Frontera y lengua en el alto ebro siglos VIII - XI
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DaViD Peterson
Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
las consecuencias e implicaciones
de la invasión musulmana
logroño, 2009
reservados todos los derechos. ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden
reproducirse, registrarse o transmitirse, por un sistema de recuperación de información,
en ninguna forma ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético
o electroóptico, por fotocopia, grabación o cualquier otro, sin permiso previo por escrito de
los titulares del copyright.
Primera edición: diciembre, 2009
© David Peterson
© instituto de estudios riojanos, 2009
C/ Portales, 2 - 26001 logroño
www.larioja.org/ier
imagen de cubierta: la frontera altomedieval: vista desde hisn al-Manar (grañón) hacia
Cellorigo (ernesto Pastor)
Depósito legal: lr-506-2009
isbn: 978-84-96637-85-6
Diseño gráfico de la colección: ice comunicación
Producción gráfica: riocar
impreso en españa - Printed in spain
Peterson, David
Frontera y lengua en el alto ebro : siglos Viii-Xi / David Peterson. – logroño : instituto de
estudios riojanos, 2009.
464 p. ; 24 cm. – (Ciencias históricas ; 13)
D.l. lr 506-2009. – isbn 978-84-96637-85-6
1. lengua española- Historia. i. instituto de estudios riojanos. ii. título. iii. serie.
811.134.2
7
Índice
11 Prólogo (Juan José García González)
15 Introducción
35 Las fuentes 35 La diplomática 36 Consideraciones generales 44 Otras colecciones diplomáticas utilizadas 46 Las fuentes narrativas 47 Problemas 49 Principales fuentes narrativas utilizadas 50 Otras fuentes narrativas consultadas y / o citadas en el texto 52 Otras fuentes
55 Antecedentes premusulmanes 58 Retrato etno-lingüístico del Pasillo premusulmán 66 Indicios tardoantiguos de población vascófona 68 Situación político-administrativa 68 Integración del Pasillo en el Reino de Toledo 70 Integración del Pasillo entero en la Tarraconensis 73 ¿La frontera berón-autrigona la frontera diocesana Auka-
Alesanco? 76 Creación y ubicación del Ducado de Cantabria 80 Conclusión: el Pasillo durante la tardoantigüedad
83 Creación y ubicación de la frontera del Pasillo 86 La evidencia cronística 86 La invasión musulmana: pacto y conquista 93 El polémico quinteo de la Gallaecia 97 Las sacudidas de mediados del siglo VIII
8
106 La evidencia toponímica 106 Huellas de presencia bereber en Castilla y León 110 Quintana 124 Zahara 142 Conclusiones: la frontera del Pasillo
149 La Rioja andalusí 149 Los Banu Qasi y sus tierras 156 Mozárabes, muladíes y judíos 156 Consideraciones generales 157 El equívoco ejemplo de los Banu Qasi 159 El contexto geopolítico del islamismo riojano 161 Evidencia onomástica 165 Indicios de mozarabismo riojano durante el periodo banuqasi
169 La Rioja ‘reconquistada’ 169 La supuesta reconquista de la Rioja Alta, 918 – 924 174 Naturaleza y límites geográficos del dominio navarro 174 La naturaleza pactista de la introducción navarra 180 Los límites geográficos de la penetración navarra 183 La supuesta entrega de la Tierra de Nájera 185 La supuesta capitalidad de Nájera durante el s. X
191 La frontera oriental de Castilla 191 Control castellano del extremo occidental de la actual Rioja 192 Las cuencas del Oja y del Tirón 196 La Sierra de la Demanda 199 Falacias historiográficas en torno a presencia castellana en tierras
hoy riojanas
209 La historia temprana de San Millán de la Cogolla 211 La evidencia codicológica 212 El supuesto paralelismo con Albelda 215 La diplomática emilianense 215 Eliminar el ruido de fondo 220 La cronología de la diplomática apócrifa 221 Los navarros toman posesión de San Millán
225 Castilla-Álava: nexo político-cultural 225 El nexo geopolítico castellano-alavés, 759 a 959 232 Un espacio cultural 234 El río Oja como divisoria antroponímica 237 Análisis diacrónico 237 Oveco 240 El culto de San Millán
245 Estratos etnolingüísticos y sus contextos históricos
9David Peterson
257 Onomástica semítica en la Castilla Condal 258 Planteamientos metodológicos 261 La onomástica semítica cardeniense 273 La explicación mozárabe 286 Explicaciones alternativas 286 ¿Población judía, tempranamente arabizada? 287 ¿Colonización bereber? 288 ¿Islamismo autóctono castellano?
293 La cronología del vascuence al sur del Ebro 294 El distrayente enfoque riojano 294 Cronologías propuestas 298 Antecedentes pretéritos 304 La modernidad del vasco al sur del Ebro 308 Cronología visigoda 310 Presencia vascófona altomedieval 310 La fase castellana, siglos VIII, IX y X 310 El prólogo: San Miguel de Pedroso, 759 315 La toponimia diplomática (siglos IX y X) 316 Glosario de temprana toponimia vasca al sur del Ebro 334 Evaluación de la evidencia diplomática 342 Distribución espacial 345 Antroponimia y gentilicios 349 Características y parentesco del dialecto vasco al sur del Ebro 350 La fase riojana, s. XI en adelante 352 Cronología de la toponimia altorriojana en -uri 358 Villa Nunno Falzahuri 363 Conclusiones
369 La minoría judía 370 Presencia judía en el pasillo occidental 375 Presencia judía en el pasillo oriental 378 Tudela y Calahorra 384 Nájera 401 Acercamientos cuantitativos 405 Conclusiones
409 Conclusiones generales
427 Apéndice I. Quintana Apéndice II. Oveco
431 Bibliografía 431 Recursos bibliográficos 431 Recursos cartográficos
449 Índice de personas y lugares
11David Peterson
Prólogo
El trabajo que el Instituto de Estudios Riojanos oferta a través de este volumen a
los interesados en la historia del Alto Ebro es una versión fidedigna de la Tesis
que David Peterson sometió al escrutinio académico del Tribunal convocado
por la Universidad de Burgos en el otoño de 2006 para la obtención del Grado
de Doctor.
Los retoques efectuados con posterioridad no sólo han sido poco significativos
en términos científicos sino que además se han reducido al ajuste de algunos
aspectos colaterales, como el afinamiento del soporte técnico-literario, la sim-
plificación de las notas a pie de página, la contracción de varios apéndices
complementarios y el repaso formal y funcional de los gráficos que ilustran el
texto, operaciones de enjundia menor que permiten garantizar al lector intere-
sado en la problemática de referencia la estricta concordancia del mismo con
los contenidos que fueron presentados como definitivos hace ya tres años.
El libro conserva, pues, lo sustancial del proyecto inicial y, con ello, lo que, en
opinión de quien esto suscribe, constituye lo sustancial de su andamiaje cientí-
fico: el empleo meticuloso y exhaustivo en perspectiva histórica de los concep-
tos de lengua y de frontera en su doble acepción de objeto y de herramienta.
En nuestro sentir, el producto resultante de semejante aplicación no puede por
menos que caracterizarse como un estudio fronterizo, al igual por contenido
que por su continente, es decir, como un ejemplo paradigmático de convergen-
cia de las dinámicas de confluencia/repulsión acaecidas en un territorio liminar
y de las peculiaridades de una investigación que se plantea en los mismísimos
linderos de la práctica histórica. Y ello por igual en el plano cronológico y geo-
gráfico que en el metodológico y temático.
12 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
PrÓlogo
En el orden cronológico la singularidad viene determinada por el tratamiento
de la trayectoria del centro-norte peninsular durante los siglos oscuros, locución
construida específicamente para dar cuenta de la naturaleza de un período
socialmente crítico, extremadamente complejo, situado a medio camino entre
el fin del mundo antiguo y el arranque de la medievalidad. Tal vez nada mejor
para definir el carácter liminar del mismo que la noción de Transición, emplea-
da por el materialismo histórico de base dialéctica –no por el autor– para definir
el papel de quicio histórico que desempeñó dicha secuencia en la dinámica
social del centro-norte peninsular, insertada específicamente entre la disolución
de la Formación Social Antiguo-Esclavista y el despegue del Modo de Produc-
ción Feudal.
Si la vinculación del estudio a la problemática de un período rupturista consti-
tuye una de sus relevantes peculiaridades, la naturaleza del espacio estudiado
acentúa aún más el carácter poco convencional del mismo, pues se trata de un
escenario realmente especial: la encrucijada ecogeográfica en que se produjeron
y se producen las relaciones de convergencia/divergencia entre algunas de las
formaciones geomorfológicas de mayor personalidad estructural del centro-norte
peninsular: la Meseta Superior y el Valle del Ebro en el sentido de los meridianos
y la Cordillera Cantábrica y la Cordillera Ibérica en el sentido de los paralelos.
El tiempo y el espacio contribuyen poderosamente, pues, a conferir a este tra-
bajo un carácter peculiar en el panorama historiográfico actual, circunstancia
en absoluto distinta a lo que sucede en el orden metodológico, en el empleo
que se hace en el seno del mismo de las técnicas historiográficas. En efecto, su
elaboración se nutre tanto de los hallazgos arqueológicos –en la medida en que
encuentran disponibles y cobran utilidad científica– como del documentalismo,
pero en este caso empleado desde una perspectiva eminentemente toponomás-
tica, herramienta no siempre apreciada y, en general, poco aplicada, especial-
mente en escenarios culturalmente tan complejos como el que nos ocupa, en el
que convergieron, secuencial o simultáneamente, el indoeuropeo, el latín, las
lenguas semíticas y el euskera.
En fin, en el orden temático el trabajo que prologamos adquiere igualmente un
acusado carácter fronterizo bajo las dos acepciones que consignamos al califi-
cativo en esta semblanza introductoria: una genuina, empleada para subrayar el
papel prioritario que juegan en el estudio la lengua y la frontera en la configu-
ración e individualización de las formaciones geopolíticas, y otra convencional,
13David Peterson
PrÓlogo
utilizada para denotar el carácter singular, poco habitual, del trabajo de David
Peterson en el panorama historiográfico actual. Y ello tanto por la profundidad
cronológica de su planteamiento como por las variadas problemáticas que se
tratan en su seno: geopolítica, religiosa, cultural y social.
El estudio aborda un proceso histórico particularmente extenso, en cuyo trans-
curso el espacio incriminado funcionó como elemento de caracterización e
individualización de las agrupaciones sociales bajo cuatro modalidades dife-
rentes: en tiempos de las colectividades indígenas, como umbral de separación
de algunas de las etnias más relevantes del centro-norte peninsular: cántabros,
autrigones, caristios, turmogos, várdulos, vascones, pelendones, arévacos y be-
rones; en tiempo de los romanos y de los visigodos como línea de separación
de diversas circunscripciones administrativas intraestatales, tanto de naturaleza
civil como eclesiástica; en tiempo de los musulmanes, como lindero de dife-
renciación de civilizaciones plenamente formalizadas, la cristiana a poniente y
la islámica a levante; finalmente, en tiempos de la cristiandad protomedieval,
como demarcación de dos grandes estados monárquicos: el reino de León por
un lado y el reino de Navarra por otro.
En opinión del abajo firmante, gracias al trabajo de David Peterson conocemos
ahora mucho mejor los límites cuantitativo-cualitativos de la arqueología, es de-
cir, las restricciones que le impone su escaso desarrollo a la hora de participar
en el ajuste fino de las interpretaciones históricas; también, las potencialidades
de la historia comparada entre territorios circunvecinos –emplazados a uno y
otro lado de las divisorias geopolíticas– mediante el empleo entreverado de
los conceptos de lengua y de frontera; igualmente, en fin, las incuestionables
ventajas del manejo de la Toponimia y de la Antroponimia como fuentes de co-
nocimiento de los procesos históricos, sean geopolíticos, sociales, económicos,
religiosos o culturales.
Merced a los esfuerzos realizados en la elaboración de este trabajo, procesos
tan decisivos como la invasión e islamización del centro-norte peninsular, el
devenir del euskera fuera de su marco tradicional, la operatividad de los con-
ceptos de mozárabe y de muladí, las relaciones entre los reinos de Navarra y de
León, entre el Islam y la Cristiandad, entre el califato y los muladíes del Ebro,
la trayectoria altomedieval de La Rioja, la entidad de la comunidad judaica en
la tierra de Nájera, la configuración del condado de Castilla, la evolución de
los estados musulmán, leonés y navarro en el Alto Ebro en el transcurso de los
14 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
PrÓlogo
siglos oscuros, el papel que jugaron y que les hicieron jugar a los Banu Qasi,
la noción de reconquista en relación con la ocupación de La Rioja por la mo-
narquía navarra, y tantos otros aspectos más, son hoy en día científicamente
mucho más inteligibles de lo que lo han sido nunca jamás.
En última instancia, pues, la aplicación en perspectiva histórica de los concep-
tos de lengua y de frontera en su doble acepción de objeto y de herramien-
ta permite contar ya con claves nuevas y mejores para entender la dinámica
histórica de los siglos oscuros en el punto de confluencia/repulsión del Valle
del Ebro y de la Meseta Superior, de la Cordillera Cantábrica y de la Cordillera
Ibérica. Todo ello gracias a los logros obtenidos con perseverancia y lucidez en
el seno de este bello libro, paradigmáticamente fronterizo tanto por su temática
como por su metodología.
Juan José García González
Catedrático de Historia Medieval
UNIVERSIDAD DE BURGOS
15David Peterson
introducción
En 1016, Sancho, conde de Castilla, y su yerno, Sancho el Mayor de Navarra,
fijaron la frontera entre sus respectivos dominios. La noticia del acuerdo que se
ha conservado en el Becerro Galicano de San Millán de la Cogolla parece ser
posterior1 y sólo cubre la parte más meridional de la frontera, entre Numancia
en Soria y el pico de San Lorenzo en la Sierra de la Demanda. Más al norte, un
enigmático silencio, pero, a pesar de ello, la noticia reúne algunos ingredientes
de interés, como la existencia en este periodo del concepto de una frontera
política nítidamente delimitada e incluso amojonada2, y la centralidad de la
documentación de San Millán en el estudio de estas tierras fronterizas. Lo que
proponemos es examinar los orígenes y mutaciones de esta frontera a lo largo
de la Alta Edad Media, sobre todo a partir del punto en el Pico de San Lorenzo
donde el texto emilianense había arrancado. Con esta finalidad definiremos pri-
mero los términos que vamos a manejar y los métodos que vamos a emplear.
Frontera
La frontera que nos interesa es un fenómeno plurisecular que grosso modo
sigue la línea del actual límite provincial entre Burgos y La Rioja. Las diversas
fuentes medievales manejadas ofrecen perspectivas variadas (administrativas,
militares, políticas, diocesanas, etc.) pero el mismo espacio desempeña, una y
1. Sobre todo, porque fue suscrito por dos magnates (Duenno Nunno Alvaro de Castella et sennor Furtun
Oggoiz de Pampilona,) cuyas trayectorias diplomáticas indican una cronología posterior a la fecha (1016) que
ostenta el texto (Cogolla166), cf. PETERSON, “De Divisione Regno ...”.
2. ... per summo lumbo et media Galaza, et ibi molione est sito, Cogolla166.
16 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
introDuCCiÓn
otra vez, un papel fronterizo3. Tampoco es que la frontera sea inamovible. Su-
fre modificaciones tanto en su trazado como en su significado, e intentaremos
fijar ese trazado en el tiempo y en el espacio, e indagar en los motivos de su
ubicación, metamorfosis, trascendencia y longevidad.
Conviene distinguir entre el concepto de frontera que manejamos, una línea
divisoria relativamente bien definida, y otro muy corriente en la historiografía.
Nos referimos a la idea de una frontera como una sociedad inestable y de
oportunidad con sus propias dinámicas, la antítesis de la sociedad ordenada de
retaguardia. Este modelo tiene gran relevancia para el medievalismo hispano,
en parte a través de la obra de hispanistas como BISHKO, McCRANK, BURNS o
GLICK4, pero también en la obra de historiadores cisatlánticos como por ejem-
plo, y ciñéndonos a nuestro espacio, GARCÍA DE CORTÁZAR, cuya idea de la
organización social del espacio parte en gran medida del encuentro entre “una
sociedad sin espacio; un espacio sin sociedad”, SENAC o MANZANO MORE-
NO5. Los dos conceptos de frontera no son necesariamente incompatibles, y en
momentos y aspectos concretos el segundo paradigma también será aplicable a
nuestro espacio, pero ése no es el concepto que manejamos a priori.
Pero, además de ser un objeto de estudio, la frontera también se convertirá, en
momentos concretos de este estudio, en una herramienta que se utilizará para
comprender algunas manifestaciones culturales diatópicas, método que expli-
caremos más adelante cuando detallemos la metodología empleada.
Lengua
En torno al segundo elemento del título también conviene hacer algunas pre-
cisiones, pues aquí la lengua, como la frontera, funciona a la vez como objeto
de estudio y como herramienta analítica.
3. Por ejemplo: en periodo altoimperial, según Ptolomeo, Cerezo (Segisamunculon) se sitúa en Autrigonia y
Herramélluri (Oliba) en Beronia; en 882, según la Crónica Albeldense, la frontera (oriental) de Castilla yace
entre Pancorbo y Cellorigo; y a mediados del siglo XIII el mismo espacio actúa de nuevo como divisoria, ahora
episcopal, según la Concordancia del Obispo Aznar.
4. BISHKO, “The Castilian as Plainsman”, 1963; McCRANK, “The Cistercians of Poblet as medieval Frontiersmen”,
1983; BURNS, “The Significance of the Frontier”, 1989; GLICK, From Muslim fortress to Christian Castle, 1995.
5. GARCÍA DE CORTÁZAR, Organización social del espacio en la España medieval, 1985, especialmente la
página 33; SENAC, La Frontière et les hommes, 2000; MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus en época
de los Omeyas, 1991; “The Creation of a Medieval Frontier”, 1999.
17David Peterson
introDuCCiÓn
Como objeto de estudio, nos interesa a la hora, por ejemplo, de contextualizar la
presencia altomedieval del vascuence al sur del Ebro. Decidimos afrontar la cro-
nología del fenómeno, analizándola más sistemáticamente de lo que se había he-
cho, y desde la perspectiva histórica cuando antes, en general, había sido afron-
tada desde la perspectiva filológica. Esto obligaba un análisis pormenorizado de
la documentación, que aunque generalmente ya editada, en algunos casos no ha
sido tenida en cuenta por los estudiosos del tema, y también una comprensión
de otros estratos lingüísticos que podrían compartir el mismo espacio y la misma
documentación. Así nacieron dos capítulos que exploran las cronologías detrás
de los estratos onomásticos semíticos observables en la región. A su vez, esto nos
obligó a reconsiderar la historia política de la región, y así la lengua, originalmen-
te objeto de análisis, se convierte también en herramienta analítica.
Al final, analizamos tres estratos onomásticos: la toponimia vasca al sur del
Ebro, la onomástica semítica castellana, y la antroponimia judía najerense. En
adición, contemplamos otros fenómenos onomásticos como la distribución del
nombre personal Oveco, del hagiónimo San Millán, de la toponimia en Quin-
tana, y de la toponimia en Zahar. En cada caso, intentamos contextualizar los
fenómenos espacial y cronológicamente, y a través de ellos entender mejor la
historia de nuestra región durante el periodo especificado.
Ya hemos glosado y justificado los dos primeros elementos del título. Ahora
conviene elaborar algo más en torno al marco geográfico y cronológico, y ex-
plicar algunos de nuestros planteamientos
eL aLto ebro (eL PasiLLo)
El espacio estudiado es el valle que separa las estribaciones más septentrionales
del Sistema Ibérico de la Cordillera Cantábrica. Todo corresponde a la cuenca
del río Ebro, y así la referencia en el título al Alto Ebro, término también uti-
lizado por CASTELLANOS para delimitar espacios comparables6, pero no del
todo satisfactorio para delimitar la región contemplada, pues nuestro espacio se
restringe al sur de la Cordillera Cantábrica, excluyendo así partes más septen-
trionales de la cuenca del Ebro, como las Merindades burgalesas y la Llanada
alavesa. Sin embargo, tampoco nos sirve ningún corónimo aplicable a la región,
6. Por ejemplo, CASTELLANOS GARCÍA, “Aristocracias y dependientes en el Alto Ebro (siglos V-VIII)”, 1996.
18 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
introDuCCiÓn
ni actual ni histórico, pues lo que consideramos un espacio de cierta coherencia
geográfica casi siempre se ha visto dividido políticamente por motivos que exa-
minaremos a lo largo del estudio. En reconocimiento de estos matices hemos
adoptado y empleado a lo largo del trabajo la voz Pasillo. Ahora pasaremos a
definirla, pero primero hemos querido justificar su exclusión del título, por ser
un neologismo, y su sustitución por la menos precisa, pero esperamos que más
intuitivamente comprensible, referencia geohidrográfica.
La voz Pasillo sugiere movimiento, y esta vectorialidad es muy importante
para entender la historia de nuestro espacio, que funciona como corredor
enlazador entre las dos cuencas hidrográficas más importantes del norte pe-
ninsular: las de los ríos Ebro y Duero. Este corredor se encajona entre dos
cordilleras; las dos de características diferentes. La del sur, cuyo segmento
septentrional es conocido como la Sierra de la Demanda, es más alta, al-
canzando en muchos puntos los 2.000 metros. Con puertos de más de 1.700
metros (Piqueras y Santa Inés), resulta prácticamente infranqueable, lo cual
acentúa la importancia estratégica del Pasillo, una vía natural de comunica-
ciones que buscan el noroeste peninsular desde el valle del Ebro y la cuenca
mediterránea. Esta característica, de importancia primordial para entender la
historia de la región, se ve reflejada continuamente en el periodo estudiado,
con la vía romana Tarragona - León (De Italia in Hispanias) marcando un eje
de penetración que sería seguido por los mismos romanos, por los visigodos
(y quizás antes por los suevos), luego por los musulmanes, primero bajo
Muza y luego durante continuas aceifas veraniegas. Al final del periodo estu-
diado, el Camino de Santiago también sigue esta trayectoria, que hoy alberga
la autopista y la línea de ferrocarril que comunican la Meseta Norte y el litoral
cantábrico con la cuenca mediterránea.
En cambio, las sierras al norte del Pasillo, a pesar del tópico historiográfico
sobre su infranqueabilidad, no suponen un obstáculo tan contundente desde
la perspectiva puramente orográfica, y las gentes del norte se relacionarían
insistentemente con el Pasillo. Esto introduce un vector transversal al sentido
del Pasillo, lo cual cobra importancia añadida dada la estrechez del corredor,
que apenas supera los veinte kilómetros. Como resultado, en tiempos de in-
certidumbre geoestratégica el Pasillo sería un escenario fácilmente amenazado
desde el norte. En su mitad oriental, no obstante, la presencia del Ebro mitiga
esta vulnerabilidad estratégica, protegiendo las vías de comunicación, situadas
siempre al sur del río, de posibles amenazas desde el norte. En cambio, al oes-
19David Peterson
introDuCCiÓn
te de las Conchas de Haro ya no es el caso. Las tierras directamente al sur de
Cellorigo representan el puente más fácilmente transitable entre los sistemas
montañosos del norte peninsular (aquí la Cordillera Cantábrica) y los del centro
(aquí el Sistema Ibérico), y el Pasillo queda fácilmente controlable, o por lo
menos amenazable, desde estas dos masas montañosas. No es que la distancia
en este punto sea menor que más al este, sino que, en la ausencia del río Ebro,
el Pasillo occidental no está protegido del norte, y éste es el punto en que se
sitúa la frontera plurisecular que nos interesa7.
Nuestra hipótesis es que, durante el Altomedievo y por motivos esencialmen-
te geopolíticos, el Pasillo se bloquea en este punto, perdiendo así su función
comunicante. Una antigua divisoria administrativa romana y diocesana se con-
vertiría en una auténtica frontera, sobre todo durante el siglo IX, cuya finalidad
sería la de impedir las aceifas veraniegas andalusíes en una dirección y las
incursiones de los temidos nativos de Gilliqiya en la otra. El Pasillo sólo recupe-
7. GARCÍA GONZÁLEZ (“La Castilla del Ebro”, p. 43) cristaliza la importancia histórica del espacio así: “quien
dominara finalmente el estrecho istmo que separaba ambas masas montañosas, estaría en posición inmejorable
para afrontar el futuro.”
Mapa I. Ubicación estratégica del Pasillo
20 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
introDuCCiÓn
raría plenamente su función comunicante durante el siglo XI, cuando la dinastía navarra ocupa ambos extremos, haciendo redundante la frontera.
También conviene definir la comarca estudiada en términos de otras caracterís-ticas geográficas. En cuanto a la hidrografía, además de pertenecer todo el es-pacio contemplado a la cuenca del río Ebro, en un nivel más pormenorizado lo constituyen (en progresión hacia el levante) las cuencas de los ríos Oca, Tirón, Oja, Najerilla e Iregua8. De especial relevancia es la desembocadura del Iregua en el Ebro a la altura de la actual ciudad de Logroño. En este punto, donde se situaba la civitas berona de Vareia, el Ebro deja de ser navegable debido a los vados que dan a este lugar cierta trascendencia estratégica9. Aguas abajo de Logroño se ensancha notablemente el valle del Ebro, perdiendo así la forma encajonada característica del Pasillo.
El extremo occidental del Pasillo lo marca una serie de páramos, que funcionan a la vez como divisoria de aguas entra las cuencas del Ebro y del Duero, y que separan la Bureba de la ciudad de Burgos: los Montes de Oca, el Puerto de la Brújula y tierras de Ubierna. Ésta es la línea que parece haber separado a los autrigones de los túrmogos, y también a Castilla y Navarra después de la muerte de Sancho el Mayor, siendo el escenario fronterizo de la batalla fratricida de Atapuerca en 1054.
En diferentes apartados saldremos de estos extremos en búsqueda de pistas que podrían explicar lo ocurrido en el Pasillo, pero el centro de nuestra atención es el corredor que une las dos cuencas fluviales más importantes del norte peninsular.
8. Estos ríos, que nacen todos en la Sierra de la Demanda, fluyen hacia el noreste hasta su desembocadura en
el Ebro, con la excepción del Oja, que confluye con el Tirón dos kilómetros antes de la desembocadura conjunta
en el Ebro. Estos ríos a su vez necesariamente tienen sus afluentes, y aunque el espacio contemplado queda sufi-
cientemente bien definido con referencia a los cinco ríos ya nombrados, para una mejor percepción del espacio,
y para contextualizar referencias que aparecerán luego en el texto también conviene nombrar algunos otros como
el Ea (afluente del Tirón) o el Cárdenas (del Najerilla). También introducimos, a lo largo del estudio, datos de las
más inmediatas cuencas fluviales vecinas, como el Arlanzón (tributario del Duero), y en el extremo oriental varios
afluentes del Ebro (los ríos Leza, Jubera, Cidacos y Alhama).
9. En cuanto a la navegabilidad del Ebro: PLINIO EL VIEJO, Naturalis Historia, III.3.18. Según RODRÍGUEZ R.
DE LAMA (Colección Diplomática Medieval de la Rioja, tomo I: Estudio, p. 272 y ss.), el nombre Logroño se deri-
varía de la voz indoeuropeo gronio = ‘vado’, más el primitivo artículo romance, y así, por ejemplo, las tempranas
referencias a Gronio (Rioja32, 1076, aunque de difícil lectura), y más explícitamente, illo Gronio (Fuero de Logro-
ño, 1095; Rioseco35, 1185). Esta etimología, sin embargo, dista de ser universalmente aceptada, cf. ESPINOSA,
“El gentilicio Berones en el topónimo Logroño”. Notamos también la presencia de una calzata en este entorno
(Calzata de Barea, Rioja15, 1054), voz que en la documentación medieval parece reservarse para las vías de cierta
importancia, y quizás incluso las antiguas vías romanas.
21David Peterson
introDuCCiÓn
Por último, dentro de estas consideraciones geográficas, nos queda justificar
nuestra tendencia a emplear definiciones anacrónicas para los dos extremos del
Pasillo. El extremo oriental llamamos riojano y el occidental castellano. Somos
plenamente conscientes del anacronismo inherente en estas designaciones, y
de los peligros interpretativos que pueden resultar de este uso, pero con todo
parece la forma más intuitiva y sencilla de distinguir ambos extremos.
sigLos Viii a Xi
El periodo que estudiamos abarca algo más de tres siglos entre la invasión
musulmana y mediados del siglo XI. Así se delimita un periodo durante el cual
se establece una frontera política que incide notablemente en el devenir de la
región.
Nuestra hipótesis es que la invasión musulmana añadió trascendencia política,
religiosa, étnica y lingüística a una antigua frontera diocesana y administrativa.
Teniendo en cuenta la ambigüedad cronológica de la cronística árabe y el hecho
de que los dos extremos del espacio estudiado parecen haber sido incorporados
al sistema musulmán durante campañas sucesivas, definimos el comienzo del
periodo musulmán en el periodo 711-714. La desaparición de la frontera que
nos interesa no coincide con el ocaso del control andalusí sobre nuestro espacio
(hacia 750 en la parte occidental, y a partir de 924 más al este), sino que tiene
lugar durante la primera mitad del siglo XI. A lo largo del reinado de Sancho el
Mayor la monarquía navarra se introduce progresivamente en la mitad occidental
(castellana) del Pasillo, y la reorganización territorial que sigue a la muerte de
este monarca en 1035 es un momento conveniente para cerrar el proceso.
Necesariamente también contemplamos los periodos anterior y posterior a esta
cronología central. En un capítulo introductorio examinamos el espacio durante
los siglos anteriores a la invasión musulmana, con especial incidencia en los
temas que luego desarrollamos como el perfil etnolingüístico de la población,
y las estructuras y divisorias políticas y administrativas.
ConsiDeraCiones MetoDoLÓgiCas
Nuestro estudio se basa en el registro escrito, tanto diplomático como cronísti-
co, con especial y en cierto modo novedoso énfasis en el contenido onomástico
de la diplomática. En comparación con algunos otros estudios regionales alto-
medievales, la mayor divergencia metodológica aquí sería en el uso del registro
22 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
introDuCCiÓn
arqueológico, relegado a un segundo plano. Esto no supone ningún desplante
hacia esa disciplina, sino que es fruto de nuestra preparación científica y tam-
bién de la convicción de que al registro documental, aunque muy conocido y
en cierto modo ya trabajado, aún le quedan vías de interrogación.
En cuanto a la cronística, para contrarrestar la tradicional tendencia a historiar
el norte cristiano casi exclusivamente a partir de las fuentes también cristianas,
prestamos mayor atención a la narrativa proveniente de las fuentes andalusíes.
Nos interesan, sobre todo, tres momentos claves:
− la ‘conquista’ musulmana de nuestro espacio hacia 711-714;
− el desmoronamiento del poder musulmán en Castilla a mediados del
siglo VIII;
− y la ‘conquista’ cristiana de la Rioja Alta hacia 923-925.
Como se observa, se tratan de significativos acontecimientos geopolíticos, y
nuestra hipótesis es que su naturaleza ha sido camuflada por el predominio de
la tradición cristiana. La atención a la cronística andalusí permite unas lecturas
alternativas a esa versión tradicional, que hemos enriquecido con referencia a
la aportación onomástica: la abundancia de onomástica semítica en Castilla; y
la naturaleza alavesa de la temprana toponimia vasca al sur del Ebro y su ubi-
cación en tierras castellanas.
En cuanto a la diplomática, utilizamos casi siempre textos ya editados10, sobre
todo las archiconocidas colecciones diplomáticas de los grandes cenobios de
nuestro espacio o próximos a él: San Millán de la Cogolla, San Pedro de Carde-
ña, San Martín de Albelda, Santa María de Valvanera y San Salvador de Oña (en
aproximado orden de utilidad). Toda esta documentación ha sido editada, en
algunos casos más de una vez, pero no siempre ha sido analizada lo suficien-
te11, y un factor clave en este desajuste ha sido la falta de índices para algunas
fuentes importantes, sobre todo la documentación emilianense.
10. La única documentación inédita manejada ha sido algunos pocos textos de la Edad Moderna referentes a
los Montes de Oca, cuya aportación toponímica utilizamos en el capítulo sobre el Vascuence al sur del Ebro, y el
cartulario de San Miguel de Froncea, al cual sólo hemos tenido acceso a través de una regesta de su contenido.
11. Así, por ejemplo, la primera referencia a Guipúzcoa ha podido pasar desapercibida aunque apareciera en
un texto editado desde hace treinta años: UBIETO ARTETA, Cartulario de San Millán de la Cogolla, 1976, doc. nº.
31; véase PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”, 2004.
23David Peterson
introDuCCiÓn
Dentro de la diplomática, hacemos uso sobre todo de su contenido onomástico,
registro que también, en ocasiones, extraemos de las fuentes narrativas. Es en
este sentido, en el uso del registro onomástico, que antes hemos hablado de
la utilidad de la Lengua no sólo como objeto de estudio sino también como
herramienta.
En esta labor consideramos importante la variedad de registros onomásticos
analizados: nombres de persona, de lugar y de culto; casos concretos, genéri-
cos y tipologías. Creemos que la variedad de registro consolida la validez de
lo observado, y por ejemplo, tanto el culto de San Millán, como la temprana
toponimia vasca, algunos antropónimos específicos (por ejemplo, Oveco), y
topónimos genéricos del tipo Quintana, refuerzan la idea tan central a nuestra
tesis de la existencia de una frontera, no sólo política sino también cultural, que
divide el Pasillo.
La relación entre la onomástica y el espacio, todo a su vez contextualizado
cronológicamente, es central a nuestro método, y aunque intentamos siempre
describir la relación textualmente, el medio gráfico resulta mucho más elocuen-
te, y de ahí la importancia de la cartografía que incorporamos. De especial
interés son las distribuciones atípicas, tanto las agrupaciones (clusters) como las
ausencias, en cuya identificación la cartografía nos ayuda sobremanera. Plasmar
así los resultados de los análisis onomásticos en mapas ya delimita áreas, y las
líneas delimitadoras, más o menos nítidas, se convierten en auténticas fronteras
onomásticas cuando convergen.
Aquí incorporamos la segunda herramienta analítica, la frontera política y ad-
ministrativa reconstruida a partir de diversos registros evidenciales no onomás-
ticos: los límites diocesanos plenomedievales; el insólito texto de expreso corte
geopolítico con el cual hemos empezado el capítulo (Cogolla166); la cronística
(Crónica Albeldense, año 882); la geografía antigua (Ptolomeo); la compleja
labor de reconstrucción de espacios de poder a partir de los escatocolos di-
plomáticos; e incluso el trazado de las actuales fronteras provinciales. Al final,
contrastamos la frontera así reconstruida con las distribuciones onomásticas
observadas para comprender mejor la historia de la región.
La otra importante consideración metodológica tiene que ver con la coordena-
da temporal. El problema esencial es que existe un déficit de información para
los siglos que nos interesan. Por ejemplo, de 188.000 documentos registrados
24 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
introDuCCiÓn
para el Medievo hispano-luso por el programa CODIPHIS12, tan sólo 51 corres-
ponden al siglo VIII. Aunque las cosas mejoran rápidamente a nivel peninsular,
con más de mil textos para el siglo IX, gran parte de esa temprana documen-
tación es leonesa, gallega o catalana, y en nuestro espacio ese siglo sigue
infradocumentado, y además con hegemonía casi absoluta de la diplomática
apócrifa. No será hasta el siglo X que tenemos un corpus documental relativa-
mente abundante. Las cifras para el Pasillo y su entorno (sólo incorporando las
fuentes principales) son las siguientes:
s. VIII s. IX s. X s. XI s. XII s. XIII Total
2 25 450 1.274 1.035 1.160 3.946
En respuesta a este problema proponemos un método retrospectivo: el uso de
datos posteriores para interpretar periodos anteriores. Por ejemplo, en nuestro
capítulo sobre la Onomástica semítica castellana observamos distribuciones
antroponímicas en la diplomática de principios del siglo X que utilizamos para
acercarnos a la historia de los dos siglos anteriores.
En cuanto a la toponimia, siempre que es factible utilizamos la contenida en
la diplomática medieval fidedigna, pero también recurrimos en ocasiones a la
toponimia actual. Esto ocurre cuando queremos analizar la distribución espacial
de un tipo de toponimia sobre espacios considerables, el caso, sobre todo, de
la toponimia en Quintana. La desigual distribución espacial de la diplomática,
llegando a ser carencia completa para algunas áreas, nos obliga a esto. Cons-
cientes de los riesgos inherentes a este método, también aportamos datos pro-
venientes de la diplomática medieval, así por lo menos se demuestra la vigencia
en periodo medieval de la toponimia en cuestión. Pero creemos que una visión
equilibrada de la distribución de ciertos topónimos es más factible a través de la
toponimia actual, a pesar de los años transcurridos, que a partir del desespera-
damente problemático e incompleto registro diplomático medieval13. De todos
modos, notamos que el empleo de toponimia actual es práctica habitual en las
obras de Filología Histórica14.
12. CODIPHIS = Catálogo de colecciones diplomáticas hispano-lusas de época medieval, coordinado por GAR-
CÍA DE CORTÁZAR, MUNITA, y FORTÚN.
13. PASTOR DÍAZ DE GARAYO, “Los testimonios escritos del sector meridional de Castilla (siglos X-XI). Ensayo
de crítica documental”, pp. 335-7; BARCELÓ, “Los límites de la información documental escrita”, p. 74 y ss.
14. Por ejemplo, limitándonos a las obras pertinentes a nuestro espacio y problemática, se puede citar OLIVER
ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en relación con los árabes y los beréberes, y KNÖRR
25David Peterson
introDuCCiÓn
La formulación de tipologías es fundamental a la hora de superar la margi-
nación cuantitativa de muchos de los elementos onomásticos más llamativos.
Nadie niega la abundancia de toponimia vasca o de antroponimia semítica
en la documentación altomedieval de nuestro espacio, pero las incidencias
individuales apenas se registran en un análisis cuantitativo15. Así es importante
avanzar tipológicamente: identificar y definir una clase de nombres, como los
topónimos en –uri, que se pueden analizar luego en grupo, observando un
comportamiento diplomático-cronológico común. En el citado caso el grupo es
relativamente fácil de definir, pero en otros casos el proceso resulta más cos-
toso. En cuanto a la antroponimia semítica pudimos recurrir a un nomenclator
confeccionado por otros16, a partir del cual definir el grupo, y así medirlo, pero
más costoso resultó el establecer criterios para la inclusión o exclusión de to-
pónimos individuales en el capítulo sobre la toponimia vasca.
otros aProXiMaCiones a La ProbLeMÁtiCa ConteMPLaDa
Es habitual en las secciones introductorias de un trabajo de este tipo resumir
el Estado de la Cuestión. Esto presupone que esté bien definida ‘la cuestión’,
y que tal cuestión tenga un estado, en el sentido de que se haya planteado
anteriormente.
Si nuestra cuestión se centra en la problemática que rodea la frontera que
divide el Pasillo, el punto de partida serían sendas aproximaciones de los
años 50 que intentaron fijar la geografía del fenómeno, sin indagar demasiado
en las dinámicas detrás del trazado. Nos referimos a los estudios de UBIETO
ARTETA y LÓPEZ MATA17, ambos con bastante trascendencia historiográfica.
BORRÀS, “Para una delimitación etno-lingüística de la Álava antigua. Ensayo de cartografía a partir de pruebas
toponímicas”.
15. Por ejemplo, en el capítulo de Antroponimia y sociedad dedicado a analizar la antroponimia altomedieval
burgalesa (GARCÍA DE CORTÁZAR, DÍEZ HERRERA, y PEÑA BOCOS, “Antroponimia de Burgos y su alfoz en
los siglos X a XII”, pp. 231-258), los nombres semíticos se contemplan brevemente como un bloque, pero en
ningún momento se cierra la definición de tal bloque, y así tampoco se cuantifican estos nombres, quedando así
su importancia muy relativizada.
16. TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, con referencia también a AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ ME-
DIANO, “Antroponimia de origen árabe en la documentación leonesa (siglos VIII-XIII)”.
17. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, 1953; LÓPEZ MATA, Geografía del condado de Castilla a la
muerte de Fernán González, 1957.
26 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
introDuCCiÓn
Desde la perspectiva castellana, el acercamiento más sugerente de los últimos
lustros ha sido el estudio de GARCÍA GONZÁLEZ que, parafraseando al autor,
entiende la frontera como mecanismo funcional necesario para contextualizar
y salvaguardar el desarrollo económico-social del espacio burgalés18. Sobre
todo, se resalta la frontera como la clausura militar en el eje Pancorbo-Cerezo-
Ibrillos del corredor que admitía incursiones musulmanas hacia el corazón del
naciente Condado de Castilla. Desde la perspectiva andalusí, el acercamiento
más reciente a la frontera que contemplamos es el de MANZANO MORENO19;
sin embargo, la frontera del Pasillo, la periferia de la periferia dentro del
mundo (y la historiografía) andalusí, dista mucho de ser el objeto principal
del estudio. También LACARRA DE MIGUEL contemplaría el significado de la
frontera a lo largo del Ebro20 aunque su enfoque fue más bien el de cuestionar
la relevancia histórica del concepto, y así, por ejemplo, el epígrafe “el Ebro,
como vía que rompe fronteras”. Aguas más abajo, las relaciones entre cristia-
nos y musulmanes en la frontera aragonesa centran gran parte del trabajo de
SENAC21.
Si nos centramos en la complejidad lingüística del espacio, muchos autores
se han fijado en uno u otro estrato: ALVAR22 (romance riojano), GONZÁLEZ
OLLÉ23 (romance burebano), MICHELENA24 y MERINO URRUTIA25 (vascuence)
y OLIVER ASÍN26 (arabo-bereber), mientras la documentación originaria del Pa-
sillo tiene un papel destacado en casi todas las obras que contemplan los oríge-
18. GARCÍA GONZÁLEZ, “Fronteras y fortificaciones en territorio burgalés en la transición de la Antigüedad a
la Edad Media”, 1995.
19. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas, 1991; también el reciente artículo
de SOUTO, “El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya: poblamiento y organización territorial”,
2004.
20. LACARRA DE MIGUEL, “Acerca de las fronteras en el Valle del Ebro (Siglos VIII-XII)”, 1981.
21. SENAC, La Frontière et les hommes (VIII-XII siècle). Le peuplement musulman au nord de l’Ebre et les débuts
de la reconquête aragonaise, 2000; con LALIENA, Musulmans et Chrétiens dans le Haut Moyen Âge: aux origines
de la Reconquête aragonaise, 1991.
22. ALVAR, El Dialecto Riojano, 1976.
23. GONZÁLEZ OLLÉ, “El habla de la Bureba”, 1964.
24. MICHELENA, “Onomástica y Población en el antiguo reino de Navarra: La Documentación de San Millán”,
1976.
25. MERINO URRUTIA, La Lengua Vasca en La Rioja y Burgos, 1978.
26. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en relación con los árabes y los beréberes,
1974.
27David Peterson
introDuCCiÓn
nes del castellano27. Quizás éste también es el lugar para citar la imprescindible,
aunque algo difícil de clasificar, obra de DÍAZ Y DÍAZ, Libros y Librerías en La
Rioja altomedieval (1979). Hemos nombrado ya algunos de los filólogos más
insignes de las letras hispanas, pero la complejidad lingüística de este espacio
apenas se ha tratado explícitamente, siendo el artículo de ALARCOS LLORACH
sobre la toponimia riojana una de las pocas excepciones28.
En cuanto al estrato vasco, mientras se han contemplado las implicaciones
para el primitivo castellano de su proximidad tanto geográfica como fonética
al euskera29, la problemática de la cronología del euskera al sur del Ebro no se
ha abordado de manera sistemática desde el citado artículo de Michelena del
27. MENÉNDEZ PIDAL, Orígenes del Español, 1980 (9ª edición); WRIGHT, Latín tardío y romance temprano en
España y la Francia carolingia, 1982; mientras en la reciente (2005) Historia de la lengua española (coord. CANO
AGUILAR), hay varios capítulos dedicados a temas relacionados con nuestro espacio, como la relación entre el
vascuence y el castellano (ECHENIQUE ELIZONDO), las glosas emilianenses (BUSTOS TOVAR) etc.
28. ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, 1950.
29. Entre muchos autores: MENÉNDEZ PIDAL, Orígenes del Español; MARTINET, Economía de los cambios fo-
néticos, 1974; GONZÁLEZ OLLÉ, “Evolución y castellanización del romance navarro”, 1983; RAMOS REMEDIOS,
“Para una revisión de la documentación hispana hasta el siglo XIII los Cartularios de Valpuesta”, 2003; y ECHE-
NIQUE ELIZONDO, “La lengua vasca en la historia lingüística hispánica”, 2005.
Mapa II. Contextualización geográfica del Pasillo
28 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
introDuCCiÓn
año 1976, y la considerable cantidad de documentación editada desde enton-
ces apenas ha sido trabajada desde esta perspectiva. En Castilla, la toponimia
vasca tiende a verse marginada como un mero excedente o continuum de la
riojana30.
Algunos arabistas han denunciado la presencia en el noroeste peninsular de
interesantes concentraciones de topónimos aparentemente de origen semíti-
co31, pero, aun así, OLIVER PÉREZ hablaría en 1994 de un campo de estudio
prácticamente virgen, a pesar de la abundante materia que parece haber y de
la posible trascendencia de su estudio. VIGUERA MOLINS también denuncia
la falta de análisis del fenómeno en La Rioja32, donde, en 1995, GARCÍA DE
CORTÁZAR todavía se tendría que basar en el ya citado trabajo de ALARCOS
LLORACH de 1950 para un análisis de este estrato toponímico33.
Entre los estudiosos del Altomedievo castellano arraigó la tendencia a consi-
derar los 40 años andalusíes como anecdóticos, y que lo semítico en Castilla
y León fuese casi siempre el resultado de migraciones mozárabes, y por tanto
alóctono a Castilla y menos relevante a su desarrollo histórico. El reto que supu-
so el citado artículo de OLIVER ASÍN no ha sido aceptado por una generación
de historiadores que se han volcado con el Altomedievo castellano, pero que
apenas contemplan su toponimia, y menos todavía el estrato semítico34. Mien-
tras algo de trabajo se ha hecho al respecto en Galicia, en León y en Cataluña35,
30. Sigue habiendo un goteo de artículos al respecto, y el descubrimiento de las estelas soriano-riojanas ha
reavivado las cenizas de la antigua y generalmente desacreditada idea de un euskera prerromano en el Sistema
Ibérico, pero demasiados acercamientos han sido meramente descriptivos o de escasa calidad científica.
31. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en relación con los árabes y los beréberes,
1974; OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe de la región castellano leonesa”, en Toponimia
de Castilla y León, 1994.
32. VIGUERA MOLINS, “La Rioja en Al-andalus (siglos VIII-XII)”, 2000.
33. GARCÍA DE CORTÁZAR, “Organización social del espacio en La Rioja cristiana en los siglos X y XI”.
34. Notamos que la obra de OLIVER encuentra más acogida entre otros arabistas (RUBIERA DE EPALZA, “Álava
y los alaveses en los textos árabes medievales”, 1982, p. 386; VIGUERA MOLINS, “La Rioja en Al-andalus (siglos
VIII-XII)”, 2000; CHALMETA, Invasión e islamización, 1994, p. 232 n. 506; GLICK, From Muslim fortress to Chris-
tian Castle, 1995, p. 191), que entre los historiadores de la Castilla altomedieval entre cuyas obras (que citaremos
a continuación) apenas encuentra referencia.
35. HITCHCOCK, “Arabic Proper Names in the Becerro de Celanova”, 1990; AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍ-
GUEZ MEDIANO, “Antroponimia de origen árabe en la documentación leonesa (siglos VIII-XIII)”, 1994; MARTÍ
CASTELLÓ, “Palacios y guardias emirales en Cataluña”, 2005.
29David Peterson
introDuCCiÓn
GARCÍA GONZÁLEZ es de los pocos que sistemáticamente incorpora el perio-
do andalusí en su análisis del Altomedievo castellano36.
Al margen de los enfoques específicos de nuestro estudio, el espacio y periodo
contemplado sí han centrado la atención de muchos autores, y si las cuestiones
planteadas han sido diferentes, estas obras paralelas y próximas han sido fun-
damentales a la hora de elaborar este estudio. En particular, como acabamos de
señalar, el Altomedievo castellano ha sido objeto de numerosas aproximaciones
monográficas en los últimos lustros, la mayoría de las cuales se centran en el
problema de la emergencia del sistema feudal37.
En cuanto al extremo riojano del Pasillo, la figura más destacada historiográfi-
camente es la de José Ángel GARCÍA DE CORTÁZAR, y si volvemos repetidas
veces a matizar aspectos puntuales de su obra es por la centralidad de ésta al
espacio y temática que analizamos38. También cabe citar la obra esencialmente
descriptiva de FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA39, con un enfoque ligeramente
posterior al periodo que nos ocupa. En ambos casos se parte de la rica docu-
mentación cenobítica, sobre todo la emilianense, y se observa la tendencia,
nacida quizás del hecho de que la documentación emilianense hace referencia
36. GARCÍA GONZÁLEZ, “La Castilla del Ebro”, p. 71. No sólo ha sido marginado el artículo de OLIVER ASÍN
(“significativamente desaprovechado” para BESGA MARROQUIN, Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias,
p. 277, n. 871), sino todo referente a la presencia musulmana en Castilla; véase, como ejemplo y en un plano
meramente cuantitativo, el Ensayo de bibliografía medieval burgalesa de PÉREZ Y PÉREZ (pp. 220-5) en el cual
constan sólo nueve obras sobre el mahometismo burgalés, mientras en cambio bajo el epígrafe Judíos y conversos
se citan 59.
37. ÁLVAREZ BORGE, Poder y relaciones sociales en Castilla en la Edad Media: los territorios entre el Arlanzón y
el Duero en los siglos X al XIV, 1996; ESCALONA MONGE, Transformaciones sociales y organización del espacio
en el alfoz de Lara en la Alta Edad Media, 1996; GARCÍA GONZÁLEZ, “La Castilla del Ebro”, 2002; MARTÍN VISO,
Poblamiento y estructuras sociales en el norte de la Península Ibérica, 2000; MARTÍNEZ DÍEZ, El Condado de
Castilla, 2004; PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito de la antigüedad al feudalismo: poblamiento,
poder político y estructura social del Arlanza al Duero (siglos VII – XI), 1996; PEÑA BOCOS, La atribución social
del espacio en la Castilla altomedieval, 1995; PEÑA PÉREZ, “El modo de producción feudal: algunos problemas”,
1995; “Las Comunidades de aldea en la Alta Edad Media. Precisiones terminológicas y conceptuales”, 2001.
38. Son muchas las obras de GARCÍA DE CORTÁZAR que versan sobre nuestro espacio, pero tres que pode-
mos considerar como representativas y a la vez próximas a nuestra línea de investigación serían: El Dominio del
Monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X a XIII): Introducción a la Historia Rural de Castilla Altomedieval,
1969, obra seminal en el estudio de los cenobios medievales; “La Rioja Alta en el siglo X. Un análisis cartográfico
sobre los comienzos de la ocupación y explotación cristiana del territorio”, 1973; y “Organización social del es-
pacio en La Rioja cristiana en los siglos X y XI”, 1995.
39. FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA MAYORAL, El Reino de Nájera (1035 – 1076): Población, economía, sociedad
y poder, 1991.
30 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
introDuCCiÓn
a ambos lados de la frontera del Pasillo, de incluir en un análisis esencialmente
riojano las comarcas orientales del Pasillo castellano. Por lo tanto, estos trabajos
se aproximan a nuestro estudio en un aspecto metodológico muy significativo
al considerar el Pasillo como una entidad íntegra, aunque no afrontan la pro-
blemática de la frontera que divide tal espacio.
Fuera ya de La Rioja, aunque en las regiones próximas, cabe citar los varios
trabajos monográficos de CAÑADA JUSTE40 que se aproximan a varias de nues-
tras inquietudes, los ya citados estudios de SENAC y LALIENA sobre Aragón,
y las obras de LARREA y JIMENO ARANGUREN sobre Navarra41. En cuanto al
actual País Vasco, las más significativas monografías más o menos recientes so-
bre el Altomedievo serían las de MARTÍNEZ DÍEZ (Álava), AZKARATE GARAI-
OLAUN, BARRENA OSORO (Guipúzcoa) y GARCÍA CAMINO (Vizcaya)42.
Generalmente en estos estudios los ingredientes básicos son los mismos (la
diplomática, la cronística y la arqueología), pero rara vez se ha incorporado la
onomástica de manera sistemática como proponemos43. La excepción más no-
table sería la tesis de JIMENO ARANGUREN sobre la cristianización de Navarra
en la cual la hagionimia tiene un papel fundamental. Por su parte, la toponimia
aparece en papeles secundarios en muchos de estos trabajos, pero raramente
como protagonista. Una excepción sería cuando en la toponimia se ha fosili-
zado un concepto de especial significado histórico, y así nuestro análisis de
la toponimia en Quintana se asemeja al de la serna de BOTELLA POMBO, y
también a otros estudios, más lexicográficos y menos toponímicos, pero que
siguen esencialmente la misma metodología y que analizan la distribución de
40. CAÑADA JUSTE, “El posible solar originario de los Banu Qasi”, 1977; “Los Banu Qasi (714 – 924)”, 1980; “Un
milenario navarro: Ramiro Garcés, rey de Viguera”, 1981; “Álava frente al Islam”, 1984.
41. LARREA, La Navarre du IV au XII siècle. Peuplement et société, 1998; JIMENO ARANGUREN, Orígenes del
Cristianismo en la tierra de los vascones, 2003.
42. MARTÍNEZ DÍEZ, Álava medieval, 1974; AZKARATE GARAI-OLAUN, Arqueología cristiana de la antigüedad
tardía en Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, 1988; BARRENA OSORO, La formación histórica de Guipúzcoa, 1989; GAR-
CÍA CAMINO, Arqueología y poblamiento en Bizkaia, siglos VI-XII: La coniguración de la sociedad feudal, 2002.
43. Nos referimos a la ausencia de esta metodología entre la historiografía más o menos reciente. Antes la topo-
nimia ocupó un lugar central en los debates en torno a la despoblación - repoblación de la Cuenca del Duero, y
un análisis de este debate se encuentra en BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias,
p. 277 y ss. Más recientemente, un equipo liderado por Ramón MARTÍ ha vuelto a trabajar este registro sistemá-
ticamente en referencia a los siglos VIII y IX y en un contexto catalán: MARTÍ CASTELLÓ, “Palacios y guardias
emirales en Cataluña”, 2005.
31David Peterson
introDuCCiÓn
voces y conceptos como el alfoz (ESTEPA), el palatium (CORTÁZAR Y PEÑA
BOCOS), los collazos (HOMET) etc.44
Por último, la antroponimia ha sido apenas aprovechada en las obras de his-
toria medieval45. Y sin embargo, existe la conciencia de la necesidad de traba-
jar este registro: ya en 1955 MICHELENA comentaba que “En la Edad Media
aparecen en documentos e inscripciones nombres típicos cuya clasificación y
distribución geográfica no está aún suficientemente hecha”46; al año siguiente
LACARRA DE MIGUEL sugería que “en los nombres de persona cabría hacer un
estudio metódico, agrupándolos por épocas [...] y por regiones”47; y más recien-
temente GUICHARD reclama “mettre en valeur la richesse de l’information que
l’étude de l’anthroponymie peut apporter à l’historien”48. Con esta finalidad, ya
se han emprendido algunas iniciativas valiosas49, y donde más se ha avanzado
es en la comprensión de la llamada revolución antroponímica, pero falta por
incorporar este registro plenamente en el discurso histórico medievalista, cuan-
do, en contraste, notamos su centralidad en la historiografía de otros periodos
con déficit evidencial50.
44. BOTELLA POMBO, La serna: ocupación, organización y explotación del espacio en la Edad Media, 800-
1250, 1988; ESTEPA DÍEZ, “El Alfoz Castellano En Los Siglos IX al XII”, 1984; GARCÍA DE CORTÁZAR y PEÑA
BOCOS, “El palatium símbolo y centro de poder, en los reinos de Navarra y Castilla en los siglos X a XII”, 1989;
HOMET, “Los collazos en Castilla (ss. X-XIV)”, 1976.
45. Una de las pocas excepciones es el análisis de la antroponimia del Testamentum Regis Adefonsi del 812 de
BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias, pp. 511 y ss. Menos afortunadamente, en
su artículo “Sobre la conquista de la Rioja por los Pamploneses” (1970), UBIETO ARTETA pretendió analizar el
trasfondo histórico del mozarabismo riojano a través de la antroponimia, pero partía de un supuesto erróneo,
el origen riojano (Albelda1) de un texto en realidad castellano (=Cardeña14), tema que desarrollaremos más
adelante.
46. MICHELENA, Apellidos vascos, p. 20.
47. LACARRA DE MIGUEL, Vasconia Medieval, p. 21.
48. GUICHARD, “L’anthroponymie des zones de contact entre monde chrétien et monde musulman: de Palerme
à Tolède”, p. 111.
49. Por ejemplo, el ya citado estudio de AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia de
origen árabe en la documentación leonesa (siglos VIII-XIII)”, 1994; VV.AA., Antroponimia y sociedad: Sistemas
de identiicación hispano-cristianos en los siglos IX a XIII, 1995; VV.AA., L’anthroponymie. Document de l’histoire
social des mondes méditerranéens médiévaux, 1996; y SALABERRI ZARATIEGI, Euskal Deiturategia: Patronimia,
2003. Notamos el título completo de la obra de 1995, y su énfasis en sistemas de identiicación, luego ratificada
en las Conclusiones (pp. 395-404), en vez de en la geografía de nombres individuales.
50. Por ejemplo, extraña que se haya hecho un análisis tipológico de la onomástica peninsular prerromana
(varias obras de ALBERTOS FIRMAT), pero que todavía no se haya desarrollado una herramienta equivalente
para periodos más recientes.
32 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
introDuCCiÓn
JustiFiCaCiÓn: ¿QuÉ tiene De noVeDoso?
A la vista de las obras citadas en las páginas anteriores, que representan sólo
la parte más destacable de los estudios que han contemplado nuestro espacio
y / o problemática, es inevitable concluir que los temas que analizamos no
son en sí generalmente novedosos: ni el problema de la toponimia vasca y su
cronología, ni el de la onomástica semítica en Castilla, ni la historia temprana
de San Millán ...
Lo que sí creemos novedoso, en cambio, es el uso sistemático de diversos
registros onomásticos como herramientas para analizar la historia geopolítica.
Estrechamente vinculado está el reconocimiento explícito de la complejidad
lingüística de la zona, lo cual nos causa no pocos problemas metodológicos,
pero que es en sí también sintomático de la rica y variada historia de la región,
un auténtico crisol.
Novedoso también puede considerarse la incorporación de documentación
‘nueva’51 a problemas antiguos. Esto tiene dos vertientes. Por un lado, la incor-
poración del testimonio de la cronística árabe a problemáticas ‘cristianas’. Por
ejemplo, la ‘Reconquista de La Rioja’ parece otra cosa vista desde la perspectiva
andalusí. Por otro lado, incorporamos también la parte correspondiente de la
abundante diplomática cenobítica editada en las últimas décadas52, en muchos
casos después de la última revisión historiográfica de algunos de los temas que
hemos afrontado. Así, por ejemplo, la cuestión de la cronología del vascuence
al sur del Ebro no se había retomado seriamente desde los años 70, cuando
ahora disponemos quizás del doble de documentación.
En cuanto a los avances historiográficos que aquí incorporamos, destacamos
los avances en la comprensión de al-Andalus, sobre todo sus orígenes (CHAL-
META53), sus relaciones con la periferia peninsular no-andalusí (MANZANO
51. Aquí el adjetivo ‘nueva’ refiere, generalmente, a recientemente editada y / o traducida.
52. “... el número de colecciones documentales publicadas desde 1981 hasta 1995 es superior al de las apa-
recidas en los ochenta años anteriores”, CODIPHIS, p. 85. El Pasillo ha sido especialmente afortunado en este
proceso editorial, y si Castilla-León encabeza la lista de regiones que más colecciones diplomáticas tienen, la
concentración por kilómetro cuadrado es aun mayor en La Rioja.
53. CHALMETA, Invasión e islamización, 1994.
33David Peterson
introDuCCiÓn
MORENO, MAÍLLO SALGADO54), y la sugerente idea de que la voz quinta-
na describe una forma de terrazgo esencialmente bereber (OLIVER ASÍN, LA-
GARDÈRE55). También incorporamos avances del mundo no-andalusí. Los más
destacables serían el rechazo de la idea de despoblación (varios autores56), la
emergencia de alternativas solventes57, y la gradual consolidación de la teoría
de MICHELENA de la Lengua Común Vasca58. Entre estos dos ‘mundos’, algo
artificialmente separados (tanto aquí como en la historiografía), está la naciente
idea, más desarrollada en León que en Castilla, de que la onomástica semítica
del siglo IX en la Meseta Septentrional es autóctona y no inmigracional59.
Por último, el marco geográfico elegido también resulta novedoso, ya que,
en vez de analizar una sola entidad política, como la mayoría de los estudios
regionales ya mencionados, escogemos un espacio ‘natural’ y exploramos los
motivos del asentamiento en él de una divisoria política a lo largo del Altome-
dievo, y las consecuencias socioculturales del hecho.
agraDeCiMientos
Numerosas personas me han ayudado y animado a lo largo del proceso cuyo
resultado más concreto tiene el lector entre sus manos. La compleja naturaleza
tanto del espacio como de la temática me ha obligado a recurrir a muchos ex-
pertos. Sin su ayuda algunos capítulos, y francamente la empresa en sí, habrían
sido impensables, y todos han sido generosos con su tiempo y con sus cono-
cimientos. Sobre todo, lo más gratificante de todo este largo ‘proceso’ ha sido
54. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas, 1991. MAÍLLO SALGADO, ¿Por
qué desapareció al-Andalus?, 1998; “La guerra santa según el derecho malakí”, 1983.
55. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla, 1974; LAGARDÈRE, Campagnes et paysans d’Al-Andalus,
VIII-XV s., 1993.
56. GARCÍA GONZÁLEZ (“La Castilla del Ebro”, p. 80) resume algunas de las “propuestas alternativas, a cada
cual más atractiva: desarticulación (Barbero y Vigil), desorganización (García de Cortázar, Esther Peña), desacti-
vación (Pierre Bonnassie, Ernesto Pastor) y tierra de nadie (José María Mínguez)”.
57. Por ejemplo, GARCÍA GONZÁLEZ y FERNÁNDEZ DE MATA, “Antropología, Arqueología e Historia. La des-
estructuración de la cuenca del Duero ...”, 1999.
58. MICHELENA, “Lengua común y dialectos vascos”, 1981. Hay poco publicado al respecto, aunque la idea
empieza a arraigar en, por ejemplo, AZKARATE GARAI-OLAUN, “La Tardoantigüedad”, pp. 102-4, 2003.
59. ESTEPA DÍEZ, Estructura social de la ciudad de León, p. 152; SÁNCHEZ BADIOLA, “Mozarabismo y pobla-
miento en el León altomedieval: el Valle de Ardón”, p. 321; RODRÍGUEZ MEDIANO, “Acerca de la población
arabizada del Reino de León”, p. 471.
34 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
introDuCCiÓn
el ver cómo, de conversaciones inicialmente académicas, han florecido algunas
auténticas amistades. Así, quiero expresar mi agradecimiento a Ángel Aparicio,
Eduardo Manzano, Ernesto García, Estíbaliz Bedialauneta, Felipe Maíllo, Hen-
rike Knörr, Ignacio Álvarez, Iván García Izquierdo, Javier García Turza, Javier
Peña, Jesús Lorenzo, Juanjo Larrea, Juanjo Martín, Lucía García, Luís Martínez,
Pruden Gartzia, Roger Wright y Rufino Gómez: una mezcla de amigos y colegas,
dos categorías que cada día resulta más difícil de separar. El formato, un listado
de nombres, quizás parezca algo frío, pero aquí es de lo más apropiado dado
la naturaleza del estudio. Fuera de esos confines, dos personas me ayudaron
de manera especial, el indefatigable Ernesto Pastor con su ojo exquisitamente
crítico, y Joseba Lakarra quien me dedicó unas auténticas clases maestras de
Filología Histórica.
Tampoco he olvidado los mil ánimos, atenciones y ayudas de mis domestiques:
Carlos, Eduardo, Jacqueline, Javi y Marian. Mención aparte para dos personas
que me han guiado e inspirado durante estos últimos años. Al director de esta
tesis, Juan José García, quien, a pesar de las manifiestas diferencias de estilo y
metodología, tiene mucha más responsabilidad en esto que lo que se reconoce
explícitamente en estas páginas. En más de una ocasión, pensando felizmente
que una idea había sido mía, me he topado con la misma en las páginas mucho
antes publicadas de este auténtico maestro. Por otra parte, a Virginia, sin cuya
ayuda esto, sencillamente, no habría sido posible.
Este trabajo fue defendido como Tesis Doctoral el 24 de noviembre de 2006
en la Universidad de Burgos ante el tribunal formado por los profesores José
Ángel García de Cortázar (presidente), Henrike Knörr Borràs, F. Javier Peña
Pérez, Eduardo Manzano Moreno y Ernesto Pastor Díaz de Garayo, y obtuvo
la máxima y unánime calificación de Sobresaliente cum laude. Tristemente, el
profesor Knörr quien, a pesar de estar gravemente enfermo, se empeñó en la
publicación del trabajo con la generosidad de tiempo y esfuerzo que le carac-
terizaba, falleció sin poder ver realizado su deseo.
35David Peterson
las fuentes
La DiPLoMÁtiCa
Las principales fuentes diplomáticas utilizadas en la elaboración de este estudio
son las siguientes:
Distribución cronológica y cuantitativa de textos en las fuentes principales
Fuente s.VIII s.IX s.X s.XI S.XII s.XIII total hasta
Albelda - - 29 39 10 - 78 1.196
Calzada - - - - 84 66 150 1.257
Cardeña - 1 212 169 - - 382 1.085
Condes - - 61 20 - - 81 1.024
Oña (incl. Oña2) - 2 4 137 263 417 823 1.300
Rioja (incl. Rioja4) - 3 44 352 670 1.069 1.299
Cogolla (incl. Cogolla2)
2 15 102 628 204 - 951 1.199
Valpuesta (incl. Valpuesta2)
- 7 39 46 86 - 178 1.200
Valvanera - - - 191 36 7 234 1.264
TOTAL 2 25 450 1.274 1.035 1.160 3.9461 -1
Hemos adoptado la convención de referirnos a los textos diplomáticos median-
te la forma abreviada del nombre de la fuente y un valor numérico: Albelda17,
1. En esta evaluación cuantitativa incluimos la diplomática apócrifa. Cuando el mismo texto aparece en más de
una colección diplomática lo incluimos ambas veces para simplificar el análisis, aunque, al margen de colecciones
temáticas como Condes, la incidencia de estos casos es mínima.
36 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
las Fuentes
Cardeña134, Cogolla2/495, Condes1, etc. Las abreviaturas empleadas son las
siguientes:
Abreviatura Fuente
Albelda Cartulario de Albelda, ed. Antonio UBIETO ARTETA, Anúbar, Valencia, 1981.
Calzada Cartularios (I, II y III) de Santo Domingo de la Calzada, ed. Agustín UBIETO ARTETA, Anúbar, Zaragoza, 1978.
Cardeña Colección documental del Monasterio de San Pedro de Cardeña, ed. Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, Caja Círculo, Burgos, 1998.
Condes Colección Diplomática de los Condes de Castilla. Edición y comentario, ed. Manuel ZABALZA DUQUE, Junta de Castilla y León, Valladolid, 1998.
Cogolla Cartulario de San Millán de la Cogolla (759 – 1076), ed. Antonio UBIETO ARTETA, Anúbar, Valencia, 1976.
Cogolla2 Cartulario de San Millán de la Cogolla (1076 - 1200), ed. María Luisa LEDESMA RUBIO, Anúbar, Zaragoza, 1989.
Oña Colección Diplomática de San Salvador de Oña (822-1284), ed. Juan del ÁLAMO, CSIC, Madrid, 1950.
Oña2 Documentación del Monasterio de San Salvador de Oña (1032-1284), ed. Isabel OCEJA GONZALO, Garrido Garrido, Burgos, 1983.
Rioja Colección Diplomática Medieval de la Rioja: Tomos II y III, ed. Ildefonso RODRIGUEZ R. DE LAMA, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1979.
Rioja4 Colección Diplomática Medieval de la Rioja: Tomo IV, ed. Ildefonso RODRIGUEZ R. DE LAMA, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1989.
Valpuesta Cartulario de Valpuesta, ed. Mª Desamparados PÉREZ SOLER, Anúbar, Valencia, 1970.
Valpuesta2 Los Cartularios Gótico y Galicano de Santa María de Valpuesta (1090 – 1140), ed. Saturnino RUIZ DE LOIZAGA, Dipn. Foral de Álava, Vitoria, 1995.
Valvanera Documentación medieval del monasterio de Valvanera, siglos XI a XIII, ed. Francisco Javier GARCÍA TURZA, Anúbar, Zaragoza, 1985.
ConsiDeraCiones generaLes
Geografía diplomática. En general, la documentación referente al Pasillo pro-
viene de los monasterios sitos en él, aunque se observa cierto desequilibrio
espacial, a favor de los bordes serranos al norte y al sur, y en detrimento del
37David Peterson
las Fuentes
fondo de valle en sí2. Creemos que éste es el contexto en el cual entender los
tempranos intereses en el Pasillo de algunos pequeños cenobios sitos en los
Montes Obarenes, como San Mamés de Obarenes, y también del primitivo
monasterio mirandés (ya al norte de los Montes Obarenes) de San Esteban de
Salcedo.
Por otra parte, si el Monasterio de las Huelgas desarrolla extensivos intereses
en la Bureba, es con una cronología tardía, que poco afecta a este estudio, y en
general las instituciones burgalesas tienen sorprendentemente poca actividad
en el Pasillo. La Catedral de Burgos tenía algunos intereses, como no podría ser
menos para la heredera de las sedes de Valpuesta y (sobre todo) Oca, pero en
general la tónica es de desinterés por parte del obispado hacia estas comarcas,
delegando sus intereses en el Pasillo a su decanía de San Miguel de Froncea,
2. Para una introducción a la geografía de los dominios cenobíticos castellanos véase la obra de MORETA
VELAYOS, Rentas monásticas en Castilla: problemas de método. Otros mapas dominicales de interés se pueden
encontrar en: GARCÍA DE CORTÁZAR, El Dominio del Monasterio de San Millán de la Cogolla, pp. 184-5; GAR-
CÍA FERNÁNDEZ, Santa María de Irache, p. 39 y ss.; GARCÍA TURZA, El Monasterio de Valvanera en la Edad
Media, p. 121; LÁZARO RUIZ, “El Monasterio de San Martín de Albelda”, p. 370; LIZOAIN GARRIDO y GARCÍA
GONZÁLEZ, El Monasterio de las Huelgas, p. 248 y ss.; VIVANCOS GÓMEZ, Documentación del Monasterio de
Santo Domingo de Silos, p. LXXVI.
Mapa III. Las principales colecciones diplomáticas utilizadas
38 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
las Fuentes
y despertando tardíamente de su olvido sólo cuando la pujante diócesis de
Calzada-Calahorra amenaza sus posesiones en las cabeceras del Tirón y del Oja
a principios del siglo XIII3.
En cuanto a la mitad riojana del Pasillo, ahora sí encontramos algunos intereses
de monasterios foráneos (Leire e Irache) en el entorno de Nájera, pero de nue-
vo, la mayor parte de la documentación referente al Pasillo se origina dentro
de él, y concretamente en el caso de La Rioja en las abadías de San Millán de
la Cogolla, San Martín de Albelda y Santa María de Valvanera.
La diplomática popular y marginal. Además de diplomas de factura regia
o condal, nuestras fuentes incluyen otros textos, de factura más humilde. Para
distinguir los dos tipos de texto emplearemos los adjetivos cortesana y popu-
lar. Muchas veces la documentación popular consiste en actas notariales que
detallan compraventas y donaciones, generalmente a favor de alguna institu-
ción cenobítica, y de ahí el interés en conservarlas como justificantes de su
patrimonio. En ocasiones estos textos son muy breves, y esta brevedad quizás
ha contribuido a su marginación, hasta el punto de que, remitiéndonos ahora
a la documentación emilianense, Serrano no publicó muchos de ellos. Otros
textos populares no son más que listas de posesiones de la institución archivera,
a veces con algunos pocos datos orientativos sobre la ubicación de la finca
adquirida, otras veces con referencia al dueño anterior. Creemos que estos
textos, a pesar de su brevedad y aparente banalidad, nos ofrecen mucho desde
el punto de vista lingüístico: nos adentran en la microtoponimia; nos acercan
a la antroponimia de las capas sociales inferiores, muy diferente a la de las
clases dirigentes como indican textos como Cogolla2/282 o Cardeña22, pero
generalmente ausente de la diplomática cortesana4; y además están exentos
de los problemas de falsedad e interpolación que lastran la mayor parte de la
temprana diplomática cortesana.
3. Ésta es la lectura que hacemos del repentino interés del obispo Mauricio hacia estas comarcas en 1224, véase,
PETERSON, La Sierra de la Demanda en la Edad Media, p. 231.
4. En el mismo sentido, RAMOS REMEDIOS reclama la antroponimia como herramienta en situaciones diglósicas
cuando una lengua popular por lo demás apenas se registra en la documentación: “Así los apodos e hipocorísti-
cos, instrumento precioso para acercarse al nivel de la lengua hablada, puesto que la antroponimia, no obstante
estar sujeta a modas, transparenta en gran medida las preferencias lingüísticas de los hablantes ...”, RAMOS RE-
MEDIOS, El apeo de Vitoria y su jurisdicción a ines del siglo XV, vol. II, p. 275.
39David Peterson
las Fuentes
La diplomática apócrifa. Cualquier acercamiento histórico al espacio estudia-
do en periodo altomedieval acaba topándose con un fundamental problema
metodológico: en qué medida aceptar el testimonio de los tan numerosos di-
plomas apócrifos reunidos en el Cartulario de San Millán de la Cogolla. Parece
haber consenso ahora en cuanto a que la práctica totalidad de los diplomas
emilianenses de aparente factura cortesana del siglo X son en realidad falsifica-
ciones del siglo XII5. Hasta ahí bien. Pero, ¿la falsificación es puramente formal,
o también afecta al contenido de los diplomas?
Existen básicamente dos respuestas a este problema. La primera rechaza el testi-
monio de los diplomas cuya falsedad formal ha sido demostrada. La alternativa al
rechazo es admitir la falsedad formal pero aun así intentar aprovechar elementos
del documento. Si contemplamos una falsificación del siglo XII que se hace pasar
por un original del siglo X, estos elementos aprovechables podrían ser:
1. el hecho de la falsificación en sí, y sus implicaciones para el siglo
XII;
2. un acontecimiento histórico del siglo X que el diploma falsificado
busca reflejar;
3. y elementos, generalmente onomásticos, repescados de anteriores
documentos en que se habrían basado las falsificaciones.
Todos ellos ofrecen líneas de investigación potencialmente interesantes, aunque
metodológicamente muy complejas. Sin embargo, tenemos la impresión de que
a veces el citar estas posibilidades es poco más que una excusa para no tener
que deshacer del testimonio de estas fuentes, y así no tener que revisar los presu-
puestos de la historiografía tradicional, y el aprovechamiento de estas difíciles y
peligrosas fuentes raras veces se hace con el rigor metodológico necesario.
En cuanto a la primera clase de información aprovechable de la diplomática
apócrifa, las implicaciones plenomedievales de estas falsificaciones quedan fue-
ra de los límites de este trabajo. Por otra parte, si las falsificaciones recuerdan un
5. Circunstancia denunciada ya por Ubieto Arteta (“Los primeros años del monasterio de San Millán”) en 1973, y
recientemente confirmada por dos monografías: MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San Millán y sus Monasterios
Filiales. Documentación emilianense y diplomas apócrifos”, 1998; y ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática
de los Condes de Castilla, 1998.
40 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
las Fuentes
acontecimiento histórico, el reto es cómo calibrar y avanzar a partir de lo que es
esencialmente una intuición. Por último, la repesca de elementos onomásticos
nos parece una línea de investigación interesante, pero habría que contrastar
los datos sacados de estos documentos con los que nos han llegado de fuentes
más fidedignas, cuando lo que se suele hacer, en cambio, es o eliminar estos
documentos completamente, o incluirlos en un listado, así contaminado la in-
formación derivada de fuentes fidedignas. Proponemos seguir estas dos últimas
líneas de investigación, contrastando la aportación de la diplomática apócrifa
con la auténtica, cuando ésta existe.
Evaluación pormenorizada (en aproximado orden de utilidad)
Cogolla (San Millán de la Cogolla): de todas las fuentes utilizadas, la contri-
bución emilianense destaca por su relativamente temprana cronología y por
ser a la vez la más rica en cuanto a la naturaleza de los textos, una de las más
generosas en términos puramente cuantitativos, y también la más compleja y
heterogénea. Es importante matizar, sin embargo, que mucha de la documenta-
ción llamada ‘emilianense’, y la mayor parte de los textos tempranos (anteriores
a 1030), en realidad se origina en cenobios agregados a San Millán (como San
Felices de Oca, San Millán de Hiniestra, San Esteban de Salcedo y San Miguel
de Pedroso), y es fruto de la política de la familia real navarra de potenciar
ciertos cenobios durante la primera mitad del siglo XI. Estas matizaciones no
restan importancia a la documentación emilianense (en un sentido archivístico
podemos denominarla así sin complejos) sino todo lo contrario, la enriquecen,
pero el considerar emilianenses, y por extensión riojanos e incluso navarros,
muchos textos en realidad castellanos y sólo archivísticamente emilianenses, ha
tendido a ‘navarrizar’ la historia de comarcas enteras6.
Otra importante característica de la documentación emilianense es que, como
hemos señalado ya, una parte muy significativa de los textos más tempranos
son apócrifos. También complica el uso de esta fuente el hecho trascendental
6. Como ejemplo de esta tendencia citamos el título del artículo que dedica Michelena a la problemática del
vascuence al sur del Ebro: “Onomástica y Población en el antiguo reino de Navarra: La Documentación de San
Millán”. Que los textos contemplados sean emilianenses se limita al sentido archivístico. Son textos castellanos,
muchas veces del siglo X, cuya única vinculación con Navarra se produce cuando posterior y brevemente las
comarcas (burgalesas) a las cuales hacen referencia, y los monasterios en los cuales se originaron, se encuentran
integrados en ella durante algunos decenios (aproximadamente 1040-1060).
41David Peterson
las Fuentes
de que la mayoría de los textos emilianenses no son originales, sino copias de
finales del siglo XII, característica compartida con la mayoría de las Colecciones
Diplomáticas utilizadas (sobre todo si se trata de Cartularios).
Por otra parte, el análisis de la documentación emilianense se ve complicada por
la falta de índices onomásticos, tanto antroponímicos como toponímicos, en las
ediciones de Ubieto Arteta y Ledesma Rubio. Una carencia especialmente llamativa
teniendo en cuenta la importancia de esta fuente que incluye, entre otras cosas:
– el primer texto del norte cristiano después de la invasión musulmana
(Cogolla1, 759);
– los más nítidos y tempranos ejemplos del euskera al sur del Ebro (por
ejemplo, Cogolla37, 945), de ahí el uso de esta documentación por
Michelena en el artículo antes citado;
– el insólito acuerdo fronterizo de 1016 (Cogolla166, 1016) que fija las
fronteras entre Castila y Navarra;
– la Reja de San Millán (Cogolla180, 1025), extraordinario, y en nuestra
opinión infraanalizado, censo de Álava altomedieval;
– y, en general, prácticamente las primeras noticias de muchos territorios,
entre ellos Álava (Cogolla15, 873), Castilla (Cogolla1, 759; Cogolla2,
800; etc.), Guipúzcoa (Cogolla31, 943) y Soria (Cogolla166, 1016).
Esta lista nos da una idea de la extensión de los intereses que luego adquiriría
San Millán. El caso de Guipúzcoa es instructivo, ya que la que parece ser la pri-
mera referencia a ese territorio, 80 años anterior a la que hasta ahora ostentaba
ese honor, ha podido pasar desapercibida hasta ahora, a pesar de estar editada
en tan archiconocida fuente, precisamente por la falta de índices que acabamos
de denunciar7.
Hemos propuesto cronologías (generalmente aproximadas) para 44 textos emi-
lianenses hasta ahora o bien carentes de fecha o bien con fechas que considera-
mos erróneas. Remitimos al lector al correspondiente artículo, “Cambios y preci-
siones de fecha de la diplomática emilianense”, donde explicamos y detallamos
el proceso seguido y las propuestas resultantes. En muchos casos se trata de
7. Cf. PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”.
42 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
las Fuentes
listas de las posesiones agrícolas del monasterio confeccionadas hacia finales
del siglo XI, y son textos muy ricos onomásticamente, tanto por su microtopo-
nimia como por la antroponimia que resulta muy llamativamente diferente a la
de la diplomática cortesana.
No obstante, la aportación emilianense a nuestro estudio no se limita a la
diplomática. También los numerosos códices relacionados con el monasterio,
estudiados por, entre otros, Díaz y Díaz y Claudio García Turza8, nos iluminan
la temprana historia del cenobio y, por extensión, del Pasillo. Sin embargo,
aquí se aprecia un problema semejante en algunos aspectos al que ya hemos
glosado en referencia al Cartulario: no siempre es evidente en qué sentido
estos códices son emilianenses, pues algunos de ellos parecen haberse con-
feccionado en otros monasterios. En cambio, no utilizaremos extensivamente
las célebres Glosas Emilianenses ya que son consideradas por la mayoría de
especialistas como productos del siglo XI9, y por tanto posteriores a los temas
que desarrollamos.
Cardeña (San Pedro de Cardeña): gran fondo de documentación temprana (la
fuente más rica para el periodo condal castellano con 232 diplomas10), muy útil
para la antroponimia temprana (con la presencia de antroponimia araboide de
especial interés), pero más pobre en cuanto a toponimia (sobre todo, microto-
ponimia) que la documentación emilianense. Aunque algunos documentos car-
denienses hacen referencia al Pasillo, la mayor parte se centra en Burgos y su
entorno inmediato.
Albelda (San Martín de Albelda): prácticamente la única fuente para aproxi-
marnos a la sociedad riojana anterior al año mil, pues la práctica totalidad de
8. DÍAZ Y DÍAZ, Libros y Librerías en La Rioja altomedieval; Claudio GARCÍA TURZA, “San Millán de la Cogolla,
el lugar de la palabra”. Los manuscritos más relevantes serían #1007B del Archivo Histórico Nacional de Madrid
y #Em.24 y #Em.25 de la Real Academia de la Historia, aunque nuestro conocimiento de ellos es únicamente a
partir de las obras citadas.
9. Por ejemplo, WRIGHT, Latín tardío y romance temprano en España y la Francia carolingia, p. 309.
10. “Sólo los diplomas de San Pedro de Cardeña representan para esa época condal una masa documental
mucho mayor que la de todos los demás monasterios juntos, que aportan para esos mismos años: 49 Valpuesta,
29 San Pedro de Arlanza, 20 San Salvador de Oña, 17 Covarrubias y 3 Santo Domingo de Silos. Caso aparte es el
de San Millán de la Cogolla , que aunque ubicado fuera de los límites del condado castellano, ofrece nada menos
que 121 diplomas que atañen a lugares o territorios del mismo.” MARTÍNEZ DÍEZ, Colección documental del
Monasterio de San Pedro de Cardeña, p. 8.
43David Peterson
las Fuentes
las otras fuentes referentes al siglo X y antes son o bien de factura castellana y
/ o textos apócrifos.
Rioja (Colección Diplomática Medieval de la Rioja): tres volúmenes de documen-
tación, más un primer tomo analítico que nos aporta unas herramientas (análisis
de escatocolos etc.) muy útiles. Mucha de la documentación tardía (ss. XII-XIII)
apunta hacia la Rioja Baja (sobre todo, Calahorra) pero la documentación del
siglo XI referente a la Rioja Alta es de gran valor, sobre todo el texto Rioja14, una
larga y pormenorizada lista de las posesiones de Santa María de Nájera11.
Valvanera (Santa María de Valvanera): aunque se encuentra en la misma fron-
tera navarro-castellana (cf. Cogolla166), Valvanera se relacionaba (según su ar-
chivo) sólo con tierras navarras (al norte y al este). Documentación algo tardía
(siglo XI en adelante) para nuestros intereses, pero que constituye una valiosa
fuente para la onomástica de la sierra riojana, cuando los valles próximos (Oja,
Iregua) apenas tienen documentación.
Condes (Colección Diplomática de los Condes de Castilla): gran parte de esta
documentación aparece en colecciones cenobíticas ya citadas, pero el meti-
culoso análisis convierte a ésta en una fuente indispensable, sobre todo para
algunos tempranos textos forales, como los de Canales y de Castrojeriz.
Calzada (Santo Domingo de la Calzada): documentación tardía pero muy rica
en onomástica vasca, circunstancia que hemos aprovechado para observar el
comportamiento de un superestrato inmigracional. No sólo hace referencia al
valle del Oja sino también a la Bureba (donde no aparece onomástica vasca en
este periodo tardío) y a la cuenca de Miranda.
Oña (San Salvador de Oña): esta documentación se divide entre el cartulario
editado por Álamo en 1950 y los textos publicados por Oceja Gonzalo (Oña2)
como parte de la serie Fuentes Castellano-leonesas. Sus zonas de interés son
esencialmente el entorno inmediato del cenobio, y la parte noroeste de la Bu-
reba, los valles del Ebro (Tobalina, Valdevielso etc.) y las Merindades.
11. Cuando hacemos referencia a los textos del cuarto tomo (fundamentales a la hora de elaborar los capítulos
sobre la comunidad hebrea y la lengua vasca), nos hemos visto obligados a distinguir la aportación del cuarto
tomo (Rioja4/## en vez de Rioja##) ya que el editor reinicia la enumeración.
44 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
las Fuentes
Valpuesta (Santa María de Valpuesta): documentación temprana y, onomástica-
mente muy rica, pero apenas penetra en el Pasillo en sí. La excepción son una
docena de textos provenientes de Santa María de Buezo, cerca de Briviesca, y
que parecen haber terminado en el archivo valpostano en un proceso análogo
al ya observado y comentado entre San Millán y sus filiales burebanos12.
otras CoLeCCiones DiPLoMÁtiCas utiLizaDas
También hemos recurrido a diversas colecciones diplomáticas procedentes de
comarcas próximas a la nuestra, a veces con intereses en (y por tanto documen-
tación referente a) el Pasillo (casos de Leire, Irache etc.), y a veces para con-
trastar fenómenos onomásticos. En muchos casos se trata de documentación
posterior al periodo estudiado cuyo principal interés para nosotros reside en el
seguimiento de formas onomásticas. A continuación enumeraremos todas estas
fuentes y las abreviaturas que empleamos a la hora de hacer referencia a ellas.
Más información sobre estas fuentes periféricas, el análisis cronológico de sus
fondos, por ejemplo, se puede encontrar en la valiosa obra CODIPHIS13.
Abreviatura Fuente y edición
Arlanza Cartulario de San Pedro de Arlanza, ed. Luciano SERRANO, Centro de Estudios Históricos, Madrid, 1925.
Bujedo El Libro Becerro de Santa María de Bujedo de Candepajares (1168-1240), ed. Saturnino RUIZ DE LOIZAGA, Fundación Cultural Profesor Cantera Burgos, Miranda de Ebro, 2000.
Burgos Documentación de la Catedral de Burgos (804-1222), 2 vols., ed. José Manuel GARRIDO GARRIDO, Ediciones Garrido, Burgos, 1983.
Campoo Colección diplomática de Santa María de Aguilar de Campoo (852-1230), ed. José Luis RODRÍGUEZ DE DIEGO, Junta de Castilla y León, Salamanca, 2004.
Carrión Documentación del Monasterio de San Zoilo de Carrión (1047-1300), ed. Julio PÉREZ CELADA, Ediciones Garrido, Palencia, 1986.
12. ZABALZA DUQUE, “Tipología de los documentos de Valpuesta”, p. 321. Ésta nos parece una hipótesis atrac-
tiva, y explicaría la ausencia de contextualización de algunas de las referencias, por ejemplo a Espinosa. Extraña-
mente, en el mismo estudio (p. 321, n. 5), Zabalza afirma que Buezo fuera filial de San Millán de la Cogolla. No
sabemos en qué se basa, pues no lo incluye MARTÍNEZ DÍEZ en su monografía sobre los filiales emilianenses (“El
Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”), y tampoco encontramos eco de tal afiliación en GARCÍA DE
CORTÁZAR, El Dominio del Monasterio de San Millán de la Cogolla.
13. Catálogo de colecciones diplomáticas hispano-lusas de época medieval, de GARCÍA DE CORTÁZAR, MUNITA
LOINAZ y FORTÚN PÉREZ DE CIRIZA.
45David Peterson
las Fuentes
Abreviatura Fuente y edición
Colegiatas Colección diplomática de las colegiatas de Albelda y Logroño (Tomo I: 924-1.399), ed. Eliseo SÁINZ RIPA, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1981.
Covarrubias Cartulario del Infantado de Covarrubias, ed. Luciano SERRANO, Burgos, 1987 [1907].
Elorrio Colección Documental del archivo municipal de Elorrio (1013-1519), eds. Concepción HIDALGO DE CISNEROS AMESTOY et alii, Eusko-Ikaskuntza, San Sebastián, 1988.
Froncea San Miguel de Froncea, inédita.
Fueros Fueros Locales en el territorio de la provincia de Burgos, ed. Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, Caja de Ahorros Municipal, Burgos, 1982.
Herrera Colección Diplomática de Santa María de Herrera, ed. Inocencio CADIÑANOS BARDECI, en Monasterios medievales mirandeses, Miranda de Ebro, 1999.
Hospital Documentación del Hospital del Rey de Burgos (1136-1277), ed. Mª. del Carmen PALACÍN GÁLVEZ y Luis MARTÍNEZ GARCÍA, Ediciones Garrido, Burgos, 1990.
Huelgas Documentación del Monasterio de Las Huelgas de Burgos, 1116-1348, 7 vols., eds. José Manuel LIZOAIN GARRIDO, Araceli CASTRO GARRI-DO y Javier PEÑA PÉREZ, Ediciones Garrido, Burgos, 1985-1990.
Ibeas Diplomatorio de San Cristóbal de Ibeas, ed. Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, en Boletín de la Institución Fernán González, nº. 185-186, Burgos, 1975-6.
Irache Colección Diplomática de Irache I (958 – 1222), ed. José María LACARRA DE MIGUEL, CSIC, Instituto de Estudios Pirenaicos, Zaragoza , 1965.
Laturce Documentacion Medieval del Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce (siglos X – XV), ed. Javier GARCÍA TURZA, IER, Logroño, 1992.
Leire Documentación Medieval de Leire (siglos IX a XIII), ed. Ángel MARTÍN DUQUE, Diputación Foral de Navarra, Pamplona, 1983.
León Colección documental del Archivo de la Catedral de León (775-1230), ed. Emilio SÁEZ SÁNCHEZ, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, León, 1987-1991.
Miranda Fuero de Miranda de Ebro, ed. Francisco CANTERA BURGOS, Fundación cultural ‘Profesor Cantera Burgos’, Miranda de Ebro, 1998.
Monte Colección Diplomática de San Miguel del Monte, ed. Inocencio CADIÑANOS BARDECI, en Monasterios medievales mirandeses, Miranda de Ebro, 1999.
Nájera Colección documental de Sª María la Real de Nájera, ed. Margarita CANTERA MONTENEGRO, Eusko Ikaskuntza, San Sebastián, 1991.
Pamplona Colección diplomática de la Catedral de Pamplona, Tomo I (829 – 1243), ed. José GOÑI GAZTAMBIDE, Gobierno de Navarra, Pamplona, 1997.
Peña Cartulario de San Juan de la Peña, 2 vols., ed. Antonio UBIETO ARTETA, Anúbar, Valencia, 1962-1963.
46 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
las Fuentes
Abreviatura Fuente y edición
Rioseco El monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco. Historia y Cartulario, ed. Inocencio CADIÑANOS BARDECI, Amigos de Villarcayo, Villarcayo, 1999.
Roncesvalles Colección Diplomática de Santa María de Roncesvalles (1127-1300), ed. María Isabel OSTOLAZA, Diputación Foral de Navarra, Pamplona, 1978.
Sahagún Colección Diplomática del Monasterio de Sahagún, (siglos IX y X) , ed. José María MÍNGUEZ FERNÁNDEZ, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, León, 1976.
Sahagún2 Colección Diplomática del Monasterio de Sahagún, Tomo II (1000 – 1073), ed. Marta HERRERO DE LA FUENTE, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, León, 1988.
Samos El Tumbo de San Julián de Samos (ss. VIII-XII), ed. Manuel LUCAS ÁLVAREZ, Caixa Galicia, Santiago de Compostela, 1986.
Silos Documentación del Monasterio de Santo Domingo de Silos (954-1254), ed. Miguel C. VIVANCOS GÓMEZ, Ediciones Garrido, Burgos, 1988.
SJBurgos Documentación del Monasterio de San Juan de Burgos (1091-1400), ed. Javier PEÑA PÉREZ, Ediciones Garrido, Burgos, 1983.
Teobaldo Registros de Teobaldo II, 1259, 1266, ed. Juan CARRASCO, Gobierno de Navarra, Pamplona, 1999.
Trinidad Documentación del Monasterio de la Trinidad de Burgos (1198-1400), ed. Lucía GARCÍA ARAGÓN, Ediciones Garrido, Burgos, 1985.
Vaticana Documentación vaticana sobre la Diócesis de Calahorra y la Calzada-Logroño (463-1342), ed. Saturnino RUIZ DE LOIZAGA, Pablo DÍAZ BODEGAS y Eliseo SAÍNZ RIPA, Instituto de Estudios Riojanos, Lo-groño, 1995.
Valdeagés Junta de Valdeagés. Apuntes Históricos, inédita, realizada / transcrita por Luis MARTÍNEZ GARCÍA, Burgos, 1992.
Las Fuentes narratiVas
Las fuentes que reunimos bajo este epígrafe constituyen un bloque mucho
más heterogéneo que la diplomática ya glosada. Tal heterogeneidad se de-
muestra tanto en términos cronológicos (de los clásicos geógrafos greco-
romanos hasta tradiciones cronísticas sólo conservadas en textos de la Edad
Moderna14), como lingüísticos (griego, latín, árabe y castellano) y tipológicos
14. Sería el caso, por ejemplo, de la Risala. Chalmeta sugiere que la tradición historiográfica de recopilación
árabe hace que desfases cronológicas de este tipo resultan menos dañinos para la verosimilitud de la fuente así
trasmitida que si de la tradición europea se tratara. También algunas de las fuentes cristianas utilizadas son de
47David Peterson
las Fuentes
(hagiografía, crónicas, obituarios, libros de Homilías, epigrafía, hasta una guía
cinegética: el Libro de la Montería de Alfonso XI)15.
Las fuentes narrativas desempeñan un papel fundamental en este estudio a
varios niveles. Al margen de la narrativa político-bélica en sí, y sus directas im-
plicaciones geopolíticas, creemos que el contenido onomástico de estas fuentes
puede complementar el de la diplomática. En concreto, donde más hemos
hecho uso de este registro ha sido en la elaboración del capítulo sobre la Ono-
mástica semítica castellana, donde nuestra convicción de que la mozarabía
cordobesa del siglo IX apenas utilizaba antroponimia árabe se basa en las obras
de San Eulogio y Paulo Álvaro (recogidas en el Corpus Scriptorum Muzarabi-
corum). Por otra parte, creemos que algunas escuetas y aisladas referencias
cronísticas arábigas a la naturaleza alavesa de comarcas ‘castellanas’ al sur del
Ebro pueden contextualizar geopolíticamente la observada naturaleza alavesa
del dialecto euskérico que arraiga en esos mismos espacios.
ProbLeMas
Parcialidad y distorsión. Todo lo registrado por escrito en una sociedad casi
ágrafa es necesariamente interesado, pero sugerimos que nuestro énfasis en el con-
tenido onomástico de las fuentes nos permite esquivar este problema. Para ilustrar
la idea, de nuevo remitimos al martirologio cordobés, pues aunque tenga evidentes
fines propagandísticos, lo único que aprovechamos, la onomástica personal, cree-
mos libre de tal contaminación. Aun así quedan otros muchos tipos de distorsión
dentro del registro onomástico: latinización de nombres indígenas, arabización de
nombres hebreos, castellanización de topónimos vascos, protagonismo anacrónico
de ciertos lugares en la diplomática apócrifa. Gran parte de nuestro esfuerzo se ha
dedicado a calibrar y combatir estas tendencias. Es importante también el contraste
entre la narrativa cronística y la evidencia onomástica, y sugerimos, por ejemplo,
que la cronística sí nos explica los orígenes de la onomástica semítica en Castilla,
así como el martirologio desmiente la tan arraigada hipótesis mozárabe.
elaboración tardía, aunque sin llegar al extremo arriba citado, caso por ejemplo de la obra De rebus Hispaniae
de Ximénez de Rada, una de las pocas fuentes que detallan los sucesos de los años 712-714 en la Meseta Septen-
trional, pero a seiscientos años de distancia.
15. La Guía para la historia del País Vasco hasta el siglo IX de PÉREZ DE LABORDA es un compendio de fuentes
que nos ha sido de singular utilidad en el manejo de las tan dispersas y heterogéneas fuentes narrativas, y que
recoge las noticias referentes a un espacio mucho más extensivo de lo que podría sugerir su título.
48 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
las Fuentes
Laconismo. Es notorio el agudo déficit de información referente a algunos perio-
dos e incidentes. Si contemplamos el periodo 918-934, existe un llamativo contraste
cuantitativo entre la narrativa cristiana y la musulmana, y reivindicamos la incorpo-
ración crítica de la versión musulmana de los acontecimientos, que hasta ahora ha
descansado casi únicamente en los escuetos testimonios ofrecidos por la cronística
cristiana. Con referencia a otro periodo crucial, 712-714, el déficit es aun más pro-
nunciado, y sugerimos el uso de datos onomásticos para suplir tales carencias. En
otros casos el silencio cronístico es absoluto, al margen de aisladas noticias de obi-
tuarios regios, o las inferencias a partir del diplomáticamente empírico cambio de
control de un territorio. Poco se puede hacer frente a este laconismo, al margen de
reconocerlo, intentar incorporar todos los datos posibles en la narrativa, y todas las
narrativas posibles en la meta-narrativa, y consolidar los resultados con referencia
a disciplinas afines como la arqueología y la onomástica.
Tampoco se libran estas fuentes de la imprecisión y la generalización. Sos-
pechamos incluso que el uso genérico de corónimos por parte de los cronistas
árabes, tendencia manifiesta en el caso de Gilliqiya (Yilliqiyya), quizás también
se extiende a otros como Álava que, no obstante, se ha tendido a interpretar
de manera más literal.
Por último, la inaccesibilidad de algunas de estas fuentes ha contribuido a
su marginación historiográfica. La primera y más significativa barrera es la lin-
güística que nos distancia de la totalidad del corpus arábigo obligándonos a
depender de traducciones y / u obras de análisis. Si añadimos el lento ritmo de
edición y traducción, y las complejas cadenas historiográficas que conectan las
diferentes crónicas, creemos permisible (e inevitable) recurrir como autoridad a
los análisis de autores como Chalmeta16 y Manzano Moreno17, aunque también
hemos consultado las pertinentes traducciones.
Siguiendo el método expositivo adoptado en referencia a la diplomática, seña-
laremos a continuación las fuentes narrativas más centrales a nuestro estudio,
con las correspondientes abreviaturas empleadas, y en algunos casos una indi-
16. CHALMETA, Invasión e islamización. Sobre todo en referencia al siglo VIII, pero más genéricamente en
referencia a las fuentes arábigas, p. 29 y ss.
17. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas.
49David Peterson
las Fuentes
cación del tipo de información que hemos cosechado de cada fuente, así como
una relación más escueta de otras fuentes de este tipo referidas en el texto.
PrinCiPaLes Fuentes narratiVas utiLizaDas
– Ajbar Maymu’a, (Colección de tradiciones), Crónica anónima del siglo XI,
ed. Emilio LAFUENTE Y ALCÁNTARA, Real Academia de la Historia, Madrid,
1867 (1984).
– AL-ATIR Kamil il-tarih, ed. Edmond FAGNAN, Annales du Magreb et de
l’Espagne, Alger, 1898.
– Albeldense = Crónica Albeldense, ed. Juan GIL FERNÁNDEZ, en Crónicas
asturianas, Universidad de Oviedo, 1985.
– Alfonso III = Crónica de Alfonso III (dos versiones: Rotense y «A Sebastián»), ed.
Juan GIL FERNÁNDEZ, en Crónicas asturianas, Universidad de Oviedo, 1985.
– AL–GASSANI, Risala, trad. Julián RIBERA como “La noble carta dirigida a las
comarcas españolas”, en Colección de obras arábigas de la Real Academia
de la Historia, tomo II, Madrid, 1926. Fuente de redacción tardía (carta ‘ri-
sala’ transcrita por el embajador marroquí en 1691), pero basada en la obra
de IBN-MUZAYN (s. XI) para los pasajes que nos interesan.
– AL-MAQQARÍ, Nafh al-Tib min gusn al-Andalus al-ratib, trad. Pascual GA-
YANGOS, The History of Mohammedan dynasties in Spain, 2 vols., Oriental
Translation Fund, Londres, 1840-3.
– AL-RAZI = Crónica del moro Rasis (Ajbar muluk al-Andalus), trads. Diego
CATALÁN y Mª Soledad DE ANDRÉS, Gredos, Madrid, 1975.
– AL-‘UDRÍ, Tarsi al-Ajbar, trad. Fernando DE LA GRANJA, “La Marca Su-
perior en la obra de Al-‘Udrí” en Estudios de Edad Media de la Corona de
Aragón, vol. VII, Zaragoza, 1967.
– Códice de Roda = “Textos navarros del Códice de Roda”, ed. José María
LACARRA DE MIGUEL, en Estudios de la Edad Media de la Corona de Ara-
gón, nº. 1, 1945.
– Corpus Scriptorum Muzarabicorum, 2 vols., ed. Juan GIL, CSIC, Ma-
drid, 1973. Reúne los siguientes textos que hemos utilizado para acercarnos
a la onomástica ‘mozárabe’ cordobesa del siglo IX:
• Concilium Cordubense, pp. 135 – 141.
• EULOGIO,“Memoriale Sanctorum”, pp. 363 - 459.
• EULOGIO,Liber Apologeticus Martyrum, pp. 475 – 495.
• PAULOÁLVARO,“Vita vel passio beatissimi Eulogii presbiteri” p. 330
y ss.
50 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
las Fuentes
• Cypriani, Vincenti, Recesvinti, aliorvm carmina, pp. 685 - 693.
– Fath al-Andalus, trad. Mayte PENELAS, La Conquista de al-Andalus, CSIC,
Madrid, 2002.
– IBN HAYYAN, el ‘príncipe de los historiadores’ andalusíes:
• al-Muqtabis II.1 (Crónica de los emires Alhakam I y ‘Abdarrahmán II
entre los años 796 y 847) trads. Ali MAKKI y Federico CORRIENTE,
Zaragoza, 2001.
• al-Muqtabis III, trad. José E. GURAIEB, en Cuadernos de Historia de
España, nº 13-32, Buenos Aires, 1950-1960.
• al-Muqtabis V (Crónica del califa ‘Abdarrahmán III An-Nasir entre
los años 912 y 942), trads. Mª Jesús VIGUERA y Federico CORRIENTE,
Zaragoza, 1981.
– IBN HAZM, Yamharat ansab al-‘arab, ed. Fernando DE LA GRANJA, “La
Marca Superior en la obra de Al-‘Udrí”, Zaragoza, 1967. Referencias a las
principales familias árabes y muladíes mencionadas en la obra de Al-Udrí
recogidas por LÉVI-PROVENÇAL (1948), y luego reproducidas por DE LA
GRANJA como apéndice a su artículo “La Marca Superior en la obra de Al-
‘Udrí”.
– IBN IDARI, Al-bayan al-mugrib, ed. Francisco FERNÁNDEZ GONZÁLEZ,
Historia de al-Andalus, Málaga, 1999 [1860].
– SAMPIRO = Crónica de Sampiro, en la (Historia) Silense (q. v.), pp. 159-
173.
– SILENSE = Historia Silense, eds. Justo PÉREZ DE URBEL y Atilano GONZÁ-
LEZ RUIZ-ZORRILLA, CSIC, Madrid, 1959.
– VSE = BRAULIO DE ZARAGOZA, Vita Sancti Aemiliani, ed. José OROZ, en
Pericit IX, 119-120 (1978), pp. 165-227.
– XIMÉNEZ DE RADA, Rodrigo, De rebus Hispaniae, trad. Juan FERNÁNDEZ
VALVERDE, Historia de los hechos de España, Alianza, Madrid, 1989.
otras Fuentes narratiVas ConsuLtaDas y / o CitaDas
en eL teXto
– AL-BAKRI, Kitab, ed. (parcial) Eliseo VIDAL BELTRÁN, Anubar, Zaragoza,
1982.
– ALFONSO XI, Libro de la Montería, ed. Dennis P. SENIFF, Madison, 1983.
– Chronica Gallica, ed. Theodor MOMMSEN, en Chronica Minora, vol. 1,
pp. 629-666, Monumenta Germaniae Historica. Auctores Antiquissimi XIII,
Weidmann, Berlin, 1882.
51David Peterson
las Fuentes
– La Chronica Gothorum Pseudo-Isidoriana, ed. Fernando GONZÁLEZ MU-
ÑOZ, Toxosoutos, Noia, 2000.
– Crónica Mozárabe de 754 = “Chronica Muzarabica”, en Corpus Scriptorum
Muzarabicorum, pp. 15 – 34, ed. Juan GIL, CSIC, Madrid, 1973. También
conocida como la Crónica de 754.
– Crónica Najerense, ed. Antonio UBIETO ARTETA, Anubar, Valencia, 1966.
– Crónica Profética = GÓMEZ MORENO, Manuel, “Las primeras crónicas de
la Reconquista: la crónica profética”, en Boletín de la Real Academia de la
Historia, Tomo C, Cuaderno II, 1932.
– ESTRABÓN, Geographia (Libros II-IV), ed. Mª José MEANA y Félix PIÑERO,
Gredos, Madrid, 1992.
– Historia Wambae, en Sancti Iuliani Toletanae Sedis Episcopi Opera, CXV,
Pars I, ed. W. LEVISON, Typographi Brepols, Bélgica, 1976.
– IBN HALDUN, Kitab al-Ibar … (Prolegómenos), ed. (parcial) William MAC
GUCKIN, Baron de SLANE, Histoire des Berbères et des dynasties musulma-
nes de l’Afrique septentrional, Paul Geuthner, Paris, 1925.
– IBN QUTAYBA = IBN AL-QUTIYYA, Historia de la conquista de España de
Abenalcotía el Cordobés, ed. Julián RIBERA, Madrid : Real Academia de la
Historia, 1926
– ISIDORO, Historia Gothorum, Historia suevorum e Historia Wandalorum
reunidas en Cristóbal RODRÍGUEZ ALONSO, Las Historias de los godos, ván-
dalos y suevos de Isidoro de Sevilla, CSIC, León, 1975.
– JUAN DE BÍCLARO, Chronicon, ed. Julio CAMPOS, CSIC, Madrid, 1960.
– MELA (Pomponio), Chorographia, ed. GARCÍA Y BELLIDO, La España del
siglo primero de nuestra Era, Madrid, 1947.
– PLINIO EL VIEJO, Naturalis Historia, ed. A. GARCÍA Y BELLIDO, La España
del siglo primero de nuestra Era, Madrid, 1947.
– Poema de Fernán González, ed. Emilio ALARCOS LLORACH, Castalia, Ma-
drid, 1965.
– Primera Crónica General de España, ed. Ramón MENÉNDEZ PIDAL y Diego
CATALÁN, Gredos, Madrid, 1977.
– PRUDENCIO (Aurelio Clemens), Peristephanon, eds. Isidoro RODRÍGUEZ y
Alfonso ORTEGA, Aurelio Prudencio. Obras Completas, La Editorial Católi-
ca, Madrid, 1981.
– PTOLOMEO (Claudio), Geographias Hyphégesis, ed. Virgilio BEJARANO,
Hispania Antigua según Pomponio Mela, Plinio el Viejo y Claudio Ptolomeo,
en Fontes Hispaniae Antiquae, VII. Universidad de Barcelona, 1987.
52 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
las Fuentes
– TITO LIVIO, Ab Vrbe Condita, ed. Víctor José HERRERO, Gredos, Madrid,
1985.
otras Fuentes
Por último, queda una larga miscelánea de recursos imprescindibles en la
elaboración de este estudio, auténticas fuentes, aunque de clasificación algo
compleja.
Dentro de esta anti-categoría encajamos una heterogénea combinación de co-
nocimientos geográficos (orografía, hidrografía, edafología etc.). Por ejemplo,
y sólo desde la perspectiva geoestratégica, la manera en que Cellorigo domina
el Pasillo, mientras otros puntos estratégicos de los Montes Obarenes, como
Buradón o Pancorbo, vigilan respectivamente las Conchas de Haro y el desfila-
dero de Pancorbo. En cambio, las ubicaciones plenamente serranas de Viguera
y de Pazuengos sugieren otras dinámicas, acaso más vinculadas con la sierra
en sí, y menos relevantes al Pasillo. A partir de la cartografía tradicional, por
ejemplo, no se aprecia plenamente la escarpada orilla izquierda (noroccidental)
del Tirón, hecho que multiplica la importancia estratégica de Cerezo. De gran
relevancia también la existencia de vados en ciertos puntos (Logroño y Miran-
da) de un Ebro prácticamente sin puentes en el periodo contemplado. Todas
estas consideraciones han contribuido al proceso de maduración de nuestra
comprensión de las comarcas contempladas y en general al desarrollo de este
estudio, y las citamos aquí para justificar nuestra convicción de que la topogra-
fía en sí es una fuente.
La Arqueología juega un papel secundario en este estudio, pero donde ha sido
posible hemos intentado incorporar las conclusiones de autores como Aparicio,
Caballero, Espinosa, Lecanda, etc.18, o quizás sería más ilustrativo enumerar
algunos de los yacimientos y objetos excavados en el Pasillo (en aproximada
progresión de este a oeste): el castillo de Viguera; el Cerro de Cantabria en
Logroño; Santa María de los Arcos en Tricio; el Martyrium de Santa Coloma; el
18. APARICIO BASTARDO, “Problemas sobre la evolución de la organización social del espacio en el valle de
San Vicente entre el mundo romano y la Plena Edad Media”, 1999; CABALLERO ZOREDA, “Aportación a la ar-
quitectura medieval española. Definición de un grupo de iglesias castellanas, riojanas y vascas”, 1999; ESPINOSA
RUIZ, “Los Castros soriano-riojanos del sistema Ibérico: nuevas perspectivas”, 1992; LECANDA ESTEBAN, “Mijan-
gos: arquitectura y ocupación visigoda en el norte de Burgos”, 1996.
53David Peterson
las Fuentes
Monasterio de Yuso; Buradón; la ‘Venus’ de Herramélluri; la iglesia de la Asun-
ción en San Vicente del Valle; el conjunto Tedeja-Mijangos; varios yacimientos
en Villafranca Montes de Oca; los sarcófagos de la Bureba; las numerosas y
esparcidas estelas epigráficas que nos permiten aproximarnos a la geografía
onomástica del periodo romano, etc., etc.
El trabajo de Caballero es de especial interés ya que establece una tipología
(familia) arquitectónica que incide en un espacio (Álava, Rioja occidental, y
Burgos nororiental) que trasciende la frontera cultural que hemos detectado
y que fechamos en el periodo altomedieval. A priori, parecen incompatibles
nuestra frontera y la homogeneidad arquitectónica observada por Caballero, y
quizás habría que buscar una solución en la diacronía, con la cronología visigo-
da que Caballero contempla una posible solución19. No obstante, en la mayoría
de los casos, y casi siempre que no existe evidencia epigráfica, la arqueología
es incapaz de ofrecernos cronologías absolutas útiles20, y los replanteamientos
cronológicos de Caballero cuestionan incluso las cronologías relativas hasta
ahora más ampliamente aceptadas, como la naturaleza (y cronología) visigoda
de monumentos como la iglesia de Quintanilla de las Viñas.
También deberíamos reconocer la utilidad de toda una serie de recursos ono-
másticos y cartográficos que hemos utilizado en el análisis de diversos fenóme-
nos onomásticos. Por ejemplo, el exhaustivo estudio de la toponimia riojana de
González Blanco, y el no menos completo equivalente alavés de López de Gue-
reñu21. Lástima que la provincia de Burgos todavía no tenga un equivalente.
En el desarrollo de nuestro capítulo sobre la minoría hebrea hemos utilizado
varios acercamientos a la onomástica medieval judía, que no incluimos en la
sección de fuentes diplomáticas ya que no hemos recurrido a la documenta-
19. “... nos inclinamos a considerar esta familia arquitectónica como un grupo histórico y productivo homogé-
neo que sólo se pudo dar bien en el periodo visigodo (siglo VII para ser más precisos) o bien en los primeros
siglos de lo que antes se llamaba reconquista y ahora repoblación (siglos IX-X)”, CABALLERO et al., “Santa María
de los Arcos de Tricio ... Tres miembros de una familia arquitectónica”, p. 84
20. En los pocos casos en cuales se han recuperado restos orgánicos y se ha podido recurrir a técnicas como
la dendrocronología y / o la Carbón-14, los márgenes cronológicos manejados todavía resultan frustrantemente
amplios, CABALLERO, “ Aportación a la arquitectura medieval española”, p. 223.
21. GONZÁLEZ BLANCO, Diccionario de toponimia actual de La Rioja, 1987; LÓPEZ DE GUEREÑU GALARRA-
GA, Toponimia alavesa, 1989.
54 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
las Fuentes
ción en sí sino a las varias digestas e índices onomásticos confeccionados por
autores como Cantera Montenegro (Enrique), Carrete Parrondo y Rodríguez
Fernández22.
A modo de resumen, y para ilustrar cómo los diferentes registros evidenciales
se complementan, consideremos la información utilizada a la hora de recons-
truir los límites fronterizos en general, y específicamente la frontera oriental de
la Castilla condal:
– la geografía greco-romana (Estrabón, Ptolomeo etc.);
– un aislado diploma altomedieval (Cogolla166);
– los límites diocesanos plenomedievales (Rioja4/235, Burgos22);
– la distribución de toponimia actual (Quintana);
– la distribución de la toponimia vasca medieval;
– la distribución de la hagiotoponimia referente a San Millán;
– la distribución de antroponimia medieval (Oveco);
– los escatocolos de diplomática cenobítica;
– la hidrografía y orografía que nos permiten enlazar los eslabones
documentales;
– y una (sola) explícita referencia cronística (Albeldense XV.13).
22. RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Las juderías de la provincia de León, 1976; CARRETE PARRONDO, Fontes Iu-
daeorum Regni Castellae II, El Tribunal de la Inquisición en el Obispado de Soria (1486-1502), 1985; E. CANTERA
MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra en la Baja Edad Media, 1987.
55David Peterson
antecedentes premusulmanes
Algo más de ocho siglos median entre la primera aparición de nuestro espacio
en la historia1 y las últimas noticias premusulmanas. En ambos casos se trata de
noticias que relatan actividades bélicas, fuerzas alóctonas (romanos y visigodos)
en colisión con los pueblos indígenas; pero, al margen de esta coincidencia,
las evidencias que tenemos para este periodo son en general heterogéneas. Si
a esta heterogeneidad se añaden otras características como la generalización
y el laconismo, estamos ante un corpus evidencial extremadamente oscuro y
complejo, aparentemente lleno de contradicciones. Tales contradicciones qui-
zás no sean más que el fruto de esa combinación de diversidad de registros y
parquedad de datos, pero son una realidad en cuanto a nuestra comprensión
de la historia temprana del Pasillo.
La primera característica del registro evidencial es su laconismo y parquedad.
Ptolomeo y los geógrafos clásicos en general nos ofrecen series de topónimos,
pero con escaso detalle, y se limitan a las grandes vías vertebradoras del te-
rritorio, lo cual permite que pasen desapercibidas civitates como las situadas
1. Nos referimos a dos noticias de TITO LIVIO: primero, a mediados del siglo II a. C., los romanos derrotaron
a “vacceos et cantabros et alias incognitas [...] gentes” (TITO LIVIO, Periochae, XLVIII) y sospechamos que una
probable primera referencia a los autrigones se detecta detrás de esas ‘gentes anónimas’, ya que su solar se sitúa
próximo a las dos tribus citadas. La primera mención explícita del Pasillo data del año 75 a.C., cuando se retrata
a berones y a autrigones como aliados, ambos partidarios de Pompeyo y enfrentados con Sertorio - “in Berones
et Autricones progredi sunt”, TITO LIVIO, Ab urbe condita, XCI. Otros autores greco-romanos que tratan sobre
nuestro espacio son (en aproximado orden cronológico) ESTRABÓN, MELA, PLINIO, FLORO y PTOLOMEO.
56 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
en Villafranca Montes de Oca2 o en La Mesa en Belorado3 que otros registros
(la arqueología y la episcopología) nos presentan como importantes. Estrabón
aporta algo más de información, con jugosos detalles etnográficos, pero la
insistencia con que se trabaja sus textos dice casi tanto de la parquedad de
alternativas que de las virtudes intrínsecas de su obra. La cronística se limita
generalmente a la actividad bélica, con una media de quizás sólo una o dos
referencias a nuestro espacio por siglo4. Las listas de obispos presentes en los
distintos concilios, un registro tremendamente árido, se convierten así en una
de las fuentes más recurridas. Ni siquiera la arqueología, que generalmente
parte de dataciones relativas y tipológicas, es capaz, con algunas excepciones
muy honrosas, de asegurar qué yacimientos y monumentos hasta ahora consi-
derados visigodos lo sean en realidad5.
La segunda característica del corpus de fuentes disponibles para este periodo
es su variedad, característica que se puede convertir en un problema: cómo,
por ejemplo, reconciliar el testimonio de una hagiografía bucólica y la cronís-
tica político-militar, conflicto evidencial real cuando se trata de la Vita de San
Millán y la toma de Amaya por Leovigildo en 574. En este caso, felizmente,
los testimonios sí parecen compatibles, pero se aprecia la distancia entre los
dos tipos de evidencia. Incluso dentro del mismo registro, por ejemplo la lite-
ratura clásica, existen diferentes enfoques: algunos autores con pretensiones
2. Una limitada excavación en octubre del año 1989 dirigida por MANERO (La Vega Bajera) reveló edificaciones
fechadas en el periodo imperial, incluyendo un grupo de teselas conformando un fragmento de mosaico. Restos
de cerámica aparecen periódicamente durante las labores de labrantío sobre un espacio mucho más amplio que
se extiende sobre aproximadamente 20 hectáreas entre el actual casco urbano de Villafranca y los restos de la
ermita de San Felices de Oca. La combinación de estos restos y la pronta elevación de Auka a sede episcopal
sugieren una civitas romana de cierta importancia, aunque extrañamente ausente de las fuentes literarias.
3. Este yacimiento no ha sido excavado. Sin embargo, prospección superficial revela abundante cerámica de
tipo terra sigilata. Por otra parte, a partir de la fotografía aérea se aprecia una estructura viario-urbana que su-
giere una superficie de unas 20 hectáreas, GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología,
p.38.
4. Por ejemplo, durante un siglo entre la noticia del paso del conde Gauterio por Pamplona y Zaragoza en 473
(Chronica Gallica, #651), y la aparición de Leovigildo en Amaya en 574, el Alto Ebro desaparece de las crónicas.
5. Nos referimos sobre todo al trabajo de CABALLERO ZOREDA que sugiere que muchos monumentos hasta
ahora considerados visigodos (por ejemplo, Santa María de Quintanilla de las Viñas o la iglesia de la Asunción
en San Vicente del Valle) pueden ser en realidad construcciones del periodo post-711, e incluso de los siglos IX
y X, CABALLERO ZOREDA, "Un canal de transmisión de lo clásico en la Alta Edad Media española. Arquitectura
y Escultura de influjo omeya en la Península Ibérica entre mediados del siglo VIII e inicios del siglo X (I)". La
excepción ‘honrosa’ sería el epígrafe que sitúa al monarca visigodo Recaredo en Mijangos hacia el año 600, LE-
CANDA ESTEBAN, “El epígrafe consacratorio de Santa María de Mijangos (Burgos)”.
57David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
etnográficas (Estrabón), otros con enfoques rigurosamente geográficos (Plinio
y Ptolomeo) y algunos estrictamente históricos (Tito Livio y Floro). Retomando
el ejemplo de Auka, se observa un desajuste directo entre la evidencia literaria
(inexistente) y la arqueológica (muy prometedora), y esta circunstancia se re-
pite en la presencia de cultura merovingia en Aldayeta (Álava), completamente
ausente de las fuentes literarias cispirenaicas, pero sí con eco en la crónica del
Pseudo-Fredegario6. Otro ejemplo es la cuestión de la etnicidad y lengua de los
autrigones: celtas según el registro arqueológico y onomástico (con una impor-
tante excepción - Uxamaibarca), pero poseedores de una lengua impenetrable
según los etnógrafos clásicos. La anti-ecuación de Santos Yanguas (pueblo ≠
lengua ≠ cultura material) sugiere que éstos y otros ejemplos no nos deberían
extrañar, pero sí dificultan nuestro análisis7.
Ante la escasez de información, existe la tendencia a simplificar. En el campo
de la lingüística, por ejemplo, Caro Baroja nos advierte de este peligro, e insiste
en la complejidad lingüística de la Hispania prerromana8. Aunque la historia
documentada empieza sólo con la llegada de los romanos en nuestro espacio,
ellos no se encontrarían con una tierra ni virgen ni ahistórica, sino con una
realidad compleja y plural. La yuxtaposición de lenguas aparentemente no in-
doeuropeas con indicios de cultura celta, y todo dentro de un espacio al cual
se aplica un solo etnónimo (autrigones), sugiere precisamente tal ‘prehistoria’
compleja.
También deberíamos tener en cuenta la diacronía, durante un periodo que se
aproxima a un milenio. Incluso cuando las fechas biográficas de los autores no
son tan divergentes9, las de sus fuentes sí puede que lo sean10. Así Estrabón,
por ejemplo, describe el Pasillo en el primer momento de contacto con el
mundo romano, y por tanto una visión esencialmente prerromana e indígena;
6. AZKARATE GARAI-OLAUN, GARCÍA CAMINO, Arqueología y poblamiento en Bizkaia, siglos VI-XII, p. 38.
7. SANTOS YANGUAS, “Pueblos indígenas (autrigones, caristios y várdulos) …”, p. 182.
8. “Aquí [ESTRABÓN III 1, 6 (139)] se dice con toda claridad que en España no se hablaba una sola lengua antes
de que el latín se introdujera”, CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis del vascoiberismo”, pp. 28-61.
9. ESTRABÓN y TITO LIVIO escribirían en torno al cambio de Era, MELA y PLINIO a mediados del primer siglo,
y FLORO y PTOLOMEO a principios del segundo siglo, en total apenas un siglo separa a los seis autores.
10. ESTRABÓN, por ejemplo, utilizaba como fuentes a POLIBIO y a POSIDONIO, cf. PÉREZ DE LABORDA,
Guía para la historia del País Vasco, p. 56.
58 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
mientras la realidad plenoimperial y urbanizada emerge de las obras de Plinio y
Ptolomeo. Cómo reconciliar las Bardulies y Cantabria altomedievales con sus
homónimos del periodo romano son problemas todavía sin resolver.
Otro problema es la generalización y simplificación en nuestras fuentes escri-
tas. Algunos de los comentarios de Estrabón, por ejemplo, sobre los pueblos
montañeses se extienden no sólo a todos los pueblos de la Cordillera Cantábri-
ca sino incluso a pueblos como los escitas11. Cuando hace referencia aparente
a una yuxtaposición de los cántabros y los vascones en el litoral cantábrico, es
probable que esto sea en realidad una generalización, y no deberíamos buscar
dinámicas migracionales para explicar la repentina ausencia de pueblos que en
otras fuentes aparecen en posiciones intermedias.
En este capítulo, a partir de estas lacónicas y contradictorias fuentes, nos intere-
san sobre todo dos aspectos de la situación en el Pasillo en el periodo anterior
a la invasión musulmana: su naturaleza etnolingüística y su situación político-
administrativa. En esencia, lengua y frontera. En ambos casos la finalidad de la
indagación es la misma: averiguar si la frontera que luego divide este espacio
tiene antecedentes en los siglos anteriores.
retrato etno-LingÜÍstiCo DeL PasiLLo PreMusuLMÁn
Aquí nos interesan sobre todo dos cuestiones. Por un lado, si la frontera que
estudiamos tiene sus orígenes en antiguas divisiones étnicas y / o lingüísticas.
El otro tema, más específico, es si en periodos premusulmanes se observan
indicios de habla vasca o vascoide en el Pasillo, y sobre todo en su flanco
meridional, en las estribaciones del Sistema Ibérico.
Según Estrabón, los berones, quienes habitarían la mitad oriental del Pasillo,
serían celtas: “los celtas, que hoy se llaman Celtiberos y Berones”12. El hallazgo
de cuatro téseras de hospitalidad en Uaracos (Custodia de Viana) parece con-
firmar esta relación entre los dos pueblos, aunque también “los hallazgos metá-
licos localizados en este territorio, especialmente armas y broches de cinturón,
11. SANTOS YANGUAS, “Pueblos indígenas (autrigones, caristios y várdulos) y civitas romana”, p. 182.
12. ESTRABÓN, Geographia, III.4.5.
59David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
atestiguan la estrecha relación existente con el territorio autrigón”13. Este vín-
culo con los autrigones en materia cultural se ve apoyado por otros registros:
la ya mencionada alianza militar en apoyo de Pompeyo14; y, según Albertos, la
pertenencia de parte del territorio berón (la Rioja Alta) a la denominada ‘zona
onomástica cantábrica’, que también incluiría Autrigonia15. Estos diversos víncu-
los entre los dos pueblos que compartieron el Pasillo sugieren que la inevitable
frontera que los separaba no tendría por qué tener demasiada trascendencia
étnica y / o lingüística.
Por otro lado, se ha sugerido recientemente que los berones (o por lo menos
un grupo anónimo situado en el extremo sur-oriental de su solar) podrían ha-
ber hablado un idioma emparentado con el vasco. La afirmación se sostiene en
13. BURILLO MOZOTA, Los celtíberos, pp. 184-5.
14. “... in Berones et Autricones progredi sunt”, TITO LIVIO, Ab urbe condita, XCI.
15. Para Albertos la onomástica de la Rioja Alta, como la de la mitad septentrional de Burgos, correspondería
a lo que denomina la zona Septentrional o Cantábrica, mientras “la Rioja Alavesa y parte de Navarra, la parte
meridional de La Rioja” se integrarían en la zona onomástica Celtibérica. Esto parece dividir el solar berón en dos
zonas onomásticas distintas. ALBERTOS FIRMAT, “Onomástica personal en las inscripciones romanas de Álava”,
p. 35.
Mapa IV. El Pasillo en periodo imperial
60 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
el descubrimiento de varias estelas con onomástica epigráfica no indoeuropea
en las cabeceras de los ríos riojano-sorianos Cidacos y Linares, y con algún
descubrimiento aislado también en el alto Iregua. La onomástica en cuestión
sería Sesenco, Attasis, Onse, Onso16 y Agirsar17. Los expertos están de acuerdo
en cuanto al carácter no indoeuropeo de esta onomástica18, a diferencia de la
mayor parte de la antroponimia del periodo de la Sierra de la Demanda y del
solar berón, y tampoco parece descabellado caracterizarla como en parte vasca,
o por lo menos vascoide19.
Por lo tanto, hay evidencia epigráfica de onomástica no indoeuropea en la
Demanda oriental. Lo que nos parece más arriesgado es extender este estrato
lingüístico a los valles occidentales, donde aparecerá toponimia vasca durante
el Altomedievo. Arriesgado por dos motivos:
– porque la distancia (geográfica, cronológica, filológica, tipológica,
etc.) entre la epigrafía soriano-riojana (oriental) y el euskera toponí-
mico altomedieval (occidental) es considerable;
– y porque la onomástica epigráfica de periodo romano de esos valles
occidentales es indoeuropea, e incluso fuertemente romanizada.
La distancia cronológica entre los dos fenómenos abarca más de medio mile-
nio, mientras, por tipología nos referimos a la dificultad de comparar epigrafía
funeraria antroponímica con el contenido toponímico de la diplomática ceno-
16. Estos cuatro nombres de los yacimientos de La Laguna (Villar del Río), Valdecantos (Santa Cruz de Yanguas),
Navabellida (Oncala) y El Collado respectivamente, todos ellos en el extremo nordeste de Soria limítrofe con la
Rioja, cf. ESPINOSA RUIZ, “Los Castros soriano-riojanos del sistema Ibérico: nuevas perspectivas”; GORROCHA-
TEGUI, Notas de Conferencia, 2003.
17. Agirsar aparece en una estela de San Andrés de Cameros, cf. RUBIO MARTÍNEZ, “Una estela funeraria en
San Andrés de Cameros, La Rioja”.
18. “La onomástica refuerza el no celtismo que acabamos de ver en los temas y símbolos funerarios”, ESPINOSA
RUIZ, “Los castros soriano-riojanos ...”, p. 908.
19. GORROCHATEGUI sugirió que Agir- fuera íbero en “The Basque Language and Its Neighbors in Antiquity”
(1995, pp. 54-5), pero describe los demás nombres citados como vascones (Notas de Conferencia, 2003), y en
2005 califica Agirsenio como “tanto ibérico como vasco” (Conferencia “Las lenguas de los Pirineos en los tiempos
antiguos”, 10-11-2005). En general, otros autores acogen la hipótesis vasc(on)a: “si, como parece, estas inscrip-
ciones son atribuibles a la lengua vasca ...”, KNÖRR BORRÀS, “El euskera en tierras del romance”, p. 46; “en
pleno territorio celtíbero podían haber subsistido núcleos de hablantes de una o más de una lengua indoeuropea
precelta (de tipo lusitano o alt-europäisch), así como quizá también de alguna lengua preindoeuropea (afín al
vasco o incluso al ibérico)”, GARCÍA ALONSO, La Península ibérica ..., p. 493.
61David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
bítica. Lingüísticamente, la toponimia descriptiva de la diplomática medieval
es fácilmente inteligible a partir del euskera ‘moderno’20, muy lejos de esta
antroponimia de apariencia sólo vascoide y no claramente vasca. Aunque estas
comparaciones son en cierto modo quizás injustas, pues no existe, por ejemplo,
diplomática del periodo romano, creemos que sirven para ilustrar la peligrosi-
dad de vincular los dos fenómenos, a través de centenares de años huérfanos
de indicios empíricos.
En términos puramente geográficos, la epigrafía vascoide soriano-riojana se
concentra en un radio de 15 kilómetros alrededor de Santa Cruz de Yanguas
en el alto Cidacos. Sin salir de este reducido espacio, existe un solo ejemplo
(dudoso21) al oeste del interfluvio Cidacos-Iregua, el de San Andrés de Came-
ros, que además está en la misma cabecera del valle (en este caso en el río
Piqueras, afluente del Iregua) apenas una docena de kilómetros de Santa Cruz
de Yanguas. A partir de este hapax de problemática caracterización, nos parece
equivocado deducir la existencia de antroponimia vasca en los valles centrales
y occidentales de la sierra. Pues los valles donde luego aparecerá el euskera
altomedieval (Tirón y Oja) distan prácticamente 50 kilómetros ‘sierra a través’
de San Andrés de Cameros. Y es más, la antroponimia que aparece en ellos
en periodo romano es totalmente compatible con una población indoeuro-
pea, más específicamente con lo que Albertos denomina la “zona onomástica
cantábrica-septentrional”22, e incluso con un sorprendentemente alto grado de
romanización23.
20. Explicamos la aplicabilidad de este adjetivo al euskera medieval de la Demanda en el capítulo La cronología
del vascuence al sur del Ebro.
21. Recordamos que Agirsar se considera por Gorrochategui tan próximo a la antroponimia íbera como a la
vasca.
22. ALBERTOS FIRMAT, “Onomástica personal en las inscripciones romanas de Álava”, pp. 33-61. MARTÍNEZ
SÁENZ DE JUBERA (“Onomástica vasca en La Rioja”, p. 482) nos informa que “perviven con fuerza los testimonios
indígenas” en los valles del Iregua y del Najerilla, pero la onomástica lapidaria conservada es indoeuropea, como
por ejemplo el conocido nombre céltico Segontius que aparece incluso en el País de Gales (Caernarfon). Más al
oeste, en el valle del Tirón, la onomástica indígena también es característica de la “zona onomástica cantábrica-
septentrional” de Albertos (supra): Acivo, Albus, Alebbius, Alionus, Ambatus/a, Boutia, Burga, Caelalionus, Ca-
malus, Iacometa, Latturus, Ligirus, Loca, Magl(a)ena, Medica, Murca, Peditaga, Petacus, Quemia, Reburrus,
Secontius/a, Seggeius, Segilus/a, Surilla, Uqulanca y Vigganus/Viganica, REYES HERNANDO, El conjunto epigrá-
ico de Belorado, pp. 113-121. Aguas arriba en el mismo valle la onomástica es casi todo romana, con la única
excepción del nombre Orgelemo, cf. PETERSON, “La onomástica personal en el Valle de San Vicente”.
23. “... el valle de San Vicente fue intensamente romanizado en consonancia con lo que ocurría en su entorno
inmediato”, APARICIO BASTARDO, La antigua iglesia de Santa María, p.7.
62 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
En conclusión, sugerimos que, en el contexto espacial y temporal en que se
encuentran las estelas riojano-sorianas, debería pesar más la presencia vascona
durante el periodo romano en Calahorra (centro jerarquizador natural de esas
tierras) que la diplomática medieval del otro extremo de la sierra24. A la hora de
caracterizar la Beronia prerromana en términos lingüísticos deberíamos partir
de una identidad esencialmente celtibérica25, aunque esto no supone negar que
hubiera contactos con e influencias de pueblos no indoeuropeos, como testi-
monia el bronce de Ascoli26, así como la mencionada epigrafía soriano-riojana.
En cuanto a la etnicidad y lengua de los autrigones, Estrabón comenta que los
nombres de los alótriges y de los bardietas son malsonantes e ininteligibles27.
Estos bardietas serían los várdulos mencionados en otras fuentes28, mientras la
mayoría de los investigadores opinan que los alótriges corresponderían a los
autrigones. Mela hace un comentario semejante, aunque en referencia a sub-
grupos cántabros, lo cual bien podría incluir a los autrigones29. Por lo tanto,
¿podemos concluir que el habla de este pueblo sería no indoeuropea? pues las
distintas lenguas celtas (e incluso hablas indoeuropeas pre-celtas, como el lusi-
tano) de la Meseta y de otros lugares no reciben semejantes descalificaciones,
24. “Con toda probabilidad las gentes del Alto Cidacos y ríos adyacentes estaban adscritas a Calagurris mediante
adtributio o mediante cualquier otra suerte de dependencia [...] No extraña lo anterior, teniendo en cuenta que
Calagurris se localiza en la salida al Ebro del Cidacos, que por este río discurría una vía secundaria hacia la Meseta
y que Calagurris tuvo un poderoso ascendiente en el territorio de las estelas, simple prolongación del cual fue su
posterior integración en la diócesis calagurritana”, ESPINOSA RUIZ, “Los Castros soriano-riojanos ...”, p. 908.
25. Y por tanto indoeuropea: “una lengua netamente céltica, cuya asignación a esta familia no representa hoy
día ninguna duda [...] la idea tradicional, ampliamente extendida, de que el celtibérico pueda ser una especie
de lengua mixta entre ibérico y celta debe ser desechada radicalmente”, GORROCHATEGUI, “La lengua de las
poblaciones prerromanas...”, p. 16. También cf. BURILLO MOZOTA, Los celtíberos, p. 182.
26. 89 a.C., aparentemente de Libia en el extremo occidental de Beronia, y sin embargo con onomástica que,
según GORROCHATEGUI (”Las lenguas de los Pirineos en los tiempos antiguos”), parece íbera: LIBENSES / BAS-
TVGITAS ADIME(L)S F./ VMARILLVN TARBANTV F.
27. En realidad, comenta que los nombres de otros pueblos son aun peores, “nadie encontrará placer en oír
nombres tales como los de pletauros, bardietas y allotrigas, y otros aun más malsonantes y oscuros”, ESTRABÓN,
Geographia, III 3, 7, traducción de CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis del vascoiberismo”, p. 50.
28. “[Los celtas berones] confinan también con los bardietas, a los que ahora denominan bárdulos”, ESTRABÓN,
Geographia, III 4, 12.
29. “... entre los cántabros hay algunos pueblos y ríos cuyos nombres no puede pronunciar nuestra boca”, POM-
PONIO MELA, Chorographia, III.1.15; citado por CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis del vascoiberismo”, p. 56.
63David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
que parecen reservarse, pero a la vez repetirse con insistencia, para los pueblos
de la cordillera y litoral cantábrico30.
En contraste, los registros arqueológico y toponímico parecen contradecir estas
noticias y sugieren un pueblo indoeuropeo. Las estelas oikomorfas encontra-
das en la Bureba y en los Montes de Oca se asemejan a las utilizadas por los
senones (curso medio del Sena) galos31. La toponimia autrigona conservada por
los autores clásicos es casi exclusivamente indoeuropea32, mientras que para
el teónimo Vurouius (> ‘Bureba’) también se ha sugerido un origen celta33. En
realidad la situación lingüística sería aun más compleja, pues incluso dentro del
registro indoeuropeo se detectan distintos estratos más o menos arcaicos. Así
la tésera de hospitalidad encontrada en La Mesa de Belorado presenta rasgos
arcaicos propios del celtíbero que sugieren “una relativamente antigua separa-
ción del tronco celta común”34 (¿Iª Edad de Hierro?), y que por tanto la aleja de
los rasgos belgas (IIª Edad de Hierro), tanto toponímicos como arqueológicos,
identificados por Solana Sáinz.
Las antes referidas denuncias genéricas de ininteligibilidad por parte de los
autores clásicos quizás sugieren sustratos no indoeuropeos, pero no por eso
necesariamente vascos. Que se extienda el mismo juicio a gran parte de la
Cordillera Cantábrica debilita, sin imposibilitar, tal identificación, y observa-
30. “El convento lucense, aparte de los célticos y lemavos, comprende a dieciséis pueblos desconocidos y con
nombres bárbaros”, PLINIO EL VIEJO, Naturalis Historia, III 28, citado por CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis
del vascoiberismo”, p. 44; asimismo, para el cordobés SENECA, el cántabro guardaría relación con el corso, juicio
que no merece ninguna de las hablas meseteñas, CARO BAROJA, ibid., p. 56.
31. SOLANA SÁINZ, Las entidades étnicas ..., p. 161.
32. “Toponyms found in the territory of the Autrigones such as Deobriga [...] are purely Indo-European”, GO-
RROCHATEGUI, “The Basque Language and Its Neighbors in Antiquity”, p. 50; GARCÍA ALONSO, La Península
ibérica ..., pp. 460-1, clasifica la toponimia autrigona de la siguiente manera: Flaviobriga como un híbrido latino-
celta; Nerva y Salionca como topónimos indoeuropeos preceltas del tipo alt-europäisch; de clasificación incierta,
Antequia; y claramente celtas a Uxama, Segisamonculum, Deobriga, Vindeleia, y Virouesca (este último “con
algo menos de claridad”). Queda (Uxama) Barca, cuyo análisis afrontaremos a continuación.
33. SOLANA SÁINZ, Las entidades étnicas ..., p. 161. Es muy posible que, como sugiere este autor, el hidrónimo
Garoña (así como el también burgalés Guareña, y muchísima hidronimia menor con el sufijo –oña, cf. GÓMEZ
VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, p. 62) también tenga un origen céltico. Sin embargo,
esta lectura no es unánime (GARCÍA ALONSO, La Península ibérica ..., pp. 407-8, resume las distintas posturas -
céltico, ligur, ibérico y vasco - en torno a la clasificación de Garoña para concluir que “hoy por hoy, es imposible
inclinarse por una o por otra”) y puesto que este hidrónimo no aparece en la literatura antigua dejaremos al
margen su testimonio por el momento.
34. GORROCHATEGUI, “La lengua de las poblaciones prerromanas...”, pp. 16-17.
64 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
mos que no se incluye la lengua de los vascones en este grupo de idiomas
impenetrables. La única excepción concreta al panorama cultural y lingüístico
indoeuropeo de Autrigonia sería el segundo elemento del topónimo Uxama
Barca, que parece derivarse del vasco ibar (= ‘vega’, cf. también ibai = ‘río’),
una lectura fundamentada, sobre todo, en la aparición epigráfica del gentilicio
UXAMA IBARCENSIS en sendas estelas de Quintanilla de las Viñas y Astorga35.
¿Cómo se puede resolver esta contradicción entre lengua anecdóticamente no-
indoeuropea, pero a la vez mayoritariamente celta según el registro toponímico
y epigráfico? Michelena, basándose en los territorios habitados por várdulos,
caristios y vascones, sugiere una solución diglósica: un modelo de bilingüismo
clasista que explicaría el contraste entre la dominante epigrafía indoeuropea
analizada por Albertos y las firmes (pero apenas visibles hasta la Edad Media)
raíces que parece tener el euskera en este espacio36. La explicación diglósica
contempla un desajuste social entre una clase dominante celta, que daría nom-
bres a las estructuras políticas, y cuyos miembros serían los únicos en dejar
constancia epigráfica de su onomástica personal, y una mayoría vascófona.
Una situación equivalente explicaría algunas de las percibidas contradicciones
empíricas observadas en Autrigonia. Lo más prudente sería pensar en un es-
pacio dominado por pueblos de estirpe indoeuropea, aunque incorporando
también a contingentes preindoeuropeos, algunos de los cuales, sobre todo
en el extremo nororiental, podrían ser vascófonos. Creemos que éste es el
pensamiento detrás de la evaluación de varios autores de que una parte de
los autrigones hablase euskera, y las posturas matizadas de Michelena37, Caro
35. ALBERTOS FIRMAT, “A propósito de la ciudad autrigona de Uxama Barca”, pp. 281-291; GORROCHATEGUI,
“The Basque Language and Its Neighbors in Antiquity”, p. 50; GARCÍA ALONSO, La Península ibérica ..., pp.
289-90.
36. Indicios epigráficos del euskera del periodo romano eran prácticamente inexistentes hasta el descubrimien-
to de la epigrafía de Lerga (Navarra) en 1960, GORROCHATEGUI, “The Basque Language and Its Neighbors in
Antiquity”, pp. 53-4.
37. “Cuando se habla del vascuence medieval en tierras de la Rioja y Burgos, se da por sentado que o es antiguo
(hipótesis poco probable, ya que el territorio autrigón al sur del Ebro, los Turmogos y más aún los Berones pare-
cen haber tenido una lengua propia muy distinta), o ha sido introducido hacia los siglos IX-X. Con todo, queda
una tercera alternativa: que la lengua ya empezara a ser llevada allí entre los siglos V y VIII por gente que bien
cruzó el limes pacíficamente o bien fue obligada a establecerse al sur de él”, MICHELENA, “Lenguas indígenas y
lengua clásica en Hispania”, p. 212, n. 35.
65David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
Baroja38 y Tovar39 parecen las más acertadas. Rechazamos las interpretaciones
monolingüistas de ambos extremos, tanto la postura extremamente indoeuro-
peista de Solana, que no explica lo de Uxama(i)barca40, pero tampoco habría
que ir al otro extremo y considerar vascófona a toda la Autrigonia, tendencia
que conduce a Fatás a expresarse en los siguientes términos: “Deben recha-
zarse las afirmaciones, a menudo tan tajantes como gravemente erradas, de
que los autrigones son un pueblo del mismo ‘grupo étnico preindoeuropeo’
que los vascones (pág. 159), lo que sorprenderá a quienes conozcan los bien
fundados y nada incógnitos trabajos sobre la paleotoponimia de Autrigonia”41.
Demasiadas veces el importante matiz espacial desaparece en las obras de
autores que buscan situar a estos contingentes vascófonos no en el extremo
nororiental de Autrigonia, cerca de Uxama(i)barca, sino en la Demanda, 80
kilómetros al sur.
Desde luego, no podemos demostrar que no se hablara euskera en la Demanda
prerromana, pero sí podemos afirmar dos cosas:
– Que el euskera que emerge en tal espacio en la documentación alto-
medieval está estrechamente vinculado al habla del País Vasco meri-
dional-occidental altomedieval, y no muestra ningún indicio de ser un
islote lingüístico aislado durante un milenio. La divergencia entre el
euskera alavés que observamos en la documentación medieval y el
demandés es prácticamente nula, y por lo tanto no pueden ser, no son,
dos dialectos euskéricos distintos separados durante un milenio.
– Y que la mayoría de los fenómenos lingüísticos observados se expli-
can más fácilmente por fenómenos históricos conocidos: la presencia
38. ”... esta lengua [el vasco] se ha hablado en la época romana en el territorio ocupado por los vascones (en
parte), várdulos, caristios y autrigones (en parte)”, CARO BAROJA, Los pueblos del norte de la península ibérica,
pp. 101-102.
39. “... no hay duda de que los territorios de Vascones, Caristios y Várdulos (y posiblemente de Autrigones)
fueron ya entonces, por lo menos en su parte septentrional, territorio de lengua euskera”, TOVAR, Mitología e
ideología ..., p. 195.
40. "No cabe duda de que el valle de Nervión debió de ser un límite de freno de esta lengua vernácula [el eus-
kera]; por eso podemos decir que los autrigones no tuvieron influencia vasca, ni fueron vascos, como algunos han
pretendido demostrar, sino centroeuropeos, como lo confirma su toponimia y onomástica más antigua", SOLANA
SÁINZ, Autrigonia romana. Zona de contacto Castilla-Vasconia.
41. FATÁS, “El Ebro medio, triinio paleohispánico”, en Los pueblos prerromanos del norte de Hispania, p. 49. La
página citada por Fatás refiere a la obra de RICO, Pyrénées Romaines. Essai sur un pays de frontière.
66 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
vascona en Calahorra en el periodo romano podría explicar el aflo-
ramiento de onomástica vascoide en los valles orientales, mientras
la convergencia política entre Álava y la primitiva Castilla durante
los siglos VIII y IX explicaría el euskera altomedieval de los valles
occidentales, hipótesis que desarrollaremos en capítulos posteriores.
Que el euskera alavés que llegó a la Demanda en el Altomedievo pudo echar
tan firmes raíces por encontrarse ya con un dialecto milenario no-indoeuropeo,
por encontrarse en tierra fértil, es una posibilidad, pero sólo una posibilidad, y
sin evidencia alguna, y no debería convertirse en la hipótesis principal.
En resumen, el Pasillo parece haber sido ocupado por pueblos esencialmente
celtas, que comparten antroponimia, cultura material, y alianzas políticas. Ne-
cesariamente habría una frontera entre ellos, y la analizaremos más adelante,
pero no tiene visos de haber sido una de las grandes divisorias etnolingüísticas
de la Península.
inDiCios tarDoantiguos De PobLaCiÓn VasCÓFona
En la Translación del glorioso cuerpo de nuestro padre San Felices, texto hagio-
gráfico de finales del siglo XI42, se relata la milagrosa cura en Oca de una mujer
llamada Andercea de Puras, acontecimiento que ocurriría durante el traslado
del cuerpo de San Felices desde Oca hacia Bilibio, y por lo tanto hacia finales
del siglo V o principios del siglo VI. Desde luego, escrito medio milenio des-
pués de lo “acontecido”, no es el testimonio más inmediato ni el más fidedigno,
pero llama la atención el nombre de la curada – Andercea, de aparente etimo-
logía vasca. Sin embargo, es un solo nombre, éstos migran con las personas, y
si añadimos las dificultades inherentes a las fuentes hagiográficas y sobre todo
la tardía redacción de ésta, este episodio es muy poco a partir del cual postular
una abundante población vascófona en nuestra región.
Que contemplamos este dato tan aislado y contaminado es en sí un indicio de
la parquedad de información que tenemos sobre la lengua y / o onomástica
del Pasillo durante la Tardoantigüedad. La cronística apenas aporta nada al
42. Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Códice #59, ff. 145r-152v, citado por VALDIZÁN, Recuerdos
históricos de la ciudad episcopal de Oca, p. 21. Existen dudas sobre la autoría de esta hagiografía, y Valcárcel lo
atribuye a un ‘falso Grimaldo’, VALCÁRCEL, La 'Vita Dominici Silensis' de Grimaldo, p. 89 y ss.
67David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
respecto, y prácticamente la única fuente que nos ofrece una visión de la vida
cotidiana durante este periodo es la Vita Sancti Aemiliani. De nuevo estamos
ante una fuente hagiográfica, aunque en este caso redactada pocos años des-
pués de lo relatado43, y no tenemos por qué pensar que, en términos generales,
la onomástica contenida en ella no sea representativa de nuestro espacio en ese
momento, aunque algunos de los individuos nombrados proceden de la zona
de Amaya, mientras por otra parte parece probable que las clases nobles estén
desproporcionadamente representadas. Con todas sus limitaciones, a partir de
la Vita deberíamos concluir que el somontano ibérico de mediados del siglo
VI no muestra indicios de ser vascófono, ni en el (escueto) registro toponímico
(Banonico, Berceo, Parpalines, Prato), ni en el antroponímico detallado en la
tabla adjuntada.
Antroponimia de la Vita Sancti Aemiliani
Abundancio, cap. #26 (senador cántabro) Juan, #0 (obispo)
Armentario, #8 (monje) Leovigildo, #26 (rey visigodo)
Aselo, #27 (presbítero) Máximo, #16 (curial)
Bárbara, #9 (de Amaya) Millán, #0 (presbítero)
Citonato, #1 (abad) Nepociano, #15 (senador)
Columba, #16 (hija del curial Máximo) Potamia, #1 (religiosa)
Dídimo, #5 (obispo de Tarazona) Proseria, #15 (mujer del senador Nepociano)
Eufrisia, #30 (de Banonico) Sempronio, #24 (ladrón)
Eugenio, #14 (conde) Sibila, #13 (siervo)
Eugenio, #0 (diácono) Sicorio, #11 (senador)
Felices, #2 (varón santísimo de Bilibio) Sofronio, #1 (presbítero)
Geroncio, #1 (presbítero) Toribio, #24 (ladrón)
Honorio, #17 (senador, de Parpalines) Tuencio, #13
La cronología de la Vita de San Millán no imposibilita que en algún momento del
siglo VII hubiera un influjo de población euskaldún hacia el Pasillo, quizás como
resultado (¿refugiados, cautivos, emigración forzada?) de las campañas visigodas
contra los vascones. Gracias al texto Cogolla1, sabemos que en 759 la onomástica
vasca ya es una realidad en el somontano ibérico (concretamente, en San Miguel
43. Fue redactada por Braulio de Zaragoza hacia 636, mientras los acontecimientos relatados ocurrirían durante
las décadas centrales del siglo VI, puesto que la tradición fecha la muerte del ya centenario Emiliano de Berceo
hacia el año 574, CASTELLANOS GARCÍA, Poder social, aristocracias y ‘hombre santo’ ..., p. 33.
68 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
de Pedroso), y puesto que una cronología visigoda atraía a Michelena44 explo-
raremos esta posibilidad en otro capítulo, limitándonos aquí a señalar que en la
hagiografía emilianense no hay rastro de onomástica vascoide.
situaCiÓn PoLÍtiCo-aDMinistratiVa
integraCiÓn DeL PasiLLo en eL reino De toLeDo
La Vita de San Millán sugiere que (por lo menos) la parte riojana del Pasillo
estaría integrada en el reino visigodo durante el siglo VI. Sin embargo, Amaya,
no sometida por Leovigildo hasta 574, está próxima al extremo occidental
de nuestro espacio, y estaríamos, por tanto, ante un espacio fronterizo. Así
entendemos el papel de San Millán, mediador entre el sistema visigodo, re-
presentado por el gladio uindice Leuuigildi, y los pervasores de Cantabria-
Amaya45. La conquista de Amaya supondría la plena integración de nuestro
espacio en el sistema visigodo, hipótesis confirmada por la presencia de los
obispos de Oca en los Concilios a partir de 589, y por la aparición de uno
de ellos, Asterio, con el rey visigodo Recaredo en el acto consagracional de
la iglesia de Mijangos, hacia finales del siglo VI46. La campaña contra Amaya-
Cantabria se entiende como parte de un proceso de sometimiento de toda la
Cordillera Cantábrica. No sería hasta las campañas de Sisebuto, hacia 613, que
el litoral cántabro también se rindiera47, mientras Vasconia seguiría resistiendo
el poder visigodo hasta la misma invasión musulmana, cuando Rodrigo se
encontraría de campaña en el norte48.
Un corónimo que aparece varias veces en las fuentes del periodo es el de
Roconia / Ruconia, circunscripción para cuya ubicación no han faltado pre-
tendientes historiográficos. La Cantabria atlántica, Asturias, La Bureba, La Rioja,
el Roncal (Navarra), Extremadura e incluso el Ronquillo en Andalucía se han
sugerido como escenarios por una mezcla de motivos históricos y / o corres-
44. MICHELENA, “Lenguas indígenas y lengua clásica en Hispania”, p. 212, n. 35.
45. BRAULIO DE ZARAGOZA,Vita Sancti Aemiliani, XXVI.
46. LECANDA ESTEBAN, “Mijangos: arquitectura y ocupación visigoda ...”, p. 419.
47. JUAN DE BÍCLARO, Chronicon, I.109.2; GARCÍA GONZÁLEZ (“Incorporación de la Cantabria romana al
estado visigodo”, pp. 170 y 199) apuesta por un sometimiento bi-fásico de Cantabria, con el litoral no controlado
hasta la intervención del dux Suinthila ya entrado el siglo VII.
48. Ajbar Maymu’a, #7, p. 21; CHALMETA, Invasión e islamización, p. 133.
69David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
pondencia toponímica. La inclusión en la lista de tanto la Bureba como La
Rioja49 nos obliga a contemplar esta cuestión.
En primer lugar, dado que todas las fuentes antiguas sitúan el corónimo en el
centro-norte peninsular, o bien explícitamente al incluirlo entre otros pueblos
norteños50, o bien implícitamente al relacionarlo con los suevos confinados en
ese momento (finales s. VI) en la Gallaecia51, deberíamos descartar candidatu-
ras como la andaluza. También rechazamos una ubicación en el Pasillo, ya que,
como acabamos de ver, la evidencia arqueológico-epigráfica (la relación entre
el obispo Asterio y la monarquía visigoda en Mijangos) e histórico-hagiográfica
(la Vita de San Millán, conquista de Amaya por Leovigildo) sugiere que este
espacio estaría integrado en el reino visigodo, a finales del siglo VI si no antes,
y difícilmente sometido, por tanto, durante el reinado de Sisebuto hacia 613.
Entre las otras candidaturas propuestas, la iterada mención de los suevos en
las fuentes más tempranas nos hace pensar en una solución cantábrica, en
detrimento de la ubicación pirenaica que emerge sólo de las fuentes más tar-
días como Jiménez de Rada o Alfonso X ‘el Sabio’52. En fin, la ubicación de los
enigmáticos rocones en el litoral cantábrico, solución favorecida por autores
como García González y Besga Marroquín53, nos parece la más verosímil. En el
contexto de nuestro interés en el Pasillo, por lo tanto, podemos descartar estos
episodios que no deberían enturbiar la evidencia directa de la integración de
nuestro espacio dentro del Reino de Toledo a lo largo del siglo VII.
49. Los defensores de la ubicación en el Pasillo incluyen: para La Bureba, PÉREZ DE URBEL, Historia del Con-
dado de Castilla, I, p. 271; y para La Rioja, SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 226.
50. “Astures et Rucones in montibus reuellentes humiliabit”, Chronica albeldense, XIV.24.
51. “Miro Suevorum rex bellum contra Runcones movet”, JUAN DE BÍCLARO, Chronicon, I.80.3; “post Theodi-
mirum Miro Suevorum princeps efficitur regnans (et regnavit P) annis XIII. hic bellum secundo regni (sui ins. P)
anno contra Roccones intulit”, ISIDORO, Historia Suevorum, 91.9.
52. “... cuando esta noticia [la invasión de Carlo Magno] se conoció en Asturias, Alava, Vizcaya, Navarra, Ruconia
y Aragón”, XIMÉNEZ DE RADA, De rebus Hispaniae, IV.10.24; “ca los moros avien ya conquerida todo lo mas de
Espanna, assi como avemos dicho, e crebantaron el poder de los godos de guisa que que non avie y ninguno que
se les defendiese, sinon unos pocos que fincaran et se alçaran otrossi en las Asturias et en Vizcaya et en Alava et
en Guipozcoa porque son muy grandes montannas, et en los montes Rucones et en Aragón”, Primera Crónica
General de España, I, p. 319, cap. 564.
53. GARCÍA GONZÁLEZ (“Valpuesta y su entorno ...”, p. 102; y, con FERNÁNDEZ DE MATA, “La Cantabria
trasmontana ...”, p. 13) opta por una ubicación en la actual Cantabria, mientras BESGA MARROQUÍN (Orígenes
hispano-godos del Reino de Asturias, pp. 112-115) los sitúa en el actual Asturias.
70 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
integraCiÓn DeL PasiLLo entero en La tarraConensis
Durante el largo periodo de dominio romano, la administración interna de
la Península experimentó varios cambios. Inicialmente habría una división en
dos partes (Citerior y Ulterior), luego la división tripartita augustana, el siste-
ma conventual descrito por Plinio, y las reformas administrativas de Caracalla
y Diocleciano. Sin embargo, el Pasillo entero casi siempre aparece integrado
en el mismo territorio, aunque éste cambiara de designación y composición:
primero la Citerior, luego, y durante la mayor parte del tiempo contemplado,
la Tarraconensis54. La excepción sería el sistema conventual descrito por Pli-
nio, que tiene la provincia Citerioris Hispaniae dividida en siete conventos:
Carthaginiensem, Tarraconensem, Caesaraugustanum, Cluniensem, Asturum,
Lucensem, Bracarum55. Mientras los libienses (que entendemos como una re-
ferencia a la Libia de los berones) pertenecían al convento cesaraugustano, los
autrigones se integraban en el convento cluniense. Por lo tanto, en la frontera
berón-autrigona se sitúa la divisoria conventual, y se empieza a divisar la ambi-
valente situación de Autrigonia, ya que en adición a su tradicional orientación
mediterránea (la Tarraconensis) tiende en otros momentos a mirar hacia la
Meseta y el occidente peninsular: integrado primero en el convento cluniense,
y más tarde relacionándose con el Reino de Asturias.
No obstante, durante la Tardoantigüedad no se aprecia esta tendencia ‘occi-
dentalista’ de Autrigonia, y el Pasillo entero se incorpora en la Tarraconensis.
Así era para Jordanes, quien describía Austrogonia como región tarraconense
limítrofe con el reino suevo de Galicia, y esta misma orientación emerge del
contencioso entre el obispo Silvano de Calahorra y Ascanio, el metropolitano
de Tarragona56. Silvano contraviene la ley canónica al ordenar ilícitamente a un
obispo, usurpando así el poder de Ascanio. Cuando se repite la trasgresión,
ocho años más tarde, Ascanio se queja formalmente al Papa Hilario. Las elites
(honorati et possessores) del Alto Ebro apoyan a Silvano, e Hilario se limita a una
reprimenda formal. Las civitates cuyas elites apoyaron a Silvano eran: Tarazona,
54. GARCÍA GONZÁLEZ, “Valpuesta y su entorno ...”, p. 87.
55. PLINIO EL VIEJO, Naturalis Historia, III.3.18.
56. Vaticana1-5; ESPINOSA RUIZ, Calagurris Iulia, p. 272 y ss.
71David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
Cascante, Calahorra, Varea, Tricio, Libia57 y Briviesca. Tres son los candidatos
más verosímiles a ser la sede episcopal en la cual Silvano excedía sus poderes:
Tarazona, cuyo obispo Leo había muerto asesinado por los bagaudas en 449; y
dos sedes episcopales que aparecerán por vez primera en el tercer concilio de
Toledo de 589, Oca y Pamplona58. Pero al margen de la identidad de la sede
57. Vaticana4, 465: Turiassonensium, Cascantensium, Calaguritanorum, Veregensium, Tritiensium, Legionen-
sium [sic] et Virovescensium. Es el estricto ordenamiento geográfico lo que nos permite identificar la Libia de
los berones (yacimiento altorriojano entre Herramélluri y Leiva) detrás de la forma Legionensium, considerada
errónea por todos los especialistas.
58. Lo que más pesa en contra de Tarazona es la distribución espacial de las ciudades que apoyan a Silvano.
Que la mayoría de estas ciudades estén aguas arriba de Calahorra extraña si lo que se estaba justificando, me-
diante el argumento del apoyo público, era una intervención en Tarazona, al sur de Calahorra. La cuestión de
apoyo popular (quizás aristocrático sería más acertado) para las acciones de Silvano parece ser clave, ya que
Ascanio cita primero que las ordenaciones se hicieron “Nullis petentibus populis” (Vaticana1, 463), lo cual pro-
voca la repuesta de los honorati et possessores de las ciudades del Alto Ebro. Si la opinión pública se tiene en
cuenta, parece lógico que fuera la opinión de un público implicado en la cuestión. En este contexto sugerimos
que Silvano, a partir de su base en Calahorra, buscaría apoyo en las ciudades próximas, y así la inclusión de
Cascante, Tarazona y Varea, pero que se apelara a la opinión de los notables de Briviesca, Libia y Tricio es más
difícilmente explicable en una operación centrada (hipotéticamente) en el eje Calahorra –Tarazona. Tampoco es
que las ciudades representan la totalidad del Alto Ebro, pues falta la mayoría de las ciudades vasconas, lo cual
debilita gravemente la candidatura pamplonesa. La presencia de tantas ciudades aguas arriba de Calahorra nos
sugiere que el proyecto de Silvano tuviera especial relevancia a esa región. Así, la candidatura de Oca cobra
Mapa V. El Pasillo durante la Tardoantigüedad
72 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
involucrada, la noticia es de interés para nosotros al demostrar la pertenencia
del Pasillo entero, desde Briviesca hasta Varea, a la Tarraconensis.
La integración del Pasillo en la Tarraconensis se observa también en un registro
como la hagiotoponimia. Si centramos la mirada en una comarca concreta, la
de Belorado, observamos que muchos de los santos venerados tienen su ori-
gen en la Tarraconensis oriental: San Vicente de Zaragoza59, San Lorenzo de
Huesca, San Félix de Gerona, que prestan sus nombres a, respectivamente, un
pueblo y valle del Alto Tirón (Cogolla37), un micro-monasterio del mismo valle
(Cogolla40) y un monasterio en Oca (Cogolla6). Incluso cuando los santos son
originarios de otros sitios, como Eulalia de Mérida60, cuyo nombre se recuerda
en otro hagiotopónimo del Alto Tirón, la obra de Prudencio los hace parte de
la tradición calagurritana, y la incidencia de advocaciones relacionadas con el
Peristephanon de este autor es llamativa61. Ésta no deja de ser una evaluación
esencialmente impresionista, y sería necesario un análisis sistemático de la geo-
grafía de los diferentes cultos para confirmar la hipótesis.
Al margen del santoral comarcal, las personas que más influencia ejercen sobre
el protocristianismo del Pasillo pertenecen siempre al eje Calahorra-Zaragoza:
la probable inauguración de la sede de Auka por Silvano de Calahorra, y si re-
chazamos esta ubicación, el indiscutible apoyo que éste recibe de los honorati
del Pasillo; Braulio de Zaragoza, quien ensalza la figura de San Millán de la Co-
protagonismo, y CASTELLANOS GARCÍA (Poder social, aristocracias y ‘hombre santo’ ..., p. 38) la considera la
ubicación más probable. Menos verosímiles como sedes tan tempranas (siglo V) serían Alesanco, Ejea y Amaya,
lugares que aparecen como sedes episcopales en algunas confusas fuentes postmusulmanas: el Códice Ovetense
del Escorial del año 780 (Alisanco, Amaya, Segia); la Crónica Pseudoisidoriana (“Assauch [=Alesanco?], Amaya
destructe sunt”); y el Kitab de al-Bakri (sólo Amaya), noticias recogidas por VALLVÉ, La división territorial de la
España musulmana, pp. 216-7. Si estas noticias son fidedignas, parece probable que hagan referencia a funda-
ciones tardovisigodas.
59. Oriundo de Huesca, obispo de Zaragoza y martirizado en Valencia, a veces se lo conoce como San Vicente
de Valencia. Su culto estaría especialmente arraigado en Zaragoza: su túnica llevada en procesión se consideraba
instrumental en la resistencia de la ciudad ante el asedio de Childeberto en 541.
60. ¿O de Barcelona? “Tras largas polémicas historiográficas comenzadas en el siglo XVI y todavía no del todo
resueltas, parece probable que las dos Santas Eulalias hispánicas fueron en su origen una misma mártir”, JIMENO
ARANGUREN, Orígenes del Cristianismo en la tierra de los vascones, p. 115. De todos modos, el vínculo con Bar-
celona es otro indicio del fuerte arraigo en la Tarraconensis de incluso los cultos alóctonos.
61. Sin pretensión de exhaustividad, ofrecemos algunos otros ejemplos en la misma comarca: San Cucufato – en
Cueva Cardiel, cerca de Oca; San Medel – toponimia menor de Belorado; Santa Engracia – arroyo del Alto Tirón,
cf. GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, pp. 148-150.
73David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
golla, y cuyo hermano Fronimiano parece haber sido abad del protomonasterio
emilianense en Berceo62; y Didimio de Tarazona, quien antes habría ordenado
como presbítero al ermitaño de la Cogolla. En cambio, no nos consta ni un solo
vínculo con instituciones eclesiásticas meseteñas.
¿La Frontera berÓn-autrigona La Frontera
DioCesana auka-aLesanCo?
A pesar de que, grosso modo, el Pasillo está integrado en las mismas estructuras
administrativas a lo largo del periodo pre-musulmán, sí se aprecia desde el
primer momento la existencia de una frontera interna que coincide, en cuanto
nuestras fuentes nos permiten fijar su trazado, con la que observamos durante
el Altomedievo.
Durante el periodo romano, el espacio que nos interesa se divide, según los
geógrafos greco-romanos, entre dos pueblos, los autrigones y los berones, y
podemos reconstruir la geografía interna de Beronia63 y de Autrigonia64 a partir
de estas fuentes. Parece que la línea de separación entre las dos estuvo próxima
a la frontera que nos interesa y, concretamente, la práctica yuxtaposición de la
Oliba / Libia berona y la Segisamonculon autrigona nos define un primer hito
fronterizo en el curso medio del río Tirón65. No está claro que esta frontera
62. CASTELLANOS GARCÍA, Poder social, aristocracias y hombre santo ..., pp. 30-1.
63. Las tres ciudades beronas nombradas por Ptolomeo (Geographias Hyphégesis, II.6.55) no presentan mayo-
res problemas de identificación que los que se pueden resolver fácilmente por medio de la toponimia actual.
Oliba (Libia en las fuentes latinas) se ubicaría en el extremo occidental de la Rioja actual, entre Leiva, heredero
del topónimo, y Herramélluri, más próximo al yacimiento en sí. Tritión Metallón (Tritium en las fuentes latinas)
correspondería al actual Tricio, importante centro productor de terra sigilata. Por último, Vareia es hoy barrio
de Logroño (Varea).
64. La geografía de Autrigonia es algo más oscura, pero, con la Geographias Hyphégesis de Ptolomeo de nuevo
como fuente principal, y con algunas contribuciones puntuales de Plinio (Naturalis Historia, III.3.27) y de los
itinerarios imperiales (De Hispania in Aequitania y De Italia in Hispanias), podemos incluir en ella las siguientes
civitates: Tritium (Monasterio de Rodilla), Uirouesca (Briviesca), Uxama Barca (Osma de Valdegovía), Segisamon-
culon (Cerezo del Río Tirón), Antecuia (Pancorbo?), Deobriga (Arce Mirapérez?), Vindeleia (Cubo de Bureba?)
y Salionica (Poza de la Sal?). Como se puede apreciar, las identificaciones / ubicaciones de algunas de estas
civitates son menos seguras que en el caso de las beronas, y al respecto remitimos a: SOLANA SÁINZ, Las enti-
dades étnicas ...; SANTOS YANGUAS, “Pueblos indígenas (autrigones, caristios y várdulos) y civitas romana” , p.
209; GARCÍA GONZÁLEZ, “La cuenca de Miranda de Ebro en la transición ...”, pp. 72-3; y VARÓN HERNÁNDEZ,
Prospección intensiva y excavación de sondeos arqueológicos. Yacimiento de Arce-Mirapérez, p.38.
65. Incluso se ha especulado (GOVANTES, Diccionario geográico-histórico de España, pp. 29, 101 y 191; SOLANA
SÁINZ, Los autrigones a través de las fuentes literarias, p. 20) que este hidrónimo tenga su origen en el etnónimo
Autrigonia (*Riotrigón > río Tirón), pero una etimología a partir de la radical hidronímica indoeuropea *ter- / *tor- /
*tur- parece más probable, cf. FERNÁNDEZ SIERRA, “Toponimia documental de la Rioja Burgalesa ...”, p. 245.
74 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
autrigón-berona tuviera especial relevancia étnica o lingüística, puesto que los
moradores a ambos lados parecen haber sido celtas. Asimismo ambos territo-
rios se incluían en la Tarraconensis, aunque el sistema conventual reforzaba
esta frontera administrativa, dándola un sentido jurídico.
A partir de 589 estamos seguros de la existencia del obispado de Auka, pero
al margen de su sede y su aparente extensión hacia Mijangos, no sabemos con
certeza cuáles serían sus límites durante la Tardoantigüedad. Se ha sugerido
que los límites diocesanos podrían representar las antiguas divisiones territo-
riales romanas, y el hecho de que las diócesis nacieron en muchas ocasiones
durante el Bajo Imperio, y en su mayoría ya existían durante la Tardoanti-
güedad da alguna credibilidad a esta hipótesis. No puede ser más que una
Mapa VI. Límites diocesanos calagurritanos. Imagen tomada de DÍAZ BODEGAS. La Diócesis de Calahorra y La Calzada en el siglo XIII, y con las indicaciones de Ptolomeo en torno a la frontera oriental de Autrigonia superpuestas.
75David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
hipótesis, puesto que las diócesis aparecen y desaparecen a lo largo de la
Tardoantigüedad e incluso durante el Medievo, y así la continuidad territorial
como norma absoluta es una imposibilidad. Sin embargo, en el caso concreto
de la diócesis de Auka, el parecido entre los extremos orientales de Autrigonia
(descritos por Ptolomeo66) y el límite oriental de la diócesis de Burgos (según
la documentación medieval) avala la hipótesis continuista. Pues, gracias a una
serie de contenciosos plenomedievales sobre el límite entre las diócesis de
Burgos y de Calahorra, tenemos una excelente idea del trazado de la frontera
diocesana. Tanto el detallado censo de la diócesis calagurritana del año 1257
cartografiado por Díaz Bodegas67 y que reproducimos (con las indicaciones
fronterizas ptolomeicas superimpuestas), como un texto burgalés de 106868
permiten reconstruir una divisoria que concuerda con los límites ptolomeicos.
Además, a los testimonios eclesiásticos podemos añadir otro laico, la división
entre el Reino de Pamplona y el Condado de Castilla del año 1016, y aunque
sólo cubre la parte serrana, avala la antigüedad de los límites diocesanos69. En
fin, nuestra hipótesis es que la geografía medieval de la diócesis de Burgos, al
ser aparente heredera de la geografía autrigona, es un indicio razonablemente
fidedigno de la extensión de la misma diócesis durante la Tardoantigüedad, y
que, por consiguiente, la frontera tribal y conventual berón-autrigona se con-
servó en la geografía diocesana.
Esta impresión se refuerza con la efímera aparición en dos fuentes (ya citadas)
del siglo VIII de referencias a Alesanco, en la Rioja Alta (próximo a Nájera y Tri-
cio) y por tanto en territorio berón, como sede sufragánea de la Tarraconensis.
Si tenemos que contemplar la coexistencia de dos diócesis en el Pasillo, una
en Beronia y otra en Autrigonia, de nuevo, la división diocesana más probable
sería la antigua frontera berón-autrigona.
66. Además del hito Libia-Segisamonculon, tenemos una referencia a un río genérico lo cual nos hace pensar
en el Ebro como frontera en la cuenca de Miranda, la probable identificación de la civitas de Uxama Barca con
Osma de Valdegovía, mientras, ya en la costa, se nos informa que la desembocadura del Nervión también perte-
necía a los autrigones, PTOLOMEO, Geographias Hyphégesis II.6.
67. Rioja4/235; DÍAZ BODEGAS, La Diócesis de Calahorra y La Calzada en el siglo XIII.
68. “... et de Somrostro, per Aialam et Bilibium et Graion, et ad Gallinerus de Faiola et ad Brieva et ad Montenigro
et ad eclesiam de Pastores, sic diuiditur ab episcopatu de Calagorra et ab illo de Thirassona”, Burgos22 (1068).
69. “Id est de summa cuculla ad rivo Valle Venarie, ad Gramneto, ibi est molione sito et acollato Monnio, et
a Biciercas et a Penna Nigra; deinde ad flumen Razon ubi nascit; deinde per medium monte de Calcanio, per
summo lumbo et media Galaza, et ibi molione est sito, et usque ad flumen Tera, ibi est Garrahe antiqua civitate
deserta, et ad flumen Duero.” Cogolla166 (1016).
76 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn DeL DuCaDo De Cantabria
El Ducado de Cantabria emerge de la documentación sólo en la cronística
asturiana de finales del siglo IX, en referencia a Pedro, padre de Alfonso I70. Se
acepta la división de la Hispania tardovisigoda en ducados71, pero en principio
el concepto parece estar unido a las antiguas divisiones provinciales, y Can-
tabria ni había sido provincia romana ni figura expresamente como ducado en
la documentación propiamente visigoda. Sin embargo, todos los especialistas
coinciden en la veracidad de estas noticias asturianas, apoyadas además por
la descripción de Amaya como Patricia en la Crónica de Alfonso III72, y por el
protagonismo de este centro en los acontecimientos bélicos del siglo VIII73. Se
ha sugerido que el dux Pedro, en vez de ser un dux propiamente visigodo,
fuese en realidad un caudillo cántabro, independiente del sistema visigodo74.
Sin embargo, teniendo en cuenta la validez del concepto de dux dentro del
sistema visigodo, y el protagonismo de Amaya Patricia, conquistada por éstos
en 574, seguimos la hipótesis mayoritaria, de que el Ducado de Cantabria fue
una creación visigoda.
Además de los ducados, la administración provincial tardovisigoda contem-
plaba otras instituciones que jerarquizaban el territorio, entre ellas los comites
civitatis75 y los obispados76. En teoría los comites civitatis estarían un escalón
por debajo de los duces, aunque en realidad los dos papeles tendían a fundirse.
En el extremo oriental del Pasillo o muy próximo a él, sabemos que hubo un
comes (civitatis?) en el momento de la invasión musulmana, y analizaremos las
70. “Adefonsus filius Petri cantabrorum ducis”, Alfonso III, #11 (versión rotense); “Adefonsus Pelagi gener rg. An
XVIIIº. Iste Petri Cantabrie ducis filius fuit”, Albeldense, XV.3.
71. GARCÍA MORENO, “Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 115 y ss.
72. Alfonso III, #25. El concepto bizantino de Patricius parece relacionarse con los máximos cargos político-
militares, y dentro de la Península con las civitates sedes de los dux provinciae como Lugo, GARCÍA MORENO,
“Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 141 y ss.
73. GARCÍA MORENO, “Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 140 y ss.; BESGA MARROQUÍN,
Orígenes hispano-godos ..., p. 186 y ss.
74. La idea de que hubiera duques cántabros independientes del sistema visigodo aparece en BARBERO Y VI-
GIL, La formación del feudalismo ..., p. 302. Para una crítica de la idea, BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispano-
godos ..., p. 188.
75. GARCÍA MORENO, “Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 124 y ss.; MARTIN, La géographie
du pouvoir dans l’Espagne visigothique, p. 161 y ss.
76. GARCÍA MORENO, “Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 90; MARTIN, La géographie du
pouvoir dans l’Espagne visigothique, p. 191 y ss.
77David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
noticias sobre el qumis (= comes) Casio y la geografía de su condado más ade-
lante. En cuanto a los obispados del Pasillo, además de Auka, documentado a
partir de 589, tanto Tarazona como Calahorra parecen haber ejercido influencia
sobre lo que es hoy la Rioja Alta, mientras, como ya se ha comentado, algunas
fuentes post-711 nos traen noticias de la existencia de un obispado tardovisi-
godo en Alesanco77.
Una cuestión de cierta trascendencia para nuestra hipótesis es la extensión
física del referido Ducado de Cantabria. La hipótesis que vamos a desarrollar en
los siguientes capítulos es que la geografía administrativo-militar tardovisigoda
se ha quedado plasmada toponímicamente a raíz de los acontecimientos del
siglo VIII. Utilizaremos como guía principal la toponimia en Quintana, y, si se
acepta nuestra hipótesis, esta toponimia parece describir una entidad adminis-
trativa tardovisigoda que excluye la mayor parte de la Rioja Alta.
77. El Códice Ovetense del Escorial y la Crónica (Gothorum) Pseudoisidoriana, noticias recogidas por VALLVÉ,
La división territorial de la España musulmana, pp. 216-7.
Mapa VII. El debate sobre la geografía del Ducado de Cantabria
78 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
Sin embargo, se ha sugerido que el Ducado de Cantabria incluyera la Rioja Alta:
“comprendía parte de la Rioja, desde algo más al sudeste de Logroño”78. Entre
los argumentos a favor se pueden citar: la incierta ubicación de los Kantabroi
koniskoi, ‘vecinos de los berones’ según Estrabón (Geographia, III 4, 12); la
aparición del topónimo Cantabria en la Vita de San Millán; los topónimos
riojanos actuales Sierra de Cantabria y Peña Cantabria; y varias referencias
medievales, entre ellas:
– “Idem [Sancho Garcés I] cepit per Cantabriam a Nagerense urbe us-
que a Tutelam omnia castra” (Albeldense XX.1, siglo X);
– “Sancione in Pampilona vel in Cantabria” (Albelda28, 983);
– “senior Fortuni Oxoiz cum ipsa terra que tenet, id est Bechera, am-
babus Cambaribus, Ualdearneto cum omnibus villis Cantabriensis”
(Rioja3, 1040).
La mayoría de estas pruebas son compatibles con la existencia de una plaza-
fuerte altomedieval en frente de la antigua Vareia. Lo que es más difícil de
demostrar es la vigencia de esta Cantabria riojana en periodos anteriores. Iró-
nicamente, la ‘prueba’ más célebre de tal Cantabria riojana (la aparición del
topónimo en la ‘riojana’ Vita Sancti Emiliani) es en realidad de las más débiles:
pues el contexto es de Amaya, y la ubicación de la Cantabria destruida por Leo-
vigildo queda muy clara a partir del Códice Emilanense 39, “Cantabriae sita est
In mons Iggeto iuxta fons Iberi / Et Leovildo rex destruxit”79. Tampoco convence
el argumento aducido por García Moreno a partir de la noticia de que el rey
Wamba partía desde Cantabria para hostigar a los vascones80. Vasconum podría
referirse al solar del actual País Vasco, y no sólo a Navarra, lo cual permitiría
un lanzamiento de la campaña desde el Ducado de Cantabria sin que éste se
extendiera hasta La Rioja. Es más, el hecho de que a continuación Wamba
se dirigiera hacia la Narbonense vía Calahorra y Huesca81 es perfectamente
78. GARCÍA MORENO, “Estudios sobre la organización administrativa ...”, p. 139.
79. Cf. GONZÁLEZ ECHEGARAY, “La ‘nota de Cantabria’ del códice Emilianense 39 y las citas medievales de
Cantabria”.
80. “Illo tunc tempore, cum haec Gallias agerentur, religiosus Wamba princeps feroces Vasconum debellaturus
gentes adgrediens, in partibus commorabatur Cantabriae”, Historia Wambae, 9.
81. “... cum omni exercitu Vasconiae partes ingreditur, ubi per septem dies quaqua uersa per patentes campos
depraedatio et hostilitas castrorum domorumque incensio tam ualide acta est [...] Vnde, acceptis obsidibus tri-
79David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
compatible con una campaña en la Vasconia occidental, y este detalle, lejos de
debilitar la ubicación occidental, como argumenta García Moreno, la fortalece,
pues a partir de Pamplona, por ejemplo, no tendría tanto sentido retroceder
hacia Calahorra (al sur) antes de dirigirse hacia levante, siendo más directa
(directum iter) la ruta vía Ejea82.
El número de ducados en el Reino de Toledo parece haber sido 8: seis que co-
rresponderían a las grandes provincias eclesiásticas constantinas (Galia / Nar-
boniense, Galicia, Celtiberia / Tarraconense, Cartaginense, Lusitania y Bética)
y otros dos de fundación visigoda y orientación militar (Asturias y Cantabria).
En cambio, el número de diócesis ascendía a 8283. Este contraste sugiere que los
ducados fuesen unas entidades de extensión considerable y, aunque no todos
serían del mismo tamaño, y los dos de fundación tardía bien serían de dimen-
siones más modestas que los históricos, parece lógico pensar en estructuras en
las cuales cabía más de una diócesis. Tendrían, por lo tanto, divisiones internas,
y el enigmático obispado de Alesanco bien podría haber sido un sector oriental
del Ducado de Cantabria. Si fuera así, la línea que marca quintana etc. sería
una división interna del Ducado de Cantabria, la que separaba los obispados
de Oca y de Alesanco.
Con todo, y al margen del indudable interés histórico de la cuestión, no nos es
imprescindible resolver la cuestión de sí la frontera que detectamos en el Pasillo
es la frontera exterior del Ducado o una división interior (entre dos obispados).
Lo importante es que en vísperas de la invasión musulmana existía una frontera
administrativa (episcopal o ducal), cuyo trazado esperamos se quede nítida-
mente delimitado a partir de la evidencia onomástica que contemplaremos en
los sucesivos capítulos.
butisque solutis, pace composita, directum iter in Gallias profecturus accedit, per Calagurrem et Oscam ciuitates
transitum faciens”, Historia Wambae, 10.
82. Sobre la dificultad de saber qué significado tiene Vasconia en las fuentes visigodas, LARREA, La Navarre du
IV au XII siècle, p. 131, n. 77.
83. VALLVÉ, La división territorial de la España musulmana, p.182.
80 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
ConCLusiÓn: eL PasiLLo Durante La tarDoantigÜeDaD
La geografía del norte peninsular dicta el papel de corredor que corresponde
al Pasillo, y esta función es un hecho continuo a lo largo del periodo estu-
diado, tanto en periodos de paz como en los de conflicto: los pueblos celtas
que entran en la Península durante el milenio anterior a la era cristiana nece-
sariamente pasarían por el Pasillo de camino entre la Galia y la Meseta, y nos
parece significativo que una de las escasas referencias directas al fenómeno
de la migración celta dentro de Iberia en la literatura clásica hace referencia
a nuestro espacio, cuando Estrabón nos informa que los berones participaron
en esta ‘invasión’84. El hecho de que dos importantes vías romanas biseccionan
nuestra región, juntándose en Briviesca85, ilustra la importancia estratégica del
Pasillo en periodo romano, y esta característica se observará también en todos
los momentos históricos contemplados: la geografía de las agresiones suevas, la
ruta tomada por Muza a partir de Zaragoza, el ensañamiento astur con el Alto
Ebro hacia 750, la principal vía de ataque andalusí a lo largo del periodo califal
... Especialmente traumática resultaría la primera mitad del siglo V: parece pro-
bable que los suevos y alanos cruzaran nuestro espacio camino a la Gallaecia;
los episodios bagaudicos peninsulares (441-454) parecen concentrarse en el
extremo noroccidental de la Tarraconensis; prácticamente sincrónicas serían
las incursiones del suevo Requiario, con Autrigonia como blanco expreso; y a
continuación la respuesta imperial de los foederati de Teodorico en 45586.
Quizás como consecuencia de estos acontecimientos, las cuatro ciudades más
occidentales de la lista de apoyo a Silvano (Briviesca, Libia, Tricio y Vareia),
referencias espaciales constantes e indiscutibles durante más de 500 años, des-
aparecen de nuestras fuentes a partir de ese momento. Probablemente esto
se debe en parte al laconismo de las fuentes posteriores y al ya denunciado
desajuste evidencial, pero el hecho es que estas civitates no figuran ni en la
Vita Sancti Aemiliani (prácticamente la única fuente que tenemos para los
84. ESTRABÓN, Geographia, III 4, 12.
85. De Hispania in Aequitania (Astorga > Briviesca > Burdeos) y De Italia in Hispanias (Tarragona > Briviesca
> León).
86. Para un resumen de estos acontecimientos véase CASTELLANOS GARCÍA, “Aproximación a la historia ...”,
pp. 121-4.
81David Peterson
anteCeDentes PreMusulManes
siglos VI-VII), ni en las razzias astures de mediados del siglo VIII, y eso a pesar
de que se nombra un desproporcionado número de núcleos en estos lares87.
Tampoco aparecen en la cronística que relata las hazañas de los Banu Qasi y
sus enemigos, ni jerarquizan el espacio cuando se reanuda la documentación
pormenorizada referente al Pasillo en el siglo X88.
Especialmente llamativo resulta el contraste entre Auka (Oca) y Briviesca. La
nueva sede episcopal parece usurparle a Briviesca su papel como centro je-
rarquizante del Pasillo occidental (la Bureba). Mientras Auka se sitúa en el
somontano, prestando su nombre a los boscosos montes circundantes89, Bri-
viesca se halla en un punto de gran importancia estratégica, en el nexo entre
las dos vías romanas más importantes del norte peninsular, y sospechamos que
su relativo declive se deba precisamente a esta circunstancia: el resultado del
castigo que sufrirían las civitates de las principales vías durante los conflictos
del siglo V. Briviesca y Tricio por lo menos no se despueblan, sólo pierden su
protagonismo comarcal; el declive de Vareia y de Libia sería más pronunciado
aunque hay continuidad toponímica y quizás poblacional; mientras muchos
otros asentamientos romanos no disfrutan ni siquiera de este consuelo y, en
el cuadrante sur-oriental de la provincia de Burgos, Pastor Díaz de Garayo ob-
serva continuidad durante el periodo visigodo en tan sólo 2 de 69 yacimientos
romanos90.
En resumen, contemplamos un espacio traumatizado y quizás militarizado, con
indicios de un debilitamiento de las antiguas civitates que jalonaban las vías
romanas. No obstante, el Pasillo sigue funcionando básicamente como tal; no
87. Oca, Miranda, Revenga, Carbonarica, Abeica, Briones, Cenicero y Alesanco; Alfonso III, #13 (versión ‘A
Sebastián’). La versión Rotense de la Crónica no incluye Briones.
88. Otra ciudad con cierto protagonismo en las geografías e itinerarios romanos, aunque ausente del conten-
cioso Silvano-Ascanio es Segisamunculon (Cerezo del río Tirón). No tenemos ningún indicio fidedigno, literario
o arqueológico, de la ocupación de este asentamiento entre los periodos imperial y condal. En cuanto al registro
literario la continuidad que esboza PÉREZ DE AVELLANEDA (Cerezo de Río Tirón, pp. 77-85) descansa en testimo-
nios de valor más que dudoso como el apócrifo Cronicón de Hauberto (Hispalense), obra del célebre falsificador
Lupián ZAPATA, cf. CARO BAROJA, Las falsiicaciones de la historia, pp. 99-102. Sin embargo, notamos que en el
periodo condal rápidamente recuperará cierto protagonismo comarcal: “iudicem in Cereso [...] comite Fredinando
in Cereso et in Grannione”, Cogolla23, 936.
89. “In serra et in monte de Auca” (Cogolla40, 945); “in aliis montibus de civitate de Aucha” (Cogolla37, 945);
uso conservado hasta el presente como los Montes de Oca.
90. PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., pp. 41-2.
82 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
anteCeDentes PreMusulManes
se ha bloqueado; no se ha formado ninguna frontera impermeable. Lo que sí
habría es una frontera esencialmente administrativa, probablemente diocesana,
y quizás también ducal, aunque no podemos saber con certeza los límites del
Ducado de Cantabria. Por poderes administrativos en la Hispania tardovisigoda
se entienden esencialmente condes, obispos y duques, con responsabilidades
militares además de las civiles, sobre todo en las zonas próximas a los enemi-
gos del estado tardovisigodo: vascones, rucones y francos. Sugerimos que las
diferentes reacciones de estos poderes ante el hecho de la invasión musulmana
marcarían profundamente el futuro de la región y conduciría a la creación de
una frontera mucho más trascendental que la antigua divisoria.
83David Peterson
Creación y ubicación de la frontera del Pasillo
Los acontecimientos de apenas medio siglo a partir del primer desembarque
musulmán cerca de Gibraltar son claves en la historia de toda la Península,
pero de especial interés en el marco y problemática que nos interesa: el Pasillo
Bureba-Rioja, y la creación de una frontera política en él.
En gran parte de este capítulo nos basamos en la obra de Pedro Chalmeta1. Su
principal aportación, en nuestra opinión, ha sido la matización o sustitución de
la voz e idea de conquista, tan prevalente en la historiografía de la expansión
islámica2, e insistir en la importancia de la sumisión por pacto en el proceso.
Aceptamos la mayor parte de su tesis, y sobre todo la importancia fundamental
de la decisión binaria: pacto o conquista. En palabras de Chalmeta, “la pri-
mera incógnita que hay que despejar es la de la conquista de la Península: si
España fue tomada por fuerza de armas (‘anwatan) o pactó con los invasores
(sulhan)”3.
1. Específicamente, Invasión e islamización. La sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus (1994) y
“Concesiones territoriales en al-Andalus” (1975).
2. A partir de la bibliografía de Chalmeta (Invasión e islamización) se observa la ubicuidad de la voz conquista
en la historiografía de la vertiginosa expansión musulmana: BOUSQUET, “Observations sur la nature et les causes
de la conquête arabe”, 1956; CODERA, “Conquista de Aragón y Cataluña”, 1903; COLLINS, The Arab conquest of
Spain, 1989; CONSTANTELOS, “The Moslem conquests of the Near East as related in the Greek sources of the
VII and VIII centuries”, 1972; DONNER, The early Islamic conquests, 1981; DOZY, “Etudes sur la conquête de
l’Espagne”, 1881; etc., etc.
3. CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, p. 11.
84 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Sin embargo, en su esfuerzo para combatir la hegemonía de la tesis de con-
quista, la antítesis ofrecida por Chalmeta se desarrolla a escala peninsular4, y
por lo tanto, en algunos casos concretos, se tiende a generalizar y así exagerar
el fenómeno pactista. Por ejemplo, Gilliqiya, que en las fuentes musulmanas
parece ser un corónimo genérico aplicable a la mayor parte del noroeste pe-
ninsular, aparece en algunas fuentes como pactista5, y en otras como resistente
y sometida sólo en tiempos del emir ‘Uqba (734-740)6. Sugerimos que ante esta
divergencia deberíamos contemplar una gran variedad de respuestas y reac-
ciones a la invasión, tanto diacrónicas como diatópicas, y, más concretamente,
disentimos en cuanto a la suerte del Ducado de Cantabria, que consideramos
conquistado por Tariq en 712 cuando Chalmeta lo tiene, por lo menos cartográ-
ficamente (véase el mapa incorporado), como zona pactista7.
Antes de avanzar, es conveniente definir dos términos centrales a nuestra hipó-
tesis: islamización y arabización. Chalmeta identifica tres fenómenos distintos
que constituyen la islamización: la invasión, la arabización y la conversión al
Islam8. La invasión, en cuya narrativa enseguida adentraremos, damos por ser
un hecho consumado en la práctica totalidad de la Península a los pocos años
de la irrupción musulmana. En cambio, la posible conversión de la población
al Islam (a un ritmo lento según algunos autores9, e inevitablemente a un ritmo
variable según las circunstancias) es más difícil de detectar. Pero lo que nos
4. BESGA MARROQUÍN (Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias, pp. 181-2, n. 542) hace una crítica
semejante: “Y es que ese libro [Invasión e islamización de Chalmeta] ... está en muchos casos más cerca de la
síntesis que del pormenorizado análisis monográfico que la complejidad de los distintos episodios de la conquista
exige”.
5. IBN AL-QUTIYYA, p. 116 (citado por CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, p. 13), “los
moradores de Galicia y Vasconia le [a Musa b. Nusayr] pidieron la paz”; y también Risala, pp. 112-3 (citado por
CHALMETA, Invasión e islamización, p. 217) “Musa les reconoció [la propiedad] de sus bienes y el [uso de] su
religión, a [cambio de] satisfacer el tributo. Éstos son los que retuvieron la posesión de sus bienes [inmuebles] en
los territorios del Norte, pues pactaron que conservarían parte de sus [cosechas, habiendo de] satisfacer el tributo
por las tierras y frutales y campos de cereales ...”.
6. Ajbar Maymu’a, p. 27, “… el gobernador de Córdoba fue el único de los grandes cristianos que fuera apre-
sado, pues los restantes se entregaron por capitulación o huyeron a Galicia”; Ajbar Maymu’a, p. 38, “[Okba] se
hizo dueño de Galicia, Álava y Pamplona, sin que quedase en Galicia alquería por conquistar, si se exceptúa la
sierra [sajra], en la cual se había refugiado con 300 hombres un rey llamado Belay”.
7. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 212.
8. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 27.
9. Por ejemplo, BULLIET, Conversion to Islam in the Medieval Period: An Essay in Quantitative History. Exami-
naremos las implicaciones de esta hipótesis más adelante.
85David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
interesa sobre todo es la fase ‘intermedia’10 – la arabización, en sí una idea
compleja y no sin contradicciones, ya que en muchos casos los agentes del
proceso no serían árabes sino bereberes o judíos11. Chalmeta sugiere que “en
vez de restringir ‘islamización’ a su sentido pura y estrictamente religioso, cabe
– y parece más adecuado – entender dicho término como un concepto cultural
de amplio espectro”12, pero en general seguiremos utilizando la voz árabe y sus
derivados para describir fenómenos lingüísticos y culturales (no religiosos) aun-
que trasmitidos por u observados en gentes de tenia no árabe, y reservaremos
a la voz Islam y sus derivados para los fenómenos religiosos.
Ya que pretendemos atenernos en lo posible al trabajo de Chalmeta, debe-
ríamos contemplar también la pregunta blochiana que le gusta tanto hacer:
“¿cómo puedo saber lo que voy a decir?”13. Disponemos de dos herramientas
clásicas, la cronística y la toponimia, más el hecho de que en el Pasillo se situa-
ra la Frontera Superior andalusí. Estructuraremos este capítulo en torno a estas
dos herramientas, aunque la evidencia, como siempre, es fragmentaria y sólo a
partir del conjunto de los distintos registros emerge una visión medianamente
diáfana de esa frontera, de su trazado, cronología y razón de ser.
10. Aunque a buen seguro Chalmeta no estaría pensando en una estricta relación secuencial entre los tres fenó-
menos, y el hecho de llamarlos fenómenos en vez de fases sugiere cierta independencia etiológica y cronológica
entre ellos.
11. En cuanto a los bereberes, en muchos casos ni arabo-parlantes ni musulmanes, adoptarían onomástica
personal árabe sin renunciar a su identidad tribal norteafricana, OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla.
Desde una perspectiva portuguesa, Machado insiste en el latente cristianismo e islamismo superficial de muchos
de los invasores bereberes: “Houve a islamização, mas em 711 esta ainda não podia estar senhora totalmente
das consciências e tanto assim que em 740 (mais de duas dezenas de anos após a entrada na Hispânia) ainda
esses islamitas de última hora se revoltavam contra os dominadores, por vezes invocando razões a que não era
alheia a sua já secular formação cristã”, MACHADO, Ensaios arábico-portugueses, p. 189. Es más, no deberíamos
olvidar que la población ‘indígena’ del Pasillo tampoco sería homogéneamente cristiana antes de la irrupción del
Islam, pues habría población judía; y las actitudes de cada grupo diferirían ante el Islam, los judíos, por ejemplo,
asimilándose con relativa facilidad: “de temprana arabización” según GLICK, Cristianos y musulmanes ..., pp.
229-230.
12. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 27.
13. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 29, traduciendo a BLOCH (Apologie pour l’histoire, p. 30) “¿Com-
ment puis-je savoir ce que je vais dire?”, también citado por Chalmeta en “Concesiones territoriales en al-Andalus”,
p. 3
86 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
La eViDenCia CronÍstiCa
La inVasiÓn MusuLMana: PaCto y ConQuista
Al contemplar la invasión musulmana, resulta llamativa la velocidad con la
cual se consumó la empresa, sobre todo cuando se contrasta con el ritmo
bisecular de anteriores conquistas de la Península14. No obstante, todos los
especialistas parecen estar de acuerdo en que fue efectivamente un proceso
de unos pocos años15. Habría unas incursiones exploratorias entre 709 y 711, y
el proceso estaría esencialmente completado cuando Muza regresa a Damasco
hacia finales de 714. Habría que matizar, sin embargo, el grado de control
musulmán sobre ciertas zonas periféricas, generalmente montañosas, mientras,
por otra parte, en las zonas pactistas la presencia musulmana sería mínima ini-
cialmente, consideración de gran trascendencia que retomaremos más adelante.
Aunque la rebelión asturiana de Pelayo probablemente tenga más de mítica
que de real, la resistencia indígena más insistente siempre surgiría en las mon-
tañas septentrionales, por ejemplo en los Pirineos en 73316, mientras, como ya
hemos mencionado, no sería hasta los tiempos del emir Uqba (734-740) que se
eliminase las últimas resistencias en Galicia, Álava y Pamplona17.
Las escuetas crónicas musulmanas, con su aun más lacónica aportación topo-
nímica, dejan dudas sobre las rutas precisas tomadas por los invasores, pero
en cuanto al Pasillo, se entiende que el ejército de Muza pasaría por él y por
tierras controladas por el conde (qumis) Casio, camino a Astorga desde Zara-
goza, hacia 713-714. También la expedición de Tariq (711-712) se aproximaría
al extremo occidental del Pasillo, al dirigirse desde Guadalajara hacia Amaya.
Por lo tanto, entendemos que el teórico control musulmán sobre nuestro espa-
cio dataría de este periodo. La cronología tiene cierta trascendencia histórica
puesto que, en el caso del extremo occidental del Pasillo este control duraría
14. Nos referimos a las conquistas romanas y visigodas, esta última nunca acabada.
15. “Acerca de los escasos años que requirió la invasión musulmana coincidimos casi todos”, CHALMETA, In-
vasión e islamización, p. 26.
16. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 291-2.
17. Ajbar Maymu’a, p. 38; CHALMETA, Invasión e islamización, p. 298; “El control de los extensos y complejos
espacios serranos del centro-norte peninsular no fue en la práctica ni tan temprano, ni tan rápido ni tan cómodo
para el Islam como durante tiempo ha podido inferirse de los interesados relatos de las crónicas musulmanas”,
GARCÍA GONZÁLEZ, “Valpuesta y su entorno ...”, p. 100.
87David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
unos pocos decenios, y tenemos que evaluar qué efectos ese tiempo, breve
en términos macrohistóricos, pero no tanto en términos de la vida cotidiana,
tendría sobre la sociedad del Pasillo.
La velocidad de la invasión y sumisión de la Península es consistente con lo
acontecido en toda la mitad meridional del antiguo imperio romano y en el im-
perio sasánida entero, ambos ocupados por los musulmanes en apenas ochenta
años a partir de la muerte del Profeta en el año 632. Las primeras incursiones
en Siria y en Iraq tuvieron lugar en el año 634, la toma de Alejandría en 642, y
todos los territorios sasánidas (Persia etc.) fueron conquistados antes de 653. La
conquista del Maghreb tardaría algo más en realizarse, aunque quizás más por
falta de interés que por otos motivos, y duraría una treintena de años18.
Generalmente se ha explicado la velocidad de las conquistas musulmanas a
partir de dos factores: la debilidad de sus presas y el mecanismo de conquista
por pacto. En cuanto a la debilidad de los estados víctimas, el estado tardovi-
sigodo reunía todas las condiciones para convertirse en un blanco apetecible,
18. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 76-77.
Mapa VIII. Castilla pactista según Chalmeta
88 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
“Actualmente nadie cuestiona ya que el reino de Toledo se hallaba en avan-
zado estado de descomposición cuando se produjo la invasión arabo-musul-
mana, descomposición que afectaba a las estructuras: políticas, económicas,
sociales y morales (tesis de García Moreno, King, Orlandis, Thompson etc.)”19.
Entre los principales síntomas de esta descomposición estructural podemos
citar: problemas dinásticos (frecuentes destronamientos); una tendencia hacia
la rebelión (cinco graves sublevaciones entre 672 y 711) que en varias ocasio-
nes había recurrido a fuerzas exteriores; hambrunas y epidemias; devaluación
monetal; el ‘masivo’ problema de los esclavos fugitivos demostrado por “el
progresivo endurecimiento de la legislación estatal encargada de su repre-
sión”; y también la progresiva alienación de la comunidad judía tratada como
chivo expiatorio para disimular los otros males20. Además, el desarrollo de la
invasión sugiere que, en vez de ser el resultado de un programa expansionista
ideado desde Damasco o Qayrawan, sería una invasión improvisada, primero
con una serie de incursiones menores que ponían a prueba a la vez la debi-
lidad del estado y el atractivo del botín (con especial énfasis en la belleza de
las mujeres hispanas)21, y en este contexto la debilidad de la presa tendría un
papel decisivo no sólo en el éxito de la invasión sino incluso en la decisión
de intentarla.
El Pacto, mecanismo que en gran medida hizo posible el alcance y rapidez de
la expansión musulmana, es un concepto de especial trascendencia a la hora
de entender el devenir histórico del Pasillo, pues una de las manifestaciones
peninsulares más explícitas del fenómeno se dio en el extremo oriental de
nuestro espacio, como se verá a continuación. La sumisión por pacto ofrecía,
en los términos más generales, autonomía local y libertad religiosa a la pobla-
ción indígena a cambio de sumisión política y tributación fiscal, y posibilitaría
la rápida creación de un imperio musulmán desde el río Indo hasta los Pirineos,
observándose claramente en otros escenarios ‘conquistados’ por los árabes,
como Siria y Egipto. Sería tan prevalente que Chalmeta sugiere abandonar el
concepto de conquista en favor de ideas como “un avance-ocupación pactado
19. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 68.
20. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 68-72, cita textual de la página 70; ORLANDIS, La vida en España
en tiempo de los godos, en particular, sobre la legislación anti-judía, pp. 127-135.
21. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 121-122.
89David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
con poderes locales”, o una sumisión, concepto que ya no presupone ni siquie-
ra una presencia física22.
Dentro de la Península, el caso paradigmático, por ser el mejor documentado,
es el de la región de Murcia, cuyo conde Teodomiro (de Orihuela) pactaría con
Abd al-Aziz ibn Muza hacia 71323. Merece la pena estudiar este pacto, puesto
que es el mejor acercamiento a la probable suerte de parte de nuestro espacio.
Los que se rendían ante el Islam se libraban de la muerte y de la esclavitud,
mantenían sus señores anteriores y sus posesiones inmuebles, disfrutaban de
libertad religiosa, y sus templos serían respetados. A cambio deberían tributar
una cantidad estipulada por persona cada año, y no ayudar a los enemigos del
Islam. La extensión del fenómeno pactista se intuye (a partir, por ejemplo, de
los indicios de continuidad de magnates hispano-godos en varias partes de la
Península) más veces de lo que aparece explícitamente en las crónicas, y tam-
poco hay siempre acuerdo en la suerte de cada ciudad o región, como ya se ha
visto en referencia a Gilliqiya24 y como se verá a continuación en referencia a
Coimbra, pero Chalmeta insiste en la importancia del concepto para entender
el proceso invasionista25.
En este contexto nos encontramos con la noticia de Ibn Hazm de la conversión
del conde Casio (Qasi, en las fuentes árabes) al Islam en Damasco26:
22. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 112; PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., p. 116,
“en la actualidad – al menos desde el punto de vista teórico – nadie duda en conceder un papel significativo a
estos acuerdos o tratados de capitulación.”
23. COLLINS, The Arab Conquest ..., pp. 39-40; BARBERO y VIGIL, La formación del feudalismo ..., p. 208;
CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 214-216.
24. Parece que muchas de las principales ciudades hispano-godas optarían por una rendición de este tipo,
hecho que en sí las tiende a excluir de las crónicas. En Córdoba habría una resistencia por parte del conde y
la guarnición goda, sin apoyo entre la población civil, mientras en Toledo los godos huirían, dejando la ciudad
en manos de los judíos, dos episodios que ilustran los problemas del estado tardovisigodo. Confuso es el caso
de Mérida: para Barbero y Vigil el feliz paradigma de ciudad pactante (La formación del feudalismo ..., p. 207);
mientras Collins (The Arab Conquest ..., p. 42) la tiene como ejemplo de resistencia, y también de las tristes conse-
cuencias de esta estrategia. Sobre la suerte de Coimbra también nos llegan noticias contradictorias (cf. SIMONET,
Historia de los mozárabes ...., p. 181), y volveremos a este caso más adelante.
25. CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, pp. 12-13; CHALMETA, Invasión e islamización, pp.
213-220.
26. Otras fuentes (la Crónica Mozárabe de 754, Ibn al-Qutiyya, etc.) parecen hacer referencia al caso pero no
nombran directamente a Casio, PÉREZ DE LABORDA, Guía para la historia del País Vasco hasta el siglo IX, pp.
231, 297, 306 y 381.
90 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
“Qasi era el conde [qumis] de la Marca en la época de los godos. Cuando los
musulmanes conquistaron al-Andalus, se dirigió a Damasco y se convirtió al
Islam, en presencia de al-Walid ibn ‘Abd al-Malik, de cuya relación de clientela
[wala’] se jactaba.”27
A diferencia del caso de Teodomiro, no tenemos constancia textual del pacto
en sí, pero sí esta alusión al fenómeno, que la posterior carrera de la progenie
del tal Qasi (los Banu Qasi) nos permite centrar en la Rioja Baja y comarcas
próximas. Hablaremos más de los Banu Qasi en otros capítulos, de la ubicación
en el Sistema Ibérico de su territorio más característico y quizás originario, y de
la manera en que este tipo de pacto podría haber afectado a La Rioja y regiones
vecinas en los siglos VIII y IX, pero lo que nos interesa aquí es la mecánica de
la conquista musulmana, su aplicabilidad a nuestro espacio, y a partir de este
hecho sugerir que en la mayor parte de la Península la invasión musulmana
supondría continuidad poblacional, mientras los cambios más sustanciosos es-
tarían limitados a las zonas conquistadas.
Porque también habría zonas tomadas “a punta de espada”, y en realidad la di-
námica de expansión por pacto se entiende sólo con ocasionales dosis de vio-
lencia amenazadora, la auténtica conquista. Si aceptamos que la mitad oriental
del Pasillo podría incluirse en la zona pactista controlada por el conde Casio,
creemos que la mitad occidental se encontraba en el Ducado de Cantabria,
estructura geopolítica visigoda centrada en Amaya. Ya hemos sugerido en otro
capítulo que los límites diocesanos medievales pueden funcionar como guía
para la geografía administrativa tardovisigoda, y retomaremos más adelante, y
de manera más pormenorizada, la cuestión del probable límite entre las dos
circunscripciones.
Amaya parece haber sido tomada por las armas por Tariq. Con las fuentes
lacónicas que tenemos pocas cosas quedan claras, pero en este caso son varios
los indicios que apuntan en esta dirección, entre ellos referencias explícitas:
– AL-ATIR: “De là [Toledo] il alla dans la ville de Màya, qu’il pilla”28,
27. F. DE LA GRANJA, “La Marca Superior en la obra de al-‘Udrí”, p. 532.
28. AL-ATIR, Kamil il-tarih, p. 46. Además, en la página anterior, Al-Atir nombra Amaya como el principal foco
de resistencia visigoda y de reunión de los godos que habían huido de Toledo: “il la [Toledo] trouva abandonnée
91David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
– XIMÉNEZ DE RADA: “exinde venit Amaiam ... et cepit ibi multa millia
captivorum, et thesaurus, et donaria magnatum“29.
Se intuye también la conquista de Amaya a partir del hecho de que en el Ajbar
Maymu’a se la señala como una importante fuente de botín30, lo mismo que
el ya citado texto de Ximénez de Rada, cuando la relación conquista-botín es
clara31. Otro dato que sugiere que hubo conflicto en el Ducado de Cantabria
es el destierro de la progenie de Pedro dux Cantabrorum, pues, como bien
es sabido, sus hijos, tanto Alfonso I como su hermano Fruela, aparecen en
par ses habitants, qui s’étaient rendus dans la ville appelée Maya derrière la montagne”
29. XIMÉNEZ DE RADA, De rebus Hispaniae, I.III.XXIV.
30. Ajbar Maymu’a, #15, p. 28: “ ...y llegó después a la ciudad de Amaya, donde encontró muchas alhajas y
riquezas ...”.
31. Por su parte, Chalmeta habla sólo de la ‘ocupación’ de Amaya, sin explicitar su conquista, y nos sentimos
obligados a insistir en esta cuestión sólo por su indicación exclusivamente cartográfica (reproducida páginas
atrás) de que la zona de Amaya hubiese sido sometida mediante pacto documentado, CHALMETA, Invasión e
islamización, pp. 162 y 212.
Mapa IX. Las probables rutas tomadas por los invasores musulmanes
92 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Asturias. Tal destierro no se explica con una solución pactista32. En resumen,
la impresión a partir de las fuentes es que hubo conflicto, conquista, saqueo y
botín en Amaya33.
Pero no sólo Amaya. Parece que la Gallaecia en general fue conquistada por
Tariq, pues así continúa Ximénez de Rada después de informarnos de la suerte
de Amaya: “exinde campos Gothicos et Asturicam devastavit, et in Asturiis civita-
tem Gegionem [sic], et alia loca plurima occupavit”34. La cronística árabe también
alude a la conquista del noroeste peninsular, aunque con diferentes y algo atí-
picas referencias espaciales: “de las comarcas conquistadas por los musulmanes
a punta de espada y que hicieron propiedad suya, no quedó tierras por repartir
entre los [conquistadores] por Muza b. Nusayr, a excepción de Santarem y Coim-
bra al Poniente y Ejea al Levante”35. Aunque atípicas, las referencias espaciales de
Ibn-Muzayn, Coimbra-Santarem por un lado y Ejea por el otro, si las entendemos
como referencias exclusivas (lectura que justificaremos a continuación), también
delimitan el espacio normeseteño recorrido por Tariq.
Con este lenguaje tan explícito (cepit ... devastavit ... occupavit ... conquistadas
... a punta de espada), extraña que Chalmeta considere el recorrido Amaya-
Astorga dentro de lo que determina las “zonas que pactaron” sólo a partir de
noticias más genéricas y menos explícitas del tipo “los cristianos que quedaron
en los territorios del norte pactaron a cambio de entregar”36. Sugerimos que
una solución diacrónica puede resolver la aparente contradicción. Así, durante
el posterior avance de Muza por el mismo territorio ya devastado por Tariq
32. BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias, p. 187.
33. En realidad, nuestra lectura de los acontecimientos no es nada novedosa, pues es la misma que hizo SI-
MONET (Historia de los mozárabes de España) en el siglo diecinueve, con Amaya conquistada (p. 59) cuando la
mayor parte de España habría pactado (p. 63).
34. XIMÉNEZ DE RADA, De rebus Hispaniae, I.III.XXIV.
35. La Risala de AL-GASSANI, citada por CHALMETA, Invasión e islamización, p. 204, y en este pasaje basado
en IBN MUZAYN. Conviene puntualizar que, aunque muchas de estas fuentes son tardías, en el contexto de
la historiografía árabe, con su tendencia recopilatoria de anteriores (y luego perdidas) obras, tales fuentes no
carecen de valor, cf. MAÍLLO SALGADO, “El Reino de Asturias desde la perspectiva de las fuentes árabes”, p.
230. AL-ATIR, por ejemplo, es descrito por CHALMETA (Invasión e islamización, p. 55) como “... infinitamente
más de fiar su utilización de al-Razi que la que conocemos por la Crónica del Moro Rasis”, mientras para este
pasaje AL-GASSANI, en el siglo XVII, se basaba en la obra de IBN MUZAYN del siglo XI, cf. PICARD, Le Portugal
musulman, p. 22.
36. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 211-213.
93David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
(prácticamente la única vez que retomaría la ruta de Tariq) los ya castigados
habitantes, y los de las comarcas vecinas, mostrarían talante sumiso. Éste, por
tanto, es el punto más significativo en el cual divergimos del análisis de Chal-
meta. Es una cuestión de detalle dentro del contexto peninsular, pero de gran
importancia para las regiones involucradas. Sugerimos que los dos extremos
del Pasillo ‘disfrutarían’ de suertes distintas en este periodo: sumisión por pacto
al este, en el territorio controlado por Casio (cuyo límite oriental sería Ejea);
y conquista en torno a Amaya en el extremo occidental, en un espacio que
creemos corresponder al Ducado de Cantabria. Además, esta suerte divergente
supondría el más importante eslabón en la creación de la frontera que dividiría
los dos extremos del Pasillo durante la mayor parte del Altomedievo.
La dialéctica pacto-conquista tiene toda una serie de implicaciones cuando se
aplica a un espacio concreto. Por un lado, la sumisión por pacto supondría con-
tinuidad (estructural, poblacional, religiosa etc.) y por tanto una relativamente
superficial arabización. En cambio, en zonas conquistadas habría una redistri-
bución del terrazgo entre los conquistadores, lo cual inevitablemente llevaría a
un mayor influjo colonizador, y a una arabización inicial más intensa, aunque
siempre dentro de los parámetros de que la inmensa mayoría de la población,
incluso en las zonas conquistadas, seguía siendo la indígena. Si, además, la
conquista fue de la primera fase, la campaña de Tariq, esa arabización tendría
un pronunciado tinte bereber.
eL PoLÉMiCo Quinteo De La gaLLaeCia
A las regiones conquistadas se les aplicaba la ley musulmana que consistía en
el reparto del botín entre los conquistadores, con la quinta parte reservada
para la comunidad musulmana – el jums. ¿Se aplicó este régimen al Ducado
de Cantabria? Si fuese así, sería otro indicio claro de que el Ducado había sido
conquistado y no sometido vía pacto.
La versión del juicio de Muza relatada en la Risala de al-Gassani nos aporta la
siguiente noticia, parte de la cual ya hemos citado páginas arriba:
“Terminada la conquista por los musulmanes, Musa b. Nusayr al-Bakri
al-tabi`i lo dividió entre las tropas conquistadoras, tal como les repar-
tiera cautivos, géneros y demás botín. Entonces dedujo el quinto de
las tierras y pastizales, tal como hiciera con los cautivos y géneros. En
94 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
al-Andalus, de las comarcas conquistadas por los musulmanes a punta
de espada y que hicieron propiedad suya, no quedó tierras por repartir
entre los conquistadores por Musa b. Nusayr, a excepción de Santarem
y Coimbra al Poniente y Ejea al Levante. Todo el territorio restante fue
quinteado y repartido en presencia de los tabi`íes que acompañaban a
Musa b. Nusayr, que son Hanas al-San`ani, al-Hubulli e Ibn Rabah, here-
dándose posteriormente dichas tierras de padres a hijos. Cuanto la gente
y ulemas mencionan de tierra ... y de ard al-`anwa en al-Andalus, se
trata del quinto que es lo que constituye la ard al-`anwa”37.
El contexto del juicio contra Muza en Damasco sería el delito fiscal de no ha-
ber implementado debidamente el reparto (quinteo) postconquista. Las fuentes
son bastante contradictorias al respecto. La Risala, por ejemplo, es apologética
de la postura de Muza. Quizás la causa fundamental de la desavenencia fue
precisamente la ausencia de éste durante la primera campaña, durante la cual
se haría un reparto más acorde con la costumbre bereber que con las normas
musulmanas, como denuncia Ibn Hazm38. Aunque ausente, Muza tendría que
acarrear con las consecuencias de los actos de su cliente Tariq, y quizás de ahí
surge la tensión entre los dos, a pesar de la brillante serie de victorias que el
bereber había cosechado para su jefe.
De todas maneras, apologético o verídico el testimonio de la Risala, la relación
quinteo-conquista es clara39, y la zona donde el quinteo no se había hecho al
gusto de todos, y donde por tanto podemos suponer conquista, es el cuadrante
noroeste de la Península, delimitado en esta instancia por las atípicas coorde-
nadas de Ejea y Coimbra-Santarem. Más que a las ciudades nombradas, estos
topónimos identifican metonímicamente a regiones (bilad40) que flanquean un
espacio intermedio conquistado y quinteado. Es más, estos límites deberían
37. AL-GASSANI, Risala, p. 112, citado por CHALMETA, Invasión e islamización, p. 204.
38. “Sobre al-Andalus cayeron, victoria tras victoria, los berberiscos, los afariqas y los egipcios, y se apoderaron
de un buen número de pueblos, sin reparto [...] los berberiscos y los tiranos se apoderan de todo cuanto poseen
...”, citado por CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, p. 16.
39. “Todas las referencias al quinto [territorial] del Estado, las discusiones jurídico-históricas acerca de sí Musa
llegó o no a iniciar, efectuar, concluir el reparto de al-Andalus evidencian un extremo: las tierras tomadas por
fuerza de armas fueron tenidas y tratadas como apropiables”, CHALMETA, Invasión e islamización, p. 227.
40. Traducida por CHALMETA (Invasión e islamización, p. 204) como ‘comarcas’.
95David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
entenderse como exclusivos (ìla41), en el sentido de no encontrarse dentro del
espacio quinteado que marcan. En otras palabras, las regiones nombradas no
están incluidas en el espacio conquistado y quinteado42.
Santarem y Coimbra marcan el extremo sur-occidental de la Cuenca del Duero
y del cuadrante noroeste peninsular, y hay otros indicios de que fue, efecti-
vamente, una región pactista43. El testimonio de la Vita de San Idacio es algo
equívoco en este respecto: pues, mientras Lisboa (próxima a Santarem) fue
tomada pacíficamente, se utiliza el verbo diripuit (= ’saqueó’) en referencia
a Coimbra44. Sin embargo, la permanencia en Coimbra del linaje del caudillo
visigodo Aidulfo, según indica la evidencia diplomática, sugiere una solución
pactista, así como el hecho de que éste fue pariente de Witiza, pues en general
los familiares del malogrado monarca visigodo parecen haber colaborado con
los invasores45. Por último, notamos también que Picard define la zona al norte
de Coimbra como región de asentamiento bereber, lo cual también concuerda
con su inclusión en el espacio que consideramos conquistado46.
En el flanco opuesto, la pregunta obligada es ¿por qué se cita Ejea? por lo de-
más nada protagonista de la cronística, y menos a la escala peninsular que los
41. Traducida por CHALMETA (Invasión e islamización, p. 204) como ‘a excepción de’.
42. De nuevo, no sugerimos nada revolucionario, sino que compartimos la lectura decimonónica de SIMONET,
Historia de los mozárabes de España, p. 48. SAAVEDRA también defendía el status pactista de Ejea, “quedó exento
de expropiación de tierras” (Estudio sobre la invasión de España por los árabes, p. 114, n. 2), y a partir de ahí
sugería que fuera parte del espacio banuqasi, idea refutada (en nuestra opinión erróneamente) por el siempre tan
influyente SÁNCHEZ ALBORNOZ (Orígenes del Reino de Pamplona, p. 108). Éste argüía que Ejea no podría ser
a la vez posesión de Casio y quinteada por haber sido conquistada, pero la fuente árabe (y también Saavedra)
deja claro que no se incluye en el espacio conquistado. Por su parte, CHALMETA (Invasión e islamización, p.
212) tiene Ejea como zona pactista en el ya reproducido mapa, y aventura la misma evaluación para Coimbra y
Santarem a partir de la Risala (ibid., p. 196).
43. “Plus au nord, le déséquilibre en faveur des autochtones est encore plus flagrant eu égard aux traités de paix
passés par ‘Abd al-‘Aziz. Au moins pour la zone de Coimbra, Santarém et Lisbonne, le texte de référence est le
traité de Tudmir ...”, PICARD, Le Portugal musulman, pp. 26-7.
44. “Era 754, Abdelazin cepit Olisbonam pacifice, diripuit Colimbriam et totam regiouem quam tradidit Mahamat
Alhamar iben Tarif, Deinde Portucale, Bracham, Tudim, Luccum, Aurium vero depopulavit usque ad solum ...”,
PICARD, Le Portugal musulman, p. 23, citando Sandoval, Historias de Idacio, p. 85.
45. “... ocupada Coimbra por los infieles, gobernó á los mozárabes un Conde de linaje godo, llamado Aidulfo,
á quien sucedió en el mismo cargo su hijo Athanagildo, y á éste su hijo Teodo (Theodus), que presumía perte-
necer á la parentela del Rey godo Witiza”, SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 181; también PICARD, Le
Portugal musulman, p. 22.
46. “Ces derniers [les Berbères], plutôt présents dans la zone située au nord de Coimbra”, PICARD, Le Portugal
musulman, p. 278.
96 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
historiadores árabes solían manejar, pues en referencia al norte peninsular rara
vez pormenorizan más que las referencias a Zaragoza, Pamplona, Amaya, León,
Astorga y Lugo. Ejea fue ciudad de cierta importancia, conocida ceca romana
(Segia), y también fugazmente sede episcopal47, pero al margen de la Risala,
ni antes ni después aparece como jerarquizador de una región significativa,
y su discreto perfil cronístico nos hace dudar que fuese una auténtica capital
regional como lo sería Coimbra.
Sugerimos que aquí Ejea se entienda mejor en una función mojonera, prestan-
do su nombre metonímicamente (en una sola fuente) a la región cuyo límite
marcaba48. En este caso la región aludida sería aquella controlada por el conde
Casio. Notamos que el primer contacto de los árabes con Casio sería después
de Zaragoza, y aunque los especialistas no se ponen de acuerdo en cuanto a la
ruta precisa seguida por Muza entre Zaragoza y Amaya, o bien por Pamplona
o bien remontando el valle del Ebro por La Rioja, la ruta necesariamente les
llevaría cerca de Ejea49. Por otra parte, sabemos que el último rey visigodo,
Rodrigo, se encontraba sitiando Pamplona cuando irrumpió Tariq en la Penín-
sula en 71150, y dado que Zaragoza fue amenazada repetidamente durante la
Tardoantigüedad desde la dirección de Pamplona, Ejea, en el camino entre las
dos ciudades, sería un lugar de cierta importancia estratégica. Sugerimos que
éste podría haber sido incluso el punto de encuentro entre Casio y Muza hacia
714, y al ser el primer lugar que los árabes asociaron con su nuevo cliente /
súbdito, se utilizó su nombre en referencia metonímica a la zona pactista cuyo
límite oriental marcaba51.
¿Cuáles eran los límites del territorio controlado por Casio? Chalmeta acepta
la idea de Cañada Juste de una marca que ocuparía la mayor parte del sur de
47. Según el Códice Ovetense, cf. VALLVÉ, La división territorial ..., p.217.
48. En periodo romano parece haber marcado el extremo sur-oriental del territorio vascón, limítrofe con tierras
suessetanas, SAYAS ABENGOCHEA, Los vascos en la Antigüedad, p. 30.
49. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 191.
50. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 133; Ajbar Maymu’a, #7, p. 21; Fath al-Andalus, p.12.
51. SAAVEDRA (Estudio sobre la invasión de España por los árabes, p. 114) también opinaba que Ejea pertenece-
ría al territorio controlado por el Conde Casio, interpretación rechazada por SÁNCHEZ ALBORNOZ (Orígenes del
Reino de Pamplona, p. 108), con el argumento de que Ejea no podría ser a la vez posesión de Casio y quinteado
por haber sido conquistado. La solución, insistimos, estaría en que los límites nombrados son exclusivos, como
indica el probable status pactista de la región Santarem-Coimbra.
97David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Navarra (o sea extendiéndose hacia el oeste a partir de Ejea en la hoy fronte-
ra aragonesa), pero estos autores apenas contemplan una extensión aun más
occidental, por La Rioja52. En cambio, las fuentes árabes que describen los
acontecimientos del siglo IX vinculan la dinastía banuqasi insistentemente con
La Rioja. Es evidente que el territorio controlado a posteriori por esta dinastía,
en expansión durante el periodo post-711, y que llega a incluir Toledo y Hues-
ca, no coincide necesariamente con su territorio a principios del siglo VIII. Sin
embargo, La Rioja, a diferencia de Toledo y Huesca, se vincula insistentemente
con la dinastía, y sobre todo sectores serranos (Viguera y Arnedo53) carentes
de un intrínseco valor estratégico. Sospechamos que este apego se explica
mejor si La Rioja fuese en realidad el solar original de los Banu Qasi, tema que
retomaremos más adelante. Por lo tanto, sugerimos que, a partir de Ejea (el
hito oriental), el Condado regido por Casio se extendería por La Rioja, hasta el
mismo borde oriental del Ducado de Cantabria.
En resumen, creemos que estas dos regiones (Coimbra-Santarem al poniente,
y el Condado de Casio (identificado con Ejea) al levante) marcarían los límites
exclusivos de un espacio conquistado “a punta de espada” y luego quinteado y
repartido. Resulta llamativo contrastar este espacio con la geografía de
– las razzias astures de mediados del siglo VIII,
– la toponimia bereber identificada por Oliver Asín y Oliver Pérez54, y
– la toponimia en Quintana.
Desarrollaremos estas ideas a continuación, pero por el momento sugerimos
que grosso modo los cuatro fenómenos delimitan esencialmente el mismo
espacio.
Las saCuDiDas De MeDiaDos DeL sigLo Viii
Durante los veinte años centrales del siglo VIII ocurrieron dos acontecimientos
que acabarían en la desaparición del poder musulmán de la Meseta Norte: la
52. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 191, especialmente n. 360; CAÑADA JUSTE, “El posible solar ori-
ginario de los Banu Qasi”.
53. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., pp. 117-18.
54. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en relación con los árabes y los beréberes;
OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe de la región castellano leonesa”.
98 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
rebelión bereber de 741-2, y las campañas astures lideradas por Alfonso I y su
hijo Fruela una década después. Sobre la geografía de ambos fenómenos la
calidad y naturaleza de la información disponible es muy diferente. En cuanto
a la rebelión bereber, las fuentes arábigas demuestran su habitual laconismo
en cuestiones toponímicas, pero a partir de los pocos datos que ofrecen55, del
itinerario de Tariq durante la fase bereber de la invasión56 y de la geografía
de al-Andalus posrebelión57, parece claro que ésta se centró en la Gallaecia
(Yilliqiya). En cuanto a las campañas astures, en cambio, el problema es justo
lo contrario: abundan los topónimos y escasea la contextualización. Pero de
nuevo el escenario es el cuadrante noroeste de la Península. Nuestra hipótesis
es que el resultado de ambos acontecimientos sería la cristalización de una
frontera en el Pasillo al convertir lo que antes había sido una demarcación in-
terna del proto al-Andalus (que separaba una zona muladí de otra bereber) en
parte de la frontera exterior de al-Andalus, la ‘Frontera Superior’.
55. “En al-Andalus se levantaron contra los árabes que vivían en Yilliqiya, Astorga y las ciudades más allá de los
desfiladeros”, Fath al-Andalus II. 26-7; CHALMETA, Invasión e islamización, p. 315.
56. En cuanto a la aparente correspondencia entre el recorrido de Tariq y la geografía del levantamiento bereber
véase CHALMETA, Invasión e islamización, p. 317.
57. Cf. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas; y VALLVÉ, La división territo-
rial de la España musulmana.
Mapa X. Civitates tomadas de los árabes según la Crónica de Alfonso III
99David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
eL LeVantaMiento bereber
Hacia 739 estalló un conflicto en el Maghreb entre indígenas (bereberes) y ára-
bes que pronto involucraría también a al-Andalus (tan estrechamente vinculado
con el Norte de África), pues hacia finales de 741 o principios de 742 muchos
de los bereberes instalados en la Península se sumarían a la rebelión. Las causas
de ésta, grosso modo una mezcla de tensiones (léase odios) interraciales y pre-
siones fiscales, ya han sido más que adecuadamente comentadas por autores
especialistas en el tema58.
Ya durante la conquista musulmana del Maghreb se había empezado a acusar
la escasez de tropas árabes59, y en la Península esta escasez sería aun más pro-
nunciada60. Por lo tanto, ante la escasa participación árabe, Chalmeta considera
la primera fase de la invasión, la campaña de 711-712 capitaneada por Tariq,
58. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 299-317, y en cuanto a tensiones entre los dos grupos antes de la
aventura ibérica p. 109.
59. “Estamos en una fase de agotamiento de los recursos humanos árabes que, por sí solos, ya no bastan para
seguir ensanchando indefinidamente los confines del imperio”, CHALMETA, Invasión e islamización, p. 99.
60. En el campamento de Tánger, a partir del cual Tariq lanza la invasión, habría entre 12.000 y 19.000 jinetes
bereberes y tan sólo de 12 a 27 árabes para instruirlos, CHALMETA, Invasión e islamización, p. 102. En cuanto a
la invasión en sí, “todas las fuentes dan el elemento árabe como una ínfima minoría / yasir, aqalluhum y parecen
Mapa XI. Concentración de las correrías astures en el Pasillo, en torno al río Ebro y las Conchas de Haro
100 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
como la fase bereber61. En este contexto, la cronología temprana del someti-
miento de la cuenca del Duero, la geografía de la rebelión de 741-2, y ciertos
indicios toponímicos que analizaremos más adelante, sugieren que la Meseta
Norte fuese una zona colonizada mayoritariamente por bereberes62.
En cuanto al Pasillo en sí, notamos que Amaya fue conquistada durante esta
fase ‘bereber’ y que luego, como la Gallaecia en general, se quedaría fuera
de los límites de al-Andalus, así que, aunque no reciba mención expresa en
las fuentes en este contexto, sugerimos que el antiguo Ducado de Cantabria
también se vería involucrado en el levantamiento bereber63.
Luego, bajo Muza, el sometimiento de la Península adoptaría un tinte más
árabe, y en yuxtaposición a la Gallaecia (sometida por Tariq, colonización
bereber, implicación en la rebelión, y futuro fuera de al-Andalus) está Zaragoza:
sometida durante la segunda fase de la invasión, y más árabe que bereber en
cuanto a colonización, se mantendría dentro del estado andalusí y al margen
de la rebelión bereber.
Desafortunadamente las fuentes no precisan más que este nivel tan genérico,
y entre estos dos bloques se encuentra el espacio que nos interesa. Si para
el Ducado de Cantabria hemos sugerido que se incluyera dentro del espacio
rebelde, para los territorios controlados por los descendientes del conde Casio,
los Banu Qasi, sugerimos lo contrario. Al haber pactado su rendición ante
Muza, estas tierras se encontrarían prácticamente libres de colonos, y por tanto
no se verían involucradas en un conflicto tan abiertamente racial, evaluación
que su continuada integración en al-Andalus parece confirmar. Así sugerimos
que el levantamiento bereber tiene el efecto de acentuar las diferencias entre
los dos extremos del Pasillo.
estar aludiendo a una o dos decenas; el que más eleva su cifra es Ibn Haldun quien habla de 300 árabes por unos
/ zuha’ 10.000 bereberes”, CHALMETA, Invasión e islamización, p. 126.
61. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 160-164.
62. Además de la colonización inicial, en los años posteriores a la invasión, y para acomodar a nuevos inmigran-
tes árabes, habría una serie de redistribuciones de tierras que forzarían a los bereberes hacia zonas cada vez más
septentrionales y periféricas, CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, p. 35.
63. En el contexto macrogeográfico de las fuentes árabes, muy parcas en información toponímica sobre la con-
quista del norte peninsular, por Amaya deberíamos entender no sólo la plaza fuerte en sí, sino también el espacio
organizado en torno a ella, el Ducado de Cantabria.
101David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Militarmente, el levantamiento sería un sonado fracaso para los bereberes. Des-
pués de dar muerte a los pocos árabes presentes en la Gallaecia los maghrebíes
se dirigieron hacia el sur donde se encontrarían con sendas derrotas en Guaza-
lete (Toledo) y Mérida64. Sin embargo, y a pesar de terribles pérdidas (siempre
según la cronística arabo-andalusí) los salvaría del exterminio la providencial
aparición del nuevo gobernador Abu l-Hattar quien, en un afán de resolver
los problemas que habían conducido a la guerra civil, diseña un acuerdo para
pacificar la Península: perdonándoles la vida a los derrotados bereberes, ase-
gurándoles sus posesiones, y permitiéndoles volver a sus tierras. El regreso de
esta gente no es explícito, pero sí lo es que conservasen sus tierras65, lo cual
implica tal regreso, y suponemos que estos episodios no suponían el fin de la
presencia bereber en el noroeste peninsular.
Y lo parece confirmar el hecho de que, cuando se asoma Alfonso I a la escena
hacia 750-1, las fuentes nos cuentan que se tomó en guerra una impresionante
nómina de ciudades antaño oprimidas por los sarracenos66. Evidentemente hay
que tener cuidado con unas fuentes que tienden a engrandecer siempre su
particular héroe, en este caso Alfonso I, y tomar ciudades defendidas luce más
en el curriculum vitae que operar destructivamente en un vacío, pero cuando
las fuentes árabes (el Ajbar Maymu’a) se ponen de acuerdo con las cristianas
(la versión ovetense de la Crónica de Alfonso III) hay que hacer caso al testi-
monio conjunto. El testimonio del Ajbar Maymu’a es especialmente explícito:
las campañas astures se dirigen contra musulmanes todavía en el norte después
de 740-1, y resulta en la expulsión de éstos de Gilliqiya, corónimo que en las
fuentes árabes tiene un sentido mucho más amplio que la actual Galicia, más
64. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 318-26.
65. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 331, “... a los bereberes les [reconoció la propiedad] de los bienes
y presas que detentaban sin retirarles ni reclamarles nada”.
66. “...simul cum fratre suo Froilane multa aduersus Sarracenos prelia gessit atque plurimas ciuitates ab eis olim
oppressas cepit ...”, Alfonso III, #13 (versión ‘A Sebastián’); “Las gentes de Gilliqiya se habían sublevado contra los
musulmanes creciendo su poder hasta adueñarse de la cora de Asturias. Los musulmanes de Gilliqiya y Astorga
les combatieron largo tiempo hasta que ocurrió la lucha civil entre Abu l-Hattar y Tuwaba. Y, durante el año
133, [los cristianos] derrotaron y expulsaron a los [musulmanes] de toda Gilliqiya, tornáronse cristianos aquellos
de fe vacilante y disminuyeron [los ingresos] del harag. [De los restantes], unos fueron muertos mientras otros
huyeron tras la cordillera, hacia Astorga", Ajbar Maymu’a, pp. 61-2, el año citado, 133, corresponde a 750-1; “El
hambre se enseñoreó [de al-Andalus y los cristianos] expulsaron a los musulmanes de Astorga y otros [lugares],
reagrupándose éstos en las [comarcas sitas] tras los puertos de la otra [sierra] y hacia Coria y Mérida”, Ajbar
Maymu’a, pp. 77-8. En ambos casos reproducimos las traducciones del Ajbar Maymu’a de CHALMETA, Invasión
e islamización, pp. 344-6.
102 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
bien la Gallaecia romana, sobre todo en el contexto de referencias a tierras al
sur del Sistema Central (Coria y Mérida). Aceptamos que la guerra civil arabo-
bereber de 741-2 debilitaría la presencia musulmana en el norte, pero no ter-
minaría con ella. Antes del golpe de mano estratégico astur, todavía suceden
toda una serie de desgracias (sequías, hambrunas y otra guerra civil67) y aún así
todavía habría presencia musulmana en el Norte hacia 750-3. Lo más llamativo
de todo es la noticia de que “tornáronse cristianos aquellos de fe vacilante”.
¿A quiénes se refiere? ¿A muladíes o a bereberes? Parece que incluso después
de las campañas astures quedarían en Gilliqiya gentes que habían sido por lo
menos parcialmente islamizadas.
La DesestruCturaCiÓn astur
Así que, aproximadamente una década después del levantamiento bereber, la
monarquía astur emprendió una serie de campañas destructoras, a las cuales
la historiografía ha atribuido el propósito estratégico de hacer imposible, o por
lo menos improbable e incómoda, la vuelta de los musulmanes a la Meseta
Norte.
Según la Crónica de Alfonso III (#13), estas campañas serían obra de Alfonso I
y de su hermano Fruela, mientras para al-Atir su arquitecto sería otro Fruela (I),
hijo y sucesor de Alfonso68. Tradicionalmente la historiografía ha aceptado la
versión alfonsina de estos acontecimientos, pero la perspectiva de al-Atir, qui-
zás más imparcial en cuestiones dinásticas asturianas, es interesante, y notamos
que una contraofensiva musulmana (la campaña de Bedr), la muerte de Fruela
I a manos de sus parientes, y un periodo de aparente entente astur-cordobés se
suceden rápidamente a partir de 767. Ante la duda en torno a la autoría de estas
campañas, las denominaremos de modo genérico las correrías astures.
La estrategia, se entiende, consistiría en desmantelar sistemáticamente la forma
de vida en la que se sostenía el sistema (tributario-mercantil) musulmán. Ha-
67. Fath al-Andalus, p. 58; CHALMETA, Invasión e islamización, p. 348; GLICK, Cristianos y musulmanes, p.
49.
68. AL-ATIR, Kamil il-tarih, p. 104: “En cette meme année 140 ... mourut ... Alphonse, roi de Galice; il eut pour
successeur son fils Firowilia, qui l’emportait sur son père en bravoure, en habilité administrative et en fermeté. Il
exerçai un pouvoir incontesté, et eut un règne glorieux: il chassa les musulmans des places frontières et s’empara
de la ville de Loukk, du Portugal, de Salamanca, de Chamoura, d’Avila, de Segovie, de la Castille”, citado por
GARCÍA GONZÁLEZ, “Valpuesta y su entorno ...”, p. 134, n. 70.
103David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
ciendo así aun más inhóspito y aun menos atractivo el norte. Si la estrategia
parece sospechosamente visionaria, y por ende quizás una construcción retros-
pectiva de los historiadores, tiene sin embargo un precedente en el Maghreb
que la puede avalar: la exitosa estrategia perseguida por la bereber cristiana
Kahina en Ifriqiya apenas veinte años antes de la invasión de la Península69.
Grosso modo, las civitates conquistadas por los astures son núcleos regiona-
les, de cierta enjundia, la mayoría cecas o sedes episcopales70. Estimamos que
también se debería incluir en este grupo importantes centros militares como
Amaya, nombrada repetidas veces (574, 712, y ahora ca. 753) a lo largo de los
periodos visigodo y protomusulmán. La distribución de los lugares nombrados
no es ni mucho menos equilibrada, y se observa una desavenencia entre la
geografía de las correrías y la supuesta finalidad de las mismas: la despoblación
o desarticulación de la sociedad urbana meseteña. Hay una gran concentración
en los rebordes montañosos de la Meseta, con el interior de la misma, más
urbanizado, dejado prácticamente sin citar, y con una concentración particu-
larmente pronunciada en el borde oriental lindante con territorios aun bajo
control musulmán.
Como se podría imaginar, dada la posición estratégica del Pasillo, éste no se
libró de las atenciones astures, y se incluyen nada menos que nueve civitates
de la región entre las dos listas alfonsíes, la tercera parte: Oca, Veleia de Álava,
Miranda, Revenga, Carbonarica, Abeica, Briones, Cenicero y Alesanco71. Aquí
el tenor y calidad de la información cambia: se nombran más lugares, con-
centrados en un radio menor, y en muchos casos sin perfil histórico anterior o
69. GARCÍA GONZÁLEZ, “Almanzor: la desestructuración imposible”; OLIVER ASÍN (En torno a los orígenes de
Castilla ..., p. 60) además nos informa que la tribu de la reina al-Kahina, los Yarawa, se encontraban entre los
bereberes que pasaron a la Península, aunque las huellas toponímicas que parecen haber dejado no coinciden
con la Gallaecia. Por otra parte, GARCÍA GONZÁLEZ (“Valpuesta y su entorno ...”, pp. 131- 138) matiza entre la
estrategia de Alfonso I y la de su hijo Fruela, “Fruela I, por el contrario, aun asumiendo la política desestructurado-
ra de su progenitor, bien que en un horizonte meseteño más meridional, se propuso menos un atrincheramiento
en el litoral que un rápido fortalecimiento del meridional y de los flancos oriental y occidental del somontano”.
70. “... plurimas ciuitates ab eis [Sarracenos] olim oppressas cepit, id est, Lucum, Tudem, Portucalem, Bracaram
metropolitanam, Uiseo, Flauias, Agata, Letesma, Salamantica, Zamora, Abela, Secobia, Astorica, Legione, Saldania,
Mabe, Amaia, Septemanca, Auca, Uelegia Alabense, Miranda, Reuendeca, Carbonaria, Abeica, Brunes, Cinisaria,
Alesanco, Oxoma, Clunia, Argantia, Septempublica et cunctis castris cum uillis et uiculis suis ...”, Alfonso III (ver-
sión ‘A Sebastián’), #13.
71. Alfonso III (versión ‘A Sebastián’), #13, la versión rotense no incluye Veleia Alabense ni tampoco Briones
(Brunes).
104 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
posterior. Habría que contemplar la posibilidad de que esta diferencia no sea
más que un resultado aleatorio de una defectuosa transmisión textual72, pero
nos parece más probable que aquí haya una diferencia de fondo.
Primero separaremos a Oca de los otros ocho núcleos mencionados en esta
concentración nordeste; pues está relativamente alejado de los otros núcleos,
tiene un perfil histórico más acorde con las auténticas ciudades de la Meseta
(al ser sede episcopal), y es el único de los nueve núcleos al oeste del límite
diocesano burgalés. Así los nueve se reducen a ocho. Si en la Meseta (con
Oca) las actividades de los astures se concentran en el entramado urbano que
sustenta el sistema tributario, estos ocho núcleos concentrados en el Alto Ebro
difícilmente se podrían considerar como centros urbanos.
¿Cuál es el significado de estos ocho lugares al este del límite diocesano y de
la toponimia en Quintana (como explicaremos a continuación)? Creemos que
estos núcleos estarían fuera del Ducado de Cantabria, y sugerimos que se trata
de un entramado defensivo que marcaba el extremo nororiental del espacio
controlado por los Banu Qasi73. Además, dado que ninguno de estos lugares
parece ostentar un nombre árabe o bereber quizás el entramado tiene su origen
en periodos anteriores, y su orientación, que sugiere una coherente serie de
fortificaciones que controlaban los accesos al Ebro desde Álava, recuerda las
belicosas relaciones entre el Reino de Toledo y los vascones (aquí, occiden-
tales). La inclusión de tantos núcleos al norte del Ebro (Abalos, Carbonarica y
Briones) sugiere un intento de imposibilitar el acceso a la vega riojana desde el
macizo que se erige al norte del Ebro (Montes de Vitoria, Sierra de Cantabria,
Sierra de Urbasa etc.), ya que estas mismas plazas no tienen tanto valor estraté-
gico con respecto al Pasillo. También se nota el deseo de controlar las estratégi-
cas Conchas de Haro, y los vados del Ebro cerca de Miranda, de allí la inclusión
de Miranda y Revenga. Por último, la penetración en la llanada alavesa (Veleia)
sugiere control de la Foz de Arganzón.
72. Sabemos que las crónicas asturianas se redactaron más de un siglo después de los hechos (hacia 885, según
los especialistas, p. ej. WOLF, Conquerors and Chroniclers ..., p. 47), supondremos que no se inventaron ex
nihilo, y es improbable que sólo se recurriera a la tradición oral, y por tanto deberíamos pensar en unas fuentes
anteriores, que no necesariamente serían las mismas, ni con el mismo grado de pormenorización para todos los
espacios implicados.
73. En menor grado, se repite el patrón en el Alto Duero, la otra estratégica vía de acceso hacia la Meseta, espa-
cio que, al faltar el antecedente de un conflicto vascón-visigodo, se entiende que fuera menos militarizado.
105David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
En cuanto a las consecuencias de estas campañas, sugerimos, como hipótesis,
que esta zona quedaría tan castigada que no le esperaba otro futuro que el de
marca fronteriza de los Banu Qasi, quienes quizás no lograsen nunca reinstalar-
se con cierta continuidad al norte de los Obarenes. Tampoco creemos que sea
una coincidencia que la pérdida de control sobre estos accesos coincidiera con
la reactivación del nexo astur-alavés, basado en vínculos dinásticos, y provo-
caría un aluvión de aceifas musulmanas que nombran insistentemente a Álava
como uno de sus objetivos principales: 767, 791, 792, 794, 796, 801, 803, 806,
816, 823, 825, 826, 837, 838, 839, 846, 850, 854, 855, 863, 865, 866, 882, 883,
886 y 90474.
Los astures atacaron lo que estaba allí, los centros militares visigodos (para
entonces banuqasies) orientados hacia el enemigo ancestral (los vascones) al
norte, y por lo tanto más vulnerables a un ataque de costado desde el occiden-
te. Es a partir de ahora que se empiezan a diseñar alternativas líneas defensivas:
desde el lado banuqasi, casi sin documentación, se percibe una tierra de nadie
que corresponde al valle del río Oja, extrañamente tardío en comparecer diplo-
máticamente, y quizás una comarca fronteriza relacionada de alguna manera
con la toponimia en Zahara, posibilidad que exploraremos más adelante, aun-
que en realidad todo el territorio banuqasi, extremadamente periférico para los
intereses cordobeses, debería considerarse como una zona fronteriza. Mientras
tanto, desde el punto de vista cristiano, surgirá de la cronística a lo largo del
siglo IX el entramado Cellorigo-Pancorbo-Cerezo-Ibrillos-Grañón, con los dos
primeros puntos probablemente anteriores a los otros tres que cierran el Pasillo
sólo hacia finales del siglo. Asistimos, por tanto, al nacimiento de la frontera
del Pasillo. Hija de la naturaleza e itinerario de la invasión musulmana (más
específicamente, la divergente suerte ante la invasión musulmana del Ducado
de Cantabria por un lado, y el espacio controlado por el Conde Casio por el
otro), está todavía en su infancia, pero ya empieza a consolidarse con el ensa-
ñamiento astur en esta zona.
74. Lista cuya envergadura nos parece tremendamente elocuente, GARCÍA GONZÁLEZ, “La cuenca de Miranda
de Ebro ...”, p. 107.
106 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
La eViDenCia toPonÍMiCa
HueLLas De PresenCia bereber en CastiLLa y LeÓn
Como ya comentamos en la introducción, varios arabistas han denunciado la
presencia en la Meseta Norte y regiones próximas de interesantes concentra-
ciones de topónimos de aparente origen semítico, aunque, por varios motivos,
éste sigue siendo un campo infraestudiado75.
En concreto, a partir de la toponimia Oliver Asín insistió en su discurso de en-
trada a la Real Academia en la presencia significativa de población bereber en
la Meseta Norte, sobre todo en la Castilla nuclear. Por muchos motivos resulta
una tesis ‘difícil’, lo cual, en parte, ha contribuido a su marginación historiográ-
fica. Por un lado, la metodología es problemática ya que se basa en toponimia
transidiomática, incluso transalfabética, y en muchos casos con escaso segui-
miento histórico-diplomático, partiendo, generalmente de la toponimia actual.
Que Mena o Quejana, por ejemplo, tengan parecido superficial con etnónimos
bereberes podría ser el resultado de la pura coincidencia formal. También hay
una tendencia a mezclar la evidencia bereber con la árabe. Esto no supone una
debilidad de la teoría en sí, y el título del artículo pregona este acercamiento
dual, que sin duda representaría la realidad de una (por el momento hipotética)
presencia bereber, pero sí diluye el impacto científico de la tesis ya que para
la toponimia árabe (sobre todo la de tipo antroponímico) caben otras expli-
caciones no berberiscas (muladíes, mozárabes, judías etc.) y por tanto otras
cronologías. Tampoco es estrictamente cuantitativo el estudio, lo cual crea otro
problema, pues aunque se aceptara que hubiera una presencia bereber, ¿cómo
cuantificarla? También habría que reconocer algunos problemas, sobre todo
de detalle, con la teoría. Por ejemplo, la idea de que el culto de San Ciprián
indique necesariamente inmigración del norte de África durante el siglo VIII76,
cuando el mismo culto tiene una presencia muy anterior en la Península, y
específicamente en el norte, celebrado por Prudencio de Calahorra. Por último,
75. “... un campo prácticamente virgen”, es la evaluación de OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia
árabe de la región castellano leonesa”, p. 97. También se han acercado al problema, ASÍN PALACIOS Contri-
bución a la toponimia árabe de España, 1944; CUNHA SERRA, Contribución topoantroponímica al estudio del
poblamiento del noroeste peninsular, 1961; OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en
relación con los árabes y los beréberes, 1974.
76. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., pp. 18 y 65.
107David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
la teoría es tan revolucionaria en algunos aspectos, por ejemplo a la hora de su-
gerir un origen norteafricano para el corónimo Castilla77, que quizás contribuyó
al menosprecio historiográfico de sus otras propuestas. En fin, la validez de la
tesis es difícil de evaluar, sobre todo para los no arabistas, que han tendido, la-
mentablemente, a ignorarla y en algunos casos a rechazarla apriorísticamente78,
cuando a partir de la cronística existen razones para apoyar la teoría de una
significativa presencia bereber en la Castilla primitiva.
En concreto, y ateniéndonos a las pruebas berberiscas y no árabes (la mayor
parte de los antropotopónimos), los indicios toponímicos de presencia norte-
africana en Castilla serían los siguientes, siempre según Oliver Asín:
– Toponimia en –ana, considerada de origen romano por Caro Baroja
y equivalente del sufijo navarro -ain, Oliver sugiere un origen norte-
africano para algunos casos, sobre todo Berberana, Bezana y Aprícano
(= ‘africano’), cuya carga semántica apoyaría la hipótesis. Como ya se
ha comentado con referencia al culto de San Cipriano, estas referencias
al norte de África tampoco imposibilitan un origen pre-musulmán pero,
con un documentado influjo de norteafricanos medio milenio más re-
ciente que, por ejemplo, una solución romana, se debería contemplar
la hipótesis de Oliver, que tiene la ventaja de evitar una supervivencia
masiva de micro-asentamientos agrícolas en el oeste de Álava que no
se aprecian en otros espacios donde la Tardoantigüedad parece haber
dado al traste el entramado habitacional imperial79. El problema es
esencialmente el mismo que el de la toponimia en Quintana, pues
explicaciones más recientes son preferibles a las que se basan en una
etimología a partir de un antropónimo de periodo romano.
– Tribus bereberes. Después de identificar varios casos de etno-
nimia bereber conservada en la toponimia de otras partes de la
77. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 47 y ss.
78. BESGA MARROQUÍN (Orígenes hispano-godos del Reino de Asturias, p. 277, n. 871), parece compartir nues-
tra evaluación al considerar el artículo que nos ocupa como “un célebre, pero significativamente desaprovechado
estudio”.
79. PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., pp. 41-2.
108 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Península80, el arabista propone etimologías parecidas para Mena81
y Quejana82.
– Gentilicios arabo-bereberes. Son varias las formas que estos gen-
tilicios pueden adoptar bani-, beni-, awlad-, wlad- dawu-, ayt-83 y
la romanceada –es, que sería precisamente la que se observa en la
forma burgalesa Mecerreyes (Lara)84 y Ailanes (valle de Zamanzas)85.
Cita varios otros posibles casos de terminación en sufijos pluralizan-
tes romances, aunque éstos tienden a desaparecer entre la masa de
toponimia protocastellana.
– Quintana y toponimia relacionada. Oliver sugiere que esta topo-
nimia es una referencia a la institución norteafricana del jammas o
‘quintero’86, idea que desarrollaremos a continuación.
– Por último, sugiere un origen bereber incluso para el corónimo Casti-
lla, hipótesis que choca con los mismos cimientos de la historiografía
tradicional española, y que sospechamos podría haber perjudicado la
aceptación de sus otros argumentos.
Oliver Pérez recoge el testigo de Oliver Asín y, sin ceñirse tanto a Castilla,
aporta otros ejemplos de etimologías norteafricanas en la mitad septentrional
de la Meseta Norte:
– a partir de los antropónimos bereberes Tawril, Tukit y Maysara
tendríamos respectivamente Villaturiel (León), Villatoquite (Palencia)
y Maizara / Méizara (León) 87
80. Por ejemplo, Orba y Huerba serían referencias a los Áwraba y Cebrones a los banu Sabrun, OLIVER ASÍN,
En torno a los orígenes de Castilla ..., pp. 30-3.
81. < Mena’a, “en las montañas del ‘Awras, en Argelia”, replicado en León “en tierras muy beréberes, según
pienso explicar en otra ocasión”, OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 33.
82. < Kesana, “una de las ramas de los Banu Fatin”, en la raya alavés-castellana, próximo también a Berberana
(q.v.), OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 34.
83. Coincidencia (?) interesante teniendo en cuenta la tendencia de la partícula antroponímica vasca aita a com-
binarse con antropónimos semíticos (Fabibi (Valvanera55, 1070); Muza (Rioja14-2, 1052) etc.), que examinaremos
más detenidamente en la sección dedicada a Estratos Etnolingüísticos.
84. < Mes(e)ray, “fracción de los Matggara, y ésta de los Hawwara”, OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de
Castilla ..., p. 41.
85. < Haylana, “tribu del Átlas perteneciente a la confederación de los Masmuda”, OLIVER ASÍN, En torno a
los orígenes de Castilla ..., p. 42.
86. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., pp. 46-7.
87. OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe ...”, pp. 98-99.
109David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
– a partir de nombres de grupos tribales: “Zoares (León) de Zuwara,
Cotanes (Zamora) de Kutama” y refirma lo del origen etnonímico y
bereber de Mecerreyes (Burgos)88.
Notamos que esta toponimia putativamente bereber no se distribuye equitati-
vamente por toda la Cuenca del Duero, sino se concentra en su mitad septen-
trional, como se aprecia en el mapa que adjuntamos. El mismo patrón veremos
luego con la toponimia en Quintan-, y notamos también que coincide grosso
modo con el recorrido (Amaya – Astorga) de Tariq y su hueste maghrebí.
En fin, sugerimos que, aun teniendo en cuenta los problemas que lastran la
metodología de comparación superficial, tampoco podemos rechazar la teoría
apriorísticamente. Lo que postula Oliver Asín es compatible con el testimonio
de al-Atir, de Jiménez de Rada y del Ajbar Maymu’a. Además del patrón de
conquista temprana (y por tanto bereber), Chalmeta insiste en el interés de los
bereberes en la colonización y no sólo la extracción de botín89, mientras Ibn
Hazm alude a la apropiación indebida por parte de los bereberes de tierras
conquistadas, lo cual parece ser también el problema detrás del histórico juicio
de Muza. Y sin embargo, entre los historiadores de la Castilla altomedieval se
arraigó una tendencia a considerar los 40 años andalusíes como anecdóticos, y
que lo semítico en Castilla fuese casi siempre mozárabe, alóctono y por tanto
menos relevante a su desarrollo histórico. Recientemente la problemática de la
onomástica semítica ha recibido algo más de atención en el extremo occidental
de la Meseta, pero apenas en Castilla en sí90.
Sin embargo, el método de Oliver Asín es esencialmente impresionista, es-
trategia perfectamente adecuada para una llamada de atención, como quizás
pretendía, pero el resultado está lejos de ser una teoría empíricamente probada.
Sobre todo porque gran parte de la evidencia que aporta está contaminada
por numerosos problemas: el uso de toponimia actual con escaso seguimiento
histórico-diplomático, y por tanto sin cronología firme; ejemplos aislados; otros
88. OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe ...”, p. 99.
89. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 161 y 231-232.
90. Así la mayoría de las más recientes monografías sobre el Altomedievo castellano (obras de PEÑA BOCOS,
MARTÍN VISO, PASTOR DÍAZ DE GARAYO, ÁLVAREZ BORGE etc.) ni siquiera recogen los arriba citados artículos
en sus bibliografías.
110 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
casos para los cuales existen teorías etimológicas alternativas más o menos
solventes ...
No obstante, existe un estrato toponímico, relacionado por Oliver Asín con esta
temprana presencia bereber en Castilla, que supera la mayor parte de estos
problemas metodológicos: la toponimia en Quintana.
Quintana
ConSiDerACioneS metoDológiCAS A diferencia de la toponimia berberoide ya glosada, la toponimia en Quintana
es abundante y homogénea, dos ‘virtudes’ que solventan muchos de los proble-
mas arriba denunciados, y que nos ofrecen unas posibilidades analíticas muy
superiores a lo que se puede pedir de ejemplos aislados, pero que a su vez nos
causan otros problemas nuevos.
En cuanto a la homogeneidad, no tenemos que contemplar apenas cambios
entre la diplomática medieval y la toponimia actual, más allá de las formas
galaico-portuguesas de Quintã (< quintana), cuyo acento indica la pérdida
de la última sílaba y que la distingue de quinta, y el diminutivo Quintela, y la
sonorización inicial observada en un sólo ejemplo vasco, Apreguindana. Por lo
Mapa XII. Toponimia bereber en Álava, Castilla y León según Oliver Asín y Oliver Pérez
111David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
demás, los casos manejados se reducen casi siempre a Quintana, Quintanilla
y Quintanar. En menor medida se observan algunas formas pluralizadas. Lo
dicho es igualmente válido en la actualidad como en la documentación medie-
val, con variación sólo en la ortografía del diminutivo romance, donde la forma
Quintaniela es bastante frecuente, pero sin causarnos trastorno metodológico
alguno.
En cuanto a la abundancia actual de esta toponimia, es evidente a partir de
diversas y variadas fuentes. Basta con consultar los índices de cualquier atlas
de España91, mientras, más específicamente, la página Web de la Diputación de
Burgos recoge más de 70 núcleos de población actuales que incorporan el ele-
mento en su nombre92, y la de la Xunta de Galicia reúne 175 lugares actuales
que corresponden al mismo patrón93. Antes habría más todavía. Martínez Díez
cifra en un 60% la pérdida de asentamientos burgaleses entre los periodos me-
91. Hemos utilizado el Atlas de España (1992) de la editorial El País Aguilar, que recoge 155 incidencias de esta
toponimia, mientras El Gran Atlas de España (1997) de Planeta recoge 161.
92. www.diputaciondeburgos.es.
93. Del Nomenclator de la Xunta, www.xunta.es.
Mapa XIII. Distribución de la toponimia en Quintana
112 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
dieval y actual, acorde con la concentración del hábitat a partir de una máxima
atomización altomedieval observada en otras regiones94. Esto se refleja también
en el estrato que nos ocupa y, siguiendo al mismo autor, sólo en los alfoces del
Pasillo y próximos a él, de 51 Quintanas identificados, 27 están hoy despobla-
dos. Remitimos al lector al correspondiente Apéndice donde enumeramos los
casos que aparecen en la documentación manejada, así como las incidencias
entre la toponimia actual.
Por lo tanto, estamos ante un estrato toponímico a la vez homogéneo y abun-
dante, cuyo rastro se sigue fácilmente desde el Altomedievo hasta el presente.
En el espacio que centra nuestro interés, la documentación pormenorizada
arranca a principios del siglo X, y con ella aparece desde el primer momento la
toponimia que nos interesa:
912, Quintana de Bistia (Arlanza1)
915, Quintana de Cautare (Cardeña8)
929, Quintanas (Condes4)
932, Quintanilla[-Riopico] (Cardeña22)
939, Quintana, iusta lumen Cubiensis (Cardeña31)
951, Quintana de Muci (Cogolla60) etc.
No obstante, esas mismas virtudes, homogeneidad y abundancia, nos causan
no pocos problemas a la hora de analizar este estrato, y sobre todo a la hora
de trazar su distribución espacial. Pues en muchas ocasiones resulta práctica-
mente imposible distinguir entre los homónimos pero distintos asentamientos95,
sobre todo cuando se tiene en cuenta la marginalidad de algunos de ellos, y la
ausencia de contextualización en muchos de los textos medievales. Esto ya nos
inclina hacia el uso de la toponimia actual, práctica, por otra parte, habitual en
la Filología Histórica, como comentamos en la Introducción.
94. MARTÍNEZ DÍEZ, “Toponimia Mayor y Repoblación ...”, p. 39.
95. ZABALZA DUQUE (Colección diplomática ..., p. 301, n.701; p. 485, nn. 121-2) recoge algunas de las pro-
puestas alternativas contempladas por Álamo y Martínez Díez. Notemos que surgen las dudas en torno a sus
ubicaciones incluso cuando existen segundos elementos toponímicos ‘esclarificadores’ (Quintana de Probitio,
Quintana Marzán). Sin éstos, cuando sólo tenemos una referencia genérica a Quintanilla o a Quintana, sin
contextualización o distinción alguna, y con docenas de asentamientos homófonos en el entorno, la tarea de
identificación se vuelve prácticamente imposible.
113David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Otro problema que nos empuja hacia el uso de recursos toponímicos actuales a
la hora de analizar este estrato es la ausencia de una homogénea serie de fuen-
tes medievales que podrían cubrir todo el espacio que deseáramos analizar.
Por ejemplo, si las provincias de León y Burgos están relativamente bien docu-
mentadas durante el Altomedievo, no así Soria y Álava. No obstante, recursos
toponímicos actuales (censos, atlas etc.) tampoco ofrecen soluciones perfectas
al problema y, por ejemplo, el poblamiento atomizado de Galicia hace que en
fuentes a escala peninsular no aparece esta toponimia, cuando acercamientos
más pormenorizados demuestran una abundancia de microasentmaientos que
incorporan el étimo que nos interesa. Es un problema metodológico de difícil
resolución, para el cual proponemos una metodología dual: primero un análisis
a partir de la toponimia actual para llegar a una distribución genérica del estrato
a escala peninsular, y después un análisis pormenorizado del Pasillo, incorpo-
rando tanto el registro diplomático medieval, como recursos microtoponímicos
actuales no disponibles a escala peninsular.
DiStribuCión eSpACiAlAntes de pasar al análisis pormenorizado, sobre todo del nítido límite de esta
toponimia en el Pasillo, utilizaremos una fuente divulgativa (el Atlas de España)
para aproximarnos a su distribución a escala peninsular. Por las razones prác-
ticas arriba comentadas limitamos el rastreo a escala peninsular a la toponimia
mayor, aun reconociendo que el registro microtoponímico bien podría desvelar
otros patrones, como parece ser el caso en Galicia, y quizás también en Cata-
luña, donde Martí Castelló habla de decenas de topónimos de este tipo que no
se registran en las fuentes que hemos manejado96.
Al margen de la microtoponimia, a la elegida escala macrotoponímica, con al-
gunas pocas excepciones97, esta toponimia se limita al cuadrante noroccidental
96. MARTÍ CASTELLÓ, “Palacios y guardias emirales en Cataluña”, p. 308. Oliver Asín tampoco sabía de la
presencia de este estrato en Cataluña, “topónimo frecuentísimo en todo el noroeste de la Península ... sin que se
encuentre en Aragón, Cataluña y Levante”, OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 46.
97. Fuera del cuadrante noroeste hemos encontrado los siguientes casos: Albacete (La Quintanilla, Quintanar
de la Orden), Badajoz (Quintana de la Serena), Barcelona (Les Quintanes), Córdoba (Quintana), Cuenca (Quin-
tanar del Rey), Jaén (El Quintanar) y Toledo (Quintanilla). Estos casos no son carentes de interés, y notamos
que muchos de ellos también aparecen en zonas de probable asentamiento bereber (cf. mapa de CHALMETA,
Invasión e islamización, p. 162), pero también podrían obedecer a otras (y posteriores) dinámicas (mimetismo,
migración etc.), e insistimos que el objeto de nuestro análisis es el pronunciado cluster de este estrato en el
noroeste peninsular.
114 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
de la Península ibérica, donde se concentra más del 95% de las apariciones. Si-
guiendo la metodología del cluster98, lo que nos interesa es esta concentración
noroccidental, estadísticamente muy llamativa, y sobre todo el nítido límite de
esta toponimia en el Pasillo. La distribución en general, y sobremanera su límite
oriental, nos parecen artiiciales (en el sentido de descompensadas) y, adelan-
tando acontecimientos, un eco de antiguas divisiones geopolíticas.
Distribución de la toponimia en Quintana según el Atlas de españa
Zona Provincia Nº casosOtras fuentes
Nº casos (fuentes)
CUADRANTE NOROESTE
Total 146
Burgos 69 74 (Diputación)
León 23
Asturias 6
Palencia 8 8 (Diputación)
Cantabria 8
Zamora 6
Soria occ. 7
Valladolid 4 4 (Diputación)
Álava occ. 3
La Rioja100 3 3 (www.larioja.org)
Coruña 2 71 lugares (Xunta)
Orense 2 25 lugares (Xunta)
Lugo 1 48 lugares (Xunta)
Pontevedra 1 31 lugares (Xunta)
RESTO ESPAÑA PENINSULAR
Total 9
Albacete 2
Álava oriental 1
Badajoz 1
Barcelona 1
Córdoba 1
Cuenca 1
Jaén 1
Toledo 1
Otras 29 provincias 0
98. ”... siguiendo los métodos de los epidemiólogos baste decir que los casos reiterativos son significativos ‘per
se’, al igual que las aglomeraciones que se producen si se atiende a los criterios estadísticos de la técnica de
‘clusters’ “, ZOZAYA, “771-856: Los primeros años del Islam andalusí o una hipótesis de trabajo”, p. 101.
115David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Hablamos del cuadrante noroccidental, pero en realidad la concentración es
aun mayor. Pues, con la sugerente excepción de Asturias, esta toponimia ape-
nas aparece en el litoral cantábrico, las apariciones cántabras, por ejemplo,
concentrándose en la Cantabria meseteña cerca de Reinosa. Tampoco aparece
distribuida homogéneamente al sur de la Cordillera Cantábrica, pues general-
mente se limita a las tierras al norte del río Duero99 y al oeste del Meridiano 3º,
incluyendo así las comarcas más occidentales del Valle del Ebro. En fin, una
gran concentración en aproximadamente 50.000 km², tan sólo la décima parte
de la superficie de la España peninsular.100
Galicia representa un problema especial ya que en esa región aparece esta to-
ponimia por doquier a escala microtoponímica, pero sin verse apenas reflejada
en la fuente macrotoponímica utilizada. Asumimos las limitaciones de nuestra
metodología en este respecto, aunque insistimos en que el verdadero objeto de
estudio aquí, una vez establecidas las líneas maestras de la distribución penin-
sular de esta toponimia, es el singular límite oriental observado en el Pasillo.
Queda pendiente, mientras tanto, un estudio pormenorizado de esta toponimia
en Galicia, y por el momento nos limitamos a señalar su presencia endémica en
esa región de una manera genérica.
En Portugal hay que tener en cuenta que el equivalente de Quintana es Quin-
tã (con acento) y no el mucho más común Quinta, y su diminutivo es Quintela.
En cuanto a distribución, parece repetirse lo observado en Galicia: hay una
limitada presencia del étimo entre la toponimia mayor del norte (Quintanilha
(Bragança), Quintã (Aveiro), Quintela (Oliveira de Frades, Viseu)); pero parece
abundar entre la microtoponimia, pues en Tras os Montes adquiere un significa-
do genérico de ‘pequeña población’101; y se concentra en las regiones al norte
de Coimbra102.
99. No aparece, por ejemplo, ni una vez en las provincias de Ávila, Salamanca y Segovia.
100. Aunque el 90% de La Rioja se encuentra al este del Meridiano 3º, y así fuera del cuadrante noroccidental
donde se concentra esta toponimia, las únicas apariciones macrotoponímicas de Quintana aparecen en el extre-
mo occidental de la provincia, limítrofe con Burgos.
101. Según LEITE DE VASCONCELOS, Estudos de Philología Mirandesa, I, p. 93, citado por COROMINAS y
PASCUAL, Diccionario crítico etimológico ..., II, p. 85.
102. “Essas povoaçoes [de nome Quintela], segundo o Dicc. Postal de Silva Lopes, só pertencem ao Norte e à
Beira. No sul não existe o nome ...”, LEITE DE VASCONCELOS, “Materia Filológica”, p. 314.
116 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Mapa XIV. La toponimia mayor en Quintana en Burgos
Mapa XV. La toponimia mayor en Quintana en Burgos y zonas próximas
117David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
En el extremo oriental del espacio donde se concentra este estrato, en Soria
se extiende un poco más al este que en el Pasillo, pero aun así los siete casos
observados están todos en la mitad occidental de la provincia, y el caso más
oriental es el de Quintana Redonda 20 km. al (sur)oeste de la ciudad de So-
ria103. Además, a partir del pico de San Lorenzo, la frontera castellana también
se escoraba hacia el este (Cogolla166, 1016), dejando estas apariciones sorianas
cómodamente al oeste de tal divisoria cuyos orígenes podrían bien remontar a
periodos y divisiones geopolíticas anteriores.
En Burgos, esta toponimia es abundantísima, concentrada, sobre todo, en el
norte de la provincia. En nuestro Mapa XIV aparecen los 69 casos que hemos
observado entre la toponimia mayor actual, mientras a partir de la fragmen-
tada documentación medieval se aprecia una abundancia aun mayor aunque
prácticamente imposible de representar cartográficamente dada la homonimia
característica de esta toponimia. En el correspondiente Apéndice recogemos
los ejemplos burgaleses, tanto actuales como diplomáticos, y su relación con el
Mapa XIV. En el Pasillo se pasa directamente de la concentración más alta de
toda la Península a su práctica ausencia unos pocos kilómetros al este, ya en
tierras alavesas y riojanas, llamativo contraste central a este capítulo.
En La Rioja la cosecha de Quintanas entre la toponimia mayor es muy limitada
pero muy significativa, ya que es aquí donde se observa el extrañamente nítido
límite oriental de esta toponimia (Mapa XVI). Los únicos tres casos de toponi-
mia mayor de este tipo (Quintanar de Rioja, Quintana y Villarta-Quintana) se
hallan en el extremo occidental de la provincia, al oeste del río Oja y limítrofes
con Castilla, ninguno dista más de un kilómetro de la actual límite provincial de
Burgos. Además, disponemos de una excelente fuente microtoponímica para
este espacio104, y no hace sino confirmar esta distribución. Pues la relevante
microtoponimia aparece casi siempre en los pueblos limítrofes con Burgos:
Ventrosa, Villavelayo, Ezcaray, Ojacastro, Villarta, Grañón, Leiva105, Yécora, Tre-
viana y Fonzaleche. Un poco más al este, pero al norte del Ebro, se encuentra
una Quintanilla en San Vicente de la Sonsierra, pero todavía se trata claramen-
103. Los otros seis casos sorianos son: Quintanarejo, Quintanas de Gormaz, Quintanas Rubias de Abajo, Quin-
tanas Rubias de Arriba, Quintanilla de Tres Barrios y Quintanilla de Nuño Pedro.
104. GONZÁLEZ BLANCO, Diccionario de toponimia actual de La Rioja, p. 451.
105. Incluimos aquí lo que tiene todo viso de ser una cacografía, Las Quintinillas, por Quintanillas.
118 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
te de la Rioja Alta. Realmente la única excepción es un pago limítrofe entre los
municipios de Medrano y Sojuela.
La toponimia en Quintana tampoco es muy abundante en Álava, pero de nue-
vo sus pocas apariciones tienden a concentrarse en las comarcas occidentales.
Así una Quintanilla en el extremo occidental (Valderejo) rodeada de tierras
burgalesas, y otra Quintanilla cerca del río Bayas en la Cuenca de Miranda
que aparece en el alfoz de Fornello en la Reja de San Millán (1025). A partir
del mismo texto, tenemos noticia de otro asentamiento homónimo, hoy des-
aparecido, en el alfoz de Ossingani, mientras en la Concordia del obispo Aznar
de Calahorra de 1257 (Rioja4/235) aparece Aperguindana en el arciprestazgo
de Orduña, cerca de Ondona, interesante forma vasca del topónimo, que se
sitúa en la divisoria de aguas cantábrico-mediterránea106. Siguiendo nuestra me-
todología de acercarnos a la fidedigna distribución espacial del fenómeno a
partir de la toponimia mayor actual, estos dos últimos casos no aparecen en
nuestra cartografía, pero de incluirlos tampoco contradirían la concentración
106. Esta forma reaparece entre la microtoponimia como Guindana en Jokano en el Valle de Cuartango, mien-
tras más al este, en Dulantzi, aparece la forma Guindaoguelu.
Mapa XVI. Microtoponima riojana que contiene el elemento Quintana, según GONZÁLEZ BLANCO
119David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
de esta toponimia en las comarcas occidentales de Álava. Sólo nos consta una
excepción oriental en Álava, Quintana, limítrofe con Navarra, entre Bernedo
y Antoñana.
La ubicación de Aperguindana en la divisoria de aguas nos conduce hacia la
cuestión de la escasa presencia del topónimo en el litoral cantábrico, con la
interesante excepción del cluster alrededor de Gijón. No se registra ningún caso
en Guipúzcoa ni en Vizcaya. A pesar de existir ocho casos cántabros, tampoco
hay una presencia en las comarcas costeras de esta provincia, pues la mayoría
(5) de estos casos corresponden a la Cantabria continental próxima a Reinosa
y por tanto no lejos de Amaya, mientras los demás poco tienen que ver con el
litoral, y ningún caso cántabro se halla a menos de 15 km del mar. En Asturias,
en cambio, sí se acerca esta toponimia a la costa. La concentración en torno a
Gijón es especialmente interesante teniendo en cuenta que la cronística sitúa al
prefectus bereber Munnuza en esta comarca107. También hay cierta presencia en
las cuencas interiores de Mieres y Langreo.
CronologíA y SignifiCADoJuntamos estos dos conceptos bajo el mismo epígrafe ya que consideramos que
están estrechamente vinculados. Parece evidente una etimología remota a partir
del latino quintus, pero lo que es menos claro es cómo un concepto numérico
y voz corriente del latín terminó instalándose tan profusamente entre la toponi-
mia de una sola parte del antiguo imperio romano. Entre las explicaciones que
se han propuesto:
– a partir del antropónimo Quintus108;
– la ‘quinta calle’ del campamento tipo romano, esencialmente un es-
pacio extramuros pero a su vez cercado109;
107. Alfonso III, # 8.
108. ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 487.
109. Según MÁRTINEZ DÍEZ (“Toponimia Mayor y Repoblación ...”, p. 40), la voz tendría su origen en la estruc-
tura típica del campamento romano, con cuatro calles, donde una quinta calle, por definición extramuros, sería
un espacio cercado y dedicado al comercio, y al final el término se quedaría en referencia a un espacio cercado.
A partir de esta etimología remota, “... quintana es un nombre común en la repoblación, que designaba el patio
o explanada generalmente cercado que se hallaba junto a una casa o iglesia y en la que podían alzar otras depen-
dencias: ‘de domibus seu quintana ipsius eclesie’; en Galicia la quintana designa el atrio de las iglesias utilizado
como cementerio”, MARTÍNEZ DÍEZ, Pueblos y alfoces ..., p.30.
120 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
– tierra repartida después de la conquista islámica, según la normativa
del quinteo del botín; y
– tierra sujeta a un contrato aparcero bereber, donde se tributaba la
quinta parte de la cosecha.
Antes de analizar estas propuestas, primero algunas consideraciones cronoló-
gicas. En un extremo, con su comentada aparición en la temprana diplomática
condal, tenemos una fecha ante quem para el origen de esta toponimia. En
contraste, en el Parroquiale Suevo, censo de finales del siglo VI de la mitad
occidental de la Gallaecia, tierras donde sí aparece esta toponimia en la ac-
tualidad, no hay rastro de ella. Además, cualquier solución heredera de la
romanidad tendría que superar el observado abandono de la mayoría de los
asentamientos en llano durante la Tardoantigüedad110. Por otro lado, cono-
cemos algunas apariciones premusulmanas de la voz, aunque es difícil saber
qué evaluación merecen como testimonios de la realidad toponímica rural del
periodo tardoantiguo: en las Etimologías de Isidoro la quintana es definida
en un contexto urbano como una estrecha calle, la quinta parte de una ave-
nida (platea)111; en la Hitación de Wamba, teóricamente de finales del siglo
VII aunque irremediablemente deturpada, aparece Quintana como uno de los
mojones de la diócesis de Lugo; mientras en la Peregrinatio Aetheriae, aparece
como un nombre común referente a una “peça de terreny”112. Con todo, estas
consideraciones nos inclinan hacia una solución esencialmente postromana,
postsueva y precondal.
Manejando ahora cronologías postmusulmanas y precondales, quizás cabría la
posibilidad de que este estrato toponímico hubiera surgido durante el siglo IX,
cuando ya existía la frontera del Pasillo, como fenómeno propio del nacimiento
de Castilla. Sin embargo, de ser así esperaríamos más presencia en Álava y en
la cuenca de Miranda, ambos espacios claves en esa empresa, y no obstante
Quintana no figura en, por ejemplo, la documentación de Valpuesta, ni tampo-
110. PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., pp. 41-2.
111. ISIDORO, Etimologías, XV.II: “... Plateae perpetuae ac latiores civitatum viae sunt, iuxta proprietatem lin-
guae Graecae a latitudine nuncupatae; PLATUS enim Graeci latum dicunt. [24] Quintana pars plateae quinta est,
qua carpentum progredi potest. Cloacae dictae quod his percolantur aquae.”
112. COROMINAS, Diccionari etimològic ..., II, p. 707. De fecha incierta, para el Peregrinatio se han propuesto
cronologías diversas entre finales del siglo IV y principios del siglo VI.
121David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
co en la temprana (y generalmente apócrifa) diplomática emilianense referente
a los valles y sierras del noreste burgalés. Asimismo, en tal contexto, extrañaría
la presencia del estrato en Gijón, Galicia y Portugal (y otros lugares occidenta-
les). Otra posibilidad a contemplar es que fuera propia de la colonización astur
de la cuenca del Duero de 850 en adelante, pero el problema entonces sería la
excesiva presencia en las Merindades burgalesas, y la relativa escasez de esta
toponimia en el seno de la cuenca, en los Campos Góticos entre Zamora, León
y Palencia.
En cuanto a la etimología antroponímica sugerida por Alarcos, entre otros,
hay varios motivos para desestimarla. En primer lugar, como comenta Zozaya113,
la presencia del mismo antropónimo en Francia y en Italia no ha conducido a
toponimia de este tipo, argumento válido también en contra de etimologías a
partir de nombres comunes romances. Lo que plantea Zozaya es que lo que
distingue Iberia de Francia e Italia es la experiencia musulmana. Además, si el
origen fuera realmente antroponímico, y quizás haya influido aquí la teoría de
Caro Baroja sobre el origen romano de la toponimia en –ain y en –ana, ¿dónde
está la abundancia de personas llamadas Quintus? El nombre es conocido114,
pero no mucho más abundante que otros como Primus, Secundus y Sextus y
¿dónde están los equivalentes asentamientos llamados *Primana, *Segundana,
*Sextana etc.?
Cualquier etimología basada en un nombre común romance derivado del
latín, como la del ‘espacio cercado’ propuesta por Martínez Díez, es más difícil
de refutar, aunque de nuevo la ausencia del nombre en el Parroquiale Suevum
y su ausencia de otras partes de la Romania nos inclinan hacia soluciones que
contemplan el siglo VIII. De todos modos, la voz es evidentemente romance,
y además viva como nombre común en el periodo postimperial según el testi-
monio de la Peregrinatio Aetheriae. Pero lo que hace difícil aceptar este tipo de
solución sin más es la singular distribución espacial de esta toponimia, con su
nítida divisoria en el Pasillo, donde se pasa directamente de su mayor concen-
tración a su práctica ausencia, en vez de una reducción gradual y equilibrada.
113. ZOZAYA, “771-856: Los primeros años del Islam andalusí o una hipótesis de trabajo”, p.97.
114. cf. VELÁZQUEZ SORIANO, Las Pizarras Visigodas, pp. 605-630.
122 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
No encontramos ninguna explicación para semejante distribución en periodos
romano, tardorromano o visigodo.
Tres aspectos de su distribución espacial nos hacen pensar que esta toponimia
podría tener algo que ver con la invasión musulmana. Por un lado, está la con-
centración en torno a Gijón, única en el litoral cantábrico, lo cual recuerda el
episodio de Covadonga, y la presencia del gobernador Munnuza en Gijón. Por
otro lado, tenemos la concentración en torno a Amaya, y en menor medida de
Astorga, los dos puntos señalados cronísticamente como claves en la conquista
del norte y, en el caso de Amaya, donde creemos que hubo conflicto. El tercer
aspecto es la nítida divisoria observable en el Pasillo cerca del Meridiano 3º,
una frontera aquí marcada toponímicamente y que creemos tener su origen
en las divergentes respuestas de las autoridades militares visigodas del Pasillo
ante la llegada musulmana: resistencia en Amaya, y capitulación más al este
por el conde Casio. Es difícil pensar en otro momento histórico que daría
lugar a esta divisoria toponímica, y repetimos que lo más llamativo es que en
el Pasillo, próximo a la divisoria diocesana plenomedieval y el aparente límite
tribal berón-autrigón, se pasa directamente de la mayor concentración de esta
toponimia a su práctica ausencia.
Pero una solución musulmana es atractiva no sólo por motivos cronológicos
y geográficos, y no sólo por la insolvencia de las etimologías alternativas pro-
puestas, sino también por motivos semánticos.
Por un lado se ha propuesto una etimología a partir de jums / hums, voz muy
presente en la cronística musulmana de la conquista y generalmente traducida
como el ‘quinto estatal’: “Musa dividió entre sus soldados ... las tierras ... pero
dejó a los esclavos más bastos sobre el hums para que lo cultivasen y entrega-
sen el tercio de sus productos a los musulmanes”115. Este quinteo tiene un lugar
muy destacado en la obra de Chalmeta, así como los moradores hereditarios de
estas tierras, los ajmas (quinteros). Sin embargo, no encontramos en la obra de
Chalmeta un vínculo explícito entre estas ideas y la toponimia en Quintana,
aunque es posible que lo reservaba para la segunda entrega de su artículo
“Concesiones territoriales de al-Andalus”, donde prometía abordar la evidencia
115. IBN MUZAYN, citado por CHALMETA, Invasión e islamización, p. 239.
123David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
toponímica116. Quizás en ella habría salido esta rica veta toponímica, pero des-
afortunadamente no encontramos rastro de tal estudio en las posteriores biblio-
grafías de Chalmeta. Entre los autores que sí han vinculado los dos conceptos
explícitamente está Zozaya, aunque sólo como hipótesis117, y Martí y Viladrich
quienes, en obras recientes, parecen ya aceptar esta hipótesis118.
Sin embargo, Oliver Asín fue explícito en la distinción entre el concepto is-
lámico de jums119, y otro bereber, el jimasa, institución en la cual tendría su
origen la toponimia en Quintana, “institución [norteafricana] de derecho con-
suetudinario de aparcería al quinto o jimasa”120. Lagardère desarrolla la idea
del origen magrebí, y no islámico, del jimasa121, así como la proporción de la
cosecha tributable122, pero no hace referencia a nuestra toponimia en Quinta-
na, aunque sí insiste en denominar quintenier a los que trabajaban el jimasa.
Oliver Asín, por su parte, los llama quinteros123, voz con la cual también se ha
traducido al-ajmas (los que cultivaban el quinto estatal, el jums). El problema
es que, aunque podemos distinguir entre los dos conceptos, uno islámico y
otro bereber, el vocabulario empleado para describir y denominarlos se funde,
tanto en árabe como en romance. La resolución del enigma etimológico, cuál
116. CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, p. 3, n. 6.
117. “Caben, pues, muchas posibilidades de poder aplicar estos términos a las ‘Quintas’ conocidas en la Penín-
sula ...”, ZOZAYA, “771-856: Los primeros años del Islam andalusí o una hipótesis de trabajo”, p. 97.
118. “Contribucions complementàries com la de J. Zozaya insisteixen en la reiteració i concurrència de bon
nombre de denominacions i de variants comunes, identificant els derivats toponímics de quintus amb el khums”,
VILADRICH, “L’aplicaió d’una hipòtesi arqueològica sobre la toponímia del poder omeia al Pròxim Orient i a
Ifriqiya”, p. 394; “en Cataluña también se cuentan por decenas los casos de topónimos derivados de quintus que
manifestarían su vinculación al hums”, MARTÍ CASTELLÓ, “Palacios y guardias emirales en Cataluña”, p. 308.
119. “... tierras conquistadas que habiendo venido a ser propiedad del Estado en una quinta parte, pasan a ser
cultivadas por colonos mediante el pago de una porción de los frutos”, OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de
Castilla ..., p. 47.
120. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 47.
121. “ce contrat de himasa, introduit en Andalus par les premiers conquérants Berbères, est étranger par son
origine et par sa nature au droit musulman”, LAGARDÈRE, Campagnes et paysans d’Al-Andalus, p. 137. La suya
es una lectura puramente a partir del conocimiento del mundo rural andalusí y magrebí, y las fuentes citadas son
casi todas norteafricanas, aunque también consta la importación temprana del concepto a la Península, pues el
jurista cordobés Ibn Lubaba contemplaría el concepto en el año 926.
122. “Cette part consiste généralement, dans le cinquième des récoltes provenant des cultures d’automne et le
quart des récoltes provenant des cultures de printemps”, LAGARDÈRE, Campagnes et paysans d’Al-Andalus, p.
138.
123. “... el jammas, que en castellano creo se traduce exactamente por quintero”, OLIVER ASÍN, En torno a los
orígenes de Castilla ..., p. 47.
124 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
de estos conceptos conduce hacia la abundante toponimia en Quintana, está,
de momento, fuera de nuestro alcance, pero ambas etimologías árabes apuntan
hacia el mismo contexto geopolítico: la conquista musulmana de la Gallaecia.
Pues ésta sería condición sine que non para la etimología a partir de jums, así
como el contexto en el cual mejor encajaría la nutrida presencia bereber que
supone la etimología a partir de jimasa124.
la diferencia entre el jums y el jimasa
ETIMOLOGÍA jums jimasa
TRADICIÓN islámica bereber
TRIBUTACIÓN 3ª parte de la cosecha 4ª ó 5ª parte de la cosecha
SUMISIÓN por conquista por conquista o pacto
zaHara
Justo donde termina la toponimia en Quintana, en el límite occidental de la
diócesis calagurritana, aparece en la documentación medieval una serie de
topónimos que incorporan el étimo zahara. A continuación ofrecemos una
relación de las apariciones medievales de elementos toponímicos próximos al
étimo y concentrados en las comarcas occidentales riojanas y alavesas125. Los
ordenaremos cronológicamente, según el momento de aparición documental
de la forma que nos interesa, y resaltando (donde existe) la forma actual para
124. Aunque no el único contexto, pues el proceso de reparto de tierras sería complejo y diacrónico, y por
ejemplo, una de las soluciones adoptadas para poder conceder tierras a advenedizos sirios era la “expropiación
parcial – con el subsiguiente malestar – de las [tierras] de los bereberes, substituyéndolas por otras más al Norte
y concesión de nuevas tierras tomadas del quinto estatal” (CHALMETA, “Concesiones territoriales en al-Andalus”,
p. 35), lo cual explicaría la presencia de los bereberes, y de su institución aparcera, en tierras no visitadas durante
la campaña (bereber) de Tariq.
125. La toponimia que contiene el elemento zarra / zar es muy corriente en el País Vasco y zonas próximas,
y nos hemos limitado en la enumeración anterior a las apariciones de formas con indicios de aspiración interior
(esencialmente una ‘h’ intervocálica, aunque a veces representada con ‘f’), tomadas de la documentación me-
dieval y referentes sólo al espacio alavés o altorriojano. Entre lo excluido (en cada caso citamos sólo la primera
aparición) por encontrarse fuera del espacio contemplado están cuatro topónimos navarros: Zafra (Rioja3, 1040),
Zeia Zaharra (Leire23, 1032), monte Zaharra (Leire132, 1090) y Echaçaharr (Roncesvalles189, 1262). Por ausen-
cia de indicios de aspiración descartamos el topónimo vizcaíno Içarra (Rioja4/235 (1257), además de dos altorrio-
janos: Zarraton (Cogolla2/430, 1177) y villa Abnazar (1075, Cogolla430). Asimismo, numerosos microtopónimos
actuales que no aparecen en la diplomática medieval: Utazarra y Munazarra entre Ocio y Berganzo (Álava), en
el camino que conduce hacia Peñacerrada (Urizaharra); Zarrabide, en Busto de Treviño (LÓPEZ DE GUEREÑU
GALARRAGA, Toponimia alavesa, p. 510); y Zafarro, en Rivas de Tereso (GONZÁLEZ BLANCO, Diccionario
de toponimia actual de La Rioja). Por otra parte, en una única y anómala ocasión (Rioja33, 1076), el topónimo
altorriojano Azofra adopta la forma Zaffra.
125David Peterson
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facilitar identificación de los ejemplos ya que las formas medievales tienden a
convergir todas en la forma zahara.
toponimiA meDieVAl riojAnA y AlAVeSA Que inCorporA el
elemento zAhArAHurizahar (1025, Cogolla180) = Urizar, alfoz de Gamboa, Álava. Reaparece en
1257 (Rioja4/235) como Uriçahar.
Sancto Martino de Zaharra (1052, Rioja13126) = San Martín de Zar, 5 km. al sur
de Treviño. La presencia, tanto actual (según la Diputación de Burgos) como
medieval (en cuatro de las primeras cinco apariciones), de la preposición ‘de’
es quizás la pista más explícita de que aquí Zahar no sea un simple adjetivo
vasco, como se ha sugerido127. Esta población se cita dos veces en el Fuero de
126. Albelda38 es el mismo documento. Otras referencias medievales al mismo lugar: Sancti Martini de Zahara
(Rioja33, 1076); Santo Martino de Zaharra (Rioja335, 1193); San Martin Çahar (Rioja4/235, 1257); Sancto Martino
de Çaharra (Rioja4/413, 1284).
127. Son varios los casos de San XXX-zar entre la toponimia actual de territorio euskaldún: en la Cuenca de
Pamplona, por ejemplo, encontramos San Pedro Zar, San Martinzar y San Miguelzar, cf. JIMENO ARANGUREN,
El culto a los santos ..., pp. 132, 147 y 171; en Vizcaya, entre Elgueta y Zaldibar, está Santa Mariñe Zar. En estos
contextos euskaldunes parece razonable pensar que se tratan, efectivamente, de apariciones del adjetivo vasco
zahar = ‘viejo’, aunque extraña tanto la profusión como el hibridismo romance-vasco de estas formas. No obstan-
Mapa XVII. Toponimia alavesa y riojana que incorpora el elemento zahar-
126 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
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Nájera, en ambos casos como mojón, lo cual es llamativo dada su distancia de
la ciudad riojana.
Saggazahar (1075, Cogolla421128) = Sajazarra, Rioja Alta. Curiosamente, en la
rúbrica el topónimo aparece como saggazahar, con sagga superpuesta (véase el
detalle del folio 57vº del Becerro Galicano de San Millán que reproducimos),
lo cual quizás sugiere que al copista de mediados del siglo XII Zahar, sin más,
le parecía plausible como topónimo. No obstante, la mayoría de las referencias
medievales a esta villa la llaman simplemente Sagga o Saia129. Cuando sí apa-
rece la forma ‘completa’, la retención de la –h- intervocálica (que analizaremos
más adelante) es prácticamente una constante hasta el siglo XV130.
Detalle del folio57 vº (Cogolla421) del Becerro Galicano de San Millán
Formazahar (1075, Cogolla421), ubicación desconocida, a pesar de la seguri-
dad con la cual se expresan algunos autores, aunque el contexto apunta hacia
te, según sepamos, en ninguno de estos casos se intercala la preposición ‘de’ entre el hagiónimo y el ‘adjetivo’.
En el caso treviñés que nos ocupa, lejos de ser una introducción tardía y disparatada, como quizás podría parecer,
esta ‘de’ aparece en la mayoría de las referencias medievales, como se puede apreciar en la nota anterior.
128. El étimo también aparece en el mismo texto en el topónimo Formazahar (q. v.).
129. Villa Sagga (Cogolla303, Cogolla354, Cogolla433), Sagga (Cogolla2/171, Cogolla2/465, Cogolla2/476, Co-
golla2/510, Cogolla2/511), Saia (Calzada57, Calzada71), Sagga inferiori (Cogolla2/398) y Sagga de iuso / suso
(Cogolla2/449), etc.
130. Saja zaharra (Herrera1, 1169); Saia caharra (Herrera19, 1253); Saiaçaharra (Rioja4/439, 1286); Saia Ça-
harra (Herrera75, 1333); Saia Çaharra (Colegiatas284, 1435). La única excepción observada es la de Saayazaarra
(1204, Rioja4/10).
127David Peterson
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los Montes Obarenes y las Conchas de Haro131. No está claro cómo interpretar
este nombre aparentemente compuesto: como Forma + zahar; o como For-
maza + (el desconocido) –har. Si toponímicamente forma = ‘pared’, como los
especialistas sugieren132, a partir de una de las posibles etimologías árabes de
zahar (< saxr = ‘rocas’), podríamos estar ante un doblete descriptivo tautoló-
gico e híbrido (latino-árabe), con el significado de ‘muro-rocoso’, en referencia
a las escarpadas formaciones pétreas de las llamadas Conchas de Haro, donde
Cadiñanos sitúa este topónimo.
Zahara(m)133 (1076, Rioja33), ubicación desconocida134. Aparece en una parte
del Fuero de Nájera cuyo contexto espacial es algo confuso: “de Ebriones ad
Petram Cidaderam; de Petra Cidadera ad vallem comitis in sursum usque in
Zaharam”. La topografía no parece indicar que se trate de San Martín Zar, pues
los valles intermedios están orientados en sentido contrario (de este a oeste) a
la dirección que habría que tomar desde Briones (Ebriones) hasta el núcleo tre-
viñés. En cambio, notando la autonomía de la forma Zahar en la rúbrica arriba
analizada, sí podría tratarse de Sajazarra, habiéndose trazado una línea desde
Briones hasta las Conchas de Haro (¿Petra Cidadera = Buradón?) y luego subir
la cuenca del Ea (vallem comitis?) hasta Sajazarra. La aparición aquí de Zahara
como un topónimo autónomo refuerza nuestra convicción de que la etimolo-
gía zahar = ‘viejo’ no siempre es admisible ya que difícilmente se utilizaría el
adjetivo de esta manera. Notamos también la existencia de un microtopónimo
actual, Zarrabide (= ’camino de Zarra’), un kilómetro al este de Salinillas de
131. MERINO URRUTIA identifica una Ormaza en el municipio de Sajazarra (La lengua vasca ..., p. 62), CA-
DIÑANOS BARDECI sitúa la Hormaza de la documentación del Monasterio de Herrera (por ejemplo, Herrera6,
1236) “en las últimas estribaciones de los Obarenes, en donde éstos tropiezan con el Ebro” (Monasterios mi-
randeses, p. 10), mientras la Hormaza que aparece en el Fuero de Miranda (#4) debe de corresponder al actual
término de Las Olmazas, en la margen derecha del río Bayas a la altura de Ribabellosa. En fin, (H/F)ormaza es
un elemento toponímico muy corriente. En la documentación burgalesa se encuentran varios ejemplos más: Sª
Maria Formaza, cerca de Bernedo en las Merindades (Cogolla101); F/Hormazales (Cogolla354, Cogolla2/464),
en algún lugar de la vertiente meridional de los Montes Obarenes, quizás relacionada con nuestro Formazahar;
Ormaza (Maior), en el alfoz de Villadiego (Cardeña318, 323 y 324); para más ejemplos, MENÉNDEZ PIDAL,
Orígenes del Español, #41.2, p. 210.
132. MICHELENA, Apellidos vascos, p. 141, #499.
133. Entendemos la ‘m’ aquí como la forma acusativa (direccional), cf. Petram y vallem en la misma frase.
134. LÓPEZ DE GUEREÑU (Toponimia alavesa) menciona el lugar de Çahar, pero creemos que fue inducido a
ello por la errónea transcripción que hizo HERGUETA (“Noticias históricas de Don Jerónimo Aznar ...”, p. 427) de
Rioja4/235, separando equivocadamente San Martín y Çahar como dos lugares distintos dentro del Arciprestazgo
de Treviño, en vez de como el ya glosado San Martín (de) Zar.
128 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
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Buradón. En euskera se sigue el orden sustantivo-adjetivo, y dado que bide es
un sustantivo, aquí zarra no debe ser un adjetivo.
Olhaucezahar (Cogolla2/94, 1085) = Olabezar, cerca de Amurrio, Álava. Un to-
pónimo muy parecido (Olabeeçahar) aparece en el texto fundacional (Elorrio1)
de San Agustín de Echevarría (Elorrio, Vizcaya), año 1013135.
Ulzaharriza (1089, Cogolla2/186), ubicación desconocida aunque de contexto
centro-alavés (Lasarte, Vitoria, Durana, Gamarra, Gasteiz). Quizás la aparición
de la secuencia zahar aquí es engañosa, pues si contemplamos una estructura
ul - zaharr - iza, mientras –iza es sufijo tan corriente en la área vasca como
incomprendido, uri- > ul- no se conoce (sólo uri- > uli- cf. Ulibarrilior, Cogo-
lla64). Con una sola aparición tan descontextualizada sería aventurado avanzar
más, y nos limitamos a constar la aparición del topónimo.
Hurizahar (1177, Miranda4), cerca de Bayas, Miranda de Ebro. La precisión
del texto foral, y la existencia de un pormenorizado estudio del mismo136, nos
permite ubicar esta Hurizahar con bastante seguridad en el entorno del actual
pueblo de Bayas a pesar de no haber sobrevivido el topónimo137. En este con-
texto, Hurizahar podría estar en el alto conocido como Inierno que se levanta
sobre la misma confluencia Ebro-Zadorra, posible ubicación de la Revenga
saqueada por Alfonso I138. ¿Se trataría, por tanto, de las ruinas de la arrasada ciu-
dadela visigoda? Lo mismo que Numancia se conocería como antigua civitate
deserta (Cogolla166), ¿se habría convertido Revenga en una uri zaharra? calco
vasco de antigua civitate.
San Christoforo de Zafarra (1192, Cogolla2/469), cerca de Ciriñuela, Rioja
Alta. Un, por lo demás, desconocido cenobio, acaso relacionable con la Fuente
de San Cristóbal, un kilómetro al este del pueblo de Ciriñuela. Supone una
135. MICHELENA, Textos arcaicos vascos, p. 31.
136. CANTERA BURGOS, Fuero de Miranda de Ebro.
137. El Fuero enumera una serie de solares al este de Miranda, y parece haber una lógica direccional al orden
de su aparición que describe un círculo entre los ríos Bayas y Zadorra en sentido contrario a las agujas del
reloj, empezando en el pueblo de Bayas, bajando hacia la confluencia Zadorra-Ebro (Arce), para subir por la
margen derecha del Zadorra (Lacorzana, Ribaguda) hasta Armiñón, y cerrar el círculo de esta península fluvial
en Ribabellosa.
138. GARCÍA GONZÁLEZ, “La cuenca de Miranda de Ebro en la transición ...”, pp. 56-7.
129David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
única presencia del estrato toponímico que nos ocupa en las estribaciones de
la Demanda.
Çaharate (1257, Rioja4/235) = Zarate, cerca de Murguia, Álava. Michelena ofre-
ce una etimología a partir de zara = ‘jaro, bosque’ para el topónimo actual,
pero no menciona esta forma aspirada, cuando en otras ocasiones hace uso
extensivo del texto en el cual aparece139. La ubicación de este topónimo nos
aleja del entorno de las Conchas de Haro, donde se concentra la toponimia en
zahara, pero esto quizás se explique por el significado de la voz vasca ate (=
‘puerto/a’), que indicaría una ubicación periférica y fronteriza, en un extremo
de una hipotética comarca Zahar. Asimismo notamos el nombre del monte que
se levanta encima de Cellorigo en los Montes Obarenes, dominando el estraté-
gico paso de la Morcuera: el Pico Zarata. ¿Se trataría de otro mojón de nuestra
hipotética comarca, y así la Morcuera también sería ‘el Puerto de Zahar’?
Urizaharra (1613, Libro de Fábrica140), considerado actualmente como el
nombre vasco de Peñacerrada (Álava), un kilómetro al este de cuyo núcleo ac-
tual la cartografía141 recoge la forma Urizarra142. No obstante, mientras se tiene
constancia del nombre romance desde 1223 (Pennacerrada, Rioja490bis), y en
1257 (Rioja4/235) aparece como cabeza de un pequeño alfoz, la primera apari-
ción del nombre vasco no se da hasta 1613. La conservación de la forma arcaica
hasta el siglo XVII supone una excepción más que notable a la tendencia hacia
la pérdida de la ‘h’ intervocálica en los dialectos euskéricos no franceses.
el problemAMichelena contempla el uso toponímico del adjetivo vasco zahar = ‘viejo’143,
pero nos parece significativo que no incorpore los ejemplos arriba enumera-
139. MICHELENA, Apellidos vascos, #605, p. 164.
140. Información aportada por Henrike KNÖRR.
141. Serie 1:25.000, Mapa topográico nacional de España, #170-1 “Labastida”, 42º39’, 2º42’.
142. Para complicar aun más las cosas, según PÉREZ DE URBEL (Sancho el Mayor de Navarra, p. 209), Laquión
(Rioja3) se puede identificar con Peñacerrada – no sabemos en qué se basa tal identificación, y no encontramos
eco de esta identificación en la monografía de GARCÍA FERNÁNDEZ, La Villa de Peñacerrada y sus aldeas en la
Edad Media.
143. MICHELENA (Apellidos vascos, #595, p. 161) cita los ejemplos de Hurizahar (Gamboa) y Zeiazaharra (Na-
varra). También contempla el uso antroponímico: “en cuanto a Sahar, Zaarra (cf. Andere Auria Zaarra arriba)
es apellido o sobrenombre frecuente en Navarra y para el caso en toda la zona de habla vasca durante la Edad
130 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
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dos en sus glosas sobre el uso toponímico del adjetivo cuando en otros casos
hace uso extensivo de la toponimia altorriojana al ser, en muchos casos, de la
más tempranamente documentada. Sin embargo, algunos autores sí extienden
la etimología adjetival vasca a estos casos, sobre todo a Sajazarra144, aunque
otros se muestran cautos al respecto145. Dudamos de que el adjetivo vasco ex-
plique todas las apariciones enumeradas, y sugerimos que se debería tener en
cuenta la posibilidad de que algunas (pero no todas) de estas apariciones sean
en realidad vestigios de toponimia semítica o bereber. El problema es sobre
todo cuantitativo: la concentración de demasiadas apariciones del étimo zaha-
ra en la parca documentación medieval. Pero también resultan problemáticos
otros aspectos como la esporádica aparición del ‘adjetivo’ sin ningún sustantivo
acompañante (Zaharam), la aparición del ‘adjetivo’ con una preposición (Sanc-
to Martino de Zaharra), la aparición del ‘adjetivo’ con el artículo vasco –a (Uri-
zaharra) cuando no se da este uso en los supuestamente antonímicos casos de
Uribarri146, la aparición del ‘adjetivo’ por delante del sustantivo (Çaharate, y el
actual Zarrabide), y la ausencia de traducciones al romance del ‘adjetivo’ del
tipo Sancti Michaeli Veteris (Roncesvalles151, 1253)147.
Otro aspecto llamativo de esta toponimia es la retención de la ‘h’ intervocá-
lica en fechas cuando lo normal, como veremos a continuación, habría sido su
desaparición148. A este respecto, el caso más desconcertante en términos cro-
nológicos absolutos parece ser el de Urizaharra (Peñacerrada) donde la forma
Media. Lleva por lo general artículo, pero hay también algún ejemplo sin él”, MICHELENA, “Los nombres indíge-
nas de la inscripción hispano-romana de Lerga (Navarra)”, p. 455.
144. “Junto a estos topónimos no romanos, hay que situar los numerosos procedentes del vasco [...] El adjetivo
zaar, zar ‘viejo’ aparece como segundo elemento en Altuzarra, Sajazarra”, ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones
sobre toponimia riojana”, pp. 490-491; CANTERA BURGOS, Fuero de Miranda de Ebro, p. 101, n. 76; ORTIZ
TRIFOL, Toponimia riojana, p. 63.
145. RITTWAGEN (Nomenclator de denominaciones vascas de La Rioja, p. 31), por ejemplo, ya expresaba dudas
al respecto en 1928, “zaharra, viejo; o más bien zearra, sierra, etimología más verosímil”.
146. En la documentación navarra (Roncesvalles157, 1255 etc.) aparece el equivalente Iriberri, también sin
artículo.
147. En documentación con una rica vena de toponimia vasca como es la de Santa María de Roncesvalles,
siempre (también Roncesvalles297, Roncesvalles301) aparece la forma Sancti Michaeli Veteris. ¿Por qué, en la
diplomática altorriojana, con menor contenido vasco, no aparece la forma equivalente *Sancti Martini Veteris,
sino siempre la forma supuestamente vasca San Martin (de) Zaharra?
148. MICHELENA, Fonética histórica vasca, #11.15, p. 191, “A h intervocálica o entre diptongo y vocal de los
dialectos septentrionales corresponde muchas veces cero en los [dialectos vasco-] españoles.”
131David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
con ‘h’ intervocálica perduraría hasta por lo menos 1613149. Un caso mucho
mejor documentado es el de Sajazarra, con retención de la ‘h’ intervocálica, casi
sin excepción, hasta el siglo XV150.
Ante la Reja de San Millán (Cogolla180, 1025), Michelena comentaría “no hay
probablemente ningún documento medieval en el que los nombres vascos
tengan un aspecto tan arcaico como en éste [...] el arcaísmo se manifiesta en
el mismo cuerpo de los nombres, mucho más largos en general que los mo-
dernos: Bahaheztu, ya en 1257 Maeztu, Uhulla, mod. Ula (en 1257 Uula), suf.
–zaha, mod –za”151, y aunque no se muestra explícito al respecto, en los tres
casos que cita, se observa la desaparición de la ‘h’ intervocálica entre la forma
arcaica y la forma ‘moderna’ alcanzada generalmente ya para 1257. Si, por
tanto, la –h- intervocálica se considera un arcaísmo (al margen de los dialec-
tos vasco-franceses), y si Michelena se extraña ante ella en un texto de 1025,
nosotros aun más cuando esta ‘h’ intervocálica se mantiene en textos mucho
más tardíos. Si nos fijamos detenidamente en la Concordia del obispo Aznar de
Calahorra (Rioja4/235, 1257), texto utilizado por Michelena para calibrar crono-
lógicamente la pérdida de la ‘h’ intervocálica en el dialecto alavés, notamos que
todos los topónimos que incorporan el elemento zahar y que aparecen en este
documento (Uriçahar, San Martin Çahar y Çaharate) siguen con aspiración
cuando su presencia entre la demás toponimia es ya residual. Pues al margen
de los tres casos en zahar, la –h- intervocálica sólo aparece seis veces152, cuan-
do en La Reja de San Millán había aparecido más de cincuenta veces. Aunque
el contenido pormenorizado de las dos listas varía significativamente, lo cual
dificulta el análisis comparativo, son el mejor acercamiento a la toponimia ala-
149. El uso actual de la ortografía con ‘h’ intervocálica se debe a la introducción atavística del nombre vasco
hacia finales del siglo XX.
150. El último ejemplo que hemos observado es Saia Çaharra, del año 1435 (Colegiatas284). Sería interesante
seguir su estela en la documentación de la Edad Moderna para averiguar en qué momento desaparece esta con-
sonante aspirada.
151. MICHELENA, Textos arcaicos vascos, p. 29.
152. Huriuarriharaca, Çahytegui, Ogueheta, Laraharia, Gacehouarren y Naharruri. Entre estos casos de su-
pervivencia de la –h- intervocálica, notamos que Çahytegui podría tener una explicación en el antropónimo
semítico Zayd, a pesar de la etimología vasca (a partir de zai(n) = ‘vigilante’) propuesta por MENÉNDEZ PIDAL y
aceptada por MICHELENA (Apellidos vascos, #597, p. 162). El primer elemento de Naharruri (actual Casalarreina),
también tiene un eco entre la antroponimia semítica (Samuel IIº, capítulo 23, vº39, Nahari Berothita; vº.37 Nahari
hijo de Ezbai) luego utilizado por la comunidad sefardí en Marruecos, aunque no tenemos constancia de su uso
en la Península. Asimismo notamos otras combinaciones de nombre semítico + -uri, como Obtumanhuri.
132 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
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vesa medieval que tenemos, y a partir de su testimonio la decadencia de la ‘h’
intervocálica en todo menos el étimo zahara parece clara.
La etimología a partir de zahara = ‘viejo’ también nos presenta problemas
semánticos. Si nos concentramos en el caso de Sajazarra, deberíamos pre-
guntarnos en qué sentido se aplicaría aquí el adjetivo. Cantera Burgos con-
templaba una relación diacrónica entre Sajazarra (en la vega) y un hipotético
asentamiento original llamado *Saja (en los Montes Obarenes)153, acorde con el
conocido patrón de colonización altomedieval de los fondos de valle a partir
de núcleos tardoantiguos en alto, pero extraña que el asentamiento en llano
se llamase ‘la vieja’ cuando tendría que ser justo lo contrario, algo como *Saja
nueva, o *Sajilla o *Villanueva de Saja etc.
Apariciones de los antónimos nuevo y viejo en la toponimia romance contemplada
Colección Diplomática
NUEVO VIEJO
Albelda Villanueva (San Prudencio) -
Calzada Barrio Nuevo, Villanueva (Herramélluri) -
Cardeña Villanueva (Rezmondo) -
Covarrubias - Villavieja
Irache Villanueva (Muez) -
Leire Villanueva (3 casos: Bureba, Navarra y Valdegovía), Novillas
-
Rioja Villa Nova (6 casos154) Castro vieillo
San Millán Cabannas Novas, Varrio Novo, Villanueva (ca. 15 casos155)
-
Valvanera Villanueva (Preadillo) -154 155
En cuanto a la problemática cuantitativa, con la cual hemos empezado esta
crítica de la aplicación a esta toponimia de la etimología zahar = ‘viejo’, parece
153. CANTERA BURGOS, Fuero de Miranda de Ebro, p. 101, n. 76.
154. En Álava, Anguiano, Cameros, Fitero, Ibrillos y Agoncillo.
155. Resulta prácticamente imposible distinguir entre más de una quincena (estimamos) de Villanuevas distintas
entre un total de 35 referencias. Del primer volumen del cartulario emilianense, editado por UBIETO ARTETA,
documentos nº. 36, 42, 53, 63, 95, 153, 181, 221, 267, 326 y 353; y del segundo volumen, editado por LEDESMA
RUBIO, documentos nº. 57, 60, 98, 108, 186, 189, 249, 251, 268, 275, 285, 332, 333, 339, 348, 350, 364, 391, 426,
471, 502, 504 y 510.
133David Peterson
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ser universal que el concepto de novedad tiene más protagonismo toponímico
que el de antigüedad156.
Dentro de la documentación cenobítica medieval de nuestro espacio también
esta regla parece ser válida, en cuanto al registro romance-latino por lo menos,
y también notamos que el adjetivo ‘nuevo’ se adjunta casi exclusivamente a
sustantivos corrientes, sobre todo a Villa. En total, en la documentación ma-
nejada observamos una treintena de apariciones toponímicas de nuevo, y sólo
dos apariciones toponímicas de viejo, menos que las apariciones de zahar157.
Es difícilmente comprensible que abunde tanto este adjetivo entre las pocas
referencias que tenemos de toponimia vasco-riojana, pero que esté ausente de
la mucho más numerosa toponimia medieval en romance del mismo espacio.
Disponemos de una fuente excelente que demuestra que la regla del predominio
nuevo > viejo también es válida para la toponimia medieval vasca. Nos referimos,
de nuevo, a la Reja de San Millán (Cogolla180). A partir de su testimonio, aun
dando por bueno que aquí zahar es el antónimo de barri (= ‘nuevo’), se confir-
ma el claro predominio de toponimia ‘nueva’ sobre la ‘vieja’, por 7 a 1:
Barri Zahar
Hurivari (Divina) Hurizahar (Camboa)
Hurivarri (Harhazua I)
Hurrivari (Ubarundia)
Olhavarri (Murielles)
Essavarri (Camboa)
Essavarri II (Camboa)
Huribarri (Harhazua II)
156. Una rápida búsqueda en Internet (www.google.com) de los dobletes antonímicos neustadt / altstadt,
newtown / oldtown, villanueva / villavieja y villeneuve / villevieille, aun asumiendo todas las limitaciones de este
tipo de ejercicio (por ejemplo, el uso de los términos como apellidos) parece demostrar la universalidad (por lo
menos dentro del ‘universo’ de habla indoeuropea) del principio de que toponímicamente nuevo > viejo.
LENGUA NUEVA VIEJA NUEVA / VIEJAALEMÁN neu / altstadt 6.290.000 2.270.000 2,77INGLÉS new / oldtown 2.190.000 245.000 8,94ESPAÑOL villanueva / vieja 1.750.000 28.600 61,19FRANCÉS villeneuve / vieille 3.020.000 20.700 145,89
157. Hemos excluido los corónimos Castella Vetula, y Camero Nuevo y Viejo. Por otra parte, la voz antiquus
también aparece esporádicamente en los textos manejados, aunque sin quedarse integrada en la toponimia.
134 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Sin embargo, en la comarca en torno a las Conchas de Haro (limítrofe entre
las provincias de Burgos, Rioja y Álava) encontramos una concentración del
étimo zahara no correspondida con la equivalente abundancia de su supuesto
antónimo barri. Sugerimos que la explicación reside en el hecho de que en
estos casos zahar no siempre quiere decir ‘viejo’, conclusión reforzada por su
ya comentado comportamiento morfosintáctico. Pero si no significa ‘viejo’ ¿qué
significa o a qué se refiere?
morfologíA: ¿DiStinCión entre lo AlAVéS y lo riojAno?Si consideramos los fonemas ‘ç’ y ‘z’ como homófonos, y la ‘f’ como una oca-
sional representación gráfica de la aspiración representada generalmente por
‘h’, existe un altísimo grado de homogeneidad ortográfica entre los ejemplos
recogidos.
Las únicas variantes son la presencia o no de una tercera ‘a’, y la geminación
de la ‘r’ en la mayoría de esos casos. Los casos carentes de ‘a’ como sufijo se
concentran en Álava, el espacio contemplado con más indicios de haber sido
vascoparlante, mientras la terminación en –arra es propia de la Rioja Alta y
Treviño. No sabemos si esta distribución es significativa, quizás indicativa del
encuentro de dos estratos: uno vasco, que tiende hacia la forma sin vocal final y
hacia la unión con sustantivos con etimologías vascas, y que podría representar
el auténtico antónimo de (uri)barri etc.158; y un segundo sustrato no-euskérico,
y acaso semítico, con vocal final. Sin embargo, algunos nombres, sobre todo
los que aparecen varias veces en las fuentes, demuestran ambas formas, lo cual
complica este tipo de comparación forma-espacio.
forma nombre completo ubicación fecha doc. ref.
zahar Hurizahar Urizar (Gamboa, Álava) 1025 Cogolla180
zaharra S. Martino de Zaharra
San Martin de Zar, Treviño
1052 Rioja13
zahar Saggazahar Sajazarra, Rioja 1075 Cogolla421
zahar Formazahar ¿Hormaza (Obarenes)? 1075 Cogolla421
zahara S. Martini de Zahara San Martin de Zar, Treviño
1076 Rioja33
zahara Zaharam ¿Rioja Alta? 1076 Rioja33
158. Aunque persisten otros problemas como la cuantía y el orden adjetivo-sustantivo.
135David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
forma nombre completo ubicación fecha doc. ref.
zahar Olhaucezahar Olabezar (Amurrio, Álava)
1085 Cogolla2/94
zahar Ulzaharriza Llanada alavesa 1089 Cogolla2/186
zaharra Saja zaharra Sajazarra, Rioja 1169 Herrera1
zahar Hurizahar ¿Revenga?, Miranda 1177 Fuero Miranda #4
zafarra S Christoforo de Zafarra
Ciriñuela, Rioja Alta 1192 Cogolla2/469
zaharra S Martino de Zaharra San Martin de Zar,Treviño
1193 Rioja335
zaarra Saayazaarra Sajazarra, Rioja 1204 Rioja4/10
çaharra Saiaçaharra Sajazarra, Rioja 1229 Huelgas237
caharra Saia caharra Sajazarra, Rioja 1253 Herrera19
çahar Uriçahar Urizar (Gamboa, Álava) 1257 Rioja4/235
çahar S. Martin Çahar San Martin de Zar, Treviño
1257 Rioja4/235
çahar(a) Çaharate Zarate (Murguia, Álava) 1257 Rioja4/235
Çaharra S Martino de Çaharra San Martin de Zar, Treviño
1284 Rioja4/413
çaharra Saiaçaharra Sajazarra, Rioja 1286 Rioja4/439
çaharra Saia Çaharra Sajazarra, Rioja 1333 Herrera75
çaharra Saia Çaharra Sajazarra, Rioja 1435 Colegiatas284
zaharra Urizaharra Peñacerrada, Álava 1613 Libro de Fábrica
SignifiCADoS AlternAtiVoSEn primer lugar, y a pesar de lo dicho, deberemos reivindicar la validez de
la etimología vasca en por lo menos algunos de los casos encontrados. Si el
problema es esencialmente cuantitativo, el exceso de apariciones del étimo,
no tenemos por qué rechazar la etimología vasca por completo. Además, es
innegable la tendencia de este étimo, sea cual sea su origen, a fijarse preferen-
temente a sustantivos euskéricos, y en algunos casos, sobre todo los más sep-
tentrionales y cuando no hay impedimentos morfosintácticos para tal lectura,
creemos que se tratará efectivamente del adjetivo vasco.
¿vasco? Casos problemáticos ¿semítico?
Urizar, Álava Formazahar, ¿Obarenes? Zaharam, ¿Rioja Alta?
Olhaucezahar, Álava Çaharate, Álava S Christoforo de Zafarra, Rioja
Hurizahar, Miranda Urizaharra, Álava (entre Treviño y Rioja)
Ulzaharriza, Álava Sajazarra, Rioja
S. Martino de Zaharra, Treviño
136 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Pero, en los demás casos, cuando zaharra = ‘viejo’ es más difícil de aceptar,
¿qué significados alternativos sugerimos? Si afirmamos que existen varias po-
sibilidades entre el árabe, el hebreo y el bereber quizás no hacemos más que
subrayar nuestra ignorancia de estas lenguas, pero superficialmente, por lo
menos, y siempre en transcripciones al alfabeto occidental, aparecen varias
formas muy próximas a la toponimia observada en la Rioja Alta, y en algunos
casos con contextos muy sugerentes.
1. Etnónimo bereber. Según Dolores Oliver, la voz Zafara (Safara) repre-
senta el nombre de una tribu bereber perteneciente a los Hawwara, y así
interpreta la aparición de esta voz como topónimo en Zamora159. Por otra parte,
Oliver Asín veía etnónimos bereberes detrás de otros topónimos como Mena
y Quejana, a los cuales se podría añadir posibles recuerdos toponímicos ro-
mances de presencia norteafricana como Berberana y Apricano, todos ellos en
zonas próximas al cluster toponímico que contemplamos.
2. Zahrá’ = ‘brillante, resplandeciente’. Adjetivo utilizado de antiguo en
la onomástica árabe como nombre propio femenino160, y que da algunas for-
mas próximas a la toponimia observada: Zafara, Çafra, Zahra. También tiene
aplicación toponímica, por ejemplo, el nombre del célebre complejo palaciego
cordobés Medina Azahara y, según Asín Palacios, en la etimología del gaditano
Zahara161. Su raíz sería zahr = ‘flores’162, quizás demasiado alejada semánti-
camente para contemplar una aplicación metafórica a la blancura de ciertas
rocas (por ejemplo, las Conchas de Haro), equivalente al uso oronímico de la
radical indoeuropea alp- / alb-, solución por lo demás plausible en un contexto
tan orográficamente espectacular donde aparecen también Villalba de Rioja y
Hormaza.
3. El aporte antroponímico. La antroponimia resonante de esta voz aparece
en dos ocasiones entre población arabófona y aparentemente judía en Calaho-
rra, algo alejada de la Rioja Alta donde se concentra la toponimia que nos inte-
159. OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe ...”, p. 102, n. 25. El Zafara zamorano es un
pueblo limítrofe con Portugal, al sur del Duero, 41º25’, 6º15’.
160. TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #160.
161. ASÍN PALACIOS, Contribución a la toponimia árabe de España, p. 143.
162. CORRIENTE, Diccionario de arabismos y voces aines en iberorromance..., p. 247.
137David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
resa163, con una aislada y tardía aparición en el valle del Oja164. No habría que
descartar que hubiera una relación entre estos nombres de persona y el cluster
toponímico que nos ocupa, aunque quizás la relación con el adjetivo arriba
glosado, y aquí con significado de ‘blanco’ o ‘cano’, tendría más sentido.
4. Sáhrí = ‘desierto’, en el sentido del desierto arenoso norteafricano por
antonomasia. La pregunta es si esta voz también se aplicaba en la Península, a
paisajes menos arenosos pero desiertos en otros sentidos, quizás con el sentido
de ‘tierra de nadie, fronteriza e infrapoblada’. Aunque Asín Palacios sugería ésta
como la etimología del ya mencionado Zafara zamorano165, Corriente duda de
que se aplicara esta raíz al paisaje peninsular, “... ni en Alandalús se hablaba
mucho de desiertos ... Los pedregales, en cambio, sí abundan en la Península
Ibérica.”166
5. Saxr = ‘rocas’, saxrí = ‘roqueño’167, “... palabra sumamente popular en
el árabe de España, según nos muestran, además de muchos testimonios di-
rectos, los de la toponimia, con sus numerosos Zagra, Azagra, Zafra, Safra,
Zahara”168. La misma voz, traducida por Lafuente como Sierra, también aparece
en el Ajbar Majmu’a en referencia al refugio asturiano de Pelayo169, y parece ser
la raíz de voces iberorromances como la castellana temprana (s. XIV) çáhara
(‘falcón bravo’), la portuguesa sáfaro (‘salvaje, remoto’), la castellana zahareño
(‘salvaje, bravo’), y la extremeña zafra (‘terreno granítico sin arbolado’)170. Se
aprecia, por tanto, no sólo cierta fecundidad toponímica, sino que esta radical
163. Zaheid iben Zafar (1098, Rioja45): Iucef Azafar, Iben Azafar (ca. 1100, Rioja45).
164. D. Zafarra (1209, Calzada94), Rioja Alta.
165. ASÍN PALACIOS, Contribución a la toponimia árabe de España, p. 143.
166. CORRIENTE, Diccionario de arabismos y voces aines en iberorromance, p. 431.
167. CORRIENTE, Diccionario de arabismos y voces aines en iberorromance, pp. 431-2.
168. COROMINAS y PASCUAL, Diccionario crítico etimológico ..., VI, p. 40. Tanto ASÍN PALACIOS (Contribu-
ción a la toponimia árabe de España, p. 143) como VIGUERA MOLINS (“La Rioja en Al-andalus”, p. 200) apoyan
esta etimología para Azagra, plaza-fuerte de la Ribera navarra. Cf. el orónimo murciano, híbrido y aparentemente
tautológico, Peña de la Zafra.
169. “[Okba] se hizo dueño de Galicia, Álava y Pamplona, sin que quedase en Galicia alquería por conquistar,
si se exceptúa la sierra [sajra], en la cual se había refugiado con 300 hombres un rey llamado Belay”, Ajbar
Maymu’a, p. 38.
170. COROMINAS y PASCUAL, Diccionario crítico etimológico ..., VI, p. 40; CORRIENTE, Diccionario de arabis-
mos y voces aines en iberorromance, pp. 431-2.
138 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
conduce hacia formas próximas a lo observado171. En el contexto toponímico
que nos ocupa, a partir de esta raíz cabe pensar en referencias a la espectacular
orografía de las Conchas de Haro172, o quizás en la naturaleza marginal, por ser
tierra de nadie, de esta comarca fronteriza.
ortografía medieval del topónimo bajorriojano Azagra según origen del diploma. la presencia de la aspiración ‘f’ o ‘h’ es propia exclusivamente de las redacciones altorriojanas, las demás tienden a reproducir las velares oclusivas ‘g’ o ‘k’
diplomática altorriojana diplomática bajorriojana y navarra
Zafra (Rioja3, 1040) Azekra (Rioja11, 1052)
Azafra (Rioja4, 1044) Azagra (Rioja17, 1056)
Azafra (Rioja8, 1046) Açegra (Rioja45, c.1100)
Açahara (Rioja29, 1074) Azegra (Rioja120, 1138)
Zaharam (Cogolla418, 1074) Açagra (Roncesvalles4, 1148)
Açahra (Rioja32, 1076) Azafra (Leire324, 1154)
Zaharra (Cogolla22, 1143173) Azagra (Rioja187, 1156)
Azagra (Roncesvalles25, 1203)
Açagra (Rioja4/18, 1208)
Azagra (Rioja4/61, 1222)
Açagra (Roncesvalles94, 1237)
Açacra (Rioja4/151, 1244)
Açagra (Rioja4/161, 1245)
Açagra (Rioja4/192, 1250)
Açagra (Rioja4/195, 1250)
Açagra (Rioja4/285, 1267)
Açagra (Roncesvalles262, 1274)173
Si se acepta la etimología propuesta para Azagra, podemos observar el tra-
tamiento ortográfico que recibe un topónimo derivado de Saxr en La Rioja:
cuando Azagra se transcribía por escribanos altorriojanos, o bien de la corte en
Nájera o bien de San Millán de la Cogolla, la consonante intermedia se repre-
171. “ ... la anaptixis de a entre h y r es hecho frecuentísimo, y más en los arabismos”, COROMINAS y PASCUAL,
Diccionario crítico etimológico ..., (VI), p. 40.
172. Una idea también reflejada quizás en toponimia como Hormaza (< lat. forma = ‘pared’), Formazahar (=
‘pared-roca’), Villalba y Petra Cidadera.
173. Aunque la redacción le atribuye una fecha de 934, todos los comentaristas aceptan que el texto es propio
de mediados del siglo XII.
139David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
senta como ‘f’ o ‘h’ (véase la tabla adjuntada); mientras en la documentación
bajorriojana (léase calagurritana) aparece casi siempre ‘g’. Sugerimos que el
baile ortográfico a la hora de representar este sonido es propio del encuentro
entre escribanos cristianos y un fonema arábigo que no saben bien cómo re-
presentar, con una solución aspirada favorecida en la Rioja Alta. En fin, la so-
lución altorriojana conduce a formas próximas a lo observado en la toponimia
riojano-alavesa.
6. Thagr = ‘frontera’. Una cuarta, y última, etimología árabe sería que el
étimo denominara una marca fronteriza a partir del sustantivo árabe thagr =
‘frontera’, con la ‘th’ (también transcrita a veces como ‘t’) representando un
sonido próximo a la ‘z’ castellana y la ‘ç’ medieval174. Esta voz aparece en la to-
ponimia peninsular como Izagre175 (León), Tagarabuena176 (Zamora) y Zegri177
(Granada). De esta escueta lista surge el mayor impedimento para la aplicación
de Thagr al caso que analizamos: ningún autor, que sepamos178, la ha vinculado
con formas toponímicas con una consonante interior aspirada o fricativa. Que
la oclusiva en Azagra, sea cual sea su etimología, se convierte en aspiración,
pero que la de Thagr no, sugiere que se tratan de fonemas diferentes, y que la
raíz que nos interesa es la de Azagra y no la de Thagr.
Fonéticamente problemática, la etimología a partir de Thagr es muy atracti-
va cuando se observan, esparcidos por la Península, topónimos formalmente
próximos a los observados en el Alto Ebro que, en muchas ocasiones, ocupan
lugares compatibles con una etimología fronteriza:
174. “That the Arab thagr embodies a broad ill-defined meaning of territory may also be traced to the etymol-
ogy of the word. It is noteworthy that the root of the word th.g.r. appears in other Semitic languages with the
meaning of ‘opening’, ‘gate’, and ‘pass’ “, MANZANO MORENO, “The Creation of a Medieval Frontier: Islam and
Christianity …”, p. 46.
175. ZOZAYA, “771-856: Los primeros años del Islam andalusí ...“, p. 130.
176. ZOZAYA, “771-856: Los primeros años del Islam andalusí ...“, p. 130.
177. ASÍN PALACIOS, Contribución a la toponimia árabe de España, p. 144.
178. Según RODRÍGUEZ R. DE LAMA (Colección diplomática ..., tomo I, p. 246), ASÍN PALACIOS (Contribución
a la toponimia ...) proponía la etimología a partir de Thagr para Azagra, pero no encontramos eco de esto en la
obra de éste, quien, en la página 79 (2ª edición), apuesta claramente por la etimología Azagra = ‘la peña’, como
ya hemos indicado.
140 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
– Azahara (Tarragona, 20 km a SO de la ciudad de Tarragona). La
frontera andalusí se situaría entre Tortosa y Tarragona durante más de
tres siglos (808-1149), y Azahara se sitúa en el extremo septentrional
de la diócesis de Tortosa (actual arciprestazgo Delta-litoral), limítrofe
con la archidiócesis de Tarragona.
– Azara (Huesca, entre Huesca y Barbastro), con la ortografía Azahra
en 1095179.
– Izagre (León), a un kilómetro de la frontera provincial leonés-valliso-
letana.
– Tagarabuena (Zamora), 2 kilómetros al norte del río Duero, y la
sempiterna ciudad fronteriza de Toro.
– Zafara (Zamora), a 5 km. de Portugal en una zona donde el Duero
crea una imponente frontera natural que en toda probabilidad se
transformaría en una frontera política plurisecular, cerca se encuentra
toponimia resonante de una función fronteriza como Tudera (cf. Tu-
dela < del lat. tutela ‘protección’) y Muga de Sayago.
– Zahara (Cádiz), a 4 km. de la frontera provincial con Málaga. Toda la
sierra está salpicada de lugares apodados “de la frontera”, pero Asín
Palacios aquí ofrece la etimología ‘brillante’, véase supra.
– Zafra (Alicante), a 1 km de la frontera provincial actual con Valencia,
y a 8 km de la frontera con Albacete.
– Zaframagón (Cádiz), a 1 km. de la frontera provincial con Sevilla180.
La coincidencia entre estas formas y ubicaciones aparentemente fronterizas es
muy sugerente, aunque a falta de un pormenorizado estudio geopolítico de
cada una de estas comarcas no tenemos muchos más datos que el trazado de
los actuales límites provinciales, los cuales no tendrían porqué necesariamente
reflejar fronteras medievales. También notamos que el propio esparcimiento
geográfico de estos ejemplos hace menos probable que sean todos el resultado
de la misma evolución fonética.
179. SENAC, La Frontière et les hommes, p. 235.
180. También aparecen topónimos parecidos en las provincias de Badajoz (Zafra), Cáceres (La Zafra, 20 km
al S de la ciudad de Cáceres), y Granada (Zagra, 50 km al W de la capital, y a 10 km del límite provincial con
Córdoba), cuya condición de fronteriza habría que evaluar caso por caso.
141David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Sin embargo, la hipótesis fronteriza se fortalece cuando se observa que varios
de los Zahar del cluster altorriojano-alavés tenían funciones mojoneras. En
realidad es precisamente esta función lo que los hace salir del anonimato.
San Martín de Zaharra, el ejemplo más iterativo, funciona a la vez como lími-
te diocesano (como extremo sur-oriental del episcopado de Valpuesta181), foral
(fueros de Nájera, Logroño y Vitoria182) y marcando un territorio sub-diocesano
en un pleito entre Nájera y Calahorra183. En el caso foral, San Martín está extra-
ñamente alejado de lo que, a partir de la documentación medieval, se podría
considerar el territorio ‘natural’ de Nájera, y quizás deberíamos pensar en algún
tipo de marco fronterizo anterior que cubriría el espacio hostigado por los astu-
res a mediados del siglo VIII. Sajazarra, también tiene una función mojonera,
pues aparece en el acuerdo del año 1229 (Huelgas237) entre las diócesis de
Calahorra y Burgos de compartir algunos lugares fronterizos184. También en-
contramos el genérico Zahara en funciones mojoneras: ... usque in Zaharam,
Rioja33 (Fuero de Nájera), 1076. San Cristoforo de Zafarra aparece en el
extremo meridional del cluster toponímico cerca de Cirueña que, en el siglo X,
parece desempeña un papel mojonero entre Castilla y Navarra.
Quizás estas coincidencias no sean más que eso, coincidencias, un espejismo
resultado de demasiadas horas contemplando mapas. Pero aunque la aspira-
ción siempre presente en nuestro cluster haga difícil que estos nombres deriva-
sen de Thagr, quizás podríamos contemplar un sentido fronterizo a partir de la
raíz Sáhrí = ‘desierto’, o mojonero a partir de Saxr = ‘peña’, la solución más
convincente desde el punto de vista fonético.
181. “... illum etiam episcopatum qui est de Sancto Martino de Zaharra usque in Rotellam et Aslanzonem et
Pozam, ex alia uero parte ex Alaue terminis usque in Arrepan et Cutelium Castrum in Asturiis cum monasterio
euisdem episcopatus nomine Uallepositam”, Rioja13, 1052.
182. Fuero de Nájera (Rioja33, 1076); para los fueros de Logroño (1095) y de Vitoria (1284), MARTÍNEZ DÍEZ,
“El Fuero de Logroño ...”, p. 248.
183. “... et omnes eclesias et quicquid Calagurritanus episcopus possidet infra terminos, qui sunt a Santo Martino
de Zaharra et a terminis Alaue usque ad episcopatum Burgensem”, Rioja335, 1193. No obstante, a mediados del
siglo XIII (Rioja4/235, 1257) San Martin Çahar estuvo integrado en el arcidecanato de Álava (arciprestazgo de
Treviño), pero no en el extremo de dicha circunscripción que hacia el sur alcanzaba Peñacerrada y sus aldeas, y
al oeste se extendía hasta Lacervilla y Pangua.
184. “... administrados y gobernados un año por Burgos y otro por Calahorra ... por ello estas parroquias se
llamaban de la <alternativa>”, RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de la Rioja, tomo IV, p.
94. Otros lugares mencionados incluyen Caranca, Miranda, La Morcuera, Potançre y Galuarruli.
142 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
En resumen, partimos de la impresión de que en torno a las Conchas de Haro
se agrupan demasiadas apariciones para un humilde adjetivo vasco, pues al
margen de la toponimia en –uri, la toponimia mayor vascoide en la vega del
Ebro tampoco es tan abundante. Es probable que la etimología vasca sea válida
para algunas de las referencias, pero no para todas. No es que la distribución
equitativa sea una pauta imprescindible de la toponimia, todo lo contrario,
los topónimos tienden a congregarse: quintana- en Castilla; el sufijo –uri en
el curso inferior del Oja; apelativos comarcales como Juarros. Sin embargo,
de aceptarse la etimología vasca para el cluster de toponimia que incorpora
el elemento zahar difícilmente sería compatible con estos ejemplos, pues se
trataría de un adjetivo y no un designador comarcal (Juarros), o un tipo de
asentamiento (-uri, quintana-) que podría sugerir un proyecto colonizador
concreto. ¿Por qué se iban a concentrar los adjetivos que significan ‘viejo’? Pre-
cisamente lo que sugerimos es que algunas de sus apariciones se deben a su
uso como delimitador comarcal, al margen del adjetivo vasco. En este contexto
es muy sugerente el significado de varias voces árabes, todas tendiendo hacia
formas próximas a la toponimia contemplada, que sólo conocemos a partir del
registro romance, con una etimología a partir de Saxr (= ‘peña’) quizás la más
convincente, aunque, sin duda, esta cuestión merece un análisis filológico más
competente que el nuestro.
ConCLusiones: La Frontera DeL PasiLLo
Creemos que la creación de una frontera política en el Pasillo tiene su origen
en las divergentes reacciones de los dos mandos militares tardovisigodos que
controlaban sendos extremos del corredor natural: el Ducado de Cantabria
resistiría y sería conquistado y colonizado185; mientras el Condado bajorriojano
y navarro regido por Casio pactaría con los invasores. La frontera se instala en
el extremo oriental del Ducado de Cantabria, probablemente la antigua divi-
soria diocesana, y se plasma en el límite de la toponimia en Quintana que se
restringe al espacio conquistado.
185. Después, estas tierras, ya conquistadas por Tariq, se rendirían ante Muza, lo cual ha dado pie a la idea que
acoge Chalmeta de que la Gallaecia fuese un espacio esencialmente pactista. Este cuadrante noroccidental es de
los pocos escenarios dónde coincidieron los itinerarios de los dos caudillos musulmanes, y donde, por tanto, se
puede observar tanto conquista como capitulación.
143David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Así, durante la primera mitad del siglo VIII, la frontera sería esencialmente
fiscal y administrativa: la que separaba dos territorios con distintos regímenes
tributarios dentro de al-Andalus. Pronto, sin embargo, adquiere un matiz cul-
tural e incluso étnico, puesto que habría más colonización (árabe, pero sobre
todo bereber) al oeste de la divisoria, y por tanto también una arabización más
temprana. Éste nos parece uno de los matices más significativos del siglo VIII,
pero queda sepultado por la temprana retirada andalusí del noroeste peninsu-
lar. Aunque parezca contraintuitivo, insistimos en que en el primer momento el
extremo occidental del Pasillo (a continuación, el extremo castellano y cristia-
no) se arabizaría antes y más profundamente que el extremo oriental (la parte
andalusí hasta principios del siglo X). Lo expresa perfectamente Chalmeta en
un paradigma diseñado para la Península en general, pero que bien podría
estar dirigido hacia la realidad del Pasillo:
Paradigma de Chalmeta186 Su aplicación a nuestro espacio
“ ... a priori, habrá que dividir a al-Andalus en dos áreas:
1. la conquistada por fuerza de armas / ‘anwatan (con in-troducción inmediata de formas de propiedad, gobierno-administración, tributación e ideología puramente arabo-musulmanas).
CASTILLA (Ducado de Cantabria)
2. la sometida mediante pactos / sulhan (lo cual implica una escasa – o incluso nula – presencia física arabo-musulmana ... ) ... Constituyen zonas residuales que, andando el tiempo, y debido a la continuidad del dominio arabo-musulmán, terminaron siendo asimiladas. Pero sin que esta asimilación fuese instantánea sino paulatina, y, en muchos casos, tampoco será absolutamente total y completa.”
RIOJA (condado de Casio)
186
Uno de los principales enfoques de este capítulo ha sido el de insistir en la
importancia del breve periodo andalusí en la historia de Castilla, pero no hay
que olvidar que incluso en las zonas conquistadas la mayoría de la población
siempre sería indígena. Es más, parece probable que muchos de los invaso-
res (aquí esencialmente bereberes) hablarían romance187. Su breve exposición
186. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 209-210.
187. Concretamente, “al-lisan al-latini al-ifriqi, es decir, ‘la lengua latina africana’, que decía Idrisi”, OLIVER
ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 52 (cita textual) y p. 65 y ss.; ZOZAYA, “771-856: Los primeros años
del Islam andalusí ...”, p. 93.
144 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
al mundo islámico habría derivado en una arabización esencialmente cultural
y antroponímica, y éstos son los fenómenos que aparecen fosilizados en la
toponimia castellana. Así no deberíamos contemplar una arabización necesa-
riamente lingüística: la toponimia descriptiva castellana sugiere una población
romance-parlante. La penetración cultural araboide se aprecia sobre todo en
la onomástica personal y la toponimia derivada de ella, y también quizás en
registros, tanto toponímicos como léxicos, referentes a superestructuras admi-
nistrativas y fiscales188.
La geografía del levantamiento bereber de 741-2 ya resalta las diferencias en-
tre los dos extremos del Pasillo, ya que sospechamos que la divisoria entre
un oriente peninsular apenas afectado por la revuelta y un occidente donde
causaría estragos podría estar en la misma línea fronteriza señalada tan porme-
norizadamente por la toponimia en Quintana. El segundo acontecimiento que
conduce a la consolidación de la frontera serían las correrías de la monarquía
astur, que se esforzó en desmantelar una red de fortificaciones que permitían el
control del estratégico nudo alrededor de las Conchas de Haro. A partir de ese
momento, el entorno de las Conchas de Haro y la cuenca del río Oja se con-
vierten en una marca fronteriza, quizás rememorada en la toponimia en Zahar.
El mapa nº. XVIII ilustra la, a nuestro parecer, llamativa yuxtaposición de estos
fenómenos a ambos lados de la frontera del Pasillo.
Por lo tanto, el Pasillo sufre repetidas sacudidas (711-12, 741-42 y 753-4), y si las
directas consecuencias militares de algunos de estos hechos pueden relativizar-
se, no así su impacto sobre la sociedad. Pues del debilitado sistema esclavista
visigodo, tras un espectacular derrumbe militar, se pasaría brevemente al modo
de producción tributario-mercantil típico del mundo musulmán, y en seguida a
la ‘desestructuración’.
Después de subrayar la limitada aportación demográfica de los invasores, qui-
zás extraña el profundo impacto sobre la sociedad castellana que atribuimos a
tan sólo 40 años andalusíes, aproximadamente 712-753. Creemos que hay dos
explicaciones.
188. Nos referimos a toponimia como Medina y Alcocero y vocabulario como alfoz y alboroque, tema de sumo
interés que queda fuera del alcance de este estudio, y que aquí lanzamos sólo como hipótesis.
145David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
En primer lugar, esos 40 años no son tan pocos. Suponen dos generaciones en-
teras, y sin embargo, demasiadas veces el periodo andalusí ha sido considerado
como algo anecdótico189, una evaluación que sospechamos sea en gran medida
el resultado de la visión retrospectiva cristiana de una Reconquista inexorable.
El Islam, que ofrecía emancipación a los conversos y ventajas fiscales a todos,
sería una opción atractiva, sobre todo cuando no era ni inevitable ni sabido que
Castilla se quedaría en breve (y para siempre) fuera de al-Andalus.
Segundo, el efecto cultural andalusí se prolonga aún después del quebran-
tamiento de su control político, precisamente por el hecho del limbo deses-
tructurado en el cual se queda Castilla durante un siglo largo a partir de 753.
La ausencia de una alternativa solvente para sustituir el sistema andalusí sólo
prestaría prestigio a lo desaparecido190.
189. “... ya hemos constatado que existe una tendencia a minimizar el papel que desempeñó el Islam en la
zona”, GARCÍA GONZÁLEZ, y FERNÁNDEZ DE MATA, “Antropología, Arqueología e Historia”, p. 65.
190. GARCÍA GONZÁLEZ y FERNÁNDEZ DE MATA parecen avalar esta lectura, “Antropología, Arqueología e
Historia”, p. 45.
Mapa XVIII. Contraste entre las correrías astures (Mapa XI), y la toponimia en Quintana (Mapa XV) y Zahar (Mapa XVII)
146 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Tanto Castilla como Álava parecen quedarse más allá de los límites de al-Anda-
lus, como indica el comienzo de una serie de campañas contra estas comarcas
insistentemente unidas en la cronística arábiga, con la de Bedr de 767 como
prólogo, y con intensificación hacia finales del siglo VIII. Esto coincide con la
emergencia de un nexo dinástico astur-alavés, y con la pérdida definitiva de
cualquier tipo de presencia musulmana estable al norte de las tantas veces men-
cionadas Conchas de Haro. El testimonio más detallado, aunque algo tardío, de
esta nueva realidad geopolítica, serían las consecutivas campañas musulmanas
de los años 882 y 883 incapaces de franquear las defensas castellano-alavesas
que se alineaban en los Montes Obarenes.
También habría que contemplar el papel que juega la geografía en fijar la ubi-
cación de la frontera en el Pasillo. Al margen del trazado inicial de la frontera,
predicado según criterios político-administrativos (los límites del Ducado de
Cantabria), será la geografía lo que determina que el trazado no se modifique
demasiado después. Pues si el río Ebro funciona como barrera en La Rioja,
protegiendo la vega najerense de los pueblos del norte, esto ya no es el caso
al oeste de Las Conchas de Haro. Con el Ebro al norte de las estribaciones
meridionales de la Cordillera Cantábrica (aquí los Montes Obarenes), las tierras
que se extienden al pie de estos riscos se hacen fácilmente amenazables y
controlables desde plazas fuertes como Cellorigo, y más aun cuando funciona
el nexo político Álava-Castilla. Sugerimos que esta circunstancia frena cualquier
deseo o intento andalusí de reimponerse más hacia el oeste.
Creemos que la frontera contemplada, con algunas modificaciones, es plurise-
cular y que lo que cambia, más que su trazado, es su significado. Inicialmente
habría una frontera que separaba los berones y los autrigones, aunque su tra-
zado en este periodo es muy hipotético, y tampoco está claro hasta qué punto
coincidiría también con límites étnicos, lingüísticos o culturales. En periodo
romano se mantiene como frontera administrativa, con más trascendencia en
algunos momentos (división conventual) que en otros. Quizás de las divisiones
administrativas romanas surge ya la territorialidad diocesana que también fija
una frontera en este espacio, frontera que además, a partir de datos pleno-
medievales, ya tiene un trazado concreto. También sospechamos heredera de
los límites administrativos tardorromanos la geografía de las circunscripciones
militares visigodas, dos de las cuales parece haber habido en sendos extremos
del Pasillo en 711, a juzgar por las divergentes suertes de los dos espacios, tema
central a este capítulo. No se percibe ninguna otra división (cultural etc.) en pe-
147David Peterson
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
riodo visigodo, pero a raíz de esa división administrativa algo intranscendental
emergería su manifestación más duradera: primero, hasta mediados del siglo
VIII, como frontera fiscal y en menor grado étnica y religiosa; luego, hasta 924,
como frontera ‘internacional’, cultural, lingüística, étnica, religiosa, militar etc.,
aunque casi todos estos aspectos son matizables y serán matizados en capítulos
venideros; y aun después de 924 sigue como frontera política (y residualmente
también como frontera cultural y lingüística) durante aproximadamente otro
siglo, hasta la política expansionista de los monarcas navarros de la primera
mitad del siglo XI. Pero no nos adelantemos.
Ducado de Cantabria Condado de Casio
conquista pacto
presencia bereber régimen muladí, población mozárabe
arabización precoz arabización lenta
rebelión 741-2 al margen de 741-2
correrías astures límite de las correrías astures
Post-760: fuera de al-Andalus y desestructurado
integración bisecular en al-Andalus
Mapa XIX. La ‘cuña alavesa’ - espacio fronterizo entre Castilla y Nájera
148 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
CreaCiÓn y ubiCaCiÓn De la Frontera Del Pasillo
Con respecto a las mencionadas modificaciones de trazado sufridas por esta
frontera, quisiéramos resaltar una en particular. La frontera tardovisigoda y pro-
toandalusí, más administrativa que otra cosa, y por lo tanto apenas necesitada
de una tierra de nadie o un entramado defensivo, se situaría unos 5-10km al
oeste del río Oja, e incluso al oeste del Tirón inferior, siguiendo aproximada-
mente el trazado actual de la divisoria provincial Burgos-Rioja y también lo que
parece haber sido la divisoria diocesana. En cambio, los andalusíes renuncia-
rían a toda la cuenca del Oja para así crear una tierra de nadie, y los cristianos
aprovecharían esta circunstancia para ocupar partes del interfluvio Oja-Tirón.
Existe así una cuña de territorio que se estrecha conforme busca el mediodía
desde su base en los Montes Obarenes y el estratégico Cellorigo, al este de la
histórica frontera del Ducado de Cantabria, pero aun así perteneciente al reino
de Asturias, según el cronista albeldense que describe las campañas de 882-3
(Mapa XIX).
En resumen, estamos de acuerdo con Chalmeta en que la dialéctica pacto-
conquista instruye gran parte de la historia peninsular del siglo VIII en adelante,
y sugerimos que uno de los espacios donde más nítidamente se observa el
contraste, gracias sobre todo a la toponimia en Quintana, es en el Pasillo.
149David Peterson
la rioja andalusí
Los banu Qasi y sus tierras
Nuestro conocimiento de lo acontecido en el Pasillo oriental antes de su incor-
poración en el Reino de Navarra hacia 925 está inexorablemente vinculado con
las fortunas de su familia dirigente, los Banu Qasi, pues prácticamente nuestra
única fuente, al margen de lo que podemos deducir retrospectivamente a partir
de la lacónica diplomática cristiana del siglo X, es la cronística árabe con su
característico enfoque prosopográfico1. Así, durante dos siglos, la mayor parte
de La Rioja figura únicamente a través de las acciones de esta saga muladí, y así
justificamos el enfoque también prosopográfico de gran parte de esta sección
sobre la Rioja andalusí.
Ya hemos relatado en otros capítulos cómo la primera noticia que tenemos de
esta dinastía es cuando el conde Casio pacta con los invasores musulmanes
(quizás en Ejea) hacia 713, y así evita la suerte que había corrido el Ducado de
Cantabria el año anterior: conquista, quinteo y colonización. A continuación
examinaremos algunas de las que consideramos características más relevantes
de la dinastía muladí que fundó el conde tardovisigodo.
Origen visigodo. En primer lugar, señalamos que el origen del poder de la
dinastía que pronto se conocería como los Banu Qasi remonta a tiempos vi-
sigodos: Casio ya es un conde cuando acontece la invasión musulmana, y
1. Según MAÍLLO SALGADO (¿Por qué desapareció al-Andalus?, pp. 27-8), esto se debe a causas psicológicas
muy arraigadas en las sociedades beduinas: “los pueblos vinculados al medio beduino no se aferran a la tierra,
sino a sus linajes ...”. En este caso, la principal fuente sobre los Banu Qasi es IBN HAZM.
150 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa anDalusÍ
además es, según Ibn Hazm, el ‘conde de la frontera’, qumis al-tagr2. Además,
Castellanos sugiere que los visigodos se apoyarían en la aristocracia indígena
para controlar estos territorios, y ante el nombre latino (y no germánico) del
magnate y las referencias en la Vita de San Millán a condes en el Alto Ebro, no
parece descabellado pensar que los lazos de Casio con esta tierra se remonta-
rían aun más3.
Quizás también es aplicable al caso el modelo que vislumbramos en el centro y
extremo occidental del Pasillo: la proyección de poderes asentados en el Siste-
ma Ibérico hacia la Cordillera Cantábrica, observada sobre todo en la geografía
asociable con el obispo Asterio, con base en Oca y funciones en Mijangos al
norte del Ebro. También en la relación entre Emiliano de Berceo y el senado
cántabro; y quizás también éste es el origen del efímero obispado visigodo de
Alesanco, cuya proyección al norte del Ebro se fosilizaría en la geografía del
Fuero de Nájera (Rioja33, 1076) y su mojón septentrional en San Martín de Zar.
Según esta hipótesis, el dominio originario de Casio estaría en el Sistema Ibéri-
co, y su condado sería una proyección político-militar desde allí hacia Navarra
y esencialmente sería un instrumento visigodo para la conquista de la antigua
Vasconia.
Esto contradice la hipótesis de Cañada, quien sugería que el núcleo originario
de los Banu Qasi podría estar al norte del río Ebro, entre Olite, Tudela y Ejea4.
Sin embargo, notamos que la de Cañada no es una ubicación firme, sino una
hipótesis, basada en argumentos “un tanto endebles”, y sobre todo antitética a
la tradicional interpretación que centraba el poder de la dinastía muladí al sur
del Ebro: “señores y gobernadores de Tudela, Tarazona y Borja”. Por otra parte,
la inclusión de Tudela en ambos esquemas debería cuestionarse, ya que ésta
ciudad parece haber sido una fundación omeya relativamente tardía (802)5.
2. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 112; FERNANDO DE LA GRANJA, “La Marca Superior
...”, p. 532.
3. CASTELLANOS GARCÍA, Calagurris tardoantigua, pp. 21-3.
4. CAÑADA JUSTE, “El posible solar originario de los Banu Qasi”, ubicación aceptada por, por ejemplo, SOUTO,
“El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya: poblamiento y organización territorial”, p. 254.
5. SOUTO, “El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya”, p. 258.
151David Peterson
la rioJa anDalusÍ
La principal base para la ubicación propuesta por Cañada parece ser la bús-
queda de un escenario que armonice con la intuida aparición de Casio en Ejea
(714) y con las primeras apariciones cronísticas de esta saga en Zaragoza (788)
y en Pamplona (799). Sin embargo, para cuando tenemos información deta-
llada sobre esta familia, ya en la segunda mitad del siglo IX, sus operaciones
se centran más al oeste, en torno a las ciudades riojanas de Arnedo, Viguera
y Calahorra6. Según Ibn Hazm: “Otros príncipes muladíes de estas comarcas
fueron: los Banu Qasi, en Tudela, Wunat y Urnit [=Arnedo]”7. Si aceptamos a
Wunat como una referencia a Olite, como sugiere Cañada Juste8, este lugar y
Tudela tendrían cierto sentido geoestratégico, pero mucho menos Arnedo, cuya
inclusión aquí tendría que justificarse por otro motivo, lo cual nos hace pensar
que se trataría del núcleo patrimonial de los Banu Qasi. Notamos que incluso
Cañada Juste, a pesar de su abogacía de la hipótesis navarrista, define a Arnedo
como “el feudo más fiel y característico de los Banu Qasi”9.
Por otra parte, de una veintena de referencias a la comarca en obras geográfi-
cas andalusíes, Arnedo (2 refs.) es la única plaza que disputa con Tudela (18
refs.) la hegemonía comarcal10. No discutimos que Tudela fuese efectivamente
la auténtica Madina de esta comarca, pero es interesante considerar de dónde
surge el ocasional protagonismo concedido a Arnedo. Si Tudela fue un centro
esencialmente omeya, sugerimos que el ocasional nombramiento de Arnedo
por los geógrafos andalusíes es un eco de su capitalidad para los Banu Qasi.
Por otra parte, el vínculo entre Lope ibn Muza y Viguera es particularmente
pronunciado: reconstruye dicho castillo hacia 862; comete una matanza de los
árabes de Zaragoza en un prado de Viguera en 874; y es enterrado en el mismo
lugar en 87511. Inevitablemente, si seguimos las fortunas de la familia a lo largo
del siglo IX, habrá fluctuaciones en el espacio de influencia de los Banu Qasi,
6. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., pp. 117-122.
7. Traducción de F. DE LA GRANJA, p. 532.
8. CAÑADA JUSTE, “El posible solar originario de los Banu Qasi”, pp. 33-8; MANZANO MORENO, La frontera
de al-Andalus ..., p. 112.
9. CAÑADA JUSTE, “Los Banu Qasi”, p. 41.
10. SOUTO, “El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya: poblamiento y organización territorial”,
pp. 264-5
11. CAÑADA JUSTE, “Los Banu Qasi”, pp. 48-9.
152 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa anDalusÍ
y en alza llegarían a controlar Huesca, Zaragoza, e incluso Toledo, pero en
esencia se concentrarían en las sierras y valles de la Rioja Baja, y los nombres
de Arnedo y Viguera se repiten con insistencia en los varios anales que relatan
las gestas de la dinastía12.
Con todo, es innegable la relación que existe entre la dinastía Banu Qasi y los
Arista pamploneses al norte13, quizás una relación forjada en las guerras visigo-
das, y recordada también en el uso de onomástica personal navarro-pirenaica
por el clan muladí.
Muladí. En segundo lugar, y también directamente a partir de la noticia de
Ibn Hazm, figura la conversión de Casio al Islam. Al convertirse la familia di-
rigente al Islam (y los nombres de los hijos de Casio, excepto el primogénito,
parecen confirmar esto), y al incorporarse el espacio dentro de Al-Andalus, se
tiende a definir no sólo a la familia dirigente sino también al espacio dirigido
como muladí, notándose así el peso distorsionante de la prosopografía, ya que
sospechamos que en realidad el componente demográfico mayoritario sería
cristiano. Que el señor de una región fuese musulmán no quiere decir que lo
fuesen también sus súbditos, como demuestra el ejemplo de Córdoba con sus
disidentes cristianos (San Eulogio, Paulo Álvaro, etc.), y en general la tolerancia
hacia los dimmíes, precepto intrínseco a la ley musulmana.
Es más, tampoco está claro el islamismo de los Banu Qasi. Cuando Ibn Hayyan
relata la fundación de Tudela, por ejemplo, parece distinguir entre los Banu
Qasi y los musulmanes del entorno14. Ante la apostasía iterativa de algunos
de los últimos miembros de esta dinastía, que analizaremos a continuación,
nos preguntamos cuántos de sus súbditos serían musulmanes, sí ni siquiera la
familia dirigente seguía fielmente el credo islámico.
12. “Las ciudades de Arnedo, Viguera, Calahorra, Tudela jugaron siempre un papel muy importante en la his-
toria de esta familia, y constituyeron el núcleo principal de sus dominios hasta la extinción definitiva del linaje”,
MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 117. Además, Manzano sugiere que los anónimos enemi-
gos infieles de Abdarrahmán I en Viguera en 781 también serían los Banu Qasi, lo cual extendería su vínculo con
esta plaza hasta el siglo VIII, MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 115.
13. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona, p. 105 y ss.
14. “... [‘Amrus b. Yusuf] se apoderó del país de los Banu Qasi, haciendo del monte de Tudela una ciudad forti-
ficada en la que acogió a los musulmanes circundantes contra el peligro que corrían”, IBN HAYYAN, al-Muqtabis
II-I, f 96v, p. 38 (año 186 = 802).
153David Peterson
la rioJa anDalusÍ
Pactista. También es gracias a Ibn-Hazm que sabemos que Casio pactó con
los invasores15, y sugerimos que este hecho sería de primordial importancia a
la hora de determinar el futuro de La Rioja y de los otros territorios (navarros y
aragoneses) controlados por la dinastía. En un primer momento, esto supondría
la ausencia de conflicto y, en general, una continuidad entre los mundos visi-
godo y musulmán ausente en espacios conquistados (como el vecino Ducado
de Cantabria), continuidad ejemplificada por la permanencia en el poder de
Casio y sus descendientes, los Banu Qasi. Pero las implicaciones serían mucho
más duraderas que esta continuidad inicial. La continuidad se extendería a la
ausencia de colonización (árabe o bereber) significativa, y el mantenimiento
de la propiedad, así la ausencia de toponimia en Quintana. En cuestiones
de religión, Chalmeta sugiere una islamización más gradual en áreas pactistas
que en las zonas conquistadas16. Esto explicaría el florecimiento temprano del
monasticismo riojano, poco después de la integración del territorio en el Reino
de Navarra.
Andalusí pero periférica. La Rioja banuqasi era parte de al-Andalus, integrada
en el alfoz de Tudela, como dejan claro los geógrafos musulmanes17, mientras la
cronística demuestra que la dinastía dirigente estuvo activamente integrada en
las intrigas de la vida política andalusí18. La región se utilizaba como lanzadera
de aceifas que partían Ebro arriba hacía Álava y al-Qila, función que a la vez
subraya su integración en al-Andalus pero que también ilustra su situación fron-
teriza y periférica. Pues se elegía La Rioja como cabeza de puente precisamente
por estas características, ya que la región formaba una cuña que penetraba di-
rectamente en territorios cristianos, y era un espacio tremendamente periférico
dentro de Al-Andalus, y terriblemente vulnerable. Por ejemplo, Tudela en sí ya
se consideraba el ‘punto extremo de la frontera Superior’ y, sin embargo, Nájera
distaba todavía un centenar de kilómetros de ella, cuando el radio de control
típico y efectivo de los centros regionales (Madinas) de la Frontera Superior
15. F. DE LA GRANJA, “La Marca Superior en la obra de al-‘Udrí”, p. 532.
16. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 210.
17. VALLVÉ, La división territorial de la España musulmana, p. 301, cuya fuente básica parece ser AL-RAZI.
18. Sobre todo el Yamharat ansab al-‘arab de IBN HAZM.
154 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa anDalusÍ
Mapa XX. Posibles ubicaciones del solar originario de los Banu Qasi
Mapa XXI. La ubicación periférica de la Rioja Alta comparada con las Madinas de la Frontera Superior
155David Peterson
la rioJa anDalusÍ
era de tan sólo 40 kilómetros19. Creemos que estas consideraciones estratégicas
condicionarían la actitud cordobesa hacia esta región, y también la estrategia
adoptada por los Banu Qasi hacia sus vecinos cristianos. Pues sugerimos que, al
margen de las aceifas periódicas que suponían una obligación impuesta desde
Córdoba, y en realidad desde el mismo Quran, además de una oportunidad
económica, a los Banu Qasi no les interesaría sobremanera hostigar a sus veci-
nos, temidos guerreros, conflicto con los cuales prometería más problemas que
beneficios. En sus relaciones con los Arista se vislumbra este talante banuqasi
para entenderse con sus vecinos cristianos.
Disidente y apóstata. Juntamos aquí dos características que deberían matizar
significativamente nuestra percepción de la plena integración de la Rioja banu-
qasi en el sistema andalusí. En cuanto a su apostasía, ya la hemos mencionado
arriba, pero nos parece pertinente yuxtaponerla aquí con la disidencia político-
militar. Serían varios los casos de conversión al cristianismo dentro del com-
plejo (por reiteradamente homonímico) árbol genealógico de esta dinastía20. En
el sentido político, Manzano Moreno insiste en la virtual independencia de las
comarcas fronterizas del poder omeya, “una situación de facto en la que los
diversos sectores fronterizos fueron divididos entre estas familias que pasaron a
ostentar hereditariamente el señorío en estas zonas”21, con los Banu Qasi como
ejemplo estelar. En fin, andalusí sí, por lo menos nominalmente, pero geográfi-
camente periférica, y para nada unos integrantes modélicos. La autoproclama-
ción de Muza ibn Muza como “tercer rey de España” (Crónica de Alfonso III,
#25), nos parece muy ilustrativa, tanto de las pretensiones e intenciones de este
caudillo como de su confianza y autonomía, y reafirma la característica más
significativa de la dinastía banuqasi, su posición entre dos mundos.
Un último aspecto reseñable, y a nuestro parecer instructivo, aunque ya no
se trata del periodo de esplendor banuqasi sino de su decadencia y eventual
desaparición, es el aparente abandono de la Rioja Alta por los Omeyas.
19. SOUTO, “El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya: poblamiento y organización territorial”,
p. 258.
20. Entre un sinfín de noticias de rebeldía y crucifixión, conversos al cristianismo fueron Abd Allah e Ismail,
hijos de Mutarrif ibn Muza ibn Muza; Fortún, hijo de Lubb ibn Muhammad ibn Lubb ibn Muza ibn Muza; otro
Fortún, éste hijo de Abd Allah ibn Muhammad ibn Lubb ibn Muza ibn Muza, y por tanto primo carnal del anterior,
F. DE LA GRANJA, “La Marca Superior en la obra de al-‘Udrí”, pp. 533-4.
21. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., pp. 361-4.
156 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa anDalusÍ
Desarrollaremos esta idea más adelante cuando contemplemos la naturaleza
de la supuesta reconquista cristiana de esta región, pero adelantamos que la
aparición de poderes cristianos en ella no coincide con una derrota de los an-
dalusíes por los cristianos, como insinúa la cronística cristiana y la historiografía
tradicional basada en ella, sino de una posición de poder andalusí: victorioso
en 924 y dominante en 934.
En resumen, como ya se ha comentado, la naturaleza prosopográfica de la
mayor parte de las fuentes referentes a La Rioja durante los siglos VIII y IX nos
obliga a analizar la región a través de su dinastía gobernante que hemos definido
como: de origen visigodo; pactista; nominalmente muladí; disidente; y en varias
ocasiones apóstata. A estos datos prosopográficos añadimos dos consideraciones
que remiten ya no a los Banu Qasi sino directamente a la situación geopolítica
del espacio que controlaban: que estaba integrado teóricamente en al-Andalus
aunque, a partir de aproximadamente 753, siempre en su periferia; y que, aparen-
temente (e intentaremos justificar esta evaluación más adelante), fue abandonado
por los Omeyas después de 924. Esta combinación de circunstancias nos ha
llevado a plantear la posibilidad de que el territorio banuqasi, al margen del (no-
minal) muladismo de sus dirigentes, sería en realidad más mozárabe que muladí.
Cuestionamos la idea de que la islamización nominal de una región y sobre todo
de su casta dirigente condujera necesariamente y rápidamente a la islamización
general de la población. ¿Es sostenible esta hipótesis?
MozÁrabes, MuLaDÍes y JuDÍos
ConsiDeraCiones generaLes
De nuevo, empezaremos con el hecho del pacto, ahora en referencia a su
efecto en la orientación religiosa de la población riojana. Según Chalmeta, la
continuidad social inherente al hecho pactista y la consecuente ausencia de in-
migración de elementos ya islamizados y / o arabizados supondrían un proceso
islamizante más lento en espacios pactistas que en otros conquistados22.
Por otra parte, el modelo de Bulliet sugiere que el ritmo de conversión al Islam
era incremental. Inicialmente lento, sólo una vez que la islamización se había
22. CHALMETA, Invasión e islamización, p. 210.
157David Peterson
la rioJa anDalusÍ
establecido como norma social en una comunidad se aceleraría el proceso23.
Sugerimos que esta última condición no se llegaría a dar en La Rioja, territorio
pactista donde ni siquiera la islamización de los Banu Qasi parece haber sido
firme.
La tercera consideración general, antes de que entremos en materia propiamen-
te riojana, es el reconocimiento expreso de los derechos y obligaciones de los
súbditos cristianos y judíos (los dimmíes) bajo el Islam, y la protección de sus
derechos por la ley islámica cuando, caso de La Rioja, el país había sido some-
tido mediante tratado de paz (sulh�)24. Además, los dimmíes tenían un papel
tributario muy importante dentro del sistema musulmán; en algún sentido se
podría decir que financiaban el estado, con contribuciones muy por encima de
las de los súbditos musulmanes. Por lo tanto, el estado islámico no tenía ningún
interés en forzar la conversión de estos valiosos contribuyentes.
eL eQuÍVoCo eJeMPLo De Los banu Qasi
Sabemos que el célebre conde visigodo Casio se convirtió al Islam en Damas-
co hacia 715, y que sus descendientes, los Banu Qasi, dinastía dirigente del
espacio que nos interesa durante dos siglos, también eran musulmanes. Por
lo menos en teoría. Tanto la calificación como la afirmación anterior tienen su
origen en la noticia, en las lacónicas genealogías de Ibn Hazm, de la apostasía
recurrente de algunos miembros de la familia. Las cuatro apostasías tardías
(principios del siglo X), enumeradas arriba, sugieren que hacia finales de su pe-
riodo de dominio algunas ramas de la familia no eran precisamente modélicos
ni convencidos musulmanes.
La onomástica personal de los Banu Qasi indica también una postura algo
equívoca entre su nueva fe y sus orígenes y lazos familiares en el norte penin-
sular. Un 30% de los miembros de la dinastía tienen nombres de la tradición
pirenaica25, y si bien la islamización onomástica de las primeras generaciones
23. BULLIET, Conversion to Islam in the Medieval Period: An Essay in Quantitative History.
24. MAÍLLO SALGADO, “La guerra santa según el derecho malikí”, pp. 56-7.
25. A partir del árbol genealógico elaborado por VIGUERA MOLINS y reproducido por MANZANO MORENO
(La frontera de al-Andalus ..., p. 427). SÁNCHEZ ALBORNOZ (Orígenes del Reino de Pamplona ...) ofrece una es-
tructura genealógica diferente y más comprimida, con Muza ibn Muza, por ejemplo, la tercera generación después
de Casio en vez de la quinta, pero la proporción de onomástica no-árabe es esencialmente la misma.
158 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa anDalusÍ
es más completa26, la onomástica pirenaica florece a la vez que se empeora la
relación entre esta familia y Córdoba a mediados del siglo IX.
la onomástica de los banu Qasi
Padre y generación
Hijos con nombres pirenaicos
Hijos con nombres musulmanes
Casio / Qasi - Furtun (Fortún) Abu Tawr, Abu Salama, Yunus, Yahya
Furtun 1ª Muza
Muza 2ª Furtun Mutarrif
Furtun 3ª Muza, Zahir
Muza 4ª Fuertes, Iñigo, Lubb (Lope), García
Muza, Mutarrif, Yunus
Muza 5ª Oria, Lubb, Furtun Mutarrif, Ismail
Lubb 6ª Muhammad, Isa, Mutarrif
Mutarrif 6ª Lubb Muhammad, Muza, Yusuf, ‘Abb Allah, Ismail
Furtun 6ª Lubb Ismail, Muza, Muhammad
Ismail 6ª Muhammad, Muza, Said
Muhammad 7ª Lubb Muza, Yusuf, Yunus, Mutarrif, ‘Abd Allah
Lubb 8ª Furtun ‘Abb Allah, Muhammad,
‘Abd Allah 8ª Furtun, Urraca Muhammad, Muza, ‘Abb Allah
TOTAL 15 37
A la evidencia onomástica se han de sumar las buenas relaciones mantenidas
con las vecinas familias reales cristianas. Son numerosos y notorios los lazos
familiares con los Arista de Pamplona, y por ejemplo Muza ibn Muza, el “tercer
rey de España”, sería hermano uterino del caudillo pamplonés Iñigo Arista27.
También hubo lazos con los astur-leoneses, y Ordoño II se criaría entre los
Banu Qasi, mientras Mahomat iben Lupe sería descrito por la Crónica Albelden-
se como ‘nuestro amigo de siempre’ (qui sempre noster fuerat amicus)28.
26. Sobre todo teniendo en cuenta que Fortun ibn Casi sería el primogénito y por tanto quizás nacido y nom-
brado antes de la conversión de su padre, SÁNCHEZ ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona ..., árbol
genealógico “Los Banu Qasi”.
27. Véase, por ejemplo, la segunda parte de Orígenes del Reino de Pamplona de SÁNCHEZ ALBORNOZ, titulada
“Los aliados y familiares de los Aristas en el valle del Ebro”.
28. CAÑADA JUSTE, “Los Banu Qasi (714 – 924)”, pp. 42 y 56.
159David Peterson
la rioJa anDalusÍ
Claro está que los Omeyas también tomaban concubinas cristianas, y no por
ello se cuestiona su islamismo, pero lo que sí se debería cuestionar es cualquier
idea de una impenetrable exclusividad mutua entre dos bloques religiosos, con
los Banu Qasi inequivocadamente en el ‘lado musulmán’ de la hipotética divi-
soria. En este contexto, nos parece inverosímil que los Banu Qasi funcionasen
como un agente islamizador más radical que en otras partes del mundo islá-
mico, y sin embargo, sospechamos que en gran medida la reputación islámica
de La Rioja pre-navarra se basa exclusivamente en la condición muladí de este
linaje, pues apenas tenemos otras fuentes que las prosopográficas crónicas
árabes.
eL ConteXto geoPoLÍtiCo DeL isLaMisMo rioJano
Las tropas que acompañaron a Tariq y luego a Muza deberían sumar entre diez
y veinte mil efectivos29, cuyos números se mermarían continuamente durante
las campañas de conquista. Habría posteriores influjos inmigracionales, pero
sospechamos que en un espacio pequeño, periférico y sobre todo pactista
como la Rioja Alta, el peso demográfico árabe o bereber en las décadas inme-
diatamente después de la invasión sería mínimo.
En cuanto a los acontecimientos de mediados del siglo VIII, sugerimos que,
precisamente por el mínimo influjo inmigracional (árabe o bereber) hacia la
región, la rebelión bereber de los años 740-1 no afectaría directamente a La
Rioja. En cambio, sí sabemos (Crónica de Alfonso III) que la monarquía astur
se ensañó con la Rioja Alta, y es posible que sus ataques a Briones, Alesanco
y Cenicero borrasen temporalmente cualquier tenue huella musulmana aguas
arriba de Vareia.
Tampoco está claro en qué momento se reincorporó la Rioja Alta a al-Andalus.
Ibn Hayyan nos informa de que hubo conflicto en torno a Calahorra hacia fi-
nales del siglo octavo30, aunque es difícil saber si en estas ocasiones las fuerzas
omeyas combatían contra cristianos, contra los Banu Qasi, o contra una com-
binación de los dos. Pero si hubo conflicto endémico en torno a Calahorra no
está claro hasta qué punto la aun más periférica Rioja Alta estaría plenamente
29. CHALMETA, Invasión e islamización, pp. 126 y 168-170.
30. IBN HAYYAN, al-Muqtabis II-I, f. 91v, p. 24 (año 180 = 796).
160 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa anDalusÍ
integrada en al-Andalus durante la mayor parte del siglo VIII. Souto sugiere que
incluso la región de Tudela no se debe considerar incorporada a al-Andalus
omeya hasta después de la fundación de esta Madina en 80231, y en este con-
texto el periodo andalusí de la Rioja Alta apenas sobrepasaría el siglo IX.
Además, como el sector más occidental de la Marca Superior, siempre expuesto
a las depredaciones de los yalaliqa, de todos los pueblos septentrionales por
mucho los más temidos según los autores árabes32, supondría un destino poco
atractivo para potenciales colonizadores árabes. La población, por lo tanto, se-
guiría siendo esencialmente indígena. Notamos que cuando, en 873-4, Lope ibn
Muza masacra a sus rivales zaragozanos cerca de Viguera, éstos son definidos
como ‘árabes’ y el lugar como el ‘Prado de los Árabes’ (Mary al-‘Arab)33. La im-
plicación es que los habitantes de Viguera no eran, y tampoco se consideraban,
árabes.
Los últimos años de control banuqasi también verían la disminución de la po-
blación musulmana. Las fuentes sugieren que los temidos yalaliqa controlaron
Nájera durante aproximadamente dos años entre mayo de 922 y el verano de
92434. Aunque hubiera relevantes contingentes muladíes en la zona antes de
esta serie de acontecimientos, difícilmente quedarían después. El rey Ordoño
(II) que tomó Nájera, según la Crónica de Sampiro, era el mismo cuya masacre
de la población de Évora en 913 había espantado tanto al mundo islámico,
noticia de la barbaridad llegando incluso hasta Persia35. Aunque su fama no
provocase la huída masiva de la población muladí, y aunque en la Rioja Alta se
hubiese mostrado algo más tolerante que años antes en Évora, la ley islámica
prohíbe y prohibía la continuidad residencial de musulmanes bajo dominio
idólatra, los fieles obligados a replegarse hacia territorio todavía bajo dominio
31. SOUTO, “El noroeste de la frontera de al-Andalus en época omeya: poblamiento y organización territorial”,
p. 258.
32. MAÍLLO SALGADO, “El Reino de Asturias desde la perspectiva de las fuentes árabes”, pp. 231-233. El gen-
tilicio yalaliqa, derivado del corónimo romano Gallaecia, se aplica a los habitantes de todo el Reino de Asturias
y no sólo a los de la actual Galicia.
33. AL-‘UDRÍ, 35, p. 472.
34. Lo atestigua la Crónica de Sampiro, 19 (rex noster suprafatus [Ordoño II] ... cepit supradictam Nagaram) y
el diploma de Ordoño II en Santa Coloma en Octubre de 923 (Rioja1).
35. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 81-3; sobre la repercusión de la noticia en el mundo islámico MAÍLLO
SALGADO, “El Reino de Asturias desde la perspectiva de las fuentes árabes”, pp. 231-2.
161David Peterson
la rioJa anDalusÍ
musulmán36, precepto también impuesto por los cristianos después de la toma
franca de Barcelona en 80137, y del cual quizás encontramos un eco altorriojano
en el caso del mauro Abdella Iben Mochaoar (Albelda5, 928). En resumen, en
el contexto de la Rioja Alta, sugerimos que sobre una población musulmana
probablemente escasa ya a principios del conflicto que nos ocupa, los factores
de intimidación, masacre, huída y conversión la dejarían prácticamente inexis-
tente en 924 después de dos años de control cristiano.
Por último, a estas consideraciones se añade el hecho del ya mencionado aban-
dono del espacio por los Omeyas a pesar de su evidente y demostrada supe-
rioridad militar en las campañas de 924 y 934, consideración que retomaremos
en breve. Esto en sí sugiere una islamización muy superficial ya que, salvo
fuerza mayor (que no parece haber sido el caso), la ley islámica no permitía el
abandono voluntario por el estado musulmán de un territorio con significativa
población musulmana.
eViDenCia onoMÁstiCa
El estudio etimológico-toponímico más completo de La Rioja, el de Alarcos
Llorach38, reporta una incidencia de toponimia árabe de tan sólo el 4.2%, cifra
que sube a un 6% si se contempla sólo la documentación del siglo X39. ¿Tal
porcentaje sugiere una arabización somera de la Rioja andalusí y muladí regida
por los Banu Qasi?
A la hora de contrastar la toponimia de diferentes regiones nos topamos con el
escollo metodológico de que los estudios más pormenorizados necesariamente
se centran en provincias o regiones concretas, y estudios transfronterizos o glo-
bales a este nivel escasean. Así, recurrimos a un análisis menos pormenorizado,
36. Por ejemplo, según Al-Wansarisi, jurista magrebí del siglo XV, “el mudéjar debe emigrar inmediatamente,
pues el que insiste en permanecer en tierras cristianas demuestra su falta de fe y comete un grave pecado”, MAÍ-
LLO SALGADO, “Del Islam residual mudéjar”, p. 135. Éste, y otros, dictámenes (fatwas) fueron respuestas tardías
cuando el mudejarismo era ya una realidad – segunda mitad del siglo XI (la caída de Toledo) en adelante -, pero
parece que los principios detrás de ellos serían aplicables también a periodos anteriores: “los juristas en todas las
épocas insisten que la emigración del país infiel es un deber religioso hasta el día de la Resurrección”, MAÍLLO
SALGADO, ob. cit., p. 136.
37. FERNÁNDEZ FELIX, Cuestiones legales del Islam temprano: La ‘Utbiyya ..., p. 427.
38. ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”.
39. GARCÍA DE CORTÁZAR, “Organización social del espacio en La Rioja cristiana ...”, p. 65.
162 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa anDalusÍ
pero que abarca toda la toponimia española (no sólo la peninsular): el estudio
de Asín Palacios titulado Contribución a la toponimia árabe de España (1944).
Comparación con otros espacios sugiere que lo observado en La Rioja es com-
patible con otras regiones fronterizas40, pero lo que es interesante es contrastar
esta incidencia con la que se observa en el otro extremo del Pasillo. Asín recoge
el doble de toponimia árabe en Burgos que en La Rioja (21:11)41. Si tenemos en
cuenta la mayor extensión de Burgos42, la incidencia es de un topónimo árabe
por 679 km² en Burgos, y en La Rioja uno cada 458 km². Mayor concentración
en La Rioja sí, pero menos de lo que habríamos esperado si contrastamos el
tiempo de integración de cada espacio en al-Andalus, la Rioja Alta cinco veces
más que Burgos, la Rioja Baja más todavía.
Otra forma de evaluar esta arabotoponimia riojana, y de contrastarla con la
que se encuentra en Burgos, es tipológicamente. Los once topónimos con-
siderados de origen árabe por Alarcos son casi todos descriptivos, siendo la
única excepción Cidamón, cuya etimología tampoco es del todo transparente43.
En contraste, la toponimia semítica observada en Castilla es mayoritariamente
antroponímica, escaseando la toponimia descriptiva44. El contraste tipológico
40. Si la media, según el estudio de Asín Palacios, es de un topónimo araboide cada 458 km² en La Rioja, pro-
porciones parecidas se observan en otras regiones próximas al Thagr: Cuenca, 490; Cáceres, 462; Huesca, 460;
Zaragoza, 443; Lérida, 420; Teruel, 400 etc.
41. Burgos: Aceña, Agés, Alariza, Albania, Alcocero, Alcover, Almendre, Almiñé, Mahamud, Manciles, Medina,
Medinilla, Modubar, Neila, Sarracín, Tordomar, Villahizán, Villalambrús, Villanasur, Zael, Zalama; La Rioja
(Logroño en 1944): Ajamil, Albelda, Alberite, Alcanadre, Alfaro, Almarza, Almunarcia, Azofra, Gimileo, Ma-
have, Nájera. No pretendemos que estas listas sean definitivas, pues se puede cuestionar (y se ha cuestionado)
la inclusión de topónimos de ambos territorios, mientras también estudios más pormenorizados (el de Alarcos,
por ejemplo) sugieren otros candidatos no propuestos por Asín. Sin embargo, sí sugerimos que grosso modo la
proporción es representativa de la ‘realidad’.
42. Según el Ministerio de Administraciones Públicas, la superficie de Burgos es 14.269 km², y la de La Rioja,
5.045 km² (http://www.dgal.map.es/cgi-bin/webapb/webdriver?MIval=provincias).
43. Volvemos al estudio de Alarcos, más pormenorizada que el de Asín: Alhama = ‘la fuente termal’; Albelda
¿= ’la villa’?; Alberite = ‘la posta’; Alcanadre = ‘los puentes’; Alfaro = ‘el faro’; Almarza = ‘el prado’; Almendora
¿= ’la visible?; Azofra = ‘el tributo’; Cidamón ¿< origen antroponímico?, por ejemplo, Cid + ¿?; Mahave = ‘rico en
granos’; Mansilla ¿< al-mansaf = ‘la mitad del camino’, o < al-manzila = ‘la posada’?; y Villalobar = ‘villa del
olmo’; ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, pp. 477-478. Como hemos sugerido antes,
Alarcos descarta otros topónimos considerados árabes por Asín Palacios (Azarrulla, que considera vasco; y Ná-
jera que “probablemente” tenga origen prerromano) y añade otros. Igualmente VIGUERA MOLINS (“La Rioja en
Al-andalus”, p. 200) cuestiona algunos de los arabismos identificados por Alarcos (Alberite, Azofra etc.), pero con
todo ni la proporción ni la naturaleza de la toponimia arábiga riojana parece variar significativamente.
44. ASÍN PALACIOS (ob. cit.) identifica nueve topónimos burgaleses con origen antroponímico (Agés, Maha-
mud, Sarracín, Tordomar, Villahizán, Villalambrús, Villanasur, Zael, Zalama), seis con sentido descriptivo
163David Peterson
la rioJa anDalusÍ
entre los dos extremos del Pasillo en sí resulta llamativo. No obstante, en la
ausencia de un estudio metodológicamente homogéneo de los dos corpus to-
ponímicos a una escala más pormenorizada que la de Asín Palacios, no es fácil
avanzar desde el contraste hacia unas conclusiones firmes. Por el lado castella-
no, recordamos la hipótesis de Oliver Asín de un elemento poblacional bereber,
onomásticamente arabizado pero romance-parlante, y esto quizás explique lo
observado hacia el oeste, mientras el patrón riojano quizás obedezca a una
arabización más lenta pero a lo largo más profunda.
Cambiando de registro onomástico, según Viguera Molins, “... reclama análisis
la –ni mucho menos escasa– antroponimia de origen andalusí incluida en la
documentación medieval latina y romance [de la Rioja]”45. Aquí prácticamente
la única fuente servible es la temprana documentación albeldense, y a partir
de ella aproximadamente un 30% de la población riojana del siglo X ostenta
nombres semíticos46.
Sin embargo, no deberíamos suponer que todos éstos fuesen musulmanes.
Tenemos ejemplos de cristianos que portan esta onomástica47, y tampoco de-
beríamos olvidar la comunidad hebrea, numéricamente importante en La Rioja
durante el siglo XI, y por qué no antes también48. Esta onomástica semítica
perdura, dominando todavía en textos medio siglo después de la irrupción
navarra49, y manteniéndose en posiciones de poder a nivel municipal, aunque
(Aceña, Alariza, Alcocero, Medina, Medinilla, Modubar), y en otros seis casos no aventura ninguna etimología
(Albania, Alcover, Almendre, Almiñé, Manciles, Neila). Para MARTÍNEZ DÍEZ (“Toponimia mayor y Repoblación
...”, p. 47) la proporción de la toponimia semítica burgalesa con origen antroponímica sería aun mayor.
45. VIGUERA MOLINS, “La Rioja en Al-andalus” p. 200.
46. Excluimos las referencias a la familia real y a los magnates navarros asociados con ella, y tampoco incluimos
en el análisis los estamentos eclesiásticos superiores (obispos y abades). No incluimos tampoco el contenido de
Albelda1, texto en el cual se han basado algunos autores a la hora de hacer aproximaciones a este tema, pero
que creemos referirse a San Pedro de Cardeña, cerca de Burgos, como explicaremos en detalle en el capítulo
Onomástica Semítica en la Castilla Condal. Aun sin considerar semítico todo lo ‘exótico’, podemos hablar en
términos de un 28.3% (67 / 237) de onomástica con razonablemente claros indicios de influencia semítica en la
documentación albeldense del siglo X, cifra que podemos redondear hacia arriba para incluir una parte de esa
antroponimia de difícil clasificación.
47. Entre 36 presbíteros que aparecen en la documentación albeldense observamos los siguientes nombres:
Abcichri, Abdella, Abialite, Abolmundar, Abolumdarra, Eiza, Ferrezuel, Iuniz, Lazaro, Lec, Quirim, Zecri, Zitri.
48. Véase nuestro capítulo La minoría judía.
49. En 978 (Albelda27), por ejemplo: Abgamira, Bacoda Abholazen, Abopheta, Iberin Ablabreld, Abumuzza,
Iberin Ferruz, Baguda Iberin Rater.
164 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa anDalusÍ
no dentro de la jerarquía cortesano-miltar, incluso durante la segunda mitad del
siglo XI50. Sugerimos que esta continuidad es más fácil de entender si esta gente
son en realidad cristianos o judíos culturalmente arabizados y no mudéjares.
onomástica albeldense del siglo X de aparencia semítica
nombre año nombre año
Ababtela 931 Eizani 947
Ababtella Iben Godalfo 931 Even Abderhaman 947
abbas Iub (¿=Abaiub?) 947 Falcon iben Adelsio 925
Abbatella Even Guttihaz 958 Fech iudice 945
Abcichri 958 Fecha Even Mazeroth 933
Abcicri 958 Ferrezuel 925
Abdella 933 Fortunio de Iuzifi 974
Abdella Iben Mochaoar 928 Geizi Iben Gamar 943
Abgamira 978 Heret pescador 944
Abialite 925 Iberin Ablabreld 978
Ablab(i)el 931 Iohannes Uben Abo Muza 974
Abofetha 943 Iumiz Iben Donat 945
Abolazen 925 Iuniz 943
Abolmundar 931 Iuniz Algongero 958
Abolumdarra 958 Iuzefus Aborchri 933
Abomuza 958 Izhaun 933
Abopheta 978 Lazaro 943
Abrechd 978 Lec 943
Abtaure 973 Maruan de Leza 941
Abtela (de Iuzifi) 974 Mohomat Alberrendo 958
Abueza 958 Moriben Feliz 947
Abumuzza Iberin Ferruz 978 Morterbef Ioenmoz 945
Abzi 943 Munio Abotemaniz 973
Adturra 931 Munio Ibems Hannes 925
Aflahe Alahamet 958 Muza 958
Alcalde 944 Quirim 958
Alvaro Even Abaiub 933 Rapinato Hibenkircit 925
Bacoda Abholazen 978 Vagoda 943
Baguda Iberin Rater 978 Zaid 947
50. Decenas de referencias a “domno Kiram, alkalde in Nagera” (Valvanera61, 1072) en la documentación
valvaneriense del último tercio del siglo XI: Valvanera35, 1066; Valvanera38, 1067 etc. Se observa una dinámica
parecida en Calahorra, como veremos en el capítulo La minoría judía.
165David Peterson
la rioJa anDalusÍ
nombre año nombre año
Benedictus Vivas Iben Amara 931 Zani 947
Billit Iben Muza 941 Zecri 947
Eiza 931 Zicri 953
Eiza 931 Zitri 947
Eiza Iben Gamar 931
En cuanto a la población musulmana, que sospechamos escasa a principios
del siglo X y castigada durante las campañas cristianas, hay indicios de que se
mermaría aun más después del inicio del periodo navarro como resultado de
conversión, expulsión o emigración51. Notamos que las referencias a los mauri
en la diplomática riojana del siglo XI son relativamente escasas en comparación
con las menciones de judíos (Rioja14 es el texto más ilustrativo al respecto).
Por último, volvemos al punto de arranque de estas consideraciones, el hecho
de que los Omeyas abandonaron el saliente riojano, gesto incompatible con la
presencia de una significativa población musulmana.
inDiCios De MozarabisMo rioJano Durante eL PerioDo
banuQasi
El registro arqueológico poco nos ayuda en estas cuestiones. No tenemos cons-
tancia de restos arqueológicos que nos hablasen de una abundante presencia
musulmana, y aunque tradicionalmente algunas iglesias riojanas han sido con-
sideradas mozárabes52, los recientes planteamientos de Caballero cuestionan
las cronologías detrás de muchas de estas evaluaciones53, aunque tampoco
deberíamos caer en el apriorismo opuesto y negar la posibilidad de continuidad
mozárabe54.
51. Cf. el caso del mauro Abdella Iben Mochaoar, cuyas ex-posesiones fueron donadas por la Reina Toda a San
Martín de Albelda en 928 (Albelda5).
52. San Tirso de Arnedillo y de Santa María de Rute, la iglesia en Arcos de Tricio, el martyrium de Santa Coloma,
la basílica de Velilla de Agoncillo, y el monasterio de San Millán de Suso son descritos como tal por SÁINZ RIPA,
Sedes episcopales de La Rioja, p. 137.
53. CABALLERO ZOREDA, “Aportación a la arquitectura medieval española. Definición de un grupo de iglesias
castellanas, riojanas y vascas”; “Santa María de los Arcos de Tricio (La Rioja), Santa Coloma (La Rioja) y La Asun-
ción de San Vicente del Valle (Burgos). Tres miembros de una familia arquitectónica”.
54. Por ejemplo, ESPINOSA RUIZ (“La iglesia de Las Tapias (Albelda) en la arquitectura religiosa rural de época
visigoda”, p. 274) cuestiona la continuidad cultual durante el periodo banuqasi, “La iglesia de Las Tapias difícil-
mente pudo sobrevivir bajo el control musulmán de la región. Debió desaparecer en el periodo que va del 711 al
922 cuando la comarca fue espacio fronterizo”, evaluación que sospechamos basarse más en supuestos históricos
166 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa anDalusÍ
También se ha sugerido que el temprano florecimiento postbanuqasi del mo-
nasticismo riojano se debería a una continuidad cultual durante el periodo
de dominio banuqasi55. Albelda, sin embargo, el más importante de los ceno-
bios riojanos durante las primeras décadas ‘navarras’, es explícitamente una
fundación ex novo, aunque Castellanos sugiere que se trataría de un caso de
vocabulario fundacional camuflando una realidad continuista56. Los indicios de
continuidad cultual en San Millán de la Cogolla durante el periodo son más
convincentes: a un argumento ex silentio, la ausencia de un diploma fundacio-
nal, se añade el testimonio literario del culto durante los siglos VI-VII (la Vita de
San Millán) y los indicios arqueológicos del monasterio de Suso57. Sin embargo,
tenemos dudas de si en este caso realmente se trataría de un mozarabismo pro-
piamente dicho en espacio controlado por los Banu Qasi, o la tolerancia muladí
hacia un cenobio castellano en el mismo borde de sus territorios, como sugiere
la geografía del culto de San Millán, tema que retomaremos más adelante.
La evidencia episcopológica apunta hacia el destierro de los prelados calagu-
rritanos en tierras asturianas: en 792, Teodomiro en Oviedo; en 812, Recaredo
en Oviedo; y quizás también en 871, cuando aparece en Álava el obispo Bivere
con gentes de procedencia leonesa58. Sin embargo, el destierro episcopal quizás
tendría más que ver con el papel político de los obispos que con la cuestión
de continuidad mozárabe en sí, y sugerimos que en general las corrientes con-
tinuistas tienden a pasar desapercibidas en nuestras fuentes.
En resumen, a partir de hechos aislados y planteamientos esencialmente teó-
ricos (el hecho del pacto, el lento ritmo de conversión según Bulliet, el hecho
de la retirada omeya) nos parece probable que el componente demográfico
que en la observación propiamente arqueológica, ya que continúa el mismo autor “sin embargo, sobrevivió el
esquema constructivo básico en el que se inspiraba”.
55. ”Una cultura en que el sustrato cristiano, probablemente, había permanecido bajo el dominio musulmán
de los Banu Qasi. Los eremitorios rupestres [...] sugieren la idea. Y lo mismo parecen indicar la rapidez con que
florece la vida monástica en La Rioja cristiana inmediatamente de su conquista: San Martín de Albelda, San Millán
de la Cogolla, San Pedro de Monte Laturce”, GARCÍA DE CORTÁZAR, “Organización social del espacio en la
Rioja cristiana ...”. p. 63.
56. CASTELLANOS GARCÍA, “Consideraciones en torno al poblamiento rural del actual territorio riojano durante
la Antigüedad Tardía”, p. 342.
57. IBÁÑEZ RODRÍGUEZ, “La Constitución del primer cenobio en San Millán”; CASTELLANOS GARCÍA, “Con-
sideraciones en torno al poblamiento rural ...”, p. 342.
58. SÁINZ RIPA, Sedes episcopales de la Rioja, pp. 141 (Teodomiro), 147 (Recaredo), 152 (Bivere).
167David Peterson
la rioJa anDalusÍ
musulmán fuese minoritario en la Rioja Alta del siglo X, aunque resulta harto
complicado avalar esta intuición con evidencia empírica59.
59. Ésta parece ser la evaluación de otros investigadores que se han acercado a la problemática: “Si admitimos
con R. W. Bulliet que el proceso de conversión al Islam se efectuó muy lentamente y que, al llegar al poder
‘Abd al-Rahman III en 912, sólo un 25% de la población de al-Andalus era musulmana, la fecha en la que fue
recuperada La Rioja Alta hace pensar que, en esta zona, los musulmanes eran minoritarios”, SENAC, “El dominio
musulmán: primeras investigaciones”, p. 26; “reclama análisis la -ni mucho menos escasa- antroponimia de origen
andalusí incluida en la documentación medieval latina y romance. En la mayoría de los casos, estos nombres
corresponden a cristianos arabizados o mozárabes, pero también han sido relacionados con alguna posible po-
blación residual”, VIGUERA MOLINS, “La Rioja en Al-andalus” p. 200.
169David Peterson
la rioja ‘reconquistada’
La suPuesta reConQuista De La rioJa aLta, 918 – 924
Hacia 925, empiezan a aparecer unos pocos textos que indican el control cris-
tiano sobre la Rioja Alta1. Cuando se añaden unas escuetas noticias cronísticas
que hablan de una victoriosa alianza militar entre Ordoño II de León y Sancho
Garcés I de Pamplona, tenemos la mayoría de los ingredientes de lo que en la
historiografía tradicional se entiende como la Reconquista de La Rioja (Alta)2.
La trascendencia histórica de estos acontecimientos es considerable ya que, en
contraste con los avances cristianos en la Meseta Norte en lo que parece haber
sido si no un desierto poblacional sí una anarquía geopolítica, la Rioja Alta era
un espacio integrado, aunque periféricamente, en al-Andalus como parte de la
Marca Superior, y defendido por las armas musulmanas. Por tanto, la toma cris-
tiana de la Rioja Alta supondría uno de los primeros actos de la Reconquista.
La historiografía tradicional de los acontecimientos en la Rioja Alta entre 918 y
925 suele manejar los siguientes ingredientes: una alianza navarro-leonesa con
intención de arrebatar estas tierras a los musulmanes; la sucesiva conquista por
parte de los cristianos de las principales plazas fuertes de la región, sobre todo
1. Albelda3, 925; Albelda5, 928; Albelda6, 931; Albelda7, 933 etc.
2. “... éxito militar definitivo en torno a los años 920-925, en que la colaboración de leoneses y navarros permite
a los cristianos la adquisición del espacio altorriojano”, GARCÍA DE CORTÁZAR, “Introducción al Estudio de la
Sociedad Altorriojana ...”, p. 14; “... el año 922, cuando las fuerzas combinadas de los reinos cristianos de León y
de Pamplona procedan al asedio y conquista de las fortalezas musulmanas de Nájera y de Viguera y desalojen al
poder islámico de la Rioja Alta y Media”, MARTÍNEZ DÍEZ, “El Fuero de Logroño ...”, p. 234.
170 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa ‘reConQuistaDa’
Nájera y Viguera; una serie de contraofensivas musulmanas; y, a partir de 925,
el dominio navarro sobre el espacio3. La realidad, sin embargo, es más comple-
ja, tanto en términos cronológicos como en la cantidad de incógnitas y noticias
contradictorias relacionables con estos ‘acontecimientos’:
– 918, una alianza navarro-leonesa penetra en La Rioja desde Nájera
hasta Tudela4.
– 920, los navarros poseen Calahorra y Arnedo, cercan Viguera y hos-
tigan el distrito de Tudela5.
3. Las principales fuentes para estos acontecimientos son: IBN HAYYAN (al-Muqtabis V); AL-‘UDRÍ; la Crónica
de Sampiro; y la Crónica Albeldense. La obra de Ibn-Hayyan nos ofrece la mejor cronología de la confusa serie de
campañas que nos ocupa, con mucho más detalle que las lacónicas fuentes cristianas. Para un resumen matizado
que refleja la complejidad del conflicto: SENAC, “El dominio musulmán: primeras investigaciones”, pp. 27-9.
4. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p.117; Albeldense, XX.1, “cepit per Cantabriam a Nagerense urbe usque ad Tu-
telam omnia castra”. En la versión de Ibn Hayyan no queda claro si se llegó a tomar Nájera, “sitiando a su gente
por tres días, en los cuales hizo su caballería cuanto daño quiso, destruyendo cosechas y esquilmando recursos”
pues, como veremos, aún (?) estaría en manos musulmanas en 921.
5. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp.130-2.
Mapa XXII. La compleja serie de campañas en La Rioja, 918-924
171David Peterson
la rioJa ‘reConQuistaDa’
– 920, contraofensiva musulmana, gran derrota de las fuerzas navarro-
leonesas en Muez / Valdejunquera, los musulmanes levantan el ase-
dio de Viguera6.
– 921, Nájera y Viguera en manos musulmanas7.
– 922, los navarros toman Viguera, y quizás Nájera también8.
– 922, Galindo de Pamplona ordena obispos en Calahorra y Tobía9.
– 923, contraofensiva musulmana asegura el control omeya de Tudela10.
– 923, un diploma (Rioja1) sitúa a Ordoño II en Nájera11.
– 924, ‘Campaña de Pamplona’, saqueo de la capital navarra, de Ca-
lahorra etc.12.
Hemos concentrado nuestro análisis entre 918 y 924 porque parece ser el pe-
riodo definitivo del declive del poder Banu Qasi en la Rioja Alta, y la trans-
ferencia del espacio a dominio navarro. Sin embargo, este conflicto tiene sus
antecedentes: el conflicto omeya-banuqasi a lo largo del siglo IX; las ofensivas
de Alfonso III a finales del siglo IX y principios del siglo X; y la emergencia
en Pamplona de la dinastía Jimena en 90513. El hecho de que ‘Abdarrahmán III
6. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp.126-33; Crónica de Sampiro, 18.
7. AL-‘UDRI, 75, p. 485.
8. AL-‘UDRI, 75, p. 485; IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p.144; Crónica de Sampiro, 19. En lo relativo a la fecha de
la caída de Viguera, mientras IBN HAYYAN vincula la caída del castillo con la muerte de Muhammad b. Abdallah
b. Lubb, ambos en 923, AL-‘UDRÍ es muy específico en cuanto a que los dos acontecimientos ocurrieron en años
sucesivos: la caída de Viguera y el cautiverio de Muhammad b. Abdallah b. Lubb en 922 (12 mayo, o sea a prin-
cipios del año 310 H.), pero el asesinato de éste por lo menos un año más tarde (311 H.). SENAC (“El dominio
musulmán: primeras investigaciones”, p. 28) también opta por 922. En cuanto a Nájera, la Crónica de Sampiro no
ofrece una fecha para su toma pero sí parece relacionar el acontecimiento con la caída de Viguera.
9. Códice de Roda, p. 263.
10. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 145.
11. Aunque de muy dudosa factura, se intuye un elemento de historicidad detrás de este diploma. El documen-
to, tal y como lo tenemos, es manifiestamente más tardío que 923, la fecha que ostenta, siendo con toda probabi-
lidad una redacción del siglo XII, cf. RODRIGUEZ R. DE LAMA, Colección diplomática medieval de la Rioja, tomo
II, pp. 25-7, n. 1. Sin embargo, no nos explicamos por qué un escribano del siglo XII ubicaría a Ordoño, rey de
León, en Nájera justo en el momento en que nos indican las fuentes arábigas que tal coyuntura podría haberse
dado, a no ser que se basara en algún documento original que lo situara allí. En caso de ser este diploma una
fabricación ex novo, y por tanto la presencia leonesa en Nájera una pura ficción, sería más comprensible atribuir
falsa antigüedad al monasterio de Santa Coloma por referencia al correspondiente monarca navarro y no al leo-
nés. En otras palabras, si no hay una realidad histórica detrás de esta presencia leonesa en Nájera, ¿por qué iba a
inventar tal circunstancia un escribano del siglo XII?
12. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 146-153.
13. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 118.
172 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa ‘reConQuistaDa’
sólo impuso su control sobre el distrito de Tudela (“cuya población era aún de
insegura lealtad”) por primera vez en 923, noticia que interpretamos como un
eco del anterior control banuqasi de estas tierras, ilustra cómo estamos ante un
conflicto complejo y multidimensional.
Con todo, la que emerge no es una cronología sencilla. A veces esta confusión
narrativa induce a los historiadores a inventar acontecimientos14, pero más ha-
bitual, es el vicio inverso - la simplificación. Aceptamos que en muchos casos
el motivo no es otro que abreviar una compleja serie de acontecimientos, pero
sugerimos que uno de los resultados de esta simplificación es la distorsión de
la realidad histórica, convirtiendo así una contienda compleja, que tenemos
buenas razones para pensar desembocaría en una ‘victoria’ musulmana, en
un progreso triunfal de las armas cristianas. Una de las causas de la versión
simplificada-triunfalista-cristiana de la contienda es el propio laconismo triun-
falista de las fuentes cristianas que, a diferencia de muchas fuentes árabes, han
sido siempre accesibles para historiadores del medievo peninsular:
– CRÓNICA ALBELDENSE: Idem [Sancho Garcés I] cepit per Cantabriam
a Nagerense urbe usque ad Tutelam omnia castra. 15
– CRÓNICA DE SAMPIRO: Interea nuncii venerunt ex parte regis Gar-
siani, ut illuc pergeret rex noster suprafatus [Ordoño II], ad debellan-
das urbes peridorum. Hee sunt Nagara et Begera. Rex uero iter egit
cum magno exercitu, et expugnauit et oppresit, atque cepit supradic-
tam Nagaram ... 16
Creemos vislumbrar el testimonio de la crónica de Sampiro detrás del siguiente
resumen de Ubieto, “Responden estos avances a la inteligencia de los reyes
14. Por ejemplo, la noticia de AL-‘UDRÍ (75, p. 485) de que Viguera y Nájera estuvieron en poder de Muham-
mad b. ‘Abd Allah en torno al 921 ha llevado a VALDEÓN BARUQUE (Abderramán III y el califato de Córdoba,
p. 135) a formular una cronología innecesariamente compleja, según la cual ambas ciudades serían tomadas por
los cristianos (supondremos que en 918) y retomadas por los musulmanes antes de 922. En realidad no tenemos
constancia de que cayera ni una ni la otra en 918. En cuanto a Nájera, Ibn-Hayyan habla de su asedio, y de los
destrozos de sus arrabales, pero no menciona su conquista. Viguera, mientras tanto, también seguía sin conquis-
tarse, pues sabemos que en julio de 920 fue cercada por Sancho Garcés pero sin caer. En ausencia de noticias,
no deberíamos suponer que cada plaza cambiara de mano dos veces.
15. Albeldense, XX.1.
16. Crónica de Sampiro, 19.
173David Peterson
la rioJa ‘reConQuistaDa’
de Pamplona y Asturias, que actúan conjuntamente contra Nájera y Viguera,
conquistadas definitivamente (923).”17 Esta afirmación, que luego será tan in-
fluyente historiográficamente, como intentaremos demostrar a continuación, se
debería matizar. No son más que dos matices, pero creemos que juntos condu-
cen a una significativa distorsión histórica.
El primer problema de la versión de Ubieto es que consagra la fecha de 923,
comprimiendo seis años de campañas en uno, justo el más glorioso para las
armas cristianas. Ya hemos comentado que el año anterior es una fecha más
probable para la caída de Viguera y Nájera, pero en realidad el problema aquí
es el de compresión y simplificación.
El segundo problema, y en nuestra opinión el más grave, es el uso de la pala-
bra “definitivamente” que implica que la contienda efectivamente terminó con
esta campaña, ignorando así el devastador contraataque musulmán de 924. En
realidad Ubieto cede más protagonismo a la reacción musulmana en su breve
(sólo dedica dos páginas y media a todo el siglo X) pero influyente monografía
que muchos historiadores que lo han seguido. El vocabulario que utiliza “fuerte
reacción ... asolaron ... devastar” hace entrever la importancia de esta repuesta
militar, pero no desarrolla el tema, y lo que parece haber causado más impacto
historiográfico es la frase “conquistadas definitivamente”18.
Un ejemplo reciente del olvido historiográfico de la campaña de 924, “De todos
modos las fronteras entre al-Andalus y los reinos cristianos de Hispania no
habían sufrido, pese a los éxitos de los islamitas, la más mínima alteración.
Es más, las conquistas llevadas a cabo un año antes por el rey de Pamplona
permanecieron en su poder, pese al ataque del ejército cordobés”19. Evaluar
una guerra sin tener en cuenta la última y, aparentemente, más devastadora
campaña de la misma, pues acaba en el saqueo e incendio de la capital navarra,
nos parece equivocado. Lo es más todavía cuando la siguiente noticia (934) que
17. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, 1953, p. 64. Ecos de Ubieto aún se encuentran en la histo-
riografía actual: “En 923, una alianza navarro-leonesa conquista definitivamente toda La Rioja Alta”, J. GARCÍA
TURZA, “Ciudades y aldeas: Nájera”, p. 233.
18. UBIETO ARTETA, “Las Fronteras de Navarra”, pp. 64-5.
19. VALDEÓN BARUQUE, Abderramán III y el califato de Córdoba, p. 137. Otros autores en resúmenes de este
conflicto ni siquiera mencionan esta última campaña, caso de FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA, “Aproximación
demográfica y antroponímica a la Rioja del siglo X”, p. 8.
174 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa ‘reConQuistaDa’
nos proporcionan las fuentes árabes sobre la Marca Superior es de una actitud
sumisa de la regente navarra Toda ante el califa20.
Sugerimos, por tanto, que la tesis de una ‘Reconquista navarra de La Rioja’
apenas se sostiene observando las fuentes arábigas, y que ha sido, quizás, una
evaluación no necesariamente desinteresada. El conflicto riojano de 918-924 fue
mucho más complejo, y mucho menos un paseo triunfal cristiano, que lo que
emerge de las fuentes cristianas. La toma de Viguera hacia 922 supondría un
gran éxito para los cristianos, pero el saqueo de Pamplona dos años después
sería mucho más traumático, y nos parece inverosímil la versión cristiana de
una Navarra victoriosa sin referencia alguna a la desastrosa última campaña.
naturaLeza y LÍMites geogrÁFiCos DeL DoMinio naVarro
La naturaLeza PaCtista De La introDuCCiÓn naVarra
Si el último acto del conflicto riojano fue la campaña de 924, a todas luces
una aplastante victoria musulmana, ¿quién controló la Rioja Alta a partir de
entonces? Mientras el espacio desaparece de las crónicas cordobesas, que se
concentran durante una década en acontecimientos en el sur de la Península,
empiezan a aparecer esos pocos y ya referidos diplomas que indican el control
navarro sobre el espacio. ¿Cómo se explica esta retirada musulmana después
de una campaña victoriosa?21 El enigma se potencia aun más cuando se aprecia
que Sancho Garcés de Navarra murió en 925, dejando como heredero a su
hijo infante García. Lo lógico, quizás, sería esperar que el poder de la dinastía
pamplonesa se contrajera ante tal circunstancia, y sin embargo ocurre justo lo
contrario: se absorbe un nuevo territorio de considerable extensión.
Desde el punto de vista cordobés, quizás la retirada no nos debería extrañar
tanto; pues en el contexto de la Marca Superior la Rioja Alta suponía un saliente
peligrosamente vulnerable. Que los musulmanes estuviesen dispuestos a con-
templar una retirada estratégica desde espacios de difícil defensa ya se había
20. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 252-3.
21. Aquí nos referimos a la retirada musulmana del espacio altorriojano. La retirada de Pamplona después de su
devastación en 924 consideramos, en cambio, en perfecta consonancia con la estrategia musulmana de destructi-
vas campañas de castigo sin intención de conquista, cf. MAÍLLO SALGADO, ¿Por qué desapareció al-Andalus?
175David Peterson
la rioJa ‘reConQuistaDa’
demostrado por su escaso interés en reestablecerse en el cuadrante norocci-
dental de la Península después de la debacle de las décadas centrales del siglo
VIII22. Sugerimos que ante la dificultad de defender la Rioja Alta, la insistencia
y agresividad de los cristianos, la escasa fiabilidad y tendencias apóstatas de los
Banu Qasi, y la (intuida) escasa islamización de la población, se tomaría otra
decisión parecida a la renuncia del cuadrante noroccidental, pero ahora a esca-
la menor. Desde nuestro punto de vista, tal renuncia al control de territorio es
difícil de comprender, y más desde una posición de superioridad militar, pero el
concepto andalusí de territorialidad parece haber sido otro, quizás remontando
a los orígenes nómadas de los árabes beduinos23.
Además, se debería matizar la idea de control navarro sobre La Rioja en este
primer momento. A la larga, este control será innegable, pero sugerimos que
durante el primer decenio después de la Campaña de Pamplona, entre 924 y
934, el control navarro sobre este espacio sería más bien tenue y espacialmente
parcial en una región devastada por la guerra, y su extensión al hinterland se-
rrano de Nájera, por ejemplo, no se debería presuponer. Ubieto reconoció esto
y, en su monografía sobre las fronteras navarras, indicó que el Alto Najerilla y
la zona de San Millán no serían posesiones navarras hasta 96024. Por otra parte,
Muhammad b. Hasim (señor de Zaragoza) se había hecho con el control de
Arnedo en algún momento anterior a 934, lo cual sugiere que las tierras banu-
qasies habían sido repartidas entre diversos poderes vecinos, y que sólo una
parte del lote correspondía a los navarros25.
22. Las sucesivas aceifas califales dirigidas hacia el noroeste peninsular no parecen haber tenido un afán re-
conquistador, sino estarían inspiradas en el mantenimiento del status quo geopolítico (al frenar cualquier intento
cristiano de reestructurar la Cuenca del Duero), en el castigo de satélites que dejaban de pagar los tributos pacta-
dos, en la búsqueda de botín, y en la obligación religiosa de la Yihad: MAÍLLO SALGADO, ¿Por qué desapareció
al-Andalus?, pp. 31-33; EPALZA, “El derecho político musulmán ...”, p. 309; GARCÍA GONZÁLEZ, “Valpuesta y
su entorno ...”, p. 140.
23. “La concepción de los muslimes respecto al territorio era muy diferente de la de los cristianos, toda vez que
los pueblos vinculados al medio beduino no se aferran a la tierra, sino a sus linajes [...] el territorio no constituye
más que un lugar de estancia, de paso, no es sentido como patria ...”, MAÍLLO SALGADO, ¿Por qué desapareció
al-Andalus?, pp. 27-8.
24. “García Sánchez I consiguió apresar (960) al conde castellano Fernán González y arrebatarle algunas tierras
– curso alto del río Najerilla, con el monasterio de San Millán de la Cogolla-, que hasta entonces habían vivido
bajo el influjo del famoso magnate castellano”, UBIETO ARTETA, “Las Fronteras de Navarra”, p. 65, y el mapa
“Navarra en el siglo X”.
25. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 353.
176 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa ‘reConQuistaDa’
Parece probable que la imposición de la autoridad pamplonesa en la Rioja Alta
fuese con el beneplácito del califato y de las elites locales. En cuanto al prime-
ro, así entendemos los acontecimientos de 934 cuando la reina regente Toda
consigue desviar una aceifa musulmana al adoptar una postura sumisa ante el
califa ‘Abdarrahmán III y apelar a vínculos de parentesco; “se acogía a su obe-
diencia” nos relata Ibn-Hayyan26. A continuación ‘Abdarrahmán III preside la
coronación de García Sánchez: “y dio en investidura al hijo de la reina, García
hijo de Sancho, el vascón, Pamplona y sus distritos”. Con qué autoridad, nos
preguntamos, confirma ‘Abdarrahmán III al joven rey y le concede “Pamplona
y sus distritos” si no es con la de la victoria cosechada diez años antes.
En 937 ‘Abdarrahmán III ataca Pamplona de nuevo porque “la bárbara Toda,
hija de Aznar, había violado su pacto, apoyando a rebeldes”27. Supondremos
que la provocación había sido la ayuda prestada a la rebelión del señor de Ca-
latayud, Mutarrif b. Mundir, aunque la única ayuda mencionada por Ibn Hayyan
es la de los alaveses28, pero al margen de la naturaleza de la violación del pacto,
lo que queda claro es la existencia de tal acuerdo. Este pacto, con Pamplona
actuando como estado clientelar de Córdoba, es completamente compatible
con el castigo sufrido por Navarra en 924, con la juventud del rey García (que,
a pesar de la gran capacidad directiva mostrada por su madre Toda, supondría
un debilitamiento del poder central pamplonés), y con los lazos familiares entre
las cortes de Pamplona y Córdoba29.
¿Cuál sería la naturaleza de este pacto violado en 937? Según Epalza, después de
una victoria militar fuera de los límites de al-Andalus, el califato no pretendía in-
tegrar los territorios conquistados dentro del estado centrado en Córdoba, sino se
limitaba a ejercer una soberanía eminencial, permitiendo que la comunidad local
se autogobernase “por sus propias autoridades y leyes, con su religión, su cultura
y sus costumbres [...] Sólo se ha de notar esa soberanía eminencial en un recono-
cimiento de esa soberanía por parte del súbdito o grupo de súbditos, cuya mani-
26. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 252-3.
27. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 299. Al-Maqqari también habla del pacto navarro-cordobés, AL-MAQQARI
VI.V, p. 135.
28. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 296-8.
29. “García Sánchez I y Abderrahmán III eran primos hermanos por línea materna”, UBIETO ARTETA, “Las
fronteras de Navarra”, p. 65.
177
David
Peterso
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Mapa XXIII. “Las fronteras de Navarra (siglo X)”, según Ubieto Arteta
178 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa ‘reConQuistaDa’
festación positiva es el pago de impuestos, y la negativa, el no empuñar las armas
contra el soberano”30. Creemos que este modelo de dominación cordobesa sobre
sus satélites puede aplicarse a la relación Córdoba-Pamplona entre 924 y 937.
A la vez que observamos la introducción navarra en el Valle del Ebro se aprecian
otros cambios en la forma omeya de gobernar la Marca Superior. La compleja
serie de relevos entre los gobernadores de Huesca sugiere un intento por parte
del califato de evitar el afianzamiento de caudillos locales31, y la reafirmación del
poder central también motivaría las acciones tomadas contra magnates fronteri-
zos problemáticos como Muhammad b. Hasim, Furtun b. Muhammad y Amrus
b. Muhammad, señores de Zaragoza, Huesca y Barbastro respectivamente32. ¿Es
compatible esta centralización con el abandono del saliente riojano? Sugerimos
que sí, como dos respuestas a un mismo problema: el fracaso de la anterior
política de confiar la defensa de la Marca Superior a los Banu Qasi. Ahora el
saliente antaño más expuesto y cuya defensa resultaba más costosa, la Rioja Alta,
se convertiría en un buffer entre los temidos yalaliqa y el valioso valle medio
del Ebro; solución estratégica que la historiografía tradicional ha invertido para
representar a los andalusíes como depredadores, y a los leoneses como deseosos
de proteger su flanco oriental.
Volviendo al modelo de pacto-sumisión descrito por Epalza, el “reconocimiento
de esa soberanía por parte del súbdito” se vería en la actitud sumisa de Toda
en 934 y en la aceptación implícita por parte de García Sánchez del poderío
cordobés al ser investido como rey de Pamplona por ‘Abdarrahmán III. El que
no reconoció la soberanía omeya fue uno de los magnates navarros, Fortún
Garcés, “conocido por el conde de Amat, alcaide de la fortaleza de Falces”,
siendo la muerte del navarro el inevitable desenlace de este desafío33.
En resumen, en 924 el victorioso califato había reafirmado su poderío militar
pero acabaría abandonando el enclave altorriojano. Es cierto que en su descrip-
30. EPALZA, “El Derecho Político musulmán y su influencia en la formación de Álava (siglos VIII – XI)”, p. 305,
hemos invertido el orden de las frases citadas, sin que, en nuestra opinión, esto afecte al sentido.
31. SENAC, La Frontière et les hommes, p. 117, basándose en SOUTO, “Cronología y gobernadores de Huesca
omeya”.
32. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., pp. 352-3.
33. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 252-3.
179David Peterson
la rioJa ‘reConQuistaDa’
ción de la Campaña de Pamplona Ibn Hayyan no habla de la suerte de la Rioja
Alta, y quizás estas posesiones periféricas y recién adquiridas se mantuvieron
bajo control navarro al margen del asolamiento de Navarra en sí y el saqueo
de Pamplona. Desde luego, las crónicas cristianas no mencionan una nueva (y
ahora sí definitiva) oleada de victorias posteriores. Pero al margen de la suerte
de las guarniciones altorriojanas en 924, después del varapalo de ese año y
ante la evidencia de la sumisión de la corona navarra ante el califa en 934, la
continuada presencia navarra en la Rioja Alta a partir de 924 se entiende sólo
en el contexto del beneplácito cordobés.
Creemos que los Omeyas, cansados ya de los problemáticos Banu Qasi, deci-
dieron reorganizar la defensa de la Marca Superior, dejando el siempre vulne-
rable saliente riojano en manos de la (teóricamente) sumisa dinastía Jimena de
Pamplona. Estimamos que en 924 no quedarían apenas musulmanes (muladíes,
en todo caso, y no árabes) en la Rioja Alta, y que la onomástica semítica
que aparece en la documentación albeldense hace referencia principalmente
a mozárabes y a judíos, el tercer componente demográfico demasiadas veces
olvidado en cuestiones geopolíticas. Teniendo en cuenta la ausencia de po-
blación musulmana, la vulnerabilidad geoestratégica del saliente altorriojano,
la reincidente disidencia e incluso ocasional apostasía de los Banu Qasi, amén
de su incapacidad para controlar el espacio según los gustos cordobeses, y la
tenacidad y agresividad de los yalaliqa, se elige la opción menos mala, que es
la cesión bajo pacto del territorio altorriojano a una Navarra sumisa y sin rey,
en una retirada táctica reminiscente del abandono del cuadrante noroccidental
peninsular en el siglo VIII. También habría que tener en cuenta las otras dis-
tracciones del califato en Bobastro y en Badajoz, ambos escenarios mucho más
próximos al seno del poder andalusí, y por tanto más preocupantes a corto
plazo. Esta retirada, difícil quizás de entender para nuestra forma de pensar, es
coherente con la forma islámica de entender el espacio y aceptar la contracción
espacial de al-Andalus34.
Por su parte, los navarros, castigados severamente en 924, sólo pueden expan-
dirse hacia el sur si lo permite el califato. Sugerimos que sólo en este contexto
se explica lo que consideramos una paradoja: la expansión de Navarra a la vez
34. MAÍLLO SALGADO, ¿Por qué desapareció Al-Andalus?, pp. 27-36.
180 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa ‘reConQuistaDa’
que su derrota en 924. Contradicción apenas visible a partir de la cronística
cristiana, pero evidente tras la lectura de Ibn Hayyan. La actitud sumisa de
Toda ante ‘Abdarrahmán III en 934 también avala nuestra interpretación. Por
tanto, al margen de la confusa cadena de victorias y derrotas que se sucedieron
a lo largo del primer cuarto del siglo X, Navarra no habría conquistado la Rioja
Alta sino rellenado el vacío dejado por los Banu Qasi, con el beneplácito de
los Omeyas. Su introducción en este vacío sería, al principio, muy tentativa y,
como veremos, centrada más bien en torno a Viguera (-Albelda), uno de los
núcleos más característicos de los Banu Qasi. Existen algunos pocos diplomas
que vinculan a los navarros con la Tierra de Nájera, pero en ningún caso pre-
gonan la conquista de ese espacio más altorriojano, y su control de facto sólo
se acelera a partir de 934 cuando García, reconocido en sus posesiones por el
califa, alcanza suficiente edad para empezar a dirigir operaciones.
Los LÍMites geogrÁFiCos De La PenetraCiÓn naVarra
La toponimia incluida en los diplomas del Cartulario de San Martín de Albelda
es prácticamente nuestra única fuente para estudiar la dimensión espacial de
la introducción navarra en La Rioja. Evidentemente esto no quiere decir que
los núcleos mencionados sean los únicos bajo control navarro en ese periodo,
pues una vez más estamos ante el hecho de que el registro diplomático cenobí-
tico nos proporciona una visión parcial, pero, en la ausencia de otros indicios,
no deberíamos suponer una presencia navarra donde no existe constancia de
ella, y menos cuando sí existen indicios de la pertenencia de esos espacios a
otra entidad política, en este caso Castilla.
Siempre según la diplomática albeldense, la presencia navarra parece concen-
trarse en los cursos inferiores de los ríos occidentales (Najerilla, Iregua), en los
cursos superiores de los ríos orientales (Jubera, Cidacos y Alhama-Linares), y
entre medio en el curso entero del río Leza. Quizás algunos topónimos difíciles
de interpretar, y la mención genérica de Cameros, se refieren también al curso
superior del Iregua, pero en cuanto al Najerilla no tenemos indicios de presen-
cia navarra en su curso superior35, y el Oja y el Tirón parecen estar fuera del
alcance del poder navarro.
35. La aparición en esta documentación (Albelda20, 953) del microhidrónimo Bobadilla podría remitirse al Alto
Najerilla donde existe un asentamiento homónimo prominente en la documentación emilianense de finales del si-
glo XI, pero el contexto parece apuntar hacia el valle del Leza y ésta es la ubicación preferida por LÁZARO RUIZ,
181David Peterson
la rioJa ‘reConQuistaDa’
En la cuenca del Najerilla, los únicos lugares para los cuales tenemos pruebas
diplomáticas de presencia navarra durante la primera mitad del siglo X son
Tricio, Huércanos, Mahave, Fontaneta, quizás Uruñuela (¿= Irunia, Albelda12,
945?)36 y la propia Nájera37. Todos los lugares mencionados están en el entorno
inmediato de Nájera, con Mahave, cinco kilómetros al sur, el lugar más alejado.
“El Monasterio de San Martín de Albelda: estrategias en la ocupación del territorio y valoración socioeconómica
(925 – 1094)”, p. 372. Es más, parece improbable que la demás toponimia contenida en este diploma albeldense
(Aunimia, Bagibel, Cabecon, Cambero, montem Campario, Cano, Estalon, Spina) remitiese al valle del Najerilla
y sin embargo haya podido pasar desapercibida en la más rica y detallada documentación valvaneriense y emi-
lianense referente al entorno del Bobadilla najerillense.
36. Así lo interpreta JIMENO JURÍO (Estudios de toponimia navarra, p. 191), interpretación con la cual, grosso
modo, estamos de acuerdo, cf. Irunia en nuestro Glosario dentro del capítulo Cronología del vascuence al sur
del Ebro.
37. Para un estudio de la distribución espacial del dominio de San Martín de Albelda, LAZARO RUIZ, “El Mo-
nasterio de San Martín de Albelda”. En cuanto a Albelda1, una lista de más de doscientos monjes que subscriben
un pacto en un monasterio dedicado a los santos Petri et Pauli en el valle de Karadina en 921, aceptamos la
interpretación de MÁRTINEZ DÍEZ (Colección documental del Monasterio de San Pedro de Cardeña, p. 41, n.
25) de que se trata de San Pedro de Cardeña. No sabemos por qué ni cómo una copia del pacto acabó entre la
documentación albeldense, pero la alternativa propuesta por UBIETO ARTETA (“Sobre la conquista de La Rioja
por los pamploneses”), de que se tratara de un cenobio, por lo demás desconocido, dedicado a San Pedro y
en el mismo valle Cárdenas riojano donde se encuentra San Millán de la Cogolla, nos parece inverosímil dada
las proporciones de este hipotético monasterio riojano (el número de subscriptores), y la absoluta ausencia de
referencias a él en la documentación emilianense.
Mapa XXIV. Lugares (identificables) al sur de Ebro mencionados en la documentación albeldense, 925-970
182 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa ‘reConQuistaDa’
La presencia navarra en torno a Nájera, por lo tanto, es innegable, pero no hay
ningún vínculo diplomático fidedigno entre el poder navarro y el hinterland
serrano de la ciudad hasta 984.
Hay, además, una opaca referencia episcopológica en el Códice de Roda al or-
denamiento de un obispo tubiense (=Tobía?). Esta referencia resulta problemá-
tica por varios motivos. La probable fecha de 922 no es segura, pero tal fecha
(tan temprana) y tal ubicación (tan aguas arriba de toda actividad diplomática
navarra) son difícilmente compatibles con lo que sabemos de los primeros años
de presencia navarra en La Rioja. Más problemática aun resulta la ausencia de
continuidad, anterior o posterior, para tal obispado, y el anonimato histórico
que por lo demás envuelve este asentamiento serrano, y quizás esta fugaz apa-
rición debe más a continuidad mozárabe que a reorganización navarra, que por
lo demás concentra su presencia inicialmente en torno a Albelda.
Más al oeste, cerca de Grañón, y ya en el extremo de la actual provincia riojana
y en el interfluvio Tirón-Oja, dos diplomas albeldenses mencionan los núcleos
de Villa de Pun y Villa de Zahal38. En el escatocolo de ambos documentos se
emplea el mismo estilo poco ortodoxo de referencia a tres poderes distintos: los
reyes de Pamplona y de León, y el conde de Castilla. Estimamos que este uso
indica que los lugares enajenados se encuentran dentro del Condado de Cas-
tilla y del Reino de León (así las referencias a los poderes castellano-leoneses)
en ese momento, mientras la citación del monarca navarro se debería a la
ubicación de la institución beneficiada por las donaciones – el monasterio de
Albelda. Así que estos diplomas tampoco indicarían una presencia navarra más
al oeste del ya comentado núcleo en torno a Nájera.
En resumen, la diplomática indica una presencia navarra en el entorno de Al-
belda y Viguera, en valles contiguos como el Leza y el Jubera, y en el entorno
de Nájera. Pero nada más. No hay indicios de control navarro sobre otros espa-
cios como el alto Najerilla o la comarca de Grañón, espacios que sí, en cambio,
se vinculan insistentemente con Castilla.
38. Albelda21 y Albelda22, de 953 y 956 respectivamente.
183David Peterson
la rioJa ‘reConQuistaDa’
La suPuesta entrega De La tierra De nÁJera
Uno de los hechos más insólitos del Altomedievo hispano es la supuesta entre-
ga por parte de los leoneses de sus conquistas altorriojanas a los navarros: “En
923 [Ordoño II] se decide a realizar su primera idea de conquistar La Rioja, de
acuerdo con Sancho de Navarra. Mientras éste cae sobre Viguera, el leonés rin-
de la ciudad de Nájera, y el navarro queda dueño de todo, sin duda reiterando
al leonés homenaje debido al título imperial.”39
¿Cuál es la realidad histórica detrás de esta tradición? Primero, creemos que no
existe ninguna duda de que los leoneses y castellanos participaron activamente
como aliados de los navarros en los primeros años de la ofensiva cristiana sobre
La Rioja. Existen referencias tanto en fuentes cristianas como en las arábigas
de la existencia de tal alianza, con la información añadida en la Crónica de
Sampiro de que habría sido una iniciativa navarra40.
¿Pero cuál fue la cronología de la alianza, y de la presencia leonesa en la Rioja
Alta? Las fuentes musulmanas hablan de ella, primero en 918 en el asalto a
Nájera, otra vez en 920 cuando los cristianos fueron derrotados en Muez, y por
último durante la campaña (922 ó 923) que termina con la toma cristiana de
Viguera. No obstante, es posible que la muerte de Ordoño II a principios de 924
ya habría quebrado la alianza, y luego vendría el severo castigo de la Campaña
de Pamplona. No tenemos ningún indicio de que la alianza y la presencia leo-
nesa en la Rioja Alta sobreviviera a la campaña musulmana de 924.
También es cierto que si Nájera estuvo bajo control cristiano en 922-3 (Rioja1)
y otra vez a partir de 928 (Albelda5), no deberíamos inventar una secuencia de
cambios de posesión que no aparece en las fuentes cronísticas, sino suponer
continuidad. Sin embargo, la solución continuista no es una opción, ya que Ná-
jera sí cambia de manos entre 923 y 928: del control leonés al control navarro.
Sugerimos que existe una explicación para este cambio de control que también
39. PÉREZ DE URBEL, El condado de Castilla, I, p. 268-9. Esta idea persiste en la historiografía actual de La Rioja,
por ejemplo, “Ordoño II, dominador de Nájera, pronto dejó la plaza en manos del reino de Pamplona”, Javier
GARCÍA TURZA, “Ciudades y aldeas: Nájera”, 1999, p. 233.
40. Crónica de Sampiro, 19, pp. 164-5; IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 117.
184 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa ‘reConQuistaDa’
tiene en cuenta la victoria musulmana de 924, sin recurrir a la caballeresca
entrega territorial entre monarcas cristianos.
Sin negar la existencia de periodos de alianza navarro-leonesa, el entendimien-
to estratégico entre Navarra y Córdoba es un patrón que se repite a lo largo del
siglo X. Además del caso intuido de 924, que parece confirmarse en 934, tene-
mos un ejemplo hacia 958-9 cuando el depuesto rey leonés Sancho Ramírez (‘el
Craso’) se suma a la alianza navarro-cordobesa contra Ordoño IV de León, lo
cual acabaría en la derrota y apresamiento del conde castellano Fernán Gonzá-
lez en Cirueña y en la restauración de Sancho en el trono leonés. Aquí la polí-
tica interna leonesa complica el panorama, pero la alianza navarro-cordobesa
es un hecho, y los actores son los mismos: el todopoderoso ‘Abdarrahmán III,
la longeva reina Toda, y su hijo, el ahora rey, García Sánchez, cuya investidura
había presidido ‘Abdarrahmán III en 934.
En 983 el personal había cambiado, pero el paralelismo estratégico con la situa-
ción en 924 es llamativo, y más exacto que en 958-9 cuando el conflicto dinástico
leonés complicaba la situación. En una repetición de lo acontecido en 924, una
alianza cristiana contra Córdoba quedaría quebrantada por la derrota militar a
manos de los andalusíes, ahora liderados por Al-Mansur, en Simancas41, y a conti-
nuación Pamplona aseguraría la paz con Córdoba (ahora al ceder Sancho Abarca
su hija Abda como concubina a Al-Mansur), así dejando el reino leonés como
enemigo principal de los cordobeses en el occidente peninsular.
Por lo tanto, en 924 y 983 se repite la misma secuencia de acontecimientos:
– Una alianza militar cristiana contra Córdoba;
– Derrota militar de la alianza cristiana;
– Pamplona pacta con Córdoba, y se libra temporalmente de ofensivas
andalusíes.
41. El mismo lugar había sido también escenario de una victoria cristiana en 939, batalla también denominada
la de Alhándega, IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 323-336.
185David Peterson
la rioJa ‘reConQuistaDa’
Alianzas cristianas desbaratadas por Córdoba
Alianza cristiana
Derrota militar
Alianza navarro-cordobesa
Fin de la alianza navarro-cordobesa
918-923, Sancho Garcés I y Ordoño II
924, Saqueo de Pamplona
924 retirada andalusí de la Rioja Alta; 934, Reina Toda y García Sánchez rinden homenaje a ‘Abdarrahmán III: aceifa desviada hacia Castilla
937, Pamplona atacada después de que Toda “había violado el pacto”
983, Sancho Garcés II y García Fernández
983, Batalla de Simancas
Abda, infanta navarra consorte de Al-Mansur, madre de Sanchuelo; sucesivas campañas de Al-Mansur contra Cataluña, León y Castilla
Al-Mansur no ataca Navarra hasta 991-242
42
Este repetido patrón de entendimiento estratégico entre Córdoba y Pamplona
refuerza nuestra convicción de que la posesión navarra de la Rioja Alta, lejos de
ser fruto de un triunfo militar cristiano, fue consecuencia de un cambio después
de la campaña victoriosa de 924 en la estrategia musulmana hacia el vulnerable
saliente riojano: cansados ya de los Banu Qasi, los Omeyas deciden pactar con
los sumisos reyes navarros, cediéndoles el territorio anteriormente controla-
do por los incorregiblemente rebeldes muladíes. Desde la perspectiva de la
historiografía tradicional que ve como inexorable La Reconquista, esto puede
parecer un error estratégico, pero en el contexto de los siglos X y XI suponía
un largo periodo de seguridad para las importantes ciudades musulmanas del
rico curso medio del río Ebro, pues frenaba la expansión castellano-leonesa,
permitiendo así la permanencia musulmana en Calahorra, Tudela y Zaragoza
hasta fechas (1045 y 1118) para las cuales en la mitad occidental de la Península
los cristianos habrían avanzado mucho más hacia el sur.
La suPuesta CaPitaLiDaD De nÁJera Durante eL s. X
“Desde entonces [923], Nájera suplantaría a Pamplona como ciudad más im-
portante del reino al ser elegida como residencia habitual por los monarcas
42. CASTELLANOS GÓMEZ, Geoestrategia en la España musulmana, pp. 85-105.
186 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa ‘reConQuistaDa’
navarros que establecen en ella su palatium y curia”43. ¿Cuál es la realidad
diplomática que está detrás de esta idea de la temprana capitalidad de Nájera
no sólo en la Rioja Alta sino en toda Navarra?
la diplomática demuestra la indiscutible capitalidad de pamplona a lo largo del s.X 44
1ª ciudad citada
AñoReferencias tópicas a poderes públicos
en la diplomática navarra fidedignaDoc. ref.
Pamplona 931 principe Semeno Garseanis in Pampilona43 Albelda6
Pamplona 933 principe Garsea Sancionis in Pampilona Albelda7
Viguera 941 Flain Bermudez in Vegera et Mango Asinari in Iuvera
Albelda8
Pamplona 942 Garsea Sancionis in Pampilona, Fortun Galindonis prefectus in Nagera
Albelda13
Pamplona 943 principe Garseani in Pampilona, et comite Flagino in Vecharia
Albelda9
Pamplona 945 Garsea Sancionis in Pampilona, Fortuni Galindonis in Nagera prefectus
Albelda11
Pamplona 945 Garsea Sancionis in Pampilonia, Fortunio Galindonis prefectus in Naiara
Albelda12
Pamplona 953 Garseane rege in Pampilona44 Albelda21
Pamplona 956 Garsea rex in Pampilona Albelda22
Pamplona 958 rex Garcia Sanciz in Pampilona, et sub eius Fortun Galindonis in Nagera
Albelda24
Pamplona 970 Sancio Garseanes in Pampilonia Leire8
Nájera 972 Sanctione rex in Nagela et in Pampilona et sub eius imperio parendo rex Ranemirus in Uekaria
Rioja2
Pamplona 973 Sancione in Pampilona et Ranemiro in Vekaria Albelda25
Pamplona 974 Sancio in Pampilona, et sub illius imperio frater eius Ranimiro in Vekaria et in Leza
Albelda26
Pamplona 983 Sancione in Pampilona vel in Cantabria Albelda 28
Pamplona 984 Sancio rex in Pampilona Cogolla98
Pamplona 991 rege Santio Garceiz in Pampilona Leire10
Pamplona 992 Sancio rex, sub eius imperio [Domino nostro Ihesu Christo], in Pampilona
Cogolla108
43. LÁZARO RUIZ, “El Monasterio de San Martín de Albelda”, p. 335. También “... Nájera era una ciudad tan
importante para el reino como lo pudiera ser Pamplona”, CAÑADA JUSTE, “Las relaciones entre Córdoba y Pam-
plona en la época de Almanzor”, p. 380.
44. Se trataría de un hermano menor del difunto Sancho Garcés I, el futuro rey García Sánchez I siendo, todavía,
menor de edad.
187David Peterson
la rioJa ‘reConQuistaDa’
1ª ciudad citada
AñoReferencias tópicas a poderes públicos
en la diplomática navarra fidedignaDoc. ref.
Pamplona 996 rege Garsea, sub imperio Dei, in Pampilona Cogolla110
Pamplona 997 Garsea rege sub imperio Dei in Pampilona Cogolla11145
Como se puede apreciar en el cuadro que adjuntamos, el único documento que
apoyaría la tesis de una temprana capitalidad de Nájera es un diploma del año
972. Las demás referencias regias son exclusivamente a Pamplona, que sigue
indiscutiblemente como capital navarra, y recordamos que aquí recogemos sólo
la diplomática referente a La Rioja, en la cual tendría sentido quizás exagerar
la importancia de Nájera, y no la propiamente navarra donde son aun más
dominantes las referencias a Pamplona. La referencia a Nájera en el texto de
972 supone un hapax cuya atípica colocación de Nájera por delante de Pam-
plona quizás se debe más a la presencia de la corte en la Rioja Alta, pues hace
referencia a la fronteriza villa de Cirueña, que a una supuesta capitalidad de
Nájera. En diplomas originarios de otras zonas, incluso de la cercana Albelda,
esta supuesta capitalidad najerense desaparece.
La supuesta capitalidad de Nájera tampoco se sostiene cuando se consultan las
fuentes musulmanas que relatan las aceifas de los dos últimos tercios del siglo
X. En ellas no se menciona explícitamente a Nájera, aunque en la 36ª campaña
(c.991), que sí atravesó La Rioja, aparece el topónimo Tayira que quizás habría
que relacionar con ella46. En los relatos que nos ofrece Ibn Hayyan de las expe-
diciones musulmanas hacia Navarra en 934 y 937, se menciona repetidamente
a Pamplona, pero ni una vez a Nájera, a pesar de que en toda probabilidad la
expedición de 934 pasaría prácticamente por debajo de sus murallas camino de
Grañón47. Ni siquiera cuando se supone que la aceifa bajó el curso del mismo
río Najerilla hacia tierras navarras (1002 y quizás también en 994) aparece re-
ferencia a la supuesta capital. No pretendemos que el uso de los corónimos y
45. Aquí, y en el siguiente diploma (Albelda22), también se citan a autoridades castellano-leonesas al tratarse de
bienes en una zona fronteriza, próxima a Grañón.
46. “Nada que objetar a la transformación de Tayira en Nayira y, por lo tanto, Nájera; es cuestión de suprimir
un punto diacrítico y la letra ta’ se convierte en nun”, CAÑADA JUSTE, “Las relaciones entre Córdoba y Pamplona
en la época de Almanzor”, p. 379.
47. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 251-2, “el territorio enemigo de Pamplona ... Pamplona y sus distritos
... Falces en el distrito de Pamplona ... la tirana de Pamplona”, en la campaña de 937 (pp. 299-300) se repite el
mismo uso.
188 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa ‘reConQuistaDa’
demás topónimos cristianos por parte de los autores musulmanes fuera siempre
muy preciso, sin embargo, y sin negar la importancia relativa de Nájera (sede
de un obispo), ni su preeminencia en el siglo siguiente (el XI), estamos obliga-
dos a concluir que los indicios de su capitalidad precoz son inexistentes.
El mito de la capitalidad de Nájera tiene su origen en la diplomática apócrifa48.
En otras ocasiones apostamos por la verosimilitud del contenido toponímico
(por ejemplo) de la diplomática apócrifa, y también del trasfondo geopolítico
detrás de ella, pero sus cláusulas de datación y autorización son los elementos
menos fiables. En realidad estos diplomas son productos del siglo XII49, y de-
muestran una visión de la importancia de Nájera acorde con la realidad de ese
siglo plenomedieval.
Doc. ref. AñoReferencias a Nájera en diplomas apócrifos con fechas
del siglo X
Cogolla30 943 villam in confinium Naiele positam
Cogolla41 946 in confinium Naiera
Cogolla65 952 Garsea Sancionis rex ... in Pampilona et in Naiera
Cogolla68 955 Garsea Sancionis rex ... in Pampilona et in Naiera
Cogolla76 957 in civitate Naiera
Cogolla88 971 in super urbio Naiarensi ... iudice in Naiera
Cardeña149 971 quod est hospitale in camino publico, quae venit de Naxera50
Cogolla91 972 in confinio civitatis Naiera positam ... iudice in Naiera50
Por un lado, insisten en el papel jerarquizador de la ciudad (por ejemplo, “vi-
llam in coninium Naiele positam”, Cogolla30) mucho más que la documenta-
ción fidedigna, pero no creemos que esto sea necesariamente anacrónico, pues
coincide con la realidad del siglo X reflejada por la diplomática fidedigna (que
sitúa a un praefectus en Nájera). Lo que sí estimamos anacrónico, en cambio,
es la aparente capitalidad de la ciudad que emerge en algunos diplomas apó-
crifos (Cogolla65, Cogolla68) y sólo en ellos. Estimamos que estas referencias
48. En la aplicación de este adjetivo nos basamos en las evaluaciones de MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de
San Millán y sus Monasterios Filiales”.
49. Más precisamente, redacciones del periodo entre 1137 y 1192, MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San
Millán y sus Monasterios Filiales”, p. 50.
50. Aquí no sólo es anacrónica la referencia a Nájera sino también vocabulario como caminus y hospitalis –
“El mismo párrafo es propio de un instrumento del siglo XII”, ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática de los
Condes de Castilla, pp. 336-7.
189David Peterson
la rioJa ‘reConQuistaDa’
son el origen de la errónea impresión de la importancia de esta ciudad durante
el primer siglo de ocupación navarra de La Rioja51. Incluso aun admitiendo el
testimonio de estos diplomas no se puede mantener la capitalidad de la ciu-
dad altorriojana por encima de Pamplona, pues el balance cuantitativo en la
diplomática riojana (donde podríamos esperar mayor protagonismo de Nájera,
ni siquiera recurrimos a la propiamente navarra) deja patente la capitalidad de
Pamplona por encima de Nájera.
El aspecto en que el valle del Najerilla sí cumple con este pretendido prota-
gonismo temprano es en cuanto a la organización eclesiástica. Así Tudemirus
aparece como obispo en Nájera en varios diplomas albeldenses de mediados
del siglo X52. Aun así deberíamos relativizar la importancia de Nájera en las
primeras décadas de presencia navarra en La Rioja, ya que, en la primera re-
ferencia a reestructuración eclesiástica que poseemos, un texto incompleto de
las llamadas Genealogías de Roda, parece ser Tobía, y no Nájera, la sede de un
obispo altorriojano53.
Al margen de la pretendida pero ficticia capitalidad temprana de Nájera, resulta
ilustrativo comparar el protagonismo relativo de Nájera y Viguera en este primer
medio siglo del dominio navarro sobre La Rioja. Son las dos urbes peridorum
identificadas en la Crónica de Sampiro, pero compartirían poco más. Nájera,
abierta a la vega y heredera de la ciudad romana de Tritium, tendría un irresis-
51. Javier García Turza, por ejemplo, cita al apócrifo diploma Cogolla65 (fechado por Serrano a 929, y número
25 en su edición - SERRANO, Cartulario de San Millán de la Cogolla, 1930) para afirmar que “Los reyes pamplo-
neses aparecen reinando ‘in Pampilona et in Naiera’ desde 931-934”, Javier GARCÍA TURZA, “Morfología de la
ciudad de Nájera en la Edad Media”, p. 67.
52. Tudimirus Nagelensis episcopus (Albelda19, 950); aparece como obispo, sin explicitar dónde, a partir de
945 (Albelda11).
53. El texto es de difícil interpretación, sobre todo por faltar la fecha, y en seguida nos obliga a introducirnos
en el complejo e incierto mundo de la episcopología altomedieval para intentar compensar sus carencias. Lo
reproducimos como aparece transcrito por LACARRA DE MIGUEL (“Textos navarros del Códice de Roda”, p. 263),
los espacios entre corchetes indicando faltas debidas a la rotura del pergamino:
“[ ]X. successit post eum Galindus episopus XL etatis sue anno et ordinatis [ ] II episcopis, id est, Sisul-
dus episcopus Calagorriensis, Teudericus episcopus Tubiensis [ ]us episcopus Sisabensis”.
GOÑI GAZTAMBIDE (Historia de los obispos de Pamplona, p. 95) sugiere que el tercer obispo se llamaría Ferrio-
lus, quizás a partir de una referencia a un obispo Ferriolo de Sasabe (Aragón) en 922 (Siresa6), y así afirma que
el ordenamiento que nos ocupa tendría lugar en ese mismo año. Esta hipotética cronología podría corresponder
a un primer intento de reestructuración después de la probable toma cristiana de la mayor parte de la Rioja Alta
en 922, pero no es nada segura.
190 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la rioJa ‘reConQuistaDa’
tible potencial económico y demográfico, que pronto la haría sede episcopal y,
ya en el siglo XI, capital del reino. Viguera, en cambio, una de las plazas fuertes
más características de los Banu Qasi, y mucho más protagonista de las crónicas
árabes que Nájera, está encerrada en la sierra: tenía, por tanto, más potencial
defensivo militar, pero menos posibilidades económicas.
Durante el primer siglo de presencia navarra en la Rioja Alta, Nájera inexorable-
mente se adelantaría en importancia a Viguera, pero inicialmente los monarcas
pamploneses, de facto herederos de los Banu Qasi, centran su poder en torno a
la antigua plaza-fuerte serrana, favoreciendo también el vecino cenobio de San
Martín de Albelda, único cenobio riojano para el cual se conserva abundante
documentación para el siglo X. Además de la participación en la fundación del
monasterio de Albelda, otros siete (de 29) documentos albeldenses del siglo X
proceden de los reyes de Pamplona, quienes subscriben quince más. Mientras
Nájera se erige como sede episcopal, Albelda parece gozar de estrechas rela-
ciones con la catedral de Pamplona, produciendo tres de sus obispos durante
este siglo54. Un temprano episodio jacobeo tiene al obispo Gotescalco de Le
Puy encargando un manuscrito a Albelda en 95055, lo cual es sintomático del
precoz esplendor del escriptorio albeldense. Por lo tanto, deberíamos matizar
entre distintos tipos de importancia. El primer centro de operaciones militar-
administrativo de la monarquía navarra en La Rioja sería Viguera-Albelda, mien-
tras Nájera, con su mayor potencial económico y demográfico, se erigiría con
el tiempo en sede episcopal.
El despegue de la ciudad de Nájera tiene mucha similitud cronológica con el
del cercano monasterio de San Millán (el cual estudiaremos más adelante): un
perfil discreto durante el primer medio siglo del dominio navarro, un interés
creciente durante el reinado de Sancho Garcés II, protagonismo pleno bajo
Sancho el Mayor, y por fin la preeminencia alcanzada sólo en tiempos de Gar-
cía de Nájera. La capitalidad de Nájera, en resumen, es un fenómeno propio
del siglo XI, artificialmente adelantada al siglo X en (y por) la documentación
apócrifa56.
54. GOÑI GAZTAMBIDE, Historia de los obispos de Pamplona, p. 135.
55. DÍAZ Y DÍAZ, Libros y librerías, p. 53 y ss.
56. Cf. “la capitalidad, la centralidad de la Rioja Alta en el seno de la monarquía navarra, en especial entre 1030
y 1076”, GARCÍA DE CORTÁZAR, “Introducción al Estudio de la Sociedad Altorriojana ...“, p. 16.
191David Peterson
la frontera oriental de Castilla
ControL CasteLLano DeL eXtreMo oCCiDentaL De La aCtuaL rioJa
La Rioja es un corónimo que no emerge hasta finales del siglo XI, y no de-
beríamos permitir que una designación posterior al periodo que nos ocupa,
esencialmente el siglo X, condicione nuestra comprensión de ese periodo. Ya
hemos trazado el proceso de introducción del poder navarro en la cuenca del
Ebro, primero en el entorno de Viguera-Albelda y a continuación en la Tierra
Mapa XXV. Control castellano (condal) sobre las comarcas más occidentales de La Rioja durante el siglo X
192 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Frontera oriental De Castilla
de Nájera, pero no hay ningún indicio hasta más tarde de presencia navarra
en muchas otras comarcas hoy riojanas, y sí en cambio indicios del control de
esas comarcas por otros poderes. Así Calahorra, por ejemplo, estaría integrada
en al-Andalus hasta 1045. En el otro extremo de la actual provincia, sugerimos
que varias comarcas fueron controladas por los condes de Castilla, entre ellas
las cuencas de los ríos Oja y Tirón y la cabecera del río Najerilla. A lo largo de
las sucesivas páginas matizaremos y desarrollaremos estas afirmaciones, antes
de analizar cómo la historiografía ha malinterpretado la situación.
Las CuenCas DeL oJa y DeL tirÓn
López Mata ya sugirió que la frontera oriental de Castilla en el momento de la
muerte de Fernán González seguía el curso del río Oja y son varias las referen-
cias directas al poder público castellano en estas tierras a lo largo del siglo X1:
– En 936 (Cogolla23), Dolquiti Beilaz, juez en Cerezo, al fallar a favor
de un tal Gundessalvo, cita como autoridades a [el rey] Ramiro en
León y al conde Fernando en Cerezo y en Grañón.
– En 940 (Cogolla27), en el contexto espacial del río Tirón, la autoridad
citada es comite Fredinando in Alava et in Castella.
– En 959 (Cogolla79), de nuevo se cita a un soberano leonés y a un con-
de castellano (Ordonio rex in Oveto et comite Fredinandus in Castella)
esta vez en referencia a Barticare, cerca de Grañón. Uno de los testigos
del diploma es un tal Bellito de Hervías, lo cual constituye una de las
escasas referencias al valle del Oja en un texto tan temprano.
También la documentación albeldense reconoce la autoridad castellano-leone-
sa cuando hace referencia a la zona de Grañón2. A estos indicios directos de
control castellano de las cuencas del Oja y del Tirón, se añade un testimonio
ex silentio: la ausencia de referencias a este espacio en fuentes navarras, al
1. LÓPEZ MATA, Geografía del condado de Castilla ..., pp. 46-7.
2. Albelda21 (953) y Albelda22 (956) que detallan sendos regalos al cenobio albeldense de bienes en Villa de
Zahal y Villa de Pun (hoy Castildelgado), ambos cerca de Grañón. Estos diplomas también citan las autoridades
navarras debido a la ubicación del beneficiado de la donación (Albelda), y quizás también el origen navarro (a
partir de sus nombres – Eneco y Galindo) de los donantes, pero sólo la ubicación de los bienes en territorio
castellano explica las referencias al poder castellano-leonés.
193David Peterson
la Frontera oriental De Castilla
margen de las dos referencias albeldenses ya citadas. Si ahora incorporamos la
aportación de la documentación apócrifa, ésta también insiste en el dominio
de Fernán González sobre esta zona, y aunque no nos deberíamos fiar lo sufi-
ciente de este tipo de fuente como para construir una teoría exclusivamente en
torno a ella, cuando este registro concuerda con otras pruebas más verosímiles
funciona como un valioso testimonio de apoyo3.
Cuando incorporamos el testimonio de las fuentes árabes no hace sino confir-
mar las posesión castellana de estas tierras, aunque ahora con un matiz muy
importante. Cuando, en 934, después de tratar con la reina Toda y decidir no
atacar a Pamplona, una expedición musulmana se dirige hacia Grañón esta
plaza se describe como “en el país de Álava”4. En el contexto del siglo X esta
descripción podría resultar problemática si no fuera que Álava y Castilla se
hallaban unidos bajo el mandato de Fernán González5. Pero no siempre había
sido el caso, y según la Crónica Albeldense, en 882 y 883, Cellorigo, en los
Montes Obarenes, estaba controlada por el conde alavés Beila Jiménez, mien-
tras Pancorbo, unos pocos kilómetros al oeste, estaba bajo el mando de su
equivalente castellano llamado Diego. Es más, trasciende que había una anóni-
ma cuña de territorio, al sur de Cellorigo, y al este de Pancorbo, integrada en
el Reino de Asturias (in terminos regni nostri intrantes primum ad Celloricum
castrum), pero no parte de Castilla, pues sólo al llegar a Pancorbo se penetraba
en territorio propiamente castellano (in extremis Castelle ueniens ad castrum
cui Ponte Curbum nomen est)6. Sospechamos que la existencia de esta cuña no-
castellana, fácilmente dominada desde Cellorigo, es el motivo por el cual Ibn
Hayyan ubica Grañón en el País de Álava. Y así, en el contexto de la geografía
histórica del siglo X, estaríamos más seguros si denominásemos a estas tierras
como parte del condado alavés-castellano de Fernán González.
3. Los siguientes diplomas apócrifos relacionan Fernán González con estas tierras: Cogolla26, 938, incorporación
a San Millán del monasterio de Sietefenestras (Cerezo); Cogolla38, 945, donación a San Millán del monasterio de
San Martín de Grañón; Cogolla44, 947, donación a San Millán de la villa de Cihuri.
4. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 253.
5. Por ejemplo, “... comite Fredinando Gondissalviz in Castella et in Alava”, Cogolla24 ( 936).
6. Dada su trascendencia, reproducimos el pasaje entero: “Sicque hostis Caldeorum in terminos regni nostri
intrantes primum ad Celloricum castrum pugnauerunt et nicil egerunt, sed multos suos ibi perdiderunt. Uigila
Sceminiz erat tunc comes in Alaba. Ipsa quoque hostis in extremis Castelle ueniens ad castrum cui Ponte Curbum
nomen est ...”. Albeldense, XV.13.
194 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Frontera oriental De Castilla
La historiografía tradicional, algo castellano-céntrica, acabaría abreviando este
incómodo binomio a castellano/a, pero es interesante que desde la perspectiva
árabe estas tierras eran consideradas alavesas, y notamos que en el famoso
binomio de la cronística árabe, Álava y al-Qila [= ‘castellae’], es el corónimo
vasco el que precede siempre.
Sugerimos, además, que este desdoblamiento fronterizo crearía un espacio de-
finido como pocos por la frontera, característica explicitada sólo en el texto
albeldense, pero que se intuye en varios otros registros: en la toponimia en
zahara, si se aceptan las etimologías antes propuestas que remiten a un sig-
nificado de marca remota, fronteriza o desértica; en su incierta pertenencia
diocesana durante el Plenomedievo (Rioja4/93, 1229); y quizás conocido como
el valle comitis (Rioja33, 1076)7.
También deberíamos matizar el trazado fronterizo ofrecido por López Mata, y no
sólo su definición coronímica. Este autor, como ya se ha comentado, situaba la
frontera ‘castellana’ en el curso de río Oja, cuando nosotros consideramos la cuen-
ca entera una posesión condal. En cuanto a su curso superior, expondremos más
adelante los motivos para disentir de la lectura de López Mata y para pensar en su
integración durante todo el periodo contemplado en el dominio condal8. Para el
curso inferior, mientras la zona alrededor de Grañón está relativamente bien docu-
mentada, y diáfanamente condal, para la margen derecha (oriental) del río apenas
tenemos referencias diplomáticas, tan sólo la aparición de un vecino de Hervías
en uno de los textos arriba citados. Ante este silencio quizás nos pueden ayudar
las fuentes narrativas, pues en el Poema de Fernán González, el infrapoblado pá-
ramo de Valpierre, esencialmente el interfluvio Najerilla-Oja, aparece como lugar
de enfrentamiento entre Navarra y Castilla, y el epónimo conde caería preso en el
cercano Cirueña según la Crónica Najerense. Es poco, pero puede que recuerde la
ubicación de la frontera navarro-castellana a mediados del siglo X.
En cuanto a la cronología de esta presencia castellano-alavesa en la Rioja
Alta, la diplomática apunta insistentemente hacia el periodo 936-959, aunque
7. En Calzada149 (sin fecha) aparece el topónimo Balcomes en el mismo contexto espacial del flanco meridional
de los Montes Obarenes.
8. López Mata lo consideraba navarro, apoyándose, quizás, en la errónea datación del diploma Rioja28, LÓPEZ
MATA, Geografía del condado de Castilla, pp. 46-7.
195David Peterson
la Frontera oriental De Castilla
la Crónica Albeldense sugiere que se puede ampliar el periodo. No obstante,
no estamos contemplando una situación estática, y parece que hacia finales
del siglo IX todavía se discutía este espacio militarmente con los Banu Qasi,
como indicarían los combates en torno a Grañón e Ibrillos entre 899 y 9049.
Supondremos que un control algo más permanente se consiguió a partir de las
campañas de 918-922, y aunque se retirasen los castellano-alaveses de Nájera
después de 924, retendrían Grañón, que así aparece como alavesa en 934, y
quizás la fundación del monasterio de San Juan próximo al actual Cihuri, docu-
mentado apócrifamente en 947 (Cogolla44), también tiene sus orígenes en este
periodo. Con todo, la presencia castellano-alavesa en las tierras del interfluvio
Tirón-Oja sería anterior o, por lo menos, contemporánea al control navarro de
la Tierra de Nájera.
¿Hasta cuándo dura esta presencia castellano-alavesa en el interfluvio Tirón-
Oja? Mientras los poderes navarros apenas se citan en referencia a estas tierras
hasta bien entrado el undécimo siglo, la diplomática cita con insistencia a los
poderes castellanos (ya han desaparecido las referencias a Álava) durante todo
el siglo X. Arriba ya hemos enumerado los casos hasta 959, y durante las
últimas décadas del milenio sigue la tendencia: en Osmilla en 970, regnante
serenissimo principe Ramiro in Legione et Oveto. Ego, predictus comes Garsea
... (Condes3610); y en Grañón y Leiva en 991, rex Vermudo in Legione, comite
Garsea Fredinandiz in Castella (Cogolla102). Ciertamente la nómina diplomáti-
ca para estas últimas décadas del siglo X es más escueta pero, en la ausencia de
firmes indicios contrarios, aplicaremos el mismo criterio que en otros lugares y
momentos y suponer continuidad de posesión. Si Grañón aparece bajo control
castellano entre 936 y 959 y otra vez en 991, supondremos que ha seguido
así durante todo el periodo intermedio. Las primeras referencias de presencia
navarra en este espacio realmente no se darán hasta aproximadamente 1024
cuando Sancho el Mayor empieza a aparecer en escatocolos procedentes de
estos valles.
9. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 188; la referencia a Grañón es de IBN-IDARI, y su
cronología sirve para contextualizar (aunque sólo hipotéticamente) la más confusa y lacónica referencia a la toma
de Ibrillos (Ebrellos) de la Nomina regum catolicorum legionensium (Albeldense, XV.a)
10. ZABALZA DUQUE (Colección Diplomática de los Condes de Castilla, pp. 329-333) califica a este diploma
como “sospechoso”, por ser algo insólito dentro de las dinámicas cronológica y espacial de la documentación
de Arlanza, y al ostentar numerosos paralelismos formales con diplomas de cronologías más tardías, no obstante
considera el diploma “correcto” en términos formales.
196 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Frontera oriental De Castilla
Por último, sabemos de la existencia de un acuerdo fronterizo entre el Conde
Sancho de Castilla y su yerno Sancho el Mayor de Navarra con fecha de 1016
(Cogolla166), aunque sólo se ha conservado una confirmación posterior y par-
cial que se ocupa del tramo serrano de la frontera11. Intuimos que el acuerdo
original en 1016 se aplicaría también al tramo de la frontera que aquí nos ocu-
pa, y creemos que este intuido acuerdo original y la muerte del conde Sancho
al año siguiente marcan una fecha post quem para la extensión de intereses
navarros hacia el extremo occidental del Pasillo.
La sierra De La DeManDa
Conviene recordar que la parquedad documental es el lastre inevitable de cual-
quier aproximación geohistórica de este tipo, y que no pretendemos que las
pocas referencias que tenemos describan la totalidad de la presencia navarra en
la Rioja Alta durante la primera mitad del siglo X. Pero tampoco deberíamos su-
poner una presencia navarra en zonas donde no existe constancia documental
de ella, y donde sí tenemos indicios de presencia castellana.
La posesión castellana del alto Najerilla queda constatada en Cogolla166
(1016), el ya citado trazado de límites acordado entre Sancho el Mayor de Na-
varra y el conde Sancho de Castilla. Se intuye que este acuerdo es en realidad
la ratificación de límites anteriores, ya que hace referencia a amojonamientos
ya existentes. Además el trazado así marcado parece coincidir con los límites
diocesanos, los cuales, aunque sólo detallados en textos plenomedievales12,
consideramos herederos de las divisiones tribales prerromanas13. El Fuero de
11. Cf. PETERSON, “De Divisione Regno: poder magnaticio en la Sierra de la Demanda ... “.
12. Con Cogolla166, los textos más elocuentes son Burgos22 (1068) y Rioja4/235 (1257). La toponimia que apa-
rece en estos tres textos apenas coincide (sólo Penna Nigra (Cogolla166) y Montenigro (Burgos22)), pero sí los
espacios delimitados, como se aprecia cuando se representa esta información cartográficamente. Las diferencias
toponímicas se deben a los diferentes enfoques de los tres textos. Mientras Cogolla166 amojona precisamente
el tramo serrano de la frontera, Burgos22 define el límite diocesano a una escala muy superior, desde el mar
Cantábrico hasta el Sistema Ibérico con, inevitablemente, menos precisión. Por otra parte, Rioja4/235 no enumera
los mojones en sí, sino los asentamientos que pertenecían a la diócesis calagurritana, a partir de lo cual se puede
recrear su geografía, cf. Mapa VI.
13. También notamos que todas las adquisiciones del monasterio de Santa María de Valvanera se hallan aguas
abajo de dicho monasterio (Javier GARCÍA TURZA, El Monasterio de Valvanera ..., pp. 59-60), fronterizo en 1016,
lo cual podría indicar que el acuerdo fronterizo de ese año, en cuanto a su tramo en la cuenca del Najerilla, segui-
ría operativo durante todo el Medievo, y esta estabilidad a su vez hace más probable (sin llegar a ser conclusiva,
por supuesto) la antigüedad del trazado.
197David Peterson
la Frontera oriental De Castilla
Canales (Condes9, 934) también presta algo de antigüedad a este trazado, al
confirmar la posesión castellana del Valle de Canales14 en la primera mitad
del siglo X, aunque el testimonio de este apócrifo, escurridizo, y hoy perdido
diploma que sólo nos ha llegado en traducción es de sumamente difícil eva-
luación15. En fin, un acuerdo de 1016, un diploma irremediablemente apócrifo,
y los límites diocesanos plenomedievales son nuestras pruebas para afirmar la
posesión castellana de estas tierras durante el siglo X. Quizás sea poco, pero es
mucho más que lo que se tiene por el lado navarro16.
Sobre la cuenca alta del río Oja reina el más absoluto silencio documental
durante todo el periodo altomedieval. Las primeras referencias al espacio no
aparecen hasta la segunda mitad del siglo XI17, y tenemos que avanzar casi
exclusivamente a partir de estos indicios plenomedievales. Por ejemplo, la per-
tenencia del valle al obispado de Burgos, constada tanto epigráfica18 como di-
plomáticamente19. Según el tantas veces referido acuerdo de 1016 (Cogolla166),
14. Canales, Villavelayo, Mansilla, Brieva, Ventrosa, Viniegra, Monterrubio y Montenegro – las primeras seis
hoy riojanas.
15. ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática de los condes de Castilla, pp. 179-186. A la dificultad de manejo
de este diploma se añade el hecho de que el transcriptor del único ejemplar en romance que sobrevive fue el
notorio falsario del siglo XVII Lupián de Zapata (véase CARO BAROJA, Las falsiicaciones de la Historia, pp. 99-
100). La afirmación (citada por ZABALZA DUQUE, Colección diplomática ..., p. 183, n. 278) de este falsificador
de que el valle de Canales fue conquistado por Fernán González a los navarros entre 929 y 934 no deja de ser
inquietante para nuestra tesis, al margen de la nula credibilidad de su autor.
16. Para MARTÍNEZ DÍEZ (Pueblos y alfoces ..., p. 201), el Alfoz de Canales “siempre estuvo vinculado desde
los tiempos de Fernán González al condado de Castilla primero y luego más tarde a la provincia de Burgos”.
Antes UBIETO ARTETA (“Las Fronteras de Navarra”, p. 65 y mapa titulado “Navarra en el siglo X”), en cambio,
había sugerido que el Alto Najerilla sería ocupado por los navarros en 960. No encontramos ninguna justificación
documental para esta afirmación, y ya que el Alto Najerilla se encuentra en manos castellanas en 1016, estimamos
que lo más probable es que quedara así durante todo el siglo X, en vez de cambiar de manos varias veces como
supondría la teoría de Ubieto.
17. Rioja13 (1052), la fundación de Santa María de Nájera, menciona varios núcleos aguas abajo de Ojacastro;
Rioja28 (1074), la dotación de Cirueña, incluye referencias a Ezcharaphi y Ingutadi, Ezcaray y Anguta respecti-
vamente; Valvanera205 (1110), de nuevo menciona Ezcaray, ahora con la grafía Yzcarahi. Rioja28, que nombra
muchos lugares del curso alto del Oja como donaciones reales a San Andrés de Cirueña, lleva una fecha de Mª.
XIIª., pero debería fecharse en 1074 según los poderes citados, entre ellos “Rex Aldefonsus in Leone et Castilla.
Rex Sancius Ramirez in Aragone”, RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de la Rioja, tomo
II, pp. 80-2, n. 38. Esta equivocación es la que condujo a López Mata a considerar este valle una posesión navarra
ya en 974 - LÓPEZ MATA, Geografía del condado de Castilla ..., p. 46.
18. En la fachada de la iglesia hoy dedicada a La Virgen de Las Tres Fuentes en Valgañón se lee CONSECRATA
EST ECLIAE MAURICI BURGEN EPI VII DIE MES NOUBRIS ANNO GRE MCCXXIIII ERA MCCLXII.
19. Burgos22, 1068; Rioja4/235, 1257.
198 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Frontera oriental De Castilla
el Pico de San Lorenzo (antaño ‘la Cogolla’, summa cuculla) entonces marcaba
la frontera política, que aquí parece coincidir con la diocesana, y los indicios
diocesanos sugieren que a partir de este punto la frontera se extendía hacia el
norte siguiendo la loma serrana hacia Pazuengos y Gallinero de Rioja. También
la ubicación en el Becerro Galicano emilianense de las (pocas) referencias al
Alto Oja sugieren que para el compilador-copista de finales del siglo XII este
valle estaría relacionado con Castilla, pues incluye la noticia de la agregación
a San Millán de San Sebastián de Ojacastro dentro de la sección castellana del
Becerro, y específicamente entre la documentación referente al Alto Tirón20. La
abundante toponimia euskérica del valle es otro punto de similitud entre el alto
Oja y los territorios indudablemente castellanos hacia el oeste, y notamos la
ausencia de esta toponimia en valles más orientales (temas que desarrollaremos
en otro capítulo). Es más, el dialecto vasco detrás de esta toponimia parece ser
alavés, o sea de una región firmemente identificada con el condado castellano
durante el siglo X. Por último, notamos que de nuevo la documentación apó-
crifa concuerda con el testimonio de otros registros a priori más fidedignos.
En este entorno el único texto de este tipo es Cogolla35 (944) referente a Pa-
zuengos21, lugar que aparece bajo el control de Fernán González y que, según
Rioja4/235 pertenecería a la diócesis de Burgos.
Por último, los (pocos) indicios que tenemos indican que durante todo el siglo
X el Alto Tirón perteneció a Castilla. Como la Bureba y las Merindades, luego y
brevemente (durante el segundo cuarto del siglo XI) sería integrado en el Reino
de Navarra, pero esto no altera el hecho de su anterior integración en Castilla.
La pertenencia del valle a la diócesis burgalesa no está en duda, pero, al margen
de la diplomática apócrifa, apenas tenemos información sobre este valle durante
20. Concretamente, la agregación de San Sebastián de Ojacastro (Cogolla2/153, 1087) aparece en el folio 106,
rodeada por textos referentes al Alto Tirón en los folios tanto anteriores (folio 105-105v: Cogolla272, Cogolla249,
Cogolla250 etc.) como posteriores (folio 107-107v: Cogolla2/201).
21. En realidad esta localidad pertenece hidrográficamente a la cuenca del río Cárdenas, pero se relaciona con
más insistencia con Castilla (“seniore Álvaro Didaz dominante Petroso et Aucha et sub eius domno Munnio Teiloz
dominante Pazonicos”, Cogolla2/204, 1090) y con el valle del Oja (Rioja28, 1074) que con el del Cárdenas, quizás,
precisamente por pertenecer a la diócesis de Burgos (DÍAZ BODEGAS, La Diócesis de Calahorra y La Calzada en
el siglo XIII, Mapa 3) y, sugerimos, a Castilla. Asimismo protagoniza dos episodios de conflicto: hacia 1067, y siem-
pre según la tardía (1289) Primera Crónica General de España, la primera lid del Cid contra el campeón navarro
Jimeno Garcés sería por el control del castillo de Pazuengos, cf. BARCELÓ, “En torno a la primera lid singular
del Campeador”, p. 110; mientras en 1070 (Cogolla384), estallaría un conflicto entre San Millán y los hombres de
Pazuengos sobre derechos pastoriles. Quizás son ecos de su ubicación en la misma frontera castellano-navarra.
199David Peterson
la Frontera oriental De Castilla
el periodo condal. Esa diplomática apócrifa es, sin embargo, inequívoca en la
vinculación de este valle con los condes castellanos a lo largo de siglo X22.
Para recapitular, en cuanto al control castellano sobre los distintos valles de la
Demanda, creemos que el alto Najerilla seguiría bajo control castellano durante
todo el periodo contemplado, ni siquiera afectado por la expansión navarra
hacia la Bureba durante el segundo cuarto del siglo XI. El alto Oja seguiría
burgalés, en términos diocesanos, hasta el siglo XIII, y sugerimos que estaría
bajo control castellano durante la mayor parte del siglo X, sobre todo teniendo
en cuenta que el Pico de San Lorenzo marcaba la frontera en 1016 (Cogolla166).
Con más confianza avanzamos esencialmente la misma cronología para el con-
trol castellano sobre el Alto Tirón, que sólo brevemente se incorporaría al reino
de Navarra entre 1037 y 1054.
FaLaCias HistoriogrÁFiCas en torno a PresenCia CasteLLana en tierras Hoy rioJanas
Ya hemos observado que las comarcas más occidentales de la actual Rioja
pertenecían durante la mayor parte del siglo X al condado castellano-alavés.
Incluso es posible que esta presencia castellana predatara la entrada navarra en
el valle del Ebro en torno a Viguera-Albelda y Nájera a partir de 924. No obs-
tante, y sorprendentemente, ha arraigado la idea de que la presencia castellana
supone intrusionismo en tierras navarras, que fue el resultado de ansias expan-
sionistas castellanas y la causa de conflicto entre los dos estados. Son muchos
los autores cuyo trabajo alberga estas ideas, y algunos de ellos han sido muy
influyentes historiográficamente:
– PÉREZ DE URBEL, 1945: “El lugar donde está asentado el monasterio
de San Millán había pertenecido desde sus comienzos, o por lo me-
nos desde que tenemos las primeras noticias de su nueva existencia,
al reino de Navarra. Fernán González había intentado inclinar de
22. Cogolla37 (945), Cogolla39 (945), Cogolla40 (945) y Cogolla95 (979).
200 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Frontera oriental De Castilla
su parte la influencia de los monjes sin conseguir nunca el dominio
sobre la abadía”23;
– UBIETO ARTETA, 1953: “Frente a las ansias expansionistas de Cas-
tilla, García Sánchez I consiguió apresar (960) al conde castellano
Fernán González”24;
– GARCÍA DE CORTÁZAR, 1969: “Fernán González demuestra no haber
renunciado a las viejas reclamaciones castellanas sobre la Rioja”25;
– ZABALZA DUQUE, 1998: “ ... no parece, por tanto, el momento más
adecuado [979] para reforzar una influencia castellana en estas áreas
[el alto Tirón] que pudiera levantar recelos en la casa real de Pamplo-
na con viejas rivalidades fronterizas frente a Castilla”26;
– M. CANTERA MONTENEGRO, 2004: “ ... Sancho III el Mayor que
frenó las pretensiones castellanas ...”27.
Si la idea del expansionismo castellano hacia La Rioja se centra sobre todo en la
persona y política de Fernán González, en estas citas se percibe una tendencia
a ampliar la coordenada temporal de la idea con la introducción de voces como
viejas y siempre. Por ejemplo, Pérez de Urbel habla de ambiciones castellanas
sobre La Rioja ya viejas en 92328, y si ya eran viejas en 923, uno necesariamente
se pregunta cuándo se originaron.
También se extiende el concepto de expansionismo castellano hasta la segunda
mitad del siglo X, “los intentos absorcionistas de Fernán González y su inmedia-
to sucesor”29, e incluso hasta principios del siglo XI. Pérez de Urbel se muestra
23. Una página antes parece contradecir esta afirmación, “en 940 el gran santuario riojano [San Millán de la
Cogolla] y diversos pueblos fronterizos, como San Andrés de Cirueña, eran castellanos”, PÉREZ DE URBEL, El
condado de Castilla, III, pp. 98-100.
24. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, p. 65.
25. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 121, en materia geopo-
lítica cita repetidamente a PÉREZ DE URBEL, “Navarra y Castilla en el siglo X”, y a la ya citada monografía de
Ubieto.
26. ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática de los Condes de Castilla, p. 415, citando a UBIETO ARTETA (”Las
fronteras de Navarra”, 1953) como autoridad.
27. M. CANTERA MONTENEGRO, “La ciudad de Nájera en tiempos del rey García”, p. 40.
28. “En 923 [Ordoño II] se decide a realizar su primera idea de conquistar la Rioja, de acuerdo con Sancho de
Navarra ... De esta manera quedó cortado el camino hacia aquella región a las viejas ambiciones castellanas”,
PÉREZ DE URBEL, El condado de Castilla, I, p. 268.
29. GARCÍA DE CORTÁZAR, “Introducción al estudio de la sociedad altorriojana en los siglos X a XIV”, p. 18.
201David Peterson
la Frontera oriental De Castilla
convencido de que “Desde el año 998 hasta 1009 las escrituras de San Millán se
calendan por el rey de León y el conde de Castilla”30, una convicción que, como
veremos a continuación, no se sostiene en referencia a la diplomática, y que sin
embargo se repite en la tan influyente monografía de García de Cortázar quien
habla de “la adscripción momentánea del monasterio al área castellana”31, afir-
mando luego que “desde el año 991 hasta el 1009, las escrituras emilianenses
se habían fechado por el rey de León y el conde de Castilla”32.
Por último, sugerimos que la tan extendida afirmación de que el acuerdo fron-
terizo navarro-castellano de 1016 (Cogolla166) es desfavorable para Castilla y
un triunfo para Navarra está etiológicamente vinculado a esta creencia en una
política castellana de expansión hacia la Rioja Alta, y más específicamente de
que Castilla llegara a controlar al entorno de San Millán hacia el año 1000. De
nuevo, parece haber sido el trabajo de Ubieto Arteta el que más ha influido en el
asentamiento de esta idea: “el conde castellano, Sancho Garcés, ... se vió obliga-
do en 1016 a fijar los límites comunes – desfavorables para su condado – entre
Navarra y Castilla.”33 García de Cortázar acoge la teoría34, y aunque la creencia
en una ocupación castellana del entorno de San Millán en torno al año mil tiene
escaso protagonismo explícito en la historiografía actual, la estimación de que
este acuerdo fronterizo fuese de alguna manera desfavorable para Castilla parece
prosperar todavía en círculos académicos: “El acuerdo es desfavorable para el
Condado. Castilla y Navarra siempre habían disputado por las tierras riojanas”35.
Al final estaríamos ante un expansionismo castellano viejo ya en 923, y vivo,
aunque frustrado, en 1016. Sus coordenadas espaciales también tienden a ex-
30. PÉREZ DE URBEL, El condado de Castilla, III, p. 100.
31. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 135.
32. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 140.
33. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, p. 65.
34. “Resultó fácil para Sancho III reivindicar de Castilla la revisión de los límites comunes y conseguir que su
suegro Sancho García aceptara un acuerdo, desfavorable para el condado, que confirmara la línea fronteriza entre
Navarra y Castilla en 1016”, GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p.
141, siguiendo a “Las fronteras de Navarra” de Ubieto.
35. ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática de los Condes de Castilla, p. 540, también cita como autoridad a
UBIETO ARTETA (”Las fronteras de Navarra”), y lo mismo hacen ORCÁSTEGUI y SARASA (Sancho III El Mayor,
p. 88), “la Rioja también había sido una pretensión castellana que obligaría hacia 1016 a fijar la frontera entre el
condado y el reino”.
202 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Frontera oriental De Castilla
pandirse y así se ha sugerido que no sólo las comarcas más occidentales de la
Rioja Alta estarían bajo control castellano sino incluso San Millán, Nájera36, la
Sonsierra37, cuando no La Rioja genéricamente.
En algunos casos es relativamente fácil desmontar la falacia. En cuanto al su-
puesto expansionismo del conde García Fernández, equiparado con su padre
(Fernán González) por algunos historiadores como codicioso del territorio rio-
jano, no existe un solo diploma que lo vincule directamente con San Millán de
la Cogolla38, mientras sí se muestra como generoso benefactor de instituciones
castellanas como San Pedro de Cardeña y el Infantado de Covarrubias. Tenien-
do en cuenta que las donaciones interesadas son la base de la acusación de
codicia castellana, esta idea debería ser ya abandonada.
Pero la tesis del expansionismo castellano está tan fuertemente arraigada que
rebrota a la más mínima oportunidad, y esta vez se consolida en la convicción
de que la presión castellana conseguiría dominar el cenobio emilianense en
torno al cambio de milenio: “las tierras de San Millán de la Cogolla, que desde
tiempos de su padre y antecesor García Sánchez el Temblón se habían perdido
para Navarra”39. Sin embargo, los relativamente pocos escatocolos emilianenses
del periodo alrededor del cambio de milenio no indican ningún control caste-
llano sobre el entorno de San Millán, pues documentos referentes a Cárdenas,
Terrero, Nájera (dos veces), y Villar de Torre llevan referencias al correspon-
36. “En estos últimos tiempos su dominio se va extendiendo por la Rioja, con detrimento del rey navarro, y ya
puede llamarse conde en Castilla, en Álava y en Nájera“, PÉREZ DE URBEL, El condado de Castilla, II, p. 166.
Para situar a Fernán González en Nájera, Pérez de Urbel cita dos documentos albeldenses (Albelda20 y Albelda21,
ambos del año 953), ya analizados, que tratan sobre bienes en dos pueblos condales, cercanos a Grañón: Villa de
Pun y Villa Zahal. Transacciones transfronterizas de este tipo son en sí algo atípicas, pero en todo caso sólo in-
dican el control condal sobre el entorno de Grañón, y no de Nájera como pretendía Pérez de Urbel. Que Zabalza
Duque, a quien consideramos una autoridad en cuanto a la diplomática condal, no recoja ninguna referencia a
Nájera en la documentación relacionable con Fernán González, sugiere que la teoría de Pérez de Urbel no tenga
ningún fundamento diplomático, y notamos que la fidedigna documentación albeldense de este periodo sitúa
dicha ciudad bajo control navarro, por ejemplo, Garsea Sancionis in Pampilonia, Fortunio Galindonis prefectus
in Naiara, Albelda12 (945).
37. DE LAS HERAS y TOJAL, El Alfoz de San Vicente de la Sonsierra, p. 41. Estos autores parecen basarse en el
apócrifo Votos de San Millán (Cogolla34), y en la obra de GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de
San Millán de la Cogolla ...
38. La única posible causa de confusión sería que entre la documentación emilianense se preservó una (apócri-
fa) copia de una donación hecha a San Miguel de Pedroso (Cogolla95, 979), cenobio castellano que no entraría
en la órbita emilianense hasta 1049 (Cogolla256).
39. UBIETO ARTETA, “Las Fronteras de Navarra”, p. 67.
203David Peterson
la Frontera oriental De Castilla
diente monarca navarro40. Como se verá a continuación, escatocolos que hacen
referencia a poderes castellanos sí aparecen en el cartulario emilianense en
este periodo, quizás con más frecuencia que antes, pero sólo cuando el objeto
inmueble del diploma se sitúa en la Bureba41.
Pérez de Urbel, no obstante, se mostraba convencido de que “Desde el año
998 hasta 1009 las escrituras de San Millán se calendan por el rey de León y el
conde de Castilla”42, y ofreció una larga nota para aclarar dudas. En ella citó
unos nueve textos del cartulario emilianense cuyos escatocolos indicarían de
facto control castellano sobre el cenobio.
De estos nueve, el único con un escatocolo que indica mezcla de intereses a
través de fronteras (Cogolla131, 1007) se considera ahora falso, pero incluso al
margen de esta consideración, no apoyaría la teoría de Pérez de Urbel ya que
los bienes supuestamente donados a San Millán se encuentran en Castilla (Ta-
ranco, en el valle de Mena), y además sí se reconoce a “Sancio rex Pampilona
et Naiera” antes de a “comite Sancio in Castella”, y por lo tanto, como mucho
podría indicar influencia navarra sobre parte de Castilla, pero difícilmente lo in-
verso. El primero de la serie, de 997 (Cogolla111), y el único que hace referen-
cia al espacio riojano, no lleva ninguna referencia al poder castellano-leonés,
pero sí al rey pamplonés García Sánchez, así que demuestra justo lo contrario
de lo pretendido, y no se entiende muy bien su inclusión en la lista. Los siete
documentos restantes hacen referencia todos a varias partes de Castilla, y con
una sola excepción no son documentos emilianenses en origen, sino produc-
tos de monasterios castellanos que a lo largo del siglo XI se convertirían en
filiales de San Millán, y cuyos archivos serían también absorbidos43. Es decir,
que Pérez de Urbel confundía documentos castellanos, calendados como tal,
40. Cogolla108, 992; Cogolla110, 996; Cogolla111, 997; Cogolla143, 1011; Cogolla147, 1013. No incluimos aquí
Cogolla136 ya que su cronología es difícil de precisar. Lleva una fecha de 1028, pero también referencias a un
rey leonés Alfonso (muerto en 1027), y un conde Sancho (muerto en 1017). Ante estas imposibilidades, Ubieto
comprensiblemente le asigna una fecha de 1008, pero el contenido del diploma concuerda con la actuación de
Sancho el Mayor en estas comarcas orientales de Castilla (el contexto es Belorado) post 1025. Aún más conclu-
yente es la existencia en 1028 en el mismo entorno de otra transacción entre los mismos protagonistas, la reina
Jimena y Oveco Díaz (Cogolla185).
41. Cogolla123, 1003, Quintanilla, Bureba; Cogolla129, 1006, Ventosa.
42. PÉREZ DE URBEL, El condado de Castilla, III, p. 100.
43. San Felices de Oca (Cogolla115, Cogolla130), San Mamés de Obarenes (Cogolla134, Cogolla137), San Miguel
de Pedroso (Cogolla129) y San Millán de Revenga (Cogolla133).
204 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Frontera oriental De Castilla
que luego acabarían en el cartulario emilianense, con documentos propiamente
emilianenses44.
La única excepción, y por tanto el único documento verdaderamente emilia-
nense de este periodo que sí lleva un escatocolo castellano-leonés, es una
donación hecha por el conde Sancho de Castilla de bienes en Quintanilla, la
Bureba (o sea Castilla) a San Millán (Cogolla123, 1003). Ésta donación es la úni-
ca base para sostener la teoría de un dominio castellano sobre San Millán en los
primeros lustros del milenio recién acabado, y únicamente detalla la donación
al cenobio de bienes en Castilla.
Documentos emilianenses que, según pérez de urbel, demuestran el control ejercido por los castellanos sobre San millán de la Cogolla en torno al año mil
EscatocoloLugar objeto del
diplomaAutoridad(es) citada(s)
Doc. ref. (año)
navarro Tierra de Nájera (Alesón)
Garsea rege sub imperio Dei in Pampilona
Cogolla111(997)
castellano Castilla (Porcellos) comite Sancio in Castella Cogolla115(998)
castellano Castilla (Quintanilla) Ego igitur Sancio comes Cogolla123(1003)
castellano Castilla (Pedroso) rege Aldefonso in Legione et comite Sancio in Castella
Cogolla129(1006)
castellano Castilla (Oca) rex Alfonso in Legione et comite Sancio in Castella
Cogolla130(1007)
mezcla Castilla (Taranco) Sancio rex Pampilona et Naiera, comite Sancio in Castella
Cogolla131(1007)
castellano Castilla (Revenga) Ego quidem Sancio comes Cogolla133(1008)
castellano Castilla (Obarenes) rex Adefonso in Legione, comite Sancio Garciane in Castella
Cogolla134(1008)
castellano Castilla (Obarenes) rex Adefonso in Legione, comite Sancio Garcianis in Castella
Cogolla137(1009)
García de Cortázar también apuesta por “la adscripción momentánea del mo-
nasterio al área castellana”45, pues sugiere que “desde el año 991 hasta el 1009,
44. Cf. ZABALZA DUQUE, Colección diplomática de los Condes de Castilla, p. 451, n. 61.
45. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 135.
205David Peterson
la Frontera oriental De Castilla
las escrituras emilianenses se habían fechado por el rey de León y el conde
de Castilla”46. Al hacer referencia a 991 entendemos que añade el documento
Cogolla102 a la lista que Pérez de Urbel había ofrecido. Sin embargo, este do-
cumento tampoco demuestra lo pretendido. Se trata de una donación privada a
San Millán, de una tal Massoara de Grannione, y, como se ha visto ya, Grañón
corresponde al espacio controlado por los condes castellano-alaveses. Por lo
tanto no nos extraña en absoluto que este documento, que sí es emilianense,
lleve un escatocolo que reconoce el poder castellano-leonés. En resumen, la
autoridad reconocida en la calendación corresponde, en la mayoría de los ca-
sos observados, a la ubicación del objeto del diploma, y no dice nada sobre la
situación geopolítica de la entidad perceptiva.
Por último, la idea de que la fijación de los límites entre Castilla y Navarra de 1016
(Cogolla166) fuera desfavorable al Condado actúa como colofón del mito de ex-
pansionismo castellano tardío: resultaría desfavorable precisamente por deshacer
los (inexistentes) avances castellanos47. Sin embargo, como acabamos de ver, la
hipotética expansión castellana tardía carece de fundamento diplomático.
Además de estos casos concretos, sospechamos que en general la tesis de
una Castilla expansionista ha arraigado en la historiografía por los siguientes
motivos:
1. el uso historiográfico de corónimos anacrónicos, en este caso La Rio-
ja;
2. la eliminación de matices en 1;
3. el control castellano de territorios hoy riojanos; y
4. la histórica tendencia expansionista de Castilla.
En cuanto al uso de corónimos anacrónicos, y su capacidad para condicionar
nuestro pensamiento, el ejemplo que manejamos aquí es la Rioja Alta. No conde-
namos el uso de una denominación posterior para hacer referencia a un espacio
en el Altomedievo, pues también la utilizamos nosotros, ya que es una excelente
46. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 140.
47. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, p. 65; GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio
de San Millán de la Cogolla, p. 141; ZABALZA DUQUE, Colección Diplomática de los Condes de Castilla, p. 540;
ORCÁSTEGUI y SARASA, Sancho III El Mayor, p. 88.
206 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Frontera oriental De Castilla
manera de referirse de una manera abreviada al espacio al sur del río Ebro entre
el río Iregua y el interfluvio Oja-Tirón. El problema surge cuando el descriptor del
cual creemos servirnos acaba condicionando nuestra manera de pensar.
Este caso se suele dar cuando se han eliminado las matizaciones con las cuales
se deberían ajustar el corónimo anacrónico a la realidad del periodo estudiado.
Así, en vez de hablar de la presencia navarra en “la mayor parte de la Rioja
Alta”, la matización “la mayor parte” tiende a desaparecer paulatinamente, so-
bre todo de los tan influyentes epígrafes y títulos48. Lo más riguroso sería utilizar
sólo los topónimos que aparecen en las fuentes, sin especular en cuanto a la
suerte de las comarcas circundantes a los centros nombrados49. Sin embargo, la
obligación del historiador es la de interpretar el contenido de las oscuras fuen-
tes, y en este respecto el método metonímico es correcto cuando no existen
datos contrarios. El peligro consiste en aferrarse a un corónimo anacrónico (La
Rioja), olvidarse de la matización (la mayor parte de ...), y cuestionar lo empí-
ricamente observado (presencia castellana en, por ejemplo, el Alto Najerilla) a
partir de un modelo basado en tal anacronismo.
El tercer ingrediente de la distorsión histórica es la existencia de documenta-
ción que testifica la presencia castellana en territorio hoy parte de la Rioja Alta.
Esta presencia castellana en tierras altorriojanas (pero no navarras) conduce al
juicio de intrusionismo (ambiciones expansionistas etc.) basado en la siguiente
secuencia aparentemente lógica:
I. los navarros ocupan La Rioja Alta a partir de 924;
II. los castellanos aparecen en La Rioja Alta en torno al 945;
III. ergo, los castellanos han invadido el espacio navarro.
Dejando al margen consideraciones en cuanto al derecho navarro sobre este
espacio, consideramos este argumento un silogismo sofístico50. La “Rioja Alta”
48. Por ejemplo, “Sobre la conquista de la Rioja por los Pamploneses”, título de un artículo de UBIETO ARTETA;
“La ocupación de la Rioja”, epígrafe en IRADIEL, MORETA y SARASA, Historia medieval de la España cristiana,
p. 222, etc.
49. Por ejemplo, “Fruto de esta presión fue la toma de Nájera, Albelda y Viguera, esta última en el año 922-
3/310H. ó 923-924/311 H.” MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ., p. 118.
50. “... confusión de lo relativo con lo absoluto, llamada usualmente A dicto secundum quid ad dictum sim-
pliciter, es el empleo de una expresión en sentido absoluto a partir de un sentido relativo”, FERRATER MORA,
207David Peterson
la Frontera oriental De Castilla
ocupada por los navarros no es la misma “Rioja Alta” donde aparecen los cas-
tellanos, ambas no son más que partes del territorio actualmente denominada
La Rioja Alta, y el error ha sido en transformar mentalmente la parte de La
Rioja Alta ocupada por los navarros a partir de 924, en La Rioja Alta sin más
matización.
El cuarto factor que hemos enumerado nos precondiciona a aceptar la tesis de
agresividad expansionista castellana incluso cuando la evidencia a su favor es
cuando menos débil. El crecimiento es la tónica dominante durante largos pe-
riodos de la historia castellana, desde sus modestos orígenes en las Merindades
burgalesas (s. IX) hasta el dominio mundial (s. XVI)51. Ciñéndonos a la Edad
Media y a las relaciones entre Castilla y La Rioja, la absorción de este territorio
por parte de Alfonso VI en 1076 ha sido interpretada como la continuación de
una política originaria del siglo X52. Si a todo esto se añade el factor de que el
siglo X se considera uno de los más brillantes e importantes en la historia cas-
tellana, con Fernán González sólo superado por El Cid como héroe castellano,
parece paradójico que sólo en ese momento el paradigma de expansión no sea
aplicable.
Diccionario de Filosofía IV, p. 3090.
51. cf. GARCÍA GONZÁLEZ y LECANDA ESTEBAN (coord.), Introducción a la Historia de Castilla, pp. 23-198.
Los sucesivos capítulos (de diversos autores) retratan este crecimiento con los títulos: “La Castilla del Ebro”, “La
Castilla del Duero”, “La Castilla del Tajo” y “La Castilla del Guadalquivir y de Ultramar”.
52. “... esta tendencia de Castilla a introducirse en la Rioja, no satisfecha hasta 1076, lleva al condado a aprove-
char cualquier oportunidad para interferir la influencia navarra en ese área”, GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio
del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 135.
209David Peterson
la historia temprana de san Millán de la Cogolla
Nos queda todavía el caso mejor documentado de presencia castellana en la
Sierra de la Demanda: el de San Millán de la Cogolla1. Al margen de los remo-
tos orígenes visigodos del cenobio, y su posible continuidad durante los siglos
VII-IX, existen dos interpretaciones antagónicas sobre la temprana historia del
monasterio y su papel durante el siglo X. Por un lado, está la tesis de García de
Cortázar de que San Millán fuera una pieza clave en la política de organización
del espacio altorriojano por la monarquía pamplonesa a lo largo del siglo X:
“... después de la conquista de Nájera en el año 923, cuando una doble
decisión del rey de Navarra dio pie a la constitución de los dos monas-
terios de San Martín de Albelda y San Millán de la Cogolla. Apuntaba
entonces que el interés real por crear estas dos entidades se debería a
necesidades de tipo estratégico”2.
Esto supone un desarrollo relativamente temprano del cenobio, y la implicación
directa de la monarquía navarra en este proceso durante el segundo cuarto del
siglo X. Clave en este paradigma sería el supuesto paralelismo entre el caso de
1. En general abreviaremos su nombre a San Millán, salvo cuando hay que distinguirlo explícitamente de algu-
no de los otros (muchos) monasterios con la misma advocación.
2. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 115, y también, “nace en
931 el monasterio de San Millán como célula de repoblación de la que la monarquía navarra, deseosa de ocupar
el área riojana, pretenderá sacar el máximo partido”, ibid. p. 119.
210 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
San Millán y el de San Martín de Albelda, puesto que para el cenobio albel-
dense existen explícitas referencias cronológicas tempranas que permiten la
reconstrucción de un proceso luego extendido al caso emilianense.
La alternativa, defendida por Ubieto Arteta, es que San Millán tendría escaso
protagonismo durante el siglo X, y que se convertiría en una gran abadía sólo
bajo el mecenazgo de los monarcas navarros del siglo XI:
“La importancia de San Millán durante el siglo X fue muy relativa. [...]
Hará falta que llegue la época de Sancho el Mayor, con su reforma reli-
giosa, para que San Millán cobre importancia”3.
A pesar de la evaluación de que la práctica totalidad de los diplomas emilia-
nenses de aparente factura cortesana del siglo X son en realidad falsificaciones
del siglo XII4, actualmente domina la versión de la historia temprana de San
Millán basada en gran medida en esa documentación apócrifa. Nuestro plantea-
miento consistirá en determinar si, rechazando todo documento formalmente
falsificado, se puede reconstruir una versión coherente de la historia temprana
(siglo X) de San Millán, reconciliable con la situación geopolítica que hemos
esbozado en los capítulos precedentes, y a la vez con la evidencia codicoló-
gica de la existencia de un floreciente scriptorium emilianense durante este
periodo. Asimismo exploraremos la validez del supuesto paralelismo entre la
suerte de San Martín de Albelda y San Millán de la Cogolla durante el siglo X,
un paralelismo que se ha ofrecido para reforzar la tesis de un temprano patro-
cinio del cenobio emilianense por la monarquía navarra. Donde sea posible
también intentaremos incorporar a la cronología resultante el testimonio de los
diplomas apócrifos, pues sí intuimos un elemento de veracidad histórica detrás
de algunos de ellos5.
3. UBIETO ARTETA, “Los primeros años del monasterio de San Millán”, p. 200.
4. UBIETO ARTETA, “Los primeros años del monasterio de San Millán”; MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de
San Millán y sus Monasterios Filiales. Documentación emilianense y diplomas apócrifos”; ZABALZA DUQUE,
Colección Diplomática de los Condes de Castilla.
5. Nuestra postura, que explicamos más detenidamente en la sección introductoria de este estudio, es que sí
podemos usar estos textos, pero con mucha cautela y siempre después de considerar la documentación auténtica.
Así, por ejemplo, en el capítulo sobre el Vascuence al sur del Ebro, sólo será después de observar toponimia vasca
en la documentación auténtica que aceptamos el testimonio de la apócrifa.
211David Peterson
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
La eViDenCia CoDiCoLÓgiCa
Los códices relacionados con San Millán sugieren la existencia de un cenobio
de cierta importancia ya durante la primera mitad del siglo X. El argumento es
que la sofisticación de algunos de los códices considerados emilianenses sólo
se explica a partir de un escriptorio sofisticado, y de un monasterio con los
suficientes recursos para mantener semejante taller, ya que la variedad técnica
sugiere la existencia de más de un escribano6. En otras palabras, ya no se trata-
ría de una pequeña comunidad eremítica.
No siempre resulta fácil determinar la fecha de redacción de un códice, ni tam-
poco su lugar de origen, pero felizmente en el caso emilianense tenemos un
ejemplo que parece superar ambos escollos: una copia de las Etimologías de
Isidoro, con fecha de 946, y en cuyo folio 160 aparece la leyenda “+ AEXIMINO
ARCHIPRESBITER SCRIBSIT. OB HONOREM SCI AEMILIANI”7. La autoría por
el propio Aeximino (Jimeno) de un códice patrístico fechado en un colofón
al año 9338 sugiere que probablemente se pueda extender la cronología del
escriptorio emilianense hasta esa fecha, aunque no podemos estar seguros de
esto, ya que también es posible que Jimeno hubiera llegado a San Millán de
otro escriptorio, pues en un prácticamente ilegible colofón aparecen posibles
referencias a un origen albeldense9. También existe una obra lexicográfica con
fecha del año 917, aunque es imposible demostrar su composición en San Mi-
llán10, ya que tenemos indicios del traslado de textos de la biblioteca de Albelda
hacia la de San Millán11.
Con todo, parece más que probable, a partir de la evidencia codicológica,
que para mediados del siglo X San Millán ya había dejado de ser un pequeño
6. DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., p. 118.
7. Manuscrito Em.25 de la Real Academia de la Historia; DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., pp. 117-8; Claudio
GARCÍA TURZA, “San Millán de la Cogolla, el lugar de la palabra”, p. 218.
8. Manuscrito 1007B del Archivo Histórico Nacional de Madrid; DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., p. 111 y ss.;
C. GARCÍA TURZA, “San Millán de la Cogolla, el lugar de la palabra”, p. 218.
9. DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., p. 117, n. 116.
10. Manuscrito Em. 24 de la Real Academia de la Historia; cf. Claudio GARCÍA TURZA, “San Millán de la Cogolla,
el lugar de la palabra”, p. 217.
11. Por ejemplo, elementos del Códice Albeldense de 976 de Vigila reaparecen en el llamado Códice Emilianense
de 994, GOÑI GAZTAMBIDE, Historia de los obispos de Pamplona, p. 140.
212 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
eremitorio. Lo que nos queda por averiguar es si esta elevación se debió a la
aparición en el valle del Ebro de la monarquía navarra.
eL suPuesto ParaLeLisMo Con aLbeLDa
El supuesto paralelismo histórico entre los dos cenobios riojanos más significa-
tivos del siglo X, San Martín de Albelda y San Millán de la Cogolla, es un tema
importante en la tan influyente monografía emilianense de García de Cortázar,
donde se utiliza el paradigma albeldense para superar en parte las carencias
diplomáticas que oscurecen la temprana historia emilianense12. Así la idea de
San Millán como un proyecto estratégico de la monarquía navarra se basa en
parte en el interés regio demostrado en Albelda. Esta inferencia nos parece
arriesgada.
Donde mejor funciona este paralelismo es en referencia a la codicología. A
la copia de las Etimologías de Isidoro manuscrita por Jimeno, archipresbiter
emilianense, en 94613, se puede añadir una copia contemporánea (año 951)
de la obra de Ildefonso de Toledo uirginitate beatae Mariae, elaborada en el
escriptorio albeldense por el presbítero Gomesano14.
Los problemas empiezan cuando contemplamos la diplomática de factura
regia, de suma importancia ya que, según la tesis de García de Cortázar, ambos
cenobios deberían sus orígenes a una política real. No tenemos ningún indicio
fidedigno de interés real en San Millán anterior al año 984, y aun aceptando el
testimonio de la diplomática apócrifa, tampoco existen indicios de tal interés
antes de 959. En cambio, la diplomática regia navarra referente a Albelda se
12. “Es muy posible que, como sucedió en el caso del monasterio de San Martín de Albelda, la efectividad de
las armas navarras, apoyadas por las leonesas, al recuperar estas tierras, facilitara el comienzo de una etapa de
brillante vida monástica en los cenobios de los dos valles próximos. Ahora bien, esta presunta similitud en el de-
sarrollo de los dos monasterios a partir del 925, certificada después por una idéntica actividad cultural impulsada
en ambos escritorios, replantea el problema de una continuidad de la actividad religiosa en ambos valles entre
la época visigótica y el momento de su reconquista”, GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San
Millán, pp. 25-26; y también “San Millán debe su origen a una decisión real condicionada, y en el caso de Albelda
cabe sospechar lo mismo, por una preocupación de tipo estratégico”, ibid., p. 28.
13. DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., p. 117.
14. DÍAZ y DÍAZ, Libros y Librerías ..., p. 55. Conocemos la fecha y monasterio de origen de este manuscrito,
ahora conservado en Bibliotèque Nationale de Paris, gracias al relato, incorporado como prologo al mismo ma-
nuscrito, del obispo-peregrino Gotescalco de Le Puy (Aquitania), quien visitó Albelda en 950, camino a Compos-
tela, y allí encargó la copia de dicha obra.
213David Peterson
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
concentra en la primera mitad del siglo. Más que simultaneidad, el caso sería
de proyectos sucesivos.
Diplomas regios fidedignos
DÉCADA COGOLLA ALBELDA
920-929 - 3
930-939 - 1
940-949 - 2
950-959 - 1
960-969 - -
970-979 - -
980-989 1 -
990-999 3 -
No es que la cronología emilianense sea marcadamente diferente a la de otros
cenobios navarros y riojanos, el caso excepcional sería más bien el de Albelda
con una actividad diplomática llamativamente temprana, pero de todas maneras
cuestionamos la validez del supuesto paralelismo entre los dos monasterios.
García de Cortázar sugiere que “el interés real por crear estas dos entidades
se debería a necesidades de tipo estratégico”15, pero nos preguntamos ¿qué
estrategia se centraría en dos lugares tan diferentes en cuanto a potencial estra-
tégico? Mientras San Millán se sitúa en un valle serrano sin salida natural y re-
lativamente alejado de las vías de comunicación, Albelda se ubica en la misma
vega del Ebro, en la vía que uniría Numancia con Vareia. Cada emplazamiento
tiene sus aptitudes estratégicas, pero éstas son distintas. Mientras San Millán
valdría quizás para apuntalar el espacio fronterizo con Castilla, o para jerarqui-
zar la Sierra de la Demanda, Albelda sería apto para reforzar el control sobre
las vías de comunicación. Fuera el que fuera el pensamiento de la monarquía
pamplonesa, la promoción de estos dos monasterios no parece corresponder
a una misma estrategia. En el caso de Albelda, con evidencia diplomática de
un temprano interés regio, aceptamos la idea de promoción estratégica, pero a
priori no se puede extrapolar el mismo razonamiento a San Millán.
15. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 115.
214 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
En el caso de San Millán sugerimos que habría que distinguir entre varios perio-
dos y diferentes actitudes navarras hacia la Rioja Alta y luego Castilla. Inicialmen-
te (aproximadamente 925-960) la condición fronteriza de San Millán lo convertiría
en periférico a los intereses navarros, aunque seguiría como un importante centro
cultual castellano. La actividad navarra se centraría en la antigua capital Banu
Qasi de Viguera que, encajonada en el estrecho valle del Iregua, supone una
plaza-fuerte de innegable solidez defensiva, pero un centro de dudoso potencial
como ciudad jerarquizadora de la fértil vega del Ebro. Inexorablemente, Náje-
ra cobrará cierta importancia. Pronto sería sede episcopal, y se convierte en el
candidato idóneo cuando se decide por fin realizar el potencial económico de
la Rioja Alta, a finales del siglo X, para cuando el eje Viguera - Albelda ya ha
perdido protagonismo diplomático. Sin embargo, el potencial estratégico de San
Millán tampoco reside en el desarrollo del valle del Najerilla, sino en la expansión
navarra hacia el occidente ya durante la primera mitad del siglo XI.
La visión de Cortázar de San Millán como el instrumento predilecto de la mo-
narquía navarra en cuestiones de jerarquizar el flanco suroccidental del Reino
es, en términos generales, acertada, sólo que creemos que habría que retrasar
el proceso. En realidad San Millán sólo cobraría importancia a principios del
siglo XI, cuando su condición fronteriza, por fin, se convierte en el motor de su
explosión dominical, y deja de ser causa de su marginación. Ahora pasaremos a
analizar la evidencia emilianense per se, pero primero hemos querido demostrar
que el supuesto paralelismo con Albelda no es necesariamente válido.
¿paralelismo entre San millán de la Cogolla y San martín de Albelda?
San Martín de Albelda San Millán de la Cogolla
fundación fundación ex novo por decreto real, 924 (Albelda2)
sin diploma fundacional; orígenes visigóticos; ¿supervivencia mozárabe?
ubicaciónestratégica
convergencia del camino Numancia-Pamplona y el corredor del Ebro.
periférica y fronteriza, alejada de las vías, centro cultual castellano
auge codicológico
mediados del siglo X mediados del siglo X
auge diplomático hasta 970 a partir de 980
interés real explícito y temprano, a partir de 924
sólo a partir de 980
215David Peterson
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
La DiPLoMÁtiCa eMiLianense
Nuestra metodología en cuanto a la diplomática emilianense será la que ya
hemos esbozado páginas atrás. Trabajando siempre con la edición de Ubieto
Arteta, y concentrándonos en la documentación del siglo X, seguiremos dos
pasos. Primero eliminar el ruido de fondo (los documentos procedentes de
otros cenobios y los diplomas apócrifos) para intentar llegar a la auténtica do-
cumentación temprana de San Millán de la Cogolla, y sobre ella reconstruir la
cronología e historia temprana del cenobio, con referencia a otras fuentes como
la codicología y las fuentes cronísticas. El segundo paso será el de intentar
reconciliar la diplomática apócrifa con esta cronología.
eLiMinar eL ruiDo De FonDo
En el cartulario de San Millán de la Cogolla se encuentran aproximadamen-
te 116 documentos que llevan fechas anteriores al cambio de milenio16, una
cantidad considerable en el contexto de la escasa documentación cristiana del
periodo. Sin embargo, sería equivocado pensar que tal cantidad de documen-
tos fuese necesariamente indicativa de una relevancia precoz de este cenobio.
Pues la gran mayoría de estos diplomas conservados en el archivo emilianense
tiene en realidad poco que ver con el San Millán del siglo X. Muchos de ellos,
unos 25, son falsificaciones tardías, probablemente redactadas en el siglo XII17.
Más numerosos todavía, 81 documentos, son los ‘foráneos’ productos de otros
monasterios. Estos cenobios, generalmente castellanos, se convertirían en filia-
les de San Millán durante el siglo XI, y el contenido de sus archivos también
acabaría en el monasterio de la Cogolla en algún momento anterior a la con-
fección del Becerro Galicano hacia finales del siglo XII. Destacables entre estos
monasterios castellanos, muy precoces en cuanto a producción diplomática
16. Hablamos de números aproximados por las dificultades que se encuentran a la hora de fechar algunos
documentos, por ejemplo Cogolla118 y Cogolla119, que necesariamente acaban excluidos del análisis. Otros do-
cumentos excluidos por esta razón son Cogolla289, Cogolla2/484, Cogolla2/485, Cogolla2/489, Cogolla2/490, Co-
golla2/491, Cogolla2/492, Cogolla2/493, Cogolla2/494, Cogolla2/495, Cogolla2/499, Cogolla2/500, Cogolla2/501,
Cogolla2/504, Cogolla2/505, Cogolla2/507, Cogolla2/508, Cogolla2/510, Cogolla2/511, Cogolla2/512. Por otra par-
te, Cogolla116, a pesar de llevar fecha del año 999 (Era Mª. XXXª.VIIª.) es por contexto claramente propio de un
periodo más tardío (por lo demás, la documentación referente a la Alberguería de San Millán es siempre de finales
del siglo XI) y Ledesma Rubio acierta al incluir este mismo texto con una fecha de 1099 como Cogolla2/286.
17. MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”.
216 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
durante el siglo X, son San Millán de Hiniestra con 24 documentos, San Esteban
de Salcedo con 13, y San Felices de Oca con 9.
el pobre bagaje diplomático de San millán de la Cogolla anterior a 990, y el despegue durante los reinados de Sancho iii el mayor y garcía de nájera.
DécadaTotal docs del
CartularioForáneos
Emilianenses falsos
Emilianenses auténticos
pre 930 19 19 - -
930-939 7 5 2 -
940-949 33 24 7 2
950-959 28 13 13 2
960-969 2 2 - -
970-979 9 5 3 1
980-989 6 5 - 1
990-999 14 10 - 4
1000-1009 20 17 1 2
1010-1019 28 20 3 5
1020-1029 19 6 3 10
1030-1039 27 11 3 13
1040-1049 44 18 - 26
Una vez eliminados estos dos grandes bloques diplomáticos, el bagaje resul-
tante, que podría indicar una importancia temprana para el monasterio emi-
lianense, es realmente pobre: apenas una decena de documentos. Como se
aprecia en el cuadro que adjuntamos, aunque en la última década del siglo X
los reyes navarros empiezan a demostrar algo de interés en el monasterio, su
auténtico despegue diplomático no se da hasta el siglo XI, durante los reinados
de Sancho el Mayor (1004 a 1035), y su hijo García de Nájera (1035 a 1054). En
realidad la columna más relevante en este cuadro es la que enumera los auténti-
cos diplomas emilianenses. Las otras columnas, que detallan los diplomas falsos
y los documentos ‘foráneos’ (de otros cenobios), no indican otra cosa que el
ruido de fondo que ha servido para enmascarar la parquedad documental emi-
lianense durante el siglo X.
217David Peterson
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
la escasa diplomática emilianense del siglo X
doc ref año iniciativa contexto espacial escatocolo
Cogolla29 942 particular Cuenca de Miranda: Añana
-
Cogolla50 948 pleito con intervención condal
Cuenca de Miranda: Salinas
local
Cogolla64 952 particular Ranero, Marcello, Alava, Urbina, Salinas etc
castellano-leonés
Cogolla79 959 particular cerca de Grañón: villa Barticare, S Bartolome
castellano-leonés
Cogolla93 975 particular Cuenca de Miranda: Coreggo, Moriana, Faiolas
-
Cogolla97 984 Sancho Garcés II Najerilla: Villagonzalo, Cordobín y Villajúniz
navarro
Cogolla102 991 particular Grañón, Leiva castellano-leonés
Cogolla108 992 Sancho Garcés II Najerilla: Cárdenas navarro
Cogolla110 996 García Sánchez II Najerilla: Terrero navarro
Cogolla111 997 García Sánchez II Najerilla: valle Alasonis, Nájera
navarro
Aun habiendo reducido la nómina diplomática emilianense de la manera deta-
llada arriba, todavía se puede cuestionar la autenticidad de algún texto más18.
De todos modos, su inclusión aquí no afecta demasiado a lo que queremos
demostrar: la relativamente escueta cantidad de diplomas redactados en San
Millán durante el siglo X, sobre todo durante los primeros nueve décadas, y la
ausencia de indicios diplomáticos de interés regio navarro en el monasterio.
Realmente lo que emerge después de eliminar el ruido de fondo es la orienta-
ción castellano-alavesa del cenobio durante la primera mitad del siglo X. Hasta
el año 980 los únicos textos emilianenses son los siguientes:
18. En el caso de Cogolla50, aunque MARTÍNEZ DÍEZ (“El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”,
pp. 33-4), siempre (y acertadamente) dispuesto a dudar de la veracidad de la temprana documentación emilianen-
se, acepta como auténtica esta noticia, convencido, sobre todo, por su sencillez, ZABALZA DUQUE (Colección
Diplomática de los Condes de Castilla, pp. 267-9) la tacha de ‘sospechosa’, al reparar en las fórmulas temporales
que empiezan el diploma, y concluye que como mínimo es una redacción posterior a los acontecimientos, reales
o no, relatados, “producto de la oficina monacal con el fin de perpetuar derechos y privilegios en las Salinas de
Añana frente a otros posibles competidores.”
218 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
– tres documentos que hacen referencia a la zona de Miranda-Añana,
controlada por los Condes de Castilla a lo largo del siglo X;
– uno referente a Grañón, hoy riojano, pero en este periodo también
bajo control castellano-leonés;
– y otro que habla de un patrimonio muy disperso, pero esencialmente
un texto castellano-alavés19.
Durante el mismo periodo, ni un solo documento auténtico del cartulario emi-
lianense relaciona San Millán con el espacio y el poder navarro-riojano. Un
diploma navarro-riojano del año 984 (Cogolla97) indica una presencia navarra
en San Millán anterior a esa fecha, pues confirma una donación anterior por
parte de la monarquía pamplonesa, pero en términos estrictos de diplomática
auténtica existente, San Millán es mucho más castellano que navarro durante la
mayor parte del siglo X.
Sugerimos que el predominio de referencias castellano-alavesas en el cartulario
emilianense no es fruto de la casualidad, sino indicativo de la realidad geopolí-
tica del periodo. La historia temprana del cenobio (reflejada en su diplomática
19. En el orden citado: Cogolla29 (942), Cogolla50 (948), Cogolla93 (975) - todos Miranda-Añana; Cogolla79
(959) - Grañón; y Cogolla64 (952) – el patrimonio disperso pero principalmente alavés.
Mapa XXVI. La temprana diplomática emilianense - casi exclusivamente castellano-alavesa
219David Peterson
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
auténtica) se divide en dos periodos: el primero sería castellano, y duraría, por
lo menos, hasta 959 (Cogolla79); mientras el segundo periodo sería de dominio
navarro.
la diplomática auténtica indica el cambio de control de San millán, de castellano a navarro, 959-970.
BIENIODOCUMENTACIÓN
CASTELLANADOCUMENTACIÓN NAVARRA
940-1 - -
942-3 Cogolla29 -
944-5 - -
946-7 - -
948-9 Cogolla50 -
950-1 - -
952-3 Cogolla64 -
954-5 - -
956-7 - -
958-9 Cogolla79 -
960-1 - *Cogolla97bis
962-3 - -
964-5 - -
966-7 - -
968-9 - -
970-1 - -
972-3 - -
974-5 Cogolla93 -
976-7 - -
978-9 - -
980-1 - -
982-3 - -
984-5 - Cogolla97
986-7 - -
988-9 - -
990-1 Cogolla102 -
992-3 - Cogolla108
994-5 - -
996-7 - Cogolla110, Cogolla111
998-9 - Cogolla116
220 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
La diplomática auténtica referente a esta segunda realidad no comienza hasta
984 (Cogolla97), pero sospechamos que el cambio de control se daría varios
lustros antes, y un eco de esta cronología anterior se encuentra en ese primer
texto navarro, cuando, como ya hemos mencionado, Sancho Garcés II “Abar-
ca” confirma a San Millán las villas de Cordobín etc., “quas parentes nostri ...
concesserunt”. Por lo tanto, vislumbramos un hecho histórico que relaciona la
monarquía navarra con San Millán en algún momento anterior a 970, el año
de la muerte de García Sánchez (padre de Sancho Abarca). Esta hipotética
donación indicamos en la tabla adjuntada con la forma *Cogolla97bis, tomando
préstamo de la paleolingüística la convención de señalar una reconstrucción
con el símbolo gráfico “*”, y le hemos atribuido una fecha hipotética de 960,
dentro de un margen de 959-970. El compromiso de la monarquía navarra con
San Millán crecería hacia finales del siglo, pero, incluso durante el periodo de
dominio navarro, el gran arraigo del culto emilianense en Castilla resultaría en
donaciones castellanas al cenobio de la Cogolla.
La CronoLogÍa De La DiPLoMÁtiCa aPÓCriFa
Si ahora introducimos en la ecuación el testimonio ofrecido por la diplomáti-
ca apócrifa, aunque partiendo siempre de la documentación auténtica como
base cronológica, notamos dos cosas. Primero que las fechas no son aleatorias,
como quizás se podría esperar si fuesen puramente ficciones del siglo XII sin
ninguna base en la realidad, sino que demuestran una marcada tendencia a
agruparse cronológicamente. En segundo lugar, que los diplomas castellanos
son generalmente anteriores a los navarros, reflejando lo observado con la do-
cumentación auténtica (aunque las cronologías no concuerdan): que el vínculo
castellano con San Millán es anterior al vínculo navarro.
Las primeras noticias del monasterio apuntan con insistencia hacia Castilla, so-
bre todo durante el periodo 944-947, y luego cambiaría de manos castellanas a
navarras. La diplomática parece indicar un cambio en algún momento del tercer
cuarto del siglo X, con mucho ruido de fondo, o sea diplomas apócrifos, en
torno a 959. También intuimos un cambio de actitud por parte de la monarquía
pamplonesa hacia sus posesiones riojanas en la aparición del Reino de Viguera
en 970, y con el ocaso diplomático de San Martín de Albelda hacia finales del
siglo. ¿Se puede fijar exactamente el momento en que los navarros tomaron el
control de San Millán?
221David Peterson
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
la cronología de la diplomática apócrifa emilianense.
AÑO DOCUMENTACIÓN CASTELLANADOCUMENTACIÓN
NAVARRA
933 - Cogolla66
934 Cogolla22 -
935 - -
936 - -
937 - -
938 Cogolla26 -
939 - -
940 - -
941 - -
942 - -
943 - Cogolla30
944 Cogolla35 -
945 Cogolla36, 37,38, 39, 40 -
946 - Cogolla41
947 Cogolla43, 44 -
948 - -
949 - -
950 - -
951 - -
952 - Cogolla65
953 - -
954 - -
955 - -
956 - Cogolla69
957 - Cogolla72, 73, 74, 75, 76
958 - -
959 - Cogolla77, 78, 80, 81
Los naVarros toMan PosesiÓn De san MiLLÁn
Ubieto fijaba la toma navarra del control del entorno de San Millán hacia 96020.
En este periodo el comentado ruido de fondo diplomático parece tener eco
cronístico en el episodio de la derrota y apresamiento de Fernán González
20. UBIETO ARTETA, “Las Fronteras de Navarra”, p. 65.
222 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
en Cirueña21. Es más, el hecho de que la victoria navarra coincidiera con una
alianza militar Navarra-Córdoba contra Castilla22, una coyuntura quizás algo
vergonzosa para posteriores cronistas del reino de Pamplona, explicaría la au-
sencia de una tradición navarra glorificando esta conquista algo contradictoria
con el espíritu de la Reconquista; mucho mejor recordar sólo la conquista de
Nájera a los mauros.
Nuestra fuente principal para el episodio de Cirueña es la Crónica Najerense,
obra de la segunda mitad del siglo XII, y su autor probablemente un monje
riojano23. Es, por lo tanto, un producto del mismo ambiente historiográfico que
los diplomas apócrifos del Becerro Galicano de San Millán, y deberíamos tener
cuidado con su testimonio y no pensar que sea necesariamente una fuente
independiente de, y por tanto confirmante de, esa diplomática apócrifa. Tam-
poco aparece este episodio en, por ejemplo, la Crónica de Sampiro, aunque
sí referencias al conflicto que le sirve de trasfondo, también relatado por al-
Maqqari24. Por lo tanto, aunque aceptamos el relato del incidente de Cirueña
con cierto recelo, pues en el relato aparecen varios anacronismos25, notamos
que concuerda tanto con la cronología sugerida por la evidencia diplomática,
como con el conflicto navarro-castellano y el pacto navarro-cordobés descritos
por al-Maqqari.
Un siglo después de la muerte del gran conde castellano, hacia el año 1073,
Sancho de Peñalén reafirma un acuerdo ancestral que garantizaba el libre acce-
21. MARTÍNEZ DÍEZ (“Fernán González en la Historia”, p. 66) sugiere que el apresamiento acontecería en el
año 959, pero que el periodo de reclusión se extendería hasta 960, aunque la tardía Crónica Najerense hace refe-
rencia a 960 (‘era hispánica’ 998) como el año de su captura: “Huius Ordonii regis anno regni quinto, era DCCCCª.
XCª. VIIIª., predictus comes Fredenandus Gonzaluet fuit captus et filii eius in Cironia, in ecclesia Sancti Andree
apostoli, a predicto rege Pampilonensis Garsea Sanctii, et transmissus Pampilonie, inde Clauillum inde Tubiam”,
Crónica Najerense, II.58 (pp. 77-78).
22. “No sólo visita Córdoba el depuesto rey leonés [Sancho el Craso], sino que ese mismo año 958 la propia
doña Toda con su hijo García Sánchez se traslada también a la capital del califato para cerrar una alianza con Abd
er-Rahman III; el resultado de la misma será un cuerpo expedicionario musulmán que entre enero y abril de 959
marcha sobre León para reponer en el trono a Sancho, el hijo del rey Ramiro [...] Mientras tanto, otras tropas del
rey de Pamplona, García Sánchez, atacaban por la Rioja a Fernán González, que era el único apoyo de Ordoño
IV; en el encuentro con los navarros Fernán González cayó prisionero ...”, MARTÍNEZ DÍEZ, “Fernán González
en la Historia”, p. 66.
23. UBIETO ARTETA, Crónica Najerense, p. 21 y ss.; ESTÉVEZ SOLA, Crónica Najerense, pp. 31-3.
24. AL-MAQQARI, VI.V, p. 139.
25. ESTÉVEZ SOLA, Crónica Najerense, p. 143, n. 257.
223David Peterson
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
so a San Millán de la Cogolla para peregrinos castellanos (Cogolla408). Se hace
referencia a la antigüedad del acuerdo reafirmado en los siguientes términos:
“sicuti habuerunt cum avis meis Ordonius rex, Garsia, Sancius et Garsia reges”.
La estructura de esta frase parece distinguir entre “Ordonius rex”, un pariente
lejano en el mejor de los casos, y los tres monarcas navarros “Garsia, Sancius
et Garsia reges” ancestros directos por línea paterna de Sancho: su bisabuelo,
abuelo y padre.
Encontramos una frase muy parecida en otros dos textos que regulan la rela-
ción entre San Millán y su hinterland serrano: “sicut antecessoribus meis, id est
Sancius avus meus et Garsias pater meus et Ordonii regis et Fredinandi comitis”.
La frase aparece en dos diplomas supuestamente obras de Sancho el Mayor:
la concesión a San Millán de extraordinarios derechos pastoriles (Cogolla142,
1011); y la donación a San Millán de la villa de Ledesma (Cogolla151, 1014).
Martínez Díez clasifica ambos diplomas como apócrifos, en parte por compartir
esta frase, y en el caso de Cogolla142 también por la desproporcionada escala
de la concesión, y lo más probable es que acierte en este juicio26. Sin embargo,
al margen de estas consideraciones, intuimos la existencia de una tradición que
sitúa el arreglo geopolítico del hinterland emilianense y la frontera navarro-
castellano durante el reinado de un Ordoño. Los dos monarcas navarros men-
cionados son evidentemente los antecesores directos de Sancho el Mayor y el
origen de su legitimidad. En cambio, tanto Ordoño como Fernán González han
sido rescatados de la historia castellano-leonesa e insertos en estos diplomas,
y parece lógico pensar que haya alguna razón específica para citar a estos dos
soberanos y no a sus sucesores, éstos contemporáneos a las fechas que llevan
los diplomas apócrifos.
¿Por qué incluir un desaparecido conde castellano y un rey leonés entre una
lista de monarcas navarros? y con Cogolla408 son ya tres las referencias de esta
índole en la diplomática emilianense plenomedieval27, y siempre en referencia
26. MARTÍNEZ DÍEZ, ”El monasterio de San Milán ...”, p. 42. Llama la atención que Ledesma se ubica en la
margen derecha del Najerilla, y por tanto no estimamos que estuviera en una zona controlada por los castella-
nos antes del apresamiento de Fernán González. Sugerimos que esta consideración refuerza las sospechas de
Martínez Díez sobre la verosimilitud de este texto (Cogolla151), ya que para justificar los límites de Ledesma se
incorpora una antigua fórmula, eso sí relacionada con el hinterland emilianense en general, pero difícilmente
con Ledesma.
27. En referencia a las probables fechas de redacción.
224 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la Historia teMPrana De san MillÁn De la Cogolla
al hinterland emilianense. Tres también son los monarcas leoneses que llevan
el nombre Ordoño durante el siglo X, pero ninguno de ellos es de los más
longevos, pues no suman veinte años de reinado entre los tres. Sabemos que
Ordoño II (914-924) se relacionó directamente con la monarquía navarra en las
campañas contra la Rioja banuqasi y después con un enlace matrimonial, y por
tanto hacer referencia a él tendría cierto sentido, y sin embargo, la mención de
Fernán González sugiere una cronología más tardía. Los otros candidatos serían
Ordoño III (951-6) y Ordoño IV ‘el Malo’ (958-9). Este último es quizás el más
probable ya que su breve reinado coincide precisamente con la fecha de 959
hacia la cual apuntan tanto la derrota de Fernán González en Cirueña como la
aparición de una diplomática emilianense de factura navarra.
¿Por qué estas insistentes referencias a un oscuro y lejano monarca leonés cada
vez que se trata del hinterland emilianense y la frontera castellano-navarra?
Sugerimos que se debe a la celebración de un acuerdo fronterizo durante ese
reinado. Luego los reyes navarros actualizarían periódicamente estos derechos,
mientras la confirmación castellano-leonesa tendería a quedarse fosilizada en
la documentación navarra con la rúbrica original. La aparición del nombre de
Fernán González indica que los dos reinados más tardíos de los tres posibles
suponen el momento más probable para el acuerdo fronterizo recordado en es-
tos diplomas, y esta cronología parece apoyar nuestra hipótesis de que Navarra
tomara control del valle del río Cárdenas a mediados del siglo X, concretamente
hacia 959-60, a cambio quizás de la libertad del apresado conde.
En resumen, son tres los indicios que apuntan hacia 959-60 como probable
momento de la toma navarra de San Millán: la diplomática, tanto la auténtica
como la apócrifa; la tradición de una derrota castellana de Fernán González en
Cirueña; y el vínculo de un monarca Ordoño con el pacto que garantiza acceso
a San Millán para peregrinos, y con la ordenación del hinterland najerense en
general.
225David Peterson
Castilla-Álava: nexo político-cultural
eL neXo geoPoLÍtiCo CasteLLano-aLaVÉs, 759 a 959
Durante los siglos VIII-X se observa un acercamiento entre Álava y los cam-
biantes poderes al poniente: primero el Reino de Asturias, luego el de León y
al final del periodo el Condado de Castilla1. Para Besga Marroquín esta relación
se remontaría incluso al reinado de Alfonso I2, pero las primeras constataciones
concretas del nexo entre los dos espacios aparecen un poco más tarde, durante
el reinado de Fruela I. Éste contrae matrimonio con la alavesa Munnia3, y aun-
que esta unión nace aparentemente del conflicto, si añadimos la noticia de la
insólita fundación del convento de San Miguel de Pedroso (Cogolla1), en una
zona que luego revela lazos onomásticos con el occidente alavés, y algunas de
cuyas monjas fundadoras ostentan nombres aparentemente vascos, parece que
el nexo castellano-alavés ya es una realidad en 759.
Álava reaparecerá en las crónicas, y gracias de nuevo a la unión Fruela-Munnia,
cuando su hijo, Alfonso II, se refugia en Álava entre su familia materna durante
1. En general, la mejor introducción a estos acontecimientos sigue siendo la obra de MÁRTINEZ DÍEZ, Álava
medieval.
2. “... los vascones más occidentales (Álava y Vizcaya) habían entrado en relación con el rey Alfonso I”, BESGA
MARROQUÍN, “La independencia de los vascones”, p. 20.
3. Alfonso III, #16.
226 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
seis años (aproximadamente 783-788)4. Luego, la ascensión de este Alfonso al
trono asturiano coincidiría con el comienzo de una serie de aceifas califales
que aseguran a Álava un lugar constante en las crónicas musulmanas durante
los cincuenta años de su reinado y también durante la segunda mitad del siglo
IX5. Se consolida la frase ‘Álava y al-Qila’ como objetivo genérico de las aceifas,
plasmación cronística del nexo castellano-alavés que forma el trasfondo políti-
co de la corriente cultural que observaremos a continuación.
En 882-3, observamos una estrecha colaboración militar entre los respectivos
condes de Álava y Castilla, Beila Jiménez y Diego Rodríguez, para imposibilitar
que los musulmanes franqueasen los Montes Obarenes6. Aquí, además, parece
hacerse explícita la integración de Álava en el reino astur cuando se nos relata
que los sarracenos ya habían entrado en ‘nuestro’ reino (in terminos regni
nostri) cuando estaban ante Cellorigo, defendido por el conde de Álava, pues,
a pesar de su nombre, la parte de la Crónica Albeldense que nos ocupa aquí
parece ser de factura ovetense7. Sólo después entrarían en Castilla al llegar a
Pancorbo. La implicación es clara: por lo menos la cuenca del río Ea, a los
pies de los Obarenes (y de Cellorigo), es a la vez parte del reino de Asturias
pero fuera de Castilla. Protegida esta pequeña comarca por el conde de Álava,
quizás el valle comitis de Rioja33 (y Calzada149), parece que un de facto Álava
se extendía al sur del Ebro y al sur de los Obarenes.
De nuevo, en 923, observamos colaboración militar de los dos condados bajo la
tutela de la monarquía astur, cuando tanto el conde castellano, Fernando Díez,
como su equivalente alavés, Álvaro Harramélliz, acompañan al rey leonés Or-
doño II en Nájera, firmando uno tras el otro, en una réplica diplomática (Rioja1)
de esa colaboración cronística de sus antepasados 40 años antes en los Montes
4. Alfonso III, #19. Sobre los vínculos entre Alfonso II y los vascones, BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispano-
godos del reino de Asturias, pp. 445-6.
5. MARTÍNEZ DÍEZ, Álava medieval, p. 24 y ss.; CAÑADA JUSTE, “Álava frente al Islam”, p. 146.
6. “Sicque hostis caldeorum in terminos regni nostri intrantes primum ad Celloricum castrum pugnauerunt et
nicil egerunt, sed multos suos ibi perdiderunt. Uigila Sceminiz erat tunc comes in Alaba. Ipsa quoque hostis in
extremis Castelle ueniens ad castrum cui Ponte Curbum nomen est ... Didacus filius Ruderici erat comes in Cas-
tella”, Albeldense, XV.13 (año 882).
7. PÉREZ DE LABORDA, Guía para la historia del País Vasco ..., p. 386.
227David Peterson
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
Obarenes8. Por último, la colaboración se formalizaría en el mando único de
Fernán González: in Alaba et in Castella Fredinando Gundesalviz comitatu
gerente (Arlanza13, 932).
Este nexo, esencialmente político, parece haber contribuido también al flujo
de gentes, o por lo menos de su antroponimia. Además de las mencionadas
monjas de Pedroso, en el testamento de Alfonso II, del año 812, se observa
abundante antroponimia de origen vasco en un contexto asturiano9, mientras
en la dirección contraria, en 871 (Cogolla10) Arroncius hace una donación a
San Vicente de Acosta de unas tierras alavesas, citando en el diploma a sus
abuelos leoneses.
En este contexto, cobran interés algunos comentarios que se encuentran en
las fuentes musulmanas y que han sido consideradas erratas por algunos co-
mentaristas10. En cada caso se observa la tendencia de los cronistas árabes a
considerar las comarcas más orientales del reino astur-leonés como alavesas,
incluso en contextos muy alejados de la actual provincia vasca:
– 934, “la primera parada del ejército en el país de Álava fue en la for-
taleza de al-Manar (el Faro), conocida por Grañón”11.
– 939, “Simancas en el país de Álava”12.
– 965, “Galib incursionó por tierras de Álava apoderándose de
Gormaz”13.
8. Véase nuestra evaluación de la veracidad histórica de este diploma interpolado en el capítulo La Rioja ‘Re-
conquistada’.
9. BESGA MARROQUÍN, Orígenes hispanogodos del reino de Asturias, p. 531.
10. “... aunque más tarde, en 965, se dice que Galib incursionó por tierras de Álava apoderándose de la fortaleza
de Gormaz, se trata, como puede observarse, de un error geográfico, ya que Gormaz está junto al Duero, y lo
mismo pasa cuando Almanzor derrota al conde castellano García Fernández en 990, apoderándose de la mitad de
la región de Álava y del castillo de Osma”, CAÑADA JUSTE, “Álava frente al Islam”, p. 146.
11. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 253. Aquí parece haber algo de confusión en torno al nombre de Grañón,
acaso confundido con Haro, lo cual podría restar algo de credibilidad a la identificación de nuestra Álava meri-
dional, pero el relato de Ibn Hayyan, así como la aceifa, prosigue y confirma la idea de que tierras al sur del Ebro
fueron consideradas alavesas por los cronistas árabes: pasando por Oña, se recorre “todo el país de Álava” antes
de “hacer alto en Clunia, primer confín de Yilliqiyya”.
12. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 335.
13. CAÑADA JUSTE, “Álava frente al Islam”, p. 146.
228 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
– 990, “Almanzor derrota a García Fernández apoderándose de la mitad
de la región de Álava y del castillo de Osma”14.
Es más, en la descripción de Al-Maqqari de la aceifa de 934, después del pac-
to con la reina Toda que nos permite fijar el año, el ejército califal se dirigió
hacia Álava sin más, único corónimo empleado15. En otras palabras, tenemos
una aceifa que, gracias a la existencia de otras fuentes, sabemos adentrarse en
tierras castellanas, pero que en una fuente, la de Al-Maqqari, se identifica con
un solo corónimo: Álava. Si dependiésemos exclusivamente de Al-Maqqari,
tendríamos que considerar ésta como otra aceifa contra la Llanada alavesa, y
nos preguntamos si no habrá más casos donde el corónimo Álava remita a otras
realidades geográficas que esa Álava nuclear, pues, como se aprecia, este uso
genérico del corónimo no es exclusivo de Al-Maqqari.
14. CAÑADA JUSTE, “Álava frente al Islam”, p. 146.
15. “An-násir turned towards Álava, and, scouring the plains, subdued and razed its fortresses”, AL-MAQQARI,
VI.5, p. 135.
Mapa XXVII. Lugares al sur del Ebro asociados con Álava en las fuentes altomedievales
229David Peterson
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
Otro ejemplo del uso del corónimo Álava para referir al conjunto castellano-
alavés es el relato de Ibn-Hayyan del asedio de Calatayud en 937, cuando unos
330 caballeros cristianos murieron ayudando al disidente tuchubí Mutarrif ibn
Mundir. Inicialmente se hace referencia a una petición de apoyo “a los infieles
de Álava y al-Qila”, pero a continuación todas las referencias son exclusivamen-
te a alaveses: “los infieles de Alava ... los condes infieles de Alava ... 50 condes
y principales de Alava”16. ¿Dónde están los de al-Qila? El elevado número de
condes, aun admitiendo la tendencia hiperbólica de estas fuentes, nos hace
sospechar que estas referencias no sean sólo a Álava en el sentido actual, sino
que, a partir de la referencia inicial a los inieles de Álava y al-Qila, los a conti-
nuación denominados ‘alaveses’ son en realidad alaveses y castellanos.
Hay una tendencia hacia la generalización en el uso de los corónimos cristianos
por parte de los cronistas árabes, lo cual es de esperar de una perspectiva alóc-
tona, y por ejemplo se utiliza la voz Yilliqiyya (Chalmeta la transcribe Gilliqiya),
a partir de la Gallaecia romana, para referirse a todo el Reino de Asturias, desde
Castilla hasta Galicia17. En este contexto, el observado uso árabe del corónimo
Álava es, en cierto modo, genérico e impreciso, ya que en las fuentes autócto-
nas (la diplomática cristiana) no hay eco de esta extensión del corónimo hacia
tierras al sur del Ebro, pero, por otro lado, el genérico uso árabe se fundamenta
en cierta lógica geopolítica, y se aplica con cierta constancia. En fin, quizás sea
un uso genérico, pero en absoluto gratuito, y rechazarlo como una mera errata
obvía unos matices geopolíticos muy interesantes.
Pues para los autores árabes, por lo menos durante el siglo X, el corónimo Ála-
va se extiende consistentemente a un espacio mucho más amplio que la actual
provincia, que incluye las tierras entre Oña y Osma, entre Grañón y Gormaz;
en otras palabras, lo que entendemos por la mitad oriental de la Castilla condal.
Aquí es de singular relevancia el adjetivo ‘condal’, ya que la unidad política que
se forjó bajo Fernán González durante el siglo X en sus orígenes fue alavesa
además de castellana, y sólo con el tiempo acabaría imponiéndose la parte cas-
tellana del binomio. En la diplomática las referencias a Castilla dominan, pero
más en la documentación propiamente castellana (la de Cardeña, por ejemplo)
16. IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, pp. 296-8.
17. MAÍLLO SALGADO, “El Reino de Asturias desde la perspectiva ...”, p. 233.
230 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
que en la alavesa (Salcedo) o en la de zonas ‘castellanas’ más orientales (Val-
puesta, Cerezo) donde se relaciona al gran conde con ambos territorios18.
Esta unificación política de Castilla y Álava bajo el mandato de Fernán González
y sus descendientes haría que aceifas que penetraban en territorio astur-leonés
por el tramo soriano del Duero se encontrarían con los mismos enemigos que si
entraban por el Pasillo. Así, desde la perspectiva andalusí, tiene tanto, y quizás
más, sentido describir a los condes Fernán González o García Fernández como
alaveses, que como castellanos, y efectivamente en las fuentes arábigas el coró-
nimo Álava es tan predominante como lo es el de Castilla en las cristianas19.
Así sospechamos que la extensión del córonimo Álava a tierras sorianas es el
resultado de la combinación de dos factores: el uso genérico de algunos coró-
nimos por los autores árabes; y la unificación de los condados de Álava y de
Castilla bajo Fernán González y sus descendientes.
Esta coyuntura política nos ofrece un claro contexto cronológico, el siglo X,
en el cual encajan las referencias cronísticas arriba citadas. Otra cuestión es la
lectura que deberíamos hacer del corónimo Álava en periodos anteriores a la
unión de los dos condados. ¿Podemos estar seguros que referencias árabes a
Álava durante el siglo IX necesariamente se circunscribiesen a la Álava actual,
al norte del Ebro?
De nuevo, el testimonio clave es el de la Crónica Albeldense, a partir del cual
se vislumbra un espacio (¿el valle comitis?) al sur de los Montes Obarenes de-
fendido por el conde de Álava e integrado en el Reino de Asturias, pero no una
parte de Castilla. ¿Ya en el siglo IX esta parte del Pasillo se consideraba alavesa
por algunos cronistas árabes? Si fuese así deberíamos reexaminar la geografía
de algunas de las múltiples aceifas dirigidas contra Álava y al-Qila a lo largo del
siglo IX, cuando la Álava nuclear, en términos geoestratégicos a escala peninsu-
lar, resulta algo periférica en un conflicto entre Córdoba y el Reino de Asturias,
18. En los siguientes diplomas de Fernán González se hace referencia a ambos condados: Arlanza13, 932; Co-
golla24, 936; Cogolla27, 937; Valpuesta25, 950; Valpuesta27, 950; Valpuesta28, 950; Valpuesta29, 950; Valpuesta31,
952; Cardeña91, 957; Cardeña143, 969.
19. De hecho, IBN JALDUN se refiere a García Fernández como Señor de Álava, citado en CASTELLANOS
GÓMEZ, Geoestrategia en la España musulmana – Las Campañas Militares de Almanzor, p. 101. Cf. también,
MARTÍNEZ DÍEZ, Álava medieval, p. 76.
231David Peterson
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
pero es nombrada una y otra vez como blanco de las campañas andalusíes. ¿Al-
gunas de estas menciones de Álava no serán en realidad referencias al Pasillo?,
pues para cualquier aceifa procedente de la Marca Superior, y que se dirigiera
por el Pasillo hacia la Meseta septentrional, el primer territorio astur-leonés
encontrado sería esta ‘Álava meridional’, antes de entrar en Castilla (al-Qila).
Para tomar un ejemplo concreto, según la lectura de Corriente y Maqqi de al-
Muqtabis II-1, el puerto que daba acceso a Álava durante la aceifa de 823 se
llamaba Gbwlyn o Gbwlyr, lo cual se traduce como ‘Cebollino’ o ‘Cebollero’20.
Esto nos hace pensar en la sierra soriano-riojana de ese nombre y el práctica-
mente homónimo asentamiento burgalés (en las Merindades). No proponemos
ni la sierra ni el pueblo como identificaciones firmes, sino como posibilidades
a contemplar, a modo de demostrar como la relectura del uso coronímico de
Álava en las fuentes arábigas podría afectar nuestra comprensión de la geogra-
fía de las aceifas musulmanas.
Por otra parte, a la vez existían fuerzas y tendencias contrarias a esta inclinación
astur-leonesa de Álava. Por ejemplo, su inclusión entre los ‘territorios siempre
poseidos por sus habitantes’ de la Crónica de Alfonso III, todos ellos al este del
Ducado de Cantabria, y evidentemente también el hecho lingüístico orienta a
Álava hacia Navarra. En la esfera política veremos un progresivo acercamiento
entre Álava y Navarra durante el siglo X, gracias en gran medida a la política
matrimonial de la reina Toda21.
Si hasta mediados del siglo X Álava se encuentra en la órbita política astur-leo-
nesa22, no es fácil averiguar, a partir de la fragmentada documentación, cuándo
empieza la posterior hegemonía navarra. La expansión de Navarra hacia el oeste
20. IBN HAYYAN, Crónica de los emires Alhakam I y ‘Abdarrahman II entre los años 796 y 847 [Almuqtabis II-1],
p. 282, n. 584, “Desde un punto de vista paleográfico, todas las variantes confluirían en >Gbwlyn< o >Gbwlyr<,
o sea, “Cebollino” o “Cebollero”, término bastante frecuente en la toponimia hispánica”. Antes, a partir de Ibn
Idhari, se interpretaba este topónimo como G.rnyq, y se contemplaban varias ubicaciones de la actual País Vasco,
entre ellas el despoblado alavés de Guernica y el puerto de Azaceta.
21. MARTÍNEZ DÍEZ, Álava medieval, p. 58.
22. El testamento de Didaco Beilaz (Cogolla64, 952), uno de los poquísimos textos tempranos referentes a Ála-
va, cita como autoridades a rex Ordonio in Legione et comite Fredinando in Castella, mientras las referencias a
Fernán González como conde in Álava se suceden con cierta regularidad hasta 957 (Cardeña91), cf. MÁRTINEZ
DÍEZ, Álava medieval, pp. 72-3.
232 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
durante el reinado de Sancho III el Mayor supone la fecha ante quem para la
integración de este espacio en el Reino de Navarra, y en el otro extremo notamos
la derrota de Fernán González en Cirueña hacia 959 que creemos contribuye a
la pérdida de San Millán, hasta entonces bajo control castellano, y quién sabe si
otras posesiones condales también, aunque hasta 969 (Cardeña143) todavía se
encuentran aisladas referencias al dominio del conde sobre estos territorios.
Más específicamente, tenemos noticia de la intervención de Sancho II Garcés
Abarca en asuntos alaveses en 984 (Cogolla98), y para Ubieto Arteta este reina-
do vería el de facto control navarro sobre la llanada alavesa23, aunque Martínez
Díez aboga por el mantenimiento de control condal durante todo este perio-
do24. Más al oeste, la Cuenca de Miranda y Valdegovía seguirían bajo control
castellano-leonés, pues en 988 (Cogolla100) en un texto referente a Salinas (de
Añana) se hace referencia al rey Vermudo de León, y a los condes castellanos.
En Cogolla98 la onomástica de la casta magnaticia alavesa es todavía mayorita-
riamente de tipo castellano y no navarro25, y después del monarca pamplonés
se cita como autoridad secundaria al conde castellano. En resumen, éste parece
ser un periodo durante el cual se sentía la influencia de ambos poderes en la
llanada alavesa, pero al margen de la dificultad de precisar el momento de
control navarro sobre Álava, constan por lo menos dos siglos de acercamiento
político entre Álava y el reino astur-leonés.
un esPaCio CuLturaL
Creemos que entre aproximadamente 755 y 924 el valle del Oja funcionaría como
frontera política de facto entre al-Andalus y el Reino de Asturias, y que este hecho
se ha plasmado en diversos registros onomásticos que coinciden en Castilla y en
Álava, sin dejar huella en la Tierra de Nájera: plasmaciones onomásticas del ya
observado nexo político castellano-alavés. En concreto analizaremos:
– la toponimia vasca al sur del Ebro,
– la hagiotoponimia referente al culto de San Millán,
23. UBIETO ARTETA, “Las fronteras de Navarra”, p. 66.
24. MARTÍNEZ DÍEZ, Álava medieval, pp. 75-79.
25. Cogolla98 (984) y Cogolla100 (988): Sarracin(ez), Álvaro, Oveco, Munio, Didaco y Balza se pueden consi-
derar como nombres occidentales, sólo Lupe es típico de la onomástica navarro-pirenaica. Estas clasificaciones se
explicarán más detenidamente a continuación.
233David Peterson
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
– y la antroponimia, con especial énfasis en la distribución del nombre
Oveco.
En los tres casos emerge la misma distribución espacial: los registros coinciden
en los espacios montañosos al norte y al sur de la Rioja Alta y en tierras caste-
llanas al oeste de la divisoria diocesana, formando así un espacio culturalmente
homogéneo que rodea la Tierra de Nájera, pero sin incluirla.
Mención aparte merece la ya analizada distribución de la toponimia en Quin-
tana. Ésta, a diferencia de los tres registros que creemos ilustrar la realidad del
nexo alavés-castellano, apenas tiene una vertiente alavesa, y tampoco abunda
en la Sierra de la Demanda. En el Pasillo en sí, en cambio, sí respeta la frontera
que nos interesa. Es más, la marca y la define mejor que cualquier otro registro.
Creemos que la explicación de las diferencias reside en la cronología de los
fenómenos y las cambiantes circunstancias políticas: mientras la toponimia en
Quintana tendría su origen en el reparto de tierras después de la conquista
musulmana del Ducado de Cantabria, los otros fenómenos obedecen a una di-
námica (el nexo alavés-castellano) que surge después de la debacle musulmán
de mediados del siglo VIII. En ambos casos, no obstante, en el Pasillo en sí la
Mapa XXVIII. Contraste entre el espacio cultural castellano-alavés y la ‘Tierra de Nájera’
234 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
divisoria es la misma: primero, entre mandos militares tardovisigodos hereda-
dos por los musulmanes, y después convertido en frontera astur-andalusí.
eL rÍo oJa CoMo DiVisoria antroPonÍMiCa
La ausencia de referencia diplomática al valle del río Oja hasta la segunda mitad
del siglo XI nos brinda la oportunidad de contrastar la onomástica de los dos
lados del río, que denominaremos la Bureba y (Tierra de) Nájera. Lo que emer-
ge es una divisoria onomástica relativamente bien definida, evaluación que
trataremos de ilustrar estadísticamente con la incorporación de datos de otros
espacios próximos estudiados en Antroponimia y Sociedad26. Utilizaremos estos
estudios y contrastaremos sus resultados con lo que observamos en la Bureba
y en la Tierra de Nájera.
A continuación contrastaremos la frecuencia con la cual cada nombre de varón
aparece en cada región a partir de la diplomática anterior al año 1050. En la
tabla que adjuntamos contemplamos los 16 nombres masculinos más frecuentes
en cada región, situados en orden de frecuencia. Ya en el primer puesto se
aprecia una diferencia entre las tierras castellanas (Castella, Burgos, Bureba)
donde domina el nombre Muño, y las navarras (Nájera y Navarra) donde San-
cho es el nombre más común. Los espacios contemplados, y fuentes utilizadas,
son los siguientes27:
– Castella Vetula 28
– Alfoz de Burgos29
– La Bureba (análisis propio, a partir de la documentación emilianense)
– Tierra de Nájera (análisis propio, a partir de la documentación emi-
lianense)
26. GARCÍA DE CORTÁZAR et alii, Antroponimia y Sociedad. El espacio que centra nuestro interés ya fue
contemplado en este proyecto, pero en el análisis de La Rioja se juntaban datos de ambos lados del Oja, cuando
proponemos contrastar la antroponimia de los dos lados de ese río.
27. Excluimos los datos de otras regiones incorporadas en el proyecto Antroponimia y sociedad, por ser éstas
más alejadas, por haber sido analizadas por autores con divergentes criterios y metodologías, o por existir signi-
ficativas variaciones cronológicas, caso por ejemplo del País Vasco (LIBANO ZUMALACARREGUI, “La Antroponi-
mia en Álava, Guipúzcoa, y Vizcaya en los siglos X a XIII”, pp. 259-282) con datos relativamente tardíos.
28. GARCÍA DE CORTÁZAR, DÍEZ HERRERA, PEÑA BOCOS, “Antroponimia y sociedad del Cantábrico al Ebro
en los siglos IX a XII”, pp. 219 y 221.
29. GARCÍA DE CORTÁZAR, DÍEZ HERRERA, PEÑA BOCOS, “Antroponimia de Burgos y su alfoz en los siglos
X al XII”, p. 239.
235David Peterson
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
– Navarra30
puesto Castella Burgos Bureba Nájera Navarra
1 Muño Muño Muño Sancho Sancho
2 Oveco Bela(sco) Bela(sco) Bela(sco) Fortún
3 Diego Diego Oveco Muño García
4 Tello Gonzalo Diego García Aznar
5 Álvaro Gómez Juan Jimeno Galindo
6 Gonzalo Juan Álvaro Gómez Enneco
7 Juan Oveco Sancho Domingo Jimeno
8 Bela(sco) García Gonzalo Enneco Bela(sco)
9 García Esteban Tello Fortún Lope
10 Pedro Sancho Sarrazín Juan Mancius
11 Gómez Pedro García Lope Muño
12 Lope Tello Jimeno Aznar Oriol
13 Félix Sarrazín Gómez Tello Dato
14 Fernando Bermudo Assur Julián Fortes
15 Rodrigo Félix Enneco Oriol Gómez
16 Vicente Julián Fernando Pascual Juan
30. En realidad se trata sólo de la documentación de San Salvador de Leire referente a Navarra, GARCÍA DE
CORTÁZAR, “Antroponimia en Navarra y Rioja en los siglos X al XII”, p. 294.
Mapa XXIX. Contraste antroponímico entre los extremos del Pasillo, con el río Oja como divisoria onomástica
236 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
A partir de esta tabla ya se observa una división llamativa entre la Bureba y la
Tierra de Nájera, y en general entre tierras castellanas y otras navarras, la cual
denominamos la divisoria onomástica del Oja, y que definimos como,
– la ausencia o relativa escasez en la Tierra de Nájera de los nombres
más típicos de Castilla (Muño, Oveco, Diego, Gonzalo);
– la menor presencia (cuando no ausencia) en Castilla de los nombres
navarros dominantes en Tierra de Nájera (Sancho, García, Fortún,
Eneco);
– y, a un nivel más pormenorizado, la ausencia de la Tierra de Nájera
de algunos de los nombres más representativos de la Bureba (Álvaro,
Sarrazín, Assur).
ranking de nombres en diferentes comarcas
Nombre Castella Burgos Bureba Rioja Navarra
Onomástica castellana
Muño 1º 1º 1º 3º 11º
Oveco 2º 7º 3º - -
Diego 3º 3º 4º - -
Gonzalo 6º 4º 8º - -
Onomástica navarra
Sancho - 10º 7º 1º 1º
García 9º 8º 11º 4º 3º
Fortún - - - 9º 2º
Eneco - - 15º 8º 6º
la divis oria onom ás tic a del Oja
cas tella burgos bureba nájera navarra
c omarc a
fre
cue
nci
a d
e n
om
bre
Muño
Oveco
Diego
G onzalo
S ancho
G arcía
F ortún
E nneco
237David Peterson
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
anÁLisis DiaCrÓniCo
Nuestra hipótesis es que la divisoria tiende a desaparecer, y que con nuestra
documentación mayoritariamente del siglo XI asistimos a la homogeneización
de la onomástica del Pasillo, y la erradicación de la antigua divisoria, ya que por
un lado se simplifica y se homogeneiza el corpus onomástico en todo el norte
peninsular31, mientras cambios geopolíticos hacen que, a partir de la segunda
mitad del reinado de Sancho el Mayor (aproximadamente 1020 en adelante),
la frontera política del Oja también deja de funcionar como tal. Por lo tanto,
la divisoria onomástica visible todavía en la documentación emilianense de la
primera mitad del siglo XI es un fenómeno anterior, ya en decadencia cuando
lo observamos.
Así se pone de relieve la naturaleza retrospectiva de nuestra metodología. La
antroponimia recordada en la diplomática es necesariamente retrospectiva en
el sentido de que los protagonistas de estos textos, generalmente mayores
de edad e incluso de cierto rango social cuando aparecen en la diplomática,
necesariamente han recibido sus nombres por lo menos una generación antes
de su aparición diplomática. Estadísticamente podemos contemplar un lapso
medio de 25-30 años entre bautismo y aparición diplomática. Por lo tanto, si
queremos observar las tendencias onomásticas anteriores a la desaparición de
la frontera del Pasillo (hacia 1020-30), podemos utilizar la documentación hasta
el año 1050. Asimismo, esto nos permite utilizar los datos recogidos en varios
estudios presentados en Antroponimia y Sociedad, y que utilizan este año para
estructurar la información expuesta.
oVeCo
“De procedencia discutida”, se ha sugerido una etimología vasca para este
nombre, a partir de hobe = ‘mejor’ y el sufijo diminutivo –co (que daría también
Enneco, por ejemplo), pero también habría que contemplar un origen latino32.
Al margen de su etimología, un seguimiento cartográfico del nombre a partir
de la documentación emilianense demuestra un llamativo contraste entre abun-
dancia en la Bureba (44 casos) y su práctica ausencia de la Tierra de Nájera
31. VVAA. Antroponimia y sociedad, p. 396.
32. SALABERRI ZARATIEGI, Euskal deiturategia: Patronimia, p. 223; MICHELENA, Apellidos vascos, p. 20.
238 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
(2)33. Éste es el contraste onomástico más diáfano de cuantos hemos observado
entre los dos lados de la frontera del Pasillo.
Distribución del nombre oveco, a partir de la documentación emilianense anterior a 105134
Sólo nombres de pila Incluyendo patronímicos
Comarca nº OvecosTotal
nombres% nº Ovecos
Total nombres
%
Bureba 35 646 5,42 44 646 6,81
Nájera 2 331 0,60 2 331 0,60
La referencia a otras fuentes parece confirmar la distribución, aunque inevita-
blemente ésta no es homogénea. Escasean datos antroponímicos tempranos
para la llanada alavesa, pero el nombre es corriente en la documentación de
Valpuesta, y en la cuenca de Miranda y el entorno de Añana con, por ejemplo,
cuatro casos en un solo texto como Cogolla100 (988). Más al sur, ya en Castilla,
en Cardeña encontramos una veintena de apariciones del nombre anteriores a
950, y también aparece durante el siglo X en Oña, en San Cristóbal de Ibeas, y
en San Miguel de Froncea35. Extrañamente, Oveco no aparece en la documen-
tación valpostana referente a Buezo de Bureba.
En cambio, el nombre Oveco aparece poco y tarde al este del río Oja. No figura
en los índices del Cartulario de San Salvador de Leire, y en la documentación
albeldense tampoco, al margen de un texto (Albelda1, Cardeña14) en realidad
referente a San Pedro de Cardeña36. En Valvanera, una fuente más tardía, sólo
se observan tres casos tardíos del nombre, ninguno anterior a 1073, y también
33. Para una relación completa de las apariciones del nombre Oveco en el Pasillo en la diplomática emilianense
de los siglos X y XI véase nuestro Apéndice Oveco.
34. Tratándose de un solo nombre hemos podido seguir su estela hasta finales del siglo XI, lo cual aporta algo
más validez estadística a lo observado, pero que reporta la misma distribución:
Distribución del nombre oveco, a partir de la documentación emilianense anterior a 1101
Sólo nombres de pila Incluyendo patronímicosComarca nº Ovecos Total % nº Ovecos Total %
Bureba 66 1614 4,09 100 1614 6,20Nájera 2 991 0,20 4 991 0,40
35. El nombre también aparece en la documentación burebana del siglo XI, pero donde la documentación nos
lo permite ponemos el énfasis analítico siempre en el periodo anterior al cambio de milenio.
36. MARTÍNEZ DÍEZ, Colección documental del Monasterio de San Pedro de Cardeña, p. 41.
239David Peterson
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
aparece tarde (1074) en la Colección Diplomática de la Rioja (Rioja26 = Cogo-
lla410), estando completamente ausente del detallado censo de Nájera que es
Rioja14 (1052).
Michelena nos avisa de la existencia de dos zonas onomásticas, “la navarra y
la próxima a Castilla”37, pero aun así demasiadas veces se contempla la antro-
ponimia ‘vasca’ como un bloque homogéneo, como parece que hacía Barrios
García cuando describía Oveco como un nombre “usado frecuentemente entre
los vascos y navarros”38. Más acertado es el análisis de González Bachiller,
“nombres que los especialistas designan genéricamente como ‘pirenaicos’ (Gar-
cía, Sancho, Eneco, Aznar, Lope, etc.), así como los ‘alaveses’ (Beila, Belasco,
Oveco, etc.)”39, y sugerimos que en pocas ocasiones queda tan diáfanamente
delimitada esta distinción entre lo navarro y lo alavés que en la distribución
temprana del nombre Oveco, y notamos que la falla de transformación parece
trazarse por la divisoria del Oja.
37. MICHELENA, Apellidos vascos, p. 20.
38. BARRIOS GARCÍA, “Repoblación de la zona meridional del Duero”, p. 43.
39. GONZÁLEZ BACHILLER, “Antroponimia vasca en la documentación de Santo Domingo de la Calzada”, p.
384.
Mapa XXX. Una frontera onomástica: apariciones emilianenses del nombre Oveco en el Pasillo hasta 1100
240 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
eL CuLto De san MiLLÁn
Cuando se observa la geografía del culto del santo de Berceo, parece pertinen-
te distinguir entre un santo riojano y un culto castellano. Hablar de un santo
riojano supone pecar algo de anacronismo, pero concuerda con la geografía
actual del centro cultual, y también con la geografía de gran parte de los acon-
tecimientos relatados en la Vita. El culto, en cambio, fue plenamente castellano,
y este calificativo coronímico no supone anacronismo alguno. Como se aprecia
en el mapa adjuntado, la geografía del culto corresponde bien con el Condado
de Castilla y otras estructuras políticas vinculadas a él (esencialmente el Con-
dado de Álava). La correspondencia espacial entre culto y estructura política
apunta hacia una cronología común, e incluso se intuye un proyecto político
detrás del auge de un culto que se identifica insistentemente con el Condado:
el papel que ejerce San Millán en el Poema de Fernán González40; la noticia de
peregrinajes ancestrales desde Lara41, el solar más mitificado de la familia con-
dal castellana; y el uso del hagiónimo para nombrar el punto más emblemático
de la Demanda castellana42.
Pero al margen del simbolismo del culto, notamos que en términos puramente
geográficos, de nuevo, estamos ante un fenómeno cultural presente en Castilla
y en Álava, pero ausente de la Tierra de Nájera; el mismo patrón observado
antes con Oveco y que se observará más adelante con la toponimia vasca. El
culto se extiende por toda la provincia de Álava, incluso hasta Zuazo, Larrea
y San Román de San Millán en el extremo oriental de la llanada, y hasta Ba-
40. Poema de Fernán González, #417 y ss.
41. Cogolla408, 1073, “Contigit ut magna parte plebibus de Lara venirent causa orationis ad atrium beati Emiliani
... sicuti habuerunt cum avis meis Ordonius rex, Garsia, Sancius et Garsia reges.”
42. ALFONSO XI, Libro de la Montería, folio 98r. Sin embargo, cuando PÉREZ-EMBID WAMBA (Hagiología y
sociedad en la España medieval, pp. 44-49) quiere explicar el desarrollo del culto de San Millán en términos de
finalidades políticas, se fija en la extensión de Navarra hacia el este, y concretamente en la conquista de Calahorra
por García de Nájera. La idea de que exista un vínculo entre la hagiología y el dominio político del espacio nos
parece acertada, pero todos los indicios apuntan hacia la expansión occidental (hacia Castilla) y no la sincrónica
expansión oriental hacia Calahorra, como motor detrás de la promoción del culto emilianense en el siglo XI.
Pérez-Embid hace referencia a “una mozarabía [calagurritana] que veneraría al eremita biografiado por Braulio de
Zaragoza” (ob. cit., p. 45), pero ¿qué indicios existen de este culto mozárabe a favor de San Millán? No tenemos
noticia de él, no queda rastro en la diplomática calagurritana editada por RODRÍGUEZ R. DE LAMA, y tampoco
aporta ningún ejemplo Pérez-Embid. Tres de las cuatro adquisiciones emilianenses en Calahorra (folios 52 y 53
del Becerro) son donaciones reales (Cogolla235, Cogolla305 y Cogolla357), la única excepción es la donación de
una viña por Garcia Rebidilliz en 1073 (Cogolla410). Sugerimos que si el culto de San Millán tiene una relevancia
política deberíamos buscarla hacia el oeste, en Castilla.
241David Peterson
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
rriobusto en la Rioja alavesa. No obstante, como hemos mencionado antes en
referencia a la antroponimia, el testimonio diplomático medieval alavés resulta
algo lacónico, y la vertiente alavesa del culto se aprecia mejor con referencia
a las devociones parroquiales actuales43, recurso metodológico no disponible
(evidentemente) para el estudio de la antroponimia medieval.
Volviendo a la documentación medieval, de nuevo se observa el contraste entre
una proliferación de apariciones al oeste, norte y sur de la divisoria del Oja, y
la relativa escasez de las mismas al este, donde, al margen del ‘centro’ del culto
en Berceo, encontramos tan sólo dos dedicaciones (ambas tardías) al santo
de la Cogolla: una en Alesanco y otra en Quel44. El hecho de que el supuesto
‘centro’ cultual es totalmente excéntrico resalta la descompensada distribución
43. GARCÍA FERNÁNDEZ, Laguardia en la Baja Edad Media, p. 79. MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San
Millán y sus Monasterios Filiales”, p. 19.
44. MARTÍNEZ DÍEZ (“El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”, p. 11) menciona un monasterio
dedicado a San Millán en Badarán que sería incorporado al dominio del gran cenobio homónimo en 1094, pero
no encontramos referencia diplomática alguna a tal cenobio, y quizás el error se debe a la mala lectura (“San
Millán en Badarán” y no “San Millán de Badarán”) de la reseña de Cogolla2/235, puesto que Martínez cita el
año 1094, probable fecha de este texto. La presencia del culto también parece residual en Navarra, con sólo San
Millán de Lete como decanía de Santa María de Irache, GARCÍA FERNÁNDEZ, Santa María de Irache (958-1557).
Una presencia testimonial de este tipo no contradice la esencia de nuestro argumento en este apartado: que el
culto se concentra en tierras vinculadas a Castilla hasta el cambio de Milenio, a pesar de llevar actualmente la
Mapa XXXI. La geografía del culto de San Millán
242 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
espacial. A pesar de la importancia plenomedieval del cenobio de la Cogolla y
su aparente promoción por la corona navarra, el culto en sí apenas deja huella
en la Tierra de Nájera, y sospechamos que la promoción navarra del culto
fuese únicamente como herramienta para afianzarse las comarcas orientales de
Castilla.
la geografía del culto de San millán: advocaciones según la diplomática medieval
45
REF. MAPA AÑO LUGAR DOC. REF. ZONA45
1 872 Tresores Cogolla11 Castilla
2 873 Salcedo Cogolla15 Álava
3 937 Abecia Cogolla24 Álava
4 942 Cogolla Cogolla29 Castilla
5 947 Hiniestra Cogolla46 Castilla
6 978 Oca Condes52 Castilla
7 978 Añana Condes54 Álava
8 998 Porcelos Cogolla115 Castilla
9 1008 Revenga Cogolla133 Castilla
10 1039 Orbaneja Cardeña233 Castilla
11 1045 Albillos Cardeña247 Castilla
12 1057 Revenga Valpuesta62 Castilla
13 1058 Loranco Cogolla299 Castilla
14 1059 Lara Cardeña287 Castilla
15 1062 Hoyo / Foio Cogolla327 Castilla
16 1064 Yécora Cogolla354 Castilla
17 c.1082 Hermosilla Cogolla2/500 Castilla
18 1095 Villiella Cogolla2/254 Castilla
19 1096? Rioja alavesa Cogolla2/492 Álava
20 1100? Quel Albelda68 Navarra
21 1151 Juarros Ibeas11 Castilla
22 1168 Alesanco Rioja218 Navarra
etiqueta de ser un culto riojano. Notamos también que el culto no recibe mención en la obra de JIMENO ARAN-
GUREN sobre los Orígenes del Cristianismo en Navarra.
45. Aquí dividimos el espacio contemplado según la realidad política durante la mayor parte del siglo X, tam-
bién representada por sendas líneas que marcan la divisoria en la Sierra de la Demanda (según el texto de 1016) y
en el Pasillo en sí: así los lugares corresponden o bien a Navarra (que incluye aquí la parte de La Rioja controlada
por la monarquía pamplonesa durante ese siglo) o a uno de los dos condados de Castilla y Álava.
243David Peterson
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
Como antropónimo el nombre Emilianus / Millán tiene un perfil muy discreto
en la documentación manejada. En toda la documentación emilianense anterior
a 1076 no hallamos ni una sola aparición como nomen (de 1709 nomina),
mientras en la documentación no emilianense observamos tan sólo una apa-
rición de este antropónimo anterior a 107046, mientras la primera aparición
‘riojana’ no se da hasta 1071 (Valvanera59). Sin embargo, en este caso no es una
cuestión de diferenciación espacial; ya que el nombre tampoco aparece en los
índices ‘castellanos’ de Cardeña. Simplemente, parece que el nombre no estaba
‘de moda’ en el siglo X y las primeras décadas del siglo XI.
A partir de 1070, en cambio, sí empieza a aparecer el nombre en la diplomática
manejada47. Si aceptamos que el debut diplomático de un individuo tiende
a ser cuando éste ya ha madurado lo suficiente como para aparecer en una
documentación que nombra casi exclusivamente a poseedores de derechos
inmobiliarios48, podemos adelantar el relanzamiento del culto una generación
antes de la reaparición diplomática del nombre. Así el uso del nombre sería
propio de los bautismos de la primera mitad (segundo cuarto) del siglo XI, el
momento en que la corte navarra se instala definitivamente en Nájera y se incli-
na hacia la expansión occidental, características del reinado de García de Nájera
(1035-1054), y de la segunda mitad del reinado de su padre Sancho el Mayor
(1004-1035). Así se recupera la memoria de un santo tradicionalmente venerado
en las comarcas occidentales de Castilla, pero cuyo culto se centra a escasa
distancia de Nájera, a la vez que se expande el dominio navarro-najerense hacia
estas mismas comarcas.
Pero necesariamente supone un relanzamiento del culto, pues mucho antes de
este uso antroponímico tardío, se observa el ya comentado uso hagiotoponí-
mico limitado a la área castellano-alavesa, uso cuya falta de correspondencia
con la antroponimia castellana del siglo X nos hace pensar en un origen aun
más temprano. Tenemos referencias tempranas (anteriores a 950) a templos
46. Hacia 1028 en Valdegovía (Cogolla136), como patronímico: Monnio Milianiz.
47. Miliane (Valvanera59, 1071), Miliane Schierdo (Cogolla2/23, 1079), domno Milian (1081, Cogolla2/35), Mi-
lian Munnioz (1083, Cogolla2/59), Miliano (1087, Cogolla2/169), Millan Beila (1087, Cogolla2/155), Milian (1101,
Cogolla2/285), Milian Iohanne (1127, Cogolla2/353), Emilianus Fornarii (1132, Rioja102), Milian (1167, Cogo-
lla2/408) y Petrus Milian (1192, Cogolla2/471).
48. Miliane (Valvanera59, 1071) tiene mujer e hijos y es, por tanto, mayor de edad; mientras la siguiente apari-
ción (Cogolla2/23, 1079) del nombre es gracias a los hijos de Miliane Schierdo.
244 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
Castilla-ÁlaVa: neXo PolÍtiCo-Cultural
dedicados al santo en Tresores (Montes Obarenes)49, en Salcedo (Álava)50, en
Abecia (Álava)51, y en Hiniestra (Montes de Oca)52 además de en la Cogolla
(Demanda), mientras San Millán de Revenga (Alfoz de Lara) es un monasterium
desertum ya en 100853. Además, los cenobios de Salcedo y de Hiniestra son pro-
tagonistas de mucha de la temprana documentación conservada en el Becerro
Galicano de San Millán de la Cogolla, y parecen instituciones de cierta enjundia
ya a principios del siglo X y en absoluto fundaciones ex novo.
Sugerimos, por tanto, que el culto a San Millán experimenta distintos momentos
de auge:
1. Periodo visigodo (ss. VI - VII). Braulio de Zaragoza inmortaliza al
ermitaño de Berceo hacia 636; quizás se utiliza este culto como ins-
trumento evangelizante en Álava.
2. Periodo protocastellano. El origen de la mayoría de los cenobios
y topónimos que llevan esta dedicación, no tiene por qué haber un
lapsus en el culto entre este periodo y el anterior, pero la ausencia del
culto en La Rioja y su aparición en Álava sugiere un auge durante el
periodo 760 a 900.
3. Siglo X. Extraña ausencia del uso del nombre como antropónimo,
pero gran arraigo ya como hagiotopónimo, y el culto en sí aún tiene
cierta importancia como indica la referencia a monarcas leoneses de
mediados del siglo X (Ordoño III o IV) en el acuerdo reafirmado por
Sancho de Peñalén que garantizaba acceso al cenobio para peregri-
nos castellanos (Cogolla408, 1073).
4. Periodo riojano. De 1025 en adelante (se manifiesta sólo a partir de
1070 entre la antroponimia), y promovido por intereses geopolíticos
navarros, este periodo verá la inauguración del monasterio de Yuso,
y la agregación a San Millán de gran número de monasterios.
49. sancti Emiliani in Tresores (Cogolla11, 872).
50. ad honore Sancti Emiliani et Sancti Stefani de Salceto (Cogolla15, 873).
51. eclesia sancti Emiliani et sancti Iacobi in Abeiza (Cogolla24, 937).
52. ad vocatione Sancti Iohanne Baptiste et Sancti Emiliani presbiteri (Cogolla46, 947).
53. Cogolla133 (también Condes63), 1008.
245David Peterson
estratos etnolingüísticos y sus contextos históricos
Cuando arranca la documentación pormenorizada referente a nuestro espacio,
en el siglo X, nos encontramos con una gran complejidad lingüística: textos
latinos1 sembrados con una toponimia que refleja la vernácula romance de la
región, pero también con evidentes y abundantes contribuciones onomásticas
semíticas y vascas, amén de una gran masa onomástica de difícil clasificación.
Aunque esta complejidad se nos presenta esencialmente a través de la onomás-
tica, creemos que representa también complejidad lingüística.
Este no siempre es el caso, y, por ejemplo, onomástica fosilizada de nume-
rosas raíces distintas puede encontrarse también en sociedades esencialmen-
te monolingües. Es más, en el espacio y tiempo que contemplamos también
hay sustratos onomásticos fosilizados; la antroponimia de origen germánico
(Gonzalo, Alfonso etc) sería el caso más obvio. Sin embargo, también existen
estratos vivos o sólo recientemente fosilizados cuando los encontramos en la
documentación, y la aportación de estos estratos, su cuantía y distribución, nos
puede ayudar a iluminar los siglos oscuros (ss.VIII-IX). Cuando decimos que se
tratan de estratos ‘vivos o sólo recientemente fosilizados’ es porque en algunos
casos la historia geopolítica nos ofrece una cronología obvia para su aparición,
y este es el caso, por ejemplo, de la onomástica arabo-bereber (aunque no la
1. Queda algo al margen de estas consideraciones la teoría de WRIGHT (Latín tardío y romance temprano en
España y la Francia carolingia) de que este latín escrito representara en realidad la vernácula.
246 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos
hebrea). En cuanto a la onomástica vasca, no emerge de la cronística un can-
didato cronológico tan firme, aunque sí sugeriremos que se debería favorecer
una cronología sobre otras, sobre todo cuando se tienen en cuenta aspectos
internos (lingüísticos) del comportamiento de esta onomástica.
Nuestra intención es la de estudiar tres de estos estratos (esperamos aclarar si
se tratan de sustratos, superestratos y / o adstratos a lo largo de los sucesivos
análisis), intentando aplicar las coordenadas de espacio y tiempo a la compleja
madeja onomástica, y así desenredar algo la historia del Pasillo en los siglos
oscuros. Los tres estratos contemplados son:
1. la temprana (principios del siglo X) abundancia de onomástica semí-
tica en Castilla;
2. la toponimia vasca que aparece antes en la documentación castellana
que en la navarro-riojana; y
3. la abundancia de antroponimia judía en Nájera a mediados del siglo
XI.
En cada caso partimos de la observación de esta onomástica en la diplomática,
que en sí sigue un costoso proceso de definición del grupo onomástico, para
pasar a su contextualización histórica, siempre intentando cuantificar los fenó-
menos a pesar de las bien conocidas limitaciones de las fuentes manejadas a
este respecto.
La metodología varía sensiblemente en los tres casos:
1. En cuanto a la onomástica castellano-semítica haremos uso de la do-
cumentación de San Pedro de Cardeña, en el extremo occidental del
Pasillo. Aunque también se observa abundante y temprana toponimia
de este corte, nos concentraremos en la antroponimia, ya que este
registro es de más fácil contextualización cronológica, además de ser
aquí abundante y también bien contextualizada espacialmente.
2. En cambio, los indicios más claros del euskera al sur del Ebro se
encuentran entre los topónimos, registro que permite un análisis es-
pacial muy preciso. Aquí la antroponimia es menos aprovechable,
puesto que en muchos casos es prácticamente imposible definir en
términos etimológicos cuáles son nombres vascos (Muño, Oveco, Bela
etc.), mientras muchos de los nombres más corrientes en ambientes
247David Peterson
estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos
euskaldunes también aparecen en situaciones claramente romance-
parlantes, por ejemplo, el uso de los nombres García y Sancho entre
la familia real leonesa. En fin, lo vasco se aprecia mejor a través de la
toponimia.
3. Por último, volveremos a la antroponimia para acercarnos a la co-
munidad judía. Primero tendremos que salir del Pasillo altomedieval
tanto cronológica como espacialmente a la hora de definir qué es un
nombre hebreo, para suplir la ausencia de datos existentes sobre la
hebreonomástica altomedieval, pero luego los datos analizados pro-
vienen generalmente de Nájera y su entorno.
La CoMPLeJiDaD LingÜÍstiCa De La soCieDaD ConteMPLaDa
Antes de intentar desmadejar el lío onomástico, es pertinente contemplar esa
complejidad en sí, pues sus implicaciones son considerables, tanto para nuestro
proceder metodológico, ya que es el motivo de que el proceso de definición
de los diferentes estratos onomásticos haya sido tan costoso, como para la
comprensión histórica de la sociedad del Pasillo en el Altomedievo. Con esta
finalidad ofrecemos algunos ejemplos, sobre todo, con el ánimo de ilustrar la
problemática.
Çumelhegi y Zumel. Cuando Michelena hallaba el topónimo Çumelhegi en
un contexto vizcaíno, naturalmente tendía a buscar una solución euskérica
(zumel = ‘aladierna’)2, y lo lógico sería extender esta evaluación a las varias
apariciones alavesas de lo que parece ser la misma radical, sobre todo cuando
llevan lo que aparentan ser sufijos euskéricos que combinan habitualmente con
fitónimos (Zumeldi, Zumelza, Zumelzu3), aunque ya quizás se vislumbra un
primer problema aquí ya que no es tan claro que el sufijo –egi aparezca en la
fitotoponimia4. Por otra parte, en un contexto espacial burgalés, Oliver Pérez
recurre a una etimología semítica a partir del antropónimo árabe Sumayl para
explicar el topónimo Zumel que aparece a la vez como topónimo mayor y
2. MICHELENA, Apellidos vascos, #630, p. 170.
3. LÓPEZ DE GUEREÑU GALARRAGA, Toponimia alavesa, pp. 522-523.
4. “-egi suf. local, ... unido muchas veces a radicales poco claros ... es indudable que a veces tiene un sentido
especializado de ‘casa, vivienda’ ... ”, MICHELENA, Apellidos vascos, #194, p. 80.
248 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos
como hidrónimo5. Pues bien, sugerimos que ambos procederes son correctos,
pero ¿cuál debería ser la solución en espacios donde se mezclan los dos sustra-
tos? caso del entorno de San Martín Zar (Condado de Treviño) donde también
se halla el topónimo Zumel6, y ahora sin sufijo vasco para ayudarnos. Más que
nada son puntualizaciones metodológicas: deberíamos ser conscientes de los
varios estratos que coinciden en el espacio contemplado.
Hatumanhuri. Con todo, lo lógico sería esperar etimologías vascas en zona
euskaldún, y en principio éste debería ser el punto de partida, pero esta lógica
no debería ser exclusiva, y si buscamos un contexto en el cual encajar un nom-
bre, cuando más enriquecida esa contextualización, mejor. Así, por ejemplo,
en el caso de los núcleos altorriojanos que terminan con el sufijo vasco –uri,
ya tenemos un contexto vasco inserto en otro romance. No obstante, se puede
enriquecer el contexto aun más. Y cuando observamos que los primeros ele-
mentos de algunas de estas villas parten de antropónimos (Velascuri, Vermudu-
ri, Herramélluri), y además de orígenes distintos, deberíamos tener en cuenta
la presencia en la zona de toponimia que utiliza antroponimia aparentemente
semítica. En concreto, entre los asentamientos en –uri hay uno, Hatumanhuri
(Cogolla421, 1075), luego contraído hacia el actual Atamauri, que parece tener
un primer elemento antroponímico semítico7. De ser aceptable esta etimología
tendría cierta trascendencia histórica, pues sugiere que la antroponimia semítica
todavía era viva en el Pasillo cuando se fundaban estos asentamientos en –uri,
fenómeno éste cuya cronología examinaremos más adelante.
En otros casos el significado parece obvio a priori, pero algo desentona. Es el
caso de la toponimia en zahar estudiada ya, que a priori parecía tener una
etimología (vasca) sólida, pero cuya proliferación y distribución nos hace cues-
5. OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe...”, p. 101, n. 19. Según Terés, se trata de un “di-
minutivo, de interpretación dudosa y poco usado en la vieja onomástica árabe ... tenemos en la toponimia ... el
Cerro de Zumel y Zumel Redondo ... ”, TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #230.
6. “ZUMEL, labrantíos en San Martín Zar y Taravero”, LÓPEZ DE GUEREÑU GALARRAGA, Toponimia alavesa,
p. 522.
7. “Utman. Antiguo nombre árabe de resonancia totémica ... Ha sido usado profusamente en todas las épocas
y áreas en la onomástica árabe y en la documentación hispánica se halla reflejado, vgr., en [entre otros muchos
ejemplos] ... Att(h)uman ... Automan ... Autuman ... Villa de Autman ...”, TERÉS, Antroponimia hispanoárabe,
#281; asimismo en la documentación manejada se observa Auteman (Cardeña16, 926). Por su parte, MICHELENA,
ya se fijó en este componente onomástico semítico, aunque no desarrolló el tema, “Onomástica y Población en
el antiguo reino de Navarra: La Documentación de San Millán”, p. 67.
249David Peterson
estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos
tionar tal origen, y fijarnos en características morfológicas extrañas en algunos
de los casos encontrados. Otro caso parecido es el de Ama Sarrazina.
Umma / Ama: Notamos la proximidad a la vez semántica y fonética de estas
dos partículas onomásticas. Ambas significan ‘madre’ en, respectivamente, ára-
be y vasco. En cuanto a su similitud fonética y formal, más allá de lo evidente,
se observa vacilación entre ’a’ y ‘u’ iniciales en onomástica vinculable con
ambos estratos. La vacilación es relativamente corriente entre las vocales pretó-
nicas vascas8, y de especial interés, por corresponder a la onomástica femenina
de nuestro espacio, es el caso de la mujer de Muño Muñón de Orbón quien,
en dos redacciones del texto Valvanera167 (1081), aparece como Umaduenna
(Becerro Visigótico), y como Ama Duenna (Archivo Histórico Nacional, carpeta
#1064). Asimismo, entre la onomástica semítica observamos la trasformación
de la kunya femenina árabe hacia formas con A- inicial, como por ejemplo
Amaiub < Umm Ayyub9. Mientras la partícula para-onomástica Ama es relati-
vamente corriente en Castilla, lo es mucho menos en el extremo oriental del
Pasillo, y extrañamente en sus únicas apariciones en La Rioja anteriores al siglo
XII siempre viene acompañada del nombre Sarrazina10. Dada la obvia carga se-
mántica de este último nombre, nos preguntamos si en estos casos en realidad
no estamos ante casos de Umma Sarrazina en vez de Ama Sarrazina11.
Eita12. Se entiende que el equivalente masculino de Ama sería Eita13, con el
significado de ‘padre’ en vasco, y que aparece en nuestra documentación en
8. Por ejemplo, Irunia (Albelda12, 945), Erunia (Cogolla178, 1024), Urunia (Leire34, 1043), Arunga (Cogolla294,
1055), todas, aparentemente, referencias al mismo asentamiento (¿precursor del actual Uruñuela?) próximo a Nájera.
9. Umm(a), la kunya femenina, que introduce el elemento matronímico en el tripartito nombre árabe, por ejem-
plo Amaiub < Umm Ayyub, cf. OLIVER PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe de la región castellano
leonesa”, p. 99.
10. Ama Sarazina / Serraquina en Cañas (Cogolla184, 1028) y Ama Sarrazina en Cameros (Cogolla434, 1076).
No será hasta mediados del siglo XII que encontramos Ama en el espacio riojano-navarro sin Sarrazina: Ama
Exabita (Rioja84, c.1135) y Ama Tota Vetula (Rioja124h, c.1145), en ambos casos en Calahorra. Para una relación
completa de las apariciones de este elemento onomástico véase el correspondiente Apéndice – Ama y Eita.
11. Es más, si se apartan los casos cuando Ama sintoniza con Sarrazina, (y que sospechamos no sean lo que
aparentaban a priori), la partícula vasca Ama aparece muy tarde en la Rioja. Más adelante estudiaremos la topo-
nimia, pero el seguimiento de esta partícula es otro indicio, independiente del registro toponímico, de la aparición
tardía del euskera en la parte oriental del Pasillo.
12. Todas las apariciones de la voz Eita (con sus variantes Ecta, Echa, Egga, Aita etc.) se recogen en el Apéndice
Ama y Eita.
13. MICHELENA, Apellidos vascos, #20, p. 41.
250 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos
una función para-onomástica semejante a la de Ama. De nuevo, notamos una
extraña simbiosis entre esta partícula vasca y onomástica semítica o semitoide.
No tenemos por qué cuestionar el significado y etimología atribuidos univer-
salmente a esta partícula, pero la comentada simbiosis sí nos parece ilustrativa
de la complejidad onomástica y lingüística de la documentación contemplada.
Si contemplamos el elenco de nombres que acompañan a Eita, son muy poco
representativos de la antroponimia de la diplomática manejada. En parte esto se
explica por la tendencia de Eita a fosilizarse como un nombre propio en alianza
con Vita, en sí un fenómeno curioso14, pero también abundan los nombres
con aires semíticos: Fabibi (Valvanera55, 1070); Gabdella (Rioja99, 1132); Gaziz
(Rioja81, 1135?); Gemelle (Valpuesta32, 956); Muza (Rioja14-2, 1052); Scape (Co-
golla2/498, 1073?); Çalema (Rioja319, 1192); Cecri (Rioja84, 1135?); Ziti (Cogo-
lla175, 1045?); Cyti (Oña2/15, 1068)15. En Calahorra durante el siglo XII se utiliza
casi exclusivamente para referir a población con nombres semíticos. ¿Cómo se
explica esta proximidad de la partícula vasca a la antroponimia semítica?
Martínez Sopena considera Eita, cuando aparece entre la antroponimia leonesa,
como un nombre plenamente arabo-bereber, relacionado con Eiza16, lo cual
ayudaría a explicar su prolífica extensión por partes del noroeste peninsular
donde es difícil pensar en inmigración vasca, pero que no cuadra muy bien
con el uso para-onomástico que hemos observado. Con todo, la hipótesis de
Martínez Sopena ilustra a la perfección la complejidad onomástica de la docu-
14. Hemos contabilizado 16 casos (de 79) así, una altísima proporción. Estimamos que Eggavita debería con-
siderarse como un nombre más, y ya no como partícula + nombre. Se habrá perdido, por los motivos que sean,
el contenido semántico de Eita, y se ha convertido en un nombre propio, con el ejemplo más clarificador del
proceso cuando observamos un patronímico formado a partir del nombre (Bermudo Ectavitaz, Cardeña330,
1070). No obstante, deberíamos tener en cuenta que Vita también es un nombre asociado en muchos casos con
las minorías semíticas, siendo el equivalente de Haym en hebreo, y de ‘Amr en árabe, y siendo particularmente
corriente entre la minoría judía. Asimismo ‘Amr, según TERÉS (Antroponimia hispanoárabe, #306), aparece “so-
bre todo en kunya, como se refleja, vgr., en MPO Abohamor; ES Aboamar; MHE Abuambre; RM Aboambre“, del
cual Eggavita sería un calco, en sí híbrido vasco-castellano.
15. Fabibi < habîb, TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #63; Gabdella < abdallah, Ibid., #273; Gaziz < gaz(i),
#332; Gemelle < yamil?, TERÉS recoge Gemila (Ibid., #55), mientras AGUILAR y RODRÍGUEZ recogen Gamil,
Gemil y Gemel; Muza < mûsà, Ibid., #393; Scape < šâbb = ‘joven’, Ibid., #201; Çalema < salama, Ibid., #187,
o quizás mejor < sulayma, diminutivo de salama, Ibid., #188; Zecri < Zakariyya, Ibid., #156, sería una forma
apocopada (práctica habitual con este nombre) y se recogen las formas Zikiri, Abozekar, Ibencechri y Abcichri
(mientras AGUILAR y RODRÍGUEZ recogen Abozecri en el mismo contexto); Ziti / Cyti < sa 'îd = ‘feliz’, Ibid.,
#180; o < zayd = ‘incremento’, Ibid., #165.
16. MARTÍNEZ SOPENA, “La antroponimia leonesa", p. 161.
251David Peterson
estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos
mentación manejada. Sugerimos que la simbiosis entre Eita y la antroponimia
semítica se debe sencillamente a la abundancia de estos nombres en el Pasillo,
donde también ha arraigado fuertemente esta voz vasca. En cambio, la ono-
mástica que emerge de la diplomática cortesana y cenobítica es dudosamente
representativa del pueblo llano, a cuya onomástica nuestra única manera de
acceder es a través de la marginada documentación popular.
Pero la complejidad lingüística que intentamos describir, no se limita a estos
casos de ambigüedad etimológica y simbiosis entre el árabe y el vasco, más co-
rrientes aun son las voces de uno u otro estrato minoritario que se castellanizan.
Algunas veces disponemos de un seguimiento diplomático relativamente com-
pleto de la evolución del nombre, y así observamos el viaje de *Haranluzea
(= ‘valle’ + ‘longo’) hacia el actual Froncea:
Faranlucea (Cogolla47, 947);
Faranducia (Cogolla167, 1017);
Fronducea (Burgos165, 1163);
Frenuncea (Burgos528, 1221);
Frenuncea (Oña2/601, 1325).
Este proceso castellanizante todavía no ha terminado, y se observa la tendencia
a interpretar lo desconocido (el desaparecido Froncea) en el contexto de lo co-
nocido, en este caso el topónimo altorriojano Foncea, de etimología aparente-
mente romance17: Fonzea (175818); Foncea (198319). Otro ejemplo nos ofrece el
más corto viaje de Blascori hacia Velasco: Blascori (Cogolla369, 1068); Velascor
(Cogolla2/419, 1173); actual Velasco, barrio de Herramélluri.
La onomástica de origen arabo-bereber también se transforma, y un ejemplo
relativamente bien documentado sería el probable viaje del antropónimo árabe
Hayyây (= ‘peregrino’) hacia el actual Agés20. Otras transformaciones se intu-
17. ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 480.
18. Archivo del Real Hospital de Villafranca de Oca, libro #405, Libro de Catastro o Apeos.
19. GARRIDO GARRIDO, Documentación de la Catedral de Burgos (804-1222), #528, a partir de Frenuncea del
texto, el editor sugiere Foncea.
20. Hageges / Haggegges (Rioja13, 1052); Fageg (Oña319, 1199); Fageh / Fagech (Burgos432, 1210); Fagech
(Burgos447, 1212); Fagege (Burgos528, 1221); Fageg (Oña2/457, 1230?); Hages (Valdeages1d, 1481). Cf. OLIVER
252 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos
yen, por ejemplo el actual (Castrillo de) Murcia a partir del antropónimo Muza,
pero en la ausencia del testimonio diplomático, se dificulta enormemente la
retroetimología, y más cuando más completa haya sido la castellanización.
Por ejemplo, uno de los topónimos más diáfanamente castellanos de nuestro
espacio sería el nombre del asentamiento aguas arriba de San Millán de la Co-
golla llamado Lugar del Río. Sin embargo, el aparente significado tan genérico
nos extraña, pero sobre todo su comportamiento diplomático nos inquieta;
pues extrañamente no aparece en la documentación emilianense, a diferencia
de todos los demás asentamientos del valle del río Cárdenas. Sí, en cambio,
aparece un topónimo en ese entorno, a la vez difícil de ubicar y con una fuerte
tendencia hacia la corrupción: serna de Eriezo de sursum (Cogolla2/301, 1105),
serna de Eriez (LEDESMA RUBIO, Cartulario de San Milán de la Cogolla, p.402,
doc. # 335bis), puente de Iriez (Rioja4/142, 1242), y quizás también Amunna
de Riego (Cogolla2/272, 1098). Sospechamos que el actual asentamiento sin
historia y el histórico asentamiento sin presencia actual podrían corresponder
al mismo lugar, y que el nombre Eriezo se haya trasformado (castellaniza-
do) en el actual El Río. Notamos la existencia de otras dos villas homónimas:
una burgalesa, el actual Villariezo, muy presente en la diplomática cardeniense
(Cardeña273, 1052 etc.); y otra navarra (Cogolla2/167, 1087)21. Es posible que
Eriezo sea en origen un antropónimo22, y así Uilla de Eriezo (Cardeña141, 969),
pero al margen de su etimología, citamos este caso principalmente para ilustrar
la tendencia castellanizante.
Otro ejemplo encontramos en el caso de Zaheit Barceiza. En su listado de
adelantados calagurritanos Rodríguez R. de Lama incluye “ZAET / ZAHEIT de
GARCEIZA / BARCEIZA y GARCIA”23. Se entiende que la forma básica del cog-
nomen es con G- inicial, y aparentemente una variante del conocido nombre
navarro García, con la B- inicial como errónea. Sin embargo, a partir de las
PÉREZ, “Observaciones sobre la toponimia árabe ...”, p. 101; TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #68.
21. También Ledesma hace referencia a una iglesia de Sª María de Eriezo (Cogolla2/71, 1083) que recibe ciertas
donaciones cercanas al Ebro, pero esto es el resultado de la transcripción errónea de lo que debe ser Enezo (=
Genezo = Guinicio), con la G inicial de Genezo suprimida por razones cultistas. Sobre esta última tendencia véase
PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”, pp. 605-6.
22. Cf. MICHELENA, Apellidos vascos, #216b / pp. 84-5.
23. RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de la Rioja, tomo I, p. 88.
253David Peterson
estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos
mismas transcripciones del editor se aprecia que no es el caso: Uarzeiza (Rio-
ja46), Garceza / Barceza24 (Rioja87); Uarceiza / Uarcetça (Rioja94); Barceiza
(Rioja97). La forma dominante es con B- inicial, mientras García no aparece en
estas transcripciones por ninguna parte25, y parece ser una forma introducida
por el editor. Si, como parece, la forma real es Barceiza, supone una contribu-
ción muy interesante a la antroponimia hebrea, quizás con un patronímico ara-
meo Bar- introduciendo el nombre *Ceiza26. No obstante, la castellanización de
nombres semíticos no es una invención de los editores del siglo XX. En el caso
de Zaheit Barceiza, la introducción de la ‘G’ inicial parece haberse iniciado en
el momento de redacción de Rioja87 (1126) que parece ser un original.
Otro caso del mismo contexto calagurritano tan rico en antroponimia semítica,
tanto evidente como camuflada, es el de Iohannes (de) Bombazo (Rioja138,
1145), cuyo último elemento probablemente deriva de iben Bazo27. En dos
textos calagurritanos del mismo periodo encontramos sendas referencias a Io-
hannes Barbaza28, y sospechamos que se trata del mismo individuo, ya que el
orden de citar los dignatarios en estos textos suele ser estrictamente jerarquiza-
do, y tanto Barbaza como Bombazo ocupan el mismo lugar justo después de
los dignatarios ‘civiles’:
– Rioja138 (1145): Martinus Stephani et Dominicus Michael uiros ciui-
les, Dominicus Iohannes de Bombazo ...
– Rioja145 (1147): Iudices ciuiles, Martin Stephan, Dominicus Michae-
lis; adenantato, Iohannes Barbaza ...
La diferencia se debe a que ahora el patronímico habría sido romanceado
(mejor quizás, mutilado) a partir del patronímico arameo *bar-Bazo, en vez del
árabe iben Bazo. Sólo podemos aventurar estas hipótesis cuando las personas
en cuestión son destacados miembros de la sociedad que aparecen más de
24. RODRÍGUEZ R. DE LAMA reproduce Garceza, pero apunta que “sobre la G va una B”, Colección Diplomá-
tica Medieval de la Rioja, tomo II, p. 158.
25. E. CANTERA MONTENEGRO (Las Juderías ..., p. 553) sabiamente restaura la forma Barceiza.
26. Acaso relacionado con Eiza (MARTÍNEZ SOPENA, “La antroponimia leonesa”, p. 161; cf. también Abeiza,
Cardeña29 etc.) o con Geiza (Rioja104, 1133) y Geza (Rioja14.6, 1052).
27. Rioja45, ca. 1100, otro texto carente de fecha pero riquísimo en onomástica.
28. Rioja145 (1147) y Rioja153 (1150).
254 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos
una vez y en contextos que nos permiten identificar al individuo a pesar de
los cambios sufridos por su nombre, pero no tenemos por qué pensar que
casos semejantes de romanceado de nombres exóticos no se diesen muchas
más veces, por ejemplo, el alchalde calagurritano de 1154 (Rioja174) llamado
Bardaio.
Otro ejemplo, quizás el estelar, ilustra a la perfección las dificultades expe-
rimentadas por los escribanos medievales con nombres de origen vasco. Se
trata del magnate camerano de la primera mitad del siglo XI, Fortún Ochoiz,
quien vería su nombre representado sucesivamente como Ochoaz (Laturce2),
Oggoiz (Cogolla166), Oggobiz (Cogolla179), Oscoa (Leire31), Ossoiz (Leire22),
Ossuac (Leire20), Osxoa (Leire30), Oxoa (Rioja4), Oxoiç (Leire17), Oxoiz (Rio-
ja3), Oxoys (Oña32), Oysgoac (Oña26), Oysgoaz (Oña19), Ozoiz (Cogolla146),
Uxoaz (Albelda35), Uxoa (Albelda36), Uxoiz (Cogolla267), Uxoriz (Cogolla260),
Uxuar (Albelda33), Uxuaz (Leire23), y Uzoiz (Oña35). Si esta variedad es fruto
del desconocimiento del escribano de representar gráficamente un sonido aje-
no, llama la atención de que ocurriese en la corte del Reino de Navarra, que a
priori tendría más familiaridad con la fonética vasca, sino en Oña, en Leire sí.
Estamos progresando lentamente hacia la conclusión de que no sólo transcien-
de una gran complejidad lingüística a partir de la documentación, sino que ade-
más esa complejidad es evidente a pesar de los filtros lingüísticos que tienden
a mermar la presencia de la onomástica exótica. Estos filtros funcionan a varios
niveles. Ya hemos observado la tendencia de castellanizar nombres tanto con
el paso del tiempo (*Haranluzea, por ejemplo), como en el momento de re-
dacción del texto (Barceza > Garceza). También existe un filtro que podemos
describir como socio-diplomático: para el periodo altomedieval nuestro único
acceso a la onomástica del pueblo llano es la diplomática cenobítica cristiana, y
en ella parece lógico pensar que figuran desproporcionadamente los cristianos,
y consecuentemente la presencia diplomática de las minorías religiosas será
necesariamente menor que su peso real social. Por último, parece probable que
en sus tratos con las comunidades e instituciones cristianas los judíos tendían
a utilizar nombres cristianos, dentro de un sistema de dualidad onomástica, y
siguiendo la plurisecular tendencia judía de adaptar su onomástica hacia la del
grupo dominante: “certains individus portaient à l’époque (et le font même
encore aujord’hui) deux séries de noms: l’une en hébreu pour l’usage religieux,
255David Peterson
estratos etnolingÜÍstiCos y sus ConteXtos HistÓriCos
l’autre, ‘civil’, pour la vie de la cité”29. El hecho es que la onomástica de los
judíos que aparecen explícitamente como tal en la diplomática cristiana es muy
diferente, mucho menos homogénea, que la que emerge de la diplomática
aljamiada30.
ConCLusiÓn
No hemos hecho más que describir muy someramente la complejidad del pro-
blema, con los objetivos de que:
– se reconozca la presencia de los varios estratos, su importancia cuan-
titativa (sobre todo teniendo en cuenta las excluyentes tendencias
filtrantes), su integración en los modelos geohistóricos, y en general
la complejidad lingüística y étnica del espacio que contemplamos;
– y se dirija la atención de los filólogos hacia la apenas estudiada y
muchas veces descontextualizada documentación ‘popular’ con su
rica aportación onomástica: Cogolla2/483 y ss., Cogolla2/282, Rio-
ja14, Rioja45, Albelda66 etc.
29. SHATZMILLER, “Le monde juif”, p. 90. El sistema dual también funcionaba en las comunidades mozárabes:
“Un phénomène important est constitué par la dualité des noms, le même personnage portante des noms diffé-
rents, et sans rapport entre eux, suivant la langue utilisée. Cette pratique remonte loin dans le passé des chrétiens
d’al-Andalus: le cas est bien connu de [...] l’évêque d’Elvira (Grenade) Recemundo, apelé en arabe Rabi’ Ibn
Zayd”, MOLÉNAT, “L’onomastique tolédane entre le XII et le XV siècle”, p. 169.
30. Lo cual tiene su lógica, pues dentro de una comunidad se tiende a definir al individuo a partir de su paren-
tesco. Sin embargo, fuera de la comunidad tal referencia carece de sentido, y se adoptan nombres más descrip-
tivos, de oficio o de características físicas. Así en la documentación cristiana a menudo se define a un judío con
referencia a su oficio, y raras veces con las elaboradas secuencias patronímicas tan corrientes entre los pueblos
semíticos pero carentes de sentido en ambientes extracomunitarios. Intuimos algo parecido con la antroponimia
observada en Santo Domingo de la Calzada, donde se dan varios casos de individuos que se definen como hijo
de X + mote: Lupus, ilius de Garsias Gordo (Calzada45); Petrus, ilius de Seme Ezcherra (Calzada55); Petro, de For-
tun Arzania (Calzada61); Gomiz, ilio de Saniz Ferrero (Calzada85); Rodrigo, ilio de Pedro Lombart (Calzada85);
Sancio, ilio de Pedro Gascon (Calzada85); Xemeno, ilius de Enego Navarro (Calzada94); Micu, i de Gomiz Gutia
(Calzada100). Sugerimos que la primera generación de inmigrantes no utiliza patronímicos, por las razones arriba
detalladas, pero la segunda generación sí. Otro fenómeno onomástico que busca una alternativa al patronímico
(por irrelevante), y que por tanto sugiere inmigración de primera generación, es cuando se define al individuo
como el yerno de X: Iohanes, iener de don Andres (Calzada34); Sancius Garceiz de Semsoto, ierno Sancii de
Oia (Calzada46); Beila, ierno de Sancho de Castanares (Calzada55); Munio gerno de Garcia de Villa Porquera
(Calzada59); Nunio, ierno de Garci Arciez (Calzada80); Blasco, gener de Garci Arciez (Calzada83); Martin, ierno
de Gonzalvo Veheregua (Calzada88); don Semeno, ierno de “lalcalde de Oiacastro” (Calzada89); Martin, ierno de
Garci Aldayco (Calzada95); P. Munioz, ierno de dona Semena (Calzada101).
257David Peterson
onomástica semítica en la Castilla Condal
Después del quebrantamiento del poder andalusí a mediados del siglo VIII
descrito en capítulos anteriores, la Cuenca del Duero se sumiría en una larga y
profunda depresión, la famosa Despoblación de la obra de Sánchez Albornoz1.
La mayoría de especialistas ya rechazan interpretaciones radicalmente despo-
blacionistas, y respecto al tema remitimos al artículo de García González tanto
por su estado de la cuestión como por su sugerente modelo de desestructura-
ción2; y en lo que sigue partimos del supuesto de que no se llegó a despoblar
del todo la Meseta Norte durante el siglo VIII.
No obstante, nuestro espacio no coincide precisamente con la Meseta. En cuan-
to a la problemática de despoblación-desestructuración, la geografía de nuestro
espacio imposibilita la aplicación sin más de argumentos y modelos diseñados
para explicar acontecimientos en la inmensa, pero más distante de cualquier
poder andalusí, Cuenca del Duero. Sugerimos que la ubicación estratégica del
Pasillo haría aun más vulnerables los asentamientos en llano sitos en él, y si
añadimos la estrechez (poco más que veinte kilómetros) del Pasillo, que per-
mite su travesía en una sola jornada, sería relativamente factible el control del
mismo desde refugios resguardados en las tierras altas al norte y al sur. Es más,
1. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Despoblación y repoblación en el Valle del Duero.
2. GARCÍA GONZÁLEZ y FERNÁNDEZ DE MATA, “Antropología, Arqueología e Historia. La desestructuración
de la cuenca del Duero en la transición de la Antigüedad a la Edad Media”.
258 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
sospechamos que este repliegue hacia la sierra ya sería una tendencia durante
el periodo visigodo. Por lo tanto sugerimos que, en cuanto al Pasillo en sí, y
sobre todo las tierras expuestas próximas a las vías romanas, funcionaría una
solución más próxima a la tan cuestionada despoblación que lo que sería admi-
sible en la Cuenca del Duero en sí. Su corolario sería una mayor estructuración
de las serranías al norte y al sur del Pasillo, cuyos moradores arriesgarían sus
rebaños en los llanos cotidianamente pero no una ocupación continua.
PLanteaMientos MetoDoLÓgiCos
La onomástica semítica es un hecho innegable desde el primer momento (prin-
cipios del siglo X) en que tenemos abundante documentación referente a la
mitad occidental del Pasillo, que podemos ya denominar Castilla. Entre la to-
ponimia los casos son casi siempre antropotoponímicos como ya observamos
en contraste con las tierras banuqasies: villa de Obtuman cerca de Ubierna (ca.
937, Cardeña26); Quintana de Muci cerca de Hiniestra (951, Cogolla60); Fonza-
leche (fonte de Abzallete 959, Cogolla82); y Agés (Haggege, 972, Cardeña152).
También observamos los casos puramente antroponímicos de Abelmundar
Telluz, poblador de Cerezo (pre-936, Cogolla23), Oveco Hazan en Oca (932,
Cogolla20), y Ablazar en Milanes cerca de Hiniestra (943, Cogolla33).
Parece que esta onomástica semítica corresponde a un estrato onomástico en
decadencia cuando se observa a mediados del siglo X, ya que tiene mayor
presencia en topónimos, que en este contexto son esencialmente antropónimos
fosilizados (sólo algunos de los cuales han llegado hasta el presente), y relati-
vamente poco entre los protagonistas de la documentación cenobítica. Incluso,
entre los antropónimos citados arriba, notamos que la referencia a Abelmundar
Telluz es pretérita (“de tempus quando ...”). Sin embargo, la documentación
referente al Pasillo en este periodo es muy fragmentaria, circunstancia que
dificulta la contextualización de la onomástica contemplada, y sugerimos la
conveniencia de consultar la bibliografía referente al fenómeno en otros espa-
cios que comparten con el Pasillo ciertas vivencias históricas del siglo VIII, y
concretamente León, donde la abundante diplomática temprana ha permitido
que se avanzase en este respecto mucho más que en Castilla3.
3. AGUILAR SEBASTIÁN, “Onomástica de origen árabe en el Reino de León (siglo X)”; AGUILAR SEBASTIÁN y
RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia de origen árabe en la documentación leonesa (siglos VIII-XIII)”; ESTEPA
259David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
Mucho más cerca del Pasillo, pero saliendo de sus límites estrictos, encontra-
mos abundante onomástica aparentemente semítica en el entorno de San Pedro
de Cardeña y la ciudad de Burgos. En esta comarca vecina la documentación
para este periodo es más abundante, geográficamente más concentrada, más
temprana y, en general, más homogénea que en La Bureba4, características que
nos permiten un acercamiento más estadísticamente riguroso al ‘problema’ de
esta onomástica y su origen y cronología. La distancia entre los dos escenarios
es mínima, lo cual nos hace pensar que la metodología de utilizar la onomástica
cardeniense para entender la cronología de su equivalente burebana podría ser
válida.
Hemos considerado los 40 primeros diplomas cardenienses con la intención
de acercarnos estadísticamente a la realidad de la onomástica del campesinado
burgalés a principios del siglo X5. Trabajamos con tan pocos diplomas con la
intención de formular un nomenclator de la onomástica burgalesa laica com-
parable en términos cuantitativos y cronológicos con la excelente información
que existe sobre la onomástica del clero cardeniense del año 921 (Cardeña14):
una lista de 204 monjes subscriptores de un pacto monástico. Así hemos aco-
tado un periodo de aproximadamente 20 años antes y después de la fecha del
mentado nomenclator clerical, con la intención de crear un equivalente corpus
onomástico laico, con la mínima divergencia temporal posible. Extender el
estudio hasta 950, por ejemplo, supondría analizar el doble de textos, y asumir
DÍEZ, Estructura social de la ciudad de León (siglos XI-XIII); RODRÍGUEZ MEDIANO, “Acerca de la población
arabizada del Reino de León (siglos X y XI)”; SÁNCHEZ BADIOLA, “Mozarabismo y poblamiento en el León
altomedieval: el Valle de Ardón”.
4. Para formar un corpus burebano se juntarían los textos de los monasterios de Septem Finiestras, Santa María
de Buezo, San Felices de Oca, San Millán de Hiniestra y San Miguel de Pedroso además de los textos burebanos
del fondo cardeniense y de San Esteban de Salcedo, y algunos pocos textos propiamente emilianenses (por ejem-
plo, Cogolla102, 991). En total se reúnen unos 60 textos del siglo X, pero muchos de ellos (sobre todos los de
Hiniestra) son muy escuetos, otros muchos contaminados por los falsificadores e interpoladores plenomedievales,
y en general (todos son posteriores a 932, la mayoría de la segunda mitad del siglo) la cronología es más tardía
que la de la diplomática cardeniense.
5. Aunque estos 40 diplomas se quedan reducidos a 30 cuando se eliminan un texto apócrifo (Cardeña34), y
otros nueve que hacen referencia a lugares alejados de Burgos, siguiendo siempre los criterios de identificación
de toponimia burgalesa de Martínez Díez (los índices toponímicos de la Colección documental del Monasterio
de San Pedro de Cardeña y de su obra Pueblos y alfoces de la repoblación). Los lugares excluidos son Valderama
(Montes Obarenes), Poza (de la Sal, Bureba), Cerezo (de río Tirón), (Salinas de) Añana, Pesquera (de Ebro), Pi-
neda (de la Sierra), Valzalamio (en el río Arlanza) y Esgueva: textos cardenienses #29, #30, #6, #33, #10, #35, #23,
#27 y #38 (si no se indica lo contrario, todas las referencias de aquí en adelante son a textos cardenienses). Todos
los lugares incluidos en nuestro análisis se sitúan a menos de 15 kilómetros de Burgos.
260 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
el correspondiente desequilibrio cronológico hacia el ecuador del siglo, para
cuando la onomástica árabe ya empieza a escasear.
Grupos excluidos. Hemos hecho un vaciado de los 30 textos referentes al
entorno burgalés, intentando acercarnos a la onomástica del campesinado bur-
galés. Con esta finalidad hemos eliminado del recuento a los miembros del
clero, a la elite laica, y también a las mujeres.
En cuanto al primer grupo, nos hemos guiado exclusivamente por la aparición
de designadores del tipo abba, presbiter, confesor, diaconus etc. Es más que
probable que aun así se incluya en nuestro recuento supuestamente laico a
algún clérigo. Otro riesgo, que quizás equilibre el primero, es que algunos de
los presbíteros que hemos agrupado con el clero, en realidad estuviesen más
próximos al pueblo llano que a los estamentos cenobítico-eclesiásticos, y éste
explícitamente es el caso de Abolmondar presbiter (Cardeña22) a quien se le
incluye entre los pernominatos laicos de las villas burgalesas, y a quien por
tanto incluimos en nuestro recuento.
Más dificultosa ha resultado la eliminación de las referencias a la elite laica.
Relativamente fácil ha sido la eliminación de referencias a las familias real y
condal6, pero la identificación de la pequeña aristocracia castellana es más
problemática. Un método que hemos adoptado es la de eliminar de la con-
sideración a los que aparecen con el tratamiento honorífico domno/a y a sus
familiares7. Aun así, sospechamos que habremos errado al incluir miembros
de la elite laica, que aparecen sin distintivos. Sobre todo podría ser el caso
cuando aparece la combinación nomen + patronímico, combinación dominada
por completo por la onomástica típicamente cristiano-castellana y entre quienes
la onomástica semítica brilla por su ausencia. Incluimos en nuestros cálculos
del ‘campesinado burgalés’ 17 casos de este tipo, una buena proporción de los
cuales podrían ser referencias a la pequeña aristocracia castellana8.
6. El conde Gundissalbo Telliz y la condesa Flamula (#2); el conde Didaco y su hijo Gundessalbus Didaz y nuera
domna Maria (#11); y el conde (cf. #17) Fredinando Assuriz y su mujer Momadonna y su hijo (también conde,
cf. #42) Assur Fredinandiz (#12).
7. Los domini: Fructissimo, Ualerio y Quaraila (#1); doña Vita, su marido Belasco y su prole Eneco, Fortunio,
Garcia, Munnio y Scemeno; doña Ositia (#15); y Eilo, Fronilde, Fanni, Didaco y el hijo de éste Munnio (#39).
8. Hemos excluido los miembros del séquito real que firman el diploma #20: Rodrico Albariz, Gundesalbo Enne-
coz, Guttier Fernandiz, Gundesalbo Munnioz, Assur Munnioz, Fredinando Nuniz, Ziniz Rodriz, Munnio Ziniz.
261David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
¿nombre + patronímico = pequeña aristocracia castellana?
Ruderico Didaz Feles Melendez Munnio Obecoz
Sanzio Ennecoz Ruderico Munnioz Didaco Obecoz
Bermudo Fannez Didaco Nebzan Albaro Obecoz
Gundisalbo Gudistioz Obeco Nuniz Enneco Sangoz
Didaco Gudistioz Beila Nuniz Feles Sarraziniz
Obeco Lifar Gomez Obeco
Por último, también excluimos del análisis a las mujeres. En parte porque la
presencia de este grupo en nuestra documentación es a la vez limitada y des-
equilibrada: por ejemplo, 7 de las 25 mujeres nombradas aparecen entre lo que
consideramos la elite laica. Además, si en muchas ocasiones resulta difícil cla-
sificar etno-lingüísticamente la onomástica masculina, sabemos mucho menos
sobre el registro femenino9.
La onoMÁstiCa seMÍtiCa CarDeniense
Al final tenemos 300 nombres que creemos representativos del campesinado
burgalés de principios del siglo X, entre los cuales se encuentran 44 (14,7%)
antropónimos recogidos explícitamente en la obra Antroponimia hispanoárabe
de Elias Terés, o muy próximos a las formas allí recogidas. Este método no es
perfecto, ya que la (incompleta) obra de Terés recoge no sólo antroponimia
con orígenes filológicos en la lengua árabe, sino también onomástica de origen
bíblico corriente entre la comunidad hispanoárabe. Así Terés incluye un nom-
bre como Zacarias, cuando también es posible que este nombre llegase a la
Castilla condal por la vía cristiana, ya que notamos, por ejemplo, que una de las
iglesias pirenaicas visitadas por San Eulogio fue dedicada a San Zacarías, y por
lo tanto excluimos de nuestro recuento este nombre a pesar de figurar entre la
nómina hispanoárabe de Terés10.
9. Las 18 mujeres no-aristocráticas nombradas en esta documentación son: Lupa (#3), Monnina (#3), Proba
(#4), Emelia (#5), Felicissima (#5), Maria (#17), Momadonna (#19), Eulalia (#19), Urraca (#21), Munnoza (#21),
Scemena (#24), Scemena (#25), Oneca (#25), Gontrode (#25), Anderquina (#25), Elduara (#31), Goto (#36) y
Cixilo (#36).
10. Zaccarias < zakaríyyâ’, “nombre bíblico”, TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #156, nombre que aparece
entre la población musulmana de la Marca Superior en AL-‘UDRÍ, 174, p. 522. AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍ-
GUEZ MEDIANO (“Antroponimia de origen árabe ...”, p. 508) también optan por la exclusión del nomenclator
árabe de este nombre, así como otros de origen bíblico que aparecen con formas hebreas o cristianas, como
262 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
Con todo, creemos que una proporción que se acerca al 15% es bastante con-
servadora, ya que además de los nombres recogidos por Terés que no incluimos
(Zacarias, Famusco), no contabilizamos algunos nombres bastante corrientes
(Moqueme, Lazaro, Zorrakin) considerados de origen semítico por otros au-
tores pero no incluidos en la obra de Terés11, tampoco nombres que parecen
remitir semánticamente a la islamización (Sarrazino etc.) pero que no pueden
considerarse parte de la onomástica árabe, y tampoco hemos incluido en este
15% una proporción del considerable número de nombres de difícil clasificación
pero cuya forma está más próxima a la onomástica árabe que a la de tradición
cristiano-latina12. Por último, queda un largo etcétera de onomástica de difícil
clasificación, una parte de la cual podría tener su origen en sustratos semíticos
y que no puede hacer otra cosa que incrementar ese 15%: Bazoli, Ezidonnu,
Gumaz, Harbias, Iabasta, Lebeca, Lebila, Mamazula, Mimi, Pepi, Tayo, Zeher. En
fin, quizás una cifra en torno al 20% estaría más cerca a la realidad13.
onomástica del campesinado burgalés de aparente etimología árabe, c. 920.
Nombre(nº. apariciones)
Referencia (#) de TERÉS, Antroponimia hispanoárabe
Abaiub (2) < ab = ‘padre’, #1 y < ayyûb, “nombre bíblico”, #15.
Abauita < ab = ‘padre’, #1.
Abdelmech(e) (2) < ‘abd almalik = ‘siervo del Rey’, #267.
Abe(i)za (2) < ab = ‘padre’, #1 y < ‘îsà, “nombre bíblico”, #321.
Salomón en vez del árabe Zuleiman, etc.. Tampoco contabilizamos como árabe al nombre Famusco, a pesar de
encontrarse recogido por TERÉS (ob. cit., #423), ya que su origen parece peninsular, acaso vasco (MICHELENA,
Apellidos vascos, #45; SALABERRI ZARATIEGI, Euskal deiturategia ..., p. 151), y sólo tardíamente (en el siglo XII)
florecería entre la onomástica hispanoárabe.
11. Moqueme / Mokeme está considerado árabe, aunque de etimología incierta, por AGUILAR SEBASTIÁN y
RODRÍGUEZ MEDIANO ( “Antroponimia de origen árabe ...”, p. 541) y estos autores también incluyen los nom-
bres Taion (cf. la cardeniense Taio) y Adica (cf. cardeniense Adega) en su nomenclator; OLIVER ASÍN sugiere
una etimología a partir de ‘Asra / ‘Asara = izquierdo, zurdo (En torno a los orígenes de Castilla ..., p. 21) para
Lazaro; mientras Zorrakin está incluido entre onomástica claramente semítica (Abaiub, Abolgamar, Abolmuta-
rraf, Zuleiman) dentro de lo que se define como antroponimia “meridional” por GARCÍA DE CORTÁZAR et alii,
“Antroponimia de Burgos y su alfoz en los siglos X a XII”, p. 246.
12. Por ejemplo, formalmente próximos a la antroponimia semítica recogida por Terés son los nombres con
terminación en –ar y en –ara: observamos Gautar, Nemar, Mendar y Guimara en la documentación cardeniense,
mientras Terés recoge Omar, Amar(a), Gamar y Numâra.
13. En su análisis de la toponimia de raíz antroponímica, MARTÍNEZ DÍEZ (“Toponimia Mayor y Repoblación
en la Provincia de Burgos”, p. 47) también llega a la cifra del 20% (30 de 153) para la proporción de onomástica
de origen árabe.
263David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
Nombre(nº. apariciones)
Referencia (#) de TERÉS, Antroponimia hispanoárabe
Abolguatiliti < ab = ‘padre’, #1; y acaso relacionado con Guatizalema, #187.
Abolmaluc (2) < ab = ‘padre’, #1 y < mâlik = ‘poseedor’, #390.
Abolmondar (3) < ab = ‘padre’, #1 y < mundir (al- ---) = ‘el que avisa o amenaza’, #398.
Abozelim < ab = ‘padre’, #1 y < salâm = ‘paz’, #192.
Abraham < ibrâhîm “de origen bíblico”, #2.
Abuhab < ab = ‘padre’, #1; y acaso hafs = ‘cachorro de león’ #82.
Agmeti < ahmad = ‘más loable’, , #93
Amor < hammûd, #99; o < ‘amr = ‘vida’, #306.
Aroza < ‘arûs = ‘desposada’, #286.
Auteman, Hothmen < ‘utmân = ‘serpiente’, ‘avutarda’, #281.
Gamar, Abolgamar < ab = ‘padre’, #1 y < ‘ammâr = ‘constructor’, ‘perseveran-te’, #314.
Hakam < hakam = ‘árbitro’, #87.
Hozen < husayn, diminutivo de hasan = ‘bueno’, ‘hermoso’, #79.
Iubid < ayyûb, cf. Abaiubiz, #15.
Kazem < qâsim = ‘repartidor’, #360.
Marguan, Abomaruan < marwân, “de etimología oscura, frecuente en la familia omeya”, #384.
Moia < mu’âwiya = ‘perra’, ‘zorrezno’, frecuente en la familia omeya, #320.
Mutaraf, Abolmutaraf < mutarrif, “en documentación hispánica generalmente mutarráf”, #236.
Omahia < umm = ‘madre’, a veces adopta la forma Om- >Omaiube etc., #11.
Rahema < rahma = ‘misericordia’, #136.
Scapa < šâbb = ‘joven’, #20114.
Tarec < târiq = ‘el que llega o golpea inopinadamente’, #237.
Yzani < hišâm = ‘generosidad’, #420; o < isam = ‘compromiso que honra’, #295.
Zabalel < za´bal, entre sus varios significados está ‘víbora’, > Abo-zaabel, #155.
Zite/i (2), Zaid < sa ‘îd = ‘feliz’ #180; o < zayd = ‘incremento’, #165.
Zuleiman (3) < sulaymân, “nombre bíblico”, #195.14
14. Scapa sería una forma femenina según Terés, pero es corriente en la documentación leonesa del siglo XI
en contextos necesariamente masculinos, AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia de
origen árabe ...”, p. 605.
264 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
onomástica del campesinado burgalés, c. 920
Abaiub (2) Bermudo (2) Gutterre, Guttier (2) Orofilo
Abauita Cipriano (2) Hakam Pepi
Abdelmech Citi Harbias Petro, Petru (5)
Abdelmeche Come(i)so (2) Hothmen Prouicio
Abeiza Daniel (3) Hozen Rahema
Abeza Didaco (8) Iabasta Reuelius
Abolgamar Dignus Ihoannes (10) Ruderico, Rodrico (3)
Abolguatiliti Dolquiti (3) Imbla / Ymla Sancio, Sanzio (4)
Abolmaluc (2) Dominico (2) Indura Sarracino, Sarracenus (4)
Abolmondar (3)
Donate Iubid Scapa
Abolmutaraf Donno (2) Iuliano (2) Scemeno (2)
Abomaruan Endura (2) Iusto (2) Sempronio
Abozelim Enneco (4) Kaimi Sendolfo
Abraham Ezidonnu Kazem Serbo Dei
Abuhab Famusco Kirio Serico
Adega (2) Fanni Lazaro, Lazarus (3) Seuero (2)
Agmeti Feles, Felicis, Felix (5)
Lebeca Sisebuto
Albaro (4) Felmiro (2) Lebila Siseguto
Aldereto Ferro (4) Lebzano Sisinando
Alueto Flacino Lupe Sisuldus
Amor Flagino (2) Mamazula Sperando
Andreas Fortunio Mantellus Stefanus, Stefano (3)
Andres Fredolfo Marcellinus Suarius
Andulfo Fortes, Fuertes (3) Marguan Tarec
Animio Galindo (4) Martyno Taurina (3)
Annaya (2) Gamar Mendar Tayo
Antoniano Garsea (5) Menezo Tebete
Argericus Gaseza Mimi Tellu, Tello (5)
Arias (4) Gatellini Moia Todilde
Ariolfo (2) Gaton Montanus Tudesindo
Armentero (2) Gautar Moqueme Ualerio
Aroza Gelga Morelli Uincenti (3)
Assur(i) (4) Genserico Munapa Yzani
Atilia Gessericus Munisso Zabalel
Auriolfo Godestio, Gudestio (2)
Mun(n)io, Monnio (7)
Zaccarias
Auteman Gomessani Mutaraf Zaid
265David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
Barbellas Gomez Nem(m)ar (2) Zeher
Bazoli Gomiz (4) Nunnus, Nunu (4) Zite, Ziti (2)
Beila (3) Gristillo Obeco (5) Zorrakin
Belasco (9) Guimara Omahia Zule(i)man (3)
Belendo (2) Gumaz Oreibo
Belliti (3) Gundisalbo (6) Orobio
Por lo tanto tendríamos una proporción de entre 15 y 20% del campesinado
burgalés con nombres árabes, siempre que nuestra muestra sea representativa.
Sugerimos que en sí el hecho de aparecer en la documentación cenobítica,
muchas veces en trato directo con la iglesia, demuestra una disposición y orien-
tación cristiana que haría improbable la aparición de comunidades musulmanas
en tales funciones, y por tanto ya existe una posible distorsión. La otra califica-
ción que cabe hacer, y que elaboraremos más adelante, es que el campesinado
que aparece en estos textos tenderá a ser el campesinado más próspero, y por
tanto no necesariamente representativo de todos.
En cuanto a la distribución espacial de lo observado, intuimos menor presencia
arabonímica en la ciudad de Burgos en sí, lo cual se explicaría por la correspon-
diente mayor presencia en la urbe de otros grupos como el clero o la aristocracia,
aunque esta intuición difícilmente se consolida en algo más que mera hipótesis
con los escasos datos disponibles. Notamos que el equipo encabezado por García
de Cortázar15 llega a esta misma conclusión a partir de datos mucho más nume-
rosos (abarcan hasta finales del siglo XII) pero con una definición esencialmente
intuitiva de lo que constituye antroponimia árabe16. También notamos la ausencia
de antroponimia árabe en Ibeas, la más serrana de las localidades contempladas y
la única con nombre de aparente origen vasco. Escasea esta onomástica, quizás,
en la ciudad y en la sierra, y es relativamente abundante en la campiña que rodea
Burgos, aunque la verdad es que en general las distancias contempladas son tan
pequeñas y los números tan escuetos que lo único que se puede avanzar es una
15. GARCÍA DE CORTÁZAR, DÍEZ HERRERA y PEÑA BOCOS, “Antroponimia de Burgos y su alfoz ...”, pp. 240
y 245-6.
16. Aunque no por ser intuitiva tiene la definición por qué ser necesariamente peor, pues ya hemos comentado
que el querer limitarnos a las definiciones de Terés nos ha obligado a prescindir de algunos nombres considera-
dos árabes por otros autores. García de Cortázar et alii definen esta antroponimia como ‘meridional’, e incluyen
nombres como Zorraquin que nosotros no hemos contabilizado. No ofrecen ninguna relación cuantitativa para
esta antroponimia.
266 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
impresión global para todo el alfoz (que al fin y al cabo fue el propósito de hacer
un estudio comarcal). Notamos que en San Medel, por ejemplo, nos encontramos
con una de las mayores proporciones de onomástica árabe en #16 (3/9), pero en
el siguiente texto referente a la misma población (#24), sólo seis años después,
ni una sola referencia.
Lugar PersonasNombres semíticos
%
Burgos 36 3 8,3
Cabia 38 8 21,1
Cardeña 23 6 26,1
Ibeas 19 0 -
Pedernales 58 9 15,5
Rubena 27 2 7,4
San Medel 15 3 20,0
Ubierna 33 7 21,2
otros17 51 6 11,8
TOTAL 300 44 14,717
Cabe decir también que la onomástica semítica pertenece a una población
propietaria de tierras18, cristiana19, establecida e integrada en la sociedad como
indica su aparición (passim) como testigos, además de repartida más o menos
equilibradamente por la comarca. En fin, una población asentada e integrada
en la comarca y su sociedad. No se aprecian indicios de que sea un contingen-
te foráneo y recién llegado, y se intuye que, si resultara corresponder a una
población inmigrante, llegada del sur, como muchos autores han sugerido, su
aparición en Castilla sería necesariamente alguna generación anterior al arran-
que de la documentación contemplada.
Sin embargo, tenemos muy pocos datos que nos ofrecen una visión diacrónica
de este sustrato onomástico. El ejemplo más aprovechable en este sentido es el
de Rodrigo Abolmundar (#31, 939). El hijo de Feles Sarracinez y Elduara de Ca-
17. Orbaneja, Revenga, Villayerno y ubicaciones dentro del alfoz pero sin especificar.
18. Omahia, donante en Cardeña9, 915; Zaid, comprador en Cardeña17, 929; Hozen, vendedor en Cardeña28,
936.
19. cf. Abolmondar presbiter, Cardeña22, 932; o la donación pro remedio anime mee que hace Rahema a San
Pedro de Cardeña en 939 (Cardeña32).
267David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
bia se nos presenta como “Ruderico, cognomento Abolmondar”. Supondremos
que en este caso la kunya filionímica Ab- funciona como un simple apodo, y
no hace referencia a un hipotético hijo Al-Mundar20, pero aun así, si nos fijamos
en el patronímico del padre Feles, parece indicar una perduración durante tres
generaciones de una tendencia arabizante, y además en un contexto castella-
no, ya que consideramos Sarracino un nombre propio de Castilla, y aunque
referente quizás a un origen andalusí, difícilmente un individuo recibiría este
nombre en al-Andalus, y menos aun un cristiano resistente a la arabización21.
Por lo tanto, la familia de Rodrigo Abolmundar, por el lado de su padre por lo
menos (por la onomástica de su madre tampoco se intuye otra cosa), parece
llevar por lo menos dos o tres generaciones fuera de al-Andalus antes de que
surgiera este cognomen. Así, de aceptar la hipótesis inmigracionista, tendríamos
que contemplar que no sólo fuese la primera generación inmigrante que trajera
consigo onomástica árabe, sino que se perpetuara la tendencia arabizante du-
rante varias generaciones, un comportamiento cuando menos extraño entre una
oleada de inmigrantes teóricamente huyendo de la arabización forzada. Pero
nos adelantamos, y estudiaremos la hipótesis mozarabista y su aplicabilidad al
caso burgalés pormenorizadamente más adelante. Mientras tanto, nos queda-
mos con el hecho de la aparición de un nombre árabe dentro de una familia
aparentemente asentada en Castilla desde hace dos o tres generaciones.
Ya hemos sugerido que la onomástica semítica en Castilla es esencialmente un
fenómeno decadente cuando lo observamos en el siglo X, y lo es objetivamente
en el sentido de que desaparecerá pronto: por ejemplo, con la excepción del
nombre Abiron, la antroponimia cardeniense en Ab- apenas sobrevive el cam-
bio de milenio. No obstante, el fenómeno de la antroponimia desvaneciente
no se limita a la onomástica semítica, y se observa un proceso generalizado de
concentración onomástica, con el triunfo de un reducido elenco de nombres y
la desaparición de nombres minoritarios de todo tipo, no sólo los semíticos22.
Hay varias posibles explicaciones para esta pérdida, por ejemplo, la creciente
20. “ab Esta palabra (‘padre’), generalmente en su forma regente abû [....] es el primer constituyente de innu-
merables nombres personales y geográficos en todas las épocas y puntos del mundo árabe e islámico que tienen
estructura de kunya [0 sea, un compuesto ilionímico que podía preceder o seguir al nombre propio en el sistema
onomástico árabe antiguo. Pero no hay que olvidar que muchas kunyas pasaron a funcionar como nombres
propios, apodos e incluso como nombres comunes]”, TERÉS Antroponimia hispanoárabe, #1.
21. Concepto que desarrollaremos a continuación.
22. VV.AA. Antroponimia y sociedad, p. 396.
268 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
jerarquización social en torno a la iglesia que impone un canon de onomástica
cristiana aceptable, o quizás meramente la desaparición de la documentación
de las clases portadoras de esta onomástica. Por otro lado, notamos que algu-
nos nombres de aparente origen árabe (como, por ejemplo, Zite) prosperan
durante el siglo XI. No obstante, la cuestión fundamental aquí es el origen de
esta nomenclatura y no su fecha de caducidad.
Distribución social. En general esta onomástica escasea entre la elite, y el
diploma Cardeña22 lo ilustra a la perfección, ya que yuxtapone una clase mag-
naticia, donde domina una onomástica que nos es muy familiar a partir de la
prosopografía aristocrática castellano-leonesa, y una masa de laicos del entorno
de Burgos entre los cuales se observa claramente onomástica árabe:
In presentia de illo comite, de Fredinando Gundissalbiz, et suo alfierez
Gomiz Didaz et de Nunu Fernandez et de Munio Gundissalbiz et de Fre-
dinando Didaz et de Albaro Munnioz, Ego Stefanus abba ... pernomina-
tos laicos Uincenti et Munio, Garsea, Ihoannes, Sarracino, Belasco, Go-
miz, Scemeno, Andres, Ihoannes, Uincenti, Abolmondar, Zuleiman, Ziti,
Rodrico, Gelga, Belliti, Comeso, Gudestio, Belasco, Annaya, Gundisalbo,
Abolmondar presbiter et alii multitudinem syne numerum uenerunt.
En algunas ocasiones sí aparece esta onomástica entre las clases pudientes:
Abolmundar Telluz, histórico poblador de Cerezo (Cogolla23), o Zuleiman y
Aiub los ‘pueros nostros’ mencionados en un texto redactado en nombre de
Alfonso IV ‘el monje’ (Cardeña20, 931). A pesar del apelativo ‘pueros’, estos dos
aparecen en el séquito real, y los apartamos, por tanto, de nuestro acercamien-
to al pueblo llano burgalés23. Pero al margen de estos casos atípicos, entre la
aristocracia activa en Castilla durante la primera mitad del siglo X la onomástica
semítica escasea.
Otro tanto se observa en la escasa incidencia de esta onomástica entre el cle-
ro. Gracias al texto Cardeña14 tenemos una lista de 204 monjes de ese cenobio
23. Los pueri aparecen otras veces, generalmente con onomástica semítica, y vinculados con poderes relevantes.
Así, por ejemplo, Ordoño II, en 918, tenía un puer llamado Abaiub iben Tuvite. CAVERO DOMÍNGUEZ (“Los
mozárabes leoneses y los espacios fronterizos”, p. 251) se pregunta si no podrían ser cautivos de guerra.
269David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
que subscriben un pacto monástico en el año 92124. Entre estos nombres sólo
se encuentran 3 recogidos por Terés (Maoya, Scapa y Vahalul25), y ninguno de
los nombres más típicamente islámicos, tema que retomaremos más adelante.
Algunos otros nombres quizás tengan viso de semíticos, pero los excluimos por
no aparecer en el nomenclator de Terés: el mismo rasero exclusivo que hemos
aplicado antes a la onomástica laica.
204 monjes cardenienses, Cardeña14, 92126
Adefonsus (6) Egas Lazarus Scapa
Agurinphus Elek Lupertus Scemenus (2)
Alaricus Elleca Manzo Sebastianus
Algimirus Endura (4) Maoya Senpronius
Ambrosius Enneco(nis), Enego (5) Martinus (2) Serenus (2)
Ammati Eteralis Maternus Sesudus
24. Cierta controversia científica acompaña este texto, principalmente a raíz de haberse conservado no dentro
de la documentación cardeniense en sí, sino en la del monasterio riojano de San Martin de Albelda. Esta circuns-
tancia llevó a algunos investigadores (por ejemplo, UBIETO ARTETA, “Sobre la conquista de La Rioja por los
pamploneses”; FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA MAYORAL, “Aproximación demográfica y antroponímica a La Rioja
del siglo X”) a ubicar su contenido en la Rioja, y específicamente en el valle riojano del río Cárdenas (próximo,
por tanto, a San Millán de la Cogolla), cuando otros (nosotros incluidos) lo sitúan en Cardeña (Burgos) a partir
de la frase ”facta cartula pacti in arcisterio, quod constructum est in valle qui vocitatur Karadina in memoria
sanctorum apostolorum Petri et Pauli” (nuestro el subrayado) que parece ser una referencia explícita a San Pedro
de Cardeña. El hecho de haberse conservado en el monasterio de Albelda, lejos de obligar una solución riojana,
rompe el vínculo geográfico entre el texto y su punto de origen, y así no tiene demasiado sentido inventar una
problemática ubicación riojana cuando existe ya un idóneo candidato burgalés. El argumento de Ubieto de que
el término valle difícilmente se aplicara a la realidad topográfica de Cardeña, no tiene demasiado fundamento
cuando se considera la ubicuidad del término en la documentación castellana del periodo, incluso en tierras de
relieve orográfico tan suave o más que el entorno de Cardeña. Otros elementos internos del texto apoyan su
origen castellano y cardeniense: cita al rey Ordoño (de León); los primeros subscriptores ostentan los mismos
nombres que los primeros dos abades de Cardeña; y el número de confirmantes coincide con el considerable
tamaño del cenobio cardeniense, según la (tardía) tradición martirológica de la Crónica de Cardeña. Además,
resulta difícil aceptar que un monasterio de estas dimensiones en el archidocumentado valle riojano del Cárde-
nas no hubiese dejado más eco diplomático que este texto, y estamos plenamente de acuerdo con la ubicación
cardeniense y burgalesa defendida por MARTÍNEZ DÍEZ, Colección documental del Monasterio de San Pedro de
Cardeña, p. 41, n. 25.
25. Maoya < mu’âwiya = ‘perra’, ‘zorrezno’, frecuente en la familia omeya, Antroponimia hispanoárabe, #320;
Scapa < šâbb = ‘joven’, Ibid., #201; Vahalul < buhlûl, Ibid., #33.
26. Reproducimos la onomástica según la versión de MARTÍNEZ DÍEZ, juntando las grafías diferentes de lo que
consideramos ser esencialmente los mismos nombres. En algunos casos la transcripción de UBIETO ARTETA
varía ligeramente: Bradilla (en vez de Cradilla), Delila (Deilla), Fortunatus (Furtunatus), Gumiz (Gomiz), Iohannes
(Ioannes), Isidorus (Ysidorus), Olelz (Elek), Ovezcho (Ouezcko), Santio (Sancio), Sisebutus (Sysebutus), Untro
(Vutro), Valdomirus (Valdemirus), Velascus (Velasco), Vimare (Vimara) y Vincentii (Vincencii).
270 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
Antonius Felix Maurellus (2) Sesuldus
Archadius Flaginius (2) Mescarius Sigibertus
Ardebascar Florentus Michel Siginandus
Atilanus Fortis Mirus Stabilis
Aureolus Fortunatus (3) Mun(n)io, Munioni (12) Stephanus (2)
Auriulphus (2) Galindus, Galindoni (2) Nebridius Strulphus
Azenari Garsea (9) Nunii Struphus
Beatus Gaudio Obenco Sumna
Beile Gomi/ez, Gumiz (9) Olimpius Sunna
Bradilla Gudesteus Oriolus Sysebutus
Ciprianus (2) Gundesalvus Oroso Te(i)llo, Tellus (4)
Cradilla Gustremirus Ouezcko Trasericus
Daniel (2) Gutier, Guitier (2) Ovequo Vahalul
Deilla Gutislo (2) Ozandus Valdemirus
Deillus Honorius Paternus Valerius
Delaza Iakintus Pelascho Velasco (4)
Delilla Ilarius Petrus (2) Vellako
Delliti Infans Potencius Vimara
Dertus Ioannes (7) Rapinatus Vi(n)centi(us) (4)
Didago, Didagus (2)
Ionas Recesvindus Vitalis
Dominicus Ionchi Reximirus Vutro
Dominus Ionti Romanus (2) Ysidorus
Donatus Iulianus (5) Sancio/us, Santius (4) Zacharias (2)
Donnui Iustus Sanzobelle
Dulquiti Karissimo Sanzoni
Dutaco Labila Sarracini
Según las conclusiones generales de Antroponimia y Sociedad, “la antroponi-
mia de los clérigos coincide con la de los laicos”27. Pero aquí, con referencia a
la onomástica semítica, detectamos una diferencia: 15% entre el campesinado y
1,5% entre el monacato. Por otro lado, entre el monacato se observa la mayor
presencia de otros sustratos onomásticos. Algún incremento sería de esperar,
para suplir ese 13,5% de onomástica semítica ausente entre el clero, pero la
onomástica navarro-pirenaica (Aznar, Galindo, García, Eneco, Fortún, San-
cho, y Jimeno) tiene doble la proporción entre el clero (13,7%) que entre el
27. VVAA. Antroponimia y Sociedad, p. 396.
271David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
campesinado (6,7%). También se aprecia una mayor incidencia de onomástica
latino-germánica, y quizás lo más llamativo de todo es la ausencia entre el
pueblo laico del nombre regio Alfonso, uno de los más corrientes entre el mo-
nacato cardeniense. Quizás habría que matizar la supuesta concordancia entre
antroponimia clerical y laica, y sugerir que la onomástica monacal está más
próxima a la de las clases dirigentes, por lo menos durante el limitado periodo
y espacio estudiado.
Diferencias sí las hay, por lo tanto, y no sólo en cuanto a la onomástica semíti-
ca, aunque éste es quizás el aspecto más llamativo. ¿A qué se debe esta escasez
de onomástica semítica entre el monacato? Se nos ocurren dos posibilidades: o
bien se debe a la eliminación, en el momento de la ordenación, de un original
(y hipotético) nombre árabe y su sustitución por otro más aceptablemente
cristiano, o a que el reclutamiento monacal se limitara a las clases donde
ya escaseaba tal onomástica. En cuanto a la primera explicación, habría que
contemplar la posibilidad de una latinización consciente de ciertos nombres,
delatada por la cantidad de terminaciones en –us en Cardeña14, aunque esto
no explica la ausencia de la onomástica en Ab-. Para explicar esto, si es que
el monacato fuera representativo de la sociedad en general, habría que con-
templar un consciente rechazo de lo árabe, y quizás un indicio de esto es que
los únicos arabónimos conservados son los que tienen más disimulados sus
orígenes semíticos, y sobre todo sus vinculaciones explícitas con el islam28.
Pero más convincente nos parece la segunda posibilidad: que el monacato es
esencialmente una clase intermedia entre el campesinado más próspero y la
elite laica. Este parece ser el mensaje trasmitido por la preferencia monacal
hacia nombres regios y aristocráticos ya comentada. Si en el estudio Antropo-
nimia y Sociedad no se aprecia esto quizás se debe a la dificultad de distinguir
entre las diferentes clases sociales laicas, contemplando sólo la división entre
clero y laico. A este respecto, es interesante que entre los presbíteros rurales sí
emerge algún arabónimo29, en menor cuantía que entre el campesinado quizás,
28. Brillan por su ausencia los nombres más directamente vinculables con la fe musulmana, sobre todo Ali y
Muhammad, que en otros periodos (siglo XV en Aragón) supondrían el 50% de los nombres mudéjares, LALIENA
CORBERA, “La antroponimia de los mudéjares”, p. 158.
29. Abolmondar (Cardeña22); mientras Rahema es padre del presbítero Bibiano (Cardeña32).
272 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
pero más que entre el monacato: ¿suponen estos presbíteros rurales una clase
intermedia?
esquema hipotético que relaciona clase social y onomástica semítica
Clase social onomástica semítica
Realeza 0%
Aristocracia ¿ < 1,5% ?
Monacato 1,5%
Presbíteros ¿ < 15%, y > 1,5% ?
Campesinado próspero 15%
Campesinado pobre ¿ > 15% ?
Pero si se acepta que lo que determina la incidencia porcentual de la onomás-
tica árabe es lo social, y si además aceptamos que el campesinado que aparece
en la documentación es el campesinado más próspero, y que entre este campe-
sinado próspero detectamos un 15-20% de onomástica árabe, que baja hasta un
1,5% entre el clero, se nos abre una posibilidad intrigante: ¿podemos extrapolar
para abajo y sugerir que entre el campesinado menos próspero la arabización
sería aun mayor?
Antes de pasar al análisis de los orígenes de este estrato resumiremos las carac-
terísticas de la onomástica semítica en Castilla:
– Cuantitativamente importante (15-20%) entre el campesinado burga-
lés.
– Diferenciación social: concentración entre el campesinado, y escasez
entre el clero y la aristocracia. Quizás aun más prevaleciente entre el
campesinado dependiente que apenas figura en nuestra documenta-
ción.
– Una población asentada, integrada, propietaria y cristiana, distribuida
por todo el alfoz, con quizás más presencia aldeana que urbana.
– Desaparece de la documentación a lo largo del siglo X, con algunas
excepciones notables como el nombre Zite / Citi.
273David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
La eXPLiCaCiÓn MozÁrabe
La explicación tradicional ha sido que inmigrantes mozárabes30 introdujeron
esta onomástica en Castilla a partir de mediados del siglo IX. Esta teoría parece
tener dos fundamentos: por una parte la existencia de una campaña califal de
hostigamiento religioso de los mozárabes en Córdoba y en la Bética en general,
que conduciría a más de 50 martirios y a una reacción emigracionista ante tal
persecución; y, por otra parte, algunas noticias explícitas de repoblación mozá-
rabe en la Cuenca del Duero y otras regiones próximas.
Historiográficamente, los orígenes decimonónicos de la teoría remontan a la
obra de Simonet, Historia de los mozárabes de España, y a un trabajo de Díaz
Jiménez y Villamor, “Inmigración mozárabe en el Reino de León”, y luego sería
defendida por colosos de la historiografía peninsular como Gómez Moreno,
Menéndez Pidal y Sánchez Albornoz (a pesar de las divergencias entre estos
últimos en otras cuestiones)31. Últimamente, estudios sobre el tema en el Reino
de León han cuestionado el origen andalusí de esta onomástica32 y, sin embar-
go, la teoría aguanta tenazmente:
– del año 1992, “Hoy sabemos bien que nos hallamos ante el fenómeno
de la emigración mozárabe, cuando los cristianos del sur se despla-
zaron hacia los reinos del norte en busca de libertad y de un espacio
para reconstruir sus vidas”33;
30. La voz mozárabe tiene varias acepciones, y conviene señalar que remitimos siempre a la primera definición
ofrecida por la Real Academia (Diccionario de la lengua española): “individuo de las minorías hispánicas que,
consentidas por el derecho islámico como tributarias, vivieron en la España musulmana hasta fines del siglo XI
conservando su religión cristiana e incluso su organización eclesiástica y judicial”. A partir de esta definición,
hablar de inmigración mozárabe hacia Castilla rozaría el oxímoron. Entre historiadores está bastante extendida
otra definición, no recogida por la DRAE (21ª edición), pero más fiel a la aparente etimología de la palabra según
la cual mozárabe = ‘arabizado’, sobre todo en referencia a la España cristiana, que es donde aparece la voz por
primera vez a principios del siglo XI, cuando en Al-Andalus los cristianos se conocían como dhimmi o nasara.
En referencia a la onomástica que nos ocupa es por definición mozárabe en el segundo sentido, pero no nece-
sariamente en el primero. Para una discusión de la problemática que envuelve esta voz, CAVERO DOMÍNGUEZ,
“Los mozárabes en el Reino de León”, pp. 39-40.
31. De nuevo, remitimos al artículo de CAVERO DOMÍNGUEZ, “Los mozárabes en el Reino de León”, pp. 39-42,
para un resumen historiográfico más detallado.
32. RODRÍGUEZ MEDIANO, “Acerca de la población arabizada del Reino de León”, 1994; AGUILAR SEBASTIÁN,
“Onomástica de origen árabe en el Reino de León”, 1994; MARTÍNEZ SOPENA, “La antroponimia leonesa”, 1995.
33. CARRERA DE LA RED, “Huellas de las culturas árabe y hebrea en torno al Monasterio de Sahagún”, p. 375.
274 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
– de 1994, ”Podemos calcular en un total de 30 los antropónimos ára-
bes sobre un total de 153 o sea casi un 20%, lo que nos indica la
fuerza de la repoblación mozárabe en las tierras burgalesas. Creemos
que ese 20% representa un mínimo, pues es seguro que no todos los
cristianos mozárabes usaran nombres árabes”34;
– de 2000, “la emigración masiva de agricultures [sic] de secano mozá-
rabes desde al-Andalus, que comenzó a mediados del siglo IX, como
consecuencia de las persecuciones de los reinados de Abd al-Rahman
II y Muhammad, y continuó más o menos durante el siguiente siglo,
con un flujo de intensidad decreciente pero incesante”35;
– de 2003, “[Alfonso III] continuará la labor de repoblación de las tierras
del Duero, iniciada por su padre Ordoño I, que se llevó a cabo con
astures, vascos, cántabros y también con los mozárabes procedentes
del sur”36;
– y de 2005 “el arraigo de numerosos arabismos en la lengua vulgar ...
el número es todavía mayor en los cartularios leoneses, de resultas de
la fuerte emigración mozárabe en los siglos X y XI”37.
En cuanto a la supuesta persecución de los mozárabes por parte de las autori-
dades cordobesas, lo que en realidad relata el célebre38 martirologio cordobés,
es una campaña, ideada por distinguidos clérigos e intelectuales cordobeses
como Eulogio, Speraindeo y Paulo Álvaro en la década del 850, de resistencia
a la arabización cultural. Aunque nuestras fuentes son exclusivamente cris-
tianas39, con indudables fines propagandísticos, es evidente que los martirios
fueron más bien el resultado de una estrategia de provocación cristiana a las
autoridades musulmanas, y esto pone en cuestión hasta qué punto la persecu-
ción musulmana fue extendida a toda la comunidad – la supuesta causa de una
emigración masiva. Por ejemplo: el primer mártir, Perfecto, injuria al Profeta,
34. MARTÍNEZ DÍEZ, “Toponimia mayor y repoblación ...”, p. 47.
35. GLICK, Cristianos y musulmanes, p. 117.
36. RINCÓN ÁLVAREZ, Mozárabes y mozarabías, p. 40.
37. GIL FERNÁNDEZ, “El latín tardío y medieval (siglos VI-XIII)”, p. 177.
38. Conocido a través de la obra de San Eulogio, luego repetido tanto en el santoral católico, como en la obra
de SIMONET.
39. El Memoriale Sanctorum de EULOGIO, y la Vita vel passio beatissimi Eulogii presbiteri de PAULO ÁLVARO,
ambos en Corpus Scriptorum Muzarabicorum. En cambio, “en las fuentes árabes no encontramos referencias a
estos sucesos”, FERNÁNDEZ FELIX, Cuestiones legales del Islam temprano: La ‘Utbiyya ..., p. 471.
275David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
y después se niega a retractarse; otro, llamado Isaac, denuncia la falsedad del
profeta Mahoma delante de la multitud habiendo fingido querer convertirse
al Islam; Flora y María se presentan ante el cadí para declarar su fe cristiana;
mientras Rogelio y Serbodei penetran en la mezquita para predicar el Evangelio
en árabe. Son provocaciones, cuya finalidad expresa es el martirio, y por tanto
difícilmente constituyen un proceso de persecución sistemática. Se ha sugerido
que la represión se endureciera bajo Muhammad I (a partir de 852) con, por
ejemplo, la destrucción del monasterio Tabarense, cenobio de origen de varios
de los mártir-provocadores ¿pero hasta qué punto es esto propaganda mozára-
be? Paulo Álvaro, por ejemplo, residente en Córdoba, seguiría escribiendo dia-
tribas contra el Islam sin sufrir represalia conocida alguna, mientras los sucesos
cordobeses apenas afectarían a la mozarabía sevillana40. Si la persecución en
realidad se limitó a una respuesta a la disidencia y provocación cristiana, como
parece ser el caso, tenemos que cuestionar si la progresiva, pero no obligada,
arabización de la sociedad andalusí fuese realmente la causa de una masiva
emigración laica hacia el norte. No encontramos ningún relato de arabización
forzada, ni siquiera en la literatura martirológica, a pesar del evidente potencial
propagandístico que tal enfoque ofrecería.
El otro pilar de la tesis mozárabe son las supuestas noticias de fundaciones mo-
násticas por mozárabes refugiados. De nuevo el origen de la idea en la historio-
grafía contemporánea se halla en la obra de Díaz-Jiménez (el origen mozárabe
de San Damián y San Cosme de Abellar, León) y de Simonet: “emigró gran parte
de aquella población [la cristiandad mozárabe]. Sobre todo los monjes y otros
fieles, á quienes no retenía el amor de bienes é intereses terrenales, huyeron en
gran número al país de los cristianos libres”41. Simonet cita los casos de Samos y
Mondoñedo (ambos en Galicia) y de San Miguel de Escalada y Sahagún (ambos
en León), y sin inmiscuirnos en la veracidad de estas fundaciones42, cuestiona-
mos la relevancia de un fenómeno leonés y clerical al caso de la onomástica
castellana y laica que nos ocupa.
40. RAMÍREZ DEL RÍO, “Los mozárabes en Sevilla: el final de una minoría”, p. 92.
41. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 499.
42. Existen dudas sobre el origen mozárabe de la mayoría de los cenobios citados, cf. CAVERO DOMÍNGUEZ,
“Los mozárabes leoneses y los espacios fronterizos”, pp. 246-9.
276 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
Un factor que podría haber contribuido a la aceptación de la tesis mozara-
bista sería la existencia de patrones migracionistas en otros momentos, como
la fundación de Zamora por emigrantes toledanos en 893, sólo ligeramente
posterior a la hipotética migración Córdoba-Castilla, o por éxodos mozárabes
plenomedievales (s. XII) provocados por el radicalismo almorávide y almoha-
de. Además, en estos últimos casos se trataría de mozárabes mucho más arabi-
zados onomásticamente que los cordobeses del siglo IX, como se apreciará a
continuación
Otro motivo para el éxito de la tesis mozarabista es que resulta una postura casi
obligada si se defiende la despoblación íntegra de la Meseta Norte43, hipótesis
bastante extendida cuando arraigó la teoría. Por eso mismo, la tesis mozarabista
necesariamente se debilita si se abandona la postura despoblacionista, y sin
embargo, aunque en la actualidad la mayoría de investigadores rechazan la des-
población, quizás no tan explícitamente rechazan algunas ideas vinculadas a
ella, como ésta. Aunque aceptamos que habría algún tipo de inmigración desde
al-Andalus, cuestionamos la escala de la misma, y además notamos que si los
indicios más explícitos remiten siempre al clero, la onomástica supuestamente
vinculada al fenómeno aparece en otros sectores de la población, y por lo tanto
sugerimos que es muy cuestionable explicar la aparición de onomástica árabe
en la Castilla proto-condal a partir de tales emigraciones.
Si el contexto espacial (galaico-leonés) de los pocos casos documentados de-
bilita la idea de que la onomástica semítica castellana se deba a inmigracio-
nes mozárabes, también la debilita la cronología. Cuando la observamos por
primera vez a principios del siglo X, la onomástica semítica castellana parece
bien arraigada entre el campesinado castellano, diseminada por todo el alfoz
burgalés en una variedad de comunidades rurales – un patrón que no sugiere
una inmigración reciente. Explícitamente, en el caso de Rodrigo Abolmundar,
tenemos indicios de que su familia lleva por lo menos dos o tres generaciones
en Castilla. Y sin embargo, al margen del indiscutible valor simbólico del mar-
tirologio cordobés, un valor que Alfonso III parece reconocer al trasladar el
43. Aunque también tenía cabida en los trabajos de autores que rechazaban tal extremo albornociano como,
por ejemplo, Menéndez Pidal. Sospechamos que fue el consenso en esta cuestión entre estos dos colosos de la
historiografía castellana, enfrentados en tantas otras cuestiones, que aseguraría la aceptación generalizada de la
teoría mozarabista.
277David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
cuerpo de Eulogio hacia el norte, los acontecimientos con más visos de haber
provocado migración tuvieron lugar hacia finales del siglo IX y principios del
siglo X. Sobre todo pensamos en el conflicto Córdoba-Toledo, no resuelto hasta
93244, y en la noticia de la repoblación de Zamora en el año 893, poblado con
mozárabes toledanos, acontecimientos cuya cronología difícilmente explica la
onomástica castellana tan bien arraigada ya a principios del siglo X.
Otro problema con la teoría mozarabista es la distribución social de la onomás-
tica semítica: entre el campesinado y no entre el clero. Evidentemente lo semí-
tico en Castilla tendrá un origen remoto exterior, pero su conservación entre el
campesinado, y escasez entre capas más expuestas a influencias mozárabes (el
clero), sugiere un fenómeno que a corto plazo podemos considerar autóctono.
La hipotética emigración mozárabe, en cambio, con su origen en el martirio
cordobés y su plasmación en las fundaciones cenobíticas leonesas, tenía que
haber dejado más huella entre el clero castellano.
Pero quizás más fundamental es el hecho de que carece de todo sentido que
un grupo militantemente cristiano y anti-árabe introdujera y mantuviera una
onomástica que recordara la misma tendencia arabizante que habría provocado
su hipotética huída. Y esto es más absurdo todavía cuando se aprecia que ni
siquiera en al-Andalus la población mozárabe parece haber llevado tal onomás-
tica. A partir del martirologio tenemos una idea de la onomástica mozárabe del
entorno de Córdoba a mediados del siglo IX, y se observa la escasa presencia
de onomástica semítica, con Isaac y Salomón como los únicos ejemplos de
onomástica semítica cristianizada. Este hecho en sí no tiene porqué extrañarnos
puesto que la disidencia mozárabe fue en gran medida (siempre según el pro-
pio martirologio) una reacción ante la arabización. Pero ni siquiera las familias
arabófonas y / o muladíes (conversos al Islam) parecen haber llevado onomás-
tica árabe. Lo más próximo sería algún nombre bíblico (Isaac, el funcionario
califal, por ejemplo), pero en sí también entendible a través de la tradición
judeo-cristiana. Quizás el estrato social del cual emergen los mártires cordobe-
ses es escasamente representativo de la sociedad en general, más politizado e
idealista, quizás corresponde al equivalente de una clase media, pero aun así
no esperaríamos un divorcio onomástico tan completo entre los mártires y los
44. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 601.
278 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
que se sienten suficientemente indignados o amenazados para emigrar hacia el
inhóspito y, en términos materiales y culturales, tremendamente pobre Norte
cristiano. Al margen de especulaciones sobre hipotéticas divisiones onomásti-
cas dentro de la sociedad mozárabe, el problema fundamental sigue siendo el
mismo: que difícilmente un movimiento que rechaza explícitamente la arabiza-
ción engendraría generaciones de onomástica árabe en Castilla.
A continuación presentamos la antroponimia de los protagonistas del marti-
rologio cordobés45. Algunos de los nombrados son de origen extra-andalusí
(Sanctius, Salomón, Georgius y Serbo Dei), pero la mayoría no, y creemos que
nos acercan a la realidad onomástica de la Córdoba mozárabe, una impresión
reforzada con referencia a las otras obras de Paulo Álvaro46. Algunos aspectos
de las pequeñas biografías martirológicas son realmente ilustrativos. Aunque
podemos considerar a los mártires como disidentes y militantes cristianos, no
lo eran necesariamente sus familias, y no obstante tampoco aparece onomástica
semítica entre sus parientes. Por lo visto, la onomástica semítica apenas figura-
ba entre la comunidad mozárabe, ni siquiera entre las familias más próximas al
poder musulmán.
los mártires cordobeses, 850-859, según las obras de eulogio (memoriale Sanctorum, si no se indica lo contrario) y paulo Álvaro
Abundius (III.xii) Leouigildus (II.xi)
Alodia (II.vii) Liliosa (II.x).
Amator (III.xiii) Leocritja (Albari Vita Eulogi, #13)
Anastasius (III.vii) Hludouicus (III.xiii)
Argimirus (III.xvi) María (II.viii)
Aurelius (II.x). Martinus (III.x)
Aurea (III.xvii) Nunilo (II.vii)
Benildis (III.ix) Paulus (II.vi)
Christophorus (Xpophorus) (II.xi) Paulo (III.xv)
Columba (III.x) Petrus (II.iv)
Digna (III.vii) Petrus (III.xii)
Helias (III.xv) Perfectus (II.i)
45. Fuentes utilizadas: EULOGIO, “Memoriale Sanctorum”, de donde tomamos la ortografía de los nombres; y
PAULO ÁLVARO, “Vita vel passio beatissimi Eulogii presbiteri”. Ambas del Corpus Scriptorum Muzarabicorum.
46. Albari Opera en Corpus Scriptorum Muzarabicorum, pp. 143 – 361.
279David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
Elisabeth (III.vii) Pomposa (III.xi)
Emila (II.xii) Rudericus (Liber Apologeticus XXV)
Eulogius, epónimo autor Rogelius (II.xiii)
Fandila (III.vii) Sabigotho (II.x).
Félix (III.vii) Sabinianus (II.iv)
Félix (II.x) Salomon (Liber Apologeticus XXV)
Flora (II.viii) Sanctius (II.iii)
Georgius (II.x) Seruus Dei (II.ix)
Gumesindus (II.ix) Seruiodeoi (II.xiii)
Habentius (II.iv) Sisenandus (II.v)
Hieremias (II.iv) Theodemirus (II.vi)
Hieremias (II.xii) Walabonsus (II.iv)
Isaac (II.ii) Wistremundus (II.iv)
Isidoro (III.xv) Witesindus (III.xiv)
Ioannes (II.x)
En varios casos parece que la militancia de los mártires cordobeses nacía del
encontrarse entre las dos religiones, y varios de ellos eran hijos de matrimonios
mixtos cristiano-musulmanes. Por ejemplo, Flora, martirizada en 852, hija de
musulmán y cristiana, y teóricamente musulmana ella, fue denunciada por su
hermano mahometano. También de matrimonios mixtos fueron Alodia, Aurea,
Aurelius y Nunilo. En otros casos ambos padres eran musulmanes. Así sucede
con Lucrecia, martirizada con Eulogio en 859. La mártir Sabigotho, mujer de
Aurelius, también nace de un matrimonio mahometano, pero en este caso te-
nemos además el dato de que su nombre original fue Natalia, y que el nombre
Sabigotho fuese adoptado al convertirse al cristianismo47. Ésta es la única no-
ticia dentro del martirologio cordobés de un cambio de nombre, y ni siquiera
el nombre rechazado es árabe. Es más, la anécdota refuerza el vínculo entre
nombre y credo, y hace más improbable aún la hipótesis de que refugiados
mozárabes con nombres arábigos perpetuasen dicha antroponimia generación
tras generación.
En resumen, entre la disidencia cordobesa no encontramos ningún caso de
mozárabes con nombres semíticos, ni siquiera cuando son hijos de matrimonios
mixtos o incluso enteramente musulmanes, o de familias mozárabes plenamen-
47. Aunque curiosamente el santoral católico la recuerda como Santa Natalia, quizás por cuestiones de eufo-
nía.
280 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
te integradas en la vida pública cordobesa: el caso del exceptor48 Isaac. Notamos
que otro exceptor de este periodo, Gómez, defensor de la moderación y la con-
vivencia religiosa, y quien luego se convertiría al Islam, tampoco lleva nombre
árabe, lo mismo que Argemirus, que había servido como censor a Muhammad
I. Por lo tanto, a pesar de pertenecer en muchos casos a los sectores más ara-
bizados de la mozarabía del siglo IX, no hay apenas vestigio de onomástica
semítica entre esta gente.
Si incluimos en el recuento los nombres de otros mozárabes que figuran en
el martirologio cordobés, en el Concilivm Cordvbense de 83949, en las epistolae
de Eulogio y Paulo Álvaro50 y en el episcopologio granadino51, algunos de ellos
(Gómez, Recafredo) más arabizados quizás que los disidentes, tampoco apare-
ce la anhelada onomástica semítica.
onomástica mozárabe, de las fuentes andalusíes no martirilógicas, de mediados del siglo iX
Álvaro, hermano de Eulogio
Amalsuindus, obispo de Málaga
Ariulfus, obispo de Mérida
Bonito, obispo de Toledo
Dulcidio, presbítero toledano que lleva las reliquias de Eulogio a Oviedo
Elisabeth, abadesa de Tábanos
Flabius, amanuense del concilium cordubense
Gómez, exceptor, representa ‘Abdarrahmán II ante los obispos mozárabes
Gundaforio, obispo de Elvira / Granada
Juan Hispalense, cuñado (?) y correspondiente de Paulo Álvaro
Hostegesis, obispo de Málaga
Isidro, hermano de Eulogio
Leobesindus, Astigitane sedis episcopus
Nefridius, obispo de Elvira
Pantaleon, obispo de Elvira / Granada
48. “doctus lingua Arabica exceptoris rei publicae officio fungeretur”, EULOGIO, Memoriale Sanctorum, II.ii;
”[exceptor] probablemente el cargo más alto posible para los no musulmanes dentro del gobierno cordobés”,
RINCÓN ÁLVAREZ, Mozárabes y mozarabías, p. 34.
49. “Concilivm Cordvbense”, en Corpus Scriptorum Muzarabicorum, p. 141.
50. También recogidas en Corpus Scriptorum Muzarabicorum.
51. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 540.
281David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
Paulo Álvaro, amigo y biógrafo de Eulogio
Pirricio, obispo de Elvira / Granada
Quiricus, Accitane sedis episcopus
Recafredo, metropolitano de Sevilla
Saúl, obispo de Córdoba
Samuel, obispo de Elvira / Granada
Samuel (II), cordobés, medíador en el traslado de reliquias de San Eulogio
Sansón, abad de Peña Melaria
Speraindeo, instructor de Eulogio
Teodemundo, diácono cordobés acompañante de Eulogio
Wistremiro (Uistrimirus), obispo de Toledo
Hacia 890 tenemos otro testimonio de la onomástica mozárabe cordobesa: los
epigramas de Cipriano52. Su testimonio nos es válido tanto para confirmar y
dar un poco más cuerpo, y por tanto más validez estadística, a la onomástica
sacada del martirologio eulogiano, como para acercarnos cronológicamente a
la onomástica observada a principios del siglo X en Castilla. Además esta fuen-
te sugiere que, a pesar de la ‘persecución’ de Muhammad I, la vida cristiana
seguía en Córdoba, y estos cristianos seguían utilizando la misma onomástica
no semítica que antes. A este respecto, es interesante la evaluación de Simonet,
“a pesar de los muchos que habían apostado en las persecuciones de los rei-
nados anteriores, los mozárabes eran en gran número todavía en Córdoba y su
comarca”53. El mundo descrito por el Arcipreste Cipriano, con su intercambio
de biblias, patrocinio de iglesias y composición de epigramas, está muy alejado
de la cataclísmica situación que describe Eulogio con la fe cristiana asediada
por vengativos musulmanes ansiosos de sangre cristiana y de acabar con el
cristianismo cordobés, tanto física (las iglesias atacadas) como espiritualmente,
y a la vez está mucho más próximo a la visión de tolerancia que nos llega de
otras fuentes, y que impera en el sistema musulmán por razones fiscales. En fin,
crece nuestra convicción de que Eulogio describe una persecución limitada a
los disidentes, y que difícilmente provocaría grandes éxodos de campesinos.
52. “Cypriana, Vincenti, Recesvinti, aliorvm carmina”, en Corpus Scriptorum Muzarabicorum, p. 685 y ss.;
SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 552.
53. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 552.
282 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
onomástica de las epigrammata (Carmina) de Cipriano
Adulfus, conde y benefactor de la iglesia de San Acisclo
Cipriano, arcipreste y epigramista cordobés
Fredenande, mencionado en Carmina I
Guisinda, mujer del conde Adulfo
Hermilde, ‘la piadosa’, objeto de un epitafio epigrámico
Juan, santo confesor y objeto de un epitafio epigrámico
Samsón, abad, objeto de un epitafio epigrámico
Saturnino, arcediano
Zoilo, amanuense
Por último, los supuestos emigrantes mozárabes que aparecen en la documen-
tación galaico-leonesa tampoco ostentan onomástica semítica: de Samos, entre
857 y 878, los primeros nombres son Audofredo, Vicentio, Oilón y María, los
dos primeros explícitamente advene cordovenses54; según la epigrafía, el abad
de San Martín de Castañeda en 926, a Cordoba venit, se llamaba Juan55; mien-
tras en Sahagún, en el sureste leonés, nos encontramos con el abad Alfonso,
aparentemente de origen cordobés56, y con el monje Teudecuto biaciense sedis
arcidiaconus (Sahagún8, 905). No negamos que hubiera inmigrantes del sur,
sobre todo en León y Galicia, pues aquí están sus nombres, pero entre ellos
no aparece onomástica arabizada. En nuestra opinión, demasiado peso histo-
riográfico57 descansa en la figura, y sobre todo en el nombre, de Recemiro Iben
Decembre cognomento Abolfeta, quien aparece en la temprana diplomática
sahagunesa nada menos que 21 veces58, pero sin indicación explícita de que
tuviera un origen meridional.
Pero ahí está el germen de la tesis mozarabista: “en los diplomas y privilegios
concedidos por Alfonso el Magno al Abad Alfonso y demás monjes fundadores
del Monasterio de Sahagún, subscriben algunos personajes que por sus nom-
bres parecen mozárabes emigrados, como Teudecuto, Arcediano de la sede
54. Samos1, Samos3 y Samos5.
55. CAVERO DOMÍNGUEZ, “Los mozárabes leoneses y los espacios fronterizos”, p. 246.
56. CAVERO DOMÍNGUEZ, “Los mozárabes leoneses y los espacios fronterizos”, p. 248.
57. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 502.
58. AGUILAR, “Onomástica de origen árabe ...”, p. 361.
283David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
Baiecense, y Recemiro Iben December”59. Este último llevaba el cognomento
Abolfeta60, pero nos preocupa que gran parte de la tesis mozarabista, que se
supone aplicable a Castilla, descansa en la aparición leonesa de este clérigo
cuya onomástica mezcla elementos germánicos y semíticos.
Algunos pocos nombres semíticos sí aparecen en la literatura mozárabe, aunque
siempre en forma cristiana: Salomón, Isaac (en vez de Sulayman / Zuleiman o
Ishaq). Puede que los mismos autores mozárabes cristianizasen estos nombres
(aunque la ausencia de onomástica plenamente árabe sugiere que no sea el
caso), pero más relevante que esta hipotética cristianización de unos pocos
nombres semíticos en Córdoba, es la ausencia de la equivalente cristianización
de los mismos nombres en Cardeña. Pues si contemplamos la cristianización de
la onomástica martirológica, supone un reconocimiento implícito del rechazo
de la onomástica árabe por parte de la disidencia mozárabe, paradigma que
choca con lo observado en la documentación cardeniense, donde Salomón, por
ejemplo, aparece siempre con forma arabizada (Zuleiman).
59. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 502.
60. AGUILAR, “Onomástica de origen árabe ...”, p. 361.
Mapa XXXII. Las noticias de inmigración mozárabe aputan hacia León y Galicia
284 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
La existencia de sistemas onomásticos duales complica el análisis de la antropo-
nimia medieval, y ya encontramos el fenómeno tanto en la documentación del
norte cristiano, como entre la mozarabía andalusí y las comunidades hebreas61.
En el martirologio cordobés no tenemos eco del fenómeno, pero deberíamos
contemplar la posibilidad de que los mártires cordobeses tuviesen todos un
nombre árabe, utilizado quizás en tratos con el estado musulmán, pero suprimi-
do en el martirologio. No obstante, es sólo una hipótesis, lo cual en sí no hace
sino reforzar el vínculo entre nombre y creencia, y así hace más improbable la
prosperidad de la onomástica árabe entre refugiados mozárabes.
En realidad, a partir de las fuentes literarias y cronísticas, la onomástica parece
definir la orientación religiosa del individuo, y tenemos varios ejemplos explí-
citos de cambio de nombre para coincidir con cambio de religión. La mártir
Natalia marcaría su bautismo con la asunción del nombre Sabigotho. No es
que el nombre Natalia esté especialmente vinculado con el Islam, sino que
este cambio nos indica el fuerte vínculo entre identidad onomástica y religiosa,
implícito en el sacramento del bautismo. El primero entre los ascendientes de
Omar ben Hafsún en islamizarse, su abuelo, marcaría el hecho con la adopción
del nombre musulmán Cháfar62, y el caudillo muladí haría lo inverso cuando
en 898 se convierte al cristianismo, adoptando el nombre Samuel, y su mujer el
de Columba63. En la documentación leonesa estudiada por Aguilar y Mediano,
en 14 casos de conversos (al cristianismo) ninguno porta onomástica árabe64.
No siempre se aplica este principio, y la onomástica semítica encontrada en la
Cuenca del Duero y referente a población cristiana65 contradice la equivalencia
religioso-onomástica que se observa en otros registros (trataremos de explicar
porqué más adelante), pero por el momento nuestro interés radica en demos-
trar la improbabilidad de la solución mozarabista.
61. Cf. nuestro capítulo Estratos etnolingüísticos y sus contextos históricos.
62. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 513.
63. SIMONET, Historia de los mozárabes ..., p. 567.
64. AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia de origen árabe ...”, p. 587.
65. De esto no cabe ninguna duda, pues aunque la incidencia entre el clero cardeniense es menor que entre
el campesinado, son abundantes las referencias explícitas a abades, diáconos, fratri, y sobre todo presbíteros,
todos con nombres semíticos, AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia de origen árabe
...”, pp. 588-598.
285David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
Por último, si estudiamos la onomástica laica burgalesa no semítica en búsque-
da de influencias mozárabes, sí observamos la presencia de algunos nombres
muy evocativos de la disidencia mozárabe cordobesa: Servideo y Sperando.
Esto podría indicar familiaridad con la martirología cordobesa, sin embargo, la
completa ausencia del nombre Eulogio, auténtico ideólogo y protagonista
del fenómeno, sugiere que este culto no estuviese especialmente arraigado en
la Castilla proto-condal. Nos extraña que una disidencia mozárabe tan íntima-
mente vinculada con el clero cordobés, en el caso de haber provocado una
emigración también esencialmente clerical, dejara tan poca huella entre el clero
burgalés, y concretamente la ausencia del nombre Eulogio en la Castilla condal
nos sugiere que la aportación mozárabe al condado sería limitada.
En conclusión, no nos parece verosímil que la onomástica árabe que aparece
en Castilla a principios del siglo X se deba a una emigración mozárabe, cuyo
motivo de emigración fuera el rechazo de la arabización e islamización, cuando
en el mismo al-Andalus la población mozárabe no utilizaba tal onomástica.
Cada vez más autores, a partir de planteamientos y metodologías distintas,
rechazan la solución mozarabista. En referencia a Castilla, García González
parece referirse a explicaciones no-andalusíes cuando habla de “sociedades
nativas de las llanadas parcialmente islamizadas” 66, pero la mayor parte del
trabajo sobre esta cuestión se ha centrado no en el Condado sino en el mejor
documentado Reino de León. Estepa identifica indicios cronológicos que sugie-
ren que la presencia de esta onomástica es anterior al supuesto momento de
las inmigraciones mozárabes, el reinado de Alfonso III67. Desde otra perspectiva
Sánchez Badiola insiste en la ausencia de indicios sociales de inmigración68. Por
último, para Mediano la mezcolanza de nombres semíticos y latino-germánicos
en las mismas familias, lo que el define como la ‘indiferencia onomástica’, no
cuadra con una población que huye del ‘yugo musulmán’69. Lo observado en la
66. GARCÍA GONZÁLEZ, “Antropología, Arqueología e Historia”, p. 42.
67. ESTEPA DÍEZ, Estructura social de la ciudad de León, p. 152.
68. “En toda la comarca ardonesa es innegable la importancia de una onomástica arabizada [...] hay indicios
más que suficientes para pensar que se trata, al menos en su mayor parte, de una población autóctona y es-
trechamente vinculada a las tierras que habita”, SÁNCHEZ BADIOLA, “Mozarabismo y poblamiento en el León
altomedieval”, p. 321.
69. “En mi opinión, el proceso descrito, basado en la idea de la repoblación mozárabe, topa con una contra-
dicción de base, cual es su incapacidad para explicar la actitud de un grupo que, por un lado, rechaza la perma-
nencia en al-Andalus y la arabización, y por otro, mantiene tenazmente rasgos culturales árabes que le granjean,
286 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
documentación cardeniense, sobre todo la integración social y arraigo crono-
lógico de esta onomástica, concuerda con lo que conduce a los investigadores
de la mucho más abundante documentación leonesa a cuestionar su hipotético
origen andalusí. Novedoso al caso castellano es la oportunidad que nos brinda
el texto Cardeña14 para contrastar la antroponimia clerical con la laica, lo cual
debilita aun más la idea de que esta onomástica tenga su origen en una perse-
cución religiosa.
Pues bien, si Hozen, Rahema y Abolmondar no son inmigrantes de al-Andalus,
¿cómo se explica esta onomástica en la Castilla condal?
eXPLiCaCiones aLternatiVas
¿PobLaCiÓn JuDÍa, teMPranaMente arabizaDa?
Una posibilidad que deberíamos contemplar es que en realidad la onomástica
semítica observada corresponde a la comunidad judía, muchas veces marginada
historiográficamente en el contexto altomedieval pero muy posiblemente una
minoría relevante en la Castilla protocondal70. Glick sugiere que esta comunidad
experimentaría una arabización cultural relativamente temprana71, y en cuanto
a onomástica esto parece muy probable dada que ambos pueblos semíticos
compartían toda la antroponimia bíblica. Si la comunidad judía supusiera el
10% de la población burgalesa nos ofrecería una buena explicación para gran
parte de la onomástica semítica castellana que nos ocupa.
Los nombres más corrientes entre los judíos hispanos medievales parecen ha-
ber sido Yshaq, Yuçef, Abraham, Moseh, Yom Tov, Semu’el, Yehudah, Selomoh,
Sem Tov y Haym (Vital), y sus numerosos hipocorísticos y derivados, varia-
ciones multiplicadas por el desencuentro fonético y alfabético entre hebreo
y romance. Entre la documentación cardeniense contemplada sólo Abraham
y Zuleiman corresponden a esta lista, pero el segundo de ellos, que aparece
siglo y medio después de iniciado el hipotético proceso migratorio, el calificativo ‘insultante’ de mozárabes”,
RODRÍGUEZ MEDIANO, “Acerca de la población arabizada del Reino de León”, p. 471.
70. Una combinación de carencia de referencias explícitas diplomáticas a esta comunidad y el dominio del
binomio musulmán-cristiano hace que se recurren demasiadas veces a soluciones migracionistas para explicar la
nutrida presencia judía que aparece en la Castilla plenomedieval y en algunos casos antes.
71. GLICK, Cristianos y musulmanes ..., pp. 229-230.
287David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
tres veces, tiene siempre forma árabe y no judía, mientras falta por completo
cualquier semblanza de los otros nombres. Además, esta comunidad parece ser
cristiana, y así la explicación judía necesitaría un proceso demasiado complejo
(no sólo una arabización precoz, sino también una posterior cristianización)
para que la consideremos la hipótesis prioritaria para más que una pequeña
proporción de la onomástica semítica cardeniense. Sin descartar la presencia
de población judía en la Castilla protocondal, no nos parece una solución
adecuada para la problemática onomástica semítica tan abundante en la docu-
mentación cardeniense.
¿CoLonizaCiÓn bereber?
Rechazadas las soluciones judía y mozárabe, nos queda aún otra solución alóc-
tona para este sustrato onomástico: los descendientes de los conquistadores
que acompañaron a Tariq hacia 712, la inmensa mayoría de ellos bereberes.
Además, según Lagardère, los triunfantes maghrebíes, a diferencia de los ára-
bes, provenían de una cultura agropecuaria y llegaban con la intención de
colonizar los territorios ganados72. Como ya hemos detallado en otro capítulo,
la cronística árabe sugiere que por lo menos algunos de los bereberes retorna-
ron al norte después de su derrota en Mérida (741), mientras las crónicas, tanto
andalusíes como asturianas, dicen que Alfonso I no operaba en un vacío hacia
753. Ni siquiera así queda probada la presencia de bereberes en Castilla en la
segunda mitad del siglo VIII, pero es una hipótesis digna de consideración so-
bre todo cuando Oliver Asín encuentra tantos ecos toponímicos del septentrión
africano en nuestro espacio.
Un escollo para esta teoría es la prohibición malikí de que población musulma-
na se quedara bajo dominio político no islámico, y ante la observada ausencia
de una política andalusí de reconquista de Castilla73, la implicación sería que
el noroeste peninsular careciera de una numéricamente relevante población
musulmana. No obstante, también se puede argüir que cualquier legislación
proscriptiva tiende a reflejar una realidad social, y no preocuparse tanto para le-
72. “... la masse des conquérants berbères maghrébins, riche d’une tradition agricole de sédentaires, s‘établit
comme cultivateurs et comme pasteurs dans les terres qui lui furent assignées ... “, LAGARDÈRE, Campagnes et
paysans d’Al-Andalus, pp. 15-16.
73. GARCÍA GONZÁLEZ, “Valpuesta y su entorno ...”, p. 140; MAÍLLO SALGADO, ¿Por qué desapareció al-
Andalus?, pp. 31-33.
288 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
gislar en contra de fenómenos inexistentes. Es más, sabemos que los bereberes
eran desafectos del sistema árabe, y que además en algunos casos no habían
llegado a convertirse al Islam, o su conversión había sido reciente y quizás su-
perficial74. Por lo tanto, en vez del paradigma tradicional de un abandono de la
Meseta Norte por parte de los bereberes, habríamos que contemplar que inver-
samente es el estado musulmán el que les abandona a ellos. No sugerimos que
estos renegados bereberes supusiesen la mayoría de la población castellana,
pues en tal caso esperaríamos alguna referencia al fenómeno en la cronística
árabe, pero sí que una permanencia residual de esta gente habría prolongado
la influencia cultural arabizante en la Castilla desestructurada75.
Otro problema de la hipótesis bereber es el desajuste entre una casta bere-
ber triunfante y la concentración de la onomástica semítica observada entre
el campesinado. Cabe una solución diacrónica en los dos siglos que median
entre la conquista y la diplomática cardeniense, pero el desajuste es una rea-
lidad que debilita la explicación bereber. Quizás la huella bereber se observa
mejor entre la antroponimia que acompaña la voz castro (Melgar, Gundisalvo
ibn Muza, Abduzi, Marzaref, Mutarraf, Hevoz, Aldeireite, Ardón, Froila, Pepe,
Domnino76), indicativa quizás de la clase que jerarquizaba la ‘desestructurada’
Meseta, antes de la reestructuración, aunque esto es poco más que una intui-
ción por el momento, y falta por contextualizar espacial y cronológicamente las
combinaciones castro + nombre.
¿isLaMisMo autÓCtono CasteLLano?
Por último, queda la solución de que esta onomástica corresponda a la pobla-
ción indígena de la cuenca del Duero que se habría arabizado culturalmente,
contemplando como marco cronológico para este proceso arabizante tanto los
cuarenta años durante los cuales Castilla estuvo integrada en al-Andalus, como
el siglo largo siguiente cuando la Castilla meseteña (y con ella también el Pasillo
74. OLIVER ASÍN, En torno a los orígenes de Castilla ..., pp. 59-60.
75. Incluso MAÍLLO SALGADO (“El Reino de Asturias desde la perspectiva de las fuentes árabes”, p. 240), quien
tiende a minimizar la presencia arabo-bereber en el noroeste peninsular, no descarta esta posibilidad: “todavía
grupos de musulmanes residuales, principalmente beréberes, quedarán fuera del control de Córdoba, que con el
tiempo terminarán cristianizándose”.
76. Lista confeccionada por CAVERO DOMÍNGUEZ ("Los mozárabes leoneses y los espacios fronterizos", p. 243,
n. 63) a partir del trabajo de GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, Fortiicaciones y feudalismo en el origen y formación del
reino leonés (siglos IX-XIII).
289David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
occidental) permaneció desestructurada y al margen de cualquier superestruc-
tura política.
Postulamos una arabización relativamente rápida, en gran medida el resultado
de la conquista del Ducado de Cantabria. Siguiendo a Chalmeta, entendemos
que el proceso conquistador, con la introducción de personal de fuera, la rup-
tura de los sistemas políticos anteriores y la redistribución de la tierra, crearía
un clima más propicio para el cambio que el paradigma pactista experimentado
en gran parte de la Península. Pero, a diferencia de Chalmeta, creemos que el
paradigma de conquista sería aplicable al Ducado de Cantabria. Que hubiera
una islamización religiosa temprana en el noroeste peninsular se deduce del
siguiente testimonio del Ajbar Maymu’a, “en el año [1]33 fueron vencidos y
arrojados los musulmanes de toda Galicia, volviéndose a hacer cristianos todos
aquellos que estaban dudosos de su religión”77. A continuación, durante el
siglo desestructurado que se extiende de 750 a 850 aproximadamente, ante
la ausencia de viables y atractivas alternativas culturales al modelo andalusí
se mantendría el grado de arabización antes alcanzado. La recristianización
cultural sólo tendría lugar a partir de la reestructuración política del espacio
durante la segunda mitad del siglo IX, proceso ejemplificado por la ‘fundación’
de Burgos en 88478.
Sin embargo, este modelo teórico choca con el análisis de Bulliet de la islamiza-
ción de los espacios conquistados por los árabes en el vertiginoso primer siglo
de su expansión. A partir del “análisis estadístico de los nombres de los juristas
islámicos compilados en los diccionarios biográficos o tabaqat”, Bulliet sugiere
una islamización lenta y acumulativa que no se habría acelerado hasta el siglo
X79. En el contexto andalusí supondría poco más de la cuarta parte de la pobla-
ción convertida al Islam durante los dos primeros siglos de la presencia árabe
en la Península, en una dinámica repetida en otros espacios como Siria, Iraq y
Egipto. Se debe matizar que, en realidad, lo que mide Bulliet es la aculturación
77. Traducción de MAÍLLO SALGADO, “El Reino de Asturias desde la perspectiva de las fuentes árabes”, p.
239, n. 26.
78. Notamos la proximidad entre este nombre y la serie de topónimos formados a partir del árabe Burdj, VILA-
DRICH, “L’aplicació d’una hipótesi arqueológica sobre la toponímia del poder omeia ...”, p. 403.
79. BULLIET, Conversion to Islam in the Medieval Period: An Essay in Quantitative History; la cita textual resu-
miendo la tesis de Bulliet es de GLICK, Cristianos y musulmanes ..., pp. 43-4, n. 40.
290 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
(onomástica) islámica más que la conversión religiosa en sí, pero felizmente
nuestro interés aquí coincide con su metodología.
Evidentemente, el modelo que describe Bulliet choca con lo observado en
Castilla. Si aceptamos su tesis ¿cómo podemos mantener que, en apenas 40
años, en Castilla la aculturación islámica penetrara tan profundamente que 150
años después de la retirada musulmana todavía un 20% de la población mues-
tra indicios de arabización por lo menos onomástica? Pues por tres motivos.
En primer lugar, por la razón empírica de la existencia (y abundancia) de la
onomástica semítica, cuando la única otra solución propuesta hasta ahora (la
inmigración mozárabe) carece de sentido. En segundo lugar porque la tesis de
Bulliet padece algunas deficiencias metodológicas que ponen en cuestión su
aplicabilidad en el escenario peninsular. Y en tercer lugar, porque el espacio
que estudiamos y sus circunstancias históricas son radicalmente diferentes a
los espacios que la tesis de Bulliet contempla, que son espacios pactistas, otros
plenamente integrados en al-Andalus, y sobre todo espacios musulmanes extra-
peninsulares.
En cuanto a las deficiencias metodológicas, la más significativa es que la mues-
tra que utiliza Bulliet para al-Andalus es demasiado reducida para tener un
significado estadístico80. Pero además la muestra es escasamente representativa
de la sociedad en general, ya que Bulliet estudiaba esencialmente una clase
media-alta (los juristas islámicos) y no el campesinado que es la clase entre
los cuales abunda la onomástica árabe en Castilla. Ya hemos observado que el
perfil onomástico varía según el estrato social estudiado.
Pero quizás lo que más relativiza la aplicabilidad de la tesis bulletiana a la
Castilla proto-condal son los singulares acontecimientos geopolíticos (conquista
y luego desestructuración) que caracterizan el espacio. El modelo bulletiano ha
sido desarrollado en referencia a espacios plenamente integrados en el imperio
musulmán y no periféricos, y aunque podría parecer contraintuitivo que hu-
biese un ritmo más elevado de aculturación islámica en un espacio periférico y
prontamente extra-andalusí que en otros plenamente integrados en el sistema
califal, sugerimos que ése es precisamente el tipo de solución que deberíamos
80. GLICK, Cristianos y musulmanes ..., pp. 43-4, n. 40, es significativa la crítica de este investigador ya que, por
lo demás, no es para nada hostil a la tesis de Bulliet.
291David Peterson
onoMÁstiCa seMÍtiCa en la Castilla ConDal
contemplar para explicar la extraordinaria profusión de onomástica semítica en
la Castilla proto-condal.
Sin embargo, no desechamos la tesis de Bulliet sin más, pues reconocemos,
por ejemplo, que lo observado entre la comunidad mozárabe en Córdoba para
nada contradice sus cálculos81, pero sí cuestionamos su aplicabilidad a nuestro
escenario. Lo fundamental es preguntarse por qué Castilla parece seguir un
camino diferente a otros espacios absorbidos por los árabes. Ya distinguimos
entre espacios conquistados aunque luego abandonados (que se arabizan más
rápidamente) y espacios vecinos pactistas (con una islamización ralentizada), y
también en el caso de noroeste peninsular sospechamos que el abandono en sí
(y la desestructuración que lo sigue) juega un papel importante.
Específicamente, creemos que gran parte de la población de la Cuenca del
Duero en torno al año 750 sería ya culturalmente arabizada, muy por encima
del ritmo de aculturación que describe Bulliet para otros espacios. Luego el lim-
bo superestructural en que se encuentra este espacio no hace nada para contra-
rrestar esta arabización. No sería hasta la reintroducción del poder estructurado
cristiano en la Cuenca, a partir de 850, que se empieza a recristianizar onomás-
ticamente a esta población. Quizás incluso habría un pequeño porcentaje des-
cendiente de colonos bereberes, pero sobre todo insistimos en que el elemento
onomástico semítico, que todavía supone casi el 20% entre el campesinado en
920, no se debe a inmigración mozárabe sino a circunstancias peculiares a la
historia de Castilla. A la hora de interrogar la documentación del siglo X no
se debería ignorar apriorísticamente los acontecimientos geopolíticos del siglo
VIII. Las crónicas insinúan que el espacio que abunda en onomástica árabe a
principios del siglo X fue conquistada dos siglos antes, y más explícitamente
nos cuentan que siglo y medio antes de aparecer esta onomástica se culmina-
ban 40 años de control político islámico, seguido por una desestructuración
que ralentizaría la introducción posterior de modelos culturales alternativos.
Reivindicamos que a estos acontecimientos se les conceda su justo protagonis-
mo en la historiografía de la región en vez de buscar soluciones alóctonas.
81. CHALMETA (Invasión e islamización, p. 27) también acepta que la islamización de la Península sería un
fenómeno “paulatino y plurisecular”, al margen de la necesidad de tener en cuenta los distintos tipos y grados
de islamización.
293David Peterson
la cronología del vascuence al sur del ebro
Entre los más tempranos textos de la diplomática emilianense se observan
nombres de lugar y de persona con aire vasco. Es el caso desde el primer texto
de la colección, el varias veces mencionado pacto de fundación de San Miguel
de Pedroso del año 7591, y cuando aparecen otros textos a lo largo del siglo
IX también contienen onomástica vascoide, aunque ahora generalmente topó-
nimos2. Existen dudas en torno a la autenticidad de gran parte de estos textos
tempranos, y no será hasta mediados del siglo siguiente cuando empezamos
a tener textos emilianenses libres de sospecha, pero mientras tanto el goteo
de nombres vascos, tanto topónimos como antropónimos, se observa en otras
fuentes menos interpoladas, como la documentación cardeniense. También está
el célebre testimonio de las glosas emilianenses, las primeras ‘frases’ vascas. En
la literatura se asomará Don Bildur en la poesía de Gonzalo de Berceo, y sabe-
mos que los vecinos de Ojacastro disfrutaban del derecho de usar el vasco en
los tribunales a mediados del siglo XIII. Hoy todavía la toponimia mayor de la
Rioja Alta es testimonio elocuente de este estrato lingüístico.
1. Cogolla1. Entre una veintena de monjas subscriptoras los nombres más evidentemente vascos son Anderazo y
Anderquina (cf. Andere = ‘señora’), quizás Amunna (cf. Amonna = ‘abuela’, aunque aquí el putativo significado
nos parece problemático para ser un nombre de pila) además de Munnoza, Scemena, Hurraca etc.
2. Por ejemplo, en Cogolla9 (869), referente a los Montes de Oca, nos encontramos con los topónimos Zarra-
tone, Larr’hederra (nuestra lectura, Ubieto transcribe Larchederra) y Gallafaza.
294 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
Nuestra pregunta es, ¿de cuándo data esta presencia vascófona en el Pasillo?
Porque entendemos que esta onomástica registrada diplomáticamente indica
eso: la presencia de importantes contingentes de población vascófona.
eL Distrayente enFoQue rioJano
Ya hemos citado las fuentes más conocidas del fenómeno del vasco al sur del
Ebro (los textos del Cartulario de San Millán, las también emilianenses glosas,
Don Bildur, el fuero de Ojacastro, la toponimia mayor en –uri de la Rioja Alta,
la oronimia del Alto Oja) y todas comparten una característica: apuntan hacia
la Rioja Alta. Creemos, sin embargo, que esta circunstancia ha contribuido a la
deficiente comprensión del fenómeno que tenemos entre manos.
En parte, si éstos resultan ser los restos más visibles y conocidos del euskera
al sur del Ebro, se debe precisamente al hecho de no ser las primeras mani-
festaciones del fenómeno. Sin embargo, al asociar el fenómeno con La Rioja
se ha tendido a vincularlo también con la presencia navarra en este espacio a
lo largo de la mayor parte del siglo X3 cuando en realidad sugerimos que en
sus orígenes tiene mucho más que ver con la coyuntura política que acaba-
ría uniendo los condados de Álava y de Castilla bajo el gobierno de Fernán
González. Se trataría de un fenómeno en sus orígenes anterior a la presencia
navarra en la Rioja Alta, como intentaremos demostrar a lo largo de este capítu-
lo, e inicialmente se concentra en espacios que, aunque hoy riojanos, parecen
haberse encontrado fuera de territorio navarro en muchos casos hasta el siglo
3. Por ejemplo, MENÉNDEZ PIDAL (Orígenes del Español, #97.2, pp. 466-467) insistía en un origen navarro
para las dos glosas emilianenses vascas aun cuando todos los indicios filológicos apuntaban, y apuntan, hacia los
dialectos occidentales. El rechazo de la tesis navarrista es casi universal entre los especialistas en filología vasca,
desde Echegaray y Urquijo, citados por Menéndez Pidal, hasta el presente: “en realidad, pudo muy bien ser – y lo
más probable es que fuera – un riojano o un alavés, es decir una persona cuya lengua estaba mucho más cerca
del vizcaíno que de ningún otro dialecto vasco”, MICHELENA, Sobre el pasado de la lengua vasca, y también
IRAIZOZ (“Las palabras vascas en las Glosas Emilianenses”) e IRIGOYEN (“Las Glosas Emilianenses y la Lengua
Vasca”). Por otra parte, GARCÍA DE CORTÁZAR (El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, p. 98,
n. 5) se extrañaba ante la onomástica vasca de San Miguel de Pedroso, en parte por motivos cronológicos, pero
también por hallarse el cenobio en Burgos y no en La Rioja, “A mi entender, lego en Onomástica, resulta un tanto
difícil comprender esa abundancia de nombres vascos de persona en una fecha tan temprana y en una región a la
que no alcanzó en el siglo X y siguientes la colonización vasca con la densidad con que operó en la Rioja, donde
tantos topónimos la recuerdan” [nuestro el subrayado]. Michelena se fijó en esta insuficiente comprensión del
fenómeno, lo comentó y en gran medida lo remendó en su artículo “Onomástica y población en el antiguo reino
de Navarra”, aunque el título del mismo, y específicamente la referencia a Navarra, no es del todo acertado.
295David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
XI. Asimismo la dialectología apunta hacia un origen occidental y, más concre-
tamente, alavés.
Lo expuesto no supone necesariamente una novedad. Por ejemplo, ya hacia
1950, Alarcos Llorach denunció el origen alavés de estos vascoparlantes4, mien-
tras, en el contexto cronológico, Michelena insistía en desmarcar lo observado
del fenómeno navarro, “bastante antes de los avances de Sancho Garcés I en
el primer cuarto del siglo X ...”5. Quizás lo que menos se ha comentado es
la distribución espacial (sobre todo anterior al año mil) casi exclusivamente
castellana, realidad que se aprecia mejor sólo cuando se digiere la presencia
castellana en territorio hoy riojano.
En fin, nos parece importante denunciar el fuerte arraigo de la idea de que el
vascuence arraigado al sur del Ebro fuera un fenómeno esencialmente riojano
ya que tiende a complicar y navarrizar la comprensión del mismo y de su
cronología.
CronoLogÍas ProPuestas
Los orígenes del euskera ejercen una fascinación sobre filólogos, tanto profesio-
nales como aficionados, y uno de los enigmas más intrigantes es precisamente
esta onomástica que aparece con nitidez al sur del Ebro en la documentación
medieval. En cuanto a los orígenes de este estrato, en los extremos se sitúan
dos hipótesis cronológicas. Por un lado, un origen en periodo prerromano,
quizás incluso anterior a las invasiones indoeuropeas, lo cual sugiere una pre-
sencia en el Sistema Ibérico durante por lo menos tres milenios, y que tiende
a unirse con la tesis, hoy generalmente desacreditada, del vasco-iberismo6. Por
otra parte, la mayoría de los comentaristas actualmente hablan de un origen en
la Alta Edad Media (siglos IX y X). Pero también existen interesantes posturas
intermedias: así, Caro Baroja, aunque crítico de la idea del vasco-iberismo7,
habla en términos de ‘desde la época de los Autrigones’ que quizás apunta
4. “El vasco de los repobladores de la Rioja, salvo en su parte oriental (Igea de Cornago), territorio antiguo de
los vascones, pertenecía al tipo occidental de Vizcaya y Álava y no al oriental de Guipúzcoa y Navarra”, ALARCOS
LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 492.
5. MICHELENA, “Sobre la lengua vasca en Álava ...”, p. 174.
6. Véase, TRASK, The History of Basque, p. 379; TOVAR, Mitología e ideología sobre la lengua vasca.
7. CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis del vascoiberismo”.
296 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
hacia el periodo altoimperial en vez de épocas anteriores8, mientras Michelena
opta por la cronología arriba citada, ‘bastante antes’ de la presencia navarra en
La Rioja a partir del siglo X.
En cuanto a la primera cronología, que podemos denominar la hipótesis vas-
coiberista, es una teoría muy atractiva ya que enlaza con la contrastada con-
tracción del euskera en tiempos históricos, y sugiere que en gran parte de la
Península se hablaría una o varias lenguas antecedentes del vasco, situación
que habría dejado un reguero toponímico visible en topónimos tan dispersos
como Iliberris (Granada), Garray (Soria) o Iria Flavia (La Coruña)9. Sin em-
bargo, en general, la hipótesis vascoiberista está también en contracción en
los círculos académicos, aunque sigue captando la imaginación del público y
tiende a resurgir con regularidad en obras de divulgación.
Los problemas con esta teoría son varios. La mayoría de los filólogos rechazan
la idea10, mientras Villar intuye etimologías indoeuropeas para fenómenos lin-
güísticos peninsulares superficialmente vinculables con el euskera11. En el nivel
más general, casi como principio de la Lingüística Histórica se diría, se entiende
que las sociedades más primitivas (como sería el caso de la Europa prerroma-
na) tienden a ser lingüísticamente atomizadas (Nueva Guinea y la Amazonia
sirven como ejemplos actuales) con la tendencia histórica generalmente hacia
la concentración lingüística. Desde la perspectiva peninsular este principio fue
brillantemente ilustrado por Caro Baroja12. Así, no habría que pensar en térmi-
nos de grandes extensiones lingüísticas en la Península en el momento de la
llegada romana sino de un panorama atomizado.
8. “¿Será debida a una existencia constante de la lengua vasca desde la época de los autrigones, en que éstos
se extendían desde la costa cantábrica y el extremo occidental de Vizcaya hasta la sierra de la Demanda por el
S., o más bien habría que atribuirla a una repoblación llevada a cabo en los siglos primeros de la Reconquista?
Lo primero me parece más probable que el segundo”, CARO BAROJA, Materiales para una historia de la lengua
vasca en su relación con la latina, p. 188.
9. “Se suele admitir que, en época anterior a la instalación de los cántabros, astures y celtas galacios, la franja
septentrional correspondiente pudo estar habitada por pueblos afines al vasco”, LAPESA, Historia de la lengua
española, #3.5.
10. MICHELENA, “Sobre La Historia de la Lengua Vasca”, “... la relación entre vasco y ibérico está basada en el
rasgo común de no ser indoeuropeas ... un vínculo genético demasiado remoto ...”; véase también TRASK, The
History of Basque, p. 379 y ss. para un resumen del progresivo rechazo científico de la tesis .
11. VILLAR, Indoeuropeos y no indoeuropeos en la Hispania prerromana, p. 191 y ss.
12. CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis del vascoiberismo”, p. 37 y ss.
297David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
Conjuntamente con este principio está el hecho incontestable que, incluso en-
tre idiomas sin ningún tipo de parentesco o contacto, el limitado número de
fonemas que el aparato vocal humano es capaz de reproducir asegura siempre
un porcentaje de coincidencias, circunstancia denunciada por Trask13, pero que
ha mantenido una pequeña industria de filólogos empeñados en demostrar
los vínculos entre el euskera y todo tipo de idiomas. En un espacio limitado
como la Península Ibérica, con inevitables contactos y migraciones, préstamos
y sustratos comunes, la incidencia necesariamente sería mayor y quizás explica
algunas de las coincidencias citadas por Lapesa.
También existen poderosos argumentos ex silentio que, sin poder ser nunca
conclusivos, debilitan el principio de que existiesen núcleos de habla no-indo-
europea en el Sistema Ibérico occidental14 a lo largo del milenio entre las prime-
ras noticias de los geógrafos greco-romanos y el nacimiento de la diplomática
cenobítica altomedieval. En primer lugar, las fuentes clásicas ni descalifican
como bárbaras las lenguas del Sistema Ibérico a diferencia de los repetidos
comentarios sobre las vernáculas más septentrionales15 (aunque curiosamente
no tanto en referencia a las tribus de aparente habla vasca), ni mencionan
ningún parentesco lingüístico entre las gentes del Sistema Ibérico y los de la
Cordillera Cantábrica o el Pirineo. Por otra parte, y como ya indicamos en el
capítulo Antecedentes Premusulmanes, en general la epigrafía antroponímica y
teonímica de los espacios donde luego florecería el vasco al sur del Ebro indica
una población indoeuropea, cuando no fuertemente romanizada. Más tarde, en
el siglo VI, tampoco se encuentra rastro de antroponimia vasca entre las treinta
personas nombradas en la Vita de San Millán. La existencia de antroponimia
no vasca (romana, celta o visigoda) por sí misma no demuestra la ausencia de
13. TRASK, The History of Basque.
14. En cambio, los extremos orientales de la Cordillera pertenecerían a la zona íbera.
15. “El convento lucense, aparte de los célticos y lemavos, comprende a dieciséis pueblos desconocidos y con
nombres bárbaros”, PLINIO EL VIEJO, Naturalis Historia, III 28; “entre los cántabros hay algunos pueblos y ríos
cuyos nombres no puede pronunciar nuestra boca”, POMPONIO MELA, Chorographia, III 1,15; “nadie encon-
trará placer en oír nombres tales como los de pletauros, bardietas y allotrigas, y otros aun más malsonantes y
oscuros”, ESTRABÓN, Geographia, III 3, 7; mientras para SENECA (Consolatio ad Heluiam, VII 9) el cántabro
guardaría relación con el corso. Todos ejemplos y traducciones tomados de CARO BAROJA, “Sobre la hipótesis
del vascoiberismo”, pp. 44 – 56.
298 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
población vascófona16, pero si existía tal estrato en periodos premusulmanes los
indicios de ello son muy débiles.
Pero lo realmente demoledor para las cronologías antiguas son dos considera-
ciones: la percibida ‘modernidad’ del vasco observado al sur del Ebro en perio-
dos históricos, y la historia interna de la lengua que sugiere una expansión del
tipo de dialecto que observamos sólo en tiempos históricos. En otras palabras,
el euskera demandés que observamos en el Altomedievo no tiene visos de ha-
ber llevado un milenio aislado cuando aparece en la documentación medieval,
pues resulta perfectamente comprensible a partir del vasco del norte. Quizás
prospera en una tierra ya abonada por un primitivo idioma no-indoeuropeo.
Una posibilidad a contemplar, pero difícilmente más. Los indicios de la existen-
cia de tal sustrato son más que endebles y ésta no debería ser la hipótesis base
cuando la mayor parte de los indicios empíricos apuntan hacia una cronología
posterior avalada por la historia interna del vasco y por la historia geopolítica
de las regiones en las cuales aparece.
anteCeDentes PretÉritos
Existen algunos débiles indicios que parecen sugerir la presencia de la lengua
vasca al sur del Ebro antes de que el fenómeno se observe con cierta nitidez en
la documentación altomedieval, pero llegan casi siempre tan descontextualiza-
dos que nos son prácticamente inservibles para entender lo observado durante
el Altomedievo.
Notamos la curiosa mutabilidad de los nombres de las sierras, amén de su
escaso protagonismo en la documentación medieval. Si su relativa ausencia de
las crónicas no tiene por qué sorprendernos sobremanera, sí su ausencia de la
documentación cenobítica, tan preocupada con cuestiones de pastoreo. Son va-
rios los nombres empleados a lo largo de los siglos para referirse a la compleja
serie de valles y sierras que flanquean el Pasillo por el sur: Idubeda, Distercii,
Arando, Cuculla, Cam(b)eros y Demanda. A las dos formas aparentemente
plurales (Distercii, Camberos) se les intuye un origen indoeuropeo, Cuculla y
Demanda parecen tener etimologías romances, y quedan dos voces con cierta
16. “La lengua escrita en una comarca no se identifica necesariamente con la lengua hablada en ella, pero siem-
pre constituye un indicio nada despreciable”, MICHELENA, “Los nombres indígenas de la inscripción hispano-
romana de Lerga (Navarra)”, p. 449.
299David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
resonancia euskérica: Idubeda y Arando. Esta última sí está próxima a formas
vascas conocidas, y además parece semánticamente apropiada al contexto,
pero es difícil demostrar su aplicabilidad al periodo premusulmán17. La forma
más interesante es la de Idubeda, según Estrabón el nombre dado a la sierra
que cierra el valle del Ebro hacia el sur18, e interpretado por algunos autores
como voz de etimología vasca a partir del vasco bide (=’camino’), que quizás
reaparece en el también orónimo, aunque ahora ptolomeico, Orospeda19. Sin
embargo, esta etimología está plagada de problemas: parece probable que bide
sea en realidad un préstamo contraído de las voces latinas ‘via’ y ‘de’; las hipo-
téticas variantes *idu y *beda no son conocidas; la inclusión de Orospeda, en
vez de fortalecer este análisis, lo lleva hacia un entorno (bético) difícilmente
compatible con el euskera; parece haber una discordancia semántica entre el
obstáculo que presentaría una cordillera y el concepto de bide; y existen más
solventes soluciones ibéricas e indoeuropeas20.
También habría que citar la aparición entre la epigrafía de las cabeceras de los
ríos soriano-riojanos de algunas voces aparentemente vascas, como por ejemplo,
Sesenco. Estas apariciones han dado algo más de vida a la tesis de un euskera
pretérito, con especial eco en algunos libros de divulgación. Desarrollamos este
tema más extensivamente en el capítulo Antecedentes Premusulmanes, pero in-
sistimos en que nos parece probable que este estrato vascoide se deba más a la
presencia vascona en la Calagurris romana, atestiguada por Plinio, que a un hipo-
tético euskera demandés indígena y prerromano. Sobre todo, difícilmente explica
el euskera occidental y ‘moderno’ que surge en la documentación de la Demanda
occidental más de medio milenio después sin haber dejado huella entre medio
(aquí tanto en el sentido temporal como en el espacial).
Otra noticia aislada fue aportada por el antropólogo vasco Barandiaran, quien
dio a conocer la aparición epigráfica de la voz ARAN en una estela del Alto
17. Sierra de Arando, Fuero de Lara (Fueros49, 922); Cogulla de Aranda, Fuero de Canales (Condes9, 934);
Sanct Millan d’Arandio, Libro de Montería de Alfonso XI (fol. 98r., s. XIV).
18. ESTRABÓN (Geografía, III.4.10) nos indica que el Ebro discurre entre el Pirineo y la Idubeda. Véase también
GARCÍA ALONSO, La Península ibérica ..., p. 185.
19. “Los nombres prerromanos de la cordillera Ibérica, Idubeda, y de Sierra Morena, Orospeda, han recibido
explicación satisfactoria por etimología vasca (idi-bide ‘camino de los bueyes’ y orotz-pide ‘camino de los terne-
ros’)”, LAPESA, Historia de la lengua española, #3.5.
20. GARCÍA ALONSO, La Península ibérica ..., pp. 185-6.
300 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
Tirón. La estela se encontraba originalmente21 en un alto limítrofe entre los
pueblos de Eterna, San Vicente del Valle y Fresneda de la Sierra, donde fue
observada y estudiada por Barandiaran y también por el arqueólogo vallisole-
tano Abásolo22. Éste, sin aludir al otro, afirma en un artículo contemporáneo al
de Barandiaran que no se observa ninguna letra en la piedra, y efectivamente
la comprobación ocular ahora parece confirmar esta evaluación. ¿Dónde han
ido las letras de Barandiaran? ¿Realmente existieron? No lo sabemos. Si hubiese
afirmado que se distinguiese malamente alguna marca que se podría interpretar
como una letra, se entendería quizás la contradicción, pero no. Barandiaran
insiste en la lectura, más o menos nítida, pero aparentemente inequívoca, de la
voz ARAN. Desafortunadamente no aporta detalles paleográficos. De ser cierta
la existencia de este epígrafe, la siguiente consideración sería la de atribuirle
una cronología. Para la estela en sí, o más bien el dibujo antropomorfo que la
decora, Abásolo sugirió un origen en el ‘periodo indígena’. De aplicar la misma
cronología a las desvanecientes letras de Barandiaran supondría un importan-
tísimo testimonio, auténticamente rompe-cronologías, del euskera temprano.
Pero, al margen del trascendental hecho de no apreciarse hoy día ninguna letra
en la estela, se nos ha sugerido que de ser coetánea a la figura antropomorfa
‘indígena’ se esperaría que la voz Aran tuviera una H inicial23, lo cual mina aun
más nuestra confianza en este testimonio.
La cuarta aparición premusulmana de un elemento aparentemente euskérico al
sur del Ebro es la milagrosa y hagiográfica cura de una mujer llamada Andercea
(de Puras). En el capítulo Antecedentes Premusulmanes, ya expresamos nues-
tras dudas sobre la conveniencia de postular la presencia de una significativa
presencia vascófona en los Montes de Oca durante el siglo V a partir de la
evidencia de un antropónimo aislado.
21. Actualmente se halla en la Plaza Mayor de Fresneda de la Sierra.
22. BARANDIARAN, “Arluzeak, ‘piedras luengas’ legendarias”; ABÁSOLO, “El árula de Hontangas ...”.
23. Comunicación privada de Joseba Lakarra. La aspiración fue corriente en el protovasco, pero pronto erradi-
cada de los dialectos navarros. Sin embargo, se conservaba en el vascuence alavés (el dialecto que parece im-
plantarse en la Demanda) hasta bien entrada la Edad Media (cf. La Reja de San Millán, Cogolla180), y de ser esta
elusiva ARAN un ejemplo pretérito del vascuence demandés se esperaría una /H/ inicial, cf. MICHELENA, “Sobre
la lengua vasca en Álava ...”, pp. 175-6, y “Lengua común y dialectos vascos”, p. 50, #11.
301David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
No obstante, reaparece con regularidad e insistencia la idea de que los autrigo-
nes fueron una tribu esencialmente vascófona24. Evaluación también extendida
en ocasiones a los berones. Examinamos los orígenes de esta idea en otro ca-
pítulo, pero insistimos en que, con referencia a los autrigones no parece tener
ningún fundamento en referencia al Sistema Ibérico, mientras la evidencia de
una Beronia vascófona es aun más endeble.
Por último, ya en el siglo X, aparece un topónimo vasco que semánticamente
parece enlazar con periodos pretéritos: Lamiturri25. En otro trabajo sugerimos
que topónimos como éste, que hacen referencia a conceptos paganos o para-
cristianos26, y que incorporan un elemento claramente vasco (iturri = ‘fuente’),
sugieren una presencia vascófona pagana, lo cual podría tener interesantes
implicaciones cronológicas. Sin embargo, son muchos las variables de difícil
evaluación. La cronología de la cristianización es incierta, así como la relación
entre toponimia paracristiana de este tipo y la fe cristiana, dado que toponimia
de este tipo todavía pervive, más de un milenio después de la indiscutible
evangelización del País Vasco, y esta voz aparece en un texto de 945, en sí un
indicio de su pervivencia en un entorno que deberíamos considerar ya plena-
mente cristiano.
La hidronimia vascoide. Existen varios hidrónimos en nuestro espacio que
tienen aspecto de ser vascos, sobre todo Ibeas, Urbel, Urbión y Ura27. En este
24. En 1997, RICO, Pyrénées Romaines, p. 159; en 1998, MARTÍNEZ SÁENZ DE JUBERA, “Onomástica vasca en
La Rioja”; en 2003, NÚÑEZ ASTRAIN, El euskera arcaico, p. 146.
25. “illo fonte qui vocatur Lamiturri”, Cogolla39 (945); refiere a algún lugar del valle de San Vicente, pero tam-
bién está atestiguado por MERINO URRUTIA (La lengua vasca ..., pp. 72 y 76) en Belorado y en Villafranca de
Oca,.
26. PETERSON, La Sierra de La Demanda en la Edad Media, p. 125 y ss. El elemento lami- parece ser una
referencia a las lamias, deidades menores romanas. En el contexto de una fuente, evoca los cultos a deidades
acuíferas tan típicos de los pueblos celtas, y recordados en literatura y epigráficamente en el norte de Hispania
en el periodo romano, y específicamente en la Demanda en el teónimo Caldus Uledicus encontrado en una lapida
en El Rasillo (La Rioja). En cuanto a la supervivencia post-imperial de estos cultos, podemos citar la prohibición
de la veneración de fuentes dictada en el Concilio XII de Toledo del año 681, mientras, en su sermón De correc-
tione rusticorum, San Martín Dumiense, obispo de Braga, ataca directamente este tipo de culto en el siglo VI,
BLÁZQUEZ, Religiones en la España Antigua, pp. 31, 76 y 103-106.
27. En muchos casos ríos, asentamientos y montes comparten los mismos nombres, lo cual hace difícil saber a
veces si el topónimo contemplado se trata realmente de un hidrónimo o no. Por ejemplo, Ibeas funciona actual-
mente sólo como topónimo poblacional, acepción que también aparece en la documentación altomedieval (villa
que vocitant Ebeia, Cardeña13, 921), pero a la vez funcionaba entonces como hidrónimo (aqua de Ebeia (Carde-
ña11, 921); rivo de Ebeia (Ibeas1, 970)), con la posible etimología de ibai = ‘río’. En el caso de Ura (= ‘agua’), en
302 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
caso los nombres no aparecen en ningún texto anterior al Altomedievo, pero
el hecho de que sean hidrónimos podría considerarse como indicativo de anti-
güedad, puesto que generalmente esta clase de toponimia se considera como
la más longeva de cuantas jerarquizan el paisaje28. Sin embargo, la polinimia
hidronímica de nuestro espacio29 sugiere que no todo nombre de río es necesa-
riamente prehistórico e inmutable. Además, si son efectivamente de etimología
vasca, su transparencia etimológica sugiere otra cronología que una prerro-
mana, pues si uno de los principios desarrollados por la escuela Wörter und
Sachen es que la propia indescifrabilidad de un topónimo indica antigüedad,
a la inversa, la trasparencia del topónimo sugiere modernidad30. Si aceptamos
que son hidrónimos, sugerimos que bien o no son vascos, o no son tan anti-
guos, y en todo caso difícilmente son compatibles estas tres características. No
está del todo claro que sean en realidad de etimología vasca. Incluso en el más
aparentemente transparente de los casos, el de Ura, Francisco Villar sugiere que
corresponde a una serie de topónimos (generalmente hidrónimos) que define
como ‘la serie UR-‘ y que se extiende por toda la Península e incluso fuera de
ella, y que quizás tengan una etimología indoeuropea a partir de *(a)wer-31.
Además, en nuestro contexto se podría contemplar la posterior adaptación de
estos primitivos hidrónimos indoeuropeos hacia formas vascas.
A estos casos (algunos de ellos quizás meros espejismos), hay que sumar el
hecho de que, durante todo el periodo histórico, se observa un patrón plurise-
cular de vínculos entre el Sistema Ibérico y los territorios al norte del río Ebro.
la primera aparición del nombre se explícita que se trata de un río: super lumen Huram (Silos9, 1041). Urbión
es indudablemente un hidrónimo actual, tanto uno de los afluentes del Tirón que presta su nombre al valle que
drena (Santa Cruz del Valle Urbión), como un arroyo que nace en el homónimo triinium montañoso que une
La Rioja, Soria y Burgos, y dado que la voz aparece más de una vez en tales funciones, parece prudente pensar
que es el hidrónimo el que ha dado nombre a la sierra, y no vice versa. Por último, Urbel también parece ser
esencialmente un hidrónimo, y aunque también prestará su nombre a poblaciones, el nombre de una de ellas,
Fuente Urbel, parece confirmar su carácter esencialmente hidronímico.
28. Una cuestión muy pertinente a la historia de la lengua vasca dada la presencia de hidrónimos aparentemente
indoeuropeos en el País Vasco: Deva, Ea, Oca etc.
29. El río Oca se conocía también como el lumen Besga (Cogolla117, 1000), y el Ura es hoy el Mataviejas.
30. CAMPBELL, Historical Linguistics ..., pp. 367-70.
31. VILLAR, Indoeuropeos y no indoeuropeos en la Hispania prerromana, p. 191 y ss., en concreto, en la página
207: “La etimología indoeuropea no ofrece por lo demás dificultad. En efecto, la raíz *(a)wer-/(a)ur- <<agua,
río, corriente>> [citando aquí a POKORNY] proporciona tanto hidrónimos como apelativos en varias lenguas
indoeuropeas”.
303David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
En el extremo oriental del Sistema Ibérico, la presencia vascona en Calagu-
rris ya se ha comentado, y es perfectamente comprensible que se extendiera
su influencia hacia el hinterland soriano-riojano. En Autrigonia tenemos otra
entidad política que une los sistemas montañosos de ambos lados del Ebro.
También intuimos que las estructuras administrativas tardovisigodas (de este a
oeste: el Condado de Casio, los obispados de Alesanco y de Oca, y el Ducado
de Cantabria) unían o pretendían unir ambos escenarios. Después se observan
los fuertes vínculos entre Castilla y Álava en el periodo protocondal, cuando la
presencia de población vascófona al sur del Ebro ya se convierte en un hecho
innegable, y más adelante veremos la presencia de inmigrantes vascos, gene-
ralmente alaveses, en la Rioja Alta durante los siglos XI (infra), XII y XIII32, así
como durante las Edades Moderna y Contemporánea33.
Observada una tendencia tan plurisecular, no tiene demasiado sentido negar
la existencia de contactos entre el Sistema Ibérico y la Cordillera Cantábrica en
periodos pretéritos. Más bien todos los indicios sugieren que sí los habría. Que
gentes del occidente alavés migrasen hacia el Sistema Ibérico en algunos mo-
mentos nos parece harto probable, y los débiles vestigios de onomástica apa-
rentemente vasca en ese espacio concuerdan con tal patrón. Otra cuestión bien
distinta, sin embargo, sería si la migración fue de suficiente envergadura como
para introducir su idioma en la Demanda y que sobreviviese allí, y por tanto, si
a estas hipotéticas pero probables migraciones ‘prehistóricas’ se puede atribuir
el nítido euskera ‘moderno’ observado en la documentación altomedieval.
32. La documentación catedralicia calceatense es muy rica en onomástica vasca, y sin ninguna pretensión
de exhaustividad, entre la toponimia se observa: Arteaga (#26, 1156?); Garisori (#54,1182); Semelio Barrena
(#54,1182); Olhauri (#66,1185); Harluceam (#92,1207); Barharanburu (#100,1211); Hurquiaran (#100,1211); Ta-
piaran (#100,1211); Urricolatu (#100,1211); Harbehea (#104,1212?) y Ugartea (#104,1212?). Entre la antroponimia,
y por tanto de más relevante contextualización cronológica: Toda Guchi (#26, 1156); Enego Gorria (#45, 1168);
Andera Hederra de Zarraton (#51, 1182); Lop Galvarra (#55, 1182); Eneco Bardina (#58, 1183); Fortun Arzania
(#58, 1183) cuyo nombre también aparece traducido como Fortun Pastor ((#97, 1209); Garcia Zaldo (#58, 1183);
Gastea Guthi (#59, 1183); Munio Arate (#59, 1183); Goiquoa (#67, 1186); Gomiz Landerra (#85, 1203); Garci
Baltza (#94, 1209); Garsias Behengo (#100, 1211); Martin Izurra (#102, 1212); y toda una saga de gente apelli-
dada Zuria – Petro (#27, 1156), Sancius (#80, c. 1185), Fortun (#94, 1209) y Domingo (#97, 1209). Por último, el
testimonio más valioso de todos, ya que sugiere un activo proceso de inmigración de tierras vascas, es cuando se
hace referencia al lugar de origen del individuo, en muchos casos de las comarcas vascas occidentales: Ferragut
de Bizcaya (#27, c.1156); Lope de Mendoza (#65, c.1183); Petro Lozaquo (#67, 1186); Enego Lopez de Fossana
(#94, 1209); Petro Iohannes de Armentia (#130, c.1219); Martin Navaro de Bitoria (#130, c.1219); y Martin de
Armentia (#136, c.1230).
33. GÓMEZ VILLAR, Belorado y su Comarca, pp. 50-51.
304 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
La MoDerniDaD DeL VasCo aL sur DeL ebro
Uno de los argumentos más determinantes a la hora de contextualizar cronoló-
gicamente el euskera encontrado al sur del Ebro en periodo altomedieval es su
proximidad morfológica al euskera observado al norte del río, una característica
incompatible con un aislamiento plurisecular, incluso milenario, y difícilmente
el resultado de esporádicos contactos que en cambio sí podrían haber dejado
las dispersas huellas onomásticas arriba contempladas. De ser el heredero de
un hipotético vascuence prerromano esperaríamos mucha mayor divergencia
entre lo observado (Larrehederra, Ocharanna etc.) y el euskera de más al
norte. No obstante, aquí corremos el riesgo de entrar en un error metodológi-
co: el de sólo considerar euskera lo que lo es nítidamente, cuando esto quizás
corresponde a un superestrato posterior, e ignorar la existencia de sustratos
anteriores más ‘oscuros’. Es un peligro real, aunque nos ayuda el hecho de que
nuestra evaluación esté avalada por el más importante de los filólogos vascos,
Luis Michelena. Sin embargo, ¿cómo cuantificar esta percibida modernidad? ¿A
qué velocidad cambian las lenguas, y el euskera en particular?
No existe ninguna regla universal, a pesar de los intentos de la escuela gloto-
cronológica, pero en cuanto al euskera sí se observa un desarrollo a partir de
los fragmentos epigráficos vascos del periodo romano y del mejor documenta-
do aquitano hacia el euskera medieval. En este contexto diacrónico, el euskera
demandés está muy próximo al euskera medieval de Álava, y relativamente ale-
jado de las formas aquitanas. Por ejemplo, a partir del nombre aquitano Attaco
se formaría el vasco medieval Aita / Egga, que encontramos al sur del Ebro; del
aquitano Hanna tenemos el vasco medieval Annaye, y la forma demandesa de
nuevo concuerda con ésta; del aquitano Oxson, y el medieval Ochoa, la forma
demandesa es un calco de la del País Vasco; y del aquitano Belex, relacionado
con el vasco medieval Belça / Balça, de nuevo la forma demandesa es la misma
que la medieval34.
Dentro del euskera demandés se observan algunas características que pode-
mos denominar innovadoras respecto a otros dialectos vascos más orientales.
Sería el caso de la preferencia por la ‘a’ sobre la ‘e’. Ésta es una característica
34. Los ejemplos aquitanos tomamos de la conferencia “Las lenguas de los Pirineos en los tiempos antiguos” de
GORROCHATEGUI de 2005.
305David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
diferencial del euskera occidental frente a los dialectos orientales, y se observa
en nuestra documentación en palabras como barri (en vez de berri) o baltza
(en vez de beltza)35. Pero además, se la considera una diferencia innovadora al
observar el dominio de las formas en e en la documentación antigua, tanto al
norte como al sur de los Pirineos36 y por tanto su aparición al sur del Ebro es
difícilmente explicable a partir de la supervivencia de una población vascófona
prerromana. La otra innovación observada en la documentación demandesa
es la presencia del artículo definido37. Ausente de los registros euskéricos del
periodo imperial, se entiende que se desarrollaría en imitación de su paralelo
morfológico-funcional en las vernáculas romances38, y por lo tanto de nuevo se
nos obliga a contemplar una cronología postromana.
Es cierto que también se observan algunos arcaísmos en el vasco demandés,
la retención de la ‘h’, por ejemplo, característica de nuevo compartida con el
dialecto alavés medieval. Esta combinación de arcaísmo e innovación en sí se
considera característica de dialectos periféricos de un tronco lingüístico común
y no sugiere aislamiento milenario, sino un desarrollo periférico pero por lo
demás en acorde con la historia interna del euskera.
La escasa divergencia entre los dialectos vascos llevó a Michelena a contemplar
la idea de una hipotética ‘lengua común’, la ‘raíz de los dialectos conocidos’
de los cuales el vasco demandés, prácticamente un calco del alavés, parece ser
uno39. Michelena reconoció el carácter especulativo de esta hipótesis y, sobre
35. Cf. Valle de Balza, Cogolla259 (1049); Garci Baltza / Balza, Calzada94 (1209).
36. Ya hemos observado Belex en aquitano, mientras Beles aparece entre la onomástica de los jinetes enne-
genses del Bronce de Ascoli, y en la epigrafía de San Román de San Millán (Álava) también aparece la raíz –bel-
(Luntbel..., Lutbelscottio), GORROCHATEGUI, Notas de Conferencia, julio 2003. “que e parece haber sido ahí lo
más antiguo, a juzgar por la cronología de los textos y por otras consideraciones. Ahora bien, si a es ahí una
innovación, es una innovación que el euskara de Álava comparte con el medieval de la Rioja Alta y de Burgos”,
MICHELENA, “Sobre la lengua vasca en Álava ...”, p. 174.
37. En el euskera, el artículo definido (singular) se representa con el sufijo –a, y los casos más trasparentes del
fenómeno en la documentación manejada serían: Faranlucea (Cogolla47); Gutia (Condes9); Massoa (Cogolla37);
y Ocharanna (Cogolla37).
38. En ambos casos, el artículo definido se desarrollaría durante el mismo periodo, grosso modo la Tardoantigüe-
dad, y en ambos casos a partir del demostrativo. No parece descabellado postular que el desarrollo prácticamente
simultáneo del mismo fenómeno en el romance y en el euskera obedezca a algo más que una mera coincidencia,
con el artículo vasco un calco de su equivalente romance, y por tanto ligeramente posterior a éste.
39. MICHELENA, “Lengua común y dialectos vascos”, p. 51, #12. En cuanto a la pertenencia del vasco deman-
dés al dialecto alavés véase MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 69, y “Sobre la lengua vasca en Álava
306 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
todo, de la cronología específica ofrecida, condicionada sobre todo por la ne-
cesidad de un contexto socio-político en el cual encajar la teoría y permitir la
expansión de la lengua común, esencialmente “a social organisation which was
able to bring about the creation of a uniform language”40.
Es importante reconocer que de nuevo una cronología basada aparentemente
en argumentos filológicos está probablemente ‘contaminada’ por la multidisci-
plinariedad, pues en este caso Michelena se orientaba según las ideas, entonces
muy en boga pero ya no tanto, de Barbero y Vigil. Sin embargo, lo que nos
interesa es que su intuición como filólogo le llevaba hacia el periodo postroma-
no, concretamente cita los siglos V-VI, con la aparición del dialecto al sur del
Ebro algo posterior. Sospechamos que estas ideas estarían detrás de la siguiente
cronología que proponía para el vasco al sur del Ebro:
“Frente a la alternativa que generalmente se propone (se trata de un
reducto que resistió in situ a la romanización, hipótesis poco atractiva, o
bien del resultado de la expansión navarra a principios del siglo X), yo
me inclinaría por un término medio: la formación de un núcleo, unido
entre otros vínculos por la lengua, por una emigración que empezaba ya
a buscar una salida a las estrecheces a través de la barrera del llamado
limes desde García Bellido durante el Bajo imperio y que creció sin me-
dida en los siglos confusos que siguieron.“41
...”, p. 174, y bastante antes (1950) ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 492. Por otra
parte conviene señalar que el dialecto alavés, también llamado meridional, al cual nos referimos no aparece en
la clásica representación cartográfica de la dialectología vasca del Príncipe Bonaparte ya que para entonces no se
había clasificado como un dialecto aparte del vizcaíno, ambos dialectos incluyéndose en el occidental, cf. CARO
BAROJA, Materiales para una historia de la lengua vasca ..., pp. 20-23, donde cita a LARRAMENDI (Corografía, p.
267), “El dialecto de Álava, en lo más, es el mismo de Vizcaya, no en el todo”. El dialecto alavés sólo cobra iden-
tidad propia hacia finales del siglo XX, gracias en gran medida a Michelena, quien habla de “la extendida fábula,
que no está de acuerdo por ejemplo con lo que Larramendi escribía en el siglo XVIII, de que era vizcaíno lo que
se hablaba en la zona alavesa de lengua vasca”, MICHELENA, “Sobre la lengua vasca en Álava ...”, p. 171.
40. SAFAREWICZ, Linguistic Studies, p. 122, en referencia a un putativo itálico común, citado por MICHELENA,
“Lengua común y dialectos vascos”, p. 52, #12. Notamos también que AZKARATE (“La Tardoantigüedad”, pp.
102-4) acoge con entusiasmo la idea de la Lengua Común y la hipotética coyuntura política que la posibilitaría,
para explicar o iluminar la presencia o influencia merovingia al sur de los pirineos observada en yacimientos
como Aldayeta.
41. MICHELENA, “Sobre La Historia de la Lengua Vasca”, p. 18.
307David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
La teoría de la Lengua Común está sorprendentemente próxima a la contro-
versial tesis albornociana de la vasconización del actual País Vasco42. Esta tesis
nació en gran medida de la aparente extensión del corónimo / gentilicio Vas-
conia / vascones hacia tierras antiguamente poseídas por várdulos y caristios.
Michelena combatía enérgicamente las tesis de Albertos y de Sánchez Albornoz
de que el euskera se introdujera en el actual País Vasco sólo a través de una
vasconización postromana, y notamos que Sánchez Albornoz, a pesar del típi-
camente provocativo epígrafe “Los vascones vasconizan la depresión vasca”,
contempla una vasconización sólo parcialmente euskaldunizante, y en parte
también política: “Hay que distinguir, además, entre penetración política o hu-
mana e invasión lingüística. Pudieron várdulos, caristios y autrigones hablar
una lengua análoga a la de los vascones y haber éstos, sin embargo, entrado en
tierras de aquellos durante los siglos V y VI”43. Teniendo en cuenta que Miche-
lena no sugiere que su lengua común se impusiera necesariamente sobre tierras
de habla exclusivamente romance, y contempla la existencia de “otras hablas
vascas o vascoides alejadas del centro conservador” del que brotaría y se ex-
tendería luego la lengua común una vez que el efecto romanizante del imperio
se extinguió44, quizás en realidad las dos posturas no están tan alejadas, y los
dos autores están describiendo un mismo proceso: sobre un espacio (Álava) de
habla inicialmente vascoide pero fuertemente romanizado, un resurgir político
y lingüístico a partir del este entre los siglos V-VI45.
La cronología tardoantigua nos parece atractiva desde el punto de vista histó-
rico por motivos que detallaremos a continuación, pero no es la única posible,
y el siglo VIII se perfila como catalizador para todo tipo de cambio en el norte
peninsular, con un posible vacío de poder en la llanada alavesa después de la
desintegración del poder musulmán. Pero lo interesante es la intuición filológi-
ca detrás de la construcción cronológica (mezcla ya de filología e historia) que
ofrece Michelena, lo cual sugiere que, desde un punto de vista puramente fi-
42. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona, y sobre todo el capítulo apéndice “Los vascones
vasconizan la depresión vasca” que antes (1972) había aparecido también en Orígenes de la nación española.
Estudios críticos sobre la historia del reino de Asturias.
43. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona, p. 214.
44. MICHELENA, “Lengua común y dialectos vascos”, p. 53, #13.
45. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Orígenes del Reino de Pamplona, pp. 216-7 “La invasión vascona en las provincias
vascongadas pudo ser resultado de la presión ejercida sobre ellos por los ejércitos godos vencedores de los
bagaudas.”
308 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
lológico, la dialectología vasca y específicamente el euskera demandés encajan
en una cronología entre la Tardoantigüedad y el Altomedievo.
En resumen, sugerimos que en el contexto de la modernidad del vasco que apa-
rece en la documentación altomedieval al sur del Ebro, la existencia de posibles
vestigios pretéritos, en los mejores de los casos débiles y descontextualizados
cuando no espejismos, pierde relevancia. Puede que hubiese una lengua no
indoeuropea en la Demanda occidental46 en cualquier época anterior al Altome-
dievo, pero no explica el euskera que aparece en la documentación cenobítica.
No obstante, éste no es el lugar para resolver los enigmas del mapa lingüístico
pre-indoeuropeo de la Península, y nos limitaremos al segundo problema, des-
cribir y contextualizar el euskera que aparece en la documentación altomedieval,
con especial referencia a su distribución espacial y su cronología, circunstancias
ambas que parecen confirmar su vinculación con el euskera occidental.
CronoLogÍa VisigoDa
Nos interesa cualquier opinión explícita de Michelena en torno a la cronología
del vascuence demandés, y su afirmación más desarrollada al respecto parece
ser la siguiente, a la cual hemos aludido ya en otros momentos y aludiremos
más veces, pero que merece la pena reproducir por completo:
“Cuando se habla del vascuence medieval en tierras de la Rioja y Burgos,
se da por sentado que o es antiguo (hipótesis poco probable, ya que el
territorio autrigón al sur del Ebro, los Turmogos y más aún los Berones
parecen haber tenido una lengua propia muy distinta), o ha sido introdu-
cida hacia los siglos IX-X. Con todo, queda una tercera alternativa: que la
lengua ya empezara a ser llevada allí entre los siglos V y VIII por gente
que bien cruzó el limes pacíficamente o bien fue obligada a establecerse
al sur de él” 47.
No hay rastro de onomástica vasca en la Vita de San Millán, pero después del
periodo que describe (las décadas centrales del siglo VI) surge una coyuntura
46. En la parte oriental sí parece que la hubo, como testimonia la epigrafía de las estelas del alto Cidacos, ESPI-
NOSA RUIZ, “Los Castros soriano-riojanos del sistema Ibérico”, p. 908.
47. MICHELENA, “Lenguas indígenas y lengua clásica en Hispania”, p. 212, n. 35.
309David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
política que hace posible esta solución premusulmana: las campañas visigodas
de 574 en adelante contra una confusa mezcla de grupos (gentilicios) septen-
trionales, incluyendo los enigmáticos rucones, y entre los cuales figuran con
cierta prominencia y constancia los vascones. Asimismo, la temprana (759)
presencia de antroponimia vasca al sur del Ebro (nos referimos al diploma fun-
dacional de San Miguel de Pedroso que analizaremos a continuación) reforzaría
este tipo de cronología, aunque tampoco es necesariamente incompatible con
soluciones postmusulmanas.
En contra de la cronología visigoda, sin embargo, está la distribución espacial
de la toponimia vasca (y también de esa antroponimia de 759), una distribución
que sugiere un movimiento ‘diagonal’ en vez de ‘vertical’, y que encuentra me-
jor explicación en el periodo post 711. Por ‘diagonal’ y ‘vertical’ nos referimos
a una visión cuadricular de la geografía peninsular, que consideraría ‘vertical’
un movimiento longitudinal (norte-sur o sur-norte), un movimiento ‘horizontal’
sería latitudinal (del oeste a este o viceversa), mientras un movimiento ‘diago-
nal’ supone la introducción de vectores mezclados del tipo nordeste-suroeste.
Supone un esquema simplificado, y somos conscientes de que la geopolítica no
tiene por qué subyugarse a artificiales esquemas cartográficos, pero tiene cierto
fundamento en el espacio que analizamos dado el grado de jerarquización
geográfica que introduce la marcada oronimia del Pasillo, con el río Ebro y su
valle encajonado entre dos sistemas montañosos grosso modo paralelos y, en
nuestra jerga, horizontales.
Las estructuras geopolíticas del siglo VII que intuimos se organizan de manera
más o menos vertical / longitudinal (del sur al norte): de la Demanda burga-
lesa hacia las Merindades (cf. Asterio, obispo de Oca y activo en Mijangos);
del Najerilla hacia Treviño y el occidente alavés (el Fuero de Nájera); y de la
zona de Arnedo hacia Navarra (los Banu Qasi). De ser la presencia vascófona
al sur del Ebro el producto de este tipo de iniciativa esperaríamos encontrar
el dialecto alavés más profusamente en el Najerilla y su hinterland serrano
que en los Montes de Oca. Más adelante, en cambio, y como resultado de la
intervención musulmana, se produce una coyuntura que explica mejor este
movimiento diagonal. Insistimos en que no podemos desechar la hipótesis vi-
sigoda, pero tampoco nos parece la explicación más racional para lo observado
en la documentación altomedieval, y sobre todo para la distribución espacial
del vascuence que aparece al sur del Ebro.
310 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
PresenCia VasCÓFona aLtoMeDieVaL
Al margen de los débiles indicios pretéritos ya examinados, sugerimos que como
mejor se entiende el euskera demandés medieval es en dos contextos crono-
tópicos diferenciados: una primera fase limitada a tierras (que pronto serían)
castellanas, al oeste del río Oja, y que concuerda con un periodo de entendi-
miento político entre Álava y Castilla, esencialmente del periodo 760 a 950; y una
segunda fase, a partir del reinado de Sancho III el Mayor de Navarra, que verá la
colonización del valle del río Oja, y dejaría las huellas toponímicas más visibles
y célebres de ambos procesos. A la primera fase se puede añadir la posibilidad
de una fase ligeramente anterior, iniciada durante las incursiones visigodas hacia
la Cordillera Cantábrica durante el siglo VII. En ambos casos, sugerimos que la
inmigración sería generalmente minoritaria, con una tendencia hacia la absorción
lingüística de los inmigrantes, patrón válido para todos espacios menos los valles
más altos de la sierra donde habría una vasconización más profunda y duradera,
que dejaría una toponimia mucho más nutrida, y que aun hoy roza la mayoría
toponímica en algunas zonas después de varios siglos castellanizantes.
La Fase CasteLLana, sigLos Viii, iX y X
eL PrÓLogo: san MigueL De PeDroso, 759
Con fecha de 759 aparece en el Cartulario de San Millán de la Cogolla una
noticia singular: la abadesa Nona Bella y una veintena de monjas suscriben
un pacto para fundar el convento de San Miguel de Pedroso en pleno Pasillo
(Cogolla1). Este texto ha despertado recelos por estar muy aislado cronoló-
gicamente. Si a lo largo del siglo IX empieza ya a haber un goteo de diplo-
mas cenobíticos, éstos están casi siempre gravemente comprometidos por más
que evidentes signos de falsedad o interpolación, sobre todo los que se han
conservado en el Cartulario de San Millán de la Cogolla. En realidad no será
hasta el siglo X cuando empiezan a llegarnos documentos fidedignos, lo que
supone una distancia de prácticamente 150 años de la noticia de Pedroso48. No
obstante, a pesar de su aislamiento, la noticia tiene toda la apariencia de ser
auténtica tanto diplomática como históricamente, como intentaremos demostrar
a continuación.
48. Además, ya al margen de la diplomática cenobítica, es prácticamente el primer texto cristiano de cualquier
género posterior a la invasión musulmana. La excepción sería la Crónica mozárabe de 754.
311David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
El archiconocido repliegue hacia Asturias promovido por los reyes de ese pro-
torreino sólo debería entenderse entre las elites y autoridades públicas, y no
se extendería a la población en general. La despoblación íntegra de la Meseta
Norte defendida por Sánchez Albornoz está hoy contemplada por muy pocos
investigadores, y aún en el caso de aceptar cierta tendencia de repliegue, en
palabras de García González, el episodio de Pedroso “puede ser asumido con
absoluta naturalidad en el contexto que deparaba la situación general de la
zona”, puesto que “el enclave semiserrano de Oca parecía, por sus condiciones
orográficas y económicas, bastante favorable y seguro.”49 También, la advoca-
ción a San Miguel concuerda perfectamente con una fundación del siglo VIII50
lo cual sólo avala el testimonio diplomático.
Aunque sabemos poco del reinado del malogrado Fruela I, lo que sí sabemos
no desentona con esta noticia: su presencia en el mismo extremo occidental del
reino, concretamente en Álava donde encontraría esposa; y una iniciativa re-
pobladora en Galicia, un escenario alejado pero en algún sentido simétrico (al
otro extremo de la Meseta) y ecosistémicamente equiparable a las estribaciones
del Sistema Ibérico51. Notamos la crisis que sacudía el poder político andalusí
después de la masacre de los Omeya en Damasco en 750, y la restauración de
la dinastía en Córdoba en 756, y quizás Fruela intuía una posible oportunidad
para expandir el territorio astur ante estos sucesos, aunque tal posibilidad pron-
to se desvanecería con la expedición de Bedr hacia nuestro espacio en 767 y la
muerte de Fruela, a manos de sus parientes, poco después.
También avala este episodio el hecho de que a principios del periodo condal ya
existe el monasterio de San Miguel de Pedroso, y que además tiene cierta pre-
eminencia y un importante patrimonio. Es más, y a diferencia de tantos otros
cenobios, no se haría ningún intento de justificar su patrimonio mediante un
falso diploma fundacional fabricado en el escritorio de San Millán de la Cogolla
durante el siglo XII.
49. GARCÍA GONZÁLEZ, “Iglesia y Religiosidad en Burgos en la Alta Edad Media”, p. 101.
50. JIMENO ARANGUREN, Orígenes del cristianismo en la tierra de los vascones, p. 118.
51. Ambas noticias de la Alfonso III, #16, la segunda de ellas sólo en la versión rotense.
312 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
Abortada la estrategia de Fruela, el significado histórico de este episodio des-
cansa en la onomástica de las monjas subscriptoras y la interesante mezcla ét-
nica que sugiere52. Aunque ahora nos adentramos en el resbaladizo terreno que
yace entre la lengua hablada y la etimología de la onomástica personal, general-
mente se ha entendido este texto como el primer indicio firme de la presencia
de población vascófona en este contexto espacial. Nombres como Anderquina
y Anderazo, ambos aparentemente de la raíz ander(e) = ‘señora’, presente ya
en las inscripciones aquitanas de los siglos I y II d.C., serían la base etimológica
para esta hipótesis53, aunque el padre Moret, uno de los primeros en fijarse en
esta lista, resaltaba otros nombres más difíciles de clasificar etimológicamente
pero insistentemente vinculables con espacios euskaldunes54.
Más importante todavía que la etimología de los nombres es la cuestión de la
proveniencia de sus portadoras. ¿De dónde son estas mujeres? ¿Vienen de fuera
o son autóctonas? Incluso plantear la pregunta de esta manera quizás remita a
uno de los paradigmas que ha viciado tanto la historiografía altomedieval, el de
buscar una solución alóctona ante cualquier novedad. Aunque hay que proceder
siempre con cautela, y siempre consciente del hecho de que las personas se mue-
ven (aunque menos las mujeres), la primera línea de investigación debería ser
que lo observado corresponda al escenario en que se observa. Sólo la existencia
de indicios contrarios o la imposibilidad de la solución autóctona deberían permi-
tir que se adelanten soluciones alóctonas. Sin embargo, esta postura nos llevaría
hacia la conclusión de que estas mujeres son nativas de la zona, y que por tanto
la presencia de población vascófona sería una realidad ya desde mediados del
siglo VIII e incluso antes, si estas ya son mujeres adultas en 759. Esto supone una
cronología muy temprana y problemática ya que se adelanta al nexo castellano-
alavés que parece explicar el fenómeno que tenemos entre manos. La alternativa,
que estas mujeres (o algunas de ellas) sean en realidad inmigrantes alavesas, qui-
zás refugiadas de la ‘despoblación’ astur del occidente alavés (Miranda, Revenga,
Veleia), es quizás la solución más prudente por el momento.
52. Aunque no tenemos constancia de que nadie haya comentado la posible presencia de onomástica árabe en
esta lista, pues Umma es a la vez la kunya femenina y el nombre de una de las hijas del Profeta.
53. KNÖRR BORRÀS, “Nombres de persona en el País Vasco”, p. 135.
54. “… los nombres de las monjas de San Miguel de Pedroso [...] que no pocos son de los muy usados en
aquellos tiempos, y siguientes en Navarra, y todos se ven en Reynas, y Infantas, Munias, Ximenas, Sanchas, To-
das, Urracas, Aurias”, MORET, Annales del reino de Navarra, I, p. 187, citado por MICHELENA, “Onomástica y
población ...”, p. 63.
313David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
Otro problema reside en averiguar si existe continuidad entre esta onomástica
personal y la toponimia que aparece en este mismo escenario serrano cuan-
do realmente arranca la documentación cenobítica a finales del siglo IX. El
abandono de la temprana política repobladora de Fruela sugiere un proceso
abortado, pero otros indicios sugieren continuidad, como, por ejemplo, la ya
comentada existencia del monasterio de cierta importancia comarcal cuando
arranca la documentación condal en el siglo X.
Otro hecho que va en contra de la hipótesis de abandono y posterior refun-
dación, es la ausencia de un diploma refundacional que detallara tal proceso.
Por regla general, cuando se tiene en cuenta la fragmentada naturaleza de la
diplomática altomedieval, la ausencia de un texto difícilmente se puede utilizar
para demostrar nada; pues las lacunae están al orden del día. Sin embargo, en
el caso concreto de los cenobios castellanos agregados a San Millán durante el
siglo XI, existe la tendencia en el escriptorio emilianense a recurrir al diploma
fundacional apócrifo como herramienta para justificar bienes indocumentados
del cenobio agregado55. No obstante, en el caso de San Miguel no se recurre a
esta artimaña, aun cuando hiciera falta y se falsificarían otros textos (Cogolla37,
39, 40 etc.) para solventar el problema, y sugerimos que no se recurre a este
mecanismo precisamente porque existía ya un perfectamente solvente diploma
fundacional, y también una continuidad institucional.
¿Por qué hemos de suponer que hubo discontinuidad cuando no existe ningún
indicio? Resumamos: en el caso de Pedroso tenemos un diploma fundacional,
un patrimonio extensivo y temprano, la redacción de falsos textos para justificar
tal patrimonio, pero por ningún lado se sugiere una refundación, el instrumento
más habitual para justificar patrimonio indocumentado, y además el mismo
hecho de la supervivencia del texto de 759 (hasta el momento de redacción
del Becerro en el siglo XII) sugiere continuidad institucional. También notamos
continuidad onomástica entre las monjas fundadoras de 759 y la población del
valle trescientos años más tarde, lo cual sugiere continuidad poblacional.
55. MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales. Documentación emilianense y
diplomas apócrifos”.
314 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
Nombre 759 Equivalencia siglo XI
Alduara Elduara, abadesa de San Miguel de Pedroso (Cogolla179, 1025)
Amunna Amunna Garceiz (Cogolla248, 1047)
Anderazo Anderazo Ferruz (Cogolla287, 1052), Anderazu Monnioz (Cogolla282, 1051)
Auria Oriol Garceiz (Cogolla282, 1051)
Gometiza Ferruzu Gomiz (Cogolla245, 1046), Urraca Gomiz (Cogolla254, 1048)
Guntroda domna Guntrueda (Cogolla2/509, c.1095)
Hurraca Urraca Fortuniz (Cogolla245, 1046), Urraca Gomiz (Cogolla254, 1048) Urraca Iohanniz (Cogolla284, 1051)
Maria (2) Domna Maria (Cogolla282, 1051)
Monnia Monnia Blagaz (Cogolla249, 1047)
Sancia Sancia (Cogolla248, 1047)
Scemena(2) Scemeno Blascoz (Cogolla248, 1047)
Pero al margen de estos indicios, más o menos fehacientes, de continuidad,
se debería desterrar la idea de que la supervivencia de un cenobio de estas
características tan próximo a la frontera andalusí fuera una imposibilidad. Al
margen de las aceifas veraniegas que obedecen a dinámicas completamente di-
ferentes, no entendemos por qué se supone que los Banu Qasi no podrían vivir
armoniosamente con sus vecinos. Sus relaciones con Navarra sugieren que sí, y
hay indicios de que una parte relevante de la población riojana, probablemente
mayoritaria, seguiría el rito cristiano. ¿Por qué, por tanto, querían los Banu Qasi
provocar a sus agresivos y aguerridos vecinos hacia poniente? Dentro de al-
Andalus no hay ninguna duda de la supervivencia del cristianismo mozárabe,
y el respeto a los credos de los Pueblos del Libro es uno de los fundamentos
básicos tanto de la conquista islámica como del sustento económico del estado
musulmán, en fin, una necesidad fiscal y moral. No sólo se aplica esto al seno
andalusí sino también a las zonas de frontera, y en el caso concreto del Thagr
Superior encontramos numerosos ejemplos de mozarabismo, tanto en La Rioja
como en Lérida56.
Incluso más allá de las fronteras y en plena guerra se respetaba a los religiosos
y sus cenobios: “Los infieles serán invitados a abrazar el Islam, pero si después
56. MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus ..., p. 102.
315David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
de tres días los infieles no lo aceptasen se les conminará a pagar la capitulación
legal (^yizya); en caso de que rehusasen, entonces se les ha de combatir y
pueden ser aniquilados, salvo las mujeres (a menos que hubiesen participado
en la lucha contra los musulmanes), los niños, los mentalmente débiles, los
viejos caducos, los disminuidos físicamente, los clérigos y los monjes que viven
retirados en conventos o ermitas. A todos aquellos que la ley ordena perdo-
nar se les dejará, de lo que posean, lo necesario para subsistir”57. Sugerimos
que un Islam ya acostumbrado a convivir diariamente con el cristianismo no
tendría ningún imperativo que le impeliera a asesinar a todo cristiano fuera de
sus límites, y menos todavía en el caso de las mujeres, cuando la citada ley
musulmana es explícita en su prohibición de la violencia contra las monjas, por
doble motivo, por mujeres y por religiosas. Grandes y ricas fundaciones como
Cardeña, vinculadas con el poder cristiano, sí serían en ocasiones blancos legí-
timos de las razzias, pero esto sería la excepción, y sugerimos que la gente de
la misma frontera buscaría algún modo de convivencia. Incluso el monasterio
de San Millán de la Cogolla, en el límite del espacio controlado por los Banu
Qasi, sirve como ejemplo de continuidad cristiana en las zonas extra-andalusíes
próximas al Thagr.
La toPoniMia DiPLoMÁtiCa (sigLos iX y X)
La toponimia vasca en Castilla es una realidad comprobable a partir del pri-
mer momento en que tenemos acceso a documentación cenobítica; a conti-
nuación ofreceremos una relación de voces que razonablemente podemos
pensar que corresponden a tal estrato lingüístico, aun reconociendo que no
siempre es sencillo identificar qué podría ser un topónimo vasco. A diferen-
cia de otros capítulos trabajaremos casi exclusivamente con el registro topo-
nímico, por motivos que explicaremos en un breve apartado dedicado a la
antroponimia. En la relación toponímica que sigue, sólo contemplamos los
textos referentes al Pasillo anteriores al año mil, puesto que nuestro interés
en el tema aquí es esencialmente la cronología de los inicios. No obstante,
esta toponimia no desaparece después del año mil, y en algunos casos está
plenamente visible todavía hoy. El año mil nos ofrece un hiato conveniente
que nos permite analizar un corpus de tamaño manejable y así contrastar
cuantitativamente la presencia de esta toponimia en Castilla y en las tierras
57. MAÍLLO SALGADO, “La guerra santa según el derecho malikí”, p. 34, nuestro el subrayado.
316 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
riojano-navarras, pero notamos que incluso si se extendiera la fecha límite
hasta 1050 tampoco se alterarían demasiado los resultados, pues no será
hasta mediados del siglo XI que aparece la toponimia en –uri, tan conocida
y tan característica de la zona altorriojana. En la mayoría de los casos sólo
citaremos el primer ejemplo de cada topónimo, pero en casos puntuales
seguiremos la pista de algunos de los topónimos mejor documentados (Fa-
ranlucea, por ejemplo) más allá del cambio de milenio para observar su
evolución hacia formas más castellanas.
En cuanto al espacio contemplado, en la parte oriental nos limitaremos al te-
rritorio al sur del Ebro, mientras en la parte occidental (a partir de las Conchas
de Haro) los Montes Obarenes marcarán nuestro límite septentrional. Hacia el
sur, nos adentraremos más en la Sierra de la Demanda que lo que hemos he-
cho en otros capítulos, ya que esta toponimia tiene una vertiente serrana muy
pronunciada.
Hemos intentado adoptar una postura crítica y responsable a partir de nuestra
limitada competencia en cuestiones filológicas y ante la propia opacidad de
mucha de la toponimia conservada en los textos más antiguos. Por lo tanto, he-
mos incluido en el siguiente glosario sólo los topónimos más transparentemen-
te vascos, otros pocos totalmente oscuros en cuanto a etimología pero cuyo
contexto hace muy posible un origen vasco, y algunos otros para los cuales se
ha sugerido una etimología vasca en algún momento, cuya validez queremos
averiguar o cuestionar.
gLosario De teMPrana toPoniMia VasCa aL sur DeL ebro
1. Adefeterra, 972 (Cardeña156), Sierra de la Demanda. Pastizal cuyo sufijo,
por lo menos, parece vasco: –ederra = ‘hermoso’ en el sentido toponímico de
amplitud, cf. Larrehederra. Si aquí la /f/ representa una aspiración residual, el
primer elemento es quizás una sonorizada at(h)e = ‘puerta’ o ‘collado’ en un
contexto oronímico, y quizás estamos ante el nombre vasco del actual Collado
Hermoso (Fresneda) u otro pastizal homónimo.
2. Alfoheta (Cella), 959 (Cogolla77), Cárdenas. “Sancte Marie, quod vulgo di-
cunt Cella Alfoheta”. La cuestión esencialmente es ¿a qué ‘vulgo’ se refiere el
texto?, y esto fue objeto de un debate de cierta trascendencia dado que se pro-
ponía como el mejor (casi único, en realidad) ejemplo de temprana toponimia
317David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
euskérica al oeste del valle del Oja58. Intervendrían primero Gómez Moreno y
luego Michelena defendiendo una etimología árabe, mientras Cortázar e Irigoyen
optaban por un origen vasco59. Aunque Michelena, a partir de Serrano, hablaba
de Alboheta con /b/, y utiliza la presencia de la bilabial para defender un origen
árabe, la consulta del Becerro indica claramente la ortografía Alfoheta a partir de
la cual argüía Irigoyen por una etimología vasca. No parecían conocer60 la exis-
tencia de otro pequeño pero fidedigno (Cogolla77 es apócrifo) texto emilianense
(Cogolla182, 1028) que parece mencionar el mismo topónimo (el contexto espa-
cial es, grosso modo, el mismo), aunque con una forma algo divergente - fonte
Albohelete. Quizás la causa arabista se refuerza un poco con esta ‘nueva’ aporta-
ción, sobre todo con la aparición de la ‘b’ y la terminación ‘-ete’ con un aire más
semítico que ‘eta’ que se asemeja más a formas vascas (y latinas).
3. Amurrihuri, 989 (Cogolla101), ¿Ea-Obarenes? Oscuro, tanto en cuanto a la
etimología de su primer elemento, como en ubicación. El texto proviene del
monasterio mirandés de San Esteban de Salcedo, y quizás hace referencia a
la cuenca del río Ea, al sur de los Montes Obarenes, cf. Murriuri “que est sita
super Corecha, in facie Zufiuri” (Cogolla421, 1075), y sobre todo si Corecha =
el actual Oreca, un kilómetro al oeste de Anguciana y otro al norte de Cihuri.
Quizás deberíamos pensar en un antropónimo como el primer elemento, acaso
presente también en el topónimo alavés Amurrio.
4. Arando (sierra de) 922 (Fueros49), Sierra de la Demanda. También Cogulla
de Aranda (934?, Condes9). Dos textos irremediablemente apócrifos pero que
concuerdan en este orónimo con última vocal vacilante, luego avalado en el
siglo XIV por el Libro de la Montería de Alfonso XI (folio 98r.) en referencia
a San Millán de Arandio. Aunque morfológicamente compatible con un ori-
58. Si excluimos el alto Najerilla, perteneciente a Castilla durante todo el periodo estudiado y sólo incorporado
a la Rioja en 1833.
59. GÓMEZ MORENO, Iglesias Mozárabes, 1919, p. 292; MICHELENA, “Onomástica y población ...”, 1976, p.
68; CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, 1969, p. 27; IRIGOYEN “Cuestiones de
toponimia vasca circumpirenaica” 1986, p. 234.
60. El debate entre Michelena e Irigoyen (1974 a 1976) fue contemporánea a la aparición de la edición de Ubie-
to, y aunque Michelena por lo menos tenía acceso a ella (hace referencia a la edición en su nota 23 de “Onomás-
tica ...”, aunque erróneamente cita la página 191 en vez de la 91), estos autores no se basaban en esta edición, y
no creemos que la hubiesen peinado lo suficiente para encontrar esta segunda referencia (¿clarificadora?) ya que
no la mencionan, ni siquiera Irigoyen cuando recuerda el tema en 1986.
318 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
gen vasco, no tiene una etimología de las más transparentes, y Michelena cita
Arando y Arandia como topónimos con significados radicalmente diferentes61.
Además, si pensamos en una etimología a partir de Haran (= ‘valle), en este
contexto cronotópico esperaríamos una ‘H’ inicial, y quizás algún tipo de sufijo
pluralizante. La forma Aranda también es hidrónimo (Silos17, 1073) y conocido
topónimo poblacional, lo cual quizás influyó en la tardía redacción de Condes9
(el apócrifo Fuero de Canales) a partir de una forma oronímica original con
‘o’ final. Además, hay que tener en cuenta que el objeto nombrado, una sie-
rra entera, es radicalmente diferente a los demás casos contemplados en este
glosario, circunstancia que unida a la opacidad de la etimología y el carácter
apócrifo de los textos tempranos, hace poco aconsejable basar teoría alguna
en esta voz.
5. Arbión / Orbión, 934? (Condes9), Canales. ¿= (río) Urbión? Urbi está re-
cogido por Michelena con el significado de ‘dos aguas’ en el sentido de una
confluencia62, aunque recordamos que Villar cuestiona el origen vasco de esta
hidronimia en ur- sugiriendo un origen indoeuropeo a partir de *(a)wer-/(a)ur-63. Fuera ya del Pasillo, los otros hidrónimos burgaleses que parecen compartir
la misma raíz (ya sea vasca o indoeuropea) aparecen por primera vez en textos
de 949 (Urbel64, Cardeña66) y 1041 (Ura (Huram), Silos9). Observamos otros
ejemplos de vacilación en la vocal inicial, por ejemplo Irunia - Erunia - Urunia
– Arunga (q.v.).
6. Bagibel, 953 (Albelda20), Alto Leza?65. Otra aparición en el mismo texto
como Baibel, sin ‘g’. Gibel = ‘parte posterior’ aparece como sufijo toponími-
co en algunos casos como Arrataguibel (>Arratibel), Echaguibel, Mendiguibel
etc.66, pero esta solución quizás dejaría un primer elemento demasiado breve, al
61. Arandia = ‘boscaje de ciruelos’ < Ar(h)an (MICHELENA, Apellidos vascos, #68); mientras Arando aparece
como un posible derivado de (h)aran = ‘valle’ (MICHELENA, Apellidos vascos, #69).
62. MICHELENA, Apellidos vascos, #159 y #582. Según HERRERO ALONSO (Voces de origen vasco..., p.58) “en
la mitología euskera [sic] el nombre Urbión designaba uno de los grandes pozos existentes en el interior de la
Tierra”.
63. VILLAR, Indoeuropeos y no indoeuropeos en la Hispania prerromana, p. 207.
64. “... que el nombre ÚRBEL es de ascendencia euskérica parece un hecho irrefutable. A. Tovar no duda
de ello; piensa en la forma originaria *ur-beltz ‘agua negra’ ”, HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco..., p.57.
65. LAZARO RUIZ, El Monasterio de San Martín de Albelda, p. 372.
66. MICHELENA, Apellidos vascos, #278.
319David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
no ser que fuera el resultado de un proceso de contracción, quizás por motivos
de cacofonía a partir de una hipotética forma como *Bagagibel = ‘detrás del
hayedo’ . No tenemos constancia de la aparición de este nombre en los tratados
sobre la onomástica vasca en La Rioja, lo cual se podría considerar quizás como
un juicio negativo ex silentio sobre su candidatura como topónimo vasco, si no
fuera que la documentación albeldense ha sido mucho menos estudiada que la
altorriojana y quizás este topónimo haya pasado desapercibido.
7. Barticare, 959 (Cogolla79), Grañón. No está claro que sea un vasquismo, y
lo incluimos aquí sólo por el parecido entre su sufijo y el de otros topónimos
que sospechamos corrupciones castellanizantes de un original *-uri o *-ori ha-
cia la terminación –are corriente en castellano. La ortografía más tardía Barti-
cari (Cogolla2/170, 1088) apoyaría esta hipótesis si no fuera que en el próximo
valle del Oja la toponimia en –uri y –ori ya es una realidad muy extendida, y
podríamos estar ante la vasquización de un topónimo originalmente roman-
ce, justo el proceso inverso. Sin embargo, la aparición en la documentación
cardeniense de villa Uarticuri (Cardeña231, 1032) en otro contexto espacial
(Juarros), aunque en sí un poco posterior para ser incluido en este glosario,
indica que la hipotética forma ‘original’ que postulamos para Barticare es por
lo menos una posibilidad67.
8. Benifederra, 959 (Cogolla81), Sierra de la Demanda. Según Merino Urrutia
la forma actual es todavía Benederra “nombre de una fuente situada en el cami-
no de subida desde Escaray [sic] al cerro de San Lorenzo, que vierte sus aguas
al arroyo Urdanta”68. De nuevo observamos el adjetivo ‘ederra’ en referencia a
pastizales demandeses (cf. Larrehederra, Adefeterra), y de nuevo con posible
aspiración inicial. Por lo demás, la toponimia en esta (apócrifa) lista de pasti-
zales emilianenses parece romance: “baccarizas et proprio locis possidendi in
Pratiella, in Penniellas, in Fratre agosto, in Lacuniellas, in Refoio, in Losiellas,
in Billar de Monnio Barba, in Benifederra et in Sojuela”.
67. Por alguna razón este topónimo ha sufrido varias alteraciones en las reseñas de las varias ediciones diplomá-
ticas: Ubieto ofrece Vartical en Cogolla79; Ledesma Rubio opta por Varicare en Cogolla2/170; mientras Martínez
Díez, reseña la equivalente cardeniense como Vasticuri .
68. MERINO URRUTIA, La lengua vasca ..., p. 44.
320 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
9. Betoza, 943 (Albelda9), Albelda. Morfológicamente próxima a algunas vo-
ces vascas actuales69, si apareciese tal topónimo en un contexto más occidental,
más agreste o más euskaldún, no dudaríamos a la hora de proponerlo como
un vasquismo. Aquí, en cambio, en el entorno de Albelda y en un contexto
onomástico completamente semítico, no pasa del grado de posibilidad.
10. Coscorrita, 942 (Cogolla46), Montes de Oca; y 972 (Cardeña154), Juarros.
Este topónimo se aplica a por lo menos tres lugares dentro del Pasillo, las dos
veces citadas en Castilla antes del año mil, y en la Rioja Alta en 1051 (Cogo-
lla281). Generalmente las etimologías propuestas incorporan un primer ele-
mento vasco70, pero el sufijo es más difícil de descifrar. El diminutivo romance
en –ita no es corriente en este periodo o espacio, y quizás habría que pensar
en un abundancial del tipo –eta (posible tanto en latín, Fraxeneta (Cogolla95),
como en euskera Bagoeta (Cogolla180)) aunque en este caso no está claro
de dónde emerge la /i/ común a casi todas las apariciones toponímicas, pero
ausente de la aparente radical Cozcorra (Ibeas11, 1151)71. También es llamativa
la abundancia de una sola forma desinente y quizás híbrida (vasco-romance, si
se aceptara la hipótesis de un diminutivo castellano afijado a una radical vasca)
y nos preguntamos si no sería fruto de una pretérita absorción del étimo vasco
por el castellano, en cuyo caso indicaría una cronología bastante anterior a esta
primera aparición diplomática en 942.
11. Dorquiti (otero) 964, (Cardeña113) Alto Arlanzón. La terminación recuer-
da el sufijo vasco –ti “frecuente en designaciones con idea de lugar”72, y obser-
vado en el mismo (con)texto en Urrezti (el actual Urrez) ahora sí con un primer
elemento transparentemente vasco. No obstante, este sufijo también aparece
69. Por ejemplo Betolaza, que significaría algo como ‘vaquería’, MICHELENA, Apellidos vascos, #144 y #485.
70. MARTÍNEZ DÍEZ (Pueblos y alfoces, pp. 79-80), por ejemplo, sugiere un origen en kozkor = ‘montículo’,
cf. Cozcorra (Lezama, Álava); HERRERO ALONSO (Voces de origen vasco ..., pp. 62-3) sugiere que la voz indica
‘el tronco de un árbol’; mientras ALARCOS LLORACH (“Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 491) traduce
kozko como ‘guijo’, dentro de su sección de topónimos vascos.
71. HERRERO ALONSO (Voces de origen vasco ..., p. 63) sugiere que la terminación en –ita tiene su origen en la
forma *Cozcorritia, con –a como artículo, y –ti- con sentido locativo (MICHELENA, Apellidos vascos, #556, p. 152,
cf. Gorriti), pero esta ingeniosa solución es en sí problemática, dado que no se conocen casos de –iti + artículo,
y que además la propuesta terminación -itia tendería a evolucionar hacia –cia o –za, cf. iustitia > justicia.
72. MICHELENA, Apellidos vascos, #556, p. 152.
321David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
en “nombres propios medievales de la zona castellano-vasca”73, y la forma
aquí es muy próxima a uno de éstos, Dolquiti, con sólo un cambio de líquida
como diferencia, y veremos la forma Tordol Quite en el Libro de la Montería
de Alfonso XI (fol. 96v.). Sin embargo, aquí el contexto oronímico (‘otero’)
debilita cualquier etimología antroponímica, pues son infrecuentes los casos de
oronimia que incorporan nombres de persona.
12. Ebeia (aqua de), 921 (Cardeña11), Juarros. A la vez topónimo poblacional
(villa que vocitant Ebeia, Cardeña13, 921), correspondiente al actual Ibeas, e
hidrónimo (aqua de Ebeia, Cardeña11, 921; rivo de Ebeia, Ibeas1, 970). Posi-
blemente derivado del vasco ibai = ‘río’74, esta etimología no explica la consis-
tente /E/ inicial, prácticamente insustituible (aunque ocasionalmente omitida)
en todas las tempranas apariciones, pero sin eco en la toponimia de esta raíz
recogida por Michelena75. La actual /I/ inicial no aparecerá hasta 1196. Tampo-
co sabemos por qué se introduce la /s/ (¿pluralizante?), ausente de las formas
más tempranas. En fin, lo que parecía ser uno de los topónimos vascos más
diáfanos resulta ser todo lo contrario.
13. Eguzuza (Sancti Saturnini de), 863 (Cogolla6), Montes de Oca. “Denomi-
nación que tiene tanto de vasco como de irremediablemente deturpado”76. Al-
gunos de los otros lugares nombrados próximamente77 sugieren una ubicación
en el Alto Arlanzón / Montes de Oca, y quizás está relacionado con el topónimo
actual Uzquiza. Éste es de “evidente raíz vasca” según Martínez Díez, y sugiere
un origen en el fitónimo urki = ‘abedul’ (Pueblos y alfoces, p.143) aunque en
otra parte de la misma obra (p.410) opta por eguzki = ‘sol’, en ambos casos con
un sufijo abundancial –za. Respecto de este sufijo, que encontramos también
73. MICHELENA, Apellidos vascos, #556, p. 152.
74. MARTÍNEZ DÍEZ, Pueblos y alfoces ..., p. 80.
75. Ebeia, (Cardeña11, 921), Ebeia, (Cardeña13, 921), Ebeia (Ibeas1, 970), Ebeia (Cardeña233, 1039), Ebegias
(Cardeña285, 1058), Ovea (Ibeas11, 1151), Eueia (Ibeas12, 1156), Evea (Ibeas13, 1160), Euea (Ibeas15, 1164),
Ebea (Ibeas16, 1165), Veas y Beas (Ibeas22, 1180), Ibeas (Ibeas26, 1196), Veia y Eueias (Ibeas28, 1196), Evea
(Ibeas29, 1199), Ybeas (Ibeas41, 1222), Eveas (Ibeas47, 1256), Eueas (Ibeas51 etc., 1263), Ueas (Ibeas52 etc., 1265)
y Heueas (Ibeas55, 1274). cf. MICHELENA, Apellidos vascos, #308, 310 y 311, donde entre la toponimia relaciona-
ble con las radicales ibai (= ‘río’), ibar (= ‘vega’) e ibi (= ‘vado’) no hay rastro de una E- inicial.
76. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 66. Ubieto transcribe, erróneamente, Egizuza.
77. Sobre todo Galafaza (q.v.), villa de Orovi (q.v.) y Sancti Andres de Faiago, que GÓMEZ VILLAR ubica entre
Alarcia y Valmala, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, pp. 77 y 134.
322 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
en Betoza, Falariza y Galafaza, notamos que aparece casi siempre en casos
de etimología oscura: topónimos más vascoides que claramente vascos. Si es
lo que parece, extraña una forma tan moderna y desarrollada en tales fechas
cuando en la Reja de San Millán (1025) todavía dominaba la forma larga -zaha,
y cuando la demás toponimia vasca que contemplamos también retiene esas
aspiraciones intervocálicas.
14. Ezkerra, 979 (Cogolla95), Alto Tirón. Tradicionalmente interpretado como
una derivación del homónimo antropónimo medieval con significado de ‘zur-
do’78, una interesante alternativa es a partir del fitónimo Ezkarro, la actual ver-
sión local del nombre del “arce silvestre”, y de aparente origen vasco < (h)
azkar, que conduce a fitotopónimos tanto con /A/ (la mayoría) como con /E/
inicial79. Esta posible etimología se consolida ante los nombres de los históri-
cos asentamientos vecinos, hoy todos despoblados, Arceredillo y Arciledo de
iuso y de suso (Cogolla211 y Cogolla2/381), y la abundancia de asentamientos
fitotoponímicos en el Alto Tirón (Avellanosa, Espinosa, Fresneda ...) algunos de
los cuales aparecen en la diplomática manejada con el nombre ‘traducido’: por
ejemplo, Elhorzaha = Espinosa (Cogolla2/361, 1129).
15. Falariza, 997 (Cogolla114), Montes de Oca. Parece ser una referencia a Alar-
cia en la divisoria de aguas entre el Arlanzón (Duero) y el Tirón (Ebro), cf. la in-
clusión de Halariza en el Fuero de Cerezo (Fueros20, 1151) y Halereza en el Libro
de la Montería de Alfonso XI (fol. 96r.). ¿Tiene una etimología vasca? La aspiración
inicial y el sufijo (esto con alguna reserva cf. Eguzuza) sugieren que sí, y su ubica-
ción no desdice esta posibilidad, pero los problemas surgen a la hora de descifrar el
étimo radical. Al(h)a = ‘pasto’80 es una posibilidad, aunque esta radical no es muy
fecunda, y también habría que contemplar una solución antroponímica81.
16. Faranlucea, 947 (Cogolla47), Arlanzón. Transparente topónimo vasco
(= ‘valle largo’), actualmente recordado en el Arroyo de Froncea, un kilómetro
78. MARTÍNEZ DÍEZ, Pueblos y alfoces ..., p.152.
79. MICHELENA, Apellidos vascos, #120. Por ejemplo, Ezcar(ra)ga, entre Bergara y Zumárraga, en Guipúzcoa,
da nombre al Puerto de Descarga.
80. MICHELENA, Apellidos vascos, #28.
81. Para MARTÍNEZ DÍEZ (Pueblos y alfoces ..., p. 142) “... probablemente del nombre de persona Alarize ates-
tiguado en la documentación emilianense [Cogolla139]”.
323David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
al este del pueblo de Arlanzón. Uno de los casos más interesantes dado el
volumen de referencias que ilustran la progresiva degradación de un topónimo
claramente vasco en 947 hacia la actual forma opaca Froncea82. En Cardeña113
(964) encontramos una posible versión castellana del mismo topónimo (illo
portillo de) Balle Longa en el mismo contexto espacial83. Si efectivamente las
dos referencias identifican el mismo lugar, si son por tanto traducciones, resulta
curioso que sea la forma vasca la que sobrevive. Es más, quizás sugiere que el
euskera en ese momento todavía seguía vivo y comprendido en nuestro espa-
cio, en contraste con la (contemporánea) fosilización indicada en la tautología
de fuente Lamiturri (q.v.), y la posterior degradación gráfica de Faranlucea
hacia formas que sugieren que el sentido etimológico era ya desconocido.
17. Findegorcia / Filigorte, 934? (Condes9), Canales. Lo incluimos aquí pu-
ramente por su aspecto ya que su forma polisilábica nos sugiere también una
etimología vasca. Por lo menos se distancia de cualquier evidente explicación
romance, mientras la gran divergencia entre las dos formas conservadas tam-
bién sugiere incomprensión, circunstancia que en un contexto demandés hace
obligatorio contemplar una etimología vasca.
18. Galafaza, 863 (Cogolla6), Alto Arlanzón. cf. el topónimo actual Galarza
en el mismo entorno, que parece remontar hasta la Edad Moderna (las Galar-
zuelas, Valdeages2, 1582). Estos últimos topónimos tienen una clara etimología
vasca galar = ‘árbol seco’84 + el posible abundancial –za, y esto nos ofrece
una posible etimología para la forma altomedieval Galafaza, aunque inquieta
la ausencia de la /r/ etimológica constante en las formas recogidas por Miche-
lena. Quizás la ‘f’ intervocálica represente una de las aspiraciones tan típicas
del euskera demandés, cf. Galharreta, forma a la vez alavesa y altomedieval
(Cogolla180, 1025).
82. Faranlucea (Cogolla47, 947); Faranducia (Cogolla167, 1017); Haraluçeia (Burgos19, 1068); Aralucea (Bur-
gos20, 1068); Haranluceia (Burgos21, 1068); Faranluzela (Burgos35, 1077); Fronducea (Burgos165, 1163); Fran-
ducea (Cogolla2/401, 1163 - Ledesma *Frandueca); Haranucea (Rioseco19, 1172); Frenuncea (Burgos528, 1221);
Frenuncea (Oña2/601, 1325); Fonzea (OcaApeos, 1758).
83. “in terminos de Urrezti et de Breba et de Kaprera” = Urrez, Brieva de Juarros y la Ermita de Cabrera, 2km.
al suroeste de Urrez.
84. MICHELENA, Apellidos vascos, #251, p. 91.
324 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
19. Garuissaro, 945 (Cogolla37), Montes de Oca. Garbisu – “claro [de bos-
que]” y quizás zaro ”prado”85, aunque en contra de esta probable etimología fi-
tonímica pesa la aparición en Cardeña del antropónimo Garuisso (Cardeña151,
972). El topónimo corresponde al actual Barbíjaro86, entre Puras y Rábanos,
cuya acentuación sorprendería a partir de una etimología romance, pero no
tanto con una vasca.
20. Genestar, 934? (Condes9), Canales. Mención aparte merecen algunas voces
esencialmente romances, que delatan ortográficamente una influencia fonética
vasca. Sugerimos que sería, por ejemplo, el caso con los fitónimos romances de
este tipo, derivados del latino genesta = ’retama’, y equivalentes al plenamente
castellanizado Hiniestra. En el caso que nos ocupa, la G- inicial podría deberse
simplemente a una ortografía culta, pero lo llamativo es que la G- inicial se
limita a espacios serranos87, y en tal contexto quizás una influencia fonética
vasca es más convincente que la solución latinizante. Si el vasco es capaz de
influir fonéticamente al castellano ¿no sugiere una presencia cuantitativamente
significativa?
21. Gipuzare, 943 (Cogolla31), Montes de Oca. Aquí el primer elemento pa-
rece ser el adjetivo gentilicio giputz = ‘guipuzcoano’, con el artículo definido
-a. El sufijo podría corresponder o bien al genitivo –re(n)88, o bien a -uri que
encontramos en combinaciones muy parecidas tanto en la Rioja Alta (Gipuzau-
ri, 1067, Cogolla364; Gurpuzuri, Cogolla2/488, ca. 1150) como en Castilla (cf.
Nafarruri, infra). A diferencia de la mayoría de la toponimia en –uri aquí, al
formarse a partir de un gentilicio en vez de a partir de un nombre propio, incor-
poraría el artículo gipu(t)z–a-uri, y disimilación de -a-uri daría -ari89. En cuanto
a la apertura de la vocal final de /i/ a /e/, podría deberse o bien al ablativo latín
85. MICHELENA, Apellidos vascos, #261, p. 93 y #607, p. 164.
86. GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, p. 77. En cuanto a /G-/ inicial > /B-/,
cf. Goenechea > Bonechea, MICHELENA, Apellidos vascos, #284, p. 96. Para /S/ > /J/: Scuarros (Cardeña231, 1032)
y Suffarrus (SJBurgos3, 1097) > Juarros; y Scemeno > Jimeno.
87. Además de esta primera aparición en Canales lo observamos en el Arlanzón (Genestar, Cardeña158, 972),
con posible sufijo abundancial vasco –za en Pazuengos (caput / fonte Genestaza, Rioja28, 1074), en Oña (villa
Genestares, Oña109, 1097) y en Cameros ((Ge)nestares, Rioja205, 1158). Cf. PETERSON, “Primeras referencias a
Guipúzcoa”, p. 603.
88. Cf. Lope iaun Ortire Semea (Irache123, 1125) comentado por MICHELENA, “Notas lingüísticas ...”, p.96.
89. MICHELENA, Apellidos vascos, #333, p. 107.
325David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
“in Gipuzare”, o bien a la abundancia de microtoponimia romance en la zona
que termina en -are (Bustare, Fenare, Palombare etc.). Generalmente se habían
considerado como las primeras (y etimológicas) referencias a Guipúzcoa las
apariciones más tardías (siglo XI en adelante) sin /G/ inicial del tipo Ipuscua
(Peña117, ca. 1025)90.
22. Gumenzula, 945 (Cogolla37), Sierra de la Demanda. “in serra et in monte
de Auca” mientras en un texto cardeniense Gomezulla aparece “per montes de
Pineta” (Cardeña156, 972), y más tarde el Libro de la Montería de Alfonso XI
(fol. 97v.) ubica Gumençulla en el entorno de Trigaza. Su identificación con un
agostadero serrano (hoy Comenzula) ubicado entre Alarcia y el Monte Triga-
za91, concuerda con estas referencias, pues se encuentra en la misma divisoria
de aguas Ebro-Duero, límite aproximado entre los intereses emilianenses y
cardenienses. De etimología oscura, aunque Michelena reconoce su ‘aspecto
vasco’92. El sufijo bien podría representar ol(h)a = ‘cabaña’93, mientras la topo-
nimia que la acompaña (Ocharanna, Larrehederra) también avala un origen
vasco. Esta voz es de singular interés porque, aunque aparece sólo en textos
apócrifos, lo hace en dos colecciones cenobíticas diferentes, lo cual sugiere que
el contenido toponímico de incluso los textos apócrifos es verosímil, aunque
quizás anacrónico.
23. Gutia (Collado), 934? (Condes9), Canales. Guti = ‘pequeño’, y aparece
toponímicamente en, por ejemplo, Álava en 1257 en Gamarraguchia, hoy Ga-
marra menor94, y como Tapiaranguti en el Alto Oja en 1272 (Rioja4/319).
* Herramel, 945 (Cogolla37), Alto Arlanzón. El antropónimo Herramel, nombre
de un pueblo del Alto Arlanzón hoy sumergido debajo las aguas del Embalse de
Uzquiza, se interpreta generalmente como parte del universo onomástico vasco
por su tripartita aparición en entornos vascófonos; pues además de en el Alto
Arlanzón, se observa combinándose con –uri para dar nombre a un pueblo
altorriojano, y como patronímico del magnate alavés de principios del siglo X,
90. PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”.
91. GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, p. 77.
92. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 63.
93. MICHELENA, Apellidos vascos, #483.
94. MICHELENA, Apellidos vascos, #297.
326 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
Álvaro Harramelliz (Valpuesta12, 929)95. Sin embargo, aparece también fuera
del espacio vascófono, por ejemplo en León tan tempranamente como 972
(León417), y Cierbide cuestiona su pertenencia al corpus onomástico vasco96.
Morfológicamente quizás tiene más que ver con la abundante antroponimia
semítica que termina en –el.
24. Heterrena, 945 (Cogolla39), Alto Tirón. Herrero Alonso lo entiende como
un genitivo locativo, con el sufijo –(r)en-a añadido a un posible antropónimo
ibérico Heterrus, “Si considero el topónimo entre los de origen vasco es por
la estructura en general y el parentesco que parece guardar con los diversos
topónimos y apellidos vascos de desinencia –ENA”97. Sin embargo, aunque la
ubicación del núcleo y, en términos generales, la morfología del nombre, son
perfectamente compatibles con una etimología vasca, este tipo de genitivo no
es conocido en la toponimia hasta más tarde, mientras el supuesto nombre
personal no aparece en los registros medievales, como reconoce Herrero. Mi-
chelena opta por no sentenciar al respecto98.
25. Hizquira, 937 (Cardeña29), Montes Obarenes? No está segura la ubica-
ción: el texto hace referencia a Rama, que Martínez Díez identifica con Valde-
rrama en los Montes Obarenes. Tampoco está claro que vinea de Hizquira no
haga referencia a una persona, y aunque tal antropónimo nos es desconocido,
ésta es la interpretación de Martínez Díez, editor de esta documentación.
26. Holuori (pago de), 962 (Cardeña102), Montes de Oca. Otro ejemplo de la
temprana toponimia castellana en –uri, aunque –ori parece tan o más preva-
lente99. En el mismo texto aparece también Ulascori, y la apertura vocálica es
frecuente en esta toponimia.
95. HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco ..., p. 97.
96. CIERBIDE, “Informe sobre el topónimo Erramelluri ...”.
97. HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco ..., p. 96, a partir de MENENDEZ PIDAL, Toponimia prerrománi-
ca hispana, p. 132. Martínez Díez acepta esta etimología, Pueblos y alfoces ..., p. 159.
98. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 63, n. 11, “No me atrevo, en consecuencia, a hablar, por
ejemplo, de Heterrena”.
99. Atomanori (Rioja69, 1124); Blascori (Cogolla369, 1068); Gorostori (Rioja4/196, 1251); Harramellori (Cogo-
lla364, 1067); Motillori (Cogolla436, 1076); Naharrori (Rioja4/173, 1247); Obifori (Cogolla163, c.1015); Oggandori
(Cogolla2/202, 1090); Sotihori (Rioja59, 1121); Ulascori (Cardeña102, 962); Zuiori (Calzada27, c.1156).
327David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
27. Irunia, 945 (Albelda12), Nájera. A priori, el único100 transparente vasquis-
mo toponímico referente al territorio riojano-navarro hallado en la documenta-
ción albeldense del siglo X. En Rioja82e (c.1135) la misma voz reaparece en un
contexto que Caro Baroja entiende como una referencia a Calahorra101, mientras
del siglo XI en adelante hay varias referencias de este tipo a Pamplona102. Por
lo tanto estaríamos ante un uso genérico de la voz vasca irun = ‘villa’103. No
obstante, aquí ya empiezan los problemas. Ésta no es una referencia a la ciu-
dad de Nájera en sí (via vadit de Erunia ad Naiera (Cogolla178, 1024)), sino a
alguna aldea próxima quizás el asentamiento original a partir del cual se formó
el diminutivo huérfano Uruñuela104, y el sentido (proto)urbano de la voz irun
choca con este contexto suburbano. Quizás este Irunia sea en realidad un cul-
tismo navarrista del topónimo que emerge en el mismo entorno najerense con
cierta consistencia (aunque con irremediable vacilación de la vocal inicial) en
la documentación posterior: Erunia (Cogolla178, 1024); Urunia (Leire34, 1043);
Arunga (Cogolla294, 1055); y las formas diminutivas Erunnola, Oronnuela y
Uruniola. ¿En sí, se pueden considerar vascas las formas Erunia / Urunia etc.?
Posiblemente, pero la transparencia inicial empieza a desvanecer. Dando por
buena la solución inicial (< irun), y rechazando la idea de un cultismo, esta-
ríamos ante una referencia en dialecto oriental a un núcleo de la vega riojana,
y por lo tanto diferente dialectológica, semántica y espacialmente del contexto
occidental, pastoril y serrano que caracteriza los vasquismos castellanos que lo
rodean en este glosario.
28. Lamiturri, 945 (Cogolla39), Alto Tirón. Hidrónimo transparentemente vas-
co: iturri = ‘fuente’. Este caso también es destacable por la tautología (fonte qui
vocatur Lamiturri) que sugiere cierta antigüedad. Según Gómez Villar, quien lo
100. Tenemos a Bagibel como un posible segundo caso. Por otra parte, los casos también riojanos, pero ahora
emilianenses, del alto Cárdenas (Alfoheta, Magavetam) si realmente resultasen ser vascos, porque trasparentes no
lo son, entenderíamos como fruto del control castellano de esa zona a principios del siglo X.
101. CARO BAROJA, Los Vascones y sus vecinos, p. 117.
102. Cf. “Pamplona y sus nombres” en JIMENO JURÍO, Estudios de toponimia navarra.
103. “(h)iri ‘villa’ [...] Un derivado de (h)iri es probablemente irun”, MICHELENA, Apellidos vascos, #332.
104. A los otros diminutivos del entorno aún les acompaña el núcleo ‘pariente’ (Cañas-Canillas, Hormilla-Hor-
milleja, Alesón-Alesoncillo), en cada caso con el asentamiento ‘mayor’ aguas arriba de su ‘descendiente’. Según
Albelda12, desde Huércanos el río fluye ‘contra’ Irunia, y si la preposición en el sentido direccional (el concepto
es de movimiento: fluidez) como ‘hacia’, Irunia estaría aguas abajo de Huércanos. La distancia entre Huércanos y
Uruñuela actualmente es de unos 3 kilómetros aproximadamente, y en este espacio deberíamos ubicar a Urunia/
Erunia/Irunia/Arunga.
328 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
identifica con Anderriturri (Cogolla2/384), esta fuente se llamaría Lameturria
en 1752, y actualmente se conoce como La Inturria105.
Detalle de folio 112vº (Cogolla9) del Becerro Galicano de San Millán.
29. Larrehederra, 869, 945 (Cogolla9 / Cogolla37 / Cogolla40), Sierra de la De-
manda. En tres apariciones tempranas el primer elemento presenta tres formas
diferentes: larr4,hederra106 (Cogolla9), larrehederra (Cogolla37) y lalhehederra
(Cogolla40), en cado caso seguido por una invariable –hederra = ‘hermoso’. A
partir de la forma Larrehederra, tendríamos un significado de ‘prado hermo-
so’107, etimología transparente avalada por la identificación de este topónimo
con un agostadero de la sierra de la Demanda108.
30. Magavetam, 959 (Cogolla78), Alto Cárdenas. Irigoyen considera que el
sufijo –eta–m de este nombre es en realidad un ‘inesivo plural’ vasco, con una
‘m’ añadida para indicar el acusativo latino109, pero notamos que para Mahave,
en el mismo entorno, se le atribuye generalmente una etimología semítica110.
31. Margaluli, 867 (Cogolla8), Montes Obarenes. Michelena entendía el sufijo
como un derivado del vasco –uri111.
105. GÓMEZ VILLAR, “Toponimia vasca en la comarca de Belorado (Burgos)”, p.191.
106. Nuestra recreación aproximada de lo que aparece en el folio 112vº del Becerro (véase el imagen adjunta-
do), que en todo caso difícilmente debería leerse Larchederra como lo publicó Ubieto.
107. MICHELENA, Textos arcaicos vascos, #2.2.1, p. 39, y “Onomástica y Población ...”, p. 64. Cf. el paraje La-
rreder en el Valle de Arratia (Areatza), Vizcaya.
108. GÓMEZ VILLAR, “Toponimia vasca ...”, p. 183.
109. IRIGOYEN, “Cuestiones de toponimia vasca circumpirenaica”, p. 234.
110. ALARCOS LLORACH, “Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 478.
111. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 67.
329David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
32. Massoa (monte), 945 (Cogolla37), Alto Tirón. Clasificada por Michelena,
junto con Gomezulla, como voz cuyo “aspecto vasco puede no ser más que
un espejismo”112. Sin embargo, si tenemos en cuenta la frecuente vacilación
en toponimia vasca entre B/M inicial113, quizás estamos ante una redundancia
toponímica, y Massoa en realidad representa la voz vasca basoa = ’bosque,
monte’, combinándose frecuentemente con su sinónimo romance: monte de
Massoa (Cogolla39, 945). Todavía en 1552 aparece la supuesta tautología “el
monte que dicen del Valle esta incluido en los términos del monte de Masoa”,
mientras hoy en día el mismo bosque comunero se conoce como Monte Valle,
aún con un eco de redundancia114. Por otra parte, no entendemos porqué se
escribe con doble -ss- en la Edad Media, aunque la geminación consonantal sí
parece típica del vascuence demandés (cf. Ocharanna, Zavalla).
33. Nafarruri (fonte de), 971 (Ibeas2), Juarros. Homónimo burgalés del más
conocido (y mejor documentado) asentamiento altorriojano hoy conocido como
Casalarreina. El ejemplo del cartulario de San Cristóbal de Ibeas supone uno
de los casos más claros de la temprana toponimia castellana en –uri. Es más,
parece que ya en 970 peligraba su sufijo euskérico, pues se observa la forma
apocopada (¿castellanizada?) fonte de Nafarra en Ibeas1.
34. Ocharanna, 945 (Cogolla37), Montes de Oca. Superficialmente uno de
los topónimos más transparentemente vascos. Si aceptamos que el segundo
elemento corresponde a (h)aran = ‘valle’ con típica geminación consonantal
-nn-, aquí acaso indicativa de palatización, para el primer elemento existen
por lo menos dos posibilidades: ‘valle del lobo’, Michelena recoge la forma
Ocharan115; o más prosaicamente, ‘valle del (río) Oca’, solución favorecida por
Gómez Villar - ”Todavía a mediados del siglo XVIII (Catastro del Marqués de la
Ensenada ...) uno de los montes de la aldea de Puras se consignaba con este
nombre: Ocarana. Hoy se conoce por Valloca”116. Notamos que el hipotético
112. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, p. 63.
113. por ejemplo, Maeztu < Bahaheztu, cf., MICHELENA, “Nota marginal sobre la huella latina en la lengua
vasca”, p.130; o Fonética histórica vasca, p. 333.
114. GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, pp. 100-107.
115. MICHELENA, Apellidos vascos, #511.
116. GÓMEZ VILLAR, “Toponimia Vasca ... ”, p. 187, n.39.
330 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
significado ‘valle fría’ tendría la forma Aranotz117, con el adjetivo después del
sustantivo en euskera. Otra posibilidad atractiva sería a partir de fitónimo vasco
okaran = ‘ciruelo/a’, que con sufijo abundancial daría el topónimo vizcaíno
Ocaranza118. Michelena no menciona este topónimo en su análisis “Onomástica
y población ...”, y sospechamos que no lo conocía puesto que no aparece en la
edición de Serrano a partir de la cual trabajaba, como ya hemos comentado.
35. Olegarte (Campo de), 934? (Condes9), Canales. Parece llevar el sufijo vasco
–arte con significado de ‘espacio (intermedio)’, mientras el primer elemento qui-
zás corresponda a la forma occidental (ole-a) de ol(h)a = ‘ferrería’119. Notamos la
tradición herrera de esta sierra (Villasur de Herreros, Barbadillo de Herreros120) y
que el siguiente hito citado en el Fuero (de Canales) es somo Ferreyra.
36. Sarrincho (Lumbo de), 945 (Cogolla37), Montes de Oca. cf. también agro
de Saricco (Cardeña110, 963). Sarricohuri aparece en la Reja de San Milán
(Cogolla180, 1025) en el alfoz de Harhazua, y por tanto es posible que Sarrico
sea un antropónimo, a partir del fitónimo sarri = ‘arbolado espeso’ + el genitivo
locativo –ko, algo como ‘del bosque’, aunque esto no explica la aparición de la
‘n’. Según Gómez Villar corresponde al actual Sarrico en Rábanos121.
37. Solago (Iohannes de), 950 (Buezo23), Bureba. solo = ‘campo, prado’ en
vasco occidental (la equivalente oriental sería sor(h)o)122. La versión Solaco
(Buezo24) indica que quizás estamos ante una tautológica repetición del geni-
tivo: de y el sufijo vasco –co, aquí sonorizada hacia –go. Tal sonorización en sí
sugiere una influencia fonética vasca, aunque por lo demás esta documentación
de Santa María de Buezo, cerca de Briviesca, tiene menos vasquismos que la de
la más agreste zona de Montes de Oca sólo 10km más al sur. A este respecto, el
hecho de que Iohannes se identifica con un gentilicio en sí sugiere que no sea
originario de la misma comunidad burebana en la cual lo encontramos, así que
habría que matizar la ubicación de este topónimo vasco en la Bureba.
117. MICHELENA, Apellidos vascos, #512.
118. MICHELENA, Apellidos vascos, #480.
119. MICHELENA, Apellidos vascos, #96 y #483.
120. PETERSON, La Sierra de la Demanda ..., pp. 100-104.
121. GÓMEZ VILLAR, La Comarca de Belorado: Toponimia y Antropología, p. 77.
122. MICHELENA, Apellidos vascos, #546.
331David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
* Sorreggana, 993 (Cardeña204), Burgos. El sufijo -gana aparece en toponimia
vasco-occidental con el significado de ‘alto’, pero aquí la /g/ geminada resulta
problemática, pues generalmente indica palatización en esta documentación, lo
cual nos aleja de esa etimología. Quizás deberíamos pensar en una etimología
antroponímica con el sufijo –ana.
38. Ulascori, 962 (Cardeña102), Montes de Oca. Existe un bien documentado
asentamiento homónimo en la Rioja Alta, hoy barrio de Herramélluri conocido
simplemente como Velasco, pero el contexto espacial de este texto castellano
es Galarde en los Montes de Oca. Uno de los más transparentes ejemplos de
la temprana toponimia castellana en –uri, y en este caso el primer elemento
es el igualmente transparente antropónimo Blasco, muy corriente en el área
euskaldún occidental.
39. Urrezti, 964 (Cardeña113), Alto Arlanzón. = ‘Avellaneda’ < urretz, ‘ave-
llano’, y el sufijo –ti /-di (-ti después de sibilante)123, hoy simplemente Urrez,
forma ya alcanzada en 1318 (Huelgas337) aunque con una /H/ inicial, todavía
presente en 1481 (Valdeages1d). Ya en 1071 se observa la forma Aorrec (Arlan-
za79), contemporánea con otra aparición que conservaba aún el sufijo (Urrezti,
Cardeña314, 1071), y así parece que la pérdida de sufijos vascos se inició antes
en las tierras castellanas de la diócesis de Burgos que en los cursos inferiores
del Oja y del Tirón124.
* Villa de Orovi, 863 (Cogolla6), Montes de Oca. Generalmente ha sido incor-
porado en los cánones de la toponimia vascoide demandesa125, y de allí su
inclusión aquí, pero no vemos en qué sentido significativo se trata de una apor-
tación euskérica, pues no deja de ser una fórmula romance (Villa+nombre), y la
naturaleza vasca de este o cualquier antropónimo no deja de ser tenue126, ¿o es
que también deberíamos considerar como topónimo vasco el también deman-
123. MICHELENA, Apellidos vascos, #589, #556.
124. Nafarruri > Nafarra en 970 (Ibeas1); Urrezti > Aorrec en 1071 (Arlanza79); Engutadi > Enguta en 1092
(Burgos49); pero Belascuri > Velascor en 1173 (Cogolla2/419).
125. IRIGOYEN “Toponimia de formación vasca”, p. 258; MERINO URRUTIA, La lengua vasca, p. 76.
126. “A su lado otros de distinta explicación o sin explicación: Amusco, Enneco [...] Oroivo, Ulaquide etc. Aun-
que quizás no se pueda excluir el origen latino, o al menos la mediación latina, en algunos de ellos: así J.M. Piel
explica Oroivo por el gr. Oróbios”, MICHELENA, Apellidos vascos, p. 20.
332 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
dés Vallejimeno o Quintana García, cuyos componentes antroponímicos son
más directamente vinculables con la tradición onomástica vasca?
40. Zaballar (Collado), 934? (Condes9), Canales. Zaballos en otra redacción,
véase Zavalla.
41. Zaldo (padal de), 934? (Condes9), Canales. Padal ¿= padul? Zaldo = ‘ar-
bolado donde sestea el ganado’127 < latín saltus = ‘bosque, soto‘, y euskérico
realmente sólo en cuanto a forma y sonorización. Quizás reaparece en Castilla
(Montes de Oca) en el macrotopónimo Zalduendo (réplica de un topónimo ala-
vés), aunque desconcierta que los primeros ejemplos (eso sí, muy tardíos) son
consistentemente distintos: Çelluendo (Huelgas557, 1270), Çelluendo (Huel-
gas337, 1318), Çiluendo (Behetría, 1352). En 1211, en el Alto Oja, aparece
Lupus Sancii de Zaldo (Calzada100), y todavía hoy se conserva como topónimo
menor de Santurdejo.
42. Zarratone (valle), 869 (Cogolla9), Montes de Oca. Martínez Díez lo identi-
fica con el actual Cerratón de Juarros al norte de Villafranca Montes de Oca y lo
incluye en una selecta lista de “topónimos de hipotético origen vasco”128, pero
esta identificación nos parece insegura, cuando la mayoría de los pastizales
(bacarizas) aukenses (y también casi toda la toponimia vasca) se ubica en los
montes hacia el sur. Tampoco suelen consolidarse estos pastizales como topóni-
mos mayores. En cambio, las primeras (aunque tardías) referencias fiables a Ce-
rratón de Juarros traen una ya consolidada ortografía con ‘e’ (Huelgas379, 1326;
Trinidad114, 1371), lo mismo que su práctico homónimo altorriojano Cerratone
que sí tiene una presencia diplomática temprana (por ejemplo, Cogolla240,
1045). La toponimia en Zarra-, en cambio, se ha conservado bastante bien en la
sierra castellana129, sin recurso a la cerradura vocálica (a > e) que la solución de
Martínez Díez necesita y que va en contra de la generalizada apertura observa-
da durante la castellanización de la toponimia vasca. Sugerimos que en realidad
estamos ante el nombre de otro pastizal serrano sin identificar.
127. MICHELENA, Apellidos vascos, #599.
128. MARTÍNEZ DÍEZ, Pueblos y alfoces ..., 1987, p. 410, pero no en su posterior “Toponimia mayor y repobla-
ción” (1994). Sugiere que deriva de zarra = ‘escorias de hierro’, pero esto nos parece improbable dado la ubica-
ción actual, lejos de cualquier tipo de explotación metalúrgica conocida o recordada toponímicamente.
129. MUJIKA URDANGARIN, “Toponimia vasca en Burgos”, p. 429; MERINO URRUTIA, La lengua vasca ...,
pp. 55-6.
333David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
43. Zavalla (S Juan de), 945 (Cogolla40), Alto Tirón. Michelena: “por muy
escéptico que se sea, se hace penoso rechazar que Zavalla sea vasco”130. De
zabal = ‘ancho’, en el sentido de ‘espacio abierto’ o ‘pastizal’, supondremos,
con otro ejemplo de geminación consonantal. Gómez Villar lo identifica con el
actual Zabálitas, cuyo acento parece indicar un origen no castellano131.
44. Zuiuri, 947 (Cogolla44), Bajo Tirón. En cuanto a la etimología, “sin duda
alguna de zubi, ‘puente’”132. Esto se oscurece algo cuando en la edición de
Ubieto la primera aparición del topónimo está transcrita como Ziiuri, pero
en realidad, después de consultar el Becerro, se aprecia que la grafía correcta
es Zuiuri, y que una pequeña mancha tapa una de las líneas verticales. Más
adelante veremos las implicaciones geopolíticas de la aceptación de este testi-
monio ‘riojano’ dentro de la toponimia vasca castellano-alavesa.
Detalle del folio 54 (Cogolla44) del Becerro Galicano de San Millán.
130. MICHELENA, “Onomástica y población ...”, pp. 63-4, y también Apellidos vascos, #596.
131. GÓMEZ VILLAR , “Toponimia vasca”, p. 186.
132. KNÖRR “La lengua vasca en La Rioja”, conferencia impartida en Logroño, 24/V/2002, opinión que comparte
con MICHELENA, Apellidos vascos, #626.
334 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
eVaLuaCiÓn De La eViDenCia DiPLoMÁtiCa
Cualquier evaluación cuantitativa se ve complicada por la dificultad de defi-
nir qué es un topónimo vasco. En primer lugar notamos la presencia en el
mismo espacio de varios estratos lingüísticos (indoeuropeo, pre-indoeuropeo,
semítico) que conducen a formas toponímicas no romances. También está el
hecho de que generalmente estamos manejando casos aislados y descontex-
tualizados, aunque la concentración de toponimia aparentemente vasca en
contextos serranos en parte palia este mal. Otro problema es la naturaleza de
la documentación: fragmentada, en muchas ocasiones interpolada cuando no
francamente apócrifa, y en otros casos conocida sólo a través de copias muy
tardías. Además la toponimia en sí se transforma, y se observan procesos como
la castellanización: Faranlucea > Froncea. Por último, tampoco resulta sencillo
resumir la complejidad del proceso analítico en una simple evaluación binaria
de si tal topónimo es o no de origen vasco. Asumiendo todos estos problemas,
a continuación ofrecemos, de manera resumida, un balance de nuestras evalua-
ciones, dividiendo la toponimia analizada en tres categorías: un primer grupo
que podemos considerar topónimos vascos con bastante seguridad; otro grupo
más dudoso; y un tercer grupo cuya candidatura rechazamos. En el caso de este
último grupo, en el cual en realidad entraría la inmensa mayoría de la toponi-
mia del Pasillo, aquí sólo incluimos los topónimos que han sido considerados
vascos por algunos autores.
ejemploS mÁS o menoS ClAroS:– Adefeterra, ¿at(h)e = ‘collado’? + –ederra = ‘hermoso’.
– Amurrihuri, -uri = ‘poblado’.
– Arbión, ¿< Urbi-? aunque Villar lo considera de origen indoeuropeo, < *(a)
wer.
– Benifederra, -ederra = ‘hermoso’.
– Eguzuza, “tiene tanto de vasco como de irremediablemente deturpado” (Mi-
chelena).
– Ezkerra, ¿antropotopónimo o fitotopónimo?
– Faranlucea, haran = ‘valle’ + luzea = ‘largo’.
– Garuissaro, garbisu = ‘claro [de bosque]’ + ¿zaro = ‘prado’?
– Gipuzare, gipu(t)z–a-uri = ‘poblado del guipuzcoano’.
– Gutia, guti = ‘pequeño’, con el artículo –a.
– Holuori, -uri = ‘poblado’.
– Lamiturri, -iturri = ‘fuente’.
335David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
– Irunia, irun = ‘ciudad’, quizás cultismo de Urunia, semánticamente proble-
mática.
– Larrehederra, = “prado hermoso”.
– Margaluli, Michelena entendía el sufijo como un derivado del vasco–uri.
– Massoa, baso = ’bosque, monte’ + el artículo -a, aunque Michelena dudaba.
– Nafarruri, nafarr- = ‘navarro’ + -uri = ‘poblado’.
– Ocharanna, (h)aran = ‘valle’, varias posibilidades para el primer elemento.
– Olegarte, ole(-a) = ‘ferrería’ + –arte = ‘espacio(intermedio)’.
– Solago, solo = ‘campo, prado’ en vasco occ. + el sufijo –co, sonorizado a
–go.
– Ulascori, el antropónimo Blasco + -uri = ‘poblado’.
– Urrezti, urretz, ‘avellano’, + el sufijo –ti /-di = ‘avellaneda’.
– Zaballar, véase Zavalla.
– Zaldo, < latín saltus = ‘bosque, soto‘, euskérico en cuanto a forma y sonori-
zación.
– Zavalla = ‘anchura’, “se hace penoso rechazar que sea vasco” (Michelena).
– Zuiuri, zubi = ‘puente’ + -uri = ‘poblado’.
DuDoSoS133
• Alfoheta • Dorquiti • Gumenzula
• Arando • Ebeia • Heterrena
• Bagibel • Falariza • Hizquira
• Barticare • Findegorcia / Filigorte • Magavetam
• Betoza • Galafaza • Sarrincho
• Coscorrita • Genestar • Zarratone
reChAzAbleS– Herramel, en todo caso un antropónimo, e incluso se cuestiona la pertenen-
cia de éste al corpus onomástico vasco.
– Sorreggana, deberíamos pensar en una etimología antroponímica con sufijo
–ana.
– villa de Orovi(o), es difícil relacionar la toponimia antroponímica con el
estrato vasco.
133. Para análisis de estos casos por definición problemáticos remitimos al Glosario precedente.
336 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
¿Qué proporCión Del gloSArio eS noVeDoSo?“Difícilmente puede decirse nada nuevo, y tratándose de mí eso sería
imposible, sobre un material limitado, publicado de manera incompleta
y defectuosa, que ha sido ya estudiado una y otra vez por autores de la
mayor competencia.”134
Si existen elementos novedosos en el glosario arriba presentado es, sobre todo,
por avances en la edición en los últimos lustros de textos antes desconocidos.
En cuanto a la documentación emilianense, muchos autores (Michelena entre
ellos) parecen haber utilizado la edición de Serrano (1930), y por tanto algu-
nos textos publicados por Ubieto (1976) no les eran conocidos. Uno de ellos
es el microtexto (Cogolla31, 943) que contiene el topónimo Gipuzare, muy
posiblemente la primera referencia a Guipúzcoa, y por tanto de cierta trascen-
dencia histórica y filológica135. Otro caso significativo sería el de fonte Albohelete
(Cogolla182) cuyo conocimiento sospechamos habría afectado el debate sobre
el origen etimológico de Cella Alfoheta (Cogolla77). Por último, Serrano sí re-
produce el texto Cogolla37, especialmente rico en toponimia vasca y vascoide,
pero sólo una de sus dos versiones, y por tanto Michelena no parecía conocer
las referencias a Ocharanna, Garuissaro, Sarrincho, Herramel.
El Diplomatorio de San Cristóbal de Ibeas fue publicado por Martínez Díez en el
Boletín del Instituto Fernán González (Burgos) entre 1975 y 1976. Parece que
lo conocía Merino Urrutia, pero no encontramos referencia a él en la obra de
Michelena. Esta fuente nos proporciona el topónimo Nafarruri, ejemplo más
diáfano de la toponimia castellana en –uri, y un seguimiento ortográfico muy
completo del topónimo Ibeas.
Asimismo, la edición de Martínez Díez de la riquísima temprana documentación
cardeniense justifica una reevaluación de la problemática que antes se centraba
excesivamente en la documentación emilianense136. Si añadimos que gran parte
134. MICHELENA, “Onomástica y Población en el antiguo reino de Navarra: La Documentación de San Millán”,
1974, p. 59.
135. Véase PETERSON, “Primeras referencias a Guipúzcoa”.
136. Véase el título y la orientación del artículo de Michelena, “Onomástica y Población en el antiguo reino de
Navarra: La Documentación de San Millán”, aunque éste sigue siendo, sin duda, el mejor acercamiento al tema,
337David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
de la más temprana documentación supuestamente emilianense también es de
origen castellano, al sumar los textos de San Pedro de Cardeña, Santa María
de Buezo y San Cristóbal de Ibeas a los pseudo-emilianenses de San Miguel
de Pedroso, San Millán de Hiniestra, San Esteban de Salcedo y San Felices de
Oca, el desequilibrio cuantitativo a favor de Castilla y en detrimento de la Rioja
navarra es notable, y debería condicionar y matizar nuestro análisis. Tanto
nuestras fuentes como el fenómeno observado en ellas son más castellanas que
navarro-riojanas.
De los investigadores que se han acercado a esta temática pocos parecen haber
tenido acceso directo a la documentación emilianense, y casi todos se han basa-
do en la edición de Serrano, o en trabajos basados en ella, incluso los estudios
posteriores a la publicación de la edición de Ubieto. Es como si la edición de
Ubieto (por cierto, con sus muchos problemas, pero siempre mucho más com-
pleta que la de Serrano) nunca hubiera aparecido. Los “Nuevos testimonios” de
Mújika Urdangarín (1989), por ejemplo, citan la edición emilianense de Serrano,
y no la de Ubieto. Herrero Alonso (1977) también parece haber trabajado a
partir de la deficiente edición de Serrano, por eso escribe de Herramel “como
topónimo no lo hallo documentado hasta el s.XIV”137, cuando aparece este
nombre en la versión C de Cogolla37 editada por Ubieto. Lo mismo se puede
decir del tan influyente Merino Urrutia (1982138), que cita Larrehederra del año
945, pero no Ocharanna, Garuissaro etc.
Por último, las aportaciones de otras disciplinas también justifican una reeva-
luación de esta materia. Los exhaustivos análisis de la diplomática del periodo
de Martínez Díez y de Zabalza Duque cambian la forma de considerar muchos
de los textos más tempranos. En el campo puramente histórico, el rechazo
mayoritario de las teorías antes dominantes como la despoblación de Sánchez
Albornoz también justifica esta revisión del tema.
a pesar del énfasis navarro-riojano.
137. HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco ..., p. 97.
138. Ésta es la fecha que lleva la monografía más importante de Merino Urrutia sobre el tema, La Lengua Vasca
en La Rioja y Burgos, pero para entonces llevaba ya muchos años indagando en esta cuestión y publicando sobre
ella (por ejemplo, ya en 1936 saldría una pequeña obra suya titulada “El vascuence en el valle de Ojacastro”),
cronología vital que explica su recurso a la edición de Serrano.
338 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
lA VeroSimilituD Del teStimonio DiplomÁtiCoAntes de avanzar deberíamos examinar la verosimilitud de estos testimonios,
ya que los arriba mencionados especialistas en la diplomática castellana alto-
medieval han cuestionado la veracidad de muchos de los textos en los cuales
aparecen estos primeros testimonios del euskera al sur del Ebro, incluyendo
los únicos tres referentes al siglo IX139, y si otros diplomas han escapado a tal
censura es quizás porque todavía la mirada crítica no se ha centrado tan inten-
samente en ellos. No obstante, aun asumiendo estas contaminaciones del cor-
pus, y apartando el testimonio de la diplomática considerada apócrifa, todavía
disponemos de una veintena de textos aparentemente verosímiles a partir de
los cuales podemos suponer que esta onomástica sería una realidad en Castilla
por lo menos a partir de los primeros años del siglo X. Una postura hipercrítica
nos privaría de algunos ejemplos muy sugerentes, pero en términos cronológi-
cos todavía podríamos fijar el comienzo documental del fenómeno onomástico
que nos interesa a principios del siglo X.
Sin embargo, algunos de estos diplomas apócrifos son precisamente los más
prolijos en cuanto a toponimia vasca, sobre todo el irremediablemente apócrifo
Fuero de Canales (Condes9), los tres diplomas altotironeses del año 945 (Cogo-
lla37, 39 y 40), y los dos diplomas referentes a San Felices de Oca del siglo IX
(Cogolla6 y 9). No obstante, hay varios motivos que nos llevan a no desechar
estos testimonios: una ya comentada coyuntura histórica (el nexo castellano-
alavés) que hace factible este tipo de onomástica; la variedad de fuentes que
aportan testimonios onomásticos similares; la presencia del mismo superestrato
toponímico en textos intachables; y, en fin, la probable fiabilidad del contenido
toponímico de estos textos cuya falsedad es, en muchos casos, más formal que
otra cosa140.
La variedad de fuentes en las cuales aparece onomástica de este tipo es un gran
aval para su verosimilitud, e incluso dentro de la documentación reunida en
139. En orden cronológico los textos apócrifos que contribuyen a nuestro Glosario son Cogolla6, Cogolla8,
Cogolla9, Condes9, Cogolla37, Cogolla39, Cogolla40, Cardeña156 y Cogolla95. Véase MARTÍNEZ DÍEZ, “El Mo-
nasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales. Documentación emilianense y diplomas apócrifos”; ZABALZA
DUQUE, Colección Diplomática de los Condes de Castilla. Edición y comentario.
140. Incluso Martínez Díez, quien más se ha esforzado últimamente en avisar sobre los peligros de historiar a
partir de la diplomática apócrifa, parece aceptar el contenido toponímico de estos diplomas: “los datos geográfi-
cos son igualmente válidos”, MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”, p.53.
339David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
el cartulario emilianense estamos en realidad ante diplomas provenientes de
distintos cenobios generalmente castellanos141. Es cierto que estos textos no son
originales, sino copias emilianenses de finales del siglo XII, pero no tenemos
por qué pensar que necesariamente se haya alterado su contenido toponímico,
y aunque fuera así sugerimos que los falsarios nos habrían dejado una toponi-
mia menos oscurantista. Además, tales manipulaciones tendrían algo de sentido
con textos largos e importantes (las fundaciones cenobíticas, por ejemplo),
pero no es el caso para un texto minúsculo como Cogolla47, que detalla la
donación a San Millán de Hiniestra de una simple finca en Gipuzare en el año
943. Prácticamente todas las fuentes que hacen referencia al Pasillo en periodo
condal aportan ejemplos de toponimia vascoide142, así que el carácter apócrifo
de buena parte de estos textos no niega la existencia de tal toponimia vasca
al sur del Ebro durante el periodo contemplado, cuando la aparición de este
elemento en varias fuentes apoya la verosimilitud de la aportación toponímica
de las mismas. Incluso tenemos el caso de uno de estos topónimos, Gomezu-
lla, que aparece en dos fuentes distintas, lo cual avala aun más este registro143.
Desafortunadamente no se trata del topónimo más transparentemente vascoide
de cuantos citamos, pero su contribución a la fiabilidad de este registro topo-
nímico es en sí un mérito.
En resumen, partimos de la premisa, que creemos consolidarse al ver la homo-
geneidad de esta documentación en este respecto, que el aporte toponímico de
estos diplomas es esencialmente verosímil.
¿CoinCiDe el Debut DiplomÁtiCo Con el origen Del
SupereStrAto?La siguiente consideración debe ser si la aparición diplomática de este estrato
lingüístico necesariamente corresponde con el momento de la llegada a la zona
de población vascófona. La toponimia presentada y glosada parece ofrecernos
una cronología inicial ante quem de finales del siglo IX, o principios del X si
141. Cogolla6 y 9 provienen del archivo de San Felices de Oca; Cogolla31, 47 y 114 de San Millán de Hiniestra;
Cogolla37, 39, 45 y 95 de San Miguel de Pedroso; y Cogolla101 de San Esteban de Salcedo.
142. Por ejemplo, Urrezti en la documentación de San Pedro de Cardeña, Iohannes de Solago en la de Santa
María de Buezo; o fonte de Nafarruri en la de San Cristóbal de Ibeas.
143. Gumenzula, Cogolla37 (945), probablemente un texto originario de San Miguel de Pedroso; Gomezulla,
Cardeña156 (972).
340 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
adoptamos una postura hipercrítica, ¿pero existen herramientas para adelantar
todavía más la presencia vascófona en estas tierras?
Ya hemos considerado los argumentos a favor y en contra de una continuidad
lingüística desde periodos remotos, y si hemos concluido que los indicios son
insuficientes como para aceptar tal hipótesis como la más probable, no se nos
escapa que desde el primerísimo texto postmusulmán (Cogolla1, 759) aparece
antroponimia aparentemente vasca en el Pasillo. Desafortunadamente no dis-
ponemos de información toponímica para el siglo VIII, y el testimonio antropo-
nímico tiene sus limitaciones, pero en cuanto tenemos textos con información
toponímica referente al Pasillo la huella vasca también aparece en ellos.
El debut diplomático de un asentamiento no tiene por qué corresponder cro-
nológicamente con su fundación. En algunos casos el relato diplomático sí
hace referencia a un acto fundacional, pero generalmente en referencia sólo a
monasterios, y pocas veces de núcleos poblacionales laicos. Es más, cuando
aparecen estos asentamientos en la documentación se manifiestan ya como
entidades maduras y complejas, y su debut en la diplomática cenobítica corres-
ponde generalmente con el traspaso de un derecho señorial dentro del asen-
tamiento, un hecho necesariamente posterior al origen puramente campesino
de la aldea. Pastor Díaz de Garayo presenta el pueblo de Flagimbistia, cerca
de Burgos, como ejemplo paradigmático de una comunidad que emerge del
anonimato documental repentinamente con un aparentemente complejo tejido
social, y llega a la conclusión de que no es una colonización reciente, y que el
silencio anterior se debe a las deficiencias documentales, y no a una supuesta
despoblación144. Tiene sentido, por ejemplo, pensar en el transcurso de por lo
menos una a dos generaciones después de una primera fundación para que
cambiantes circunstancias familiares hagan fracasar, triunfar o fraccionarse la
originaria pequeña producción agropecuaria familiar. Si aceptamos este tipo
de cronología bien podríamos adelantar la aparición de población vascófona
cincuenta años antes de su debut diplomático.
También existen motivos filológicos para apoyar estos argumentos esencial-
mente históricos. Se percibe cierta tautología en algunas de estas referencias
144. PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., pp. 47-9.
341David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
toponímicas que sugieren una distancia entre el nombramiento original y la
comprensión del topónimo en el momento de redacción del texto. En el caso
de fonte qui vocitatur Lamiturri (Cogolla39, 945), por ejemplo, fonte repite
innecesariamente el sentido de su sinónimo euskérico –iturri. Este tipo de
tautología suele surgir de la incomprensión lingüística, y la implicación para
Michelena es que Lamiturri era un topónimo ya antiguo y asimilado como un
nombre propio, con el significado del elemento -iturri olvidado, cuando lo
encontramos en 945145.
No obstante, también habría que contemplar una explicación más diglósica
que diacrónica: que la incomprensión es sólo por parte de un sector de la
población, quizás sólo el escribano, con el registro vasco todavía vigente entre
la población autóctona en el momento de redacción. La coexistencia de tra-
ducciones, quizás Faranlucea-Balle longa, y más transparentemente en siglos
sucesivos Lizarraga-Fresneda y Elhorzaga-Espinosa, sugiere que este modelo
es válido146.
También percibimos que varios de estos topónimos que parecen tener etimo-
logías vascas muestran signos de castellanización. Observamos el proceso de
degradación en algunos de los casos mejor documentados como el de Faranlu-
cea > Froncea, detallado arriba, o en el caso tardío de Ochabro, microtopónimo
actual de Valdeagés, y su degradación de una temprana forma aparentemente
vasca hacia otra totalmente oscura: Ochiafor (1176, Rioseco24) > Oiafar (1189,
Rioja305) > Ochavor (1270, Huelgas557) > Ochabro (actual). El principio de
que los topónimos de una minoría vascófona serían progresivamente caste-
llanizados parece estar bien fundado, ¿pero tenemos testimonios de que haya
145. MICHELENA, Textos arcaicos vascos, #2.2.1, p. 39. También cabe la posibilidad de que el original enfoque
específico del topónimo (referente sólo a una fuente) se hubiese ampliado a un espacio genérico (una sección
entera del valle, por ejemplo), pero que en nuestro texto el escribano quiere insistir en que la referencia se limita
a la fuente en sí, y no a todo el entorno. Por ejemplo, en principio el nombre Villarreal se aplicaría a un asenta-
miento, pero con el tiempo se extiende también a un espacio más amplio, el término municipal, por ejemplo. Si
ahora, sin embargo, se quiere distinguir entre el municipio y el núcleo urbano, se emplearía una frase del tipo “el
pueblo de Villarreal”, con una tautología intrínseca, pero que no implica incomprensión del significado original
del étimo villa. De todas maneras, en este segundo caso también se está contemplando un cambio (en este caso
ampliación semántica) diacrónico, lo cual sugiere que el nombre lleva algún tiempo in situ y en uso, aunque es
difícil afinar más cronológicamente.
146. Faranlucea (Cogolla47, 947), Balle Longa (Cardeña113, 964); L/Cizarraga (Cogolla186, 1028), Fresneda
(Cogolla95, 979); Elhorzaha y Espinosa en el mismo texto (Cogolla2/361, 1129).
342 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
empezado el proceso ya cuando arranca nuestra documentación hacia el año
900? En la mayoría de los casos de intuida castellanización temprana estamos
condicionados por disponer sólo de ejemplos aislados y oscuros. No sabemos,
por ejemplo, si el sufijo de Gipuzare se ha castellanizado a partir de * -a-uri o
si es simplemente el genitivo –re. Ante tales dudas, y a partir de ejemplos tan
escasos y oscuros, difícilmente podemos aventurar una cronología concreta
para un proceso sólo intuido.
DistribuCiÓn esPaCiaL
A continuación analizaremos la distribución espacial de esta toponimia, distin-
guiendo entre tres espacios:
1. La parte de la actual Rioja controlada por los navarros durante las
primeras décadas (925-960) de su presencia al sur del Ebro: espacio
riojano-navarro
2. La parte burgalesa del Pasillo, controlada por los condes castellanos
durante todo el siglo X: espacio castellano
3. y entremedio, un espacio hoy parte de La Rioja pero controlado por
lo menos hasta mediados del siglo X por los condes castellano-alave-
ses: espacio riojano-castellano
Mapa XXXIII. Toponimia vasca al sur del Ebro, siglos IX y X
343David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
Remitimos al capítulo sobre La Frontera Oriental de Castilla para una justifica-
ción de estas evaluaciones geopolíticas, mientras, a continuación, aparecen en
cursiva los casos dudosos, habiéndose eliminado Herramel, Sorreggana y villa
de Orovi(o).
Espacio castellano
Espacio riojano-castellano
Espacio riojano-navarro
Adefeterra, Demanda (#1) Alfoheta, Alto Cárdenas (#2)
Bagibel, Alto Leza (#6)
Benifederra, Demanda (#8) Amurrihuri, Montes Obarenes (#3)
Betoza, Albelda (#9)
Coscorrita, Montes de Oca (#10) Arando, Canales (#4) Irunia, Bajo Najerilla (#27)
Dorquiti, Alto Arlanzón (#11) Arbión, Canales (#5)
Ebeia, Juarros (#12) Barticare, Grañón (#7)
Eguzuza, Montes de Oca (#13) Findegorcia, Canales (#17)
Ezkerra, Alto Tirón (#14) Genestar, Canales (#20)
Falariza, Montes de Oca (#15) Gutia, Canales (#23)
Faranlucea, Arlanzón (#16) Magavetam, Alto Cárdenas (#30)
Galafaza, Alto Arlanzón (#18) Olegarte, Canales (#35)
Garuissaro, Montes de Oca (#19) Zaballar, Canales (#40)
Gipuzare, Montes de Oca (#21) Zaldo, Canales (#41)
Gumenzula, Demanda (#22) Zufiuri, Bajo Tirón (#44)
Heterrena, Alto Tirón (#24)
Hizquira, Montes Obarenes (#25)
Holuori, Montes de Oca (#26)
Lamiturri, Alto Tirón (#28)
Larrehederra, Demanda (#29)
Margaluli, Montes Obarenes (#31)
Massoa, Alto Tirón (#32)
Nafarruri, Juarros (#33)
Ocharanna, Montes de Oca (#34)
Sarrincho, Montes de Oca (#36)
Solago, Bureba (#37)
Ulascori, Montes de Oca (#38)
Urrezti, Alto Arlanzón (#39)
Zarratone, Montes de Oca (#42)
Zavalla, Alto Tirón (#43)
344 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
No obstante, esta concentración de toponimia vasca en tierras (entonces) cas-
tellanas podría ser un espejismo diplomático: quizás el motivo de la escasez de
toponimia vasca en zonas navarras es la correspondiente escasez de documen-
tación referente a esos espacios. Tenemos tan sólo 43 textos referentes a la Rio-
ja navarra para el siglo X147 y aproximadamente 200 referentes a la mitad caste-
llana del Pasillo148, aunque muchos de éstos son microtextos, como Cogolla43,
por ejemplo. Sin embargo, aun reconociendo este desequilibrio cuantitativo,
– la incidencia proporcional de toponimia vasca en la documentación
castellana sigue siendo mayor
147. Son tan sólo 24 los textos albeldenses, al no contabilizar los que hacen referencia a espacios castellanos
(#1, #21 y #22) ni a Yaniz en Navarra (#17); la Colección Diplomática de la Rioja aporta sólo dos diplomas; mien-
tras de la documentación emilianense tan sólo 17 de los 117 textos anteriores al año 1000 podrían considerarse
referentes a la Rioja navarra.
148. Incluimos aquí las aportaciones de pequeños monasterios luego absorbidos por San Millán, como San
Felices de Oca, San Millán de Hiniestra, San Miguel de Pedroso y San Esteban de Salcedo (este último fuera del
Pasillo pero activo en él); los más tempranos textos emilianenses (Cogolla77 y Cogolla78) cuya toponimia remite
al periodo de control castellano sobre el monasterio; la parte del cartulario de San Pedro de Cardeña referente a
los Montes de Oca y el Alto Arlanzón; dos diplomas de San Cristóbal de Ibeas y una docena de textos de Santa
María de Buezo, conservados en el cartulario de Valpuesta.
Mapa XXXIV. Contraste entre la distribución de la toponimia vasca y la de Quintana
345David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
– y, sólo se puede trabajar a partir de la documentación disponible,
y a partir de ella, sin especular en cuanto al carácter etnolingüístico
del relativamente silencioso espacio navarro-riojano, el fenómeno
vascuence al sur del Ebro durante el siglo X es castellano: aparece
en textos castellanos, referentes al espacio castellano, y que citan
autoridades castellanas.
Por otro lado, merece la pena insistir en el contexto serrano de este registro
cuando aparece en Castilla, en contraste con la aparición urbana, tanto semán-
tica como topográficamente, de la voz Irunia. Nos referimos a la concentración
de esta toponimia en entornos y contextos serranos, referente a pastizales y a
mojones, o a los asentamientos más precarios. En general, esta toponimia se
aleja del mundo (proto)urbano, del fondo de valle, de la vías de comunicación
y de las mejores tierras para la agricultura y para el agropecuarismo, incluso en
comunidades en sí serranas149.
Asimismo resulta llamativo el contraste entre la distribución serrana de esta
toponimia y la de la toponimia en Quintana, que se concentra en la campiña.
Ocupan dos espacios contiguos, pero apenas se mezclan, con la toponimia
vasca casi siempre aguas (y monte) arriba de la toponimia en Quintana. La
distribución de la antroponimia semítica es semejante a la de Quintana.
antroPoniMia y gentiLiCios
Hemos hecho mucho menos uso de la antroponimia en este capítulo que en
otros donde se ha contemplado la presencia de población arabizada o judía.
Ambos registros tienen sus virtudes y sus defectos, y si la gran virtud de la
toponimia es su relativamente fácil contextualización espacial, la desventaja
es su problemática contextualización cronológica que, por ejemplo, conduce
a propuestas de las más diversas (desde una datación romano-imperial a otra
altomedieval) para una toponimia tan abundante como la de Quintana. La
antroponimia está, en cambio, más sujeta a modas, y así encontramos nombres
etimológicamente árabes en el Pasillo en el siglo X que hacen referencia a mu-
ladíes, a judíos, y a cristianos arabizados, además de a gente de etnia árabe (los
que menos). En cuanto al estrato lingüístico vasco, la antroponimia es de muy
149. PETERSON, La Sierra de La Demanda en la Edad Media, p. 153
346 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
limitada utilidad a la hora de distinguir entre población vascófona y población
castellano-parlante, sobre todo en el periodo contemplado cuando algunos
nombres de origen vasco parecen haber estado ‘de moda’ incluso en ambientes
de habla romance, por ejemplo, el monarca leonés Sancho ‘el Craso’.
Bachiller González comenta la escasa presencia (4%) de antroponimia vasca
entre la documentación calceatense150, extrapolando a partir de ahí para sugerir
una presencia demográfica igualmente limitada. Sin embargo, creemos que esta
cifra es el resultado de un error metodológico. Bachiller descarta la antroponi-
mia más corriente de origen alavés o navarro de su ‘antroponimia vasca’151, pero
luego no la excluye de la total a partir de la cual calcula el porcentaje citado.
En realidad ese 4% representa sólo el porcentaje de antroponimia vasca atípica,
pues la onomástica personal de población vascófona parece haber sido en gran
medida la misma que la de la población de habla romance de las comarcas del
Alto Ebro. Nombres como Oveco, García, Fortún etc. son utilizados tanto por
euskaldunes como por no-euskaldunes, y por tanto el registro antroponímico,
al margen de algunos pocos apellidos y motes, es de muy relativa utilidad a la
hora de identificar a población vascófona.
Más aprovechables resultan algunos nombres o elementos paraonomásticos
relacionados con voces comunes vascas, muchos de los cuales parecen remitir
a relaciones de parentesco: Ama, Anderazo, Anderquina, Annaya, Eita. En
general, estas voces parecen reproducir la distribución castellana observada en
la toponimia, pero éste es un asunto que todavía falta por estudiar del todo, y
un análisis espacial, formal, funcional y cronológico de estas apariciones sería
muy interesante.
Otro registro que se suele utilizar en este tipo de estudio son los topónimos
formados a partir de gentilicios. Se ha debatido la cuestión de si esta toponimia
es representativa de la población en general o de minorías, más o menos signi-
ficativas, y tendemos hacia la segunda interpretación. Así, cuando observamos
en nuestro espacio dos Gipuzauri pero ningún *Arabauri, no deberíamos pen-
sar en una colonización mayoritaria de guipuzcoanos y sin aportación alavesa,
150. GONZÁLEZ BACHILLER, “Antroponimia vasca en la documentación de Santo Domingo ...”, p. 400.
151. GONZÁLEZ BACHILLER, “Antroponimia vasca en la documentación de Santo Domingo ... ”, p. 384.
347David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
sino justo lo contrario: se hace referencia a Guipúzcoa precisamente porque es
lo no habitual152.
Lo que sí abundan, en cambio, son referencias toponímicas a vascones. A
partir de la toponimia actual podemos citar Báscones del Agua, Báscones de
Zamanzas, Bascuñana, Bascuñuelos, Villabáscones, Villabáscones de Bezana,
Basconcillos de Muño y Basconcillos de Tozo en la provincia de Burgos, en
Palencia tenemos Báscones de Ebro, Báscones de Valdivia y Báscones de Ojeda,
y en Soria Zayas de Báscones153. A partir de la diplomática manejada podemos
enriquecer esta nómina y también constatar la presencia altomedieval del fe-
nómeno: uilla de Uascones, hoy día San Medel, próximo a Burgos (931, Carde-
ña20); Basconiana, el actual Bascuñana (991, Cogolla102); Fonte Vascones en
Vallarta (1028, Cogolla187); ual de Uascones en Monasterio de Rodilla (1063,
Oña44); era de Vascones en Pancorbo (1088, Cogolla2/179); y también como
antropónimo, Beila Bascone (958, Cardeña93).
152. Nos constan, no obstante, referencias a un Monnio Alaves en el Cárdenas (Cogolla175, ca. 1060), y a un
molino alavés en el Alto Tirón (Cogolla284, 1051). También: Bezkahinos (el actual Vizcaínos) en Lara (año 974,
PASTOR DE GARAYO, Castilla en el tránsito ..., p. 347); Gipuzare en los Montes de Oca, (943, Cogolla31); y dos
referencias a una fonte de Nafarra / Nafarruri en los Juarros (Ibeas1 y 2, 970-1).
153. Cf. también HERRERO ALONSO, Voces de origen vasco ..., p. 132.
Mapa XXXV. Gentilicios específicos aparecen entre la toponimia vasca, mientras genéricos del tipo Villabascones la rodean
348 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
¿Quiénes son estos vascones? Es difícil saber qué valor atribuir a este gentilicio:
si además de a los oriundos de lo que había sido la antigua Vasconia romana,
esencialmente la Navarra actual, se lo puede aplicar también a gentes vascófo-
nas más occidentales, originarias de territorios englobados hoy en la Comuni-
dad Autónoma Vasca. Las fuentes visigodas, muy genéricas en su empleo de la
toponimia, poco ayudan al respecto, y según Larrea “leurs habitants se voient
décerner le nom de Vascons pour la première fois dans les chroniques asturien-
nes rédigées à l’extrême fin du IXe siècle”154. Si desde una perspectiva alóctona
(asturiana) y altomedieval se consideran vascones también a los oriundos de
Álava, éste nos parece el contexto correcto para interpretar estos gentilicios que
emergen diplomáticamente en el mismo periodo y en un espacio próximo a
(aunque no plenamente coincidente con) toponimia vasco-occidental.
Esta lectura chocaría con el principio arriba formulado, de que la toponimia
gentilicia de este tipo recuerda minorías, si no fuera que florece precisamen-
te en comarcas castellanas donde no abunda la toponimia vasca que hemos
observado en la Demanda y los Montes de Oca. Pues en esas zonas de colo-
nización vasca intensiva, donde abunda la toponimia vasca descriptiva, este
tipo de topónimo sobra. En cambio, es corriente, irónicamente, en otras zonas
próximas de menor colonización ‘vascona’. Así la distribución de la toponimia
en Villabáscones se asemeja a la de la toponimia en Quintana, pues ambas
rodean la Demanda y los Montes de Oca. Por otra parte, notamos la ausencia
de referencias de este tipo entre la toponimia mayor actual y la diplomática
medieval de la Rioja navarra155.
En contraste, las referencias específicas a guipuzcoanos, vizcaínos y navarros se
ubican entre la masa de toponimia vasca, siendo referencias a grupos minorita-
rios dentro de la masa vascona, mayoritariamente alavesa. Tampoco negamos
que hubiera algo de inmigración desde Navarra escondido entre estos vascones
genéricos, y observamos en San Medel próximo a Cardeña (otro de los Villa-
báscones durante el siglo X) una población donde domina la antroponimia
154. LARREA, La Navarre du IV au XII siècle, pp.129-133.
155. En el Diccionario de toponimia actual de La Rioja de GONZÁLEZ BLANCO la voz Villavascones / Villa-
bascones no aparece. Los únicos ecos de esta toponimia son los microtopónimos Valdevascones en Almarza
(de Cameros), Cogote de Vascones en Ledesma, y quizás también Hontanilla Basculi en Yécora, ya en el límite
occidental (y castellano) de la provincia.
349David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
navarra156. Éste también es el escenario donde aparece el corónimo Juarros
(Suffarrus, SJBurgos3, 1097), aparentemente derivado del fitónimo navarro zu-
har (= ‘olmo’).
CaraCterÍstiCas y ParentesCo DeL DiaLeCto VasCo aL
sur DeL ebro
A partir de la toponimia (actual e histórica), y el Vocabularium linguae can-
tabricae (1562) de Landucci, Michelena intentó reconstruir el dialecto vasco
que se habló en Álava durante el Medievo157. Este proceso reconstructivo le
permitió a Michelena evaluar el dialecto vasco que observamos al sur del Ebro
en los siguientes términos: “está en estrecha relación con la que encontramos
por las mismas fechas, al norte del Ebro, en territorio alavés ... La muestra que
poseemos, por exigua que sea, permite afirmar sin lugar a dudas que el vas-
cuence de la Rioja y Burgos nada tenía de navarro.”158
Los rasgos más característicos de este dialecto ‘meridional’ serían:
– la forma occidental –(h)uri, (en vez de la oriental –iri);
– baltz, en vez de beltz;
– conservación de la aspiración;
– conservación de las consonantes geminadas o fuertes (-ll-, -nn-).
Aun limitándonos a los textos tempranos de la fase castellana, observamos la
mayoría de estas características:
– el sufijo -uri (Nafarruri, Margaluli, Zuiuri), y probablemente tam-
bién en las formas en -ori (Ulascori);
– aspiración (Larrehederra, Amurrihuri), aunque en muchos casos re-
presentada gráficamente por -f- (Adefeterra, Benifederra, Falariza,
Faranlucea);
– geminación consonantal (Ocharanna, Zaballar, Zavalla).
156. Entre ella la enigmática Gallopenzar (Cardeña45, c.947), cf. Gallipienzo, topónimo considerado oscuro o
dudoso por SALABERRI ZARATIEGI, “Origen y significado de la toponimia de Navarra”, p. 123.
157. MICHELENA, “Sobre la lengua vasca en Álava durante la Edad Media”.
158. MICHELENA, “Onomástica y Población ...”, p. 69; evaluación antes adelantada por ALARCOS LLORACH,
“Apuntaciones sobre toponimia riojana”, p. 492; y recientemente reafirmada por KNÖRR BORRÀS, “El euskera
en tierras del romance”, p. 45.
350 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
La única aparición retrasada es la de balza, no observada hasta el siglo XI
(Nunno Valza de Seroiana, Cogolla176, ca. 1030; Valle de Balza, Cogolla259,
1049) 159.
Más adelante nos llegarán testimonios explícitos del origen del dialecto en los
cognomen de algunos de los moradores del valle del Oja, cuyos nombres hacen
referencia insistentemente a varios pueblos alaveses y treviñeses, una aporta-
ción muy por encima de la de cualquier otro escenario: Lope de Mendoza; Petro
Lozaquo (= ‘de Loza’); Enego Lopez de Fossana; Petro Iohannes de Armentia;
Martin Navaro de Bitoria; Martin de Armentia160.
La Fase rioJana, s. Xi en aDeLante
Durante la primera mitad del siglo XI la frontera que separaba los navarros de
los castellanos, y antes a éstos de los Banu Qasi, y que seguía grosso modo la
línea del valle del Oja, dejó de funcionar como tal. En parte, porque la lógica
detrás de la frontera ya había dejado de imperar en el momento en que los
navarros sucedían a los Banu Qasi en el control de la Tierra de Nájera; pues
una frontera que antaño separaba dos modos de producción distintos ahora
separaba dos sistemas parecidos. Sin embargo, sólo hacia finales del siglo X
empiezan los reyes navarros a interesarse por el extremo occidental de sus
dominios, y realmente sólo después del cambio de milenio se convierte en una
realidad el desmantelamiento de la frontera del Pasillo. A partir de entonces
la lógica geográfica se impone y se vuelve a considerar el Pasillo como tal,
como una entidad geográfica unitaria, transicional quizás, pero esencialmente
homogénea, y consecuentemente la divisoria entre los dos estados situados en
sus extremos cambia de manera más brusca que nunca. Durante el siglo XI la
frontera se situaría inicialmente en el curso del río Oja (hasta ca.1020), después
habría un progresivo desplazamiento hacia el oeste (1020-1035), más adelante
se fijaría en la divisoria de aguas Ebro-Duero (1035-1054), a partir de la batalla
de Atapuerca se intuye un retroceso gradual hacia la divisoria diocesana (1054-
159. También, Garci Baltza / Balza, Calzada94 (1209).
160. Lope de Mendoza, Calzada65 (1183?); Petro Lozaquo (= Loza + locativo -ko), Calzada67 (1186); Enego Lopez
de Fossana (= Ozana, Treviño, cf. Fozano en el s.XIII según LÓPEZ DE GUEREÑU, p. 210), Calzada94 (1209);
Petro Iohannes de Armentia, Calzada130 (1219); Martin Navaro de Bitoria, Calzada130 (1219?); Martin de Ar-
mentia, Calzada136 (1230?); y quizás también Gonzalo Ocoihita (¿= Acosta?, cf. Ocoizta forma habitual durante
el medievo), Calzada55 (1182).
351David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
1076), y finalmente coincidiría con el río Ebro (1076 en adelante). La fundación
de Santo Domingo de la Calzada hacia finales del siglo XI, y su temprana
elevación al rango de sede catedralicia acabaría definitivamente con la idea de
un río Oja fronterizo, pero antes ya había dejado de serlo, y los fértiles tramos
inferiores de los ríos Oja y Tirón serían colonizados ahora con más intensidad.
Sería la debilidad dinástica de la familia condal castellana lo que permitiría la
gradual introducción de Sancho el Mayor en la vida política del condado, con
el proceso ya terminado a su muerte en 1035 y la frontera navarro-castellana
ya desplazada 50 km hacia el oeste en una sola generación. El traslado de la
capital de Pamplona a Nájera, 100 km hacia el SW, también es propio de este
periodo y no del siglo anterior como se ha sugerido; así el sobrenombre del
primogénito de Sancho III, García de Nájera, quien sería el encargado de la
integración de tierras antaño castellanas en el reino navarro. Pero además de
este acto tan emblemático, se agregan una serie de monasterios castellanos a
San Millán de la Cogolla, algunos de cierta importancia regional (San Felices de
Oca, sede episcopal; San Miguel de Pedroso, jerarquizador de gran parte del
Mapa XXXVI. Política burebana de la monarquía navarra, 1045-1052
352 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
valle del Tirón)161, y se funda Santa María de Nájera (1052), dotándolo también
con tierras y posesiones mayoritariamente castellanas162.
CronoLogÍa De La toPoniMia aLtorrioJana en –uri
Sugerimos que la novedosa inoperancia de la frontera del río Oja, una realidad
geopolítica nacida hacia 1020, podría haber sido un acontecimiento clave para
la aparición de la toponimia altorriojana en –uri. Primero, no obstante, debe-
ríamos reiterar que la primera aparición en el Becerro Galicano, o en cualquier
otra fuente, no supone un indicio fiable del momento de fundación de un
asentamiento. El testimonio más contundente y elocuente de este principio
es la Reja de San Millán: un sólo texto sin cuya aportación estaríamos quizás
contemplando una llanada alavesa despoblada. En nuestro espacio también
tenemos ejemplos ilustrativos de este principio. Por ejemplo, gracias a su tras-
cendencia militar, tenemos noticia cronística de la existencia de Cellorigo y de
Ibrillos hacia finales del siglo IX163, y sin embargo para sus respectivos debuts
diplomáticos tenemos que esperar hasta el siglo XI164. También cuando tenemos
dos fuentes diplomáticas diferentes puede haber un largo hiato entre la apari-
ción de un topónimo concreto en la una y en la otra165.
Pues bien, hecho este inciso, sugerimos que una forma más prometedora de
avanzar sería el análisis de la distribución espacial y diplomática de tipologías
toponímicas, en vez de examinar topónimos individuales. Al trabajar con gru-
161. Cogolla234 (1045), Cogolla237 (1045), Cogolla241 (1046), Cogolla255 (1049), Cogolla256 (1049) y Cogo-
lla269 (1050).
162. Rioja13, 1052. Además, este periodo vería el despegue diplomático de Santa María de Valvanera en la
misma raya fronteriza ancestral con Castilla (Cogolla166), y aunque aquí la intervención real es menos explícita,
limitándose a una sola donación (Valvanera1), en el contexto arriba descrito y dada la posición estratégica de este
cenobio, estimamos que este despertar diplomático obedece a las mismas pautas.
163. En ambos casos la fuente es la Crónica Albeldense: Cellorigo (Celloricum) protagoniza gran parte de las
aceifas de 882 y 883 (XV.13); mientras Ibrillos (Ebrellos) recibe mención en la Nomina Regum Catolicorum Legio-
nensium (XVa.13) hacia 899.
164. Deocium de Cellorico 1004 (Cogolla126); Ibriellos 1068 (Cogolla369).
165. Dos atípicas referencias albeldenses al entorno de Grañón (Albelda21, 953; y Albelda22, 956) nos informan
de la existencia de Villazahac y Villapún (hoy Castildelgado) a mediados del siglo X, cuando si únicamente de
la documentación emilianense dependiésemos tendríamos que haber esperado otro siglo (Cogolla359, 1066; y
Cogolla369, 1068) para enterarnos de la existencia de estos asentamientos. Tirgo es otro ejemplo: aparece en la
fundación de San Cosme y San Damián de Covarrubias en 978 (Condes52), pero en la documentación emilianen-
se no se menciona hasta 1095 (Cogolla2/250).
353David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
pos toponímicos minimizamos el riesgo de que nuestros resultados estén con-
taminados por la denunciada aleatoriedad del registro diplomático. Ya hemos
intentado algo parecido con los topónimos del grupo Quintana, aunque en ese
caso el enfoque se centra más en su distribución espacial que en su cronología,
y con las advocaciones a San Millán, y ahora proponemos el mismo ejercicio
con los asentamientos altorriojanos que incorporan el sufijo –uri.
Este grupo de topónimos emerge con cierta homogeneidad diplomática duran-
te el tercer cuarto del siglo XI, en un espacio antaño fronterizo, y rodeado de
toponimia de otras características morfológicas y etimológicas, que en general
han debutado antes en nuestras fuentes. Complicando un contraste por lo de-
más relativamente nítido, tenemos un hapax: la temprana aparición de una
referencia a Cihuri. Por lo demás, dos tipos de topónimo ocupan el mismo
espacio, pero con cronologías (por lo menos diplomáticas) diferentes. Sugeri-
mos que esta disparidad diplomato-cronológica difícilmente se explique por la
aleatoriedad del registro diplomático.
Restringiremos el análisis a los asentamientos actuales, pues así los datos serán
más fácilmente manejables, sobre todo en cuanto a la materialización carto-
gráfica, se impone un criterio de algún modo objetivo sobre dónde separar
la micro- de la macro- toponimia, a la vez que se evita la problemática de la
ubicación exacta de los despoblados. Aun así, cabe comentar desde el principio
que la incorporación de datos sobre los despoblados, y notamos que gran parte
de los asentamientos en –uri no llegarían a consolidarse, respeta los mismos
patrones distributivos que observaremos con la toponimia mayor.
primeras apariciones de la actual toponimia mayor del pasillo fronterizo
AÑO TOPÓNIMO FUENTE NÚCLEO ACTUAL
873 Fresnu Cogolla16 Fresno del río Tirón
873 Trepiana Cogolla16 Treviana
899 Ebrillos Albeldense XV.a Ibrillos
913 Cerezo Cardeña6 Cerezo del río Tirón
931 Granione Cogolla23 Grañón
937 Valle Orcanos Cogolla25 Valluércanes
947 Zufiuri Cogolla44 Cihuri
951 Tollemantos Cogolla62 Tormantos
956 Villa Pun Albelda22 Castildelgado
959 Fervias Cogolla79 Hervías
354 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
AÑO TOPÓNIMO FUENTE NÚCLEO ACTUAL
959 Fonte de Abzallete Cogolla82 Fonzaleche
971 Leiva Cogolla89 Leiva
978 Tirgo Condes52 Tirgo
1025 Quintaniella Cogolla179 ¿Quintanilla del Monte?166
1025 Ratezella Cogolla179 Redecilla de Campo
1028 Saucto Cogolla189 Sotillo, ca. Ibrillos
1040 Faro Rioja3 Haro
1045 Cerratone Cogolla240 Zarratón
1048 Quintana Cogolla299 ¿Quintanaloranco?
1049 Banares Cogolla262 Bañares
1049 Castanares Cogolla262 Castañares
1050 Villa Porchera Cogolla276 San Torquato
1051 Banios Cogolla281 Baños de Rioja
1051 Coscorrita Cogolla281 Cuzcurrita del Río Tirón
1051 Villalfovare Cogolla281 Villalobar
1058 Sagga Cogolla303 Sajazarra
1061 Artable Cogolla311 Altable
1062 Citamon Cogolla322 Cidamón
1064 Equora Cogolla354 San Millán de Yécora
1067 Herramellori Cogolla364 Herramélluri
1068 Blascori Cogolla369 Velasco, barrio de Herramélluri
1070 Naharruri Cogolla381 Casalarreina
1076 Chemelio Rioja33 Gimileo
1087 Rotezno Cogolla2/158 Rodezno
1090 Ogganduri Cogolla2/202 Ochánduri
1121 Angustiana Rioja59 Anguciana
1182 Olauri Calzada54 Ollauri166
Como se observa, la mayoría de los asentamientos han aparecido ya, en una
fuente o en otra, para mediados del siglo XI, cuando la mayoría de los asen-
tamientos en –uri estarían aun por debutar. Si concentramos el análisis aun
más, ahora en el centro del Pasillo, donde se concentra la toponimia que nos
interesa, en un espacio alejado del somontano, flanqueado al W por el eje Arto-
Tirón, al N por el Ea, al E por el Oja y al S por el Camino de Santiago, tenemos
5 asentamientos con el sufijo –uri y 13 sin él, y con la excepción del hapax,
Zuiuri, los trece nombres sin -uri aparecen antes. En fin, al margen de las
166. En 1028 (Cogolla189) aparece también Quintaniella de Olleros.
355David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
Mapa XXXVII. La toponimia en -uri y la toponimia romance comparten el mismo espacio ...
Mapa XXXVIII. ... pero cronologías distintas: debuts diplomáticos anteriores a 1065
356 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
consabidas limitaciones del registro diplomático, se puede afirmar que en este
espacio la toponimia vasca, caracterizada por la toponimia en –uri, aparece
más tarde que la restante, generalmente romance.
primeras apariciones de los núcleos del entorno inmediato de los asentamientos en –uri
873 Trepiana
899 Ebrillos
931 Granione
937 Valle Orcanos
947 Zufiuri
951 Tollemantos
971 Leiva
978 Tirgo
1025 Quintaniella
1028 Saucto
1049 Castanares
1051 Banios
1051 Coscorrita
1051 Villalfovare
1064 Equora
1067 Herramellori
1068 Blascori
1070 Naharruri167
1090 Ogganduri167
El caso aislado de Zuiuri no deja de ser problemático, rompiendo la relati-
vamente homogénea cronología de la restante toponimia en –uri. Este hapax
aparece en un diploma apócrifo, y aunque generalmente aceptamos la aporta-
ción toponímica de estos diplomas, nuestra estrategia es la de aceptar su testi-
monio sólo cuando concuerda con lo observado en la diplomática fidedigna,
condición que no parece cumplirse en este caso. Sospechamos que el monas-
terio en sí, San Juan iuxta cursum Tironis, el motivo del diploma (Cogolla44)
167. MERINO URRUTIA (La lengua vasca ..., pp. 58 y 74) fecha la primera referencia a Naharruri (actual Casa-
larreina) en 967, sin informarnos cuáles eran sus fuentes. No encontramos rastro de esta cronología en las fuentes
consultadas, y tampoco recogen este caso los otros autores que se han acercado al tema.
357David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
que recoge este incómodo hapax, existía desde el periodo condal168, pero que
el nombre del asentamiento sea quizás una adición posterior y anacrónica,
producto del momento de redacción (mediados del siglo XII169) del apócrifo
texto. De todos modos, se trata de un caso discordante único (un hapax)170, y
no debería oscurecer una, por lo demás, notable homogeneidad cronológica en
el comportamiento diplomático de los asentamientos altorriojanos en –uri.
La cronología de los asentamientos altorriojanos en –uri también se ha oscu-
recido por la existencia de los antecedentes castellanos, pero, al margen de
éstos, los asentamientos en -uri altorriojanos obedecen esencialmente al mismo
patrón cronológico: aparición diplomática en la segunda mitad del siglo XI,
más tarde que la de la mayor parte de la circundante toponimia no vasca, y una
generación o más después de la desaparición de la frontera del Pasillo.
Pues bien, si empíricamente la toponimia en -uri aparece después del resto del
fondo toponímico, habría que preguntarse por qué. ¿Por una cronología vital
diferente a la de los demás asentamientos, o por alguna explicación intrínse-
camente diplomática? Creemos que ésta no es la solución más convincente,
cuando el mismo y deficiente registro ha podido dar constancia de la existencia
de prácticamente todos los asentamientos del mismo espacio con nombres
no-vascos.
¿Qué explicaciones alternativas tenemos? Teniendo en cuenta que nuestras pri-
meras informaciones sobre estos asentamientos no describen la fundación de
los mismos, supondremos que ésta tendría lugar en algún momento anterior, y
una posibilidad interesante sería que estos asentamientos fuesen productos de
168. En la estructura del Becerro Galicano de San Millán se aprecia la orientación alavesa del patrimonio de
este monasterio altorriojano, orientación que creemos delatar los orígenes de la casa. A la apócrifa noticia de su
agregación a San Millán (Cogolla44) la siguen 19 textos que creemos constituir el archivo del monasterio, y que se
ocupan casi exclusivamente de tierras en la órbita alavesa (sobre todo, si se acepta la hipótesis de la hegemonía
alavesa sobre las tierras inmediatamente al sur de Cellorigo): Salinas de Leniz (Cogolla2/33), Álava nuclear (Co-
golla2/186), Treviño (Cogolla2/33 y Cogolla2/123), la Rioja Alavesa (Cogolla2/172), la cuenca de Miranda (Cogo-
lla2/171 y Cogolla144), los montes Obarenes cerca de Cellorigo (Cogolla257, Cogolla308 y Cogolla2/421), el valle
del Ea (Cogolla381, Cogolla421, Cogolla2/410 y Cogolla2/171), el medio Tirón (Cogolla2/100), Oca (Cogolla257)
y el Alto Tirón (Cogolla2/100 y Cogolla2/318).
169. MARTÍNEZ DÍEZ, “El Monasterio de San Millán y sus Monasterios Filiales”, p.50.
170. Morfológicamente también se distancia de la mayoría de esos topónimos, al derivar su primer elemento de
un objeto (en este caso, zui < zubi = ‘puente’) y no de un antropónimo.
358 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
la política de García de Nájera de potenciar una comarca anteriormente fronte-
riza, y aunque no despoblada, algo infradesarrollada. Las primeras apariciones
diplomáticas se darían aproximadamente una generación después de la coloni-
zación inicial, cuando con el cambio generacional surgen oportunidades para
que el cenobio emilianense (u otros poderes dominicales) se introduzca en es-
tas comunidades. A continuación, ya con posesiones y/o intereses emilianenses
en estas poblaciones, las referencias a ellas se suceden con cierta regularidad.
Como tal, este estrato toponímico vasco supondría un fenómeno posterior al
de las tierras serranas al sur.
940- 959
960-979
980-999
1000- 1019
1020- 1039
1040- 1059
1060- 1079
1080- 1099
1100- 1119
1120- 1139
1140- 1159
1160- 1179
1180- 1199
Blascori - - - - - - 4 1 - - 2 2 4
Harramellori - - - - - - 2 1 2 - 2 2 3
Nafarruri - - - - - - 2 1 2 - 4 1 1
Zuiuri (1) - - - - 1 2 3 - - 1 3 3
ViLLa nunno FaLzaHuri
En el caso de uno de los asentamientos altorriojanos, Villa Nunno Falzahuri
(Cogolla2/15, 1078), existe la posibilidad de contextualizar el momento de la
fundación del asentamiento con algo más de precisión. Aparece un señor del
Mapa XXXIX. Lugares asociados con S. Juan de Cihuri: ¿un dominio originalmente alavés?
359David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
mismo nombre (Nunno Valza de Seroiana), coincidiendo hasta en la forma ala-
vesa (balza171) del cognomen, en el mismo contexto espacial (Sorejana-Leiva)
en otro texto emilianense: Cogolla176. Como no podría ser menos, tratándose
de un diploma emilianense, hay alguna duda en torno a la fecha precisa del
texto, pero todo apunta a que sea de la última década del reinado de Sancho el
Mayor, ya que éste es citado como “rege in Castella et in Pamplona”.
doc. Cogolla176 Cogolla2/15
fecha ca.1030 1078
individuo Nunno Valza (de Seroiana) (Villa) Nunno Falza(huri)
contexto espacial Leiva-Sorejana
de Seroiana in illa lomba de Levia
relación con Álava balzabalza, -uri, posesiones
en Álava
Tenemos, por tanto, un señor llamado Nuño Balza, alavés, próspero y activo en
el Medio Tirón en torno al año 1030, y una referencia a una villa que lleva ese
nombre medio siglo más tarde. ¿Es este señor el fundador del asentamiento? No
podemos estar seguros, pero nos parece muy probable dado el contexto espa-
cial, la solvencia social necesaria para fundar y nombrar un asentamiento, y la
idiosincrasia de la antroponimia. Si efectivamente se trata de la misma persona,
disponemos de una cronología aproximada para la fundación: sugerimos que
fundaría la villa en algún momento del segundo cuarto del siglo XI. Luego el
estreno documental de estos asentamientos no ocurriría hasta un par de gene-
raciones después, cuando la primera generación de colonizadores se hubiese
extinguido y San Millán comienza a ser beneficiado por donaciones en estas
iniciativas agrícolas.
Sospechamos que este proceso (con su cronología) colonizador no se limitara
al curso medio del río Oja. Irigoyen, por ejemplo, defendía una etimología
vasca para Badarán a partir de la forma Barharanburu (Calzada100, 1211)172,
lo cual parece una hipótesis plausible. De nuevo, el topónimo vasco aparece
sorprendentemente tarde, con la primera aparición de la forma Badarán en
171. La equivalencia fonética B / F se observa en Bagoeta (Cogolla180) < lat. fagus, y con más frecuencia en
interior, por ejemplo, Zuiuri < *Zubi-uri.
172. “Barharanburu se refiere a ‘cabo de Barharan’, que lógicamente hay que identificar con el actual Bada-
rán”, IRIGOYEN, “Cuestiones de toponimia vasca circumpirenaica”, p. 234, #76.
360 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
1094 (Cogolla2/235), cuando mucho antes el valle del Cárdenas en general, y
el vecino asentamiento de Villagonzalo en particular, habían sido menciona-
dos insistentemente en la colección emilianense. Los argumentos ex silentio
son siempre peligrosos, pero en este caso, con tan abundante documentación
referente al valle del Cárdenas (mucho mejor documentado en el siglo X y
principios del XI que el Oja medio), la tentación es concluir que Badarán es
una fundación relativamente tardía, con una cronología parecida a la de la
toponimia en –uri, y con un protagonismo exclusivamente plenomedieval que
pronto eclipsaría y absorbería el altomedieval Villagonzalo173.
Otra noticia de esta colonización de las comarcas occidentales riojanas es Co-
golla175, texto que detalla la repoblación de San Georgii, una aldea próxima
a San Millán, y que aporta un nivel de detalle cronológico y antroponímico
ausente en otros textos, aunque, como casi siempre es el caso con la documen-
tación emilianense, el texto no es de fácil interpretación.
En cuanto a la cronología de lo narrado en Cogolla175, disponemos de una
sola fecha (1022), bien contextualizada a principio del texto y repetida de una
manera más abrupta a final, y de una referencia a una serie de monarcas nava-
rros (Sancho el Mayor, García, y Sancho, hijo de García) durante cuyos reinados
tuvo lugar la repoblación de San Georgii. La fecha evidentemente no puede
aplicarse a todo el periodo contemplado (¿lo abre?, ¿lo cierra?, ¿es la fecha de
redacción?), mientras la tendencia de la monarquía navarra de alternar Garcías
con Sanchos generación tras generación hace que más de una interpretación
cronológica resultaría plausible. A partir del bien identificado Sancho el Mayor,
las otras referencias bien podrían referirse a sus descendientes (García de Náje-
ra y Sancho de Peñalén) o a su padre (García el Temblón) y al hijo de éste, de
nuevo, Sancho el Mayor.
173. Cf. GARCÍA DE CORTÁZAR, “Aldea y comunidad aldeana en La Rioja medieval: el caso de Villagonzalo
(Badarán)”.
361David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
TEXTOINTERPRETACIÓN
UBIETO / CORTÁZARINTERPRETACIÓN
NUESTRA
“Era Mª. Sexagesima” = 1022
fin del proceso repoblador, redacción de la noticia
Inicio del proceso repoblador
Sancius rex maioris Sancho el Mayor (1004-1035) Sancho el Mayor (1004-1035)
domno Garsea regis García el Temblón (994-1004)
García de Nájera (1035-1054)
Sancio rex Sancho el Mayor (1004-1035) Sancho de Peñalén (1054-1076)
Garsea rex et ... suo ilio
García el Temblón y Sancho el Mayor
García de Nájera y Sancho de Peñalén
Ubieto opta por esta segunda lectura, entendiendo la fecha como la de redac-
ción, lo cual nos daría un proceso terminado en 1022174. Hay varios problemas
con esta interpretación:
– supone un orden narrativo confuso: Sancho el Mayor primero, luego
su padre, y de nuevo Sancho el Mayor;
– ¿por qué domno Garsea regis? Este tratamiento no se aplica aquí a
Sancho, fuere quien fuere, y que sepamos tampoco se utilizaba siste-
máticamente en referencia a García ‘el Temblón’;
– y se nos presenta a Sancho en unos términos anacrónicos (rex maioris
Pampilonam, Naieram atque Castellam vel Campos regebat) para el
supuesto momento de redacción, pues Sancho el Mayor sólo conse-
guiría la hegemonía sobre tierras castellanas y leonesas hacia finales
de su reinado, después de las muertes de Alfonso V en Viseu en 1027
y del infante García en León en 1029.
La cronología alternativa que defendemos supone una narrativa más sencilla
y secuencial. Así el texto se referiría a tres reinados (y no a dos), comenzando
durante el reinado de Sancho III el Mayor, pasando luego a el de su hijo, Don
García III de Nájera, y terminando con los hechos del reinado del hijo de éste,
Sancho IV, el de Peñalén. Subrayamos la palabra Don por que es significativa.
Este tratamiento no se aplicaba indistintamente a todos los reyes navarros,
sino se aplicaba de manera especial a García de Nájera, gran benefactor de las
174. Cronología favorecida también por GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de
la Cogolla, pp. 146-7.
362 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
instituciones religiosas riojanas175. Asimismo, esta cronología posterior explica
la descripción de Sancho III como rey en Castilla y en (Tierra de) Campos,
anacrónica si el texto se hubiese redactado en 1022, pero no si las referencias a
este monarca son retrospectivas. La primera sección, con fecha explícita 1022,
tiene una función contextualizante: describe el status quo durante el reinado
de Sancho ‘el Mayor’, antes de que se iniciara el proceso colonizador, y para
esto emplea verbos estáticos (fuerunt ... habuit) y algún tiempo imperfecto
(custodiebant, Ubieto transcribe custodiant), antes de pasar al relato en sí, con
verbos de acción (fecit ... populavit).
Queda el escollo de la fecha (1022) que abre y cierra la noticia. Este texto es
atípico en la diplomática emilianense, en la cual la contextualización temporal
suele aparecer sólo hacia el final de cada redacción. Aquí, en cambio, se trata
no de un diploma, sino de una noticia, y sospechamos que el amanuense
compilador del Becerro Galicano quiso reciclar la fecha contextualizante que
aparece a principios del texto en la puesta en escena y presentarla como fecha
de redacción para cerrar el texto. Algo parecido ocurre con otra noticia emilia-
nense (Cogolla166) que se cierra también con una fecha incompatible con el
contenido, ya que conocemos las trayectorias de los dos magnates protagonis-
tas del diploma, Don Nuño Álvarez y Fortún Ochoiz, y son incompatibles con
una fecha de 1016176. Aun aceptando que la primera sección, referente al reina-
do de Sancho III, es contextualizante, nos queda la duda ¿por qué esta fecha,
1022, y no otra? No lo sabemos, quizás fue la fecha de una primera pesquisa
sobre el poblado, a la cual sucesivamente se añadían los otros datos referentes
a reinados posteriores.
Si nuestra interpretación de Cogolla175 es correcta, tenemos una cronología
repoblacional paralela a la del curso medio del Oja y del Tirón. Notamos que
en tiempos de ‘García’ algunos de los colonizadores proceden de espacios tra-
dicionalmente castellanos (aunque no por ello alejados): Pazuengos y Canales.
Durante el reinado de ‘Sancho’, en cambio, este influjo se acabaría, y la única
referencia tópica es a Álava. Estas procedencias confirman la cronología tardía,
pues corresponden con la geopolítica de los reinados de García ‘de Nájera’
175. Cf. el título de la ponencia de MARTÍN DUQUE, “Don García Sánchez III << el de Nájera>>: biografía de
un reinado”.
176. PETERSON, “De Divisione Regno”.
363David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
y su hijo Sancho ‘de Peñalén’, y no con la de los reinados de sus respectivos
abuelos. Sacamos dos conclusiones: que la política de García de favorecer a
San Millán a costa de los cenobios burebanos se extendió a la atracción hacia la
Rioja Alta de colonizadores de esa región; y, más genéricamente, que corrientes
inmigracionales parecen verse afectadas por contingencias geopolíticas.
Al margen de la cronología de la noticia, que de todos modos detalla la colo-
nización del occidente riojano durante el periodo 990 a 1070, notamos algunos
aspectos interesantes de este proceso. En primer lugar, que los colonos cuyo
origen se explicita no proceden de lejos, sino de Canales y de Pazuengos, mi-
graciones de relativamente corto recorrido. Otro aspecto llamativo es el hecho
de que, además de pobladores aparentemente vascos (Monio Alaves, domna
Ander) parecen participar en la colonización judíos y conversos. De 16 colonos
nombrados, Teillo es un tornero (= ‘converso’), Vicente y Julián (el uno ollero,
el otro pelligero) se relacionan con artesanía tradicionalmente asociada a la po-
blación hebrea, los nombres Gahar y Zahato tienen cierto resabor semítico, y
otras pistas onomásticas también sugieren un origen judío o converso: Scemeno
Longo de Canales y Eita Citi el Castellano177. Quizás los conversos, habiendo
cortado ya sus relaciones con la aljama, estarían especialmente propensos a
integrarse en proyectos de colonización patrocinada.
ConCLusiones
En un primer nivel, en este capítulo hemos intentado hacer una labor recopila-
toria, presentando para un posible estudio filológico más completo un corpus
de temprana onomástica vascoide que creemos infraestudiada. Aportación que
hemos intentado enriquecer con un planteamiento diplomatológico, contem-
plando en qué colecciones documentales aparece esta onomástica, y cómo
afrontar los problemas de la falsedad e interpolación diplomática.
En este proceso ha sido fundamental un análisis espacial de la toponimia vas-
coide, y de este ejercicio sale una marcada distribución occidental, que en sí
parece ofrecer una pista sobre la cronología del fenómeno. Pues, como el pro-
177. Los cognomen Longo y Castellano aparecen repetidamente en ambientes hebreos, y coinciden en Leire34.
Remitimos a nuestro capítulo sobre La Minoría Judía.
364 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
pio título del capítulo indica, el deseo de clarificar en lo posible la cronología
de esta toponimia ha sido la segunda línea de investigación.
Con esta finalidad se ha recurrido, dentro de nuestras limitaciones científicas, a
un análisis filológico del corpus, con los siguientes resultados. En primer lugar,
la observación de que los orígenes del estrato parecen ser anteriores al momen-
to de su aparición en la documentación altomedieval, pues se observan tanto
erosiones semánticas (Lamiturri), como distorsiones fonéticas (Gipuzare). Por
otra parte, se confirma (cf. Alarcos, Michelena) la proximidad del superestrato
vasco-demandés al dialecto alavés, y, más pertinente todavía, al vasco medieval
en general. A partir de esta observación, se llega directamente a una conclusión
muy significativa: si se acepta la hipótesis de Michelena que los dialectos vascos
medievales (y actuales) provienen de una Lengua Común Vasca necesaria-
mente posterior a la romanización (en cuya epigrafía no se aprecia) y anterior
al arranque de la diplomática medieval con contenidos onomásticos vascos,
entonces el vascuence observado al sur del Ebro, prácticamente un calco del
dialecto alavés, es necesariamente posterior a ese (hipotético) fenómeno lin-
güístico (la Lengua Común Vasca). Desgraciadamente la Lengua Común Vasca
aun carece de cronología precisa, pero todo apunta al periodo que denomina-
mos la Tardoantigüedad (grosso modo, ss. V-VII)178.
Aquí interviene otra hipótesis paralela: el desarrollo del artículo vasco (obser-
vado en el euskera demandés), en imitación del artículo romance, y por tanto
algo posterior a tal fenómeno. De nuevo, y desgraciadamente, estamos en el
terreno de la hipótesis y de las cronologías inciertas, pero aun así se consolida
la candidatura de la Tardoantigüedad.
Paralelo a estas aportaciones histórico-lingüísticas, la ya mencionada distribu-
ción espacial castellana de la toponimia vasca al sur del Ebro apunta hacia una
cronología ligeramente posterior al periodo arriba señalado, pues una distri-
bución que respeta la frontera del Pasillo, y que mimetiza la distribución de
otras manifestaciones lingüístico-culturales relacionadas con el nexo político
178. La única monografía de Michelena en torno al euskera del sur del Ebro, “Onomástica y Población en el
antiguo reino de Navarra: La Documentación de San Millán”, se publicó en el año 1976, y sólo después, en 1981,
formularía la teoría de la Lengua Común Vasco (“Lengua común y dialectos vascos”) y no llegó a aplicar esta
última idea a la problemática que nos ocupa.
365David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
altomedieval entre Álava y Castilla, será necesariamente posterior a la creación
de esa frontera y ese nexo, y así apuntamos hacia la segunda mitad del siglo
VIII para los orígenes de un proceso que se consolida a lo largo del siglo IX,
está ya en vías de fosilización cuando se observa en el siglo X, y se reanuda
con otra oleada inmigracional durante el siglo XI.
Resumamos de manera sintética nuestra postura ante las diferentes cronologías
propuestas:
1) Periodo romano y antes. Los interesantes y variopintos indicios de un
euskera al sur del Ebro durante todos los periodos premusulmanes contribuyen
poco a la comprensión del euskera que aparece en los textos cenobíticos alto-
medievales. Con todo, no conviene ser dogmático, y no se puede descartar que
existieran reductos de habla no-indoeuropea en la Demanda occidental, pues
en el otro extremo de la sierra, en el hinterland serrano de la Calagurris vasco-
na, el registro epigráfico sugiere que éste precisamente sería el caso. No obs-
tante, cuestionamos la relevancia de tales y siempre hipotéticos reductos para la
comprensión del euskera que florece en la diplomática altomedieval referente
a la Demanda castellana, prácticamente un calco de la lengua observada en la
documentación que emerge al norte del Ebro a lo largo de la Edad Media.
2) Tardoantigüedad I (ss. V-VI). La probable cronología de la Lengua Co-
mún Vasca, de la cual parece derivarse el vascuence demandés, convierte la
Tardoantigüedad en general en un periodo ante quem non. No obstante, quizás
sería prudente descartar los primeros siglos de este periodo, teniendo en cuenta
la ausencia de cualquier elemento onomástico vasco en la Vita de San Millán
de la Cogolla.
3) Tardoantigüedad II (s. VII). El siglo séptimo es, sin embargo, de sumo in-
terés dado que se reúnen las condiciones histórico-lingüísticas (Lengua Común
Vasca) y geopolíticas (guerras visigodas contra los vascones) que explicarían
la aparición en nuestro espacio de un derivado alavés de dicha Lengua Común
Vasca. En contra de esta cronología opera, sin embargo, la distribución caste-
llana de la toponimia observada.
4) Periodo pre-condal (ss. VIII-IX). Sugerimos que su aparición en Castilla
debe mucho a una coyuntura política que vería un acercamiento político entre
Álava y primero el Reino de Asturias y después el Condado de Castilla a lo
366 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
largo de los siglos VIII-X, cuya génesis hemos detallado en capítulos anteriores.
Esto explica la aparición de onomástica vasca en comarcas serranas castellanas,
pero su relativa ausencia en equivalentes comarcas controladas por los Banu
Qasi. Más concretamente, si el mencionado nexo político tiene sus raíces en los
vínculos dinásticos astur-alaveses (matrimonio del rey asturiano Fruela con la
alavesa Munnia), el proceso expansivo del euskera parece iniciarse nada más
retirarse el poder andalusí de Castilla, pues ya en 759 se observa abundante
onomástica vasca en San Miguel de Pedroso. Esta cronología, relativamente
temprana dentro del periodo post-musulmán (un ante quem non a la hora de
explicar la distribución castellana), tiene la virtud de acercarnos a los probables
orígenes tardoantiguos de la Lengua Común Vasca, y a la vez explicar el dete-
rioro observable en algunos topónimos vascos en la documentación condal.
5) Periodo condal (s. X). A este periodo corresponde la práctica totalidad de
los textos que nos proporcionan los topónimos contemplados, pero creemos
que los orígenes del fenómeno son necesariamente anteriores; pues, como
acabamos de comentar, en estos textos ya se observa una degradación formal
y erosión semántica de la toponimia vasca, además de una distribución amplia
que sugiere un proceso culminado, cuyos inicios serían, por tanto, necesaria-
mente anteriores.
6) Periodo navarro (s. XI). La desaparición de la frontera del Oja durante
el reinado de Sancho ‘el Mayor’ y la política de expansión hacia el suroeste
iniciada por éste y seguida por su hijo García ‘de Nájera’ llevarían a la coloniza-
ción de los cursos medios del Oja y del Tirón y de otras comarcas altorriojanas
(S. Georgii, Badarán). Este proceso, propio esencialmente del segundo cuarto
del siglo XI, se deja notar en la documentación diplomática alguna generación
después. De nuevo, en gran parte (aunque no exclusivamente), el personal
colonizador sería oriundo de Álava, y éste sería el proceso que nos ha legado
la toponimia altorriojana en –uri.
De las seis cronologías propuestas las más verosímiles nos parecen ser las
opciones 3 y 4, siglos VII y VIII, con una preferencia, a partir de la distribución
occidental de la toponimia, para la segunda mitad del siglo VIII; con una segun-
da oleada de colonización, en un escenario próximo pero distinto del primero,
durante el siglo XI. Así, sugerimos que se da el curioso caso de que la toponi-
mia vasca de la cuenca del río Oja, por ejemplo, corresponde a dos periodos
distintos: la de su curso más alto anterior al año mil, y probablemente con sus
367David Peterson
la CronologÍa Del VasCuenCe al sur Del ebro
orígenes en la segunda mitad del siglo VIII; y al siglo XI y sucesivas iniciativas
la del curso inferior. Un patrón replicado en la vecina cuenca del río Tirón.
Resultan llamativas las coincidencias entre la cronología propuesta para esta
toponimia y la del culto de San Millán de la Cogolla. En la documentación de
la Castilla condal se observan numerosas referencias a cenobios dedicados a
este santo, y sin embargo intuimos que el momento de mayor esplendor del
culto ya haya pasado: en parte porque en muchos casos se tratan de cenobios
ya firmemente establecidos, y en otros casos están ya en franca decadencia, y
notamos la práctica ausencia del nombre de pila del registro diplomático. Es
más, luego el culto (como el estrato vasco) resurgiría bajo el patrocinio navarro,
y sospechamos que como manera de afianzar las comarcas más occidentales
del reinado. En ambos casos, además, existe la causa remota del fenómeno en
el siglo VII, por un lado los escritos de Braulio de Zaragoza, con cronología
firme, y por otro lado la hipotética cronología de la Lengua Común Vasca.
369David Peterson
la minoría judía
La existencia de una significativa comunidad judaica en la Hispania visigoda
está atestiguada por la abundante legislación referida a ella, tanto civil1 como
eclesiástica2, primero regularizadora y a lo largo del siglo VII cada vez más
persecutoria. Noticias de esta comunidad alcanzan la Tarraconensis, tanto en el
litoral (Barcelona etc.) como en el interior (Zaragoza), y las referencias de Pru-
dencio a la tendencia proselitista de los judíos sugiere una temprana presencia
en el entorno de Calahorra, ya en las inmediaciones del Pasillo3.
Por su parte, las aproximaciones a la cuestión de la judería altomedieval han
tendido a dividir la Península en dos espacios (al-Andalus y los territorios cris-
tianos) siguiendo criterios esencialmente geopolíticos, y a aplicar a ellos para-
digmas distintos: mientras la judería andalusí viviría un periodo de esplendor
bajo los Omeyas, en el cuadrante noroeste las contadísimas noticias altome-
dievales de población hebrea sugieren una minoría tan efímera que apenas se
registra en los estudios no monográficos, y el afloramiento medieval de este
grupo se explica en términos inmigracionistas. Rechazamos este análisis por
dos motivos. Primero, porque, sin negar la penuria evidencial que dificulta
cualquier acercamiento al tema en el noroeste, nos parece equivocado negar
la posibilidad de que allí hubiera una significativa población hebrea durante el
periodo altomedieval. Por otro lado, porque el binomio andalusí-cristiano que
ha dominado el análisis de esta minoría responde inadecuadamente a la pro-
1. Por ejemplo, en 612 Sisebuto prohibía que los judíos tuviesen a cristianos en condición de servidumbre.
2. Por ejemplo, el IV Concilio de Toledo de 633.
3. ORLANDIS, La vida en España en tiempo de los godos, pp. 118-135.
370 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
blemática que plantea un espacio como la mitad oriental del Pasillo, andalusí
durante dos siglos pero bajo control cristiano a partir de 925.
PresenCia JuDÍa en eL PasiLLo oCCiDentaL
Las referencias explícitas a la minoría judía en el noroeste peninsular durante
la Alta Edad Media son penosamente escasas, lo cual, comprensiblemente, ha
llevado a la marginación historiográfica del tema. La mayoría de hebraístas con-
centran sus esfuerzos en el periodo bajomedieval, y las referencias al periodo
anterior a la toma cristiana de Toledo (1085) raramente superan la decena de
páginas4. Lo cual no es de extrañar, dada que la carencia empírica es pronun-
ciada. Pero carencia no equivale a ausencia, y tampoco ausencia documental
a ausencia real, principio éste último que no siempre se extiende a la comu-
nidad judía, cuya presencia significativa en el norte plenomedieval se atribuye
frecuentemente a dinámicas migracionales motivadas por fenómenos también
plenomedievales, como la emergencia del Camino de Santiago o las invasiones
almorávide y almohade.
La escasez de referencias explícitas a la población hebrea es una realidad empí-
rica, pero antes de aceptar que la posterior aparición de comunidades hebreas
por toda la región durante el Plenomedievo se debe necesariamente a procesos
migratorios, deberíamos considerar cuáles son nuestras únicas fuentes para los
siglos IX – XI: la documentación cenobítica5. En cambio, en cuanto empezamos
a disponer de documentación proveniente de fondos no monásticos o catedra-
licios, es decir documentación municipal, sí empieza a aparecer esta minoría.
¿Ha llegado de fuera, o es que el cambio más significativo es en el tipo de fuen-
te disponible? Ciertamente existen indicios de que en realidad hubo migracio-
4. Para tomar el ejemplo más influyente, BAER en su obra Historia de los judíos en la España cristiana, dedica
tan sólo 25 páginas al Altomedievo (siglos VIII – XII, pp. 18-47), y una proporción significativa del apartado se
dedica en realidad a los celebérrimos intelectuales judeo-andalusíes como Hasday ibn Saprut, Semuel ha-Naguid,
y Selomó ibn Gabirol (pp. 23-9), y a la intelectualidad post-almorávide que aterrizaría en las cortes cristianas hacia
finales del siglo XI (pp. 40-7). Apenas se contempla el periodo anterior a la caída de Toledo, dedicando tan sólo
dos frases (p. 36) al curioso y potencialmente muy significativo incidente de Castrojeriz, que contemplaremos más
adelante. En el artículo de VALLECILLO AVILA “Los judíos de Castilla en la Alta Edad Media”, el periodo anterior
al reinado de Alfonso VI tampoco recibe más atención a pesar del título, mientras en la reciente obra divulgativa
de VALDEÓN BARUQUE, Judíos y conversos en la Castilla medieval, no son más que tres las páginas dedicadas
al Altomedievo.
5. Por su parte, las fuentes cronísticas y literarias difícilmente aportan información lo suficientemente pormeno-
rizada como para poder servirnos en el análisis etno-social.
371David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
nes (provocadas sobre todo por la invasión de los almohades) y colonización,
pero nos parece peligroso presuponer la práctica ausencia de población judía
durante el Altomedievo castellano-leonés.
Para acercarnos a la realidad de esta minoría en el Pasillo, primero nos aleja-
remos para contemplar la más abundante y mejor estudiada evidencia leonesa.
Lo primero que se observa es que incuestionablemente había presencia judía
en el Reino de León antes del cambio de milenio, y que en un caso como el
de la ciudad de León podemos hablar en términos de una minoría significativa.
Cronológicamente, el primero caso explícito aparece en Abellár, cerca de León,
en el año 905, “Habaz, quondam iudeus, postea vero christianus et monacus”6.
A partir de la antroponimia de los fondos catedralicios leoneses, Rodríguez
Fernández calcula en unos cuarenta el número de hebreos involucrados en
transacciones allí detalladas durante el siglo X, y en una docena de estos casos
se hace explícita la etnia judía7.
Es importante la distinción que hace este autor entre judíos explícitamente
descritos como tales en la documentación y otros individuos cuya pertenencia
a esa comunidad se intuye a partir de la antroponimia y / u otros datos contex-
tualizantes. Este matiz metodológico es central a la problemática de estimar el
peso demográfico de esta minoría. ¿Sólo deberían considerarse judíos los que
se describen explícitamente como tal – lo que podemos denominar el método
explícito?8 Sugerimos que no.
Incluso entre la fragmentada documentación altomedieval aparece algún ejem-
plo que demuestra la invalidez del método explícito: cuando en dos o más
6. CARRERA DE LA RED, “Huellas de las culturas árabe y hebrea en torno al Monasterio de Sahagún”, p. 377, el
ejemplo, a pesar del título del artículo, es de la Colección documental del archivo de la catedral de León, #19.
7. Casos anteriores al año mil donde se explicita la etnia judía: Abraham (972), Abozaque (980), Cida (980),
Vita (984), Domna Vita (984), Abraham (984), Iusta (984), Cete (993), Ezequiela (996), Iuceph (998) y Crescente
(998), todos casos leoneses recogidos por RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, La Judería de la ciudad de León, pp. 140-
2. Otros casos explícitos son Haron en Mansilla de las Mulas (940), RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Las juderías de
la provincia de León, p. 193; y Abzecri (977, Sahagún290) en Sahagún, caso citado por CARRERA DE LA RED,
“Huellas de las culturas árabe y hebrea ...”, p. 377.
8. “Sirvan de ejemplo los judíos o siervos moros, identificados como tales casi sistemáticamente en la documen-
tación”, SÁNCHEZ BADIOLA, “Mozarabismo y poblamiento en el León altomedieval”, p. 314, n. 8; “... la condición
de ebreo o iudeo se suele explicitar en los documentos”, M. CANTERA MONTENEGRO, “La ciudad de Nájera en
tiempos del rey García”, p. 50.
372 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
referencias al mismo individuo se alterna el uso del descriptor etnoreligioso
con su ausencia. Es el caso de un tal Abozaque de la documentación catedra-
licia leonesa: “hebreo, quien en 997 compró una heredad junto al río Porma ...
que a su muerte pasa a designarse con su nombre, heredad de Abozaque, sin
especificar que se trata de un judío (L, III, 765, 344)”9.
En ausencia de múltiples referencias, una posibilidad es la identificación de
rasgos y componentes onomásticos exclusivamente hebreos, tarea nada sencilla
dada la proximidad de gran parte de la antroponimia judía a la árabe, pero
Moisen, por ejemplo, nombre que aparece en Sahagún en 94310, tiene una
forma típicamente hebrea, pues la ortografía árabe del mismo nombre es casi
siempre con ‘u’, y nunca con diptongación11. En otros casos, como veremos a
continuación, se incorporan elementos onomásticos típicamente judíos como
Rabi o Levi sin que aparezca la explícita designación étnica. Por ejemplo, en la
documentación de Santa María de Aguilar del Campoo, nos encontramos con
un texto repleto de onomástica aparentemente judía
“... Jach Baua ts. Halab ts. Jach de Saldana ts. Iucep ferrero ts. Iago Cha-
fon ts. Hazecrin ferrero ts. Halap Vedi ts. Iucep de Leuanza ts. Iucep fe-
rrero ts. [...] Falahp Ferrero ts. Faui, so ermano, ts. Zac ierno de Iuceph,
ts. Abrafan ts. [...] Rabbi Halaph ts. Rabbi Zac ts. Zac ts. Nombre Bono12
...”, 1187, Campoo65.
9. AGUILAR SEBASTIÁN, “Onomástica de origen árabe en el Reino de León”, pp. 352-3, n. 7. En otro caso, ya
en el entorno de Nájera, aparece Banço iudeo como colindante y también como testigo en una karta de compra
de San Salvador de Leire del año 1050 (Leire46). Reaparece en otros textos legerenses (#37 y #38) en la misma
función (testigo), acompañando a los mismos co-testigos (Munio Lioarriz en los tres textos, Abtela en #37 y #46),
en el mismo contexto espacial (el barrio de Santa María en Nájera), temporal (1046-1050) y diplomático (kartas
de compra de Leire). Sugerimos que se trata del mismo individuo, en una ocasión etiquetado como judío, pero
no en otras.
10. CARRERA DE LA RED, “Huellas de las culturas árabe y hebrea en torno al Monasterio de Sahagún”, p. 377.
Otros probables casos sahaguneses incluyen Aboharon (933) y Hebrahem (947). Quizás se puede añadir otro
candidato aun más temprano: David (Sahagún2, 861).
11. TERÉS (Antroponimia hispanoárabe, #393) recoge las siguientes ortografías árabes: Muza (la forma domi-
nante), Musae, Muze, Muzsa, Muz, Muzza, Musa, Muda, Moza, Muça.
12. Nombre Bono tiene todo viso de ser una traducción literal del nombre judío Sem Tov, y esta traducción
reaparece, como Nomen Bono, en León1063, año 1049 (CASTAÑO, “los documentos hebreos de León ...”, p. 470,
n. 33).
373David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
La lista se remata con la frase istas compras que testimoniarum iud[ios] et chris-
tianos, y sin embargo, siguiendo los criterios más estrictos del método explícito,
no podríamos afirmar que ninguno de estos individuos fuese judío. Sugerimos
que es insostenible la idea de que un individuo de nombre semítico sólo se
contabilice como judío cuando lo explicita el texto. Como ya se ha observado
en otros capítulos, la onomástica semítica abunda entre los aproximadamente
2000 textos referentes a la Cuenca del Duero anteriores al cambio de milenio, y
creemos probable que entre este corpus se esconden numerosas referencias a
la población judía, sin ningún tipo de explícita designación étnica.
Contemplando ya la Castilla condal, uno de los primeros testimonios de la
presencia judía se halla en el Fuero de Castrojeriz (Condes49) con fecha de 974:
Et si homines de Castro matarent Iudeo tantum pectet pro illo quo modo pro
christiano, et libres similiter hominem villarum. Al texto foral en sí se añadió
una noticia posterior referente a la masacre de sesenta judíos en esta misma
localidad tras la muerte de Sancho III el Mayor, matanza que no supondría la
eliminación completa (et illos alios ...) de la población judía,
Migravit a seculo Sanctius rex et surrexerunt homines de Castro et occide-
runt IIII saiones in palacio de Rex in Mercatello et LX judeos; et illos alios
prendamus totos et traximus illos de suas casas et de suas hereditates et
fecerunt populare ad Castrello regnante rex Ferrandus filius eius pro eo.13
Aunque reunidas en el mismo texto foral, éstas constituyen en realidad dos prue-
bas diferentes, cuya convergencia en sí supone una revalidación mutua, sobre
todo cuando en el segundo caso no se aprecia qué interés habría detrás de la
inclusión fraudulenta de tal historia. Creemos que entre las dos se demuestra la
existencia de una judería de cierta enjundia y relevancia en la Castilla condal.
No obstante, las numerosas innovaciones que presenta el texto foral, entre ellas
el mismo relato de la matanza de judíos hacia 1036, una evidente interpolación
en un texto con fecha nominal de 974, han despertado recelos entre los espe-
13. MARTÍNEZ DÍEZ, Fueros locales ..., p. 120 (también HUIDOBRO Y SERNA, “La Judería de Castrojeriz”, p.
139, n. 2). ZABALZA DUQUE (Colección Diplomática de los condes de Castilla, p. 384), por su parte, omite el
relato de la matanza (y otras interpolaciones).
374 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
cialistas14. Teniendo esto en cuenta, si por prudencia limitamos esta presencia
a una cronología del reinado de Sancho III, ésta se verá avalada por un texto
del Cartulario del Infantado de Covarrubias: Scapelevi ebreo et Bueno ebreo et
Jacob ebreo conirmans (Covarrubias16, 1032). Así la presencia de relevantes
comunidades judías en Castilla es indudablemente anterior a fenómenos de
finales del siglo XI como la caída de Toledo o la irrupción de los almorávides
en la Península
Centrándonos ya en el Pasillo, la documentación albeldense hace referencia
en el año 953 a Villa de Zahal (Albelda21) en el entorno de Grañón, justo en
el lado castellano de la frontera. Aunque desconcierta algo la terminación en
‘-l’, éste parece ser el mismo lugar que Villa Zahac, mencionado en 1068 (Co-
golla369), de nuevo en el contexto de Grañón, y que E. Cantera Montenegro
interpreta (sólo a partir del antropónimo) como una posible propiedad de ju-
díos15. Si esta interpretación es acertada, la referencia albeldense, lo mismo que
las demás referencias castellanas y leonesas citadas, supone una presencia judía
muy anterior a la apertura del Camino de Santiago bajo Sancho III16 y las po-
sibilidades económicas resultantes, otro de los factores que muchas veces han
sido considerados claves en la atracción de población judía desde al-Andalus
hacia los reinos cristianos.
Más adelante reaparece el nombre Scablevi (Cogolla186), ya observado en Co-
varrubias en referencia explícita a un judío. En el nuevo caso se trata de un gran
propietario en el Pasillo con una cronología necesariamente anterior a la fecha
del texto regio que le nombra (1028), pues en ese momento sus anteriores
posesiones ya están en manos de la monarquía navarra y a punto de recalar
en el dominio de San Millán, única razón por la cual nos ha llegado la noticia.
Así, de nuevo, tenemos una cronología anterior a los fenómenos que se supone
atrajeron a judíos en masa hacia los reinos cristianos. Incluso, en el topónimo
14. ÁLVAREZ BORGE, Poder y relaciones sociales en Castilla, p. 35, n. 28; ZABALZA DUQUE, Colección Diplo-
mática de los Condes de Castilla, pp. 388-391.
15. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 80.
16. “En opinión de la mayoría de los expertos la hechura del Camino habría pasado por tres etapas sucesivas:
una primera de formación, coincidente con el gobierno de Sancho III el Mayor de Navarra (1005-1035); una
segunda de consolidación, en tiempos de Alfonso VI de León y de Castilla (1065-1109); y una tercera de culmi-
nación, a partir del reinado de doña Urraca (1109-1126) y sobre todo en el de su hijo Alfonso VII de León y de
Castilla (1126-1157)”, MARTÍNEZ GARCÍA, El camino de Santiago, p. 63.
375David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
Quintanavides, quizás tengamos un eco de población hebrea en el Pasillo del
siglo VIII, pues el segundo elemento del nombre parece remitir a un antropó-
nimo, Vidas, que se relaciona insistentemente con la población judía, mientras
hemos sugerido en otro capítulo la probable cronología postmusulmana de la
toponimia en Quintana17.
En todos estos casos sabemos (o sospechamos) que los individuos nombrados
son judíos por motivos esencialmente onomásticos. En algunos casos, como
el de Scablevi por ejemplo, no puede haber mucha duda al respecto, pues al
nombre árabe S(c)ab (< šâbb = ‘joven’18) se añade el corriente gentilicio hebreo
Levi. La misma evaluación merece la combinación Zache Leui, ex-propietario
de unas viñas que aparece en Burgos en 1091 (SJBurgos1), y ahora con un pri-
mer nombre (< Isaac) típico de la comunidad judía. Son muchos los ejemplos,
sobre todo en un texto como Rioja14 que analizaremos a continuación.
PresenCia JuDÍa en eL PasiLLo orientaL
Más motivos todavía existen para cuestionar la aplicabilidad del modelo bipara-
digmatico al Pasillo oriental. Su situación, tanto geográfica como política, entre
los mundos andalusí y cristiano, hace que ninguno de los dos paradigmas que
dominan los análisis de la judería ibérica le sea realmente aplicable. Ya bajo
control cristiano para cuando cualquier análisis de la realidad hebrea medieval
arranca, en tales análisis generalmente se incluye la Tierra de Nájera entre los
territorios cristianos19, ignorando así el periodo banuqasi (713-c.920), cuando el
perfil étnico de La Rioja estaría más próximo al paradigma andalusí que al de
los territorios cristianos situados al norte y al oeste. Es más, en cuanto tengamos
documentación detallada referente a Nájera se observa una comunidad judía
que parece (como veremos a continuación) numerosa, asentada e incluso po-
derosa, características que sugieren que esta primera aparición diplomática no
debería considerarse como el momento de origen de esta comunidad.
17. Quintana de Donbidas, 1133, Oña165. En el topónimo leonés Benavides reaparece el antropónimo, con su
origen semítico aun más evidente, y también quizás en Castrovido en el alfoz de Lara.
18. TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #201; AGUILAR SEBASTIÁN y RODRÍGUEZ MEDIANO, “Antroponimia
de origen árabe en la documentación leonesa”, p. 605.
19. Valdeón incluso llega a incluirlo en la “cuenca del Duero”, inducido, sospechamos, por el modelo bi-para-
digmático que denunciamos, VALDEÓN BARUQUE, Judíos y conversos en la Castilla medieval, p. 27.
376 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
La historiografía de la judería española medieval ha tendido a postular una
gradual introducción en el medio rural y en las urbes menores a partir de unas
originales juderías altomedievales en los grandes centros urbanos como (limi-
tándonos a la Tarraconensis) Zaragoza, Tarragona y Barcelona. Sin embargo,
sospechamos que esta evaluación se origina en el laconismo de las fuentes
disponibles. Por ejemplo, Al-Udri nos aporta la noticia de la compra, por parte
de Hasim ibn ‘Abd al-Aziz, de Rutat al-yahudi (= Rueda de los Judíos) en 874-
520. Supone una presencia judía en la Marca Superior andalusí necesariamente
anterior a una fecha en sí muy temprana, y además se trataría de un núcleo
urbano de segundo (o tercero) rango en el interior de la Tarraconensis, cues-
tionando así el paradigma hasta ahora reinante. A partir de un aislado ejemplo
como éste difícilmente se prueba nada, pero sí hace más verosímil la presencia
de significativas poblaciones hebreas en las pequeñas ciudades de la Marca
Superior desde fechas muy tempranas.
También sugerimos que se cuestione la validez de la idea de que la creación
de los burgos que jalonarían el Camino de Santiago fuese un factor significativo
en la atracción de judíos hacia los reinos cristianos21. Por una parte, tenemos
indicios de que la presencia judía en muchos de estos lugares (pensamos sobre
todo en Nájera, Castrojeriz, Sahagún y León) es anterior al auge plenomedieval
del fenómeno que supone atraerlos, mientras en contraste una fundación ex
novo como Santo Domingo de la Calzada, en nuestro espacio el burgo jacobeo
por antonomasia, es precisamente la población significativa del recorrido don-
de menos indicios existen de presencia hebrea. Sugerimos que lo observado,
la constatación de presencia judía en muchos de los núcleos más significativos
del camino, obedece más bien al nacimiento de una diplomática urbana y
foral, la primera vez que disponemos de documentación aconfesional. En otras
palabras, los fueros que regularizan los centros urbanos que jalonan el Camino
nos permiten apreciar por primera vez una minoría que apenas se registraba
20. AL-‘UDRI, 57, p. 479; el lugar reaparece (año 934) en IBN HAYYAN, al-Muqtabis V, p. 251. DE LA GRANJA
(“La Marca Superior en la obra de Al-‘Udrí“, p. 479) identifica este lugar con el oscense Roda de Isábena, célebre
centro monástico altomedieval, pero VIGUERA y CORRIENTE (Crónica del califa ‘Abdarrahmán III An-Nasir, p.
440) sugieren que, dada su vinculación con Zaragoza, Tudela y Tarazona, Rueda de Jalón sería una ubicación más
probable, lo cual acerca esta temprana comunidad judía aun más al espacio que contemplamos.
21. “La intervención judía en la repoblación y puesta en explotación de las tierras riojanas tiene su más patente
expresión en los florecientes burgos que surgieron y se desarrollaron a lo largo del Camino de Santiago”, E. CAN-
TERA MONTENEGRO, “La aportación hebrea a la sociedad riojana medieval”.
377David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
en la documentación cenobítica. Quizás deberíamos dar la vuelta a la supuesta
relación etiológica entre el recorrido jacobeo y la existencia de juderías, pues,
al margen de alguna creación ex novo, el Camino tiende a enlazar los centros
protourbanos ya existentes, y éstos parecen haber tenido juderías ya desde
antes del auge jacobeo.
No obstante, la existencia de una significativa y temprana presencia judía en
La Rioja no siempre se ha visto reflejada en los análisis de la región. Martínez
Díez, por ejemplo, afirma que después de 922 “muy pronto, la Rioja, tal como
aparece en la documentación de los siglos X y XI, se presentará con una pobla-
ción de nuevo homogéneamente cristiana”22. El “muy pronto” parece ser una
referencia a la emigración y / o absorción-conversión de la minoría musulmana,
pero ni una mención de una posible población judía. Nos parece una afirma-
ción extraña en un estudio foral, cuando precisamente los fueros suponen uno
de los medios que mejor demuestra la presencia de las minorías semíticas en La
Rioja gobernada por los cristianos.
El Fuero de Nájera que se ha conservado (Rioja33) es una confirmación de
Alfonso VI en 1076 de un original que se remonta por lo menos hasta tiempos
de Sancho III23, a principios del siglo XI, y en él se regulan tres comunidades
religiosas: cristianos, judíos y musulmanes. Sabemos también de la existencia
de un Fuero Judío (de Nájera), texto ya perdido, pero del cual se encuentran
ecos en numerosos fueros del Alto Ebro, como el de Tudela24.
En el Fuero de Nájera, los judíos ocupan un lugar destacado: en la primerísima
cláusula están equiparados en cuanto a sanciones por homicidio a los infanzo-
nes y al clero (250 sólidos), mientras el villano cristiano valía 100 sólidos, y la
vida de un mauro se cotizaba a tan sólo 12 sólidos. Hay muchas posibles lectu-
ras de esta cláusula, y entre ellas se destaca el deseo por parte de la Corona de
proteger a su patrimonio y a sus más estrechos colaboradores en cuestiones de
guarnición y fiscalía25, pero estimamos que dos conclusiones se pueden sacar
22. MARTÍNEZ DÍEZ, “El Fuero de Logroño ...”, p. 235.
23. “Isti sunt fueros quod habuerunt in Nagaram in diebus Sancii Regis et Garciani Regis”, Rioja33, 1076.
24. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 450-1.
25. “... los hebreos, no lo olvidemos, tenían una especial vinculación con los monarcas. Se les consideraba algo
así como patrimonio o propiedad de los reyes, o, como dicen con harta frecuencia los documentos medievales,
378 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
con toda seguridad: la presencia de ambas minorías religiosas, y la existencia
de una jerarquía socio-religiosa, con los judíos en una situación privilegiada
frente a los musulmanes. Sugerimos que este contraste entre la situación de
los judíos y la de los mudéjares debería informarnos a la hora de contemplar
la documentación socio-económica, con su abundante onomástica semítica,
referente a la Tierra de Nájera.
tuDeLa y CaLaHorra
Esta jerarquía socio-religiosa, con los judíos en una posición relativamente
privilegiada frente a los musulmanes, se repite en otras ciudades andalusíes
conquistadas en el Valle del Ebro, en algunos casos con explícita vinculación
foral a Nájera26. Éste sería el caso de Tudela, conquistada en 1115, y donde,
mientras los musulmanes tenían prohibido residir intramuros, a los judíos se les
garantizaba el derecho a sus casas y haciendas27. En otra cláusula se garantizaba
a la población musulmana que no se nombrasen oficiales judíos con autori-
dad sobre ellos28. No sabemos si esta cláusula hace referencia a una práctica
introducida en otras ciudades, pero se hace explícita la existencia de oficiales
judíos, y aunque no controlasen la población musulmana, supondremos que sí
tendrían autoridad sobre la hebrea.
Sí sabemos que el perdido fuero judío de Nájera servía de modelo para otras
aljamas en este periodo, y en ellas observamos ciertas prácticas repetidas, no
parece demasiado arriesgado sugerir que condiciones análogas se darían tam-
bién en Nájera, y sugerimos que el caso tudelano sirva para avanzar las hipóte-
sis de que en Nájera habría oficiales judíos, los mudéjares estarían restringidos
al espacio extra-muros, y en general que se confirma la jerarquía socio-religiosa
descrita en el Fuero de Nájera.
‘servi regis’, por más que dicha expresión pueda parecer de carácter despectivo. Esa condición se plasmaba en
el pago de un impuesto directo por parte de los judíos a los monarcas, la denominada ‘cabeza de pecho’. Pero a
cambio esa situación de dependencia significaba también para los hebreos la garantía, al menos desde el punto
de vista teórico, de una especial protección por parte de la autoridad suprema de los reinos." VALDEÓN BARU-
QUE, Judíos y conversos en la Castilla medieval, p. 37.
26. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana, p. 36.
27. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana, pp. 42-3.
28. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana, p. 43.
379David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
Otra manera de iluminar el caso najerense es la observación de lo acontecido
en Calahorra, cuya relativamente abundante documentación referente a los
órganos rectores de la ciudad permite trazar unas líneas analíticas que podrían
servir para aproximarnos a la realidad najerense, aunque conscientes de los
riesgos que supone tal metodología. Si contemplamos las diferentes autorida-
des que presiden la ciudad, se observa una multiplicidad de cargos, muchos
de ellos sincrónicos: dominantes, lugartenientes de éstos designados “sub eo”,
alcaldes (generalmente tres en cada momento), alcaides, adelantados etc.29.
La onomástica de los dominantes es casi exclusivamente cristiana, y sobre todo
navarra, durante las primeras décadas. Se observa una relativamente estrecha
correspondencia entre los alcaides y los lugartenientes de los dominantes30, y
teniendo en cuenta los vínculos explícitos entre los ‘sub eo’ y los dominantes (a
quienes se refiere el ‘eo’) por un lado y entre los alcaides y el castillo por otro31,
sospechamos que estos tres grupos suponen una especie de gobierno militar,
en principio impuesto desde fuera, aunque luego sirviéndose de los lugareños,
sobre todo en el puesto de alcaide, donde aparece bastante onomástica semíti-
ca hacia finales del periodo estudiado32.
29. RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de La Rioja, tomo I, pp. 85-89, también se hace
referencia a otros cargos públicos como merinos (Iuçef Raioso maiorino en 1145, es miembro de la comunidad
judía - Rioja139) sayones, iudices (quienes comparten mucha onomástica con los alcaldes) y sendoans. Sin em-
bargo, estas referencias son menos frecuentes y por tanto concentramos nuestro análisis en los grupos arriba
mencionados.
30. Son cuatro los hombres que aparecen desempeñando ambas funciones (Martin Ferrandez, Xemen Çapata,
Ochoa y Garcia Pardo), cuando las coincidencias entre los otros grupos son nulas.
31. Alcaed sub eo in castello (Rioja319, 1192); alcahet in castello (Rioja499, 1224).
32. Sobre todo si se acepta un origen semítico para el apellido Zapata. Aunque el DRAE atribuye a esta voz
un origen turco, COROMINAS (Diccionario crítico etimológico) la clasifica como “de origen incierto”, y BAER
(Historia de los judíos en la España cristiana, p. 672, n. 19) nota la aparición del nombre en textos hebreos en
León, quizás en alusión al oficio de zapatero.
380 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
onomástica de las jerarquías calagurritanas: relación cronológica (aproximada33)
Gobierno: militar civil
Onomástica: cristiana semítica
fecha aprox.
dominantes “sub eo” alcaides alcaldes adelantados
Lope Fortuniones
1075 Simeon Fortuniones
Enneco Azenariz
1100 Garcia Oueco Munioz
Enneco Xemenones
*Zageid
Lope Lopez Fortun Iohannes
*Zaheid de Barceza
Fortun Azenarez
*Dominico Adelquirim
Capuz
1140 Eustachius Dominico Michael
*Dominico ben Crispin
Lupo Enneconis
Martin Stephanus
*Petro Zalema
Fortun Lopez *Iohannes Barbaza
Bertran de Larbasa
*Petro Peita Lalmud
Xemen Ennechones
Martin Ferrandez
Martin Fernandez
Petro de Ecclesia
Rodrigo Martinez
Garcia Vermudez
Fortunio Garces
Lop Lopez Didaco Carrero
Fortun Lopez Petro Petriz
Michaele *Pascual de Areciel
Dominico Sancio
Gomiz Gonçalvez
Álvaro Ruiz
*Garcia Zapata
*Bardaio Martinus de la Ceca
Didaco Ximenez
*Xemen Zabata
*Xemen Çapata
Iohanes Cambares
*Lope Pasqual Araciel
33. Que aparezca una serie de nombres en una misma fila no indica coincidencia diplomática alguna, ni tampoco
una directa relación jerárquica entre los individuos nombrados, sino una aproximada contextualización cronológica.
381David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
Gobierno: militar civil
Onomástica: cristiana semítica
fecha aprox.
dominantes “sub eo” alcaides alcaldes adelantados
1180 Petrus de Arazuri
Rodericus Lopiz
Lope Fernandez
*Petro Iohannes Gemar
Dominicus Michael
Garcia Portoles
Sancio Bermudez
*Petro Çapata
Didacus Lopiz
Martin de Rieta
Rodericus Alberite
*Petro Zaheit
*Almoravit Semen de Torres
Fortun de Villamed.
Rodericus Lopiz
1200 Guillen Gonçalveç
Ochoa Ochoa Petro Franco
Gonçalvo Roiz
Martin Romeo
Gonçalvo Didaz
Sebastianus
Egidio Garceiz
Petrus Belasquez
*Iemtob *Michael Petro Çahet
Didaco Lopi Guillen Gonçalvez
Semeno de Uxama
Iohannes de Bona
Lupo Didaci de Faro
Garcia Pardo
Garcia Pardo Symon Iohannes
1230 Petro Ramirez
*Petrus Sancii Çaet
Juan Dominic Sendoan
Sancius los Sanchos
Rodrigo de Funes
Stephanus de don Eua
Martinus Semenez
1250 Sancius Roderici
*Iohannes Perna34
Los nombres aparentemente semíticos marcados con un asterisco34
34. Incluido entre la onomástica semítica ya que existe una sola referencia a Iohannes de Maria Çahet y dada
la rigidez de las listas de alcaldes en esta documentación calagurritana le consideramos la misma persona que
Iohannes Perna, acaso aquí con referencia a la ilustre familia de su madre, pero más generalmente utilizando el
apellido de la familia de su padre.
382 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
No obstante, es en los otros dos grupos (alcaldes y adelantados) dónde la
onomástica semítica es más abundante, dominante incluso al principio, y suge-
rimos que estos dos grupos representan mejor la población autóctona que los
tres ya analizados, idea confirmada por el uso del término iudices civiles como
sinónimo ocasional de alcaldes (Rioja235, 1169). En términos diacrónicos, se
observan dos dinámicas opuestas: decadencia de la onomástica semítica entre
la población civil, a la vez que su introducción entre el gobierno militar. Quizás
esto se debe a una progresiva aceptación de la población autóctona por la jerar-
quía navarra, paralela al desgaste generalizado de la onomástica no cristiana.
Por otra parte, a pesar de la secuencia lineal que hemos utilizado para or-
denar los grupos en el cuadro Onomástica de las jerarquías calagurritanas,
a diferencia de los otros grupos la alcaldía era un cargo plural, apareciendo
generalmente tres alcaldes en cada momento35. ¿Uno o más de estos alcaldes
representaba la aljama? Sospechamos que sí, pero la verdad es que es difícil
establecer etnicidad o religión sólo a partir de la onomástica. La tentación sería
a suponer que alguien llamado Zaheit Kiram fuese judío o musulmán, mientras
un Iohannes Sancii sería cristiano, pero estos dos protagonistas de los diplomas
calagurritanos son parientes, quizás abuelo y nieto, con continuidad institucio-
nal (la alcaldía) por medio. Si es que hubo conversión religiosa para acompañar
a la conversión onomástica no sabemos en qué momento ocurre, pero es in-
dudable que existe una cristianización onomástica transgeneracional. Lo ilustra
la descendencia de dos alcaldes calagurritanos del Plenomedievo: el nieto de
Gemar de Marcux se llamaría Petro Iohannis36, mientras el de Zaheid Kiram se
llamaría Michael Pérez37. En ambos casos los sabemos de tradición onomástica
35. El número oscila entre uno y cuatro, pero tres es con mucho lo más frecuente, 60% en total.
36. Petrus, ilius Iohannis Giemar (Rioja82, 1135) se estila Petrus de Iohannes G(u)emar cuando debuta como
alcalde, pero acabaría llamándose simplemente Petro Iohannis. Su padre se estila Iohannes Gemar de Marcux en
Rioja99 (sin fecha), y si este último elemento es un antropónimo, como parece probable, lo más parecido que
encontramos es Marcuggi terrateniente calagurritano en 1073 (Rioja26), y por tanto la transformación de Gemar
de Marcux a Petro Iohannis se cumple en tan sólo dos generaciones: Marcuggi > *Gemar de Marcux > Iohannes
Gemar de Marcux > Petro Iohannis (Gemar).
37. Rioja4/17a (1208) detalla la siguiente evolución onomástica de abuelo a nieto: Zaheit Kiram > Pedro Zaheit
> Sancii [Perez]. En el caso de Michael, otro hijo de Pedro Zaheit, se detiene el proceso durante una generación
al mantener el apellido familiar mediante la fórmula Michael de Petro Çahete (Rioja4/49, 1219) e incluso Michael
Çahet (Rioja454, 1212), gracias quizás al carisma de su padre, alcalde durante más de 30 años, y a la monótona
homonimia de la onomástica cristiana plenomedieval. Dentro de la misma familia se observan otros ejemplos:
Iohannes, ilio de Zaheit Kiram (Rioja312, ca. 1200); el hijo de Sancii Zahet se llama Iohannem Sancii (Rioja4/37,
383David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
semítica precisamente porque mantienen la referencia al abuelo, estilizándose
Petro de Iohannes Gemar (Rioja247, 1171) y Michael d’Pedro Çahet (Rioja4/26,
1219) respectivamente. Otro ejemplo es el de la familia de Pascual de Araciel.
Con hijos llamados Lope, Iohannes y María la cristianización onomástica de la
familia parece completa, pero uno de ellos (Lope) todavía ostentará un cargo
(adelantado) relacionado con la aljama.
¿Estas familias son judías, cristianas o musulmanas? De las tres posibilidades, la
tercera opción nos parece la menos probable, pero entre las otras dos es difícil
elegir. A favor de la explicación judía está la onomástica semítica en sí y su re-
lación con cargos relacionados con la aljama, pero en contra están los ejemplos
de cristianos que mantenían nombres semíticos: por ejemplo, Iohannes Quiram,
prior de la Catedral de Calahorra a mediados del siglo XII, y colaborador en la
elaboración del Libro de las Homilías (Rioja74 y 75, c. 1125); o Domno Kiram,
alcalde en Nájera hacia finales del siglo XI (Valvanera35, etc.), y abbas de Santa
María en 1062 (Leire65). Si estas familias son judías choca su conversión ono-
mástica con lo observado en la documentación aljamiada pleno y bajomedieval,
donde aparece una judería aparentemente libre de onomástica cristiana38. Por el
otro lado, si son cristianas, cabe la pregunta de si lo han sido siempre, a pesar
de una onomástica semítica muy pronunciada incluso generaciones después de
la conquista cristiana de Calahorra: por ejemplo, Zaheid de Barceza, adelantado
en 1126 (Rioja87), cuyo patronímico aparentemente arameo (bar-), y no árabe,
deja patente un origen judío.
Es ésta, la familia de los Zaheit, la mejor documentada, y E. Cantera Montene-
gro contempla un proceso de conversión39. A partir de la evidencia onomástica
asistimos a lo que parece ser una conversión gradual y desenfadada con reten-
ción del apellido semítico familiar, así como el cargo cívico y, supondremos, la
fortuna familiar, pero ¿qué sentido religioso tiene una conversión ‘gradual’?
1215). En tan sólo dos o tres generaciones se ha erradicado la onomástica semítica de una de las más asentadas
y poderosas familias calagurritanas.
38. La solución a esta aparente contradicción se encuentra quizás en el sistema onomástica dual descrito por
SHATZMILLER (“Le monde juif”, p. 90): un nombre utilizado en tratos con los cristianos y otro dentro de la aljama
y la comunidad judía.
39. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 552-3.
384 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
Quizás parte de la misma tendencia de conversión (onomástica si no religio-
sa) son las series de nombres, recogidos en los índices confeccionados por
Rodríguez de Lama, con un nomen cristiano seguido por un cognomen semí-
tico. Proliferan nombres como Dominico, Pascual, Michael, Iohannes y Pedro
acompañados todos de cognomina semíticos, mientras en estas combinaciones
son mucho más escasos los nombres de moda entre la aristocracia navarra
como Eneco, Jimeno, Fortún, García etc.40 Por último, notamos que si se acepta
que la población hebrea de Calahorra se ha ido convirtiéndose lentamente al
cristianismo, como parece indicar la onomástica, esto implicaría una población
judía en decadencia numérica, a partir de un apogeo altomedieval.
nÁJera
En ausencia de textos de corte fiscal del periodo altomedieval, las aproxima-
ciones cuantitativas a las aljamas peninsulares se concentran casi siempre en el
periodo bajomedieval. Sin embargo, el texto Rioja14 (1052), una larga nómina
de las posesiones agrícolas de Santa María de Nájera, nos brinda la oportunidad
de aproximarnos a la realidad hebrea de Nájera y su entorno inmediato en el
siglo XI41.
No es una herramienta perfecta, y no tiene, por ejemplo, ninguna pretensión de
ser una descripción exhaustiva de la ciudad sino de las posesiones de Santa Ma-
ría, y así deberíamos contemplar la posibilidad de que éstas no se distribuyesen
equilibradamente y que por tanto podrían ofrecernos una visión igualmente
desequilibrada de la presencia hebrea. Pero el peligro metodológico de depen-
der de una sola fuente se atenúa cuando consideramos que, en prácticamente
todos los acercamientos a Nájera en este periodo, la presencia de una relevante
comunidad judía es manifiesta42. Es más, tratándose de documentación ceno-
40. Curioso también resulta la onomástica de una pesquisa del año 1292 (Colegiatas90) para averiguar el antiguo
régimen tributario de la aljama judía de Albelda. Ocho de los once individuos que testifican que históricamente
los vecinos judíos pagaban la fonsadera en igualdad como los cristianos se llaman Domingo. ¿Son conversos? Es
notoria, a partir de la documentación inquisitorial, la actitud vengativa de algunos conversos contra sus antaño
correligionarios.
41. No obstante, hay problemas con la datación de este texto. La lista en sí carece de fecha, mientras la confir-
mación de García de Nájera, a partir de la cual la fecha que el texto ostenta, también es problemática, cf. RODRÍ-
GUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de la Rioja, II, p. 63 n. 1.
42. Hacon, iudeo ... Muza, iudeo (Cogolla178, 1024); iliis Murain ebreo ... vinea de rabbi Algazar ... Thiara
ebreo (Leire34, 1043); Uital, hebreo ... illo azor de illos judeos (Rioja12, 1052); terram quam habuimus de ipsos
385David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
bítica, con su enfoque rural y cristiano, consideramos que la distorsión más
probable sería la de disminuir la presencia hebrea.
Hechas estas salvedades metodológicas intentaremos cuantificar la presencia
judía en la Nájera de mediados del siglo XI. Nos topamos de nuevo con la pro-
blemática de los métodos explícitos e implícitos, analizados antes en referencia
a las juderías leonesas.
A partir de la cuestionable metodología ‘explícita’, Fernández de la Pradilla,
reconociendo las limitaciones del método y aceptando que el número real de
judíos debía ser muy superior, encuentra 14 referencias explícitas a judíos entre
802 personas nombradas en la documentación estudiada para el ‘Reino de
Nájera’ entre los años 1035 y 1076, lo cual, en términos porcentuales, supone
un 1,75%.
los colindantes de rioja14 explícitamente descritos como judíos
#5 Pesatiel iudeo
#7 Galaiel iudeo
#7 Uitales iudeo
#13 Iucef iudeo
#13 Rabbi
#16 germano de Zulema iudeo
#16 Hapan iudeus
#17 Zuleman iudeo
#22 Ferrizuel iudeo
#23 Sesat iudeo
#24 Garsia Sanger piscatore, qui fuit hebreus
En cambio, si restringimos nuestra atención al ámbito semi-urbano descrito por
Rioja14 (‘semi’ porque en realidad el texto es una lista de tierras y viñas en los
arrabales de la ciudad, y no de posesiones propiamente urbanas), la presencia
iudeos de Naiara (Rioja68, 1124); Zachea iudeo, Alolphalic fratri suo (Rioja450, 1210). Más adelante analizaremos
estos textos de manera pormenorizada. También CASTAÑO (“Los documentos hebreos de León ...”, p. 470, n. 34)
nos informa de un “interesante documento hebreo de mediados del siglo XI (Cambridge University Library, T-S,
NS 323. 31, línea 9) redactado en la zona de Lerma y que documenta su uso [el de la moneda de plata conocida
como la Dirhem casimí] en Nájera”, texto publicado por YAHALOM, “The Muño Letters”.
386 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
porcentual de la minoría hebrea, aun con el método ‘explícito’, se dispara hacia
el 6,0%:11 judíos entre 182 personas nombradas43.
Los once judíos identificados como tal en Rioja14 aparecen siempre como co-
lindantes, la función más pasiva, en el sentido de que no supone ninguna
relación (de benefactor etc.) con ninguna institución cristiana, más allá de la
proximidad de sus posesiones. Por lo tanto, si consideramos la lista de más de
150 colindantes como lo más próximo a un censo neutral de las posesiones en
los arrabales de Nájera, la presencia porcentual de los judíos ‘explícitos’ entre
ellos sube al 7,2% (11 / 152).
Por último, si lo que nos interesa es acercarnos a la realidad de una posible
aljama importante en Nájera deberíamos también eliminar del análisis a los
colindantes que proceden de otros núcleos periféricos. Ninguno de nuestros
once colindantes judíos se describe en estos términos, mientras 29 de los otros
colindantes se identifican en términos de las aldeas más o menos cercanas, y
si prescindimos de los testimonios de colindantes aldeanos, la proporción de
individuos explícitamente identificados como judíos entre los colindantes pro-
piamente najerenses llega al 8,9 % (11 / 123).
% de población judía en la rioja c. 1050, según el ‘método explícito’
% Consideraciones metodológicas
1,8 toda la documentación del Reino de Nájera
6,0 el entorno urbano - Nájera (sólo Rioja14)
7,2 Rioja14: sólo colindantes
8,9 Rioja14: colindantes najerenses (sin aldeanos)
El mayor escollo, sin embargo, a la hora de cuantificar la presencia judía en Ná-
jera sigue siendo nuestra dependencia del método ‘explícito’. Ya hemos inten-
tado demostrar que en esta documentación los judíos no siempre se identifican
como tal, y aunque no sabemos qué factores determinan la inclusión o no del
distintivo étnico, sospechamos que juega un papel significativo algo tan sencillo
43. E. CANTERA MONTENEGRO (Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 460-5) añade otros cinco, lo
cual nos acerca ya al 10%: los colindantes Viva (#7), domno Hacen (#18), Muza Hazan (#24) y Lope Sanger de
Vobatiella (#25), este último un converso según este investigador (evidentemente por motivos onomásticos, y la
proximidad del expresamente converso Garsia Sanger piscatore), y el ex-dueño de una tierra, Upaziel (#17).
387David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
como la necesidad de identificar notarialmente al vecino colindante. Si es un
conocido alcalde sobraría, e incluso parecería chocante, el calificativo étnico,
y lo mismo si se aportan otros datos identificativos como parentesco o prove-
niencia. Cuando se aportan tales datos sobra el descriptor étnico, que se aplica
siempre a nombres solos, carentes de otro tipo de cualificación. La alternativa
al ‘método explícito’ es el análisis pormenorizado de la onomástica.
AntroponimiA De riojA14 Con ViSoS De CorreSponDer A lA
ComuniDAD juDíA44
• Abelfe (#19), Abolbalia (#4), Abolferit (#20), Alberda (#13) y [Galindo] Alha-
rraz (#12), a partir de la jerarquización etnosocial observada en los fueros
del alto Ebro, consideramos que cualquier vecino terrateniente de Nájera
a mediados del siglo XI con nombre semítico tiene más posibilidad de ser
hebreo que musulmán.
• Ambroz alkald (#14), alkalde (#16), alkaldessa mulier Mudarue (#17), al-
calde Mutarras (#24), por motivos forales explorados arriba en referencia
a Calahorra, sobre todo en combinación con onomástica semítica como
Mudarra < Mutarrif , cf. TERÉS, #236.
• Banzo (#22), Bazo / Buzo (#3), cf. Banço iudeo (Leire46,1050), parece tra-
tarse del mismo individuo, puesto que la finca de Bazo (#3) está en In
Ruego, la misma ubicación que en Leire46. E. Cantera Montenegro recoge
varios casos bajomedievales del uso de este nombre (siempre sin ‘n’) como
apellido en ambientes hebreos45.
• Baranda (#15), podría camuflar un patronímico arameo a partir de Bar-.
44. Las referencias del tipo (#xx) en esta sección remiten a los distintos párrafos de Rioja14.
45. Acab Bazo (Laguardia, 1341), Mosse Baçu (Laguardia 1376), Mose y Yanto Baçu (ambos Viana, 1407), E.
CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 266, 267 y 332. También CASTAÑO,
“Los documentos hebreos de León ...”, p. 476, doc. #5 (1151).
388 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
• Belliti (#17), Bellito (#22), Uelliti (#19) y también acaso Belati (#14): en am-
bientes hebreos se observan casos tempranos de Belliti46; Belito y Belita en
la documentación plenomedieval47; y Vellido/a es frecuente en ámbitos he-
breos bajomedievales48. Castaño sugiere un origen árabe < wâlid = ‘joven’,
aunque Terés urge cautela49.
• Capaziel (#17), considerado judío por E. Cantera Montenegro, mientras otros
dos vecinos najerenses de Rioja14 cuyos nombres terminan en -iel (Pesatiel
y Galaiel) están descritos explícitamente como tales50. Notamos que la ‘p’
no existe en árabe51, cf. Banbaluna = Pamplona, y sí en cambio aparece
entre la población najerense tanto explícitamente judía (Hapan, Pesatiel),
como en otros casos como éste (también cf. Hapaz) donde no se explicita
la religión pero se percibe un aire semítico.
• Casca germanus domni Muze (#17), la combinación de un nombre desco-
nocido y un hermano de nombre semítico nos alerta de una posible vincu-
lación hebrea.
• Duenna ilia de Zekri de Arneto (#14), Duenno (#24), Dueña es un nombre
que aparece una y otra vez (8) entre la muy escueta nómina de antroponi-
mia hebrea femenina que tenemos para el Valle del Ebro, y en una ocasión
en una fórmula tautológica, doña Doña, que no deja lugar a dudas de que
se trata de un nombre propio y no un título huérfano de su nombre corres-
46. Velliti en León, año 1034 (RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, La judería de la ciudad de León, p. 143); Belliti Ebre
(Cardeña366, 1080).
47. CASTAÑO, “Los documentos hebreos de León ...”, doc. # 6, año 1175 (p. 480); y doc. #7, año 1229-30 (p.
481).
48. Don Vellido en Albelda (1293); Bellido Alanate en Haro (1488). No obstante, el nombre es mucho más
corriente entre las mujeres, sobre todo si se tiene en cuenta el limitado protagonismo documental de ellas: en
Miranda en 1304 Soluellida (hija de Barzelay) y Soluellida (casada con Mosse); otra Solvellida (viuda de Açach
Medelin) en Laguardia (1377); Bellida, en Haro (1464); y Vellida (mujer de Symuel Abancar) en Nájera (1491).
Todos ejemplos de E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 481, 396, 643,
276, 392 y 465 respectivamente.
49. CASTAÑO, “Los documentos hebreos de León ...”, p. 480, n. 63, doc. # 6; TERÉS, Antroponimia hispanoá-
rabe, #433, “Existen también variantes del tipo Vel(I)ile, Uellite/i, Ueliti, V/Belidi [...] que puede contundirse con
reflejos de Wâlid, pero parecen a menudo ser el nombre Bellido.”
50. Se observa esta terminación varias veces entre la onomástica hebrea: Sealtiel bar Seset, Yosef ha-Nasí Fe-
rruziel (BAER, Historia de los judíos ..., pp. 41 y 44).
51. ZAMORA VICENTE, Dialectología española, p. 39.
389David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
pondiente52. Por otro lado, notamos el nombre del poeta Dunas ben Labrat,
protegé de Hasday ibn Saprut53.
• Gamiza/e (#7,8,9), varios apariciones de este nombre en las juderías del alto
Ebro del siglo XIV54.
• Hacen (#18), Hapaz (#24), E. Cantera Montenegro incluye estas dos refe-
rencias dentro de su nómina de “Judíos vecinos de Nájera”, una intuición
basada (creemos) en el origen semítico de ambos nombres. La intuición nos
parece acertada, pero nos preguntamos por qué no se extendía a otros casos
de antroponimia semítica en el mismo texto55. Asimismo remitimos a lo ya
comentado sobre la presencia de la ‘p’, fonema desconocido en el árabe.
• Kiram (#24), nombre observado también entre la elite calagurritana, por
ejemplo Zaheit Kiram (Rioja312, ca. 1200). Tanto E. Cantera Montenegro
como Rodríguez R de Lama suponen un origen judío para la familia Zaheit,
cf. Çahet Ebreum (Rioja350, 1194), y Zaheit Barceiza (Rioja97, 1129) éste
último con aparente patronímico arameo56. Sin embargo, notamos que Don
Kiram, probablemente el mismo que el que aparece como alcalde de Nájera
52. La fórmula tautológica, doña Doña, aparece en Alfaro, durante el siglo XV (E. CANTERA MONTENEGRO,
Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 600). Otros casos incluyen Fadueyna en Navarra en 1266 (Regis-
tros de Teobaldo, p. 171); Dueña, sin más, en Briviesca en 1270 (CADIÑANOS BARDECI, “Noticias ...”, p. 129),
en Zaragoza s. XIV (CADIÑANOS, p. 144), en Navarra (1351) y en Estella (1407) (CIERBIDE, “Las comunidades
judaicas navarras ...”, pp. 228 y 232), y en Calahorra en 1478 (CANTERA ..., p. 572); y por último Ordueyna en
Viana en 1366 (CANTERA ..., p. 323). En general, el repertorio onomástico femenino es mucho más limitado que
el masculino, y unos pocos elementos (Dueña, Sol/r, Or, Bellida) se repiten, frecuentemente combinándose para
formar nombres compuestos: Orbellida, Solbellida, Soloro, Ordueyna etc.
53. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana, p. 23.
54. Por ejemplo, Xento Gamiz (Calahorra, 1334), Davit Algamiz (Logroño, 1365) y Yaco Algemiz (también Lo-
groño, 1385) todos ejemplos recogidos por E. CANTERA MONTENEGRO (Las juderías de la diócesis de Calahorra
..., pp. 497 y 557) y Abraham Gamiz (c.1370, Tudela), en CARRASCO, “Sinagoga y Mercado”, p. 69.
55. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 461. El nombre Habaz reapa-
rece en la judería de Nájera en 1491 (CANTERA, ob. cit., p. 465), mientras en el otro extremo cronológico la
aparición del mismo nombre en León en 905 (León19) supone la primera mención explícita de un judío en los
reinos cristianos. Por su parte RODRIGUEZ R. DE LAMA (Colección Diplomática Medieval de la Rioja, Estudio,
tomo I, p. 322.) se anima a declarar como judíos a varios de estos individuos (Ruzmi, Mozot, Scepa), también a
partir (supondremos) de criterios puramente onomásticos.
56. RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de La Rioja, Estudio, I, pp. 326-8; E. CANTERA
MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 545 y 553.
390 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
durante gran parte de la segunda mitad del siglo XI, se describe como abbas
de Santa María en 1062 (Leire65).
• Lope Sanger de Uobatiella (#25), considerado judeo-converso por E. Cantera
Montenegro, sin duda por la presencia unas líneas antes (#24) de Garsia
Sanger piscatore, qui fuit hebreus.
• Marguam (#24) < Marwân “antiguo nombre árabe”57, remitimos a lo ya co-
mentado sobre la combinación de posesión de tierras y onomástica semítica
en este entorno.
• Mozot de Tricio (#11), considerado judío por Rodríguez R. de Lama58, acaso
un hipocorístico de Muza, en cual caso aquí sí tenemos la ‘o’ característica
de la forma hebrea del nombre del profeta bíblico.
• Muza Hazan (#24), Ecta Muza de Penna (#2), Muze (#11), domni Muze
(#17). Ecta Muza reaparece en Leire3459 en un texto igualmente repleto de
onomástica hebrea. En principio la ‘u’ denotaría una forma arabizada, pero
notamos que la onomástica hebrea tiende hacia formas arabizadas cuando
aparece en la documentación altomedieval riojana, incluso cuando se expli-
cita que se trata de un judío, así Muza iudeo (Cogolla178, 1024), y Zuleman
iudeo (Rioja14.17), en vez de una forma más estrictamente hebrea como
Salomon etc.
• Scepa (#18), posiblemente derivado de Sa’ab, cf. Scablevi (Cogolla186), aun-
que Baer nota la aparición en León (año 1053) en textos hebreos del nombre
(E)scapat que relaciona tentativamente con el hebreo para ‘zapatero’60, y ob-
servamos que Zapata es un cognomen que se repite entre los alcaides calagu-
rritanos. Por otro lado, la ‘p’ también sería más propia de la onomástica judía
que de la árabe, aunque también podría deberse a influencias romances.
57. TERÉS, Antroponimia hispanoárabe, #384
58. RODRÍGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de La Rioja, Estudio, I, p. 322.
59. Con la transcripción probablemente errónea del primer elemento como atque en vez de Aita: atque Muça
de Subpenna.
60. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana, p. 672, n. 19; CASTAÑO, “Los documentos hebreos de
León ...”, p. 470, n. 32, confirma esta interpretación, sugiriendo un origen arameo para la voz.
391David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
• Uiua (#7), considerado judío por E. Cantera Montenegro, la forma Vita/
Vitas/Vitales etc. es más corriente en la documentación consultada, pero se
observa Bivas como nombre judío en la documentación bajomedieval de Sa-
hagún61. Todas estas formas parecen ser traducciones del corriente nombre
hebreo Haym.
• Zahac de Tricio (#21), < Ishaq, nombre hebreo corriente.
• Zekri de Arneto (#14), nombre típico de la documentación medieval rioja-
na62, que en varias ocasiones, incluyendo el temprano caso leonés de Abze-
cri (977) citado arriba, aparece en ambientes explícitamente judíos fuera de
La Rioja63.
• Zentol (#23), es posible que derive del nombre latino Centellus, cf. Centolle
(Cogolla27, 940) aunque las formas así derivadas parecen conservar la oclu-
siva inicial como indica la forma sonorizada vasca Gendule (Leire14, 1002)
y la burebana Quentullez (Valpuesta24, 950)64, y notamos su proximidad
al nombre hebreo Sem Tov, que aparece en fuentes cristianas en muchas
ocasiones como Sento65.
Quedan muchos más ejemplos de nombres con más o menos visos de ser de
origen semítico, o relacionables de alguna manera con las comunidades judías
del Alto Ebro: Citi de Cuno (#15), Filgoa (#22), Folkeri (#23), alcaldi Fortun
Citiz (#23), Fuertes Zuhurro (#23), Gaialdi (#11), Geza (#6), Helara (#24),
Ionti (#20), Kalibia (#7), Kia (#11), Mugera (#22), Nieua (#20), Ruzme (#17),
Sponda (#23).
61. Unçel Bivas (1478), Gusiel Bivas (1479), RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Las juderías de la Provincia de León,
p. 264
62. De oeste a este: Zicri, en Villa Zahal/c cerca de Grañón (Albelda21, 953); en el entorno de Nájera, Zecri
presbiter en Huércanos (Albelda13, 947), Çecrin (Leire43, 1048) y Abcecri de Alesanco (Albelda43, 1061); en
el alto Najerilla Belasio de Çekri, (Valvanera53, 1068) y Iohannes Cecrin (Valvanera197, 1108); y en Calahorra,
Iohannes Zekri (Rioja44, 1098), Zecri (Rioja83.a, c. 1135), ilios de Cecri (Rioja215, c.1165), y Zecri b[en] Azafar
(Rioja4/390, s. XII).
63. Zecrí Abnabe en Huesca, año 1286 (BLASCO MARTÍNEZ, “Los judíos en ...”, p. 82), y Cecri Avendino en
Zaragoza, durante el siglo XIV (CADIÑANOS BARDECI, “Noticias ...”, p. 144).
64. SALABERRI ZARATIEGI, Euskal deiturategia: Patronimia, pp. 197-8.
65. Por ejemplo, Sento, hermano de Yago, en Miranda en 1294, E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de
la diócesis de Calahorra ..., p. 645.
392 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
No sugerimos que todas estas personas fuesen judías, pero en cado caso es
una posibilidad a tener en cuenta. En el caso de Banzo, lo sabemos a partir de
otras fuentes (la documentación de Leire), pero en la mayoría de los casos nos
basamos únicamente en la onomástica, a veces en el origen semítico (Muza,
Zulema, Mudarra etc.), y las implicaciones de esta circunstancia en la Rioja
Alta altomedieval, y otras veces por la repetición del nombre, aunque a veces
etimológicamente romance en la forma transcrita, entre las juderías del Alto
Ebro y regiones cercanas, aunque muchas veces hayamos tenido que llegar
hasta el Bajomedievo para buscar equivalencias dada la parquedad de datos
altomedievales. También deberíamos reconocer que en este texto najerense no
abunda la onomástica clásica hebrea (Yshaq, Yuçef, Abraham, Moseh, Yom Tov,
Semu’el, Yehudah, Selomoh, Sem Tov y Haym / Vital) tanto como en los textos
pleno y bajomedievales. Sabido es que la onomástica cristiana experimenta una
concentración a lo largo del periodo altomedieval, y quizás el mismo proceso
se daría también dentro de la comunidad judía, con la eliminación gradual de
la variedad altomedieval. Otra explicación es que la onomástica hebrea que
aparece en la documentación cristiana refleja los nombres utilizados por los
judíos en su trato con las comunidades no hebreas, y no los nombres propia-
mente hebreos utilizados sólo dentro de la comunidad judía y que emerge en
la documentación aljamiada bajomedieval66.
También es de destacar que se agrupa la onomástica semítica, y las referencias
explícitas a la minoría hebrea, en algunas secciones de un texto que por lo
demás está estructurado espacialmente. Por lo tanto, parece que las posesiones
judías tendían a concentrarse en ciertas zonas, aunque evidentemente en nues-
tro texto figuran sólo las fincas que colindan con las posesiones de Santa María
y que por lo tanto rompen con cualquier agrupación étnica absoluta. Sugerimos
que este principio nos permite avanzar con algo más de seguridad a la hora de
identificar la población hebrea entre la miscelánea antroponímica que ni siquie-
ra se puede certificar con seguridad como semítica. La anterior lista de nombres
candidatos queda desvirtuada en parte al ordenarse alfabéticamente, pues así
se descontextualizan los nombres. A continuación ofrecemos una versión ile-
teada de los párrafos dónde más se concentra la onomástica semítica. Hemos
66. Repetimos la cita de SHATZMILLER (“Le monde juif”, p. 90) “certains individus portaient à l’époque (et le
font même encore aujord’hui) deux séries de noms: l’une en hébreu pour l’usage religieux, l’autre, ‘civil’, pour
la vie de la cité”.
393David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
eliminado la onomástica con menos visos de corresponder a la minoría hebrea,
dejando constancia de la proporción de nombres personales incluidos sobre la
total, pero como hemos observado en Calahorra se tiende a cristianizar la ono-
mástica de la comunidad judía o judeo-conversa, y cualquiera de los nombres
aparentemente cristianos podrían esconder una ascendencia judía67.
Cap. Nombres hebroides (NH) NH / total
#16
torcular de alkalde ... Sancio Mazenaroz/Mageratiz ... don Kiran ... uinea de Ambroz et de iudeos, quam tenet Hapan iudeus ... germano de Zulema, iudeo 6/8
#17
Fortis ilii alkaldise ... Ruzme de uarrio de Mercato ... alkaldessa mulier Mudarue ... domni Belliti ... Casca germanus domni Muza ... Capaziel ... Zuleman, iudeo, de sinistra similiter illius germanorum
9/10
#23
alkaldi Fortunii Citiz ... torcular de Sponda ... Hapaz ... Sesat iudeo ... Fuertes Zuhurro ... domni Folkeri ... domno Zentol Sancio Roio 7/11
#24
truliare de illo Duenno ... Muza Hazan ... domno Kiram ... Marguam ... uineam de iudeos ... alcalde Mutarras ... alcalde Fortu Citiz ... Helara ... Alkaldesa ... Hapaz ... Garsia Sanger piscatore, qui fuit hebreus
11/14
Al margen de estas referencias individualizadas, también observamos en el
texto tres referencias genéricas a la población judía, difícilmente contabilizables
estadísticamente pero que no hacen sino reforzar la impresión de la importan-
cia de la comunidad hebrea:
– ... illa torcularia iudeorum in campo, Rioja14.12
– ... et de iudeos, Rioja14.16
– ... uineam de iudeos, Rioja14.24
En general encontramos más referencias de este tipo a la comunidad judía que
a la musulmana, que apenas deja huella en la documentación altomedieval al-
torriojana68. En la Concordia del obispo Aznar (Rioja4/235, 1257), reciben men-
67. Por ejemplo, cf. Dominico Calvo (#7) y Mosse Calvo (Rioja295, 1188). Este último parece ser judío y notamos
que Dominico es un nombre muy corriente en ambientes judeo-conversos.
68. Cf. FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA MAYORAL, El Reino de Nájera, p. 245. Una posible excepción sería la
referencia legerense a terra Ismaelitarum (Leire34, 1043). En el estricto sentido etimológico, Ismaelitarum es una
referencia a los árabes septentrionales (las tribus beduinas y semíticas en contraste con los sedentarios yemeníes
394 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
ción cinco juderías en la diócesis de Calahorra (Vitoria, Haro, Nájera, Logro-
ño y Arnedo) sin que haya equivalente referencia a morerías. Otros ejemplos
incluyen la descripción en 1177 por el rey navarro Sancho VI de Nájera como
“castellum christianorum et iudeorum”69, y en Calahorra la actividad testificato-
ria, después de los representativos cristianos, “de iudeis etiam sunt testes, Iucef
Raioso, maiorino; Mail et reliquum uulgus iudaicum” (Rioja139, 1145).
Por otra parte, abundan las noticias referentes a la comunidad judía, asesinatos
y rescates incluidos, en número desproporcionado a su protagonismo diplomá-
tico: en 1047 domno Sona mataría a dos judíos en el camino entre Albelda y
Viguera (Albelda62); hacia finales del siglo Gomessano, prior de San Miguel de
Pedroso, recibe las villas de Rehoyo, Sagrero, Terrazas y Redecilla (todas próxi-
mas a Belorado) por haber redimido los 200 sólidos que tenían de pena “pro
homicidio cuiusdam iudei” (Cogolla2/281, c.1094); y por las mismas fechas la
aljama najerense buscaba contribuciones para el rescate de una mujer cuyo
marido había sido asesinado70. Quizás esta letanía de desgracias es indicativa de
la vulnerabilidad de la comunidad judía, circunstancia que también conduciría
a la protección foral otorgada a esta minoría.
otroS teXtoS nAjerenSeSAntes, en la introducción al texto Rioja14, hemos hecho referencia a otros tex-
tos referentes a Nájera que, sin ser tan cuantitativamente generosos, también
avalan, tanto explícita como implícitamente (por la onomástica), la presencia de
una importante población judía en la ciudad.
Por ejemplo, Cogolla178 (1024) nos ofrece una relación de las propiedades
de San Millán en Nájera. En realidad se trata de nuevo de tierras y viñas más
bien en los arrabales, pero de nuevo se deja notar la comunidad judía, ex-
de orígenes hamíticos), pues Ishmael, hijo de Abraham y Hagar, fue el mitológico (y bíblico) fundador de estos
pueblos, y encontraremos, por ejemplo, este gentilicio como sinónimo de saracenos en la Crónica Albeldense,
XV.12. Sin embargo, al margen de esta referencia oscura, no conocemos ni una sola referencia a musulmanes
poseedores de viñas en torno a Nájera, cuando abundan, tanto en este diploma como en la demás diplomática
referente a Nájera, las referencias a viñas poseídas por judíos. Sospechamos que aquí el gentilicio se aplica en
el sentido genérico de inieles, y no en su sentido rigurosamente etimológico. Una excepción más fidedigna es
Cogolla2/330 (1110), texto confirmado por “totum concilium de Nagera et christiani et mauri et iudei testes”. En
la transcripción de Ledesma Rubio faltan las palabras ‘et mauri’, claramente visibles en el Becerro.
69. RODRIGUEZ R. DE LAMA, Colección Diplomática Medieval de la Rioja, I, p. 323.
70. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 452-453.
395David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
plícitamente en las personas de Hacon y Muza y en el anónimo iudeo que
había cambiado una viña con Don García, pero también implícitamente entre
nombres como Abolbalite, Bacoda, Bazo, Ezmale y Iuniz71. Notamos además
la tendencia a cristianizar los nombres, quizás por motivos de conversión, pues
son más frecuentes los casos de nomen corriente + cognomen semítico que
vice versa, como ya hemos observado en Calahorra. Aunque abunda en este
texto onomástica típicamente cristiana (sobre todo de origen navarro), cuando
nos limitamos a contemplar los colindantes, gran parte de ella desaparece,
quedando en cambio la mayor parte de onomástica semítica. Tenemos por
tanto un contraste onomástico entre los que donan y sus vecinos. Recurriendo
de nuevo al hecho de que muchas de las tierras mencionadas se encuentran
en las afueras de Nájera, notamos que su posesión se divide entre vecinos de
Nájera per se, y vecinos de otros pueblos limítrofes. Si, como hemos hecho
antes con Rioja14 eliminamos a los colindantes que sabemos de pueblos veci-
nos el porcentaje y onomástica semítica no hace más que incrementar, hasta el
punto de que de tan sólo 18 colindantes que podemos considerar najerenses,
dos son explícitamente judíos y otros muchos de onomástica semítica muy po-
siblemente lo sean también. En esta ocasión, sin embargo, también se observa
onomástica relacionable con la comunidad judía (Bazo, Iunez) entre lo que
hemos denominado los colindantes aldeanos, sobre todo en Tricio y Valcuerna,
ambos prácticamente barrios de Nájera.
Cogolla178 (1024): la onomástica semítica se concentra entre los colindantes
DONANTES COLINDANTES ALDEANOSCOLINDANTES NAJERENSES
Alamire (dompno) Bazo de Balcuerna Abolbalite
Amusco de Tricio (dompno) Ferruze de Tricio Bacoda
Enneco (dompno) Fortun Munnioz de Orcanos Blasco(de) Belluca
Eximinio (dompno) Gomiz de Lardero Endura
Eximino (dompno) Iunez de Tricio Ezmale
Garsea (dompno) Lope de Aleson (ilio de Oria) Fortun
71. Bacoda, por ejemplo, es el nombre de una célebre familia judía de Zaragoza (BAER, Historia de los judíos
en la España cristiana, p. 674, n. 31); y Bazo es un nombre que aparece en la judería de Laguardia (E. CANTERA
MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 266); Ezmale ( = Ismail) es nuestra lectura de illo
troiare Dezmale, donde se habrá juntado preposición y nombre; Iuniz aparece varias veces en la aljama tudelana
del siglo XIII, CARRASCO, Sinagoga y mercado, p. 356.
396 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
DONANTES COLINDANTES ALDEANOSCOLINDANTES NAJERENSES
Iohannes (dompno) Munnio de Alesonciello Fortun de Mugera
Lopanca dompna Onneca de Cironia Fortun Fortunes
Lurdo Sancio de Nieva Garcia Almiratez
Oblatione Sancio Dominico de Tricio Garcia Arestin
Orioli Vincenti de Tricio Garcia Ennecoz
Oriolo (dompno) Gomiz Zorraquin(ez)
Scemeno Furtunez Gualite
Vincenti (dompno) Hacon iudeo
Iohannes Garceiz
Mer Iohannes
Muza iudeo
Nunno Orepze
La documentación de San Salvador de Leire también nos acerca a la pobla-
ción judía residente en el entorno de Nájera. En Leire34 la concentración de
onomástica aparentemente semítica, cuando no abiertamente hebrea, es aun
mayor que en los otros textos estudiados: Hazam, Kiram, Falcon Alkadi, Iuniz,
Stephan Longo72, Halaf, Murain ebreo, rabbi Algazar. A continuación una lista
de testigos de onomástica cristiana, mientras entre los idiatores dominan de
nuevo referencias a la comunidad hebrea: Petrus Castellano73, Thiara ebreo,
Muça de Subpenna, Garssia Longo.
72. Dentro de la documentación manejada siempre que aparece el cognomen Longo / Luengo cerca se hallan
indicios, más o menos directos, de población judía y / o conversa. Aquí tenemos los hebreónimos explícitos rabbi
Algazar, Murain y Thiara. En otro texto ya comentado (Cogolla175, ca. 1045-1065), cuando aparece Scemeno
Longo de Canales le acompañan Teillo tornero y Eita Ziti el castellano (véase la siguiente nota). En el mismo
texto en que aparece Garcia Longo (Cogolla2/417, 1171) está Helias cambiador. En la documentación aljamiada
navarra aparece este cognomen con cierta regularidad: Gento y Vitas Ebenluengo en LACAVE, Los judíos del Reino
de Navarra, p. 528; Juçe Luengo de l’Estoylle (año 1259, #318) y Açocac Luengo (año 1266, #488) en CARRASCO,
Registros de Teobaldo, pp. 93 y 188).
73. Este cognomen aparece repetidas veces entre la población judía: Hayn Castellano, padre de Salamon Ha-
lilla, de Oña a mediados del siglo XV (CADIÑANOS BARDECI, “Noticias de judíos españoles”, pp. 137-8); Yaco
Castellano, Castellano judio, Juan Estébanez de Castellanos y Almofacen ben Castellano, todos recogidos por
RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ (Las Juderías de la Provincia de León); Jacob, Judas y Mosse Castellano, y también
Azac, Buena y Salomón Alcastiel recogidos por LACAVE (Navarra judaica); Juce Castellano (CARRASCO, Sina-
goga y mercado, p. 305). Sospechamos que el cognomen hace referencia en origen al papel militar tantas veces
encargado por la corona a esta minoría, y sobre el cual en nuestro espacio tenemos varias noticias: por ejemplo,
de Belorado (BLANCO, Belorado en la Edad Media, p. 57); Briviesca (CADIÑANOS BARDECI, “Noticias de judíos
españoles”, p. 128); y Haro (E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 82) entre
otros muchos lugares, incluyendo Nájera y su castellum christianorum et iudeorum. Asimismo notamos que en
varias ocasiones se ubican asentamientos llamados Castellanos en las afueras de algunos importantes centros:
397David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
En Leire46, de nuevo tenemos noticia explícita de un colindante judío, en este
caso el conocido Banço, también presente en varios escatocolos legerenses
(Leire37, Leire38). El único otro colindante mencionado en este texto es Pas-
qual, ilio de Abomelec, pero si juntamos todos estos testimonios de colindantes
observamos que, aun restringiéndonos al cuestionable ‘método explícito’, el
11% de colindantes de los arrabales de Nájera están descritos como judíos. No
está mal para una población supuestamente urbana y dedicada al sector tercia-
rio. El número real sería probablemente más alto, pues la presencia de onomás-
tica semítica es muy pronunciada, y el ‘método explícito’ muy inseguro.
Doc.Colindantes
explícitamente judíosTotal
colindantes
Rioja14 11 116
Cogolla178 2 18
Leire34 2 12
Leire46 1 2
TOTAL 16 148
Otra metodología interesante es la de contrastar la onomástica urbana (de Ná-
jera) con la rural (del valle del río Tuerto). Contemplaremos sólo la onomástica
de lo que consideramos el pueblo llano, sin señores ni clérigos superiores
(abades etc.). Esencialmente lo que se pretende es lo inverso del método an-
teriormente aplicado a Rioja14: en vez de intentar cuantificar la mal entendida
onomástica hebrea, analizamos la mejor comprendida antroponimia cristiana, y
notamos su relativa escasez en la ciudad.
Parece haber una diferencia entre la población rural y la urbana, con una ma-
yor incidencia de nombres ‘exóticos’ en la ciudad que en el campo. Uniendo
los datos emilianenses con la aportación de Rioja14, tan sólo el 37,2% de la
población najerense utiliza el grupo de nombres cristianos más frecuentes. Esto
supone un déficit de más de 30% frente a la incidencia de estos mismos nom-
bres en las aldeas del valle del Tuerto, a escasa distancia de Nájera.
Salamanca; Toro; Carrión; Castrojeriz; Oña; Burgos. ¿Qué sentido tiene esta ubicación extramuros de barrios cas-
tellanos? Máxime cuando se hallan en Castilla, y por tanto el sentido ‘natural’ se vuelve redundante.
398 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
porcentaje de onomástica típica cristiana en diferentes entornos74 75
nombres cristianos más
frecuentes74
documentación emilianense, 1022-1054
Rioja14,1052
Tuerto(75 individuos)
Nájera(76 individuos)
Nájera(171 individuos75)
Aznar 3 1 3
Beila 4 0 0
Blasco 5 2 6
Diego 1 0 0
Eneco 2 1 1
Jimeno 2 2 4
Fortún 2 5 7
Galindo 1 2 5
García 4 7 7
Gómez 2 2 4
Gonzalo 1 0 0
Iohannes 2 5 7
Lope 0 2 4
Muño 6 1 5
Nuño 2 1 1
Sancho 12 2 4
Tello 2 0 1
Total 51 (68,0%) 33 (43,4%) 59 (34,5%)
Cuando tenemos en cuenta la presencia de la corte navarra en Nájera, y por
ende una exagerada presencia de onomástica aristocrática navarra en la ciudad
(que hemos intentado eliminar al descontar los clérigos y los seniores pero que
consideramos todavía residualmente presente), este contraste debería ser en
realidad aun más pronunciado de lo que trasciende en nuestra documentación.
74. No incluimos aquí el nombre Dominico al relacionarse, sospechamos, muchas veces con conversos. Es, con
mucho, el nombre más frecuente en Nájera, apareciendo una docena de veces en Rioja14. Si lo incluyésemos en
nuestros cálculos el porcentaje de nombres ‘cristianos’ se incrementaría de la siguiente manera:
– de 68% a 72% en la documentación emilianense referente al valle del río Tuerto;
– de 43% a 47% en la documentación emilianense referente a Nájera y su entorno; y
– de 35% a 41% en Rioja14.
Como se puede apreciar, aun incluyendo este nombre, se mantiene la diferencia entre la antroponimia najerense
y la del valle del Tuerto.
75. De los 182 personas nombradas en Rioja14 hemos eliminado los seniores y los de origen fuera de la cuenca
del Najerilla (Cervera, Arnedo, Cirueña y Alesanco).
399David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
Parece contraintuitivo que en la urbe de Nájera, sede regia en este periodo, la
onomástica prestigiosa, la navarra, es menos corriente (23%) que en la campiña
(35%).
Contraste entre la antroponimia najerense y la de la campiña riojana (Valle del tuerto)
76
Onomástica Tuerto Nájera
Navarra76 26 (34,7%) 57 (23,1%)
Otra cristiana 25 (33,3%) 35 (14,2%)
Total cristiana 51 (68,0%) 92 (37,2%)
¿QuiéneS Componen eStA CAStA urbAnA De onomÁStiCA
eXótiCA? ¿Francos? Una posibilidad que podemos rechazar con cierta confianza es que
esta población urbana de onomástica exótica corresponda a la inmigración
franca cuya antroponimia pronto aparecerá en la documentación de las ciuda-
des que jalonan el Camino de Santiago. Pues ni la cronología ni la onomástica
(semítica) apoyan esta interpretación.
¿Musulmanes? Nuestras fuentes no se ocupan tanto del inmobiliario urbano en
sí, sino de posesiones agrícolas en muchas ocasiones ubicadas en los arrabales,
y por lo tanto deberíamos contemplar la posibilidad de que en realidad lo que
estamos observando es el equivalente de la situación predicada por el Fuero de
Tudela: los musulmanes expulsados del recinto intramuros hacia los arrabales.
No obstante, aunque los bienes en sí se hallasen en los arrabales, esta ono-
mástica semítica coincide con cierta insistencia con el concepto de la alcaldía
(Kiram77, Mudarra), y creemos que es esencialmente un fenómeno urbano.
En este contexto tenemos constancia de la existencia de un barrio judío intra-
muros, detrás del ‘azor de illos iudeos’ (Rioja12). En contraste, la marginación
explícita de la minoría musulmana en el Fuero de Nájera hace improbable que
76. Consideramos como tal los nombres Aznar, Eneco, Jimeno, Fortún, Galindo, García, Lope y Sancho, cf.
GARCÍA DE CORTÁZAR, “Antroponimia en Navarra ...”, p. 294.
77. Aunque, como ya se ha observado, parece que Domno Kiram era cristiano, sospechamos que converso,
tendencia que se ha observado entre las elites calagurritanas como los Zaheit.
400 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
esta clase terrateniente fuera mudéjar78. Más empíricamente, las referencias ex-
plícitas a judíos en Rioja14 son tantas, y las a los musulmanes son tan escasas79,
que la explicación judía es más convincente.
¿Cristianos arabizados? También habría que contemplar la posibilidad de que
la onomástica semítica najerense corresponda a una población cristiana autóc-
tona que había sido culturalmente (onomásticamente) arabizada durante el pe-
riodo banuqasi. Nos encontramos de nuevo con un problema contemplado en
capítulos anteriores: el ritmo de arabización cultural en diferentes escenarios. Al
lento ritmo observado en Córdoba y denunciado por Bulliet, habría que oponer
el hecho de que las condiciones en el Thagr y en Córdoba serían muy distintas,
y si intuimos una mayor arabización temprana en la desestructurada cuenca del
Duero, quizás las condiciones precarias en la Marca Superior también primarían
la identificación plena con el poder dominante en la Península.
¿Conversos? Por último, podrían ser conversos al cristianismo, o bien del ju-
daísmo o bien del islam, que retienen su onomástica familiar como hemos
observado en un periodo posterior en Calahorra. Ésta supone una opción muy
difícil de evaluar a partir de la tan fragmentaria documentación altomedieval, y
el de los conversos y criptojudíos es en sí un problema de singular complejidad,
que acomplejaría a la sociedad hispana durante gran parte del Bajomedievo y la
Edad Moderna. Algunos indicios sugieren que a la conversión de credo le solía
seguir una conversión onomástica, aunque hay otros casos que desmienten
tal idea, por ejemplo el célebre Hapaz leonés, los casos calagurritanos arriba
examinados, y Don Kiram de Nájera.
Con todo, conjugada en torno a los factores de religión, lengua, familia y ono-
mástica, habría una diversidad social que la documentación fragmentaria di-
fícilmente permite descifrar. En este crisol, indudablemente tiene cabida una
relevante comunidad hebrea, como demuestran las abundantes referencias
78. Para MAÍLLO SALGADO (“Del Islam residual mudéjar”, p. 132) “el mudejarismo peninsular comienza en
bloque con la capitulación del reino de Toledo, en 1085, y [...] la toma de de Zaragoza efectuada en 1118”, pues
en los anteriores casos de (re)conquista cristiana la tendencia de la población musulmana había sido de repliegue
hacia territorios bajo gobernación islámica.
79. En cambio, los amanuenses sí hacen referencia a población mora bajorriojana cuando esta región fue absor-
bida a lo largo del siglo XII. Por ejemplo, en Rioja141 (c. 1147) se detalla un acuerdo entre los templarios y los
mauros de Inestrillas; en Rioja362 (1196) se refiere a assariques y se nombra a cuatro sarracenis de Cervera.
401David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
explícitas. No sugerimos que todas las apariciones najerenses de antroponimia
semítica provienen de la judería, pero una proporción significativa sí, y por tan-
to hay que cuestionar el binomio cristiano-musulmán, y desterrar por completo
el monólogo cristiano que predica Martínez Díez. Más concretamente, estamos
ante un desajuste onomástico entre ciudad y el medio rural, que se debe ne-
cesariamente a un sector de la población urbana. En un contexto urbano en el
cual tenemos referencias continuas a población judía, y una importante parte
de la onomástica de aparente corte semítico, sospechamos que buena parte del
percibido desajuste se debe a la existencia de una numéricamente importante
comunidad judía.
CuAntifiCACión De lA ComuniDAD juDíA De nÁjerANo creemos que sea descabellado pensar en términos de una minoría judía
que supondría la cuarta o la tercera parte de la población najerense a media-
dos del siglo XI. No tiene demasiado sentido ofrecer una cifra exacta puesto
que estamos en el terreno de la especulación, pero el volumen de onomástica
semítica en Rioja14, buena parte de la cual sabemos judía, los textos forales,
algunas noticias históricas, e incluso la presencia en Nájera de la corte (pues
bien conocido es el estrecho vínculo entre la monarquía cristiana y los judíos),
todos estos indicios apuntan hacia una nutrida presencia judía muy por encima
de los pocos individuos identificados expresamente como pertenecientes a esta
minoría en la documentación cenobítica del periodo.
¿Pero es factible tan elevada proporción? Los acercamientos a la demografía he-
brea en la España medieval se concentran, por razones más que evidentes, casi
exclusivamente en el Bajomedievo. En este contexto las cifras que manejan los
estudiosos sugieren que una proporción en torno a un 20% es una realidad en
muchas ciudades del Valle del Ebro. El caso de Huesca, con una cifra en torno
al 30%, nos parece especialmente significativo ya que existe cierto paralelismo
geopolítico entre su posición en el extremo de la Marca Superior de al-Andalus
(¿posible emporio para negociar con los reinos cristianos?) y la de Nájera.
aCerCaMientos CuantitatiVos
Todos los autores están de acuerdo en que la población judía sería una mino-
ría, y concretamente E. Cantera Montenegro afirma que “el porcentaje de los
hebreos en relación con la población total de todo el obispado [de Calahorra]
debió oscilar entre el 5 y el 10%, aunque, como vamos a ver a continuación, en
402 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
el caso de algunas poblaciones este porcentaje fue sensiblemente superior.”80
La mayoría de los autores también están de acuerdo en que la población judía
se concentraría más en los centros urbanos que en el medio rural81. Tampoco
habría una distribución equilibrada por todos los núcleos urbanos, y en el
contexto espacial que nos ocupa E. Cantera Montenegro comenta la práctica
inexistencia de datos referentes a población hebrea en Santo Domingo de la
Calzada, burgo nuevo y catedralicio quizás más conscientemente cristiano que
Nájera que, además de sede episcopal durante periodos del Altomedievo, tenía
que compaginar otras funciones como las de centro administrativo, cortesano y
mercantil de la Rioja Alta. Esto es clave para entender lo observado en Nájera.
En un mundo todavía mayoritariamente rural, y que además tendía a concentrar
su población judía en algunos centros urbanos, la lógica determina que sobre
una base de 5-10% de la población en total, la presencia judía en algunas ciuda-
des necesariamente estaría muy por encima de estas cifras. De nuevo, salvando
80. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 68.
81. Por ejemplo, CARRASCO, Sinagoga y mercado, p. 32, ”Esta preferencia por el mundo urbano – que venía
aconsejada no sólo por las necesidades para atender sus granados negocios, sino por las mayores oportunidades
para una mejor formación y práctica religiosa”.
Mapa XL. La minoría judía en el Alto Ebro
403David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
la evidente distancia cronológica, Tudela nos puede servir como paradigma: en
el siglo XIV congregaba el 83% de la población judía de su Merindad, y su alja-
ma suponía el 27% de la población de la ciudad, todo a partir de una presencia
judía en torno a un 11% en la Merindad y un 5,5% en el Reino82.
Al margen de casos excepcionales como Biel, nos parecen precisamente lo
que se esperaría de una sociedad mayoritariamente rural donde una minoría
esencialmente urbana alcanza el 10% de la población total. Incluso dentro del
mundo urbano hay diferencias evidentes, y si dejamos al margen los centros
más pequeños, parece emerger una división entre algunas fundaciones ple-
nomedievales (Logroño, Vitoria y Santo Domingo – que ni siquiera se registra
aquí) que devuelven cifras bajas, mientras en centros de cierta preeminencia
altomedieval (Huesca, Jaca, Calahorra y Tudela) las cifras son superiores, pre-
cisamente lo que indica E. Cantera Montenegro: “en el caso de algunas pobla-
ciones este porcentaje fue sensiblemente superior.”83
población judía de ciudades del Alto ebro durante el bajomedievo 84 85
LUGAR %84 FECHA AUTORIDAD85
Biel 72 c.1405 MOTIS DOLADER, p. 52
Luna 37 1409 MOTIS DOLADER, p. 52
Jaca 3686 c.1405 MOTIS DOLADER, p. 51
Huesca 35 c.1405 BAER87
Viana 29 1366 CARRASCO, p. 31 (n. 27)
Uncastillo 28 c.1405 MOTIS DOLADER, p. 52
Tudela 27 1366 CARRASCO, p. 32
82. CARRASCO, Sinagoga y mercado, pp.31-2. Asimismo, en Laguardia resulta llamativo el contraste entre el
centro urbano en sí (40 judíos entre ca. 300 vecinos) y sus aldeas (un solo judío entre 320), GARCÍA FERNÁNDEZ,
Laguardia en la Baja Edad Media, p. 66.
83. E. Cantera Montenegro no ofrece una cifra para Nájera. La mayor parte de sus cifras se derivan de los repar-
timientos de finales del siglo XV, y supondremos que no figura en estas fuentes, habiendo padecido un severo
declive a partir de la segunda mitad del siglo XIV, ”en el año 1439 la cabeza de pecho de los judíos de Nájera
estaba fijada en tan sólo 1.000 maravedíes de moneda vieja, cuando en 1290, en el Repartimiento de Huete era
de 19.318”, E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., p. 457.
84. Donde el autor ha indicado una franja porcentual, tipo “Haro, 10-14%”, en vez de una cifra concreta, hemos
sacado una media, asimismo hemos redondeado las fracciones.
85. BAER, Historia de los judíos en la España cristiana; E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis
de Calahorra en la Baja Edad Media; CARRASCO, Sinagoga y mercado; MOTIS DOLADER, Los judíos en Aragón
en la Edad Media (siglos XIII-XV).
404 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
LUGAR %84 FECHA AUTORIDAD85
Miranda 24 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69
Sos 23 c.1405 MOTIS DOLADER, p. 52
Calahorra 17 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69
Laguardia 14 1366 CANTERA MONTENEGRO, p. 68
Monreal 14 1366 CARRASCO, p. 31 (n. 27)
Calatayud 13 1397 MOTIS DOLADER, p. 50
Pamplona 13 s. XIV CARRASCO, p. 32
Tarazona 13 1405 MOTIS DOLADER, p. 50
Haro 12 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69
Cascante 11 1353 CARRASCO, p. 30 (n. 27)
Cornago 11 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69
Cervera 10 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69
Estella 10 1366 CARRASCO, p. 31 (n. 27)
Arnedo 9 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69
Briones 9 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69
Vitoria 7 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 69
Tafalla 6 1366 CARRASCO, p. 31 (n. 27)
Sangüesa 5 1366 CARRASCO, p. 31 (n. 27)
Daroca 4 c.1405 MOTIS DOLADER, p. 52
Logroño 3 fin. s.XV CANTERA MONTENEGRO, p. 6986 87
¿Son VÁliDAS eStAS CifrAS pArA el AltomeDieVo?Pues habría que tener mucho cuidado con extrapolar, sin más, especialmen-
te cuando existen contrastados fenómenos migracionistas, sobre todo la re-
acción ante la conquista almohade de al-Andalus. No obstante, hay buenos
argumentos para pensar que las cifras altomedievales podrían ser parecidas o
incluso superiores. En primer lugar, insistimos en que el paradigma castellano
no es aplicable a Nájera, que no debería ser heredera de la en sí cuestionable
idea de que antes de las migraciones plenomedievales apenas hubo pobla-
ción judía. Además, sin negar la importancia demográfica de las emigraciones
post-almohades, hay factores que sugieren que aun así las cifras que citamos
arriba no distarían tanto de la situación altomedieval como el importante lapsus
cronológico sugiere. E. Cantera Montenegro observa una mini-diáspora bajo-
86. Porcentaje que no explicita Motis Dolader, pero a partir de sus datos parece que los judíos poseían 85 de
235 casas.
87. Según MOTIS DOLADER, Los judíos en Aragón ..., p. 51.
405David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
medieval hacia el mundo rural, como reacción ante los saqueos de algunas
aljamas importantes durante las guerras de la segunda mitad del siglo XIV, con
los acontecimientos de 1360 y 1391 de especial trascendencia en la Diócesis de
Calahorra en general, y en Nájera en particular, pues su aljama nunca se recu-
peraría88. Las cifras que reproducimos arriba son, generalmente, posteriores a
estos fenómenos, y la conclusión ineludible sería que en periodos anteriores las
cifras deberían ser superiores89. Aun así no podemos extrapolar sin más desde
el Plenomedievo hasta el Altomedievo, desde el siglo XIII al siglo XI, pero por
lo menos la distancia se ha reducido a la mitad y la aplicabilidad potencial de
estas cifras ha crecido proporcionalmente.
En cuanto a la distancia entre las intuidas cifras plenomedievales y lo que
podríamos proyectar para el Altomedievo, asumimos que la irrupción almo-
hade habría provocado migraciones judías hacia el norte, pero denunciamos
la presuposición de que sea necesariamente el factor primordial a la hora de
explicar la nutrida presencia plenomedieval de esta minoría. Pues la tendencia,
una vez más90, es a recurrir a un factor exterior y una solución migracionista
para explicar una presencia semítica, cuando abundan las referencias explícitas
a población judía en Nájera durante el Altomedievo. Sin negar que el factor
almohade tuviera un impacto demográfico en las juderías del Alto Ebro, ofrece-
mos como contrapeso la observada cristianización de las elites de onomástica
semítica en La Rioja. Así el factor almohade viene a sustituir la población per-
dida por desgaste, y la presencia altomedieval se asemejaría a lo observado en
periodos posteriores.
ConCLusiones
No ha sido nuestra intención localizar y enumerar todas las referencias a judíos
que podría esconder la documentación cenobítica, sino cuestionar la idea de
que la única presencia diplomática judía se restringe a los individuos apodados
explícitamente como tales, y cuestionar también la tendencia, a partir de tan
88. E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de la diócesis de Calahorra ..., pp. 455-458.
89. “... tenemos que suponer que la población judía era más numerosa en el siglo XIII que en el XV”, SUÁREZ
FERNÁNDEZ, Judíos Españoles en la Edad Media, p. 96, citado por E. CANTERA MONTENEGRO, Las juderías de
la diócesis de Calahorra ..., p. 69.
90. Aludimos al supuesto origen andalusí de la onomástica semítica cardeniense.
406 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
la MinorÍa JuDÍa
exigua ‘presencia’, a extrapolar hacia la conclusión de que la presencia judía en
el norte peninsular es un fenómeno esencialmente ajeno al Altomedievo.
Para esto hemos partido de una base empírica relativamente firme: la documen-
tación referente a Nájera a mediados del siglo XI. Sin embargo, notamos que
la poca documentación anterior referente a la Rioja Alta también está repleta
de onomástica semítica, gran parte de ella semejante a la observada en Nájera
un siglo más tarde. Ante tal ‘coincidencia’, y después de lo observado en Ná-
jera, no nos atrevemos a decir que toda la antroponimia semítica riojana del
siglo X se limite a las dos religiones dominantes. Por ejemplo, en la temprana
diplomática albeldense se observan los siguientes vínculos onomásticos con las
juderías posteriores:
– Banzo (Albelda16, 947?), cf. Banço iudeo (Leire46,1050).
– Heret pescador (Albelda10, 944), una combinación de nombre semí-
tico y un oficio que aparece varias veces en contextos hebreos, cf.
Garsia Sanger piscatore, qui fuit hebreus (Rioja14.24, 1052)91.
– Iumiz Iben Donat (Albelda12, 945), ya hemos comentado, en relación
a Cogolla178, que Iuniz aparece varias veces en la aljama tudelana
del siglo XIII.
– Iuzefus Aborchri (Albelda7, 933), nombre usado en ambas comuni-
dades semíticas, aunque más frecuente en la hebrea, con numerosos
ejemplos riojanos del Plenomedievo92.
– Morterbef Ioenmoz (Albelda12, 945), el segundo elemento acaso una
transcripción errónea de Iben Moz < Moza, Mosse.
Por otra parte, reiteramos que la documentación cenobítica no supone, ni mu-
cho menos, la fuente idónea para el estudio de las comunidades hebreas, y que
en uno de los pocos registros alternativos que tenemos, los fueros, aparecen
los judíos como una minoría muy significativa. No es casualidad que la Historia
de las juderías del norte peninsular realmente arranca sólo cuando empiezan
91. También los casos bajomedievales leoneses de Abrafan y Za Pesquer, RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Las jude-
rías de la Provincia de León, pp. 93 y 111.
92. Por ejemplo, Iucef iudeo (Rioja14.13, 1052); Iucef Azafar (1099, Rioja45); Iucef Arraisou (Rioja139, 1145); Iu-
cef ilio de Çaheit y Iucef ilio de Muçe Alfaquimi (ambos Rioja319, 1192), además de media docena de referencias
en sendos textos (#65 y #288) de Aguilar de Campoo.
407David Peterson
la MinorÍa JuDÍa
a abundar registros escritos aconfesionales: los fueros, la documentación mu-
nicipal, las jarchas. Que la falta de datos empíricos condicione la historia es
inevitable, pero no lo es que, ante un fenómeno observado empíricamente, se
recurra siempre a soluciones inmigracionistas.
409David Peterson
Conclusiones generales
Comenzamos este estudio con referencia al extraordinario texto Cogolla166 que
delimitaba la frontera navarro-castellana entre el Pico de San Lorenzo y Nu-
mancia, un tramo serrano al sur del espacio en el cual hemos centrado nuestro
interés y sobre el cual esta noticia mantiene silencio. Este texto parece sugerir
que la idea de una frontera política a la vez lineal, fijada y pormenorizada no
tiene por qué ser un anacronismo en el periodo y espacio contemplados. Así,
nos habría gustado poder reproducir aquí el tramo de esta frontera corres-
pondiente al Pasillo, y, sin embargo, aun después de varios años de estudio y
cientos de páginas de análisis, no nos atrevemos a fijar su recorrido más que
aproximadamente.
Dos herramientas básicas se han empleado en acercamientos a este tipo de pro-
blema geográfico-histórico: la cronística y los escatocolos diplomáticos. No obs-
tante, su utilidad es muy limitada. Por ejemplo, las noticias oscuras y lacónicas
del conflicto astur-banuqasi en torno a Ibrillos y Grañón entre 899 y 904 aclaran
poco. ¿Dónde estaba la frontera antes y después? Lo poco que confirman estas
noticias es la naturaleza diacrónica de las fronteras políticas. Por otra parte, la
dificultad a la hora de interpretar los escatocolos ha sido la causa de gran parte
de los problemas analizados en el capítulo La Frontera Oriental de Castilla;
pues en el mejor de los casos este registro suele definir, y no siempre bien, la
adscripción política de un solo punto en un momento concreto, y ni así siempre
de una manera diáfana, ya que en las regiones fronterizas se cita a menudo a
autoridades de ambos lados de la muga. Se suele extrapolar metonímicamente
a partir del dato aislado, pero el problema metodológico es evidente.
410 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
ConClusiones generales
Ante la escasez de datos fidedignos sobre las fronteras políticas hemos recurri-
do en ocasiones a la geografía diocesana plenomedieval. Creemos que a partir
de ella, de su coincidencia con el recorrido de Cogolla166 en el tramo serrano
y de algunas noticias ptolomeicas podemos postular una genérica y longeva
frontera diocesana próxima a la actual frontera provincial Rioja-Burgos, pero
la correspondencia de este trazado con el propio de la geografía política no es
más que una hipótesis.
Ante estos problemas, ante la dificultad de establecer con precisión la frontera
política a partir de las herramientas tradicionales, hemos trabajado con la hi-
pótesis de que la frontera habría dejado su huella en la distribución de ciertos
estratos onomásticos que se concentran en un lado u otro de ella, y por tanto
la divisoria podría ser reconstruida a partir de fenómenos culturales plasmados
en la onomástica:
– la antroponimia, cuyo caso paradigmático es el de Oveco;
– la toponimia que incorpora el elemento Quintana;
– la hagiotoponimia de San Millán;
– y la toponimia vasca.
Trabajando con estas herramientas, nuestra tesis es que sobre un corredor diá-
fano de sentido latitudinal (el Pasillo) se asentó una frontera longitudinal du-
rante aproximadamente tres siglos a partir del abandono andalusí del cuadrante
noroeste de la Península. Estamos, por lo tanto, ante la confluencia de dos
fuerzas antagónicas: movimiento (el Pasillo) y bloqueo (la Frontera).
Si el carácter diáfano de este espacio lo confiere la misma configuración oro-
gráfica - un corredor entre dos sistemas montañosos que enlaza las dos cuencas
fluviales que dominan el norte peninsular - la causa fundamental del bloqueo
sería política: las decisiones tomadas por los dirigentes visigodos del Pasillo
ante el hecho de la invasión musulmana; una decisión coincidente con el pa-
radigma que describe Chalmeta de pacto o conquista. No obstante, los factores
geográficos también condicionarían el trazado de la frontera y su perdurabili-
dad: la propia estrechez del corredor lo hace vulnerable al bloqueo; mientras
desde Cellorigo en los Montes Obarenes se domina las tierras al sur de una
manera no replicada hacia el este donde la presencia del río Ebro al sur de la
Cordillera Cantábrica protege la mitad oriental del Pasillo.
411David Peterson
ConClusiones generales
En otro orden de cosas, los orígenes remotos de la frontera estarían en la
geografía administrativa romana, en sí probable heredera de anteriores circuns-
cripciones tribales, y que creemos perpetuarse en las divisiones diocesanas,
militares y administrativas del Reino de Toledo.
No obstante, insistimos en que los hechos más determinantes en la configura-
ción altomedieval de nuestra región serían políticos, y tendrían lugar en sendos
momentos del periodo 711-714, en Amaya y en Ejea. Primero, hacia 712, las
tropas del anónimo dux cantabriensis, apoyadas por refugiados del sur (iró-
nicamente, aquí sí hubo inmigración desde Córdoba hacia Castilla), se harían
fuertes en Amaya, pero serían derrotadas por el ejército magrebí liderado por
Tariq. Después, quizás al año siguiente, el conde Casio, consciente de lo que
había ocurrido a sus vecinos a poniente, saldría al encuentro de Muza cerca
de Ejea para rendirse y asegurar la integración pacífica de sus territorios en el
estado musulmán.
Expresado así parece una tesis anclada en la historia de los acontecimientos:
“la historia más apasionante, pero también la más peligrosa”, según Braudel.
Pero en realidad el mismo dilema se ventilaba en no pocos ámbitos de la mitad
Mapa XLI. La relación entre la frontera político-diocesana y ciertos fenómenos onomásticos
412 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
ConClusiones generales
meridional del desmembrado imperio romano: qué hacer ante los invasores
árabes. Las dos posibles decisiones, rendición o resistencia, que conducían casi
siempre a pacto o conquista, son paradigmáticas de la suerte de la mayor parte
de la cuenca mediterránea, y en el Pasillo están yuxtapuestas de una manera
relativamente nítida.
Al final ambos espacios se habrían incorporado a al-Andalus, pero la divergente
manera en que lo hicieron conduciría a diferencias importantes. En términos
genéricos, podemos hablar de relativa continuidad en las tierras (pactistas) al este
de la frontera, y cambios más sustantivos en la región (conquistada) al oeste. So-
bre todo, esto supondría una arabización más intensiva al oeste. Esta conclusión,
quizás la más importante del estudio, es consecuencia directa de la aplicación
del paradigma de Chalmeta a los acontecimientos en nuestra región, pero resulta
problemática y counter-intuitive, sobre todo cuando el periodo de incorporación
plena de Castilla en al-Andalus duró relativamente poco: menos de medio siglo.
La explicación tiene dos facetas: la intensidad de la arabización durante las
dos generaciones después de la conquista; y el hecho de que, aun después del
abandono de Castilla por los andalusíes a mediados del siglo VIII, la coyuntura
del limbo desestructurado en el cual se encontró este espacio, el prestigio del
modelo cultural andalusí, y la ausencia de modelos alternativos hizo que el
modelo arabizante permaneciera en vigor durante otro siglo.
Esta arabización de Castilla ha dejado huellas onomásticas que nos permiten
detectar el proceso. La toponimia propiamente árabe parece limitarse a las
estructuras militares y administrativas (Alcocero, Medina), en tanto que huellas
más pormenorizadas del impacto socioeconómico en la campiña se han mante-
nido exclusivamente en romance (Quintana). Es muy difícil detectar la religio-
sidad a partir de las herramientas disponibles, pero parece prudente suponer
también un grado de islamización detrás de la referencia cronística a “los de
fe vacilante”. Habría colonos foráneos, la mayoría bereberes, aunque éstos no
serían necesariamente ni musulmanes ni arabo-parlantes, pero la mayor parte
de la población sería autóctona y de habla romance.
El hecho de que Castilla se arabizara más de lo que se habría esperado a partir
de tan efímera integración en al-Andalus ha sido mal asimilado por la historio-
grafía. En parte quizás porque sería una verdad incómoda, en parte porque los
acontecimientos no siempre son evidentes a partir de las lacónicas y frecuente-
413David Peterson
ConClusiones generales
mente contradictorias fuentes (noticias genéricas de pactos en el noroeste pe-
ninsular acompañan la probable conquista y saqueo de Amaya), y en parte por
la tesis de Despoblación que arraigó con tanta fuerza en el altomedievalismo
del siglo XX. Así, para explicar la innegable presencia de onomástica semítica
en estas tierras, se ignoró por completo el periodo andalusí y se inventó la idea
de la inmigración mozárabe – una especie de ‘mentira piadosa’ historiográfica.
Y sin embargo los problemas con esta tesis mozarabista son fundamentales.
Por ejemplo, extraña que haya durado tanto tiempo la idea de que refugiados
cristianos hubiesen ‘bautizado’ Mahamud a un pueblo burgalés.
Sospechamos que, en parte, esta tesis haya aguantado tan tenazmente por la
confusión que rodea la voz mozárabe, que tiene dos acepciones prácticamente
antagónicas pero que se funden (y confunden) en la historiografía: por un lado
está el significado que empleaba Simonet, que remite a los cristianos dentro de
al-Andalus que en muchos casos se resisten a la arabización; por otro lado, el
significado más etimológico hace referencia a un cristiano arabizado, residente
o no en al-Andalus.
Cuestionar el origen cordobés1 de esta onomástica en la Meseta Norte no es en
sí novedoso: valioso trabajo al respecto ya se ha hecho en León, aunque no
siempre han sido asimiladas ni desarrolladas las implicaciones de tipo histórico.
Además nos parece interesante aplicar estas ideas a Castilla, escenario que,
por varios motivos, permite un análisis enriquecido. En primer lugar, porque
las pocas inmigraciones ‘mozárabes’ documentadas se dirigieron hacia León,
lo cual aportaría algo de credibilidad a la solución tradicional, si no fuera
que en Castilla, donde aparece la misma onomástica, no hay rastro de tales
migraciones. En segundo lugar, porque en Castilla la evidencia cronística de
conquista (en Amaya) es relativamente nítida. Y tercero, porque disponemos
de una valiosa herramienta en el texto Cardeña14 que nos permite contrastar la
onomástica clerical con la campesina, y notar que lo semítico se concentra en-
tre el campesinado, observación difícil de cuadrar con un origen en supuestas
inmigraciones de inspiración religiosa.
1. Recurrimos a este calificativo porque ni mozárabe ni andalusí son adjetivos adecuados para diferenciar entre
la tesis inmigracionista tradicional que rechazamos, y los orígenes de esta onomástica que sí sería mozárabe en
sentido de ‘arabizada’, y andalusí en el sentido en que tiene sus orígenes en el medio siglo en que la Meseta
Norte estuvo incorporada en al-Andalus.
414 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
ConClusiones generales
CrÍtiCa MetoDoLÓgiCa
Nuestro análisis onomástico de la frontera del Pasillo queda un poco descom-
pensado ya que las cuatro pruebas citadas se concentran en el mismo lado
(castellano) de la muga. Se debería matizar esta crítica ya que en la metodología
de los clusters las ausencias pueden ser tan significativas como las concen-
traciones, caso, por ejemplo, de Quintana, cuya ausencia de toda La Rioja
menos de su franja más occidental es muy llamativa. En fin, lo que más llama
la atención es la diferencia distributiva entre dos espacios, y lo que emerge es
una auténtica frontera. También resulta muy llamativa la escasez de iglesias
dedicadas a San Millán al este del excéntrico (en el sentido geométrico) centro
del culto en Berceo: sin duda es un santo riojano, pero su culto es castellano.
No obstante, a pesar de estas matizaciones, la crítica de descompensación sí
tiene algo de validez. Hemos intentado paliarlo con el análisis de la toponimia
que incorpora el elemento Zahara, aunque cuantitativamente no se puede
comparar tan pequeño y oscuro cluster con el de Quintana, cuya proliferación
aumenta la validez de su testimonio. También intuimos diferencias tipológicas
entre la arabotoponimia en los dos extremos del Pasillo, con más toponimia
descriptiva en las tierras orientales, y más antropotoponimia en Castilla, y sería
interesante seguir en la labor de caracterizar la toponimia riojana.
El hecho de que sean cuatro las pruebas onomásticas utilizadas para definir la
frontera desde el lado castellano permite que se consolide la hipótesis. Si, por
ejemplo, no encajara tan bien la distribución de la toponimia vasca en el modelo
que surge del estudio de los otros fenómenos onomásticos, entonces serían más
convincentes las explicaciones alternativas para su pronunciada concentración en
tierras castellanas: el desequilibrio diplomático, por ejemplo. Así es importante
que el mismo patrón se materialice en varios y variados estratos onomásticos.
Pues si el testimonio de la toponimia vasca está debilitado por el desequilibrio
diplomático, no así la toponimia actual en Quintana o la hagiotoponimia referen-
te a San Millán; y viceversa, la debilidad más evidente de cualquier metodología
basada en la toponimia actual, su falta de contextualización cronológica, se palia
con recurso a metodologías basadas en el registro diplomático.
También cabe una dosis de autocrítica en cuanto a la metodología empírica
empleada en el análisis de la toponimia en Quintana. Aún falta por estudiar a
fondo su distribución en Galicia y en Portugal, para ver si aparecen otras fronte-
ras onomásticas que correspondiesen a la diferencia entre áreas pactistas y sus
415David Peterson
ConClusiones generales
vecinas conquistadas. Pero esto en sí demuestra el valor del Pasillo, puesto que
en pocos lugares de la Península se yuxtaponen dos espacios tan fácilmente
diferenciables en cuanto al paradigma pacto-conquista como el Condado de
Casio y el Ducado de Cantabria.
otras iMPLiCaCiones De nuestra ProPuesta
El paradigma pacto-conquista tiene implicaciones no sólo para la mitad castella-
na del Pasillo sino también para la mitad riojana donde habría que esperar una
arabización e islamización más gradual. A partir de esta premisa y de la manera
en que los Omeyas abandonaron este espacio hacia 925, en una secuencia de
acontecimientos que difícilmente se podría caracterizar como una Reconquista
cristiana, cuestionamos el grado de islamización de este espacio, y en general
su grado de integración en el mundo andalusí.
La idea de la Reconquista de La Rioja tiene cierto paralelismo con el equivalen-
te espejismo castellano de la inmigración mozárabe: en ambos casos se trata
de resolver los desconcertantes y counter-intuitive resultados del paradigma
de Chalmeta, y cuadrar la evidencia (onomástica semítica en Castilla, pose-
sión navarra de la Rioja Alta) con una visión simplificada (reducida al binomio
cristiano-musulmán) de la compleja realidad de las tierras en la periferia de
al-Andalus.
La naturaleza matizada de la penetración navarra en La Rioja también obliga a
reconsiderar la presencia castellana en tierras hoy riojanas. Frecuentemente esta
presencia ha sido denunciada como intrusionista, tendencia historiográfica que
no parece tener una sólida base empírica.
Si se descarta esta idea, como sugerimos, y se reconoce la pertenencia de facto
de estas tierras altorriojanas a Castilla hasta mediados del siglo X, la naturaleza
castellana de los cuatro estratos onomásticos analizados queda mucho más
manifiesta. Tanto el nombre Oveco, como el culto de San Millán, la temprana
toponimia vasca e incluso la toponimia en Quintana tienen una presencia en
La Rioja actual, pero casi exclusivamente en sus márgenes más occidentales, y
de una manera muy pronunciada en el caso de Quintana, cuantitativamente el
más abundante, y por tanto el más convincente, de los estratos. La coincidencia
en esta distribución de los cuatro estratos refuerza nuestra convicción de que
la historia de estas comarcas entre aproximadamente dos siglos (ca. 750-950)
416 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
ConClusiones generales
tiene más que ver con el naciente Condado de Castilla que con los poderes
banuqasi o navarro.
Esta evaluación se extiende al monasterio de San Millán de la Cogolla, cuya
diplomática más temprana también apunta insistentemente hacia Castilla, hacia
su casa condal, e incluso más hacia Álava que hacia La Rioja. Aquí la geografía
del culto del santo de Berceo deja de ser un estrato onomástico-cultural más
y se convierte en un testimonio directo de la vinculación temprana de este
monasterio - y el culto asociado - con Castilla.
La toponimia vasca que aparece al sur del Ebro antes del año mil también
se limita casi por completo a tierras vinculadas con la casa condal castellana,
y apenas aparece en las tierras controladas por los navarros en sus primeras
décadas al sur del Ebro. Esta distribución es más serrana que la de los otros
elementos onomásticos detectados en el lado castellano de la Frontera, pero el
manifiesto vínculo filológico con el dialecto alavés refuerza nuestra convicción
de que obedece esencialmente al mismo contexto y cronología que explica la
distribución del culto a San Millán y la distribución de algunos antropónimos
como Oveco. La geografía de esta toponimia vasca es, sugerimos, una valiosa
herramienta para su contextualización cronológica. Así, debe de encajar en el
periodo 750 – 950, y probablemente hacia principios de este periodo; cronolo-
gía avalada grosso modo por los indicios filológicos.
Creemos que la aparición algo más tarde en la Rioja Alta de toponimia vasca
generalmente sufijada en –uri obedece a una posterior dinámica migratoria:
mayoritariamente alavesa en origen y altorriojana en destino; ahora sí estre-
chamente vinculada con la monarquía navarra; y que tendría lugar, sobre todo,
durante el segundo cuarto del siglo undécimo.
Además del origen alavés de estos colonos tardíos, la relación entre Álava y
este espacio, antaño marca oriental del Reino de León, sería tan pronunciada
que desde la perspectiva árabe se refería con cierta regularidad a tierras tan
meridionales como Osma y Gormaz como Álava. Esto, que es un uso alóctono
y esencialmente erróneo, no tendría demasiada importancia si no fuera que
Álava fue el blanco genérico de gran parte de las aceifas califales de los siglos
VIII-X, y nos preguntamos hacia dónde se dirigían estas campañas. ¿Todas
buscaban penetrar en la Llanada alavesa?
417David Peterson
ConClusiones generales
La intencionalidad que está detrás del capítulo dedicado a la minoría judía es
dual: la de insistir en la complejidad (lingüística, étnica y religiosa) del espacio
y sociedad estudiados; y la de cuestionar la tendencia a recurrir siempre a
soluciones inmigracionales ante cualquier estrato onomástico no romance y
cualquier comunidad no cristiana. Ya que concebimos a esta sección como
todavía en grado de hipótesis no hemos querido desarrollar la cuestión de las
implicaciones geopolíticas de esta importante minoría, pero también las habría,
tanto en el momento de la invasión, como en la decisión omeya de abandonar
este territorio.
Por último, y más genéricamente, reivindicamos el uso historiográfico de la
onomástica, y específicamente la recuperación del contenido de la documenta-
ción ‘popular’, tan rica en una antroponimia llamativamente alejada de la de las
clases dirigentes siempre sobre representadas en la diplomática.
419David Peterson
apéndice i. Quintana
Datos para acompañar el mapa #XiV
nº ref
nombre comarcalatitud
(N)longitud
(W)
1. Quintanar de la Sierra Sierra 41º 58’ 3º 02’
2. Quintanilla de las Dueñas Cerezo 42º 30’ 3º 06’
3. Quintanilla del Monte Cerezo 42º 25’ 3º 11’
4. Quintanilla San García Briviesca 42º 33’ 3º 11’
5. Quintanilla de Urrilla Valdelaguna 42º 08’ 3º 12’
6. Quintanaloranco Cerezo 42º 30’ 3º 13’
7. Quintanilla Cabe Soto Pancorbo 42º 40’ 3º 17’
8. Quintanaélez Pancorbo 42º 40’ 3º 17’
9. Quintana Martin Galindez Tobalina 42º 47’ 3º 17’
10. Quintanillabón Briviesca 42º 36’ 3º 18’
11. Quintanaseca Tobalina 42º 46’ 3º 19’
12. Quintana María Tobalina 42º 47’ 3º 19’
13. Quintanilla la Ojada Losa 42º 55’ 3º 20’
14. Quintanarraya Clunia 41º 48’ 3º 21’
15. Quintana Entrepeñas Losa 42º 53’ 3º 21’
16. Quintanabureba Briviesca 42º 36’ 3º 22’
17. Quintanilla Montecabezas Losa 42º 52’ 3º 22’
18. Quintanilla Cabrera Lara 42º 11’ 3º 25’
19. Quintanavides Monasterio 42º 29’ 3º 25’
20. Quintanilla del Monte en Juarros Oca 42º 23’ 3º 26’
21. Quintana Urria Briviesca 42º 34’ 3º 26’
22. Quintanilla Cabe Rojas Briviesca 42º 36’ 3º 26’
23. Quintanilla Sopeña Espinosa 43º 05’ 3º 27’
24. Quintanilla de Pienza Medina 43º 00’ 3º 28’
25. Quintanilla de las Viñas Lara 42º 07’ 3º 28’
420 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
aPÉnDiCe i. Quintana
nº ref
nombre comarcalatitud
(N)longitud
(W)
26. Quintana de los Prados Espinosa 43º 05’ 3º 30’
27. Río - Quintanilla Oña 42º 44’ 3º 30’
28. Quintanaopio Oña 42º 45’ 3º 30’
29. Quintanilla de Ricuerda Clunia 41º 46’ 3º 30’
30. Quintanalacuesta Medina 42º 52’ 3º 30’
31. Quintanilla del Coco Silos 41º 58’ 3º 31’
32. Quintanalara Lara 42º 11’ 3º 32’
33. Quintanapalla Burgos 42º 25’ 3º 33’
34. Quintanilla de los Adrianos Villarcayo 42º 57’ 3º 33’
35. Quintanilla Riopico Burgos 42º 21’ 3º 34’
36. Quintanilla Socigüenza Villarcayo 42º 57’ 3º 35’
37. La Quintana de Rueda Villarcayo 42º 58’ 3º 35’
38. Quintana de Valdevielso Valdevielso 42º 51’ 3º 36’
39. Quintanilla del Rebollar Sotoscueva 43º 04’ 3º 37’
40. Quintanilla Ausines 42º 14’ 3º 37’
41. Quintanarruz Poza 42º 34’ 3º 37’
42. Quintanilla de los Caballeros Clunia 41º 48’ 3º 37’
43. Quintanilla Valdebodres Villarcayo 43º 00’ 3º 40’
44. Quintanilla del Agua Lerma 42º 02’ 3º 40’
45. Quintanajuar Páramo Masa 42º 38’ 3º 40’
46. Quintanaloma Sedano 42º 41’ 3º 40’
47. Quintanilla Morocisla Burgos 42º 25’ 3º 41'
48. Quintanaortuño Ubierna 42º 27’ 3º 41'
49. Quintanilla Sotoscueva Sotoscueva 43º 03’ 3º 41’
50. Quintanilla Sobresierra Ubierna 42º 34’ 3º 43’
51. Quintanilla Colina Zamanzas 42º 50’ 3º 43’
52. Quintanabaldo Valdebezana 42º 59’ 3º 44’
53. Quintanilleja Muñó 42º 11’ 3º 45’
54. Quintanadueñas Burgos 42º 23’ 3º 45’
55. Quintana del Pidio Aranda 41º 46’ 3º 45’
56. Quintanilla Escalada Lora 42º 49’ 3º 46’
57. Quintanilla de la Mata Lerma 41 59’ 3º 46’
58. Quintanilla de las Carretas Burgos 42º 19’ 3º 49’
59. Quintanilla Pedro Abarca Páramo Masa 42º 34’ 3º 49’
60. Quintana del Pino Urbel 42º 37’ 3º 49’
61. Quintanaentello Valdebezana 42º 59’ 3º 49’
62. Las Quintanillas Tardajos 42º 23’ 3º 51’
63. Quintanilla de San Román Valdebezana 42º 58’ 3º 51’
64. Quintanilla Somuñó Muñó 42º 15’ 3º 53’
65. Quintanilla de la Presa Villadiego 42º 36’ 3º 57’
421David Peterson
aPÉnDiCe i. Quintana
nº ref
nombre comarcalatitud
(N)longitud
(W)
66. Quintanamanvirgo Roa 41º 45’ 3º 58’
67. Quintanilla de Sta Gadea Arija 42º 58’ 3º 58’
68. Quintanas de Valdelucio Amaya 42º 43’ 4º 07’
69. Quintanilla de Riofresno Villadiego 42º 33’ 4º 13’
En el corpus del estudio, al margen de algunos ejemplos ofrecidos para ilustrar
la temprana aparición de este estrato, hemos trabajado esencialmente a partir
de la toponimia actual, alegando lo dificultoso que resulta, debido a la com-
binación de homonimia y escasa contextualización, casar las abundantísimas
pero lacónicas apariciones diplomáticas de este estrato toponímico con firmes
identificaciones y ubicaciones que permitirían una cartografía fidedigna. Como
esa cartografía es fundamental a nuestra metodología recurrimos a la toponimia
actual. Esa es nuestra justificación, pero en un estudio de este tipo, y después
de haber manejado la diplomática (tan poco esclarecedora en este caso), debe-
ríamos por lo menos presentar los resultados de la criba diplomática, aunque
no sirva para otra cosa que no sea el ejemplificar la abundancia de este estrato
en el registro manejado.
Además de lo que detallaremos a continuación, en las siguientes colecciones
diplomáticas no hemos encontrado ninguna referencia de este tipo: Albelda,
Leire, Pamplona, Valpuesta y Valvanera. Lo más llamativo es quizás la ausencia
de este estrato del ‘castellano’ fondo diplomático valpostano. En la Colección
Diplomática de La Rioja las únicas apariciones de esta toponimia hacen referen-
cia todas a territorio castellano.
Lo que presentamos es esencialmente un listado ordenado cronológicamente,
centrada en las apariciones diplomáticas de esta toponimia y no en la realidad
geográfica que representa. Aún así, donde se juntan varias referencias a lo que
parece ser el mismo asentamiento en una serie de textos relacionados hemos
reunido las referencias. Sin embargo, no ha sido nuestra intención desenmade-
jar tamaño lío, para eso la obra Pueblos y Alfoces de Martínez Díez.
422 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
aPÉnDiCe i. Quintana
fecha 1ª ref.
Referencia diplomática
fuente comentario
912 Quintana de Bistia Condes1 Covarrubias
915 Quintana de Cautare Cardeña8 Cótar
929 Quintanas Condes4, Burgos? Ausines
931 Quintana Condes6, Arlanza11 illa Quintana qui est de Steuano Euenas
932 Quintanilla Riopico Cardeña22, Condes8 = Quintanilla de Riopico
937 Quintanas Condes10, Arlanza15 illas quintanas
939 Quintanilla de Motubas
Cardeña31 = Quintanilla Vela, Modúbar de la Cuesta
950 Quintana de los Cojos Cardeña72, Condes44 Despoblado del alfoz de Burgos
951 Quintana de Muci Cogolla60 Quintana de Muez? Bureba
957 Quintanare Cardeña91 Cardeña?
968 Quintanilla Cardeña134 Santoyo
968 Quintana de Probitio Cardeña137, Condes34 = Quintana del Pino
969 Quintanas de Rricla Cardeña142, Condes35 Rezmondo, Pisuerga
969 Quintana Seca Cardeña144 Despoblado del alfoz de Ausines
969 Quintanas Condes35, Cardeña142 quintanas quem dicunt de Prato de Guttier
969 Quintanilla de Riofresno
Condes35 = Quintanilla de Riofresno
978 Quintanella de Fiamio Condes52, Covarrubias7 Lerma
999 Quintana Condes p.438 Reinosa
999 Quintanilla Condes p.438 Reinosa
1003 Quintaniel(l)a de Bureba
Condes62, Cogolla123, 274, 275, 365
¿= Quintanabureba?
in Borueva sita inter Soto Longo et Navas
1011 Quintana Condes64, Oña8
1011 Quintanopio Condes67, Oña10 = Quintanaopio
1011 Quintana de Usornio Condes64, Oña8
1011 Quintana de los Albos Condes66, Oña9 Despoblado del alfoz de Pancorbo
1011 Quintana Marzán Condes66, Oña9 Despoblado del alfoz de Pancorbo
1011 Quintana Meganna Condes64, Oña8
1011 Quintana Seca Condes64, Oña8 Cillaperlata
1011 Quintanaceth Condes66, Oña9 Bureba
1011 Quintanafeliz Condes66, Oña9 = Quintanaélez, Pancorbo
423David Peterson
aPÉnDiCe i. Quintana
fecha 1ª ref.
Referencia diplomática
fuente comentario
1011 Quintanas Condes64, Oña8
1011 Quintaniella Condes64, Oña8
1011 Quintanilla Condes71, Oña14 Quintanilla cabe Rojas?, Bureba
1012 Quintana de Ferreros Cogolla144, Condes72
1013 Quintana Cogolla147 Briviesca
1013 Quintana de Assur Nunniz
Cogolla147 = Quintanasur, Oca?
1025 Quintaniella Cogolla179 Redecilla
1025 Quintaniella Cogolla180 Alfoz de Fornello
1025 Quintaniella de sursum
Cogolla180 Alfoz de Langrares
1028 Quintaniella Cogolla187 Bureba
1028 Quintaniella de Olleros
Cogolla189, Cogolla2/386
Fresneña
1029 Quintanilla de Riba de Cortizis
Peña49 Grañón
1029 Quintana de S. Mames Peña49
1031 Kintana descapa Peña55
1040 Quintana Cardeña236 Villariezo
1049 Quintana Cogolla259 Belorado
1050 Quintana Morelle Cogolla273 Bureba
1050 Quintaniella Cogolla274, 275, 353, Cogolla2/323, 473
Pancorbo
1058 Quintana Cogolla299D = Quintanaloranco?
1061 Quintana Cardeña291 Torquemada
1062 Quintaniella Cogolla320 Rioja Alta / alavesa?
1062 Quintana Cogolla327 Bureba
1065 Quintanilla Cardeña312 Quintanilla la Yerma, Briviesca
1067 Quintaniella (Veigas de)
Cogolla365 Bureba
1068 Quintana Maria Cogolla367 = Quintana Maria
1068 Quintana Montane Cogolla367; Rioseco57 = Quintanaloma
1071 Quintana Cardeña332 Atapuerca
1072 Quintana Amunna Cogolla401, Cogolla2/258, 273, 490, 493, 495
Fonzaleche
1072 Quintanella de Besica Cogolla400 Quintanilla de Vesga, Bureba
1072 Quintana Cardeña336 Olmos de Pisuerga
424 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
aPÉnDiCe i. Quintana
fecha 1ª ref.
Referencia diplomática
fuente comentario
1075 Quintaniella Cogolla430, Cogolla2/167
Grañón
1075 Quintaniella Cogolla429 Grañon
1084 Quintaniella Cogolla2/88 Ibrillos
1086 Quintana Cogolla2/113 Miranda
1088 Quintana (Nuniuni?) Cogolla2/178, 179, 180 Pancorbo
1095 Quintana Cogolla2/251 Miranda
1097 Quintaniella Cogolla2/266 Rioja Alta?
1102 Quintana Cogolla2/290 Resa, Rioja Baja
1134 Quintana Cogolla2/364 Pancorbo
1139 Quintana Sueri Rioseco1, 3, 4; Rioja305, = Quintanajuar
1139 Quintanella supra serram
Rioseco1, 4; = Quintanilla Sobresierra
1146 Quintanar Cogolla2/386, Calzada39 = Quintanar de Rioja
1150 Quintana Cabarrosa Rioseco5 = ¿Quintana Cabe Rojas?
1152 Quintana Fortuno Rioja513, Rioseco14 = Quintanaortuño
1152 Quintanilla de Bon Rioja513 = Quintanillabon
1156 Quintana Calzada15 Salinas de Añana?
1156 Quintanar Ibeas12, 17 Despoblado del alfoz de Arlanzón
1160 Quintanilla Calzada36 Rioja Alta
1164 Quintaniella Ibeas14, Ibeas57 Ibeas
1169 Quintaniella de S. Garcia
Cogolla2/411 = Quintanilla San García
1170 Quintana Rioseco11 Oña
1171 Quintanillas Ibeas20 Bureba
1175 Quintana Cogolla2/426 Valdegovía
1175 Quintaniella Cogolla2/426 Valdegovía
1176 Quintanaferruz Rioseco27; Rioja305 = Quintanarruz
1182 Quintaniela Calzada54 valle del Oja
1189 Quintana Rioseco55; Rioja305 Bureba
s.XII Quintaniela de Peidra Auarcha
Rioseco70 = Quintanilla Pedro Abarca
1209 Quintanilla Ibeas37
1230 Quintaniela Ibeas43
1263 Quintaniella Ibeas51
1284 Quintaniella de Valdeorbaneia
Ibeas61
s.d. Quintana presor Calzada149 Pancorbo
425David Peterson
toponimia en Quintana en el pasillo según mArtínez Díez, pueblos y alfoces
Alfoz Asentamientos actuales (24) Despoblados (27)
Burgos QuintanadueñasQuintanapallaQuintanilla de las CarretasQuintanilla MorocislaQuintanilla de Riopico
QuintanaQuintana de los CojosQuintanapuercasQuintanilla [de Quintanadueñas]Quintanilla de Sancta MaríaQuintanilla [de Villariezo]Quintanilla Vela
Ubierna QuintanajuarQuintanaortuñoQuintanarríoQuintanilla-Sobresierra
Quintana [de Ubierna]QuintanalayQuintanalesQuintanalesQuintanarcos
Juarros - Quintanilla de la Vega
Poza QuintanaburebaQuintanaopioQuintanarruzQuintanaurriaQuintanilla Cabe RojasRío-Quintanilla
QuintanaQuintanasusoQuintanilla AldenasQuintanilla de AbajasQuintanilla de Don Juan Laínez
Pancorbo QuintanaQuintanilla cabe SotoQuintanilla San García
Quintana de los AlbosQuintana MarzánQuintanaZamanonQuintanilla
Briviesca Quintanillabón Quintanilla la YermaQuintanilleja
Monasterio Quintanavides Quintana del Valle
Arlanzón Quintana del monte en Juarros
Quintana de AtapuercaQuintanar
Oca - -
Pedroso - -
Cerezo QuintanalorancoQuintanilla de las DueñasQuintanilla del Monte
427David Peterson
apéndice ii. oveco
Cuando el mismo individuo aparece en más de un texto sólo lo contabilizamos
una vez.
Sólo documentación emilianense referente al Pasillo y de los siglos X y XI. Se
excluyen referencias a Álava, Navarra, Castilla (no burebana) etc.
Sólo nombres de pila
hasta 1050 Siglos X y XI
Comarca nº Ovecos TOTAL % nº Ovecos TOTAL %
BUREBA 35 646 5,42 66 1614 4,09
OJA - 35 - 1 115 0,87
NÁJERA 2 331 0,60 2 991 0,20
incluyendo patronímicos
hasta 1050 Siglos X y XI
Comarca nº Ovecos TOTAL % nº Ovecos TOTAL %
BUREBA 44 646 6,81 100 1614 6,20
OJA 1 35 2,86 3 115 2,61
NÁJERA 2 331 0,60 4 991 0,40
428 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
aPÉnDiCe ii. oVeCo
sÓLo noMbres De PiLa
Al oeSte Del ojA
1. Oveco Adolfez 940 SM27 Cerezo
2. Oveco de Beruesca 950 SM58 Briviesca
3. Oveco 951 SM61 Arlanzón
4. Oveco Telluz 951 SM62 Tormantos
5. Oveco presbiter 959 SM79 Bascuñana
6. Oveco Urzequi 967 SM86 Belorado
7. Oveco Assuriz 971 SM89 Leiva
8. Oveco presbiter 971 SM89 Leiva
9. Oveco 972 SM90 Tosantos
10. Oveco Aviaza 989 SM101 Amurrihuri
11. Oveco Gutier 991 SM102 Grañón
12. Oveco 991 SM103 Briviesca
13. Oveco 995 SM109 Hiniestra
14. Oveco 997 SM114 Alarcia? (Falariza)
15. Oveco 1001 SM120 Hiniestra
16. Oveco 1005 SM127 Hiniestra
17. Oveco Alvarez 1006 SM129 Tosantos
18. Oveco 1008 SM134 Pancorbo
19. Oveco frater 1009 SM137 Obarenes
20. Oveco frater 1009 SM137 Obarenes
21. Oveco Alvariz frater 1009 SM137 Obarenes
22. Oveco 1009 SM137 Obarenes
23. Oveco 1013 SM147 Hiniestra
24. Oveco 1013 SM149 Hiniestra
25. Oveco 1013 SM150 Briviesca
26. Oveco 1017 SM169 Hiniestra
27. Obeco Assuriz 1025 SM179 Belorado
28. Oveco Garcia 1032 SM176 Espinosa del Monte
29. Obeco 1033 SM198 Grisaleña
30. Obeco 1033 SM198 Grisaleña
31. Oveco 1037 SM210 Grañón
32. domno Oveco abbate 1037 SM210 Grañón
33. Oveco Ceco 1037 SM210 Grañón
34. Oveco Iklaz 1050 SM273 Aguilar de Bureba
35. Oveco Munioz 1050 SM273 Aguilar de Bureba
36. Oueco 1055? SM118 Cubo de Bureba
37. Oueco 1055? SM118 Cubo de Bureba
38. Obieko de Loranko 1058 SM299 Quintanaloranco
429David Peterson
aPÉnDiCe ii. oVeCo
39. Oveco Ovecoz 1058 SM304 Treviana
40. Eita Ovecoz 1062 SM327 Briviesca
41. Oveco Semenoz 1067 SM365 Briviesca
42. domno Oveco 1068 SM369 Grañón
43. domno Oveco 1068 SM369 Grañón
44. Oveco Pinguelez 1068 SM371 Ribarredonda
45. Oveco Bravolgez de Zunieta 1068 SM372 Zuñeda
46. Oveco de Posatas 1070 SM389 Cubo de Bureba
47. domno Oveco 1073 SM412 Grisaleña
48. Oveco Nunnez 1073 SM406 Zuñeda
49. Oveco Ruderiz 1073? SM2/497 Grisaleña
50. Obico Savo 1074? SM2/282 Grisaleña
51. Ovico Bravolioz 1074? SM2/282 Grisaleña
52. Oueco Garceiz 1080? SM2/496 Valluércanes
53. Oveco 1083 SM2/59 Hornillos del Camino
54. Oveco Garceiz 1083 SM2/59 Hornillos del Camino
55. Oveco Elias 1085? SM2/507 Hornillos del Camino
56. Oveco Telliz 1085? SM2/507 Hornillos del Camino
57. Oveco Gutierrez 1089 SM2/194 Fonzaleche
58. Oveco Ovecoz 1089 SM2/194 Fonzaleche
59. Oveco Sabastianiz 1089 SM2/194 Fonzaleche
60. Oveco Telluz 1089 SM2/194 Fonzaleche
61. Ovieco de Morales de Suso 1092 SM2/221 Morales (Grañón)
62. Oveco Cipranez 1096? SM2/490 Fonzaleche
63. Oveco Naniz 1096? SM2/491 Bureba?
64. Ovieco Covo 1096? SM2/493 Fonzaleche
65. Ovieco Telliz 1096? SM2/493 Fonzaleche
66. Ovieco Vincentiz 1096? SM2/495 Fonzaleche
Al eSte Del río ojA
67. Oveco Blascoz 1050? SM276 Zarratón
68. Oveco Momez 1044 SM227 Alesanco
69. dompno Oveco tornero 1045? SM290 Berceo
PatronÍMiCos
burebA
Álvaro Ovecoz 950? Cogolla59
Vincenti Ovecoz 971 Cogolla89
Blasco Ovecoz 1006 Cogolla129
430 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
aPÉnDiCe ii. oVeCo
Munnio Ovecoz 1007 Cogolla130
Sancio Ovecoz 1032 Cogolla176
Feles Oveco 1043 Cogolla225
Álvaro Ovecoz 1050? Cogolla275
Frenandi Ovecoz 1050 Cogolla273
Munnio Ovecoz de Aquilar 1050 Cogolla273
Gonzalvo Ovecoz 1052 Cogolla286
Oveco Ovecoz 1058 Cogolla304
Zite Oveco 1062 Cogolla326
Blasco Ovecoz 1062 Cogolla327
Galindo Ovecoz 1062 Cogolla325
Beila Ovecoz de Riparetunda 1063 Cogolla331
Dominico Ovecoz 1073? Cogolla2/499
Iohanne Ovecoz 1073? Cogolla2/499
Sarrazin Ovecoz 1074? Cogolla2/282
Sarrazin Ovecoz 1074? Cogolla2/282
Didado Ovecoz 1076 Cogolla437
Gonzalvo Ovecoz 1076 Cogolla437
Monnio Ovecoz 1083 Cogolla2/59
Tellu Ovecoz 1083 Cogolla2/59
Blasco Ovecoz de Potanzuri 1084 Cogolla2/84
Garcia Ovecoz de Quintaniella 1084 Cogolla2/88
Blasco Ovecoz 1086 Cogolla2/138
Oveco Ovecoz 1089 Cogolla2/194
don Amato Ovecoz 1096? Cogolla2/490
domno Maior Ovecoz 1096? Cogolla2/490
Mata Ovecoz 1096 Cogolla2/258
Monnio Ovecoz 1096? Cogolla2/491
Nunnu Ovecoz 1096? Cogolla2/490
Urraca Oviecoz 1096? Cogolla2/495
Álvaro Ovecoz 1099 Cogolla2/278
VAlle Del ojA
sennor Gonzalvo Ovecoz 1050? Cogolla276
Reillo Ovecoz 1085 Cogolla2/99
tierrA De nÁjerA
Blasco Ovecoz 1074 Cogolla414
Blasco Ovecoz 1094 Cogolla2/227
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449David Peterson
Índice de personas y lugares
Abda, 184, 185Abdarrahmán III, 50, 171, 176, 178, 180, 184, 376Abeica, 81, 103Abellár, 371Abu l-Hattar (valí andalusí), 101Acosta, 227, 350Adefeterra, 316, 319, 334, 343, 349, 350África, 99, 106, 107Agés, 162, 251, 252, 258Agirsar, 60, 61Aguilar del Campoo, 372Aidulfo, 95Ailanes, 108Ajbar Maymu’a, 49, 68, 84, 86, 91, 96, 101, 102, 109, 137, 289al-‘Udrí, 49, 50, 90, 153, 155, 160, 170, 171, 172, 261, 376al-Andalus, passimAlarcia, 321, 322, 325, 428al-Atir, 49, 90, 91, 92, 102, 109Álava, passimAlbacete, 113, 114, 140Albelda, 8, 22, 23, 35, 36, 37, 38, 42, 43, 45, 132, 162, 165, 166, 180, 181, 182,
183, 186, 187, 190, 192, 206, 209, 210, 211, 212, 213, 214, 215, 220, 222, 269, 318, 320, 343, 384, 388, 394, 421, 436, 440
Aldayeta, 57, 306Alejandría, 87, 88Alesanco, 71, 75, 77, 79, 81, 103, 104, 150, 159, 241, 242, 303, 391, 398, 429
450 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
ÍnDiCe De Personas y lugares
Alfoheta, 316, 317, 327, 335, 336, 343Alfonso I, 76, 91, 92, 98, 101, 102, 103, 128, 225, 287, 288Alfonso II, 225, 226, 227Alfonso III, 49, 76, 81, 98, 101, 102, 103, 119, 155, 159, 171, 225, 226, 231, 274,
276, 277, 285, 286, 311Alfonso VI, 207, 370, 374, 377Alfonso X, 69al-Gassani, 92, 93, 94Alicante, 140al-Manar (hisn), 227al-Mansur (caudillo andalusí), 184, 185al-Maqqari, 176, 222, 228al-Muqtabis, 50, 152, 159, 160, 170, 171, 174, 176, 178, 183, 184, 187, 193, 227,
229, 231, 376al-Qila, 153, 194, 226, 229, 230, 231Álvaro Harramélliz (conde), 226Amaya, 56, 67, 68, 69, 71, 76, 78, 86, 87, 90, 91, 92, 93, 96, 100, 103, 109, 119,
122, 411, 412, 413, 414, 421, 431Amrus b. Muhammad, 178Amurrihuri, 317, 334, 343, 349, 350, 428Amurrio, 128, 135, 317Anguciana, 317, 354Añana, 217, 232, 238, 242, 259, 424Apreguindana, 110, 111, 112Aprícano, 107Arando (sierra de), 298, 299, 317, 318, 335, 343Arista, 152, 155, 158, 159Arlanza, 29, 42, 44, 195, 259, 443Arlanzón, 20, 29, 320, 321, 322, 323, 324, 325, 331, 343, 344, 424, 425, 428, 432Armentia, 303, 350Arnedo, 97, 151, 152, 170, 175, 309, 394, 398, 404Ascanio (arzobispo), 70, 71Asterio (obispo), 68, 69, 150, 309Astorga, 64, 80, 86, 87, 96, 98, 101, 109, 122Asturias, 29, 30, 31, 68, 69, 70, 79, 84, 92, 101, 107, 114, 115, 119, 148, 160, 173,
193, 225, 226, 227, 229, 230, 232, 233, 288, 289, 307, 311, 365, 432, 441Atapuerca, 20, 350, 351, 423, 425Attasis, 60Auka, 56, 57, 72, 73, 74, 75, 77, 81autrigones, 13, 20, 55, 57, 58, 59, 62, 63, 64, 65, 70, 73, 74, 75, 146, 147, 295,
296, 301, 307, 446Autrigonia, 16, 59, 64, 65, 70, 73, 74, 75, 80, 81, 303, 446
451David Peterson
ÍnDiCe De Personas y lugares
Aveiro, 115Azagra, 137, 138, 139Azahara, 136, 140Azara, 140Badajoz, 113, 114, 140, 179Badarán, 241, 359, 360, 366, 437Bagibel, 180, 318, 327, 335, 343Banu Qasi, 8, 14, 30, 81, 90, 97, 100, 104, 105, 149, 150, 151, 152, 153, 154, 155,
156, 157, 158, 159, 161, 166, 171, 175, 178, 179, 180, 185, 190, 195, 214, 309, 314, 315, 350, 351, 366, 434
Barbastro, 140, 178Barcelona, 51, 52, 72, 113, 114, 161, 369, 376, 432, 433, 434, 435, 436, 437, 438,
448Bardulies, 58Barharanburu, 303, 359Barticare, 192, 217, 319, 335, 343Báscones, 347Bascuñana, 347, 428Bascuñuelos, 347Bayas (río), 118, 127Bedr (caudillo Omeya), 102, 146, 311, 312Beila Jiménez (conde), 193, 226Belorado, 56, 61, 63, 72, 203, 301, 303, 321, 324, 325, 328, 329, 330, 394, 396,
423, 428, 438, 445Benifederra, 319, 334, 343, 349, 350Berberana, 107, 108, 136Berceo, 67, 73, 150, 240, 241, 244, 293, 294, 414, 416, 429, 431, 436, 437, 444Bernedo, 119, 127berones, 13, 20, 55, 58, 59, 62, 64, 70, 71, 73, 74, 78, 80, 146, 147, 301, 308,
436Beronia, 16, 62, 73, 74, 75, 301Bezana, 107, 347Bíclaro (Juan de), 51, 68, 69Bilibio, 66, 67Bivere (obispo), 166Bobastro, 179Borja, 150, 151Bragança, 115Braulio de Zaragoza (obispo y biógrafo de San Millán), 50, 67, 68, 72, 73, 240,
244, 367, 435Briones, 81, 103, 104, 127, 159, 404Briviesca, 44, 71, 72, 73, 80, 81, 330, 389, 396, 419, 423, 425, 428, 429
452 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
ÍnDiCe De Personas y lugares
Bronce de Ascoli, 62, 305Buezo, 44, 238, 259, 330, 337, 339, 344Bujedo, 44Buradón, 52, 53, 127, 128Bureba, 20, 26, 37, 43, 53, 63, 68, 69, 73, 81, 132, 198, 199, 203, 204, 234, 235,
236, 237, 238, 259, 330, 343, 422, 423, 424, 427, 428, 429Burgos, passimCalahorra, 9, 43, 46, 54, 62, 66, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 77, 78, 79, 106, 118, 131,
136, 141, 151, 152, 159, 164, 170, 171, 185, 192, 198, 240, 249, 250, 327, 369, 374, 377, 378, 379, 383, 384, 386, 387, 388, 389, 391, 393, 394, 395, 396, 400, 401, 402, 403, 404, 405, 433, 435, 438, 439, 445, 447
Calatayud, 176, 229, 404Calzada (Santo Domingo de), 35, 36, 43, 74, 75, 198, 239, 255, 351, 376, 402,
435, 438, 445Cameros (Sierra de), 60, 61, 62, 132, 180, 181, 249, 324, 348, 445Camino de Santiago, 18, 354, 357, 370, 374, 376, 399, 400, 442Canales, 43, 197, 299, 318, 323, 324, 325, 330, 332, 338, 343, 362, 363, 364, 396Cantabria, 7, 52, 53, 58, 68, 69, 76, 77, 78, 79, 82, 84, 90, 91, 92, 93, 97, 100,
104, 105, 106, 114, 115, 119, 142, 143, 146, 147, 148, 149, 150, 153, 186, 231, 233, 289, 303, 415, 437, 438, 444
Caracalla (emperador), 70Carbonarica, 81, 103, 104Cárdenas, 20, 181, 198, 202, 203, 217, 224, 252, 269, 316, 327, 328, 343, 347,
360Cardeña, 22, 23, 35, 36, 42, 163, 181, 202, 229, 238, 243, 246, 259, 266, 269, 283,
284, 315, 324, 337, 339, 344, 348, 350, 422Carrión, 44, 396Cascante, 71, 404Casio (conde), 77, 86, 87, 89, 90, 93, 95, 96, 97, 100, 105, 106, 122, 142, 143, 147,
149, 150, 151, 152, 153, 157, 158, 303, 411, 412, 415Castilla, passimCastrojeriz, 43, 370, 373, 376, 396, 439Cataluña, 28, 29, 30, 83, 113, 123, 185, 441Cellorigo, 6, 16, 19, 52, 129, 146, 147, 148, 193, 226, 352, 357, 410, 411Cenicero, 81, 103, 104, 159Cerezo, 16, 52, 73, 81, 192, 193, 230, 258, 259, 268, 322, 353, 419, 428, 444Cerratón, 332Cidacos (río), 20, 60, 61, 62, 180, 308Cidamón, 162, 354Cihuri, 193, 195, 317, 353, 358Cipriano (arcipreste), 107, 264, 281, 282Ciriñuela, 128, 129, 135
453David Peterson
ÍnDiCe De Personas y lugares
Cirueña, 141, 142, 184, 187, 194, 195, 197, 200, 222, 224, 232, 398Códice Emilianense, 78Coimbra, 89, 92, 94, 95, 96, 115Córdoba, 84, 89, 113, 114, 140, 152, 155, 158, 172, 173, 176, 184, 185, 186, 187,
222, 230, 273, 275, 276, 277, 278, 281, 283, 284, 288, 291, 311, 312, 400, 411, 412, 434, 435, 437, 447
Cordobín, 217, 220Coria, 101, 102Corpus Scriptorum Muzarabicorum, 47, 49, 51, 274, 278, 280, 281Coscorrita, 320, 335, 343, 354, 356Cotanes, 109Covadonga, 122Covarrubias, 42, 45, 202, 352, 374, 422Crónica Albeldense, 16, 23, 49, 158, 159, 170, 172, 193, 195, 226, 230, 352, 393Crónica de Alfonso III, 49, 76, 98, 101, 102, 155, 159, 231Crónica Mozárabe, 51, 89, 310Crónica Najerense, 51, 194, 195, 222Cuculla, 75, 198, 298Çumelhegi, 247Custodia de Viana, 58, 59Damasco, 86, 88, 89, 90, 94, 157, 311, 312De rebus Hispaniae, 46, 50, 69, 91, 92Didimio (obispo), 73Diego Rodríguez ‘Porcelos’ (conde), 226Diocleciano (emperador), 70Distercii (montes), 298Dorquiti, 320, 335, 343Duero (río), 18, 20, 29, 30, 33, 75, 95, 100, 104, 109, 115, 121, 136, 140, 175,
207, 227, 230, 239, 257, 258, 273, 274, 284, 285, 288, 289, 291, 322, 373, 375, 400, 432, 438, 443, 445
Durana, 128Ebeia, 301, 321, 335, 343Ebro (río), passimEgipto, 88, 289, 290Eguzuza, 321, 322, 334, 343Ejea (de los Caballeros), 71, 79, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 149, 150, 151, 411, 412Elorrio, 45, 128Estrabón, 51, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 62, 78, 80, 297, 299Eterna, 300Eulalia (Santa), 72, 261Eulogio (San), 47, 49, 152, 261, 274, 275, 277, 278, 279, 280, 281, 285Ezcaray, 117, 118, 197
454 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
ÍnDiCe De Personas y lugares
Ezkerra, 322, 334, 343Falariza, 322, 335, 343, 349, 350, 428Falces, 178, 187Faranlucea, 251, 305, 316, 322, 323, 334, 341, 343, 349, 350Fernán González (conde), 25, 45, 51, 52, 175, 184, 192, 193, 194, 195, 197, 198,
199, 200, 201, 202, 207, 221, 222, 223, 224, 227, 229, 230, 231, 232, 240, 294, 336, 441, 442
Fernando Díez (conde), 226Findegorcia, 323, 335, 343Fonzaleche, 117, 118, 258, 354, 423, 429Fortún Garcés (magnate navarro), 178Fortún Ochoiz (señor de Cameros), 254, 362Fresneda de la Sierra, 300, 431Froncea, 22, 37, 38, 45, 238, 251, 322, 323, 334, 341Fronimiano (primer abad de San Millán, hermano de Braulio de Zaragoza), 73Fruela (rey), 91, 92, 98, 102, 103, 225, 311, 312, 313, 366Furtun b. Muhammad (señor de Huesca), 178Galafaza, 321, 322, 323, 335, 343Galarde, 331Galicia, 28, 29, 46, 70, 79, 84, 86, 101, 102, 111, 112, 113, 115, 119, 121, 137,
160, 229, 275, 276, 282, 283, 289, 311, 312, 414, 415Gallaecia, 7, 69, 80, 81, 92, 93, 98, 100, 101, 102, 103, 120, 121, 124, 142, 160,
229Gamarra, 128, 325Gamboa, 125, 129, 134, 135García Sánchez II ‘el de Nájera’ (rey), 217García Fernández (conde), 37, 129, 185, 202, 227, 228, 230, 241, 403, 437, 444García Sánchez el Temblón (rey), 202Garray, 296Garuissaro, 324, 334, 336, 337, 343Gasteiz, 128Genestar, 324, 335, 343Gijón, 119, 121, 122Gilliqiya, 19, 48, 84, 89, 101, 102, 229Gipuzare, 324, 325, 334, 336, 339, 342, 343, 347, 364Glosas Emilianenses, 27, 42, 293, 294, 439, 440Gormaz, 117, 227, 228, 229, 416Granada, 139, 140, 280, 281, 296, 446Grañón, 6, 117, 118, 182, 183, 187, 192, 193, 194, 195, 202, 205, 217, 218, 227,
229, 319, 343, 352, 353, 374, 391, 409, 423, 424, 428, 429Guadalajara, 86, 87
455David Peterson
ÍnDiCe De Personas y lugares
Guipúzcoa, 22, 30, 41, 119, 234, 252, 295, 322, 324, 325, 336, 347, 432, 440, 441, 442, 443, 444
Gumenzula, 325, 335, 339, 343Gutia, 255, 305, 325, 334, 343Haro, 19, 52, 99, 104, 127, 129, 134, 136, 138, 142, 144, 145, 146, 147, 227, 316,
354, 388, 394, 396, 403, 404Hasday ibn Saprut (mecenas hispanojudío), 370, 389Hatumanhuri, 248Herramel, 325, 335, 336, 337, 343Herramélluri, 16, 53, 71, 73, 132, 248, 251, 331, 354Herrera, 25, 45, 127, 234, 265, 330, 437Heterrena, 326, 335, 343Hilario (papa), 70, 71Hiniestra, 40, 216, 242, 244, 258, 259, 324, 337, 339, 344, 428Historia Wambae, 51, 78Hizquira, 326, 335, 343Holuori, 326, 334, 343Huelgas (las), 37, 45, 441Huércanos, 181, 327, 391Huesca, 72, 78, 97, 140, 152, 162, 178, 391, 401, 402, 403, 404, 446Ibeas, 45, 238, 265, 266, 301, 302, 321, 329, 336, 337, 339, 344, 424Ibn ‘Abd al-Malik (valí andalusí), 90Ibn Haldun, 51, 99Ibn Hayyan, 50, 152, 159, 160, 170, 171, 174, 176, 178, 179, 180, 183, 184, 187,
193, 227, 229, 231, 376Ibn Hazm, 50, 89, 94, 109, 149, 150, 151, 152, 153, 157Ibn Idari, 50Ibn Muzayn, 92, 122Idubeda, 298, 299Ifriqiya, 103, 123, 447Iliberris, 296Iñigo Arista (rey de Pamplona), 158, 159Irache, 37, 38, 44, 45, 47, 132, 241, 437, 442Iraq, 87, 88, 289, 290Iregua (río), 20, 43, 60, 61, 180, 181, 206, 214Iria Flavia, 296Irunia, 181, 249, 318, 327, 335, 336, 343, 345Isidoro de Sevilla, 51Izagre, 139, 140Jiménez de Rada, 69, 109Jordanes, 70Juarros, 142, 242, 319, 320, 321, 323, 324, 329, 332, 343, 347, 349, 350, 419, 425
456 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
ÍnDiCe De Personas y lugares
Jubera (río), 20, 61, 180, 182, 183, 301, 442Kahina (reina bereber), 103Kantabroi koniskoi, 78La Coruña, 296La Sonsierra, 117, 118, 202, 435Lamiturri, 301, 323, 327, 334, 336, 341, 343, 364Langreo, 119Lara, 29, 108, 240, 242, 244, 299, 347, 375, 419, 420Larrehederra, 304, 316, 319, 325, 328, 335, 336, 337, 343, 349, 350Lasarte, 128Laturce, 45, 166Leire, 38, 44, 45, 47, 235, 238, 254, 372, 392, 396, 421Leiva, 71, 73, 117, 118, 195, 217, 354, 356, 428León, passimLeovigildo (rey), 56, 67, 68, 69, 78Leza, 20, 164, 180, 182, 183, 186, 318, 343Libia, 62, 70, 71, 73, 74, 80, 81Libro de la Montería, 47, 50, 240, 317, 321, 322, 325Linares (río), 60Logroño, 5, 6, 20, 36, 45, 46, 52, 53, 73, 78, 141, 162, 169, 333, 377, 389, 394,
403, 404, 433, 435, 436, 437, 442, 443, 444, 445, 446, 447Lope ibn Muza (caudillo banu Qasi), 151, 160Lugo, 76, 96, 114, 120, 121Magavetam, 327, 328, 335, 343Maghreb, 87, 88, 99, 103Mahave, 162, 181, 328Maizara, 108, 109Málaga, 50, 140, 280Margaluli, 328, 335, 336, 343, 349, 350Martyrium de Santa Coloma, 52, 53, 165Massoa, 305, 329, 335, 336, 343Mecerreyes, 108, 109Medina Azahara, 136Medrano, 118Mela, 51, 52, 55, 57, 62, 63, 297Mena, 106, 108, 136, 203Mendoza, 303, 350Mérida, 72, 89, 101, 102, 280, 287, 288Merindades, 17, 18, 43, 44, 121, 127, 198, 207, 231, 309Mieres, 119Mijangos, 52, 56, 68, 69, 74, 150, 309, 441
457David Peterson
ÍnDiCe De Personas y lugares
Miranda, 43, 44, 45, 52, 73, 75, 81, 103, 104, 105, 118, 120, 121, 127, 128, 130, 132, 135, 141, 217, 232, 238, 312, 313, 357, 388, 391, 404, 424, 433, 437, 438, 447, 448
Monasterio de Rodilla, 73, 347Morcuera, 129, 141Muez, 132, 171, 183, 422Muga de Sayago, 140Muhammad b. Hasim (señor de Zaragoza), 175, 178Muhammad I (emir), 275, 276, 280, 281Muhammad b. Abdallah b. Lubb (caudillo banu Qasi), 171Munnia (esposa de Fruela I), 225, 366Munnuza (gobernador de Gijón), 119, 122Murcia, 89, 252, 438Murguia, 129, 135Mutarrif ibn Mundir (señor de Zaragoza), 229Muza (caudillo árabe), 18, 80, 86, 87, 89, 92, 93, 94, 96, 100, 108, 109, 142, 151,
155, 157, 158, 159, 160, 164, 165, 250, 252, 288, 289, 372, 384, 386, 390, 392, 393, 395, 396, 411, 412
Nafarruri, 324, 329, 331, 335, 336, 337, 339, 343, 347, 349, 350, 358Nájera, passimNajerilla (río), 20, 61, 175, 180, 181, 182, 183, 187, 189, 192, 196, 197, 199, 206,
214, 217, 223, 309, 317, 343, 391, 398Narbonense, 78Navarra, passimNumancia, 15, 128, 213, 409Obarenes, 37, 52, 105, 127, 129, 132, 134, 135, 146, 147, 148, 193, 194, 203, 204,
226, 227, 230, 244, 259, 316, 317, 326, 328, 343, 357, 410, 411, 428Oca, 20, 22, 37, 40, 53, 56, 63, 66, 68, 71, 72, 79, 81, 103, 104, 150, 203, 204,
216, 242, 244, 251, 258, 259, 293, 300, 301, 302, 303, 309, 311, 320, 321, 322, 324, 326, 329, 330, 331, 332, 337, 338, 339, 343, 344, 347, 348, 350, 351, 352, 357, 419, 423, 425, 441, 447
Ochabro, 341Ocharanna, 304, 305, 325, 329, 335, 336, 337, 343, 349, 350Oja (río), 8, 20, 38, 43, 61, 62, 105, 117, 137, 142, 144, 145, 146, 148, 180, 181,
192, 194, 197, 198, 199, 232, 234, 235, 236, 237, 238, 239, 240, 241, 294, 310, 317, 319, 325, 331, 332, 350, 351, 352, 354, 357, 359, 360, 362, 363, 366, 424, 427, 428, 429, 430
Ojacastro, 117, 118, 197, 198, 293, 294, 337Olegarte, 330, 335, 336, 343Omar ben Hafsún (rebelde andaluz), 284Omeyas, 16, 26, 33, 48, 98, 155, 156, 159, 161, 165, 179, 180, 185, 369, 415,
441Oña, 22, 23, 35, 36, 42, 43, 63, 227, 229, 238, 254, 324, 396, 420, 424
458 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
ÍnDiCe De Personas y lugares
Ordoño II, 158, 159, 160, 169, 171, 172, 173, 183, 184, 200, 224, 226, 268Ordoño III, 224, 244Ordoño IV, 184, 222, 224Orduña, 118Orihuela, 89Orospeda, 299Osma, 73, 75, 227, 228, 229, 416Osmilla, 195Oviedo, 49, 166, 280, 432, 441País Vasco, 30, 47, 57, 65, 66, 78, 89, 124, 226, 231, 234, 301, 302, 304, 307, 312,
436, 437, 439, 440, 442, 443, 444Palencia, 44, 108, 109, 114, 121, 347Pamplona, 45, 46, 56, 71, 72, 75, 79, 84, 86, 95, 96, 125, 137, 151, 152, 157, 158,
159, 169, 171, 173, 174, 175, 176, 178, 179, 182, 183, 184, 185, 186, 187, 189, 190, 193, 200, 211, 222, 307, 327, 351, 359, 388, 404, 421, 434, 436, 438, 439, 440, 443, 444, 445, 446
Pancorbo, 16, 52, 73, 193, 226, 347, 419, 422, 423, 424, 425, 428Parroquiale Suevo, 120, 121Paulo Álvaro, 47, 49, 152, 274, 275, 276, 278, 280, 281Pazuengos, 52, 198, 324, 362, 363Pelayo (rey), 86, 137Peñacerrada, 124, 129, 130, 131, 135, 141, 437Peregrinatio Aetheriae, 120, 121Peristephanon, 51, 52, 72Persia, 87, 88, 160, 161Piqueras, 18, 61Plinio, 20, 51, 52, 55, 57, 58, 63, 70, 73, 297, 299Poema de Fernán González, 51, 52, 194, 195, 240, 442Pompeyo, 55, 59Portugal, 92, 95, 102, 115, 121, 136, 140, 414, 415, 435, 444Primera Crónica General de España, 51, 52, 69, 198Prudencio, 45, 51, 52, 72, 106, 132, 369Ptolomeo, 16, 23, 51, 52, 54, 55, 56, 57, 58, 73, 74, 75, 436Puras, 66, 300, 301, 324, 329Qayrawan, 88Quejana, 106, 108, 136Quel, 241, 242Quintana, 8, 9, 17, 23, 24, 30, 33, 54, 77, 79, 97, 98, 104, 107, 108, 110, 111, 112,
113, 114, 115, 116, 117, 118, 119, 120, 121, 122, 123, 124, 142, 144, 145, 146, 148, 153, 233, 258, 332, 344, 345, 348, 350, 353, 354, 375, 410, 412, 414, 415, 416, 419, 420, 422, 423, 424, 425
Quintanar de Rioja, 117, 424
459David Peterson
ÍnDiCe De Personas y lugares
Quintanilla de las Viñas, 53, 56, 64, 419, 420Recaredo (rey), 56, 68, 166Reinosa, 115, 119, 422Requiario (rey), 80, 81Revenga, 81, 103, 104, 128, 129, 135, 203, 204, 242, 244, 266, 312, 313Porma (río), 372Rioja, passimRioseco, 46Risala, 46, 49, 84, 92, 93, 94, 95, 96Roda, 49, 171, 182, 189, 376Rodrigo (rey), 50, 68, 96, 235, 255, 266, 267, 276, 277, 380, 381Ruconia, 68, 69Rueda, 376, 420Sahagún, 46, 273, 275, 276, 282, 283, 371, 372, 376, 391, 434Sajazarra, 126, 127, 130, 131, 132, 134, 135, 141, 354Salcedo, 37, 40, 216, 230, 242, 244, 259, 317, 337, 339, 344Salinillas de Buradón, 128Samos, 46, 275, 276, 282Sampiro, 50, 160, 170, 171, 172, 173, 183, 189, 222San Eulogio, 47, 152, 261, 274, 281San Felices, 40, 56, 66, 203, 216, 259, 337, 338, 339, 344, 351, 352San Georgii, 360San Idacio (obispo), 95San Martín de Castañeda, 282San Martín de Zar, 125, 127, 150San Medel, 72, 266, 347, 348, 350San Miguel de Pedroso, 9, 40, 68, 202, 203, 225, 226, 259, 293, 294, 309, 310,
311, 312, 314, 337, 339, 344, 351, 352, 366, 394San Millán de la Cogolla, 8, 15, 22, 23, 29, 36, 37, 38, 39, 40, 42, 44, 73, 138,
166, 181, 189, 200, 201, 202, 204, 205, 207, 209, 210, 211, 212, 213, 214, 215, 216, 223, 244, 252, 269, 294, 310, 311, 312, 315, 317, 351, 352, 361, 365, 367, 416, 436, 438, 446
San Vicente de la Sonsierra, 117, 118, 202, 435San Vicente del Valle, 53, 56, 165, 300, 432, 433Sancho Abarca (rey), 184, 220Sancho de Peñalén (rey), 222, 244, 360, 361, 362, 363Sancho III ‘el Mayor’ (rey), 200, 201, 205, 216, 232, 310, 361, 362, 373, 374,
443Sancho Garcés I (rey), 78, 169, 172, 184, 186, 295Santa Cruz de Yanguas, 60, 61Santa María de los Arcos, 52, 53, 165, 433Santa María de Nájera, 43, 197, 352, 384
460 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
ÍnDiCe De Personas y lugares
Santarem, 92, 94, 95Sarrincho, 330, 335, 336, 343Segisamonculon, 73, 74Sesenco, 60, 299Sevilla, 51, 140, 275, 281, 443, 444Sierra de la Demanda, 8, 15, 18, 20, 38, 60, 196, 209, 213, 233, 242, 296, 301,
316, 317, 319, 325, 328, 330, 345, 444Silense (Crónica), 50Silos, 37, 42, 46, 420Silvano (obispo), 70, 71, 72, 73, 80, 81Simancas, 184, 185, 227Siria, 87, 88, 289, 290Sisebuto (rey), 68, 69, 264, 369Sojuela, 118, 319Solago, 330, 335, 336, 339, 343Sorejana, 359Soria, 15, 41, 54, 60, 113, 114, 117, 296, 301, 347, 434, 436Sorreggana, 331, 335, 336, 343Tagarabuena, 139, 140Taranco, 203, 204Tarazona, 67, 70, 71, 73, 77, 150, 151, 376, 404Tariq, 84, 86, 87, 90, 92, 93, 94, 96, 98, 99, 100, 109, 124, 142, 159, 287, 411,
412Tarraconensis, 7, 70, 72, 74, 75, 80, 81, 369, 376Tarragona, 18, 70, 80, 140, 376Tedeja, 53Teodomiro (conde), 89, 90, 166Teodorico (general visigodo), 80, 81Terrero, 202, 203, 217Teodomiro (obispo), 89, 90, 166Tirón (río), 8, 20, 38, 52, 61, 72, 73, 74, 81, 148, 180, 181, 192, 198, 199, 200,
259, 300, 301, 322, 326, 327, 329, 331, 333, 343, 347, 351, 352, 353, 354, 357, 359, 362, 363, 366, 367, 444
Tito Livio, 52, 55, 57, 59Tobalina, 43, 419Tobía, 171, 182, 189Toda (reina), 22, 23, 53, 57, 62, 65, 68, 83, 87, 88, 93, 101, 102, 109, 117, 129,
140, 148, 162, 165, 171, 173, 174, 175, 176, 178, 180, 182, 184, 186, 187, 193, 222, 228, 231, 240, 241, 243, 274, 275, 285, 286, 289, 302, 303, 310, 311, 332, 370, 378, 386, 406, 414
Toledo, 7, 68, 69, 70, 71, 72, 79, 88, 89, 90, 91, 97, 101, 104, 113, 114, 152, 161, 212, 280, 281, 301, 369, 370, 374, 400, 411, 412, 438
461David Peterson
ÍnDiCe De Personas y lugares
Toro, 140, 396Tortosa, 140Tras os Montes, 115Treviana, 117, 118, 353, 429Treviño, 124, 125, 127, 134, 135, 141, 248, 309, 350, 357Tricio, 52, 53, 71, 73, 75, 80, 81, 165, 181, 390, 391, 395, 396, 433Tudela, 9, 140, 150, 151, 152, 153, 155, 160, 170, 171, 172, 185, 376, 377, 378,
389, 399, 400, 403, 404Tudera, 140Uaracos, 58, 59Ubierna, 20, 258, 266, 420, 425Ulascori, 326, 331, 335, 336, 343, 349, 350Uqba (valí de al-Andalus), 84, 86Ura, 301, 302, 303, 318Urbión, 301, 302, 318, 440Urizar, 125, 134, 135Urrez, 320, 323, 331Urrezti, 320, 323, 331, 335, 336, 339, 343Uruñuela, 181, 249, 327Uxama Barca, 63, 64, 73, 75, 431Uzquiza, 321, 325Valdeagés, 46, 341Valdegovía, 73, 75, 132, 232, 243, 424 Valdejunquera, 171Valderejo, 118Valdevielso, 43, 44, 420Valencia, 36, 45, 51, 72, 140Vallarta, 347Valpierre, 194, 195Valpuesta, 27, 35, 36, 37, 42, 44, 69, 70, 86, 102, 103, 120, 121, 141, 175, 230,
238, 287, 344, 421, 438, 445, 448Valvanera, 22, 23, 35, 36, 37, 38, 43, 196, 238, 352, 421, 438várdulos, 13, 57, 58, 62, 63, 64, 65, 73, 307, 446Vareia, 20, 73, 78, 80, 81, 159, 213Vasconia, 31, 68, 79, 84, 150, 307, 348, 440Velasco, 251, 269, 270, 331, 354Veleia, 103, 104, 312, 313Ventrosa, 117, 118, 197Viguera, 28, 30, 50, 52, 53, 97, 137, 151, 152, 157, 160, 162, 163, 167, 169, 170,
171, 172, 173, 174, 180, 182, 183, 186, 189, 190, 206, 214, 220, 376, 394, 434, 447
villa de Orovi, 321, 331, 335, 336, 343
462 Frontera y lengua en el alto ebro, siglos Viii-Xi
ÍnDiCe De Personas y lugares
villa Nunno Falzahuri, 9, 358, 359Villabáscones, 347, 348, 350Villagonzalo, 217, 360, 437Villar de Torre, 202, 203Villarta-Quintana, 117Villatoquite, 108, 109Villaturiel, 108, 109Villavelayo, 117, 118, 197Viseu, 115, 361, 362Vita Sancti Aemiliani, 50, 67, 68, 80, 81Vitoria, 36, 38, 104, 128, 141, 394, 403, 404, 434, 436, 439, 442, 445, 446Vizcaya, 30, 69, 119, 125, 128, 225, 234, 295, 296, 305, 328, 432, 436, 441Wamba (rey), 78, 120, 121, 240, 444, 447Ximénez de Rada, 46, 50, 69, 91, 92Yécora, 117, 118, 242, 348, 354Zaballar, 332, 335, 336, 343, 349, 350Zadorra (río), 128Zafara, 136, 137, 140Zafra, 124, 137, 138, 140Zaframagón, 140Zahar(a), 17, 125, 126, 127, 128, 129, 131, 132, 133, 134, 135, 141, 142, 144,
145, 146, 248, 249Zaldo, 303, 332, 335, 336, 343Zamanzas, 108, 347, 420Zamora, 103, 109, 114, 121, 136, 139, 140, 276, 277, 388, 441, 448Zaragoza, 36, 45, 49, 50, 56, 67, 68, 72, 73, 80, 86, 87, 96, 100, 151, 152, 162, 175,
178, 185, 240, 244, 367, 369, 376, 389, 391, 395, 400, 434, 435, 443Zarratone, 293, 332, 335, 343Zavalla, 329, 332, 333, 335, 336, 343, 349, 350Zegri, 139Zoares, 109Zuazo, 240, 241Zuiuri (Cihuri), 317, 333, 335, 336, 343, 349, 350, 353, 354, 356, 357, 358, 359Zumel, 247, 248