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LAS VICISITUDES DE LAS POSTURAS CRÍTICAS EN ALGUNOS ENFOQUES DE LA HISTORIA DE LA ANTROPOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA Introducción Esta ponencia se escribe en el 2003, a más de 40 años del desarrollo de las corrientes críticas en el campo de las ciencias sociales, y de la antropología en particular. Se enmarca en una motivación fuerte, que hace a una concepción del trabajo acerca de la historia de nuestras disciplinas. Reiteramos nuestra coincidencia con Pierre Bourdieu “La historia social de las ciencias sociales no es una especialidad entre otras. Es el instrumento privilegiado de la reflexividad crítica, condición imperativa de la lucidez colectiva y también individual. ..”. Y agrega que ésta no se justifica sino en cuanto “... llega a actualizar los presupuestos que están inscritos en el principio mismo de las empresas científicas del pasado y que perpetra, frecuentemente en estado implícito, la herencia científica colectiva, problemas, conceptos, métodos o técnicas” (Bourdieu, 1999: 111). Esta perspectiva está incluida en investigaciones recientes de la historia de la ciencia en países de América Latina, donde, “desde las distintas formaciones disciplinarias se abandonan los marcos socialmente aceptados y se inicia la aventura del tiempo que fue, del pasado y, en algún caso, hasta se dibuja la sociedad que el autor quiere” (Gallegos Téllez Rojo, 1999: 140). El debate acerca de estas perspectivas en nuestra disciplina se da ya en esos años. Historia de la Antropología y reflexión crítica El interés por la reflexión crítica acerca de la historia de la antropología en América Latina se plantea con fuerza en la década del 60, época en la que, en los países del cono sur, se generan y consolidan las primeras carreras de formación de grado, que coincide también con la generación de otras disciplinas sociales, como la Sociología y la Psicología, en cuanto a la formación de profesionales. El eminente americanista, John Murra, destacó el interés en el estudio de la historia de la disciplina tanto para los antropólogos latinoamericanos como para los de los países centrales, especialmente de los Estados Unidos, en el marco de una reunión para la integración de la enseñanza con las investigaciones antropológicas, efectuada por convocatoria de la Asociación Norteamericana de Antropología y el Instituto Indigenista Interamericano, en Austria, entre el 28 de julio y el 2 de agosto de 1967, punto histórico de importancia en la colaboración y toma de conciencia colectiva del estado y perspectivas de las ciencias antropológicas en Latinoamérica. ( Anuario Indigenista, 1967; Murra, 1967: 10). La importancia de esta reunión en el desarrollo de lo que define como “antropologías de la periferia” es retomada varios años después por uno de sus participantes, Roberto Cardoso de Oliveira, quien destaca además las continuidades de estos eventos, que se efectuaron posteriormente en México, en los años 1968 y 1979. (Cardoso de Oliveira, 1988: 143-159). Edgardo Garbulky, Ponencia presentada en el 51 Congreso Internacional de Americanistas Santiago de Chile, Julio de 2003, como parte del Simposio “Perspectivas críticas de las sociedades americanas en el contexto de la denominada globalización”.

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antropología crítica

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LAS VICISITUDES DE LAS POSTURAS CRÍTICAS EN ALGUNOSENFOQUES DE LA HISTORIA DE LA ANTROPOLOGÍA EN

AMÉRICA LATINA

Introducción

Esta ponencia se escribe en el 2003, a más de 40 años del desarrollo de las corrientes críticas en el campo de las

ciencias sociales, y de la antropología en particular.

Se enmarca en una motivación fuerte, que hace a una concepción del trabajo acerca de la historia de nuestras

disciplinas. Reiteramos nuestra coincidencia con Pierre Bourdieu “La historia social de las ciencias sociales no

es una especialidad entre otras. Es el instrumento privilegiado de la reflexividad crítica, condición imperativa de

la lucidez colectiva y también individual. ..”. Y agrega que ésta no se justifica sino en cuanto “... llega a

actualizar los presupuestos que están inscritos en el principio mismo de las empresas científicas del pasado y que

perpetra, frecuentemente en estado implícito, la herencia científica colectiva, problemas, conceptos, métodos o

técnicas” (Bourdieu, 1999: 111). Esta perspectiva está incluida en investigaciones recientes de la historia de la

ciencia en países de América Latina, donde, “desde las distintas formaciones disciplinarias se abandonan los

marcos socialmente aceptados y se inicia la aventura del tiempo que fue, del pasado y, en algún caso, hasta se

dibuja la sociedad que el autor quiere” (Gallegos Téllez Rojo, 1999: 140). El debate acerca de estas perspectivas

en nuestra disciplina se da ya en esos años.

Historia de la Antropología y reflexión crítica

El interés por la reflexión crítica acerca de la historia de la antropología en América Latina se plantea con fuerza

en la década del 60, época en la que, en los países del cono sur, se generan y consolidan las primeras carreras de

formación de grado, que coincide también con la generación de otras disciplinas sociales, como la Sociología y la

Psicología, en cuanto a la formación de profesionales. El eminente americanista, John Murra, destacó el interés

en el estudio de la historia de la disciplina tanto para los antropólogos latinoamericanos como para los de los

países centrales, especialmente de los Estados Unidos, en el marco de una reunión para la integración de la

enseñanza con las investigaciones antropológicas, efectuada por convocatoria de la Asociación Norteamericana

de Antropología y el Instituto Indigenista Interamericano, en Austria, entre el 28 de julio y el 2 de agosto de

1967, punto histórico de importancia en la colaboración y toma de conciencia colectiva del estado y perspectivas

de las ciencias antropológicas en Latinoamérica. (Anuario Indigenista, 1967; Murra, 1967: 10). La importancia

de esta reunión en el desarrollo de lo que define como “antropologías de la periferia” es retomada varios años

después por uno de sus participantes, Roberto Cardoso de Oliveira, quien destaca además las continuidades de

estos eventos, que se efectuaron posteriormente en México, en los años 1968 y 1979. (Cardoso de Oliveira, 1988:

143-159).

Edgardo Garbulky, Ponencia presentada en el 51 Congreso Internacional de Americanistas Santiago de Chile, Julio de 2003,

como parte del Simposio “Perspectivas críticas de las sociedades americanas en el contexto de la denominada globalización”.

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Pero ya poco antes, en ocasión del XXXVII Congreso Internacional de Americanistas realizado en Mar del Plata

en setiembre de 1966, se podían observar, en ese marco, las tendencias de entendimiento colectivo y de crítica a

las concepciones en boga, por un sector de los participantes latinoamericanos. Personalidades como José María

Arguedas o Miguel Acosta Saignes polemizaban entonces en cuanto al sentido de las disciplinas para la realidad

a estudiar, con representantes clásicos como Richard Adams.

Justamente en la Primera Reunión Técnica de Antropólogos y Arqueólogos de América Latina y el Caribe,

efectuada en Cocoyoc, Morelos, México, en 1979, el Dr. Bernardo Berdichewsky1, representante de Chile,

sintetizó dicho panorama. Nuestro colega destacó que si bien en las décadas del 50 y 60, se impone la ideología

desarrollista en economía y sociología, pero también en Antropología, a la que se unen los enfoques de la teoría

de la aculturación, “... otro factor de enorme importancia y que se deriva de este mismo proceso afectará también

sustancialmente, la marcha de las ciencias sociales chilenas. Este nuevo ingrediente, es la incorporación activa,

por primera vez en la historia independiente del país, de nuevas clases y sectores populares, en las luchas sociales

y políticas a nivel nacional. Los pobladores marginales de las urbes, los campesinos y las comunidades nativas,

irrumpen también en la escena política. En Chile los investigadores sociales se vieron cada vez más, envueltos en

el proceso y muchos sacaron la conclusión que la ciencia social debe ser comprometida con el proceso social y

con la realidad y el porvenir de las propias comunidades que estudia o no logrará tampoco obtener el buscado

conocimiento científico de ellas” (Berdichewsky, 1980: 319-320).

En la Argentina, pocos años después de la creación de las primeras carreras de Antropología, a través de la

entrada en la docencia de los jóvenes graduados, se produce una ruptura entre los marcos académicos

tradicionales y las propuestas nuevas que emergen. La crisis del experimento desarrollista, la inestabilidad

institucional, la proscripción del peronismo, las tensiones sociales, se unen a la búsqueda de líneas de

orientación; las lecturas del estructuralismo incluían también las posturas críticas frente a la situación histórica

que planteara el mismo Levi-Strauss en l962 en “La Antropología en peligro de muerte”; los estudios

sociológicos, la historia social y los trabajos de pensadores críticos de la sociedad contemporánea como Marcuse,

Sartre, Fanon, Hobswawn, Worsley, Balandier, etc., configuraban además la necesidad de un compromiso con la

sociedad. Estos cambios se dan también en el campo de la arqueología: “...En el caso particular de la

arqueología, la influencia childeana contribuye a la configuración en América Latina de una vertiente de

arqueología social. Como planteara Luis Felipe Bate, refiriéndose a la década de los sesenta en la arqueología

latinoamericana, en la formación de los investigadores “... incidieron, por una parte, la adquisición de un sólido

oficio “tradicional de arqueólogos bajo la influencia de autores como J. Ford, B. Meggers o G. Willey y P.

Phillips; y por la otra, el conocimiento de la obra de V. G. Childe, incitando a la necesidad de abrir alternativas de

interpretación teórica de los procesos precolombinos”(Bate, 1998:18) (Garbulsky: 2000:24).

La influencia del marxismo

1

El Dr. Bernardo Berdichewsky, que desarrolló gran parte de su labor en el campo de la arqueología y en las problemáticasindígenas, debió exiliarse después del golpe de estado del 11 de setiembre de 1973, desarrollando su labor académica en Canadá, dondereside actualmente.

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La influencia del marxismo en las disciplinas sociales amplía tanto el objeto del estudio de la historia, como de la

antropología y la sociología. El marxismo en América Latina entre los 50 y los 60, va desde la recuperación y el

descubrimiento del pensamiento gramsciano, a la influencia althusseriana, el desarrollo de la teoría de la

dependencia, el rescate de la tradición de Mariátegui, etc. Se denota un desarrollo de investigaciones de los

sectores subalternos de la sociedad, tanto indígenas como campesinos, obreros, etc.

El carácter creativo de la producción latinoamericana, tuvo también como elemento contradictorio, la tentación

de la “traducción” de modelos y prácticas teóricas que también se desarrollaron en nombre del marxismo.

Confrontar al respecto el reduccionismo economicista que no veía las dimensiones étnicas, nacionales y

religiosas en el análisis concreto de las sociedades, aquel denominado marxismo dogmático, justamente por

Darcy Ribeiro, y aquellas tendencias de hacer de esa teoría revolucionaria un esquema de empobrecimiento del

análisis de la realidad. Incluía sospecha de otras vertientes teóricas, y sobre todo, de aquellas vertientes creadoras

en el campo de las ciencias humanas y en el pensamiento marxista. 2

En el período de la ofensiva neoliberal y del pensamiento único, pragmático, los obstáculos al desarrollo de la

vertiente marxista han producido una reacción, que lleva a situaciones denunciadas lúcidamente por el pensador

cubano Fernando Martínez Heredia: “...el descrédito o desahucio del marxismo como teoría y como ideología es

también una modalidad de lucha cultural que asume una parte de la política actual” (Martínez Heredia, 1999:

223)

Ya E. Hosbawn (1963) focalizó los cambios de perspectivas, fundamentalmente para la historia y la antropología,

en un trabajo acerca de los estudios sobre las clases subalternas. Toma como antecedente la inspiración de

Gramsci en el sentido de estudiar la historia de estos sectores, con más atención que en el pasado. Marca una

nueva corriente en la investigación historiográfica (se refiere a investigadores que están en un campo entre la

historia y la sociología).

Destaca tres líneas de investigación con relación a un mismo problema:

1) Los movimientos revolucionarios y obreros típicos de Europa. Especialmente en Francia, que tienen

antecedentes ya en la década del 20 del siglo pasado (inspirada en los trabajos de Mathiez (l927). (El alto costo

de la vida y las luchas sociales bajo el terror), Labrousse (l933 y l943), pero sobre todo en los trabajos de George

Lefebvre (l924) quien define como problema de investigación la determinación de “...las necesidades, los

intereses, los sentimientos y...el contenido mental de las clases populares...”. Se formaron discípulos en la década

de los cincuenta. Enfocado en el siglo XVIII, incluye estudios desde esta perspectiva (la historia social) en Rusia

e Inglaterra. Incluimos posteriormente aquí las perspectivas de Eric Thompson.

2) Los movimientos de liberación nacional y social en los países o zonas subdesarrolladas. En las regiones

coloniales y neocoloniales, se destaca el trabajo de antropólogos culturales e historiadores (éstos de formación

marxista como Chesneaux, en China, Vietnam), Shepperson y Price sobre Sudafrica; P.Worsley.

3) El estudio de los movimientos milenaristas, tanto en Europa, como en el Tercer Mundo. Incluye una tercera

línea (estudio de las clases trabajadoras modernas y de la cultura popular (su relación con los estudios sobre

2

Son muy importantes las reflexiones del investigador cubano Fernando Martínez Heredia, contenidas en su libro: En el hornode los 90. Buenos Aires, Ediciones Barbarroja, 1999. Muy especialmente su conferencia sobre Marxismo e Historia.

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folklore, trabajando no los aspectos tradicionales sino los nuevos y con mayor énfasis en el estudio de los obreros

que de los campesinos). Se produce una convergencia desde distintos campos disciplinarios en el problema de las

transformaciones sociales y las revoluciones entre las clases y pueblos subalternos, lo que hace a establecer

recíprocas influencias entre antropólogos e historiadores. Podemos tomar como ejemplo su trabajo "Los rebeldes

primitivos". En esta convergencia juega su papel la tradición científica de la antropología, que considera a las

sociedades como un todo, a diferencia de los historiadores y sociólogos, salvo los marxistas, que se ocupan de

aspectos parciales. En este clásico trabajo, el historiador inglés destaca los cambios en la teoría antropológica, el

paso de los tratamientos clásicos en teorías del equilibrio al enfoque dinámico, los cambios en el referente

empírico y el redescubrimiento de la historia, frente al enfoque funcionalista clásico. Este proceso no es unívoco,

para Hobswawn. Existen autores como Gluckman y Turner que tienden a incluir las fuerzas revolucionarias

recientemente descubiertas en el enfoque del equilibrio. Ambos sostienen que los conflictos son modos de

integración de los grupos y que la hostilidad es una forma de equilibrio social. Un similar análisis de la cuestión,

la encontramos en el clásico texto de George Balandier, sobre teoría de la colonización (Balandier, 1973).

Las ricas sugerencias de Gramsci han sufrido diversas vicisitudes.

Tenemos -en nuestro país ha sido notable esa perspectiva- la de quienes han desfigurado el pensamiento y la

acción del político sardo:

1) ”Se intentó hacer de Gramsci un eurocomunista, el campeón de la revolución pasiva, y lo que era discutible en

Europa resultó funesto en versiones latinoamericanas, porque lo que estaba en juego de este lado del Atlántico

era la recomposición burguesa del campo político e ideológico para servir a la hegemonía con gobiernos civiles,

después de las represiones y genocidios y en la nueva fase de la adecuación de la región al dominio de la

transnacionalización, es decir, lo que se ha llamado proceso de democratización y de redemocratización”

(Martínez Heredia, 1999: 179).

2) El mismo investigador cubano, que dirigiera la publicación “Pensamiento Crítico” -que fue parte de nuestras

lecturas a fines de la década del 60 y comienzos de los setenta- e integrara en los primeros años de la Revolución,

el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana -ambas iniciativas cerradas en 1971, en un

momento de alineamiento ideológico de Cuba a la URSS-, profundizó en varios textos, las raíces del dogmatismo

que se fundamentaba en el tipo de construcción de una sociedad alternativa al capitalismo, generada desde el

afianzamiento del stalinismo, que perpetúa su influencia en el inmovilismo brezneviano y culmina con el colapso

de la URSS, de la mano de Gorbachov y Yeltsin. En su conferencia en el 60 Aniversario de la muerte de Gramsci

(Martínez Heredia, l999: 171-181) y en otros escritos contenidos en la recopilación de referencia, se aluden al

silenciamiento de todo pensamiento no incluido en la tendencia evolucionista, cientificista que se desarrolla

dentro del movimiento socialista en la época de la Segunda Internacional, y adquiere formas escolásticas cuyo

ejemplo más claro es el opúsculo de Stalin; Materialismo Dialéctico y Materialismo histórico, publicado en

1938, un año después de la muerte de Gramsci. Durante años, se silencian tanto las producciones de la Escuela

de Francfort, y se toma bajo sospecha a Gramsci, Mariátegui y aún a Althusser.3

3

José Aricó proporciona una información importante acerca de los avatares de la influencia de Gramsci, en América Latina, lasdiferencias planteadas por Althuser, etc. (Aricó, 1988) El pensamiento de Althuser también es vulgarizado en manuales comoConceptos elementales del materialismo histórico, de Marta Harnecker, de gran difusión en la época.

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Como sujeto participante en ese proceso de construcción y desarrollo de las posturas críticas en ese período,

quisiera recordar que el mismo estuvo enmarcado en un momento de la historia del siglo XX, y de América

Latina en particular. La finalización de la segunda guerra mundial, no incluyó solo la constitución de un mundo

bipolar, sino el desarrollo de un proceso de descolonización y de confrontaciones en todo el mundo. La

independencia de la India, la constitución de la República Popular China, las luchas por la emancipación en Asia

y África, la Revolución Cubana, la guerra de Vietnam, el mayo francés, los movimientos en los países del este

europeo, son algunos de los hitos que podemos mencionar, y que están abundantemente planteados en diversas

bibliografías. Victorias y derrotas, formaron parte de este escenario, en el que jugó un papel de importancia, no

sólo para nuestro cono sur, la elección de Salvador Allende y la asunción al gobierno de la Unidad Popular en

Chile en 1970.

Argentina

Argentina vivió en esos años, las luchas contra las dictaduras, las proscripciones políticas, que culminaron en

marzo de 1973, con el triunfo electoral del FREJULI.

En ese apasionante mundo que ofrecía perspectivas de liberación, se desarrolló nuestro quehacer científico y de

formación, con un fuerte ingrediente de esperanzas.

Las contrarrevoluciones preventivas, la caída del “socialismo real”, generaron en el ámbito intelectual un proceso

de reconversión de pensamientos.

No me refiero a desarrollos como el de Claude Levi Strauss que no trató nunca de ser un intelectual

“comprometido”, aunque tuvo una serie de actuaciones contra el genocidio, el racismo, el etnocidio que

aportaron a denunciar, esclarecer y desentrañar violaciones a los derechos humanos y a las problemáticas sociales

actuales.

Me refiero a aquellos intelectuales que en estos años, cambiaron sus posturas, su relación con los procesos

contemporáneos, actuando al revés de la consigna de los grafitis del mayo francés (No tomes el ascensor, toma el

poder). En ese grafiti, se condensa, en forma metafórica, la oposición entre el arribismo y la escalada-

modernizada por el elevador- y una “toma del poder”, con un sentido colectivo. Intelectuales que en muchos

casos, han jugado posteriormente de verdaderos “intelectuales orgánicos” de las clases dominantes, en estos años

de la ofensiva neoliberal. Ejemplos, lamentablemente, nos sobran, comenzando por Fernando H. Cardoso en

Brasil y variados “ex–críticos” en el campo de la política, la educación y las ciencias sociales, en el cono sur del

continente.

Encontramos, en nuestros países, ocultamientos de la producción antropológica de esos años, por la derecha

academicista: Ejemplos de ello son la historia de la antropología argentina del CAEA (especialmente Califano,

1985), quien niega la existencia de una antropología social. En Chile, también asistimos a estudios donde se

denuncia una “antropología marxista, dogmática” cuyo núcleo nefasto estaba en la Universidad de Concepción,

por Mario Orellana en Chile, que la contrapone a una “antropología pluralista y crítica” cuya figura central es él.

(Ver: Orellana, 1990) y mi respuesta en Garbulsky, 2000 a).

La caída de nuestra dictadura militar y la recuperación de la autonomía de las universidades públicas, facilita

desde 1983 la reapertura de carreras, la reintegración de investigadores al Conicet, etc. En ese contexto, y aun

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con las restricciones presupuestarias y la caída del salario real que afectó a investigadores, docentes y también a

las generaciones de jóvenes graduados, se desarrollaron fuertemente equipos de investigación en diversas áreas,

muestra de lo cual se han dado en los diversos Congresos Argentinos de Antropología Social y de Arqueología

Argentina, en foros internacionales, en jornadas departamentales en Rosario, en varias reuniones de Antropología

del Mercosur en un amplio espectro de libros y artículos. En el marco de estas actividades, la problemática de la

historia de la disciplina como reflexión crítica y necesaria tuvo su lugar. Empero, estas actividades, en el

contexto del neoliberalismo, tuvieron una serie de obstáculos, entre ellos, la generación del individualismo y la

fragmentación. En el caso de los arqueólogos, en nombre de la autonomía disciplinar y de la fidelidad a enfoques

sistémicos, se ha planteado el aislamiento de la arqueología de las ciencias sociales. A ello se une el arribismo,

que aparece como una constante en la historia de algunos exponentes de la disciplina. El Dr. Alberto Rex

González, en 1970, se refirió a aquellos que hicieron de la indagación científica, un mero juego intelectual, o una

forma de tener “un buen pasar” (González, 2000: 254).

Hay una profusión de literatura, de cursos, debates, etc. en los que se contrapone el intelectual al profesional.

Desde el III Congreso Argentino de Antropología Social (Rosario, 1986), se han desarrollado reuniones diversas

sobre la historia de la disciplina, con participación de colegas de diversas áreas del país.

Pero el período que aún tiene poco desarrollo de investigación colectiva es el referido precisamente al de la

constitución y vicisitudes de la antropología crítica o comprometida, salvo algunos desarrollos muy sintéticos de

Bartolomé, Herrán, Ratier, mis trabajos personales (Garbulsky, 1991/92, 93 a) y b), 2000 a y b, 2001), como

parte de una historización global, o insertos en problemáticas de otros países.

Recientemente, contamos con la muy importante recopilación de Visacovsky y Guber -si bien se centran en el

trabajo de campo-, donde se dan algunos análisis con detenimiento del trabajo de algunos de los exponentes de

esa orientación, especialmente Hugo Ratier, Santiago Bilbao y Hebe Vesuri. Se mencionan otros antropólogos del

período. Lamentamos la omisión de exponentes importantes de esa generación -por ejemplo Eduardo Menéndez-

que pueden rastrearse en los informes de la época, especialmente en la revista Etnia y Actualidad Antropológica,

y, posteriormente, en el Coloquio “Balance y Perspectivas de la Antropología en América Latina y el Caribe”,

realizado en la UNAM en 1990, donde participamos con trabajos específicos José A. Pérez Gollán y Patricia

Arenas (Arqueología) Francisco Carnese y José A. Cocilovo (Antropología Biológica); y el suscrito

(Antropología Social) (Cf. Arizpe, L. y C .Serrano (comp.) 1993: 97-110, 163-197 y 455-482), el volumen XX

de RUNA (1991-92) dedicado al simposio sobre historia de la antropología argentina o los trabajos de Ratier y

Ringuelet en ocasión al homenaje a Alberto Rex González (Ratier, 1998: 39-46; Ringuelet, 1998: 47-60) y aun en

el texto de memorias de Alberto Rex González (González, 2000). 4

En Argentina, las vicisitudes de las instituciones universitarias y de los organismos estatales de apoyo a la

investigación y la docencia, tienen raíces en las discontinuidades de los regímenes políticos, y en las diversas

perspectivas con que los intelectuales -entre los que incluimos a los antropólogos- tienen sobre los procesos y

4

Es curiosa la no referencia a la arqueología en el volumen, dada la hegemonía que tenía esa disciplina en las tres universidadesdonde se desarrollaron las primeras carreras de grado (Buenos Aires, La Plata y Rosario). En cuanto a la antropología biológica, bastalas indicaciones ut supra. La selección en antropología social prevista para el futuro en la indagación, omite el seguimiento de laproducción platense o la del litoral -salvo la producción de Archetti y Stolen- seleccionando arbitrariamente algunos autores(Cf.Visacovsky y Guber 2002: 21, nota 7).

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perspectivas políticas. Uno de los exponentes de esta corriente, el antropólogo Darcy Ribeiro, en sus trabajos

clásicos: Las Américas y la Civilización y El dilema de América Latina, escoge como temas de análisis y de

propuestas, precisamente estas cuestiones, con alusiones directas a fuerzas y desarrollos políticos concretos,

incluyendo a nuestro país.

Es indudable la influencia del pensamiento de Ribeiro en diversos investigadores de este cono sur.

Ello puede verificarse en las obras de Hugo Ratier, egresado de las primeras promociones de la UBA, y muy

especialmente en aquellas relacionadas con las problemáticas de la constitución de las villas miserias. Rosana

Guber en el volumen antes citado, destaca las influencias del revisionismo histórico, y de las orientaciones de

una izquierda marxista expresada en los trabajos de Rodolfo Puiggrós y Jorge Abelardo Ramos 5 “para quienes el

colonialismo externo devenido en colonialismo interno culminaba en una estratificación social producida por ese

interior subordinado y expulsor de población” (Guber, 2000:368). El trabajo de Guber proporciona una valiosa

información de época, basado fundamentalmente en el desarrollo de la disciplina en la UBA. Considera crucial el

año 1971, año de publicación de las obras de Ratier. También hace alusiones a su labor en organismos fuera del

Estado, después de las renuncias de la mayoría de los docentes jóvenes del Departamento de Ciencias

Antropológicas de la UBA, en 1966, a raíz de la intervención de Onganía. Sin embargo, notamos la falencia de la

omisión de la labor de Ratier -junto con Guillermo Madrazo y otros- en las publicaciones de Etnia y su

suplemento Actualidad Antropológica, en Olavarría, que sirvió como medio de comunicación de las

investigaciones y desarrollos de la disciplina, abriendo sus páginas a los antropólogos que estábamos trabajando

en el exterior6. (Menéndez, E.1968, CF. Garbulsky, 2000b: 25-28).

La obra de Ratier, denota encuentros con las perspectivas críticas de las ciencias antropológicas (Darcy Ribeiro)

y aquellos autores que prefiguran, en el proceso de descolonización, elaboraciones lúcidas, como Fanon. Por otra

parte, centra su crítica al modelo cientificista - modernizador, de la sociología de corte germaniano, que sigue las

líneas estructural funcionalista, y a izquierdistas que son caracterizados por él:

“...Frente a la villa, grupos intelectuales que acusaban a Perón de no ser lo suficientemente obrerista, de obviamilitancia en las izquierdas tradicionales, se lanzaron a ganar a esa masa de lumpenproletariat (como lacalificaban) para la verdadera “revolución” (Ratier, 1972:79).

Ratier forma parte de una generación que se formó en una Universidad que atravesó la Revolución Libertadora,

el frondizismo, el gobierno radical de Arturo Illia y el golpe de Onganía. En ese proceso, como muchos

intelectuales, revalorizó los desarrollos y perspectivas populares del peronismo y fue indudablemente crítico de

los análisis y perspectivas de la denominada “izquierda tradicional”.7

5

Fueron diferentes las trayectorias de estos historiadores y políticos. Rodolfo Puiggrós, quien deja el Partido Comunista en1946, por la posición de éste frente al peronismo, es designado en 1973 Rector de la Universidad de Buenos Aires, y rápidamentedesplazado por la derecha, terminando su vida en México, en el exilio. Jorge Abelardo Ramos, culmina su trayectoria política comoembajador de Menem en México, en 1990.

6

Ver al respecto, acerca de las orientaciones nuevas de trabajo en la antropología social, la reseña completa que hace EduardoMenéndez en Actualidad Antropológica en 1968, resumidas por mí en el 2000.

7

Ratier tiene en cuenta, en su análisis de la constitución de las clases y grupos sociales en la Argentina, la dimensión étnica, ylas dificultades que, con las dicotomías “criollo-gringo”, se desarrollaron. Al respecto, cita un documento del Partido Comunista de la

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Algunas sugerencias

1. Entiendo que las corrientes críticas en nuestra disciplina, generadas especialmente en los años 60 y 70 en

América Latina, tienen antecedentes en un pensamiento crítico y creador anterior.

2. No se trata de “etapas superadas”, sino de líneas vigentes en la formación, extensión al medio e investigación,

que combaten en el plano de las ideas con otras.

3. El período debe trabajarse teniendo en cuenta tanto los puntos de contacto, como las especificidades

nacionales y aun locales.

4. Se debieran analizar tanto las condiciones de la producción, como las orientaciones temáticas, los aportes y

las insuficiencias teóricas, metodológicas. Mucho en este sentido debemos, tanto como reflexión como

intercambio, a los colegas mexicanos y brasileños.

5. En relación a Argentina, debe tenerse muy en cuenta, en esta consociación entre sujetos concretos, romper con

ciertas especificidades “disciplinares” -que pretenden afirmar una identidad de la “antropología social”, basada

esencialmente en criterios de neto corte clásico de la experiencia inglesa o norteamericana- y entender que un

aspecto esencial planteado por esas generaciones era un compromiso con un proceso histórico, lo que les facilitó

-a pesar de las limitaciones que en algunos centros se daba a la formación académica con sentido amplio-

conectarse con otras disciplinas. Es precisamente esa noción de compromiso, que abarcaba a un conjunto de

intelectuales, la que configuró la época. Se forjaron relaciones profundas con orientaciones sociológicas y

psicológicas. Pero estas relaciones e influencias en el marco del intercambio tenían que ver con la actitud ante la

sociedad. Es justamente, el problema contemporáneo el que acuciaba a todos. Veamos algunas expresiones, que

se dieron en el campo del psicoanálisis y de la salud mental. En la Argentina de los años 70, se forma la

coordinadora de salud mental. Salen de la Asociación Psicoanalítica Argentina por razones fundamentalmente

ideológicas. Transcribimos un párrafo del documento con que uno de los grupos rompe con dicha entidad:

“Como científicos y profesionales tenemos el propósito de poner nuestros conocimientos al servicio de

ideologías que cuestionan, sin pactos, al sistema que en nuestro país se caracteriza por la explotación de las

clases oprimidas, por entregar las riquezas nacionales a los grandes monopolios y por reprimir toda

manifestación política que tienda a rebelarse contra él. Nos pronunciamos por el contrario, comprometiéndonos

con todos los sectores de la población, que en el proceso de liberación nacional, luchan por el advenimiento de

una patria socialista” (Bermann, 1989: 330). Estos compromisos, motivaron una serie de represiones al conjunto

de los integrantes de esos equipos. Este ejemplo nos plantea la necesidad de integrar, en los equipos y

perspectivas de investigación, lo ya realizado en el campo de la psicología, de la sociología y de la historia,

aunque ésta aún no suficientemente afianzada.

6. La ofensiva neoliberal había ganado, en parte, una lucha ideológica, que abarcó a muchos intelectuales.

Decíamos hace algunos años en Córdoba, ante un público de arqueólogos (Garbulsky, 1999 ms):

“Cuestiones de formación académica, de falta de contacto cotidiano con sectores populares, de tradición, de

modo de vida, de trabajo -es notable en los arqueólogos, con procesos históricos muy alejados de nuestro tiempo-

más, en los últimos tiempos, de supuesto fin de las ideologías, de pretendida independencia académica, que

Argentina, tomado de un texto de Hernández Arregui (Ver Ratier,1974: 24)

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puede ser un refugio de impotencia frente al quiebre de ideales, a la desesperanza, pueden llevar y llevan a

bastantes profesionales a aislarse, o, en todo caso, a producir defensas cuasicorporativas, cuando no escisionistas.

Sin hablar de la soberbia. Como decía Chomsky: “.... a los intelectuales les gusta considerarse como muy

inteligentes y muy ilustrados. .... en el cuadro del mundo que presentan, las estúpidas masas son ignorantes y no

entienden nada, mientras ellos son finos, inteligentes, éticos y de mucha visión....” (Chomsky, 1988: 59). Y, más

adelante: “Los intelectuales han creado una imagen de una masa estúpida que debe ser conducida por ellos

mismos. Lo que a menudo encontraremos es que los intelectuales, las clases educadas, son las más indoctrinadas,

las más ignorantes, la parte más estúpida de la población, y hay muchas buenas razones para ello. Básicamente

hay dos razones ante todo: Como parte letrada de la población, están sujetos al peso de la propaganda. Hay una

segunda razón: ellos son los directores ideológicos. Por lo tanto deben internalizar la propaganda y creerla. Y

parte de la propaganda que han desarrollado es que ellos son los líderes naturales de las masas. Algunas veces es

verdad, pero otras no lo es” (Idem, 59-60).

7. Pensar con cabeza propia en la revisión de nuestra propia historia, implica el rescate de la tradición de

compromiso de la antropología y de las ciencias sociales críticas de los 60 y 70. En sus publicaciones, en su

obrar, podemos encontrar o redescubrir nuevas perspectivas. Pero fundamentalmente, ser creativos frente a los

nuevos problemas que el mundo contemporáneo nos plantea.

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