Frontera y lengua en el alto ebro siglos VIII - XI

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Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

DaViD Peterson

Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

las consecuencias e implicaciones

de la invasión musulmana

logroño, 2009

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Primera edición: diciembre, 2009

© David Peterson

© instituto de estudios riojanos, 2009

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imagen de cubierta: la frontera altomedieval: vista desde hisn al-Manar (grañón) hacia

Cellorigo (ernesto Pastor)

Depósito legal: lr-506-2009

isbn: 978-84-96637-85-6

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impreso en españa - Printed in spain

Peterson, David

Frontera y lengua en el alto ebro : siglos Viii-Xi / David Peterson. – logroño : instituto de

estudios riojanos, 2009.

464 p. ; 24 cm. – (Ciencias históricas ; 13)

D.l. lr 506-2009. – isbn 978-84-96637-85-6

1. lengua española- Historia. i. instituto de estudios riojanos. ii. título. iii. serie.

811.134.2

7

Índice

11 Prólogo (Juan José García González)

15 Introducción

35 Las fuentes 35 La diplomática 36 Consideraciones generales 44 Otras colecciones diplomáticas utilizadas 46 Las fuentes narrativas 47 Problemas 49 Principales fuentes narrativas utilizadas 50 Otras fuentes narrativas consultadas y / o citadas en el texto 52 Otras fuentes

55 Antecedentes premusulmanes 58 Retrato etno-lingüístico del Pasillo premusulmán 66 Indicios tardoantiguos de población vascófona 68 Situación político-administrativa 68 Integración del Pasillo en el Reino de Toledo 70 Integración del Pasillo entero en la Tarraconensis 73 ¿La frontera berón-autrigona la frontera diocesana Auka-

Alesanco? 76 Creación y ubicación del Ducado de Cantabria 80 Conclusión: el Pasillo durante la tardoantigüedad

83 Creación y ubicación de la frontera del Pasillo 86 La evidencia cronística 86 La invasión musulmana: pacto y conquista 93 El polémico quinteo de la Gallaecia 97 Las sacudidas de mediados del siglo VIII

8

106 La evidencia toponímica 106 Huellas de presencia bereber en Castilla y León 110 Quintana 124 Zahara 142 Conclusiones: la frontera del Pasillo

149 La Rioja andalusí 149 Los Banu Qasi y sus tierras 156 Mozárabes, muladíes y judíos 156 Consideraciones generales 157 El equívoco ejemplo de los Banu Qasi 159 El contexto geopolítico del islamismo riojano 161 Evidencia onomástica 165 Indicios de mozarabismo riojano durante el periodo banuqasi

169 La Rioja ‘reconquistada’ 169 La supuesta reconquista de la Rioja Alta, 918 – 924 174 Naturaleza y límites geográficos del dominio navarro 174 La naturaleza pactista de la introducción navarra 180 Los límites geográficos de la penetración navarra 183 La supuesta entrega de la Tierra de Nájera 185 La supuesta capitalidad de Nájera durante el s. X

191 La frontera oriental de Castilla 191 Control castellano del extremo occidental de la actual Rioja 192 Las cuencas del Oja y del Tirón 196 La Sierra de la Demanda 199 Falacias historiográficas en torno a presencia castellana en tierras

hoy riojanas

209 La historia temprana de San Millán de la Cogolla 211 La evidencia codicológica 212 El supuesto paralelismo con Albelda 215 La diplomática emilianense 215 Eliminar el ruido de fondo 220 La cronología de la diplomática apócrifa 221 Los navarros toman posesión de San Millán

225 Castilla-Álava: nexo político-cultural 225 El nexo geopolítico castellano-alavés, 759 a 959 232 Un espacio cultural 234 El río Oja como divisoria antroponímica 237 Análisis diacrónico 237 Oveco 240 El culto de San Millán

245 Estratos etnolingüísticos y sus contextos históricos

9David Peterson

257 Onomástica semítica en la Castilla Condal 258 Planteamientos metodológicos 261 La onomástica semítica cardeniense 273 La explicación mozárabe 286 Explicaciones alternativas 286 ¿Población judía, tempranamente arabizada? 287 ¿Colonización bereber? 288 ¿Islamismo autóctono castellano?

293 La cronología del vascuence al sur del Ebro 294 El distrayente enfoque riojano 294 Cronologías propuestas 298 Antecedentes pretéritos 304 La modernidad del vasco al sur del Ebro 308 Cronología visigoda 310 Presencia vascófona altomedieval 310 La fase castellana, siglos VIII, IX y X 310 El prólogo: San Miguel de Pedroso, 759 315 La toponimia diplomática (siglos IX y X) 316 Glosario de temprana toponimia vasca al sur del Ebro 334 Evaluación de la evidencia diplomática 342 Distribución espacial 345 Antroponimia y gentilicios 349 Características y parentesco del dialecto vasco al sur del Ebro 350 La fase riojana, s. XI en adelante 352 Cronología de la toponimia altorriojana en -uri 358 Villa Nunno Falzahuri 363 Conclusiones

369 La minoría judía 370 Presencia judía en el pasillo occidental 375 Presencia judía en el pasillo oriental 378 Tudela y Calahorra 384 Nájera 401 Acercamientos cuantitativos 405 Conclusiones

409 Conclusiones generales

427 Apéndice I. Quintana Apéndice II. Oveco

431 Bibliografía 431 Recursos bibliográficos 431 Recursos cartográficos

449 Índice de personas y lugares

11David Peterson

Prólogo

El trabajo que el Instituto de Estudios Riojanos oferta a través de este volumen a

los interesados en la historia del Alto Ebro es una versión fidedigna de la Tesis

que David Peterson sometió al escrutinio académico del Tribunal convocado

por la Universidad de Burgos en el otoño de 2006 para la obtención del Grado

de Doctor.

Los retoques efectuados con posterioridad no sólo han sido poco significativos

en términos científicos sino que además se han reducido al ajuste de algunos

aspectos colaterales, como el afinamiento del soporte técnico-literario, la sim-

plificación de las notas a pie de página, la contracción de varios apéndices

complementarios y el repaso formal y funcional de los gráficos que ilustran el

texto, operaciones de enjundia menor que permiten garantizar al lector intere-

sado en la problemática de referencia la estricta concordancia del mismo con

los contenidos que fueron presentados como definitivos hace ya tres años.

El libro conserva, pues, lo sustancial del proyecto inicial y, con ello, lo que, en

opinión de quien esto suscribe, constituye lo sustancial de su andamiaje cientí-

fico: el empleo meticuloso y exhaustivo en perspectiva histórica de los concep-

tos de lengua y de frontera en su doble acepción de objeto y de herramienta.

En nuestro sentir, el producto resultante de semejante aplicación no puede por

menos que caracterizarse como un estudio fronterizo, al igual por contenido

que por su continente, es decir, como un ejemplo paradigmático de convergen-

cia de las dinámicas de confluencia/repulsión acaecidas en un territorio liminar

y de las peculiaridades de una investigación que se plantea en los mismísimos

linderos de la práctica histórica. Y ello por igual en el plano cronológico y geo-

gráfico que en el metodológico y temático.

12 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

PrÓlogo

En el orden cronológico la singularidad viene determinada por el tratamiento

de la trayectoria del centro-norte peninsular durante los siglos oscuros, locución

construida específicamente para dar cuenta de la naturaleza de un período

socialmente crítico, extremadamente complejo, situado a medio camino entre

el fin del mundo antiguo y el arranque de la medievalidad. Tal vez nada mejor

para definir el carácter liminar del mismo que la noción de Transición, emplea-

da por el materialismo histórico de base dialéctica –no por el autor– para definir

el papel de quicio histórico que desempeñó dicha secuencia en la dinámica

social del centro-norte peninsular, insertada específicamente entre la disolución

de la Formación Social Antiguo-Esclavista y el despegue del Modo de Produc-

ción Feudal.

Si la vinculación del estudio a la problemática de un período rupturista consti-

tuye una de sus relevantes peculiaridades, la naturaleza del espacio estudiado

acentúa aún más el carácter poco convencional del mismo, pues se trata de un

escenario realmente especial: la encrucijada ecogeográfica en que se produjeron

y se producen las relaciones de convergencia/divergencia entre algunas de las

formaciones geomorfológicas de mayor personalidad estructural del centro-norte

peninsular: la Meseta Superior y el Valle del Ebro en el sentido de los meridianos

y la Cordillera Cantábrica y la Cordillera Ibérica en el sentido de los paralelos.

El tiempo y el espacio contribuyen poderosamente, pues, a conferir a este tra-

bajo un carácter peculiar en el panorama historiográfico actual, circunstancia

en absoluto distinta a lo que sucede en el orden metodológico, en el empleo

que se hace en el seno del mismo de las técnicas historiográficas. En efecto, su

elaboración se nutre tanto de los hallazgos arqueológicos –en la medida en que

encuentran disponibles y cobran utilidad científica– como del documentalismo,

pero en este caso empleado desde una perspectiva eminentemente toponomás-

tica, herramienta no siempre apreciada y, en general, poco aplicada, especial-

mente en escenarios culturalmente tan complejos como el que nos ocupa, en el

que convergieron, secuencial o simultáneamente, el indoeuropeo, el latín, las

lenguas semíticas y el euskera.

En fin, en el orden temático el trabajo que prologamos adquiere igualmente un

acusado carácter fronterizo bajo las dos acepciones que consignamos al califi-

cativo en esta semblanza introductoria: una genuina, empleada para subrayar el

papel prioritario que juegan en el estudio la lengua y la frontera en la configu-

ración e individualización de las formaciones geopolíticas, y otra convencional,

13David Peterson

PrÓlogo

utilizada para denotar el carácter singular, poco habitual, del trabajo de David

Peterson en el panorama historiográfico actual. Y ello tanto por la profundidad

cronológica de su planteamiento como por las variadas problemáticas que se

tratan en su seno: geopolítica, religiosa, cultural y social.

El estudio aborda un proceso histórico particularmente extenso, en cuyo trans-

curso el espacio incriminado funcionó como elemento de caracterización e

individualización de las agrupaciones sociales bajo cuatro modalidades dife-

rentes: en tiempos de las colectividades indígenas, como umbral de separación

de algunas de las etnias más relevantes del centro-norte peninsular: cántabros,

autrigones, caristios, turmogos, várdulos, vascones, pelendones, arévacos y be-

rones; en tiempo de los romanos y de los visigodos como línea de separación

de diversas circunscripciones administrativas intraestatales, tanto de naturaleza

civil como eclesiástica; en tiempo de los musulmanes, como lindero de dife-

renciación de civilizaciones plenamente formalizadas, la cristiana a poniente y

la islámica a levante; finalmente, en tiempos de la cristiandad protomedieval,

como demarcación de dos grandes estados monárquicos: el reino de León por

un lado y el reino de Navarra por otro.

En opinión del abajo firmante, gracias al trabajo de David Peterson conocemos

ahora mucho mejor los límites cuantitativo-cualitativos de la arqueología, es de-

cir, las restricciones que le impone su escaso desarrollo a la hora de participar

en el ajuste fino de las interpretaciones históricas; también, las potencialidades

de la historia comparada entre territorios circunvecinos –emplazados a uno y

otro lado de las divisorias geopolíticas– mediante el empleo entreverado de

los conceptos de lengua y de frontera; igualmente, en fin, las incuestionables

ventajas del manejo de la Toponimia y de la Antroponimia como fuentes de co-

nocimiento de los procesos históricos, sean geopolíticos, sociales, económicos,

religiosos o culturales.

Merced a los esfuerzos realizados en la elaboración de este trabajo, procesos

tan decisivos como la invasión e islamización del centro-norte peninsular, el

devenir del euskera fuera de su marco tradicional, la operatividad de los con-

ceptos de mozárabe y de muladí, las relaciones entre los reinos de Navarra y de

León, entre el Islam y la Cristiandad, entre el califato y los muladíes del Ebro,

la trayectoria altomedieval de La Rioja, la entidad de la comunidad judaica en

la tierra de Nájera, la configuración del condado de Castilla, la evolución de

los estados musulmán, leonés y navarro en el Alto Ebro en el transcurso de los

14 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

PrÓlogo

siglos oscuros, el papel que jugaron y que les hicieron jugar a los Banu Qasi,

la noción de reconquista en relación con la ocupación de La Rioja por la mo-

narquía navarra, y tantos otros aspectos más, son hoy en día científicamente

mucho más inteligibles de lo que lo han sido nunca jamás.

En última instancia, pues, la aplicación en perspectiva histórica de los concep-

tos de lengua y de frontera en su doble acepción de objeto y de herramien-

ta permite contar ya con claves nuevas y mejores para entender la dinámica

histórica de los siglos oscuros en el punto de confluencia/repulsión del Valle

del Ebro y de la Meseta Superior, de la Cordillera Cantábrica y de la Cordillera

Ibérica. Todo ello gracias a los logros obtenidos con perseverancia y lucidez en

el seno de este bello libro, paradigmáticamente fronterizo tanto por su temática

como por su metodología.

Juan José García González

Catedrático de Historia Medieval

UNIVERSIDAD DE BURGOS

15David Peterson

introducción

En 1016, Sancho, conde de Castilla, y su yerno, Sancho el Mayor de Navarra,

fijaron la frontera entre sus respectivos dominios. La noticia del acuerdo que se

ha conservado en el Becerro Galicano de San Millán de la Cogolla parece ser

posterior1 y sólo cubre la parte más meridional de la frontera, entre Numancia

en Soria y el pico de San Lorenzo en la Sierra de la Demanda. Más al norte, un

enigmático silencio, pero, a pesar de ello, la noticia reúne algunos ingredientes

de interés, como la existencia en este periodo del concepto de una frontera

política nítidamente delimitada e incluso amojonada2, y la centralidad de la

documentación de San Millán en el estudio de estas tierras fronterizas. Lo que

proponemos es examinar los orígenes y mutaciones de esta frontera a lo largo

de la Alta Edad Media, sobre todo a partir del punto en el Pico de San Lorenzo

donde el texto emilianense había arrancado. Con esta finalidad definiremos pri-

mero los términos que vamos a manejar y los métodos que vamos a emplear.

Frontera

La frontera que nos interesa es un fenómeno plurisecular que grosso modo

sigue la línea del actual límite provincial entre Burgos y La Rioja. Las diversas

fuentes medievales manejadas ofrecen perspectivas variadas (administrativas,

militares, políticas, diocesanas, etc.) pero el mismo espacio desempeña, una y

1. Sobre todo, porque fue suscrito por dos magnates (Duenno Nunno Alvaro de Castella et sennor Furtun

Oggoiz de Pampilona,) cuyas trayectorias diplomáticas indican una cronología posterior a la fecha (1016) que

ostenta el texto (Cogolla166), cf. PETERSON, “De Divisione Regno ...”.

2. ... per summo lumbo et media Galaza, et ibi molione est sito, Cogolla166.

16 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

introDuCCiÓn

otra vez, un papel fronterizo3. Tampoco es que la frontera sea inamovible. Su-

fre modificaciones tanto en su trazado como en su significado, e intentaremos

fijar ese trazado en el tiempo y en el espacio, e indagar en los motivos de su

ubicación, metamorfosis, trascendencia y longevidad.

Conviene distinguir entre el concepto de frontera que manejamos, una línea

divisoria relativamente bien definida, y otro muy corriente en la historiografía.

Nos referimos a la idea de una frontera como una sociedad inestable y de

oportunidad con sus propias dinámicas, la antítesis de la sociedad ordenada de

retaguardia. Este modelo tiene gran relevancia para el medievalismo hispano,

en parte a través de la obra de hispanistas como BISHKO, McCRANK, BURNS o

GLICK4, pero también en la obra de historiadores cisatlánticos como por ejem-

plo, y ciñéndonos a nuestro espacio, GARCÍA DE CORTÁZAR, cuya idea de la

organización social del espacio parte en gran medida del encuentro entre “una

sociedad sin espacio; un espacio sin sociedad”, SENAC o MANZANO MORE-

NO5. Los dos conceptos de frontera no son necesariamente incompatibles, y en

momentos y aspectos concretos el segundo paradigma también será aplicable a

nuestro espacio, pero ése no es el concepto que manejamos a priori.

Pero, además de ser un objeto de estudio, la frontera también se convertirá, en

momentos concretos de este estudio, en una herramienta que se utilizará para

comprender algunas manifestaciones culturales diatópicas, método que expli-

caremos más adelante cuando detallemos la metodología empleada.

Lengua

En torno al segundo elemento del título también conviene hacer algunas pre-

cisiones, pues aquí la lengua, como la frontera, funciona a la vez como objeto

de estudio y como herramienta analítica.

3. Por ejemplo: en periodo altoimperial, según Ptolomeo, Cerezo (Segisamunculon) se sitúa en Autrigonia y

Herramélluri (Oliba) en Beronia; en 882, según la Crónica Albeldense, la frontera (oriental) de Castilla yace

entre Pancorbo y Cellorigo; y a mediados del siglo XIII el mismo espacio actúa de nuevo como divisoria, ahora

episcopal, según la Concordancia del Obispo Aznar.

4. BISHKO, “The Castilian as Plainsman”, 1963; McCRANK, “The Cistercians of Poblet as medieval Frontiersmen”,

1983; BURNS, “The Significance of the Frontier”, 1989; GLICK, From Muslim fortress to Christian Castle, 1995.

5. GARCÍA DE CORTÁZAR, Organización social del espacio en la España medieval, 1985, especialmente la

página 33; SENAC, La Frontière et les hommes, 2000; MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus en época

de los Omeyas, 1991; “The Creation of a Medieval Frontier”, 1999.

17David Peterson

introDuCCiÓn

Como objeto de estudio, nos interesa a la hora, por ejemplo, de contextualizar la

presencia altomedieval del vascuence al sur del Ebro. Decidimos afrontar la cro-

nología del fenómeno, analizándola más sistemáticamente de lo que se había he-

cho, y desde la perspectiva histórica cuando antes, en general, había sido afron-

tada desde la perspectiva filológica. Esto obligaba un análisis pormenorizado de

la documentación, que aunque generalmente ya editada, en algunos casos no ha

sido tenida en cuenta por los estudiosos del tema, y también una comprensión

de otros estratos lingüísticos que podrían compartir el mismo espacio y la misma

documentación. Así nacieron dos capítulos que exploran las cronologías detrás

de los estratos onomásticos semíticos observables en la región. A su vez, esto nos

obligó a reconsiderar la historia política de la región, y así la lengua, originalmen-

te objeto de análisis, se convierte también en herramienta analítica.

Al final, analizamos tres estratos onomásticos: la toponimia vasca al sur del

Ebro, la onomástica semítica castellana, y la antroponimia judía najerense. En

adición, contemplamos otros fenómenos onomásticos como la distribución del

nombre personal Oveco, del hagiónimo San Millán, de la toponimia en Quin-

tana, y de la toponimia en Zahar. En cada caso, intentamos contextualizar los

fenómenos espacial y cronológicamente, y a través de ellos entender mejor la

historia de nuestra región durante el periodo especificado.

Ya hemos glosado y justificado los dos primeros elementos del título. Ahora

conviene elaborar algo más en torno al marco geográfico y cronológico, y ex-

plicar algunos de nuestros planteamientos

eL aLto ebro (eL PasiLLo)

El espacio estudiado es el valle que separa las estribaciones más septentrionales

del Sistema Ibérico de la Cordillera Cantábrica. Todo corresponde a la cuenca

del río Ebro, y así la referencia en el título al Alto Ebro, término también uti-

lizado por CASTELLANOS para delimitar espacios comparables6, pero no del

todo satisfactorio para delimitar la región contemplada, pues nuestro espacio se

restringe al sur de la Cordillera Cantábrica, excluyendo así partes más septen-

trionales de la cuenca del Ebro, como las Merindades burgalesas y la Llanada

alavesa. Sin embargo, tampoco nos sirve ningún corónimo aplicable a la región,

6. Por ejemplo, CASTELLANOS GARCÍA, “Aristocracias y dependientes en el Alto Ebro (siglos V-VIII)”, 1996.

18 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

introDuCCiÓn

ni actual ni histórico, pues lo que consideramos un espacio de cierta coherencia

geográfica casi siempre se ha visto dividido políticamente por motivos que exa-

minaremos a lo largo del estudio. En reconocimiento de estos matices hemos

adoptado y empleado a lo largo del trabajo la voz Pasillo. Ahora pasaremos a

definirla, pero primero hemos querido justificar su exclusión del título, por ser

un neologismo, y su sustitución por la menos precisa, pero esperamos que más

intuitivamente comprensible, referencia geohidrográfica.

La voz Pasillo sugiere movimiento, y esta vectorialidad es muy importante

para entender la historia de nuestro espacio, que funciona como corredor

enlazador entre las dos cuencas hidrográficas más importantes del norte pe-

ninsular: las de los ríos Ebro y Duero. Este corredor se encajona entre dos

cordilleras; las dos de características diferentes. La del sur, cuyo segmento

septentrional es conocido como la Sierra de la Demanda, es más alta, al-

canzando en muchos puntos los 2.000 metros. Con puertos de más de 1.700

metros (Piqueras y Santa Inés), resulta prácticamente infranqueable, lo cual

acentúa la importancia estratégica del Pasillo, una vía natural de comunica-

ciones que buscan el noroeste peninsular desde el valle del Ebro y la cuenca

mediterránea. Esta característica, de importancia primordial para entender la

historia de la región, se ve reflejada continuamente en el periodo estudiado,

con la vía romana Tarragona - León (De Italia in Hispanias) marcando un eje

de penetración que sería seguido por los mismos romanos, por los visigodos

(y quizás antes por los suevos), luego por los musulmanes, primero bajo

Muza y luego durante continuas aceifas veraniegas. Al final del periodo estu-

diado, el Camino de Santiago también sigue esta trayectoria, que hoy alberga

la autopista y la línea de ferrocarril que comunican la Meseta Norte y el litoral

cantábrico con la cuenca mediterránea.

En cambio, las sierras al norte del Pasillo, a pesar del tópico historiográfico

sobre su infranqueabilidad, no suponen un obstáculo tan contundente desde

la perspectiva puramente orográfica, y las gentes del norte se relacionarían

insistentemente con el Pasillo. Esto introduce un vector transversal al sentido

del Pasillo, lo cual cobra importancia añadida dada la estrechez del corredor,

que apenas supera los veinte kilómetros. Como resultado, en tiempos de in-

certidumbre geoestratégica el Pasillo sería un escenario fácilmente amenazado

desde el norte. En su mitad oriental, no obstante, la presencia del Ebro mitiga

esta vulnerabilidad estratégica, protegiendo las vías de comunicación, situadas

siempre al sur del río, de posibles amenazas desde el norte. En cambio, al oes-

19David Peterson

introDuCCiÓn

te de las Conchas de Haro ya no es el caso. Las tierras directamente al sur de

Cellorigo representan el puente más fácilmente transitable entre los sistemas

montañosos del norte peninsular (aquí la Cordillera Cantábrica) y los del centro

(aquí el Sistema Ibérico), y el Pasillo queda fácilmente controlable, o por lo

menos amenazable, desde estas dos masas montañosas. No es que la distancia

en este punto sea menor que más al este, sino que, en la ausencia del río Ebro,

el Pasillo occidental no está protegido del norte, y éste es el punto en que se

sitúa la frontera plurisecular que nos interesa7.

Nuestra hipótesis es que, durante el Altomedievo y por motivos esencialmen-

te geopolíticos, el Pasillo se bloquea en este punto, perdiendo así su función

comunicante. Una antigua divisoria administrativa romana y diocesana se con-

vertiría en una auténtica frontera, sobre todo durante el siglo IX, cuya finalidad

sería la de impedir las aceifas veraniegas andalusíes en una dirección y las

incursiones de los temidos nativos de Gilliqiya en la otra. El Pasillo sólo recupe-

7. GARCÍA GONZÁLEZ (“La Castilla del Ebro”, p. 43) cristaliza la importancia histórica del espacio así: “quien

dominara finalmente el estrecho istmo que separaba ambas masas montañosas, estaría en posición inmejorable

para afrontar el futuro.”

Mapa I. Ubicación estratégica del Pasillo

20 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

introDuCCiÓn

raría plenamente su función comunicante durante el siglo XI, cuando la dinastía navarra ocupa ambos extremos, haciendo redundante la frontera.

También conviene definir la comarca estudiada en términos de otras caracterís-ticas geográficas. En cuanto a la hidrografía, además de pertenecer todo el es-pacio contemplado a la cuenca del río Ebro, en un nivel más pormenorizado lo constituyen (en progresión hacia el levante) las cuencas de los ríos Oca, Tirón, Oja, Najerilla e Iregua8. De especial relevancia es la desembocadura del Iregua en el Ebro a la altura de la actual ciudad de Logroño. En este punto, donde se situaba la civitas berona de Vareia, el Ebro deja de ser navegable debido a los vados que dan a este lugar cierta trascendencia estratégica9. Aguas abajo de Logroño se ensancha notablemente el valle del Ebro, perdiendo así la forma encajonada característica del Pasillo.

El extremo occidental del Pasillo lo marca una serie de páramos, que funcionan a la vez como divisoria de aguas entra las cuencas del Ebro y del Duero, y que separan la Bureba de la ciudad de Burgos: los Montes de Oca, el Puerto de la Brújula y tierras de Ubierna. Ésta es la línea que parece haber separado a los autrigones de los túrmogos, y también a Castilla y Navarra después de la muerte de Sancho el Mayor, siendo el escenario fronterizo de la batalla fratricida de Atapuerca en 1054.

En diferentes apartados saldremos de estos extremos en búsqueda de pistas que podrían explicar lo ocurrido en el Pasillo, pero el centro de nuestra atención es el corredor que une las dos cuencas fluviales más importantes del norte peninsular.

8. Estos ríos, que nacen todos en la Sierra de la Demanda, fluyen hacia el noreste hasta su desembocadura en

el Ebro, con la excepción del Oja, que confluye con el Tirón dos kilómetros antes de la desembocadura conjunta

en el Ebro. Estos ríos a su vez necesariamente tienen sus afluentes, y aunque el espacio contemplado queda sufi-

cientemente bien definido con referencia a los cinco ríos ya nombrados, para una mejor percepción del espacio,

y para contextualizar referencias que aparecerán luego en el texto también conviene nombrar algunos otros como

el Ea (afluente del Tirón) o el Cárdenas (del Najerilla). También introducimos, a lo largo del estudio, datos de las

más inmediatas cuencas fluviales vecinas, como el Arlanzón (tributario del Duero), y en el extremo oriental varios

afluentes del Ebro (los ríos Leza, Jubera, Cidacos y Alhama).

9. En cuanto a la navegabilidad del Ebro: PLINIO EL VIEJO, Naturalis Historia, III.3.18. Según RODRÍGUEZ R.

DE LAMA (Colección Diplomática Medieval de la Rioja, tomo I: Estudio, p. 272 y ss.), el nombre Logroño se deri-

varía de la voz indoeuropeo gronio = ‘vado’, más el primitivo artículo romance, y así, por ejemplo, las tempranas

referencias a Gronio (Rioja32, 1076, aunque de difícil lectura), y más explícitamente, illo Gronio (Fuero de Logro-

ño, 1095; Rioseco35, 1185). Esta etimología, sin embargo, dista de ser universalmente aceptada, cf. ESPINOSA,

“El gentilicio Berones en el topónimo Logroño”. Notamos también la presencia de una calzata en este entorno

(Calzata de Barea, Rioja15, 1054), voz que en la documentación medieval parece reservarse para las vías de cierta

importancia, y quizás incluso las antiguas vías romanas.

21David Peterson

introDuCCiÓn

Por último, dentro de estas consideraciones geográficas, nos queda justificar

nuestra tendencia a emplear definiciones anacrónicas para los dos extremos del

Pasillo. El extremo oriental llamamos riojano y el occidental castellano. Somos

plenamente conscientes del anacronismo inherente en estas designaciones, y

de los peligros interpretativos que pueden resultar de este uso, pero con todo

parece la forma más intuitiva y sencilla de distinguir ambos extremos.

sigLos Viii a Xi

El periodo que estudiamos abarca algo más de tres siglos entre la invasión

musulmana y mediados del siglo XI. Así se delimita un periodo durante el cual

se establece una frontera política que incide notablemente en el devenir de la

región.

Nuestra hipótesis es que la invasión musulmana añadió trascendencia política,

religiosa, étnica y lingüística a una antigua frontera diocesana y administrativa.

Teniendo en cuenta la ambigüedad cronológica de la cronística árabe y el hecho

de que los dos extremos del espacio estudiado parecen haber sido incorporados

al sistema musulmán durante campañas sucesivas, definimos el comienzo del

periodo musulmán en el periodo 711-714. La desaparición de la frontera que

nos interesa no coincide con el ocaso del control andalusí sobre nuestro espacio

(hacia 750 en la parte occidental, y a partir de 924 más al este), sino que tiene

lugar durante la primera mitad del siglo XI. A lo largo del reinado de Sancho el

Mayor la monarquía navarra se introduce progresivamente en la mitad occidental

(castellana) del Pasillo, y la reorganización territorial que sigue a la muerte de

este monarca en 1035 es un momento conveniente para cerrar el proceso.

Necesariamente también contemplamos los periodos anterior y posterior a esta

cronología central. En un capítulo introductorio examinamos el espacio durante

los siglos anteriores a la invasión musulmana, con especial incidencia en los

temas que luego desarrollamos como el perfil etnolingüístico de la población,

y las estructuras y divisorias políticas y administrativas.

ConsiDeraCiones MetoDoLÓgiCas

Nuestro estudio se basa en el registro escrito, tanto diplomático como cronísti-

co, con especial y en cierto modo novedoso énfasis en el contenido onomástico

de la diplomática. En comparación con algunos otros estudios regionales alto-

medievales, la mayor divergencia metodológica aquí sería en el uso del registro

22 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

introDuCCiÓn

arqueológico, relegado a un segundo plano. Esto no supone ningún desplante

hacia esa disciplina, sino que es fruto de nuestra preparación científica y tam-

bién de la convicción de que al registro documental, aunque muy conocido y

en cierto modo ya trabajado, aún le quedan vías de interrogación.

En cuanto a la cronística, para contrarrestar la tradicional tendencia a historiar

el norte cristiano casi exclusivamente a partir de las fuentes también cristianas,

prestamos mayor atención a la narrativa proveniente de las fuentes andalusíes.

Nos interesan, sobre todo, tres momentos claves:

− la ‘conquista’ musulmana de nuestro espacio hacia 711-714;

− el desmoronamiento del poder musulmán en Castilla a mediados del

siglo VIII;

− y la ‘conquista’ cristiana de la Rioja Alta hacia 923-925.

Como se observa, se tratan de significativos acontecimientos geopolíticos, y

nuestra hipótesis es que su naturaleza ha sido camuflada por el predominio de

la tradición cristiana. La atención a la cronística andalusí permite unas lecturas

alternativas a esa versión tradicional, que hemos enriquecido con referencia a

la aportación onomástica: la abundancia de onomástica semítica en Castilla; y

la naturaleza alavesa de la temprana toponimia vasca al sur del Ebro y su ubi-

cación en tierras castellanas.

En cuanto a la diplomática, utilizamos casi siempre textos ya editados10, sobre

todo las archiconocidas colecciones diplomáticas de los grandes cenobios de

nuestro espacio o próximos a él: San Millán de la Cogolla, San Pedro de Carde-

ña, San Martín de Albelda, Santa María de Valvanera y San Salvador de Oña (en

aproximado orden de utilidad). Toda esta documentación ha sido editada, en

algunos casos más de una vez, pero no siempre ha sido analizada lo suficien-

te11, y un factor clave en este desajuste ha sido la falta de índices para algunas

fuentes importantes, sobre todo la documentación emilianense.

10. La única documentación inédita manejada ha sido algunos pocos textos de la Edad Moderna referentes a

los Montes de Oca, cuya aportación toponímica utilizamos en el capítulo sobre el Vascuence al sur del Ebro, y el

cartulario de San Miguel de Froncea, al cual sólo hemos tenido acceso a través de una regesta de su contenido.

11. Así, por ejemplo, la primera referencia a Guipúzcoa ha podido pasar desapercibida aunque apareciera en

un texto editado desde hace treinta años: UBIETO ARTETA, Cartulario de San Millán de la Cogolla, 1976, doc. nº.

31; véase PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”, 2004.

23David Peterson

introDuCCiÓn

Dentro de la diplomática, hacemos uso sobre todo de su contenido onomástico,

registro que también, en ocasiones, extraemos de las fuentes narrativas. Es en

este sentido, en el uso del registro onomástico, que antes hemos hablado de

la utilidad de la Lengua no sólo como objeto de estudio sino también como

herramienta.

En esta labor consideramos importante la variedad de registros onomásticos

analizados: nombres de persona, de lugar y de culto; casos concretos, genéri-

cos y tipologías. Creemos que la variedad de registro consolida la validez de

lo observado, y por ejemplo, tanto el culto de San Millán, como la temprana

toponimia vasca, algunos antropónimos específicos (por ejemplo, Oveco), y

topónimos genéricos del tipo Quintana, refuerzan la idea tan central a nuestra

tesis de la existencia de una frontera, no sólo política sino también cultural, que

divide el Pasillo.

La relación entre la onomástica y el espacio, todo a su vez contextualizado

cronológicamente, es central a nuestro método, y aunque intentamos siempre

describir la relación textualmente, el medio gráfico resulta mucho más elocuen-

te, y de ahí la importancia de la cartografía que incorporamos. De especial

interés son las distribuciones atípicas, tanto las agrupaciones (clusters) como las

ausencias, en cuya identificación la cartografía nos ayuda sobremanera. Plasmar

así los resultados de los análisis onomásticos en mapas ya delimita áreas, y las

líneas delimitadoras, más o menos nítidas, se convierten en auténticas fronteras

onomásticas cuando convergen.

Aquí incorporamos la segunda herramienta analítica, la frontera política y ad-

ministrativa reconstruida a partir de diversos registros evidenciales no onomás-

ticos: los límites diocesanos plenomedievales; el insólito texto de expreso corte

geopolítico con el cual hemos empezado el capítulo (Cogolla166); la cronística

(Crónica Albeldense, año 882); la geografía antigua (Ptolomeo); la compleja

labor de reconstrucción de espacios de poder a partir de los escatocolos di-

plomáticos; e incluso el trazado de las actuales fronteras provinciales. Al final,

contrastamos la frontera así reconstruida con las distribuciones onomásticas

observadas para comprender mejor la historia de la región.

La otra importante consideración metodológica tiene que ver con la coordena-

da temporal. El problema esencial es que existe un déficit de información para

los siglos que nos interesan. Por ejemplo, de 188.000 documentos registrados

24 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

introDuCCiÓn

para el Medievo hispano-luso por el programa CODIPHIS12, tan sólo 51 corres-

ponden al siglo VIII. Aunque las cosas mejoran rápidamente a nivel peninsular,

con más de mil textos para el siglo IX, gran parte de esa temprana documen-

tación es leonesa, gallega o catalana, y en nuestro espacio ese siglo sigue

infradocumentado, y además con hegemonía casi absoluta de la diplomática

apócrifa. No será hasta el siglo X que tenemos un corpus documental relativa-

mente abundante. Las cifras para el Pasillo y su entorno (sólo incorporando las

fuentes principales) son las siguientes:

s. VIII s. IX s. X s. XI s. XII s. XIII Total

2 25 450 1.274 1.035 1.160 3.946

En respuesta a este problema proponemos un método retrospectivo: el uso de

datos posteriores para interpretar periodos anteriores. Por ejemplo, en nuestro

capítulo sobre la Onomástica semítica castellana observamos distribuciones

antroponímicas en la diplomática de principios del siglo X que utilizamos para

acercarnos a la historia de los dos siglos anteriores.

En cuanto a la toponimia, siempre que es factible utilizamos la contenida en

la diplomática medieval fidedigna, pero también recurrimos en ocasiones a la

toponimia actual. Esto ocurre cuando queremos analizar la distribución espacial

de un tipo de toponimia sobre espacios considerables, el caso, sobre todo, de

la toponimia en Quintana. La desigual distribución espacial de la diplomática,

llegando a ser carencia completa para algunas áreas, nos obliga a esto. Cons-

cientes de los riesgos inherentes a este método, también aportamos datos pro-

venientes de la diplomática medieval, así por lo menos se demuestra la vigencia

en periodo medieval de la toponimia en cuestión. Pero creemos que una visión

equilibrada de la distribución de ciertos topónimos es más factible a través de la

toponimia actual, a pesar de los años transcurridos, que a partir del desespera-

damente problemático e incompleto registro diplomático medieval13. De todos

modos, notamos que el empleo de toponimia actual es práctica habitual en las

obras de Filología Histórica14.

12. CODIPHIS = Catálogo de colecciones diplomáticas hispano-lusas de época medieval, coordinado por GAR-

CÍA DE CORTÁZAR, MUNITA, y FORTÚN.

13. PASTOR DÍAZ DE GARAYO, “Los testimonios escritos del sector meridional de Castilla (siglos X-XI). Ensayo

de crítica documental”, pp. 335-7; BARCELÓ, “Los límites de la información documental escrita”, p. 74 y ss.

14. Por ejemplo, limitándonos a las obras pertinentes a nuestro espacio y problemática, se puede citar OLIVER

ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en relación con los árabes y los beréberes, y KNÖRR

25David Peterson

introDuCCiÓn

La formulación de tipologías es fundamental a la hora de superar la margi-

nación cuantitativa de muchos de los elementos onomásticos más llamativos.

Nadie niega la abundancia de toponimia vasca o de antroponimia semítica

en la documentación altomedieval de nuestro espacio, pero las incidencias

individuales apenas se registran en un análisis cuantitativo15. Así es importante

avanzar tipológicamente: identificar y definir una clase de nombres, como los

topónimos en –uri, que se pueden analizar luego en grupo, observando un

comportamiento diplomático-cronológico común. En el citado caso el grupo es

relativamente fácil de definir, pero en otros casos el proceso resulta más cos-

toso. En cuanto a la antroponimia semítica pudimos recurrir a un nomenclator

confeccionado por otros16, a partir del cual definir el grupo, y así medirlo, pero

más costoso resultó el establecer criterios para la inclusión o exclusión de to-

pónimos individuales en el capítulo sobre la toponimia vasca.

otros aProXiMaCiones a La ProbLeMÁtiCa ConteMPLaDa

Es habitual en las secciones introductorias de un trabajo de este tipo resumir

el Estado de la Cuestión. Esto presupone que esté bien definida ‘la cuestión’,

y que tal cuestión tenga un estado, en el sentido de que se haya planteado

anteriormente.

Si nuestra cuestión se centra en la problemática que rodea la frontera que

divide el Pasillo, el punto de partida serían sendas aproximaciones de los

años 50 que intentaron fijar la geografía del fenómeno, sin indagar demasiado

en las dinámicas detrás del trazado. Nos referimos a los estudios de UBIETO

ARTETA y LÓPEZ MATA17, ambos con bastante trascendencia historiográfica.

BORRÀS, “Para una delimitación etno-lingüística de la Álava antigua. Ensayo de cartografía a partir de pruebas

toponímicas”.

15. Por ejemplo, en el capítulo de Antroponimia y sociedad dedicado a analizar la antroponimia altomedieval

burgalesa (GARCÍA DE CORTÁZAR, DÍEZ HERRERA, y PEÑA BOCOS, “Antroponimia de Burgos y su alfoz en

los siglos X a XII”, pp. 231-258), los nombres semíticos se contemplan brevemente como un bloque, pero en

ningún momento se cierra la definición de tal bloque, y así tampoco se cuantifican estos nombres, quedando así

su importancia muy relativizada.

16. TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, con referencia también a AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ ME-

DIANO, “Antroponimia de origen árabe en la documentación leonesa (siglos VIII-XIII)”.

17. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, 1953; LÓPEZ MATA, Geografía del condado de Castilla a la

muerte de Fernán González, 1957.

26 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

introDuCCiÓn

Desde la perspectiva castellana, el acercamiento más sugerente de los últimos

lustros ha sido el estudio de GARCÍA GONZÁLEZ que, parafraseando al autor,

entiende la frontera como mecanismo funcional necesario para contextualizar

y salvaguardar el desarrollo económico-social del espacio burgalés18. Sobre

todo, se resalta la frontera como la clausura militar en el eje Pancorbo-Cerezo-

Ibrillos del corredor que admitía incursiones musulmanas hacia el corazón del

naciente Condado de Castilla. Desde la perspectiva andalusí, el acercamiento

más reciente a la frontera que contemplamos es el de MANZANO MORENO19;

sin embargo, la frontera del Pasillo, la periferia de la periferia dentro del

mundo (y la historiografía) andalusí, dista mucho de ser el objeto principal

del estudio. También LACARRA DE MIGUEL contemplaría el significado de la

frontera a lo largo del Ebro20 aunque su enfoque fue más bien el de cuestionar

la relevancia histórica del concepto, y así, por ejemplo, el epígrafe “el Ebro,

como vía que rompe fronteras”. Aguas más abajo, las relaciones entre cristia-

nos y musulmanes en la frontera aragonesa centran gran parte del trabajo de

SENAC21.

Si nos centramos en la complejidad lingüística del espacio, muchos autores

se han fijado en uno u otro estrato: ALVAR22 (romance riojano), GONZÁLEZ

OLLÉ23 (romance burebano), MICHELENA24 y MERINO URRUTIA25 (vascuence)

y OLIVER ASÍN26 (arabo-bereber), mientras la documentación originaria del Pa-

sillo tiene un papel destacado en casi todas las obras que contemplan los oríge-

18. GARCÍA GONZÁLEZ, “Fronteras y fortificaciones en territorio burgalés en la transición de la Antigüedad a

la Edad Media”, 1995.

19. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas, 1991; también el reciente artículo

de SOUTO, “El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya: poblamiento y organización territorial”,

2004.

20. LACARRA DE MIGUEL, “Acerca de las fronteras en el Valle del Ebro (Siglos VIII-XII)”, 1981.

21. SENAC, La Frontière et les hommes (VIII-XII siècle). Le peuplement musulman au nord de l’Ebre et les débuts

de la reconquête aragonaise, 2000; con LALIENA, Musulmans et Chrétiens dans le Haut Moyen Âge: aux origines

de la Reconquête aragonaise, 1991.

22. ALVAR, El Dialecto Riojano, 1976.

23. GONZÁLEZ OLLÉ, “El habla de la Bureba”, 1964.

24. MICHELENA, “Onomástica y Población en el antiguo reino de Navarra: La Documentación de San Millán”,

1976.

25. MERINO URRUTIA, La Lengua Vasca en La Rioja y Burgos, 1978.

26. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en relación con los árabes y los beréberes,

1974.

27David Peterson

introDuCCiÓn

nes del castellano27. Quizás éste también es el lugar para citar la imprescindible,

aunque algo difícil de clasificar, obra de DÍAZ Y DÍAZ, Libros y Librerías en La

Rioja altomedieval (1979). Hemos nombrado ya algunos de los filólogos más

insignes de las letras hispanas, pero la complejidad lingüística de este espacio

apenas se ha tratado explícitamente, siendo el artículo de ALARCOS LLORACH

sobre la toponimia riojana una de las pocas excepciones28.

En cuanto al estrato vasco, mientras se han contemplado las implicaciones

para el primitivo castellano de su proximidad tanto geográfica como fonética

al euskera29, la problemática de la cronología del euskera al sur del Ebro no se

ha abordado de manera sistemática desde el citado artículo de Michelena del

27. MENÉNDEZ PIDAL, Orígenes del Español, 1980 (9ª edición); WRIGHT, Latín tardío y romance temprano en

España y la Francia carolingia, 1982; mientras en la reciente (2005) Historia de la lengua española (coord. CANO

AGUILAR), hay varios capítulos dedicados a temas relacionados con nuestro espacio, como la relación entre el

vascuence y el castellano (ECHENIQUE ELIZONDO), las glosas emilianenses (BUSTOS TOVAR) etc.

28. ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, 1950.

29. Entre muchos autores: MENÉNDEZ PIDAL, Orígenes del Español; MARTINET, Economía de los cambios fo-

néticos, 1974; GONZÁLEZ OLLÉ, “Evolución y castellanización del romance navarro”, 1983; RAMOS REMEDIOS,

“Para una revisión de la documentación hispana hasta el siglo XIII los Cartularios de Valpuesta”, 2003; y ECHE-

NIQUE ELIZONDO, “La lengua vasca en la historia lingüística hispánica”, 2005.

Mapa II. Contextualización geográfica del Pasillo

28 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

introDuCCiÓn

año 1976, y la considerable cantidad de documentación editada desde enton-

ces apenas ha sido trabajada desde esta perspectiva. En Castilla, la toponimia

vasca tiende a verse marginada como un mero excedente o continuum de la

riojana30.

Algunos arabistas han denunciado la presencia en el noroeste peninsular de

interesantes concentraciones de topónimos aparentemente de origen semíti-

co31, pero, aun así, OLIVER PÉREZ hablaría en 1994 de un campo de estudio

prácticamente virgen, a pesar de la abundante materia que parece haber y de

la posible trascendencia de su estudio. VIGUERA MOLINS también denuncia

la falta de análisis del fenómeno en La Rioja32, donde, en 1995, GARCÍA DE

CORTÁZAR todavía se tendría que basar en el ya citado trabajo de ALARCOS

LLORACH de 1950 para un análisis de este estrato toponímico33.

Entre los estudiosos del Altomedievo castellano arraigó la tendencia a consi-

derar los 40 años andalusíes como anecdóticos, y que lo semítico en Castilla

y León fuese casi siempre el resultado de migraciones mozárabes, y por tanto

alóctono a Castilla y menos relevante a su desarrollo histórico. El reto que supu-

so el citado artículo de OLIVER ASÍN no ha sido aceptado por una generación

de historiadores que se han volcado con el Altomedievo castellano, pero que

apenas contemplan su toponimia, y menos todavía el estrato semítico34. Mien-

tras algo de trabajo se ha hecho al respecto en Galicia, en León y en Cataluña35,

30. Sigue habiendo un goteo de artículos al respecto, y el descubrimiento de las estelas soriano-riojanas ha

reavivado las cenizas de la antigua y generalmente desacreditada idea de un euskera prerromano en el Sistema

Ibérico, pero demasiados acercamientos han sido meramente descriptivos o de escasa calidad científica.

31. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en relación con los árabes y los beréberes,

1974; OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe de la región castellano leonesa”, en Toponimia

de Castilla y León, 1994.

32. VIGUERA MOLINS, “La Rioja en Al-andalus (siglos VIII-XII)”, 2000.

33. GARCÍA DE CORTÁZAR, “Organización social del espacio en La Rioja cristiana en los siglos X y XI”.

34. Notamos que la obra de OLIVER encuentra más acogida entre otros arabistas (RUBIERA DE EPALZA, “Álava

y los alaveses en los textos árabes medievales”, 1982, p. 386; VIGUERA MOLINS, “La Rioja en Al-andalus (siglos

VIII-XII)”, 2000; CHALMETA, Invasión e islamización, 1994, p. 232 n. 506; GLICK, From Muslim fortress to Chris-

tian Castle, 1995, p. 191), que entre los historiadores de la Castilla altomedieval entre cuyas obras (que citaremos

a continuación) apenas encuentra referencia.

35. HITCHCOCK, “Arabic Proper Names in the Becerro de Celanova”, 1990; AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍ-

GUEZ MEDIANO, “Antroponimia de origen árabe en la documentación leonesa (siglos VIII-XIII)”, 1994; MARTÍ

CASTELLÓ, “Palacios y guardias emirales en Cataluña”, 2005.

29David Peterson

introDuCCiÓn

GARCÍA GONZÁLEZ es de los pocos que sistemáticamente incorpora el perio-

do andalusí en su análisis del Altomedievo castellano36.

Al margen de los enfoques específicos de nuestro estudio, el espacio y periodo

contemplado sí han centrado la atención de muchos autores, y si las cuestiones

planteadas han sido diferentes, estas obras paralelas y próximas han sido fun-

damentales a la hora de elaborar este estudio. En particular, como acabamos de

señalar, el Altomedievo castellano ha sido objeto de numerosas aproximaciones

monográficas en los últimos lustros, la mayoría de las cuales se centran en el

problema de la emergencia del sistema feudal37.

En cuanto al extremo riojano del Pasillo, la figura más destacada historiográfi-

camente es la de José Ángel GARCÍA DE CORTÁZAR, y si volvemos repetidas

veces a matizar aspectos puntuales de su obra es por la centralidad de ésta al

espacio y temática que analizamos38. También cabe citar la obra esencialmente

descriptiva de FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA39, con un enfoque ligeramente

posterior al periodo que nos ocupa. En ambos casos se parte de la rica docu-

mentación cenobítica, sobre todo la emilianense, y se observa la tendencia,

nacida quizás del hecho de que la documentación emilianense hace referencia

36. GARCÍA GONZÁLEZ, “La Castilla del Ebro”, p. 71. No sólo ha sido marginado el artículo de OLIVER ASÍN

(“significativamente desaprovechado” para BESGA MARROQUIN, Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias,

p. 277, n. 871), sino todo referente a la presencia musulmana en Castilla; véase, como ejemplo y en un plano

meramente cuantitativo, el Ensayo de bibliografía medieval burgalesa de PÉREZ Y PÉREZ (pp. 220-5) en el cual

constan sólo nueve obras sobre el mahometismo burgalés, mientras en cambio bajo el epígrafe Judíos y conversos

se citan 59.

37. ÁLVAREZ BORGE, Poder y relaciones sociales en Castilla en la Edad Media: los territorios entre el Arlanzón y

el Duero en los siglos X al XIV, 1996; ESCALONA MONGE, Transformaciones sociales y organización del espacio

en el alfoz de Lara en la Alta Edad Media, 1996; GARCÍA GONZÁLEZ, “La Castilla del Ebro”, 2002; MARTÍN VISO,

Poblamiento y estructuras sociales en el norte de la Península Ibérica, 2000; MARTÍNEZ DÍEZ, El Condado de

Castilla, 2004; PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito de la antigüedad al feudalismo: poblamiento,

poder político y estructura social del Arlanza al Duero (siglos VII – XI), 1996; PEÑA BOCOS, La atribución social

del espacio en la Castilla altomedieval, 1995; PEÑA PÉREZ, “El modo de producción feudal: algunos problemas”,

1995; “Las Comunidades de aldea en la Alta Edad Media. Precisiones terminológicas y conceptuales”, 2001.

38. Son muchas las obras de GARCÍA DE CORTÁZAR que versan sobre nuestro espacio, pero tres que pode-

mos considerar como representativas y a la vez próximas a nuestra línea de investigación serían: El Dominio del

Monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X a XIII): Introducción a la Historia Rural de Castilla Altomedieval,

1969, obra seminal en el estudio de los cenobios medievales; “La Rioja Alta en el siglo X. Un análisis cartográfico

sobre los comienzos de la ocupación y explotación cristiana del territorio”, 1973; y “Organización social del es-

pacio en La Rioja cristiana en los siglos X y XI”, 1995.

39. FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA MAYORAL, El Reino de Nájera (1035 – 1076): Población, economía, sociedad

y poder, 1991.

30 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

introDuCCiÓn

a ambos lados de la frontera del Pasillo, de incluir en un análisis esencialmente

riojano las comarcas orientales del Pasillo castellano. Por lo tanto, estos trabajos

se aproximan a nuestro estudio en un aspecto metodológico muy significativo

al considerar el Pasillo como una entidad íntegra, aunque no afrontan la pro-

blemática de la frontera que divide tal espacio.

Fuera ya de La Rioja, aunque en las regiones próximas, cabe citar los varios

trabajos monográficos de CAÑADA JUSTE40 que se aproximan a varias de nues-

tras inquietudes, los ya citados estudios de SENAC y LALIENA sobre Aragón,

y las obras de LARREA y JIMENO ARANGUREN sobre Navarra41. En cuanto al

actual País Vasco, las más significativas monografías más o menos recientes so-

bre el Altomedievo serían las de MARTÍNEZ DÍEZ (Álava), AZKARATE GARAI-

OLAUN, BARRENA OSORO (Guipúzcoa) y GARCÍA CAMINO (Vizcaya)42.

Generalmente en estos estudios los ingredientes básicos son los mismos (la

diplomática, la cronística y la arqueología), pero rara vez se ha incorporado la

onomástica de manera sistemática como proponemos43. La excepción más no-

table sería la tesis de JIMENO ARANGUREN sobre la cristianización de Navarra

en la cual la hagionimia tiene un papel fundamental. Por su parte, la toponimia

aparece en papeles secundarios en muchos de estos trabajos, pero raramente

como protagonista. Una excepción sería cuando en la toponimia se ha fosili-

zado un concepto de especial significado histórico, y así nuestro análisis de

la toponimia en Quintana se asemeja al de la serna de BOTELLA POMBO, y

también a otros estudios, más lexicográficos y menos toponímicos, pero que

siguen esencialmente la misma metodología y que analizan la distribución de

40. CAÑADA JUSTE, “El posible solar originario de los Banu Qasi”, 1977; “Los Banu Qasi (714 – 924)”, 1980; “Un

milenario navarro: Ramiro Garcés, rey de Viguera”, 1981; “Álava frente al Islam”, 1984.

41. LARREA, La Navarre du IV au XII siècle. Peuplement et société, 1998; JIMENO ARANGUREN, Orígenes del

Cristianismo en la tierra de los vascones, 2003.

42. MARTÍNEZ DÍEZ, Álava medieval, 1974; AZKARATE GARAI-OLAUN, Arqueología cristiana de la antigüedad

tardía en Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, 1988; BARRENA OSORO, La formación histórica de Guipúzcoa, 1989; GAR-

CÍA CAMINO, Arqueología y poblamiento en Bizkaia, siglos VI-XII: La coniguración de la sociedad feudal, 2002.

43. Nos referimos a la ausencia de esta metodología entre la historiografía más o menos reciente. Antes la topo-

nimia ocupó un lugar central en los debates en torno a la despoblación - repoblación de la Cuenca del Duero, y

un análisis de este debate se encuentra en BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias,

p. 277 y ss. Más recientemente, un equipo liderado por Ramón MARTÍ ha vuelto a trabajar este registro sistemá-

ticamente en referencia a los siglos VIII y IX y en un contexto catalán: MARTÍ CASTELLÓ, “Palacios y guardias

emirales en Cataluña”, 2005.

31David Peterson

introDuCCiÓn

voces y conceptos como el alfoz (ESTEPA), el palatium (CORTÁZAR Y PEÑA

BOCOS), los collazos (HOMET) etc.44

Por último, la antroponimia ha sido apenas aprovechada en las obras de his-

toria medieval45. Y sin embargo, existe la conciencia de la necesidad de traba-

jar este registro: ya en 1955 MICHELENA comentaba que “En la Edad Media

aparecen en documentos e inscripciones nombres típicos cuya clasificación y

distribución geográfica no está aún suficientemente hecha”46; al año siguiente

LACARRA DE MIGUEL sugería que “en los nombres de persona cabría hacer un

estudio metódico, agrupándolos por épocas [...] y por regiones”47; y más recien-

temente GUICHARD reclama “mettre en valeur la richesse de l’information que

l’étude de l’anthroponymie peut apporter à l’historien”48. Con esta finalidad, ya

se han emprendido algunas iniciativas valiosas49, y donde más se ha avanzado

es en la comprensión de la llamada revolución antroponímica, pero falta por

incorporar este registro plenamente en el discurso histórico medievalista, cuan-

do, en contraste, notamos su centralidad en la historiografía de otros periodos

con déficit evidencial50.

44. BOTELLA POMBO, La serna: ocupación, organización y explotación del espacio en la Edad Media, 800-

1250, 1988; ESTEPA DÍEZ, “El Alfoz Castellano En Los Siglos IX al XII”, 1984; GARCÍA DE CORTÁZAR y PEÑA

BOCOS, “El palatium símbolo y centro de poder, en los reinos de Navarra y Castilla en los siglos X a XII”, 1989;

HOMET, “Los collazos en Castilla (ss. X-XIV)”, 1976.

45. Una de las pocas excepciones es el análisis de la antroponimia del Testamentum Regis Adefonsi del 812 de

BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias, pp. 511 y ss. Menos afortunadamente, en

su artículo “Sobre la conquista de la Rioja por los Pamploneses” (1970), UBIETO ARTETA pretendió analizar el

trasfondo histórico del mozarabismo riojano a través de la antroponimia, pero partía de un supuesto erróneo,

el origen riojano (Albelda1) de un texto en realidad castellano (=Cardeña14), tema que desarrollaremos más

adelante.

46. MICHELENA, Apellidos vascos, p. 20.

47. LACARRA DE MIGUEL, Vasconia Medieval, p. 21.

48. GUICHARD, “L’anthroponymie des zones de contact entre monde chrétien et monde musulman: de Palerme

à Tolède”, p. 111.

49. Por ejemplo, el ya citado estudio de AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia de

origen árabe en la documentación leonesa (siglos VIII-XIII)”, 1994; VV.AA., Antroponimia y sociedad: Sistemas

de identiicación hispano-cristianos en los siglos IX a XIII, 1995; VV.AA., L’anthroponymie. Document de l’histoire

social des mondes méditerranéens médiévaux, 1996; y SALABERRI ZARATIEGI, Euskal Deiturategia: Patronimia,

2003. Notamos el título completo de la obra de 1995, y su énfasis en sistemas de identiicación, luego ratificada

en las Conclusiones (pp. 395-404), en vez de en la geografía de nombres individuales.

50. Por ejemplo, extraña que se haya hecho un análisis tipológico de la onomástica peninsular prerromana

(varias obras de ALBERTOS FIRMAT), pero que todavía no se haya desarrollado una herramienta equivalente

para periodos más recientes.

32 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

introDuCCiÓn

JustiFiCaCiÓn: ¿QuÉ tiene De noVeDoso?

A la vista de las obras citadas en las páginas anteriores, que representan sólo

la parte más destacable de los estudios que han contemplado nuestro espacio

y / o problemática, es inevitable concluir que los temas que analizamos no

son en sí generalmente novedosos: ni el problema de la toponimia vasca y su

cronología, ni el de la onomástica semítica en Castilla, ni la historia temprana

de San Millán ...

Lo que sí creemos novedoso, en cambio, es el uso sistemático de diversos

registros onomásticos como herramientas para analizar la historia geopolítica.

Estrechamente vinculado está el reconocimiento explícito de la complejidad

lingüística de la zona, lo cual nos causa no pocos problemas metodológicos,

pero que es en sí también sintomático de la rica y variada historia de la región,

un auténtico crisol.

Novedoso también puede considerarse la incorporación de documentación

‘nueva’51 a problemas antiguos. Esto tiene dos vertientes. Por un lado, la incor-

poración del testimonio de la cronística árabe a problemáticas ‘cristianas’. Por

ejemplo, la ‘Reconquista de La Rioja’ parece otra cosa vista desde la perspectiva

andalusí. Por otro lado, incorporamos también la parte correspondiente de la

abundante diplomática cenobítica editada en las últimas décadas52, en muchos

casos después de la última revisión historiográfica de algunos de los temas que

hemos afrontado. Así, por ejemplo, la cuestión de la cronología del vascuence

al sur del Ebro no se había retomado seriamente desde los años 70, cuando

ahora disponemos quizás del doble de documentación.

En cuanto a los avances historiográficos que aquí incorporamos, destacamos

los avances en la comprensión de al-Andalus, sobre todo sus orígenes (CHAL-

META53), sus relaciones con la periferia peninsular no-andalusí (MANZANO

51. Aquí el adjetivo ‘nueva’ refiere, generalmente, a recientemente editada y / o traducida.

52. “... el número de colecciones documentales publicadas desde 1981 hasta 1995 es superior al de las apa-

recidas en los ochenta años anteriores”, CODIPHIS, p. 85. El Pasillo ha sido especialmente afortunado en este

proceso editorial, y si Castilla-León encabeza la lista de regiones que más colecciones diplomáticas tienen, la

concentración por kilómetro cuadrado es aun mayor en La Rioja.

53. CHALMETA, Invasión e islamización, 1994.

33David Peterson

introDuCCiÓn

MORENO, MAÍLLO SALGADO54), y la sugerente idea de que la voz quinta-

na describe una forma de terrazgo esencialmente bereber (OLIVER ASÍN, LA-

GARDÈRE55). También incorporamos avances del mundo no-andalusí. Los más

destacables serían el rechazo de la idea de despoblación (varios autores56), la

emergencia de alternativas solventes57, y la gradual consolidación de la teoría

de MICHELENA de la Lengua Común Vasca58. Entre estos dos ‘mundos’, algo

artificialmente separados (tanto aquí como en la historiografía), está la naciente

idea, más desarrollada en León que en Castilla, de que la onomástica semítica

del siglo IX en la Meseta Septentrional es autóctona y no inmigracional59.

Por último, el marco geográfico elegido también resulta novedoso, ya que,

en vez de analizar una sola entidad política, como la mayoría de los estudios

regionales ya mencionados, escogemos un espacio ‘natural’ y exploramos los

motivos del asentamiento en él de una divisoria política a lo largo del Altome-

dievo, y las consecuencias socioculturales del hecho.

agraDeCiMientos

Numerosas personas me han ayudado y animado a lo largo del proceso cuyo

resultado más concreto tiene el lector entre sus manos. La compleja naturaleza

tanto del espacio como de la temática me ha obligado a recurrir a muchos ex-

pertos. Sin su ayuda algunos capítulos, y francamente la empresa en sí, habrían

sido impensables, y todos han sido generosos con su tiempo y con sus cono-

cimientos. Sobre todo, lo más gratificante de todo este largo ‘proceso’ ha sido

54. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas, 1991. MAÍLLO SALGADO, ¿Por

qué desapareció al-Andalus?, 1998; “La guerra santa según el derecho malakí”, 1983.

55. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla, 1974; LAGARDÈRE, Campagnes et paysans d’Al-Andalus,

VIII-XV s., 1993.

56. GARCÍA GONZÁLEZ (“La Castilla del Ebro”, p. 80) resume algunas de las “propuestas alternativas, a cada

cual más atractiva: desarticulación (Barbero y Vigil), desorganización (García de Cortázar, Esther Peña), desacti-

vación (Pierre Bonnassie, Ernesto Pastor) y tierra de nadie (José María Mínguez)”.

57. Por ejemplo, GARCÍA GONZÁLEZ y FERNÁNDEZ DE MATA, “Antropología, Arqueología e Historia. La des-

estructuración de la cuenca del Duero ...”, 1999.

58. MICHELENA, “Lengua común y dialectos vascos”, 1981. Hay poco publicado al respecto, aunque la idea

empieza a arraigar en, por ejemplo, AZKARATE GARAI-OLAUN, “La Tardoantigüedad”, pp. 102-4, 2003.

59. ESTEPA DÍEZ, Estructura social de la ciudad de León, p. 152; SÁNCHEZ BADIOLA, “Mozarabismo y pobla-

miento en el León altomedieval: el Valle de Ardón”, p. 321; RODRÍGUEZ MEDIANO, “Acerca de la población

arabizada del Reino de León”, p. 471.

34 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

introDuCCiÓn

el ver cómo, de conversaciones inicialmente académicas, han florecido algunas

auténticas amistades. Así, quiero expresar mi agradecimiento a Ángel Aparicio,

Eduardo Manzano, Ernesto García, Estíbaliz Bedialauneta, Felipe Maíllo, Hen-

rike Knörr, Ignacio Álvarez, Iván García Izquierdo, Javier García Turza, Javier

Peña, Jesús Lorenzo, Juanjo Larrea, Juanjo Martín, Lucía García, Luís Martínez,

Pruden Gartzia, Roger Wright y Rufino Gómez: una mezcla de amigos y colegas,

dos categorías que cada día resulta más difícil de separar. El formato, un listado

de nombres, quizás parezca algo frío, pero aquí es de lo más apropiado dado

la naturaleza del estudio. Fuera de esos confines, dos personas me ayudaron

de manera especial, el indefatigable Ernesto Pastor con su ojo exquisitamente

crítico, y Joseba Lakarra quien me dedicó unas auténticas clases maestras de

Filología Histórica.

Tampoco he olvidado los mil ánimos, atenciones y ayudas de mis domestiques:

Carlos, Eduardo, Jacqueline, Javi y Marian. Mención aparte para dos personas

que me han guiado e inspirado durante estos últimos años. Al director de esta

tesis, Juan José García, quien, a pesar de las manifiestas diferencias de estilo y

metodología, tiene mucha más responsabilidad en esto que lo que se reconoce

explícitamente en estas páginas. En más de una ocasión, pensando felizmente

que una idea había sido mía, me he topado con la misma en las páginas mucho

antes publicadas de este auténtico maestro. Por otra parte, a Virginia, sin cuya

ayuda esto, sencillamente, no habría sido posible.

Este trabajo fue defendido como Tesis Doctoral el 24 de noviembre de 2006

en la Universidad de Burgos ante el tribunal formado por los profesores José

Ángel García de Cortázar (presidente), Henrike Knörr Borràs, F. Javier Peña

Pérez, Eduardo Manzano Moreno y Ernesto Pastor Díaz de Garayo, y obtuvo

la máxima y unánime calificación de Sobresaliente cum laude. Tristemente, el

profesor Knörr quien, a pesar de estar gravemente enfermo, se empeñó en la

publicación del trabajo con la generosidad de tiempo y esfuerzo que le carac-

terizaba, falleció sin poder ver realizado su deseo.

35David Peterson

las fuentes

La DiPLoMÁtiCa

Las principales fuentes diplomáticas utilizadas en la elaboración de este estudio

son las siguientes:

Distribución cronológica y cuantitativa de textos en las fuentes principales

Fuente s.VIII s.IX s.X s.XI S.XII s.XIII total hasta

Albelda - - 29 39 10 - 78 1.196

Calzada - - - - 84 66 150 1.257

Cardeña - 1 212 169 - - 382 1.085

Condes - - 61 20 - - 81 1.024

Oña (incl. Oña2) - 2 4 137 263 417 823 1.300

Rioja (incl. Rioja4) - 3 44 352 670 1.069 1.299

Cogolla (incl. Cogolla2)

2 15 102 628 204 - 951 1.199

Valpuesta (incl. Valpuesta2)

- 7 39 46 86 - 178 1.200

Valvanera - - - 191 36 7 234 1.264

TOTAL 2 25 450 1.274 1.035 1.160 3.9461 -1

Hemos adoptado la convención de referirnos a los textos diplomáticos median-

te la forma abreviada del nombre de la fuente y un valor numérico: Albelda17,

1. En esta evaluación cuantitativa incluimos la diplomática apócrifa. Cuando el mismo texto aparece en más de

una colección diplomática lo incluimos ambas veces para simplificar el análisis, aunque, al margen de colecciones

temáticas como Condes, la incidencia de estos casos es mínima.

36 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

las Fuentes

Cardeña134, Cogolla2/495, Condes1, etc. Las abreviaturas empleadas son las

siguientes:

Abreviatura Fuente

Albelda Cartulario de Albelda, ed. Antonio UBIETO ARTETA, Anúbar, Valencia, 1981.

Calzada Cartularios (I, II y III) de Santo Domingo de la Calzada, ed. Agustín UBIETO ARTETA, Anúbar, Zaragoza, 1978.

Cardeña Colección documental del Monasterio de San Pedro de Cardeña, ed. Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, Caja Círculo, Burgos, 1998.

Condes Colección Diplomática de los Condes de Castilla. Edición y comentario, ed. Manuel ZABALZA DUQUE, Junta de Castilla y León, Valladolid, 1998.

Cogolla Cartulario de San Millán de la Cogolla (759 – 1076), ed. Antonio UBIETO ARTETA, Anúbar, Valencia, 1976.

Cogolla2 Cartulario de San Millán de la Cogolla (1076 - 1200), ed. María Luisa LEDESMA RUBIO, Anúbar, Zaragoza, 1989.

Oña Colección Diplomática de San Salvador de Oña (822-1284), ed. Juan del ÁLAMO, CSIC, Madrid, 1950.

Oña2 Documentación del Monasterio de San Salvador de Oña (1032-1284), ed. Isabel OCEJA GONZALO, Garrido Garrido, Burgos, 1983.

Rioja Colección Diplomática Medieval de la Rioja: Tomos II y III, ed. Ildefonso RODRIGUEZ R. DE LAMA, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1979.

Rioja4 Colección Diplomática Medieval de la Rioja: Tomo IV, ed. Ildefonso RODRIGUEZ R. DE LAMA, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1989.

Valpuesta Cartulario de Valpuesta, ed. Mª Desamparados PÉREZ SOLER, Anúbar, Valencia, 1970.

Valpuesta2 Los Cartularios Gótico y Galicano de Santa María de Valpuesta (1090 – 1140), ed. Saturnino RUIZ DE LOIZAGA, Dipn. Foral de Álava, Vitoria, 1995.

Valvanera Documentación medieval del monasterio de Valvanera, siglos XI a XIII, ed. Francisco Javier GARCÍA TURZA, Anúbar, Zaragoza, 1985.

ConsiDeraCiones generaLes

Geografía diplomática. En general, la documentación referente al Pasillo pro-

viene de los monasterios sitos en él, aunque se observa cierto desequilibrio

espacial, a favor de los bordes serranos al norte y al sur, y en detrimento del

37David Peterson

las Fuentes

fondo de valle en sí2. Creemos que éste es el contexto en el cual entender los

tempranos intereses en el Pasillo de algunos pequeños cenobios sitos en los

Montes Obarenes, como San Mamés de Obarenes, y también del primitivo

monasterio mirandés (ya al norte de los Montes Obarenes) de San Esteban de

Salcedo.

Por otra parte, si el Monasterio de las Huelgas desarrolla extensivos intereses

en la Bureba, es con una cronología tardía, que poco afecta a este estudio, y en

general las instituciones burgalesas tienen sorprendentemente poca actividad

en el Pasillo. La Catedral de Burgos tenía algunos intereses, como no podría ser

menos para la heredera de las sedes de Valpuesta y (sobre todo) Oca, pero en

general la tónica es de desinterés por parte del obispado hacia estas comarcas,

delegando sus intereses en el Pasillo a su decanía de San Miguel de Froncea,

2. Para una introducción a la geografía de los dominios cenobíticos castellanos véase la obra de MORETA

VELAYOS, Rentas monásticas en Castilla: problemas de método. Otros mapas dominicales de interés se pueden

encontrar en: GARCÍA DE CORTÁZAR, El Dominio del Monasterio de San Millán de la Cogolla, pp. 184-5; GAR-

CÍA FERNÁNDEZ, Santa María de Irache, p. 39 y ss.; GARCÍA TURZA, El Monasterio de Valvanera en la Edad

Media, p. 121; LÁZARO RUIZ, “El Monasterio de San Martín de Albelda”, p. 370; LIZOAIN GARRIDO y GARCÍA

GONZÁLEZ, El Monasterio de las Huelgas, p. 248 y ss.; VIVANCOS GÓMEZ, Documentación del Monasterio de

Santo Domingo de Silos, p. LXXVI.

Mapa III. Las principales colecciones diplomáticas utilizadas

38 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

las Fuentes

y despertando tardíamente de su olvido sólo cuando la pujante diócesis de

Calzada-Calahorra amenaza sus posesiones en las cabeceras del Tirón y del Oja

a principios del siglo XIII3.

En cuanto a la mitad riojana del Pasillo, ahora sí encontramos algunos intereses

de monasterios foráneos (Leire e Irache) en el entorno de Nájera, pero de nue-

vo, la mayor parte de la documentación referente al Pasillo se origina dentro

de él, y concretamente en el caso de La Rioja en las abadías de San Millán de

la Cogolla, San Martín de Albelda y Santa María de Valvanera.

La diplomática popular y marginal. Además de diplomas de factura regia

o condal, nuestras fuentes incluyen otros textos, de factura más humilde. Para

distinguir los dos tipos de texto emplearemos los adjetivos cortesana y popu-

lar. Muchas veces la documentación popular consiste en actas notariales que

detallan compraventas y donaciones, generalmente a favor de alguna institu-

ción cenobítica, y de ahí el interés en conservarlas como justificantes de su

patrimonio. En ocasiones estos textos son muy breves, y esta brevedad quizás

ha contribuido a su marginación, hasta el punto de que, remitiéndonos ahora

a la documentación emilianense, Serrano no publicó muchos de ellos. Otros

textos populares no son más que listas de posesiones de la institución archivera,

a veces con algunos pocos datos orientativos sobre la ubicación de la finca

adquirida, otras veces con referencia al dueño anterior. Creemos que estos

textos, a pesar de su brevedad y aparente banalidad, nos ofrecen mucho desde

el punto de vista lingüístico: nos adentran en la microtoponimia; nos acercan

a la antroponimia de las capas sociales inferiores, muy diferente a la de las

clases dirigentes como indican textos como Cogolla2/282 o Cardeña22, pero

generalmente ausente de la diplomática cortesana4; y además están exentos

de los problemas de falsedad e interpolación que lastran la mayor parte de la

temprana diplomática cortesana.

3. Ésta es la lectura que hacemos del repentino interés del obispo Mauricio hacia estas comarcas en 1224, véase,

PETERSON, La Sierra de la Demanda en la Edad Media, p. 231.

4. En el mismo sentido, RAMOS REMEDIOS reclama la antroponimia como herramienta en situaciones diglósicas

cuando una lengua popular por lo demás apenas se registra en la documentación: “Así los apodos e hipocorísti-

cos, instrumento precioso para acercarse al nivel de la lengua hablada, puesto que la antroponimia, no obstante

estar sujeta a modas, transparenta en gran medida las preferencias lingüísticas de los hablantes ...”, RAMOS RE-

MEDIOS, El apeo de Vitoria y su jurisdicción a ines del siglo XV, vol. II, p. 275.

39David Peterson

las Fuentes

La diplomática apócrifa. Cualquier acercamiento histórico al espacio estudia-

do en periodo altomedieval acaba topándose con un fundamental problema

metodológico: en qué medida aceptar el testimonio de los tan numerosos di-

plomas apócrifos reunidos en el Cartulario de San Millán de la Cogolla. Parece

haber consenso ahora en cuanto a que la práctica totalidad de los diplomas

emilianenses de aparente factura cortesana del siglo X son en realidad falsifica-

ciones del siglo XII5. Hasta ahí bien. Pero, ¿la falsificación es puramente formal,

o también afecta al contenido de los diplomas?

Existen básicamente dos respuestas a este problema. La primera rechaza el testi-

monio de los diplomas cuya falsedad formal ha sido demostrada. La alternativa al

rechazo es admitir la falsedad formal pero aun así intentar aprovechar elementos

del documento. Si contemplamos una falsificación del siglo XII que se hace pasar

por un original del siglo X, estos elementos aprovechables podrían ser:

1. el hecho de la falsificación en sí, y sus implicaciones para el siglo

XII;

2. un acontecimiento histórico del siglo X que el diploma falsificado

busca reflejar;

3. y elementos, generalmente onomásticos, repescados de anteriores

documentos en que se habrían basado las falsificaciones.

Todos ellos ofrecen líneas de investigación potencialmente interesantes, aunque

metodológicamente muy complejas. Sin embargo, tenemos la impresión de que

a veces el citar estas posibilidades es poco más que una excusa para no tener

que deshacer del testimonio de estas fuentes, y así no tener que revisar los presu-

puestos de la historiografía tradicional, y el aprovechamiento de estas difíciles y

peligrosas fuentes raras veces se hace con el rigor metodológico necesario.

En cuanto a la primera clase de información aprovechable de la diplomática

apócrifa, las implicaciones plenomedievales de estas falsificaciones quedan fue-

ra de los límites de este trabajo. Por otra parte, si las falsificaciones recuerdan un

5. Circunstancia denunciada ya por Ubieto Arteta (“Los primeros años del monasterio de San Millán”) en 1973, y

recientemente confirmada por dos monografías: MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San Millán y sus Monasterios

Filiales. Documentación emilianense y diplomas apócrifos”, 1998; y ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática

de los Condes de Castilla, 1998.

40 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

las Fuentes

acontecimiento histórico, el reto es cómo calibrar y avanzar a partir de lo que es

esencialmente una intuición. Por último, la repesca de elementos onomásticos

nos parece una línea de investigación interesante, pero habría que contrastar

los datos sacados de estos documentos con los que nos han llegado de fuentes

más fidedignas, cuando lo que se suele hacer, en cambio, es o eliminar estos

documentos completamente, o incluirlos en un listado, así contaminado la in-

formación derivada de fuentes fidedignas. Proponemos seguir estas dos últimas

líneas de investigación, contrastando la aportación de la diplomática apócrifa

con la auténtica, cuando ésta existe.

Evaluación pormenorizada (en aproximado orden de utilidad)

Cogolla (San Millán de la Cogolla): de todas las fuentes utilizadas, la contri-

bución emilianense destaca por su relativamente temprana cronología y por

ser a la vez la más rica en cuanto a la naturaleza de los textos, una de las más

generosas en términos puramente cuantitativos, y también la más compleja y

heterogénea. Es importante matizar, sin embargo, que mucha de la documenta-

ción llamada ‘emilianense’, y la mayor parte de los textos tempranos (anteriores

a 1030), en realidad se origina en cenobios agregados a San Millán (como San

Felices de Oca, San Millán de Hiniestra, San Esteban de Salcedo y San Miguel

de Pedroso), y es fruto de la política de la familia real navarra de potenciar

ciertos cenobios durante la primera mitad del siglo XI. Estas matizaciones no

restan importancia a la documentación emilianense (en un sentido archivístico

podemos denominarla así sin complejos) sino todo lo contrario, la enriquecen,

pero el considerar emilianenses, y por extensión riojanos e incluso navarros,

muchos textos en realidad castellanos y sólo archivísticamente emilianenses, ha

tendido a ‘navarrizar’ la historia de comarcas enteras6.

Otra importante característica de la documentación emilianense es que, como

hemos señalado ya, una parte muy significativa de los textos más tempranos

son apócrifos. También complica el uso de esta fuente el hecho trascendental

6. Como ejemplo de esta tendencia citamos el título del artículo que dedica Michelena a la problemática del

vascuence al sur del Ebro: “Onomástica y Población en el antiguo reino de Navarra: La Documentación de San

Millán”. Que los textos contemplados sean emilianenses se limita al sentido archivístico. Son textos castellanos,

muchas veces del siglo X, cuya única vinculación con Navarra se produce cuando posterior y brevemente las

comarcas (burgalesas) a las cuales hacen referencia, y los monasterios en los cuales se originaron, se encuentran

integrados en ella durante algunos decenios (aproximadamente 1040-1060).

41David Peterson

las Fuentes

de que la mayoría de los textos emilianenses no son originales, sino copias de

finales del siglo XII, característica compartida con la mayoría de las Colecciones

Diplomáticas utilizadas (sobre todo si se trata de Cartularios).

Por otra parte, el análisis de la documentación emilianense se ve complicada por

la falta de índices onomásticos, tanto antroponímicos como toponímicos, en las

ediciones de Ubieto Arteta y Ledesma Rubio. Una carencia especialmente llamativa

teniendo en cuenta la importancia de esta fuente que incluye, entre otras cosas:

– el primer texto del norte cristiano después de la invasión musulmana

(Cogolla1, 759);

– los más nítidos y tempranos ejemplos del euskera al sur del Ebro (por

ejemplo, Cogolla37, 945), de ahí el uso de esta documentación por

Michelena en el artículo antes citado;

– el insólito acuerdo fronterizo de 1016 (Cogolla166, 1016) que fija las

fronteras entre Castila y Navarra;

– la Reja de San Millán (Cogolla180, 1025), extraordinario, y en nuestra

opinión infraanalizado, censo de Álava altomedieval;

– y, en general, prácticamente las primeras noticias de muchos territorios,

entre ellos Álava (Cogolla15, 873), Castilla (Cogolla1, 759; Cogolla2,

800; etc.), Guipúzcoa (Cogolla31, 943) y Soria (Cogolla166, 1016).

Esta lista nos da una idea de la extensión de los intereses que luego adquiriría

San Millán. El caso de Guipúzcoa es instructivo, ya que la que parece ser la pri-

mera referencia a ese territorio, 80 años anterior a la que hasta ahora ostentaba

ese honor, ha podido pasar desapercibida hasta ahora, a pesar de estar editada

en tan archiconocida fuente, precisamente por la falta de índices que acabamos

de denunciar7.

Hemos propuesto cronologías (generalmente aproximadas) para 44 textos emi-

lianenses hasta ahora o bien carentes de fecha o bien con fechas que considera-

mos erróneas. Remitimos al lector al correspondiente artículo, “Cambios y preci-

siones de fecha de la diplomática emilianense”, donde explicamos y detallamos

el proceso seguido y las propuestas resultantes. En muchos casos se trata de

7. Cf. PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”.

42 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

las Fuentes

listas de las posesiones agrícolas del monasterio confeccionadas hacia finales

del siglo XI, y son textos muy ricos onomásticamente, tanto por su microtopo-

nimia como por la antroponimia que resulta muy llamativamente diferente a la

de la diplomática cortesana.

No obstante, la aportación emilianense a nuestro estudio no se limita a la

diplomática. También los numerosos códices relacionados con el monasterio,

estudiados por, entre otros, Díaz y Díaz y Claudio García Turza8, nos iluminan

la temprana historia del cenobio y, por extensión, del Pasillo. Sin embargo,

aquí se aprecia un problema semejante en algunos aspectos al que ya hemos

glosado en referencia al Cartulario: no siempre es evidente en qué sentido

estos códices son emilianenses, pues algunos de ellos parecen haberse con-

feccionado en otros monasterios. En cambio, no utilizaremos extensivamente

las célebres Glosas Emilianenses ya que son consideradas por la mayoría de

especialistas como productos del siglo XI9, y por tanto posteriores a los temas

que desarrollamos.

Cardeña (San Pedro de Cardeña): gran fondo de documentación temprana (la

fuente más rica para el periodo condal castellano con 232 diplomas10), muy útil

para la antroponimia temprana (con la presencia de antroponimia araboide de

especial interés), pero más pobre en cuanto a toponimia (sobre todo, microto-

ponimia) que la documentación emilianense. Aunque algunos documentos car-

denienses hacen referencia al Pasillo, la mayor parte se centra en Burgos y su

entorno inmediato.

Albelda (San Martín de Albelda): prácticamente la única fuente para aproxi-

marnos a la sociedad riojana anterior al año mil, pues la práctica totalidad de

8. DÍAZ Y DÍAZ, Libros y Librerías en La Rioja altomedieval; Claudio GARCÍA TURZA, “San Millán de la Cogolla,

el lugar de la palabra”. Los manuscritos más relevantes serían #1007B del Archivo Histórico Nacional de Madrid

y #Em.24 y #Em.25 de la Real Academia de la Historia, aunque nuestro conocimiento de ellos es únicamente a

partir de las obras citadas.

9. Por ejemplo, WRIGHT, Latín tardío y romance temprano en España y la Francia carolingia, p. 309.

10. “Sólo los diplomas de San Pedro de Cardeña representan para esa época condal una masa documental

mucho mayor que la de todos los demás monasterios juntos, que aportan para esos mismos años: 49 Valpuesta,

29 San Pedro de Arlanza, 20 San Salvador de Oña, 17 Covarrubias y 3 Santo Domingo de Silos. Caso aparte es el

de San Millán de la Cogolla , que aunque ubicado fuera de los límites del condado castellano, ofrece nada menos

que 121 diplomas que atañen a lugares o territorios del mismo.” MARTÍNEZ DÍEZ, Colección documental del

Monasterio de San Pedro de Cardeña, p. 8.

43David Peterson

las Fuentes

las otras fuentes referentes al siglo X y antes son o bien de factura castellana y

/ o textos apócrifos.

Rioja (Colección Diplomática Medieval de la Rioja): tres volúmenes de documen-

tación, más un primer tomo analítico que nos aporta unas herramientas (análisis

de escatocolos etc.) muy útiles. Mucha de la documentación tardía (ss. XII-XIII)

apunta hacia la Rioja Baja (sobre todo, Calahorra) pero la documentación del

siglo XI referente a la Rioja Alta es de gran valor, sobre todo el texto Rioja14, una

larga y pormenorizada lista de las posesiones de Santa María de Nájera11.

Valvanera (Santa María de Valvanera): aunque se encuentra en la misma fron-

tera navarro-castellana (cf. Cogolla166), Valvanera se relacionaba (según su ar-

chivo) sólo con tierras navarras (al norte y al este). Documentación algo tardía

(siglo XI en adelante) para nuestros intereses, pero que constituye una valiosa

fuente para la onomástica de la sierra riojana, cuando los valles próximos (Oja,

Iregua) apenas tienen documentación.

Condes (Colección Diplomática de los Condes de Castilla): gran parte de esta

documentación aparece en colecciones cenobíticas ya citadas, pero el meti-

culoso análisis convierte a ésta en una fuente indispensable, sobre todo para

algunos tempranos textos forales, como los de Canales y de Castrojeriz.

Calzada (Santo Domingo de la Calzada): documentación tardía pero muy rica

en onomástica vasca, circunstancia que hemos aprovechado para observar el

comportamiento de un superestrato inmigracional. No sólo hace referencia al

valle del Oja sino también a la Bureba (donde no aparece onomástica vasca en

este periodo tardío) y a la cuenca de Miranda.

Oña (San Salvador de Oña): esta documentación se divide entre el cartulario

editado por Álamo en 1950 y los textos publicados por Oceja Gonzalo (Oña2)

como parte de la serie Fuentes Castellano-leonesas. Sus zonas de interés son

esencialmente el entorno inmediato del cenobio, y la parte noroeste de la Bu-

reba, los valles del Ebro (Tobalina, Valdevielso etc.) y las Merindades.

11. Cuando hacemos referencia a los textos del cuarto tomo (fundamentales a la hora de elaborar los capítulos

sobre la comunidad hebrea y la lengua vasca), nos hemos visto obligados a distinguir la aportación del cuarto

tomo (Rioja4/## en vez de Rioja##) ya que el editor reinicia la enumeración.

44 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

las Fuentes

Valpuesta (Santa María de Valpuesta): documentación temprana y, onomástica-

mente muy rica, pero apenas penetra en el Pasillo en sí. La excepción son una

docena de textos provenientes de Santa María de Buezo, cerca de Briviesca, y

que parecen haber terminado en el archivo valpostano en un proceso análogo

al ya observado y comentado entre San Millán y sus filiales burebanos12.

otras CoLeCCiones DiPLoMÁtiCas utiLizaDas

También hemos recurrido a diversas colecciones diplomáticas procedentes de

comarcas próximas a la nuestra, a veces con intereses en (y por tanto documen-

tación referente a) el Pasillo (casos de Leire, Irache etc.), y a veces para con-

trastar fenómenos onomásticos. En muchos casos se trata de documentación

posterior al periodo estudiado cuyo principal interés para nosotros reside en el

seguimiento de formas onomásticas. A continuación enumeraremos todas estas

fuentes y las abreviaturas que empleamos a la hora de hacer referencia a ellas.

Más información sobre estas fuentes periféricas, el análisis cronológico de sus

fondos, por ejemplo, se puede encontrar en la valiosa obra CODIPHIS13.

Abreviatura Fuente y edición

Arlanza Cartulario de San Pedro de Arlanza, ed. Luciano SERRANO, Centro de Estudios Históricos, Madrid, 1925.

Bujedo El Libro Becerro de Santa María de Bujedo de Candepajares (1168-1240), ed. Saturnino RUIZ DE LOIZAGA, Fundación Cultural Profesor Cantera Burgos, Miranda de Ebro, 2000.

Burgos Documentación de la Catedral de Burgos (804-1222), 2 vols., ed. José Manuel GARRIDO GARRIDO, Ediciones Garrido, Burgos, 1983.

Campoo Colección diplomática de Santa María de Aguilar de Campoo (852-1230), ed. José Luis RODRÍGUEZ DE DIEGO, Junta de Castilla y León, Salamanca, 2004.

Carrión Documentación del Monasterio de San Zoilo de Carrión (1047-1300), ed. Julio PÉREZ CELADA, Ediciones Garrido, Palencia, 1986.

12. ZABALZA DUQUE, “Tipología de los documentos de Valpuesta”, p. 321. Ésta nos parece una hipótesis atrac-

tiva, y explicaría la ausencia de contextualización de algunas de las referencias, por ejemplo a Espinosa. Extraña-

mente, en el mismo estudio (p. 321, n. 5), Zabalza afirma que Buezo fuera filial de San Millán de la Cogolla. No

sabemos en qué se basa, pues no lo incluye MARTÍNEZ DÍEZ en su monografía sobre los filiales emilianenses (“El

Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”), y tampoco encontramos eco de tal afiliación en GARCÍA DE

CORTÁZAR, El Dominio del Monasterio de San Millán de la Cogolla.

13. Catálogo de colecciones diplomáticas hispano-lusas de época medieval, de GARCÍA DE CORTÁZAR, MUNITA

LOINAZ y FORTÚN PÉREZ DE CIRIZA.

45David Peterson

las Fuentes

Abreviatura Fuente y edición

Colegiatas Colección diplomática de las colegiatas de Albelda y Logroño (Tomo I: 924-1.399), ed. Eliseo SÁINZ RIPA, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1981.

Covarrubias Cartulario del Infantado de Covarrubias, ed. Luciano SERRANO, Burgos, 1987 [1907].

Elorrio Colección Documental del archivo municipal de Elorrio (1013-1519), eds. Concepción HIDALGO DE CISNEROS AMESTOY et alii, Eusko-Ikaskuntza, San Sebastián, 1988.

Froncea San Miguel de Froncea, inédita.

Fueros Fueros Locales en el territorio de la provincia de Burgos, ed. Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, Caja de Ahorros Municipal, Burgos, 1982.

Herrera Colección Diplomática de Santa María de Herrera, ed. Inocencio CADIÑANOS BARDECI, en Monasterios medievales mirandeses, Miranda de Ebro, 1999.

Hospital Documentación del Hospital del Rey de Burgos (1136-1277), ed. Mª. del Carmen PALACÍN GÁLVEZ y Luis MARTÍNEZ GARCÍA, Ediciones Garrido, Burgos, 1990.

Huelgas Documentación del Monasterio de Las Huelgas de Burgos, 1116-1348, 7 vols., eds. José Manuel LIZOAIN GARRIDO, Araceli CASTRO GARRI-DO y Javier PEÑA PÉREZ, Ediciones Garrido, Burgos, 1985-1990.

Ibeas Diplomatorio de San Cristóbal de Ibeas, ed. Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, en Boletín de la Institución Fernán González, nº. 185-186, Burgos, 1975-6.

Irache Colección Diplomática de Irache I (958 – 1222), ed. José María LACARRA DE MIGUEL, CSIC, Instituto de Estudios Pirenaicos, Zaragoza , 1965.

Laturce Documentacion Medieval del Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce (siglos X – XV), ed. Javier GARCÍA TURZA, IER, Logroño, 1992.

Leire Documentación Medieval de Leire (siglos IX a XIII), ed. Ángel MARTÍN DUQUE, Diputación Foral de Navarra, Pamplona, 1983.

León Colección documental del Archivo de la Catedral de León (775-1230), ed. Emilio SÁEZ SÁNCHEZ, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, León, 1987-1991.

Miranda Fuero de Miranda de Ebro, ed. Francisco CANTERA BURGOS, Fundación cultural ‘Profesor Cantera Burgos’, Miranda de Ebro, 1998.

Monte Colección Diplomática de San Miguel del Monte, ed. Inocencio CADIÑANOS BARDECI, en Monasterios medievales mirandeses, Miranda de Ebro, 1999.

Nájera Colección documental de Sª María la Real de Nájera, ed. Margarita CANTERA MONTENEGRO, Eusko Ikaskuntza, San Sebastián, 1991.

Pamplona Colección diplomática de la Catedral de Pamplona, Tomo I (829 – 1243), ed. José GOÑI GAZTAMBIDE, Gobierno de Navarra, Pamplona, 1997.

Peña Cartulario de San Juan de la Peña, 2 vols., ed. Antonio UBIETO ARTETA, Anúbar, Valencia, 1962-1963.

46 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

las Fuentes

Abreviatura Fuente y edición

Rioseco El monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco. Historia y Cartulario, ed. Inocencio CADIÑANOS BARDECI, Amigos de Villarcayo, Villarcayo, 1999.

Roncesvalles Colección Diplomática de Santa María de Roncesvalles (1127-1300), ed. María Isabel OSTOLAZA, Diputación Foral de Navarra, Pamplona, 1978.

Sahagún Colección Diplomática del Monasterio de Sahagún, (siglos IX y X) , ed. José María MÍNGUEZ FERNÁNDEZ, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, León, 1976.

Sahagún2 Colección Diplomática del Monasterio de Sahagún, Tomo II (1000 – 1073), ed. Marta HERRERO DE LA FUENTE, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, León, 1988.

Samos El Tumbo de San Julián de Samos (ss. VIII-XII), ed. Manuel LUCAS ÁLVAREZ, Caixa Galicia, Santiago de Compostela, 1986.

Silos Documentación del Monasterio de Santo Domingo de Silos (954-1254), ed. Miguel C. VIVANCOS GÓMEZ, Ediciones Garrido, Burgos, 1988.

SJBurgos Documentación del Monasterio de San Juan de Burgos (1091-1400), ed. Javier PEÑA PÉREZ, Ediciones Garrido, Burgos, 1983.

Teobaldo Registros de Teobaldo II, 1259, 1266, ed. Juan CARRASCO, Gobierno de Navarra, Pamplona, 1999.

Trinidad Documentación del Monasterio de la Trinidad de Burgos (1198-1400), ed. Lucía GARCÍA ARAGÓN, Ediciones Garrido, Burgos, 1985.

Vaticana Documentación vaticana sobre la Diócesis de Calahorra y la Calzada-Logroño (463-1342), ed. Saturnino RUIZ DE LOIZAGA, Pablo DÍAZ BODEGAS y Eliseo SAÍNZ RIPA, Instituto de Estudios Riojanos, Lo-groño, 1995.

Valdeagés Junta de Valdeagés. Apuntes Históricos, inédita, realizada / transcrita por Luis MARTÍNEZ GARCÍA, Burgos, 1992.

Las Fuentes narratiVas

Las fuentes que reunimos bajo este epígrafe constituyen un bloque mucho

más heterogéneo que la diplomática ya glosada. Tal heterogeneidad se de-

muestra tanto en términos cronológicos (de los clásicos geógrafos greco-

romanos hasta tradiciones cronísticas sólo conservadas en textos de la Edad

Moderna14), como lingüísticos (griego, latín, árabe y castellano) y tipológicos

14. Sería el caso, por ejemplo, de la Risala. Chalmeta sugiere que la tradición historiográfica de recopilación

árabe hace que desfases cronológicas de este tipo resultan menos dañinos para la verosimilitud de la fuente así

trasmitida que si de la tradición europea se tratara. También algunas de las fuentes cristianas utilizadas son de

47David Peterson

las Fuentes

(hagiografía, crónicas, obituarios, libros de Homilías, epigrafía, hasta una guía

cinegética: el Libro de la Montería de Alfonso XI)15.

Las fuentes narrativas desempeñan un papel fundamental en este estudio a

varios niveles. Al margen de la narrativa político-bélica en sí, y sus directas im-

plicaciones geopolíticas, creemos que el contenido onomástico de estas fuentes

puede complementar el de la diplomática. En concreto, donde más hemos

hecho uso de este registro ha sido en la elaboración del capítulo sobre la Ono-

mástica semítica castellana, donde nuestra convicción de que la mozarabía

cordobesa del siglo IX apenas utilizaba antroponimia árabe se basa en las obras

de San Eulogio y Paulo Álvaro (recogidas en el Corpus Scriptorum Muzarabi-

corum). Por otra parte, creemos que algunas escuetas y aisladas referencias

cronísticas arábigas a la naturaleza alavesa de comarcas ‘castellanas’ al sur del

Ebro pueden contextualizar geopolíticamente la observada naturaleza alavesa

del dialecto euskérico que arraiga en esos mismos espacios.

ProbLeMas

Parcialidad y distorsión. Todo lo registrado por escrito en una sociedad casi

ágrafa es necesariamente interesado, pero sugerimos que nuestro énfasis en el con-

tenido onomástico de las fuentes nos permite esquivar este problema. Para ilustrar

la idea, de nuevo remitimos al martirologio cordobés, pues aunque tenga evidentes

fines propagandísticos, lo único que aprovechamos, la onomástica personal, cree-

mos libre de tal contaminación. Aun así quedan otros muchos tipos de distorsión

dentro del registro onomástico: latinización de nombres indígenas, arabización de

nombres hebreos, castellanización de topónimos vascos, protagonismo anacrónico

de ciertos lugares en la diplomática apócrifa. Gran parte de nuestro esfuerzo se ha

dedicado a calibrar y combatir estas tendencias. Es importante también el contraste

entre la narrativa cronística y la evidencia onomástica, y sugerimos, por ejemplo,

que la cronística sí nos explica los orígenes de la onomástica semítica en Castilla,

así como el martirologio desmiente la tan arraigada hipótesis mozárabe.

elaboración tardía, aunque sin llegar al extremo arriba citado, caso por ejemplo de la obra De rebus Hispaniae

de Ximénez de Rada, una de las pocas fuentes que detallan los sucesos de los años 712-714 en la Meseta Septen-

trional, pero a seiscientos años de distancia.

15. La Guía para la historia del País Vasco hasta el siglo IX de PÉREZ DE LABORDA es un compendio de fuentes

que nos ha sido de singular utilidad en el manejo de las tan dispersas y heterogéneas fuentes narrativas, y que

recoge las noticias referentes a un espacio mucho más extensivo de lo que podría sugerir su título.

48 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

las Fuentes

Laconismo. Es notorio el agudo déficit de información referente a algunos perio-

dos e incidentes. Si contemplamos el periodo 918-934, existe un llamativo contraste

cuantitativo entre la narrativa cristiana y la musulmana, y reivindicamos la incorpo-

ración crítica de la versión musulmana de los acontecimientos, que hasta ahora ha

descansado casi únicamente en los escuetos testimonios ofrecidos por la cronística

cristiana. Con referencia a otro periodo crucial, 712-714, el déficit es aun más pro-

nunciado, y sugerimos el uso de datos onomásticos para suplir tales carencias. En

otros casos el silencio cronístico es absoluto, al margen de aisladas noticias de obi-

tuarios regios, o las inferencias a partir del diplomáticamente empírico cambio de

control de un territorio. Poco se puede hacer frente a este laconismo, al margen de

reconocerlo, intentar incorporar todos los datos posibles en la narrativa, y todas las

narrativas posibles en la meta-narrativa, y consolidar los resultados con referencia

a disciplinas afines como la arqueología y la onomástica.

Tampoco se libran estas fuentes de la imprecisión y la generalización. Sos-

pechamos incluso que el uso genérico de corónimos por parte de los cronistas

árabes, tendencia manifiesta en el caso de Gilliqiya (Yilliqiyya), quizás también

se extiende a otros como Álava que, no obstante, se ha tendido a interpretar

de manera más literal.

Por último, la inaccesibilidad de algunas de estas fuentes ha contribuido a

su marginación historiográfica. La primera y más significativa barrera es la lin-

güística que nos distancia de la totalidad del corpus arábigo obligándonos a

depender de traducciones y / u obras de análisis. Si añadimos el lento ritmo de

edición y traducción, y las complejas cadenas historiográficas que conectan las

diferentes crónicas, creemos permisible (e inevitable) recurrir como autoridad a

los análisis de autores como Chalmeta16 y Manzano Moreno17, aunque también

hemos consultado las pertinentes traducciones.

Siguiendo el método expositivo adoptado en referencia a la diplomática, seña-

laremos a continuación las fuentes narrativas más centrales a nuestro estudio,

con las correspondientes abreviaturas empleadas, y en algunos casos una indi-

16. CHALMETA, Invasión e islamización. Sobre todo en referencia al siglo VIII, pero más genéricamente en

referencia a las fuentes arábigas, p. 29 y ss.

17. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas.

49David Peterson

las Fuentes

cación del tipo de información que hemos cosechado de cada fuente, así como

una relación más escueta de otras fuentes de este tipo referidas en el texto.

PrinCiPaLes Fuentes narratiVas utiLizaDas

– Ajbar Maymu’a, (Colección de tradiciones), Crónica anónima del siglo XI,

ed. Emilio LAFUENTE Y ALCÁNTARA, Real Academia de la Historia, Madrid,

1867 (1984).

– AL-ATIR Kamil il-tarih, ed. Edmond FAGNAN, Annales du Magreb et de

l’Espagne, Alger, 1898.

– Albeldense = Crónica Albeldense, ed. Juan GIL FERNÁNDEZ, en Crónicas

asturianas, Universidad de Oviedo, 1985.

– Alfonso III = Crónica de Alfonso III (dos versiones: Rotense y «A Sebastián»), ed.

Juan GIL FERNÁNDEZ, en Crónicas asturianas, Universidad de Oviedo, 1985.

– AL–GASSANI, Risala, trad. Julián RIBERA como “La noble carta dirigida a las

comarcas españolas”, en Colección de obras arábigas de la Real Academia

de la Historia, tomo II, Madrid, 1926. Fuente de redacción tardía (carta ‘ri-

sala’ transcrita por el embajador marroquí en 1691), pero basada en la obra

de IBN-MUZAYN (s. XI) para los pasajes que nos interesan.

– AL-MAQQARÍ, Nafh al-Tib min gusn al-Andalus al-ratib, trad. Pascual GA-

YANGOS, The History of Mohammedan dynasties in Spain, 2 vols., Oriental

Translation Fund, Londres, 1840-3.

– AL-RAZI = Crónica del moro Rasis (Ajbar muluk al-Andalus), trads. Diego

CATALÁN y Mª Soledad DE ANDRÉS, Gredos, Madrid, 1975.

– AL-‘UDRÍ, Tarsi al-Ajbar, trad. Fernando DE LA GRANJA, “La Marca Su-

perior en la obra de Al-‘Udrí” en Estudios de Edad Media de la Corona de

Aragón, vol. VII, Zaragoza, 1967.

– Códice de Roda = “Textos navarros del Códice de Roda”, ed. José María

LACARRA DE MIGUEL, en Estudios de la Edad Media de la Corona de Ara-

gón, nº. 1, 1945.

– Corpus Scriptorum Muzarabicorum, 2 vols., ed. Juan GIL, CSIC, Ma-

drid, 1973. Reúne los siguientes textos que hemos utilizado para acercarnos

a la onomástica ‘mozárabe’ cordobesa del siglo IX:

• Concilium Cordubense, pp. 135 – 141.

• EULOGIO,“Memoriale Sanctorum”, pp. 363 - 459.

• EULOGIO,Liber Apologeticus Martyrum, pp. 475 – 495.

• PAULOÁLVARO,“Vita vel passio beatissimi Eulogii presbiteri” p. 330

y ss.

50 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

las Fuentes

• Cypriani, Vincenti, Recesvinti, aliorvm carmina, pp. 685 - 693.

– Fath al-Andalus, trad. Mayte PENELAS, La Conquista de al-Andalus, CSIC,

Madrid, 2002.

– IBN HAYYAN, el ‘príncipe de los historiadores’ andalusíes:

• al-Muqtabis II.1 (Crónica de los emires Alhakam I y ‘Abdarrahmán II

entre los años 796 y 847) trads. Ali MAKKI y Federico CORRIENTE,

Zaragoza, 2001.

• al-Muqtabis III, trad. José E. GURAIEB, en Cuadernos de Historia de

España, nº 13-32, Buenos Aires, 1950-1960.

• al-Muqtabis V (Crónica del califa ‘Abdarrahmán III An-Nasir entre

los años 912 y 942), trads. Mª Jesús VIGUERA y Federico CORRIENTE,

Zaragoza, 1981.

– IBN HAZM, Yamharat ansab al-‘arab, ed. Fernando DE LA GRANJA, “La

Marca Superior en la obra de Al-‘Udrí”, Zaragoza, 1967. Referencias a las

principales familias árabes y muladíes mencionadas en la obra de Al-Udrí

recogidas por LÉVI-PROVENÇAL (1948), y luego reproducidas por DE LA

GRANJA como apéndice a su artículo “La Marca Superior en la obra de Al-

‘Udrí”.

– IBN IDARI, Al-bayan al-mugrib, ed. Francisco FERNÁNDEZ GONZÁLEZ,

Historia de al-Andalus, Málaga, 1999 [1860].

– SAMPIRO = Crónica de Sampiro, en la (Historia) Silense (q. v.), pp. 159-

173.

– SILENSE = Historia Silense, eds. Justo PÉREZ DE URBEL y Atilano GONZÁ-

LEZ RUIZ-ZORRILLA, CSIC, Madrid, 1959.

– VSE = BRAULIO DE ZARAGOZA, Vita Sancti Aemiliani, ed. José OROZ, en

Pericit IX, 119-120 (1978), pp. 165-227.

– XIMÉNEZ DE RADA, Rodrigo, De rebus Hispaniae, trad. Juan FERNÁNDEZ

VALVERDE, Historia de los hechos de España, Alianza, Madrid, 1989.

otras Fuentes narratiVas ConsuLtaDas y / o CitaDas

en eL teXto

– AL-BAKRI, Kitab, ed. (parcial) Eliseo VIDAL BELTRÁN, Anubar, Zaragoza,

1982.

– ALFONSO XI, Libro de la Montería, ed. Dennis P. SENIFF, Madison, 1983.

– Chronica Gallica, ed. Theodor MOMMSEN, en Chronica Minora, vol. 1,

pp. 629-666, Monumenta Germaniae Historica. Auctores Antiquissimi XIII,

Weidmann, Berlin, 1882.

51David Peterson

las Fuentes

– La Chronica Gothorum Pseudo-Isidoriana, ed. Fernando GONZÁLEZ MU-

ÑOZ, Toxosoutos, Noia, 2000.

– Crónica Mozárabe de 754 = “Chronica Muzarabica”, en Corpus Scriptorum

Muzarabicorum, pp. 15 – 34, ed. Juan GIL, CSIC, Madrid, 1973. También

conocida como la Crónica de 754.

– Crónica Najerense, ed. Antonio UBIETO ARTETA, Anubar, Valencia, 1966.

– Crónica Profética = GÓMEZ MORENO, Manuel, “Las primeras crónicas de

la Reconquista: la crónica profética”, en Boletín de la Real Academia de la

Historia, Tomo C, Cuaderno II, 1932.

– ESTRABÓN, Geographia (Libros II-IV), ed. Mª José MEANA y Félix PIÑERO,

Gredos, Madrid, 1992.

– Historia Wambae, en Sancti Iuliani Toletanae Sedis Episcopi Opera, CXV,

Pars I, ed. W. LEVISON, Typographi Brepols, Bélgica, 1976.

– IBN HALDUN, Kitab al-Ibar … (Prolegómenos), ed. (parcial) William MAC

GUCKIN, Baron de SLANE, Histoire des Berbères et des dynasties musulma-

nes de l’Afrique septentrional, Paul Geuthner, Paris, 1925.

– IBN QUTAYBA = IBN AL-QUTIYYA, Historia de la conquista de España de

Abenalcotía el Cordobés, ed. Julián RIBERA, Madrid : Real Academia de la

Historia, 1926

– ISIDORO, Historia Gothorum, Historia suevorum e Historia Wandalorum

reunidas en Cristóbal RODRÍGUEZ ALONSO, Las Historias de los godos, ván-

dalos y suevos de Isidoro de Sevilla, CSIC, León, 1975.

– JUAN DE BÍCLARO, Chronicon, ed. Julio CAMPOS, CSIC, Madrid, 1960.

– MELA (Pomponio), Chorographia, ed. GARCÍA Y BELLIDO, La España del

siglo primero de nuestra Era, Madrid, 1947.

– PLINIO EL VIEJO, Naturalis Historia, ed. A. GARCÍA Y BELLIDO, La España

del siglo primero de nuestra Era, Madrid, 1947.

– Poema de Fernán González, ed. Emilio ALARCOS LLORACH, Castalia, Ma-

drid, 1965.

– Primera Crónica General de España, ed. Ramón MENÉNDEZ PIDAL y Diego

CATALÁN, Gredos, Madrid, 1977.

– PRUDENCIO (Aurelio Clemens), Peristephanon, eds. Isidoro RODRÍGUEZ y

Alfonso ORTEGA, Aurelio Prudencio. Obras Completas, La Editorial Católi-

ca, Madrid, 1981.

– PTOLOMEO (Claudio), Geographias Hyphégesis, ed. Virgilio BEJARANO,

Hispania Antigua según Pomponio Mela, Plinio el Viejo y Claudio Ptolomeo,

en Fontes Hispaniae Antiquae, VII. Universidad de Barcelona, 1987.

52 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

las Fuentes

– TITO LIVIO, Ab Vrbe Condita, ed. Víctor José HERRERO, Gredos, Madrid,

1985.

otras Fuentes

Por último, queda una larga miscelánea de recursos imprescindibles en la

elaboración de este estudio, auténticas fuentes, aunque de clasificación algo

compleja.

Dentro de esta anti-categoría encajamos una heterogénea combinación de co-

nocimientos geográficos (orografía, hidrografía, edafología etc.). Por ejemplo,

y sólo desde la perspectiva geoestratégica, la manera en que Cellorigo domina

el Pasillo, mientras otros puntos estratégicos de los Montes Obarenes, como

Buradón o Pancorbo, vigilan respectivamente las Conchas de Haro y el desfila-

dero de Pancorbo. En cambio, las ubicaciones plenamente serranas de Viguera

y de Pazuengos sugieren otras dinámicas, acaso más vinculadas con la sierra

en sí, y menos relevantes al Pasillo. A partir de la cartografía tradicional, por

ejemplo, no se aprecia plenamente la escarpada orilla izquierda (noroccidental)

del Tirón, hecho que multiplica la importancia estratégica de Cerezo. De gran

relevancia también la existencia de vados en ciertos puntos (Logroño y Miran-

da) de un Ebro prácticamente sin puentes en el periodo contemplado. Todas

estas consideraciones han contribuido al proceso de maduración de nuestra

comprensión de las comarcas contempladas y en general al desarrollo de este

estudio, y las citamos aquí para justificar nuestra convicción de que la topogra-

fía en sí es una fuente.

La Arqueología juega un papel secundario en este estudio, pero donde ha sido

posible hemos intentado incorporar las conclusiones de autores como Aparicio,

Caballero, Espinosa, Lecanda, etc.18, o quizás sería más ilustrativo enumerar

algunos de los yacimientos y objetos excavados en el Pasillo (en aproximada

progresión de este a oeste): el castillo de Viguera; el Cerro de Cantabria en

Logroño; Santa María de los Arcos en Tricio; el Martyrium de Santa Coloma; el

18. APARICIO BASTARDO, “Problemas sobre la evolución de la organización social del espacio en el valle de

San Vicente entre el mundo romano y la Plena Edad Media”, 1999; CABALLERO ZOREDA, “Aportación a la ar-

quitectura medieval española. Definición de un grupo de iglesias castellanas, riojanas y vascas”, 1999; ESPINOSA

RUIZ, “Los Castros soriano-riojanos del sistema Ibérico: nuevas perspectivas”, 1992; LECANDA ESTEBAN, “Mijan-

gos: arquitectura y ocupación visigoda en el norte de Burgos”, 1996.

53David Peterson

las Fuentes

Monasterio de Yuso; Buradón; la ‘Venus’ de Herramélluri; la iglesia de la Asun-

ción en San Vicente del Valle; el conjunto Tedeja-Mijangos; varios yacimientos

en Villafranca Montes de Oca; los sarcófagos de la Bureba; las numerosas y

esparcidas estelas epigráficas que nos permiten aproximarnos a la geografía

onomástica del periodo romano, etc., etc.

El trabajo de Caballero es de especial interés ya que establece una tipología

(familia) arquitectónica que incide en un espacio (Álava, Rioja occidental, y

Burgos nororiental) que trasciende la frontera cultural que hemos detectado

y que fechamos en el periodo altomedieval. A priori, parecen incompatibles

nuestra frontera y la homogeneidad arquitectónica observada por Caballero, y

quizás habría que buscar una solución en la diacronía, con la cronología visigo-

da que Caballero contempla una posible solución19. No obstante, en la mayoría

de los casos, y casi siempre que no existe evidencia epigráfica, la arqueología

es incapaz de ofrecernos cronologías absolutas útiles20, y los replanteamientos

cronológicos de Caballero cuestionan incluso las cronologías relativas hasta

ahora más ampliamente aceptadas, como la naturaleza (y cronología) visigoda

de monumentos como la iglesia de Quintanilla de las Viñas.

También deberíamos reconocer la utilidad de toda una serie de recursos ono-

másticos y cartográficos que hemos utilizado en el análisis de diversos fenóme-

nos onomásticos. Por ejemplo, el exhaustivo estudio de la toponimia riojana de

González Blanco, y el no menos completo equivalente alavés de López de Gue-

reñu21. Lástima que la provincia de Burgos todavía no tenga un equivalente.

En el desarrollo de nuestro capítulo sobre la minoría hebrea hemos utilizado

varios acercamientos a la onomástica medieval judía, que no incluimos en la

sección de fuentes diplomáticas ya que no hemos recurrido a la documenta-

19. “... nos inclinamos a considerar esta familia arquitectónica como un grupo histórico y productivo homogé-

neo que sólo se pudo dar bien en el periodo visigodo (siglo VII para ser más precisos) o bien en los primeros

siglos de lo que antes se llamaba reconquista y ahora repoblación (siglos IX-X)”, CABALLERO et al., “Santa María

de los Arcos de Tricio ... Tres miembros de una familia arquitectónica”, p. 84

20. En los pocos casos en cuales se han recuperado restos orgánicos y se ha podido recurrir a técnicas como

la dendrocronología y / o la Carbón-14, los márgenes cronológicos manejados todavía resultan frustrantemente

amplios, CABALLERO, “ Aportación a la arquitectura medieval española”, p. 223.

21. GONZÁLEZ BLANCO, Diccionario de toponimia actual de La Rioja, 1987; LÓPEZ DE GUEREÑU GALARRA-

GA, Toponimia alavesa, 1989.

54 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

las Fuentes

ción en sí sino a las varias digestas e índices onomásticos confeccionados por

autores como Cantera Montenegro (Enrique), Carrete Parrondo y Rodríguez

Fernández22.

A modo de resumen, y para ilustrar cómo los diferentes registros evidenciales

se complementan, consideremos la información utilizada a la hora de recons-

truir los límites fronterizos en general, y específicamente la frontera oriental de

la Castilla condal:

– la geografía greco-romana (Estrabón, Ptolomeo etc.);

– un aislado diploma altomedieval (Cogolla166);

– los límites diocesanos plenomedievales (Rioja4/235, Burgos22);

– la distribución de toponimia actual (Quintana);

– la distribución de la toponimia vasca medieval;

– la distribución de la hagiotoponimia referente a San Millán;

– la distribución de antroponimia medieval (Oveco);

– los escatocolos de diplomática cenobítica;

– la hidrografía y orografía que nos permiten enlazar los eslabones

documentales;

– y una (sola) explícita referencia cronística (Albeldense XV.13).

22. RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Las juderías de la provincia de León, 1976; CARRETE PARRONDO, Fontes Iu-

daeorum Regni Castellae II, El Tribunal de la Inquisición en el Obispado de Soria (1486-1502), 1985; E. CANTERA

MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra en la Baja Edad Media, 1987.

55David Peterson

antecedentes premusulmanes

Algo más de ocho siglos median entre la primera aparición de nuestro espacio

en la historia1 y las últimas noticias premusulmanas. En ambos casos se trata de

noticias que relatan actividades bélicas, fuerzas alóctonas (romanos y visigodos)

en colisión con los pueblos indígenas; pero, al margen de esta coincidencia,

las evidencias que tenemos para este periodo son en general heterogéneas. Si

a esta heterogeneidad se añaden otras características como la generalización

y el laconismo, estamos ante un corpus evidencial extremadamente oscuro y

complejo, aparentemente lleno de contradicciones. Tales contradicciones qui-

zás no sean más que el fruto de esa combinación de diversidad de registros y

parquedad de datos, pero son una realidad en cuanto a nuestra comprensión

de la historia temprana del Pasillo.

La primera característica del registro evidencial es su laconismo y parquedad.

Ptolomeo y los geógrafos clásicos en general nos ofrecen series de topónimos,

pero con escaso detalle, y se limitan a las grandes vías vertebradoras del te-

rritorio, lo cual permite que pasen desapercibidas civitates como las situadas

1. Nos referimos a dos noticias de TITO LIVIO: primero, a mediados del siglo II a. C., los romanos derrotaron

a “vacceos et cantabros et alias incognitas [...] gentes” (TITO LIVIO, Periochae, XLVIII) y sospechamos que una

probable primera referencia a los autrigones se detecta detrás de esas ‘gentes anónimas’, ya que su solar se sitúa

próximo a las dos tribus citadas. La primera mención explícita del Pasillo data del año 75 a.C., cuando se retrata

a berones y a autrigones como aliados, ambos partidarios de Pompeyo y enfrentados con Sertorio - “in Berones

et Autricones progredi sunt”, TITO LIVIO, Ab urbe condita, XCI. Otros autores greco-romanos que tratan sobre

nuestro espacio son (en aproximado orden cronológico) ESTRABÓN, MELA, PLINIO, FLORO y PTOLOMEO.

56 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

en Villafranca Montes de Oca2 o en La Mesa en Belorado3 que otros registros

(la arqueología y la episcopología) nos presentan como importantes. Estrabón

aporta algo más de información, con jugosos detalles etnográficos, pero la

insistencia con que se trabaja sus textos dice casi tanto de la parquedad de

alternativas que de las virtudes intrínsecas de su obra. La cronística se limita

generalmente a la actividad bélica, con una media de quizás sólo una o dos

referencias a nuestro espacio por siglo4. Las listas de obispos presentes en los

distintos concilios, un registro tremendamente árido, se convierten así en una

de las fuentes más recurridas. Ni siquiera la arqueología, que generalmente

parte de dataciones relativas y tipológicas, es capaz, con algunas excepciones

muy honrosas, de asegurar qué yacimientos y monumentos hasta ahora consi-

derados visigodos lo sean en realidad5.

La segunda característica del corpus de fuentes disponibles para este periodo

es su variedad, característica que se puede convertir en un problema: cómo,

por ejemplo, reconciliar el testimonio de una hagiografía bucólica y la cronís-

tica político-militar, conflicto evidencial real cuando se trata de la Vita de San

Millán y la toma de Amaya por Leovigildo en 574. En este caso, felizmente,

los testimonios sí parecen compatibles, pero se aprecia la distancia entre los

dos tipos de evidencia. Incluso dentro del mismo registro, por ejemplo la lite-

ratura clásica, existen diferentes enfoques: algunos autores con pretensiones

2. Una limitada excavación en octubre del año 1989 dirigida por MANERO (La Vega Bajera) reveló edificaciones

fechadas en el periodo imperial, incluyendo un grupo de teselas conformando un fragmento de mosaico. Restos

de cerámica aparecen periódicamente durante las labores de labrantío sobre un espacio mucho más amplio que

se extiende sobre aproximadamente 20 hectáreas entre el actual casco urbano de Villafranca y los restos de la

ermita de San Felices de Oca. La combinación de estos restos y la pronta elevación de Auka a sede episcopal

sugieren una civitas romana de cierta importancia, aunque extrañamente ausente de las fuentes literarias.

3. Este yacimiento no ha sido excavado. Sin embargo, prospección superficial revela abundante cerámica de

tipo terra sigilata. Por otra parte, a partir de la fotografía aérea se aprecia una estructura viario-urbana que su-

giere una superficie de unas 20 hectáreas, GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología,

p.38.

4. Por ejemplo, durante un siglo entre la noticia del paso del conde Gauterio por Pamplona y Zaragoza en 473

(Chronica Gallica, #651), y la aparición de Leovigildo en Amaya en 574, el Alto Ebro desaparece de las crónicas.

5. Nos referimos sobre todo al trabajo de CABALLERO ZOREDA que sugiere que muchos monumentos hasta

ahora considerados visigodos (por ejemplo, Santa María de Quintanilla de las Viñas o la iglesia de la Asunción

en San Vicente del Valle) pueden ser en realidad construcciones del periodo post-711, e incluso de los siglos IX

y X, CABALLERO ZOREDA, "Un canal de transmisión de lo clásico en la Alta Edad Media española. Arquitectura

y Escultura de influjo omeya en la Península Ibérica entre mediados del siglo VIII e inicios del siglo X (I)". La

excepción ‘honrosa’ sería el epígrafe que sitúa al monarca visigodo Recaredo en Mijangos hacia el año 600, LE-

CANDA ESTEBAN, “El epígrafe consacratorio de Santa María de Mijangos (Burgos)”.

57David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

etnográficas (Estrabón), otros con enfoques rigurosamente geográficos (Plinio

y Ptolomeo) y algunos estrictamente históricos (Tito Livio y Floro). Retomando

el ejemplo de Auka, se observa un desajuste directo entre la evidencia literaria

(inexistente) y la arqueológica (muy prometedora), y esta circunstancia se re-

pite en la presencia de cultura merovingia en Aldayeta (Álava), completamente

ausente de las fuentes literarias cispirenaicas, pero sí con eco en la crónica del

Pseudo-Fredegario6. Otro ejemplo es la cuestión de la etnicidad y lengua de los

autrigones: celtas según el registro arqueológico y onomástico (con una impor-

tante excepción - Uxamaibarca), pero poseedores de una lengua impenetrable

según los etnógrafos clásicos. La anti-ecuación de Santos Yanguas (pueblo ≠

lengua ≠ cultura material) sugiere que éstos y otros ejemplos no nos deberían

extrañar, pero sí dificultan nuestro análisis7.

Ante la escasez de información, existe la tendencia a simplificar. En el campo

de la lingüística, por ejemplo, Caro Baroja nos advierte de este peligro, e insiste

en la complejidad lingüística de la Hispania prerromana8. Aunque la historia

documentada empieza sólo con la llegada de los romanos en nuestro espacio,

ellos no se encontrarían con una tierra ni virgen ni ahistórica, sino con una

realidad compleja y plural. La yuxtaposición de lenguas aparentemente no in-

doeuropeas con indicios de cultura celta, y todo dentro de un espacio al cual

se aplica un solo etnónimo (autrigones), sugiere precisamente tal ‘prehistoria’

compleja.

También deberíamos tener en cuenta la diacronía, durante un periodo que se

aproxima a un milenio. Incluso cuando las fechas biográficas de los autores no

son tan divergentes9, las de sus fuentes sí puede que lo sean10. Así Estrabón,

por ejemplo, describe el Pasillo en el primer momento de contacto con el

mundo romano, y por tanto una visión esencialmente prerromana e indígena;

6. AZKARATE GARAI-OLAUN, GARCÍA CAMINO, Arqueología y poblamiento en Bizkaia, siglos VI-XII, p. 38.

7. SANTOS YANGUAS, “Pueblos indígenas (autrigones, caristios y várdulos) …”, p. 182.

8. “Aquí [ESTRABÓN III 1, 6 (139)] se dice con toda claridad que en España no se hablaba una sola lengua antes

de que el latín se introdujera”, CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis del vascoiberismo”, pp. 28-61.

9. ESTRABÓN y TITO LIVIO escribirían en torno al cambio de Era, MELA y PLINIO a mediados del primer siglo,

y FLORO y PTOLOMEO a principios del segundo siglo, en total apenas un siglo separa a los seis autores.

10. ESTRABÓN, por ejemplo, utilizaba como fuentes a POLIBIO y a POSIDONIO, cf. PÉREZ DE LABORDA,

Guía para la historia del País Vasco, p. 56.

58 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

mientras la realidad plenoimperial y urbanizada emerge de las obras de Plinio y

Ptolomeo. Cómo reconciliar las Bardulies y Cantabria altomedievales con sus

homónimos del periodo romano son problemas todavía sin resolver.

Otro problema es la generalización y simplificación en nuestras fuentes escri-

tas. Algunos de los comentarios de Estrabón, por ejemplo, sobre los pueblos

montañeses se extienden no sólo a todos los pueblos de la Cordillera Cantábri-

ca sino incluso a pueblos como los escitas11. Cuando hace referencia aparente

a una yuxtaposición de los cántabros y los vascones en el litoral cantábrico, es

probable que esto sea en realidad una generalización, y no deberíamos buscar

dinámicas migracionales para explicar la repentina ausencia de pueblos que en

otras fuentes aparecen en posiciones intermedias.

En este capítulo, a partir de estas lacónicas y contradictorias fuentes, nos intere-

san sobre todo dos aspectos de la situación en el Pasillo en el periodo anterior

a la invasión musulmana: su naturaleza etnolingüística y su situación político-

administrativa. En esencia, lengua y frontera. En ambos casos la finalidad de la

indagación es la misma: averiguar si la frontera que luego divide este espacio

tiene antecedentes en los siglos anteriores.

retrato etno-LingÜÍstiCo DeL PasiLLo PreMusuLMÁn

Aquí nos interesan sobre todo dos cuestiones. Por un lado, si la frontera que

estudiamos tiene sus orígenes en antiguas divisiones étnicas y / o lingüísticas.

El otro tema, más específico, es si en periodos premusulmanes se observan

indicios de habla vasca o vascoide en el Pasillo, y sobre todo en su flanco

meridional, en las estribaciones del Sistema Ibérico.

Según Estrabón, los berones, quienes habitarían la mitad oriental del Pasillo,

serían celtas: “los celtas, que hoy se llaman Celtiberos y Berones”12. El hallazgo

de cuatro téseras de hospitalidad en Uaracos (Custodia de Viana) parece con-

firmar esta relación entre los dos pueblos, aunque también “los hallazgos metá-

licos localizados en este territorio, especialmente armas y broches de cinturón,

11. SANTOS YANGUAS, “Pueblos indígenas (autrigones, caristios y várdulos) y civitas romana”, p. 182.

12. ESTRABÓN, Geographia, III.4.5.

59David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

atestiguan la estrecha relación existente con el territorio autrigón”13. Este vín-

culo con los autrigones en materia cultural se ve apoyado por otros registros:

la ya mencionada alianza militar en apoyo de Pompeyo14; y, según Albertos, la

pertenencia de parte del territorio berón (la Rioja Alta) a la denominada ‘zona

onomástica cantábrica’, que también incluiría Autrigonia15. Estos diversos víncu-

los entre los dos pueblos que compartieron el Pasillo sugieren que la inevitable

frontera que los separaba no tendría por qué tener demasiada trascendencia

étnica y / o lingüística.

Por otro lado, se ha sugerido recientemente que los berones (o por lo menos

un grupo anónimo situado en el extremo sur-oriental de su solar) podrían ha-

ber hablado un idioma emparentado con el vasco. La afirmación se sostiene en

13. BURILLO MOZOTA, Los celtíberos, pp. 184-5.

14. “... in Berones et Autricones progredi sunt”, TITO LIVIO, Ab urbe condita, XCI.

15. Para Albertos la onomástica de la Rioja Alta, como la de la mitad septentrional de Burgos, correspondería

a lo que denomina la zona Septentrional o Cantábrica, mientras “la Rioja Alavesa y parte de Navarra, la parte

meridional de La Rioja” se integrarían en la zona onomástica Celtibérica. Esto parece dividir el solar berón en dos

zonas onomásticas distintas. ALBERTOS FIRMAT, “Onomástica personal en las inscripciones romanas de Álava”,

p. 35.

Mapa IV. El Pasillo en periodo imperial

60 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

el descubrimiento de varias estelas con onomástica epigráfica no indoeuropea

en las cabeceras de los ríos riojano-sorianos Cidacos y Linares, y con algún

descubrimiento aislado también en el alto Iregua. La onomástica en cuestión

sería Sesenco, Attasis, Onse, Onso16 y Agirsar17. Los expertos están de acuerdo

en cuanto al carácter no indoeuropeo de esta onomástica18, a diferencia de la

mayor parte de la antroponimia del periodo de la Sierra de la Demanda y del

solar berón, y tampoco parece descabellado caracterizarla como en parte vasca,

o por lo menos vascoide19.

Por lo tanto, hay evidencia epigráfica de onomástica no indoeuropea en la

Demanda oriental. Lo que nos parece más arriesgado es extender este estrato

lingüístico a los valles occidentales, donde aparecerá toponimia vasca durante

el Altomedievo. Arriesgado por dos motivos:

– porque la distancia (geográfica, cronológica, filológica, tipológica,

etc.) entre la epigrafía soriano-riojana (oriental) y el euskera toponí-

mico altomedieval (occidental) es considerable;

– y porque la onomástica epigráfica de periodo romano de esos valles

occidentales es indoeuropea, e incluso fuertemente romanizada.

La distancia cronológica entre los dos fenómenos abarca más de medio mile-

nio, mientras, por tipología nos referimos a la dificultad de comparar epigrafía

funeraria antroponímica con el contenido toponímico de la diplomática ceno-

16. Estos cuatro nombres de los yacimientos de La Laguna (Villar del Río), Valdecantos (Santa Cruz de Yanguas),

Navabellida (Oncala) y El Collado respectivamente, todos ellos en el extremo nordeste de Soria limítrofe con la

Rioja, cf. ESPINOSA RUIZ, “Los Castros soriano-riojanos del sistema Ibérico: nuevas perspectivas”; GORROCHA-

TEGUI, Notas de Conferencia, 2003.

17. Agirsar aparece en una estela de San Andrés de Cameros, cf. RUBIO MARTÍNEZ, “Una estela funeraria en

San Andrés de Cameros, La Rioja”.

18. “La onomástica refuerza el no celtismo que acabamos de ver en los temas y símbolos funerarios”, ESPINOSA

RUIZ, “Los castros soriano-riojanos ...”, p. 908.

19. GORROCHATEGUI sugirió que Agir- fuera íbero en “The Basque Language and Its Neighbors in Antiquity”

(1995, pp. 54-5), pero describe los demás nombres citados como vascones (Notas de Conferencia, 2003), y en

2005 califica Agirsenio como “tanto ibérico como vasco” (Conferencia “Las lenguas de los Pirineos en los tiempos

antiguos”, 10-11-2005). En general, otros autores acogen la hipótesis vasc(on)a: “si, como parece, estas inscrip-

ciones son atribuibles a la lengua vasca ...”, KNÖRR BORRÀS, “El euskera en tierras del romance”, p. 46; “en

pleno territorio celtíbero podían haber subsistido núcleos de hablantes de una o más de una lengua indoeuropea

precelta (de tipo lusitano o alt-europäisch), así como quizá también de alguna lengua preindoeuropea (afín al

vasco o incluso al ibérico)”, GARCÍA ALONSO, La Península ibérica ..., p. 493.

61David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

bítica. Lingüísticamente, la toponimia descriptiva de la diplomática medieval

es fácilmente inteligible a partir del euskera ‘moderno’20, muy lejos de esta

antroponimia de apariencia sólo vascoide y no claramente vasca. Aunque estas

comparaciones son en cierto modo quizás injustas, pues no existe, por ejemplo,

diplomática del periodo romano, creemos que sirven para ilustrar la peligrosi-

dad de vincular los dos fenómenos, a través de centenares de años huérfanos

de indicios empíricos.

En términos puramente geográficos, la epigrafía vascoide soriano-riojana se

concentra en un radio de 15 kilómetros alrededor de Santa Cruz de Yanguas

en el alto Cidacos. Sin salir de este reducido espacio, existe un solo ejemplo

(dudoso21) al oeste del interfluvio Cidacos-Iregua, el de San Andrés de Came-

ros, que además está en la misma cabecera del valle (en este caso en el río

Piqueras, afluente del Iregua) apenas una docena de kilómetros de Santa Cruz

de Yanguas. A partir de este hapax de problemática caracterización, nos parece

equivocado deducir la existencia de antroponimia vasca en los valles centrales

y occidentales de la sierra. Pues los valles donde luego aparecerá el euskera

altomedieval (Tirón y Oja) distan prácticamente 50 kilómetros ‘sierra a través’

de San Andrés de Cameros. Y es más, la antroponimia que aparece en ellos

en periodo romano es totalmente compatible con una población indoeuro-

pea, más específicamente con lo que Albertos denomina la “zona onomástica

cantábrica-septentrional”22, e incluso con un sorprendentemente alto grado de

romanización23.

20. Explicamos la aplicabilidad de este adjetivo al euskera medieval de la Demanda en el capítulo La cronología

del vascuence al sur del Ebro.

21. Recordamos que Agirsar se considera por Gorrochategui tan próximo a la antroponimia íbera como a la

vasca.

22. ALBERTOS FIRMAT, “Onomástica personal en las inscripciones romanas de Álava”, pp. 33-61. MARTÍNEZ

SÁENZ DE JUBERA (“Onomástica vasca en La Rioja”, p. 482) nos informa que “perviven con fuerza los testimonios

indígenas” en los valles del Iregua y del Najerilla, pero la onomástica lapidaria conservada es indoeuropea, como

por ejemplo el conocido nombre céltico Segontius que aparece incluso en el País de Gales (Caernarfon). Más al

oeste, en el valle del Tirón, la onomástica indígena también es característica de la “zona onomástica cantábrica-

septentrional” de Albertos (supra): Acivo, Albus, Alebbius, Alionus, Ambatus/a, Boutia, Burga, Caelalionus, Ca-

malus, Iacometa, Latturus, Ligirus, Loca, Magl(a)ena, Medica, Murca, Peditaga, Petacus, Quemia, Reburrus,

Secontius/a, Seggeius, Segilus/a, Surilla, Uqulanca y Vigganus/Viganica, REYES HERNANDO, El conjunto epigrá-

ico de Belorado, pp. 113-121. Aguas arriba en el mismo valle la onomástica es casi todo romana, con la única

excepción del nombre Orgelemo, cf. PETERSON, “La onomástica personal en el Valle de San Vicente”.

23. “... el valle de San Vicente fue intensamente romanizado en consonancia con lo que ocurría en su entorno

inmediato”, APARICIO BASTARDO, La antigua iglesia de Santa María, p.7.

62 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

En conclusión, sugerimos que, en el contexto espacial y temporal en que se

encuentran las estelas riojano-sorianas, debería pesar más la presencia vascona

durante el periodo romano en Calahorra (centro jerarquizador natural de esas

tierras) que la diplomática medieval del otro extremo de la sierra24. A la hora de

caracterizar la Beronia prerromana en términos lingüísticos deberíamos partir

de una identidad esencialmente celtibérica25, aunque esto no supone negar que

hubiera contactos con e influencias de pueblos no indoeuropeos, como testi-

monia el bronce de Ascoli26, así como la mencionada epigrafía soriano-riojana.

En cuanto a la etnicidad y lengua de los autrigones, Estrabón comenta que los

nombres de los alótriges y de los bardietas son malsonantes e ininteligibles27.

Estos bardietas serían los várdulos mencionados en otras fuentes28, mientras la

mayoría de los investigadores opinan que los alótriges corresponderían a los

autrigones. Mela hace un comentario semejante, aunque en referencia a sub-

grupos cántabros, lo cual bien podría incluir a los autrigones29. Por lo tanto,

¿podemos concluir que el habla de este pueblo sería no indoeuropea? pues las

distintas lenguas celtas (e incluso hablas indoeuropeas pre-celtas, como el lusi-

tano) de la Meseta y de otros lugares no reciben semejantes descalificaciones,

24. “Con toda probabilidad las gentes del Alto Cidacos y ríos adyacentes estaban adscritas a Calagurris mediante

adtributio o mediante cualquier otra suerte de dependencia [...] No extraña lo anterior, teniendo en cuenta que

Calagurris se localiza en la salida al Ebro del Cidacos, que por este río discurría una vía secundaria hacia la Meseta

y que Calagurris tuvo un poderoso ascendiente en el territorio de las estelas, simple prolongación del cual fue su

posterior integración en la diócesis calagurritana”, ESPINOSA RUIZ, “Los Castros soriano-riojanos ...”, p. 908.

25. Y por tanto indoeuropea: “una lengua netamente céltica, cuya asignación a esta familia no representa hoy

día ninguna duda [...] la idea tradicional, ampliamente extendida, de que el celtibérico pueda ser una especie

de lengua mixta entre ibérico y celta debe ser desechada radicalmente”, GORROCHATEGUI, “La lengua de las

poblaciones prerromanas...”, p. 16. También cf. BURILLO MOZOTA, Los celtíberos, p. 182.

26. 89 a.C., aparentemente de Libia en el extremo occidental de Beronia, y sin embargo con onomástica que,

según GORROCHATEGUI (”Las lenguas de los Pirineos en los tiempos antiguos”), parece íbera: LIBENSES / BAS-

TVGITAS ADIME(L)S F./ VMARILLVN TARBANTV F.

27. En realidad, comenta que los nombres de otros pueblos son aun peores, “nadie encontrará placer en oír

nombres tales como los de pletauros, bardietas y allotrigas, y otros aun más malsonantes y oscuros”, ESTRABÓN,

Geographia, III 3, 7, traducción de CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis del vascoiberismo”, p. 50.

28. “[Los celtas berones] confinan también con los bardietas, a los que ahora denominan bárdulos”, ESTRABÓN,

Geographia, III 4, 12.

29. “... entre los cántabros hay algunos pueblos y ríos cuyos nombres no puede pronunciar nuestra boca”, POM-

PONIO MELA, Chorographia, III.1.15; citado por CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis del vascoiberismo”, p. 56.

63David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

que parecen reservarse, pero a la vez repetirse con insistencia, para los pueblos

de la cordillera y litoral cantábrico30.

En contraste, los registros arqueológico y toponímico parecen contradecir estas

noticias y sugieren un pueblo indoeuropeo. Las estelas oikomorfas encontra-

das en la Bureba y en los Montes de Oca se asemejan a las utilizadas por los

senones (curso medio del Sena) galos31. La toponimia autrigona conservada por

los autores clásicos es casi exclusivamente indoeuropea32, mientras que para

el teónimo Vurouius (> ‘Bureba’) también se ha sugerido un origen celta33. En

realidad la situación lingüística sería aun más compleja, pues incluso dentro del

registro indoeuropeo se detectan distintos estratos más o menos arcaicos. Así

la tésera de hospitalidad encontrada en La Mesa de Belorado presenta rasgos

arcaicos propios del celtíbero que sugieren “una relativamente antigua separa-

ción del tronco celta común”34 (¿Iª Edad de Hierro?), y que por tanto la aleja de

los rasgos belgas (IIª Edad de Hierro), tanto toponímicos como arqueológicos,

identificados por Solana Sáinz.

Las antes referidas denuncias genéricas de ininteligibilidad por parte de los

autores clásicos quizás sugieren sustratos no indoeuropeos, pero no por eso

necesariamente vascos. Que se extienda el mismo juicio a gran parte de la

Cordillera Cantábrica debilita, sin imposibilitar, tal identificación, y observa-

30. “El convento lucense, aparte de los célticos y lemavos, comprende a dieciséis pueblos desconocidos y con

nombres bárbaros”, PLINIO EL VIEJO, Naturalis Historia, III 28, citado por CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis

del vascoiberismo”, p. 44; asimismo, para el cordobés SENECA, el cántabro guardaría relación con el corso, juicio

que no merece ninguna de las hablas meseteñas, CARO BAROJA, ibid., p. 56.

31. SOLANA SÁINZ, Las entidades étnicas ..., p. 161.

32. “Toponyms found in the territory of the Autrigones such as Deobriga [...] are purely Indo-European”, GO-

RROCHATEGUI, “The Basque Language and Its Neighbors in Antiquity”, p. 50; GARCÍA ALONSO, La Península

ibérica ..., pp. 460-1, clasifica la toponimia autrigona de la siguiente manera: Flaviobriga como un híbrido latino-

celta; Nerva y Salionca como topónimos indoeuropeos preceltas del tipo alt-europäisch; de clasificación incierta,

Antequia; y claramente celtas a Uxama, Segisamonculum, Deobriga, Vindeleia, y Virouesca (este último “con

algo menos de claridad”). Queda (Uxama) Barca, cuyo análisis afrontaremos a continuación.

33. SOLANA SÁINZ, Las entidades étnicas ..., p. 161. Es muy posible que, como sugiere este autor, el hidrónimo

Garoña (así como el también burgalés Guareña, y muchísima hidronimia menor con el sufijo –oña, cf. GÓMEZ

VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, p. 62) también tenga un origen céltico. Sin embargo,

esta lectura no es unánime (GARCÍA ALONSO, La Península ibérica ..., pp. 407-8, resume las distintas posturas -

céltico, ligur, ibérico y vasco - en torno a la clasificación de Garoña para concluir que “hoy por hoy, es imposible

inclinarse por una o por otra”) y puesto que este hidrónimo no aparece en la literatura antigua dejaremos al

margen su testimonio por el momento.

34. GORROCHATEGUI, “La lengua de las poblaciones prerromanas...”, pp. 16-17.

64 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

mos que no se incluye la lengua de los vascones en este grupo de idiomas

impenetrables. La única excepción concreta al panorama cultural y lingüístico

indoeuropeo de Autrigonia sería el segundo elemento del topónimo Uxama

Barca, que parece derivarse del vasco ibar (= ‘vega’, cf. también ibai = ‘río’),

una lectura fundamentada, sobre todo, en la aparición epigráfica del gentilicio

UXAMA IBARCENSIS en sendas estelas de Quintanilla de las Viñas y Astorga35.

¿Cómo se puede resolver esta contradicción entre lengua anecdóticamente no-

indoeuropea, pero a la vez mayoritariamente celta según el registro toponímico

y epigráfico? Michelena, basándose en los territorios habitados por várdulos,

caristios y vascones, sugiere una solución diglósica: un modelo de bilingüismo

clasista que explicaría el contraste entre la dominante epigrafía indoeuropea

analizada por Albertos y las firmes (pero apenas visibles hasta la Edad Media)

raíces que parece tener el euskera en este espacio36. La explicación diglósica

contempla un desajuste social entre una clase dominante celta, que daría nom-

bres a las estructuras políticas, y cuyos miembros serían los únicos en dejar

constancia epigráfica de su onomástica personal, y una mayoría vascófona.

Una situación equivalente explicaría algunas de las percibidas contradicciones

empíricas observadas en Autrigonia. Lo más prudente sería pensar en un es-

pacio dominado por pueblos de estirpe indoeuropea, aunque incorporando

también a contingentes preindoeuropeos, algunos de los cuales, sobre todo

en el extremo nororiental, podrían ser vascófonos. Creemos que éste es el

pensamiento detrás de la evaluación de varios autores de que una parte de

los autrigones hablase euskera, y las posturas matizadas de Michelena37, Caro

35. ALBERTOS FIRMAT, “A propósito de la ciudad autrigona de Uxama Barca”, pp. 281-291; GORROCHATEGUI,

“The Basque Language and Its Neighbors in Antiquity”, p. 50; GARCÍA ALONSO, La Península ibérica ..., pp.

289-90.

36. Indicios epigráficos del euskera del periodo romano eran prácticamente inexistentes hasta el descubrimien-

to de la epigrafía de Lerga (Navarra) en 1960, GORROCHATEGUI, “The Basque Language and Its Neighbors in

Antiquity”, pp. 53-4.

37. “Cuando se habla del vascuence medieval en tierras de la Rioja y Burgos, se da por sentado que o es antiguo

(hipótesis poco probable, ya que el territorio autrigón al sur del Ebro, los Turmogos y más aún los Berones pare-

cen haber tenido una lengua propia muy distinta), o ha sido introducido hacia los siglos IX-X. Con todo, queda

una tercera alternativa: que la lengua ya empezara a ser llevada allí entre los siglos V y VIII por gente que bien

cruzó el limes pacíficamente o bien fue obligada a establecerse al sur de él”, MICHELENA, “Lenguas indígenas y

lengua clásica en Hispania”, p. 212, n. 35.

65David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

Baroja38 y Tovar39 parecen las más acertadas. Rechazamos las interpretaciones

monolingüistas de ambos extremos, tanto la postura extremamente indoeuro-

peista de Solana, que no explica lo de Uxama(i)barca40, pero tampoco habría

que ir al otro extremo y considerar vascófona a toda la Autrigonia, tendencia

que conduce a Fatás a expresarse en los siguientes términos: “Deben recha-

zarse las afirmaciones, a menudo tan tajantes como gravemente erradas, de

que los autrigones son un pueblo del mismo ‘grupo étnico preindoeuropeo’

que los vascones (pág. 159), lo que sorprenderá a quienes conozcan los bien

fundados y nada incógnitos trabajos sobre la paleotoponimia de Autrigonia”41.

Demasiadas veces el importante matiz espacial desaparece en las obras de

autores que buscan situar a estos contingentes vascófonos no en el extremo

nororiental de Autrigonia, cerca de Uxama(i)barca, sino en la Demanda, 80

kilómetros al sur.

Desde luego, no podemos demostrar que no se hablara euskera en la Demanda

prerromana, pero sí podemos afirmar dos cosas:

– Que el euskera que emerge en tal espacio en la documentación alto-

medieval está estrechamente vinculado al habla del País Vasco meri-

dional-occidental altomedieval, y no muestra ningún indicio de ser un

islote lingüístico aislado durante un milenio. La divergencia entre el

euskera alavés que observamos en la documentación medieval y el

demandés es prácticamente nula, y por lo tanto no pueden ser, no son,

dos dialectos euskéricos distintos separados durante un milenio.

– Y que la mayoría de los fenómenos lingüísticos observados se expli-

can más fácilmente por fenómenos históricos conocidos: la presencia

38. ”... esta lengua [el vasco] se ha hablado en la época romana en el territorio ocupado por los vascones (en

parte), várdulos, caristios y autrigones (en parte)”, CARO BAROJA, Los pueblos del norte de la península ibérica,

pp. 101-102.

39. “... no hay duda de que los territorios de Vascones, Caristios y Várdulos (y posiblemente de Autrigones)

fueron ya entonces, por lo menos en su parte septentrional, territorio de lengua euskera”, TOVAR, Mitología e

ideología ..., p. 195.

40. "No cabe duda de que el valle de Nervión debió de ser un límite de freno de esta lengua vernácula [el eus-

kera]; por eso podemos decir que los autrigones no tuvieron influencia vasca, ni fueron vascos, como algunos han

pretendido demostrar, sino centroeuropeos, como lo confirma su toponimia y onomástica más antigua", SOLANA

SÁINZ, Autrigonia romana. Zona de contacto Castilla-Vasconia.

41. FATÁS, “El Ebro medio, triinio paleohispánico”, en Los pueblos prerromanos del norte de Hispania, p. 49. La

página citada por Fatás refiere a la obra de RICO, Pyrénées Romaines. Essai sur un pays de frontière.

66 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

vascona en Calahorra en el periodo romano podría explicar el aflo-

ramiento de onomástica vascoide en los valles orientales, mientras

la convergencia política entre Álava y la primitiva Castilla durante

los siglos VIII y IX explicaría el euskera altomedieval de los valles

occidentales, hipótesis que desarrollaremos en capítulos posteriores.

Que el euskera alavés que llegó a la Demanda en el Altomedievo pudo echar

tan firmes raíces por encontrarse ya con un dialecto milenario no-indoeuropeo,

por encontrarse en tierra fértil, es una posibilidad, pero sólo una posibilidad, y

sin evidencia alguna, y no debería convertirse en la hipótesis principal.

En resumen, el Pasillo parece haber sido ocupado por pueblos esencialmente

celtas, que comparten antroponimia, cultura material, y alianzas políticas. Ne-

cesariamente habría una frontera entre ellos, y la analizaremos más adelante,

pero no tiene visos de haber sido una de las grandes divisorias etnolingüísticas

de la Península.

inDiCios tarDoantiguos De PobLaCiÓn VasCÓFona

En la Translación del glorioso cuerpo de nuestro padre San Felices, texto hagio-

gráfico de finales del siglo XI42, se relata la milagrosa cura en Oca de una mujer

llamada Andercea de Puras, acontecimiento que ocurriría durante el traslado

del cuerpo de San Felices desde Oca hacia Bilibio, y por lo tanto hacia finales

del siglo V o principios del siglo VI. Desde luego, escrito medio milenio des-

pués de lo “acontecido”, no es el testimonio más inmediato ni el más fidedigno,

pero llama la atención el nombre de la curada – Andercea, de aparente etimo-

logía vasca. Sin embargo, es un solo nombre, éstos migran con las personas, y

si añadimos las dificultades inherentes a las fuentes hagiográficas y sobre todo

la tardía redacción de ésta, este episodio es muy poco a partir del cual postular

una abundante población vascófona en nuestra región.

Que contemplamos este dato tan aislado y contaminado es en sí un indicio de

la parquedad de información que tenemos sobre la lengua y / o onomástica

del Pasillo durante la Tardoantigüedad. La cronística apenas aporta nada al

42. Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Códice #59, ff. 145r-152v, citado por VALDIZÁN, Recuerdos

históricos de la ciudad episcopal de Oca, p. 21. Existen dudas sobre la autoría de esta hagiografía, y Valcárcel lo

atribuye a un ‘falso Grimaldo’, VALCÁRCEL, La 'Vita Dominici Silensis' de Grimaldo, p. 89 y ss.

67David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

respecto, y prácticamente la única fuente que nos ofrece una visión de la vida

cotidiana durante este periodo es la Vita Sancti Aemiliani. De nuevo estamos

ante una fuente hagiográfica, aunque en este caso redactada pocos años des-

pués de lo relatado43, y no tenemos por qué pensar que, en términos generales,

la onomástica contenida en ella no sea representativa de nuestro espacio en ese

momento, aunque algunos de los individuos nombrados proceden de la zona

de Amaya, mientras por otra parte parece probable que las clases nobles estén

desproporcionadamente representadas. Con todas sus limitaciones, a partir de

la Vita deberíamos concluir que el somontano ibérico de mediados del siglo

VI no muestra indicios de ser vascófono, ni en el (escueto) registro toponímico

(Banonico, Berceo, Parpalines, Prato), ni en el antroponímico detallado en la

tabla adjuntada.

Antroponimia de la Vita Sancti Aemiliani

Abundancio, cap. #26 (senador cántabro) Juan, #0 (obispo)

Armentario, #8 (monje) Leovigildo, #26 (rey visigodo)

Aselo, #27 (presbítero) Máximo, #16 (curial)

Bárbara, #9 (de Amaya) Millán, #0 (presbítero)

Citonato, #1 (abad) Nepociano, #15 (senador)

Columba, #16 (hija del curial Máximo) Potamia, #1 (religiosa)

Dídimo, #5 (obispo de Tarazona) Proseria, #15 (mujer del senador Nepociano)

Eufrisia, #30 (de Banonico) Sempronio, #24 (ladrón)

Eugenio, #14 (conde) Sibila, #13 (siervo)

Eugenio, #0 (diácono) Sicorio, #11 (senador)

Felices, #2 (varón santísimo de Bilibio) Sofronio, #1 (presbítero)

Geroncio, #1 (presbítero) Toribio, #24 (ladrón)

Honorio, #17 (senador, de Parpalines) Tuencio, #13

La cronología de la Vita de San Millán no imposibilita que en algún momento del

siglo VII hubiera un influjo de población euskaldún hacia el Pasillo, quizás como

resultado (¿refugiados, cautivos, emigración forzada?) de las campañas visigodas

contra los vascones. Gracias al texto Cogolla1, sabemos que en 759 la onomástica

vasca ya es una realidad en el somontano ibérico (concretamente, en San Miguel

43. Fue redactada por Braulio de Zaragoza hacia 636, mientras los acontecimientos relatados ocurrirían durante

las décadas centrales del siglo VI, puesto que la tradición fecha la muerte del ya centenario Emiliano de Berceo

hacia el año 574, CASTELLANOS GARCÍA, Poder social, aristocracias y ‘hombre santo’ ..., p. 33.

68 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

de Pedroso), y puesto que una cronología visigoda atraía a Michelena44 explo-

raremos esta posibilidad en otro capítulo, limitándonos aquí a señalar que en la

hagiografía emilianense no hay rastro de onomástica vascoide.

situaCiÓn PoLÍtiCo-aDMinistratiVa

integraCiÓn DeL PasiLLo en eL reino De toLeDo

La Vita de San Millán sugiere que (por lo menos) la parte riojana del Pasillo

estaría integrada en el reino visigodo durante el siglo VI. Sin embargo, Amaya,

no sometida por Leovigildo hasta 574, está próxima al extremo occidental

de nuestro espacio, y estaríamos, por tanto, ante un espacio fronterizo. Así

entendemos el papel de San Millán, mediador entre el sistema visigodo, re-

presentado por el gladio uindice Leuuigildi, y los pervasores de Cantabria-

Amaya45. La conquista de Amaya supondría la plena integración de nuestro

espacio en el sistema visigodo, hipótesis confirmada por la presencia de los

obispos de Oca en los Concilios a partir de 589, y por la aparición de uno

de ellos, Asterio, con el rey visigodo Recaredo en el acto consagracional de

la iglesia de Mijangos, hacia finales del siglo VI46. La campaña contra Amaya-

Cantabria se entiende como parte de un proceso de sometimiento de toda la

Cordillera Cantábrica. No sería hasta las campañas de Sisebuto, hacia 613, que

el litoral cántabro también se rindiera47, mientras Vasconia seguiría resistiendo

el poder visigodo hasta la misma invasión musulmana, cuando Rodrigo se

encontraría de campaña en el norte48.

Un corónimo que aparece varias veces en las fuentes del periodo es el de

Roconia / Ruconia, circunscripción para cuya ubicación no han faltado pre-

tendientes historiográficos. La Cantabria atlántica, Asturias, La Bureba, La Rioja,

el Roncal (Navarra), Extremadura e incluso el Ronquillo en Andalucía se han

sugerido como escenarios por una mezcla de motivos históricos y / o corres-

44. MICHELENA, “Lenguas indígenas y lengua clásica en Hispania”, p. 212, n. 35.

45. BRAULIO DE ZARAGOZA,Vita Sancti Aemiliani, XXVI.

46. LECANDA ESTEBAN, “Mijangos: arquitectura y ocupación visigoda ...”, p. 419.

47. JUAN DE BÍCLARO, Chronicon, I.109.2; GARCÍA GONZÁLEZ (“Incorporación de la Cantabria romana al

estado visigodo”, pp. 170 y 199) apuesta por un sometimiento bi-fásico de Cantabria, con el litoral no controlado

hasta la intervención del dux Suinthila ya entrado el siglo VII.

48. Ajbar Maymu’a, #7, p. 21; CHALMETA, Invasión e islamización, p. 133.

69David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

pondencia toponímica. La inclusión en la lista de tanto la Bureba como La

Rioja49 nos obliga a contemplar esta cuestión.

En primer lugar, dado que todas las fuentes antiguas sitúan el corónimo en el

centro-norte peninsular, o bien explícitamente al incluirlo entre otros pueblos

norteños50, o bien implícitamente al relacionarlo con los suevos confinados en

ese momento (finales s. VI) en la Gallaecia51, deberíamos descartar candidatu-

ras como la andaluza. También rechazamos una ubicación en el Pasillo, ya que,

como acabamos de ver, la evidencia arqueológico-epigráfica (la relación entre

el obispo Asterio y la monarquía visigoda en Mijangos) e histórico-hagiográfica

(la Vita de San Millán, conquista de Amaya por Leovigildo) sugiere que este

espacio estaría integrado en el reino visigodo, a finales del siglo VI si no antes,

y difícilmente sometido, por tanto, durante el reinado de Sisebuto hacia 613.

Entre las otras candidaturas propuestas, la iterada mención de los suevos en

las fuentes más tempranas nos hace pensar en una solución cantábrica, en

detrimento de la ubicación pirenaica que emerge sólo de las fuentes más tar-

días como Jiménez de Rada o Alfonso X ‘el Sabio’52. En fin, la ubicación de los

enigmáticos rocones en el litoral cantábrico, solución favorecida por autores

como García González y Besga Marroquín53, nos parece la más verosímil. En el

contexto de nuestro interés en el Pasillo, por lo tanto, podemos descartar estos

episodios que no deberían enturbiar la evidencia directa de la integración de

nuestro espacio dentro del Reino de Toledo a lo largo del siglo VII.

49. Los defensores de la ubicación en el Pasillo incluyen: para La Bureba, PÉREZ DE URBEL, Historia del Con-

dado de Castilla, I, p. 271; y para La Rioja, SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 226.

50. “Astures et Rucones in montibus reuellentes humiliabit”, Chronica albeldense, XIV.24.

51. “Miro Suevorum rex bellum contra Runcones movet”, JUAN DE BÍCLARO, Chronicon, I.80.3; “post Theodi-

mirum Miro Suevorum princeps efficitur regnans (et regnavit P) annis XIII. hic bellum secundo regni (sui ins. P)

anno contra Roccones intulit”, ISIDORO, Historia Suevorum, 91.9.

52. “... cuando esta noticia [la invasión de Carlo Magno] se conoció en Asturias, Alava, Vizcaya, Navarra, Ruconia

y Aragón”, XIMÉNEZ DE RADA, De rebus Hispaniae, IV.10.24; “ca los moros avien ya conquerida todo lo mas de

Espanna, assi como avemos dicho, e crebantaron el poder de los godos de guisa que que non avie y ninguno que

se les defendiese, sinon unos pocos que fincaran et se alçaran otrossi en las Asturias et en Vizcaya et en Alava et

en Guipozcoa porque son muy grandes montannas, et en los montes Rucones et en Aragón”, Primera Crónica

General de España, I, p. 319, cap. 564.

53. GARCÍA GONZÁLEZ (“Valpuesta y su entorno ...”, p. 102; y, con FERNÁNDEZ DE MATA, “La Cantabria

trasmontana ...”, p. 13) opta por una ubicación en la actual Cantabria, mientras BESGA MARROQUÍN (Orígenes

hispano-godos del Reino de Asturias, pp. 112-115) los sitúa en el actual Asturias.

70 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

integraCiÓn DeL PasiLLo entero en La tarraConensis

Durante el largo periodo de dominio romano, la administración interna de

la Península experimentó varios cambios. Inicialmente habría una división en

dos partes (Citerior y Ulterior), luego la división tripartita augustana, el siste-

ma conventual descrito por Plinio, y las reformas administrativas de Caracalla

y Diocleciano. Sin embargo, el Pasillo entero casi siempre aparece integrado

en el mismo territorio, aunque éste cambiara de designación y composición:

primero la Citerior, luego, y durante la mayor parte del tiempo contemplado,

la Tarraconensis54. La excepción sería el sistema conventual descrito por Pli-

nio, que tiene la provincia Citerioris Hispaniae dividida en siete conventos:

Carthaginiensem, Tarraconensem, Caesaraugustanum, Cluniensem, Asturum,

Lucensem, Bracarum55. Mientras los libienses (que entendemos como una re-

ferencia a la Libia de los berones) pertenecían al convento cesaraugustano, los

autrigones se integraban en el convento cluniense. Por lo tanto, en la frontera

berón-autrigona se sitúa la divisoria conventual, y se empieza a divisar la ambi-

valente situación de Autrigonia, ya que en adición a su tradicional orientación

mediterránea (la Tarraconensis) tiende en otros momentos a mirar hacia la

Meseta y el occidente peninsular: integrado primero en el convento cluniense,

y más tarde relacionándose con el Reino de Asturias.

No obstante, durante la Tardoantigüedad no se aprecia esta tendencia ‘occi-

dentalista’ de Autrigonia, y el Pasillo entero se incorpora en la Tarraconensis.

Así era para Jordanes, quien describía Austrogonia como región tarraconense

limítrofe con el reino suevo de Galicia, y esta misma orientación emerge del

contencioso entre el obispo Silvano de Calahorra y Ascanio, el metropolitano

de Tarragona56. Silvano contraviene la ley canónica al ordenar ilícitamente a un

obispo, usurpando así el poder de Ascanio. Cuando se repite la trasgresión,

ocho años más tarde, Ascanio se queja formalmente al Papa Hilario. Las elites

(honorati et possessores) del Alto Ebro apoyan a Silvano, e Hilario se limita a una

reprimenda formal. Las civitates cuyas elites apoyaron a Silvano eran: Tarazona,

54. GARCÍA GONZÁLEZ, “Valpuesta y su entorno ...”, p. 87.

55. PLINIO EL VIEJO, Naturalis Historia, III.3.18.

56. Vaticana1-5; ESPINOSA RUIZ, Calagurris Iulia, p. 272 y ss.

71David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

Cascante, Calahorra, Varea, Tricio, Libia57 y Briviesca. Tres son los candidatos

más verosímiles a ser la sede episcopal en la cual Silvano excedía sus poderes:

Tarazona, cuyo obispo Leo había muerto asesinado por los bagaudas en 449; y

dos sedes episcopales que aparecerán por vez primera en el tercer concilio de

Toledo de 589, Oca y Pamplona58. Pero al margen de la identidad de la sede

57. Vaticana4, 465: Turiassonensium, Cascantensium, Calaguritanorum, Veregensium, Tritiensium, Legionen-

sium [sic] et Virovescensium. Es el estricto ordenamiento geográfico lo que nos permite identificar la Libia de

los berones (yacimiento altorriojano entre Herramélluri y Leiva) detrás de la forma Legionensium, considerada

errónea por todos los especialistas.

58. Lo que más pesa en contra de Tarazona es la distribución espacial de las ciudades que apoyan a Silvano.

Que la mayoría de estas ciudades estén aguas arriba de Calahorra extraña si lo que se estaba justificando, me-

diante el argumento del apoyo público, era una intervención en Tarazona, al sur de Calahorra. La cuestión de

apoyo popular (quizás aristocrático sería más acertado) para las acciones de Silvano parece ser clave, ya que

Ascanio cita primero que las ordenaciones se hicieron “Nullis petentibus populis” (Vaticana1, 463), lo cual pro-

voca la repuesta de los honorati et possessores de las ciudades del Alto Ebro. Si la opinión pública se tiene en

cuenta, parece lógico que fuera la opinión de un público implicado en la cuestión. En este contexto sugerimos

que Silvano, a partir de su base en Calahorra, buscaría apoyo en las ciudades próximas, y así la inclusión de

Cascante, Tarazona y Varea, pero que se apelara a la opinión de los notables de Briviesca, Libia y Tricio es más

difícilmente explicable en una operación centrada (hipotéticamente) en el eje Calahorra –Tarazona. Tampoco es

que las ciudades representan la totalidad del Alto Ebro, pues falta la mayoría de las ciudades vasconas, lo cual

debilita gravemente la candidatura pamplonesa. La presencia de tantas ciudades aguas arriba de Calahorra nos

sugiere que el proyecto de Silvano tuviera especial relevancia a esa región. Así, la candidatura de Oca cobra

Mapa V. El Pasillo durante la Tardoantigüedad

72 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

involucrada, la noticia es de interés para nosotros al demostrar la pertenencia

del Pasillo entero, desde Briviesca hasta Varea, a la Tarraconensis.

La integración del Pasillo en la Tarraconensis se observa también en un registro

como la hagiotoponimia. Si centramos la mirada en una comarca concreta, la

de Belorado, observamos que muchos de los santos venerados tienen su ori-

gen en la Tarraconensis oriental: San Vicente de Zaragoza59, San Lorenzo de

Huesca, San Félix de Gerona, que prestan sus nombres a, respectivamente, un

pueblo y valle del Alto Tirón (Cogolla37), un micro-monasterio del mismo valle

(Cogolla40) y un monasterio en Oca (Cogolla6). Incluso cuando los santos son

originarios de otros sitios, como Eulalia de Mérida60, cuyo nombre se recuerda

en otro hagiotopónimo del Alto Tirón, la obra de Prudencio los hace parte de

la tradición calagurritana, y la incidencia de advocaciones relacionadas con el

Peristephanon de este autor es llamativa61. Ésta no deja de ser una evaluación

esencialmente impresionista, y sería necesario un análisis sistemático de la geo-

grafía de los diferentes cultos para confirmar la hipótesis.

Al margen del santoral comarcal, las personas que más influencia ejercen sobre

el protocristianismo del Pasillo pertenecen siempre al eje Calahorra-Zaragoza:

la probable inauguración de la sede de Auka por Silvano de Calahorra, y si re-

chazamos esta ubicación, el indiscutible apoyo que éste recibe de los honorati

del Pasillo; Braulio de Zaragoza, quien ensalza la figura de San Millán de la Co-

protagonismo, y CASTELLANOS GARCÍA (Poder social, aristocracias y ‘hombre santo’ ..., p. 38) la considera la

ubicación más probable. Menos verosímiles como sedes tan tempranas (siglo V) serían Alesanco, Ejea y Amaya,

lugares que aparecen como sedes episcopales en algunas confusas fuentes postmusulmanas: el Códice Ovetense

del Escorial del año 780 (Alisanco, Amaya, Segia); la Crónica Pseudoisidoriana (“Assauch [=Alesanco?], Amaya

destructe sunt”); y el Kitab de al-Bakri (sólo Amaya), noticias recogidas por VALLVÉ, La división territorial de la

España musulmana, pp. 216-7. Si estas noticias son fidedignas, parece probable que hagan referencia a funda-

ciones tardovisigodas.

59. Oriundo de Huesca, obispo de Zaragoza y martirizado en Valencia, a veces se lo conoce como San Vicente

de Valencia. Su culto estaría especialmente arraigado en Zaragoza: su túnica llevada en procesión se consideraba

instrumental en la resistencia de la ciudad ante el asedio de Childeberto en 541.

60. ¿O de Barcelona? “Tras largas polémicas historiográficas comenzadas en el siglo XVI y todavía no del todo

resueltas, parece probable que las dos Santas Eulalias hispánicas fueron en su origen una misma mártir”, JIMENO

ARANGUREN, Orígenes del Cristianismo en la tierra de los vascones, p. 115. De todos modos, el vínculo con Bar-

celona es otro indicio del fuerte arraigo en la Tarraconensis de incluso los cultos alóctonos.

61. Sin pretensión de exhaustividad, ofrecemos algunos otros ejemplos en la misma comarca: San Cucufato – en

Cueva Cardiel, cerca de Oca; San Medel – toponimia menor de Belorado; Santa Engracia – arroyo del Alto Tirón,

cf. GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, pp. 148-150.

73David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

golla, y cuyo hermano Fronimiano parece haber sido abad del protomonasterio

emilianense en Berceo62; y Didimio de Tarazona, quien antes habría ordenado

como presbítero al ermitaño de la Cogolla. En cambio, no nos consta ni un solo

vínculo con instituciones eclesiásticas meseteñas.

¿La Frontera berÓn-autrigona La Frontera

DioCesana auka-aLesanCo?

A pesar de que, grosso modo, el Pasillo está integrado en las mismas estructuras

administrativas a lo largo del periodo pre-musulmán, sí se aprecia desde el

primer momento la existencia de una frontera interna que coincide, en cuanto

nuestras fuentes nos permiten fijar su trazado, con la que observamos durante

el Altomedievo.

Durante el periodo romano, el espacio que nos interesa se divide, según los

geógrafos greco-romanos, entre dos pueblos, los autrigones y los berones, y

podemos reconstruir la geografía interna de Beronia63 y de Autrigonia64 a partir

de estas fuentes. Parece que la línea de separación entre las dos estuvo próxima

a la frontera que nos interesa y, concretamente, la práctica yuxtaposición de la

Oliba / Libia berona y la Segisamonculon autrigona nos define un primer hito

fronterizo en el curso medio del río Tirón65. No está claro que esta frontera

62. CASTELLANOS GARCÍA, Poder social, aristocracias y hombre santo ..., pp. 30-1.

63. Las tres ciudades beronas nombradas por Ptolomeo (Geographias Hyphégesis, II.6.55) no presentan mayo-

res problemas de identificación que los que se pueden resolver fácilmente por medio de la toponimia actual.

Oliba (Libia en las fuentes latinas) se ubicaría en el extremo occidental de la Rioja actual, entre Leiva, heredero

del topónimo, y Herramélluri, más próximo al yacimiento en sí. Tritión Metallón (Tritium en las fuentes latinas)

correspondería al actual Tricio, importante centro productor de terra sigilata. Por último, Vareia es hoy barrio

de Logroño (Varea).

64. La geografía de Autrigonia es algo más oscura, pero, con la Geographias Hyphégesis de Ptolomeo de nuevo

como fuente principal, y con algunas contribuciones puntuales de Plinio (Naturalis Historia, III.3.27) y de los

itinerarios imperiales (De Hispania in Aequitania y De Italia in Hispanias), podemos incluir en ella las siguientes

civitates: Tritium (Monasterio de Rodilla), Uirouesca (Briviesca), Uxama Barca (Osma de Valdegovía), Segisamon-

culon (Cerezo del Río Tirón), Antecuia (Pancorbo?), Deobriga (Arce Mirapérez?), Vindeleia (Cubo de Bureba?)

y Salionica (Poza de la Sal?). Como se puede apreciar, las identificaciones / ubicaciones de algunas de estas

civitates son menos seguras que en el caso de las beronas, y al respecto remitimos a: SOLANA SÁINZ, Las enti-

dades étnicas ...; SANTOS YANGUAS, “Pueblos indígenas (autrigones, caristios y várdulos) y civitas romana” , p.

209; GARCÍA GONZÁLEZ, “La cuenca de Miranda de Ebro en la transición ...”, pp. 72-3; y VARÓN HERNÁNDEZ,

Prospección intensiva y excavación de sondeos arqueológicos. Yacimiento de Arce-Mirapérez, p.38.

65. Incluso se ha especulado (GOVANTES, Diccionario geográico-histórico de España, pp. 29, 101 y 191; SOLANA

SÁINZ, Los autrigones a través de las fuentes literarias, p. 20) que este hidrónimo tenga su origen en el etnónimo

Autrigonia (*Riotrigón > río Tirón), pero una etimología a partir de la radical hidronímica indoeuropea *ter- / *tor- /

*tur- parece más probable, cf. FERNÁNDEZ SIERRA, “Toponimia documental de la Rioja Burgalesa ...”, p. 245.

74 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

autrigón-berona tuviera especial relevancia étnica o lingüística, puesto que los

moradores a ambos lados parecen haber sido celtas. Asimismo ambos territo-

rios se incluían en la Tarraconensis, aunque el sistema conventual reforzaba

esta frontera administrativa, dándola un sentido jurídico.

A partir de 589 estamos seguros de la existencia del obispado de Auka, pero

al margen de su sede y su aparente extensión hacia Mijangos, no sabemos con

certeza cuáles serían sus límites durante la Tardoantigüedad. Se ha sugerido

que los límites diocesanos podrían representar las antiguas divisiones territo-

riales romanas, y el hecho de que las diócesis nacieron en muchas ocasiones

durante el Bajo Imperio, y en su mayoría ya existían durante la Tardoanti-

güedad da alguna credibilidad a esta hipótesis. No puede ser más que una

Mapa VI. Límites diocesanos calagurritanos. Imagen tomada de DÍAZ BODEGAS. La Diócesis de Calahorra y La Calzada en el siglo XIII, y con las indicaciones de Ptolomeo en torno a la frontera oriental de Autrigonia superpuestas.

75David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

hipótesis, puesto que las diócesis aparecen y desaparecen a lo largo de la

Tardoantigüedad e incluso durante el Medievo, y así la continuidad territorial

como norma absoluta es una imposibilidad. Sin embargo, en el caso concreto

de la diócesis de Auka, el parecido entre los extremos orientales de Autrigonia

(descritos por Ptolomeo66) y el límite oriental de la diócesis de Burgos (según

la documentación medieval) avala la hipótesis continuista. Pues, gracias a una

serie de contenciosos plenomedievales sobre el límite entre las diócesis de

Burgos y de Calahorra, tenemos una excelente idea del trazado de la frontera

diocesana. Tanto el detallado censo de la diócesis calagurritana del año 1257

cartografiado por Díaz Bodegas67 y que reproducimos (con las indicaciones

fronterizas ptolomeicas superimpuestas), como un texto burgalés de 106868

permiten reconstruir una divisoria que concuerda con los límites ptolomeicos.

Además, a los testimonios eclesiásticos podemos añadir otro laico, la división

entre el Reino de Pamplona y el Condado de Castilla del año 1016, y aunque

sólo cubre la parte serrana, avala la antigüedad de los límites diocesanos69. En

fin, nuestra hipótesis es que la geografía medieval de la diócesis de Burgos, al

ser aparente heredera de la geografía autrigona, es un indicio razonablemente

fidedigno de la extensión de la misma diócesis durante la Tardoantigüedad, y

que, por consiguiente, la frontera tribal y conventual berón-autrigona se con-

servó en la geografía diocesana.

Esta impresión se refuerza con la efímera aparición en dos fuentes (ya citadas)

del siglo VIII de referencias a Alesanco, en la Rioja Alta (próximo a Nájera y Tri-

cio) y por tanto en territorio berón, como sede sufragánea de la Tarraconensis.

Si tenemos que contemplar la coexistencia de dos diócesis en el Pasillo, una

en Beronia y otra en Autrigonia, de nuevo, la división diocesana más probable

sería la antigua frontera berón-autrigona.

66. Además del hito Libia-Segisamonculon, tenemos una referencia a un río genérico lo cual nos hace pensar

en el Ebro como frontera en la cuenca de Miranda, la probable identificación de la civitas de Uxama Barca con

Osma de Valdegovía, mientras, ya en la costa, se nos informa que la desembocadura del Nervión también perte-

necía a los autrigones, PTOLOMEO, Geographias Hyphégesis II.6.

67. Rioja4/235; DÍAZ BODEGAS, La Diócesis de Calahorra y La Calzada en el siglo XIII.

68. “... et de Somrostro, per Aialam et Bilibium et Graion, et ad Gallinerus de Faiola et ad Brieva et ad Montenigro

et ad eclesiam de Pastores, sic diuiditur ab episcopatu de Calagorra et ab illo de Thirassona”, Burgos22 (1068).

69. “Id est de summa cuculla ad rivo Valle Venarie, ad Gramneto, ibi est molione sito et acollato Monnio, et

a Biciercas et a Penna Nigra; deinde ad flumen Razon ubi nascit; deinde per medium monte de Calcanio, per

summo lumbo et media Galaza, et ibi molione est sito, et usque ad flumen Tera, ibi est Garrahe antiqua civitate

deserta, et ad flumen Duero.” Cogolla166 (1016).

76 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn DeL DuCaDo De Cantabria

El Ducado de Cantabria emerge de la documentación sólo en la cronística

asturiana de finales del siglo IX, en referencia a Pedro, padre de Alfonso I70. Se

acepta la división de la Hispania tardovisigoda en ducados71, pero en principio

el concepto parece estar unido a las antiguas divisiones provinciales, y Can-

tabria ni había sido provincia romana ni figura expresamente como ducado en

la documentación propiamente visigoda. Sin embargo, todos los especialistas

coinciden en la veracidad de estas noticias asturianas, apoyadas además por

la descripción de Amaya como Patricia en la Crónica de Alfonso III72, y por el

protagonismo de este centro en los acontecimientos bélicos del siglo VIII73. Se

ha sugerido que el dux Pedro, en vez de ser un dux propiamente visigodo,

fuese en realidad un caudillo cántabro, independiente del sistema visigodo74.

Sin embargo, teniendo en cuenta la validez del concepto de dux dentro del

sistema visigodo, y el protagonismo de Amaya Patricia, conquistada por éstos

en 574, seguimos la hipótesis mayoritaria, de que el Ducado de Cantabria fue

una creación visigoda.

Además de los ducados, la administración provincial tardovisigoda contem-

plaba otras instituciones que jerarquizaban el territorio, entre ellas los comites

civitatis75 y los obispados76. En teoría los comites civitatis estarían un escalón

por debajo de los duces, aunque en realidad los dos papeles tendían a fundirse.

En el extremo oriental del Pasillo o muy próximo a él, sabemos que hubo un

comes (civitatis?) en el momento de la invasión musulmana, y analizaremos las

70. “Adefonsus filius Petri cantabrorum ducis”, Alfonso III, #11 (versión rotense); “Adefonsus Pelagi gener rg. An

XVIIIº. Iste Petri Cantabrie ducis filius fuit”, Albeldense, XV.3.

71. GARCÍA MORENO, “Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 115 y ss.

72. Alfonso III, #25. El concepto bizantino de Patricius parece relacionarse con los máximos cargos político-

militares, y dentro de la Península con las civitates sedes de los dux provinciae como Lugo, GARCÍA MORENO,

“Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 141 y ss.

73. GARCÍA MORENO, “Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 140 y ss.; BESGA MARROQUÍN,

Orígenes hispano-godos ..., p. 186 y ss.

74. La idea de que hubiera duques cántabros independientes del sistema visigodo aparece en BARBERO Y VI-

GIL, La formación del feudalismo ..., p. 302. Para una crítica de la idea, BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispano-

godos ..., p. 188.

75. GARCÍA MORENO, “Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 124 y ss.; MARTIN, La géographie

du pouvoir dans l’Espagne visigothique, p. 161 y ss.

76. GARCÍA MORENO, “Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 90; MARTIN, La géographie du

pouvoir dans l’Espagne visigothique, p. 191 y ss.

77David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

noticias sobre el qumis (= comes) Casio y la geografía de su condado más ade-

lante. En cuanto a los obispados del Pasillo, además de Auka, documentado a

partir de 589, tanto Tarazona como Calahorra parecen haber ejercido influencia

sobre lo que es hoy la Rioja Alta, mientras, como ya se ha comentado, algunas

fuentes post-711 nos traen noticias de la existencia de un obispado tardovisi-

godo en Alesanco77.

Una cuestión de cierta trascendencia para nuestra hipótesis es la extensión

física del referido Ducado de Cantabria. La hipótesis que vamos a desarrollar en

los siguientes capítulos es que la geografía administrativo-militar tardovisigoda

se ha quedado plasmada toponímicamente a raíz de los acontecimientos del

siglo VIII. Utilizaremos como guía principal la toponimia en Quintana, y, si se

acepta nuestra hipótesis, esta toponimia parece describir una entidad adminis-

trativa tardovisigoda que excluye la mayor parte de la Rioja Alta.

77. El Códice Ovetense del Escorial y la Crónica (Gothorum) Pseudoisidoriana, noticias recogidas por VALLVÉ,

La división territorial de la España musulmana, pp. 216-7.

Mapa VII. El debate sobre la geografía del Ducado de Cantabria

78 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

Sin embargo, se ha sugerido que el Ducado de Cantabria incluyera la Rioja Alta:

“comprendía parte de la Rioja, desde algo más al sudeste de Logroño”78. Entre

los argumentos a favor se pueden citar: la incierta ubicación de los Kantabroi

koniskoi, ‘vecinos de los berones’ según Estrabón (Geographia, III 4, 12); la

aparición del topónimo Cantabria en la Vita de San Millán; los topónimos

riojanos actuales Sierra de Cantabria y Peña Cantabria; y varias referencias

medievales, entre ellas:

– “Idem [Sancho Garcés I] cepit per Cantabriam a Nagerense urbe us-

que a Tutelam omnia castra” (Albeldense XX.1, siglo X);

– “Sancione in Pampilona vel in Cantabria” (Albelda28, 983);

– “senior Fortuni Oxoiz cum ipsa terra que tenet, id est Bechera, am-

babus Cambaribus, Ualdearneto cum omnibus villis Cantabriensis”

(Rioja3, 1040).

La mayoría de estas pruebas son compatibles con la existencia de una plaza-

fuerte altomedieval en frente de la antigua Vareia. Lo que es más difícil de

demostrar es la vigencia de esta Cantabria riojana en periodos anteriores. Iró-

nicamente, la ‘prueba’ más célebre de tal Cantabria riojana (la aparición del

topónimo en la ‘riojana’ Vita Sancti Emiliani) es en realidad de las más débiles:

pues el contexto es de Amaya, y la ubicación de la Cantabria destruida por Leo-

vigildo queda muy clara a partir del Códice Emilanense 39, “Cantabriae sita est

In mons Iggeto iuxta fons Iberi / Et Leovildo rex destruxit”79. Tampoco convence

el argumento aducido por García Moreno a partir de la noticia de que el rey

Wamba partía desde Cantabria para hostigar a los vascones80. Vasconum podría

referirse al solar del actual País Vasco, y no sólo a Navarra, lo cual permitiría

un lanzamiento de la campaña desde el Ducado de Cantabria sin que éste se

extendiera hasta La Rioja. Es más, el hecho de que a continuación Wamba

se dirigiera hacia la Narbonense vía Calahorra y Huesca81 es perfectamente

78. GARCÍA MORENO, “Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 139.

79. Cf. GONZÁLEZ ECHEGARAY, “La ‘nota de Cantabria’ del códice Emilianense 39 y las citas medievales de

Cantabria”.

80. “Illo tunc tempore, cum haec Gallias agerentur, religiosus Wamba princeps feroces Vasconum debellaturus

gentes adgrediens, in partibus commorabatur Cantabriae”, Historia Wambae, 9.

81. “... cum omni exercitu Vasconiae partes ingreditur, ubi per septem dies quaqua uersa per patentes campos

depraedatio et hostilitas castrorum domorumque incensio tam ualide acta est [...] Vnde, acceptis obsidibus tri-

79David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

compatible con una campaña en la Vasconia occidental, y este detalle, lejos de

debilitar la ubicación occidental, como argumenta García Moreno, la fortalece,

pues a partir de Pamplona, por ejemplo, no tendría tanto sentido retroceder

hacia Calahorra (al sur) antes de dirigirse hacia levante, siendo más directa

(directum iter) la ruta vía Ejea82.

El número de ducados en el Reino de Toledo parece haber sido 8: seis que co-

rresponderían a las grandes provincias eclesiásticas constantinas (Galia / Nar-

boniense, Galicia, Celtiberia / Tarraconense, Cartaginense, Lusitania y Bética)

y otros dos de fundación visigoda y orientación militar (Asturias y Cantabria).

En cambio, el número de diócesis ascendía a 8283. Este contraste sugiere que los

ducados fuesen unas entidades de extensión considerable y, aunque no todos

serían del mismo tamaño, y los dos de fundación tardía bien serían de dimen-

siones más modestas que los históricos, parece lógico pensar en estructuras en

las cuales cabía más de una diócesis. Tendrían, por lo tanto, divisiones internas,

y el enigmático obispado de Alesanco bien podría haber sido un sector oriental

del Ducado de Cantabria. Si fuera así, la línea que marca quintana etc. sería

una división interna del Ducado de Cantabria, la que separaba los obispados

de Oca y de Alesanco.

Con todo, y al margen del indudable interés histórico de la cuestión, no nos es

imprescindible resolver la cuestión de sí la frontera que detectamos en el Pasillo

es la frontera exterior del Ducado o una división interior (entre dos obispados).

Lo importante es que en vísperas de la invasión musulmana existía una frontera

administrativa (episcopal o ducal), cuyo trazado esperamos se quede nítida-

mente delimitado a partir de la evidencia onomástica que contemplaremos en

los sucesivos capítulos.

butisque solutis, pace composita, directum iter in Gallias profecturus accedit, per Calagurrem et Oscam ciuitates

transitum faciens”, Historia Wambae, 10.

82. Sobre la dificultad de saber qué significado tiene Vasconia en las fuentes visigodas, LARREA, La Navarre du

IV au XII siècle, p. 131, n. 77.

83. VALLVÉ, La división territorial de la España musulmana, p.182.

80 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

ConCLusiÓn: eL PasiLLo Durante La tarDoantigÜeDaD

La geografía del norte peninsular dicta el papel de corredor que corresponde

al Pasillo, y esta función es un hecho continuo a lo largo del periodo estu-

diado, tanto en periodos de paz como en los de conflicto: los pueblos celtas

que entran en la Península durante el milenio anterior a la era cristiana nece-

sariamente pasarían por el Pasillo de camino entre la Galia y la Meseta, y nos

parece significativo que una de las escasas referencias directas al fenómeno

de la migración celta dentro de Iberia en la literatura clásica hace referencia

a nuestro espacio, cuando Estrabón nos informa que los berones participaron

en esta ‘invasión’84. El hecho de que dos importantes vías romanas biseccionan

nuestra región, juntándose en Briviesca85, ilustra la importancia estratégica del

Pasillo en periodo romano, y esta característica se observará también en todos

los momentos históricos contemplados: la geografía de las agresiones suevas, la

ruta tomada por Muza a partir de Zaragoza, el ensañamiento astur con el Alto

Ebro hacia 750, la principal vía de ataque andalusí a lo largo del periodo califal

... Especialmente traumática resultaría la primera mitad del siglo V: parece pro-

bable que los suevos y alanos cruzaran nuestro espacio camino a la Gallaecia;

los episodios bagaudicos peninsulares (441-454) parecen concentrarse en el

extremo noroccidental de la Tarraconensis; prácticamente sincrónicas serían

las incursiones del suevo Requiario, con Autrigonia como blanco expreso; y a

continuación la respuesta imperial de los foederati de Teodorico en 45586.

Quizás como consecuencia de estos acontecimientos, las cuatro ciudades más

occidentales de la lista de apoyo a Silvano (Briviesca, Libia, Tricio y Vareia),

referencias espaciales constantes e indiscutibles durante más de 500 años, des-

aparecen de nuestras fuentes a partir de ese momento. Probablemente esto

se debe en parte al laconismo de las fuentes posteriores y al ya denunciado

desajuste evidencial, pero el hecho es que estas civitates no figuran ni en la

Vita Sancti Aemiliani (prácticamente la única fuente que tenemos para los

84. ESTRABÓN, Geographia, III 4, 12.

85. De Hispania in Aequitania (Astorga > Briviesca > Burdeos) y De Italia in Hispanias (Tarragona > Briviesca

> León).

86. Para un resumen de estos acontecimientos véase CASTELLANOS GARCÍA, “Aproximación a la historia ...”,

pp. 121-4.

81David Peterson

anteCeDentes PreMusulManes

siglos VI-VII), ni en las razzias astures de mediados del siglo VIII, y eso a pesar

de que se nombra un desproporcionado número de núcleos en estos lares87.

Tampoco aparecen en la cronística que relata las hazañas de los Banu Qasi y

sus enemigos, ni jerarquizan el espacio cuando se reanuda la documentación

pormenorizada referente al Pasillo en el siglo X88.

Especialmente llamativo resulta el contraste entre Auka (Oca) y Briviesca. La

nueva sede episcopal parece usurparle a Briviesca su papel como centro je-

rarquizante del Pasillo occidental (la Bureba). Mientras Auka se sitúa en el

somontano, prestando su nombre a los boscosos montes circundantes89, Bri-

viesca se halla en un punto de gran importancia estratégica, en el nexo entre

las dos vías romanas más importantes del norte peninsular, y sospechamos que

su relativo declive se deba precisamente a esta circunstancia: el resultado del

castigo que sufrirían las civitates de las principales vías durante los conflictos

del siglo V. Briviesca y Tricio por lo menos no se despueblan, sólo pierden su

protagonismo comarcal; el declive de Vareia y de Libia sería más pronunciado

aunque hay continuidad toponímica y quizás poblacional; mientras muchos

otros asentamientos romanos no disfrutan ni siquiera de este consuelo y, en

el cuadrante sur-oriental de la provincia de Burgos, Pastor Díaz de Garayo ob-

serva continuidad durante el periodo visigodo en tan sólo 2 de 69 yacimientos

romanos90.

En resumen, contemplamos un espacio traumatizado y quizás militarizado, con

indicios de un debilitamiento de las antiguas civitates que jalonaban las vías

romanas. No obstante, el Pasillo sigue funcionando básicamente como tal; no

87. Oca, Miranda, Revenga, Carbonarica, Abeica, Briones, Cenicero y Alesanco; Alfonso III, #13 (versión ‘A

Sebastián’). La versión Rotense de la Crónica no incluye Briones.

88. Otra ciudad con cierto protagonismo en las geografías e itinerarios romanos, aunque ausente del conten-

cioso Silvano-Ascanio es Segisamunculon (Cerezo del río Tirón). No tenemos ningún indicio fidedigno, literario

o arqueológico, de la ocupación de este asentamiento entre los periodos imperial y condal. En cuanto al registro

literario la continuidad que esboza PÉREZ DE AVELLANEDA (Cerezo de Río Tirón, pp. 77-85) descansa en testimo-

nios de valor más que dudoso como el apócrifo Cronicón de Hauberto (Hispalense), obra del célebre falsificador

Lupián ZAPATA, cf. CARO BAROJA, Las falsiicaciones de la historia, pp. 99-102. Sin embargo, notamos que en el

periodo condal rápidamente recuperará cierto protagonismo comarcal: “iudicem in Cereso [...] comite Fredinando

in Cereso et in Grannione”, Cogolla23, 936.

89. “In serra et in monte de Auca” (Cogolla40, 945); “in aliis montibus de civitate de Aucha” (Cogolla37, 945);

uso conservado hasta el presente como los Montes de Oca.

90. PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., pp. 41-2.

82 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

anteCeDentes PreMusulManes

se ha bloqueado; no se ha formado ninguna frontera impermeable. Lo que sí

habría es una frontera esencialmente administrativa, probablemente diocesana,

y quizás también ducal, aunque no podemos saber con certeza los límites del

Ducado de Cantabria. Por poderes administrativos en la Hispania tardovisigoda

se entienden esencialmente condes, obispos y duques, con responsabilidades

militares además de las civiles, sobre todo en las zonas próximas a los enemi-

gos del estado tardovisigodo: vascones, rucones y francos. Sugerimos que las

diferentes reacciones de estos poderes ante el hecho de la invasión musulmana

marcarían profundamente el futuro de la región y conduciría a la creación de

una frontera mucho más trascendental que la antigua divisoria.

83David Peterson

Creación y ubicación de la frontera del Pasillo

Los acontecimientos de apenas medio siglo a partir del primer desembarque

musulmán cerca de Gibraltar son claves en la historia de toda la Península,

pero de especial interés en el marco y problemática que nos interesa: el Pasillo

Bureba-Rioja, y la creación de una frontera política en él.

En gran parte de este capítulo nos basamos en la obra de Pedro Chalmeta1. Su

principal aportación, en nuestra opinión, ha sido la matización o sustitución de

la voz e idea de conquista, tan prevalente en la historiografía de la expansión

islámica2, e insistir en la importancia de la sumisión por pacto en el proceso.

Aceptamos la mayor parte de su tesis, y sobre todo la importancia fundamental

de la decisión binaria: pacto o conquista. En palabras de Chalmeta, “la pri-

mera incógnita que hay que despejar es la de la conquista de la Península: si

España fue tomada por fuerza de armas (‘anwatan) o pactó con los invasores

(sulhan)”3.

1. Específicamente, Invasión e islamización. La sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus (1994) y

“Concesiones territoriales en al-Andalus” (1975).

2. A partir de la bibliografía de Chalmeta (Invasión e islamización) se observa la ubicuidad de la voz conquista

en la historiografía de la vertiginosa expansión musulmana: BOUSQUET, “Observations sur la nature et les causes

de la conquête arabe”, 1956; CODERA, “Conquista de Aragón y Cataluña”, 1903; COLLINS, The Arab conquest of

Spain, 1989; CONSTANTELOS, “The Moslem conquests of the Near East as related in the Greek sources of the

VII and VIII centuries”, 1972; DONNER, The early Islamic conquests, 1981; DOZY, “Etudes sur la conquête de

l’Espagne”, 1881; etc., etc.

3. CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, p. 11.

84 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Sin embargo, en su esfuerzo para combatir la hegemonía de la tesis de con-

quista, la antítesis ofrecida por Chalmeta se desarrolla a escala peninsular4, y

por lo tanto, en algunos casos concretos, se tiende a generalizar y así exagerar

el fenómeno pactista. Por ejemplo, Gilliqiya, que en las fuentes musulmanas

parece ser un corónimo genérico aplicable a la mayor parte del noroeste pe-

ninsular, aparece en algunas fuentes como pactista5, y en otras como resistente

y sometida sólo en tiempos del emir ‘Uqba (734-740)6. Sugerimos que ante esta

divergencia deberíamos contemplar una gran variedad de respuestas y reac-

ciones a la invasión, tanto diacrónicas como diatópicas, y, más concretamente,

disentimos en cuanto a la suerte del Ducado de Cantabria, que consideramos

conquistado por Tariq en 712 cuando Chalmeta lo tiene, por lo menos cartográ-

ficamente (véase el mapa incorporado), como zona pactista7.

Antes de avanzar, es conveniente definir dos términos centrales a nuestra hipó-

tesis: islamización y arabización. Chalmeta identifica tres fenómenos distintos

que constituyen la islamización: la invasión, la arabización y la conversión al

Islam8. La invasión, en cuya narrativa enseguida adentraremos, damos por ser

un hecho consumado en la práctica totalidad de la Península a los pocos años

de la irrupción musulmana. En cambio, la posible conversión de la población

al Islam (a un ritmo lento según algunos autores9, e inevitablemente a un ritmo

variable según las circunstancias) es más difícil de detectar. Pero lo que nos

4. BESGA MARROQUÍN (Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias, pp. 181-2, n. 542) hace una crítica

semejante: “Y es que ese libro [Invasión e islamización de Chalmeta] ... está en muchos casos más cerca de la

síntesis que del pormenorizado análisis monográfico que la complejidad de los distintos episodios de la conquista

exige”.

5. IBN AL-QUTIYYA, p. 116 (citado por CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, p. 13), “los

moradores de Galicia y Vasconia le [a Musa b. Nusayr] pidieron la paz”; y también Risala, pp. 112-3 (citado por

CHALMETA, Invasión e islamización, p. 217) “Musa les reconoció [la propiedad] de sus bienes y el [uso de] su

religión, a [cambio de] satisfacer el tributo. Éstos son los que retuvieron la posesión de sus bienes [inmuebles] en

los territorios del Norte, pues pactaron que conservarían parte de sus [cosechas, habiendo de] satisfacer el tributo

por las tierras y frutales y campos de cereales ...”.

6. Ajbar Maymu’a, p. 27, “… el gobernador de Córdoba fue el único de los grandes cristianos que fuera apre-

sado, pues los restantes se entregaron por capitulación o huyeron a Galicia”; Ajbar Maymu’a, p. 38, “[Okba] se

hizo dueño de Galicia, Álava y Pamplona, sin que quedase en Galicia alquería por conquistar, si se exceptúa la

sierra [sajra], en la cual se había refugiado con 300 hombres un rey llamado Belay”.

7. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 212.

8. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 27.

9. Por ejemplo, BULLIET, Conversion to Islam in the Medieval Period: An Essay in Quantitative History. Exami-

naremos las implicaciones de esta hipótesis más adelante.

85David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

interesa sobre todo es la fase ‘intermedia’10 – la arabización, en sí una idea

compleja y no sin contradicciones, ya que en muchos casos los agentes del

proceso no serían árabes sino bereberes o judíos11. Chalmeta sugiere que “en

vez de restringir ‘islamización’ a su sentido pura y estrictamente religioso, cabe

– y parece más adecuado – entender dicho término como un concepto cultural

de amplio espectro”12, pero en general seguiremos utilizando la voz árabe y sus

derivados para describir fenómenos lingüísticos y culturales (no religiosos) aun-

que trasmitidos por u observados en gentes de tenia no árabe, y reservaremos

a la voz Islam y sus derivados para los fenómenos religiosos.

Ya que pretendemos atenernos en lo posible al trabajo de Chalmeta, debe-

ríamos contemplar también la pregunta blochiana que le gusta tanto hacer:

“¿cómo puedo saber lo que voy a decir?”13. Disponemos de dos herramientas

clásicas, la cronística y la toponimia, más el hecho de que en el Pasillo se situa-

ra la Frontera Superior andalusí. Estructuraremos este capítulo en torno a estas

dos herramientas, aunque la evidencia, como siempre, es fragmentaria y sólo a

partir del conjunto de los distintos registros emerge una visión medianamente

diáfana de esa frontera, de su trazado, cronología y razón de ser.

10. Aunque a buen seguro Chalmeta no estaría pensando en una estricta relación secuencial entre los tres fenó-

menos, y el hecho de llamarlos fenómenos en vez de fases sugiere cierta independencia etiológica y cronológica

entre ellos.

11. En cuanto a los bereberes, en muchos casos ni arabo-parlantes ni musulmanes, adoptarían onomástica

personal árabe sin renunciar a su identidad tribal norteafricana, OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla.

Desde una perspectiva portuguesa, Machado insiste en el latente cristianismo e islamismo superficial de muchos

de los invasores bereberes: “Houve a islamização, mas em 711 esta ainda não podia estar senhora totalmente

das consciências e tanto assim que em 740 (mais de duas dezenas de anos após a entrada na Hispânia) ainda

esses islamitas de última hora se revoltavam contra os dominadores, por vezes invocando razões a que não era

alheia a sua já secular formação cristã”, MACHADO, Ensaios arábico-portugueses, p. 189. Es más, no deberíamos

olvidar que la población ‘indígena’ del Pasillo tampoco sería homogéneamente cristiana antes de la irrupción del

Islam, pues habría población judía; y las actitudes de cada grupo diferirían ante el Islam, los judíos, por ejemplo,

asimilándose con relativa facilidad: “de temprana arabización” según GLICK, Cristianos y musulmanes ..., pp.

229-230.

12. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 27.

13. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 29, traduciendo a BLOCH (Apologie pour l’histoire, p. 30) “¿Com-

ment puis-je savoir ce que je vais dire?”, también citado por Chalmeta en “Concesiones territoriales en al-Andalus”,

p. 3

86 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

La eViDenCia CronÍstiCa

La inVasiÓn MusuLMana: PaCto y ConQuista

Al contemplar la invasión musulmana, resulta llamativa la velocidad con la

cual se consumó la empresa, sobre todo cuando se contrasta con el ritmo

bisecular de anteriores conquistas de la Península14. No obstante, todos los

especialistas parecen estar de acuerdo en que fue efectivamente un proceso

de unos pocos años15. Habría unas incursiones exploratorias entre 709 y 711, y

el proceso estaría esencialmente completado cuando Muza regresa a Damasco

hacia finales de 714. Habría que matizar, sin embargo, el grado de control

musulmán sobre ciertas zonas periféricas, generalmente montañosas, mientras,

por otra parte, en las zonas pactistas la presencia musulmana sería mínima ini-

cialmente, consideración de gran trascendencia que retomaremos más adelante.

Aunque la rebelión asturiana de Pelayo probablemente tenga más de mítica

que de real, la resistencia indígena más insistente siempre surgiría en las mon-

tañas septentrionales, por ejemplo en los Pirineos en 73316, mientras, como ya

hemos mencionado, no sería hasta los tiempos del emir Uqba (734-740) que se

eliminase las últimas resistencias en Galicia, Álava y Pamplona17.

Las escuetas crónicas musulmanas, con su aun más lacónica aportación topo-

nímica, dejan dudas sobre las rutas precisas tomadas por los invasores, pero

en cuanto al Pasillo, se entiende que el ejército de Muza pasaría por él y por

tierras controladas por el conde (qumis) Casio, camino a Astorga desde Zara-

goza, hacia 713-714. También la expedición de Tariq (711-712) se aproximaría

al extremo occidental del Pasillo, al dirigirse desde Guadalajara hacia Amaya.

Por lo tanto, entendemos que el teórico control musulmán sobre nuestro espa-

cio dataría de este periodo. La cronología tiene cierta trascendencia histórica

puesto que, en el caso del extremo occidental del Pasillo este control duraría

14. Nos referimos a las conquistas romanas y visigodas, esta última nunca acabada.

15. “Acerca de los escasos años que requirió la invasión musulmana coincidimos casi todos”, CHALMETA, In-

vasión e islamización, p. 26.

16. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 291-2.

17. Ajbar Maymu’a, p. 38; CHALMETA, Invasión e islamización, p. 298; “El control de los extensos y complejos

espacios serranos del centro-norte peninsular no fue en la práctica ni tan temprano, ni tan rápido ni tan cómodo

para el Islam como durante tiempo ha podido inferirse de los interesados relatos de las crónicas musulmanas”,

GARCÍA GONZÁLEZ, “Valpuesta y su entorno ...”, p. 100.

87David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

unos pocos decenios, y tenemos que evaluar qué efectos ese tiempo, breve

en términos macrohistóricos, pero no tanto en términos de la vida cotidiana,

tendría sobre la sociedad del Pasillo.

La velocidad de la invasión y sumisión de la Península es consistente con lo

acontecido en toda la mitad meridional del antiguo imperio romano y en el im-

perio sasánida entero, ambos ocupados por los musulmanes en apenas ochenta

años a partir de la muerte del Profeta en el año 632. Las primeras incursiones

en Siria y en Iraq tuvieron lugar en el año 634, la toma de Alejandría en 642, y

todos los territorios sasánidas (Persia etc.) fueron conquistados antes de 653. La

conquista del Maghreb tardaría algo más en realizarse, aunque quizás más por

falta de interés que por otos motivos, y duraría una treintena de años18.

Generalmente se ha explicado la velocidad de las conquistas musulmanas a

partir de dos factores: la debilidad de sus presas y el mecanismo de conquista

por pacto. En cuanto a la debilidad de los estados víctimas, el estado tardovi-

sigodo reunía todas las condiciones para convertirse en un blanco apetecible,

18. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 76-77.

Mapa VIII. Castilla pactista según Chalmeta

88 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

“Actualmente nadie cuestiona ya que el reino de Toledo se hallaba en avan-

zado estado de descomposición cuando se produjo la invasión arabo-musul-

mana, descomposición que afectaba a las estructuras: políticas, económicas,

sociales y morales (tesis de García Moreno, King, Orlandis, Thompson etc.)”19.

Entre los principales síntomas de esta descomposición estructural podemos

citar: problemas dinásticos (frecuentes destronamientos); una tendencia hacia

la rebelión (cinco graves sublevaciones entre 672 y 711) que en varias ocasio-

nes había recurrido a fuerzas exteriores; hambrunas y epidemias; devaluación

monetal; el ‘masivo’ problema de los esclavos fugitivos demostrado por “el

progresivo endurecimiento de la legislación estatal encargada de su repre-

sión”; y también la progresiva alienación de la comunidad judía tratada como

chivo expiatorio para disimular los otros males20. Además, el desarrollo de la

invasión sugiere que, en vez de ser el resultado de un programa expansionista

ideado desde Damasco o Qayrawan, sería una invasión improvisada, primero

con una serie de incursiones menores que ponían a prueba a la vez la debi-

lidad del estado y el atractivo del botín (con especial énfasis en la belleza de

las mujeres hispanas)21, y en este contexto la debilidad de la presa tendría un

papel decisivo no sólo en el éxito de la invasión sino incluso en la decisión

de intentarla.

El Pacto, mecanismo que en gran medida hizo posible el alcance y rapidez de

la expansión musulmana, es un concepto de especial trascendencia a la hora

de entender el devenir histórico del Pasillo, pues una de las manifestaciones

peninsulares más explícitas del fenómeno se dio en el extremo oriental de

nuestro espacio, como se verá a continuación. La sumisión por pacto ofrecía,

en los términos más generales, autonomía local y libertad religiosa a la pobla-

ción indígena a cambio de sumisión política y tributación fiscal, y posibilitaría

la rápida creación de un imperio musulmán desde el río Indo hasta los Pirineos,

observándose claramente en otros escenarios ‘conquistados’ por los árabes,

como Siria y Egipto. Sería tan prevalente que Chalmeta sugiere abandonar el

concepto de conquista en favor de ideas como “un avance-ocupación pactado

19. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 68.

20. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 68-72, cita textual de la página 70; ORLANDIS, La vida en España

en tiempo de los godos, en particular, sobre la legislación anti-judía, pp. 127-135.

21. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 121-122.

89David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

con poderes locales”, o una sumisión, concepto que ya no presupone ni siquie-

ra una presencia física22.

Dentro de la Península, el caso paradigmático, por ser el mejor documentado,

es el de la región de Murcia, cuyo conde Teodomiro (de Orihuela) pactaría con

Abd al-Aziz ibn Muza hacia 71323. Merece la pena estudiar este pacto, puesto

que es el mejor acercamiento a la probable suerte de parte de nuestro espacio.

Los que se rendían ante el Islam se libraban de la muerte y de la esclavitud,

mantenían sus señores anteriores y sus posesiones inmuebles, disfrutaban de

libertad religiosa, y sus templos serían respetados. A cambio deberían tributar

una cantidad estipulada por persona cada año, y no ayudar a los enemigos del

Islam. La extensión del fenómeno pactista se intuye (a partir, por ejemplo, de

los indicios de continuidad de magnates hispano-godos en varias partes de la

Península) más veces de lo que aparece explícitamente en las crónicas, y tam-

poco hay siempre acuerdo en la suerte de cada ciudad o región, como ya se ha

visto en referencia a Gilliqiya24 y como se verá a continuación en referencia a

Coimbra, pero Chalmeta insiste en la importancia del concepto para entender

el proceso invasionista25.

En este contexto nos encontramos con la noticia de Ibn Hazm de la conversión

del conde Casio (Qasi, en las fuentes árabes) al Islam en Damasco26:

22. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 112; PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., p. 116,

“en la actualidad – al menos desde el punto de vista teórico – nadie duda en conceder un papel significativo a

estos acuerdos o tratados de capitulación.”

23. COLLINS, The Arab Conquest ..., pp. 39-40; BARBERO y VIGIL, La formación del feudalismo ..., p. 208;

CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 214-216.

24. Parece que muchas de las principales ciudades hispano-godas optarían por una rendición de este tipo,

hecho que en sí las tiende a excluir de las crónicas. En Córdoba habría una resistencia por parte del conde y

la guarnición goda, sin apoyo entre la población civil, mientras en Toledo los godos huirían, dejando la ciudad

en manos de los judíos, dos episodios que ilustran los problemas del estado tardovisigodo. Confuso es el caso

de Mérida: para Barbero y Vigil el feliz paradigma de ciudad pactante (La formación del feudalismo ..., p. 207);

mientras Collins (The Arab Conquest ..., p. 42) la tiene como ejemplo de resistencia, y también de las tristes conse-

cuencias de esta estrategia. Sobre la suerte de Coimbra también nos llegan noticias contradictorias (cf. SIMONET,

Historia de los mozárabes ...., p. 181), y volveremos a este caso más adelante.

25. CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, pp. 12-13; CHALMETA, Invasión e islamización, pp.

213-220.

26. Otras fuentes (la Crónica Mozárabe de 754, Ibn al-Qutiyya, etc.) parecen hacer referencia al caso pero no

nombran directamente a Casio, PÉREZ DE LABORDA, Guía para la historia del País Vasco hasta el siglo IX, pp.

231, 297, 306 y 381.

90 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

“Qasi era el conde [qumis] de la Marca en la época de los godos. Cuando los

musulmanes conquistaron al-Andalus, se dirigió a Damasco y se convirtió al

Islam, en presencia de al-Walid ibn ‘Abd al-Malik, de cuya relación de clientela

[wala’] se jactaba.”27

A diferencia del caso de Teodomiro, no tenemos constancia textual del pacto

en sí, pero sí esta alusión al fenómeno, que la posterior carrera de la progenie

del tal Qasi (los Banu Qasi) nos permite centrar en la Rioja Baja y comarcas

próximas. Hablaremos más de los Banu Qasi en otros capítulos, de la ubicación

en el Sistema Ibérico de su territorio más característico y quizás originario, y de

la manera en que este tipo de pacto podría haber afectado a La Rioja y regiones

vecinas en los siglos VIII y IX, pero lo que nos interesa aquí es la mecánica de

la conquista musulmana, su aplicabilidad a nuestro espacio, y a partir de este

hecho sugerir que en la mayor parte de la Península la invasión musulmana

supondría continuidad poblacional, mientras los cambios más sustanciosos es-

tarían limitados a las zonas conquistadas.

Porque también habría zonas tomadas “a punta de espada”, y en realidad la di-

námica de expansión por pacto se entiende sólo con ocasionales dosis de vio-

lencia amenazadora, la auténtica conquista. Si aceptamos que la mitad oriental

del Pasillo podría incluirse en la zona pactista controlada por el conde Casio,

creemos que la mitad occidental se encontraba en el Ducado de Cantabria,

estructura geopolítica visigoda centrada en Amaya. Ya hemos sugerido en otro

capítulo que los límites diocesanos medievales pueden funcionar como guía

para la geografía administrativa tardovisigoda, y retomaremos más adelante, y

de manera más pormenorizada, la cuestión del probable límite entre las dos

circunscripciones.

Amaya parece haber sido tomada por las armas por Tariq. Con las fuentes

lacónicas que tenemos pocas cosas quedan claras, pero en este caso son varios

los indicios que apuntan en esta dirección, entre ellos referencias explícitas:

– AL-ATIR: “De là [Toledo] il alla dans la ville de Màya, qu’il pilla”28,

27. F. DE LA GRANJA, “La Marca Superior en la obra de al-‘Udrí”, p. 532.

28. AL-ATIR, Kamil il-tarih, p. 46. Además, en la página anterior, Al-Atir nombra Amaya como el principal foco

de resistencia visigoda y de reunión de los godos que habían huido de Toledo: “il la [Toledo] trouva abandonnée

91David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

– XIMÉNEZ DE RADA: “exinde venit Amaiam ... et cepit ibi multa millia

captivorum, et thesaurus, et donaria magnatum“29.

Se intuye también la conquista de Amaya a partir del hecho de que en el Ajbar

Maymu’a se la señala como una importante fuente de botín30, lo mismo que

el ya citado texto de Ximénez de Rada, cuando la relación conquista-botín es

clara31. Otro dato que sugiere que hubo conflicto en el Ducado de Cantabria

es el destierro de la progenie de Pedro dux Cantabrorum, pues, como bien

es sabido, sus hijos, tanto Alfonso I como su hermano Fruela, aparecen en

par ses habitants, qui s’étaient rendus dans la ville appelée Maya derrière la montagne”

29. XIMÉNEZ DE RADA, De rebus Hispaniae, I.III.XXIV.

30. Ajbar Maymu’a, #15, p. 28: “ ...y llegó después a la ciudad de Amaya, donde encontró muchas alhajas y

riquezas ...”.

31. Por su parte, Chalmeta habla sólo de la ‘ocupación’ de Amaya, sin explicitar su conquista, y nos sentimos

obligados a insistir en esta cuestión sólo por su indicación exclusivamente cartográfica (reproducida páginas

atrás) de que la zona de Amaya hubiese sido sometida mediante pacto documentado, CHALMETA, Invasión e

islamización, pp. 162 y 212.

Mapa IX. Las probables rutas tomadas por los invasores musulmanes

92 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Asturias. Tal destierro no se explica con una solución pactista32. En resumen,

la impresión a partir de las fuentes es que hubo conflicto, conquista, saqueo y

botín en Amaya33.

Pero no sólo Amaya. Parece que la Gallaecia en general fue conquistada por

Tariq, pues así continúa Ximénez de Rada después de informarnos de la suerte

de Amaya: “exinde campos Gothicos et Asturicam devastavit, et in Asturiis civita-

tem Gegionem [sic], et alia loca plurima occupavit”34. La cronística árabe también

alude a la conquista del noroeste peninsular, aunque con diferentes y algo atí-

picas referencias espaciales: “de las comarcas conquistadas por los musulmanes

a punta de espada y que hicieron propiedad suya, no quedó tierras por repartir

entre los [conquistadores] por Muza b. Nusayr, a excepción de Santarem y Coim-

bra al Poniente y Ejea al Levante”35. Aunque atípicas, las referencias espaciales de

Ibn-Muzayn, Coimbra-Santarem por un lado y Ejea por el otro, si las entendemos

como referencias exclusivas (lectura que justificaremos a continuación), también

delimitan el espacio normeseteño recorrido por Tariq.

Con este lenguaje tan explícito (cepit ... devastavit ... occupavit ... conquistadas

... a punta de espada), extraña que Chalmeta considere el recorrido Amaya-

Astorga dentro de lo que determina las “zonas que pactaron” sólo a partir de

noticias más genéricas y menos explícitas del tipo “los cristianos que quedaron

en los territorios del norte pactaron a cambio de entregar”36. Sugerimos que

una solución diacrónica puede resolver la aparente contradicción. Así, durante

el posterior avance de Muza por el mismo territorio ya devastado por Tariq

32. BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias, p. 187.

33. En realidad, nuestra lectura de los acontecimientos no es nada novedosa, pues es la misma que hizo SI-

MONET (Historia de los mozárabes de España) en el siglo diecinueve, con Amaya conquistada (p. 59) cuando la

mayor parte de España habría pactado (p. 63).

34. XIMÉNEZ DE RADA, De rebus Hispaniae, I.III.XXIV.

35. La Risala de AL-GASSANI, citada por CHALMETA, Invasión e islamización, p. 204, y en este pasaje basado

en IBN MUZAYN. Conviene puntualizar que, aunque muchas de estas fuentes son tardías, en el contexto de

la historiografía árabe, con su tendencia recopilatoria de anteriores (y luego perdidas) obras, tales fuentes no

carecen de valor, cf. MAÍLLO SALGADO, “El Reino de Asturias desde la perspectiva de las fuentes árabes”, p.

230. AL-ATIR, por ejemplo, es descrito por CHALMETA (Invasión e islamización, p. 55) como “... infinitamente

más de fiar su utilización de al-Razi que la que conocemos por la Crónica del Moro Rasis”, mientras para este

pasaje AL-GASSANI, en el siglo XVII, se basaba en la obra de IBN MUZAYN del siglo XI, cf. PICARD, Le Portugal

musulman, p. 22.

36. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 211-213.

93David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

(prácticamente la única vez que retomaría la ruta de Tariq) los ya castigados

habitantes, y los de las comarcas vecinas, mostrarían talante sumiso. Éste, por

tanto, es el punto más significativo en el cual divergimos del análisis de Chal-

meta. Es una cuestión de detalle dentro del contexto peninsular, pero de gran

importancia para las regiones involucradas. Sugerimos que los dos extremos

del Pasillo ‘disfrutarían’ de suertes distintas en este periodo: sumisión por pacto

al este, en el territorio controlado por Casio (cuyo límite oriental sería Ejea);

y conquista en torno a Amaya en el extremo occidental, en un espacio que

creemos corresponder al Ducado de Cantabria. Además, esta suerte divergente

supondría el más importante eslabón en la creación de la frontera que dividiría

los dos extremos del Pasillo durante la mayor parte del Altomedievo.

La dialéctica pacto-conquista tiene toda una serie de implicaciones cuando se

aplica a un espacio concreto. Por un lado, la sumisión por pacto supondría con-

tinuidad (estructural, poblacional, religiosa etc.) y por tanto una relativamente

superficial arabización. En cambio, en zonas conquistadas habría una redistri-

bución del terrazgo entre los conquistadores, lo cual inevitablemente llevaría a

un mayor influjo colonizador, y a una arabización inicial más intensa, aunque

siempre dentro de los parámetros de que la inmensa mayoría de la población,

incluso en las zonas conquistadas, seguía siendo la indígena. Si, además, la

conquista fue de la primera fase, la campaña de Tariq, esa arabización tendría

un pronunciado tinte bereber.

eL PoLÉMiCo Quinteo De La gaLLaeCia

A las regiones conquistadas se les aplicaba la ley musulmana que consistía en

el reparto del botín entre los conquistadores, con la quinta parte reservada

para la comunidad musulmana – el jums. ¿Se aplicó este régimen al Ducado

de Cantabria? Si fuese así, sería otro indicio claro de que el Ducado había sido

conquistado y no sometido vía pacto.

La versión del juicio de Muza relatada en la Risala de al-Gassani nos aporta la

siguiente noticia, parte de la cual ya hemos citado páginas arriba:

“Terminada la conquista por los musulmanes, Musa b. Nusayr al-Bakri

al-tabi`i lo dividió entre las tropas conquistadoras, tal como les repar-

tiera cautivos, géneros y demás botín. Entonces dedujo el quinto de

las tierras y pastizales, tal como hiciera con los cautivos y géneros. En

94 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

al-Andalus, de las comarcas conquistadas por los musulmanes a punta

de espada y que hicieron propiedad suya, no quedó tierras por repartir

entre los conquistadores por Musa b. Nusayr, a excepción de Santarem

y Coimbra al Poniente y Ejea al Levante. Todo el territorio restante fue

quinteado y repartido en presencia de los tabi`íes que acompañaban a

Musa b. Nusayr, que son Hanas al-San`ani, al-Hubulli e Ibn Rabah, here-

dándose posteriormente dichas tierras de padres a hijos. Cuanto la gente

y ulemas mencionan de tierra ... y de ard al-`anwa en al-Andalus, se

trata del quinto que es lo que constituye la ard al-`anwa”37.

El contexto del juicio contra Muza en Damasco sería el delito fiscal de no ha-

ber implementado debidamente el reparto (quinteo) postconquista. Las fuentes

son bastante contradictorias al respecto. La Risala, por ejemplo, es apologética

de la postura de Muza. Quizás la causa fundamental de la desavenencia fue

precisamente la ausencia de éste durante la primera campaña, durante la cual

se haría un reparto más acorde con la costumbre bereber que con las normas

musulmanas, como denuncia Ibn Hazm38. Aunque ausente, Muza tendría que

acarrear con las consecuencias de los actos de su cliente Tariq, y quizás de ahí

surge la tensión entre los dos, a pesar de la brillante serie de victorias que el

bereber había cosechado para su jefe.

De todas maneras, apologético o verídico el testimonio de la Risala, la relación

quinteo-conquista es clara39, y la zona donde el quinteo no se había hecho al

gusto de todos, y donde por tanto podemos suponer conquista, es el cuadrante

noroeste de la Península, delimitado en esta instancia por las atípicas coorde-

nadas de Ejea y Coimbra-Santarem. Más que a las ciudades nombradas, estos

topónimos identifican metonímicamente a regiones (bilad40) que flanquean un

espacio intermedio conquistado y quinteado. Es más, estos límites deberían

37. AL-GASSANI, Risala, p. 112, citado por CHALMETA, Invasión e islamización, p. 204.

38. “Sobre al-Andalus cayeron, victoria tras victoria, los berberiscos, los afariqas y los egipcios, y se apoderaron

de un buen número de pueblos, sin reparto [...] los berberiscos y los tiranos se apoderan de todo cuanto poseen

...”, citado por CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, p. 16.

39. “Todas las referencias al quinto [territorial] del Estado, las discusiones jurídico-históricas acerca de sí Musa

llegó o no a iniciar, efectuar, concluir el reparto de al-Andalus evidencian un extremo: las tierras tomadas por

fuerza de armas fueron tenidas y tratadas como apropiables”, CHALMETA, Invasión e islamización, p. 227.

40. Traducida por CHALMETA (Invasión e islamización, p. 204) como ‘comarcas’.

95David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

entenderse como exclusivos (ìla41), en el sentido de no encontrarse dentro del

espacio quinteado que marcan. En otras palabras, las regiones nombradas no

están incluidas en el espacio conquistado y quinteado42.

Santarem y Coimbra marcan el extremo sur-occidental de la Cuenca del Duero

y del cuadrante noroeste peninsular, y hay otros indicios de que fue, efecti-

vamente, una región pactista43. El testimonio de la Vita de San Idacio es algo

equívoco en este respecto: pues, mientras Lisboa (próxima a Santarem) fue

tomada pacíficamente, se utiliza el verbo diripuit (= ’saqueó’) en referencia

a Coimbra44. Sin embargo, la permanencia en Coimbra del linaje del caudillo

visigodo Aidulfo, según indica la evidencia diplomática, sugiere una solución

pactista, así como el hecho de que éste fue pariente de Witiza, pues en general

los familiares del malogrado monarca visigodo parecen haber colaborado con

los invasores45. Por último, notamos también que Picard define la zona al norte

de Coimbra como región de asentamiento bereber, lo cual también concuerda

con su inclusión en el espacio que consideramos conquistado46.

En el flanco opuesto, la pregunta obligada es ¿por qué se cita Ejea? por lo de-

más nada protagonista de la cronística, y menos a la escala peninsular que los

41. Traducida por CHALMETA (Invasión e islamización, p. 204) como ‘a excepción de’.

42. De nuevo, no sugerimos nada revolucionario, sino que compartimos la lectura decimonónica de SIMONET,

Historia de los mozárabes de España, p. 48. SAAVEDRA también defendía el status pactista de Ejea, “quedó exento

de expropiación de tierras” (Estudio sobre la invasión de España por los árabes, p. 114, n. 2), y a partir de ahí

sugería que fuera parte del espacio banuqasi, idea refutada (en nuestra opinión erróneamente) por el siempre tan

influyente SÁNCHEZ ALBORNOZ (Orígenes del Reino de Pamplona, p. 108). Éste argüía que Ejea no podría ser

a la vez posesión de Casio y quinteada por haber sido conquistada, pero la fuente árabe (y también Saavedra)

deja claro que no se incluye en el espacio conquistado. Por su parte, CHALMETA (Invasión e islamización, p.

212) tiene Ejea como zona pactista en el ya reproducido mapa, y aventura la misma evaluación para Coimbra y

Santarem a partir de la Risala (ibid., p. 196).

43. “Plus au nord, le déséquilibre en faveur des autochtones est encore plus flagrant eu égard aux traités de paix

passés par ‘Abd al-‘Aziz. Au moins pour la zone de Coimbra, Santarém et Lisbonne, le texte de référence est le

traité de Tudmir ...”, PICARD, Le Portugal musulman, pp. 26-7.

44. “Era 754, Abdelazin cepit Olisbonam pacifice, diripuit Colimbriam et totam regiouem quam tradidit Mahamat

Alhamar iben Tarif, Deinde Portucale, Bracham, Tudim, Luccum, Aurium vero depopulavit usque ad solum ...”,

PICARD, Le Portugal musulman, p. 23, citando Sandoval, Historias de Idacio, p. 85.

45. “... ocupada Coimbra por los infieles, gobernó á los mozárabes un Conde de linaje godo, llamado Aidulfo,

á quien sucedió en el mismo cargo su hijo Athanagildo, y á éste su hijo Teodo (Theodus), que presumía perte-

necer á la parentela del Rey godo Witiza”, SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 181; también PICARD, Le

Portugal musulman, p. 22.

46. “Ces derniers [les Berbères], plutôt présents dans la zone située au nord de Coimbra”, PICARD, Le Portugal

musulman, p. 278.

96 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

historiadores árabes solían manejar, pues en referencia al norte peninsular rara

vez pormenorizan más que las referencias a Zaragoza, Pamplona, Amaya, León,

Astorga y Lugo. Ejea fue ciudad de cierta importancia, conocida ceca romana

(Segia), y también fugazmente sede episcopal47, pero al margen de la Risala,

ni antes ni después aparece como jerarquizador de una región significativa,

y su discreto perfil cronístico nos hace dudar que fuese una auténtica capital

regional como lo sería Coimbra.

Sugerimos que aquí Ejea se entienda mejor en una función mojonera, prestan-

do su nombre metonímicamente (en una sola fuente) a la región cuyo límite

marcaba48. En este caso la región aludida sería aquella controlada por el conde

Casio. Notamos que el primer contacto de los árabes con Casio sería después

de Zaragoza, y aunque los especialistas no se ponen de acuerdo en cuanto a la

ruta precisa seguida por Muza entre Zaragoza y Amaya, o bien por Pamplona

o bien remontando el valle del Ebro por La Rioja, la ruta necesariamente les

llevaría cerca de Ejea49. Por otra parte, sabemos que el último rey visigodo,

Rodrigo, se encontraba sitiando Pamplona cuando irrumpió Tariq en la Penín-

sula en 71150, y dado que Zaragoza fue amenazada repetidamente durante la

Tardoantigüedad desde la dirección de Pamplona, Ejea, en el camino entre las

dos ciudades, sería un lugar de cierta importancia estratégica. Sugerimos que

éste podría haber sido incluso el punto de encuentro entre Casio y Muza hacia

714, y al ser el primer lugar que los árabes asociaron con su nuevo cliente /

súbdito, se utilizó su nombre en referencia metonímica a la zona pactista cuyo

límite oriental marcaba51.

¿Cuáles eran los límites del territorio controlado por Casio? Chalmeta acepta

la idea de Cañada Juste de una marca que ocuparía la mayor parte del sur de

47. Según el Códice Ovetense, cf. VALLVÉ, La división territorial ..., p.217.

48. En periodo romano parece haber marcado el extremo sur-oriental del territorio vascón, limítrofe con tierras

suessetanas, SAYAS ABENGOCHEA, Los vascos en la Antigüedad, p. 30.

49. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 191.

50. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 133; Ajbar Maymu’a, #7, p. 21; Fath al-Andalus, p.12.

51. SAAVEDRA (Estudio sobre la invasión de España por los árabes, p. 114) también opinaba que Ejea pertenece-

ría al territorio controlado por el Conde Casio, interpretación rechazada por SÁNCHEZ ALBORNOZ (Orígenes del

Reino de Pamplona, p. 108), con el argumento de que Ejea no podría ser a la vez posesión de Casio y quinteado

por haber sido conquistado. La solución, insistimos, estaría en que los límites nombrados son exclusivos, como

indica el probable status pactista de la región Santarem-Coimbra.

97David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Navarra (o sea extendiéndose hacia el oeste a partir de Ejea en la hoy fronte-

ra aragonesa), pero estos autores apenas contemplan una extensión aun más

occidental, por La Rioja52. En cambio, las fuentes árabes que describen los

acontecimientos del siglo IX vinculan la dinastía banuqasi insistentemente con

La Rioja. Es evidente que el territorio controlado a posteriori por esta dinastía,

en expansión durante el periodo post-711, y que llega a incluir Toledo y Hues-

ca, no coincide necesariamente con su territorio a principios del siglo VIII. Sin

embargo, La Rioja, a diferencia de Toledo y Huesca, se vincula insistentemente

con la dinastía, y sobre todo sectores serranos (Viguera y Arnedo53) carentes

de un intrínseco valor estratégico. Sospechamos que este apego se explica

mejor si La Rioja fuese en realidad el solar original de los Banu Qasi, tema que

retomaremos más adelante. Por lo tanto, sugerimos que, a partir de Ejea (el

hito oriental), el Condado regido por Casio se extendería por La Rioja, hasta el

mismo borde oriental del Ducado de Cantabria.

En resumen, creemos que estas dos regiones (Coimbra-Santarem al poniente,

y el Condado de Casio (identificado con Ejea) al levante) marcarían los límites

exclusivos de un espacio conquistado “a punta de espada” y luego quinteado y

repartido. Resulta llamativo contrastar este espacio con la geografía de

– las razzias astures de mediados del siglo VIII,

– la toponimia bereber identificada por Oliver Asín y Oliver Pérez54, y

– la toponimia en Quintana.

Desarrollaremos estas ideas a continuación, pero por el momento sugerimos

que grosso modo los cuatro fenómenos delimitan esencialmente el mismo

espacio.

Las saCuDiDas De MeDiaDos DeL sigLo Viii

Durante los veinte años centrales del siglo VIII ocurrieron dos acontecimientos

que acabarían en la desaparición del poder musulmán de la Meseta Norte: la

52. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 191, especialmente n. 360; CAÑADA JUSTE, “El posible solar ori-

ginario de los Banu Qasi”.

53. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., pp. 117-18.

54. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en relación con los árabes y los beréberes;

OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe de la región castellano leonesa”.

98 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

rebelión bereber de 741-2, y las campañas astures lideradas por Alfonso I y su

hijo Fruela una década después. Sobre la geografía de ambos fenómenos la

calidad y naturaleza de la información disponible es muy diferente. En cuanto

a la rebelión bereber, las fuentes arábigas demuestran su habitual laconismo

en cuestiones toponímicas, pero a partir de los pocos datos que ofrecen55, del

itinerario de Tariq durante la fase bereber de la invasión56 y de la geografía

de al-Andalus posrebelión57, parece claro que ésta se centró en la Gallaecia

(Yilliqiya). En cuanto a las campañas astures, en cambio, el problema es justo

lo contrario: abundan los topónimos y escasea la contextualización. Pero de

nuevo el escenario es el cuadrante noroeste de la Península. Nuestra hipótesis

es que el resultado de ambos acontecimientos sería la cristalización de una

frontera en el Pasillo al convertir lo que antes había sido una demarcación in-

terna del proto al-Andalus (que separaba una zona muladí de otra bereber) en

parte de la frontera exterior de al-Andalus, la ‘Frontera Superior’.

55. “En al-Andalus se levantaron contra los árabes que vivían en Yilliqiya, Astorga y las ciudades más allá de los

desfiladeros”, Fath al-Andalus II. 26-7; CHALMETA, Invasión e islamización, p. 315.

56. En cuanto a la aparente correspondencia entre el recorrido de Tariq y la geografía del levantamiento bereber

véase CHALMETA, Invasión e islamización, p. 317.

57. Cf. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas; y VALLVÉ, La división territo-

rial de la España musulmana.

Mapa X. Civitates tomadas de los árabes según la Crónica de Alfonso III

99David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

eL LeVantaMiento bereber

Hacia 739 estalló un conflicto en el Maghreb entre indígenas (bereberes) y ára-

bes que pronto involucraría también a al-Andalus (tan estrechamente vinculado

con el Norte de África), pues hacia finales de 741 o principios de 742 muchos

de los bereberes instalados en la Península se sumarían a la rebelión. Las causas

de ésta, grosso modo una mezcla de tensiones (léase odios) interraciales y pre-

siones fiscales, ya han sido más que adecuadamente comentadas por autores

especialistas en el tema58.

Ya durante la conquista musulmana del Maghreb se había empezado a acusar

la escasez de tropas árabes59, y en la Península esta escasez sería aun más pro-

nunciada60. Por lo tanto, ante la escasa participación árabe, Chalmeta considera

la primera fase de la invasión, la campaña de 711-712 capitaneada por Tariq,

58. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 299-317, y en cuanto a tensiones entre los dos grupos antes de la

aventura ibérica p. 109.

59. “Estamos en una fase de agotamiento de los recursos humanos árabes que, por sí solos, ya no bastan para

seguir ensanchando indefinidamente los confines del imperio”, CHALMETA, Invasión e islamización, p. 99.

60. En el campamento de Tánger, a partir del cual Tariq lanza la invasión, habría entre 12.000 y 19.000 jinetes

bereberes y tan sólo de 12 a 27 árabes para instruirlos, CHALMETA, Invasión e islamización, p. 102. En cuanto a

la invasión en sí, “todas las fuentes dan el elemento árabe como una ínfima minoría / yasir, aqalluhum y parecen

Mapa XI. Concentración de las correrías astures en el Pasillo, en torno al río Ebro y las Conchas de Haro

100 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

como la fase bereber61. En este contexto, la cronología temprana del someti-

miento de la cuenca del Duero, la geografía de la rebelión de 741-2, y ciertos

indicios toponímicos que analizaremos más adelante, sugieren que la Meseta

Norte fuese una zona colonizada mayoritariamente por bereberes62.

En cuanto al Pasillo en sí, notamos que Amaya fue conquistada durante esta

fase ‘bereber’ y que luego, como la Gallaecia en general, se quedaría fuera

de los límites de al-Andalus, así que, aunque no reciba mención expresa en

las fuentes en este contexto, sugerimos que el antiguo Ducado de Cantabria

también se vería involucrado en el levantamiento bereber63.

Luego, bajo Muza, el sometimiento de la Península adoptaría un tinte más

árabe, y en yuxtaposición a la Gallaecia (sometida por Tariq, colonización

bereber, implicación en la rebelión, y futuro fuera de al-Andalus) está Zaragoza:

sometida durante la segunda fase de la invasión, y más árabe que bereber en

cuanto a colonización, se mantendría dentro del estado andalusí y al margen

de la rebelión bereber.

Desafortunadamente las fuentes no precisan más que este nivel tan genérico,

y entre estos dos bloques se encuentra el espacio que nos interesa. Si para

el Ducado de Cantabria hemos sugerido que se incluyera dentro del espacio

rebelde, para los territorios controlados por los descendientes del conde Casio,

los Banu Qasi, sugerimos lo contrario. Al haber pactado su rendición ante

Muza, estas tierras se encontrarían prácticamente libres de colonos, y por tanto

no se verían involucradas en un conflicto tan abiertamente racial, evaluación

que su continuada integración en al-Andalus parece confirmar. Así sugerimos

que el levantamiento bereber tiene el efecto de acentuar las diferencias entre

los dos extremos del Pasillo.

estar aludiendo a una o dos decenas; el que más eleva su cifra es Ibn Haldun quien habla de 300 árabes por unos

/ zuha’ 10.000 bereberes”, CHALMETA, Invasión e islamización, p. 126.

61. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 160-164.

62. Además de la colonización inicial, en los años posteriores a la invasión, y para acomodar a nuevos inmigran-

tes árabes, habría una serie de redistribuciones de tierras que forzarían a los bereberes hacia zonas cada vez más

septentrionales y periféricas, CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, p. 35.

63. En el contexto macrogeográfico de las fuentes árabes, muy parcas en información toponímica sobre la con-

quista del norte peninsular, por Amaya deberíamos entender no sólo la plaza fuerte en sí, sino también el espacio

organizado en torno a ella, el Ducado de Cantabria.

101David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Militarmente, el levantamiento sería un sonado fracaso para los bereberes. Des-

pués de dar muerte a los pocos árabes presentes en la Gallaecia los maghrebíes

se dirigieron hacia el sur donde se encontrarían con sendas derrotas en Guaza-

lete (Toledo) y Mérida64. Sin embargo, y a pesar de terribles pérdidas (siempre

según la cronística arabo-andalusí) los salvaría del exterminio la providencial

aparición del nuevo gobernador Abu l-Hattar quien, en un afán de resolver

los problemas que habían conducido a la guerra civil, diseña un acuerdo para

pacificar la Península: perdonándoles la vida a los derrotados bereberes, ase-

gurándoles sus posesiones, y permitiéndoles volver a sus tierras. El regreso de

esta gente no es explícito, pero sí lo es que conservasen sus tierras65, lo cual

implica tal regreso, y suponemos que estos episodios no suponían el fin de la

presencia bereber en el noroeste peninsular.

Y lo parece confirmar el hecho de que, cuando se asoma Alfonso I a la escena

hacia 750-1, las fuentes nos cuentan que se tomó en guerra una impresionante

nómina de ciudades antaño oprimidas por los sarracenos66. Evidentemente hay

que tener cuidado con unas fuentes que tienden a engrandecer siempre su

particular héroe, en este caso Alfonso I, y tomar ciudades defendidas luce más

en el curriculum vitae que operar destructivamente en un vacío, pero cuando

las fuentes árabes (el Ajbar Maymu’a) se ponen de acuerdo con las cristianas

(la versión ovetense de la Crónica de Alfonso III) hay que hacer caso al testi-

monio conjunto. El testimonio del Ajbar Maymu’a es especialmente explícito:

las campañas astures se dirigen contra musulmanes todavía en el norte después

de 740-1, y resulta en la expulsión de éstos de Gilliqiya, corónimo que en las

fuentes árabes tiene un sentido mucho más amplio que la actual Galicia, más

64. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 318-26.

65. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 331, “... a los bereberes les [reconoció la propiedad] de los bienes

y presas que detentaban sin retirarles ni reclamarles nada”.

66. “...simul cum fratre suo Froilane multa aduersus Sarracenos prelia gessit atque plurimas ciuitates ab eis olim

oppressas cepit ...”, Alfonso III, #13 (versión ‘A Sebastián’); “Las gentes de Gilliqiya se habían sublevado contra los

musulmanes creciendo su poder hasta adueñarse de la cora de Asturias. Los musulmanes de Gilliqiya y Astorga

les combatieron largo tiempo hasta que ocurrió la lucha civil entre Abu l-Hattar y Tuwaba. Y, durante el año

133, [los cristianos] derrotaron y expulsaron a los [musulmanes] de toda Gilliqiya, tornáronse cristianos aquellos

de fe vacilante y disminuyeron [los ingresos] del harag. [De los restantes], unos fueron muertos mientras otros

huyeron tras la cordillera, hacia Astorga", Ajbar Maymu’a, pp. 61-2, el año citado, 133, corresponde a 750-1; “El

hambre se enseñoreó [de al-Andalus y los cristianos] expulsaron a los musulmanes de Astorga y otros [lugares],

reagrupándose éstos en las [comarcas sitas] tras los puertos de la otra [sierra] y hacia Coria y Mérida”, Ajbar

Maymu’a, pp. 77-8. En ambos casos reproducimos las traducciones del Ajbar Maymu’a de CHALMETA, Invasión

e islamización, pp. 344-6.

102 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

bien la Gallaecia romana, sobre todo en el contexto de referencias a tierras al

sur del Sistema Central (Coria y Mérida). Aceptamos que la guerra civil arabo-

bereber de 741-2 debilitaría la presencia musulmana en el norte, pero no ter-

minaría con ella. Antes del golpe de mano estratégico astur, todavía suceden

toda una serie de desgracias (sequías, hambrunas y otra guerra civil67) y aún así

todavía habría presencia musulmana en el Norte hacia 750-3. Lo más llamativo

de todo es la noticia de que “tornáronse cristianos aquellos de fe vacilante”.

¿A quiénes se refiere? ¿A muladíes o a bereberes? Parece que incluso después

de las campañas astures quedarían en Gilliqiya gentes que habían sido por lo

menos parcialmente islamizadas.

La DesestruCturaCiÓn astur

Así que, aproximadamente una década después del levantamiento bereber, la

monarquía astur emprendió una serie de campañas destructoras, a las cuales

la historiografía ha atribuido el propósito estratégico de hacer imposible, o por

lo menos improbable e incómoda, la vuelta de los musulmanes a la Meseta

Norte.

Según la Crónica de Alfonso III (#13), estas campañas serían obra de Alfonso I

y de su hermano Fruela, mientras para al-Atir su arquitecto sería otro Fruela (I),

hijo y sucesor de Alfonso68. Tradicionalmente la historiografía ha aceptado la

versión alfonsina de estos acontecimientos, pero la perspectiva de al-Atir, qui-

zás más imparcial en cuestiones dinásticas asturianas, es interesante, y notamos

que una contraofensiva musulmana (la campaña de Bedr), la muerte de Fruela

I a manos de sus parientes, y un periodo de aparente entente astur-cordobés se

suceden rápidamente a partir de 767. Ante la duda en torno a la autoría de estas

campañas, las denominaremos de modo genérico las correrías astures.

La estrategia, se entiende, consistiría en desmantelar sistemáticamente la forma

de vida en la que se sostenía el sistema (tributario-mercantil) musulmán. Ha-

67. Fath al-Andalus, p. 58; CHALMETA, Invasión e islamización, p. 348; GLICK, Cristianos y musulmanes, p.

49.

68. AL-ATIR, Kamil il-tarih, p. 104: “En cette meme année 140 ... mourut ... Alphonse, roi de Galice; il eut pour

successeur son fils Firowilia, qui l’emportait sur son père en bravoure, en habilité administrative et en fermeté. Il

exerçai un pouvoir incontesté, et eut un règne glorieux: il chassa les musulmans des places frontières et s’empara

de la ville de Loukk, du Portugal, de Salamanca, de Chamoura, d’Avila, de Segovie, de la Castille”, citado por

GARCÍA GONZÁLEZ, “Valpuesta y su entorno ...”, p. 134, n. 70.

103David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

ciendo así aun más inhóspito y aun menos atractivo el norte. Si la estrategia

parece sospechosamente visionaria, y por ende quizás una construcción retros-

pectiva de los historiadores, tiene sin embargo un precedente en el Maghreb

que la puede avalar: la exitosa estrategia perseguida por la bereber cristiana

Kahina en Ifriqiya apenas veinte años antes de la invasión de la Península69.

Grosso modo, las civitates conquistadas por los astures son núcleos regiona-

les, de cierta enjundia, la mayoría cecas o sedes episcopales70. Estimamos que

también se debería incluir en este grupo importantes centros militares como

Amaya, nombrada repetidas veces (574, 712, y ahora ca. 753) a lo largo de los

periodos visigodo y protomusulmán. La distribución de los lugares nombrados

no es ni mucho menos equilibrada, y se observa una desavenencia entre la

geografía de las correrías y la supuesta finalidad de las mismas: la despoblación

o desarticulación de la sociedad urbana meseteña. Hay una gran concentración

en los rebordes montañosos de la Meseta, con el interior de la misma, más

urbanizado, dejado prácticamente sin citar, y con una concentración particu-

larmente pronunciada en el borde oriental lindante con territorios aun bajo

control musulmán.

Como se podría imaginar, dada la posición estratégica del Pasillo, éste no se

libró de las atenciones astures, y se incluyen nada menos que nueve civitates

de la región entre las dos listas alfonsíes, la tercera parte: Oca, Veleia de Álava,

Miranda, Revenga, Carbonarica, Abeica, Briones, Cenicero y Alesanco71. Aquí

el tenor y calidad de la información cambia: se nombran más lugares, con-

centrados en un radio menor, y en muchos casos sin perfil histórico anterior o

69. GARCÍA GONZÁLEZ, “Almanzor: la desestructuración imposible”; OLIVER ASÍN (En torno a los orígenes de

Castilla ..., p. 60) además nos informa que la tribu de la reina al-Kahina, los Yarawa, se encontraban entre los

bereberes que pasaron a la Península, aunque las huellas toponímicas que parecen haber dejado no coinciden

con la Gallaecia. Por otra parte, GARCÍA GONZÁLEZ (“Valpuesta y su entorno ...”, pp. 131- 138) matiza entre la

estrategia de Alfonso I y la de su hijo Fruela, “Fruela I, por el contrario, aun asumiendo la política desestructurado-

ra de su progenitor, bien que en un horizonte meseteño más meridional, se propuso menos un atrincheramiento

en el litoral que un rápido fortalecimiento del meridional y de los flancos oriental y occidental del somontano”.

70. “... plurimas ciuitates ab eis [Sarracenos] olim oppressas cepit, id est, Lucum, Tudem, Portucalem, Bracaram

metropolitanam, Uiseo, Flauias, Agata, Letesma, Salamantica, Zamora, Abela, Secobia, Astorica, Legione, Saldania,

Mabe, Amaia, Septemanca, Auca, Uelegia Alabense, Miranda, Reuendeca, Carbonaria, Abeica, Brunes, Cinisaria,

Alesanco, Oxoma, Clunia, Argantia, Septempublica et cunctis castris cum uillis et uiculis suis ...”, Alfonso III (ver-

sión ‘A Sebastián’), #13.

71. Alfonso III (versión ‘A Sebastián’), #13, la versión rotense no incluye Veleia Alabense ni tampoco Briones

(Brunes).

104 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

posterior. Habría que contemplar la posibilidad de que esta diferencia no sea

más que un resultado aleatorio de una defectuosa transmisión textual72, pero

nos parece más probable que aquí haya una diferencia de fondo.

Primero separaremos a Oca de los otros ocho núcleos mencionados en esta

concentración nordeste; pues está relativamente alejado de los otros núcleos,

tiene un perfil histórico más acorde con las auténticas ciudades de la Meseta

(al ser sede episcopal), y es el único de los nueve núcleos al oeste del límite

diocesano burgalés. Así los nueve se reducen a ocho. Si en la Meseta (con

Oca) las actividades de los astures se concentran en el entramado urbano que

sustenta el sistema tributario, estos ocho núcleos concentrados en el Alto Ebro

difícilmente se podrían considerar como centros urbanos.

¿Cuál es el significado de estos ocho lugares al este del límite diocesano y de

la toponimia en Quintana (como explicaremos a continuación)? Creemos que

estos núcleos estarían fuera del Ducado de Cantabria, y sugerimos que se trata

de un entramado defensivo que marcaba el extremo nororiental del espacio

controlado por los Banu Qasi73. Además, dado que ninguno de estos lugares

parece ostentar un nombre árabe o bereber quizás el entramado tiene su origen

en periodos anteriores, y su orientación, que sugiere una coherente serie de

fortificaciones que controlaban los accesos al Ebro desde Álava, recuerda las

belicosas relaciones entre el Reino de Toledo y los vascones (aquí, occiden-

tales). La inclusión de tantos núcleos al norte del Ebro (Abalos, Carbonarica y

Briones) sugiere un intento de imposibilitar el acceso a la vega riojana desde el

macizo que se erige al norte del Ebro (Montes de Vitoria, Sierra de Cantabria,

Sierra de Urbasa etc.), ya que estas mismas plazas no tienen tanto valor estraté-

gico con respecto al Pasillo. También se nota el deseo de controlar las estratégi-

cas Conchas de Haro, y los vados del Ebro cerca de Miranda, de allí la inclusión

de Miranda y Revenga. Por último, la penetración en la llanada alavesa (Veleia)

sugiere control de la Foz de Arganzón.

72. Sabemos que las crónicas asturianas se redactaron más de un siglo después de los hechos (hacia 885, según

los especialistas, p. ej. WOLF, Conquerors and Chroniclers ..., p. 47), supondremos que no se inventaron ex

nihilo, y es improbable que sólo se recurriera a la tradición oral, y por tanto deberíamos pensar en unas fuentes

anteriores, que no necesariamente serían las mismas, ni con el mismo grado de pormenorización para todos los

espacios implicados.

73. En menor grado, se repite el patrón en el Alto Duero, la otra estratégica vía de acceso hacia la Meseta, espa-

cio que, al faltar el antecedente de un conflicto vascón-visigodo, se entiende que fuera menos militarizado.

105David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

En cuanto a las consecuencias de estas campañas, sugerimos, como hipótesis,

que esta zona quedaría tan castigada que no le esperaba otro futuro que el de

marca fronteriza de los Banu Qasi, quienes quizás no lograsen nunca reinstalar-

se con cierta continuidad al norte de los Obarenes. Tampoco creemos que sea

una coincidencia que la pérdida de control sobre estos accesos coincidiera con

la reactivación del nexo astur-alavés, basado en vínculos dinásticos, y provo-

caría un aluvión de aceifas musulmanas que nombran insistentemente a Álava

como uno de sus objetivos principales: 767, 791, 792, 794, 796, 801, 803, 806,

816, 823, 825, 826, 837, 838, 839, 846, 850, 854, 855, 863, 865, 866, 882, 883,

886 y 90474.

Los astures atacaron lo que estaba allí, los centros militares visigodos (para

entonces banuqasies) orientados hacia el enemigo ancestral (los vascones) al

norte, y por lo tanto más vulnerables a un ataque de costado desde el occiden-

te. Es a partir de ahora que se empiezan a diseñar alternativas líneas defensivas:

desde el lado banuqasi, casi sin documentación, se percibe una tierra de nadie

que corresponde al valle del río Oja, extrañamente tardío en comparecer diplo-

máticamente, y quizás una comarca fronteriza relacionada de alguna manera

con la toponimia en Zahara, posibilidad que exploraremos más adelante, aun-

que en realidad todo el territorio banuqasi, extremadamente periférico para los

intereses cordobeses, debería considerarse como una zona fronteriza. Mientras

tanto, desde el punto de vista cristiano, surgirá de la cronística a lo largo del

siglo IX el entramado Cellorigo-Pancorbo-Cerezo-Ibrillos-Grañón, con los dos

primeros puntos probablemente anteriores a los otros tres que cierran el Pasillo

sólo hacia finales del siglo. Asistimos, por tanto, al nacimiento de la frontera

del Pasillo. Hija de la naturaleza e itinerario de la invasión musulmana (más

específicamente, la divergente suerte ante la invasión musulmana del Ducado

de Cantabria por un lado, y el espacio controlado por el Conde Casio por el

otro), está todavía en su infancia, pero ya empieza a consolidarse con el ensa-

ñamiento astur en esta zona.

74. Lista cuya envergadura nos parece tremendamente elocuente, GARCÍA GONZÁLEZ, “La cuenca de Miranda

de Ebro ...”, p. 107.

106 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

La eViDenCia toPonÍMiCa

HueLLas De PresenCia bereber en CastiLLa y LeÓn

Como ya comentamos en la introducción, varios arabistas han denunciado la

presencia en la Meseta Norte y regiones próximas de interesantes concentra-

ciones de topónimos de aparente origen semítico, aunque, por varios motivos,

éste sigue siendo un campo infraestudiado75.

En concreto, a partir de la toponimia Oliver Asín insistió en su discurso de en-

trada a la Real Academia en la presencia significativa de población bereber en

la Meseta Norte, sobre todo en la Castilla nuclear. Por muchos motivos resulta

una tesis ‘difícil’, lo cual, en parte, ha contribuido a su marginación historiográ-

fica. Por un lado, la metodología es problemática ya que se basa en toponimia

transidiomática, incluso transalfabética, y en muchos casos con escaso segui-

miento histórico-diplomático, partiendo, generalmente de la toponimia actual.

Que Mena o Quejana, por ejemplo, tengan parecido superficial con etnónimos

bereberes podría ser el resultado de la pura coincidencia formal. También hay

una tendencia a mezclar la evidencia bereber con la árabe. Esto no supone una

debilidad de la teoría en sí, y el título del artículo pregona este acercamiento

dual, que sin duda representaría la realidad de una (por el momento hipotética)

presencia bereber, pero sí diluye el impacto científico de la tesis ya que para

la toponimia árabe (sobre todo la de tipo antroponímico) caben otras expli-

caciones no berberiscas (muladíes, mozárabes, judías etc.) y por tanto otras

cronologías. Tampoco es estrictamente cuantitativo el estudio, lo cual crea otro

problema, pues aunque se aceptara que hubiera una presencia bereber, ¿cómo

cuantificarla? También habría que reconocer algunos problemas, sobre todo

de detalle, con la teoría. Por ejemplo, la idea de que el culto de San Ciprián

indique necesariamente inmigración del norte de África durante el siglo VIII76,

cuando el mismo culto tiene una presencia muy anterior en la Península, y

específicamente en el norte, celebrado por Prudencio de Calahorra. Por último,

75. “... un campo prácticamente virgen”, es la evaluación de OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia

árabe de la región castellano leonesa”, p. 97. También se han acercado al problema, ASÍN PALACIOS Contri-

bución a la toponimia árabe de España, 1944; CUNHA SERRA, Contribución topoantroponímica al estudio del

poblamiento del noroeste peninsular, 1961; OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en

relación con los árabes y los beréberes, 1974.

76. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., pp. 18 y 65.

107David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

la teoría es tan revolucionaria en algunos aspectos, por ejemplo a la hora de su-

gerir un origen norteafricano para el corónimo Castilla77, que quizás contribuyó

al menosprecio historiográfico de sus otras propuestas. En fin, la validez de la

tesis es difícil de evaluar, sobre todo para los no arabistas, que han tendido, la-

mentablemente, a ignorarla y en algunos casos a rechazarla apriorísticamente78,

cuando a partir de la cronística existen razones para apoyar la teoría de una

significativa presencia bereber en la Castilla primitiva.

En concreto, y ateniéndonos a las pruebas berberiscas y no árabes (la mayor

parte de los antropotopónimos), los indicios toponímicos de presencia norte-

africana en Castilla serían los siguientes, siempre según Oliver Asín:

– Toponimia en –ana, considerada de origen romano por Caro Baroja

y equivalente del sufijo navarro -ain, Oliver sugiere un origen norte-

africano para algunos casos, sobre todo Berberana, Bezana y Aprícano

(= ‘africano’), cuya carga semántica apoyaría la hipótesis. Como ya se

ha comentado con referencia al culto de San Cipriano, estas referencias

al norte de África tampoco imposibilitan un origen pre-musulmán pero,

con un documentado influjo de norteafricanos medio milenio más re-

ciente que, por ejemplo, una solución romana, se debería contemplar

la hipótesis de Oliver, que tiene la ventaja de evitar una supervivencia

masiva de micro-asentamientos agrícolas en el oeste de Álava que no

se aprecian en otros espacios donde la Tardoantigüedad parece haber

dado al traste el entramado habitacional imperial79. El problema es

esencialmente el mismo que el de la toponimia en Quintana, pues

explicaciones más recientes son preferibles a las que se basan en una

etimología a partir de un antropónimo de periodo romano.

– Tribus bereberes. Después de identificar varios casos de etno-

nimia bereber conservada en la toponimia de otras partes de la

77. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 47 y ss.

78. BESGA MARROQUÍN (Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias, p. 277, n. 871), parece compartir nues-

tra evaluación al considerar el artículo que nos ocupa como “un célebre, pero significativamente desaprovechado

estudio”.

79. PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., pp. 41-2.

108 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Península80, el arabista propone etimologías parecidas para Mena81

y Quejana82.

– Gentilicios arabo-bereberes. Son varias las formas que estos gen-

tilicios pueden adoptar bani-, beni-, awlad-, wlad- dawu-, ayt-83 y

la romanceada –es, que sería precisamente la que se observa en la

forma burgalesa Mecerreyes (Lara)84 y Ailanes (valle de Zamanzas)85.

Cita varios otros posibles casos de terminación en sufijos pluralizan-

tes romances, aunque éstos tienden a desaparecer entre la masa de

toponimia protocastellana.

– Quintana y toponimia relacionada. Oliver sugiere que esta topo-

nimia es una referencia a la institución norteafricana del jammas o

‘quintero’86, idea que desarrollaremos a continuación.

– Por último, sugiere un origen bereber incluso para el corónimo Casti-

lla, hipótesis que choca con los mismos cimientos de la historiografía

tradicional española, y que sospechamos podría haber perjudicado la

aceptación de sus otros argumentos.

Oliver Pérez recoge el testigo de Oliver Asín y, sin ceñirse tanto a Castilla,

aporta otros ejemplos de etimologías norteafricanas en la mitad septentrional

de la Meseta Norte:

– a partir de los antropónimos bereberes Tawril, Tukit y Maysara

tendríamos respectivamente Villaturiel (León), Villatoquite (Palencia)

y Maizara / Méizara (León) 87

80. Por ejemplo, Orba y Huerba serían referencias a los Áwraba y Cebrones a los banu Sabrun, OLIVER ASÍN,

En torno a los orígenes de Castilla ..., pp. 30-3.

81. < Mena’a, “en las montañas del ‘Awras, en Argelia”, replicado en León “en tierras muy beréberes, según

pienso explicar en otra ocasión”, OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 33.

82. < Kesana, “una de las ramas de los Banu Fatin”, en la raya alavés-castellana, próximo también a Berberana

(q.v.), OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 34.

83. Coincidencia (?) interesante teniendo en cuenta la tendencia de la partícula antroponímica vasca aita a com-

binarse con antropónimos semíticos (Fabibi (Valvanera55, 1070); Muza (Rioja14-2, 1052) etc.), que examinaremos

más detenidamente en la sección dedicada a Estratos Etnolingüísticos.

84. < Mes(e)ray, “fracción de los Matggara, y ésta de los Hawwara”, OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de

Castilla ..., p. 41.

85. < Haylana, “tribu del Átlas perteneciente a la confederación de los Masmuda”, OLIVER ASÍN, En torno a

los orígenes de Castilla ..., p. 42.

86. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., pp. 46-7.

87. OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe ...”, pp. 98-99.

109David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

– a partir de nombres de grupos tribales: “Zoares (León) de Zuwara,

Cotanes (Zamora) de Kutama” y refirma lo del origen etnonímico y

bereber de Mecerreyes (Burgos)88.

Notamos que esta toponimia putativamente bereber no se distribuye equitati-

vamente por toda la Cuenca del Duero, sino se concentra en su mitad septen-

trional, como se aprecia en el mapa que adjuntamos. El mismo patrón veremos

luego con la toponimia en Quintan-, y notamos también que coincide grosso

modo con el recorrido (Amaya – Astorga) de Tariq y su hueste maghrebí.

En fin, sugerimos que, aun teniendo en cuenta los problemas que lastran la

metodología de comparación superficial, tampoco podemos rechazar la teoría

apriorísticamente. Lo que postula Oliver Asín es compatible con el testimonio

de al-Atir, de Jiménez de Rada y del Ajbar Maymu’a. Además del patrón de

conquista temprana (y por tanto bereber), Chalmeta insiste en el interés de los

bereberes en la colonización y no sólo la extracción de botín89, mientras Ibn

Hazm alude a la apropiación indebida por parte de los bereberes de tierras

conquistadas, lo cual parece ser también el problema detrás del histórico juicio

de Muza. Y sin embargo, entre los historiadores de la Castilla altomedieval se

arraigó una tendencia a considerar los 40 años andalusíes como anecdóticos, y

que lo semítico en Castilla fuese casi siempre mozárabe, alóctono y por tanto

menos relevante a su desarrollo histórico. Recientemente la problemática de la

onomástica semítica ha recibido algo más de atención en el extremo occidental

de la Meseta, pero apenas en Castilla en sí90.

Sin embargo, el método de Oliver Asín es esencialmente impresionista, es-

trategia perfectamente adecuada para una llamada de atención, como quizás

pretendía, pero el resultado está lejos de ser una teoría empíricamente probada.

Sobre todo porque gran parte de la evidencia que aporta está contaminada

por numerosos problemas: el uso de toponimia actual con escaso seguimiento

histórico-diplomático, y por tanto sin cronología firme; ejemplos aislados; otros

88. OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe ...”, p. 99.

89. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 161 y 231-232.

90. Así la mayoría de las más recientes monografías sobre el Altomedievo castellano (obras de PEÑA BOCOS,

MARTÍN VISO, PASTOR DÍAZ DE GARAYO, ÁLVAREZ BORGE etc.) ni siquiera recogen los arriba citados artículos

en sus bibliografías.

110 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

casos para los cuales existen teorías etimológicas alternativas más o menos

solventes ...

No obstante, existe un estrato toponímico, relacionado por Oliver Asín con esta

temprana presencia bereber en Castilla, que supera la mayor parte de estos

problemas metodológicos: la toponimia en Quintana.

Quintana

ConSiDerACioneS metoDológiCAS A diferencia de la toponimia berberoide ya glosada, la toponimia en Quintana

es abundante y homogénea, dos ‘virtudes’ que solventan muchos de los proble-

mas arriba denunciados, y que nos ofrecen unas posibilidades analíticas muy

superiores a lo que se puede pedir de ejemplos aislados, pero que a su vez nos

causan otros problemas nuevos.

En cuanto a la homogeneidad, no tenemos que contemplar apenas cambios

entre la diplomática medieval y la toponimia actual, más allá de las formas

galaico-portuguesas de Quintã (< quintana), cuyo acento indica la pérdida

de la última sílaba y que la distingue de quinta, y el diminutivo Quintela, y la

sonorización inicial observada en un sólo ejemplo vasco, Apreguindana. Por lo

Mapa XII. Toponimia bereber en Álava, Castilla y León según Oliver Asín y Oliver Pérez

111David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

demás, los casos manejados se reducen casi siempre a Quintana, Quintanilla

y Quintanar. En menor medida se observan algunas formas pluralizadas. Lo

dicho es igualmente válido en la actualidad como en la documentación medie-

val, con variación sólo en la ortografía del diminutivo romance, donde la forma

Quintaniela es bastante frecuente, pero sin causarnos trastorno metodológico

alguno.

En cuanto a la abundancia actual de esta toponimia, es evidente a partir de

diversas y variadas fuentes. Basta con consultar los índices de cualquier atlas

de España91, mientras, más específicamente, la página Web de la Diputación de

Burgos recoge más de 70 núcleos de población actuales que incorporan el ele-

mento en su nombre92, y la de la Xunta de Galicia reúne 175 lugares actuales

que corresponden al mismo patrón93. Antes habría más todavía. Martínez Díez

cifra en un 60% la pérdida de asentamientos burgaleses entre los periodos me-

91. Hemos utilizado el Atlas de España (1992) de la editorial El País Aguilar, que recoge 155 incidencias de esta

toponimia, mientras El Gran Atlas de España (1997) de Planeta recoge 161.

92. www.diputaciondeburgos.es.

93. Del Nomenclator de la Xunta, www.xunta.es.

Mapa XIII. Distribución de la toponimia en Quintana

112 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

dieval y actual, acorde con la concentración del hábitat a partir de una máxima

atomización altomedieval observada en otras regiones94. Esto se refleja también

en el estrato que nos ocupa y, siguiendo al mismo autor, sólo en los alfoces del

Pasillo y próximos a él, de 51 Quintanas identificados, 27 están hoy despobla-

dos. Remitimos al lector al correspondiente Apéndice donde enumeramos los

casos que aparecen en la documentación manejada, así como las incidencias

entre la toponimia actual.

Por lo tanto, estamos ante un estrato toponímico a la vez homogéneo y abun-

dante, cuyo rastro se sigue fácilmente desde el Altomedievo hasta el presente.

En el espacio que centra nuestro interés, la documentación pormenorizada

arranca a principios del siglo X, y con ella aparece desde el primer momento la

toponimia que nos interesa:

912, Quintana de Bistia (Arlanza1)

915, Quintana de Cautare (Cardeña8)

929, Quintanas (Condes4)

932, Quintanilla[-Riopico] (Cardeña22)

939, Quintana, iusta lumen Cubiensis (Cardeña31)

951, Quintana de Muci (Cogolla60) etc.

No obstante, esas mismas virtudes, homogeneidad y abundancia, nos causan

no pocos problemas a la hora de analizar este estrato, y sobre todo a la hora

de trazar su distribución espacial. Pues en muchas ocasiones resulta práctica-

mente imposible distinguir entre los homónimos pero distintos asentamientos95,

sobre todo cuando se tiene en cuenta la marginalidad de algunos de ellos, y la

ausencia de contextualización en muchos de los textos medievales. Esto ya nos

inclina hacia el uso de la toponimia actual, práctica, por otra parte, habitual en

la Filología Histórica, como comentamos en la Introducción.

94. MARTÍNEZ DÍEZ, “Toponimia Mayor y Repoblación ...”, p. 39.

95. ZABALZA DUQUE (Colección diplomática ..., p. 301, n.701; p. 485, nn. 121-2) recoge algunas de las pro-

puestas alternativas contempladas por Álamo y Martínez Díez. Notemos que surgen las dudas en torno a sus

ubicaciones incluso cuando existen segundos elementos toponímicos ‘esclarificadores’ (Quintana de Probitio,

Quintana Marzán). Sin éstos, cuando sólo tenemos una referencia genérica a Quintanilla o a Quintana, sin

contextualización o distinción alguna, y con docenas de asentamientos homófonos en el entorno, la tarea de

identificación se vuelve prácticamente imposible.

113David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Otro problema que nos empuja hacia el uso de recursos toponímicos actuales a

la hora de analizar este estrato es la ausencia de una homogénea serie de fuen-

tes medievales que podrían cubrir todo el espacio que deseáramos analizar.

Por ejemplo, si las provincias de León y Burgos están relativamente bien docu-

mentadas durante el Altomedievo, no así Soria y Álava. No obstante, recursos

toponímicos actuales (censos, atlas etc.) tampoco ofrecen soluciones perfectas

al problema y, por ejemplo, el poblamiento atomizado de Galicia hace que en

fuentes a escala peninsular no aparece esta toponimia, cuando acercamientos

más pormenorizados demuestran una abundancia de microasentmaientos que

incorporan el étimo que nos interesa. Es un problema metodológico de difícil

resolución, para el cual proponemos una metodología dual: primero un análisis

a partir de la toponimia actual para llegar a una distribución genérica del estrato

a escala peninsular, y después un análisis pormenorizado del Pasillo, incorpo-

rando tanto el registro diplomático medieval, como recursos microtoponímicos

actuales no disponibles a escala peninsular.

DiStribuCión eSpACiAlAntes de pasar al análisis pormenorizado, sobre todo del nítido límite de esta

toponimia en el Pasillo, utilizaremos una fuente divulgativa (el Atlas de España)

para aproximarnos a su distribución a escala peninsular. Por las razones prác-

ticas arriba comentadas limitamos el rastreo a escala peninsular a la toponimia

mayor, aun reconociendo que el registro microtoponímico bien podría desvelar

otros patrones, como parece ser el caso en Galicia, y quizás también en Cata-

luña, donde Martí Castelló habla de decenas de topónimos de este tipo que no

se registran en las fuentes que hemos manejado96.

Al margen de la microtoponimia, a la elegida escala macrotoponímica, con al-

gunas pocas excepciones97, esta toponimia se limita al cuadrante noroccidental

96. MARTÍ CASTELLÓ, “Palacios y guardias emirales en Cataluña”, p. 308. Oliver Asín tampoco sabía de la

presencia de este estrato en Cataluña, “topónimo frecuentísimo en todo el noroeste de la Península ... sin que se

encuentre en Aragón, Cataluña y Levante”, OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 46.

97. Fuera del cuadrante noroeste hemos encontrado los siguientes casos: Albacete (La Quintanilla, Quintanar

de la Orden), Badajoz (Quintana de la Serena), Barcelona (Les Quintanes), Córdoba (Quintana), Cuenca (Quin-

tanar del Rey), Jaén (El Quintanar) y Toledo (Quintanilla). Estos casos no son carentes de interés, y notamos

que muchos de ellos también aparecen en zonas de probable asentamiento bereber (cf. mapa de CHALMETA,

Invasión e islamización, p. 162), pero también podrían obedecer a otras (y posteriores) dinámicas (mimetismo,

migración etc.), e insistimos que el objeto de nuestro análisis es el pronunciado cluster de este estrato en el

noroeste peninsular.

114 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

de la Península ibérica, donde se concentra más del 95% de las apariciones. Si-

guiendo la metodología del cluster98, lo que nos interesa es esta concentración

noroccidental, estadísticamente muy llamativa, y sobre todo el nítido límite de

esta toponimia en el Pasillo. La distribución en general, y sobremanera su límite

oriental, nos parecen artiiciales (en el sentido de descompensadas) y, adelan-

tando acontecimientos, un eco de antiguas divisiones geopolíticas.

Distribución de la toponimia en Quintana según el Atlas de españa

Zona Provincia Nº casosOtras fuentes

Nº casos (fuentes)

CUADRANTE NOROESTE

Total 146

Burgos 69 74 (Diputación)

León 23

Asturias 6

Palencia 8 8 (Diputación)

Cantabria 8

Zamora 6

Soria occ. 7

Valladolid 4 4 (Diputación)

Álava occ. 3

La Rioja100 3 3 (www.larioja.org)

Coruña 2 71 lugares (Xunta)

Orense 2 25 lugares (Xunta)

Lugo 1 48 lugares (Xunta)

Pontevedra 1 31 lugares (Xunta)

RESTO ESPAÑA PENINSULAR

Total 9

Albacete 2

Álava oriental 1

Badajoz 1

Barcelona 1

Córdoba 1

Cuenca 1

Jaén 1

Toledo 1

Otras 29 provincias 0

98. ”... siguiendo los métodos de los epidemiólogos baste decir que los casos reiterativos son significativos ‘per

se’, al igual que las aglomeraciones que se producen si se atiende a los criterios estadísticos de la técnica de

‘clusters’ “, ZOZAYA, “771-856: Los primeros años del Islam andalusí o una hipótesis de trabajo”, p. 101.

115David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Hablamos del cuadrante noroccidental, pero en realidad la concentración es

aun mayor. Pues, con la sugerente excepción de Asturias, esta toponimia ape-

nas aparece en el litoral cantábrico, las apariciones cántabras, por ejemplo,

concentrándose en la Cantabria meseteña cerca de Reinosa. Tampoco aparece

distribuida homogéneamente al sur de la Cordillera Cantábrica, pues general-

mente se limita a las tierras al norte del río Duero99 y al oeste del Meridiano 3º,

incluyendo así las comarcas más occidentales del Valle del Ebro. En fin, una

gran concentración en aproximadamente 50.000 km², tan sólo la décima parte

de la superficie de la España peninsular.100

Galicia representa un problema especial ya que en esa región aparece esta to-

ponimia por doquier a escala microtoponímica, pero sin verse apenas reflejada

en la fuente macrotoponímica utilizada. Asumimos las limitaciones de nuestra

metodología en este respecto, aunque insistimos en que el verdadero objeto de

estudio aquí, una vez establecidas las líneas maestras de la distribución penin-

sular de esta toponimia, es el singular límite oriental observado en el Pasillo.

Queda pendiente, mientras tanto, un estudio pormenorizado de esta toponimia

en Galicia, y por el momento nos limitamos a señalar su presencia endémica en

esa región de una manera genérica.

En Portugal hay que tener en cuenta que el equivalente de Quintana es Quin-

tã (con acento) y no el mucho más común Quinta, y su diminutivo es Quintela.

En cuanto a distribución, parece repetirse lo observado en Galicia: hay una

limitada presencia del étimo entre la toponimia mayor del norte (Quintanilha

(Bragança), Quintã (Aveiro), Quintela (Oliveira de Frades, Viseu)); pero parece

abundar entre la microtoponimia, pues en Tras os Montes adquiere un significa-

do genérico de ‘pequeña población’101; y se concentra en las regiones al norte

de Coimbra102.

99. No aparece, por ejemplo, ni una vez en las provincias de Ávila, Salamanca y Segovia.

100. Aunque el 90% de La Rioja se encuentra al este del Meridiano 3º, y así fuera del cuadrante noroccidental

donde se concentra esta toponimia, las únicas apariciones macrotoponímicas de Quintana aparecen en el extre-

mo occidental de la provincia, limítrofe con Burgos.

101. Según LEITE DE VASCONCELOS, Estudos de Philología Mirandesa, I, p. 93, citado por COROMINAS y

PASCUAL, Diccionario crítico etimológico ..., II, p. 85.

102. “Essas povoaçoes [de nome Quintela], segundo o Dicc. Postal de Silva Lopes, só pertencem ao Norte e à

Beira. No sul não existe o nome ...”, LEITE DE VASCONCELOS, “Materia Filológica”, p. 314.

116 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Mapa XIV. La toponimia mayor en Quintana en Burgos

Mapa XV. La toponimia mayor en Quintana en Burgos y zonas próximas

117David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

En el extremo oriental del espacio donde se concentra este estrato, en Soria

se extiende un poco más al este que en el Pasillo, pero aun así los siete casos

observados están todos en la mitad occidental de la provincia, y el caso más

oriental es el de Quintana Redonda 20 km. al (sur)oeste de la ciudad de So-

ria103. Además, a partir del pico de San Lorenzo, la frontera castellana también

se escoraba hacia el este (Cogolla166, 1016), dejando estas apariciones sorianas

cómodamente al oeste de tal divisoria cuyos orígenes podrían bien remontar a

periodos y divisiones geopolíticas anteriores.

En Burgos, esta toponimia es abundantísima, concentrada, sobre todo, en el

norte de la provincia. En nuestro Mapa XIV aparecen los 69 casos que hemos

observado entre la toponimia mayor actual, mientras a partir de la fragmen-

tada documentación medieval se aprecia una abundancia aun mayor aunque

prácticamente imposible de representar cartográficamente dada la homonimia

característica de esta toponimia. En el correspondiente Apéndice recogemos

los ejemplos burgaleses, tanto actuales como diplomáticos, y su relación con el

Mapa XIV. En el Pasillo se pasa directamente de la concentración más alta de

toda la Península a su práctica ausencia unos pocos kilómetros al este, ya en

tierras alavesas y riojanas, llamativo contraste central a este capítulo.

En La Rioja la cosecha de Quintanas entre la toponimia mayor es muy limitada

pero muy significativa, ya que es aquí donde se observa el extrañamente nítido

límite oriental de esta toponimia (Mapa XVI). Los únicos tres casos de toponi-

mia mayor de este tipo (Quintanar de Rioja, Quintana y Villarta-Quintana) se

hallan en el extremo occidental de la provincia, al oeste del río Oja y limítrofes

con Castilla, ninguno dista más de un kilómetro de la actual límite provincial de

Burgos. Además, disponemos de una excelente fuente microtoponímica para

este espacio104, y no hace sino confirmar esta distribución. Pues la relevante

microtoponimia aparece casi siempre en los pueblos limítrofes con Burgos:

Ventrosa, Villavelayo, Ezcaray, Ojacastro, Villarta, Grañón, Leiva105, Yécora, Tre-

viana y Fonzaleche. Un poco más al este, pero al norte del Ebro, se encuentra

una Quintanilla en San Vicente de la Sonsierra, pero todavía se trata claramen-

103. Los otros seis casos sorianos son: Quintanarejo, Quintanas de Gormaz, Quintanas Rubias de Abajo, Quin-

tanas Rubias de Arriba, Quintanilla de Tres Barrios y Quintanilla de Nuño Pedro.

104. GONZÁLEZ BLANCO, Diccionario de toponimia actual de La Rioja, p. 451.

105. Incluimos aquí lo que tiene todo viso de ser una cacografía, Las Quintinillas, por Quintanillas.

118 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

te de la Rioja Alta. Realmente la única excepción es un pago limítrofe entre los

municipios de Medrano y Sojuela.

La toponimia en Quintana tampoco es muy abundante en Álava, pero de nue-

vo sus pocas apariciones tienden a concentrarse en las comarcas occidentales.

Así una Quintanilla en el extremo occidental (Valderejo) rodeada de tierras

burgalesas, y otra Quintanilla cerca del río Bayas en la Cuenca de Miranda

que aparece en el alfoz de Fornello en la Reja de San Millán (1025). A partir

del mismo texto, tenemos noticia de otro asentamiento homónimo, hoy des-

aparecido, en el alfoz de Ossingani, mientras en la Concordia del obispo Aznar

de Calahorra de 1257 (Rioja4/235) aparece Aperguindana en el arciprestazgo

de Orduña, cerca de Ondona, interesante forma vasca del topónimo, que se

sitúa en la divisoria de aguas cantábrico-mediterránea106. Siguiendo nuestra me-

todología de acercarnos a la fidedigna distribución espacial del fenómeno a

partir de la toponimia mayor actual, estos dos últimos casos no aparecen en

nuestra cartografía, pero de incluirlos tampoco contradirían la concentración

106. Esta forma reaparece entre la microtoponimia como Guindana en Jokano en el Valle de Cuartango, mien-

tras más al este, en Dulantzi, aparece la forma Guindaoguelu.

Mapa XVI. Microtoponima riojana que contiene el elemento Quintana, según GONZÁLEZ BLANCO

119David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

de esta toponimia en las comarcas occidentales de Álava. Sólo nos consta una

excepción oriental en Álava, Quintana, limítrofe con Navarra, entre Bernedo

y Antoñana.

La ubicación de Aperguindana en la divisoria de aguas nos conduce hacia la

cuestión de la escasa presencia del topónimo en el litoral cantábrico, con la

interesante excepción del cluster alrededor de Gijón. No se registra ningún caso

en Guipúzcoa ni en Vizcaya. A pesar de existir ocho casos cántabros, tampoco

hay una presencia en las comarcas costeras de esta provincia, pues la mayoría

(5) de estos casos corresponden a la Cantabria continental próxima a Reinosa

y por tanto no lejos de Amaya, mientras los demás poco tienen que ver con el

litoral, y ningún caso cántabro se halla a menos de 15 km del mar. En Asturias,

en cambio, sí se acerca esta toponimia a la costa. La concentración en torno a

Gijón es especialmente interesante teniendo en cuenta que la cronística sitúa al

prefectus bereber Munnuza en esta comarca107. También hay cierta presencia en

las cuencas interiores de Mieres y Langreo.

CronologíA y SignifiCADoJuntamos estos dos conceptos bajo el mismo epígrafe ya que consideramos que

están estrechamente vinculados. Parece evidente una etimología remota a partir

del latino quintus, pero lo que es menos claro es cómo un concepto numérico

y voz corriente del latín terminó instalándose tan profusamente entre la toponi-

mia de una sola parte del antiguo imperio romano. Entre las explicaciones que

se han propuesto:

– a partir del antropónimo Quintus108;

– la ‘quinta calle’ del campamento tipo romano, esencialmente un es-

pacio extramuros pero a su vez cercado109;

107. Alfonso III, # 8.

108. ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 487.

109. Según MÁRTINEZ DÍEZ (“Toponimia Mayor y Repoblación ...”, p. 40), la voz tendría su origen en la estruc-

tura típica del campamento romano, con cuatro calles, donde una quinta calle, por definición extramuros, sería

un espacio cercado y dedicado al comercio, y al final el término se quedaría en referencia a un espacio cercado.

A partir de esta etimología remota, “... quintana es un nombre común en la repoblación, que designaba el patio

o explanada generalmente cercado que se hallaba junto a una casa o iglesia y en la que podían alzar otras depen-

dencias: ‘de domibus seu quintana ipsius eclesie’; en Galicia la quintana designa el atrio de las iglesias utilizado

como cementerio”, MARTÍNEZ DÍEZ, Pueblos y alfoces ..., p.30.

120 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

– tierra repartida después de la conquista islámica, según la normativa

del quinteo del botín; y

– tierra sujeta a un contrato aparcero bereber, donde se tributaba la

quinta parte de la cosecha.

Antes de analizar estas propuestas, primero algunas consideraciones cronoló-

gicas. En un extremo, con su comentada aparición en la temprana diplomática

condal, tenemos una fecha ante quem para el origen de esta toponimia. En

contraste, en el Parroquiale Suevo, censo de finales del siglo VI de la mitad

occidental de la Gallaecia, tierras donde sí aparece esta toponimia en la ac-

tualidad, no hay rastro de ella. Además, cualquier solución heredera de la

romanidad tendría que superar el observado abandono de la mayoría de los

asentamientos en llano durante la Tardoantigüedad110. Por otro lado, cono-

cemos algunas apariciones premusulmanas de la voz, aunque es difícil saber

qué evaluación merecen como testimonios de la realidad toponímica rural del

periodo tardoantiguo: en las Etimologías de Isidoro la quintana es definida

en un contexto urbano como una estrecha calle, la quinta parte de una ave-

nida (platea)111; en la Hitación de Wamba, teóricamente de finales del siglo

VII aunque irremediablemente deturpada, aparece Quintana como uno de los

mojones de la diócesis de Lugo; mientras en la Peregrinatio Aetheriae, aparece

como un nombre común referente a una “peça de terreny”112. Con todo, estas

consideraciones nos inclinan hacia una solución esencialmente postromana,

postsueva y precondal.

Manejando ahora cronologías postmusulmanas y precondales, quizás cabría la

posibilidad de que este estrato toponímico hubiera surgido durante el siglo IX,

cuando ya existía la frontera del Pasillo, como fenómeno propio del nacimiento

de Castilla. Sin embargo, de ser así esperaríamos más presencia en Álava y en

la cuenca de Miranda, ambos espacios claves en esa empresa, y no obstante

Quintana no figura en, por ejemplo, la documentación de Valpuesta, ni tampo-

110. PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., pp. 41-2.

111. ISIDORO, Etimologías, XV.II: “... Plateae perpetuae ac latiores civitatum viae sunt, iuxta proprietatem lin-

guae Graecae a latitudine nuncupatae; PLATUS enim Graeci latum dicunt. [24] Quintana pars plateae quinta est,

qua carpentum progredi potest. Cloacae dictae quod his percolantur aquae.”

112. COROMINAS, Diccionari etimològic ..., II, p. 707. De fecha incierta, para el Peregrinatio se han propuesto

cronologías diversas entre finales del siglo IV y principios del siglo VI.

121David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

co en la temprana (y generalmente apócrifa) diplomática emilianense referente

a los valles y sierras del noreste burgalés. Asimismo, en tal contexto, extrañaría

la presencia del estrato en Gijón, Galicia y Portugal (y otros lugares occidenta-

les). Otra posibilidad a contemplar es que fuera propia de la colonización astur

de la cuenca del Duero de 850 en adelante, pero el problema entonces sería la

excesiva presencia en las Merindades burgalesas, y la relativa escasez de esta

toponimia en el seno de la cuenca, en los Campos Góticos entre Zamora, León

y Palencia.

En cuanto a la etimología antroponímica sugerida por Alarcos, entre otros,

hay varios motivos para desestimarla. En primer lugar, como comenta Zozaya113,

la presencia del mismo antropónimo en Francia y en Italia no ha conducido a

toponimia de este tipo, argumento válido también en contra de etimologías a

partir de nombres comunes romances. Lo que plantea Zozaya es que lo que

distingue Iberia de Francia e Italia es la experiencia musulmana. Además, si el

origen fuera realmente antroponímico, y quizás haya influido aquí la teoría de

Caro Baroja sobre el origen romano de la toponimia en –ain y en –ana, ¿dónde

está la abundancia de personas llamadas Quintus? El nombre es conocido114,

pero no mucho más abundante que otros como Primus, Secundus y Sextus y

¿dónde están los equivalentes asentamientos llamados *Primana, *Segundana,

*Sextana etc.?

Cualquier etimología basada en un nombre común romance derivado del

latín, como la del ‘espacio cercado’ propuesta por Martínez Díez, es más difícil

de refutar, aunque de nuevo la ausencia del nombre en el Parroquiale Suevum

y su ausencia de otras partes de la Romania nos inclinan hacia soluciones que

contemplan el siglo VIII. De todos modos, la voz es evidentemente romance,

y además viva como nombre común en el periodo postimperial según el testi-

monio de la Peregrinatio Aetheriae. Pero lo que hace difícil aceptar este tipo de

solución sin más es la singular distribución espacial de esta toponimia, con su

nítida divisoria en el Pasillo, donde se pasa directamente de su mayor concen-

tración a su práctica ausencia, en vez de una reducción gradual y equilibrada.

113. ZOZAYA, “771-856: Los primeros años del Islam andalusí o una hipótesis de trabajo”, p.97.

114. cf. VELÁZQUEZ SORIANO, Las Pizarras Visigodas, pp. 605-630.

122 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

No encontramos ninguna explicación para semejante distribución en periodos

romano, tardorromano o visigodo.

Tres aspectos de su distribución espacial nos hacen pensar que esta toponimia

podría tener algo que ver con la invasión musulmana. Por un lado, está la con-

centración en torno a Gijón, única en el litoral cantábrico, lo cual recuerda el

episodio de Covadonga, y la presencia del gobernador Munnuza en Gijón. Por

otro lado, tenemos la concentración en torno a Amaya, y en menor medida de

Astorga, los dos puntos señalados cronísticamente como claves en la conquista

del norte y, en el caso de Amaya, donde creemos que hubo conflicto. El tercer

aspecto es la nítida divisoria observable en el Pasillo cerca del Meridiano 3º,

una frontera aquí marcada toponímicamente y que creemos tener su origen

en las divergentes respuestas de las autoridades militares visigodas del Pasillo

ante la llegada musulmana: resistencia en Amaya, y capitulación más al este

por el conde Casio. Es difícil pensar en otro momento histórico que daría

lugar a esta divisoria toponímica, y repetimos que lo más llamativo es que en

el Pasillo, próximo a la divisoria diocesana plenomedieval y el aparente límite

tribal berón-autrigón, se pasa directamente de la mayor concentración de esta

toponimia a su práctica ausencia.

Pero una solución musulmana es atractiva no sólo por motivos cronológicos

y geográficos, y no sólo por la insolvencia de las etimologías alternativas pro-

puestas, sino también por motivos semánticos.

Por un lado se ha propuesto una etimología a partir de jums / hums, voz muy

presente en la cronística musulmana de la conquista y generalmente traducida

como el ‘quinto estatal’: “Musa dividió entre sus soldados ... las tierras ... pero

dejó a los esclavos más bastos sobre el hums para que lo cultivasen y entrega-

sen el tercio de sus productos a los musulmanes”115. Este quinteo tiene un lugar

muy destacado en la obra de Chalmeta, así como los moradores hereditarios de

estas tierras, los ajmas (quinteros). Sin embargo, no encontramos en la obra de

Chalmeta un vínculo explícito entre estas ideas y la toponimia en Quintana,

aunque es posible que lo reservaba para la segunda entrega de su artículo

“Concesiones territoriales de al-Andalus”, donde prometía abordar la evidencia

115. IBN MUZAYN, citado por CHALMETA, Invasión e islamización, p. 239.

123David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

toponímica116. Quizás en ella habría salido esta rica veta toponímica, pero des-

afortunadamente no encontramos rastro de tal estudio en las posteriores biblio-

grafías de Chalmeta. Entre los autores que sí han vinculado los dos conceptos

explícitamente está Zozaya, aunque sólo como hipótesis117, y Martí y Viladrich

quienes, en obras recientes, parecen ya aceptar esta hipótesis118.

Sin embargo, Oliver Asín fue explícito en la distinción entre el concepto is-

lámico de jums119, y otro bereber, el jimasa, institución en la cual tendría su

origen la toponimia en Quintana, “institución [norteafricana] de derecho con-

suetudinario de aparcería al quinto o jimasa”120. Lagardère desarrolla la idea

del origen magrebí, y no islámico, del jimasa121, así como la proporción de la

cosecha tributable122, pero no hace referencia a nuestra toponimia en Quinta-

na, aunque sí insiste en denominar quintenier a los que trabajaban el jimasa.

Oliver Asín, por su parte, los llama quinteros123, voz con la cual también se ha

traducido al-ajmas (los que cultivaban el quinto estatal, el jums). El problema

es que, aunque podemos distinguir entre los dos conceptos, uno islámico y

otro bereber, el vocabulario empleado para describir y denominarlos se funde,

tanto en árabe como en romance. La resolución del enigma etimológico, cuál

116. CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, p. 3, n. 6.

117. “Caben, pues, muchas posibilidades de poder aplicar estos términos a las ‘Quintas’ conocidas en la Penín-

sula ...”, ZOZAYA, “771-856: Los primeros años del Islam andalusí o una hipótesis de trabajo”, p. 97.

118. “Contribucions complementàries com la de J. Zozaya insisteixen en la reiteració i concurrència de bon

nombre de denominacions i de variants comunes, identificant els derivats toponímics de quintus amb el khums”,

VILADRICH, “L’aplicaió d’una hipòtesi arqueològica sobre la toponímia del poder omeia al Pròxim Orient i a

Ifriqiya”, p. 394; “en Cataluña también se cuentan por decenas los casos de topónimos derivados de quintus que

manifestarían su vinculación al hums”, MARTÍ CASTELLÓ, “Palacios y guardias emirales en Cataluña”, p. 308.

119. “... tierras conquistadas que habiendo venido a ser propiedad del Estado en una quinta parte, pasan a ser

cultivadas por colonos mediante el pago de una porción de los frutos”, OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de

Castilla ..., p. 47.

120. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 47.

121. “ce contrat de himasa, introduit en Andalus par les premiers conquérants Berbères, est étranger par son

origine et par sa nature au droit musulman”, LAGARDÈRE, Campagnes et paysans d’Al-Andalus, p. 137. La suya

es una lectura puramente a partir del conocimiento del mundo rural andalusí y magrebí, y las fuentes citadas son

casi todas norteafricanas, aunque también consta la importación temprana del concepto a la Península, pues el

jurista cordobés Ibn Lubaba contemplaría el concepto en el año 926.

122. “Cette part consiste généralement, dans le cinquième des récoltes provenant des cultures d’automne et le

quart des récoltes provenant des cultures de printemps”, LAGARDÈRE, Campagnes et paysans d’Al-Andalus, p.

138.

123. “... el jammas, que en castellano creo se traduce exactamente por quintero”, OLIVER ASÍN, En torno a los

orígenes de Castilla ..., p. 47.

124 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

de estos conceptos conduce hacia la abundante toponimia en Quintana, está,

de momento, fuera de nuestro alcance, pero ambas etimologías árabes apuntan

hacia el mismo contexto geopolítico: la conquista musulmana de la Gallaecia.

Pues ésta sería condición sine que non para la etimología a partir de jums, así

como el contexto en el cual mejor encajaría la nutrida presencia bereber que

supone la etimología a partir de jimasa124.

la diferencia entre el jums y el jimasa

ETIMOLOGÍA jums jimasa

TRADICIÓN islámica bereber

TRIBUTACIÓN 3ª parte de la cosecha 4ª ó 5ª parte de la cosecha

SUMISIÓN por conquista por conquista o pacto

zaHara

Justo donde termina la toponimia en Quintana, en el límite occidental de la

diócesis calagurritana, aparece en la documentación medieval una serie de

topónimos que incorporan el étimo zahara. A continuación ofrecemos una

relación de las apariciones medievales de elementos toponímicos próximos al

étimo y concentrados en las comarcas occidentales riojanas y alavesas125. Los

ordenaremos cronológicamente, según el momento de aparición documental

de la forma que nos interesa, y resaltando (donde existe) la forma actual para

124. Aunque no el único contexto, pues el proceso de reparto de tierras sería complejo y diacrónico, y por

ejemplo, una de las soluciones adoptadas para poder conceder tierras a advenedizos sirios era la “expropiación

parcial – con el subsiguiente malestar – de las [tierras] de los bereberes, substituyéndolas por otras más al Norte

y concesión de nuevas tierras tomadas del quinto estatal” (CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”,

p. 35), lo cual explicaría la presencia de los bereberes, y de su institución aparcera, en tierras no visitadas durante

la campaña (bereber) de Tariq.

125. La toponimia que contiene el elemento zarra / zar es muy corriente en el País Vasco y zonas próximas,

y nos hemos limitado en la enumeración anterior a las apariciones de formas con indicios de aspiración interior

(esencialmente una ‘h’ intervocálica, aunque a veces representada con ‘f’), tomadas de la documentación me-

dieval y referentes sólo al espacio alavés o altorriojano. Entre lo excluido (en cada caso citamos sólo la primera

aparición) por encontrarse fuera del espacio contemplado están cuatro topónimos navarros: Zafra (Rioja3, 1040),

Zeia Zaharra (Leire23, 1032), monte Zaharra (Leire132, 1090) y Echaçaharr (Roncesvalles189, 1262). Por ausen-

cia de indicios de aspiración descartamos el topónimo vizcaíno Içarra (Rioja4/235 (1257), además de dos altorrio-

janos: Zarraton (Cogolla2/430, 1177) y villa Abnazar (1075, Cogolla430). Asimismo, numerosos microtopónimos

actuales que no aparecen en la diplomática medieval: Utazarra y Munazarra entre Ocio y Berganzo (Álava), en

el camino que conduce hacia Peñacerrada (Urizaharra); Zarrabide, en Busto de Treviño (LÓPEZ DE GUEREÑU

GALARRAGA, Toponimia alavesa, p. 510); y Zafarro, en Rivas de Tereso (GONZÁLEZ BLANCO, Diccionario

de toponimia actual de La Rioja). Por otra parte, en una única y anómala ocasión (Rioja33, 1076), el topónimo

altorriojano Azofra adopta la forma Zaffra.

125David Peterson

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facilitar identificación de los ejemplos ya que las formas medievales tienden a

convergir todas en la forma zahara.

toponimiA meDieVAl riojAnA y AlAVeSA Que inCorporA el

elemento zAhArAHurizahar (1025, Cogolla180) = Urizar, alfoz de Gamboa, Álava. Reaparece en

1257 (Rioja4/235) como Uriçahar.

Sancto Martino de Zaharra (1052, Rioja13126) = San Martín de Zar, 5 km. al sur

de Treviño. La presencia, tanto actual (según la Diputación de Burgos) como

medieval (en cuatro de las primeras cinco apariciones), de la preposición ‘de’

es quizás la pista más explícita de que aquí Zahar no sea un simple adjetivo

vasco, como se ha sugerido127. Esta población se cita dos veces en el Fuero de

126. Albelda38 es el mismo documento. Otras referencias medievales al mismo lugar: Sancti Martini de Zahara

(Rioja33, 1076); Santo Martino de Zaharra (Rioja335, 1193); San Martin Çahar (Rioja4/235, 1257); Sancto Martino

de Çaharra (Rioja4/413, 1284).

127. Son varios los casos de San XXX-zar entre la toponimia actual de territorio euskaldún: en la Cuenca de

Pamplona, por ejemplo, encontramos San Pedro Zar, San Martinzar y San Miguelzar, cf. JIMENO ARANGUREN,

El culto a los santos ..., pp. 132, 147 y 171; en Vizcaya, entre Elgueta y Zaldibar, está Santa Mariñe Zar. En estos

contextos euskaldunes parece razonable pensar que se tratan, efectivamente, de apariciones del adjetivo vasco

zahar = ‘viejo’, aunque extraña tanto la profusión como el hibridismo romance-vasco de estas formas. No obstan-

Mapa XVII. Toponimia alavesa y riojana que incorpora el elemento zahar-

126 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

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Nájera, en ambos casos como mojón, lo cual es llamativo dada su distancia de

la ciudad riojana.

Saggazahar (1075, Cogolla421128) = Sajazarra, Rioja Alta. Curiosamente, en la

rúbrica el topónimo aparece como saggazahar, con sagga superpuesta (véase el

detalle del folio 57vº del Becerro Galicano de San Millán que reproducimos),

lo cual quizás sugiere que al copista de mediados del siglo XII Zahar, sin más,

le parecía plausible como topónimo. No obstante, la mayoría de las referencias

medievales a esta villa la llaman simplemente Sagga o Saia129. Cuando sí apa-

rece la forma ‘completa’, la retención de la –h- intervocálica (que analizaremos

más adelante) es prácticamente una constante hasta el siglo XV130.

Detalle del folio57 vº (Cogolla421) del Becerro Galicano de San Millán

Formazahar (1075, Cogolla421), ubicación desconocida, a pesar de la seguri-

dad con la cual se expresan algunos autores, aunque el contexto apunta hacia

te, según sepamos, en ninguno de estos casos se intercala la preposición ‘de’ entre el hagiónimo y el ‘adjetivo’.

En el caso treviñés que nos ocupa, lejos de ser una introducción tardía y disparatada, como quizás podría parecer,

esta ‘de’ aparece en la mayoría de las referencias medievales, como se puede apreciar en la nota anterior.

128. El étimo también aparece en el mismo texto en el topónimo Formazahar (q. v.).

129. Villa Sagga (Cogolla303, Cogolla354, Cogolla433), Sagga (Cogolla2/171, Cogolla2/465, Cogolla2/476, Co-

golla2/510, Cogolla2/511), Saia (Calzada57, Calzada71), Sagga inferiori (Cogolla2/398) y Sagga de iuso / suso

(Cogolla2/449), etc.

130. Saja zaharra (Herrera1, 1169); Saia caharra (Herrera19, 1253); Saiaçaharra (Rioja4/439, 1286); Saia Ça-

harra (Herrera75, 1333); Saia Çaharra (Colegiatas284, 1435). La única excepción observada es la de Saayazaarra

(1204, Rioja4/10).

127David Peterson

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los Montes Obarenes y las Conchas de Haro131. No está claro cómo interpretar

este nombre aparentemente compuesto: como Forma + zahar; o como For-

maza + (el desconocido) –har. Si toponímicamente forma = ‘pared’, como los

especialistas sugieren132, a partir de una de las posibles etimologías árabes de

zahar (< saxr = ‘rocas’), podríamos estar ante un doblete descriptivo tautoló-

gico e híbrido (latino-árabe), con el significado de ‘muro-rocoso’, en referencia

a las escarpadas formaciones pétreas de las llamadas Conchas de Haro, donde

Cadiñanos sitúa este topónimo.

Zahara(m)133 (1076, Rioja33), ubicación desconocida134. Aparece en una parte

del Fuero de Nájera cuyo contexto espacial es algo confuso: “de Ebriones ad

Petram Cidaderam; de Petra Cidadera ad vallem comitis in sursum usque in

Zaharam”. La topografía no parece indicar que se trate de San Martín Zar, pues

los valles intermedios están orientados en sentido contrario (de este a oeste) a

la dirección que habría que tomar desde Briones (Ebriones) hasta el núcleo tre-

viñés. En cambio, notando la autonomía de la forma Zahar en la rúbrica arriba

analizada, sí podría tratarse de Sajazarra, habiéndose trazado una línea desde

Briones hasta las Conchas de Haro (¿Petra Cidadera = Buradón?) y luego subir

la cuenca del Ea (vallem comitis?) hasta Sajazarra. La aparición aquí de Zahara

como un topónimo autónomo refuerza nuestra convicción de que la etimolo-

gía zahar = ‘viejo’ no siempre es admisible ya que difícilmente se utilizaría el

adjetivo de esta manera. Notamos también la existencia de un microtopónimo

actual, Zarrabide (= ’camino de Zarra’), un kilómetro al este de Salinillas de

131. MERINO URRUTIA identifica una Ormaza en el municipio de Sajazarra (La lengua vasca ..., p. 62), CA-

DIÑANOS BARDECI sitúa la Hormaza de la documentación del Monasterio de Herrera (por ejemplo, Herrera6,

1236) “en las últimas estribaciones de los Obarenes, en donde éstos tropiezan con el Ebro” (Monasterios mi-

randeses, p. 10), mientras la Hormaza que aparece en el Fuero de Miranda (#4) debe de corresponder al actual

término de Las Olmazas, en la margen derecha del río Bayas a la altura de Ribabellosa. En fin, (H/F)ormaza es

un elemento toponímico muy corriente. En la documentación burgalesa se encuentran varios ejemplos más: Sª

Maria Formaza, cerca de Bernedo en las Merindades (Cogolla101); F/Hormazales (Cogolla354, Cogolla2/464),

en algún lugar de la vertiente meridional de los Montes Obarenes, quizás relacionada con nuestro Formazahar;

Ormaza (Maior), en el alfoz de Villadiego (Cardeña318, 323 y 324); para más ejemplos, MENÉNDEZ PIDAL,

Orígenes del Español, #41.2, p. 210.

132. MICHELENA, Apellidos vascos, p. 141, #499.

133. Entendemos la ‘m’ aquí como la forma acusativa (direccional), cf. Petram y vallem en la misma frase.

134. LÓPEZ DE GUEREÑU (Toponimia alavesa) menciona el lugar de Çahar, pero creemos que fue inducido a

ello por la errónea transcripción que hizo HERGUETA (“Noticias históricas de Don Jerónimo Aznar ...”, p. 427) de

Rioja4/235, separando equivocadamente San Martín y Çahar como dos lugares distintos dentro del Arciprestazgo

de Treviño, en vez de como el ya glosado San Martín (de) Zar.

128 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Buradón. En euskera se sigue el orden sustantivo-adjetivo, y dado que bide es

un sustantivo, aquí zarra no debe ser un adjetivo.

Olhaucezahar (Cogolla2/94, 1085) = Olabezar, cerca de Amurrio, Álava. Un to-

pónimo muy parecido (Olabeeçahar) aparece en el texto fundacional (Elorrio1)

de San Agustín de Echevarría (Elorrio, Vizcaya), año 1013135.

Ulzaharriza (1089, Cogolla2/186), ubicación desconocida aunque de contexto

centro-alavés (Lasarte, Vitoria, Durana, Gamarra, Gasteiz). Quizás la aparición

de la secuencia zahar aquí es engañosa, pues si contemplamos una estructura

ul - zaharr - iza, mientras –iza es sufijo tan corriente en la área vasca como

incomprendido, uri- > ul- no se conoce (sólo uri- > uli- cf. Ulibarrilior, Cogo-

lla64). Con una sola aparición tan descontextualizada sería aventurado avanzar

más, y nos limitamos a constar la aparición del topónimo.

Hurizahar (1177, Miranda4), cerca de Bayas, Miranda de Ebro. La precisión

del texto foral, y la existencia de un pormenorizado estudio del mismo136, nos

permite ubicar esta Hurizahar con bastante seguridad en el entorno del actual

pueblo de Bayas a pesar de no haber sobrevivido el topónimo137. En este con-

texto, Hurizahar podría estar en el alto conocido como Inierno que se levanta

sobre la misma confluencia Ebro-Zadorra, posible ubicación de la Revenga

saqueada por Alfonso I138. ¿Se trataría, por tanto, de las ruinas de la arrasada ciu-

dadela visigoda? Lo mismo que Numancia se conocería como antigua civitate

deserta (Cogolla166), ¿se habría convertido Revenga en una uri zaharra? calco

vasco de antigua civitate.

San Christoforo de Zafarra (1192, Cogolla2/469), cerca de Ciriñuela, Rioja

Alta. Un, por lo demás, desconocido cenobio, acaso relacionable con la Fuente

de San Cristóbal, un kilómetro al este del pueblo de Ciriñuela. Supone una

135. MICHELENA, Textos arcaicos vascos, p. 31.

136. CANTERA BURGOS, Fuero de Miranda de Ebro.

137. El Fuero enumera una serie de solares al este de Miranda, y parece haber una lógica direccional al orden

de su aparición que describe un círculo entre los ríos Bayas y Zadorra en sentido contrario a las agujas del

reloj, empezando en el pueblo de Bayas, bajando hacia la confluencia Zadorra-Ebro (Arce), para subir por la

margen derecha del Zadorra (Lacorzana, Ribaguda) hasta Armiñón, y cerrar el círculo de esta península fluvial

en Ribabellosa.

138. GARCÍA GONZÁLEZ, “La cuenca de Miranda de Ebro en la transición ...”, pp. 56-7.

129David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

única presencia del estrato toponímico que nos ocupa en las estribaciones de

la Demanda.

Çaharate (1257, Rioja4/235) = Zarate, cerca de Murguia, Álava. Michelena ofre-

ce una etimología a partir de zara = ‘jaro, bosque’ para el topónimo actual,

pero no menciona esta forma aspirada, cuando en otras ocasiones hace uso

extensivo del texto en el cual aparece139. La ubicación de este topónimo nos

aleja del entorno de las Conchas de Haro, donde se concentra la toponimia en

zahara, pero esto quizás se explique por el significado de la voz vasca ate (=

‘puerto/a’), que indicaría una ubicación periférica y fronteriza, en un extremo

de una hipotética comarca Zahar. Asimismo notamos el nombre del monte que

se levanta encima de Cellorigo en los Montes Obarenes, dominando el estraté-

gico paso de la Morcuera: el Pico Zarata. ¿Se trataría de otro mojón de nuestra

hipotética comarca, y así la Morcuera también sería ‘el Puerto de Zahar’?

Urizaharra (1613, Libro de Fábrica140), considerado actualmente como el

nombre vasco de Peñacerrada (Álava), un kilómetro al este de cuyo núcleo ac-

tual la cartografía141 recoge la forma Urizarra142. No obstante, mientras se tiene

constancia del nombre romance desde 1223 (Pennacerrada, Rioja490bis), y en

1257 (Rioja4/235) aparece como cabeza de un pequeño alfoz, la primera apari-

ción del nombre vasco no se da hasta 1613. La conservación de la forma arcaica

hasta el siglo XVII supone una excepción más que notable a la tendencia hacia

la pérdida de la ‘h’ intervocálica en los dialectos euskéricos no franceses.

el problemAMichelena contempla el uso toponímico del adjetivo vasco zahar = ‘viejo’143,

pero nos parece significativo que no incorpore los ejemplos arriba enumera-

139. MICHELENA, Apellidos vascos, #605, p. 164.

140. Información aportada por Henrike KNÖRR.

141. Serie 1:25.000, Mapa topográico nacional de España, #170-1 “Labastida”, 42º39’, 2º42’.

142. Para complicar aun más las cosas, según PÉREZ DE URBEL (Sancho el Mayor de Navarra, p. 209), Laquión

(Rioja3) se puede identificar con Peñacerrada – no sabemos en qué se basa tal identificación, y no encontramos

eco de esta identificación en la monografía de GARCÍA FERNÁNDEZ, La Villa de Peñacerrada y sus aldeas en la

Edad Media.

143. MICHELENA (Apellidos vascos, #595, p. 161) cita los ejemplos de Hurizahar (Gamboa) y Zeiazaharra (Na-

varra). También contempla el uso antroponímico: “en cuanto a Sahar, Zaarra (cf. Andere Auria Zaarra arriba)

es apellido o sobrenombre frecuente en Navarra y para el caso en toda la zona de habla vasca durante la Edad

130 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

dos en sus glosas sobre el uso toponímico del adjetivo cuando en otros casos

hace uso extensivo de la toponimia altorriojana al ser, en muchos casos, de la

más tempranamente documentada. Sin embargo, algunos autores sí extienden

la etimología adjetival vasca a estos casos, sobre todo a Sajazarra144, aunque

otros se muestran cautos al respecto145. Dudamos de que el adjetivo vasco ex-

plique todas las apariciones enumeradas, y sugerimos que se debería tener en

cuenta la posibilidad de que algunas (pero no todas) de estas apariciones sean

en realidad vestigios de toponimia semítica o bereber. El problema es sobre

todo cuantitativo: la concentración de demasiadas apariciones del étimo zaha-

ra en la parca documentación medieval. Pero también resultan problemáticos

otros aspectos como la esporádica aparición del ‘adjetivo’ sin ningún sustantivo

acompañante (Zaharam), la aparición del ‘adjetivo’ con una preposición (Sanc-

to Martino de Zaharra), la aparición del ‘adjetivo’ con el artículo vasco –a (Uri-

zaharra) cuando no se da este uso en los supuestamente antonímicos casos de

Uribarri146, la aparición del ‘adjetivo’ por delante del sustantivo (Çaharate, y el

actual Zarrabide), y la ausencia de traducciones al romance del ‘adjetivo’ del

tipo Sancti Michaeli Veteris (Roncesvalles151, 1253)147.

Otro aspecto llamativo de esta toponimia es la retención de la ‘h’ intervocá-

lica en fechas cuando lo normal, como veremos a continuación, habría sido su

desaparición148. A este respecto, el caso más desconcertante en términos cro-

nológicos absolutos parece ser el de Urizaharra (Peñacerrada) donde la forma

Media. Lleva por lo general artículo, pero hay también algún ejemplo sin él”, MICHELENA, “Los nombres indíge-

nas de la inscripción hispano-romana de Lerga (Navarra)”, p. 455.

144. “Junto a estos topónimos no romanos, hay que situar los numerosos procedentes del vasco [...] El adjetivo

zaar, zar ‘viejo’ aparece como segundo elemento en Altuzarra, Sajazarra”, ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones

sobre toponimia riojana”, pp. 490-491; CANTERA BURGOS, Fuero de Miranda de Ebro, p. 101, n. 76; ORTIZ

TRIFOL, Toponimia riojana, p. 63.

145. RITTWAGEN (Nomenclator de denominaciones vascas de La Rioja, p. 31), por ejemplo, ya expresaba dudas

al respecto en 1928, “zaharra, viejo; o más bien zearra, sierra, etimología más verosímil”.

146. En la documentación navarra (Roncesvalles157, 1255 etc.) aparece el equivalente Iriberri, también sin

artículo.

147. En documentación con una rica vena de toponimia vasca como es la de Santa María de Roncesvalles,

siempre (también Roncesvalles297, Roncesvalles301) aparece la forma Sancti Michaeli Veteris. ¿Por qué, en la

diplomática altorriojana, con menor contenido vasco, no aparece la forma equivalente *Sancti Martini Veteris,

sino siempre la forma supuestamente vasca San Martin (de) Zaharra?

148. MICHELENA, Fonética histórica vasca, #11.15, p. 191, “A h intervocálica o entre diptongo y vocal de los

dialectos septentrionales corresponde muchas veces cero en los [dialectos vasco-] españoles.”

131David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

con ‘h’ intervocálica perduraría hasta por lo menos 1613149. Un caso mucho

mejor documentado es el de Sajazarra, con retención de la ‘h’ intervocálica, casi

sin excepción, hasta el siglo XV150.

Ante la Reja de San Millán (Cogolla180, 1025), Michelena comentaría “no hay

probablemente ningún documento medieval en el que los nombres vascos

tengan un aspecto tan arcaico como en éste [...] el arcaísmo se manifiesta en

el mismo cuerpo de los nombres, mucho más largos en general que los mo-

dernos: Bahaheztu, ya en 1257 Maeztu, Uhulla, mod. Ula (en 1257 Uula), suf.

–zaha, mod –za”151, y aunque no se muestra explícito al respecto, en los tres

casos que cita, se observa la desaparición de la ‘h’ intervocálica entre la forma

arcaica y la forma ‘moderna’ alcanzada generalmente ya para 1257. Si, por

tanto, la –h- intervocálica se considera un arcaísmo (al margen de los dialec-

tos vasco-franceses), y si Michelena se extraña ante ella en un texto de 1025,

nosotros aun más cuando esta ‘h’ intervocálica se mantiene en textos mucho

más tardíos. Si nos fijamos detenidamente en la Concordia del obispo Aznar de

Calahorra (Rioja4/235, 1257), texto utilizado por Michelena para calibrar crono-

lógicamente la pérdida de la ‘h’ intervocálica en el dialecto alavés, notamos que

todos los topónimos que incorporan el elemento zahar y que aparecen en este

documento (Uriçahar, San Martin Çahar y Çaharate) siguen con aspiración

cuando su presencia entre la demás toponimia es ya residual. Pues al margen

de los tres casos en zahar, la –h- intervocálica sólo aparece seis veces152, cuan-

do en La Reja de San Millán había aparecido más de cincuenta veces. Aunque

el contenido pormenorizado de las dos listas varía significativamente, lo cual

dificulta el análisis comparativo, son el mejor acercamiento a la toponimia ala-

149. El uso actual de la ortografía con ‘h’ intervocálica se debe a la introducción atavística del nombre vasco

hacia finales del siglo XX.

150. El último ejemplo que hemos observado es Saia Çaharra, del año 1435 (Colegiatas284). Sería interesante

seguir su estela en la documentación de la Edad Moderna para averiguar en qué momento desaparece esta con-

sonante aspirada.

151. MICHELENA, Textos arcaicos vascos, p. 29.

152. Huriuarriharaca, Çahytegui, Ogueheta, Laraharia, Gacehouarren y Naharruri. Entre estos casos de su-

pervivencia de la –h- intervocálica, notamos que Çahytegui podría tener una explicación en el antropónimo

semítico Zayd, a pesar de la etimología vasca (a partir de zai(n) = ‘vigilante’) propuesta por MENÉNDEZ PIDAL y

aceptada por MICHELENA (Apellidos vascos, #597, p. 162). El primer elemento de Naharruri (actual Casalarreina),

también tiene un eco entre la antroponimia semítica (Samuel IIº, capítulo 23, vº39, Nahari Berothita; vº.37 Nahari

hijo de Ezbai) luego utilizado por la comunidad sefardí en Marruecos, aunque no tenemos constancia de su uso

en la Península. Asimismo notamos otras combinaciones de nombre semítico + -uri, como Obtumanhuri.

132 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

vesa medieval que tenemos, y a partir de su testimonio la decadencia de la ‘h’

intervocálica en todo menos el étimo zahara parece clara.

La etimología a partir de zahara = ‘viejo’ también nos presenta problemas

semánticos. Si nos concentramos en el caso de Sajazarra, deberíamos pre-

guntarnos en qué sentido se aplicaría aquí el adjetivo. Cantera Burgos con-

templaba una relación diacrónica entre Sajazarra (en la vega) y un hipotético

asentamiento original llamado *Saja (en los Montes Obarenes)153, acorde con el

conocido patrón de colonización altomedieval de los fondos de valle a partir

de núcleos tardoantiguos en alto, pero extraña que el asentamiento en llano

se llamase ‘la vieja’ cuando tendría que ser justo lo contrario, algo como *Saja

nueva, o *Sajilla o *Villanueva de Saja etc.

Apariciones de los antónimos nuevo y viejo en la toponimia romance contemplada

Colección Diplomática

NUEVO VIEJO

Albelda Villanueva (San Prudencio) -

Calzada Barrio Nuevo, Villanueva (Herramélluri) -

Cardeña Villanueva (Rezmondo) -

Covarrubias - Villavieja

Irache Villanueva (Muez) -

Leire Villanueva (3 casos: Bureba, Navarra y Valdegovía), Novillas

-

Rioja Villa Nova (6 casos154) Castro vieillo

San Millán Cabannas Novas, Varrio Novo, Villanueva (ca. 15 casos155)

-

Valvanera Villanueva (Preadillo) -154 155

En cuanto a la problemática cuantitativa, con la cual hemos empezado esta

crítica de la aplicación a esta toponimia de la etimología zahar = ‘viejo’, parece

153. CANTERA BURGOS, Fuero de Miranda de Ebro, p. 101, n. 76.

154. En Álava, Anguiano, Cameros, Fitero, Ibrillos y Agoncillo.

155. Resulta prácticamente imposible distinguir entre más de una quincena (estimamos) de Villanuevas distintas

entre un total de 35 referencias. Del primer volumen del cartulario emilianense, editado por UBIETO ARTETA,

documentos nº. 36, 42, 53, 63, 95, 153, 181, 221, 267, 326 y 353; y del segundo volumen, editado por LEDESMA

RUBIO, documentos nº. 57, 60, 98, 108, 186, 189, 249, 251, 268, 275, 285, 332, 333, 339, 348, 350, 364, 391, 426,

471, 502, 504 y 510.

133David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

ser universal que el concepto de novedad tiene más protagonismo toponímico

que el de antigüedad156.

Dentro de la documentación cenobítica medieval de nuestro espacio también

esta regla parece ser válida, en cuanto al registro romance-latino por lo menos,

y también notamos que el adjetivo ‘nuevo’ se adjunta casi exclusivamente a

sustantivos corrientes, sobre todo a Villa. En total, en la documentación ma-

nejada observamos una treintena de apariciones toponímicas de nuevo, y sólo

dos apariciones toponímicas de viejo, menos que las apariciones de zahar157.

Es difícilmente comprensible que abunde tanto este adjetivo entre las pocas

referencias que tenemos de toponimia vasco-riojana, pero que esté ausente de

la mucho más numerosa toponimia medieval en romance del mismo espacio.

Disponemos de una fuente excelente que demuestra que la regla del predominio

nuevo > viejo también es válida para la toponimia medieval vasca. Nos referimos,

de nuevo, a la Reja de San Millán (Cogolla180). A partir de su testimonio, aun

dando por bueno que aquí zahar es el antónimo de barri (= ‘nuevo’), se confir-

ma el claro predominio de toponimia ‘nueva’ sobre la ‘vieja’, por 7 a 1:

Barri Zahar

Hurivari (Divina) Hurizahar (Camboa)

Hurivarri (Harhazua I)

Hurrivari (Ubarundia)

Olhavarri (Murielles)

Essavarri (Camboa)

Essavarri II (Camboa)

Huribarri (Harhazua II)

156. Una rápida búsqueda en Internet (www.google.com) de los dobletes antonímicos neustadt / altstadt,

newtown / oldtown, villanueva / villavieja y villeneuve / villevieille, aun asumiendo todas las limitaciones de este

tipo de ejercicio (por ejemplo, el uso de los términos como apellidos) parece demostrar la universalidad (por lo

menos dentro del ‘universo’ de habla indoeuropea) del principio de que toponímicamente nuevo > viejo.

LENGUA NUEVA VIEJA NUEVA / VIEJAALEMÁN neu / altstadt 6.290.000 2.270.000 2,77INGLÉS new / oldtown 2.190.000 245.000 8,94ESPAÑOL villanueva / vieja 1.750.000 28.600 61,19FRANCÉS villeneuve / vieille 3.020.000 20.700 145,89

157. Hemos excluido los corónimos Castella Vetula, y Camero Nuevo y Viejo. Por otra parte, la voz antiquus

también aparece esporádicamente en los textos manejados, aunque sin quedarse integrada en la toponimia.

134 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Sin embargo, en la comarca en torno a las Conchas de Haro (limítrofe entre

las provincias de Burgos, Rioja y Álava) encontramos una concentración del

étimo zahara no correspondida con la equivalente abundancia de su supuesto

antónimo barri. Sugerimos que la explicación reside en el hecho de que en

estos casos zahar no siempre quiere decir ‘viejo’, conclusión reforzada por su

ya comentado comportamiento morfosintáctico. Pero si no significa ‘viejo’ ¿qué

significa o a qué se refiere?

morfologíA: ¿DiStinCión entre lo AlAVéS y lo riojAno?Si consideramos los fonemas ‘ç’ y ‘z’ como homófonos, y la ‘f’ como una oca-

sional representación gráfica de la aspiración representada generalmente por

‘h’, existe un altísimo grado de homogeneidad ortográfica entre los ejemplos

recogidos.

Las únicas variantes son la presencia o no de una tercera ‘a’, y la geminación

de la ‘r’ en la mayoría de esos casos. Los casos carentes de ‘a’ como sufijo se

concentran en Álava, el espacio contemplado con más indicios de haber sido

vascoparlante, mientras la terminación en –arra es propia de la Rioja Alta y

Treviño. No sabemos si esta distribución es significativa, quizás indicativa del

encuentro de dos estratos: uno vasco, que tiende hacia la forma sin vocal final y

hacia la unión con sustantivos con etimologías vascas, y que podría representar

el auténtico antónimo de (uri)barri etc.158; y un segundo sustrato no-euskérico,

y acaso semítico, con vocal final. Sin embargo, algunos nombres, sobre todo

los que aparecen varias veces en las fuentes, demuestran ambas formas, lo cual

complica este tipo de comparación forma-espacio.

forma nombre completo ubicación fecha doc. ref.

zahar Hurizahar Urizar (Gamboa, Álava) 1025 Cogolla180

zaharra S. Martino de Zaharra

San Martin de Zar, Treviño

1052 Rioja13

zahar Saggazahar Sajazarra, Rioja 1075 Cogolla421

zahar Formazahar ¿Hormaza (Obarenes)? 1075 Cogolla421

zahara S. Martini de Zahara San Martin de Zar, Treviño

1076 Rioja33

zahara Zaharam ¿Rioja Alta? 1076 Rioja33

158. Aunque persisten otros problemas como la cuantía y el orden adjetivo-sustantivo.

135David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

forma nombre completo ubicación fecha doc. ref.

zahar Olhaucezahar Olabezar (Amurrio, Álava)

1085 Cogolla2/94

zahar Ulzaharriza Llanada alavesa 1089 Cogolla2/186

zaharra Saja zaharra Sajazarra, Rioja 1169 Herrera1

zahar Hurizahar ¿Revenga?, Miranda 1177 Fuero Miranda #4

zafarra S Christoforo de Zafarra

Ciriñuela, Rioja Alta 1192 Cogolla2/469

zaharra S Martino de Zaharra San Martin de Zar,Treviño

1193 Rioja335

zaarra Saayazaarra Sajazarra, Rioja 1204 Rioja4/10

çaharra Saiaçaharra Sajazarra, Rioja 1229 Huelgas237

caharra Saia caharra Sajazarra, Rioja 1253 Herrera19

çahar Uriçahar Urizar (Gamboa, Álava) 1257 Rioja4/235

çahar S. Martin Çahar San Martin de Zar, Treviño

1257 Rioja4/235

çahar(a) Çaharate Zarate (Murguia, Álava) 1257 Rioja4/235

Çaharra S Martino de Çaharra San Martin de Zar, Treviño

1284 Rioja4/413

çaharra Saiaçaharra Sajazarra, Rioja 1286 Rioja4/439

çaharra Saia Çaharra Sajazarra, Rioja 1333 Herrera75

çaharra Saia Çaharra Sajazarra, Rioja 1435 Colegiatas284

zaharra Urizaharra Peñacerrada, Álava 1613 Libro de Fábrica

SignifiCADoS AlternAtiVoSEn primer lugar, y a pesar de lo dicho, deberemos reivindicar la validez de

la etimología vasca en por lo menos algunos de los casos encontrados. Si el

problema es esencialmente cuantitativo, el exceso de apariciones del étimo,

no tenemos por qué rechazar la etimología vasca por completo. Además, es

innegable la tendencia de este étimo, sea cual sea su origen, a fijarse preferen-

temente a sustantivos euskéricos, y en algunos casos, sobre todo los más sep-

tentrionales y cuando no hay impedimentos morfosintácticos para tal lectura,

creemos que se tratará efectivamente del adjetivo vasco.

¿vasco? Casos problemáticos ¿semítico?

Urizar, Álava Formazahar, ¿Obarenes? Zaharam, ¿Rioja Alta?

Olhaucezahar, Álava Çaharate, Álava S Christoforo de Zafarra, Rioja

Hurizahar, Miranda Urizaharra, Álava (entre Treviño y Rioja)

Ulzaharriza, Álava Sajazarra, Rioja

S. Martino de Zaharra, Treviño

136 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Pero, en los demás casos, cuando zaharra = ‘viejo’ es más difícil de aceptar,

¿qué significados alternativos sugerimos? Si afirmamos que existen varias po-

sibilidades entre el árabe, el hebreo y el bereber quizás no hacemos más que

subrayar nuestra ignorancia de estas lenguas, pero superficialmente, por lo

menos, y siempre en transcripciones al alfabeto occidental, aparecen varias

formas muy próximas a la toponimia observada en la Rioja Alta, y en algunos

casos con contextos muy sugerentes.

1. Etnónimo bereber. Según Dolores Oliver, la voz Zafara (Safara) repre-

senta el nombre de una tribu bereber perteneciente a los Hawwara, y así

interpreta la aparición de esta voz como topónimo en Zamora159. Por otra parte,

Oliver Asín veía etnónimos bereberes detrás de otros topónimos como Mena

y Quejana, a los cuales se podría añadir posibles recuerdos toponímicos ro-

mances de presencia norteafricana como Berberana y Apricano, todos ellos en

zonas próximas al cluster toponímico que contemplamos.

2. Zahrá’ = ‘brillante, resplandeciente’. Adjetivo utilizado de antiguo en

la onomástica árabe como nombre propio femenino160, y que da algunas for-

mas próximas a la toponimia observada: Zafara, Çafra, Zahra. También tiene

aplicación toponímica, por ejemplo, el nombre del célebre complejo palaciego

cordobés Medina Azahara y, según Asín Palacios, en la etimología del gaditano

Zahara161. Su raíz sería zahr = ‘flores’162, quizás demasiado alejada semánti-

camente para contemplar una aplicación metafórica a la blancura de ciertas

rocas (por ejemplo, las Conchas de Haro), equivalente al uso oronímico de la

radical indoeuropea alp- / alb-, solución por lo demás plausible en un contexto

tan orográficamente espectacular donde aparecen también Villalba de Rioja y

Hormaza.

3. El aporte antroponímico. La antroponimia resonante de esta voz aparece

en dos ocasiones entre población arabófona y aparentemente judía en Calaho-

rra, algo alejada de la Rioja Alta donde se concentra la toponimia que nos inte-

159. OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe ...”, p. 102, n. 25. El Zafara zamorano es un

pueblo limítrofe con Portugal, al sur del Duero, 41º25’, 6º15’.

160. TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #160.

161. ASÍN PALACIOS, Contribución a la toponimia árabe de España, p. 143.

162. CORRIENTE, Diccionario de arabismos y voces aines en iberorromance..., p. 247.

137David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

resa163, con una aislada y tardía aparición en el valle del Oja164. No habría que

descartar que hubiera una relación entre estos nombres de persona y el cluster

toponímico que nos ocupa, aunque quizás la relación con el adjetivo arriba

glosado, y aquí con significado de ‘blanco’ o ‘cano’, tendría más sentido.

4. Sáhrí = ‘desierto’, en el sentido del desierto arenoso norteafricano por

antonomasia. La pregunta es si esta voz también se aplicaba en la Península, a

paisajes menos arenosos pero desiertos en otros sentidos, quizás con el sentido

de ‘tierra de nadie, fronteriza e infrapoblada’. Aunque Asín Palacios sugería ésta

como la etimología del ya mencionado Zafara zamorano165, Corriente duda de

que se aplicara esta raíz al paisaje peninsular, “... ni en Alandalús se hablaba

mucho de desiertos ... Los pedregales, en cambio, sí abundan en la Península

Ibérica.”166

5. Saxr = ‘rocas’, saxrí = ‘roqueño’167, “... palabra sumamente popular en

el árabe de España, según nos muestran, además de muchos testimonios di-

rectos, los de la toponimia, con sus numerosos Zagra, Azagra, Zafra, Safra,

Zahara”168. La misma voz, traducida por Lafuente como Sierra, también aparece

en el Ajbar Majmu’a en referencia al refugio asturiano de Pelayo169, y parece ser

la raíz de voces iberorromances como la castellana temprana (s. XIV) çáhara

(‘falcón bravo’), la portuguesa sáfaro (‘salvaje, remoto’), la castellana zahareño

(‘salvaje, bravo’), y la extremeña zafra (‘terreno granítico sin arbolado’)170. Se

aprecia, por tanto, no sólo cierta fecundidad toponímica, sino que esta radical

163. Zaheid iben Zafar (1098, Rioja45): Iucef Azafar, Iben Azafar (ca. 1100, Rioja45).

164. D. Zafarra (1209, Calzada94), Rioja Alta.

165. ASÍN PALACIOS, Contribución a la toponimia árabe de España, p. 143.

166. CORRIENTE, Diccionario de arabismos y voces aines en iberorromance, p. 431.

167. CORRIENTE, Diccionario de arabismos y voces aines en iberorromance, pp. 431-2.

168. COROMINAS y PASCUAL, Diccionario crítico etimológico ..., VI, p. 40. Tanto ASÍN PALACIOS (Contribu-

ción a la toponimia árabe de España, p. 143) como VIGUERA MOLINS (“La Rioja en Al-andalus”, p. 200) apoyan

esta etimología para Azagra, plaza-fuerte de la Ribera navarra. Cf. el orónimo murciano, híbrido y aparentemente

tautológico, Peña de la Zafra.

169. “[Okba] se hizo dueño de Galicia, Álava y Pamplona, sin que quedase en Galicia alquería por conquistar,

si se exceptúa la sierra [sajra], en la cual se había refugiado con 300 hombres un rey llamado Belay”, Ajbar

Maymu’a, p. 38.

170. COROMINAS y PASCUAL, Diccionario crítico etimológico ..., VI, p. 40; CORRIENTE, Diccionario de arabis-

mos y voces aines en iberorromance, pp. 431-2.

138 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

conduce hacia formas próximas a lo observado171. En el contexto toponímico

que nos ocupa, a partir de esta raíz cabe pensar en referencias a la espectacular

orografía de las Conchas de Haro172, o quizás en la naturaleza marginal, por ser

tierra de nadie, de esta comarca fronteriza.

ortografía medieval del topónimo bajorriojano Azagra según origen del diploma. la presencia de la aspiración ‘f’ o ‘h’ es propia exclusivamente de las redacciones altorriojanas, las demás tienden a reproducir las velares oclusivas ‘g’ o ‘k’

diplomática altorriojana diplomática bajorriojana y navarra

Zafra (Rioja3, 1040) Azekra (Rioja11, 1052)

Azafra (Rioja4, 1044) Azagra (Rioja17, 1056)

Azafra (Rioja8, 1046) Açegra (Rioja45, c.1100)

Açahara (Rioja29, 1074) Azegra (Rioja120, 1138)

Zaharam (Cogolla418, 1074) Açagra (Roncesvalles4, 1148)

Açahra (Rioja32, 1076) Azafra (Leire324, 1154)

Zaharra (Cogolla22, 1143173) Azagra (Rioja187, 1156)

Azagra (Roncesvalles25, 1203)

Açagra (Rioja4/18, 1208)

Azagra (Rioja4/61, 1222)

Açagra (Roncesvalles94, 1237)

Açacra (Rioja4/151, 1244)

Açagra (Rioja4/161, 1245)

Açagra (Rioja4/192, 1250)

Açagra (Rioja4/195, 1250)

Açagra (Rioja4/285, 1267)

Açagra (Roncesvalles262, 1274)173

Si se acepta la etimología propuesta para Azagra, podemos observar el tra-

tamiento ortográfico que recibe un topónimo derivado de Saxr en La Rioja:

cuando Azagra se transcribía por escribanos altorriojanos, o bien de la corte en

Nájera o bien de San Millán de la Cogolla, la consonante intermedia se repre-

171. “ ... la anaptixis de a entre h y r es hecho frecuentísimo, y más en los arabismos”, COROMINAS y PASCUAL,

Diccionario crítico etimológico ..., (VI), p. 40.

172. Una idea también reflejada quizás en toponimia como Hormaza (< lat. forma = ‘pared’), Formazahar (=

‘pared-roca’), Villalba y Petra Cidadera.

173. Aunque la redacción le atribuye una fecha de 934, todos los comentaristas aceptan que el texto es propio

de mediados del siglo XII.

139David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

senta como ‘f’ o ‘h’ (véase la tabla adjuntada); mientras en la documentación

bajorriojana (léase calagurritana) aparece casi siempre ‘g’. Sugerimos que el

baile ortográfico a la hora de representar este sonido es propio del encuentro

entre escribanos cristianos y un fonema arábigo que no saben bien cómo re-

presentar, con una solución aspirada favorecida en la Rioja Alta. En fin, la so-

lución altorriojana conduce a formas próximas a lo observado en la toponimia

riojano-alavesa.

6. Thagr = ‘frontera’. Una cuarta, y última, etimología árabe sería que el

étimo denominara una marca fronteriza a partir del sustantivo árabe thagr =

‘frontera’, con la ‘th’ (también transcrita a veces como ‘t’) representando un

sonido próximo a la ‘z’ castellana y la ‘ç’ medieval174. Esta voz aparece en la to-

ponimia peninsular como Izagre175 (León), Tagarabuena176 (Zamora) y Zegri177

(Granada). De esta escueta lista surge el mayor impedimento para la aplicación

de Thagr al caso que analizamos: ningún autor, que sepamos178, la ha vinculado

con formas toponímicas con una consonante interior aspirada o fricativa. Que

la oclusiva en Azagra, sea cual sea su etimología, se convierte en aspiración,

pero que la de Thagr no, sugiere que se tratan de fonemas diferentes, y que la

raíz que nos interesa es la de Azagra y no la de Thagr.

Fonéticamente problemática, la etimología a partir de Thagr es muy atracti-

va cuando se observan, esparcidos por la Península, topónimos formalmente

próximos a los observados en el Alto Ebro que, en muchas ocasiones, ocupan

lugares compatibles con una etimología fronteriza:

174. “That the Arab thagr embodies a broad ill-defined meaning of territory may also be traced to the etymol-

ogy of the word. It is noteworthy that the root of the word th.g.r. appears in other Semitic languages with the

meaning of ‘opening’, ‘gate’, and ‘pass’ “, MANZANO MORENO, “The Creation of a Medieval Frontier: Islam and

Christianity …”, p. 46.

175. ZOZAYA, “771-856: Los primeros años del Islam andalusí ...“, p. 130.

176. ZOZAYA, “771-856: Los primeros años del Islam andalusí ...“, p. 130.

177. ASÍN PALACIOS, Contribución a la toponimia árabe de España, p. 144.

178. Según RODRÍGUEZ R. DE LAMA (Colección diplomática ..., tomo I, p. 246), ASÍN PALACIOS (Contribución

a la toponimia ...) proponía la etimología a partir de Thagr para Azagra, pero no encontramos eco de esto en la

obra de éste, quien, en la página 79 (2ª edición), apuesta claramente por la etimología Azagra = ‘la peña’, como

ya hemos indicado.

140 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

– Azahara (Tarragona, 20 km a SO de la ciudad de Tarragona). La

frontera andalusí se situaría entre Tortosa y Tarragona durante más de

tres siglos (808-1149), y Azahara se sitúa en el extremo septentrional

de la diócesis de Tortosa (actual arciprestazgo Delta-litoral), limítrofe

con la archidiócesis de Tarragona.

– Azara (Huesca, entre Huesca y Barbastro), con la ortografía Azahra

en 1095179.

– Izagre (León), a un kilómetro de la frontera provincial leonés-valliso-

letana.

– Tagarabuena (Zamora), 2 kilómetros al norte del río Duero, y la

sempiterna ciudad fronteriza de Toro.

– Zafara (Zamora), a 5 km. de Portugal en una zona donde el Duero

crea una imponente frontera natural que en toda probabilidad se

transformaría en una frontera política plurisecular, cerca se encuentra

toponimia resonante de una función fronteriza como Tudera (cf. Tu-

dela < del lat. tutela ‘protección’) y Muga de Sayago.

– Zahara (Cádiz), a 4 km. de la frontera provincial con Málaga. Toda la

sierra está salpicada de lugares apodados “de la frontera”, pero Asín

Palacios aquí ofrece la etimología ‘brillante’, véase supra.

– Zafra (Alicante), a 1 km de la frontera provincial actual con Valencia,

y a 8 km de la frontera con Albacete.

– Zaframagón (Cádiz), a 1 km. de la frontera provincial con Sevilla180.

La coincidencia entre estas formas y ubicaciones aparentemente fronterizas es

muy sugerente, aunque a falta de un pormenorizado estudio geopolítico de

cada una de estas comarcas no tenemos muchos más datos que el trazado de

los actuales límites provinciales, los cuales no tendrían porqué necesariamente

reflejar fronteras medievales. También notamos que el propio esparcimiento

geográfico de estos ejemplos hace menos probable que sean todos el resultado

de la misma evolución fonética.

179. SENAC, La Frontière et les hommes, p. 235.

180. También aparecen topónimos parecidos en las provincias de Badajoz (Zafra), Cáceres (La Zafra, 20 km

al S de la ciudad de Cáceres), y Granada (Zagra, 50 km al W de la capital, y a 10 km del límite provincial con

Córdoba), cuya condición de fronteriza habría que evaluar caso por caso.

141David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Sin embargo, la hipótesis fronteriza se fortalece cuando se observa que varios

de los Zahar del cluster altorriojano-alavés tenían funciones mojoneras. En

realidad es precisamente esta función lo que los hace salir del anonimato.

San Martín de Zaharra, el ejemplo más iterativo, funciona a la vez como lími-

te diocesano (como extremo sur-oriental del episcopado de Valpuesta181), foral

(fueros de Nájera, Logroño y Vitoria182) y marcando un territorio sub-diocesano

en un pleito entre Nájera y Calahorra183. En el caso foral, San Martín está extra-

ñamente alejado de lo que, a partir de la documentación medieval, se podría

considerar el territorio ‘natural’ de Nájera, y quizás deberíamos pensar en algún

tipo de marco fronterizo anterior que cubriría el espacio hostigado por los astu-

res a mediados del siglo VIII. Sajazarra, también tiene una función mojonera,

pues aparece en el acuerdo del año 1229 (Huelgas237) entre las diócesis de

Calahorra y Burgos de compartir algunos lugares fronterizos184. También en-

contramos el genérico Zahara en funciones mojoneras: ... usque in Zaharam,

Rioja33 (Fuero de Nájera), 1076. San Cristoforo de Zafarra aparece en el

extremo meridional del cluster toponímico cerca de Cirueña que, en el siglo X,

parece desempeña un papel mojonero entre Castilla y Navarra.

Quizás estas coincidencias no sean más que eso, coincidencias, un espejismo

resultado de demasiadas horas contemplando mapas. Pero aunque la aspira-

ción siempre presente en nuestro cluster haga difícil que estos nombres deriva-

sen de Thagr, quizás podríamos contemplar un sentido fronterizo a partir de la

raíz Sáhrí = ‘desierto’, o mojonero a partir de Saxr = ‘peña’, la solución más

convincente desde el punto de vista fonético.

181. “... illum etiam episcopatum qui est de Sancto Martino de Zaharra usque in Rotellam et Aslanzonem et

Pozam, ex alia uero parte ex Alaue terminis usque in Arrepan et Cutelium Castrum in Asturiis cum monasterio

euisdem episcopatus nomine Uallepositam”, Rioja13, 1052.

182. Fuero de Nájera (Rioja33, 1076); para los fueros de Logroño (1095) y de Vitoria (1284), MARTÍNEZ DÍEZ,

“El Fuero de Logroño ...”, p. 248.

183. “... et omnes eclesias et quicquid Calagurritanus episcopus possidet infra terminos, qui sunt a Santo Martino

de Zaharra et a terminis Alaue usque ad episcopatum Burgensem”, Rioja335, 1193. No obstante, a mediados del

siglo XIII (Rioja4/235, 1257) San Martin Çahar estuvo integrado en el arcidecanato de Álava (arciprestazgo de

Treviño), pero no en el extremo de dicha circunscripción que hacia el sur alcanzaba Peñacerrada y sus aldeas, y

al oeste se extendía hasta Lacervilla y Pangua.

184. “... administrados y gobernados un año por Burgos y otro por Calahorra ... por ello estas parroquias se

llamaban de la <alternativa>”, RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de la Rioja, tomo IV, p.

94. Otros lugares mencionados incluyen Caranca, Miranda, La Morcuera, Potançre y Galuarruli.

142 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

En resumen, partimos de la impresión de que en torno a las Conchas de Haro

se agrupan demasiadas apariciones para un humilde adjetivo vasco, pues al

margen de la toponimia en –uri, la toponimia mayor vascoide en la vega del

Ebro tampoco es tan abundante. Es probable que la etimología vasca sea válida

para algunas de las referencias, pero no para todas. No es que la distribución

equitativa sea una pauta imprescindible de la toponimia, todo lo contrario,

los topónimos tienden a congregarse: quintana- en Castilla; el sufijo –uri en

el curso inferior del Oja; apelativos comarcales como Juarros. Sin embargo,

de aceptarse la etimología vasca para el cluster de toponimia que incorpora

el elemento zahar difícilmente sería compatible con estos ejemplos, pues se

trataría de un adjetivo y no un designador comarcal (Juarros), o un tipo de

asentamiento (-uri, quintana-) que podría sugerir un proyecto colonizador

concreto. ¿Por qué se iban a concentrar los adjetivos que significan ‘viejo’? Pre-

cisamente lo que sugerimos es que algunas de sus apariciones se deben a su

uso como delimitador comarcal, al margen del adjetivo vasco. En este contexto

es muy sugerente el significado de varias voces árabes, todas tendiendo hacia

formas próximas a la toponimia contemplada, que sólo conocemos a partir del

registro romance, con una etimología a partir de Saxr (= ‘peña’) quizás la más

convincente, aunque, sin duda, esta cuestión merece un análisis filológico más

competente que el nuestro.

ConCLusiones: La Frontera DeL PasiLLo

Creemos que la creación de una frontera política en el Pasillo tiene su origen

en las divergentes reacciones de los dos mandos militares tardovisigodos que

controlaban sendos extremos del corredor natural: el Ducado de Cantabria

resistiría y sería conquistado y colonizado185; mientras el Condado bajorriojano

y navarro regido por Casio pactaría con los invasores. La frontera se instala en

el extremo oriental del Ducado de Cantabria, probablemente la antigua divi-

soria diocesana, y se plasma en el límite de la toponimia en Quintana que se

restringe al espacio conquistado.

185. Después, estas tierras, ya conquistadas por Tariq, se rendirían ante Muza, lo cual ha dado pie a la idea que

acoge Chalmeta de que la Gallaecia fuese un espacio esencialmente pactista. Este cuadrante noroccidental es de

los pocos escenarios dónde coincidieron los itinerarios de los dos caudillos musulmanes, y donde, por tanto, se

puede observar tanto conquista como capitulación.

143David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Así, durante la primera mitad del siglo VIII, la frontera sería esencialmente

fiscal y administrativa: la que separaba dos territorios con distintos regímenes

tributarios dentro de al-Andalus. Pronto, sin embargo, adquiere un matiz cul-

tural e incluso étnico, puesto que habría más colonización (árabe, pero sobre

todo bereber) al oeste de la divisoria, y por tanto también una arabización más

temprana. Éste nos parece uno de los matices más significativos del siglo VIII,

pero queda sepultado por la temprana retirada andalusí del noroeste peninsu-

lar. Aunque parezca contraintuitivo, insistimos en que en el primer momento el

extremo occidental del Pasillo (a continuación, el extremo castellano y cristia-

no) se arabizaría antes y más profundamente que el extremo oriental (la parte

andalusí hasta principios del siglo X). Lo expresa perfectamente Chalmeta en

un paradigma diseñado para la Península en general, pero que bien podría

estar dirigido hacia la realidad del Pasillo:

Paradigma de Chalmeta186 Su aplicación a nuestro espacio

“ ... a priori, habrá que dividir a al-Andalus en dos áreas:

1. la conquistada por fuerza de armas / ‘anwatan (con in-troducción inmediata de formas de propiedad, gobierno-administración, tributación e ideología puramente arabo-musulmanas).

CASTILLA (Ducado de Cantabria)

2. la sometida mediante pactos / sulhan (lo cual implica una escasa – o incluso nula – presencia física arabo-musulmana ... ) ... Constituyen zonas residuales que, andando el tiempo, y debido a la continuidad del dominio arabo-musulmán, terminaron siendo asimiladas. Pero sin que esta asimilación fuese instantánea sino paulatina, y, en muchos casos, tampoco será absolutamente total y completa.”

RIOJA (condado de Casio)

186

Uno de los principales enfoques de este capítulo ha sido el de insistir en la

importancia del breve periodo andalusí en la historia de Castilla, pero no hay

que olvidar que incluso en las zonas conquistadas la mayoría de la población

siempre sería indígena. Es más, parece probable que muchos de los invaso-

res (aquí esencialmente bereberes) hablarían romance187. Su breve exposición

186. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 209-210.

187. Concretamente, “al-lisan al-latini al-ifriqi, es decir, ‘la lengua latina africana’, que decía Idrisi”, OLIVER

ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 52 (cita textual) y p. 65 y ss.; ZOZAYA, “771-856: Los primeros años

del Islam andalusí ...”, p. 93.

144 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

al mundo islámico habría derivado en una arabización esencialmente cultural

y antroponímica, y éstos son los fenómenos que aparecen fosilizados en la

toponimia castellana. Así no deberíamos contemplar una arabización necesa-

riamente lingüística: la toponimia descriptiva castellana sugiere una población

romance-parlante. La penetración cultural araboide se aprecia sobre todo en

la onomástica personal y la toponimia derivada de ella, y también quizás en

registros, tanto toponímicos como léxicos, referentes a superestructuras admi-

nistrativas y fiscales188.

La geografía del levantamiento bereber de 741-2 ya resalta las diferencias en-

tre los dos extremos del Pasillo, ya que sospechamos que la divisoria entre

un oriente peninsular apenas afectado por la revuelta y un occidente donde

causaría estragos podría estar en la misma línea fronteriza señalada tan porme-

norizadamente por la toponimia en Quintana. El segundo acontecimiento que

conduce a la consolidación de la frontera serían las correrías de la monarquía

astur, que se esforzó en desmantelar una red de fortificaciones que permitían el

control del estratégico nudo alrededor de las Conchas de Haro. A partir de ese

momento, el entorno de las Conchas de Haro y la cuenca del río Oja se con-

vierten en una marca fronteriza, quizás rememorada en la toponimia en Zahar.

El mapa nº. XVIII ilustra la, a nuestro parecer, llamativa yuxtaposición de estos

fenómenos a ambos lados de la frontera del Pasillo.

Por lo tanto, el Pasillo sufre repetidas sacudidas (711-12, 741-42 y 753-4), y si las

directas consecuencias militares de algunos de estos hechos pueden relativizar-

se, no así su impacto sobre la sociedad. Pues del debilitado sistema esclavista

visigodo, tras un espectacular derrumbe militar, se pasaría brevemente al modo

de producción tributario-mercantil típico del mundo musulmán, y en seguida a

la ‘desestructuración’.

Después de subrayar la limitada aportación demográfica de los invasores, qui-

zás extraña el profundo impacto sobre la sociedad castellana que atribuimos a

tan sólo 40 años andalusíes, aproximadamente 712-753. Creemos que hay dos

explicaciones.

188. Nos referimos a toponimia como Medina y Alcocero y vocabulario como alfoz y alboroque, tema de sumo

interés que queda fuera del alcance de este estudio, y que aquí lanzamos sólo como hipótesis.

145David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

En primer lugar, esos 40 años no son tan pocos. Suponen dos generaciones en-

teras, y sin embargo, demasiadas veces el periodo andalusí ha sido considerado

como algo anecdótico189, una evaluación que sospechamos sea en gran medida

el resultado de la visión retrospectiva cristiana de una Reconquista inexorable.

El Islam, que ofrecía emancipación a los conversos y ventajas fiscales a todos,

sería una opción atractiva, sobre todo cuando no era ni inevitable ni sabido que

Castilla se quedaría en breve (y para siempre) fuera de al-Andalus.

Segundo, el efecto cultural andalusí se prolonga aún después del quebran-

tamiento de su control político, precisamente por el hecho del limbo deses-

tructurado en el cual se queda Castilla durante un siglo largo a partir de 753.

La ausencia de una alternativa solvente para sustituir el sistema andalusí sólo

prestaría prestigio a lo desaparecido190.

189. “... ya hemos constatado que existe una tendencia a minimizar el papel que desempeñó el Islam en la

zona”, GARCÍA GONZÁLEZ, y FERNÁNDEZ DE MATA, “Antropología, Arqueología e Historia”, p. 65.

190. GARCÍA GONZÁLEZ y FERNÁNDEZ DE MATA parecen avalar esta lectura, “Antropología, Arqueología e

Historia”, p. 45.

Mapa XVIII. Contraste entre las correrías astures (Mapa XI), y la toponimia en Quintana (Mapa XV) y Zahar (Mapa XVII)

146 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Tanto Castilla como Álava parecen quedarse más allá de los límites de al-Anda-

lus, como indica el comienzo de una serie de campañas contra estas comarcas

insistentemente unidas en la cronística arábiga, con la de Bedr de 767 como

prólogo, y con intensificación hacia finales del siglo VIII. Esto coincide con la

emergencia de un nexo dinástico astur-alavés, y con la pérdida definitiva de

cualquier tipo de presencia musulmana estable al norte de las tantas veces men-

cionadas Conchas de Haro. El testimonio más detallado, aunque algo tardío, de

esta nueva realidad geopolítica, serían las consecutivas campañas musulmanas

de los años 882 y 883 incapaces de franquear las defensas castellano-alavesas

que se alineaban en los Montes Obarenes.

También habría que contemplar el papel que juega la geografía en fijar la ubi-

cación de la frontera en el Pasillo. Al margen del trazado inicial de la frontera,

predicado según criterios político-administrativos (los límites del Ducado de

Cantabria), será la geografía lo que determina que el trazado no se modifique

demasiado después. Pues si el río Ebro funciona como barrera en La Rioja,

protegiendo la vega najerense de los pueblos del norte, esto ya no es el caso

al oeste de Las Conchas de Haro. Con el Ebro al norte de las estribaciones

meridionales de la Cordillera Cantábrica (aquí los Montes Obarenes), las tierras

que se extienden al pie de estos riscos se hacen fácilmente amenazables y

controlables desde plazas fuertes como Cellorigo, y más aun cuando funciona

el nexo político Álava-Castilla. Sugerimos que esta circunstancia frena cualquier

deseo o intento andalusí de reimponerse más hacia el oeste.

Creemos que la frontera contemplada, con algunas modificaciones, es plurise-

cular y que lo que cambia, más que su trazado, es su significado. Inicialmente

habría una frontera que separaba los berones y los autrigones, aunque su tra-

zado en este periodo es muy hipotético, y tampoco está claro hasta qué punto

coincidiría también con límites étnicos, lingüísticos o culturales. En periodo

romano se mantiene como frontera administrativa, con más trascendencia en

algunos momentos (división conventual) que en otros. Quizás de las divisiones

administrativas romanas surge ya la territorialidad diocesana que también fija

una frontera en este espacio, frontera que además, a partir de datos pleno-

medievales, ya tiene un trazado concreto. También sospechamos heredera de

los límites administrativos tardorromanos la geografía de las circunscripciones

militares visigodas, dos de las cuales parece haber habido en sendos extremos

del Pasillo en 711, a juzgar por las divergentes suertes de los dos espacios, tema

central a este capítulo. No se percibe ninguna otra división (cultural etc.) en pe-

147David Peterson

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

riodo visigodo, pero a raíz de esa división administrativa algo intranscendental

emergería su manifestación más duradera: primero, hasta mediados del siglo

VIII, como frontera fiscal y en menor grado étnica y religiosa; luego, hasta 924,

como frontera ‘internacional’, cultural, lingüística, étnica, religiosa, militar etc.,

aunque casi todos estos aspectos son matizables y serán matizados en capítulos

venideros; y aun después de 924 sigue como frontera política (y residualmente

también como frontera cultural y lingüística) durante aproximadamente otro

siglo, hasta la política expansionista de los monarcas navarros de la primera

mitad del siglo XI. Pero no nos adelantemos.

Ducado de Cantabria Condado de Casio

conquista pacto

presencia bereber régimen muladí, población mozárabe

arabización precoz arabización lenta

rebelión 741-2 al margen de 741-2

correrías astures límite de las correrías astures

Post-760: fuera de al-Andalus y desestructurado

integración bisecular en al-Andalus

Mapa XIX. La ‘cuña alavesa’ - espacio fronterizo entre Castilla y Nájera

148 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo

Con respecto a las mencionadas modificaciones de trazado sufridas por esta

frontera, quisiéramos resaltar una en particular. La frontera tardovisigoda y pro-

toandalusí, más administrativa que otra cosa, y por lo tanto apenas necesitada

de una tierra de nadie o un entramado defensivo, se situaría unos 5-10km al

oeste del río Oja, e incluso al oeste del Tirón inferior, siguiendo aproximada-

mente el trazado actual de la divisoria provincial Burgos-Rioja y también lo que

parece haber sido la divisoria diocesana. En cambio, los andalusíes renuncia-

rían a toda la cuenca del Oja para así crear una tierra de nadie, y los cristianos

aprovecharían esta circunstancia para ocupar partes del interfluvio Oja-Tirón.

Existe así una cuña de territorio que se estrecha conforme busca el mediodía

desde su base en los Montes Obarenes y el estratégico Cellorigo, al este de la

histórica frontera del Ducado de Cantabria, pero aun así perteneciente al reino

de Asturias, según el cronista albeldense que describe las campañas de 882-3

(Mapa XIX).

En resumen, estamos de acuerdo con Chalmeta en que la dialéctica pacto-

conquista instruye gran parte de la historia peninsular del siglo VIII en adelante,

y sugerimos que uno de los espacios donde más nítidamente se observa el

contraste, gracias sobre todo a la toponimia en Quintana, es en el Pasillo.

149David Peterson

la rioja andalusí

Los banu Qasi y sus tierras

Nuestro conocimiento de lo acontecido en el Pasillo oriental antes de su incor-

poración en el Reino de Navarra hacia 925 está inexorablemente vinculado con

las fortunas de su familia dirigente, los Banu Qasi, pues prácticamente nuestra

única fuente, al margen de lo que podemos deducir retrospectivamente a partir

de la lacónica diplomática cristiana del siglo X, es la cronística árabe con su

característico enfoque prosopográfico1. Así, durante dos siglos, la mayor parte

de La Rioja figura únicamente a través de las acciones de esta saga muladí, y así

justificamos el enfoque también prosopográfico de gran parte de esta sección

sobre la Rioja andalusí.

Ya hemos relatado en otros capítulos cómo la primera noticia que tenemos de

esta dinastía es cuando el conde Casio pacta con los invasores musulmanes

(quizás en Ejea) hacia 713, y así evita la suerte que había corrido el Ducado de

Cantabria el año anterior: conquista, quinteo y colonización. A continuación

examinaremos algunas de las que consideramos características más relevantes

de la dinastía muladí que fundó el conde tardovisigodo.

Origen visigodo. En primer lugar, señalamos que el origen del poder de la

dinastía que pronto se conocería como los Banu Qasi remonta a tiempos vi-

sigodos: Casio ya es un conde cuando acontece la invasión musulmana, y

1. Según MAÍLLO SALGADO (¿Por qué desapareció al-Andalus?, pp. 27-8), esto se debe a causas psicológicas

muy arraigadas en las sociedades beduinas: “los pueblos vinculados al medio beduino no se aferran a la tierra,

sino a sus linajes ...”. En este caso, la principal fuente sobre los Banu Qasi es IBN HAZM.

150 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa anDalusÍ

además es, según Ibn Hazm, el ‘conde de la frontera’, qumis al-tagr2. Además,

Castellanos sugiere que los visigodos se apoyarían en la aristocracia indígena

para controlar estos territorios, y ante el nombre latino (y no germánico) del

magnate y las referencias en la Vita de San Millán a condes en el Alto Ebro, no

parece descabellado pensar que los lazos de Casio con esta tierra se remonta-

rían aun más3.

Quizás también es aplicable al caso el modelo que vislumbramos en el centro y

extremo occidental del Pasillo: la proyección de poderes asentados en el Siste-

ma Ibérico hacia la Cordillera Cantábrica, observada sobre todo en la geografía

asociable con el obispo Asterio, con base en Oca y funciones en Mijangos al

norte del Ebro. También en la relación entre Emiliano de Berceo y el senado

cántabro; y quizás también éste es el origen del efímero obispado visigodo de

Alesanco, cuya proyección al norte del Ebro se fosilizaría en la geografía del

Fuero de Nájera (Rioja33, 1076) y su mojón septentrional en San Martín de Zar.

Según esta hipótesis, el dominio originario de Casio estaría en el Sistema Ibéri-

co, y su condado sería una proyección político-militar desde allí hacia Navarra

y esencialmente sería un instrumento visigodo para la conquista de la antigua

Vasconia.

Esto contradice la hipótesis de Cañada, quien sugería que el núcleo originario

de los Banu Qasi podría estar al norte del río Ebro, entre Olite, Tudela y Ejea4.

Sin embargo, notamos que la de Cañada no es una ubicación firme, sino una

hipótesis, basada en argumentos “un tanto endebles”, y sobre todo antitética a

la tradicional interpretación que centraba el poder de la dinastía muladí al sur

del Ebro: “señores y gobernadores de Tudela, Tarazona y Borja”. Por otra parte,

la inclusión de Tudela en ambos esquemas debería cuestionarse, ya que ésta

ciudad parece haber sido una fundación omeya relativamente tardía (802)5.

2. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 112; FERNANDO DE LA GRANJA, “La Marca Superior

...”, p. 532.

3. CASTELLANOS GARCÍA, Calagurris tardoantigua, pp. 21-3.

4. CAÑADA JUSTE, “El posible solar originario de los Banu Qasi”, ubicación aceptada por, por ejemplo, SOUTO,

“El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya: poblamiento y organización territorial”, p. 254.

5. SOUTO, “El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya”, p. 258.

151David Peterson

la rioJa anDalusÍ

La principal base para la ubicación propuesta por Cañada parece ser la bús-

queda de un escenario que armonice con la intuida aparición de Casio en Ejea

(714) y con las primeras apariciones cronísticas de esta saga en Zaragoza (788)

y en Pamplona (799). Sin embargo, para cuando tenemos información deta-

llada sobre esta familia, ya en la segunda mitad del siglo IX, sus operaciones

se centran más al oeste, en torno a las ciudades riojanas de Arnedo, Viguera

y Calahorra6. Según Ibn Hazm: “Otros príncipes muladíes de estas comarcas

fueron: los Banu Qasi, en Tudela, Wunat y Urnit [=Arnedo]”7. Si aceptamos a

Wunat como una referencia a Olite, como sugiere Cañada Juste8, este lugar y

Tudela tendrían cierto sentido geoestratégico, pero mucho menos Arnedo, cuya

inclusión aquí tendría que justificarse por otro motivo, lo cual nos hace pensar

que se trataría del núcleo patrimonial de los Banu Qasi. Notamos que incluso

Cañada Juste, a pesar de su abogacía de la hipótesis navarrista, define a Arnedo

como “el feudo más fiel y característico de los Banu Qasi”9.

Por otra parte, de una veintena de referencias a la comarca en obras geográfi-

cas andalusíes, Arnedo (2 refs.) es la única plaza que disputa con Tudela (18

refs.) la hegemonía comarcal10. No discutimos que Tudela fuese efectivamente

la auténtica Madina de esta comarca, pero es interesante considerar de dónde

surge el ocasional protagonismo concedido a Arnedo. Si Tudela fue un centro

esencialmente omeya, sugerimos que el ocasional nombramiento de Arnedo

por los geógrafos andalusíes es un eco de su capitalidad para los Banu Qasi.

Por otra parte, el vínculo entre Lope ibn Muza y Viguera es particularmente

pronunciado: reconstruye dicho castillo hacia 862; comete una matanza de los

árabes de Zaragoza en un prado de Viguera en 874; y es enterrado en el mismo

lugar en 87511. Inevitablemente, si seguimos las fortunas de la familia a lo largo

del siglo IX, habrá fluctuaciones en el espacio de influencia de los Banu Qasi,

6. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., pp. 117-122.

7. Traducción de F. DE LA GRANJA, p. 532.

8. CAÑADA JUSTE, “El posible solar originario de los Banu Qasi”, pp. 33-8; MANZANO MORENO, La frontera

de al-Andalus ..., p. 112.

9. CAÑADA JUSTE, “Los Banu Qasi”, p. 41.

10. SOUTO, “El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya: poblamiento y organización territorial”,

pp. 264-5

11. CAÑADA JUSTE, “Los Banu Qasi”, pp. 48-9.

152 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa anDalusÍ

y en alza llegarían a controlar Huesca, Zaragoza, e incluso Toledo, pero en

esencia se concentrarían en las sierras y valles de la Rioja Baja, y los nombres

de Arnedo y Viguera se repiten con insistencia en los varios anales que relatan

las gestas de la dinastía12.

Con todo, es innegable la relación que existe entre la dinastía Banu Qasi y los

Arista pamploneses al norte13, quizás una relación forjada en las guerras visigo-

das, y recordada también en el uso de onomástica personal navarro-pirenaica

por el clan muladí.

Muladí. En segundo lugar, y también directamente a partir de la noticia de

Ibn Hazm, figura la conversión de Casio al Islam. Al convertirse la familia di-

rigente al Islam (y los nombres de los hijos de Casio, excepto el primogénito,

parecen confirmar esto), y al incorporarse el espacio dentro de Al-Andalus, se

tiende a definir no sólo a la familia dirigente sino también al espacio dirigido

como muladí, notándose así el peso distorsionante de la prosopografía, ya que

sospechamos que en realidad el componente demográfico mayoritario sería

cristiano. Que el señor de una región fuese musulmán no quiere decir que lo

fuesen también sus súbditos, como demuestra el ejemplo de Córdoba con sus

disidentes cristianos (San Eulogio, Paulo Álvaro, etc.), y en general la tolerancia

hacia los dimmíes, precepto intrínseco a la ley musulmana.

Es más, tampoco está claro el islamismo de los Banu Qasi. Cuando Ibn Hayyan

relata la fundación de Tudela, por ejemplo, parece distinguir entre los Banu

Qasi y los musulmanes del entorno14. Ante la apostasía iterativa de algunos

de los últimos miembros de esta dinastía, que analizaremos a continuación,

nos preguntamos cuántos de sus súbditos serían musulmanes, sí ni siquiera la

familia dirigente seguía fielmente el credo islámico.

12. “Las ciudades de Arnedo, Viguera, Calahorra, Tudela jugaron siempre un papel muy importante en la his-

toria de esta familia, y constituyeron el núcleo principal de sus dominios hasta la extinción definitiva del linaje”,

MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 117. Además, Manzano sugiere que los anónimos enemi-

gos infieles de Abdarrahmán I en Viguera en 781 también serían los Banu Qasi, lo cual extendería su vínculo con

esta plaza hasta el siglo VIII, MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 115.

13. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona, p. 105 y ss.

14. “... [‘Amrus b. Yusuf] se apoderó del país de los Banu Qasi, haciendo del monte de Tudela una ciudad forti-

ficada en la que acogió a los musulmanes circundantes contra el peligro que corrían”, IBN HAYYAN, al-Muqtabis

II-I, f 96v, p. 38 (año 186 = 802).

153David Peterson

la rioJa anDalusÍ

Pactista. También es gracias a Ibn-Hazm que sabemos que Casio pactó con

los invasores15, y sugerimos que este hecho sería de primordial importancia a

la hora de determinar el futuro de La Rioja y de los otros territorios (navarros y

aragoneses) controlados por la dinastía. En un primer momento, esto supondría

la ausencia de conflicto y, en general, una continuidad entre los mundos visi-

godo y musulmán ausente en espacios conquistados (como el vecino Ducado

de Cantabria), continuidad ejemplificada por la permanencia en el poder de

Casio y sus descendientes, los Banu Qasi. Pero las implicaciones serían mucho

más duraderas que esta continuidad inicial. La continuidad se extendería a la

ausencia de colonización (árabe o bereber) significativa, y el mantenimiento

de la propiedad, así la ausencia de toponimia en Quintana. En cuestiones

de religión, Chalmeta sugiere una islamización más gradual en áreas pactistas

que en las zonas conquistadas16. Esto explicaría el florecimiento temprano del

monasticismo riojano, poco después de la integración del territorio en el Reino

de Navarra.

Andalusí pero periférica. La Rioja banuqasi era parte de al-Andalus, integrada

en el alfoz de Tudela, como dejan claro los geógrafos musulmanes17, mientras la

cronística demuestra que la dinastía dirigente estuvo activamente integrada en

las intrigas de la vida política andalusí18. La región se utilizaba como lanzadera

de aceifas que partían Ebro arriba hacía Álava y al-Qila, función que a la vez

subraya su integración en al-Andalus pero que también ilustra su situación fron-

teriza y periférica. Pues se elegía La Rioja como cabeza de puente precisamente

por estas características, ya que la región formaba una cuña que penetraba di-

rectamente en territorios cristianos, y era un espacio tremendamente periférico

dentro de Al-Andalus, y terriblemente vulnerable. Por ejemplo, Tudela en sí ya

se consideraba el ‘punto extremo de la frontera Superior’ y, sin embargo, Nájera

distaba todavía un centenar de kilómetros de ella, cuando el radio de control

típico y efectivo de los centros regionales (Madinas) de la Frontera Superior

15. F. DE LA GRANJA, “La Marca Superior en la obra de al-‘Udrí”, p. 532.

16. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 210.

17. VALLVÉ, La división territorial de la España musulmana, p. 301, cuya fuente básica parece ser AL-RAZI.

18. Sobre todo el Yamharat ansab al-‘arab de IBN HAZM.

154 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa anDalusÍ

Mapa XX. Posibles ubicaciones del solar originario de los Banu Qasi

Mapa XXI. La ubicación periférica de la Rioja Alta comparada con las Madinas de la Frontera Superior

155David Peterson

la rioJa anDalusÍ

era de tan sólo 40 kilómetros19. Creemos que estas consideraciones estratégicas

condicionarían la actitud cordobesa hacia esta región, y también la estrategia

adoptada por los Banu Qasi hacia sus vecinos cristianos. Pues sugerimos que, al

margen de las aceifas periódicas que suponían una obligación impuesta desde

Córdoba, y en realidad desde el mismo Quran, además de una oportunidad

económica, a los Banu Qasi no les interesaría sobremanera hostigar a sus veci-

nos, temidos guerreros, conflicto con los cuales prometería más problemas que

beneficios. En sus relaciones con los Arista se vislumbra este talante banuqasi

para entenderse con sus vecinos cristianos.

Disidente y apóstata. Juntamos aquí dos características que deberían matizar

significativamente nuestra percepción de la plena integración de la Rioja banu-

qasi en el sistema andalusí. En cuanto a su apostasía, ya la hemos mencionado

arriba, pero nos parece pertinente yuxtaponerla aquí con la disidencia político-

militar. Serían varios los casos de conversión al cristianismo dentro del com-

plejo (por reiteradamente homonímico) árbol genealógico de esta dinastía20. En

el sentido político, Manzano Moreno insiste en la virtual independencia de las

comarcas fronterizas del poder omeya, “una situación de facto en la que los

diversos sectores fronterizos fueron divididos entre estas familias que pasaron a

ostentar hereditariamente el señorío en estas zonas”21, con los Banu Qasi como

ejemplo estelar. En fin, andalusí sí, por lo menos nominalmente, pero geográfi-

camente periférica, y para nada unos integrantes modélicos. La autoproclama-

ción de Muza ibn Muza como “tercer rey de España” (Crónica de Alfonso III,

#25), nos parece muy ilustrativa, tanto de las pretensiones e intenciones de este

caudillo como de su confianza y autonomía, y reafirma la característica más

significativa de la dinastía banuqasi, su posición entre dos mundos.

Un último aspecto reseñable, y a nuestro parecer instructivo, aunque ya no

se trata del periodo de esplendor banuqasi sino de su decadencia y eventual

desaparición, es el aparente abandono de la Rioja Alta por los Omeyas.

19. SOUTO, “El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya: poblamiento y organización territorial”,

p. 258.

20. Entre un sinfín de noticias de rebeldía y crucifixión, conversos al cristianismo fueron Abd Allah e Ismail,

hijos de Mutarrif ibn Muza ibn Muza; Fortún, hijo de Lubb ibn Muhammad ibn Lubb ibn Muza ibn Muza; otro

Fortún, éste hijo de Abd Allah ibn Muhammad ibn Lubb ibn Muza ibn Muza, y por tanto primo carnal del anterior,

F. DE LA GRANJA, “La Marca Superior en la obra de al-‘Udrí”, pp. 533-4.

21. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., pp. 361-4.

156 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa anDalusÍ

Desarrollaremos esta idea más adelante cuando contemplemos la naturaleza

de la supuesta reconquista cristiana de esta región, pero adelantamos que la

aparición de poderes cristianos en ella no coincide con una derrota de los an-

dalusíes por los cristianos, como insinúa la cronística cristiana y la historiografía

tradicional basada en ella, sino de una posición de poder andalusí: victorioso

en 924 y dominante en 934.

En resumen, como ya se ha comentado, la naturaleza prosopográfica de la

mayor parte de las fuentes referentes a La Rioja durante los siglos VIII y IX nos

obliga a analizar la región a través de su dinastía gobernante que hemos definido

como: de origen visigodo; pactista; nominalmente muladí; disidente; y en varias

ocasiones apóstata. A estos datos prosopográficos añadimos dos consideraciones

que remiten ya no a los Banu Qasi sino directamente a la situación geopolítica

del espacio que controlaban: que estaba integrado teóricamente en al-Andalus

aunque, a partir de aproximadamente 753, siempre en su periferia; y que, aparen-

temente (e intentaremos justificar esta evaluación más adelante), fue abandonado

por los Omeyas después de 924. Esta combinación de circunstancias nos ha

llevado a plantear la posibilidad de que el territorio banuqasi, al margen del (no-

minal) muladismo de sus dirigentes, sería en realidad más mozárabe que muladí.

Cuestionamos la idea de que la islamización nominal de una región y sobre todo

de su casta dirigente condujera necesariamente y rápidamente a la islamización

general de la población. ¿Es sostenible esta hipótesis?

MozÁrabes, MuLaDÍes y JuDÍos

ConsiDeraCiones generaLes

De nuevo, empezaremos con el hecho del pacto, ahora en referencia a su

efecto en la orientación religiosa de la población riojana. Según Chalmeta, la

continuidad social inherente al hecho pactista y la consecuente ausencia de in-

migración de elementos ya islamizados y / o arabizados supondrían un proceso

islamizante más lento en espacios pactistas que en otros conquistados22.

Por otra parte, el modelo de Bulliet sugiere que el ritmo de conversión al Islam

era incremental. Inicialmente lento, sólo una vez que la islamización se había

22. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 210.

157David Peterson

la rioJa anDalusÍ

establecido como norma social en una comunidad se aceleraría el proceso23.

Sugerimos que esta última condición no se llegaría a dar en La Rioja, territorio

pactista donde ni siquiera la islamización de los Banu Qasi parece haber sido

firme.

La tercera consideración general, antes de que entremos en materia propiamen-

te riojana, es el reconocimiento expreso de los derechos y obligaciones de los

súbditos cristianos y judíos (los dimmíes) bajo el Islam, y la protección de sus

derechos por la ley islámica cuando, caso de La Rioja, el país había sido some-

tido mediante tratado de paz (sulh�)24. Además, los dimmíes tenían un papel

tributario muy importante dentro del sistema musulmán; en algún sentido se

podría decir que financiaban el estado, con contribuciones muy por encima de

las de los súbditos musulmanes. Por lo tanto, el estado islámico no tenía ningún

interés en forzar la conversión de estos valiosos contribuyentes.

eL eQuÍVoCo eJeMPLo De Los banu Qasi

Sabemos que el célebre conde visigodo Casio se convirtió al Islam en Damas-

co hacia 715, y que sus descendientes, los Banu Qasi, dinastía dirigente del

espacio que nos interesa durante dos siglos, también eran musulmanes. Por

lo menos en teoría. Tanto la calificación como la afirmación anterior tienen su

origen en la noticia, en las lacónicas genealogías de Ibn Hazm, de la apostasía

recurrente de algunos miembros de la familia. Las cuatro apostasías tardías

(principios del siglo X), enumeradas arriba, sugieren que hacia finales de su pe-

riodo de dominio algunas ramas de la familia no eran precisamente modélicos

ni convencidos musulmanes.

La onomástica personal de los Banu Qasi indica también una postura algo

equívoca entre su nueva fe y sus orígenes y lazos familiares en el norte penin-

sular. Un 30% de los miembros de la dinastía tienen nombres de la tradición

pirenaica25, y si bien la islamización onomástica de las primeras generaciones

23. BULLIET, Conversion to Islam in the Medieval Period: An Essay in Quantitative History.

24. MAÍLLO SALGADO, “La guerra santa según el derecho malikí”, pp. 56-7.

25. A partir del árbol genealógico elaborado por VIGUERA MOLINS y reproducido por MANZANO MORENO

(La frontera de al-Andalus ..., p. 427). SÁNCHEZ ALBORNOZ (Orígenes del Reino de Pamplona ...) ofrece una es-

tructura genealógica diferente y más comprimida, con Muza ibn Muza, por ejemplo, la tercera generación después

de Casio en vez de la quinta, pero la proporción de onomástica no-árabe es esencialmente la misma.

158 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa anDalusÍ

es más completa26, la onomástica pirenaica florece a la vez que se empeora la

relación entre esta familia y Córdoba a mediados del siglo IX.

la onomástica de los banu Qasi

Padre y generación

Hijos con nombres pirenaicos

Hijos con nombres musulmanes

Casio / Qasi - Furtun (Fortún) Abu Tawr, Abu Salama, Yunus, Yahya

Furtun 1ª Muza

Muza 2ª Furtun Mutarrif

Furtun 3ª Muza, Zahir

Muza 4ª Fuertes, Iñigo, Lubb (Lope), García

Muza, Mutarrif, Yunus

Muza 5ª Oria, Lubb, Furtun Mutarrif, Ismail

Lubb 6ª Muhammad, Isa, Mutarrif

Mutarrif 6ª Lubb Muhammad, Muza, Yusuf, ‘Abb Allah, Ismail

Furtun 6ª Lubb Ismail, Muza, Muhammad

Ismail 6ª Muhammad, Muza, Said

Muhammad 7ª Lubb Muza, Yusuf, Yunus, Mutarrif, ‘Abd Allah

Lubb 8ª Furtun ‘Abb Allah, Muhammad,

‘Abd Allah 8ª Furtun, Urraca Muhammad, Muza, ‘Abb Allah

TOTAL 15 37

A la evidencia onomástica se han de sumar las buenas relaciones mantenidas

con las vecinas familias reales cristianas. Son numerosos y notorios los lazos

familiares con los Arista de Pamplona, y por ejemplo Muza ibn Muza, el “tercer

rey de España”, sería hermano uterino del caudillo pamplonés Iñigo Arista27.

También hubo lazos con los astur-leoneses, y Ordoño II se criaría entre los

Banu Qasi, mientras Mahomat iben Lupe sería descrito por la Crónica Albelden-

se como ‘nuestro amigo de siempre’ (qui sempre noster fuerat amicus)28.

26. Sobre todo teniendo en cuenta que Fortun ibn Casi sería el primogénito y por tanto quizás nacido y nom-

brado antes de la conversión de su padre, SÁNCHEZ ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona ..., árbol

genealógico “Los Banu Qasi”.

27. Véase, por ejemplo, la segunda parte de Orígenes del Reino de Pamplona de SÁNCHEZ ALBORNOZ, titulada

“Los aliados y familiares de los Aristas en el valle del Ebro”.

28. CAÑADA JUSTE, “Los Banu Qasi (714 – 924)”, pp. 42 y 56.

159David Peterson

la rioJa anDalusÍ

Claro está que los Omeyas también tomaban concubinas cristianas, y no por

ello se cuestiona su islamismo, pero lo que sí se debería cuestionar es cualquier

idea de una impenetrable exclusividad mutua entre dos bloques religiosos, con

los Banu Qasi inequivocadamente en el ‘lado musulmán’ de la hipotética divi-

soria. En este contexto, nos parece inverosímil que los Banu Qasi funcionasen

como un agente islamizador más radical que en otras partes del mundo islá-

mico, y sin embargo, sospechamos que en gran medida la reputación islámica

de La Rioja pre-navarra se basa exclusivamente en la condición muladí de este

linaje, pues apenas tenemos otras fuentes que las prosopográficas crónicas

árabes.

eL ConteXto geoPoLÍtiCo DeL isLaMisMo rioJano

Las tropas que acompañaron a Tariq y luego a Muza deberían sumar entre diez

y veinte mil efectivos29, cuyos números se mermarían continuamente durante

las campañas de conquista. Habría posteriores influjos inmigracionales, pero

sospechamos que en un espacio pequeño, periférico y sobre todo pactista

como la Rioja Alta, el peso demográfico árabe o bereber en las décadas inme-

diatamente después de la invasión sería mínimo.

En cuanto a los acontecimientos de mediados del siglo VIII, sugerimos que,

precisamente por el mínimo influjo inmigracional (árabe o bereber) hacia la

región, la rebelión bereber de los años 740-1 no afectaría directamente a La

Rioja. En cambio, sí sabemos (Crónica de Alfonso III) que la monarquía astur

se ensañó con la Rioja Alta, y es posible que sus ataques a Briones, Alesanco

y Cenicero borrasen temporalmente cualquier tenue huella musulmana aguas

arriba de Vareia.

Tampoco está claro en qué momento se reincorporó la Rioja Alta a al-Andalus.

Ibn Hayyan nos informa de que hubo conflicto en torno a Calahorra hacia fi-

nales del siglo octavo30, aunque es difícil saber si en estas ocasiones las fuerzas

omeyas combatían contra cristianos, contra los Banu Qasi, o contra una com-

binación de los dos. Pero si hubo conflicto endémico en torno a Calahorra no

está claro hasta qué punto la aun más periférica Rioja Alta estaría plenamente

29. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 126 y 168-170.

30. IBN HAYYAN, al-Muqtabis II-I, f. 91v, p. 24 (año 180 = 796).

160 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa anDalusÍ

integrada en al-Andalus durante la mayor parte del siglo VIII. Souto sugiere que

incluso la región de Tudela no se debe considerar incorporada a al-Andalus

omeya hasta después de la fundación de esta Madina en 80231, y en este con-

texto el periodo andalusí de la Rioja Alta apenas sobrepasaría el siglo IX.

Además, como el sector más occidental de la Marca Superior, siempre expuesto

a las depredaciones de los yalaliqa, de todos los pueblos septentrionales por

mucho los más temidos según los autores árabes32, supondría un destino poco

atractivo para potenciales colonizadores árabes. La población, por lo tanto, se-

guiría siendo esencialmente indígena. Notamos que cuando, en 873-4, Lope ibn

Muza masacra a sus rivales zaragozanos cerca de Viguera, éstos son definidos

como ‘árabes’ y el lugar como el ‘Prado de los Árabes’ (Mary al-‘Arab)33. La im-

plicación es que los habitantes de Viguera no eran, y tampoco se consideraban,

árabes.

Los últimos años de control banuqasi también verían la disminución de la po-

blación musulmana. Las fuentes sugieren que los temidos yalaliqa controlaron

Nájera durante aproximadamente dos años entre mayo de 922 y el verano de

92434. Aunque hubiera relevantes contingentes muladíes en la zona antes de

esta serie de acontecimientos, difícilmente quedarían después. El rey Ordoño

(II) que tomó Nájera, según la Crónica de Sampiro, era el mismo cuya masacre

de la población de Évora en 913 había espantado tanto al mundo islámico,

noticia de la barbaridad llegando incluso hasta Persia35. Aunque su fama no

provocase la huída masiva de la población muladí, y aunque en la Rioja Alta se

hubiese mostrado algo más tolerante que años antes en Évora, la ley islámica

prohíbe y prohibía la continuidad residencial de musulmanes bajo dominio

idólatra, los fieles obligados a replegarse hacia territorio todavía bajo dominio

31. SOUTO, “El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya: poblamiento y organización territorial”,

p. 258.

32. MAÍLLO SALGADO, “El Reino de Asturias desde la perspectiva de las fuentes árabes”, pp. 231-233. El gen-

tilicio yalaliqa, derivado del corónimo romano Gallaecia, se aplica a los habitantes de todo el Reino de Asturias

y no sólo a los de la actual Galicia.

33. AL-‘UDRÍ, 35, p. 472.

34. Lo atestigua la Crónica de Sampiro, 19 (rex noster suprafatus [Ordoño II] ... cepit supradictam Nagaram) y

el diploma de Ordoño II en Santa Coloma en Octubre de 923 (Rioja1).

35. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 81-3; sobre la repercusión de la noticia en el mundo islámico MAÍLLO

SALGADO, “El Reino de Asturias desde la perspectiva de las fuentes árabes”, pp. 231-2.

161David Peterson

la rioJa anDalusÍ

musulmán36, precepto también impuesto por los cristianos después de la toma

franca de Barcelona en 80137, y del cual quizás encontramos un eco altorriojano

en el caso del mauro Abdella Iben Mochaoar (Albelda5, 928). En resumen, en

el contexto de la Rioja Alta, sugerimos que sobre una población musulmana

probablemente escasa ya a principios del conflicto que nos ocupa, los factores

de intimidación, masacre, huída y conversión la dejarían prácticamente inexis-

tente en 924 después de dos años de control cristiano.

Por último, a estas consideraciones se añade el hecho del ya mencionado aban-

dono del espacio por los Omeyas a pesar de su evidente y demostrada supe-

rioridad militar en las campañas de 924 y 934, consideración que retomaremos

en breve. Esto en sí sugiere una islamización muy superficial ya que, salvo

fuerza mayor (que no parece haber sido el caso), la ley islámica no permitía el

abandono voluntario por el estado musulmán de un territorio con significativa

población musulmana.

eViDenCia onoMÁstiCa

El estudio etimológico-toponímico más completo de La Rioja, el de Alarcos

Llorach38, reporta una incidencia de toponimia árabe de tan sólo el 4.2%, cifra

que sube a un 6% si se contempla sólo la documentación del siglo X39. ¿Tal

porcentaje sugiere una arabización somera de la Rioja andalusí y muladí regida

por los Banu Qasi?

A la hora de contrastar la toponimia de diferentes regiones nos topamos con el

escollo metodológico de que los estudios más pormenorizados necesariamente

se centran en provincias o regiones concretas, y estudios transfronterizos o glo-

bales a este nivel escasean. Así, recurrimos a un análisis menos pormenorizado,

36. Por ejemplo, según Al-Wansarisi, jurista magrebí del siglo XV, “el mudéjar debe emigrar inmediatamente,

pues el que insiste en permanecer en tierras cristianas demuestra su falta de fe y comete un grave pecado”, MAÍ-

LLO SALGADO, “Del Islam residual mudéjar”, p. 135. Éste, y otros, dictámenes (fatwas) fueron respuestas tardías

cuando el mudejarismo era ya una realidad – segunda mitad del siglo XI (la caída de Toledo) en adelante -, pero

parece que los principios detrás de ellos serían aplicables también a periodos anteriores: “los juristas en todas las

épocas insisten que la emigración del país infiel es un deber religioso hasta el día de la Resurrección”, MAÍLLO

SALGADO, ob. cit., p. 136.

37. FERNÁNDEZ FELIX, Cuestiones legales del Islam temprano: La ‘Utbiyya ..., p. 427.

38. ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”.

39. GARCÍA DE CORTÁZAR, “Organización social del espacio en La Rioja cristiana ...”, p. 65.

162 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa anDalusÍ

pero que abarca toda la toponimia española (no sólo la peninsular): el estudio

de Asín Palacios titulado Contribución a la toponimia árabe de España (1944).

Comparación con otros espacios sugiere que lo observado en La Rioja es com-

patible con otras regiones fronterizas40, pero lo que es interesante es contrastar

esta incidencia con la que se observa en el otro extremo del Pasillo. Asín recoge

el doble de toponimia árabe en Burgos que en La Rioja (21:11)41. Si tenemos en

cuenta la mayor extensión de Burgos42, la incidencia es de un topónimo árabe

por 679 km² en Burgos, y en La Rioja uno cada 458 km². Mayor concentración

en La Rioja sí, pero menos de lo que habríamos esperado si contrastamos el

tiempo de integración de cada espacio en al-Andalus, la Rioja Alta cinco veces

más que Burgos, la Rioja Baja más todavía.

Otra forma de evaluar esta arabotoponimia riojana, y de contrastarla con la

que se encuentra en Burgos, es tipológicamente. Los once topónimos con-

siderados de origen árabe por Alarcos son casi todos descriptivos, siendo la

única excepción Cidamón, cuya etimología tampoco es del todo transparente43.

En contraste, la toponimia semítica observada en Castilla es mayoritariamente

antroponímica, escaseando la toponimia descriptiva44. El contraste tipológico

40. Si la media, según el estudio de Asín Palacios, es de un topónimo araboide cada 458 km² en La Rioja, pro-

porciones parecidas se observan en otras regiones próximas al Thagr: Cuenca, 490; Cáceres, 462; Huesca, 460;

Zaragoza, 443; Lérida, 420; Teruel, 400 etc.

41. Burgos: Aceña, Agés, Alariza, Albania, Alcocero, Alcover, Almendre, Almiñé, Mahamud, Manciles, Medina,

Medinilla, Modubar, Neila, Sarracín, Tordomar, Villahizán, Villalambrús, Villanasur, Zael, Zalama; La Rioja

(Logroño en 1944): Ajamil, Albelda, Alberite, Alcanadre, Alfaro, Almarza, Almunarcia, Azofra, Gimileo, Ma-

have, Nájera. No pretendemos que estas listas sean definitivas, pues se puede cuestionar (y se ha cuestionado)

la inclusión de topónimos de ambos territorios, mientras también estudios más pormenorizados (el de Alarcos,

por ejemplo) sugieren otros candidatos no propuestos por Asín. Sin embargo, sí sugerimos que grosso modo la

proporción es representativa de la ‘realidad’.

42. Según el Ministerio de Administraciones Públicas, la superficie de Burgos es 14.269 km², y la de La Rioja,

5.045 km² (http://www.dgal.map.es/cgi-bin/webapb/webdriver?MIval=provincias).

43. Volvemos al estudio de Alarcos, más pormenorizada que el de Asín: Alhama = ‘la fuente termal’; Albelda

¿= ’la villa’?; Alberite = ‘la posta’; Alcanadre = ‘los puentes’; Alfaro = ‘el faro’; Almarza = ‘el prado’; Almendora

¿= ’la visible?; Azofra = ‘el tributo’; Cidamón ¿< origen antroponímico?, por ejemplo, Cid + ¿?; Mahave = ‘rico en

granos’; Mansilla ¿< al-mansaf = ‘la mitad del camino’, o < al-manzila = ‘la posada’?; y Villalobar = ‘villa del

olmo’; ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, pp. 477-478. Como hemos sugerido antes,

Alarcos descarta otros topónimos considerados árabes por Asín Palacios (Azarrulla, que considera vasco; y Ná-

jera que “probablemente” tenga origen prerromano) y añade otros. Igualmente VIGUERA MOLINS (“La Rioja en

Al-andalus”, p. 200) cuestiona algunos de los arabismos identificados por Alarcos (Alberite, Azofra etc.), pero con

todo ni la proporción ni la naturaleza de la toponimia arábiga riojana parece variar significativamente.

44. ASÍN PALACIOS (ob. cit.) identifica nueve topónimos burgaleses con origen antroponímico (Agés, Maha-

mud, Sarracín, Tordomar, Villahizán, Villalambrús, Villanasur, Zael, Zalama), seis con sentido descriptivo

163David Peterson

la rioJa anDalusÍ

entre los dos extremos del Pasillo en sí resulta llamativo. No obstante, en la

ausencia de un estudio metodológicamente homogéneo de los dos corpus to-

ponímicos a una escala más pormenorizada que la de Asín Palacios, no es fácil

avanzar desde el contraste hacia unas conclusiones firmes. Por el lado castella-

no, recordamos la hipótesis de Oliver Asín de un elemento poblacional bereber,

onomásticamente arabizado pero romance-parlante, y esto quizás explique lo

observado hacia el oeste, mientras el patrón riojano quizás obedezca a una

arabización más lenta pero a lo largo más profunda.

Cambiando de registro onomástico, según Viguera Molins, “... reclama análisis

la –ni mucho menos escasa– antroponimia de origen andalusí incluida en la

documentación medieval latina y romance [de la Rioja]”45. Aquí prácticamente

la única fuente servible es la temprana documentación albeldense, y a partir

de ella aproximadamente un 30% de la población riojana del siglo X ostenta

nombres semíticos46.

Sin embargo, no deberíamos suponer que todos éstos fuesen musulmanes.

Tenemos ejemplos de cristianos que portan esta onomástica47, y tampoco de-

beríamos olvidar la comunidad hebrea, numéricamente importante en La Rioja

durante el siglo XI, y por qué no antes también48. Esta onomástica semítica

perdura, dominando todavía en textos medio siglo después de la irrupción

navarra49, y manteniéndose en posiciones de poder a nivel municipal, aunque

(Aceña, Alariza, Alcocero, Medina, Medinilla, Modubar), y en otros seis casos no aventura ninguna etimología

(Albania, Alcover, Almendre, Almiñé, Manciles, Neila). Para MARTÍNEZ DÍEZ (“Toponimia mayor y Repoblación

...”, p. 47) la proporción de la toponimia semítica burgalesa con origen antroponímica sería aun mayor.

45. VIGUERA MOLINS, “La Rioja en Al-andalus” p. 200.

46. Excluimos las referencias a la familia real y a los magnates navarros asociados con ella, y tampoco incluimos

en el análisis los estamentos eclesiásticos superiores (obispos y abades). No incluimos tampoco el contenido de

Albelda1, texto en el cual se han basado algunos autores a la hora de hacer aproximaciones a este tema, pero

que creemos referirse a San Pedro de Cardeña, cerca de Burgos, como explicaremos en detalle en el capítulo

Onomástica Semítica en la Castilla Condal. Aun sin considerar semítico todo lo ‘exótico’, podemos hablar en

términos de un 28.3% (67 / 237) de onomástica con razonablemente claros indicios de influencia semítica en la

documentación albeldense del siglo X, cifra que podemos redondear hacia arriba para incluir una parte de esa

antroponimia de difícil clasificación.

47. Entre 36 presbíteros que aparecen en la documentación albeldense observamos los siguientes nombres:

Abcichri, Abdella, Abialite, Abolmundar, Abolumdarra, Eiza, Ferrezuel, Iuniz, Lazaro, Lec, Quirim, Zecri, Zitri.

48. Véase nuestro capítulo La minoría judía.

49. En 978 (Albelda27), por ejemplo: Abgamira, Bacoda Abholazen, Abopheta, Iberin Ablabreld, Abumuzza,

Iberin Ferruz, Baguda Iberin Rater.

164 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa anDalusÍ

no dentro de la jerarquía cortesano-miltar, incluso durante la segunda mitad del

siglo XI50. Sugerimos que esta continuidad es más fácil de entender si esta gente

son en realidad cristianos o judíos culturalmente arabizados y no mudéjares.

onomástica albeldense del siglo X de aparencia semítica

nombre año nombre año

Ababtela 931 Eizani 947

Ababtella Iben Godalfo 931 Even Abderhaman 947

abbas Iub (¿=Abaiub?) 947 Falcon iben Adelsio 925

Abbatella Even Guttihaz 958 Fech iudice 945

Abcichri 958 Fecha Even Mazeroth 933

Abcicri 958 Ferrezuel 925

Abdella 933 Fortunio de Iuzifi 974

Abdella Iben Mochaoar 928 Geizi Iben Gamar 943

Abgamira 978 Heret pescador 944

Abialite 925 Iberin Ablabreld 978

Ablab(i)el 931 Iohannes Uben Abo Muza 974

Abofetha 943 Iumiz Iben Donat 945

Abolazen 925 Iuniz 943

Abolmundar 931 Iuniz Algongero 958

Abolumdarra 958 Iuzefus Aborchri 933

Abomuza 958 Izhaun 933

Abopheta 978 Lazaro 943

Abrechd 978 Lec 943

Abtaure 973 Maruan de Leza 941

Abtela (de Iuzifi) 974 Mohomat Alberrendo 958

Abueza 958 Moriben Feliz 947

Abumuzza Iberin Ferruz 978 Morterbef Ioenmoz 945

Abzi 943 Munio Abotemaniz 973

Adturra 931 Munio Ibems Hannes 925

Aflahe Alahamet 958 Muza 958

Alcalde 944 Quirim 958

Alvaro Even Abaiub 933 Rapinato Hibenkircit 925

Bacoda Abholazen 978 Vagoda 943

Baguda Iberin Rater 978 Zaid 947

50. Decenas de referencias a “domno Kiram, alkalde in Nagera” (Valvanera61, 1072) en la documentación

valvaneriense del último tercio del siglo XI: Valvanera35, 1066; Valvanera38, 1067 etc. Se observa una dinámica

parecida en Calahorra, como veremos en el capítulo La minoría judía.

165David Peterson

la rioJa anDalusÍ

nombre año nombre año

Benedictus Vivas Iben Amara 931 Zani 947

Billit Iben Muza 941 Zecri 947

Eiza 931 Zicri 953

Eiza 931 Zitri 947

Eiza Iben Gamar 931

En cuanto a la población musulmana, que sospechamos escasa a principios

del siglo X y castigada durante las campañas cristianas, hay indicios de que se

mermaría aun más después del inicio del periodo navarro como resultado de

conversión, expulsión o emigración51. Notamos que las referencias a los mauri

en la diplomática riojana del siglo XI son relativamente escasas en comparación

con las menciones de judíos (Rioja14 es el texto más ilustrativo al respecto).

Por último, volvemos al punto de arranque de estas consideraciones, el hecho

de que los Omeyas abandonaron el saliente riojano, gesto incompatible con la

presencia de una significativa población musulmana.

inDiCios De MozarabisMo rioJano Durante eL PerioDo

banuQasi

El registro arqueológico poco nos ayuda en estas cuestiones. No tenemos cons-

tancia de restos arqueológicos que nos hablasen de una abundante presencia

musulmana, y aunque tradicionalmente algunas iglesias riojanas han sido con-

sideradas mozárabes52, los recientes planteamientos de Caballero cuestionan

las cronologías detrás de muchas de estas evaluaciones53, aunque tampoco

deberíamos caer en el apriorismo opuesto y negar la posibilidad de continuidad

mozárabe54.

51. Cf. el caso del mauro Abdella Iben Mochaoar, cuyas ex-posesiones fueron donadas por la Reina Toda a San

Martín de Albelda en 928 (Albelda5).

52. San Tirso de Arnedillo y de Santa María de Rute, la iglesia en Arcos de Tricio, el martyrium de Santa Coloma,

la basílica de Velilla de Agoncillo, y el monasterio de San Millán de Suso son descritos como tal por SÁINZ RIPA,

Sedes episcopales de La Rioja, p. 137.

53. CABALLERO ZOREDA, “Aportación a la arquitectura medieval española. Definición de un grupo de iglesias

castellanas, riojanas y vascas”; “Santa María de los Arcos de Tricio (La Rioja), Santa Coloma (La Rioja) y La Asun-

ción de San Vicente del Valle (Burgos). Tres miembros de una familia arquitectónica”.

54. Por ejemplo, ESPINOSA RUIZ (“La iglesia de Las Tapias (Albelda) en la arquitectura religiosa rural de época

visigoda”, p. 274) cuestiona la continuidad cultual durante el periodo banuqasi, “La iglesia de Las Tapias difícil-

mente pudo sobrevivir bajo el control musulmán de la región. Debió desaparecer en el periodo que va del 711 al

922 cuando la comarca fue espacio fronterizo”, evaluación que sospechamos basarse más en supuestos históricos

166 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa anDalusÍ

También se ha sugerido que el temprano florecimiento postbanuqasi del mo-

nasticismo riojano se debería a una continuidad cultual durante el periodo

de dominio banuqasi55. Albelda, sin embargo, el más importante de los ceno-

bios riojanos durante las primeras décadas ‘navarras’, es explícitamente una

fundación ex novo, aunque Castellanos sugiere que se trataría de un caso de

vocabulario fundacional camuflando una realidad continuista56. Los indicios de

continuidad cultual en San Millán de la Cogolla durante el periodo son más

convincentes: a un argumento ex silentio, la ausencia de un diploma fundacio-

nal, se añade el testimonio literario del culto durante los siglos VI-VII (la Vita de

San Millán) y los indicios arqueológicos del monasterio de Suso57. Sin embargo,

tenemos dudas de si en este caso realmente se trataría de un mozarabismo pro-

piamente dicho en espacio controlado por los Banu Qasi, o la tolerancia muladí

hacia un cenobio castellano en el mismo borde de sus territorios, como sugiere

la geografía del culto de San Millán, tema que retomaremos más adelante.

La evidencia episcopológica apunta hacia el destierro de los prelados calagu-

rritanos en tierras asturianas: en 792, Teodomiro en Oviedo; en 812, Recaredo

en Oviedo; y quizás también en 871, cuando aparece en Álava el obispo Bivere

con gentes de procedencia leonesa58. Sin embargo, el destierro episcopal quizás

tendría más que ver con el papel político de los obispos que con la cuestión

de continuidad mozárabe en sí, y sugerimos que en general las corrientes con-

tinuistas tienden a pasar desapercibidas en nuestras fuentes.

En resumen, a partir de hechos aislados y planteamientos esencialmente teó-

ricos (el hecho del pacto, el lento ritmo de conversión según Bulliet, el hecho

de la retirada omeya) nos parece probable que el componente demográfico

que en la observación propiamente arqueológica, ya que continúa el mismo autor “sin embargo, sobrevivió el

esquema constructivo básico en el que se inspiraba”.

55. ”Una cultura en que el sustrato cristiano, probablemente, había permanecido bajo el dominio musulmán

de los Banu Qasi. Los eremitorios rupestres [...] sugieren la idea. Y lo mismo parecen indicar la rapidez con que

florece la vida monástica en La Rioja cristiana inmediatamente de su conquista: San Martín de Albelda, San Millán

de la Cogolla, San Pedro de Monte Laturce”, GARCÍA DE CORTÁZAR, “Organización social del espacio en la

Rioja cristiana ...”. p. 63.

56. CASTELLANOS GARCÍA, “Consideraciones en torno al poblamiento rural del actual territorio riojano durante

la Antigüedad Tardía”, p. 342.

57. IBÁÑEZ RODRÍGUEZ, “La Constitución del primer cenobio en San Millán”; CASTELLANOS GARCÍA, “Con-

sideraciones en torno al poblamiento rural ...”, p. 342.

58. SÁINZ RIPA, Sedes episcopales de la Rioja, pp. 141 (Teodomiro), 147 (Recaredo), 152 (Bivere).

167David Peterson

la rioJa anDalusÍ

musulmán fuese minoritario en la Rioja Alta del siglo X, aunque resulta harto

complicado avalar esta intuición con evidencia empírica59.

59. Ésta parece ser la evaluación de otros investigadores que se han acercado a la problemática: “Si admitimos

con R. W. Bulliet que el proceso de conversión al Islam se efectuó muy lentamente y que, al llegar al poder

‘Abd al-Rahman III en 912, sólo un 25% de la población de al-Andalus era musulmana, la fecha en la que fue

recuperada La Rioja Alta hace pensar que, en esta zona, los musulmanes eran minoritarios”, SENAC, “El dominio

musulmán: primeras investigaciones”, p. 26; “reclama análisis la -ni mucho menos escasa- antroponimia de origen

andalusí incluida en la documentación medieval latina y romance. En la mayoría de los casos, estos nombres

corresponden a cristianos arabizados o mozárabes, pero también han sido relacionados con alguna posible po-

blación residual”, VIGUERA MOLINS, “La Rioja en Al-andalus” p. 200.

169David Peterson

la rioja ‘reconquistada’

La suPuesta reConQuista De La rioJa aLta, 918 – 924

Hacia 925, empiezan a aparecer unos pocos textos que indican el control cris-

tiano sobre la Rioja Alta1. Cuando se añaden unas escuetas noticias cronísticas

que hablan de una victoriosa alianza militar entre Ordoño II de León y Sancho

Garcés I de Pamplona, tenemos la mayoría de los ingredientes de lo que en la

historiografía tradicional se entiende como la Reconquista de La Rioja (Alta)2.

La trascendencia histórica de estos acontecimientos es considerable ya que, en

contraste con los avances cristianos en la Meseta Norte en lo que parece haber

sido si no un desierto poblacional sí una anarquía geopolítica, la Rioja Alta era

un espacio integrado, aunque periféricamente, en al-Andalus como parte de la

Marca Superior, y defendido por las armas musulmanas. Por tanto, la toma cris-

tiana de la Rioja Alta supondría uno de los primeros actos de la Reconquista.

La historiografía tradicional de los acontecimientos en la Rioja Alta entre 918 y

925 suele manejar los siguientes ingredientes: una alianza navarro-leonesa con

intención de arrebatar estas tierras a los musulmanes; la sucesiva conquista por

parte de los cristianos de las principales plazas fuertes de la región, sobre todo

1. Albelda3, 925; Albelda5, 928; Albelda6, 931; Albelda7, 933 etc.

2. “... éxito militar definitivo en torno a los años 920-925, en que la colaboración de leoneses y navarros permite

a los cristianos la adquisición del espacio altorriojano”, GARCÍA DE CORTÁZAR, “Introducción al Estudio de la

Sociedad Altorriojana ...”, p. 14; “... el año 922, cuando las fuerzas combinadas de los reinos cristianos de León y

de Pamplona procedan al asedio y conquista de las fortalezas musulmanas de Nájera y de Viguera y desalojen al

poder islámico de la Rioja Alta y Media”, MARTÍNEZ DÍEZ, “El Fuero de Logroño ...”, p. 234.

170 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa ‘reConQuistaDa’

Nájera y Viguera; una serie de contraofensivas musulmanas; y, a partir de 925,

el dominio navarro sobre el espacio3. La realidad, sin embargo, es más comple-

ja, tanto en términos cronológicos como en la cantidad de incógnitas y noticias

contradictorias relacionables con estos ‘acontecimientos’:

– 918, una alianza navarro-leonesa penetra en La Rioja desde Nájera

hasta Tudela4.

– 920, los navarros poseen Calahorra y Arnedo, cercan Viguera y hos-

tigan el distrito de Tudela5.

3. Las principales fuentes para estos acontecimientos son: IBN HAYYAN (al-Muqtabis V); AL-‘UDRÍ; la Crónica

de Sampiro; y la Crónica Albeldense. La obra de Ibn-Hayyan nos ofrece la mejor cronología de la confusa serie de

campañas que nos ocupa, con mucho más detalle que las lacónicas fuentes cristianas. Para un resumen matizado

que refleja la complejidad del conflicto: SENAC, “El dominio musulmán: primeras investigaciones”, pp. 27-9.

4. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p.117; Albeldense, XX.1, “cepit per Cantabriam a Nagerense urbe usque ad Tu-

telam omnia castra”. En la versión de Ibn Hayyan no queda claro si se llegó a tomar Nájera, “sitiando a su gente

por tres días, en los cuales hizo su caballería cuanto daño quiso, destruyendo cosechas y esquilmando recursos”

pues, como veremos, aún (?) estaría en manos musulmanas en 921.

5. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp.130-2.

Mapa XXII. La compleja serie de campañas en La Rioja, 918-924

171David Peterson

la rioJa ‘reConQuistaDa’

– 920, contraofensiva musulmana, gran derrota de las fuerzas navarro-

leonesas en Muez / Valdejunquera, los musulmanes levantan el ase-

dio de Viguera6.

– 921, Nájera y Viguera en manos musulmanas7.

– 922, los navarros toman Viguera, y quizás Nájera también8.

– 922, Galindo de Pamplona ordena obispos en Calahorra y Tobía9.

– 923, contraofensiva musulmana asegura el control omeya de Tudela10.

– 923, un diploma (Rioja1) sitúa a Ordoño II en Nájera11.

– 924, ‘Campaña de Pamplona’, saqueo de la capital navarra, de Ca-

lahorra etc.12.

Hemos concentrado nuestro análisis entre 918 y 924 porque parece ser el pe-

riodo definitivo del declive del poder Banu Qasi en la Rioja Alta, y la trans-

ferencia del espacio a dominio navarro. Sin embargo, este conflicto tiene sus

antecedentes: el conflicto omeya-banuqasi a lo largo del siglo IX; las ofensivas

de Alfonso III a finales del siglo IX y principios del siglo X; y la emergencia

en Pamplona de la dinastía Jimena en 90513. El hecho de que ‘Abdarrahmán III

6. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp.126-33; Crónica de Sampiro, 18.

7. AL-‘UDRI, 75, p. 485.

8. AL-‘UDRI, 75, p. 485; IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p.144; Crónica de Sampiro, 19. En lo relativo a la fecha de

la caída de Viguera, mientras IBN HAYYAN vincula la caída del castillo con la muerte de Muhammad b. Abdallah

b. Lubb, ambos en 923, AL-‘UDRÍ es muy específico en cuanto a que los dos acontecimientos ocurrieron en años

sucesivos: la caída de Viguera y el cautiverio de Muhammad b. Abdallah b. Lubb en 922 (12 mayo, o sea a prin-

cipios del año 310 H.), pero el asesinato de éste por lo menos un año más tarde (311 H.). SENAC (“El dominio

musulmán: primeras investigaciones”, p. 28) también opta por 922. En cuanto a Nájera, la Crónica de Sampiro no

ofrece una fecha para su toma pero sí parece relacionar el acontecimiento con la caída de Viguera.

9. Códice de Roda, p. 263.

10. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 145.

11. Aunque de muy dudosa factura, se intuye un elemento de historicidad detrás de este diploma. El documen-

to, tal y como lo tenemos, es manifiestamente más tardío que 923, la fecha que ostenta, siendo con toda probabi-

lidad una redacción del siglo XII, cf. RODRIGUEZ R. DE LAMA, Colección diplomática medieval de la Rioja, tomo

II, pp. 25-7, n. 1. Sin embargo, no nos explicamos por qué un escribano del siglo XII ubicaría a Ordoño, rey de

León, en Nájera justo en el momento en que nos indican las fuentes arábigas que tal coyuntura podría haberse

dado, a no ser que se basara en algún documento original que lo situara allí. En caso de ser este diploma una

fabricación ex novo, y por tanto la presencia leonesa en Nájera una pura ficción, sería más comprensible atribuir

falsa antigüedad al monasterio de Santa Coloma por referencia al correspondiente monarca navarro y no al leo-

nés. En otras palabras, si no hay una realidad histórica detrás de esta presencia leonesa en Nájera, ¿por qué iba a

inventar tal circunstancia un escribano del siglo XII?

12. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 146-153.

13. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 118.

172 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa ‘reConQuistaDa’

sólo impuso su control sobre el distrito de Tudela (“cuya población era aún de

insegura lealtad”) por primera vez en 923, noticia que interpretamos como un

eco del anterior control banuqasi de estas tierras, ilustra cómo estamos ante un

conflicto complejo y multidimensional.

Con todo, la que emerge no es una cronología sencilla. A veces esta confusión

narrativa induce a los historiadores a inventar acontecimientos14, pero más ha-

bitual, es el vicio inverso - la simplificación. Aceptamos que en muchos casos

el motivo no es otro que abreviar una compleja serie de acontecimientos, pero

sugerimos que uno de los resultados de esta simplificación es la distorsión de

la realidad histórica, convirtiendo así una contienda compleja, que tenemos

buenas razones para pensar desembocaría en una ‘victoria’ musulmana, en

un progreso triunfal de las armas cristianas. Una de las causas de la versión

simplificada-triunfalista-cristiana de la contienda es el propio laconismo triun-

falista de las fuentes cristianas que, a diferencia de muchas fuentes árabes, han

sido siempre accesibles para historiadores del medievo peninsular:

– CRÓNICA ALBELDENSE: Idem [Sancho Garcés I] cepit per Cantabriam

a Nagerense urbe usque ad Tutelam omnia castra. 15

– CRÓNICA DE SAMPIRO: Interea nuncii venerunt ex parte regis Gar-

siani, ut illuc pergeret rex noster suprafatus [Ordoño II], ad debellan-

das urbes peridorum. Hee sunt Nagara et Begera. Rex uero iter egit

cum magno exercitu, et expugnauit et oppresit, atque cepit supradic-

tam Nagaram ... 16

Creemos vislumbrar el testimonio de la crónica de Sampiro detrás del siguiente

resumen de Ubieto, “Responden estos avances a la inteligencia de los reyes

14. Por ejemplo, la noticia de AL-‘UDRÍ (75, p. 485) de que Viguera y Nájera estuvieron en poder de Muham-

mad b. ‘Abd Allah en torno al 921 ha llevado a VALDEÓN BARUQUE (Abderramán III y el califato de Córdoba,

p. 135) a formular una cronología innecesariamente compleja, según la cual ambas ciudades serían tomadas por

los cristianos (supondremos que en 918) y retomadas por los musulmanes antes de 922. En realidad no tenemos

constancia de que cayera ni una ni la otra en 918. En cuanto a Nájera, Ibn-Hayyan habla de su asedio, y de los

destrozos de sus arrabales, pero no menciona su conquista. Viguera, mientras tanto, también seguía sin conquis-

tarse, pues sabemos que en julio de 920 fue cercada por Sancho Garcés pero sin caer. En ausencia de noticias,

no deberíamos suponer que cada plaza cambiara de mano dos veces.

15. Albeldense, XX.1.

16. Crónica de Sampiro, 19.

173David Peterson

la rioJa ‘reConQuistaDa’

de Pamplona y Asturias, que actúan conjuntamente contra Nájera y Viguera,

conquistadas definitivamente (923).”17 Esta afirmación, que luego será tan in-

fluyente historiográficamente, como intentaremos demostrar a continuación, se

debería matizar. No son más que dos matices, pero creemos que juntos condu-

cen a una significativa distorsión histórica.

El primer problema de la versión de Ubieto es que consagra la fecha de 923,

comprimiendo seis años de campañas en uno, justo el más glorioso para las

armas cristianas. Ya hemos comentado que el año anterior es una fecha más

probable para la caída de Viguera y Nájera, pero en realidad el problema aquí

es el de compresión y simplificación.

El segundo problema, y en nuestra opinión el más grave, es el uso de la pala-

bra “definitivamente” que implica que la contienda efectivamente terminó con

esta campaña, ignorando así el devastador contraataque musulmán de 924. En

realidad Ubieto cede más protagonismo a la reacción musulmana en su breve

(sólo dedica dos páginas y media a todo el siglo X) pero influyente monografía

que muchos historiadores que lo han seguido. El vocabulario que utiliza “fuerte

reacción ... asolaron ... devastar” hace entrever la importancia de esta repuesta

militar, pero no desarrolla el tema, y lo que parece haber causado más impacto

historiográfico es la frase “conquistadas definitivamente”18.

Un ejemplo reciente del olvido historiográfico de la campaña de 924, “De todos

modos las fronteras entre al-Andalus y los reinos cristianos de Hispania no

habían sufrido, pese a los éxitos de los islamitas, la más mínima alteración.

Es más, las conquistas llevadas a cabo un año antes por el rey de Pamplona

permanecieron en su poder, pese al ataque del ejército cordobés”19. Evaluar

una guerra sin tener en cuenta la última y, aparentemente, más devastadora

campaña de la misma, pues acaba en el saqueo e incendio de la capital navarra,

nos parece equivocado. Lo es más todavía cuando la siguiente noticia (934) que

17. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, 1953, p. 64. Ecos de Ubieto aún se encuentran en la histo-

riografía actual: “En 923, una alianza navarro-leonesa conquista definitivamente toda La Rioja Alta”, J. GARCÍA

TURZA, “Ciudades y aldeas: Nájera”, p. 233.

18. UBIETO ARTETA, “Las Fronteras de Navarra”, pp. 64-5.

19. VALDEÓN BARUQUE, Abderramán III y el califato de Córdoba, p. 137. Otros autores en resúmenes de este

conflicto ni siquiera mencionan esta última campaña, caso de FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA, “Aproximación

demográfica y antroponímica a la Rioja del siglo X”, p. 8.

174 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa ‘reConQuistaDa’

nos proporcionan las fuentes árabes sobre la Marca Superior es de una actitud

sumisa de la regente navarra Toda ante el califa20.

Sugerimos, por tanto, que la tesis de una ‘Reconquista navarra de La Rioja’

apenas se sostiene observando las fuentes arábigas, y que ha sido, quizás, una

evaluación no necesariamente desinteresada. El conflicto riojano de 918-924 fue

mucho más complejo, y mucho menos un paseo triunfal cristiano, que lo que

emerge de las fuentes cristianas. La toma de Viguera hacia 922 supondría un

gran éxito para los cristianos, pero el saqueo de Pamplona dos años después

sería mucho más traumático, y nos parece inverosímil la versión cristiana de

una Navarra victoriosa sin referencia alguna a la desastrosa última campaña.

naturaLeza y LÍMites geogrÁFiCos DeL DoMinio naVarro

La naturaLeza PaCtista De La introDuCCiÓn naVarra

Si el último acto del conflicto riojano fue la campaña de 924, a todas luces

una aplastante victoria musulmana, ¿quién controló la Rioja Alta a partir de

entonces? Mientras el espacio desaparece de las crónicas cordobesas, que se

concentran durante una década en acontecimientos en el sur de la Península,

empiezan a aparecer esos pocos y ya referidos diplomas que indican el control

navarro sobre el espacio. ¿Cómo se explica esta retirada musulmana después

de una campaña victoriosa?21 El enigma se potencia aun más cuando se aprecia

que Sancho Garcés de Navarra murió en 925, dejando como heredero a su

hijo infante García. Lo lógico, quizás, sería esperar que el poder de la dinastía

pamplonesa se contrajera ante tal circunstancia, y sin embargo ocurre justo lo

contrario: se absorbe un nuevo territorio de considerable extensión.

Desde el punto de vista cordobés, quizás la retirada no nos debería extrañar

tanto; pues en el contexto de la Marca Superior la Rioja Alta suponía un saliente

peligrosamente vulnerable. Que los musulmanes estuviesen dispuestos a con-

templar una retirada estratégica desde espacios de difícil defensa ya se había

20. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 252-3.

21. Aquí nos referimos a la retirada musulmana del espacio altorriojano. La retirada de Pamplona después de su

devastación en 924 consideramos, en cambio, en perfecta consonancia con la estrategia musulmana de destructi-

vas campañas de castigo sin intención de conquista, cf. MAÍLLO SALGADO, ¿Por qué desapareció al-Andalus?

175David Peterson

la rioJa ‘reConQuistaDa’

demostrado por su escaso interés en reestablecerse en el cuadrante norocci-

dental de la Península después de la debacle de las décadas centrales del siglo

VIII22. Sugerimos que ante la dificultad de defender la Rioja Alta, la insistencia

y agresividad de los cristianos, la escasa fiabilidad y tendencias apóstatas de los

Banu Qasi, y la (intuida) escasa islamización de la población, se tomaría otra

decisión parecida a la renuncia del cuadrante noroccidental, pero ahora a esca-

la menor. Desde nuestro punto de vista, tal renuncia al control de territorio es

difícil de comprender, y más desde una posición de superioridad militar, pero el

concepto andalusí de territorialidad parece haber sido otro, quizás remontando

a los orígenes nómadas de los árabes beduinos23.

Además, se debería matizar la idea de control navarro sobre La Rioja en este

primer momento. A la larga, este control será innegable, pero sugerimos que

durante el primer decenio después de la Campaña de Pamplona, entre 924 y

934, el control navarro sobre este espacio sería más bien tenue y espacialmente

parcial en una región devastada por la guerra, y su extensión al hinterland se-

rrano de Nájera, por ejemplo, no se debería presuponer. Ubieto reconoció esto

y, en su monografía sobre las fronteras navarras, indicó que el Alto Najerilla y

la zona de San Millán no serían posesiones navarras hasta 96024. Por otra parte,

Muhammad b. Hasim (señor de Zaragoza) se había hecho con el control de

Arnedo en algún momento anterior a 934, lo cual sugiere que las tierras banu-

qasies habían sido repartidas entre diversos poderes vecinos, y que sólo una

parte del lote correspondía a los navarros25.

22. Las sucesivas aceifas califales dirigidas hacia el noroeste peninsular no parecen haber tenido un afán re-

conquistador, sino estarían inspiradas en el mantenimiento del status quo geopolítico (al frenar cualquier intento

cristiano de reestructurar la Cuenca del Duero), en el castigo de satélites que dejaban de pagar los tributos pacta-

dos, en la búsqueda de botín, y en la obligación religiosa de la Yihad: MAÍLLO SALGADO, ¿Por qué desapareció

al-Andalus?, pp. 31-33; EPALZA, “El derecho político musulmán ...”, p. 309; GARCÍA GONZÁLEZ, “Valpuesta y

su entorno ...”, p. 140.

23. “La concepción de los muslimes respecto al territorio era muy diferente de la de los cristianos, toda vez que

los pueblos vinculados al medio beduino no se aferran a la tierra, sino a sus linajes [...] el territorio no constituye

más que un lugar de estancia, de paso, no es sentido como patria ...”, MAÍLLO SALGADO, ¿Por qué desapareció

al-Andalus?, pp. 27-8.

24. “García Sánchez I consiguió apresar (960) al conde castellano Fernán González y arrebatarle algunas tierras

– curso alto del río Najerilla, con el monasterio de San Millán de la Cogolla-, que hasta entonces habían vivido

bajo el influjo del famoso magnate castellano”, UBIETO ARTETA, “Las Fronteras de Navarra”, p. 65, y el mapa

“Navarra en el siglo X”.

25. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 353.

176 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa ‘reConQuistaDa’

Parece probable que la imposición de la autoridad pamplonesa en la Rioja Alta

fuese con el beneplácito del califato y de las elites locales. En cuanto al prime-

ro, así entendemos los acontecimientos de 934 cuando la reina regente Toda

consigue desviar una aceifa musulmana al adoptar una postura sumisa ante el

califa ‘Abdarrahmán III y apelar a vínculos de parentesco; “se acogía a su obe-

diencia” nos relata Ibn-Hayyan26. A continuación ‘Abdarrahmán III preside la

coronación de García Sánchez: “y dio en investidura al hijo de la reina, García

hijo de Sancho, el vascón, Pamplona y sus distritos”. Con qué autoridad, nos

preguntamos, confirma ‘Abdarrahmán III al joven rey y le concede “Pamplona

y sus distritos” si no es con la de la victoria cosechada diez años antes.

En 937 ‘Abdarrahmán III ataca Pamplona de nuevo porque “la bárbara Toda,

hija de Aznar, había violado su pacto, apoyando a rebeldes”27. Supondremos

que la provocación había sido la ayuda prestada a la rebelión del señor de Ca-

latayud, Mutarrif b. Mundir, aunque la única ayuda mencionada por Ibn Hayyan

es la de los alaveses28, pero al margen de la naturaleza de la violación del pacto,

lo que queda claro es la existencia de tal acuerdo. Este pacto, con Pamplona

actuando como estado clientelar de Córdoba, es completamente compatible

con el castigo sufrido por Navarra en 924, con la juventud del rey García (que,

a pesar de la gran capacidad directiva mostrada por su madre Toda, supondría

un debilitamiento del poder central pamplonés), y con los lazos familiares entre

las cortes de Pamplona y Córdoba29.

¿Cuál sería la naturaleza de este pacto violado en 937? Según Epalza, después de

una victoria militar fuera de los límites de al-Andalus, el califato no pretendía in-

tegrar los territorios conquistados dentro del estado centrado en Córdoba, sino se

limitaba a ejercer una soberanía eminencial, permitiendo que la comunidad local

se autogobernase “por sus propias autoridades y leyes, con su religión, su cultura

y sus costumbres [...] Sólo se ha de notar esa soberanía eminencial en un recono-

cimiento de esa soberanía por parte del súbdito o grupo de súbditos, cuya mani-

26. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 252-3.

27. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 299. Al-Maqqari también habla del pacto navarro-cordobés, AL-MAQQARI

VI.V, p. 135.

28. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 296-8.

29. “García Sánchez I y Abderrahmán III eran primos hermanos por línea materna”, UBIETO ARTETA, “Las

fronteras de Navarra”, p. 65.

177

David

Peterso

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Mapa XXIII. “Las fronteras de Navarra (siglo X)”, según Ubieto Arteta

178 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa ‘reConQuistaDa’

festación positiva es el pago de impuestos, y la negativa, el no empuñar las armas

contra el soberano”30. Creemos que este modelo de dominación cordobesa sobre

sus satélites puede aplicarse a la relación Córdoba-Pamplona entre 924 y 937.

A la vez que observamos la introducción navarra en el Valle del Ebro se aprecian

otros cambios en la forma omeya de gobernar la Marca Superior. La compleja

serie de relevos entre los gobernadores de Huesca sugiere un intento por parte

del califato de evitar el afianzamiento de caudillos locales31, y la reafirmación del

poder central también motivaría las acciones tomadas contra magnates fronteri-

zos problemáticos como Muhammad b. Hasim, Furtun b. Muhammad y Amrus

b. Muhammad, señores de Zaragoza, Huesca y Barbastro respectivamente32. ¿Es

compatible esta centralización con el abandono del saliente riojano? Sugerimos

que sí, como dos respuestas a un mismo problema: el fracaso de la anterior

política de confiar la defensa de la Marca Superior a los Banu Qasi. Ahora el

saliente antaño más expuesto y cuya defensa resultaba más costosa, la Rioja Alta,

se convertiría en un buffer entre los temidos yalaliqa y el valioso valle medio

del Ebro; solución estratégica que la historiografía tradicional ha invertido para

representar a los andalusíes como depredadores, y a los leoneses como deseosos

de proteger su flanco oriental.

Volviendo al modelo de pacto-sumisión descrito por Epalza, el “reconocimiento

de esa soberanía por parte del súbdito” se vería en la actitud sumisa de Toda

en 934 y en la aceptación implícita por parte de García Sánchez del poderío

cordobés al ser investido como rey de Pamplona por ‘Abdarrahmán III. El que

no reconoció la soberanía omeya fue uno de los magnates navarros, Fortún

Garcés, “conocido por el conde de Amat, alcaide de la fortaleza de Falces”,

siendo la muerte del navarro el inevitable desenlace de este desafío33.

En resumen, en 924 el victorioso califato había reafirmado su poderío militar

pero acabaría abandonando el enclave altorriojano. Es cierto que en su descrip-

30. EPALZA, “El Derecho Político musulmán y su influencia en la formación de Álava (siglos VIII – XI)”, p. 305,

hemos invertido el orden de las frases citadas, sin que, en nuestra opinión, esto afecte al sentido.

31. SENAC, La Frontière et les hommes, p. 117, basándose en SOUTO, “Cronología y gobernadores de Huesca

omeya”.

32. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., pp. 352-3.

33. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 252-3.

179David Peterson

la rioJa ‘reConQuistaDa’

ción de la Campaña de Pamplona Ibn Hayyan no habla de la suerte de la Rioja

Alta, y quizás estas posesiones periféricas y recién adquiridas se mantuvieron

bajo control navarro al margen del asolamiento de Navarra en sí y el saqueo

de Pamplona. Desde luego, las crónicas cristianas no mencionan una nueva (y

ahora sí definitiva) oleada de victorias posteriores. Pero al margen de la suerte

de las guarniciones altorriojanas en 924, después del varapalo de ese año y

ante la evidencia de la sumisión de la corona navarra ante el califa en 934, la

continuada presencia navarra en la Rioja Alta a partir de 924 se entiende sólo

en el contexto del beneplácito cordobés.

Creemos que los Omeyas, cansados ya de los problemáticos Banu Qasi, deci-

dieron reorganizar la defensa de la Marca Superior, dejando el siempre vulne-

rable saliente riojano en manos de la (teóricamente) sumisa dinastía Jimena de

Pamplona. Estimamos que en 924 no quedarían apenas musulmanes (muladíes,

en todo caso, y no árabes) en la Rioja Alta, y que la onomástica semítica

que aparece en la documentación albeldense hace referencia principalmente

a mozárabes y a judíos, el tercer componente demográfico demasiadas veces

olvidado en cuestiones geopolíticas. Teniendo en cuenta la ausencia de po-

blación musulmana, la vulnerabilidad geoestratégica del saliente altorriojano,

la reincidente disidencia e incluso ocasional apostasía de los Banu Qasi, amén

de su incapacidad para controlar el espacio según los gustos cordobeses, y la

tenacidad y agresividad de los yalaliqa, se elige la opción menos mala, que es

la cesión bajo pacto del territorio altorriojano a una Navarra sumisa y sin rey,

en una retirada táctica reminiscente del abandono del cuadrante noroccidental

peninsular en el siglo VIII. También habría que tener en cuenta las otras dis-

tracciones del califato en Bobastro y en Badajoz, ambos escenarios mucho más

próximos al seno del poder andalusí, y por tanto más preocupantes a corto

plazo. Esta retirada, difícil quizás de entender para nuestra forma de pensar, es

coherente con la forma islámica de entender el espacio y aceptar la contracción

espacial de al-Andalus34.

Por su parte, los navarros, castigados severamente en 924, sólo pueden expan-

dirse hacia el sur si lo permite el califato. Sugerimos que sólo en este contexto

se explica lo que consideramos una paradoja: la expansión de Navarra a la vez

34. MAÍLLO SALGADO, ¿Por qué desapareció Al-Andalus?, pp. 27-36.

180 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa ‘reConQuistaDa’

que su derrota en 924. Contradicción apenas visible a partir de la cronística

cristiana, pero evidente tras la lectura de Ibn Hayyan. La actitud sumisa de

Toda ante ‘Abdarrahmán III en 934 también avala nuestra interpretación. Por

tanto, al margen de la confusa cadena de victorias y derrotas que se sucedieron

a lo largo del primer cuarto del siglo X, Navarra no habría conquistado la Rioja

Alta sino rellenado el vacío dejado por los Banu Qasi, con el beneplácito de

los Omeyas. Su introducción en este vacío sería, al principio, muy tentativa y,

como veremos, centrada más bien en torno a Viguera (-Albelda), uno de los

núcleos más característicos de los Banu Qasi. Existen algunos pocos diplomas

que vinculan a los navarros con la Tierra de Nájera, pero en ningún caso pre-

gonan la conquista de ese espacio más altorriojano, y su control de facto sólo

se acelera a partir de 934 cuando García, reconocido en sus posesiones por el

califa, alcanza suficiente edad para empezar a dirigir operaciones.

Los LÍMites geogrÁFiCos De La PenetraCiÓn naVarra

La toponimia incluida en los diplomas del Cartulario de San Martín de Albelda

es prácticamente nuestra única fuente para estudiar la dimensión espacial de

la introducción navarra en La Rioja. Evidentemente esto no quiere decir que

los núcleos mencionados sean los únicos bajo control navarro en ese periodo,

pues una vez más estamos ante el hecho de que el registro diplomático cenobí-

tico nos proporciona una visión parcial, pero, en la ausencia de otros indicios,

no deberíamos suponer una presencia navarra donde no existe constancia de

ella, y menos cuando sí existen indicios de la pertenencia de esos espacios a

otra entidad política, en este caso Castilla.

Siempre según la diplomática albeldense, la presencia navarra parece concen-

trarse en los cursos inferiores de los ríos occidentales (Najerilla, Iregua), en los

cursos superiores de los ríos orientales (Jubera, Cidacos y Alhama-Linares), y

entre medio en el curso entero del río Leza. Quizás algunos topónimos difíciles

de interpretar, y la mención genérica de Cameros, se refieren también al curso

superior del Iregua, pero en cuanto al Najerilla no tenemos indicios de presen-

cia navarra en su curso superior35, y el Oja y el Tirón parecen estar fuera del

alcance del poder navarro.

35. La aparición en esta documentación (Albelda20, 953) del microhidrónimo Bobadilla podría remitirse al Alto

Najerilla donde existe un asentamiento homónimo prominente en la documentación emilianense de finales del si-

glo XI, pero el contexto parece apuntar hacia el valle del Leza y ésta es la ubicación preferida por LÁZARO RUIZ,

181David Peterson

la rioJa ‘reConQuistaDa’

En la cuenca del Najerilla, los únicos lugares para los cuales tenemos pruebas

diplomáticas de presencia navarra durante la primera mitad del siglo X son

Tricio, Huércanos, Mahave, Fontaneta, quizás Uruñuela (¿= Irunia, Albelda12,

945?)36 y la propia Nájera37. Todos los lugares mencionados están en el entorno

inmediato de Nájera, con Mahave, cinco kilómetros al sur, el lugar más alejado.

“El Monasterio de San Martín de Albelda: estrategias en la ocupación del territorio y valoración socioeconómica

(925 – 1094)”, p. 372. Es más, parece improbable que la demás toponimia contenida en este diploma albeldense

(Aunimia, Bagibel, Cabecon, Cambero, montem Campario, Cano, Estalon, Spina) remitiese al valle del Najerilla

y sin embargo haya podido pasar desapercibida en la más rica y detallada documentación valvaneriense y emi-

lianense referente al entorno del Bobadilla najerillense.

36. Así lo interpreta JIMENO JURÍO (Estudios de toponimia navarra, p. 191), interpretación con la cual, grosso

modo, estamos de acuerdo, cf. Irunia en nuestro Glosario dentro del capítulo Cronología del vascuence al sur

del Ebro.

37. Para un estudio de la distribución espacial del dominio de San Martín de Albelda, LAZARO RUIZ, “El Mo-

nasterio de San Martín de Albelda”. En cuanto a Albelda1, una lista de más de doscientos monjes que subscriben

un pacto en un monasterio dedicado a los santos Petri et Pauli en el valle de Karadina en 921, aceptamos la

interpretación de MÁRTINEZ DÍEZ (Colección documental del Monasterio de San Pedro de Cardeña, p. 41, n.

25) de que se trata de San Pedro de Cardeña. No sabemos por qué ni cómo una copia del pacto acabó entre la

documentación albeldense, pero la alternativa propuesta por UBIETO ARTETA (“Sobre la conquista de La Rioja

por los pamploneses”), de que se tratara de un cenobio, por lo demás desconocido, dedicado a San Pedro y

en el mismo valle Cárdenas riojano donde se encuentra San Millán de la Cogolla, nos parece inverosímil dada

las proporciones de este hipotético monasterio riojano (el número de subscriptores), y la absoluta ausencia de

referencias a él en la documentación emilianense.

Mapa XXIV. Lugares (identificables) al sur de Ebro mencionados en la documentación albeldense, 925-970

182 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa ‘reConQuistaDa’

La presencia navarra en torno a Nájera, por lo tanto, es innegable, pero no hay

ningún vínculo diplomático fidedigno entre el poder navarro y el hinterland

serrano de la ciudad hasta 984.

Hay, además, una opaca referencia episcopológica en el Códice de Roda al or-

denamiento de un obispo tubiense (=Tobía?). Esta referencia resulta problemá-

tica por varios motivos. La probable fecha de 922 no es segura, pero tal fecha

(tan temprana) y tal ubicación (tan aguas arriba de toda actividad diplomática

navarra) son difícilmente compatibles con lo que sabemos de los primeros años

de presencia navarra en La Rioja. Más problemática aun resulta la ausencia de

continuidad, anterior o posterior, para tal obispado, y el anonimato histórico

que por lo demás envuelve este asentamiento serrano, y quizás esta fugaz apa-

rición debe más a continuidad mozárabe que a reorganización navarra, que por

lo demás concentra su presencia inicialmente en torno a Albelda.

Más al oeste, cerca de Grañón, y ya en el extremo de la actual provincia riojana

y en el interfluvio Tirón-Oja, dos diplomas albeldenses mencionan los núcleos

de Villa de Pun y Villa de Zahal38. En el escatocolo de ambos documentos se

emplea el mismo estilo poco ortodoxo de referencia a tres poderes distintos: los

reyes de Pamplona y de León, y el conde de Castilla. Estimamos que este uso

indica que los lugares enajenados se encuentran dentro del Condado de Cas-

tilla y del Reino de León (así las referencias a los poderes castellano-leoneses)

en ese momento, mientras la citación del monarca navarro se debería a la

ubicación de la institución beneficiada por las donaciones – el monasterio de

Albelda. Así que estos diplomas tampoco indicarían una presencia navarra más

al oeste del ya comentado núcleo en torno a Nájera.

En resumen, la diplomática indica una presencia navarra en el entorno de Al-

belda y Viguera, en valles contiguos como el Leza y el Jubera, y en el entorno

de Nájera. Pero nada más. No hay indicios de control navarro sobre otros espa-

cios como el alto Najerilla o la comarca de Grañón, espacios que sí, en cambio,

se vinculan insistentemente con Castilla.

38. Albelda21 y Albelda22, de 953 y 956 respectivamente.

183David Peterson

la rioJa ‘reConQuistaDa’

La suPuesta entrega De La tierra De nÁJera

Uno de los hechos más insólitos del Altomedievo hispano es la supuesta entre-

ga por parte de los leoneses de sus conquistas altorriojanas a los navarros: “En

923 [Ordoño II] se decide a realizar su primera idea de conquistar La Rioja, de

acuerdo con Sancho de Navarra. Mientras éste cae sobre Viguera, el leonés rin-

de la ciudad de Nájera, y el navarro queda dueño de todo, sin duda reiterando

al leonés homenaje debido al título imperial.”39

¿Cuál es la realidad histórica detrás de esta tradición? Primero, creemos que no

existe ninguna duda de que los leoneses y castellanos participaron activamente

como aliados de los navarros en los primeros años de la ofensiva cristiana sobre

La Rioja. Existen referencias tanto en fuentes cristianas como en las arábigas

de la existencia de tal alianza, con la información añadida en la Crónica de

Sampiro de que habría sido una iniciativa navarra40.

¿Pero cuál fue la cronología de la alianza, y de la presencia leonesa en la Rioja

Alta? Las fuentes musulmanas hablan de ella, primero en 918 en el asalto a

Nájera, otra vez en 920 cuando los cristianos fueron derrotados en Muez, y por

último durante la campaña (922 ó 923) que termina con la toma cristiana de

Viguera. No obstante, es posible que la muerte de Ordoño II a principios de 924

ya habría quebrado la alianza, y luego vendría el severo castigo de la Campaña

de Pamplona. No tenemos ningún indicio de que la alianza y la presencia leo-

nesa en la Rioja Alta sobreviviera a la campaña musulmana de 924.

También es cierto que si Nájera estuvo bajo control cristiano en 922-3 (Rioja1)

y otra vez a partir de 928 (Albelda5), no deberíamos inventar una secuencia de

cambios de posesión que no aparece en las fuentes cronísticas, sino suponer

continuidad. Sin embargo, la solución continuista no es una opción, ya que Ná-

jera sí cambia de manos entre 923 y 928: del control leonés al control navarro.

Sugerimos que existe una explicación para este cambio de control que también

39. PÉREZ DE URBEL, El condado de Castilla, I, p. 268-9. Esta idea persiste en la historiografía actual de La Rioja,

por ejemplo, “Ordoño II, dominador de Nájera, pronto dejó la plaza en manos del reino de Pamplona”, Javier

GARCÍA TURZA, “Ciudades y aldeas: Nájera”, 1999, p. 233.

40. Crónica de Sampiro, 19, pp. 164-5; IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 117.

184 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa ‘reConQuistaDa’

tiene en cuenta la victoria musulmana de 924, sin recurrir a la caballeresca

entrega territorial entre monarcas cristianos.

Sin negar la existencia de periodos de alianza navarro-leonesa, el entendimien-

to estratégico entre Navarra y Córdoba es un patrón que se repite a lo largo del

siglo X. Además del caso intuido de 924, que parece confirmarse en 934, tene-

mos un ejemplo hacia 958-9 cuando el depuesto rey leonés Sancho Ramírez (‘el

Craso’) se suma a la alianza navarro-cordobesa contra Ordoño IV de León, lo

cual acabaría en la derrota y apresamiento del conde castellano Fernán Gonzá-

lez en Cirueña y en la restauración de Sancho en el trono leonés. Aquí la polí-

tica interna leonesa complica el panorama, pero la alianza navarro-cordobesa

es un hecho, y los actores son los mismos: el todopoderoso ‘Abdarrahmán III,

la longeva reina Toda, y su hijo, el ahora rey, García Sánchez, cuya investidura

había presidido ‘Abdarrahmán III en 934.

En 983 el personal había cambiado, pero el paralelismo estratégico con la situa-

ción en 924 es llamativo, y más exacto que en 958-9 cuando el conflicto dinástico

leonés complicaba la situación. En una repetición de lo acontecido en 924, una

alianza cristiana contra Córdoba quedaría quebrantada por la derrota militar a

manos de los andalusíes, ahora liderados por Al-Mansur, en Simancas41, y a conti-

nuación Pamplona aseguraría la paz con Córdoba (ahora al ceder Sancho Abarca

su hija Abda como concubina a Al-Mansur), así dejando el reino leonés como

enemigo principal de los cordobeses en el occidente peninsular.

Por lo tanto, en 924 y 983 se repite la misma secuencia de acontecimientos:

– Una alianza militar cristiana contra Córdoba;

– Derrota militar de la alianza cristiana;

– Pamplona pacta con Córdoba, y se libra temporalmente de ofensivas

andalusíes.

41. El mismo lugar había sido también escenario de una victoria cristiana en 939, batalla también denominada

la de Alhándega, IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 323-336.

185David Peterson

la rioJa ‘reConQuistaDa’

Alianzas cristianas desbaratadas por Córdoba

Alianza cristiana

Derrota militar

Alianza navarro-cordobesa

Fin de la alianza navarro-cordobesa

918-923, Sancho Garcés I y Ordoño II

924, Saqueo de Pamplona

924 retirada andalusí de la Rioja Alta; 934, Reina Toda y García Sánchez rinden homenaje a ‘Abdarrahmán III: aceifa desviada hacia Castilla

937, Pamplona atacada después de que Toda “había violado el pacto”

983, Sancho Garcés II y García Fernández

983, Batalla de Simancas

Abda, infanta navarra consorte de Al-Mansur, madre de Sanchuelo; sucesivas campañas de Al-Mansur contra Cataluña, León y Castilla

Al-Mansur no ataca Navarra hasta 991-242

42

Este repetido patrón de entendimiento estratégico entre Córdoba y Pamplona

refuerza nuestra convicción de que la posesión navarra de la Rioja Alta, lejos de

ser fruto de un triunfo militar cristiano, fue consecuencia de un cambio después

de la campaña victoriosa de 924 en la estrategia musulmana hacia el vulnerable

saliente riojano: cansados ya de los Banu Qasi, los Omeyas deciden pactar con

los sumisos reyes navarros, cediéndoles el territorio anteriormente controla-

do por los incorregiblemente rebeldes muladíes. Desde la perspectiva de la

historiografía tradicional que ve como inexorable La Reconquista, esto puede

parecer un error estratégico, pero en el contexto de los siglos X y XI suponía

un largo periodo de seguridad para las importantes ciudades musulmanas del

rico curso medio del río Ebro, pues frenaba la expansión castellano-leonesa,

permitiendo así la permanencia musulmana en Calahorra, Tudela y Zaragoza

hasta fechas (1045 y 1118) para las cuales en la mitad occidental de la Península

los cristianos habrían avanzado mucho más hacia el sur.

La suPuesta CaPitaLiDaD De nÁJera Durante eL s. X

“Desde entonces [923], Nájera suplantaría a Pamplona como ciudad más im-

portante del reino al ser elegida como residencia habitual por los monarcas

42. CASTELLANOS GÓMEZ, Geoestrategia en la España musulmana, pp. 85-105.

186 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa ‘reConQuistaDa’

navarros que establecen en ella su palatium y curia”43. ¿Cuál es la realidad

diplomática que está detrás de esta idea de la temprana capitalidad de Nájera

no sólo en la Rioja Alta sino en toda Navarra?

la diplomática demuestra la indiscutible capitalidad de pamplona a lo largo del s.X 44

1ª ciudad citada

AñoReferencias tópicas a poderes públicos

en la diplomática navarra fidedignaDoc. ref.

Pamplona 931 principe Semeno Garseanis in Pampilona43 Albelda6

Pamplona 933 principe Garsea Sancionis in Pampilona Albelda7

Viguera 941 Flain Bermudez in Vegera et Mango Asinari in Iuvera

Albelda8

Pamplona 942 Garsea Sancionis in Pampilona, Fortun Galindonis prefectus in Nagera

Albelda13

Pamplona 943 principe Garseani in Pampilona, et comite Flagino in Vecharia

Albelda9

Pamplona 945 Garsea Sancionis in Pampilona, Fortuni Galindonis in Nagera prefectus

Albelda11

Pamplona 945 Garsea Sancionis in Pampilonia, Fortunio Galindonis prefectus in Naiara

Albelda12

Pamplona 953 Garseane rege in Pampilona44 Albelda21

Pamplona 956 Garsea rex in Pampilona Albelda22

Pamplona 958 rex Garcia Sanciz in Pampilona, et sub eius Fortun Galindonis in Nagera

Albelda24

Pamplona 970 Sancio Garseanes in Pampilonia Leire8

Nájera 972 Sanctione rex in Nagela et in Pampilona et sub eius imperio parendo rex Ranemirus in Uekaria

Rioja2

Pamplona 973 Sancione in Pampilona et Ranemiro in Vekaria Albelda25

Pamplona 974 Sancio in Pampilona, et sub illius imperio frater eius Ranimiro in Vekaria et in Leza

Albelda26

Pamplona 983 Sancione in Pampilona vel in Cantabria Albelda 28

Pamplona 984 Sancio rex in Pampilona Cogolla98

Pamplona 991 rege Santio Garceiz in Pampilona Leire10

Pamplona 992 Sancio rex, sub eius imperio [Domino nostro Ihesu Christo], in Pampilona

Cogolla108

43. LÁZARO RUIZ, “El Monasterio de San Martín de Albelda”, p. 335. También “... Nájera era una ciudad tan

importante para el reino como lo pudiera ser Pamplona”, CAÑADA JUSTE, “Las relaciones entre Córdoba y Pam-

plona en la época de Almanzor”, p. 380.

44. Se trataría de un hermano menor del difunto Sancho Garcés I, el futuro rey García Sánchez I siendo, todavía,

menor de edad.

187David Peterson

la rioJa ‘reConQuistaDa’

1ª ciudad citada

AñoReferencias tópicas a poderes públicos

en la diplomática navarra fidedignaDoc. ref.

Pamplona 996 rege Garsea, sub imperio Dei, in Pampilona Cogolla110

Pamplona 997 Garsea rege sub imperio Dei in Pampilona Cogolla11145

Como se puede apreciar en el cuadro que adjuntamos, el único documento que

apoyaría la tesis de una temprana capitalidad de Nájera es un diploma del año

972. Las demás referencias regias son exclusivamente a Pamplona, que sigue

indiscutiblemente como capital navarra, y recordamos que aquí recogemos sólo

la diplomática referente a La Rioja, en la cual tendría sentido quizás exagerar

la importancia de Nájera, y no la propiamente navarra donde son aun más

dominantes las referencias a Pamplona. La referencia a Nájera en el texto de

972 supone un hapax cuya atípica colocación de Nájera por delante de Pam-

plona quizás se debe más a la presencia de la corte en la Rioja Alta, pues hace

referencia a la fronteriza villa de Cirueña, que a una supuesta capitalidad de

Nájera. En diplomas originarios de otras zonas, incluso de la cercana Albelda,

esta supuesta capitalidad najerense desaparece.

La supuesta capitalidad de Nájera tampoco se sostiene cuando se consultan las

fuentes musulmanas que relatan las aceifas de los dos últimos tercios del siglo

X. En ellas no se menciona explícitamente a Nájera, aunque en la 36ª campaña

(c.991), que sí atravesó La Rioja, aparece el topónimo Tayira que quizás habría

que relacionar con ella46. En los relatos que nos ofrece Ibn Hayyan de las expe-

diciones musulmanas hacia Navarra en 934 y 937, se menciona repetidamente

a Pamplona, pero ni una vez a Nájera, a pesar de que en toda probabilidad la

expedición de 934 pasaría prácticamente por debajo de sus murallas camino de

Grañón47. Ni siquiera cuando se supone que la aceifa bajó el curso del mismo

río Najerilla hacia tierras navarras (1002 y quizás también en 994) aparece re-

ferencia a la supuesta capital. No pretendemos que el uso de los corónimos y

45. Aquí, y en el siguiente diploma (Albelda22), también se citan a autoridades castellano-leonesas al tratarse de

bienes en una zona fronteriza, próxima a Grañón.

46. “Nada que objetar a la transformación de Tayira en Nayira y, por lo tanto, Nájera; es cuestión de suprimir

un punto diacrítico y la letra ta’ se convierte en nun”, CAÑADA JUSTE, “Las relaciones entre Córdoba y Pamplona

en la época de Almanzor”, p. 379.

47. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 251-2, “el territorio enemigo de Pamplona ... Pamplona y sus distritos

... Falces en el distrito de Pamplona ... la tirana de Pamplona”, en la campaña de 937 (pp. 299-300) se repite el

mismo uso.

188 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa ‘reConQuistaDa’

demás topónimos cristianos por parte de los autores musulmanes fuera siempre

muy preciso, sin embargo, y sin negar la importancia relativa de Nájera (sede

de un obispo), ni su preeminencia en el siglo siguiente (el XI), estamos obliga-

dos a concluir que los indicios de su capitalidad precoz son inexistentes.

El mito de la capitalidad de Nájera tiene su origen en la diplomática apócrifa48.

En otras ocasiones apostamos por la verosimilitud del contenido toponímico

(por ejemplo) de la diplomática apócrifa, y también del trasfondo geopolítico

detrás de ella, pero sus cláusulas de datación y autorización son los elementos

menos fiables. En realidad estos diplomas son productos del siglo XII49, y de-

muestran una visión de la importancia de Nájera acorde con la realidad de ese

siglo plenomedieval.

Doc. ref. AñoReferencias a Nájera en diplomas apócrifos con fechas

del siglo X

Cogolla30 943 villam in confinium Naiele positam

Cogolla41 946 in confinium Naiera

Cogolla65 952 Garsea Sancionis rex ... in Pampilona et in Naiera

Cogolla68 955 Garsea Sancionis rex ... in Pampilona et in Naiera

Cogolla76 957 in civitate Naiera

Cogolla88 971 in super urbio Naiarensi ... iudice in Naiera

Cardeña149 971 quod est hospitale in camino publico, quae venit de Naxera50

Cogolla91 972 in confinio civitatis Naiera positam ... iudice in Naiera50

Por un lado, insisten en el papel jerarquizador de la ciudad (por ejemplo, “vi-

llam in coninium Naiele positam”, Cogolla30) mucho más que la documenta-

ción fidedigna, pero no creemos que esto sea necesariamente anacrónico, pues

coincide con la realidad del siglo X reflejada por la diplomática fidedigna (que

sitúa a un praefectus en Nájera). Lo que sí estimamos anacrónico, en cambio,

es la aparente capitalidad de la ciudad que emerge en algunos diplomas apó-

crifos (Cogolla65, Cogolla68) y sólo en ellos. Estimamos que estas referencias

48. En la aplicación de este adjetivo nos basamos en las evaluaciones de MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de

San Millán y sus Monasterios Filiales”.

49. Más precisamente, redacciones del periodo entre 1137 y 1192, MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San

Millán y sus Monasterios Filiales”, p. 50.

50. Aquí no sólo es anacrónica la referencia a Nájera sino también vocabulario como caminus y hospitalis –

“El mismo párrafo es propio de un instrumento del siglo XII”, ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática de los

Condes de Castilla, pp. 336-7.

189David Peterson

la rioJa ‘reConQuistaDa’

son el origen de la errónea impresión de la importancia de esta ciudad durante

el primer siglo de ocupación navarra de La Rioja51. Incluso aun admitiendo el

testimonio de estos diplomas no se puede mantener la capitalidad de la ciu-

dad altorriojana por encima de Pamplona, pues el balance cuantitativo en la

diplomática riojana (donde podríamos esperar mayor protagonismo de Nájera,

ni siquiera recurrimos a la propiamente navarra) deja patente la capitalidad de

Pamplona por encima de Nájera.

El aspecto en que el valle del Najerilla sí cumple con este pretendido prota-

gonismo temprano es en cuanto a la organización eclesiástica. Así Tudemirus

aparece como obispo en Nájera en varios diplomas albeldenses de mediados

del siglo X52. Aun así deberíamos relativizar la importancia de Nájera en las

primeras décadas de presencia navarra en La Rioja, ya que, en la primera re-

ferencia a reestructuración eclesiástica que poseemos, un texto incompleto de

las llamadas Genealogías de Roda, parece ser Tobía, y no Nájera, la sede de un

obispo altorriojano53.

Al margen de la pretendida pero ficticia capitalidad temprana de Nájera, resulta

ilustrativo comparar el protagonismo relativo de Nájera y Viguera en este primer

medio siglo del dominio navarro sobre La Rioja. Son las dos urbes peridorum

identificadas en la Crónica de Sampiro, pero compartirían poco más. Nájera,

abierta a la vega y heredera de la ciudad romana de Tritium, tendría un irresis-

51. Javier García Turza, por ejemplo, cita al apócrifo diploma Cogolla65 (fechado por Serrano a 929, y número

25 en su edición - SERRANO, Cartulario de San Millán de la Cogolla, 1930) para afirmar que “Los reyes pamplo-

neses aparecen reinando ‘in Pampilona et in Naiera’ desde 931-934”, Javier GARCÍA TURZA, “Morfología de la

ciudad de Nájera en la Edad Media”, p. 67.

52. Tudimirus Nagelensis episcopus (Albelda19, 950); aparece como obispo, sin explicitar dónde, a partir de

945 (Albelda11).

53. El texto es de difícil interpretación, sobre todo por faltar la fecha, y en seguida nos obliga a introducirnos

en el complejo e incierto mundo de la episcopología altomedieval para intentar compensar sus carencias. Lo

reproducimos como aparece transcrito por LACARRA DE MIGUEL (“Textos navarros del Códice de Roda”, p. 263),

los espacios entre corchetes indicando faltas debidas a la rotura del pergamino:

“[ ]X. successit post eum Galindus episopus XL etatis sue anno et ordinatis [ ] II episcopis, id est, Sisul-

dus episcopus Calagorriensis, Teudericus episcopus Tubiensis [ ]us episcopus Sisabensis”.

GOÑI GAZTAMBIDE (Historia de los obispos de Pamplona, p. 95) sugiere que el tercer obispo se llamaría Ferrio-

lus, quizás a partir de una referencia a un obispo Ferriolo de Sasabe (Aragón) en 922 (Siresa6), y así afirma que

el ordenamiento que nos ocupa tendría lugar en ese mismo año. Esta hipotética cronología podría corresponder

a un primer intento de reestructuración después de la probable toma cristiana de la mayor parte de la Rioja Alta

en 922, pero no es nada segura.

190 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la rioJa ‘reConQuistaDa’

tible potencial económico y demográfico, que pronto la haría sede episcopal y,

ya en el siglo XI, capital del reino. Viguera, en cambio, una de las plazas fuertes

más características de los Banu Qasi, y mucho más protagonista de las crónicas

árabes que Nájera, está encerrada en la sierra: tenía, por tanto, más potencial

defensivo militar, pero menos posibilidades económicas.

Durante el primer siglo de presencia navarra en la Rioja Alta, Nájera inexorable-

mente se adelantaría en importancia a Viguera, pero inicialmente los monarcas

pamploneses, de facto herederos de los Banu Qasi, centran su poder en torno a

la antigua plaza-fuerte serrana, favoreciendo también el vecino cenobio de San

Martín de Albelda, único cenobio riojano para el cual se conserva abundante

documentación para el siglo X. Además de la participación en la fundación del

monasterio de Albelda, otros siete (de 29) documentos albeldenses del siglo X

proceden de los reyes de Pamplona, quienes subscriben quince más. Mientras

Nájera se erige como sede episcopal, Albelda parece gozar de estrechas rela-

ciones con la catedral de Pamplona, produciendo tres de sus obispos durante

este siglo54. Un temprano episodio jacobeo tiene al obispo Gotescalco de Le

Puy encargando un manuscrito a Albelda en 95055, lo cual es sintomático del

precoz esplendor del escriptorio albeldense. Por lo tanto, deberíamos matizar

entre distintos tipos de importancia. El primer centro de operaciones militar-

administrativo de la monarquía navarra en La Rioja sería Viguera-Albelda, mien-

tras Nájera, con su mayor potencial económico y demográfico, se erigiría con

el tiempo en sede episcopal.

El despegue de la ciudad de Nájera tiene mucha similitud cronológica con el

del cercano monasterio de San Millán (el cual estudiaremos más adelante): un

perfil discreto durante el primer medio siglo del dominio navarro, un interés

creciente durante el reinado de Sancho Garcés II, protagonismo pleno bajo

Sancho el Mayor, y por fin la preeminencia alcanzada sólo en tiempos de Gar-

cía de Nájera. La capitalidad de Nájera, en resumen, es un fenómeno propio

del siglo XI, artificialmente adelantada al siglo X en (y por) la documentación

apócrifa56.

54. GOÑI GAZTAMBIDE, Historia de los obispos de Pamplona, p. 135.

55. DÍAZ Y DÍAZ, Libros y librerías, p. 53 y ss.

56. Cf. “la capitalidad, la centralidad de la Rioja Alta en el seno de la monarquía navarra, en especial entre 1030

y 1076”, GARCÍA DE CORTÁZAR, “Introducción al Estudio de la Sociedad Altorriojana ...“, p. 16.

191David Peterson

la frontera oriental de Castilla

ControL CasteLLano DeL eXtreMo oCCiDentaL De La aCtuaL rioJa

La Rioja es un corónimo que no emerge hasta finales del siglo XI, y no de-

beríamos permitir que una designación posterior al periodo que nos ocupa,

esencialmente el siglo X, condicione nuestra comprensión de ese periodo. Ya

hemos trazado el proceso de introducción del poder navarro en la cuenca del

Ebro, primero en el entorno de Viguera-Albelda y a continuación en la Tierra

Mapa XXV. Control castellano (condal) sobre las comarcas más occidentales de La Rioja durante el siglo X

192 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Frontera oriental De Castilla

de Nájera, pero no hay ningún indicio hasta más tarde de presencia navarra

en muchas otras comarcas hoy riojanas, y sí en cambio indicios del control de

esas comarcas por otros poderes. Así Calahorra, por ejemplo, estaría integrada

en al-Andalus hasta 1045. En el otro extremo de la actual provincia, sugerimos

que varias comarcas fueron controladas por los condes de Castilla, entre ellas

las cuencas de los ríos Oja y Tirón y la cabecera del río Najerilla. A lo largo de

las sucesivas páginas matizaremos y desarrollaremos estas afirmaciones, antes

de analizar cómo la historiografía ha malinterpretado la situación.

Las CuenCas DeL oJa y DeL tirÓn

López Mata ya sugirió que la frontera oriental de Castilla en el momento de la

muerte de Fernán González seguía el curso del río Oja y son varias las referen-

cias directas al poder público castellano en estas tierras a lo largo del siglo X1:

– En 936 (Cogolla23), Dolquiti Beilaz, juez en Cerezo, al fallar a favor

de un tal Gundessalvo, cita como autoridades a [el rey] Ramiro en

León y al conde Fernando en Cerezo y en Grañón.

– En 940 (Cogolla27), en el contexto espacial del río Tirón, la autoridad

citada es comite Fredinando in Alava et in Castella.

– En 959 (Cogolla79), de nuevo se cita a un soberano leonés y a un con-

de castellano (Ordonio rex in Oveto et comite Fredinandus in Castella)

esta vez en referencia a Barticare, cerca de Grañón. Uno de los testigos

del diploma es un tal Bellito de Hervías, lo cual constituye una de las

escasas referencias al valle del Oja en un texto tan temprano.

También la documentación albeldense reconoce la autoridad castellano-leone-

sa cuando hace referencia a la zona de Grañón2. A estos indicios directos de

control castellano de las cuencas del Oja y del Tirón, se añade un testimonio

ex silentio: la ausencia de referencias a este espacio en fuentes navarras, al

1. LÓPEZ MATA, Geografía del condado de Castilla ..., pp. 46-7.

2. Albelda21 (953) y Albelda22 (956) que detallan sendos regalos al cenobio albeldense de bienes en Villa de

Zahal y Villa de Pun (hoy Castildelgado), ambos cerca de Grañón. Estos diplomas también citan las autoridades

navarras debido a la ubicación del beneficiado de la donación (Albelda), y quizás también el origen navarro (a

partir de sus nombres – Eneco y Galindo) de los donantes, pero sólo la ubicación de los bienes en territorio

castellano explica las referencias al poder castellano-leonés.

193David Peterson

la Frontera oriental De Castilla

margen de las dos referencias albeldenses ya citadas. Si ahora incorporamos la

aportación de la documentación apócrifa, ésta también insiste en el dominio

de Fernán González sobre esta zona, y aunque no nos deberíamos fiar lo sufi-

ciente de este tipo de fuente como para construir una teoría exclusivamente en

torno a ella, cuando este registro concuerda con otras pruebas más verosímiles

funciona como un valioso testimonio de apoyo3.

Cuando incorporamos el testimonio de las fuentes árabes no hace sino confir-

mar las posesión castellana de estas tierras, aunque ahora con un matiz muy

importante. Cuando, en 934, después de tratar con la reina Toda y decidir no

atacar a Pamplona, una expedición musulmana se dirige hacia Grañón esta

plaza se describe como “en el país de Álava”4. En el contexto del siglo X esta

descripción podría resultar problemática si no fuera que Álava y Castilla se

hallaban unidos bajo el mandato de Fernán González5. Pero no siempre había

sido el caso, y según la Crónica Albeldense, en 882 y 883, Cellorigo, en los

Montes Obarenes, estaba controlada por el conde alavés Beila Jiménez, mien-

tras Pancorbo, unos pocos kilómetros al oeste, estaba bajo el mando de su

equivalente castellano llamado Diego. Es más, trasciende que había una anóni-

ma cuña de territorio, al sur de Cellorigo, y al este de Pancorbo, integrada en

el Reino de Asturias (in terminos regni nostri intrantes primum ad Celloricum

castrum), pero no parte de Castilla, pues sólo al llegar a Pancorbo se penetraba

en territorio propiamente castellano (in extremis Castelle ueniens ad castrum

cui Ponte Curbum nomen est)6. Sospechamos que la existencia de esta cuña no-

castellana, fácilmente dominada desde Cellorigo, es el motivo por el cual Ibn

Hayyan ubica Grañón en el País de Álava. Y así, en el contexto de la geografía

histórica del siglo X, estaríamos más seguros si denominásemos a estas tierras

como parte del condado alavés-castellano de Fernán González.

3. Los siguientes diplomas apócrifos relacionan Fernán González con estas tierras: Cogolla26, 938, incorporación

a San Millán del monasterio de Sietefenestras (Cerezo); Cogolla38, 945, donación a San Millán del monasterio de

San Martín de Grañón; Cogolla44, 947, donación a San Millán de la villa de Cihuri.

4. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 253.

5. Por ejemplo, “... comite Fredinando Gondissalviz in Castella et in Alava”, Cogolla24 ( 936).

6. Dada su trascendencia, reproducimos el pasaje entero: “Sicque hostis Caldeorum in terminos regni nostri

intrantes primum ad Celloricum castrum pugnauerunt et nicil egerunt, sed multos suos ibi perdiderunt. Uigila

Sceminiz erat tunc comes in Alaba. Ipsa quoque hostis in extremis Castelle ueniens ad castrum cui Ponte Curbum

nomen est ...”. Albeldense, XV.13.

194 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Frontera oriental De Castilla

La historiografía tradicional, algo castellano-céntrica, acabaría abreviando este

incómodo binomio a castellano/a, pero es interesante que desde la perspectiva

árabe estas tierras eran consideradas alavesas, y notamos que en el famoso

binomio de la cronística árabe, Álava y al-Qila [= ‘castellae’], es el corónimo

vasco el que precede siempre.

Sugerimos, además, que este desdoblamiento fronterizo crearía un espacio de-

finido como pocos por la frontera, característica explicitada sólo en el texto

albeldense, pero que se intuye en varios otros registros: en la toponimia en

zahara, si se aceptan las etimologías antes propuestas que remiten a un sig-

nificado de marca remota, fronteriza o desértica; en su incierta pertenencia

diocesana durante el Plenomedievo (Rioja4/93, 1229); y quizás conocido como

el valle comitis (Rioja33, 1076)7.

También deberíamos matizar el trazado fronterizo ofrecido por López Mata, y no

sólo su definición coronímica. Este autor, como ya se ha comentado, situaba la

frontera ‘castellana’ en el curso de río Oja, cuando nosotros consideramos la cuen-

ca entera una posesión condal. En cuanto a su curso superior, expondremos más

adelante los motivos para disentir de la lectura de López Mata y para pensar en su

integración durante todo el periodo contemplado en el dominio condal8. Para el

curso inferior, mientras la zona alrededor de Grañón está relativamente bien docu-

mentada, y diáfanamente condal, para la margen derecha (oriental) del río apenas

tenemos referencias diplomáticas, tan sólo la aparición de un vecino de Hervías

en uno de los textos arriba citados. Ante este silencio quizás nos pueden ayudar

las fuentes narrativas, pues en el Poema de Fernán González, el infrapoblado pá-

ramo de Valpierre, esencialmente el interfluvio Najerilla-Oja, aparece como lugar

de enfrentamiento entre Navarra y Castilla, y el epónimo conde caería preso en el

cercano Cirueña según la Crónica Najerense. Es poco, pero puede que recuerde la

ubicación de la frontera navarro-castellana a mediados del siglo X.

En cuanto a la cronología de esta presencia castellano-alavesa en la Rioja

Alta, la diplomática apunta insistentemente hacia el periodo 936-959, aunque

7. En Calzada149 (sin fecha) aparece el topónimo Balcomes en el mismo contexto espacial del flanco meridional

de los Montes Obarenes.

8. López Mata lo consideraba navarro, apoyándose, quizás, en la errónea datación del diploma Rioja28, LÓPEZ

MATA, Geografía del condado de Castilla, pp. 46-7.

195David Peterson

la Frontera oriental De Castilla

la Crónica Albeldense sugiere que se puede ampliar el periodo. No obstante,

no estamos contemplando una situación estática, y parece que hacia finales

del siglo IX todavía se discutía este espacio militarmente con los Banu Qasi,

como indicarían los combates en torno a Grañón e Ibrillos entre 899 y 9049.

Supondremos que un control algo más permanente se consiguió a partir de las

campañas de 918-922, y aunque se retirasen los castellano-alaveses de Nájera

después de 924, retendrían Grañón, que así aparece como alavesa en 934, y

quizás la fundación del monasterio de San Juan próximo al actual Cihuri, docu-

mentado apócrifamente en 947 (Cogolla44), también tiene sus orígenes en este

periodo. Con todo, la presencia castellano-alavesa en las tierras del interfluvio

Tirón-Oja sería anterior o, por lo menos, contemporánea al control navarro de

la Tierra de Nájera.

¿Hasta cuándo dura esta presencia castellano-alavesa en el interfluvio Tirón-

Oja? Mientras los poderes navarros apenas se citan en referencia a estas tierras

hasta bien entrado el undécimo siglo, la diplomática cita con insistencia a los

poderes castellanos (ya han desaparecido las referencias a Álava) durante todo

el siglo X. Arriba ya hemos enumerado los casos hasta 959, y durante las

últimas décadas del milenio sigue la tendencia: en Osmilla en 970, regnante

serenissimo principe Ramiro in Legione et Oveto. Ego, predictus comes Garsea

... (Condes3610); y en Grañón y Leiva en 991, rex Vermudo in Legione, comite

Garsea Fredinandiz in Castella (Cogolla102). Ciertamente la nómina diplomáti-

ca para estas últimas décadas del siglo X es más escueta pero, en la ausencia de

firmes indicios contrarios, aplicaremos el mismo criterio que en otros lugares y

momentos y suponer continuidad de posesión. Si Grañón aparece bajo control

castellano entre 936 y 959 y otra vez en 991, supondremos que ha seguido

así durante todo el periodo intermedio. Las primeras referencias de presencia

navarra en este espacio realmente no se darán hasta aproximadamente 1024

cuando Sancho el Mayor empieza a aparecer en escatocolos procedentes de

estos valles.

9. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 188; la referencia a Grañón es de IBN-IDARI, y su

cronología sirve para contextualizar (aunque sólo hipotéticamente) la más confusa y lacónica referencia a la toma

de Ibrillos (Ebrellos) de la Nomina regum catolicorum legionensium (Albeldense, XV.a)

10. ZABALZA DUQUE (Colección Diplomática de los Condes de Castilla, pp. 329-333) califica a este diploma

como “sospechoso”, por ser algo insólito dentro de las dinámicas cronológica y espacial de la documentación

de Arlanza, y al ostentar numerosos paralelismos formales con diplomas de cronologías más tardías, no obstante

considera el diploma “correcto” en términos formales.

196 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Frontera oriental De Castilla

Por último, sabemos de la existencia de un acuerdo fronterizo entre el Conde

Sancho de Castilla y su yerno Sancho el Mayor de Navarra con fecha de 1016

(Cogolla166), aunque sólo se ha conservado una confirmación posterior y par-

cial que se ocupa del tramo serrano de la frontera11. Intuimos que el acuerdo

original en 1016 se aplicaría también al tramo de la frontera que aquí nos ocu-

pa, y creemos que este intuido acuerdo original y la muerte del conde Sancho

al año siguiente marcan una fecha post quem para la extensión de intereses

navarros hacia el extremo occidental del Pasillo.

La sierra De La DeManDa

Conviene recordar que la parquedad documental es el lastre inevitable de cual-

quier aproximación geohistórica de este tipo, y que no pretendemos que las

pocas referencias que tenemos describan la totalidad de la presencia navarra en

la Rioja Alta durante la primera mitad del siglo X. Pero tampoco deberíamos su-

poner una presencia navarra en zonas donde no existe constancia documental

de ella, y donde sí tenemos indicios de presencia castellana.

La posesión castellana del alto Najerilla queda constatada en Cogolla166

(1016), el ya citado trazado de límites acordado entre Sancho el Mayor de Na-

varra y el conde Sancho de Castilla. Se intuye que este acuerdo es en realidad

la ratificación de límites anteriores, ya que hace referencia a amojonamientos

ya existentes. Además el trazado así marcado parece coincidir con los límites

diocesanos, los cuales, aunque sólo detallados en textos plenomedievales12,

consideramos herederos de las divisiones tribales prerromanas13. El Fuero de

11. Cf. PETERSON, “De Divisione Regno: poder magnaticio en la Sierra de la Demanda ... “.

12. Con Cogolla166, los textos más elocuentes son Burgos22 (1068) y Rioja4/235 (1257). La toponimia que apa-

rece en estos tres textos apenas coincide (sólo Penna Nigra (Cogolla166) y Montenigro (Burgos22)), pero sí los

espacios delimitados, como se aprecia cuando se representa esta información cartográficamente. Las diferencias

toponímicas se deben a los diferentes enfoques de los tres textos. Mientras Cogolla166 amojona precisamente

el tramo serrano de la frontera, Burgos22 define el límite diocesano a una escala muy superior, desde el mar

Cantábrico hasta el Sistema Ibérico con, inevitablemente, menos precisión. Por otra parte, Rioja4/235 no enumera

los mojones en sí, sino los asentamientos que pertenecían a la diócesis calagurritana, a partir de lo cual se puede

recrear su geografía, cf. Mapa VI.

13. También notamos que todas las adquisiciones del monasterio de Santa María de Valvanera se hallan aguas

abajo de dicho monasterio (Javier GARCÍA TURZA, El Monasterio de Valvanera ..., pp. 59-60), fronterizo en 1016,

lo cual podría indicar que el acuerdo fronterizo de ese año, en cuanto a su tramo en la cuenca del Najerilla, segui-

ría operativo durante todo el Medievo, y esta estabilidad a su vez hace más probable (sin llegar a ser conclusiva,

por supuesto) la antigüedad del trazado.

197David Peterson

la Frontera oriental De Castilla

Canales (Condes9, 934) también presta algo de antigüedad a este trazado, al

confirmar la posesión castellana del Valle de Canales14 en la primera mitad

del siglo X, aunque el testimonio de este apócrifo, escurridizo, y hoy perdido

diploma que sólo nos ha llegado en traducción es de sumamente difícil eva-

luación15. En fin, un acuerdo de 1016, un diploma irremediablemente apócrifo,

y los límites diocesanos plenomedievales son nuestras pruebas para afirmar la

posesión castellana de estas tierras durante el siglo X. Quizás sea poco, pero es

mucho más que lo que se tiene por el lado navarro16.

Sobre la cuenca alta del río Oja reina el más absoluto silencio documental

durante todo el periodo altomedieval. Las primeras referencias al espacio no

aparecen hasta la segunda mitad del siglo XI17, y tenemos que avanzar casi

exclusivamente a partir de estos indicios plenomedievales. Por ejemplo, la per-

tenencia del valle al obispado de Burgos, constada tanto epigráfica18 como di-

plomáticamente19. Según el tantas veces referido acuerdo de 1016 (Cogolla166),

14. Canales, Villavelayo, Mansilla, Brieva, Ventrosa, Viniegra, Monterrubio y Montenegro – las primeras seis

hoy riojanas.

15. ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática de los condes de Castilla, pp. 179-186. A la dificultad de manejo

de este diploma se añade el hecho de que el transcriptor del único ejemplar en romance que sobrevive fue el

notorio falsario del siglo XVII Lupián de Zapata (véase CARO BAROJA, Las falsiicaciones de la Historia, pp. 99-

100). La afirmación (citada por ZABALZA DUQUE, Colección diplomática ..., p. 183, n. 278) de este falsificador

de que el valle de Canales fue conquistado por Fernán González a los navarros entre 929 y 934 no deja de ser

inquietante para nuestra tesis, al margen de la nula credibilidad de su autor.

16. Para MARTÍNEZ DÍEZ (Pueblos y alfoces ..., p. 201), el Alfoz de Canales “siempre estuvo vinculado desde

los tiempos de Fernán González al condado de Castilla primero y luego más tarde a la provincia de Burgos”.

Antes UBIETO ARTETA (“Las Fronteras de Navarra”, p. 65 y mapa titulado “Navarra en el siglo X”), en cambio,

había sugerido que el Alto Najerilla sería ocupado por los navarros en 960. No encontramos ninguna justificación

documental para esta afirmación, y ya que el Alto Najerilla se encuentra en manos castellanas en 1016, estimamos

que lo más probable es que quedara así durante todo el siglo X, en vez de cambiar de manos varias veces como

supondría la teoría de Ubieto.

17. Rioja13 (1052), la fundación de Santa María de Nájera, menciona varios núcleos aguas abajo de Ojacastro;

Rioja28 (1074), la dotación de Cirueña, incluye referencias a Ezcharaphi y Ingutadi, Ezcaray y Anguta respecti-

vamente; Valvanera205 (1110), de nuevo menciona Ezcaray, ahora con la grafía Yzcarahi. Rioja28, que nombra

muchos lugares del curso alto del Oja como donaciones reales a San Andrés de Cirueña, lleva una fecha de Mª.

XIIª., pero debería fecharse en 1074 según los poderes citados, entre ellos “Rex Aldefonsus in Leone et Castilla.

Rex Sancius Ramirez in Aragone”, RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de la Rioja, tomo

II, pp. 80-2, n. 38. Esta equivocación es la que condujo a López Mata a considerar este valle una posesión navarra

ya en 974 - LÓPEZ MATA, Geografía del condado de Castilla ..., p. 46.

18. En la fachada de la iglesia hoy dedicada a La Virgen de Las Tres Fuentes en Valgañón se lee CONSECRATA

EST ECLIAE MAURICI BURGEN EPI VII DIE MES NOUBRIS ANNO GRE MCCXXIIII ERA MCCLXII.

19. Burgos22, 1068; Rioja4/235, 1257.

198 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Frontera oriental De Castilla

el Pico de San Lorenzo (antaño ‘la Cogolla’, summa cuculla) entonces marcaba

la frontera política, que aquí parece coincidir con la diocesana, y los indicios

diocesanos sugieren que a partir de este punto la frontera se extendía hacia el

norte siguiendo la loma serrana hacia Pazuengos y Gallinero de Rioja. También

la ubicación en el Becerro Galicano emilianense de las (pocas) referencias al

Alto Oja sugieren que para el compilador-copista de finales del siglo XII este

valle estaría relacionado con Castilla, pues incluye la noticia de la agregación

a San Millán de San Sebastián de Ojacastro dentro de la sección castellana del

Becerro, y específicamente entre la documentación referente al Alto Tirón20. La

abundante toponimia euskérica del valle es otro punto de similitud entre el alto

Oja y los territorios indudablemente castellanos hacia el oeste, y notamos la

ausencia de esta toponimia en valles más orientales (temas que desarrollaremos

en otro capítulo). Es más, el dialecto vasco detrás de esta toponimia parece ser

alavés, o sea de una región firmemente identificada con el condado castellano

durante el siglo X. Por último, notamos que de nuevo la documentación apó-

crifa concuerda con el testimonio de otros registros a priori más fidedignos.

En este entorno el único texto de este tipo es Cogolla35 (944) referente a Pa-

zuengos21, lugar que aparece bajo el control de Fernán González y que, según

Rioja4/235 pertenecería a la diócesis de Burgos.

Por último, los (pocos) indicios que tenemos indican que durante todo el siglo

X el Alto Tirón perteneció a Castilla. Como la Bureba y las Merindades, luego y

brevemente (durante el segundo cuarto del siglo XI) sería integrado en el Reino

de Navarra, pero esto no altera el hecho de su anterior integración en Castilla.

La pertenencia del valle a la diócesis burgalesa no está en duda, pero, al margen

de la diplomática apócrifa, apenas tenemos información sobre este valle durante

20. Concretamente, la agregación de San Sebastián de Ojacastro (Cogolla2/153, 1087) aparece en el folio 106,

rodeada por textos referentes al Alto Tirón en los folios tanto anteriores (folio 105-105v: Cogolla272, Cogolla249,

Cogolla250 etc.) como posteriores (folio 107-107v: Cogolla2/201).

21. En realidad esta localidad pertenece hidrográficamente a la cuenca del río Cárdenas, pero se relaciona con

más insistencia con Castilla (“seniore Álvaro Didaz dominante Petroso et Aucha et sub eius domno Munnio Teiloz

dominante Pazonicos”, Cogolla2/204, 1090) y con el valle del Oja (Rioja28, 1074) que con el del Cárdenas, quizás,

precisamente por pertenecer a la diócesis de Burgos (DÍAZ BODEGAS, La Diócesis de Calahorra y La Calzada en

el siglo XIII, Mapa 3) y, sugerimos, a Castilla. Asimismo protagoniza dos episodios de conflicto: hacia 1067, y siem-

pre según la tardía (1289) Primera Crónica General de España, la primera lid del Cid contra el campeón navarro

Jimeno Garcés sería por el control del castillo de Pazuengos, cf. BARCELÓ, “En torno a la primera lid singular

del Campeador”, p. 110; mientras en 1070 (Cogolla384), estallaría un conflicto entre San Millán y los hombres de

Pazuengos sobre derechos pastoriles. Quizás son ecos de su ubicación en la misma frontera castellano-navarra.

199David Peterson

la Frontera oriental De Castilla

el periodo condal. Esa diplomática apócrifa es, sin embargo, inequívoca en la

vinculación de este valle con los condes castellanos a lo largo de siglo X22.

Para recapitular, en cuanto al control castellano sobre los distintos valles de la

Demanda, creemos que el alto Najerilla seguiría bajo control castellano durante

todo el periodo contemplado, ni siquiera afectado por la expansión navarra

hacia la Bureba durante el segundo cuarto del siglo XI. El alto Oja seguiría

burgalés, en términos diocesanos, hasta el siglo XIII, y sugerimos que estaría

bajo control castellano durante la mayor parte del siglo X, sobre todo teniendo

en cuenta que el Pico de San Lorenzo marcaba la frontera en 1016 (Cogolla166).

Con más confianza avanzamos esencialmente la misma cronología para el con-

trol castellano sobre el Alto Tirón, que sólo brevemente se incorporaría al reino

de Navarra entre 1037 y 1054.

FaLaCias HistoriogrÁFiCas en torno a PresenCia CasteLLana en tierras Hoy rioJanas

Ya hemos observado que las comarcas más occidentales de la actual Rioja

pertenecían durante la mayor parte del siglo X al condado castellano-alavés.

Incluso es posible que esta presencia castellana predatara la entrada navarra en

el valle del Ebro en torno a Viguera-Albelda y Nájera a partir de 924. No obs-

tante, y sorprendentemente, ha arraigado la idea de que la presencia castellana

supone intrusionismo en tierras navarras, que fue el resultado de ansias expan-

sionistas castellanas y la causa de conflicto entre los dos estados. Son muchos

los autores cuyo trabajo alberga estas ideas, y algunos de ellos han sido muy

influyentes historiográficamente:

– PÉREZ DE URBEL, 1945: “El lugar donde está asentado el monasterio

de San Millán había pertenecido desde sus comienzos, o por lo me-

nos desde que tenemos las primeras noticias de su nueva existencia,

al reino de Navarra. Fernán González había intentado inclinar de

22. Cogolla37 (945), Cogolla39 (945), Cogolla40 (945) y Cogolla95 (979).

200 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Frontera oriental De Castilla

su parte la influencia de los monjes sin conseguir nunca el dominio

sobre la abadía”23;

– UBIETO ARTETA, 1953: “Frente a las ansias expansionistas de Cas-

tilla, García Sánchez I consiguió apresar (960) al conde castellano

Fernán González”24;

– GARCÍA DE CORTÁZAR, 1969: “Fernán González demuestra no haber

renunciado a las viejas reclamaciones castellanas sobre la Rioja”25;

– ZABALZA DUQUE, 1998: “ ... no parece, por tanto, el momento más

adecuado [979] para reforzar una influencia castellana en estas áreas

[el alto Tirón] que pudiera levantar recelos en la casa real de Pamplo-

na con viejas rivalidades fronterizas frente a Castilla”26;

– M. CANTERA MONTENEGRO, 2004: “ ... Sancho III el Mayor que

frenó las pretensiones castellanas ...”27.

Si la idea del expansionismo castellano hacia La Rioja se centra sobre todo en la

persona y política de Fernán González, en estas citas se percibe una tendencia

a ampliar la coordenada temporal de la idea con la introducción de voces como

viejas y siempre. Por ejemplo, Pérez de Urbel habla de ambiciones castellanas

sobre La Rioja ya viejas en 92328, y si ya eran viejas en 923, uno necesariamente

se pregunta cuándo se originaron.

También se extiende el concepto de expansionismo castellano hasta la segunda

mitad del siglo X, “los intentos absorcionistas de Fernán González y su inmedia-

to sucesor”29, e incluso hasta principios del siglo XI. Pérez de Urbel se muestra

23. Una página antes parece contradecir esta afirmación, “en 940 el gran santuario riojano [San Millán de la

Cogolla] y diversos pueblos fronterizos, como San Andrés de Cirueña, eran castellanos”, PÉREZ DE URBEL, El

condado de Castilla, III, pp. 98-100.

24. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, p. 65.

25. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 121, en materia geopo-

lítica cita repetidamente a PÉREZ DE URBEL, “Navarra y Castilla en el siglo X”, y a la ya citada monografía de

Ubieto.

26. ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática de los Condes de Castilla, p. 415, citando a UBIETO ARTETA (”Las

fronteras de Navarra”, 1953) como autoridad.

27. M. CANTERA MONTENEGRO, “La ciudad de Nájera en tiempos del rey García”, p. 40.

28. “En 923 [Ordoño II] se decide a realizar su primera idea de conquistar la Rioja, de acuerdo con Sancho de

Navarra ... De esta manera quedó cortado el camino hacia aquella región a las viejas ambiciones castellanas”,

PÉREZ DE URBEL, El condado de Castilla, I, p. 268.

29. GARCÍA DE CORTÁZAR, “Introducción al estudio de la sociedad altorriojana en los siglos X a XIV”, p. 18.

201David Peterson

la Frontera oriental De Castilla

convencido de que “Desde el año 998 hasta 1009 las escrituras de San Millán se

calendan por el rey de León y el conde de Castilla”30, una convicción que, como

veremos a continuación, no se sostiene en referencia a la diplomática, y que sin

embargo se repite en la tan influyente monografía de García de Cortázar quien

habla de “la adscripción momentánea del monasterio al área castellana”31, afir-

mando luego que “desde el año 991 hasta el 1009, las escrituras emilianenses

se habían fechado por el rey de León y el conde de Castilla”32.

Por último, sugerimos que la tan extendida afirmación de que el acuerdo fron-

terizo navarro-castellano de 1016 (Cogolla166) es desfavorable para Castilla y

un triunfo para Navarra está etiológicamente vinculado a esta creencia en una

política castellana de expansión hacia la Rioja Alta, y más específicamente de

que Castilla llegara a controlar al entorno de San Millán hacia el año 1000. De

nuevo, parece haber sido el trabajo de Ubieto Arteta el que más ha influido en el

asentamiento de esta idea: “el conde castellano, Sancho Garcés, ... se vió obliga-

do en 1016 a fijar los límites comunes – desfavorables para su condado – entre

Navarra y Castilla.”33 García de Cortázar acoge la teoría34, y aunque la creencia

en una ocupación castellana del entorno de San Millán en torno al año mil tiene

escaso protagonismo explícito en la historiografía actual, la estimación de que

este acuerdo fronterizo fuese de alguna manera desfavorable para Castilla parece

prosperar todavía en círculos académicos: “El acuerdo es desfavorable para el

Condado. Castilla y Navarra siempre habían disputado por las tierras riojanas”35.

Al final estaríamos ante un expansionismo castellano viejo ya en 923, y vivo,

aunque frustrado, en 1016. Sus coordenadas espaciales también tienden a ex-

30. PÉREZ DE URBEL, El condado de Castilla, III, p. 100.

31. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 135.

32. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 140.

33. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, p. 65.

34. “Resultó fácil para Sancho III reivindicar de Castilla la revisión de los límites comunes y conseguir que su

suegro Sancho García aceptara un acuerdo, desfavorable para el condado, que confirmara la línea fronteriza entre

Navarra y Castilla en 1016”, GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p.

141, siguiendo a “Las fronteras de Navarra” de Ubieto.

35. ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática de los Condes de Castilla, p. 540, también cita como autoridad a

UBIETO ARTETA (”Las fronteras de Navarra”), y lo mismo hacen ORCÁSTEGUI y SARASA (Sancho III El Mayor,

p. 88), “la Rioja también había sido una pretensión castellana que obligaría hacia 1016 a fijar la frontera entre el

condado y el reino”.

202 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Frontera oriental De Castilla

pandirse y así se ha sugerido que no sólo las comarcas más occidentales de la

Rioja Alta estarían bajo control castellano sino incluso San Millán, Nájera36, la

Sonsierra37, cuando no La Rioja genéricamente.

En algunos casos es relativamente fácil desmontar la falacia. En cuanto al su-

puesto expansionismo del conde García Fernández, equiparado con su padre

(Fernán González) por algunos historiadores como codicioso del territorio rio-

jano, no existe un solo diploma que lo vincule directamente con San Millán de

la Cogolla38, mientras sí se muestra como generoso benefactor de instituciones

castellanas como San Pedro de Cardeña y el Infantado de Covarrubias. Tenien-

do en cuenta que las donaciones interesadas son la base de la acusación de

codicia castellana, esta idea debería ser ya abandonada.

Pero la tesis del expansionismo castellano está tan fuertemente arraigada que

rebrota a la más mínima oportunidad, y esta vez se consolida en la convicción

de que la presión castellana conseguiría dominar el cenobio emilianense en

torno al cambio de milenio: “las tierras de San Millán de la Cogolla, que desde

tiempos de su padre y antecesor García Sánchez el Temblón se habían perdido

para Navarra”39. Sin embargo, los relativamente pocos escatocolos emilianenses

del periodo alrededor del cambio de milenio no indican ningún control caste-

llano sobre el entorno de San Millán, pues documentos referentes a Cárdenas,

Terrero, Nájera (dos veces), y Villar de Torre llevan referencias al correspon-

36. “En estos últimos tiempos su dominio se va extendiendo por la Rioja, con detrimento del rey navarro, y ya

puede llamarse conde en Castilla, en Álava y en Nájera“, PÉREZ DE URBEL, El condado de Castilla, II, p. 166.

Para situar a Fernán González en Nájera, Pérez de Urbel cita dos documentos albeldenses (Albelda20 y Albelda21,

ambos del año 953), ya analizados, que tratan sobre bienes en dos pueblos condales, cercanos a Grañón: Villa de

Pun y Villa Zahal. Transacciones transfronterizas de este tipo son en sí algo atípicas, pero en todo caso sólo in-

dican el control condal sobre el entorno de Grañón, y no de Nájera como pretendía Pérez de Urbel. Que Zabalza

Duque, a quien consideramos una autoridad en cuanto a la diplomática condal, no recoja ninguna referencia a

Nájera en la documentación relacionable con Fernán González, sugiere que la teoría de Pérez de Urbel no tenga

ningún fundamento diplomático, y notamos que la fidedigna documentación albeldense de este periodo sitúa

dicha ciudad bajo control navarro, por ejemplo, Garsea Sancionis in Pampilonia, Fortunio Galindonis prefectus

in Naiara, Albelda12 (945).

37. DE LAS HERAS y TOJAL, El Alfoz de San Vicente de la Sonsierra, p. 41. Estos autores parecen basarse en el

apócrifo Votos de San Millán (Cogolla34), y en la obra de GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de

San Millán de la Cogolla ...

38. La única posible causa de confusión sería que entre la documentación emilianense se preservó una (apócri-

fa) copia de una donación hecha a San Miguel de Pedroso (Cogolla95, 979), cenobio castellano que no entraría

en la órbita emilianense hasta 1049 (Cogolla256).

39. UBIETO ARTETA, “Las Fronteras de Navarra”, p. 67.

203David Peterson

la Frontera oriental De Castilla

diente monarca navarro40. Como se verá a continuación, escatocolos que hacen

referencia a poderes castellanos sí aparecen en el cartulario emilianense en

este periodo, quizás con más frecuencia que antes, pero sólo cuando el objeto

inmueble del diploma se sitúa en la Bureba41.

Pérez de Urbel, no obstante, se mostraba convencido de que “Desde el año

998 hasta 1009 las escrituras de San Millán se calendan por el rey de León y el

conde de Castilla”42, y ofreció una larga nota para aclarar dudas. En ella citó

unos nueve textos del cartulario emilianense cuyos escatocolos indicarían de

facto control castellano sobre el cenobio.

De estos nueve, el único con un escatocolo que indica mezcla de intereses a

través de fronteras (Cogolla131, 1007) se considera ahora falso, pero incluso al

margen de esta consideración, no apoyaría la teoría de Pérez de Urbel ya que

los bienes supuestamente donados a San Millán se encuentran en Castilla (Ta-

ranco, en el valle de Mena), y además sí se reconoce a “Sancio rex Pampilona

et Naiera” antes de a “comite Sancio in Castella”, y por lo tanto, como mucho

podría indicar influencia navarra sobre parte de Castilla, pero difícilmente lo in-

verso. El primero de la serie, de 997 (Cogolla111), y el único que hace referen-

cia al espacio riojano, no lleva ninguna referencia al poder castellano-leonés,

pero sí al rey pamplonés García Sánchez, así que demuestra justo lo contrario

de lo pretendido, y no se entiende muy bien su inclusión en la lista. Los siete

documentos restantes hacen referencia todos a varias partes de Castilla, y con

una sola excepción no son documentos emilianenses en origen, sino produc-

tos de monasterios castellanos que a lo largo del siglo XI se convertirían en

filiales de San Millán, y cuyos archivos serían también absorbidos43. Es decir,

que Pérez de Urbel confundía documentos castellanos, calendados como tal,

40. Cogolla108, 992; Cogolla110, 996; Cogolla111, 997; Cogolla143, 1011; Cogolla147, 1013. No incluimos aquí

Cogolla136 ya que su cronología es difícil de precisar. Lleva una fecha de 1028, pero también referencias a un

rey leonés Alfonso (muerto en 1027), y un conde Sancho (muerto en 1017). Ante estas imposibilidades, Ubieto

comprensiblemente le asigna una fecha de 1008, pero el contenido del diploma concuerda con la actuación de

Sancho el Mayor en estas comarcas orientales de Castilla (el contexto es Belorado) post 1025. Aún más conclu-

yente es la existencia en 1028 en el mismo entorno de otra transacción entre los mismos protagonistas, la reina

Jimena y Oveco Díaz (Cogolla185).

41. Cogolla123, 1003, Quintanilla, Bureba; Cogolla129, 1006, Ventosa.

42. PÉREZ DE URBEL, El condado de Castilla, III, p. 100.

43. San Felices de Oca (Cogolla115, Cogolla130), San Mamés de Obarenes (Cogolla134, Cogolla137), San Miguel

de Pedroso (Cogolla129) y San Millán de Revenga (Cogolla133).

204 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Frontera oriental De Castilla

que luego acabarían en el cartulario emilianense, con documentos propiamente

emilianenses44.

La única excepción, y por tanto el único documento verdaderamente emilia-

nense de este periodo que sí lleva un escatocolo castellano-leonés, es una

donación hecha por el conde Sancho de Castilla de bienes en Quintanilla, la

Bureba (o sea Castilla) a San Millán (Cogolla123, 1003). Ésta donación es la úni-

ca base para sostener la teoría de un dominio castellano sobre San Millán en los

primeros lustros del milenio recién acabado, y únicamente detalla la donación

al cenobio de bienes en Castilla.

Documentos emilianenses que, según pérez de urbel, demuestran el control ejercido por los castellanos sobre San millán de la Cogolla en torno al año mil

EscatocoloLugar objeto del

diplomaAutoridad(es) citada(s)

Doc. ref. (año)

navarro Tierra de Nájera (Alesón)

Garsea rege sub imperio Dei in Pampilona

Cogolla111(997)

castellano Castilla (Porcellos) comite Sancio in Castella Cogolla115(998)

castellano Castilla (Quintanilla) Ego igitur Sancio comes Cogolla123(1003)

castellano Castilla (Pedroso) rege Aldefonso in Legione et comite Sancio in Castella

Cogolla129(1006)

castellano Castilla (Oca) rex Alfonso in Legione et comite Sancio in Castella

Cogolla130(1007)

mezcla Castilla (Taranco) Sancio rex Pampilona et Naiera, comite Sancio in Castella

Cogolla131(1007)

castellano Castilla (Revenga) Ego quidem Sancio comes Cogolla133(1008)

castellano Castilla (Obarenes) rex Adefonso in Legione, comite Sancio Garciane in Castella

Cogolla134(1008)

castellano Castilla (Obarenes) rex Adefonso in Legione, comite Sancio Garcianis in Castella

Cogolla137(1009)

García de Cortázar también apuesta por “la adscripción momentánea del mo-

nasterio al área castellana”45, pues sugiere que “desde el año 991 hasta el 1009,

44. Cf. ZABALZA DUQUE, Colección diplomática de los Condes de Castilla, p. 451, n. 61.

45. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 135.

205David Peterson

la Frontera oriental De Castilla

las escrituras emilianenses se habían fechado por el rey de León y el conde

de Castilla”46. Al hacer referencia a 991 entendemos que añade el documento

Cogolla102 a la lista que Pérez de Urbel había ofrecido. Sin embargo, este do-

cumento tampoco demuestra lo pretendido. Se trata de una donación privada a

San Millán, de una tal Massoara de Grannione, y, como se ha visto ya, Grañón

corresponde al espacio controlado por los condes castellano-alaveses. Por lo

tanto no nos extraña en absoluto que este documento, que sí es emilianense,

lleve un escatocolo que reconoce el poder castellano-leonés. En resumen, la

autoridad reconocida en la calendación corresponde, en la mayoría de los ca-

sos observados, a la ubicación del objeto del diploma, y no dice nada sobre la

situación geopolítica de la entidad perceptiva.

Por último, la idea de que la fijación de los límites entre Castilla y Navarra de 1016

(Cogolla166) fuera desfavorable al Condado actúa como colofón del mito de ex-

pansionismo castellano tardío: resultaría desfavorable precisamente por deshacer

los (inexistentes) avances castellanos47. Sin embargo, como acabamos de ver, la

hipotética expansión castellana tardía carece de fundamento diplomático.

Además de estos casos concretos, sospechamos que en general la tesis de

una Castilla expansionista ha arraigado en la historiografía por los siguientes

motivos:

1. el uso historiográfico de corónimos anacrónicos, en este caso La Rio-

ja;

2. la eliminación de matices en 1;

3. el control castellano de territorios hoy riojanos; y

4. la histórica tendencia expansionista de Castilla.

En cuanto al uso de corónimos anacrónicos, y su capacidad para condicionar

nuestro pensamiento, el ejemplo que manejamos aquí es la Rioja Alta. No conde-

namos el uso de una denominación posterior para hacer referencia a un espacio

en el Altomedievo, pues también la utilizamos nosotros, ya que es una excelente

46. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 140.

47. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, p. 65; GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio

de San Millán de la Cogolla, p. 141; ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática de los Condes de Castilla, p. 540;

ORCÁSTEGUI y SARASA, Sancho III El Mayor, p. 88.

206 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Frontera oriental De Castilla

manera de referirse de una manera abreviada al espacio al sur del río Ebro entre

el río Iregua y el interfluvio Oja-Tirón. El problema surge cuando el descriptor del

cual creemos servirnos acaba condicionando nuestra manera de pensar.

Este caso se suele dar cuando se han eliminado las matizaciones con las cuales

se deberían ajustar el corónimo anacrónico a la realidad del periodo estudiado.

Así, en vez de hablar de la presencia navarra en “la mayor parte de la Rioja

Alta”, la matización “la mayor parte” tiende a desaparecer paulatinamente, so-

bre todo de los tan influyentes epígrafes y títulos48. Lo más riguroso sería utilizar

sólo los topónimos que aparecen en las fuentes, sin especular en cuanto a la

suerte de las comarcas circundantes a los centros nombrados49. Sin embargo, la

obligación del historiador es la de interpretar el contenido de las oscuras fuen-

tes, y en este respecto el método metonímico es correcto cuando no existen

datos contrarios. El peligro consiste en aferrarse a un corónimo anacrónico (La

Rioja), olvidarse de la matización (la mayor parte de ...), y cuestionar lo empí-

ricamente observado (presencia castellana en, por ejemplo, el Alto Najerilla) a

partir de un modelo basado en tal anacronismo.

El tercer ingrediente de la distorsión histórica es la existencia de documenta-

ción que testifica la presencia castellana en territorio hoy parte de la Rioja Alta.

Esta presencia castellana en tierras altorriojanas (pero no navarras) conduce al

juicio de intrusionismo (ambiciones expansionistas etc.) basado en la siguiente

secuencia aparentemente lógica:

I. los navarros ocupan La Rioja Alta a partir de 924;

II. los castellanos aparecen en La Rioja Alta en torno al 945;

III. ergo, los castellanos han invadido el espacio navarro.

Dejando al margen consideraciones en cuanto al derecho navarro sobre este

espacio, consideramos este argumento un silogismo sofístico50. La “Rioja Alta”

48. Por ejemplo, “Sobre la conquista de la Rioja por los Pamploneses”, título de un artículo de UBIETO ARTETA;

“La ocupación de la Rioja”, epígrafe en IRADIEL, MORETA y SARASA, Historia medieval de la España cristiana,

p. 222, etc.

49. Por ejemplo, “Fruto de esta presión fue la toma de Nájera, Albelda y Viguera, esta última en el año 922-

3/310H. ó 923-924/311 H.” MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ., p. 118.

50. “... confusión de lo relativo con lo absoluto, llamada usualmente A dicto secundum quid ad dictum sim-

pliciter, es el empleo de una expresión en sentido absoluto a partir de un sentido relativo”, FERRATER MORA,

207David Peterson

la Frontera oriental De Castilla

ocupada por los navarros no es la misma “Rioja Alta” donde aparecen los cas-

tellanos, ambas no son más que partes del territorio actualmente denominada

La Rioja Alta, y el error ha sido en transformar mentalmente la parte de La

Rioja Alta ocupada por los navarros a partir de 924, en La Rioja Alta sin más

matización.

El cuarto factor que hemos enumerado nos precondiciona a aceptar la tesis de

agresividad expansionista castellana incluso cuando la evidencia a su favor es

cuando menos débil. El crecimiento es la tónica dominante durante largos pe-

riodos de la historia castellana, desde sus modestos orígenes en las Merindades

burgalesas (s. IX) hasta el dominio mundial (s. XVI)51. Ciñéndonos a la Edad

Media y a las relaciones entre Castilla y La Rioja, la absorción de este territorio

por parte de Alfonso VI en 1076 ha sido interpretada como la continuación de

una política originaria del siglo X52. Si a todo esto se añade el factor de que el

siglo X se considera uno de los más brillantes e importantes en la historia cas-

tellana, con Fernán González sólo superado por El Cid como héroe castellano,

parece paradójico que sólo en ese momento el paradigma de expansión no sea

aplicable.

Diccionario de Filosofía IV, p. 3090.

51. cf. GARCÍA GONZÁLEZ y LECANDA ESTEBAN (coord.), Introducción a la Historia de Castilla, pp. 23-198.

Los sucesivos capítulos (de diversos autores) retratan este crecimiento con los títulos: “La Castilla del Ebro”, “La

Castilla del Duero”, “La Castilla del Tajo” y “La Castilla del Guadalquivir y de Ultramar”.

52. “... esta tendencia de Castilla a introducirse en la Rioja, no satisfecha hasta 1076, lleva al condado a aprove-

char cualquier oportunidad para interferir la influencia navarra en ese área”, GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio

del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 135.

209David Peterson

la historia temprana de san Millán de la Cogolla

Nos queda todavía el caso mejor documentado de presencia castellana en la

Sierra de la Demanda: el de San Millán de la Cogolla1. Al margen de los remo-

tos orígenes visigodos del cenobio, y su posible continuidad durante los siglos

VII-IX, existen dos interpretaciones antagónicas sobre la temprana historia del

monasterio y su papel durante el siglo X. Por un lado, está la tesis de García de

Cortázar de que San Millán fuera una pieza clave en la política de organización

del espacio altorriojano por la monarquía pamplonesa a lo largo del siglo X:

“... después de la conquista de Nájera en el año 923, cuando una doble

decisión del rey de Navarra dio pie a la constitución de los dos monas-

terios de San Martín de Albelda y San Millán de la Cogolla. Apuntaba

entonces que el interés real por crear estas dos entidades se debería a

necesidades de tipo estratégico”2.

Esto supone un desarrollo relativamente temprano del cenobio, y la implicación

directa de la monarquía navarra en este proceso durante el segundo cuarto del

siglo X. Clave en este paradigma sería el supuesto paralelismo entre el caso de

1. En general abreviaremos su nombre a San Millán, salvo cuando hay que distinguirlo explícitamente de algu-

no de los otros (muchos) monasterios con la misma advocación.

2. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 115, y también, “nace en

931 el monasterio de San Millán como célula de repoblación de la que la monarquía navarra, deseosa de ocupar

el área riojana, pretenderá sacar el máximo partido”, ibid. p. 119.

210 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

San Millán y el de San Martín de Albelda, puesto que para el cenobio albel-

dense existen explícitas referencias cronológicas tempranas que permiten la

reconstrucción de un proceso luego extendido al caso emilianense.

La alternativa, defendida por Ubieto Arteta, es que San Millán tendría escaso

protagonismo durante el siglo X, y que se convertiría en una gran abadía sólo

bajo el mecenazgo de los monarcas navarros del siglo XI:

“La importancia de San Millán durante el siglo X fue muy relativa. [...]

Hará falta que llegue la época de Sancho el Mayor, con su reforma reli-

giosa, para que San Millán cobre importancia”3.

A pesar de la evaluación de que la práctica totalidad de los diplomas emilia-

nenses de aparente factura cortesana del siglo X son en realidad falsificaciones

del siglo XII4, actualmente domina la versión de la historia temprana de San

Millán basada en gran medida en esa documentación apócrifa. Nuestro plantea-

miento consistirá en determinar si, rechazando todo documento formalmente

falsificado, se puede reconstruir una versión coherente de la historia temprana

(siglo X) de San Millán, reconciliable con la situación geopolítica que hemos

esbozado en los capítulos precedentes, y a la vez con la evidencia codicoló-

gica de la existencia de un floreciente scriptorium emilianense durante este

periodo. Asimismo exploraremos la validez del supuesto paralelismo entre la

suerte de San Martín de Albelda y San Millán de la Cogolla durante el siglo X,

un paralelismo que se ha ofrecido para reforzar la tesis de un temprano patro-

cinio del cenobio emilianense por la monarquía navarra. Donde sea posible

también intentaremos incorporar a la cronología resultante el testimonio de los

diplomas apócrifos, pues sí intuimos un elemento de veracidad histórica detrás

de algunos de ellos5.

3. UBIETO ARTETA, “Los primeros años del monasterio de San Millán”, p. 200.

4. UBIETO ARTETA, “Los primeros años del monasterio de San Millán”; MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de

San Millán y sus Monasterios Filiales. Documentación emilianense y diplomas apócrifos”; ZABALZA DUQUE,

Colección Diplomática de los Condes de Castilla.

5. Nuestra postura, que explicamos más detenidamente en la sección introductoria de este estudio, es que sí

podemos usar estos textos, pero con mucha cautela y siempre después de considerar la documentación auténtica.

Así, por ejemplo, en el capítulo sobre el Vascuence al sur del Ebro, sólo será después de observar toponimia vasca

en la documentación auténtica que aceptamos el testimonio de la apócrifa.

211David Peterson

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

La eViDenCia CoDiCoLÓgiCa

Los códices relacionados con San Millán sugieren la existencia de un cenobio

de cierta importancia ya durante la primera mitad del siglo X. El argumento es

que la sofisticación de algunos de los códices considerados emilianenses sólo

se explica a partir de un escriptorio sofisticado, y de un monasterio con los

suficientes recursos para mantener semejante taller, ya que la variedad técnica

sugiere la existencia de más de un escribano6. En otras palabras, ya no se trata-

ría de una pequeña comunidad eremítica.

No siempre resulta fácil determinar la fecha de redacción de un códice, ni tam-

poco su lugar de origen, pero felizmente en el caso emilianense tenemos un

ejemplo que parece superar ambos escollos: una copia de las Etimologías de

Isidoro, con fecha de 946, y en cuyo folio 160 aparece la leyenda “+ AEXIMINO

ARCHIPRESBITER SCRIBSIT. OB HONOREM SCI AEMILIANI”7. La autoría por

el propio Aeximino (Jimeno) de un códice patrístico fechado en un colofón

al año 9338 sugiere que probablemente se pueda extender la cronología del

escriptorio emilianense hasta esa fecha, aunque no podemos estar seguros de

esto, ya que también es posible que Jimeno hubiera llegado a San Millán de

otro escriptorio, pues en un prácticamente ilegible colofón aparecen posibles

referencias a un origen albeldense9. También existe una obra lexicográfica con

fecha del año 917, aunque es imposible demostrar su composición en San Mi-

llán10, ya que tenemos indicios del traslado de textos de la biblioteca de Albelda

hacia la de San Millán11.

Con todo, parece más que probable, a partir de la evidencia codicológica,

que para mediados del siglo X San Millán ya había dejado de ser un pequeño

6. DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., p. 118.

7. Manuscrito Em.25 de la Real Academia de la Historia; DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., pp. 117-8; Claudio

GARCÍA TURZA, “San Millán de la Cogolla, el lugar de la palabra”, p. 218.

8. Manuscrito 1007B del Archivo Histórico Nacional de Madrid; DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., p. 111 y ss.;

C. GARCÍA TURZA, “San Millán de la Cogolla, el lugar de la palabra”, p. 218.

9. DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., p. 117, n. 116.

10. Manuscrito Em. 24 de la Real Academia de la Historia; cf. Claudio GARCÍA TURZA, “San Millán de la Cogolla,

el lugar de la palabra”, p. 217.

11. Por ejemplo, elementos del Códice Albeldense de 976 de Vigila reaparecen en el llamado Códice Emilianense

de 994, GOÑI GAZTAMBIDE, Historia de los obispos de Pamplona, p. 140.

212 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

eremitorio. Lo que nos queda por averiguar es si esta elevación se debió a la

aparición en el valle del Ebro de la monarquía navarra.

eL suPuesto ParaLeLisMo Con aLbeLDa

El supuesto paralelismo histórico entre los dos cenobios riojanos más significa-

tivos del siglo X, San Martín de Albelda y San Millán de la Cogolla, es un tema

importante en la tan influyente monografía emilianense de García de Cortázar,

donde se utiliza el paradigma albeldense para superar en parte las carencias

diplomáticas que oscurecen la temprana historia emilianense12. Así la idea de

San Millán como un proyecto estratégico de la monarquía navarra se basa en

parte en el interés regio demostrado en Albelda. Esta inferencia nos parece

arriesgada.

Donde mejor funciona este paralelismo es en referencia a la codicología. A

la copia de las Etimologías de Isidoro manuscrita por Jimeno, archipresbiter

emilianense, en 94613, se puede añadir una copia contemporánea (año 951)

de la obra de Ildefonso de Toledo uirginitate beatae Mariae, elaborada en el

escriptorio albeldense por el presbítero Gomesano14.

Los problemas empiezan cuando contemplamos la diplomática de factura

regia, de suma importancia ya que, según la tesis de García de Cortázar, ambos

cenobios deberían sus orígenes a una política real. No tenemos ningún indicio

fidedigno de interés real en San Millán anterior al año 984, y aun aceptando el

testimonio de la diplomática apócrifa, tampoco existen indicios de tal interés

antes de 959. En cambio, la diplomática regia navarra referente a Albelda se

12. “Es muy posible que, como sucedió en el caso del monasterio de San Martín de Albelda, la efectividad de

las armas navarras, apoyadas por las leonesas, al recuperar estas tierras, facilitara el comienzo de una etapa de

brillante vida monástica en los cenobios de los dos valles próximos. Ahora bien, esta presunta similitud en el de-

sarrollo de los dos monasterios a partir del 925, certificada después por una idéntica actividad cultural impulsada

en ambos escritorios, replantea el problema de una continuidad de la actividad religiosa en ambos valles entre

la época visigótica y el momento de su reconquista”, GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San

Millán, pp. 25-26; y también “San Millán debe su origen a una decisión real condicionada, y en el caso de Albelda

cabe sospechar lo mismo, por una preocupación de tipo estratégico”, ibid., p. 28.

13. DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., p. 117.

14. DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., p. 55. Conocemos la fecha y monasterio de origen de este manuscrito,

ahora conservado en Bibliotèque Nationale de Paris, gracias al relato, incorporado como prologo al mismo ma-

nuscrito, del obispo-peregrino Gotescalco de Le Puy (Aquitania), quien visitó Albelda en 950, camino a Compos-

tela, y allí encargó la copia de dicha obra.

213David Peterson

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

concentra en la primera mitad del siglo. Más que simultaneidad, el caso sería

de proyectos sucesivos.

Diplomas regios fidedignos

DÉCADA COGOLLA ALBELDA

920-929 - 3

930-939 - 1

940-949 - 2

950-959 - 1

960-969 - -

970-979 - -

980-989 1 -

990-999 3 -

No es que la cronología emilianense sea marcadamente diferente a la de otros

cenobios navarros y riojanos, el caso excepcional sería más bien el de Albelda

con una actividad diplomática llamativamente temprana, pero de todas maneras

cuestionamos la validez del supuesto paralelismo entre los dos monasterios.

García de Cortázar sugiere que “el interés real por crear estas dos entidades

se debería a necesidades de tipo estratégico”15, pero nos preguntamos ¿qué

estrategia se centraría en dos lugares tan diferentes en cuanto a potencial estra-

tégico? Mientras San Millán se sitúa en un valle serrano sin salida natural y re-

lativamente alejado de las vías de comunicación, Albelda se ubica en la misma

vega del Ebro, en la vía que uniría Numancia con Vareia. Cada emplazamiento

tiene sus aptitudes estratégicas, pero éstas son distintas. Mientras San Millán

valdría quizás para apuntalar el espacio fronterizo con Castilla, o para jerarqui-

zar la Sierra de la Demanda, Albelda sería apto para reforzar el control sobre

las vías de comunicación. Fuera el que fuera el pensamiento de la monarquía

pamplonesa, la promoción de estos dos monasterios no parece corresponder

a una misma estrategia. En el caso de Albelda, con evidencia diplomática de

un temprano interés regio, aceptamos la idea de promoción estratégica, pero a

priori no se puede extrapolar el mismo razonamiento a San Millán.

15. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 115.

214 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

En el caso de San Millán sugerimos que habría que distinguir entre varios perio-

dos y diferentes actitudes navarras hacia la Rioja Alta y luego Castilla. Inicialmen-

te (aproximadamente 925-960) la condición fronteriza de San Millán lo convertiría

en periférico a los intereses navarros, aunque seguiría como un importante centro

cultual castellano. La actividad navarra se centraría en la antigua capital Banu

Qasi de Viguera que, encajonada en el estrecho valle del Iregua, supone una

plaza-fuerte de innegable solidez defensiva, pero un centro de dudoso potencial

como ciudad jerarquizadora de la fértil vega del Ebro. Inexorablemente, Náje-

ra cobrará cierta importancia. Pronto sería sede episcopal, y se convierte en el

candidato idóneo cuando se decide por fin realizar el potencial económico de

la Rioja Alta, a finales del siglo X, para cuando el eje Viguera - Albelda ya ha

perdido protagonismo diplomático. Sin embargo, el potencial estratégico de San

Millán tampoco reside en el desarrollo del valle del Najerilla, sino en la expansión

navarra hacia el occidente ya durante la primera mitad del siglo XI.

La visión de Cortázar de San Millán como el instrumento predilecto de la mo-

narquía navarra en cuestiones de jerarquizar el flanco suroccidental del Reino

es, en términos generales, acertada, sólo que creemos que habría que retrasar

el proceso. En realidad San Millán sólo cobraría importancia a principios del

siglo XI, cuando su condición fronteriza, por fin, se convierte en el motor de su

explosión dominical, y deja de ser causa de su marginación. Ahora pasaremos a

analizar la evidencia emilianense per se, pero primero hemos querido demostrar

que el supuesto paralelismo con Albelda no es necesariamente válido.

¿paralelismo entre San millán de la Cogolla y San martín de Albelda?

San Martín de Albelda San Millán de la Cogolla

fundación fundación ex novo por decreto real, 924 (Albelda2)

sin diploma fundacional; orígenes visigóticos; ¿supervivencia mozárabe?

ubicaciónestratégica

convergencia del camino Numancia-Pamplona y el corredor del Ebro.

periférica y fronteriza, alejada de las vías, centro cultual castellano

auge codicológico

mediados del siglo X mediados del siglo X

auge diplomático hasta 970 a partir de 980

interés real explícito y temprano, a partir de 924

sólo a partir de 980

215David Peterson

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

La DiPLoMÁtiCa eMiLianense

Nuestra metodología en cuanto a la diplomática emilianense será la que ya

hemos esbozado páginas atrás. Trabajando siempre con la edición de Ubieto

Arteta, y concentrándonos en la documentación del siglo X, seguiremos dos

pasos. Primero eliminar el ruido de fondo (los documentos procedentes de

otros cenobios y los diplomas apócrifos) para intentar llegar a la auténtica do-

cumentación temprana de San Millán de la Cogolla, y sobre ella reconstruir la

cronología e historia temprana del cenobio, con referencia a otras fuentes como

la codicología y las fuentes cronísticas. El segundo paso será el de intentar

reconciliar la diplomática apócrifa con esta cronología.

eLiMinar eL ruiDo De FonDo

En el cartulario de San Millán de la Cogolla se encuentran aproximadamen-

te 116 documentos que llevan fechas anteriores al cambio de milenio16, una

cantidad considerable en el contexto de la escasa documentación cristiana del

periodo. Sin embargo, sería equivocado pensar que tal cantidad de documen-

tos fuese necesariamente indicativa de una relevancia precoz de este cenobio.

Pues la gran mayoría de estos diplomas conservados en el archivo emilianense

tiene en realidad poco que ver con el San Millán del siglo X. Muchos de ellos,

unos 25, son falsificaciones tardías, probablemente redactadas en el siglo XII17.

Más numerosos todavía, 81 documentos, son los ‘foráneos’ productos de otros

monasterios. Estos cenobios, generalmente castellanos, se convertirían en filia-

les de San Millán durante el siglo XI, y el contenido de sus archivos también

acabaría en el monasterio de la Cogolla en algún momento anterior a la con-

fección del Becerro Galicano hacia finales del siglo XII. Destacables entre estos

monasterios castellanos, muy precoces en cuanto a producción diplomática

16. Hablamos de números aproximados por las dificultades que se encuentran a la hora de fechar algunos

documentos, por ejemplo Cogolla118 y Cogolla119, que necesariamente acaban excluidos del análisis. Otros do-

cumentos excluidos por esta razón son Cogolla289, Cogolla2/484, Cogolla2/485, Cogolla2/489, Cogolla2/490, Co-

golla2/491, Cogolla2/492, Cogolla2/493, Cogolla2/494, Cogolla2/495, Cogolla2/499, Cogolla2/500, Cogolla2/501,

Cogolla2/504, Cogolla2/505, Cogolla2/507, Cogolla2/508, Cogolla2/510, Cogolla2/511, Cogolla2/512. Por otra par-

te, Cogolla116, a pesar de llevar fecha del año 999 (Era Mª. XXXª.VIIª.) es por contexto claramente propio de un

periodo más tardío (por lo demás, la documentación referente a la Alberguería de San Millán es siempre de finales

del siglo XI) y Ledesma Rubio acierta al incluir este mismo texto con una fecha de 1099 como Cogolla2/286.

17. MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”.

216 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

durante el siglo X, son San Millán de Hiniestra con 24 documentos, San Esteban

de Salcedo con 13, y San Felices de Oca con 9.

el pobre bagaje diplomático de San millán de la Cogolla anterior a 990, y el despegue durante los reinados de Sancho iii el mayor y garcía de nájera.

DécadaTotal docs del

CartularioForáneos

Emilianenses falsos

Emilianenses auténticos

pre 930 19 19 - -

930-939 7 5 2 -

940-949 33 24 7 2

950-959 28 13 13 2

960-969 2 2 - -

970-979 9 5 3 1

980-989 6 5 - 1

990-999 14 10 - 4

1000-1009 20 17 1 2

1010-1019 28 20 3 5

1020-1029 19 6 3 10

1030-1039 27 11 3 13

1040-1049 44 18 - 26

Una vez eliminados estos dos grandes bloques diplomáticos, el bagaje resul-

tante, que podría indicar una importancia temprana para el monasterio emi-

lianense, es realmente pobre: apenas una decena de documentos. Como se

aprecia en el cuadro que adjuntamos, aunque en la última década del siglo X

los reyes navarros empiezan a demostrar algo de interés en el monasterio, su

auténtico despegue diplomático no se da hasta el siglo XI, durante los reinados

de Sancho el Mayor (1004 a 1035), y su hijo García de Nájera (1035 a 1054). En

realidad la columna más relevante en este cuadro es la que enumera los auténti-

cos diplomas emilianenses. Las otras columnas, que detallan los diplomas falsos

y los documentos ‘foráneos’ (de otros cenobios), no indican otra cosa que el

ruido de fondo que ha servido para enmascarar la parquedad documental emi-

lianense durante el siglo X.

217David Peterson

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

la escasa diplomática emilianense del siglo X

doc ref año iniciativa contexto espacial escatocolo

Cogolla29 942 particular Cuenca de Miranda: Añana

-

Cogolla50 948 pleito con intervención condal

Cuenca de Miranda: Salinas

local

Cogolla64 952 particular Ranero, Marcello, Alava, Urbina, Salinas etc

castellano-leonés

Cogolla79 959 particular cerca de Grañón: villa Barticare, S Bartolome

castellano-leonés

Cogolla93 975 particular Cuenca de Miranda: Coreggo, Moriana, Faiolas

-

Cogolla97 984 Sancho Garcés II Najerilla: Villagonzalo, Cordobín y Villajúniz

navarro

Cogolla102 991 particular Grañón, Leiva castellano-leonés

Cogolla108 992 Sancho Garcés II Najerilla: Cárdenas navarro

Cogolla110 996 García Sánchez II Najerilla: Terrero navarro

Cogolla111 997 García Sánchez II Najerilla: valle Alasonis, Nájera

navarro

Aun habiendo reducido la nómina diplomática emilianense de la manera deta-

llada arriba, todavía se puede cuestionar la autenticidad de algún texto más18.

De todos modos, su inclusión aquí no afecta demasiado a lo que queremos

demostrar: la relativamente escueta cantidad de diplomas redactados en San

Millán durante el siglo X, sobre todo durante los primeros nueve décadas, y la

ausencia de indicios diplomáticos de interés regio navarro en el monasterio.

Realmente lo que emerge después de eliminar el ruido de fondo es la orienta-

ción castellano-alavesa del cenobio durante la primera mitad del siglo X. Hasta

el año 980 los únicos textos emilianenses son los siguientes:

18. En el caso de Cogolla50, aunque MARTÍNEZ DÍEZ (“El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”,

pp. 33-4), siempre (y acertadamente) dispuesto a dudar de la veracidad de la temprana documentación emilianen-

se, acepta como auténtica esta noticia, convencido, sobre todo, por su sencillez, ZABALZA DUQUE (Colección

Diplomática de los Condes de Castilla, pp. 267-9) la tacha de ‘sospechosa’, al reparar en las fórmulas temporales

que empiezan el diploma, y concluye que como mínimo es una redacción posterior a los acontecimientos, reales

o no, relatados, “producto de la oficina monacal con el fin de perpetuar derechos y privilegios en las Salinas de

Añana frente a otros posibles competidores.”

218 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

– tres documentos que hacen referencia a la zona de Miranda-Añana,

controlada por los Condes de Castilla a lo largo del siglo X;

– uno referente a Grañón, hoy riojano, pero en este periodo también

bajo control castellano-leonés;

– y otro que habla de un patrimonio muy disperso, pero esencialmente

un texto castellano-alavés19.

Durante el mismo periodo, ni un solo documento auténtico del cartulario emi-

lianense relaciona San Millán con el espacio y el poder navarro-riojano. Un

diploma navarro-riojano del año 984 (Cogolla97) indica una presencia navarra

en San Millán anterior a esa fecha, pues confirma una donación anterior por

parte de la monarquía pamplonesa, pero en términos estrictos de diplomática

auténtica existente, San Millán es mucho más castellano que navarro durante la

mayor parte del siglo X.

Sugerimos que el predominio de referencias castellano-alavesas en el cartulario

emilianense no es fruto de la casualidad, sino indicativo de la realidad geopolí-

tica del periodo. La historia temprana del cenobio (reflejada en su diplomática

19. En el orden citado: Cogolla29 (942), Cogolla50 (948), Cogolla93 (975) - todos Miranda-Añana; Cogolla79

(959) - Grañón; y Cogolla64 (952) – el patrimonio disperso pero principalmente alavés.

Mapa XXVI. La temprana diplomática emilianense - casi exclusivamente castellano-alavesa

219David Peterson

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

auténtica) se divide en dos periodos: el primero sería castellano, y duraría, por

lo menos, hasta 959 (Cogolla79); mientras el segundo periodo sería de dominio

navarro.

la diplomática auténtica indica el cambio de control de San millán, de castellano a navarro, 959-970.

BIENIODOCUMENTACIÓN

CASTELLANADOCUMENTACIÓN NAVARRA

940-1 - -

942-3 Cogolla29 -

944-5 - -

946-7 - -

948-9 Cogolla50 -

950-1 - -

952-3 Cogolla64 -

954-5 - -

956-7 - -

958-9 Cogolla79 -

960-1 - *Cogolla97bis

962-3 - -

964-5 - -

966-7 - -

968-9 - -

970-1 - -

972-3 - -

974-5 Cogolla93 -

976-7 - -

978-9 - -

980-1 - -

982-3 - -

984-5 - Cogolla97

986-7 - -

988-9 - -

990-1 Cogolla102 -

992-3 - Cogolla108

994-5 - -

996-7 - Cogolla110, Cogolla111

998-9 - Cogolla116

220 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

La diplomática auténtica referente a esta segunda realidad no comienza hasta

984 (Cogolla97), pero sospechamos que el cambio de control se daría varios

lustros antes, y un eco de esta cronología anterior se encuentra en ese primer

texto navarro, cuando, como ya hemos mencionado, Sancho Garcés II “Abar-

ca” confirma a San Millán las villas de Cordobín etc., “quas parentes nostri ...

concesserunt”. Por lo tanto, vislumbramos un hecho histórico que relaciona la

monarquía navarra con San Millán en algún momento anterior a 970, el año

de la muerte de García Sánchez (padre de Sancho Abarca). Esta hipotética

donación indicamos en la tabla adjuntada con la forma *Cogolla97bis, tomando

préstamo de la paleolingüística la convención de señalar una reconstrucción

con el símbolo gráfico “*”, y le hemos atribuido una fecha hipotética de 960,

dentro de un margen de 959-970. El compromiso de la monarquía navarra con

San Millán crecería hacia finales del siglo, pero, incluso durante el periodo de

dominio navarro, el gran arraigo del culto emilianense en Castilla resultaría en

donaciones castellanas al cenobio de la Cogolla.

La CronoLogÍa De La DiPLoMÁtiCa aPÓCriFa

Si ahora introducimos en la ecuación el testimonio ofrecido por la diplomáti-

ca apócrifa, aunque partiendo siempre de la documentación auténtica como

base cronológica, notamos dos cosas. Primero que las fechas no son aleatorias,

como quizás se podría esperar si fuesen puramente ficciones del siglo XII sin

ninguna base en la realidad, sino que demuestran una marcada tendencia a

agruparse cronológicamente. En segundo lugar, que los diplomas castellanos

son generalmente anteriores a los navarros, reflejando lo observado con la do-

cumentación auténtica (aunque las cronologías no concuerdan): que el vínculo

castellano con San Millán es anterior al vínculo navarro.

Las primeras noticias del monasterio apuntan con insistencia hacia Castilla, so-

bre todo durante el periodo 944-947, y luego cambiaría de manos castellanas a

navarras. La diplomática parece indicar un cambio en algún momento del tercer

cuarto del siglo X, con mucho ruido de fondo, o sea diplomas apócrifos, en

torno a 959. También intuimos un cambio de actitud por parte de la monarquía

pamplonesa hacia sus posesiones riojanas en la aparición del Reino de Viguera

en 970, y con el ocaso diplomático de San Martín de Albelda hacia finales del

siglo. ¿Se puede fijar exactamente el momento en que los navarros tomaron el

control de San Millán?

221David Peterson

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

la cronología de la diplomática apócrifa emilianense.

AÑO DOCUMENTACIÓN CASTELLANADOCUMENTACIÓN

NAVARRA

933 - Cogolla66

934 Cogolla22 -

935 - -

936 - -

937 - -

938 Cogolla26 -

939 - -

940 - -

941 - -

942 - -

943 - Cogolla30

944 Cogolla35 -

945 Cogolla36, 37,38, 39, 40 -

946 - Cogolla41

947 Cogolla43, 44 -

948 - -

949 - -

950 - -

951 - -

952 - Cogolla65

953 - -

954 - -

955 - -

956 - Cogolla69

957 - Cogolla72, 73, 74, 75, 76

958 - -

959 - Cogolla77, 78, 80, 81

Los naVarros toMan PosesiÓn De san MiLLÁn

Ubieto fijaba la toma navarra del control del entorno de San Millán hacia 96020.

En este periodo el comentado ruido de fondo diplomático parece tener eco

cronístico en el episodio de la derrota y apresamiento de Fernán González

20. UBIETO ARTETA, “Las Fronteras de Navarra”, p. 65.

222 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

en Cirueña21. Es más, el hecho de que la victoria navarra coincidiera con una

alianza militar Navarra-Córdoba contra Castilla22, una coyuntura quizás algo

vergonzosa para posteriores cronistas del reino de Pamplona, explicaría la au-

sencia de una tradición navarra glorificando esta conquista algo contradictoria

con el espíritu de la Reconquista; mucho mejor recordar sólo la conquista de

Nájera a los mauros.

Nuestra fuente principal para el episodio de Cirueña es la Crónica Najerense,

obra de la segunda mitad del siglo XII, y su autor probablemente un monje

riojano23. Es, por lo tanto, un producto del mismo ambiente historiográfico que

los diplomas apócrifos del Becerro Galicano de San Millán, y deberíamos tener

cuidado con su testimonio y no pensar que sea necesariamente una fuente

independiente de, y por tanto confirmante de, esa diplomática apócrifa. Tam-

poco aparece este episodio en, por ejemplo, la Crónica de Sampiro, aunque

sí referencias al conflicto que le sirve de trasfondo, también relatado por al-

Maqqari24. Por lo tanto, aunque aceptamos el relato del incidente de Cirueña

con cierto recelo, pues en el relato aparecen varios anacronismos25, notamos

que concuerda tanto con la cronología sugerida por la evidencia diplomática,

como con el conflicto navarro-castellano y el pacto navarro-cordobés descritos

por al-Maqqari.

Un siglo después de la muerte del gran conde castellano, hacia el año 1073,

Sancho de Peñalén reafirma un acuerdo ancestral que garantizaba el libre acce-

21. MARTÍNEZ DÍEZ (“Fernán González en la Historia”, p. 66) sugiere que el apresamiento acontecería en el

año 959, pero que el periodo de reclusión se extendería hasta 960, aunque la tardía Crónica Najerense hace refe-

rencia a 960 (‘era hispánica’ 998) como el año de su captura: “Huius Ordonii regis anno regni quinto, era DCCCCª.

XCª. VIIIª., predictus comes Fredenandus Gonzaluet fuit captus et filii eius in Cironia, in ecclesia Sancti Andree

apostoli, a predicto rege Pampilonensis Garsea Sanctii, et transmissus Pampilonie, inde Clauillum inde Tubiam”,

Crónica Najerense, II.58 (pp. 77-78).

22. “No sólo visita Córdoba el depuesto rey leonés [Sancho el Craso], sino que ese mismo año 958 la propia

doña Toda con su hijo García Sánchez se traslada también a la capital del califato para cerrar una alianza con Abd

er-Rahman III; el resultado de la misma será un cuerpo expedicionario musulmán que entre enero y abril de 959

marcha sobre León para reponer en el trono a Sancho, el hijo del rey Ramiro [...] Mientras tanto, otras tropas del

rey de Pamplona, García Sánchez, atacaban por la Rioja a Fernán González, que era el único apoyo de Ordoño

IV; en el encuentro con los navarros Fernán González cayó prisionero ...”, MARTÍNEZ DÍEZ, “Fernán González

en la Historia”, p. 66.

23. UBIETO ARTETA, Crónica Najerense, p. 21 y ss.; ESTÉVEZ SOLA, Crónica Najerense, pp. 31-3.

24. AL-MAQQARI, VI.V, p. 139.

25. ESTÉVEZ SOLA, Crónica Najerense, p. 143, n. 257.

223David Peterson

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

so a San Millán de la Cogolla para peregrinos castellanos (Cogolla408). Se hace

referencia a la antigüedad del acuerdo reafirmado en los siguientes términos:

“sicuti habuerunt cum avis meis Ordonius rex, Garsia, Sancius et Garsia reges”.

La estructura de esta frase parece distinguir entre “Ordonius rex”, un pariente

lejano en el mejor de los casos, y los tres monarcas navarros “Garsia, Sancius

et Garsia reges” ancestros directos por línea paterna de Sancho: su bisabuelo,

abuelo y padre.

Encontramos una frase muy parecida en otros dos textos que regulan la rela-

ción entre San Millán y su hinterland serrano: “sicut antecessoribus meis, id est

Sancius avus meus et Garsias pater meus et Ordonii regis et Fredinandi comitis”.

La frase aparece en dos diplomas supuestamente obras de Sancho el Mayor:

la concesión a San Millán de extraordinarios derechos pastoriles (Cogolla142,

1011); y la donación a San Millán de la villa de Ledesma (Cogolla151, 1014).

Martínez Díez clasifica ambos diplomas como apócrifos, en parte por compartir

esta frase, y en el caso de Cogolla142 también por la desproporcionada escala

de la concesión, y lo más probable es que acierte en este juicio26. Sin embargo,

al margen de estas consideraciones, intuimos la existencia de una tradición que

sitúa el arreglo geopolítico del hinterland emilianense y la frontera navarro-

castellano durante el reinado de un Ordoño. Los dos monarcas navarros men-

cionados son evidentemente los antecesores directos de Sancho el Mayor y el

origen de su legitimidad. En cambio, tanto Ordoño como Fernán González han

sido rescatados de la historia castellano-leonesa e insertos en estos diplomas,

y parece lógico pensar que haya alguna razón específica para citar a estos dos

soberanos y no a sus sucesores, éstos contemporáneos a las fechas que llevan

los diplomas apócrifos.

¿Por qué incluir un desaparecido conde castellano y un rey leonés entre una

lista de monarcas navarros? y con Cogolla408 son ya tres las referencias de esta

índole en la diplomática emilianense plenomedieval27, y siempre en referencia

26. MARTÍNEZ DÍEZ, ”El monasterio de San Milán ...”, p. 42. Llama la atención que Ledesma se ubica en la

margen derecha del Najerilla, y por tanto no estimamos que estuviera en una zona controlada por los castella-

nos antes del apresamiento de Fernán González. Sugerimos que esta consideración refuerza las sospechas de

Martínez Díez sobre la verosimilitud de este texto (Cogolla151), ya que para justificar los límites de Ledesma se

incorpora una antigua fórmula, eso sí relacionada con el hinterland emilianense en general, pero difícilmente

con Ledesma.

27. En referencia a las probables fechas de redacción.

224 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla

al hinterland emilianense. Tres también son los monarcas leoneses que llevan

el nombre Ordoño durante el siglo X, pero ninguno de ellos es de los más

longevos, pues no suman veinte años de reinado entre los tres. Sabemos que

Ordoño II (914-924) se relacionó directamente con la monarquía navarra en las

campañas contra la Rioja banuqasi y después con un enlace matrimonial, y por

tanto hacer referencia a él tendría cierto sentido, y sin embargo, la mención de

Fernán González sugiere una cronología más tardía. Los otros candidatos serían

Ordoño III (951-6) y Ordoño IV ‘el Malo’ (958-9). Este último es quizás el más

probable ya que su breve reinado coincide precisamente con la fecha de 959

hacia la cual apuntan tanto la derrota de Fernán González en Cirueña como la

aparición de una diplomática emilianense de factura navarra.

¿Por qué estas insistentes referencias a un oscuro y lejano monarca leonés cada

vez que se trata del hinterland emilianense y la frontera castellano-navarra?

Sugerimos que se debe a la celebración de un acuerdo fronterizo durante ese

reinado. Luego los reyes navarros actualizarían periódicamente estos derechos,

mientras la confirmación castellano-leonesa tendería a quedarse fosilizada en

la documentación navarra con la rúbrica original. La aparición del nombre de

Fernán González indica que los dos reinados más tardíos de los tres posibles

suponen el momento más probable para el acuerdo fronterizo recordado en es-

tos diplomas, y esta cronología parece apoyar nuestra hipótesis de que Navarra

tomara control del valle del río Cárdenas a mediados del siglo X, concretamente

hacia 959-60, a cambio quizás de la libertad del apresado conde.

En resumen, son tres los indicios que apuntan hacia 959-60 como probable

momento de la toma navarra de San Millán: la diplomática, tanto la auténtica

como la apócrifa; la tradición de una derrota castellana de Fernán González en

Cirueña; y el vínculo de un monarca Ordoño con el pacto que garantiza acceso

a San Millán para peregrinos, y con la ordenación del hinterland najerense en

general.

225David Peterson

Castilla-Álava: nexo político-cultural

eL neXo geoPoLÍtiCo CasteLLano-aLaVÉs, 759 a 959

Durante los siglos VIII-X se observa un acercamiento entre Álava y los cam-

biantes poderes al poniente: primero el Reino de Asturias, luego el de León y

al final del periodo el Condado de Castilla1. Para Besga Marroquín esta relación

se remontaría incluso al reinado de Alfonso I2, pero las primeras constataciones

concretas del nexo entre los dos espacios aparecen un poco más tarde, durante

el reinado de Fruela I. Éste contrae matrimonio con la alavesa Munnia3, y aun-

que esta unión nace aparentemente del conflicto, si añadimos la noticia de la

insólita fundación del convento de San Miguel de Pedroso (Cogolla1), en una

zona que luego revela lazos onomásticos con el occidente alavés, y algunas de

cuyas monjas fundadoras ostentan nombres aparentemente vascos, parece que

el nexo castellano-alavés ya es una realidad en 759.

Álava reaparecerá en las crónicas, y gracias de nuevo a la unión Fruela-Munnia,

cuando su hijo, Alfonso II, se refugia en Álava entre su familia materna durante

1. En general, la mejor introducción a estos acontecimientos sigue siendo la obra de MÁRTINEZ DÍEZ, Álava

medieval.

2. “... los vascones más occidentales (Álava y Vizcaya) habían entrado en relación con el rey Alfonso I”, BESGA

MARROQUÍN, “La independencia de los vascones”, p. 20.

3. Alfonso III, #16.

226 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

seis años (aproximadamente 783-788)4. Luego, la ascensión de este Alfonso al

trono asturiano coincidiría con el comienzo de una serie de aceifas califales

que aseguran a Álava un lugar constante en las crónicas musulmanas durante

los cincuenta años de su reinado y también durante la segunda mitad del siglo

IX5. Se consolida la frase ‘Álava y al-Qila’ como objetivo genérico de las aceifas,

plasmación cronística del nexo castellano-alavés que forma el trasfondo políti-

co de la corriente cultural que observaremos a continuación.

En 882-3, observamos una estrecha colaboración militar entre los respectivos

condes de Álava y Castilla, Beila Jiménez y Diego Rodríguez, para imposibilitar

que los musulmanes franqueasen los Montes Obarenes6. Aquí, además, parece

hacerse explícita la integración de Álava en el reino astur cuando se nos relata

que los sarracenos ya habían entrado en ‘nuestro’ reino (in terminos regni

nostri) cuando estaban ante Cellorigo, defendido por el conde de Álava, pues,

a pesar de su nombre, la parte de la Crónica Albeldense que nos ocupa aquí

parece ser de factura ovetense7. Sólo después entrarían en Castilla al llegar a

Pancorbo. La implicación es clara: por lo menos la cuenca del río Ea, a los

pies de los Obarenes (y de Cellorigo), es a la vez parte del reino de Asturias

pero fuera de Castilla. Protegida esta pequeña comarca por el conde de Álava,

quizás el valle comitis de Rioja33 (y Calzada149), parece que un de facto Álava

se extendía al sur del Ebro y al sur de los Obarenes.

De nuevo, en 923, observamos colaboración militar de los dos condados bajo la

tutela de la monarquía astur, cuando tanto el conde castellano, Fernando Díez,

como su equivalente alavés, Álvaro Harramélliz, acompañan al rey leonés Or-

doño II en Nájera, firmando uno tras el otro, en una réplica diplomática (Rioja1)

de esa colaboración cronística de sus antepasados 40 años antes en los Montes

4. Alfonso III, #19. Sobre los vínculos entre Alfonso II y los vascones, BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispano-

godos del reino de Asturias, pp. 445-6.

5. MARTÍNEZ DÍEZ, Álava medieval, p. 24 y ss.; CAÑADA JUSTE, “Álava frente al Islam”, p. 146.

6. “Sicque hostis caldeorum in terminos regni nostri intrantes primum ad Celloricum castrum pugnauerunt et

nicil egerunt, sed multos suos ibi perdiderunt. Uigila Sceminiz erat tunc comes in Alaba. Ipsa quoque hostis in

extremis Castelle ueniens ad castrum cui Ponte Curbum nomen est ... Didacus filius Ruderici erat comes in Cas-

tella”, Albeldense, XV.13 (año 882).

7. PÉREZ DE LABORDA, Guía para la historia del País Vasco ..., p. 386.

227David Peterson

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

Obarenes8. Por último, la colaboración se formalizaría en el mando único de

Fernán González: in Alaba et in Castella Fredinando Gundesalviz comitatu

gerente (Arlanza13, 932).

Este nexo, esencialmente político, parece haber contribuido también al flujo

de gentes, o por lo menos de su antroponimia. Además de las mencionadas

monjas de Pedroso, en el testamento de Alfonso II, del año 812, se observa

abundante antroponimia de origen vasco en un contexto asturiano9, mientras

en la dirección contraria, en 871 (Cogolla10) Arroncius hace una donación a

San Vicente de Acosta de unas tierras alavesas, citando en el diploma a sus

abuelos leoneses.

En este contexto, cobran interés algunos comentarios que se encuentran en

las fuentes musulmanas y que han sido consideradas erratas por algunos co-

mentaristas10. En cada caso se observa la tendencia de los cronistas árabes a

considerar las comarcas más orientales del reino astur-leonés como alavesas,

incluso en contextos muy alejados de la actual provincia vasca:

– 934, “la primera parada del ejército en el país de Álava fue en la for-

taleza de al-Manar (el Faro), conocida por Grañón”11.

– 939, “Simancas en el país de Álava”12.

– 965, “Galib incursionó por tierras de Álava apoderándose de

Gormaz”13.

8. Véase nuestra evaluación de la veracidad histórica de este diploma interpolado en el capítulo La Rioja ‘Re-

conquistada’.

9. BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispanogodos del reino de Asturias, p. 531.

10. “... aunque más tarde, en 965, se dice que Galib incursionó por tierras de Álava apoderándose de la fortaleza

de Gormaz, se trata, como puede observarse, de un error geográfico, ya que Gormaz está junto al Duero, y lo

mismo pasa cuando Almanzor derrota al conde castellano García Fernández en 990, apoderándose de la mitad de

la región de Álava y del castillo de Osma”, CAÑADA JUSTE, “Álava frente al Islam”, p. 146.

11. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 253. Aquí parece haber algo de confusión en torno al nombre de Grañón,

acaso confundido con Haro, lo cual podría restar algo de credibilidad a la identificación de nuestra Álava meri-

dional, pero el relato de Ibn Hayyan, así como la aceifa, prosigue y confirma la idea de que tierras al sur del Ebro

fueron consideradas alavesas por los cronistas árabes: pasando por Oña, se recorre “todo el país de Álava” antes

de “hacer alto en Clunia, primer confín de Yilliqiyya”.

12. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 335.

13. CAÑADA JUSTE, “Álava frente al Islam”, p. 146.

228 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

– 990, “Almanzor derrota a García Fernández apoderándose de la mitad

de la región de Álava y del castillo de Osma”14.

Es más, en la descripción de Al-Maqqari de la aceifa de 934, después del pac-

to con la reina Toda que nos permite fijar el año, el ejército califal se dirigió

hacia Álava sin más, único corónimo empleado15. En otras palabras, tenemos

una aceifa que, gracias a la existencia de otras fuentes, sabemos adentrarse en

tierras castellanas, pero que en una fuente, la de Al-Maqqari, se identifica con

un solo corónimo: Álava. Si dependiésemos exclusivamente de Al-Maqqari,

tendríamos que considerar ésta como otra aceifa contra la Llanada alavesa, y

nos preguntamos si no habrá más casos donde el corónimo Álava remita a otras

realidades geográficas que esa Álava nuclear, pues, como se aprecia, este uso

genérico del corónimo no es exclusivo de Al-Maqqari.

14. CAÑADA JUSTE, “Álava frente al Islam”, p. 146.

15. “An-násir turned towards Álava, and, scouring the plains, subdued and razed its fortresses”, AL-MAQQARI,

VI.5, p. 135.

Mapa XXVII. Lugares al sur del Ebro asociados con Álava en las fuentes altomedievales

229David Peterson

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

Otro ejemplo del uso del corónimo Álava para referir al conjunto castellano-

alavés es el relato de Ibn-Hayyan del asedio de Calatayud en 937, cuando unos

330 caballeros cristianos murieron ayudando al disidente tuchubí Mutarrif ibn

Mundir. Inicialmente se hace referencia a una petición de apoyo “a los infieles

de Álava y al-Qila”, pero a continuación todas las referencias son exclusivamen-

te a alaveses: “los infieles de Alava ... los condes infieles de Alava ... 50 condes

y principales de Alava”16. ¿Dónde están los de al-Qila? El elevado número de

condes, aun admitiendo la tendencia hiperbólica de estas fuentes, nos hace

sospechar que estas referencias no sean sólo a Álava en el sentido actual, sino

que, a partir de la referencia inicial a los inieles de Álava y al-Qila, los a conti-

nuación denominados ‘alaveses’ son en realidad alaveses y castellanos.

Hay una tendencia hacia la generalización en el uso de los corónimos cristianos

por parte de los cronistas árabes, lo cual es de esperar de una perspectiva alóc-

tona, y por ejemplo se utiliza la voz Yilliqiyya (Chalmeta la transcribe Gilliqiya),

a partir de la Gallaecia romana, para referirse a todo el Reino de Asturias, desde

Castilla hasta Galicia17. En este contexto, el observado uso árabe del corónimo

Álava es, en cierto modo, genérico e impreciso, ya que en las fuentes autócto-

nas (la diplomática cristiana) no hay eco de esta extensión del corónimo hacia

tierras al sur del Ebro, pero, por otro lado, el genérico uso árabe se fundamenta

en cierta lógica geopolítica, y se aplica con cierta constancia. En fin, quizás sea

un uso genérico, pero en absoluto gratuito, y rechazarlo como una mera errata

obvía unos matices geopolíticos muy interesantes.

Pues para los autores árabes, por lo menos durante el siglo X, el corónimo Ála-

va se extiende consistentemente a un espacio mucho más amplio que la actual

provincia, que incluye las tierras entre Oña y Osma, entre Grañón y Gormaz;

en otras palabras, lo que entendemos por la mitad oriental de la Castilla condal.

Aquí es de singular relevancia el adjetivo ‘condal’, ya que la unidad política que

se forjó bajo Fernán González durante el siglo X en sus orígenes fue alavesa

además de castellana, y sólo con el tiempo acabaría imponiéndose la parte cas-

tellana del binomio. En la diplomática las referencias a Castilla dominan, pero

más en la documentación propiamente castellana (la de Cardeña, por ejemplo)

16. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 296-8.

17. MAÍLLO SALGADO, “El Reino de Asturias desde la perspectiva ...”, p. 233.

230 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

que en la alavesa (Salcedo) o en la de zonas ‘castellanas’ más orientales (Val-

puesta, Cerezo) donde se relaciona al gran conde con ambos territorios18.

Esta unificación política de Castilla y Álava bajo el mandato de Fernán González

y sus descendientes haría que aceifas que penetraban en territorio astur-leonés

por el tramo soriano del Duero se encontrarían con los mismos enemigos que si

entraban por el Pasillo. Así, desde la perspectiva andalusí, tiene tanto, y quizás

más, sentido describir a los condes Fernán González o García Fernández como

alaveses, que como castellanos, y efectivamente en las fuentes arábigas el coró-

nimo Álava es tan predominante como lo es el de Castilla en las cristianas19.

Así sospechamos que la extensión del córonimo Álava a tierras sorianas es el

resultado de la combinación de dos factores: el uso genérico de algunos coró-

nimos por los autores árabes; y la unificación de los condados de Álava y de

Castilla bajo Fernán González y sus descendientes.

Esta coyuntura política nos ofrece un claro contexto cronológico, el siglo X,

en el cual encajan las referencias cronísticas arriba citadas. Otra cuestión es la

lectura que deberíamos hacer del corónimo Álava en periodos anteriores a la

unión de los dos condados. ¿Podemos estar seguros que referencias árabes a

Álava durante el siglo IX necesariamente se circunscribiesen a la Álava actual,

al norte del Ebro?

De nuevo, el testimonio clave es el de la Crónica Albeldense, a partir del cual

se vislumbra un espacio (¿el valle comitis?) al sur de los Montes Obarenes de-

fendido por el conde de Álava e integrado en el Reino de Asturias, pero no una

parte de Castilla. ¿Ya en el siglo IX esta parte del Pasillo se consideraba alavesa

por algunos cronistas árabes? Si fuese así deberíamos reexaminar la geografía

de algunas de las múltiples aceifas dirigidas contra Álava y al-Qila a lo largo del

siglo IX, cuando la Álava nuclear, en términos geoestratégicos a escala peninsu-

lar, resulta algo periférica en un conflicto entre Córdoba y el Reino de Asturias,

18. En los siguientes diplomas de Fernán González se hace referencia a ambos condados: Arlanza13, 932; Co-

golla24, 936; Cogolla27, 937; Valpuesta25, 950; Valpuesta27, 950; Valpuesta28, 950; Valpuesta29, 950; Valpuesta31,

952; Cardeña91, 957; Cardeña143, 969.

19. De hecho, IBN JALDUN se refiere a García Fernández como Señor de Álava, citado en CASTELLANOS

GÓMEZ, Geoestrategia en la España musulmana – Las Campañas Militares de Almanzor, p. 101. Cf. también,

MARTÍNEZ DÍEZ, Álava medieval, p. 76.

231David Peterson

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

pero es nombrada una y otra vez como blanco de las campañas andalusíes. ¿Al-

gunas de estas menciones de Álava no serán en realidad referencias al Pasillo?,

pues para cualquier aceifa procedente de la Marca Superior, y que se dirigiera

por el Pasillo hacia la Meseta septentrional, el primer territorio astur-leonés

encontrado sería esta ‘Álava meridional’, antes de entrar en Castilla (al-Qila).

Para tomar un ejemplo concreto, según la lectura de Corriente y Maqqi de al-

Muqtabis II-1, el puerto que daba acceso a Álava durante la aceifa de 823 se

llamaba Gbwlyn o Gbwlyr, lo cual se traduce como ‘Cebollino’ o ‘Cebollero’20.

Esto nos hace pensar en la sierra soriano-riojana de ese nombre y el práctica-

mente homónimo asentamiento burgalés (en las Merindades). No proponemos

ni la sierra ni el pueblo como identificaciones firmes, sino como posibilidades

a contemplar, a modo de demostrar como la relectura del uso coronímico de

Álava en las fuentes arábigas podría afectar nuestra comprensión de la geogra-

fía de las aceifas musulmanas.

Por otra parte, a la vez existían fuerzas y tendencias contrarias a esta inclinación

astur-leonesa de Álava. Por ejemplo, su inclusión entre los ‘territorios siempre

poseidos por sus habitantes’ de la Crónica de Alfonso III, todos ellos al este del

Ducado de Cantabria, y evidentemente también el hecho lingüístico orienta a

Álava hacia Navarra. En la esfera política veremos un progresivo acercamiento

entre Álava y Navarra durante el siglo X, gracias en gran medida a la política

matrimonial de la reina Toda21.

Si hasta mediados del siglo X Álava se encuentra en la órbita política astur-leo-

nesa22, no es fácil averiguar, a partir de la fragmentada documentación, cuándo

empieza la posterior hegemonía navarra. La expansión de Navarra hacia el oeste

20. IBN HAYYAN, Crónica de los emires Alhakam I y ‘Abdarrahman II entre los años 796 y 847 [Almuqtabis II-1],

p. 282, n. 584, “Desde un punto de vista paleográfico, todas las variantes confluirían en >Gbwlyn< o >Gbwlyr<,

o sea, “Cebollino” o “Cebollero”, término bastante frecuente en la toponimia hispánica”. Antes, a partir de Ibn

Idhari, se interpretaba este topónimo como G.rnyq, y se contemplaban varias ubicaciones de la actual País Vasco,

entre ellas el despoblado alavés de Guernica y el puerto de Azaceta.

21. MARTÍNEZ DÍEZ, Álava medieval, p. 58.

22. El testamento de Didaco Beilaz (Cogolla64, 952), uno de los poquísimos textos tempranos referentes a Ála-

va, cita como autoridades a rex Ordonio in Legione et comite Fredinando in Castella, mientras las referencias a

Fernán González como conde in Álava se suceden con cierta regularidad hasta 957 (Cardeña91), cf. MÁRTINEZ

DÍEZ, Álava medieval, pp. 72-3.

232 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

durante el reinado de Sancho III el Mayor supone la fecha ante quem para la

integración de este espacio en el Reino de Navarra, y en el otro extremo notamos

la derrota de Fernán González en Cirueña hacia 959 que creemos contribuye a

la pérdida de San Millán, hasta entonces bajo control castellano, y quién sabe si

otras posesiones condales también, aunque hasta 969 (Cardeña143) todavía se

encuentran aisladas referencias al dominio del conde sobre estos territorios.

Más específicamente, tenemos noticia de la intervención de Sancho II Garcés

Abarca en asuntos alaveses en 984 (Cogolla98), y para Ubieto Arteta este reina-

do vería el de facto control navarro sobre la llanada alavesa23, aunque Martínez

Díez aboga por el mantenimiento de control condal durante todo este perio-

do24. Más al oeste, la Cuenca de Miranda y Valdegovía seguirían bajo control

castellano-leonés, pues en 988 (Cogolla100) en un texto referente a Salinas (de

Añana) se hace referencia al rey Vermudo de León, y a los condes castellanos.

En Cogolla98 la onomástica de la casta magnaticia alavesa es todavía mayorita-

riamente de tipo castellano y no navarro25, y después del monarca pamplonés

se cita como autoridad secundaria al conde castellano. En resumen, éste parece

ser un periodo durante el cual se sentía la influencia de ambos poderes en la

llanada alavesa, pero al margen de la dificultad de precisar el momento de

control navarro sobre Álava, constan por lo menos dos siglos de acercamiento

político entre Álava y el reino astur-leonés.

un esPaCio CuLturaL

Creemos que entre aproximadamente 755 y 924 el valle del Oja funcionaría como

frontera política de facto entre al-Andalus y el Reino de Asturias, y que este hecho

se ha plasmado en diversos registros onomásticos que coinciden en Castilla y en

Álava, sin dejar huella en la Tierra de Nájera: plasmaciones onomásticas del ya

observado nexo político castellano-alavés. En concreto analizaremos:

– la toponimia vasca al sur del Ebro,

– la hagiotoponimia referente al culto de San Millán,

23. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, p. 66.

24. MARTÍNEZ DÍEZ, Álava medieval, pp. 75-79.

25. Cogolla98 (984) y Cogolla100 (988): Sarracin(ez), Álvaro, Oveco, Munio, Didaco y Balza se pueden consi-

derar como nombres occidentales, sólo Lupe es típico de la onomástica navarro-pirenaica. Estas clasificaciones se

explicarán más detenidamente a continuación.

233David Peterson

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

– y la antroponimia, con especial énfasis en la distribución del nombre

Oveco.

En los tres casos emerge la misma distribución espacial: los registros coinciden

en los espacios montañosos al norte y al sur de la Rioja Alta y en tierras caste-

llanas al oeste de la divisoria diocesana, formando así un espacio culturalmente

homogéneo que rodea la Tierra de Nájera, pero sin incluirla.

Mención aparte merece la ya analizada distribución de la toponimia en Quin-

tana. Ésta, a diferencia de los tres registros que creemos ilustrar la realidad del

nexo alavés-castellano, apenas tiene una vertiente alavesa, y tampoco abunda

en la Sierra de la Demanda. En el Pasillo en sí, en cambio, sí respeta la frontera

que nos interesa. Es más, la marca y la define mejor que cualquier otro registro.

Creemos que la explicación de las diferencias reside en la cronología de los

fenómenos y las cambiantes circunstancias políticas: mientras la toponimia en

Quintana tendría su origen en el reparto de tierras después de la conquista

musulmana del Ducado de Cantabria, los otros fenómenos obedecen a una di-

námica (el nexo alavés-castellano) que surge después de la debacle musulmán

de mediados del siglo VIII. En ambos casos, no obstante, en el Pasillo en sí la

Mapa XXVIII. Contraste entre el espacio cultural castellano-alavés y la ‘Tierra de Nájera’

234 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

divisoria es la misma: primero, entre mandos militares tardovisigodos hereda-

dos por los musulmanes, y después convertido en frontera astur-andalusí.

eL rÍo oJa CoMo DiVisoria antroPonÍMiCa

La ausencia de referencia diplomática al valle del río Oja hasta la segunda mitad

del siglo XI nos brinda la oportunidad de contrastar la onomástica de los dos

lados del río, que denominaremos la Bureba y (Tierra de) Nájera. Lo que emer-

ge es una divisoria onomástica relativamente bien definida, evaluación que

trataremos de ilustrar estadísticamente con la incorporación de datos de otros

espacios próximos estudiados en Antroponimia y Sociedad26. Utilizaremos estos

estudios y contrastaremos sus resultados con lo que observamos en la Bureba

y en la Tierra de Nájera.

A continuación contrastaremos la frecuencia con la cual cada nombre de varón

aparece en cada región a partir de la diplomática anterior al año 1050. En la

tabla que adjuntamos contemplamos los 16 nombres masculinos más frecuentes

en cada región, situados en orden de frecuencia. Ya en el primer puesto se

aprecia una diferencia entre las tierras castellanas (Castella, Burgos, Bureba)

donde domina el nombre Muño, y las navarras (Nájera y Navarra) donde San-

cho es el nombre más común. Los espacios contemplados, y fuentes utilizadas,

son los siguientes27:

– Castella Vetula 28

– Alfoz de Burgos29

– La Bureba (análisis propio, a partir de la documentación emilianense)

– Tierra de Nájera (análisis propio, a partir de la documentación emi-

lianense)

26. GARCÍA DE CORTÁZAR et alii, Antroponimia y Sociedad. El espacio que centra nuestro interés ya fue

contemplado en este proyecto, pero en el análisis de La Rioja se juntaban datos de ambos lados del Oja, cuando

proponemos contrastar la antroponimia de los dos lados de ese río.

27. Excluimos los datos de otras regiones incorporadas en el proyecto Antroponimia y sociedad, por ser éstas

más alejadas, por haber sido analizadas por autores con divergentes criterios y metodologías, o por existir signi-

ficativas variaciones cronológicas, caso por ejemplo del País Vasco (LIBANO ZUMALACARREGUI, “La Antroponi-

mia en Álava, Guipúzcoa, y Vizcaya en los siglos X a XIII”, pp. 259-282) con datos relativamente tardíos.

28. GARCÍA DE CORTÁZAR, DÍEZ HERRERA, PEÑA BOCOS, “Antroponimia y sociedad del Cantábrico al Ebro

en los siglos IX a XII”, pp. 219 y 221.

29. GARCÍA DE CORTÁZAR, DÍEZ HERRERA, PEÑA BOCOS, “Antroponimia de Burgos y su alfoz en los siglos

X al XII”, p. 239.

235David Peterson

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

– Navarra30

puesto Castella Burgos Bureba Nájera Navarra

1 Muño Muño Muño Sancho Sancho

2 Oveco Bela(sco) Bela(sco) Bela(sco) Fortún

3 Diego Diego Oveco Muño García

4 Tello Gonzalo Diego García Aznar

5 Álvaro Gómez Juan Jimeno Galindo

6 Gonzalo Juan Álvaro Gómez Enneco

7 Juan Oveco Sancho Domingo Jimeno

8 Bela(sco) García Gonzalo Enneco Bela(sco)

9 García Esteban Tello Fortún Lope

10 Pedro Sancho Sarrazín Juan Mancius

11 Gómez Pedro García Lope Muño

12 Lope Tello Jimeno Aznar Oriol

13 Félix Sarrazín Gómez Tello Dato

14 Fernando Bermudo Assur Julián Fortes

15 Rodrigo Félix Enneco Oriol Gómez

16 Vicente Julián Fernando Pascual Juan

30. En realidad se trata sólo de la documentación de San Salvador de Leire referente a Navarra, GARCÍA DE

CORTÁZAR, “Antroponimia en Navarra y Rioja en los siglos X al XII”, p. 294.

Mapa XXIX. Contraste antroponímico entre los extremos del Pasillo, con el río Oja como divisoria onomástica

236 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

A partir de esta tabla ya se observa una división llamativa entre la Bureba y la

Tierra de Nájera, y en general entre tierras castellanas y otras navarras, la cual

denominamos la divisoria onomástica del Oja, y que definimos como,

– la ausencia o relativa escasez en la Tierra de Nájera de los nombres

más típicos de Castilla (Muño, Oveco, Diego, Gonzalo);

– la menor presencia (cuando no ausencia) en Castilla de los nombres

navarros dominantes en Tierra de Nájera (Sancho, García, Fortún,

Eneco);

– y, a un nivel más pormenorizado, la ausencia de la Tierra de Nájera

de algunos de los nombres más representativos de la Bureba (Álvaro,

Sarrazín, Assur).

ranking de nombres en diferentes comarcas

Nombre Castella Burgos Bureba Rioja Navarra

Onomástica castellana

Muño 1º 1º 1º 3º 11º

Oveco 2º 7º 3º - -

Diego 3º 3º 4º - -

Gonzalo 6º 4º 8º - -

Onomástica navarra

Sancho - 10º 7º 1º 1º

García 9º 8º 11º 4º 3º

Fortún - - - 9º 2º

Eneco - - 15º 8º 6º

la divis oria onom ás tic a del Oja

cas tella burgos bureba nájera navarra

c omarc a

fre

cue

nci

a d

e n

om

bre

Muño

Oveco

Diego

G onzalo

S ancho

G arcía

F ortún

E nneco

237David Peterson

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

anÁLisis DiaCrÓniCo

Nuestra hipótesis es que la divisoria tiende a desaparecer, y que con nuestra

documentación mayoritariamente del siglo XI asistimos a la homogeneización

de la onomástica del Pasillo, y la erradicación de la antigua divisoria, ya que por

un lado se simplifica y se homogeneiza el corpus onomástico en todo el norte

peninsular31, mientras cambios geopolíticos hacen que, a partir de la segunda

mitad del reinado de Sancho el Mayor (aproximadamente 1020 en adelante),

la frontera política del Oja también deja de funcionar como tal. Por lo tanto,

la divisoria onomástica visible todavía en la documentación emilianense de la

primera mitad del siglo XI es un fenómeno anterior, ya en decadencia cuando

lo observamos.

Así se pone de relieve la naturaleza retrospectiva de nuestra metodología. La

antroponimia recordada en la diplomática es necesariamente retrospectiva en

el sentido de que los protagonistas de estos textos, generalmente mayores

de edad e incluso de cierto rango social cuando aparecen en la diplomática,

necesariamente han recibido sus nombres por lo menos una generación antes

de su aparición diplomática. Estadísticamente podemos contemplar un lapso

medio de 25-30 años entre bautismo y aparición diplomática. Por lo tanto, si

queremos observar las tendencias onomásticas anteriores a la desaparición de

la frontera del Pasillo (hacia 1020-30), podemos utilizar la documentación hasta

el año 1050. Asimismo, esto nos permite utilizar los datos recogidos en varios

estudios presentados en Antroponimia y Sociedad, y que utilizan este año para

estructurar la información expuesta.

oVeCo

“De procedencia discutida”, se ha sugerido una etimología vasca para este

nombre, a partir de hobe = ‘mejor’ y el sufijo diminutivo –co (que daría también

Enneco, por ejemplo), pero también habría que contemplar un origen latino32.

Al margen de su etimología, un seguimiento cartográfico del nombre a partir

de la documentación emilianense demuestra un llamativo contraste entre abun-

dancia en la Bureba (44 casos) y su práctica ausencia de la Tierra de Nájera

31. VVAA. Antroponimia y sociedad, p. 396.

32. SALABERRI ZARATIEGI, Euskal deiturategia: Patronimia, p. 223; MICHELENA, Apellidos vascos, p. 20.

238 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

(2)33. Éste es el contraste onomástico más diáfano de cuantos hemos observado

entre los dos lados de la frontera del Pasillo.

Distribución del nombre oveco, a partir de la documentación emilianense anterior a 105134

Sólo nombres de pila Incluyendo patronímicos

Comarca nº OvecosTotal

nombres% nº Ovecos

Total nombres

%

Bureba 35 646 5,42 44 646 6,81

Nájera 2 331 0,60 2 331 0,60

La referencia a otras fuentes parece confirmar la distribución, aunque inevita-

blemente ésta no es homogénea. Escasean datos antroponímicos tempranos

para la llanada alavesa, pero el nombre es corriente en la documentación de

Valpuesta, y en la cuenca de Miranda y el entorno de Añana con, por ejemplo,

cuatro casos en un solo texto como Cogolla100 (988). Más al sur, ya en Castilla,

en Cardeña encontramos una veintena de apariciones del nombre anteriores a

950, y también aparece durante el siglo X en Oña, en San Cristóbal de Ibeas, y

en San Miguel de Froncea35. Extrañamente, Oveco no aparece en la documen-

tación valpostana referente a Buezo de Bureba.

En cambio, el nombre Oveco aparece poco y tarde al este del río Oja. No figura

en los índices del Cartulario de San Salvador de Leire, y en la documentación

albeldense tampoco, al margen de un texto (Albelda1, Cardeña14) en realidad

referente a San Pedro de Cardeña36. En Valvanera, una fuente más tardía, sólo

se observan tres casos tardíos del nombre, ninguno anterior a 1073, y también

33. Para una relación completa de las apariciones del nombre Oveco en el Pasillo en la diplomática emilianense

de los siglos X y XI véase nuestro Apéndice Oveco.

34. Tratándose de un solo nombre hemos podido seguir su estela hasta finales del siglo XI, lo cual aporta algo

más validez estadística a lo observado, pero que reporta la misma distribución:

Distribución del nombre oveco, a partir de la documentación emilianense anterior a 1101

Sólo nombres de pila Incluyendo patronímicosComarca nº Ovecos Total % nº Ovecos Total %

Bureba 66 1614 4,09 100 1614 6,20Nájera 2 991 0,20 4 991 0,40

35. El nombre también aparece en la documentación burebana del siglo XI, pero donde la documentación nos

lo permite ponemos el énfasis analítico siempre en el periodo anterior al cambio de milenio.

36. MARTÍNEZ DÍEZ, Colección documental del Monasterio de San Pedro de Cardeña, p. 41.

239David Peterson

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

aparece tarde (1074) en la Colección Diplomática de la Rioja (Rioja26 = Cogo-

lla410), estando completamente ausente del detallado censo de Nájera que es

Rioja14 (1052).

Michelena nos avisa de la existencia de dos zonas onomásticas, “la navarra y

la próxima a Castilla”37, pero aun así demasiadas veces se contempla la antro-

ponimia ‘vasca’ como un bloque homogéneo, como parece que hacía Barrios

García cuando describía Oveco como un nombre “usado frecuentemente entre

los vascos y navarros”38. Más acertado es el análisis de González Bachiller,

“nombres que los especialistas designan genéricamente como ‘pirenaicos’ (Gar-

cía, Sancho, Eneco, Aznar, Lope, etc.), así como los ‘alaveses’ (Beila, Belasco,

Oveco, etc.)”39, y sugerimos que en pocas ocasiones queda tan diáfanamente

delimitada esta distinción entre lo navarro y lo alavés que en la distribución

temprana del nombre Oveco, y notamos que la falla de transformación parece

trazarse por la divisoria del Oja.

37. MICHELENA, Apellidos vascos, p. 20.

38. BARRIOS GARCÍA, “Repoblación de la zona meridional del Duero”, p. 43.

39. GONZÁLEZ BACHILLER, “Antroponimia vasca en la documentación de Santo Domingo de la Calzada”, p.

384.

Mapa XXX. Una frontera onomástica: apariciones emilianenses del nombre Oveco en el Pasillo hasta 1100

240 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

eL CuLto De san MiLLÁn

Cuando se observa la geografía del culto del santo de Berceo, parece pertinen-

te distinguir entre un santo riojano y un culto castellano. Hablar de un santo

riojano supone pecar algo de anacronismo, pero concuerda con la geografía

actual del centro cultual, y también con la geografía de gran parte de los acon-

tecimientos relatados en la Vita. El culto, en cambio, fue plenamente castellano,

y este calificativo coronímico no supone anacronismo alguno. Como se aprecia

en el mapa adjuntado, la geografía del culto corresponde bien con el Condado

de Castilla y otras estructuras políticas vinculadas a él (esencialmente el Con-

dado de Álava). La correspondencia espacial entre culto y estructura política

apunta hacia una cronología común, e incluso se intuye un proyecto político

detrás del auge de un culto que se identifica insistentemente con el Condado:

el papel que ejerce San Millán en el Poema de Fernán González40; la noticia de

peregrinajes ancestrales desde Lara41, el solar más mitificado de la familia con-

dal castellana; y el uso del hagiónimo para nombrar el punto más emblemático

de la Demanda castellana42.

Pero al margen del simbolismo del culto, notamos que en términos puramente

geográficos, de nuevo, estamos ante un fenómeno cultural presente en Castilla

y en Álava, pero ausente de la Tierra de Nájera; el mismo patrón observado

antes con Oveco y que se observará más adelante con la toponimia vasca. El

culto se extiende por toda la provincia de Álava, incluso hasta Zuazo, Larrea

y San Román de San Millán en el extremo oriental de la llanada, y hasta Ba-

40. Poema de Fernán González, #417 y ss.

41. Cogolla408, 1073, “Contigit ut magna parte plebibus de Lara venirent causa orationis ad atrium beati Emiliani

... sicuti habuerunt cum avis meis Ordonius rex, Garsia, Sancius et Garsia reges.”

42. ALFONSO XI, Libro de la Montería, folio 98r. Sin embargo, cuando PÉREZ-EMBID WAMBA (Hagiología y

sociedad en la España medieval, pp. 44-49) quiere explicar el desarrollo del culto de San Millán en términos de

finalidades políticas, se fija en la extensión de Navarra hacia el este, y concretamente en la conquista de Calahorra

por García de Nájera. La idea de que exista un vínculo entre la hagiología y el dominio político del espacio nos

parece acertada, pero todos los indicios apuntan hacia la expansión occidental (hacia Castilla) y no la sincrónica

expansión oriental hacia Calahorra, como motor detrás de la promoción del culto emilianense en el siglo XI.

Pérez-Embid hace referencia a “una mozarabía [calagurritana] que veneraría al eremita biografiado por Braulio de

Zaragoza” (ob. cit., p. 45), pero ¿qué indicios existen de este culto mozárabe a favor de San Millán? No tenemos

noticia de él, no queda rastro en la diplomática calagurritana editada por RODRÍGUEZ R. DE LAMA, y tampoco

aporta ningún ejemplo Pérez-Embid. Tres de las cuatro adquisiciones emilianenses en Calahorra (folios 52 y 53

del Becerro) son donaciones reales (Cogolla235, Cogolla305 y Cogolla357), la única excepción es la donación de

una viña por Garcia Rebidilliz en 1073 (Cogolla410). Sugerimos que si el culto de San Millán tiene una relevancia

política deberíamos buscarla hacia el oeste, en Castilla.

241David Peterson

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

rriobusto en la Rioja alavesa. No obstante, como hemos mencionado antes en

referencia a la antroponimia, el testimonio diplomático medieval alavés resulta

algo lacónico, y la vertiente alavesa del culto se aprecia mejor con referencia

a las devociones parroquiales actuales43, recurso metodológico no disponible

(evidentemente) para el estudio de la antroponimia medieval.

Volviendo a la documentación medieval, de nuevo se observa el contraste entre

una proliferación de apariciones al oeste, norte y sur de la divisoria del Oja, y

la relativa escasez de las mismas al este, donde, al margen del ‘centro’ del culto

en Berceo, encontramos tan sólo dos dedicaciones (ambas tardías) al santo

de la Cogolla: una en Alesanco y otra en Quel44. El hecho de que el supuesto

‘centro’ cultual es totalmente excéntrico resalta la descompensada distribución

43. GARCÍA FERNÁNDEZ, Laguardia en la Baja Edad Media, p. 79. MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San

Millán y sus Monasterios Filiales”, p. 19.

44. MARTÍNEZ DÍEZ (“El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”, p. 11) menciona un monasterio

dedicado a San Millán en Badarán que sería incorporado al dominio del gran cenobio homónimo en 1094, pero

no encontramos referencia diplomática alguna a tal cenobio, y quizás el error se debe a la mala lectura (“San

Millán en Badarán” y no “San Millán de Badarán”) de la reseña de Cogolla2/235, puesto que Martínez cita el

año 1094, probable fecha de este texto. La presencia del culto también parece residual en Navarra, con sólo San

Millán de Lete como decanía de Santa María de Irache, GARCÍA FERNÁNDEZ, Santa María de Irache (958-1557).

Una presencia testimonial de este tipo no contradice la esencia de nuestro argumento en este apartado: que el

culto se concentra en tierras vinculadas a Castilla hasta el cambio de Milenio, a pesar de llevar actualmente la

Mapa XXXI. La geografía del culto de San Millán

242 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

espacial. A pesar de la importancia plenomedieval del cenobio de la Cogolla y

su aparente promoción por la corona navarra, el culto en sí apenas deja huella

en la Tierra de Nájera, y sospechamos que la promoción navarra del culto

fuese únicamente como herramienta para afianzarse las comarcas orientales de

Castilla.

la geografía del culto de San millán: advocaciones según la diplomática medieval

45

REF. MAPA AÑO LUGAR DOC. REF. ZONA45

1 872 Tresores Cogolla11 Castilla

2 873 Salcedo Cogolla15 Álava

3 937 Abecia Cogolla24 Álava

4 942 Cogolla Cogolla29 Castilla

5 947 Hiniestra Cogolla46 Castilla

6 978 Oca Condes52 Castilla

7 978 Añana Condes54 Álava

8 998 Porcelos Cogolla115 Castilla

9 1008 Revenga Cogolla133 Castilla

10 1039 Orbaneja Cardeña233 Castilla

11 1045 Albillos Cardeña247 Castilla

12 1057 Revenga Valpuesta62 Castilla

13 1058 Loranco Cogolla299 Castilla

14 1059 Lara Cardeña287 Castilla

15 1062 Hoyo / Foio Cogolla327 Castilla

16 1064 Yécora Cogolla354 Castilla

17 c.1082 Hermosilla Cogolla2/500 Castilla

18 1095 Villiella Cogolla2/254 Castilla

19 1096? Rioja alavesa Cogolla2/492 Álava

20 1100? Quel Albelda68 Navarra

21 1151 Juarros Ibeas11 Castilla

22 1168 Alesanco Rioja218 Navarra

etiqueta de ser un culto riojano. Notamos también que el culto no recibe mención en la obra de JIMENO ARAN-

GUREN sobre los Orígenes del Cristianismo en Navarra.

45. Aquí dividimos el espacio contemplado según la realidad política durante la mayor parte del siglo X, tam-

bién representada por sendas líneas que marcan la divisoria en la Sierra de la Demanda (según el texto de 1016) y

en el Pasillo en sí: así los lugares corresponden o bien a Navarra (que incluye aquí la parte de La Rioja controlada

por la monarquía pamplonesa durante ese siglo) o a uno de los dos condados de Castilla y Álava.

243David Peterson

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

Como antropónimo el nombre Emilianus / Millán tiene un perfil muy discreto

en la documentación manejada. En toda la documentación emilianense anterior

a 1076 no hallamos ni una sola aparición como nomen (de 1709 nomina),

mientras en la documentación no emilianense observamos tan sólo una apa-

rición de este antropónimo anterior a 107046, mientras la primera aparición

‘riojana’ no se da hasta 1071 (Valvanera59). Sin embargo, en este caso no es una

cuestión de diferenciación espacial; ya que el nombre tampoco aparece en los

índices ‘castellanos’ de Cardeña. Simplemente, parece que el nombre no estaba

‘de moda’ en el siglo X y las primeras décadas del siglo XI.

A partir de 1070, en cambio, sí empieza a aparecer el nombre en la diplomática

manejada47. Si aceptamos que el debut diplomático de un individuo tiende

a ser cuando éste ya ha madurado lo suficiente como para aparecer en una

documentación que nombra casi exclusivamente a poseedores de derechos

inmobiliarios48, podemos adelantar el relanzamiento del culto una generación

antes de la reaparición diplomática del nombre. Así el uso del nombre sería

propio de los bautismos de la primera mitad (segundo cuarto) del siglo XI, el

momento en que la corte navarra se instala definitivamente en Nájera y se incli-

na hacia la expansión occidental, características del reinado de García de Nájera

(1035-1054), y de la segunda mitad del reinado de su padre Sancho el Mayor

(1004-1035). Así se recupera la memoria de un santo tradicionalmente venerado

en las comarcas occidentales de Castilla, pero cuyo culto se centra a escasa

distancia de Nájera, a la vez que se expande el dominio navarro-najerense hacia

estas mismas comarcas.

Pero necesariamente supone un relanzamiento del culto, pues mucho antes de

este uso antroponímico tardío, se observa el ya comentado uso hagiotoponí-

mico limitado a la área castellano-alavesa, uso cuya falta de correspondencia

con la antroponimia castellana del siglo X nos hace pensar en un origen aun

más temprano. Tenemos referencias tempranas (anteriores a 950) a templos

46. Hacia 1028 en Valdegovía (Cogolla136), como patronímico: Monnio Milianiz.

47. Miliane (Valvanera59, 1071), Miliane Schierdo (Cogolla2/23, 1079), domno Milian (1081, Cogolla2/35), Mi-

lian Munnioz (1083, Cogolla2/59), Miliano (1087, Cogolla2/169), Millan Beila (1087, Cogolla2/155), Milian (1101,

Cogolla2/285), Milian Iohanne (1127, Cogolla2/353), Emilianus Fornarii (1132, Rioja102), Milian (1167, Cogo-

lla2/408) y Petrus Milian (1192, Cogolla2/471).

48. Miliane (Valvanera59, 1071) tiene mujer e hijos y es, por tanto, mayor de edad; mientras la siguiente apari-

ción (Cogolla2/23, 1079) del nombre es gracias a los hijos de Miliane Schierdo.

244 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural

dedicados al santo en Tresores (Montes Obarenes)49, en Salcedo (Álava)50, en

Abecia (Álava)51, y en Hiniestra (Montes de Oca)52 además de en la Cogolla

(Demanda), mientras San Millán de Revenga (Alfoz de Lara) es un monasterium

desertum ya en 100853. Además, los cenobios de Salcedo y de Hiniestra son pro-

tagonistas de mucha de la temprana documentación conservada en el Becerro

Galicano de San Millán de la Cogolla, y parecen instituciones de cierta enjundia

ya a principios del siglo X y en absoluto fundaciones ex novo.

Sugerimos, por tanto, que el culto a San Millán experimenta distintos momentos

de auge:

1. Periodo visigodo (ss. VI - VII). Braulio de Zaragoza inmortaliza al

ermitaño de Berceo hacia 636; quizás se utiliza este culto como ins-

trumento evangelizante en Álava.

2. Periodo protocastellano. El origen de la mayoría de los cenobios

y topónimos que llevan esta dedicación, no tiene por qué haber un

lapsus en el culto entre este periodo y el anterior, pero la ausencia del

culto en La Rioja y su aparición en Álava sugiere un auge durante el

periodo 760 a 900.

3. Siglo X. Extraña ausencia del uso del nombre como antropónimo,

pero gran arraigo ya como hagiotopónimo, y el culto en sí aún tiene

cierta importancia como indica la referencia a monarcas leoneses de

mediados del siglo X (Ordoño III o IV) en el acuerdo reafirmado por

Sancho de Peñalén que garantizaba acceso al cenobio para peregri-

nos castellanos (Cogolla408, 1073).

4. Periodo riojano. De 1025 en adelante (se manifiesta sólo a partir de

1070 entre la antroponimia), y promovido por intereses geopolíticos

navarros, este periodo verá la inauguración del monasterio de Yuso,

y la agregación a San Millán de gran número de monasterios.

49. sancti Emiliani in Tresores (Cogolla11, 872).

50. ad honore Sancti Emiliani et Sancti Stefani de Salceto (Cogolla15, 873).

51. eclesia sancti Emiliani et sancti Iacobi in Abeiza (Cogolla24, 937).

52. ad vocatione Sancti Iohanne Baptiste et Sancti Emiliani presbiteri (Cogolla46, 947).

53. Cogolla133 (también Condes63), 1008.

245David Peterson

estratos etnolingüísticos y sus contextos históricos

Cuando arranca la documentación pormenorizada referente a nuestro espacio,

en el siglo X, nos encontramos con una gran complejidad lingüística: textos

latinos1 sembrados con una toponimia que refleja la vernácula romance de la

región, pero también con evidentes y abundantes contribuciones onomásticas

semíticas y vascas, amén de una gran masa onomástica de difícil clasificación.

Aunque esta complejidad se nos presenta esencialmente a través de la onomás-

tica, creemos que representa también complejidad lingüística.

Este no siempre es el caso, y, por ejemplo, onomástica fosilizada de nume-

rosas raíces distintas puede encontrarse también en sociedades esencialmen-

te monolingües. Es más, en el espacio y tiempo que contemplamos también

hay sustratos onomásticos fosilizados; la antroponimia de origen germánico

(Gonzalo, Alfonso etc) sería el caso más obvio. Sin embargo, también existen

estratos vivos o sólo recientemente fosilizados cuando los encontramos en la

documentación, y la aportación de estos estratos, su cuantía y distribución, nos

puede ayudar a iluminar los siglos oscuros (ss.VIII-IX). Cuando decimos que se

tratan de estratos ‘vivos o sólo recientemente fosilizados’ es porque en algunos

casos la historia geopolítica nos ofrece una cronología obvia para su aparición,

y este es el caso, por ejemplo, de la onomástica arabo-bereber (aunque no la

1. Queda algo al margen de estas consideraciones la teoría de WRIGHT (Latín tardío y romance temprano en

España y la Francia carolingia) de que este latín escrito representara en realidad la vernácula.

246 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos

hebrea). En cuanto a la onomástica vasca, no emerge de la cronística un can-

didato cronológico tan firme, aunque sí sugeriremos que se debería favorecer

una cronología sobre otras, sobre todo cuando se tienen en cuenta aspectos

internos (lingüísticos) del comportamiento de esta onomástica.

Nuestra intención es la de estudiar tres de estos estratos (esperamos aclarar si

se tratan de sustratos, superestratos y / o adstratos a lo largo de los sucesivos

análisis), intentando aplicar las coordenadas de espacio y tiempo a la compleja

madeja onomástica, y así desenredar algo la historia del Pasillo en los siglos

oscuros. Los tres estratos contemplados son:

1. la temprana (principios del siglo X) abundancia de onomástica semí-

tica en Castilla;

2. la toponimia vasca que aparece antes en la documentación castellana

que en la navarro-riojana; y

3. la abundancia de antroponimia judía en Nájera a mediados del siglo

XI.

En cada caso partimos de la observación de esta onomástica en la diplomática,

que en sí sigue un costoso proceso de definición del grupo onomástico, para

pasar a su contextualización histórica, siempre intentando cuantificar los fenó-

menos a pesar de las bien conocidas limitaciones de las fuentes manejadas a

este respecto.

La metodología varía sensiblemente en los tres casos:

1. En cuanto a la onomástica castellano-semítica haremos uso de la do-

cumentación de San Pedro de Cardeña, en el extremo occidental del

Pasillo. Aunque también se observa abundante y temprana toponimia

de este corte, nos concentraremos en la antroponimia, ya que este

registro es de más fácil contextualización cronológica, además de ser

aquí abundante y también bien contextualizada espacialmente.

2. En cambio, los indicios más claros del euskera al sur del Ebro se

encuentran entre los topónimos, registro que permite un análisis es-

pacial muy preciso. Aquí la antroponimia es menos aprovechable,

puesto que en muchos casos es prácticamente imposible definir en

términos etimológicos cuáles son nombres vascos (Muño, Oveco, Bela

etc.), mientras muchos de los nombres más corrientes en ambientes

247David Peterson

estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos

euskaldunes también aparecen en situaciones claramente romance-

parlantes, por ejemplo, el uso de los nombres García y Sancho entre

la familia real leonesa. En fin, lo vasco se aprecia mejor a través de la

toponimia.

3. Por último, volveremos a la antroponimia para acercarnos a la co-

munidad judía. Primero tendremos que salir del Pasillo altomedieval

tanto cronológica como espacialmente a la hora de definir qué es un

nombre hebreo, para suplir la ausencia de datos existentes sobre la

hebreonomástica altomedieval, pero luego los datos analizados pro-

vienen generalmente de Nájera y su entorno.

La CoMPLeJiDaD LingÜÍstiCa De La soCieDaD ConteMPLaDa

Antes de intentar desmadejar el lío onomástico, es pertinente contemplar esa

complejidad en sí, pues sus implicaciones son considerables, tanto para nuestro

proceder metodológico, ya que es el motivo de que el proceso de definición

de los diferentes estratos onomásticos haya sido tan costoso, como para la

comprensión histórica de la sociedad del Pasillo en el Altomedievo. Con esta

finalidad ofrecemos algunos ejemplos, sobre todo, con el ánimo de ilustrar la

problemática.

Çumelhegi y Zumel. Cuando Michelena hallaba el topónimo Çumelhegi en

un contexto vizcaíno, naturalmente tendía a buscar una solución euskérica

(zumel = ‘aladierna’)2, y lo lógico sería extender esta evaluación a las varias

apariciones alavesas de lo que parece ser la misma radical, sobre todo cuando

llevan lo que aparentan ser sufijos euskéricos que combinan habitualmente con

fitónimos (Zumeldi, Zumelza, Zumelzu3), aunque ya quizás se vislumbra un

primer problema aquí ya que no es tan claro que el sufijo –egi aparezca en la

fitotoponimia4. Por otra parte, en un contexto espacial burgalés, Oliver Pérez

recurre a una etimología semítica a partir del antropónimo árabe Sumayl para

explicar el topónimo Zumel que aparece a la vez como topónimo mayor y

2. MICHELENA, Apellidos vascos, #630, p. 170.

3. LÓPEZ DE GUEREÑU GALARRAGA, Toponimia alavesa, pp. 522-523.

4. “-egi suf. local, ... unido muchas veces a radicales poco claros ... es indudable que a veces tiene un sentido

especializado de ‘casa, vivienda’ ... ”, MICHELENA, Apellidos vascos, #194, p. 80.

248 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos

como hidrónimo5. Pues bien, sugerimos que ambos procederes son correctos,

pero ¿cuál debería ser la solución en espacios donde se mezclan los dos sustra-

tos? caso del entorno de San Martín Zar (Condado de Treviño) donde también

se halla el topónimo Zumel6, y ahora sin sufijo vasco para ayudarnos. Más que

nada son puntualizaciones metodológicas: deberíamos ser conscientes de los

varios estratos que coinciden en el espacio contemplado.

Hatumanhuri. Con todo, lo lógico sería esperar etimologías vascas en zona

euskaldún, y en principio éste debería ser el punto de partida, pero esta lógica

no debería ser exclusiva, y si buscamos un contexto en el cual encajar un nom-

bre, cuando más enriquecida esa contextualización, mejor. Así, por ejemplo,

en el caso de los núcleos altorriojanos que terminan con el sufijo vasco –uri,

ya tenemos un contexto vasco inserto en otro romance. No obstante, se puede

enriquecer el contexto aun más. Y cuando observamos que los primeros ele-

mentos de algunas de estas villas parten de antropónimos (Velascuri, Vermudu-

ri, Herramélluri), y además de orígenes distintos, deberíamos tener en cuenta

la presencia en la zona de toponimia que utiliza antroponimia aparentemente

semítica. En concreto, entre los asentamientos en –uri hay uno, Hatumanhuri

(Cogolla421, 1075), luego contraído hacia el actual Atamauri, que parece tener

un primer elemento antroponímico semítico7. De ser aceptable esta etimología

tendría cierta trascendencia histórica, pues sugiere que la antroponimia semítica

todavía era viva en el Pasillo cuando se fundaban estos asentamientos en –uri,

fenómeno éste cuya cronología examinaremos más adelante.

En otros casos el significado parece obvio a priori, pero algo desentona. Es el

caso de la toponimia en zahar estudiada ya, que a priori parecía tener una

etimología (vasca) sólida, pero cuya proliferación y distribución nos hace cues-

5. OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe...”, p. 101, n. 19. Según Terés, se trata de un “di-

minutivo, de interpretación dudosa y poco usado en la vieja onomástica árabe ... tenemos en la toponimia ... el

Cerro de Zumel y Zumel Redondo ... ”, TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #230.

6. “ZUMEL, labrantíos en San Martín Zar y Taravero”, LÓPEZ DE GUEREÑU GALARRAGA, Toponimia alavesa,

p. 522.

7. “Utman. Antiguo nombre árabe de resonancia totémica ... Ha sido usado profusamente en todas las épocas

y áreas en la onomástica árabe y en la documentación hispánica se halla reflejado, vgr., en [entre otros muchos

ejemplos] ... Att(h)uman ... Automan ... Autuman ... Villa de Autman ...”, TERÉS, Antroponimia hispanoárabe,

#281; asimismo en la documentación manejada se observa Auteman (Cardeña16, 926). Por su parte, MICHELENA,

ya se fijó en este componente onomástico semítico, aunque no desarrolló el tema, “Onomástica y Población en

el antiguo reino de Navarra: La Documentación de San Millán”, p. 67.

249David Peterson

estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos

tionar tal origen, y fijarnos en características morfológicas extrañas en algunos

de los casos encontrados. Otro caso parecido es el de Ama Sarrazina.

Umma / Ama: Notamos la proximidad a la vez semántica y fonética de estas

dos partículas onomásticas. Ambas significan ‘madre’ en, respectivamente, ára-

be y vasco. En cuanto a su similitud fonética y formal, más allá de lo evidente,

se observa vacilación entre ’a’ y ‘u’ iniciales en onomástica vinculable con

ambos estratos. La vacilación es relativamente corriente entre las vocales pretó-

nicas vascas8, y de especial interés, por corresponder a la onomástica femenina

de nuestro espacio, es el caso de la mujer de Muño Muñón de Orbón quien,

en dos redacciones del texto Valvanera167 (1081), aparece como Umaduenna

(Becerro Visigótico), y como Ama Duenna (Archivo Histórico Nacional, carpeta

#1064). Asimismo, entre la onomástica semítica observamos la trasformación

de la kunya femenina árabe hacia formas con A- inicial, como por ejemplo

Amaiub < Umm Ayyub9. Mientras la partícula para-onomástica Ama es relati-

vamente corriente en Castilla, lo es mucho menos en el extremo oriental del

Pasillo, y extrañamente en sus únicas apariciones en La Rioja anteriores al siglo

XII siempre viene acompañada del nombre Sarrazina10. Dada la obvia carga se-

mántica de este último nombre, nos preguntamos si en estos casos en realidad

no estamos ante casos de Umma Sarrazina en vez de Ama Sarrazina11.

Eita12. Se entiende que el equivalente masculino de Ama sería Eita13, con el

significado de ‘padre’ en vasco, y que aparece en nuestra documentación en

8. Por ejemplo, Irunia (Albelda12, 945), Erunia (Cogolla178, 1024), Urunia (Leire34, 1043), Arunga (Cogolla294,

1055), todas, aparentemente, referencias al mismo asentamiento (¿precursor del actual Uruñuela?) próximo a Nájera.

9. Umm(a), la kunya femenina, que introduce el elemento matronímico en el tripartito nombre árabe, por ejem-

plo Amaiub < Umm Ayyub, cf. OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe de la región castellano

leonesa”, p. 99.

10. Ama Sarazina / Serraquina en Cañas (Cogolla184, 1028) y Ama Sarrazina en Cameros (Cogolla434, 1076).

No será hasta mediados del siglo XII que encontramos Ama en el espacio riojano-navarro sin Sarrazina: Ama

Exabita (Rioja84, c.1135) y Ama Tota Vetula (Rioja124h, c.1145), en ambos casos en Calahorra. Para una relación

completa de las apariciones de este elemento onomástico véase el correspondiente Apéndice – Ama y Eita.

11. Es más, si se apartan los casos cuando Ama sintoniza con Sarrazina, (y que sospechamos no sean lo que

aparentaban a priori), la partícula vasca Ama aparece muy tarde en la Rioja. Más adelante estudiaremos la topo-

nimia, pero el seguimiento de esta partícula es otro indicio, independiente del registro toponímico, de la aparición

tardía del euskera en la parte oriental del Pasillo.

12. Todas las apariciones de la voz Eita (con sus variantes Ecta, Echa, Egga, Aita etc.) se recogen en el Apéndice

Ama y Eita.

13. MICHELENA, Apellidos vascos, #20, p. 41.

250 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos

una función para-onomástica semejante a la de Ama. De nuevo, notamos una

extraña simbiosis entre esta partícula vasca y onomástica semítica o semitoide.

No tenemos por qué cuestionar el significado y etimología atribuidos univer-

salmente a esta partícula, pero la comentada simbiosis sí nos parece ilustrativa

de la complejidad onomástica y lingüística de la documentación contemplada.

Si contemplamos el elenco de nombres que acompañan a Eita, son muy poco

representativos de la antroponimia de la diplomática manejada. En parte esto se

explica por la tendencia de Eita a fosilizarse como un nombre propio en alianza

con Vita, en sí un fenómeno curioso14, pero también abundan los nombres

con aires semíticos: Fabibi (Valvanera55, 1070); Gabdella (Rioja99, 1132); Gaziz

(Rioja81, 1135?); Gemelle (Valpuesta32, 956); Muza (Rioja14-2, 1052); Scape (Co-

golla2/498, 1073?); Çalema (Rioja319, 1192); Cecri (Rioja84, 1135?); Ziti (Cogo-

lla175, 1045?); Cyti (Oña2/15, 1068)15. En Calahorra durante el siglo XII se utiliza

casi exclusivamente para referir a población con nombres semíticos. ¿Cómo se

explica esta proximidad de la partícula vasca a la antroponimia semítica?

Martínez Sopena considera Eita, cuando aparece entre la antroponimia leonesa,

como un nombre plenamente arabo-bereber, relacionado con Eiza16, lo cual

ayudaría a explicar su prolífica extensión por partes del noroeste peninsular

donde es difícil pensar en inmigración vasca, pero que no cuadra muy bien

con el uso para-onomástico que hemos observado. Con todo, la hipótesis de

Martínez Sopena ilustra a la perfección la complejidad onomástica de la docu-

14. Hemos contabilizado 16 casos (de 79) así, una altísima proporción. Estimamos que Eggavita debería con-

siderarse como un nombre más, y ya no como partícula + nombre. Se habrá perdido, por los motivos que sean,

el contenido semántico de Eita, y se ha convertido en un nombre propio, con el ejemplo más clarificador del

proceso cuando observamos un patronímico formado a partir del nombre (Bermudo Ectavitaz, Cardeña330,

1070). No obstante, deberíamos tener en cuenta que Vita también es un nombre asociado en muchos casos con

las minorías semíticas, siendo el equivalente de Haym en hebreo, y de ‘Amr en árabe, y siendo particularmente

corriente entre la minoría judía. Asimismo ‘Amr, según TERÉS (Antroponimia hispanoárabe, #306), aparece “so-

bre todo en kunya, como se refleja, vgr., en MPO Abohamor; ES Aboamar; MHE Abuambre; RM Aboambre“, del

cual Eggavita sería un calco, en sí híbrido vasco-castellano.

15. Fabibi < habîb, TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #63; Gabdella < abdallah, Ibid., #273; Gaziz < gaz(i),

#332; Gemelle < yamil?, TERÉS recoge Gemila (Ibid., #55), mientras AGUILAR y RODRÍGUEZ recogen Gamil,

Gemil y Gemel; Muza < mûsà, Ibid., #393; Scape < šâbb = ‘joven’, Ibid., #201; Çalema < salama, Ibid., #187,

o quizás mejor < sulayma, diminutivo de salama, Ibid., #188; Zecri < Zakariyya, Ibid., #156, sería una forma

apocopada (práctica habitual con este nombre) y se recogen las formas Zikiri, Abozekar, Ibencechri y Abcichri

(mientras AGUILAR y RODRÍGUEZ recogen Abozecri en el mismo contexto); Ziti / Cyti < sa 'îd = ‘feliz’, Ibid.,

#180; o < zayd = ‘incremento’, Ibid., #165.

16. MARTÍNEZ SOPENA, “La antroponimia leonesa", p. 161.

251David Peterson

estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos

mentación manejada. Sugerimos que la simbiosis entre Eita y la antroponimia

semítica se debe sencillamente a la abundancia de estos nombres en el Pasillo,

donde también ha arraigado fuertemente esta voz vasca. En cambio, la ono-

mástica que emerge de la diplomática cortesana y cenobítica es dudosamente

representativa del pueblo llano, a cuya onomástica nuestra única manera de

acceder es a través de la marginada documentación popular.

Pero la complejidad lingüística que intentamos describir, no se limita a estos

casos de ambigüedad etimológica y simbiosis entre el árabe y el vasco, más co-

rrientes aun son las voces de uno u otro estrato minoritario que se castellanizan.

Algunas veces disponemos de un seguimiento diplomático relativamente com-

pleto de la evolución del nombre, y así observamos el viaje de *Haranluzea

(= ‘valle’ + ‘longo’) hacia el actual Froncea:

Faranlucea (Cogolla47, 947);

Faranducia (Cogolla167, 1017);

Fronducea (Burgos165, 1163);

Frenuncea (Burgos528, 1221);

Frenuncea (Oña2/601, 1325).

Este proceso castellanizante todavía no ha terminado, y se observa la tendencia

a interpretar lo desconocido (el desaparecido Froncea) en el contexto de lo co-

nocido, en este caso el topónimo altorriojano Foncea, de etimología aparente-

mente romance17: Fonzea (175818); Foncea (198319). Otro ejemplo nos ofrece el

más corto viaje de Blascori hacia Velasco: Blascori (Cogolla369, 1068); Velascor

(Cogolla2/419, 1173); actual Velasco, barrio de Herramélluri.

La onomástica de origen arabo-bereber también se transforma, y un ejemplo

relativamente bien documentado sería el probable viaje del antropónimo árabe

Hayyây (= ‘peregrino’) hacia el actual Agés20. Otras transformaciones se intu-

17. ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 480.

18. Archivo del Real Hospital de Villafranca de Oca, libro #405, Libro de Catastro o Apeos.

19. GARRIDO GARRIDO, Documentación de la Catedral de Burgos (804-1222), #528, a partir de Frenuncea del

texto, el editor sugiere Foncea.

20. Hageges / Haggegges (Rioja13, 1052); Fageg (Oña319, 1199); Fageh / Fagech (Burgos432, 1210); Fagech

(Burgos447, 1212); Fagege (Burgos528, 1221); Fageg (Oña2/457, 1230?); Hages (Valdeages1d, 1481). Cf. OLIVER

252 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos

yen, por ejemplo el actual (Castrillo de) Murcia a partir del antropónimo Muza,

pero en la ausencia del testimonio diplomático, se dificulta enormemente la

retroetimología, y más cuando más completa haya sido la castellanización.

Por ejemplo, uno de los topónimos más diáfanamente castellanos de nuestro

espacio sería el nombre del asentamiento aguas arriba de San Millán de la Co-

golla llamado Lugar del Río. Sin embargo, el aparente significado tan genérico

nos extraña, pero sobre todo su comportamiento diplomático nos inquieta;

pues extrañamente no aparece en la documentación emilianense, a diferencia

de todos los demás asentamientos del valle del río Cárdenas. Sí, en cambio,

aparece un topónimo en ese entorno, a la vez difícil de ubicar y con una fuerte

tendencia hacia la corrupción: serna de Eriezo de sursum (Cogolla2/301, 1105),

serna de Eriez (LEDESMA RUBIO, Cartulario de San Milán de la Cogolla, p.402,

doc. # 335bis), puente de Iriez (Rioja4/142, 1242), y quizás también Amunna

de Riego (Cogolla2/272, 1098). Sospechamos que el actual asentamiento sin

historia y el histórico asentamiento sin presencia actual podrían corresponder

al mismo lugar, y que el nombre Eriezo se haya trasformado (castellaniza-

do) en el actual El Río. Notamos la existencia de otras dos villas homónimas:

una burgalesa, el actual Villariezo, muy presente en la diplomática cardeniense

(Cardeña273, 1052 etc.); y otra navarra (Cogolla2/167, 1087)21. Es posible que

Eriezo sea en origen un antropónimo22, y así Uilla de Eriezo (Cardeña141, 969),

pero al margen de su etimología, citamos este caso principalmente para ilustrar

la tendencia castellanizante.

Otro ejemplo encontramos en el caso de Zaheit Barceiza. En su listado de

adelantados calagurritanos Rodríguez R. de Lama incluye “ZAET / ZAHEIT de

GARCEIZA / BARCEIZA y GARCIA”23. Se entiende que la forma básica del cog-

nomen es con G- inicial, y aparentemente una variante del conocido nombre

navarro García, con la B- inicial como errónea. Sin embargo, a partir de las

PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe ...”, p. 101; TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #68.

21. También Ledesma hace referencia a una iglesia de Sª María de Eriezo (Cogolla2/71, 1083) que recibe ciertas

donaciones cercanas al Ebro, pero esto es el resultado de la transcripción errónea de lo que debe ser Enezo (=

Genezo = Guinicio), con la G inicial de Genezo suprimida por razones cultistas. Sobre esta última tendencia véase

PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”, pp. 605-6.

22. Cf. MICHELENA, Apellidos vascos, #216b / pp. 84-5.

23. RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de la Rioja, tomo I, p. 88.

253David Peterson

estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos

mismas transcripciones del editor se aprecia que no es el caso: Uarzeiza (Rio-

ja46), Garceza / Barceza24 (Rioja87); Uarceiza / Uarcetça (Rioja94); Barceiza

(Rioja97). La forma dominante es con B- inicial, mientras García no aparece en

estas transcripciones por ninguna parte25, y parece ser una forma introducida

por el editor. Si, como parece, la forma real es Barceiza, supone una contribu-

ción muy interesante a la antroponimia hebrea, quizás con un patronímico ara-

meo Bar- introduciendo el nombre *Ceiza26. No obstante, la castellanización de

nombres semíticos no es una invención de los editores del siglo XX. En el caso

de Zaheit Barceiza, la introducción de la ‘G’ inicial parece haberse iniciado en

el momento de redacción de Rioja87 (1126) que parece ser un original.

Otro caso del mismo contexto calagurritano tan rico en antroponimia semítica,

tanto evidente como camuflada, es el de Iohannes (de) Bombazo (Rioja138,

1145), cuyo último elemento probablemente deriva de iben Bazo27. En dos

textos calagurritanos del mismo periodo encontramos sendas referencias a Io-

hannes Barbaza28, y sospechamos que se trata del mismo individuo, ya que el

orden de citar los dignatarios en estos textos suele ser estrictamente jerarquiza-

do, y tanto Barbaza como Bombazo ocupan el mismo lugar justo después de

los dignatarios ‘civiles’:

– Rioja138 (1145): Martinus Stephani et Dominicus Michael uiros ciui-

les, Dominicus Iohannes de Bombazo ...

– Rioja145 (1147): Iudices ciuiles, Martin Stephan, Dominicus Michae-

lis; adenantato, Iohannes Barbaza ...

La diferencia se debe a que ahora el patronímico habría sido romanceado

(mejor quizás, mutilado) a partir del patronímico arameo *bar-Bazo, en vez del

árabe iben Bazo. Sólo podemos aventurar estas hipótesis cuando las personas

en cuestión son destacados miembros de la sociedad que aparecen más de

24. RODRÍGUEZ R. DE LAMA reproduce Garceza, pero apunta que “sobre la G va una B”, Colección Diplomá-

tica Medieval de la Rioja, tomo II, p. 158.

25. E. CANTERA MONTENEGRO (Las Juderías ..., p. 553) sabiamente restaura la forma Barceiza.

26. Acaso relacionado con Eiza (MARTÍNEZ SOPENA, “La antroponimia leonesa”, p. 161; cf. también Abeiza,

Cardeña29 etc.) o con Geiza (Rioja104, 1133) y Geza (Rioja14.6, 1052).

27. Rioja45, ca. 1100, otro texto carente de fecha pero riquísimo en onomástica.

28. Rioja145 (1147) y Rioja153 (1150).

254 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos

una vez y en contextos que nos permiten identificar al individuo a pesar de

los cambios sufridos por su nombre, pero no tenemos por qué pensar que

casos semejantes de romanceado de nombres exóticos no se diesen muchas

más veces, por ejemplo, el alchalde calagurritano de 1154 (Rioja174) llamado

Bardaio.

Otro ejemplo, quizás el estelar, ilustra a la perfección las dificultades expe-

rimentadas por los escribanos medievales con nombres de origen vasco. Se

trata del magnate camerano de la primera mitad del siglo XI, Fortún Ochoiz,

quien vería su nombre representado sucesivamente como Ochoaz (Laturce2),

Oggoiz (Cogolla166), Oggobiz (Cogolla179), Oscoa (Leire31), Ossoiz (Leire22),

Ossuac (Leire20), Osxoa (Leire30), Oxoa (Rioja4), Oxoiç (Leire17), Oxoiz (Rio-

ja3), Oxoys (Oña32), Oysgoac (Oña26), Oysgoaz (Oña19), Ozoiz (Cogolla146),

Uxoaz (Albelda35), Uxoa (Albelda36), Uxoiz (Cogolla267), Uxoriz (Cogolla260),

Uxuar (Albelda33), Uxuaz (Leire23), y Uzoiz (Oña35). Si esta variedad es fruto

del desconocimiento del escribano de representar gráficamente un sonido aje-

no, llama la atención de que ocurriese en la corte del Reino de Navarra, que a

priori tendría más familiaridad con la fonética vasca, sino en Oña, en Leire sí.

Estamos progresando lentamente hacia la conclusión de que no sólo transcien-

de una gran complejidad lingüística a partir de la documentación, sino que ade-

más esa complejidad es evidente a pesar de los filtros lingüísticos que tienden

a mermar la presencia de la onomástica exótica. Estos filtros funcionan a varios

niveles. Ya hemos observado la tendencia de castellanizar nombres tanto con

el paso del tiempo (*Haranluzea, por ejemplo), como en el momento de re-

dacción del texto (Barceza > Garceza). También existe un filtro que podemos

describir como socio-diplomático: para el periodo altomedieval nuestro único

acceso a la onomástica del pueblo llano es la diplomática cenobítica cristiana, y

en ella parece lógico pensar que figuran desproporcionadamente los cristianos,

y consecuentemente la presencia diplomática de las minorías religiosas será

necesariamente menor que su peso real social. Por último, parece probable que

en sus tratos con las comunidades e instituciones cristianas los judíos tendían

a utilizar nombres cristianos, dentro de un sistema de dualidad onomástica, y

siguiendo la plurisecular tendencia judía de adaptar su onomástica hacia la del

grupo dominante: “certains individus portaient à l’époque (et le font même

encore aujord’hui) deux séries de noms: l’une en hébreu pour l’usage religieux,

255David Peterson

estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos

l’autre, ‘civil’, pour la vie de la cité”29. El hecho es que la onomástica de los

judíos que aparecen explícitamente como tal en la diplomática cristiana es muy

diferente, mucho menos homogénea, que la que emerge de la diplomática

aljamiada30.

ConCLusiÓn

No hemos hecho más que describir muy someramente la complejidad del pro-

blema, con los objetivos de que:

– se reconozca la presencia de los varios estratos, su importancia cuan-

titativa (sobre todo teniendo en cuenta las excluyentes tendencias

filtrantes), su integración en los modelos geohistóricos, y en general

la complejidad lingüística y étnica del espacio que contemplamos;

– y se dirija la atención de los filólogos hacia la apenas estudiada y

muchas veces descontextualizada documentación ‘popular’ con su

rica aportación onomástica: Cogolla2/483 y ss., Cogolla2/282, Rio-

ja14, Rioja45, Albelda66 etc.

29. SHATZMILLER, “Le monde juif”, p. 90. El sistema dual también funcionaba en las comunidades mozárabes:

“Un phénomène important est constitué par la dualité des noms, le même personnage portante des noms diffé-

rents, et sans rapport entre eux, suivant la langue utilisée. Cette pratique remonte loin dans le passé des chrétiens

d’al-Andalus: le cas est bien connu de [...] l’évêque d’Elvira (Grenade) Recemundo, apelé en arabe Rabi’ Ibn

Zayd”, MOLÉNAT, “L’onomastique tolédane entre le XII et le XV siècle”, p. 169.

30. Lo cual tiene su lógica, pues dentro de una comunidad se tiende a definir al individuo a partir de su paren-

tesco. Sin embargo, fuera de la comunidad tal referencia carece de sentido, y se adoptan nombres más descrip-

tivos, de oficio o de características físicas. Así en la documentación cristiana a menudo se define a un judío con

referencia a su oficio, y raras veces con las elaboradas secuencias patronímicas tan corrientes entre los pueblos

semíticos pero carentes de sentido en ambientes extracomunitarios. Intuimos algo parecido con la antroponimia

observada en Santo Domingo de la Calzada, donde se dan varios casos de individuos que se definen como hijo

de X + mote: Lupus, ilius de Garsias Gordo (Calzada45); Petrus, ilius de Seme Ezcherra (Calzada55); Petro, de For-

tun Arzania (Calzada61); Gomiz, ilio de Saniz Ferrero (Calzada85); Rodrigo, ilio de Pedro Lombart (Calzada85);

Sancio, ilio de Pedro Gascon (Calzada85); Xemeno, ilius de Enego Navarro (Calzada94); Micu, i de Gomiz Gutia

(Calzada100). Sugerimos que la primera generación de inmigrantes no utiliza patronímicos, por las razones arriba

detalladas, pero la segunda generación sí. Otro fenómeno onomástico que busca una alternativa al patronímico

(por irrelevante), y que por tanto sugiere inmigración de primera generación, es cuando se define al individuo

como el yerno de X: Iohanes, iener de don Andres (Calzada34); Sancius Garceiz de Semsoto, ierno Sancii de

Oia (Calzada46); Beila, ierno de Sancho de Castanares (Calzada55); Munio gerno de Garcia de Villa Porquera

(Calzada59); Nunio, ierno de Garci Arciez (Calzada80); Blasco, gener de Garci Arciez (Calzada83); Martin, ierno

de Gonzalvo Veheregua (Calzada88); don Semeno, ierno de “lalcalde de Oiacastro” (Calzada89); Martin, ierno de

Garci Aldayco (Calzada95); P. Munioz, ierno de dona Semena (Calzada101).

257David Peterson

onomástica semítica en la Castilla Condal

Después del quebrantamiento del poder andalusí a mediados del siglo VIII

descrito en capítulos anteriores, la Cuenca del Duero se sumiría en una larga y

profunda depresión, la famosa Despoblación de la obra de Sánchez Albornoz1.

La mayoría de especialistas ya rechazan interpretaciones radicalmente despo-

blacionistas, y respecto al tema remitimos al artículo de García González tanto

por su estado de la cuestión como por su sugerente modelo de desestructura-

ción2; y en lo que sigue partimos del supuesto de que no se llegó a despoblar

del todo la Meseta Norte durante el siglo VIII.

No obstante, nuestro espacio no coincide precisamente con la Meseta. En cuan-

to a la problemática de despoblación-desestructuración, la geografía de nuestro

espacio imposibilita la aplicación sin más de argumentos y modelos diseñados

para explicar acontecimientos en la inmensa, pero más distante de cualquier

poder andalusí, Cuenca del Duero. Sugerimos que la ubicación estratégica del

Pasillo haría aun más vulnerables los asentamientos en llano sitos en él, y si

añadimos la estrechez (poco más que veinte kilómetros) del Pasillo, que per-

mite su travesía en una sola jornada, sería relativamente factible el control del

mismo desde refugios resguardados en las tierras altas al norte y al sur. Es más,

1. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Despoblación y repoblación en el Valle del Duero.

2. GARCÍA GONZÁLEZ y FERNÁNDEZ DE MATA, “Antropología, Arqueología e Historia. La desestructuración

de la cuenca del Duero en la transición de la Antigüedad a la Edad Media”.

258 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

sospechamos que este repliegue hacia la sierra ya sería una tendencia durante

el periodo visigodo. Por lo tanto sugerimos que, en cuanto al Pasillo en sí, y

sobre todo las tierras expuestas próximas a las vías romanas, funcionaría una

solución más próxima a la tan cuestionada despoblación que lo que sería admi-

sible en la Cuenca del Duero en sí. Su corolario sería una mayor estructuración

de las serranías al norte y al sur del Pasillo, cuyos moradores arriesgarían sus

rebaños en los llanos cotidianamente pero no una ocupación continua.

PLanteaMientos MetoDoLÓgiCos

La onomástica semítica es un hecho innegable desde el primer momento (prin-

cipios del siglo X) en que tenemos abundante documentación referente a la

mitad occidental del Pasillo, que podemos ya denominar Castilla. Entre la to-

ponimia los casos son casi siempre antropotoponímicos como ya observamos

en contraste con las tierras banuqasies: villa de Obtuman cerca de Ubierna (ca.

937, Cardeña26); Quintana de Muci cerca de Hiniestra (951, Cogolla60); Fonza-

leche (fonte de Abzallete 959, Cogolla82); y Agés (Haggege, 972, Cardeña152).

También observamos los casos puramente antroponímicos de Abelmundar

Telluz, poblador de Cerezo (pre-936, Cogolla23), Oveco Hazan en Oca (932,

Cogolla20), y Ablazar en Milanes cerca de Hiniestra (943, Cogolla33).

Parece que esta onomástica semítica corresponde a un estrato onomástico en

decadencia cuando se observa a mediados del siglo X, ya que tiene mayor

presencia en topónimos, que en este contexto son esencialmente antropónimos

fosilizados (sólo algunos de los cuales han llegado hasta el presente), y relati-

vamente poco entre los protagonistas de la documentación cenobítica. Incluso,

entre los antropónimos citados arriba, notamos que la referencia a Abelmundar

Telluz es pretérita (“de tempus quando ...”). Sin embargo, la documentación

referente al Pasillo en este periodo es muy fragmentaria, circunstancia que

dificulta la contextualización de la onomástica contemplada, y sugerimos la

conveniencia de consultar la bibliografía referente al fenómeno en otros espa-

cios que comparten con el Pasillo ciertas vivencias históricas del siglo VIII, y

concretamente León, donde la abundante diplomática temprana ha permitido

que se avanzase en este respecto mucho más que en Castilla3.

3. AGUILAR SEBASTIÁN, “Onomástica de origen árabe en el Reino de León (siglo X)”; AGUILAR SEBASTIÁN y

RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia de origen árabe en la documentación leonesa (siglos VIII-XIII)”; ESTEPA

259David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

Mucho más cerca del Pasillo, pero saliendo de sus límites estrictos, encontra-

mos abundante onomástica aparentemente semítica en el entorno de San Pedro

de Cardeña y la ciudad de Burgos. En esta comarca vecina la documentación

para este periodo es más abundante, geográficamente más concentrada, más

temprana y, en general, más homogénea que en La Bureba4, características que

nos permiten un acercamiento más estadísticamente riguroso al ‘problema’ de

esta onomástica y su origen y cronología. La distancia entre los dos escenarios

es mínima, lo cual nos hace pensar que la metodología de utilizar la onomástica

cardeniense para entender la cronología de su equivalente burebana podría ser

válida.

Hemos considerado los 40 primeros diplomas cardenienses con la intención

de acercarnos estadísticamente a la realidad de la onomástica del campesinado

burgalés a principios del siglo X5. Trabajamos con tan pocos diplomas con la

intención de formular un nomenclator de la onomástica burgalesa laica com-

parable en términos cuantitativos y cronológicos con la excelente información

que existe sobre la onomástica del clero cardeniense del año 921 (Cardeña14):

una lista de 204 monjes subscriptores de un pacto monástico. Así hemos aco-

tado un periodo de aproximadamente 20 años antes y después de la fecha del

mentado nomenclator clerical, con la intención de crear un equivalente corpus

onomástico laico, con la mínima divergencia temporal posible. Extender el

estudio hasta 950, por ejemplo, supondría analizar el doble de textos, y asumir

DÍEZ, Estructura social de la ciudad de León (siglos XI-XIII); RODRÍGUEZ MEDIANO, “Acerca de la población

arabizada del Reino de León (siglos X y XI)”; SÁNCHEZ BADIOLA, “Mozarabismo y poblamiento en el León

altomedieval: el Valle de Ardón”.

4. Para formar un corpus burebano se juntarían los textos de los monasterios de Septem Finiestras, Santa María

de Buezo, San Felices de Oca, San Millán de Hiniestra y San Miguel de Pedroso además de los textos burebanos

del fondo cardeniense y de San Esteban de Salcedo, y algunos pocos textos propiamente emilianenses (por ejem-

plo, Cogolla102, 991). En total se reúnen unos 60 textos del siglo X, pero muchos de ellos (sobre todos los de

Hiniestra) son muy escuetos, otros muchos contaminados por los falsificadores e interpoladores plenomedievales,

y en general (todos son posteriores a 932, la mayoría de la segunda mitad del siglo) la cronología es más tardía

que la de la diplomática cardeniense.

5. Aunque estos 40 diplomas se quedan reducidos a 30 cuando se eliminan un texto apócrifo (Cardeña34), y

otros nueve que hacen referencia a lugares alejados de Burgos, siguiendo siempre los criterios de identificación

de toponimia burgalesa de Martínez Díez (los índices toponímicos de la Colección documental del Monasterio

de San Pedro de Cardeña y de su obra Pueblos y alfoces de la repoblación). Los lugares excluidos son Valderama

(Montes Obarenes), Poza (de la Sal, Bureba), Cerezo (de río Tirón), (Salinas de) Añana, Pesquera (de Ebro), Pi-

neda (de la Sierra), Valzalamio (en el río Arlanza) y Esgueva: textos cardenienses #29, #30, #6, #33, #10, #35, #23,

#27 y #38 (si no se indica lo contrario, todas las referencias de aquí en adelante son a textos cardenienses). Todos

los lugares incluidos en nuestro análisis se sitúan a menos de 15 kilómetros de Burgos.

260 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

el correspondiente desequilibrio cronológico hacia el ecuador del siglo, para

cuando la onomástica árabe ya empieza a escasear.

Grupos excluidos. Hemos hecho un vaciado de los 30 textos referentes al

entorno burgalés, intentando acercarnos a la onomástica del campesinado bur-

galés. Con esta finalidad hemos eliminado del recuento a los miembros del

clero, a la elite laica, y también a las mujeres.

En cuanto al primer grupo, nos hemos guiado exclusivamente por la aparición

de designadores del tipo abba, presbiter, confesor, diaconus etc. Es más que

probable que aun así se incluya en nuestro recuento supuestamente laico a

algún clérigo. Otro riesgo, que quizás equilibre el primero, es que algunos de

los presbíteros que hemos agrupado con el clero, en realidad estuviesen más

próximos al pueblo llano que a los estamentos cenobítico-eclesiásticos, y éste

explícitamente es el caso de Abolmondar presbiter (Cardeña22) a quien se le

incluye entre los pernominatos laicos de las villas burgalesas, y a quien por

tanto incluimos en nuestro recuento.

Más dificultosa ha resultado la eliminación de las referencias a la elite laica.

Relativamente fácil ha sido la eliminación de referencias a las familias real y

condal6, pero la identificación de la pequeña aristocracia castellana es más

problemática. Un método que hemos adoptado es la de eliminar de la con-

sideración a los que aparecen con el tratamiento honorífico domno/a y a sus

familiares7. Aun así, sospechamos que habremos errado al incluir miembros

de la elite laica, que aparecen sin distintivos. Sobre todo podría ser el caso

cuando aparece la combinación nomen + patronímico, combinación dominada

por completo por la onomástica típicamente cristiano-castellana y entre quienes

la onomástica semítica brilla por su ausencia. Incluimos en nuestros cálculos

del ‘campesinado burgalés’ 17 casos de este tipo, una buena proporción de los

cuales podrían ser referencias a la pequeña aristocracia castellana8.

6. El conde Gundissalbo Telliz y la condesa Flamula (#2); el conde Didaco y su hijo Gundessalbus Didaz y nuera

domna Maria (#11); y el conde (cf. #17) Fredinando Assuriz y su mujer Momadonna y su hijo (también conde,

cf. #42) Assur Fredinandiz (#12).

7. Los domini: Fructissimo, Ualerio y Quaraila (#1); doña Vita, su marido Belasco y su prole Eneco, Fortunio,

Garcia, Munnio y Scemeno; doña Ositia (#15); y Eilo, Fronilde, Fanni, Didaco y el hijo de éste Munnio (#39).

8. Hemos excluido los miembros del séquito real que firman el diploma #20: Rodrico Albariz, Gundesalbo Enne-

coz, Guttier Fernandiz, Gundesalbo Munnioz, Assur Munnioz, Fredinando Nuniz, Ziniz Rodriz, Munnio Ziniz.

261David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

¿nombre + patronímico = pequeña aristocracia castellana?

Ruderico Didaz Feles Melendez Munnio Obecoz

Sanzio Ennecoz Ruderico Munnioz Didaco Obecoz

Bermudo Fannez Didaco Nebzan Albaro Obecoz

Gundisalbo Gudistioz Obeco Nuniz Enneco Sangoz

Didaco Gudistioz Beila Nuniz Feles Sarraziniz

Obeco Lifar Gomez Obeco

Por último, también excluimos del análisis a las mujeres. En parte porque la

presencia de este grupo en nuestra documentación es a la vez limitada y des-

equilibrada: por ejemplo, 7 de las 25 mujeres nombradas aparecen entre lo que

consideramos la elite laica. Además, si en muchas ocasiones resulta difícil cla-

sificar etno-lingüísticamente la onomástica masculina, sabemos mucho menos

sobre el registro femenino9.

La onoMÁstiCa seMÍtiCa CarDeniense

Al final tenemos 300 nombres que creemos representativos del campesinado

burgalés de principios del siglo X, entre los cuales se encuentran 44 (14,7%)

antropónimos recogidos explícitamente en la obra Antroponimia hispanoárabe

de Elias Terés, o muy próximos a las formas allí recogidas. Este método no es

perfecto, ya que la (incompleta) obra de Terés recoge no sólo antroponimia

con orígenes filológicos en la lengua árabe, sino también onomástica de origen

bíblico corriente entre la comunidad hispanoárabe. Así Terés incluye un nom-

bre como Zacarias, cuando también es posible que este nombre llegase a la

Castilla condal por la vía cristiana, ya que notamos, por ejemplo, que una de las

iglesias pirenaicas visitadas por San Eulogio fue dedicada a San Zacarías, y por

lo tanto excluimos de nuestro recuento este nombre a pesar de figurar entre la

nómina hispanoárabe de Terés10.

9. Las 18 mujeres no-aristocráticas nombradas en esta documentación son: Lupa (#3), Monnina (#3), Proba

(#4), Emelia (#5), Felicissima (#5), Maria (#17), Momadonna (#19), Eulalia (#19), Urraca (#21), Munnoza (#21),

Scemena (#24), Scemena (#25), Oneca (#25), Gontrode (#25), Anderquina (#25), Elduara (#31), Goto (#36) y

Cixilo (#36).

10. Zaccarias < zakaríyyâ’, “nombre bíblico”, TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #156, nombre que aparece

entre la población musulmana de la Marca Superior en AL-‘UDRÍ, 174, p. 522. AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍ-

GUEZ MEDIANO (“Antroponimia de origen árabe ...”, p. 508) también optan por la exclusión del nomenclator

árabe de este nombre, así como otros de origen bíblico que aparecen con formas hebreas o cristianas, como

262 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

Con todo, creemos que una proporción que se acerca al 15% es bastante con-

servadora, ya que además de los nombres recogidos por Terés que no incluimos

(Zacarias, Famusco), no contabilizamos algunos nombres bastante corrientes

(Moqueme, Lazaro, Zorrakin) considerados de origen semítico por otros au-

tores pero no incluidos en la obra de Terés11, tampoco nombres que parecen

remitir semánticamente a la islamización (Sarrazino etc.) pero que no pueden

considerarse parte de la onomástica árabe, y tampoco hemos incluido en este

15% una proporción del considerable número de nombres de difícil clasificación

pero cuya forma está más próxima a la onomástica árabe que a la de tradición

cristiano-latina12. Por último, queda un largo etcétera de onomástica de difícil

clasificación, una parte de la cual podría tener su origen en sustratos semíticos

y que no puede hacer otra cosa que incrementar ese 15%: Bazoli, Ezidonnu,

Gumaz, Harbias, Iabasta, Lebeca, Lebila, Mamazula, Mimi, Pepi, Tayo, Zeher. En

fin, quizás una cifra en torno al 20% estaría más cerca a la realidad13.

onomástica del campesinado burgalés de aparente etimología árabe, c. 920.

Nombre(nº. apariciones)

Referencia (#) de TERÉS, Antroponimia hispanoárabe

Abaiub (2) < ab = ‘padre’, #1 y < ayyûb, “nombre bíblico”, #15.

Abauita < ab = ‘padre’, #1.

Abdelmech(e) (2) < ‘abd almalik = ‘siervo del Rey’, #267.

Abe(i)za (2) < ab = ‘padre’, #1 y < ‘îsà, “nombre bíblico”, #321.

Salomón en vez del árabe Zuleiman, etc.. Tampoco contabilizamos como árabe al nombre Famusco, a pesar de

encontrarse recogido por TERÉS (ob. cit., #423), ya que su origen parece peninsular, acaso vasco (MICHELENA,

Apellidos vascos, #45; SALABERRI ZARATIEGI, Euskal deiturategia ..., p. 151), y sólo tardíamente (en el siglo XII)

florecería entre la onomástica hispanoárabe.

11. Moqueme / Mokeme está considerado árabe, aunque de etimología incierta, por AGUILAR SEBASTIÁN y

RODRÍGUEZ MEDIANO ( “Antroponimia de origen árabe ...”, p. 541) y estos autores también incluyen los nom-

bres Taion (cf. la cardeniense Taio) y Adica (cf. cardeniense Adega) en su nomenclator; OLIVER ASÍN sugiere

una etimología a partir de ‘Asra / ‘Asara = izquierdo, zurdo (En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 21) para

Lazaro; mientras Zorrakin está incluido entre onomástica claramente semítica (Abaiub, Abolgamar, Abolmuta-

rraf, Zuleiman) dentro de lo que se define como antroponimia “meridional” por GARCÍA DE CORTÁZAR et alii,

“Antroponimia de Burgos y su alfoz en los siglos X a XII”, p. 246.

12. Por ejemplo, formalmente próximos a la antroponimia semítica recogida por Terés son los nombres con

terminación en –ar y en –ara: observamos Gautar, Nemar, Mendar y Guimara en la documentación cardeniense,

mientras Terés recoge Omar, Amar(a), Gamar y Numâra.

13. En su análisis de la toponimia de raíz antroponímica, MARTÍNEZ DÍEZ (“Toponimia Mayor y Repoblación

en la Provincia de Burgos”, p. 47) también llega a la cifra del 20% (30 de 153) para la proporción de onomástica

de origen árabe.

263David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

Nombre(nº. apariciones)

Referencia (#) de TERÉS, Antroponimia hispanoárabe

Abolguatiliti < ab = ‘padre’, #1; y acaso relacionado con Guatizalema, #187.

Abolmaluc (2) < ab = ‘padre’, #1 y < mâlik = ‘poseedor’, #390.

Abolmondar (3) < ab = ‘padre’, #1 y < mundir (al- ---) = ‘el que avisa o amenaza’, #398.

Abozelim < ab = ‘padre’, #1 y < salâm = ‘paz’, #192.

Abraham < ibrâhîm “de origen bíblico”, #2.

Abuhab < ab = ‘padre’, #1; y acaso hafs = ‘cachorro de león’ #82.

Agmeti < ahmad = ‘más loable’, , #93

Amor < hammûd, #99; o < ‘amr = ‘vida’, #306.

Aroza < ‘arûs = ‘desposada’, #286.

Auteman, Hothmen < ‘utmân = ‘serpiente’, ‘avutarda’, #281.

Gamar, Abolgamar < ab = ‘padre’, #1 y < ‘ammâr = ‘constructor’, ‘perseveran-te’, #314.

Hakam < hakam = ‘árbitro’, #87.

Hozen < husayn, diminutivo de hasan = ‘bueno’, ‘hermoso’, #79.

Iubid < ayyûb, cf. Abaiubiz, #15.

Kazem < qâsim = ‘repartidor’, #360.

Marguan, Abomaruan < marwân, “de etimología oscura, frecuente en la familia omeya”, #384.

Moia < mu’âwiya = ‘perra’, ‘zorrezno’, frecuente en la familia omeya, #320.

Mutaraf, Abolmutaraf < mutarrif, “en documentación hispánica generalmente mutarráf”, #236.

Omahia < umm = ‘madre’, a veces adopta la forma Om- >Omaiube etc., #11.

Rahema < rahma = ‘misericordia’, #136.

Scapa < šâbb = ‘joven’, #20114.

Tarec < târiq = ‘el que llega o golpea inopinadamente’, #237.

Yzani < hišâm = ‘generosidad’, #420; o < isam = ‘compromiso que honra’, #295.

Zabalel < za´bal, entre sus varios significados está ‘víbora’, > Abo-zaabel, #155.

Zite/i (2), Zaid < sa ‘îd = ‘feliz’ #180; o < zayd = ‘incremento’, #165.

Zuleiman (3) < sulaymân, “nombre bíblico”, #195.14

14. Scapa sería una forma femenina según Terés, pero es corriente en la documentación leonesa del siglo XI

en contextos necesariamente masculinos, AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia de

origen árabe ...”, p. 605.

264 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

onomástica del campesinado burgalés, c. 920

Abaiub (2) Bermudo (2) Gutterre, Guttier (2) Orofilo

Abauita Cipriano (2) Hakam Pepi

Abdelmech Citi Harbias Petro, Petru (5)

Abdelmeche Come(i)so (2) Hothmen Prouicio

Abeiza Daniel (3) Hozen Rahema

Abeza Didaco (8) Iabasta Reuelius

Abolgamar Dignus Ihoannes (10) Ruderico, Rodrico (3)

Abolguatiliti Dolquiti (3) Imbla / Ymla Sancio, Sanzio (4)

Abolmaluc (2) Dominico (2) Indura Sarracino, Sarracenus (4)

Abolmondar (3)

Donate Iubid Scapa

Abolmutaraf Donno (2) Iuliano (2) Scemeno (2)

Abomaruan Endura (2) Iusto (2) Sempronio

Abozelim Enneco (4) Kaimi Sendolfo

Abraham Ezidonnu Kazem Serbo Dei

Abuhab Famusco Kirio Serico

Adega (2) Fanni Lazaro, Lazarus (3) Seuero (2)

Agmeti Feles, Felicis, Felix (5)

Lebeca Sisebuto

Albaro (4) Felmiro (2) Lebila Siseguto

Aldereto Ferro (4) Lebzano Sisinando

Alueto Flacino Lupe Sisuldus

Amor Flagino (2) Mamazula Sperando

Andreas Fortunio Mantellus Stefanus, Stefano (3)

Andres Fredolfo Marcellinus Suarius

Andulfo Fortes, Fuertes (3) Marguan Tarec

Animio Galindo (4) Martyno Taurina (3)

Annaya (2) Gamar Mendar Tayo

Antoniano Garsea (5) Menezo Tebete

Argericus Gaseza Mimi Tellu, Tello (5)

Arias (4) Gatellini Moia Todilde

Ariolfo (2) Gaton Montanus Tudesindo

Armentero (2) Gautar Moqueme Ualerio

Aroza Gelga Morelli Uincenti (3)

Assur(i) (4) Genserico Munapa Yzani

Atilia Gessericus Munisso Zabalel

Auriolfo Godestio, Gudestio (2)

Mun(n)io, Monnio (7)

Zaccarias

Auteman Gomessani Mutaraf Zaid

265David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

Barbellas Gomez Nem(m)ar (2) Zeher

Bazoli Gomiz (4) Nunnus, Nunu (4) Zite, Ziti (2)

Beila (3) Gristillo Obeco (5) Zorrakin

Belasco (9) Guimara Omahia Zule(i)man (3)

Belendo (2) Gumaz Oreibo

Belliti (3) Gundisalbo (6) Orobio

Por lo tanto tendríamos una proporción de entre 15 y 20% del campesinado

burgalés con nombres árabes, siempre que nuestra muestra sea representativa.

Sugerimos que en sí el hecho de aparecer en la documentación cenobítica,

muchas veces en trato directo con la iglesia, demuestra una disposición y orien-

tación cristiana que haría improbable la aparición de comunidades musulmanas

en tales funciones, y por tanto ya existe una posible distorsión. La otra califica-

ción que cabe hacer, y que elaboraremos más adelante, es que el campesinado

que aparece en estos textos tenderá a ser el campesinado más próspero, y por

tanto no necesariamente representativo de todos.

En cuanto a la distribución espacial de lo observado, intuimos menor presencia

arabonímica en la ciudad de Burgos en sí, lo cual se explicaría por la correspon-

diente mayor presencia en la urbe de otros grupos como el clero o la aristocracia,

aunque esta intuición difícilmente se consolida en algo más que mera hipótesis

con los escasos datos disponibles. Notamos que el equipo encabezado por García

de Cortázar15 llega a esta misma conclusión a partir de datos mucho más nume-

rosos (abarcan hasta finales del siglo XII) pero con una definición esencialmente

intuitiva de lo que constituye antroponimia árabe16. También notamos la ausencia

de antroponimia árabe en Ibeas, la más serrana de las localidades contempladas y

la única con nombre de aparente origen vasco. Escasea esta onomástica, quizás,

en la ciudad y en la sierra, y es relativamente abundante en la campiña que rodea

Burgos, aunque la verdad es que en general las distancias contempladas son tan

pequeñas y los números tan escuetos que lo único que se puede avanzar es una

15. GARCÍA DE CORTÁZAR, DÍEZ HERRERA y PEÑA BOCOS, “Antroponimia de Burgos y su alfoz ...”, pp. 240

y 245-6.

16. Aunque no por ser intuitiva tiene la definición por qué ser necesariamente peor, pues ya hemos comentado

que el querer limitarnos a las definiciones de Terés nos ha obligado a prescindir de algunos nombres considera-

dos árabes por otros autores. García de Cortázar et alii definen esta antroponimia como ‘meridional’, e incluyen

nombres como Zorraquin que nosotros no hemos contabilizado. No ofrecen ninguna relación cuantitativa para

esta antroponimia.

266 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

impresión global para todo el alfoz (que al fin y al cabo fue el propósito de hacer

un estudio comarcal). Notamos que en San Medel, por ejemplo, nos encontramos

con una de las mayores proporciones de onomástica árabe en #16 (3/9), pero en

el siguiente texto referente a la misma población (#24), sólo seis años después,

ni una sola referencia.

Lugar PersonasNombres semíticos

%

Burgos 36 3 8,3

Cabia 38 8 21,1

Cardeña 23 6 26,1

Ibeas 19 0 -

Pedernales 58 9 15,5

Rubena 27 2 7,4

San Medel 15 3 20,0

Ubierna 33 7 21,2

otros17 51 6 11,8

TOTAL 300 44 14,717

Cabe decir también que la onomástica semítica pertenece a una población

propietaria de tierras18, cristiana19, establecida e integrada en la sociedad como

indica su aparición (passim) como testigos, además de repartida más o menos

equilibradamente por la comarca. En fin, una población asentada e integrada

en la comarca y su sociedad. No se aprecian indicios de que sea un contingen-

te foráneo y recién llegado, y se intuye que, si resultara corresponder a una

población inmigrante, llegada del sur, como muchos autores han sugerido, su

aparición en Castilla sería necesariamente alguna generación anterior al arran-

que de la documentación contemplada.

Sin embargo, tenemos muy pocos datos que nos ofrecen una visión diacrónica

de este sustrato onomástico. El ejemplo más aprovechable en este sentido es el

de Rodrigo Abolmundar (#31, 939). El hijo de Feles Sarracinez y Elduara de Ca-

17. Orbaneja, Revenga, Villayerno y ubicaciones dentro del alfoz pero sin especificar.

18. Omahia, donante en Cardeña9, 915; Zaid, comprador en Cardeña17, 929; Hozen, vendedor en Cardeña28,

936.

19. cf. Abolmondar presbiter, Cardeña22, 932; o la donación pro remedio anime mee que hace Rahema a San

Pedro de Cardeña en 939 (Cardeña32).

267David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

bia se nos presenta como “Ruderico, cognomento Abolmondar”. Supondremos

que en este caso la kunya filionímica Ab- funciona como un simple apodo, y

no hace referencia a un hipotético hijo Al-Mundar20, pero aun así, si nos fijamos

en el patronímico del padre Feles, parece indicar una perduración durante tres

generaciones de una tendencia arabizante, y además en un contexto castella-

no, ya que consideramos Sarracino un nombre propio de Castilla, y aunque

referente quizás a un origen andalusí, difícilmente un individuo recibiría este

nombre en al-Andalus, y menos aun un cristiano resistente a la arabización21.

Por lo tanto, la familia de Rodrigo Abolmundar, por el lado de su padre por lo

menos (por la onomástica de su madre tampoco se intuye otra cosa), parece

llevar por lo menos dos o tres generaciones fuera de al-Andalus antes de que

surgiera este cognomen. Así, de aceptar la hipótesis inmigracionista, tendríamos

que contemplar que no sólo fuese la primera generación inmigrante que trajera

consigo onomástica árabe, sino que se perpetuara la tendencia arabizante du-

rante varias generaciones, un comportamiento cuando menos extraño entre una

oleada de inmigrantes teóricamente huyendo de la arabización forzada. Pero

nos adelantamos, y estudiaremos la hipótesis mozarabista y su aplicabilidad al

caso burgalés pormenorizadamente más adelante. Mientras tanto, nos queda-

mos con el hecho de la aparición de un nombre árabe dentro de una familia

aparentemente asentada en Castilla desde hace dos o tres generaciones.

Ya hemos sugerido que la onomástica semítica en Castilla es esencialmente un

fenómeno decadente cuando lo observamos en el siglo X, y lo es objetivamente

en el sentido de que desaparecerá pronto: por ejemplo, con la excepción del

nombre Abiron, la antroponimia cardeniense en Ab- apenas sobrevive el cam-

bio de milenio. No obstante, el fenómeno de la antroponimia desvaneciente

no se limita a la onomástica semítica, y se observa un proceso generalizado de

concentración onomástica, con el triunfo de un reducido elenco de nombres y

la desaparición de nombres minoritarios de todo tipo, no sólo los semíticos22.

Hay varias posibles explicaciones para esta pérdida, por ejemplo, la creciente

20. “ab Esta palabra (‘padre’), generalmente en su forma regente abû [....] es el primer constituyente de innu-

merables nombres personales y geográficos en todas las épocas y puntos del mundo árabe e islámico que tienen

estructura de kunya [0 sea, un compuesto ilionímico que podía preceder o seguir al nombre propio en el sistema

onomástico árabe antiguo. Pero no hay que olvidar que muchas kunyas pasaron a funcionar como nombres

propios, apodos e incluso como nombres comunes]”, TERÉS Antroponimia hispanoárabe, #1.

21. Concepto que desarrollaremos a continuación.

22. VV.AA. Antroponimia y sociedad, p. 396.

268 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

jerarquización social en torno a la iglesia que impone un canon de onomástica

cristiana aceptable, o quizás meramente la desaparición de la documentación

de las clases portadoras de esta onomástica. Por otro lado, notamos que algu-

nos nombres de aparente origen árabe (como, por ejemplo, Zite) prosperan

durante el siglo XI. No obstante, la cuestión fundamental aquí es el origen de

esta nomenclatura y no su fecha de caducidad.

Distribución social. En general esta onomástica escasea entre la elite, y el

diploma Cardeña22 lo ilustra a la perfección, ya que yuxtapone una clase mag-

naticia, donde domina una onomástica que nos es muy familiar a partir de la

prosopografía aristocrática castellano-leonesa, y una masa de laicos del entorno

de Burgos entre los cuales se observa claramente onomástica árabe:

In presentia de illo comite, de Fredinando Gundissalbiz, et suo alfierez

Gomiz Didaz et de Nunu Fernandez et de Munio Gundissalbiz et de Fre-

dinando Didaz et de Albaro Munnioz, Ego Stefanus abba ... pernomina-

tos laicos Uincenti et Munio, Garsea, Ihoannes, Sarracino, Belasco, Go-

miz, Scemeno, Andres, Ihoannes, Uincenti, Abolmondar, Zuleiman, Ziti,

Rodrico, Gelga, Belliti, Comeso, Gudestio, Belasco, Annaya, Gundisalbo,

Abolmondar presbiter et alii multitudinem syne numerum uenerunt.

En algunas ocasiones sí aparece esta onomástica entre las clases pudientes:

Abolmundar Telluz, histórico poblador de Cerezo (Cogolla23), o Zuleiman y

Aiub los ‘pueros nostros’ mencionados en un texto redactado en nombre de

Alfonso IV ‘el monje’ (Cardeña20, 931). A pesar del apelativo ‘pueros’, estos dos

aparecen en el séquito real, y los apartamos, por tanto, de nuestro acercamien-

to al pueblo llano burgalés23. Pero al margen de estos casos atípicos, entre la

aristocracia activa en Castilla durante la primera mitad del siglo X la onomástica

semítica escasea.

Otro tanto se observa en la escasa incidencia de esta onomástica entre el cle-

ro. Gracias al texto Cardeña14 tenemos una lista de 204 monjes de ese cenobio

23. Los pueri aparecen otras veces, generalmente con onomástica semítica, y vinculados con poderes relevantes.

Así, por ejemplo, Ordoño II, en 918, tenía un puer llamado Abaiub iben Tuvite. CAVERO DOMÍNGUEZ (“Los

mozárabes leoneses y los espacios fronterizos”, p. 251) se pregunta si no podrían ser cautivos de guerra.

269David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

que subscriben un pacto monástico en el año 92124. Entre estos nombres sólo

se encuentran 3 recogidos por Terés (Maoya, Scapa y Vahalul25), y ninguno de

los nombres más típicamente islámicos, tema que retomaremos más adelante.

Algunos otros nombres quizás tengan viso de semíticos, pero los excluimos por

no aparecer en el nomenclator de Terés: el mismo rasero exclusivo que hemos

aplicado antes a la onomástica laica.

204 monjes cardenienses, Cardeña14, 92126

Adefonsus (6) Egas Lazarus Scapa

Agurinphus Elek Lupertus Scemenus (2)

Alaricus Elleca Manzo Sebastianus

Algimirus Endura (4) Maoya Senpronius

Ambrosius Enneco(nis), Enego (5) Martinus (2) Serenus (2)

Ammati Eteralis Maternus Sesudus

24. Cierta controversia científica acompaña este texto, principalmente a raíz de haberse conservado no dentro

de la documentación cardeniense en sí, sino en la del monasterio riojano de San Martin de Albelda. Esta circuns-

tancia llevó a algunos investigadores (por ejemplo, UBIETO ARTETA, “Sobre la conquista de La Rioja por los

pamploneses”; FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA MAYORAL, “Aproximación demográfica y antroponímica a La Rioja

del siglo X”) a ubicar su contenido en la Rioja, y específicamente en el valle riojano del río Cárdenas (próximo,

por tanto, a San Millán de la Cogolla), cuando otros (nosotros incluidos) lo sitúan en Cardeña (Burgos) a partir

de la frase ”facta cartula pacti in arcisterio, quod constructum est in valle qui vocitatur Karadina in memoria

sanctorum apostolorum Petri et Pauli” (nuestro el subrayado) que parece ser una referencia explícita a San Pedro

de Cardeña. El hecho de haberse conservado en el monasterio de Albelda, lejos de obligar una solución riojana,

rompe el vínculo geográfico entre el texto y su punto de origen, y así no tiene demasiado sentido inventar una

problemática ubicación riojana cuando existe ya un idóneo candidato burgalés. El argumento de Ubieto de que

el término valle difícilmente se aplicara a la realidad topográfica de Cardeña, no tiene demasiado fundamento

cuando se considera la ubicuidad del término en la documentación castellana del periodo, incluso en tierras de

relieve orográfico tan suave o más que el entorno de Cardeña. Otros elementos internos del texto apoyan su

origen castellano y cardeniense: cita al rey Ordoño (de León); los primeros subscriptores ostentan los mismos

nombres que los primeros dos abades de Cardeña; y el número de confirmantes coincide con el considerable

tamaño del cenobio cardeniense, según la (tardía) tradición martirológica de la Crónica de Cardeña. Además,

resulta difícil aceptar que un monasterio de estas dimensiones en el archidocumentado valle riojano del Cárde-

nas no hubiese dejado más eco diplomático que este texto, y estamos plenamente de acuerdo con la ubicación

cardeniense y burgalesa defendida por MARTÍNEZ DÍEZ, Colección documental del Monasterio de San Pedro de

Cardeña, p. 41, n. 25.

25. Maoya < mu’âwiya = ‘perra’, ‘zorrezno’, frecuente en la familia omeya, Antroponimia hispanoárabe, #320;

Scapa < šâbb = ‘joven’, Ibid., #201; Vahalul < buhlûl, Ibid., #33.

26. Reproducimos la onomástica según la versión de MARTÍNEZ DÍEZ, juntando las grafías diferentes de lo que

consideramos ser esencialmente los mismos nombres. En algunos casos la transcripción de UBIETO ARTETA

varía ligeramente: Bradilla (en vez de Cradilla), Delila (Deilla), Fortunatus (Furtunatus), Gumiz (Gomiz), Iohannes

(Ioannes), Isidorus (Ysidorus), Olelz (Elek), Ovezcho (Ouezcko), Santio (Sancio), Sisebutus (Sysebutus), Untro

(Vutro), Valdomirus (Valdemirus), Velascus (Velasco), Vimare (Vimara) y Vincentii (Vincencii).

270 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

Antonius Felix Maurellus (2) Sesuldus

Archadius Flaginius (2) Mescarius Sigibertus

Ardebascar Florentus Michel Siginandus

Atilanus Fortis Mirus Stabilis

Aureolus Fortunatus (3) Mun(n)io, Munioni (12) Stephanus (2)

Auriulphus (2) Galindus, Galindoni (2) Nebridius Strulphus

Azenari Garsea (9) Nunii Struphus

Beatus Gaudio Obenco Sumna

Beile Gomi/ez, Gumiz (9) Olimpius Sunna

Bradilla Gudesteus Oriolus Sysebutus

Ciprianus (2) Gundesalvus Oroso Te(i)llo, Tellus (4)

Cradilla Gustremirus Ouezcko Trasericus

Daniel (2) Gutier, Guitier (2) Ovequo Vahalul

Deilla Gutislo (2) Ozandus Valdemirus

Deillus Honorius Paternus Valerius

Delaza Iakintus Pelascho Velasco (4)

Delilla Ilarius Petrus (2) Vellako

Delliti Infans Potencius Vimara

Dertus Ioannes (7) Rapinatus Vi(n)centi(us) (4)

Didago, Didagus (2)

Ionas Recesvindus Vitalis

Dominicus Ionchi Reximirus Vutro

Dominus Ionti Romanus (2) Ysidorus

Donatus Iulianus (5) Sancio/us, Santius (4) Zacharias (2)

Donnui Iustus Sanzobelle

Dulquiti Karissimo Sanzoni

Dutaco Labila Sarracini

Según las conclusiones generales de Antroponimia y Sociedad, “la antroponi-

mia de los clérigos coincide con la de los laicos”27. Pero aquí, con referencia a

la onomástica semítica, detectamos una diferencia: 15% entre el campesinado y

1,5% entre el monacato. Por otro lado, entre el monacato se observa la mayor

presencia de otros sustratos onomásticos. Algún incremento sería de esperar,

para suplir ese 13,5% de onomástica semítica ausente entre el clero, pero la

onomástica navarro-pirenaica (Aznar, Galindo, García, Eneco, Fortún, San-

cho, y Jimeno) tiene doble la proporción entre el clero (13,7%) que entre el

27. VVAA. Antroponimia y Sociedad, p. 396.

271David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

campesinado (6,7%). También se aprecia una mayor incidencia de onomástica

latino-germánica, y quizás lo más llamativo de todo es la ausencia entre el

pueblo laico del nombre regio Alfonso, uno de los más corrientes entre el mo-

nacato cardeniense. Quizás habría que matizar la supuesta concordancia entre

antroponimia clerical y laica, y sugerir que la onomástica monacal está más

próxima a la de las clases dirigentes, por lo menos durante el limitado periodo

y espacio estudiado.

Diferencias sí las hay, por lo tanto, y no sólo en cuanto a la onomástica semíti-

ca, aunque éste es quizás el aspecto más llamativo. ¿A qué se debe esta escasez

de onomástica semítica entre el monacato? Se nos ocurren dos posibilidades: o

bien se debe a la eliminación, en el momento de la ordenación, de un original

(y hipotético) nombre árabe y su sustitución por otro más aceptablemente

cristiano, o a que el reclutamiento monacal se limitara a las clases donde

ya escaseaba tal onomástica. En cuanto a la primera explicación, habría que

contemplar la posibilidad de una latinización consciente de ciertos nombres,

delatada por la cantidad de terminaciones en –us en Cardeña14, aunque esto

no explica la ausencia de la onomástica en Ab-. Para explicar esto, si es que

el monacato fuera representativo de la sociedad en general, habría que con-

templar un consciente rechazo de lo árabe, y quizás un indicio de esto es que

los únicos arabónimos conservados son los que tienen más disimulados sus

orígenes semíticos, y sobre todo sus vinculaciones explícitas con el islam28.

Pero más convincente nos parece la segunda posibilidad: que el monacato es

esencialmente una clase intermedia entre el campesinado más próspero y la

elite laica. Este parece ser el mensaje trasmitido por la preferencia monacal

hacia nombres regios y aristocráticos ya comentada. Si en el estudio Antropo-

nimia y Sociedad no se aprecia esto quizás se debe a la dificultad de distinguir

entre las diferentes clases sociales laicas, contemplando sólo la división entre

clero y laico. A este respecto, es interesante que entre los presbíteros rurales sí

emerge algún arabónimo29, en menor cuantía que entre el campesinado quizás,

28. Brillan por su ausencia los nombres más directamente vinculables con la fe musulmana, sobre todo Ali y

Muhammad, que en otros periodos (siglo XV en Aragón) supondrían el 50% de los nombres mudéjares, LALIENA

CORBERA, “La antroponimia de los mudéjares”, p. 158.

29. Abolmondar (Cardeña22); mientras Rahema es padre del presbítero Bibiano (Cardeña32).

272 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

pero más que entre el monacato: ¿suponen estos presbíteros rurales una clase

intermedia?

esquema hipotético que relaciona clase social y onomástica semítica

Clase social onomástica semítica

Realeza 0%

Aristocracia ¿ < 1,5% ?

Monacato 1,5%

Presbíteros ¿ < 15%, y > 1,5% ?

Campesinado próspero 15%

Campesinado pobre ¿ > 15% ?

Pero si se acepta que lo que determina la incidencia porcentual de la onomás-

tica árabe es lo social, y si además aceptamos que el campesinado que aparece

en la documentación es el campesinado más próspero, y que entre este campe-

sinado próspero detectamos un 15-20% de onomástica árabe, que baja hasta un

1,5% entre el clero, se nos abre una posibilidad intrigante: ¿podemos extrapolar

para abajo y sugerir que entre el campesinado menos próspero la arabización

sería aun mayor?

Antes de pasar al análisis de los orígenes de este estrato resumiremos las carac-

terísticas de la onomástica semítica en Castilla:

– Cuantitativamente importante (15-20%) entre el campesinado burga-

lés.

– Diferenciación social: concentración entre el campesinado, y escasez

entre el clero y la aristocracia. Quizás aun más prevaleciente entre el

campesinado dependiente que apenas figura en nuestra documenta-

ción.

– Una población asentada, integrada, propietaria y cristiana, distribuida

por todo el alfoz, con quizás más presencia aldeana que urbana.

– Desaparece de la documentación a lo largo del siglo X, con algunas

excepciones notables como el nombre Zite / Citi.

273David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

La eXPLiCaCiÓn MozÁrabe

La explicación tradicional ha sido que inmigrantes mozárabes30 introdujeron

esta onomástica en Castilla a partir de mediados del siglo IX. Esta teoría parece

tener dos fundamentos: por una parte la existencia de una campaña califal de

hostigamiento religioso de los mozárabes en Córdoba y en la Bética en general,

que conduciría a más de 50 martirios y a una reacción emigracionista ante tal

persecución; y, por otra parte, algunas noticias explícitas de repoblación mozá-

rabe en la Cuenca del Duero y otras regiones próximas.

Historiográficamente, los orígenes decimonónicos de la teoría remontan a la

obra de Simonet, Historia de los mozárabes de España, y a un trabajo de Díaz

Jiménez y Villamor, “Inmigración mozárabe en el Reino de León”, y luego sería

defendida por colosos de la historiografía peninsular como Gómez Moreno,

Menéndez Pidal y Sánchez Albornoz (a pesar de las divergencias entre estos

últimos en otras cuestiones)31. Últimamente, estudios sobre el tema en el Reino

de León han cuestionado el origen andalusí de esta onomástica32 y, sin embar-

go, la teoría aguanta tenazmente:

– del año 1992, “Hoy sabemos bien que nos hallamos ante el fenómeno

de la emigración mozárabe, cuando los cristianos del sur se despla-

zaron hacia los reinos del norte en busca de libertad y de un espacio

para reconstruir sus vidas”33;

30. La voz mozárabe tiene varias acepciones, y conviene señalar que remitimos siempre a la primera definición

ofrecida por la Real Academia (Diccionario de la lengua española): “individuo de las minorías hispánicas que,

consentidas por el derecho islámico como tributarias, vivieron en la España musulmana hasta fines del siglo XI

conservando su religión cristiana e incluso su organización eclesiástica y judicial”. A partir de esta definición,

hablar de inmigración mozárabe hacia Castilla rozaría el oxímoron. Entre historiadores está bastante extendida

otra definición, no recogida por la DRAE (21ª edición), pero más fiel a la aparente etimología de la palabra según

la cual mozárabe = ‘arabizado’, sobre todo en referencia a la España cristiana, que es donde aparece la voz por

primera vez a principios del siglo XI, cuando en Al-Andalus los cristianos se conocían como dhimmi o nasara.

En referencia a la onomástica que nos ocupa es por definición mozárabe en el segundo sentido, pero no nece-

sariamente en el primero. Para una discusión de la problemática que envuelve esta voz, CAVERO DOMÍNGUEZ,

“Los mozárabes en el Reino de León”, pp. 39-40.

31. De nuevo, remitimos al artículo de CAVERO DOMÍNGUEZ, “Los mozárabes en el Reino de León”, pp. 39-42,

para un resumen historiográfico más detallado.

32. RODRÍGUEZ MEDIANO, “Acerca de la población arabizada del Reino de León”, 1994; AGUILAR SEBASTIÁN,

“Onomástica de origen árabe en el Reino de León”, 1994; MARTÍNEZ SOPENA, “La antroponimia leonesa”, 1995.

33. CARRERA DE LA RED, “Huellas de las culturas árabe y hebrea en torno al Monasterio de Sahagún”, p. 375.

274 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

– de 1994, ”Podemos calcular en un total de 30 los antropónimos ára-

bes sobre un total de 153 o sea casi un 20%, lo que nos indica la

fuerza de la repoblación mozárabe en las tierras burgalesas. Creemos

que ese 20% representa un mínimo, pues es seguro que no todos los

cristianos mozárabes usaran nombres árabes”34;

– de 2000, “la emigración masiva de agricultures [sic] de secano mozá-

rabes desde al-Andalus, que comenzó a mediados del siglo IX, como

consecuencia de las persecuciones de los reinados de Abd al-Rahman

II y Muhammad, y continuó más o menos durante el siguiente siglo,

con un flujo de intensidad decreciente pero incesante”35;

– de 2003, “[Alfonso III] continuará la labor de repoblación de las tierras

del Duero, iniciada por su padre Ordoño I, que se llevó a cabo con

astures, vascos, cántabros y también con los mozárabes procedentes

del sur”36;

– y de 2005 “el arraigo de numerosos arabismos en la lengua vulgar ...

el número es todavía mayor en los cartularios leoneses, de resultas de

la fuerte emigración mozárabe en los siglos X y XI”37.

En cuanto a la supuesta persecución de los mozárabes por parte de las autori-

dades cordobesas, lo que en realidad relata el célebre38 martirologio cordobés,

es una campaña, ideada por distinguidos clérigos e intelectuales cordobeses

como Eulogio, Speraindeo y Paulo Álvaro en la década del 850, de resistencia

a la arabización cultural. Aunque nuestras fuentes son exclusivamente cris-

tianas39, con indudables fines propagandísticos, es evidente que los martirios

fueron más bien el resultado de una estrategia de provocación cristiana a las

autoridades musulmanas, y esto pone en cuestión hasta qué punto la persecu-

ción musulmana fue extendida a toda la comunidad – la supuesta causa de una

emigración masiva. Por ejemplo: el primer mártir, Perfecto, injuria al Profeta,

34. MARTÍNEZ DÍEZ, “Toponimia mayor y repoblación ...”, p. 47.

35. GLICK, Cristianos y musulmanes, p. 117.

36. RINCÓN ÁLVAREZ, Mozárabes y mozarabías, p. 40.

37. GIL FERNÁNDEZ, “El latín tardío y medieval (siglos VI-XIII)”, p. 177.

38. Conocido a través de la obra de San Eulogio, luego repetido tanto en el santoral católico, como en la obra

de SIMONET.

39. El Memoriale Sanctorum de EULOGIO, y la Vita vel passio beatissimi Eulogii presbiteri de PAULO ÁLVARO,

ambos en Corpus Scriptorum Muzarabicorum. En cambio, “en las fuentes árabes no encontramos referencias a

estos sucesos”, FERNÁNDEZ FELIX, Cuestiones legales del Islam temprano: La ‘Utbiyya ..., p. 471.

275David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

y después se niega a retractarse; otro, llamado Isaac, denuncia la falsedad del

profeta Mahoma delante de la multitud habiendo fingido querer convertirse

al Islam; Flora y María se presentan ante el cadí para declarar su fe cristiana;

mientras Rogelio y Serbodei penetran en la mezquita para predicar el Evangelio

en árabe. Son provocaciones, cuya finalidad expresa es el martirio, y por tanto

difícilmente constituyen un proceso de persecución sistemática. Se ha sugerido

que la represión se endureciera bajo Muhammad I (a partir de 852) con, por

ejemplo, la destrucción del monasterio Tabarense, cenobio de origen de varios

de los mártir-provocadores ¿pero hasta qué punto es esto propaganda mozára-

be? Paulo Álvaro, por ejemplo, residente en Córdoba, seguiría escribiendo dia-

tribas contra el Islam sin sufrir represalia conocida alguna, mientras los sucesos

cordobeses apenas afectarían a la mozarabía sevillana40. Si la persecución en

realidad se limitó a una respuesta a la disidencia y provocación cristiana, como

parece ser el caso, tenemos que cuestionar si la progresiva, pero no obligada,

arabización de la sociedad andalusí fuese realmente la causa de una masiva

emigración laica hacia el norte. No encontramos ningún relato de arabización

forzada, ni siquiera en la literatura martirológica, a pesar del evidente potencial

propagandístico que tal enfoque ofrecería.

El otro pilar de la tesis mozárabe son las supuestas noticias de fundaciones mo-

násticas por mozárabes refugiados. De nuevo el origen de la idea en la historio-

grafía contemporánea se halla en la obra de Díaz-Jiménez (el origen mozárabe

de San Damián y San Cosme de Abellar, León) y de Simonet: “emigró gran parte

de aquella población [la cristiandad mozárabe]. Sobre todo los monjes y otros

fieles, á quienes no retenía el amor de bienes é intereses terrenales, huyeron en

gran número al país de los cristianos libres”41. Simonet cita los casos de Samos y

Mondoñedo (ambos en Galicia) y de San Miguel de Escalada y Sahagún (ambos

en León), y sin inmiscuirnos en la veracidad de estas fundaciones42, cuestiona-

mos la relevancia de un fenómeno leonés y clerical al caso de la onomástica

castellana y laica que nos ocupa.

40. RAMÍREZ DEL RÍO, “Los mozárabes en Sevilla: el final de una minoría”, p. 92.

41. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 499.

42. Existen dudas sobre el origen mozárabe de la mayoría de los cenobios citados, cf. CAVERO DOMÍNGUEZ,

“Los mozárabes leoneses y los espacios fronterizos”, pp. 246-9.

276 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

Un factor que podría haber contribuido a la aceptación de la tesis mozara-

bista sería la existencia de patrones migracionistas en otros momentos, como

la fundación de Zamora por emigrantes toledanos en 893, sólo ligeramente

posterior a la hipotética migración Córdoba-Castilla, o por éxodos mozárabes

plenomedievales (s. XII) provocados por el radicalismo almorávide y almoha-

de. Además, en estos últimos casos se trataría de mozárabes mucho más arabi-

zados onomásticamente que los cordobeses del siglo IX, como se apreciará a

continuación

Otro motivo para el éxito de la tesis mozarabista es que resulta una postura casi

obligada si se defiende la despoblación íntegra de la Meseta Norte43, hipótesis

bastante extendida cuando arraigó la teoría. Por eso mismo, la tesis mozarabista

necesariamente se debilita si se abandona la postura despoblacionista, y sin

embargo, aunque en la actualidad la mayoría de investigadores rechazan la des-

población, quizás no tan explícitamente rechazan algunas ideas vinculadas a

ella, como ésta. Aunque aceptamos que habría algún tipo de inmigración desde

al-Andalus, cuestionamos la escala de la misma, y además notamos que si los

indicios más explícitos remiten siempre al clero, la onomástica supuestamente

vinculada al fenómeno aparece en otros sectores de la población, y por lo tanto

sugerimos que es muy cuestionable explicar la aparición de onomástica árabe

en la Castilla proto-condal a partir de tales emigraciones.

Si el contexto espacial (galaico-leonés) de los pocos casos documentados de-

bilita la idea de que la onomástica semítica castellana se deba a inmigracio-

nes mozárabes, también la debilita la cronología. Cuando la observamos por

primera vez a principios del siglo X, la onomástica semítica castellana parece

bien arraigada entre el campesinado castellano, diseminada por todo el alfoz

burgalés en una variedad de comunidades rurales – un patrón que no sugiere

una inmigración reciente. Explícitamente, en el caso de Rodrigo Abolmundar,

tenemos indicios de que su familia lleva por lo menos dos o tres generaciones

en Castilla. Y sin embargo, al margen del indiscutible valor simbólico del mar-

tirologio cordobés, un valor que Alfonso III parece reconocer al trasladar el

43. Aunque también tenía cabida en los trabajos de autores que rechazaban tal extremo albornociano como,

por ejemplo, Menéndez Pidal. Sospechamos que fue el consenso en esta cuestión entre estos dos colosos de la

historiografía castellana, enfrentados en tantas otras cuestiones, que aseguraría la aceptación generalizada de la

teoría mozarabista.

277David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

cuerpo de Eulogio hacia el norte, los acontecimientos con más visos de haber

provocado migración tuvieron lugar hacia finales del siglo IX y principios del

siglo X. Sobre todo pensamos en el conflicto Córdoba-Toledo, no resuelto hasta

93244, y en la noticia de la repoblación de Zamora en el año 893, poblado con

mozárabes toledanos, acontecimientos cuya cronología difícilmente explica la

onomástica castellana tan bien arraigada ya a principios del siglo X.

Otro problema con la teoría mozarabista es la distribución social de la onomás-

tica semítica: entre el campesinado y no entre el clero. Evidentemente lo semí-

tico en Castilla tendrá un origen remoto exterior, pero su conservación entre el

campesinado, y escasez entre capas más expuestas a influencias mozárabes (el

clero), sugiere un fenómeno que a corto plazo podemos considerar autóctono.

La hipotética emigración mozárabe, en cambio, con su origen en el martirio

cordobés y su plasmación en las fundaciones cenobíticas leonesas, tenía que

haber dejado más huella entre el clero castellano.

Pero quizás más fundamental es el hecho de que carece de todo sentido que

un grupo militantemente cristiano y anti-árabe introdujera y mantuviera una

onomástica que recordara la misma tendencia arabizante que habría provocado

su hipotética huída. Y esto es más absurdo todavía cuando se aprecia que ni

siquiera en al-Andalus la población mozárabe parece haber llevado tal onomás-

tica. A partir del martirologio tenemos una idea de la onomástica mozárabe del

entorno de Córdoba a mediados del siglo IX, y se observa la escasa presencia

de onomástica semítica, con Isaac y Salomón como los únicos ejemplos de

onomástica semítica cristianizada. Este hecho en sí no tiene porqué extrañarnos

puesto que la disidencia mozárabe fue en gran medida (siempre según el pro-

pio martirologio) una reacción ante la arabización. Pero ni siquiera las familias

arabófonas y / o muladíes (conversos al Islam) parecen haber llevado onomás-

tica árabe. Lo más próximo sería algún nombre bíblico (Isaac, el funcionario

califal, por ejemplo), pero en sí también entendible a través de la tradición

judeo-cristiana. Quizás el estrato social del cual emergen los mártires cordobe-

ses es escasamente representativo de la sociedad en general, más politizado e

idealista, quizás corresponde al equivalente de una clase media, pero aun así

no esperaríamos un divorcio onomástico tan completo entre los mártires y los

44. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 601.

278 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

que se sienten suficientemente indignados o amenazados para emigrar hacia el

inhóspito y, en términos materiales y culturales, tremendamente pobre Norte

cristiano. Al margen de especulaciones sobre hipotéticas divisiones onomásti-

cas dentro de la sociedad mozárabe, el problema fundamental sigue siendo el

mismo: que difícilmente un movimiento que rechaza explícitamente la arabiza-

ción engendraría generaciones de onomástica árabe en Castilla.

A continuación presentamos la antroponimia de los protagonistas del marti-

rologio cordobés45. Algunos de los nombrados son de origen extra-andalusí

(Sanctius, Salomón, Georgius y Serbo Dei), pero la mayoría no, y creemos que

nos acercan a la realidad onomástica de la Córdoba mozárabe, una impresión

reforzada con referencia a las otras obras de Paulo Álvaro46. Algunos aspectos

de las pequeñas biografías martirológicas son realmente ilustrativos. Aunque

podemos considerar a los mártires como disidentes y militantes cristianos, no

lo eran necesariamente sus familias, y no obstante tampoco aparece onomástica

semítica entre sus parientes. Por lo visto, la onomástica semítica apenas figura-

ba entre la comunidad mozárabe, ni siquiera entre las familias más próximas al

poder musulmán.

los mártires cordobeses, 850-859, según las obras de eulogio (memoriale Sanctorum, si no se indica lo contrario) y paulo Álvaro

Abundius (III.xii) Leouigildus (II.xi)

Alodia (II.vii) Liliosa (II.x).

Amator (III.xiii) Leocritja (Albari Vita Eulogi, #13)

Anastasius (III.vii) Hludouicus (III.xiii)

Argimirus (III.xvi) María (II.viii)

Aurelius (II.x). Martinus (III.x)

Aurea (III.xvii) Nunilo (II.vii)

Benildis (III.ix) Paulus (II.vi)

Christophorus (Xpophorus) (II.xi) Paulo (III.xv)

Columba (III.x) Petrus (II.iv)

Digna (III.vii) Petrus (III.xii)

Helias (III.xv) Perfectus (II.i)

45. Fuentes utilizadas: EULOGIO, “Memoriale Sanctorum”, de donde tomamos la ortografía de los nombres; y

PAULO ÁLVARO, “Vita vel passio beatissimi Eulogii presbiteri”. Ambas del Corpus Scriptorum Muzarabicorum.

46. Albari Opera en Corpus Scriptorum Muzarabicorum, pp. 143 – 361.

279David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

Elisabeth (III.vii) Pomposa (III.xi)

Emila (II.xii) Rudericus (Liber Apologeticus XXV)

Eulogius, epónimo autor Rogelius (II.xiii)

Fandila (III.vii) Sabigotho (II.x).

Félix (III.vii) Sabinianus (II.iv)

Félix (II.x) Salomon (Liber Apologeticus XXV)

Flora (II.viii) Sanctius (II.iii)

Georgius (II.x) Seruus Dei (II.ix)

Gumesindus (II.ix) Seruiodeoi (II.xiii)

Habentius (II.iv) Sisenandus (II.v)

Hieremias (II.iv) Theodemirus (II.vi)

Hieremias (II.xii) Walabonsus (II.iv)

Isaac (II.ii) Wistremundus (II.iv)

Isidoro (III.xv) Witesindus (III.xiv)

Ioannes (II.x)

En varios casos parece que la militancia de los mártires cordobeses nacía del

encontrarse entre las dos religiones, y varios de ellos eran hijos de matrimonios

mixtos cristiano-musulmanes. Por ejemplo, Flora, martirizada en 852, hija de

musulmán y cristiana, y teóricamente musulmana ella, fue denunciada por su

hermano mahometano. También de matrimonios mixtos fueron Alodia, Aurea,

Aurelius y Nunilo. En otros casos ambos padres eran musulmanes. Así sucede

con Lucrecia, martirizada con Eulogio en 859. La mártir Sabigotho, mujer de

Aurelius, también nace de un matrimonio mahometano, pero en este caso te-

nemos además el dato de que su nombre original fue Natalia, y que el nombre

Sabigotho fuese adoptado al convertirse al cristianismo47. Ésta es la única no-

ticia dentro del martirologio cordobés de un cambio de nombre, y ni siquiera

el nombre rechazado es árabe. Es más, la anécdota refuerza el vínculo entre

nombre y credo, y hace más improbable aún la hipótesis de que refugiados

mozárabes con nombres arábigos perpetuasen dicha antroponimia generación

tras generación.

En resumen, entre la disidencia cordobesa no encontramos ningún caso de

mozárabes con nombres semíticos, ni siquiera cuando son hijos de matrimonios

mixtos o incluso enteramente musulmanes, o de familias mozárabes plenamen-

47. Aunque curiosamente el santoral católico la recuerda como Santa Natalia, quizás por cuestiones de eufo-

nía.

280 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

te integradas en la vida pública cordobesa: el caso del exceptor48 Isaac. Notamos

que otro exceptor de este periodo, Gómez, defensor de la moderación y la con-

vivencia religiosa, y quien luego se convertiría al Islam, tampoco lleva nombre

árabe, lo mismo que Argemirus, que había servido como censor a Muhammad

I. Por lo tanto, a pesar de pertenecer en muchos casos a los sectores más ara-

bizados de la mozarabía del siglo IX, no hay apenas vestigio de onomástica

semítica entre esta gente.

Si incluimos en el recuento los nombres de otros mozárabes que figuran en

el martirologio cordobés, en el Concilivm Cordvbense de 83949, en las epistolae

de Eulogio y Paulo Álvaro50 y en el episcopologio granadino51, algunos de ellos

(Gómez, Recafredo) más arabizados quizás que los disidentes, tampoco apare-

ce la anhelada onomástica semítica.

onomástica mozárabe, de las fuentes andalusíes no martirilógicas, de mediados del siglo iX

Álvaro, hermano de Eulogio

Amalsuindus, obispo de Málaga

Ariulfus, obispo de Mérida

Bonito, obispo de Toledo

Dulcidio, presbítero toledano que lleva las reliquias de Eulogio a Oviedo

Elisabeth, abadesa de Tábanos

Flabius, amanuense del concilium cordubense

Gómez, exceptor, representa ‘Abdarrahmán II ante los obispos mozárabes

Gundaforio, obispo de Elvira / Granada

Juan Hispalense, cuñado (?) y correspondiente de Paulo Álvaro

Hostegesis, obispo de Málaga

Isidro, hermano de Eulogio

Leobesindus, Astigitane sedis episcopus

Nefridius, obispo de Elvira

Pantaleon, obispo de Elvira / Granada

48. “doctus lingua Arabica exceptoris rei publicae officio fungeretur”, EULOGIO, Memoriale Sanctorum, II.ii;

”[exceptor] probablemente el cargo más alto posible para los no musulmanes dentro del gobierno cordobés”,

RINCÓN ÁLVAREZ, Mozárabes y mozarabías, p. 34.

49. “Concilivm Cordvbense”, en Corpus Scriptorum Muzarabicorum, p. 141.

50. También recogidas en Corpus Scriptorum Muzarabicorum.

51. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 540.

281David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

Paulo Álvaro, amigo y biógrafo de Eulogio

Pirricio, obispo de Elvira / Granada

Quiricus, Accitane sedis episcopus

Recafredo, metropolitano de Sevilla

Saúl, obispo de Córdoba

Samuel, obispo de Elvira / Granada

Samuel (II), cordobés, medíador en el traslado de reliquias de San Eulogio

Sansón, abad de Peña Melaria

Speraindeo, instructor de Eulogio

Teodemundo, diácono cordobés acompañante de Eulogio

Wistremiro (Uistrimirus), obispo de Toledo

Hacia 890 tenemos otro testimonio de la onomástica mozárabe cordobesa: los

epigramas de Cipriano52. Su testimonio nos es válido tanto para confirmar y

dar un poco más cuerpo, y por tanto más validez estadística, a la onomástica

sacada del martirologio eulogiano, como para acercarnos cronológicamente a

la onomástica observada a principios del siglo X en Castilla. Además esta fuen-

te sugiere que, a pesar de la ‘persecución’ de Muhammad I, la vida cristiana

seguía en Córdoba, y estos cristianos seguían utilizando la misma onomástica

no semítica que antes. A este respecto, es interesante la evaluación de Simonet,

“a pesar de los muchos que habían apostado en las persecuciones de los rei-

nados anteriores, los mozárabes eran en gran número todavía en Córdoba y su

comarca”53. El mundo descrito por el Arcipreste Cipriano, con su intercambio

de biblias, patrocinio de iglesias y composición de epigramas, está muy alejado

de la cataclísmica situación que describe Eulogio con la fe cristiana asediada

por vengativos musulmanes ansiosos de sangre cristiana y de acabar con el

cristianismo cordobés, tanto física (las iglesias atacadas) como espiritualmente,

y a la vez está mucho más próximo a la visión de tolerancia que nos llega de

otras fuentes, y que impera en el sistema musulmán por razones fiscales. En fin,

crece nuestra convicción de que Eulogio describe una persecución limitada a

los disidentes, y que difícilmente provocaría grandes éxodos de campesinos.

52. “Cypriana, Vincenti, Recesvinti, aliorvm carmina”, en Corpus Scriptorum Muzarabicorum, p. 685 y ss.;

SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 552.

53. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 552.

282 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

onomástica de las epigrammata (Carmina) de Cipriano

Adulfus, conde y benefactor de la iglesia de San Acisclo

Cipriano, arcipreste y epigramista cordobés

Fredenande, mencionado en Carmina I

Guisinda, mujer del conde Adulfo

Hermilde, ‘la piadosa’, objeto de un epitafio epigrámico

Juan, santo confesor y objeto de un epitafio epigrámico

Samsón, abad, objeto de un epitafio epigrámico

Saturnino, arcediano

Zoilo, amanuense

Por último, los supuestos emigrantes mozárabes que aparecen en la documen-

tación galaico-leonesa tampoco ostentan onomástica semítica: de Samos, entre

857 y 878, los primeros nombres son Audofredo, Vicentio, Oilón y María, los

dos primeros explícitamente advene cordovenses54; según la epigrafía, el abad

de San Martín de Castañeda en 926, a Cordoba venit, se llamaba Juan55; mien-

tras en Sahagún, en el sureste leonés, nos encontramos con el abad Alfonso,

aparentemente de origen cordobés56, y con el monje Teudecuto biaciense sedis

arcidiaconus (Sahagún8, 905). No negamos que hubiera inmigrantes del sur,

sobre todo en León y Galicia, pues aquí están sus nombres, pero entre ellos

no aparece onomástica arabizada. En nuestra opinión, demasiado peso histo-

riográfico57 descansa en la figura, y sobre todo en el nombre, de Recemiro Iben

Decembre cognomento Abolfeta, quien aparece en la temprana diplomática

sahagunesa nada menos que 21 veces58, pero sin indicación explícita de que

tuviera un origen meridional.

Pero ahí está el germen de la tesis mozarabista: “en los diplomas y privilegios

concedidos por Alfonso el Magno al Abad Alfonso y demás monjes fundadores

del Monasterio de Sahagún, subscriben algunos personajes que por sus nom-

bres parecen mozárabes emigrados, como Teudecuto, Arcediano de la sede

54. Samos1, Samos3 y Samos5.

55. CAVERO DOMÍNGUEZ, “Los mozárabes leoneses y los espacios fronterizos”, p. 246.

56. CAVERO DOMÍNGUEZ, “Los mozárabes leoneses y los espacios fronterizos”, p. 248.

57. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 502.

58. AGUILAR, “Onomástica de origen árabe ...”, p. 361.

283David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

Baiecense, y Recemiro Iben December”59. Este último llevaba el cognomento

Abolfeta60, pero nos preocupa que gran parte de la tesis mozarabista, que se

supone aplicable a Castilla, descansa en la aparición leonesa de este clérigo

cuya onomástica mezcla elementos germánicos y semíticos.

Algunos pocos nombres semíticos sí aparecen en la literatura mozárabe, aunque

siempre en forma cristiana: Salomón, Isaac (en vez de Sulayman / Zuleiman o

Ishaq). Puede que los mismos autores mozárabes cristianizasen estos nombres

(aunque la ausencia de onomástica plenamente árabe sugiere que no sea el

caso), pero más relevante que esta hipotética cristianización de unos pocos

nombres semíticos en Córdoba, es la ausencia de la equivalente cristianización

de los mismos nombres en Cardeña. Pues si contemplamos la cristianización de

la onomástica martirológica, supone un reconocimiento implícito del rechazo

de la onomástica árabe por parte de la disidencia mozárabe, paradigma que

choca con lo observado en la documentación cardeniense, donde Salomón, por

ejemplo, aparece siempre con forma arabizada (Zuleiman).

59. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 502.

60. AGUILAR, “Onomástica de origen árabe ...”, p. 361.

Mapa XXXII. Las noticias de inmigración mozárabe aputan hacia León y Galicia

284 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

La existencia de sistemas onomásticos duales complica el análisis de la antropo-

nimia medieval, y ya encontramos el fenómeno tanto en la documentación del

norte cristiano, como entre la mozarabía andalusí y las comunidades hebreas61.

En el martirologio cordobés no tenemos eco del fenómeno, pero deberíamos

contemplar la posibilidad de que los mártires cordobeses tuviesen todos un

nombre árabe, utilizado quizás en tratos con el estado musulmán, pero suprimi-

do en el martirologio. No obstante, es sólo una hipótesis, lo cual en sí no hace

sino reforzar el vínculo entre nombre y creencia, y así hace más improbable la

prosperidad de la onomástica árabe entre refugiados mozárabes.

En realidad, a partir de las fuentes literarias y cronísticas, la onomástica parece

definir la orientación religiosa del individuo, y tenemos varios ejemplos explí-

citos de cambio de nombre para coincidir con cambio de religión. La mártir

Natalia marcaría su bautismo con la asunción del nombre Sabigotho. No es

que el nombre Natalia esté especialmente vinculado con el Islam, sino que

este cambio nos indica el fuerte vínculo entre identidad onomástica y religiosa,

implícito en el sacramento del bautismo. El primero entre los ascendientes de

Omar ben Hafsún en islamizarse, su abuelo, marcaría el hecho con la adopción

del nombre musulmán Cháfar62, y el caudillo muladí haría lo inverso cuando

en 898 se convierte al cristianismo, adoptando el nombre Samuel, y su mujer el

de Columba63. En la documentación leonesa estudiada por Aguilar y Mediano,

en 14 casos de conversos (al cristianismo) ninguno porta onomástica árabe64.

No siempre se aplica este principio, y la onomástica semítica encontrada en la

Cuenca del Duero y referente a población cristiana65 contradice la equivalencia

religioso-onomástica que se observa en otros registros (trataremos de explicar

porqué más adelante), pero por el momento nuestro interés radica en demos-

trar la improbabilidad de la solución mozarabista.

61. Cf. nuestro capítulo Estratos etnolingüísticos y sus contextos históricos.

62. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 513.

63. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 567.

64. AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia de origen árabe ...”, p. 587.

65. De esto no cabe ninguna duda, pues aunque la incidencia entre el clero cardeniense es menor que entre

el campesinado, son abundantes las referencias explícitas a abades, diáconos, fratri, y sobre todo presbíteros,

todos con nombres semíticos, AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia de origen árabe

...”, pp. 588-598.

285David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

Por último, si estudiamos la onomástica laica burgalesa no semítica en búsque-

da de influencias mozárabes, sí observamos la presencia de algunos nombres

muy evocativos de la disidencia mozárabe cordobesa: Servideo y Sperando.

Esto podría indicar familiaridad con la martirología cordobesa, sin embargo, la

completa ausencia del nombre Eulogio, auténtico ideólogo y protagonista

del fenómeno, sugiere que este culto no estuviese especialmente arraigado en

la Castilla proto-condal. Nos extraña que una disidencia mozárabe tan íntima-

mente vinculada con el clero cordobés, en el caso de haber provocado una

emigración también esencialmente clerical, dejara tan poca huella entre el clero

burgalés, y concretamente la ausencia del nombre Eulogio en la Castilla condal

nos sugiere que la aportación mozárabe al condado sería limitada.

En conclusión, no nos parece verosímil que la onomástica árabe que aparece

en Castilla a principios del siglo X se deba a una emigración mozárabe, cuyo

motivo de emigración fuera el rechazo de la arabización e islamización, cuando

en el mismo al-Andalus la población mozárabe no utilizaba tal onomástica.

Cada vez más autores, a partir de planteamientos y metodologías distintas,

rechazan la solución mozarabista. En referencia a Castilla, García González

parece referirse a explicaciones no-andalusíes cuando habla de “sociedades

nativas de las llanadas parcialmente islamizadas” 66, pero la mayor parte del

trabajo sobre esta cuestión se ha centrado no en el Condado sino en el mejor

documentado Reino de León. Estepa identifica indicios cronológicos que sugie-

ren que la presencia de esta onomástica es anterior al supuesto momento de

las inmigraciones mozárabes, el reinado de Alfonso III67. Desde otra perspectiva

Sánchez Badiola insiste en la ausencia de indicios sociales de inmigración68. Por

último, para Mediano la mezcolanza de nombres semíticos y latino-germánicos

en las mismas familias, lo que el define como la ‘indiferencia onomástica’, no

cuadra con una población que huye del ‘yugo musulmán’69. Lo observado en la

66. GARCÍA GONZÁLEZ, “Antropología, Arqueología e Historia”, p. 42.

67. ESTEPA DÍEZ, Estructura social de la ciudad de León, p. 152.

68. “En toda la comarca ardonesa es innegable la importancia de una onomástica arabizada [...] hay indicios

más que suficientes para pensar que se trata, al menos en su mayor parte, de una población autóctona y es-

trechamente vinculada a las tierras que habita”, SÁNCHEZ BADIOLA, “Mozarabismo y poblamiento en el León

altomedieval”, p. 321.

69. “En mi opinión, el proceso descrito, basado en la idea de la repoblación mozárabe, topa con una contra-

dicción de base, cual es su incapacidad para explicar la actitud de un grupo que, por un lado, rechaza la perma-

nencia en al-Andalus y la arabización, y por otro, mantiene tenazmente rasgos culturales árabes que le granjean,

286 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

documentación cardeniense, sobre todo la integración social y arraigo crono-

lógico de esta onomástica, concuerda con lo que conduce a los investigadores

de la mucho más abundante documentación leonesa a cuestionar su hipotético

origen andalusí. Novedoso al caso castellano es la oportunidad que nos brinda

el texto Cardeña14 para contrastar la antroponimia clerical con la laica, lo cual

debilita aun más la idea de que esta onomástica tenga su origen en una perse-

cución religiosa.

Pues bien, si Hozen, Rahema y Abolmondar no son inmigrantes de al-Andalus,

¿cómo se explica esta onomástica en la Castilla condal?

eXPLiCaCiones aLternatiVas

¿PobLaCiÓn JuDÍa, teMPranaMente arabizaDa?

Una posibilidad que deberíamos contemplar es que en realidad la onomástica

semítica observada corresponde a la comunidad judía, muchas veces marginada

historiográficamente en el contexto altomedieval pero muy posiblemente una

minoría relevante en la Castilla protocondal70. Glick sugiere que esta comunidad

experimentaría una arabización cultural relativamente temprana71, y en cuanto

a onomástica esto parece muy probable dada que ambos pueblos semíticos

compartían toda la antroponimia bíblica. Si la comunidad judía supusiera el

10% de la población burgalesa nos ofrecería una buena explicación para gran

parte de la onomástica semítica castellana que nos ocupa.

Los nombres más corrientes entre los judíos hispanos medievales parecen ha-

ber sido Yshaq, Yuçef, Abraham, Moseh, Yom Tov, Semu’el, Yehudah, Selomoh,

Sem Tov y Haym (Vital), y sus numerosos hipocorísticos y derivados, varia-

ciones multiplicadas por el desencuentro fonético y alfabético entre hebreo

y romance. Entre la documentación cardeniense contemplada sólo Abraham

y Zuleiman corresponden a esta lista, pero el segundo de ellos, que aparece

siglo y medio después de iniciado el hipotético proceso migratorio, el calificativo ‘insultante’ de mozárabes”,

RODRÍGUEZ MEDIANO, “Acerca de la población arabizada del Reino de León”, p. 471.

70. Una combinación de carencia de referencias explícitas diplomáticas a esta comunidad y el dominio del

binomio musulmán-cristiano hace que se recurren demasiadas veces a soluciones migracionistas para explicar la

nutrida presencia judía que aparece en la Castilla plenomedieval y en algunos casos antes.

71. GLICK, Cristianos y musulmanes ..., pp. 229-230.

287David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

tres veces, tiene siempre forma árabe y no judía, mientras falta por completo

cualquier semblanza de los otros nombres. Además, esta comunidad parece ser

cristiana, y así la explicación judía necesitaría un proceso demasiado complejo

(no sólo una arabización precoz, sino también una posterior cristianización)

para que la consideremos la hipótesis prioritaria para más que una pequeña

proporción de la onomástica semítica cardeniense. Sin descartar la presencia

de población judía en la Castilla protocondal, no nos parece una solución

adecuada para la problemática onomástica semítica tan abundante en la docu-

mentación cardeniense.

¿CoLonizaCiÓn bereber?

Rechazadas las soluciones judía y mozárabe, nos queda aún otra solución alóc-

tona para este sustrato onomástico: los descendientes de los conquistadores

que acompañaron a Tariq hacia 712, la inmensa mayoría de ellos bereberes.

Además, según Lagardère, los triunfantes maghrebíes, a diferencia de los ára-

bes, provenían de una cultura agropecuaria y llegaban con la intención de

colonizar los territorios ganados72. Como ya hemos detallado en otro capítulo,

la cronística árabe sugiere que por lo menos algunos de los bereberes retorna-

ron al norte después de su derrota en Mérida (741), mientras las crónicas, tanto

andalusíes como asturianas, dicen que Alfonso I no operaba en un vacío hacia

753. Ni siquiera así queda probada la presencia de bereberes en Castilla en la

segunda mitad del siglo VIII, pero es una hipótesis digna de consideración so-

bre todo cuando Oliver Asín encuentra tantos ecos toponímicos del septentrión

africano en nuestro espacio.

Un escollo para esta teoría es la prohibición malikí de que población musulma-

na se quedara bajo dominio político no islámico, y ante la observada ausencia

de una política andalusí de reconquista de Castilla73, la implicación sería que

el noroeste peninsular careciera de una numéricamente relevante población

musulmana. No obstante, también se puede argüir que cualquier legislación

proscriptiva tiende a reflejar una realidad social, y no preocuparse tanto para le-

72. “... la masse des conquérants berbères maghrébins, riche d’une tradition agricole de sédentaires, s‘établit

comme cultivateurs et comme pasteurs dans les terres qui lui furent assignées ... “, LAGARDÈRE, Campagnes et

paysans d’Al-Andalus, pp. 15-16.

73. GARCÍA GONZÁLEZ, “Valpuesta y su entorno ...”, p. 140; MAÍLLO SALGADO, ¿Por qué desapareció al-

Andalus?, pp. 31-33.

288 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

gislar en contra de fenómenos inexistentes. Es más, sabemos que los bereberes

eran desafectos del sistema árabe, y que además en algunos casos no habían

llegado a convertirse al Islam, o su conversión había sido reciente y quizás su-

perficial74. Por lo tanto, en vez del paradigma tradicional de un abandono de la

Meseta Norte por parte de los bereberes, habríamos que contemplar que inver-

samente es el estado musulmán el que les abandona a ellos. No sugerimos que

estos renegados bereberes supusiesen la mayoría de la población castellana,

pues en tal caso esperaríamos alguna referencia al fenómeno en la cronística

árabe, pero sí que una permanencia residual de esta gente habría prolongado

la influencia cultural arabizante en la Castilla desestructurada75.

Otro problema de la hipótesis bereber es el desajuste entre una casta bere-

ber triunfante y la concentración de la onomástica semítica observada entre

el campesinado. Cabe una solución diacrónica en los dos siglos que median

entre la conquista y la diplomática cardeniense, pero el desajuste es una rea-

lidad que debilita la explicación bereber. Quizás la huella bereber se observa

mejor entre la antroponimia que acompaña la voz castro (Melgar, Gundisalvo

ibn Muza, Abduzi, Marzaref, Mutarraf, Hevoz, Aldeireite, Ardón, Froila, Pepe,

Domnino76), indicativa quizás de la clase que jerarquizaba la ‘desestructurada’

Meseta, antes de la reestructuración, aunque esto es poco más que una intui-

ción por el momento, y falta por contextualizar espacial y cronológicamente las

combinaciones castro + nombre.

¿isLaMisMo autÓCtono CasteLLano?

Por último, queda la solución de que esta onomástica corresponda a la pobla-

ción indígena de la cuenca del Duero que se habría arabizado culturalmente,

contemplando como marco cronológico para este proceso arabizante tanto los

cuarenta años durante los cuales Castilla estuvo integrada en al-Andalus, como

el siglo largo siguiente cuando la Castilla meseteña (y con ella también el Pasillo

74. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., pp. 59-60.

75. Incluso MAÍLLO SALGADO (“El Reino de Asturias desde la perspectiva de las fuentes árabes”, p. 240), quien

tiende a minimizar la presencia arabo-bereber en el noroeste peninsular, no descarta esta posibilidad: “todavía

grupos de musulmanes residuales, principalmente beréberes, quedarán fuera del control de Córdoba, que con el

tiempo terminarán cristianizándose”.

76. Lista confeccionada por CAVERO DOMÍNGUEZ ("Los mozárabes leoneses y los espacios fronterizos", p. 243,

n. 63) a partir del trabajo de GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, Fortiicaciones y feudalismo en el origen y formación del

reino leonés (siglos IX-XIII).

289David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

occidental) permaneció desestructurada y al margen de cualquier superestruc-

tura política.

Postulamos una arabización relativamente rápida, en gran medida el resultado

de la conquista del Ducado de Cantabria. Siguiendo a Chalmeta, entendemos

que el proceso conquistador, con la introducción de personal de fuera, la rup-

tura de los sistemas políticos anteriores y la redistribución de la tierra, crearía

un clima más propicio para el cambio que el paradigma pactista experimentado

en gran parte de la Península. Pero, a diferencia de Chalmeta, creemos que el

paradigma de conquista sería aplicable al Ducado de Cantabria. Que hubiera

una islamización religiosa temprana en el noroeste peninsular se deduce del

siguiente testimonio del Ajbar Maymu’a, “en el año [1]33 fueron vencidos y

arrojados los musulmanes de toda Galicia, volviéndose a hacer cristianos todos

aquellos que estaban dudosos de su religión”77. A continuación, durante el

siglo desestructurado que se extiende de 750 a 850 aproximadamente, ante

la ausencia de viables y atractivas alternativas culturales al modelo andalusí

se mantendría el grado de arabización antes alcanzado. La recristianización

cultural sólo tendría lugar a partir de la reestructuración política del espacio

durante la segunda mitad del siglo IX, proceso ejemplificado por la ‘fundación’

de Burgos en 88478.

Sin embargo, este modelo teórico choca con el análisis de Bulliet de la islamiza-

ción de los espacios conquistados por los árabes en el vertiginoso primer siglo

de su expansión. A partir del “análisis estadístico de los nombres de los juristas

islámicos compilados en los diccionarios biográficos o tabaqat”, Bulliet sugiere

una islamización lenta y acumulativa que no se habría acelerado hasta el siglo

X79. En el contexto andalusí supondría poco más de la cuarta parte de la pobla-

ción convertida al Islam durante los dos primeros siglos de la presencia árabe

en la Península, en una dinámica repetida en otros espacios como Siria, Iraq y

Egipto. Se debe matizar que, en realidad, lo que mide Bulliet es la aculturación

77. Traducción de MAÍLLO SALGADO, “El Reino de Asturias desde la perspectiva de las fuentes árabes”, p.

239, n. 26.

78. Notamos la proximidad entre este nombre y la serie de topónimos formados a partir del árabe Burdj, VILA-

DRICH, “L’aplicació d’una hipótesi arqueológica sobre la toponímia del poder omeia ...”, p. 403.

79. BULLIET, Conversion to Islam in the Medieval Period: An Essay in Quantitative History; la cita textual resu-

miendo la tesis de Bulliet es de GLICK, Cristianos y musulmanes ..., pp. 43-4, n. 40.

290 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

(onomástica) islámica más que la conversión religiosa en sí, pero felizmente

nuestro interés aquí coincide con su metodología.

Evidentemente, el modelo que describe Bulliet choca con lo observado en

Castilla. Si aceptamos su tesis ¿cómo podemos mantener que, en apenas 40

años, en Castilla la aculturación islámica penetrara tan profundamente que 150

años después de la retirada musulmana todavía un 20% de la población mues-

tra indicios de arabización por lo menos onomástica? Pues por tres motivos.

En primer lugar, por la razón empírica de la existencia (y abundancia) de la

onomástica semítica, cuando la única otra solución propuesta hasta ahora (la

inmigración mozárabe) carece de sentido. En segundo lugar porque la tesis de

Bulliet padece algunas deficiencias metodológicas que ponen en cuestión su

aplicabilidad en el escenario peninsular. Y en tercer lugar, porque el espacio

que estudiamos y sus circunstancias históricas son radicalmente diferentes a

los espacios que la tesis de Bulliet contempla, que son espacios pactistas, otros

plenamente integrados en al-Andalus, y sobre todo espacios musulmanes extra-

peninsulares.

En cuanto a las deficiencias metodológicas, la más significativa es que la mues-

tra que utiliza Bulliet para al-Andalus es demasiado reducida para tener un

significado estadístico80. Pero además la muestra es escasamente representativa

de la sociedad en general, ya que Bulliet estudiaba esencialmente una clase

media-alta (los juristas islámicos) y no el campesinado que es la clase entre

los cuales abunda la onomástica árabe en Castilla. Ya hemos observado que el

perfil onomástico varía según el estrato social estudiado.

Pero quizás lo que más relativiza la aplicabilidad de la tesis bulletiana a la

Castilla proto-condal son los singulares acontecimientos geopolíticos (conquista

y luego desestructuración) que caracterizan el espacio. El modelo bulletiano ha

sido desarrollado en referencia a espacios plenamente integrados en el imperio

musulmán y no periféricos, y aunque podría parecer contraintuitivo que hu-

biese un ritmo más elevado de aculturación islámica en un espacio periférico y

prontamente extra-andalusí que en otros plenamente integrados en el sistema

califal, sugerimos que ése es precisamente el tipo de solución que deberíamos

80. GLICK, Cristianos y musulmanes ..., pp. 43-4, n. 40, es significativa la crítica de este investigador ya que, por

lo demás, no es para nada hostil a la tesis de Bulliet.

291David Peterson

onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal

contemplar para explicar la extraordinaria profusión de onomástica semítica en

la Castilla proto-condal.

Sin embargo, no desechamos la tesis de Bulliet sin más, pues reconocemos,

por ejemplo, que lo observado entre la comunidad mozárabe en Córdoba para

nada contradice sus cálculos81, pero sí cuestionamos su aplicabilidad a nuestro

escenario. Lo fundamental es preguntarse por qué Castilla parece seguir un

camino diferente a otros espacios absorbidos por los árabes. Ya distinguimos

entre espacios conquistados aunque luego abandonados (que se arabizan más

rápidamente) y espacios vecinos pactistas (con una islamización ralentizada), y

también en el caso de noroeste peninsular sospechamos que el abandono en sí

(y la desestructuración que lo sigue) juega un papel importante.

Específicamente, creemos que gran parte de la población de la Cuenca del

Duero en torno al año 750 sería ya culturalmente arabizada, muy por encima

del ritmo de aculturación que describe Bulliet para otros espacios. Luego el lim-

bo superestructural en que se encuentra este espacio no hace nada para contra-

rrestar esta arabización. No sería hasta la reintroducción del poder estructurado

cristiano en la Cuenca, a partir de 850, que se empieza a recristianizar onomás-

ticamente a esta población. Quizás incluso habría un pequeño porcentaje des-

cendiente de colonos bereberes, pero sobre todo insistimos en que el elemento

onomástico semítico, que todavía supone casi el 20% entre el campesinado en

920, no se debe a inmigración mozárabe sino a circunstancias peculiares a la

historia de Castilla. A la hora de interrogar la documentación del siglo X no

se debería ignorar apriorísticamente los acontecimientos geopolíticos del siglo

VIII. Las crónicas insinúan que el espacio que abunda en onomástica árabe a

principios del siglo X fue conquistada dos siglos antes, y más explícitamente

nos cuentan que siglo y medio antes de aparecer esta onomástica se culmina-

ban 40 años de control político islámico, seguido por una desestructuración

que ralentizaría la introducción posterior de modelos culturales alternativos.

Reivindicamos que a estos acontecimientos se les conceda su justo protagonis-

mo en la historiografía de la región en vez de buscar soluciones alóctonas.

81. CHALMETA (Invasión e islamización, p. 27) también acepta que la islamización de la Península sería un

fenómeno “paulatino y plurisecular”, al margen de la necesidad de tener en cuenta los distintos tipos y grados

de islamización.

293David Peterson

la cronología del vascuence al sur del ebro

Entre los más tempranos textos de la diplomática emilianense se observan

nombres de lugar y de persona con aire vasco. Es el caso desde el primer texto

de la colección, el varias veces mencionado pacto de fundación de San Miguel

de Pedroso del año 7591, y cuando aparecen otros textos a lo largo del siglo

IX también contienen onomástica vascoide, aunque ahora generalmente topó-

nimos2. Existen dudas en torno a la autenticidad de gran parte de estos textos

tempranos, y no será hasta mediados del siglo siguiente cuando empezamos

a tener textos emilianenses libres de sospecha, pero mientras tanto el goteo

de nombres vascos, tanto topónimos como antropónimos, se observa en otras

fuentes menos interpoladas, como la documentación cardeniense. También está

el célebre testimonio de las glosas emilianenses, las primeras ‘frases’ vascas. En

la literatura se asomará Don Bildur en la poesía de Gonzalo de Berceo, y sabe-

mos que los vecinos de Ojacastro disfrutaban del derecho de usar el vasco en

los tribunales a mediados del siglo XIII. Hoy todavía la toponimia mayor de la

Rioja Alta es testimonio elocuente de este estrato lingüístico.

1. Cogolla1. Entre una veintena de monjas subscriptoras los nombres más evidentemente vascos son Anderazo y

Anderquina (cf. Andere = ‘señora’), quizás Amunna (cf. Amonna = ‘abuela’, aunque aquí el putativo significado

nos parece problemático para ser un nombre de pila) además de Munnoza, Scemena, Hurraca etc.

2. Por ejemplo, en Cogolla9 (869), referente a los Montes de Oca, nos encontramos con los topónimos Zarra-

tone, Larr’hederra (nuestra lectura, Ubieto transcribe Larchederra) y Gallafaza.

294 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

Nuestra pregunta es, ¿de cuándo data esta presencia vascófona en el Pasillo?

Porque entendemos que esta onomástica registrada diplomáticamente indica

eso: la presencia de importantes contingentes de población vascófona.

eL Distrayente enFoQue rioJano

Ya hemos citado las fuentes más conocidas del fenómeno del vasco al sur del

Ebro (los textos del Cartulario de San Millán, las también emilianenses glosas,

Don Bildur, el fuero de Ojacastro, la toponimia mayor en –uri de la Rioja Alta,

la oronimia del Alto Oja) y todas comparten una característica: apuntan hacia

la Rioja Alta. Creemos, sin embargo, que esta circunstancia ha contribuido a la

deficiente comprensión del fenómeno que tenemos entre manos.

En parte, si éstos resultan ser los restos más visibles y conocidos del euskera

al sur del Ebro, se debe precisamente al hecho de no ser las primeras mani-

festaciones del fenómeno. Sin embargo, al asociar el fenómeno con La Rioja

se ha tendido a vincularlo también con la presencia navarra en este espacio a

lo largo de la mayor parte del siglo X3 cuando en realidad sugerimos que en

sus orígenes tiene mucho más que ver con la coyuntura política que acaba-

ría uniendo los condados de Álava y de Castilla bajo el gobierno de Fernán

González. Se trataría de un fenómeno en sus orígenes anterior a la presencia

navarra en la Rioja Alta, como intentaremos demostrar a lo largo de este capítu-

lo, e inicialmente se concentra en espacios que, aunque hoy riojanos, parecen

haberse encontrado fuera de territorio navarro en muchos casos hasta el siglo

3. Por ejemplo, MENÉNDEZ PIDAL (Orígenes del Español, #97.2, pp. 466-467) insistía en un origen navarro

para las dos glosas emilianenses vascas aun cuando todos los indicios filológicos apuntaban, y apuntan, hacia los

dialectos occidentales. El rechazo de la tesis navarrista es casi universal entre los especialistas en filología vasca,

desde Echegaray y Urquijo, citados por Menéndez Pidal, hasta el presente: “en realidad, pudo muy bien ser – y lo

más probable es que fuera – un riojano o un alavés, es decir una persona cuya lengua estaba mucho más cerca

del vizcaíno que de ningún otro dialecto vasco”, MICHELENA, Sobre el pasado de la lengua vasca, y también

IRAIZOZ (“Las palabras vascas en las Glosas Emilianenses”) e IRIGOYEN (“Las Glosas Emilianenses y la Lengua

Vasca”). Por otra parte, GARCÍA DE CORTÁZAR (El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 98,

n. 5) se extrañaba ante la onomástica vasca de San Miguel de Pedroso, en parte por motivos cronológicos, pero

también por hallarse el cenobio en Burgos y no en La Rioja, “A mi entender, lego en Onomástica, resulta un tanto

difícil comprender esa abundancia de nombres vascos de persona en una fecha tan temprana y en una región a la

que no alcanzó en el siglo X y siguientes la colonización vasca con la densidad con que operó en la Rioja, donde

tantos topónimos la recuerdan” [nuestro el subrayado]. Michelena se fijó en esta insuficiente comprensión del

fenómeno, lo comentó y en gran medida lo remendó en su artículo “Onomástica y población en el antiguo reino

de Navarra”, aunque el título del mismo, y específicamente la referencia a Navarra, no es del todo acertado.

295David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

XI. Asimismo la dialectología apunta hacia un origen occidental y, más concre-

tamente, alavés.

Lo expuesto no supone necesariamente una novedad. Por ejemplo, ya hacia

1950, Alarcos Llorach denunció el origen alavés de estos vascoparlantes4, mien-

tras, en el contexto cronológico, Michelena insistía en desmarcar lo observado

del fenómeno navarro, “bastante antes de los avances de Sancho Garcés I en

el primer cuarto del siglo X ...”5. Quizás lo que menos se ha comentado es

la distribución espacial (sobre todo anterior al año mil) casi exclusivamente

castellana, realidad que se aprecia mejor sólo cuando se digiere la presencia

castellana en territorio hoy riojano.

En fin, nos parece importante denunciar el fuerte arraigo de la idea de que el

vascuence arraigado al sur del Ebro fuera un fenómeno esencialmente riojano

ya que tiende a complicar y navarrizar la comprensión del mismo y de su

cronología.

CronoLogÍas ProPuestas

Los orígenes del euskera ejercen una fascinación sobre filólogos, tanto profesio-

nales como aficionados, y uno de los enigmas más intrigantes es precisamente

esta onomástica que aparece con nitidez al sur del Ebro en la documentación

medieval. En cuanto a los orígenes de este estrato, en los extremos se sitúan

dos hipótesis cronológicas. Por un lado, un origen en periodo prerromano,

quizás incluso anterior a las invasiones indoeuropeas, lo cual sugiere una pre-

sencia en el Sistema Ibérico durante por lo menos tres milenios, y que tiende

a unirse con la tesis, hoy generalmente desacreditada, del vasco-iberismo6. Por

otra parte, la mayoría de los comentaristas actualmente hablan de un origen en

la Alta Edad Media (siglos IX y X). Pero también existen interesantes posturas

intermedias: así, Caro Baroja, aunque crítico de la idea del vasco-iberismo7,

habla en términos de ‘desde la época de los Autrigones’ que quizás apunta

4. “El vasco de los repobladores de la Rioja, salvo en su parte oriental (Igea de Cornago), territorio antiguo de

los vascones, pertenecía al tipo occidental de Vizcaya y Álava y no al oriental de Guipúzcoa y Navarra”, ALARCOS

LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 492.

5. MICHELENA, “Sobre la lengua vasca en Álava ...”, p. 174.

6. Véase, TRASK, The History of Basque, p. 379; TOVAR, Mitología e ideología sobre la lengua vasca.

7. CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis del vascoiberismo”.

296 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

hacia el periodo altoimperial en vez de épocas anteriores8, mientras Michelena

opta por la cronología arriba citada, ‘bastante antes’ de la presencia navarra en

La Rioja a partir del siglo X.

En cuanto a la primera cronología, que podemos denominar la hipótesis vas-

coiberista, es una teoría muy atractiva ya que enlaza con la contrastada con-

tracción del euskera en tiempos históricos, y sugiere que en gran parte de la

Península se hablaría una o varias lenguas antecedentes del vasco, situación

que habría dejado un reguero toponímico visible en topónimos tan dispersos

como Iliberris (Granada), Garray (Soria) o Iria Flavia (La Coruña)9. Sin em-

bargo, en general, la hipótesis vascoiberista está también en contracción en

los círculos académicos, aunque sigue captando la imaginación del público y

tiende a resurgir con regularidad en obras de divulgación.

Los problemas con esta teoría son varios. La mayoría de los filólogos rechazan

la idea10, mientras Villar intuye etimologías indoeuropeas para fenómenos lin-

güísticos peninsulares superficialmente vinculables con el euskera11. En el nivel

más general, casi como principio de la Lingüística Histórica se diría, se entiende

que las sociedades más primitivas (como sería el caso de la Europa prerroma-

na) tienden a ser lingüísticamente atomizadas (Nueva Guinea y la Amazonia

sirven como ejemplos actuales) con la tendencia histórica generalmente hacia

la concentración lingüística. Desde la perspectiva peninsular este principio fue

brillantemente ilustrado por Caro Baroja12. Así, no habría que pensar en térmi-

nos de grandes extensiones lingüísticas en la Península en el momento de la

llegada romana sino de un panorama atomizado.

8. “¿Será debida a una existencia constante de la lengua vasca desde la época de los autrigones, en que éstos

se extendían desde la costa cantábrica y el extremo occidental de Vizcaya hasta la sierra de la Demanda por el

S., o más bien habría que atribuirla a una repoblación llevada a cabo en los siglos primeros de la Reconquista?

Lo primero me parece más probable que el segundo”, CARO BAROJA, Materiales para una historia de la lengua

vasca en su relación con la latina, p. 188.

9. “Se suele admitir que, en época anterior a la instalación de los cántabros, astures y celtas galacios, la franja

septentrional correspondiente pudo estar habitada por pueblos afines al vasco”, LAPESA, Historia de la lengua

española, #3.5.

10. MICHELENA, “Sobre La Historia de la Lengua Vasca”, “... la relación entre vasco y ibérico está basada en el

rasgo común de no ser indoeuropeas ... un vínculo genético demasiado remoto ...”; véase también TRASK, The

History of Basque, p. 379 y ss. para un resumen del progresivo rechazo científico de la tesis .

11. VILLAR, Indoeuropeos y no indoeuropeos en la Hispania prerromana, p. 191 y ss.

12. CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis del vascoiberismo”, p. 37 y ss.

297David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

Conjuntamente con este principio está el hecho incontestable que, incluso en-

tre idiomas sin ningún tipo de parentesco o contacto, el limitado número de

fonemas que el aparato vocal humano es capaz de reproducir asegura siempre

un porcentaje de coincidencias, circunstancia denunciada por Trask13, pero que

ha mantenido una pequeña industria de filólogos empeñados en demostrar

los vínculos entre el euskera y todo tipo de idiomas. En un espacio limitado

como la Península Ibérica, con inevitables contactos y migraciones, préstamos

y sustratos comunes, la incidencia necesariamente sería mayor y quizás explica

algunas de las coincidencias citadas por Lapesa.

También existen poderosos argumentos ex silentio que, sin poder ser nunca

conclusivos, debilitan el principio de que existiesen núcleos de habla no-indo-

europea en el Sistema Ibérico occidental14 a lo largo del milenio entre las prime-

ras noticias de los geógrafos greco-romanos y el nacimiento de la diplomática

cenobítica altomedieval. En primer lugar, las fuentes clásicas ni descalifican

como bárbaras las lenguas del Sistema Ibérico a diferencia de los repetidos

comentarios sobre las vernáculas más septentrionales15 (aunque curiosamente

no tanto en referencia a las tribus de aparente habla vasca), ni mencionan

ningún parentesco lingüístico entre las gentes del Sistema Ibérico y los de la

Cordillera Cantábrica o el Pirineo. Por otra parte, y como ya indicamos en el

capítulo Antecedentes Premusulmanes, en general la epigrafía antroponímica y

teonímica de los espacios donde luego florecería el vasco al sur del Ebro indica

una población indoeuropea, cuando no fuertemente romanizada. Más tarde, en

el siglo VI, tampoco se encuentra rastro de antroponimia vasca entre las treinta

personas nombradas en la Vita de San Millán. La existencia de antroponimia

no vasca (romana, celta o visigoda) por sí misma no demuestra la ausencia de

13. TRASK, The History of Basque.

14. En cambio, los extremos orientales de la Cordillera pertenecerían a la zona íbera.

15. “El convento lucense, aparte de los célticos y lemavos, comprende a dieciséis pueblos desconocidos y con

nombres bárbaros”, PLINIO EL VIEJO, Naturalis Historia, III 28; “entre los cántabros hay algunos pueblos y ríos

cuyos nombres no puede pronunciar nuestra boca”, POMPONIO MELA, Chorographia, III 1,15; “nadie encon-

trará placer en oír nombres tales como los de pletauros, bardietas y allotrigas, y otros aun más malsonantes y

oscuros”, ESTRABÓN, Geographia, III 3, 7; mientras para SENECA (Consolatio ad Heluiam, VII 9) el cántabro

guardaría relación con el corso. Todos ejemplos y traducciones tomados de CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis

del vascoiberismo”, pp. 44 – 56.

298 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

población vascófona16, pero si existía tal estrato en periodos premusulmanes los

indicios de ello son muy débiles.

Pero lo realmente demoledor para las cronologías antiguas son dos considera-

ciones: la percibida ‘modernidad’ del vasco observado al sur del Ebro en perio-

dos históricos, y la historia interna de la lengua que sugiere una expansión del

tipo de dialecto que observamos sólo en tiempos históricos. En otras palabras,

el euskera demandés que observamos en el Altomedievo no tiene visos de ha-

ber llevado un milenio aislado cuando aparece en la documentación medieval,

pues resulta perfectamente comprensible a partir del vasco del norte. Quizás

prospera en una tierra ya abonada por un primitivo idioma no-indoeuropeo.

Una posibilidad a contemplar, pero difícilmente más. Los indicios de la existen-

cia de tal sustrato son más que endebles y ésta no debería ser la hipótesis base

cuando la mayor parte de los indicios empíricos apuntan hacia una cronología

posterior avalada por la historia interna del vasco y por la historia geopolítica

de las regiones en las cuales aparece.

anteCeDentes PretÉritos

Existen algunos débiles indicios que parecen sugerir la presencia de la lengua

vasca al sur del Ebro antes de que el fenómeno se observe con cierta nitidez en

la documentación altomedieval, pero llegan casi siempre tan descontextualiza-

dos que nos son prácticamente inservibles para entender lo observado durante

el Altomedievo.

Notamos la curiosa mutabilidad de los nombres de las sierras, amén de su

escaso protagonismo en la documentación medieval. Si su relativa ausencia de

las crónicas no tiene por qué sorprendernos sobremanera, sí su ausencia de la

documentación cenobítica, tan preocupada con cuestiones de pastoreo. Son va-

rios los nombres empleados a lo largo de los siglos para referirse a la compleja

serie de valles y sierras que flanquean el Pasillo por el sur: Idubeda, Distercii,

Arando, Cuculla, Cam(b)eros y Demanda. A las dos formas aparentemente

plurales (Distercii, Camberos) se les intuye un origen indoeuropeo, Cuculla y

Demanda parecen tener etimologías romances, y quedan dos voces con cierta

16. “La lengua escrita en una comarca no se identifica necesariamente con la lengua hablada en ella, pero siem-

pre constituye un indicio nada despreciable”, MICHELENA, “Los nombres indígenas de la inscripción hispano-

romana de Lerga (Navarra)”, p. 449.

299David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

resonancia euskérica: Idubeda y Arando. Esta última sí está próxima a formas

vascas conocidas, y además parece semánticamente apropiada al contexto,

pero es difícil demostrar su aplicabilidad al periodo premusulmán17. La forma

más interesante es la de Idubeda, según Estrabón el nombre dado a la sierra

que cierra el valle del Ebro hacia el sur18, e interpretado por algunos autores

como voz de etimología vasca a partir del vasco bide (=’camino’), que quizás

reaparece en el también orónimo, aunque ahora ptolomeico, Orospeda19. Sin

embargo, esta etimología está plagada de problemas: parece probable que bide

sea en realidad un préstamo contraído de las voces latinas ‘via’ y ‘de’; las hipo-

téticas variantes *idu y *beda no son conocidas; la inclusión de Orospeda, en

vez de fortalecer este análisis, lo lleva hacia un entorno (bético) difícilmente

compatible con el euskera; parece haber una discordancia semántica entre el

obstáculo que presentaría una cordillera y el concepto de bide; y existen más

solventes soluciones ibéricas e indoeuropeas20.

También habría que citar la aparición entre la epigrafía de las cabeceras de los

ríos soriano-riojanos de algunas voces aparentemente vascas, como por ejemplo,

Sesenco. Estas apariciones han dado algo más de vida a la tesis de un euskera

pretérito, con especial eco en algunos libros de divulgación. Desarrollamos este

tema más extensivamente en el capítulo Antecedentes Premusulmanes, pero in-

sistimos en que nos parece probable que este estrato vascoide se deba más a la

presencia vascona en la Calagurris romana, atestiguada por Plinio, que a un hipo-

tético euskera demandés indígena y prerromano. Sobre todo, difícilmente explica

el euskera occidental y ‘moderno’ que surge en la documentación de la Demanda

occidental más de medio milenio después sin haber dejado huella entre medio

(aquí tanto en el sentido temporal como en el espacial).

Otra noticia aislada fue aportada por el antropólogo vasco Barandiaran, quien

dio a conocer la aparición epigráfica de la voz ARAN en una estela del Alto

17. Sierra de Arando, Fuero de Lara (Fueros49, 922); Cogulla de Aranda, Fuero de Canales (Condes9, 934);

Sanct Millan d’Arandio, Libro de Montería de Alfonso XI (fol. 98r., s. XIV).

18. ESTRABÓN (Geografía, III.4.10) nos indica que el Ebro discurre entre el Pirineo y la Idubeda. Véase también

GARCÍA ALONSO, La Península ibérica ..., p. 185.

19. “Los nombres prerromanos de la cordillera Ibérica, Idubeda, y de Sierra Morena, Orospeda, han recibido

explicación satisfactoria por etimología vasca (idi-bide ‘camino de los bueyes’ y orotz-pide ‘camino de los terne-

ros’)”, LAPESA, Historia de la lengua española, #3.5.

20. GARCÍA ALONSO, La Península ibérica ..., pp. 185-6.

300 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

Tirón. La estela se encontraba originalmente21 en un alto limítrofe entre los

pueblos de Eterna, San Vicente del Valle y Fresneda de la Sierra, donde fue

observada y estudiada por Barandiaran y también por el arqueólogo vallisole-

tano Abásolo22. Éste, sin aludir al otro, afirma en un artículo contemporáneo al

de Barandiaran que no se observa ninguna letra en la piedra, y efectivamente

la comprobación ocular ahora parece confirmar esta evaluación. ¿Dónde han

ido las letras de Barandiaran? ¿Realmente existieron? No lo sabemos. Si hubiese

afirmado que se distinguiese malamente alguna marca que se podría interpretar

como una letra, se entendería quizás la contradicción, pero no. Barandiaran

insiste en la lectura, más o menos nítida, pero aparentemente inequívoca, de la

voz ARAN. Desafortunadamente no aporta detalles paleográficos. De ser cierta

la existencia de este epígrafe, la siguiente consideración sería la de atribuirle

una cronología. Para la estela en sí, o más bien el dibujo antropomorfo que la

decora, Abásolo sugirió un origen en el ‘periodo indígena’. De aplicar la misma

cronología a las desvanecientes letras de Barandiaran supondría un importan-

tísimo testimonio, auténticamente rompe-cronologías, del euskera temprano.

Pero, al margen del trascendental hecho de no apreciarse hoy día ninguna letra

en la estela, se nos ha sugerido que de ser coetánea a la figura antropomorfa

‘indígena’ se esperaría que la voz Aran tuviera una H inicial23, lo cual mina aun

más nuestra confianza en este testimonio.

La cuarta aparición premusulmana de un elemento aparentemente euskérico al

sur del Ebro es la milagrosa y hagiográfica cura de una mujer llamada Andercea

(de Puras). En el capítulo Antecedentes Premusulmanes, ya expresamos nues-

tras dudas sobre la conveniencia de postular la presencia de una significativa

presencia vascófona en los Montes de Oca durante el siglo V a partir de la

evidencia de un antropónimo aislado.

21. Actualmente se halla en la Plaza Mayor de Fresneda de la Sierra.

22. BARANDIARAN, “Arluzeak, ‘piedras luengas’ legendarias”; ABÁSOLO, “El árula de Hontangas ...”.

23. Comunicación privada de Joseba Lakarra. La aspiración fue corriente en el protovasco, pero pronto erradi-

cada de los dialectos navarros. Sin embargo, se conservaba en el vascuence alavés (el dialecto que parece im-

plantarse en la Demanda) hasta bien entrada la Edad Media (cf. La Reja de San Millán, Cogolla180), y de ser esta

elusiva ARAN un ejemplo pretérito del vascuence demandés se esperaría una /H/ inicial, cf. MICHELENA, “Sobre

la lengua vasca en Álava ...”, pp. 175-6, y “Lengua común y dialectos vascos”, p. 50, #11.

301David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

No obstante, reaparece con regularidad e insistencia la idea de que los autrigo-

nes fueron una tribu esencialmente vascófona24. Evaluación también extendida

en ocasiones a los berones. Examinamos los orígenes de esta idea en otro ca-

pítulo, pero insistimos en que, con referencia a los autrigones no parece tener

ningún fundamento en referencia al Sistema Ibérico, mientras la evidencia de

una Beronia vascófona es aun más endeble.

Por último, ya en el siglo X, aparece un topónimo vasco que semánticamente

parece enlazar con periodos pretéritos: Lamiturri25. En otro trabajo sugerimos

que topónimos como éste, que hacen referencia a conceptos paganos o para-

cristianos26, y que incorporan un elemento claramente vasco (iturri = ‘fuente’),

sugieren una presencia vascófona pagana, lo cual podría tener interesantes

implicaciones cronológicas. Sin embargo, son muchos las variables de difícil

evaluación. La cronología de la cristianización es incierta, así como la relación

entre toponimia paracristiana de este tipo y la fe cristiana, dado que toponimia

de este tipo todavía pervive, más de un milenio después de la indiscutible

evangelización del País Vasco, y esta voz aparece en un texto de 945, en sí un

indicio de su pervivencia en un entorno que deberíamos considerar ya plena-

mente cristiano.

La hidronimia vascoide. Existen varios hidrónimos en nuestro espacio que

tienen aspecto de ser vascos, sobre todo Ibeas, Urbel, Urbión y Ura27. En este

24. En 1997, RICO, Pyrénées Romaines, p. 159; en 1998, MARTÍNEZ SÁENZ DE JUBERA, “Onomástica vasca en

La Rioja”; en 2003, NÚÑEZ ASTRAIN, El euskera arcaico, p. 146.

25. “illo fonte qui vocatur Lamiturri”, Cogolla39 (945); refiere a algún lugar del valle de San Vicente, pero tam-

bién está atestiguado por MERINO URRUTIA (La lengua vasca ..., pp. 72 y 76) en Belorado y en Villafranca de

Oca,.

26. PETERSON, La Sierra de La Demanda en la Edad Media, p. 125 y ss. El elemento lami- parece ser una

referencia a las lamias, deidades menores romanas. En el contexto de una fuente, evoca los cultos a deidades

acuíferas tan típicos de los pueblos celtas, y recordados en literatura y epigráficamente en el norte de Hispania

en el periodo romano, y específicamente en la Demanda en el teónimo Caldus Uledicus encontrado en una lapida

en El Rasillo (La Rioja). En cuanto a la supervivencia post-imperial de estos cultos, podemos citar la prohibición

de la veneración de fuentes dictada en el Concilio XII de Toledo del año 681, mientras, en su sermón De correc-

tione rusticorum, San Martín Dumiense, obispo de Braga, ataca directamente este tipo de culto en el siglo VI,

BLÁZQUEZ, Religiones en la España Antigua, pp. 31, 76 y 103-106.

27. En muchos casos ríos, asentamientos y montes comparten los mismos nombres, lo cual hace difícil saber a

veces si el topónimo contemplado se trata realmente de un hidrónimo o no. Por ejemplo, Ibeas funciona actual-

mente sólo como topónimo poblacional, acepción que también aparece en la documentación altomedieval (villa

que vocitant Ebeia, Cardeña13, 921), pero a la vez funcionaba entonces como hidrónimo (aqua de Ebeia (Carde-

ña11, 921); rivo de Ebeia (Ibeas1, 970)), con la posible etimología de ibai = ‘río’. En el caso de Ura (= ‘agua’), en

302 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

caso los nombres no aparecen en ningún texto anterior al Altomedievo, pero

el hecho de que sean hidrónimos podría considerarse como indicativo de anti-

güedad, puesto que generalmente esta clase de toponimia se considera como

la más longeva de cuantas jerarquizan el paisaje28. Sin embargo, la polinimia

hidronímica de nuestro espacio29 sugiere que no todo nombre de río es necesa-

riamente prehistórico e inmutable. Además, si son efectivamente de etimología

vasca, su transparencia etimológica sugiere otra cronología que una prerro-

mana, pues si uno de los principios desarrollados por la escuela Wörter und

Sachen es que la propia indescifrabilidad de un topónimo indica antigüedad,

a la inversa, la trasparencia del topónimo sugiere modernidad30. Si aceptamos

que son hidrónimos, sugerimos que bien o no son vascos, o no son tan anti-

guos, y en todo caso difícilmente son compatibles estas tres características. No

está del todo claro que sean en realidad de etimología vasca. Incluso en el más

aparentemente transparente de los casos, el de Ura, Francisco Villar sugiere que

corresponde a una serie de topónimos (generalmente hidrónimos) que define

como ‘la serie UR-‘ y que se extiende por toda la Península e incluso fuera de

ella, y que quizás tengan una etimología indoeuropea a partir de *(a)wer-31.

Además, en nuestro contexto se podría contemplar la posterior adaptación de

estos primitivos hidrónimos indoeuropeos hacia formas vascas.

A estos casos (algunos de ellos quizás meros espejismos), hay que sumar el

hecho de que, durante todo el periodo histórico, se observa un patrón plurise-

cular de vínculos entre el Sistema Ibérico y los territorios al norte del río Ebro.

la primera aparición del nombre se explícita que se trata de un río: super lumen Huram (Silos9, 1041). Urbión

es indudablemente un hidrónimo actual, tanto uno de los afluentes del Tirón que presta su nombre al valle que

drena (Santa Cruz del Valle Urbión), como un arroyo que nace en el homónimo triinium montañoso que une

La Rioja, Soria y Burgos, y dado que la voz aparece más de una vez en tales funciones, parece prudente pensar

que es el hidrónimo el que ha dado nombre a la sierra, y no vice versa. Por último, Urbel también parece ser

esencialmente un hidrónimo, y aunque también prestará su nombre a poblaciones, el nombre de una de ellas,

Fuente Urbel, parece confirmar su carácter esencialmente hidronímico.

28. Una cuestión muy pertinente a la historia de la lengua vasca dada la presencia de hidrónimos aparentemente

indoeuropeos en el País Vasco: Deva, Ea, Oca etc.

29. El río Oca se conocía también como el lumen Besga (Cogolla117, 1000), y el Ura es hoy el Mataviejas.

30. CAMPBELL, Historical Linguistics ..., pp. 367-70.

31. VILLAR, Indoeuropeos y no indoeuropeos en la Hispania prerromana, p. 191 y ss., en concreto, en la página

207: “La etimología indoeuropea no ofrece por lo demás dificultad. En efecto, la raíz *(a)wer-/(a)ur- <<agua,

río, corriente>> [citando aquí a POKORNY] proporciona tanto hidrónimos como apelativos en varias lenguas

indoeuropeas”.

303David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

En el extremo oriental del Sistema Ibérico, la presencia vascona en Calagu-

rris ya se ha comentado, y es perfectamente comprensible que se extendiera

su influencia hacia el hinterland soriano-riojano. En Autrigonia tenemos otra

entidad política que une los sistemas montañosos de ambos lados del Ebro.

También intuimos que las estructuras administrativas tardovisigodas (de este a

oeste: el Condado de Casio, los obispados de Alesanco y de Oca, y el Ducado

de Cantabria) unían o pretendían unir ambos escenarios. Después se observan

los fuertes vínculos entre Castilla y Álava en el periodo protocondal, cuando la

presencia de población vascófona al sur del Ebro ya se convierte en un hecho

innegable, y más adelante veremos la presencia de inmigrantes vascos, gene-

ralmente alaveses, en la Rioja Alta durante los siglos XI (infra), XII y XIII32, así

como durante las Edades Moderna y Contemporánea33.

Observada una tendencia tan plurisecular, no tiene demasiado sentido negar

la existencia de contactos entre el Sistema Ibérico y la Cordillera Cantábrica en

periodos pretéritos. Más bien todos los indicios sugieren que sí los habría. Que

gentes del occidente alavés migrasen hacia el Sistema Ibérico en algunos mo-

mentos nos parece harto probable, y los débiles vestigios de onomástica apa-

rentemente vasca en ese espacio concuerdan con tal patrón. Otra cuestión bien

distinta, sin embargo, sería si la migración fue de suficiente envergadura como

para introducir su idioma en la Demanda y que sobreviviese allí, y por tanto, si

a estas hipotéticas pero probables migraciones ‘prehistóricas’ se puede atribuir

el nítido euskera ‘moderno’ observado en la documentación altomedieval.

32. La documentación catedralicia calceatense es muy rica en onomástica vasca, y sin ninguna pretensión

de exhaustividad, entre la toponimia se observa: Arteaga (#26, 1156?); Garisori (#54,1182); Semelio Barrena

(#54,1182); Olhauri (#66,1185); Harluceam (#92,1207); Barharanburu (#100,1211); Hurquiaran (#100,1211); Ta-

piaran (#100,1211); Urricolatu (#100,1211); Harbehea (#104,1212?) y Ugartea (#104,1212?). Entre la antroponimia,

y por tanto de más relevante contextualización cronológica: Toda Guchi (#26, 1156); Enego Gorria (#45, 1168);

Andera Hederra de Zarraton (#51, 1182); Lop Galvarra (#55, 1182); Eneco Bardina (#58, 1183); Fortun Arzania

(#58, 1183) cuyo nombre también aparece traducido como Fortun Pastor ((#97, 1209); Garcia Zaldo (#58, 1183);

Gastea Guthi (#59, 1183); Munio Arate (#59, 1183); Goiquoa (#67, 1186); Gomiz Landerra (#85, 1203); Garci

Baltza (#94, 1209); Garsias Behengo (#100, 1211); Martin Izurra (#102, 1212); y toda una saga de gente apelli-

dada Zuria – Petro (#27, 1156), Sancius (#80, c. 1185), Fortun (#94, 1209) y Domingo (#97, 1209). Por último, el

testimonio más valioso de todos, ya que sugiere un activo proceso de inmigración de tierras vascas, es cuando se

hace referencia al lugar de origen del individuo, en muchos casos de las comarcas vascas occidentales: Ferragut

de Bizcaya (#27, c.1156); Lope de Mendoza (#65, c.1183); Petro Lozaquo (#67, 1186); Enego Lopez de Fossana

(#94, 1209); Petro Iohannes de Armentia (#130, c.1219); Martin Navaro de Bitoria (#130, c.1219); y Martin de

Armentia (#136, c.1230).

33. GÓMEZ VILLAR, Belorado y su Comarca, pp. 50-51.

304 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

La MoDerniDaD DeL VasCo aL sur DeL ebro

Uno de los argumentos más determinantes a la hora de contextualizar cronoló-

gicamente el euskera encontrado al sur del Ebro en periodo altomedieval es su

proximidad morfológica al euskera observado al norte del río, una característica

incompatible con un aislamiento plurisecular, incluso milenario, y difícilmente

el resultado de esporádicos contactos que en cambio sí podrían haber dejado

las dispersas huellas onomásticas arriba contempladas. De ser el heredero de

un hipotético vascuence prerromano esperaríamos mucha mayor divergencia

entre lo observado (Larrehederra, Ocharanna etc.) y el euskera de más al

norte. No obstante, aquí corremos el riesgo de entrar en un error metodológi-

co: el de sólo considerar euskera lo que lo es nítidamente, cuando esto quizás

corresponde a un superestrato posterior, e ignorar la existencia de sustratos

anteriores más ‘oscuros’. Es un peligro real, aunque nos ayuda el hecho de que

nuestra evaluación esté avalada por el más importante de los filólogos vascos,

Luis Michelena. Sin embargo, ¿cómo cuantificar esta percibida modernidad? ¿A

qué velocidad cambian las lenguas, y el euskera en particular?

No existe ninguna regla universal, a pesar de los intentos de la escuela gloto-

cronológica, pero en cuanto al euskera sí se observa un desarrollo a partir de

los fragmentos epigráficos vascos del periodo romano y del mejor documenta-

do aquitano hacia el euskera medieval. En este contexto diacrónico, el euskera

demandés está muy próximo al euskera medieval de Álava, y relativamente ale-

jado de las formas aquitanas. Por ejemplo, a partir del nombre aquitano Attaco

se formaría el vasco medieval Aita / Egga, que encontramos al sur del Ebro; del

aquitano Hanna tenemos el vasco medieval Annaye, y la forma demandesa de

nuevo concuerda con ésta; del aquitano Oxson, y el medieval Ochoa, la forma

demandesa es un calco de la del País Vasco; y del aquitano Belex, relacionado

con el vasco medieval Belça / Balça, de nuevo la forma demandesa es la misma

que la medieval34.

Dentro del euskera demandés se observan algunas características que pode-

mos denominar innovadoras respecto a otros dialectos vascos más orientales.

Sería el caso de la preferencia por la ‘a’ sobre la ‘e’. Ésta es una característica

34. Los ejemplos aquitanos tomamos de la conferencia “Las lenguas de los Pirineos en los tiempos antiguos” de

GORROCHATEGUI de 2005.

305David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

diferencial del euskera occidental frente a los dialectos orientales, y se observa

en nuestra documentación en palabras como barri (en vez de berri) o baltza

(en vez de beltza)35. Pero además, se la considera una diferencia innovadora al

observar el dominio de las formas en e en la documentación antigua, tanto al

norte como al sur de los Pirineos36 y por tanto su aparición al sur del Ebro es

difícilmente explicable a partir de la supervivencia de una población vascófona

prerromana. La otra innovación observada en la documentación demandesa

es la presencia del artículo definido37. Ausente de los registros euskéricos del

periodo imperial, se entiende que se desarrollaría en imitación de su paralelo

morfológico-funcional en las vernáculas romances38, y por lo tanto de nuevo se

nos obliga a contemplar una cronología postromana.

Es cierto que también se observan algunos arcaísmos en el vasco demandés,

la retención de la ‘h’, por ejemplo, característica de nuevo compartida con el

dialecto alavés medieval. Esta combinación de arcaísmo e innovación en sí se

considera característica de dialectos periféricos de un tronco lingüístico común

y no sugiere aislamiento milenario, sino un desarrollo periférico pero por lo

demás en acorde con la historia interna del euskera.

La escasa divergencia entre los dialectos vascos llevó a Michelena a contemplar

la idea de una hipotética ‘lengua común’, la ‘raíz de los dialectos conocidos’

de los cuales el vasco demandés, prácticamente un calco del alavés, parece ser

uno39. Michelena reconoció el carácter especulativo de esta hipótesis y, sobre

35. Cf. Valle de Balza, Cogolla259 (1049); Garci Baltza / Balza, Calzada94 (1209).

36. Ya hemos observado Belex en aquitano, mientras Beles aparece entre la onomástica de los jinetes enne-

genses del Bronce de Ascoli, y en la epigrafía de San Román de San Millán (Álava) también aparece la raíz –bel-

(Luntbel..., Lutbelscottio), GORROCHATEGUI, Notas de Conferencia, julio 2003. “que e parece haber sido ahí lo

más antiguo, a juzgar por la cronología de los textos y por otras consideraciones. Ahora bien, si a es ahí una

innovación, es una innovación que el euskara de Álava comparte con el medieval de la Rioja Alta y de Burgos”,

MICHELENA, “Sobre la lengua vasca en Álava ...”, p. 174.

37. En el euskera, el artículo definido (singular) se representa con el sufijo –a, y los casos más trasparentes del

fenómeno en la documentación manejada serían: Faranlucea (Cogolla47); Gutia (Condes9); Massoa (Cogolla37);

y Ocharanna (Cogolla37).

38. En ambos casos, el artículo definido se desarrollaría durante el mismo periodo, grosso modo la Tardoantigüe-

dad, y en ambos casos a partir del demostrativo. No parece descabellado postular que el desarrollo prácticamente

simultáneo del mismo fenómeno en el romance y en el euskera obedezca a algo más que una mera coincidencia,

con el artículo vasco un calco de su equivalente romance, y por tanto ligeramente posterior a éste.

39. MICHELENA, “Lengua común y dialectos vascos”, p. 51, #12. En cuanto a la pertenencia del vasco deman-

dés al dialecto alavés véase MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 69, y “Sobre la lengua vasca en Álava

306 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

todo, de la cronología específica ofrecida, condicionada sobre todo por la ne-

cesidad de un contexto socio-político en el cual encajar la teoría y permitir la

expansión de la lengua común, esencialmente “a social organisation which was

able to bring about the creation of a uniform language”40.

Es importante reconocer que de nuevo una cronología basada aparentemente

en argumentos filológicos está probablemente ‘contaminada’ por la multidisci-

plinariedad, pues en este caso Michelena se orientaba según las ideas, entonces

muy en boga pero ya no tanto, de Barbero y Vigil. Sin embargo, lo que nos

interesa es que su intuición como filólogo le llevaba hacia el periodo postroma-

no, concretamente cita los siglos V-VI, con la aparición del dialecto al sur del

Ebro algo posterior. Sospechamos que estas ideas estarían detrás de la siguiente

cronología que proponía para el vasco al sur del Ebro:

“Frente a la alternativa que generalmente se propone (se trata de un

reducto que resistió in situ a la romanización, hipótesis poco atractiva, o

bien del resultado de la expansión navarra a principios del siglo X), yo

me inclinaría por un término medio: la formación de un núcleo, unido

entre otros vínculos por la lengua, por una emigración que empezaba ya

a buscar una salida a las estrecheces a través de la barrera del llamado

limes desde García Bellido durante el Bajo imperio y que creció sin me-

dida en los siglos confusos que siguieron.“41

...”, p. 174, y bastante antes (1950) ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 492. Por otra

parte conviene señalar que el dialecto alavés, también llamado meridional, al cual nos referimos no aparece en

la clásica representación cartográfica de la dialectología vasca del Príncipe Bonaparte ya que para entonces no se

había clasificado como un dialecto aparte del vizcaíno, ambos dialectos incluyéndose en el occidental, cf. CARO

BAROJA, Materiales para una historia de la lengua vasca ..., pp. 20-23, donde cita a LARRAMENDI (Corografía, p.

267), “El dialecto de Álava, en lo más, es el mismo de Vizcaya, no en el todo”. El dialecto alavés sólo cobra iden-

tidad propia hacia finales del siglo XX, gracias en gran medida a Michelena, quien habla de “la extendida fábula,

que no está de acuerdo por ejemplo con lo que Larramendi escribía en el siglo XVIII, de que era vizcaíno lo que

se hablaba en la zona alavesa de lengua vasca”, MICHELENA, “Sobre la lengua vasca en Álava ...”, p. 171.

40. SAFAREWICZ, Linguistic Studies, p. 122, en referencia a un putativo itálico común, citado por MICHELENA,

“Lengua común y dialectos vascos”, p. 52, #12. Notamos también que AZKARATE (“La Tardoantigüedad”, pp.

102-4) acoge con entusiasmo la idea de la Lengua Común y la hipotética coyuntura política que la posibilitaría,

para explicar o iluminar la presencia o influencia merovingia al sur de los pirineos observada en yacimientos

como Aldayeta.

41. MICHELENA, “Sobre La Historia de la Lengua Vasca”, p. 18.

307David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

La teoría de la Lengua Común está sorprendentemente próxima a la contro-

versial tesis albornociana de la vasconización del actual País Vasco42. Esta tesis

nació en gran medida de la aparente extensión del corónimo / gentilicio Vas-

conia / vascones hacia tierras antiguamente poseídas por várdulos y caristios.

Michelena combatía enérgicamente las tesis de Albertos y de Sánchez Albornoz

de que el euskera se introdujera en el actual País Vasco sólo a través de una

vasconización postromana, y notamos que Sánchez Albornoz, a pesar del típi-

camente provocativo epígrafe “Los vascones vasconizan la depresión vasca”,

contempla una vasconización sólo parcialmente euskaldunizante, y en parte

también política: “Hay que distinguir, además, entre penetración política o hu-

mana e invasión lingüística. Pudieron várdulos, caristios y autrigones hablar

una lengua análoga a la de los vascones y haber éstos, sin embargo, entrado en

tierras de aquellos durante los siglos V y VI”43. Teniendo en cuenta que Miche-

lena no sugiere que su lengua común se impusiera necesariamente sobre tierras

de habla exclusivamente romance, y contempla la existencia de “otras hablas

vascas o vascoides alejadas del centro conservador” del que brotaría y se ex-

tendería luego la lengua común una vez que el efecto romanizante del imperio

se extinguió44, quizás en realidad las dos posturas no están tan alejadas, y los

dos autores están describiendo un mismo proceso: sobre un espacio (Álava) de

habla inicialmente vascoide pero fuertemente romanizado, un resurgir político

y lingüístico a partir del este entre los siglos V-VI45.

La cronología tardoantigua nos parece atractiva desde el punto de vista histó-

rico por motivos que detallaremos a continuación, pero no es la única posible,

y el siglo VIII se perfila como catalizador para todo tipo de cambio en el norte

peninsular, con un posible vacío de poder en la llanada alavesa después de la

desintegración del poder musulmán. Pero lo interesante es la intuición filológi-

ca detrás de la construcción cronológica (mezcla ya de filología e historia) que

ofrece Michelena, lo cual sugiere que, desde un punto de vista puramente fi-

42. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona, y sobre todo el capítulo apéndice “Los vascones

vasconizan la depresión vasca” que antes (1972) había aparecido también en Orígenes de la nación española.

Estudios críticos sobre la historia del reino de Asturias.

43. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona, p. 214.

44. MICHELENA, “Lengua común y dialectos vascos”, p. 53, #13.

45. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona, pp. 216-7 “La invasión vascona en las provincias

vascongadas pudo ser resultado de la presión ejercida sobre ellos por los ejércitos godos vencedores de los

bagaudas.”

308 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

lológico, la dialectología vasca y específicamente el euskera demandés encajan

en una cronología entre la Tardoantigüedad y el Altomedievo.

En resumen, sugerimos que en el contexto de la modernidad del vasco que apa-

rece en la documentación altomedieval al sur del Ebro, la existencia de posibles

vestigios pretéritos, en los mejores de los casos débiles y descontextualizados

cuando no espejismos, pierde relevancia. Puede que hubiese una lengua no

indoeuropea en la Demanda occidental46 en cualquier época anterior al Altome-

dievo, pero no explica el euskera que aparece en la documentación cenobítica.

No obstante, éste no es el lugar para resolver los enigmas del mapa lingüístico

pre-indoeuropeo de la Península, y nos limitaremos al segundo problema, des-

cribir y contextualizar el euskera que aparece en la documentación altomedieval,

con especial referencia a su distribución espacial y su cronología, circunstancias

ambas que parecen confirmar su vinculación con el euskera occidental.

CronoLogÍa VisigoDa

Nos interesa cualquier opinión explícita de Michelena en torno a la cronología

del vascuence demandés, y su afirmación más desarrollada al respecto parece

ser la siguiente, a la cual hemos aludido ya en otros momentos y aludiremos

más veces, pero que merece la pena reproducir por completo:

“Cuando se habla del vascuence medieval en tierras de la Rioja y Burgos,

se da por sentado que o es antiguo (hipótesis poco probable, ya que el

territorio autrigón al sur del Ebro, los Turmogos y más aún los Berones

parecen haber tenido una lengua propia muy distinta), o ha sido introdu-

cida hacia los siglos IX-X. Con todo, queda una tercera alternativa: que la

lengua ya empezara a ser llevada allí entre los siglos V y VIII por gente

que bien cruzó el limes pacíficamente o bien fue obligada a establecerse

al sur de él” 47.

No hay rastro de onomástica vasca en la Vita de San Millán, pero después del

periodo que describe (las décadas centrales del siglo VI) surge una coyuntura

46. En la parte oriental sí parece que la hubo, como testimonia la epigrafía de las estelas del alto Cidacos, ESPI-

NOSA RUIZ, “Los Castros soriano-riojanos del sistema Ibérico”, p. 908.

47. MICHELENA, “Lenguas indígenas y lengua clásica en Hispania”, p. 212, n. 35.

309David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

política que hace posible esta solución premusulmana: las campañas visigodas

de 574 en adelante contra una confusa mezcla de grupos (gentilicios) septen-

trionales, incluyendo los enigmáticos rucones, y entre los cuales figuran con

cierta prominencia y constancia los vascones. Asimismo, la temprana (759)

presencia de antroponimia vasca al sur del Ebro (nos referimos al diploma fun-

dacional de San Miguel de Pedroso que analizaremos a continuación) reforzaría

este tipo de cronología, aunque tampoco es necesariamente incompatible con

soluciones postmusulmanas.

En contra de la cronología visigoda, sin embargo, está la distribución espacial

de la toponimia vasca (y también de esa antroponimia de 759), una distribución

que sugiere un movimiento ‘diagonal’ en vez de ‘vertical’, y que encuentra me-

jor explicación en el periodo post 711. Por ‘diagonal’ y ‘vertical’ nos referimos

a una visión cuadricular de la geografía peninsular, que consideraría ‘vertical’

un movimiento longitudinal (norte-sur o sur-norte), un movimiento ‘horizontal’

sería latitudinal (del oeste a este o viceversa), mientras un movimiento ‘diago-

nal’ supone la introducción de vectores mezclados del tipo nordeste-suroeste.

Supone un esquema simplificado, y somos conscientes de que la geopolítica no

tiene por qué subyugarse a artificiales esquemas cartográficos, pero tiene cierto

fundamento en el espacio que analizamos dado el grado de jerarquización

geográfica que introduce la marcada oronimia del Pasillo, con el río Ebro y su

valle encajonado entre dos sistemas montañosos grosso modo paralelos y, en

nuestra jerga, horizontales.

Las estructuras geopolíticas del siglo VII que intuimos se organizan de manera

más o menos vertical / longitudinal (del sur al norte): de la Demanda burga-

lesa hacia las Merindades (cf. Asterio, obispo de Oca y activo en Mijangos);

del Najerilla hacia Treviño y el occidente alavés (el Fuero de Nájera); y de la

zona de Arnedo hacia Navarra (los Banu Qasi). De ser la presencia vascófona

al sur del Ebro el producto de este tipo de iniciativa esperaríamos encontrar

el dialecto alavés más profusamente en el Najerilla y su hinterland serrano

que en los Montes de Oca. Más adelante, en cambio, y como resultado de la

intervención musulmana, se produce una coyuntura que explica mejor este

movimiento diagonal. Insistimos en que no podemos desechar la hipótesis vi-

sigoda, pero tampoco nos parece la explicación más racional para lo observado

en la documentación altomedieval, y sobre todo para la distribución espacial

del vascuence que aparece al sur del Ebro.

310 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

PresenCia VasCÓFona aLtoMeDieVaL

Al margen de los débiles indicios pretéritos ya examinados, sugerimos que como

mejor se entiende el euskera demandés medieval es en dos contextos crono-

tópicos diferenciados: una primera fase limitada a tierras (que pronto serían)

castellanas, al oeste del río Oja, y que concuerda con un periodo de entendi-

miento político entre Álava y Castilla, esencialmente del periodo 760 a 950; y una

segunda fase, a partir del reinado de Sancho III el Mayor de Navarra, que verá la

colonización del valle del río Oja, y dejaría las huellas toponímicas más visibles

y célebres de ambos procesos. A la primera fase se puede añadir la posibilidad

de una fase ligeramente anterior, iniciada durante las incursiones visigodas hacia

la Cordillera Cantábrica durante el siglo VII. En ambos casos, sugerimos que la

inmigración sería generalmente minoritaria, con una tendencia hacia la absorción

lingüística de los inmigrantes, patrón válido para todos espacios menos los valles

más altos de la sierra donde habría una vasconización más profunda y duradera,

que dejaría una toponimia mucho más nutrida, y que aun hoy roza la mayoría

toponímica en algunas zonas después de varios siglos castellanizantes.

La Fase CasteLLana, sigLos Viii, iX y X

eL PrÓLogo: san MigueL De PeDroso, 759

Con fecha de 759 aparece en el Cartulario de San Millán de la Cogolla una

noticia singular: la abadesa Nona Bella y una veintena de monjas suscriben

un pacto para fundar el convento de San Miguel de Pedroso en pleno Pasillo

(Cogolla1). Este texto ha despertado recelos por estar muy aislado cronoló-

gicamente. Si a lo largo del siglo IX empieza ya a haber un goteo de diplo-

mas cenobíticos, éstos están casi siempre gravemente comprometidos por más

que evidentes signos de falsedad o interpolación, sobre todo los que se han

conservado en el Cartulario de San Millán de la Cogolla. En realidad no será

hasta el siglo X cuando empiezan a llegarnos documentos fidedignos, lo que

supone una distancia de prácticamente 150 años de la noticia de Pedroso48. No

obstante, a pesar de su aislamiento, la noticia tiene toda la apariencia de ser

auténtica tanto diplomática como históricamente, como intentaremos demostrar

a continuación.

48. Además, ya al margen de la diplomática cenobítica, es prácticamente el primer texto cristiano de cualquier

género posterior a la invasión musulmana. La excepción sería la Crónica mozárabe de 754.

311David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

El archiconocido repliegue hacia Asturias promovido por los reyes de ese pro-

torreino sólo debería entenderse entre las elites y autoridades públicas, y no

se extendería a la población en general. La despoblación íntegra de la Meseta

Norte defendida por Sánchez Albornoz está hoy contemplada por muy pocos

investigadores, y aún en el caso de aceptar cierta tendencia de repliegue, en

palabras de García González, el episodio de Pedroso “puede ser asumido con

absoluta naturalidad en el contexto que deparaba la situación general de la

zona”, puesto que “el enclave semiserrano de Oca parecía, por sus condiciones

orográficas y económicas, bastante favorable y seguro.”49 También, la advoca-

ción a San Miguel concuerda perfectamente con una fundación del siglo VIII50

lo cual sólo avala el testimonio diplomático.

Aunque sabemos poco del reinado del malogrado Fruela I, lo que sí sabemos

no desentona con esta noticia: su presencia en el mismo extremo occidental del

reino, concretamente en Álava donde encontraría esposa; y una iniciativa re-

pobladora en Galicia, un escenario alejado pero en algún sentido simétrico (al

otro extremo de la Meseta) y ecosistémicamente equiparable a las estribaciones

del Sistema Ibérico51. Notamos la crisis que sacudía el poder político andalusí

después de la masacre de los Omeya en Damasco en 750, y la restauración de

la dinastía en Córdoba en 756, y quizás Fruela intuía una posible oportunidad

para expandir el territorio astur ante estos sucesos, aunque tal posibilidad pron-

to se desvanecería con la expedición de Bedr hacia nuestro espacio en 767 y la

muerte de Fruela, a manos de sus parientes, poco después.

También avala este episodio el hecho de que a principios del periodo condal ya

existe el monasterio de San Miguel de Pedroso, y que además tiene cierta pre-

eminencia y un importante patrimonio. Es más, y a diferencia de tantos otros

cenobios, no se haría ningún intento de justificar su patrimonio mediante un

falso diploma fundacional fabricado en el escritorio de San Millán de la Cogolla

durante el siglo XII.

49. GARCÍA GONZÁLEZ, “Iglesia y Religiosidad en Burgos en la Alta Edad Media”, p. 101.

50. JIMENO ARANGUREN, Orígenes del cristianismo en la tierra de los vascones, p. 118.

51. Ambas noticias de la Alfonso III, #16, la segunda de ellas sólo en la versión rotense.

312 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

Abortada la estrategia de Fruela, el significado histórico de este episodio des-

cansa en la onomástica de las monjas subscriptoras y la interesante mezcla ét-

nica que sugiere52. Aunque ahora nos adentramos en el resbaladizo terreno que

yace entre la lengua hablada y la etimología de la onomástica personal, general-

mente se ha entendido este texto como el primer indicio firme de la presencia

de población vascófona en este contexto espacial. Nombres como Anderquina

y Anderazo, ambos aparentemente de la raíz ander(e) = ‘señora’, presente ya

en las inscripciones aquitanas de los siglos I y II d.C., serían la base etimológica

para esta hipótesis53, aunque el padre Moret, uno de los primeros en fijarse en

esta lista, resaltaba otros nombres más difíciles de clasificar etimológicamente

pero insistentemente vinculables con espacios euskaldunes54.

Más importante todavía que la etimología de los nombres es la cuestión de la

proveniencia de sus portadoras. ¿De dónde son estas mujeres? ¿Vienen de fuera

o son autóctonas? Incluso plantear la pregunta de esta manera quizás remita a

uno de los paradigmas que ha viciado tanto la historiografía altomedieval, el de

buscar una solución alóctona ante cualquier novedad. Aunque hay que proceder

siempre con cautela, y siempre consciente del hecho de que las personas se mue-

ven (aunque menos las mujeres), la primera línea de investigación debería ser

que lo observado corresponda al escenario en que se observa. Sólo la existencia

de indicios contrarios o la imposibilidad de la solución autóctona deberían permi-

tir que se adelanten soluciones alóctonas. Sin embargo, esta postura nos llevaría

hacia la conclusión de que estas mujeres son nativas de la zona, y que por tanto

la presencia de población vascófona sería una realidad ya desde mediados del

siglo VIII e incluso antes, si estas ya son mujeres adultas en 759. Esto supone una

cronología muy temprana y problemática ya que se adelanta al nexo castellano-

alavés que parece explicar el fenómeno que tenemos entre manos. La alternativa,

que estas mujeres (o algunas de ellas) sean en realidad inmigrantes alavesas, qui-

zás refugiadas de la ‘despoblación’ astur del occidente alavés (Miranda, Revenga,

Veleia), es quizás la solución más prudente por el momento.

52. Aunque no tenemos constancia de que nadie haya comentado la posible presencia de onomástica árabe en

esta lista, pues Umma es a la vez la kunya femenina y el nombre de una de las hijas del Profeta.

53. KNÖRR BORRÀS, “Nombres de persona en el País Vasco”, p. 135.

54. “… los nombres de las monjas de San Miguel de Pedroso [...] que no pocos son de los muy usados en

aquellos tiempos, y siguientes en Navarra, y todos se ven en Reynas, y Infantas, Munias, Ximenas, Sanchas, To-

das, Urracas, Aurias”, MORET, Annales del reino de Navarra, I, p. 187, citado por MICHELENA, “Onomástica y

población ...”, p. 63.

313David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

Otro problema reside en averiguar si existe continuidad entre esta onomástica

personal y la toponimia que aparece en este mismo escenario serrano cuan-

do realmente arranca la documentación cenobítica a finales del siglo IX. El

abandono de la temprana política repobladora de Fruela sugiere un proceso

abortado, pero otros indicios sugieren continuidad, como, por ejemplo, la ya

comentada existencia del monasterio de cierta importancia comarcal cuando

arranca la documentación condal en el siglo X.

Otro hecho que va en contra de la hipótesis de abandono y posterior refun-

dación, es la ausencia de un diploma refundacional que detallara tal proceso.

Por regla general, cuando se tiene en cuenta la fragmentada naturaleza de la

diplomática altomedieval, la ausencia de un texto difícilmente se puede utilizar

para demostrar nada; pues las lacunae están al orden del día. Sin embargo, en

el caso concreto de los cenobios castellanos agregados a San Millán durante el

siglo XI, existe la tendencia en el escriptorio emilianense a recurrir al diploma

fundacional apócrifo como herramienta para justificar bienes indocumentados

del cenobio agregado55. No obstante, en el caso de San Miguel no se recurre a

esta artimaña, aun cuando hiciera falta y se falsificarían otros textos (Cogolla37,

39, 40 etc.) para solventar el problema, y sugerimos que no se recurre a este

mecanismo precisamente porque existía ya un perfectamente solvente diploma

fundacional, y también una continuidad institucional.

¿Por qué hemos de suponer que hubo discontinuidad cuando no existe ningún

indicio? Resumamos: en el caso de Pedroso tenemos un diploma fundacional,

un patrimonio extensivo y temprano, la redacción de falsos textos para justificar

tal patrimonio, pero por ningún lado se sugiere una refundación, el instrumento

más habitual para justificar patrimonio indocumentado, y además el mismo

hecho de la supervivencia del texto de 759 (hasta el momento de redacción

del Becerro en el siglo XII) sugiere continuidad institucional. También notamos

continuidad onomástica entre las monjas fundadoras de 759 y la población del

valle trescientos años más tarde, lo cual sugiere continuidad poblacional.

55. MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales. Documentación emilianense y

diplomas apócrifos”.

314 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

Nombre 759 Equivalencia siglo XI

Alduara Elduara, abadesa de San Miguel de Pedroso (Cogolla179, 1025)

Amunna Amunna Garceiz (Cogolla248, 1047)

Anderazo Anderazo Ferruz (Cogolla287, 1052), Anderazu Monnioz (Cogolla282, 1051)

Auria Oriol Garceiz (Cogolla282, 1051)

Gometiza Ferruzu Gomiz (Cogolla245, 1046), Urraca Gomiz (Cogolla254, 1048)

Guntroda domna Guntrueda (Cogolla2/509, c.1095)

Hurraca Urraca Fortuniz (Cogolla245, 1046), Urraca Gomiz (Cogolla254, 1048) Urraca Iohanniz (Cogolla284, 1051)

Maria (2) Domna Maria (Cogolla282, 1051)

Monnia Monnia Blagaz (Cogolla249, 1047)

Sancia Sancia (Cogolla248, 1047)

Scemena(2) Scemeno Blascoz (Cogolla248, 1047)

Pero al margen de estos indicios, más o menos fehacientes, de continuidad,

se debería desterrar la idea de que la supervivencia de un cenobio de estas

características tan próximo a la frontera andalusí fuera una imposibilidad. Al

margen de las aceifas veraniegas que obedecen a dinámicas completamente di-

ferentes, no entendemos por qué se supone que los Banu Qasi no podrían vivir

armoniosamente con sus vecinos. Sus relaciones con Navarra sugieren que sí, y

hay indicios de que una parte relevante de la población riojana, probablemente

mayoritaria, seguiría el rito cristiano. ¿Por qué, por tanto, querían los Banu Qasi

provocar a sus agresivos y aguerridos vecinos hacia poniente? Dentro de al-

Andalus no hay ninguna duda de la supervivencia del cristianismo mozárabe,

y el respeto a los credos de los Pueblos del Libro es uno de los fundamentos

básicos tanto de la conquista islámica como del sustento económico del estado

musulmán, en fin, una necesidad fiscal y moral. No sólo se aplica esto al seno

andalusí sino también a las zonas de frontera, y en el caso concreto del Thagr

Superior encontramos numerosos ejemplos de mozarabismo, tanto en La Rioja

como en Lérida56.

Incluso más allá de las fronteras y en plena guerra se respetaba a los religiosos

y sus cenobios: “Los infieles serán invitados a abrazar el Islam, pero si después

56. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 102.

315David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

de tres días los infieles no lo aceptasen se les conminará a pagar la capitulación

legal (^yizya); en caso de que rehusasen, entonces se les ha de combatir y

pueden ser aniquilados, salvo las mujeres (a menos que hubiesen participado

en la lucha contra los musulmanes), los niños, los mentalmente débiles, los

viejos caducos, los disminuidos físicamente, los clérigos y los monjes que viven

retirados en conventos o ermitas. A todos aquellos que la ley ordena perdo-

nar se les dejará, de lo que posean, lo necesario para subsistir”57. Sugerimos

que un Islam ya acostumbrado a convivir diariamente con el cristianismo no

tendría ningún imperativo que le impeliera a asesinar a todo cristiano fuera de

sus límites, y menos todavía en el caso de las mujeres, cuando la citada ley

musulmana es explícita en su prohibición de la violencia contra las monjas, por

doble motivo, por mujeres y por religiosas. Grandes y ricas fundaciones como

Cardeña, vinculadas con el poder cristiano, sí serían en ocasiones blancos legí-

timos de las razzias, pero esto sería la excepción, y sugerimos que la gente de

la misma frontera buscaría algún modo de convivencia. Incluso el monasterio

de San Millán de la Cogolla, en el límite del espacio controlado por los Banu

Qasi, sirve como ejemplo de continuidad cristiana en las zonas extra-andalusíes

próximas al Thagr.

La toPoniMia DiPLoMÁtiCa (sigLos iX y X)

La toponimia vasca en Castilla es una realidad comprobable a partir del pri-

mer momento en que tenemos acceso a documentación cenobítica; a conti-

nuación ofreceremos una relación de voces que razonablemente podemos

pensar que corresponden a tal estrato lingüístico, aun reconociendo que no

siempre es sencillo identificar qué podría ser un topónimo vasco. A diferen-

cia de otros capítulos trabajaremos casi exclusivamente con el registro topo-

nímico, por motivos que explicaremos en un breve apartado dedicado a la

antroponimia. En la relación toponímica que sigue, sólo contemplamos los

textos referentes al Pasillo anteriores al año mil, puesto que nuestro interés

en el tema aquí es esencialmente la cronología de los inicios. No obstante,

esta toponimia no desaparece después del año mil, y en algunos casos está

plenamente visible todavía hoy. El año mil nos ofrece un hiato conveniente

que nos permite analizar un corpus de tamaño manejable y así contrastar

cuantitativamente la presencia de esta toponimia en Castilla y en las tierras

57. MAÍLLO SALGADO, “La guerra santa según el derecho malikí”, p. 34, nuestro el subrayado.

316 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

riojano-navarras, pero notamos que incluso si se extendiera la fecha límite

hasta 1050 tampoco se alterarían demasiado los resultados, pues no será

hasta mediados del siglo XI que aparece la toponimia en –uri, tan conocida

y tan característica de la zona altorriojana. En la mayoría de los casos sólo

citaremos el primer ejemplo de cada topónimo, pero en casos puntuales

seguiremos la pista de algunos de los topónimos mejor documentados (Fa-

ranlucea, por ejemplo) más allá del cambio de milenio para observar su

evolución hacia formas más castellanas.

En cuanto al espacio contemplado, en la parte oriental nos limitaremos al te-

rritorio al sur del Ebro, mientras en la parte occidental (a partir de las Conchas

de Haro) los Montes Obarenes marcarán nuestro límite septentrional. Hacia el

sur, nos adentraremos más en la Sierra de la Demanda que lo que hemos he-

cho en otros capítulos, ya que esta toponimia tiene una vertiente serrana muy

pronunciada.

Hemos intentado adoptar una postura crítica y responsable a partir de nuestra

limitada competencia en cuestiones filológicas y ante la propia opacidad de

mucha de la toponimia conservada en los textos más antiguos. Por lo tanto, he-

mos incluido en el siguiente glosario sólo los topónimos más transparentemen-

te vascos, otros pocos totalmente oscuros en cuanto a etimología pero cuyo

contexto hace muy posible un origen vasco, y algunos otros para los cuales se

ha sugerido una etimología vasca en algún momento, cuya validez queremos

averiguar o cuestionar.

gLosario De teMPrana toPoniMia VasCa aL sur DeL ebro

1. Adefeterra, 972 (Cardeña156), Sierra de la Demanda. Pastizal cuyo sufijo,

por lo menos, parece vasco: –ederra = ‘hermoso’ en el sentido toponímico de

amplitud, cf. Larrehederra. Si aquí la /f/ representa una aspiración residual, el

primer elemento es quizás una sonorizada at(h)e = ‘puerta’ o ‘collado’ en un

contexto oronímico, y quizás estamos ante el nombre vasco del actual Collado

Hermoso (Fresneda) u otro pastizal homónimo.

2. Alfoheta (Cella), 959 (Cogolla77), Cárdenas. “Sancte Marie, quod vulgo di-

cunt Cella Alfoheta”. La cuestión esencialmente es ¿a qué ‘vulgo’ se refiere el

texto?, y esto fue objeto de un debate de cierta trascendencia dado que se pro-

ponía como el mejor (casi único, en realidad) ejemplo de temprana toponimia

317David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

euskérica al oeste del valle del Oja58. Intervendrían primero Gómez Moreno y

luego Michelena defendiendo una etimología árabe, mientras Cortázar e Irigoyen

optaban por un origen vasco59. Aunque Michelena, a partir de Serrano, hablaba

de Alboheta con /b/, y utiliza la presencia de la bilabial para defender un origen

árabe, la consulta del Becerro indica claramente la ortografía Alfoheta a partir de

la cual argüía Irigoyen por una etimología vasca. No parecían conocer60 la exis-

tencia de otro pequeño pero fidedigno (Cogolla77 es apócrifo) texto emilianense

(Cogolla182, 1028) que parece mencionar el mismo topónimo (el contexto espa-

cial es, grosso modo, el mismo), aunque con una forma algo divergente - fonte

Albohelete. Quizás la causa arabista se refuerza un poco con esta ‘nueva’ aporta-

ción, sobre todo con la aparición de la ‘b’ y la terminación ‘-ete’ con un aire más

semítico que ‘eta’ que se asemeja más a formas vascas (y latinas).

3. Amurrihuri, 989 (Cogolla101), ¿Ea-Obarenes? Oscuro, tanto en cuanto a la

etimología de su primer elemento, como en ubicación. El texto proviene del

monasterio mirandés de San Esteban de Salcedo, y quizás hace referencia a

la cuenca del río Ea, al sur de los Montes Obarenes, cf. Murriuri “que est sita

super Corecha, in facie Zufiuri” (Cogolla421, 1075), y sobre todo si Corecha =

el actual Oreca, un kilómetro al oeste de Anguciana y otro al norte de Cihuri.

Quizás deberíamos pensar en un antropónimo como el primer elemento, acaso

presente también en el topónimo alavés Amurrio.

4. Arando (sierra de) 922 (Fueros49), Sierra de la Demanda. También Cogulla

de Aranda (934?, Condes9). Dos textos irremediablemente apócrifos pero que

concuerdan en este orónimo con última vocal vacilante, luego avalado en el

siglo XIV por el Libro de la Montería de Alfonso XI (folio 98r.) en referencia

a San Millán de Arandio. Aunque morfológicamente compatible con un ori-

58. Si excluimos el alto Najerilla, perteneciente a Castilla durante todo el periodo estudiado y sólo incorporado

a la Rioja en 1833.

59. GÓMEZ MORENO, Iglesias Mozárabes, 1919, p. 292; MICHELENA, “Onomástica y población ...”, 1976, p.

68; CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, 1969, p. 27; IRIGOYEN “Cuestiones de

toponimia vasca circumpirenaica” 1986, p. 234.

60. El debate entre Michelena e Irigoyen (1974 a 1976) fue contemporánea a la aparición de la edición de Ubie-

to, y aunque Michelena por lo menos tenía acceso a ella (hace referencia a la edición en su nota 23 de “Onomás-

tica ...”, aunque erróneamente cita la página 191 en vez de la 91), estos autores no se basaban en esta edición, y

no creemos que la hubiesen peinado lo suficiente para encontrar esta segunda referencia (¿clarificadora?) ya que

no la mencionan, ni siquiera Irigoyen cuando recuerda el tema en 1986.

318 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

gen vasco, no tiene una etimología de las más transparentes, y Michelena cita

Arando y Arandia como topónimos con significados radicalmente diferentes61.

Además, si pensamos en una etimología a partir de Haran (= ‘valle), en este

contexto cronotópico esperaríamos una ‘H’ inicial, y quizás algún tipo de sufijo

pluralizante. La forma Aranda también es hidrónimo (Silos17, 1073) y conocido

topónimo poblacional, lo cual quizás influyó en la tardía redacción de Condes9

(el apócrifo Fuero de Canales) a partir de una forma oronímica original con

‘o’ final. Además, hay que tener en cuenta que el objeto nombrado, una sie-

rra entera, es radicalmente diferente a los demás casos contemplados en este

glosario, circunstancia que unida a la opacidad de la etimología y el carácter

apócrifo de los textos tempranos, hace poco aconsejable basar teoría alguna

en esta voz.

5. Arbión / Orbión, 934? (Condes9), Canales. ¿= (río) Urbión? Urbi está re-

cogido por Michelena con el significado de ‘dos aguas’ en el sentido de una

confluencia62, aunque recordamos que Villar cuestiona el origen vasco de esta

hidronimia en ur- sugiriendo un origen indoeuropeo a partir de *(a)wer-/(a)ur-63. Fuera ya del Pasillo, los otros hidrónimos burgaleses que parecen compartir

la misma raíz (ya sea vasca o indoeuropea) aparecen por primera vez en textos

de 949 (Urbel64, Cardeña66) y 1041 (Ura (Huram), Silos9). Observamos otros

ejemplos de vacilación en la vocal inicial, por ejemplo Irunia - Erunia - Urunia

– Arunga (q.v.).

6. Bagibel, 953 (Albelda20), Alto Leza?65. Otra aparición en el mismo texto

como Baibel, sin ‘g’. Gibel = ‘parte posterior’ aparece como sufijo toponími-

co en algunos casos como Arrataguibel (>Arratibel), Echaguibel, Mendiguibel

etc.66, pero esta solución quizás dejaría un primer elemento demasiado breve, al

61. Arandia = ‘boscaje de ciruelos’ < Ar(h)an (MICHELENA, Apellidos vascos, #68); mientras Arando aparece

como un posible derivado de (h)aran = ‘valle’ (MICHELENA, Apellidos vascos, #69).

62. MICHELENA, Apellidos vascos, #159 y #582. Según HERRERO ALONSO (Voces de origen vasco..., p.58) “en

la mitología euskera [sic] el nombre Urbión designaba uno de los grandes pozos existentes en el interior de la

Tierra”.

63. VILLAR, Indoeuropeos y no indoeuropeos en la Hispania prerromana, p. 207.

64. “... que el nombre ÚRBEL es de ascendencia euskérica parece un hecho irrefutable. A. Tovar no duda

de ello; piensa en la forma originaria *ur-beltz ‘agua negra’ ”, HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco..., p.57.

65. LAZARO RUIZ, El Monasterio de San Martín de Albelda, p. 372.

66. MICHELENA, Apellidos vascos, #278.

319David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

no ser que fuera el resultado de un proceso de contracción, quizás por motivos

de cacofonía a partir de una hipotética forma como *Bagagibel = ‘detrás del

hayedo’ . No tenemos constancia de la aparición de este nombre en los tratados

sobre la onomástica vasca en La Rioja, lo cual se podría considerar quizás como

un juicio negativo ex silentio sobre su candidatura como topónimo vasco, si no

fuera que la documentación albeldense ha sido mucho menos estudiada que la

altorriojana y quizás este topónimo haya pasado desapercibido.

7. Barticare, 959 (Cogolla79), Grañón. No está claro que sea un vasquismo, y

lo incluimos aquí sólo por el parecido entre su sufijo y el de otros topónimos

que sospechamos corrupciones castellanizantes de un original *-uri o *-ori ha-

cia la terminación –are corriente en castellano. La ortografía más tardía Barti-

cari (Cogolla2/170, 1088) apoyaría esta hipótesis si no fuera que en el próximo

valle del Oja la toponimia en –uri y –ori ya es una realidad muy extendida, y

podríamos estar ante la vasquización de un topónimo originalmente roman-

ce, justo el proceso inverso. Sin embargo, la aparición en la documentación

cardeniense de villa Uarticuri (Cardeña231, 1032) en otro contexto espacial

(Juarros), aunque en sí un poco posterior para ser incluido en este glosario,

indica que la hipotética forma ‘original’ que postulamos para Barticare es por

lo menos una posibilidad67.

8. Benifederra, 959 (Cogolla81), Sierra de la Demanda. Según Merino Urrutia

la forma actual es todavía Benederra “nombre de una fuente situada en el cami-

no de subida desde Escaray [sic] al cerro de San Lorenzo, que vierte sus aguas

al arroyo Urdanta”68. De nuevo observamos el adjetivo ‘ederra’ en referencia a

pastizales demandeses (cf. Larrehederra, Adefeterra), y de nuevo con posible

aspiración inicial. Por lo demás, la toponimia en esta (apócrifa) lista de pasti-

zales emilianenses parece romance: “baccarizas et proprio locis possidendi in

Pratiella, in Penniellas, in Fratre agosto, in Lacuniellas, in Refoio, in Losiellas,

in Billar de Monnio Barba, in Benifederra et in Sojuela”.

67. Por alguna razón este topónimo ha sufrido varias alteraciones en las reseñas de las varias ediciones diplomá-

ticas: Ubieto ofrece Vartical en Cogolla79; Ledesma Rubio opta por Varicare en Cogolla2/170; mientras Martínez

Díez, reseña la equivalente cardeniense como Vasticuri .

68. MERINO URRUTIA, La lengua vasca ..., p. 44.

320 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

9. Betoza, 943 (Albelda9), Albelda. Morfológicamente próxima a algunas vo-

ces vascas actuales69, si apareciese tal topónimo en un contexto más occidental,

más agreste o más euskaldún, no dudaríamos a la hora de proponerlo como

un vasquismo. Aquí, en cambio, en el entorno de Albelda y en un contexto

onomástico completamente semítico, no pasa del grado de posibilidad.

10. Coscorrita, 942 (Cogolla46), Montes de Oca; y 972 (Cardeña154), Juarros.

Este topónimo se aplica a por lo menos tres lugares dentro del Pasillo, las dos

veces citadas en Castilla antes del año mil, y en la Rioja Alta en 1051 (Cogo-

lla281). Generalmente las etimologías propuestas incorporan un primer ele-

mento vasco70, pero el sufijo es más difícil de descifrar. El diminutivo romance

en –ita no es corriente en este periodo o espacio, y quizás habría que pensar

en un abundancial del tipo –eta (posible tanto en latín, Fraxeneta (Cogolla95),

como en euskera Bagoeta (Cogolla180)) aunque en este caso no está claro

de dónde emerge la /i/ común a casi todas las apariciones toponímicas, pero

ausente de la aparente radical Cozcorra (Ibeas11, 1151)71. También es llamativa

la abundancia de una sola forma desinente y quizás híbrida (vasco-romance, si

se aceptara la hipótesis de un diminutivo castellano afijado a una radical vasca)

y nos preguntamos si no sería fruto de una pretérita absorción del étimo vasco

por el castellano, en cuyo caso indicaría una cronología bastante anterior a esta

primera aparición diplomática en 942.

11. Dorquiti (otero) 964, (Cardeña113) Alto Arlanzón. La terminación recuer-

da el sufijo vasco –ti “frecuente en designaciones con idea de lugar”72, y obser-

vado en el mismo (con)texto en Urrezti (el actual Urrez) ahora sí con un primer

elemento transparentemente vasco. No obstante, este sufijo también aparece

69. Por ejemplo Betolaza, que significaría algo como ‘vaquería’, MICHELENA, Apellidos vascos, #144 y #485.

70. MARTÍNEZ DÍEZ (Pueblos y alfoces, pp. 79-80), por ejemplo, sugiere un origen en kozkor = ‘montículo’,

cf. Cozcorra (Lezama, Álava); HERRERO ALONSO (Voces de origen vasco ..., pp. 62-3) sugiere que la voz indica

‘el tronco de un árbol’; mientras ALARCOS LLORACH (“Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 491) traduce

kozko como ‘guijo’, dentro de su sección de topónimos vascos.

71. HERRERO ALONSO (Voces de origen vasco ..., p. 63) sugiere que la terminación en –ita tiene su origen en la

forma *Cozcorritia, con –a como artículo, y –ti- con sentido locativo (MICHELENA, Apellidos vascos, #556, p. 152,

cf. Gorriti), pero esta ingeniosa solución es en sí problemática, dado que no se conocen casos de –iti + artículo,

y que además la propuesta terminación -itia tendería a evolucionar hacia –cia o –za, cf. iustitia > justicia.

72. MICHELENA, Apellidos vascos, #556, p. 152.

321David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

en “nombres propios medievales de la zona castellano-vasca”73, y la forma

aquí es muy próxima a uno de éstos, Dolquiti, con sólo un cambio de líquida

como diferencia, y veremos la forma Tordol Quite en el Libro de la Montería

de Alfonso XI (fol. 96v.). Sin embargo, aquí el contexto oronímico (‘otero’)

debilita cualquier etimología antroponímica, pues son infrecuentes los casos de

oronimia que incorporan nombres de persona.

12. Ebeia (aqua de), 921 (Cardeña11), Juarros. A la vez topónimo poblacional

(villa que vocitant Ebeia, Cardeña13, 921), correspondiente al actual Ibeas, e

hidrónimo (aqua de Ebeia, Cardeña11, 921; rivo de Ebeia, Ibeas1, 970). Posi-

blemente derivado del vasco ibai = ‘río’74, esta etimología no explica la consis-

tente /E/ inicial, prácticamente insustituible (aunque ocasionalmente omitida)

en todas las tempranas apariciones, pero sin eco en la toponimia de esta raíz

recogida por Michelena75. La actual /I/ inicial no aparecerá hasta 1196. Tampo-

co sabemos por qué se introduce la /s/ (¿pluralizante?), ausente de las formas

más tempranas. En fin, lo que parecía ser uno de los topónimos vascos más

diáfanos resulta ser todo lo contrario.

13. Eguzuza (Sancti Saturnini de), 863 (Cogolla6), Montes de Oca. “Denomi-

nación que tiene tanto de vasco como de irremediablemente deturpado”76. Al-

gunos de los otros lugares nombrados próximamente77 sugieren una ubicación

en el Alto Arlanzón / Montes de Oca, y quizás está relacionado con el topónimo

actual Uzquiza. Éste es de “evidente raíz vasca” según Martínez Díez, y sugiere

un origen en el fitónimo urki = ‘abedul’ (Pueblos y alfoces, p.143) aunque en

otra parte de la misma obra (p.410) opta por eguzki = ‘sol’, en ambos casos con

un sufijo abundancial –za. Respecto de este sufijo, que encontramos también

73. MICHELENA, Apellidos vascos, #556, p. 152.

74. MARTÍNEZ DÍEZ, Pueblos y alfoces ..., p. 80.

75. Ebeia, (Cardeña11, 921), Ebeia, (Cardeña13, 921), Ebeia (Ibeas1, 970), Ebeia (Cardeña233, 1039), Ebegias

(Cardeña285, 1058), Ovea (Ibeas11, 1151), Eueia (Ibeas12, 1156), Evea (Ibeas13, 1160), Euea (Ibeas15, 1164),

Ebea (Ibeas16, 1165), Veas y Beas (Ibeas22, 1180), Ibeas (Ibeas26, 1196), Veia y Eueias (Ibeas28, 1196), Evea

(Ibeas29, 1199), Ybeas (Ibeas41, 1222), Eveas (Ibeas47, 1256), Eueas (Ibeas51 etc., 1263), Ueas (Ibeas52 etc., 1265)

y Heueas (Ibeas55, 1274). cf. MICHELENA, Apellidos vascos, #308, 310 y 311, donde entre la toponimia relaciona-

ble con las radicales ibai (= ‘río’), ibar (= ‘vega’) e ibi (= ‘vado’) no hay rastro de una E- inicial.

76. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 66. Ubieto transcribe, erróneamente, Egizuza.

77. Sobre todo Galafaza (q.v.), villa de Orovi (q.v.) y Sancti Andres de Faiago, que GÓMEZ VILLAR ubica entre

Alarcia y Valmala, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, pp. 77 y 134.

322 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

en Betoza, Falariza y Galafaza, notamos que aparece casi siempre en casos

de etimología oscura: topónimos más vascoides que claramente vascos. Si es

lo que parece, extraña una forma tan moderna y desarrollada en tales fechas

cuando en la Reja de San Millán (1025) todavía dominaba la forma larga -zaha,

y cuando la demás toponimia vasca que contemplamos también retiene esas

aspiraciones intervocálicas.

14. Ezkerra, 979 (Cogolla95), Alto Tirón. Tradicionalmente interpretado como

una derivación del homónimo antropónimo medieval con significado de ‘zur-

do’78, una interesante alternativa es a partir del fitónimo Ezkarro, la actual ver-

sión local del nombre del “arce silvestre”, y de aparente origen vasco < (h)

azkar, que conduce a fitotopónimos tanto con /A/ (la mayoría) como con /E/

inicial79. Esta posible etimología se consolida ante los nombres de los históri-

cos asentamientos vecinos, hoy todos despoblados, Arceredillo y Arciledo de

iuso y de suso (Cogolla211 y Cogolla2/381), y la abundancia de asentamientos

fitotoponímicos en el Alto Tirón (Avellanosa, Espinosa, Fresneda ...) algunos de

los cuales aparecen en la diplomática manejada con el nombre ‘traducido’: por

ejemplo, Elhorzaha = Espinosa (Cogolla2/361, 1129).

15. Falariza, 997 (Cogolla114), Montes de Oca. Parece ser una referencia a Alar-

cia en la divisoria de aguas entre el Arlanzón (Duero) y el Tirón (Ebro), cf. la in-

clusión de Halariza en el Fuero de Cerezo (Fueros20, 1151) y Halereza en el Libro

de la Montería de Alfonso XI (fol. 96r.). ¿Tiene una etimología vasca? La aspiración

inicial y el sufijo (esto con alguna reserva cf. Eguzuza) sugieren que sí, y su ubica-

ción no desdice esta posibilidad, pero los problemas surgen a la hora de descifrar el

étimo radical. Al(h)a = ‘pasto’80 es una posibilidad, aunque esta radical no es muy

fecunda, y también habría que contemplar una solución antroponímica81.

16. Faranlucea, 947 (Cogolla47), Arlanzón. Transparente topónimo vasco

(= ‘valle largo’), actualmente recordado en el Arroyo de Froncea, un kilómetro

78. MARTÍNEZ DÍEZ, Pueblos y alfoces ..., p.152.

79. MICHELENA, Apellidos vascos, #120. Por ejemplo, Ezcar(ra)ga, entre Bergara y Zumárraga, en Guipúzcoa,

da nombre al Puerto de Descarga.

80. MICHELENA, Apellidos vascos, #28.

81. Para MARTÍNEZ DÍEZ (Pueblos y alfoces ..., p. 142) “... probablemente del nombre de persona Alarize ates-

tiguado en la documentación emilianense [Cogolla139]”.

323David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

al este del pueblo de Arlanzón. Uno de los casos más interesantes dado el

volumen de referencias que ilustran la progresiva degradación de un topónimo

claramente vasco en 947 hacia la actual forma opaca Froncea82. En Cardeña113

(964) encontramos una posible versión castellana del mismo topónimo (illo

portillo de) Balle Longa en el mismo contexto espacial83. Si efectivamente las

dos referencias identifican el mismo lugar, si son por tanto traducciones, resulta

curioso que sea la forma vasca la que sobrevive. Es más, quizás sugiere que el

euskera en ese momento todavía seguía vivo y comprendido en nuestro espa-

cio, en contraste con la (contemporánea) fosilización indicada en la tautología

de fuente Lamiturri (q.v.), y la posterior degradación gráfica de Faranlucea

hacia formas que sugieren que el sentido etimológico era ya desconocido.

17. Findegorcia / Filigorte, 934? (Condes9), Canales. Lo incluimos aquí pu-

ramente por su aspecto ya que su forma polisilábica nos sugiere también una

etimología vasca. Por lo menos se distancia de cualquier evidente explicación

romance, mientras la gran divergencia entre las dos formas conservadas tam-

bién sugiere incomprensión, circunstancia que en un contexto demandés hace

obligatorio contemplar una etimología vasca.

18. Galafaza, 863 (Cogolla6), Alto Arlanzón. cf. el topónimo actual Galarza

en el mismo entorno, que parece remontar hasta la Edad Moderna (las Galar-

zuelas, Valdeages2, 1582). Estos últimos topónimos tienen una clara etimología

vasca galar = ‘árbol seco’84 + el posible abundancial –za, y esto nos ofrece

una posible etimología para la forma altomedieval Galafaza, aunque inquieta

la ausencia de la /r/ etimológica constante en las formas recogidas por Miche-

lena. Quizás la ‘f’ intervocálica represente una de las aspiraciones tan típicas

del euskera demandés, cf. Galharreta, forma a la vez alavesa y altomedieval

(Cogolla180, 1025).

82. Faranlucea (Cogolla47, 947); Faranducia (Cogolla167, 1017); Haraluçeia (Burgos19, 1068); Aralucea (Bur-

gos20, 1068); Haranluceia (Burgos21, 1068); Faranluzela (Burgos35, 1077); Fronducea (Burgos165, 1163); Fran-

ducea (Cogolla2/401, 1163 - Ledesma *Frandueca); Haranucea (Rioseco19, 1172); Frenuncea (Burgos528, 1221);

Frenuncea (Oña2/601, 1325); Fonzea (OcaApeos, 1758).

83. “in terminos de Urrezti et de Breba et de Kaprera” = Urrez, Brieva de Juarros y la Ermita de Cabrera, 2km.

al suroeste de Urrez.

84. MICHELENA, Apellidos vascos, #251, p. 91.

324 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

19. Garuissaro, 945 (Cogolla37), Montes de Oca. Garbisu – “claro [de bos-

que]” y quizás zaro ”prado”85, aunque en contra de esta probable etimología fi-

tonímica pesa la aparición en Cardeña del antropónimo Garuisso (Cardeña151,

972). El topónimo corresponde al actual Barbíjaro86, entre Puras y Rábanos,

cuya acentuación sorprendería a partir de una etimología romance, pero no

tanto con una vasca.

20. Genestar, 934? (Condes9), Canales. Mención aparte merecen algunas voces

esencialmente romances, que delatan ortográficamente una influencia fonética

vasca. Sugerimos que sería, por ejemplo, el caso con los fitónimos romances de

este tipo, derivados del latino genesta = ’retama’, y equivalentes al plenamente

castellanizado Hiniestra. En el caso que nos ocupa, la G- inicial podría deberse

simplemente a una ortografía culta, pero lo llamativo es que la G- inicial se

limita a espacios serranos87, y en tal contexto quizás una influencia fonética

vasca es más convincente que la solución latinizante. Si el vasco es capaz de

influir fonéticamente al castellano ¿no sugiere una presencia cuantitativamente

significativa?

21. Gipuzare, 943 (Cogolla31), Montes de Oca. Aquí el primer elemento pa-

rece ser el adjetivo gentilicio giputz = ‘guipuzcoano’, con el artículo definido

-a. El sufijo podría corresponder o bien al genitivo –re(n)88, o bien a -uri que

encontramos en combinaciones muy parecidas tanto en la Rioja Alta (Gipuzau-

ri, 1067, Cogolla364; Gurpuzuri, Cogolla2/488, ca. 1150) como en Castilla (cf.

Nafarruri, infra). A diferencia de la mayoría de la toponimia en –uri aquí, al

formarse a partir de un gentilicio en vez de a partir de un nombre propio, incor-

poraría el artículo gipu(t)z–a-uri, y disimilación de -a-uri daría -ari89. En cuanto

a la apertura de la vocal final de /i/ a /e/, podría deberse o bien al ablativo latín

85. MICHELENA, Apellidos vascos, #261, p. 93 y #607, p. 164.

86. GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, p. 77. En cuanto a /G-/ inicial > /B-/,

cf. Goenechea > Bonechea, MICHELENA, Apellidos vascos, #284, p. 96. Para /S/ > /J/: Scuarros (Cardeña231, 1032)

y Suffarrus (SJBurgos3, 1097) > Juarros; y Scemeno > Jimeno.

87. Además de esta primera aparición en Canales lo observamos en el Arlanzón (Genestar, Cardeña158, 972),

con posible sufijo abundancial vasco –za en Pazuengos (caput / fonte Genestaza, Rioja28, 1074), en Oña (villa

Genestares, Oña109, 1097) y en Cameros ((Ge)nestares, Rioja205, 1158). Cf. PETERSON, “Primeras referencias a

Guipúzcoa”, p. 603.

88. Cf. Lope iaun Ortire Semea (Irache123, 1125) comentado por MICHELENA, “Notas lingüísticas ...”, p.96.

89. MICHELENA, Apellidos vascos, #333, p. 107.

325David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

“in Gipuzare”, o bien a la abundancia de microtoponimia romance en la zona

que termina en -are (Bustare, Fenare, Palombare etc.). Generalmente se habían

considerado como las primeras (y etimológicas) referencias a Guipúzcoa las

apariciones más tardías (siglo XI en adelante) sin /G/ inicial del tipo Ipuscua

(Peña117, ca. 1025)90.

22. Gumenzula, 945 (Cogolla37), Sierra de la Demanda. “in serra et in monte

de Auca” mientras en un texto cardeniense Gomezulla aparece “per montes de

Pineta” (Cardeña156, 972), y más tarde el Libro de la Montería de Alfonso XI

(fol. 97v.) ubica Gumençulla en el entorno de Trigaza. Su identificación con un

agostadero serrano (hoy Comenzula) ubicado entre Alarcia y el Monte Triga-

za91, concuerda con estas referencias, pues se encuentra en la misma divisoria

de aguas Ebro-Duero, límite aproximado entre los intereses emilianenses y

cardenienses. De etimología oscura, aunque Michelena reconoce su ‘aspecto

vasco’92. El sufijo bien podría representar ol(h)a = ‘cabaña’93, mientras la topo-

nimia que la acompaña (Ocharanna, Larrehederra) también avala un origen

vasco. Esta voz es de singular interés porque, aunque aparece sólo en textos

apócrifos, lo hace en dos colecciones cenobíticas diferentes, lo cual sugiere que

el contenido toponímico de incluso los textos apócrifos es verosímil, aunque

quizás anacrónico.

23. Gutia (Collado), 934? (Condes9), Canales. Guti = ‘pequeño’, y aparece

toponímicamente en, por ejemplo, Álava en 1257 en Gamarraguchia, hoy Ga-

marra menor94, y como Tapiaranguti en el Alto Oja en 1272 (Rioja4/319).

* Herramel, 945 (Cogolla37), Alto Arlanzón. El antropónimo Herramel, nombre

de un pueblo del Alto Arlanzón hoy sumergido debajo las aguas del Embalse de

Uzquiza, se interpreta generalmente como parte del universo onomástico vasco

por su tripartita aparición en entornos vascófonos; pues además de en el Alto

Arlanzón, se observa combinándose con –uri para dar nombre a un pueblo

altorriojano, y como patronímico del magnate alavés de principios del siglo X,

90. PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”.

91. GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, p. 77.

92. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 63.

93. MICHELENA, Apellidos vascos, #483.

94. MICHELENA, Apellidos vascos, #297.

326 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

Álvaro Harramelliz (Valpuesta12, 929)95. Sin embargo, aparece también fuera

del espacio vascófono, por ejemplo en León tan tempranamente como 972

(León417), y Cierbide cuestiona su pertenencia al corpus onomástico vasco96.

Morfológicamente quizás tiene más que ver con la abundante antroponimia

semítica que termina en –el.

24. Heterrena, 945 (Cogolla39), Alto Tirón. Herrero Alonso lo entiende como

un genitivo locativo, con el sufijo –(r)en-a añadido a un posible antropónimo

ibérico Heterrus, “Si considero el topónimo entre los de origen vasco es por

la estructura en general y el parentesco que parece guardar con los diversos

topónimos y apellidos vascos de desinencia –ENA”97. Sin embargo, aunque la

ubicación del núcleo y, en términos generales, la morfología del nombre, son

perfectamente compatibles con una etimología vasca, este tipo de genitivo no

es conocido en la toponimia hasta más tarde, mientras el supuesto nombre

personal no aparece en los registros medievales, como reconoce Herrero. Mi-

chelena opta por no sentenciar al respecto98.

25. Hizquira, 937 (Cardeña29), Montes Obarenes? No está segura la ubica-

ción: el texto hace referencia a Rama, que Martínez Díez identifica con Valde-

rrama en los Montes Obarenes. Tampoco está claro que vinea de Hizquira no

haga referencia a una persona, y aunque tal antropónimo nos es desconocido,

ésta es la interpretación de Martínez Díez, editor de esta documentación.

26. Holuori (pago de), 962 (Cardeña102), Montes de Oca. Otro ejemplo de la

temprana toponimia castellana en –uri, aunque –ori parece tan o más preva-

lente99. En el mismo texto aparece también Ulascori, y la apertura vocálica es

frecuente en esta toponimia.

95. HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco ..., p. 97.

96. CIERBIDE, “Informe sobre el topónimo Erramelluri ...”.

97. HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco ..., p. 96, a partir de MENENDEZ PIDAL, Toponimia prerrománi-

ca hispana, p. 132. Martínez Díez acepta esta etimología, Pueblos y alfoces ..., p. 159.

98. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 63, n. 11, “No me atrevo, en consecuencia, a hablar, por

ejemplo, de Heterrena”.

99. Atomanori (Rioja69, 1124); Blascori (Cogolla369, 1068); Gorostori (Rioja4/196, 1251); Harramellori (Cogo-

lla364, 1067); Motillori (Cogolla436, 1076); Naharrori (Rioja4/173, 1247); Obifori (Cogolla163, c.1015); Oggandori

(Cogolla2/202, 1090); Sotihori (Rioja59, 1121); Ulascori (Cardeña102, 962); Zuiori (Calzada27, c.1156).

327David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

27. Irunia, 945 (Albelda12), Nájera. A priori, el único100 transparente vasquis-

mo toponímico referente al territorio riojano-navarro hallado en la documenta-

ción albeldense del siglo X. En Rioja82e (c.1135) la misma voz reaparece en un

contexto que Caro Baroja entiende como una referencia a Calahorra101, mientras

del siglo XI en adelante hay varias referencias de este tipo a Pamplona102. Por

lo tanto estaríamos ante un uso genérico de la voz vasca irun = ‘villa’103. No

obstante, aquí ya empiezan los problemas. Ésta no es una referencia a la ciu-

dad de Nájera en sí (via vadit de Erunia ad Naiera (Cogolla178, 1024)), sino a

alguna aldea próxima quizás el asentamiento original a partir del cual se formó

el diminutivo huérfano Uruñuela104, y el sentido (proto)urbano de la voz irun

choca con este contexto suburbano. Quizás este Irunia sea en realidad un cul-

tismo navarrista del topónimo que emerge en el mismo entorno najerense con

cierta consistencia (aunque con irremediable vacilación de la vocal inicial) en

la documentación posterior: Erunia (Cogolla178, 1024); Urunia (Leire34, 1043);

Arunga (Cogolla294, 1055); y las formas diminutivas Erunnola, Oronnuela y

Uruniola. ¿En sí, se pueden considerar vascas las formas Erunia / Urunia etc.?

Posiblemente, pero la transparencia inicial empieza a desvanecer. Dando por

buena la solución inicial (< irun), y rechazando la idea de un cultismo, esta-

ríamos ante una referencia en dialecto oriental a un núcleo de la vega riojana,

y por lo tanto diferente dialectológica, semántica y espacialmente del contexto

occidental, pastoril y serrano que caracteriza los vasquismos castellanos que lo

rodean en este glosario.

28. Lamiturri, 945 (Cogolla39), Alto Tirón. Hidrónimo transparentemente vas-

co: iturri = ‘fuente’. Este caso también es destacable por la tautología (fonte qui

vocatur Lamiturri) que sugiere cierta antigüedad. Según Gómez Villar, quien lo

100. Tenemos a Bagibel como un posible segundo caso. Por otra parte, los casos también riojanos, pero ahora

emilianenses, del alto Cárdenas (Alfoheta, Magavetam) si realmente resultasen ser vascos, porque trasparentes no

lo son, entenderíamos como fruto del control castellano de esa zona a principios del siglo X.

101. CARO BAROJA, Los Vascones y sus vecinos, p. 117.

102. Cf. “Pamplona y sus nombres” en JIMENO JURÍO, Estudios de toponimia navarra.

103. “(h)iri ‘villa’ [...] Un derivado de (h)iri es probablemente irun”, MICHELENA, Apellidos vascos, #332.

104. A los otros diminutivos del entorno aún les acompaña el núcleo ‘pariente’ (Cañas-Canillas, Hormilla-Hor-

milleja, Alesón-Alesoncillo), en cada caso con el asentamiento ‘mayor’ aguas arriba de su ‘descendiente’. Según

Albelda12, desde Huércanos el río fluye ‘contra’ Irunia, y si la preposición en el sentido direccional (el concepto

es de movimiento: fluidez) como ‘hacia’, Irunia estaría aguas abajo de Huércanos. La distancia entre Huércanos y

Uruñuela actualmente es de unos 3 kilómetros aproximadamente, y en este espacio deberíamos ubicar a Urunia/

Erunia/Irunia/Arunga.

328 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

identifica con Anderriturri (Cogolla2/384), esta fuente se llamaría Lameturria

en 1752, y actualmente se conoce como La Inturria105.

Detalle de folio 112vº (Cogolla9) del Becerro Galicano de San Millán.

29. Larrehederra, 869, 945 (Cogolla9 / Cogolla37 / Cogolla40), Sierra de la De-

manda. En tres apariciones tempranas el primer elemento presenta tres formas

diferentes: larr4,hederra106 (Cogolla9), larrehederra (Cogolla37) y lalhehederra

(Cogolla40), en cado caso seguido por una invariable –hederra = ‘hermoso’. A

partir de la forma Larrehederra, tendríamos un significado de ‘prado hermo-

so’107, etimología transparente avalada por la identificación de este topónimo

con un agostadero de la sierra de la Demanda108.

30. Magavetam, 959 (Cogolla78), Alto Cárdenas. Irigoyen considera que el

sufijo –eta–m de este nombre es en realidad un ‘inesivo plural’ vasco, con una

‘m’ añadida para indicar el acusativo latino109, pero notamos que para Mahave,

en el mismo entorno, se le atribuye generalmente una etimología semítica110.

31. Margaluli, 867 (Cogolla8), Montes Obarenes. Michelena entendía el sufijo

como un derivado del vasco –uri111.

105. GÓMEZ VILLAR, “Toponimia vasca en la comarca de Belorado (Burgos)”, p.191.

106. Nuestra recreación aproximada de lo que aparece en el folio 112vº del Becerro (véase el imagen adjunta-

do), que en todo caso difícilmente debería leerse Larchederra como lo publicó Ubieto.

107. MICHELENA, Textos arcaicos vascos, #2.2.1, p. 39, y “Onomástica y Población ...”, p. 64. Cf. el paraje La-

rreder en el Valle de Arratia (Areatza), Vizcaya.

108. GÓMEZ VILLAR, “Toponimia vasca ...”, p. 183.

109. IRIGOYEN, “Cuestiones de toponimia vasca circumpirenaica”, p. 234.

110. ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 478.

111. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 67.

329David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

32. Massoa (monte), 945 (Cogolla37), Alto Tirón. Clasificada por Michelena,

junto con Gomezulla, como voz cuyo “aspecto vasco puede no ser más que

un espejismo”112. Sin embargo, si tenemos en cuenta la frecuente vacilación

en toponimia vasca entre B/M inicial113, quizás estamos ante una redundancia

toponímica, y Massoa en realidad representa la voz vasca basoa = ’bosque,

monte’, combinándose frecuentemente con su sinónimo romance: monte de

Massoa (Cogolla39, 945). Todavía en 1552 aparece la supuesta tautología “el

monte que dicen del Valle esta incluido en los términos del monte de Masoa”,

mientras hoy en día el mismo bosque comunero se conoce como Monte Valle,

aún con un eco de redundancia114. Por otra parte, no entendemos porqué se

escribe con doble -ss- en la Edad Media, aunque la geminación consonantal sí

parece típica del vascuence demandés (cf. Ocharanna, Zavalla).

33. Nafarruri (fonte de), 971 (Ibeas2), Juarros. Homónimo burgalés del más

conocido (y mejor documentado) asentamiento altorriojano hoy conocido como

Casalarreina. El ejemplo del cartulario de San Cristóbal de Ibeas supone uno

de los casos más claros de la temprana toponimia castellana en –uri. Es más,

parece que ya en 970 peligraba su sufijo euskérico, pues se observa la forma

apocopada (¿castellanizada?) fonte de Nafarra en Ibeas1.

34. Ocharanna, 945 (Cogolla37), Montes de Oca. Superficialmente uno de

los topónimos más transparentemente vascos. Si aceptamos que el segundo

elemento corresponde a (h)aran = ‘valle’ con típica geminación consonantal

-nn-, aquí acaso indicativa de palatización, para el primer elemento existen

por lo menos dos posibilidades: ‘valle del lobo’, Michelena recoge la forma

Ocharan115; o más prosaicamente, ‘valle del (río) Oca’, solución favorecida por

Gómez Villar - ”Todavía a mediados del siglo XVIII (Catastro del Marqués de la

Ensenada ...) uno de los montes de la aldea de Puras se consignaba con este

nombre: Ocarana. Hoy se conoce por Valloca”116. Notamos que el hipotético

112. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 63.

113. por ejemplo, Maeztu < Bahaheztu, cf., MICHELENA, “Nota marginal sobre la huella latina en la lengua

vasca”, p.130; o Fonética histórica vasca, p. 333.

114. GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, pp. 100-107.

115. MICHELENA, Apellidos vascos, #511.

116. GÓMEZ VILLAR, “Toponimia Vasca ... ”, p. 187, n.39.

330 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

significado ‘valle fría’ tendría la forma Aranotz117, con el adjetivo después del

sustantivo en euskera. Otra posibilidad atractiva sería a partir de fitónimo vasco

okaran = ‘ciruelo/a’, que con sufijo abundancial daría el topónimo vizcaíno

Ocaranza118. Michelena no menciona este topónimo en su análisis “Onomástica

y población ...”, y sospechamos que no lo conocía puesto que no aparece en la

edición de Serrano a partir de la cual trabajaba, como ya hemos comentado.

35. Olegarte (Campo de), 934? (Condes9), Canales. Parece llevar el sufijo vasco

–arte con significado de ‘espacio (intermedio)’, mientras el primer elemento qui-

zás corresponda a la forma occidental (ole-a) de ol(h)a = ‘ferrería’119. Notamos la

tradición herrera de esta sierra (Villasur de Herreros, Barbadillo de Herreros120) y

que el siguiente hito citado en el Fuero (de Canales) es somo Ferreyra.

36. Sarrincho (Lumbo de), 945 (Cogolla37), Montes de Oca. cf. también agro

de Saricco (Cardeña110, 963). Sarricohuri aparece en la Reja de San Milán

(Cogolla180, 1025) en el alfoz de Harhazua, y por tanto es posible que Sarrico

sea un antropónimo, a partir del fitónimo sarri = ‘arbolado espeso’ + el genitivo

locativo –ko, algo como ‘del bosque’, aunque esto no explica la aparición de la

‘n’. Según Gómez Villar corresponde al actual Sarrico en Rábanos121.

37. Solago (Iohannes de), 950 (Buezo23), Bureba. solo = ‘campo, prado’ en

vasco occidental (la equivalente oriental sería sor(h)o)122. La versión Solaco

(Buezo24) indica que quizás estamos ante una tautológica repetición del geni-

tivo: de y el sufijo vasco –co, aquí sonorizada hacia –go. Tal sonorización en sí

sugiere una influencia fonética vasca, aunque por lo demás esta documentación

de Santa María de Buezo, cerca de Briviesca, tiene menos vasquismos que la de

la más agreste zona de Montes de Oca sólo 10km más al sur. A este respecto, el

hecho de que Iohannes se identifica con un gentilicio en sí sugiere que no sea

originario de la misma comunidad burebana en la cual lo encontramos, así que

habría que matizar la ubicación de este topónimo vasco en la Bureba.

117. MICHELENA, Apellidos vascos, #512.

118. MICHELENA, Apellidos vascos, #480.

119. MICHELENA, Apellidos vascos, #96 y #483.

120. PETERSON, La Sierra de la Demanda ..., pp. 100-104.

121. GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, p. 77.

122. MICHELENA, Apellidos vascos, #546.

331David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

* Sorreggana, 993 (Cardeña204), Burgos. El sufijo -gana aparece en toponimia

vasco-occidental con el significado de ‘alto’, pero aquí la /g/ geminada resulta

problemática, pues generalmente indica palatización en esta documentación, lo

cual nos aleja de esa etimología. Quizás deberíamos pensar en una etimología

antroponímica con el sufijo –ana.

38. Ulascori, 962 (Cardeña102), Montes de Oca. Existe un bien documentado

asentamiento homónimo en la Rioja Alta, hoy barrio de Herramélluri conocido

simplemente como Velasco, pero el contexto espacial de este texto castellano

es Galarde en los Montes de Oca. Uno de los más transparentes ejemplos de

la temprana toponimia castellana en –uri, y en este caso el primer elemento

es el igualmente transparente antropónimo Blasco, muy corriente en el área

euskaldún occidental.

39. Urrezti, 964 (Cardeña113), Alto Arlanzón. = ‘Avellaneda’ < urretz, ‘ave-

llano’, y el sufijo –ti /-di (-ti después de sibilante)123, hoy simplemente Urrez,

forma ya alcanzada en 1318 (Huelgas337) aunque con una /H/ inicial, todavía

presente en 1481 (Valdeages1d). Ya en 1071 se observa la forma Aorrec (Arlan-

za79), contemporánea con otra aparición que conservaba aún el sufijo (Urrezti,

Cardeña314, 1071), y así parece que la pérdida de sufijos vascos se inició antes

en las tierras castellanas de la diócesis de Burgos que en los cursos inferiores

del Oja y del Tirón124.

* Villa de Orovi, 863 (Cogolla6), Montes de Oca. Generalmente ha sido incor-

porado en los cánones de la toponimia vascoide demandesa125, y de allí su

inclusión aquí, pero no vemos en qué sentido significativo se trata de una apor-

tación euskérica, pues no deja de ser una fórmula romance (Villa+nombre), y la

naturaleza vasca de este o cualquier antropónimo no deja de ser tenue126, ¿o es

que también deberíamos considerar como topónimo vasco el también deman-

123. MICHELENA, Apellidos vascos, #589, #556.

124. Nafarruri > Nafarra en 970 (Ibeas1); Urrezti > Aorrec en 1071 (Arlanza79); Engutadi > Enguta en 1092

(Burgos49); pero Belascuri > Velascor en 1173 (Cogolla2/419).

125. IRIGOYEN “Toponimia de formación vasca”, p. 258; MERINO URRUTIA, La lengua vasca, p. 76.

126. “A su lado otros de distinta explicación o sin explicación: Amusco, Enneco [...] Oroivo, Ulaquide etc. Aun-

que quizás no se pueda excluir el origen latino, o al menos la mediación latina, en algunos de ellos: así J.M. Piel

explica Oroivo por el gr. Oróbios”, MICHELENA, Apellidos vascos, p. 20.

332 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

dés Vallejimeno o Quintana García, cuyos componentes antroponímicos son

más directamente vinculables con la tradición onomástica vasca?

40. Zaballar (Collado), 934? (Condes9), Canales. Zaballos en otra redacción,

véase Zavalla.

41. Zaldo (padal de), 934? (Condes9), Canales. Padal ¿= padul? Zaldo = ‘ar-

bolado donde sestea el ganado’127 < latín saltus = ‘bosque, soto‘, y euskérico

realmente sólo en cuanto a forma y sonorización. Quizás reaparece en Castilla

(Montes de Oca) en el macrotopónimo Zalduendo (réplica de un topónimo ala-

vés), aunque desconcierta que los primeros ejemplos (eso sí, muy tardíos) son

consistentemente distintos: Çelluendo (Huelgas557, 1270), Çelluendo (Huel-

gas337, 1318), Çiluendo (Behetría, 1352). En 1211, en el Alto Oja, aparece

Lupus Sancii de Zaldo (Calzada100), y todavía hoy se conserva como topónimo

menor de Santurdejo.

42. Zarratone (valle), 869 (Cogolla9), Montes de Oca. Martínez Díez lo identi-

fica con el actual Cerratón de Juarros al norte de Villafranca Montes de Oca y lo

incluye en una selecta lista de “topónimos de hipotético origen vasco”128, pero

esta identificación nos parece insegura, cuando la mayoría de los pastizales

(bacarizas) aukenses (y también casi toda la toponimia vasca) se ubica en los

montes hacia el sur. Tampoco suelen consolidarse estos pastizales como topóni-

mos mayores. En cambio, las primeras (aunque tardías) referencias fiables a Ce-

rratón de Juarros traen una ya consolidada ortografía con ‘e’ (Huelgas379, 1326;

Trinidad114, 1371), lo mismo que su práctico homónimo altorriojano Cerratone

que sí tiene una presencia diplomática temprana (por ejemplo, Cogolla240,

1045). La toponimia en Zarra-, en cambio, se ha conservado bastante bien en la

sierra castellana129, sin recurso a la cerradura vocálica (a > e) que la solución de

Martínez Díez necesita y que va en contra de la generalizada apertura observa-

da durante la castellanización de la toponimia vasca. Sugerimos que en realidad

estamos ante el nombre de otro pastizal serrano sin identificar.

127. MICHELENA, Apellidos vascos, #599.

128. MARTÍNEZ DÍEZ, Pueblos y alfoces ..., 1987, p. 410, pero no en su posterior “Toponimia mayor y repobla-

ción” (1994). Sugiere que deriva de zarra = ‘escorias de hierro’, pero esto nos parece improbable dado la ubica-

ción actual, lejos de cualquier tipo de explotación metalúrgica conocida o recordada toponímicamente.

129. MUJIKA URDANGARIN, “Toponimia vasca en Burgos”, p. 429; MERINO URRUTIA, La lengua vasca ...,

pp. 55-6.

333David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

43. Zavalla (S Juan de), 945 (Cogolla40), Alto Tirón. Michelena: “por muy

escéptico que se sea, se hace penoso rechazar que Zavalla sea vasco”130. De

zabal = ‘ancho’, en el sentido de ‘espacio abierto’ o ‘pastizal’, supondremos,

con otro ejemplo de geminación consonantal. Gómez Villar lo identifica con el

actual Zabálitas, cuyo acento parece indicar un origen no castellano131.

44. Zuiuri, 947 (Cogolla44), Bajo Tirón. En cuanto a la etimología, “sin duda

alguna de zubi, ‘puente’”132. Esto se oscurece algo cuando en la edición de

Ubieto la primera aparición del topónimo está transcrita como Ziiuri, pero

en realidad, después de consultar el Becerro, se aprecia que la grafía correcta

es Zuiuri, y que una pequeña mancha tapa una de las líneas verticales. Más

adelante veremos las implicaciones geopolíticas de la aceptación de este testi-

monio ‘riojano’ dentro de la toponimia vasca castellano-alavesa.

Detalle del folio 54 (Cogolla44) del Becerro Galicano de San Millán.

130. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, pp. 63-4, y también Apellidos vascos, #596.

131. GÓMEZ VILLAR , “Toponimia vasca”, p. 186.

132. KNÖRR “La lengua vasca en La Rioja”, conferencia impartida en Logroño, 24/V/2002, opinión que comparte

con MICHELENA, Apellidos vascos, #626.

334 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

eVaLuaCiÓn De La eViDenCia DiPLoMÁtiCa

Cualquier evaluación cuantitativa se ve complicada por la dificultad de defi-

nir qué es un topónimo vasco. En primer lugar notamos la presencia en el

mismo espacio de varios estratos lingüísticos (indoeuropeo, pre-indoeuropeo,

semítico) que conducen a formas toponímicas no romances. También está el

hecho de que generalmente estamos manejando casos aislados y descontex-

tualizados, aunque la concentración de toponimia aparentemente vasca en

contextos serranos en parte palia este mal. Otro problema es la naturaleza de

la documentación: fragmentada, en muchas ocasiones interpolada cuando no

francamente apócrifa, y en otros casos conocida sólo a través de copias muy

tardías. Además la toponimia en sí se transforma, y se observan procesos como

la castellanización: Faranlucea > Froncea. Por último, tampoco resulta sencillo

resumir la complejidad del proceso analítico en una simple evaluación binaria

de si tal topónimo es o no de origen vasco. Asumiendo todos estos problemas,

a continuación ofrecemos, de manera resumida, un balance de nuestras evalua-

ciones, dividiendo la toponimia analizada en tres categorías: un primer grupo

que podemos considerar topónimos vascos con bastante seguridad; otro grupo

más dudoso; y un tercer grupo cuya candidatura rechazamos. En el caso de este

último grupo, en el cual en realidad entraría la inmensa mayoría de la toponi-

mia del Pasillo, aquí sólo incluimos los topónimos que han sido considerados

vascos por algunos autores.

ejemploS mÁS o menoS ClAroS:– Adefeterra, ¿at(h)e = ‘collado’? + –ederra = ‘hermoso’.

– Amurrihuri, -uri = ‘poblado’.

– Arbión, ¿< Urbi-? aunque Villar lo considera de origen indoeuropeo, < *(a)

wer.

– Benifederra, -ederra = ‘hermoso’.

– Eguzuza, “tiene tanto de vasco como de irremediablemente deturpado” (Mi-

chelena).

– Ezkerra, ¿antropotopónimo o fitotopónimo?

– Faranlucea, haran = ‘valle’ + luzea = ‘largo’.

– Garuissaro, garbisu = ‘claro [de bosque]’ + ¿zaro = ‘prado’?

– Gipuzare, gipu(t)z–a-uri = ‘poblado del guipuzcoano’.

– Gutia, guti = ‘pequeño’, con el artículo –a.

– Holuori, -uri = ‘poblado’.

– Lamiturri, -iturri = ‘fuente’.

335David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

– Irunia, irun = ‘ciudad’, quizás cultismo de Urunia, semánticamente proble-

mática.

– Larrehederra, = “prado hermoso”.

– Margaluli, Michelena entendía el sufijo como un derivado del vasco–uri.

– Massoa, baso = ’bosque, monte’ + el artículo -a, aunque Michelena dudaba.

– Nafarruri, nafarr- = ‘navarro’ + -uri = ‘poblado’.

– Ocharanna, (h)aran = ‘valle’, varias posibilidades para el primer elemento.

– Olegarte, ole(-a) = ‘ferrería’ + –arte = ‘espacio(intermedio)’.

– Solago, solo = ‘campo, prado’ en vasco occ. + el sufijo –co, sonorizado a

–go.

– Ulascori, el antropónimo Blasco + -uri = ‘poblado’.

– Urrezti, urretz, ‘avellano’, + el sufijo –ti /-di = ‘avellaneda’.

– Zaballar, véase Zavalla.

– Zaldo, < latín saltus = ‘bosque, soto‘, euskérico en cuanto a forma y sonori-

zación.

– Zavalla = ‘anchura’, “se hace penoso rechazar que sea vasco” (Michelena).

– Zuiuri, zubi = ‘puente’ + -uri = ‘poblado’.

DuDoSoS133

• Alfoheta • Dorquiti • Gumenzula

• Arando • Ebeia • Heterrena

• Bagibel • Falariza • Hizquira

• Barticare • Findegorcia / Filigorte • Magavetam

• Betoza • Galafaza • Sarrincho

• Coscorrita • Genestar • Zarratone

reChAzAbleS– Herramel, en todo caso un antropónimo, e incluso se cuestiona la pertenen-

cia de éste al corpus onomástico vasco.

– Sorreggana, deberíamos pensar en una etimología antroponímica con sufijo

–ana.

– villa de Orovi(o), es difícil relacionar la toponimia antroponímica con el

estrato vasco.

133. Para análisis de estos casos por definición problemáticos remitimos al Glosario precedente.

336 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

¿Qué proporCión Del gloSArio eS noVeDoSo?“Difícilmente puede decirse nada nuevo, y tratándose de mí eso sería

imposible, sobre un material limitado, publicado de manera incompleta

y defectuosa, que ha sido ya estudiado una y otra vez por autores de la

mayor competencia.”134

Si existen elementos novedosos en el glosario arriba presentado es, sobre todo,

por avances en la edición en los últimos lustros de textos antes desconocidos.

En cuanto a la documentación emilianense, muchos autores (Michelena entre

ellos) parecen haber utilizado la edición de Serrano (1930), y por tanto algu-

nos textos publicados por Ubieto (1976) no les eran conocidos. Uno de ellos

es el microtexto (Cogolla31, 943) que contiene el topónimo Gipuzare, muy

posiblemente la primera referencia a Guipúzcoa, y por tanto de cierta trascen-

dencia histórica y filológica135. Otro caso significativo sería el de fonte Albohelete

(Cogolla182) cuyo conocimiento sospechamos habría afectado el debate sobre

el origen etimológico de Cella Alfoheta (Cogolla77). Por último, Serrano sí re-

produce el texto Cogolla37, especialmente rico en toponimia vasca y vascoide,

pero sólo una de sus dos versiones, y por tanto Michelena no parecía conocer

las referencias a Ocharanna, Garuissaro, Sarrincho, Herramel.

El Diplomatorio de San Cristóbal de Ibeas fue publicado por Martínez Díez en el

Boletín del Instituto Fernán González (Burgos) entre 1975 y 1976. Parece que

lo conocía Merino Urrutia, pero no encontramos referencia a él en la obra de

Michelena. Esta fuente nos proporciona el topónimo Nafarruri, ejemplo más

diáfano de la toponimia castellana en –uri, y un seguimiento ortográfico muy

completo del topónimo Ibeas.

Asimismo, la edición de Martínez Díez de la riquísima temprana documentación

cardeniense justifica una reevaluación de la problemática que antes se centraba

excesivamente en la documentación emilianense136. Si añadimos que gran parte

134. MICHELENA, “Onomástica y Población en el antiguo reino de Navarra: La Documentación de San Millán”,

1974, p. 59.

135. Véase PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”.

136. Véase el título y la orientación del artículo de Michelena, “Onomástica y Población en el antiguo reino de

Navarra: La Documentación de San Millán”, aunque éste sigue siendo, sin duda, el mejor acercamiento al tema,

337David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

de la más temprana documentación supuestamente emilianense también es de

origen castellano, al sumar los textos de San Pedro de Cardeña, Santa María

de Buezo y San Cristóbal de Ibeas a los pseudo-emilianenses de San Miguel

de Pedroso, San Millán de Hiniestra, San Esteban de Salcedo y San Felices de

Oca, el desequilibrio cuantitativo a favor de Castilla y en detrimento de la Rioja

navarra es notable, y debería condicionar y matizar nuestro análisis. Tanto

nuestras fuentes como el fenómeno observado en ellas son más castellanas que

navarro-riojanas.

De los investigadores que se han acercado a esta temática pocos parecen haber

tenido acceso directo a la documentación emilianense, y casi todos se han basa-

do en la edición de Serrano, o en trabajos basados en ella, incluso los estudios

posteriores a la publicación de la edición de Ubieto. Es como si la edición de

Ubieto (por cierto, con sus muchos problemas, pero siempre mucho más com-

pleta que la de Serrano) nunca hubiera aparecido. Los “Nuevos testimonios” de

Mújika Urdangarín (1989), por ejemplo, citan la edición emilianense de Serrano,

y no la de Ubieto. Herrero Alonso (1977) también parece haber trabajado a

partir de la deficiente edición de Serrano, por eso escribe de Herramel “como

topónimo no lo hallo documentado hasta el s.XIV”137, cuando aparece este

nombre en la versión C de Cogolla37 editada por Ubieto. Lo mismo se puede

decir del tan influyente Merino Urrutia (1982138), que cita Larrehederra del año

945, pero no Ocharanna, Garuissaro etc.

Por último, las aportaciones de otras disciplinas también justifican una reeva-

luación de esta materia. Los exhaustivos análisis de la diplomática del periodo

de Martínez Díez y de Zabalza Duque cambian la forma de considerar muchos

de los textos más tempranos. En el campo puramente histórico, el rechazo

mayoritario de las teorías antes dominantes como la despoblación de Sánchez

Albornoz también justifica esta revisión del tema.

a pesar del énfasis navarro-riojano.

137. HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco ..., p. 97.

138. Ésta es la fecha que lleva la monografía más importante de Merino Urrutia sobre el tema, La Lengua Vasca

en La Rioja y Burgos, pero para entonces llevaba ya muchos años indagando en esta cuestión y publicando sobre

ella (por ejemplo, ya en 1936 saldría una pequeña obra suya titulada “El vascuence en el valle de Ojacastro”),

cronología vital que explica su recurso a la edición de Serrano.

338 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

lA VeroSimilituD Del teStimonio DiplomÁtiCoAntes de avanzar deberíamos examinar la verosimilitud de estos testimonios,

ya que los arriba mencionados especialistas en la diplomática castellana alto-

medieval han cuestionado la veracidad de muchos de los textos en los cuales

aparecen estos primeros testimonios del euskera al sur del Ebro, incluyendo

los únicos tres referentes al siglo IX139, y si otros diplomas han escapado a tal

censura es quizás porque todavía la mirada crítica no se ha centrado tan inten-

samente en ellos. No obstante, aun asumiendo estas contaminaciones del cor-

pus, y apartando el testimonio de la diplomática considerada apócrifa, todavía

disponemos de una veintena de textos aparentemente verosímiles a partir de

los cuales podemos suponer que esta onomástica sería una realidad en Castilla

por lo menos a partir de los primeros años del siglo X. Una postura hipercrítica

nos privaría de algunos ejemplos muy sugerentes, pero en términos cronológi-

cos todavía podríamos fijar el comienzo documental del fenómeno onomástico

que nos interesa a principios del siglo X.

Sin embargo, algunos de estos diplomas apócrifos son precisamente los más

prolijos en cuanto a toponimia vasca, sobre todo el irremediablemente apócrifo

Fuero de Canales (Condes9), los tres diplomas altotironeses del año 945 (Cogo-

lla37, 39 y 40), y los dos diplomas referentes a San Felices de Oca del siglo IX

(Cogolla6 y 9). No obstante, hay varios motivos que nos llevan a no desechar

estos testimonios: una ya comentada coyuntura histórica (el nexo castellano-

alavés) que hace factible este tipo de onomástica; la variedad de fuentes que

aportan testimonios onomásticos similares; la presencia del mismo superestrato

toponímico en textos intachables; y, en fin, la probable fiabilidad del contenido

toponímico de estos textos cuya falsedad es, en muchos casos, más formal que

otra cosa140.

La variedad de fuentes en las cuales aparece onomástica de este tipo es un gran

aval para su verosimilitud, e incluso dentro de la documentación reunida en

139. En orden cronológico los textos apócrifos que contribuyen a nuestro Glosario son Cogolla6, Cogolla8,

Cogolla9, Condes9, Cogolla37, Cogolla39, Cogolla40, Cardeña156 y Cogolla95. Véase MARTÍNEZ DÍEZ, “El Mo-

nasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales. Documentación emilianense y diplomas apócrifos”; ZABALZA

DUQUE, Colección Diplomática de los Condes de Castilla. Edición y comentario.

140. Incluso Martínez Díez, quien más se ha esforzado últimamente en avisar sobre los peligros de historiar a

partir de la diplomática apócrifa, parece aceptar el contenido toponímico de estos diplomas: “los datos geográfi-

cos son igualmente válidos”, MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”, p.53.

339David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

el cartulario emilianense estamos en realidad ante diplomas provenientes de

distintos cenobios generalmente castellanos141. Es cierto que estos textos no son

originales, sino copias emilianenses de finales del siglo XII, pero no tenemos

por qué pensar que necesariamente se haya alterado su contenido toponímico,

y aunque fuera así sugerimos que los falsarios nos habrían dejado una toponi-

mia menos oscurantista. Además, tales manipulaciones tendrían algo de sentido

con textos largos e importantes (las fundaciones cenobíticas, por ejemplo),

pero no es el caso para un texto minúsculo como Cogolla47, que detalla la

donación a San Millán de Hiniestra de una simple finca en Gipuzare en el año

943. Prácticamente todas las fuentes que hacen referencia al Pasillo en periodo

condal aportan ejemplos de toponimia vascoide142, así que el carácter apócrifo

de buena parte de estos textos no niega la existencia de tal toponimia vasca

al sur del Ebro durante el periodo contemplado, cuando la aparición de este

elemento en varias fuentes apoya la verosimilitud de la aportación toponímica

de las mismas. Incluso tenemos el caso de uno de estos topónimos, Gomezu-

lla, que aparece en dos fuentes distintas, lo cual avala aun más este registro143.

Desafortunadamente no se trata del topónimo más transparentemente vascoide

de cuantos citamos, pero su contribución a la fiabilidad de este registro topo-

nímico es en sí un mérito.

En resumen, partimos de la premisa, que creemos consolidarse al ver la homo-

geneidad de esta documentación en este respecto, que el aporte toponímico de

estos diplomas es esencialmente verosímil.

¿CoinCiDe el Debut DiplomÁtiCo Con el origen Del

SupereStrAto?La siguiente consideración debe ser si la aparición diplomática de este estrato

lingüístico necesariamente corresponde con el momento de la llegada a la zona

de población vascófona. La toponimia presentada y glosada parece ofrecernos

una cronología inicial ante quem de finales del siglo IX, o principios del X si

141. Cogolla6 y 9 provienen del archivo de San Felices de Oca; Cogolla31, 47 y 114 de San Millán de Hiniestra;

Cogolla37, 39, 45 y 95 de San Miguel de Pedroso; y Cogolla101 de San Esteban de Salcedo.

142. Por ejemplo, Urrezti en la documentación de San Pedro de Cardeña, Iohannes de Solago en la de Santa

María de Buezo; o fonte de Nafarruri en la de San Cristóbal de Ibeas.

143. Gumenzula, Cogolla37 (945), probablemente un texto originario de San Miguel de Pedroso; Gomezulla,

Cardeña156 (972).

340 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

adoptamos una postura hipercrítica, ¿pero existen herramientas para adelantar

todavía más la presencia vascófona en estas tierras?

Ya hemos considerado los argumentos a favor y en contra de una continuidad

lingüística desde periodos remotos, y si hemos concluido que los indicios son

insuficientes como para aceptar tal hipótesis como la más probable, no se nos

escapa que desde el primerísimo texto postmusulmán (Cogolla1, 759) aparece

antroponimia aparentemente vasca en el Pasillo. Desafortunadamente no dis-

ponemos de información toponímica para el siglo VIII, y el testimonio antropo-

nímico tiene sus limitaciones, pero en cuanto tenemos textos con información

toponímica referente al Pasillo la huella vasca también aparece en ellos.

El debut diplomático de un asentamiento no tiene por qué corresponder cro-

nológicamente con su fundación. En algunos casos el relato diplomático sí

hace referencia a un acto fundacional, pero generalmente en referencia sólo a

monasterios, y pocas veces de núcleos poblacionales laicos. Es más, cuando

aparecen estos asentamientos en la documentación se manifiestan ya como

entidades maduras y complejas, y su debut en la diplomática cenobítica corres-

ponde generalmente con el traspaso de un derecho señorial dentro del asen-

tamiento, un hecho necesariamente posterior al origen puramente campesino

de la aldea. Pastor Díaz de Garayo presenta el pueblo de Flagimbistia, cerca

de Burgos, como ejemplo paradigmático de una comunidad que emerge del

anonimato documental repentinamente con un aparentemente complejo tejido

social, y llega a la conclusión de que no es una colonización reciente, y que el

silencio anterior se debe a las deficiencias documentales, y no a una supuesta

despoblación144. Tiene sentido, por ejemplo, pensar en el transcurso de por lo

menos una a dos generaciones después de una primera fundación para que

cambiantes circunstancias familiares hagan fracasar, triunfar o fraccionarse la

originaria pequeña producción agropecuaria familiar. Si aceptamos este tipo

de cronología bien podríamos adelantar la aparición de población vascófona

cincuenta años antes de su debut diplomático.

También existen motivos filológicos para apoyar estos argumentos esencial-

mente históricos. Se percibe cierta tautología en algunas de estas referencias

144. PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., pp. 47-9.

341David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

toponímicas que sugieren una distancia entre el nombramiento original y la

comprensión del topónimo en el momento de redacción del texto. En el caso

de fonte qui vocitatur Lamiturri (Cogolla39, 945), por ejemplo, fonte repite

innecesariamente el sentido de su sinónimo euskérico –iturri. Este tipo de

tautología suele surgir de la incomprensión lingüística, y la implicación para

Michelena es que Lamiturri era un topónimo ya antiguo y asimilado como un

nombre propio, con el significado del elemento -iturri olvidado, cuando lo

encontramos en 945145.

No obstante, también habría que contemplar una explicación más diglósica

que diacrónica: que la incomprensión es sólo por parte de un sector de la

población, quizás sólo el escribano, con el registro vasco todavía vigente entre

la población autóctona en el momento de redacción. La coexistencia de tra-

ducciones, quizás Faranlucea-Balle longa, y más transparentemente en siglos

sucesivos Lizarraga-Fresneda y Elhorzaga-Espinosa, sugiere que este modelo

es válido146.

También percibimos que varios de estos topónimos que parecen tener etimo-

logías vascas muestran signos de castellanización. Observamos el proceso de

degradación en algunos de los casos mejor documentados como el de Faranlu-

cea > Froncea, detallado arriba, o en el caso tardío de Ochabro, microtopónimo

actual de Valdeagés, y su degradación de una temprana forma aparentemente

vasca hacia otra totalmente oscura: Ochiafor (1176, Rioseco24) > Oiafar (1189,

Rioja305) > Ochavor (1270, Huelgas557) > Ochabro (actual). El principio de

que los topónimos de una minoría vascófona serían progresivamente caste-

llanizados parece estar bien fundado, ¿pero tenemos testimonios de que haya

145. MICHELENA, Textos arcaicos vascos, #2.2.1, p. 39. También cabe la posibilidad de que el original enfoque

específico del topónimo (referente sólo a una fuente) se hubiese ampliado a un espacio genérico (una sección

entera del valle, por ejemplo), pero que en nuestro texto el escribano quiere insistir en que la referencia se limita

a la fuente en sí, y no a todo el entorno. Por ejemplo, en principio el nombre Villarreal se aplicaría a un asenta-

miento, pero con el tiempo se extiende también a un espacio más amplio, el término municipal, por ejemplo. Si

ahora, sin embargo, se quiere distinguir entre el municipio y el núcleo urbano, se emplearía una frase del tipo “el

pueblo de Villarreal”, con una tautología intrínseca, pero que no implica incomprensión del significado original

del étimo villa. De todas maneras, en este segundo caso también se está contemplando un cambio (en este caso

ampliación semántica) diacrónico, lo cual sugiere que el nombre lleva algún tiempo in situ y en uso, aunque es

difícil afinar más cronológicamente.

146. Faranlucea (Cogolla47, 947), Balle Longa (Cardeña113, 964); L/Cizarraga (Cogolla186, 1028), Fresneda

(Cogolla95, 979); Elhorzaha y Espinosa en el mismo texto (Cogolla2/361, 1129).

342 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

empezado el proceso ya cuando arranca nuestra documentación hacia el año

900? En la mayoría de los casos de intuida castellanización temprana estamos

condicionados por disponer sólo de ejemplos aislados y oscuros. No sabemos,

por ejemplo, si el sufijo de Gipuzare se ha castellanizado a partir de * -a-uri o

si es simplemente el genitivo –re. Ante tales dudas, y a partir de ejemplos tan

escasos y oscuros, difícilmente podemos aventurar una cronología concreta

para un proceso sólo intuido.

DistribuCiÓn esPaCiaL

A continuación analizaremos la distribución espacial de esta toponimia, distin-

guiendo entre tres espacios:

1. La parte de la actual Rioja controlada por los navarros durante las

primeras décadas (925-960) de su presencia al sur del Ebro: espacio

riojano-navarro

2. La parte burgalesa del Pasillo, controlada por los condes castellanos

durante todo el siglo X: espacio castellano

3. y entremedio, un espacio hoy parte de La Rioja pero controlado por

lo menos hasta mediados del siglo X por los condes castellano-alave-

ses: espacio riojano-castellano

Mapa XXXIII. Toponimia vasca al sur del Ebro, siglos IX y X

343David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

Remitimos al capítulo sobre La Frontera Oriental de Castilla para una justifica-

ción de estas evaluaciones geopolíticas, mientras, a continuación, aparecen en

cursiva los casos dudosos, habiéndose eliminado Herramel, Sorreggana y villa

de Orovi(o).

Espacio castellano

Espacio riojano-castellano

Espacio riojano-navarro

Adefeterra, Demanda (#1) Alfoheta, Alto Cárdenas (#2)

Bagibel, Alto Leza (#6)

Benifederra, Demanda (#8) Amurrihuri, Montes Obarenes (#3)

Betoza, Albelda (#9)

Coscorrita, Montes de Oca (#10) Arando, Canales (#4) Irunia, Bajo Najerilla (#27)

Dorquiti, Alto Arlanzón (#11) Arbión, Canales (#5)

Ebeia, Juarros (#12) Barticare, Grañón (#7)

Eguzuza, Montes de Oca (#13) Findegorcia, Canales (#17)

Ezkerra, Alto Tirón (#14) Genestar, Canales (#20)

Falariza, Montes de Oca (#15) Gutia, Canales (#23)

Faranlucea, Arlanzón (#16) Magavetam, Alto Cárdenas (#30)

Galafaza, Alto Arlanzón (#18) Olegarte, Canales (#35)

Garuissaro, Montes de Oca (#19) Zaballar, Canales (#40)

Gipuzare, Montes de Oca (#21) Zaldo, Canales (#41)

Gumenzula, Demanda (#22) Zufiuri, Bajo Tirón (#44)

Heterrena, Alto Tirón (#24)

Hizquira, Montes Obarenes (#25)

Holuori, Montes de Oca (#26)

Lamiturri, Alto Tirón (#28)

Larrehederra, Demanda (#29)

Margaluli, Montes Obarenes (#31)

Massoa, Alto Tirón (#32)

Nafarruri, Juarros (#33)

Ocharanna, Montes de Oca (#34)

Sarrincho, Montes de Oca (#36)

Solago, Bureba (#37)

Ulascori, Montes de Oca (#38)

Urrezti, Alto Arlanzón (#39)

Zarratone, Montes de Oca (#42)

Zavalla, Alto Tirón (#43)

344 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

No obstante, esta concentración de toponimia vasca en tierras (entonces) cas-

tellanas podría ser un espejismo diplomático: quizás el motivo de la escasez de

toponimia vasca en zonas navarras es la correspondiente escasez de documen-

tación referente a esos espacios. Tenemos tan sólo 43 textos referentes a la Rio-

ja navarra para el siglo X147 y aproximadamente 200 referentes a la mitad caste-

llana del Pasillo148, aunque muchos de éstos son microtextos, como Cogolla43,

por ejemplo. Sin embargo, aun reconociendo este desequilibrio cuantitativo,

– la incidencia proporcional de toponimia vasca en la documentación

castellana sigue siendo mayor

147. Son tan sólo 24 los textos albeldenses, al no contabilizar los que hacen referencia a espacios castellanos

(#1, #21 y #22) ni a Yaniz en Navarra (#17); la Colección Diplomática de la Rioja aporta sólo dos diplomas; mien-

tras de la documentación emilianense tan sólo 17 de los 117 textos anteriores al año 1000 podrían considerarse

referentes a la Rioja navarra.

148. Incluimos aquí las aportaciones de pequeños monasterios luego absorbidos por San Millán, como San

Felices de Oca, San Millán de Hiniestra, San Miguel de Pedroso y San Esteban de Salcedo (este último fuera del

Pasillo pero activo en él); los más tempranos textos emilianenses (Cogolla77 y Cogolla78) cuya toponimia remite

al periodo de control castellano sobre el monasterio; la parte del cartulario de San Pedro de Cardeña referente a

los Montes de Oca y el Alto Arlanzón; dos diplomas de San Cristóbal de Ibeas y una docena de textos de Santa

María de Buezo, conservados en el cartulario de Valpuesta.

Mapa XXXIV. Contraste entre la distribución de la toponimia vasca y la de Quintana

345David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

– y, sólo se puede trabajar a partir de la documentación disponible,

y a partir de ella, sin especular en cuanto al carácter etnolingüístico

del relativamente silencioso espacio navarro-riojano, el fenómeno

vascuence al sur del Ebro durante el siglo X es castellano: aparece

en textos castellanos, referentes al espacio castellano, y que citan

autoridades castellanas.

Por otro lado, merece la pena insistir en el contexto serrano de este registro

cuando aparece en Castilla, en contraste con la aparición urbana, tanto semán-

tica como topográficamente, de la voz Irunia. Nos referimos a la concentración

de esta toponimia en entornos y contextos serranos, referente a pastizales y a

mojones, o a los asentamientos más precarios. En general, esta toponimia se

aleja del mundo (proto)urbano, del fondo de valle, de la vías de comunicación

y de las mejores tierras para la agricultura y para el agropecuarismo, incluso en

comunidades en sí serranas149.

Asimismo resulta llamativo el contraste entre la distribución serrana de esta

toponimia y la de la toponimia en Quintana, que se concentra en la campiña.

Ocupan dos espacios contiguos, pero apenas se mezclan, con la toponimia

vasca casi siempre aguas (y monte) arriba de la toponimia en Quintana. La

distribución de la antroponimia semítica es semejante a la de Quintana.

antroPoniMia y gentiLiCios

Hemos hecho mucho menos uso de la antroponimia en este capítulo que en

otros donde se ha contemplado la presencia de población arabizada o judía.

Ambos registros tienen sus virtudes y sus defectos, y si la gran virtud de la

toponimia es su relativamente fácil contextualización espacial, la desventaja

es su problemática contextualización cronológica que, por ejemplo, conduce

a propuestas de las más diversas (desde una datación romano-imperial a otra

altomedieval) para una toponimia tan abundante como la de Quintana. La

antroponimia está, en cambio, más sujeta a modas, y así encontramos nombres

etimológicamente árabes en el Pasillo en el siglo X que hacen referencia a mu-

ladíes, a judíos, y a cristianos arabizados, además de a gente de etnia árabe (los

que menos). En cuanto al estrato lingüístico vasco, la antroponimia es de muy

149. PETERSON, La Sierra de La Demanda en la Edad Media, p. 153

346 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

limitada utilidad a la hora de distinguir entre población vascófona y población

castellano-parlante, sobre todo en el periodo contemplado cuando algunos

nombres de origen vasco parecen haber estado ‘de moda’ incluso en ambientes

de habla romance, por ejemplo, el monarca leonés Sancho ‘el Craso’.

Bachiller González comenta la escasa presencia (4%) de antroponimia vasca

entre la documentación calceatense150, extrapolando a partir de ahí para sugerir

una presencia demográfica igualmente limitada. Sin embargo, creemos que esta

cifra es el resultado de un error metodológico. Bachiller descarta la antroponi-

mia más corriente de origen alavés o navarro de su ‘antroponimia vasca’151, pero

luego no la excluye de la total a partir de la cual calcula el porcentaje citado.

En realidad ese 4% representa sólo el porcentaje de antroponimia vasca atípica,

pues la onomástica personal de población vascófona parece haber sido en gran

medida la misma que la de la población de habla romance de las comarcas del

Alto Ebro. Nombres como Oveco, García, Fortún etc. son utilizados tanto por

euskaldunes como por no-euskaldunes, y por tanto el registro antroponímico,

al margen de algunos pocos apellidos y motes, es de muy relativa utilidad a la

hora de identificar a población vascófona.

Más aprovechables resultan algunos nombres o elementos paraonomásticos

relacionados con voces comunes vascas, muchos de los cuales parecen remitir

a relaciones de parentesco: Ama, Anderazo, Anderquina, Annaya, Eita. En

general, estas voces parecen reproducir la distribución castellana observada en

la toponimia, pero éste es un asunto que todavía falta por estudiar del todo, y

un análisis espacial, formal, funcional y cronológico de estas apariciones sería

muy interesante.

Otro registro que se suele utilizar en este tipo de estudio son los topónimos

formados a partir de gentilicios. Se ha debatido la cuestión de si esta toponimia

es representativa de la población en general o de minorías, más o menos signi-

ficativas, y tendemos hacia la segunda interpretación. Así, cuando observamos

en nuestro espacio dos Gipuzauri pero ningún *Arabauri, no deberíamos pen-

sar en una colonización mayoritaria de guipuzcoanos y sin aportación alavesa,

150. GONZÁLEZ BACHILLER, “Antroponimia vasca en la documentación de Santo Domingo ...”, p. 400.

151. GONZÁLEZ BACHILLER, “Antroponimia vasca en la documentación de Santo Domingo ... ”, p. 384.

347David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

sino justo lo contrario: se hace referencia a Guipúzcoa precisamente porque es

lo no habitual152.

Lo que sí abundan, en cambio, son referencias toponímicas a vascones. A

partir de la toponimia actual podemos citar Báscones del Agua, Báscones de

Zamanzas, Bascuñana, Bascuñuelos, Villabáscones, Villabáscones de Bezana,

Basconcillos de Muño y Basconcillos de Tozo en la provincia de Burgos, en

Palencia tenemos Báscones de Ebro, Báscones de Valdivia y Báscones de Ojeda,

y en Soria Zayas de Báscones153. A partir de la diplomática manejada podemos

enriquecer esta nómina y también constatar la presencia altomedieval del fe-

nómeno: uilla de Uascones, hoy día San Medel, próximo a Burgos (931, Carde-

ña20); Basconiana, el actual Bascuñana (991, Cogolla102); Fonte Vascones en

Vallarta (1028, Cogolla187); ual de Uascones en Monasterio de Rodilla (1063,

Oña44); era de Vascones en Pancorbo (1088, Cogolla2/179); y también como

antropónimo, Beila Bascone (958, Cardeña93).

152. Nos constan, no obstante, referencias a un Monnio Alaves en el Cárdenas (Cogolla175, ca. 1060), y a un

molino alavés en el Alto Tirón (Cogolla284, 1051). También: Bezkahinos (el actual Vizcaínos) en Lara (año 974,

PASTOR DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., p. 347); Gipuzare en los Montes de Oca, (943, Cogolla31); y dos

referencias a una fonte de Nafarra / Nafarruri en los Juarros (Ibeas1 y 2, 970-1).

153. Cf. también HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco ..., p. 132.

Mapa XXXV. Gentilicios específicos aparecen entre la toponimia vasca, mientras genéricos del tipo Villabascones la rodean

348 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

¿Quiénes son estos vascones? Es difícil saber qué valor atribuir a este gentilicio:

si además de a los oriundos de lo que había sido la antigua Vasconia romana,

esencialmente la Navarra actual, se lo puede aplicar también a gentes vascófo-

nas más occidentales, originarias de territorios englobados hoy en la Comuni-

dad Autónoma Vasca. Las fuentes visigodas, muy genéricas en su empleo de la

toponimia, poco ayudan al respecto, y según Larrea “leurs habitants se voient

décerner le nom de Vascons pour la première fois dans les chroniques asturien-

nes rédigées à l’extrême fin du IXe siècle”154. Si desde una perspectiva alóctona

(asturiana) y altomedieval se consideran vascones también a los oriundos de

Álava, éste nos parece el contexto correcto para interpretar estos gentilicios que

emergen diplomáticamente en el mismo periodo y en un espacio próximo a

(aunque no plenamente coincidente con) toponimia vasco-occidental.

Esta lectura chocaría con el principio arriba formulado, de que la toponimia

gentilicia de este tipo recuerda minorías, si no fuera que florece precisamen-

te en comarcas castellanas donde no abunda la toponimia vasca que hemos

observado en la Demanda y los Montes de Oca. Pues en esas zonas de colo-

nización vasca intensiva, donde abunda la toponimia vasca descriptiva, este

tipo de topónimo sobra. En cambio, es corriente, irónicamente, en otras zonas

próximas de menor colonización ‘vascona’. Así la distribución de la toponimia

en Villabáscones se asemeja a la de la toponimia en Quintana, pues ambas

rodean la Demanda y los Montes de Oca. Por otra parte, notamos la ausencia

de referencias de este tipo entre la toponimia mayor actual y la diplomática

medieval de la Rioja navarra155.

En contraste, las referencias específicas a guipuzcoanos, vizcaínos y navarros se

ubican entre la masa de toponimia vasca, siendo referencias a grupos minorita-

rios dentro de la masa vascona, mayoritariamente alavesa. Tampoco negamos

que hubiera algo de inmigración desde Navarra escondido entre estos vascones

genéricos, y observamos en San Medel próximo a Cardeña (otro de los Villa-

báscones durante el siglo X) una población donde domina la antroponimia

154. LARREA, La Navarre du IV au XII siècle, pp.129-133.

155. En el Diccionario de toponimia actual de La Rioja de GONZÁLEZ BLANCO la voz Villavascones / Villa-

bascones no aparece. Los únicos ecos de esta toponimia son los microtopónimos Valdevascones en Almarza

(de Cameros), Cogote de Vascones en Ledesma, y quizás también Hontanilla Basculi en Yécora, ya en el límite

occidental (y castellano) de la provincia.

349David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

navarra156. Éste también es el escenario donde aparece el corónimo Juarros

(Suffarrus, SJBurgos3, 1097), aparentemente derivado del fitónimo navarro zu-

har (= ‘olmo’).

CaraCterÍstiCas y ParentesCo DeL DiaLeCto VasCo aL

sur DeL ebro

A partir de la toponimia (actual e histórica), y el Vocabularium linguae can-

tabricae (1562) de Landucci, Michelena intentó reconstruir el dialecto vasco

que se habló en Álava durante el Medievo157. Este proceso reconstructivo le

permitió a Michelena evaluar el dialecto vasco que observamos al sur del Ebro

en los siguientes términos: “está en estrecha relación con la que encontramos

por las mismas fechas, al norte del Ebro, en territorio alavés ... La muestra que

poseemos, por exigua que sea, permite afirmar sin lugar a dudas que el vas-

cuence de la Rioja y Burgos nada tenía de navarro.”158

Los rasgos más característicos de este dialecto ‘meridional’ serían:

– la forma occidental –(h)uri, (en vez de la oriental –iri);

– baltz, en vez de beltz;

– conservación de la aspiración;

– conservación de las consonantes geminadas o fuertes (-ll-, -nn-).

Aun limitándonos a los textos tempranos de la fase castellana, observamos la

mayoría de estas características:

– el sufijo -uri (Nafarruri, Margaluli, Zuiuri), y probablemente tam-

bién en las formas en -ori (Ulascori);

– aspiración (Larrehederra, Amurrihuri), aunque en muchos casos re-

presentada gráficamente por -f- (Adefeterra, Benifederra, Falariza,

Faranlucea);

– geminación consonantal (Ocharanna, Zaballar, Zavalla).

156. Entre ella la enigmática Gallopenzar (Cardeña45, c.947), cf. Gallipienzo, topónimo considerado oscuro o

dudoso por SALABERRI ZARATIEGI, “Origen y significado de la toponimia de Navarra”, p. 123.

157. MICHELENA, “Sobre la lengua vasca en Álava durante la Edad Media”.

158. MICHELENA, “Onomástica y Población ...”, p. 69; evaluación antes adelantada por ALARCOS LLORACH,

“Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 492; y recientemente reafirmada por KNÖRR BORRÀS, “El euskera

en tierras del romance”, p. 45.

350 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

La única aparición retrasada es la de balza, no observada hasta el siglo XI

(Nunno Valza de Seroiana, Cogolla176, ca. 1030; Valle de Balza, Cogolla259,

1049) 159.

Más adelante nos llegarán testimonios explícitos del origen del dialecto en los

cognomen de algunos de los moradores del valle del Oja, cuyos nombres hacen

referencia insistentemente a varios pueblos alaveses y treviñeses, una aporta-

ción muy por encima de la de cualquier otro escenario: Lope de Mendoza; Petro

Lozaquo (= ‘de Loza’); Enego Lopez de Fossana; Petro Iohannes de Armentia;

Martin Navaro de Bitoria; Martin de Armentia160.

La Fase rioJana, s. Xi en aDeLante

Durante la primera mitad del siglo XI la frontera que separaba los navarros de

los castellanos, y antes a éstos de los Banu Qasi, y que seguía grosso modo la

línea del valle del Oja, dejó de funcionar como tal. En parte, porque la lógica

detrás de la frontera ya había dejado de imperar en el momento en que los

navarros sucedían a los Banu Qasi en el control de la Tierra de Nájera; pues

una frontera que antaño separaba dos modos de producción distintos ahora

separaba dos sistemas parecidos. Sin embargo, sólo hacia finales del siglo X

empiezan los reyes navarros a interesarse por el extremo occidental de sus

dominios, y realmente sólo después del cambio de milenio se convierte en una

realidad el desmantelamiento de la frontera del Pasillo. A partir de entonces

la lógica geográfica se impone y se vuelve a considerar el Pasillo como tal,

como una entidad geográfica unitaria, transicional quizás, pero esencialmente

homogénea, y consecuentemente la divisoria entre los dos estados situados en

sus extremos cambia de manera más brusca que nunca. Durante el siglo XI la

frontera se situaría inicialmente en el curso del río Oja (hasta ca.1020), después

habría un progresivo desplazamiento hacia el oeste (1020-1035), más adelante

se fijaría en la divisoria de aguas Ebro-Duero (1035-1054), a partir de la batalla

de Atapuerca se intuye un retroceso gradual hacia la divisoria diocesana (1054-

159. También, Garci Baltza / Balza, Calzada94 (1209).

160. Lope de Mendoza, Calzada65 (1183?); Petro Lozaquo (= Loza + locativo -ko), Calzada67 (1186); Enego Lopez

de Fossana (= Ozana, Treviño, cf. Fozano en el s.XIII según LÓPEZ DE GUEREÑU, p. 210), Calzada94 (1209);

Petro Iohannes de Armentia, Calzada130 (1219); Martin Navaro de Bitoria, Calzada130 (1219?); Martin de Ar-

mentia, Calzada136 (1230?); y quizás también Gonzalo Ocoihita (¿= Acosta?, cf. Ocoizta forma habitual durante

el medievo), Calzada55 (1182).

351David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

1076), y finalmente coincidiría con el río Ebro (1076 en adelante). La fundación

de Santo Domingo de la Calzada hacia finales del siglo XI, y su temprana

elevación al rango de sede catedralicia acabaría definitivamente con la idea de

un río Oja fronterizo, pero antes ya había dejado de serlo, y los fértiles tramos

inferiores de los ríos Oja y Tirón serían colonizados ahora con más intensidad.

Sería la debilidad dinástica de la familia condal castellana lo que permitiría la

gradual introducción de Sancho el Mayor en la vida política del condado, con

el proceso ya terminado a su muerte en 1035 y la frontera navarro-castellana

ya desplazada 50 km hacia el oeste en una sola generación. El traslado de la

capital de Pamplona a Nájera, 100 km hacia el SW, también es propio de este

periodo y no del siglo anterior como se ha sugerido; así el sobrenombre del

primogénito de Sancho III, García de Nájera, quien sería el encargado de la

integración de tierras antaño castellanas en el reino navarro. Pero además de

este acto tan emblemático, se agregan una serie de monasterios castellanos a

San Millán de la Cogolla, algunos de cierta importancia regional (San Felices de

Oca, sede episcopal; San Miguel de Pedroso, jerarquizador de gran parte del

Mapa XXXVI. Política burebana de la monarquía navarra, 1045-1052

352 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

valle del Tirón)161, y se funda Santa María de Nájera (1052), dotándolo también

con tierras y posesiones mayoritariamente castellanas162.

CronoLogÍa De La toPoniMia aLtorrioJana en –uri

Sugerimos que la novedosa inoperancia de la frontera del río Oja, una realidad

geopolítica nacida hacia 1020, podría haber sido un acontecimiento clave para

la aparición de la toponimia altorriojana en –uri. Primero, no obstante, debe-

ríamos reiterar que la primera aparición en el Becerro Galicano, o en cualquier

otra fuente, no supone un indicio fiable del momento de fundación de un

asentamiento. El testimonio más contundente y elocuente de este principio

es la Reja de San Millán: un sólo texto sin cuya aportación estaríamos quizás

contemplando una llanada alavesa despoblada. En nuestro espacio también

tenemos ejemplos ilustrativos de este principio. Por ejemplo, gracias a su tras-

cendencia militar, tenemos noticia cronística de la existencia de Cellorigo y de

Ibrillos hacia finales del siglo IX163, y sin embargo para sus respectivos debuts

diplomáticos tenemos que esperar hasta el siglo XI164. También cuando tenemos

dos fuentes diplomáticas diferentes puede haber un largo hiato entre la apari-

ción de un topónimo concreto en la una y en la otra165.

Pues bien, hecho este inciso, sugerimos que una forma más prometedora de

avanzar sería el análisis de la distribución espacial y diplomática de tipologías

toponímicas, en vez de examinar topónimos individuales. Al trabajar con gru-

161. Cogolla234 (1045), Cogolla237 (1045), Cogolla241 (1046), Cogolla255 (1049), Cogolla256 (1049) y Cogo-

lla269 (1050).

162. Rioja13, 1052. Además, este periodo vería el despegue diplomático de Santa María de Valvanera en la

misma raya fronteriza ancestral con Castilla (Cogolla166), y aunque aquí la intervención real es menos explícita,

limitándose a una sola donación (Valvanera1), en el contexto arriba descrito y dada la posición estratégica de este

cenobio, estimamos que este despertar diplomático obedece a las mismas pautas.

163. En ambos casos la fuente es la Crónica Albeldense: Cellorigo (Celloricum) protagoniza gran parte de las

aceifas de 882 y 883 (XV.13); mientras Ibrillos (Ebrellos) recibe mención en la Nomina Regum Catolicorum Legio-

nensium (XVa.13) hacia 899.

164. Deocium de Cellorico 1004 (Cogolla126); Ibriellos 1068 (Cogolla369).

165. Dos atípicas referencias albeldenses al entorno de Grañón (Albelda21, 953; y Albelda22, 956) nos informan

de la existencia de Villazahac y Villapún (hoy Castildelgado) a mediados del siglo X, cuando si únicamente de

la documentación emilianense dependiésemos tendríamos que haber esperado otro siglo (Cogolla359, 1066; y

Cogolla369, 1068) para enterarnos de la existencia de estos asentamientos. Tirgo es otro ejemplo: aparece en la

fundación de San Cosme y San Damián de Covarrubias en 978 (Condes52), pero en la documentación emilianen-

se no se menciona hasta 1095 (Cogolla2/250).

353David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

pos toponímicos minimizamos el riesgo de que nuestros resultados estén con-

taminados por la denunciada aleatoriedad del registro diplomático. Ya hemos

intentado algo parecido con los topónimos del grupo Quintana, aunque en ese

caso el enfoque se centra más en su distribución espacial que en su cronología,

y con las advocaciones a San Millán, y ahora proponemos el mismo ejercicio

con los asentamientos altorriojanos que incorporan el sufijo –uri.

Este grupo de topónimos emerge con cierta homogeneidad diplomática duran-

te el tercer cuarto del siglo XI, en un espacio antaño fronterizo, y rodeado de

toponimia de otras características morfológicas y etimológicas, que en general

han debutado antes en nuestras fuentes. Complicando un contraste por lo de-

más relativamente nítido, tenemos un hapax: la temprana aparición de una

referencia a Cihuri. Por lo demás, dos tipos de topónimo ocupan el mismo

espacio, pero con cronologías (por lo menos diplomáticas) diferentes. Sugeri-

mos que esta disparidad diplomato-cronológica difícilmente se explique por la

aleatoriedad del registro diplomático.

Restringiremos el análisis a los asentamientos actuales, pues así los datos serán

más fácilmente manejables, sobre todo en cuanto a la materialización carto-

gráfica, se impone un criterio de algún modo objetivo sobre dónde separar

la micro- de la macro- toponimia, a la vez que se evita la problemática de la

ubicación exacta de los despoblados. Aun así, cabe comentar desde el principio

que la incorporación de datos sobre los despoblados, y notamos que gran parte

de los asentamientos en –uri no llegarían a consolidarse, respeta los mismos

patrones distributivos que observaremos con la toponimia mayor.

primeras apariciones de la actual toponimia mayor del pasillo fronterizo

AÑO TOPÓNIMO FUENTE NÚCLEO ACTUAL

873 Fresnu Cogolla16 Fresno del río Tirón

873 Trepiana Cogolla16 Treviana

899 Ebrillos Albeldense XV.a Ibrillos

913 Cerezo Cardeña6 Cerezo del río Tirón

931 Granione Cogolla23 Grañón

937 Valle Orcanos Cogolla25 Valluércanes

947 Zufiuri Cogolla44 Cihuri

951 Tollemantos Cogolla62 Tormantos

956 Villa Pun Albelda22 Castildelgado

959 Fervias Cogolla79 Hervías

354 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

AÑO TOPÓNIMO FUENTE NÚCLEO ACTUAL

959 Fonte de Abzallete Cogolla82 Fonzaleche

971 Leiva Cogolla89 Leiva

978 Tirgo Condes52 Tirgo

1025 Quintaniella Cogolla179 ¿Quintanilla del Monte?166

1025 Ratezella Cogolla179 Redecilla de Campo

1028 Saucto Cogolla189 Sotillo, ca. Ibrillos

1040 Faro Rioja3 Haro

1045 Cerratone Cogolla240 Zarratón

1048 Quintana Cogolla299 ¿Quintanaloranco?

1049 Banares Cogolla262 Bañares

1049 Castanares Cogolla262 Castañares

1050 Villa Porchera Cogolla276 San Torquato

1051 Banios Cogolla281 Baños de Rioja

1051 Coscorrita Cogolla281 Cuzcurrita del Río Tirón

1051 Villalfovare Cogolla281 Villalobar

1058 Sagga Cogolla303 Sajazarra

1061 Artable Cogolla311 Altable

1062 Citamon Cogolla322 Cidamón

1064 Equora Cogolla354 San Millán de Yécora

1067 Herramellori Cogolla364 Herramélluri

1068 Blascori Cogolla369 Velasco, barrio de Herramélluri

1070 Naharruri Cogolla381 Casalarreina

1076 Chemelio Rioja33 Gimileo

1087 Rotezno Cogolla2/158 Rodezno

1090 Ogganduri Cogolla2/202 Ochánduri

1121 Angustiana Rioja59 Anguciana

1182 Olauri Calzada54 Ollauri166

Como se observa, la mayoría de los asentamientos han aparecido ya, en una

fuente o en otra, para mediados del siglo XI, cuando la mayoría de los asen-

tamientos en –uri estarían aun por debutar. Si concentramos el análisis aun

más, ahora en el centro del Pasillo, donde se concentra la toponimia que nos

interesa, en un espacio alejado del somontano, flanqueado al W por el eje Arto-

Tirón, al N por el Ea, al E por el Oja y al S por el Camino de Santiago, tenemos

5 asentamientos con el sufijo –uri y 13 sin él, y con la excepción del hapax,

Zuiuri, los trece nombres sin -uri aparecen antes. En fin, al margen de las

166. En 1028 (Cogolla189) aparece también Quintaniella de Olleros.

355David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

Mapa XXXVII. La toponimia en -uri y la toponimia romance comparten el mismo espacio ...

Mapa XXXVIII. ... pero cronologías distintas: debuts diplomáticos anteriores a 1065

356 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

consabidas limitaciones del registro diplomático, se puede afirmar que en este

espacio la toponimia vasca, caracterizada por la toponimia en –uri, aparece

más tarde que la restante, generalmente romance.

primeras apariciones de los núcleos del entorno inmediato de los asentamientos en –uri

873 Trepiana

899 Ebrillos

931 Granione

937 Valle Orcanos

947 Zufiuri

951 Tollemantos

971 Leiva

978 Tirgo

1025 Quintaniella

1028 Saucto

1049 Castanares

1051 Banios

1051 Coscorrita

1051 Villalfovare

1064 Equora

1067 Herramellori

1068 Blascori

1070 Naharruri167

1090 Ogganduri167

El caso aislado de Zuiuri no deja de ser problemático, rompiendo la relati-

vamente homogénea cronología de la restante toponimia en –uri. Este hapax

aparece en un diploma apócrifo, y aunque generalmente aceptamos la aporta-

ción toponímica de estos diplomas, nuestra estrategia es la de aceptar su testi-

monio sólo cuando concuerda con lo observado en la diplomática fidedigna,

condición que no parece cumplirse en este caso. Sospechamos que el monas-

terio en sí, San Juan iuxta cursum Tironis, el motivo del diploma (Cogolla44)

167. MERINO URRUTIA (La lengua vasca ..., pp. 58 y 74) fecha la primera referencia a Naharruri (actual Casa-

larreina) en 967, sin informarnos cuáles eran sus fuentes. No encontramos rastro de esta cronología en las fuentes

consultadas, y tampoco recogen este caso los otros autores que se han acercado al tema.

357David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

que recoge este incómodo hapax, existía desde el periodo condal168, pero que

el nombre del asentamiento sea quizás una adición posterior y anacrónica,

producto del momento de redacción (mediados del siglo XII169) del apócrifo

texto. De todos modos, se trata de un caso discordante único (un hapax)170, y

no debería oscurecer una, por lo demás, notable homogeneidad cronológica en

el comportamiento diplomático de los asentamientos altorriojanos en –uri.

La cronología de los asentamientos altorriojanos en –uri también se ha oscu-

recido por la existencia de los antecedentes castellanos, pero, al margen de

éstos, los asentamientos en -uri altorriojanos obedecen esencialmente al mismo

patrón cronológico: aparición diplomática en la segunda mitad del siglo XI,

más tarde que la de la mayor parte de la circundante toponimia no vasca, y una

generación o más después de la desaparición de la frontera del Pasillo.

Pues bien, si empíricamente la toponimia en -uri aparece después del resto del

fondo toponímico, habría que preguntarse por qué. ¿Por una cronología vital

diferente a la de los demás asentamientos, o por alguna explicación intrínse-

camente diplomática? Creemos que ésta no es la solución más convincente,

cuando el mismo y deficiente registro ha podido dar constancia de la existencia

de prácticamente todos los asentamientos del mismo espacio con nombres

no-vascos.

¿Qué explicaciones alternativas tenemos? Teniendo en cuenta que nuestras pri-

meras informaciones sobre estos asentamientos no describen la fundación de

los mismos, supondremos que ésta tendría lugar en algún momento anterior, y

una posibilidad interesante sería que estos asentamientos fuesen productos de

168. En la estructura del Becerro Galicano de San Millán se aprecia la orientación alavesa del patrimonio de

este monasterio altorriojano, orientación que creemos delatar los orígenes de la casa. A la apócrifa noticia de su

agregación a San Millán (Cogolla44) la siguen 19 textos que creemos constituir el archivo del monasterio, y que se

ocupan casi exclusivamente de tierras en la órbita alavesa (sobre todo, si se acepta la hipótesis de la hegemonía

alavesa sobre las tierras inmediatamente al sur de Cellorigo): Salinas de Leniz (Cogolla2/33), Álava nuclear (Co-

golla2/186), Treviño (Cogolla2/33 y Cogolla2/123), la Rioja Alavesa (Cogolla2/172), la cuenca de Miranda (Cogo-

lla2/171 y Cogolla144), los montes Obarenes cerca de Cellorigo (Cogolla257, Cogolla308 y Cogolla2/421), el valle

del Ea (Cogolla381, Cogolla421, Cogolla2/410 y Cogolla2/171), el medio Tirón (Cogolla2/100), Oca (Cogolla257)

y el Alto Tirón (Cogolla2/100 y Cogolla2/318).

169. MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”, p.50.

170. Morfológicamente también se distancia de la mayoría de esos topónimos, al derivar su primer elemento de

un objeto (en este caso, zui < zubi = ‘puente’) y no de un antropónimo.

358 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

la política de García de Nájera de potenciar una comarca anteriormente fronte-

riza, y aunque no despoblada, algo infradesarrollada. Las primeras apariciones

diplomáticas se darían aproximadamente una generación después de la coloni-

zación inicial, cuando con el cambio generacional surgen oportunidades para

que el cenobio emilianense (u otros poderes dominicales) se introduzca en es-

tas comunidades. A continuación, ya con posesiones y/o intereses emilianenses

en estas poblaciones, las referencias a ellas se suceden con cierta regularidad.

Como tal, este estrato toponímico vasco supondría un fenómeno posterior al

de las tierras serranas al sur.

940- 959

960-979

980-999

1000- 1019

1020- 1039

1040- 1059

1060- 1079

1080- 1099

1100- 1119

1120- 1139

1140- 1159

1160- 1179

1180- 1199

Blascori - - - - - - 4 1 - - 2 2 4

Harramellori - - - - - - 2 1 2 - 2 2 3

Nafarruri - - - - - - 2 1 2 - 4 1 1

Zuiuri (1) - - - - 1 2 3 - - 1 3 3

ViLLa nunno FaLzaHuri

En el caso de uno de los asentamientos altorriojanos, Villa Nunno Falzahuri

(Cogolla2/15, 1078), existe la posibilidad de contextualizar el momento de la

fundación del asentamiento con algo más de precisión. Aparece un señor del

Mapa XXXIX. Lugares asociados con S. Juan de Cihuri: ¿un dominio originalmente alavés?

359David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

mismo nombre (Nunno Valza de Seroiana), coincidiendo hasta en la forma ala-

vesa (balza171) del cognomen, en el mismo contexto espacial (Sorejana-Leiva)

en otro texto emilianense: Cogolla176. Como no podría ser menos, tratándose

de un diploma emilianense, hay alguna duda en torno a la fecha precisa del

texto, pero todo apunta a que sea de la última década del reinado de Sancho el

Mayor, ya que éste es citado como “rege in Castella et in Pamplona”.

doc. Cogolla176 Cogolla2/15

fecha ca.1030 1078

individuo Nunno Valza (de Seroiana) (Villa) Nunno Falza(huri)

contexto espacial Leiva-Sorejana

de Seroiana in illa lomba de Levia

relación con Álava balzabalza, -uri, posesiones

en Álava

Tenemos, por tanto, un señor llamado Nuño Balza, alavés, próspero y activo en

el Medio Tirón en torno al año 1030, y una referencia a una villa que lleva ese

nombre medio siglo más tarde. ¿Es este señor el fundador del asentamiento? No

podemos estar seguros, pero nos parece muy probable dado el contexto espa-

cial, la solvencia social necesaria para fundar y nombrar un asentamiento, y la

idiosincrasia de la antroponimia. Si efectivamente se trata de la misma persona,

disponemos de una cronología aproximada para la fundación: sugerimos que

fundaría la villa en algún momento del segundo cuarto del siglo XI. Luego el

estreno documental de estos asentamientos no ocurriría hasta un par de gene-

raciones después, cuando la primera generación de colonizadores se hubiese

extinguido y San Millán comienza a ser beneficiado por donaciones en estas

iniciativas agrícolas.

Sospechamos que este proceso (con su cronología) colonizador no se limitara

al curso medio del río Oja. Irigoyen, por ejemplo, defendía una etimología

vasca para Badarán a partir de la forma Barharanburu (Calzada100, 1211)172,

lo cual parece una hipótesis plausible. De nuevo, el topónimo vasco aparece

sorprendentemente tarde, con la primera aparición de la forma Badarán en

171. La equivalencia fonética B / F se observa en Bagoeta (Cogolla180) < lat. fagus, y con más frecuencia en

interior, por ejemplo, Zuiuri < *Zubi-uri.

172. “Barharanburu se refiere a ‘cabo de Barharan’, que lógicamente hay que identificar con el actual Bada-

rán”, IRIGOYEN, “Cuestiones de toponimia vasca circumpirenaica”, p. 234, #76.

360 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

1094 (Cogolla2/235), cuando mucho antes el valle del Cárdenas en general, y

el vecino asentamiento de Villagonzalo en particular, habían sido menciona-

dos insistentemente en la colección emilianense. Los argumentos ex silentio

son siempre peligrosos, pero en este caso, con tan abundante documentación

referente al valle del Cárdenas (mucho mejor documentado en el siglo X y

principios del XI que el Oja medio), la tentación es concluir que Badarán es

una fundación relativamente tardía, con una cronología parecida a la de la

toponimia en –uri, y con un protagonismo exclusivamente plenomedieval que

pronto eclipsaría y absorbería el altomedieval Villagonzalo173.

Otra noticia de esta colonización de las comarcas occidentales riojanas es Co-

golla175, texto que detalla la repoblación de San Georgii, una aldea próxima

a San Millán, y que aporta un nivel de detalle cronológico y antroponímico

ausente en otros textos, aunque, como casi siempre es el caso con la documen-

tación emilianense, el texto no es de fácil interpretación.

En cuanto a la cronología de lo narrado en Cogolla175, disponemos de una

sola fecha (1022), bien contextualizada a principio del texto y repetida de una

manera más abrupta a final, y de una referencia a una serie de monarcas nava-

rros (Sancho el Mayor, García, y Sancho, hijo de García) durante cuyos reinados

tuvo lugar la repoblación de San Georgii. La fecha evidentemente no puede

aplicarse a todo el periodo contemplado (¿lo abre?, ¿lo cierra?, ¿es la fecha de

redacción?), mientras la tendencia de la monarquía navarra de alternar Garcías

con Sanchos generación tras generación hace que más de una interpretación

cronológica resultaría plausible. A partir del bien identificado Sancho el Mayor,

las otras referencias bien podrían referirse a sus descendientes (García de Náje-

ra y Sancho de Peñalén) o a su padre (García el Temblón) y al hijo de éste, de

nuevo, Sancho el Mayor.

173. Cf. GARCÍA DE CORTÁZAR, “Aldea y comunidad aldeana en La Rioja medieval: el caso de Villagonzalo

(Badarán)”.

361David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

TEXTOINTERPRETACIÓN

UBIETO / CORTÁZARINTERPRETACIÓN

NUESTRA

“Era Mª. Sexagesima” = 1022

fin del proceso repoblador, redacción de la noticia

Inicio del proceso repoblador

Sancius rex maioris Sancho el Mayor (1004-1035) Sancho el Mayor (1004-1035)

domno Garsea regis García el Temblón (994-1004)

García de Nájera (1035-1054)

Sancio rex Sancho el Mayor (1004-1035) Sancho de Peñalén (1054-1076)

Garsea rex et ... suo ilio

García el Temblón y Sancho el Mayor

García de Nájera y Sancho de Peñalén

Ubieto opta por esta segunda lectura, entendiendo la fecha como la de redac-

ción, lo cual nos daría un proceso terminado en 1022174. Hay varios problemas

con esta interpretación:

– supone un orden narrativo confuso: Sancho el Mayor primero, luego

su padre, y de nuevo Sancho el Mayor;

– ¿por qué domno Garsea regis? Este tratamiento no se aplica aquí a

Sancho, fuere quien fuere, y que sepamos tampoco se utilizaba siste-

máticamente en referencia a García ‘el Temblón’;

– y se nos presenta a Sancho en unos términos anacrónicos (rex maioris

Pampilonam, Naieram atque Castellam vel Campos regebat) para el

supuesto momento de redacción, pues Sancho el Mayor sólo conse-

guiría la hegemonía sobre tierras castellanas y leonesas hacia finales

de su reinado, después de las muertes de Alfonso V en Viseu en 1027

y del infante García en León en 1029.

La cronología alternativa que defendemos supone una narrativa más sencilla

y secuencial. Así el texto se referiría a tres reinados (y no a dos), comenzando

durante el reinado de Sancho III el Mayor, pasando luego a el de su hijo, Don

García III de Nájera, y terminando con los hechos del reinado del hijo de éste,

Sancho IV, el de Peñalén. Subrayamos la palabra Don por que es significativa.

Este tratamiento no se aplicaba indistintamente a todos los reyes navarros,

sino se aplicaba de manera especial a García de Nájera, gran benefactor de las

174. Cronología favorecida también por GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de

la Cogolla, pp. 146-7.

362 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

instituciones religiosas riojanas175. Asimismo, esta cronología posterior explica

la descripción de Sancho III como rey en Castilla y en (Tierra de) Campos,

anacrónica si el texto se hubiese redactado en 1022, pero no si las referencias a

este monarca son retrospectivas. La primera sección, con fecha explícita 1022,

tiene una función contextualizante: describe el status quo durante el reinado

de Sancho ‘el Mayor’, antes de que se iniciara el proceso colonizador, y para

esto emplea verbos estáticos (fuerunt ... habuit) y algún tiempo imperfecto

(custodiebant, Ubieto transcribe custodiant), antes de pasar al relato en sí, con

verbos de acción (fecit ... populavit).

Queda el escollo de la fecha (1022) que abre y cierra la noticia. Este texto es

atípico en la diplomática emilianense, en la cual la contextualización temporal

suele aparecer sólo hacia el final de cada redacción. Aquí, en cambio, se trata

no de un diploma, sino de una noticia, y sospechamos que el amanuense

compilador del Becerro Galicano quiso reciclar la fecha contextualizante que

aparece a principios del texto en la puesta en escena y presentarla como fecha

de redacción para cerrar el texto. Algo parecido ocurre con otra noticia emilia-

nense (Cogolla166) que se cierra también con una fecha incompatible con el

contenido, ya que conocemos las trayectorias de los dos magnates protagonis-

tas del diploma, Don Nuño Álvarez y Fortún Ochoiz, y son incompatibles con

una fecha de 1016176. Aun aceptando que la primera sección, referente al reina-

do de Sancho III, es contextualizante, nos queda la duda ¿por qué esta fecha,

1022, y no otra? No lo sabemos, quizás fue la fecha de una primera pesquisa

sobre el poblado, a la cual sucesivamente se añadían los otros datos referentes

a reinados posteriores.

Si nuestra interpretación de Cogolla175 es correcta, tenemos una cronología

repoblacional paralela a la del curso medio del Oja y del Tirón. Notamos que

en tiempos de ‘García’ algunos de los colonizadores proceden de espacios tra-

dicionalmente castellanos (aunque no por ello alejados): Pazuengos y Canales.

Durante el reinado de ‘Sancho’, en cambio, este influjo se acabaría, y la única

referencia tópica es a Álava. Estas procedencias confirman la cronología tardía,

pues corresponden con la geopolítica de los reinados de García ‘de Nájera’

175. Cf. el título de la ponencia de MARTÍN DUQUE, “Don García Sánchez III << el de Nájera>>: biografía de

un reinado”.

176. PETERSON, “De Divisione Regno”.

363David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

y su hijo Sancho ‘de Peñalén’, y no con la de los reinados de sus respectivos

abuelos. Sacamos dos conclusiones: que la política de García de favorecer a

San Millán a costa de los cenobios burebanos se extendió a la atracción hacia la

Rioja Alta de colonizadores de esa región; y, más genéricamente, que corrientes

inmigracionales parecen verse afectadas por contingencias geopolíticas.

Al margen de la cronología de la noticia, que de todos modos detalla la colo-

nización del occidente riojano durante el periodo 990 a 1070, notamos algunos

aspectos interesantes de este proceso. En primer lugar, que los colonos cuyo

origen se explicita no proceden de lejos, sino de Canales y de Pazuengos, mi-

graciones de relativamente corto recorrido. Otro aspecto llamativo es el hecho

de que, además de pobladores aparentemente vascos (Monio Alaves, domna

Ander) parecen participar en la colonización judíos y conversos. De 16 colonos

nombrados, Teillo es un tornero (= ‘converso’), Vicente y Julián (el uno ollero,

el otro pelligero) se relacionan con artesanía tradicionalmente asociada a la po-

blación hebrea, los nombres Gahar y Zahato tienen cierto resabor semítico, y

otras pistas onomásticas también sugieren un origen judío o converso: Scemeno

Longo de Canales y Eita Citi el Castellano177. Quizás los conversos, habiendo

cortado ya sus relaciones con la aljama, estarían especialmente propensos a

integrarse en proyectos de colonización patrocinada.

ConCLusiones

En un primer nivel, en este capítulo hemos intentado hacer una labor recopila-

toria, presentando para un posible estudio filológico más completo un corpus

de temprana onomástica vascoide que creemos infraestudiada. Aportación que

hemos intentado enriquecer con un planteamiento diplomatológico, contem-

plando en qué colecciones documentales aparece esta onomástica, y cómo

afrontar los problemas de la falsedad e interpolación diplomática.

En este proceso ha sido fundamental un análisis espacial de la toponimia vas-

coide, y de este ejercicio sale una marcada distribución occidental, que en sí

parece ofrecer una pista sobre la cronología del fenómeno. Pues, como el pro-

177. Los cognomen Longo y Castellano aparecen repetidamente en ambientes hebreos, y coinciden en Leire34.

Remitimos a nuestro capítulo sobre La Minoría Judía.

364 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

pio título del capítulo indica, el deseo de clarificar en lo posible la cronología

de esta toponimia ha sido la segunda línea de investigación.

Con esta finalidad se ha recurrido, dentro de nuestras limitaciones científicas, a

un análisis filológico del corpus, con los siguientes resultados. En primer lugar,

la observación de que los orígenes del estrato parecen ser anteriores al momen-

to de su aparición en la documentación altomedieval, pues se observan tanto

erosiones semánticas (Lamiturri), como distorsiones fonéticas (Gipuzare). Por

otra parte, se confirma (cf. Alarcos, Michelena) la proximidad del superestrato

vasco-demandés al dialecto alavés, y, más pertinente todavía, al vasco medieval

en general. A partir de esta observación, se llega directamente a una conclusión

muy significativa: si se acepta la hipótesis de Michelena que los dialectos vascos

medievales (y actuales) provienen de una Lengua Común Vasca necesaria-

mente posterior a la romanización (en cuya epigrafía no se aprecia) y anterior

al arranque de la diplomática medieval con contenidos onomásticos vascos,

entonces el vascuence observado al sur del Ebro, prácticamente un calco del

dialecto alavés, es necesariamente posterior a ese (hipotético) fenómeno lin-

güístico (la Lengua Común Vasca). Desgraciadamente la Lengua Común Vasca

aun carece de cronología precisa, pero todo apunta al periodo que denomina-

mos la Tardoantigüedad (grosso modo, ss. V-VII)178.

Aquí interviene otra hipótesis paralela: el desarrollo del artículo vasco (obser-

vado en el euskera demandés), en imitación del artículo romance, y por tanto

algo posterior a tal fenómeno. De nuevo, y desgraciadamente, estamos en el

terreno de la hipótesis y de las cronologías inciertas, pero aun así se consolida

la candidatura de la Tardoantigüedad.

Paralelo a estas aportaciones histórico-lingüísticas, la ya mencionada distribu-

ción espacial castellana de la toponimia vasca al sur del Ebro apunta hacia una

cronología ligeramente posterior al periodo arriba señalado, pues una distri-

bución que respeta la frontera del Pasillo, y que mimetiza la distribución de

otras manifestaciones lingüístico-culturales relacionadas con el nexo político

178. La única monografía de Michelena en torno al euskera del sur del Ebro, “Onomástica y Población en el

antiguo reino de Navarra: La Documentación de San Millán”, se publicó en el año 1976, y sólo después, en 1981,

formularía la teoría de la Lengua Común Vasco (“Lengua común y dialectos vascos”) y no llegó a aplicar esta

última idea a la problemática que nos ocupa.

365David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

altomedieval entre Álava y Castilla, será necesariamente posterior a la creación

de esa frontera y ese nexo, y así apuntamos hacia la segunda mitad del siglo

VIII para los orígenes de un proceso que se consolida a lo largo del siglo IX,

está ya en vías de fosilización cuando se observa en el siglo X, y se reanuda

con otra oleada inmigracional durante el siglo XI.

Resumamos de manera sintética nuestra postura ante las diferentes cronologías

propuestas:

1) Periodo romano y antes. Los interesantes y variopintos indicios de un

euskera al sur del Ebro durante todos los periodos premusulmanes contribuyen

poco a la comprensión del euskera que aparece en los textos cenobíticos alto-

medievales. Con todo, no conviene ser dogmático, y no se puede descartar que

existieran reductos de habla no-indoeuropea en la Demanda occidental, pues

en el otro extremo de la sierra, en el hinterland serrano de la Calagurris vasco-

na, el registro epigráfico sugiere que éste precisamente sería el caso. No obs-

tante, cuestionamos la relevancia de tales y siempre hipotéticos reductos para la

comprensión del euskera que florece en la diplomática altomedieval referente

a la Demanda castellana, prácticamente un calco de la lengua observada en la

documentación que emerge al norte del Ebro a lo largo de la Edad Media.

2) Tardoantigüedad I (ss. V-VI). La probable cronología de la Lengua Co-

mún Vasca, de la cual parece derivarse el vascuence demandés, convierte la

Tardoantigüedad en general en un periodo ante quem non. No obstante, quizás

sería prudente descartar los primeros siglos de este periodo, teniendo en cuenta

la ausencia de cualquier elemento onomástico vasco en la Vita de San Millán

de la Cogolla.

3) Tardoantigüedad II (s. VII). El siglo séptimo es, sin embargo, de sumo in-

terés dado que se reúnen las condiciones histórico-lingüísticas (Lengua Común

Vasca) y geopolíticas (guerras visigodas contra los vascones) que explicarían

la aparición en nuestro espacio de un derivado alavés de dicha Lengua Común

Vasca. En contra de esta cronología opera, sin embargo, la distribución caste-

llana de la toponimia observada.

4) Periodo pre-condal (ss. VIII-IX). Sugerimos que su aparición en Castilla

debe mucho a una coyuntura política que vería un acercamiento político entre

Álava y primero el Reino de Asturias y después el Condado de Castilla a lo

366 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

largo de los siglos VIII-X, cuya génesis hemos detallado en capítulos anteriores.

Esto explica la aparición de onomástica vasca en comarcas serranas castellanas,

pero su relativa ausencia en equivalentes comarcas controladas por los Banu

Qasi. Más concretamente, si el mencionado nexo político tiene sus raíces en los

vínculos dinásticos astur-alaveses (matrimonio del rey asturiano Fruela con la

alavesa Munnia), el proceso expansivo del euskera parece iniciarse nada más

retirarse el poder andalusí de Castilla, pues ya en 759 se observa abundante

onomástica vasca en San Miguel de Pedroso. Esta cronología, relativamente

temprana dentro del periodo post-musulmán (un ante quem non a la hora de

explicar la distribución castellana), tiene la virtud de acercarnos a los probables

orígenes tardoantiguos de la Lengua Común Vasca, y a la vez explicar el dete-

rioro observable en algunos topónimos vascos en la documentación condal.

5) Periodo condal (s. X). A este periodo corresponde la práctica totalidad de

los textos que nos proporcionan los topónimos contemplados, pero creemos

que los orígenes del fenómeno son necesariamente anteriores; pues, como

acabamos de comentar, en estos textos ya se observa una degradación formal

y erosión semántica de la toponimia vasca, además de una distribución amplia

que sugiere un proceso culminado, cuyos inicios serían, por tanto, necesaria-

mente anteriores.

6) Periodo navarro (s. XI). La desaparición de la frontera del Oja durante

el reinado de Sancho ‘el Mayor’ y la política de expansión hacia el suroeste

iniciada por éste y seguida por su hijo García ‘de Nájera’ llevarían a la coloniza-

ción de los cursos medios del Oja y del Tirón y de otras comarcas altorriojanas

(S. Georgii, Badarán). Este proceso, propio esencialmente del segundo cuarto

del siglo XI, se deja notar en la documentación diplomática alguna generación

después. De nuevo, en gran parte (aunque no exclusivamente), el personal

colonizador sería oriundo de Álava, y éste sería el proceso que nos ha legado

la toponimia altorriojana en –uri.

De las seis cronologías propuestas las más verosímiles nos parecen ser las

opciones 3 y 4, siglos VII y VIII, con una preferencia, a partir de la distribución

occidental de la toponimia, para la segunda mitad del siglo VIII; con una segun-

da oleada de colonización, en un escenario próximo pero distinto del primero,

durante el siglo XI. Así, sugerimos que se da el curioso caso de que la toponi-

mia vasca de la cuenca del río Oja, por ejemplo, corresponde a dos periodos

distintos: la de su curso más alto anterior al año mil, y probablemente con sus

367David Peterson

la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro

orígenes en la segunda mitad del siglo VIII; y al siglo XI y sucesivas iniciativas

la del curso inferior. Un patrón replicado en la vecina cuenca del río Tirón.

Resultan llamativas las coincidencias entre la cronología propuesta para esta

toponimia y la del culto de San Millán de la Cogolla. En la documentación de

la Castilla condal se observan numerosas referencias a cenobios dedicados a

este santo, y sin embargo intuimos que el momento de mayor esplendor del

culto ya haya pasado: en parte porque en muchos casos se tratan de cenobios

ya firmemente establecidos, y en otros casos están ya en franca decadencia, y

notamos la práctica ausencia del nombre de pila del registro diplomático. Es

más, luego el culto (como el estrato vasco) resurgiría bajo el patrocinio navarro,

y sospechamos que como manera de afianzar las comarcas más occidentales

del reinado. En ambos casos, además, existe la causa remota del fenómeno en

el siglo VII, por un lado los escritos de Braulio de Zaragoza, con cronología

firme, y por otro lado la hipotética cronología de la Lengua Común Vasca.

369David Peterson

la minoría judía

La existencia de una significativa comunidad judaica en la Hispania visigoda

está atestiguada por la abundante legislación referida a ella, tanto civil1 como

eclesiástica2, primero regularizadora y a lo largo del siglo VII cada vez más

persecutoria. Noticias de esta comunidad alcanzan la Tarraconensis, tanto en el

litoral (Barcelona etc.) como en el interior (Zaragoza), y las referencias de Pru-

dencio a la tendencia proselitista de los judíos sugiere una temprana presencia

en el entorno de Calahorra, ya en las inmediaciones del Pasillo3.

Por su parte, las aproximaciones a la cuestión de la judería altomedieval han

tendido a dividir la Península en dos espacios (al-Andalus y los territorios cris-

tianos) siguiendo criterios esencialmente geopolíticos, y a aplicar a ellos para-

digmas distintos: mientras la judería andalusí viviría un periodo de esplendor

bajo los Omeyas, en el cuadrante noroeste las contadísimas noticias altome-

dievales de población hebrea sugieren una minoría tan efímera que apenas se

registra en los estudios no monográficos, y el afloramiento medieval de este

grupo se explica en términos inmigracionistas. Rechazamos este análisis por

dos motivos. Primero, porque, sin negar la penuria evidencial que dificulta

cualquier acercamiento al tema en el noroeste, nos parece equivocado negar

la posibilidad de que allí hubiera una significativa población hebrea durante el

periodo altomedieval. Por otro lado, porque el binomio andalusí-cristiano que

ha dominado el análisis de esta minoría responde inadecuadamente a la pro-

1. Por ejemplo, en 612 Sisebuto prohibía que los judíos tuviesen a cristianos en condición de servidumbre.

2. Por ejemplo, el IV Concilio de Toledo de 633.

3. ORLANDIS, La vida en España en tiempo de los godos, pp. 118-135.

370 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

blemática que plantea un espacio como la mitad oriental del Pasillo, andalusí

durante dos siglos pero bajo control cristiano a partir de 925.

PresenCia JuDÍa en eL PasiLLo oCCiDentaL

Las referencias explícitas a la minoría judía en el noroeste peninsular durante

la Alta Edad Media son penosamente escasas, lo cual, comprensiblemente, ha

llevado a la marginación historiográfica del tema. La mayoría de hebraístas con-

centran sus esfuerzos en el periodo bajomedieval, y las referencias al periodo

anterior a la toma cristiana de Toledo (1085) raramente superan la decena de

páginas4. Lo cual no es de extrañar, dada que la carencia empírica es pronun-

ciada. Pero carencia no equivale a ausencia, y tampoco ausencia documental

a ausencia real, principio éste último que no siempre se extiende a la comu-

nidad judía, cuya presencia significativa en el norte plenomedieval se atribuye

frecuentemente a dinámicas migracionales motivadas por fenómenos también

plenomedievales, como la emergencia del Camino de Santiago o las invasiones

almorávide y almohade.

La escasez de referencias explícitas a la población hebrea es una realidad empí-

rica, pero antes de aceptar que la posterior aparición de comunidades hebreas

por toda la región durante el Plenomedievo se debe necesariamente a procesos

migratorios, deberíamos considerar cuáles son nuestras únicas fuentes para los

siglos IX – XI: la documentación cenobítica5. En cambio, en cuanto empezamos

a disponer de documentación proveniente de fondos no monásticos o catedra-

licios, es decir documentación municipal, sí empieza a aparecer esta minoría.

¿Ha llegado de fuera, o es que el cambio más significativo es en el tipo de fuen-

te disponible? Ciertamente existen indicios de que en realidad hubo migracio-

4. Para tomar el ejemplo más influyente, BAER en su obra Historia de los judíos en la España cristiana, dedica

tan sólo 25 páginas al Altomedievo (siglos VIII – XII, pp. 18-47), y una proporción significativa del apartado se

dedica en realidad a los celebérrimos intelectuales judeo-andalusíes como Hasday ibn Saprut, Semuel ha-Naguid,

y Selomó ibn Gabirol (pp. 23-9), y a la intelectualidad post-almorávide que aterrizaría en las cortes cristianas hacia

finales del siglo XI (pp. 40-7). Apenas se contempla el periodo anterior a la caída de Toledo, dedicando tan sólo

dos frases (p. 36) al curioso y potencialmente muy significativo incidente de Castrojeriz, que contemplaremos más

adelante. En el artículo de VALLECILLO AVILA “Los judíos de Castilla en la Alta Edad Media”, el periodo anterior

al reinado de Alfonso VI tampoco recibe más atención a pesar del título, mientras en la reciente obra divulgativa

de VALDEÓN BARUQUE, Judíos y conversos en la Castilla medieval, no son más que tres las páginas dedicadas

al Altomedievo.

5. Por su parte, las fuentes cronísticas y literarias difícilmente aportan información lo suficientemente pormeno-

rizada como para poder servirnos en el análisis etno-social.

371David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

nes (provocadas sobre todo por la invasión de los almohades) y colonización,

pero nos parece peligroso presuponer la práctica ausencia de población judía

durante el Altomedievo castellano-leonés.

Para acercarnos a la realidad de esta minoría en el Pasillo, primero nos aleja-

remos para contemplar la más abundante y mejor estudiada evidencia leonesa.

Lo primero que se observa es que incuestionablemente había presencia judía

en el Reino de León antes del cambio de milenio, y que en un caso como el

de la ciudad de León podemos hablar en términos de una minoría significativa.

Cronológicamente, el primero caso explícito aparece en Abellár, cerca de León,

en el año 905, “Habaz, quondam iudeus, postea vero christianus et monacus”6.

A partir de la antroponimia de los fondos catedralicios leoneses, Rodríguez

Fernández calcula en unos cuarenta el número de hebreos involucrados en

transacciones allí detalladas durante el siglo X, y en una docena de estos casos

se hace explícita la etnia judía7.

Es importante la distinción que hace este autor entre judíos explícitamente

descritos como tales en la documentación y otros individuos cuya pertenencia

a esa comunidad se intuye a partir de la antroponimia y / u otros datos contex-

tualizantes. Este matiz metodológico es central a la problemática de estimar el

peso demográfico de esta minoría. ¿Sólo deberían considerarse judíos los que

se describen explícitamente como tal – lo que podemos denominar el método

explícito?8 Sugerimos que no.

Incluso entre la fragmentada documentación altomedieval aparece algún ejem-

plo que demuestra la invalidez del método explícito: cuando en dos o más

6. CARRERA DE LA RED, “Huellas de las culturas árabe y hebrea en torno al Monasterio de Sahagún”, p. 377, el

ejemplo, a pesar del título del artículo, es de la Colección documental del archivo de la catedral de León, #19.

7. Casos anteriores al año mil donde se explicita la etnia judía: Abraham (972), Abozaque (980), Cida (980),

Vita (984), Domna Vita (984), Abraham (984), Iusta (984), Cete (993), Ezequiela (996), Iuceph (998) y Crescente

(998), todos casos leoneses recogidos por RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, La Judería de la ciudad de León, pp. 140-

2. Otros casos explícitos son Haron en Mansilla de las Mulas (940), RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Las juderías de

la provincia de León, p. 193; y Abzecri (977, Sahagún290) en Sahagún, caso citado por CARRERA DE LA RED,

“Huellas de las culturas árabe y hebrea ...”, p. 377.

8. “Sirvan de ejemplo los judíos o siervos moros, identificados como tales casi sistemáticamente en la documen-

tación”, SÁNCHEZ BADIOLA, “Mozarabismo y poblamiento en el León altomedieval”, p. 314, n. 8; “... la condición

de ebreo o iudeo se suele explicitar en los documentos”, M. CANTERA MONTENEGRO, “La ciudad de Nájera en

tiempos del rey García”, p. 50.

372 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

referencias al mismo individuo se alterna el uso del descriptor etnoreligioso

con su ausencia. Es el caso de un tal Abozaque de la documentación catedra-

licia leonesa: “hebreo, quien en 997 compró una heredad junto al río Porma ...

que a su muerte pasa a designarse con su nombre, heredad de Abozaque, sin

especificar que se trata de un judío (L, III, 765, 344)”9.

En ausencia de múltiples referencias, una posibilidad es la identificación de

rasgos y componentes onomásticos exclusivamente hebreos, tarea nada sencilla

dada la proximidad de gran parte de la antroponimia judía a la árabe, pero

Moisen, por ejemplo, nombre que aparece en Sahagún en 94310, tiene una

forma típicamente hebrea, pues la ortografía árabe del mismo nombre es casi

siempre con ‘u’, y nunca con diptongación11. En otros casos, como veremos a

continuación, se incorporan elementos onomásticos típicamente judíos como

Rabi o Levi sin que aparezca la explícita designación étnica. Por ejemplo, en la

documentación de Santa María de Aguilar del Campoo, nos encontramos con

un texto repleto de onomástica aparentemente judía

“... Jach Baua ts. Halab ts. Jach de Saldana ts. Iucep ferrero ts. Iago Cha-

fon ts. Hazecrin ferrero ts. Halap Vedi ts. Iucep de Leuanza ts. Iucep fe-

rrero ts. [...] Falahp Ferrero ts. Faui, so ermano, ts. Zac ierno de Iuceph,

ts. Abrafan ts. [...] Rabbi Halaph ts. Rabbi Zac ts. Zac ts. Nombre Bono12

...”, 1187, Campoo65.

9. AGUILAR SEBASTIÁN, “Onomástica de origen árabe en el Reino de León”, pp. 352-3, n. 7. En otro caso, ya

en el entorno de Nájera, aparece Banço iudeo como colindante y también como testigo en una karta de compra

de San Salvador de Leire del año 1050 (Leire46). Reaparece en otros textos legerenses (#37 y #38) en la misma

función (testigo), acompañando a los mismos co-testigos (Munio Lioarriz en los tres textos, Abtela en #37 y #46),

en el mismo contexto espacial (el barrio de Santa María en Nájera), temporal (1046-1050) y diplomático (kartas

de compra de Leire). Sugerimos que se trata del mismo individuo, en una ocasión etiquetado como judío, pero

no en otras.

10. CARRERA DE LA RED, “Huellas de las culturas árabe y hebrea en torno al Monasterio de Sahagún”, p. 377.

Otros probables casos sahaguneses incluyen Aboharon (933) y Hebrahem (947). Quizás se puede añadir otro

candidato aun más temprano: David (Sahagún2, 861).

11. TERÉS (Antroponimia hispanoárabe, #393) recoge las siguientes ortografías árabes: Muza (la forma domi-

nante), Musae, Muze, Muzsa, Muz, Muzza, Musa, Muda, Moza, Muça.

12. Nombre Bono tiene todo viso de ser una traducción literal del nombre judío Sem Tov, y esta traducción

reaparece, como Nomen Bono, en León1063, año 1049 (CASTAÑO, “los documentos hebreos de León ...”, p. 470,

n. 33).

373David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

La lista se remata con la frase istas compras que testimoniarum iud[ios] et chris-

tianos, y sin embargo, siguiendo los criterios más estrictos del método explícito,

no podríamos afirmar que ninguno de estos individuos fuese judío. Sugerimos

que es insostenible la idea de que un individuo de nombre semítico sólo se

contabilice como judío cuando lo explicita el texto. Como ya se ha observado

en otros capítulos, la onomástica semítica abunda entre los aproximadamente

2000 textos referentes a la Cuenca del Duero anteriores al cambio de milenio, y

creemos probable que entre este corpus se esconden numerosas referencias a

la población judía, sin ningún tipo de explícita designación étnica.

Contemplando ya la Castilla condal, uno de los primeros testimonios de la

presencia judía se halla en el Fuero de Castrojeriz (Condes49) con fecha de 974:

Et si homines de Castro matarent Iudeo tantum pectet pro illo quo modo pro

christiano, et libres similiter hominem villarum. Al texto foral en sí se añadió

una noticia posterior referente a la masacre de sesenta judíos en esta misma

localidad tras la muerte de Sancho III el Mayor, matanza que no supondría la

eliminación completa (et illos alios ...) de la población judía,

Migravit a seculo Sanctius rex et surrexerunt homines de Castro et occide-

runt IIII saiones in palacio de Rex in Mercatello et LX judeos; et illos alios

prendamus totos et traximus illos de suas casas et de suas hereditates et

fecerunt populare ad Castrello regnante rex Ferrandus filius eius pro eo.13

Aunque reunidas en el mismo texto foral, éstas constituyen en realidad dos prue-

bas diferentes, cuya convergencia en sí supone una revalidación mutua, sobre

todo cuando en el segundo caso no se aprecia qué interés habría detrás de la

inclusión fraudulenta de tal historia. Creemos que entre las dos se demuestra la

existencia de una judería de cierta enjundia y relevancia en la Castilla condal.

No obstante, las numerosas innovaciones que presenta el texto foral, entre ellas

el mismo relato de la matanza de judíos hacia 1036, una evidente interpolación

en un texto con fecha nominal de 974, han despertado recelos entre los espe-

13. MARTÍNEZ DÍEZ, Fueros locales ..., p. 120 (también HUIDOBRO Y SERNA, “La Judería de Castrojeriz”, p.

139, n. 2). ZABALZA DUQUE (Colección Diplomática de los condes de Castilla, p. 384), por su parte, omite el

relato de la matanza (y otras interpolaciones).

374 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

cialistas14. Teniendo esto en cuenta, si por prudencia limitamos esta presencia

a una cronología del reinado de Sancho III, ésta se verá avalada por un texto

del Cartulario del Infantado de Covarrubias: Scapelevi ebreo et Bueno ebreo et

Jacob ebreo conirmans (Covarrubias16, 1032). Así la presencia de relevantes

comunidades judías en Castilla es indudablemente anterior a fenómenos de

finales del siglo XI como la caída de Toledo o la irrupción de los almorávides

en la Península

Centrándonos ya en el Pasillo, la documentación albeldense hace referencia

en el año 953 a Villa de Zahal (Albelda21) en el entorno de Grañón, justo en

el lado castellano de la frontera. Aunque desconcierta algo la terminación en

‘-l’, éste parece ser el mismo lugar que Villa Zahac, mencionado en 1068 (Co-

golla369), de nuevo en el contexto de Grañón, y que E. Cantera Montenegro

interpreta (sólo a partir del antropónimo) como una posible propiedad de ju-

díos15. Si esta interpretación es acertada, la referencia albeldense, lo mismo que

las demás referencias castellanas y leonesas citadas, supone una presencia judía

muy anterior a la apertura del Camino de Santiago bajo Sancho III16 y las po-

sibilidades económicas resultantes, otro de los factores que muchas veces han

sido considerados claves en la atracción de población judía desde al-Andalus

hacia los reinos cristianos.

Más adelante reaparece el nombre Scablevi (Cogolla186), ya observado en Co-

varrubias en referencia explícita a un judío. En el nuevo caso se trata de un gran

propietario en el Pasillo con una cronología necesariamente anterior a la fecha

del texto regio que le nombra (1028), pues en ese momento sus anteriores

posesiones ya están en manos de la monarquía navarra y a punto de recalar

en el dominio de San Millán, única razón por la cual nos ha llegado la noticia.

Así, de nuevo, tenemos una cronología anterior a los fenómenos que se supone

atrajeron a judíos en masa hacia los reinos cristianos. Incluso, en el topónimo

14. ÁLVAREZ BORGE, Poder y relaciones sociales en Castilla, p. 35, n. 28; ZABALZA DUQUE, Colección Diplo-

mática de los Condes de Castilla, pp. 388-391.

15. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 80.

16. “En opinión de la mayoría de los expertos la hechura del Camino habría pasado por tres etapas sucesivas:

una primera de formación, coincidente con el gobierno de Sancho III el Mayor de Navarra (1005-1035); una

segunda de consolidación, en tiempos de Alfonso VI de León y de Castilla (1065-1109); y una tercera de culmi-

nación, a partir del reinado de doña Urraca (1109-1126) y sobre todo en el de su hijo Alfonso VII de León y de

Castilla (1126-1157)”, MARTÍNEZ GARCÍA, El camino de Santiago, p. 63.

375David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

Quintanavides, quizás tengamos un eco de población hebrea en el Pasillo del

siglo VIII, pues el segundo elemento del nombre parece remitir a un antropó-

nimo, Vidas, que se relaciona insistentemente con la población judía, mientras

hemos sugerido en otro capítulo la probable cronología postmusulmana de la

toponimia en Quintana17.

En todos estos casos sabemos (o sospechamos) que los individuos nombrados

son judíos por motivos esencialmente onomásticos. En algunos casos, como

el de Scablevi por ejemplo, no puede haber mucha duda al respecto, pues al

nombre árabe S(c)ab (< šâbb = ‘joven’18) se añade el corriente gentilicio hebreo

Levi. La misma evaluación merece la combinación Zache Leui, ex-propietario

de unas viñas que aparece en Burgos en 1091 (SJBurgos1), y ahora con un pri-

mer nombre (< Isaac) típico de la comunidad judía. Son muchos los ejemplos,

sobre todo en un texto como Rioja14 que analizaremos a continuación.

PresenCia JuDÍa en eL PasiLLo orientaL

Más motivos todavía existen para cuestionar la aplicabilidad del modelo bipara-

digmatico al Pasillo oriental. Su situación, tanto geográfica como política, entre

los mundos andalusí y cristiano, hace que ninguno de los dos paradigmas que

dominan los análisis de la judería ibérica le sea realmente aplicable. Ya bajo

control cristiano para cuando cualquier análisis de la realidad hebrea medieval

arranca, en tales análisis generalmente se incluye la Tierra de Nájera entre los

territorios cristianos19, ignorando así el periodo banuqasi (713-c.920), cuando el

perfil étnico de La Rioja estaría más próximo al paradigma andalusí que al de

los territorios cristianos situados al norte y al oeste. Es más, en cuanto tengamos

documentación detallada referente a Nájera se observa una comunidad judía

que parece (como veremos a continuación) numerosa, asentada e incluso po-

derosa, características que sugieren que esta primera aparición diplomática no

debería considerarse como el momento de origen de esta comunidad.

17. Quintana de Donbidas, 1133, Oña165. En el topónimo leonés Benavides reaparece el antropónimo, con su

origen semítico aun más evidente, y también quizás en Castrovido en el alfoz de Lara.

18. TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #201; AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia

de origen árabe en la documentación leonesa”, p. 605.

19. Valdeón incluso llega a incluirlo en la “cuenca del Duero”, inducido, sospechamos, por el modelo bi-para-

digmático que denunciamos, VALDEÓN BARUQUE, Judíos y conversos en la Castilla medieval, p. 27.

376 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

La historiografía de la judería española medieval ha tendido a postular una

gradual introducción en el medio rural y en las urbes menores a partir de unas

originales juderías altomedievales en los grandes centros urbanos como (limi-

tándonos a la Tarraconensis) Zaragoza, Tarragona y Barcelona. Sin embargo,

sospechamos que esta evaluación se origina en el laconismo de las fuentes

disponibles. Por ejemplo, Al-Udri nos aporta la noticia de la compra, por parte

de Hasim ibn ‘Abd al-Aziz, de Rutat al-yahudi (= Rueda de los Judíos) en 874-

520. Supone una presencia judía en la Marca Superior andalusí necesariamente

anterior a una fecha en sí muy temprana, y además se trataría de un núcleo

urbano de segundo (o tercero) rango en el interior de la Tarraconensis, cues-

tionando así el paradigma hasta ahora reinante. A partir de un aislado ejemplo

como éste difícilmente se prueba nada, pero sí hace más verosímil la presencia

de significativas poblaciones hebreas en las pequeñas ciudades de la Marca

Superior desde fechas muy tempranas.

También sugerimos que se cuestione la validez de la idea de que la creación

de los burgos que jalonarían el Camino de Santiago fuese un factor significativo

en la atracción de judíos hacia los reinos cristianos21. Por una parte, tenemos

indicios de que la presencia judía en muchos de estos lugares (pensamos sobre

todo en Nájera, Castrojeriz, Sahagún y León) es anterior al auge plenomedieval

del fenómeno que supone atraerlos, mientras en contraste una fundación ex

novo como Santo Domingo de la Calzada, en nuestro espacio el burgo jacobeo

por antonomasia, es precisamente la población significativa del recorrido don-

de menos indicios existen de presencia hebrea. Sugerimos que lo observado,

la constatación de presencia judía en muchos de los núcleos más significativos

del camino, obedece más bien al nacimiento de una diplomática urbana y

foral, la primera vez que disponemos de documentación aconfesional. En otras

palabras, los fueros que regularizan los centros urbanos que jalonan el Camino

nos permiten apreciar por primera vez una minoría que apenas se registraba

20. AL-‘UDRI, 57, p. 479; el lugar reaparece (año 934) en IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 251. DE LA GRANJA

(“La Marca Superior en la obra de Al-‘Udrí“, p. 479) identifica este lugar con el oscense Roda de Isábena, célebre

centro monástico altomedieval, pero VIGUERA y CORRIENTE (Crónica del califa ‘Abdarrahmán III An-Nasir, p.

440) sugieren que, dada su vinculación con Zaragoza, Tudela y Tarazona, Rueda de Jalón sería una ubicación más

probable, lo cual acerca esta temprana comunidad judía aun más al espacio que contemplamos.

21. “La intervención judía en la repoblación y puesta en explotación de las tierras riojanas tiene su más patente

expresión en los florecientes burgos que surgieron y se desarrollaron a lo largo del Camino de Santiago”, E. CAN-

TERA MONTENEGRO, “La aportación hebrea a la sociedad riojana medieval”.

377David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

en la documentación cenobítica. Quizás deberíamos dar la vuelta a la supuesta

relación etiológica entre el recorrido jacobeo y la existencia de juderías, pues,

al margen de alguna creación ex novo, el Camino tiende a enlazar los centros

protourbanos ya existentes, y éstos parecen haber tenido juderías ya desde

antes del auge jacobeo.

No obstante, la existencia de una significativa y temprana presencia judía en

La Rioja no siempre se ha visto reflejada en los análisis de la región. Martínez

Díez, por ejemplo, afirma que después de 922 “muy pronto, la Rioja, tal como

aparece en la documentación de los siglos X y XI, se presentará con una pobla-

ción de nuevo homogéneamente cristiana”22. El “muy pronto” parece ser una

referencia a la emigración y / o absorción-conversión de la minoría musulmana,

pero ni una mención de una posible población judía. Nos parece una afirma-

ción extraña en un estudio foral, cuando precisamente los fueros suponen uno

de los medios que mejor demuestra la presencia de las minorías semíticas en La

Rioja gobernada por los cristianos.

El Fuero de Nájera que se ha conservado (Rioja33) es una confirmación de

Alfonso VI en 1076 de un original que se remonta por lo menos hasta tiempos

de Sancho III23, a principios del siglo XI, y en él se regulan tres comunidades

religiosas: cristianos, judíos y musulmanes. Sabemos también de la existencia

de un Fuero Judío (de Nájera), texto ya perdido, pero del cual se encuentran

ecos en numerosos fueros del Alto Ebro, como el de Tudela24.

En el Fuero de Nájera, los judíos ocupan un lugar destacado: en la primerísima

cláusula están equiparados en cuanto a sanciones por homicidio a los infanzo-

nes y al clero (250 sólidos), mientras el villano cristiano valía 100 sólidos, y la

vida de un mauro se cotizaba a tan sólo 12 sólidos. Hay muchas posibles lectu-

ras de esta cláusula, y entre ellas se destaca el deseo por parte de la Corona de

proteger a su patrimonio y a sus más estrechos colaboradores en cuestiones de

guarnición y fiscalía25, pero estimamos que dos conclusiones se pueden sacar

22. MARTÍNEZ DÍEZ, “El Fuero de Logroño ...”, p. 235.

23. “Isti sunt fueros quod habuerunt in Nagaram in diebus Sancii Regis et Garciani Regis”, Rioja33, 1076.

24. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 450-1.

25. “... los hebreos, no lo olvidemos, tenían una especial vinculación con los monarcas. Se les consideraba algo

así como patrimonio o propiedad de los reyes, o, como dicen con harta frecuencia los documentos medievales,

378 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

con toda seguridad: la presencia de ambas minorías religiosas, y la existencia

de una jerarquía socio-religiosa, con los judíos en una situación privilegiada

frente a los musulmanes. Sugerimos que este contraste entre la situación de

los judíos y la de los mudéjares debería informarnos a la hora de contemplar

la documentación socio-económica, con su abundante onomástica semítica,

referente a la Tierra de Nájera.

tuDeLa y CaLaHorra

Esta jerarquía socio-religiosa, con los judíos en una posición relativamente

privilegiada frente a los musulmanes, se repite en otras ciudades andalusíes

conquistadas en el Valle del Ebro, en algunos casos con explícita vinculación

foral a Nájera26. Éste sería el caso de Tudela, conquistada en 1115, y donde,

mientras los musulmanes tenían prohibido residir intramuros, a los judíos se les

garantizaba el derecho a sus casas y haciendas27. En otra cláusula se garantizaba

a la población musulmana que no se nombrasen oficiales judíos con autori-

dad sobre ellos28. No sabemos si esta cláusula hace referencia a una práctica

introducida en otras ciudades, pero se hace explícita la existencia de oficiales

judíos, y aunque no controlasen la población musulmana, supondremos que sí

tendrían autoridad sobre la hebrea.

Sí sabemos que el perdido fuero judío de Nájera servía de modelo para otras

aljamas en este periodo, y en ellas observamos ciertas prácticas repetidas, no

parece demasiado arriesgado sugerir que condiciones análogas se darían tam-

bién en Nájera, y sugerimos que el caso tudelano sirva para avanzar las hipóte-

sis de que en Nájera habría oficiales judíos, los mudéjares estarían restringidos

al espacio extra-muros, y en general que se confirma la jerarquía socio-religiosa

descrita en el Fuero de Nájera.

‘servi regis’, por más que dicha expresión pueda parecer de carácter despectivo. Esa condición se plasmaba en

el pago de un impuesto directo por parte de los judíos a los monarcas, la denominada ‘cabeza de pecho’. Pero a

cambio esa situación de dependencia significaba también para los hebreos la garantía, al menos desde el punto

de vista teórico, de una especial protección por parte de la autoridad suprema de los reinos." VALDEÓN BARU-

QUE, Judíos y conversos en la Castilla medieval, p. 37.

26. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana, p. 36.

27. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana, pp. 42-3.

28. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana, p. 43.

379David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

Otra manera de iluminar el caso najerense es la observación de lo acontecido

en Calahorra, cuya relativamente abundante documentación referente a los

órganos rectores de la ciudad permite trazar unas líneas analíticas que podrían

servir para aproximarnos a la realidad najerense, aunque conscientes de los

riesgos que supone tal metodología. Si contemplamos las diferentes autorida-

des que presiden la ciudad, se observa una multiplicidad de cargos, muchos

de ellos sincrónicos: dominantes, lugartenientes de éstos designados “sub eo”,

alcaldes (generalmente tres en cada momento), alcaides, adelantados etc.29.

La onomástica de los dominantes es casi exclusivamente cristiana, y sobre todo

navarra, durante las primeras décadas. Se observa una relativamente estrecha

correspondencia entre los alcaides y los lugartenientes de los dominantes30, y

teniendo en cuenta los vínculos explícitos entre los ‘sub eo’ y los dominantes (a

quienes se refiere el ‘eo’) por un lado y entre los alcaides y el castillo por otro31,

sospechamos que estos tres grupos suponen una especie de gobierno militar,

en principio impuesto desde fuera, aunque luego sirviéndose de los lugareños,

sobre todo en el puesto de alcaide, donde aparece bastante onomástica semíti-

ca hacia finales del periodo estudiado32.

29. RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de La Rioja, tomo I, pp. 85-89, también se hace

referencia a otros cargos públicos como merinos (Iuçef Raioso maiorino en 1145, es miembro de la comunidad

judía - Rioja139) sayones, iudices (quienes comparten mucha onomástica con los alcaldes) y sendoans. Sin em-

bargo, estas referencias son menos frecuentes y por tanto concentramos nuestro análisis en los grupos arriba

mencionados.

30. Son cuatro los hombres que aparecen desempeñando ambas funciones (Martin Ferrandez, Xemen Çapata,

Ochoa y Garcia Pardo), cuando las coincidencias entre los otros grupos son nulas.

31. Alcaed sub eo in castello (Rioja319, 1192); alcahet in castello (Rioja499, 1224).

32. Sobre todo si se acepta un origen semítico para el apellido Zapata. Aunque el DRAE atribuye a esta voz

un origen turco, COROMINAS (Diccionario crítico etimológico) la clasifica como “de origen incierto”, y BAER

(Historia de los judíos en la España cristiana, p. 672, n. 19) nota la aparición del nombre en textos hebreos en

León, quizás en alusión al oficio de zapatero.

380 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

onomástica de las jerarquías calagurritanas: relación cronológica (aproximada33)

Gobierno: militar civil

Onomástica: cristiana semítica

fecha aprox.

dominantes “sub eo” alcaides alcaldes adelantados

Lope Fortuniones

1075 Simeon Fortuniones

Enneco Azenariz

1100 Garcia Oueco Munioz

Enneco Xemenones

*Zageid

Lope Lopez Fortun Iohannes

*Zaheid de Barceza

Fortun Azenarez

*Dominico Adelquirim

Capuz

1140 Eustachius Dominico Michael

*Dominico ben Crispin

Lupo Enneconis

Martin Stephanus

*Petro Zalema

Fortun Lopez *Iohannes Barbaza

Bertran de Larbasa

*Petro Peita Lalmud

Xemen Ennechones

Martin Ferrandez

Martin Fernandez

Petro de Ecclesia

Rodrigo Martinez

Garcia Vermudez

Fortunio Garces

Lop Lopez Didaco Carrero

Fortun Lopez Petro Petriz

Michaele *Pascual de Areciel

Dominico Sancio

Gomiz Gonçalvez

Álvaro Ruiz

*Garcia Zapata

*Bardaio Martinus de la Ceca

Didaco Ximenez

*Xemen Zabata

*Xemen Çapata

Iohanes Cambares

*Lope Pasqual Araciel

33. Que aparezca una serie de nombres en una misma fila no indica coincidencia diplomática alguna, ni tampoco

una directa relación jerárquica entre los individuos nombrados, sino una aproximada contextualización cronológica.

381David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

Gobierno: militar civil

Onomástica: cristiana semítica

fecha aprox.

dominantes “sub eo” alcaides alcaldes adelantados

1180 Petrus de Arazuri

Rodericus Lopiz

Lope Fernandez

*Petro Iohannes Gemar

Dominicus Michael

Garcia Portoles

Sancio Bermudez

*Petro Çapata

Didacus Lopiz

Martin de Rieta

Rodericus Alberite

*Petro Zaheit

*Almoravit Semen de Torres

Fortun de Villamed.

Rodericus Lopiz

1200 Guillen Gonçalveç

Ochoa Ochoa Petro Franco

Gonçalvo Roiz

Martin Romeo

Gonçalvo Didaz

Sebastianus

Egidio Garceiz

Petrus Belasquez

*Iemtob *Michael Petro Çahet

Didaco Lopi Guillen Gonçalvez

Semeno de Uxama

Iohannes de Bona

Lupo Didaci de Faro

Garcia Pardo

Garcia Pardo Symon Iohannes

1230 Petro Ramirez

*Petrus Sancii Çaet

Juan Dominic Sendoan

Sancius los Sanchos

Rodrigo de Funes

Stephanus de don Eua

Martinus Semenez

1250 Sancius Roderici

*Iohannes Perna34

Los nombres aparentemente semíticos marcados con un asterisco34

34. Incluido entre la onomástica semítica ya que existe una sola referencia a Iohannes de Maria Çahet y dada

la rigidez de las listas de alcaldes en esta documentación calagurritana le consideramos la misma persona que

Iohannes Perna, acaso aquí con referencia a la ilustre familia de su madre, pero más generalmente utilizando el

apellido de la familia de su padre.

382 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

No obstante, es en los otros dos grupos (alcaldes y adelantados) dónde la

onomástica semítica es más abundante, dominante incluso al principio, y suge-

rimos que estos dos grupos representan mejor la población autóctona que los

tres ya analizados, idea confirmada por el uso del término iudices civiles como

sinónimo ocasional de alcaldes (Rioja235, 1169). En términos diacrónicos, se

observan dos dinámicas opuestas: decadencia de la onomástica semítica entre

la población civil, a la vez que su introducción entre el gobierno militar. Quizás

esto se debe a una progresiva aceptación de la población autóctona por la jerar-

quía navarra, paralela al desgaste generalizado de la onomástica no cristiana.

Por otra parte, a pesar de la secuencia lineal que hemos utilizado para or-

denar los grupos en el cuadro Onomástica de las jerarquías calagurritanas,

a diferencia de los otros grupos la alcaldía era un cargo plural, apareciendo

generalmente tres alcaldes en cada momento35. ¿Uno o más de estos alcaldes

representaba la aljama? Sospechamos que sí, pero la verdad es que es difícil

establecer etnicidad o religión sólo a partir de la onomástica. La tentación sería

a suponer que alguien llamado Zaheit Kiram fuese judío o musulmán, mientras

un Iohannes Sancii sería cristiano, pero estos dos protagonistas de los diplomas

calagurritanos son parientes, quizás abuelo y nieto, con continuidad institucio-

nal (la alcaldía) por medio. Si es que hubo conversión religiosa para acompañar

a la conversión onomástica no sabemos en qué momento ocurre, pero es in-

dudable que existe una cristianización onomástica transgeneracional. Lo ilustra

la descendencia de dos alcaldes calagurritanos del Plenomedievo: el nieto de

Gemar de Marcux se llamaría Petro Iohannis36, mientras el de Zaheid Kiram se

llamaría Michael Pérez37. En ambos casos los sabemos de tradición onomástica

35. El número oscila entre uno y cuatro, pero tres es con mucho lo más frecuente, 60% en total.

36. Petrus, ilius Iohannis Giemar (Rioja82, 1135) se estila Petrus de Iohannes G(u)emar cuando debuta como

alcalde, pero acabaría llamándose simplemente Petro Iohannis. Su padre se estila Iohannes Gemar de Marcux en

Rioja99 (sin fecha), y si este último elemento es un antropónimo, como parece probable, lo más parecido que

encontramos es Marcuggi terrateniente calagurritano en 1073 (Rioja26), y por tanto la transformación de Gemar

de Marcux a Petro Iohannis se cumple en tan sólo dos generaciones: Marcuggi > *Gemar de Marcux > Iohannes

Gemar de Marcux > Petro Iohannis (Gemar).

37. Rioja4/17a (1208) detalla la siguiente evolución onomástica de abuelo a nieto: Zaheit Kiram > Pedro Zaheit

> Sancii [Perez]. En el caso de Michael, otro hijo de Pedro Zaheit, se detiene el proceso durante una generación

al mantener el apellido familiar mediante la fórmula Michael de Petro Çahete (Rioja4/49, 1219) e incluso Michael

Çahet (Rioja454, 1212), gracias quizás al carisma de su padre, alcalde durante más de 30 años, y a la monótona

homonimia de la onomástica cristiana plenomedieval. Dentro de la misma familia se observan otros ejemplos:

Iohannes, ilio de Zaheit Kiram (Rioja312, ca. 1200); el hijo de Sancii Zahet se llama Iohannem Sancii (Rioja4/37,

383David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

semítica precisamente porque mantienen la referencia al abuelo, estilizándose

Petro de Iohannes Gemar (Rioja247, 1171) y Michael d’Pedro Çahet (Rioja4/26,

1219) respectivamente. Otro ejemplo es el de la familia de Pascual de Araciel.

Con hijos llamados Lope, Iohannes y María la cristianización onomástica de la

familia parece completa, pero uno de ellos (Lope) todavía ostentará un cargo

(adelantado) relacionado con la aljama.

¿Estas familias son judías, cristianas o musulmanas? De las tres posibilidades, la

tercera opción nos parece la menos probable, pero entre las otras dos es difícil

elegir. A favor de la explicación judía está la onomástica semítica en sí y su re-

lación con cargos relacionados con la aljama, pero en contra están los ejemplos

de cristianos que mantenían nombres semíticos: por ejemplo, Iohannes Quiram,

prior de la Catedral de Calahorra a mediados del siglo XII, y colaborador en la

elaboración del Libro de las Homilías (Rioja74 y 75, c. 1125); o Domno Kiram,

alcalde en Nájera hacia finales del siglo XI (Valvanera35, etc.), y abbas de Santa

María en 1062 (Leire65). Si estas familias son judías choca su conversión ono-

mástica con lo observado en la documentación aljamiada pleno y bajomedieval,

donde aparece una judería aparentemente libre de onomástica cristiana38. Por el

otro lado, si son cristianas, cabe la pregunta de si lo han sido siempre, a pesar

de una onomástica semítica muy pronunciada incluso generaciones después de

la conquista cristiana de Calahorra: por ejemplo, Zaheid de Barceza, adelantado

en 1126 (Rioja87), cuyo patronímico aparentemente arameo (bar-), y no árabe,

deja patente un origen judío.

Es ésta, la familia de los Zaheit, la mejor documentada, y E. Cantera Montene-

gro contempla un proceso de conversión39. A partir de la evidencia onomástica

asistimos a lo que parece ser una conversión gradual y desenfadada con reten-

ción del apellido semítico familiar, así como el cargo cívico y, supondremos, la

fortuna familiar, pero ¿qué sentido religioso tiene una conversión ‘gradual’?

1215). En tan sólo dos o tres generaciones se ha erradicado la onomástica semítica de una de las más asentadas

y poderosas familias calagurritanas.

38. La solución a esta aparente contradicción se encuentra quizás en el sistema onomástica dual descrito por

SHATZMILLER (“Le monde juif”, p. 90): un nombre utilizado en tratos con los cristianos y otro dentro de la aljama

y la comunidad judía.

39. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 552-3.

384 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

Quizás parte de la misma tendencia de conversión (onomástica si no religio-

sa) son las series de nombres, recogidos en los índices confeccionados por

Rodríguez de Lama, con un nomen cristiano seguido por un cognomen semí-

tico. Proliferan nombres como Dominico, Pascual, Michael, Iohannes y Pedro

acompañados todos de cognomina semíticos, mientras en estas combinaciones

son mucho más escasos los nombres de moda entre la aristocracia navarra

como Eneco, Jimeno, Fortún, García etc.40 Por último, notamos que si se acepta

que la población hebrea de Calahorra se ha ido convirtiéndose lentamente al

cristianismo, como parece indicar la onomástica, esto implicaría una población

judía en decadencia numérica, a partir de un apogeo altomedieval.

nÁJera

En ausencia de textos de corte fiscal del periodo altomedieval, las aproxima-

ciones cuantitativas a las aljamas peninsulares se concentran casi siempre en el

periodo bajomedieval. Sin embargo, el texto Rioja14 (1052), una larga nómina

de las posesiones agrícolas de Santa María de Nájera, nos brinda la oportunidad

de aproximarnos a la realidad hebrea de Nájera y su entorno inmediato en el

siglo XI41.

No es una herramienta perfecta, y no tiene, por ejemplo, ninguna pretensión de

ser una descripción exhaustiva de la ciudad sino de las posesiones de Santa Ma-

ría, y así deberíamos contemplar la posibilidad de que éstas no se distribuyesen

equilibradamente y que por tanto podrían ofrecernos una visión igualmente

desequilibrada de la presencia hebrea. Pero el peligro metodológico de depen-

der de una sola fuente se atenúa cuando consideramos que, en prácticamente

todos los acercamientos a Nájera en este periodo, la presencia de una relevante

comunidad judía es manifiesta42. Es más, tratándose de documentación ceno-

40. Curioso también resulta la onomástica de una pesquisa del año 1292 (Colegiatas90) para averiguar el antiguo

régimen tributario de la aljama judía de Albelda. Ocho de los once individuos que testifican que históricamente

los vecinos judíos pagaban la fonsadera en igualdad como los cristianos se llaman Domingo. ¿Son conversos? Es

notoria, a partir de la documentación inquisitorial, la actitud vengativa de algunos conversos contra sus antaño

correligionarios.

41. No obstante, hay problemas con la datación de este texto. La lista en sí carece de fecha, mientras la confir-

mación de García de Nájera, a partir de la cual la fecha que el texto ostenta, también es problemática, cf. RODRÍ-

GUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de la Rioja, II, p. 63 n. 1.

42. Hacon, iudeo ... Muza, iudeo (Cogolla178, 1024); iliis Murain ebreo ... vinea de rabbi Algazar ... Thiara

ebreo (Leire34, 1043); Uital, hebreo ... illo azor de illos judeos (Rioja12, 1052); terram quam habuimus de ipsos

385David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

bítica, con su enfoque rural y cristiano, consideramos que la distorsión más

probable sería la de disminuir la presencia hebrea.

Hechas estas salvedades metodológicas intentaremos cuantificar la presencia

judía en la Nájera de mediados del siglo XI. Nos topamos de nuevo con la pro-

blemática de los métodos explícitos e implícitos, analizados antes en referencia

a las juderías leonesas.

A partir de la cuestionable metodología ‘explícita’, Fernández de la Pradilla,

reconociendo las limitaciones del método y aceptando que el número real de

judíos debía ser muy superior, encuentra 14 referencias explícitas a judíos entre

802 personas nombradas en la documentación estudiada para el ‘Reino de

Nájera’ entre los años 1035 y 1076, lo cual, en términos porcentuales, supone

un 1,75%.

los colindantes de rioja14 explícitamente descritos como judíos

#5 Pesatiel iudeo

#7 Galaiel iudeo

#7 Uitales iudeo

#13 Iucef iudeo

#13 Rabbi

#16 germano de Zulema iudeo

#16 Hapan iudeus

#17 Zuleman iudeo

#22 Ferrizuel iudeo

#23 Sesat iudeo

#24 Garsia Sanger piscatore, qui fuit hebreus

En cambio, si restringimos nuestra atención al ámbito semi-urbano descrito por

Rioja14 (‘semi’ porque en realidad el texto es una lista de tierras y viñas en los

arrabales de la ciudad, y no de posesiones propiamente urbanas), la presencia

iudeos de Naiara (Rioja68, 1124); Zachea iudeo, Alolphalic fratri suo (Rioja450, 1210). Más adelante analizaremos

estos textos de manera pormenorizada. También CASTAÑO (“Los documentos hebreos de León ...”, p. 470, n. 34)

nos informa de un “interesante documento hebreo de mediados del siglo XI (Cambridge University Library, T-S,

NS 323. 31, línea 9) redactado en la zona de Lerma y que documenta su uso [el de la moneda de plata conocida

como la Dirhem casimí] en Nájera”, texto publicado por YAHALOM, “The Muño Letters”.

386 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

porcentual de la minoría hebrea, aun con el método ‘explícito’, se dispara hacia

el 6,0%:11 judíos entre 182 personas nombradas43.

Los once judíos identificados como tal en Rioja14 aparecen siempre como co-

lindantes, la función más pasiva, en el sentido de que no supone ninguna

relación (de benefactor etc.) con ninguna institución cristiana, más allá de la

proximidad de sus posesiones. Por lo tanto, si consideramos la lista de más de

150 colindantes como lo más próximo a un censo neutral de las posesiones en

los arrabales de Nájera, la presencia porcentual de los judíos ‘explícitos’ entre

ellos sube al 7,2% (11 / 152).

Por último, si lo que nos interesa es acercarnos a la realidad de una posible

aljama importante en Nájera deberíamos también eliminar del análisis a los

colindantes que proceden de otros núcleos periféricos. Ninguno de nuestros

once colindantes judíos se describe en estos términos, mientras 29 de los otros

colindantes se identifican en términos de las aldeas más o menos cercanas, y

si prescindimos de los testimonios de colindantes aldeanos, la proporción de

individuos explícitamente identificados como judíos entre los colindantes pro-

piamente najerenses llega al 8,9 % (11 / 123).

% de población judía en la rioja c. 1050, según el ‘método explícito’

% Consideraciones metodológicas

1,8 toda la documentación del Reino de Nájera

6,0 el entorno urbano - Nájera (sólo Rioja14)

7,2 Rioja14: sólo colindantes

8,9 Rioja14: colindantes najerenses (sin aldeanos)

El mayor escollo, sin embargo, a la hora de cuantificar la presencia judía en Ná-

jera sigue siendo nuestra dependencia del método ‘explícito’. Ya hemos inten-

tado demostrar que en esta documentación los judíos no siempre se identifican

como tal, y aunque no sabemos qué factores determinan la inclusión o no del

distintivo étnico, sospechamos que juega un papel significativo algo tan sencillo

43. E. CANTERA MONTENEGRO (Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 460-5) añade otros cinco, lo

cual nos acerca ya al 10%: los colindantes Viva (#7), domno Hacen (#18), Muza Hazan (#24) y Lope Sanger de

Vobatiella (#25), este último un converso según este investigador (evidentemente por motivos onomásticos, y la

proximidad del expresamente converso Garsia Sanger piscatore), y el ex-dueño de una tierra, Upaziel (#17).

387David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

como la necesidad de identificar notarialmente al vecino colindante. Si es un

conocido alcalde sobraría, e incluso parecería chocante, el calificativo étnico,

y lo mismo si se aportan otros datos identificativos como parentesco o prove-

niencia. Cuando se aportan tales datos sobra el descriptor étnico, que se aplica

siempre a nombres solos, carentes de otro tipo de cualificación. La alternativa

al ‘método explícito’ es el análisis pormenorizado de la onomástica.

AntroponimiA De riojA14 Con ViSoS De CorreSponDer A lA

ComuniDAD juDíA44

• Abelfe (#19), Abolbalia (#4), Abolferit (#20), Alberda (#13) y [Galindo] Alha-

rraz (#12), a partir de la jerarquización etnosocial observada en los fueros

del alto Ebro, consideramos que cualquier vecino terrateniente de Nájera

a mediados del siglo XI con nombre semítico tiene más posibilidad de ser

hebreo que musulmán.

• Ambroz alkald (#14), alkalde (#16), alkaldessa mulier Mudarue (#17), al-

calde Mutarras (#24), por motivos forales explorados arriba en referencia

a Calahorra, sobre todo en combinación con onomástica semítica como

Mudarra < Mutarrif , cf. TERÉS, #236.

• Banzo (#22), Bazo / Buzo (#3), cf. Banço iudeo (Leire46,1050), parece tra-

tarse del mismo individuo, puesto que la finca de Bazo (#3) está en In

Ruego, la misma ubicación que en Leire46. E. Cantera Montenegro recoge

varios casos bajomedievales del uso de este nombre (siempre sin ‘n’) como

apellido en ambientes hebreos45.

• Baranda (#15), podría camuflar un patronímico arameo a partir de Bar-.

44. Las referencias del tipo (#xx) en esta sección remiten a los distintos párrafos de Rioja14.

45. Acab Bazo (Laguardia, 1341), Mosse Baçu (Laguardia 1376), Mose y Yanto Baçu (ambos Viana, 1407), E.

CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 266, 267 y 332. También CASTAÑO,

“Los documentos hebreos de León ...”, p. 476, doc. #5 (1151).

388 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

• Belliti (#17), Bellito (#22), Uelliti (#19) y también acaso Belati (#14): en am-

bientes hebreos se observan casos tempranos de Belliti46; Belito y Belita en

la documentación plenomedieval47; y Vellido/a es frecuente en ámbitos he-

breos bajomedievales48. Castaño sugiere un origen árabe < wâlid = ‘joven’,

aunque Terés urge cautela49.

• Capaziel (#17), considerado judío por E. Cantera Montenegro, mientras otros

dos vecinos najerenses de Rioja14 cuyos nombres terminan en -iel (Pesatiel

y Galaiel) están descritos explícitamente como tales50. Notamos que la ‘p’

no existe en árabe51, cf. Banbaluna = Pamplona, y sí en cambio aparece

entre la población najerense tanto explícitamente judía (Hapan, Pesatiel),

como en otros casos como éste (también cf. Hapaz) donde no se explicita

la religión pero se percibe un aire semítico.

• Casca germanus domni Muze (#17), la combinación de un nombre desco-

nocido y un hermano de nombre semítico nos alerta de una posible vincu-

lación hebrea.

• Duenna ilia de Zekri de Arneto (#14), Duenno (#24), Dueña es un nombre

que aparece una y otra vez (8) entre la muy escueta nómina de antroponi-

mia hebrea femenina que tenemos para el Valle del Ebro, y en una ocasión

en una fórmula tautológica, doña Doña, que no deja lugar a dudas de que

se trata de un nombre propio y no un título huérfano de su nombre corres-

46. Velliti en León, año 1034 (RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, La judería de la ciudad de León, p. 143); Belliti Ebre

(Cardeña366, 1080).

47. CASTAÑO, “Los documentos hebreos de León ...”, doc. # 6, año 1175 (p. 480); y doc. #7, año 1229-30 (p.

481).

48. Don Vellido en Albelda (1293); Bellido Alanate en Haro (1488). No obstante, el nombre es mucho más

corriente entre las mujeres, sobre todo si se tiene en cuenta el limitado protagonismo documental de ellas: en

Miranda en 1304 Soluellida (hija de Barzelay) y Soluellida (casada con Mosse); otra Solvellida (viuda de Açach

Medelin) en Laguardia (1377); Bellida, en Haro (1464); y Vellida (mujer de Symuel Abancar) en Nájera (1491).

Todos ejemplos de E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 481, 396, 643,

276, 392 y 465 respectivamente.

49. CASTAÑO, “Los documentos hebreos de León ...”, p. 480, n. 63, doc. # 6; TERÉS, Antroponimia hispanoá-

rabe, #433, “Existen también variantes del tipo Vel(I)ile, Uellite/i, Ueliti, V/Belidi [...] que puede contundirse con

reflejos de Wâlid, pero parecen a menudo ser el nombre Bellido.”

50. Se observa esta terminación varias veces entre la onomástica hebrea: Sealtiel bar Seset, Yosef ha-Nasí Fe-

rruziel (BAER, Historia de los judíos ..., pp. 41 y 44).

51. ZAMORA VICENTE, Dialectología española, p. 39.

389David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

pondiente52. Por otro lado, notamos el nombre del poeta Dunas ben Labrat,

protegé de Hasday ibn Saprut53.

• Gamiza/e (#7,8,9), varios apariciones de este nombre en las juderías del alto

Ebro del siglo XIV54.

• Hacen (#18), Hapaz (#24), E. Cantera Montenegro incluye estas dos refe-

rencias dentro de su nómina de “Judíos vecinos de Nájera”, una intuición

basada (creemos) en el origen semítico de ambos nombres. La intuición nos

parece acertada, pero nos preguntamos por qué no se extendía a otros casos

de antroponimia semítica en el mismo texto55. Asimismo remitimos a lo ya

comentado sobre la presencia de la ‘p’, fonema desconocido en el árabe.

• Kiram (#24), nombre observado también entre la elite calagurritana, por

ejemplo Zaheit Kiram (Rioja312, ca. 1200). Tanto E. Cantera Montenegro

como Rodríguez R de Lama suponen un origen judío para la familia Zaheit,

cf. Çahet Ebreum (Rioja350, 1194), y Zaheit Barceiza (Rioja97, 1129) éste

último con aparente patronímico arameo56. Sin embargo, notamos que Don

Kiram, probablemente el mismo que el que aparece como alcalde de Nájera

52. La fórmula tautológica, doña Doña, aparece en Alfaro, durante el siglo XV (E. CANTERA MONTENEGRO,

Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 600). Otros casos incluyen Fadueyna en Navarra en 1266 (Regis-

tros de Teobaldo, p. 171); Dueña, sin más, en Briviesca en 1270 (CADIÑANOS BARDECI, “Noticias ...”, p. 129),

en Zaragoza s. XIV (CADIÑANOS, p. 144), en Navarra (1351) y en Estella (1407) (CIERBIDE, “Las comunidades

judaicas navarras ...”, pp. 228 y 232), y en Calahorra en 1478 (CANTERA ..., p. 572); y por último Ordueyna en

Viana en 1366 (CANTERA ..., p. 323). En general, el repertorio onomástico femenino es mucho más limitado que

el masculino, y unos pocos elementos (Dueña, Sol/r, Or, Bellida) se repiten, frecuentemente combinándose para

formar nombres compuestos: Orbellida, Solbellida, Soloro, Ordueyna etc.

53. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana, p. 23.

54. Por ejemplo, Xento Gamiz (Calahorra, 1334), Davit Algamiz (Logroño, 1365) y Yaco Algemiz (también Lo-

groño, 1385) todos ejemplos recogidos por E. CANTERA MONTENEGRO (Las juderías de la diócesis de Calahorra

..., pp. 497 y 557) y Abraham Gamiz (c.1370, Tudela), en CARRASCO, “Sinagoga y Mercado”, p. 69.

55. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 461. El nombre Habaz reapa-

rece en la judería de Nájera en 1491 (CANTERA, ob. cit., p. 465), mientras en el otro extremo cronológico la

aparición del mismo nombre en León en 905 (León19) supone la primera mención explícita de un judío en los

reinos cristianos. Por su parte RODRIGUEZ R. DE LAMA (Colección Diplomática Medieval de la Rioja, Estudio,

tomo I, p. 322.) se anima a declarar como judíos a varios de estos individuos (Ruzmi, Mozot, Scepa), también a

partir (supondremos) de criterios puramente onomásticos.

56. RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de La Rioja, Estudio, I, pp. 326-8; E. CANTERA

MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 545 y 553.

390 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

durante gran parte de la segunda mitad del siglo XI, se describe como abbas

de Santa María en 1062 (Leire65).

• Lope Sanger de Uobatiella (#25), considerado judeo-converso por E. Cantera

Montenegro, sin duda por la presencia unas líneas antes (#24) de Garsia

Sanger piscatore, qui fuit hebreus.

• Marguam (#24) < Marwân “antiguo nombre árabe”57, remitimos a lo ya co-

mentado sobre la combinación de posesión de tierras y onomástica semítica

en este entorno.

• Mozot de Tricio (#11), considerado judío por Rodríguez R. de Lama58, acaso

un hipocorístico de Muza, en cual caso aquí sí tenemos la ‘o’ característica

de la forma hebrea del nombre del profeta bíblico.

• Muza Hazan (#24), Ecta Muza de Penna (#2), Muze (#11), domni Muze

(#17). Ecta Muza reaparece en Leire3459 en un texto igualmente repleto de

onomástica hebrea. En principio la ‘u’ denotaría una forma arabizada, pero

notamos que la onomástica hebrea tiende hacia formas arabizadas cuando

aparece en la documentación altomedieval riojana, incluso cuando se expli-

cita que se trata de un judío, así Muza iudeo (Cogolla178, 1024), y Zuleman

iudeo (Rioja14.17), en vez de una forma más estrictamente hebrea como

Salomon etc.

• Scepa (#18), posiblemente derivado de Sa’ab, cf. Scablevi (Cogolla186), aun-

que Baer nota la aparición en León (año 1053) en textos hebreos del nombre

(E)scapat que relaciona tentativamente con el hebreo para ‘zapatero’60, y ob-

servamos que Zapata es un cognomen que se repite entre los alcaides calagu-

rritanos. Por otro lado, la ‘p’ también sería más propia de la onomástica judía

que de la árabe, aunque también podría deberse a influencias romances.

57. TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #384

58. RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de La Rioja, Estudio, I, p. 322.

59. Con la transcripción probablemente errónea del primer elemento como atque en vez de Aita: atque Muça

de Subpenna.

60. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana, p. 672, n. 19; CASTAÑO, “Los documentos hebreos de

León ...”, p. 470, n. 32, confirma esta interpretación, sugiriendo un origen arameo para la voz.

391David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

• Uiua (#7), considerado judío por E. Cantera Montenegro, la forma Vita/

Vitas/Vitales etc. es más corriente en la documentación consultada, pero se

observa Bivas como nombre judío en la documentación bajomedieval de Sa-

hagún61. Todas estas formas parecen ser traducciones del corriente nombre

hebreo Haym.

• Zahac de Tricio (#21), < Ishaq, nombre hebreo corriente.

• Zekri de Arneto (#14), nombre típico de la documentación medieval rioja-

na62, que en varias ocasiones, incluyendo el temprano caso leonés de Abze-

cri (977) citado arriba, aparece en ambientes explícitamente judíos fuera de

La Rioja63.

• Zentol (#23), es posible que derive del nombre latino Centellus, cf. Centolle

(Cogolla27, 940) aunque las formas así derivadas parecen conservar la oclu-

siva inicial como indica la forma sonorizada vasca Gendule (Leire14, 1002)

y la burebana Quentullez (Valpuesta24, 950)64, y notamos su proximidad

al nombre hebreo Sem Tov, que aparece en fuentes cristianas en muchas

ocasiones como Sento65.

Quedan muchos más ejemplos de nombres con más o menos visos de ser de

origen semítico, o relacionables de alguna manera con las comunidades judías

del Alto Ebro: Citi de Cuno (#15), Filgoa (#22), Folkeri (#23), alcaldi Fortun

Citiz (#23), Fuertes Zuhurro (#23), Gaialdi (#11), Geza (#6), Helara (#24),

Ionti (#20), Kalibia (#7), Kia (#11), Mugera (#22), Nieua (#20), Ruzme (#17),

Sponda (#23).

61. Unçel Bivas (1478), Gusiel Bivas (1479), RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Las juderías de la Provincia de León,

p. 264

62. De oeste a este: Zicri, en Villa Zahal/c cerca de Grañón (Albelda21, 953); en el entorno de Nájera, Zecri

presbiter en Huércanos (Albelda13, 947), Çecrin (Leire43, 1048) y Abcecri de Alesanco (Albelda43, 1061); en

el alto Najerilla Belasio de Çekri, (Valvanera53, 1068) y Iohannes Cecrin (Valvanera197, 1108); y en Calahorra,

Iohannes Zekri (Rioja44, 1098), Zecri (Rioja83.a, c. 1135), ilios de Cecri (Rioja215, c.1165), y Zecri b[en] Azafar

(Rioja4/390, s. XII).

63. Zecrí Abnabe en Huesca, año 1286 (BLASCO MARTÍNEZ, “Los judíos en ...”, p. 82), y Cecri Avendino en

Zaragoza, durante el siglo XIV (CADIÑANOS BARDECI, “Noticias ...”, p. 144).

64. SALABERRI ZARATIEGI, Euskal deiturategia: Patronimia, pp. 197-8.

65. Por ejemplo, Sento, hermano de Yago, en Miranda en 1294, E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de

la diócesis de Calahorra ..., p. 645.

392 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

No sugerimos que todas estas personas fuesen judías, pero en cado caso es

una posibilidad a tener en cuenta. En el caso de Banzo, lo sabemos a partir de

otras fuentes (la documentación de Leire), pero en la mayoría de los casos nos

basamos únicamente en la onomástica, a veces en el origen semítico (Muza,

Zulema, Mudarra etc.), y las implicaciones de esta circunstancia en la Rioja

Alta altomedieval, y otras veces por la repetición del nombre, aunque a veces

etimológicamente romance en la forma transcrita, entre las juderías del Alto

Ebro y regiones cercanas, aunque muchas veces hayamos tenido que llegar

hasta el Bajomedievo para buscar equivalencias dada la parquedad de datos

altomedievales. También deberíamos reconocer que en este texto najerense no

abunda la onomástica clásica hebrea (Yshaq, Yuçef, Abraham, Moseh, Yom Tov,

Semu’el, Yehudah, Selomoh, Sem Tov y Haym / Vital) tanto como en los textos

pleno y bajomedievales. Sabido es que la onomástica cristiana experimenta una

concentración a lo largo del periodo altomedieval, y quizás el mismo proceso

se daría también dentro de la comunidad judía, con la eliminación gradual de

la variedad altomedieval. Otra explicación es que la onomástica hebrea que

aparece en la documentación cristiana refleja los nombres utilizados por los

judíos en su trato con las comunidades no hebreas, y no los nombres propia-

mente hebreos utilizados sólo dentro de la comunidad judía y que emerge en

la documentación aljamiada bajomedieval66.

También es de destacar que se agrupa la onomástica semítica, y las referencias

explícitas a la minoría hebrea, en algunas secciones de un texto que por lo

demás está estructurado espacialmente. Por lo tanto, parece que las posesiones

judías tendían a concentrarse en ciertas zonas, aunque evidentemente en nues-

tro texto figuran sólo las fincas que colindan con las posesiones de Santa María

y que por lo tanto rompen con cualquier agrupación étnica absoluta. Sugerimos

que este principio nos permite avanzar con algo más de seguridad a la hora de

identificar la población hebrea entre la miscelánea antroponímica que ni siquie-

ra se puede certificar con seguridad como semítica. La anterior lista de nombres

candidatos queda desvirtuada en parte al ordenarse alfabéticamente, pues así

se descontextualizan los nombres. A continuación ofrecemos una versión ile-

teada de los párrafos dónde más se concentra la onomástica semítica. Hemos

66. Repetimos la cita de SHATZMILLER (“Le monde juif”, p. 90) “certains individus portaient à l’époque (et le

font même encore aujord’hui) deux séries de noms: l’une en hébreu pour l’usage religieux, l’autre, ‘civil’, pour

la vie de la cité”.

393David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

eliminado la onomástica con menos visos de corresponder a la minoría hebrea,

dejando constancia de la proporción de nombres personales incluidos sobre la

total, pero como hemos observado en Calahorra se tiende a cristianizar la ono-

mástica de la comunidad judía o judeo-conversa, y cualquiera de los nombres

aparentemente cristianos podrían esconder una ascendencia judía67.

Cap. Nombres hebroides (NH) NH / total

#16

torcular de alkalde ... Sancio Mazenaroz/Mageratiz ... don Kiran ... uinea de Ambroz et de iudeos, quam tenet Hapan iudeus ... germano de Zulema, iudeo 6/8

#17

Fortis ilii alkaldise ... Ruzme de uarrio de Mercato ... alkaldessa mulier Mudarue ... domni Belliti ... Casca germanus domni Muza ... Capaziel ... Zuleman, iudeo, de sinistra similiter illius germanorum

9/10

#23

alkaldi Fortunii Citiz ... torcular de Sponda ... Hapaz ... Sesat iudeo ... Fuertes Zuhurro ... domni Folkeri ... domno Zentol Sancio Roio 7/11

#24

truliare de illo Duenno ... Muza Hazan ... domno Kiram ... Marguam ... uineam de iudeos ... alcalde Mutarras ... alcalde Fortu Citiz ... Helara ... Alkaldesa ... Hapaz ... Garsia Sanger piscatore, qui fuit hebreus

11/14

Al margen de estas referencias individualizadas, también observamos en el

texto tres referencias genéricas a la población judía, difícilmente contabilizables

estadísticamente pero que no hacen sino reforzar la impresión de la importan-

cia de la comunidad hebrea:

– ... illa torcularia iudeorum in campo, Rioja14.12

– ... et de iudeos, Rioja14.16

– ... uineam de iudeos, Rioja14.24

En general encontramos más referencias de este tipo a la comunidad judía que

a la musulmana, que apenas deja huella en la documentación altomedieval al-

torriojana68. En la Concordia del obispo Aznar (Rioja4/235, 1257), reciben men-

67. Por ejemplo, cf. Dominico Calvo (#7) y Mosse Calvo (Rioja295, 1188). Este último parece ser judío y notamos

que Dominico es un nombre muy corriente en ambientes judeo-conversos.

68. Cf. FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA MAYORAL, El Reino de Nájera, p. 245. Una posible excepción sería la

referencia legerense a terra Ismaelitarum (Leire34, 1043). En el estricto sentido etimológico, Ismaelitarum es una

referencia a los árabes septentrionales (las tribus beduinas y semíticas en contraste con los sedentarios yemeníes

394 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

ción cinco juderías en la diócesis de Calahorra (Vitoria, Haro, Nájera, Logro-

ño y Arnedo) sin que haya equivalente referencia a morerías. Otros ejemplos

incluyen la descripción en 1177 por el rey navarro Sancho VI de Nájera como

“castellum christianorum et iudeorum”69, y en Calahorra la actividad testificato-

ria, después de los representativos cristianos, “de iudeis etiam sunt testes, Iucef

Raioso, maiorino; Mail et reliquum uulgus iudaicum” (Rioja139, 1145).

Por otra parte, abundan las noticias referentes a la comunidad judía, asesinatos

y rescates incluidos, en número desproporcionado a su protagonismo diplomá-

tico: en 1047 domno Sona mataría a dos judíos en el camino entre Albelda y

Viguera (Albelda62); hacia finales del siglo Gomessano, prior de San Miguel de

Pedroso, recibe las villas de Rehoyo, Sagrero, Terrazas y Redecilla (todas próxi-

mas a Belorado) por haber redimido los 200 sólidos que tenían de pena “pro

homicidio cuiusdam iudei” (Cogolla2/281, c.1094); y por las mismas fechas la

aljama najerense buscaba contribuciones para el rescate de una mujer cuyo

marido había sido asesinado70. Quizás esta letanía de desgracias es indicativa de

la vulnerabilidad de la comunidad judía, circunstancia que también conduciría

a la protección foral otorgada a esta minoría.

otroS teXtoS nAjerenSeSAntes, en la introducción al texto Rioja14, hemos hecho referencia a otros tex-

tos referentes a Nájera que, sin ser tan cuantitativamente generosos, también

avalan, tanto explícita como implícitamente (por la onomástica), la presencia de

una importante población judía en la ciudad.

Por ejemplo, Cogolla178 (1024) nos ofrece una relación de las propiedades

de San Millán en Nájera. En realidad se trata de nuevo de tierras y viñas más

bien en los arrabales, pero de nuevo se deja notar la comunidad judía, ex-

de orígenes hamíticos), pues Ishmael, hijo de Abraham y Hagar, fue el mitológico (y bíblico) fundador de estos

pueblos, y encontraremos, por ejemplo, este gentilicio como sinónimo de saracenos en la Crónica Albeldense,

XV.12. Sin embargo, al margen de esta referencia oscura, no conocemos ni una sola referencia a musulmanes

poseedores de viñas en torno a Nájera, cuando abundan, tanto en este diploma como en la demás diplomática

referente a Nájera, las referencias a viñas poseídas por judíos. Sospechamos que aquí el gentilicio se aplica en

el sentido genérico de inieles, y no en su sentido rigurosamente etimológico. Una excepción más fidedigna es

Cogolla2/330 (1110), texto confirmado por “totum concilium de Nagera et christiani et mauri et iudei testes”. En

la transcripción de Ledesma Rubio faltan las palabras ‘et mauri’, claramente visibles en el Becerro.

69. RODRIGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de la Rioja, I, p. 323.

70. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 452-453.

395David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

plícitamente en las personas de Hacon y Muza y en el anónimo iudeo que

había cambiado una viña con Don García, pero también implícitamente entre

nombres como Abolbalite, Bacoda, Bazo, Ezmale y Iuniz71. Notamos además

la tendencia a cristianizar los nombres, quizás por motivos de conversión, pues

son más frecuentes los casos de nomen corriente + cognomen semítico que

vice versa, como ya hemos observado en Calahorra. Aunque abunda en este

texto onomástica típicamente cristiana (sobre todo de origen navarro), cuando

nos limitamos a contemplar los colindantes, gran parte de ella desaparece,

quedando en cambio la mayor parte de onomástica semítica. Tenemos por

tanto un contraste onomástico entre los que donan y sus vecinos. Recurriendo

de nuevo al hecho de que muchas de las tierras mencionadas se encuentran

en las afueras de Nájera, notamos que su posesión se divide entre vecinos de

Nájera per se, y vecinos de otros pueblos limítrofes. Si, como hemos hecho

antes con Rioja14 eliminamos a los colindantes que sabemos de pueblos veci-

nos el porcentaje y onomástica semítica no hace más que incrementar, hasta el

punto de que de tan sólo 18 colindantes que podemos considerar najerenses,

dos son explícitamente judíos y otros muchos de onomástica semítica muy po-

siblemente lo sean también. En esta ocasión, sin embargo, también se observa

onomástica relacionable con la comunidad judía (Bazo, Iunez) entre lo que

hemos denominado los colindantes aldeanos, sobre todo en Tricio y Valcuerna,

ambos prácticamente barrios de Nájera.

Cogolla178 (1024): la onomástica semítica se concentra entre los colindantes

DONANTES COLINDANTES ALDEANOSCOLINDANTES NAJERENSES

Alamire (dompno) Bazo de Balcuerna Abolbalite

Amusco de Tricio (dompno) Ferruze de Tricio Bacoda

Enneco (dompno) Fortun Munnioz de Orcanos Blasco(de) Belluca

Eximinio (dompno) Gomiz de Lardero Endura

Eximino (dompno) Iunez de Tricio Ezmale

Garsea (dompno) Lope de Aleson (ilio de Oria) Fortun

71. Bacoda, por ejemplo, es el nombre de una célebre familia judía de Zaragoza (BAER, Historia de los judíos

en la España cristiana, p. 674, n. 31); y Bazo es un nombre que aparece en la judería de Laguardia (E. CANTERA

MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 266); Ezmale ( = Ismail) es nuestra lectura de illo

troiare Dezmale, donde se habrá juntado preposición y nombre; Iuniz aparece varias veces en la aljama tudelana

del siglo XIII, CARRASCO, Sinagoga y mercado, p. 356.

396 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

DONANTES COLINDANTES ALDEANOSCOLINDANTES NAJERENSES

Iohannes (dompno) Munnio de Alesonciello Fortun de Mugera

Lopanca dompna Onneca de Cironia Fortun Fortunes

Lurdo Sancio de Nieva Garcia Almiratez

Oblatione Sancio Dominico de Tricio Garcia Arestin

Orioli Vincenti de Tricio Garcia Ennecoz

Oriolo (dompno) Gomiz Zorraquin(ez)

Scemeno Furtunez Gualite

Vincenti (dompno) Hacon iudeo

Iohannes Garceiz

Mer Iohannes

Muza iudeo

Nunno Orepze

La documentación de San Salvador de Leire también nos acerca a la pobla-

ción judía residente en el entorno de Nájera. En Leire34 la concentración de

onomástica aparentemente semítica, cuando no abiertamente hebrea, es aun

mayor que en los otros textos estudiados: Hazam, Kiram, Falcon Alkadi, Iuniz,

Stephan Longo72, Halaf, Murain ebreo, rabbi Algazar. A continuación una lista

de testigos de onomástica cristiana, mientras entre los idiatores dominan de

nuevo referencias a la comunidad hebrea: Petrus Castellano73, Thiara ebreo,

Muça de Subpenna, Garssia Longo.

72. Dentro de la documentación manejada siempre que aparece el cognomen Longo / Luengo cerca se hallan

indicios, más o menos directos, de población judía y / o conversa. Aquí tenemos los hebreónimos explícitos rabbi

Algazar, Murain y Thiara. En otro texto ya comentado (Cogolla175, ca. 1045-1065), cuando aparece Scemeno

Longo de Canales le acompañan Teillo tornero y Eita Ziti el castellano (véase la siguiente nota). En el mismo

texto en que aparece Garcia Longo (Cogolla2/417, 1171) está Helias cambiador. En la documentación aljamiada

navarra aparece este cognomen con cierta regularidad: Gento y Vitas Ebenluengo en LACAVE, Los judíos del Reino

de Navarra, p. 528; Juçe Luengo de l’Estoylle (año 1259, #318) y Açocac Luengo (año 1266, #488) en CARRASCO,

Registros de Teobaldo, pp. 93 y 188).

73. Este cognomen aparece repetidas veces entre la población judía: Hayn Castellano, padre de Salamon Ha-

lilla, de Oña a mediados del siglo XV (CADIÑANOS BARDECI, “Noticias de judíos españoles”, pp. 137-8); Yaco

Castellano, Castellano judio, Juan Estébanez de Castellanos y Almofacen ben Castellano, todos recogidos por

RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ (Las Juderías de la Provincia de León); Jacob, Judas y Mosse Castellano, y también

Azac, Buena y Salomón Alcastiel recogidos por LACAVE (Navarra judaica); Juce Castellano (CARRASCO, Sina-

goga y mercado, p. 305). Sospechamos que el cognomen hace referencia en origen al papel militar tantas veces

encargado por la corona a esta minoría, y sobre el cual en nuestro espacio tenemos varias noticias: por ejemplo,

de Belorado (BLANCO, Belorado en la Edad Media, p. 57); Briviesca (CADIÑANOS BARDECI, “Noticias de judíos

españoles”, p. 128); y Haro (E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 82) entre

otros muchos lugares, incluyendo Nájera y su castellum christianorum et iudeorum. Asimismo notamos que en

varias ocasiones se ubican asentamientos llamados Castellanos en las afueras de algunos importantes centros:

397David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

En Leire46, de nuevo tenemos noticia explícita de un colindante judío, en este

caso el conocido Banço, también presente en varios escatocolos legerenses

(Leire37, Leire38). El único otro colindante mencionado en este texto es Pas-

qual, ilio de Abomelec, pero si juntamos todos estos testimonios de colindantes

observamos que, aun restringiéndonos al cuestionable ‘método explícito’, el

11% de colindantes de los arrabales de Nájera están descritos como judíos. No

está mal para una población supuestamente urbana y dedicada al sector tercia-

rio. El número real sería probablemente más alto, pues la presencia de onomás-

tica semítica es muy pronunciada, y el ‘método explícito’ muy inseguro.

Doc.Colindantes

explícitamente judíosTotal

colindantes

Rioja14 11 116

Cogolla178 2 18

Leire34 2 12

Leire46 1 2

TOTAL 16 148

Otra metodología interesante es la de contrastar la onomástica urbana (de Ná-

jera) con la rural (del valle del río Tuerto). Contemplaremos sólo la onomástica

de lo que consideramos el pueblo llano, sin señores ni clérigos superiores

(abades etc.). Esencialmente lo que se pretende es lo inverso del método an-

teriormente aplicado a Rioja14: en vez de intentar cuantificar la mal entendida

onomástica hebrea, analizamos la mejor comprendida antroponimia cristiana, y

notamos su relativa escasez en la ciudad.

Parece haber una diferencia entre la población rural y la urbana, con una ma-

yor incidencia de nombres ‘exóticos’ en la ciudad que en el campo. Uniendo

los datos emilianenses con la aportación de Rioja14, tan sólo el 37,2% de la

población najerense utiliza el grupo de nombres cristianos más frecuentes. Esto

supone un déficit de más de 30% frente a la incidencia de estos mismos nom-

bres en las aldeas del valle del Tuerto, a escasa distancia de Nájera.

Salamanca; Toro; Carrión; Castrojeriz; Oña; Burgos. ¿Qué sentido tiene esta ubicación extramuros de barrios cas-

tellanos? Máxime cuando se hallan en Castilla, y por tanto el sentido ‘natural’ se vuelve redundante.

398 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

porcentaje de onomástica típica cristiana en diferentes entornos74 75

nombres cristianos más

frecuentes74

documentación emilianense, 1022-1054

Rioja14,1052

Tuerto(75 individuos)

Nájera(76 individuos)

Nájera(171 individuos75)

Aznar 3 1 3

Beila 4 0 0

Blasco 5 2 6

Diego 1 0 0

Eneco 2 1 1

Jimeno 2 2 4

Fortún 2 5 7

Galindo 1 2 5

García 4 7 7

Gómez 2 2 4

Gonzalo 1 0 0

Iohannes 2 5 7

Lope 0 2 4

Muño 6 1 5

Nuño 2 1 1

Sancho 12 2 4

Tello 2 0 1

Total 51 (68,0%) 33 (43,4%) 59 (34,5%)

Cuando tenemos en cuenta la presencia de la corte navarra en Nájera, y por

ende una exagerada presencia de onomástica aristocrática navarra en la ciudad

(que hemos intentado eliminar al descontar los clérigos y los seniores pero que

consideramos todavía residualmente presente), este contraste debería ser en

realidad aun más pronunciado de lo que trasciende en nuestra documentación.

74. No incluimos aquí el nombre Dominico al relacionarse, sospechamos, muchas veces con conversos. Es, con

mucho, el nombre más frecuente en Nájera, apareciendo una docena de veces en Rioja14. Si lo incluyésemos en

nuestros cálculos el porcentaje de nombres ‘cristianos’ se incrementaría de la siguiente manera:

– de 68% a 72% en la documentación emilianense referente al valle del río Tuerto;

– de 43% a 47% en la documentación emilianense referente a Nájera y su entorno; y

– de 35% a 41% en Rioja14.

Como se puede apreciar, aun incluyendo este nombre, se mantiene la diferencia entre la antroponimia najerense

y la del valle del Tuerto.

75. De los 182 personas nombradas en Rioja14 hemos eliminado los seniores y los de origen fuera de la cuenca

del Najerilla (Cervera, Arnedo, Cirueña y Alesanco).

399David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

Parece contraintuitivo que en la urbe de Nájera, sede regia en este periodo, la

onomástica prestigiosa, la navarra, es menos corriente (23%) que en la campiña

(35%).

Contraste entre la antroponimia najerense y la de la campiña riojana (Valle del tuerto)

76

Onomástica Tuerto Nájera

Navarra76 26 (34,7%) 57 (23,1%)

Otra cristiana 25 (33,3%) 35 (14,2%)

Total cristiana 51 (68,0%) 92 (37,2%)

¿QuiéneS Componen eStA CAStA urbAnA De onomÁStiCA

eXótiCA? ¿Francos? Una posibilidad que podemos rechazar con cierta confianza es que

esta población urbana de onomástica exótica corresponda a la inmigración

franca cuya antroponimia pronto aparecerá en la documentación de las ciuda-

des que jalonan el Camino de Santiago. Pues ni la cronología ni la onomástica

(semítica) apoyan esta interpretación.

¿Musulmanes? Nuestras fuentes no se ocupan tanto del inmobiliario urbano en

sí, sino de posesiones agrícolas en muchas ocasiones ubicadas en los arrabales,

y por lo tanto deberíamos contemplar la posibilidad de que en realidad lo que

estamos observando es el equivalente de la situación predicada por el Fuero de

Tudela: los musulmanes expulsados del recinto intramuros hacia los arrabales.

No obstante, aunque los bienes en sí se hallasen en los arrabales, esta ono-

mástica semítica coincide con cierta insistencia con el concepto de la alcaldía

(Kiram77, Mudarra), y creemos que es esencialmente un fenómeno urbano.

En este contexto tenemos constancia de la existencia de un barrio judío intra-

muros, detrás del ‘azor de illos iudeos’ (Rioja12). En contraste, la marginación

explícita de la minoría musulmana en el Fuero de Nájera hace improbable que

76. Consideramos como tal los nombres Aznar, Eneco, Jimeno, Fortún, Galindo, García, Lope y Sancho, cf.

GARCÍA DE CORTÁZAR, “Antroponimia en Navarra ...”, p. 294.

77. Aunque, como ya se ha observado, parece que Domno Kiram era cristiano, sospechamos que converso,

tendencia que se ha observado entre las elites calagurritanas como los Zaheit.

400 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

esta clase terrateniente fuera mudéjar78. Más empíricamente, las referencias ex-

plícitas a judíos en Rioja14 son tantas, y las a los musulmanes son tan escasas79,

que la explicación judía es más convincente.

¿Cristianos arabizados? También habría que contemplar la posibilidad de que

la onomástica semítica najerense corresponda a una población cristiana autóc-

tona que había sido culturalmente (onomásticamente) arabizada durante el pe-

riodo banuqasi. Nos encontramos de nuevo con un problema contemplado en

capítulos anteriores: el ritmo de arabización cultural en diferentes escenarios. Al

lento ritmo observado en Córdoba y denunciado por Bulliet, habría que oponer

el hecho de que las condiciones en el Thagr y en Córdoba serían muy distintas,

y si intuimos una mayor arabización temprana en la desestructurada cuenca del

Duero, quizás las condiciones precarias en la Marca Superior también primarían

la identificación plena con el poder dominante en la Península.

¿Conversos? Por último, podrían ser conversos al cristianismo, o bien del ju-

daísmo o bien del islam, que retienen su onomástica familiar como hemos

observado en un periodo posterior en Calahorra. Ésta supone una opción muy

difícil de evaluar a partir de la tan fragmentaria documentación altomedieval, y

el de los conversos y criptojudíos es en sí un problema de singular complejidad,

que acomplejaría a la sociedad hispana durante gran parte del Bajomedievo y la

Edad Moderna. Algunos indicios sugieren que a la conversión de credo le solía

seguir una conversión onomástica, aunque hay otros casos que desmienten

tal idea, por ejemplo el célebre Hapaz leonés, los casos calagurritanos arriba

examinados, y Don Kiram de Nájera.

Con todo, conjugada en torno a los factores de religión, lengua, familia y ono-

mástica, habría una diversidad social que la documentación fragmentaria di-

fícilmente permite descifrar. En este crisol, indudablemente tiene cabida una

relevante comunidad hebrea, como demuestran las abundantes referencias

78. Para MAÍLLO SALGADO (“Del Islam residual mudéjar”, p. 132) “el mudejarismo peninsular comienza en

bloque con la capitulación del reino de Toledo, en 1085, y [...] la toma de de Zaragoza efectuada en 1118”, pues

en los anteriores casos de (re)conquista cristiana la tendencia de la población musulmana había sido de repliegue

hacia territorios bajo gobernación islámica.

79. En cambio, los amanuenses sí hacen referencia a población mora bajorriojana cuando esta región fue absor-

bida a lo largo del siglo XII. Por ejemplo, en Rioja141 (c. 1147) se detalla un acuerdo entre los templarios y los

mauros de Inestrillas; en Rioja362 (1196) se refiere a assariques y se nombra a cuatro sarracenis de Cervera.

401David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

explícitas. No sugerimos que todas las apariciones najerenses de antroponimia

semítica provienen de la judería, pero una proporción significativa sí, y por tan-

to hay que cuestionar el binomio cristiano-musulmán, y desterrar por completo

el monólogo cristiano que predica Martínez Díez. Más concretamente, estamos

ante un desajuste onomástico entre ciudad y el medio rural, que se debe ne-

cesariamente a un sector de la población urbana. En un contexto urbano en el

cual tenemos referencias continuas a población judía, y una importante parte

de la onomástica de aparente corte semítico, sospechamos que buena parte del

percibido desajuste se debe a la existencia de una numéricamente importante

comunidad judía.

CuAntifiCACión De lA ComuniDAD juDíA De nÁjerANo creemos que sea descabellado pensar en términos de una minoría judía

que supondría la cuarta o la tercera parte de la población najerense a media-

dos del siglo XI. No tiene demasiado sentido ofrecer una cifra exacta puesto

que estamos en el terreno de la especulación, pero el volumen de onomástica

semítica en Rioja14, buena parte de la cual sabemos judía, los textos forales,

algunas noticias históricas, e incluso la presencia en Nájera de la corte (pues

bien conocido es el estrecho vínculo entre la monarquía cristiana y los judíos),

todos estos indicios apuntan hacia una nutrida presencia judía muy por encima

de los pocos individuos identificados expresamente como pertenecientes a esta

minoría en la documentación cenobítica del periodo.

¿Pero es factible tan elevada proporción? Los acercamientos a la demografía he-

brea en la España medieval se concentran, por razones más que evidentes, casi

exclusivamente en el Bajomedievo. En este contexto las cifras que manejan los

estudiosos sugieren que una proporción en torno a un 20% es una realidad en

muchas ciudades del Valle del Ebro. El caso de Huesca, con una cifra en torno

al 30%, nos parece especialmente significativo ya que existe cierto paralelismo

geopolítico entre su posición en el extremo de la Marca Superior de al-Andalus

(¿posible emporio para negociar con los reinos cristianos?) y la de Nájera.

aCerCaMientos CuantitatiVos

Todos los autores están de acuerdo en que la población judía sería una mino-

ría, y concretamente E. Cantera Montenegro afirma que “el porcentaje de los

hebreos en relación con la población total de todo el obispado [de Calahorra]

debió oscilar entre el 5 y el 10%, aunque, como vamos a ver a continuación, en

402 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

el caso de algunas poblaciones este porcentaje fue sensiblemente superior.”80

La mayoría de los autores también están de acuerdo en que la población judía

se concentraría más en los centros urbanos que en el medio rural81. Tampoco

habría una distribución equilibrada por todos los núcleos urbanos, y en el

contexto espacial que nos ocupa E. Cantera Montenegro comenta la práctica

inexistencia de datos referentes a población hebrea en Santo Domingo de la

Calzada, burgo nuevo y catedralicio quizás más conscientemente cristiano que

Nájera que, además de sede episcopal durante periodos del Altomedievo, tenía

que compaginar otras funciones como las de centro administrativo, cortesano y

mercantil de la Rioja Alta. Esto es clave para entender lo observado en Nájera.

En un mundo todavía mayoritariamente rural, y que además tendía a concentrar

su población judía en algunos centros urbanos, la lógica determina que sobre

una base de 5-10% de la población en total, la presencia judía en algunas ciuda-

des necesariamente estaría muy por encima de estas cifras. De nuevo, salvando

80. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 68.

81. Por ejemplo, CARRASCO, Sinagoga y mercado, p. 32, ”Esta preferencia por el mundo urbano – que venía

aconsejada no sólo por las necesidades para atender sus granados negocios, sino por las mayores oportunidades

para una mejor formación y práctica religiosa”.

Mapa XL. La minoría judía en el Alto Ebro

403David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

la evidente distancia cronológica, Tudela nos puede servir como paradigma: en

el siglo XIV congregaba el 83% de la población judía de su Merindad, y su alja-

ma suponía el 27% de la población de la ciudad, todo a partir de una presencia

judía en torno a un 11% en la Merindad y un 5,5% en el Reino82.

Al margen de casos excepcionales como Biel, nos parecen precisamente lo

que se esperaría de una sociedad mayoritariamente rural donde una minoría

esencialmente urbana alcanza el 10% de la población total. Incluso dentro del

mundo urbano hay diferencias evidentes, y si dejamos al margen los centros

más pequeños, parece emerger una división entre algunas fundaciones ple-

nomedievales (Logroño, Vitoria y Santo Domingo – que ni siquiera se registra

aquí) que devuelven cifras bajas, mientras en centros de cierta preeminencia

altomedieval (Huesca, Jaca, Calahorra y Tudela) las cifras son superiores, pre-

cisamente lo que indica E. Cantera Montenegro: “en el caso de algunas pobla-

ciones este porcentaje fue sensiblemente superior.”83

población judía de ciudades del Alto ebro durante el bajomedievo 84 85

LUGAR %84 FECHA AUTORIDAD85

Biel 72 c.1405 MOTIS DOLADER, p. 52

Luna 37 1409 MOTIS DOLADER, p. 52

Jaca 3686 c.1405 MOTIS DOLADER, p. 51

Huesca 35 c.1405 BAER87

Viana 29 1366 CARRASCO, p. 31 (n. 27)

Uncastillo 28 c.1405 MOTIS DOLADER, p. 52

Tudela 27 1366 CARRASCO, p. 32

82. CARRASCO, Sinagoga y mercado, pp.31-2. Asimismo, en Laguardia resulta llamativo el contraste entre el

centro urbano en sí (40 judíos entre ca. 300 vecinos) y sus aldeas (un solo judío entre 320), GARCÍA FERNÁNDEZ,

Laguardia en la Baja Edad Media, p. 66.

83. E. Cantera Montenegro no ofrece una cifra para Nájera. La mayor parte de sus cifras se derivan de los repar-

timientos de finales del siglo XV, y supondremos que no figura en estas fuentes, habiendo padecido un severo

declive a partir de la segunda mitad del siglo XIV, ”en el año 1439 la cabeza de pecho de los judíos de Nájera

estaba fijada en tan sólo 1.000 maravedíes de moneda vieja, cuando en 1290, en el Repartimiento de Huete era

de 19.318”, E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 457.

84. Donde el autor ha indicado una franja porcentual, tipo “Haro, 10-14%”, en vez de una cifra concreta, hemos

sacado una media, asimismo hemos redondeado las fracciones.

85. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana; E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis

de Calahorra en la Baja Edad Media; CARRASCO, Sinagoga y mercado; MOTIS DOLADER, Los judíos en Aragón

en la Edad Media (siglos XIII-XV).

404 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

LUGAR %84 FECHA AUTORIDAD85

Miranda 24 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69

Sos 23 c.1405 MOTIS DOLADER, p. 52

Calahorra 17 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69

Laguardia 14 1366 CANTERA MONTENEGRO, p. 68

Monreal 14 1366 CARRASCO, p. 31 (n. 27)

Calatayud 13 1397 MOTIS DOLADER, p. 50

Pamplona 13 s. XIV CARRASCO, p. 32

Tarazona 13 1405 MOTIS DOLADER, p. 50

Haro 12 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69

Cascante 11 1353 CARRASCO, p. 30 (n. 27)

Cornago 11 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69

Cervera 10 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69

Estella 10 1366 CARRASCO, p. 31 (n. 27)

Arnedo 9 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69

Briones 9 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69

Vitoria 7 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69

Tafalla 6 1366 CARRASCO, p. 31 (n. 27)

Sangüesa 5 1366 CARRASCO, p. 31 (n. 27)

Daroca 4 c.1405 MOTIS DOLADER, p. 52

Logroño 3 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 6986 87

¿Son VÁliDAS eStAS CifrAS pArA el AltomeDieVo?Pues habría que tener mucho cuidado con extrapolar, sin más, especialmen-

te cuando existen contrastados fenómenos migracionistas, sobre todo la re-

acción ante la conquista almohade de al-Andalus. No obstante, hay buenos

argumentos para pensar que las cifras altomedievales podrían ser parecidas o

incluso superiores. En primer lugar, insistimos en que el paradigma castellano

no es aplicable a Nájera, que no debería ser heredera de la en sí cuestionable

idea de que antes de las migraciones plenomedievales apenas hubo pobla-

ción judía. Además, sin negar la importancia demográfica de las emigraciones

post-almohades, hay factores que sugieren que aun así las cifras que citamos

arriba no distarían tanto de la situación altomedieval como el importante lapsus

cronológico sugiere. E. Cantera Montenegro observa una mini-diáspora bajo-

86. Porcentaje que no explicita Motis Dolader, pero a partir de sus datos parece que los judíos poseían 85 de

235 casas.

87. Según MOTIS DOLADER, Los judíos en Aragón ..., p. 51.

405David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

medieval hacia el mundo rural, como reacción ante los saqueos de algunas

aljamas importantes durante las guerras de la segunda mitad del siglo XIV, con

los acontecimientos de 1360 y 1391 de especial trascendencia en la Diócesis de

Calahorra en general, y en Nájera en particular, pues su aljama nunca se recu-

peraría88. Las cifras que reproducimos arriba son, generalmente, posteriores a

estos fenómenos, y la conclusión ineludible sería que en periodos anteriores las

cifras deberían ser superiores89. Aun así no podemos extrapolar sin más desde

el Plenomedievo hasta el Altomedievo, desde el siglo XIII al siglo XI, pero por

lo menos la distancia se ha reducido a la mitad y la aplicabilidad potencial de

estas cifras ha crecido proporcionalmente.

En cuanto a la distancia entre las intuidas cifras plenomedievales y lo que

podríamos proyectar para el Altomedievo, asumimos que la irrupción almo-

hade habría provocado migraciones judías hacia el norte, pero denunciamos

la presuposición de que sea necesariamente el factor primordial a la hora de

explicar la nutrida presencia plenomedieval de esta minoría. Pues la tendencia,

una vez más90, es a recurrir a un factor exterior y una solución migracionista

para explicar una presencia semítica, cuando abundan las referencias explícitas

a población judía en Nájera durante el Altomedievo. Sin negar que el factor

almohade tuviera un impacto demográfico en las juderías del Alto Ebro, ofrece-

mos como contrapeso la observada cristianización de las elites de onomástica

semítica en La Rioja. Así el factor almohade viene a sustituir la población per-

dida por desgaste, y la presencia altomedieval se asemejaría a lo observado en

periodos posteriores.

ConCLusiones

No ha sido nuestra intención localizar y enumerar todas las referencias a judíos

que podría esconder la documentación cenobítica, sino cuestionar la idea de

que la única presencia diplomática judía se restringe a los individuos apodados

explícitamente como tales, y cuestionar también la tendencia, a partir de tan

88. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 455-458.

89. “... tenemos que suponer que la población judía era más numerosa en el siglo XIII que en el XV”, SUÁREZ

FERNÁNDEZ, Judíos Españoles en la Edad Media, p. 96, citado por E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de

la diócesis de Calahorra ..., p. 69.

90. Aludimos al supuesto origen andalusí de la onomástica semítica cardeniense.

406 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

la MinorÍa JuDÍa

exigua ‘presencia’, a extrapolar hacia la conclusión de que la presencia judía en

el norte peninsular es un fenómeno esencialmente ajeno al Altomedievo.

Para esto hemos partido de una base empírica relativamente firme: la documen-

tación referente a Nájera a mediados del siglo XI. Sin embargo, notamos que

la poca documentación anterior referente a la Rioja Alta también está repleta

de onomástica semítica, gran parte de ella semejante a la observada en Nájera

un siglo más tarde. Ante tal ‘coincidencia’, y después de lo observado en Ná-

jera, no nos atrevemos a decir que toda la antroponimia semítica riojana del

siglo X se limite a las dos religiones dominantes. Por ejemplo, en la temprana

diplomática albeldense se observan los siguientes vínculos onomásticos con las

juderías posteriores:

– Banzo (Albelda16, 947?), cf. Banço iudeo (Leire46,1050).

– Heret pescador (Albelda10, 944), una combinación de nombre semí-

tico y un oficio que aparece varias veces en contextos hebreos, cf.

Garsia Sanger piscatore, qui fuit hebreus (Rioja14.24, 1052)91.

– Iumiz Iben Donat (Albelda12, 945), ya hemos comentado, en relación

a Cogolla178, que Iuniz aparece varias veces en la aljama tudelana

del siglo XIII.

– Iuzefus Aborchri (Albelda7, 933), nombre usado en ambas comuni-

dades semíticas, aunque más frecuente en la hebrea, con numerosos

ejemplos riojanos del Plenomedievo92.

– Morterbef Ioenmoz (Albelda12, 945), el segundo elemento acaso una

transcripción errónea de Iben Moz < Moza, Mosse.

Por otra parte, reiteramos que la documentación cenobítica no supone, ni mu-

cho menos, la fuente idónea para el estudio de las comunidades hebreas, y que

en uno de los pocos registros alternativos que tenemos, los fueros, aparecen

los judíos como una minoría muy significativa. No es casualidad que la Historia

de las juderías del norte peninsular realmente arranca sólo cuando empiezan

91. También los casos bajomedievales leoneses de Abrafan y Za Pesquer, RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Las jude-

rías de la Provincia de León, pp. 93 y 111.

92. Por ejemplo, Iucef iudeo (Rioja14.13, 1052); Iucef Azafar (1099, Rioja45); Iucef Arraisou (Rioja139, 1145); Iu-

cef ilio de Çaheit y Iucef ilio de Muçe Alfaquimi (ambos Rioja319, 1192), además de media docena de referencias

en sendos textos (#65 y #288) de Aguilar de Campoo.

407David Peterson

la MinorÍa JuDÍa

a abundar registros escritos aconfesionales: los fueros, la documentación mu-

nicipal, las jarchas. Que la falta de datos empíricos condicione la historia es

inevitable, pero no lo es que, ante un fenómeno observado empíricamente, se

recurra siempre a soluciones inmigracionistas.

409David Peterson

Conclusiones generales

Comenzamos este estudio con referencia al extraordinario texto Cogolla166 que

delimitaba la frontera navarro-castellana entre el Pico de San Lorenzo y Nu-

mancia, un tramo serrano al sur del espacio en el cual hemos centrado nuestro

interés y sobre el cual esta noticia mantiene silencio. Este texto parece sugerir

que la idea de una frontera política a la vez lineal, fijada y pormenorizada no

tiene por qué ser un anacronismo en el periodo y espacio contemplados. Así,

nos habría gustado poder reproducir aquí el tramo de esta frontera corres-

pondiente al Pasillo, y, sin embargo, aun después de varios años de estudio y

cientos de páginas de análisis, no nos atrevemos a fijar su recorrido más que

aproximadamente.

Dos herramientas básicas se han empleado en acercamientos a este tipo de pro-

blema geográfico-histórico: la cronística y los escatocolos diplomáticos. No obs-

tante, su utilidad es muy limitada. Por ejemplo, las noticias oscuras y lacónicas

del conflicto astur-banuqasi en torno a Ibrillos y Grañón entre 899 y 904 aclaran

poco. ¿Dónde estaba la frontera antes y después? Lo poco que confirman estas

noticias es la naturaleza diacrónica de las fronteras políticas. Por otra parte, la

dificultad a la hora de interpretar los escatocolos ha sido la causa de gran parte

de los problemas analizados en el capítulo La Frontera Oriental de Castilla;

pues en el mejor de los casos este registro suele definir, y no siempre bien, la

adscripción política de un solo punto en un momento concreto, y ni así siempre

de una manera diáfana, ya que en las regiones fronterizas se cita a menudo a

autoridades de ambos lados de la muga. Se suele extrapolar metonímicamente

a partir del dato aislado, pero el problema metodológico es evidente.

410 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

ConClusiones generales

Ante la escasez de datos fidedignos sobre las fronteras políticas hemos recurri-

do en ocasiones a la geografía diocesana plenomedieval. Creemos que a partir

de ella, de su coincidencia con el recorrido de Cogolla166 en el tramo serrano

y de algunas noticias ptolomeicas podemos postular una genérica y longeva

frontera diocesana próxima a la actual frontera provincial Rioja-Burgos, pero

la correspondencia de este trazado con el propio de la geografía política no es

más que una hipótesis.

Ante estos problemas, ante la dificultad de establecer con precisión la frontera

política a partir de las herramientas tradicionales, hemos trabajado con la hi-

pótesis de que la frontera habría dejado su huella en la distribución de ciertos

estratos onomásticos que se concentran en un lado u otro de ella, y por tanto

la divisoria podría ser reconstruida a partir de fenómenos culturales plasmados

en la onomástica:

– la antroponimia, cuyo caso paradigmático es el de Oveco;

– la toponimia que incorpora el elemento Quintana;

– la hagiotoponimia de San Millán;

– y la toponimia vasca.

Trabajando con estas herramientas, nuestra tesis es que sobre un corredor diá-

fano de sentido latitudinal (el Pasillo) se asentó una frontera longitudinal du-

rante aproximadamente tres siglos a partir del abandono andalusí del cuadrante

noroeste de la Península. Estamos, por lo tanto, ante la confluencia de dos

fuerzas antagónicas: movimiento (el Pasillo) y bloqueo (la Frontera).

Si el carácter diáfano de este espacio lo confiere la misma configuración oro-

gráfica - un corredor entre dos sistemas montañosos que enlaza las dos cuencas

fluviales que dominan el norte peninsular - la causa fundamental del bloqueo

sería política: las decisiones tomadas por los dirigentes visigodos del Pasillo

ante el hecho de la invasión musulmana; una decisión coincidente con el pa-

radigma que describe Chalmeta de pacto o conquista. No obstante, los factores

geográficos también condicionarían el trazado de la frontera y su perdurabili-

dad: la propia estrechez del corredor lo hace vulnerable al bloqueo; mientras

desde Cellorigo en los Montes Obarenes se domina las tierras al sur de una

manera no replicada hacia el este donde la presencia del río Ebro al sur de la

Cordillera Cantábrica protege la mitad oriental del Pasillo.

411David Peterson

ConClusiones generales

En otro orden de cosas, los orígenes remotos de la frontera estarían en la

geografía administrativa romana, en sí probable heredera de anteriores circuns-

cripciones tribales, y que creemos perpetuarse en las divisiones diocesanas,

militares y administrativas del Reino de Toledo.

No obstante, insistimos en que los hechos más determinantes en la configura-

ción altomedieval de nuestra región serían políticos, y tendrían lugar en sendos

momentos del periodo 711-714, en Amaya y en Ejea. Primero, hacia 712, las

tropas del anónimo dux cantabriensis, apoyadas por refugiados del sur (iró-

nicamente, aquí sí hubo inmigración desde Córdoba hacia Castilla), se harían

fuertes en Amaya, pero serían derrotadas por el ejército magrebí liderado por

Tariq. Después, quizás al año siguiente, el conde Casio, consciente de lo que

había ocurrido a sus vecinos a poniente, saldría al encuentro de Muza cerca

de Ejea para rendirse y asegurar la integración pacífica de sus territorios en el

estado musulmán.

Expresado así parece una tesis anclada en la historia de los acontecimientos:

“la historia más apasionante, pero también la más peligrosa”, según Braudel.

Pero en realidad el mismo dilema se ventilaba en no pocos ámbitos de la mitad

Mapa XLI. La relación entre la frontera político-diocesana y ciertos fenómenos onomásticos

412 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

ConClusiones generales

meridional del desmembrado imperio romano: qué hacer ante los invasores

árabes. Las dos posibles decisiones, rendición o resistencia, que conducían casi

siempre a pacto o conquista, son paradigmáticas de la suerte de la mayor parte

de la cuenca mediterránea, y en el Pasillo están yuxtapuestas de una manera

relativamente nítida.

Al final ambos espacios se habrían incorporado a al-Andalus, pero la divergente

manera en que lo hicieron conduciría a diferencias importantes. En términos

genéricos, podemos hablar de relativa continuidad en las tierras (pactistas) al este

de la frontera, y cambios más sustantivos en la región (conquistada) al oeste. So-

bre todo, esto supondría una arabización más intensiva al oeste. Esta conclusión,

quizás la más importante del estudio, es consecuencia directa de la aplicación

del paradigma de Chalmeta a los acontecimientos en nuestra región, pero resulta

problemática y counter-intuitive, sobre todo cuando el periodo de incorporación

plena de Castilla en al-Andalus duró relativamente poco: menos de medio siglo.

La explicación tiene dos facetas: la intensidad de la arabización durante las

dos generaciones después de la conquista; y el hecho de que, aun después del

abandono de Castilla por los andalusíes a mediados del siglo VIII, la coyuntura

del limbo desestructurado en el cual se encontró este espacio, el prestigio del

modelo cultural andalusí, y la ausencia de modelos alternativos hizo que el

modelo arabizante permaneciera en vigor durante otro siglo.

Esta arabización de Castilla ha dejado huellas onomásticas que nos permiten

detectar el proceso. La toponimia propiamente árabe parece limitarse a las

estructuras militares y administrativas (Alcocero, Medina), en tanto que huellas

más pormenorizadas del impacto socioeconómico en la campiña se han mante-

nido exclusivamente en romance (Quintana). Es muy difícil detectar la religio-

sidad a partir de las herramientas disponibles, pero parece prudente suponer

también un grado de islamización detrás de la referencia cronística a “los de

fe vacilante”. Habría colonos foráneos, la mayoría bereberes, aunque éstos no

serían necesariamente ni musulmanes ni arabo-parlantes, pero la mayor parte

de la población sería autóctona y de habla romance.

El hecho de que Castilla se arabizara más de lo que se habría esperado a partir

de tan efímera integración en al-Andalus ha sido mal asimilado por la historio-

grafía. En parte quizás porque sería una verdad incómoda, en parte porque los

acontecimientos no siempre son evidentes a partir de las lacónicas y frecuente-

413David Peterson

ConClusiones generales

mente contradictorias fuentes (noticias genéricas de pactos en el noroeste pe-

ninsular acompañan la probable conquista y saqueo de Amaya), y en parte por

la tesis de Despoblación que arraigó con tanta fuerza en el altomedievalismo

del siglo XX. Así, para explicar la innegable presencia de onomástica semítica

en estas tierras, se ignoró por completo el periodo andalusí y se inventó la idea

de la inmigración mozárabe – una especie de ‘mentira piadosa’ historiográfica.

Y sin embargo los problemas con esta tesis mozarabista son fundamentales.

Por ejemplo, extraña que haya durado tanto tiempo la idea de que refugiados

cristianos hubiesen ‘bautizado’ Mahamud a un pueblo burgalés.

Sospechamos que, en parte, esta tesis haya aguantado tan tenazmente por la

confusión que rodea la voz mozárabe, que tiene dos acepciones prácticamente

antagónicas pero que se funden (y confunden) en la historiografía: por un lado

está el significado que empleaba Simonet, que remite a los cristianos dentro de

al-Andalus que en muchos casos se resisten a la arabización; por otro lado, el

significado más etimológico hace referencia a un cristiano arabizado, residente

o no en al-Andalus.

Cuestionar el origen cordobés1 de esta onomástica en la Meseta Norte no es en

sí novedoso: valioso trabajo al respecto ya se ha hecho en León, aunque no

siempre han sido asimiladas ni desarrolladas las implicaciones de tipo histórico.

Además nos parece interesante aplicar estas ideas a Castilla, escenario que,

por varios motivos, permite un análisis enriquecido. En primer lugar, porque

las pocas inmigraciones ‘mozárabes’ documentadas se dirigieron hacia León,

lo cual aportaría algo de credibilidad a la solución tradicional, si no fuera

que en Castilla, donde aparece la misma onomástica, no hay rastro de tales

migraciones. En segundo lugar, porque en Castilla la evidencia cronística de

conquista (en Amaya) es relativamente nítida. Y tercero, porque disponemos

de una valiosa herramienta en el texto Cardeña14 que nos permite contrastar la

onomástica clerical con la campesina, y notar que lo semítico se concentra en-

tre el campesinado, observación difícil de cuadrar con un origen en supuestas

inmigraciones de inspiración religiosa.

1. Recurrimos a este calificativo porque ni mozárabe ni andalusí son adjetivos adecuados para diferenciar entre

la tesis inmigracionista tradicional que rechazamos, y los orígenes de esta onomástica que sí sería mozárabe en

sentido de ‘arabizada’, y andalusí en el sentido en que tiene sus orígenes en el medio siglo en que la Meseta

Norte estuvo incorporada en al-Andalus.

414 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

ConClusiones generales

CrÍtiCa MetoDoLÓgiCa

Nuestro análisis onomástico de la frontera del Pasillo queda un poco descom-

pensado ya que las cuatro pruebas citadas se concentran en el mismo lado

(castellano) de la muga. Se debería matizar esta crítica ya que en la metodología

de los clusters las ausencias pueden ser tan significativas como las concen-

traciones, caso, por ejemplo, de Quintana, cuya ausencia de toda La Rioja

menos de su franja más occidental es muy llamativa. En fin, lo que más llama

la atención es la diferencia distributiva entre dos espacios, y lo que emerge es

una auténtica frontera. También resulta muy llamativa la escasez de iglesias

dedicadas a San Millán al este del excéntrico (en el sentido geométrico) centro

del culto en Berceo: sin duda es un santo riojano, pero su culto es castellano.

No obstante, a pesar de estas matizaciones, la crítica de descompensación sí

tiene algo de validez. Hemos intentado paliarlo con el análisis de la toponimia

que incorpora el elemento Zahara, aunque cuantitativamente no se puede

comparar tan pequeño y oscuro cluster con el de Quintana, cuya proliferación

aumenta la validez de su testimonio. También intuimos diferencias tipológicas

entre la arabotoponimia en los dos extremos del Pasillo, con más toponimia

descriptiva en las tierras orientales, y más antropotoponimia en Castilla, y sería

interesante seguir en la labor de caracterizar la toponimia riojana.

El hecho de que sean cuatro las pruebas onomásticas utilizadas para definir la

frontera desde el lado castellano permite que se consolide la hipótesis. Si, por

ejemplo, no encajara tan bien la distribución de la toponimia vasca en el modelo

que surge del estudio de los otros fenómenos onomásticos, entonces serían más

convincentes las explicaciones alternativas para su pronunciada concentración en

tierras castellanas: el desequilibrio diplomático, por ejemplo. Así es importante

que el mismo patrón se materialice en varios y variados estratos onomásticos.

Pues si el testimonio de la toponimia vasca está debilitado por el desequilibrio

diplomático, no así la toponimia actual en Quintana o la hagiotoponimia referen-

te a San Millán; y viceversa, la debilidad más evidente de cualquier metodología

basada en la toponimia actual, su falta de contextualización cronológica, se palia

con recurso a metodologías basadas en el registro diplomático.

También cabe una dosis de autocrítica en cuanto a la metodología empírica

empleada en el análisis de la toponimia en Quintana. Aún falta por estudiar a

fondo su distribución en Galicia y en Portugal, para ver si aparecen otras fronte-

ras onomásticas que correspondiesen a la diferencia entre áreas pactistas y sus

415David Peterson

ConClusiones generales

vecinas conquistadas. Pero esto en sí demuestra el valor del Pasillo, puesto que

en pocos lugares de la Península se yuxtaponen dos espacios tan fácilmente

diferenciables en cuanto al paradigma pacto-conquista como el Condado de

Casio y el Ducado de Cantabria.

otras iMPLiCaCiones De nuestra ProPuesta

El paradigma pacto-conquista tiene implicaciones no sólo para la mitad castella-

na del Pasillo sino también para la mitad riojana donde habría que esperar una

arabización e islamización más gradual. A partir de esta premisa y de la manera

en que los Omeyas abandonaron este espacio hacia 925, en una secuencia de

acontecimientos que difícilmente se podría caracterizar como una Reconquista

cristiana, cuestionamos el grado de islamización de este espacio, y en general

su grado de integración en el mundo andalusí.

La idea de la Reconquista de La Rioja tiene cierto paralelismo con el equivalen-

te espejismo castellano de la inmigración mozárabe: en ambos casos se trata

de resolver los desconcertantes y counter-intuitive resultados del paradigma

de Chalmeta, y cuadrar la evidencia (onomástica semítica en Castilla, pose-

sión navarra de la Rioja Alta) con una visión simplificada (reducida al binomio

cristiano-musulmán) de la compleja realidad de las tierras en la periferia de

al-Andalus.

La naturaleza matizada de la penetración navarra en La Rioja también obliga a

reconsiderar la presencia castellana en tierras hoy riojanas. Frecuentemente esta

presencia ha sido denunciada como intrusionista, tendencia historiográfica que

no parece tener una sólida base empírica.

Si se descarta esta idea, como sugerimos, y se reconoce la pertenencia de facto

de estas tierras altorriojanas a Castilla hasta mediados del siglo X, la naturaleza

castellana de los cuatro estratos onomásticos analizados queda mucho más

manifiesta. Tanto el nombre Oveco, como el culto de San Millán, la temprana

toponimia vasca e incluso la toponimia en Quintana tienen una presencia en

La Rioja actual, pero casi exclusivamente en sus márgenes más occidentales, y

de una manera muy pronunciada en el caso de Quintana, cuantitativamente el

más abundante, y por tanto el más convincente, de los estratos. La coincidencia

en esta distribución de los cuatro estratos refuerza nuestra convicción de que

la historia de estas comarcas entre aproximadamente dos siglos (ca. 750-950)

416 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

ConClusiones generales

tiene más que ver con el naciente Condado de Castilla que con los poderes

banuqasi o navarro.

Esta evaluación se extiende al monasterio de San Millán de la Cogolla, cuya

diplomática más temprana también apunta insistentemente hacia Castilla, hacia

su casa condal, e incluso más hacia Álava que hacia La Rioja. Aquí la geografía

del culto del santo de Berceo deja de ser un estrato onomástico-cultural más

y se convierte en un testimonio directo de la vinculación temprana de este

monasterio - y el culto asociado - con Castilla.

La toponimia vasca que aparece al sur del Ebro antes del año mil también

se limita casi por completo a tierras vinculadas con la casa condal castellana,

y apenas aparece en las tierras controladas por los navarros en sus primeras

décadas al sur del Ebro. Esta distribución es más serrana que la de los otros

elementos onomásticos detectados en el lado castellano de la Frontera, pero el

manifiesto vínculo filológico con el dialecto alavés refuerza nuestra convicción

de que obedece esencialmente al mismo contexto y cronología que explica la

distribución del culto a San Millán y la distribución de algunos antropónimos

como Oveco. La geografía de esta toponimia vasca es, sugerimos, una valiosa

herramienta para su contextualización cronológica. Así, debe de encajar en el

periodo 750 – 950, y probablemente hacia principios de este periodo; cronolo-

gía avalada grosso modo por los indicios filológicos.

Creemos que la aparición algo más tarde en la Rioja Alta de toponimia vasca

generalmente sufijada en –uri obedece a una posterior dinámica migratoria:

mayoritariamente alavesa en origen y altorriojana en destino; ahora sí estre-

chamente vinculada con la monarquía navarra; y que tendría lugar, sobre todo,

durante el segundo cuarto del siglo undécimo.

Además del origen alavés de estos colonos tardíos, la relación entre Álava y

este espacio, antaño marca oriental del Reino de León, sería tan pronunciada

que desde la perspectiva árabe se refería con cierta regularidad a tierras tan

meridionales como Osma y Gormaz como Álava. Esto, que es un uso alóctono

y esencialmente erróneo, no tendría demasiada importancia si no fuera que

Álava fue el blanco genérico de gran parte de las aceifas califales de los siglos

VIII-X, y nos preguntamos hacia dónde se dirigían estas campañas. ¿Todas

buscaban penetrar en la Llanada alavesa?

417David Peterson

ConClusiones generales

La intencionalidad que está detrás del capítulo dedicado a la minoría judía es

dual: la de insistir en la complejidad (lingüística, étnica y religiosa) del espacio

y sociedad estudiados; y la de cuestionar la tendencia a recurrir siempre a

soluciones inmigracionales ante cualquier estrato onomástico no romance y

cualquier comunidad no cristiana. Ya que concebimos a esta sección como

todavía en grado de hipótesis no hemos querido desarrollar la cuestión de las

implicaciones geopolíticas de esta importante minoría, pero también las habría,

tanto en el momento de la invasión, como en la decisión omeya de abandonar

este territorio.

Por último, y más genéricamente, reivindicamos el uso historiográfico de la

onomástica, y específicamente la recuperación del contenido de la documenta-

ción ‘popular’, tan rica en una antroponimia llamativamente alejada de la de las

clases dirigentes siempre sobre representadas en la diplomática.

419David Peterson

apéndice i. Quintana

Datos para acompañar el mapa #XiV

nº ref

nombre comarcalatitud

(N)longitud

(W)

1. Quintanar de la Sierra Sierra 41º 58’ 3º 02’

2. Quintanilla de las Dueñas Cerezo 42º 30’ 3º 06’

3. Quintanilla del Monte Cerezo 42º 25’ 3º 11’

4. Quintanilla San García Briviesca 42º 33’ 3º 11’

5. Quintanilla de Urrilla Valdelaguna 42º 08’ 3º 12’

6. Quintanaloranco Cerezo 42º 30’ 3º 13’

7. Quintanilla Cabe Soto Pancorbo 42º 40’ 3º 17’

8. Quintanaélez Pancorbo 42º 40’ 3º 17’

9. Quintana Martin Galindez Tobalina 42º 47’ 3º 17’

10. Quintanillabón Briviesca 42º 36’ 3º 18’

11. Quintanaseca Tobalina 42º 46’ 3º 19’

12. Quintana María Tobalina 42º 47’ 3º 19’

13. Quintanilla la Ojada Losa 42º 55’ 3º 20’

14. Quintanarraya Clunia 41º 48’ 3º 21’

15. Quintana Entrepeñas Losa 42º 53’ 3º 21’

16. Quintanabureba Briviesca 42º 36’ 3º 22’

17. Quintanilla Montecabezas Losa 42º 52’ 3º 22’

18. Quintanilla Cabrera Lara 42º 11’ 3º 25’

19. Quintanavides Monasterio 42º 29’ 3º 25’

20. Quintanilla del Monte en Juarros Oca 42º 23’ 3º 26’

21. Quintana Urria Briviesca 42º 34’ 3º 26’

22. Quintanilla Cabe Rojas Briviesca 42º 36’ 3º 26’

23. Quintanilla Sopeña Espinosa 43º 05’ 3º 27’

24. Quintanilla de Pienza Medina 43º 00’ 3º 28’

25. Quintanilla de las Viñas Lara 42º 07’ 3º 28’

420 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

aPÉnDiCe i. Quintana

nº ref

nombre comarcalatitud

(N)longitud

(W)

26. Quintana de los Prados Espinosa 43º 05’ 3º 30’

27. Río - Quintanilla Oña 42º 44’ 3º 30’

28. Quintanaopio Oña 42º 45’ 3º 30’

29. Quintanilla de Ricuerda Clunia 41º 46’ 3º 30’

30. Quintanalacuesta Medina 42º 52’ 3º 30’

31. Quintanilla del Coco Silos 41º 58’ 3º 31’

32. Quintanalara Lara 42º 11’ 3º 32’

33. Quintanapalla Burgos 42º 25’ 3º 33’

34. Quintanilla de los Adrianos Villarcayo 42º 57’ 3º 33’

35. Quintanilla Riopico Burgos 42º 21’ 3º 34’

36. Quintanilla Socigüenza Villarcayo 42º 57’ 3º 35’

37. La Quintana de Rueda Villarcayo 42º 58’ 3º 35’

38. Quintana de Valdevielso Valdevielso 42º 51’ 3º 36’

39. Quintanilla del Rebollar Sotoscueva 43º 04’ 3º 37’

40. Quintanilla Ausines 42º 14’ 3º 37’

41. Quintanarruz Poza 42º 34’ 3º 37’

42. Quintanilla de los Caballeros Clunia 41º 48’ 3º 37’

43. Quintanilla Valdebodres Villarcayo 43º 00’ 3º 40’

44. Quintanilla del Agua Lerma 42º 02’ 3º 40’

45. Quintanajuar Páramo Masa 42º 38’ 3º 40’

46. Quintanaloma Sedano 42º 41’ 3º 40’

47. Quintanilla Morocisla Burgos 42º 25’ 3º 41'

48. Quintanaortuño Ubierna 42º 27’ 3º 41'

49. Quintanilla Sotoscueva Sotoscueva 43º 03’ 3º 41’

50. Quintanilla Sobresierra Ubierna 42º 34’ 3º 43’

51. Quintanilla Colina Zamanzas 42º 50’ 3º 43’

52. Quintanabaldo Valdebezana 42º 59’ 3º 44’

53. Quintanilleja Muñó 42º 11’ 3º 45’

54. Quintanadueñas Burgos 42º 23’ 3º 45’

55. Quintana del Pidio Aranda 41º 46’ 3º 45’

56. Quintanilla Escalada Lora 42º 49’ 3º 46’

57. Quintanilla de la Mata Lerma 41 59’ 3º 46’

58. Quintanilla de las Carretas Burgos 42º 19’ 3º 49’

59. Quintanilla Pedro Abarca Páramo Masa 42º 34’ 3º 49’

60. Quintana del Pino Urbel 42º 37’ 3º 49’

61. Quintanaentello Valdebezana 42º 59’ 3º 49’

62. Las Quintanillas Tardajos 42º 23’ 3º 51’

63. Quintanilla de San Román Valdebezana 42º 58’ 3º 51’

64. Quintanilla Somuñó Muñó 42º 15’ 3º 53’

65. Quintanilla de la Presa Villadiego 42º 36’ 3º 57’

421David Peterson

aPÉnDiCe i. Quintana

nº ref

nombre comarcalatitud

(N)longitud

(W)

66. Quintanamanvirgo Roa 41º 45’ 3º 58’

67. Quintanilla de Sta Gadea Arija 42º 58’ 3º 58’

68. Quintanas de Valdelucio Amaya 42º 43’ 4º 07’

69. Quintanilla de Riofresno Villadiego 42º 33’ 4º 13’

En el corpus del estudio, al margen de algunos ejemplos ofrecidos para ilustrar

la temprana aparición de este estrato, hemos trabajado esencialmente a partir

de la toponimia actual, alegando lo dificultoso que resulta, debido a la com-

binación de homonimia y escasa contextualización, casar las abundantísimas

pero lacónicas apariciones diplomáticas de este estrato toponímico con firmes

identificaciones y ubicaciones que permitirían una cartografía fidedigna. Como

esa cartografía es fundamental a nuestra metodología recurrimos a la toponimia

actual. Esa es nuestra justificación, pero en un estudio de este tipo, y después

de haber manejado la diplomática (tan poco esclarecedora en este caso), debe-

ríamos por lo menos presentar los resultados de la criba diplomática, aunque

no sirva para otra cosa que no sea el ejemplificar la abundancia de este estrato

en el registro manejado.

Además de lo que detallaremos a continuación, en las siguientes colecciones

diplomáticas no hemos encontrado ninguna referencia de este tipo: Albelda,

Leire, Pamplona, Valpuesta y Valvanera. Lo más llamativo es quizás la ausencia

de este estrato del ‘castellano’ fondo diplomático valpostano. En la Colección

Diplomática de La Rioja las únicas apariciones de esta toponimia hacen referen-

cia todas a territorio castellano.

Lo que presentamos es esencialmente un listado ordenado cronológicamente,

centrada en las apariciones diplomáticas de esta toponimia y no en la realidad

geográfica que representa. Aún así, donde se juntan varias referencias a lo que

parece ser el mismo asentamiento en una serie de textos relacionados hemos

reunido las referencias. Sin embargo, no ha sido nuestra intención desenmade-

jar tamaño lío, para eso la obra Pueblos y Alfoces de Martínez Díez.

422 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

aPÉnDiCe i. Quintana

fecha 1ª ref.

Referencia diplomática

fuente comentario

912 Quintana de Bistia Condes1 Covarrubias

915 Quintana de Cautare Cardeña8 Cótar

929 Quintanas Condes4, Burgos? Ausines

931 Quintana Condes6, Arlanza11 illa Quintana qui est de Steuano Euenas

932 Quintanilla Riopico Cardeña22, Condes8 = Quintanilla de Riopico

937 Quintanas Condes10, Arlanza15 illas quintanas

939 Quintanilla de Motubas

Cardeña31 = Quintanilla Vela, Modúbar de la Cuesta

950 Quintana de los Cojos Cardeña72, Condes44 Despoblado del alfoz de Burgos

951 Quintana de Muci Cogolla60 Quintana de Muez? Bureba

957 Quintanare Cardeña91 Cardeña?

968 Quintanilla Cardeña134 Santoyo

968 Quintana de Probitio Cardeña137, Condes34 = Quintana del Pino

969 Quintanas de Rricla Cardeña142, Condes35 Rezmondo, Pisuerga

969 Quintana Seca Cardeña144 Despoblado del alfoz de Ausines

969 Quintanas Condes35, Cardeña142 quintanas quem dicunt de Prato de Guttier

969 Quintanilla de Riofresno

Condes35 = Quintanilla de Riofresno

978 Quintanella de Fiamio Condes52, Covarrubias7 Lerma

999 Quintana Condes p.438 Reinosa

999 Quintanilla Condes p.438 Reinosa

1003 Quintaniel(l)a de Bureba

Condes62, Cogolla123, 274, 275, 365

¿= Quintanabureba?

in Borueva sita inter Soto Longo et Navas

1011 Quintana Condes64, Oña8

1011 Quintanopio Condes67, Oña10 = Quintanaopio

1011 Quintana de Usornio Condes64, Oña8

1011 Quintana de los Albos Condes66, Oña9 Despoblado del alfoz de Pancorbo

1011 Quintana Marzán Condes66, Oña9 Despoblado del alfoz de Pancorbo

1011 Quintana Meganna Condes64, Oña8

1011 Quintana Seca Condes64, Oña8 Cillaperlata

1011 Quintanaceth Condes66, Oña9 Bureba

1011 Quintanafeliz Condes66, Oña9 = Quintanaélez, Pancorbo

423David Peterson

aPÉnDiCe i. Quintana

fecha 1ª ref.

Referencia diplomática

fuente comentario

1011 Quintanas Condes64, Oña8

1011 Quintaniella Condes64, Oña8

1011 Quintanilla Condes71, Oña14 Quintanilla cabe Rojas?, Bureba

1012 Quintana de Ferreros Cogolla144, Condes72

1013 Quintana Cogolla147 Briviesca

1013 Quintana de Assur Nunniz

Cogolla147 = Quintanasur, Oca?

1025 Quintaniella Cogolla179 Redecilla

1025 Quintaniella Cogolla180 Alfoz de Fornello

1025 Quintaniella de sursum

Cogolla180 Alfoz de Langrares

1028 Quintaniella Cogolla187 Bureba

1028 Quintaniella de Olleros

Cogolla189, Cogolla2/386

Fresneña

1029 Quintanilla de Riba de Cortizis

Peña49 Grañón

1029 Quintana de S. Mames Peña49

1031 Kintana descapa Peña55

1040 Quintana Cardeña236 Villariezo

1049 Quintana Cogolla259 Belorado

1050 Quintana Morelle Cogolla273 Bureba

1050 Quintaniella Cogolla274, 275, 353, Cogolla2/323, 473

Pancorbo

1058 Quintana Cogolla299D = Quintanaloranco?

1061 Quintana Cardeña291 Torquemada

1062 Quintaniella Cogolla320 Rioja Alta / alavesa?

1062 Quintana Cogolla327 Bureba

1065 Quintanilla Cardeña312 Quintanilla la Yerma, Briviesca

1067 Quintaniella (Veigas de)

Cogolla365 Bureba

1068 Quintana Maria Cogolla367 = Quintana Maria

1068 Quintana Montane Cogolla367; Rioseco57 = Quintanaloma

1071 Quintana Cardeña332 Atapuerca

1072 Quintana Amunna Cogolla401, Cogolla2/258, 273, 490, 493, 495

Fonzaleche

1072 Quintanella de Besica Cogolla400 Quintanilla de Vesga, Bureba

1072 Quintana Cardeña336 Olmos de Pisuerga

424 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

aPÉnDiCe i. Quintana

fecha 1ª ref.

Referencia diplomática

fuente comentario

1075 Quintaniella Cogolla430, Cogolla2/167

Grañón

1075 Quintaniella Cogolla429 Grañon

1084 Quintaniella Cogolla2/88 Ibrillos

1086 Quintana Cogolla2/113 Miranda

1088 Quintana (Nuniuni?) Cogolla2/178, 179, 180 Pancorbo

1095 Quintana Cogolla2/251 Miranda

1097 Quintaniella Cogolla2/266 Rioja Alta?

1102 Quintana Cogolla2/290 Resa, Rioja Baja

1134 Quintana Cogolla2/364 Pancorbo

1139 Quintana Sueri Rioseco1, 3, 4; Rioja305, = Quintanajuar

1139 Quintanella supra serram

Rioseco1, 4; = Quintanilla Sobresierra

1146 Quintanar Cogolla2/386, Calzada39 = Quintanar de Rioja

1150 Quintana Cabarrosa Rioseco5 = ¿Quintana Cabe Rojas?

1152 Quintana Fortuno Rioja513, Rioseco14 = Quintanaortuño

1152 Quintanilla de Bon Rioja513 = Quintanillabon

1156 Quintana Calzada15 Salinas de Añana?

1156 Quintanar Ibeas12, 17 Despoblado del alfoz de Arlanzón

1160 Quintanilla Calzada36 Rioja Alta

1164 Quintaniella Ibeas14, Ibeas57 Ibeas

1169 Quintaniella de S. Garcia

Cogolla2/411 = Quintanilla San García

1170 Quintana Rioseco11 Oña

1171 Quintanillas Ibeas20 Bureba

1175 Quintana Cogolla2/426 Valdegovía

1175 Quintaniella Cogolla2/426 Valdegovía

1176 Quintanaferruz Rioseco27; Rioja305 = Quintanarruz

1182 Quintaniela Calzada54 valle del Oja

1189 Quintana Rioseco55; Rioja305 Bureba

s.XII Quintaniela de Peidra Auarcha

Rioseco70 = Quintanilla Pedro Abarca

1209 Quintanilla Ibeas37

1230 Quintaniela Ibeas43

1263 Quintaniella Ibeas51

1284 Quintaniella de Valdeorbaneia

Ibeas61

s.d. Quintana presor Calzada149 Pancorbo

425David Peterson

toponimia en Quintana en el pasillo según mArtínez Díez, pueblos y alfoces

Alfoz Asentamientos actuales (24) Despoblados (27)

Burgos QuintanadueñasQuintanapallaQuintanilla de las CarretasQuintanilla MorocislaQuintanilla de Riopico

QuintanaQuintana de los CojosQuintanapuercasQuintanilla [de Quintanadueñas]Quintanilla de Sancta MaríaQuintanilla [de Villariezo]Quintanilla Vela

Ubierna QuintanajuarQuintanaortuñoQuintanarríoQuintanilla-Sobresierra

Quintana [de Ubierna]QuintanalayQuintanalesQuintanalesQuintanarcos

Juarros - Quintanilla de la Vega

Poza QuintanaburebaQuintanaopioQuintanarruzQuintanaurriaQuintanilla Cabe RojasRío-Quintanilla

QuintanaQuintanasusoQuintanilla AldenasQuintanilla de AbajasQuintanilla de Don Juan Laínez

Pancorbo QuintanaQuintanilla cabe SotoQuintanilla San García

Quintana de los AlbosQuintana MarzánQuintanaZamanonQuintanilla

Briviesca Quintanillabón Quintanilla la YermaQuintanilleja

Monasterio Quintanavides Quintana del Valle

Arlanzón Quintana del monte en Juarros

Quintana de AtapuercaQuintanar

Oca - -

Pedroso - -

Cerezo QuintanalorancoQuintanilla de las DueñasQuintanilla del Monte

427David Peterson

apéndice ii. oveco

Cuando el mismo individuo aparece en más de un texto sólo lo contabilizamos

una vez.

Sólo documentación emilianense referente al Pasillo y de los siglos X y XI. Se

excluyen referencias a Álava, Navarra, Castilla (no burebana) etc.

Sólo nombres de pila

hasta 1050 Siglos X y XI

Comarca nº Ovecos TOTAL % nº Ovecos TOTAL %

BUREBA 35 646 5,42 66 1614 4,09

OJA - 35 - 1 115 0,87

NÁJERA 2 331 0,60 2 991 0,20

incluyendo patronímicos

hasta 1050 Siglos X y XI

Comarca nº Ovecos TOTAL % nº Ovecos TOTAL %

BUREBA 44 646 6,81 100 1614 6,20

OJA 1 35 2,86 3 115 2,61

NÁJERA 2 331 0,60 4 991 0,40

428 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

aPÉnDiCe ii. oVeCo

sÓLo noMbres De PiLa

Al oeSte Del ojA

1. Oveco Adolfez 940 SM27 Cerezo

2. Oveco de Beruesca 950 SM58 Briviesca

3. Oveco 951 SM61 Arlanzón

4. Oveco Telluz 951 SM62 Tormantos

5. Oveco presbiter 959 SM79 Bascuñana

6. Oveco Urzequi 967 SM86 Belorado

7. Oveco Assuriz 971 SM89 Leiva

8. Oveco presbiter 971 SM89 Leiva

9. Oveco 972 SM90 Tosantos

10. Oveco Aviaza 989 SM101 Amurrihuri

11. Oveco Gutier 991 SM102 Grañón

12. Oveco 991 SM103 Briviesca

13. Oveco 995 SM109 Hiniestra

14. Oveco 997 SM114 Alarcia? (Falariza)

15. Oveco 1001 SM120 Hiniestra

16. Oveco 1005 SM127 Hiniestra

17. Oveco Alvarez 1006 SM129 Tosantos

18. Oveco 1008 SM134 Pancorbo

19. Oveco frater 1009 SM137 Obarenes

20. Oveco frater 1009 SM137 Obarenes

21. Oveco Alvariz frater 1009 SM137 Obarenes

22. Oveco 1009 SM137 Obarenes

23. Oveco 1013 SM147 Hiniestra

24. Oveco 1013 SM149 Hiniestra

25. Oveco 1013 SM150 Briviesca

26. Oveco 1017 SM169 Hiniestra

27. Obeco Assuriz 1025 SM179 Belorado

28. Oveco Garcia 1032 SM176 Espinosa del Monte

29. Obeco 1033 SM198 Grisaleña

30. Obeco 1033 SM198 Grisaleña

31. Oveco 1037 SM210 Grañón

32. domno Oveco abbate 1037 SM210 Grañón

33. Oveco Ceco 1037 SM210 Grañón

34. Oveco Iklaz 1050 SM273 Aguilar de Bureba

35. Oveco Munioz 1050 SM273 Aguilar de Bureba

36. Oueco 1055? SM118 Cubo de Bureba

37. Oueco 1055? SM118 Cubo de Bureba

38. Obieko de Loranko 1058 SM299 Quintanaloranco

429David Peterson

aPÉnDiCe ii. oVeCo

39. Oveco Ovecoz 1058 SM304 Treviana

40. Eita Ovecoz 1062 SM327 Briviesca

41. Oveco Semenoz 1067 SM365 Briviesca

42. domno Oveco 1068 SM369 Grañón

43. domno Oveco 1068 SM369 Grañón

44. Oveco Pinguelez 1068 SM371 Ribarredonda

45. Oveco Bravolgez de Zunieta 1068 SM372 Zuñeda

46. Oveco de Posatas 1070 SM389 Cubo de Bureba

47. domno Oveco 1073 SM412 Grisaleña

48. Oveco Nunnez 1073 SM406 Zuñeda

49. Oveco Ruderiz 1073? SM2/497 Grisaleña

50. Obico Savo 1074? SM2/282 Grisaleña

51. Ovico Bravolioz 1074? SM2/282 Grisaleña

52. Oueco Garceiz 1080? SM2/496 Valluércanes

53. Oveco 1083 SM2/59 Hornillos del Camino

54. Oveco Garceiz 1083 SM2/59 Hornillos del Camino

55. Oveco Elias 1085? SM2/507 Hornillos del Camino

56. Oveco Telliz 1085? SM2/507 Hornillos del Camino

57. Oveco Gutierrez 1089 SM2/194 Fonzaleche

58. Oveco Ovecoz 1089 SM2/194 Fonzaleche

59. Oveco Sabastianiz 1089 SM2/194 Fonzaleche

60. Oveco Telluz 1089 SM2/194 Fonzaleche

61. Ovieco de Morales de Suso 1092 SM2/221 Morales (Grañón)

62. Oveco Cipranez 1096? SM2/490 Fonzaleche

63. Oveco Naniz 1096? SM2/491 Bureba?

64. Ovieco Covo 1096? SM2/493 Fonzaleche

65. Ovieco Telliz 1096? SM2/493 Fonzaleche

66. Ovieco Vincentiz 1096? SM2/495 Fonzaleche

Al eSte Del río ojA

67. Oveco Blascoz 1050? SM276 Zarratón

68. Oveco Momez 1044 SM227 Alesanco

69. dompno Oveco tornero 1045? SM290 Berceo

PatronÍMiCos

burebA

Álvaro Ovecoz 950? Cogolla59

Vincenti Ovecoz 971 Cogolla89

Blasco Ovecoz 1006 Cogolla129

430 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

aPÉnDiCe ii. oVeCo

Munnio Ovecoz 1007 Cogolla130

Sancio Ovecoz 1032 Cogolla176

Feles Oveco 1043 Cogolla225

Álvaro Ovecoz 1050? Cogolla275

Frenandi Ovecoz 1050 Cogolla273

Munnio Ovecoz de Aquilar 1050 Cogolla273

Gonzalvo Ovecoz 1052 Cogolla286

Oveco Ovecoz 1058 Cogolla304

Zite Oveco 1062 Cogolla326

Blasco Ovecoz 1062 Cogolla327

Galindo Ovecoz 1062 Cogolla325

Beila Ovecoz de Riparetunda 1063 Cogolla331

Dominico Ovecoz 1073? Cogolla2/499

Iohanne Ovecoz 1073? Cogolla2/499

Sarrazin Ovecoz 1074? Cogolla2/282

Sarrazin Ovecoz 1074? Cogolla2/282

Didado Ovecoz 1076 Cogolla437

Gonzalvo Ovecoz 1076 Cogolla437

Monnio Ovecoz 1083 Cogolla2/59

Tellu Ovecoz 1083 Cogolla2/59

Blasco Ovecoz de Potanzuri 1084 Cogolla2/84

Garcia Ovecoz de Quintaniella 1084 Cogolla2/88

Blasco Ovecoz 1086 Cogolla2/138

Oveco Ovecoz 1089 Cogolla2/194

don Amato Ovecoz 1096? Cogolla2/490

domno Maior Ovecoz 1096? Cogolla2/490

Mata Ovecoz 1096 Cogolla2/258

Monnio Ovecoz 1096? Cogolla2/491

Nunnu Ovecoz 1096? Cogolla2/490

Urraca Oviecoz 1096? Cogolla2/495

Álvaro Ovecoz 1099 Cogolla2/278

VAlle Del ojA

sennor Gonzalvo Ovecoz 1050? Cogolla276

Reillo Ovecoz 1085 Cogolla2/99

tierrA De nÁjerA

Blasco Ovecoz 1074 Cogolla414

Blasco Ovecoz 1094 Cogolla2/227

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449David Peterson

Índice de personas y lugares

Abda, 184, 185Abdarrahmán III, 50, 171, 176, 178, 180, 184, 376Abeica, 81, 103Abellár, 371Abu l-Hattar (valí andalusí), 101Acosta, 227, 350Adefeterra, 316, 319, 334, 343, 349, 350África, 99, 106, 107Agés, 162, 251, 252, 258Agirsar, 60, 61Aguilar del Campoo, 372Aidulfo, 95Ailanes, 108Ajbar Maymu’a, 49, 68, 84, 86, 91, 96, 101, 102, 109, 137, 289al-‘Udrí, 49, 50, 90, 153, 155, 160, 170, 171, 172, 261, 376al-Andalus, passimAlarcia, 321, 322, 325, 428al-Atir, 49, 90, 91, 92, 102, 109Álava, passimAlbacete, 113, 114, 140Albelda, 8, 22, 23, 35, 36, 37, 38, 42, 43, 45, 132, 162, 165, 166, 180, 181, 182,

183, 186, 187, 190, 192, 206, 209, 210, 211, 212, 213, 214, 215, 220, 222, 269, 318, 320, 343, 384, 388, 394, 421, 436, 440

Aldayeta, 57, 306Alejandría, 87, 88Alesanco, 71, 75, 77, 79, 81, 103, 104, 150, 159, 241, 242, 303, 391, 398, 429

450 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

ÍnDiCe De Personas y lugares

Alfoheta, 316, 317, 327, 335, 336, 343Alfonso I, 76, 91, 92, 98, 101, 102, 103, 128, 225, 287, 288Alfonso II, 225, 226, 227Alfonso III, 49, 76, 81, 98, 101, 102, 103, 119, 155, 159, 171, 225, 226, 231, 274,

276, 277, 285, 286, 311Alfonso VI, 207, 370, 374, 377Alfonso X, 69al-Gassani, 92, 93, 94Alicante, 140al-Manar (hisn), 227al-Mansur (caudillo andalusí), 184, 185al-Maqqari, 176, 222, 228al-Muqtabis, 50, 152, 159, 160, 170, 171, 174, 176, 178, 183, 184, 187, 193, 227,

229, 231, 376al-Qila, 153, 194, 226, 229, 230, 231Álvaro Harramélliz (conde), 226Amaya, 56, 67, 68, 69, 71, 76, 78, 86, 87, 90, 91, 92, 93, 96, 100, 103, 109, 119,

122, 411, 412, 413, 414, 421, 431Amrus b. Muhammad, 178Amurrihuri, 317, 334, 343, 349, 350, 428Amurrio, 128, 135, 317Anguciana, 317, 354Añana, 217, 232, 238, 242, 259, 424Apreguindana, 110, 111, 112Aprícano, 107Arando (sierra de), 298, 299, 317, 318, 335, 343Arista, 152, 155, 158, 159Arlanza, 29, 42, 44, 195, 259, 443Arlanzón, 20, 29, 320, 321, 322, 323, 324, 325, 331, 343, 344, 424, 425, 428, 432Armentia, 303, 350Arnedo, 97, 151, 152, 170, 175, 309, 394, 398, 404Ascanio (arzobispo), 70, 71Asterio (obispo), 68, 69, 150, 309Astorga, 64, 80, 86, 87, 96, 98, 101, 109, 122Asturias, 29, 30, 31, 68, 69, 70, 79, 84, 92, 101, 107, 114, 115, 119, 148, 160, 173,

193, 225, 226, 227, 229, 230, 232, 233, 288, 289, 307, 311, 365, 432, 441Atapuerca, 20, 350, 351, 423, 425Attasis, 60Auka, 56, 57, 72, 73, 74, 75, 77, 81autrigones, 13, 20, 55, 57, 58, 59, 62, 63, 64, 65, 70, 73, 74, 75, 146, 147, 295,

296, 301, 307, 446Autrigonia, 16, 59, 64, 65, 70, 73, 74, 75, 80, 81, 303, 446

451David Peterson

ÍnDiCe De Personas y lugares

Aveiro, 115Azagra, 137, 138, 139Azahara, 136, 140Azara, 140Badajoz, 113, 114, 140, 179Badarán, 241, 359, 360, 366, 437Bagibel, 180, 318, 327, 335, 343Banu Qasi, 8, 14, 30, 81, 90, 97, 100, 104, 105, 149, 150, 151, 152, 153, 154, 155,

156, 157, 158, 159, 161, 166, 171, 175, 178, 179, 180, 185, 190, 195, 214, 309, 314, 315, 350, 351, 366, 434

Barbastro, 140, 178Barcelona, 51, 52, 72, 113, 114, 161, 369, 376, 432, 433, 434, 435, 436, 437, 438,

448Bardulies, 58Barharanburu, 303, 359Barticare, 192, 217, 319, 335, 343Báscones, 347Bascuñana, 347, 428Bascuñuelos, 347Bayas (río), 118, 127Bedr (caudillo Omeya), 102, 146, 311, 312Beila Jiménez (conde), 193, 226Belorado, 56, 61, 63, 72, 203, 301, 303, 321, 324, 325, 328, 329, 330, 394, 396,

423, 428, 438, 445Benifederra, 319, 334, 343, 349, 350Berberana, 107, 108, 136Berceo, 67, 73, 150, 240, 241, 244, 293, 294, 414, 416, 429, 431, 436, 437, 444Bernedo, 119, 127berones, 13, 20, 55, 58, 59, 62, 64, 70, 71, 73, 74, 78, 80, 146, 147, 301, 308,

436Beronia, 16, 62, 73, 74, 75, 301Bezana, 107, 347Bíclaro (Juan de), 51, 68, 69Bilibio, 66, 67Bivere (obispo), 166Bobastro, 179Borja, 150, 151Bragança, 115Braulio de Zaragoza (obispo y biógrafo de San Millán), 50, 67, 68, 72, 73, 240,

244, 367, 435Briones, 81, 103, 104, 127, 159, 404Briviesca, 44, 71, 72, 73, 80, 81, 330, 389, 396, 419, 423, 425, 428, 429

452 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

ÍnDiCe De Personas y lugares

Bronce de Ascoli, 62, 305Buezo, 44, 238, 259, 330, 337, 339, 344Bujedo, 44Buradón, 52, 53, 127, 128Bureba, 20, 26, 37, 43, 53, 63, 68, 69, 73, 81, 132, 198, 199, 203, 204, 234, 235,

236, 237, 238, 259, 330, 343, 422, 423, 424, 427, 428, 429Burgos, passimCalahorra, 9, 43, 46, 54, 62, 66, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 77, 78, 79, 106, 118, 131,

136, 141, 151, 152, 159, 164, 170, 171, 185, 192, 198, 240, 249, 250, 327, 369, 374, 377, 378, 379, 383, 384, 386, 387, 388, 389, 391, 393, 394, 395, 396, 400, 401, 402, 403, 404, 405, 433, 435, 438, 439, 445, 447

Calatayud, 176, 229, 404Calzada (Santo Domingo de), 35, 36, 43, 74, 75, 198, 239, 255, 351, 376, 402,

435, 438, 445Cameros (Sierra de), 60, 61, 62, 132, 180, 181, 249, 324, 348, 445Camino de Santiago, 18, 354, 357, 370, 374, 376, 399, 400, 442Canales, 43, 197, 299, 318, 323, 324, 325, 330, 332, 338, 343, 362, 363, 364, 396Cantabria, 7, 52, 53, 58, 68, 69, 76, 77, 78, 79, 82, 84, 90, 91, 92, 93, 97, 100,

104, 105, 106, 114, 115, 119, 142, 143, 146, 147, 148, 149, 150, 153, 186, 231, 233, 289, 303, 415, 437, 438, 444

Caracalla (emperador), 70Carbonarica, 81, 103, 104Cárdenas, 20, 181, 198, 202, 203, 217, 224, 252, 269, 316, 327, 328, 343, 347,

360Cardeña, 22, 23, 35, 36, 42, 163, 181, 202, 229, 238, 243, 246, 259, 266, 269, 283,

284, 315, 324, 337, 339, 344, 348, 350, 422Carrión, 44, 396Cascante, 71, 404Casio (conde), 77, 86, 87, 89, 90, 93, 95, 96, 97, 100, 105, 106, 122, 142, 143, 147,

149, 150, 151, 152, 153, 157, 158, 303, 411, 412, 415Castilla, passimCastrojeriz, 43, 370, 373, 376, 396, 439Cataluña, 28, 29, 30, 83, 113, 123, 185, 441Cellorigo, 6, 16, 19, 52, 129, 146, 147, 148, 193, 226, 352, 357, 410, 411Cenicero, 81, 103, 104, 159Cerezo, 16, 52, 73, 81, 192, 193, 230, 258, 259, 268, 322, 353, 419, 428, 444Cerratón, 332Cidacos (río), 20, 60, 61, 62, 180, 308Cidamón, 162, 354Cihuri, 193, 195, 317, 353, 358Cipriano (arcipreste), 107, 264, 281, 282Ciriñuela, 128, 129, 135

453David Peterson

ÍnDiCe De Personas y lugares

Cirueña, 141, 142, 184, 187, 194, 195, 197, 200, 222, 224, 232, 398Códice Emilianense, 78Coimbra, 89, 92, 94, 95, 96, 115Córdoba, 84, 89, 113, 114, 140, 152, 155, 158, 172, 173, 176, 184, 185, 186, 187,

222, 230, 273, 275, 276, 277, 278, 281, 283, 284, 288, 291, 311, 312, 400, 411, 412, 434, 435, 437, 447

Cordobín, 217, 220Coria, 101, 102Corpus Scriptorum Muzarabicorum, 47, 49, 51, 274, 278, 280, 281Coscorrita, 320, 335, 343, 354, 356Cotanes, 109Covadonga, 122Covarrubias, 42, 45, 202, 352, 374, 422Crónica Albeldense, 16, 23, 49, 158, 159, 170, 172, 193, 195, 226, 230, 352, 393Crónica de Alfonso III, 49, 76, 98, 101, 102, 155, 159, 231Crónica Mozárabe, 51, 89, 310Crónica Najerense, 51, 194, 195, 222Cuculla, 75, 198, 298Çumelhegi, 247Custodia de Viana, 58, 59Damasco, 86, 88, 89, 90, 94, 157, 311, 312De rebus Hispaniae, 46, 50, 69, 91, 92Didimio (obispo), 73Diego Rodríguez ‘Porcelos’ (conde), 226Diocleciano (emperador), 70Distercii (montes), 298Dorquiti, 320, 335, 343Duero (río), 18, 20, 29, 30, 33, 75, 95, 100, 104, 109, 115, 121, 136, 140, 175,

207, 227, 230, 239, 257, 258, 273, 274, 284, 285, 288, 289, 291, 322, 373, 375, 400, 432, 438, 443, 445

Durana, 128Ebeia, 301, 321, 335, 343Ebro (río), passimEgipto, 88, 289, 290Eguzuza, 321, 322, 334, 343Ejea (de los Caballeros), 71, 79, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 149, 150, 151, 411, 412Elorrio, 45, 128Estrabón, 51, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 62, 78, 80, 297, 299Eterna, 300Eulalia (Santa), 72, 261Eulogio (San), 47, 49, 152, 261, 274, 275, 277, 278, 279, 280, 281, 285Ezcaray, 117, 118, 197

454 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

ÍnDiCe De Personas y lugares

Ezkerra, 322, 334, 343Falariza, 322, 335, 343, 349, 350, 428Falces, 178, 187Faranlucea, 251, 305, 316, 322, 323, 334, 341, 343, 349, 350Fernán González (conde), 25, 45, 51, 52, 175, 184, 192, 193, 194, 195, 197, 198,

199, 200, 201, 202, 207, 221, 222, 223, 224, 227, 229, 230, 231, 232, 240, 294, 336, 441, 442

Fernando Díez (conde), 226Findegorcia, 323, 335, 343Fonzaleche, 117, 118, 258, 354, 423, 429Fortún Garcés (magnate navarro), 178Fortún Ochoiz (señor de Cameros), 254, 362Fresneda de la Sierra, 300, 431Froncea, 22, 37, 38, 45, 238, 251, 322, 323, 334, 341Fronimiano (primer abad de San Millán, hermano de Braulio de Zaragoza), 73Fruela (rey), 91, 92, 98, 102, 103, 225, 311, 312, 313, 366Furtun b. Muhammad (señor de Huesca), 178Galafaza, 321, 322, 323, 335, 343Galarde, 331Galicia, 28, 29, 46, 70, 79, 84, 86, 101, 102, 111, 112, 113, 115, 119, 121, 137,

160, 229, 275, 276, 282, 283, 289, 311, 312, 414, 415Gallaecia, 7, 69, 80, 81, 92, 93, 98, 100, 101, 102, 103, 120, 121, 124, 142, 160,

229Gamarra, 128, 325Gamboa, 125, 129, 134, 135García Sánchez II ‘el de Nájera’ (rey), 217García Fernández (conde), 37, 129, 185, 202, 227, 228, 230, 241, 403, 437, 444García Sánchez el Temblón (rey), 202Garray, 296Garuissaro, 324, 334, 336, 337, 343Gasteiz, 128Genestar, 324, 335, 343Gijón, 119, 121, 122Gilliqiya, 19, 48, 84, 89, 101, 102, 229Gipuzare, 324, 325, 334, 336, 339, 342, 343, 347, 364Glosas Emilianenses, 27, 42, 293, 294, 439, 440Gormaz, 117, 227, 228, 229, 416Granada, 139, 140, 280, 281, 296, 446Grañón, 6, 117, 118, 182, 183, 187, 192, 193, 194, 195, 202, 205, 217, 218, 227,

229, 319, 343, 352, 353, 374, 391, 409, 423, 424, 428, 429Guadalajara, 86, 87

455David Peterson

ÍnDiCe De Personas y lugares

Guipúzcoa, 22, 30, 41, 119, 234, 252, 295, 322, 324, 325, 336, 347, 432, 440, 441, 442, 443, 444

Gumenzula, 325, 335, 339, 343Gutia, 255, 305, 325, 334, 343Haro, 19, 52, 99, 104, 127, 129, 134, 136, 138, 142, 144, 145, 146, 147, 227, 316,

354, 388, 394, 396, 403, 404Hasday ibn Saprut (mecenas hispanojudío), 370, 389Hatumanhuri, 248Herramel, 325, 335, 336, 337, 343Herramélluri, 16, 53, 71, 73, 132, 248, 251, 331, 354Herrera, 25, 45, 127, 234, 265, 330, 437Heterrena, 326, 335, 343Hilario (papa), 70, 71Hiniestra, 40, 216, 242, 244, 258, 259, 324, 337, 339, 344, 428Historia Wambae, 51, 78Hizquira, 326, 335, 343Holuori, 326, 334, 343Huelgas (las), 37, 45, 441Huércanos, 181, 327, 391Huesca, 72, 78, 97, 140, 152, 162, 178, 391, 401, 402, 403, 404, 446Ibeas, 45, 238, 265, 266, 301, 302, 321, 329, 336, 337, 339, 344, 424Ibn ‘Abd al-Malik (valí andalusí), 90Ibn Haldun, 51, 99Ibn Hayyan, 50, 152, 159, 160, 170, 171, 174, 176, 178, 179, 180, 183, 184, 187,

193, 227, 229, 231, 376Ibn Hazm, 50, 89, 94, 109, 149, 150, 151, 152, 153, 157Ibn Idari, 50Ibn Muzayn, 92, 122Idubeda, 298, 299Ifriqiya, 103, 123, 447Iliberris, 296Iñigo Arista (rey de Pamplona), 158, 159Irache, 37, 38, 44, 45, 47, 132, 241, 437, 442Iraq, 87, 88, 289, 290Iregua (río), 20, 43, 60, 61, 180, 181, 206, 214Iria Flavia, 296Irunia, 181, 249, 318, 327, 335, 336, 343, 345Isidoro de Sevilla, 51Izagre, 139, 140Jiménez de Rada, 69, 109Jordanes, 70Juarros, 142, 242, 319, 320, 321, 323, 324, 329, 332, 343, 347, 349, 350, 419, 425

456 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

ÍnDiCe De Personas y lugares

Jubera (río), 20, 61, 180, 182, 183, 301, 442Kahina (reina bereber), 103Kantabroi koniskoi, 78La Coruña, 296La Sonsierra, 117, 118, 202, 435Lamiturri, 301, 323, 327, 334, 336, 341, 343, 364Langreo, 119Lara, 29, 108, 240, 242, 244, 299, 347, 375, 419, 420Larrehederra, 304, 316, 319, 325, 328, 335, 336, 337, 343, 349, 350Lasarte, 128Laturce, 45, 166Leire, 38, 44, 45, 47, 235, 238, 254, 372, 392, 396, 421Leiva, 71, 73, 117, 118, 195, 217, 354, 356, 428León, passimLeovigildo (rey), 56, 67, 68, 69, 78Leza, 20, 164, 180, 182, 183, 186, 318, 343Libia, 62, 70, 71, 73, 74, 80, 81Libro de la Montería, 47, 50, 240, 317, 321, 322, 325Linares (río), 60Logroño, 5, 6, 20, 36, 45, 46, 52, 53, 73, 78, 141, 162, 169, 333, 377, 389, 394,

403, 404, 433, 435, 436, 437, 442, 443, 444, 445, 446, 447Lope ibn Muza (caudillo banu Qasi), 151, 160Lugo, 76, 96, 114, 120, 121Magavetam, 327, 328, 335, 343Maghreb, 87, 88, 99, 103Mahave, 162, 181, 328Maizara, 108, 109Málaga, 50, 140, 280Margaluli, 328, 335, 336, 343, 349, 350Martyrium de Santa Coloma, 52, 53, 165Massoa, 305, 329, 335, 336, 343Mecerreyes, 108, 109Medina Azahara, 136Medrano, 118Mela, 51, 52, 55, 57, 62, 63, 297Mena, 106, 108, 136, 203Mendoza, 303, 350Mérida, 72, 89, 101, 102, 280, 287, 288Merindades, 17, 18, 43, 44, 121, 127, 198, 207, 231, 309Mieres, 119Mijangos, 52, 56, 68, 69, 74, 150, 309, 441

457David Peterson

ÍnDiCe De Personas y lugares

Miranda, 43, 44, 45, 52, 73, 75, 81, 103, 104, 105, 118, 120, 121, 127, 128, 130, 132, 135, 141, 217, 232, 238, 312, 313, 357, 388, 391, 404, 424, 433, 437, 438, 447, 448

Monasterio de Rodilla, 73, 347Morcuera, 129, 141Muez, 132, 171, 183, 422Muga de Sayago, 140Muhammad b. Hasim (señor de Zaragoza), 175, 178Muhammad I (emir), 275, 276, 280, 281Muhammad b. Abdallah b. Lubb (caudillo banu Qasi), 171Munnia (esposa de Fruela I), 225, 366Munnuza (gobernador de Gijón), 119, 122Murcia, 89, 252, 438Murguia, 129, 135Mutarrif ibn Mundir (señor de Zaragoza), 229Muza (caudillo árabe), 18, 80, 86, 87, 89, 92, 93, 94, 96, 100, 108, 109, 142, 151,

155, 157, 158, 159, 160, 164, 165, 250, 252, 288, 289, 372, 384, 386, 390, 392, 393, 395, 396, 411, 412

Nafarruri, 324, 329, 331, 335, 336, 337, 339, 343, 347, 349, 350, 358Nájera, passimNajerilla (río), 20, 61, 175, 180, 181, 182, 183, 187, 189, 192, 196, 197, 199, 206,

214, 217, 223, 309, 317, 343, 391, 398Narbonense, 78Navarra, passimNumancia, 15, 128, 213, 409Obarenes, 37, 52, 105, 127, 129, 132, 134, 135, 146, 147, 148, 193, 194, 203, 204,

226, 227, 230, 244, 259, 316, 317, 326, 328, 343, 357, 410, 411, 428Oca, 20, 22, 37, 40, 53, 56, 63, 66, 68, 71, 72, 79, 81, 103, 104, 150, 203, 204,

216, 242, 244, 251, 258, 259, 293, 300, 301, 302, 303, 309, 311, 320, 321, 322, 324, 326, 329, 330, 331, 332, 337, 338, 339, 343, 344, 347, 348, 350, 351, 352, 357, 419, 423, 425, 441, 447

Ochabro, 341Ocharanna, 304, 305, 325, 329, 335, 336, 337, 343, 349, 350Oja (río), 8, 20, 38, 43, 61, 62, 105, 117, 137, 142, 144, 145, 146, 148, 180, 181,

192, 194, 197, 198, 199, 232, 234, 235, 236, 237, 238, 239, 240, 241, 294, 310, 317, 319, 325, 331, 332, 350, 351, 352, 354, 357, 359, 360, 362, 363, 366, 424, 427, 428, 429, 430

Ojacastro, 117, 118, 197, 198, 293, 294, 337Olegarte, 330, 335, 336, 343Omar ben Hafsún (rebelde andaluz), 284Omeyas, 16, 26, 33, 48, 98, 155, 156, 159, 161, 165, 179, 180, 185, 369, 415,

441Oña, 22, 23, 35, 36, 42, 43, 63, 227, 229, 238, 254, 324, 396, 420, 424

458 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

ÍnDiCe De Personas y lugares

Ordoño II, 158, 159, 160, 169, 171, 172, 173, 183, 184, 200, 224, 226, 268Ordoño III, 224, 244Ordoño IV, 184, 222, 224Orduña, 118Orihuela, 89Orospeda, 299Osma, 73, 75, 227, 228, 229, 416Osmilla, 195Oviedo, 49, 166, 280, 432, 441País Vasco, 30, 47, 57, 65, 66, 78, 89, 124, 226, 231, 234, 301, 302, 304, 307, 312,

436, 437, 439, 440, 442, 443, 444Palencia, 44, 108, 109, 114, 121, 347Pamplona, 45, 46, 56, 71, 72, 75, 79, 84, 86, 95, 96, 125, 137, 151, 152, 157, 158,

159, 169, 171, 173, 174, 175, 176, 178, 179, 182, 183, 184, 185, 186, 187, 189, 190, 193, 200, 211, 222, 307, 327, 351, 359, 388, 404, 421, 434, 436, 438, 439, 440, 443, 444, 445, 446

Pancorbo, 16, 52, 73, 193, 226, 347, 419, 422, 423, 424, 425, 428Parroquiale Suevo, 120, 121Paulo Álvaro, 47, 49, 152, 274, 275, 276, 278, 280, 281Pazuengos, 52, 198, 324, 362, 363Pelayo (rey), 86, 137Peñacerrada, 124, 129, 130, 131, 135, 141, 437Peregrinatio Aetheriae, 120, 121Peristephanon, 51, 52, 72Persia, 87, 88, 160, 161Piqueras, 18, 61Plinio, 20, 51, 52, 55, 57, 58, 63, 70, 73, 297, 299Poema de Fernán González, 51, 52, 194, 195, 240, 442Pompeyo, 55, 59Portugal, 92, 95, 102, 115, 121, 136, 140, 414, 415, 435, 444Primera Crónica General de España, 51, 52, 69, 198Prudencio, 45, 51, 52, 72, 106, 132, 369Ptolomeo, 16, 23, 51, 52, 54, 55, 56, 57, 58, 73, 74, 75, 436Puras, 66, 300, 301, 324, 329Qayrawan, 88Quejana, 106, 108, 136Quel, 241, 242Quintana, 8, 9, 17, 23, 24, 30, 33, 54, 77, 79, 97, 98, 104, 107, 108, 110, 111, 112,

113, 114, 115, 116, 117, 118, 119, 120, 121, 122, 123, 124, 142, 144, 145, 146, 148, 153, 233, 258, 332, 344, 345, 348, 350, 353, 354, 375, 410, 412, 414, 415, 416, 419, 420, 422, 423, 424, 425

Quintanar de Rioja, 117, 424

459David Peterson

ÍnDiCe De Personas y lugares

Quintanilla de las Viñas, 53, 56, 64, 419, 420Recaredo (rey), 56, 68, 166Reinosa, 115, 119, 422Requiario (rey), 80, 81Revenga, 81, 103, 104, 128, 129, 135, 203, 204, 242, 244, 266, 312, 313Porma (río), 372Rioja, passimRioseco, 46Risala, 46, 49, 84, 92, 93, 94, 95, 96Roda, 49, 171, 182, 189, 376Rodrigo (rey), 50, 68, 96, 235, 255, 266, 267, 276, 277, 380, 381Ruconia, 68, 69Rueda, 376, 420Sahagún, 46, 273, 275, 276, 282, 283, 371, 372, 376, 391, 434Sajazarra, 126, 127, 130, 131, 132, 134, 135, 141, 354Salcedo, 37, 40, 216, 230, 242, 244, 259, 317, 337, 339, 344Salinillas de Buradón, 128Samos, 46, 275, 276, 282Sampiro, 50, 160, 170, 171, 172, 173, 183, 189, 222San Eulogio, 47, 152, 261, 274, 281San Felices, 40, 56, 66, 203, 216, 259, 337, 338, 339, 344, 351, 352San Georgii, 360San Idacio (obispo), 95San Martín de Castañeda, 282San Martín de Zar, 125, 127, 150San Medel, 72, 266, 347, 348, 350San Miguel de Pedroso, 9, 40, 68, 202, 203, 225, 226, 259, 293, 294, 309, 310,

311, 312, 314, 337, 339, 344, 351, 352, 366, 394San Millán de la Cogolla, 8, 15, 22, 23, 29, 36, 37, 38, 39, 40, 42, 44, 73, 138,

166, 181, 189, 200, 201, 202, 204, 205, 207, 209, 210, 211, 212, 213, 214, 215, 216, 223, 244, 252, 269, 294, 310, 311, 312, 315, 317, 351, 352, 361, 365, 367, 416, 436, 438, 446

San Vicente de la Sonsierra, 117, 118, 202, 435San Vicente del Valle, 53, 56, 165, 300, 432, 433Sancho Abarca (rey), 184, 220Sancho de Peñalén (rey), 222, 244, 360, 361, 362, 363Sancho III ‘el Mayor’ (rey), 200, 201, 205, 216, 232, 310, 361, 362, 373, 374,

443Sancho Garcés I (rey), 78, 169, 172, 184, 186, 295Santa Cruz de Yanguas, 60, 61Santa María de los Arcos, 52, 53, 165, 433Santa María de Nájera, 43, 197, 352, 384

460 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

ÍnDiCe De Personas y lugares

Santarem, 92, 94, 95Sarrincho, 330, 335, 336, 343Segisamonculon, 73, 74Sesenco, 60, 299Sevilla, 51, 140, 275, 281, 443, 444Sierra de la Demanda, 8, 15, 18, 20, 38, 60, 196, 209, 213, 233, 242, 296, 301,

316, 317, 319, 325, 328, 330, 345, 444Silense (Crónica), 50Silos, 37, 42, 46, 420Silvano (obispo), 70, 71, 72, 73, 80, 81Simancas, 184, 185, 227Siria, 87, 88, 289, 290Sisebuto (rey), 68, 69, 264, 369Sojuela, 118, 319Solago, 330, 335, 336, 339, 343Sorejana, 359Soria, 15, 41, 54, 60, 113, 114, 117, 296, 301, 347, 434, 436Sorreggana, 331, 335, 336, 343Tagarabuena, 139, 140Taranco, 203, 204Tarazona, 67, 70, 71, 73, 77, 150, 151, 376, 404Tariq, 84, 86, 87, 90, 92, 93, 94, 96, 98, 99, 100, 109, 124, 142, 159, 287, 411,

412Tarraconensis, 7, 70, 72, 74, 75, 80, 81, 369, 376Tarragona, 18, 70, 80, 140, 376Tedeja, 53Teodomiro (conde), 89, 90, 166Teodorico (general visigodo), 80, 81Terrero, 202, 203, 217Teodomiro (obispo), 89, 90, 166Tirón (río), 8, 20, 38, 52, 61, 72, 73, 74, 81, 148, 180, 181, 192, 198, 199, 200,

259, 300, 301, 322, 326, 327, 329, 331, 333, 343, 347, 351, 352, 353, 354, 357, 359, 362, 363, 366, 367, 444

Tito Livio, 52, 55, 57, 59Tobalina, 43, 419Tobía, 171, 182, 189Toda (reina), 22, 23, 53, 57, 62, 65, 68, 83, 87, 88, 93, 101, 102, 109, 117, 129,

140, 148, 162, 165, 171, 173, 174, 175, 176, 178, 180, 182, 184, 186, 187, 193, 222, 228, 231, 240, 241, 243, 274, 275, 285, 286, 289, 302, 303, 310, 311, 332, 370, 378, 386, 406, 414

Toledo, 7, 68, 69, 70, 71, 72, 79, 88, 89, 90, 91, 97, 101, 104, 113, 114, 152, 161, 212, 280, 281, 301, 369, 370, 374, 400, 411, 412, 438

461David Peterson

ÍnDiCe De Personas y lugares

Toro, 140, 396Tortosa, 140Tras os Montes, 115Treviana, 117, 118, 353, 429Treviño, 124, 125, 127, 134, 135, 141, 248, 309, 350, 357Tricio, 52, 53, 71, 73, 75, 80, 81, 165, 181, 390, 391, 395, 396, 433Tudela, 9, 140, 150, 151, 152, 153, 155, 160, 170, 171, 172, 185, 376, 377, 378,

389, 399, 400, 403, 404Tudera, 140Uaracos, 58, 59Ubierna, 20, 258, 266, 420, 425Ulascori, 326, 331, 335, 336, 343, 349, 350Uqba (valí de al-Andalus), 84, 86Ura, 301, 302, 303, 318Urbión, 301, 302, 318, 440Urizar, 125, 134, 135Urrez, 320, 323, 331Urrezti, 320, 323, 331, 335, 336, 339, 343Uruñuela, 181, 249, 327Uxama Barca, 63, 64, 73, 75, 431Uzquiza, 321, 325Valdeagés, 46, 341Valdegovía, 73, 75, 132, 232, 243, 424 Valdejunquera, 171Valderejo, 118Valdevielso, 43, 44, 420Valencia, 36, 45, 51, 72, 140Vallarta, 347Valpierre, 194, 195Valpuesta, 27, 35, 36, 37, 42, 44, 69, 70, 86, 102, 103, 120, 121, 141, 175, 230,

238, 287, 344, 421, 438, 445, 448Valvanera, 22, 23, 35, 36, 37, 38, 43, 196, 238, 352, 421, 438várdulos, 13, 57, 58, 62, 63, 64, 65, 73, 307, 446Vareia, 20, 73, 78, 80, 81, 159, 213Vasconia, 31, 68, 79, 84, 150, 307, 348, 440Velasco, 251, 269, 270, 331, 354Veleia, 103, 104, 312, 313Ventrosa, 117, 118, 197Viguera, 28, 30, 50, 52, 53, 97, 137, 151, 152, 157, 160, 162, 163, 167, 169, 170,

171, 172, 173, 174, 180, 182, 183, 186, 189, 190, 206, 214, 220, 376, 394, 434, 447

villa de Orovi, 321, 331, 335, 336, 343

462 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi

ÍnDiCe De Personas y lugares

villa Nunno Falzahuri, 9, 358, 359Villabáscones, 347, 348, 350Villagonzalo, 217, 360, 437Villar de Torre, 202, 203Villarta-Quintana, 117Villatoquite, 108, 109Villaturiel, 108, 109Villavelayo, 117, 118, 197Viseu, 115, 361, 362Vita Sancti Aemiliani, 50, 67, 68, 80, 81Vitoria, 36, 38, 104, 128, 141, 394, 403, 404, 434, 436, 439, 442, 445, 446Vizcaya, 30, 69, 119, 125, 128, 225, 234, 295, 296, 305, 328, 432, 436, 441Wamba (rey), 78, 120, 121, 240, 444, 447Ximénez de Rada, 46, 50, 69, 91, 92Yécora, 117, 118, 242, 348, 354Zaballar, 332, 335, 336, 343, 349, 350Zadorra (río), 128Zafara, 136, 137, 140Zafra, 124, 137, 138, 140Zaframagón, 140Zahar(a), 17, 125, 126, 127, 128, 129, 131, 132, 133, 134, 135, 141, 142, 144,

145, 146, 248, 249Zaldo, 303, 332, 335, 336, 343Zamanzas, 108, 347, 420Zamora, 103, 109, 114, 121, 136, 139, 140, 276, 277, 388, 441, 448Zaragoza, 36, 45, 49, 50, 56, 67, 68, 72, 73, 80, 86, 87, 96, 100, 151, 152, 162, 175,

178, 185, 240, 244, 367, 369, 376, 389, 391, 395, 400, 434, 435, 443Zarratone, 293, 332, 335, 343Zavalla, 329, 332, 333, 335, 336, 343, 349, 350Zegri, 139Zoares, 109Zuazo, 240, 241Zuiuri (Cihuri), 317, 333, 335, 336, 343, 349, 350, 353, 354, 356, 357, 358, 359Zumel, 247, 248