Flaviano #46

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Año VI · Nº46 · La Paz - Bolivia · Año 2013

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- Fuentes para la historia de La Paz / Raul Reyes Zárate - Flaviadas para Yolanda / Lupe Cajías - Reminiscencias de las familias bolivianas / Carolina Cappa - María Domínguez - Homenaje a Paul Huber / Celina Grisi Huber - Paseo por la casa de los Machicado / Solène Bergot / Vianka Hortuvia - La Plaza Avaroa y el Montículo de Sopocachi / Pablo Quisbert Condori - Taller de Conservación y documentación de colecciones fotográficas / Solène Bergot - Vianka Hortuvia - ”Las Cosas” de Jaime Saenz / Gisela Morales G.

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Año VI · Nº46 · La Paz - Bolivia · Año 2013

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Nota de los editores.- El Flaviano Nº 46 expresa la continuidad del esfuerzo y el compromiso no sólo de nuestros voluntarios sino también de todos los investigadores y visitantes que día a día durante todo el 2013 han conocido, investigado, compartido y colabo-rado a la consolidación de los programas de la Fundación Flavio Machicado Viscarra (FFMV).

El año 2012 durante la catalogación de los documentos del Archivo Histórico se encontró una colección de 42 boletines hechos a mano realizados entre 1995 y 1999. Los archivistas decidieron convertir el boletín en una publicación digital gestionando 3 números más du-rante todo ese año.

El año 2013, el boletín adquiere nuevas características, ya no es sólo una ventana para conocer un poco más sobre las diferentes colecciones que conserva la Fundación, sino que se convierte en una memoria anual que refleja las actividades realizadas, a través de artículos escritos con la colaboración de nuestros usuarios y visitantes.

El libre acceso a la información y el fomento a la investigación con fuentes inéditas son las principales características del programa del Centro de Información de la FFMV. En el boletín de este año, presentamos artículos de investigadores que han revisado minuciosamente las diferentes colecciones que resguarda la Fundación.

Raúl Reyes, historiador, describe las fuentes historiográficas que describen la ciudad de La Paz, destacando algunos mapas y material bibliográfico que complementan el escenario que todavía falta revisar para comprender la memoria de nuestra ciudad.

Carolina Cappa y María Dominguez, archivistas del Archivo Fílmico de la Cinemateca Bolivia-na, nos hacen un repaso sobre la importancia del material fílmico, resaltando el valor de las

EDICIÓN:Cristina Machicado M.Rosario Murillo R.Eliana Navarro C.

TAPA:Cecilio Guzmán de Rojas(Ilustración original. 1948, editado en La Razón)

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN:José Villanueva C.

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películas familiares y amateurs que durante todo este año han ido presentando a la sociedad en su actividad “Peripecias y Encantos”.

Pablo Quisbert, historiador, se acerca a la sección denominada en los últimos Flavianos como “Cuarto Oscuro” con una fotografía del archivo de la Fundación que data de la década de los 30 y nos deslumbra con la descripción de una paisaje peculiar del barrio de Sopocachi.

Otro de los programas de la Fundación, son Las Flaviadas. Cada año se realizan 48 sesiones de música, donde participan entre 15 y 25 personas. Este año tuvimos el placer de realizar varios homenajes y en este boletín podrán encontrar dos importantes notas sobre estas actividades gracias a la colaboración de Lupe Cajias y Celina Grisi.

A lo largo de este año, la Fundación ha hecho realidad dos iniciativas importantes con relación a los Archivos Fotográficos: la primera fue en el mes de marzo con la exposición de fotografías históricas en el Espacio Simón I. Patiño llamada Pioneros en las rutas económicas a principios de siglo XX, y la segunda en el pasado mes de octubre, Talleres de conservación y Cataloga-ción: Roles Fotográficos en La Paz con dos docentes del Centro Nacional del Patrimonio Foto-gráfico de la Universidad Diego Portales de Chile, quienes han querido también compartir sus impresiones sobre todo el trabajo realizado. A Solene Bergot y Vianka Hortuvia nuestro más sincero agradecimiento por haberse hecho cómplices de este proyecto.

Finalmente, Gisela Morales G., sobrina de Jaime Saenz, nos deleita con una nota que refleja algunas impresiones del escritor y su cercanía a la Casa de Las Flaviadas.

Tu participación es importante. Recuerda que este boletín puede reenviarse cuantas veces desees. Todo el equipo y la familia de la Fundación Flavio Machicado Viscarra les desea feliz fin de año. #

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Pág. 2 Nota de los Editores

Pág. 5 Fuentes para la historia de La Paz j Raul Reyes Zárate

Pág. 9 Flaviadas para Yolanda j Lupe Cajías

Pág. 12 Reminiscencias de las familias bolivianas j Carolina Cappa / María Domínguez

Pág. 15 Homenaje a Paul Huber j Celina Grisi Huber

Pág. 17 Paseo por la casa de los Machicado j Solène Bergot / Vianka Hortuvia

Pág. 20 La Plaza Avaroa y el Montículo de Sopocachi j Pablo Quisbert Condori

Pág. 22 Taller de Conservación y documentación de colecciones fotográficas j Solène Bergot / Vianka Hortuvia

Pág. 25 ”Las Cosas” de Jaime Saenz j Gisela Morales G.

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Raúl Reyes Zárate

Cuánto tiempo necesitas para conocer La Paz? Para el turista recién llegado

la ciudad ofrece toda una gama histórica que permite vi-sualizar cientos de años de historia. Desde la Ceja se divisa la hoyada con muros de cemento a lo largo, cercados por cerros que hoy pretenden ser miradores y que ayer fueron protagonistas simbólicos de la religión andina. El Montículo de Sopocachi o quizá el Calvario, Santa Bárbara y Laikakota muestran diversas caras de la ciudad. Entre la modernidad y la tradición, las calles te cuentan sus escenas.

El historiador curioso de verificar lo que ve con lo que lee tiene que hacer un trabajo de fuentes que permita tomar el tiempo para leerlas. En pocos centros de documentación es posible hallar gran parte de lo que uno busca.

Para quedarse toda una semana

El Centro de la Fundación Flavio Machicado Viscarra pre-tende brindar al investigador una comodidad plena como cualquier otro centro de primer nivel. Con una atención personalizada es posible obtener todas las referencias para comenzar a trabajar. Además de estar ubicado en uno

de los tradicionales y significati-vos barrios de la ciudad, es posible ubicar casi toda la bibliografía refe-rente a la ciudad de La Paz que se haya escrito desde el siglo XIX. Y digo casi porque son como los dedos de la mano, los que resta leer antes de entrar al trabajo de fuentes prima-rias. Obras como la Guía del viajero del padre Nicolás Acosta de 1880 o los premios municipales de cultura de mediados del siglo XX, entre otros, permiten reconstruir imaginariamente las calles paceñas, y encontrar, en el camino a casa, aquel sentimiento de haber encontrado y estar reviviendo los paseos, las fiestas y las veladas.

Otro grupo constituyen los folletos que permiten recons-truir el poblamiento y urbanización moderna de la ciudad desde principios del siglo XX. La planificación municipal viene acompañada de perfiles que ilustran aquella calle por donde alguna vez paseamos distinguiendo sólo cuán-tos pisos ya han construido. Nada quedaría en la memo-ria sino se recorriera la colección de fotografías donde se aprecia cómo esta pequeña urbe ha ido tomando forma y fondo en cuanto a su arquitectura ambientada en un terreno imaginativo para la construcción. No es menos

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distinguir los cambios en la moda de la vestimenta y apre-ciar, con la técnica requerida la calidad en que se conser-van estas imágenes.

Una ciudad de ladrillo que hace más de quinientos años fue un conjunto de caseríos con sendas de tierra y que hoy son calles asfaltadas. Esa es la conclusión al

IMAG.1

elevar la vista para aquel viajero que se aleja por el camino de la ceja hacia el altiplano.

Si alguno sintiese la curiosidad de solamente ver lo que se ha escrito, la herramienta principal es observar en detalle el cuadro pintado por Florentino Olivares durante la coyun-tura del cerco a La Paz de 1781 (IMAG. 1). Este cuadro, hoy

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conservado por el Gobierno Municipal, se convierte en re-ferente entre dos mundos.

La imagen demuestra los doscientos años en que se ha logrado construir lo que hoy se considera el casco históri-co de la ciudad. No más de tres calles a la redonda, aba-rrotadas de iglesias, que se convirtieron en centro activo del comercio entre Potosí y Lima, cuando en el siglo XVI, sólo existían unos cuantos asentamientos de mitimaes incas. Asimismo constituye el referente inicial de los dos-cientos años de urbanización progresiva que ha tenido la ciudad hasta entrar en el ritmo moderno de la circulación

obligatoria. Este cuadro sumado a la colección de mapas y planos conservados por el Centro de Información de la FFMV, permiten observar el desarrollo de los barrios que una vez fueron la periferia y hoy constituyen el centro de La Paz.

Nada fuera posible de observar y de mantener latente en la memoria sino tendríamos el apoyo de la Funda-ción FMV, cuya obra es sumamente valiosa para preser-var y conservar las fuentes de La Paz. Trabajo que está muy bien apoyado con la innovadora tecnología puesta al servicio del que quiera adquirir sin mayor trámite, las fuentes digitalizadas #

La siguiente lámina pertenece a un mapa de la ciudad de La Paz del año 1948 que se encuentra en “Planos de la Ciudad Nuestra Señora de La Paz“ recopilado por Mario Bedoya Ballivián. Consúltalo en la Biblioteca de la Fundación Flavio Machicado Viscarra.

“Nada fuera posible de observar y de mantener latente en la memoria sino tendríamos el apoyo de la Fundación FMV,

cuya obra es sumamente valiosa para preservar y conservar las

fuentes de La Paz.”

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Lupe Cajías

FLAVIADASPARA YOLANDA

Eduardo anunció con su familiar hos-pitalidad la próxima pieza

escogida para continuar la “Flaviada” dedicada a los 100 años de la poetisa, escritora y gestora cultural Yolanda Be-dregal de Conitzer.

Aunque en el programa figuraban Mendelsohn, Vivaldi, Chopin, Villalobos, Mahler, la más importante para mi emoción fue la obra que combinaba un poema de la propia Yolanda, musicalizado por la compositora Lola Sierra de Méndez, interpretado por el tenor Gastón Paz, acompaña-do por la pianista Teresa Rivera de Stanley.

En esos pocos minutos se resumía la edad de oro de la cultura boliviana, especialmente de la cultura paceña, a mitad del siglo pasado.

Estaba sentada en el mismo rincón donde durante años escu-ché contar su historia al patricio Flavio Machicado Viscarra, ese anarquista auténtico que abrió desde su juventud las ven-tanas y luego las puertas de su casa para compartir con todos su inmensa colección de reproducciones musicales. Detrás de mí brillaba la hilera con los antiguos discos de 78 revolucio-nes, al frente la pila de long plays y hacia mi izquierda el mue-

ble con decenas de CDs que ahora colocan “Lorito” y su familia cada atardecer de todos los sábados del año.

¿Acaso existe otro ejemplo similar en la ciu-dad, en Bolivia, en el mundo? “Las Flaviadas” son una experiencia única y desde mi adolescen-cia he podido ser feliz oyente. Nadie recibe invitación; cualquiera entra a la sala sin que alguien pregunte quién es o de dónde viene; simplemente escoge un asiento libre y disfruta en silencio y soledad la velada musical.

Reunión inédita la de este 21 de septiembre porque era en honor a la famosa Yolanda Bedregal, quien junto a su esposo Gerd Conitzer y luego con sus hijos Rosángela, Juanito, el yerno, las nietas, asistió regularmente a la cita sabatina.

Ella era de una familia que tuvo su casa y su andar por las mismas calles que muchos recorrimos ese fin de semana. Hija del intelectual Juan Francisco Bedregal, hermana de una estirpe de creadores culturales en diferentes vertien-tes. Un poema suyo, “Sed” era el que salía del tocadiscos.Lola Sierra de Méndez, beniana, fue también vecina y la

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vimos cruzar la plaza tantas veces, ya octogenaria pero es-belta, del brazo con su madre centenaria. Lolita puso músi-ca al poema “En las playas del Beni” de Aguirre Achá, otro descendiente de familias abocadas al quehacer cultural desde el Siglo XIX. Junto a su esposo alentaron los concur-sos en “Radio Méndez” para difundir la música boliviana. Ella era la autora de las notas que seguían a los versos. “Sed” es uno de los temas que contiene el disco donde también participan otras rimas de vecinos de Sopocachi, como Oscar Cerruto, Alcira Cardona, Julio de la Vega.

Gastón Paz cantaba la obra de Bedregal. Él fue el intérpre-te inigualado de óperas y liedes que llenaban la sala del Teatro Municipal en los años sesenta y setenta. Época de Wolfrang Kudrass, apogeo de la Orquesta Sinfónica y de las corales de música clásica.

Teresa Rivera es contemporánea de esa generación nacio-nal empeñada en lograr el virtuosismo y que representó a Bolivia en certámenes internacionales porque podía medir-se con los máximos artistas mundiales.

Una vez más, Yolanda, frágil y amable como la recorda-mos, logró reunir a decenas de personas en las variadas actividades que organizó su hija “Connie” con el apoyo del municipio paceño y de otras instituciones culturales locales.

Cada iniciativa fue hermosa y novedosa, pero indudable-mente, el más claro espejo de la vida y obra de la poetisa de “América” fue esa noche en la penumbra cómplice del amplio salón musical de la casona Machicado, a la vera de la Avenida Ecuador, frente al Illimani despejado y bajo el cielo brillante del plenilunio primaveral #

“Nadie recibe invitación; cualquiera entra a la sala sin que alguien pregunte quién es o de dónde viene; simplemente

escoge un asiento libre y disfruta en silencio y soledad de la

velada musical”

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SED

No quiero agua

ni sangreni vino

para mi sed

Quierolo que ha sido

y nunca más será

Lo que pudo sery no fue

lo que pasóy lo que será

Tengo sedde eternidad

en la copa de vidriode un instante

fugaz

#

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Carolina Cappa /María Domínguez

En el mes de agosto de 2013 la fa-milia Machicado vino al

Archivo Fílmico de la Cinemateca Boliviana para examinar un rollo de película 35 mm que fuera conservado por Flavio Machicado Viscarra desde la década de 1940 y de la que sólo sabían que fue filmada en Chile cuando la familia vi-sitaba a amistades muy cercanas. Habían pasado más de 60 años para que en este agosto, y tal vez por primera vez, esas imágenes fueran vistas.

Tres huasos (campesinos chilenos) a caballo atraviesan un valle rodeado de montañas en la zona de Puente Alto, con destino a la opulenta mansión en la que tres jovencitas les esperan. Al encuentro se saludan y las jovencitas les invitan a entrar a la casa, donde finalmente posan para la cámara perfilando su mirada al horizonte fuera de campo. Entre estos jóvenes se encuentran Jorge y Rosa, hijos de don Flavio Machicado, quienes por entonces tenían entre 13 y 16 años. La proyección es presenciada por dos hijos de Flavio, Eduardo, acompañado por su mujer e hijos, y por la misma Rosa, quien revive su juventud plasmada en movimiento y se autoreconoce sin dudarlo. El soporte de la película data de 1946 y es nitrato, material altamente inflamable que fue abandonado por la cinematografía pre-

cisamente durante esa década. Para entonces ya habían aparecido los formatos menores como el 16 mm y el 8 mm, gracias a los cuales comenzaron a proliferar las películas amateurs. En este caso, sin embargo, la filmación fue realizada por alguien que tenía acceso al 35 mm, es decir a las técnicas industriales de registro y procesamiento en laboratorio. Esto es lo único que se sabe sobre quien filmó la película.

La película de los Machicado es de las que se consideran como “película familiar o amateur”: aquellas que han sido filmadas para registrar acontecimientos de la cotidianidad de una familia o grupo social. En estas películas el cineas-ta filma por el placer colectivo de jugar con su familia y con la tecnología del cine, sin pretensiones narrativas y fuera de su uso comercial. Son películas que repiten los temas constantemente: viajes, bodas, nacimientos, cumpleaños, fiestas, mascotas, niños. Suelen caracterizarse por carecer de información respecto a la identidad de su realizador ni de aquellos que son filmados. Tampoco tienen título o fe-cha de realización exacta y en muchos casos son películas que han sido abandonadas por sus dueños. Y no sólo por

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ellos; también han sido excluidas del relato de la historia del cine. Es que la película familiar no ha sido concebida como una obra o documento para ser exhibido pública-mente. Su importancia está en la evocación de un tiempo pasado individual, que en la revisión actual de la historia adquiere otro significado, ahora universal.

Como ésta de los Machicado hay muchas otras películas familiares o amateurs realizadas por o con familias boli-vianas, algunas de las cuales forman parte de la colección que conserva el Archivo Fílmico de la Cinemateca Bolivia-na, con más de 50 rollos de este tipo. Realizadas entre los años 1920 y 1950, la mayoría son películas 16 mm y 8 mm con todas estas características del anonimato. Sin em-bargo hoy conforman una parte fundamental del Archivo pues a través de ellas no sólo podemos conocer la vida de las familias bolivianas (o al menos de aquellas que tenían el acceso a los medios, ciertamente un número reducido) sino también la vida de la sociedad boliviana de aquellas

“Hay algo cercano en las imágenes

que han sido filmadas por ‘alguien

como yo’, de las que no se esperan ni

buenos ni malos resultados...”

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épocas, de la cual parecerían no quedar otros registros fíl-micos excepto por esta colección. El cine en Bolivia tuvo un promisorio desarrollo durante el período silente, del que se conservan muy pocos rastros. Las últimas películas del pe-ríodo son Hacia la Gloria (1932, de J. Jiménez, M. Camacho y R. Durán) y, aun cuando fuera posteriormente sonorizada, La Guerra del Chaco (1933, de L. Bazoberry). Desde enton-ces, el cine boliviano entra en una pausa de más de quince años. Recién hacia finales de la década de 1940 aparecen

las primeras películas sonoras y a color como Donde Nació un Imperio (1949, de J. Ruiz y A. Roca), resurgiendo luego la industria cinematográfica a partir de 1952 con la creación del Instituto Cinematográfico Boliviano y dando finalmente el paso al “nuevo cine boliviano” que con fervor daría su grito de vida en la década de 1960. De esos más de quince años oscuros sólo nos quedan estas películas familiares. Apare-cen en ellas los grandes hacendados, incluso los “barones del estaño” Simon I. Patiño y Carlos Aramayo (que aparece en tres películas atribuidas a su familia, como la realizada por su Compañía Aramayo de Minas), o el presidente Hertzog (retratado en siete películas de 1948 cuando visitaba Beni, Potosí y Cochabamba). Pero también la vida en las ciudades, especialmente La Paz de antaño, aquella donde El Prado es-taba reservado, casi con exclusividad, a los descendientes de europeos. En estas películas se ve una sociedad que resulta irreconocible al compararla con la actual. Por sobre todas las cosas, hay algo profundamente emoti-vo de estas películas. En ellas experimentamos lo misterio-so que develan los rostros anónimos; ese curiosear por la mirilla de lo ordinario, de lo que jamás ha sido documen-tado oficialmente, del resto de las cosas, lo que general-mente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene im-portancia: lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes 1. Hay algo cercano en las imágenes que han sido filmadas por “alguien como yo”, de las que no se esperan ni buenos ni malos resultados, no hay juicio de mala ni buena técnica. Es la mera experiencia de espiar como un voyeur en vacaciones #

1 Perec, Georges. Tentativa de agotar un lugar parisino. 1975

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No sé cómo ni sé bien por qué, pero en los últimos

años empecé a hacer algo que no había hecho antes: dis-frutar e interesarme por la música clásica. Es así que tam-bién empecé a interesarme más en la obra de mi abuelo, Paul Huber (1918-2001), quien fue compositor. Mi abuelo nació en el pequeño pueblo de Kirchberg, en Suiza y des-de muy pequeño le impresionó la música especialmente cuando iba a misa y escuchaba a Haydn, Beethoven, Mo-zart o Bruckner, su favorito. Empezó con clases de violín y piano para después convertirse en uno de los más im-portantes compositores de su país creando cerca de 500 composiciones a lo largo de su carrera. Entre sus obras más destacadas se encuentra el Requiem que compuso en memoria de sus padres que fallecieron cuando él tenía apenas diez años.

Mi mamá, Roswitha, orgullosa de la obra de su padre, des-de su llegada a Bolivia ha buscado la manera de difundir la obra de mi abuelo. Por ejemplo, en 1998 organizó un gran concierto donde se tocó el “Hackbrett Konzert” (concier-to para salterio y orquesta) en honor a los ochenta años de vida de mi abuelo. También se tocaron varias obras orquestales como por ejemplo el segundo concierto para

violín y orquesta, el concierto para orquesta y timbales, el con-certino para violín y orquesta de cáma-ra, así como también varias obras corales, como por ejemplo el “Carmen Saeculare” o una cantata para niños “Die kleine Menagerie”. Coral Nova incluso grabó un CD de música contem-poránea con una obra de mi abuelo, una misa de ad-viento de 1944.

Sin embargo, quedaba una tarea pendiente. Tocar la mú-sica de mi abuelo en las famosas “Flaviadas”, sesiones de apreciación musical iniciadas en 1916 por Flavio Ma-chicado Viscarra que se han convertido en una de las tra-diciones culturales más antiguas de nuestra ciudad. Mu-chos amigos permitieron imaginar y finalmente cristalizar una Flaviada homenaje a Paul Huber. Es así que el 10 de agosto, mes patrio suizo, iniciaba un programa con sólo las composiciones y música de mi abuelo.

Con alrededor de 50 personas, el evento fue todo un éxito. Para mí escuchar el concierto de Hackbrett de mi abuelo, mi obra suya favorita, con la buena calidad de sonido y la mística acogedora de la sala donde tiene

CelinaGrisiHuber

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lugar las Flaviadas, fue hermoso. Hacerlo, además, ro-deada de gente que aprecia la música y que además estaba ahí para conocer la música de mi abuelo es real-mente inolvidable.

No sólo estoy contenta por haber podido celebrar la obra de mi abuelo en un espacio tan único como son “Las Flaviadas”, sino también por saber que este es sólo un comienzo, hay aún mucho más por dar a cono-cer. Agradezco de todo corazón a la familia Machicado por habernos abierto las puertas para poder honrar la obra y vida de mi abuelo. Estoy segura de que si Paul Huber y Flavio Machicado se hubieran conocido, hubie-ran sido grandes amigos #

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Solène Bergot / Vianka Hortuvia

PASEO POR LA CASA DE LOS MACHICADO

En 2011, pasó por la puerta del Centro Nacional del

Patrimonio Fotográfico en Santiago de Chile una joven boliviana que venía a conocer nuestro trabajo con el objetivo de organizar el archivo de la Fundación FMV. La recibimos, le dimos un tour a nuestras instalaciones y le explicamos nuestros procedimientos, sin saber que sería el principio de una gran aventura que nos llevaría, dos años más tarde, a viajar a La Paz y a impartir un taller de una semana sobre conservación y documenta-ción de colecciones fotográficas. Porque nada detiene a Cristina Machicado cuando quiere concretar un proyec-to, y es capaz de mover cielo y tierra hasta conseguir-lo. La tenacidad, cualidad que es un rasgo destacable en ella, es indispensable si uno quiere llevar adelante un proyecto de la envergadura de lo que se propuso la Fundación Machicado Viscarra con el rescate y pues-ta en acceso de su maravilloso acervo documental y de su biblioteca.

Gracias a sus esfuerzos, y a la colaboración del Centro Cultural de España y de la Fundación Simón I. Patiño, nos subimos, Vianka y yo, a un avión a fines de octubre y después de unas cuantas horas de viaje, descubrimos

el imponente y maravilloso pa-norama que domina y conforma la ciudad de La Paz. A pesar de un clima cambiante, como lo aprendimos a nuestras expensas, y de su tráfico fran-camente caótico para el extranjero, se trata de una ciudad con encanto y carácter de sobra. Esta misma tarde, fuimos introducidas en la casa de la familia Machicado y conocimos sus simpáticos y generosos habitantes, que abren todos los sábados su espacio de vida a las “Flaviadas”, estas reuniones musicales que tienen cerca de un siglo y que han visto pasar algunos destacados miembros de la escena artís-tica del siglo XX.

Pero quizás los habitantes más importantes de la casa no son los de carne y hueso, sino la impresionante co-lección de documentos, revistas y libros que alberga en sus entrañas. En esta casa, cada rincón está ocupado por ella, a pesar de los esfuerzos de los dueños de casa por controlar esta “plaga”. ¡Pero qué plaga! Los regis-tros que dan cuenta de la vida de tres generaciones de una familia, documentos ligados al emprendimiento y a la minería en Bolivia, fotografías, libros y revistas de

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distintos puntos del globo, se trata de un acervo docu-mental valiosísimo. La familia lo sabe y con una gran generosidad, ha dispuesto que los archivos se pongan a disposición del público, no solo instalando una mesa de consulta, sino creando los instrumentos necesarios a su uso idóneo. Se trata de un proyecto de rescate piloto en Bolivia, pues se han dedicado a la clasificación, conser-vación, documentación y difusión del acervo, con suma abnegación y profesionalismo, a la par de una buena dosis de ingenio para vencer ciertos desafíos técnicos.

A esta “cueva de Ali Baba”, llena de las más diversas joyas, no se entra sin un gran asombro pues el volu-men de documentos parece inmanejable. Pero al mismo tiempo, uno se siente como un niño en una tienda de dulces: salta, aplaude y quiere verlo todo.

Se trata de un proyecto de rescate piloto en Bolivia, pues se han dedicado a la clasificación,

conservación, documentación y difusión del acervo, con suma

abnegación y profesionalismo, a la par de una buena dosis

de ingenio para vencer ciertos desafíos técnicos.

Fotografías: Juan Gabriel Estellano

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La Fundación Machicado requiere de toda la ayuda que le sea posible encontrar, pues lo que custodia no es solo la memoria familiar, sino un patrimonio histó-rico de todos, cuya mantención en el tiempo también es responsabilidad de todos. En este sentido, parece indispensable que las autoridades locales y nacionales conviertan la conservación de la casa y de su contenido en una de sus prioridades, otorgándoles fondos a los gestores quienes, como Cristina, dedican su tiempo y su energía al rescate de la memoria de su país #

Fotografía: Juan Gabriel Estellano

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C U A R T S C U R O

La plaza Avaroa y el montículo de Sopocachi

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S C U R O

De autor anónimo, esta fotografía fue tomada desde lo que actualmente es la Plaza Eduardo Avaroa y puede observarse el carácter semirural que todavía tenía la zona de Sopocachi, pues se notan modernas residencias junto a propiedades rústicas y hasta chacras en el espacio marcado actualmente por las calles Presbítero Medina, Pedro Salazar y la avenida José Sánchez Lima.

Sopocachi se había constituido en las décadas de 1920 y 1930 en el área hacia donde se expandía la ciudad de La Paz y la fotografía muestra un momento de este desarrollo urbano. Así en primer plano se ve un conjunto de obreros que habrían estado realizando labores de excavación y a quienes se retrató en un momento de descanso. El dato llamativo lo constituye la presencia de personal uniformado, probablemente miembros del ejército boliviano, que también participan de los trabajos. A manera de hipótesis, se puede decir que la fotografía refleja tal vez los trabajos de terraplenado y construcción de la Plaza Avaroa que el prefecto Hugo Ernst mandó realizar en 1927.

En el fondo de la fotografía puede verse, asimismo, el Santuario del Montículo de Sopocachi, el cual había sido remodelado e inaugurado el 8 de diciembre de 1898. Esta iglesia vino a ocupar el lugar de una antigua capilla que desde el periodo colonial había sido sostenida por los indios del pueblo de San Pedro y Santiago. La capilla conmemoraba el episodio de la destrucción del pueblo de Anco-Anco, por efecto de un gran deslizamiento ocurrido en el siglo XVI, y el milagro de la sal-vación de una niña que, según las crónicas, fue conducida a salvo hacia el montículo por la Virgen María. Al día de hoy, la intervención de la Virgen es conmemorada cada 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, a través de una gran fiesta y una entrada folklórica #

Pablo Quisbert Condori

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Solène Bergot / Vianka Hortuvia

TALLER DE CONSERVACIÓN Y DOCUMENTACIÓN DE

COLECCIONES FOTOGRAFICAS

Entre el 21 y el 25 de octubre de 2013, impartimos un

taller de conservación y documentación de colecciones foto-gráficas en La Paz. La iniciativa partió de la Fundación Flavio Machicado Viscarra, a raíz de su proyecto de rescate del Ar-chivo y de la Biblioteca de la institución. Contó con el patroci-nio del Centro Cultural de España y de la Fundación Simón I. Patiño, reuniendo quince miembros de instituciones públicas y privadas que cuentan con un Archivo fotográfico o que tie-nen un acervo que quieren transformar en Archivo. También se invitaron tres estudiantes para que se integren al grupo.

El trabajo docente estuvo muy agradable, el grupo confor-mado siendo muy dinámico e interesado, a pesar de sus diferencias en cuanto a formación. Rescatamos la presen-cia de los dueños de grandes colecciones privadas que corresponden a algunos de los más importantes estudios fotográficos bolivianos (Gismondi, Torrico Zamudio, Corde-ro), lo que demuestra el consenso en torno a su carácter patrimonial e histórico, además de la voluntad de rescatar y dar a conocer estos acervos.

La primera parte del curso estuvo netamente enfocada en archivística y documentación de la imagen, con una parte

más práctica gracias a un ejer-cicio de documentación a través de la base de datos del Centro Nacio-nal del Patrimonio Fotográfico, basado en la ISAD-G. El enfoque estuvo puesto en la importancia de la normalización de los proce-sos y del lenguaje, de manera de trabajar cada vez más en redes.

La segunda parte estuvo orientada a la conservación, con un modulo de identificación de técnicas fotográ-ficas, otro de identificación de deterioros y un último dedicado a la elaboración de contenedores libres de acido. El énfasis se puso en un aspecto técnico y físi-co, que permita asegurar la perennidad de los objetos. También se rescató la importancia de trabajar con ma-teriales idóneos para la conservación física del mate-rial, aunque se subrayó las deficiencias que existen a nivel continental en cuanto a proveedores.

Por último, el viernes 25, se organizó una mesa de tra-bajo abierta al público que permitió a cada participan-te dar a conocer su Archivo y los proyectos asociados. Esta instancia fue muy provechosa porque permitió

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compartir experiencias y empezar a armar redes de tra-bajo. Por nuestra parte, nos dio un panorama de lo que son los Archivos fotográficos en Bolivia, de sus fortale-zas y de los problemas que enfrentan. En este sentido, es particularmente relevante el trabajo en conjunto con otros Archivos, en la medida que los problemas que en-frentamos son a menudo los mismos, por lo que las res-puestas también pueden serlo.

Agradecemos sinceramente esta oportunidad que nos ha sido dada y esperamos que el taller, a pesar de su carácter introductorio, haya sido provechoso y permita ayudar a mejorar las prácticas. El patrimonio fotográfico boliviano es de una increíble riqueza y merece ser dado a conocer al público general y especializado #

Archivo CorderoArchivo Gismondi

Fundación Cultural del Banco CentralFundación Flavio Machicado Viscarra

Fundación Torrico ZamudioEspacio Simón I. Patiño de La Paz

Museo Nacional de Arte

Archivo La Paz

Centro Cultural Simón I. Patiño de Santa CruzAdministradora Boliviana de Carreteras ABC

Icónica(3) Becarios estudiantiles

Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

Fotografías: Álvaro Gumucio

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Gisela Morales G.

Para Jaime Saenz la obra y la vida eran

indivisibles, y dentro de éstas, “las cosas”, sus cosas, fueron protagónicas.

“Si se pudiera materializar la poesía de Jaime Saenz, sería una cosa, “la” cosa, la cosa azul, las cosa azul, la cosa azul y fría, azul fría y oscura, un angustioso espacio cerrado o un inmenso vacío, ambos complementos”, describió Alfonso Gu-mucio Dagrón en la entrevista con Jaime Saenz, publicada en su libro Provocaciones de 1977, “Itinerario con la cosa”.

En La Noche, publicado en 1984, Jaime Saenz exterioriza esta fijación por “las cosas” cuando dice: “muchos objetos desaparecen o se rompen, mientras que otros corren una suerte misteriosa, cual si fueran seres humanos (...) referir el destino de mis cosas sería de nunca acabar”.

De aquí por allá, y entre el mis-terio de dónde irían a parar, en manos de amigos, familiares o instituciones, sus cosas, todavía, tras 27 años de su muerte, nos cuentan parte de su vida y obra.

Así, hemos decidido compartir su pasión por la música, entre-gando algunos de sus discos y una de sus máquinas de escribir a La Fundación Flavio Machicado Viscarra, que extiende al público sus amplias biblioteca, hemeroteca y colección discográfica, contando parte de la vida y obra de quienes pasaron, en algún tiempo atrás, por sus espacios.

En cuanto a “sus papeles”, su obra, está abierta a la investigación que si bien, como describió él mismo, “...las obras que a lo lejos parecen quedarse. Más allá de la muerte. Son obras que pasan veloces por el camino...”, perduran en el tiempo y las generaciones.

Respecto a sus cosas, a las que se refirió como “… tristes trastos, vejestorios, muebles pasados de

moda - Y por idéntica razón, forman parte inseparable de tu vida, te da pena dejarlos, nos quedamos con que “… por lo demás hay un mundo de cosas…” #

“muchos objetos desaparecen o se rompen, mientras que otros corren

una suerte misteriosa, cual si fueran seres humanos”

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LAS FLAVIADAS j Sábado de 18:30 a 20:30CENTRO DE INFORMACIÓN: BIBLIOTECA Y ARCHIVO j Lunes a jueves de 15:00 a 18:00

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Acuarela: Regalo de la artista Agnes a Las Flaviadas