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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
MAESTRÍA EN CIENCIAS SOCIALES CON ÉNFASIS EN ESTUDIOS
REGIONALES
TESIS
LA RECONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD SOCIOTERRITORIAL
TRAS EL DESPLAZAMIENTO PROVOCADO POR
LA PRESA PICACHOS. EL CASO DEL NUEVO SAN MARCOS
QUE PARA OBTENER EL GRADO EN MAESTRÍA EN CIENCIAS
SOCIALES CON ÉNFASIS EN ESTUDIOS REGIONALES
PRESENTA:
SIBELY CAÑEDO CÁZAREZ
DIRECTOR DE TESIS
DR. JUAN MANUEL MENDOZA GUERRERO
MAZATLÁN, SINALOA; NOVIEMBRE 2012
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Agradecimientos
El resultado del esfuerzo desplegado en estas páginas no hubiera sido posible, sin el
respaldo y solidaridad de muchas personas e instituciones, a quienes deseo expresar
mis más sinceros agradecimientos:
A mi familia, en especial a mi madre, Altagracia Cázarez, por su amor y apoyo
incondicional, al igual que a mi padre, Roberto Cañedo, y hermanos.
A todas las personas que hicieron posible mi trabajo de campo en la comunidad del
Nuevo San Marcos, a todos aquellos que de forma tan amable cedieron su tiempo y
espacio para facilitarme la realización de este trabajo. En especial a la señora
Francisca Valle, a su hija Refugio Medina y a María Ascensión Moreno Enciso,
quienes fueron excelentes guías en el proceso de conocer a la comunidad de
estudio.
A Atilano Román Tirado, líder del movimiento de los desplazados de la presa
Picachos, pues sin su ayuda no hubiera podido acceder a la información necesaria
para este proyecto.
De igual forma, quiero agradecer al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(Conacyt), por el soporte económico otorgado a lo largo del ciclo escolar 2010-2012.
Al igual que a la Universidad Autónoma de Sinaloa, cuyo reconocimiento y apoyo
institucional favorecieron de forma muy importante la elaboración de esta tesis.
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Índice
Introducción ……………………………………………………………………………. 6
Capítulo I Teorías sobre Cultura, Identidad y Territorio ……………………….23
I.1 El concepto de cultura a través del tiempo ………………………………….….23
I.2 Los estudios culturales y el nuevo campo para la resistencia………………..30
I.3 La construcción permanente de la identidad ………………………………….35
I.4 La discusión posmoderna: identidades localizadas en la globalización……..40
I.5 El territorio y sus lazos con la identidad …………………………………...……44
I.6 Desplazamiento involuntario: una revisión teórica ……………………………..53
Capítulo II Grandes represas: de la región a la discusión global …………… 63
II.1 Las represas: una perspectiva de costos-beneficios …………………………..73
II.2 Los desplazamientos por presas en el mundo subdesarrollado ………………77
II.3 Presas y exclusión social: la experiencia mexicana ……………………………81
II.3.1.- Sinaloa: largo recorrido, poco aprendizaje …………………………………. 89
II.3.2.- Picachos”: un precedente de resistencia en el sur de Sinaloa ……………95
Capítulo III El viejo San Marcos en la memoria colectiva: de la nostalgia y el
territorio perdido ……………………………………………………………………. 101
III.1 Sobre la fundación de los pueblos ……………………………………………...102
III.2 Patrones de asentamiento: la apropiación y valoración del territorio ……….113
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III.3 El desarrollo agrícola: esplendor y declive de los cañaverales …………….118
III.4 La vida: un ciclo de festividades ………………….……………………………130
III.5 El conflicto y el terror: “Ellos eran agraristas; nosotros éramos dorados”…143
CAPÍTULO IV. El conflicto como modelador de identidades…………………..161
IV. 1 El conflicto: condicionante de procesos socioculturales e identitarios…..…169
IV. 2 El conflicto y el cambio en las representaciones sociales de género …….202
IV. 3 Los medios de comunicación en el siglo XXI y la memoria colectiva …….208
CAPÍTULO V. El Nuevo San Marcos: la transición …………………………..215
V. 1 El Nuevo San Marcos, la tierra prometida entre lo rural y lo suburbano …218
V.2 Violencia y conflicto: parte estructural del reasentamiento………………….233
V.3 El viejo San Marcos se niega a morir: la otra resistencia …………………..246
V. 4 25 de Abril: un santo, dos celebraciones …………………………………….252
Conclusiones …………………………………………………………………………263
Bibliografía y referencias ………………………………………………………..…274
Anexos ………………………………………………………………………………. 280
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INTRODUCCIÓN
La frontera entre las migraciones forzadas y las voluntarias no es una línea divisoria
perfectamente cartografiable. Más bien se traza sobre un terreno difuso y poroso, en
el que no caben las definiciones absolutas. El cruce de múltiples factores, que
intervienen tanto a nivel individual como colectivo para decidir migrar, provoca que no
siempre sea una tarea fácil determinar el grado de voluntariedad cuando se cambia
el lugar de residencia o qué tan fuertes son los elementos que obligan a la
movilización. Parece obvio que entre las migraciones forzadas y las no forzadas, las
condiciones en que se toma la decisión de migrar y los elementos de coacción
presentes en cada caso bastarían para señalar tajantemente de qué tipo de
migración se trata. Sin embargo, en el terreno empírico el asunto se complica
(Osorio, 2008: 162).
Dentro del campo de las migraciones forzadas, se abre un abanico amplio de
conceptos y modalidades atendiendo sobre todo a las causas del fenómeno, lo cual
evidencia la relación compleja y contradictoria que puede presentarse entre el
abordaje teórico y el trabajo de campo a la hora de intentar una clasificación infalible.
De esa dificultad se han derivado esfuerzos teóricos por ordenar las distintas
modalidades dentro de la movilidad forzada. La investigadora francesa Lassailly-
Jacob propone dos grupos de migrantes: los migrantes forzados y los desplazados.
Ambos experimentan “circunstancias de coacción y un reducido margen de libre
arbitrio” (Lassailly-Jacob, citada por Osorio, 2008: 158).
Por una parte están los migrantes forzados quienes se mueven con la posibilidad de una elección débil y una frágil capacidad de iniciativa, frente al tiempo de salida y a su destinación. Ellos huyen de la amenaza a la seguridad o dejan un medio cuyos recursos no son suficientes para asegurar su vida. Por
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otra parte, están los desplazados, quienes son objeto de una presión o coacción implacable sobre la cual ellos no han tomado o no pueden tomar ninguna decisión. Estos incluyen las personas transferidas por proyectos de infraestructura, los redistribuidos, los reagrupados, los expulsados o deportados por decisión política y también las víctimas de catástrofes de origen natural o humano. La diferenciación de estas dos categorías, migrantes forzados y desplazados, está en los matices de las condiciones e iniciativas en las que se decide en medio de una presión o coacción (Ibid).
Podemos observar que la variable principal es la situación que obliga a migrar y el
grado de alternativas que pueden ejercer las personas en situación de movilidad
forzosa. Se destaca en la tipología una visión amplia del fenómeno migratorio no
voluntario al abarcar un amplio registro de causalidades. En el desplazamiento se
pone el énfasis sobre la contundencia del factor de expulsión, que no deja lugar a
otras alternativas, como puede ser la acción directa de grupos armados en un
conflicto bélico. Pero también se incluyen circunstancias intempestivas como los
desastres naturales (huracanes, tsunamis, sequías, hambrunas, por decir sólo
algunos) y los proyectos de desarrollo en aras del bien común, que si bien pudieran
tener algún grado de planificación al tratarse de proyectos ejecutados por
representantes del Estado, las bases de datos dan cuenta de efectos devastadores y
de un grado de coerción alto para los pobladores afectados al ejercer apenas un
mínimo de influencia sobre su propio destino. 1
Cabe mencionar que el “desarrollo” no había sido tomado en cuenta como
elemento de coacción en las migraciones hasta mediados de los años ochenta,
cuando el antropólogo Michael M. Cernea (1996) elaboró un manual para el Banco
1 Para dar idea de la complejidad de dilucidar las causas de una migración forzada, se puede
comentar que incluso en los llamados desastres naturales en muchas ocasiones suele no ser tan claro que la tragedia sea sólo obra de la Naturaleza o si intervienen factores estrictamente humanos, como la corrupción, la fallida planificación urbana y la negligencia gubernamental.
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Mundial con el fin de dirigir de forma más equitativa los reasentamientos involuntarios
provocados por grandes obras de infraestructura. Sin embargo, los macroproyectos
de desarrollo como causa de desplazamiento han sido con frecuencia objeto de
discusión al adjudicar esa categoría a los flujos migratorios provocados por conflictos
armados. Según María Teresa Uribe (2001), se levantan así dos grandes visiones
sobre el desplazamiento, una incluyente y la otra restrictiva.
Antes de que surgiera en la escena global la categoría de desplazados, los
esfuerzos institucionales se avocaban a la atención y estudio de los refugiados, cuyo
estatuto se encuentra en vigor desde 1951 como respuesta a las consecuencias de
la Segunda Guerra Mundial en términos de movilización de poblaciones y de asilo
político entre las naciones.2
No obstante, al término de la Guerra Fría, se hicieron más notorios los
devastadores efectos de las guerras civiles, no únicamente expresados en número
de muertos, sino en la desaparición y dispersión de comunidades enteras sin
traspasar las fronteras nacionales, por lo que se hizo necesario el surgimiento de una
nueva categoría social, la de desplazados internos. Ante las exigencias de que los
gobiernos y otros actores involucrados tomaran parte en su responsabilidad y se
fomentaran estrategias de ayuda humanitaria desde el ámbito global, surgieron los
Principios Rectores del Desplazamiento como iniciativa de la Organización de las
2 El Estatuto de los Refugiados emerge como respuesta a una problemática heredada de las dos
guerras mundiales, donde el conflicto bélico portaba el rostro de los Estados nacionales, por lo que en esta categoría —la de refugiados— se incluyen las personas que en la búsqueda de su seguridad personal y la de su familia atraviesan las fronteras de su país en busca de ayuda. La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 constituye la fundación de la protección internacional de los refugiados. La Convención define quién es un refugiado y establece una serie de derechos de los refugiados además de las obligaciones de los Estados. Disponible en Internet: http://www.acnur.org/t3/el-acnur/historia-del-acnur/la-convencion-de-1951/. Fecha de consulta 13/06/2012.
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Naciones Unidas (ONU) y se publicaron en el año de 1998. El drama de la guerra y
la intención de ayudar a sus víctimas marcaron el espíritu del documento; sin
embargo, la discusión se tornaría más cerrada a la hora de decidir a quién se le
debía de llamar desplazado interno y en qué medida se insertan las víctimas del
progreso o del desarrollo en esta denominación.
Para algunos, éstos eran exclusivamente los que habían abandonado su hogar debido a los conflictos y a la persecución, es decir, personas que podrían considerarse refugiadas si hubieran cruzado una frontera. Otros pensaban que también debían incluirse en ese concepto a los desplazados por las catástrofes naturales y los proyectos de desarrollo. Al final, se eligió la definición más amplia, ya que se reconoció que esas personas también se habían desplazado de forma involuntaria y que sus derechos humanos y su seguridad estaban amenazados.3
A pesar de que los principios rectores abarcan una concepción incluyente del
desplazamiento, al considerar causas como el cambio climático y los proyectos de
desarrollo, muchos autores defienden la visión restrictiva del concepto de
desplazado, que para ellos sólo hace referencia a aquellos afectados por conflictos
bélicos y no a los movimientos poblacionales causados por obras de desarrollo o por
efectos del cambio climático. Para esta última categoría, se echa mano en
numerosos textos académicos de las nociones de reubicación, reasentamiento,
relocalización, desalojo, entre otras, dejando la de desplazamiento para la movilidad
ocasionada por guerras dentro de los límites nacionales. No obstante, el vocablo
displacement en inglés conserva cierta neutralidad y se aplica de forma más
generalizada en su acepción de cambio de un lugar a otro, lo que contribuye a la
confusión terminológica pues se traduce sencillamente como desplazamiento.
3 Cohen, Roberta y Deng, Francis (2008). “Diez años de los principios rectores. Orígenes y desafíos”.
España, Revista Migraciones Forzadas, diciembre, n° 10. Centro de Estudios sobre Refugiados.
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Sin embargo, las investigaciones en la primera década del siglo XXI en
Colombia han encontrado una fuerte relación entre los planes geoestratégicos de
desarrollo y los desplazamientos mediante el uso de la violencia.4 La referencia es
sólo para demostrar cuán delgada puede ser la barrera entre una causalidad y otra,
así como variables pueden resultar las circunstancias colectivas y particulares de un
desplazamiento de población. El componente de violencia, en el sentido de una
coacción total sobre la cual no hay alternativa posible, parece ser lo que determina el
fundamento para categorizar al desplazado.
Para una importante corriente de investigadores, la noción de desplazado
muestra un mínimo fragmento de la dolorosa realidad de quienes padecen esta
situación, y sugieren la de destierro, desarraigo o la condición de apátridas de facto,
por decir los más citados; no obstante, es el desplazamiento el concepto que
acompaña con mayor frecuencia a la migración involuntaria provocada por causas de
fuerza mayor. La vasta gama de conceptos y asignaciones para la migración forzada
y en especial para el desplazamiento se encuentra atrapada en un torbellino de
discusiones no resueltas. Sin embargo, para efectos de esta investigación, se
considerará desplazados por el desarrollo a aquellas personas que se hayan visto
forzadas a perder sus tierras, sus comunidades y su estilo de vida bajo la justificación
de un bien común superior y que no cuentan con la capacidad de cambiar la política
pública o de Estado sobre esa determinación. Lo anterior en consideración al
componente de coacción sobre el cual no es posible modificar el curso de las obras
4 Zapata, Myriam (2011). “Planes geoestratégicos, despojamiento y representaciones sociales del
desplazamiento forzado en Colombia”. En Palacios, Juan Manuel (compilador). Planes geoestratégicos, desplazamientos y migraciones forzadas en el área del proyecto de desarrollo e integración de Mesoamérica. Colombia, Ed. Universidad de Antioquia, p.341.
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de infraestructura una vez que el Estado ha desplegado todo su aparato burocrático
y represivo para tal fin. También es necesario asentar la diferencia entre este tipo de
desalojo involuntario y el desplazamiento forzado por la guerra, que crea
representaciones sociales diferentes y tiene implicaciones distintas en el tejido social
y en la reconstrucción de identidades. El trasplante de una población hacia un nuevo
territorio, en especial en el caso de las represas que significa el “ahogamiento” de los
pueblos previamente valorizados y apropiados, requiere políticas integrales de
atención susceptibles de ser llevadas a cabo en el largo plazo, ya que el retorno por
obvias razones en la mayoría de los casos no es posible y se necesita, por lo tanto,
una reconstrucción de las identidades y sus referentes geosimbólicos y territoriales
en contextos reconstruidos.
Dentro de los principios rectores, se establecen tres alternativas para los
desplazados una vez que se ha presentado el desplazamiento: el retorno, el
reasentamiento y la reintegración, que se refieren específicamente a la fase del
fenómeno en que las personas desplazadas se encuentran en busca de su
reinserción en la sociedad o de la recuperación de su modo de vida. En este trabajo
nos referiremos al reasentamiento, la reubicación o relocalización para hablar del
traslado físico y procesos de adaptación y urbanización en los nuevos espacios cuyo
fin es el de remplazar los pueblos originales. Mientras, se utilizará el concepto de
desplazamiento para dar cuenta del fenómeno visto desde una óptica más amplia,
que se manifiesta de acuerdo a la definición de Cernea (1980), “como una
desarticulación de los patrones sociales de existencia”, pero más allá de ello como
una forma en que los sujetos sociales pierden su lugar en el mundo tanto físico como
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social. Por tanto, es la condición de quedar desconectado de los vínculos territoriales
y comunales que le dan sentido a la propia vida. Otro debate incipiente es sobre la
periodicidad del desplazamiento, sobre si ésta es una situación temporal o
permanente; y si es sólo momentánea ¿cuándo se deja de ser un desplazado? Es
una pregunta difícil de responder por la inmensa combinación de condiciones y
características que se presentan en los casos particulares.
En el caso de los éxodos a causa de la guerra, el retorno y la restitución de
tierras es una alternativa, que aunque bastante compleja, permanece plausible en las
esperanzas y en las perspectivas hacia el futuro de los desplazados. Situación que
no ocurre en el caso de los desplazados por proyectos de infraestructura que
destruyen el territorio tal como lo recuerdan los pobladores desde su subjetividad o
simplemente es ocupado por moderna infraestructura. En este caso el retorno es
imposible con excepción del imaginario colectivo. Abundan anécdotas en América
Latina en que los habitantes de pueblos hundidos por el embalse de una represa
regresan constantemente a observar el espacio donde se hallaban sus comunidades
y viviendas, especialmente en tiempos de severas sequías en los que el nivel del
agua desciende lo suficiente como para observar algunas estructuras, normalmente
la iglesia o los panteones, lo que habla de un sentimiento de apego distinto al que se
relaciona con otro tipo de desplazamientos en que el retorno es posible.
Dentro de esta serie de discusiones, se inscribe el desplazamiento provocado
por la presa Picachos que obligó a la reubicación de seis pueblos ubicados en el
límite de los municipios de Mazatlán y Concordia, en el sur del estado de Sinaloa en
el año de 2009. Para muchos no posee el carácter de una migración forzada debido
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a la existencia de un supuesto consenso y a la capacidad de los habitantes para
negociar con el gobierno sobre las condiciones del proyecto. Como ya se había
asentado, la línea entre las migraciones forzadas y las voluntarias es un tanto difusa.
En este caso, la supuesta negociación no se lleva a cabo entre partes iguales y se
fundamenta sobre la base del poder político de los agentes del Estado, quienes
haciendo uso (o abuso) de su autoridad, implementan diversas estrategias para
imponer una obra bajo la bandera de un bienestar público. Para los comuneros de la
presa Picachos el margen de negociación, nulo al principio, se amplió después —
aunque sólo con el movimiento social de protesta— a las condiciones y términos de
las indemnizaciones y compensaciones materiales en los nuevos pueblos, que
servirían para transferir a las poblaciones despojadas de sus territorios. En estos
intrincados matices se puede decir que, en manos de los desplazados nunca se
depositó el poder de decisión sobre la propia obra, es decir, ésta se iba a realizar a
cualquier costo según se advertía en el discurso de las autoridades.
Y es que la presa Picachos representaba para los gobiernos federal y estatal en
turno una obra de gran proyección, largamente acariciada por administraciones
anteriores, así como una promesa de desarrollo para el sector productivo y para
miles de habitantes de la región. La presa Picachos constituye sólo la primera parte
del proyecto hidráulico Baluarte-Presidio, que junto con la presa Santa María en el
municipio de Rosario, ofrece el despegue de la economía local. De acuerdo a
algunos testimonios, en la década de los cincuenta se realizaron los primeros
estudios topográficos en la sierra del poblado de San Marcos para determinar la
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ubicación de la presa Picachos, pero por los altos costos y las trabas burocráticas el
proyecto se estancó sexenio tras sexenio hasta llegar al nuevo siglo.
Siendo Sinaloa el bastión agrícola del país, con un impresionante desarrollo a
través de la infraestructura hidráulica sobre todo en el norte y centro del estado, la
ausencia de grandes represas en la región sur era motivo de un añejo reclamo.
Cuando se reactivó el proyecto de la presa Picachos se convirtió en un discurso de
esperanza para agricultores y ciudadanos que veían en esta obra beneficios sin
precedentes para la región. “Ha llegado la hora del sur”, se ha repetido una y otra vez
en los discursos de gobernantes y legisladores para dar realce a sus promesas de
campaña cuando la construcción de la magna obra hidráulica pasaba de las palabras
a los hechos.
El gobierno se encargó desde un inicio de ensalzar las bondades económicas
del proyecto: dotar de agua a Mazatlán por lo menos hasta el 2035; incorporar 22 mil
500 hectáreas al sistema de riego para beneficio de mil 800 productores; proteger de
las inundaciones a 19 mil 300 habitantes, así como la posibilidad de generar energía
eléctrica y actividades recreativas y deportivas para su explotación económica. Pero
al mismo tiempo se abocó a minimizar los impactos al medio ambiente, así como las
afectaciones sociales y culturales, como la desaparición de seis comunidades con al
menos 200 años de historia y tradiciones: San Marcos, La Puerta de San Marcos,
Los Copales y El Placer, en el municipio de Mazatlán; y Casas Viejas y Las Iguanas
en el municipio de Concordia.
Los terrenos donde se levantó la cortina, con una altura máxima de 62 metros,
pertenecen a tierras de uso común de acuerdo al Registro Agrario Nacional, cuya
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resolución se publicó en el Diario Oficial de la Federación con fecha del 22 de
diciembre de 1975. Son 253 comuneros los que aparecen como dueños del polígono
que abarca una superficie de poco más de diez mil hectáreas, la mayoría originarios
de San Marcos.5 Las irregularidades en que incurrieron las autoridades al no contar
con un decreto de expropiación ni un convenio de desocupación para el inicio del
proyecto, así como la falta de claridad en el esquema de compensaciones
monetarias, hicieron que los costos se dispararan tanto en lo económico, como en lo
social, desatando el estrés colectivo y una acción de resistencia, que aún continúa en
sus demandas.
El conflicto marcó la obra desde su inicio en febrero de 2006, cuando los
comuneros encabezaron las protestas contra la represa y tomaron la cortina
impidiendo el avance de los trabajos, en exigencia de mejores indemnizaciones ya
que los primeros pagos, aseguraban los inconformes, se habían realizado muy por
debajo de su valor real si se tomaban en cuenta los bienes comunes y además en un
ambiente de amenazas y engaños, de acuerdo a los numerosos testimonios
recabados.6 El movimiento desde entonces ha protagonizado un sinnúmero de
marchas, plantones, tomas y manifestaciones para llamar la atención de la sociedad
5 Los datos anteriores provienen del Registro Agrario Nacional y forman parte de la respuesta a una
solicitud de información realizada el 1 de junio de 2012, con el folio 1511100014612, con fundamento en los artículos 28 fracción IV y 41 de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental. Oficio: RAN/DGTCD/369/2012. 6 Poco después del banderazo para la construcción de la presa Picachos, en febrero del 2006, la
Comisión Nacional del Agua (CNA) emitió un comunicado donde se informó que el costo total de la obra, considerando afectaciones, accesos y obras complementarias sería de 2 mil 572 millones de pesos, lo cual habla de un sobrecosto importante, ya que en el mes de abril del presente año, según declaraciones del actual gobernador Mario López Valdez, el gobierno estatal ha erogado 830 millones de pesos tan solo en indemnizaciones. Sin contar que el paradero de esos recursos podría ser objeto de investigación, ya que los comuneros aseguran no haber recibido aún la totalidad de las compensaciones económicas.
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civil y de las autoridades, a quienes exigen pueblos dignos, proyectos productivos y
justas indemnizaciones.
La obra se terminó de construir tres años después, lo que significó el desalojo
de los pueblos y su traslado a nuevos asentamientos construidos más como un
requisito técnico, complemento de la presa, que como un hábitat para los pobladores
afectados. La reubicación se convirtió en un evento traumático en la memoria
colectiva de las comunidades por el grado de incertidumbre con que se llevó a cabo
todo el proceso, lo que hizo que las acciones del movimiento se radicalizaran y se
proyectaran a nivel nacional a través de los medios de difusión masiva.
En este contexto conflictivo, los habitantes desplazados intentan edificar no
sólo los nuevos espacios para la subsistencia o la reubicación física, sino la
preservación de su identidad, un proceso acumulativo de las vivencias de sus
antepasados durante décadas y generaciones que arroparon el sentido de
pertenencia a una comunidad y a un territorio delimitado. A este conglomerado de
significados y símbolos, ya de por sí trascendentes, es necesario sumar la
experiencia de cada individuo a lo largo de su vida.
En la búsqueda de preservar su identidad cultural, su manera de ser y de ver
las cosas, los desplazados cargaron consigo tejas, canceles, puertas y todo lo que
significara proteger la memoria y los enlace afectivamente a sus recuerdos, acciones
que perpetraron en los momentos en que desmantelaban las casas que habitaron
durante años.
En la coyuntura de la reubicación, periodo que abarca el presente estudio, la
adscripción identitaria territorial cobra mayor vigor, y se puede observar el cambio de
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percepción de una identidad “sanmarqueña” a una nueva identidad de resistencia
conocida como “Los Picachos”, surgida de la lucha colectiva y que funciona como
modelador en la reconstrucción de la identidad socioterritorial. El desplazamiento
está intrínsecamente ligado a una acción de despojo, que además de contar con sus
referentes objetivos tiene un componente subjetivado que no puede soslayarse y que
se imprime en la memoria colectiva de las comunidades, la cual servirá como hilo
conductor y como una suerte de ventana abierta al proceso de formación de
identidades en la tesis que aquí se presenta.
La hipótesis de trabajo en la presente investigación es que el desplazamiento
causado por la presa Picachos ha provocado en los pobladores afectados el
surgimiento de una identidad colectiva de resistencia que contribuye desde el
conflicto a reconstruir el tejido social y simbólico de la comunidad perturbado por el
desplazamiento, una identidad que puede resumirse en la denominación de “Los
Picachos”.
De forma complementaria, se persiguen los siguientes objetivos:
- describir los procesos de reconstrucción de la identidad socioterritorial tras una
reubicación forzosa;
- detectar cuáles son los actores sociales que intervienen con más fuerza en la
formación de identidades dentro de un contexto marcado por el conflicto;
- explicar cuáles son las nuevas estructuras de organización social derivadas del
movimiento de resistencia de los comuneros, y cómo inciden estas estrategias en la
identidad local de los pueblos desplazados, al apropiarse de un nuevo espacio
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geográfico, mediante la exposición de un análisis comparativo del antes y el después
de la obra hidráulica.
La primera parte corresponde al marco teórico, que funciona como
fundamento de este trabajo, así como al contexto global y regional en que se
circunscribe la temática del desplazamiento provocado por grandes represas. En el
Capítulo I. TEORÍAS SOBRE CULTURA, IDENTIDAD Y TERRITORIO, se hace un
recorrido teórico en torno a los conceptos de cultura, identidad y territorio con el fin
de encontrar los vínculos que éstos mantienen con la categoría del desplazamiento,
además de las implicaciones que se pueden derivar para el caso concreto que aquí
se aborda, donde el territorio perdido se yergue como una nostalgia que es a la vez
recuerdo, presente y búsqueda de futuro. Se pretende reforzar la idea de que los
procesos culturales y simbólicos son mucho más relevantes de lo que parecen en los
enfoques tradicionales sobre desplazamientos y reasentamientos involuntarios, los
cuales destacan las pérdidas materiales y la reconstrucción económica del territorio.
Y esto es así porque el campo de la cultura no es sólo la descripción de los pueblos
humanos y sus formas de vida, sino que es el terreno fértil para la lucha por la
hegemonía (Hall, 2000) y la reconfiguración de identidades, las cuales se presentan
siempre imbricadas en relaciones de poder.
El Capítulo II. LAS GRANDES REPRESAS: DE LA DISCUSIÓN GLOBAL A
LA REGIÓN tiene por misión brindar al lector un panorama global y regional de las
consecuencias generadas por los megaproyectos de infraestructura, en especial las
grandes represas, sobre la población en términos económicos pero sobre todo
socioculturales. Aquí se busca proporcionar una justa dimensión de la problemática y
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exponer cuáles son los factores más importantes que delinean el contexto en el cual
se enmarca el caso de estudio.
La segunda parte se conforma de tres capítulos, que obedecen a un orden
cronológico que sirve a su vez para organizar la información generada en una serie
de treinta entrevistas, así como en el trabajo de campo, compuesto por observación
participante, análisis de conversaciones e investigación documental. Esta segunda
parte inicia con el Capítulo III. EL VIEJO SAN MARCOS EN LA MEMORIA
COLECTIVA: DE LA NOSTALGIA Y EL TERRITORIO PERDIDO, dedicado al viejo
San Marcos, donde a través de la base de datos generada por las entrevistas
abiertas semiestructuradas, se esboza un relato colectivo emanado del cruce de las
variables de memoria y territorio.
Como eje conductor y organizador, se eligieron las etapas de la historia del
pueblo que más destacan en el discurso manifiesto de los entrevistados y que de
igual forma parecen contar con un mayor impacto sobre sus impresiones y su forma
de percibir el mundo. Se busca rescatar una memoria colectiva no por el dato
histórico en sí, sino por su riqueza de significados y simbolismos que se convierten a
su vez en orientadores de la acción social.
El Capítulo IV. EL CONFLICTO COMO MODELADOR DE IDENTIDADES,
explica de forma detallada el papel del conflicto como un modelador de identidades
en la coyuntura actual del proceso de reasentamiento de los pueblos desplazados
por la presa Picachos (2009- 2012). Se esboza una breve narración sobre los
momentos más contundentes, de acuerdo a los imaginarios populares, del
movimiento de protesta denominado “Los Picachos”, una identidad de resistencia
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que se reconfigura en el diálogo colectivo y a veces pugna con otros actores
sociales, principalmente el Estado, los medios de comunicación y la sociedad civil.
En este capítulo de acuerdo a las entrevistas, se cruzan las variables de memoria y
resistencia en busca de la relación entre ambas, pero también se exponen los
factores de unidad y de segmentación por categorías sociales en las entrañas del
movimiento.
En el Capítulo V. EL NUEVO SAN MARCOS: LA TRANSICIÓN, se aborda la
transición de un pueblo trazado sobre las huellas del tiempo y la construcción
colectiva de un territorio a un asentamiento fabricado ex profeso como mera
compensación por una obra de infraestructura, en este caso la presa Picachos. Entre
otros propósitos, se persigue explicar cuáles son las estrategias para la
reconstrucción de una identidad socioterritorial cuando los referentes materiales y
simbólicos han desaparecido o han sufrido una degradación radical, además de
enfatizar en los imaginarios colectivos cómo se presenta la comparación del viejo y el
nuevo pueblo para hacer un balance atendiendo también a las subjetividades en la
problemática.
Como una forma de organizar la información obtenida a lo largo de la
investigación de campo y documental, se optó por un orden cronológico y progresivo
que dé cuenta de la formación de identidades como un proceso sociohistórico; sin
embargo, como veremos en el capítulo sobre el conflicto, se descarta para el estudio
de este caso la aplicación de modelos institucionales pensados bajo una perspectiva
evolucionista, ya que en el terreno empírico el desplazamiento sólo es susceptible de
análisis a través del enfoque del conflicto y del juego de actores sociales en la arena
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pública. El conflicto atraviesa todas las etapas del desplazamiento y se yergue como
eje rector del devenir cotidiano durante la reubicación forzosa.
Debido a la naturaleza de la investigación y sus objetivos, se optó por una
metodología de corte cualitativo que pueda dar cuenta de los procesos
socioculturales, muchas veces interiorizados en forma de cultura subjetivada que
ayudan a la reconstrucción de las comunidades y de las identidades en el contexto
del choque de dos visiones contradictorias del desarrollo y el progreso.
El acercamiento a la memoria colectiva se realiza a través de la técnica de la
historia oral, que se refiere a todo aquello que puede transmitirse por la boca y la
memoria; sucesos, hechos, eventos, prácticas y saberes; formas de ver el mundo y
de transformarlo, nociones éticas y principios morales que pueden ser recogidos
mediante conversaciones más o menos estructuradas, relatos de vida y entrevistas a
profundidad. Todo este torrente de conocimientos populares se puede recopilar
también mediante la observación participante, que implica una convivencia más o
menos constante dentro del grupo a estudiar y propicia una idea clara de la
cosmovisión de la comunidad (Uribe de Hincapié, 1993).7
Para complementar la base de conocimientos, que será sustento de la
interpretación, se recolectaron relatos, corridos, cuentos y mitos de diferentes
órdenes y también se revisaron materiales escritos como memorias y archivos
7 Pese a que la historia oral es parte importante de lo que los hombres saben sobre sí mismos y sobre
su pasado cercano y lejano, empezó a ser fuertemente cuestionada a partir de la institucionalización de la historia y de su formalización como disciplina académica (inicios del siglo XIX), esto es lo que opina María Teresa Uribe de Hincapié al hablar sobre los materiales de la memoria y su tratamiento en la investigación social; y agrega: “Este proceso definió el documento escrito como el elemento a través del cual se hacía la historia y los archivos como los lugares de trabajo de los historiadores”. De esta manera los documentos se elevaron a la condición de portadores de la verdad y más aún si eran emanados de los poderes públicos, excluyendo otras fuentes, como la de las culturas populares, las comunidades rurales y otras que no fueran las de extracción oficialista.
- 22 -
oficiales, así como los testimonios gráficos y visuales que se obtienen con el uso de
las nuevas tecnologías de información, como videos, fotografías y páginas de
Internet, que a su vez sirven como un medio para la difusión de las nuevas narrativas
y como un registro activo de la memoria histórica. La idea es atender a una
descripción no sólo cuantitativa y objetivista, sino sobre todo una visión cualitativa
rica en matices y en profundidad, con la idea de contraponer la región-sujeto a la
región-objeto, esta última mucho más limitada para estudiar los procesos de
formación de identidad.
La historia oral se estudia no sólo como sustituto para aquellos pueblos sin
historia oficial (como es el caso de San Marcos), carentes de documentación o de
cualquier otro registro que dé cuenta de su existencia, sino que representa una
oportunidad para la interpretación, no nada más del investigador, sino de los
contenidos interpretados por los actores sociales que también son creadores de su
historia. No obstante, el registro juega un papel importante al convertir a los
materiales de la memoria colectiva en datos susceptibles de ser analizados. La
subjetividad deja de ser un obstáculo para convertirse en materia de investigación y
fuente fidedigna de información. Aquí pues se encontrará la historia desde la visión
de los sujetos sociales inmersos en un desplazamiento forzado por el desarrollo y el
choque de dos visiones sobre el progreso, una premoderna y comunitaria, y la otra,
moderna e individualista, que viene a formar parte de un debate regional pero
también cada vez más globalizado.
- 23 -
Capítulo I
TEORÍAS SOBRE CULTURA, IDENTIDAD Y TERRITORIO
Introducción
En una visión muy reduccionista podría decirse que la cultura es todo lo producido
por el ser humano, pero semejante generalización se traduce en una categoría vacía
de significados y, por ende, de escasa utilidad investigativa. En contraparte, se
encuentran las definiciones exhaustivas que al intentar comprender la totalidad de los
fenómenos culturales terminan por restar operatividad al concepto. Si bien es cierto,
la cultura atraviesa todas las esferas de la sociedad y del conocimiento —política,
economía, religión, salud, educación, tecnología y más—, compartimos la tesis de
que la cultura, entendida como una dimensión de la vida social, cuenta con su campo
de estudio propio y específico (Giménez, 2007: 30).
En este primer capítulo se desplegará un esfuerzo por ordenar y desmenuzar la
complejidad del concepto cultura, así como los lazos que guarda con otras nociones
no menos estratégicas en Ciencias Sociales, como la identidad —en particular la
identidad socioterritorial— y el territorio, como espacio apropiado y valorizado por los
grupos humanos, con el fin de construir una base teórica para explicar los procesos
identitarios y los impactos socioculturales provocados por el desplazamiento
involuntario de una población.
1. El concepto de cultura a través del tiempo
Como consecuencia de su amplio rango semántico, el concepto de cultura ha pasado
por innumerables transformaciones a lo largo del tiempo. Su origen en discusiones
- 24 -
intelectuales —de la era moderna— se remonta al siglo XVIII en Europa. En Francia
y Gran Bretaña, derivó de la idea de “civilización”, que denotaba un orden político y
social. En oposición se encontraban la barbarie y el salvajismo, estados de la
conciencia que no habían entrado a un proceso de socialización. Los matices
terminaron por diferenciar las dos palabras: civilización se asoció al progreso material
y cultura a las artes y al espíritu, esta última fue una postura adoptada por la
antropología durante décadas (Molano, 2007).
La consecuencia ideológica de esta construcción conceptual fue la degradación
valorativa de aquellas colectividades o pueblos que no mostraran signos de
civilización, de acuerdo a los criterios imperantes en el continente europeo y, por
tanto, la superioridad de los pueblos “civilizados”. Aún en la primera mitad del siglo
XIX, por ejemplo, los economistas clásicos eran partidarios de la colonización, no
sólo por considerar que las colonias brindaban beneficios económicos a los países
conquistadores, sino porque se propiciaría la transición al capitalismo en el planeta y
esto traería beneficios también a las colonias, a las que llamaban “áreas atrasadas”
(Bustelo, 1999: 51).
Sin embargo, con el desarrollo de diversas disciplinas numerosos pensadores
admiten el plural de cultura, lo que imprime un nuevo giro al concepto. Al hablar de
“culturas” y no de “cultura” se acepta la existencia de múltiples formas de vida en el
mundo y se tambalea la convicción de una cultura universal, única y omniabarcante,
ausente en la realidad empírica y que sólo puede encontrarse de forma abstracta. En
términos de la cultura significó el surgimiento de un nuevo ímpetu intelectual que
realzaba la importancia de espacios particulares y particularizantes —como podría
- 25 -
ser la región—, no sólo como contenedores físicos de una sociedad, sino como
sujetos sociales, como parte de la dialéctica constructora de una identidad y de una
compleja red de significados y símbolos, que dan lugar a una cosmovisión rectora de
la conducta de los actores sociales.
En el camino a esta concepción simbólica de la cultura, jugó un papel clave el
debate en la antropología cultural norteamericana, cuyo concepto fundacional
apareció en 1871 en el libro Primitive culture, de Edward B. Tylor, en el que el autor
sostiene que:
La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la sociedad (Tylor, citado por Giménez, 2007).
Este concepto sirvió como punto de partida para ampliar una discusión que se
prolongaría hasta mediados del siglo XX. Lo más destacable del concepto tyloriano
es su carácter holístico, concibe a la cultura como un “todo complejo” e incluyente, ya
que en él entran todas las culturas, sin dejar de lado a los pueblos primitivos.8
Llegaría Franz Boas —antropólogo influenciado por el historicismo alemán— a
modificar el rumbo, contraponiéndose a esa perspectiva evolucionista e imprimiendo
mayor énfasis en el particularismo histórico. Las diferencias cobraron con Boas
mayor importancia que las similitudes que buscaban los teóricos de una cultura
universal. La tesis de que cada cultura debía analizarse de acuerdo a su tiempo y
espacio determinados cobraba fuerza a través de los discípulos de Boas, quienes
8 Es necesario agregar que este concepto formaba parte de la corriente evolucionista de la época, que
consideraba que la cultura estaba sujeta a un proceso de evolución lineal por el cual debían pasar todos los pueblos de forma casi inevitable, aunque con ritmos y velocidades distintas, así, la condición de primitivo constituiría únicamente el punto inicial hacia la civilización.
- 26 -
defendieron el relativismo cultural y rechazaron la presunción de una objetividad
absoluta, para dar cabida a una “objetividad relativa” basada en las características de
cada cultura (Boas, citado por Giménez, 2007: 26).
Gilberto Giménez retoma la propuesta de la antropóloga italiana Carla
Pasquinelli, quien distingue tres etapas de la construcción del concepto cultura en la
antropología cultural norteamericana, posterior a su periodo fundacional con Tylor y
Boas: fase concreta, fase abstracta y fase simbólica.
En la fase concreta sobresale la integración de las costumbres en el concepto
de cultura, ya que adversa con la visión elitista al “bajar” al nivel empírico, a una
dimensión real y concreta, experimentada por los individuos en su vida cotidiana.
Entre 1930 y 1950 se instaura la fase abstracta. La atención de los antropólogos se
traslada de las costumbres a los modelos de comportamiento. En este periodo la
cultura se define como modelos, pautas, sistemas, parámetros o esquemas de
conducta, confluyendo a puntos de encuentro con el funcionalismo.
Después de un estancamiento en la discusión, la obra detonante de la fase
simbólica fue La interpretación de las culturas, de Clifford Geertz, cuya aparición a
principios de los años 70 propició la reformulación del concepto. La concepción
simbólica de la cultura —cuya influencia continúa vigente con algunas variantes—
proporciona a la teoría una mayor eficacia y operatividad en el terreno empírico,
donde ya no basta estudiar los hechos concretos, las costumbres, las conductas, las
formas de vida, ni tampoco los esquemas que regulan esas prácticas, sino que es
necesario para la ciencia interpretar la cultura como un texto, encontrar los
significados en las interacciones sociales. La cultura se define aquí como “pauta de
- 27 -
significados” o “estructuras de significación socialmente establecidas”. El análisis de
la cultura ha de ser, por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino
una ciencia interpretativa en busca de significaciones (Geertz, 2003).
La concepción simbólica dominó en la antropología durante los decenios de
1970 y 1980, hasta que fue sometida a críticas deconstruccionistas por parte de la
llamada antropología posmoderna. El señalamiento más álgido fue que la
antropología de la interpretación no dejaría de ser una visión narrada por una tercera
persona, un acercamiento parcial e inconcluso a la realidad objetiva. La oleada de
críticas calificaba al enfoque simbólico como una visión etnocéntrica por parte del
antropólogo, que pretendía conocer lo incognoscible mediante una construcción
arbitraria. El antropólogo James Clifford —discípulo de Geertz y representante de la
antropología postmoderna— propuso la técnica del “yo narrador” en la escritura
etnográfica, lo cual acarreó una pérdida de credibilidad ante la comunidad científica,
que calificó tal recurso como solipsista, propio de un subjetivismo radical.
Después de la crisis de confianza de la antropología norteamericana, a partir de
los años 80, la construcción simbólica de la cultura dejó de pertenecer únicamente al
campo de la antropología y despertó interés en prácticamente todas las áreas de las
Ciencias Sociales. La historia, la sociología, la política, la psicología, utilizan los
estudios culturales como una herramienta para ahondar en los fenómenos de sus
campos de estudio. Los medios de comunicación difunden cada vez más la
importancia de la cultura. A esta efervescencia se le conoció como el giro cultural,
cuya espiral permanece en movimiento hasta la actualidad.
- 28 -
Es oportuno precisar que el desarrollo del pensamiento sobre la cultura no ha
sido, en ningún sentido, un proceso lineal y homogéneo. A pesar de los avances en
la concepción de la cultura hacia una idea de mayor inclusión social, las influencias
en los círculos académicos e intelectuales no necesariamente permean en otras
esferas del sistema social, como la política y la económica, por lo que las prácticas
que pretenden dirigirse hacia el progreso y el desarrollo terminan por acercarse más
a las ideas arcaicas de la existencia de culturas superiores y culturas inferiores.
La riqueza de la antropología, digna de ser rescatada en las investigaciones
culturales de la era contemporánea, es la búsqueda de los rasgos particulares
trascendentes en los grupos sociales. Como expresó Clifford Geertz, la definición de
cultura deviene entretejida con la misma explicación de la naturaleza humana, la
cultura distingue a los seres humanos de otras formas de vida en la Tierra, mejor
asentado en la siguiente frase: “Sin hombre no hay cultura, pero igualmente, y esto
es más significativo, sin cultura no hay hombres” (Geertz, 2003: 55).
Pero más aún, no hay hombre o mujer que pueda vivir sin estar conformado
cultural y simbólicamente por el lugar donde ha crecido, por las redes sociales a las
que pertenece o por el conjunto de costumbres y creencias que lo definen de forma
particular, y derivado de ello se puede aplastar la idea de la existencia del Hombre
(con mayúscula) como perteneciente a una naturaleza humana inmutable y universal;
y por tanto, de la Cultura (con mayúscula) como un ente superior capaz de abarcar a
todas las formas de vida social o resumirlas en unos cuantos rasgos comunes,
cortando así de tajo la importancia de las especificidades. De igual forma, en la
presente investigación no se concibe ninguna cultura particular como modelo de
- 29 -
cultura “ideal” al cual deban aspirar los demás conglomerados sociales, sino que
apelando a la idea del relativismo cultural cada pueblo construye un sistema de
valores y de interacciones propio, visto por sus miembros como el más importante y
como el modo natural e incuestionable de orientar la conducta.
Para los objetivos de la presente investigación, la cultura se entiende como el
conjunto de construcciones simbólicas que constituyen el repertorio de elementos
para la formación de identidades, en interacción con los subsistemas social, político y
económico del sistema general de acción de Parsons (1974). Pero sobre todo se
destacarán los aspectos subjetivos de la cultura, no tan visibles pero igual o más
importantes que las manifestaciones tangibles de los fenómenos sociales.
El debate de la cultura a principios del siglo XXI se inscribe alrededor de los
procesos económicos de globalización, ante la amenaza de transformar la riqueza de
las identidades locales con una fuerza homogeneizadora, que ha despertado muchos
movimientos alrededor del mundo en defensa de las particularidades de grupos
étnicos, comunidades rurales, identidades locales o regionales, relacionados al
ámbito territorial, pero también la defensa de formas únicas o minoritarias de
concebir el universo.
De tal forma, que aunque parece que los intereses expansionistas de las
políticas neoliberales arrasarían con todas las identidades locales a su paso, el
discurso a favor de la diversidad humana se ha colocado en el ojo del huracán
cuestionando el poder de las empresas transnacionales y sus grandes impactos en
los ámbitos nacionales y subnacionales. Tan es así, que las grandes luchas sociales
de los tiempos presentes se llevan a cabo bajo las identidades que viven un regreso
- 30 -
a la resistencia comunal, ya no a la sociedad civil, cuya cohesión se encuentra en
crisis, como en el caso del marxismo respecto al movimiento obrero (Castells, 1999:
34).
La globalización económica ha extendido sus efectos como anillos concéntricos
a otras esferas de la sociedad, la política, la social, pero es necesario destacar el
papel preponderante de la cultura en todo cambio social, que es el enfoque
dominante en esta tesis. Lo nuevo entabla una lucha con el pasado, que
independientemente de cómo se califique, representa para muchos la certeza de lo
conocido.
El cambio social, para que pueda ser duradero, tiene que ser abrazado por la
cultura (hábitos, valores, actitudes y normas), porque es lo que en el fondo motiva la
acción de los actores sociales, además de los intereses pragmáticos, económicos y
objetivos. Los sistemas culturales contienen lo más profundo de cada sociedad, y es
por ello que cuando un cambio se inserta en la cultura cuenta con grandes
probabilidades de salir victorioso en su lucha por la perdurabilidad y su penetración
social.
2. Los estudios culturales y el nuevo campo para la resistencia
Casi a la par del debate en la antropología norteamericana, otra concepción de la
cultura se gestó en Europa occidental desde una renovada visión marxista, que
introducía elementos críticos al análisis de las identidades y de la cultura con un
componente político. Se trata de las aportaciones del Centro de Estudios Culturales
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Contemporáneos (CCCS, por sus siglas en inglés), establecido en Birmingham,
Inglaterra, con el investigador Stuart Hall a la cabeza, miembro fundador del
movimiento la Nueva Izquierda. A este movimiento, que surgió en la agitada década
de 1960, se le atribuye la fundación de los estudios culturales como un campo
separado del conocimiento social.
El CCCS fue pionero en la deconstrucción de conceptos e ideologías
dominantes sobre la cultura. Una de ellas es el replanteamiento de la dicotomía alta
cultura versus cultura popular, una dualidad persistente que limitaba la visión
científica y reducía el campo de estudio a algunas manifestaciones artísticas.
La alta cultura sería representada por la literatura, pintura, cinematografía y, en
general, por las bellas artes como el producto más elevado de la inteligencia
humana; y en contraposición se encontraba la cultura popular, donde tendrían cabida
las expresiones de la sociedad de masas y los medios de comunicación, por un lado;
y las manifestaciones simbólicas de la cultura de diferentes pueblos (arte popular),
canciones y danzas tribales, tradiciones rurales y artesanías, expresiones que se
caracterizan por su cercanía con la comunidad y su naturaleza colectiva. Bajo esta
óptica, la cultura popular —que había sido relegada como objeto de conocimiento—
se reivindicó como categoría de análisis y de estudio para las ciencias sociales.
Stuart Hall y sus seguidores intelectuales se interesaron por la cultura no sólo
por su valor etnográfico o descriptivo de las formas de vida, sino por su valor
investigativo, al ser un campo simbólico donde luchan las culturas subordinadas y las
culturas dominantes. Se inauguró una visión de la cultura como práctica política a la
vez que como una categoría teórica. El concepto de hegemonía de Antonio Gramsci
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influyó en Hall tan fuertemente, que lo continuó aplicando a sus estudios sobre
racismo y resistencia en la Inglaterra de la posguerra (Procter, 2004).
La hegemonía gramsciana describe el proceso de la dominación dentro de la
cultura no sólo por el uso de la fuerza, sino por un consenso voluntario. Aquí se pone
el acento en la cualidad de proceso, ya que la hegemonía no es para siempre ni se
logra de forma automática, tampoco se da en el vacío, más bien se presenta en un
espacio sociocultural y simbólico, con la intervención de los actores sociales y sus
interacciones. El concepto de hegemonía ayudó a Gramsci a explicar el porqué la
clase trabajadora no se convirtió en la fuerza revolucionaria que Marx había
predicho. De ahí que la hegemonía funcione como aparato amortiguador de la
resistencia a través de la negociación, incorporación y concesión, más allá de la pura
represión (Gramsci, 1980).
La hegemonía es un conjunto de interacciones de resistencia que se mueven
en ambos sentidos —clase dominante y clase subordinada— y se influyen
mutuamente. No es una sola gran batalla que se gana de forma épica, por el
contrario, son múltiples “microbatallas” que se lidian día a día en forma individual,
pero también colectiva organizada —o desorganizada— desde diferentes
perspectivas. No es verosímil la hipótesis de que una sola fuerza maquiavélica y
manipuladora posea el control de todos los procesos sociales de lucha hegemónica,
aunque es innegable el poder de entes o actores sociales como el Estado, los
empresarios, la prensa, la Iglesia y otros poderes fácticos, que de igual forma no
están conformados de forma homogénea ni tienen una sola conciencia ni voluntad
única de acción. Todo este panorama evidencia la complejidad del tema de la
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resistencia, además de la relación de los sistemas culturales con los procesos de
hegemonía-resistencia.
Si bien los textos de Hall —basados en Gramsci— se inspiraron en una realidad
histórica específica, sentó las bases para considerar el campo de la cultura no nada
más como el espacio simbólico de lucha, sino incluso como un instrumento de
oposición por sí mismo a favor de los subordinados y de los grupos en el poder,
planteamientos cuya vigencia permanecen hasta nuestros días.
En la historia reciente abundan ejemplos de cómo la cultura y las identidades
locales son el fundamento de los movimientos sociales reactivos contra la potencia
globalizante del sistema económico y en ocasiones contra la lógica de absorción del
capitalismo. Sobre este punto, destaca Manuel Castells:
Junto con la Revolución tecnológica, la transformación del capitalismo y la desaparición del estatismo, en el último cuarto de siglo hemos experimentado una marejada de vigorosas expresiones de identidad colectiva que desafían la globalización y el cosmopolitismo en nombre de la singularidad cultural y del control de la gente sobre sus vidas y entornos (Castells, 1999: 23).
La hipótesis de Castells enfatiza en que la construcción de las identidades siempre
se presenta enmarcada en un contexto determinado de relaciones de poder, de lo
que se pueden desprender tres formas y orígenes de la construcción de la identidad:
identidad legitimadora, identidad de resistencia e identidad de proyecto. La primera
es introducida por las instituciones dominantes; la segunda es promovida por
aquellos actores que se encuentran en posiciones devaluadas o estigmatizadas y; la
tercera, se presenta cuando los actores sociales, basándose en los materiales
culturales de los que disponen, construyen una nueva identidad que redefine su
posición en la sociedad (Ibid).
- 34 -
No se descarta que como parte de la movilidad social, la identidad de
resistencia pueda desarrollarse hasta invadir los linderos de la identidad proyecto, al
plantear una nueva propuesta de identidad, o incluso puede llegar a convertirse en
identidad legitimadora si la lucha por la resistencia resulta triunfante. En este trabajo
se enfatizará sobre la identidad de resistencia, como parte estructural de la formación
de una nueva identidad, que puede tener sus objetivos en una movilización
específica de protesta, con objetivos muy delimitados, y sin embargo, que puede
penetrar en la identidad colectiva más general y en el núcleo de los valores
culturales, de tal forma que desencadene en una transformación en la identidad más
arraigada.
Esta concepción de la identidad puede explicarse de forma más clara a través
de las teorías sociológicas que destacan el conflicto no sólo como parte inherente de
las sociedades humanas, sino también como un elemento necesario de cambio. Sin
antagonismo social, opinan teóricos como Georg Simmel (2010), no habría
transformaciones sociales o éstas ocurrirían en forma excesivamente lenta, lo que
haría a la sociedad algo demasiado estático. Pero más allá de la notoriedad del
conflicto en todas las épocas históricas y prácticamente en todos los órdenes de la
vida cotidiana, se encuentra el hecho de que a través de entender las causas,
efectos y alternativas de resolución de conflicto se puede llegar a una mejor
interpretación de los fenómenos sociales. De acuerdo a la teoría conflictualista
liberal, que se desarrollo a mediados del siglo XX, los conflictos ocurren entre grupos
sociales antagónicos y no sólo entre clases sociales, con lo que se deslinda al
conflicto de la esfera económica como única variable y pasa a formar parte sobre
- 35 -
todo del subsistema político e inclusive del cultural. Dicho lo anterior, en el análisis de
las identidades como fenómenos conflictivos, deberá tomarse en cuenta siempre el
elemento de poder y la correlación de fuerzas que emana de ellas. Gramsci (1980),
si bien propone una metodología histórica, el estudio no es de los hechos en sí, sino
de la relación de estos con otros elementos, del lugar que ocupan en una estructura
en un determinado momento histórico, que bien puede ser coyuntural. Sobre la
coyuntura, el teórico italiano apunta que aunque genera una política “mezquina y
ocasional”, es fundamental en la articulación del todo. A través de los momentos
coyunturales, resultan evidentes las fuerzas políticas y se confrontan. En estos
procesos los actores sociales revelan sus capacidades y sus intereses reales.
3. La construcción permanente de la identidad
La identidad es un concepto estratégico en las ciencias sociales, del que
paradójicamente no se hablaba sino hasta mediados de la década de 1980. Su
importancia radica en que sin identidad no sería posible la interacción social, dado
que esta se basa en la percepción que tienen los actores sociales de sí mismos y de
los otros al tiempo que orienta el sentido de su acción. Además, la construcción de la
identidad —tanto individual como colectiva— se encuentra indisolublemente ligada a
la cultura, porque precisamente las identidades sólo pueden formarse a través de un
conjunto de recursos culturales y sociales que el individuo y la colectividad
encuentran a su disposición.
Por ello, los procesos y los cambios sociales y culturales, contribuyen en la
construcción o reconstrucción de las identidades dentro un marco contextual
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específico. La identidad es, pues, el proceso de construcción social y simbólica que
ejecutan los actores sociales para interiorizar un conjunto de repertorios culturales
(representaciones, valores, símbolos, normas) mediante los cuales demarcan sus
fronteras y se distinguen de los demás actores en una situación determinada, todo
ello en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados (Giménez,
2007).
La definición anterior puede aplicarse tanto a actores individuales como
colectivos, siendo estos últimos nuestro objeto principal de estudio, por lo que es
necesario asentar la siguiente distinción: la identidad individual se predica en sentido
propio de sujetos únicos dotados de conciencia y de psicología propia, mientras que
la identidad colectiva es el conjunto de las pertenencias sociales y representaciones
que comparte una comunidad y perduran en el tiempo, a través de la memoria y el
imaginario creativo. A diferencia de la identidad individual, la identidad colectiva no
posee un mecanismo único de conciencia, sino más bien múltiples nodos de
convergencia y divergencia, siempre en busca de un consenso, de tal suerte que no
se pueden atribuir facultades psicológicas individuales a un actor colectivo, como no
sea a través del recurso retórico de la analogía.
Uno de los elementos claves en la identidad colectiva es el sentimiento de
comunidad entre todos aquellos que hubiesen interiorizado los repertorios
constitutivos de una identidad específica, que en muchos casos, como en el de la
identidad nacional u otras relacionadas a grandes escalas territoriales se vive a
través de lazos imaginarios (Anderson, 1983: 23). Sin embargo, para decir que la
socialización ha desembocado en un proceso exitoso de construcción de
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identidades, una condición sine qua non es la memoria, entendida como la ideación
activa del pasado retomando la definición de Durkheim.
Las identidades mantienen un nexo intrínseco con el tiempo: pasado, presente
y futuro en una misma construcción simbólica a través del relato y el saber narrativo.
Sin memoria no hay identidad posible, es necesaria la conservación de ciertos
valores, creencias y patrones de comportamiento para la formación de una identidad,
a pesar de ser ésta un proceso en permanente construcción, dinámico e
impredecible. La memoria colectiva es el procedimiento espontáneo de selección de
los rasgos particularizantes de una identidad.
Pero las identidades no sólo se perciben desde el pasado a través de una
historia compartida, si no que se imaginan un futuro, un proyecto común, y se
vuelven presentes a través de la atemporalidad de una serie de relatos colectivos y
metarrelatos, con el lenguaje como su vehículo principal. Metodológicamente, es
necesario advertir en la subjetividad un soporte de la acción individual y colectiva.
De igual forma, se debe considerar que la memoria siempre es subjetiva y
recurre a una perspectiva particular. A diferencia de la memoria histórica, que es
también una construcción abstracta, su valor heurístico consiste no en los datos, sino
en los símbolos y representaciones sociales que pueden ser estudiados como un
texto cultural, así como en la carga afectiva que implica una relación más estrecha
con la experiencia vital. Este trabajo se apega a la tradición filosófica que intenta
rescatar la historia, no sólo formulada por el historiador sino también por los actores
sociales, que desde la óptica oficial han sido excluidos y borrados literalmente del
devenir histórico. El resultado se manifiesta en el conocimiento limitado y restringido
- 38 -
de la historia, pero sobre todo, lo más grave, en la descalificación de ese otro
material, narrado desde la pluralidad de fuentes y desde las múltiples subjetividades
sociales.
Se sostiene aquí que la identidad socioterritorial se puede explicar a raíz de la
memoria colectiva que la sustenta y la recrea, como un sistema interrelacionado de
memorias biográficas, una especie de relatos interconectados entre sí, que en los
contextos premodernos se presenta, en su forma primordial, a través de la
interacción directa y las relaciones cotidianas en relación con un espacio
determinado.
En este sentido, la teoría de la socialización arroja luz sobre la construcción de
las identidades, que son un proceso de aprehensión del conocimiento y de las
costumbres vigentes. Es necesario distinguir entre socialización primaria y
socialización secundaria. La socialización primaria es la primera internalización de
las estructuras sociales disponibles y cuyo agente principal es la familia. La
socialización secundaria, por su parte, se conduce por medio de las influencias
posteriores que ocurren a lo largo de la vida: el sistema escolar, las relaciones
sociales, los medios de comunicación y otros (Berger y Luckman, 2008). También es
importante apuntar la diferencia entre las agencias formales de socialización (padres,
maestros, gobierno) y las agencias difusas (festividades, mensajes de los medios,
usos y costumbres), cuyo conjunto ofrece a los individuos propuestas para formar su
identidad, a manera de un “rompecabezas sociológico” (Bauman, 2007).
Pero es el lenguaje a través del relato el que socializa con mayor efectividad,
puesto que posee una gran variedad de recursos psicológicos y sensitivos para
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interiorizar valores, normas y pautas de significados en los individuos. El
conocimiento del patrimonio (expresión concreta de las culturas) se reproduce a
través del relato, ya sea a través de la historia oral, la historia oficial, la literatura y los
contenidos en los diversos medios de comunicación social, de ahí la importancia de
las narraciones colectivas para entender las identidades y la cultura particular de un
pueblo.
Siguiendo con la idea de que la cultura es el conjunto de recursos disponibles
para la formación de las identidades, hay que precisar que la cultura no es tan fácil
de definir porque se compone de elementos fácilmente palpables, así como de
abstractos y simbólicos. La Organización Mundial para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO), los clasifica como patrimonio material y patrimonio inmaterial de
la cultura.
El patrimonio material es lo puramente objetivo (construcciones arquitectónicas,
ciudades y paisajes); los bienes intangibles (el patrimonio cultural inmaterial) son los
transmitidos por la herencia y la costumbre, manifestaciones y expresiones culturales
que se repiten de generación en generación, tales como el folclor, la música, los
mitos, los ritos y la superstición. Este patrimonio es recreado constantemente por las
comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y
su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad. En suma,
podríamos decir que el patrimonio cultural inmaterial otorga el carácter de
originalidad y unicidad a un pueblo o región.
El concepto de patrimonio es importante para la identidad colectiva porque la
representa en una expresión concreta y objetiva ante los miembros de un grupo
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social o de otros actores colectivos, es decir, ayuda a mostrar quién es quién en la
interacción social, al igual que desempeña un papel en la reproducción,
transformación y recreación de las identidades.
Bourdieu (1984) habla de formas objetivadas y subjetivadas de la cultura, de la
que deriva la noción de capital cultural y representado en sus tres formas: en estado
incorporado (habitus), en estado objetivado (bienes materiales o patrimonio cultural
material) y en el estado institucionalizado (o proveniente de las instituciones
sociales). De lo anterior se deriva que: las formas subjetivadas son más difíciles de
aprehender en su investigación que las formas objetivadas, susceptibles de una
descripción precisa y muchas veces cuantificable; sin embargo, la información que
dará sustento al presente trabajo de investigación proviene de las formas
subjetivadas dentro de la memoria colectiva, de las cuales es posible inferir
estructuras socioculturales y formas de construcción de identidades.
4. La discusión posmoderna: identidades localizadas en la globalización
Si bien, en la era posmoderna, varios teóricos argumentan el debilitamiento de las
identidades a través del concepto de la “liquidez”, en una era de la modernidad
donde prevalece el individualismo derivado de la división social del trabajo en el
sistema mundial de producción capitalista. El individualismo marca las relaciones y
las torna efímeras, transitorias y volátiles. La modernidad líquida es una figura de la
transitoriedad: “los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran;
mientras que los líquidos son informes, se transforman constantemente: fluyen.
- 41 -
Como la desregulación, la flexibilización o la liberación de los mercados” (Bauman,
2003).
Lo anterior se explica mediante el análisis de la sociedad contemporánea,
altamente fluctuante y de grandes y frecuentes transformaciones, que exige al
individuo la fragmentariedad y la ruptura de los vínculos sociales duraderos,
imposibilitando una formación identitaria colectiva sólida y de fuerte cohesión. Para
matizar, habría que añadir que esta tesis corresponde al paradigma cultural del
posmodernismo, que como tal no es un proceso homogéneo ni igualitario en todas
las culturas, más bien un fenómeno que se ubica en sociedades capitalistas
desarrolladas. Se presenta de forma gradual y diferenciada, sobre todo en ciudades
globalizadas y con un alto grado de densidad dinámica.
Además, los paradigmas culturales no se presentan en la historia en una línea
sucesoria ni con límites diáfanos, sino que simultáneamente conviven objetos
premodernos, modernos y posmodernos de acuerdo al espacio social de que se
trate. No empieza una era anunciando el fin de otra, y por tanto, las aseveraciones
posmodernas sobre la identidad no se aplican en todos los entornos sociales.
Rasgos de la solidaridad mecánica —a la manera de Durkheim— pueden
advertirse en algunos lugares de países subdesarrollados y la identidad nacional,
regional y local, es decir, la que se entiende mediante el apego socioterritorial a un
determinado espacio, permanece, aunque con distintos matices y la influencia
ejercida por los procesos de entrelazamiento del mundo globalizado.
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Para Bauman, la identidad es algo que hay que construir, pero lo presume
como algo inventado, una elección individual y social que no es única, más bien se
encuentra compuesta de múltiples aristas:
[…] La identidad se nos revela sólo como algo que hay que inventar en lugar de descubrir; como el blanco de un esfuerzo, “un objetivo”, como algo que hay que construir desde cero o elegir de ofertas de alternativas y luego luchas por ellas para protegerlas después con una lucha aún más encarnizada… Aunque, por lo que se refiere a la lucha por salir victorioso, la verdad de esa precaria y por siempre incompleta condición de identidad necesita ser, y tiende a ser, suprimida y minuciosamente encubierta. (Bauman, 2003: 40)
La tarea de construir la identidad (o las identidades) hoy en día ha sido
confinada al actor individual más que a los colectivos. De acuerdo a esta tesis, por lo
que presenta condición de frágil y provisional, en el terreno empírico se puede
observar que la identidad colectiva puede aparecer como un fenómeno latente, que
encuentra su expresión manifiesta al enfrentar oposición de la otredad, como en el
caso de los conflictos o de la amenaza al sentido de comunidad, o como en las
fronteras, donde los contrastes de identidades particulares son más palpables y
fraguan una batalla permanente, como en ningún otro territorio; pero ello no quiere
decir que una identidad latente deba ser necesariamente frágil pues conserva la
capacidad de actuar en el momento propicio.
Una de las réplicas a la tesis de las identidades fragmentarias, estratégicas y
situacionales, es que su fundamento se encuentra en la fenomenología de un devenir
imparable de las manifestaciones puramente objetivas; sin embargo, la identidad se
desarrolla de igual forma adentro y afuera de los individuos, y quizá la parte subjetiva
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es la más significativa porque guarda el núcleo de una identidad, a veces de forma
independiente de lo que se observa desde fuera.
En la parte subjetiva, el sentido de pertenencia a una comunidad, así como el
concepto de una comunidad ideal en contraposición al de “comunidad realmente
existente”, orientan la acción de los sujetos sociales en forma importante. La
comunidad evoca siempre un sentimiento positivo de seguridad y de solidaridad.
Representa un paraíso perdido al que anhelamos volver o se tiene la esperanza de
encontrar. Para Bauman (2003), seguridad y libertad son dos valores irreconciliables
que no se pueden tener uno sin perder un poco del otro. La comunidad encarna la
seguridad, pero la “comunidad realmente existente” pide a cambio de su supuesto
refugio una parte de nuestra libertad. Como nunca gozaremos más que en nuestros
sueños de ambas virtudes en proporciones satisfactorias, el ser humano está
condenado por decirlo así a la búsqueda perpetua de la comunidad ideal. La calidez
y el refugio que brinda la comunidad, encapsulada en su experiencia más próxima, la
familia como proveedora mayoritaria de la socialización primaria, son matrices
culturales que proporcionan modelos para la construcción de identidades, roles
específicos y una organización social determinada.
Según Tönnies (2002), existe un entendimiento comunal tácito que precede
todo acuerdo y desacuerdo, por el cual entre la comunidad sus miembros se
comprenden incluso sin palabras, pero este pacto “dado” de forma natural se
desvanece primero con los medios de transporte y después con la informática en las
épocas recientes. Para Bauman, en una posición un tanto eurocéntrica, las
comunidades se han difuminado por estos avances tecnológicos; sin embargo, el
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contexto latinoamericano, donde los procesos del capitalismo moderno se han
instaurado sólo de forma parcial, presenta aún muchos rasgos y características que
apuntan hacia la existencia de comunidades en el sentido sociológico clásico; pero
con un nuevo anclaje en la marginación y exclusión compartidas, lo que los hace
sentir un nuevo tipo de acuerdo, muy cercano al acuerdo tácito de Tönnies.
Redfield (citado por Bauman, 2003) argumenta que la comunidad presenta al
menos tres características con base en la homogeneidad, una mismidad que no debe
ser amenazada: la comunidad es pequeña en la cual, la comunicación es
omniabarcante y densa, y se refiere a que en una comunidad todo mundo se conoce,
se saluda y saben todo de los demás; el segundo atributo se refiere a que es
distintiva porque marca una diferencia entre el “nosotros” y el “ellos”; y el tercero,
autosuficiente, dado que representa el aislamiento para la conservación del
“nosotros”. La comunicación, entre más deje de depender de los flujos internos y se
exponga a las comunicaciones externas, se corre el riesgo de borrar las fronteras
entre “ellos” y “nosotros”. Se puede concluir el presente inciso aduciendo a la
importancia vigente de las identidades territorializadas a pesar de la creciente
influencia de los procesos de globalización.
5. El territorio y sus lazos con la identidad
¿Pero por qué el territorio, en cualquiera de sus dimensiones, crea fuertes lazos con
la identidad de las personas de ciertas regiones? Para responder nos extenderemos
sobre el concepto de territorio y sus implicaciones sociales, y desde luego su relación
con la identidad colectiva.
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El tema del territorio y su importancia para la identidad han sido puestos en la
mesa de discusión desde hace algunos años. Con el argumento de que la ola
dominante de la globalización convertiría al planeta en un mercado mundial, un
amplio grupo de autores, ensayistas y estudiosos habían augurado la homologación
de las culturas a través del poder de las grandes transnacionales para traspasar las
fronteras y penetrar culturalmente en los países receptores de sus numerosas filiales.
Términos como la “aldea global” o la “mcdonaldización” del mundo dieron cierto
soporte académico a la pretensión de que la Tierra, la región y sus significantes
culturales estaban perdiendo fuerza en la conciencia de los grupos sociales. Así,
otras posturas extremas afirman que la lógica de la economía global se impone al
Estado-nación y, por tanto, también a las circunscripciones menores.
Los defensores del concepto de territorio consideran a las regiones como
soporte de los procesos de globalización, ya que los grandes centros de poder
cuentan con sus bases de mando en Estados nacionales poderosos, principalmente
Estados Unidos y Japón, en conjunto con la Unión Europea. La visión territorial
permanece en el nivel macro de la economía y la política mundial, sólo que con
enfoques distintos a la de la fase anterior de la globalización económica. En estos
procesos, la mezcla de ambos niveles espaciales (global y local) determina el cómo
se adopta la dinámica globalizadora y convierte en particulares los fenómenos de la
integración mundial, a través de las características propias de cada región y su
gente. De tal forma, la importancia simbólica del territorio no se destruye, sino que
sólo sufre una transformación con una influencia de nuevos elementos. Aunque los
territorios se encuentren supeditados al alcance de la globalización continúan siendo
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actores sociales importantes y estratégicos para la economía, la política y la cultura
(Beck, 1998).
El territorio tiene que ver, en primera instancia, con la apropiación de un espacio
por parte de los grupos humanos; así, entendemos con Gilberto Giménez que el
espacio es la materia prima del territorio. Para hablar de territorio cultural se requiere,
además, la valoración del espacio como significante en tanto da lugar a un conjunto
de relaciones sociales de producción y de poder que representan alguna función
para una sociedad.
El territorio es un complejo sistema de niveles imbricados unos sobre otros,
donde se pueden encontrar elementos de red, malla y nodos. Existe una relación
entre ellos que se manifiesta también en los órdenes económico, político y social. No
todos los elementos del territorio poseen el mismo peso y cumplen las mismas
funciones dentro de una sociedad. El orden jerárquico del territorio se explica
mediante la teoría de los territorios apilados, introducida por Yves Lacoste, que
considera al territorio en sus diversas escalas, que pueden ir de lo local a lo
supranacional (Lacoste, citado por Giménez, 2007). El barrio, la comunidad, la
ciudad, la región, la nación, el continente y el planeta Tierra son categorías que
coexisten imbricadas unas sobre otras al mismo tiempo en la perspectiva vivencial de
los individuos. Las escalas menores son las que influyen con mayor peso en la forma
de vida y en la identidad de las personas porque desarrollan lazos más fuertes y
puntos de cohesión con los otros miembros de la comunidad, además de una carga
afectiva para el individuo. Es el caso de las zonas rurales. La identificación en sus
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escalas mayores, como la identidad nacional, se presenta de forma más difusa, ya
que es una construcción mental y no concreta.
En México, por ejemplo, las poblaciones campesinas conservan fuertes
elementos de la cultura mesoamericana, que se caracterizaba por su fuerte arraigo a
los elementos naturales y a la Tierra como entidad mística y fundida con la vida, la
historia y el desarrollo de las comunidades. Condición que se ha convertido en un
importante factor para la demarcación de las regiones en el país (Bonfil, 1989).
La región, como categoría entre lo nacional y lo local, representa una especial
importancia para la construcción de la identidad colectiva. Y así pasando del territorio
a la cultura, como una noción compleja, se encuentra la idea de territorios culturales,
que se desarrolla a partir de la aparición de la geografía de la percepción,
estrechamente vinculada a la geografía cultural, que concibe el territorio como un
lugar para la escritura geosimbólica (Giménez, 2007).
Es indiscutible la importancia del territorio fuera del esquema puramente
geográfico. Las divisiones políticas y económicas del territorio no pueden competir
contra la región percibida y vivida de los sujetos. El territorio cultural rebasa en
diversidad y riqueza de símbolos a cualquier otra escala del espacio físico.
La dimensión simbólica del territorio y su relativa independencia de las otras
facetas puede ilustrarse claramente con la noción de Augé sobre el lugar
antropológico, “no es sino la idea, parcialmente materializada, que se hacen aquellos
que lo habitan de su relación con el territorio, con sus semejantes y con los otros”
(Augé, 1996: 61).
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Otra forma de estudiar el territorio es como un hábitat, más desde el campo de
la ecología social, donde los seres humanos actúan como seres biológicos que
forman parte de un determinado ecosistema y se relacionan profundamente con los
recursos naturales que los rodean. Los orígenes de esta visión quizá se encuentren
en el concepto de la región-organismo. En comparación con el cuerpo biológico, la
teoría de la región como un organismo vivo cobró importancia entre los geógrafos
franceses del siglo XIX. Paul Vidal de la Blanche articuló claramente este concepto.
El argumento era que las regiones funcionaban como mucho más que la suma de
sus componentes. Las regiones son percibidas como entes vivos que responden a
los estímulos, incluyendo el medio ambiente y la adaptación al desarrollo urbano.
Esta corriente de pensamiento sostenía que la tierra tendía “naturalmente hacia la
perfección” (De la Blanche, citado por Harner, 1996).
Aunque la Escuela Geográfica Francesa recibió fuertes críticas por una
analogía que se consideró imperfecta, su aportación fue el estudio de la región como
un todo, como el espacio donde conviven los elementos naturales con las actividades
humanas, y el hacer notar cómo el resultado de esta simbiosis crea un paisaje
específico. Los detractores señalaron que las regiones no son un ser vivo y no
“reaccionan”, sino que son los seres humanos quienes actúan sobre ellas. Otros
matizaron que si bien la región podía ser considerada un organismo, este era parte
de un todo mucho más complejo, aunque pudiera ser subdividida en varias partes.
Después de que la teoría de la región-organismo fue descartada durante
décadas, recientemente algunos de sus aspectos se han retomado, sobre todo la
perspectiva holística del territorio. Para De la Blanche, la integración de la tierra con
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las actividades antropogénicas y los recursos naturales dan lugar a un estilo de vida
característico, que se representa en un paisaje. Mediante la incorporación de todos
estos elementos, se introdujo la idea de “personalidad” aplicada a un área
geográfica, lo que ha influenciado los estudios posteriores de la identidad colectiva
asociada a un territorio (Ibid).
Por otro lado, teorías contemporáneas, como el enfoque de la ecología social,
defienden el valor de existencia del territorio y del paisaje una vez que es
internalizado por los seres humanos, que se sienten arraigados profundamente con
su lugar de origen y la naturaleza que los rodea:
El mundo natural no solamente provee bienes y servicios tangibles, tales como comida, fibra y ciclos de nutrición, sino también sirve como fuente de maravilla e inspiración para mucha gente. Los economistas llaman a este valor, valor de existencia y utilizan sofisticados métodos para su cuantificación, cuyo objetivo es conservar los hábitats naturales, aunque este no provea un valor de uso directo (Naidoo y Taylor, 2006).
El valor de existencia de un ecosistema va ligado a la carga afectiva que puede
provocar en los individuos. El mirar un paisaje conmovedor es algo imposible de
valuar en términos monetarios, tampoco la relación de los pobladores con su entorno
y su naturaleza. La reflexión más profunda lleva a concebir al ser humano no sólo
como actor con poder sobre el medio ambiente. El hombre proviene de la naturaleza,
subsiste a través de los recursos que ella le proporciona y todo lo que crea,
incluyendo él mismo; tiene su origen en la naturaleza, y en específico de su hábitat,
con el que crea fuertes nexos, a veces inconscientes.
Las identidades territoriales tienen un componente de raigambre no sólo al
espacio físico, sino también a los elementos naturales que la conforman y a la
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capacidad de éstos de generar lazos sociales y de formar comunidad. En la identidad
socioterritorial se objetiva la identidad cultural mediada por los vínculos sociales
estrechos y la cercanía física con los referentes geosimbólicos y, por supuesto, del
territorio en sí, pero además con la incesante interconexión con los actores sociales
próximos ya sea que compartan la identidad colectiva o no.
La identidad territorial es una representación social pensada en términos
socioespaciales. Es lo que comúnmente se llama amor al terruño, a la matria (como
propuso el historiador Luis González, en su obra Pueblo en Vilo. Microhistoria de San
José de Gracia), la escala más próxima de identificación con un contexto geográfico,
a diferencia de la nacionalidad, cuyo fundamento se encuentra en vínculos
simbólicos lejanos, más que vivenciales; y cuya transmisión requiere ser reforzada
por los contenidos en medios de comunicación masiva relativos al patriotismo. La
identidad local, en contraparte, se transforma además desde la base de la vida
cotidiana, las interacciones sociales más reales y concretas (Pimienta, 2007: 60).
A pesar de los avances de la tecnología, que cuenta con sofisticados recursos
visuales y auditivos para invadir la percepción y la conciencia humana, la vivencia
directa (no virtual) no puede ser reemplazada en su papel de formación de los
significados dentro de los sujetos sociales, en este caso miembros de una
comunidad localizada.
El sentido de identidad es el resultado de una sucesión de encuentros y
desencuentros sociales que no está exento de cambio y de las influencias de actores
externos, que pueden modificar los patrones de conducta de una identidad sentados
en bases comunes:
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[…] La identidad local no es esencia inmutable sino un proceso histórico y resultante de conflictos y luchas, de aquí su plasticidad y su capacidad de variación, reacomodamiento, modelación interna; las identidades surgen y varían con el tiempo. Se expanden o se retraen, según las circunstancias, y a veces resucitan. La identidad local, crea una comunidad imaginada, fundada en una localidad y en una experiencia histórica común sin que importe muchas veces que tan diversa sea y que tan artificialmente está organizada (Ibid).
La identidad socioterritorial ligada a pequeñas comunidades se halla imbricada en
la capa inferior de los sentimientos de identidad nacional, subnacional o regional, con
los cuales puede convivir en perfecta armonía, pero con superior terreno ganado en
experiencia humana y dinamismo en la interacción social. Se modifica
constantemente mediante una combinación de elementos simbólicos, culturales y
sociales, asociados a un territorio, que media la intersubjetividad entre los individuos,
que a fuerza de vivir día tras día un territorio lo hacen suyo y ellos a su vez se
sienten parte del territorio.
Este tipo de identidad, cuando se vive con fuerte intensidad, genera un sentido
de pertenencia, que se advierte en frases populares como “yo soy de esta tierra”,
“este es mi terruño” o, “esta es mi ciudad”. En el proceso de construcción de un
apego socioterritorial o topofilia, los sucesos históricos se entrelazan con espacios
estratégicos donde confluye el imaginario popular y acontecimientos coyunturales en
la historia de una localidad o una región. De esta combinación surgen relatos que
van conformando una personalidad única de un territorio y de sus habitantes. El
entorno se convierte en una especie de escenario, a la vez que sujeto, de historias y
memorias compartidas por una colectividad, lo cual imprime nuevos significados al
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territorio en general o a los fragmentos del territorio que se vuelven trascendentes
para la identidad.
Al paso del tiempo puede no haber claridad sobre por qué las personas
oriundas de un determinado lugar son como son, pero en la conformación de una
identidad se fundan consensos sociales flexibles, que apuntan en una especie de
corriente social: cómo se comporta, cómo es, cómo vive, cómo piensan las personas
nacidas en un espacio geográfico específico; en este caso el espacio se convierte en
sociocultural, en un espacio vivido, que es a su vez transformado por las ideas
formadas acerca de él y, finalmente no se sabe quién transforma a quién: si el
territorio determina a sus habitantes o viceversa.
Esta escala de la identidad es importante debido a que es la que moldea en la
realidad las prácticas sociales y de organización concretas dentro de un terreno
efectivamente percibido y vivido de forma directa por sus actores sociales. Es pues,
la parte de la conciencia psíquica, donde se gesta la dinámica de la agencia social.
No obstante, la dificultad de estudiar las identidades estriba en su carácter
inconstante y heterogéneo, porque la identidad, aunque desempeña una función
identificadora, no se traduce en una mismidad, ni en una masa homogénea, si no en
diferentes maneras de interiorizar una identidad por parte de cada miembro del
colectivo, es decir, diferentes grados de integración a una identidad e incluso la
posibilidad de que algunos individuos no compartan la identidad colectiva, cuyos
rasgos subjetivos y objetivos sólo pueden ser inferidos por el investigador a través de
una metodología específica en un contexto sociocultural e histórico particular.
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6. Desplazamiento involuntario: una revisión teórica
En la literatura sobre los desplazamientos poblacionales provocados por la
construcción de infraestructura, se han elaborado diferentes propuestas teóricas para
explicar los efectos sociales, así como para describir los procesos de adaptación y
establecer parámetros para la creación de un nuevo orden social y de desarrollo tras
la experiencia del reasentamiento.
El detonante de una movilización involuntaria abarca un rango muy diverso de
causalidad, desde desastres naturales (terremotos, huracanes e inundaciones) hasta
la violencia provocada por el ser humano, donde destacan los conflictos territoriales y
políticos, así como los enfrentamientos bélicos en que las personas pueden ser
retiradas literalmente a la fuerza de sus hogares o huyen ante la amenaza de la
guerra, o bien, por proyectos de infraestructura proyectados desde una entidad
gubernamental. Podría pensarse que los eventos programados conllevan una carga
menor de incertidumbre y sufrimiento para los desplazados, al contar con una ruta
trazada en el desarrollo de los pueblos afectados con una meta final, es decir, un
nuevo lugar de ubicación o propuestas de desarrollo, pero la historia ha demostrado
— casos de Asia, África y América Latina sobre todo— que la falta de una adecuada
planeación, o incluso, la simulación de ésta, conlleva a consecuencias tan graves y a
empobrecimiento tal como si se tratara de movilizaciones impulsadas por guerras o
tragedias climatológicas (Ashtana, 1996).
De acuerdo a Michael M. Cernea (1996), este fenómeno consiste en dos
procesos íntimamente ligados: la reubicación en sí y la reconstrucción de un estilo de
vida (frecuentemente llamada “rehabilitación”). Cada una de estos procesos posee
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sus propias demandas, riesgos, costos, logística y efectos económicos y
socioculturales. El desplazamiento contempla cómo la tierra y otros valores mayores
son expropiados y la gente es removida, para permitir un proyecto que busca el
bienestar social. En la vida real, esto es no sólo una expropiación o una simple
transferencia de propiedad con el correspondiente intercambio de compensación
material. En términos sociológicos, es un proceso de desarticulación de los patrones
de existencia social. Los desplazamientos involuntarios siempre crean una crisis
social y muchas veces también política. Los trastornos que arroja son muy rara vez
comparados con los procesos normales de desarrollo.
La rehabilitación se refiere al destino de la gente desplazada después de la
relocalización y la reconstrucción de sus patrones de organización socioeconómica.
En teoría, estos dos procesos, expropiación y rehabilitación, son segmentos de una
línea continua. En la práctica, la primera no necesariamente trae automáticamente la
segunda. Las personas desplazadas pierden su tierra, sus viviendas o ambas,
además de su patrimonio personal y colectivo. Como consecuencia, el resultado del
reasentamiento puede variar considerablemente los estándares previos de vida de la
gente. En verdad, sea o no involuntario el reasentamiento, los resultados al
restablecer los modos de producción y de subsistencia dependen en gran medida en
cómo el desplazamiento fue planeado y llevado a cabo. Y también de que los
desplazados sean ayudados a recomponer sus vidas.
El desplazamiento no puede ser concebido sino como binomio despojo/
desplazamiento, debido a la violencia en mayor o menor grado, que antecede
necesariamente a una práctica de desplazamiento (Zapata, 2011). Despojo significa
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“Privar a alguien de lo que goza y tiene, desposeerle de ello con violencia”, según el
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su primera acepción. El
despojo básico lo configura la desterritorialización, pero debido a la carga simbólica
del territorio, las pérdidas se trasladan al terreno de lo cultural y de lo afectivo.
Además, el conceptualizar el desplazamiento como despojo, conlleva a considerar la
participación de distintos actores sociales que intervienen en el despojo, como
pueden ser el Estado, agentes del capitalismo u otros, y no sólo como movimientos
poblacionales sin responsables ni afectados.
Las críticas hacia los gobiernos y las instancias ejecutoras de los proyectos de
infraestructura hidráulica se han centrado en la falta de un plan estratégico para que
las personas desplazadas recuperen al menos su anterior estilo de vida para que
esta mejore o se aprovechen los beneficios de la obra erigida. A pesar de los fuertes
impactos, el interés por investigar el tema en las Ciencias Sociales no surgió sino a
partir de 1970 y se intensificó en la década siguiente, cuando las resistencias de las
comunidades desplazadas se proyectaron a escala internacional.
En la década de 1980 surgió el modelo de los antropólogos Thayer Scudder y
Elizabeth Florence Colson, que influyó en toda la literatura sobre el tema. Este aporte
teórico intenta explicar la manera en que los actores sociales y los sistemas
socioculturales responden a una situación de desplazamiento. Una de las tesis que
mantienen estos autores es que la reubicación, sea voluntaria o involuntaria, resulta
una experiencia traumática y atraviesa por un largo proceso para llegar a su
adaptación integral. Durante el periodo más estresante, los primeros años que siguen
a la reubicación y el movimiento en sí mismo, los pobladores tienden a comportarse
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de una forma conservadora, apegándose a los vínculos familiares y evitando en lo
posible incrementar los riesgos que implica el separarse de los patrones de la
comunidad. Conforme pasa la transición, las personas relajan su conducta y
comienzan a comportarse de una forma más individualista y flexible. Siguiendo con
este modelo, se considera que una comunidad ha tenido una rehabilitación exitosa
cuando retoma el mando y el manejo de sus actividades económicas y ya no
necesita intervención del gobierno o de entidades externas para su funcionamiento
(Ashtana, 1996).
El esquema propone cuatro fases de un desplazamiento: reclutamiento o
planeación, transición, desarrollo potencial e integración. En la primera etapa, los
ejecutores de las políticas públicas o los desarrolladores formulan planes para el
desarrollo de la obra y el reasentamiento, frecuentemente sin informar a aquellos que
serán desplazados. La fase de transición comienza cuando la gente conoce acerca
de su futura movilización y se dispara el estrés colectivo, comprende las
negociaciones y el periodo de la reubicación física. Mientras tanto, el desarrollo
potencial se presenta una vez que la relocalización geográfica terminó y los
habitantes inician el proceso de reconstrucción de sus economías y redes sociales.
La transferencia o integración — si es que se alcanza — se refiere a la
transferencia de los sistemas locales de producción y liderazgo comunitario a una
segunda generación de residentes que se identifican entre sí con un sentimiento
persistente de comunidad. Y sólo cuando ese estadio es alcanzado, se considera
que el reasentamiento ha sido exitoso. Además, se estableció que el reasentamiento
implicaba costes mucho más graves, así como procesos diferenciados, para los
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grupos vulnerables, generalmente grupos étnicos, mujeres, campesinos y otros en
estado de pobreza y marginación (Ibid).
En su origen, el modelo Scudder-Colson se aplicó para los desplazamientos
voluntarios y después se adaptó a aquellos con la cualidad de forzados o
involuntarios. La teoría en cuestión, a pesar de haber influido fuertemente en las
investigaciones sociológicas y antropológicas en los años de 1980, ha sido
cuestionada por parte de algunos académicos por su tendencia a buscar las
similitudes entre los diferentes tipos de desplazamientos, más que las diferencias en
la reacción de las personas desplazadas, por lo que se requieren de otras
herramientas metodológicas para estudiar a detalle las particularidades de un
proceso de acuerdo a las características de cada región, tanto en el periodo más
álgido del desplazamiento, la transición, como a largo plazo.
Además, la abundante evidencia de desplazamientos involuntarios que no
necesariamente pasaban por las cuatro etapas sugería que era necesario un nuevo
esquema teórico, en particular, para explicar la creciente pobreza en poblaciones
desplazadas a causa de grandes proyectos de infraestructura, del que existen casos
documentados en la escena internacional. En este contexto, el Banco Mundial
decidió ordenar un estudio acucioso de las experiencias acumuladas en el periodo
1986-1993 en los proyectos financiados por esta instancia. Michael M. Cernea
encabezó la investigación, cuyo principal objetivo fue establecer una serie de
políticas públicas encaminadas a evitar o mitigar los daños a las poblaciones
desplazadas. El estudio del Banco Mundial fue un parte aguas en la percepción del
desplazamiento como una problemática social y no sólo económica, e influyó para
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que varios países, aunque no fueran financiados, retomaran algunos de los
lineamientos trazados por esa entidad financiera; sin embargo, esta no ha sido una
tendencia generalizadora en el Planeta y mucho menos en el llamado Tercer Mundo,
donde se han documentado numerosos casos de indemnizaciones inequitativas, así
como el empobrecimiento de muchas poblaciones a causa de la reubicación forzada.
Así se gestó el modelo de Empobrecimiento, Riesgo y Reconstrucción (IRR, por
sus siglas en inglés) por el propio Cernea, sobre desplazamientos involuntarios que
enfatizan los riesgos intrínsecos, así como expone propuestas para eliminar,
contrarrestar o mitigar los efectos negativos en la población afectada. Los principales
objetivos del IRR son explicar qué es lo que pasa durante la movilización forzosa de
una población y crear herramientas teóricas capaces de guiar el proceso de
planeación y desarrollo para las situaciones de reasentamiento.
En lo que se refiere a procesos identitarios y sus transformaciones, Cernea
advierte que como resultado de un desplazamiento involuntario se deriva el
abandonamiento forzado de espacios simbólicos (como santuarios y tumbas), o de
geosímbolos tales como montañas, ríos y paisajes, que pueden ser considerados
santos o místicos, o simplemente contar con un valor más allá de lo material. Esto,
además, puede traer como consecuencia el desprendimiento de los pobladores de
sus conexiones psicológicas e históricas con el pasado, y al mismo tiempo de las
raíces de su identidad cultural.
Para el IRR, el empobrecimiento causado por el reasentamiento típicamente
ocurre a lo largo de ocho dimensiones cruciales: falta de territorio, falta de vivienda,
desempleo, marginación, inseguridad alimentaria, pérdida de acceso a las
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propiedades comunales, aumento de la morbilidad y mortalidad, así como la
desarticulación social. En este modelo, y en la mayoría del estado del arte sobre el
tema de los desplazamientos, prevalece la preocupación por los impactos
económicos y materiales. Se advierte una atención más bien marginal a los procesos
identitarios y a la reproducción social de formas de vida y de representaciones
culturales.
A pesar del interés creciente por los efectos colaterales de los desplazamientos
inducidos o involuntarios, el análisis se ha enfocado sobre todo en el campo
económico y social, debido a la urgencia por la reconstrucción de los aspectos más
visibles y de dar cumplimiento a las necesidades básicas como alimentación, casa y
salud. De tal manera, el interés por las pérdidas intangibles como las afectaciones a
la identidad cultural o al patrimonio histórico, han sido relegadas en gran parte de las
investigaciones realizadas hasta ahora.
En lo general, ambos modelos consideran una continuidad en la experiencia del
reasentamiento tendiente a la rehabilitación a través de una visión evolucionista y
lineal del desarrollo social. En la práctica, muchas veces la rehabilitación o
reconstrucción del sustrato social no llega a completarse, por lo que se vuelve
necesario ampliar el marco teórico y conceptual para explicar con más profundidad
este fenómeno, sobre todo lo relativo a las relaciones comunitarias y a la cultura.
Para analizar la experiencia del desplazamiento, y su posterior etapa de
transición, es posible utilizar la teoría de Sergei Moscovici (citado por Giménez,
2007) sobre el núcleo y la periferia en el sistema de elementos culturales. Así,
podríamos decir que tras el cambio de territorio, los elementos nucleares tenderán a
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permanecer mientras que los accesorios o periféricos corren el riesgo de
desaparecer, aunque también pueden surgir nuevas pautas de conducta que den
lugar a la transformación en una diferente identidad colectiva, mediante el
mecanismo de anclaje al área nuclear de la cultura.
En contraste, se encuentra la desarticulación de los vínculos sociales que llevan
a una pérdida de identidad común, y las principales causas pueden ser los reajustes
territoriales y la consecuente modificación de las relaciones de proximidad; la
incertidumbre, que genera desconfianza entre los propios miembros de un grupo
social, y la diseminación de los pobladores hacia distintos destinos, los que
desemboca en una debilitación de la identidad territorial y, por lo tanto, de una
capacidad de organización social para la recuperación de una dinámica de
desarrollo.
Por otro lado, las movilizaciones de protesta pueden ayudar a crear una
identidad, como ya se vio anteriormente, ya que la resistencia no puede llevarse a
cabo sino es en términos de formación de identidades, necesarias para la interacción
de los sujetos colectivos. No obstante, no es un imperativo que esta se torne en una
entidad social duradera, además de que confluyen múltiples factores.
En suma, el desplazamiento involuntario de una población es un
trastrocamiento del tejido social, no sólo en el campo de la economía, sino también
en los subsistemas político, social y cultural a nivel colectivo, y en términos de la
conciencia individual es el derrumbe de un microuniverso a cambio de un futuro
incierto. En ambos sentidos, el contexto impone la exigencia de una reconstrucción
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totalitaria de la vida social y no de un simple reacomodo, como pretenden hacerlo ver
las autoridades responsables del desplazamiento.
La desaparición de un territorio socialmente apropiado implica numerosos
efectos en la organización colectiva de proximidad: la ruptura de nexos de trabajo
comunitario, los relacionados con actividades económicas y a relaciones
interpersonales. Al ser la identidad colectiva un repertorio cultural compartido, la
disolución de los lazos y la dispersión de la población constituyen un riesgo latente
para la pérdida de identidad, aunque también existe la posibilidad de la permanencia
o la transfiguración de las identidades.
El mayor enemigo de una identidad es el olvido ya que sin memoria no hay
cultura y, por ende, no hay identidad posible. Pero para una identidad social se
necesita incentivar la memoria colectiva, para lo cual no hay ningún plan de reajuste
cultural por parte de las entidades gubernamentales, como sí lo puede haber para la
economía, la tenencia de la tierra o la instalación del sistema escolar.
El desplazamiento forzoso se caracteriza por un proceso total de ruptura: la
disolución o debilitamiento de los lazos con la comunidad, con las actividades
económicas primarias, a su vez estrechamente ligadas a la separación del territorio y
sus recursos naturales. Además de la ruptura con el paisaje y el hábitat humano no
sólo como fuente de trabajo e ingresos económicos, sino por su valor intrínseco de
ecosistema y belleza natural. Pero también está la ruptura con la cultura y la historia
compartidas, que después del desplazamiento tienen que ser replanteadas al carecer
del escenario geográfico que les dio vida por primera vez y fue convirtiéndose en el
punto de confluencia para el surgimiento de costumbres, valores y prácticas
- 62 -
cotidianas comunes. Todo este panorama no puede más que arrojar la necesidad de
una reconstrucción de la identidad, a partir de bases intangibles como el imaginario
popular, la acción participativa y la voluntad social. Una lucha cuyo final también se
vislumbra incierto.
- 63 -
Capítulo II LAS GRANDES REPRESAS: DE LA REGIÓN A LA DISCUSIÓN GLOBAL
Los desplazamientos forzados, como el ocurrido en el sur de Sinaloa a causa de la
presa Picachos, se encuentran lejos de ser una problemática local o regional. Por el
contrario, forman parte de una problemática global que se viene gestando desde
hace varias décadas y se ha replicado a lo largo y ancho de los cinco continentes.
Los detonantes alcanzan un amplio rango: algunos compulsivos (guerras,
hambrunas, desastres naturales, inundaciones), pero también otros donde es posible
—al menos en teoría— su planificación y mitigación de daños, como los derivados de
obras de infraestructura y de urbanización. Dentro de los reasentamientos planeados
a raíz de una obra de infraestructura urbana, una de las vertientes más polémicas es
la construcción e implementación de grandes represas, sobre todo desde mediados
del siglo XX, cuando a escala mundial se disparó el número de presas construidas en
respuesta al crecimiento de la demanda de energía y de agua ante el alza
demográfica y el engrosamiento de los mercados. 9
Hay varios motivos para que la construcción de presas despierte un acalorado
debate entre las partes involucradas. Generalmente son obras que, además de
implicar cuantiosas inversiones (derivadas del sector público), provocan cambios
dramáticos para la población afectada. Las transformaciones se reflejan en los
sectores económicos, sociales y culturales al tiempo que inciden sobre cientos de
son irreversibles.
9 En nuestros días, cerca de 3,800 kilómetros cúbicos de agua fresca son extraídos anualmente de
lagos, ríos y acuíferos en todo el planeta, el doble del volumen que se extraía hace 60 años, de acuerdo al reporte de la Comisión Mundial de Represas.
- 64 -
Si bien el grueso de las presas se concentra en los países altamente
desarrollados como Estados Unidos de Norteamérica o en los más poblados como
China y la India, también se las localiza en los países en vías de desarrollo. En éstos
las consecuencias de la construcción de presas se tornan aun más graves
generando el empobrecimiento de las poblaciones desplazadas y alteraciones en el
medio ambiente. Los efectos negativos de las presas acentúan la situación de
pobreza y desigualdad social que afecta a los grupos más vulnerables de la
población: indígenas, campesinos y minorías étnicas.
A diferencia del Primer Mundo, los países en vías de desarrollo no cuentan con
los recursos financieros e institucionales para hacer frente a la serie de
problemáticas que surgen con la instalación de una presa; además de que en
muchos de estos países el autoritarismo con que se desempeña el Estado pone en
riesgo el respeto a los derechos humanos de los pobladores afectados.
No existen estadísticas precisas acerca de cuántas personas han resultado
afectadas en el Mundo por este fenómeno, lo cual ha propiciado un vacío enorme en
cuanto a la aplicación de políticas públicas que proporcionen reasentamientos menos
nocivos y más equitativos. De igual forma, la insuficiente información ha propiciado
durante mucho tiempo el desconocimiento de los desplazados como una categoría
de ciudadanos en desventaja respecto a los ciudadanos regulares para reclamar sus
derechos políticos, sociales y civiles. 10
10
Fue hasta 1998 cuando la ONU decretó lo principios rectores en caso de desplazamiento, motivado por la problemática de los conflictos armados alrededor del mundo y cuya aplicación se amplió a los desplazados por proyectos de desarrollo urbano. Los principios establecen, entre otros, los derechos a educación, vivienda, seguridad y a regresar al lugar del que se fue desplazado siempre y cuando existan las condiciones para ello.
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Bajo la consigna de remontar ese déficit de conocimiento y proponer un marco
de información más fidedigno para la toma de decisiones en políticas públicas de
desarrollo, surge la Comisión Mundial de Represas (CMR) en 1997, como parte de
un esfuerzo de la Organización de Naciones Unidas (ONU) ante la creciente ola de
críticas y la evidencia de los impactos indeseables de la construcción de presas. Uno
de los efectos más dramáticos de esta problemática es el desplazamiento
involuntario de comunidades enteras en condiciones de incertidumbre y bajo el
esquema de proyectos no participativos, impuestos desde arriba por diferentes
instancias del Estado.
Después de reunir una amplia base de datos provenientes de casos de estudio
de todo el mundo, la CMR emitió su reporte mundial en el año 2000, en el cual se
brinda un acercamiento empírico para dimensionar la problemática. Se estima que
entre 40 y 80 millones de personas en todo el mundo han sufrido las consecuencias
del reasentamiento provocado por las presas de gran escala. Como se mencionó
anteriormente, el siglo XX se caracterizó por un crecimiento acelerado en la
construcción de presas.
En 1949 cerca de 5 mil grandes represas operaban a escala global, tres cuartas
partes de ellas en países industrializados. Y para el final de siglo, la cifra se elevó a
45 mil presas en más de 140 países (Véase en Anexos el gráfico 1), donde se
advierte la tendencia compulsiva en la creación de embalses en un periodo
relativamente corto.
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El crecimiento económico posterior a la Segunda Guerra Mundial fue el escenario
del vertiginoso ascenso, que terminó hacia la década de 1980. En su punto más alto,
cerca de 5 mil grandes presas se erigieron en el periodo de 1970 a 1975. El declive
en la edificación durante los años de 1980 y 1990 también fue considerable,
especialmente en Norteamérica y Europa, donde los lugares técnicamente más
atractivos se encuentran ya desarrollados, en todo caso el contraste es alto en
comparación con inicios del siglo.
Cinco países cuentan con el 80 por ciento de las presas del orbe; tan solo
China ha construido más de 22 mil grandes represas, cerca de la mitad del total
mundial. Antes de 1949 tenía sólo 22, lo que habla de una dinámica compulsiva y
traumática para la población trastocada: grandes cambios en periodos muy cortos de
tiempo. Otros países en esa lista son Estados Unidos de Norteamérica con más de
6,390 presas; India con más de 4 mil; España con 1000 y Japón con alrededor de
1,200. 11
Las naciones desarrolladas han dejado de construir nuevas presas y se
concentran en el manejo eficiente de las presas ya existentes. Mientras tanto, la
construcción de presas aumentó en países con menor nivel de desarrollo económico
durante las décadas recientes. Hacia fines del siglo XX se encontraban en proceso
de construcción otras 1,700 presas en otras regiones del orbe, el 40 por ciento en la
India. El periodo de construcción de una presa es de cinco a diez años, esto indica
que el promedio anual va de 160 a 320 nuevas presas a nivel mundial.
11
Estas cifras pertenecen al Reporte de la Comisión Mundial de Grandes Represas, publicado en el año 2000.
- 67 -
De acuerdo al marco normativo de la ONU, una presa no debería ser un fin en
sí mismo, sino sólo un medio para lograr el mejoramiento sostenible del bienestar
humano. Un objetivo que se logra únicamente cuando la obra se sustenta en una
base económicamente viable, socialmente equitativa y ambientalmente sustentable,
pero además el nuevo paradigma del desarrollo sostenible considera a la cultura
como el cuarto eje fundamental para lograr la permanencia de un nivel de desarrollo
basado en los saberes, las habilidades, la historia y las costumbres de una población
determinada (Leff, 2007). Aspectos que rara vez han sido tomados en cuenta a la
hora de concretar los proyectos de obras hidráulicas.
Únicamente si una represa es la mejor manera de alcanzar el desarrollo
sostenible merece “nuestro apoyo”, expresa la CMR en su informe global. Esta toma
de postura representa un parte aguas respecto a la forma en que se han concebido y
ejecutado las obras de infraestructura hidráulica a nivel mundial, que han sido vistas
como signo indiscutible del progreso y se realizan sin considerar las oposiciones, a
pesar de que frecuentemente incumplen sus objetivos iniciales.
Antes del año 2000, la base de datos más amplia sobre grandes represas
pertenecía a la Comisión Internacional para las Grandes Represas (ICOLD por sus
siglas en inglés), un organismo de corte técnico y financiero. De acuerdo a esta
información, en 1998 funcionaban alrededor de 25,420 presas, una lista sumamente
parcial. Además era evidente un subregistro considerable en varios países, el más
importante en China, con 1,855 presas, cuando otras fuentes calculaban cerca de 22
mil. Como se consigna en el anexo estadístico de la CMR, la información disponible
de la ICOLD presentaba limitaciones: un conjunto muy estrecho de parámetros,
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localización, propósito, altura, tamaño de la reserva, capacidad de almacenamiento,
entre otros datos meramente cuantitativos.
La información sobre los aspectos sociales y ambientales era casi nula, por lo
que la CMR comenzó a formar la base de conocimiento con apoyo de fuentes
complementarias y estudios de caso en decenas de países.12
En la actualidad (a fines del año 2011) la ICOLD registra 37,626 presas, casi 10
mil menos que las que contemplaba la CMR en el año 2000, cuando ésta reportó la
existencia de al menos 47,655 presas en todo el globo, sin contar las que se
encontraban en proceso de construcción o en la etapa de planificación en el
momento del registro. Esta cifra es la más reciente disponible hasta el momento; sin
embargo, considerando la media anual de 240 nuevas presas se calcula que operan
en la actualidad 50,295 presas de gran magnitud.
Si bien las cifras nos proporcionan una idea de la dimensión del problema, es
necesario avanzar hacia un enfoque integrador y sistémico en el tema del
desplazamiento provocado por el desarrollo, sobre todo considerar las perspectivas
de género, de ciudadanía y el reconocimiento de las naciones multiculturales y a la
emergente lucha por las identidades particulares en el marco de la globalización.
Podría ser que el sesgo en desventaja de los factores culturales y sociales,
encuentre su origen en la formación del marco jurídico internacional en materia de
desplazamiento forzado, el cual en principio se le consideró únicamente como un
12
El sitio oficial de la ICOLD, en Internet (http://www.icold-cigb.net/GB/World_register/general_synthesis.asp), advierte que sus estadísticas se basan únicamente en la información reportada por sus miembros y recomienda a los usuarios tomar la información bajo reserva de que la base de datos no es completa en relación a la totalidad de presas en el planeta.
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fenómeno generado por guerras civiles y movimientos armados, similar al de los
refugiados por guerras internacionales. Pasaron décadas para que los organismos
civiles internacionales abordaran las particularidades del problema del
desplazamiento interno, cuyos afectados necesitan un plan de reasentamiento
permanente y políticas públicas integrales de largo plazo, a diferencia de los
refugiados que pueden ser asistidos de forma temporal.
En 1992 comenzó el proceso de elaboración de los principios rectores del
desplazamiento por parte de la ONU debido a los conflictos armados que
amenazaban la estabilidad de millones de civiles y los obligaban a buscar un lugar
dónde vivir pero sin posibilidad de atravesar las fronteras de sus países. Después de
un largo debate, en 1998 se promulgan 33 principios rectores que exponen los
derechos de los ciudadanos desplazados y las correspondientes obligaciones de los
Estados nacionales.13 A catorce años de su publicación, numerosos países han
adoptado los principios dentro de sus políticas y los han incorporado a su legislación
nacional y, sobre todo, gran cantidad de desplazados han aprendido a reconocer sus
derechos; aunque de acuerdo a un análisis, diez años después, especialistas
internacionales coincidieron en que la aplicación generalizada de estos principios se
percibe aún muy lejana.
Durante las discusiones previas, se tomó la determinación de incluir dentro de
los principios a los desplazados por proyectos de infraestructura, al considerarlos
vulnerables ante los representantes del poder, quienes al ejercer su autoridad
13
Agencia de la ONU para los refugiados –ACNUR- (1998). “Principios Rectores de los desplazamientos internos”. Disponible en internet: http://www.acnur.org/t3/fileadmin/scripts/doc.php?file=biblioteca/pdf/0022. Fecha de consulta 07 de agosto de 2012.
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convierten en involuntario el reasentamiento, además de que los afectados no
disponen de la capacidad para cambiar su futuro respecto de la obra ni cuentan, en
muchos casos, con alternativas de restituir sus modos de vida. El documento se
divide en cuatro secciones: Principios Generales, Principios Relativos a la Protección
contra los Desplazamientos, Principios Relativos a la Protección durante el
Desplazamiento y Principios Relativos a la Asistencia Humanitaria.
Estas secciones contienen preceptos basados en el derecho internacional y en
las garantías individuales, con la intención de servir de guía a gobiernos y
dependencias involucradas. En ellos se reconocen, entre otros, los derechos de los
desplazados a la educación, a la seguridad, a la alimentación, a la libertad de
expresión, a la participación en asuntos públicos y al retorno a su lugar de origen,
cuando es posible.
En consideración del origen de los principios rectores —su preocupación por los
conflictos bélicos—, la cultura y la identidad no se abordan de forma puntual o
sobresaliente. El drama humano de la guerra hace comprensible que la preocupación
por la cultura pase a un segundo término, al menos de forma momentánea; sin
embargo, no por ser menos urgente es menos importante, ya que la cultura
constituye parte insoslayable del patrimonio de la humanidad, como se establece en
tratados internacionales.
Debido a que el desplazamiento forzado es un tema de múltiples dimensiones y
con la participación de muchos actores sociales, se requiere articular un marco
regulatorio integrador, mediante la incorporación de otros referentes internacionales
en materia de cultura y de identidad, como la Declaración Universal de la UNESCO
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(Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura); y
más recientemente la Agenda 21 de la Cultura, la cual nace en 2004 dentro del Foro
de las Culturas Universales en la ciudad de Barcelona.
Es el documento de referencia de los gobiernos locales para la elaboración de
políticas culturales. El primer principio defiende la diversidad cultural, pues es “el
principal patrimonio de la humanidad. Es el producto de miles de años de historia,
fruto de la contribución colectiva de todos los pueblos, a través de sus lenguas,
imaginarios, tecnologías, prácticas y creaciones. La cultura adopta formas distintas,
que siempre responden a modelos dinámicos de relación entre sociedades y
territorios. La diversidad cultural contribuye a una “existencia intelectual, afectiva,
moral y espiritual más satisfactoria para todas las personas” [Declaración universal
de la Unesco sobre la diversidad cultural, artículo 3], y constituye uno de los
elementos esenciales de transformación de la realidad urbana y social”.14 Asimismo,
establece que todas las políticas públicas deben incluir una dimensión cultural para
logar un desarrollo realmente equitativo y humano.
La Comisión Mundial de Represas establece siete prioridades estratégicas: la
aceptación pública, la valoración exhaustiva de opciones, el sostenimiento de ríos y
modos de vida, reconocer derechos y compartir beneficios, garantizar el consenso y
el compartir ríos para la paz y seguridad mundial y de las naciones; y por último, un
eficiente manejo de las presas existentes.
14
Agenda 21 de la Cultura (2004). Disponible en Internet:
http://www.juntamvd.gub.uy/es/archivos/decretos/1457-sdec_31127.htm. Fecha de consulta 07 de agosto de 2012.
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Cada uno de estos siete puntos se divide en principios y recomendaciones. La
prioridad número uno, aunque parezca una tarea difícil, es lograr la aceptación
pública. Aquí se especifica que el reconocimiento de los afectados en su totalidad, la
valoración de riesgos y la salvaguarda de los derechos de todos los grupos es la vía
para lograr este consenso social.
En esta parte, resulta relevante el acceso transparente y equitativo a la
información referente al proyecto en cuestión, así como la participación ciudadana
desde sus marcos de referencia culturales, los cuales en muchas ocasiones
sostienen fuertes vínculos con los cauces de los ríos y corrientes de agua, cuyos
ecosistemas son base del equilibrio ambiental y también de algunas sociedades y
culturas, al ser la base de actividades económicas como la pesca, el turismo o la
fuente de agua de comunidades ribereñas.
Es común que estas prioridades no formen parte de la planeación ni la
ejecución de los proyectos de infraestructura hidráulica, de igual forma se ignora el
resto de los lineamientos internacionales en materia desplazamiento interno, que
además son relativamente recientes y no han terminado de cristalizarse del ámbito
teórico y jurídico a la práctica política y social. Una revisión al caso de la presa
Picachos evidencia, por ejemplo, que ninguna de las siete prioridades estratégicas
fue tomada en cuenta ni en el momento de la planeación ni en la implementación del
proyecto, lo cual corresponde a la tendencia más generalizada en la construcción de
presas en el Mundo, según la CMR.
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1.- Una perspectiva de costos-beneficios
Las presas significan una fuente de energía, de agua para irrigación, así como para
el consumo industrial y doméstico, además, en muchos casos, una solución a las
inundaciones periódicas. Sin duda, los beneficios de las presas han apuntalado el
desarrollo económico en muchos países. Entre sus bondades se cuenta su papel
sustancial en el aumento exponencial de la producción de alimentos en el mundo
sobre todo después de los años 50 y su contribución a la llamada Revolución Verde
en la industria agrícola. Los casos de India y China, los países más poblados del
planeta y los que poseen la mayoría de las presas, son muy ilustrativos. Se estima
que los niveles nutricionales aumentaron en 25 años: a partir de 1970 en 14 por
ciento para el primero y en 30 por ciento para el segundo, a raíz de la construcción
masiva de presas y sistemas de irrigación, lo cual salvó la vida de millones de
personas.15
La generación de energía es otra de las razones para tomar la decisión de
construir una presa. Las presas hidroeléctricas proveen el 19 por ciento del total
mundial de suministro de energía eléctrica y 24 países dependen en más del 90 por
ciento de ellas para cubrir sus necesidades en esta materia.16
Otro beneficio de las presas es la generación de empleos. Ello implica promover
el desarrollo de la industria y el comercio en los asentamientos urbanos para atraer
inversiones, así como la reducción del peligro de inundaciones al controlar el flujo de
15
Comisión Mundial de Represas –CMR- (2000). Represas y desarrollo. Un nuevo marco para la toma de decisiones: El reporte de la Comisión Mundial de Represas, Londres, pp. 102-134. 16
Los porcentajes corresponden al reporte de la Comisión Mundial de Represas publicado en el año 2000.
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agua pluvial,17 y en este sentido, además, se toman en cuenta las oportunidades
económicas que se pueden desarrollar en el embalse de las presas, como
acuacultura, pesca deportiva y actividades de recreación.
Sin embargo, los servicios que proveen tienen altos costos y, generalmente,
promueven un tipo de desarrollo excluyente con tendencia a acentuar las
desigualdades sociales, además de implicar otros riesgos, como la posibilidad de
colapso de las estructuras o el desbordamiento de las mismas presas cuando
rebasan su capacidad de almacenamiento.
En la dimensión ambiental, uno de los impactos más importantes es la
alteración de los ecosistemas acuáticos y terrestres al modificar los cauces de los
ríos y cuerpos de agua en un rango de efectos que varía en duración, escala y
grados de reversibilidad. Las corrientes de agua son el hábitat del 40 por ciento de
las especies de peces en el mundo y proveen funciones ecosistémicas que van
desde el reciclado de nutrientes y la purificación del agua, hasta el reabastecimiento
del suelo y el control de los flujos de agua. 18
Las transformaciones ecosistémicas no sólo ocurren en las partes altas, bajas y
medias dentro del alcance de las corrientes de agua, estas también impactan a los
esteros, que son frecuentemente ecosistemas muy complejos. El cierre de las bocas
de los ríos mayores, intrusión de sal, destrucción de manglares y pérdidas de
humedales son algunas de las muchas consecuencias. El Instituto de los Recursos
17
Aunque esta modalidad está entrando en desuso debido a la adopción de nuevas medidas que conllevan un menor número de daños colaterales. 18 Al menos el 20 por ciento de las más de 9 mil especies de peces que habitan las aguas del planeta,
se han extinguido o se encuentran amenazadas en la actualidad, de acuerdo a la Comisión Mundial de Represas.
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Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) encuentra que al menos una presa
modifica el 46 por ciento de las 106 corrientes de agua primarias en el planeta.
Otras fuentes externan que son escasas las corrientes de agua que conservan
su forma natural. La extensión en que los ríos han sido modificados varía alrededor
del mundo. Estados Unidos de Norteamérica y la Unión Europea, por ejemplo,
regulan el flujo del 60 al 65 por ciento de los ríos dentro de sus territorios. El desvío
del cauce de los ríos extiende sus efectos en varios ámbitos: puede alterar la
distribución de las especies productivas de las regiones, así como disminuir la
biomasa de las especies, debido a la alteración de los complejos y delicados
procesos biológicos que se desarrollan en estos ecosistemas.
En materia de salud humana se corre el riesgo de que los flujos de agua
transporten vectores de enfermedades y los sedimentos tóxicos del fondo de las
presas. Además, en la esfera social y cultural, los ríos y sus ecosistemas se
encuentran vinculados estrechamente con los modos de vida de comunidades
enteras y con sus organizaciones sociales, y en ocasiones los ríos soportan una
carga ceremonial y religiosa para muchas culturas. La recomendación de la CMR es
otorgar prioridad al mantenimiento en lo máximo posible de los sistemas ribereños y
las corrientes de agua que de ellos emanan.
Por otra parte, en el ámbito social el desplazamiento de poblaciones, comarcas
y comunidades enteras constituye una de las más complejas y trágicas
consecuencias de la construcción de este tipo de obras de infraestructura. Tan solo
en el periodo de 1986 a 1993, un estimado de 4 millones de personas fueron
desplazadas anualmente por un promedio de 300 presas de gran magnitud. Sobre
- 76 -
este punto, el organismo de la ONU encargado de realizar el balance del papel de las
grandes represas en la historia de la humanidad resume el panorama de la forma
siguiente:
Mientras muchos se han beneficiado por los enormes servicios de las grandes represas, su construcción y operación ha llevado a muchas y significativos impactos sociales y humanos. Las poblaciones afectadas adversamente incluyen las familias desplazadas directamente, las comunidades receptoras donde las familias son reubicadas, y las localidades ribereñas, especialmente aquellas ubicadas debajo de la corriente de las presas, cuyas formas de vida y acceso a los recursos son afectados en varios grados por la alteración del flujo de los ríos y la fragmentación de ecosistemas. Y más ampliamente, todas las sociedades han perdido acceso a los recursos naturales y a la herencia cultural que ha sido sumergida por las reservas o los ríos transformados por las presas.19
En cuanto a la dimensión cultural, el cuarto eje del desarrollo sustentable, los
impactos han sido ampliamente ignorados en el proceso de planeación, tanto en los
países industrializados como en los no industrializados. Las presas de gran magnitud
han provocado efectos adversos a través de la pérdida de referentes culturales
(templos, lugares sagrados, elementos simbólicos del paisaje, así como artefactos y
edificios), además del hundimiento de vestigios arqueológicos, restos de plantas,
animales fósiles, cementerios o elementos arquitectónicos del pasado,
petrograbados y otros que pudieran haber resultado en hallazgos para la historia. La
erosión de la tierra de las riberas y la exposición de las excavaciones dan pie al
saqueo de piezas arqueológicas y otros elementos valiosos.
Es importante agregar que las presas no se limitan a su área de construcción, sino
que el daño puede extenderse debido a la construcción de caminos, redes de
19
Comisión Mundial de Represas –CMR- (2000). Represas y desarrollo. Un nuevo marco para la toma de decisiones. Londres, pp. 356-360.
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energía eléctrica, pueblos para trabajadores y otras obras de infraestructura. En el
único apartado dedicado expresamente al tema dentro del reporte mundial de
presas, se dice que en la mayoría de los casos no se toman medidas para disminuir
los daños en materia cultural, lo que puede contribuir a la pérdida de identidad socio-
territorial y al debilitamiento de la cohesión social.
Se puede observar que el balance de costos-beneficios muestra la necesidad
de replantearse los procedimientos de toma de decisiones y de construcción de las
presas, así como del reasentamiento, cuando éste es necesario. Lo anterior debido a
la magnitud de los impactos negativos que han sido soslayados por las instancias
gubernamentales en contraparte de los beneficios.
2.- Los desplazamientos por presas en el mundo subdesarrollado
La efervescencia por la construcción de presas llegó como una oleada tardía a los
países del Tercer Mundo, cuando se consideraba a las presas como un sinónimo
incontestable de desarrollo y símbolo per se de riqueza. Pero los pueblos
desplazados empezaron a mostrar su inconformidad.
En los países en vías de desarrollo, la escala de la población desplazada en
nombre del progreso creció rápidamente en las décadas de 1970 y 1980. El Banco
Mundial (1994) estima que la cuota de desplazamiento de las 300 grandes presas
que, en promedio, entran en construcción cada año es de cerca de 4 millones de
personas. El desarrollo urbano y los programas de transporte han provocado la
reubicación involuntaria de 6 millones de personas adicionales. En la década de los
80, se calculaba que entre 80 y 90 millones de personas habían sido desplazadas
- 78 -
como resultado de programas de infraestructura relacionados con presas, proyectos
urbanos y de transportación. Las inversiones en otros sectores han disparado este
número de forma considerable. La década de 1980 bien puede ser llamada la
“década del desplazamiento”. Ya sea a causa de desastres como las hambrunas en
África o los conflictos armados en el Oeste de Asia, y las movilizaciones por
infraestructura en América. Las postrimerías del siglo XX serán recordados por
expulsiones masivas de gente que perdió sus casas, sus granjas y comunicados y se
vieron forzados a buscar otro sitio donde habitar (Guggenheim y Cernea, citado por
Ashtana, 1996).
Según datos de la ONU, los efectos de la construcción de presas han
impactado de forma devastadora especialmente en Asia, África y Latinoamérica,
donde los ríos y sus ecosistemas sostenían las economías y las culturas de millones
de personas en un gran número de comunidades, muchas de ellas caracterizadas,
además, por un modo de vida estrechamente vinculado a la naturaleza y a su
territorio, como los pastores, campesinos, tribus y grupos indígenas. De tal forma, los
efectos no se limitan al ámbito material sino que penetra en las capas simbólicas de
la vida social. En Latinoamérica, la situación de los desplazamientos de poblaciones
indígenas ha sido especialmente devastadora, como relata Miguel Ángel Bartolomé
(1992):
Los desplazamientos poblacionales, debidos a distintas causas, han afectado y afectan a diferentes sectores sociales y culturales de los países latinoamericanos. Sin embargo, aquellos que incluyen a grupos étnicamente alternos a los dominantes en las formaciones estatales, plantean cuestiones específicas que requieren de un planteamiento y de una atención especiales. La heterogeneidad cultural de nuestros países forma parte integral en la definición de los mismos; es decir que constituyen formaciones multiétnicas, aunque las
- 79 -
voluntades políticas hegemónicas en cada caso, las hayan estructurado como estados uninacionales.
Los mecanismos de exclusión social que se manifiestan de forma estridente con
los pueblos indios se extienden a otros grupos que no pertenecen a las formaciones
culturales dominantes (como es el caso de México y América Latina), con las
comunidades rurales y los habitantes de las periferias de las zonas urbanas, muchas
veces provenientes de las grandes migraciones del campo a la ciudad. El
desconocimiento de la diversidad cultural ha afectado de forma importante a esta
región, cuya conformación étnica es significativamente amplia y plural.
Las disparidades económicas y sociales entre los distintos estratos de la
población que se presenta con frecuencia en los países con bajo nivel de desarrollo
fortalecen los efectos negativos del desplazamiento, agravando las desigualdades,
sobre todo en detrimento de los más pobres, los cuales muchas veces habitan
asentamientos irregulares y carecen de títulos de propiedad, lo cual los excluye de
una indemnización por el desplazamiento, contribuyendo así al empobrecimiento de
miles de personas que ya de por sí subsistían en condiciones precarias.
En síntesis, se pueden advertir mayores elementos de riesgo y
empobrecimiento para los desplazados del Tercer Mundo donde la distribución de los
ingresos y de los recursos naturales tiende cada vez a una mayor inequidad, a la
cual contribuye la actual estrategia de construcción de presas y otras obras de
infraestructura que supuestamente deberían apuntalar un desarrollo social.
El empobrecimiento de los individuos desplazados no deviene solamente de la
pérdida de oportunidades económicas, que comprende los riesgos sanitarios y el
- 80 -
despojo de tierras que afectan en lo inmediato a los pobladores reasentados, sino
también la modificación de los patrones culturales que le brindan identidad a largo
plazo, sobre todo con un desplazamiento caótico donde no se garantiza la
continuidad de los lazos culturales de existencia.
Si bien cada desplazamiento aporta nuevas aristas en lo particular, en América
Latina las similitudes en el sistema económico, político y social hacen que los casos
de movilidad forzada presenten grandes semejanzas, sobre todo por el entorno
conflictivo y por el devenir de sus etapas. Como es el ejemplo del desplazamiento
que provocó hace más de 30 años la presa El Peñol, en el municipio del mismo
nombre en el departamento de Antioquia, Colombia. Una historia que se gestó a
partir de la lucha por la identidad socioterritorial, ya que el principal reclamo de los
pobladores era el derecho a ocupar un territorio en comunidad, ya que las Empresas
Públicas de Medellín, organismo descentralizado del gobierno de Antioquia a cargo
del proyecto, pretendía simplemente desaparecer el poblado (López, 2011).
Al igual que en el movimiento actual de Los Picachos, los habitantes de El
Peñol pugnaron por la preservación de su memoria histórica a través de diversas
estrategias que implican la acción comunitaria y la transmisión del patrimonio
intangible a través de múltiples relatos, crónicas, filmaciones, tradición oral e incluso
la creación de un museo ex profeso para ese fin. De esta manera se ha hecho
consciente en la población la lucha contra el olvido y llama la atención cómo después
de más de tres décadas de la inundación, la topofilia hacia El Peñol no ha
desaparecido, sino al contrario, se ha reforzado.
- 81 -
3.- Presas y exclusión social: la experiencia mexicana
La experiencia latinoamericana no es ajena a lo que ha sucedido en México, donde
se han repetido tendencias y se han presentado algunas constantes, que han hecho
posible tipificar los desplazamientos provocados por presas como una categoría
particular de estudio. Por varias décadas las presas hidroeléctricas fueron pieza
clave de una estrategia nacional para lograr la autonomía en materia energética, en
un contexto histórico donde se vivía un clima profundamente nacionalista
caracterizado por un fuerte intervencionismo de Estado en todos los ámbitos de la
vida social. En el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940) se creó el Departamento
de Recursos Hidráulicos —más tarde la Secretaría de Recursos Hidráulicos—y se
expropió parte de las instalaciones eléctricas extranjeras formando lo que hoy es la
Comisión Federal de Electricidad (CFE). Durante ese sexenio, en 1937, se construyó
en el norte del estado de Durango la primera presa de control de irrigación.
Constituyó el punto de partida sobre la forma en que estas obras afectaron a la
población civil. Al respecto el antropólogo Scott Robinson (1998) en su informe para
la ONU, plantea tres etapas que marcan un hito en la diferenciación de cómo se vive
y percibe la implementación de una presa en el ánimo nacional y cómo esto provoca
cambios en las estrategias de planeación y operación de las presas por parte del
Estado. En el presente apartado se mencionarán algunos casos emblemáticos que
representan un parte aguas y significan cambios irreversibles en la historia de las
represas en el contexto nacional.
La década de los años 40 marcó la primera fase intensa de inversión material
y humana en un sistema nacional de irrigación y presas hidroeléctricas, cuya
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instalación comenzó a expandirse a lo largo y ancho del territorio nacional. Para
realizarlas, el gobierno federal aplicó el derecho de expropiación con la justificación
del interés público y, siguiendo una concepción economicista del desarrollo, desplazó
principalmente a comunidades indígenas; la explicación para estos actos residió en
minimizar los “sacrificios” de ciertos grupos de la sociedad como un mal necesario.
En la región sureste del país se suscitaron desplazamientos mayores de
población, debido a la localización de las presas que coincidía con la ubicación de
poblados y rancherías. Mientras, en la zona noroeste, las presas multipropósito
trazaron una zona extensiva de distritos de riego en las planicies de aluvión costeras
y las presas, construidas en la boca de angostos y áridos cañones, por lo cual hubo
escasos desplazamientos de poblaciones rurales. Más bien, la creación del trazado
de los distritos de riego obligó a la reubicación de pueblos, ranchos y de villas
alrededor.
La costa del Golfo experimentaba importantes movimientos de población en la
década de 1970. Tan solo la presa Temascal desplazó a cerca de 25 mil indígenas
mazatecas, uno de los grupos étnicos más tradicionales de México. Y otro desalojo
relevante fue el de cerca de 25 mil chinantecas en el estado de Veracruz, motivado
por la construcción de la presa Cerro de Oro, la cual se dosificó en varias etapas en
el transcurso de 1975 a 1988, año en que se inauguró la obra formalmente bajo la
firma del presidente Miguel de la Madrid Hurtado. La crisis de 1982 interrumpió
abruptamente tanto la construcción de la presa como los programas de relocalización
y rehabilitación de los pueblos. Se considera uno de los reasentamientos más
trágicos del país y un etnocidio inducido en aras del progreso. Además se trata del
- 83 -
primer caso ampliamente documentado y ventilado en la prensa de forma
contundente y que ayudó a cambiar la visión de la ciudadanía sobre la forma en que
se estaban ejecutando las políticas de desarrollo.
Y a nivel sociocultural, fue uno de los hechos que más impactó en la conciencia
de las comunidades rurales e indígenas, que históricamente han sido de los sectores
de la población mexicana más vulnerables. “Si bien las relocalizaciones tienen
efectos traumáticos para cualquier grupo social, en las sociedades pertenecientes a
campos culturales alternos, el impacto tiende a ser aún más dramático; ya que no
sólo involucra a las estrategias productivas vinculadas a un medio, sino también a
una matriz cultural probablemente irreproducible en otro ámbito” (Bartolomé, op. cit).
Con todo y los impactos negativos, la validez del proyecto hidroenergético
nacional se aceptó sin discusión durante varios sexenios, puesto que también
sustentaba un proyecto político y económico que proporcionaba legitimidad a los
gobiernos de esa época y a toda una visión nacionalista en prospectiva. De acuerdo
al mismo reporte, hasta 1980 México fue el país con la mayor población desplazada
por irrigación y presas hidroeléctricas.
Pero la segunda fase en la construcción de presas en la historia del país le
dificultó las cosas al gobierno. Esta etapa comenzó en 1982, con el estallido de la
bancarrota del Estado mexicano durante el sexenio del presidente José López
Portillo. El partido dominante en el poder, el PRI, comenzó a perder legitimidad y se
diversificó el ambiente político. Las acciones gubernamentales enfrentaron el
rechazo social que se expresó precisamente en contra de la construcción de presas.
A consecuencia de esto, la CFE canceló en 1983 el proyecto de la presa de Itzantun,
- 84 -
en Chiapas, después de una cuantiosa inversión y de una movilización social que no
se conocía hasta el momento. Tres años más tarde, por primera vez una comunidad
de disidentes se rehusó a obedecer el plan de reasentamiento del gobierno en el
proyecto de la presa Caracol y por primera vez se interpuso una demanda contra la
CFE y obligó a este organismo a negociar con los inconformes una nueva
indemnización, ya que la original se había calculado con los valores de 1981 antes
de la espiral inflacionaria que comenzó en el año siguiente. Casi una década más
tarde, en 1992, otra presa cancelada fue la de San Juan Tetelcingo, en Guerrero,
debido a la resistencia de los pueblos nahuas (Ibid).20
La tercera etapa se inicia en la década de 1990 con la influencia de factores
ajenos a los Estados nacionales como el cambio de políticas de financiamiento
impuestas por el Banco Mundial, una de las principales instancias crediticias para las
magnas obras de infraestructura. Después de un crecido debate a nivel internacional,
el Banco Mundial comenzó una serie de investigaciones antropológicas y
sociológicas para elaborar programas de reasentamiento con un mayor sentido social
y asimismo, con el objetivo de mitigar los impactos de la construcción de presas, que
ya para entonces enfrentaban fuertes críticas. Los estudios se realizaron durante la
segunda mitad de la década de 1980 y los primeros años de la década siguiente. Y
aunque el Banco Mundial auspiciaba sólo una fracción de las presas en el mundo, el
cambio de sus políticas ejerció influencia entre los gobernantes de muchos países.
20
En este caso, en un hecho poco común 35 comunidades integraron el Consejo de Pueblos Nahuas del Alto Balsas, cuya representación abarcaba a cerca de 45,000 afectados potenciales, de acuerdo a datos recabados por el antropólogo Miguel Ángel Bartolomé.
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En México, las primeras presas en entrar en operación bajo el nuevo esquema,
que exigía un plan de reasentamiento para mitigar los efectos sociales negativos,
fueron las presas de Zimapan y Aguamilpa, la primera entre los estados de Hidalgo y
Querétaro, la segunda, en el municipio de Tepic, Nayarit. En estos dos casos la
innovación consistió en la negociación de las compensaciones y la ejecución de
planes para restituir el modo de vida de los desplazados. También, por primera vez,
participaron diferentes instituciones encargadas del proyecto en la revisión de los
resultados del reasentamiento, como el Instituto Nacional Indigenista (INI), así como
observadores y consultores del Banco Mundial. Esta nueva actitud política constituye
un cambio estructural en los procedimientos, aunque cabe apuntar que se requiere
una transformación institucional y de valores para que las nuevas directrices,
tendientes a la búsqueda de equidad social, se conviertan en una realidad palpable.
Durante esta fase de la construcción de presas otro de los actores externos
importantes que entró en la escena fue la inversión privada. La presa Huites (1992-
1994) (hoy Luis Donaldo Colosio), construida para el control de irrigación y
generación de energía eléctrica entre los límites de los estados de Sonora, Sinaloa y
Chihuahua, fue la primera en la historia de México en recibir financiamiento de la
iniciativa privada. Se logró como consecuencia de la aprobación de un paquete de
reformas legales que se elaboró para el sector eléctrico y de recursos acuáticos.
Si bien la primera etapa se vio marcada por el nacionalismo a ultranza y la
sumisión a las iniciativas de Estado, la tercera fase (la que aún prevalece) se
caracteriza por aumentar el grado de complejidad a la hora de aterrizar un proyecto
hidráulico debido a la intervención de nuevos actores sociales y económicos que
- 86 -
modifican la dinámica de la toma de decisiones. En resumen, las nuevas fuerzas
pueden dividirse en exógenas y endógenas. En las primeras se incluyen los
organismos financieros internacionales como el Banco Mundial y el Banco
Interamericano de Desarrollo, además de organizaciones no gubernamentales
internacionales que defienden los derechos humanos, tal es el caso de la ONU y sus
agentes; y por el lado económico y operativo, la inversión privada representada en
empresas constructoras, muchas veces extranjeras.
Dentro de las fuerzas endógenas, que también se han ramificado, se encuentra
un aparato de Estado integrado por distintas fuerzas políticas, pues ya no se trata
exclusivamente del PRI como sucedía antes, sino también en diferentes niveles de
participación; otros partidos, entre ellos el Partido Acción Nacional y el Partido de la
Revolución Democrática. Adicionalmente, aquí se puede mencionar que la sociedad
civil presenta mayor grado de organización social en comparación con la que se
daba durante los años 40 y 50 del siglo XX, lo que ha facilitado una notoria
resistencia de los pobladores desplazados.
En el marco de la globalización, otro factor es la emergencia de un nuevo auge
de los medios de comunicación masiva que ha sobrepasado los límites nacionales y
ejerce una influencia difícil de controlar por los Estados, y por tanto, se ha convertido
en un nuevo testigo (más activo que en el pasado) de la realidad y de lo que sucede
entre gobernantes y gobernados. En síntesis, podemos deducir que hay una relación
directa entre la crisis de soberanía nacional debido a los nuevos procesos de
globalización y la forma en que se llevan a la realidad las decisiones
gubernamentales, en este caso los proyectos de desarrollo (Véase la tabla 1 en
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Anexos, donde se observan algunos de los proyectos que han ocasionado el mayor
número de desplazados en el país).
A pesar de que desde los años 90, existe un marco internacional en materia de
reasentamiento y a partir del 2000 en referencia específicamente al desplazamiento
por presas, el déficit de la planeación en el desplazamiento inducido por el desarrollo
continúa sin avances significativos ya entrada la segunda década del siglo XXI.
Para la Comisión Mundial de Represas, no sólo es inaceptable el
empobrecimiento de las personas desplazadas, sino además innecesario. Hoy en día
existe una amplia gama de opciones para convertir a los pobladores afectados por
una obra de infraestructura en beneficiarios de la misma. Sin embargo, lo que se
observa en México es que los errores que advirtieron investigadores y antropólogos
en aquellos años siguen presentándose con muy escasas variantes debido a que los
representantes del aparato burocrático de Estado actúan en la actualidad de la
misma forma que lo hicieron en la época del desarrollismo nacionalista, caracterizado
por el autoritarismo.
Scott E. Guggenheim, especialista del Banco Mundial y experto en el tema del
reasentamiento involuntario, enumera los puntos críticos en el caso mexicano
relacionados con el proceso de planeación y la toma de decisiones en lo que se
refiere, tanto a la construcción de una gran represa como al posterior reasentamiento
de los afectados.
1.- La planeación del reasentamiento ocurre en un vacío de política pública. Las leyes que guían la reubicación se refieren casi exclusivamente a la expropiación y tenencia de la tierra. 2.- No existen políticas ni objetivos claros para ayudar a la población desplazada a reconstruir sus comunidades.
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3.- Las instituciones responsables de manejar el reasentamiento son dominadas por habilidades técnicas.
4.- Los planes de reasentamiento han sido manejados de forma ambigua. 5.- Compensación, construcción, relocación y servicios sociales son repartidos en diferentes dependencias. Como resultado, el reasentamiento per se es responsabilidad de nadie y la primera prioridad de ninguno. 6.- Los oficiales encargados de los programas de reasentamiento carecen de la autoridad necesaria para resolver los problemas que se han gestado durante el reasentamiento, y aquellos con autoridad no son encargados del reasentamiento; 7.-Con la excepción de activos movimientos de resistencia, los proyectos también carecen de canales formales e informales que permitirían a los reubicados comunicar sus necesidades y padecimientos al Estado o a los oficiales encargados del proyecto (Guggenheim, citado por Ashtana, 1996).
Estos son algunos vericuetos del laberinto burocrático que dificultan o imposibilitan
un reasentamiento exitoso. No constituyen situaciones aisladas, sino que reflejan
condiciones estructurales aplicadas de forma sistemática e irreflexiva por los líderes
de los proyectos técnicos, lo cual también se ha presentado de forma evidente en
nuestro caso de estudio. Prevalece la opinión de ingenieros, arquitectos y urbanistas,
mientras la planeación del reasentamiento se limita a crear nueva infraestructura
física, como casas, calles y sistemas de drenaje.
La intervención de antropólogos sociales y sociólogos para identificar necesidades
locales, o a los economistas para buscar el cómo la gente puede encontrar un modo
de vida después de la movilización, ha sido por lo común una ocurrencia de último
momento, a la que se recurre cuando el problema social ya ha surgido. Por lo tanto,
resulta poco probable que los reasentamientos se lleven a cabo bajo lineamientos
que tomen en cuenta la identidad y elementos culturales de las comunidades en
cuestión.
Otro aspecto señalado por Guggenheim es que las reservas de largas presas
generalmente afectan a los grupos más marginados políticamente y de las partes
- 89 -
más remotas del país. México carece de una tradición de participación social, así
como de activistas u organizaciones no gubernamentales que asistan a los
desplazados como sucede en Brasil, Canadá, Filipinas, India y otras naciones. Las
comunidades locales en México adolecen de experiencia en comunicación política
desde abajo. Los movimientos de resistencia a la construcción de presas y sus
impactos se manifiestan de forma marginal, aunque como se expresa párrafos arriba,
se han suscitado casos emblemáticos.
3.1. Sinaloa: larga experiencia, poco aprendizaje
En el estado de Sinaloa, el crecimiento económico no se explica sin la creación
desde hace décadas de una gran red de infraestructura hidráulica para la irrigación y
la integración de un sistema de distritos de riego que han conformado lo que
actualmente es uno de los territorios más productivos del país en la actividad
agropecuaria. El estado se encuentra ubicado en una región naturalmente fértil.
Cuenta con once ríos y doce presas, la más nueva de ellas es la presa Picachos,
situada sobre el Río Presidio, en los límites de los municipios de Mazatlán y
Concordia, y primera gran represa en la zona Sur, después de que en las zonas
centro y norte la construcción de este tipo de obras recobró un inusitado auge desde
mediados del siglo XX.
La tardanza de la obra sureña —proyectada al menos desde 1980 y cuyo
arranque no se dio sino hasta febrero de 2006— acarreó un sentimiento de
abandono entre los habitantes de la región. Con la construcción de las presas
Picachos y Santa María (esta última aún en etapa de planeación) los gobiernos
- 90 -
estatales, aseguran que le ha llegado su hora al Sur. La presa Picachos era una obra
anhelada por gran parte de la población, pero algo torció el camino, como se
explicará más adelante.
Sinaloa transitó del siglo XIX al siglo XX de una economía basada en la minería
a convertirse en un bastión agrícola del país. El “granero de México”, como suele
llamarse a la entidad, produce dos terceras partes de los productos agrícolas que se
consumen en la República Mexicana y su producción de maíz es prioritaria para la
seguridad alimentaria nacional. La construcción de presas y canales constituyó un
punto clave para el desarrollo agroindustrial. El sexenio de Lázaro Cárdenas del Río
fue crucial, sobre todo a partir de 1939 cuando se inicia la construcción de la presa
Sanalona sobre el río Tamazula, y que se terminaría en 1948; con esta obra aumentó
la superficie irrigada de 31 000 a 94 000 hectáreas en el valle de Culiacán. Comenzó
la producción agrícola a gran escala y una nueva etapa en la agricultura sinaloense
(Cartón de Grammont, 1990).
Las obras continuaron durante el sexenio de Manuel Ávila Camacho (1940-
1946) y se excavaron además tres grandes canales, complemento de la
infraestructura hidráulica. Durante el gobierno de Miguel Alemán Valdez (1946-1952)
se inauguró la presa “Sanalona”, se construyó una presa derivadora sobre el río
Culiacán, se renovaron los canales de Guasave y se creó la Comisión del Río Fuerte
para la construcción de la presa “Miguel Hidalgo” y del sistema hidráulico del mismo
río. En el periodo gubernamental de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) se amplió la
capacidad de la presa “Sanalona”, se inició la construcción de la presa sobre el río
- 91 -
Humaya y de una presa derivadora en el río San Lorenzo. En 1956 se inauguró la
presa “Miguel Hidalgo” (Ibid).
A lo largo de las gestiones de los presidentes Adolfo López Mateos (1958-1964)
y Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) se edificó y se puso en operación la presa del
“Río Humaya”, se elevó la cortina de la “Miguel Hidalgo” y se construyó la presa
“Josefa Ortiz de Domínguez” sobre el arroyo de Álamos. Por estas fechas, la
superficie irrigada alcanzó las 413,944 hectáreas. En las siguientes décadas, durante
los sexenios de Luis Echeverría (1970-1976) y de José López Portillo (1976-1982) se
redujo notablemente la inversión federal en Sinaloa, pero no se suspendió.
Con los presidentes Miguel de la Madrid (1982-1988) y Carlos Salinas de
Gortari (1988-1992) se intensificaron las obras de riego. Entre 1970 y 1990 se
duplicó la superficie irrigada gracias a la construcción de otras presas: la “Bacurato”
(Gustavo Díaz Ordaz), sobre el río Sinaloa; la presa Ingeniero Guillermo Blake
Aguilar, en el río Ocoroni, conocida como “El Sabinal”; así como el “Comedero” (José
López Portillo), en el río San Lorenzo, y se inició la construcción de otras presas
como la “Huites” (hoy Luis Donaldo Colosio, en el municipio de Choix), “Eustaquio
Buelna”, “Vinorama”, “El Salto”, “Santa María” y “El Tamarindo”. En la reseña
elaborada por el investigador Hubert Carton de Grammont (1990) sobre la historia de
la agricultura en Sinaloa y el desarrollo de la infraestructura hidráulica en el estado,
se documentaron los conflictos ejidales que se desataron entre los campesinos de la
iniciativa privada y del sector social, lucha que no tuvo réplicas en los numerosos
desplazamientos poblacionales a causa de las presas y las obras de infraestructura
- 92 -
para la irrigación. (Para conocer las presas de Sinaloa y su capacidad de
almacenamiento, véase la tabla 2 en Anexos).
La monografía aquí reseñada del investigador Cartón de Grammont y, en
general, los recuentos históricos de la agricultura en Sinaloa no dan cuenta de los
desplazamientos de población ni en cuanto a sus procesos iniciales ni mucho menos
el seguimiento en el tiempo.
Como parte de los impactos demográficos de la política pública en torno al uso
agrícola del agua, cientos de personas de las comunidades serranas han perdido sus
territorios, sus culturas y se han visto separados de sus raíces. Como ejemplo, se
mencionan los poblados de La Cofradía de Imala y El Tepacal, los cuales
desaparecieron por la construcción de la presa “Sanalona” y se convirtieron en la
localidad de Pueblos Unidos (Sosa, 2010).
Se han encontrado registros (aunque muy escasos) durante la década de 1980,
de las inconformidades de los pobladores desplazados, quienes consideran un
detrimento en su calidad de vida por la forma en que se construyeron los nuevos
asentamientos, que no cumplían las especificaciones internacionales de una vivienda
digna ni habían tomado en cuenta sus especificidades culturales y de identidad a la
hora de planear el reasentamiento, tampoco las condiciones climatológicas y
geográficas de la zona. Más bien se advierte la premura de construir los poblados tan
solo por cubrir el requisito y los estándares técnicos.
Esos conatos de descontento no tomaron la notoriedad que en la actualidad ha
recobrado el caso “Picachos”, lo que se atribuye al momento histórico, en el cual
florecen condiciones más propicias para los movimientos sociales.
- 93 -
Entre las más recientes presas construidas se encuentra la “Huites”, en el
municipio de Choix, la cual afectó tierras, viviendas, cultivos, en una superficie de
9,547 hectáreas pertenecientes a once ejidos. En este caso los pobladores afectados
serían de 800 campesinos, quienes fueron reubicados en nuevos centros de
poblacionales. Crónicas periodísticas dan cuenta que desde 1994 a la fecha los
desalojados del vaso siguen deambulando en diferentes oficinas y secretarías del
gobierno estatal y federal buscando el cumplimiento de acuerdos no cumplidos.
Algunos proyectos productivos para establecer el desarrollo acuícola de la presa se
entregaron al entonces gobernador Renato Vega Alvarado y a Carlos Hank González
en aquel entonces secretario de Agricultura y Recursos Hidráulicos, proyectos y
compromisos que todavía no se cumplen (Ríos Rojo, 2009).
Otro ejemplo ocurrió en el municipio de Elota en 1987. Los habitantes de San
José de Conitaca fueron trasladados por la extinta Secretaría de Agricultura y
Recursos Hidráulicos (SARH) a las inmediaciones del poblado El Espinal, del mismo
municipio. Una nueva presa entraría en funciones, la presa “Ingeniero Aurelio
Benassini Vizcaíno”, mejor conocida como “El Salto”. A seis años de la reubicación,
algunos pobladores fueron entrevistados y manifestaron un profundo malestar por la
diferencia de sus anteriores viviendas y por la nostalgia hacia sus viejos pueblos.
El problema fue la estrategia urbanística que implementaron las autoridades al
dejar de lado los usos y costumbres de la comunidad, así como las condiciones de la
región y quisieron repetir el esquema de un fraccionamiento urbano en el campo, lo
cual representó un choque cultural para los habitantes, quienes hasta la fecha se
sienten defraudados por el gobierno y tristes por lo que consideran un “paraíso
- 94 -
perdido”, como algunos llamaron en las entrevistas a sus pueblos originales, donde
sabían adaptarse a las condiciones climatológicas y a la disponibilidad de recursos
naturales de la región y, por lo tanto, podían sobrellevar de mejor manera la época
de altas temperaturas, así como obtener agua y un modo de vida que al menos les
permitía la subsistencia. La gran diferencia estriba en que antes los pobladores
construían sus propias viviendas y contaban con una relativa autonomía, lo que
cambió después del reasentamiento, comandado por el Estado, a manos de sus
funcionarios y dependencias de gobierno. En la tabla 3 se muestran todas las presas
que se han construido en Sinaloa, uno de los estados con mayor infraestructura
hidráulica en el país en cuanto a presas de gran magnitud, pequeñas represas,
canales y distritos de riego (Véase la tabla 2 en Anexos).
Es evidente que en Sinaloa los desplazamientos no son un fenómeno de
reciente aparición. Lo paradójico es que los gobiernos estatales parecen no haber
aprendido la lección, lo cual se refleja en los procedimientos llevados a cabo en la
más reciente de las presas, la “Picachos”, y su respectivo desalojo que repite una y
otra vez las fallas de los desplazamientos anteriores. Esto se debe, en parte, a que
no se ha llevado a cabo investigación histórica y social en las zonas rurales, a donde
pertenecen la gran mayoría de los pueblos desplazados, y al no haber seguimiento
de los acontecimientos precedentes se corre siempre el peligro de tropezar de nuevo
con las mismas piedras.21
21
Como ejemplo, el Archivo Municipal de Mazatlán no cuenta con un sistema de documentación propio y sistemático de los pueblos de la región, ni siquiera de lo que ocurre en el cabecera municipal, ya que se dedica a recopilar y organizar los artículos periodísticos sobre sucesos relevantes, los cuales no se producen bajo un interés científico o investigativo, sino que obedecen más a periodos coyunturales y al interés noticioso del momento.
- 95 -
El Archivo Municipal de Mazatlán no cuenta con ningún trabajo académico u
oficial que sirva de testimonio para las futuras generaciones sobre el estilo de vida de
los poblados de la región y sus usos y costumbres, sólo artículos periodísticos o
crónicas aisladas. El registro de las formas culturales de los pueblos es más bien una
tarea marginal, realizada por unos pocos ciudadanos sin muchos recursos y sin
apoyo del gobierno. Adrián García Cortés, cronista secretario del Instituto de
Investigaciones Históricas y Archivistas La Crónica de Sinaloa, señala que la
desmemoria histórica se ha convertido en un problema grave en el estado; “porque
distorsiona la identidad o la anula, y al paso del tiempo genera ausencia total de
participación social”. 22
Queremos advertir en este capítulo que cualquier fenómeno social no surge por
generación espontánea y nunca se presenta aislado de su contexto sociohistórico,
que le brinda una base de acción y un marco social del que toma sus características
y posibles derroteros. El caso de la presa “Picachos”, como muchas de las
problemáticas particulares a nivel social, se encuentra sumergido en una compleja
dinámica que transita entre las escalas global, nacional y regional. A continuación
detallaremos la historia del desplazamiento visto desde el ámbito local y comunitario.
3.2. “Picachos”: un precedente de resistencia en el sur de Sinaloa
El movimiento social de resistencia generado por la construcción de la presa
“Picachos” se ha convertido en un precedente de acción colectiva en el estado de
Sinaloa, ya que a pesar de la larga trayectoria de desplazamientos por la
22
Valenzuela Ortiz, Judith et al (2009). Picachos. Los caminos del desarraigo y la resistencia. México, Universidad Autónoma de Sinaloa. Pp. 131.
- 96 -
construcción de infraestructura hidráulica así como de obras complementarias, no se
había presentado una movilización de tan fuerte impacto como la de los comuneros
afectados por esta nueva presa. En el presente apartado, se explicará con qué fines
se planeó esta obra y cómo se originó el conflicto social entre desplazados y
gobierno, lo que ha derivado en confrontaciones públicas, así como una serie
encadenada de acciones de protesta cuya proyección ha rebasado el ámbito local y
ha trascendido a través de los medios masivos nacionales.
La presa “Picachos”, proyecto hidráulico de gran envergadura y parte del plan
Baluarte-Presidio en la zona sur de Sinaloa, ha sido estandarte de los gobiernos
federal y estatal que —de acuerdo al discurso oficial— prometen ampliar la
cobertura de riego para tierras agrícolas en 22 mil hectáreas, situadas en ambas
márgenes del río Presidio, así como dotar de agua a Mazatlán durante las próximas
cinco décadas. El principal objetivo: detonar el desarrollo agropecuario del sur del
estado, sobre todo para beneficiar a los municipios de Mazatlán, Concordia, Rosario
y Escuinapa, que no contaban con una represa de grandes dimensiones a diferencia
del resto de la entidad. En el proyecto integral Baluarte-Presidio, se contemplaba en
su primera fase el aprovechamiento del caudal del río Presidio con la presa
“Picachos”; y en la segunda el del río Baluarte, con la presa Santa María. Pero el
proyecto se entrampó y pasaron más de 20 años desde su planeación hasta la
colocación de la primera piedra de la presa Picachos, la cual fue terminada en el año
de 2005 pero aún carece de la infraestructura complementaria que le permitiría
cumplir los propósitos para los que fue creada (Ramírez, 2008).
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A pesar de que los beneficios de la presa aún no comienzan a irradiar en la
región, los costos sociales y ambientales se han dejado ver con fuerza. La factura ha
sido alta. El embalse de la presa arrastró al fondo del agua al menos dos siglos de
historia, tradiciones y culturas locales. La localización de la presa obligó a la
relocalización de seis pueblos, los cuales en su mayoría se dedican a las actividades
agropecuarias a menor escala: San Marcos, Puerta de San Marcos, Los Copales y El
Placer, dentro del municipio de Mazatlán; así como Las Iguanas y Casas Viejas en el
municipio de Concordia. La zona inundada por la presa pertenece a la costa noroeste
del país, donde desde épocas prehispánicas la agricultura es una actividad
preponderante.
Resulta relevante resaltar que el cerro que se dinamitó para construir la presa
“Picachos” contenía petrograbados que, se piensa, fueron elaborados por las tribus
Xixime, las cuales ocupaban la serranía de Sinaloa antes de la llegada de los
conquistadores. Los vestigios arqueológicos fueron hallados por los trabajadores de
la obra, quienes dieron aviso a las autoridades del Instituto Nacional de Antropología
e Historia (INAH). El arqueólogo Alfonso Grave (2007) comandó las labores de
rescate y procedió a la descripción de las cuatro grandes piedras que contenían
figuras relativas a elementos naturales, como el sol, estrellas, espirales, animales o
figuras antropomorfas. De acuerdo a las conclusiones preliminares de Grave, y a la
ubicación de los petroglifos (en las márgenes del río Presidio), los hallazgos hacen
referencia al agua como elemento dinamizador de la naturaleza y como algo relativo
a la fertilidad y la renovación de los campos.
- 98 -
Y si el misterio cubre la historia prehispánica en la región, de las épocas
posteriores es aún poco lo que se sabe. No obstante, la pobre información disponible
los habitantes describen a los pueblos inundados como “pueblos con historia”, donde
ante la carencia de registros oficiales la historia oral, sobre todo debida a algunos
ancianos del pueblo que se caracterizan por su conocimiento y su capacidad para
preservar la memoria de los hechos pasados. Aun sin nombramiento oficial, ellos
realizan esporádicamente las funciones de cronistas del pueblo. 23
En general, los pueblos desplazados datan de más de 200 años, poseen una
estructura generacional que va de cuatro a nueve generaciones con festividades y
rituales propios que favorecen la cohesión social, así como el arraigo de costumbres
que se han institucionalizado a lo largo del tiempo, y lo cual ha proporcionado a los
habitantes una identidad socioterritorial, identificable tanto dentro de las
comunidades como desde una perspectiva externa. En los pueblos originales, esta
identidad encontraba un anclaje importante en el medio ambiente debido a las
actividades productivas que se desarrollan en la región (fuertemente ligadas al
territorio), además de su ubicación geográfica estratégica y la abundante disposición
de recursos naturales como el agua y la fertilidad de la zona serrana. Sin embargo,
también se mezclan otros elementos tomados de la cultura de la región y del
contexto sociohistórico a través de los años.
Desde su proyección en la década de 1980, y de manera manifiesta durante el
banderazo de la obra, el 7 de febrero de 2006, fue notorio que los impactos
culturales, ecológicos y sociales no fueron una prioridad para el Estado,
23
Las narraciones de los pobladores con la historia de los pueblos desaparecidos aparece en el capítulo siguiente.
- 99 -
representado en esta ocasión por la Comisión Nacional del Agua y el gobierno
sinaloense. Todo el discurso giró en torno a las bondades de la incipiente obra sin
hacer una sola mención de los ciudadanos afectados ni de los daños ambientales.
De acuerdo a numerosos testimonios, las negociaciones para la desocupación de los
pueblos se llevaron a cabo de manera irregular, ya que no se contaba con un decreto
de expropiación ni un convenio de desocupación como marca la Ley de la Reforma
Agraria. 24
En el 2009 comenzó la etapa más intensa del desalojo al concluir la
construcción de la cortina y subir el nivel del agua con las primeras lluvias, con lo que
se fueron inundando uno a uno los pueblos afectados. A partir de ese momento,
cientos de pobladores protagonizaron una etapa de resistencia que aún no termina,
con innumerables acciones de protesta que han hecho que el curso del
reasentamiento sea modelado por el conflicto, el desorden y la incertidumbre.
El desplazamiento llevó consigo no únicamente la reubicación geográfica de las
comunidades, sino además la necesidad de conservar su herencia cultural. En este
contexto, intentan edificar no sólo los nuevos espacios para la subsistencia, sino la
preservación de su identidad, un proceso acumulativo de las vivencias de sus
antepasados durante décadas y generaciones.
A más de cinco años del arranque de la obra, los nuevos pueblos aún no han
sido terminados, padecen el desabasto de agua potable, deficiencias en la energía
eléctrica y el proceso de indemnizaciones continúa inconcluso. Otras de las
24
En entrevista con la autora, realizada el 24 de julio de 2012, el delegado de la Secretaría de la
Reforma Agraria, Hugo Rodríguez Angulo, reveló que la solicitud de expropiación fue recibida por la dependencia en enero de este mismo año, es decir, tres años después de la conclusión de la presa y seis años después del inicio de la construcción.
- 100 -
denuncias son que las calles y los caminos se encuentran en pésimo estado y
algunas casas se ubican junto a cerros en peligro de deslave. Con las primeras
lluvias en los nuevos poblados, salieron a relucir fallas estructurales en las viviendas,
por lo que los comuneros aseguran que el gobierno del estado no cumplió el
compromiso de facilitar una vida digna a los pobladores desplazados.
El conflicto ha sido el modelador de una nueva identidad y una percepción más
consciente y manifiesta sobre al apego al territorio y todo lo que éste significa. En
este caso resulta significativa la particularidad de la muerte del territorio original. A
diferencia de otros desplazados, los afectados por la presa ven su lugar de origen
ahogarse bajo el agua y, desde luego, esto conlleva la fatal certeza de que jamás
regresarán a él. Sólo quedarán para la remembranza algunos objetos físicos como
fotografías, videos, artesanías, artefactos agrícolas e infinidad de artículos
personales, pero sobre todo su propia evocación, la reconstrucción mental que cada
uno de los habitantes, y quizá también en forma colectiva, se formule del Viejo San
Marcos, el cual posiblemente se convierta en paisaje idílico o mitológico: una postal
psíquica, construida desde la memoria y hacia la nostalgia. En el siguiente capítulo
se presentará el relato sobre los viejos pueblos, el antes de una historia que continúa
en busca de su cauce, el cual se abordará a través de las narraciones de los
pobladores desplazados y de la reconstrucción de hechos mediante la observación
de campo y la investigación documental acerca de una historia que se ahogó bajo la
presa y necesita ser rescatada.
- 101 -
Capítulo III EL VIEJO SAN MARCOS EN LA MEMORIA COLECTIVA: DE LA NOSTALGIA Y
EL TERRITORIO PERDIDO
Introducción
A través de la memoria colectiva como proceso dinámico y creativo, se construye
una representación social del viejo San Marcos —al igual que de los otros pueblos
desaparecidos bajo las aguas la presa Picachos—de forma independiente a la
historia oficial, a los registros periodísticos y a los observadores externos al poblado,
de tal forma que podría pensarse que se habla de lugares distintos. La memoria se
teje en la nostalgia sobre un territorio perdido, hundido en la certeza de que jamás
volverá a ser lo que fue. Los pobladores desplazados revaloran su pasado y lo que
antes resultaba cotidiano ahora se alza con nuevas significaciones que inciden en su
presente, pero también potencialmente en su futuro.
¿Pero cómo los recuerdos pasan de ser una forma interiorizada individual a una
representación compartida que orienta la construcción de identidades y a la vez la
acción social? Es lo que trataremos de explicar en el presente apartado. Primero
veamos cómo era el viejo San Marcos, tanto en el discurso oficial (aunque con
escasa información y documentación) como a través de los testimonios de sus
habitantes, cuando la noticia de la construcción de la represa no irrumpía la vida
cotidiana de los pueblos. En el presente capítulo, se abarca desde la fundación de
San Marcos hasta antes de que los habitantes entraran en la etapa de conflicto y se
desatara el estrés colectivo a raíz de la noticia del futuro desplazamiento, etapa que
se completó en el año 2009.
- 102 -
Con base en la memoria colectiva, las etapas que más han marcado la historia
del pueblo de San Marcos han sido la fundación y la apropiación del territorio por
parte de los primeros pobladores, además del desarrollo de la agricultura y de la
ganadería, que tiene como emblema a la época de esplendor de los cañaverales, la
pugna entre dorados y agraristas durante el cardenismo, y más recientemente, la
construcción de la presa Picachos que forzó al reasentamiento de las comunidades,
temas recurrentes en los relatos de vida y conversaciones cotidianas de las personas
entrevistadas. Como eventos memorables, destacan la construcción de la iglesia y
de la plazuela, así como la fiesta anual del santo patrono del pueblo, San Marcos,
una celebración que más bien era el corolario de un gran ciclo de festividades que
condensaba la experiencia vital de los sanmarqueños. Estos serán los puntos que se
abordarán a continuación. En la primera parte de cada apartado se expondrá la
descripción proveniente de los relatos de vida y entrevistas; y al final la interpretación
con base en las teorías expuestas en el capítulo I.
1. Sobre la fundación de los pueblos
Los pueblos desplazados por la presa Picachos son comunidades cuya historia,
tradiciones y cultura no aparecen de forma sustancial en los registros oficiales, sólo
de forma esporádica en textos periodísticos y menciones ocasionales en fuentes
históricas. Sobre San Marcos en particular, los ancianos del pueblo ubican la fecha
de fundación a mediados del siglo XVIII; sin embargo, no existen evidencias
historiográficas de tal antigüedad. Los registros encontrados se ubican en el siglo
XIX. El primero de ellos es el Compendio, histórico, geográfico y estadístico,
- 103 -
elaborado por Eustaquio Buelna con data de 1877, donde se le menciona como una
celaduría de la entonces alcaldía de La Noria, junto con Juantillos, Placer, Zapote,
Tecomate y Metates. La Puerta de San Marcos aparece como cabecera de alcaldía,
también perteneciente a la entonces municipalidad de La Noria.25 A pesar de que
sólo se aportan algunos datos geográficos y estadísticos de estos poblados, la
referencia nos hace pensar que para considerar la mención de estos como pueblos
identificados y reconocidos por sus habitantes y vecinos, debieron haber pasado al
menos dos o tres generaciones de su asentamiento, por lo que la antigüedad debió
ser al menos de unas cinco décadas antes de la publicación citada.
De igual forma tenemos en nuestro poder la copia de un plano topográfico
levantado el día 21 de abril de 1883, que demarca el polígono de la comunidad de
San Marcos donde se solicita la concesión de la tierra, “con motivo del denuncio que
de sus demasías hicieron los ss Jesús Lizárraga y socios por orden del juzgado de
distrito con expresión del fraccionamiento de sus exedencias.” El fraccionamiento se
realizó en cuatro lotes: el número uno destinado a los señores Jesús Lizárraga,
Pastor Enciso, Ramón Osuna y Liberato Osuna; el lote dos, a Jesús y Mariano
Sánchez y a la señora Paula Lizárraga; el lote número tres se adjudica a Pedro
Moreno, Teodoro Sánchez, Onofre Aguirre y Salvador Sánchez; mientras que el
número cuatro se destina a Juan Ontiveros, Juan Valle, Jesús Osuna Urdian y Carlos
Sánchez.26
25
De acuerdo al Compendio, histórico, geográfico y estadístico (1877), la municipalidad de La Noria constaba de tres alcaldías: La Noria con 1,578 habitantes, Puerta de San Marcos con 1,209; y El Quelite con 1,387. 26
El mapa es una calca fiel del original elaborada en octubre de 1966 por el arquitecto Mario Hernández C. y donado por la señora María Ascención Moreno Enciso para los propósitos de la presente investigacón. La firma en el original es de Andrés L. Tapia.
- 104 -
En el archivo municipal de Mazatlán sólo se encuentra una exigua referencia en
el Diccionario Geográfico, Histórico, Biográfico y Estadístico del Estado de Sinaloa,
editado por el Gobierno del Estado de Sinaloa en 1982. Y a la letra lo define:
“Hacienda con 795 habitantes del Municipio de Mazatlán”. San Marcos dista mucho
de ser sólo una hacienda y por su patrón de asentamiento, relaciones sociales y
estilo de vida se le puede caracterizar desde sus orígenes como una comunidad
agraria en el sentido sociológico clásico. La escasez de información historiográfica y
este tipo de imprecisiones representan un obstáculo que, en este trabajo, se intenta
sortear a través de la recolección de la historia oral y la observación de campo,
además del cruce de fuentes históricas y documentales sobre la región sur de
Sinaloa. No obstante, se debe anotar que la historia oral no se reduce al dato, sino
que es un instrumento para indagar en la historia de las mentalidades, su valor recae
en la interpretación de los hechos que muestran los actores sociales y en las
significaciones que atribuyen a su realidad social (Uribe, 1993).
De los seis pueblos inundados por la presa, San Marcos cuenta con el mayor
número de habitantes, 848 según el censo poblacional de 2010 contra 618 de
acuerdo al conteo de 2005, ambos realizados por el Instituto Nacional de Geografía y
Estadística (Inegi).27 Le siguen Las Iguanas con 400 pobladores; El Placer con 216,
Puerta de San Marcos con 188, Los Copales con 77 y Casas Viejas con 53 según el
censo más reciente. También son originarios de San Marcos la mayoría de los
27
Los ejercicios estadísticos se aplicaron justo antes y después del desplazamiento, cuya fase final terminó en octubre del 2009. Las cifras totales de los seis pueblos afectados por la presa, revelan que el desplazamiento no provocó (al menos de manera inmediata) una desbandada de los nuevos asentamientos (Véase estadístico 1 en anexos, con datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) de los censos de población y vivienda de 2005 y 2010).
- 105 -
comuneros que ostentan la propiedad de los terrenos sobre los que se erigió la
cortina de la presa Picachos y conforman el movimiento social y de protesta que
surge a raíz del desplazamiento. Tradicionalmente, los seis pueblos han formado
parte de un sistema regional compuesto por poblados interconectados entre sí a
través de relaciones, laborales, comerciales y de parentesco, cuyo núcleo urbano
más cercano es la ciudad de Mazatlán, con la que mantienen constantes flujos de
mercancías y de personas. Además se encuentran vinculados por episodios
históricos relevantes y comparten fuertes rasgos culturales.
Sobre la conformación de los pueblos ribereños, que se cree comenzó hace
más de 200 años, los más longevos narran que un grupo de indígenas se
desplazaban a lo largo del río Presidio y fueron asentándose aprovechando los
abundantes recursos naturales de las riberas para la agricultura, la crianza de
animales y la pesca. Es el caso de Las Iguanas, El Placer, Casas Viejas y Los
Copales. Mientras que San Marcos y La Puerta de San Marcos, que también
aprovecharon la cercanía del arroyo, se cree que fueron fundados por criollos. Sobre
los poblados ribereños, rememora una de las versiones más socorridas, transmitidas
de boca en boca y de generación en generación:
[…] El primer pueblo que estaba allá en ese entonces se llamaba Casas Viejas, entraron por todo el río aquellas tribus de aquellos años, como se entraron por Guasave, por El Fuerte, una línea de aquellos años y se encontraron ese lugar, había unas casitas [un caserío] que se llamaba Casas Viejas […]Los inditos siguieron camino y llegaron al lugar donde le nombran Las Iguanas, pueblo del río, caminando los inditos allí siguiendo el río, sacando pescado y como podían, vieron unas corrientes de aguas calientes que caían al río, agua tan caliente que pelaban las gallinas allí, y unos paredones así, ahí se acamparon en casitas de paja los inditos y allí llevaba ese lugar el nombre del Cuacóyotl, como había mucho árbol gordo, árbol que le llaman iguanos, madera muy maciza, le
- 106 -
dieron el nombre de Las Iguanas, cuando ya los inditos caminaron se fue agregando gente… 28
El nombre de Casas Viejas se debe a que en ese lugar había muchas casas
humildes y añejas, aunque después fue conocido como San Andrés de la Costa. Los
pobladores se dedicaban principalmente a la agricultura y crianza de animales para
el autoconsumo, al igual que a la pesca de cauques y otras especies de agua dulce.
Un paraje aislado que por su ubicación junto al río quedaba incomunicado con la
crecida de la corriente en temporada de lluvias. En el relato no se especifican a qué
tribu pertenecían esos primeros pobladores que fueron recorriendo las márgenes del
río en busca de alimento y se fueron asentando paulatinamente. La mayoría de las
personas mayores entrevistadas mencionan el Cuacóyotl como antecedente de
Casas Viejas. Se piensa que fue un pueblo formado por un grupo indígena, pero que
posteriormente fue abandonado y ocupado por otros grupos.
Cuenta aquella historia que así, mientras avanzaban en su recorrido por el río,
las quebradas y los veneros de agua se fueron conformando otros asentamientos,
entre ellos El Placer. Los mismos “inditos” se pusieron a caminar y caminar y vieron
brillo en la arena. Se dieron cuenta que era oro, y empezaron a cómo podían a lavar
oro mediante la técnica del filtrado que le nombran el placer, y de ahí tomaron la
inspiración para el nombre del pueblo, además de la común expresión de la gente:
“es un placer de oro” por la cantidad del mineral precioso y la ambición que
despertaba entre pobladores y allegados. Se cuenta que en el río era común
28
Entrevista a Irenio Lizárraga Sánchez, realizada por la autora. Entrevista # 10, Universidad Autónoma de Sinaloa, 24 de febrero de 2012.
- 107 -
encontrar pepitas de este preciado metal. Y así formaron el pueblo con casuchas de
palma y continuaron desarrollando la minería artesanal.
“Siguieron caminando más delante los inditos, donde ya el río llegaba al
poblado de Palmillas —continúa la narración—. Era un cerro alto y había mucho
árbol de copales, y allí se acapamentaron sacando el copal y le pusieron Los
Copales. Al paso del tiempo la gente fue reconociendo estos pequeños poblados y
se fueron yendo a vivir en ellos y construyendo pequeñas viviendas con los
materiales de la región" (Ibíd).
De acuerdo a los testimonios recabados, los habitantes de los pueblos
ribereños desarrollaban una producción de autoconsumo, que si bien no les
proporcionaba acumulación de capital significaba la autosuficiencia alimentaria y un
bajo costo de la vida. Estos pueblos asemejaban un apéndice del río Presidio, junto
al que se fueron instalando los caseríos. La actividad económica se realizaba casi
con una total dependencia en los ciclos naturales de “aguas” y de “secas”. Las
precipitaciones pluviales, el clima, el nivel del río, constituían la base de la vida
cotidiana y de las actividades económicas y de supervivencia. Cuando no sembraban
maíz, cosechaban ciruela, o pescaban camarón de río, todo de acuerdo a la
temporada del año, de tal manera que aunque la siembra se basaba en el sistema de
temporal, los habitantes contaban con fuente de ingresos y alimentos durante todo el
año. Este ciclo productivo se desarrollaba con distintas variantes, de acuerdo a los
recursos naturales disponibles y a las tradiciones, en la mayoría de los pueblos de la
región.
- 108 -
Sobre la fundación de San Marcos, se han encontrado distintas versiones de
acuerdo a los testimonios de los ancianos del pueblo. Pero una es la que parece
gozar de mayor consenso y aceptación, y se encuentra vinculada con la de los
pueblos ribereños. Y es la que platica con muchos detalles Don Irenio Lizárraga
Sánchez, quien a sus 93 años goza del respeto de los sanmarqueños por su
prodigiosa memoria y su habilidad para relatar historias y anécdotas de la región sur
de Sinaloa. Don Irenio, quien también fue electo presidente de la junta de mejoras de
San Marcos en 1963, elabora el siguiente relato de acuerdo a las memorias
transmitidas de sus padres y abuelos:
En aquellos años del principio de todo, la región era una selva llena de lagunas, huanacaxtle, ceibas, palo de brasil y capomos. Posteriormente, se convirtió en un rincón de ganado. Ese ganado le pertenecía a los hermanos Marcos y Juan, apodado “Tillos”. Esas son las personas que estaban apoderadas del terreno aquí, ya que vieron que la gente tenía necesidad de trabajar se retiraron. Ahora, cuando fincaron el pueblo de Puerta de San Marcos le bautizaron con el nombre de Puerta porque era la puerta del ganado. Aquí le bautizaron con el nombre de San Marcos porque se llamaba Marcos el hermano, cuando ya la gente fue avanzando más formaron el pueblo de Juantillos lo bautizaron con el nombre del otro hermano, se llamaba Juan, y tenía “Tillos” por apodo.29
Estos dos hermanos eran hacendados criollos y vivían río abajo en el municipio
vecino de Concordia (probablemente en aquel entonces la Villa de San Sebastián).
Su actividad principal era la crianza de ganado. Sus hatos fueron creciendo a tal
magnitud, que les fue necesario buscar más terrenos para alimentar a las reses, y
como en aquellos tiempos las tierras eran vírgenes y carecían de títulos de
propiedad, quien podía se apoderaba de ellas y las utilizaba en su beneficio. La zona
era rica en capomales, planta que gusta mucho a las vacas y a los venados, un
29
Ibid
- 109 -
espacio ideal para desarrollar la actividad pecuaria. Esta región, que llegaba hasta el
lugar donde se ubica la cortina de la presa, generalmente se cerraba con palos y
cercos para mantener protegidos a los animales. Le llamaban rincón para el ganado.
De acuerdo al testimonio de Don Irenio, esto pudo haber ocurrido a mediados del
siglo XVIII (Ibid).
El relato continúa de una forma armoniosa y pacífica. Con el tiempo, se fue
corriendo la voz entre habitantes de pueblos aledaños de las bondades de aquel
rincón prodigioso. Llegaron familias de Mazatlán, en esos tiempos un pueblo de
pescadores, de la sindicatura de Villa Unión, de Rosario, de Aguacaliente de Gárate,
de Los Zapotes, de El Recreo, de Piaxtla, de El Limón de los Peraza y otros pueblos
donde habitaban familias que buscaban terrenos para poder trabajar. Los primeros
en aventurarse pertenecían a las familias de apellido Sánchez, Morenos, Patrones,
Arvallos, Riveras, Osunas, Encisos y Lizárraga.30 Entonces los hermanos Marcos y
Juan, de quien se desconoce los apellidos así como sus historias de vida, vieron que
esas familias tenían necesidad y les cedieron los terrenos. En honor al noble gesto
de los hermanos nombraron a uno de los asentamientos San Marcos y al otro Puerta
de San Marcos, ya que éste se ubicó donde era la entrada al apostadero para el
ganado. Y a otro tercer pueblo, Juantillos, por el segundo hermano.
De inmediato los nuevos pobladores, llegaron a acuerdos sobre la repartición
de la tierra. Establecieron lazos de compadrazgo para tratarse con “mayor respeto” y
se convirtieron en una gran familia. La tierra era generosa, les proveía de ricos
alimentos sin un gran esfuerzo, pues había árboles frutales y vegetación en
30
A usanza del pueblo, los apellidos se pronuncian tanto en singular como en plural.
- 110 -
abundancia para ellos y sus animales. Los temporales de lluvia eran copiosos.
Proliferaban los cultivos de mango, guayaba, naranjos, limas, limones, toronja,
aguacate, papaya, plátano, piñas, café, ciruela, cacahuate, ajonjolí, camote y otros
más, frutos que en muchos casos se “daban solos”. Todo era cuestión de sembrar
las semillas, “y ya de ahí no ocupaban mucho”. Desde su llegada los primeros
pobladores se dispusieron a trabajar en la agricultura y la crianza de animales,
principalmente reses, cerdos y gallinas. La vocación campesina y agropecuaria de
estos pueblos ha predominado durante décadas, aunque también se habla de la
cacería de venados, jabalíes, armadillos y algunas aves comestibles. Los relatos
destacan no sólo la flora sino también una fauna abundante, pues los mayores
recuerdan con especial ahínco el ruido ensordecedor de las guacamayas, cuichis y
muchos otros pájaros, “unas periqueras que daban miedo, y nos levantaban en la
madrugadita”.31
Pero en esos primeros años, los ricos o quienes poseían más terreno
compartían con los más pobres. Abrían las cercas de las huertas para que los más
necesitados pudieran entrar a cortar fruta y saciaran su hambre. En el relato destaca
la fraternidad con que los fundadores se trataban unos a otros, la convivencia
pacífica y la interacción directa con el medio ambiente como un paraíso idílico
proyectado desde la nostalgia. Y así lo confirma la siguiente expresión de nuestro
informante: “Era gente noble en aquellos tiempos, no había malicia, no había
31
Ibid
- 111 -
contrariedades; la gente era muy hermanable y luego lo primero que emprendían, se
hacían compadres los unos a los otros. Se ‘vían’ como una sola familia”.32
Por su parte, el señor Manuel Sánchez, también descendiente de una de las
familias fundadoras, describe a San Marcos como un “hermoso pueblo con una gran
historia” y sitúa la fecha de fundación hacia los años de 1760; y contrario a lo que
afirma el señor Irenio, asegura que unos obispos españoles llegaron a ese lugar e
impusieron a San Marcos como santo patrono del pueblo, a quien se le encomendó
la misión de cuidar de la gente y asimismo inspiró el nombre del poblado (Ramírez,
2008: 67). Es muy probable que los jerarcas católicos al ver que el pueblo ya contaba
con una nomenclatura se adhirieran a ésta, impulsando la fiesta del santo del mismo
nombre.
Por lo anterior se puede inferir que a San Marcos no se le imputa una fecha de
fundación precisa, sino que comienza su asentamiento de forma gradual y no
planificada. La apropiación del territorio y la definición simbólica de los espacios se
fueron construyendo de forma espontánea y con base en la interacción social y su
relación con el territorio. La estructura generacional abarca entre siete y ocho
generaciones de acuerdo a las entrevistas realizadas, contando con los actuales
niños. La mayoría de los adultos de mayor edad, de entre 85 y 90 años, recuerdan
que sus padres eran originarios de San Marcos, pero sus abuelos o alguno de ellos
llegó de algún otro rancho o comisaría, principalmente del sur del estado.
El relato de la fundación de San Marcos forma parte de la tradición oral de la
comunidad. Cabe resaltar el rol de Don Irenio Lizárraga como el depositario de la
32
Ibid
- 112 -
memoria colectiva, una suerte de cronista del pueblo legitimado por la mayoría de los
habitantes de la comunidad, a pesar (y quizá debido a ello) de no contar con ningún
nombramiento oficial. Cuestionado sobre si ha escrito sus memorias, señala la sien
derecha con su dedo índice y asegura que no necesita plasmarlo con tinta: “Todo lo
tengo aquí, en la cabeza, nada se me olvida… Mi mente es una grabadora”. En una
serie de entrevistas realizadas a más de 20 hombres y mujeres de la comunidad, se
pudo constatar que la historia anteriormente narrada es compartida, al menos en sus
elementos estructurales, por una gran parte de la población. Cuando hablan de la
fundación de San Marcos, suelen repetir este relato con ligeras variantes y es común
que los lugareños agreguen: “pregúntele a don Irenio, él es quien tiene todos los
detalles”, como si le fuera atribuida una función colectiva.
En este caso se observa cómo la tradición oral fundamenta su grado de
confianza entre los habitantes en los lazos sociales primarios, como es la familia,
además de la cercanía territorial, ya que son verdades directamente heredadas de
sus antepasados, padres, abuelos o abuelas, así como de sus parientes o de sus
vecinos a quienes conocen desde niños; y no tanto en las versiones de la historia
oficial proveniente de las instituciones estatales, las cuales son vistas con
desconfianza por parte de los comuneros y avecindados.
Esta versión sobre la fundación del pueblo y los primeros habitantes,
independientemente de su grado de verificabilidad y precisión histórica, muestra la
representación social de una comunidad en el sentido clásico. Sobresalen los valores
tradicionalistas —muy identificados con la cultura rural mexicana— y la familia como
un eje modelador de las interacciones sociales y de la organización comunitaria. Por
- 113 -
ello en el momento mismo de la formación del pueblo, la institución del compadrazgo
sirve para unificar a las familias y evitar conflictos por la distribución del espacio. Se
expresan ideales como la fraternidad, la cooperación mutua, el trabajo y la
convivencia pacífica.33 También el apego territorial en su forma más primigenia, es
decir, por el contacto directo con la Naturaleza y el territorio, el cual es valorado en
función de su productividad económica, pero también se construye simbólicamente a
través de las vivencias personales y familiares que se van constituyendo en una
narrativa compartida, que después viene a formar parte de las identidades tanto
individuales como colectivas de los pobladores. En suma, la nostalgia por la
comunidad ideal, a la manera de Bauman, que significa refugio, seguridad emocional
y armonía.
2. Patrones de asentamiento: la apropiación y valoración del territorio
Las familias fundadoras, como es natural, fueron formando descendencia, y el pueblo
fue creciendo, además de que después llegaron personas de otros pueblos a
avecindarse en San Marcos. Se estima que para los años de 1930, en el pueblo
habitaban poco más de 70 familias.34 Los que tenían los mejores terrenos poco a
poco amasaron pequeñas fortunas y propiedades con la agricultura y la crianza de
animales. Después comenzó la costumbre de que los terratenientes prestaran un
33
De acuerdo al estudio clásico de Larissa Adler de Lomnitz, el compadrazgo es una institución que establece lazos permanentes entre dos familias, ya sea con el fin de reforzar lazos existentes y formar una red de intercambio recíproco, o en muchos casos, también es para evitar posibles conflictos y proteger a los grupos involucrados. El compadrazgo suele ser una relación de mayor significado en el campo que en la ciudad, donde muchas veces se pierde contacto con los compadres o comadres y se relega sólo para ocasiones especiales. Se puede consultar en: Lomnitz, Larissa (1975). Cómo sobreviven los marginados. México, Editorial Siglo XXI, pp. 172-188. 34
La estimación se obtuvo con base en las declaraciones de algunos comuneros que pertenecieron a las juntas de mejoras.
- 114 -
pedazo de tierra a los que no tenían parcelas para que pudieran sembrar maíz y frijol
a cambio de una parte de la cosecha, que podría ser incluso la mitad de la
producción o alguna otra cantidad previamente pactada, un sistema al que los
campesinos llaman la “faina” y cuyo uso continuó hasta la época reciente como una
forma de división del trabajo en el campo, que aunque impulsaba un desarrollo
inequitativo entre agricultores y campesinos, funcionó con relativa armonía durante
decenios. Amén de algunas quejas por los altos costos de la renta de las parcelas y
el empobrecimiento de los labriegos, de acuerdo al contenido arrojado por las
entrevistas, el método de las “fainitas” (como también se le conocía entre los locales)
se utilizó sin contratiempos y sin despertar inconformidades lo suficientemente
importantes como para amenazar el orden establecido, quizá por el hecho de que las
relaciones de trabajo en las actividades agropecuarias estaban muy imbuidas por los
nexos de parentesco y personales, y un hacendado, por ejemplo, podía ser
compadre de algunos de sus trabajadores, que en el trato cotidiano, aparentemente,
no era visto sólo como un empleado.35
Los arreglos económicos entre dueños de las tierras y trabajadores
presentaban distintos grados de equilibrio, ya sea que el campesino arrendara la
parcela y la trabajara, o realizara labores para un hacendado vendiendo su fuerza
laboral. Aunque se puede suponer que la mayoría favorecían a los patrones, había
algunos acuerdos beneficiosos para los peones, como el usufructo de una parcela a
cambio sólo de trabajo, de cuidar una hacienda por las noches o labores diversas.
Además, en la mayoría de los casos las parcelas se rentaban al mismo campesino
35
Una variación del vocablo faena, que se utiliza en algunos pueblos de la región sur de Sinaloa para designar una porción de tierra cedida en préstamo para producción agrícola o ganadera.
- 115 -
año con año, respetando una especie de derecho de antigüedad por el cual no se le
asignaba a otro jornalero. Algunos entrevistados señalan que en ocasiones iban a
mitades con el dueño del terreno, y en otras acordaban como pago por el usufructo
de la tierra una determinada cantidad del producto, por ejemplo cuatro sacos de maíz
o de frijol, pero el resto de la cosecha era vendido por el trabajador de forma libre,
aunque con un alto nivel de riesgo y con la carga de las deudas adquiridas con los
terratenientes. 36
Otra modalidad consistía en que el dueño “habilitaba” al trabajador, es decir, le
pagaba todo o una parte por adelantado si éste mostraba urgencia del salario, un
préstamo que después éste le pagaba con intereses. De igual forma, las condiciones
eran muy variables, hay quienes señalan que pagaban el doble de lo prestado, pero
también se podía pactar por distintas cantidades o proporciones de las cosechas que
no resultaban tan onerosas para el campesinado. Debido a ello, con frecuencia el
“habilitar” era una acción vista como una ayuda. A pesar de los evidentes
desequilibrios económicos entre quienes poseen tierras y quienes no, ningún
testimonio menciona el sometimiento o la servidumbre extrema en las haciendas de
esta región del sur de Sinaloa. Las condiciones y la paga del trabajo del campo se
pactaban mediante la palabra de ambas partes, y al parecer en la mayoría de los
tratos se respetaban los acuerdos dando cierta estabilidad a los campesinos y a los
terratenientes. Las escalas de producción fueron aumentando, aunque a niveles
modestos, ya que no se encuentran registros de la participación de esta microrregión
en el volumen de exportaciones del estado de Sinaloa a lo largo del siglo XIX; sin
36
Entrevista a María Ascención Moreno Enciso, entrevistada por la autora, entrevista # 19,
Universidad Autónoma de Sinaloa, 8 de julio de 2012.
- 116 -
embargo, San Marcos se convirtió en el centro neurálgico de la zona integrando a
poblados, comisarías y ranchos circunvecinos, a quienes vendía sus productos, al
igual que al puerto de Mazatlán. Posteriormente, y como veremos en el siguiente
apartado, la pequeña industria llegaría a San Marcos con el esplendor de los
cañaverales y las moliendas.
Pero la tierra fue apropiada no sólo para el trabajo y las actividades
económicas, sino también como hábitat, como lugar para la vida y para las relaciones
sociales. En San Marcos, como en muchas comunidades rurales, ambos aspectos se
encuentran estrechamente ligados, al igual que con la institución de la familia, que en
este caso se compone de roles tradicionales. La familia constituye uno de los
factores básicos del patrón de asentamiento desde los primeros años. La comunidad
se creó como un sistema interrelacionado de grupos familiares. Con el paso del
tiempo, la constitución de nuevos matrimonios y, por ende, de nuevas familias, fue
modificando la distribución de las viviendas y la repartición de los recursos. Lo común
era que si una familia poseía una o dos hectáreas, cuidara sus propiedades para
heredar a los hijos, a su muerte o en vida, una parte del terreno para que estos
pudieran vivir y trabajar ya sea en la ganadería o en pequeños cultivos. Con
frecuencia las casas estaban comunicadas con las moradas de los padres, abuelos u
otros parientes y configuraban una red social de ayuda e intercambios que se
extendía tanto a las labores del hogar como al trabajo del campo. Esta situación se
aplicaba de igual manera en aquellas viviendas que se construían por separado. Se
estilaba que al fallecer el propietario de una finca o de un terreno, las tierras y bienes
pasaban a manos de los hijos o parientes, pero también cuando alguien quería
- 117 -
vender una propiedad siempre se prefería que el comprador fuera alguien de la
misma familia para que la propiedad no se “perdiera” y se conservara el patrimonio
de forma intergeneracional. Con los mismos criterios se elegía la ubicación de las
moradas, buscando quedar cerca de los parientes lo más posible, con el fin de
reforzar los lazos de amistad y solidaridad.
En el Viejo San Marcos, durante las primeras décadas del siglo XX, recuerdan
los mayores del pueblo, las casas se hacían de “palo parado”, con madera de
árboles de la región, especialmente de brasil y de huanacaxtle, consideradas
maderas resistentes después de un tratamiento especial que consiste en poner a
secar la madera durante unos días y después curarla con una especie de barniz. Con
esta madera se edifica la estructura de la casa a base de horcones, pilares con una
horquilla en la parte superior, donde posteriormente se coloca el techo de palma,
material que también se encuentra con facilidad en los alrededores y frecuentemente
como materia residual. Se trata de una forma de vivienda típica de la región. Los
pobladores afirman que este tipo de vivienda soporta vendavales y aguaceros,
debido a que los fabricantes poseen una notable habilidad para el tejido de la palma,
cuyo perfecto entramado ayuda a evitar escurrimientos hacia el interior de las casas
en los tiempos de “aguas”. La disponibilidad de los materiales y los saberes de los
pobladores significaban la obtención de una vivienda a bajo costo que dependía
únicamente de su trabajo y de sus capacidades.
Al pasar del tiempo se fueron haciendo casas de lodo y, posteriormente, de
“material” (cemento, ladrillo y varilla, a la usanza de los asentamientos urbanos)
mezclando las viejas habilidades con nuevas técnicas y materiales. Las casonas
- 118 -
ubicadas alrededor de la plaza, que al principio era un capomal y después se
convirtió en el corazón del pueblo de San Marcos, se caracterizaban por sus anchas
paredes hechas de ladrillo (de hasta sesenta centímetros de ancho), techos de teja
sostenidos por vigas de ébano, amplios porches adornados con macetones y
pesadas mecedoras. El porche cumple una función social. Propicia que la
convivencia entre amigos, familiares o vecinos sea más frecuente y por más tiempo.
De igual forma, proporciona a los moradores una sensación de relajamiento el
sentarse en el porche y observar el panorama, y platicar con los transeúntes,
normalmente vecinos que regresan por las tardes de las parcelas o del cuidado del
ganado.
Sobre las particularidades urbanísticas del viejo San Marcos y sus viviendas,
los arquitectos René Armando Llanes Gutiérrez y Servando Rojo Quintero,
investigadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa, escribieron lo siguiente
después de un recorrido por el pueblo realizado unos meses antes del desalojo:
[…] La arquitectura y los espacios urbanos son producto de una respuesta a las condiciones climatológicas, culturales y de los recursos disponibles en el entorno. Por ejemplo, sus anchos muros son de adobe, los techos de vara blanca, lodo y teja; si los materiales usados ayudan a mitigar las altas temperaturas, la disposición de sus espacios (con una superficie construida de 200 metros cuadrados en promedio) también responden a esta necesidad. Sus amplios portales permiten la libre circulación del aire, pero también son el espacio por excelencia donde se desarrolla la convivencia social; el externo, es el de las buenas tardes o días, el del saludo cotidiano con el transeúnte, el amigo o el vecino; el interno, el de la convivencia familiar. El lote es una extensión de la vivienda, bajo la sombra de sus árboles, los moradores lo mismo descansan de la inclemencia de los rayos del sol, como también alberga los lavaderos y otras actividades.37
37
Llanes, Armando y Rojo, Servando (2009). “Y las querencias quién me las va a pagar”. En Picachos. Los caminos del desarraigo y la resistencia. México, Universidad Autónoma de Sinaloa, pp. 79-88.
- 119 -
La forma de apropiación del espacio vital de la vivienda habla de una
concordancia entre los recursos naturales disponibles, es decir, el territorio, y la
forma de vida económica y sociocultural, pero también es importante mencionar la
experiencia del tiempo en su convergencia con el espacio. En estas casas se
advierte una construcción eminentemente progresiva. Entre las familias
entrevistadas, las historias suelen ser recurrentes en el sentido de que las casas se
van construyendo poco a poco conforme va creciendo el número de integrantes del
hogar o conforme lo iba permitiendo la situación económica. Prevalece una
construcción por etapas, paulatina y acumulativa de objetos, enseres, pertenencias
personales y compartidas, que se convierten en símbolos de una historia personal y,
en ocasiones, familiar e intergeneracional. Por ejemplo, narra la dueña de una casa
con más de 70 años de antigüedad del viejo San Marcos: “Al principio cuando me
casé teníamos una casa de palo parado, ahí tuvimos la boda, después fuimos
construyendo la casa de material y ampliándola pues tuvimos ocho hijos y no
cabíamos; cuando tuvimos nietos construimos una casa al lado para que viviera una
de mis hijas y la parte de atrás del terreno se lo dimos a otro hijo.” 38
Y así como la vinculación familiar representaba un eje para la apropiación del
territorio, otros espacios resaltan por ser altamente significativos en las historias de
vida de los pobladores, entre ellos la iglesia, la plazuela, el arroyo y los cañaverales.
Al pasar del tiempo la plaza se convirtió en el centro neurálgico del poblado,
constituyendo un nuevo patrón de asentamiento y símbolo de estatus, pues a su
38
Entrevista a Nicolasa Sánchez, realizada por la autora. Entrevista # 14, Universidad Autónoma de Sinaloa, 1 de mayo de 2012.
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alrededor se localizaban las fincas de las familias más importantes. Después en el
mismo lugar se construyó la plazuela, cuya obra se inició a principios de la década
de 1930 y concluida en 1950, la cual se convirtió en el espacio más importante para
los eventos comunitarios, entre los que destacaban las fiestas populares y las
asambleas.39
Cerca de medio siglo antes, en 1906, se inició la construcción de la iglesia bajo
el auspicio de uno de los hombres ricos del pueblo, el señor Cosme Rivera, quien
aportó gran parte de los fondos necesarios para la obra, en la que participó todo el
pueblo, ya fuera acarreando material o en las labores de albañilería. Durante los
años posteriores continuó el remozamiento del templo, y de los poblados ubicados
hacia arriba en la sierra provinieron donaciones en dinero y en especie, se arregló el
altar, se colocaron los santos y las figuras religiosas, y recientemente, el enrejado en
la parte frontal.
De lo anterior, se desprende que el patrón de asentamiento del viejo pueblo se
caracterizó por tres elementos básicos que se entrelazan entre sí: los recursos
naturales del territorio, las relaciones familiares y comunales, y el desarrollo de las
actividades económicas, principalmente en el sector agropecuario a pequeña escala.
El nexo de los tres elementos es perfectamente perceptible en los espacios
habitados, por ejemplo, una vivienda puede ser a la vez el lugar para la vida y el
lugar para la crianza de animales y estrategias de sobrevivencia como los cultivos
39
De acuerdo a la placa que ostentaba el kiosco en el viejo pueblo, la plazuela fue terminada en 1950 durante la administración del presidente municipal Ramón Ponzo Peña con ayuda de la junta de mejoras materiales de la comunidad de San Marcos, con fecha del 19 de noviembre del mismo año.
- 121 -
traspatio, cuyos productos sirven a la vez de autoconsumo y para la venta al
mercado local.
Este patrón marca una forma particular de apropiación del territorio muy
diferente al de los núcleos urbanos donde no necesariamente las decisiones de
dónde y cómo habitar se toman en torno a la conservación de la familia, sino que por
el contrario, obedecen a motivaciones más individuales que colectivas. Si para Max
Weber, el momento fundacional de la era moderna es precisamente la separación del
hogar y la producción, los poblados rurales de la sierra transitan aún hoy en día en
un ámbito premoderno, donde la expresión comunal es el esqueleto de las
estructuras sociales, con esporádicos o nulos encuentros con las sociedades
modernas o inclusive postmodernas.
En el proceso de formación de la comunidad de San Marcos —al menos en el
relato dominante— se puede observar una fuerte solidaridad mecánica, según
concepto de Emile Durkheim ejemplificado en comunidades agrarias de mayor
antigüedad, fenómeno que se presenta por las semejanzas de los individuos y se
vincula con relaciones sociales simples, en grupos más bien homogéneos donde
todos desempeñan papeles similares.
Esta solidaridad se deriva de la conciencia colectiva, que viene a ejercer un
dominio sobre la conciencia individual. Lo anterior genera a su vez, siguiendo al
mismo autor, una densidad dinámica menor, y por ende, cambios sociales lentos y
graduales. El tiempo parece transcurrir sin prisa y permea la sensación de que no
pasa nada. Existe el tiempo suficiente para que los grupos sociales desarrollen
procesos de adaptación y las transformaciones resulten menos traumáticas.
- 122 -
Así, el origen mismo de la comunidad y la forma en que San Marcos se fue
convirtiendo en un pueblo con una identidad propia, reconocida por propios y
extraños, resulta de una construcción colectiva que se va dando poco a poco con el
paso del tiempo, con la llegada de las primeras familias, con sus descendientes
después y con pequeñas oleadas de migraciones y retornos más adelante.
El proceso mismo de adaptación, apropiación y valoración del territorio va
cimentando un imaginario popular en torno al espacio geográfico y la relación de éste
con sus habitantes. De tal forma, que a través de las vivencias directas con el
territorio y sus recursos se crean las narrativas compartidas, que aunque informales
van orientando y construyendo las identidades, que en este caso muestra un fuerte
componente socioterritorial que se deriva en topofilia, término acuñado para definir el
apego afectivo a un territorio.
Aquí se presenta de forma transversal ya que el territorio, valorado y apropiado,
atraviesa todos los aspectos de la experiencia vital desde lo material hasta lo
intangible. El territorio lo es todo. Lo económico, lo político, lo social y hasta lo
emocional no se viven como ámbitos separados, sino como una sola cosa vinculada
estrechamente a la tierra y a sus ciclos y procesos.
Las relaciones familiares y personales, así como la supervivencia, las
actividades económicas se encuentran entrelazadas y por ello en este tipo de
comunidades el despojo del territorio conlleva efectos devastadores, porque no se
pierde en un único aspecto de la vida, sino que la pérdida es sentida con el carácter
de totalidad.
- 123 -
3. El desarrollo agrícola: esplendor y declive de los cañaverales
En el viejo pueblo, la agricultura y la ganadería representaron el pilar económico en
la comunidad de San Marcos, en torno a las cuales giraron también las actividades
cotidianas en la comunidad. La mayoría eran pequeños productores y destinaban
una parte de las cosechas al autoconsumo y el resto al mercado regional. Incluso en
la actualidad, las viviendas suelen contener corrales para la crianza de gallinas,
cerdos, vacas y chivos. También se producen quesos (cuajadas) y otros alimentos.
La división social del trabajo, imbricada con las estructuras familiar y comunal,
nunca se desarrolló bajo los esquemas de la industria, pero sí floreció una pequeña
industria artesanal en torno a los cañaverales. La instalación de moliendas en las
márgenes del río permanece en la añoranza de muchos; se presume que la etapa de
su esplendor se vivió entre los años 40 y 60 del siglo XX. Fue un cultivo que duró
más de cien años en activo. Sus inicios pueden situarse desde los orígenes del
pueblo, como lo muestra el siguiente testimonio:
Desde los primeros tiempos del pueblo, cuando comenzaron las gentes a limpiar sus parcelas, construir sus casas, se dieron cuenta de que esas tierras eran ideales para la siembra de caña de azúcar y comenzó el auge de una actividad que marcó época en San Marcos y en los alrededores. El primero en sembrar caña fue un hombre llamado Juan Sánchez y su esposa, Josefa Ontiveros. Como no había todavía molinos de fierro, ellos a como pudieron hicieron un molino de palo que era jalado por un par de bueyes. Cuando ya se dieron cuenta de que la siembra de caña dio resultado, enseguida otros dueños de terreno vieron que sus tierras también eran apropiadas para sembrar caña, e incursionaron en el cultivo: familias Moreno, Enciso, Osuna y Valle eran las que poseían mayores extensiones. A partir de ahí el paisaje se llenó de grandes manchas de cañaverales a lo largo del río. Casi todos los campesinos se dedicaron a este cultivo en mayor o menor escala.40
40
Entrevista a Irenio Lizárraga Sánchez, entrevistado por la autora, entrevista # 10, Universidad Autónoma de Sinaloa, 24 de febrero de 2012.
- 124 -
El sistema de riego era a través de acequias, unos canales que se elaboraban
desde las orillas del río para llevar el agua hacia los cultivos, por lo que no se
necesitaban altas inversiones para irrigar las tierras. Los cañaverales proporcionaron
una fuente de trabajo importante para los campesinos, sobre todo antes de la llegada
de los primeros molinos industriales. Surgieron nuevos oficios. Se necesitaban al
menos cinco mozos para el corte de la caña, además de tres o cuatro acarreadores.
Ya en la molienda, un atizador, tres vaqueros, un gabacero, uno para meter la caña
al molino y un panochero. Este se convirtió en un personaje importante porque de él
dependía el sabor del piloncillo y no era fácil encontrar a alguien que supiera darle el
toque exacto con base solo en su buen gusto y en la experiencia adquirida (Ibíd.). 41
De acuerdo a varios testimonios, el piloncillo de San Marcos se hizo de fama en
los alrededores y creció la demanda por el producto. Se vendía en Mazatlán, los
minerales de Guadalupe de los Reyes, Pánuco, Cerro Verde, Ventanas, La Palma,
Puerta de Canoas, Los Añiles, San Pablo, El Recreo, El Verde Camacho y Mármol.
También en otros pueblos como El Quemado, El Quelite, La Mora Escarbada, El
Carrizal, El Varal, Las Tinajas, Las Chicuras, La Sábila, Tierras Blancas y El Limón
de los Peraza.
Hasta entonces los molinos eran de madera jalados por bueyes o mulas.
Pasado el tiempo algunos agricultores se empeñaron en llevar a San Marcos molinos
más grandes, de mayor productividad. Don Irenio Lizárraga Sánchez recuerda que
41
El panochero dirigía todo el proceso de fabricación del mencionado dulce e indicaba las cantidades
exactas y los tiempos para que el piloncillo tuviera la consistencia idónea y un olor y un sabor inmejorables.
- 125 -
su abuelo Vicente Sánchez fue el primero que trajo un molino, por lo que tuvieron la
necesidad de organizarse debido al alto costo de la maquinaria:
Llegaron tres molinos a Mazatlán, uno muy grande para jalarlo con motor, se le hizo muy pesado, muy caro, y siempre compró un molino para jalarlo con mulas [...] Sobre él, compraron los Encisos. Martín Enciso, Don Vicente Enciso, Don Félix Osuna, fue una sociedad que se organizó. Llegaron al acuerdo de entre todos comprar un molino, porque era muy caro, porque todos eran poquiteros, por eso compraron un molino entre todos y lo usaban por turnos.42
Después, otros productores adquirieron sus molinos: la familia Moreno, de San
Marcos; Ignacio Sánchez y una señora llamada Cenovia, de la Puerta de San
Marcos, hicieron lo mismo y tenían sus lotes sembrados de caña. Hasta que se llegó
el día en que había cinco molinos en la región. Con los cinco molinos trabajando a
toda su capacidad:
Aquí el fuerte [de la siembra de caña] era en la época de mis papás yo alcancé una parte. Las moliendas era trabajo temporal por año, por ejemplo, comenzaban como en enero a moler, y en abril o mayo era el término… porque todo el terreno parejo de todo el arroyo estaba sembrado de pura caña, y ese era el fuertecito de los padres de uno, con lo que se mantenían con trabajo […]”, recuerda Lorenzo Valle, quien ronda las siete décadas de vida y se ha dedicado desde niño al trabajo del campo.43
El ciclo de la siembra y tumbado de la caña, y posteriormente el de la preparación
del piloncillo abarcaba todo el calendario en la vida cotidiana del pueblo. Terminando
de festejar la llegada del Año Nuevo, los pobladores se disponían a trabajar en la
molienda y en la preparación del dulce, procesos que duraban de enero a abril o
mayo; y luego de un breve receso, en el mes de junio con la llegada de las “aguas”
42
(Ibíd.) 43
Entrevista a Lorenzo Sánchez, entrevistado por la autora, entrevista # 07, Universidad Autónoma de Sinaloa, 15 de enero de 2012.
- 126 -
empezaban con los sembradíos de caña y posteriormente con el cuidado de las
parcelas.
Los pobladores de San Marcos recuerdan con nostalgia la época de las
moliendas, cuando entraban a comer colas, como llamaban a los sobrantes del
piloncillo, pues en moldes de madera que se colocaban a lo largo de una base hecha
con tablas, a semejanza de un banco, vertían el aguamiel para esperar después a su
condensación, y en el espacio entre molde y molde quedaba una porción que se
repartía entre los niños que tarde a tarde acudían a degustarlo; y de igual forma se
regalaba a la gente parte de este jarabe, que se producía y que quedaba en los
cazos (recipiente utilizado para su elaboración) y que constituía la medida de
producción. De igual forma, los sembradíos de caña eran un elemento importante en
el paisaje, un símbolo del pueblo que en sus inicios llegó a ser conocido como el
“Gran Cañaveral”, por la mancha verde que bordeaba el río, siendo de la admiración
de pobladores locales y de visitantes.
Y así prosiguió la bonanza de la caña durante décadas, hasta que comenzó la
decadencia a mediados de los años 70. Se menciona entre otras causas la
instalación y florecimiento de ingenios azucareros en otros municipios del estado y
en el vecino estado de Nayarit, pues con la producción en masa abarataron los
costos y, por ende, el producto; y comenzaron a surtir en los lugares de donde
provenía la clientela de los fabricantes de piloncillo de San Marcos. Según don Irenio
Lizárraga Sánchez, ese fue el principio del fin, pues la gente prefería comprar lo más
barato, aunque no fuera de igual calidad que el piloncillo que se producía en San
Marcos. Pero como él se considera de fuerte espíritu y no se daba fácilmente por
- 127 -
vencido, optó por vender piloncillo y se vio en la necesidad de recorrer nuevas
latitudes a lomo de bestia:
Pero llegó el día que se abrieron unos ingenios para el sur, aquí para Nayarit en grande escala, antes de eso nosotros teníamos unas entregas pero buenas. Venía gente de Mazatlán, de El Quelite, de El Quemado, de La Sávila, de El Recodo, aquí a la Redonda; Tepuxta, Pichilingue, Veranos. Venían hasta aquí a llevar eso cuando no venían. Yo como mi padre molía bastante y cuando no se acababa la molienda y se tardaba para venir los compradores, yo cargaba animales con piloncillo y me salía a vender por los pueblos, yo conozco todos los pueblos que nos rodean Puerta de Canoas, La Palma, Los Añiles, Confital, San Pablo, Los Zapotes, El Recreo, El Verde Camacho.44
La segunda causa que se menciona es la escasez de agua, ya que las lluvias se
fueron haciendo cada vez menos con el pasar de los años, lo que encareció el cultivo
mermando la producción, sin mencionar lo costoso que resultaba instalar un sistema
de bombeo y hacer pozos para captar el agua y regar la siembra de caña. Son
constantes las referencias a las copiosas lluvias de décadas anteriores, en contraste
con las sequías de la época actual. Una de ellas es la expresión de don Pedro Valle
al afirmar que “faltó gobierno pa’ cuidar las higueras, por eso ya no llueve como
antes. Si hubieran hecho esta presa [la Picachos] con aquellos aguaceros, otra cosa
fuera, ya pa´ qué la hacen ahorita que casi ni llueve”.
Por último, con el auge del cultivo de la marihuana en los altos de la sierra,
muchos trabajadores abandonaron los otros cultivos tradicionales como el maíz, el
frijol y la caña, en busca de aumentar sus ingresos. La diferencia en el valor de la
cosecha era estratosférica. Con un kilogramo de marihuana se compraban 10 sacos
de maíz, recuerdan algunos ancianos que en su juventud se dedicaron a las labores
44
Entrevista a Lorenzo Sánchez, entrevistado por la autora, entrevista # 07, Universidad Autónoma de Sinaloa, 15 de enero de 2012.
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del campo. Hubo una temporada en que escaseó la mano de obra a tal grado, que
los dueños de parcelas batallaban para encontrar gente que se hiciera cargo de las
faenas pendientes, como relata don Lorenzo Valle: 45
Por eso se quitaron todos esos cañaverales, porque ya gente no hubo pa’ l trabajo. Fue cuando la gente se fue a trabajar pa’ rriba, pa’ la sierra; y entonces yo un día iba pasando por ahí por la casa, venía del rancho Las Tatemas y me dijo [hablando con uno de los últimos productores de caña] pos no puedo hallar, Lorenzo, gente. Este día trabajo dos cazos nomás […] ¿Cuánto le queda que moler? Unos cuatro, cinco días […] yo lo voy a echar fuera, le dije, porque nosotros trabajábamos allá con mi padre pa’ que salga de ese parto, don Chuy […] y en cuatro días terminamos y ya terminó y se puso y las quitó y las arrancó [las moliendas] y ya se quitaron los cañaverales. 46
Lo más probable es que el declive de las moliendas de caña fue provocado por
una combinación de todos los factores mencionados, pero sin duda el auge del
cultivo del cannabis significó el declive de la agricultura, como se había venido dando
hasta el momento. Para 1968, recuerda el profesor José Carlos Castro, comenzó a
presentarse el cultivo de la hierba ilegal de forma masiva en esa región sureña del
estado: “Los campesinos lo veían como un trabajo más, y es que por decir algo, por
sembrar maíz les pagaban 10 pesos y por sembrar marihuana les pagaban 50 y les
daban la comida, entonces era muy común que en temporadas de cosecha me
pidieron a los muchachos para llevárselos a trabajar”, rememora el mentor, quien
vivió trece años de su vida en la comunidad.47
45
Cada saco contenían aproximadamente 20 kilogramos. 46
Entrevista a Irenio Lizárraga Sánchez, entrevistado por la autora, entrevista # 10, Universidad Autónoma de Sinaloa, 24 de febrero de 2012. 47
Entrevista a José Carlos Castro, entrevistado por la autora, entrevista # 15, Universidad Autónoma de Sinaloa, 16 de mayo de 2012.
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Cabe mencionar que el cultivo y trasiego de drogas ilícitas ha trastocado la vida
del pueblo de manera significativa al desarticular los patrones de convivencia
emanados de la agricultura convencional y al involucrar a los campesinos en la
esfera de la ilegalidad; sin embargo, la incursión en la producción de drogas
prohibidas no es un tema que figure en el discurso de los entrevistados, quizás por
temor a represalias debido a un estado de violencia que afecta la región.48
A manera de conclusión, se puede afirmar que las actividades económicas
refuerzan el vínculo socioterritorial en las localidades que se dedican principalmente
a las actividades vinculadas al sector primario, ya que la tierra es proveedora directa
del sustento y ejerce un reforzamiento de las identidades construidas en función de
los roles derivados del trabajo del campo.
En esta dinámica, sobre todo al tratarse de procesos escasamente tecnificados,
los recursos naturales revisten mayor relevancia, como los cañaverales y el arroyo
en su momento, y que además de su evidente valor material conlleva una carga
simbólica como espacio estratégico para la sobrevivencia pero también para la
interacción social y el esparcimiento.49
48
El periodo de las entrevistas se realizó poco tiempo después de una ola de violencia en la región de la sindicatura de La Noria, especialmente en San Marcos, que abarcó desde finales de 2010 hasta marzo de 2011 aproximadamente, por lo que fue necesario posponer durante meses el trabajo de campo. 49
El arroyo era además de fuente de riego para la agricultura un espacio de esparcimiento y de convivencia social. Los niños jugaban y se bañaban en él; las familias se reunían y las mujeres jóvenes acarreaban agua para llevar a sus hogares, situación que aprovechaban los hombres para cortejarlas o encontrarse con ellas en el arroyo. Había muchos tiros de donde acarreaban el agua, pero había un solo tiro público en el que concurrían la mayoría. Ahí era donde se enamoraban de los novios, rememora doña Leoba, a sus 86 años de edad. Eran comunes las escenas donde una mozuela gritaba “¡Voy al agua mamá!”, y era el pretexto para encontrarse con el enamorado. La mayoría de los entrevistados atesoran anécdotas personales que giran alrededor del riachuelo.
- 130 -
4. La vida: un ciclo de festividades
Las festividades en el viejo San Marcos se vivían más como un gran ciclo, que como
celebraciones separadas y diferenciadas entre sí. Para enumerar sus fiestas, los
sanmarqueños recorren desde el inicio hasta finales del año, es decir, comienzan el
año celebrando y así lo terminan. Y aunque muchas fiestas coinciden con el
calendario festivo de la tradición mexicana, la comunidad le imprime sus
características particulares a cada fiesta. De tal manera que se convierte en una
actividad cotidiana que entrelaza las labores del campo, la vida familiar y las
prácticas religiosas.
A continuación, con base en las historias de los vecinos de San Marcos, se
describirán una a una las principales celebraciones, siendo la más importante la del
25 de abril, dedicada a San Marcos, el santo patrono. No se cuenta con registros de
cuándo y cómo se empezó esta tradición, sin embargo, de acuerdo a las memorias
de las personas más longevas del pueblo, a principios del siglo XIX, ya se hablaba de
la singularidad de las fiestas de abril y cuya fama en la región se había extendido
entre los pueblos y ranchos circunvecinos.
En las fiestas del 25 de abril se desarrollaban diversas actividades con la
participación de todas las personas del pueblo: hombres y mujeres, niños y adultos,
ricos y pobres, incluso, fugitivos de la justicia, además de la llegada de cientos de
visitantes foráneos. Aunque el motivo principal de la celebración era religioso, los
actos en la iglesia sólo ocupaban una pequeña parte del itinerario. El día 25 era la
costumbre celebrar bautizos y primeras comuniones en la vieja capilla. Cuentan que
todos los pobladores de los altos de la sierra preferían el templo de San Marcos para
- 131 -
sus ceremonias religiosas, que se oficiaban normalmente durante las mañanas;
muchos recuerdan que hubo ocasiones en que de tanto bautizo, el cura terminaba
hasta ya entrada la noche. Por la tarde comenzaban los bailes en la plaza.
Durante los primeros años de la festividad no había luz eléctrica, y los bailes se
alumbraban con cachimbas (unas lámparas hechizas a base de petróleo y que se
colgaban con un mecate que se le colocaba por dentro). Recuerdan que como
maldad, los más borrachos las apagaban a balazos y por lo que asustados, la gente
salía corriendo y se acababa el baile. Era el espacio y el tiempo en que los hombres
lucían sus caballos y su espíritu bravío, las mujeres su belleza y los más ricos eran
iguales que los más pobres. En esos momentos podían olvidarse las rencillas, las
diferencias entre terratenientes y campesinos, además de ser el momento para la
convivencia y el esparcimiento, después de las extenuantes jornadas del campo.
Los relatos exaltan los excesos: los tumultos de gente, el estruendo de varias
músicas al mismo tiempo, el abundante consumo de bebidas alcohólicas, sobre todo
el mezcal que se producía en la región y la cerveza, además de la duración de la
fiesta, que podía prolongarse hasta por seis días o una semana completa. La
cantidad de asistentes que se contaban en cientos y en miles ya en las décadas más
recientes.
Además de los bailes con tambora, había toreadas, carreras de caballos con
apuestas, juegos pirotécnicos, vendimias y hasta una pequeña feria de juegos
mecánicos. Por la calle principal, la que va hacia el arroyo, se colocaban los puestos
de antojitos mexicanos donde se ofrecían gorditas, tostadas, asado y pollo a la plaza;
- 132 -
y también puestos con venta de artículos varios como losas, zapatos, ropa, juguetes,
etcétera, donde aprovechaban las amas de casa para surtirse.
El corrido a San Marcos, compuesto por Hortensia Gutiérrez, una de las
comuneras desplazadas, sintetiza las remembranzas de las viejas fiestas y la
nostalgia por el territorio perdido:
¡Ay, mi San Marcos querido, siempre te reviviré Con esas fiestas preciosas y sus bautizos también Con su grande jaripeada siempre la recordaré. Amigo te has de acordar de esas fiestas regionales, Ahí asistía gente de muchas comunidades De pueblos avecinados y de todas las ciudades…50
Sin duda, uno de los recuerdos más recurrentes fue el poder de convocatoria de la
fiesta y el regreso de los ausentes, pues se reunían personas de todos los pueblos
de la región, así como a aquellos oriundos de San Marcos que han emigrado por
diversas razones, en busca de oportunidades laborales, por una mejor educación
para los hijos o simplemente para incrementar sus ingresos económicos. Los
ranchos y comisarías que nutrían de visitantes las fiestas de San Marcos eran
primero de los más cercanos: La Noria, Las Tatemas, Puerta de San Marcos, Las
Iguanas, Casas Viejas, Los Copales, El Placer, Puerta de Canoas, El Habal,
Juantillos, La Hacienda, entre muchos otros; pero también de otros municipios del
estado y de la ciudad de Mazatlán, principal destino de los sanmarqueños que
decidieron emigrar, aunque también decidieron irse a otras ciudades del país y del
extranjero, principalmente a Estados Unidos.
50
Fragmento. Producción independiente proporcionada por la autora.
- 133 -
Pero el 25 de abril es la cita para el retorno, por lo menos temporal, la fecha
esperada en que regresan los hijos, los hermanos, todos los parientes que “andaban
fuera”. Doña Francisca Valle recuerda cómo su casa se llenaba de familia y
amistades que se quedaban dos o más días según lo que durara la fiesta. “N’hombre
en estas fechas no cabía la gente por la casa, ahí les decía yo, los que no quepan
[en las recámaras] ahí está el piso, y se tendían todos juntos de que apenas y se
podía caminar, y a la hora de la comida había que turnarse porque el comedor no
alcanzaba […] eran bonitos aquellos tiempos”, rememora una de las descendientes
de los fundadores del pueblo.
Platican las mujeres, tanto las jóvenes como las mayores, que meses antes
iniciaban los preparativos para asistir a las fiestas, se mandaban hacer los trajes con
antelación para vestir sus “mejores galas”, aunque también había quienes viajaban al
puerto de Mazatlán a comprar vestidos idóneos para el baile. Todas las que podían,
estrenaban y las que no, destinaban por lo menos un vestido especial para la
celebración. Y aunque después del jolgorio, quedaba la cruda moral de las deudas,
en muchas ocasiones no se escatimaba en lucir bien el día festivo. “Había que
estrenar cada día y el mejor vestido, p’al último; también los niños tenían que
estrenar por lo menos uno de los días”, recuerda la señora Refugio Medina, nacida y
criada en San Marcos y quien no se perdía ninguna de las fiestas.51
Las primeras fiestas se preparaban bajo la iniciativa de los pobladores, sobre
todo de aquellos con más recursos económicos. Los mayores propietarios de tierras
y de los hatos de ganado más numerosos, se encargaban de hacer todo lo necesario
51
Entrevista a Refugio Medina, entrevistada por la autora, entrevista # 02, Universidad Autónoma de Sinaloa, 29 de septiembre de 2011.
- 134 -
para la preservación del baile, como lo recuerda un sanmarqueño que actualmente
cuenta con cerca de 95 años de edad: “Cuando yo estaba niño, entonces decían que
antes de que naciera yo hacían esos festejos aquí, cuando yo estaba niño alcancé a
ver, chiquito pero ya me fijaba lo que hacían las gentes más poderosas, no había
juntas de mejoras los más fuertes tenían la devoción de hacer las fiestas y más la de
abril se juntaban unos con otros los poderosos y ellos hacían las fiestas…”52
Las fiestas también significaban bonanza para el pueblo, ya que muchos de los
visitantes bajaban de la sierra con dinero para gastar y se activaban las ventas y las
ganancias se invertían en bienes comunales, hábito que perduró con la instauración
de las juntas de mejoras en la década de 1940, cuya principal función era administrar
los recursos del pueblo y realizar obras para beneficio comunitario.53 Estos
organismos locales propagaron la costumbre de hacer más y más fiestas porque era
una importante fuente de dinero para terminar las obras que se proyectaban, como lo
señalan varios de sus integrantes, al asegurar que nada más andaban pensando qué
hacer [llámese fiestas] para recaudar fondos económicos. De esta manera, se
introdujo al pueblo el sistema de agua potable, la red de luz eléctrica y se construyó
el plantel de la escuela primaria, entre las décadas de los 50 y los 60 del siglo
anterior.54
En tiempos recientes, con los fondos captados durante la fiesta del 25 de abril
se construyó la escuela secundaria. Cipriano Pani, quien fue miembro de la junta de
52
Entrevista a Irenio Lizárraga Sánchez, entrevistado por la autora, entrevista # 10, Universidad Autónoma de Sinaloa, 24 de febrero de 2012. 53
Las juntas de mejoras surgieron como organismos oficiales varias décadas antes en la ciudad de Mazatlán; sin embargo, es probable que en los poblados de la zona rural no se hayan instaurado hasta mucho tiempo después. 54
Ibid
- 135 -
mejoras en el trienio 1990-1992, relata en entrevista que el plantel se realizó sólo con
los esfuerzos de la comunidad: “para esa secundaria no nos dio ni un centavo
Gobierno del Estado ni gobierno municipal: se hizo con pura fiesta, puros recursos de
la gente; le pedimos adelantado un préstamo a la cervecería: 94 millones de pesos y
nosotros lo pagamos con una sola fiesta; el 25 de abril se generaron más de 100
millones, con eso se hizo la secundaria, está grande […] Otros ya habían hecho el
intento pero no habían podido.”55
Con el paso del tiempo, la realización de la fiesta se sometió cada vez más al
control del Ayuntamiento de Mazatlán, que establecía las condiciones para otorgar el
permiso para los bailes y la venta de bebidas embriagantes, por el cual se pagaban
importantes sumas de dinero. Se consolidó la Pacífico56 como marca oficial de la
celebración, puesto que era la cerveza preferida del pueblo, al igual que en muchas
otras partes del estado, e impuso sus condiciones al otorgar sólo un 10 por ciento de
ganancia sobre las ventas netas. Se creó el comité organizador de la fiesta, que
comenzó a trabajar bajo un esquema más lucrativo sin dejar de gozar de la fidelidad
de los asistentes, pese a que cada vez resultaba más caro asistir al baile en
comparación de los primeros años cuando no se cobraba. Los últimos eventos en el
viejo pueblo se convirtieron en unos negociazos y por todo había que pagar, y como
relata la señora María Ascención Moreno Enciso: “la plaza la cobraban, el toro lo
cobraban, construían un palco con techo de palma y también cobraban por la
sombra, aunque detrás de las trancas era libre…”
55
Entrevista a Cipriano Pani, entrevistado por la autora, entrevista # 13, Universidad Autónoma de Sinaloa, 24 de abril de 2012. 56
Refiriéndonos a la cervecería Pacifico, con sede en la ciudad de Mazatlán.
- 136 -
Se empezaron a contratar las bandas de más difusión en los medios masivos
de comunicación local, incluso foráneas; tal hecho implicó el incrementó del costo
para asistir al baile a la vez que se masificó la asistencia debido a la construcción de
más carreteras y caminos que disminuyeron el tiempo y el riesgo para llegar a los
poblados de esta zona, aunado al crecimiento demográfico del principal núcleo
urbano más cercano a San Marcos, como Mazatlán. Los cambios en la vida social
afectaron el desarrollo de las fiestas, y uno de los más impactantes fue la
intensificación de la violencia en la región. Sobre las transformaciones que han
marcado a la celebración, nos dice don Irenio Lizárraga:
Toda la gente se reunía de todos los pueblos, se venían de mucho pueblo vecino, se ponía buena la fiesta porque toda la gente se reunía a este pueblo, ahora más porque hay mucha carretera y mucho carro, antes venía la gente a caballo o a pie porque era muy tranquilo, ahorita en carro. A Mazatlán, de este pueblo se fueron muchas gentes a vivir ya con familias, allá crecieron, se hicieron viejos, los retoños allá se casaron, en los días de fiesta se dejaban venir esos hijos con sus familias, las amistades que tenían, venían mucha gente del puerto y de muchos lugares en cada fiesta… pero ya no hay quien se encargue de llevar una administración en debida forma… pura desconfianza, por las cosas que pasan, el mundo ha cambiado...57
Sin duda la del 25 de abril era, por decirlo, la reina de las fiestas, pero no la única.
Para comenzar, era la víspera del Año Nuevo, el 31 de diciembre, cuando había
bailes que duraban al menos dos días y se celebraba tirando balazos al aire. La
siguiente fiesta era la del 24 de febrero, que comenzó como una actividad cívica,
propuesta por un profesor, secretario de la junta de mejoras en los años 60, pero de
57
En referencia a la ola de violencia que azotó a San Marcos y a la región que abarcó desde finales de 2009 y hasta mediados de 2011, aproximadamente, en la cual se presentaron una serie de desapariciones, asesinatos, decapitaciones, secuestros y extorsiones que sembró el miedo entre la población (Entrevista a Irenio Lizárraga Sánchez, el día 24/02/2012).
- 137 -
inmediato la gente le empezó a agregar un aspecto extraordinario y se empató con la
celebración de un carnaval, al modo del de Mazatlán. Adornaban carros con
templetes donde se subían embajadoras del pueblo de San Marcos y de todos los
ranchos vecinos; y desfilaban en caravana por las calles del pueblo al que acudían
visitantes de los alrededores. El mismo día tenía lugar un desfilo cívico-escolar con la
participación de los estudiantes del jardín de niños, primaria y secundaria, con motivo
del Día de la Bandera, al cual acudían las madres y los padres de los participantes,
así como sus familiares, por lo cual eran fechas bastante concurridas en el viejo San
Marcos.
El calendario festivo continuaría con el día de Santa Rosa, que se celebraba
cada año el 30 de agosto. Para los últimos años del viejo San Marcos, esta tradición
ya se había perdido, pero los más ancianos no se olvidaron de ella y con base en sus
historias se describe a continuación. Los más adinerados del pueblo organizaban la
fiesta y les avisaban “a las señoritas bailadoras” que vistieran el vestido de color rosa
y mandaban confeccionar su atuendo. Con más frecuencia las mujeres mayores
usaban la falda hasta el piso patolada y saco con manga larga, con botonadura,
bordado tanto en el saco como la manga, abrochado el cuello hasta la garganta. Y
las jóvenes no usaban en ese entonces zapatos de tacón, eran zapatos planos. Se
habla aquí de los años de 1920 y 1930. Por su parte, el hombre iba vestido común y
corriente, mezclilla de driles para los bailes. Todas las señoras mayores usaban
zapato plano que le nombran chancla, de una mezclilla gruesa era la chancla para el
lujo de las mujeres mayores. En estos años los hombres gustaban de lucirse con sus
caballos. La tradición en la fiesta de Santa Rosa era que los hombres montaran junto
- 138 -
con las muchachas e hicieran un recorrido por el pueblo, con la banda tocando
detrás de ellos. Al respecto, recuerda don Irenio: “En ese tiempo había mucho
hombre parrandero, escriba, mucho hombre parrandero, y muy de a caballo. Buenos
para arrendar los caballos que los hacían hasta bailar y se usaba mucho ese juego
de carreras de caballos, de apuestas…”58
La siguiente fiesta, también de más reciente aparición, sería la del primer
domingo de octubre, la cual no surgió por un motivo religioso o cívico en especial,
pero se fue haciendo costumbre realizar bailes y festejos en esta fecha, ya muy
cercana al 2 de Noviembre, Día de Finados, un día al parecer muy importante para la
comunidad. Por ser el Día de Muertos reviste un carácter espiritual y religioso, pero
indisolublemente ligado con la algarabía de la festividad. Durante el día se asistía a
llevar flores y ofrendas a los seres queridos que se adelantaron en el camino, a
llevarles música de banda, a tomar cerveza junto a sus tumbas y a platicar anécdotas
sobre los fallecidos. Por la tarde noche, se celebraban grandes bailes, con varias
bandas, grandes cantidades de cerveza, y al igual que el 25 de abril, era el momento
para la congregación de las familias, otrora separadas por la migración.
Se puede decir que todas las anteriores se constituían en celebraciones más o
menos institucionalizadas, que se repetían año con año, con los mismos rituales y
patrones, que se vivían con un carácter comunitario; no obstante, también se
celebraban muchas fiestas intermedias, o como dijeran los sanmarqueños:
“fiestecitas regulares de uno o dos días nomás”. Aquí se pueden contar algunas
generalizadas como el Día de las Madres o el Día de San Juan, el 24 de junio, pero
58
Ibid
- 139 -
también otras espontáneas que nacían de la iniciativa de los pobladores. Algunas de
las más comentadas son la Fiesta de las Palomas, en la que todos, ricos y pobres,
debían vestirse de blanco; o los bailes de blanco y negro, así como los bailes de
fantasía, que requerían disfraces de acuerdo a la inventiva de los asistentes. Estas
últimas fiestas se ubicaban a mediados del siglo pasado. Pero además, se pueden
sumar los ágapes particulares: cumpleaños, bodas y bautizos se caracterizaban por
ser los de mayor despilfarro.
Era costumbre matar un animal, un puerco o una vaca, para dar de comer a
todos los invitados. También solían ser fiestas de varios días. Nicolasa Sánchez,
oriunda de San Marcos, recuerda el festejo de su casamiento: “Me hubiera alegrado
si hubiera visto mi boda, en una casita de palo parado la movían así mire [por el
escándalo]… Un acordeón y una guitarra fue lo único que tocó en la boda. Fue una
borrachera […] Como él [su esposo] ya era huevero, mi compadre sabe cuántas
damajuanas de vino le llevaron. Tres damajuanas de una vinata, unas botellonas
grandotas y luego mucha cerveza; nos regalaron todo la familia, que gallinas, que la
leche... Bueno... Y en una casita de palo parado. En una ramadita, dos días, sí, un
día la comida otro día el chocolate, así se usaba en los ranchos; seguía la borrachera
otro día.”59
Las celebraciones y lo alegre del pueblo conforman un recuerdo muy común
entre la gente de San Marcos, que llama a la nostalgia, pues aparte de las fiestas
institucionalizadas, las espontáneas y las particulares, hay otras fechas en que los
sanmarqueños acostumbraban recorrer los caminos rurales para llegar a las fiestas
59
Entrevista a Nicolasa Sánchez, entrevistada por la autora, entrevista # 14, Universidad Autónoma de Sinaloa, 1 de mayo de 2012.
- 140 -
de otros pueblos, como los días de Semana Santa, en La Noria, y en algún tiempo
fue la fiesta del 3 de Mayo, en la sindicatura de El Recodo; eran días que se
“respetaban” para no hacerles “malogra” a los otros ranchos.
De tal manera, el ambiente festivo prevalecía todo el año. Si no era en las
diligencias previas, era en el tiempo de la fiesta, y cuando terminaba una celebración,
ya se estaba pensando en la siguiente, por lo que el carácter bullanguero y alegre de
los sanmarqueños es un distintivo de su identidad colectiva, un elemento que se
comparte quizás con muchos pueblos serranos del estado de Sinaloa, pero con una
historia y características muy particulares.
En el estado sinaloense, donde a lo largo del año se desarrollan cerca de 400
fiestas patronales en distintos pueblos, la celebración profana posee raigambre
centenaria y la festividad es una parte esencial de la fenomenología del pueblo, pero
también de las ritualizaciones históricas socialmente estructuradas, “lo que en la
fiesta se verifica y reitera posee connotaciones y denotaciones significativas y
trascendentes”.60 De tal suerte, la fiesta recrea el espacio para la autoafirmación
simbólica de las identidades y para la representación tangible de la comunidad ideal,
un espacio para el desenfreno, la despreocupación, la libertad y la felicidad que
adquiere un cariz cuasi religioso.
Resalta la simbiosis entre religiosidad y festividad. Son dos aspectos que
prácticamente se viven de forma imbricada, creando un sincretismo entre símbolos
católicos, espirituales y rurales. La adscripción religiosa oficial, por decirlo así, del
pueblo de San Marcos, es católica; sin embargo, todos los rituales propios del
60
Córdova, Nery (2011). La narcocultura: simbología de la transgresión, el poder y la muerte. Sinaloa y la leyenda negra. México, Universidad Autónoma de Sinaloa, p. 211.
- 141 -
catolicismo se viven en tiempo y forma distintos a los asentados por los cánones de
la Iglesia, lo que tiene que ver, en parte, con la distancia y el aislamiento geográfico,
que han hecho que las comunidades de la serranía conserven una especie de
barbarismo que imprimen en cada una de sus conductas, ya que durante décadas
las dificultades en el acceso se tradujeron en un aislamiento y abandono por parte de
las instituciones que han marcado la historia del pueblo. Desde 1966, en las
memorias del profesor José Carlos Castro, relata que la relación entre los moradores
de San Marcos y las autoridades católicas no era muy cercana. El templo desde esa
época no ha tenido un sacerdote que se encargue de los santos oficios de forma
permanente; sino que sólo hay un cura que de vez en cuando, y que en ocasiones
especiales, acude a cubrir las necesidades religiosas de los feligreses.
Esta situación prevalece en la actualidad en el nuevo asentamiento. Según
declaraciones del actual sacerdote asignado a esta demarcación, con base en la
sindicatura de La Noria, en estos poblados tampoco se ha presentado la conversión
masiva a cultos protestantes, por lo que se puede observar que todos conservan una
adscripción nominal a la religión católica, pero con prácticas desacralizadas y
sincréticas con las festividades, por así llamarlas, mundanas. De tal suerte que es
difícil distinguir entre los aspectos religiosos-espirituales y los terrenales en el ciclo
anual de la festividad. Como afirma Clifford Geertz (2003),
Los símbolos sagrados tienen la función de sintetizar el ethos de un pueblo —el tono, el carácter y la calidad de su vida, su estilo moral y estético— y su cosmovisión, el cuadro que ese pueblo se forja de cómo son las cosas en la realidad, sus ideas más abarcativas acerca del orden. En la creencia y en la práctica religiosas, el ethos de un grupo se convierte en algo intelectualmente razonable al mostrárselo como representante de un estilo de vida idealmente adaptado al estado de cosas descrito por la cosmovisión, en tanto que ésta se
- 142 -
hace emocionalmente convincente al presentársela como una imagen de un estado de cosas peculiarmente bien dispuesto para acomodarse a tal estilo de vida.
En la religiosidad proyectada en San Marcos a través de sus fiestas se puede
objetivar una cosmovisión cuyo fundamento se encuentra en los símbolos creados
con independencia de la institucionalidad, y en la negación o tergiversación de las
reglas que de ella emanan. Sobresalen los sistemas de símbolos construidos a partir
de la espontaneidad de los miembros de la comunidad, produciéndose una
apropiación de los esquemas culturales previos y más abarcativos, en este caso de
la religión católica. En suma, un componente estructural en la identidad de los
sanmarqueños es la predisposición a la transgresión y la resignificación de los
sistemas de símbolos considerados hegemónicos.
Toda celebración, según Durkheim, representa un momento de condensación y
autopercepción de la comunidad, es decir, expresa a los mismos miembros de la
comunidad y a los demás, quién es quién, en una especie de cancha simbólica, ya
que “la identidad necesita darse a conocer y hacerse visible públicamente para
mostrar la realidad de su existencia frente a los que se niegan a verla o a
reconocerla. Ambas necesidades explican por qué la identidad social aparece
frecuentemente ligada a estrategias de celebración y de manifestación” (Giménez,
2009).
En síntesis, las fiestas destacaban el valor de la integración social y la igualdad,
ya que de acuerdo a los entrevistados (al menos en su discurso manifiesto) algo de
lo más sobresaliente era precisamente la convivencia entre adinerados y
desposeídos; la congregación de los pueblos aledaños a la comunidad, así como el
- 143 -
reencuentro de las familias que se encontraban separadas por la migración de
algunos de sus miembros. Corresponde en gran medida a una visión idílica de
comunidad, a la manera de Zygmunt Bauman, en cuanto a la sensación positiva de
refugio, de sentido de pertenencia, de la seguridad emocional al estar entre amigos y
familiares, “al final de cuentas todos somos parientes, somos de los mismos”,
platican los mayores. Pero también es un espacio para la transgresión, la catarsis y
la expresión sociocultural de una cosmovisión.
5. El conflicto y el terror: “ellos eran agraristas; nosotros éramos dorados”
En la memoria histórica del pueblo de San Marcos, y probablemente de todos los
alrededores, la primera gran ola de violencia de fuerte impacto colectivo se ubica en
el sexenio de Lázaro Cárdenas del Río como presidente de la República, periodo en
que se desató una feroz resistencia a la Reforma Agraria, que buscaba la repartición
de la tierra con el fin de cumplir las promesas emanadas de la Revolución Mexicana,
pero que muchos consideraban populista y arbitraria. Era el caso de algunos
terratenientes y pequeños propietarios que se rebelaron, en contubernio con
gavilleros de los altos de la sierra, y dieron una férrea lucha a los abanderados del
agrarismo.
Muchos pobres se unieron rápidamente al movimiento agrario y el gobierno los
capacitaba y les dotaba de armas para despojar a los terratenientes de sus
propiedades o se defendieran una vez posesionados. En la región que circunda a la
entonces municipalidad de La Noria, la Reforma Agraria llegó por el poblado de
Escamillas, al que se podía acceder a pie o a caballo. El agrarismo entró como una
- 144 -
lumbre recorriendo pueblos y pueblos sin toparse con obstáculos hasta que quiso
entrar a San Marcos y los ranchos vecinos. Transcurría el periodo sexenal 1934-
1940. La redistribución de la tierra a favor de los campesinos gozaba de muchas
simpatías, pero la aplicación de la Ley Agraria sobre la pequeña propiedad resultó
compleja, porque no se respetaron los parámetros que contemplaban la no
disolución de los terrenos de 150 hectáreas de riego y 300 hectáreas de temporal,
así como los terrenos previamente ocupados por comunidades, como lo garantizaba
el artículo 27 de la Constitución y posterior reforma realizada al artículo 51 del
Código Agrario.
Los pequeños propietarios habían desarrollado nexos con gavillas y pistoleros,
quienes les servían de guardias blancas en defensa de sus intereses, principalmente
en contra de lo que ellos consideraban abusos del gobierno. El brazo armado de los
terratenientes era liderado por un personaje especialmente admirado y reconocido en
el pueblo de San Marcos, Manuel Sandoval, alias El Culichi, nativo del rancho La
Palma Sola, y quien a la postre se levantaría como uno de los principales pilares del
antiagrarismo.
En San Marcos, la pugna se encarnó en su primer momento como un pleito
entre dos familias: los Osuna y los Trazas, los primeros una familia poderosa
originaria del pueblo, dueña de vinatas y amplias extensiones de tierra; mientras que
a los segundos se les veía como unos allegados en busca de fortuna provenientes
de la comisaría de La Noria. Los problemas familiares y políticos se entretejían de
forma sutil pero evidente, al grado que para muchos pobladores el problema agrario
era básicamente un pleito familiar. El padre de los Trazas era el señor Concepción
- 145 -
“Chon” Trazas, jefe de una familia numerosa, de la cual llegó con varios de sus hijos
a San Marcos. Se les recuerdan como personas muy trabajadoras, “muy luchones,
buscaban la vida, mataban marranos, ellos los molían y vendían los chicharrones; el
papá vendía una vaca, vendían manzanas, frutas. […] Pero eran “frasteros”61 y
carecían de tierras. Entonces oyeron hablar del agrarismo y sus promesas para los
desposeídos y, según los diferentes testimonios recabados, se adhirieron
rápidamente a la causa sin decirlo abiertamente, aunque en el pueblo la noticia se
corriera como reguero de pólvora. Cuando Andrés Osuna, el jefe de la familia rival y
también comisario, se enteró de las supuestas intenciones de los Trazas, los
convirtieron en sus enemigos a muerte. Pero tenía que haber un detonante. Una
tarde, Chon Trazas armaba una carpa de madera en la plaza para vender frutas y
otros productos.
Ya Andrés Osuna se había comunicado con los otros ricos del pueblo y habían
acordado no dejar entrar el agrarismo. Trazas representaba una amenaza para ellos.
Esa tarde mientras armaba el puesto, “le cayó el señor Andrés Osuna. -Me quitas
esta trampa de aquí inmediatamente-. N’hombre, ya hice el gasto, no le estorbo a
nadie, es pa’ buscarme la vida, vender estas cositas —respondió—. Como quiera
que me lo digas yo no la quiero ahí, me la quita inmediatamente hablándole ya con
garbo —le replicó Osuna—. Viéndolo muy distanciado ya, porque ya se corrían los
rumores que él quería formar agrarismo aquí, como ellos eran pobres no tenían
terrenos, ‘traiba’ muchos hijos… A ver si alcanzaban alguna cosa de tierra. Para
buscarse la vida diferente”. Así lo relató don Irenio Lizárraga quien prosigue su
61
Forasteros.
- 146 -
narración con un hecho que habría de quedar en la memoria del pueblo. Fue al
terminar las fiestas de Santa Rosa. El señor Osuna mandó traer varias damajuanas
de sus vinatas; les ofreció a la “plebe” y siguieron la fiesta, se hizo una borrachera
inmensa; ya entrados en copas, Andrés Osuna, llevó a los borrachos caminando a la
plaza donde estaba el puesto de madera y les ordenó: “ahorita me arrancan esa
trampa que está ahí, ahí estaba el puro roble nomás para echarle el peso, eran puros
barrotes de madera, pero tenía el puro armado sin techado todavía, y los plebes para
adularle, pues era el comisario, la hicieron pedacitos. Por toda la plaza, el
desparramo de maderas; hasta en la iglesia había unos barrotes tirados allí, eso yo
lo vi…”
Al otro día un hijo de Chon, llamado Ramón, apodado El Monis, intentó matar
a Andrés Osuna. Lo interceptó en el camino a sus vinatas en el rancho de Las
Tatemas y le recriminó lo sucedido en la plaza, pero hábilmente Osuna logró
arrancar en su caballo y huir. Ramón, quien andaba a pie, no logró darle con la
pistola. Andrés Osuna envió una carta al síndico de La Noria y le pidió apresar al
aguerrido Monis y ordenara su retiro a las Islas Marías para que no pudiera regresar.
El síndico, un exmilitar llamado Pedro Guerra, no sabía que esa sería su
última detención. Acudió a San Marcos y encarceló a Ramón. Allí durmió Guerra con
la intención de llevarse al detenido a la cárcel de Mazatlán al siguiente día. En la
mañana abordaron el camión pasajero, una especie de tranvía tropical, con asientos
de lado a lado de madera, destapado y con un armazón en el techo para colocar las
pertenencias de los viajantes. Pedro Guerra hizo confianza, sacó al reo y sin
amarrarlo ni nada lo subió al transporte. Cuando ya estaban en el vehículo salió un
- 147 -
hermano de él llamado Higinio, quien pidió acompañarlo. Los Trazas, como ya se
dijo, eran nativos de La Noria, allí tenían a toda su familia. Higinio le pidió al chofer
bajar a orinar y se lo permitió, éste aprovechó la ocasión para pedirle una pistola a un
tío que vivía en unas casuchas cercanas al arroyo. Al explicarle la situación del otro
sobrino no dudó en prestársela, le dijo que a su hermano lo iban a apresar y “sabe
Dios a dónde se lo iban a llevar”. Ya una vez en el carro pasajero, Higinio hizo la
seña de acomodarse el pantalón como si efectivamente hubiera orinado para
despistar al síndico. Una vez que el carro dio vuelta a un paraje más alejado, Higinio
le pasó la pistola a su hermano Ramón, y éste le disparó a Guerra. El transporte iba
lleno de pasajeros que vieron el caso. Platican que en una sacudida del carro, Pedro
Guerra se salvó pero al hacer el intento de sacar la pistola, ya iba el segundo balazo
que se le incrustó por la nuca y le salió por el pómulo derecho. El asesinato
conmocionó al pueblo. Todos corrieron al “mitote” de que habían matado a Pedro
Guerra. Lo que no se esperaban es que sólo sería el primer crimen de una
sangrienta ola de violencia que dejaría cientos de muertos: la guerra entre Los del
Monte y los Agraristas.
Después del suceso, los hermanos Trazas se refugiaron en Escamillas,
poblado que se estaba convirtiendo en un bastión del agrarismo, y con más ganas se
sumaron al movimiento, por lo que recibieron armas y no cesaron en su afán de
venganza contra la familia Osuna. No pasó mucho tiempo para que los hermanos,
regresaran a San Marcos a ajustar cuentas con don Andrés. Tardaron alrededor de
un mes, en lo que juntaron gente y armas. Cuentan que regresó El Monis con unos
quince hombres armados, todos agraristas. Siguiendo el arroyo a caballo, llegaron
- 148 -
desde Escamillas, a la casa de don Andrés, ubicada frente a la plaza. Ya estaba
oscureciendo. Había un laurel muy grueso frente a la casa y ahí se pertrecharon para
esperar a ver a su objetivo. Pero éste no estaba solo. Como en ese tiempo había
mucha gente pobre, era muy común que acudieran con los ricos a pedirles favores, y
había un señor de El Placer pidiendo un préstamo a don Andrés. Cuando se
asomaron al pasillo, alumbrado con una lámpara de petróleo al fondo, el señor de El
Placer estaba sentado en una silla a línea de donde estaba Andrés, por lo que a este
le tocó el primer balazo. Le dieron en el pecho y falleció en el acto.
Don Andrés se alertó en la primera descarga de plomo, pero le dieron un tiro en
la mano derecha. Y huyó por la parte de atrás de la casona hacia los cañaverales. En
eso, de la recámara salió doña Cornelia, esposa de don Andrés, y le dijeron los
maleantes: “pues a ti también”, y le dieron en el corazón. Según los relatos, su hijo se
encontraba en la cuna llorando. Uno de los malandrines se lo colocó en el pecho
para que este pudiera alimentarse o para que dejara de llorar. Al otro día en la
madrugada encontraron al bebé prendido de la madre muerta, una escena que
conmocionó a todos. “Era el acabose del mundo —recuerda la señora Leobarda,
avecindada en San Marcos desde niña—. Habían matado una mujer. ¿Cuándo se
había visto eso?” Y el pueblo se llenó de miedo. Don Andrés en la refriega perdió un
dedo de la mano derecha, fue hospitalizado en Mazatlán durante uno o dos meses y
en ese tiempo no se le informó de la muerte de doña Cornelia hasta esperar a su
recuperación. Cuando se enteró, le avisó a uno de sus hijos mayores que estaba en
Estados Unidos, y adolorido éste regresó con la novedad de que habían matado a la
madre. Las gentes los escuchaban vociferar en contra de los Trazas, que seguían en
- 149 -
Escamillas mientras el agrarismo se iba fortaleciendo. Manuel anunciaba su
venganza y andaba armado, que ojalá se toparan con él y que los iba a matar. Las
versiones corrieron y las amenazas de Manuel llegaron a oídos de los Trazas,
quienes se dejaron venir a San Marcos por segunda ocasión con otro grupo de al
menos quince armados:
Entonces en la noche llegaron por el callejón los malhechores porque supieron que aquí estaba ese hijo, y que hablaba muchas cosas: que se la iban a pagar y que les iba a caer, y armado él. Se dejaron venir, entraron por el callejón. Manuel acababa de llegar con la carreta cargada de frijol, la carreta la puso así de colas junto a la banqueta del corredor él y dos hermanas, cada una con un alumbrado aluzándole para que bajara los costales, él se los arrimaba a la cola de las carretas y los mozos metiéndolos pa’dentro y ellas aluzando. Cuando en eso estaban ya habían bajado media carga, cuando salieron al callejón los malhechores y le sonó, en la pura frente le metió el balazo. Lo mató, cayó medio cuerpo con las manos colgando así de la carreta, medio cuerpo le quedó arriba, estaba ‘brocado’ y siguió la balacera; con las balaceras las mulas arrancaron y cayó Manuel al suelo. En ese entonces Andrés ya estaba de convalecencia, ya estaba ahí en su casa, y salió Andrés llorando lo abrazó así [a su hijo], y ya se empezó a arrimar gente. Uno que otro le ayudaron a levantarlo, lo acomodaron, lo tendieron, y ese fue el segundo fracaso.62
Los terratenientes de la región comenzaron a orquestar un plan contra el
agrarismo, entre ellos don Andrés Osuna, quien vio la oportunidad de cobrar la
muerte de su esposa e hijo, aliado con personajes como El Culichi, líder del
movimiento armado así como populares gatilleros de la región como los hermanos
José María y Pedro Ibarra, originarios de La Puerta de Canoas, Chuy Tirado y
Rodolfo Valdés alías El Gitano, del poblado de Aguacaliente de Gárate, municipio de
Concordia, a quienes se identificaba como cabecillas de sus respectivos grupos. El
movimiento antiagrarista se confundía con la vendettas personales y familiares, por
62
Entrevista a Irenio Lizárraga Sánchez, entrevistado por la autora, entrevista # 10, Universidad Autónoma de Sinaloa, 24 de febrero de 2012.
- 150 -
lo que el conflicto se degradó y recrudeció cegando más vidas. El resultado fueron
cientos de campesinos, soldados y gavilleros asesinados.
El Culichi, bajo el cobijo de los ricos del pueblo, comenzó a tener poder, así
como a mostrar sus habilidades para la guerrilla y su astucia para ganarse las
simpatías de la comunidad. Poco a poco ganaron fama sus hazañas contra el ejército
y las fuerzas del orden, muy celebradas por los pobladores y hasta la fecha
recordadas por las personas de mayor edad. No era exactamente un bandido
benefactor, pero sí era percibido como un justiciero, capaz de utilizar su poder de
matar bajo ciertos principios morales o códigos de ética no escritos. A pesar de sus
crímenes y actividades ilegales el pueblo sostenía una convivencia armoniosa con él
y gozaba del respeto y admiración de la comunidad. Así lo platica don Lorenzo Valle:
La gente congeniaba con él porque no daba el motivo pa’que lo odiara el pueblo, el que le hacía su daño, ese se la pagaba, pero el que no se metía con él o que era bueno, pues no… Como dice el dicho: el que es bueno no es bueno con todos y el que es malo no es malo con todos. Yo lo alcancé al viejillo, estaba yo nuevo, se murió de… padecía del asma. Yo creo que tenía como siete y tantos años cuando se murió. Lo encontraba yo porque todo el tiempo ha habido aquí del Centro de Salud y venían a curarlo, y hablaba… y lo encontrábamos porque nosotros de aquí de San Marcos siempre estábamos llevando almuerzo y ahí lo encontraba yo en el arroyo, en una mulona, ¿que hubo hijito ‘onde vas? Llevo la comida, señor. Me saludas a tu padre. Parece que apretaba así [la garganta], es que así tenía el asma. Era gente conocida aquí. Todo el mundo platicaba con él, El Culichi sí era noble…63
Las historias sobres sus fechorías, victorias y burlas al gobierno alcanzan un
carácter épico. Se le conocía como un guerrillero lleno de mañas y de inteligencia,
como producto de su vida en los ríspidos terrenos de la Sierra Madre Occidental, que
63
Entrevista a Lorenzo Sánchez, entrevistado por la autora, entrevista # 07, Universidad Autónoma de Sinaloa, 15 de enero de 2012.
- 151 -
con sus cañadas, lomas, montañas, arroyuelos y maleza hacía más difícil la
supervivencia pero también más hábil al que lograba sobrevivir. Se decía que El
Culichi conocía el monte mejor que las bestias. El monte era su refugio, su fuerza y
obraba en su favor. Por eso muy pronto a su gavilla se le conoció como Los del
Monte, en esa capacidad de síntesis que muchas veces se observa en el lenguaje de
la doxa. Platican que saltaba de campamento en campamento en el medio de las
montañas para despistar a sus enemigos y conocía a la perfección todas las veredas
por las que sólo pasaban los animales de carga y las culebras. Andaba a caballo con
su mujer e hijos, todos adiestrados para la huida, la señora vestida de hombre y los
niños entrenados en el manejo de las armas.
El ejército lo persiguió hasta el cansancio, mandando uno y otro comandante
sin lograr su objetivo. En una ocasión fue interceptado por los soldados pero fingió
rendirse. Entregó su pistola y se sometió a las órdenes de uno de los militares, pero
cuando éste se descuidó sacó de la bragueta del pantalón un arma que traía
escondida, que le servía de reserva y mató al soldado y luego a otros diez y logró
escapar. Dicen que sus pantalones eran confeccionados especialmente para
esconder las armas: en bolsillos con largas fundas guardaba las pistolas sin dar la
apariencia de estar armado. Y eso le daba rapidez para sacar el arma, además de
que era ligero de manos, por lo que sus adversarios no tenían tiempo para acabar
con él. Y así tenía muchos artilugios y suspicacia para cuidarse de todos sus
enemigos, que eran principalmente del gobierno. La única persona en quien
realmente confió fue su mujer, doña Petra, quien nunca lo abandonó a pesar de
todas sus peripecias.
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Las gavillas funcionaban de forma dispersa en la sierra bajo distintos mandos,
había grupos más o menos grandes organizados y otros grupúsculos. No operaban
de forma articulada en torno a objetivos comunes, y la lucha por defender la tierra en
contra de los agraristas se convirtió en un motivo para la unificación de los alzados,
así como de hombres con ánimos violentos que no se encontraban dentro de alguna
causa o de aquellos que sin ningún otro recurso no les quedaba más remedio que
hacerse al lado de uno u otro bando. El personaje que funcionó como el intermediario
para embonar a todas las gavillas en un solo propósito fue precisamente Manuel
Sandoval.
Son múltiples los testimonios que hablan de él como el jefe de todos, como un
general, a pesar de que su fama no trascendió en la prensa de la época, quizás
opacada años después por la figura de Rodolfo Valdés El Gitano, quien dio muerte al
gobernador Rodolfo T. Loaiza en 1944, en un hecho de tintes históricos. A diferencia
de Valdés, que se catapultó a la celebridad a través de la prensa, el liderazgo de El
Culichi se sustentaba más en sus relaciones con la comunidad y el apego al
territorio. Ya una vez conjuntadas las tres gavillas más fuertes, la de El Gitano y
Chuy Tirado, la de Chito y Pedro Ibarra y la de El Culichi en San Marcos, se hicieron
llamar a sí mismos Los Dorados, en alusión a la tropa del revolucionario Pancho
Villa.
La revuelta alcanzó grandes dimensiones al grado de desestabilizar al gobierno
del coronel Alfredo Delgado. Según el periodista José María Figueroa Díaz, el
mandatario había perdido el control en todo el sur de Sinaloa, desde Elota hasta
Escuinapa, zona que se convirtió en un polvorín, donde los amos y señores eran la
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gente del monte, pagados y dirigidos por el poderoso grupo 33, integrado por
latifundistas del sur del estado. En este ambiente ocurre el asesinato de uno de los
más queridos aliados de los rebeldes, don Alfonso Tirado, un pudiente hacendado
que gracias a su carisma llegó a ser alcalde de Mazatlán (1927-1929). Entre los
pueblos rurales creció su popularidad porque frecuentemente hacía favores a los
más pobres. Sus simpatías fueron creciendo hasta que se hizo un fuerte aspirante a
la gubernatura, por lo que se dice que desde el Gobierno del Estado le truncaron el
camino para imponer a Rodolfo T. Loaiza. Corría el año de 1938 en plena revuelta
agraria. La autoría intelectual del homicidio se le atribuyó al entonces gobernador
Delgado, quien temía que por su vínculo con Los Dorados Poncho Tirado ganara
poder en el sur de Sinaloa e incitara a los alzados a una revolución.64 La muerte de
Poncho Tirado fue un golpe para los gavilleros, quienes intensificaron sus acciones
contra los campesinos agraristas y contra el gobierno.
Según la historia oral recabada, entre los mandos de la milicia no daban crédito
de que los soldados no pudieran derrotar a “una bola de desarrapados campesinos”
que se resguardaban en el monte sin ninguna instrucción militar. Entonces mandaron
traer un coronel de Durango de apellido Colotla, a quien le ofrecieron el ascenso a
general como recompensa por dar muerte a El Culichi y a los facinerosos. Cuando el
64
El corrido “Poncho Tirado”, popularizado por el cantante Antonio Aguilar, señala a Alfonso Leyzaola como el asesino material de Poncho Tirado, quien le disparó en un hotel de la ciudad de Culiacán a donde el victimado fue llevado con engaños. Disponible en internet: http://www.youtube.com/watch?v=uDPjmUVtsdU. Fecha de consulta 19/05/2012
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general y su gente, confiados, se disponían a ir al ejido de La Palma Sola, ya le
había llegado el aviso a Manuel Sandoval. 65
Entonces Los Dorados, quienes se hallaban enardecidos por el crimen de
Poncho Tirado, le “madrugaron” al ejército y se pertrecharon por donde iban a pasar.
Las tropas tardaron en entrar porque no conocían bien los caminos y la gente los
desviaba del lugar con indicaciones falseadas. El Culichi había convocado a cientos
de gatilleros de la sierra del sur de Sinaloa y todos acudieron puntuales al llamado.
Cuando los uniformados hicieron su entrada al pueblo, los Dorados los tomaron por
sorpresa y los recibieron a balazos mucho antes de que estuvieran preparados. Aquí
un fragmento del relato de Irenio Lizárraga, quien se encontraba en el lugar cuando
la entrada de los militares.
Les avisaron de Mazatlán que venía Gobierno a acabar con ellos, le avisaron al Culichi lo que iba a pasar. El Culichi como era de La Palma, lo ayudaban. Entonces El Culichi le avisó a todas las guerrillas, a los jefes. Le avisó a los Ibarra, a los “gitanos”, a los “Chuy Tirados” que se vinieran inmediatamente con toda su gente, les dijo: los espero en tal parte, todos los grupos se vinieron y se juntaron con la gente del Culichi, ahí se formó la guerrilla y se fueron a La Palma a esperar la entrada, la llegada del Colotla, cuando entró este a la palma ya ellos estaban posesionados de La Palma adelantito, ya estaban todos posesionados por donde iba a pasar el Gobierno, entonces entró el gobierno a La Palma procurando a las cabezas grandes, pos ya estaban allá entre las gentes armadas, ya estaban posesionados…66
Cuando empezaba a entrar la fila del gobierno, dejaron que entrara la mayor parte,
pero no todos. El coronel iba atrás. Y les empezaron a sonar, empezaron a doblar
65
En las entrevistas se refirieron a este personaje como general Colotla, sin recordar el nombre
completo. Tampoco se encontraron referencias documentales, por lo que es probable se trate de una deformación verbal del apellido original. 66
Entrevista a Irenio Lizárraga Sánchez, entrevistado por la autora, entrevista # 10, Universidad Autónoma de Sinaloa, 24 de febrero de 2012.
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gente, ellos ya listos. Cuando el coronel, aturdido ante el ataque sorpresivo, pudo
entrar a la zona de combate y dar la orden de fuego ya habían matado a la mayoría.
Colotla empezó a disparar también, pero entre los cabecillas de Los Dorados habían
apostado los haberes del coronel, el que lo matara se quedaría con ellos, así que le
empezaron a disparar y cayó muerto. Dicen que le dijo a uno de sus soldados:
“Recoge mis haberes porque a mí ya me atrasaron”, pero los gavilleros le dieron
muerte a ese cabo también y se arrebataron el arma de Colotla como botín de
guerra.
Después de eso, ya sin jefe, muchos soldados huyeron hacia el monte. Mucha
gente los vio correr despavoridos “como pollitos sin su mamá gallina”. Al tiempo se
encontraron sus esqueletos en la sierra, ya sus cuerpos comidos por los animales,
también se hallaban rifles y cornetas que dejaron allí. Los cadáveres de los militares
caídos en combate fueron trasladados junto a la tumba de Poncho Tirado, donde
cavaron una fosa para depositar todos los cuerpos inertes del frente enemigo. Se
dicen que fueron cientos.
Como héroe popular, en el imaginario colectivo sobresalen su valentía, su
astucia, su capacidad de transgresión, su sentido de la justicia, su solidaridad con la
comunidad, pero además se le atribuían poderes sobrenaturales, pues se dice que
en sueños, El Culichi veía cuándo y por dónde llegarían los soldados, y que de forma
inexplicable anticipaba todas las acometidas de sus enemigos. La creencia de
muchos es que Sandoval sostenía una especie de pacto con un poder sobrenatural,
una ayuda. Se piensa que él siempre supo que iba a morir de muerte natural. Uno de
los hechos que más se destacan es que nunca recibió un balazo en su larga
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trayectoria de pistolero. Cuando falleció a los 53 años como complicación del asma
que padecía, le encontraron en la espalda la figura pintada de un diablo, lo que
acrecentó el halo de misterio y fascinación en torno a este personaje, que sin duda
es uno de los más recordados del pueblo, junto con los alzados del monte a quienes
también se les conocía como los valientes.
Así como El Culichi, la revuelta de Los Dorados perdió la vida de forma natural.
De los líderes el único encarcelado fue El Gitano, por el asesinato del gobernador T.
Loaiza, en venganza por la muerte de Poncho Tirado. El oriundo de Aguacaliente
murió en una prisión de la Ciudad de México debido a un paro cardiaco; a Chuy
Tirado lo mataron en un pleito de cantina; Pedro Ibarra murió en el combate de La
Palma, por diferencias entre los propios Dorados; y así muertos los cabecillas, los
facinerosos de la sierra se dispersaron de nuevo y la guerrilla se disolvió.
Ahora veamos lo que en términos de construcción de identidad colectiva
puede significar un conflicto bélico, como la revuelta en contra de la Reforma Agraria.
El escenario beligerante llega a constituir por sí mismo una estructura de polarización
de las identidades entre bandos rivales, en este caso agraristas y dorados, cuyas
representaciones sociales pasan a ser parte del repertorio cultural del que dispone la
memoria colectiva. En este caso el agrarismo representaba al Otro, al enemigo, la
violencia emanada de un orden institucional que si no era a través de la negligencia
ataca al pueblo usando la fuerza pública, mientras que Los Dorados significaban la
transgresión y la defensa del territorio, encarnaban valores de honorabilidad y
valentía. En este periodo se fortaleció el ideal de la transgresión y la irreverencia a
manera de revancha popular imaginaria contra un sistema que históricamente los
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había marginado. Si bien la presencia del Estado había sido siempre conflictiva,
parcial e insuficiente, un Estado fallido como es la moda decir en estos tiempos al
referirse al sistema político mexicano, ahora pasó a ser el rival claro, la
representación misma de la injusticia social, la otredad claramente identificada. La
identidad colectiva, en este caso socioterritorial, es una suerte de diálogo entre
distintos actores sociales, donde la pelea por el reconocimiento está siempre
presente. Nada enciende más el ánimo colectivo que el gran relato de un villano en
quien canalizar todos los rencores acumulados.
Los héroes, por su parte, encarnan valores y situaciones ideales que un
colectivo quiere resaltar. Los valientes, los hombres de a caballo que arriesgaban su
vida sin miramientos y más aún por una causa considerada justa y del bien común, la
defensa del territorio, lindan entre los terrenos de la realidad y lo imaginativo, en la
antesala del espacio de la construcción simbólica. Cuando imaginamos, dice
Bauman, nos trasladamos al lugar de la expansión de la libertad sin trabas, porque
no existe la forma de someter a juicio nuestra imaginación; por ello el imaginario
colectivo constituye lo más puro del ethos de un pueblo, aquello que escapa quizás
de sus posibilidades pero se encuentra arraigado como una verdad interior o
interiorizada. De ahí el valor investigativo de los símbolos y de las representaciones
sociales. 67
67
Quizás el primer antecedente significativo de la figura del bandido social en San Marcos y su zona aledaña, se encarna en la figura de Heraclio Bernal, el también llamado Bandido Generoso o El Rayo de Sinaloa, quien por sus hazañas contra el gobierno se convirtió en un héroe popular en un contexto donde los campesinos y obreros de las minas vivían en un agudo contexto de opresión y miseria, durante el Porfiriato. Como escribió Fausto Marín Tamayo, hay muchas dudas sobre quién fue Bernal, si fue un bandolero o un precursor de la Revolución Mexicana, lo que sí es verdad es que como personaje pertenece al pueblo y es desde ahí es de donde debe abordarse. Véase Marín Tamayo, Fausto (2006). ¡Aquí está Heraclio Bernal! México, Universidad Autónoma de Sinaloa, p. 11.
- 158 -
El espíritu transgresor forma parte importante de la colectividad en el viejo (y en
el nuevo) San Marcos, cualidad que no pretende sólo rechazar el orden establecido
emanado de una autoridad, sino retorcerlo, atravesarlo y transmutarlo en algo propio
que en todo momento encarne la contradicción con el sistema imperante. En este
tenor, el orden impuesto por los bandidos representa la antítesis de un Estado fallido
pero a la vez un orden alterno. En su tiempo, Los del Monte impusieron una suerte
de autoridad en los pueblos que dominaban y gozaban de una legitimidad con base
en las relaciones comunitarias y en las funciones de bienestar social que realizaban
a falta de un gobierno efectivo, como pagar las fiestas, invertir en la Iglesia, dar
trabajo a los pobres y brindar protección.
La identidad se jugó en la misma cancha con el Estado en una pugna por el
reconocimiento y en una defensa territorial que terminó por afianzar la identidad
colectiva socioterritorial, pero también en un rencor social profundo hacia “Gobierno”,
como frecuentemente se personaliza en la sierra al Estado y sus representantes. Las
remembranzas de Pedro Valle, quien orgullosamente habla de su paso por Los
Dorados al mando de El Culichi, ilustra el sentir popular hacia un gobierno que más
que fallido simboliza el abuso de poder consciente y deliberado, y la necesidad del
pueblo de defenderse a través de una identidad de resistencia en oposición a la
identidad hegemónica.
…pues hubo una ley agraria, ¿no se acuerdan de la ley agrarista? Esa anduvo perjudicando mucho a la gente… querían lo de uno. Si yo tenía esta casa, querían quitarla pa’la causa de ellos, eso decían. Hubo un hombre que se levantó en armas que se llamaba el Manuel El Culichi y de ahí Pedro Ibarra, Chucho Arias, El Gitano… y así se puso la gavilla buena. Ellos eran agraristas, nosotros éramos Dorados. Quién sabe qué pensó el presidente [Lázaro Cárdenas] cuando aventó esa ley tan cochina, y puras leyes cochinas
- 159 -
aventaron, hombre, nosotros sólo defendimos lo de uno, lo que el gobierno nos quería quitar…68
Los materiales de la memoria aquí expuestos dan cuenta de una identidad
marcada por fuertes vínculos territoriales, sobre los cuales descansa la existencia de
una “comunidad ideal” en la que todos sus miembros pueden sentirse emparentados
y cobijados bajo la fraternidad al interior del grupo y la generosidad de la naturaleza,
que pródiga derrama su abundancia sobre los habitantes. En el cruce de las
categorías de memoria colectiva y territorio aparece este último como un eje
integrador de la sociedad en su totalidad; el territorio gana relevancia tanto material
como simbólicamente en todos los subsistemas sociales. En lo económico, como
soporte de las actividades agropecuarias; en lo político, como generador y
organizador del estatus y de los roles sociales; en lo cultural como la base para la
creación de símbolos y en lo social como el regulador de relaciones sociales. Se
percibe una territorialidad, no sólo una forma de habitar el territorio, sino una forma
de ser en función del espacio geográfico valorizado y construido, vivido por la
comunidad.
El territorio trasciende como un modelador y orientador de la acción social,
como en el caso de la defensa de la tierra, que para muchos simboliza la defensa de
la comunidad aunque al mismo tiempo represente la defensa de sus propiedades
particulares. La propiedad y el vínculo que se tenga con la tierra deriva en el rol
social y en el estatus de que se goza en la comunidad; si es comunero o sólo
avecindado, si sé es terrateniente o campesino; si es allegado u oportunista; de igual
68
Entrevista a Pedro Valle, entrevistado por la autora, entrevista # 08, Universidad Autónoma de Sinaloa, 16 de enero de 2012.
- 160 -
forma los ausentes mantienen un vínculo con el terruño, no se van del todo, van y
vienen, y su grado de apego es valorado por la comunidad.
De igual forma, la territorialidad en San Marcos delimita las fronteras de una
identidad de resistencia en una situación de aislamiento donde la presencia del
Estado es a veces ausente, a veces fallida, pero las más de las veces conflictiva. Sin
más recursos educativos y culturales, los sanmarqueños, como muchas otras
comunidades serranas, se vuelcan a la comunidad como fuente de significados y de
símbolos trascendentales. La comunidad por sí misma no conforma la identidad, sino
hasta el momento en que ésta quiere hacerse reconocer ante lo otro que se empeña
en minimizarla. Las características de la identidad en el viejo San Marcos son el
sentido de pertenencia territorial, la irreverencia, la transgresión de las instituciones y
la respuesta festiva, la notoriedad y la rebeldía. El gran relato del territorio perdido se
enmarca en la nostalgia colectiva, pero también en un pasado que puede ser
generador de futuro y de agencia social, como un activo del presente y no sólo como
un territorio del pasado.
- 161 -
Capítulo IV EL CONFLICTO COMO MODELADOR DE IDENTIDADES
Introducción
En el presente capítulo se expone cómo el conflicto es capaz de modelar e incluso,
redefinir las identidades locales al convertirse en un eje rector de las percepciones
entre los actores sociales involucrados, puesto que la construcción de identidades es
siempre relacional, una suerte de negociación entre auto identidad y exo identidad,
en otras palabras, un juego en el que intervienen diferentes visiones, principalmente
al interior del grupo y desde el exterior ya sea como imputaciones arbitrarias o como
resultado de un diálogo social efectivo. Tomando en cuenta lo anterior, se explicará
aquí cuáles son los actores sociales que en el movimiento de Los Picachos se
constituyen como formadores de identidades y bajo qué estrategias simbólicas y
comunicativas operan en este complejo proceso de acción colectiva.
La presa Picachos no era ninguna novedad cuando se anunció oficialmente a
mediados de la primera década del siglo XXI. Varias décadas atrás, desde los años
sesenta aproximadamente, se recuerdan las comitivas de ingenieros que realizaban
estudios topográficos en distintos puntos de la zona serrana, por San Marcos
especialmente, con el fin de ubicar el mejor emplazamiento de la presa. Por los altos
costos de la obra y los entramados burocráticos, la magna obra se pospuso
administración gubernamental tras otra. Los pobladores llegaron a creer que nunca
- 162 -
se realizaría y muchos le apostaban al supuesto de que la presa era sólo un rumor
mal infundado o una quimera de los gobiernos.69
Para cuando la construcción de la presa se hizo inminente, el pueblo de San
Marcos conservaba gran parte de sus tradiciones, aunque a comparación de las
décadas anteriores, ya se encontraba imbuido por las dinámicas de la modernización
y urbanización de las ciudades, así como por la migración de gran parte de sus
pobladores. Sin embargo, la construcción de la obra hidráulica significó una ruptura
con patrones de adaptación a los cambios sociales regulares en los que se vivían
procesos paulatinos y, por tanto, menos traumáticos.
Según la mayoría de los entrevistados, nunca se logró un consenso sobre la
construcción de la presa, ni se proporcionó la información de forma abierta y
transparente acerca del proyecto y el destino de los pueblos que cargaban con el
infortunio de ubicarse en el embalse de una de las obras más acariciadas tanto por el
gobierno estatal como por el gobierno federal.
También se generó la división entre la comunidad: algunos se manifestaban a
favor de la presa y lo veían como sinónimo de progreso, mientras que otros no
querían perder sus viejos pueblos y sus tradiciones. Los habitantes afectados
afirman que no tuvieron ninguna oportunidad de participar en los planes de
reasentamiento por lo que los procesos de negociación se realizaron de forma
arbitraria y con base en amenazas y engaños.
69
Poco después del banderazo para la construcción de la presa, en febrero del 2006, la Comisión Nacional del Agua (CNA) emitió un comunicado donde se informó que el costo total de la obra, considerando afectaciones, accesos y obras complementarias sería de 2 mil 572 millones de pesos, lo cual habla de un sobrecosto importante, ya que en el mes de abril del presente año, según declaraciones del actual gobernador Mario López Valdez, el gobierno estatal ha erogado 830 millones de pesos tan solo en indemnizaciones.
- 163 -
El esquema de introducción del proyecto de la presa y su consecuente
reubicación presentan graves irregularidades, como el hecho de no contar con un
decreto de expropiación, requisito legal indispensable para el desalojo de tierras
comunales en la búsqueda del bien común. Esta situación gestó el clima de
incertidumbre jurídica y social en que el proyecto fue implementado. Recurriendo de
nuevo al recuento de la memoria colectiva, prevaleció la sensación del despojo y no
de una negociación, como se debió presentar en otro contexto, ya que esta última
habría implicado igualdad de condiciones y una disposición previa al diálogo y
apertura a las necesidades del “otro”, en este caso de los desplazados. El
inconveniente para los impulsores de la gran presa era que esto también se traducía
en mayores inversiones y dificultades burocráticas. 70
Coinciden varios testimonios en que la imposición fue subiendo de tono,
primero les “hablaron bonito”. Aseguraron a los pobladores que les iba a ir muy bien,
que iba a haber mucho trabajo, muchos proyectos productivos. Algunos accedieron a
vender sus tierras desde un principio a precios muy bajos, pero muchos no, y
entonces comenzaron las amenazas. Recuerda la señora Cecilia Sánchez, de Las
Iguanas: “[…] Empezaron a decir que la presa ya es un hecho y el que no firme... Por
70
El reglamento de la Ley Agraria en materia de ordenamiento de la propiedad rural establece que
para la ocupación de terrenos ejidales o comunales es necesaria la expedición de un decreto de
expropiación, cuyos requisitos son entre otros, contar con un convenio de los ejidatarios o comuneros
de forma previa, así como contar con un presupuesto aprobado para su indemnización. El decreto
debe ser refrendado por el titular de la Secretaría de la Reforma Agraria y por el Ejecutivo Federal, y
después ser publicado en el Diario Oficial de la Federación. Las condiciones del avalúo e
indemnizaciones se exponen en los artículos del 59 al 98 del citado reglamento. Públicamente, el
Gobierno del Estado ha reconocido que la obra de la presa Picachos no cuenta con un decreto de
expropiación ni con el dictamen de cambio de uso de suelo, bajo la justificación de dar rapidez a la
construcción y conclusión del proyecto.
- 164 -
eso es que la gente vendió, porque ellos mismos amedraban [sic] a la gente, a los
que decían no, yo no voy a vender, aquí me voy a quedar los amiedaban. Según
hubo un tiempo, hubo una vez que fueron unos hombres medio muy agresivos, así
no te hablaban suavemente, te hablaban como amenazante y el que no se salga
pues l’agua los va a sacar”.71
La incertidumbre genera depresión y estrés colectivo, al retirar el poder a las
comunidades sobre su propio destino y al destruir los referentes territoriales con su
pasado, con su biografía particularizante sin tener a la mano un plan de
reasentamiento equitativo que compensara, al menos en parte, las pérdidas
económicas pero también sociales y culturales. La desinformación provocó un caos
generalizado puesto que las personas en vías de ser desplazadas no contaban con
los datos ni con los fundamentos necesarios para tomar una decisión o defender sus
derechos en caso de ser necesario. Sobre las formas de presión que, a juicio de los
pobladores, implementaron los funcionarios municipales y estatales, comentó lo
siguiente Cipriano Pani, el padre en la única familia que no ha vendido sus
propiedades en el viejo San Marcos:
No, pos eran puras versiones de una cosa, versiones de otra, pero no una información oficial, seria, no. Ese es el problema. Una gente es ignorante y ves tú que viene un político, un licenciado, administrador de empresas, y esperas tú que te dé un trato de más respeto hacia ti, de mí va a ser lo mismo, pero cuando a una gente preparada lo veo hablando despóticamente pienso yo, bueno y a este cabrón qué le sirvió lo que estudió. Se supone que estudias pa’ prepararte pa’ ser mejor, no pa’ ser abusivo … pero yo creo que mucho político está enfermo, se creen dioses, tendrán el poder que tú quieras pero no son dioses… y sí te da quizá tristeza muchas veces por cómo te tratan, cómo se dirigen a ti, y tienes hasta momentos de locura… ¡Qué carajos! ¿por qué me
71
Entrevista a Cecilia Sánchez, entrevistada por la autora, entrevista # 05, Universidad Autónoma de Sinaloa, 3 de enero de 2012.
- 165 -
dice eso? Por ejemplo, el Higuera [el entonces alcalde de Mazatlán, Alejandro Higuera Osuna] una vez dijo que el que no se quisiera salir iba a salir como las ratas cuando llegara el agua, así lo dijo y ahí está en el periódico… Situaciones de esas…72
Como éste, abundan relatos que apuntan hacia la forma conflictiva y oscura en
que se dio el proceso de “convencimiento” para la construcción de la presa, la cual
muchos aseguran se consiguió a base de mentiras al hacer pasar las firmas de
asistencia a una asamblea como la prueba de la autorización de los comuneros. La
ilegalidad, la violación de los derechos humanos y la represión conformaron el sello
que acompañaría todo el proceso que, como veremos más adelante, se empalma el
conflicto con la etapa del reasentamiento hacia los llamados nuevos pueblos.
Las responsabilidades legales del caso deben ser objeto de una investigación
jurídica en aras de la justicia social y la transparencia gubernamental; sin embargo,
en la presente tesis sólo podemos apuntar que los testimonios recolectados sirven
para reflejar el ambiente de inseguridad y de riesgo que propició el nacimiento de un
movimiento social de protesta, pero también el resurgimiento de un viejo adversario
ante el cual habría que hacerse reconocer y lanzar sus exigencias: el Estado,
encarnado en el gobernador y los funcionarios estatales, y personificado como
gobierno corrupto o, gobierno bandido. En este apartado se explica cómo los
pobladores desplazados desarrollaron una identidad de resistencia, proclamada
como Los Picachos, cuyos portadores buscan legitimarse entre otros sectores de la
población, haciendo de su condición de destierro una marca identitaria de
importancia estratégica.
72
Entrevista a Cipriano Pani, entrevistado por la autora, entrevista # 13, Universidad Autónoma de Sinaloa, 26 de abril de 2012.
- 166 -
Primero recapitulemos la historia del movimiento, que luego de una etapa de
confusión en que se hicieron pagos de forma irregular y arbitraria, los comuneros
decidieron organizarse y comenzó con la toma de la cortina de la presa en el 2006,
mismo año del arranque de la obra, bajo el liderazgo del primer representante legal
de los comuneros, Ernesto Pérez Virgen, quien en su discurso explotó ampliamente
los elementos simbólicos del espacio físico, ya que los valuadores oficiales —
cobijados en un vacío legal— no tomaban en cuenta las particularidades
arquitectónicas de la región como la altura de los techos, tipo de materiales, estilos
de los ventanales, portones; tampoco los árboles y los bienes de uso común y de
valor intangible en muchos de los casos, como el paisaje y la naturaleza por sí
mismos.
Todo esto hacía una enorme diferencia entre lo que pedían los comuneros y lo
que ofrecía el Gobierno del Estado. El disenso en este sentido derivó en un conflicto
infranqueable que hasta la fecha no ha podido ser destrabado. Además de Pérez
Virgen, otro dirigente de los comuneros fue Francisco Enciso, quien encabezaba otro
grupo inconforme de tal manera que se desprendieron dos facciones del movimiento.
Por falta de acuerdos y acusaciones mutuas, ambos se retiraron de la movilización y
surgieron nuevos liderazgos de entre los propios comuneros afectados: Atilano
Román y María del Rosario Alapizco Páez, quienes se convirtieron en los portavoces
de los pueblos desplazados y los principales interlocutores en los jaloneos con
“Gobierno”.
Es importante mencionar que desde la perspectiva de los inconformes, el
liderazgo opera como un elemento de cohesión de todos los intereses individuales y
- 167 -
en la transformación de éstos en intereses colectivos. El sociólogo alemán, Max
Weber, encontró relaciones de poder en todas las interacciones sociales, los tres
tipos principales de dominación son: burocrático-legal, carismático y por tradición.
En la lucha de los comuneros, el poder burocrático (oficial) es representado por
los gobernantes, tanto el mandatario estatal como el presidente municipal y los
comisarios, además de otros funcionarios. No obstante, los líderes carismáticos
ejercen un mayor peso sobre los comuneros ante el descrédito en que han caído los
políticos, a quienes los inconformes se refieren como rateros o abusivos, en el mejor
de los casos. Pero aquí habría que agregar que el líder carismático de San Marcos
mantiene su credibilidad a través de los vínculos territoriales y comunitarios, pues se
confía más en quien mantiene lazos vecinales y familiares con el pueblo, que en los
representantes del Estado, con quienes se sostiene una relación nula, de lejanía
constante y de confrontación. Es decir, se privilegia la comunidad vivida sobre la
comunidad imaginada a base de relaciones abstractas y casi estrictamente simbólica
de la que habla el célebre historiador Benedict Anderson (1983).
En la base de datos conformada por cerca de 30 entrevistas, sobresalen
algunos eventos memorables que funcionan en la memoria colectiva como una
especie de condensación y encapsulamiento de la historia del movimiento en su
totalidad y, por lo tanto, contienen para su análisis los elementos sociales, culturales
y simbólicos que podrían encontrarse de la misma manera en el resto de las
acciones de protesta.
Entre estos sucesos impactantes para los pobladores se encuentran: el
desalojo de la cortina de la presa con el uso de la fuerza pública; y la posterior toma
- 168 -
del Fondo de Infraestructura Hidráulica de Sinaloa (FIHSIN) en la Zona Dorada del
puerto de Mazatlán (julio de 2009); la procesión de los muertos en el malecón de la
misma ciudad, además de la marcha por la carretera Mazatlán-Culiacán que terminó
en un plantón en el Congreso del Estado (marzo de 2010) y, recientemente la
segunda marcha hacia la capital del estado de Sinaloa, que fue truncada por la
intervención de la policía y más de cien de los manifestantes detenidos (abril de
2012). Entre los innumerables actos de resistencia, mítines, marchas, plantones,
manifestaciones, nos referiremos a los antes mencionados de manera más puntual y
específica por ser los más significativos para los entrevistados.
No obstante, es importante señalar que la cronología del movimiento de Los
Picachos, está marcada por cientos de actos de irreverencia y transgresión. La
fuerza que han puesto los comuneros en la defensa de su territorio los ha llevado a
gritarle al gobernador que le “faltan huevos”; a perseguir al presidente de la gran
comisión del Congreso del Estado, a irrumpir en el desfile del carnaval de Mazatlán,
a tomar el recinto legislativo del estado y el palacio municipal de Mazatlán, además
de impedir la instalación de casillas electorales en sus pueblos y obligar a la
cancelación de la visita del presidente Felipe Calderón a Sinaloa para la inauguración
de la presa. La protesta y el conflicto pasaron a ser parte de la vida cotidiana de los
comuneros, quienes simbólicamente tomaron los espacios urbanos y burocráticos en
una apropiación simbólica del territorio de “los otros”, principalmente del Estado,
como principal interlocutor en la construcción de la identidad de resistencia.
De igual forma es de resaltar que a pesar del clima de tensión y zozobra
durante el curso del conflicto (o quizás debido a ello), en casi todo momento se dejó
- 169 -
ver el carácter festivo de la protesta donde no han faltado el humor, la ironía, las
bromas, la convivencia y la música.
1. El conflicto: eje rector de procesos socioculturales e identitarios
Como se explicó en el capítulo Teorías sobre cultura, identidad y territorio, el modelo
Scudder-Colson propone que, de forma ideal, existen cuatro fases para un
desplazamiento: reclutamiento o planeación, transición, desarrollo potencial e
integración. En el desalojo provocado por la presa Picachos se rompe el esquema y
las fases se vuelven más bien difusas, pues todas se encuentran atravesadas por el
conflicto y prevalece la incertidumbre sobre si es posible superar la fase de desarrollo
local, en que las comunidades restablecen sus redes sociales y económicas,
recuperando así su modo de vida; ya no se diga llegar a la etapa de integración que,
de acuerdo con el mismo modelo, se alcanza cuando los sistemas locales de
producción y liderazgo comunitario se transfieren a una segunda generación de
residentes que se identifican entre sí con un sentimiento persistente de comunidad.
El hecho de que el riesgo y la contradicción se encuentren imbricados en cada paso
del reasentamiento hace de este caso una suerte de desplazamiento-conflicto, que
no necesariamente obedece a un plan evolutivo de fases y se debe conceptualizar
como una pugna de visiones e intereses enfrentados, donde los resultados pueden
ser un tanto impredecibles. La situación caótica, que no da cabida a las etapas que
marcan los modelos institucionales, gestados más con la perspectiva institucional
que con la mirada de los pueblos afectados o de los actores involucrados, motiva la
aclaración de que en este trabajo la división por etapas se debe a un criterio
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metodológico para organización de la información y no a la correspondencia de un
modelo evolutivo.
Si el desplazamiento no se conceptualiza bajo el enfoque del conflicto, con la
participación de múltiples actores sociales con distintos niveles de poder y armas
políticas de resistencia o presión, no se comprenderá el fenómeno ni tampoco se
encontrarán soluciones a las problemáticas que genera. En el caso de la presa
Picachos, cabe apuntar a que la mayoría de los pobladores de San Marcos y los
pueblos afectados, forman parte del movimiento de protesta; y sólo un porcentaje
menor decidió desde un principio no adherirse a la lucha pública por mejores
indemnizaciones y en contra de las políticas que el gobierno estatal ha implementado
para el reasentamiento, por lo que en este capítulo se centrará el análisis en este
segmento del universo de la población afectada por ser el de mayor injerencia y
poder de decisión en el curso del conflicto señalado.
Uno de los primeros detonantes del movimiento puede encontrarse sin duda en
el desalojo del 13 de julio de 2009. Cientos de comuneros se encontraban en el
plantón en la presa Picachos desde principios de ese año con el fin de impedir el
cierre del túnel de desvío de agua y evitar la inundación de sus comunidades. La
expulsión se veía venir como algo inminente, pues corrieron las versiones que de no
cumplirse la conclusión de las obras en la represa, la empresa constructora “Andrade
Gutiérrez”, proveniente de Brasil, cobraría una fuerte suma al Gobierno del Estado
por los perjuicios y retrasos en la ejecución del proyecto. Por la mañana, el secretario
de Seguridad Pública estatal, Fortino Bórquez Bojórquez, intentó negociar con los
manifestantes aduciendo que había poco más de 30 cheques para las
- 171 -
indemnizaciones. Los comuneros respondieron que no era suficiente pues eran 250
indemnizaciones pendientes, además de que los nuevos pueblos no habían sido
terminados y no tendrían adonde ir cuando comenzara a subir el nivel del agua.
Atilano Román demandó respetar las dos suspensiones de amparo mediante las
cuales se protegían del desalojo y de una potencial detención, por lo cual los
comuneros confiaron en que no serían retirados de la presa.
Pero una vez roto el diálogo, por la tarde de ese mismo día llegaron hasta la
cortina de la presa cerca de 30 patrullas con guardias antimotines, y empezaron a
lanzar gases lacrimógenos y a desalojar por la fuerza a los manifestantes. Crónicas
periodísticas atestiguan que no se respetaron a las mujeres ni a los niños, mientras
los comuneros se careaban con cientos de policías federales y estatales. Pedro
Aguilar Becerra, quien habita en La Puerta de San Marcos y es uno de los miembros
más activos del movimiento de Los Picachos, narra en entrevista que el desalojo fue
un momento de pánico debido a que en la refriega todo se volvió un polvorín, gente
huyendo despavorida, gritos y golpes. Al perder la visibilidad debido a la expansión
de los gases lacrimógenos, lo sobrecogió la incertidumbre y pensó que le tocaría el
turno de morir, pues padece un problema de movilidad y quedó lejos de sus muletas.
Temió ser aplastado en la estampida. “En esos momentos sólo me preocupaba por
mi nieta, le dije a mi hija corre busca a la niña, después vienes por mí mientras yo
estaba en el suelo… Fue una confusión horrible…” Lo que hizo la gente —agregó—
es tratar de correr hacia los cerros donde los granaderos no pudieran alcanzarlos. En
menos de una hora las fuerzas habían logrado desocupar la cortina de la presa y de
inmediato procedieron a destruir las chozas provisionales que habían construido los
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protestantes con palos y plásticos, haciendo a un lado con grúas los vehículos que
bloqueaban el camino que lleva al túnel de desvío. Como resultado se reportaron
seis detenidos y varios lesionados por los efectos de las bombas de gas. 73
El acto de represión enardeció los ánimos entre los desplazados quienes
vieron como una traición por parte del Gobierno el hecho de no haber acatado el
amparo cuando lo habían prometido unas horas antes. De igual forma también
recriminaron por los acuerdos incumplidos durante los seis meses que duró el
plantón, que se referían principalmente al pago de las compensaciones económicas
y a la construcción de los nuevos asentamientos. Refugio Medina, una de las
mujeres más activas de la resistencia, recuerda que
cuando llegaron de Culiacán los granaderos, el comandante sí habló con nosotros. Entonces les suplicamos, les lloramos que no, que era nuestra única arma que teníamos, de que no se tapara el túnel para que gobierno tuviera que cumplir lo que se debía, y ya ves pues que nos sacaron. Y el túnel al otro día, el agua empezó a inundar la presa, Las Iguanas, Casas Viejas… Y qué dijeron con esto se van a aplacar, creyeron que nos íbamos a quedar tranquilos pero luego nos organizamos otra vez y decidimos irnos al Fihsin [Fondo de Infraestructura Hidráulica de Sinaloa].74
Este episodio y otros más han quedado registrados en canciones populares
compuestas por mujeres de la comunidad. El corrido “El Amparo” de Nora Alicia
Vélez Camacho, originaria de San Marcos y exponente de la juventud en resistencia
por los pueblos de la presa Picachos, confirma cómo desde los hechos hacia las
representaciones populares como en este corrido se construye la confirmación del
73
“Desalojan la Picachos”. Periódico Noroeste. Mazatlán, Sinaloa. Julio 14 de 2009. Año XXIX. No.
11601. Portada. 74
Entrevista a Refugio Medina, entrevistada por la autora, entrevista # 02, Universidad Autónoma de
Sinaloa, 29 de septiembre de 2011.
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Estado enemigo, uno de los actores principales que entran en juego en la
configuración de las identidades:
Los que tengan un amparo no se deben de confiar / porque viola los amparos el gobierno federal / En la presa Picachos no lo quiso respetar./ El lunes 13 de julio los vinieron a sacar / tres niveles de gobierno, cómo poder olvidar./ Fue mucho más de una hora la que pudieron luchar. Atilano les decía no se deben de rendir. /La represión que nos hacen no nos puede dividir,/ pues la gente va en camino y les tomarán el Fihsin.75
Las afueras del Fihsin, cuyas oficinas se localizaban en esas fechas (agosto
de 2009) en el pleno corazón turístico de Mazatlán, sirvieron de refugio y hogar a los
comuneros inconformes durante los próximos días. Al enterarse del desalojo, otro
grupo de comuneros que no se encontraban en la represa en esos momentos se
trasladaron a la dependencia encargada de las indemnizaciones y de las obras de
los pueblos sustitutos. Decidieron tomar la avenida Camarón Sábalo, una de las
principales rutas de la Zona Dorada y donde se ubican los fraccionamientos de la
clase alta de Mazatlán. Si bien la problemática de “Los Picachos” ya había sido dada
a conocer en los medios de difusión masiva, sobre todo en los diarios locales, el
plantón en el Fihsin desató la polémica ya que para muchos, entre ellos el entonces
alcalde, Jorge Abel López Sánchez, la manifestación denostaba la imagen de la
ciudad.
El camellón se convirtió de pronto en una réplica costumbrista del rancho, en
una representación de los viejos pueblos, que de ser envueltos por la serranía se
trasladaron al contexto urbano-turístico, rodeados de hoteles, restaurantes,
automóviles y transporte urbano. Las miradas curiosas de los locales y de los turistas
75
Brito, Pedro (2009) [coordinador]. Picachos. Los caminos del desarraigo y la resistencia. Universidad
Autónoma de Sinaloa. Mazatlán, Sinaloa, pp. 191
- 174 -
se detenían en las casas y los corrales improvisados. Tiendas de campaña rodeadas
de tendederos, mesas, sillas, hornillas para cocinar, botellones de agua potable, todo
lo necesario para una larga estadía, como señal de que no se moverían de ahí hasta
que se les cumplieran sus demandas sin importar que fuera temporada vacacional.
Se llevaron a las gallinas, los puercos y hasta un burro sobre el que pintaron la
consigna en rojo de “Gobierno corrupto paga lo que debes”.
“¿Pues si nos quitan nuestras tierras por qué no podemos vivir aquí?”,
señalaba una de las participantes de la toma. Surgieron voces que intentaron
trasladar las oficinas del Fihsin a un lugar más a traspatio de la ciudad para proteger
la proyección de Mazatlán como puerto turístico. Pero era precisamente lo que
querían los comuneros, el hacerse visibles ante aquellos que pretendían ocultar su
condición de desplazados. La redefinición identitaria se presenta primero ante estos
actores, empresarios y gobierno, quienes trataron soterrar la problemática del
destierro como consecuencia del tan ansiado desarrollo. Los comuneros insistían en
que se tenía que conocer la “otra cara” de la presa Picachos, en alusión al discurso
oficial que en todo momento exaltaba las supuestas bondades de la obra hidráulica.
En esta nueva reconstrucción identitaria, anclada en los repertorios culturales
del pasado, pero también un tanto presta a la coyuntura y a la adscripción
instrumentalista de la identidad, cobra una inusitada relevancia el uso de lo simbólico
en la búsqueda de una identidad para sí mismos y para los demás, para los otros,
como estrategia psicosocial en la persecución del reconocimiento social y de la
reconstrucción del tejido social. Como lo expone Myriam Zapata Jiménez en un texto
sobre los desterrados de Colombia, “el tema de la resistencia asociado al de las
- 175 -
identidades, las representaciones y los imaginarios, adquiere un importante sentido,
porque a partir de allí podemos evidenciar las formas cómo los desposeídos de la
tierra, son nombrados y las maneras cómo se oculta el problema mismo”. 76
De parte de funcionarios y empresarios se colocó la atención en la “imagen”
negativa de la ciudad y no en la solución al conflicto, lo primero era negar el
problema, meter la basura debajo de la alfombra para que las visitas no se dieran
cuenta del desorden, por lo que los comuneros intensificaron no sólo los actos de
resistencia, sino también la transgresión en el lenguaje. Si bien el movimiento desde
sus inicios, se ha caracterizado por una doctrina de cero violencia, la agresión la
transfirieron al terreno de lo simbólico, de los juegos del lenguaje, donde la antigua
irreverencia de Los del Monte y de los rebeldes antiagraristas, parecía vivir un
inusitado renacimiento. Un cerdo fue marcado con el nombre de Jesús Aguilar por un
costado (exgobernador de Sinaloa); y por el otro, con el de Felipe Calderón (actual
presidente de la República) en señal de provocación, en un tono de irreverencia que
fue creciendo en espiral, pues si bien, como como señala Jeffrey Weeks, en cita de
Zygmunt Bauman,
[…] el sentimiento más fuerte de comunidad probablemente provendrá de grupos que consideran amenazadas las premisas de su existencia colectiva y que a partir de esto construyen una comunidad de identidad que proporciona un fuerte sentimiento de resistencia y poder. Al sentirse incapaz de controlar las relaciones sociales en las que se encuentra, la gente reduce el mundo al tamaño de sus comunidades y actúa políticamente sobre esa base. Con demasiada frecuencia, el resultado es un particularismo obsesivo como forma de aceptar la contingencia o vérselas con ella... 77
76
Zapata, Myriam (2011). Planes geoestratégicos, despojamiento y representaciones sociales del
desplazamiento forzado en Colombia. En: Sandoval, Juan Manuel, editor. Planes geoestratégicos, desplazamientos y migracione forzadas en el área del proyecto de desarrollo e integración de Mesoamérica. Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia, pp. 345 77 Bauman, Zygmut (2008). Comunidad. Editorial Siglo 21. Madrid, España, pp 91.
- 176 -
Este sentido de pertenencia a la comunidad tenía que ser demostrado hacia
los actores externos a través de las configuraciones sociales y simbólicas
materializadas no sólo en los actos de protesta, sino en los significados que surgen
de ellos, así como en mensajes dirigidos en un juego de lenguajes hacia muchas
bandas, principalmente para ser favorecidos por la opinión pública. Habría que
delimitar ese marcado particularismo, hacerse notar como un grupo con una
problemática distinta al resto de los excluidos de la sociedad.
El desalojo y la posterior toma del área turística provocó el encontronazo de
intereses públicos y privados; por un lado, el gobierno estatal que no quería restar
brillo a la presa Picachos y además con la obligación de imponer el orden; y por otro,
los empresarios hoteleros y restauranteros, quienes ejercen gran peso en la ciudad
de Mazatlán, y acusaban afectaciones por el plantón de los comuneros. Iniciaría una
guerra mediática, donde representantes de partidos políticos, gobernantes,
funcionarios, líderes de la iniciativa privada y la ciudadanía en general, se
enfrascarían en un diálogo colectivo que ha sido clave para la conformación de las
identidades tanto de los desplazados como del Estado, un replanteamiento del
nosotros y el ellos en un contexto de conflicto por la búsqueda del progreso.
El lenguaje —no sólo como palabra sino como acción— juega un rol
importante en el fortalecimiento de la comunidad a nivel interno. La organización para
el movimiento de resistencia habría de traducirse necesariamente en una adquisición
de capital social, que si bien es en formato distinto a las formas de cohesión que se
conocían en los viejos pueblos, se vive una transferencia del sentido de comunidad
- 177 -
del pasado para proyectarla a una condición de conflicto y caos, como un repertorio
cultural que se encontraba disponible y del que habría de echar mano para
sobrellevar las vicisitudes del despojo. Las prácticas cotidianas se traslapan en un
mismo espacio en prácticas simbólicas y en prácticas de sobrevivencia, y así el llevar
la cotidianeidad al lugar del conflicto implica el derecho a la memoria y a no dejar de
ser lo que se ha sido, condensa procesos de socialización, experiencias vitales
positivas y negativas que ayudan a los desplazados a enfrentarse a una situación
nueva, que rompe con sus procesos sociohistóricos, que hasta entonces se habían
desarrollado de una forma lenta y progresiva.
Sin levantar la manifestación de la Camarón Sábalo, siguió una serie de
boicots a los eventos del gobernador Jesús Aguilar Padilla, quien días después del
13 de julio minimizó la acción policial contra los comuneros: “No hubo ningún
desalojo”. Argumentó ante la prensa local que lo único que hizo la Policía Federal
Preventiva, teniendo de auxilio a la policía estatal, fue permitir que continuaran las
maniobras para cerrar el túnel de desvío, porque de no hacerlo, se corría el riesgo
de inundaciones en los pueblos hacia abajo.
La actitud indiferente del gobernador despertó la condena por parte de varios
sectores de la sociedad. 78 Las noticias sobre la movilización de los desplazados
empezaron a ocupar las posiciones estelares en diarios impresos, noticieros
radiofónicos, televisivos, principalmente regionales pero también algunos nacionales.
Los funcionarios en sus declaraciones minimizaban a los comuneros, y éstos
luchaban por resultar favorecidos por la opinión pública.
78
“No fue desalojo, asegura Aguilar”. Periódico Noroeste. Culiacán, Sinaloa. Julio 17 de 2009. Año
XXXVI. No. 12435. Portada.
- 178 -
Y mientras el conflicto atravesaba uno de sus momentos críticos, ante la
ausencia total de acuerdos, el agua de la presa comenzaba a inundar los primeros
pueblos: Casas Viejas y Las Iguanas en el municipio de Concordia. La
desesperación creció entre los afectados pues los nuevos pueblos se encontraban si
acaso al 50 por ciento de construcción, sin instalaciones para el agua potable, la red
eléctrica a medias, sin escuelas, con viviendas inconclusas. No sólo no había
espacio para los vivos, tampoco lo había para los muertos. Así que esa vez, la
mañana del 19 de julio, decidieron no marchar solos. Cinco féretros con restos de los
cuerpos exhumados de los viejos panteones aparecieron primero frente al Fihsin
donde en una pequeña ceremonia, en la que llevaron flores y ofrendas a los difuntos,
hombres y mujeres les lloraron de nuevo. La procesión siguió al ritual. Entonando las
letanías de un Rosario, cerca de 300 hombres y mujeres desplazados deambularon
con sus muertos hacia la glorieta de la avenida Rafael Buelna, justo frente a la
afamada discoteca El Valentino’s, un ícono arquitectónico de la diversión en el paseo
costero. Ahí bloquearon el paso vehicular durante horas, para llamar la atención
hacia la falta de cementerios en los nuevos asentamientos, ya que según Atilano
Román, ni siquiera se contaba con predios asignados para ello.
El drama de ver “deambular” a los difuntos desató una oleada de críticas en
diversos medios de comunicación contra el gobierno estatal, que abonó a la crisis de
legitimidad del gobernador Aguilar Padilla, a quien se le calificó de insensible y
negligente, al igual que a su equipo de trabajo. “Cómo es posible que se juegue con
los sentimientos de la gente, con una ancestral tradición de enterrar a los muertos,
de tener su panteón, un lugar donde rezarles…”, escribió Jesús Antonio Ríos Rojo,
- 179 -
colaborador del semanario local Río Doce. Lo anterior se sumó a las acusaciones de
corrupción contra funcionarios estatales en torno a las indemnizaciones de la presa
Picachos y a la ineficiencia para la planeación del reasentamiento, lo cual debilitó
ante la opinión pública la imagen del gobierno estatal. Al día siguiente el periódico
Noroeste, destacaba en su portada el encabezado “Protestan comuneros con
ataúdes y animales”, y al interior de la crónica se narra cómo 79
al ser colocados los ataúdes sobre el camellón, varias mujeres rompieron en llanto, ante la impotencia de que los cuerpos no pudieran descansar ante la falta de un lugar en los nuevos pueblos para ser enterrados nuevamente. Junto con las cajas se colocaron los floreros con los arreglos artificiales que los adornaban en el panteón del poblado, así como algunas veladoras y una manta con esta leyenda: Gobierno bandido, no tenemos panteones, no hay condiciones de vivir en las ‘pichoneras’ que nos dan, lo peor es que a golpes nos despojan de lo que es de nosotros.
Por su parte, la crónica de Feliciano Castro Meléndrez destaca la
interpenetración entre los mundos de lo material y lo espiritual, que se pudo hacer
palpable durante la singular peregrinación:
La procesión de los difuntos y sus dolientes son almas en pena que claman justicia, almas-huesos-ataúdes que andan en los pies de los vivos, hacen ruido y dejan ecos, almas en pena que porfían en este bregar político, y sus silencios son voces, argumentos. Silencios en albórbolas por la justicia. El gobierno con el desatino de la injusticia hizo hablar hasta los muertos y ahora están en la calle. Y la gente murmura sólo Dios sabe porqué los levantó. Tienen sus temores. Son cosas sagradas, es la cristiandad… 80
La opinión pública veía así entremezclados lo profano y lo sagrado; los bienes
materiales y los intangibles, dando un matiz diferente a la manifestación de los
79
“Protestan comuneros con ataúdes y animales”. Periódico Noroeste. Mazatlán, Sinaloa. Julio 20 de
2009. Año XXXVI. No. 12438. Portada. 80
Castro, Feliciano (2009). La procesión de los difuntos. En: Brito, Pedro [coordinador]. Picachos, Los
caminos del desarraigo y la resistencia. Universidad Autónoma de Sinaloa. Mazatlán, Sinaloa, pp. 57.
- 180 -
desplazados en comparación con otras protestas ciudadanas. Lo cierto es que el
movimiento de los desplazados despertó simpatías entre la sociedad en general,
aunque con opiniones divididas, pues había quienes reprochaban el caos vial y los
inconvenientes de los actos de condena hacia el gobierno.
La problemática desatada por el desplazamiento de la presa Picachos,
ocupaba ya un lugar preponderante en la agenda pública de la región debido al
impacto de las protestas entre la sociedad civil ajena al conflicto y un espacio
importante en la prensa nacional. Esto se reflejaba en los espacios mediáticos
ocupados por el tema de los comuneros, ahora conocidos como “Los Picachos”, lo
que favoreció la formación de una identidad de resistencia, plenamente identificada
por propios y extraños, pero aún en plena búsqueda de legitimación.
Como se ha mencionado, la lucha se traslada también al terreno de lo
simbólico, y por tanto, de la cultura. Se hace necesario buscar otras “armas” de
resistencia, donde la identidad juega un papel clave, sobre todo a la hora de
canalizar mediáticamente el sentimiento de pérdida, de despojo y el apego al
territorio perdido. Sin embargo, sólo puede lograrse a través de una materialización
de lo intangible a través de actos simbólicos y rituales.
La investigadora Liz Johanna Rincón Suárez (2011), quien estudia la relación
entre memoria colectiva y resistencia, explica: “Las narrativas actúan como rituales
frente al dolor, al enunciar la experiencia de los sujetos son tanto claves de sentido
como medios de creación de un campo intersubjetivo en el cual se comparte el
sufrimiento y puede anclarse la reconstitución de lo cotidiano […]” Enseguida agrega
que cuando los sujetos sociales han experimentado sucesos traumáticos o violentos
- 181 -
encuentran una subjetividad especial para expresar lo inenarrable a través de la
palabra, sobre todo por medio de la teatralidad o del performance, rituales que
intentan enlazar las pérdidas con una forma de agencia social que ayude a la
recuperación emocional colectiva.
Se puede deducir que “Los Picachos” habrían logrado materializar el dolor y
exponerlo públicamente ante aquellos para quienes habían permanecido ocultos
durante décadas en los recónditos parajes de la Sierra Madre Occidental; en la
construcción de nuevas narrativas que ayudaran a recomponer el tejido social desde
lo simbólico, se gestó la formación de una agencia social para modificar lo que se
suponía estructurado, por lo que una característica relacionada con la identidad de
resistencia de los desplazados no es la victimización, sino la capacidad de lucha y de
negociación con los actores que ostentan la hegemonía y el poder oficial.
Con el plantón de Fihsin el movimiento obtuvo algunos logros parciales, como
recuerda una de las mujeres comuneras: “…pues se arregló un poco, de que se
comprara más terreno porque nosotros no teníamos terreno [suficiente para
reasentar a todos los afectados]. Estuvimos 40 días en Fihsin y ya Gobierno se
comprometió a terminar de indemnizar lo que faltaba, pero no. Fueron abonos y
abonos que hasta ahorita [2012] todavía no se han terminado de pagar”. Sin
embargo, “la pena negra” estaba por venir, con el éxodo hacia los nuevos pueblos y
el abandono de las comunidades que los vieron crecer.
Se acercaba la amenaza en forma de agua, que silenciosa se movía hacia los
pueblos. Los pobladores recuerdan esta etapa como un via crucis, debido al alto
nivel de incertidumbre con que se manejaba todo lo relacionado al reasentamiento y
- 182 -
a los sitios que se supone debían convertirse en sus nuevos hogares. Ante la falta de
certeza en la información, los rumores tomaban forma de temibles advertencias. La
inundación de las comunidades no se vivió de una sola vez, sino que el agua fue
subiendo poco a poco durante días, aumentando la zozobra entre los desplazados y
haciendo del éxodo un trago amargo, pero sobre todo lento.
Los primeros pueblos en ser alcanzados por el agua de la presa Picachos
fueron Las Iguanas y Casas Viejas, ubicados justo en el embalse de la represa. El
gobierno les había dado cinco días para sacar todas sus pertenencias de las
viviendas antes de que llegara el agua, y los pobladores empezaron a desmantelar
sus casas y comunidades. Se podían ver las camionetas por los caminos cargadas
de mesas, sillas, trapiches, juguetes, colchones y demás enseres domésticos, que
con premura se dirigían a la tierra prometida, con viviendas sin terminar, sin agua, sin
electricidad. Aunque también hubo quienes no se enteraron a tiempo. Por ejemplo
Cecilia Sánchez, cuya vivienda fue la primera en inundarse recuerda que no pudo
rescatar la mayor parte de su patrimonio:
No, no avisaron, nomas dijeron l’agua viene, viene subiendo y venía subiendo un tanto.. venía p’arriba y p’arriba; nosotros pensamos que el agua venía más p’abajo... Mis hijos estaban acá también [en Mazatlán]. Cuando fuimos el agua nos daba arriba de la rodilla y ya no pudimos sacar nada, mi esposo con trabajos sacó las camas, ahí las llevó a una lomita que estaba ahí. N’hombre, hubiera visto, como pa’ sentarse a llorar. ¿Será posible? Mi casa fue la que se ahogó primero… Tantos años… Sí nos perjudicó mucho; yo, pa’mí, ya no va a haber otro ciclo de vida tan bonito.81
La historia de este desalojo quedó registrada en videos por medios y
ciudadanos. En imágenes filmadas por uno de los afectados del pueblo de Los
81
Entrevista a Cecilia Sánchez, entrevistada por la autora, entrevista # 05, Universidad Autónoma de
Sinaloa,
- 183 -
Copales en los primeros momentos en el reasentamiento al nuevo territorio, se
puede observar el tamaño de las grises casuchas aún sin enjarrar, con cimientos de
pies de casa de 36 metros cuadrados, cuando en sus pueblos el promedio de las
casas era de más de 200 metros cuadrados. El terreno es un predio árido, sin ningún
tipo de vegetación, corre un viento que parece seco. El panorama inspira desolación.
Junto a una de las pequeñas casas, un montón de costales apilados al parecer de
maíz, intentan ser resguardados bajo una mantilla improvisada de plástico negro.
Una mujer, su madre y tres hijas esperan afuera de la casa, sentadas en una cama
de lía, a que les surtan el agua en pipas que ofreció el gobierno municipal. Lucen
cabizbajas y en silencio.
Una voz en off habla de la evidente falta de espacio y el riesgo que corren las
personas y sus cosas de valor al permanecer a la intemperie: “Los comuneros no
tienen espacio para ellos mucho menos para guardar producto; aquí podemos ver
que artículos tan necesarios como lavadoras, colchones, los tienen que mover hacia
otra área con peligro de que se mojen por el hecho de que no hay espacio en el
interior de la casa, aquí podemos ver a la gente como increíblemente no tiene ni
siquiera para guardar las cosas básicas…”
Entrevistada para el mismo video, una de las mujeres señaló que hay cerca de
veinte familias en el viejo pueblo de Las Iguanas, que por no estar en la lucha, no
tienen esperanzas de que les paguen sus propiedades. A algunas no les han
asignado una vivienda en el nuevo asentamiento. Aseguran que no se saldrán hasta
que los indemnicen sin importar si perecen por la inundación y el aislamiento, pues
- 184 -
no les han dado “ni un cinco”. La señora dice temer por la vida de esas familias, ya
que la mayoría son sus parientes. 82
Se nota la tristeza en los rostros, los hombros caídos, los ojos vidriosos, pero
mucho más en los ancianos quienes en la gran mayoría de los casos no pueden
adherirse al movimiento de protesta y se encuentran aun más vulnerables en cuanto
a la garantía de sus derechos. Más del 90 por ciento de las personas entrevistadas
manifestaron tener algún familiar de la tercera edad que falleció por la depresión
provocada por la noticia de la desaparición de sus pueblos. Si ya se encontraban
enfermos, se agravaron sus males y la decadencia empezó poco a poco. Muchos de
ellos no sobrevivieron para ver a sus terruños inundarse ni tampoco el destino de los
llamados nuevos pueblos. Así continuó el éxodo de los otros poblados, donde se
repetían las mismas constantes: un reasentamiento marcado por el conflicto.
El trance fue más complicado aun para los habitantes de Los Copales.
Cuando llegó el tiempo en que debían desalojar, aún no les entregaban las viviendas
del nuevo asentamiento, pues aunque las construcciones estaban asignadas no se
entregaban ni las llaves. Los pobladores se quejaban amargamente porque ya no
tendrían donde trabajar en los nuevos poblados, pues más de la mitad de las
parcelas quedarían bajo el agua y otra parte sin accesos. Todos los habitantes
permanecían en Los Copales viejo, con todo y que el agua se encontraba a unos
metros, mientras que el nuevo pueblo, que más bien como los demás parecía un
fraccionamiento tipo Infonavit, estaba aún sin habitar. Se presentó resistencia para
82
Disponible en Internet: http://www.youtube.com/watch?v=xiMu_9yY9y8. Consultado: 26/05/2012
Como este video, en el portal de Youtube se puede encontrar una serie de grabaciones caseras que intentaron dar cuenta de la situación que atravesaron los pobladores en el momento del éxodo hacia los asentamientos prometidos.
- 185 -
abandonar en todos los poblados originales; muchos se negaban a abandonar las
que habían sido sus casas durante toda una vida.
Transcurrieron cerca de dos meses de aquella inoportuna tormenta; ya habían
sucumbido Las Iguanas, Casas Viejas, La Puerta de San Marcos, Los Copales y El
Placer; San Marcos al estar más lejos de la presa y la mayor parte de su territorio en
zona alta, se calculaba que la inundación total del pueblo llegaría en año y medio
aproximadamente. Pero un fenómeno natural adelantó los “planes” de la forzosa
mudanza. Era 21 de octubre y la tormenta tropical Rick azotó el sur del estado de
Sinaloa, lo que provocó lluvias torrenciales que hicieron que el nivel de la presa
Picachos se elevara más rápido de lo esperado. Al día siguiente en el pueblo se
vivió una sacudida.
La señora Francisca de Medina recuerda que sufrió una decepción grande. Se
calculaba que la presa iba a inundar San Marcos dentro de año y medio o quizás
más, por lo que mientras tanto podrían seguir habitando sus mismas casas y
comunidades. La noticia cayó de súbito y más cuando se anunció que el desfogue el
túnel de desvío por la captación de las abundantes precipitaciones traídas por la
tormenta Rick. Se podía observar a las cerca de 300 familias tratando de salvar sus
propiedades de valor, acción dificultada por la premura del éxodo. El único camino
que comunica a los dos pueblos es tan angosto que sólo cabía un vehículo a la vez,
por lo que el movimiento tardó más de lo necesario. Muchos salvaron sólo parte de
sus pertenencias, lo más indispensable, dejando atrás muchos recuerdos. Un día
después del fenómeno meteorológico…
Mucha gente hablaba pidiendo auxilio, y mucha gente estaba con el agua en la cintura y se estaban saliendo… muchos alcanzaron a sacar cositas otras y
- 186 -
no, otras en la noche se vinieron pa’cá [al Nuevo San marcos] y así pasaron y luego se fueron a San Marcos estuvo el agua mucho tiempo, por la calle pa’rriba llegó el agua… las escuelas alcanzaron la mitad de llenarse, la plazuela a medias quedó, muchas casas de la orilla viejitas estaban llenas de agua; la cañada toda hasta arriba a más de la mitad..83
La señora de Medina evoca esos instantes en que no se sabía con precisión
cuánto iba a subir el agua; si llegaría a la plazuela, si llegaría sólo a las viviendas
localizadas hacia abajo por el panteón; tampoco en cuánto tiempo. El temor era
inminente. Las voces de alerta cundían por todas partes. La noche anterior al
desalojo nadie durmió atentos a cualquier información que pudiera suscitarse.
Cipriano Pani relata cómo las versiones fueron tan encontradas que incluso él dudó
de la inundación total del pueblo. Esa noche de la desocupación estuvo
monitoreando el nivel del agua:
Yo estaba aquí en la casa. Andaba con un miedo… Se fueron un día antes del ciclón y la gente: ‘vámonos y vámonos porque viene el agua’… Un día antes en la noche eran como las diez y fuimos a ver dónde venía, porque ya venía allí en las calles el agua como una culebrita, a qué recio viene, nos va a sacar en la noche [pensó] así en chinga, ya me vine con la duda ¿no?, y ya de hecho yo andaba a escondidas, porque había mucho dedo aquí del movimiento y sacaba las medidas de que no llegaba pero pos tenía la pinche duda…84
A las cuatro de la madrugada del siguiente día, regresó a inspeccionar y no se
veía que el agua fuera subiendo. Se bajó varios metros, hacia la cañada, y nada. Le
dijeron que por la noche subiría la presa a su máximo nivel, y cuando llega la hora
tampoco se inundó el poblado, ya no subió el agua más de lo que llegó el día anterior
83
Entrevista a Francisca Valle, entrevistada por la autora, entrevista # 02, Universidad Autónoma de
Sinaloa, 10 de abril de 2011. 84
Entrevista a Cipriano Pani, entrevistado por la autora, entrevista # 13, Universidad Autónoma de
Sinaloa, 26 de abril de 2012.
- 187 -
como medio metro hasta la altura de las primeras casas en la antesala del
camposanto. Al paso de los días el agua descendió. La sorpresa, grata para muchos,
fue que el pueblo de San Marcos no sucumbió bajo el agua, únicamente las partes
bajas, por lo que algunas familias regresaron y se negaron a abandonar el poblado a
no ser que fuera una cuestión de vida o muerte. El 24 de octubre, informaron las
autoridades, la presa Picachos alcanzó su máximo nivel. Y gran parte del pueblo
permaneció sin afectaciones. De las 300 familias, se estima que en esos días unas
120 se quedaron en las zonas altas.
A manera de denuncia o de nostalgia, los afectados tomaron decenas de
videos y fotografías para despedirse de sus pueblos y quedarse con un recuerdo o
dejar constancia de lo que consideraban una situación injusta; algunos fueron
publicados en el portal de videos en Internet, Youtube, a manera de compartir su
sufrimiento. Otros quedaron para la rememoración personal y familiar. Algunos
sanmarqueños que residen en Estados Unidos de Norteamérica desde hace
décadas, buscaron conservar un último recuerdo y mandaron filmar los últimos
alientos de su pueblo.
Se editó un video que circuló entre los habitantes y se encontraba a la venta a
cargo de los fotógrafos, que tradicionalmente se encargan de plasmar los eventos
memorables de la localidad. La grabación, con calidad de aficionado, inicia con la
desocupación de San Marcos viejo. A diferencia de los otros poblados, los
sanmarqueños lucen serenos como no queriendo demostrar ninguna tristeza, su
actitud es de mayor fortaleza pero también de coraje. La cámara recorre la escuela
ya con el agua a un nivel más bajo, todo luce desolado, con las otrora casonas
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señoriales desmanteladas, la plazuela semidestruida, la iglesia incompleta y las
camionetas cargadas de tejas y de artículos que les llenaban de nostalgias pero
también de la esperanza de recuperar algo en el futuro.
Los primeros días en los asentamientos recién construidos se volvió una
experiencia tortuosa debido a las condiciones en que se encontraban, pues no
habían resistido ni la primera prueba de la tormenta Rick; decenas de techos se
habían cuarteado, además de que había muchas casas sin asignar. Amayrani, una
joven señora, relata cómo es que después de varios años no le han asignado un
terreno y con tristeza ve que a otra gente, que ni siquiera es de San Marcos y poseen
casa en Mazatlán, ya les han destinado una vivienda en el Nuevo San Marcos.
Cuando pasó lo del desalojo tuvo que mover sus cosas hasta en cinco casas y hasta
la fecha vive con su suegra. 85
Marisol Lizárraga, nacida en San Marcos y estudiosa de la historia de la
región, narra que la gente ha vivido una situación de desarraigo muy desgastante
debido a que el nuevo pueblo es totalmente diferente a lo que la gente estaba
acostumbrada. Incluso las primeras noches la gente se quejaba de no poder conciliar
el sueño, por lo que muchos de ellos enfermaron y padecieron crisis de nervios.
El contraste entre las antiguas casas, con su arquitectura típica de la región,
sus tejas, amplios porches, y sobre todo abundantes vegetación y agua, despertaron
una condena generalizada hacia el actuar del gobierno estatal; la imagen de las
casitas adonde tenían que acomodarse los desplazados, sobre los terrenos secos y
llenos de cuarteaduras, circuló por los medios convencionales y también por la Red.
85
Al momento de la entrevista en el mes de abril de 2011.
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Por si no fueran suficientes las irregularidades del reasentamiento, la siguiente
denuncia de los líderes comunales, avalada por arquitectos de la Universidad
Autónoma de Sinaloa, fue que el techo de las casas estaba construido a base de un
material cancerígeno, con el fin de ahorrar costos, materiales prohibidos en otros
países por su peligrosidad. 86 Todo este clima de riesgo, incertidumbre e inseguridad
abonó aun más leña al conflicto que se estaba convirtiendo en un fuego difícil de
controlar.
La exigencia de pueblos dignos y de justas indemnizaciones, se enarboló
como la bandera del movimiento de Los Picachos durante los próximos meses, que
fueron de intensas movilizaciones, marchas, plantones, manifestaciones, tomas de
oficinas y guerra de declaraciones, tomando como principales escenarios las
ciudades de Mazatlán y Culiacán; y como cajas de resonancia los medios masivos
de información. Un escenario que más bien expedía olor a revancha. Cada vez más
grupos sociales tomaron parte en el conflicto y la mayor de las veces fue a favor de
los comuneros; universitarios, representantes de partidos políticos, de
organizaciones civiles y hasta el Obispo de Mazatlán se pronunciaron en esos
momentos por que el gobierno estatal respondiera a “Los Picachos”.
La marcha multitudinaria del 15 de agosto de ese intenso 2009 daría cuenta
del apoyo del que gozaban quienes habían sido objeto del desarraigo a causa de la
construcción de la presa. La prensa local registró al menos la presencia de dos mil
ciudadanos en esa marcha, cuyo punto de partida fue el Acuario Mazatlán; y la meta,
el palacio municipal para involucrar al Ayuntamiento en la solución de la
86
“Alerta en la Picachos”. Semanario Río Doce. Agosto 19 de 2009. Disponible en Internet: http://www.riodoce.com.mx/content/view/2649/ Consultado: 26/05/2012
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problemática, que hasta el momento se había mantenido tibio ante las demandas de
los comuneros. Entre las pancartas, sobresalían consignas como: “Solución, no
represión”, “Los pueblos unidos jamás serán vencidos”, y sobre todo “aplaudan,
aplaudan, no dejen de aplaudir que el pin.... Gobierno nos tiene que cumplir”.87 Los
pobladores de la zona rural, aquel agreste territorio casi no reconocido y olvidado por
los habitantes de la zona urbana, se insertaban de forma inédita en la vida cotidiana
y en la arena pública de la región.
Después de un tiempo en el que se dieron regateos con Gobierno del Estado
por el pago a los comuneros, las acusaciones por los acuerdos incumplidos eran el
pan de cada día en la nota informativa. Las amenazas de radicalizar acciones no se
vieron nunca tan palpables como el 1 de marzo de 2010 con la primera gran marcha
de los desplazados. La meta era caminar por la autopista de Mazatlán a Culiacán, e
instalarse allí en el espacio del Congreso del Estado para exigir a los diputados la
aprobación del presupuesto para cubrir sus demandas.
A pesar del sinnúmero de protestas en el haber de los Picachos, la caminata a
la capital del estado es una de las acciones que más han marcado la memoria
colectiva. En el imaginario popular se evoca con el sentimiento de una hazaña y una
muestra del valor de los comuneros, por defender su territorio. Asimismo en esta
marcha, como en las otras manifestaciones, lo que más sobresale en los relatos es la
irreverencia con que se dirigían a los representantes del Estado.
La cita fue en el entronque a El Habal por la mañana, con un sol reluciente.
Decenas de camionetas fueron llegando una a una. Los hombres ensombrerados,
87
“Comuneros toman la calle”. Periódico Noroeste. Agosto 16 de 2009. Año XXIX. No. 11634. Portada.
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con su típica ropa del campo; las mujeres con ropa ligera y cubriéndose el sol con
sombreros, lentes oscuros y mantillas o trapos que improvisaban una protección a
los crueles rayos solares. Atilano Román y Rosario Alapizco, Charis, como todos la
conocían, organizaban el contingente. La marcha requirió poder de convocatoria y
organización. Eran más de 800 personas que tomaron a pie los dos carriles de sur a
norte, “… provocando largas filas de automóviles y tráileres, en el sentido de
Mazatlán a Culiacán. A las 10:00 horas partieron del entronque de Habal-Cerritos en
la Maxipista y no pararon hasta las 14:00 horas en el kilómetro 23, donde
descansaron y comieron, permitiendo en ese momento el paso de los vehículos
atascados”.88
La organización consistió en establecer relevos para los marchantes. Mientras
un grupo se iba a descansar, llegaba otro grupo, de tal forma que la marcha siempre
estuviera nutrida de participantes. De igual forma, en las camionetas se turnaban
para descansar por periodos cortos para administrar las energías y llegar hasta la
meta pactada. Como había ocurrido desde los albores del movimiento, se utilizó una
estrategia de solidaridad pues los más adinerados, quienes poseen los mayores
hatos ganaderos, aportaban la carne y otros víveres necesarios para que los
marchantes soportaran los embates del clima y el cansancio. Aun así algunas de las
mujeres recuerdan que fue algo oneroso para ellas, pues aunque se les daba comida
y agua; “no faltaba en qué gastaran”, además de que no había donde bañarse o
donde hacer las necesidades fisiológicas.
88
“Agarran carretera los comuneros”. Periódico Noroeste. Marzo 02 de 2010. Año XXX. No. 11821. Portada.
- 192 -
Refugio Medina, una de las más entusiastas en la lucha enfatiza el esfuerzo
realizado y dice con orgullo cómo se rebelaron contra el Gobierno: “Eso de la
caminata sí fue duro porque se nos ampollaron los pies. Nos encontramos con
gobierno ahí, que nos regresáramos, que nos regresáramos; nosotros no, nosotros
ya llevábamos la meta de llegar hasta Culiacán, y no nos detuvo ni gobernador ni
nadie”. La caminata duró largos nueve días en los que para dormir los inconformes
tendían una cobija a un lado de la carretera, o armaban casas de campaña, pero no
sólo ellos sino también algunos reporteros quienes tenían la encomienda de seguir la
marcha paso a paso, sin omitir detalle, ni siquiera por las noches. El curso de acción
se tornaba impredecible, ya que los comuneros tomaban decisiones “sobre la
marcha”.
No todo estaba previamente planeado. Al final de cada jornada los comuneros
se congregaban con sus líderes para discutir los siguientes pasos a tomar y se
respetaba las determinaciones de la comunidad. Funcionarios estatales intentaron
detener la marcha a base de nuevos ofrecimientos, pero la primera condición era que
cualquier negociación tendría que ser con el contingente en movimiento debido a la
desconfianza en los gobernantes. Al tercer día, el gobernador Jesús Aguilar ofreció
reunirse con ellos en el municipio de Elota, ubicado a media distancia entre Mazatlán
y Culiacán, pero los comuneros se decepcionaron aun más cuando éste los dejó
plantados. Después de los intentos fallidos por detener la manifestación itinerante, y
después de recibir muestras de simpatía de jornaleros y activistas, al noveno día
llegaron al Congreso del Estado en la capital de Sinaloa. El plan era dividir al grupo
- 193 -
en dos. Una parte se apostaría en el Palacio de Gobierno; y otra llegaría al recinto
legislativo para permanecer allí de forma indefinida.
Con el cansancio de haber recorrido más de cien kilómetros a pie, el
contingente de los comuneros y sus familias establecieron un campamento donde
advirtieron que no tenían prisa: “Aquí vamos a dormir, aquí vamos a comer, aquí
vamos a cenar”, dijo Octavio Atilano Román, líder de los comuneros inconformes, “la
misma Diputada Irma Tirado, el Diputado Luna Beltrán han dicho que el Congreso es
la casa del pueblo y vamos a ejercer ese derecho”. 89
Pero luego unos días de haber llegado al Congreso y haber reclamado por las
promesas incumplidas del gobernador, fueron ejecutados seis comuneros que
viajaban en la caja de una camioneta Ford Lobo, en lo que fue supuestamente un
fuego cruzado entre bandas del crimen organizado. Era el 20 de marzo de 2010. Los
inconformes no descartan que el múltiple homicidio sea en realidad una represalia
del Estado para acallar la manifestación, hecho que nunca ha sido aclarado. En esos
momentos el ánimo se encendió.
Para casi todos los entrevistados, participantes del movimiento, éste es uno de
los momentos más tristes de la lucha que han emprendido por defensa de la tierra.
Aseguran que los seis fallecidos, todos residentes de El Placer, un poblado no mayor
a ochenta familias, no se dedicaban a negocios ilegales, aunque la información oficial
89
“Hacen campamento en el Congreso local”. Periódico Noroeste. Culiacán, Sinaloa. Año XXXVII. No.
12659. Portada.
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difundida por el gobierno promueve la idea de que se trató de un clásico ajuste de
cuentas, muy a tono con el clima de violencia que se vive en la entidad. 90
Después de colocar el monumento conmemorativo, a las afueras del
Congreso, el presidente de la Gran Comisión, se había comprometido a no retirarlo,
pero ordenó exactamente lo contrario. Los manifestantes se molestaron e hicieron
“tronar” la sesión de la diputación permanente, haciendo un zafarrancho dentro del
recinto legislativo, por lo que Luna tuvo que salir huyendo por la parte de atrás
mientras era perseguido por los comuneros.
La tragedia pareció unir más a los comuneros desplazados, quienes
emprendieron una nueva marcha en Culiacán y cambiaron las pancartas de
“Gobierno bandido” por las de “Gobierno asesino”. En entrevista con la prensa en los
primeros minutos que se dio a conocer la noticia, Atilano Román Tirado señaló que el
hecho no los iba a amedrentar y ahora se veían como hermanos del mismo dolor:
Gobierno nos construyó una presa que nos ha orillado a la marginación, nos ha orillado a la desesperación, nos ha inundado de dolor, esto es lo más difícil que nos ha pasado. Aunado a la desaparición de tres gentes que hace seis meses desaparecieron del pueblo; creo que estas familias no se merecen eso, estas familias siguen gritando; ahorita más que nunca tienen el alma llena de dolor, de impotencia, de pasar de gentes tranquilas pasaron a ser familias de un gran dolor que nos lleve mas ala desesperación de los que no tienen.. a las familias de los compañeros caídos… resignación, y que nos sentimos igual de adoloridos que ellos porque ya no nos vemos como … nos vemos como hermanos, nos vemos unidos por un gran dolor de haber perdido nuestros pueblos y de haber perdido ahora a estos compañeros, que la muerte de ellos los cobije la justicia y que seguimos alzando la voz y seguimos pidiendo justicia.91
90
Los nombres de los seis comuneros fallecidos, según informó la prensa local, son Martín Arballo
García, Lorenzo Arballo Sánchez, Audencia Mendoza Montes, Marco Rodríguez Moreno, Benigno Sarabia Medina y Jesús Patrón Sánchez. 91 Declaración de Atilano Román a la prensa el 21 de marzo de 2010 luego de conocer la muerte de
seis compañeros manifestantes de la presa Picachos. Entrevistado en la sede del Congreso del
Estado, en video publicado por EL DEBATE en su página web y en el portal Youtube.
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Los eventos trágicos como este parecen cumplir la función de reforzar la
historia común de la colectividad y la cohesión social al interior del grupo y la
configuración de redes de solidaridad; ya que los liderazgos y decisiones se toman
bajo la base de una sociabilidad continuada y fortalecida. Una síntesis de todo este
proceso acción de colectiva se encuentra en la canción sin título que fue compuesta
durante los días de la marcha a Culiacán y la toma simbólica del recinto del Poder
Legislativo, de la autoría de Hortensia Gutiérrez, quien señaló haberse inspirado
principalmente en la muerte de los seis comuneros en la autopista:
Era el primero de marzo cuando la marcha empezó, / los de la presa Picachos que toda la gente vio / iban rumbo a Culiacán a ver al gobernador / Caminando en uno en uno con la bandera de frente, / en busca de soluciones que nos quedaron pendientes./ Ese gobierno corrupto siempre ha sido indiferente / Unos venían sangrando, otros muy deshidratados, /unos venían descalzos con los huaraches trozados / pero con mucho coraje porque nos habían fregado. / Llegamos a Culiacán entre lágrimas y rezos, / era el 9 de marzo cuando entramos al congreso / Esta será nuestra casa, sin solución no hay regreso / Pero el 20 de marzo, qué amargo y trágico día / seis de nuestros compañeros habían perdido la vida. / Nunca nos imaginamos que esto nos sucedería./ Esta lucha fue muy justa por todos los comuneros / Atilano y la Charis siempre fueron muy sinceros, / Graciela y Feliciano y todos los reporteros./ Ya con esta me despido, sin ofender los presentes, / recordándole al gobierno que aquí seguirnos pendientes / y seguiremos en lucha con toditita la gente.92
Esta y otras canciones alusivas a la lucha de los comuneros fueron entonadas
adentro del Congreso del Estado, que se convirtió por casi un mes en el nuevo hogar
de los desplazados. Era común observarlos jugando cartas, preparando sus
alimentos en improvisadas hornillas, platicando y haciendo bromas entre ellos, en los
tiempos “muertos” cuando no había una acción de protesta que cumplir. Pero el
92
Fragmento. Producción independiente proporcionada por la autora.
- 196 -
llevarse la vida diaria al palacio legislativo, no resultó fácil. Muchos de los recuerdos
sobre este evento apuntan sobre todo hacia las incomodidades sufridas para cubrir
las necesidades más básicas, dormir, comer, bañarse, ir al baño. A la marcha y toma
se sumaron personas de todas las edades, niños, jóvenes, adultos y personas de la
tercera edad a quienes no les importaban sus achaques, como muchas lo
comentaron.
A pesar de sus más de ochenta años, la señora Francisca Valle insistió en
acudir a la marcha, aunque con ayuda de sus hijos. Llevaba una silla de plástico en
la que se sentaba a ratos para administrar el cansancio; esta fue su última
participación en actos de resistencia debido a que sus piernas ya no le responden;
sin embargo, lo que más parece satisfacerla es el haber tenido la oportunidad de
gritarle sus “verdades” a los políticos y funcionarios, así como a los policías.
Recuerda, con un semblante lleno de orgullo, que cuando se sentaron en el jardín del
palacio de Gobierno, se acercó un empleado y les dijo: “dice el gobernador que se
retiren de aquí porque dan muy mal aspecto”.
Y ella le respondió: “Dile al gobernador que chingue su madre, que si nosotros
le molestamos en cinco minutos que tenemos aquí, cómo estaremos nosotros que
nos quitaron nuestras tierras, y así les gritamos muchas cosas —continuó—; a mí me
gusta pelear, pero nomás por lo que es de uno, no pedimos de más”. Ella dice no
estar en desacuerdo con la presa, pero si las cosas se hubieran hecho bien, si les
hubieran dado “unos pueblos como los que tenían, unas casas como las que tenían,
y pagado lo justo no estarían ahí.”
- 197 -
La toma del Congreso del Estado, así como de las carreteras, constituye una
apropiación simbólica de los territorios enemigos y aunque el movimiento de Los
Picachos se ha definido a sí mismo como pacífico, se puede percibir una violencia
que se canaliza a través del uso simbólico, transgresor e irreverente del lenguaje.
Como catarsis o como manera de manipular la opinión pública, los ataques verbales
al Gobierno o cualquier agente del Estado parecen provocar una satisfacción y
algarabía colectiva.
El saldo de esta protesta fueron más compromisos y nuevos plazos para su
cumplimiento, pero también la ampliación del presupuesto asignado a las
indemnizaciones y a la construcción de los nuevos pueblos por parte de los
diputados de la LIX Legislatura, donde el tema de la presa Picachos ocupó una gran
cantidad de horas en la tribuna y un acalorado debate.
Dos años después, en abril de 2012, luego de una tregua de casi un año de
los comuneros al gobierno de Mario López Valdez (al relevo de Aguilar Padilla), se
convocó a una nueva marcha a la ciudad de Culiacán como la que se realizó en
2010, ante el fracaso del diálogo con el nuevo gobierno estatal, que llegó en coalición
y se autoproclamaba como la alianza del cambio y a quien los pueblos de la
Picachos favorecieron con su voto en espera de que se resolvieran sus demandas.
Desde principios del año en curso, se comenzó la organización de la marcha.
Programada para el 1 de marzo, para conmemorar la fecha de la primera caminata.
En San Marcos se corrió la voz. De vecino a vecino, entre amigos y
conocidos. En ese momento mantenían un plantón en la cortina de la presa para
bloquear las obras complementarias para el acueducto que llevaría el agua a
- 198 -
Mazatlán, para lo cual mantenían la misma estrategia de establecer grupos a manera
de brigadas por cada pueblo y con la cooperación de la comunidad, ya sea con
comida, agua o dinero. La mayoría de los grupos se derivaban de las redes
familiares y vecinales. Y durante unas semanas las guardias se montaron durante las
24 horas del día, pernoctando junto a la presa para evitar un “madruguete” de
Gobierno.
Preparando el regreso de las acciones públicas de resistencia, la mayoría en
San Marcos se mostraban cansados y hartos de tanta protesta; sin embargo,
confirmaban su asistencia. La marcha la había convocado Atilano Román, con
posibilidad de cambiar de planes de acuerdo a los resultados de las negociaciones
con Gobierno del Estado. Pero Atilano les dijo: “Esténse listos porque en cualquier
momento nos vamos a Culiacán”.
Antes de que esto ocurriera se cumplió el segundo aniversario de la muerte de
seis comuneros que regresaban a Mazatlán después de las manifestaciones en
Culiacán. Recuerdan los comuneros que en una caravana de vehículos, más de 250
personas se dirigieron al kilómetro 78 de la Maxipista y dejaron una ofrenda floral y
un minuto de aplausos por los compañeros caídos, a su juicio como consecuencia de
su acción en el movimiento. En ese momento cantaron corridos, rezaron y señalaron
que seguirían la lucha a nombre de sus muertos y que por nada se iban “a rajar”.
Finalmente, el anunciado retorno a la arena pública, con la nueva marcha a
Culiacán, no se dio si no hasta el 30 de marzo, pero esta vez se decidió tomar tanto
la Maxipista de cuota como la carretera libre Mazatlán-Culiacán. Ahora con un mayor
repertorio de habilidades y saberes orientados a la resistencia, cerca de 800
- 199 -
manifestantes, entre hombres y mujeres, se dividieron en dos grupos, uno para el
bloqueo de cada tramo carretero.
Quizás por un desgaste en la imagen del movimiento o por la coyuntura
política después de la configuración del Gobierno del Estado tras el proceso electoral
del 2010, la prensa local enfatizó menos sobre el aspecto humano del movimiento y
más sobre los hechos duros y las afectaciones viales, como se advierte en los
encabezados del día siguiente en los principales periódicos locales, “Estrangulan
carreteras” y “Comuneros bloquean carriles de la carretera libre”.93 Con gritos de
justicia y cantos de las mujeres, arrancó la marcha, siguiendo las estrategias de
supervivencia y protesta que ya habían aprendido. A un lado de la carretera,
tomaban un tiempo de descanso, para comer una birria que se había preparado para
toda la comunidad y aprovechaban el tiempo también para conversar y convivir, decir
alguna que otra broma en contra del gobierno y reírse de los funcionarios un rato;
sentarse y escribir en las pancartas con mensajes que se les ocurren en el momento
y para los que todos aportan ideas.
La marcha transcurrió sin contratiempos, con la meta de llegar a Culiacán y
ocupar de nueva cuenta el Congreso del Estado; pero los planes fueron frustrados
por una acción de la fuerza pública el domingo 1 de abril. Poco más de cien
comuneros, hombres y mujeres, fueron detenidos y llevados a las instalaciones de la
Procuraduría General de la República. Ese día también decomisaron pertenencias
93
“Estrangulan carreteras”. Periódico Noroeste. Mazatlán, Sinaloa. Marzo 31 de 2012. Año XXXII. No.
12571. “Comuneros bloquean carriles de la carretera libre”. Periódico El Debate. Mazatlán, Sinaloa. Marzo 31 de 2012. Disponible en Internet:http://www.debate.com.mx/eldebate/Articulos/ArticuloGeneral.asp?IdCat=6097&idArt=11934873 Consultado: 31/05/2012
- 200 -
personales de los protestantes, así como varios vehículos. A los días siguientes
liberaron a la gran mayoría pero retuvieron a cuatro líderes: Octavio Atilano Román
Tirado, Óscar René Osuna Díaz, Hortensia Gutiérrez Zamora y José Isabel Osuna
Lizárraga. En rueda de prensa, María José Osuna Gutiérrez, hija de Hortensia
Gutiérrez, pasó a ser la nueva vocera del movimiento ante la ausencia de los
dirigentes.
Se emprendió una movilización para exigir la liberación de los líderes a
quienes catalogaban como presos políticos. Un plantón en el ayuntamiento de
Mazatlán, otro en la sede de las oficinas de la Procuraduría de Justicia en Culiacán,
así como una marcha por el malecón fueron las acciones emprendidas a las que se
unieron representantes de organismos ciudadanos. Después de 17 días de una
batalla legal y mediática, los dirigentes fueron liberados y aseguraron que la lucha
continuaría.
Con todo, la tensión por las detenciones fue una experiencia traumática para
muchas personas, sobre todo para muchas mujeres acostumbradas a vivir en sus
casas dedicadas a labores domésticas y del campo. Una señora de cerca de 50
años, originaria de Las Iguanas, narra su vivencia durante las detenciones masivas
de ese domingo 1 de abril, desde el momento en que inició el operativo ejecutado,
según la prensa, por al menos 200 elementos de la Policía Estatal Preventiva y la
Policía Ministerial:
Yo era de las primeras y cuando me dijeron tírese al suelo, yo dije ya me chingué yo fui de las primeras, luego me dijeron ‘levántese, señora’; lo que querían era dejar solos a los hombres, luego nos empezaron a quitar los celulares para que nadie tomara fotos… me dijeron quítese señora y yo les decía a los plebes no hagan las cosas más difíciles, nos tienen rodeados, qué les vamos a hacer… mejor tranquilos. ¡Ay!, no, eso fue como que se iba a
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acabar el mundo… Sentí una rabia, una impotencia, cuando vi que agarraron a los hombres y que los llevaban así agarrados del cuello y con las manos para atrás y no poder hacer nada… Y luego cuando ya los tenían en el suelo, los golpearon; pasaba uno y les daba una patada; y luego otro, y otra patada, así se los acabaron a patadas, oiga. Después sentí tan feo, un calor que me recorría el cuerpo porque se habían llevado a mi yerno pero había otros dos que no estaban detenidos y no aparecían, mi cuñado y mi hermano, ay Dios mío donde están, me los van a matar… No aparecen […]94
Siguiendo el mismo relato, durante la trifulca también hubo mujeres cuya
reacción fue la confrontación directa con los agentes aunque, al parecer, éstos
dirigían el operativo más a la detención de los varones:
Y había una señora que no se aguantaba y les gritó de cosas a la policía: “Sí, cómo no agarran a los secuestradores a los asesinos, a esos no los agarran porque les tienen miedo, ¿verdad? Pero vienen contra nosotros que nada les hemos hecho, son unos sinvergüenzas igual que todos los del gobierno, por eso están en el gobierno, porque son unos rateros, los más rateros son los del gobierno”. Y les dio coraje. —Cállese, señora. —No me callo. —Pues me la voy a llevar. —Pues llévame, le dijo —Pues llévanos a todas les dijo otra señora, al menos ahí en la cárcel me van a tener que dar de comer, porque acá en mi tierra ya no puedo ni sembrar porque el gobierno me robó todo…95
Con el líder y la mayoría de los hombres encarcelados, las mujeres que
quedaron en libertad divididas en dos contingentes entraron en desesperación. No
sabían qué hacer, según platica un grupo de mujeres después del acontecimiento.
Se comunicaron con Rosario Alapizco, Charis, quien por motivos personales
abandonó el país hace varios meses y ahora radica en Estados Unidos:
Charis, le hablaron, nos agarraron gente y nos la van a matar, le dijeron… ¿Cómo?, les dijo. ¿Por qué? Y ya le explicaron llorando las mujeres porque
94
Entrevista a anónimo, Universidad Autónoma de Sinaloa, 24 de abril de 2012. 95
Ibídem.
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muchas tienen su celular, y ella decían síganlos, mujeres, no los dejen solos, no se dejen amedrentar, y ella por allá lejos qué podía hacer, pos les dijo síganlos pa’ que supieran donde iban a quedar, y le dijimos pero nos quitaron los carros, ¿cómo chingados nos vamos?, pues en los pocos carros se van unas arriba de otras, pero no los dejen… Y nos fuimos, y a como pudimos llegamos.
En la memoria colectiva sobre el conflicto de la presa Picachos, los
acontecimientos con mayor grado de violencia suelen ser los más significativos y los
más recurrentes, hechos que obligan a los actores sociales a reconfigurarse y en
este caso a replantear la organización del movimiento no sólo de la adquisición de
nuevas habilidades o saberes, sino también de nuevos roles entre los miembros del
grupo. En el episodio que se rememora aquí sobresale la emergencia de una
identidad de género asociada a la resistencia.
Muchas mujeres cambiaron su papel de amas de casa por un rol político de
resistencia y confrontación contra un Estado enemigo. Se rompió abruptamente con
la sumisión que comúnmente se relaciona con las mujeres en la cultura rural
tradicionalista, que asigna rígidamente una función y un destino por la vía del género.
Las voces femeninas y los liderazgos emergentes dieron un cariz peculiar al
movimiento de Los Picachos, una identidad de resistencia cuyo poder simbólico, se
posaría principalmente en manos y en boca de sus mujeres.
2. El conflicto y el cambio en las representaciones sociales de género
En el liderazgo carismático, ha sobresalido el empoderamiento de las mujeres
a lo largo de la resistencia de los desplazados por la presa Picachos, quienes han
mostrado capacidad de gestoría y de organización. Al principio como una estrategia
- 203 -
casi espontánea, ancianas, mujeres adultas y jóvenes con sus niños en brazos
fueron enviadas al frente con la idea de complicar a los policías el uso de la fuerza.
Después, las manifestantes mostraron su gusto por el empoderamiento, buscando
imprimir un toque particular en cada protesta con nuevas frases y con el uso de
símbolos, como el colocar flores en los escudos de los granaderos, enarbolar
machetes en la toma de calles o el llevar los féretros de sus muertos errantes por la
zona turística de Mazatlán. Abundaron imágenes donde las mujeres protagonizaban
con aplomo las actividades de la protesta. Una muy significativa se captó el 13 de
julio de 2009, cuando las comuneras se careaban con los agentes antimotines,
mientras estos desalojaban por la fuerza a los desplazados quienes mantenían
tomada la construcción de la presa Picachos.96
En todas las tomas podía observarse a las mujeres al frente; y a los hombres
detrás de ellas como a manera de resguardo, pero con una actitud más pasiva.
Hasta entonces, en el imaginario colectivo de la comunidad de San Marcos y sus
pueblos aledaños sólo existían corridos para los “machos”, envalentonados, diestros
para la pistola y veloces para la fuga a lomo de bestia; en la ficticia galería de los
héroes sólo había espacio para los hombres. Quizás también con la inercia de
anteriores transformaciones sociales que han redefinido la construcción social del
género femenino y los roles adscritos a su condición, resurgió una identidad de
género muy ligada a la resistencia. Las mujeres pasaron de buscar la supervivencia
de sus familias en la discreción de sus hogares en la zona serrana del sur de
Sinaloa, a la lucha por derechos civiles y sociales en un ámbito urbano y politizado,
96
“Desalojan la Picachos”. Periódico Noroeste. Mazatlán, Sinaloa. Julio 14 de 2009. Año XXIX. No.
11601. Portada.
- 204 -
una faceta totalmente nueva para ellas pero a la vez reivindicadora de sus
capacidades.
Pero estas heroínas no empuñan las armas de fuego, sino que luchan con las
armas de su lenguaje irreverente y retador, que suelen ser a veces más letales.
María del Rosario Alapizco Páez es la mejor exponente de esta clase de mujeres, de
quienes se destaca su valentía y carácter retador, pero mucho más su sentido de
cooperación con la comunidad de acuerdo a los relatos recolectados. En el corrido
dedicado al pueblo de Las Iguanas, compuesto e interpretado por Hortensia
Gutiérrez, se habla de “Charis” como una mujer de lucha y de causas justas, lo que
se puede apreciar en el siguiente fragmento 97:
En ese pueblo nació una mujer muy entera,/ es una mujer de lucha que no respetó frontera/ y hasta en Estados Unidos luchó como una fiera./ Rosario, nombre de pila, conocida como Charis,/ los de la presa Picachos, ahí todo el mundo sabe / que tiene muchas agallas y no se le raja a nadie./ Ahí en la presa Picachos hay mujeres muy valientes / comenzando con la Félix, por ella se queda al frente,/ y así son las de Picachos saben muy bien defenderse.
Tanto los héroes —como las heroínas— sincretizan los anhelos y valores de
toda una comunidad y muchas veces poseen la cualidad de encausarlas en pos de
un objetivo común, y por lo mismo son susceptibles a la imitación por parte de los
demás miembros del colectivo. Estas nuevas características que estaban
adquiriendo un estatus de orgullo y naturalización entre los pueblos afectados por la
Picachos, no se veía sólo en las mujeres líderes, sino en la mayoría de las jóvenes,
señoras y adultas mayores, quienes haciendo uso de la creatividad buscaban
siempre el mayor impacto de las protestas. Por ello, hacia el final del estribillo el
97
Fragmento. Producción independiente proporcionada por la autora.
- 205 -
corrido mencionado también generaliza y establece que “las mujeres de Picachos
saben muy bien defenderse”.
El lenguaje irreverente y el humor lleno de sarcasmo lograron en muchas
ocasiones atraer la atención de periodistas y ciudadanos, y al parecer también el
encono de los gobernantes ante el desconocimiento de su autoridad. En el corrido La
Diablita, interpretado por las Hermanitas Aguirre, un dueto conformado por dos
mujeres oriundas de la sindicatura de La Noria, se enfatiza el lenguaje irreverente
pero también en cómo un pueblo inconforme puede convertirse en una pesadilla, en
la encarnación del mal, en un demonio con rostro de mujer: 98
Allá por las Olas altas del puerto de Mazatlán / la Diablita se aparece empezando el carnaval,/ recordándole al gobierno lo que tiene que pagar./ La Diablita le bailaba recordándole al gobierno:/ si no me pagas las tierras te llevaré hasta el infierno / porque tú vas a soñarme hasta en tus más lindos sueños.
Una de las intérpretes, Blanca Aguirre, asegura que dedica la canción al
gobernador Mario López Valdez, quien después de diez meses en el gobierno,
mismo tiempo que le dieron como tregua para que cumpliera con el pago de las
indemnizaciones, no había cumplido sus promesas de campaña. “[…] ¿Dónde está lo
que usted nos prometió; toda la Picachos estamos muy, ahora sí como se dice
vulgarmente, muy encabronadas; ¿por qué? Porque de puras promesas… ya está
como la canción de Daniela Romo, ‘promete y promete y nada cumple’. ¿Dónde
está? Ya son diez meses los que tiene en el poder, y ¿dónde está’. Todos nuestros
hijos tienen hambre, no hay escuelas, no hay calles, no hay nada. Todas las
98
Producción independiente de las Hermanitas Aguirre, originarias de la sindicatura de La Noria,
municipio de Mazatlán.
- 206 -
personas de la tercera edad las están dejando, las dejaron, sin patrimonio. ¿Qué
vamos a hacer?”.
Este empoderamiento llama la atención debido a que contrasta de forma
radical con los datos estadísticos del Instituto Nacional de Geografía e Historia
(Inegi), debido a que retratan a las mujeres en una situación de desventaja social con
respecto a los hombres, con bajos índices educativos y casi nula participación en las
actividades económicas. Según el censo de 2010 las mujeres conformaban sólo el
10.5 por ciento de la población económicamente activa (PEA) y únicamente ocupan
la jefatura del 11.4 por ciento de los hogares. Al menos, esto es lo que muestra el
discurso manifiesto que se utiliza para responder a las encuestas del organismo
oficial de acuerdo a una metodología de preguntas cerradas.
Es interesante agregar que a pesar de las diferencias cuantitativas en cuanto
a la actividad económica y generación de ingresos, el nivel educativo en el
comparativo por género revela una cierta equidad aunque con un grado promedio de
escolaridad bajo para ambos, con 6.23 para los hombres y 6.55 años aprobados de
estudio para las mujeres.
La realidad es que las mujeres en los pueblos de la presa Picachos, muy
probablemente también en otros poblados campesinos, nunca han correspondido al
estereotipo de pasividad de la mujer “de rancho”; pues de acuerdo a las entrevistas
realizadas, se acostumbraba que las féminas trabajaran a la par que los hombres;
entre sus saberes se encuentran todas las labores del campo, como sembrar,
cosechar, arrear ganado, preparar alimentos, además del trabajo en el hogar,
aunque siempre supeditada a los varones.
- 207 -
Se dice normalmente que la mujer le ayuda al marido, es decir, no trabaja por
su propia iniciativa, sino guiada por la costumbre y con dependencia de los hombres,
primero de los padres y luego de los esposos, quienes les brindan apoyo y
seguridad. En tiempos de la revuelta armada, de la pequeña “revolucioncita”, como le
llaman algunos pobladores, la historia oral del pueblo cuenta que era una lucha de
hombres; la mujer nunca participó activamente a través de la fuerza física ni de
forma pública, pero en la “oscuridad” de su casa ejercía el mando en su pequeño
territorio, por lo que podemos deducir que el empoderamiento se encontraba latente
y sólo necesitaba un detonante para salir a la luz. Tal vez como dijera Gramsci, la
coyuntura contiene un valor investigativo en sí misma, no por su permanencia, sino
porque en los momentos de mayor presión social, las colectividades sacan a relucir
lo que realmente son, y quizás agregaríamos, su verdadera identidad.
Pero el cambio de roles de género no sólo significa una modificación en ellas
mismas, sino en la conciencia de toda la comunidad; representa una transformación
total de un pueblo volcado a la resistencia, porque si ya no queda un reducto de
pasividad, la que solía atribuirse a las mujeres en su rol tradicional, entonces no hay
espacio para la tregua, sino más bien que florece la combatividad colectiva. Durante
el desplazamiento involuntario, se generan transformaciones abruptas pero también
susceptibles de permanecer a largo plazo en las dinámicas sociales de la
comunidad, debido a que es un evento que trastoca la vida individual y comunitaria
en todos sus aspectos.
María Ascención Moreno Enciso, madre de familia, abuela e integrante del
movimiento de protesta, asegura que nunca olvidará sus vivencias durante las
- 208 -
múltiples acciones de la resistencia y asegura que han estado llenas de
aprendizajes. “Hemos aprendido a no dejarnos, que si no luchamos no se nos van a
respetar nuestros derechos, ya no somos tan calladas, antes las mujeres nomás en
su casa, ahora no nos da miedo enfrentarnos al gobierno, decían ‘las mujeres al
frente’ y nunca nos dio miedo […] a mí me gustaría que mis nietos supieran que su
abuela luchó por lo suyo, por el patrimonio de la familia, para que ellos tampoco se
dejen”, menciona esto al tiempo que muestra una serie de recortes de periódico
donde se publican noticias y crónicas acerca de la historia de “Los Picachos”.99
También algunos donde ella aparece en fotografías, portando pancartas o
marchando bajo el rayo del sol, imágenes que —asegura— servirán como evidencia
de un relato que podría continuar por generaciones.
3. Los medios de comunicación en el siglo XXI y la memoria colectiva
Para muchos llama la atención, que siendo Sinaloa un estado prolífico en
represas de gran magnitud, ningún reasentamiento haya despertado un movimiento
de resistencia tan fuertemente arraigado y relevante como conflicto social a nivel
regional y nacional inclusive. Y es que no se entiende una movilización como la de
“Los Picachos” sin la proyección de los medios de información, pero no sólo aquellos
tradicionales como la prensa escrita, la radio y la televisión, sino el surgimiento de
medios interactivos como el Internet, que para principios del milenio su poder de
penetración y difusión se encontraba plenamente probado. La difusión de la
información no sólo sirve para dar a conocer los sucesos de forma neutral y acabada,
99
Entrevista a María Ascención Moreno Enciso, el día 08 de julio de 2012.
- 209 -
sino que con la decodificación, como señala Roland Barthes, por parte de los
receptores comienza todo un proceso de reconstrucción de la verdad, que se da no
como un proceso automático de rebote sino como un proceso creativo y socialmente
caracterizado. Pero además un factor que agrega a la complejidad del fenómeno es
la cantidad de medios a disposición de los usuarios y la capacidad de multiplicación
de sus efectos a través de la reproducción y reenvío de la información, como sucede
a través del correo electrónico, el teléfono celular y los contenidos en la Red.100
Esto genera no sólo un aumento cuantitativo de la información en espacio
mediático, sino una serie de procesos cualitativos tendientes a crear y recrear las
narrativas, que ahora se viven como una construcción colectiva progresiva e
imparable, propiciando que más actores sociales se involucren en un conflicto y de
una forma más intensa a través de una comunicación cuyo epicentro se encuentra en
ninguna y en todas partes a la vez. Atrás quedó el control absoluto de la información
ejercido por las potestades del Estado, lo que dificulta la represión de los
movimientos sociales de grupos subalternos. Como se asentó en el Capítulo II, la
ejecución de grandes proyectos de infraestructura pasó de ser una indiscutible
decisión de Estado a un tema del debate público, sin importar la correlación de
fuerzas y en quién o quiénes finalmente recaigan las determinaciones finales. En el
periodo gubernamental de Lázaro Cárdenas, con el dominio de la tendencia
nacionalista, cualquier magna obra y, en especial, las de estrategia energética, eran
100
Sin contar las redes sociales cibernéticas, como Facebook y Twitter, cuya incorporación masiva al
espectro mediático se presentó unos años después de iniciado el movimiento de protesta de los desplazados de la presa Picachos.
- 210 -
vistas como una necesidad indiscutible para el progreso sin reparar en los costos
humanos, sociales y culturales.
Después la toma de decisiones se fue complejizando en un mundo cada vez
más globalizado, donde los Estados nación ya no son los “reyes” del mundo y existen
otros poderes fácticos mundiales que le disputan esa soberanía, como las fuerzas
del mercado, los organismos civiles y las instancias financieras internacionales que
ejercen una suerte de presión sobre las acciones particulares de los gobiernos
federales e incluso a escalas territoriales menores como la de los gobiernos estatales
y municipales. El número de conexiones entre una información y otra se disparan y
crean un fenómeno de la opinión pública global mucho más complejo que el de las
audiencias en la teoría clásica de las Ciencias de la Comunicación.
La situación de desarraigo y el posterior conflicto que desató la construcción
de la presa Picachos, fue un tema que generó más de mil noticias tan solo durante
2009 y 2010, según algunos portales de Internet, lo que potenció la existencia de una
colectividad representativa de una identidad en resistencia hacia el exterior de la
comunidad. Las grandes represas suelen ser obras controversiales por sus
inversiones, por sus efectos irreversibles sobre el medio ambiente y la población,
pero aquí también intervinieron los factores culturales e identitarios para que el tema
se subiera a la cima de los asuntos prioritarios en la agenda pública. El factor de la
identidad socioterritorial fue un gancho que llamó poderosamente la atención en las
mentes de las audiencias; el drama humano de ver morir al pueblo donde se nació y
se vivió la infancia fue retratado y explotado ampliamente, sea o no deliberadamente,
en las imágenes y en los espacios informativos.
- 211 -
“Aquí dejé enterrado mi ombligo”, rezaba el título de una crónica periodística,
una historia de vida donde se narra el dolor por la pérdida socioterritorial. "Cómo no
me voy a poner triste porque se va a inundar San Marcos y todos los pueblos que
conozco como la palma de mi mano desde hace 90 años", lamenta don Irenio
Lizárraga, sentado en la casa que fue de su bisabuelo y en la que ha vivido durante
casi un siglo. "Aquí está enterrado mi ombligo, el de todos mis hijos, el de mis
padres, abuelos y bisabuelos".101
Más allá del elemento meramente económico, que sin duda es de importancia
estructural, el aspecto humano ocupó gran relevancia en los contenidos mediáticos
durante la etapa coyuntural de la transición del viejo al nuevo pueblo. Lo que estaba
en la discusión no era sólo el cuánto se pagaría a los afectados, sino el cómo se
repara lo irreparable, el cómo sustituir un territorio que se ha construido y valorizado
colectivamente, intrínsecamente ligado a las memorias y a las historias personales
de cada uno, por otro territorio nuevo donde no hay nada suyo, nada que les reponga
su identidad en la parte material y simbólica. Este tipo de historias se publicaron en
gran número, provocando un alto impacto en los públicos de los distintos medios de
comunicación y empatía en buen número de la población hacia las víctimas del
desarrollo.
Tanto los comuneros y avecindados de San Marcos y demás pueblos
afectados, así como los medios masivos de información, algunos artistas e
intelectuales, registraron los eventos más representativos del desplazamiento. De
forma un tanto más organizada los miembros del movimiento, y de forma más
101
“San Marcos: ‘aquí está enterrado mi ombligo’”. Periódico Noroeste. Mazatlán, Sinaloa. Año XXVIII.
No. 11291. Expresión.
- 212 -
espontánea y descentralizada la ciudadanía. La materia prima de la memoria
colectiva, que en las culturas rurales tradicionales, se transmitía de boca en boca, de
generación en generación; se iba desgastando al paso de los años, y
necesariamente los materiales de la memoria se iban distorsionando y difuminando,
se materializa y se visibiliza en los contenidos de los nuevos medios de
comunicación, que se convierten en esta forma en una fuente de memoria colectiva
alternativa. Los videos, fotografías, imágenes y testimonios conforman un historial de
sucesos que pueden ayudar a la preservación de la memoria histórica desde la
perspectiva de los sujetos sociales a través de la interpretación y la sistematización
de los datos.
Los medios de comunicación, no por sí mismos, sino como procesos sociales,
se erigen de esta manera como receptáculos y moderadores del repertorio simbólico
del que se nutren las identidades. Se debe acotar que entre los medios de
comunicación también se presenta una correlación de fuerzas con el capital social de
su credibilidad y poder de penetración en las audiencias. En el caso de Sinaloa, los
diarios El Debate y el Noroeste gozan de prestigio y legitimidad ante un gran público,
por lo que se consideraron como parte de los medios influyentes en la conformación
de identidades en el contexto regional, a su vez ligados con la comunicación vía
Internet, correo electrónico, la tendencia de los blogs y el portal de Youtube.
Durante el tiempo que el conflicto se ha mantenido en el ojo del huracán de los
medios, se han creado al menos dos libros, un cortometraje, un documental, así
como trabajos académicos alrededor del desplazamiento provocado por la presa
Picachos, contribuyendo a la creación de una representación social de los
- 213 -
desplazados, de la cual se carecía anteriormente en el contexto local, al menos no
de forma tan ligada al interés público. Lo importante de este proceso comunicativo es
que termina por definir en un sistema de acción más amplio qué características
posee la categoría social de desplazado y qué implicaciones conlleva esto para las
identidades, la forma en que estas se confrontan y se interconfiguran.
En resumen se muestra que el ser desplazado significa necesariamente el
destierro, pero también ser excluido de un sistema social y político y de la estrategia
imperante de desarrollo con marcadas tendencias a la inequidad; en este diálogo
colectivo el Estado, en la voz de sus agentes o representantes, muestra intolerancia,
indiferencia e incapacidad, una aproximación a la noción de Estado fallido, pero más
aun a la de un Estado enemigo de su pueblo; pero sobre todo a través de las
imágenes y de las narrativas de la resistencia, el ser desplazado significa no sólo ser
víctima sino también ser constructor de nuevas realidades, o modelador de la
realidad a través de la acción colectiva.
Se puede observar cómo en un corto periodo, de julio a octubre de 2009, los
pobladores de San Marcos y los demás pueblos reasentados atravesaron cambios
drásticos, abruptos y violentos. A diferencia de la historia en los viejos pueblos en
que las transformaciones sociales llegaban de forma esporádica y a un ritmo gradual.
El conflicto se ha convertido en esta coyuntura, que a veces más bien parece
estructural, en parte de la rutina cotidiana de los comuneros y avecindados
inconformes, al grado que han adecuado sus vidas y actividades para poder
participar en el movimiento y luchar por lo que consideran una justa indemnización,
así como mejoras e inversiones en los nuevos poblados.
- 214 -
Y además que en este continuum de resistencia y conflicto, se fortaleció el
capital social al interior del movimiento y se presentó una redefinición de los roles de
género con el surgimiento de liderazgos femeninos y el nacimiento de nuevas
heroínas de la comunidad. Se puede identificar que los principales actores que han
participado en la reconstrucción de identidades son las instituciones, principalmente
el Estado a través de sus representantes, los pobladores desplazados (tanto al
interior como al exterior), entre los que se encuentran comuneros y avecindados, los
medios de comunicación y el proceso de formación de la opinión pública.
Entre los elementos más importantes para la configuración de identidades se
encuentran los juegos del lenguaje a través de la capacidad comunicativa y
simbólica, que se imprime en las acciones colectivas. La identidad de resistencia
denominada Los Picachos se imbrica con la identidad socioterritorial de los
pobladores de San Marcos, con referencia a la nostalgia por la comunidad perdida.
Los sanmarqueños y demás activos del movimiento de oposición a la presa
comienzan a ver con naturalidad el vivir bajo un ambiente de presión, por lo que han
adquirido habilidades y saberes para la resistencia. Se puede concluir que esta
identidad se conforma en el anclaje de su memoria colectiva, antes de irrumpir el
fenómeno del desplazamiento, como la irreverencia, la festividad y la organización
comunitaria, pero también bajo el molde del conflicto cuyo curso se vuelve aleatorio e
impredecible. Los espacios de la resistencia se han transformado en los nuevos
contenedores de las funciones sociales de antaño, allí es donde celebran, donde
conviven, donde se asignan roles a determinados miembros de la comunidad y
donde se busca una proyección hacia los tiempos por venir.
- 215 -
CAPÍTULO V. El Nuevo San Marcos: la transición
Introducción
Sería fácil pensar que una obra de gran magnitud, tan largamente acariciada por
ciudadanos y gobiernos, traería aparejado consigo un plan de mitigación de daños y
una estrategia de control de los efectos colaterales, sobre todo en lo que se refiere a
las poblaciones afectadas; lo esperado sería que el proceso de reubicación fuera
sólo eso, una especie de mudanza masiva, programada pero dentro de los límites
institucionales, bajo control del Estado y sus dependencias. En el terreno empírico, el
reasentamiento forzado por la construcción de la presa Picachos se ha presentado
en una sucesión de hechos que no pueden ser conectados más que por el enfoque
del conflicto y la acción colectiva que de éste se deriva. Fracasarían, por tanto, en un
interés explicativo las perspectivas funcionalistas con base en las instituciones
propias de un contexto democrático. La fase del reasentamiento —si tratáramos de
seguir los modelos antropológicos tendientes a la restitución del modo de vida— se
encuentra atravesada en su totalidad por el conflicto, una situación donde la vida
pública se halla convertida en arena para la disputa y no en el terreno de la legalidad
y el diálogo.
La historia de los llamados nuevos pueblos encuentra sus raíces en una lucha
colectiva, pero también en un despojo proveniente de una violencia que pudiera bien
llamarse institucional, por lo que la significación o resignificación del territorio se torna
ambigua y compleja. Es así como en la coyuntura actual (2009-2012), el movimiento
de protesta por mejorar las condiciones de los pueblos y la lucha por el
reconocimiento social, se entrelazan con la reconstrucción material y simbólica del
- 216 -
tejido social al interior de las comunidades, pero además con fenómenos sociales
imposibles de encapsular en una operación abstracta y ficticia para no alterar los
resultados de la investigación.
Si ya el reasentamiento en sí parece lo bastante complicado, a este proceso
se sumó una serie de hechos sangrientos sin precedentes en la región por su grado
de violencia e impacto social. De acuerdo a archivos periodísticos, se cuentan por
decenas los ejecutados, desaparecidos y los desplazados, ahora por segunda
ocasión por motivo de la inseguridad. En el periodo de septiembre de 2010 a
mediados de 2011, los pobladores, que se encontraban en plena búsqueda de la
adaptación al nuevo territorio, vivieron momentos de terror bajo el detonante de
extorsiones, amenazas y asesinatos de extrema violencia, que incluyen
decapitaciones, secuestros y crímenes públicos que se atribuyen a la disputa del
territorio entre gavillas antagónicas.
Para muchos, no es una coincidencia que los hechos delincuenciales se
intensifiquen justo al momento de la relocalización y en tiempos de conflicto social, y
ven el clima de violencia como una represalia de parte del Gobierno del Estado y
como un intento de dispersar el movimiento de resistencia. Los hechos delictivos no
han sido esclarecidos por las autoridades judiciales y se atribuyen a la guerra de
cárteles del narcotráfico, parte de la violencia generalizada que se vive en la entidad
y otras regiones de México, además porque históricamente camino arriba a la zona
serrana aledaña a San Marcos se ubican zonas de cultivos de mariguana y otras
drogas ilegales. Sin embargo, los patrones de violencia y los métodos criminales no
se conocían en la región, de acuerdo a los testimonios recabados. “Ya habíamos
- 217 -
visto que los hombres se mataban a balazos, pero nunca habíamos visto la muerte
mocha”, señala entre dientes una mujer de edad avanzada que radica en el nuevo
pueblo, en referencia a los degollamientos que recién se habían presentado.102 Los
adultos mayores de la comunidad coinciden en que ni aun en los peores
enfrentamientos de la guerra contra los agraristas, las gavillas de la zona habían
atacado con tal crueldad a la población civil.
Aquí es significativo resaltar que el clima de violencia obligó a posponer el
trabajo de campo para este trabajo de investigación. El acceso por carretera fue
tomado provisionalmente por grupos armados, mientras el pueblo aún sin terminar de
acomodarse a su nueva realidad, ya estaba saliendo en estampida por temor a la
violencia o por amenazas directas. La primera visita que se realizó al Nuevo San
Marcos para los propósitos de esta investigación tuvo lugar en abril de 2011, cuando
de acuerdo a los primeros contactos, la situación se había “calmado” y ya había
condiciones para visitar el pueblo. Sobra decir que acerca de las causas de la
violencia o de los responsables, nadie quiso hablar en ese tiempo, mucho menos
frente a la grabadora. Sería necesario interpretar los silencios más que las palabras.
De forma extraoficial, se hablaba de las disputas entre gavillas enemigas, de la
acción represora del Gobierno e incluso de venganzas personales provocadas por la
distribución injusta de la tierra e indemnizaciones económicas en el nuevo
asentamiento.
Ante las condiciones expuestas, el reasentamiento de San Marcos se vivió
más como una expulsión en medio del caos que como una simple relocalización en
102
Entrevista a Francisca Valle Moreno, entrevistada por la autora, entrevista # 02, Universidad
Autónoma de Sinaloa, 10 de abril de 2011.
- 218 -
el sentido neutral del término, un éxodo que se vio apresurado por una tormenta el
mes de octubre de 2009 y un reacomodo marcado por la tragedia y la sangre unos
meses después. En el presente capítulo, después de una breve descripción sobre el
nuevo pueblo y su etapa de transición, se analizará cuáles son las representaciones
sociales que se construyen en el día a día del desalojo/reubicación acerca de la tierra
prometida, esa donde el progreso y la modernidad se alzan como la moneda de
cambio por el “sacrificio” que deben ofrecer los afectados en búsqueda del bien de
una comunidad más grande a la que, en teoría, también pertenecen. De igual forma,
retomando la voz de los pobladores en situación de desplazamiento, se expondrá un
balance de pérdidas y ganancias en los primeros años de la reubicación, y se
abordará una explicación de cuáles son los procesos identitarios mediante los cuales
se reconstruye el tejido social desde lo simbólico en una trama imbricada por el
conflicto, la violencia y la incertidumbre.
1. El Nuevo San Marcos: la tierra prometida entre lo rural y lo suburbano
Cuando uno llega al Nuevo San Marcos se tiene la sensación de entrar a un
lugar que no se decide entre su vocación rural y sus aspiraciones urbanas de
modernidad. Fue construido como compensación por la pérdida de seis pueblos
devastados por la presa Picachos, con una planeación similar a la de los
fraccionamientos urbanos, hechos bajo un esquema de estandarización tendiente a
satisfacer las necesidades de miles, de millones de personas, de quienes no
importan sus orígenes ni su identidad. Son asentamientos para las masas. En el
Nuevo San Marcos se carece de cuerpos naturales de agua, a diferencia del viejo
- 219 -
pueblo cuya vía principal era la prolongación de un arroyo. Escasea la vegetación
silvestre. Sólo se observan algunos pequeños árboles, entre neems y palmeras, que
a dos años del reasentamiento, todavía no alcanzan su pleno tamaño porque las
vacas y los burros que suelen pasar por ahí insisten en comérselas. Las plantas se
encuentran en el camellón de la avenida principal y en una que otra banqueta. Los
abundantes jardines, coloridos y bien cuidados en el recibidor de las casas, dan
cuenta del gusto de los sanmarqueños por las plantas, pero en este nuevo pueblo la
tierra es más árida y se necesita regarlas con grandes cantidades de agua, la cual es
escasa. El sol rebota con fuerza sobre el pavimento. Las personas circulan con los
ojos y el ceño fruncidos. Las mujeres se cubren con una toalla porque los rayos
solares lastiman la piel. La temperatura bordea los 40 grados centígrados.
En el viejo pueblo también hacía calor, comentan los pobladores, “pero al
menos había sombra de los árboles y en los portales corría el viento, y además
podíamos ir a bañarnos al arroyo si queríamos, ¿aquí cual arroyo?”.103 La avenida
funciona como la principal arteria del poblado. Constituye el eje del patrón de
asentamiento, además de ser el único acceso desde la carretera que lo conecta con
la sindicatura de La Noria y con el puerto de Mazatlán. Por lo mismo es la vía más
transitada. Allí se ubican las residencias más vistosas, pertenecientes a las familias
de mayor poder económico, también los establecimientos comerciales, que se
construyen al frente de las viviendas. Entre los negocios del pueblo se cuentan una
decena de tiendas de abarrotes y al menos tres supermercados con venta de
cerveza, que surten no sólo al pueblo de San Marcos, sino también a los habitantes
103
Entrevista a María Ascención Moreno Enciso, entrevistada por la autora, entrevista # 19,
Universidad Autónoma de Sinaloa,
- 220 -
de la zona serrana que deben atravesar por ahí para poder llegar a sus pueblos. En
la zona que pudiera denominarse como el primer cuadro de la localidad, la
arquitectura muestra un estilo que mezcla rasgos campiranos con elementos
urbanos. Muchos sanmarqueños, a manera de broma, dicen que es otro “Lomas de
Mazatlán” (uno de los fraccionamientos más exclusivos del puerto). Estas casonas,
que de cierta forma vienen a sustituir a las viviendas típicas de teja y portales del
viejo San Marcos, se asemejan en gran medida a la zona residencial de cualquier
núcleo urbano.
Con pisos de mármol, columnas y dinteles de ornato al estilo clásico o al estilo
Iónico e incluso se pueden ver algunos detalles arabescos como un símbolo de clase
social. Las tejas, que ya no se hacen con el material de la región, son sólo un detalle
estético como una remembranza del pasado. La mayoría de las casas, además de
los llamativos jardines, conservan el uso del porche como un umbral intermedio entre
el exterior y el interior de la casa. Suele estar rodeado de macetones y otros
elementos de ornato y es ocupado por varias sillas de plástico o de madera,
mecedoras hechas con lías sobre una estructura de fierro, colocadas en semicírculo
para propiciar la conversación que puede durar horas o minutos, o bien, reducirse al
simple saludo a los paseantes. Pero aunque exista el espacio físico para ello, la
convivencia cada vez es menos frecuente.
Además de la principal vialidad, hay otras dos calles pavimentadas que aún no
tienen nombre y se identifican como calle 1 y calle 2, y donde las casas presentan de
igual forma un estilo urbano y moderno, aunque con un aspecto menos lujoso que en
la principal avenida. Sin embargo, hacia las orillas y arriba en las faldas de los cerros,
- 221 -
conforme se alejan los pasos de la avenida se observan viviendas más precarias y
de menor superficie construida. Muchas de ellas presentan pocos o nulos cambios a
como las entregó Gobierno del Estado. Unos pies de casa de 36 metros cuadrados,
paredes de adobe sin enjarrar, con un espacio de uno por dos metros a manera de
porche, cubierto con una techumbre de lámina galvanizada de color rojo. La sala es
un pequeño espacio que se recorre en dos pasos y la recámara se ocupa casi en su
totalidad con una cama matrimonial.
Más de la mitad no tienen reja o barda perimetral, y en su lugar hay una cerca
de alambrado que se abre y cierra al embonarla en una estaca, a manera de un
corral. Para la gran mayoría, fue necesaria una inversión de miles de pesos para
poder hacerla habitable. A falta de nomenclatura, los habitantes han tenido a bien
ponerle “apodos” a las calles y áreas de la localidad. Así, a la calle 1 ya se le conoce
como el barrio de La Tuna, para recordar a un barrio en el otro pueblo; a un barrio
que se ubica en la hondonada de unas lomas y se ubica en la parte más baja, se le
conoce como Las Verijas del Diablo, y a la zona ubicada junto a la planta de
tratamiento de aguas negras, le llaman “Los Perfumes”, por los característicos y
fétidos olores que de allí se emanan.
Sin embargo, no se ha logrado la construcción social de verdaderos espacios
públicos. La plazuela y la Iglesia se ubican en una prolongación de la avenida y ya no
fungen más como el centro neurálgico de la comunidad, por el contrario, lucen solos
la mayor parte del año, al igual que otros espacios comunitarios como el cobertizo,
que al momento de la observación se hallaba ocupado por montones de arena y de
grava, y brotes de maleza. Nunca se ha realizado un baile en ese lugar o algún otro
- 222 -
evento colectivo. La iglesia, construida a semejanza del antiguo templo de San
Marcos pero con un estilo más moderno, es un espacio con actividades esporádicas,
ya que no se ha asignado un sacerdote de forma permanente. El cura de la sede
parroquial de La Noria asiste con dificultades, y no de muy buena voluntad, sólo
cuando se presentan eventos especiales, como bautizos, primeras comuniones o
algún funeral, que durante un periodo fueron bastante frecuentes.104
El Nuevo San Marcos cuenta con un Centro de Salud, equipado con sala de
urgencias y equipo médico básico, así como planteles educativos para jardín de
niños, secundaria y preparatoria, donde estudian los niños y jóvenes de San Marcos
y de los otros pueblos afectados por la presa. 105 Sin embargo, la calidad de estos
servicios se ve mermada por la falta de disponibilidad de profesionales de la salud y
de la educación para trabajar en la comunidad por miedo a la acción de los grupos
delictivos.
En cuanto al patrón de asentamiento y al proceso de apropiación y valoración
del territorio, se evidencian las drásticas diferencias entre el viejo y el nuevo pueblo.
Mientras antaño se dio la apropiación de lotes de forma consensuada y mediada por
las relaciones comunitarias y de parentesco, en el nuevo San Marcos la asignación
de lotes, poco antes de que comenzara la inundación de los pueblos, se realizó en
una situación de emergencia y de disputa. La queja recurrente entre los vecinos es
que las viviendas no quedaron ubicadas cerca de las de sus parientes, como en el
104
De septiembre de 2010 a mediados de 2011, se presentó una cruenta ola de violencia en la región
contra la población civil. 105
Las escuelas son una añeja demanda pero que ha cobrado más fuerza en los tiempos recientes
debido a que el Nuevo San Marcos cuenta con una población juvenil abrumadora. El 56 por ciento de la población son menores de 18 años (más de 470) y un 11 por ciento tiene entre 18 y 24 años de edad, es decir, 93 jóvenes.
- 223 -
viejo pueblo. A pesar de que las distancias pudieran parecer bastante cortas de
acuerdo a los estándares de las ciudades, la segmentación para los sanmarqueños
significa romper con sus patrones de convivencia social, pues la costumbre era
residir junto a sus parientes para convivir y ayudarse en caso necesario.
Pero quizás la diferencia que significa una problemática más apremiante, es lo
relativo a las actividades económicas y de supervivencia. En San Marcos las
parcelas fueron repartidas y de acuerdo a ello se hicieron los caminos y las veredas
que conducían a los lugares de trabajo, sin contar que la mayor parte de la población
sostenían actividades productivas en sus propias viviendas, una combinación de
autoconsumo y economía doméstica. En las casas contaban con extensiones
suficientes para los corrales y criaderos de aves.
El asentamiento emergente, pensado de último momento para satisfacer la
necesidad del desalojo más que como hábitat, no contempla la comunicación con los
sembradíos a través de rutas de acceso; y en muchos casos, los espacios son
bastante reducidos para alcanzar la productividad acostumbrada. Para algunos
campesinos, las parcelas se encuentran a varios kilómetros, lo que significa
incrementar los gastos de transporte, lo que no es costeable tomando en cuenta que
son productores a pequeña escala. La parte del pueblo que parece ciudad contrasta
en las bocacalles con las rutas de terracería y el paso de los ganaderos que arrean a
las vacas y atraviesan la amplia avenida. En los primeros dos años después de la
reubicación, los afectados por la presa Picachos recibieron compensaciones
económicas que los han ayudado en el proceso de adaptación; sin embargo,
advierten, “cuando se acabe ese dinerito qué vamos a hacer”. Y eso lo dicen en
- 224 -
especial porque no existe un programa productivo oficial para regenerar la vocación
agropecuaria de la comunidad.106 Los espacios habitacionales no fueron planeados
como lugares productivos, sino como residencias citadinas en las que los miembros
de la familia pasan la mayor parte del tiempo en el trabajo, fuera del hogar.
Por otro lado, los lotes de las casas poco a poco se han ido reacomodando y
los pobladores los han ido adaptando a sus necesidades. Es común observar
siembras de traspatio, principalmente de maíz y de árboles frutales, y de igual forma,
se continúa con la crianza de aves, vacas y cerdos tanto para el consumo doméstico
como para la venta en el mercado local. Otra actividad es la producción lechera y la
elaboración de productos lácteos, en especial quesos y cuajadas, que en San
Marcos poseen un sabor característico. No obstante, las dificultades crecen
enormemente por la falta de agua a diferencia del otro pueblo, donde casi en
cualquier punto a la orilla del arroyo encontraban este vital recurso en abundancia.
El poblamiento de un territorio ya no se puede estudiar únicamente a través de
la dicotomía del mundo rural y el mundo urbano, sino más bien como un continuum,
un flujo constante de mercancías, personas y culturas. Pero en un devenir histórico
regular, aun los procesos de expansión urbana se desarrollan de forma más o menos
gradual como producto de procesos sociales y económicos que tienen conexión con
otros hechos de la vida social, que si bien significan cambios fuertes por lo menos
abarcan periodos más amplios en el tiempo. En el caso que nos ocupa se produce
106
El Gobierno del Estado ha ofrecido la instrumentación de proyectos productivos con base en la
presa. Los más cacareados tienen que ver con pesca comercial y deportiva, y actividades turísticas alrededor del embalse. Sin embargo, hasta la fecha no se han mostrado proyectos elaborados, con fechas concretas, presupuestos, objetivos, ni se han realizado estudios para saber cuál es la producción probable de la represa y cuántos empleos se pueden generar de ella.
- 225 -
un proceso forzoso de urbanización, donde la mayoría de la población se vincula
estrechamente con las actividades del sector primario. No obstante, en el Nuevo San
Marcos, la vida campo-ciudad es una constante, sobre todo con el puerto de
Mazatlán, el núcleo urbano más cercano, aproximadamente una hora de trayecto en
carro particular y una hora y media en el camión pasajero. De acuerdo al testimonio
de las personas mayores, desde la década de los 60 del siglo anterior, se presentó
una migración masiva desde San Marcos y los pueblos de la región para que los
hijos pudieran estudiar más allá de la primaria ya que en ese tiempo sólo se ofrecía
hasta el sexto grado y eso con grandes dificultades. La migración se presentó tanto
en familias enteras como en una modalidad individual. Desde entonces, se ha
intensificado el flujo de migrantes entre las comunidades de la zona y la ciudad de
Mazatlán, tendencia que se acentúa con el reasentamiento a raíz de la obra
hidráulica.
El Inegi reporta en su conteo de población de 2005 que la comunidad de San
Marcos contaba con 618 habitantes, antes de la construcción de la presa Picachos.
Para el censo de población 2010, la población se incrementa a 848 habitantes, un
alza del 37.20 por ciento, muy superior a la tasa media de crecimiento poblacional en
el país, lo que habla de que al menos en los primeros momentos el desplazamiento
no provocó la dispersión demográfica y, por el contrario, la noticia de la presa pudo
atraer a aquellos locales que se encontraban fuera de la comunidad y reclamaron un
lote o vivienda como indemnización.107
107
De acuerdo al censo 2010, la mayoría de los pobladores de las localidades desplazadas por la
presa Picachos no han emigrado al extranjero, ya que cerca del 90 por ciento manifestó residir en la
- 226 -
No obstante las estadísticas oficiales, se ha detectado el fenómeno de una
población altamente flotante y, por lo tanto, muy difícil de contabilizar de forma
precisa y exacta en largos intervalos de tiempo. Los flujos migratorios regulares,
hacia las ciudades del estado de Sinaloa como de otras regiones del país, no
siempre son permanentes y se caracterizan por un ir y venir persistente, no tanto
como una migración definitiva, sino como una continuidad de la vida comunitaria
entre la zona urbana y la zona rural. Otra modalidad común es una migración
parcializada entre vivir de lunes a viernes en el puerto y los fines de semana en San
Marcos, o sólo irse por temporadas de acuerdo a las oportunidades laborales. Es una
especie de “doble vida”, pues los migrantes tienen la posibilidad debido a las
distancias relativamente cortas, de estar en dos lugares a la vez, de aprovechar la
variedad de alternativas de vida en la ciudad pero sin abandonar la identidad rural.
Se entiende mejor en palabras del señor Rafael Medina, quien radica en el
puerto de Mazatlán hace más de 30 años, no ha dejado de visitar periódicamente
San Marcos y se sigue sintiendo parte de esa comunidad: “Uno se va pero no se va
del todo, siempre tiene los ojos puestos en el rancho y a cualquier oportunidad
estamos yendo para allá para ver a la familia”, manifestó en entrevista. 108
El aumento de la población registrado por el Inegi a mediados de 2010 pudo
tratarse de una fotografía del momento sin repercusiones a largo plazo. La ola de
violencia, la falta de condiciones para realizar el trabajo agropecuario y la ausencia
de certidumbre sobre el destino del pueblo, hicieron que la migración se intensificara
misma entidad en el periodo 2005-2010, por lo que se apuntala la alternativa de la migración intrarregional. 108
Entrevista a Rafael Medina, entrevistado por la autora, entrevista # 16, Universidad Autónoma de
Sinaloa, 26 de mayo de 2012.
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y aparentemente por periodos más largos. Los siguientes dos años al levantamiento
estadístico, el pueblo luce semidesierto. En el más reciente recorrido realizado el 14
de febrero de 2012, se pudo constatar que cerca de la mitad de las nuevas viviendas
se encuentran deshabitadas. Las calles también muestran su soledad. Los pocos
vehículos que llegan a San Marcos pasan sólo por la avenida principal. Por el resto
del pueblo no se observa movimiento, con excepción de uno que otro cuidador de
ganado que camina a paso lento con sus vacas hacia algún sitio de apastar.
Ese día, durante el recorrido, después de caminar bajo los fuertes rayos del
sol, cerca de 200 metros hacia arriba, observamos una actividad inusual. Junto al
jardín de niños Juan Amos Comenio, una decena de madres de familia con sus niños
a un lado, uniformados y acicalados para asistir a clases, se encontraban molestas y
hablando entre sí. El motivo era que la profesora no se había presentado aún a
laborar y eran más de las once de la mañana. Se quejaron de que es una situación
recurrente. “Ya ningún maestro se quiere venir a estos pueblos ni tampoco los
médicos”, lamentó una de las inconformes. Tanto los docentes como profesionales
de la Salud acuden sólo por obligación y a regañadientes, agregaron, imponiendo
condiciones como que los lleven y los traigan, y además hay una constante rotación
porque para ellos es una situación temporal, que los ayuda a cubrir el requisito para
después pedir su cambio a otro lugar. Después de escuchar a las mujeres,
continuamos el recorrido contabilizando las casas abandonadas.
Doña Gertrudis Osuna109, quien me sirvió como guía en el recorrido, apuntaba
cada casa abandonada y cuál era el motivo. “A esta familia les mataron un hijo y se
109
A petición del informante se utilizó un nombre ficticio.
- 228 -
fueron”; y luego señalaba otra finca: “A ellos los extorsionaron y huyeron del pueblo
—dice de una de las más grandes propiedades con local comercial incluido—. Lo
malo es que a los pocos que tenían negocitos o empresas que pudieran, digamos,
darle trabajo a los demás son a esos a quienes los gavilleros han corrido”, comentó
consternada. 110
Y así caminamos por casi todo un poblado a medio vivir. Cerca de la mitad de
las casas se encuentran desocupadas, entre estas un porcentaje corresponde a las
personas que se desplazaron por miedo y otro tanto por falta de empleo. Además, a
decir de los comuneros, muchas viviendas fueron asignadas a pobladores que ya no
vivían en el viejo San Marcos desde hace años y cuentan con casa en otra ciudad y
no tienen la necesidad de habitarlas. La problemática del desplazamiento parece
menor en el censo oficial más reciente, que señala que en el Nuevo San Marcos se
cuentan 333 viviendas y sólo 236 habitadas, es decir casi el 71 por ciento, aunque
debido a las situaciones intempestivas de violencia se vuelve complicado contabilizar
los éxodos de forma acuciosa, tomando en cuenta que muchos de estos pueden
convertirse en retornos si las condiciones de seguridad lo permiten y dependiendo
cada caso; además de que por el alto impacto de los crímenes se pueden generar
salidas múltiples de población en episodios cortos e intensos. 111
En suma, el Nuevo San Marcos representa un poblamiento en plena transición
donde todo es provisional, nada parece permanente y donde siempre se vive a la
110
Entrevista a anónimo, Universidad Autónoma de Sinaloa, 13 de febrero de 2011. 111
Tomando como fuente el Inegi, en el 2005 se contabilizaron en los seis pueblos 340 viviendas
habitadas mientras que en el 2010 se contaron 526, una diferencia de 186 casas. El rubro de viviendas totales, que aparece en el Censo 2010 y no así en el Conteo de Población 2005 es también de consideración. De los seis pueblos en mención, en cinco se presenta una diferencia positiva entre viviendas habitadas y viviendas totales. La diferencia en total es de 204 viviendas.
- 229 -
espera de algo. El trance hacia un nuevo pueblo no es sólo crear la infraestructura
física para ello, la formación de una cultura local, un sentido de comunidad no se da
sólo por la construcción de calles, escuelas y hospitales. Se puede observar cómo
después de la reubicación forzosa, se presentan factores que amenazan con romper
los lazos sociales y el sentido de comunidad, una desarticulación de los patrones de
existencia social motivada por la situación de incertidumbre, la expulsión de las
poblaciones por flujos migratorios regulares y, recientemente, por el impacto de la ola
de violencia.
Tomando en cuenta que en una comunidad en el sentido clásico, las
relaciones sociales más influyentes son eminentemente territoriales con base en la
cercanía y en la convivencia cotidiana y directa, la dispersión de la población es un
factor para debilitar las identidades locales, al igual que la desaparición o
transformación radical de los espacios geosimbólicos de convivencia y de
reafirmación del sentido de pertenencia a una localidad. En este caso, la devastación
del viejo San Marcos se asocia a la pérdida de los significados relacionados con éste
y con su historia tanto colectiva como individual.
Este periodo es particularmente significativo porque para los habitantes es
inevitable la comparación del antes y el ahora. Los marcados contrastes entre un
pueblo y otro desatan una serie de evocaciones y narrativas que a través de la
nostalgia configuran representaciones colectivas no sólo del San Marcos de antaño,
sino también del territorio nuevo, donde la palabra se despoja de su sentido positivo
de modernidad, novedad, renovación, para adentrarse en el campo semántico de lo
diferente, de lo desconocido, de lo incierto.
- 230 -
Para los habitantes en situación de desplazamiento, surgen los imaginarios
colectivos en que todo tiempo pasado fue mejor. Aunque si bien, como apunta Marc
Augé, por más detalles que contengan, nunca los recuerdos serán la verdad absoluta
de nadie. Las cosas que eran consideradas rutinarias en los tiempos anteriores a la
presa, como parte de lo naturalmente dado, retoman una importancia tal en el nuevo
contexto, que adquieren dimensiones afectivas inusitadas. La flora, la fauna y el agua
en abundancia aparecen con tristeza en todos los relatos, en contrapunto con la
situación actual de sequía y desolación.
El Nuevo San Marcos no puede ser evaluado sino a través de la consciencia
de la pérdida y la esperanza de un mejor futuro, sobre todo por la coexistencia en
este periodo del primer pueblo de San Marcos y el llamado Nuevo San Marcos. El
parámetro de contrapunto siempre será la comunidad ideal (a la manera de
Bauman), entre aquella sociedad prístina donde la Naturaleza proveía a raudales y la
fraternidad constituía un refugio al interior de la comunidad y una forma de
organización de la vida social. En contraparte, intenta imponerse la visión del
progreso, del favorable cambio a la modernidad y la riqueza material, con base en
una sociedad individualista.
En especial para los adultos mayores de 60 años de edad, la pérdida se
percibe como total, pues en las comunidades con gran raigambre al territorio, éste se
vincula estrechamente con todos los aspectos de la vida y no sólo con lo material. La
sensación de despojo y de violencia, se expresa claramente en las palabras de
Francisca Valle Moreno, de una de las familias de mayor tradición en San Marcos:
“Recordamos al viejo San Marcos con mucha tristeza, con mucho dolor y mucho
- 231 -
coraje. Yo entro al centro de San Marcos y siento ganas de llorar, de ver cómo
quedó, destruido, como si le hubieran echado una bomba…”
Y es que los escombros y las casas derruidas, dan el aspecto de un desastre,
si bien el pueblo sólo fue inundado en una pequeña área de las zonas bajas. Se le
pregunta qué opina del nuevo pueblo y responde: “Este pueblo no es igual, nunca va
a ser igual, en primer lugar la gente ya no es la misma, yo no sé por qué la gente se
ha hecho tan envidiosa, antes los ricos ayudaban a los pobres, y ahora sólo surgen
los ‘liebrones’ que quieren chingarse al pueblo, hay que hablar lo que es la verdad,
no nos vamos a callar”. 112 Habla en relación a quienes supuestamente resultaron
favorecidos con los procesos de indemnización económica por motivo de las
afectaciones causadas por la presa Picachos. Otra señora, quien no quiere aparezca
su nombre por temor a salir mal con los vecinos, opina que
a la gente se le subieron los humos de que ahora tienen pavimento, drenaje y casas como de la ciudad, ellos se creen de la ciudad pero son de un pueblo, el nuevo pueblo no corresponde a la gente, hay que ser sinceros y reconocer que somos gente de rancho, no de ciudad. Los que viven mejor ya no nos quieren hablar, siendo que somos de los mismos. De qué les sirven las nuevas casas, sí están muy bonitas yo no digo que no, y el pueblo está bonito, pero si no pueden trabajar en ellas de qué van a vivir; aunque el pueblo se los hicieron a como ellos lo pidieron eso hay que decirlo… 113
En este balance de pérdidas y ganancias, se expresa en términos de
pertenencia a la comunidad y habla de una fragmentación explicable a raíz de las
aspiraciones de un cambio a un estado de vida más cercano a los estándares de
modernidad; sin embargo, prevalece la duda sobre si esta transformación será lo
112
Entrevista a Francisca Valle Moreno, entrevistada por la autora, entrevista # 02, Universidad
Autónoma de Sinaloa, 10 de abril de 2012. 113
Entrevista a anónimo, Universidad Autónoma de Sinaloa, 26 de abril de 2012.
- 232 -
mejor para todos y, sobre todo, si realmente valió la pena la destrucción del viejo San
Marcos. Por su parte, Cecilia Sánchez, quien vivió el desplazamiento después de
vivir más de 30 años en Las Iguanas, piensa que la presa es una especie de
maldición para los pueblos, puesto que ha despertado la desintegración familiar y de
la comunidad debido a la ambición por acaparar los pagos por las casas y parcelas.
Se le cuestiona cómo afectó el desplazamiento la convivencia entre la gente:
Mucho, mucho cambió la gente, la gente se volvió muy avariciosa. Mucha gente se volvió avariciosa, se empezaron a descontrolar las familias, hubo mucho pleito de familia por las casas, había casas en el pueblo viejo que eran herencias y ya al momento de cobrarlas salían todos los hermanos y no se ponían de acuerdo. Hubo familias enteras que se desintegraron a causa de la presa. Eso fue familiar, entre familias hubo mucho descontrol, yo creo que por eso se puso el ambiente tan feo, también porque se desató el Diablo, tanta matanza, hubo hermanos que para matarse por el dinero, por las herencias…114
La mayoría de los entrevistados coinciden en que el pueblo nuevo “no es lo
mismo”, “ya no se siente igual”, “la vida no es igual”, y aunque las motivaciones
varían en un rango muy amplio, desde la falta de agua hasta la zozobra por no tener
ingresos seguros, sintetizan que para ellos no es su pueblo, como Marisol Lizárraga,
quien es originaria de San Marcos y avecindada en La Noria, a quien se le cuestionó
sobre el cambio: “En primera ya no me gusta ir al nuevo pueblo porque ya siento que
no es lo mismo ir a tu lugar donde viviste, yo viví más de 20 años ahí y no es la
misma; no me sabe a mí ni siquiera estar ahí en ese lugar nuevo, y me imagino que
para la gente que le tocó ese cambio ha de ser mucho más difícil todavía ese
desarraigo”. Y enseguida habló sobre lo que más se extraña del viejo San Marcos:
114
Entrevista a Cecilia Sánchez, entrevistada por la autora, entrevista # 05, Universidad Autónoma de
Sinaloa, 3 de enero de 2012.
- 233 -
Ahí extrañaba de que ahí se podía jugar a la hora que sea, está un arroyo, ya ves la calle principal es un arroyo, y ahí siempre podías andar corriendo, jugando, ahí jugábamos volibol, beisbol, disfrutábamos más el convivio como que más cercano con la gente, que todo mundo salía y platicaba en la banqueta porque todo estaba más… y acá veo que ni con sus mismos vecinos, como que ya la gente perdió ese contacto; no fue buena la ubicación, no se llevaron con las mismas gentes sus mismos vecinos; hubo todo un descontrol, ya la gente no convive, no es igual el convivio y el trato que había en el viejo al nuevo [San Marcos]…115
Todas estas expresiones, se pueden interpretar como una pérdida de la
identidad socioterritorial, una falta de apego a un nuevo espacio donde, siguiendo la
metáfora de B. Badie, no se encuentran tatuadas las huellas de la historia; y ante las
fuerzas que debilitan la identidad, lo único que parece regenerar las redes sociales
de solidaridad como una transferencia del rancho idílico a la situación actual es la
lucha colectiva, opositora al Gobierno y a sus políticas de desarrollo económico.
Además de las visiones nostálgicas, tendientes a la vida en comunidad, se yergue
también un enfoque rentista, y ambas motivaciones se enfrentan en el movimiento de
protesta porque a pesar de las diferencias internas los une su interés por la tierra, ya
sea como hábitat, comunidad o propiedad mercantil.
2. Violencia y conflicto como ejes reguladores del reasentamiento
La intensificación de los flujos migratorios de expulsión, la atmósfera de
violencia y el conflicto contra el Estado han derivado en alteraciones importantes en
la manera de socialización en los pueblos desplazados. Tan es así que se presentó
la suspensión de las fiestas comunitarias al menos en los primeros dos años
115
Entrevista a Marisol Lizárraga, entrevistada por la autora, entrevista # 04, Universidad Autónoma de
Sinaloa, 5 de octubre de 2011.
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después de la relocalización. Sin fiestas, con una sensación de miedo generalizada y
una comunidad aparentemente sumida en la atomización, la rutina del pueblo
cambió al encierro, a regresar temprano a sus casas y a ver la televisión y no a
charlar con los vecinos o alistarse para las próximas festividades.
De hecho, desde lo alto de alguna loma sobresalen en las techumbres de casi
todas las casas las antenas azules o rojas de la televisión de paga. Los hombres
dicen en son de broma que “se están haciendo noveleros” pues ya no pueden salir
por las noches por temor a los delincuentes y mejor se colocan frente al televisor
ante las clásicas historias televisivas. Y es que los actos criminales a lo largo de casi
todo el 2010 y los primeros meses de 2011, se intensificaron no sólo por su
frecuencia y número de víctimas, sino por los métodos del asesinato y su impacto
colectivo. En los primeros meses del reasentamiento la Secretaría de Seguridad
Pública de Mazatlán informó sobre la detección de grupos armados en esa zona de
la sierra, la parte que corresponde a la sindicatura de La Noria y su zona serrana.
“Yo recuerdo desde hace 20 años que tengo uso de razón en materia
policiaca, que hay presencia de grupos y podemos decir nombres y apellidos de
familias, pero lo que se requiere de fondo son labores de inteligencia para poder
desarticular estos grupos que no hacen otra cosa más que proteger las cuestiones
ilícitas que se desarrollan ahí en la zona, principalmente se siembra, cultivo y
cosecha de droga”, dijo a un periódico local Víctor Manuel Zataráin Cedano, el
entonces secretario de seguridad local.116
116
“Ubican en La Noria grupos armados: PM”. Periódico Noroeste. Mazatlán, Sinaloa. Mayo 27 de 2011. Año XXX. No. 11903. Sección: Seguridad y Justicia.
- 235 -
Sin embargo, el aumento de los asesinatos y la forma de éstos apuntaban a la
presencia de nuevas gavillas en la disputa del territorio. Tan solo en el periodo del 12
de abril al 24 de mayo de 2010, según el periódico Noroeste, mataron con armas de
fuego a trece hombres originarios de esa región. Los asesinatos ocurrieron en las
inmediaciones de La Noria y en la ciudad de Mazatlán. En plena Semana Santa, el
20 de abril, fue ejecutado un profesor de secundaria rural, lo cual caló hondo en el
ánimo de los habitantes de la zona serrana, ya que a partir de ahí los maestros
visitantes no quieren permanecer mucho tiempo a dar clases. Dos días después de
la muerte del maestro, un Viernes Santo, fue hallado decapitado un habitante de San
Marcos.117 Hecho que provocó terror entre la gente de la comunidad ya que el sello
del crimen era algo a lo que no estaban familiarizados.
Entre los actos vandálicos se cuentan disparos contra viviendas y quema de
casas, así como extorsiones y amenazas directas sobre familias en específico para
que abandonaran el pueblo. Aunque los pobladores se muestran renuentes a hablar
de las causas de la violencia, los señalamientos off the record apuntan a que los
registros periodísticos reseñan sólo una fracción de los homicidios perpetrados. Las
autoridades policiacas reconocieron en esa ocasión la incapacidad de las fuerzas del
orden para cubrir los altos de la sierra debido a las difíciles características de la
geografía, por lo que existen zonas donde simplemente no hay presencia policiaca.
Para los habitantes más que una incapacidad del Estado para hacer frente a la
incursión de grupos armado que disputan el control de determinados territorios, se
trata de una colusión de las fuerzas del orden con el crimen organizado que toma la
117
Ibídem.
- 236 -
forma de una simulación. Así, en el caso del Nuevo San Marcos, muchos de los
crímenes sucedieron a pesar de que un destacamento del Ejército se encontraba a
menos de 15 kilómetros del pueblo. Los soldados llegaban, recuerdan, hasta dos o
tres días de haber ocurrido el hecho, por lo que la gente que vive en la sierra no cree
en las autoridades ni confía en que el Estado cumplirá su función de brindar
protección a los ciudadanos en su territorio. Más que un Estado fallido, en el
imaginario colectivo se trata de un Estado agresivo con su pueblo, que al dejarlo en
la indefensión se vuelve cómplice de la delincuencia. En la reconstrucción de
identidades, se refuerza el papel del Estado como antagónico a los intereses de la
comunidad, así como la tesis de que el Estado es el enemigo a vencer.
Los siguientes meses continuaron los crímenes, los “levantones”, las
amenazas a la comunidad y las extorsiones. Los grupos armados lograron sembrar
el terror en la población. Y para septiembre de 2010 (o quizás desde antes), ya las
comunidades se hallaban en franco camino de convertirse en pueblos fantasmas. 118
A fines de ese mes el periódico sinaloense Noroeste cabeceó así una de sus notas
de portada “Abandonan por temor zona de Picachos”, que deja entrever la situación
de inseguridad y temor que padecieron los habitantes afectados: 119
Ante el clima de violencia e inseguridad que se está viviendo en la zona serrana de Mazatlán, familias de los nuevos pueblos, donde habitan los desplazados de la Presa Picachos , han empezado abandonar sus casas. El fin de semana pasado dos niños fueron asesinados, la niña cuando transitaba un camino con su papá y el niño mientras dormía en su propia casa, en Las Tatemas. Y el lunes, una casa fue quemada y baleada por un grupo de al menos 40 gavilleros. Por esas razones, algunos vecinos prefieren buscar otro lugar más tranquilo donde habitar, revelan pobladores de la zona. Uno de los
118
Como se le llama al secuestro en el estado de Sinaloa. 119
“Abandonan por temor zona de Picachos”. Periódico Noroeste, Mazatlán, Sinaloa. Septiembre 29
de 2010. Año XXX. No. 12026. Portada.
- 237 -
pueblos de donde más familias se han salido desde que empezaron a surgir grupos armados es San Marcos. "Poco a poco se han estado saliendo familias en busca de tranquilidad, aquí en San Marcos ha habido mucha gente amenazada y otra hasta les han secuestrado a familiares por lo que ya no viven en paz", comentó un habitante del lugar quien omitió su nombre por temor […] En esa nota informativa se hablaba de por lo menos 30 viviendas solas en ese
momento, cuyos habitantes huyeron hacia la ciudad de Mazatlán y otras regiones del
estado. El miedo alcanzó a todos los pueblos de la Picachos. En Los Copales, un
vecino que no dio su nombre por miedo, asegura que recibió amenazas y no le
quedó más opción que huir de la violencia aun perdiendo sus pocas pertenencias.
"La situación está muy dura y sin seguridad mejor decidimos irnos a buscar otro
lugar, no sabemos a qué horas va a llegar gente desconocida al pueblo en busca de
dinero", señaló al diario citado. Tanto en esa información periodística como en los
relatos recabados para la presente investigación, los señalamientos apuntan a que
no es gente de ahí la que está provocando el pánico, aunque no se sabe de dónde
vienen ni quién los manda. 120
Recientemente (febrero de 2012), uno de los crímenes que causó mayor
conmoción en el Nuevo San Marcos fue el de un joven de 18 años, quien fue
acribillado con rifles AK-47 y luego degollado enfrente de su madre y hermanas. Su
cabeza fue arrojada al frente de su casa, donde al día siguiente montaron un
pequeño altar hecho a base de ladrillos y una cruz de palo. Según la creencia, esto
contribuye al descanso del alma cuando se fallece de forma violenta, aunque no así
de los vivos, quienes debieron escapar de forma forzada de este nuevo pueblo sin
raíces.
120
Ibídem.
- 238 -
Los lugareños cuentan al menos 70 muertes en una larga racha de odio y
sangre, sobre todo personas oriundas de los nuevos pueblos y de las comisarías y
ranchos vecinos, de La Noria, de Juantillos, Los Copales, El Placer, por decir los más
sonados. Y entre estos muertos y desaparecidos, aparecen al menos 40 miembros
de la resistencia, según afirma el líder del movimiento, Atilano Román Tirado, quien
ha sido detenido en dos ocasiones y ha sido objeto de amenazas. Expone que
enfrentarse a un gobierno es siempre una lucha desigual: “…obviamente es un gran
peso tener en contra a un gobernador con todo lo que eso representa, todo el poder,
toda la maquinaria que está a disposición de un gobernador, con los medios de
comunicación controlados, con el manejo de la información quieren debilitar cualquier
movimiento…”121
En los imaginarios colectivos, la presa Picachos, que simboliza el desarrollo
excluyente promovido por el Estado, se encuentra ligada al despojo y a la invasión a
la comunidad. Y quizás a esto se debe que, aunque las autoridades han atribuido los
atentados a las bandas criminales, un gran sector de la población considera que la
ola violenta es en realidad un acto represivo en respuesta al movimiento de protesta.
Así el rumor se yergue como arma difusa y simbólica en venganza contra el Estado.
Se cree que el embalse se ha convertido en un cementerio de agua, pues se
preguntan: “¿a dónde si no, van a dar los cuerpos de tanto desaparecido?”
121
Entrevista a Atilano Román Tirado, entrevistado por la autora, entrevista # 20, Universidad
Autónoma de Sinaloa, 10 de julio de 2012. Cabe mencionar que si bien la prensa local presentó un manejo de la información favorable al movimiento de “Los Picachos”, en la primera parte del conflicto, a partir del año 2012 la tendencia se ha revertido durante la nueva administración estatal.
- 239 -
El número de muertos resulta significativo si se toma en cuenta el tamaño de
las comunidades afectadas, ya que ninguna rebasa los mil habitantes, además de
que por el tipo de convivencia que predomina tradicionalmente en esos lugares,
todos los habitantes mantienen lazos estrechos de parentesco, compadrazgo y
vecindad, por lo que el golpe a la moral colectiva es mucho mayor que en las
ciudades medianas o grandes, donde los muertos se confunden como sombras
anónimas entre las masas. Los procesos de adaptación y reasentamiento en nuevos
territorios se han vivido en medio de este clima agresivo y de un desplazamiento
forzado por un conflicto entre gavillas. Los que se fueron perdieron no su pueblo,
porque todavía no se desarrollaba la apropiación y valoración del lugar, pero sí la
esperanza por muy mínima que sea de llegar a una estabilidad social. Pero los que
se quedaron tampoco ganaron mucho. El estado de alerta en que permanece hasta
la fecha la población asentada en el Nuevo San Marcos se pudo palpar de forma
contundente durante las primeras sesiones del trabajo de campo.
La conducta de los pobladores se ha adaptado en busca de su seguridad; los
que deciden quedarse lo hacen bajo ciertas condiciones, explícitas o no, tendientes
al control de la población civil. La más importante: el silencio sobre los asesinatos y
sus responsables. El pueblo, que años atrás se caracterizaba por una algarabía casi
permanente, ahora parece un paraje aislado y semidesierto. Las personas procuran
no circular por la noche a no ser que sea muy necesario; por lo que planean sus
actividades de tal forma que puedan realizarlas durante horas del día. Recomiendan
a quienes los visitan no llegar en autos desconocidos una vez que ya ha oscurecido.
Por las noches, en los momentos más intensos del clima de inseguridad, había
- 240 -
quienes dormían en el piso por temor a una bala perdida de algún enfrentamiento.
Los que radican fuera del pueblo llaman con frecuencia para ver cómo se encuentran
sus familiares.
El miedo se advierte, por ejemplo, con la sensibilidad hacia los ruidos, como el
arranque de coches, juegos pirotécnicos o cualquier otro sonido del ambiente. El
cambio de conducta con el fin de garantizar la protección de su integridad y la de su
familia ha repercutido en una separación del tejido social, no sólo por los núcleos
familiares destruidos a causa de la muerte; si no porque incluso se rompe la
convivencia con los vecinos por el miedo a “meterse en problemas” y se crea una
zozobra entre los miembros de la comunidad por no saber realmente quién está
detrás de los eventos trágicos. En este lapso ningún evento colectivo pudo ser
realizado con éxito, lo que pone en peligro la reproducción de las pautas culturales
como fiestas, tradiciones y memoria colectiva, que en estas comunidades se
transmite principalmente en forma oral. Con gran parte de la comunidad huyendo por
la violencia, y la otra adaptándose a transformaciones sociales que nunca habían
experimentado, el sentido de comunidad corre el riesgo de desaparecer.
Aunque pudiera tratarse de una situación temporal y los desplazados busquen
el pronto retorno al pueblo, también hay evidencias en el estado de Sinaloa de
pequeños poblados desaparecidos por el azote de grupos armados. La conservación
de las culturas locales, en un ambiente de confrontación y muerte, no es la prioridad
de ningún grupo social en el medio del conflicto.
En este contexto, para muchos la acción colectiva contra el Gobierno, significa
un retorno a la comunidad y la única alternativa para la apropiación del territorio con
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fundamento en la lucha social y no en los dictámenes burocráticos de un
reasentamiento institucionalizado. “Los Picachos” recuperan en el movimiento de
protesta algo de lo perdido con la desarticulación social y existencial como
consecuencia de la construcción de la represa y de la situación de inseguridad.
Analicemos la crónica de uno de los múltiples actos de protesta ocurrida cerca
de un año después, en un periodo de mayor calma, que muestra cómo el conflicto se
entremezcla con la cotidianeidad en el Nuevo San Marcos. Son las siete de la
mañana del 26 de abril de 2012. Un día antes durante la reanudación de las fiestas
de San Marcos, el líder Atilano Román Tirado (recién liberado de la prisión) citó a los
pobladores a impedir la entrada a los seis pueblos al subsecretario de Gobierno,
representante del gobernador Mario López Valdez, para negociar una restructuración
al plan de pagos por las tierras que ahora son ocupadas por el embalse de la presa
Picachos.
La consigna era que si el funcionario no presentaba consigo el avalúo
actualizado, se le bloqueara la entrada, lo cual ya había sucedido dos días antes. Los
gritos de “¡Fuera, fuera, si no trae el avalúo!” o “Le vamos a dar pa’tras”, secundaron
la petición del dirigente. Se cumplió el plazo y desde temprano las mujeres
comenzaron a llenar el desolado paisaje de la carretera, justo en la entrada al Nuevo
San Marcos. Con cartulinas y marcadores, listas para plasmar sus demandas y
frases de combate: “con mentiras no se avanza”, “Estamos unidos y no nos podrán
engañar”, “queremos un diálogo transparente y sin mentiras”. Y es que la acusación
contra el Gobierno del Estado es que las negociaciones son mañosas para intentar
desbaratar el movimiento, tratando de pactar con pequeños grupos por separado y
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engañando a la gente para no incluir a todos los afectados dentro del polígono de la
presa Picachos. No faltaron gorras, sombreros, toallas para protegerse del sol y,
sobre todo, entusiasmo. Los primeros momentos parecen una reunión, incluso a
momentos más animada que la celebración a la cual acudieron muchas de ellas la
noche anterior. Se forman grupos y empiezan a platicar los detalles del primer baile
que se realiza en San Marcos desde que las gavillas se alborotaron en la región.
También se ponen al tanto en los chismes locales. Algunas mujeres regresan al
pueblo, a unos cuantos kilómetros, y aprovechan para traer a las demás pan, café o
agua; y es que pasan las horas y el sol arrecia. Para participar en las protestas, las
mujeres deben reorganizar sus hogares; encargando tareas a sus hijos mayores o
buscando el apoyo de la familia para “poder estar en dos lugares a la vez”.
Afirman que la lucha es justa y al final va a beneficiar a sus hijos también.
Mientras tanto empiezan a llegar más y más al mitin, también los hombres. Arriban
familias y grupos en grandes camionetas, cuyos estéreos sirven para tocar los
corridos de “Los Picachos”. Todos buscan la sombra en un paisaje seco con algunos
árboles, un expendio de cerveza, cactus y rodeado de cerros y vacas. No se sabía la
hora exacta en que llegaría el vilipendiado funcionario, de nombre Jesús Antonio
Marcial Liparoli, de quien mientras se aparecía aprovechaban para hacer todo tipo de
mofa por su segundo apellido. ¿A qué horas irá a venir el ‘pipirolis’?, se preguntaban
con sarna. Cerca de una hora después de que llegaran los periodistas, arribó el
enviado del gobierno; y en actitud airada comenzó a tomar fotos con su celular a los
manifestantes, quienes los esperaban arremolinados, atrás de una gran manta que
rezaba “Queremos diálogo transparente y justo” y de otras consignas más. “¿Y ahora
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qué?”, les dijo. Inmediatamente le preguntaron si traía el avalúo actualizado, a lo que
respondió negativamente. La vocera del movimiento en este acto, José María Osuna
Gutiérrez, le pidió regresarse por donde vino, y comenzaron los enfrentamientos
verbales con el subsecretario que duraron cerca de una hora mientras todo era
registrado por periodistas y por jóvenes de la Universidad Nacional Autónoma de
México, quienes filman un documental sobre la problemática de “Los Picachos”. Las
mujeres eran incisivas. De las palabras pasaron a los gritos, a un careo en busca de
justicia. “¿A ver en qué lote vives?”, le preguntó a una de las mujeres del frente,
quien no respondió. María José le replicó: “No se trata de confundir a la gente, ¿a ver
en qué lote vive usted allá en Culiacán?”.
La gente le reclamó a quien días antes habló a favor de la detención de
comuneros el pasado 1 de abril. Las mujeres le recriminaron que el gobierno dejó a
sus pueblos sin agua, “¿Usted sí tiene agua en su casa verdad?, pues nosotros
estamos hartos de no tener agua, estamos hartos de vivir en las casitas que nos
dieron, que no cabemos, son unas ‘pichoneras’”. Y así el coloquio de dimes y diretes,
se tornó en confusión y en catarsis para los desplazados, quienes le gritaron al
aturdido funcionario, quien se retiró sin lograr ningún avance en el conflicto. Mientras
los comuneros, satisfechos, planeaban reforzar el plantón que mantenían en el
ayuntamiento de Mazatlán. Al otro en el diario se leía el encabezado: “Comuneros
truenan la negociación… otra vez”.
La anterior es sólo una de múltiples acciones de oposición, organizadas y
planificadas desde la cotidianeidad de los pobladores para logar lo que a su juicio es
una justa compensación por la pérdida irreparable de sus pueblos. Se han registrado
- 244 -
cientos de eventos de protesta entre marchas, mítines, manifestaciones, plantones y
tomas de oficinas, además de la ocupación casi permanente de la cortina de la
presa, que ha implicado una reestructuración de las actividades en el nuevo pueblo.
Quienes no participan en la lucha quedan relegados a último término a la hora de los
pagos, y es que estos “abonos” se están convirtiendo en la fuente de sustento de
muchas familias ante la falta de más oportunidades y la tardanza de los tan
mencionados proyectos productivos122, aunque no sólo es el factor económico el que
impulsa la reproducción del movimiento, sino que se generan dinámicas de
integración social y de redes de solidaridad, cuyo anclaje se encuentra en la cultura
local y el arraigo a las costumbres y tradiciones prevalecientes desde antes de la
presa, sólo que aplicados en diferentes circunstancias.123
Así, el reacomodo social después del desalojo opera en dos sentidos, uno
tendiente a la fragmentación y otro a la unificación. La existencia de una identidad de
ninguna manera implica una homogeneidad a toda prueba, o una mismidad; por el
contrario, al interior del grupo social identificado se experimentan una serie de
fracturas y divergencias. En el caso del movimiento de Los Picachos, que
corresponde a una identidad de resistencia, la repartición territorial es el principal
factor de unión, pero también de segmentación y el criterio de formación de
122
Según el censo de población 2010, sólo 264 de 848 habitantes contaban con una ocupación en la
semana de referencia. Es decir, poco más del 30 por ciento de la población. La situación de las mujeres parece más apremiante, de acuerdo a las estadísticas, pues sólo 20 dijeron contar con un empleo al momento de la encuesta. Poco menos del 6% de la población ocupada total. 123 Según el plan de manejo de reasentamientos, realizado por el antropólogo Michael M. Cernea para
el Banco Mundial, existe el peligro de la dependencia institucional al apostar por una estrategia de
apoyos asistencialistas, en vez de propiciar mecanismos de participación social y programas
productivos reales. Y es en este sentido el riesgo que se corre en el devenir de este conflicto, cuyas
acciones se focalizan en el esquema de compensaciones económicas.
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categorías sociales, con base en la creencia de los nativos en un lugar cerrado
donde no hay cabida para los foráneos y se rescata el sentido de pertenencia con
base en la relación con el territorio y los fundadores.
El grado de intensidad del vínculo con el territorio define el estatus y el poder
de decisión respecto a éste y a la comunidad. La diferencia entre comuneros y
avecindados marca la pauta para definir una apropiación jurídica del territorio, a
través de la propiedad legal reconocida por la Ley de la Reforma Agraria, y una
apropiación vivencial que a través del tiempo gesta derechos aunque más limitados.
Los comuneros tienen la facultad de decidir, mediante el voto en asamblea, los
asuntos relativos a las tierras comunales. En cambio, los avecindados no pueden
votar en las asambleas, y en cambio se respetan sus derechos en el pago de
indemnizaciones por las afectaciones consecuencia de la presa Picachos. No sólo la
propiedad legal ha sido el fundamento para definir el grado de integración a la
comunidad, sino también las valoraciones simbólicas, como el hecho de pertenecer a
las familias fundadoras del pueblo; o la apropiación netamente vivencial, que se
resume en la expresión de ser “nacido y criado” en el pueblo. Es decir, dentro del
grupo se consideran con más derechos no sólo quien nace en la comunidad, sino al
que ha vivido en ella la mayor parte de su vida y es ahí donde mantiene su red de
relaciones sociales.
De esta forma, los migrantes entran a un terreno más complicado. Los
transmigrantes mantienen vínculos sólidos con el territorio, como a través del ritual
de regresar cada año a las fiestas como una forma de reafirmar la identidad
socioterritorial aunque se desarrolle la vida en otro espacio, normalmente en las
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ciudades, por lo que dentro del grupo se acepta la continuación de sus derechos de
pertenencia. A diferencia de los que se han autodesterrado de la comunidad y han
abandonado el pueblo de forma permanente, a su regreso para reclamar beneficios
como sanmarqueños son vistos como oportunistas por parte de la comunidad, o al
menos su identidad despierta polémica entre los pobladores, quienes critican incluso
que formen parte del movimiento de protesta o se ostenten como líderes. Para otros,
la acción colectiva es el nuevo nexo de la comunidad, pues entre más
comprometidos se muestren con la lucha se les reconocen más claramente sus
derechos de pertenencia a la comunidad. El movimiento es integrado por cerca de
800 personas, entre comuneros y avecindados, quienes participan de forma activa en
la resistencia (Ver anexo).
La territorialidad con que se vive y que ejerce gran influencia en la
organización de la comunidad tradicional, y ahora en el movimiento de oposición a la
presa Picachos y al Gobierno del Estado, demuestra la existencia de una identidad
fuertemente ligada al territorio, como espacio construido y valorizado a través de las
experiencias y de los lazos que cada habitante reconfigura con su entorno y con la
comunidad.
3. El viejo San Marcos se niega a morir: la otra resistencia
San Marcos se ubica a once kilómetros de la presa Picachos, y sólo sus zonas
bajas alcanzan a ser cubiertas en caso de un evento extraordinario, como el caso de
la tormenta “Rick”. Antes del fenómeno meteorológico, muchas familias se decían
dispuestas a permanecer en su pueblo todo el tiempo que fuera posible, hasta que
no hubiera más opción o sucediera algo que los forzara a abandonar sus tierras.
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Pero los planes cambiaron. El rumor de que se inundaría todo el pueblo hizo huir a la
mayoría. Aun así, fueron cerca de 120 familias de las partes altas que se quedaron a
vivir temporalmente en el poblado, supuestamente destinado a desaparecer; sin
embargo, a casi tres años del forzado desalojo el Viejo San Marcos se niega a morir.
Atilano Román explica que sólo en episodios extraordinarios de lluvias, como un
ciclón o un huracán, se inundaría el ochenta por ciento del pueblo, mientras este
escenario no se presente el nivel de la presa no amenaza la integridad del pueblo,
por lo que varias familias continúan habitando el lugar en medio de recuerdos,
nostalgias y nuevas realidades. La decisión de vaciar el pueblo, a pesar de que la
mayor parte del año está seco, se debió a un interés preventivo para evitar una
tragedia con una crecida intempestiva del nivel de agua de la presa.124 En el viejo
pueblo, las típicas casonas se encuentran desmanteladas, con las paredes
descarapeladas, los techos huérfanos de sus tejas, rodeando los escombros de lo
que fue una pintoresca plazoleta.
La capilla conserva su color naranja intenso, pero ha sido despojada de sus
santos y cuadros religiosos, así como de puertas, ventanales y del enrejado del
frente que fue donado por la gente de los altos de la sierra. Si uno camina por el viejo
pueblo, se observa un panorama desolador, las casas vacías pero de pie, con sus
porches, sus enredaderas, sus corrales sin animales; por las tardes impera el ruido
de los árboles, de las aves, y por las noches, de cientos de miles de insectos. La
soledad de la mayoría de las callejuelas contrasta con la actividad de algunas de las
casas, como la de “Nando” Medina y su familia, quienes todos los días trabajan la
124
Entrevista a Atilano Román Tirado, entrevistado por la autora, entrevista # 20, Universidad
Autónoma de Sinaloa, 10 de julio de 2012.
- 248 -
siembra del maíz y poseen hatos ganaderos en esos terrenos. Ahí se puede ver un
tractor trabajando en la descarga del grano, los perros y los gatos buscándose el
alimento, así como las vacas en la sombra intentado resguardarse del inclemente
calor. El pueblo no pasa completamente solo, pues es la ruta obligada para las
comisarías y rancherías de la zona alta de la sierra, El Tecomate de La Noria, El
Bebedero, Juantillos, La Chapalota y otros más. Es común ver pasar hombres a
caballo y una que otra camioneta.
Hasta mediados del 2012, doce familias se rehúsan a dejar su pueblo, aunque
mantienen un contacto permanente con el nuevo asentamiento, ubicado tan solo a
unos cuantos kilómetros. Contrario a la explicación oficial, afirman que San Marcos,
que “malamente le llaman viejo”, no se va a inundar nunca pues la presa ya alcanzó
su nivel máximo, y el agua sólo afectó a doce de 300 moradas, ni siquiera el cinco
por ciento.
De acuerdo al censo del Inegi en el 2010, se registraban 88 habitantes
oficialmente en el viejo San Marcos. La mayoría van y vienen. En el día se la pasan
en su pueblo de siempre, donde sus tierras aptas para la crianza de ganado y la
agricultura, se salvaron de la amenaza de la inundación. Alguna de esas familias no
se han ido porque no les han asignado un lugar en El Marqués, como también se
conoce a los terrenos donde se construyó el nuevo asentamiento, y no tienen más
donde vivir. Don Ramiro señala que el gobierno le ha ofrecido una cantidad irrisoria
por su casa y sus tierras, y no lo va a aceptar por orgullo y porque simplemente no le
conviene. “Esta casa la levantamos en más de 30 años, mis abuelos, mis padres, y
con lo que nos quieren dar no alcanza para nada”, se queja amargamente, aunque
- 249 -
ellos sí están dispuestos a vender sus terrenos siempre y cuando lleguen a un
acuerdo justo. 125
Para otros los motivos para quedarse son más afectivos que materiales. Los
Pani son los únicos que expresamente se han negado a vender sus propiedades y
no tienen pensado irse salvo por un motivo de fuerza mayor. Por el contrario,
continúan haciendo su vida normal como si no hubiera pasado nada. La señora
Paula de Pani y su familia se dedican al negocio de tortillería desde hace cuarenta
años, sólo que ahora reparten en motocicleta al llamado nuevo San Marcos y
prácticamente conservan a su misma clientela. Se le pregunta el porqué de la
determinación de quedarse y responde:
Es que hay muchas cosas importantes que a la gente le pesan, muchos valores, porque no nada más el dinero tiene valor, hay cosas [que] con todo el dinero no lo compras. En primer lugar aquí vives muy tranquilo. Se vivió una etapa de temor, pero lo vivimos todos no nomás yo porque estaba solo. En El Marqués estaba la gente atemorizada, y de hecho sucedieron más cosas allá que aquí, pero ahora recientemente que se quedó solo. Porque antes no pasaba nada, la gente vivía muy tranquila aquí usted podía andar a la una o dos de la mañana; la gente de los ranchitos venían de Juantillos... Se terminaban los bailes y se regresaban a pie. Era una alegría, no pasaba nada, había unas fiestonas aquí que era un gential, nunca había heridos, balaceras. Sí se trompeaban, pero era raro que pasara algo grave.
Además, continúa, otra de las razones es que el nuevo pueblo no le gusta,
piensa que “sí está bonito, pero es muy diferente”. La gente ha cambiado. Ya no
quieren seguir teniendo una vida de pueblo, sino como “de ciudad”. Y eso es lo que
más extraña, pues aunque asegura que su vida es muy feliz en San Marcos solo, sí
echa de menos a la gente:
125
Entrevista a Ramiro N., grabación donada, entrevista # 21, Universidad Autónoma de Sinaloa, 12
de julio de 2012.
- 250 -
Se extraña su tradición principalmente, la gente… porque estamos impuestos a convivir, a estar la gente unida, lo que es la vida de un pueblo en bola digamos, pero uno se va a acostumbrando, de hecho este pueblo no quedó que usted diga solo, la gente de allá diario acá está su trabajo, tiene ganado siembra de zacate de maíz, siguen… este año es el primer año que se está activando; no se había activado porque la gente tenía dinero [de la indemnización], ahora ya no tiene.. las hectáreas se inundan cuando se llena la presa se inundan y ya baja y queda libre para trabajar.126
El viejo pueblo —suspendido en el tiempo casi por inercia— ha sido escenario
de otra resistencia al cambio, distinta a la que encabezan los líderes del movimiento
de “Los Picachos”. En el viejo pueblo la oposición se vive a través de la
desobediencia civil al ocupar un territorio que en términos legales no debería de
existir y no sólo habitarlo, sino en ignorar la devastación y continuar con su vida
como antes de la llegada de la presa. Esta otra resistencia consiste no en la acción
propiamente dicha, sino en dejar de actuar por elección, en no ser parte del cambio
forzado.
De forma colectiva se gestionó la reconexión del servicio de la red eléctrica y
del agua potable, por lo que se ha podido desarrollar una actividad constante,
aunque siempre en comunicación con el poblado localizado en El Marqués. Los
habitantes de este pueblo, oficialmente “ahogado” bajo el embalse de la represa,
muestran su descrédito por la política convencional y por la acción del movimiento
social de protesta. Para ellos, el móvil de la desaparición forzosa de San Marcos (o
su destrucción) es eminentemente político y obedece al interés por un territorio
estratégico ya sea por su utilidad económica como espacio para proyectos turísticos,
o por su cercanía con los territorios del cultivo de enervantes.
126
Entrevista a Paula de Pani, entrevistada por la autora, entrevista # 12, Universidad Autónoma de
Sinaloa, 26 de abril de 2012.
- 251 -
“Como te digo, el fondo es político —dice la señora de Pani—, aquí San
Marcos, me imagino yo, que el gobierno lo va a agarrar como algo turístico porque el
pueblo no se desaparece, creo yo que van a hacer algo, porque queda bien bonito,
dónde ha visto usted una iglesia que se llene la presa y la vea sobre el agua de
aquí…” Para otros pobladores, la zona del viejo San Marcos es clave porque
representa las rutas de acceso a la zona serrana donde se encuentran los
sembradíos de mariguana, origen de la disputa territorial que azotó la región durante
casi dos años dejando una estela de muerte y pánico. Una vez restaurada la calma
por lo menos lo suficiente como para intentar restablecer la vida cotidiana, los
habitantes intentan recuperar su modo de vida y sus tradiciones. La suspensión de
las fiestas, por más de dos años, es una de las pérdidas más sentidas para los
sanmarqueños debido a que son eventos cargados de significados y simbolismos,
que además cubrían —como se vio en el capítulo dedicado al viejo San Marcos—,
importantes funciones sociales de integración y reconocimiento.
El rescate de las fiestas representa el intento más palpable por recuperar una
identidad socioterritorial y por enlazar la memoria colectiva a través de un ahora que
conecte el antes y el después. Una estrategia de reconciliación en el relato colectivo
sobre la historia del pueblo, la restitución de la fantasía de los nativos sobre el lugar
como un refugio exclusivo y perenne sin raíces claras en el tiempo y, por lo tanto,
con miras hacia la perpetuidad.
En términos antropológicos, el lugar expresa la identidad de un grupo, es el
espacio donde se busca refugio y es principio de sentido para el que lo habita y
principio de entendimiento para el que observa. Pero cómo se vive en un espacio en
- 252 -
transición, donde no se sabe si está llegando a su fin o se está acercando a un
nuevo principio, una especie del limbo, quizás una clase diferente de no lugar (a la
usanza de Augé). Aquí el espacio genera identidad, pero es una identidad cuyos
referentes materiales se encuentran devastados y su tejido social totalmente
desarticulado. Lo simbólico entonces emerge como una única alternativa de rescatar
una identidad perdida, como ocurrió con la reanudación de las fiestas locales el 25
de abril del 2012.
4. 25 de Abril: un santo, dos celebraciones
En el viejo pueblo, una manera de reconstruir la identidad colectiva fue a
través del rescate de la vieja iglesia, inhabilitada desde el éxodo del pueblo hacia los
nuevos asentamientos en el 2009, objeto del despojo y las inclemencias del tiempo.
La familia Pani decidió encabezar esta iniciativa que se convirtió en colectiva con el
apoyo de habitantes del Nuevo San Marcos y de rancherías circunvecinas. En su
interior, las paredes claras dan cuenta del abandono. Ese 25 de Abril llegó un grupo
de mujeres por la mañana para remozar el interior del templo y restaurar el ánimo
comunitario. Barrieron el polvo acumulado, dieron una mano de pintura, colocaron los
cuadros de la Pasión de Cristo con sus respectivos marcos dorados y sus vidrios
relucientes, así como la imagen de la Virgen María y plantas de ornato al interior del
recinto religioso.
Donde más se esmeraron fue en el altar, donde distribuyeron arreglos florales,
figuras del Sagrado Corazón de Jesús, del Papa Juan Pablo II, entre otras figuras
religiosas. Mandaron pedir una efigie de San Marcos el evangelista a un taller
- 253 -
ubicado en el estado de Puebla, pero por fallas en el servicio de paquetería sólo llegó
a tiempo la figura del león que suele acompañar al santo. Las personas se mostraron
decepcionadas, aun así no cejaban en su intención de celebrar la misa ese mismo
día en que se conmemora al santo patrono. Los hombres montados en una
escalera, reparaban los travesaños superiores de las puertas, hasta unos gorriones
anidaban arriba del borde del altar, que consiste en dos pilastras doradas y un
cabezal triangular del mismo color, que sobre una escalinata sostiene al nicho donde
se coloca la efigie del santo como elemento central.
También llevaron botes y los adornaron con papel dorado, les colocaron flores
de papel, tulipanes y otras de colores para adornar. Además de ramos de flores para
el altar. Ante la falta del Santo se colocó el león primero solo y después se puso un
ramo de flores rojas. Y en los otros peldaños del altar, se colocaron ramos diversos.
Entre las organizadoras prevalecía la incertidumbre si el padre asignado a la sede
parroquial de La Noria iba a querer oficiar la misa después de hacerlo en la iglesia de
El Marqués. Acordaron hablar con él al término de las misas en el nuevo pueblo. La
iniciativa de revivir el templo se debe a la señora Paula de Pani. Entre sus
motivaciones se encuentra el apego al terruño, pero también una experiencia
personal aterradora que ella interpretó como una señal divina de que debía hacer
algo por la comunidad:
[…] A nosotros [a ella y a su esposo] nos pasó un caso que nos salvamos casi de puro milagro, de que veníamos en la carretera y nos balacearon; de hecho a él (su esposo) le dieron en el pie, a mí no me pasó nada gracias a Dios. Entonces siempre habíamos estado con eso, con la idea de restaurar la iglesia. Y si Dios te da la oportunidad de vivir y de retribuir con algo como pago porque Dios te dio la oportunidad y aparte de que esta iglesia tiene sus raíces, su historia, esta iglesia se hizo con mis bisabuelos, tatarabuelos, gentes de las otras generaciones; y ¿por qué abandonarla si el agua no la inundó? Casi
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siempre la tuvimos la idea porque nos daba tristeza [el ver la iglesia sola], pero al principio no se pudo hacer nada, ya ve como estaba la gente toda alterada, y ahorita parece que ya hay un poquito más de calma; y en ese tiempo la gente se iba, al pueblo nuevo también pasó lo mismo por la violencia, pero ya parece que está más tranquilo, y nosotros teníamos la idea desde antes…127
Para concretar el plan, recibió ayuda de personas de ranchos cercanos, como
El Bebedero, que se ubica hacia arriba en la sierra, pero también de los habitantes
del Nuevo San Marcos, entre quienes solicitaron cooperación, obteniendo respuesta
favorable según el testimonio de la señora Paula, por lo que se convirtió en una tarea
colectiva.
Mientras tanto, en el Nuevo San Marcos también se sentía un ambiente festivo
desde la madrugada. Se alistaban para reanudar las fiestas después de un periodo
cruento de hechos criminales. A las cinco de la mañana arribó una familia a la iglesia
con olor a nuevo y con la banda tocaron Las mañanitas a San Marcos. La tradición
de las primeras comuniones y bautizos masivos del 25 de Abril estaba a punto de un
resurgimiento. En punto de las 10:00 horas comenzaron a llenar el templo padres y
padrinos con los niños que recibirían el cuerpo de Cristo, según el dogma católico.
Ataviados ellos con sus botas, joyas de oro, cintos piteados, camisas de colores
intensos y llamativos bordados (el sombrero no está permitido dentro de la iglesia);
las madres y madrinas con vestidos entallados de colores brillantes, rosas, naranjas
y floreados, peinados de salón, accesorios y un intenso maquillaje.
Dijo una mujer en el templo que tan solo 65 niños terminaron el catecismo ahí
en San Marcos, mientras que otros niños llegaron de pueblos aledaños como El
127
Ibídem.
- 255 -
Placer, El Tecomate de La Noria y Los Copales, principalmente. Las edades de los
niños iban de entre los ocho años y quince años, a juzgar por su aspecto.
El padre en su mensaje habló de la responsabilidad de los padrinos. Se
siguieron los rituales cotidianos en una misa católica. Ningún mensaje fuera de lo
usual. La parte más esperada fue cuando el sacerdote llamó a los niños a comulgar
por primera vez, hicieron dos filas, una de niños otra de niñas, y recibieron la hostia
consagrada de manos del oficiante. Respondiendo con la palabra Amén. Atrás de
ellos, en el altar, dos o tres fotógrafos profesionales captaban las imágenes de los
niños comulgando, mientras que varios asistentes del público, con sus celulares o
cámaras más pequeñas también tomaban fotografías. El padre lo tomó con mucha
naturalidad. Al terminar todos los niños se tomaron la foto del recuerdo con el padre,
quien con voz monótona anunció que ya se terminaba esta misa y que comenzaría la
de los bautizos. Esto fue como a las 12:00 horas. La entrada y alrededores de la
iglesia se hicieron un hervidero de gente, en que unos salían y entraban, se tomaban
fotos afuera de la iglesia mientras otros pretendían entrar. Parejas de papás y
padrinos con su respectivo ahijado formaban un grupo y esperaban su turno para
recibir el agua bendita.
El sermón se centró en la obligación de los padrinos para con sus ahijados, el
servir como una guía para ser buenos cristianos; sin embargo, para las personas de
la comunidad el compadrazgo representa simbolismos y utilidades más allá de lo
religioso. Es una costumbre arraigada y muy difundida incluso en la actualidad. 128 El
128
La gran mayoría de los sanmarqueños mantienen lazos familiares o de compadrazgo. Los padrinos
más socorridos suelen ser los médicos y los maestros. Al respecto, el profesor José Carlos Castro,
- 256 -
padre habló de la importancia del matrimonio religioso y pidió que alzaran la mano
aquellas parejas que habían cumplido con ese sacramento. Fueron escasas ocho o
diez manos las que se vieron arriba.
A la gente parece no importarle cubrir a cabalidad las formalidades católicas.
Inmediatamente después, se llevó a cabo la primera comunión de poco más de 70
infantes, entre los originarios de San Marcos y de otros ranchos vecinos, quienes de
igual forma llegaron acompañados de sus papás y padrinos. La misa se llevó a cabo
de forma rutinaria de acuerdo a los cánones del catolicismo.
Al llegar el fin de las ceremonias litúrgicas, un grupo de mujeres se acercó al
presbítero y le hablaron de la intención de celebrar otra misa en el viejo pueblo. El
padre puso la condición que fueran a recogerlo en algún vehículo. Las personas
accedieron pero la familia que se había comprometido tardó en pasar por él. Las
mujeres trataban de hacerle plática para que no se desesperara el padre y se fuera,
dejando al viejo templo “vestido y alborotado”. Cuando llegaron por él, las señoras
del viejo pueblo le solicitaron prestado el santo que yacía en la nueva iglesia. El
padre se negó aduciendo que no era posible bajarlo por el riesgo de que se
quebrara.
Finalmente se llevó a cabo la ceremonia, a la cual se trasladaron unas diez
personas del nuevo pueblo después de las misas en ese lugar. Llegando el
sacerdote al templo recién restaurado, pidió agua, un crucifijo y velas para poder
oficiar la misa, así como una mesa. En unos minutos llegaron algunos pobladores
con todos los requisitos. Lejos quedaron aquellos días en que los bautizos en San
quien vivió trece años en el viejo San Marcos, declaró tener 120 ahijados y, por lo tanto, es compadre de casi todo el pueblo.
- 257 -
Marcos se prolongaban hasta el anochecer de tanto niño que llevaban para bautizar,
ya que era el centro religioso preferido de todos los poblados serranos.
En esta ocasión se encontraban en el templo, primero unas veinte personas,
después de iniciada la ceremonia, se congregaron unos pocos más, y al final se
contaban cerca de medio centenar de feligreses al interior del templo. Se celebraron
tres primeras comuniones. Un regreso modesto pero significativo de la capilla original
de San Marcos. Al concluir la misa, que duró poco más de cuarenta minutos,
llegaban gentes del nuevo pueblo en sus carros para ver la capilla recién
reinaugurada y se mostraban sorprendidos pero también satisfechos.
Por la tarde, en el Nuevo San Marcos se celebró un baile con banda en la
pequeña explanada de la plazuela, junto a la iglesia. Los comentarios comunes se
dirigían a que el lugar era muy pequeño para el tipo de bailes masivos a los que
estaban habituados en San Marcos. La banda Cascabel del puerto de Mazatlán abrió
el evento y tocó las canciones más tradicionales, como Mi gusto es, Camarón pelao’,
así como algunas cumbias y narcocorridos.
El baile se hallaba dividido en dos. De un lado, las mujeres y los niños
sentados en sillas blancas de plástico. Y arriba de la explanada, junto al kiosco, los
hombres se congregaban para tomar cerveza y platicar, al igual que las mujeres en
el otro grupo. No hubo venta de cerveza especial para ese día, cada quien debía de
llevar lo que se tomaría. El baile transcurrió de forma calmada. El líder de la
comunidad, Atilano Román, interrumpió unos minutos para invitar a un bloqueo para
la mañana siguiente, lo cual fue bien recibido por los asistentes, después de eso el
baile prosiguió sin contratiempos. Al principio dos o tres parejas tomaron la pequeña
- 258 -
pista improvisada y en los momentos más concurridos eran si acaso unas 10 ó 12
parejas las que bailaban al ritmo de la tambora.
En sus asientos, las mujeres no dejaban de hacer comparaciones con las
fiestas del viejo pueblo, sobre los tumultos que se formaban antes y la pobre
asistencia que se registró ese día, consistente en unas 250 personas. Al baile
asistieron pocos ancianos, y algunos entrevistados dijeron que estas fiestas no les
interesaban porque no eran como las de antes, que sí “eran fiestas y no
chingaderas”. Tocó el turno a la banda del pueblo, un grupo de jóvenes que apenas
se están formando como banda musical. Ellos tocaron a un precio muy bajo,
informaron los organizadores, por cooperar para las fiestas de la comunidad pero
también para irse fogueando y dándose a conocer.
El estilo que utiliza el cantantes es con una voz baja, grave y gangosa, muy
parecida al fallecido Valentín Elizalde, lo que se conoce como la escuela de los
Chalinillos. Ya para después de las 12 de la noche la plazuela se quedó casi sola.
Entre diez y quince hombres continuaron bebiendo.
Ya en avanzado estado alcohólico, pedían canciones extranjeras convertidas
al género de la banda. Ya la gran mayoría se habían retirado a sus casas. Entre la
una y dos de la mañana terminaron de tocar. Al día siguiente, se veían bolsas de
plásticos (donde guardaban la cerveza), botes de cerveza, y otros desechos. Un bote
de basura a la entrada de la iglesia embrocado, tirado y desparramando algo de
basura por el piso. En la madrugada se escuchaban algunas camionetas aceleradas
pasar por el pueblo, los trasnochados. Y se observaron dos o tres borrachos por la
- 259 -
avenida principal. Pasaban y les gritaban bromas sobre su estado alcohólico
mientras se tambaleaban y el sombrero se ladeaba a lo lejos.
En el contraste entre los relatos sobre las fiestas en el viejo San Marcos y la
primera fiesta realizada en el nuevo pueblo se abre una brecha enorme, que muestra
las transformaciones socioculturales que surgen como consecuencia de los procesos
de desplazamiento involuntario, en los que la organización de la comunidad se ve
alterada drásticamente por el drástico reacomodo y por el éxodo intempestivo en la
posterior época de violencia. A diferencia del periodo anterior a la presa Picachos,
las fiestas se vivían como un gran ciclo, como una gran fiesta administrada en dosis
regulares a lo largo del año. De ahí se desprendía un estado de algarabía cuasi
permanente que tenía que ver con la continuidad de las fiestas; en el nuevo
panorama se impone la incertidumbre y la ruptura de la tradición, ya convertida en
cultura subjetivada, según concepto de Bourdieu. Se encuentran múltiples
dificultades para la celebración de la fiesta; “no cualquiera quiere aventarse al
paquete de organizarla, de pedir el permiso de alcoholes con esta violencia”,
comentan los vecinos. En realidad pocos días antes, nadie sabía con seguridad si se
iba a llevar a cabo la fiesta o no; y de ser afirmativa la respuesta, en qué consistirían
los festejos. Finalmente, se llevó a cabo por iniciativa de los líderes quienes vieron el
ánimo muy decaído entre la comunidad.
En la edición 2012 de las fiestas de San Marcos faltaron los excesos que
sobresalían en casi todos los testimonios. Las multitudes se volvieron pequeños
contingentes. Las calles convertidas en verbena y feria popular, dejaron su lugar a
uno que otro vendedor de comida y de juguetes. Tampoco el retorno de los
- 260 -
migrantes ni el reencuentro de las familias. En suma, dejó de ser la expresión
manifiesta de una identidad socioterritorial, al menos durante la coyuntura de la
reubicación, por lo que muchas de los elementos culturales que resaltaban en las
antiguas festividades se han transferido a los eventos de la lucha colectiva por el
pago de indemnizaciones y mejores condiciones de vida para los pueblos
desplazados. Las marchas y protestas ocupan el lugar de las antiguas celebraciones,
integrando a la comunidad y otorgando espacio para la convivencia e incluso la
diversión, como algunas mujeres lo han manifestado.
En voz de los entrevistados, un balance de pérdidas y ganancias sobre el
parte aguas que significó el desplazamiento para los habitantes de San Marcos es
hasta ahora negativo. A la pregunta de qué se pierde y qué se gana con la
construcción de la represa, la respuesta es casi unánime al afirmar que los daños
son mucho mayores, pero no pueden ser expresados numéricamente. Entre las
pérdidas, se expone principalmente el no volver a ver su pueblo tal y como era
cuando vivió en él; se le imprime una fuerte carga emocional al estar relacionado con
su historia personal y su familia.
Otra de los perjuicios que más se mencionan tienen que ver con los recursos
naturales: el arroyo, las parcelas, los árboles, los cerros, que ya no servirán más de
referencia ni como punto de partida en el nuevo pueblo; en especial el agua es el
elemento vital que más se echa de menos en el asentamiento construido como
compensación. Entre las pérdidas económicas, se cuenta la ausencia de los empleos
que se generaban con las tierras en el viejo pueblo y la falta de un proyecto integral
que provea nuevas fuentes de ingresos. Entre las ganancias se mencionan que el
- 261 -
nuevo pueblo cuenta con un centro de salud y con planteles para kínder, primaria,
secundaria y preparatoria, cuando en el viejo pueblo sólo se podía estudiar hasta la
secundaria. Además, la dotación de viviendas a parejas jóvenes que carecían de
ellas y solían vivir en casa de los parientes.
A pregunta expresa sobre las perspectivas hacia el futuro del nuevo pueblo,
sobresalen las respuestas que apuntan a la incertidumbre, lo cual habla de la
ausencia de un proyecto de comunidad fuera de la movilización de protesta. Las
promesas sobre los beneficios de la presa Picachos, en hectáreas de riego que no
corresponden a la geografía de los pueblos inundados, la pesca deportiva y las
actividades turísticas, no cuentan con ninguna base firme para su posible realización.
Hay incredulidad en torno a los compromisos de gobierno también en este sentido,
pues no hay seguridad de que la pesca en la presa sea una fuente de ingresos
suficiente para todos.129 Más de la mitad opinaron que cualquier plan productivo tiene
que tomar en cuenta los saberes de la comunidad y la vocación agrícola y ganadera
del pueblo; otras voces se pronuncian por el ecoturismo ante la abundancia de
recursos naturales y los bellos paisajes de la región.
No obstante, debido a la falta de confianza en las autoridades, la sensación
generalizada es de despojo, de pérdida y la del sufrimiento de un daño irreparable, y
esto ha formado el sustrato de los imaginarios colectivos en torno al Nuevo San
Marcos y a la presa Picachos, pero también el de la reivindicación a través de la
lucha social. La acción colectiva se ha alzado en este caso como la única estrategia
129
En mayo de este año, se dio a conocer el arranque de la construcción del centro de reproducción
de alevines de tilapia para explotar la acuacultura en la presa Picachos. El presidente de la comunidad, Atilano Román Tirado, indicó que la inversión es de 2.5 millones de pesos y se calcula que puede dar empleo a unas 180 familias desplazadas a mediano plazo.
- 262 -
de sobrevivencia y de reconstrucción de una identidad socioterritorial, cuyos
referentes materiales y simbólicos han sido desarticulados por un desplazamiento no
consensado.
- 263 -
Conclusiones
Los desplazamientos involuntarios provocados por el desarrollo representan un reto
para la investigación social, pero también una oportunidad de incrementar el
conocimiento acerca del funcionamiento de una sociedad y de sus mecanismos de
re/construcción en los diferentes subsistemas sociales: económico, político, social y
cultural. Representa una coyuntura donde todos los lazos sociales se vulneran, se
ven expuestos a los ojos del observador en una situación extrema que evidencia
verdades ocultas, las narrativas que habían permanecido soslayadas por el terso
mundo de la cotidianeidad y no habían experimentado la necesidad de salir a la luz.
Las rupturas sociales se convierten en un solo proceso de
desarticulación/articulación susceptible de la mirada del investigador. Se resaltan las
correlaciones de poder que subyacen en todo proceso de formación de identidades y
los actores sociales muestran su estrategia, ya sea para resistir o adaptarse, ante la
condición límite del despojo. Es decir, se hacen visibles los vínculos materiales y
simbólicos que proporcionan forma y sentido a las propiedades más sustanciales de
un grupo social. Una comunidad en situación de desplazamiento es como un
organismo abierto en la mesa del laboratorio donde se puede apreciar cómo es su
estructura y bajo qué procesos y sistemas de valores se orienta la acción colectiva y
cómo se construye su identidad. Es en esta acción colectiva, y en el relato que le da
sustento, en donde se encuentra la materia prima de la base de conocimientos que
arroja como resultado las conclusiones que se exponen a continuación.
En el desplazamiento provocado por la presa Picachos se puede observar
cómo los desplazados por el desarrollo no necesariamente atraviesan etapas
- 264 -
sucesivas rumbo al restablecimiento del modo de vida, como lo plantean los modelos
institucionales o como se resalta con frecuencia en el discurso oficial-gubernamental,
a modo de un esquema evolutivo y lineal, donde una fase precede a la siguiente y el
destino final es casi por norma la reinserción social o el reacomodo de la comunidad
trasplantada de forma forzosa.
La ideologización de la modernidad y la industrialización como único camino
para lograr el desarrollo humano hace que en la práctica los costos sociales y
culturales, como los desplazamientos poblacionales, resulten casi siempre
soslayados y vistos con la mira de la ideología del “desarrollo”, por lo cual se
magnifican las bondades de las obras y se minimizan los impactos ambientales y
socioculturales.
En el caso de la presa Picachos se puede constatar que los megaproyectos de
infraestructura, a pesar de su carácter de obras públicas planificadas desde el
Estado, pueden generar fuertes componentes de violencia y de conflicto
provenientes de las propias instituciones, que se representan mejor como
procedimientos de expulsión de un conglomerado de habitantes y no como un
esquema de desalojo y reasentamiento programado bajo ciertos lineamientos de
orden y equilibrio.
Se rompe así el mito de las bondades de la modernización y de que ésta
termina por incluir de manera sistemática a aquellos que han sido marginados. Por el
contrario, los desplazamientos por desarrollo no constituyen ejemplos aislados de
sus respectivas regiones, sino que forman parte de procesos más amplios de
- 265 -
exclusión social hacia pueblos tradicionalmente marginados como los pueblos
serranos y las comunidades rurales.
El tema de la invisibilización del campo en la problemática de la presa
Picachos evidencia lo que se puede llamar una política del olvido, que ignora de
forma sistemática la historia y culturas locales de los pueblos, cuyas referencias
apuntan más a un lugar para la producción, un proveedor de alimentos para las
ciudades, que como lugares para la vida.
Ante el despojo del territorio vivido y experimentado, imbricado en la historia
colectiva e individual de los sujetos sociales, y que es además un referente cultural
heredado por los ancestros que determina la forma de relacionarse con los otros y lo
otro, emerge el peligro del desarraigo, de la pérdida de una identidad definida por los
vínculos con el espacio geográfico y sus recursos naturales una vez valorizados y
apropiados socialmente.
Sin embargo, los procesos sociales que se producen en un desplazamiento no
se dirigen únicamente en el sentido de la dispersión sino también hacia el
fortalecimiento de los lazos de la comunidad a través de una estrategia identitaria de
resistencia. Después del despojo, término que conlleva implícito el relato de un
victimario y una víctima, la reacción colectiva y sus características particulares
determinan cómo serán los procesos de reconstrucción de la identidad socioterritorial
en el nuevo espacio, que ejerce el contrapeso en la posibilidad de que los pobladores
desterrados reconstruyan la identidad territorial al verse obligados a defenderla.
De esta forma, consideramos que la evidencia empírica confirma la hipótesis
central en la presente investigación: el desplazamiento causado por la presa
- 266 -
Picachos ha provocado en los pobladores afectados el surgimiento de una identidad
colectiva de resistencia que contribuye desde el conflicto a reconstruir el tejido social
y simbólico de la comunidad, una identidad que puede resumirse en la denominación
de “Los Picachos”.
Pero no se aportaría mucho sin describir en una perspectiva sociohistórica cuáles
son las características de la identidad de resistencia surgida en el caso particular de
estudio y bajo qué procesos sociales se ha configurado.
- La base histórica sobre la cual se fundamenta el movimiento de Los Picachos
se conecta a una tradición de irreverencia y transgresión a las instituciones,
bajo un sistema de valores que se ha forjado a contracorriente de los
preceptos del Estado, ya sea por causa del aislamiento geográfico o el
desinterés de las autoridades oficiales.
- La conexión resistencia-memoria colectiva se funda sobre la existencia de la
comunidad como un orden social aparte, construido en reacción a la
categorización del campo como una sociedad inferior y retrógrada en términos
de la ideología de la modernización.
- La identidad de resistencia se construye como reacción emergente a la
coyuntura de la destrucción del pueblo, y tiene como a su principal interlocutor
en la formación de identidades al Estado, construido socialmente como un
enemigo del pueblo en la memoria colectiva de la comunidad.
- La identidad de resistencia que se construye en medio del desplazamiento
(por tanto del conflicto) se configura con énfasis en la interlocución con el
adversario, pero también en un nuevo contexto donde los medios de
- 267 -
comunicación moldean la opinión pública no sólo regional, sino también
nacional y global, lo que limita el uso de la fuerza pública, por lo que retoma
mayor relevancia la lucha por la legitimidad a través de las estrategias
simbólicas, una de ellas la exaltación de la identidad a través de la nostalgia
por el territorio perdido.
- La identidad de resistencia no puede concebirse ni explicarse fuera del
contexto de las relaciones de poder y la correlación de fuerzas que entran en
juego. Por lo tanto, obedece a las dinámicas del conflicto como un sistema
impredecible y dinámico.
Por otro lado, el paso del viejo al Nuevo San Marcos implica —además de las
evidentes transformaciones físicas— cambios estructurales tanto en la organización
social como en la formación de identidades, puesto que los procesos de adaptación
al nuevo territorio, con características radicalmente opuestas a pesar de su cercanía
con el pueblo anterior, obligan a los pobladores a modificar sus hábitos, su forma de
comunicarse con la otredad y a implementar estrategias para el reconocimiento
social como desplazados, es decir, por hacer notar la diferenciación de una categoría
de ciudadanos con mayor vulnerabilidad en sus garantías individuales y derechos
humanos.
La desarticulación que provoca el desplazamiento conlleva la necesidad de
reconstrucción del tejido social en su totalidad, pero cuyos procesos se pueden
dividir en cuatro grandes frentes que engloban a su vez otros procesos intermedios:
La reconstrucción del territorio y de la materialidad: la habilitación del nuevo pueblo,
el ordenamiento territorial y el restablecimiento del modo de vida a través de la
- 268 -
recuperación de las actividades económicas tradicionales o de la sustitución de éstas
por nuevas fuentes de ingresos.
-La reconstrucción de las relaciones sociales: restablecimiento de los medios
de comunicación al interior y al exterior de la comunidad.
-La reconstrucción de la actividad política: el movimiento de protesta y la
redistribución de tierras y las cuotas de poder al interior de la comunidad.
- La reconstrucción de la identidad socioterritorial: a través de festividades,
producción de corridos, historia oral y otros medios que preservan la memoria
colectiva como puente de unión entre la historia y la lucha que se desarrolla en
el tiempo presente.
Los procesos de reconstrucción en cada una de las esferas se interconectan y
se refuerzan unas a otras en medio de situaciones nuevas para la comunidad y
nuevos procesos de cambio. Es necesario apuntar que el factor tiempo es una de las
principales condicionantes en los procesos de cambio producidos durante una
migración forzada, especialmente en el desplazamiento, que implica interrupciones
abruptas del orden social y periodos extremadamente breves para responder a las
necesidades derivadas de la movilidad forzada, lo que deriva en episodios
traumáticos y reacciones más o menos impulsivas pero a la vez surgidas del núcleo
de la identidad cultural cuando se trata de los desplazamientos colectivos.
No hay procesos de adaptación al cambio que se extiendan a lo largo de un
largo periodo de tiempo que ayuden a amortiguar los impactos de una modificación a
nivel individual o social. Este tipo de migración forzada representa una situación
- 269 -
límite para la cual nadie cuenta con una preparación previa o un repertorio de
experiencias mediante el cual se encuentre la forma de reaccionar.
En menos de cinco años (de 2005 a 2010), los pobladores de San Marcos
experimentaron el despojo de su territorio fuertemente ligado a su identidad colectiva
y personal, así como un intenso periodo de presiones por parte del Estado con el fin
de garantizar la concreción de la obra y además la urgencia de adaptarse a un nuevo
territorio desvalido de los relatos, significados y simbolismos que se habían
construido día a día en un devenir histórico sin alteraciones estructurales. En el
rescate de la memoria colectiva, se encontró que antes de la represa el pueblo se
caracterizaba por su tranquilidad y por la ausencia de transformaciones radicales, ya
que los pobladores han mantenido una identidad fuertemente ligada a las actividades
agropecuarias y a su relación con la Naturaleza, cuya explotación se hacía con base
en una economía de autoconsumo y producción a pequeña escala. La estructura de
la comunidad permaneciera más o menos intacta desde su fundación a mediados del
siglo XIX.
Sobre la representatividad y amplitud del cambio, el trasplante de población
implica que toda la comunidad se ve afectada aunque de forma diferenciada, debido
a que San Marcos se compone de una conformación eminentemente heterogénea ya
que está compuesta por diferentes niveles generacionales y de clases sociales,
hombres, mujeres, niños, lo que hace el conflicto repercuta de forma distinta en cada
uno de los miembros de la colectividad. Cada quien sintió de forma diferente la
ofensa de ver “ahogado” su territorio.
- 270 -
Los pobladores han privilegiado la reagrupación de la comunidad como parte
de la estrategia de supervivencia y adaptación a la nueva condición de desplazados,
especialmente en torno al movimiento de protesta sobre el que se funda una
identidad de resistencia en la que se advierte una fuerte relación con la memoria
colectiva y un reavivamiento de elementos culturales del pasado, principalmente del
periodo de la lucha contra la Reforma Agraria, que sintetizó una tradición de
transgresión hacia las instituciones como respuesta casi natural (o naturalizada) a la
ausencia o presencia fallida y conflictiva del Estado en diferentes momentos de la
historia de la comunidad.
Sobre la parte que se reconfigura, el destierro representa en sí un cambio en
el núcleo de la identidad colectiva y no sólo modificaciones en el área periférica. Esto
es especialmente notorio en aquellas comunidades con un fuerte componente de
territorialidad, es decir, un modo territorial de ser, de actuar y de ver la vida, por lo
que —como se apuntó antes— los habitantes de San Marcos, al menos una
inminente mayoría, experimentan el despojo como una pérdida total, porque el
territorio y la espacialidad representan el eje de constitución de la comunidad en los
aspectos sociales, culturales e incluso familiares. Es decir, no se pierde únicamente
en lo material sino en todos los órdenes de la vida.
La identidad, aunque parte de la cultura subjetivada, se refuerza o se debilita
con base en referentes materiales que interactúan constantemente entre símbolos y
significados interiorizados por los sujetos sociales. Estos elementos de la cultura se
encuentran imbricados en el territorio en los patrones de urbanización y de
asentamiento, así como en la organización del espacio y la aplicación de materiales y
- 271 -
estéticas específicas. La estructura del Nuevo San Marcos en comparación del viejo
pueblo, modifica la base material de una identidad y problematiza los patrones de
socialización, al cambiar la centralidad del pueblo de la plazuela a la avenida
principal, y al modificar las vecindades tanto entre personas como entre viviendas y
lugares de trabajo, en este caso las parcelas y rincones para el ganado. Las
diferencias entre el viejo y el nuevo pueblo (abordadas en el capítulo V) cavan un
abismo entre una forma de vida ancestral y una que pretende acercarse a los
estándares de modernidad.
El pavimento en vez de los caminos de terracería connota una era donde es
más importante el vehículo motorizado que las bestias como medio de transporte; la
arquitectura de las residencias más importantes en el nuevo pueblo ya no conservan
los materiales ni las técnicas utilizadas en la región para la construcción de
viviendas, tanto en las casas de clase baja como en las de clase alta. Tomando en
cuenta las funciones de sociabilidad que se encuentran en la distribución del espacio
habitado, las características del nuevo asentamiento, más parecido a un
fraccionamiento urbano que a un pueblo, ejercen un enorme contraste con la historia
y la identidad de los sanmarqueños. El viejo pueblo y el nuevo pueblo simbolizan el
choque de dos visiones sobre el bienestar humano: el progreso, la modernización a
toda costa, y la tradición, ligada a los ancestros (los fundadores) con la prevalencia
de la comunidad idílica como eje orientador de la acción colectiva.
Por lo pronto, predomina la incertidumbre en las perspectivas hacia el futuro,
ya que se inundaron bajo el embalse de la presa más de la mitad de las hectáreas
dedicadas al cultivo. Esta problemática pone en riesgo el sustento de decenas de
- 272 -
familias y dispara la probabilidad del éxodo por falta de trabajo e ingresos, y además
repercute directamente en la reconstrucción de la identidad de un pueblo cuyos
orígenes se encuentran ligados de forma estrecha a las labores de la agricultura y la
ganadería, actividades que fomentan y fortalecen una estructura social compuesta
por relaciones patronales, de parentesco y de compadrazgo que dan sentido a la
comunidad. La desaparición de las huellas de la historia, así como del patrimonio
material de San Marcos, refuerza la política del olvido hacia los pueblos de la zona
rural y su identidad, cuya preservación no formó parte de los planes oficiales de
reasentamiento en ninguna de sus etapas. La destrucción de los referentes
materiales e históricos de una comunidad pone en riesgo la preservación de una
identidad localizada y territorializada, cuyos contenidos no podrán ser transmitidos
bajo el mismo contexto ni con los mismos elementos geosimbólicos.
Por ello, según los hallazgos en el trabajo de campo, la memoria colectiva y
sus lazos con la resistencia pueden ser procesos identitarios más eficaces para
contribuir a la reconstrucción del tejido social en el caso de un desplazamiento
involuntario porque concentra la historia, no cosificada en datos y fechas a la manera
del más puro enfoque positivista, sino como experiencia vital, creadora y
transformadora de significados a través de la historia oral. El relato común, aunque
no enteramente homogéneo, posee la capacidad de enlazar un pasado idílico con un
presente conflictivo y un futuro incierto. Además, la historia y las historias en común
se consolidan como un vínculo irreductible, un signo de pertenencia a la comunidad
que juega un papel clave en la identidad de reacción.
- 273 -
En contraposición a la cultura hegemónica representada por la historia oficial
emanada de las instituciones del Estado, las representaciones sociales del Viejo San
Marcos, así como de los significados del desplazamiento y del Nuevo San Marcos,
se construyen con base en la transmisión de relatos compartidos a través de las
relaciones sociales de proximidad, de generación en generación, de abuelos a
padres y nietos, o de padres a hijos y después consolidados en la comunicación
boca en boca. Una situación de desplazamiento forzado implica per se un gran relato
colectivo que raya en los tintes de lo mitológico: un antes, una tragedia, un éxodo y la
tierra prometida.
Sin duda, los efectos de un reasentamiento forzoso y la desaparición de un
pueblo en aras del desarrollo se extienden en el tiempo, por lo que se volverán
necesarias futuras investigaciones para conocer la forma en que los actores sociales
afrontan la situación, pero también las afectaciones en el medio ambiente, la fauna,
la flora y los ecosistemas, que repercutirán no sólo en los pueblos desaparecidos por
la presa, sino también en las comunidades que se ubican en las márgenes del río
Presidio. Quedan, pues, muchas venas abiertas por indagar en un tema complejo e
intrincado del que se desprenden muchas aristas de investigación.
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Mazatlán, Sinaloa. Agosto 06 de 2009. Año IX. No. 3157. Pág. 2A
“Desalojan la Picachos”. Periódico Noroeste. Mazatlán, Sinaloa. Julio 14 de 2009.
Año XXIX. No. 11601. Portada.
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ANEXOS
Gráfico 1. Construcción de presas en el siglo XX
Fuente: elaboración propia en base datos de la Comisión Internacional para las Grandes Represas -ICOLD, por sus siglas en inglés- (1998).130
130
Con exclusión de más del 90% de las grandes represas de China.
0
1000
2000
3000
4000
5000
6000
Construcción de presas en el siglo XX
Serie 1
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Tabla 1. Proyectos hidráulicos y número de desplazados
Nombre del proyecto Estado Año de finalización No. de personas desplazadas
Zimapan Querétaro 1994 2,500 Aguamilpa Nayarit 1993 1,000
Cerro de Oro Oaxaca 1989 18,000 Caracol Guerrero 1986 7,000
Pujal-Coy, Phase I San Luis Potosí 1982 23,400 Pujal-Coy, Phase II San Luis Potosí 1982 10,800
Colorado Tamaulipas 1982 13,260 Bajo Candelaria Campeche 1982 5,800
Angostura Sinaloa 1972 15,483 Culiacán Sinaloa 1967 25,200
Miguel Alemán Oaxaca 1957 21,000
Fuente: Guggenheim, en Ashtana (1996).
Tabla 2. Presas construidas en Sinaloa
Fuente: elaboración propia con datos de la CNA
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En el cuadro 1, se esboza una aproximación de las diferentes categorías
sociales que se gestan en la soterrada discusión colectiva sobre el grado de arraigo
a la comunidad y la consecuente validación de los derechos de pertenencia.
Cuadro 1. CATEGORÍAS SOCIALES EN EL NUEVO SAN MARCOS
(EN TORNO AL VÍNCULO TERRITORIAL)
CATEGORÍA DESCRIPCIÓN GRADO DE VÍNCULO TERRITORIAL
PODER DE DECISIÓN
Comuneros Miembros de la comunidad que ostentan el título legal de propiedad de las tierras de uso común.
Muy alto, por la vía jurídica, simbólica y vivencial. El grado de vínculo territorial varía dependiendo de la extensión de tierras y de la relación con los fundadores del pueblo
Puede decidir por medio de voto el destino de la comunidad, si venden algún terreno o no
Avecindados Aunque no poseen títulos de propiedad, ostentan derechos por la antigüedad con que han ocupado el territorio, desarrollan lazos sociales y simbólicos muy arraigados para con la comunidad
Alto. Varía de acuerdo al tiempo con que han habitado la comunidad: El nivel más alto se ubica entre quienes son “nacidos y criados” en San Marcos; en seguida quienes llegaron al pueblo pero por lazos de parentesco o matrimonio entran a formar parte de la comunidad; y en tercero, quienes tienen varios años viviendo y trabajando en la comunidad
No tiene derecho al voto en asamblea, pero adquiere poder de decisión al formar parte del movimiento de protesta
Migrantes Miembros de la comunidad que han migrado ya sea a las zonas urbanas, principalmente a Mazatlán, o a Estados Unidos, en busca de mejores alternativas de vida, pero no abandonan nunca la comunidad. Regresan periódicamente, por lo menos a las fiestas y envían recursos para el sostenimiento de la parte de la familia que sí permanece en el pueblo
Moderado. El fundamento de su sentido de pertenencia se centro en el nacimiento y en su contacto con la comunidad y familia.
Sólo pueden adquirir algún poder de decisión al integrarse a la lucha colectiva.
Oportunistas Son personas ajenas a la comunidad que aprovechan el conflicto para obtener beneficios personales y son rechazados por un amplio sector de la comunidad
Nulo. Su relación con el territorio es considerada como algo ficticio y de carácter meramente instrumentalista.
Variable.
Forasteros Se compone del resto de las poblaciones; sin embargo, mantienen vínculos laborales, comerciales y de parentesco con los pueblos circunvecinos y con la ciudad de Mazatlán, con la que se mantienen en constante flujo de personas; los vínculos van desapareciendo mientras más lejos se considere el círculo
Nula. Varía dependiendo la cercanía o lejanía con el territorio y de la intensidad de los vínculos laborales, comerciales o familiares; por lo que se puede observar también una identidad regional en conjunto con los pueblos aledaños con raíces similares y rasgos culturales comunes
Nulo
Fuente: Elaboración propia
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Fotografía 1.
Fotografía 2.
Fiesta de blanco y negro, celebrada probablemente captada en la década de 1940 en San Marcos,
Sinaloa. Foto: Cortesía María Ascención Moreno Enciso.
Toreada en el viejo San
Marcos, parte de los
festejos del 25 de Abril.
(Foto: cortesía María
Ascención Moreno Enciso)
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Fotografías 3 y 4.
Fotografía 5:
El altar de la iglesia del viejo San
Marcos, antes de ser desmantelada
durante la reubicación del pueblo en
2009. Abajo, el altar dedicado al
santo patrono del pueblo. Fotos:
Cortesía María Ascención Moreno
Enciso.
Vista panorámica del pueblo en la
década de 1980. Foto: Cortesía
María Ascención Moreno Enciso
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Fotografía 6.
Los caballos trotan sobre el pavimento en el Nuevo San Marcos. Abajo, la avenida principal.
Fotos: Sibely Cañedo.
Fotografía 7.
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Fotografía 8.
Aspecto de la periferia en el Nuevo San Marcos. Foto: Sibely Cañedo.
Fotografía 9.
Fiestas del 25 de Abril en el Nuevo San Marcos, después de dos años de haber
suspendido la festividad. Foto: Sibely Cañedo.
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Fotografía 10.
Fotografía 11.
En abril de 2012, los “Picachos” se plantaron en el ayuntamiento de Mazatlán para
exigir la liberación de sus líderes. Foto: Sibely Cañedo.
Diferentes estilos
arquitectónicos se
advierten en el nuevo
pueblo. Foto: Sibely
Cañedo
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