Filosofia y cultura

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ACTIVIDAD 5. FILOSOFIA Y CULTURA NOBLEZA Y "ARETÉ" Jaeger Warner La educación es una función tan natural y universal de la comunidad humana, que por su misma evidencia tarda mucho tiempo en llegar a la plena conciencia de aquellos que la reciben y la practican. El rico tesoro de la sabiduría popular, mezclado con primitivas reglas de conducta y preceptos de prudencia arraigados en supersticiones populares, llegó, por primera vez, a la luz del día a través de una antiquísima tradición oral, en la poesía rural gnómica de Hesíodo. De la educación, en este sentido, se distingue la formación del hombre, mediante la creación de un tipo ideal íntimamente coherente y claramente determinado. La educación no es posible sin que se ofrezca al espíritu una imagen del hombre tal como debe ser. Lo fundamental en ella es καλόν, es decir, la belleza, en el sentido normativo de la imagen, imagen anhelada, del ideal. Es parte fundamental de la naturaleza humana. No importan las palabras con que los designemos. Pero es fácil ver que cuando empleamos las expresiones educación y formación o cultura para designar estos sentidos históricamente distintos, la educación y la cultura tienen raíces diversas. La cultura se ofrece en la forma entera del hombre, en su conducta y comportamiento externo y en su apostura interna. El kalos kagathos griego de los tiempos clásicos revela este origen de un modo tan claro como el gentleman inglés. Ambas palabras proceden del tipo de la aristocracia caballeresca. Es un hecho fundamental de la historia de la cultura que toda alta cultura surge de la diferenciación de las clases sociales, la cual se origina, a su vez, en la diferencia de valor espiritual y corporal de los individuos. La nobleza es la fuente del proceso espiritual mediante el cual nace y se desarrolla la cultura de una nación. La historia de la formación griega —el acaecimiento de la estructuración de la personalidad nacional del helenismo, de tan alta

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ACTIVIDAD 5. FILOSOFIA Y CULTURA

NOBLEZA Y "ARETÉ"Jaeger Warner

La educación es una función tan natural y universal de la comunidad humana, que por su misma evidencia tarda mucho tiempo en llegar a la plena conciencia de aquellos que la reciben y la practican.

El rico tesoro de la sabiduría popular, mezclado con primitivas reglas de conducta y preceptos de prudencia arraigados en supersticiones populares, llegó, por primera vez, a la luz del día a través de una antiquísima tradición oral, en la poesía rural gnómica de Hesíodo.

De la educación, en este sentido, se distingue la formación del hombre, mediante la creación de un tipo ideal íntimamente coherente y claramente determinado. La educación no es posible sin que se ofrezca al espíritu una imagen del hombre tal como debe ser. Lo fundamental en ella es καλόν, es decir, la belleza, en el sentido normativo de la imagen, imagen anhelada, del ideal. Es parte fundamental de la naturaleza humana. No importan las palabras con que los designemos. Pero es fácil ver que cuando empleamos las expresiones educación y formación o cultura para designar estos sentidos históricamente distintos, la educación y la cultura tienen raíces diversas. La cultura se ofrece en la forma entera del hombre, en su conducta y comportamiento externo y en su apostura interna. El kalos kagathos griego de los tiempos clásicos revela este origen de un modo tan claro como el gentleman inglés. Ambas palabras proceden del tipo de la aristocracia caballeresca.

Es un hecho fundamental de la historia de la cultura que toda alta cultura surge de la diferenciación de las clases sociales, la cual se origina, a su vez, en la diferencia de valor espiritual y corporal de los individuos. La nobleza es la fuente del proceso espiritual mediante el cual nace y se desarrolla la cultura de una nación. La historia de la formación griega —el acaecimiento de la estructuración de la personalidad nacional del helenismo, de tan alta importancia para el mundo entero— empieza en el mundo aristocrático de la Grecia primitiva con el nacimiento de un ideal definido de hombre superior, al cual aspira la selección de la raza. Puesto que la más antigua tradición escrita nos muestra una cultura aristocrática que se levanta sobre la masa popular, es preciso que la consideración histórica tome en ella su punto de partida. Toda cultura posterior, por muy alto que se levante, y aunque cambie su contenido, conserva claro el sello de su origen. La educación no es otra cosa que la forma aristocrática, progresivamente espiritualizada, de una nación.

El tema esencial de la historia de la educación griega es más bien el concepto de areté, que se remonta a los tiempos más antiguos. La palabra "virtud" en su acepción no atenuada por el uso puramente moral, como expresión del más alto ideal caballeresco unido a una conducta cortesana y selecta y el heroísmo

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guerrero, expresaría acaso el sentido de la palabra griega. En el concepto de la arete se encuentra el ideal educador de este periodo en su forma más pura.

La marcha de la historia de la educación se hace patente, en primer lugar, mediante la consideración de conjunto del fluctuante desarrollo histórico de la vida y del esfuerzo artístico para eternizar las normas ideales en que halla su más alta acuñación el genio creador de cada época.

El concepto de arete es usado con frecuencia por Homero, así como en los siglos posteriores, en su más amplio sentido, no sólo para designar la excelencia humana, sino también la superioridad de seres no humanos, como la fuerza de los dioses o el valor y la rapidez de los caballos nobles.

Los griegos consideraron siempre la destreza y las fuerzas sobresalientes como el supuesto evidente de toda posición dominante. Señorío y arete se hallaban inseparablemente unidos. Era natural para el griego, que valoraba el hombre por sus aptitudes, considerar al mundo en general desde el mismo punto de vista. Sólo alguna vez, en los últimos libros, entiende Homero por arete las cualidades morales o espirituales.

No es verosímil que la palabra arete tuviera, en el uso vivo del lenguaje, al nacimiento de ambas epopeyas, sólo la estrecha significación dominante en Homero.

Ya la epopeya reconoce, al lado de la arete, otras medidas de valor. Bajo el concepto de arete es preciso comprender otras excelencias además de la fuerza denodada, como lo muestra, además de las excepciones mencionadas, la poesía de los tiempos más viejos. La significación de la palabra en el lenguaje ordinario penetra evidentemente en el estilo de la poesía. Pero la arete, como expresión de la fuerza y el valor heroicos, se hallaba fuertemente enraizada en el lenguaje tradicional de la poesía heroica y esta significación debía permanecer allí por largo tiempo. No obstante, todas las palabras de este grupo tienen en Homero, a pesar del predominio de su significación guerrera, un sentido "ético" más general. Ambas derivan de la misma raíz: designan al hombre de calidad, para el cual, lo mismo en la vida privada que en la guerra, rigen determinadas normas de conducta, ajenas al común de los hombres. Así, el código de la nobleza caballeresca tiene una doble influencia en la educación griega. La ética posterior de la ciudad heredó de ella, como una de las más altas virtudes, la exigencia del valor, cuya ulterior designación, "hombría", recuerda de un modo claro la identificación homérica del valor con la arete humana. De otra parte, los más altos mandamientos de una conducta selecta proceden de aquella fuente.

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CONCEPTO DE CULTURA

Angelo Altieri Megale

La palabra cultura (del tema cult, perteneciente al verbo latino colo, colere, cultum = cultivar) significa etimológicamente cultivo. Como palabra fundamental, ella entra en composición con palabras específicas, que determinan su sentido general; así “agri-cultura” = cultivo del campo. Cultura, atento a su definición verbal-etimológica, es, pues, educación, formación, desarrollo o perfeccionamiento de las facultades intelectuales y morales del hombre; y en su reflejo objetivo, cultura es el mundo propio del hombre, en oposición al mundo natural, que existiría igualmente aun sin el hombre. Así entendida, cultura es un nombre adecuado para aplicarse, sensu lato, a todas las realizaciones características de los grupos humanos. En él están comprendidos tanto el lenguaje, la industria, el arte, la ciencia, el derecho, el gobierno, la moral, la religión, como los instrumentos materiales o artefactos en los que se materializan las realizaciones culturales y mediante los cuales surten efecto práctico los aspectos intelectuales de la cultura (edificios, instrumentos, máquinas, objetos de arte, medios para la comunicación, etcétera).

            Pero no siempre el término cultura ha tenido una extensión tan grande; anteriormente, máxime en la edad clásica, su denotación era mucho más restringida. En la Grecia antigua, el término correspondiente a cultura era paideya (lit. crianza de un niño; met. dignidad humana, educación refinada). Se entendía por educación perfecta o refinada la que proporcionan las buenas artes, que son propias y exclusivamente del hombre y lo diferencian de los demás animales (A. Gelio: Noches áticas, XIII, 17). Las buenas artes eran la poesía, la elocuencia, la filosofía, etcétera, a las cuales se reconocía un valor esencial para la formación del hombre verdadero, del hombre en su genuina y perfecta naturaleza, o sea, del hombre concebido como pura mente, como puro espíritu. A partir del siglo I antes de Cristo, por obra especialmente del filólogo romano Varrón, se llamó artes liberales (o sea, dignas del hombre libre; los esclavos, en Grecia, estaban excluidos de la educación), en contraste con las artes manuales, a nueve disciplinas: gramática, dialéctica, retórica, aritmética, geometría, astronomía, música, arquitectura y medicina. S. Tomás fundaba la distinción entre artes liberales y artes manuales o serviles en que las primeras están dirigidas al ejercicio de la razón y las segundas a los trabajos del cuerpo, que en cierto modo son serviles, porque el cuerpo está sometido al alma y el hombre es libre según el alma. En la condena y subestimación del trabajo manual, máxime si tiende a la consecución de una ganancia, el concepto clásico de cultura se aviene perfectamente al sentido de la palabra latina otium (descanso de las ocupaciones de los negocios, tiempo libre porque no es ocupado por los negocios), en oposición a negotium (nec otium, a saber, ocupación, actividad práctica). El griego empleaba la palabra sjolé con sentido similar: ocupación de estudios, ocio, descanso.

La edad media en parte conservó y en parte modificó el concepto clásico de cultura: conservó los caracteres aristocrático y contemplativo, pero substituyó el

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carácter naturalista con el carácter religioso-trascendente: fin de la cultura es la preparación del hombre para el cumplimiento de los deberes religiosos y la consecución de la vida ultraterrenal. Sin embargo, la cultura medieval conservó, como se dijo arriba, los caracteres aristocrático y contemplativo, propios del ideal clásico. La intención declarada era “abrir las ventanas al pensamiento”, que había quedado encerrado dentro del sistema aristotélico-tomista. Dicho más escuetamente, la cultura se laicizó. Ya en tiempos de Cicerón y de Varrón, como se ha dicho arriba, la palabra humanitas significaba la educación del hombre como tal, como ser espiritual.

Por otro lado, la cultura humanista recupera el carácter naturalista, que se había perdido en la edad media: el hombre queda situado en su mundo, que es el mundo de la naturaleza y de la historia.

En cambio, la cultura renacentista abandonó el carácter contemplativo de la noción tradicional de cultura e insistió en el carácter activo, práctico de la sabiduría humana.

La sucesiva afirmación de esta concepción activa de la cultura caracteriza el comienzo de la edad moderna. De Bacon referimos: “Hay que saber aplicar los descubrimientos de la ciencia a los fines de una vida feliz” (Selva de las selvas, apéndice: “Nueva Atlántida”); “El hombre es ministro e intérprete de la naturaleza, cuyo ordenamiento descubre por obra de la inteligencia y de la observación” (Novum organum, cap.

Con la filosofía de las luces se eliminó el carácter aristocrático de la cultura, que había permanecido inalterado desde la edad clásica. A esta doble tarea colaboraron al mismo tiempo filósofos, literatos, poetas, hombres de ciencia, críticos y políticos.

Mientras tanto, el dominio mismo de la cultura iba ensanchándose: nuevas disciplinas que se habían formado y que habían adquirido su autonomía exigían ser incluidas dentro del concepto de cultura como elementos constitutivos, esto es, como elementos indispensables para la formación de una vida humana equilibrada y rica. Ya no satisfacía la vieja noción humanística; era preciso también el conocimiento, en cierta medida, de la matemática, la física, las ciencias naturales, las disciplinas históricas y filológicas, etc. De esta manera, el concepto de cultura acabó por significar enciclopedismo, es decir, conocimiento general y sumario de todos los dominios del saber. La creciente industrialización del mundo contemporáneo impone la formación de competencias específicas, alcanzables sólo mediante adiestramientos particulares, que relegan al hombre a campos excesivamente restringidos de estudio y de actividad.

La pregunta que, aquí, nos interesa formular es: ¿son dichas competencias específicas expresiones de cultura? Hay cierta resistencia, de parte de los elementos más conservadores, a aceptarlas como tales, a causa de su naturaleza de trabajos manuales o mecánicos y de su finalidad utilitaria. De aquí se sigue que la vieja distinción tomista entre artes liberales (exclusivas de la razón) y artes serviles (propias del cuerpo) ha perdido actualidad. A la luz

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de esta noción de cultura recobra vigencia el modelo humanístico de educación.

UNA NUEVA CULTURA

David Bohm

La sociedad es una red de relaciones - normas, leyes, instituciones, etcétera. – establecidas por las personas para poder convivir y trabajar en conjunto. Se origina cuando un grupo de personas piensa y se pone de acuerdo en lo que van a ser y luego llevan a cabo las decisiones que han tomado. La cultura - es decir, el significado compartido - subyace todo tipo de organización social.

Culturas diferentes tienen diferentes gobiernos y la ausencia de un significado comun aboca a una lucha política.

La sociedad y la cultura están basadas en términos compartidos. En la actualidad nuestra sociedad se asienta sobre un conjunto de “significados compartidos”.

Hay que poner en común todos nuestros significados, tanto pasados como presentes, de modo que podamos darnos cuenta de ellos y dejarlos simplemente ser, lo cual, por si solo, aportará cierto orden.

Esto favorecerá el surgimiento de un significado coherente para todo el grupo y, en consecuencia, el origen de un nuevo tipo de cultura.

Es posible constatar que este espíritu de dialogo también puede funcionar en grupos mas reducidos, en el dialogo entre dos personas e incluso de un mismo individuo.

El aglutinante que mantiene unida a la sociedad es el hecho de compartir un mismo conjunto de significados, algo de lo que nuestra sociedad carece. Es necesario un cemento adecuado, un buen aglutinante. Ése es el significado compartido.

LA CULTURAEduardo Subirats

En el progreso humano, la cultura ha sido transformada en una mercancía más que las exigencias actuales. La cultura ha sido en ocasiones llevada en forma negativa, consideremos que: En 1947, Horkhiemer y Adorno plantearon por primera vez el papel negativo de los medios de comunicación: su función manipulativas, configuradora de la conciencia individual a partir de los paradigmas de producción industrial, y la consiguiente violación instrumental de la autonomía de la experiencia humana.

Esta dimensión manipuladora de los medios electrónicos de comunicación como sistema global de configuración heterónima de la conciencia es de sobra

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conocida, y sus ejemplos pueden percibirse por todas partes; al mismo tiempo significa la posibilidad maravillosa de participar del tiempo histórico.

La televisión es una segunda piel y la segunda conciencia; el espacio y tiempos mediáticos, los acontecimientos que encierran, el orden interior que regulan programadamente, todo ello configura al individuo como ser en el mundo arrojado a la aventura existencial del tiempo electrónico.

Comprensión amplia de los instrumentos técnicos de comunicación como sistema manipulador, destructivo de la autonomía individual, y como agente del empobrecimiento de la experiencia, y al mismo tiempo, como medio de producción de una nueva conciencia individual: doble mirada y doble dimensión de la nueva cultura electrónica como realidad virtual, como sistema de simulacros, como espectáculo.

La cultura virtual es un sistema de valores, normas y modelos de reconocimiento de la realidad que, por sus características técnicas de difusión masiva, su efecto ilusionístico y su consenso automático, rebasa cualquier valor estrictamente representativo, para adquirir el estatus de una realidad más verdadera que la propia experiencia subjetiva e individual de lo real.

RELACION ENTRE CULTURA Y FILOSOFIA

Bien, hay relación directa si lo vez desde un punto de vista social y antropológico. Esta tiene que ver con cuestiones meramente sociales es decir de la práctica de los grupos sociales, el desarrollo y los fundamentos que el ser humano tiene para subsistir como ser pensante de un territorio. La cultura depende de la filosofía para entender toda una serie de procesos mentales de cierto sector social.

  Cada cultura posee, en efecto, una visión del mundo y nos hace patente el mundo en el que vivimos – en el que creemos estar. Cada cultura es una galaxia que segrega su autocomprensión y, con ella, los criterios de verdad, bondad, y belleza de todas las acciones humanas.