Fabula Ornitorrinco

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Un día Juanito, el ornitorrinco, caminaba presuroso a casa de doña Clementina, la pata mayor de la aldea. En el camino se encontró con Lucía, la ardilla. Ella le preguntó por qué iba con tanta prisa, pero no obtuvo respuesta. Juanito caminaba sin cesar. Rodolfo, el roble, al verlo pasar, le pidió que se detuviera a descansar un momentito. Había preparado jugo de cerezas, el preferido de Juanito. Pero, este tampoco hizo caso y solo decía “Clementina, Clementina, ella me tiene que ayudar”. ¡Vaya con este ornitorrinco, que apurado que está! Decía Timoteo, el búho. Se había despertado con tan rápido andar. Entonces se acercó volando hacia Juanito. ¡Oye, tú! ¿A dónde te diriges? Cuidado que te vayas a tropezar. Pero, Juanito sin detenerse, le contestó: No se preocupe don Timoteo, tengo las patas muy diestras, y un asunto que arreglar. Por eso voy a doña Clementina, ella la solución me dará. Tanta curiosidad causaba Juanito que ni cuenta se daba que sus amigos estaban cinco metros detrás. Todos los animalitos del bosque corrían tras él, incluso hasta Rodolfo había estirado sus ramas para escucharlo llegar. Al fin Juanito vio a doña Clementina y sus ojos se le abrieron, le dijo a voz en cuello, doña Clementina ¿Cómo se empollan los huevos? Pues mi esposa acaba de poner uno y como buen padre deseo saberlo. Ja, ja, ja, ja, dijo doña Clementina - vamos ¿has venido con toda esa tribu para preguntarme eso? ¡Uy! Lo siento, mis amigos, dijo Juanito. No había percatado lo descortés que fui. Es que estoy muy emocionado. Todos rieron contentos y después que Clementina le dio el secreto, Juanito volvió a su casa con sus amigos. Esta vez, tomando refresco de ciruela y celebrando porque será padre por primera vez.

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Un día Juanito, el ornitorrinco, caminaba presuroso a casa de doña Clementina, la pata mayor de la aldea. En el camino se encontró con Lucía, la ardilla. Ella le preguntó por qué iba con tanta prisa, pero no obtuvo respuesta. Juanito caminaba sin cesar. Rodolfo, el roble, al verlo pasar, le pidió que se detuviera a descansar un momentito. Había preparado jugo de cerezas, el preferido de Juanito. Pero, este tampoco hizo caso y solo decía “Clementina, Clementina, ella me tiene que ayudar”.

¡Vaya con este ornitorrinco, que apurado que está! Decía Timoteo, el búho. Se había despertado con tan rápido andar. Entonces se acercó volando hacia Juanito. ¡Oye, tú! ¿A dónde te diriges? Cuidado que te vayas a tropezar.

Pero, Juanito sin detenerse, le contestó: No se preocupe don Timoteo, tengo las patas muy diestras, y un asunto que arreglar. Por eso voy a doña Clementina, ella la solución me dará.

Tanta curiosidad causaba Juanito que ni cuenta se daba que sus amigos estaban cinco metros detrás. Todos los animalitos del bosque corrían tras él, incluso hasta Rodolfo había estirado sus ramas para escucharlo llegar.

Al fin Juanito vio a doña Clementina y sus ojos se le abrieron, le dijo a voz en cuello, doña Clementina ¿Cómo se empollan los huevos? Pues mi esposa acaba de poner uno y como buen padre deseo saberlo.

Ja, ja, ja, ja, dijo doña Clementina - vamos ¿has venido con toda esa tribu para preguntarme eso?

¡Uy! Lo siento, mis amigos, dijo Juanito. No había percatado lo descortés que fui. Es que estoy muy emocionado.

Todos rieron contentos y después que Clementina le dio el secreto, Juanito volvió a su casa con sus amigos. Esta vez, tomando refresco de ciruela y celebrando porque será padre por primera vez.