Fiestas, Juegos y Diversiones en La Sociedad Rural Castellana de Fines de La Edad Media

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Fiestas juegos y diversiones en la sociedad r ural castellana de fines de la Edad Media Juan Carlos M artin Ce a Univ ersidad d e V alladolid Las fiestas y, en general, todo ese vasto y po lifacético m undo de los juegos, los espectáculos y las celebraciones populares suscitan desde hace a lg  n ti empo un creciente interés entre los especialistas en Ciencias Sociales. En efecto tanto ntropólogos, com o sociólogos, etnógrafos e historiadores coinciden en los ltimos años -aunque desde d iferentes planteamientos metodológicos- en mostrar una aten- ción preferente hacia este tipo de m anifestaciones, com o evidencia el alto n  mero de publicaciones y los abundantes Coloquios, Congresos o Sem inarios que recientem en- te se le han dedicad o . Grac ias a ello, la fiesta ha podido sa lir de las rancias y estrechas fronteras en que le habían con finado los folkloristas y los erud itos locales del siglo X X para insertarse con todo rigor en la órbita de los grandes problemas que preocu pan a los investigado res sociales. Sin embargo, y ya hablando concretamente desde la estricta parcela de la Historia, no se puede decir que el historiador acabe de descubrir la fiesta. Al revés, tanto este tema com o el del juego habían sido tratados con anterioridad por numerosos investigadores, como, por ejemplo -y por referirnos nicamente a personalidades de la primera m itad de nuestra centuria-, el h  ngaro K ároly Kerenyi o el propio Johan Huizinga, autores de sendo s trabajos en los que refiexionaban sobre la naturaleza del Víd., a guisa de ejemplo, VV.AA ., Fiestas y liturgia. A ctas del Coloqu io celebrado en la Casa de Velázquez, 1 2-1 4 de diciembre de 1985, Madrid, 1988; VV.AA., Espai i temps d oci a la história. X I Jornades d Estudis Histórics Locals, Palma de M allorca, 1993; SC HUL TZ, U. (dir.), L a fiesta. Una historia cultural desde la Antigiiedadhasta nuestros dias, Madrid, 1993; NUÑEZ RODRIGUEZ, M. (ed.), El rostro y el discurso de la fiesta, en SEM ATA, 6 (1994), Universidade de Santiago de Com postela; o CAVACIO CC HI, S. (coord.), 11 tempo libero. Econom ia e societa (L oisirs, L eisure, T iempo L ibre, Freizeit), secc. X IITX V III, tti della «V entiseiesima Settimana di Studi», 18-23 aprile 1994, organizad as por el Istituto Intem azionale di Storia Econo mica «F. D atini», Prato-Firenze, 1995. Por lo dem ás, el n  mero de publicaciones que tratan la problemática de la fiesta se ha multiplicado de tal manera en el curso de las ltimas décadas que resulta prácticamente quimérico aspirar a abarcarlas todas en un artículo de estas características; en con secuencia, y para n o dilatar en exceso la e xtensión del presente trabajo, remito al lector a las obras que figuran en las notas a pie de página para m ás información al respecto.

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J. C. Martín Cea (1998)

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  • Fiestas, juegos y diversiones en la sociedad ruralcastellana de fines de la Edad Media

    Juan Carlos Martin CeaUniversidad de Valladolid

    Las fiestas y, en general, todo ese vasto y polifactico mundo de los juegos, losespectculos y las celebraciones populares suscitan desde hace alg n tiempo uncreciente inters entre los especialistas en Ciencias Sociales. En efecto, tantoantroplogos, como socilogos, etngrafos e historiadores coinciden en los ltimosaos -aunque desde diferentes planteamientos metodolgicos- en mostrar una aten-cin preferente hacia este tipo de manifestaciones, como evidencia el alto nmero depublicaciones y los abundantes Coloquios, Congresos o Seminarios que recientemen-te se le han dedicado'. Gracias a ello, la fiesta ha podido salir de las rancias y estrechasfronteras en que le haban confinado los folkloristas y los eruditos locales del sigloXIX para insertarse con todo rigor en la rbita de los grandes problemas quepreocupan a los investigadores sociales.

    Sin embargo, y ya hablando concretamente desde la estricta parcela de laHistoria, no se puede decir que el historiador acabe de descubrir la fiesta. Al revs,tanto este tema como el del juego haban sido tratados con anterioridad por numerososinvestigadores, como, por ejemplo -y por referirnos nicamente a personalidades dela primera mitad de nuestra centuria-, el h ngaro Kroly Kerenyi o el propio JohanHuizinga, autores de sendos trabajos en los que refiexionaban sobre la naturaleza del

    Vd., a guisa de ejemplo, VV.AA., Fiestas y liturgia. Actas del Coloquio celebrado en la Casa deVelzquez, 1 2-1 4 de diciembre de 1985, Madrid, 1988; VV.AA., Espai i temps d'oci a la histria. XIJornades d'Estudis Histrics Locals, Palma de Mallorca, 1993; SCHULTZ, U. (dir.), La fiesta. Unahistoria cultural desde la Antigiiedadhasta nuestros dias, Madrid, 1993; NUEZ RODRIGUEZ, M. (ed.),El rostro y el discurso de la fiesta, en SEMATA, 6 (1994), Universidade de Santiago de Compostela; oCAVACIOCCHI, S. (coord.), 11 tempo libero. Economia e societa (Loisirs, Leisure, Tiempo Libre,Freizeit), secc. XIITXVIII, Atti della Ventiseiesima Settimana di Studi, 18-23 aprile 1994, organizadaspor el Istituto Intemazionale di Storia Economica F. Datini, Prato-Firenze, 1995. Por lo dems, elnmero de publicaciones que tratan la problemtica de la fiesta se ha multiplicado de tal manera en el cursode las ltimas dcadas que resulta prcticamente quimrico aspirar a abarcarlas todas en un artculo deestas caractersticas; en consecuencia, y para no dilatar en exceso la extensin del presente trabajo, remitoal lector a las obras que figuran en las notas a pie de pgina para ms informacin al respecto.

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    espritu festivo y la faceta ldica del ser humano2 . Lo que sucede es que la posterioreclosin de la Historia de carcter socio-econmico, que se impone por todos lospases tras la II Guerra Mundial, acab relegando a estos temas a una posicin de claramarginalidad, hasta el punto de que pasan prcticamente inadvertidos durante losafios centrales del siglo XX. Habr que esperar, por tanto, hasta mediados de la dcadade los setenta y, sobre todo, hasta comienzos de los afios ochenta, para que se produzcalo que Michel Vovelle ha calificado como el redescubrimiento histrico de lafiesta3 ; un redescubrimiento que llegar de la mano, primero, de la Historia de lasmentalidades francesa y que ser asumido despus por los partidarios de laNouvelle Histoire. Es entonces cuando se publican los primeros trabajos de M.M.Bajtin sobre la obra de Francois Rabelais y la cultura popular en la Edad Media y elRenacimiento y cuando aparecen los famosos libros de Jacques Heers y Enmanuel LeRoy Ladurie sobre los Carnavales y las Fiestas de Locos, o de Peter Burke, RobertMuchembled y Natalie Zemon Davis.sobre la cultura popular y de lite, o del propioMichel Vovelle sobre las fiestas y la religiosidad popular, por citar tan slo a los msconocidos4; obras, todas ellas, que consiguieron un notable xito editorial y unimportante reconocimiento del pblico que ha animado y que, sin duda, sigueanimando an a la realizacin de nuevas investigaciones. De este modo, la fiesta seha convertido en un referente bsico para un gran nmero de historiadores actualesy, en particular, para los seguidores de la denominada Nouvelle Histoire, que hanencontrado en los rituales festivos y en sus inevitables paradojas y contradicciones unobservatorio privilegiado para la prctica de su discurso histrico.

    Tambin en nuestro pas, aunque, si cabe, con cierto retraso, han comenzadoa proliferar los trabajos, monografas y Congresos sobre los juegos y las actividadesfestivas, aprovechando muy especialmente la frtil estela dejada por el tristementedesaparecido Julio Caro Baroja5 . Ahora bien, la mayor parte de estos estudios, al

    Vd., respectivamente, KERENYI, K., Vom Wessen des Festes, en Paideuma: Mitteilungen zurKulturkunde, I, cuad. 2, (1938), pp. 59-74, y HUIZINGA, J., Homo Ludens, Amsterdam, 1939. Vd. VOVELLE, M., El desvo por la historia en el redescubrimiento de la fiesta, en Ideologas ymentalidades, Barcelona, 1985, pp. 187-198. Vd., M.M., La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto deFrangois Rabelais, Madrid, 1987 (edicin espatIola); HEERS, J., Ftes, jewc et joutes dans les socitsmdivales d 'Occident, Montral-Paris, 1971; HEERS, J., Carnavales y Fiestas de Locos, Barcelona,1988; LE ROY LADURIE, E., Le Carnaval de Romans, Parls, 1979; BURKE, P., Culture and society inRenaisseance Italy. 1420-1540, London, 1972; BURKE, P., Popular culture in Early Modern Europe,London, 1978; MUCHEMBLED, R., Culture populaire et culture des lites dans la France Moderne(XV-XVIII. sicles), Pars, 1978; DAVIS, N.Z., Society and culture in Early Modern France, Standford,California, 1975; DAVI S, N.Z., Les cultures dupeuple. Rituels, savoirs et rsistences au 16. Sicle, Pars,1979; VOVELLE, M., Les mtamorphoses de la fte en Provence de 1750 a 1820, Pars, 1976, yVOVELLE, M., Pit barroque et dchristianisation. Les attitudes devant la mort en Provence auXVIll.sicle, Pars, 1978. En cualquier caso, hay que hacer constar que la seleccin de autores y obras que figuranen esta nota tiene un carcter orientativo, ya que, aparte de los ttulos citados, podran sealarse otrosmuchos de considerable inters o vala.

    En real idad, los trabajos de Julio CARO BAROJA fueron, en su momento, pioneros en el tratamientode esta problemtica; vd., de este autor, El Carnaval. (Anlisis histrico-cultural), Madrid, 1965; La

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    menos en el mbito de la Edad Media, se han centrado preferentemente en el mundode la alta nobleza y de la monarquia o en el marco del espacio urbano, mientras quelas reas y espacios rurales apenas si han sido tratados6.

    estacin del amor. (Fiestas populares de mayo a San Juan), Madrid, 1983, y El estz'o festivo. (Fiestaspopulares del verano), Madrid, 1984.

    Naturalmente, la bibliografia disponible en nuestro pais para el estudio de las fiestas durante la EdadMedia alcanza tambin unas dimensiones ms que respetables; por ello, y al igual que hemos hecho enocas iones anteriores, nos limitaremos a ofrecer una seleccin de las obras y de los artculos que, a nuestrojuicio, nos parecen ms relevantes. As, para una visin general de la fiesta desde la perspectivaantropolgica, pueden consultarse los trabajos de VELASCO, H., Tiempodefiesta: ensayos antropolgicos,Madrid, 1982, o de ARCO MARTIN, E. del; GONZALEZ CASARRUBIOS, C.; PADILLA MONTOYA,C. y TIMON TIEMBLO, M.P., Espaa. Fiesta y rito. Vol. I. Fiestas de invierno, Madrid, 1994. En cuantoa las aportaciones realizadas por historiadores en el curso de los ltimos aos, para una primeraaproximacin al tema a escala peninsular, puede acudirse, por ejemplo, a LADERO QUESADA, M.A.,La fiesta en la Europa Mediterrnea Medieval, en CAVACIOCCHI, C. (coord.), 11 tempo libero..., ed.cit., pp. 83-110; CLARAMUNT, S., Consideracions sobre el calendari festiu a l'Etat Mitjana, enHomenaje a la memoriadel Prof D. Emilio Sez, Barcelona, 1989, pp. 303-314, o a NUEZ RODRIGUEZ,M., (ed.), op. cit, en la nota 1. Para los pases de la Corona de Aragn, vd. el ya citado Congreso Espaii temps d'oci...; VINYOLES VIDAL, M.T., Lavida quotidiana a Barcelona vers 1400, Barcelona, 1985;FALCON PEREZ, La festividad del Corpus Christi en los pueblos de Aragn en la Edad Media,en V Jornadas sobre el estado actual de los estudios sobre Aragn, Zaragoza, 1983; FALCON PEREZ,

    Laprocesin del Corpus en Zaragoza, en VJornadas..., pp. 633-637; CORRAL LAFUENTE, J.L.,La ciudad bajomedieval en Aragn como espacio ldico y festivo, en Aragn en la Edad Media, VIII,Zaragoza, 1989, pp. 185-197; RUIZ DOMENEC, J.E., El tomeo como espectculo en la Espafia de lossiglos XV-XVI, en La civilta del torneo (secc. Gioste e tornelfra Medioevo de Eta Moderna,Narni, 1990, pp. 155-195; NARBONA VIZCAINO, R., Las fiestas reales en Valencia entre la EdadMedia y la Edad Moderna (Siglos XIV-XVII), en Pedralbes. Revista d 'Histria Moderna, 13, 1993, pp.463-472, y NARBONA VIZCAINO, R., La fiesta cvica, rito del poder real. Valencia, siglos XIV-XVI,enXVCongreso de Historiade la Corona de Aragn, Actas, Tomo I, El poder real en la Corona de Aragn(siglos XIV-XVI), Zaragoza, 1994, pp. 403-419. Para la Corona de Castilla, vd. ANDRES DIAZ, R. de,Las entradas reales castellanas en los siglos XIV y XV seg n las crnicas de la poca, en En la EspaaMedieval, IV, vol. I, 1984, pp. 47-62; ANDRES DIAZ, R. de, Las fiestas de caballera en la Castilla delos Trastmara, en En la Espaa Medieval, V, vol. I, 1986, pp. 81-108; RUIZ, T.F., Fiestas, torneos ysmbolos de la realeza en la Castilla del siglo XV. Las fiestas de Valladolid de 1428, en RUCQUOI, A.,Realidad e imgenes del poder en Espaa a fines de la Edad Media, Valladolid, 1988, pp. 249-265;MOLINA MOLINA, A.L., La vida cotidiana en la Murcia bajomedieval, Murcia, 1987; RUBIOGARCIA, L., La procesin del Corpus en el siglo XV en Murcia, Murcia, 1987; MUI7N1- OZ FERNANDEZ,A., Fiestas laicas y fiestas profanas en el Madrid medieval, en El Madrid medieval. Sus tierras y sushombres, Madrid, 1990, pp. 151-176; ANDRES DIAZ, R. de, Fiestas y espectculos en las relacionesgticas del siglo XVI, en En la Espaa Medieval, XIV, 1991, pp. 301-336; ROMERO ABAO, A. del R.,Las fiestas de Sevilla en el siglo XV, en Las fiestas de Sevilla en el siglo XV. Otros estudios, en CEIRA,2, Sevilla, 1992, pp. 11-178; MARTINEZ CARRILLO, M. de los LL., Fiestas ciudadanas. Com ponentesrel igiosos y profanos de un cuadro bajomedieval, en Miscelnea Medieval Murciana (en lo sucesivo,MMM), XVI, 1990-1991, pp. 9-50; MARTINEZ CARRILLO, M. de los LL., Elitismo y participacinpopularen las fiestas bajomedievales, en AWM, XVIII, 1993-1994,pp. 95-107; PALOMO FERNANDEZ,G. y SENRA GABRIEL Y GALAN, .1.1., La ciudad y la fiesta en la historiografia castellana de la BajaEdad Media: escenografia l dico-festiva, en HISPANIA, 186, 1994, pp. 5-36; OLMOS HERGUEDAS,E., L'ethno-histoire et sa mthode. Etude de quelques pratiques ludiques et festives en Castille, enEuropean Review of Histoty-Revue europenne d'Histoire, 2, vol. 2, 1995, pp. 161-175, e IZQUIERDOGARCIA, M.J. y MILAN SARMENTERO, M.A., Los toros en Valladolid en el siglo XVI, Madrid, 1996.Como puede observarse en esta seleccin, en la que no se han inclu ido por razones de espacio los trabajos

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    Por este motivo precisamente, nos ha parecido conveniente adentramos enestos ltimos territorios, de momento menos explorados, para arrojar un poco de luzsobre las diferentes manifestaciones festivas que se desarrollaban en la sociedad ruralcastellana de fines de la Eda.d Media. Por consiguiente, y a lo largo del presenteartculo, procuraremos cefiimos a la presentacin de una panormica lo ms completaposible de las principales celebraciones y juegos que se documentan en la Castillarural durante las postrimeras del Medievo.

    Ahora bien, si queremos comprender estas fiestas y captar una parte, al menos,de su enorme complejidad, no podemos limitarnos tan slo a la mera reproduccin delo que se cuenta en los documentos; es ms, ni siquiera aunque nos atuviramos almodelo de deep description -o descripcin densa-, preconizado por CliffordGeertz' -que tanto parece gustar a los incondicionales del postmodemismo-, lograra-mos profundizar en la riqueza y en la inmensa multiplicidad de matices que planteala realidad de la fiesta en la Castilla bajomedieval. Por el contrario -y desde mi puntode vista-, para entender correctamente las fiestas, los juegos y las celebraciones de lasque vamos a hablar aqu es imprescindible relacionarlas con el contexto feudal en elque se inscriben. Y, aunque, por desgracia, carezcamos de espacio para desarrollaresta observacin con detalle, s me gustara enfatizar este aspecto, porque la fiesta noslo es alegra, bullicio, animacin o espectculo; la fiesta reflej a tambin un patrncultural especfico y una manera de entender el mundo; forma parte, como dira AronGurievich, de una determinada cosmovisins , que se forja en estrecho contacto conlas realidades sociales y materiales que prevalecen en cada tma de las sociedadeshistricas o, si se prefiere, en cada modo de produccin; por eso, las fiestas admitentambin, como comprobaremos repetidamente, una lectura social y econmica, unalectura asimismo poltica y una lectura igualmente ideolgica. As pues, la fiesta noes un fenmeno aislado, sino un producto eminentemente social y, como tal, debeinterpretarse desde un punto de vista histrico. Si se admite, por tanto, este razona-miento, podemos llegar a la conclusin de que la fiesta, como cualquier otramanifestacin social, est constantemente supeditada a la propia dinmica histrica,lo cual, dicho sea de paso, nos obliga a considerarla no como algo inmvil o inerte,sino como ms bien como un hecho vivo, que cambia y evoluciona a medida que lohace la sociedad.

    En consecuencia, y para ser plenamente coherentes con cuanto acabamos deanticipar, deberemos extremar la prudencia para no incurrir en anacronismos y para

    relativos a las ceremonias reales, la mayor parte de los ttulos se concentran, salvo contadas excepciones,en la rbita de la aristocracia y en el mbito del espacio urbano.' Sobre este concepto, en particular, vd. GEERTZ, C., Descripcin densa: hacia unateora interpretativade la cultura, en La interpretaciim de las culturas, Barcelona, 1990 (4 reimpresin), pp. 19-40 y, enespecial, las pp. 20 y ss., donde el autor expone las razones que le Ilevaron a adoptar el trmino acuadopor Gilbert Ryle para aplicarlo a la antropologa.

    Vd. GURIEVICH, A., Las categoras de la cultura medieval, Madrid, 1990, en especial, las pp. 37-49.

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    huir de las ingenuas comparaciones entre el mundo medieval y el actual, ya que cadasociedad y cada formacin social tienen su propio modelo festivo; o, por decirlo deotra manera, desde la perspectiva del historiador, hay que pensar necesariamente quela lgica y la funcin de la fiesta no siempre han sido las mismas. Este es el primeraspecto que me gustara dejar bien sentado: la idea de que la fiesta feudal se enmarcaen un contexto socio-cultural muy diferente del actual.

    Por eso mismo, conviene cuidar tambin la terminologa que se va a emplear,ya que conceptos como el de ocio o incluso el de tiempo libre, que hoy tienen paranosotros un significado concreto y preciso, dificilmente se pueden extrapolar almundo rural bajomedieval. El tiempo, como sefiala Aron Gurievich, es una de lascategoras culturales que mejor sirven para definir la concepcin del mundo de unapoca, el comportamiento de los individuos, su conciencia, su ritmo vital, su actitudante las cosas9; y es obvio que el tiempo medieval funcionaba con una cadencia muydiferente de la que estamos acostumbrados; as, la separacin entre el tiempo detrabajo y el de descanso no era, durante la Edad Media, tan rgida ni tan tajante comola conocemos en la actualidad: ms bien estaba condicionada -sobre todo, en el mediorural- a la sucesin de faenas agrarias y al ciclo ordinario de labores del campo. Deah que los campesinos no tengan conciencia exacta de lo que nosotros denominamosocio'; en todo caso, este ltimo se asociaba con las pautas y con los perodosestablecidos en el propio calendario eclesistico, que era quien, en ltima instancia,marcaba el tiempo que se consideraba profano -y, por tanto, apto para el trabajo- yaquel que se consideraba sagrado, en el que el cristiano deba rendir culto a la figurade su Creador. En la interpretacin medieval del mundo no existe, por tanto, espaciopara el concepto de tiempo libre, sino tan slo una mera diferenciacin entre lasocupaciones habituales de cada da y los momentos del aflo o de la semana quepertenecen al Sumo Hacedor.

    La segunda consideracin previa que me parece importante aclarar para acabarde situar nuestro tema dentro de sus justos lmites se refiere concretamente al carcterde la fiesta y de lo festivo durante el perodo que estamos analizando. En este sentido,se ha dicho y se ha repetido que la fiesta bajomedieval se caracterizaba por su talanteespontneo y abierto, por su transgresin del orden establecido y por su clima delibertad y frescura"; y, sin embargo, yo creo que hay que matizar bastante este tipode apreciaciones y tpicos. Por desgracia, y como acertadamente precisa M.M. Bajtin,los Carnavales y las Fiestas de Locos no fueron las nicas celebraciones que se

    9 Ibid., pg. 114.O Sobre los origenes del concepto de ocio y los problemas que plantea su utilizacin, vid. BURKE,

    P., The Invention of Leisure in Early Modern Europe, ORTALLI, Gh., Tempo libero e medio evo: trapulsioni ludiche e schemi culturali y SPRANDEL, R., Temps libre. Reflet d'un terme moderne dans lavie urbaine du Bas Moyen Age, todos ellos en CAVACIOCCHI, S., (coord.), R tempo libero..., ed. cit.,pp. 17-27, 31-54 y 111-125, respectivamente." Vid., a este respecto, RUIZ DOMENEC, J.E., Reflexiones sobre la fiesta en la Edad Media, en Elrostro y el discurso..., ed. cit., pp. 31-43, donde el autor se deja Ilevar por una visin excesivamenteoptimista y rns bien tpica y literaria a la hora de caracterizar la fiesta medieval.

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    desarrollaron durante la Edad Media y, adems, no siempre estuvieronbien vistas porlos diferentes poderes pblicos' 2, como, sin duda, comprobaremos un poco msadelante. As pues, convendra distinguir, al respecto, entre la fiesta popular y ldica,que slo ocasionalmente irrumpia en la monotona de la vida diaria, y la fiesta oficialy ritualizada, que se proyectaba semana a semana sobre los hombres y las mujeres decada pueblo. As, mientras las primeras suponan, en conjunto, un momento deliberacin transitoria 13 -y recalco, sobre todo, lo de transitoria, porque siempre sonbreves y muy limitadas-, las segundas implicaban, en cambio, una afirmacinininterrumpida del orden social vigente. En esta tesitura, no debemos sorprendemos,por consiguiente, de que los responsables del poder poltico fomenten particularmen-te el segundo tipo de celebraciones, mientras que las primeras son slo admitidas enla medida en que sirven de escape para aliviar las tensiones de toda indole que seacumulan en la dinmica cotidiana.

    Una vez apuntados estos problemas preliminares, podemos pasar a hablar delas fiestas en la Castilla rural. En este sentido, lo primero que llama nuestra atencines la gran variedad de festejos que se reparten por la documentacin: desde lasceremonias de entradas reales o seoriales, hasta las generalizadas corridas de toros,pasando por bodas, entierros, sermones o procesiones religiosas. As pues, la primeraimpresin confirma la salud y lavitalidad de la fiesta en las reas rurales y campesinasa finales de la Edad Media. Ms an, esta amplia diversidad de festividades obliganecesariamente a establecer una mnima tipologa, ya que, como es natural, no todasellas son similares ni presentan las mismas caractersticas. En consecuencia, yatenindonos, en principio, al espiritu de dichas celebraciones, hemos procuradodiferenciar entre aquellas que afectan fundamentalmente a los ritos de paso delindividuo, de las que hablaremos en primer lugar, y las que conciemen, por elcontrario, a toda la comunidad, aunque dentro de stas distinguiremos tambin -comoantes se ha antic ipado- entre la fiesta oficial e institucional y la fiestapopular y ldica.

    Comencemos, pues, por el mbito de la familia, aunque, de entrada, hemos derecordar que la familia bajomedieval no se identifica exclusivamente con el estrictoncleo del matrimonio y los hijos; es decir, con el modelo de familia nuclear queconocemos en la actualidad. Por el contrario, la unidad familiar bajomedieval seproyecta y se extiende tambin hacia los grupos de parientes, afines y consanguneos,que se vinculan en tomo a un tronco o linaje com n con fuertes vnculos desolidaridad' 4 . Ms an, a medida que se asciende en la escala social, se detecta una

    12 De hecho, M.M. BAJTIN establece unanitida diferenciacin entre lo que l Ilama la fiesta oficial,que tenda a consagrar la estabilidad, la inmutabilidad y la perennidad de las reglas que regan elmundo, y el Carnaval, que era el triunfo de una especie de liberacin transitoria, ms alld de la rbitade la concepcin dominante; vid. BAJTIN, M.M., op. cit., pp. 14-15.

    La expresin tambin es de M.M. BAJTIN, op. cit., p. 15.Para una caracterizacin general de la familia bajomedieval, vid. DUBY, G. y LE GOFF, J. (dirs.),

    Famille et parent dans l'Occident mdival, Roma, 1977; BURGUIERE, A.; KLAPISCH-ZUBER, Ch.;SEGALEN, M. y ZONABEND, F. (dirs.), Historiade lafamilia, vol. 1, Mundos lejanos, mundos antiguos,Madrid, 1988, o la clsica obra de GOODY, J., La evolucin de la familia y del matrimonio en Europa,

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    creciente complejidad en el entramado de la solidaridad familiar, de la que participanno slo los consanguneos sino tambin, con relativa frecuencia, los que los documen-tos denominan clientes, seruidores, paniaguados o amigos; de ah queautores como Jacques Heers prefieran utilizar la palabra clan en lugar de la defamilia'5.

    Pero, volviendo de nuevo al tema, ,qu festejos se celebraban en el seno de lacomunidad familiar? Ciertarnente, en la Castilla rural, la mayor parte de estos festejosestaban relacionados con lo que los antroplogos han venido en llamar los ritos depaso del Ser Humano, es decir, con el nacimiento, el matrimonio y la muerte' 6 . Ahorabien, an siendo tres hitos bsicos, no todos despiertan el mismo entusiasmo en lasociedad campesina bajomedieval: as, mientras la boda o el postrer viaje sonacontecimientos siempre destacados, el nacimiento apenas se deja sentir. De hecho,slo sabemos que de verdad nacen nios, cuando los magnates, seores o reyescomunican por sus mensajeros las albrivias" de tener descendencia y, an as, loque se festeja principalmente en las villas no es tanto el hecho del alumbramientocomo la previsible continuidad de la Casa Real o Seorial. ,Debe entenderse, porconsiguiente, que los campesinos no valoraban la llegada de un recin nacido?Evidentemente que no, o, cuando menos, yo no sera tan tajante; en todo caso, hay undato clave que tal vez justifique esta indiferencia: y este dato no puede ser otro quela elevadsima mortalidad infantil. Pinsese que, en condiciones normales, y seg n losclculos ms optimistas de la demografa bajomedieval, slo cuatro de cada cincorecin nacidos llegaban a cumplir el primer ao de vida"; el resto, es decir, casi unaquinta parte, falleca irremediablemente durante los primeros meses de su existencia.

    Barcelona, 1986. Sobre su importancia como medio de socializacin del individuo en laCastillarural, vd.MART1N CEA, J.C., Poderes pblicos y sociabilidad local en la villa de Paredes de Nava en el`Cuatrociento?, en BONACHIA, J.A. (dir.), La ciudad medieval. Aspectos de la vida urbana en laCastilla bajomedieval, Valladolid, 1996, pp. 255-316, en particular las pp. 302-304.' s Una terminologa con la que, por cierto, no estamos en absoluto de acuerdo, ya que desde el punto devista antropolgico dificilmente puede considerarse correcta; vd. HEERS, J., El clanfamiliar en la EdadMedia, Barcelona, 1978.16 Sobre el tema de los ritos de paso y los cambios de status que implican en el proceso desocializacin de cada individuo, son particularmente interesantes las observaciones de V.W. TURNER,en su libro El proceso rituat Estructura y antiestructura, Madrid, 1988, en especial, aqullas que serefieren a su concepto de liminalidad, un estadio caracterstico de dichos ritos que precede, segn elautor, a la integracin completa de cada persona dentro de la communitas o colectividad social.

    Este tipo de notificaciones, en las que los reyes o los seores informan a sus vasallos del nacimientode un descendiente, son muy frecuentes en la local idad de Paredes de Nava, donde prol iferan las menc ionesa los emi sarios, a quienes se recompensa, precisamente, por ser portadores de tales albricias; as, en 1425,el concejo de la citada local idad pag nada menos que 500 mrs. a Alfonso Fernndez, vallestero de macadel rrey porque present vna carta de albricias, que nasciera la Infanta, en Archivo Municipal deParedes de Nava (en lo suces ivo, AMPN.), Cuentas de Propios (enadelante, CP.), 1425, cuenta de los mrs.que corresponden al escribano Alfonso Fernndez por su salario en el citado atio.

    Vd., porejemplo, RUSSELL, J.C., La poblacin en Europa del Eulo 500 al 1500, en C IPOLLA, C.M.(dir.), Historia econmicade Europa (1). La Edad Media, Barcelona, 1979, pp. 25-77, donde afirma queyorcentajes aproximados de cerca de un 15 un 20 por ciento para la mortalidad durante el primer ailode vida, y de un 30 por ciento hasta los veinte ailos de edad, parecen razonables, op. cit, pg. 48.

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    Esta altsima mortalidad infantil, tpica, por otra parte, de las sociedades del AntiguoRgimen, haba acostumbrado a las gentes a la dramtica desaparicin de muchosrecin nacidos, por lo que, sin duda, el nacimiento no se festejaba en el seno de lacomunidad campesina con tanta intens idad como los restantes ritos de paso. Con todo,la llegada de un hijo o de una hija no pasaba tampoco desapercibida, sino que secelebraba de forma modesta, aprovechando la ocasin que brindaba el bautismo. Unacto, dicho sea de paso, que, segn se nos cuenta en las Ordenanzas municipales deRiaza de 1457, no resultaba especialmente concurrido y donde nicamente sepermita, siguiendo las normas establecidas por las viejas costumbres locales, unligero convite o merienda compuesto de fruta e vino, con el que los padresagasajaban a los padrinos".

    La boda, por contra, s se celebraba con mayor boato y, con frecuencia, portodo lo alto. No en vano, y como es perfectamente conocido, el matrimonio medievalera un asunto sobre todo econmico, que tena muy poco que ver con el amor o conla pasin amorosa. El matrimonio, el ms antiguo de los sacramentos segn afirmabaPedro de Cullar en su catecismo de 1325 20, era, por tanto, una cuestin de indolefamil iar, que se regulaba fundamentalmente a travs de la fijacin de la dote, en el casode la mujer, y de las arras, en el caso del hombre 21 . As pues, cada familia diseabala estrategia matrimonial de sus hijos en funcin de sus propias disponibilidadeseconmicas. Es ms, por este motivo precisamente, se haba acabado imponiendo,como paso previo a la boda, la expresiva prctica de los esponsales -tambinconocidos en los documentos, como desposorios o desposajas-, un acto denaturaleza privada en el que los padres apalabraban las condiciones de las futurasnupcias de sus hijos, aun cuando stos contaran apenas con unos pocos aos de edad".

    19 Otrosi, hordenamos e tenemos por bien que de aqu adelante qualquier vezino desta villa e su tierraque bautizarefijoofija, que non pueda gastar en elbautismocosa ninguna. Saluo conbidar los quefuerenllamos (sic) por padrinos, que puedan conbidar al conpadreafruta e vino, segund el tiempo vieio, so penade seyscientos maravedies, para el dicho concejo, en UBIETO, A.(ed.), Coleccin diplomtica de Riaza(1258-1457), Segovia, 1959, p. 180; la cita corresponde al Ttulo 83 de las Ordenanzas de 1457.2 El matrimonio -deca el cannigo Pedro de Cullar- es ms antiguo que todos los otros sacramentos,que fue establecido ante del pecado del primer omne; e es ms comunal que todos los otros sacramentosque son en la Iglesia de Dios; vd. LINAJE CONDE, A. y MARTIN, J.L., Religin y sociedad medieval.El catecismo de Pedro de Cullar (1325), Salamanca, 1987, p. 214.2 ' Para una rpida revisin de las caractersticas del matrimonio durante el periodo que estarnosconsiderando, vd. GOODY, J.; THIRSK, J. y THOMPSON, E.P. (dirs.), Family and Inheritance: ruralsociety in Western Europe 1200-1800, Cambridge, 1976; DUBY, G. y LE GOFF, J. (dirs.), op. cit., en lanota 14, o BURGUIERE, A.; KLAPISCH-ZUBER, Ch.; SEGALEN,M.y ZONABEND, F. (dirs.), op. cit.,en la nota 14. En cualquier caso, para una informacin ms precisa del matrimonio en la sociedadcampesina pueden consultarse tambin RAZI, Z., Life, marriage and death in a medieval parish.Economy, society and demography in Halesowen, 1270-1400, Cambridge, 1980, o nuestras propiasanotaciones en El mundo rural castellano afines de la Edad Media. El ejemplo de Paredes de Nava enel siglo XV, Valladolid, 1991, pp. 344-346.22 Concretamente, segn el catecismo de Pedro de Cullar, la hedat para fazer desposajas se fijabaen los siete atios, tanto en el hombre como en la mujer; vd. LINAJECONDE, A. y MART1N, J.L., op. cit.,p. 219.

  • EM (1998) Fiestas, juegos y diversiones en la sociedad rural castellana 119

    El protagonismo de la familia en las cuestiones matrimoniales era tan firme ytan consistente en la poca que estamos analizando que incluso en algunas localida-des, como, por ejemplo, en la villa de Riaza, se prevean dursimas penas -5.000 mrs.de multa, veynte das en la cadena y vinquenta agotes- para todos aquellosvecinos que desposaren a qualquier movo o moa desta dicha villa ascondidamente,sin lkencia de su padre o madre o amo o ama".

    En este contexto inequvocamente feudal, no sorprende, por consiguiente, quela ulterior ceremonia del casamiento terminara por convertirse en un gran aconte-cimiento social, en el que los padres de las familias involucradas trataban de exhibirante los ojos de sus vecinos su pujanza y su poder econmico; en realidad, el propiocarcter de las alianzas matrimoniales, mediatizadas, como hemos dicho, por lainfluencia de los elementos socio-econmicos, empujaba ya de antemano a lasdiferentes clulas familiares a hacer ostentacin pblica de su riqueza en las bodas desus descendientes y, naturalmente, fueron las clases privilegiadas quienes msentusiasmo mostraron a la hora de evidenciar su prestigio y su prepotencia conocasin de tales celebraciones. Todo ello acab consagrando un arquetipo de modelomatrimonial -homogmico y cada vez ms ritualizado y suntuoso- que, sin dudaalguna, sirvi de pauta al resto de la sociedad feudal. As, los excesos de las bodasreales24, con sus juegos y con sus torneos, con sus banquetes y sus grandes fastos,pronto fueron emulados por el resto de la aristocracia y, desde all, se extendierondespus al conjunto de los grupos sociales, que, dentro de sus posibilidades,intentaron imitar tambin este tipo de comportamientos.

    Sin embargo, desde el siglo XIII, los distintos poderes feudales, que ya habantomado conciencia de la necesidad de ampliar las distancias con cualquier otro gruposocial, se esforzaron denodadamente para restringir las fiestas y las celebracionesnupciales entre las clases no privilegiadas; as nacieron las leyes suntuarias, que,primero desde la Curia Regia y, despus, desde los Ordenamientos de Cortes, desdelos seforos e incluso desde los propios concejos, se impusieron sobre el comn dela poblacinpechera. Pero, qu se tradujo concretamente la aplicacin de este tipode normativas? Pues, en principio, y a pesar de su indudable diversidad, todas ellasparecen coincidir en las mismas preocupaciones bsicas, ya que tratan de regular tantola duracin de las bodas como el nmero de comensales autorizados a participar enellas e incluso la propia cuanta de los regalos y prendas que se entregaban comopresentes; pero, sobre todo, todas ellas coinciden tambin en la misma justificacin

    " Vd. UBIETO, A., op. cit., p. 178, particularmente el ttulo 78 de las Ordenanzas de liaza de 1457,que fabla de los que se desposan ascondidamente.24 Vd., a guisa de ejemplo, las que se celebraron en la ciudad de Sevilla en 1490 con motivo delmatrimonio de la Infanta doa Isabel, que duraron desde el 18 de abril hasta el 2 de mayo de dicho atio,o las ms clebres de Carlos I, que comenzaron el 11 de marzo de 1526 y que no flnalizaron hasta el 18de mayo, ambas descritas y recogidas en ROMERO ABAO, A. del R., op. cit., pp. 43-50. Por lo dems,las ceremonias de la nobleza no se quedaban, desde luego, atrs en lujos y ostentacin, como evidencianlas bodas del Condestable Miguel Lucas de Iranzo, que tuvieron lugar en Jan, en enero de 1461, y que seprolongaron durante veintitrs das, en id., ibld., pp. 46-48.

  • I 20 Juan Carlos Martn Cea EM (1998)

    ideolgica: la necesidad de frenar los enormes gastos, los desmanes y las prdidasdefaziendas que se derivaban de tales festejos 25 . A finales de la Edad Media, este tipode restricciones surituarias son un fenmeno generalizado en todos los territorios dela Corona de Castilla y, as, por ejemplo, las encontramos en villas como Riaza -enlas Ordenanzas de 1457-, en Piedrahta -en la primera recopilacin de Ordenanzas,confirmada en 1499 por don Fadrique de Toledo, el II Duque de Alba-, en Cullar enlas Ordenanzas de 1546 y, desde luego, en Paredes de Nava 26. Ms an, en esta ltimalocalidad el concejo haba instituido una renta de bienes de propios -es decir, una rentaordinaria-, que castigaba a los que llevaban fiado pan evino e carne e pescado e otrasviandas para cumplir las onrras, asy de bodas commo de cuerpos y, luego, noacudan a pagarlas, lo que demuestra hasta qu punto estaban arraigadas todas estasdisposiciones en los siglos bajomedieva1es2'.

    Sin embargo, es importantsimo precisar que este conjunto de normativassuntuarias no se proyectaba nunca por igual sobre todos los grupos sociales, sino que

    " De hecho, en la primera ley suntuaria de que tenemos constancia en la Cuenca del Duero -la enviadapor Alfonso X al concejo de Ledesmaen 1253- yaestaban plenamente patentes todas estas interdicciones:Mando, en rapn de las bodas, que ninguno non sea osado de dar nin tomar calas por casamiento desu parienta e el que las tomare trnelas dupladas al que ge las dio e peche C mrs. en coto. E el que casare,siquier con maneba en cabello, siquier con bibda, que nol d ms de LX mrs. pora pannos de su bodae el que ms diere desto que yo mando, que peche en coto L mrs. E mando que non coman a las bodas msde V barones e V mugieres de parte del novioe otros tantos de parte de la novia sin companna de su casa,e estos sean sin el padrino e sin la madrina e sin el padre e la madre de los novios. E si el padre o la madrede los novios o el novio o la novia o el fazedor de la boda ms convidare de quantos yo mando, que pechepor cada uno X mrs., en MARTIN EXPOSITO, A. y MONSALVO ANTON, Documentacinmedieval del Archivo Municipal de Ledesma, Salamanca, 1987, p. 27. Posteriormente, este modelo denormativa suntuaria se trasladara a los Cuademos de Cortes, apareciendo ya recogido en las Cortes deValladolid de 1258 -con una redaccin prcticamente idnticaa laque acabamos de anticipar en Ledesma-o en las de Alcal de 1348 (vd. CORTES DE LOS ANTIGUOS REINOS DE LEON Y CASTILLA,publicadas por la Real Academia de la Historia, Tomo I, Madrid, 1861, pp. 63 y 622-625, respectivamen-te), y desde aqu ser recogido por los concejos y por los seores en los siglos XIV y XV. Para unseguimiento ms detallado de las disposiciones suntuarias sobre la boda en distintas localidades deCastilla, vd. asimismo DILLARD, H., La mujer en la Reconquista, Madrid, 1993, pp. 66-88, o las normasque se recogen en las notas siguientes a sta. Vd., sucesivamente, UBIETO, A., op. cit., pp. 154-155, en concreto, los ttulos 27, 28 y 28a de lasmencionadas Ordenanzas; LOPEZ, C.L., Coleccin documental del Archivo Municipal de Piedrahta(1372-1549), Avila, 1987, pp. 144-145; OLMOS HERGUEDAS, E., La Comunidad de Villa y Tierra deCullar a partir de las Ordenanzas de 1546. Apuntes para la historia local de Lastras de Cullar,Valladolid, 1997 (2 edicin), pp. 141-143 y 263-264, y MARTIN CEA, J.C., El mundo ed. cit.,p. 343." Aunque la rrenta de los que leuaren fiado pan e vino e carne o pescado -ms conocidagenricamente como rrenta de las bodas- no deparaba sumas considerables a la hacienda municipalparedea -620 mrs. en el ao 1408, AMPN., CP., 1408, cuenta de los mrs. recibidos por el procuradorFerrnd Garca-, lo cierto es que actuaba como una autntica ley de apremio para que los tabemeros,carniceros, pescaderos y panaderas pudieran recuperar las cantidades fiadas en un plazo mximo de 3 daspara el pan, la carne o el pescado y de 9 das en el caso del vino; vd., a modo de ejemplo, las condigionescon que el congejo de Paredes arrienda la rrenta de los que leuaren pan evino e carne o pescado e lo nonpagaren en cada vn anno, en AMPN., Libro de Actas Municipales de 1427 (en adelante, LAM), sesinindeterminada.

  • EM (1998) Fiestas, juegos y diversiones en la sociedad rural castellana 121

    nicamente parecian concernir a los vezinos e moradores de los pecheros; as, almenos, se reconoce en las Ordenanzas de Piedrahta de 1499, aprobadas por el IIDuque de Alba, que no tienen ningn recato a la hora de puntualizar que talesrestricciones slo afectaban a la boda de los dichos pecheros; y, por si acaso hubieraalguna duda, cuando un poco ms adelante se aluda a que en ninguna boda se puedacomer aves, unediatamente se aada salvo sy fueren escuderos o fijosdalgo oregidores", lo que reafirma el carcter marcadamente clasista de todos estosdictmenes. Es obvio, por consiguiente, que las leyes y disposiciones suntuariasterminaron por implantar dentro de las comunidades rurales una rotunda y crecienteescisin entre las ceremonias de boda de los pecheros, es decir, del com n de lapoblacin campesina, y las bodas de los grupos privilegiados, compuestas esencial-mente por caballeros, escuderos e hidalgos. As, mientras los segundos se permitanemular los lujos y fastos de la aristocracia tanto en la duracin de la boda como en losbanquetes -que se prolongaban durante varios das y sin ningunalimitacin en cuantoal nmero de comensales-, los primeros, por el contrario, tenan que ceftirse a lasestrictas normas que se les dictaban desde las respectivas instancias feudales.

    No obstante, y gracias en buena medida a la existencia de las leyes suntuarias,podemos reconstruir el ceremonial tpico de las nupcias en el medio rural castellano.Segn parece, los festejos se inauguraban con una cena o un pequeo gape que tenalugar el da de la vspera, al que asistan los novios con sus respectivos padres, sushermanos y sus hermanas y, como mximo, cinco parientes o amigos de cada unade las dos familias". Al da siguiente, por contra -que casi siempre coincida endomingo o en una festividad importante-, se oficiaba con toda solemnidad laceremonia religiosa en la Iglesia y, a continuacin, se celebraba el gran banquetenupcial al que, en principio, podan acudir todos quantos quisyeren, siempre ycuando hubieran sido convidados por cualquiera de las dos familias"; ste era, sinlugar a dudas, el acto fimdarnental de la boda y el ms emblemtico y atractivo, donde,en medio de cnticos y alegras, se daba rienda suelta a la diversin, el j bilo y lahilaridad. Tal vez por ello, ste era tambin el momento preferido por los invitadospara hacer entrega de lo que en los documentos se denomina el escote, las ddivas

    " Vd. LOPEZ, C.L., op. cit., pp. 144-145."Vd., porejemplo, las Ordenanzas de Piedrahtade 1499, en las que se ordenaba que a ninguna bodade los dichos pecheros, el sbado en la noche o la bispera de la boda, no puedan comer en la tal boda enla noche, dems de los padres del novio e novia e de sus hermanos e hermanas, salvo cinco parientes oamigos, e dende abaxo e non ms, en LOPEZ, C.L., op. cit., p. 144. Por lo dems, disposiciones muysimilares se contemplan tambin en las Ordenanzas Riaza de 1457 (vd. UBIETO, A., op. cit, p. 155) yasimismo en la villa de Cullar (vd. OLMOS HERGUEDAS, E., La Comunidad..., ed. cit., p. 263).' En este sentido, son particularrnente expresivas las Ordenanzas de Riaza: por ende, ordenamos emandamos que ningunos nin algunos vezinos e moradores desta villa de Riaca e su tierra non vayan acomer a ningunas bodas, nin mortorios, nin a otros tales negocios, sin primeramente ser conbidados porparte de aquellas personas que ouieren de conplir e fazer las tales bodas o mortuorios, en UBIETO, A.,op. cit., p. 155; en Piedrahta, en cambio, las restricciones no son tan precisas y dejan la puerta abierta auna interpretacin ms flexible: E el domingo o da principal de la boda puedan comer al yantar todosquantos quisyeren, en LOPEZ, C.L., op. cit., pp. 144-145.

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    o el regalo nupcial; un presente, que, pese a todo, tampoco poda exceder de unadeterminada cuanta: en Piedrahta, sin ir ms lejos, se ordenaba que ninguno puedael da de la boda ofreper ms de un real 31 . Una vez finalizado el banquete, la fiestacontinuaba en la intimidad con una cena, ya ms liviana, en la que slo se autorizabala presencia de los nuevos esposos, de sus padres y de sus hermanos y, a lo sumo, deotros cinco parientes o amigos. Y finalmente, los actos nupciales se cerraban al dasiguiente -un lunes, generalmente- con una comida y una nueva cena en las que semantenan las mismas limitaciones de comensales que haban regido en la nocheanterior32.

    As pues, las bodas en la sociedad campesina duraban, por lo general, tres dasy alcanzaban su mayor esplendor durante el gran banquete nupcial.

    Por su parte, y aunque quizs hoy pueda parecer paradjico, tambin la muerteproporcionaba una ocasin importante para la reunin de la comunidad familiar; eneste sentido, cabe recordar que uno de los sintomas ms significativos de laespiritualidad bajomedieval es la constante proliferacin de ritos con los que se tratade engalanar la muerte. En efecto, durante los siglos XIV y XV se produce por todaEuropa una expresiva multiplicacin de los rituales fimerarios, que responde princi-palmente a lo que Jacques Chiffoleau ha calificado como matemtica de lasalvacin". En sintesis, y dado que carecemos de espacio para penetrar en susnumerosos detalles, la idea que subyace detrs de estas prcticas no es que otra quela acumular mritos para asegurarse el postrer viaje y garantizarse la salvacinetema. De ah que el testamento pase a ocupar un lugar absolutamente esencial en elcamino ideal hacia el Paralso 34 ; en consecuencia, cada personaprocuraba afianzar susposibilidades de acceso a la Vida Etema, constituyendo en su ltima voluntad elmayor nmero de fundaciones piadosas que obviamente pudiera costear: aniversa-rios, misas, capellanas, trentanarios, limosnas, donaciones plas o cualquier otramanda obituaria que pudiera servir, a la postre, para inclinar en su favor la balanza ala hora del Juicio Final". Ni que decir tiene que esta estrategia, basada, como hemos

    Vd. LOPEZ, C.L., op. cit, pg. 145. En el caso particular de Cullar y tal vez por el carcter tardode sus Ordenanzas, este aspecto se regulaba con una gran meticulosidad, hasta el punto de Ilegar a prohibirque no se d cinta de plata grande ni pequeria a las desposadas, ni sortijas de ms de 40 reales de plata,ni mantillas de a ms de quinientos maravedis la vara, ni calzas de ms de dos reales, ni camisas dea diez reales arriba, ni pcolo de cuello ni tocado de Pars; vd. OLMOS HERGUEDAS, E., LaComunidad..., ed. cit., pp. 142-143 y pp. 263-264." Vd., una vez ms, las disposiciones de Piedrahta (LOPEZ, C.L., op. cit., pp. 144-145) o de Riaza(UBIETO, A., op. cit., pp. 154-155), que coinciden, a grandes rasgos, en prohibir la asistencia de ms decinco personas a la cena del domingo por la noche o a la comida o la cena del lunes." Vd. CHIFFOLEAU, J., La comptabilit de l Au-Del. Les hommes, la mort et la religion dans largion d'Avignon la fin du Moyen Age (vers 1320-vers 1480), Roma, 1980." Sobre la importancia del testamento en la poca bajomedieval, vd. ARIES, Ph., El hombre ante lamuerte, Madrid, 1983, pp. 161 y ss.; y, sobre todo, CHIFFOLEAU, J., op. cit., pp. 84-89." Para ms informacin sobre el funcionamiento de la matemtica de la salvacin en el mundo ruralbajomedieval en Castilla, vd. MARTIN CEA, J.C., La muerte a fines de la Edad Media: el ritual funerarioen los testamentos paredeos del siglo XV, en Actas del 11Congreso de Historia de Palencia, 27-29 deAbril, Tomo II, Fuentes documentales y Edad Media, Palencia, 1990, pp. 627-641.

  • EM (1998) Fiestczs, juegos y diversiones en la sociedad rural castellana 123

    dicho, en la mera yuxtaposicin de encargos testamentarios, favoreca, por encima detodo, a los grupos privilegiados, que eran quienes posean mayores recursos y, portanto, mayor capac idad econmica para proceder a la dotacin de este tipo de mandas,mientras que el resto de las clases sociales feudales se encontraba tambin aqu conmayores dificultades para comprar el acceso a la Vida Etema.

    Dentro de este espritu acumulativo que se percibe en los ceremonialesmortuorios de la sociedad bajomedieval habra que incluir tambin al fenmeno, bienconocido, de la proliferacin de las cofradas 36, cuyo protagonismo en los actosfnebres no cesade incrementarse durante todo el periodo estudiado; es ms, a medidaque transcurren los afios, la funcin de asistencia al finado ir cobrando cada vez mssolvencia, hasta el punto de convertirse en uno de los cometidos bsicos de lascofradas bajomedievales". La cofrada, la familia espiritual del difunto, viene asumarse por tanto al cortejo de despedida, hacindole an ms vistoso.

    Ahora bien, al igual que sucediera en las bodas, la ampliacin del ritualfunerario oblig a las clases privilegiadas a adoptar medidas suntuarias para controlarlos excesos de los pecheros; de esta manera, y mientras ellos se esforzaban en darejemplo, reivindicando el discurso de la pobreza evanglica" como un mrito ms aafiadir a la lgica acumulativa, se introdujeron por toda Castilla diferentes leyes ynormativas que limitaban drsticamente tanto la asistencia acasa de los difuntos comoa los banquetes y gapes obituarios"; ms a n, en algunas localidades, como, porejemplo, en la de Piedrahta, se lleg incluso a reducir el nmero total de dichas

    " Sobre las cofradas en la Baja Edad Media, vid. RAPP, F., La Iglesia y la vida religiosa en Occidenteafines de la Edad Media, Barcelona, 1973, pp. 85-86; DELUMEAU, J., La civilizacin del Renacimiento,Barcelona, 1977, pp. 169-170, y, sobre todo, CHIFFOLEAU, J., Les confrries, la mort et la religion enComtat Venaissin la fin du Moyen Age, en Mlanges del'Ecole Franaise de Rome (Moyen Age-TempsModernes), 1979, 2, pp. 785-825." En palabras de Jacques CHIFFOLEAU, todas las cofradas consacrent la plus grande partie de leuractivit l'encadrement de la mort, en La comptabilit..., ed. cit., p. 281." Aunque este aspecto no ha sido todava estudiado con el detalle que se merece, parece indudable quedesde mediados del siglo XIV se asiste a una autntica apreciacin del valor espiritual de la pobreza y,curiosamente, son los grupos privilegiados los primeros en percatarse de la extraordinaria utilidad delconcepto como medio para alcanzar la anhelada Salvacin Etema; as, al menos, se documenta en lostestamentos de la Casa de los Manrique, que tuvimos ocasin de analizar en El mundo rural..., ed. cit., pp.356-357 y 398-399. Adems, es importante puntualizar que este discurso de reivindicacin de la pobreza,ms retrico que real, fue recogido con toda cel eridad por los grupos de caballeros e hidalgos de las vi I las,que, desde comienzos del siglo XV, comenzaron a poner de moda la costumbre de inhumarse con loshbitos de San Francisco (Id., ibid., pp. 399-400). En cualquier caso, estas prcticas no invalidan lamatemtica de la salvacin, sino que vienen a sumarse a ella como un elemento adicional paracomparecer con las mximas garantas ante el Juicio del Supremo Hacedor." De hecho, la mayor parte de las normativas suntuarias suelen mezclar las disposiciones sobre las bodascon las que se refieren a los mortuorios; vd., a modo de ejemplo, las Ordenanzas de Riaza de 1457, enlas que se prohibe que ningunos nin algunos vezinos e moradores desta villa de Riaca e su tierra nonvayan a conzer a ningunas bodas, nin mortuorios..., sin primeramente ser conbidados (en UBIERTO, A.,op. cit., p. 155), o las de Cullar de 1546, que regulan hasta la propia comida a ofrecer en el acto de lasobsequias (en OLMOS HERGUEDAS, E., La Comunidad..., ed. cit., p. 246).

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    cofradas, que quedaron restringidas a cuatro en las Ordenanzas de 1499, impuestaspor el Duque de A1ba40.

    An as, los rituales mortuorios siguieron gozando de una gran popularidad enel campo; de hecho, nada ms conocerse el fallecimiento, lo normal es que losparientes, familiares y amigos del finado o de la finada, as como los distintoshermanos cofrades 41 , se allegaran hasta su domicilio para acomparlarle en elvelatorio. Una vez all, entre oraciones, lgrimas y sollozos, se les ofreca comida ybebida, hasta que, por fm -casi siempre al da siguiente del bito-, salan todos juntosen cortejo fimebre hacia la Iglesia donde se celebraban los funerales, escoltados porlos curas y cruces de laparroquia y acompafiados durante todo el trayecto por el tafiidode las campanas. A continuacin, y tras despedir e inhumar al cadver con losresponsos que cada cual haba instituido en su ltima voluntad, el cortejo volvadesfilando hasta la casa del fallecido, donde otra vez se les agasajaba con fruta, comiday bebida42 . Con todo, en algunas villas, como, por ejemplo, en Paredes de Nava,haban arraigado incluso algunas costtunbres particulares, como la de invitar a lospobres del pueblo a un ltimo banquete pstumo, que tena lugar casi siempre el dade mi enterramiento o bien al da siguiente del mismo43.

    Este era, muy a grandes rasgos, el ritual bsico del fallecimiento, que, comohemos dicho, sola prolongarse, como mnimo, durante dos o tres das; despus eranlos albaceas -o mansesores, como a veces se les denomina-, quienes se encargabande la importante misin de velar por que las mandas dej adas por el difimto se

    4 Las cofradas sean reduzidas a quatro, e las otras encorporadas a estas quatro; las quales cofradasson stas: lade Nuestra Seora Santa Mara la Mayor, la de la Pasyn, lade Santiago, la de Sant Andrs.Adems, el texto tambin afiada que ninguno pueda tener ms de una cofrada para servirla y quepuedan comer una vez en el colo los cofrades en cofrada, e non ms, e que en la tal comida no se comanaves ningunas, en LOPEZ, C.L., op. cit., pp. 146-147.

    En realidad, este aspecto es obligatorio en los estatutos de lamayor parte de las cofradas bajomedievales;as, y por seguir de nuevo con el ejemplo de las cofradas refilndadas en Piedrahta por orden de donFadrique de Toledo, el 11 Duque de Alba, este extremo se regulaba en las Ordenanzas de 1499 con granminuciosidad: Que vayan todos los cofrades a los enterramientos de los principales cofrades o susmugeres, so pena de ocho maravedies, sy fuere en da de fiesta de guardar e, sy en cutidiano, la meytadde la pena. Yten, si fuere fijo o fija de tal cofrade mayor de doze aos, vayan todos, e los que no fueren,cayan en la meytad de la pena, e sy fuere fiesta, en la meytad de la pena de la fiesta, e, sy cutidiano, enla meytad de la pena del cutidiano. Yten, sy fuere fijo o jija menor de doze anos o criado o criada, quevayan, e los que nofueren, cayan en la meytadde la pena delfijo ofija menor, faziendo dijerencia de fiestae cutidiano, conmo est dicho, en LOPEZ, C.L., op. cit., p. 147." Por desgracia, la informacin existente sobre los distintos rituales mortuorios en el seno de lacomunidad campesina no es tan rica como la de las bodas; en cualquier caso, la importancia de la comidaservida a los allegados al duelo queda reflejada en las Ordenanzas de Riaza de 1457, en el ttulo 72, queautoriza a los camiceros a vender came en domingo (vd. UBIETO, A., op. ciL, p. 176), as como en lasde Cullar de 1546, que destacan que en las obsequias, que non den de comer a ninguno ms que vacay carnero y tocino. So pena de lo pagar con el doblo conforme al primero captulo de estas ordenanas(vd. OLMOS HERGUEDAS, E., La Comunidad..., ed. cit., p. 264." Sobre este tema en particular, vd. MART1N CEA, J.C., El mundo ruraL.., ed. cit., pp. 425-427, o Lamuerte a fines..., ed. cit., pp. 639-640, en donde se relacionan este tipo de prcticas con la crecienteimportancia adquirida por el cortejo fnebre en la Baja Edad Media.

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    cumplieran en todos sus trminos, aunque, sin duda, este ltimo aspecto excede deltema que estamos considerando y no podemos, por tanto, detenemos en su exposi-cin.

    Ahora bien, al margen de este conjunto de fiestas, que afectan de forrnaaleatoria a las diferentes clulas familiares, en funcin de su propia casustica denacimientos, funerales o bodas, las gentes de la comunidad campesina tienen yainstitucionalizadas un gran nmero de fiestas adicionales, entre las que sobresalenprincipalmente las relacionadas con las festividades cristianas.

    Ciertamente, en este momento -en los siglos fmales de la Edad Media-, laIglesia, que haba venido desempefiando una funcin absolutamente esencial en eldesarrollo del feudalismo, ya haba conseguido imponer su modelo de jerarquizacindel tiempo"; un modelo que estaba intensamente marcado por las necesidades de laproduccin agraria y que se reflejaba inmejorablemente en el propio calendariocristiano, donde, en principio, es fcil establecer una estrecha correlacin entre losprincipales hitos litrgicos que se conmemoran a lo largo del afio y el ritrno biolgicode los cultivos que sirven de sustento a la poblacin. Sea como fuere, lo cierto es queeste modelo, forjado durante siglos por los idelogos de la Iglesia, estaba firmementearraigado en el mundo rural castellano durante la poca que estamos considerando.

    As pues, la sociedad bajomedieval castellana tena establecidas ya una ampliaserie de festividades religiosas que eran admitidas sin discusin por todos: desde losdomingos, que era el da especfico de la semana que los cristianos dedicaban a Dios,hasta una larga y variada lista de fiestas puntuales y ocasionales que se escalonabana lo largo del afio, repartidas en grandes ciclos. Entre estas ltimas, destacaban, enprimer lugar, las fiestas de laNatividad, es decir, todo un completo ciclo litrgico quecomenzaba con la Navidad y con sus tres das siguientes, y que segua despus conel Cabo de Afio y la Epifana, coincidiendo, por tanto -y no por casualidad-, con elperiodo de menor actividad agraria, en el que los campesinos se limitaban a realizarpequefias labores, como, por ejemplo, la de acumular lefia para soportar los rigoresdel inviemo; una vez agotado este ciclo, se abra el gran tiempo de la Cuaresma, quese inauguraba con el mircoles de Ceniza y que fmalizaba con el domingo de Ramosy con la Semana de Pascua cristiana, justo en la temporada en que se reanudaban lasfaenas sobre los campos. El posterior ciclo de la Resurreccin, jalonado por las fiestasde la Ascensin, de Pentecosts y del Corpus Christi, enlazaba directamente con elfulgor de la primavera y con la poca ms decisiva para la obtencin de la posteriorcosecha; de ah que se acumularan en este momento las fiestas, procesiones yrogativas para bendecir las tierras sembradas y para implorar el auxilio divino paraahuyentar al fantasma del hambre. El ciclo de verano, por el contrario, que abarcaba

    " Sobre el control del tiempo por parte de la Iglesia, vid. GUR1EVICH, A., op. cit., pp. 125-126; LEGOFF, J., Tiempo de la Iglesia y tiempo del mercader en la Edad Media, El tiempo del trabajo en la`crisis del siglo XIV: del tiempo medieval al tiempo modemo, en Tiempo, trabajo y cultura en elOccidente medieval, Madrid, 1983, pp. 45-62 y 63-75; y GUERREAU, A., El feudalismo. Un horizonteterico, Madrid, 1984, pp. 230-231.

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    desde la festividad de S. Juan hasta ms o menos la Virgen de agosto, solia ser untiempo de regocijo, salpicado de numeros.as fiestas con las que se saludaba la llegadadel grano a los silos, como, por ejemplo, las de los Apstoles Pedro y Pablo, la deMara Magdalena, la de Santiago, la de San Lorenzo e incluso la de la Transfiguracin.Y, finalmente, estaba el ciclo otorial, que se iniciaba con la fiesta de la Invencin dela Cruz o con la Virgen del mes de septiembre -dependiendo de los lugares-, queabran las puertas de par en par a las labores de la vendimia y a la siembra de loscereales de inviemo, y que culminaba, a su vez, ennoviembre, con las fiestas de Todoslos Sarttos y la popular fecha de San Martn45.

    Con todo, la nmina de las festividades cristianas no se cerraba ni muchomenos aqui, ya que a las citadas hasta el momento presente, habra que ariadir despuslas consagradas a los restantes Apstoles y a los respectivos patronos de lasparroquias.

    En conjunto, la sociedad bajomedieval castellana tenia estipuladas, por tanto,un alto dunero de jomadas festivas: nada menos que un total de 40 en la dicesis dePalencia, amn de todos los das de los domingos, segn se nos dice en el Shiodode 1345 46, que haba intentado precisamente reducir el elevadisimo nmero decelebraciones; o, nada menos que 33 en el caso de la Comunidad de Clnchilla, en laspostrimerias del siglo XV47; as pues, en la Baja Edad Media casi una cuarta parte delario tena la consideracin de festivo.

    Pero, (:,cmo repercutan estas fiestas en la vida de los hombres y de las muj eresdel campo? En este sentido, hay que recordar que durante la poca que estamostratando tanto los domingos como las restantes fiestas son, como afirma Jean LouisFlandrin, tiempos sagrados, reservados a las obras sagradas48 ; por eso, la doctrinaeclesistica insiste continuamente en que los cristianos se deuen de guardar defazertoda obra seruil49 En otras palabras, en dias como stos, la Iglesia prohibe

    45 Para ms detalles sobre los diferentes ciclos lit rgicos y su conexin con las actividades agrarias, vd.MARTIN CEA, J.C., El mundo rural..., ed. cit., pp. 370-371.

    Vd. SAN MARTIN PAYO, J., Snodos diocesanos del Obispo don Vasco (1344-1352), enPublicaciones de la Institucin Tello Tllez de Meneses, 2, 1949, pp. 145-147, y ms concretamente elTtulo de las fiestas del snodo de 1345, en el que se dice Nos queriendo abreuiar la muchedumbre defiestas porque los omes trabaian e el diablo non los falle ociosos e porque los pobres se agrauiaran porla muchedumbre de las fiestas, por ende declaramos qules fiestas son de guardar, procediendo adetallar el listado de cada una de las 40 fiestas que tendran dicha consideracin lit rgica en la dicesisde Palencia.

    Vd. BEJARANO RUBIO, A. y MOLINA MOLINA, A.L., Las Ordenanzas municipales de Chinchi-Ila en el siglo XV, Murcia, 1989, p. 53, concretarnente la ordenanza aprobada en 1496 para que lostyntoreros..., non sean osados de parar tinas nyngunas ny obrar en ellas la semana que cayeren enmyrcoles ojueues las fiesta de Santa Madre Ygles ia, que son stas -y, acontinuacin, enumera cada unade las 33 fiestas establecidas por la Iglesia-." Vd. FLANDR1N, J.L., Un temps pour embrasser. Awc origines de la morale sexuelle occidentale (1//-XI sicle), Pars, 1983, p. 97." Concretamente, la cita procede del snodo de Palencia de 1345; vd. MARTIN PAYO, J., op. cit, p.147.

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    tajantemente cualquier tipo de actividad productiva e incluso la celebracin dejuicios". El domingo es, pues, el da del Serior y el cristiano debe honrarle yreverenciarle, asistiendo a la santa misa. En consecuencia, la festividad religiosa esms una obligacinhacia Dios que un simple periodo de asueto. Por eso, los diferentespoderes pblicos y, en particular, los gobiemos municipales, se esforzaron decidida-mente en crear las condiciones propicias para que los campesinos respetaran lasfiestas; de hecho, la mayor parte de los concejos establecieron multas y sancionessobre todos aquellos vecinos que faltaban a las exigencias divinas, castigando tantola inasistencia a misa como la realizacin de faenas agrarias o la prctica de laregatonera o la reventa51 ; es ms, en algunos pueblos, como, por ejemplo, enCarmona, se prohiba icluso que los mesoneros y taberneros non den de comer ninbeuer en sus casas... los das de domingo,fasta que salgan de misa mayor", mientrasque en otros, como en Riaza, se ordenaba cerrar hasta las carniceras".

    De todo ello cabe presumir que la asistencia a misa era mayoritaria, aunque nofaltan tampoco casos de personas sorprendidas arando, cavando, segando o vendi-miando, a pesar de las prescripciones municipales". Sin embargo, y como valoracinde conjunto, la misa dominical no deba resultar muy atractiva para las gentes de lacomunidad campes ina, que, eh su mayor parte, desconocan el latn y que acudan, por

    " Oigamos, por ejemplo, cmo lo expresa, con su lenguaje directo y sencillo, el cannigo Pedro deCullar en su catecismo de 1325: Onde este da -se refiere precisamente al domingo- e las otras jiestasdel ano que son de guardar nin deve (sic) omne cavar nin arar nin tajar rboles nin lea nin yr a molinonin bendimiar nin pisar nin segar nin trillar nin fazer otras obras serviles nin cosas algunas. E si en talesdas tales cosas algunofaze, non guarda este mandamiento; nin devenfazer mercado en tal da, nin andarcamino, nin judgar nin yr a pleito, en LINAJE CONDE, A. y MARTIN, J.L., op. cit., pp. 176-177.s ' En real idad, este tipo de disposiciones, que se documentan tambin en Las Siete Partidas (vd. PartidaI, Ttulo XXIII, ley 11, que habla de cmo se deben guardar las jlestas)>, en Las Siete Partidas del rey donAlfonso el Sabio, cotejadas con varios cdices antiguas por la Real Academia de la Historia, Madrid,1807, ed. facsmil de la Ecl. Atlas, Madrid, 1972, vol. I, p. 488) son harto frecuentes en las Ordenanzasbajomedievales de los concejos castellanos; vd., por ejemplo, el expresivo ttulo 72 de las Ordenanzas deRiaza de 1457, que se ocupa de que guarden el domingo (en UBIETO, A., op. cit., pp. 176-177) o losno menos Ilamativos captulos que se incluyen en las Ordenanzas de Chinchilla de 1493, en los que se diceque todos los vezinos de la dicha cibdad de quinze anos arriba entren en misa el da de domyngo antesde que se diga el evangelio y dende fasta auer conszimido (en BEJARANO RUBIO, A. y MOLINAMOLINA, A.L., op. cit , p. 209). Por lo dems, en otras vil las, como, por ejemplo, en Lepe, la inasistenciaa misa se castigaba con penas incluso de hasta de prisin (vd. GONZALEZ GOMEZ, Ordenanzasmunicipales de Lepe, Sevilla, 1982, p. 94)." Vid. GONZALEZ J1MENEZ, M., Ordenanzas del concejo deCarmona. Edicinyestudiopreliminar,Sevilla, 1972, p. 122; concretamente las Ordenanzas citadas datan del ao 1511." Otrosi, hordenamos e tenemos por bien que de aqui adelante e para siempre iams non ayacarnecera en esta villa de Riaa en da de domingo, en UBIETO, A., op. cit., p. 176; en concreto, la citaprocede del ttulo 72 de las Ordenanzas de Riaz_a de 1457.

    En Paredes de Nava, concretamente, proliferan desde el ltimo cuarto del siglo XV las I istas de penasimpuestas por el concejo aquienes aparvaban, segabano vendimiaban en das como el de Todos los Santos,S. Judas, S. Benito o Santiago, lo que demuestra que, algunas veces, era preferible arriesgarse a serdescubierto por los oficiales, antes que abandonar un trabajo vital para la subsistencia; vd., a guisa deejemplo, AMPN., CP., 1476, cuenta de las penas echadas por el concejo a los que trabajaron en das defiesta, incluida en las cuentas parciales de uno de los procuradores de dicho ao.

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    tanto, a la iglesia de manera ms bien rutinaria.No obstante, y aunque, enprincipio, todas las fiestas eran sagradas, es evidente

    que entre ellas haba una indudable gradacin jerrquica: no era lo mismo lacelebracin de un domingo que la festividad de un santo patrn. En este sentido, y ajuzgar, por ejemplo, por lo acontecido en la localidad de Paredes de Nava, tanto lasfiestas de la Navidad, como las de Pascua, la de Ascensin, la del Corpus Christi, lade Santa Mara de agosto y la de Todos los Santos parecen gozar de una clarapredileccin entre las gentes de la sociedad bajomedieval". No resulta, por consi-guiente, casual que la mayor parte de las predicaciones y tambin de las procesionessuelan realizarse en das como stos.

    Este tipo de actividades litrgicas -las procesiones y las predicaciones- sdespiertan, por el contrario, mayor entusiasmo y fervor entre el com n de la poblacincampesina; tanto es as, que en muchas localidades de Castilla se adopt incluso lacostumbre de contratar a frailes y predicadores forneos -en especial, a dominicos ya franciscanos- para que acudieran a lanzar sus sermones en las principales festivida-des cristianas, como, por ejemplo, en el mircoles de Ceniza o en el da de laAscensin56 . Y, de la misma manera, no es raro que, para ocasiones extraordinarias,se contrate tambin a personajes extraordinarios: es el caso, sin ir ms lejos, de un talSimn Rodrguez de Toro, que exhort a la comunidad juda de Paredes a convertirsea la fe cristiana en el ao 1412, en medio de un impresionante ceremonial querecordaba, en sus rasgos bsicos, al utilizado por San Vicente Ferrer".

    Por su parte, las procesiones tambin constituyen una expresin de devocinreligiosa muy apreciadapor las gentes del pueblo, tal vezporque en ellas participabancomo autnticos protagonistas, en lugar de como meros espectadores 58 . La constante

    " Vd. MARTIN CEA, J.C., El mundo ruraL.., ed. cit., p. 373." Sobre el tema de la predicacin popular en los ncleos rurales de la Corona de Castilla, en realidad,sabemos muy poco; no obstante, ejemploscomo el de Paredes de Nava (vd. MARTIN CEA, J.C.,ElmundoruraL..,ed. cit., pp. 386-388) demuestran que el fenmeno no se circunscribe tan slo al mbitodelespaciourbano, sino que se extiende tambin hacia las reas rurales que no quedaron al margen de la actuacinde los predicadores." Para ms detalles o informacin sobre este importante evento, que culmin con la conversinaparentemente mayoritaria de los judos de la aljama paredea, vd. MARTIN CEA, J.C., Los judos deParedes de Nava: la desaparicin de una aljama palentina en 1412, en Actas del 1 Congreso de Historiade Palencia, Tomo II, Fuentes documentales y Edad Media, Valladolid, 1987, pp. 539-552, y msconcretamente las pp. 545-546. Por lo dems, y dado que la villa pertenecaa don Fernando de Antequera,no seradescabellado pensar que este fraile tuvi era relacin con el dominico Vicente Ferrer, que, por estasmismas fec has, se encontraba a su vez pred icando por las tierras de la Cuenca del Duero; sobre este ltimopersonaje, vid. CATEDRA, P.M., Sermn, sociedady literatura en la Edad Media. San Vicente Ferrer enCastilla (1411-1412). Estudio bibliogrfico, literario y edicin de textos inditos, Salamanca, 1994, yBALOUP, D., Lethme du I ibre arbitre dans la prdication castillane de Vincent Ferren>, en BONACHIA,J.A. (coord.), op. cit., pp. 107-127." Sobre los cambios en la espiritualidad popu lar que abren las puertas a una mayor participacin de loslaicos en las distintas ceremonias litrgicas, vd. DELARUELLE, E., La spiritualit aux XlV. et XV.sicles, La piet popolare alla fine del Medioevo y Vie rel igieuse aux XlV. et XV. sicles, todosellos en La pit populaire au Moyen Age, Torino, 1975, pp. 401-412, 413-435 y 465-473, as comoVAUCHEZ, A., La spiritualit dell'Occidente medioevale, Milano, 1993.

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    proliferacin de estos actos durante los siglos XIV y XV es, desde luego, bienelocuente del notable xito que cosecharon. En cualquier caso, durante este periodo,las procesiones comienzan a presentar una gran variedad y complejidad, porque yahan dejado de ser un fenmeno estrictamente religioso con el que se engalanabandeterminadas festividades cristianas -como, por ejemplo, la del domingo de Ramos,la del Corpus Christi o la conmemoracin del santo patrn-, para convertirse en todauna manifestacin de carcter social y poltico.

    En efecto, durante la poca que estamos tratando, tambin los poderes laicosse sumaron a la promocin de estas prcticas, estableciendo nuevos desfiles anualestanto en honor del rey como de los seflores o para suplicar por la fertilidad de loscampos a travs de las rrogativas, ms conocidas en la terminologa popular comoprocesiones de letanas59 . En consecuencia, no slo se fue incrementando elnmero total de desfiles, sino que el propio ritual de la procesin se fue enriqueciendoy jerarquizando. Ms an, este tipo de manifestaciones religiosas pasarn a conver-tirse adems -sobre todo, a partir de la crisis del siglo XIV y especialmente a partir delas grandes pandemias de mortandad- en un instrumento fundamental para implorarla misericordia divina ante las distintas calamidades que se cernian sobre lapoblacin.Surgieron, as, lo que en los documentos se denominan provesiones extraordina-rias, aunque, en realidad, este ltimo calificativo no dejaba de ser un simpleeufemismo, ya que, en la prctica, acabaron por ser tan habituales como el resto de lasprocesiones anuales. Y es que, desgraciadamente, casi nunca faltaban motivos paraconvocar una procesin: as, por ejemplo, en Paredes sabemos que se recurre a estasprcticas por razones tan sumamente dispares como para rogar por la salud de lacondesa, nuestra seora en julio de 1500, o porque la gente tema... de losterremotos en 1433 o para conjurar los terribles efecto; de una sequa en 1477 60 . Y,de la misma manera, en Riaza, ante el grave peligro de pestilengia que amenazabaa las gentes del pueblo y que haba acabado con la vida de quatrogientas e treintae siete personas, ombres e mugeres en el verano de 1457, los regidores apelaban alos vecinos, ansi chicos commo grandes para que sea fecha vna progessin muysolepmne a reuerengia de los dichos doze Apstolos como remedio ms eficaz pararestablecer la salubridad y la calma6 '. Es ms, a medida que aumenta el miedo y cunde

    " As, y recurriendo de nuevo al ejemplo que, sin duda..., mejor conozco, en la localidad de Paredes deNava se celebraba todos los aos una procesin ordinaria por el rey en las ochauas de Cinquesma, otrapor el obispo el martes de Cinquesma, otra el domingo de Ramos, otra en el da del Corpus, otra eldomi ngo de Resurreccin y otras tres durante las rrogativas, que tenan lugar entre finales del mes deabril y mediados del mes de mayo, amn de las respectivas festividades de cada una de las cuatroparroquias; todas el las estaban plenamente institucionalizadas en el curso del siglo XV y se desarrollabanbajo el patrocinio mutuo del concejo y del cabildo de los clrigos; vd. MARTIN CEA, J.C., El mundorural..., ed. cit., pp. 338-390.60 Vd., respectivamente, AMPN. ,fragm. de un LAM de I 500, sesin del 7 de julio, id. , CP., 1433, cuentade los mrs. pagados por el mayordomo Diego Fernndez de Cea e id., ibid., 1477, cuenta especial quepresenta el procurador Juan Garca de Herrera de las cantidades gastadas en dicho atio para sufragar elcoste de las procesiones que se organizaron para demandar a Nuestro Sennor Dios, agua.6 ' Vd. UBIETO, A., op. cit., pp. 174-175; por cierto que no deja de ser curioso el mtodo empleado porlos regidores para elegir su intercesor ante Dios, ya que ordenaron que se encendieran doze candelas de

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    la desesperacin, se incrementa tambin el tono de estas procesiones extraordinarias;es el caso, sin ir ms lejos, de lo sucedido en la comarca de Tierra de Campos conmotivo de la devastadora sequa de 1477, donde, tras comprobar los escasosresultados de los desfiles procesionales normales, se acudi a las procesiones de nifiosy, ms tarde, a la reaparicin de los flagelantes para implorar la anhelada lluvia". Aspues, este amplio abanico de ejemplos confirma la gran popularidad que alcanzaronlas procesiones durante la poca que estamos considerando.

    Ahora bien, la procesin, como antes se ha dicho, no es slo un acto dedevocin religiosa, sino tambin un rito de carcter social, en la que la asistencia escasi siempre obligatoria". Por eso, resulta vital la asignacin de los lugares quecorresponden a cada grupo social a la hora de efectuar el desfile; y es que pocos actosson tan expresivos de la jerarquizacin social existente como una procesinbajomedieval, aunque tal vez esto se entienda mejor si lo ilustramos con un ejemplo.Y qu mejor campo de observacin que las procesiones del Corpus Christi, que desdeque fueron instituidas por el Papa Urbano IV en 1264 no cesaron de ganar proyeccinhasta convertirse en el autntico paradigma de la fiesta oficial bajomedieval 64 . Nadaen ella se dejaba al azar; al revs, por los datos que sobre ella tenemos, procedentesde zonas tan sumamente dispares como Paredes de Nava o Cannona, sabemos que lasautoridades, tanto municipales como eclesisticas, cuidaban escrupulosamente hastalos detalles ms insignificantes". De hecho, ya el propio da de la vspera se obligabaa barrer las calles y a entoldar con los mejores tapices y pafos las fachadas de losedificios

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    rezar los primeros oficios y ultimar los preparativos. Despus, a la maana siguiente,se pona en marcha la procesin, en la que participaban la mayor parte de los vecinos-agrupados por barrios o por collagiones-, las diferentes iglesias del pueblo -acom-paadas por sus respectivas cruces- y los oficiales del gobiemo municipal, que serepartan por estricto orden de antigiledad los principales puestos de privilegio: porun lado, las andas en que se paseaba al Santsimo y, por otro, la varas con que leescoltaban, mientras que a la cola de todo el cortejo -el lugar ms preeminente yhonrado, segim el cdigo de valores vigente en la Baja Edad Media- se situaban loscuras de las distintas parroquias, igualmente ordenados por dignidades66 . As pues,dentro de la comitiva, cada cual ocupaba su puesto en funcin de su condicin socialy en ffincin de su propio rango; no debemos sorprendemos, por tanto, de que seproduzcan multitud de conflictos, discusiones e incluso litigios por la posicin que acada uno le corresponde dentro de la procesin, ya que en ellos lo que est en jaquees el honor y el prestigio individual, dos ideales absolutamente esenciales en lajerarquizada sociedad feuda167.

    Ahora bien, la fiesta oficial no se circunscribe tan slo a las procesiones o a lasdiferentes festividades cristianas de las que hasta el momento hemos venido hablan-do. A su lado, y con gran pujanza, se perfila otro prototipo particular de fiesta, en laque ante todo se rinde homenaje a los diferentes poderes feudales, es decir, al rey, alseor o al obispo, cuyos acontecimientos se siguen en los pueblos -y particulannenteentre los miembros de la oligarqua- con tanta intensidad como si fueran los suyospropios. De este modo, apenas se tena noticia de cualquier alegra o desgracia en laCasa real o en la seflorial, el concejo se pona a trabajar en la organizacin de losrespectivos festejos o duelos para hacer partcipe a la poblacin del j bilo o de latristeza. Por lo dems, y como es natural, la casustica que daba lugar a la realizacinde tales eventos poda ser extraordinariamente variada: as, y por volver de nuevo alejemplo que, sin duda, mejor conozco, en Paredes de Nava se celebraban sucesos tanvariopintos como la victoria de su seflor -el Infante don Femando- sobre los morosen la campaa de Antequera de 14 1 068 o como el ascenso de su hijo, don Juan, al trono

    " Para ms informacin o detalles sobre el desarrollo de estas procesiones, me remito a los reglamentoscitados en la nota inmediatamente anterior." En este sentido, son sumamente expresivos los pleitos interparroquiales que se libraron en Paredes deNava en rrasn de los ayuntamientos para las procesiones; unos pleitos que comenzaron en los afiostreinta del siglo XV y que se mantuvieron, prcticamente en los mismos trminos, hasta comienzos delsiglo XVII: vid. MARTIN CEA, J.C., El mundo ruraL.., ed. cit., pp. 256-258. Por lo dems, sobre laimportancia del honor y la honra en la pirmide de valores sociales de la poca bajomedieval, me remitoa las pginas de BONACH1A, J.A., en su articulo 'Ms honrada que ciudad de mis reinos...'. La noblezay el honor en el imaginario urbano (Burgos en la Edad Media), en La ciudad medieval, ed. cit., pp. 1 69-212." Vid. AMPIV., CP., 1409-1410, cuenta de los mrs. pagados por el procurador Juan Garcia Cermenal,en la que se recogen los gastos ocasionados por una corrida de toros que se organith quando venieronlas nueuas buenas de cmmo el Infante ouiera buena ventura e benciera a los moros que venan adescercar Antequera.

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    de Navarra en 1425 69, en calidad de consorte de doria Blanca, por no hablar de lasalbricias con que se saludaba el nacimiento de los vstagos de los seriores -de lasque nos ocupamos en pginas anteriores- o de la importante contribucin econmicaque prestaban con ocasin de sus bodas". Y, de la misma manera, por contra, tambinse compartan sus penalidades, especialmente cuando se produca el fallecimiento deltitular de la villa7 o, en su caso, del propio monarca, que se acompariaban de gyandeslutos, de exequias y funerales solemnes y de grandilocuentes misas de rquiem. Hay,pues, una correlacin evidente entre el pulso vital del serior feudal o del rey y el estadode nimo emocional de la amplia familia poltica de sus sbditos y sus vasallos.

    Con todo, el momento en que la fiesta oficial alcanza mayor relevancia seproduce cuando llegan al pueblo los reyes o los seriores. El recibimiento se convierte,entonces, en una excelente oportunidad para el regocijo y la exaltacin del poder72.Seguramente por ello, los integrantes de las oligarquas pusieron especial celo enagasajar convenientemente tanto a los monarcas como a sus respectivos seriores, queen esta poca eran obviamente quienes visitaban con ms frecuencia las poblacionesdel mundo rural, en gran parte seriorializadas.

    Por lo general, las fiestas del rreseibimiento, en las que el concejo noreparaba en gastos, se prolongaban durante varios das -tantos como el seriorpermaneciera en el pueblo- e implicaban una gran cantidad de festejos de diversanaturalezan. El primero, y, sin duda, tambin uno de los ms expresivos, tena lugar

    Id., ibd., 1425, fragmento de cuenta de los mrs. pagados por uno de los procuradores de dicho allo,conservados, a su vez, en la cuenta de los mrs. que corresponde al escribano Alfonso Fernndez a cuentade su salario, en la que se incluyen diferentes partidas de gasto para sufragar las fiestas y las corridas detoros con que agasajaron a Blanca de Navarra y a su marido, el Infante don Juan, con motivo de la visitaque efectuaron a Paredes tras haber tomado posesin de la Corona del reino de Navarra. As, en 1420 el concejo envi a su seor, el Infante don Juan, nada menos que 85.000 mrs. y 7 carroscon sus respectivas acmilas como contribucin del pueblo a su boda con la heredera al trono de Navarra;vd. AMPIV., CP., 1420, cuenta de los mrs. recibidos por los procuradores Juan Alfonso Toms y ToribioFernndez Valiente. Vd.AMPN.,CP., 1416, cuenta de los mrs. recibidos por el escribano Alfonso Femndez a cuenta desu salario, en la que se incluyen diversos gastos por los funerales de Fernando de Antequera, por aquelentonces ya rey de Aragn, cuya muerte se supo en el pueblo en pleno domingo de Ramos." Sobre el tema de los recibimientos y de las entradas reales en la Corona de Castilla, vd. ANDRESDIAZ, R. de, Las entradas reales', ed. cit., pp. 47-55, y BONACHIA, J.A., 'Ms honrada'..., ed. cit.,pp. 191-193, aunque ambos se concentran preferentemente en las ceremonias del mundo urbano." Afortunadamente todos ellos estn ampliamente documentados en las Cuentas de Propios de Paredesde Nava, donde se conservan multitud de registros relativos a las fiestas de recibimiento con que seobsequiaba a los diferentes seores; vd. AMPIV., CP., 1401-1402, cuenta de los mrs. pagados por elprocurador Juan Garca, en la que se incluyen numerosas partidas relacionadas con la visita a la villa delInfante don Femando; id., ibid., 1409, cuenta de los mrs. pagados por el procurador Martn AlfonsoTendero, en la que figuran los gastos ocasionados por las fiestas con que se homenaje al Infante donFemando y a su mujer, doa Leonor; id., ibid., 1425, frag,mento de cuenta de los mrs. pagados por uno delos procuradores de dicho ao, citada en la nota 69; id.,LAM de 1424, en cuyas sesiones tambin aparecenmultitud de alusiones a las fiestas del recibimiento al Infante don Juan y a su mujer, Blanca de Navarra;id.,CP., 1453, cuentade los mrs. repartidos en las cinco derramas que se establecieron en dicho ao, dondese recoge una partida de 20.000 mrs. para el rresgibimiento del sennor Conde, etc. Gracias a la

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    en las puertas de acceso a la localidad: all se congregaban tanto los oficiales comolos vecinos, engalanados con sus mejores vestidos, para rendir el primer saludo alserior con danzas de espadas, juegos de carias y m sica de panderos, adufres y otrosinstrumentos varios. Era la primera gran manifestacin de alegra con la que losoficiales de la comunidad campe sina se presentaban ante su serior, pero tambin lamejor forma de evidenciar ante los ojos de vecinos y visitantes su capacidad y su buenhacer al frente del gobiemo local. Despus, y tras depositar ceremonialmente las varasde la justicia y los smbolos del poder municipal en manos del propio serior, seproduca la entrada triunfal del cortejo por las calles y plazas del pueblo, adomadasy engalanadas con ramas, guirnaldas y paramentos; un acto que iba acompariado deconstantes muestras de j bilo que se prolongaban hasta que la comitiva se aposentabaen las casas o en los palagios habilitados para la ocasin. El banquete, preparadominuciosamente, con abundantes cames y manj ares y con grandes cantidades de vino,era otro de los momentos cumbres del ritual de los recibimientos, lo mismo que laposterior entrega de un delicado presente, que generalmente estaba compuesto porsedas y terciopelos, aunque no faltan tampoco casos en los que se ofrecan simplemen-te acmilas, comida, bebida o incluso dinero". Pero el espectculo ms carismticode la estancia del serior en la villa era la popular corrida de toros que finalizaba enla plaza pblica; una plaza preparada y engalanada con un gran corro protector demadera, sobre el que se levantaba, a su vez, un cadahalso, pintado y repleto deadomos, donde se acomodaban las autoridades cuando, por uno u otro motivo, noparticipaban en el correr de los toros". Y es que la corrida de la que estamoshablando tiene muy poco que ver con la actual. En realidad, la corrida medievalconsista en una persecucin realizada fundamentalmente a caballo desde los corralesdonde estaban los animales hasta la plaza principal del pueblo, donde se les lanceabay asaeteaba con todo tipo de flechas, lanzas, garrochas o virotones, hasta quefmalmente los toros moran76 . De ah que la propia corrida fuera un espectculo en el

    extraordinariaminuciosidad de estas cuentas no slo hemos podido reconstruir los rasgos bsicos de estasflestas sino tambin los actos fimdamentales que se desarrollaban con ocasin de la visita seorial, por loque me remito concretamente a su contenido para ilustrar cuanto se comenta en el texto." Asi, en las cuentas de 1425 -candas en la nota 69- uno de los procuradores indica que dio a Gil Presde Sarasa, thesorero de la sennora rreyna, diez mill mrs. de presente quel congejo le fiso -se refiere,lgicamente, a la reina Blanca de Navarra- para dos mulas, ms tresientos panes para el presente delasennora rreyna, a vn mr. cada vno, ms treinta cntaras devino parael presente a nueue mrs. e mediola cntarcr; cantidades que se vean ampliadas por la costumbre de hacer pequeos regalos -estos s,mayoritariamente en dinero- a los oficiales que acompaaban a los seores, como reposteros, camareros,tesoreros, trompetas, etc." Sobre este aspecto, en particular, las cuentas ms minuciosas son las de 1409 -citadas en la nota 73-que nos informan de todos y cada uno de los gastos que se ocasionaban a la hora de levantar el corroy del subsiguiente tablado o cadahalso, del precio de las pinturas y ramas con que se adomaban, delcoste de excavar el foso que serva de protecci n al vallado e incluso de las distintas sumas que seempleaban en montar y desmontar el corro cada da que se corran los toros.76 Para una posible tipologia de las corridas de toros en este periodo son especialmente tiles lasconsideraciones de IZQUIERDO GARCIA, M.J. y MILAN SARMENTERO, M.A., O. cit., pp. 17-24,aunque se refieran mayoritariamente al siglo XVI en Castilla.

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    que se evidenciaban las enormes diferencias sociales que haba entre aqullos -muypocos- que posean un caballo y la gran mayora que corra simplemente a pie o quecontemplaba los lances desde las talanqueras. Naturalmente esto no quiere decirque la corrida fuera, en esencia, una diversin estrictamente caballeresca; al revs, porlos datos que sobre ella poseemos, sabemos que las gentes del com n participabanactivamente en la fiesta, provocando y jaleando a los toros con todo tipo de suertes;pero, an as, el protagonismo corresponda a los grupos de caballeros, que eran losencargados de perseguir y alancear al astado por laplazahasta acabar definitivamentecon l. Por fin, el ltimo acto de la visita seriorial se cenraba con una gran ceremoniade despedida, en la que, de nuevo, todo el mundo sala a acompariarles con danzas,msicas y alegras hasta las mismas puertas de la muralla, repitindose las mismasmuestras de entusiasmo y jovialidad que se desplegaran durante la acogida.

    En conjunto, todo este variado elenco de festejos relacionados con elrresgibimiento supona un esfuerzo considerable para las maltrechas haciendasmunicipales77, aunque este aspecto no pareca preocupar demasiado a los responsa-bles del gobierno municipal, ya que, a fin de cuentas, los enormes gastos luego recaansobre las espaldas de la poblacin pechera, que era quien pagaba los fastos y excesosde la fiesta feudal por antonomasia78.

    Sin embargo, la fiesta oficial, casi siempre solemne y ritualizada, difcilmentesaciaba las ansias de diversin del pueblo; son otros ritos, son otros festejos, muchoms ldicos, participativos y anrquicos, los que concitan mayor entusiasmo entre elcomn de la poblacin campesina, aunque, por desgracia, estos apenas afloran en ladocumentacin de la Baja Edad Media. Es el caso, sin ir ms lejos, de las atractivasfiestas del Carnaval -tambin llamadas de carnestolendas-, que se celebrabandurante los das previos al mircoles de Ceniza y sobre las que existen muy pocosindicios en el mundo rural castellano. En cualquier caso, las numerosas huellasdejadas en la iconografa y en la literatura -pinsese, por ejemplo, en la archiconocidapelea que hobo don Carnal con la Quaresma que se incluye en el llamado Librodel Buen Amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita79- parecen hablar claramente de unautntica pasin popular hacia este tipo de manifestaciones l dicas, en las que lasmascaradas y el ambiente grotesco permiten soriar, al menos, con un mundo

    " As, y por seguir de nuevo con el ejemplo de 1425, el importe total de la costa que sefiso en lavenidade la rreyna -se refiere otra vez a doa Blanca- e despus del infante don Juan ascenda a 24.784 mrs.,una cantidad ciertamente notable para los parrnetros econmicos de la poca; vd.AMPN.,fragmento deun LAM de 1425, sesin del 21 de junio." Tambin este dato se percibe con gran nitidez en las Cuentas de Propios de Paredes de Nava: vd.AMPIV., CP., 1453, cuenta de los mrs. repartidos entre los barrios en las cinco derramas de dicho atio, encuyos folios se puede leer cmo estas partidas se incorporaban con toda naturalidad a los gastos de lahacienda municipal; concretamente, en esta ocasin, se deca que auan menester e eran nescesariospara el reseibimiento del Conde, nuestro sennor nada menos que 20.000 mrs. y que, por tanto, habandecidido que pagase en lo que monta a la pechera de la rrayz, a ginco mrs. el mr.." Vd. el Libro de Cantares deJoan Roiz, Arcipreste de Hita, en BAE, tomo LVII, Madrid, 1952, pp. 260y ss.

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    organizado al revs". Tal vez por ello, la actitud del poder feudal se fue volviendocada vez ms reticente ante esta serie de espectculos irreverentes, hasta el punto deque intentaron ser limitados por una pragmtica de la reina Juana -fechada en 15 1 5-slo a los das del Corpus Christi y a los regibimientos que se hizieren a Nos e alPrtwipe, nuestro muy caro e muy amado hijo"; se trata, evidentemente, de unamedida testimonial y, en cierto modo, anecdtica que, por supuesto, no fue capaz deacabar con una costumbre tan arraigada, pero, a