Forjadoras de Pedro de Valdivia Bajo

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FORJADORAS Pedro de Valdivia BAJO DE

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Este libro documenta el proceso de configuración de la población Pedro de Valdivia Bajo desde la acción de las mujeres pobladoras de la ciudad de Concepción. Esta investigación fue desarrollada por el Colectivo Anarko Feminista La Fábrica.

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FORJADORAS

Pedro de Valdivia BAJO

DE

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Forjadoras de Pedro de Valdivia Bajo.

Este libro fue realizado con el patrocinio de FONDO ALQUIMIA y el financiamiento de UNIFEM.

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Esta es una Edición de la Editorial Letras Libertarias y una creación

colectiva de Anarcofeministas “La Fábrica”.

Este libro tiene anti-copyright

Reconocemos autoría, pero negamos la propiedad intelectual:

¡¡Copiar y distribuir bajo todos los medios posibles!!

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Dedicado a todas las generaciones que han visto nacer el Barrio Pedro de

Valdivia Bajo y a las generaciones que en él viven actualmente, la que están

llamadas a defender estas tierras, este pedazo de ciudad que sus ancestros construyeron y les legaron para que

vivieran dignamente.

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PREFACIO El libro que aquí presentamos es un trozo de historia que aunque visible por todas no es valorado, un trozo de historia que suele ser menospreciado, hasta por sus propias protagonistas en algunos casos, en fin, un trozo de historia que pocas veces es narrado. Menos por la academia, en donde escasean mujeres y abundan hombres, algunas veces emparentados con la dictadura y otras veces hombres políticamente correctos que ven las historias femeninas como la posibilidad de hacer la historia de la anécdota, esa que se escribe para refregar en la cara de sus protagonistas lo insignificantes que son frente al monstruo que llamamos sociedad. La historia que aquí queremos contarles, es esa que ha servido de estrategia para la sobrevivencia a

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un medio precario y hostil, la que muchos hombres no tienen la entereza de asumir, porque están más comprometidos con una causa ajena, una causa que les llama a encajar en la sociedad en la medida que son capaces de gastar en cosas que no les son necesarias pero les crean estatus. La historia que queremos contarles en este libro es una historia de amor, gestada por mujeres, que con los pies en la tierra, ven en el apoyo mutuo un factor de la evolución. El Colectivo Anarco-feminista del Centro Social “La Fábrica” es una organización que desea ocupar el espacio cotidiano como lugar de lucha para cambiar las relaciones sociales que han puesto a la gran mayoría de la humanidad bajo la bota de un puñado de familias, que junto a sus perros guardianes le han arrebatado el mantenimiento a

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las personas, obligándoles a luchar unas contra otras y nos mantienen extorsionadas cambiando nuestra libertad por la sobrevivencia. Por eso queremos contar esta historia liberadora, la historia de mujeres que piensan que el cambio de las relaciones sociales pasa por cómo actuamos diariamente. Como personas en sociedad hemos perdido la autonomía, no podemos escoger que es mejor para nosotras sino que debemos ver impotentes como quienes mantienen esta sociedad por la fuerza se roban nuestros recursos, se apoderan especialmente de la tierra y el agua, los minerales, los bosques, etcétera. Además debemos observar sin ni siquiera opinar, como se reparten los dividendos de la esclavitud en la que los que se apoderaron de la riqueza mantienen a los legítimos dueños de ésta… La Humanidad.

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Dentro del escenario que acabamos de describir, como grupo vemos que las que nos levantamos tras la bofetada somos las mujeres. Aunque haya muchas luchas sociales, no nos convence el simbolismo, incoherencia e impracticabilidad que la mayoría tienen, por eso también queremos mostrar esta historia, de cómo las mujeres levantamos el rostro y encaramos la realidad, la sobrevivencia nos exige acciones reales, en tiempos reales y entre personas reales. No podemos esperar que toda la humanidad se ponga de acuerdo para hacer una revolución, porque tenemos que comer, tenemos que defendernos, tenemos que vivir en un hogar feliz y tantas otras necesidades del aquí y ahora es que las mujeres nos hemos organizado para hacerle frente a la causa más importante: La Vida.

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Como grupo queremos enaltecer la moral que han sostenido las mujeres de Pedro de Valdivia Bajo, no queremos hacer una revisión al pasado, buscamos mostrar una constante, un hecho permanente, ese hecho es cómo las mujeres construimos barrio, como resolvemos nuestros problemas (¡¡y si que los resolvemos!!) y como proyectamos un porvenir alegre para nosotras y nuestros seres queridos. Buscamos hacer justicia al gritar que las mujeres somos quienes velamos por la sobrevivencia de la comunidad. Justamente fueron mujeres las que nos ayudaron a publicar este libro, una organización que confía en mujeres (FONDO ALQUIMIA) y dispone recursos para que organizaciones como la nuestra puedan hacer acción social en beneficio del movimiento de mujeres, el cual es amplio y

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esperamos que cada día se amplíe más. Anhelamos cumplir con la expectativa que ellas tuvieron en nosotras para favorecernos con el fondo UNIFEM y a la vez anhelamos agregar más que un grano de arena en esta lucha por el autoreconocimiento y por el reconocimiento social que consideramos debe haber al papel de las mujeres en la organización social de base.

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INTRODUCCIÓN.

Es objetivo de este libro mostrar testimonios de vida de mujeres pobladoras de Pedro de Valdivia Bajo, que junto a otras mujeres han buscado el buen vivir para ellas y sus seres queridos. También se busca por medio de este libro empoderar a las mujeres en su rol social y económico que han jugado en la conformación del barrio. Cuando hablamos de querer empoderar nos estamos refiriendo a una estrategia para que las mujeres nos demos cuenta de la magnitud de nuestro accionar, de la importancia que tienen nuestras acciones en el sobrellevar nuestras vidas, el barrio, y cómo estas acciones van cambiando la ciudad misma. El empoderamiento lo vemos como un proceso de autovalidación, en donde las

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mujeres decimos: somos capaces, siempre lo hemos hecho, y nuestras organizaciones aunque no las quieran ver o las caricaturicen, han conseguido asegurar la sobrevivencia de la comunidad, especialmente de los segmentos más vulnerables de ésta. Cuando las mujeres asumamos esto, podremos sobreponernos a la dependencia, especialmente de las entidades que como el estado, las escuelas, la medicina, las policías, las jerarquías de las iglesias, los empresarios, etcétera, que se han servido de la sociedad mucho más de lo que le sirven a ella. Este libro está acompañado de un video que condensa testimonios de vida, testimonios que cuentan como funciona el apoyo mutuo entre mujeres, esa solidaridad de ida y vuelta que nada tiene que ver con teletones en donde las empresas lavan su imagen o con las campañas

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que sirven para que las personas den lo que les sobra, esta solidaridad entre mujeres es el instinto que le han hecho perder a la humanidad, a la que le han hecho creer que hay que competir por tener el auto más veloz de todos y tantas otras estupideces que sirven sólo a quienes nos las venden. Ese instinto tiene que ver como ya se ha dicho con la supervivencia y el impulso al que lleva ese instinto es el amor, el que nos mueve a cuidarnos, a vivir cada día mejor, vivir y dejar vivir. El grupo entrevistado pudo ser más amplio seguramente, pero nuestro propósito no es hacer un trabajo estadístico que por medio de la cantidad nos permitiese mostrar una tendencia significativa, para nosotras lo significativo tiene que ver con la experiencia de vida, esa que nadie puede negar y que nadie debería juzgar más que la propia

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protagonista. Además, pensamos que si queremos comunicar, debemos alejarnos del oxidado modelo historiográfico. La imagen tiene por finalidad vender y la historia tiene por finalidad coronar vencedores, además carece de objetividad pues el sujeto que estudia y el objeto estudiado son el mismo, nosotras en este trabajo proponemos un mosaico de testimonios que construyen un gran cuadro, el que para quien lo quiera interpretar podrá ver un hogar feliz, una angustia superada por la amistad, un grupo de brujas que deben ser quemadas o un grupo de amigas que tejen redes invisibles pero que atrapan sueños y construyen esperanzas. No queremos demostrar una hipótesis, buscamos contar lo que todas podemos ver pero que la sociedad ha hecho invisible. Tampoco buscamos darle

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temporalidad al relato, consideramos que el tiempo es creación humana patriarcal y que ha sido fabricado para programar la explotación y opresión de la humanidad, haciéndole creer que tal vez en el futuro pueda hacer posible sus deseos, el clásico “hoy no se fía, mañana si.” Es el aquí y ahora nuestro momento histórico, dónde no nos coronan ni nos dan medallas, pero es donde las papas queman y es a través de nuestros cuerpos que nos hemos dado cuenta que éstos son más importantes y trascendentes que la “la política” o “el Estado” estos grandes egos imaginarios e impuestos que pretenden contenernos, pero nosotras estamos aquí con nuestro cuerpo luchando por dignificar nuestras vidas y a quiénes son parte de éstas, una lucha particular que junto a las de nuestras hermanas han cambiado

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esta realidad, sin necesidad de urnas ni de tanques. Junto con las notas introductorias en donde hemos querido hablar de los anhelos que nos mueven a contar esta historia y de la no metodología que utilizaremos, el libro ordena los testimonios entregados por nuestras entrevistadas respecto al establecimiento de Pedro de Valdivia Bajo, qué existió antes del barrio, cómo se establecieron las pobladoras y en qué situación se encuentran hoy. En los relatos podremos ver cómo las mujeres construimos barrio, nos hemos remontado al establecimiento de las entrevistadas, sus necesidades y sus respuestas a la adversidad, las vinculaciones que han hecho y las organizaciones a las que se han integrado o han generado. Esta es la

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idea que hemos querido plasmar en la primera parte que entregamos en este libro y a partir de ella nos han surgido hoy nuevos temas que consideramos importante estudiar, pero que dejaremos para una segunda y tercera parte de este libro que esperamos desarrollar en un futuro cercano. Consideramos necesario estudiar situaciones particulares de apoyo mutuo entre mujeres, pues aprendimos que son un motor dentro de la vida social de las poblaciones. En las entrevistas hemos conocido esta cultura casi específica de las mujeres, una cultura que como ya lo hemos planteado asegura la permanencia de las comunidades, especialmente de las comunidades más precarizadas. Otro tema que ha salido a flote en la investigación y pese a que hemos

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recopilado bastante información al respecto, deseamos acabar el tema más detalladamente para una futura tercera parte de la historia. Sin embargo no podemos dejar de mencionar las situaciones recientes que en Pedro de Valdivia Bajo nos han sacudido (literalmente), por una parte, deseamos reproducir como enfrentan nuestras entrevistadas el que las mafias comerciales, políticas e inmobiliarias nos quieran sacudir del barrio que hemos construido entre todas, estas mafias buscan echarnos a sitios periféricos o instalarnos a unas arriba de otras en edificios calcados a los nichos de los cementerios. Por otra parte nos gustaría rescatar en una segunda parte de la Historia experiencias prácticas de sobrevivencia narradas por nuestras entrevistadas en el gran sacudón que vivimos el 27 de Febrero del 2010, cuando las fuerzas de la naturaleza se

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encargaron de demostrarnos que sólo nos tenemos a nostras mismas, que el estado no es benefactor, que la clase política sólo cuida sus intereses y que en vez de ayudarnos, aprovecharon la catástrofe para ponernos aun más la pata encima, no nos olvidamos Jacqueline Van Rysselberghe cuando nos acusaste de saqueadoras, a nosotras y nuestras familias y vecinas, cuando nos negaste la ayuda mientras tu ganabas cargos y algo ma$. Tampoco olvidaremos las grandes sumas de dinero que le entregaron a “Techo para Chile”, para que humillaran a quienes perdieron todo, con mediaguas que no protegieron de las lluvias, que no contemplan baño y que nunca les creeremos que les costaban 700.000 pesos construirlas, es cosa de sumar nada más.

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Pero lo que deseamos dejar en el recuerdo no es la impotencia de recibir otro escupo en la cara de parte de quienes tienen a la humanidad estrangulada con sus leyes y su economía del lucro, sino resaltar como la acción de las mujeres logró organizar una sociedad en caos y como se rearticularon los grupos de familia extendida que es la forma en que ancestralmente nos hemos organizado antes de que la influencia judeocristiana occidental contaminara nuestra sociedad. Bueno como podrán ver, las intenciones de este libro son enaltecer y denunciar, o como decíamos en líneas anteriores, mostrarles un mosaico para que saquen las lectoras y los lectores sus propias conclusiones.

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PRIMERA PARTE

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EL ESTABLECIMIENTO DEL BARRIO PEDRO DE VALDIVIA

BAJO.

Breves alcances historiográficos.

La población Pedro de Valdivia Bajo, tiene sus inicios en el territorio que ahora es lo que antes correspondió al lecho del río Bío-Bío, en su mayor parte, y al sector denominado Puntilla en menor medida, que constituía el borde sur de la ciudad de Concepción cuando ésta se traslado desde Penco hacia el Valle de la Mocha en 1764, producto de los terremotos y tsunamis. Sólo llegaba hasta la calle Serrano. En los relatos recopilados, las vecinas identifican la formación del barrio hace 120 años atrás aproximadamente, pero existen

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datos de incipientes poblamientos de este sector y zonas colindantes desde mediados del siglo XIX: "En la memoria del intendente Bulnes de 1846, ya se menciona la acción de mercedar o arrendar sitios y huertos a miles de indigentes que forman <<nubes de mendigos>>, actitud que desde 1850 va a cambiar por la venta de sitios o licitaciones, así surgen alrededor de los caminos hileras de ranchos, ramadas y colectividades campesinas de viviendas precarias como las que aparecen entre La Puntilla (Víctor Lamas con Prat) y la isla La Mochita”. En estos mismos años se construye una línea férrea que pasa por el lugar, para conectar los pueblos interiores y Concepción centro, con lo cual ferrocarriles instala parte de sus trabajadores entre la vía y el río, incluso entregándoles títulos de dominio a algunas personas, sin

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embargo esto constituye sólo un hecho minoritario ya que el mayor poblamiento se da por la migración desde las zonas rurales hacia la ciudad producto de la industrialización que Chile comienza a vivir desde 1830 y particularmente Concepción como centro económico, complementado, décadas posteriores, por el proceso de poblamiento periférico: “…La distribución de la población está claramente consolidada, registrándose una paulatina emigración desde el centro de la ciudad hacia la periferia motivada por el paulatino encarecimiento de los arriendos y la disminución de los ingresos, que intensificará la ocupación de los barrios marginales”. Sin embargo, con el tiempo la línea férrea pasa a constituir no sólo un factor económico importante del lugar y una referencia espacial para identificar la población, sino que

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también se vuelve un tabique de separación social, donde por una parte, antes de la línea, en la altura, están los chalets de la gente acomodada, muchos de los cuales, actualmente, pertenecen a gerentes de grandes empresas como el diario “El Sur” por ejemplo, producto de que dichos terrenos fueron vendidos por la Municipalidad sin vacilaciones desde un comienzo, a extranjeros y adinerados: “El fortalecimiento de una clase rica en Concepción a partir de 1850 y el avecinadamiento de extranjeros alemanes, franceses e ingleses va a producir una apetencia de tierras alrededor del damero penquista, especialmente lo que hoy es Pedro de Valdivia, y el consiguiente desalojo de la posesión de estos sitios por huerteros y chacareros, para que la Municipalidad les venda a los interesados generalmente extranjeros que desean avecindarse”.

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Por esto al otro lado de la línea hacia el río, en la parte baja, están las personas pobres, que construyeron no sólo sus propias casas con materiales ligeros que pudieron conseguir, si no que más aún, hicieron el territorio que no pudieron comprar, le tuvieron que quitar lecho al río para poder tener un pedazo de tierra donde instalarse, teniendo que enfrentar constantes inundaciones , en un proceso de relleno que duró 5 generaciones al menos , y que hasta el día de hoy se ve en algunas ocasiones, y aunque en la actualidad existen algunas casas ubicadas antes de la línea, que pertenecen a la población, el Gobierno regional y el Municipio se ha encargado de arrinconarlos bien y casi hacer desaparecer la estrecha franja que ahí quedaba, expropiando terrenos a las personas, sin su consentimiento, para establecer avenidas y centros

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comerciales, para así agrandar la ciudad y relegar a los márgenes a quiénes no caben dentro del paisaje urbano. La población que hasta 1930 contaba con, entre 25 y 30 casas, en los setentas aumentaba a trescientas casas donde vivían mil familias, y hoy hay más de 1500 familias viviendo en terrenos sin títulos, y otro numero similar en terrenos que se consideran privados en los que formaron condominios y edificios, llegando a ser la Junta de Vecinos Nº 32 que hoy es, a pesar de la poca participación vecinal, por mucho la más representativa del sector, en algún momento la más grande del país, según afirman nuestras entrevistadas.

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Creando el actual Pedro de Valdivia Bajo.

Nuestras entrevistadas nos acercan a la oleada de poblamiento que ha luchado por construir un lugar para vivir desde hace más de 50 años. Al consultarles sobre los recuerdos más remotos del barrio, todos los relatos llegan a un lugar común, este lugar es como se le fue ganado el terreno al lecho del río, las entrevistadas al referirse al hecho, recuerdan que Pedro de Valdivia Bajo no existía como un sitio eriazo, sino que constituía el lecho del río Bío-Bío, el que estaba seco entre los meses de noviembre y marzo y el resto del año afloraba el agua subterránea o simplemente las crecidas del río inundaban el sector.

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Extracto del plano de Concepción en 1856, donde se muestra el sector que actualmente ocupa el Barrio Pedro de Valdivia Bajo, se puede apreciar La Mochita siendo Isla, la Avenida Pedro de Valdivia en ese entonces “Camino a la frontera” y una playa del Río Bío –Bío que no supera los 100 metros de separación entre el Río y el escarpe del Cerro Caracol.

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Extractos de Mapa Concepción 1892. Podemos ver la Mochita en su condición de Isla y que la playa entre el Río y el Cerro –que alcanza los 100 metros aprox.- está siendo utilizada como chacarerías.

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Mapa de 1950, muestra un trazado inicial de Pedro de Valdivia, aún la Mochita era una Isla y sólo apegada a la línea férrea, Arrau Mendez era la calle que conectaba al barrio.

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Johana, nieta de pioneros del barrio relata un recuerdo familiar: “Pasaba por acá afuera el río, pasaba por acá afuera el agua, y por ejemplo cuando mi abuela quería salir tomaba el bote. Habían botes, muchos eran dueños de sus propios botes, el tío de mi abuela era dueño un bote, de eso hacen años, sacábamos la cuenta que deben ser cien años atrás”. Como la señora Ana Luisa nos comenta todos los terrenos que ocuparon las pobladoras no eran ciudad, sino que era lecho de río, ella señala que todos estos terrenos fueron quitados a la naturaleza no a antiguos dueños privados o estatales, sino como dice ella a la “madre naturaleza”, por lo que podemos hablar que Pedro de Valdivia Bajo no fue construido como barrio solamente por sus pobladoras y pobladores, sino que el mismo emplazamiento fue

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artificialmente acondicionado para poder tener un lugar donde vivir, de hecho la señora Ana asegura que la línea férrea era el límite de la zona inundada anualmente por el río Bío-Bío. Sobre el mismo tema la señora Rosa comenta que sus recuerdos de infancia son de un barrio que llegaba desde la línea hasta la calle que actualmente lleva por nombre Luis Acevedo, el resto era todo río, de hecho la misma señora Ana relata que las familias iban al río adyacente a sus viviendas a lavar la ropa o a lavarse ellas mismas, ya que el agua en ese entonces no estaba contaminada como en la actualidad y no poseían agua potable. La señora Rosa Betancourt llegó de 8 años a la población, cuando llegó lo hizo junto a su padre, recuerda que el barrio era la orilla del río, le llamaba la atención las balsas que pasaban por el río haciendo

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comercio, ellos se acercaban a comprarles carbón, estas balsas venían desde Hualqui. Al preguntar por las condiciones iniciales del barrio, la señora Guillermina cuenta que “nosotros fuimos rellenando esto aquí a la orilla de la carretera, bueno la carretera se tomó hacia el río más, pero antes cuando nosotras éramos cabras, yo muy niña, ahí no había ningún espigón, nada, era puro río. Tú al tiro llegabas al río, como que íbamos en bajada por ahí”… “El río llegaba a la línea del tren, allá llegaba y esto se fue tomando y tomando” La señora Liliana quien en la actualidad tiene 53 años nos comenta “nací en este lugar, a mi madre la sacaron los carabineros a la calle Arrau Méndez para que me diera a luz por que el barrio estaba inundado”… “yo tengo

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conocimientos que me legaron mis abuelos, había un pequeño sector donde habían viviendas cercanas a la línea férrea, el resto era todo río y producto de la necesidad de las personas de tener viviendas comenzaron a tomarle terrenos al río”… “Esto era básicamente lecho de río y se construyó en palafitos, las familias que viven actualmente son descendientes de pioneros que hicieron este barrio”. Por su parte la señora Rosario comenta que ella llegó al barrio en la década de los ‘70s y que ella lo que vio fue que el barrio estaba formado por sitios que habían sido rellenados para quitarle espacio al río, sobre esos rellenos las personas construían tarimas de madera y sobre esas tarimas construían sus viviendas, estas tarimas las construían pues el río normalmente inundaba los terrenos que pertenecían a él.

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La señora Haydé comenta que “antes del 80, mucho antes el río llegaba hasta allá hasta Errázuriz, y al río lo fueron quitando, quitando, quitando hasta que quedó a un par de cuadras mas allá”… “era un hoyo, esto era pura laguna, esta parte era laguna” Sobre el mismo tema, Yasna quien llegó a vivir al barrio en 1981 comenta que “habían como unas vegas para atrás, y los camiones venían a botar escombros así que se iba con las carretillas a recoger esos escombros y se iba rellenando por que era una laguna, aparte del río había una laguna, como un humedal. Todavía queda parte de esa laguna, allá atrás por entremedio” Como podemos ver al cruzar relatos, el barrio se estableció en el lecho del río, el paisaje eran

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arenales que se inundaban en otoño, invierno y parte de la primavera, sin duda no eran lugares aptos para instalar viviendas, pero la necesidad hizo que un grupo de vecinos y vecinas construyeran en este lugar un asentamiento para su barrio, el que colindaba con un hermoso paisaje natural bañado por el río Bío-Bío, como lo relata la señora Guillermina al referirse al área colindante a la Mochita: “Me acuerdo eso era un balneario que nosotras teníamos, nosotras íbamos ahí, y esa parte se llamaba Rocoto, entonces nosotras íbamos los fines de semana ahí y el que no tenia para ir a la playa, porque los buses salían ahí de la estación para penco y había que hacer una fila larga los días domingo, entonces nos íbamos ahí arriba, ahí llevábamos las carnes, cosas, pescado para freír, se hacían carreras a la chilena, habían cancha de rayuela, yo era cabra chica. Yo me acuerdo de todo eso. Y

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ahí no existía la mochita, eso era puro río Bío-Bío no mas, unos sauces preciosos, unas partes lindas, allá iba toda la población se juntaba, entonces uno sabe que no hay dueño de ese terreno, que ahora salió que resulta que hay un dueño, ahí nos fueron quitando los espacios y ahora nos quieren quitar todo”.

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Área de inundación de acuerdo a los relatos, imagen de fondo con el barrio en la actualidad.

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Paseo de antaño en Pedro de Valdivia Bajo. Se aprecia la vegetación y la arena de la playa en torno al río.

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CREANDO EL EMPLAZAMIENTO, INSTALANDO VIVIENDAS.

Pero ¿cómo es que un grupo de familias logra acondicionar estos terrenos que eran la zona de inundación de uno de los ríos más imponentes del centro sur de Chile?, en las líneas que viene a continuación podremos apreciar el mérito de estas familias y a la vez destacaremos el fundamental rol que jugaron las mujeres en este proceso.

Las primeras viviendas; Los palafitos.

En los relatos recopilados, escuchamos que el tipo de vivienda era similar a la que se conoce como palafito, es decir una casa establecida sobre pilares de madera

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que la aísla del suelo, la necesidad de construir de esta forma era por que las inundaciones eran recurrentes entre los meses de marzo a noviembre aproximadamente. Por ejemplo, la señora Rosa recuerda que cuando tenia 4 años vivía junto a su mamá y sus 4 hermanos menores, la población era con viviendas tipo palafitos, comenta que su madre compró durmientes del tren para instalar su casa (era usual comprar durmientes para estos trabajos), pero finalmente la casa quedó sobre dos durmientes enterrados hacia abajo en el relleno, inicialmente su madre quería construir la vivienda a la altura que estaba el terreno, pero si bien era arena y no curso del río, cuando el río crecía todo el sector se inundaba, por eso se les hizo necesario rellenar a tanta altura. Después de rellenar con los 2 durmientes tuvo que rellenar 2 metros más de material, en donde

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enterró un nuevo durmiente hasta la mitad y desde allí comenzó a construir su palafito. Sobre el tipo de vivienda la señora Ana Luisa recuerda que los terrenos eran amplios y el tipo de construcción era similar a los palafitos, los cuáles en su planta alta tenían la vivienda y en la planta baja consistían en leñeras o lugares donde hacían fogones y que durante la estación seca era posible trasladar la cocina allí, pero en la estación lluviosa esta planta baja no podía ser utilizada pues se inundaba. Rosa Betancourt nos dice que “La gente para que el río no les llegara arriba, hacían las casa en alto como las jaulas de los pájaros, en alto y con escalera para poder llegar arriba, siempre se inundaba, las calles eran puro río, se tomaba el

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bote para poder llegar arriba a tomar la micro”. La señora Liliana comenta que producto de la necesidad de las personas de tener viviendas comenzaron a tomarle terrenos al río y empezaron a hacer casas en forma de palafito. La parte inferior del palafito nos servía en verano como living comedor y al lado de nuestras viviendas teníamos nuestro balneario así que no era necesario que fuéramos a buscar a otra parte, el agua del río servía para consumo humano y para lavar porque en esos años el río no estaba contaminado como ahora y de ahí fue naciendo Pedro de Valdivia. El río crecía de manera violenta unas 3 veces al año, aparte de la inundación constante eran avenidas del río, las que arrastraban todo lo que hubiese debajo de los palafitos, que tradicionalmente se ocupaban para guardar enseres

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domésticos y también se utilizaban como lugares para refugiar aves, patos u otros animales de corral que las pobladoras criaban para su alimentación. Al respecto la señora Guillermina comenta que: “Esto cuando yo nací, era pura agua, yo cruzaba la vereda así al frente y eran puras playas, agua…y las casas eran con palafito, eran todas paradas con palafito porque todo esto se inundaba. El río llegaba a la línea del tren, allá llegaba y esto después se fue tomando, tomando. Mi casa era de palafito, mi padre que en paz descanse la construyó” Y la señora Haydé se refiere al tipo de construcción diciendo: “Mi marido vivía aquí, esto era un hoyo, esto era pura laguna, esta parte era laguna y mi marido vivía como en una casucha de patas largas, como palafito”

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La señora Clorinda Valenzuela que vive en el barrio desde 1956 se refiere al barrio diciendo que todo era pura arena y que se construyeron palafitos con durmientes que en ese tiempo cada durmiente medía 5,9 metros. En las partes donde el lecho del río estaba más bajo, ocupaban un durmiente y medio o dos durmientes enterrados para levantar las viviendas. La casa donde ella vive actualmente comenta se montó sobre un durmiente y medio. Posteriormente su padre construyó un cerco de pirka en torno a la vivienda para evitar que las crecidas del río se llevaran lo construido, junto a su hermana comenta que una de esas crecidas la recuerdan porque una tinaja en donde guardaban trigo que estaba bajo el palafito comenzó a flotar en la planta baja y chocaba contra el piso, lo que les provocaba mucho miedo.

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Fotografía tomada a hermano de una de las entrevistadas, puede verse la casa levantada sobre durmientes y el desnivel del terreno aún parcialmente rellenado.

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Johana relata: “Y te voy a decir que en invierno, les llegaba el agua casi al piso, porque más allá del pasaje ese, la gente vivía en el bajo y la gente le ponía unos tremendos troncos a sus casas, las levantaban como en esos troncos las casas, porque el agua les llegaba casi a la mitad de los troncos, eran troncos altísimos”. El tipo de construcción levantado no fue al inicio del barrio solamente sino como señala la señora Rosario: “Siguió gente tomándose terrenos, haciendo palafitos, era lo que yo viví osea, hasta la década del 80 más o menos”.

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Fotografía del sector costanera a inicios de la década de los ’90, la panorámica nos acerca a las condiciones iniciales en que las vecinas de Pedro de valdivia Bajo crearon su barrio.

Entrado el siglo XXI el barrio vuelve a inundarse.

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Rellenando los terrenos. Si bien levantar las viviendas fue una solución parcial, las familias que se fueron instalando en este naciente barrio utilizaron muchos recursos y mucho trabajo para rellenar los lugares en donde se establecieron, la idea era no sólo construir viviendas que evitaran la inundación por estar levantadas, sino que también se hacía necesario tener accesos a sus hogares por sobre a cota del río y levantar el barrio literalmente. Esto se consiguió con una tarea que las vecinas nunca olvidarán y que como manifiestan lo expresan para que las nuevas generaciones valoren estos terrenos como un legado familiar, pues a nadie se le regaló nada, el suelo en el cual están instaladas está regado con el sudor que botaron rellenado lo que hoy es Pedro de Valdivia Bajo.

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En los relatos podemos ver cómo se hizo esta labor de relleno, por ejemplo, la señora Ana cuenta que para establecer el barrio fue necesario hacer muchos rellenos de piedras y escombros. En las labores de relleno la señora Ana comenta que los hombres estuvieron presentes en la medida que sus trabajos se lo permitían, pero que en realidad fueron las mujeres junto a su prole que fueron rellenando el río, lo cual lo tomaron como un juego que consistía en tirarle piedras al río. Comenta que si bien se tomó todo como un juego igual se podría decir que se abusó de la niñez pues la infancia se llevó un fuerte trabajo junto sus madres para rellenar. Los hombres por su parte cuando volvían de trabajar colaboraban en las escasas horas de luz natural que quedaba para concluir la jornada, bañarse e irse a dormir para estar al otro día de

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nuevo en pie continuando con la labor. Al momento de rememorar sobre los rellenos la señora Rosa Betancourt cuenta: “a mi papá le alcanzamos a poner un cordel para tirarlo por que el río se lo llevaba, por estar rellenado tanto, éramos chicas todas pero le ayudábamos en lo que podíamos”…. “Estos terrenos no eran de nadie, nosotras le quitamos al río, nosotras somos dueñas absolutas de los terrenos, no como ahora que dicen que la municipalidad tiene todo esto tomado, que la municipalidad va a vender, que los van a sacar. Mi papá pagaba contribuciones y después quedó todo exento de pago por que mucha gente tomó terrenos pero nunca inscribió las casas”. En su relato además la señora Rosa Betancourt nos muestra que la labor de relleno nunca ha cesado:

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“Más allá al río la gente sigue rellenando, al igual que lo hizo mi papá”. La señora Haydé relata que si bien la casa había sido construida por su marido, antes de que ella llegara, la que rellenó el sitio fue ella: “después empecé a rellenar porque el relleno lo hice yo, empecé a rellenar a rellenar. Me traían…Esto está rellenado más que nada con vidrio, de allá arriba cuando estaba la Cervecería Unida, en Pedro de Valdivia, y ahí rellenábamos con camionadas que venían a tirar aquí, nosotras íbamos esparciendo a un lado y apisonábamos con palos para que quedara un poco mas duro”. Respecto al papel jugado por las mujeres en el proceso de levantar el barrio por medio de los rellenos comenta: “En lo personal yo siempre he vivido casi sola, mientras viví con

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mi marido, mi marido salía a las seis de la mañana, llegaba a las once de la noche, es como vivir sola. Yo iba a las reuniones, yo veía las cosas del pasaje”… “Las mujeres participamos, y lo más importante fue el relleno. Nos venían a dejar una camionada y uno la esparcía, la iba esparciendo hacia el hoyo, hacia el hoyo, hasta que se iba rellenando, uno rellenaba ya un pedacito así, ¡chum! paraban los palos y se hacia una mediagua, y después seguía rellenando”. Sobre la magnitud de las labores de relleno narra: “Todas las vecinas de por aquí rellenamos. Del pasaje Blanco hasta Rancagua, todo, si era todo laguna, y así fueron rellenando para allá, más relleno, mas relleno, y fuimos llenando la laguna se puede decir”. Recuerda también que en todo momento se estuvo rellenando, en la medida que la oportunidad se daba de recibir

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escombros o tierra, como por ejemplo cuando se ensanchó la avenida Pedro de Valdivia. La señora Guillermina comenta sobre los rellenos, que las mujeres jugaron un papel fundamental a la hora de realizarlos, aunque los hombres igual estaban presentes, relata que: “cuando traían los camiones carretilla y palos para poder rellenar, para poder plantar una casa, porque uno plantaba una casa y ahí empezaba a nacer la semilla, en esos años a ver… yo te estoy hablando de treinta años atrás, mis hermanos y hermanas todos trabajaban a pala limpia tratando de evitar el agua en el invierno, porque antiguamente llovía mucho, yo te digo 20, 30 años atrás los inviernos eran llover y llover” Es coincidente en varios testimonios que las ruinas

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provocadas por los terremotos del 21 y 22 de mayo de 1960 constituyen un alto porcentaje de material que se utilizó para rellenar, la señora Rosa por ejemplo nos narra que “cuando más se le ganó terreno al río fue con los escombros que se botaban de la ciudad tras el terremoto del ’60, ella recuerda que fueron metros y metros los que rellenaron junto a su madre.” … dice que nunca fue ayudada por ningún organismo estatal, municipal o de alguna organización, los camiones iban a botar el material pero porque las vecinas les pagaban por comprar este relleno, y además debían pagarle a los pionetas para que descargaran los camiones, los cuales debían acomodar en sus sitios el mismo día pues si al otro día aparecían montones de escombros en la calle los camiones se negaban a llevarles más material. Respecto a la organización de las

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vecinas en las labores de relleno nos comenta que las madres se organizaban para recibir los camiones, pagar el costo del transporte y la mano de obra de los pionetas, además se turnaban por cuadras para preparar comida, con la cual recibían a los trabajadores que les llevaban le material, comida que aunque se preparaba en una sola casa, los alimentos eran aportados por las distintas vecinas. La ausencia de los varones era porque salían a trabajar y llegaban el la noche, con lo que poco aportaban en las labores de rellenar los sitios. Además la señora rosa cuenta que al igual que su madre, muchas vecinas eran madres solteras, por lo que debían responder integralmente frente a sus familias y el proceso de creación del barrio que estaban llevando.

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La señora Clorinda relata que “Costó años poder rellenar, por que una que subía el río y se llevaba los rellenos, vuelta la misma”… Para rellenar ellas compraban el maicillo, con lo cual iban llegando al nivel de los palafitos. Los primero rellenos se hacían con escoria y maicillo y para el terremoto del ‘60, la primera alcaldesa mujer que hubo en Concepción, doña Ester Roa puso camiones para que botaran escombro en calle Las Canchas y calle Carlos Dittborn, estas calles, especialmente calle las canchas fue el relleno mas firme que se realizó. El apoyo de la alcaldesa y de Marco Ramírez Marchant, regidor de la época, fue gestionado a nivel personal, fueron colaboraciones que gestionaron sin el apoyo institucional… “Todo el trabajo fue realizado por los pobladores, las mujeres con palas y carretillas, los hombres con barretas rompiendo los trozos de cemento que eran pocas

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porque principalmente era adobe, además de sectores del cerro que se rodaron con el terremoto”. La señora Rosario, que conoció el barrio cuando ya habían viviendas instaladas, comenta que igual vio las labores de los rellenos que hacían los vecinos y que perduraron por décadas, comenta que para rellenar las personas solicitaban escombros o tierra en lugares donde estaban construyendo edificios y por tanto hacían excavaciones para hacer las fundaciones, entonces la gente compraba camionadas de tierra que tiraban al terreno con carretillas y palas. Al consultarle sobre el papel de las mujeres en esta acción ella dice que “las mujeres descargaban y esparcían el material con el que se hicieron los rellenos, además paraban las viviendas y las amononaban, el papel de la mujer era notorio pues estaban

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normalmente todo el día en el barrio, ya que si bien trabajaban, lo hacían en sus casas y no en trabajos asalariados, entonces la presencia del hombre era mas bien de los fines de semana”. Sobre los rellenos de Pedro de Valdivia Bajo la señora Johana sentencia: “Por lo que yo sé, aquí cada cual rellenaba su espacio, compraban camionadas de escombros, tierra y todo eso, y ese es el problema, de que el gobierno quiere quitarle a la gente lo que rellenó, o sea se creen dueños de los terrenos”.

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En la fotografía se aprecia el edificio de la Cervecería, hoy sólo quedan sus ruinas. Es posible notar en la imagen el amplio desnivel entre la línea férrea y el barrio, actualmente ambos están al mismo nivel.

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URBANIZANDO EL BARRIO, HACIENDO CIUDAD.

Urbanizando el barrio La urbanización del barrio Pedro de Valdivia Bajo ha sido realizada por los mismos vecinos y vecinas. Recientemente con la pavimentación de algunas calles del barrio la ciudad ha intentado de absorber por diseño un barrio hecho a mano, hay que considerar que hasta fines del siglo XX muchas viviendas no tenían alcantarillado. Los relatos nos acercan a una realidad en la expansión de las ciudades, dónde personas que migran desde zonas rurales principalmente o de zonas periféricas de la ciudad o de otras ciudades de menor tamaño, llegan a

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un lugar no poblado, establecen sus viviendas, luego establecen un tendido de calles, instalaciones sanitarias y de servicios básicos como la electricidad y cuando han “civilizado” un sector que estaba considerado ambiente natural, la burocracia estatal reclama derechos, expulsa o aglomera a estos colonos y luego construye sobre estos terrenos ya acondicionados edificios, centros comerciales, oficinas y toda la infraestructura que necesita la sociedad de consumo para enriquecer a un grupo de familias que se han apoderado de lo que les perteneció en un momento a todos. En Pedro de Valdivia nada ha sido regalado, todo ha costado el sacrificio directo de los vecinos y como hemos demostrado a través de los relatos, principalmente de las mujeres, que han luchado y se han

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organizado por darles mejores condiciones de vida a su prole.

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Las primeras calles. Como hemos visto hasta el momento, el emplazamiento original del barrio era el lecho del río, las pobladoras junto a sus familias construyeron en estos arenales sus viviendas y si tomaban la precaución de construir sobre pilares que alejaran las viviendas de las inundaciones, además de rellenar sus sitios, al terminar el verano surgía una nueva necesidad, esta consistía en hacer una red vial, es decir caminos que pudieran conectar las casa entre sí. El antecedente más antiguo de calles está en el relato que hace Johana y que ya ha sido narrado en el libro: “cuando mi abuela quería salir tomaba el bote. Habían botes, muchos eran dueños de sus propios botes, el tío de mi abuela era dueño un bote, de eso hacen años,

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sacábamos la cuenta que deben ser cien años atrás”. Para la oleada de poblamiento que nosotros podemos entrevistar directamente los relatos nos hablan que al iniciarse el mes de Marzo, las primeras lluvias del año hacían que afloraran las aguas y para Abril ya se había sucedido más de alguna inundación (avenida). Las casas estaban sobre el agua y es frecuente escuchar relatos de vecinas que por la necesidad de salir de sus hogares debían transitar considerables metros con el agua hasta la cintura y en algunos casos en botes. La necesidad hizo que los habitantes del barrio tendieran una red de pasarelas que comunicaban una casa con la otra, formando caminos de madera que hacían posible desplazarse por el barrio y desde el barrio hacia la ciudad.

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El testimonio de la señora Rosa al respecto es que “al terminar el verano las pobladoras comenzaban a construir puentes que comunicaban una casa con otra a modo de calles” pues si bien los terrenos eran rellenados aún, el barrio, en general, estaba en la zona de inundación y las calles no podían transitarse al crecer el río, por lo cual construían estos puentes para comunicarse. Para construirlos fue necesaria la coordinación y el apoyo entre vecinas, pues cada propietario se hacia cargo de instalar una pasarela fuera de su casa, con lo cual se formaba el tendido que comunicaban finalmente la población, especialmente cuando ocurrían las avenidas del río, que comenzaban en Mayo y terminaban en octubre o noviembre aproximadamente.

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La señora Ana Luisa comenta que al mismo tiempo que rellenaban tuvieron que ir al cerro adyacente a buscar varas para construir dichas pasarelas. En la construcción de las pasarelas podemos ver más que una anécdota, la forma en que las pobladoras de Pedro de Valdivia Bajo enfrentaron el reto de construir ciudad, muchas veces con materiales improvisados, recolectando materiales que el generoso entorno les entregaba antes de que se privatizara hasta el último centímetro cuadrado y por sobre todo poniendo su esfuerzo y sus recursos con la única finalidad de tener un sitio donde vivir como sus ancestros les enseñaron, con dignidad. La señora Liliana relata: “eso nos permitía a nosotras en el invierno trasladar tanto los niños para el

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colegio, ir a trabajar, todos los que tenían que hacer alguna actividad afuera del sector, era a través de esos puentes que los hacíamos nosotros mismos, que eran de los famosos durmientes con estos tablones, esa era la forma que teníamos de conexión en los inviernos. Las calles se empezaron yo creo que por ahí por el ‘60, se empezaron como a dilucidar algunas calles, mirar que esas calles iban a quedar originales como las que hay hoy en día como Sargento Aldea, Balmaceda, Las Canchas, Ercilla y Rancagua que son las callen que son transversales a la población y eso también lo construimos los pobladores, la huella que le llamábamos nosotras, si las calles hoy están pavimentadas es producto del trabajo y sacrificio de todos los vecinos del sector, cada cual fue colocando su cuota y ayudando, ya que eso permitía también que pudieran pasar

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camiones y nos llevaran el material que necesitábamos para ir rellenando los sitios que teníamos, que yo les puedo decir que tuvo que rellenarse hacia abajo 6 metros, 6 metros y medio”.

Los servicios básicos. Sobre los servicios básicos las pobladoras recuerdan que hubo un momento en donde el agua se buscaba en la misma naturaleza, en el generoso y hasta ese entonces limpio río Bío-Bío. No existía un tendido eléctrico, mucho menos telefónico. Pedro de Valdivia Bajo era para el resto de la ciudad un lugar de poblamiento irregular, de hecho como hemos visto hasta el momento las autoridades nunca colaboraron con el establecimiento del barrio y consideraban normal las inundaciones y la precariedad

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que poseía la población en sus primeros años. Todas las instalaciones de servicios básicos, como veremos a través de los relatos de las pobladoras, fueron establecidos por la misma gente que creó el emplazamiento y las viviendas, en un lugar que no pertenecía a la ciudad sino al río. La señora Liliana nos acerca a la realidad de cómo se instalaron los servicios básicos en la población: “Cuando llegamos no había agua potable ni electricidad, el agua potable primero se logró a través de comités -también de mujeres- lograr autogestionar en ese entonces y mediante un acuerdo con sendos (antiguo servicio estatal sanitario) para que colocaran pilones, como los grifos pero con llave. Esos se colocaban en cada cuadra, y se gestionaron con malones, candidaturas a reinas, pescados

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fritos, etc. Todo eso también era mayormente hecho por mujeres, por que eran las que estaban en las casas, muchas cumplían el rol de papá y mamá por que el hombre trabajaba, era proveedor pero la que tenía que realizar todo, eran las mamás”... “De esa forma se logró obtener el agua en pilones, después por el mismo medio de trabajo comunitarios se logró tener más dinero y acceder a redes a nivel de cuadras (cuando ya estaban definidas las cuadras) y posteriormente se hizo el proyecto de tener agua potable domiciliaria, pero todo fue autoconstrucción y los recursos eran de los pobladores, nada gubernamental, todo fue de los vecinos de Pedro de Valdivia”. Sobre las condiciones en las que llegaron a vivir al barrio, recuerda la señora Rosa que no existía ni luz eléctrica ni agua potable, por lo que se organizaron, para por medio de

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cañerías llevar agua a la población, la que era de uso común en pilones que situaron en puntos del barrio (uno por cuadra). Respecto al alcantarillado, la señora Rosa recuerda que la mayoría de la población tuvo pozo negro hasta comienzos de los años ’90, comenta también que el proceso de urbanización fue hecho por las madres del barrio que buscaban mejores condiciones de vida, recuerda que si bien muchos trabajos fueron pagados tanto en materiales como en mano de obra finalmente terminaban ellas haciendo las excavaciones para instalar el agua o compraban materiales necesarios. Un testimonio similar encontramos en la señora Rosa Betancourt: “Antes era un pilón no más, no había agua, había que ir a buscarla a balde, después entre todos los

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vecinos mas cercanos se ponían de acuerdo para instalar el agua. Se hacía de todo para juntar plata entre las personas que vivían en este pasillo”. La señora Rosario al referirse a la instalación del tendido eléctrico nos narra que el primer tendido de electricidad de la calle Rancagua fue hecho con el trabajo de los vecinos, fue hecho con recursos propios y posteriormente se fue a la compañía a legalizarlo. La señora Liliana se refiere al tendido eléctrico: “comprábamos postes de madera a los que les poníamos ampolletas y eso para nosotras era el sol en la noche, no tanto en verano pero si en invierno cuando esto era una boca de lobo. Nunca nos ayudó ningún político, ninguno de ellos bajaba al barrio, como nuestras viviendas eran de

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autoconstrucción no teníamos valor, no así ahora que hay hartos cara de voto aquí entonces cuando hay elecciones vienen todos”. Otros relatos nos acercan a lo mismo, una población que se construyó con el esfuerzo y recursos de sus propios habitantes. Hoy sin ningún tipo de vergüenza, políticos de todos los colores han querido favorecer a sus mafias inmobiliarias para ampliar el centro de Concepción hacia este sector, aduciendo que los pobladores viven en condiciones de marginalidad y pobreza, que los terrenos no les pertenecen, que la población es un nido de delincuencia, que los incendios son habituales (¿y acaso en otros sectores no?) y otras mentiras que permitan generar una opinión pública a favor del desalojo.

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Nosotras desde nuestra tierra les decimos que no nos iremos, nosotras construimos el emplazamiento, nuestras viviendas, las calles, los servicios básicos y hemos creado cultura en este lugar que sentimos nuestro y legaremos a quienes vienen después de nosotras, a nuestra sangre.

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CONCLUSIONES.

Este libro fue posible escribirlo gracias a la voluntad de todas las entrevistadas, tanto las que aparecen en el texto, como las que aparecen en el video y quienes nos pidieron que no divulgáramos las informaciones que nos entregaron pero colaboraron en darnos una idea del desarrollo de la población. En la medida que fuimos investigando pudimos comprender que el barrio Pedro de Valdivia Bajo creció significativamente los últimos 50 años, si bien este barrio había sido establecido a fines del siglo XIX, su extensión no alcanzaba los 200 metros desde la línea férrea al río. Hemos conocido personas que estuvieron presentes en el poblamiento de Pedro de Valdivia

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Bajo. Ese poblamiento que amplió el barrio en estos últimos 50 años no llegó a tomarse terrenos en el barrio, sino que formaron esos terrenos, crearon el emplazamiento pues todo el sector era la zona de inundación del Río Bío-Bío en su lecho inferior. No existía ningún tipo de urbanidad para el sector, todo fue hecho con el esfuerzo y recursos de las personas que llegaron a establecerse. El mérito de los pobladores y las pobladoras de Pedro de Valdivia Bajo es doble, en primer lugar, lograron arrancarle a la naturaleza un lugar para vivir y en segundo lugar volcaron todos sus esfuerzos en crear ciudad donde no la había, generando un aporte para que Concepción siga siendo una de las ciudades mas pujantes de Chile, sin considerar la morbosidad urbana que significa Santiago.

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Dentro del proceso que hemos investigado y expuesto en este libro, sin duda podemos señalar que las mujeres fueron pieza clave. En todo momento, desde que tomaron la decisión de instalarse, cuando rellenaron los terrenos, cuando urbanizaron y en cada acción las mujeres han sido el motor que ha movido al Barrio Pedro de Valdivia Bajo hacia el buen vivir. Otro punto importante que cabe destacar dentro de las conclusiones que nos entrega el trabajo realizado, es que hay un nexo muy fuerte en Pedro de Valdivia Bajo y que tiene que ver con la sanguineidad, muchas personas están emparentadas, Pedro de Valdivia Bajo es un barrio en donde sus pobladores y pobladoras nacen, se crían y se desarrollan. Es frecuente que en las mismas viviendas viva más de una familia o

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que hijos e hijas construyan sus viviendas en los patios de sus ancestros. Este vínculo ha hecho que en Pedro de Valdivia se de una dinámica de Familia Extendida, en dónde todo el mundo se conoce, lo que deberíamos aprovechar como pobladores y pobladoras para fomentar la organización a través de la confianza que esto significa. Para finalizar queremos denunciar la guerra sucia que han hecho los gobiernos de la concertación y la gestión municipal y ahora desde la intendencia regional de la derechista y opus dei Jacqueline Van Rysselberghe, familia que viene robando y estafando a las personas de Concepción desde la Dictadura Militar, donde su abuelo fue nombrado Alcalde designado. Todos los políticos financian sus campañas por medio de empresarios que luego cobran favores políticos, especialmente en

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el rubro de la construcción y sus megaproyectos son los que permiten a los políticos llegar al poder y una vez allí hacerles el jugoso cambio a sus financistas, aunque en el caso de esta familia, es un poco más descarado ya que poseen una inmobiliaria: Empresa Constructora Rysselberghe y Cia. Ltda.. Esta familia ya ha usufructuado de Pedro de Valdivia, ya que desde 1973 (Golpe Militar) hasta 1996 la empresa Arenas Bío-Bío, que también es de su propiedad, comenzó a sacar arena del río a la altura de La Mochita, en el límite de la población, para poder venderla, con el resultado que en el año 2000 la Municipalidad de Concepción se querelló contra ellos por “extracción de áridos y posterior comercialización sin patente”, es decir, sacaron arena del río sin preguntarle a nadie y luego la vendieron sin siquiera sacar patente, lo que ascendería a una

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deuda con el Fisco de “$514.719.516 más reajustes de IPC e intereses corrientes por extracción de áridos desde 1973 hasta 1996”. Así mismo el esposo de Jacqueline tiene dos demandas, una por apropiación indebida de terrenos, y otra puesta por el Servicio de Impuestos Internos por un monto cercano a los 2300 millones de pesos. Su Padre también tiene una deuda con el fisco por otros cientos de millones más, y actualmente ella tiene un par de demandas por pagos indebidos de horas extras, durante el período posterior al terremoto. Esta es la mafia que actualmente intenta expropiar las tierras que las pobladoras y pobladores de Pedro de Valdivia crearon y significaron, disfrazado de beneficio para la ciudad cuando lo que buscan es

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apoderarse de los terrenos para su especulación inmobiliaria, ya que es negocio redondo apropiarse de terrenos en los cuales no se aporto ni un peso, para que ahora, por la acción de la gente, valgan oro estando cerca del centro urbano, y al frente de las casas más acomodadas de la ciudad, ideal para instalaciones comerciales y áreas verdes para que los ricos vayan a pasear sus mascotas o poner casinos, malles y otros productos para envilecer a gente arribista que desperdicia su vida engordando ricachones con un sicótico estilo de vida consumista. Por otra parte todas las fuerzas políticas, sin excepción, han estigmatizado al barrio por los medios de comunicación, al punto de atemorizar a los mismos pobladores aún cuando el barrio sigue siendo un lugar tranquilo en comparación con barrios

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densamente poblados y marginalizados por diseño, al instalar bloques de departamentos como “solución habitacional” unificando barrios marginales, como el anhelo de SERVIU y la municipalidad al querer amontonar en bloques a los pioneros de este lugar y de paso meter gente ajena al barrio lo que, sumado al hacinamiento, traerá un grave desequilibrio social al sector que incrementará la sensación de miedo y desconfianza entre las personas. Por último, quisimos mostrar la fuerza de la organización de las mujeres para llegar a modificar, incluso la geografía del lugar y los límites de la Ciudad de Concepción, en un trabajo que fue silencioso, primero desapercibido y ahora codiciado, y que constituye una demostración evidente del valor de las expresiones que están fuera de la lógica monetaria que esta

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economía impone como única realidad posible, pero que se relacionan directamente con las necesidades más básicas, no las inventadas por el consumo, sino las verdaderas: la tierra, la vivienda, la comida, el agua y el buen vivir. Esperamos en breve presentarles una segunda y tercera parte de esta Historia, por el momento queremos cerrar esta primera parte con una cita que recogimos entre nuestras entrevistadas y que es un llamado a las nuevas generaciones del barrio: “Las nuevas generaciones deben defender sus terrenos pues el barrio les pertenece, nosotras no le quitamos ni a los ricos ni a los políticos, sino que recuperamos terrenos de la madre naturaleza y las familias que vivimos en el barrio yo considero que son las dueñas de estos terrenos, nosotras construimos

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la ciudad en un lugar donde no la había”.

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