Frontones en Madrid (1891-1936). La Ilustración de Madrid

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Ilustración de Madrid. Núm. 12. Verano 2009 39 1 La introducción de los frontones en Madrid se vio impulsada por el hecho de que, a finales de siglo, la Familia Real, buena parte de la aristocracia madrileña y miembros del Gobierno, veranearan en San Sebastián; cuando, precisamente en esa ciudad, se estaba transformando en espectáculo urbano el hasta entonces popular y rural juego de pelota (v. Julián PEÑA, “Frontones”, Arquitectura, 172 (abril 1973), 49-52, p. 50; aquí se refiere a la amistad entre Romero Robledo, a la sazón Ministro de Ultramar (1891-92), y Lucio González, propietario del Jai Alai, el primer frontón comercial donostiarra, y al hecho decisivo de que el ministro acudiera a los parti- dos acompañado de su esposa, lo que abría las puertas del Jai Alai a las damas de la aristocracia e incluso a la Reina María Cristina, que acudió en algunas ocasiones). C UANDO comenzaba la última década del siglo XIX se esta- bleció en Madrid una tipología arquitectónica procedente del norte de España, que, a la vez que hundía raíces en la tradición vernácula, supo aliar- se con las formas y modos constructivos de la ciudad que en ese momento se trans- formaba aceleradamente en metrópoli 1 . La afición al juego de pelota cundió en Madrid con rapidez enorme, y pobló de inopinados y, a menudo, sorprendentes frontones la planta de la ciudad en pleno crecimiento. La cuestión fue de relevancia por cuan- to el frontón suponía un tipo arquitectóni- co de llamativa singularidad: la esencial asi- metría del espacio que requiere ese juego –tan ajena a cualquier otro tipo edilicio– abría un campo de experimentación formal y constructivo 2 . Naturalmente, la ciudad de Madrid –su creciente escala y sus cada vez más innovadores medios técnicos– supo sacar adecuado partido de ello. El juego de pelota requiere unas caracte- rísticas constructivas que varían según las muy diversas modalidades, determinadas Frontones en Madrid (1891-1936) Singular tipo arquitectónico para la metrópoli Javier García-Gutiérrez Mosteiro Catedrático de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid Estado actual del Beti Jai, visto hacia el frontis.

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Artículo incluido en el número 12 (verano de 2009) de la revista "La Ilustración de Madrid" en la sección "Singular tipo arquitectónicopara la metrópoli."Autor: Javier García-Gutiérrez Mosteiro. Catedrático de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid

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1 La introducción de los frontones en Madrid se vio impulsada por el hecho de que, a finales de siglo, la Familia Real, buena parte de la aristocracia madrileña ymiembros del Gobierno, veranearan en San Sebastián; cuando, precisamente en esa ciudad, se estaba transformando en espectáculo urbano el hasta entonces popular yrural juego de pelota (v. Julián PEÑA, “Frontones”, Arquitectura, 172 (abril 1973), 49-52, p. 50; aquí se refiere a la amistad entre Romero Robledo, a la sazón Ministrode Ultramar (1891-92), y Lucio González, propietario del Jai Alai, el primer frontón comercial donostiarra, y al hecho decisivo de que el ministro acudiera a los parti-dos acompañado de su esposa, lo que abría las puertas del Jai Alai a las damas de la aristocracia e incluso a la Reina María Cristina, que acudió en algunas ocasiones).

CUANDO comenzaba la últimadécada del siglo XIX se esta-bleció en Madrid una tipologíaarquitectónica procedente del

norte de España, que, a la vez que hundíaraíces en la tradición vernácula, supo aliar-se con las formas y modos constructivosde la ciudad que en ese momento se trans-formaba aceleradamente en metrópoli1. La

afición al juego de pelota cundió enMadrid con rapidez enorme, y pobló deinopinados y, a menudo, sorprendentesfrontones la planta de la ciudad en plenocrecimiento.

La cuestión fue de relevancia por cuan-to el frontón suponía un tipo arquitectóni-co de llamativa singularidad: la esencial asi-metría del espacio que requiere ese juego

–tan ajena a cualquier otro tipo edilicio–abría un campo de experimentación formaly constructivo2. Naturalmente, la ciudad deMadrid –su creciente escala y sus cada vezmás innovadores medios técnicos– suposacar adecuado partido de ello.

El juego de pelota requiere unas caracte-rísticas constructivas que varían según lasmuy diversas modalidades, determinadas

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Singular tipo arquitectónicopara la metrópoli

Javier García-Gutiérrez MosteiroCatedrático de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid

Estado actual del Beti Jai, visto hacia el frontis.

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éstas por la herramienta utilizada, básica-mente la mano, la pala corta y la paleta(frontones cortos o de mano); la pala larga,la chistera –modalidad de remonte– y lacesta punta (frontones largos)3. Dichascaracterísticas se sustancian en la conforma-ción del popular frontón con muro deizquierda: una gran cancha alargada, con unmuro alto al fondo –el frontis– y otro per-pendicular de igual altura, a la izquierda dela cancha y que la recorre entera. Los espec-tadores se sitúan cerrando el otro lado deldiedro, de manera que entre las localidadesy la cancha se establece una franja –la con-tracancha– de no menos de 4 m. de anchu-ra. En los frontones largos –canchas de másde 50 m.– se suele levantar otro muro fron-tal a los pies de la cancha -el rebote–.

Junto a esa disimetría, tan diferencia-dora de la arquitectura de los frontones, seda otra característica no menos sugerente:el hecho de que en principio el juego depelota se hiciera al aire libre, conformandocon frecuencia significativos espaciospúblicos, en que el frontis se integra com-positivamente con las fachadas de otrosedificios4. La transposición de este tipo alámbito urbano determinó su definicióncomo edificio y su cerramiento medianteotras fachadas; pero la ilusión de espaciopúblico de la cancha –como si de una plazaabierta se tratara- siguió latente y en algu-nos casos –como veremos– explícita.

El arco que va del primer frontón JaiAlai (1891), proyectado todavía sin cubier-ta, a la audaz estructura laminar del fron-tón Recoletos (1936) marca expresivamen-te este brillante –y bien acotado– capítulode la arquitectura española.

Primeras construccionesdeportivas en Madrid

Cuando los frontones empezaron aaparecer en Madrid, la ciudad no contaba

con más instalaciones deportivas que elhipódromo de la Castellana (1878) y algu-nos otros espacios deportivos abiertos, sinapenas aparato arquitectónico: el VelozClub (1870), el posterior velódromo deChamartín (1896) y el Tiro de Pichón, traslos jardines del Retiro.

Llegado el cambio de siglo, el tipodeportivo dominante absoluto era el de losfrontones. El juego de pelota, comodeporte autóctono español, antecedía asíen sus estructuras arquitectónicas a losjuegos de origen foráneo que, como el fút-bol y el tenis, no tardarían en protagonizarla presencia deportiva en la ciudad. Habríaque esperar al entorno de 1920 para queaparecieran los primeros campos de fútbol(el del Madrid CF, junto a la plaza deToros –hoy Palacio de los Deportes– y eldel Racing Club en Chamberí) o canchasde Lawn Tennis (en lo que es hoy plaza delmarqués de Salamanca)5. En todo caso, senecesitarían muchos años más para que losestadios de fútbol adquirieran una confor-mación arquitectónica6. La eclosión de losfrontones en Madrid representó, portanto, la primera configuración de grandesespacios construidos para espectáculosdeportivos en la ciudad.

El primer frontón madrileño –hoy desa-parecido– se construyó en 1891, en la callede Alfonso XII, enfrente del Observatoriode Villanueva. Su nombre, Jai Alai –fiestaalegre en vascuence–, hizo fortuna ense-guida y adquirió cierto carácter genérico.Se trataba de un gran espacio concebidotodavía como estructura abierta, en que lacancha –apta para el juego largo– y laslocalidades del público quedaban descu-biertas; pero su cerramiento a Alfonso XIIcomponía ya una fachada de refinadaarquitectura clasicista y clara voluntadurbana. En 1895 se completó el edificiocon una elegante cubierta metálica: unagran marquesina cilíndrica, de lucernario

corrido, que, como una hermana menor,miraba a la espléndida forma metálica quelos ingenieros Alberto de Palacio yHenry Saint James acababan de concluirpara la vecina estación de Atocha.

Al año siguiente –traduciendo la voz JaiAlai– se inauguró el frontón Fiesta Alegre(1892), en el barrio de Argüelles (Marquésde Urquijo c/v Álvarez Mendizábal). Consu extraordinaria cancha de 70 metros delongitud, su gran aforo y su cuidada arqui-tectura, fue considerado el mejor frontónmadrileño de aquellos años. También en1892 habían surgido el frontón Madrileño(en la calle de Núñez de Balboa), el Retiro(en Menéndez Pelayo, entre Doctor Cas-telo y Menorca), y el Buenos Aires (SantaEngracia, c/v Abascal).

Un año después apareció el Euskal Jai(1893)7, el llamado frontón de las Salesas,en la calle del Marqués de la Ensenada(zona ésta junto al paseo de Recoletos, que,desde finales del XIX se estaba perfilandocomo lugar de recreo en la ciudad); y, conél, el frontón de San Francisco el Grande(1893), en la calle del Jerte, entre esa iglesiay el lugar que enseguida iba a ocupar elSeminario Conciliar. Y ese mismo año seempezaba la construcción del más destaca-do –no sólo en el ex cursus madrileño–ejemplo de frontón descubierto: el Beti Jai,del que trataremos a continuación.

A estos frontones se sumaron ensegui-da otros que fueron conformando la largatreintena de establecimientos madrileñosdedicados al juego de pelota, algunos deellos abiertos a la práctica femenina de estedeporte. Constituyen en conjunto un pre-ciso registro del fervor que el pelotarismoconoció en la ciudad cambiante de aque-llos años8; y reflejan también otros intere-santes aspectos de la sociedad madrileña,ya que con frecuencia se simultaneaba eluso de esos frontones con otro tipo de

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2 Así, en Madrid y en otras ciudades del norte de España, este característico gesto asimétrico (como hoy lo podemos todavía apreciar a vista de pájaro en el FrontónBeti Jai) hallaba su contrapunto en la forma perfectamente circunferencial (por necesaria eliminación de todo punto singular, de toda querencia) de ese otro espaciorecreativo -si no también deportivo- que es la plaza de Toros.

3 Javier ORTEGA URIBE-ECHEVARRÍA, “Comentarios sobre la planificación y construcción de frontones”, Informes de la Construcción, 366 (dic. 1984), 5-6, p. 5.4 Emilio PEREDA, “Construcciones deportivas. Frontones”, Arquitectura, 160 (agosto 1932), 239-251, p. 239.5 Eduardo ALAMINOS y Eduardo SALAS, “Ocio y diversiones madrileños. Del reinado de Isabel II a la Segunda República”, en Virgilio PINTO CRESPO (dir.),

Madrid. Atlas histórico de la ciudad. 1850-1939, Madrid, Lunwerg, 2001, 342-369.6 También entonces empezaron a aparecer nuevos tipos de edificios que incluían uso deportivo, como el Palacio del Hielo (1922), de la calle de Medinaceli, obra

del arquitecto belga Edmon de Lune, o el Círculo de Bellas Artes (1926), de Palacios.7 No mucho después de su inauguración, daba paso al teatro Lírico, según proyecto de Grases Riera (1902).8 J. PEÑA (op. cit., p. 50) hace una relación de los frontones comerciales y de aficionados aparecidos; entre ellos: el de La Navarra (paseo de los Ocho Hilos); el Paraíso

(triángulo formado por Alcalá, Hermosilla y Conde de Peñalver); el Iberia (calle de Sagasta); el de la Casa Vasca (Carrera de San Jerónimo); el del Hogar de la Pelota(calle de Alcalá); el diminuto trinquete Chiqui Jai (calle de la Aduana); el Barbieri (Lavapiés)… A esta lista añade Eduardo GRAS, en su estudio sobre frontones: el Ariel(en el paseo de la Castellana, entre Fernando el Santo y Zurbarán, muy próximo al Beti Jai); el Kursaal de la Ciudad Lineal; el de los Pozos de la Nieve (calle deChurruca); el de la Puerta de Toledo; el de Cuatro Caminos; La Pelota Castellana (en el paseo de la Castellana); el Segovia (cerca de Manuel Becerra); los del barrio deTetuán; el Chiqui Alai, en el paseo de Rosales.

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9 Hoy desaparecido, se situaba frente al Kursaal.10 Y como más adelante materializaría también el frontón Recoletos.11 “El frontón Beti Jai (Madrid)”, Arquitectura, 206-207 (2º cuatrim. 1977), 66-69.12 En Madrid, a la vez, llevó a cabo el asilo de las Hermanitas de los Pobres (Argüelles); en Bilbao construyó la Casa Consistorial y el Teatro Arriaga; en Málaga,

la plaza de Toros (la Malagueta) y el mercado de las Atarazanas (v. Isabel ORDIERES, Joaquín Rucoba. Arquitecto (1844-1919), Santander, Tantín, 1986).13 La ligera estructura metálica que se trasdosa por la neomudéjar pared curva, de esmerado aparejo de ladrillo visto, remite al sistema establecido por Rodríguez

Ayuso para la plaza de Toros (1874).

actividades, desde los mítines y conferen-cias a las varietés.

Beti Jai, último gran frontónde cancha descubierta

El juego de pelota moderno tuvo unmáximo representante a finales del XIX enel frontón que el arquitecto cántabroJoaquín Rucoba (1844-1919) levantó en elbarrio de Chamberí. El esquema del BetiJai es paralelo al de su homónimo donos-tiarra9, de la misma empresa (SociedadArana-Unibaso), estrictamente contempo-ráneo y, como él, concebido como frontónde largo y de cancha descubierta.

La extrema longitud de cancha (67metros) posibilita un amplio desarrollo delgraderío, en expresivo gesto curvo que seopone al diedro del frontón –como demodo natural hace el público en los fron-

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El primer Jai Alai, en el paseo de Alfonso XII, tras ser cubierto con una gran marquesina metálica. 1895.

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tones populares de cancha abierta–10. Suenorme aforo (4.000 espectadores) se dis-tribuía entre el graderío bajo y los trespisos superiores, mediante una hermosa yfuncional estructura metálica, con ligerasbóvedas tabicadas11.

Esta configuración del graderío con-trasta con el tratamiento formal de lasfachadas: la principal –a la calle del Mar-qués de Riscal–, de composición histori-cista y en el estilo de otras significativasobras del arquitecto12; e incluso, la fachadacurva que cierra ese propio graderío, hoyoculta desde la calle13.

Muy notable, así mismo, es la fachadade ingreso a la cancha, directa y coplana-riamente yuxtapuesta al muro del frontis.Este tratamiento, como verdadera fachadaurbana (de marcado eclecticismo, donde searticulan elementos clasicistas con otrosque beben directamente en la tradición

hispanomusulmana) es bien distinto deltratamiento del homólogo Beti Jai de SanSebastián (donde simplemente se continúael muro del frontis), y establece un clarovínculo con la idea primigenia del frontóncomo espacio urbano (recordemos tantoscasos de las provincias vascongadas dondeel muro del frontón se adosa al del Ayun-tamiento –Elgoibar, por ejemplo– u otroseñalado edificio). Es interesante, en efec-to, reparar en esta ilusión de plaza pública,reforzada por el hecho de estar descubier-ta, y que aún hoy sorprende a quien a ellaaccede.

La vida del Beti Jai fue breve. Definiti-vamente concluido en 1899, cesó en sufunción original en 1919 (el mismo año enque moría Rucoba), transformándose engaraje y talleres de chapista. Sobre la can-cha fueron levantadas naves (cuya huella,hoy demolidas, se observan en el frontis) y

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el graderío fue tabicado, habilitándose,incluso, viviendas en galería. De estamanera se ha llegado al agonizante estadoen que hoy se encuentra el edificio, evi-dentemente incompatible con el grado deprotección patrimonial con que cuenta(Bien de Interés Cultural, 1991)14.

El Central, superviviente de la primera etapa

A la vez que el Beti Jai, entró en laescena madrileña otro gran frontón parajuego de largo o de herramienta: el Cen-tral (1899); pero éste, de importante aforoy ya cubierto, estaba llamado a sobreviviren su uso original a la larga serie de fron-tones que hasta entonces se habían cons-truido15. Mantuvo, en efecto, su actividadcomo frontón hasta 1923, cuando todoslos establecimientos de la primera granetapa del juego de pelota en Madrid yahabían desaparecido o habían sido trans-formados para funciones que nada teníanque ver con la deportiva.

Obra del arquitecto Daniel Zavala, seconstruyó en la calle de Tetuán, con parce-la pasante hasta la de la Salud, aprovechan-do los terrenos desamortizados del con-vento del Carmen Calzado, del que sóloquedó la actual iglesia; y a ésta se adosó lanueva construcción, cuya gran longitud estodavía apreciable en el parcelario16.

El cuerpo principal era un rectángulode 62 metros de largo por 20 de ancho,cubierto por una armadura metálica ylucernario corrido. El edificio se ajustaba ala parcela mediante un cuerpo diferencia-do de entrada en la calle de Tetuán, y otroen el tramo en que el solar aparece en laplaza del Carmen doblando con Salud.Ambos cuerpos estaban compuestos consimilar fachada (nivel bajo, de severo dibu-jo; y nivel superior, de dos alturas y ele-mentos de clasicista eclecticismo); fachadaque, aunque transformada sobre todo ensu nivel inferior, queda hoy –como un últi-mo registro del edificio– en el amplio lien-zo de la calle de Tetuán.

En la citada fecha de 1923 se decidió laadaptación del frontón a otros tipos deespectáculos (teatrales y circenses), reali-

zando el proyecto –uno de los primeros desu brillante carrera– el recién tituladoarquitecto Carlos Arniches. A partir de1925 se realizaron distintas reformas parasu conversión en sala cinematográfica. Trasla Guerra Civil fue transformado en teatro,habilitándose la larga cancha para escena-rio, patio de butacas, cafetería y vestíbulo,y abriéndose entonces la entrada hoy exis-tente por la plaza del Carmen (1944)17.

Dos frontones modernos para los años veinte

Entrado el nuevo siglo, conforme nue-vos espectáculos deportivos iban surgien-do en la vida de la ciudad, el juego de pelo-ta no pudo mantener el rápido crecimien-to que había conocido en la última décadadel XIX. A comienzos de los años veinte,de los grandes frontones que se habíanlevantado en Madrid, sólo quedaba en uso–y por poco, como queda dicho– el fron-tón Central. Los empresarios de fronto-nes, conscientes de las exigencias de con-fort del nuevo público –pensemos, porejemplo en los nuevos locales para cineque Anasagasti estaba construyendo enesos años– decidieron invertir en un nuevotipo de frontón, el frontón moderno,

cubierto, bien acondicionado térmicamen-te, cómodo y con diferentes servicios ane-jos. Reflejo de ello fueron el nuevo fron-tón Jai Alai (1922) y el frontón Madrid(1928).

La Sociedad Mendizábal-Treviño, pro-pietaria de los frontones Jai Alai y Modernode San Sebastián, animada por lo nutrido dela colonia madrileña que durante los mesesde verano acude a dichos puntos de recreo18,decidió construir un gran frontón –delargo– en una de las parcelas más cotizadasdel nuevo Madrid, en la misma manzana dela recién terminada Casa de Correos yTelégrafos, junto a Cibeles; y pensó paraello en el arquitecto donostiarra JoaquínOtamendi Machimbarrena (1874-1960),uno de los más prestigiosos arquitectos delMadrid del momento y que, junto conAntonio Palacios, había sido autor de eseflamante palacio de Correos.

Este interesantísimo frontón –sin em-bargo hoy demolido, emplazado en la callede Alfonso XI con vuelta a la de Valen-zuela, parecía tomar exactamente el relevodel frontón Central. Estaba constituidopor un cuerpo principal que albergaba lacancha, la contracancha y el graderío bajo,y se cubría por medio de celosía metálica,con lucernario corrido en su parte central.

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14 Sobre la debida tutela que las administraciones públicas han de ejercer sobre este edificio, v. José María ABAD LICERAS, “El frontón Beti-Jai de Madrid.Reflexiones en torno a la conservación del patrimonio histórico español”, R&R. Restauración y Rehabilitación, 26 (marzo 1999), 38-43.

15 Su gran capacidad propició también el relevante papel del Central como lugar apto para diversidad de actos en la vida cultural madrileña.16 Hoy acortada por el ensanche de la calle de la Salud (1950), que también recortó la nave de la iglesia. 17 César de la TORRE DE TRASSIERRA, “Teatro Madrid”, Revista Nacional de Arquitectura, 27 (marzo 1944), 115-126. En 1979 se llevó a cabo una reforma para

convertirlo en minicines.18 “El nuevo frontón Jai Alai”, La construcción moderna, 2 (30 enero 1923), 23-24, p. 23.

Vista interior del nuevo Jai Alai, 1923.

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La cancha –cuyo frontis se tendía contra lamedianera del edificio de Correos– teníauna longitud de 52 metros, apta para eljuego a remonte que tanta aceptaciónconocía entonces en Madrid. Junto alcuerpo principal se establecía una crujía deplanta irregular –para asumir la ligerainclinación de la calle de Valenzuela–, queacogía los tres pisos superiores de palcos,el bar y otras dependencias. Incorporabanumerosas novedades en cuanto a instala-ciones, particularmente las de iluminaciónartificial y las de calefacción por airecaliente, mediante impulsión por debajode las localidades, y de ventilación.

Poco más tarde, en 1928, se levantó elotro gran frontón cubierto de los añosveinte. Esta vez, en el propio centro histó-rico de la ciudad, en la calle del DoctorCortezo, entre las plazas de Tirso de Mo-lina y de Benavente, vecino a los nuevoslocales de espectáculos que proliferaronentonces en esa zona19. El frontón Madrid,que en parte se conserva en nuestros días,es obra de Eduardo Lozano Lardet(1897-1968), arquitecto que ya había reali-zado en esta ciudad otros destacados edifi-cios para espectáculos20.

La planta se inserta con habilidad en elapretado caserío. Tras una crujía de entra-da, de funcional fachada de ladrillo –muy

alejada ya de la ecléctica composición delBeti Jai–, se dispone perpendicularmenteel cuerpo principal del edificio. Tiene ésteuna profundidad –la de la cancha– de 31metros, y se cubre por una estructurametálica a dos aguas, con lucernario.Adosado a su lado norte (y quebrandoluego en ángulo recto para ajustarse a unamedianera oblicua) se sitúa un cuerpo demenor altura en el que se sitúan los dospisos de palcos. La menor altura de estecuerpo respecto al principal permite–yendo más allá de la solución dada porOtamendi en el nuevo Jai Alai– la incor-poración de un amplio ventanal corridoque provee a la cancha de luz norte.

La acertada apertura de este lucernario(que, junto al cenital, parece avanzar laidea de las dos lumbreras del frontónRecoletos), junto a la limpieza del plantea-miento estructural, conferían al espaciointerior un atractivo y moderno carácter,verdaderamente sugestivo en el Madrid delmomento y precursor de otros espaciosdeportivos.

Ha sido el último frontón en uso de lalarga serie de frontones madrileños. Seclausuró como tal en 1980. Hoy en día,habiéndose contemplado la posibilidad deser convertido en hotel, presenta un estadode abandono y creciente deterioro.

Frontón Recoletos, vanguardista colofón

El lúcido episodio de la arquitectura defrontones en Madrid tuvo en el desapareci-do Recoletos un colofón claramente reco-nocible. Considerado internacionalmenteuno de los casos más afortunados de coo-peración entre arquitecto e ingeniero, fueproyectado en 1935 por el bilbaínoSecundino Zuazo (1887-1970) –arquitectotan determinante en la conformación delMadrid contemporáneo– en colaboracióncon el gran Eduardo Torroja (1899-1961).

La asombrosa cubierta, única en sutiempo, verdadera innovación a escalamundial en el campo de las formas lamina-res, estaba constituida por lámina de hor-migón armado en ala de gaviota: dos des-iguales lóbulos cilíndricos de eje horizon-tal que se cortaban según una generatriz.Para una longitud de 55 metros y unaanchura de 32,5 metros, el espesor de lalámina era sólo de 8 centímetros.21 En cadauna de las dos superficies cilíndricas seabrían, por medio de celosías triangularesy a lo largo de toda la longitud, sendoslucernarios a norte; uno sobre la cancha yotro sobre el graderío superior.

Así, por medio de la disimétrica confi-guración de la cubierta y la subsiguienteapertura del espacio a la luz, en elRecoletos se llevaron a sus últimas y másatrevidas consecuencias las posibilidadesexpresivas y espaciales del ser asimétricode la tipología arquitectónica de que trata-mos en este escrito22.

Este frontón, con capacidad para 2.200espectadores sentados, había sido cons-truido en el brevísimo periodo de cincomeses por Huarte (promovido por laNueva Empresa de Frontones). Estabasituado en la calle de Villanueva, con vuel-ta a la del Cid, dando frente al lado sur dela Biblioteca Nacional, en el corazón delbarrio del que tomó el nombre.

La poderosa imagen urbana del edificiocontraponía retóricamente dos imágenesmuy explícitas del devenir de este tipoarquitectónico. Por un lado, la silueta des-nuda de la vanguardista y asimétrica cubier-ta; por otro, el lenguaje vernáculo y casirural de los dos curiosos pabellones –uno

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19 Este frontón se levantó en el solar que ocupaba uno anterior descubierto, el Ideal (cuyo nombre sobrevive en las actuales salas de cine vecinas al frontón).20 Entre ellos: el Palacio de los Recreos -hoy Teatro Alcázar- (1921-24), en la calle de Alcalá; el desaparecido Cine-Teatro Infanta Beatriz -hoy restaurante Teatriz-

(1925), en el barrio de Salamanca; y el art-déco cine San Carlos (1928) de la calle de Atocha.21 Eduardo TORROJA, “Frontón Recoletos”, Informes de la Construcción, 137 (enero-febrero 1962).22 Zuazo realizaría posteriormente otros proyectos de frontones fuera de Madrid, pero ninguno de ellos –veamos, por ejemplo, el frontón Jai Alai que construye-

ra en Guernica (1961)- llegaría a acercarse a la altísima cota que, junto con Torroja, marcó en el frontón madrileño.

Vista interior del frontón Madrid, 1932.

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–la vecina Casa de la Moneda, entre otras–lograron destruir definitivamente el res-taurado frontón Recoletos, uno de los máscelebrados éxitos de la arquitectura espa-ñola contemporánea25. Pocos días antes deesa demolición, desde las páginas de larevista Arquitectura se denunciaba la cala-mitosa situación del edificio (palabras que–muy bien– podríamos hacer redivivashoy, en defensa de ese último frontón deMadrid que es el Beti Jai):

Aquí parece que se sigue la táctica tradi-cional madrileña cuando se pretende pro-piciar el derribo de alguna edificación. Loprimero que se hace es dejar de conser-varla convenientemente como debehacerse. Hoy el frontón ofrece un aspectoexterior muy similar al cochambroso. Enmuy pocos meses los avances de las hume-dades y goteras se aprecian a simple vistadesde la calle […] Todo está preparadopara que, cuando se inicie el derribo, elfrontón tenga la apariencia de un caseróndestartalado y hosco y sin ningún valor.Pero algunos sabemos que, bajo el puntode vista arquitectónico, no es así, y quedebiera conservarse. ¿Dónde mejorpodría invertir su dinero la DelegaciónNacional de Educación Física y Deportes?Parece difícil encontrar en un lugar tancéntrico de Madrid un edificio destinadoa la práctica del deporte, en este caso elespañolísimo de la pelota vasca. Prácticaque podría compartirse con los otrosdeportes aptos para local cerrado […]Pero es inútil. Madrid se quedará sin unsigno que lo diferenciaba de las distintascapitales europeas 26.

El frontón Beti Jai, en efecto, reclamaahora, en su progresivo –pero todavíareversible– camino hacia la ruina, la impos-tergable defensa que se debe hacer de su sal-vaguardia y de la aplicación real de lasmedidas con que la ley lo protege. A susindividuales valores arquitectónicos y urba-nos se une el hecho de ser el último frontón:el último registro de una tipología arquitec-tónica singularísima, pionera de las deporti-vas y que hizo sorprendente fortuna enMadrid; pero tipología que esta ciudad noha sabido luego valorar ni conservar. Uno auno han ido cayendo los frontonesen Madrid; queda, por el momento,éste.

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23 Zuazo, que había sido depurado tras la Guerra Civil, estuvo confinado en Las Palmas de Gran Canaria hasta 1943. Torroja presentó en 1942 (publicado por laReal Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales) su estudio sobre las lesiones del edificio; v. E. TORROJA, “El comportamiento resistente de una cubierta lami-nar”, Revista de Obras Públicas (feb. 1942).

24 Las obras de restauración fueron dirigidas por el arquitecto Felipe Heredero Igarza (v. Frontón Recoletos, Madrid, Huarte, s.f.)25 El Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, siendo su decano Fernando Chueca Goitia, eligió este edificio como representativo para la exposición

Arquitecturas ausentes del siglo XX (v. Lilia MAURE, Secundino Zuazo/Eduardo Torroja. Frontón Recoletos, Madrid. 1935, p. 52.

Vista interior del frontón Recoletos hacia el rebote.

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Vista interior del frontón Recoletos hacia el frontis.

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de ingreso y oficinas y el otro para restau-rante– que cerraban el recinto en la calle deVillanueva.

La vida del edificio original, concluidoen 1936, fue por demás efímera, y cabedecir que representó el canto del cisne enla variada e intensa biografía de los fron-tones madrileños. Durante la Guerra Civil(período en que había sido habilitadocomo hospital de sangre por la CNT) fueseveramente dañado por los bombardeos.Numerosos impactos habían taladrado ladelgada superficie de la cubierta laminar,provocando aberturas y graves deforma-ciones.

Tras la guerra –con Zuazo ausente porel lamentable suceso de la depuración pro-fesional de arquitectos–23 la cubierta sereconstruyó con un sistema de cerchasmetálicas (1940), ajenas por completo a lamecánica de la original estructura lamina-da, quebrando su elegante perfil en unadesfigurada directriz y reduciendo a unolos dos lucernarios iniciales24. A pesar deello, el espacio se restauró como frontón, ya este uso –y otros usos deportivos, comoel del boxeo– fue dedicado en lo sucesivo.

Pero en 1973 los mismos interesesinmobiliarios que ya estaban borrando deMadrid otras sobresalientes arquitecturas