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    PILARESDELAHISTORIOGRAFA | 9

    A lo largo de los siglos los historiadores se han empea-do en precisar los objetivos y las metas de su disciplina.

    A esa compulsin debemos el que cada poca del desa-rrollo humano haya elaborado su propia concepcinde la historia. La que hoy aceptan la mayora de los his-toriadores reposa en esa larga experiencia y se apoya entres pilares: 1)lafase documental,que va desde la decla-racin de los testigos oculares a la constitucin de losarchivos, y cuyo fin ltimo es el establecimiento de laprueba documental, la presentacin propiamente di-cha de los hechos. 2) Sigue lafase explicativa-compren-siva, donde el historiador recurre no a un modo privi-legiado de explicacin, sino al abanico de modos deexplicacin capaces de hacer inteligibles las acciones hu-manas [] La mayora de los trabajos histricos di-ce Ricur se despliegan en una regin media en laque se alternan y se combinan, a veces de manera alea-toria, modos heterclitos de explicacin.1 3) Por lti-mo, encontramos la fase que Ricur llama representacinhistoriadora, o sea, la configuracin literaria o escritu-raria del discurso ofrecido al conocimiento de los lec-tores de historia.2

    La fase documental comienza con la declaracin quehace el testigo de su experiencia, que es una declaracinoral y personal, referida a un hecho vivido en un lugary un tiempo precisos. Pero para adquirir la categora detestimonio esa declaracin es sometida a distintas prue-bas de veracidad hasta llegar a ser considerada un testi-monio fiable, garantizado.3 Cuando advino la escritu-ra, el testimonio oral se convirti en texto. Ms tarde lospapeles dieron paso a la formacin de archivos, biblio-tecas, museos y dems instituciones avocadas a conser-var, ordenar y resguardar las huellas del pasado: los textos,pero tambin los monumentos, los restos arqueolgi-cos, las pinturas, etctera, son las fuentes a las que acu-de el historiador para establecer los hechos. Por lo tan-to, en la historia como en la ciencia, la imaginacin debeestar limitada y disciplinada por las fuentes, y esto esprecisamente lo que la diferencia de las artes y todos losmtodos de representacin de la realidad.4

    Ricur ha escrito que la presencia del archivo co-mo fuente principal del historiador termin con el ru-mor del testimonio oral y dio inicio a la etapa moder-na de la crtica histrica, pues slo la comprobacinde los testimonios escritos [y de los vestigios a los que

    Pilares de lahistoriografa

    Enrique Florescano

    Los historiadores enfrentan mltiples aristas para estudiar los su-

    cesos del pasado. El doctor Enrique Florescano ilumina el caminode la historiografa actual echando mano de diversas estrategias

    narrativas. Este texto forma parte del libro La funcin social de la

    historia, de prxima aparicin en el Fondo de Cultura Econmica.

    1 Paul Ricur,La memoria, la historia, el olvido, Trotta, Madrid, 2003,p. 244. El ttulo operacin historiogrfica y sus tres componentes pro-

    vienen de Michel de Certeau, Lopration historique en Jacques LeGoff y Pierre Nora (editores), Faire de lhistoire. Novelles approches, tresvolmenes, Gallimard, Pars, 1975.

    2 La memoria, la historia, el olvido, p. 179.

    3 Ibidem, pp. 210-217. En estas pginas Ricur describe con pre-

    cisin las distintas fases por las que pasa la declaracin ocular u oral pa-ra convertirse en testimonio fidedigno.

    4 Gaddis, El paisaje de la historia. Cmo los historiadores representanel pasado, Anagrama, Barcelona, 2004, p. 68.

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    se refiere Carlo Ginzburg] dieron lugar a la crtica, enel sentido de este nombre.5 Estos vestigios son la hue-lla de lo que existi en el pasado. Se les puede llamarevidencias (porque son signos visibles que dan testimo-nio de algo ocurrido en el pasado), o fuentes (porquebrindan informacin del pasado como las aguas fluyende su nacimiento), o testimonios primarios (porque seadvierten antes que la literatura escrita por los historia-dores), o datos (porque se trata de hechos dados dife-rentes a las teoras que construimos sobre ellos).6 Lahistoria, dice Lucien Febvre, se hace con documentosescritos. Pero tambin puede y debe hacerse con otrostestimonios cuando faltan los escritos:

    Con todo lo que el ingenio del historiador pueda permi-

    tirle utilizar para fabricar su miel, a falta de las flores usua-

    les. Por lo tanto, con palabras, con signos, con paisajes y

    con tejas. Con formas de campo y malas hierbas. Con eclip-

    ses de luna y cabestros. Con exmenes periciales realizados

    por qumicos. En una palabra: con todo lo que siendo

    del hombre, significa la presencia, la actividad, los gustos

    y las formas de ser del hombre.7

    Distinguir lo cierto de lo falso es la funcin de la cr-tica y la primera tarea del historiador. Marc Bloch es-cribi que el verdadero progreso lleg el da en que laduda se volvi examinadora como deca Volney, cuan-do las reglas [objetivas] fueron elaboradas paulatina-mente y permitieron seleccionar entre la verdad y lamentira. A esta venerable y prolongada tarea contri-buyeron numerosos autores. Entre los primeros, Lo-renzo Valla, quien apoyndose en la crtica documentaldescubri la falsedad del Decreto o Donacin de Cons-tantino.A esta obra siguieron la publicacin del De rediplomatica de Mabillon, la exgesis de la BibliadeRichard Simon, el Tratado teolgico-poltico de Spino-za, obra maestra de crtica filolgica e histrica, y lostrabajos de otros eruditos eminentes.8 Porque la histo-ria reconstruye el pasado mediante huellas, rastros e in-dicios, por ello mismo le otorga a la crtica de esos tes-timonios un lugar privilegiado. En el discurso de loshistoriadores los hechos son el ncleo duro, aquelloque resiste a la contestacin, y por eso su primera tareaes probar la autenticidad de los hechos que narra, apor-tar las pruebas que confirman su veracidad.9

    En suApologa para la historia, Marc Bloch descri-bi las reglas bsicas del mtodo crtico. La primera nor-ma del historiador, seal, es indicar lo ms brevemen-te posible la fuente del documento que est utilizando,es decir, la manera de encontrarlo, [pues esto] equivale sinms a someterse a una regla universal de probidad.10

    Luego desarrolla las diversas formas de la crtica externa,que atiende a las caractersticas materiales del documen-to (el papel, la tinta, la escritura), y se concentra en lacrtica que analiza la coherencia interna del texto. Co-mo observa Prost, todos los mtodos crticos tienen porobjeto responder a cuestiones simples:

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    5 Ricur, La memoria, la historia, el olvido, pp. 211 y 224-225.6 Constantin Fasolt, The Limits of History, The University of Chi-

    cago Press, Chicago, 2004, p. 5.

    7 Febvre,Combates por la historia, Ariel, Barcelona, 1947, pp. 232-

    233. Como dice Constantin Fasolt (The Limits of History, pp. 5-6): Perouna cosa debe subrayarse: las fuentes no necesariamente deben ser es-critas. Cualquier cosa edificios en ruinas, esculturas, msica, flores,praderas abiertas, muebles pintados, zapatos desabrochados, hatos demadera, piedra suavemente tallada cualquier cosa puede servir co-mo evidencia siempre y cuando se cumplan dos condiciones: debe es-tar presente, para que pueda ser examinada, y debe contener informa-cin acerca del pasado, para que pueda funcionar como fuente.

    8 Marc Bloch,Apologa para la historia o el oficio del historiador, edi-cin anotada por tienne Bloch, FCE, Mxico, 1996, pp. 187-189. So-bre Lorenzo Valla, vase el prefacio de Carlo Ginzburg en Lorenzo Valla,La Donation de Constantin (Sur la Donation de Constantin, lui faus-

    sement attribue et mensongre), Les Belles Lettres, Pars, 1993. SegnRicoeur (La memoria, la historia, el olvido, p. 225), slo la comproba-cin de los testimonios escritos, unida a la de estas otras huellas, como los

    vestigios, dieron lugar a la crtica, en el sentido digno de este nombre.9 Prost, Doce lecciones sobre la historia, Ctedra-Universitat de Va-

    lncia (Frnesis), 2001, p. 68.10Apologa para la historia, pp. 192-193.

    Marc Bloch

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    De dnde procede el documento? Cmo se haconservado y transmitido? Quin es su autor [] Di-ce la verdad?.11 Para Constantin Fasolt, la peor ofensaque el historiador puede hacerle al pasado es caer en elanacronismo.

    Todos los otros pecados pueden ser perdonados, pero

    no ste. Anacronismo es el signo que contradice el esp-

    ritu sagrado de la historia. Muestra que el historiador

    inconscientemente ha infectado la interpretacin del

    pasado con una partcula del presente, es decir, que no

    slo ha fracasado en su tarea, sino que ha fracasado ver-

    gonzosamente.12

    As pues,

    cualesquiera que sean los documentos utilizados o las

    cuestiones planteadas, lo que est en juego en la fase del

    establecimiento de los hechos es la fiabilidad del texto

    que el historiador dar a sus lectores. De eso depende el

    valor de la historia como conocimiento. La historia se

    basa en los hechos, y al historiador se le aprecia en la me-

    dida en que los produzca en apoyo de sus afirmaciones.

    La solidez de un texto histrico, la cualidad de ser cien-

    tficamente admisible, depende del cuidado que se pres-

    ta a la construccin de los hechos.13

    El segundo paso de la tarea historiadora, la explica-cin-comprensin, va precedida por el reconocimientode que en el anlisis histrico no hay un modo privi-legiado de explicacin.14

    En realidad, como dice Ricur, la interpretacinest presente en los tres niveles del discurso histrico,en el documental, en el de la explicacin-comprensiny en el de la interpretacin literaria del pasado.15 MarcBloch, Edward H. Carr y Henry-Irnn Marrou, entreotros, delinearon con perspicacia los preceptos que de-be seguir el historiador para abordar los innumerablestemas que atraen y desafan su oficio.16 Sin embargo,desde la aparicin de esos libros a los das que corren,

    los mtodos que pone en juego el historiador para ana-lizar el pasado no han cesado de renovarse, al punto queha hecho suyos buena parte de los mtodos desarrolla-dos por las ciencias sociales. Otros, ms audaces, se hanacercado a los que manejan los expertos de las cienciasduras. Mi generacin, por ejemplo, fue radicalmente

    afectada por los mtodos demogrficos introducidospor la escuela de Berkeley en el anlisis de las catstro-fes que diezmaron la poblacin indgena de la NuevaEspaa en los siglosXVI yXVII.17 Ms profundas y revo-lucionarias fueron las transformaciones metodolgicaspromovidas por la llamada Escuela de los Annales. A lasobras hoy legendarias de March Bloch, Lucien Febvre,Ernest Labrousse, Fernand Braudel y Georges Duby,inmediatamente seguidas por las de Pierre Vilar, PierreGoubert, Emmanuel Le Roy Ladurie, Pierre Chaunu,

    Jacques Le Goff, Franois Furet, Nathan Wachtel, Pie-rre Vidal-Naquet, Jacques Revel y Michel de Certeau,para citar algunos de los autores ms representativos,debemos el trascendental vuelco de la historiografa delsigloXX, un viraje que cambi los paradigmas cogniti-vos, temticos y metodolgicos de la disciplina.18

    Paralelamente, en el mundo anglosajn y en Ale-mania se registraron tambin cambios significativos endiversos mbitos del saber historiogrfico, y de maneradestacada en la historiografa poltica y en el marco con-ceptual. Las revistas The American Historical Review y

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    11 Prost, Doce lecciones sobre la historia, p. 73.12 Fasolt, The Limits of History, p. 6.13 Prost, Doce lecciones sobre la historia, p. 89.14 Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, p. 244.

    15 Ibidem, pp. 244-245 y 448.16 Bloch,Apologa para la historia o el oficio de historiador; Henri-

    Irne Marrou, El conocimiento histrico, Labor, Barcelona, 1968; EdwardH. Carr, Qu es la historia?, Seix Barral, Barcelona, 1970.

    17 Vase, como ejemplo, Sherburne F. Cook y Lesley Byrd Simp-son, The Population of Central Mexico in the Sixteenth Century, Universi-ty of California Press, Berkeley, 1948; Sherburne F. Cook y WoodrowBorah, Essays on Population History, 3 volmenes, University of Cali-fornia Press, Berkeley, 1971-1979.

    18 Sobre los cambios introducidos por la cole des Annales hayuna bibliografa dilatada. Vase, por ejemplo, Jacques Le Goff y PierreNora (editores), Faire de lhistoire. Nouvelles approches; Peter Burke, Larevolucin historiogrfica francesa. La Escuela de los Annales (1929-1989),Gedisa, Barcelona, 1993; Rosan Rauzduel, Sociologie historique desAnnales, Lettres du Monde, Pars, 1998; George G. Iggers, Historio-graphy in the Twentieth Century,Wesleyan University Press, Middle-town, 1968, captulo 5; y el libro de Phillippe Carrard, Poetics of the

    New History. French Historical Discourse from Braudel to Chartier, TheJohns Hopkins University Press, Baltimore, 1992; e Hira de Gortari yJorge Zermeo (editores), Historiografa francesa. Corrientes temticasy metodolgicas recientes, CEMCA, Mxico, 1996.

    Lucien Febvre

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    Theory and History, entre otras, dieron a conocer peri-dicamente los cambios tericos, metodolgicos, tem-ticos y escriturales de la historiografa anglosajona einternacional. Como en ninguna poca anterior, el his-toriador tiene hoy a su disposicin un inventario de lasdiversas formas de hacer historia que han cobrado vida

    en el mbito internacional.En sus acercamientos al pasado el historiador se sir-

    ve de conceptos. Reinhart Koselleck, quien se ha con-centrado en su estudio, propone esta definicin: Unconcepto rene la pluralidad de la experiencia histri-ca y una suma de relaciones tericas y prcticas de rela-ciones objetivas en un contexto que, como tal, slo estdado y se hace experimentable por el concepto.19 Ge-neralmente los historiadores utilizan dos tipos de con-

    ceptos: los establecidos por la gente en su propio tiem-po para designar realidades en las que estaban inmersos(feudo, vasallaje, religin). Por otro lado es comn queel historiador recurra a conceptos creados en el tiempoen que escribe y, por lo tanto, extraos a la poca quetrata: clases, capitalismo, inflacin, etctera. En el pri-mer caso, considera Koselleck,

    los conceptos tradicionales sirven como acceso heurs-

    tico para concebir la realidad pasada. En el segundo

    caso, la Histoire se vale ex post de categoras formadas y

    definidas que se emplean sin poder demostrar su pre-

    sencia en las fuentes. As, por ejemplo, se formulan

    premisas terico-econmicas para investigar los inicios

    del capitalismo con categoras que en aquel momento

    eran desconocidas.20

    En todo caso, como se puede observar, los concep-tos son herramientas con las cuales los contempor-neos, pero tambin los historiadores, se esfuerzan enhacer una ordenacin de lo real y de hacer decir al pasa-do su especificidad y su significado.21 Sin embargo, apesar del rigor que los acompaa, los conceptos no lo-gran imponer a la realidad un orden estrictamente ri-guroso. Por eso dice Antoine Prost que

    antes de conceptos ya constituidos, mejor sera hablar

    de conceptualizacin como planteamiento y como

    investigacin, de conceptualizar la historia. Esta ope-

    racin implica ordenar la realidad histrica, aunque se

    tratara de una ordenacin relativa y parcial, pues la

    realidad jams se puede reducir a la racionalidad: tiene

    siempre una parte de contingencia, y las particularida-

    des concretas perturban generalmente el bello orden

    de los conceptos.22

    En su constante enfrentamiento con los enigmasdel pasado, los historiadores no han dudado en acudira los mtodos y conceptos ms rigurosos de las ciencias

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    19 Koselleck, Futuro pasado. Para una semntica de los tiempos his-tricos, Paids, Barcelona, 1993, p. 117. En otro libro, Lexprience delhistoire, Hautes tudes/Gallimard/Le Seuil, Pars, 1997, pp. 101-119,Koselleck dedica un captulo a la historia de los conceptos.

    20 Citado por Prost, Doce lecciones sobre la historia, pp. 134-135.Estos dos tipos de conceptos los define as Paul Veyne (Cmo se escribela historia. Foucault revoluciona la historia,Alianza Editorial, Madrid,1971, p. 152): El objeto ltimo del esfuerzo de conceptualizacin esfacilitar a travs del discurso, al lector profano, todos los datos que lepermitan reconstruir el acontecimiento en su totalidad, incluidos su to-no y su atmosfera. En efecto, inicialmente, cualquier hecho que ocu-rre en una civilizacin que nos es ajena consta [] de dos partes: unase puede leer explcitamente en los documentos [], en tanto que laotra es un aura de la que el especialista se impregna en contacto con losotros documentos, pero que no es capaz de traducir en palabras.

    21 Doce lecciones, p. 151. Mary Fulbrook (Historical Theory, Rout-ledge, Londres, 2007, captulo 5, p. 74), observa que explcitamente o

    no, la mayora de los historiadores operan con categoras o conceptosque les sirven para modelar o definir los modos con los que investigany representan el pasado.

    22 Doce lecciones, p. 145.

    Georges Duby

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    sociales y aun de las ciencias duras. De ambas hantomado herramientas como las antes citadas, y sobretodo, mtodos. La cercana de la historiografa con-tempornea con la sociologa, la economa, la psicolo-ga o la antropologa, se asienta en esos prstamos; esdecir, como dice Antoine Prost, buena parte de su tiem-po [lo ha dedicado el historiador] a incubar huevos queno ha puesto.23

    Finalmente, el proceso de comprensin y explica-cin puede resumirse en el objetivo de interpretar ade-cuadamente los hechos examinados, una ambicin quePaul Ricur define en el prrafo siguiente. La interpre-tacin, dice, es un proceso complejo en el cual

    se pueden distinguir varios componentes: en primer lugar,

    el deseo de clarificar, de explicitar, de desplegar un con-

    junto de significaciones consideradas oscuras para una

    mejor comprensin por parte del interlocutor; despus,

    el reconocimiento del hecho de que siempre es posible

    interpretar de otro modo el mismo complejo, y, por lo

    tanto, la admisin de un mnimo inevitable de contro-

    versia, de conflicto entre interpretaciones rivales; despus,

    la pretensin de dotar a la interpretacin asumida de ar-

    gumentos plausibles, posiblemente probables, sometidos

    a la parte adversa; finalmente, el reconocimiento de que

    detrs de la interpretacin subsiste siempre un fondo im-

    penetrable, opaco, inagotable, de motivaciones personales

    y culturales, que el sujeto nunca ha terminado de explicar.24

    El proceso de conceptualizacin es un proceso lento.Una pgina extensa de Paul Veyne define su paulatinaformacin y la complejidad que lo constituye.

    La historia comienza siendo una visin ingenua de las

    cosas, la del hombre corriente o la de los hombres del Li-

    bro de los Reyes o de las Grandes crnicas de Francia. Poco

    a poco, a lo largo de un proceso anlogo a los que expe-

    rimentaron la ciencia o la [ filosofa], y tan lento e irre-

    gular como ellos, se desarrolla la conceptualizacin de la

    experiencia. Ese proceso es menos perceptible que el ex-

    perimentado por la ciencia o por la filosofa: no se tradu-

    ce en teoremas, tesis o teoras que se puedan formular, con-

    traponer y discutir, y para darse cuenta de l es necesario

    comparar una pgina de [Max] Weber o de [Henri] Pirenne

    con otra de un cronista del ao mil. Esa evolucin, tan es-

    casamente discursiva como cualquier aprendizaje, no slo

    constituye la razn de ser de las disciplinas histrico-filo-

    lgicas y la justificacin de su autonoma, sino que for-

    ma tambin parte integrante del descubrimiento de la

    complejidad del mundo. Cabra decir que la humanidad

    adquiere una conciencia cada vez ms exacta de s mis-

    ma, si no fuera porque se trata de un fenmeno mucho

    ms modesto, del conocimiento cada vez ms riguroso

    de la historia que adquieren los historiadores y sus lecto-

    res. Estamos ante la nica evolucin que permite que ha-

    blemos de ingenuidad griega o de infancia del mundo:

    en el mbito de la ciencia o de la filosofa la madurez no

    est en funcin de la dimensin del corpus de conocimien-

    tos adquiridos, sino de cmo se han sentado sus bases.

    Los griegos son nios geniales que carecieron de expe-

    riencia; en cambio, descubrieron los Elementos de Eucli-

    des De la misma forma, una historia de la historiogra-

    fa que pretendiera llegar al ncleo de la cuestin debera

    atender menos al fcil estudio de las ideas de cada histo-

    riador y dedicar mayor inters al repertorio de su paleta:

    no basta elogiar la agudeza narrativa de determinado his-

    toriador, o decir que otro apenas se ocupa de los factores

    sociales del periodo que estudia. En tal caso, la escala de

    valores podra experimentar variaciones: se pondra de ma-nifiesto que el viejo abate Fleury, en sus Costumbres de los

    judos y de los primeros cristianos, resulta, cuando menos,

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    23 Ibidem, p. 146.24 Ricoeur, La memoria, la historia, pp. 446-447.

    Jacques Le Goff

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    tan rico como Voltaire, y nos sorprenderan la riqueza de

    Marc Bloch y la pobreza de Michelet. Muy a menudo,

    esa historia de la historia no es obra de los historiadores,

    sino de novelistas, viajeros o socilogos.25

    Recuerda John Lewis Gaddis que en una ocasinuna importante revista acadmica le rechaz un artculocon el argumento de que haba incurrido en pluralismode paradigmas. Luego de meditar sobre esa respuestalleg a la conclusin de que sta era una interpretacinmiope, pues las lecturas de otras obras le mostraron queuna pluralidad de paradigmas puede convergir para dar-

    nos una adaptacin ms estrecha entre representaciny realidad.26

    Esta convergencia de enfoques en la explicacin de unacontecimiento es posible y est presente en la historia.

    Los historiadores estn abiertos o deberan de estar-

    lo a las diversas maneras de organizar el conocimiento:

    nuestra mayor dependencia de la micro que de la ma-

    croorganizacin nos abre a un amplio abanico de enfo-

    ques metodolgicos. En una misma narracin podemos

    ser rankianos, marxistas, freudianos, weberianos o inclu-

    so posmodernos, en la medida en que estos modos de re-

    presentacin nos aproximan a las realidades que trata-

    mos de explicar. Quizs agrega Gaddis esto pueda

    interpretarse como una mezcla pragmtica e incoheren-

    te, pero concluye que es buena ciencia, pues lo que pode-

    mos conocer debiera primar siempre sobre la pureza de

    los mtodos para conocerlo.27

    Sabemos, por la mera experiencia de ser lectores,que con mtodos diferentes se pueden escribir gran-des libros de historia, obras plenas de sentido, que nosiluminen y nos satisfagan enteramente desde el momen-to que aceptamos su tema.28

    As, cuando los historiadores entran en la discusinde las diversas formas y mtodos de interpretar el pasa-do podra decirse que lo liberan de una nica explica-cin vlida posible de lo sucedido [] tenemos queconsolarnos con el pensamiento de que, al debatir en-foques alternativos del pasado, permitimos que ste res-pire mejor.29

    El tramo final de la operacin historiadora es la re-presentacin del pasado. La historia, insiste Ricur, estotalmente escritura,30 se manifiesta en el texto o en elrelato, que a su vez quieren ser una representacin de larealidad. Pero no trata de la realidad misma, sino deuna aproximacin a ella, de un intento siempre inal-canzable de reproducirla o replicarla.31 En La memo-ria, la historia, el olvido, la representacin de la realidadfigura en tres contextos diferentes: en la memoria, en lateora de la historia y en la obra escrita. Aqu nos inte-resa esta ltima, cuando el trabajo del historiador, ini-ciado en los archivos, desemboca en la publicacin de unlibro o artculo entregados para leer. La escritura de la his-toria se ha convertido en escritura literaria.32 Ricurle da el nombre de representacina esta fase, pues obser-va que en ese momento, la expresin literaria, el dis-curso historiador declara su ambicin, su reivindicacin,su pretensin, la de representar de verdad al pasado.33

    Sin embargo, afirma que slo la unin de las tres fasesde la operacin historiadora (laprueba documental, laexplicacin-comprensin y la escritura) son capaces de

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    25 Veyne, Cmo se escribe la historia, pp. 141-142.26 Gaddis, El paisaje de la historia, p. 145.

    27 Ibidem, pp. 145-146.28 Prost, Doce lecciones, pp. 236-237.29 Gaddis, El paisaje de la historia, p. 183.30 Ricur, La memoria, la historia, p. 315.31 Gaddis, El paisaje de la historia, p. 177. Gaddis dice que en cual-

    quier caso es una lastimosa aproximacin a una realidad que, aun conla mxima habilidad de parte del historiador, parecera muy extraa acualquiera que hubiera vivido realmente en ella.

    32 Ricur, La memoria, la historia, p. 250. En el caso de la escri-tura literaria, dice Ricur en la misma obra (p. 360), la narratividadaade sus modos de inteligibilidad a los de la explicacin/compren-

    sin; a su vez, se ha comprobado que las f iguras de estilo son figuras depensamiento capaces de aadir una dimensin propia de exhibicin ala legibilidad propia del relato.

    33 Ibidem, p. 303.

    Pierre Goubert

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    acreditar la pretensin de verdad del discurso histri-co.34 Mediante la escritura el pasado, la cosa ausentese vuelve presente, se rescata el hecho desaparecido cuyasfrgiles huellas el historiador persigue, reconstruye yexamina una y otra vez, hasta que el anlisis riguroso lolleva a la conclusin de que esas huellas son testigos con-fiables del acontecimiento que se ha propuesto expli-car. Es decir, la narracin, la forma de representacinpropia de los historiadores, es una simulacin de loque ha sucedido en el pasado. Son reconstrucciones,montadas en laboratorios mentales virtuales, de los pro-cesos que han producido cualquier estructura que tra-tamos de explicar.35

    Pero la representacin del pasado que hace el histo-riador, adems de apoyarse en testimonios fidedignos eir acompaada de formas de explicacin certeras, razo-nadas y convincentes, exige la condicin de la buenaescritura. Puesto que la historia se escribe, es obligadoque est bien escrita, un requisito que ha acompaadoa las obras que llamamos clsicas, desde Los nueve librosde la historia de Herdoto, pasando por la History of theDecline and Fall of the Roman Empire de Gibbon, Elotoo de la Edad Media de Johan Huizinga, La culturapopular de la Edad Media y el Renacimiento de MijailBajtin, El Mediterrneo y el mundo mediterrneo en lapoca de Felipe II de Fernand Braudel, Montaillou, villa-ge occitan de Emmanuel Le Roy Ladurie, El queso y losgusanos de Carlo Ginzburg, El regreso de Martin Guerrede Natalie Zenon Davis o los grandes panoramas his-tricos de Eric Hobsbawm.

    Hace tiempo que novelistas, historiadores y crticosde la literatura y de la historia advirtieron las sutiles y aveces contradictorias relaciones entre la historiografaacadmica y la literatura. Antes de que el relato histri-co se vistiera con las virtudes y prestigios de las letras, elhistoriador lo fortaleci con un despliegue de testimo-nios slidos, con los recursos de la comprensin y laexplicacin rigurosas y con la fuerza de una interpreta-cin coherente y persuasiva. A este basamento el histo-riador le sum el atractivo de un estilo que atrajo la aten-

    cin de un pblico ms amplio y perdurable. Tal es elcaso de las obras histricas antes citadas y de la mayo-ra de los clsicos de la historiografa mexicana o lati-noamericana. De las obras dedicadas a la historia mexi-cana bastara recordar la Historia general de las cosas deNueva Espaade fray Bernardino de Sahagn, la His-toria antigua de Mxico de Francisco Javier Clavijero,la Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaade Bernal Daz del Castillo, el Hernn Corts de Jos

    Luis Martnez, el Ensayo poltico sobre el reino de la Nue-va Espaa de Alexander von Humboldt, la Historia deMxico de Lucas Alamn, Orbe indiano (o The FirstAmerica, su ttulo original en ingls) de David Bra-ding, La invencin de Amrica, de Edmundo OGorman,La formacin de los grandes latifundios en Mxico deFranois Chevalier, Zapata de John Womack, PanchoVilla de Friedrich Katz, u obras ms recientes comoMonte sagrado. Templo Mayor de Alfredo Lpez Austiny Leonardo Lpez Lujn, o Tierra adentro, mar en fuerade Antonio Garca de Len.

    Como se ha visto antes, al mencionar los grandesdesafos que las obras de Stendhal, Balzac, Flaubert yTolstoi arrojaron a la cara de los historiadores, stos noslo reaccionaron con una mejora en la composicin yel estilo de sus obras, sino con un replanteamiento ra-dical de la presentacin de los actores, los temas, los esce-narios y contextos que integran el relato histrico. Desdeentonces los historiadores no slo exploraron nuevostemas, mtodos y arquitecturas para relatar el pasado,sino que vieron en las creaciones literarias textos im-

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    34 Ibidem, p. 371. En otra parte, p. 372, dice: no tenemos nadamejor que el testimonio y la crtica del testimonio para acreditar la pre-tensin de verdad del discurso histrico.

    35 Gaddis, El paisaje de la historia, p. 141.

    Fernand Braudel

  • 7/24/2019 Florescano Pilares de La Historiografia

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    pregnados de historia, pues aun cuando entendieronque los escritores no se propusieron relatar aconteci-mientos reales, aceptaron que sus textos proporciona-ban una imagen fiel de aquello que se supona quehaba sucedido, sobre la base de costumbres anlogasen uso, o bien de documentos en los cuales consta quecostumbres anlogas haban tenido vigencia en el pasa-do.36As, basndose en el romance medieval de Lan-celot du Lac,Jean Chapelain, quien escriba entre 1646y 1647, concluy que ese texto literario brindaba unarepresentacin genuina [], una historia cierta y exac-ta de las costumbres que imperaban en las cortes de eseentonces. ste es un ejemplo, arguye Ginzburg, decmo un texto ficticio nos permite construir la verdadsobre esas ficciones (fables), la historia verdadera sobrela ficticia.37

    Los romances, las novelas y los textos literarios noslo reconstruyen ambientes, acontecimientos y perso-najes histricos con procedimientos ignorados por loshistoriadores, sino que con frecuencia brindan la im-

    presin, como es el caso del cine, de que estamos vi-viendo esos acontecimientos y comprendiendo la mag-nitud y el sentido de las reacciones experimentadas porsus personajes. Carlo Ginzburg recuerda cmo la agu-da lectura de Erich Auerbach de En busca del tiempoperdido de Proust, o deAl faro de Virginia Woolf nospermiti saber cmo, mediante un acontecimientoaccidental, una vida cualquiera, un fragmento tomado

    del azar, se puede arribar a una comprensin ms pro-funda de la biografa de una persona o ahondar en latrama de un acontecimiento histrico. La literatura tam-bin nos impone desafos, como los de Stendhal, quienpor medio de un relato basado en personajes y acon-tecimientos inventados, intentaba alcanzar una ver-dad histrica ms profunda.38 Los novelistas, en fin, deHenry Fielding a Marcel Proust, o de Virginia Woolf a

    James Joyce o William Faulkner, o de Juan Rulfo a Ga-briel Garca Mrquez, ensearon a los historiadores tc-nicas maravillosas para comprimir el tiempo o dilatarlo,de tal manera que apropindose de esos procedimien-tos el historiador pudo resumir siglos de historia en unaspginas, o extender por das, meses y aos acontecimien-tos ocurridos en breve tiempo.39 Segn Peter Burke, elhistoriador del cine Siegfried Kracauer parece habersido el primero en sugerir que la ficcin moderna, msen particular la descomposicin temporal en Joyce,Proust y Virginia Woolf, ofrece una oportunidad y unreto a los narradores histricos.40 Otros historiadores,siguiendo el modelo de los novelistas que cuentan sustramas desde distintos puntos de vista, a travs de dife-rentes actores o narradores, nos presentan relatos hist-ricos expresados en varias voces, como el libro de RichardPrice sobre los esclavos de Surinam.41

    Podran citarse muchos otros casos que muestran c-mo se han abierto los historiadores a las tcnicas narrati-vas que les proponen las letras y las artes, un testimonioms de la creciente apertura de esta disciplina para acep-tar nuevos retos y un ejemplo de la incesante renovacindel oficio del historiador. Entre estos historiadores,Carlo Ginzburg es quiz quien ms ha insistido en estaapertura a la literatura como texto impregnado de his-toria y como herramienta asequible al historiador.42

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    36 Ginzburg, El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio,

    FCE, Mxico, 2010, pp. 14-15. La cita entrecomillada procede de untexto de Jean Chapelain escrito entre 1646-1647 que se refiere al ro-mance medieval de Lancelot du Lac, pp. 114-115.

    37 Ibidem, pp. 115 y 130-131.

    38 Ginzburg, La spera verdad, El hilo y las huellas, pp. 244-245 y 246-247.

    39 Vase Ginzburg, Pruebas y posibilidades, El hilo y las hue-llas, pp. 445-447; y los ensayos de Auerbach sobre Stendhal y Virgi-

    nia Woolf en Auerbach, Erich, Mimesis. The Representation of Reality inWestern Literature, Doubleday Anchor, Nueva York, 1957 [versin enespaol: Mimesis, FCE, Mxico, 1950].

    40 Peter Burke, Formas de hacer historia,Alianza Editorial, Madrid,1993, pp. 293-294. Siegfried Kracauer, The Last Things before the Last.Vase tambin Ginzburg, Detalles, primeros planos, microanlisis, Elhilo y las huellas, pp. 327-349.

    41 Richard Price,Alabis World, Historical Understanding, The JohnsHopkins University Press, Baltimore, 1990.

    42 Vase Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos segn unmolinero del sigloXVI, Muchnik Editores, Madrid, 1981 [edicin italia-na, 1976]; Indicios. Races de un paradigma de inferencias indiciales,Mitos, emblemas, indicios. Morfologa e historia, Gedisa, Barcelona, 1989,pp. 138-175; Historia nocturna, Muchnik Editores, Madrid, 1991;History, Rhetoric and Proof, University Press of New England, Hano-

    ver-Londres, 1999; Tentativas, Universidad Michoacana de San Nico-ls de Hidalgo, Morelia, 2003; Los benandanti: brujera y cultos agrariosentre los siglos XVI y XVII, Universidad de Guadalajara, Guadalajara,2005, y El hilo y las huellas

    Carlo Ginzburg