pérez Sáinz, 2003a). Y por otro lado, hay que mencionar la precarización de las relacio-nes salariales que muestra, a la vez, una triple dimensión (Mora Salas, 2000): la desregu-lación laboral (Bulmer-Thomas, 1997; Lozano, 1998); la flexibilización de las condiciones de empleo a nivel de las empresas (Carrillo, 1995; De la Garza, 2000); y la crisis de la acción colectiva de orden laboral (Zapata, 1993; Murillo, 2001).

La segunda transformación, corolario de la primera, es que la pérdida de centralidad del empleo formal ha favorecido la emergencia de tendencias de exclusión laboral que predominan sobre las incluyentes. Además del estancamiento del empleo público y de la precarización de las relaciones salariales ya mencionadas, hay que destacar otras tres tendencias excluyentes: el carácter estructural que está adquiriendo el desempleo (Tokman, 1998; Stallings y Peres, 2000); el funcionamiento de la migración laboral inter-nacional como mecanismo de ajuste de los mercados de trabajo (Funkhouser, 1992a, 1992b); y la persistencia del autoempleo de subsistencia, tanto en áreas rurales como urbanas, que tiende a constituirse en economía de la miseria (Pérez Sáinz, 2003a). Estas tres últimas tendencias expresan la emergencia de un nuevo tipo de excedente laboral signado por la exclusión social.20

19 La postura de Nun (1969) dió lugar a un interesante debate con Cardoso (1971), en el que intervino posteriormente Quijano (1974).

20 También hay que mencionar una tercera transformación y que tiene que ver con el hecho que aunque las tendencias excluyentes predominen, no significa que los mercados de trabajo hayan perdido su capacidad de inclusión. No obstante esta, que en el pasado estaba ligada a la generación de empleo formal, se ha modificado dando lugar al fenómeno de la empleabilidad (Pérez Sáinz, 2003b).

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Nuestra hipótesis al respecto es que la funcionalidad que tenía el excedente laboral con el proceso pasado de acumulación, y que hemos mencionado previamente, está difu-minándose. Con el nuevo modelo acumulativo la doble funcionalidad (“externalización” de actividades para abaratar costos sociales del trabajo y provisión de ciertos bienes y servicios salario) no parece tan necesaria. Así, la precarización de las relaciones salaria-les “desformaliza” el empleo relativizando la primera de las funciones. Y la globalización del consumo, propiciada por la apertura de las economías, también relativiza la segunda función. Es decir, el excedente laboral no es tan funcional al proceso acumulativo como antaño. De ahí que la exclusión no sea ajena al nuevo modelo, aún más, este fenómeno alcanza su expresión más depurada en el hecho que contingentes del excedente laboral devienen innecesarios y, por tanto, prescindibles configurándose como masa marginal (Pérez Sáinz, 2003a). Es decir, en el momento previo de modernización nacional, el modelo de acumulación se materializaba en marcos nacionales lo cual generaba articulaciones de gran parte del excedente laboral con el proceso de acumulación haciendo plausible –hasta cierto punto- planteamientos de tipo de funcionalización de esa fuerza de trabajo por le capital. En el presente, este tipo de planteamientos pierden pertinencia porque la globalización supone un marco de acumulación transnacional donde segmentos importantes de la sociedad nacional quedan marginados y devienen a-funcionales. Es hoy en día que el viejo tema de la marginalidad adquiere relevancia.

En cuanto a los regímenes de bienestar hay que mencionar que, para el período moder-nizador previo, presentaban toda una serie de rasgos comunes a la región en sus tres componentes básicos. Así, la seguridad social se expandió tanto en términos de riesgos a cubrir como del porcentaje de fuerza de trabajo beneficiada. La protección del empleo era fuerte acorde con la naturaleza conservadora y corporativa del empleo formal, es-pecialmente para hombres. Y, la salud y la educación públicas tenían pretensiones de universalidad pero la primera estaba segmentada de una triple manera (seguro propio con provisión privada para los grupos de ingresos altos; seguridad social para los tra-bajadores formales y sus familiares; y un sector público cubriendo necesidades de los más pobres) y la segunda también presentaba rasgos de segmentación en el acceso, la calidad y, sobre todo, en los resultados. En este sentido se ha señalado que este tipo de situación mostraba similitudes con los regímenes de bienestar del Sur de Europa de ahí su calificación de conservador. Pero a este adjetivo se le añade el de informal por su co-bertura limitada (Barrientos, 2004). Pero, otros autores han argumentado la necesidad de diferenciar distintos tipos de situaciones. Así, Filgueira (1998) ha planteado la existencia de tres modelos de Estado Sociales en América Latina. El primero sería el universalis-mo estratificado (Argentina, Chile y Uruguay) donde se habrían alcanzado importantes niveles de “descomodificación” tanto en la oferta de servicios como en transferencias monetarias para población económicamente no activa pero el acceso fue estratificado beneficiándose los trabajadores informales de manera más tardía y limitada. El segundo se caracterizaba como dualista (Brasil y México) y acentuó la estratificación, incorporan-do dimensiones territoriales, sin alcanzar el universalismo del primer tipo. Y el tercero ha-

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bría sido el excluyente (Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana) donde los beneficiados habrían sido muy pocos (empleados públicos y ciertos grupos ocupacionales) con la mayoría de la población excluida de todo tipo de beneficio.

Sea que enfatice el carácter informal del tipo régimen (Barrientos, 2004) o que se argu-mente la naturaleza estratificada universalidad, para algunos países (Filgueira y Filguei-ra, 2002), los regímenes de bienestar tuvieron un alcance limitado en la región. En este sentido, se puede postular que la ciudadanía social se construyó en la región a través del empleo formal lo cual supuso que su alcance fuera restringido (Mesa-Lago, 1994; Roberts, 1996). Por consiguiente, su crisis ha tenido consecuencias de menor magnitud en la generación de exclusión social.

No obstante hay que señalar que con el paso a una modernización globalizada, se ha producido un giro desde lo que se califica como régimen de bienestar de tipo informal-conservador a otro liberal-informal (Barrientos, 2004). Se han dado reformas significa-tivas en los sistemas de seguridad social. El empleo se ha desregulado de facto. En el campo de la salud ha habido expansión y fortalecimiento de la provisión privada mientras en la educación ha acaecido descentralización y si bien la privatización ha sido conteni-da por la oposición de los gremios magisteriales, las desigualdades educativas se han profundizado. Esto ha supuesto un giro desde su componente conservador hacia uno liberal, profundizando su otro componente, el informal que se ha visto reforzado por la feminización del empleo. En este último sentido, Martínez Franzoni (2006) ha propuesto que en la tríada (estado, mercado y familia) que componen los regímenes de bienestar, se considere con igual importancia a la familia como a los otros dos componentes. Y al respecto propone que, con los procesos de ajuste y el nuevo modelo acumulativo, se habría configurado en la región cuatro regímenes de bienestar: el informal-productivista (Argentina y Chile); informal-proteccionista (Brasil, Costa Rica, México, Panamá y Uru-guay); informal- asistencial (Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Perú, Repú-blica Dominicana y Venezuela); y altamente informal (Bolivia, Honduras, Nicaragua y Paraguay).21 Todos ellos tienen como denominar común el calificativo de informal, lo que muestra la importancia del hogar en la generación de bienestar.

A partir de este conjunto de reflexiones podemos avanzar una definición de exclusión social. Este concepto designaría hogares en reproducción deficitaria porque no gozan de los beneficios de la ciudadanía social existente y su inserción en el mercado de tra-bajo pasa por el excedente laboral. De esta definición hay que destacar los siguientes elementos.

21 Esta autora basa esta caracterización siete dimensiones: acceso a ingresos; protección social; mercan-tilización de la protección social; mercantilización de la formación de capital humano; inversión pública; presencia de familia tradicional; y desempeño para producción del bienestar.

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Primero, se identifica al hogar como la unidad de análisis de la exclusión social por ser el locus, por excelencia, donde este fenómeno se materializa.22 Esto supone que este fenó-meno no se aplica a individuos aunque existan formas de exclusión individual que remiti-rían a otro tipo de fenómeno y problemática que tiene que ver con trayectorias biográficas e hitos catastróficos de estas (enfermedades, rupturas familiares, etc.). Ni tampoco se aplica a grupos (mujeres, indígenas, homosexuales, etc.) cuya estigmatización socio-cultural les somete a dinámicas de discriminación según el enfoque de especialización. Consideramos que esta es originariamente resultado de procesos de exclusión cultural que se acoplan a la exclusión social reforzándose mutuamente.

Segundo, el término social remite al hecho que estamos hablando de reproducción de población, en este caso agrupada en hogares. Es esta dimensión reproductiva la que delimita y precisa el adjetivo que acompaña a la exclusión.

Tercero, esta es una definición que postula relaciones de causalidad. Por un lado, es-taría el Estado por su ausencia en términos de ciudadanía social al desarrollar políticas sociales que no resultan universales. Y, por otro lado, estaría el proceso acumulativo que genera un excedente laboral de naturaleza estructural. Este segundo mecanismo de generación articula a la exclusión con la problemáticas de las desigualdades de ex-cedente económico que se generan en los mercados, especialmente en el laboral.23 De hecho, se puede decir que la exclusión social es la manifestación extrema de este tipo de desigualdades y, por tanto, una expresión extrema de desempoderamiento en tanto que cualquier desigualdad se fundamenta en relaciones de poder. En este sentido, la exclusión social expresa una situación tanto de fallas del mercado como de abandono del Estado.24 Pero, al respecto, se quiere destacar que este concepto no sólo interpela al Estado y a sus políticas sociales, como se suele hacer desde los enfoques de pobreza, sino también al proceso de acumulación vigente. Esta es una diferencia fundamental entre estas propuestas analíticas.

Y cuarto, es una definición que historiza el fenómeno de la exclusión social. Sus tres elementos están sujetos a cambios en el tiempo. Así, los hogares se transforman en fun-ción de los cambios en los arreglos familiares. También se modifican los contenidos y los

22 En tanto que este enfoque es relacional, las relaciones al interior del propio hogar, en términos de poder de género y edad, adquieren gran relevancia. Por el enfoque cuantitativo que adopta el presente estudio, estas cuestiones no pueden ser abordadas.

23 Para una propuesta analítica de desigualdades de excedente desde la tradición radical, véase Pérez Sáinz y Mora Salas (2009).

24 Es en este doble sentido que hay que entender el “estar afuera del edificio” de la metáfora del inicio de este texto. Incorporar otras dimensiones implica distorsionar la metáfora y atribuirla un poder explicativo que no puede tener.

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ámbitos de la ciudadanía social así como la composición y funcionalidad del excedente laboral como acabamos de argumentar.25

Con este conjunto de reflexiones, que nos han ayudado a precisar el término de exclusión social, ahora sí podemos argumentar por qué este término nos parece más pertinente para poder entender el fenómeno de las carencias. Al respecto hay tres razones que di-ferencian, de manera significativa, a los conceptos de pobreza y exclusión social que se expresan en el siguiente cuadro.

Cuadro 1.1Diferencias en la forma de entender

las carencias reproductivas

Pobreza Exclusión social

Integración deficiente Fractura social

Posibilidades de movilidad social ascendente Bloqueo de la movilidad social

Definición según estándares Concepto relacional en términos de poder

En primer lugar, la exclusión social, en tanto que representa la forma extrema de las desigualdades sociales, remite a una comprensión relacional de la sociedad basada en el poder al contrario de la pobreza que, independientemente del enfoque que se adopte (línea de pobreza, necesidades básica insatisfechas, pobreza humana, etc.), define a las carencias en términos de un cierto estándar de bienestar y, por tanto, de una com-prensión no relacional. O sea, como señalamos en la introducción, la mirada de la socie-dad desde la pobreza es seudo-crítica: nos señala carencias sociales pero la óptica es mixtificadora. Esta diferencia es crucial, no sólo en términos analíticos (visión relacional versus no relacional con todas sus consecuencias en términos de asumir al orden social como conflictivo o no) sino también de políticas. La reducción de la pobreza se basa en un voluntarismo moral mientras que la superación de la exclusión implica redefinición de las relaciones de poder, lo que interpela el “contrato social” existente.

Segundo, la noción de pobreza y las políticas contra su reducción parten de la premisa de la existencia de una comunidad, normalmente la nacional, donde algunos sectores sociales están deficientemente incorporados pero su integración adecuada es factible ya que es posible la movilidad social ascendente con las políticas apropiadas. La pers-pectiva de la exclusión, por el contrario, postula la fractura de la comunidad apuntando la existencia de sectores que han sido dejados fuera de esta y, por tanto, dualización de la sociedad. Es decir, pobreza habla de ciudadanía social deficiente mientras exclusión

25 Con estas cuatros precisiones se responde a críticas importantes a la noción de exclusión, como las de Castel (1997) o la de Karsz (2004), referidas al uso que tiene este término en los análisis de denomina-da “nueva cuestión social” en Francia.

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denuncia su ausencia. Es decir, inclusión es sinónimo de empoderamiento y exclusión de lo contrario.

Y finalmente, como corolario de lo anterior, el enfoque de pobreza supone que hay posi-bilidades de superación de la pauperización a partir de la premisa de la movilidad social de los pobres inducida por políticas correctas que generarían oportunidades al alcance de los más desposeídos para superar su postergación social. Por el contrario, desde la perspectiva de la exclusión social se cuestiona la premisa de la movilidad y se propone más bien que hay bloqueo en la superación de la pobreza, especialmente de la indigen-cia. Bloqueo cuya causa radica en la exclusión social que es el rasgo definitorio crucial y pertinente.

Estos son los argumentos que fundamentan las dos metáforas que hemos comparado al inicio del presente texto.

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2. La exclusión social en Costa Rica:evidencia empírica del 2007

En este apartado queremos presentar estimaciones del fenómeno de la exclusión social en Costa Rica a partir de los datos de la encuesta de hogares del 2007 realizada por el INEC. Estas estimaciones se obtienen a partir del intento por falsear una hipótesis central que ha guiado nuestros estudios sobre exclusión social y que tiene que ver con la tercera diferencia entre los enfoques de pobreza y el de exclusión social tal como se ha plantea-do en el primer apartado. Esta hipótesis postula que hay hogares con carencia profundas que aunque se les genere un entorno favorable para la superación de la pobreza no lo logran porque su condición de exclusión se lo impide. Es lo que hemos denominado hi-pótesis del bloqueo de la superación de la pobreza por la exclusión. Su no falseamiento permitirá sustentar que el enfoque de exclusión es más pertinente que el de pobreza para abordar el fenómeno de las carencias de los hogares.

Para falsear esta hipótesis se ha seguido el siguiente itinerario analítico.26 Se ha partido de estimaciones oficiales de pobreza, a base del método de línea de pobreza, para ge-nerar una variable dicotómica que diferencia a los hogares pobres (valor 0) y de los no pobres (valor 1). Esta dicotomización constituye la variable dependiente de un modelo multivariado de regresión logística que tiene las siguientes características.

Su naturaleza logística va permitir estimar probabilidades para, a través de un ejercicio de simulación que se explicitará más adelante, poder falsear la hipótesis planteada. En este sentido, el modelo estima la superación de la pobreza o si se quiere, del paso de la pobreza a la no pobreza. Esta probabilidad está condicionada por las variables indepen-dientes que son varias ya que el modelo es multivariado. En este sentido, se puede decir que si la mirada sobre la pobreza, en términos de la variable dependiente, es unidimen-sional, ya que se trata de pobreza de ingresos, en cambio desde las variables indepen-dientes es multidimensional.

Las variables independientes que se introducen en el modelo se pueden agrupar en dos tipos. Por un lado, están aquellas que nos sirven para caracterizar el hogar en sus dimen-siones demográficas, de entorno escolar, de caracterización de la jefatura en términos de género o de nacionalidad (dada la presencia no desdeñable de inmigrantes nicaragüen-ses), de localización geográfica según región27 y de número de personas ocupadas (in-cluyendo una variable aparte para identificar a los hogares que no tienen ningún miembro en la PEA). Y, por otro lado, está nuestra variable de exclusión social que se expresa en niveles de exclusión/inclusión resultantes de la segmentación del índice del mismo nom-bre que operacionaliza el concepto de exclusión que hemos utilizado.

26 Es el mismo itinerario, con mejoras puntuales, de trabajos anteriores (Pérez Sáinz y Mora Salas, 2007; Mora Salas y Pérez Sáinz, 2009).

27 Como se podrá apreciar más adelante, se procesarán dos modelos: uno referido a la Región Central y otro al resto del país. No obstante, en este segundo se introducirá una variable categórica referida al resto de regiones.

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Esta última es una variable compleja cuya operacionalización requiere ser explicitada. Para tal propósito se presenta el siguiente esquema cuyo desarrollo detallado se encuen-tra en el anexo metodológico.

Diagrama Construcción del índice de exclusión/inclusión social

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ral)

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Este diagrama requiere un par de comentarios, estrechamente relacionados, sobre la manera cómo se ha operacionalizado. El primero se refiere al tema del poder que está presente de una doble manera. Por un lado, aparece en la definición de ciudadanía social ya que esta es resultado de un proceso histórico propio a cada sociedad. Recuérdese que el pensador original de este concepto, Marshall, lo planteó como el intento de resolu-ción de una contradicción propia del capitalismo: la tensión entre mercado y democracia. En este sentido, la forma y grado de desarrollo de ciudadanía social es resultado de un proceso histórico que difícilmente puede ser entendido sin referencia a la configuración de relaciones de poder entre fuerzas sociales.28

Pero si en términos de ciudadanía social se puede señalar que el tema del poder esta-ría solamente implícito y, por tanto, no parecería que adquiere la centralidad que busca otorgarle el enfoque de exclusión, no sucede lo mismo con la otra dimensión clave: la inserción laboral de los hogares. Recuérdese que el mercado de trabajo, como otros ámbitos mercantiles, es el espacio de generación de desigualdades de excedente que se expresan en términos de capacidad de mercado entre individuos, grupos de pares cate-góricos (basados en género, etnia, territorio, etc.) y, sobre todo, clases sociales.29 Esta capacidad es poder de negociar en el mercado. En el caso de clases subalternas, para los asalariados implica poder mejorar sus condiciones laborales para que devengan me-nos precarias y para los pequeños productores, mayores oportunidades de acumulación. Justamente, el excedente estructural de fuerza de trabajo, modalidad de inserción laboral que caracteriza al fenómeno de la exclusión, expresa capacidad muy mermada de mer-cado y al respecto recuérdese las categorías empíricas que lo constituyen: asalariados altamente precarizados, desempleados, autoempleados de subsistencia y trabajadores remunerados. Además este excedente no goza de ciudadanía social, de ahí que sea el peor de los mundos posible: el mercado les falla y el Estado les abandona. Es decir, ex-clusión social es sinónimo de desempoderamiento y, por consiguiente, el tema del poder está presente en esta operacionalización.

El segundo comentario, estrechamente relacionado con el anterior como se ha mencio-nado, remite al uso de estándares en esta operacionalización. Aparecen en la definición de precarización salarial (cumplimiento o no de normas laborales vigentes) y en la selec-ción de las dimensiones de ciudadanía social. Esta selección responde a las dimensiones

28 El presente trabajo, por obvias razones de la limitación de sus objetivos, no puede abordar esta tarea analítica. Sin embargo piénsese en el caso costarricense y como el conflicto de 1948 desemboca en la Segunda República y en el contrato social en la que se ha basado.

29 Esta manera de concebir las desigualdades se inscribe en la tradición radical donde la respuesta a las dos preguntas claves sobre desigualdades difiere notoriamente de la prevaleciente inspirada en el enfoque liberal. Mientras este, a la pregunta sobre “desigualdad de qué”, responde oportunidades y al cuestionamiento de “desigualdad entre quiénes”, responde “individuos”, las respuestas desde la óptica radical son distintas: poder en los mercados y además de los individuos, grupos de pares categóricos (basados en género, etnia, territorio, etc.) y, sobre todo, clases sociales (Pérez Sáinz y Mora Salas, 2009).

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Exclusión Social en Costa Rica: Elementos para Políticas Públicas

que históricamente ha caracterizado, según la bibliografía especializada, al desarrollo del régimen de bienestar en América Latina. En este sentido, expresa logros de tal desarrollo y no metas normativas a alcanzar. En cuanto a los criterios de precarización salarial, las normas laborales vigentes son resultado de luchas sociales. Es decir, estos estándares son resultado de procesos históricos, como expresiones de configuración de poder, y no construcciones normativas a las que se aspiran.30 Por consiguiente, estamos hablando de estándares muy distintos a los que se utilizan en los enfoques de pobreza. Confundirlos lleva a la imposibilidad de diferenciar este tipo de enfoques del que se está postulando.

Hechas estas aclaraciones podemos pasar analizar los resultados de los modelos. Ha-blamos en plural ya que se han corrido un modelo para la Región Central y otro para el resto del país. Los resultados del primero se muestran en el cuadro 2.1.

Cuadro 2.1Región Central: regresión logística de superación de la pobreza

a partir de predictores seleccionados (2007)

B S.E. Sig. Exp(B)Número de menores -0.371 0.047 0.000 0.690Número de mayores -0.217 0.079 0.006 0.805

Nivel educativo del/de la jefe/a 0.003- primaria 0.290 0.101 0.004 1.337- mas que primaria 0.439 0.147 0.003 1.550Jefatura femenina -0.501 0.090 0.000 0.606

Tasa de participación laboral 5.730 0.353 0.000 307.848Hogares sin PEA 1.237 0.190 0.000 3.445

Niveles de exclusión/inclusión 0.000- exclusión media 0.696 0.132 0.000 2.005- exclusión/inclusión baja 1.897 0.136 0.000 6.667- inclusión media 2.891 0.159 0.000 18.015- inclusión alta 4.214 0.280 0.000 67.610Constante -1.826 0.211 0.000 0.161Significación 0.000

Nagelkerke R-cuadrado 0.462% de aciertos 82.4Punto de corte 0.850Fuente: INEC: Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, 2007

30 Por ejemplo, es muy distinto un salario mínimo, como aspiración normativa que cubriría las necesidades básicas, al que realmente suele existir.

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No hay sorpresas en los resultados de este modelo ya que los predictores se comportan de la manera esperada: las cargas demográficas (tanto de menores como de mayores) como la jefatura femenina son factores reproductores de la pobreza mientras que a ma-yor nivel educativo de la persona que encabeza el hogar (o sea, el entorno educativo), de ocupados en relación al tamaño de la unidad doméstica y de inclusión social, nuestra variable clave, se incrementa la probabilidad de superar la pauperización. Además las unidades domésticas que no tienen miembro alguno formando parte de la PEA también tienen mayores probabilidades de ser no pobres, un fenómeno que estaría reflejando que la mayoría de este tipo de hogares viven de ingresos no laborales pero suficientes para satisfacer necesidades reproductivas.31

Por su parte el cuadro 2.2 muestra los resultados del modelo para el resto del país.

Cuadro 2.2Resto del país: regresión logística de superación de la pobreza

a partir de predictores seleccionados (2007)

B S.E. Sig. Exp(B)

Número de menores -0.254 0.046 0.000 0.776

Jefe/a con educación superior 0.744 0.370 0.045 2.104Región 0.001- Huetar Atlántica 0.181 0.103 0.077 1.199- Huetar Norte 0.458 0.130 0.000 1.581

Tasa de participación laboral 4.969 0.356 0.000 143.864Hogares sin PEA 1.057 0.187 0.000 2.876

Niveles de exclusión/inclusión 0.000- exclusión media 0.584 0.122 0.000 1.793- exclusión/inclusión baja 1.799 0.133 0.000 6.042- inclusión media 2.374 0.150 0.000 10.739- inclusión alta 3.722 0.514 0.000 41.330Constante -1.691 0.195 0.000 0.184Significación 0.000

Nagelkerke R-cuadrado 0.394% de aciertos 77.7Punto de corte 0.760Fuente: INEC: Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, 2007

31 En efecto, el 62.6% del total este tipo de hogares en el país se encuentra en situación de integración social. No obstante, su peso relativo dentro de la pobreza es mayor que en la no pobreza; de ahí que, en el siguiente apartado cuando se aborden los perfiles de los hogares bloqueados, se encontrarán que esta es una característica importante del fenómeno de la exclusión extrema o bloqueo.

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Tampoco hay sorpresas con los resultados de este modelo y, de hecho, hay un buen número de variables comunes al modelo anterior que se comportan de la misma manera. No obstante, en este segundo modelo hay que hacer notar que el número de personas mayores y la jefatura femenina no resultaron significativas. Además las diferencias en términos del entorno escolar del hogar son más acentuadas que en la Región Central. Y existe una variable territorial no incluida en el modelo previo y que muestra que si el hogar está ubicado en las regiones Huetar, especialmente en la Norte, su probabilidad de superar la pobreza es mayor.

Como se ha mencionado, este tipo de modelo genera probabilidades, en este caso de paso de la pobreza a la no pobreza. Manteniendo fijos los coeficientes se pueden simular escenarios cambiando los valores de las variables independientes. Es de esta manera que se ha falseado la hipótesis del bloqueo a través de una doble simulación. 32

La primera ha consistido en cambiar el perfil de los hogares pobres confiriéndoles las características de hogares no pobres. Esto implica aceptar un supuesto muy fuerte: polí-ticas exitosas de reducción de la pobreza y/o dinámicas socio-económicas inducen cam-bios profundos. O sea, nos ubicamos en una situación donde, en principio, se niega la existencia del bloqueo y se apuesta claramente por la movilidad social ascendente tal como se postula desde los enfoques de pobreza. El perfil se construye con valores mo-dales para variables no métricas y promedios para las métricas.33

En esta primera simulación, no obstante, no se ha afectado nuestra variable analítica clave: niveles de exclusión/inclusión. Su modificación nos lleva a una segunda simula-ción. Con los perfiles ya transformados se ha simulado cómo se incrementa la probabili-dad según se pasa de nivel en esta escala de exclusión/inclusión. Si con el primer nivel (exclusión alta), los cambios de la simulación primera arrojan ya una probabilidad igual o superior al punto de corte del respectivo modelo34, hay que rechazar la hipótesis del bloqueo puesto que la exclusión, incluso en su nivel más alto, no afecta sustantivamente la probabilidad de superar la pobreza. De lo contrario, no se puede falsear.

El cuadro 2.3 muestra los resultados de las simulaciones a partir del primer modelo, o sea el referido a la Región Central.

32 Seguimos la propuesta metodológica de Cortés (1997) sobre simulaciones para este tipo de modelos.

33 Aclaremos que este perfil corresponde a la mitad inferior de los hogares no pobres; o sea, sobre aque-llos cuyo ingreso per cápita es inferior a la mediana de esta misma variable del total de las unidades domésticas no pobres. Tomar la totalidad de los hogares integrados sería hacer una simulación muy radical y poco realista.

34 Este punto expresa un valor en la distribución de la probabilidad que maximiza la capacidad predictora del modelo. En términos intuitivos y relacionado con los ejercicios de simulación, el punto de corte sería similar, pero del lado de las variables independientes, al valor del la línea de pobreza que sirve para dicotomizar la variable dependiente.

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Cuadro 2.3

Región central: sim

ulaciones de superación de la pobreza

No.

menores

No.

mayores

Primaria

Más que

primaria

Jefam

ujerTPL

SinPEA

Excl.M

edia

Excl./inlc.baja

Incl.m

ediaIncl.alta

Probabilidad

Caso em

pírico extrem

o5

00

00

0.1250

00

00

0.04906616

Prom

edio no pobre

0.8250.260

10

00.404

00

00

00.60276441

0.8250.260

10

00.404

01

00

00.75265507

0.8250.260

10

00.404

00

10

00.91004924

0.8250.260

10

00.404

00

01

00.96470914

0.8250.260

10

00.404

00

00

10.99034672

Punto de corte p=0.850

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En sus columnas se encuentran todas las variables independientes. En el caso de varia-bles categóricas (los niveles de escolaridad de la persona que encabeza el hogar y los niveles de exclusión/inclusión que caracterizan al hogar) se muestran las distintas cate-gorías que las componen excepto la de referencia; esto último supone que si todas las categorías reflejadas en el cuadro tienen valor 0, el caso se encuentra en la de referencia (menos de primaria y exclusión extrema respectivamente). También se muestra el punto de corte que se ha establecido el modelo como probabilidad (0.850). Es respecto a este valor que se comparan los valores de la probabilidad que se obtienen con la simulación para determinar si el hogar supera la pobreza (probabilidad resultante igual o superior al valor del punto de corte) o no (menor que ese valor); en este último caso se encontraría en situación de bloqueo.

La primera fila muestra un caso existente en la base de datos, en concreto el hogar con la menor probabilidad de superar la pobreza, apenas 0.049 que supone una probabilidad de 17.4 veces menor que el punto de corte. Este resultado no es de extrañar observando el perfil de este hogar: una importante carga demográfica con cinco menores; encabezado por un hombre que no ha completado la primaria; con una débil inserción laboral ya que por cada persona ocupada dependen ocho35; y, como era de esperar, se encuentra en situación de exclusión extrema.

Las siguientes filas muestran las simulaciones, empezando con la segunda donde a ese hogar se le asigna el perfil promedio de los hogares no pobres con excepción del nivel de exclusión que no se modifica. Esta simulación implica cambios sustantivos, al menos, en dos variables: por un lado hay descenso drástico de las cargas demográficas referidas al número de menores (menos de una persona) y también hay un fortalecimiento de la inserción en mercado de trabajo ya que por cada persona ocupada dependen sólo dos personas y media. Estos cambios implica que la probabilidad se superar la pobreza pasa a 0.603 que es casi trece veces más. No obstante, no alcanza las 17.4 veces que se requiere para alcanzar el punto de corte que establece el modelo. Esto supone que los hogares en exclusión alta, a pesar de estos cambios radicales, no lograrían superar su condición de pauperización ya que se encuentran bloqueados.

Este resultado nos lleva a la fila tercera donde se simula los mismos cambios que en la segunda pero añadiendo el paso de la exclusión media. La probabilidad se incrementa a 0.752 pero aún permanece por debajo del punto de corte. O sea, este nivel de exclusión también bloquea. Es sólo cuando se pasa al nivel de exclusión/inclusión baja que se logra holgadamente dar el salo y superar la pobreza.

Por consiguiente, la hipótesis del bloqueo no se puede falsear con estos resultados y hay que concluir la existencia de bloqueo en la Región Central.

Un ejercicio similar de simulaciones se ha realizado para el resto del país. Sus resultados se muestran en el cuadro 2.4.

35 Este número se obtiene de dividir 1 por 0.125 que es, recordemos, la tasa de participación laboral (número de ocupados entre el tamaño del hogar).

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Cuadro 2.4

Resto del país: sim

ulaciones de superación de la pobreza

No.

menores

SuperiorH

uetarN

orteH

uetarA

tlant.TPL

SinPEA

Excl.m

ediaExcl./inlc.baja

Incl.m

ediaIncl.alta

Probabilidad

Caso em

pírico extrem

o5

00

00.071

00

00

00.06876045

Caso prom

edio no pobre

1.1100

00

0.3350

00

00

0.42398479

1.1100

00

0.3350

10

00

0.5688633

1.1100

00

0.3350

01

00

0.81643062

1.1100

00

0.3350

00

10

0.88769675

1.1100

00

0.3350

00

01

0.96817504

Punto de corte p=0.760.

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La estructura del cuadro es similar al anterior aunque las variables no son idénticamente las mismas. El caso empírico extremo muestra un hogar encabezado por una persona que tiene un nivel educativo inferior a la superior, con una importante carga demográfica de menores (también cinco), con una inserción laboral muy desfavorable (hay apenas una persona ocupada por catorce) y, obviamente, este hogar se encuentra en situación de exclusión extrema. Por consiguiente, no es de extrañar que su probabilidad de superar la pobreza (0.069) sea once veces inferior a la del punto de corte (0.760).

Como en el caso de la Región Central, la simulación con el perfil del promedio de hogares no pobres supone cambios radicales en términos de cargas demográfica (se reduce a un poco más de un menor) y de participación laboral (por cada tres miembros del hogar una persona estaría ocupada). Esta simulación, que no altera la condición de exclusión, in-crementa sustantivamente la probabilidad hasta 0.424 pero no alcanza el punto de corte. O sea, el nivel alto de exclusión bloquea la superación de la pobreza. Lo mismo acaece a simular con el paso al nivel de exclusión media. Es sólo alcanzando el nivel de exclusión/inclusión baja que se logra dar el salto.

Es decir, como en la Región Central, en el resto del país la hipótesis del bloqueo no se puede falsear y los hogares en exclusión alta o media se encuentran bloqueados.

A partir de estos resultados, el cuadro 2.5 reordena los hogares según tres niveles: los bloqueados u hogares en exclusión extrema; el resto de excluidos que se denominan excluidos relativos; y los incluidos.

Cuadro 2.5Costa Rica: hogares según niveles de exclusión

y por regiones (2007)

Niveles de exclusión/inclusión Región Central Resto país Total

Exclusión extrema (bloqueo) 8.3 14.4 10.5

Exclusión relativa 13.9 24.4 17.7

Inclusión 77.8 61.2 71.7

Total100.0(705,493)

100.0(408,800)

100.0(1.114,293)

Fuente: INEC: Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, 2007

Lo primero a destacar de los resultados de este cuadro es su contraste con los de pobre-za. Los cálculos oficiales para ese año han sido de 3.3% en pobreza extrema y 13.4% en pobreza relativa a nivel nacional. Por su parte, la evidencia desde este enfoque de exclusión muestra un mayor nivel de carencias. Así, el bloqueo es el triple que la pobreza

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extrema. Además no hay que olvidar que la exclusión extrema mostraría una situación cualitativamente peor que la indigencia.

De este cuadro también hay que destacar que la incidencia de la exclusión es casi el doble en el resto del país que en la Región Central. Es manteniendo, justamente, esta diferenciación regional que se va abordar, en el siguiente apartado, los perfiles de los hogares en situación de bloqueo.

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Exclusión Social en Costa Rica: Elementos para Políticas Públicas

3. Los hogares en exclusión extrema: perfiles y brechas

En este apartado nos vamos a centrar en los hogares bloqueados, manteniendo la dife-renciación territorial entre la Región Central y el resto de país, como acabamos de se-ñalar, pero vamos a distinguir dentro de cada conjunto de hogares bloqueados estratos según su probabilidad de superar la pobreza. Esta distinción la hacemos recurriendo a cuartiles.36 Los perfiles de la Región Central de estos estratos se muestran en el cuadro 3.1.37

Cuadro 3.1Región central: perfiles de hogares bloqueados por estratos (2007)

DimensionesEstratosPrimero Segundo Tercero Cuarto Total

bloqueoNobloqueo

Promedio de tamaño del hogar 5.42 3.61 3.13 3.36 3.87 3.65Promedio de número de menores 2.35 1.07 0.57 0.45 1.10 0.66Promedio de número de mayores 0.23 0.45 0.91 0.27 0.47 0.24Jefatura femenina (%) 59.44 56.32 23.39 38.65 44.55 29.71Jefatura nicaragüense (%) 22.31 6.16 1.04 6.18 8.80 5.38Promedio de tasa de participación laboral

0.15 0.12 0.12 0.35 0.19 0.50

Hogares sin PEA (%) 29.14 48.80 56.97 15.04 37.79 8.03

Fuente: INEC: Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, 2007

Comparando la totalidad de los hogares bloqueados con los no bloqueados, se observa que en todas las dimensiones hay diferencias mostrando, como era de esperar, un perfil menos favorable de los primeros hogares: mayores cargas domésticas, tanto de menores como de mayores; mayor presencia de hogares encabezados por mujeres y por nicara-güenses; menor inserción en el mercado de trabajo y mayor presencia de hogares que no tienen ningún miembro en la PEA.38 Sólo en términos de tamaño del hogar las diferencias se relativizan.

36 Esto supone que estamos ante estratos que constituyen, cada uno de ellos, aproximadamente el 25% del total de los bloqueados. Puede darse el caso, como sucede en el resto de país, que debido a saltos en los valores de la distribución de frecuencias (en este caso la probabilidad de superar la pobreza) no se corresponda exactamente a un 25%.

37 Estos perfiles se basan en promedios, si la respectiva variables es métrica, o en porcentajes, si es di-cotómica.

38 En efecto, el 37.8% de los hogares bloqueados en la Región Central no tienen miembros en la PEA mientras ese porcentaje desciende a 8.7 y a 7.9 en los niveles de exclusión relativa e inclusión, respec-tivamente. Aprovechemos para señalar que estos valores son, en el resto de país, los siguientes: 30.5% (bloqueo); 14.0% (exclusión relativa); y 6.2% (inclusión).

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Tomando en cuenta la diferenciación interna del conjunto de hogares bloqueados y com-parando con el total de este conjunto, hay rasgos que destacan en cada estrato y que es importante tener en cuenta a la hora de reflexionar sobre posibles políticas para la superación del bloqueo. Así, en el estrato primero, o sea el de menor probabilidad de su-perar la pobreza, destacan dos características: primero, se está ante hogares de tamaño grande y con un número importante de menores, o sea se insinúa que, en términos de ciclo familiar, se encuentran en la fase procreativa; y segundo, la presencia de hogares encabezados por mujeres y nicaragüenses es significativa. El siguiente estrato comparte el penúltimo rasgo pero sobresale por la baja tasa de participación laboral y, sobre todo, por la presencia de hogares sin miembros en la PEA. Este último rasgo se acentúa en el siguiente estrato donde el promedio de personas mayores es el más elevado. Por último el cuarto estrato tiene, como era de esperar, los promedios y porcentajes más cercanos a los de los hogares no bloqueados.

De estos datos, destacaríamos a dos grupos de hogares pensando en posibles bene-ficiarios de políticas para la superación del boqueo. Por un lado, estarían los hogares de mayor tamaño, en fase procreativa del ciclo familiar y con alta presencia de jefatura nicaragüenses pero, sobre todo, encabezados por mujeres. Y, por otro lado, hogares sin PEA donde el peso de la población de mayor edad es importante.

Cuadro 3.2Resto del país: perfiles de hogares bloqueados por estratos (2007)

Dimensiones Primero Segundo Tercero Cuarto Totalbloqueo

Nobloqueo

Promedio de tamaño del hogar 6.12 4.51 3.54 3.72 4.40 3.64

Promedio de número de menores 2.87 1.59 0.75 0.69 1.41 0.81

Promedio de número de mayores 0.13 0.22 0.61 0.29 0.33 0.21

Jefatura femenina (%) 31.77 37.15 37.32 36.52 35.77 25.82

Jefatura nicaragüense (%) 14.95 19.95 7.71 12.41 13.29 8.17

Promedio de tasa de participación laboral

0.16 0.15 0.13 0.31 0.19 0.47

Hogares sin PEA (%) 13.71 34.27 54.04 16.94 30.53 8.45

Chorotega (%) 29.43 24.86 30.54 14.65 24.87 19.83

Pacífico Central (%) 11.40 11.15 16.32 8.97 12.11 15.35

Brunca (%) 28.88 30.23 27.86 14.35 25.05 20.77

Huetar Atlántica (%) 22.26 20.66 17.72 32.57 23.33 28.90

Huetar Norte (%) 8.03 13.11 7.55 29.46 14.63 15.15

Fuente: INEC: Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, 2007

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Exclusión Social en Costa Rica: Elementos para Políticas Públicas

Un ejercicio similar se puede hacer con el resto del país a partir de los datos que se re-flejan en el cuadro 3.2.

Como en el caso de la Región Central hay diferencias importantes entre el conjunto de hogares bloqueados y los no bloqueados; incluso el tamaño del hogar es mayor en aquellos que en estos. En este sentido, el perfil de los primeros es similar al de la Región Central pero con diferencias de intensidad en sus desventajas según la variable que se trate; o sea, no en todas las dimensiones el resto del país estaría en una peor situación. Además en este cuadro se incorpora las ubicaciones territoriales de los hogares obser-vándose que, en Chorotega y Brunca, los hogares bloqueados tienen mayor presencia relativa.

En términos de estratos, el inferior destaca por ser hogares de gran tamaño, en la fase procreativa del ciclo familiar y con localización en las regiones Chorotega y Brunca. (De hecho estas dos regiones, junto a la Huetar Atlántica, son las que concentran a los hoga-res bloqueados indistintamente del estrato de pertenencia). En el estrato segundo sobre-sale la presencia no desdeñable de hogares encabezados por personas nicaragüenses y la localización en la región Brunca mientras en el tercero destaca a ubicación en la región Chorotega con la mitad de los hogares sin PEA y el mayor promedio de número de mayores. Y, como en la Región Central, el cuarto estrato es el más cercano al perfil del no bloqueo.

Como en la Región Central, también se podría identificar un par de grupos como be-neficiarios potenciales de políticas de superación del bloqueo. Por un lado, hogares de tamaño grande y en fase procreativa del ciclo familiar; pero al contrario de la Región Central el peso de la jefatura tanto femenina como nicaragüense no sobresale mientras que hay que tomar en cuenta su localización en las regiones Chorotega y Brunca. Por otro lado, estarían los hogares con baja participación laboral y con presencia significativa de hogares sin PEA y de personas de edad avanzada. Añadamos que este grupo tienden a localizarse en la región Chorotega. Se podría añadir un tercer grupo que sería aquel donde predomina la localización en la región Brunca con un porcentaje significativo de hogares encabezados por una persona nicaragüense.

Se puede decir que estos perfiles coinciden con los de hogares en pobreza extrema, lo cual es parcialmente cierto. Esta coincidencia se debe a cómo se define el grupo de uni-dades domésticas en estado de bloqueo ya que su primer criterio es estar en condición de pauperización.39 Sin embargo, hay dos diferencias fundamentales que no hay que per-der de vista. Por un lado, la identificación del bloqueo implica tomar en cuenta aspectos que no considera la pobreza sea relativa o extrema; nos referimos al tema de la calidad

39 Los otros dos criterios son, por un lado, que la probabilidad del hogar para superar la pobreza sea inferior al valor del punto de corte estimado por el modelo y, por otro lado, que tenga una condición de exclusión que bloquea.

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de empleo.40 Y, por otro lado, y como se ha podido apreciar al final del apartado prece-dente, la magnitud del bloqueo es el triple del de la indigencia. Es decir, la propuesta de exclusión social no es un mero ejercicio por re-etiquetar la pobreza.

Además de esta información de perfiles que nos han servido para identificar, en ambas territorialidades, grupos de beneficiarios potenciales, se puede analizar datos sobre los perfiles referidos a las tres dimensiones que definen la exclusión social. Estos perfiles están referidos sólo a las categorías extremas de exclusión: los empleos que integran el excedente laboral, o sea los de menor calidad (incluyendo las situaciones de desempleo); el nivel más bajo de escolaridad de la PEA (menos que primaria); y las situaciones donde ningún miembro del hogar tiene seguro alguno. Además se estiman brechas respecto de los hogares no bloqueados que se expresan como porcentaje del valor de la variable considerada para el estrato en cuestión.41 De esta manera se sabe la magnitud de la erradicación que debería afrontar la política respectiva.

El cuadro 3.3 ofrece esa información para la Región Central.

40 Justamente, este tipo de dimensiones se considerarán, inmediatamente, para analizar brechas.

41 La brecha se estima de la siguiente manera: Brecha = (valor de la variable del estrato – valor de la va-riable del total de los hogares no bloqueados)/ valor de de la variable del estrato * 100. Cuando el valor de la brecha es negativo, no se reporta ya que respecto a esa dimensión el respectivo estrato está en mejor condición que el conjunto de los no bloqueados.

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Comparando el total de los hogares bloqueados con los no bloqueados, con la excepción del trabajo no remunerado donde las diferencias son mínimas, hay brechas en el resto de dimensiones. En cuatro de ellas hay desafíos importantes. Así, se debería lograr que más de la mitad de las personas de la PEA de hogares bloqueados logren completar la primaria; seis de cada diez hogares sin ningún tipo de seguro deberían tener algún acce-so a este; también se debería reducir el desempleo en dos tercios; y debería dinamizarse el autoempleo en casi a tres cuartos de las situaciones donde prevalecen las lógicas de subsistencia. Sólo en términos de desprecarización salarial las exigencias son menores.

Estas brechas se pueden observar desagregadas por estratos donde, como era de es-perar, aparecen más severas en el estrato inferior especialmente en las dos últimas di-mensiones, especialmente referida al acceso al seguro. Pero también, hay brechas en el cuarto estrato que se expresan en dimensiones de empleo ya que son los hogares con mayor participación laboral. Es en este estrato que se manifiesta más claramente el pro-blema de la calidad del empleo. Esto hace que este cuarto estrato se configure también como grupo diferenciado de beneficiarios posibles de políticas públicas para superar la exclusión.

Por su parte el cuadro 3.4 presenta información similar para el resto del país.

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Los resultados son similares a los de la Región Central aunque las brechas generales tienen menor dimensión con la excepción, muy relativa, de la cobertura de seguro. Al respecto se insinúa un mundo donde las desigualdades tendrían menor magnitud que en la Región Central. En términos de estratos igualmente destacan el estrato inferior y el superior donde la magnitud de las brechas es mayor; respecto a este último se puede argumentar de la misma manera que se acaba de hacer respecto de la Región Central.

Combinando las observaciones sobre perfiles de hogares y brechas de inclusión, se pue-de insinuar algunos lineamientos de políticas para la superación del bloqueo que consti-tuye el apartado de conclusiones.

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4. Conclusiones: algunos lineamientos de políticas para la superación de la exclusión extrema.

Antes de esbozar estos lineamientos, nos parece pertinente recuperar las principales reflexiones analíticas de este trabajo así como sus hallazgos empíricos más relevantes.

1. El enfoque de exclusión social, en tanto que busca una aproximación crítica a la pro-blemática de las carencias, se diferencia de los de pobreza de una triple manera:

• En primer lugar, la exclusión social remite a una comprensión relacional de la so-ciedad basada en el poder al contrario de la pobreza que, independientemente del enfoque que se adopte (línea de pobreza, necesidades básica insatisfechas, pobreza humana, etc.), define a las carencias en términos de un cierto estándar de bienestar y, por tanto, de una comprensión no relacional.

• Segundo, la noción de pobreza y las políticas contra su reducción parten de la premi-sa de la existencia de una comunidad, normalmente la nacional, donde algunos sec-tores sociales están deficientemente incorporados pero su integración adecuada es factible ya que es posible la movilidad social ascendente con las políticas apropiadas. La perspectiva de la exclusión, por el contrario, postula la fractura de la comunidad apuntando la existencia de sectores que han sido dejados fuera de esta y, por tanto, dualización de la sociedad.

• Y tercero, como corolario de lo anterior, el enfoque de pobreza supone que hay posi-bilidades de superación de la pauperización a partir de la premisa de la movilidad so-cial de los pobres inducida por políticas correctas que generarían oportunidades al al-cance de los más desposeídos para superar su postergación social. Por el contrario, desde la perspectiva de la exclusión social se cuestiona la premisa de la movilidad y se propone más bien que hay bloqueo en la superación de la pobreza, especialmente de la indigencia.

2. Desde esta perspectiva crítica, el fenómeno de la exclusión social designaría hogares en reproducción deficitaria porque no gozan de los beneficios de la ciudadanía social existente y su inserción en el mercado de trabajo pasa por el excedente laboral. De esta definición hay que destacar los siguientes elementos.

• Primero, se identifica al hogar como la unidad de análisis de la exclusión social por ser el locus, por excelencia, donde este fenómeno se materializa. Esto supone que este fenómeno no se aplica a individuos aunque existan formas de exclusión indivi-dual que remitirían a otro tipo de fenómeno y problemática. Ni tampoco se aplica a grupos, como se postularía desde el enfoque de especialización que confunde este fenómeno con el de discriminación.

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• Segundo, el término social remite al hecho que estamos hablando de reproducción de población, en este caso agrupada en hogares. Es esta dimensión reproductiva la que delimita y precisa el adjetivo que acompaña a la exclusión.

• Tercero, esta es una definición que postula relaciones de causalidad. Por un lado, estaría el Estado por su ausencia en términos de ciudadanía social al desarrollar políticas sociales que no resultan universales. Y, por otro lado, estaría el proceso acumulativo que genera un excedente laboral de naturaleza estructural. Es decir, la exclusión social implica un mundo signado por las fallas del mercado y el abandono del Estado.

• Y cuarto, es una definición que historiza el fenómeno de la exclusión social. Sus tres elementos están sujetos a cambios en el tiempo. Así, los hogares se transforman en función de los cambios en los arreglos familiares. También se modifican los conteni-dos y los ámbitos de la ciudadanía social así como la composición y funcionalidad del excedente laboral según distintos momentos históricos.

3. El presente estudio ha estimado el fenómeno de la exclusión social en Costa Rica a

partir de los datos de la encuesta de hogares del 2007 realizada por el INEC. Estas estimaciones se obtienen como parte del proceso por falsear la hipótesis central que ha guiado este estudio: hay hogares con carencia profundas que aunque se les genere un entorno favorable para la superación de la pobreza no lo logran porque su condición de exclusión se lo impide. Es lo que hemos denominado hipótesis del bloqueo de la superación de la pobreza por la exclusión. Su no falseamiento permite sustentar, justamente, que el enfoque de exclusión es más pertinente que el de po-breza para abordar el fenómeno de las carencias de los hogares.

Para falsear esta hipótesis se ha recurrido a simulaciones a partir de modelos de regre-sión logística. Estos modelos tienen las siguientes características:

• Se ha partido de estimaciones oficiales de pobreza, a base del método de línea de pobreza, para generar una variable dicotómica que diferencia a los hogares pobres (valor 0) y de los no pobres (valor 1). Esta dicotomización constituye la variable de-pendiente de los modelos.

• Las variables independientes que se introducen en el modelo se pueden agrupar en dos tipos. Por un lado, están aquellas que nos sirven para caracterizar el hogar en sus dimensiones demográficas, de entorno escolar, de caracterización de la jefatura en términos de género o de nacionalidad (dada la presencia no desdeñable de in-migrantes nicaragüenses), de localización geográfica según región y de número de personas ocupadas (incluyendo además una variable aparte para identificar a los ho-gares que no tienen ningún miembro en la PEA). Y, por otro lado, está nuestra varia-ble de exclusión social que se expresa en niveles de exclusión/inclusión resultantes de la segmentación del índice del mismo nombre que operacionaliza el concepto de exclusión que hemos utilizado.

• Y se han procesado dos modelos diferenciado la Región Central del resto del país.

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Los resultados de estos modelos son los siguientes:

• En la Región Central no hay sorpresas en los resultados ya que los predictores se comportan de la manera esperada: las cargas demográficas (tanto de menores como de mayores) como la jefatura femenina son factores reproductores de la pobreza mientras que a mayor nivel educativo de la persona que encabeza el hogar (o sea, el entorno educativo), de ocupados en relación al tamaño de la unidad doméstica y de inclusión social, nuestra variable clave, se incrementa la probabilidad de superar la pauperización. Además las unidades domésticas que no tienen miembro alguno formando parte de la PEA también tienen mayores probabilidades de ser no pobres.

• Tampoco hay sorpresas con los resultados del resto del país y, de hecho, hay un buen número de variables comunes al modelo anterior que se comportan de la mis-ma manera. No obstante, en este segundo modelo hay que hacer notar que el núme-ro de personas mayores y la jefatura femenina no resultaron significativas. Además las diferencias en términos del entorno escolar del hogar son más acentuadas que en la Región Central. Y existe una variable territorial no incluida en el modelo previo y que muestra que si el hogar está ubicado en las regiones Huetar, especialmente en la Norte, su probabilidad de superar la pobreza es mayor.

4. Este tipo de modelo genera probabilidades, en este caso de paso de la pobreza a la no pobreza. Manteniendo fijos los coeficientes se pueden simular escenarios cam-biando los valores de las variables independientes. Es de esta manera que se ha falseado la hipótesis del bloqueo a través de una doble simulación.

• La primera ha consistido en cambiar el perfil de los hogares pobres confiriéndoles las características de hogares no pobres. Esto implica aceptar un supuesto muy fuerte: políticas exitosas de reducción de la pobreza y/o dinámicas socio-económicas indu-cen cambios profundos. O sea, nos ubicamos en una situación donde, en principio, se niega la existencia del bloqueo y se apuesta claramente por la movilidad social ascendente tal como se postula desde los enfoques de pobreza. El perfil se cons-truye con valores modales para variables no métricas y promedios para las métricas correspondientes a la mitad inferior de los hogares no pobres (aquellos cuyo ingreso per cápita es inferior a la mediana de esta misma variable del total de las unidades domésticas no pobres).

• En esta primera simulación, no obstante, no se ha afectado nuestra variable analítica clave: niveles de exclusión/inclusión. Su modificación nos lleva a una segunda simu-lación. Con los perfiles ya transformados se ha simulado cómo se incrementa la pro-babilidad según se pasa de nivel de exclusión. Si con el primer nivel (exclusión alta), los cambios de la simulación primera arrojan ya una probabilidad igual o superior al punto de corte, hay que rechazar la hipótesis del bloqueo puesto que la exclusión, incluso en su nivel más alto, no afecta sustantivamente la probabilidad de superar la pobreza. De lo contrario, no se puede falsear.

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• Los ejercicios de simulación en ambos modelos muestran que los hogares pobres en niveles de exclusión alta o media, a pesar de las transformaciones sustantivas que introducen la primera simulación, no logran superar su estado de pauperización. Es decir, con esta evidencia empírica no se puede falsear la hipótesis del bloqueo.

• Reagrupando los hogares en tres niveles (exclusión extrema o bloqueo, exclusión relativa e inclusión), a partir de estas simulaciones, se puede estimar que el bloqueo afecta, a nivel nacional, al 10.5% de las unidades domésticas y la exclusión relativa al 17.7%. Estas cifras son superiores a los cálculos oficiales que han sido de 3.3% en pobreza extrema y 13.4% en pobreza relativa a nivel nacional. O sea, el bloqueo es el triple que la pobreza extrema; además no hay que olvidar que la exclusión extrema mostraría una situación cualitativamente peor que la indigencia. También hay que destacar que la incidencia de la exclusión es el doble en el resto del país (14.4% de hogares en bloqueo y 24.4% en exclusión relativa) que en la Región Central (8.3% en bloqueo y 13.9% en exclusión relativa).

5. Se ha profundizado el estudio empírico, identificando los perfiles de los hogares blo-queados diferenciándolos en estratos según cuartiles de su probabilidad de superar la pobreza. Estos perfiles se han realizado sobre características del hogar. Los resul-tados han sido los siguientes:

• En la Región Central, el estrato primero, o sea el de menor probabilidad de superar la pobreza, destacan dos características: primero, se está ante hogares de tamaño grande y con un número importante de menores, o sea se insinúa que, en términos de ciclo familiar, se encuentran en la fase procreativa; y segundo, la presencia de ho-gares encabezados por mujeres y nicaragüenses es significativa. El siguiente estrato comparte el penúltimo rasgo pero sobresale por la baja tasa de participación laboral y, sobre todo, por la presencia de hogares sin miembros en la PEA. Este último ras-go se acentúa en el siguiente estrato donde el promedio de personas mayores es el más elevado. Por último el cuarto estrato tiene, como era de esperar, los promedios y porcentajes más cercanos a los de los hogares no bloqueados.

• En el resto del país, el estrato inferior destaca por ser hogares de gran tamaño, en la fase procreativa del ciclo familiar y con localización en las regiones Chorotega y Brunca. En el estrato segundo sobresale la presencia no desdeñable de hoga-res encabezados por personas nicaragüenses y la localización en la región Brunca mientras en el tercero destaca a ubicación en la región Chorotega con la mitad de los hogares sin PEA y el mayor promedio de número de mayores. Y, como en la Región Central, el cuarto estrato es el más cercano al perfil del no bloqueo.

Además se han analizado las dimensiones básicas de exclusión para este conjunto de hogares bloqueados: inserción en el excedente laboral; nivel menor que primaria de la PEA; y ausencia de cualquier tipo de seguro social. Estos valores se han comparado con lo de los hogares no bloqueados para estimar brechas de bloqueo. Los resultados han sido los siguientes:

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• En la Región Central, las brechas aparecen más severas en el estrato inferior espe-cialmente en la referida al acceso al seguro. Pero también, hay brechas en el cuarto estrato que se expresan en dimensiones de empleo ya que son los hogares con mayor participación laboral. Es en este estrato que se manifiesta más claramente el problema de la calidad del empleo.

• Los resultados en el resto del país son similares a los de la Región Central aunque las brechas generales tienen menor dimensión con la excepción, muy relativa, de la cobertura de seguro. Al respecto se insinúa un mundo donde las desigualdades ten-drían menor magnitud que en la Región Central. En términos de estratos igualmente destacan el estrato inferior y el superior donde la magnitud de las brechas es mayor; respecto a este último se puede argumentar de la misma manera que se acaba de hacer respecto de la Región Central.

6. Del ejercicio del punto anterior se puede insinuar algunos lineamientos de políticas

para la superación del bloqueo. El análisis muestra que se deberían considerar a tres posible grupos de beneficiarios que requieren de políticas diferenciadas. Son grupos que emergen en las dos territorialidades con las que se ha trabajado y, si bien hay características comunes, también la pertenencia espacial introduce ciertas especifi-cidades. Pero antes es importante hace una breves reflexiones que atañen a todos los estratos independientemente de su localización.

Todos los estratos:

• La brecha laboral más significativa tiene que ver con el autoempleo. Esto supone que hay que dinamizar este tipo de actividades para que rompan con la lógica de subsistencia que les impone el hogar. En tanto que en la Región Central los tipos de actividades predominantes serían la industria y, sobre todo, el comercio y en el resto de país, las agropecuarias, se requiere de políticas sectoriales diferenciadas.

• La otra brecha laboral importante es la del desempleo. Pero si se genera empleo asalariado signado por la alta precariedad (empleos donde no se cumplen con los estándares laborales vigentes por ley) o autoempleo de subsistencia, no se incide en la superación del bloqueo. Por consiguiente, es necesario, generar (auto)empleos con calidad.

• En cuanto a la brecha de escolaridad, en tanto que se relaciona con la inserción la-boral, lo que se insinúa son programas de capacitación acordes con las posibilidades ocupacionales.

• La clausura de la brecha de cobertura de aseguramiento plantea retos similares en las dos territorialidades identificadas.

Además de estas observaciones comunes, hay otras específicas que se plantean a con-tinuación.

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Estrato inferior:

• Son los hogares donde el bloqueo es mayor y, por tanto, los esfuerzos para cerrar brechas los más exigentes. No obstante hay que tomar en cuenta tres características de los hogares.

• La primera es que son hogares en la fase procreativa por lo que las posibilidades de incorporación al mercado de trabajo son limitadas. O sea, la brecha en términos de participación laboral no se podrá parcialmente cerrar ya que el hogar no tiene fuerza de trabajo disponible. Esto plantea la necesidad de subsidios que compensen ese déficit. Tampoco hay que incorporar a nuevos miembros del hogar tempranamente en detrimento de su escolaridad. Esto se reflejaría en el futuro en términos de brecha de escolaridad de la PEA.

• La segunda es la feminización de la jefatura que implica que para garantizar la inser-ción laboral y la capacitación de la jefa, es necesario proveer servicios de cuidado a menores en el hogar. Este es un fenómeno que sobresale en la Región Central

• También en esa región destaca el porcentaje de hogares encabezados por una per-sona nicaragüenses. En estos casos la inserción laboral, especialmente en el caso de empleo asalariado, debe tomar en cuenta los abusos laborales de esta pobla-ción.

Estratos medios:

• Son los hogares donde la ausencia de inserción laboral, incluso en términos de des-empleo, es mayor.

• También se encuentran la mayor incidencia de personas mayores.

• Por consiguiente, se pensaría que la acción debería pasar por subsidios, en concreto pensiones mínimas que deberían garantizar niveles mínimos de vida.

Estrato superior

• El principal problema es de inserción laboral y, por tanto, aplica las observaciones generales sobre empleo y educación.

Este último estrato es, probablemente, el que requiere de menor esfuerzo y si bien debe ser tomado en cuenta, no puede ser priorizado para mostrar resultados a corto plazo. La estrategia de superación del bloqueo debe empezar con el estrato inferior por lo que se estaría ante una estrategia a largo plazo, plasmada en políticas estatales y no meramen-te en medidas del gobierno de turno.

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ANEXOS

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ANEXO METODOLÓGICO

Este anexo contiene una síntesis de la metodología aplicada en este estudio. En un primer apartado se describe, muy brevemente, las características de la base de datos utilizada para pasar, en un segundo acápite, a la construcción del índice y de los niveles de exclusión/inclusión. En un tercer apartado, se especifican los modelos de regresión logística utilizados para la falsación de la hipótesis del bloqueo para concluir, en un cuarto acápite, con la lógica de las simulaciones.

1. Descripción de la base de datos utilizada

Se ha utilizado la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) realizada por el INEC en julio de 2007 que tiene las siguientes características:

• El diseño muestral es probabilística, estratificado y bietápico.

• En la primera etapa se seleccionaron segmentos censales con igual probabilidad y en la segunda, conglomerados de tres viviendas en forma sistemática y con probabi-lidad igual.

• El tamaño de la muestra ha sido de 14,572 viviendas.

• Y los dominios de estudio son las seis regiones de planificación del MIDEPLAN y las zonas urbanas y rurales.

2. Indice y niveles de exclusión/inclusión

En el segundo apartado del texto se ha presentado un esquema de operacionalización del concepto de exclusión que se ha llevado a cabo. Ahora vamos a especificar, paso a paso, este proceso de operacionalización.

2.1 Inserción laboral del hogar

Se construyeron dos variables que califican la condición laboral de la población trabaja-dora. Una es la referida a los asalariados, en la que se generan niveles de precarización salarial y la otra se refiere a la modalidad de autoempleo, en el que se establece una tipología de autoempleo. Las restantes variables consideradas (patronos, trabajadores no remunerados y desempleados) son de fácil construcción a partir de las variables exis-tentes en la base. Todas las variables se refieren a la población económicamente activa y excluyen al servicio doméstico y pensionistas que habitan en el hogar.

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2.1.1 Niveles de precarización salarial

Como trabajadores asalariados se consideran las siguientes categorías ocupacionales: empleado/a del Estado; empleado/a del sector privado; y servidor doméstico (asalaria-do).

Se identificaron variables que ayudaran a clasificar la situación de precariedad salarial limitada a su dimensión de regulación. Estas variables se construyeron de manera dico-tómica, con valor 1 si cumple con la respectiva norma laboral y 0 en caso contrario.

Se consideraron las siguientes variables:

• Estabilidad laboral: valor 1 para casos en los que el trabajo lo realizó todo el año y valor 0 para resto de casos (ocasional, estacional o ignorado).

• Jornada laboral: valor 1 para casos con jornadas entre 40 y 48 horas y valor 0 para resto de casos. Casos de subempleo voluntario o de gerentes, en este último caso independientemente de la duración de la jornada, se incorporan al valor 1.

• Aseguramiento: valor 1 para casos de condición de aseguramiento por ser asalariado/a o mediante convenio y valor 0 para casos sin aseguramiento.

• Salario por hora: valor 1 para casos cuyo salario por hora es superior a 779.92 colo-nes y valor 0 para resto de casos.42

• Otros beneficios: valor 1 para casos que pueden disfrutar de vacaciones, incapacidad o aguinaldo y valor 0 para casos que no disfrutan de ninguno de estos tres beneficios laborales.

• Segundo empleo: valor 1 para casos que no tienen una ocupación secundaria y valor 0 para los que la tienen.

Estas variables fueron incorporadas en un análisis de confiabilidad (Reliability Analysis) para determinar cuales variables entraban en el índice de precariedad salarial. Las varia-bles resultantes fueron estabilidad laboral, aseguramiento y otros beneficios. El Alpha de Croncbach fue de 0.718.

A partir de estas variables se ha elaborado un índice de precarización como suma simple de las tres variables seleccionadas. A los casos con suma 0 (no cumple con ninguno de los estándares considerados) se les ha calificado como precarización alta; a los que cumplen con todas (o sea, valor 3 de la suma), se les ha calificado como de precarización

42 Este valor resulta de dividir 148,590 colones, que es el salario mínimo minimorum según datos de MI-DEPLAN (http://www.mideplan.go.cr/sides/economico/03-11.htm) a partir del 1 de enero del 2007, por 44 horas semanales y 4.33 semanas por mes.

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baja; y el resto (valores 1 ó 2) se les han calificado de precarización media. La distribu-ción de estos niveles se muestra en cuadro siguiente:

Cuadro A.2.1.1.1Costa Rica: niveles de precarización salarial por país

(2007)

Niveles de precarización Porcentajes

Alto 111,547 8.3

Medio 413,223 30.6

Bajo 823,454 61.1

Total 1.348,224 100.0

Fuente: INEC (2007)

2.1.2 Tipología de autoempleo

Se ha considerado dos categorías ocupacionales para la construcción de esta tipología: los propietarios de establecimientos que ocupan nueve y menos personas (empresarios pequeños) y los trabajadores por cuenta propia.

Esta tipología intenta captar tres niveles de autoempleo: dinámico, con capacidad de acumulación; de subsistencia sin tal capacidad, ya que las necesidades reproductivas del hogar se imponen a las acumulativas del establecimiento; e intermedio, que recoge los casos que no pueden ubicarse claramente en los dos niveles previos.

A los profesionales independientes, que forman parte de los trabajadores por cuenta propia, se les ha ubicado en el nivel intermedio con posibilidades de pertenecer al nivel dinámico. O sea, los profesionales independientes, por definición, no pueden pertenecer al nivel de subsistencia.

Para diferenciar los niveles se han utilizado dos criterios. El primero se refiere a la ubi-cación del establecimiento, determinando que cuando tal local es independiente de la vivienda, se mostraría separación del establecimiento del hogar y, por tanto, superación de la condición de subsistencia con la consiguiente capacidad acumulativa, sea porque se tiene en propiedad o se puede pagar el alquiler. No obstante, este criterio no se aplica a las actividades agrícolas. Esto último responde al hecho que la posesión de tierra, en el campesinado pequeño, no suele reflejar dinámicas de acumulación, sino que expresa otros fenómenos (herencia, otorgamiento por parte del Estado, etc.). A estos se les ha aplicado sólo el segundo criterio, que ha tenido que ver con el nivel de ingresos de estos trabajadores autoempleados.

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Este ingreso se ha valorado respecto a lo que se ha denominado “ingreso de responsabi-lidad social” (IRS). Este se ha definido como aquel monto generado por una actividad de autoempleo que contribuye a superar la pobreza del respectivo hogar. Contribuir implica que no se considera a este ingreso como único en tal superación (esto lo constituiría en un ingreso familiar), sino que tal responsabilidad la comparte con otros ingresos laborales (salariales o de autoempleo). En este sentido, este ingreso se define como:

IRS = línea de la pobreza * (tamaño del hogar / total de ocupados equivalentes)

La equivalencia en la ocupación se refiere al hecho que las personas ocupadas de un hogar con menos de 25 años o más de 64 años se les otorgó la mitad del peso del resto de los miembros del hogar empleados; o sea, una persona de 20 años o de 70 años no suma como una unidad sino como 0.5. Por otro lado, hay que mencionar que el tamaño del hogar tiene depurado a los inquilinos y a domésticas empleadas por ese hogar.

Se ha tomado en cuenta los valores diferenciados de la línea de pobreza rural (43,261 colones) y los de la urbana (54,160 colones). Todos los ingresos principales reportados en autoempleo se convirtieron en (sub)múlti-plos del IRS correspondiente al respectivo hogar.

Combinando estos dos criterios, se obtiene tres niveles de clasificación, los cuales se resumen en el cuadro siguiente:

Cuadro A.2.1.2.1 Variables definitorias de autoempleo

Niveles Definición

Autoempleo dinámico

Los profesionales independientes con ingresos superiores a 1 IRS.Los empresarios pequeños y trabajadores por cuenta propia en actividades no agrícolas con local independiente y con ingresos superiores a 1 IRS.Los empresarios pequeños y trabajadores por cuenta propia en actividades agrícolas (campesinos pequeños) y con ingresos superiores a 2 IRS.

Autoempleo de subsistencia

Los empresarios pequeños y trabajadores por cuenta propia en actividades no agrícolas sin local independiente y con ingresos iguales o inferiores a 1 IRS.Los empresarios pequeños y trabajadores por cuenta propia en actividades agrícolas (campesinos pequeños) y con ingresos iguales o inferiores a 1 IRS.

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Cuadro A.2.1.2.1 Variables definitorias de autoempleo

Niveles Definición

Autoempleo intermedio El resto de situaciones.

La distribución de los tres tipos resultantes se observa en el cuadro A.2.1.2.2:

Cuadro A.2.1.1.2Costa Rica: niveles de autoempleo por país

(2007)

Niveles de autoempleo Porcentajes

Subsistencia 171,703 38.9

Intermedio 152,860 34.6

Dinámico 116,703 26.5

Total 441,266 100.0

Fuente: INEC (2007)

2.1.3 Categorías laborales restantes

Además de las categorías referidas a relaciones salariales y de autoempleo, se han cons-truido tres categorías más. La primera es la de patronos y considera a los propietarios de establecimientos que emplean 10 ó más trabajadores, o sea se trata de los empresarios medios y grandes. La segunda es la de trabajadores no remunerados (familiares y no). Y finalmente están los desempleados, constituidos por los cesantes y los que buscan trabajo por primera vez.

Es necesario argumentar por qué se han considerado a los trabajadores no remunerados como una categoría aparte y no se incluyó dentro de los asalariados o del autoempleo. Respecto a lo primero, se puede argumentar que, justamente, por su condición de no re-munerados no pueden ser considerados como asalariados. Este argumento, si se lleva a sus últimas consecuencias, supone que no deberían ser considerados de manera alguna, ya que el mercado de trabajo no reconoce este tipo de trabajo pues no lo remunera. No obstante, se podría argumentar que hay un reconocimiento indirecto a través del trabajo de la persona que lo emplea. O sea, se estaría ante un/a trabajador/a colectivo/a. Esta

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opción, analíticamente interesante, no es viable dada la manera que están captados los datos, ya que la unidad de registro es el hogar y no el establecimiento. Por consiguiente, se optó por un tratamiento diferenciado y, como se verá en el próximo apartado, se inclu-ye dentro del excedente laboral.

Además, hay un número de trabajadores que, por ausencia de información en alguna de las variables que definen las categorías construidas, han engrosado una categoría residual de inclasificados.

2.1.4 El hogar y su “promedio laboral”

Las construcciones previas se hacen sobre los individuos pero es necesario reflejarlas en términos del hogar ya que es este la unidad de análisis de la exclusión social.

Para ello lo primero ha sido clasificar los empleos según niveles de calidad. Al respecto se ha procedido de la siguiente manera:

• calidad alta: empresarios de empresas no pequeñas (grandes y medianas), asalaria-dos no precarios y autoempleo dinámico.

• calidad media: asalariados con precariedad media y autoempleo intermedio.

• calidad baja: asalariados con precariedad alta, autoempleo de subsistencia, desem-pleados abiertos y trabajadores no remunerados.43

As partir de esta clasificación se ha generado un promedio por hogar que es el si-guiente:

Promedio laboral por hogar = (A * No. de empleos de calidad alta + B * No. de empleos de calidad media + C * No. de empleos de calida baja) / (No. de miembros del hogar en la PEA – No. de miembros ocupados sin clasificar)

A, B y C son coeficientes que han sido estimados a partir de los respectivos promedios del ingreso del correspondiente nivel de empleo. Como los de alta calidad son los que suelen arrojar un promedio mayor este se ha considerado como la unidad (o sea. A=1), calculando B y C como submúltiplos de A. Los valores han sido los siguientes: alta (1); media (0.537); y baja (0.330).

No obstante, tenemos un conjunto de casos cuyo promedio no se puede estimar debido a dos razones: por un lado, hay hogares que no tienen miembros en la PEA y, por otro lado, hay casos donde habiendo miembros en la PEA, a ninguno de ello se le ha podido

43 Este nivel es el que expresa el excedente laboral.

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clasificar por falta de información.44 Para no perder estos del análisis se ha procedido a un proceso de imputación de la siguiente manera.

Se han estimado medianas del ingreso para tres grupos de hogares: aquellos cuyo pro-medio laboral corresponde al coeficiente C (o sea, todos sus miembros de la PEA co-rresponden al nivel de calidad baja); a los que su promedio está entre los valores C y A; y a los hogares con promedio laboral igual a A (o sea, todos sus miembros de la PEA corresponden al nivel de calidad alta). Esto arroja tres medianas: M1, M2 y M3.

• Aquellos casos sin información del promedio laboral y cuyo ingreso per cápita es igual o inferior a M1, se le ha imputado como promedio laboral el valor de C.

• Aquellos casos sin información del promedio laboral y cuyo ingreso per cápita es superior a M1 pero inferior o igual a M2, se le ha imputado como promedio laboral el valor (C + B) / 2.

• Aquellos casos sin información del promedio laboral y cuyo ingreso per cápita es

superior a M2 pero inferior o igual a M3, se le ha imputado como promedio laboral el valor (B + A) / 2.

• Y aquellos casos sin información del promedio laboral y cuyo ingreso per cápita es superior a M3, se le ha imputado como promedio laboral el valor de A.

Obviamente, casos sin información respecto del ingreso per cápita no son imputables.

2.2 Construcción de las variables de ciudadanía social

Esta segunda dimensión de la exclusión social ha contemplado la construcción de dos variables: el nivel de escolaridad de la PEA del hogar y el grado de cobertura de asegu-ramiento del hogar.

En cuanto a la primera se ha construido, a nivel de miembros de la PEA, una variable según niveles de escolaridad que han sido los siguientes:

Menos de primaria: analfabetos o personas con menos de seis años de escolaridad. Primaria completa: personas que aprobaron de seis o más años de escolaridad sin completar ni la secundaria académica o la técnica.

Secundaria académica: personas que aprobaron once años de escolaridad dentro de la opción de secundaria académica

44 Cuando en un hogar hay al menos un miembro clasificado, es a partir de este que se estima el promedio laboral. Por esa razón en el denominador de este cociente, al número de miembros de la PEA se les sustrae los no clasificados.

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Secundaria técnica: personas que aprobaron doce años de escolaridad dentro de la opción de secundaria técnica

Superior: personas con trece o más años de escolaridad.

Por consiguiente, se tienen cinco niveles y se les ha otorgado valores de 0 (menos de pri-maria) a 4 (superior). Se ha procedido a estimar el promedio por hogar que, obviamente, oscila entre 0 (todos los miembros de la PEA tienen menos que primaria) y 4 (todos los miembros tienen educación superior). Pero como en el caso del promedio laboral pode-mos tener casos sin información por una doble razón: por un lado, están los hogares sin PEA y, por otro lado, casos donde los miembros de la PEA no tienen información sobre su escolaridad. Para intentar recuperar estos casos se ha procedido también a un proce-so de imputación.

Este caso es más sencillo y se han estimado promedios de niveles de escolaridad del/ de la jefe/a de hogar para los cinco niveles. Y, estos se han imputado a los casos sin infor-mación según el nivel de escolaridad del/de la correspondiente jefe/a de hogar.

La segunda variable de ciudadanía social es el grado de aseguramiento del hogar. Las personas aseguradas por ser asalariadas, por convenio o por cuenta propia, así como los pensionados del régimen de Invalides, Vejez y Muerte de la Caja Costarricense del Se-guro Social o del Magisterio, Poder Judicial, etc. se les otorga valor 1; las no aseguradas, valor 0; y al resto, valor 0.5.

Por hogar se estiman promedios que varían, obviamente, entre 1 (todos los miembros del hogar tienen la situación de aseguramiento más favorable) y 0 (nadie tiene seguro).

2.3 Indice y niveles de exclusión

Con estas tres variables del hogar (promedio laboral, promedio de nivel de escolaridad de la PEA y promedio de aseguramiento), se ha llevado a cabo, para cada país, análisis factoriales por el método de componentes principales. Los resultados han sido los si-guientes:

Factor Analysis

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Posteriormente se ha procedido a la segmentación de estos tres índices por el procedi-miento de conglomerados por el método K-means. Los resultados son los siguientes.

Cuadro A.2.3.1Costa Rica: niveles de exclusión/inclusión social por país

Niveles de exclusión/inclusión Porcentajes

Exclusión alta 113,069 9.7

Exclusión media 212,852 18.3

Excl./incl.baja 287,291 24.7

Inclusión media 328,488 28.2

Inclusión alta 221,465 19.0

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En todos los casos se realizaron pruebas de consistencia interna, con las tres variables de los análisis factoriales, y de consistencia externa con la variable del ingreso per cápita. En todos los resultados fueron satisfactorios.

3. Modelo de regresión logística de superación de la pobreza

Una vez construidas las variables de niveles de exclusión/inclusión, se ha procedido a incluirlas como variables independientes en un modelo de explicación del paso de la po-breza a la no pobreza.

Como variable dependiente se utiliza la variable de pobreza elaborada por el INEC, si-guiendo el método de línea de pobreza. Se genera una variable dicotómica, en la cual si el hogar está en situación de pobreza (extrema o relativa), se le otorga el valor 0, o de lo contrario el valor 1.

Se ha estimado un modelo de regresión logística multivariado, que calcula probabilidades sobre condicionantes de la pobreza con la no pobreza. El modelo contienen cuatro tipos de variables independientes: socio-demográficas; territoriales; laborales; y los niveles de exclusión/inclusión. A continuación se detalla la construcción de cada una de las varia-bles consideradas.

• Número de menores: cantidad de personas en el hogar menores de 12 años.

• Número de mayores: cantidad de personas en el hogar mayores de 64 años.

• Jefatura femenina: variable dicotómica con valor 1 para hogares cuyo jefe de hogar es una mujer.

• Nacionalidad del jefe: variable dicotómica con valor 1 para hogares cuyo jefe de ho-gar es una persona de nacionalidad nicaragüense.

• Nivel de educación de la persona que encabeza el hogar: variable categórica que tie-ne los mismos niveles de educación que la escolaridad de la PEA: menos de primaria, primaria completa, secundaria académica completa; secundaria técnica completa; y algún año de educación superior. El nivel de menos de primaria es la categoría de referencia.

• Tasa de participación laboral: es el cociente entre el número de personas ocupadas en el hogar y el tamaño de este. Es una variable que varía de 0 (no hay personas ocupadas) a 1 (todas lo están).

• Sin PEA: es una variable dummy que identifica a los hogares que no tienen ningún miembro económicamente activo con un valor de 1.

• Niveles de exclusión/inclusión: Esta es la variable clave para el análisis y de tipo ca-tegórico con las categorías señaladas en el apartado 2.3. La categoría referencial es la exclusión alta.

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4. Ejercicios de simulación

Los modelos logísticos, en tanto que calculan probabilidades, permiten realizar ejercicios de simulación.45 En este caso, los ejercicios consistieron en lo siguiente.

Las probabilidades estimadas se han referido a la superación de la pobreza. Por consi-guiente, las simulaciones tienen que ver con tal superación.

Esta se logra cuando la probabilidad alcanza un valor igual o mayor al punto de corte del respectivo modelo de regresión logística, o sea la probabilidad que maximiza la clasifica-ción entre las dos categorías que constituye la variable dependiente del modelo (pobreza vs. no pobreza).

Las probabilidades son resultado de un algoritmo que recoge la constante del modelo y los coeficientes de cada una de las variables independientes que se multiplican por los valores que adquiere la respectiva variable. El valor resultante se eleva a la potencia e y se divide por este mismo valor más uno resultando la probabilidad de superación de la pobreza.

En este sentido, la simulación consiste en variar los valores de las variables para obser-var cambios en las probabilidades. Se han llevado a cabo una doble simulación:

La primera ha supuesto cambiar el perfil de los hogares pobres atribuyéndoles las carac-terísticas de un grupo de hogares no pobres, que corresponde a las unidades domésticas que están por debajo de la mediana del ingreso per cápita, es decir, la mitad inferior de los no pobres. Esto implica aceptar un supuesto muy fuerte: las políticas de reducción de la pobreza, en curso resultan exitosas induciendo cambios de tipo estructural. O sea, se ubica en una situación donde, en principio, se niega la existencia de bloqueo y se apuesta claramente por la movilidad social ascendente para los grupos en condición de pobreza.

Al respecto es importante señalar que este cambio de perfil se puede realizar de distin-tas maneras. La primera es atribuir las modas, en el caso de variables métricas, de los hogares no pobres a los pobres. Y en el caso de variables métricas se asignan los pro-medios. Esto último conlleva el problema de dispersión y de promedios altos que generan probabilidades altas. Una posibilidad de corrección es utilizando medianas en lugar de promedios. Pero el resultado es el opuesto, ya que se generan probabilidades bajas. En este sentido, se optó por una solución intermedia: se han utilizado promedios, pero de la mitad de los no pobres, como se ha señalado en el párrafo anterior.

En esta primera simulación, no obstante no se ha afectado la variable analítica clave: niveles de exclusión. Su modificación lleva a una segunda simulación. Con los perfiles ya

45 Al respecto, véase F. Cortés: “Determinantes de la pobreza de los hogares. México, 1992”, Revista Mexicana de Sociología, Vol.59, No.2, (abril-junio, 1997).

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transformados se ha simulado cómo se incrementa la probabilidad según se pasa del ni-vel de exclusión alta, al de exclusión media, al de exclusión/inclusión baja, al de inclusión media y al de inclusión alta. Si con el primer nivel, los cambios de la simulación primera arrojan ya una probabilidad superior al punto de corte, hay que rechazar la hipótesis del bloqueo. De lo contrario se verifica.

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