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Cómo Argumentar

Sobre tus Creencias

Arminianas Wesleyanas

Fundamentos Doctrinales que Creemos

Basado en el Folleto de Candidatos a Miembros de la Iglesia Metodista en Cuba. Autoría del Rev. Joel Ajo Fernández y Rev. Rinaldo Hernández Torres.

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Título: Fundamentos Doctrinales que Creemos Editado por Rodolfo A. Martínez Ochoa E-mail: [email protected] www.themissionmartinez.com Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida ni trasmitida por ningún medio, electrónico ni mecánico, incluyendo fotocopias, grabación, ni almacenaje de información, excepto en pasajes breves para reseña, sin permiso escrito de los editores. 1ra edición. Agosto 2010, Lima - Perú Texto bíblico 1960, Sociedades Bíblica Unida Reservado todos los derechos.

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Contenido Introducción

I. Las Doctrinas Cristianas que sostenemos 1. La Biblia 2. La Santísima Trinidad Dios 3. El Padre 4. El Hijo a. La Deidad de Jesús b. El Nacimiento Virginal de Jesús c. La Resurrección y Ascensión de Jesucristo

d. La Segunda Venida de Jesús 5. El Pecado 6. El Arrepentimiento y Fe 7. El Perdón de los Pecados 8. La Justificación por la Fe 9. La Regeneración o Nuevo Nacimiento 10. La Salvación 11. La Expiación 12. La Santificación 13. El Espíritu Santo 14. El Bautismo de Jesús con el Espíritu Santo 15. La Iglesia 16. Los Sacramentos 17. La Existencia del Cielo y el Infierno 18. La Gracia Previniente 19. La Experiencia Personal 20. El Testimonio del Espíritu 21. El Libre Albedrío 22. Nuestra Esperanza 23. El Reino de Dios 24. La Vida Eterna 25. El Juicio Final por Dios

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Introducción: Nuestras creencias cristianas nunca podrán ocupar el lugar de nuestra ardiente experiencia personal con Dios, pero sin ellas no podría existir un cristianismo vital, pues para andar con Dios necesitamos saber algo acerca de El. No existe tal cosa como doctrinas exclusivamente nuestras. No tenemos afirmaciones de fe que no sean también creencias de otros grupos cristianos por lo general. En tanto nosotros repudiamos todo sectarismo estrecho y exclusivismo doctrinal, pero aportamos fundamentos que ofrecen sus propios dones especiales: vitalidad y equilibrio. Creemos que nuestro esfuerzo por hacer discípulos debe ser el más honestos y con el sano mensaje de proclamación y enseñanza de un cristianismo que sea vital y equilibrado. El patrón de toda doctrina que se quiera llamar “cristiana” siempre ha de ser la Escritura. Ningún patrón doctrinal que se aparte de la Escritura puede ser considerado como válido. Los más antiguos sumarios de doctrina cristiana que conocemos se encuentran, fundamentalmente, en:

• La predicación apostólica recogida en el Nuevo Testamento

• Comentarios de enseñanza bíblica (la “Didajé”)

• Antiguas fórmulas bautismales (Filipenses 2 y otras)

UN CRISTIANISMO VITAL:

Lo que creemos como fundamento es vital porque nos pide que retornemos al cristianismo del primer siglo, y aprendamos de los cristianos primitivos el verdadero significado de nuestra fe. Algunos buscan al cristianismo genuino donde quiera que haya una doctrina pura; creemos esto, pero también creemos que el río de Dios corre a mayor profundidad que nuestras creencias. El cristianismo vital no es en sí mismo una cuestión de qué creemos, sino en quien confiamos, porque: "Hasta los demonios creen y tiemblan" (Santiago 2:19) Creemos en la Biblia y la exaltamos como el Libro de los Libros, pero insistimos en que una persona puede saberse la Biblia, creer cada palabra de ella, y estar aún lejos del Reino, pues no somos salvados por la Biblia, sino por el Salvador de quien ella habla.

Creemos que el cristianismo apostólico no consiste en poner énfasis en los rituales, sacramentos, o en los servicios de la Iglesia, ni en cualquier forma exterior, sino en que pongamos nuestra confianza directamente en el Salvador, y que busquemos la firmeza de nuestra fe en el testimonio y derramamiento del Espíritu Santo. Nosotros creemos en un cristianismo vital porque en él los esfuerzos de la vida moral y el poder maravilloso del Espíritu Santo se integran en una unidad dinámica, o sea, que al acentuar la Gracia de Dios como la autora de toda buena obra en nosotros, estamos afirmando que nuestras acciones son el fruto de la obra del Espíritu Santo.

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UN CRISTIANISMO EQUILIBRADO:

Nosotros queremos esforzarnos en guiar a nuestros miembros y amigos hacia un tipo de discipulado cristiano que, sin perder su vitalidad, mantenga el equilibrio. Este cristianismo equilibrado afirma las grandes doctrinas de la Biblia, pero recomienda: 1. Que no debemos creer nada sobre la base de un versículo aislado o de unos pocos pasajes

seleccionados, y sí apoyarnos en una visión total de la Biblia. 2. Que debemos interpretar la Biblia relacionándola con el testimonio acumulado de la

experiencia cristiana. La Iglesia nuestra enfatiza que la conversión y el discipulado o educación cristiana van de la mano, han de marchar unidas en el desarrollo integral del cristiano. No podemos acentuar solamente el entusiasmo, los sentimientos, la decisión crucial y descuidar los procesos graduales del aprendizaje sobre el contenido del cristianismo. Necesitamos nacer en el Espíritu, pero necesitamos también educarnos bíblica y doctrinalmente en fundamentos.

El equilibrio que buscamos en nuestra fe, se aprecia también en el énfasis de nuestra iglesia, tanto por la salvación personal, como por la responsabilidad de transformación social. Sólo los individuos pueden ser redimidos, pero el alma salvada debe cumplir su deber mientras viva en esta tierra (Juan 9:4)

Todo lo que dañe a las personas golpea a Cristo y mueve a los cristianos a la acción; por ello, el cristianismo se preocupa por los menos favorecidos, los hogares destruidos, los prejuicios de todo tipo, la corrupción política y toda forma de injusticia. Los seguidores de Cristo que creemos en estos fundamentos intentamos tener una visión equilibrada, tanto de los esfuerzos como movimiento autónomo e independiente como denominacionales y fraternos de otras iglesias hermanas, porque creemos en la Iglesia Universal de Cristo. Estamos orgullosos de esa visión, pero nos avergonzamos cuando no hacemos todo lo posible por llevar a todas las denominaciones e iglesias hermanas hacia una unidad más estrecha de hermandad y acción (Juan 10:10) Donde se hace más evidente este cristianismo equilibrado es en nuestra visión de las grandes doctrinas cristianas. Compartimos con otras denominaciones las grandes creencias de la Reforma: Creemos en la Biblia como la Palabra de Dios, creemos en la justificación por la fe, nos regocijamos en el Sacerdocio universal de los creyentes, sostenemos que la Iglesia es la hermandad de los redimidos, y creemos que la santidad se realiza en los lazos comunes del matrimonio, y la familia, así como en el trabajo común de la vida cristiana; y desde nuestra perspectiva de interpretación, procuramos una interpretación equilibrada de todas las principales creencias cristianas. Por ello creemos en un modelo de iglesia con la visión de un cristianismo vital y equilibrado, que no sólo se predique, sino que se pueda vivir.

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Nuestras creencias las expresamos en los siguientes términos:

1. LAS SAGRADAS ESCRITURAS:

La Biblia es inspirada e infalible Palabra de Dios – II Timoteo 3:16;

Las Sagradas Escrituras contienen todo lo necesario para la salvación, así como los principios sobre los cuales se fundamenta la ética cristiana; por lo tanto, las aceptamos como suprema autoridad en materia de fe y conducta. Las Sagradas Escrituras contienen el testimonio de la revelación de Dios en su búsqueda del hombre y las experiencias del hombre en su encuentro con Dios. La unidad de las Sagradas Escrituras está en Jesucristo: el Antiguo Testamento anuncia su venida y el Nuevo Testamento da testimonio de su vida y obra. La Biblia es una colección de 66 libros, escritos por hombres inspirados por Dios. La prueba evidente de la inspiración bíblica es su capacidad para inspirar a sus lectores. La Biblia contiene la Palabra de Dios; esta palabra de salvación que Dios ha proclamado es Cristo, y la Biblia es el libro de Cristo, porque Cristo es el centro mismo de este libro y todo gira en torno a Él. Todo pasaje de la Biblia debe ser interpretado a la luz de Cristo y de sus enseñanzas. La Biblia se divide en Antiguo y Nuevo Testamento. El ANTIGUO TESTAMENTO nos habla de la Creación del universo, la formación del pueblo de Dios, las manifestaciones de Dios a su pueblo, y las promesas de la Venida de un Mesías. El NUEVO TESTAMENTO nos habla del Cristo que ya ha venido en carne, de la promesa cumplida, de la esperanza realizada en Él; de su vida y su ministerio, su muerte y su resurrección, su ascensión y el derramamiento de su Espíritu, de la formación de la Iglesia, de su expansión por el mundo y de la segunda venida del Señor. Contiene 66 libros, de los cuales 39 están en el Antiguo Testamento y 27 en el NUEVO TESTAMENTO. La colección del ANTIGUO TESTAMENTO fue terminada más o menos en el primer siglo de la era cristiana. El canon del NUEVO TESTAMENTO fue determinado en el siglo IV DC por un concilio de la Iglesia. La Biblia es indispensable para la vida cristiana; sin ella, no hay posibilidad de conversiones, ni inicio en la vida cristiana. La experiencia de fe se fortalece por el conocimiento de las verdades fundamentales de las que habla la Biblia (Romanos 10:17). Por medio de la Biblia Dios nos habla, y cuando así sucede, ella se convierte en la Palabra de Dios para nosotros hoy. Por eso, la Biblia es el medio de gracia por excelencia; es un mensaje y una revelación de Dios para nosotros. Por eso, debiéramos leerla diariamente, atesorarla en el corazón y obedecerla en la vida diaria (2 Timoteo 3:16-17). Consideramos como canónicos todos los libros del Antiguo Testamento y Nuevo Testamento que son generalmente aceptados por las Iglesias Cristianas Evangélicas: Libros del Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, 1 Samuel, 2 Samuel, 1 Reyes, 2 Reyes, 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras, Nehemías, Ester, Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantares, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías.

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Libros del Nuevo Testamento: Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Hechos de los Apóstoles, Romanos, 1 Corintios, 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 Tesalonicenses, 2 Tesalonicenses, 1 Timoteo, 2 Timoteo, Tito, Filemón, Hebreos, Santiago, 1 Pedro, 2 Pedro, 1 Juan, 2 Juan, 3 Juan, Judas, Apocalipsis.

2. LA SANTÍSIMA TRINIDAD DE DIOS:

La Santísima Trinidad de Dios, manifestada en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Hay un sólo Dios viviente en el universo que existe como ser con existencia propia, verdadero, infinito, eterno, creador, sustentador y redentor el cual rige la historia. (Deuteronomio 6:4; Juan 17:3; 1 Corintios 8:4-6 y Gálatas 3:20)

No son tres dioses independientes, sino una esencia divina, aún cuando hay diferentes

modos de subsistencia en ella llamados PERSONAS, y estas poseen la esencia completa e indivisible. O sea, que en la unidad de su deidad o la unidad divina hay una unidad compuesta, hay tres personas de una misma sustancia, poder y eternidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. – Mateo 28:19, Marcos 12:29;

Son tres personas, pero un solo Dios. Las tres personas cooperan unidas en un mismo propósito, de manera que en el pleno sentido de la palabra, son uno. El Padre crea, el Hijo redime, y el Espíritu Santo santifica; sin embargo, en cada una de esas operaciones las tres personas están presentes. Antiguo Testamento: Génesis 1:1,26; 3:22 (se usa el plural para designar la unidad de Dios); Números 6:24-27 (se usa la palabra Jehová en un sentido triple); Isaías 48:16 (habla de Dios Padre y del Espíritu). No se hace alusión directa al Hijo porque la Paternidad de Dios no se había revelado en su totalidad. Nuevo Testamento: Juan 1:1-3,14; 14:16-17; Mateo 3: 16-17; 28:19; 2 Corintios 13:14; Efesios 2:18; Hebreos 9:14; 1 Pedro 1:2; 1 Juan 5:7.

3. DIOS EL PADRE

Creemos que el Padre es el Principio de todo lo que existe, sea material o espiritual y sustentador de todo. Con el Hijo y el Espíritu Santo, hizo al hombre a Su imagen.

– Salmos 68:5; Isaías 64:8; Mateo 7:11; Juan 3:17; Romanos 8:15; 1 Pedro 1:17, Hebreos 1:2, 3

La Biblia no pretende probar la existencia de Dios, sino que la da por sentado, es un hecho razonable y dependiente de la fe: "EN EL PRINCIPIO CREO DIOS..." (Génesis 1:1). La Biblia revela un Dios que existe y el testimonio interno del Espíritu Santo en el creyente lo confirma. El que teme a Dios acepta por fe la verdad de su existencia de acuerdo a la revelación de bíblica. Hebreos 11:6; Juan 7:17 Algunas declaraciones biblicas sobre la existencia de Dios, las tenemos en 2 Corintios 5:19: ¨Dios estaba en Cristo…¨, (Hebreos 1:3; Colosenses 1:3; Juan 1:18; 14:9) El sentido común induce al hombre a creer que la existencia de una casa implica un constructor; la de una pintura, un pintor; y la de un reloj, un relojero. Este universo no pudo crearse a sí mismo (Efesios 1:11); tal suposición sería una grosera contradicción, porque implicaría la existencia de algo con facultad de crear antes de existir.

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Su naturaleza es espiritual, su carácter es perfecto en bondad, su relación con lo existente es que Él es el creador, sustentador y ordenador de todo, lo que motiva su relación es su amor santo. Sus atributos naturales: es Eterno: no tiene ni principio ni fin; es Omnipresente: está en todo lugar al mismo tiempo; es Omnisciente: todo lo sabe en el cielo y en la tierra; es Omnipotente: puede hacer todo cuando quiere; es Inmutable: tiene una naturaleza perfecta que no varía jamás; es una Unidad Absoluta: la esencia de su ser es indivisible; y es una Trinidad que consta del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sus atributos morales: es Amor, por lo que tiene un afecto paternal hacia la humanidad; es Santo, estando completamente libre de pecado e impurezas; es Justo, dando a cada uno la recompensa o el castigo que merezca; es Misericordioso, inclinándose siempre a compadecer, perdonar y ayudar al caído; es Verdadero, representándose las cosas exactamente como son. A Dios lo podemos conocer sólo por medio de sus revelaciones: en la Creación, en Su Palabra, en Jesucristo, en Sus hechos en la historia. Cuando hablamos de la revelación en la Creación, debemos cuidarnos de no caer en el "panteísmo" que afirma: la Creación, está diluida en Dios (Panteísmo oriental) , o que Dios se diluye en el mundo (Panteísmo occidental). Lo creado nos habla del Creador, pero no es el Creador.

4. DIOS EL HIJO

El Hijo, Verbo de Dios, consustancial con el Padre y el Espíritu Santo desde la eternidad, tomó cuerpo de verdadero hombre para reconciliar a todos los hombres con Dios, encarnándose de manera que dos naturalezas enteras y perfectas, la divina y la humana se unieran en la misma persona: Jesucristo, quien nació de la virgen María, padeció, fue crucificado, muerto y sepultado, resucitó al tercer día y subió a los cielos, de donde vendrá a consumar el establecimiento de su Reino.

A. JESUCRISTO, SU DEIDAD

La Deidad de Jesús – Juan 1:1, 14; Mateo 1:21-23

La Biblia nos enseña que Cristo es Dios "porque en El habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente" (Col 1:16, 17, 19; 2:9) "…Dios estaba en Cristo…" (2 Cor. 5:19). Cristo, el Verbo de Dios, estaba con el Padre y con el Espíritu Santo presente desde el principio en la obra creadora (Génesis 1:1-2, Juan 1:1). Es por esto que en la Teología Cristiana se habla de la "preexistencia de Cristo", es decir, el hecho de que Jesús fue concebido por María no significa que su existencia comenzara en ese momento, sino que existía con el Padre desde la eternidad y hasta la eternidad. Cristo, la expresión humana de Dios. La mayor revelación de Dios a los hombres es Jesús en cuanto a su esencia, naturaleza y eternidad (Mateo 1:23). Jesucristo es también hombre y posee todas las características normales de la humanidad (Lucas 1:31 y Hebreos 2:14). Por la unión de las dos naturalezas eternas y perfectas, Jesús está facultado para ser el mediador entre Dios y los hombres, para representar a Dios perfectamente para con el hombre pecador y al hombre caído para con Dios, y para efectuar, por medio de su sangre vertida y la operación del Espíritu Santo, la reconciliación entre ambos (1 Timoteo 2:5; Hebreos 8:6; 9:15; 12:24). Cristo se identifica como Dios y la Biblia también: Jesucristo mismo declaró (Juan 10:30, 38; 8:19; 5:19, 21, 23, 26; 14:10-11; 14:9) En diversos lugares de la Biblia Cristo es identificado

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como Dios. (Hebreos 1:8; Mateo 16:16,17; Apocalipsis 1:8; Hechos 3:14; 9:17; Marcos 2:5, 10, 11; Filipenses 3:21; 2 Tim. 4:1) En conclusión: Cristo ha sido en la carne, aquello que Dios quiso revelar de sí mismo al hombre, siendo El la mayor prueba no sólo de la eterna existencia deDios sino también de su amor por la criatura humana. Cristo nos reveló en particular la actitud de la mente y del corazón de Dios hacia nosotros, y la actitud que nosotros debemos tener para con Dios. Al mismo tiempo, reveló el estado moral del género humano, por vía de contraste; su grandeza moral y su vida perfecta mostró nuestros defectos; y a la vez nos abrió la posibilidad de llegar a ser como Él (1 Juan 3:2). Esta es la buena noticia que Él nos trajo. Fue designio del Padre que el hijo fuera de naturaleza humana y divina, por eso lo sobrenatural y natural se dan íntimamente entrelazados. Jesús fue el único verdaderamente hombre y Dios a la vez (creció, hizo preguntas, oraba, fue tentado, aprendió obediencia, tuvo hambre, sed, cansancio, sueño, amaba, tenía compasión, se enojaba, lloraba, sentía gozo, se conmovía, sudó gotas de sangre, sufrió, sangró, murió, y fue enterrado). Pero fue Dios porque fue omnipotente: sobre la enfermedad, demonios, hombres, naturaleza, pecado, tradiciones, la muerte. Fue omnisciente: conocía lo que estaba en la mente y corazón de otros, descubrió el complot en su contra, la historia pasada y presente de diversos pecadores, conocía los problemas de sus discípulos. Es omnipresente. Es adorado como Dios por ángeles, pastores, magos, leprosos, dirigentes, mujeres, madre, ciego, griegos, apóstoles. Sólo Jesús perdona los pecados, juzga y salva.

B. EL NACIMIENTO VIRGINAL DE JESÚS

El Nacimiento virginal de Jesús – Mateo 1:23;

Jesucristo fué concebido por el Espíritu Santo y nació de una madre virgen en cumplimiento de una profecía. Vino al mundo a encarnarse de forma sobrenatural y natural a la vez. Sobrenatural: Porque fue concebido por el Espíritu Santo y fue un nacimiento virginal. En términos genéticos: 23 cromosomas son femeninos y otros 23 masculinos, la suma de ellos 46 cromosomas. En el caso de Jesús para la suma de cromosomas intervino el Espíritu Santo. Natural: Porque de la forma normal Jesús viene al mundo, como todo niño se forma y nace desde el vientre de una madre. Dolores, contracciones y lo normal de atender un bebé.

C. LA RESURRECCIÓN Y ASCENSIÓN DE JESÚS

La resurrección y ascensión de Jesucristo – Hechos 1:10;

Su resurrección es la prueba infalible de que era el Hijo de Dios. La resurrección proporcionó la base para nuestra justificación (Romanos 4:25). Esta humanidad glorificada también forma la base para un nuevo compañerismo con Dios: llegar a ser hijos de Dios (Col 1:15; Efesios 1:5). El Señor resucitó y ese es un hecho histórico que nadie puede atreverse a negar. ¿Por qué estamos tan seguros de que la resurrección no es una historia inventada por los seguidores

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de Jesús para tratar de recuperar credibilidad delante del pueblo, después de la muerte del Señor? La resurrección de Jesús no es un mito, es un hecho histórico que se demuestra por:

• La tumba vacía: Si los enemigos de Jesús se hubieran robado el cuerpo, lo habrían enseñado para probar que Él no había resucitado. Y si lo hubieran robado los discípulos, ellos nunca hubieran estado dispuestos a dar sus vidas por una mentira.

• El gozo y el poder de Dios que actuaba en los primeros cristianos: Si Jesús no hubiera resucitado y nunca se le hubiera aparecido a los discípulos, ellos nunca hubieran experimentado ese cambio tan rotundo del desaliento a la euforia, de la cobardía a la valentía, y de la desesperación a la esperanza.

• La escritura del Nuevo Testamento: Si Jesús no hubiera resucitado y su vida hubiera terminado en muerte y derrota, nadie se habría tomado la molestia de escribir acerca de su vida, de su obra, de sus enseñanzas y de la continuación de esa obra en la vida de sus seguidores.

• El derramamiento del Espíritu Santo: Si Jesús no hubiera sido exaltado a la diestra del Padre, nunca hubiera ocurrido un Pentecostés. El día de Pentecostés, en su sermón al pueblo presente en la fiesta, Pedro hizo constar que aquello era la obra del Cristo resucitado: Hechos 2:32-33.

• Nuestra propia resurrección: Jesús no sólo resucitó Él, sino que, porque Él vive, hace resucitar a los que a Él se acercan por medio de la fe: Romanos 8:11. Pero también la resurrección viene a ser la garantía de nuestra futura resurrección: "El es las primicias de los que durmieron".

Ya hoy Jesús no es un personaje de un libro, sino UNA PRESENCIA VIVA. Por eso no basta estudiar su historia, sino tener también un encuentro personal con El. Jesús no es un recuerdo, es una presencia; no es alguien a quien discutimos, es alguien con quien nos encontramos. La vida cristiana no es la vida del hombre que sabe acerca de Jesús, sino del que conoce a Jesús.

D. LA SEGUNDA VENIDA DE JESÚS (CRISTO):

La segunda venida de Jesús – Hechos 1:11, Hebreos 9:28;

Creemos en la Segunda Venida de Cristo, y lo confirmamos a través del Credo; pero le damos más atención a la presencia viva de Cristo hoy entre nosotros.

En cuanto a la fecha y época, seguimos basados en dos explicaciones hechas por Jesús en Marcos 13:32 y Hechos 1:7. Lo más importante para nosotros no es esperar ansiosamente por un acontecimiento que Dios realizará en el momento que Él decida. Lo principal es dejar que el Cristo vivo realice en nosotros y a través de nosotros su obra maravillosa mientras transformamos esta tierra estableciendo el Reino de Dios. Veamos ahora algunas ideas fundamentales de esta doctrina: 1. Jesús enseñó que habría un período de tiempo entre el fin de su ministerio y su retorno o parusía (Marcos 13:10; Mateo 24:14). 2. Ese período intermedio sería utilizado para la evangelización del mundo (Mateo 28:19). 3. Al final del proceso de evangelización, en un momento sólo conocido por el Padre, Jesús volverá sobre las nubes del cielo en forma corporal (Marcos 13:32; Hechos 1:11).

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4. Su Segunda Venida será acompañada con trompetas, voces, gloria y poder; los ángeles recogerán a los escogidos de Dios (Mateo 24:30-31). 5. La Segunda Venida será precedida por un tiempo de horrible persecución (Marcos 13:25) y seguida por el establecimiento del reino de justicia del Hijo de Dios (Mateo 25:34). 6. Antes de la resurrección de los muertos vendrá la apostasía y aparecerá el hombre de pecado o Anticristo (2 Tesalonicenses 2:1-8). 7. Los muertos en Cristo resucitarán primero, y ocurrirá entonces la transformación de los cristianos que en ese momento estén vivos (1 Corintios 15:51-54). 8. Se realizará el juicio final para todos los seres humanos (Hebreos 9:27-28; 1 Corintios 4:5). 9. Apocalipsis concuerda con Pablo al describir la lucha feroz entre las fuerzas del mal y del bien, guerra que causará tremenda tribulación y terminará con el castigo de los dirigentes del reino satánico (Apocalipsis 19:20; 20:10). 10. Seguidamente, Cristo y los justos comenzarán un reinado de mil años en la tierra, el Milenio, durante el cual será suprimido todo dominio, autoridad y potencia (Apocalipsis 20:1-10; 1 Corintios 15:23-28). 11. Entonces será la destrucción de este mundo y el comienzo de un nuevo cielo y una nueva tierra (2 Pedro 3:10-13; Apocalipsis 21:1-8).

5. EL PECADO:

El pecado consiste en el menosprecio del amor de Dios y la transgresión de su ley.

Todos los hombres somos pecadores por cuanto hemos transgredido la ley. La esencia del pecado original es el egoísmo del hombre y la exaltación de sí mismo frente a Dios. El pecado es desobediencia a la voluntad de Dios, es anteponer nuestra voluntad a nuestra conciencia y sus mandatos. El pecado esclaviza, degrada, hiere y destroza la conciencia humana; separa a los hombres de Dios, mina las relaciones humanas en el hogar, la comunidad y entre las naciones. Ningún esfuerzo humano libra al hombre de su condición de pecador. Sólo la gracia redentora de nuestro Señor Jesucristo puede librarnos de los efectos del pecado.

– Romamos 3:23, 5:8

6. EL ARREPENTIMIENTO Y FE:

Creemos que para que el hombre se apropie de lo que la gracia previniente de Dios ha hecho posible, él debe voluntariamente responder en arrepentimiento y fe.

El poder viene de Dios, pero el hecho corresponde al hombre. – 2 Corintios 7:9,10; Hechos 3:19; Marco 1:15

Es imposible tener arrepentimiento verdadero sin fe (Romanos 5:1). El arrepentimiento comprende la confesión de pecados, “volverse del” pecado o dejar el pecado y la fe comprende “volverse a” Dios. De ésta manera, el arrepentimiento bíblico es dejar el pecado y volverse a Dios. (Hechos 26:20).

La conversión verdadera es como las dos caras de una moneda. Un lado es el arrepentimiento y el otro lado es la fe. No podemos dejar algo sin volvernos hacia algo más. Todo esto es un don de Dios (Efesios 2:8). Es por gracia que somos salvos. Esto significa que no hacemos nada para ganarlo. Estamos muertos en el pecado y no podemos hacer nada para cambiarnos a nosotros mismos (Efesios 2:1).

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– Hebreos 6:1,2; Lucas 13:2-5; 24:47; Hechos 17:30; 26:18

7. EL PERDÓN DE LOS PECADOS:

El perdón de los pecados por la sangre de Jesús. Perdonar es desistir de la pena que la ley impone

– I Juan 1:17, Efesios 1:7, Romanos 5:9;

Dios tiene un propósito de perdón y de liberación. Un resumen de la vida cristiana sería: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en nosotros”. El Hijo de Dios murió por nosotros para nuestro perdón “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Col 1:14). Una cosa es encontrarse en la cruz de Cristo, donde su amor por mí y su sangre derramada me ministra para justificación de mis pecados, ofreciéndome ese perdón restaurador. Y otra cosa es recibir ese perdón y seguir viviendo mendigando perdones diarios, cuando Cristo ha derramado su sangre sobre el Calvario una vez y por todas.

1. Dios perdona los pecados cometidos ante El La primera cuestión es la de los pecados que he cometido ante Dios y se pueden enumerar. (Romanos 3:23) “quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Aquí se habla a pecadores, y se usa la palabra “pecados” en plural. Es un llamado de Dios, donde esa luz divina comienza a penetrar en nuestro corazón, nos contrista, reconocemos que somos pecadores, y que nuestra vida pasada y presente está cometiendo pecado y mi único clamor es por el perdón de Dios. Pero una vez recibido ese perdón de pecados ¿Qué? 2. Dios perdona el principio de pecado que me domina en la vida La segunda cuestión es ese principio de pecado que me domina en la vida. (Romanos 5:12) “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Aquí es la palabra “pecado” la que se utiliza en singular. ¿Por qué? Aquí es pecado como principio de vida en mí. No importa cuantos pecados cometió, es siempre el mismo principio de pecado que conduce a ellos. Dios perdona ambos principio. Lo primero necesita perdón (pecados pasados), lo segundo necesita liberación (condición de pecado). Aunque alcance perdón por todos mis pecados, todavía por causa de mi condición de pecador, no gozo de constante paz del alma. No sólo reconozco que he cometido pecado sino que hay algo mal en mí, ese algo mal que permanece en los cristianos, que reaparece, que es nuestra debilidad. Esa inclinación interior hacia pecar en esa área del cuerpo, mente, ese poder pecaminoso que me lleva al pecado se llama “conscupicencia”. Cuando ese poder me vence, cometo pecado. Lo usual en el creyente es buscar perdón, recibe ese perdón, pero luego volvemos a pecar. Y así sigue la vida en un círculo vicioso, me caigo y me levanto, pecando y siendo perdonado y volviendo a pecar. Debemos apreciar el perdón divino, pero, debemos ansiar también algo más que eso, que es liberación. Necesitamos perdón por lo que hemos hecho, pero también necesitamos liberación de lo que somos.

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La Sangre y la Cruz

Los dos aspectos de la salvación, el perdón de pecado y la liberación de pecado fueron suministrados por Dios a través de un remedio doble. Dios dio un remedio doble: La Sangre y la Cruz La sangre: (Romanos 5:9) “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”. Aquí se menciona la “sangre de Jesús” pero nunca la cruz. La muerte redentora de Cristo, nos hace justo. Hay un valor en está sangre que nos guarda del castigo final “la ira”, que hace énfasis en la salvación, en aquel aspecto de la obra del Señor Jesús, representado por “la sangre”. La cruz: En Romanos 6:6 se introduce un nuevo tema: el ser “crucificado”. Aquí se refiere y centraliza en el aspecto de su obra representado por “la cruz”. Es decir por nuestra unión con Cristo en su muerte, sepultura y resurrección. El problema de nuestro pecado impide reconocer esta unión con el Cristo Resucitado. Dios tenía que hacer algo para salvarnos, redimirnos y volvernos al propósito de Dios en tres cuestiones que tuvo que operar.

• El pecado

• La conciencia de culpa

• La acusación Satánica sobre nosotros. Cristo con su sangre trató con lo primero, el pecado, y demostró el valor de esa sangre, tranquilizando nuestra conciencia de culpa. Y las acusaciones de Satanás y ataques del enemigo son confrontados con la cruz. Cuando Él se “entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20) Él:

• Dio su cabeza para llevar la corona de espinas por mí.

• Dio sus ojos para derramar lágrimas por mí

• Dio su mejilla para que sea abofeteada por mí

• Dio su lengua para orar por mí

• Dio sus hombros para llevarme a su hogar

• Dio su espalda para que sea azotada por mí

• Dio su costado para que sea perforado por mí

• Dio sus manos para que sean clavadas por mí

• Dio sus pies para recibir los clavos, por mí

• Dio su preciosa sangre por mí

• Dio su alma como ofrenda por el pecado, por mí

• Dio su vida por mí

• Dio toda sus riquezas y se hizo pobre por mí

• Y nunca descansará hasta que venga otra vez por mí.

La Remisión

Jesús tomó nuestro castigo, y nos ofrece la remisión – 2 Corintios 5:21

La diferencia entre la remisión y el perdón.

• El perdón: Cuando alguien nos perdona, él olvida sobre lo malo que hayamos hecho.

• La remisión: Cuando nuestro pecado se remite, toda evidencia de su existencia

desaparece.

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Discerniendo la acusación del diablo.

• Nos hacer sentir mal por nuestro pecado que ha sido perdonado.

• La sangre de Jesús limpió y quitó todo nuestro pecado.

8. LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE:

Dios tiene por justo al hombre sólo por los méritos de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

La justificación es por la fe y no por obras o merecimientos. Ser justificados es ser liberados de la condenación eterna y librados de la culpabilidad de pecado. Mediante la justificación por la fe se restablecen las relaciones entre Dios y el hombre.

La justificación es la obra que Dios efectúa en el pecador arrepentido, levantando la sentencia que por sus pecados pasados habría merecido. Esta es una obra exclusivamente de Dios (Romanos 3:21-26). Es el acto de la libre gracia de Dios, con que nos perdona todos nuestros pecados, y nos acepta como justos en su presencia, sólo por amor de Cristo (Romanos 5:1, Gálatas 2:16). "Tus pecados te son perdonados" eran las palabras sencillas y a la vez poderosas que el Señor usaba al librar del yugo de Satanás a las almas arrepentidas. Hablando del publicano que oró así: "Dios, se propicio a mi, pecador", Jesús dijo que "este descendió a su casa justificado". La justificación es superior al perdón; perdonar es desistir de la pena que la ley impone; justificar no es declarar que se ha prescindido de las exigencias de la ley, sino que estas ya han quedado satisfechas por la sangre de Jesucristo (Romanos 8:1-4).

9. LA REGENERACIÓN O EL NUEVO NACIMIENTO:

La Regeneración es la obra que Dios efectúa en el pecador arrepentido, destruyendo el dominio de la tendencia al pecado e infundiéndole, de una manera divina, poder espiritual e inclinación hacia la santidad. – 1 Juan 1:9.

Es la obra que el Espíritu Santo realiza en el creyente, por la cual éste nace a la vida espiritual en Cristo, comenzando así la vida eterna. La regeneración trae consigo un cambio evidente en la conducta.

En la justificación, todos los pecados pasados quedan perdonados, pero si la salvación fuera sólo justificación, quedaría el hombre en su naturaleza pecadora, que le induciría a cometer los pecados pasados y a cometer otros nuevos. Por eso, además de ser justificado, el Señor efectúa un cambio tal, que el dominio del pecado interior queda destruido, y se crea en nosotros una tendencia sobrenatural hacia la santidad de vida. Así pues, la regeneración ocurre al mismo tiempo que la justificación y tiene por condición el mismo acto de la fe.

La Biblia nos enseña que el Espíritu Santo es el autor de la regeneración (Juan 1:13 y Juan

3:6). Considerada en si misma, la regeneración es obra exclusiva de Dios, pero no se efectúa hasta que el hombre ha cumplido ciertas condiciones como son el arrepentimiento y la fe (Hechos 2:38, Juan 1:12, 1 Juan 5:1).

En la Biblia se presenta esta doctrina con diferentes términos: 1. Engendrados (Santiago 1:18; 1 Juan 5:1) 2. Nuevo Nacimiento (Juan 3: 1-13; 1 Juan 2:29; 5:4) 3. Nueva Criatura (Efesios 2:10; 4:24; 2 Corintios 5:17)

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4. Muerte y Crucifixión (Gálatas 5:24; Colosenses 2:13; Romanos 6:6) 5. Circuncisión (Deuteronomio 30:6; Colosenses 2: 11) 6. Redención de la servidumbre o esclavitud del pecado (Colosenses 1: 12-13; Romanos 6:14-22)

7. Lavamiento o limpieza (Tito 3:5; Salmo 51:2,7; 1 Corintios 6:11) 8. Renovación (Colosenses 3:10; Romanos 12:2; 8:9; 2 Corintios 3:18) 9. Adopción (Gálatas 4:5-7)

10. LA SALVACIÓN:

La salvación es por gracia y por fe en el sacrificio de Jesús en la cruz – Isaías 53:4, Mateo 8:16.

La Salvación es un regalo (don) de Dios por gracia, no se consigue por obras (2 Corintios 5:17,18; Gálatas 3:2-5; Efesios 2:8; Tito 3:5). La Salvación es intrínsecamente la obra que Jesús vino a realizar: (Lucas 4:18; Mateo 18:11; Lucas 9:56; Mateo 20:28) Sin Jesús, nada de esto se puede hacer o lograr: Juan 15:5,16 En hebreo, su significado básico es “sacar a un lugar espacioso” y, metafóricamente, quiere decir “liberación de toda limitación”. Se refiere a la liberación de la enfermedad, de los problemas o de los enemigos. El autor de la salvación es Dios, cuyo máximo ejemplo es el Éxodo, la liberación de la esclavitud en Egipto mediante la intervención de Dios en el cruce del Mar Rojo. En el Nuevo Testamento “salvación” tiene el sentido de “redimir, recuperar la propiedad que ha ido a parar a manos ajenas, volver a adquirir”, a menudo mediante la compra.

Salvación es intrínsecamente la obra que Jesús vino a realizar: Lucas 4:18; Mateo 18:11; Lucas 9:56; Mateo 20:28) Lucas 18:26 y su contexto muestran que la salvación exige un corazón contrito, inocencia como la de un niño que está dispuesto a recibir, y renuncia a todas las cosas por amor de Cristo. A diferencia del gnosticismo, en la fe cristiana la salvación no es mediante la sabiduría. A diferencia del Judaísmo, en la fe cristiana la salvación no se alcanza por méritos morales o religiosos. A diferencia del Imperio Romano, en la fe cristiana la salvación no ha de ser equiparada al orden político-social. El ser humano es salvo mediante la acción de Dios en la historia en la persona de Jesucristo (Romanos 4:25, 5:10; 2 Corintios 4:10-11. La salvación nos hace libres de toda conciencia de culpa (Romanos 5:1), de la ley y la maldición (Gálatas 3:13), de la muerte (1 Pedro 1:3-5), del juicio (Romanos 5:9) y del temor (Hebreos 2:15). La salvación no inmuniza contra penurias y peligros (1 Corintios 4:9-13) ni significa que el cristiano se verá libre de injusticias sociales o malos tratos (1 Corintios 7:20-24). La salvación es escatológica porque incluye la bendición de la vida eterna (Romanos 8:24; 13:11; 1 Corintios 5:5; Filipenses 3:20; Hebreos 1:14).

No hay nada más triste en la vida cristiana que comenzar y no poder concluir; disponernos a comenzar una vida nueva en Cristo y dejarnos arrastrar por el enemigo hasta el punto que perdamos nuestra santidad de vida, nuestra comunión con Dios y finalmente, nuestra salvación. ¿Cómo algunos cristianos llegan a descuidarla y, de hecho, a perderla?

A. La Salvación en lo que respecta a Dios viene por su iniciativa, poder y gracia; donde

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el hombre nada puede hacer, solo resistirse o aceptarla apropiándose de ella por arrepentimiento y fe (la fe salvadora).

B. La respuesta a la pregunta de arriba es: Sí, porque en lo que respecta al hombres creemos que la salvación, esa realidad poderosa incambiable de Dios se recibe por el hecho de la voluntaria aceptación y se conserva por el mantenimiento de la comunión genuina con Dios.

Creemos que la salvación en lo que depende a los hombres se gana (recibe regalo): • Por medio del arrepentimiento y la confesión de pecados (Hechos 2:38, 40; 11:18) • Por la profesión de fe en Cristo Jesús como único Señor y Salvador (Romanos 10:9) • Por nuestra perseverancia (Mateo 10:22) • Por nuestra receptividad a la Palabra (Santiago 1:21) • Por ocuparnos en mantenerla (2 Pedro 1:10-11) Creemos que la salvación en lo que depende a los hombres se pierde, si no nos ocupamos de ella con temor y temblor (Filipenses 2:12), y si: • Por nuestra incapacidad de apartarnos del pecado (Ezequiel 33:9) • Por nuestra torpeza de ocuparnos de ella otro día, más adelante (Hechos 24:25) • Por nuestra insensibilidad espiritual (Hechos 28:27) • El descuido de la salvación produce condenación (Hebreos 2:3; 12:25) Todo lo que sabemos de la salvación es parcial e incompleto. La plenitud de la salvación será consumada en la plenitud del Reino, en el momento de la segunda venida de nuestro Señor.

Preguntas para debatir: ¿Se es salvo para siempre a partir del momento que se acepta a Jesús? No. Hay que vivir en obediencia a Dios o podemos perder la salvación. "Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor" (Filipenses 2:12) "Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida." (Apocalipsis 2:1Oc) "Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación" (1 Samuel 15:22-23)

11. LA EXPIACIÓN

Jesús vino a quitar y tomó de manera permanente todo nuestro pecado confesado. – Leviticos 16:33; 2 Corintios 5:21

La expiación tiene el concepto de cubrir el pecado al hacer un pago equivalente, de modo que se haga la recompensa idónea por el pecado (Éxodo 30:12; Números 35:31; Salmo 49:7; Isaías 43:3).

La necesidad de la expiación se originaba en el hecho de que el pecado de Israel (Lev. 16:30), si no se expiaba, los sujetaría a la ira de Dios (Rom. 1:18; Col 3:6, 1 Tes. 2:16). Así que el propósito del día de la expiación era proveer de un amplio sacrificio por todos los

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pecados que pudieran no haberse expiado en los sacrificios ofrecidos durante todo el aó anterior. Con eso el pueblo sería limpio de sus pecados del pasado año, apartaría la ira de Dios hacia ellos y mantendría la comunión de Dios con ellos. (Heb. 9:7)

Por cuanto Dios deseaba salvar a Israel, perdonar sus pecados y reconciliarlo consigo mismo, proveyó una vía de salvación al aceptar en su lugar la muerte de una vida inocente. Este animal llevaba la culpa y el castido de ellos y cubría sus pecados mediante su sangre derramada (Lev. 17:11; Isa. 53: 4,6, 11).

Había un ceremonial del día de la expiación, en Lev. 16 se describe ese día santo, solemne e importante del año judío. Un día en el cual el pueblo de Israel ayunaba y se humillaba delante del Señor, (Lev. 16:31). Ese día se consumaba la expiación por todos los pecados y transgresiones no expiados durante el año anterior. (Lev. 16:21) Tenía que repetirse cada año de la misma manera.

Cristo y el día de la expiación. Esta representado simbolicamente la obra del Señor y Salvador Jesucristo en este día. En Hebreos vemos como el autor subraya el cumplimiento en el suevo pacto de la tipología del ceremonial del día de la expiación (Heb. 9:6-10:18).

Cristo vino a quitar de manera permanente todos los pecados confesados, por el contrario el día de la expiación que era una cobertura del pecado, no una eliminación permanente del pecado (Heb. 9:28; 10:10-18). Los dos machos cabrios representan la expiación, el perdón, la reconciliación y purificación efectuadas por Cristo.

La sangre de Cristo derramada en la cruz es la suprema expiación de Dios por el géreno

humano y quita el pecado de manera permanente (Heb. 10: 4, 9, 11). Cristo como sacrificio

perfecto (Heb. 9:26; 10:5-10) pagó todo el castigo por los pecados (Rom. 3:25-26; 6:23; Gál

3:13; 2 Cor. 5:21) y efectuó el sacrificio propiciatorio que calma la ira de Dios, reconcilia al

creyente con El y renueva su comunión con El (Rom. 5:6-11; 2 Cor. 5:18-19; 1 Ped.1:18-19;

1 Jn. 2:2)

12. LA SANTIFICACIÓN (INICIAL O GRADUAL)

Vivir en santidad por el poder del Espíritu Santo – I Corintios 6:11.

La Santificación es la renovación constante de nuestra naturaleza caída, por el Espíritu Santo, recibido mediante la fe en Jesucristo, cuya sangre expiatoria limpia de todo pecado; por ella, no sólo somos librados de la culpa de pecado, sino también lavados de su contaminación, salvados de su poder y capacitados, por gracia, para amar a Dios con todo nuestro corazón y andar en sus santos mandamientos. Es la consagración a Dios y a todo lo que representa Dios en la experiencia personal y en la vida moral. Consagrarse a Dios como posesión suya, significa que a la hora de su conversión el pecador arrepentido, que hasta entonces ha vivido como si fuera su propio dueño, comprende que no se pertenece, que ha sido rescatado a gran precio, que Uno es su dueño, Cristo, y que por lo tanto tiene el deber junto con el privilegio y gozo de vivir para la gloria de Dios. – Romanos 6:17-22; 2 Corintios 7: 1; 1 Tesalonicenses 3:12-13; Hebreos 12:10-14; Efesios 4: 22-24.

Juan Wesley dijo: "Pablo aplica continuamente el término 'santificado' a todo aquel que ha sido justificado. Al emplear este término, rara vez o nunca quiso significar 'salvo de todo pecado'. Por consiguiente, debe usarse sin añadir el calificativo 'enteramente', u otro semejante. Los escritores inspirados casi siempre hablan de los que estaban justificados, pero rarírismas veces refiérense sus palabras a los que eran enteramente santificados. Conviénenos pues, por regla general, aplicar dicho término al estado de 'justificación'". Wesley no estaba errado cuando decía que cuantos están justificados y regenerados,

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experimentan la santificación en el sentido bíblico de la palabra, aunque como una obra casi del todo posterior a la regeneración.

El término "santificación" o "santidad", tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se usa por lo general para calificar a los creyentes como "separados para el servicio de Dios". Suponer que se refiere a cierto cambio bien definido, efectuado en un grupo tiempo determinado posterior a la regeneración, es darle un significado que no posee. El elemento positivo de la santificación es la consagración a Dios y a todo lo que representa Dios en la experiencia personal y en la vida moral. Consagrarse a Dios como posesión suya, significa que a la hora de su conversión el pecador arrepentido, que hasta entonces ha vivido como si fuera su propio dueño, comprende que no se pertenece, que ha sido rescatado a gran precio, que Uno es su dueño, Cristo, y que por lo tanto tiene el deber junto con el privilegio y gozo de vivir para la gloria de Dios. Textos bíblicos sobre la santificación: Romanos 6:17-22; 2 Corintios 7: 1; 1 Tesalonicenses 3:12-13; Hebreos 12:10-14; Efesios 4: 22-24.

El autor de la santificación es el Espíritu Santo (1 Corintios 6:12). Para que el Espíritu pueda obrar la santificación, hacen falta la fe y la verdad, la fe en la verdad, la verdad entendida y creída (Juan 17:17-19). La Palabra de Dios es la verdad; Cristo es el "camino, la verdad y la vida" y "la santificación es del Espíritu".

LA PERFECCIÓN CRISTIANA: (Entera santificación)

Definiendo la doctrina de la perfección cristiana y empleando términos bíblicos: a. Es “amar a Dios con todo nuestro corazón” b. Es “un corazón y una vida, dedicados enteramente a Dios” c. Es “recuperar la imagen total de Dios” d. Es “tener el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús” y “andar como Cristo anduvo”. La entera santificación no es un nivel u orden de mérito, esta ubicada en el orden de la gracia de Dios. El concepto de santificación es por la fe solamente. El Dr. Moody solía decir que cuanto más cercanos a la perfección estaban los hombres, menos hablaban de ello. Ningún caso se da en la Biblia de un cristiano que se llame a sí mismo perfecto, pero con frecuencia se emplea este calificativo para describir a ciertos individuos de piedad excepcional y a cierto tipo ideal de carácter virtuoso. En el Antiguo Testamento se les llama "perfectos" a Noé, Jacob y David. Al patriarca Abraham se le dirigió el mandamiento divino: "Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto". Una de las últimas órdenes dadas por Moisés a Israel fue: "Perfecto serás con Jehová tu Dios". Tener un "corazón perfecto" es una de las expresiones más enérgicas para designar la perfección moral, y concuerda bien con el concepto de "amor perfecto" del Nuevo Testamento. Al abrir el Nuevo Testamento, hallamos en el Sermón del Monte: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto". En Mateo 19:21 Jesús le dice al joven rico: "Si quieres ser perfecto...", identificando la perfección con la ciudadanía en el Reino de Dios, o sea, que ser cristiano verdadero y poseer la perfección cristiana son la misma cosa. No puede Cristo admitir en su reino a nadie que se proponga consagrarse a medias. Todo el poder infinito de Dios está comprometido en favor de aquel que se ha empeñado en sacrificarlo todo para vivir respondiendo plenamente a las demandas de Cristo en su Evangelio, y esto es la perfección cristiana.

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En Filipenses 1:6 se nos dice: "...el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo". Cristo es nuestro modelo perfecto, y la perfección cristiana no es más ni menos que la semejanza a El. Por lo tanto, si tratamos de hacer de todas las ocasiones de la vida, una oportunidad para vivir al estilo de Cristo, eso es ser perfecto. La perfección cristiana es a través del amor. El centro de la perfección es el Ágape, el amor de Dios para el hombre. Ese amor perdonador es la raíz de todo, y ese amor con que el hombre responde al amor previo de Dios es desde el principio hasta el fin obra de Dios, como lo es la santificación. Al respecto dijo Juan Wesley: "Esta es la doctrina de todo el que predica el Evangelio puro y completo. En un aspecto es pureza de intención, dedicando toda la vida a Dios. Es el dar a Dios todo nuestro corazón; es un deseo y designio gobernando todos nuestros sentimientos. Es el dedicar, no una parte, sino todo, nuestra alma, cuerpo y sustancia a Dios. En otro aspecto, es toda la mente que hubo en Cristo, capacitándonos para andar como Él anduvo. Es la circuncisión del corazón de toda inmundicia, de toda contaminación tanto interna como externa. Es una renovación del corazón a la imagen cabal de Dios, la plena semejanza de aquel que lo creó. En otro aspecto aún, es el amor a Dios con todo nuestro corazón, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. La perfección que yo enseño es el amor perfecto: amar a Dios con todo el corazón; recibir a Cristo como Profeta, Sacerdote y Rey, para que Él sólo reine sobre todos nuestros pensamientos, palabras y acciones; y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos".

El detalle está en no confundir ni divorciar la justificación de la santificación, sino que se “Les da igual importancia a una y a otra”. La justificación es lo que Dios hace por nosotros mediante Cristo, la santificación es lo que El hace en nosotros por medio del Espíritu Santo (2 Cor. 5:18). Cuando usamos la palabra “cristiano” con la palabra “perfección”, es para distinguirla de otras perfecciones que tienen que ver muy poco con el cristiano, como la divina, angélica o adámica. Una relación pervertida con Dios es la esencia principal del pecado, pero una relación correcta y restaurada por la gracia es la esencia de la santidad. Toda santidad o perfección están en Cristo, puesto que sólo a través de El somos restaurados al compañerismo con Dios. Cuando hablamos de “La ´santidad sin la cual nadie verá al Señor´”, no nos referimos a una santidad juzgada por normas morales objetivas, sino una santidad en términos de una relación ininterrumpida con Cristo el Santo, vive en este estado de compañerismo con Cristo. Una interpretación condensada de la doctrina de la perfección cristiana: 1. Existe la perfección cristiana, porque es mencionada vez tras vez en las Escrituras. 2. No se recibe tan pronto como la justificación, porque los justificados deben seguir

adelante a la perfección (Heb. 6:1). 3. Se recibe antes de la muerte, porque San Pablo habló de hombres quienes eran

perfectos en esta vida (Fil. 3:15). 4. No es absoluta. La perfección absoluta pertenece, no a hombres, ni a ángeles, sino sólo

a Dios. 5. No hace al hombre infalible, ninguno es infalible mientras permanezca en este mundo. 6. ¿Es sin pecado? No vale la pena discutir sobre un término o palabra. Es “salvación del

pecado”.

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7. Es amor perfecto (1 Juan 4:18). Esta es su esencia; sus frutos o propiedades inseparables son: estar siempre gozosos, orar sin cesar, y dar gracias en todo (1 Tes. 5:16).

8. Ayuda al crecimiento. El que goza de la perfección cristiana no se encuentra en un estado que no pueda desarrollarse. Por el contrario, puede crecer en gracia más rápidamente que antes.

9. Puede perderse. El que goza de la perfección cristiana puede, sin embargo, errar, y también perderla, de lo cual tenemos unos casos. Pero no estábamos completamente convencido de esto hasta cinco o seis años ha.

10. Es siempre precedida, y seguida por una obra gradual. 11. Algunos preguntan: “¿Es en sí instantánea o no?” A menudo es difícil percibir el

momento en que un hombre muere, sin embargo hay un instante en que cesa la vida. De la misma manera, si cesa el pecado, debe haber un último momento de su existencia, y un primer momento de nuestra liberación del pecado.

Concluimos con el concepto paulino de la perfección, donde habla de sí mismo el mismo Pablo que, reconociendo su propia imperfección, está siempre persiguiendo alturas de amor más encumbradas, regiones más sublimes de santidad, abismos más profundos de abnegación y sacrificio y un campo más amplio de servicio en favor del hombre y para gloria de Dios. El pasaje clave para entender este concepto es Filipenses 3:12-16.

13. DIOS EL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo, quien procede del Padre y del Hijo, es de una misma sustancia, majestad y gloria con el Padre y con el Hijo, verdadero y eterno Dios, quien obra en nosotros para continuar el ministerio de Cristo.

Este artículo de fe nos enseña que el Espíritu Santo es una persona divina, distinta del Padre y del Hijo. Procede de ambos y por lo tanto no puede ser ni uno ni otro. Sin embargo, está asociado con el Padre y con el Hijo en la obra divina de la creación y conservación de todas las cosas. Según las escrituras el Espíritu Santo es Dios mismo: Hechos 5:3-4; Hebreos 9:14; Salmos 139:7; 1 Corintios 2:10; Efesios 1:17 ; 1 Corintios 12:8; 2 Pedro 1:21.

Después de Cristo, vino la inmensa y permanente actividad del Espíritu Santo. Desde el día de Pentecostés, su energía maravillosa, convincente y renovadora, fue suficiente para identificarlo con el Padre y el Hijo. La obra amplia del Espíritu Santo se hace en el mundo, pero en la Iglesia el Espíritu efectúa una obra más profunda, porque mientras el mundo no puede recibir el Espíritu, los cristianos pueden recibir sus dones y frutos. El Espíritu es quien revela y glorifica a Cristo, recuerda su enseñanza, guía a los cristianos hacia la plenitud de la verdad cristiana, inspira a los hombres a testificar de Cristo y por todos los medios estimula la obediencia y la comunión con El. El amor es el sublime milagro que el Espíritu que realiza en nosotros; su obra regeneradora nos transforma en nuevas criaturas (2 Corintios 5:17). En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo es el Espíritu de la Iglesia de Jesús, que nos saca del aislamiento y nos convierte en un cuerpo unido por el amor. En la comunión de los hermanos se conoce al Espíritu Santo, como se conoce al fuego porque brilla y da calor.

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El Espíritu Santo mora en el cristiano a partir de su conversión, y se le conoce a este momento como el Bautismo del Espíritu Santo en el Cuerpo de Cristo. – I Corintios 12:13. La obra del Espíritu Santo no comienza a trabajar en el ser humano a partir de la conversión, sino mucho antes, comienza desde la creación – Génesis 2:7, Juan 15:16, Juan 16:8, 1 Juan 4:19

14. EL BAUTISMO DE JESÚS CON EL ESPÍRITU SANTO:

El bautismo de Jesús con el Espíritu Santo después del nuevo nacimiento.

El bautismo con el Espíritu Santo es ese momento en el cual el Espíritu Santo deja de ser simplemente un huésped o morador en nuestra vida y se convierte en el dueño y Señor, en el controlador de nuestra mente, corazón y labios. – Hechos 1:8,2-4;

¿Qué es ser lleno del Espíritu Santo o bautizado por Jesús con el Espíritu Santo?:

• Recibir poder para ser sus testigos, con manifestación de señales y fruto –Hechos 1:8

• Una predicación con demostración del Espíritu Santo y de poder – 1 Corintios 2:4-5, 1 Tesalonicenses 1:5, Romanos 15:18-19

• Una vida llena de alabanza; Cristo presente en toda conversación – Efesios 5:19

• Una vida sujeta a la voluntad de Dios, el Señor dirigiendo totalmente al cristiano – Juan 3:8, Gálatas 5:25

• Capacidad para hablar con denuedo la Palabra de Dios – Hechos 4:31, 14:3

¿Cuáles son las evidencias de esta experiencia?: La Biblia y la experiencia nos han llevado a entender que no se puede hablar de UNA evidencia que testifica del bautismo de Jesús con el Espíritu Santo o llenura del Espíritu en un cristiano, sino que hemos de encontrar EVIDENCIAS:

• El fruto del Espíritu Santo es único e indivisible. – Gálatas 5:23-25

• La unción para usar dones espirituales que perfeccionen a los santos para la obra del ministerio... y que edifican el Cuerpo de Cristo. UNCIÓN: poder y autoridad para ejercer dones que el Espíritu Santo ha dado. – Efesios 4:12

• Jesucristo es manifestado en todos los actos de su vida. – Colosenses 3:17

• Perfeccionamiento de la santidad en el temor de Dios. – 2 Corintios 7:1

• Abandono del viejo hombre y sus obras. – 2 Timoteo 2:21

• Testimonio ferviente que anuncia a otros lo que se ha recibido de Dios. – Hechos 9:17, 20

No creemos que exista ningún don que sirva como ÚNICA SEÑAL de que estamos llenos del Espíritu Santo. Existe evidencia bíblica innegable de manifestaciones del Espíritu Santo, acompañadas de lenguas:

• El Día de Pentecostés. – Hechos 2:4

• La experiencia de Cornelio – Hechos 10:44

• Los cristianos de Éfeso – Hechos 19:6

Pero también existe evidencia bíblica de manifestaciones del Espíritu Santo donde no se menciona, explícitamente, la señal de las lenguas, como en:

• Pedro y Juan después de su liberación. – Hechos 4:31

• El avivamiento samaritano. – Hechos 8:14-17

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Se menciona en la Biblia a personas que fueron llenas del Espíritu Santo, pero no se dice que hablaron en lenguas:

• Los Siete Diáconos. – Hechos 6:3

• Bernabé. – Hechos 11:24

• Los discípulos en Antioquía de Pisidia. – Hechos 13:48-52

15. LA IGLESIA:

La Iglesia, el cuerpo cuya cabeza es Jesucristo, vivificada por el Espíritu Santo, está constituida por la comunidad de creyentes que recibe el mensaje de salvación y confiesa a Jesucristo como su Señor.

Es la comunión de aquellos que aman y sirven a Cristo; está formada por personas que buscan el poder de la santidad, adoran a Dios y proclaman el evangelio de Cristo con Palabras y con el ejemplo. Fue fundada por Jesucristo al llamar y enseñar a los apóstoles y otros discípulos, pero su trabajo como tal comenzó en Jerusalén el día de Pentecostés, cuando los seguidores de Jesús recibieron en sus vidas el poder de Dios por medio del Espíritu Santo. La tarea de la Iglesia es llevar a los hombres al conocimiento de Cristo, anunciar a los pecadores el Evangelio de perdón y vida, y edificar a los cristianos mediante la evangelización, la educación cristiana y el culto de adoración, que incluye la predicación de la Palabra y la administración de los Sacramentos. También es función de la Iglesia promover el espíritu de hermandad entre los seres humanos, combatir el pecado y el mal en todas sus formas y organizaciones, y aplicar las enseñanzas de Jesús a la vida diaria, individual y colectiva. La misión de la Iglesia es: Proclamar, enseñar y testificar las verdades de la Palabra de Dios para la redención del mundo, haciendo posible la reconciliación de los hombres con Dios y la armonía en las relaciones humanas; y administrar debidamente los sacramentos, conforme a lo instituido por nuestro Señor Jesucristo. Es deber del cristiano formar parte de una Iglesia por varias razones: • Por mandato implícito de Jesús (Mateo 18:20) • Por la necesidad de la comunión fraternal (Hechos 2:44-47) • Para asumir responsabilidades concretas en la evangelización y proclamación del

mensaje de Cristo (Mateo 28:18-20) • Para participar del Culto, que es la adoración colectiva de los cristianos (Hebreos 2:12;

10:25) • Para estimular el pensamiento cristiano a fin de interpretar los principios de Cristo de

acuerdo a las circunstancias concretas del lugar y del momento (Romanos 12:1-2) • Para hacer de la Iglesia un centro creador de acción servicial (Romanos 12:4-13) • Para dar un testimonio constante y organizado ante el mundo de nuestra fe en el Señor. • Para la difusión de la Palabra de Dios y conocimiento de la voluntad del Señor (Hechos

5:17,25)

16. LOS SACRAMENTOS:

Un sacramento es un símbolo material de una realidad espiritual; es un signo visible de una gracia invisible, instituida por Jesucristo.

Esta condición limita los sacramentos a dos: el Bautismo y la Santa Cena, pues son los

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únicos que Jesús instituyó. Son símbolos de la fe cristiana y testimonio de la Gracia y Buena Voluntad de Dios para con nosotros, a través de los cuales los creyentes reciben y experimentan los beneficios de la obra expiatoria de Jesucristo. Estos sacramentos son una ayuda para la vida espiritual del cristiano; a través de ellos recordamos nuestras promesas y deberes; recordamos sobre todo que no dependemos de nosotros mismos sino del amor de Dios. Si Cristo ha considerado que necesitamos de estas ayudas para el desenvolvimiento de nuestra vida cristiana, sería orgullo y autosuficiencia de nuestra parte el querer prescindir de tales ayudas.

• La Santa Cena se celebra participando de pan y vino, que representan el cuerpo quebrantado y la sangre derramada en la cruz por nuestra salvación. La Santa Cena es un acto de consagración y arrepentimiento, es un acto de examen de sí mismo, es un acto de comunión con el Cristo vivo, cuya persona es constante y real en la vida del creyente que confía en El, es un acto de gratitud, es un acto de recordación (memorial pasado) de la muerte y resurrección de Cristo, es un acto de comunión fraternal vivencial (presencia presente) y es una afirmación esperanzadora del pacto con Dios (futuro) – Mateo 26:17-30; Juan 13:21-30; 1 Corintios 11:23-29; 1 Corintios 10:16; Hebreos 13:20-21.

• El Bautismo es el rito que consiste en lavar simbólicamente al candidato en el nombre del

Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; simboliza la aceptación de que Cristo nos hace objeto para entrar en su Reino, y la purificación que Él efectúa en nuestros corazones. El bautismo es también un acto de consagración por el cual nos decidimos a seguir la vida cristiana y es también un testimonio de nuestra fe. El bautismo es el sello del pacto o sagrado compromiso en virtud del cual nosotros aceptamos a Cristo, y Cristo y su Iglesia nos aceptan a nosotros – Mateo 3:5-17; Juan 1:25-33; Hechos 1:5; 19:1-7; Mateo 28:19; Marcos 16:16; Juan 3:5; Hechos 2:38;41; 8:12-40; 9:18, 10:44-48; Romanos 6:3.

En el caso de presentación de los niños, este acto representa la consagración que los padres o tutores (consagrados de la iglesia local) hacen de sus hijos y el compromiso que asumen de educarlos en las sendas del Maestro. La Iglesia, igualmente, acepta su responsabilidad en la formación moral y espiritual de los niños. Cuando el niño llega a una edad en que es capaz de entender el significado de la vida cristiana, debe aceptar y ratificar el significado de este acto bautizándose, y ser recibido como miembro en plena comunión con la Iglesia. (Mateo 3:5-17; Juan 1:25-33; Hechos 1:5; 19:1-7; Mateo 28:19; Marcos 16:16; Juan 3:5; Hechos 2:38;41; 8:12-40; 9:18, 10:44-48; Romanos 6:3; 1 Corintios 11:23-32) .

NUESTRA FE EN LOS MEDIOS DE GRACIA:

Dios nos ha ofrecido los medios de gracia: 1. la Iglesia, 2. la Biblia, 3. el Culto cristiano, 4. la Oración y 5. los Sacramentos, como una forma de profundizar la vida cristiana, y ningún cristiano debe descuidarlos. Denominamos "gracia" al favor inmerecido de Dios en Cristo cuando nos salvó; al gozo, la paz, y la fuerza con que el Espíritu Santo llena nuestros corazones. Por eso, las grandes ayudas de nuestra vida cristiana se llaman "medios de gracia". El Reglamento Metodista los llama "las ordenanzas de Dios", porque Dios nos ha ordenado emplearlas. Hay quienes creen que al orar, leer la Biblia, etc., están haciendo algo para Dios, y por consiguiente, merecen una recompensa, pero están equivocados; los medios de gracia no son para

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beneficio de Dios, sino para el beneficio de nuestras vidas. Los empleamos para profundizar nuestra vida espiritual, desarrollar un carácter cristiano en nosotros y en otros, todo lo cual ha sido ordenado por Dios y place a Dios. Hemos ya definido en nuestras creencias: La Iglesia, La Biblia y los Sacramentos, vamos a ver dos más como son el Culto y la Oración.

EL CULTO:

Es el acto esencial de la Iglesia, el punto culminante de su vida colectiva. La motivación principal del culto es la adoración, que es el verdadero fin del alma humana. Como adoración colectiva, el culto tiene valor en la medida en que los cristianos participan activamente y con sinceridad de corazón; no es algo que se celebra para los asistentes, sino con y por ellos. De ahí que se reclame siempre una iniciativa contínua de quienes pretenden participar del mismo, expresando en plena libertad los sentimientos de adoración que brotan del corazón del adorador. Si el Pastor conduce el culto en una forma mecánica, y solo él participa, no es posible afirmar que la Iglesia ha adorado, sino que ha observado como el Pastor adora, y el culto ha perdido el valor de la espontaneidad. Adorar es elevar el pensamiento hasta Dios; es salir de nosotros mismos para concentrarnos en Dios, olvidándonos de nosotros como individuos. En la adoración pura no hay peticiones ni intercesiones, sólo alabanza y gratitud. Pero para que el culto esté completo en si mismo, el adorador debe tener oportunidad de confesar sus pecados, de escuchar la palabra que lo aliente a la nueva vida, y de solidarizarse con los necesitados, como una forma de aplicar las bendiciones recibidas, en beneficio de los demás, a través de las peticiones e intercesiones. Adoramos a Dios porque por medio de la adoración nos hacemos semejantes a El en cuanto al amor y al perdón (Mateo 5:23-24). Adoramos a Dios a través del grupo de hermanos, porque su promesa es que allí El estará (Mateo 18:20).Por supuesto que toda la vida debe ser un acto de adoración a Dios, porque en la medida en que le obedezcamos, le adoramos (2 Corintios 9:12-13). Debemos pues, adorar a Dios siempre en nuestros corazones, viviendo conscientes de su presencia, y también en el culto familiar lo mismo que en el privado, allí en nuestro cuarto.

LA ORACIÓN:

La oración es el acto por el cual nos colocamos conscientemente en la presencia de Dios. Orar es colocarse en el verdadero punto de vista de las cosas, que tiene Dios. La oración puede ser proclamada en voz alta o silenciosa, porque podemos orar sin palabras, sintiendo la comunión con Dios. Orar es abrir nuestro ser a la influencia del Espíritu de Dios; orar es conversar con Dios, de donde se infiere que nosotros hablamos, pero también escuchamos. La oración pública sólo tiene valor en la medida en que expresamos el sentir de todos los que de ella participan. El Pastor no puede orar en vez del cristiano, y el cristiano que interiormente no participa de la oración pública no ora. El valor de la oración en común reside en la comunión fraternal que engendra, y en la adoración colectiva que expresa, pero no puede sustituir la oración personal (Mateo 6:5-8).

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Cuando oramos, glorificamos a Dios, testificamos de su amor ante el mundo, reconocemos nuestra dependencia de El, nos percatamos que estamos en su presencia y expresamos nuestro amor por el prójimo, cuando intercedemos por él. Dios no necesita de nuestras oraciones, sino que somos nosotros los que necesitamos de Él. Muchos dejan de orar porque han reducido sus oraciones a la petición y se han fatigado. Pidamos ciertamente como conviene, pero no nos olvidemos de dar gracias, de alabar el nombre de Dios y orar en favor de otros. Jesús vivió en una vida de oración; si él necesitó orar, ¡cuanto más nosotros! (Mateo 14:23; Mateo 26:36-39; Marcos 1:35; Lucas 6:12).

17. EL CIELO Y EL INFIERNO.

Creemos en la existencia de los cielos y el infierno

– II Corintios 5:1, Mateo 23:33.

18. LA GRACIA PREVINIENTE:

Esta gracia preveniente es la influencia que el Espíritu Santo ejerce en el pecador no arrepentido.

No obra de una manera irresistible, pero se concede a todos los seres humanos. La salvación personal, depende de la cooperación de la voluntad humana con la divina. – Romanos 5:6, 15, 20, 6:14. 1 Corintios 15:10; 2 Corintios 12:9; Efesios. 2:8; Tito 2:11-12.

La salvación comienza con lo que generalmente se denomina 'Gracia previniente'; inclusive el primer deseo de agradar a Dios, el primer amanecer de la luz concerniente a su voluntad, y la primera leve y pasajera convicción de haber pecado contra El. Todo esto implica alguna tendencia hacia la vida, algún grado de salvación; el comienzo de una liberación de un corazón ciego, endurecido, completamente insensible a Dios y a las cosas de Dios. Todos tenemos lo que se llama conciencia natural, porque se encuentra en todos los seres humanos, propiamente hablando es un don sobrenatural de Dios, sobre todos sus dones naturales no pertenece a la naturaleza humana, sino al Hijo de Dios; esta es la verdadera luz que alumbra a todo hombre que viene al mundo. (Juan 1:9-13).

19. LA EXPERIENCIA PERSONAL:

Jesús afirmó que todas las almas agobiadas podrían hallar descanso y seguridad en un Dios que es digno de su confianza, que contesta a sus peticiones y cuyo cuidado paternal alcanza a todos.

– Mateo 11:28-30; Juan 3:14-17.

La salvación se experimenta personalmente y produce un cambio tan grande que lleva consigo la seguridad de su realidad. Nadie debe quedarse satisfecho, mientras no tenga paz para con Dios y esté seguro de que tiene una experiencia personal de conversión. El que de buena fe quiera hacer un experimento de confianza en Dios, según este se ha revelado en Jesús, encontrará el gozo y la paz, la purificación y el vigor, una vida que es vida verdadera y el poder para enfrentar las presiones del siglo presente.

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Jesús afirmó que todas las almas agobiadas podrían hallar descanso y seguridad en un Dios que es digno de su confianza, que contesta a sus peticiones y cuyo cuidado paternal alcanza a todos (Mateo 11:28-30; Juan 3:14-17). Aunque surjan teorías cada vez más sofisticadas acerca de la inexistencia de Dios, no hay poder en la tierra que convenza a un cristiano de que Dios abandonará a aquel que confía en su amor (Romanos 8: 31-39). Pablo predicó un evangelio de salvación susceptible a la experiencia y actualmente experimentada por muchos – Romanos 10:9-11; 2 Timoteo 1:12.

Pero esta doctrina de la experiencia personal casi desapareció en el siglo II DC, hasta que fue recobrada en el avivamiento Wesleyano. La experiencia de la salvación no es una visión extática, ni un trastorno de las emociones, ni una explosión repentina, sino una realidad del hecho, de que el alma ha hallado a Dios por medio del compañerismo con Jesucristo. Cuando contemplamos la fe constante de un hombre como Wesley y recordamos los grandes hechos de su vida, recibimos la impresión de que él logró alcanzar un grado tal de seguridad en la noche memorable en que "sintió arder su corazón de una manera extraña", que de allí en adelante le sería imposible dudar de su salvación.

20. EL TESTIMONIO DEL ESPÍRITU:

El Espíritu Santo da testimonio al creyente de que es hijo de Dios, de que ha sido perdonado y de que está reconciliado con el Padre mediante la obra expiatoria de Jesucristo.

– Gálatas 4:6; Romanos 8:15-16; 1 Juan 3:24; 4:13.

Cuando se ha analizado esta doctrina se ha enfatizado tanto en el testimonio directo como en el indirecto. El primero, identificado con el del Espíritu Santo, se define así: "Es una impresión íntima en el alma de los creyentes, por la cual el Espíritu de Dios da testimonio directo a su espíritu de que son hijos suyos". El segundo, o sea, el de nuestro propio espíritu, según él "es el testimonio de tener una buena conciencia delante de Dios, y resulta del discernir sobre lo que sentimos en nuestras propias almas. Es una conclusión deducida en parte de la Palabra de Dios, y en parte de nuestra propia experiencia. La Biblia afirma que quien produzca en su vida el fruto del Espíritu es Hijo de Dios; la conciencia íntima me asegura que llevo dicho fruto, y por tanto infiero, que por eso soy hijo de Dios. Estos dos testimonios nunca se hallan separados, sino unidos siempre en la experiencia normal del cristianismo. Hay numerosos pasajes en la Biblia que prueban esta doctrina: Gálatas 4:6; Romanos 8:15-16; 1 Juan 3:24; 4:13. La falta de este testimonio obliga al creyente a estar continuamente a la defensiva, teniendo que combatir el temor de no haberse convertido de veras, y tratando de convencerse a si mismo de que, en efecto, ya es un miembro de la familia de Dios. El testimonio del Espíritu no es un fin en si mismo, es una convicción divina de nuestra salvación, y lo que debemos saber y sentir de una manera inequívoca no es dicho testimonio sino el hecho de que somos salvos. Así como en la convicción de pecado, lo que sentimos es el pecado y no el testimonio divino, así también en la convicción de salvación, de lo que tenemos conciencia no es tanto del testimonio del Espíritu, sino del hecho de que somos perdonados. Si uno tiene la seguridad de que es salvo, es porque tiene el testimonio del Espíritu. El ministerio del Espíritu Santo es testificar, demostrar, convencernos de la realidad de ese hecho. Hay varias señales bíblicas de que somos hijos de Dios: 1. La plena certidumbre de fe: 1 Juan 5:10 y 2 Timoteo 1:12 2. El amor: 1 Juan 3:14

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3. La obediencia: 1 Juan 2:3 y Juan 15:14 4. Los hechos y no las palabras: 1 Juan 3:18-19 5. La transformación de nuestra vida: Juan 9:25; Romanos 5: 1-2 6. El fruto: Gálatas 5:22 No debemos confundir los arrebatos emocionales de gozo, ni los períodos de éxtasis que disfrutan ciertos cristianos, con el testimonio del Espíritu. Los estados emotivos dependen en gran manera del temperamento de la persona, más el testimonio del Espíritu es propiedad común de todos los cristianos, cualesquiera que sean sus temperamentos.

21. EL LIBRE ALBEDRÍO:

Sólo por la gracia de Dios el hombre es libre para aceptar o rechazar la salvación, puesto que debido a su caída quedó incapacitado para inclinarse hacia el bien y recibir el don de Dios en Cristo.

Todo hombre ha sido dotado por Dios de un grado de gracia (Gracia preveniente) que se hace triunfante en la justificación cuando hace uso de ella. Si Dios envió a su Hijo para que todos sean salvos, entonces cada uno es responsable de aceptar o rechazar el don gratuito de Dios. – Hechos 7:51; Efesios 4:30; 1 Tesalonicenses 5:19

Esta doctrina es llamada "el Libre Albedrío". El presentar con rasgos mucho más definidos el pecado original es nuestra convicción y responsabilidad, presentar la culpa que cada uno tenemos; no la culpa de Adán, sino la culpa personal nuestra y la completa incapacidad que tenemos de volvernos a Dios por nosotros mismos. Todos tenemos un pequeño conocimiento de Dios. Así que si escuchamos su voz, y voluntariamente no la rechazamos, Él se encarga de todo lo demás en nosotros por su gracia, dándonos la salvación. Ningún decreto de Dios, ni el mismo Espíritu Santo, le hacen fuerza al género humano con respecto a su necesidad de salvación. El auxilio del Espíritu es persuasivo y no coactivo (Hechos 7:51; Efesios 4:30; 1 Tesalonicenses 5:19). La voluntad de Dios es que todos los hombres sean salvos, y que sus vidas produzcan frutos dignos de criaturas transformadas, pero no lo impone, porque cualquier acto impositivo violaría la libertad del ser humano, y haría de éste un autómata. Los seres libres deben ser influidos, pero no presionados. Dios respeta la decisión de cada ser humano.

22. NUESTRA ESPERANZA:

Jesucristo reina sobre los hijos de Dios y ha de reinar sobre todo el mundo cuando venga a consumar el establecimiento de su Reino.

Las Sagradas Escrituras son depositarias de esta promesa. Movida por esta esperanza escatológica y creyendo que el reino de Dios es la única comunidad social perfecta, la Iglesia no se identifica con ningún régimen humano; aunque es su deber trabajar dentro del medio social en que se desenvuelve, por el logro de las condiciones materiales necesarias para una vida humana digna y abundante.

23. EL REINO DE DIOS:

El Reino de Dios es el reconocimiento de la soberanía absoluta de Dios en los hechos de la historia, tanto en forma teórica como práctica; a veces con conocimiento pleno de que se

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está realizando la voluntad de Dios, y otras sin saberlo.

• Si esa voluntad de Dios se cumple en la tierra, entonces es una realidad terrenal ("Hágase tu voluntad, así en la tierra...").

• Si esa voluntad se cumple en nuestros corazones, entonces es una realidad espiritual, personal ("El Reino de Dios, entre vosotros está", Lucas 17:21).

• Si esa voluntad es obedecida en las relaciones sociales, entonces es una realidad social ("Los reinos de este mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo", Apocalipsis 11: 15).

• Si la voluntad de Dios se realiza en el presente, entonces es una realidad actual ("El Reino de los cielos se ha acercado", Mateo 3:2; 4:17; 10:7).

• Si quedan aspectos de la voluntad divina, como de hecho los hay, que se cumplirán en el futuro, entonces es una realidad por venir, escatológica ("Venga tu Reino", Lucas 11:2).

Dondequiera que se realice la voluntad de Dios, allí está presente el Reino de Dios. El Reino de Dios es un orden de amor, bondad, servicio, colaboración, sacrificio, buena voluntad, justicia, rectitud, honestidad. En Mateo 5:1-11, Jesús describe el carácter de los ciudadanos del Reino. La suprema ley del Reino es la Regla de Oro (Mateo 7:12). Los mandamientos del Reino pueden resumirse en Mateo 22:37, 39; Lucas 6:27.

Para Jesús, el Reino es un valor absoluto. En varias parábolas nos dice que vale la pena dejar muchas cosas en favor del Reino, y que "busquemos primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas nos serán añadidas" (Mateo 6:33).

24. LA VIDA ETERNA:

No hay respuesta más angustiosamente buscada por el ser humano que la respuesta a esta pregunta: "Después de la muerte, ¿qué?". Dios nos envió a su Hijo para que nos diera la respuesta a esta pregunta, levantándolo de entre los muertos. – 1 Corintios 15:20-24; Juan 14:1-6.

La vida eterna es una vida que comienza aquí, cuando Cristo comienza a reinar en nuestros corazones. Así nacemos a la vida nueva y comenzamos el viaje hacia la vida eterna, donde la muerte es un estadio más, y no el final. La vida eterna significa que creemos en la resurrección de los muertos; que, así como Cristo resucitó, nosotros también resucitaremos. La vida eterna no es meramente una existencia interminable: es la oportunidad de formar parte, junto a Dios, de una empresa creadora e interminable. La vida eterna no es vida después de la muerte. Es una vida que comienza aquí cuando Cristo comienza a reinar en nuestros corazones y ahora, pero es también una vida de paz y felicidad en el cielo, exenta de los sufrimientos y desatinos de la vida terrenal pecadora. Así nacemos a la vida nueva y comenzamos el viaje hacia la vida eterna, donde la muerte es un estadío más, y no el final. – Apocalipsis 19:5-7, Apocalipsis 21:1-8; 22-27.

25. EL JUICIO FINAL:

Dios no es sólo el Creador y Redentor; es también el Juez de toda la tierra. El ser humano es juzgado de acuerdo con el uso que hace de los dones que Dios le ha confiado: Tiempo, Talentos, Posesiones Materiales, etc. Por eso dice Romanos 14:12 que, "cada uno de nosotros dará a Dios razón de sí".

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La manera en que vivimos aquí es la que marca la diferencia entre el cielo y el infierno, en el momento en que vayamos delante de su presencia. No somos salvos por nuestras buenas obras, pero nunca lo seremos si no las realizamos, porque la salvación es por la fe, pero el juicio es por las obras (Romanos 2:5-9; 1 Corintios 3:13; Gálatas 6:4; 1 Pedro 1:17; Apocalipsis 22:12). En Mateo 25:31-46 se nos presenta la Parábola del Juicio de las Naciones, donde queda expresada esta gran verdad, dicha por Santiago 2:17, "La fe sin obras es muerta". Aquí en la tierra tenemos responsabilidades otorgadas por el Señor, las cuales debemos cumplir plenamente en demostración de la fe que tenemos y de la obra transformadora que el Espíritu Santo ha hecho en nosotros.

Aunque la salvación es por medio de la fe en Cristo, no por obras, sin embargo, el ser humano no puede ser salvo o creer que es salvo, a no ser que cumpla con la voluntad de Dios – Mateo 7:21.