género diagnósticos, - Por los buenos...

17
I N F O R M E 0 1 En las pasadas V Jornadas de Pensamiento Críti- co se realizó una mesa redonda dedicada al debate de qué hacer frente a la violencia de género. En ella intervinieron Empar Pineda, María Antonia Caro, Montserrat Comas y Raúl Cenea, tras proyec- tarse el cortometraje de Iciar Bollaín Amores que matan, y en la que se leyeron algunos párrafos del texto enviado por Manuela Carmena, que no pudo asistir a esta sesión. En estas páginas recogemos un texto elaborado por María Antonia Caro y par- te de lo allí expuesto por Comas y Cenea y de la ponencia de la juez Carmena. diagnósticos, enfoques y medidas la violencia de género PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº145 debates sobre Fotograma de la película Te doy mis ojos.

Transcript of género diagnósticos, - Por los buenos...

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

01

En las pasadas V Jornadas de Pensamiento Críti-

co se realizó una mesa redonda dedicada al debate

de qué hacer frente a la violencia de género. En

ella intervinieron Empar Pineda, María Antonia

Caro, Montserrat Comas y Raúl Cenea, tras proyec-

tarse el cortometraje de Iciar Bollaín Amores que

matan, y en la que se leyeron algunos párrafos del

texto enviado por Manuela Carmena, que no pudo

asistir a esta sesión. En estas páginas recogemos

un texto elaborado por María Antonia Caro y par-

te de lo allí expuesto por Comas y Cenea y de la

ponencia de la juez Carmena.

diagnósticos,enfoques y medidas

la viole

ncia d

e géner

o

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145deba

tes s

obre

Fotograma de la película Te doy mis ojos.

deba

tes

sobr

e la

vio

len

cia

de g

éner

o

02

���������������

diagnósticos,enfoques y medidas

El pasado año, 68 mujeres fueron ase-sinadas por sus parejas, y cerca de 38.000presentaron denuncia por maltrato. Casi4.000 mujeres han solicitado proteccióndesde que el pasado mes de agosto en-trase en vigor la Ley de Protección a lasvíctimas de violencia doméstica (1). Porotra parte, según una encuesta del Ins-tituto de la Mujer, cerca de 2 millonesde mujeres (el 11% mayores de 18 años)sufren malos tratos (2).

Resulta imprescindible preguntarnospor las razones de este desolador pano-rama y apremiar a las Administracio-nes públicas para que emprendan me-didas eficaces contra esta barbarie. Des-de el campo feminista venimos recla-mando un debate social amplio que con-tribuya a ese fin.

Aunque en el feminismo no hay unasola voz, sin embargo la presencia enlos medios de plataformas como la Redde Violencia contra las Mujeres, con-vergente con una importante iniciativade instituciones públicas, particular-mente las vinculadas al PSOE (3), danuna visión casi unificada del pensamien-to feminista. Dicho pensamiento, que

��� ��� �����������������������

������������������� ��� �������

������������������ �����������

������������ �������� ������

��������������������! "��� ����

���������� ������ ������#��$� %���

���� ������������������! ���� �

�����������������%��������������

���� &� ������������! ��������

������ ���������������#�����������

! ���&������%��������%����&���

���������������� ����� �������

aparece como “políticamente correcto”en relación con este asunto, puederesumirse así: estamos ante un proble-ma de malos tratos de hombres a mu-jeres que tiene un origen y una causa:el dominio de los hombres sobre lasmujeres que es lo que se entiende porviolencia de género. Es un maltratoprogresivo y continuado que dura mu-chos años y anula la voluntad de lasmujeres que lo sufren. La solución aeste grave problema vendrá de la manode una ley integral.

Esta visión de los malos tratos justifi-ca encaminar los recursos públicos enuna dirección, la legislativa. Hace de ladenuncia por parte de las mujeres quehan sufrido maltrato el eje central deuna política proteccionista hacia ellas y

punitiva hacia los hombres que hanmaltratado.

No comparto ese enfoque. A mi jui-cio, es necesario un tratamiento másmultilateral para conocer el problema ypoder así avanzar en su resolución. Al-gunos elementos, a mi modo de ver cla-ves, de una mirada multilateral son losque abordaré a continuación.

'( ��������%��������� �� ��)

Violencia de género es un concepto acu-ñado por el feminismo para hacer visi-ble una violencia ejercida por hombrescontra mujeres en el ámbito público oprivado que se ampara en la normativasociocultural de superioridad masculi-na (4). Se puede presentar como sinó-nimo de maltrato doméstico, intrafami-liar, conyugal... No obstante, las dife-rentes formas de nombrar el problemareflejan la propia complejidad de unanálisis que contemple todos sus ele-mentos. Cada una de estas denomina-ciones da cuenta de una faceta, perosin que necesariamente incorpore lasdemás. De ahí la conveniencia de pre-cisar en cada ocasión de qué se estáhablando.

En este artículo me centro en el mal-trato físico, psicológico (5) y abusosexual entre las parejas o ex parejas quese produce fundamentalmente en elámbito familiar.

Parece demostrado, y por otra partees lógico (6), que la violencia más ex-tendida es la que ejercen hombres con-tra sus parejas o ex parejas, que evi-dencia la posición de poder que éstosocupan (recursos, cultura sexista, fuer-za física...) en nuestra sociedad. Diver-sos estudios dejan constancia de estepredominio del maltrato de hombres amujeres, aunque las cifras concretasvaríen.

• En España, entre enero y septiem-bre de 2003, según datos publicados porel Ministerio de Trabajo y Asuntos So-ciales, un total de 37.959 mujeres y6.790 hombres habían presentado de-nuncia por malos tratos de su pareja (7).

• Un 75% de casos de maltrato dehombres a mujeres, un 23% recíprocoy un 2% de mujeres a hombres, son losdatos que maneja J. Corsi (8).

• Un estudio reciente realizado porla Asociación de Mujeres Juristas The-mis sobre los procedimientos judicia-

En este artículo me centro en elmaltrato físico, psicológico y abusosexual entre las parejas o ex parejasque se produce fundamentalmenteen el ámbito familiar.

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

03

���

les en el ámbito familiar, referido aCastilla-La Mancha, daba como resul-tado que en el 87% de los casos el agre-sor es varón (9).

Estos mismos datos reflejan, a su vez,la existencia de violencia de mujereshacia sus parejas. Un hecho que no debeser ignorado, aunque no sean compara-bles sus dimensiones ni sus efectos, dadoque no se apoya en los condicionantessocioculturales que subordinan a lasmujeres.

Estos hechos se deben abordar desdeel ámbito familiar, donde, paralelamentea la violencia conyugal, se están produ-ciendo otras hacia los hijos, hacia laspersonas mayores, o entre hermanos.Existen problemas específicos deriva-dos de este espacio de relación no redu-cibles a la violencia de género. Y hayque responder a la pregunta de por quéla familia, lugar de satisfacción de ne-cesidades básicas del ser humano, pue-de resultar un espacio peligroso para susintegrantes, y particularmente para susmiembros más vulnerables.

Reflexiones sobre el carácter jerár-quico, cerrado y opaco de la institu-ción familiar; la concepción románti-

ca del amor que busca la fusión com-pleta con otra persona, “la media na-ranja”, etc., aportan elementos esen-ciales para un diagnóstico más acerta-do de este problema.

Esta óptica permite, a su vez, abarcara las parejas homosexuales y lesbianas,entre las que también se están produ-ciendo malos tratos.

Las actuaciones, por lo tanto, debendirigirse a todos los afectados: muje-res, hombres e hijos, porque estáninterrelacionados, aunque, a su vez,cada uno de ellos requiera tratamien-tos diferenciados.

'*���������������)

Otro elemento clave de este enfoquesubraya la multicausalidad como expli-cación de los malos tratos. Existen mu-chas teorías y controversias sobre lascausas del problema. Yo me identificocon quienes en cada hecho subrayan queson varias y no una sola causa, comopor ejemplo J. Corsi (aunque no coinci-da con la representación exacta que

(1) La Ley de Protección a las víctimas de la violencia do-méstica contempla medidas civiles (atribución de vivien-da, custodia, visitas y comunicación con hijos, prestaciónde alimentos, protección al menor) y penales (privativas delibertad, orden de alejamiento, prohibición de comunica-ción, prohibición de volver al lugar donde ocurrieron loshechos...). Concede, igualmente, una ayuda social de 300euros al mes.(2) Macroencuesta “La violencia contra las mujeres” quese hizo en el año 2000 y que se ha repetido en 2003 sinque se expresen diferencias sustanciales.(3) Instituto Andaluz de la Mujer, Junta de Castilla-LaMancha, etc.(4) Es un concepto que han hecho suyo diversas institucio-nes públicas del Estado español e internacionales. No obs-tante, el contenido concreto puede variar según quienes loempleen y la realidad específica a la que se refiera.(5) Ciertamente más difícil de precisar, aunque es impres-cindible considerarlo, ya que puede resultar incluso másdestructivo que el maltrato físico. Se refiere a una situacióncrónica, una conducta permanente de humillaciones, pos-turas y gestos amenazantes, de restricción y control (de amis-tades, de salidas, del dinero)…, que no tiene que ver conepisodios aislados de conflictos en la pareja..(6) Los hombres, en general, tienen conductas más violen-tas como resultado de una socialización que, entre otrascosas, hace de la violencia un elemento de identidad mas-culina.(7) El País, 26 de noviembre de 2003.(8) Violencia familiar. Una mirada interdisciplinariasobre un grave problema social, Paidós. Jorge Corsi esdirector de la carrera de especialización en violencia fami-liar en la Universidad de Buenos Aires (Argentina).(9) “La violencia familiar en el ámbito judicial”. Publi-cado por la Junta de Castilla-La Mancha en 2003.

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

MICROSISTEMA• Historia personal (violencia en la familia de origen)• Aprendizaje de resolución violenta de conflictos• Autoritarismo en las relaciones familiares• Baja autoestima• Aislamiento

• Actitudes hacia el uso de la fuerza para la resolución de conflictos• Concepto de roles familiares, derechos y responsabilidades

• Creencias y valores culturales acerca de

• Concepción acerca del poder y la obediencia

mujerhombreniñosfamilia

Factores de riesgo

• Estrés económico• Desempleo• Aislamiento social• Alcoholismo

• Legitimación institucional de la violencia• Modelos violentos (medios de comunicación)• Victimización secundaria

• Carencia de legislación adecuada• Escasez de apoyo institucional para las víctimas• Impunidad de los perpetradores

EXOSISTEMA

MACROSISTEMA

04

��� hace), en el gráfico que figura enla página 3 (10).

La interacción entre fenómenos so-ciales y elementos individuales de quie-nes maltratan parece explicarlo mejorque aquellas teorías que lo reducen auna única causa (la patología u otroscondicionantes biológicos de los indi-viduos, el dominio masculino, etc.)

Factores sociales destacados son lacultura sexista e individualista en la quenos socializamos los unos y las otras; elrecurso a la violencia como forma deresolución de conflictos, incluidos losinterpersonales, y particularmente en-tre los chicos. Igualmente, efectos deri-

vados de concepciones sobre las rela-ciones interpersonales y familiares a losque he aludido anteriormente.

Y en las historias y característicaspersonales interrelacionadas con lo an-terior pesan diversos factores. Entreellos conviene tener presente los de

“riesgo” o “factores asociados”, comoel alcohol u otras toxicomanías y ha-ber vivido situaciones de violencia enla infancia (11). Sin ser causa, y me-nos justificación, ayudan, no obstante,a interpretar el maltrato y, sobre todo,deben ser tenidos en cuenta para acer-tar en las soluciones.

+������������ ����

Un último factor esencial de la miradamultilateral tiene que ver con la visiónuniforme que se está dando del maltra-

Gráfico A

LA VIOLENCIA EN LA PAREJA:FASES

NEGACIÓN

FASE DE INICIOControles como signo de amor

(ponte esto, haz esto,quédate conmigo no salgascon tus amigas...)

Se muestra como tu protectorNo comparte responsabilidades

ACUMULACIÓN DE TENSIÓNAumentan los insultos y las amenazasEl hombre está más agresivo de palabra

LUNADE MIEL

La tensión del hombre desaparecePide perdónPromete no volver a ser violentoLa mujer suele perdonarle

EXPLOSIÓNVIOLENTA

Agresiones físicas, psicológicas y sexualesDestruye objetos comunes o tuyosDescontrol

No hay un tipo concreto deconducta, una forma única en quese desarrolla la violencia en lapareja. Sin embargo, se ha impuestouna visión, la que lo identificacon el maltrato más cruel.

deba

tes

sobr

e la

vio

len

cia

de g

éner

o

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

05

���

to. No hay un tipo concreto de conduc-ta, una forma única en que se desarro-lla la violencia en la pareja. Sin embar-go, se ha impuesto una visión, la que loidentifica con el maltrato más cruel.

Resulta imprescindible comprender ladiversidad de malos tratos existentes. Nohay que mirar sólo los casos que ocu-pan las páginas de los sucesos en losperiódicos, sino los casi dos millonesde mujeres que contestaron afirmativa-mente a la encuesta del Instituto de laMujer que figura en estas páginas (12).Un dato que, a su vez, apunta a dos mi-llones de hombres y a otras tantas cria-turas implicadas en el problema.

En los gráficos A y B se pueden verdos representaciones del problema delos malos tratos de hombres a mujeres.

1. El círculo de la violencia refleja laespiral en la que se ven atrapadas mu-chas mujeres que sufren maltrato cruel.Ayuda a interpretar por qué resulta tandifícil salir de una relación en la que secombinan episodios de agresión conotros de arrepentimiento y muestras deamor (13). Los intervalos entre unos yotros episodios pueden ser más o me-nos largos, aunque tienden a acortarse.Van minando la autoestima de la per-

sona maltratada, y pueden llegar a atra-parla, hasta anularla.

Conocer estas circunstancias puedecontribuir a la necesaria solidaridad conlas víctimas, y comprender por qué hayquienes pueden llegar a aguantar tantotiempo (5, 12 años, o más). Por otra par-te, la existencia de este maltrato cruel,que en ocasiones es preludio de asesi-natos, apremia para adoptar medidas deemergencia.

Sin embargo, tal violencia, como re-presentación única del maltrato, tieneserios problemas. Gran parte del co-nocimiento que se tiene de las caracte-rísticas de esta violencia y de las cir-cunstancias de cómo se produce se ad-quiere a través de las mujeres que acu-den a los servicios sociales, lo que dauna visión sesgada si se toma como úni-co referente.

2. El maltrato y abuso sexual real-mente existentes son más diversos. Laencuesta del Instituto de la Mujer cita-da anteriormente tiene la virtud de ofre-cer una mirada más amplia del con-cepto de maltrato, incluyendo desde elmás cruel hasta el de “menor poten-cia” o situación de sometimiento, comolo denominan Inés Alberdi y

(10) Op. cit.(11) En diversos estudios se constata la existencia de es-tos dos problemas, aunque varíen bastante las cifras quese manejan. Respecto a que los agresores hayan vividosituaciones de maltrato en la infancia, los porcentajes sue-len ser altos. Un 64%, por ejemplo, en una encuesta delInstituto de la Mujer publicada en 1999. Por lo que haceal alcoholismo, el informe del Defensor del Pueblo delaño 1998 baraja la cifra del 45% de casos, que la sociólo-ga Mary Pepa García Rey elevaba a un 80% de casos, enun artículo publicado el pasado 13 de octubre en El País.(12) Medio millón de ellas se consideraban maltratadas.El otro millón y medio contestaba haber sufrido en variasocasiones una o más situaciones como las que describe laencuesta, sin considerarse maltratadas.(13) Como queda reflejado en la magnífica película de IciarBollaín Te doy mis ojos.

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

Fotograma de la película Te doy mis ojos.

06

���Natalia Matas, autoras del Infor-me sobre malos tratos en España (14).Los indicadores de la encuesta refle-jan una variedad de circunstancias yde personas que, a su vez, requierentratamientos también diversos.

Sin embargo, la representación socialque existe del maltrato es el que he cita-do primero, el que queda reflejado en elcírculo de la violencia.

������������������� ������ �����

La unilateralidad en la mirada, ademásde dificultar la comprensión del proble-ma, propicia el acomodo, y no estimulaa seguir investigando. Sin embargo, esdel todo insuficiente el conocimientoque tenemos de un asunto que sigue es-tando oculto (15). Diversos estudiosapuntan que sólo entre un 10% y un30% de mujeres que sufren maltrato lodenuncian (16).

La unilateralidad también dificulta lassalidas o soluciones al problema. Lacanalización de los recursos públicoshacia ámbitos legislativos y punitivosse justifica por esa visión uniforme ycruel del maltrato en la que, a su vez,las víctimas siempre son mujeres y losvictimarios hombres.

Ese enfoque dicotómico “hombresmaltratadores-mujeres víctimas” produ-ce efectos muy negativos. Encasilla alas mujeres como seres pasivos, asusta-

dos, frágiles, incapaces de salir de esaespiral de violencia en la que están atra-padas, y a los hombres como seres vio-lentos, con poder, que tienen el controlde la vida de aquéllas. Ignora que haymujeres victimarias (17) y hombres víc-timas, y lo que es peor, parece hacer deesa circunstancia una condición para losunos y las otras. Como si de una cate-goría de personas se tratara: las maltra-tadas y los maltratadores (18).

Resulta imprescindible criticar estenegativo discurso poniendo el acento enla autonomía y, por tanto, en la capaci-dad de decisión y transformación demujeres y de hombres. Una autonomíaque explica por qué se puede salir deesas situaciones, incluso de las más bru-tales, habiendo sido víctimas o victima-rios. Hay que esforzarse por mostrarmodelos de referencia positivos, impres-cindibles para lograr cambios de con-ducta en los unos y en las otras.

*��������������� �

Sin negar que son necesarias medidaslegislativas y punitivas, resulta impres-

cindible un enfoque más amplio, tam-bién, de los derroteros por los que de-ben discurrir las soluciones. Señalo acontinuación algunos criterios básicospara ese enfoque.

• Es preciso tomar en cuenta a lasmujeres como sujetos y no sólo comoobjetos de intervención externa, consi-derando su autonomía y la diversidad demujeres y circunstancias de maltrato.

Los recursos para las personas quesufren violencia conyugal deben darprioridad al protagonismo de aquéllasen el proceso, para que pueda ser repa-rado el mal ocasionado. Las leyes apro-badas, y particularmente las de protec-ción, no tienen en cuenta este impor-tante criterio. La misma “ley de protec-ción” aprobada el pasado mes de agos-to no concede a esas personas la posibi-lidad de elegir entre distintas medidas,como sí sucede en otros países (19).

La propia denuncia, como eje centraly universal de la actuación de las vícti-mas, ha demostrado no servir para re-solver el problema, y ha evidenciadootros: la nula iniciativa de las víctimas,cuando aquél ha entrado en el sistemapenal, y la poca eficacia de la denunciapara protegerlas (20). Ambas cuestio-nes constituyen frenos importantes paraque las mujeres se decidan a denunciar.

Dejar a las víctimas sin protagonis-mo y sin iniciativa en el proceso pe-nal, anteponiendo el castigo al infrac-tor a la reparación del mal ocasiona-do, es una limitación del sistema pe-nal vigente que no afecta sólo al asun-to que nos ocupa. La singularidad estáen la cuestión que tratamos. Nos en-frentamos a un delito (perseguiblede oficio, tras la reciente modificacióndel Código Penal) en el que la víctima,a diferencia de otros delitos, tras habersido presentada la denuncia, no se pue-de “olvidar” del agresor.

Por el contrario, en muchos casos elagresor puede ser el padre de sus hijos,y ella no tener la intención de romperla relación. De hecho, entre el 35% yel 50% de mujeres que recurren a losservicios públicos en busca de ayudano se separan (21). No puede tratarseéste como cualquier otro delito, por-que no lo es.

Estos problemas no se solucionanañadiéndole la coletilla “denuncia conseguridad”, como se ha hecho desde al-gunas instituciones públicas. Requiereuna reflexión más profunda y desprejui-ciada que dé cabida a otras fórmulas

Resulta imprescindible movilizara la sociedad y desarrollar redes desolidaridad y apoyo a las víctimas.

Fotograma de la película Te doy mis ojos.

deba

tes

sobr

e la

vio

len

cia

de g

éner

o

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

07

para abordarlos y resolverlos. Lo ante-rior supone aceptar que las mujeres quesufren maltrato pueden tener proyectosde vida propios no necesariamente se-parados de quienes las han maltratadoni tampoco guiados por una actitud su-misa ante ellos.

• Es necesario un conjunto de recur-sos acordes con la mirada multilateraldel maltrato que he expuesto anterior-mente.

Ninguna medida –tampoco la denun-cia– vale para todos los casos ni puedetener prioridad siempre frente a otras.Resulta imprescindible un conjunto derecursos en los más diversos ámbitoseconómicos, sanitarios, jurídicos, etc.Son necesarias medidas de emergencia,como la recién aprobada orden de pro-tección, pero que no se limiten a ellas.Que abarquen al conjunto del maltratoexistente en las parejas y que se orien-ten también a la prevención. Que sedirijan a todos los agentes afectados enel conflicto. Medidas directas para lasvíctimas (por ejemplo, el tratamientoterapéutico [22] ), o a veces indirectas,como la agilización y abaratamiento delos trámites de separación y divorcio.Unos trámites que siguen siendo cos-tosos económicamente y demasiadolargos, pues la ley obliga a alegar cau-sas para divorciarse cuando no existemutuo acuerdo (23).

Con esa perspectiva, habría que apos-tar también por otros recursos, como porejemplo:

• Limitar la judicialización de los con-flictos interpersonales, desarrollandootras vías para gestionarlos, como pue-de ser la mediación. Una medida recha-zada por la corriente feminista que an-tes he criticado (24), a pesar del uso quede hecho se viene haciendo de este re-curso en procesos de separación civiles,o incluso en casas de acogida (25), etc.,en donde se ha demostrado su eficacia.En otros casos, éste, como cualquier otromedio, no servirá.

• Resocialización de quienes hanmaltratado, mayoritariamente hom-bres, como garantía para que cese elmaltrato y para que no se reproduzcaesa conducta con futuras parejas. Losmodestos tratamientos terapéuticos quese están haciendo en el Estado españoldan resultados satisfactorios, teniendoen cuenta que están por encima del30% de éxito, que es el referente co-mún en el ámbito de modificación deconductas antisociales. La expe-

(14) Fundación La Caixa, 2002.(15) Las cifras sirven sólo como referencia que apuntan tendencias. Los estudios son pocos, parciales y recientes, delas dos últimas décadas. La polémica sobre las cifras suele ser frecuente, ya que difieren los parámetros usados parala investigación. Éste es un terreno en el que se abusa de las opiniones sin fundamentarlas empíricamente o extrapolandocifras parciales referidas a casas de acogida, sentencias judiciales, etc.(16) Por ejemplo, el informe presentado en las VII Jornadas Nacionales para Médicos Residentes de Medicina deFamilia señala que el 70% de las mujeres que han sufrido maltrato no presenta denuncia (Diario de Sevilla, 24 demayo de 2003).(17) En el año 2003, hasta noviembre, 13 hombres habían sido asesinados por su pareja, según los datos publicadospor el Instituto de la Mujer.(18) Para evitarlo, es preferible incluso emplear otros términos. Por ejemplo, hombres que maltratan o han maltra-tado, o mujeres que han sido maltratadas...(19) Por ejemplo, en Puerto Rico, con una ley similar, las mujeres pueden elegir entre una gama de medidas deprotección.(20) Sólo el 25% de las mujeres asesinadas el pasado año habían presentado denuncia. En otros casos, las sentenciasno se han cumplido, y ha habido mujeres asesinadas por hombres que cumplían condenas. Habrá que esperar paracomprobar los resultados de la nueva ley de protección.(21) Como confirma E. Echeburúa en Manual de violencia familiar, Siglo XXI.(22) En muchos lugares no existe este recurso público, y en donde lo hay resulta muy insuficiente. Ciudades comoBilbao o Sevilla tienen enormes listas de espera para que las mujeres puedan ser tratadas. El tratamiento terapéuticopara hombres que han maltratado es todavía más escaso. Y prácticamente inexistente para hombres víctimas demaltrato y mujeres victimarias.(23) El 46% de quienes se han separado en los últimos 10 años señalan algún tipo de maltrato como razón para laruptura.(24) Con argumentos referidos a la poca eficacia y a la desigualdad en la que se encuentran las mujeres que sufrenmaltrato respecto a su agresor, con lo que pueden aceptar acuerdos que no les favorezcan.(25) Lo contaba, por ejemplo, Esperanza Rivero, psicóloga de las casas de acogida del Estado español y trabajadoradurante 15 años en el Centro Asesor de la Mujer de Ciudad Real. Decía que desde el centro han mediado cuando lasituación lo permite (PÁGINA ABIERTA, febrero de 1998). Hay otros ejemplos de mediación, aunque sigue siendomodesto lo que se hace en esta dirección.

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

Gráfico B

���

1. “Le impide ver a su familia o tener relaciones con amigos, vecinos”2. “Le. quita el dinero que usted gana o no le da lo suficiente que necesita

para mantenerse”3. “Hace oídos sordos a lo que usted le dice, no tiene en cuenta su opinión,

no escucha sus peticiones”4. “Le insulta o amenaza”5. “No le deja trabajar o estudiar”6. “Decide las cosas que usted puede o no hacer”7. “Insiste en tener relaciones sexuales aunque usted no tenga ganas”8, “No tiene en cuenta sus necesidades”9. “En ciertas ocasiones le produce miedo”10. “No respeta sus objetos personales”11, “Le dice que coquetea continuamente o, por el contrario, que

no se cuida del aspecto”12. “Cuando se enfada llega a empujar o golpear”13. “Se enfada sin que se sepa la razón”14. “Le dice que adónde va a ir sin él, que no es capaz de hacer

nada por sí sola”15. “Le dice que todas las cosas que hace están mal”16. “Cuando se enfada la toma con los animales o las cosas

que usted aprecia”17. “Le hace sentirse culpable porque no le atiende como es debido”18. “Se enfada si las cosas no están hechas (comida, ropa)”19. “Le controla los horarios”20. “Le dice que no debería estar en esta casa y que busque la suya”21. “Le reprocha que viva de su dinero”22. “Ironiza, no valora sus creencias (religiosas, políticas, pertenecer

a alguna asociación)”23. “No valora el trabajo que realiza”24. “Le hace sentirse responsable de las tareas del hogar”25, “Delante de los hijos dice cosas para no dejarle a usted en buen lugar”26, “Desprecia y da voces a sus hijos”

Fuente; Instituto de la Mujer, 2000; encuesta La violencia contra las mujeres.

Indicadores de maltratoutilizados en la encuesta

“La violencia contra las mujeres”Pregunta 19 del cuestionario

08

riencia más significativa en esteterreno (por ser la más antigua y por elvolumen de casos tratados) es la delPaís Vasco, que se describe en estas mis-mas páginas.

• Esenciales son los recursos econó-micos, generalmente ignorados o mini-mizados en los planes de las diversasAdministraciones, contra la violencia degénero o por la igualdad. Son necesa-rias ayudas sociales de todo tipo (vivien-da, salarios, subsidio para hijos e hijas,empleo...) que servirían de verdad paraque muchas mujeres desfavorecidas so-cialmente pudiesen decidir qué hacercon su vida, y salir de la situación desumisión en la que se encuentran. Me-didas que no se ponen en marcha por-que requerirían mucha mas dotacióneconómica que el frenesí legislativo enel que está instalado el Gobierno del PP,con el apoyo de otros partidos y tam-bién de algunas corrientes feministas.

• Poner el acento en las leyes y medi-das que garanticen la igualdad de lasmujeres respecto de los hombres, frentea las que encapsulan esos recursos en elcorsé del maltrato. El maltrato requie-

re, desde luego, que se aborde de formaintegral, pero eso no implica que debahacerse en una ley, ni que esta sea lamejor forma de hacerlo. De hecho, laley integral que se propugna (26) tiene,desde mi punto de vista, dos problemasbásicos. Sigue poniendo el acento en lavía legislativa, generando expectativasque en ningún caso pueden satisfacerésa ni otra ley, y además encapsula me-didas de igualdad entre hombres y mu-jeres –como, por ejemplo, la labor edu-cativa en los centros de enseñanza– enuna ley de maltrato. La coordinaciónjudicial para los casos de violencia do-méstica u otras medidas similares con-templadas en la propuesta de ley inte-gral pueden resolverse por otras vías.

El “encapsulamiento” que critico pue-de tener serios inconvenientes en el te-rreno social si además de pocos recur-sos, éstos se limitan a las mujeres quehan presentado denuncia por maltrato(27). La mayoría quedaría fuera, ya que,como he apuntado, son minoría las quedenuncian. Además, puede estigmati-zar a quienes la presenten (por ejem-plo, para acceder a un empleo [28]) o

disuadir de hacerlo por miedo a ello.Aunque el maltrato puede producir unamayor vulnerabilidad, habría que ten-der a distribuir los recursos atendiendoal conjunto de circunstancias socioeco-nómicas que produce la desigualdad quese trata de compensar, incluyendo laviolencia doméstica.

Por esas razones, sería mejor empe-ñarse en leyes por la igualdad de muje-res y hombres que, además, contemplenla obligatoriedad de cumplimiento, conpenalización incluida, de las institucio-nes públicas que no ponen los mediospara que dichas normas se apliquen.

• Implicación solidaria y activa de todala sociedad, de mujeres y de hombres,en lo que es una lucha en defensa dederechos humanos elementales: derechoa la vida, a la integridad física, a viviren paz y en libertad. Resulta imprescin-dible movilizar a la sociedad y desarro-llar redes de solidaridad y apoyo a lasvíctimas, implicando a todos los colec-tivos de mujeres, de hombres o mixtos.Para lograrlo, hay que comprender queno estamos ante una pelea de mujeresfrente a hombres. Por el contrario, setrata de comprometernos los unos y lasotras en alcanzar el objetivo común deerradicar la violencia de nuestras vidas,para que podamos establecer relacionesde igualdad entre los unos y las otras.

Abordar de forma multilateral esteproblema implica no ignorar que siguesiendo necesario visibilizar la violenciamasculina en la pareja, responsabili-zando de su conducta a los que agre-den; y combatiendo el sexismo, que si-gue gozando de buena salud en nuestrasociedad, como lo refleja ese 46,5% dehombres y mujeres europeos que, segúnla encuesta del Eurobarómetro del año1999, achacaba la violencia domésticaa las provocaciones de las mujeres.

Tampoco se puede olvidar que, másallá del tratamiento presente y urgentedel problema, estamos ante una carrerade fondo cuyo objetivo es cultivar valo-res más igualitarios y solidarios que con-tribuyan a mejorar la calidad de nues-tras relaciones interpersonales. Un finen el que debemos estar implicadas to-das las personas.

(26) Existen varias propuestas de contenido, aun-que no difieren sustancialmente unas de otras.(27) O peor aún, como sucede con los 300 eurosque se le asigna sólo a quienes hayan solicitado or-den de protección.(28) Como contempla la propuesta del ministroZaplana.

���Cuadro de Mercedes Lara Garzás.

deba

tes

sobr

e la

vio

len

cia

de g

éner

o

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

09

Un reciente estudio del Centro ReinaSofía evidencia que, históricamente, hahabido violencia entre los seres huma-nos, fruto de las relaciones de dominioque los hombres han ejercido sobre lasmujeres. Creo, además, que la sociedad,y sobre todo la sociedad española, hasido una sociedad muy permisiva conla violencia masculina. Pero es impor-tante mencionar este estudio para en-tender que la violencia de género no essólo un problema nuestro, porque, enrelación con el número de mujeres ase-sinadas en el marco de la pareja, eseestudio ha examinado lo que sucede en70 países de todas las culturas, no sólodel mundo occidental, sino también delmundo oriental.

Si nos fijamos sólo en los países denuestro entorno, en los países europeos,nos encontramos con que, antes que elnuestro –y al contrario de lo que en al-gunas ocasiones hemos pensado–, lospaíses nórdicos son los que registran lascifras más altas en mortalidad de muje-res en el ámbito de la pareja. El primerpaís es Finlandia, con una tasa de 8,5mujeres asesinadas por cada millón depersonas; después está Noruega, con un6,58; Dinamarca, con un 5,42; Suecia,con un 4,59; Luxemburgo, con un 5,56;Inglaterra, con un 4,36; Alemania, conun 3,58, y España, con un 2,44.

Las cifras que antes se nos han propor-cionado son suficientemente revelado-ras de que, efectivamente, estamos anteun problema que constituye una autén-tica lacra social, un drama humano paramillones de personas, al que tratan dehacer frente los poderes públicos, yodiría que gracias, precisamente, a la pre-sión, a la labor histórica de los movimien-tos feministas en la lucha por la defensade los derechos de las mujeres.

Esta labor también ha contribuido aque casi nadie considere ya en este paísque éste es un problema de ámbito pri-

medidas legislativas yactuación judicial

��������������

vado. Por el contrario, se trata de unproblema de ámbito público, social, enel que todos nos debemos sentir impli-cados y comprometidos. Creo que enesto sí que hemos de aceptar que en algoha cambiado la sociedad española. Aello han contribuido también los me-dios de comunicación, que están ayu-dando a conocer unos hechos que antesya existían. Lo que sucede es que ahorase conocen porque se denuncian más, yporque se informa más de ellos.

En lo que sí ha habido un aumento, yesto es innegable, es en la cifra de per-sonas muertas debido a la violencia degénero. Y, desde luego, el hecho de queya exista este grado de concienciación–pese a que quede todavía mucho ca-mino por recorrer, si bien es verdad quehay muestras evidentes de que la con-ciencia social ha evolucionado respectoa este tema– ha contribuido también aque los poderes públicos hayan tenidoque mover ficha y poner encima de lamesa soluciones, que no sé si son exac-tamente la “solución” del problema, por-que no existe una solución.

Creo que todos y todas tenemos claroque éste es un problema muy complejode resolver, en tanto que afecta a lospatrones culturales y educacionales delas personas. Seguramente a nadie se leescapa que con la aplicación de políti-cas educacionales y políticas de igual-dad, se puede contribuir a ir a su raíz.

���� �$�������������

Soy de las que creen que las leyes noson la solución, pero, en todo caso, síson una parte de la solución. En estesentido, creo que se ha hecho un esfuer-zo por parte del poder legislativo pormodificar leyes que eran absolutamen-

� ��� ������ �

En el CGPJ quisimos investigar ese re-proche social, que se refleja en losmedios de comunicación, de que partede las muertes violentas en este paísse podían evitar si los jueces y fiscalesfueran más eficaces en las resolucio-nes que se adoptan. Y esta es la razónpor la que encargamos al servicio deinspección de este organismo que hi-ciera un estudio de todas las muertesviolentas documentadas, es decir, enlas que se ha abierto un procedimientopor homicidio o por asesinato en algúnjuzgado de España, en los tres añosúltimos (de 2001 a 2003). Un estudiopara conocer el perfil de las víctimas,el perfil de los agresores, y sacar con-clusiones.

Según los datos expuestos en estamesa, nos encontramos que, en el año2001, un 81% de las mujeres muertaspor la violencia doméstica previamen-te no habían denunciado una situaciónde maltrato y de amenazas. En el año2002, aumenta el número de personasque, antes de morir, habían denuncia-do. Con todo, un 75% de personasmurieron a manos de sus compañerossin haber denunciado malos tratos oamenazas previamente y, por tanto, sinque el Estado pudiera protegerlas, por-que era desconocedor de esa situación.Lo cual expresa una vez más la grave-dad y la entidad del problema, porque,como hemos dicho muchas veces, par-te de la violencia de género, parte delmaltrato físico y psíquico, es todavíaun maltrato desconocido, que no aflora,que se sufre en solitario.

Y es un maltrato, que como se afir-maba en la IV Conferencia Mundial enPekín, celebrada en 1995, es el crimenmás generalizado y, a la vez, más en-cubierto del mundo. Cuesta creer queel primer acto violento en el ámbito fa-miliar sea el asesinato de una persona.Por tanto, todo lleva a pensar que lamujer fallecida seguro que sufría ya unasituación de maltrato habitual o una si-tuación de amenazas de muerte.

M. C.

te ineficaces para atajar el proble-���PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

10

ma, con un objetivo comúnque, creo, nos une a todos, que es con-seguir la plena erradicación de la vio-lencia doméstica en este país, que afec-ta a menores, a ancianos, pero, funda-mentalmente, a las mujeres. Por eso ladenominamos “violencia de género”, entanto que es una violencia de hombrescontra mujeres.

Voy a destacar sólo dos de las leyesque se han modificado por parte delpoder legislativo, y que creo que sí queconstituyen un paso adelante, aunquees demasiado pronto para saber qué efec-tos disuasorios tendrán sobre losmaltratadores.

La primera es la Ley Regula-dora dela Orden de Protección, aprobada porunanimidad en el Parlamento españolel 31 de julio, y que entró en vigor el 2de agosto del pasado año. Esta ley res-pondía a la necesidad que tenían lasmujeres víctimas de maltrato en estepaís, cuando finalmente deciden denun-ciar la situación de amenaza, de violen-cia, que están sufriendo, de que el Esta-do les garantice protección de su dere-cho a la vida, de su integridad física yde su libertad. Y hay que respetar queexista una franja amplia de personas quedeciden no denunciar ante la justicia laviolencia que sufren. Además, no po-demos generalizar y considerar, a modode varita mágica, que la solución de unproblema tan complejo pasa sólo por de-nunciar. Pero sí hemos de conseguir queaquellas personas que deciden denun-ciar situaciones de agresiones, de lesio-nes, de maltrato físico y psíquico habi-tual, y amenazas de muerte, a veces conarmas, con instrumentos peligrosos, re-ciban protección. Todas éstas son con-ductas graves que están incluidas en elCódigo Penal –y que es bueno que es-tén–, y además, creo que estaban malreguladas.

Por ese motivo, el legislador tambiénha emprendido una segunda reforma,al considerar que todas las conductasrelacionadas con la violencia domésti-ca, con la violencia de género, no esta-ban convenientemente reguladas en elCódigo Penal. Los estudios que hacía-mos en el Consejo General del Poder Ju-dicial (CGPJ) demuestran que el 70%de las denuncias que se realizan en estepaís se calificaban de conducta leve y seenjuiciaban, por tanto, simplementecomo “falta”. Por ello, después de queuna mujer vencía todos los obstáculos ydecidía finalmente poner en conoci-

��� miento de la justicia una amenaza demuerte, su denuncia se saldaba en unjuicio de faltas con una pena de multa,cuyos efectos disuasorios eran inexis-tentes. Porque, efectivamente, después seproducía una segunda amenaza de muer-te que no había podido prevenirse conun tipo de penalidad que yo creo no erala adecuada a la gravedad de los hechos.

En consecuencia, ¿qué ha hecho ellegislador? Dos cosas. Todas las con-ductas relacionadas con amenazas demuerte, cuando se exhibe un arma o uninstrumento peligroso, ya no pueden serconsideradas por los jueces y los fisca-les como conductas leves y, por tanto,como faltas, sino que han de ser enjui-ciadas como delitos, con unas penas, enmi opinión, más proporcionadas a lagravedad de los hechos.

En segundo lugar, desde la primeraagresión, sin necesidad de estar espe-rando a que aquella conducta se pro-longue en el tiempo y, por tanto, haya-mos de hablar de algo muy distinto, quees el maltrato físico y psíquico, tambiénahora el legislador ha optado por queno pueda ser considerada conducta leve,sino delito, y enjuiciado como tal.

Creo que había un problema muy im-portante en este país que teníamos queresolver, y es que las víctimas que deci-dían denunciar no encontraban en elEstado la protección necesaria para que,efectivamente, su vida, o su derecho ala integridad, o su libertad no corrieranpeligro. El estudio que elaboramos enel CGPJ demuestra también que los jue-ces no adoptaban medidas cautelares deprotección a las víctimas al inicio delprocedimiento penal, a pesar de quenuestra legislación ya preveía medidasde alejamiento; es decir, las medidasacuñadas con esa dominación que, endefinitiva, consisten en prohibir a unapersona sospechosa de haber cometi-do un delito de lesiones, un delito deamenazas, residir en el mismo domi-cilio que la víctima. Con estas medi-das, se le puede prohibir residir en elmismo barrio que ella, o en la mismaciudad, o incluso en la misma comu-nidad autónoma; o se le puede prohi-bir aproximarse a cualquier lugar don-de la víctima se encuentre.

En mi opinión, la Ley Reguladorade la Orden de Protección ha sido unpaso importante. No creo que sea elúnico paso que habrá que dar en mate-ria legislativa. Pero aún es pronto parahacer un balance. Es la primera vez

que la solicitud de orden de protección,a raíz de hacerse una denuncia, posi-bilita que a la víctima se le resuelva nosólo el que se le pueda proteger su de-recho a la vida y la integridad física –ypor tanto, si hay un riesgo, y si ella losolicita, o bien lo solicita el ministeriofiscal, se pueda aplicar una medida dealejamiento–, sino que, además, a pe-tición de ella, y partiendo siempre desu voluntariedad y de su petición, se lepuedan otorgar también medidas de na-turaleza civil, como son estas tres queacabo de mencionar. Es el mismo juezquien dictamina tales medidas, paraque durante 30 días, como mínimo, ellapueda pensar si quiere después instarel proceso de separación o divorcio, encuyo caso sí que tendrá que intervenirun juez de familia.

Es la primera vez, también, que sehabla en la ley de que si el juez concedela orden de protección, esto activa queel resto de las administraciones públi-cas tengan que otorgar a la víctima, silo necesita, asistencia jurídica gratuita,o asistencia sanitaria o psicológica, oayudas sociales si se trata de hogares enlos que, respecto a la unidad familiar,no existen más ingresos que el que apor-ta el propio denunciado; o, en el casoen que ella los aporte, sean ingresos queno puedan satisfacer las necesidadesvitales de los miembros de la unidadfamiliar.

Y, además, es la primera vez que seseñala que este tipo de denuncias y soli-citudes se han de resolver con 72 horasde plazo. Según los datos que el CGPJha obtenido, en estos tres meses de vi-gencia de la ley, de las 4.234 solicitu-des que ha habido en toda España, enun 75% se han resuelto –estamos ha-blando de más de 3.000 órdenes de pro-tección–, de las cuales un 97% afectana mujeres (el 84% de ellas de naciona-lidad española y un 16% de nacionali-dad extranjera).

� �,!������������� ��( �������-����

Quiero mencionar las tres tareas másrelevantes que este año nos hemos mar-cado como objetivo en el Observatoriocontra la Violencia Doméstica y de Gé-nero, un organismo impulsado por elCGPJ. Primero, hacer un seguimientode sentencias y resoluciones que dictan

deba

tes

sobr

e la

vio

len

cia

de g

éner

o

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

11

los jueces aplicando las leyes que se edi-tan en el Parlamento –y estamos en ello,con lo cual no puedo adelantar conclu-siones–. Es necesario evaluar el impac-to de la eficacia de las reformas legisla-tivas, y ver cómo los jueces las estánaplicando. Estamos haciendo este estu-dio con una muestra muy representati-va de juzgados de instrucción, de lo Pe-nal, de la Audiencia Provincial, del Tri-bunal del Jurado, del Tribunal Supre-mo, de toda España. Trabajamos conuna muestra de más de 12.000, entresentencias y resoluciones judiciales, demedidas cautelares de protección a lavíctima o de órdenes de protección.Con este trabajo pretendemos sacarconclusiones, para, a partir de ellas,adoptar pautas de actuación dirigidasal conjunto de jueces y magistrados.Para, después, dirigirnos también alpoder legislativo cuando pensemosque, respecto al paquete de medidaslegislativas, todavía es necesario intro-ducir cambios, a fin de ser más efecti-vos frente a esa lacra social.

La segunda cuestión que práctica-mente ya va a ver la luz ha sido la de lacreación del Registro Central de Medi-das contra la Violencia Doméstica. Estoera algo muy solicitado por quienes tra-bajamos en este ámbito (abogados, jue-ces y fiscales), porque parte de nuestraineficacia se debe, precisamente, a quelos jueces no saben, cuando se les poneuna persona a disposición judicial, seacomo denunciada o como detenida, siotro juez de otro partido judicial haadoptado medidas cautelares contraaquel mismo agresor, o si tiene denun-cias ya con procedimientos penalesabiertos y en qué fase procesal están.

Este Registro de ámbito nacional vaa permitir inscribir tanto los procedi-mientos penales que se abran contra unmismo agresor, como conocer si hay me-didas cautelares penales, con el fin deser más eficaces respecto a uno de losdelitos menos aplicados en este país,que es, precisamente, el maltrato ha-bitual, tanto físico como psíquico. ElRegistro va a ver la luz antes de queacabe este año, porque ya está contem-plado en la Ley Reguladora de Protec-ción. Estamos sólo pendientes de queel Ministerio de Justicia dicte el regla-mento para que se pueda crear y, portanto, empiece a funcionar.

Montserrat Comas es miembro del ConsejoGeneral del Poder Judicial (CGPJ) y del Observa-torio contra la Violencia Doméstica y de Género.

Según los datos que el CGPJ ha obtenido,en estos tres meses de vigencia de la ley,de las 4.234 solicitudes que ha habido entoda España, en un 75% se han resuelto,de las cuales un 97% afectan a mujeres.

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

El crimen oculto (imagen de la página web: www.sacsheriff.com).

��

12

el tratamientoa los hombresmaltratadores

.�� ������

En el año 1995, en Vizcaya, y en 1998,en Álava, se comenzó a desarrollar elprograma de asistencia psicológica parahombres violentos en el hogar, paramaltratadores, un programa pionero enel Estado español. Afortunadamente,hoy en día existen otras experienciasen varias comunidades, si bien se lle-van a cabo en regímenes diferentes,entre ellas Aragón, Cataluña, La Rioja,Galicia y Baleares. Por desgracia, den-tro del sistema penitenciario no meconsta que haya experiencias de estetipo de asistencia.

Aun cuando es un programa dirigidoa hombres maltratadores, su objetivofundamental es proteger a esa mujer queha decidido, por diferentes motivos, con-tinuar conviviendo con su agresor. Pro-teger, favoreciendo, ayudando, logran-do la desaparición por completo de loscomportamientos violentos.

Con todo, el programa no sólo persi-gue proteger a la mujer, sino proteger aotras personas que también están vivien-do esa situación. Sabemos que en lamayor parte de los casos, el maltrato ala mujer se termina extendiendo a loshijos. Es razonable pensar que la meraobservación del maltrato a la madre su-pone de por sí un maltrato psicológicopara los hijos. Pero no sólo eso, sinoincluso en aquellos casos en los cualesla relación ya se ha roto, es decir, en losque la víctima ha decidido no continuarviviendo con su agresor, sabemos quelos hombres que son violentos en el ho-gar agreden también a sus futuras pare-jas. Es, pues, un problema crónico.

Con estos objetivos, pusimos en mar-cha el programa –un programa de tra-

tamiento, de intervención–, que se de-sarrolla en un formato individual, conuna duración de cinco meses, aproxi-madamente, de sesiones semanales. Unavez finalizada esa fase de intervenciónmás específica, se prolonga en un se-guimiento que tiene una duraciónaproximada de un año, para garantizarla completa desaparición de los com-portamientos violentos.

Este programa de tratamiento estáestructurado en tres fases. La primerade ellas es la de motivación, aunque enrealidad habría que llamarla más biende concienciación. Es la parte más com-plicada, y en la que encontramos unmayor número de fracasos. El progra-ma se basa en que la persona que acudea él, acepta y asume que tiene un pro-blema para controlar su vida, para con-trolar su violencia, y en que es su res-ponsabilidad controlar esos comporta-mientos y aprender a no agredir a supareja. Tiene que asumir que él es el

responsable, al cien por cien, de su com-portamiento.

Y éste es el principal problema, puesla mayoría de los maltratadores jamásaceptarán que ellos sean responsablesde las agresiones a las que están some-tiendo a sus parejas. Por tanto, no seplantean acudir a un programa de tra-tamiento. De hecho, los datos son reve-ladores. En los dos programas, en Álavay Vizcaya, desde su inicio, se han aten-dido a unas 3.500 mujeres víctimas demaltrato, y sólo a unos 300 hombres.La desproporción es significativa, pues,evidentemente, por cada mujer víctimade maltrato hay un maltratador. Pero esmás: la mayor parte de los que acudenal tratamiento lo abandonan después delas dos o tres primeras sesiones; o enotros casos no continuamos adelante conla intervención porque no se produceesa aceptación de responsabilidad.

Hay que añadir que el programa detratamiento es un programa voluntario,en el sentido de que la persona tiene queasumir esos principios que acabo demencionar. Lo cual no significa que novengan maltratadores forzados. En lamayor parte de los casos, la forma enque acuden los maltratadores al trata-miento implica un cierto nivel de coac-ción, bien porque se ven ante la situa-ción de que sus parejas han decididosepararse o les dan la última oportuni-dad, bien porque tienen una sentenciacondenatoria y se les impone en ella quese sometan al tratamiento. Pero esto noes lo más significativo, pues no importacómo den el primer paso para acudir ala consulta. Lo más importante es queen las primeras sesiones haya realmen-te un cambio de actitud, que acepten suresponsabilidad; es decir, un cambio quepermita aplicar el tratamiento.

/������� ��� ����

La segunda fase la constituye el trata-miento propiamente dicho, más estruc-turado, que consta de diferentes nive-les. Fundamentalmente, el tratamien-to se centra en prevenir que en el futu-ro vuelva a haber un episodio de vio-lencia. Para eso, partimos de una valo-ración: existen dificultades en el agre-sor para controlar las reacciones vio-lentas, y además, existen una serie deelementos asociados a este problemaque lo cronifican y permiten que seproduzca. En consecuencia, la prime-

La mayoría de los maltratadoresjamás aceptarán que ellos seanresponsables de las agresiones a lasque están sometiendo a sus parejas.

deba

tes

sobr

e la

vio

len

cia

de g

éner

o

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

13

ra parte del tratamiento consiste en queesta persona aprenda a cómo controlarsu agresividad, cómo manejar sus re-acciones de ira.

Entre los elementos que están asocia-dos a esta situación y que tenemos queabordar y modificar, nos encontramoslas actitudes de hostilidad, en general oespecífica, hacia las mujeres. Es muyhabitual que los maltratadores se sien-tan incómodos ante las mujeres, quesientan una actitud de animadversiónhacia ellas; que crean a pies juntillaslo de la guerra de los sexos; que en-tiendan la relaciones entre hombres ymujeres como una relación de poder,una relación de lucha por ver quiénqueda más arriba.

Se trata también de ir cambiando to-das aquellas ideas distorsionadas de larealidad que permiten que, en un deter-minado momento, esta persona puedatener un comportamiento violento y,además, no se sienta culpable por ello.Y, en este sentido, en general, losmaltratadores lo tienen bastante fácil,porque la sociedad crea un caldo de cul-tivo en lo ideológico que permite en-contrar justificaciones para comportar-se violentamente con las mujeres. Pos-teriormente, se abordan otros elemen-tos asociados a la violencia, como pue-den ser los celos patológicos o el consu-mo de alcohol.

¿Qué resultados obtenemos con estetratamiento? Pues unos resultados com-parables a los que se obtienen con estosprogramas, o con programas equivalen-tes, en otras partes del mundo. Estamoshablando de alrededor de un 30% o un35% de éxito terapéutico, entendiendopor tal la desaparición, por completo,de los comportamientos violentos, tan-to de violencia física como de violenciapsicológica. Y en la mayor parte de loscasos, afortunadamente, disponemos deuna fuente de comprobación no sólo através de la versión que nos ofrece el agre-sor, sino a través de la de la víctima; esdecir, comprobamos con la víctima sirealmente han existido esos comporta-mientos violentos. Pero, evidentemen-te, son resultados limitados a ese peque-ño porcentaje de maltratadores, dadoque la mayoría de ellos, como señalaba,no están dispuestos a acudir a un servi-cio de estas características.

Raúl Cenea es psicólogo y miembro del grupode trabajo que dirige el Programa de las Diputacio-nes de Álava y Vizcaya para el tratamiento de loshombres violentos en el hogar.

El servicio de asistencia psicológica que se desarrolla en estos momentosen Vizcaya y en Álava tuvo su embrión en el año 1989, aproximadamente,dentro de un equipo de la Universidad del País Vasco, de la Facultad dePsicología, con un interés puramente clínico en estos primeros inicios. Coneste interés, se empezó a desarrollar un programa de tratamiento orientadoa mujeres que habían sido víctimas de agresiones sexuales.

El programa, inmediatamente, se quedó desbordado. Desbordado nopor mujeres víctimas de agresiones sexuales, sino por mujeres víctimas demalos tratos. Entonces, en el año 1991, en Álava, y en el año 1992, en Vizca-ya, comenzó a desarrollarse este programa fundamentalmente orientado,repito, a mujeres que son víctimas de maltrato doméstico.

Posteriormente, en el año 1995 nos encontramos con una realidad, comoes la de que una mujer víctima de maltrato doméstico que continúa viviendoen una situación en la que sigue recibiendo agresiones, es imposible que seencuentre bien del todo. Por lo tanto, y como fruto de esta recuperación psi-cológica, la mayor parte de las mujeres tomaba la decisión de separarse de lapersona que las estaba maltratando. Sin embargo, un porcentaje significati-vo, en torno al 30%, por diferentes motivos no se separan de su pareja.

Uno de los aspectos que hace que estas mujeres permanezcan en esasituación es la esperanza de cambio. Una esperanza que está muchas ve-ces cimentada en las propias promesas que le realiza el agresor despuésde un episodio de violencia.

Entonces nos encontramos ante una víctima que había decidido conti-nuar en esa situación. Sabíamos, y todos los datos lo indican, que el maltra-to es algo que evoluciona crónicamente; que si alguien ha agredido en unaocasión, volverá a agredir tarde o temprano. Por lo tanto, sabíamos que sivolvía a esa situación, aunque aparentemente estuviera más calmada, seiba a repetir el problema de violencia.

Así, fijándonos en otras experiencias que había en otros países, desa-rrollamos en ese momento un programa específico para hombres violentosen el hogar, aprovechando esta fase de la que hablaba antes, esas prome-sas de cambio.

��������$��%������R. C.

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

Fotogramade lapelículaTe doymis ojos.

14

Desde que la violencia contra las mu-jeres se empezó a perfilar como un pro-blema social (gracias sobre todo a lasorganizaciones feministas), se ha res-ponsabilizado de este fenómeno a latolerancia e ineficacia de los órganosjudiciales. Esto tampoco es un fenóme-no aislado.

No hay más que seguir, desde cual-quier hemeroteca, un poco nuestra his-toria contemporánea para constatarcómo se identifica la falta de dureza delos tribunales con el aumento de los de-litos. No hay más que ver cómo preci-samente ahora, y ante el debate surgidodesde la oposición política sobre el in-cremento de la delincuencia, se ha ge-nerado una situación de opinión públi-ca de tal carácter que ha llevado a refor-mar el Código Penal, para imponer pe-nas más duras.

Todavía no se ha demostrado desdeuna perspectiva de investigación pene-lológica que sea cierto que las penas másduras eviten la comisión de los delitos.

lo que nos quedapor hacer

����� ���������

El criminólogo japonés Ko Akalsuka,en una interesante ponencia que presen-tó en el Congreso Internacional de Me-didas Alternativas a la Prisión, en On-tario (Canadá), en 1998, afirmaba queno existe ninguna relación entre índi-ces de encarcelamiento y disminuciónde actividad delictiva, sino más bien alcontrario. Es decir, que índices bajos deencarcelamiento suelen ir acompañadosde actividad delictiva baja.

En el año 1994, en Estados Unidoshabía 500 presos por cada 100.000 ha-bitantes. En este momento, la poblaciónpenitenciaria se ha duplicado: ya hay

1.000 personas presas por cada 100.000habitantes, y casi más de 2 millones depersonas presas.

Sin embargo, en Japón solamente hay37 personas presas por cada 100.000habitantes. La política de restricción dela utilización de la prisión en Japón esmuy elevada, pues solamente el 7% delas personas condenadas ingresan enprisión. El 93% restante se somete aformas alternativas a la prisión paracorregir sus conductas delictivas.

La problemática de la violencia con-tra las mujeres no se ha escapado de laaceptación de estos tópicos. Como yadecía más arriba, el propio desarrollode los planes contra la violencia de lasmujeres está desnivelado en el sentidode dedicar la mayor parte de recursos ala promulgación (otra vez) de distintasy nuevas leyes, tanto materiales comoprocesales, encaminadas fundamental-mente a conseguir el incremento de loscastigos de los agresores, y sin estable-cer si este incremento protege o vulne-ra a sus víctimas.

Durante el año 2001, el Consejo Ge-neral del Poder Judicial realizó un estu-dio, en colaboración con la cátedra deFilosofía del Derecho de la Universidadde Zaragoza, sobre sentencias dictadasen todo el Estado español en materia deviolencia doméstica. El resultado de esteestudio era indicativo de que, sobre todoen materia de denuncias por maltratodoméstico con la consideración de fal-tas, la mayor parte de las sentencias es-tudiadas habían sido absolutorias.

Aunque no tengo ahora datos concre-tos sobre cómo ha evolucionado la res-puesta judicial, por mi propia experien-cia, como magistrada de la AudienciaProvincial de Madrid, lo que me per-mite analizar bastante sentencias de losjuzgados de lo penal y de Instrucción,creo que puedo afirmar que las senten-cias condenatorias, sobre todo en jui-cios de faltas, han aumentado de unamanera espectacular. ¿Por qué ha sidoesto? En mi opinión, se debe fundamen-talmente a la fortísima sensibilizaciónque los colectivos de mujeres han con-seguido poner en marcha.

Esta sensibilización tiene sus parti-cularidades. Pienso que la mayor partede jueces y magistrados están –estamos–dispuestos a hacer todo lo que esté ennuestra mano para evitar el incrementode la violencia doméstica, y de ahí queen muchas ocasiones se acceda a lo quepiden mujeres y colectivos de mujeres,

���� ������� ���������������������

����������� ����������012&� ��#��"

�����!��� ��� ������%����� ����� �3����

� �&�����3�44�/ ���4���%�� ������

��( �����+�������$�������!��

������������������� �� � ��������%�

�������!���� �!#����������/ ���

������!������������� "���� ����

�������� ����!������� ��������

�������������$�������/���������

������������� ����!��� ����������

#���� �$� ����! ���������������

�������������� �������� ���������

��� ��������������%����

Las sentencias condenatorias,sobre todo en juiciosde faltas, han aumentadode una manera espectacular.

deba

tes

sobr

e la

vio

len

cia

de g

éner

o

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

15

sin que, sin embargo, estemos conven-cidos de que lo que estamos haciendosea realmente útil para disminuir el pro-blema de la violencia doméstica. Hace-mos –o creemos hacer– lo que se esperade nosotros, para no tener ningún tipode reproches, ni de nuestros propios ór-ganos de inspección, ni de los mediosde comunicación, ni de los colectivosfeministas, sin realmente plantearnos sicon nuestras actitudes estamos ayudan-do a resolver el problema.

�����������������������$������%������

Por supuesto que no puedo asegurar queesto sea una tendencia constante eimparable, pero sí es posible asegurarque, haciendo algunas otras cosas quetodavía no hemos intentado, pudieracambiarse la orientación de la tenden-cia. Por ahora lo que me parece incues-tionable es que las medidas que se hanacordado no estén produciendo un des-censo de la violencia.

He dicho ya más arriba que en otrosaspectos de la criminalidad está demos-trado que el incremento de la severidadde las penas no disminuye en absolutola actividad delictiva. Si en otros aspec-tos de la criminalidad es trascendentalbuscar el castigo acertado en su exten-sión y en sus características, creo que,evidentemente, en materia de violenciadoméstica es más importante que enotros aspectos de la política criminal, sicabe, buscar especialmente castigos efi-caces y acertados.

En materia de violencia doméstica lapolítica criminal encuentra una reali-dad peculiar, diferente a la que apareceen otro tipo de delitos, como los delitoscontra la propiedad, de tráfico de dro-gas, o de terrorismo. Cualquier políticacriminal pretende, lógicamente, conse-guir la modificación de las conductasdel delincuente. En este caso concreto,la actitud del delincuente está inmersaen la vida privada y enlazada con elcomportamiento de su pareja y los su-yos. El objetivo último, por tanto, decualquier política criminal es modificarla conducta del delincuente, e implica,en este caso, una intervención absolu-tamente necesaria en la vida privada delos agresores.

En mi opinión, es éste uno de los as-pectos en los que se evidencia cada

Sin saber muy bien por qué, siempre que he defendido la necesidaddel castigo útil me he encontrado con respuestas airadas de colecti-vos de mujeres que han insistido en que todo tipo de tratamientopara los hombres agresores no era nada más que tirar el dinero, yque han hecho todo lo que estaba en su mano (naturalmente, con elloable propósito de proteger a las mujeres) para que no hubiese dine-ro público destinado al tratamiento para modificar las conductas delos agresores. En determinados debates, siempre he oído alegar aquienes han defendido estas posturas que, en el mundo en general,se había demostrado un extraordinario fracaso en este tipo de trata-mientos.

Sería conveniente, por supuesto, y antes de hacer afirmacionesde esas características, el poder ofrecer algún estudio objetivo sobrelos resultados de los tratamientos. Estoy convencida de que si sehiciera así, podríamos comprobar, en primer lugar, que el ser huma-no, por definición, tiene siempre capacidad de evolución y cambio,siempre que se le apliquen pautas adecuadas. En este aspecto, comoen otros de la vida personal y social, cambia y evoluciona. Es decir,asegurar que no dan resultados los tratamientos para los agresoreses como afirmar que los tratamientos de conducta de cualquier tiposon inútiles, cuando sabemos, sin embargo, que están las clínicasllenas.

Quienes hemos conocido de cerca todo lo relativo al tratamientode las dependencias sabemos que los procesos de modificación dela conducta son complicados, y con evolución desigual, con avan-ces, con retrocesos; pero es que, por definición, los procesos deaprendizaje de la conducta humana son así. Al fin y al cabo, no debe-mos olvidar que precisamente la ley no es otra cosa más que unintento de organizar las conductas de los ciudadanos, y por eso, cuan-do las leyes no se cumplen en la medida deseada, no podemos dejarde seguir haciendo esfuerzos para mejorar los necesarios cambiosde la conducta de los agresores.

Entre los textos que he podido contrastar, me parecieron muy in-teresantes algunos de los tratamientos que se llevan a cabo en paí-ses nórdicos como Noruega y Finlandia. En concreto, el que se desa-rrolla en Noruega, el proyecto “Alternativ Til Vold”, ha alcanzado unaevaluación del siguiente tenor: del 50% al 60% completan el trata-miento. De ellos, entre el 80% y el 90% han abandonado el uso de laviolencia física. De los 2.000 hombres que fueron contactados porlos evaluadores, entre el 25% y el 30% no se presentaron a la primerasesión. Muy al principio de la terapia lo dejaron entre un 5% y un 10%,y entre un 60% y un 65% lo continuaron hasta el final.

������%���� ��& ����������������� ���%������

���

M. C.

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

16

vez más la torpeza objetiva de losórganos judiciales para abordar de unamanera eficaz la modificación de con-ductas íntimas y privadas del individuo.

Un magistrado amigo mío dice que lomismo que la medida verdaderamenteeficaz para sofocar un incendio es apa-gar el fuego, la verdadera seguridad parala mujer maltratada es que nunca másvuelva a ser objeto de la violencia crimi-nal de su pareja. Para eso es necesarioapagar el fuego de esa violencia, es de-cir, modificar la conducta del agresor.

El Derecho penal moderno es un de-recho garantista, y el objetivo que pre-tende, fundamentalmente, es analizar elhecho delictivo en sí mismo, descontex-tualizado de la persona, del agresor. Seha discutido en muchas ocasiones, y seha rechazado, la opinión de quienes nosinclinamos más por considerar que sedebe juzgar no sólo la acción, sino tam-bién el contexto; que esto podría ser underecho penal de autor contrario a laconcepción garantista del Derecho pe-nal. Sostienen quienes defienden estapostura que debería distinguirse en losprocesos penales lo relativo al análisisdel hecho cometido, del proceso de de-terminación de la pena, y que debieraser en esta segunda fase, en la determi-nación de la pena, donde se establecie-ran todos los elementos objetivos nece-sarios para adecuar, a la vista de las ca-racterísticas personales del sujeto, el cas-tigo conveniente.

No se trata tanto de entrar, ahora, eneste debate sobre cuál es el papel deDerecho penal, y la eficacia que se con-sigue con éste para reprimir conductascriminales, sino en llamar la atenciónde que precisamente en materia de vio-lencia doméstica no somos eficaces, noprotegemos bien a las mujeres si cuan-do analizamos la conducta de los agre-sores separamos el hecho del contexto.

���� ������� ��#�������� ��

Hace unos días, tenía un proceso de ape-lación de un juicio de faltas en el que sehabía condenado al marido por un mal-trato de palabra a su esposa. Afortuna-damente, en aquel caso, el Juzgado deInstrucción había tenido el acierto degrabar en vídeo el acto del juicio de fal-tas. Pues bien, en este juicio de faltas seveía cómo el marido denunciado pre-tendía explicar al juez que su esposa

también le había insultado. El magis-trado insistía en que aquel juicio no erapara resolver las denuncias del maridocontra su mujer, sino, especialmente,para analizar la denuncia que habíahecho con anterioridad la mujer al ma-rido. El juez, efectivamente, acabó conla condena del marido, y yo me pregun-taba –y me pregunto ahora– si el nohaber permitido escuchar todo lo quepasó no es una forma de amputar el con-texto y de impedir conocer lo que real-mente ha sucedido.

Me pregunto yo también ahora si elcondenar desde un objetivo parcializadono provoca una reacción de injusticiaen el condenado, y si esa sensación delcondenado de ser tratado injustamentepor el juez no significa un incrementomayor en la violencia y, por tanto, unriesgo más para la denunciante.

En un encuentro sobre el acceso delos ciudadanos a la justicia en octubredel pasado año, se discutió sobre si lascondiciones actuales físicas de los juz-gados, sala de juicios, estrados, banqui-llo de acusados, etc., eran elementosdisuasorios para el análisis de los suce-sos que juzgamos, y se vio la convenien-cia, sobre todo en determinadas juris-dicciones, como las relativas a la fami-lia, de diseñar juzgados con otra estruc-tura física, espacios reducidos, mesasredondas y todo aquel que facilite elentendimiento y el esclarecimiento, ytambién, por supuesto, el castigo útil yla protección eficaz.

Sólo cuando se conoce bien el suce-so, sólo cuando se han comprendidobien las actitudes de unos y otros, sepuede castigar y proteger con eficacia.Y para eso es necesario una humaniza-ción de la justicia.

Soy partidaria, y siempre lo he sido,de que se especialicen determinados juz-gados en violencia doméstica. Es más,diría que soy partidaria de que fueranlos juzgados de familia los que llevaran

también los aspectos penales de la vio-lencia doméstica.

Las características de la justicia es-pañola, y probablemente las de otrospaíses con sistemas judiciales similares(los que partieron de lo que se llama eltronco napoleónico de la justicia), evi-dencian una justicia de carrera funcio-narial, alejada de la problemática socialy muy basada en la utilización técnicade la norma jurídica burocratizada. Losjueces y magistrados que la compone-mos somos el producto del diseño denuestro ordenamiento. Sostengo quecualquier ordenamiento jurídico quepretendiera un juez humanista, impli-cado en la resolución de los problemas,accesible a los ciudadanos, etc., lo ten-dría. Los diseños institucionales son losque configuran los perfiles humanos quelos constituyen, y así, por tanto, creo queno se trata de culpabilizar a la judica-tura española como tal, sino simple-mente decir que se ha optado por untipo de ordenamiento jurídico que pro-duce jueces con tendencia a la burocra-tización técnica, aislados de los pro-blemas sociales.

Por eso, creo que sería razonable cues-tionar ahora este tipo de modelo judi-cial y empezar a ensayar en los aspec-tos relacionados con la vida privada delas personas que tienen tanta trascen-dencia, como es este de la violencia do-méstica. Una especialización con pro-fesionales que no procedieran del mun-do del Derecho (aunque, naturalmente,los juzgados tuvieran también expertosen Derecho), con importantes conoci-mientos de comunicación, psicología,pedagogía, etc. .

No quiero que esto se entienda comosi el optar por otra forma diferente deesclarecer los hechos delictivos ocurri-dos fuera una tolerancia o disculpa paralas actitudes de los agresores. Todo locontrario. Lo que quiero decir es que sien todos los casos es fundamental queel castigo sea acertado, en este concretono solamente es fundamental para elagresor, sino que además es esencialtambién –y seguramente decisivo– paraproteger la vida de la agredida; que elcastigo que merece el agresor sea el másconveniente para hacerle cambiar suconducta.

Manuela Carmena es magistrada de la Au-diencia Provincial de Madrid.

(*) Este texto puede verse en la página web:www.pensamientocritico.org

��� Creo que sería razonablecuestionar ahora este tipode modelo judicial y empezara ensayar en los aspectosrelacionados con la vida privadade las personas que tienen tantatrascendencia, como eseste de la violencia doméstica.

deba

tes

sobr

e la

vio

len

cia

de g

éner

o

PÁGINA ABIERTA febrero 2004/nº 145

17