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Visión Espiritual T. Austin-Sparks Capítulo 1 – El hombre de ojos abiertos Capítulo 2 – El asunto de la visión espiritual Capítulo 3 – Viendo al Señor, y viéndonos a nosotros mismos Capítulo 4 – El hombre que recibe visión espiritual Capítulo 5 – La causa y el motivo de la ceguera Capítulo 6 – Buscando la gloria de Cristo como el Hijo de Dios Capítulo 7 – La gloria de Cristo como el Hijo del Hombre Puedes solicitar este libro (en inglés original) gratuitamente a: Emanuel Church 12000 E 14th St. Tulsa, OK 74128-5016 USA

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Visión EspiritualT. Austin-Sparks

Capítulo 1 – El hombre de ojos abiertosCapítulo 2 – El asunto de la visión espiritualCapítulo 3 – Viendo al Señor, y viéndonos a nosotros mismosCapítulo 4 – El hombre que recibe visión espiritualCapítulo 5 – La causa y el motivo de la cegueraCapítulo 6 – Buscando la gloria de Cristo como el Hijo de DiosCapítulo 7 – La gloria de Cristo como el Hijo del Hombre

Puedes solicitar este libro (en inglés original) gratuitamente a:

Emanuel Church12000 E 14th St.Tulsa, OK 74128-5016USA

Visión Espiritual – T. Austin-Sparks

Capítulo 1 El hombre de ojos abiertos

“Entonces el SEÑOR abrió los ojos de Balaam, y él vio al ángel del SEÑOR de pie en el camino, con la espada desenvainada en su mano, e inclinándose, se postró rostro en tierra.” (Números 22:31).

“Y comenzando su profecía, dijo: Oráculo de Balaam, hijo de Beor, y oráculo del hombre de ojos abiertos; oráculo del que escucha las palabras de Dios, del que ve la visión del Todopoderoso; caído, pero con los ojos descubiertos.” (Núm. 24:3-4)

“Entonces llegaron* a Jericó. Y cuando salía de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, un mendigo ciego llamado Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Y dirigiéndose a él, Jesús le dijo: ¿Qué deseas que haga por ti? Y el ciego le respondió: Raboní, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.” (Marcos 10:46,51-52).

“Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupir en sus ojos y de poner las manos sobre él, le preguntó: ¿Ves algo? Y levantando la vista, dijo: Veo a los hombres, pero los veo como árboles que caminan. Entonces Jesús puso otra vez las manos sobre sus ojos, y él miró fijamente y fue restaurado; y lo veía todo con claridad.” (Marcos 8:23-25).

“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le dijo: Ve y lávate en el estanque de Siloé (que quiere decir, Enviado). El fue, pues, y se lavó y regresó viendo. Entonces él les contestó: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé: que yo era ciego y ahora veo.” (Juan 9:1,7,25).

“...Pidiendo que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de El. Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.” (Efesios 1:17,18).

“Te aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se manifieste la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos para que puedas ver.” (Apoc. 3:18).

“Para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados."(Hechos 26:18).

Creo que la fase utilizada por Balaam bien podría estar en la cabecera de nuestra meditación presente—“el hombre de ojos abiertos”.

El mal raíz de nuestro tiempo

Al contemplar el estado de cosas en el mundo de hoy día, quedamos muy impresionados y oprimidos por el mal prevaleciente de la ceguera espiritual. Es el mal raíz de nuestro tiempo. No estaríamos equivocándonos si dijéramos que la mayor parte de los problemas por los que el mundo sufre, si no todos, puedan trazarse a esa raíz, la ceguera. Las masas están ciegas, no hay duda de eso. En un día que se supone que es un día de claridad sin igual, las masas están ciegas. Los líderes están ciegos, líderes ciegos guías de ciegos. Pero en una gran medida, lo mismo es cierto

del pueblo del Señor. Hablando a modo general, los Cristianos de hoy día son muy ciegos.

Un estudio general de la causa de la ceguera espiritual

Los pasajes que acabamos de leer cubren a modo general gran parte de la causa de la ceguera espiritual, si no todo. Comienzan con aquellos que nunca han visto, los que nacen ciegos.

Después están los que han recibido visión, pero no ven mucho, a al menos, no muy claramente—“hombres como árboles que andan”—pero que llegan a ver cada vez más perfectamente bajo una mayor obra de gracia.

Después están los que tienen visión verdadera y clara hasta cierto punto, pero para los que un amplio ámbito del pensamiento y del propósito divinos, sigue a la espera de una obra mayor del Espíritu Santo.

“Pidiendo que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de El. Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder.” Esas palabras son dirigidas a un pueblo que tiene visión, pero para quien este reino de mayor significado divino todavía espera a conocer una operación mayor del Espíritu Santo en el asunto de la visión espiritual.

Después, de nuevo están los que han visto y han seguido, pero que han perdido visión espiritual, a la que ellos pertenecieron una vez, y que ahora están ciegos, pero con el factor adicional fatal: piensan que ven y son ciegos a su propia ceguera. Esa era la tragedia de Laodicea.

Aún más allá de esto, hay dos clases representadas por Balaam y por Saulo de Tarso, de los cuales hemos citado. Balaam, cegado por ganancia, o por la perspectiva de ganancia. Es decir, creo, lo que quiere decir en el Nuevo Testamento cuando se habla de seguir por el camino de Balaam; ser tan tomado de tal forma con la cuestión de la ganancia y de la pérdida como para cegarse a los grandes pensamientos y al propósito de Dios, no viendo al Señor mismo en el camino, y por su ceguera, llegar a ser golpeados por el camino. La declaración está bastante definida aquí. Balaam no vio al Señor hasta que el Señor abrió sus ojos, y entonces vio al Señor. “El ángel del Señor”: así es como lo pone. Más tarde hizo esa doble declaración sobre este asunto—“el hombre de ojos abierto,” “caído pero con los ojos descubiertos.” Tal es Balaam, un hombre ciego por consideraciones de carácter personal, de naturaleza personal, como le afectarían las cosas. A eso equivale todo esto. Y qué cosa tan cegadora es en lo que se refiere a temas espirituales. Si alguna vez tú o yo nos parásemos ante esa cuestión, estaremos en un grave peligro. Si, por un instante, nos dejamos influenciar por cuestiones tales y como, ¿Cómo me va a afectar esto? ¿Cuanto me va a costar esto? ¿Qué puedo conseguir con esto, o qué puedo perder con esto? Ese es un instante en el que la oscuridad bien puede tomar posesión de nuestros corazones y llevarnos por el camino de Balaam.

Después, por otro lado, tenemos a Saulo de Tarso. No hay duda respecto de su ceguera, pero la suya era la ceguera del celo religioso, su celo por Dios, su celo por la tradición, su celo por su religión histórica, su celo por la cosa aceptada y establecida en el mundo religioso. Era un celo ciego sobre el cual, él tendría que decir más tarde:

“ Yo ciertamente había pensado deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret” (Hechos 26:9). “Había pensado que debía”. Qué tremendo giro cuando descubrió que las cosas que pensaba, y que pensaba con pasión que tenía que hacer para agradar a Dios y satisfacer su propia conciencia, eran extremada y diametralmente opuestas a Dios y al camino de la justicia y la verdad. ¡Qué ceguera! Con toda certeza él queda como una advertencia permanente a todos nosotros, de que tener celo por algo no es necesariamente una prueba de que eso sea correcto, y de que nosotros estemos por el camino correcto. Nuestro propio celo en sí mismo puede ser algo que ciegue, nuestra devoción a la tradición puede ser nuestra ceguera.

Creo que los ojos tienen un gran lugar en la vida de Pablo. Cuando sus ojos espirituales fueron abierto, sus ojos naturales fueron cegados, y puedes usar esto como una metáfora. El uso de los ojos naturales religiosamente demasiado fuertes, puede ser el indicativo de lo ciegos que estamos, y puede ser que, cuando esos ojos naturales sean cegados religiosamente, no veamos nada, y hasta que no lo estén, no podamos ver nada. Para muchos, lo que estorba en el camino de su visión real, es que ven demasiado, y lo ven de la forma equivocada. Ven con sentidos naturales, facultades naturales de la razón, del intelecto y del aprendizaje, y todo eso estorba porque está en medio. Pablo se levanta para decirnos que a veces, para poder ver realmente, es necesario estar ciegos. Evidentemente, esto dejó una marca sobre él, como el dedo del Señor dejó Su marca sobre Jacob para el resto de sus días. Fue a Galacia y después escribió la carta a los Gálatas. Y recuerdas lo que él dijo: “Porque yo os doy testimonio que si se pudiera hacer, os hubierais sacado vuestros ojos para dármelos.” (Gál. 4:15), queriendo decir que eran conscientes de su aflicción, que conocían la marca que había durado desde el camino de Damasco, y que sentían en su favor, y que si hubieran podido, se habrían sacado sus propios ojos para él. Pero es maravilloso que la comisión que vino cuando él estaba ciego naturalmente en el camino de Damasco, tuviera que ver con ojos. Estaba ciego y era llevado de la mano a Damasco; pero el Señor había dicho en esa hora “a quién te envío para que abras sus ojos, para que puedan volverse de la oscuridad a la luz, y del poder de Satanás, a Dios”.

Bien, todos estos tienen su propio mensaje para nosotros, pero cubren el terreno de forma bastante general en relación con la visión espiritual. Por supuesto, hay muchos detalles, pero no pretendemos investigarlos de momento, proseguiremos con esta consideración general.

La visión espiritual, siempre un milagro

Cuando hayamos cubierto todo el terreno a modo general, volvemos a notar cada característica particular y peculiar en cada caso, y es el hecho de que la visión espiritual es siempre un milagro. Ese hecho conlleva el significado completo de la entrada a este mundo del Hijo de Dios. La propia justificación de la entrada a este mundo del Señor Jesucristo la encontramos en la Palabra de Dios; puesto que es un asunto zanjado con Dios mismo, que el hombre ahora nazca ciego.”Yo, la luz, he venido al mundo”. (Juan 14:26). “Yo soy la luz del mundo” (Juan 9:5); y esa declaración precisamente la hizo, como ya sabes, exactamente en esa sección del Evangelio de Juan en la que el Señor Jesús está tratando con la ceguera.”Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”, y Él lo ilustra tratando con el hombre ciego de nacimiento.

Así pues, la visión espiritual es un milagro del cielo cada vez, y eso significa que el que ve realmente espiritualmente, ha tenido un milagro en el fundamento de su vida. Toda su vida espiritual brota de un milagro, y es el milagro de que ojos que nunca han visto

reciban visión. Es ahí donde la vida espiritual comienza, donde la vida cristiana tiene su inicio: en ver.

Y quien quiera que predique debe tener ese milagro en su propia historia, y él mismo depende completamente de que ese milagro se repita en cada ocasión en que alguien le escuche. Es ahí donde está tan desvalido y donde es tan necio. En un sentido, quizás sea aquí donde nos encontremos con la “locura de la predicación”. Un hombre puede haber visto y puede estar predicando lo que ha visto, pero ninguno de los que le estén escuchando habrá visto, ni posiblemente vea. De este modo, le está diciendo a los ciegos: ¡Ved! Pero no ven. Depende completamente de que venga Espíritu Santo y obre un milagro. A menos que se opere un milagro, su predicación será en vano, en lo que se refiere al efecto deseado. No sé lo que dices cuando llegas a una reunión e inclinas tu cabeza en oración, pero hay una sugerencia para ti. Puede que lo que haya surgido de un milagro en aquel que esté dando la predicación o la enseñanza, esté presente, y que tú te lo pierdas todo. La sugerencia es que siempre y en todo momento, pidas al Espíritu Santo que obre ese milagro de manera fresca en ti, para que puedas ver.

Pero vamos aún más adelante. Cada pedazo de nueva visión es una obra del cielo. No es algo que se haga completamente y de una vez para siempre. Es posible que nosotros avancemos y prosigamos viendo, y viendo, y viendo aún más, pero con cada fragmento fresco de verdad, este trabajo, que no está en nuestra capacidad el hacerlo, tiene que ser hecho. La vida espiritual no solo es un milagro desde su comienzo. Es un milagro continuo en este asunto desde el principio hasta el fin. Eso es lo que surge de los pasajes que hemos leído. Un hombre puede haber tenido un toque, y mientras que antes era ciego y no veía nada, ahora ve; pero sólo ve un poquito, tanto en medida como en alcance, y ve de forma imperfecta. Todavía hay una cierta medida de distorsión en cuanto a su visión. Se necesita otro toque del cielo para que pueda ver las cosas correctamente, perfectamente. Pero incluso entonces, no es el fin, porque de la misma forma que están viendo las cosas correctamente, perfectamente, en la misma medida, aún tienen posibilidades de parte de Dios de ver con un alcance mucho mayor. Pero sigue siendo un espíritu de sabiduría y de revelación lo que se requiere para hacerlo. A lo largo de todo el trayecto, todo procede del cielo. Y quién podría tenerlo de otro modo, pues, ¿No es ésta la cosa que da a una verdadera vida espiritual, su valor, para que por siempre permanezca el elemento milagroso?

El efecto de la pérdida de visión espiritual

Así llegamos a esa palabra final. Perder visión espiritual es perder la característica sobrenatural de la vida espiritual, y eso produce el estado Laodiceo. Si pretendes llegar al corazón de este asunto, este estado de cosas representado por Laodicea, ni frió ni caliente, el estado que provoca al Señor para que diga, “Te vomitaré de Mi boca”; Si pretendes llegar al corazón de ello y decir, ¿Por qué es esto, qué es lo que yace detrás de todo esto? La única cosa que lo explica es simplemente esto, que ha perdido su característica sobrenatural, se ha rebajado a la tierra; es religioso, pero ha salido de su lugar celestial. Y entonces, recibes el correspondiente rebote a los vencedores en Laodicea, “Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en Mi trono”. Has hecho un largo viaje de descenso hasta la tierra, has perdido tu característica celestial, pero para los vencedores en medio de tales circunstancias todavía hay un lugar en lo alto, mostrando el pensamiento del Señor en contra de esta condición. Perder visión espiritual es perder la característica de la vida espiritual. Cuando eso ha salido, seas tan religioso como quieras ser, el Señor sólo tiene una palabra que decir—Compra colirio: esa es tu necesidad.

La necesidad de la hora

Eso nos lleva entonces a la necesidad de la hora, la necesidad, que por supuesto, es la necesidad de cada hora, de cada día, de cada tiempo. Pero somos hechos más y más conscientes en nuestro tiempo de esta necesidad, y en un sentido, podemos decir que nunca hubo un tiempo en el que hubiera una necesidad mayor de que el pueblo pudiera decir y pueda decir, ¡Veo! Esa es la necesidad ahora mismo. Grande y terrible es esa necesidad, y hasta que esa necesidad sea satisfecha, no habrá ninguna esperanza. La esperanza cuelga de esto, que pueda levantarse un hombre al día de hoy, que tenga posición, para ejercer influencia y dar cuentas de sí, y que ese hombre viera. ¡Qué esperanza nueva se levantaría con él, qué nuevas perspectivas! Esa es la necesidad. Si esa necesidad será satisfecha de forma pública, nacional o internacional, yo no lo se, pero esa necesidad debe ser satisfecha de forma espiritual por un pueblo en la tierra que esté en esa posición, que pueda decir realmente, ¡Veo!

El cristianismo se ha convertido extensamente en una religión. La verdad ha sido resuelta en verdades y puesta en un Libro Azul, el Libro Azul de la Doctrina Evangélica, una cosa establecida y vallada. Estas son las doctrinas evangélicas, establecen los límites del Cristianismo evangélico en la predicación y en la enseñanza. Si, se presentan de muchas y variadas formas. Se sirven con anécdotas e ilustraciones interesantes y atractivas, y con una originalidad y unicidad estudiada, para que las viejas verdades no sean demasiado obvias, sino que soporten la posibilidad de ser pasadas por alto por causa de las vestiduras de que se han revestido. Mucho de esto depende de la capacidad y de la personalidad del predicador o del maestro. La gente dice: “¡Me gusta su estilo, me gustan sus maneras, me gusta su forma de decir las cosas!”. Y es que mucho de todo ello depende de eso. Pero cuando todas esos símbolos han sido arrancados, las historias, las anécdotas, las ilustraciones y la personalidad y capacidad del predicador o maestro, cuando todo eso ha desparecido, vuelves a tener las mismas cosas viejas, y algunas de ellas vienen y superan al último hombre en la forma de presentarlas con el fin de ganar para ellas alguna aceptación, alguna impresión. No creo que esto sea una crítica poco amable, porque se queda en eso; y nadie pensará que estoy pidiendo un cambio o un rechazo de las viejas verdades.

Pero a lo que estoy tratando de llegar es a esto: No son nuevas verdades, no es el cambio de la verdad, sino que habrá aquellos que al presentar la verdad, puedan ser reconocidos por los que les escuchan, como hombres que han visto: y eso marca toda la diferencia. No hombres que han leído, estudiado y preparado, sino hombres que han visto, sobre los que hay eso que podemos encontrar en este hombre en Juan 9—el elemento del asombro. “Si es un pecador, no lo sé. Una cosa sé, que antes era ciego y ahora veo”: Y tu sabes si una persona ha visto o no, tu sabes de dónde ha salido y como ha venido. Y esa es la necesidad. Que algo, ese algo indefinido, que obra en el asombro, y tienes que decir, “¡Ese hombre ha visto algo, esa mujer ha visto algo!” Es ese factor de la visión que marca toda la diferencia.

Oh sí, es una cosa mucho más grande de lo que tú y yo hemos apreciado todavía. Déjame decirte en el acto que todo el infierno se une contra eso, y el hombre a quien se le han abierto los ojos, va a encontrarse con el infierno. Este hombre de Juan 9 se halló frente a ello en un instante. Le expulsaron, e incluso sus propios padres tuvieron temor de dar la cara por él por causa del precio. “Edad tiene, preguntadle a él. Si, es nuestro hijo, pero no nos presionéis mucho, no nos involucréis en esta cosa. Id con él y aclaradlo con él, ¡Dejadnos en paz!” Vieron una luz roja, y quisieron pasar de largo de este asunto. Ver tiene un precio, y puede costarlo todo, por causa del inmenso valor que la visión tiene para el Señor, y por la oposición a ella por parte de Satanás, el dios de este mundo, que ha cegado las mentes de los incrédulos. Es el giro de esta

obra. “Te envío a abrir sus ojos, para que puedan volverse de la oscuridad a la luz y del poder de Satanás a Dios”: Satanás no va a aceptar esto, ni al principio ni en ninguna medida. Es una cosa tremenda poder ver.

Qué necesidad la de los hombres y mujeres del día de hoy, de poder estar en la posición espiritual en la que estuvo este hombre, y poder decir “Era ciego y ahora veo, y una cosa sé, ¡Veo!”. Todo lo que antes era imposible. Hay un impacto, un registro con todo ello. La vida y la luz siempre van justas en la Palabra de Dios. Di un hombre ve realmente, hay vida, hay una exaltación. Si te está dando algo de segunda mano, estudiado, leído, trabajado, no hay vida en ello, o quizás, ese levantamiento temporal y falso de interés, una fascinación pasajera. Pero no hay vida verdadera que haga que la gente viva.

Así pues, uno no va por ahí clamando por un cambio de la verdad o por tener nuevas verdades, sino por visión espiritual de la verdad. “El Señor todavía tiene luz y verdad para sacar de Su Palabra”, lo cual es cierto. Déjame librarme de esa cosa que ha sido ligada a nosotros, si es que puedo. No buscamos nueva revelación y no decimos ni sugerimos o vislumbramos que haya algo extra que añadir a la Palabra de Dios, pero si declaramos que hay un enorme volumen en la Palabra de Dios que nunca hemos visto, y que podemos ver. Seguramente todo el mundo estará de acuerdo con esto. Y es simplemente eso—ver. Y cuanto más veas, cuanto más veas realmente, más inundado te sentirás en cuanto a todo este asunto, porque sabrás que has llegado a los límites de la tierra de distancias lejanas, que yace mucho más allá del poder de toda una vida de experiencia.

Sólo para cerrar, déjame que te repita, que a cada paso desde el comienzo hasta la consumación, la vida espiritual debe encerrar este secreto en si, “¡Veo!” Justo al comienzo, cuando nacemos de nuevo, esa debería ser la expresión espontánea o la exclamación en la vida. Nuestra vida cristiana debería comenzar ahí. Pero todo el trayecto hasta la consumación final, debe ser eso, la operación de este milagro para que tú y yo seamos mantenidos en esta atmósfera de asombro, el factor asombro repitiéndose de nuevo, y otra vez, para cada ocasión llena de frescura sea como si no hubiéramos visto nada en absoluto anteriormente.

Pero puede decir enseguida que normalmente una nueva operación del Espíritu de ese modo, sigue al eclipse de todo lo que ha pasado antes. Parece que el Señor tiene que hacerlo necesario para que lleguemos a un punto en el que clamemos, “¡A menos que el Señor muestre, a menos que el Señor revele, a menos que el Señor haga algo nuevo, todo lo que ha habido antes es como nada, no puede salvarme ahora!” De este modo, Él nos guía a un lugar oscuro, a un tiempo oscuro. Sentimos que lo que ha habido, ha perdido el poder que una vez tuvo para hacernos optimistas, vencedores. Ese es el método de Dios que mantenernos avanzando. Si a ti y a mi se nos permitiera ser perfectamente satisfechos con lo que tengamos en un momento dado, y se nos permitiera no sentir una necesidad en absoluto de algo que nunca hayamos tenido antes, ¿Proseguiríamos? ¡Por supuesto que no! Para mantenernos avanzando, el Señor tiene que traer esas experiencias en las que nos es absolutamente necesario ver al Señor y conocerle de una nueva forma, y ha de ser así todo el trayecto hasta el final. Puede tratarse de una serie de crisis de ver, y de volver a ver de nuevo, y de nuevo otra vez, al abrir el Señor nuestros ojos, y poder decir, como nunca hemos dicho anteriormente, ¡Veo!. Así, no es nuestro estudio, nuestro aprendizaje, nuestro libro de conocimiento, sino que es un espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él, los ojos de nuestro corazón siendo alumbrados, y ese ver, trayendo consigo la nota de autoridad que tanto se necesita. Ese es el elemento, la característica que se requiere hoy día. No es ver por ver, sino producir una nota de autoridad.

¿Dónde esta la voz de la autoridad hoy? ¿Dónde están los que realmente hablan con autoridad? Languidecemos terriblemente en cada departamento de la vida en busca de la voz de autoridad. La Iglesia languidece por carencia de una voz de autoridad espiritual, carencia de la nota profética—“¡Así dice el Señor!” El mundo languidece por carencia de autoridad, y esa autoridad está con los que han visto. Hay mucha más autoridad en el hombre que nacido ciego, ahora ve, en su testimonio--“Una cosa sé que habiendo sido ciego, ahora veo”--que en todo Israel, con toda la tradición y el aprendizaje de Israel. ¿No podría ser que ese fuera precisamente el elemento en el Señor Jesús que tuviera tal peso, al “hablar Él como alguien con autoridad, y no como los Escribas”? (Mat. 7:29). Los Escribas eran las autoridades. Si alguien quería una interpretación de la ley, iban a los Escribas. Si querían saber cual era la posición de la autoridad, iban a los Escribas. Pero Él hablaba como alguien con autoridad y no como los Escribas. ¿Dónde yacía esa autoridad? Exactamente en todas las cosas que decía, “¡Lo sé!”, “No es lo que he leído ni lo que me han contado ni lo que he estudiado, lo que tiene poder... lo que tiene poder es esto, ¡Que Yo sé! ¡Qué Yo he visto!”

El Señor nos haga ser a todos nosotros de aquellos a quienes los ojos les han sido abiertos

Capítulo 2 – El asunto de la Visión espiritual

Visión espiritual – T. Austin-Sparks

Capítulo 2 -- El asunto de la visión espiritual

Lecturas: Num. 24:3-4; Marcos 10:46, 51-52, 8:23-25 ; Juan 9:1, 7, 25; Efesios 1:17-19; Apoc. 3:17; Hechos 26:17-18

Desde el principio de nuestra meditación previa, hablábamos del mal raíz de nuestro tiempo, que es la ceguera espiritual. Tomamos estos pasajes que hemos leído y hemos notado como de forma muy general, cubren el terreno completo de la ceguera y de la visión espiritual. Después proseguimos hablando sobre el factor común en todos estos casos, que es que la visión espiritual siempre es un milagro. Nadie tiene verdadera visión espiritual por naturaleza. Es algo que procede del cielo como un acto directo de Dios, una facultad que no aparece naturalmente, sino que tiene que ser creada. Para que la propia justificación de la venida de Cristo desde el cielo a este mundo se encuentre en el hecho de que el hombre nazca ciego y necesite una visitación del cielo para darle visión. Después, finalmente, perder visión espiritual es perder el elemento milagroso en la vida cristiana; lo que fue en sí el problema con Laodicea. Después seguimos viendo la gran necesidad del momento, de aquellos que puedan decir realmente, ¡Veo!. Imagínate que hubieras nacido ciego y viviendo quizás hasta la madurez sin haber visto nada ni a nadie. El sentido de asombro estaría ahí, el mundo sería un mundo maravilloso. Supongo que cuando el hombre en Juan 9 llegara a casa, estaría constantemente diciendo: “Es maravilloso ver a la gente, es maravilloso ver todas estas cosas, ¡Maravilloso!” Esa sería la palabra mas frecuente en sus labios. Si, para hay una contrapartida espiritual , y la gran necesidad es de gente que tenga un asombro espiritual en sus corazones todo el tiempo; que se ha derramado encima de ellos por la revelación del Espíritu Santo, y que es un constante y creciente asombro. Es un nuevo mundo, un nuevo universo. Esa es la necesidad de este tiempo, ¡Veo!

Bien, la fase final de nuestra meditación de la tarde era la que vamos a continuar ahora un poquito, y que en cada paso de la vida cristiana desde el inicio a la consumación, el secreto ha de ser precisamente ese—Veo. ¡Jamás vi como puedo ver ahora! ¡Nunca lo vi así, nunca lo vi de esa forma, pero ahora veo! Así debe ser todo el tiempo, desde el principio hasta el final, si es que la vida es una verdadera vida en el Espíritu. Así que por un momento, pensemos en una o en dos fases de la vida cristiana que han de ser gobernadas por esta gran realidad de ver la operación divina; y recordarás mucho de la Palabra cuando hablo, viendo cuánto hay en las Escrituras sobre este asunto.

Ver gobierna el principio de la vida cristiana

¿Cuál es el comienzo de la vida cristiana? Ver. Debe ser ver. La misma lógica de las cosas demanda que sea ver; por esta razón es que toda la vida cristiana sea un movimiento progresivo a lo largo de una línea, hasta un fin. Esa línea que acaba es Cristo. Ese fue el tema del hombre nacido ciego en Juan 9. Recordarás como después de expulsarle, Jesús le encontró y le dijo, “¿Crees en el Hijo de Dios?”, y el hombre contestó y dijo, ¿Y quién es para que crea en Él?” Jesús le dijo, “Le has visto, porque es el que habla contigo”. Y le dijo, “Señor, creo”. Y le adoró. El tema de la visión espiritual es el reconocimiento del Señor Jesús, y va a ser eso todo el trayecto de principio a fin.

Podemos decir que nuestra salvación fue un asunto de vernos como pecadores. Pero si se hubiera quedado en eso, habría sido un asunto muy pobre para nosotros.

No, todo el asunto se resume en ver a Jesús: y cuando realmente ves a Jesús, ¿Qué sucede? ¿Qué sucedió con Saulo de Tarso? Bueno, sucedieron muchas cosas, y cosas muy poderosas que ninguna otra cosa podrían haber conseguido. Nunca habrías discutido para introducir a Saulo de Tarso en el Cristianismo. Nunca le habrías podido asustar para introducirlo al Cristianismo. Tampoco habrías podido razonar o manipular emocionalmente para hacerle cristiano. Para sacar a ese hombre del Judaísmo, se necesitaba algo más que lo que podría encontrarse en esta tierra. Pero vio a Jesús de Nazaret, y eso lo consiguió. Está fuera, es un hombre emancipado, ha visto. Más tarde, cuando se levanta contra la gran dificultad de los Judaizantes, que le seguían los pasos por todas partes para perturbar la fe de sus convertidos, para destrozar la posición de ellos en Cristo, y hacerles inclinar hacia la caída, si no lo hubieran hecho ya de esa manera, (hablo de esos convertidos e iglesias en Galacia), una vez más surge íntegramente la cuestión completa en cuanto a qué es un cristiano, y se centra en el punto mismo de lo que le sucedió en el camino de Damasco. La Carta a los Gálatas puede realmente resumirse de esta forma: un Cristiano no es alguien que hace una cosa, y otra, y esta otra cosa, que se le prescribe para que la haga; un Cristiano no es el que se limita de hacer esta cosa y esta otra cosa, y aún esta otra cosa, porque se trata de cosas prohibidas. Un Cristiano no es en absoluto alguien gobernado por las cosas externas de una forma de vida, un orden, un sistema legalista que dice, “Tú debes, y Tú no debes”. Un Cristiano es entendido por este dicho, “Agradó a Dios revelar a Su Hijo en mí” (Gál. 1:15-16). Es otra forma de decir, “Abrió mis ojos para ver a Jesús”, siendo ambas la misma cosa. El camino de Damasco es el lugar. “¿Quién eres, Señor? Yo soy Jesús de Nazaret”. “Agradó a Dios revelar a Su Hijo en mí”. Esa es exactamente la misma cosa. Ver de forma interna: eso hace a un Cristiano. “Dios resplandeció en nuestros corazones, para dar la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. (2ª Cor.4:6). “En nuestros corazones”, Cristo impartido y revelado de tal forma en el interior, eso es lo que hace a un Cristiano, y un Cristiano hará o no ciertas cosas, no tal y como las dicte ninguna ley Cristiana, ni como podría dictarla la ley Judía, sino guiado por el Espíritu Santo internamente, por Cristo en el corazón. Eso es lo que hace a un Cristiano, y en ello es puesto el fundamento para el resto, ahí, en la consumación, porque simplemente va a ser eso, de forma creciente. Así, el fundamento debe ser conforme a la superestructura: son todos de una pieza. Consiste en ver y en ver a Cristo.

Esa es una declaración valiente sobre la que se podría decir mucho más todavía. Pero es un desafío. Tenemos que preguntarnos a nosotros mismos ahora, ¿Sobre qué fundamento descansa nuestra vida Cristiana? ¿Descansa sobre algo externo, algo que hayamos leído, algo que no hayan contado, algo que se nos ha ordenado, algo en lo que se nos ha introducido por temor, o mediante emocionalismo; o se basa en este fundamento:“Agrado a Dios revelar a Su Hijo en mi”? Cuando Le vi, vi qué pecador soy yo, y vi también qué Salvador es Él. ¡Pero fue verle lo que consiguió todo esto! Sé lo elemental que es para una conferencia de Cristianos. Pero a veces es bueno examinar nuestros fundamentos. Nunca nos apartamos de esos fundamentos. No vamos a crecer y a ser chicos estupendos, que ya han dejado todo eso atrás. Todo es de una pieza. No quiero decir que nos quedemos en las cosas elementales toda nuestra vida, sino que tomemos el carácter de nuestro fundamento hasta el final. La gracia que puso el fundamento, producirá la topstone con gritos de ¡Gracia! ¡Gracia! Eso será todo; la gracia de Dios al abrir nuestros ojos. No seguiré más con esto.

Ver gobierna el crecimento espiritual

Sigamos adelante al crecimiento. Igual que al principio es por ver, igualmente sucede con el crecimiento. El crecimiento espiritual es una cuestión de ver. Quiero que pienses en ello. Tenemos que ver si vamos a crecer. ¿Qué es el crecimiento espiritual? Bien, ahora contesta a esa pregunta cuidadosamente, en tu corazón. Pienso que algunas personas imaginan que el crecimiento espiritual consiste en saber mucha más verdad. No, no necesariamente. Puedes crecer en tal conocimiento al crecer, eso es cierto, pero no es eso simplemente. ¿Qué es crecimiento? Bueno, es conformidad a la imagen del Hijo de Dios. Ese es el fin, y es hacia eso que estamos consistente, progresiva y constantemente moviéndonos hacia delante. El crecimiento pleno, la madurez espiritual, consistirá en habernos conformado a la imagen del Hijo de Dios. Eso es crecimiento. Entonces, si eso es así, Pablo nos dirá, “todos nosotros, a cara descubierta, mirando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a esa misma imagen de gloria en gloria, como por el Espíritu de Señor” (2ª Cor. 3:18). Conformidad mediante la visión, crecimiento mediante la visión.

El Ministerio del Espíritu Santo

Ahora bien, este título contiene un principio muy profundo y precioso. ¿Cómo podríamos ilustrarlo? Ese preciso pasaje que acabamos de citar nos ayuda, creo. La última cláusula nos dará nuestra pista, “Como por el Espíritu del Señor”. Confío en no estar usando una ilustración demasiado trillada al tratar de aclarar esto, regresando a Eliezer, el siervo de Abraham, y a Isaac y a Rebeca, ese clásico romance del Antiguo Testamento.Recuerdas como llegó el día cuando Abraham, envejeciendo, llamó al fiel siervo de su casa, Eliezer, y le dijo, “Pon ahora tu mano bajo mi muslo y júrame que no tomarás de entre las mujeres de este país por esposa para mi hijo, sino que irás a mi parentela y a mi casa.” Y juró. Y entonces Eliezer partió, como sabes, con los camellos hacia el distante país en el desierto, orando al salir, que el Señor le prosperara y le diera una señal. La señal fue dada en el pozo. Rebeca respondió al hombre, y cuando después de retrasarse un poco y de ser confrontada con un desafío bastante claro, decidió finalmente marcharse con el hombre, por el camino él le enseñó los tesoros de la casa de su amo, cosas del hijo de su amo, y se las mostró, y la ocupó todo el tiempo con el hijo de su maestro y con las cosas que indicaban que clase de hijo era él qué posesiones tenía, y hacia dónde se dirigía ella. Esto sucedió a lo largo de todo el camino por el desiertohasta que alcanzaron el otro lado y llegaron al distrito de la casa del padre. Isaac estaba meditando en el campo. Alzaron sus ojos y se vieron. Y el siervo dijo ¡Ahí está! Aquel de quien te he estado hablando todo el tiempo, aquel a quien pertenecen todas las cosas que te he estado enseñando, ¡Ahí está! Y ella se bajó del camello. ¿Piensas que se sentía extraña, como si hubiera venido de tierras muy lejanas? Pienso que el resultado del ministerio de Eliezer era hacerla sentir como en casa, hacerla sentir que conocía al hombre con quien se casaría. No tenía ningún sentimiento extraño ni inquietud, ni tampoco ningñun elemento extraño sobre esta cosa. Simplemente se unieron, ¿podríamos decirlo así? Fue la consumación de un proceso.

“Como por el Espíritu del Señor”. El Señor Jesús dijo, “Cuando venga... Él tomará de lo mío y os lo enseñará.” “No hablará de lo suyo, sino lo que escuche...eso hablará... Tomará de lo Mío, y os lo enseñará.” (Juan 16:13-14). El Espíritu, el siervo fiel de la casa del Padre, ha venido justo al desierto para encontrar a una esposa para el Hijo, de su propia naturaleza y género. Si, hay lugar para el asombro en todo esto. “Puesto que los hijos participaron de lo mismo” (Heb. 2:14). “Porque el que santifica y los que son santificados, son todos de uno” (Heb. 2:11). El Espíritu ha venido para asegurar a la esposa ahora, una con él, Su carne y Su hueso. Pero el Espíritu desea estar ocupándonos con el Señor Jesús todo el tiempo, mostrándonos Sus cosas. ¿Con que

fín? Con el fin de que no seamos extraños cuando Le veamos, que no sintamos que somos distintos de Él, sino que pueda ser simplemente, ‘Este es el último paso de muchos que nos han estado guiando a esto, y cada paso ha estado haciendo esta unidad cada vez más perfecta, esta armonía cada vez más completa’. Al final, sin ninguna gran crisis, simplemente proseguimos. Hemos estado prosiguiendo todo el tiempo, y este es el último paso. Esa es la conformidad a Su imagen, es decir, el crecimiento espiritual; llegar a conocer al Señor y volverse como Él, llegar a sentirse tan perfectamente en casa con Él, que no hay choque, no hay ninguna sensación extraña, ninguna discordia, ninguna distancia. Unidad con nuestro Señor Jesús profundizándo todo el tiempo hasta la consumación: eso es el crecimiento espiritual. ¿Sabes? Es algo interno otra vez, y no es otra cosa que el desarrollo de ese inicio, de ese comienzo. Hemos visto, estamos viendo, y seguimos viendo y viendo cada vez más, y al seguir viendo, somos transformados.

¿Es eso cierto de todo lo que piensas que ves? Tenemos que probar todo lo que pensamos que vemos y conocerlo por su efecto en nuestras vidas. Tu y yo podemos tener una enorme cantidad de lo que pensamos que es conocimiento espiritual; tenemos todas las doctrinas, todas las verdades. Podemos embalar el compás de la doctrina evangélica; ¿Y cual es el efecto? No es ver, amado, en un sentido espiritual, si no somos transformados. Si, ver es ser transformado, y no es ver si no produce eso. Sería mucho mejor para nosotros ser despojados de todo eso, y ser llevados justo a ese punto en el que realmente sí vemos un poco, lo que marca la diferencia. Debemos ser muy honestos con Dios sobre esto. ¿No preferiríamos de hecho tener un poquito que fuera cien por cien efectivo, en lugar de una montaña de conocimiento, que no sierviera para nada en un noventa por ciento? Debemos pedir al Señor que nos guarde de avanzar más allá de la vida espirtual, quiero decir, de avanzar con conocimiento, una clase de conocimiento, de presunción de saber. Ya sabes lo que quiero decir. Ver realmente, dice Pablo, es ser transformado, y ser transformado es un asunto de ver como por el Espíritu del Señor. Así, oraremos para poder ver.

Algunos de nosotros conocimos nuestra Biblia, nuestro Nuevo Testamento, conocimios Romanos, conocimos Efesios, pensamos que vimos. Incluso podríamos dar una conferencia sobre la Biblia y sobre estos libros, y sobre la verdades en ellos, y así lo hicimos durante años. Después, un día vimos; y la gente vio que habíamos visto, y dijeron, “¿Qué le ha pasado al ministro? No está diciendo nada distinto de lo que siempre dijo, pero ahora es distinto. ¡Ha visto algo! ¡Esa es la cosa!”

Ver gobierna el Ministerio

Y por supuesto, eso debe llevarnos a lo siguiente, aunque en una palabra muy breve. Lo que es cierto del comienzo de la vida cristiana, y lo que es cierto del crecieinto, es cierto también en la cuestión del ministerio. Ahora bien, no pienses que estoy hablando a una clase particular de personas llamadas “ministros”. El ministerio, como hemos dicho antes, es un asunto de ayuda espiritual. Cualquier ministerio que no sea una cuestión de ayuda espiritual, no será un genuino ministerio, e igualmente, cualquiera que sea de ayuda espiritual, será un ministro de Cristo. Así, todos estamos en el ministerio, en el plan de Dios. Puesto que eso es así, todos somos afectados, todos somos gobernados por esta misma ley. Ser de ayuda espiritual es un asunto de ver. Sabes que 2ª de Corintios es la carta del Nuevo Testamento que más tiene que ver con el ministerio. “Viendo, tenemos este ministerio” (4:1)--¿Y cual es ese ministerio? Bien, “Dios resplandeció en nuestros corazones (4:6). Nos es muy familiar que Pablo tuviera en mente a Moisés, el ministro de Dios, al escribir esta parte de la carta. Esa es la designación por la que conocemos a Moisés, como el siervo de Dios, y Pablo se refiere a Moisés cumpliendo su ministerio, su servicio, leyendo la ly y teniendo que poner un velo sobre su rostro por causa de la gloria, y de que la gente

fuera incapaz de mirarle. Y era una gloria que pasaba. Ahora, dice Pablo, en el ministerio entregado a nosotros Dios ha resplandecido desde dentro y no tenemos necesidad de poner un velo; en Cristo el velo es quitado, y lo que has de ver es Cristo en nosotros, y Cristo ha de ser ministrado por medio de nosotros tal y como Él es visto, puesto que nosotros somos los vehículos de traer a Cristo a la vista. Esa es ayuda espiritual, ese es el ministerio, es decir, traer a Cristo a la vista, y “nosotros tenemos este tesoro en vasijas de barro frágiles, para que la excelencia de la grandeza del poder sea de Dios, y no de nosotros”. (4:7). “Somos...” y después continúa una lista completa d ecosas que nos ponen a un precio de rebaja. Pero en efecto, él está diciendo, ¡Es Cristo! Si somos puestos a un precio de rebaja, si somos perseguidos, buscados, abatidos, siempre llevando en el cuerpo las muerte del Señor Jesús, ésa es la única forma que Dios tiene para traer a Cristo a la vista. Si somos buscados y perseguidos y abatidos y la gracia del Señor Jesús es suficiente, y ves la gracia del Señor Jesús expuesta en ese sufrimiento y en esas pruebas, entonces dices, ¡Ése es un Cristo maravilloso! Ves a Cristo, y por sus sufrimientos, Cristo es ministrado. Esa es la ayuda espiritual.

¿Quién te ha ayudado más? Yo sé quién me ha ayudado más. No ha sido nadie en el púlpito. Ha sido alguien que pasó por un intenso y terrible sufrimiento durante muchos años, y en quien la gracia de Dios fue más que suficiente. Finalmente pude decir, “Si paso por sufrimiento como ése, entonces mi cristianimso será un cristianismo que valdrá la pena tener, el mío valdra la pena tenerlo.” Eso es lo que más me ha ayudado. Es una inspiración, seguramente, o debería serlo, ver que es en nuestra prueba y en nuestra adversidad que otros puedan ver al Señor y ser ayudados al máximo. Nuestra forma de pasar por la prueba es lo que va ayudar a otros mucho mejor que todo lo que you pueda decirles. Oh, que el Señor nos cubra y podamos decir algo como eso, porque conocemos nuestra fragilidad, como Le fallamos bajo prueba. Pero eso es lo que dice Pablo sobre el ministerio. “Tenemos este tesoro en vasijas de frágil barro... somos perseguidos, buscados, abatidos, siempre llevando en el cuerpo la muerte del Señor Jesús.” Pero con Pablo, el fin de tales cosas era, “glorificaron a Dios en mí” (Gál. 1:24). ¿Qué quieres más que eso? Ese es el ministerio. Si tú y yo pudiéramos decir eso en cualquier momento, bien, no deberíamos haber vivido en vano. Deberíamos haber sido de ayuda si se pudiera decir, “Glorificaron a Dios en mí”.

Pero es al ver; nosotros, para ser de ayuda espiritual, tenemos que ver, para que otros puedan ser provistos del terreno necesario para que puedan ver. Lo expreso de esta forma porque podemos ver y podemos dar de lo que vemos, podemos ser epístolas vivas, pero otros puede que no estén viendo. Pero hay terreno para que puedan ver, y si son honestos de corazón y sin prejuicios, realmente abiertos al Señor, Él les dará para que vean qué es lo que el Señor nos ha revelado a nosotros y en nosotros, y está queriendo revelarse a Sí mismo a través de nosotros. Él debe tener epístolas vivientes, hombres y mujeres en quién Él puede leer. Eso es el ministerio.

Bien, el ministerio para ser dado, y para ser recibido, todo ello es un asunto de su operación divina de gracia mediante la cual son abiertos los ojos. Creo que podemos dejarlo aquí, y que todo ello constituye un gran llamado a nuestros corazones a buscar al Señor para que abra nuestros ojos. Nunca es demasiado tarde para recibir visión espiritual, no importa lo ciegos que hayamos estado, ni por cuanto tiempo, si vamos en serio con el Señor. Pero no olvides que esta es una cuestión de ser honestos con Dios. El Señor Jesús dijo cosas maravillosas a Natanael. Natanael estaba peligrosamente cerca de la doble ceguera. Cuando él se dejó a sí mismo para dar expresión a un prejuicio popular, se acerco mucho a la zona de peligro. Dijo, “¿Puede algo bueno salir de Nazaret?” Eso es un prejuicio popular. Un prejuicio popular ha impedido que muchos hombres y mujeres conozcan los pensamientos más plenos de Dios. Los prejuicios nos pueden tomar muchas formas. Tengamos cuidado. Pero

Natanael fue salvo. El Señor Jesús dijo, “Después de esto, veréis los cielos abiertos y a los ángeles de Dios ascendiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre” (Juan 1:51). “Después de esto...”—quiso decir , por supuesto, en el día del Espíritu. “Como por el Espíritu del Señor”, Natanael vería. Estuvo en peligro, pero escapó.

Si tú estas en peligro por tus prejuicios, ten cuidado: abandona tu prejuicio, se abierto de corazón. Sé un Israelita en quién no hay Jacob, no hay engaño, de corazón abierto al Señor, y entonces verás.

Capítulo 3 – Viendo al Señor y viéndonos a nosotros mismos

Visión espiritual – T. Austin-Sparks

Capítulo 3 – Viendo al Señor y viéndonos a nosotros mismos

“Todo el pueblo de Judá tomó a Uzías, que tenía dieciséis años, y lo hicieron rey en lugar de su padre Amasías.El edificó a Elot y la restituyó a Judá después que el rey durmió con sus padres.Uzías tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y dos años en Jerusalén. El nombre de su madre era Jecolías, de Jerusalén.E hizo lo recto ante los ojos del SEÑOR, conforme a todo lo que su padre Amasías había hecho.Y persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, quien tenía entendimiento por medio de la visión de Dios; y mientras buscó al SEÑOR, Dios le prosperó.” (2ª Cron. 26:1-5).

“Pero cuando llegó a ser fuerte, su corazón se hizo tan orgulloso que obró corruptamente, y fue infiel al SEÑOR su Dios, pues entró al templo del SEÑOR para quemar incienso sobre el altar del incienso.Entonces el sacerdote Azarías entró tras él, y con él ochenta sacerdotes del SEÑOR, hombres valientes,y se opusieron al rey Uzías, y le dijeron: No te corresponde a ti, Uzías, quemar incienso al SEÑOR, sino a los sacerdotes, hijos de Aarón, que son consagrados para quemar incienso. Sal del santuario, porque has sido infiel y no recibirás honra del SEÑOR Dios. Pero Uzías, con un incensario en su mano para quemar incienso, se llenó de ira; y mientras estaba airado contra los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente, delante de los sacerdotes en la casa del SEÑOR, junto al altar del incienso. Y el sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes lo miraron, y he aquí, tenía lepra en la frente; y le hicieron salir de allí a toda prisa, y también él mismo se apresuró a salir, porque el SEÑOR lo había herido.Y el rey Uzías quedó leproso hasta el día de su muerte, y habitó en una casa separada, ya que era leproso, porque fue excluido de la casa del SEÑOR. Y su hijo Jotam estaba al frente de la casa del rey gobernando al pueblo de la tierra.” (2ª Cron. 26:16-21)

“Y durmió Uzías con sus padres, y lo sepultaron con sus padres en el campo del sepulcro que pertenecía a los reyes, porque dijeron: Es leproso. Y su hijo Jotam reinó en su lugar.” (2ª Cron. 26:23).

“En el año de la muerte del rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su manto llenaba el templo.Por encima de El había serafines; cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban.Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, es el SEÑOR de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria.Y se estremecieron los cimientos de los umbrales a la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito,  porque han visto mis ojos al Rey, el SEÑOR de los ejércitos.Entonces voló hacia mí uno de los serafines con un carbón encendido en su mano, que había tomado del altar con las tenazas;y con él tocó mi boca, y dijo: He aquí, esto ha tocado tus labios, y es quitada tu iniquidad y perdonado tu pecado.Y oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí: Heme aquí; envíame a mí.Y El dijo:Ve, y di a este pueblo: "Escuchad bien, pero no entendáis; mirad bien, pero no comprendáis. Haz insensible el corazón de este pueblo, endurece sus oídos, y nubla sus ojos, no sea que vea con sus ojos,  y oiga con sus oídos,  y entienda con su corazón,  y se arrepienta y sea curado.” (Isaías:6:1-10)

Esta es una historia muy impresionante y llamativa, que gira alrededor del asunto que se nos ha puesto delante en este momento, el de la visión espiritual, “Vi al Señor”, “mis ojos han visto...”, y todo gira alrededor de eso.

Lo que surge de todo este incidente es esto, que el rey Uzías era en gran medida una representación moral y espiritual de Israel, y de los profetas de Israel. Este es el significado de la doble declaración del profeta Isaías, “soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito”. Y esto que está tan claro, conecta con Uzías, puesto que ya sabes que un leproso tenía que poner un trozo de tela sobre su labio superior y gritar, “¡Inmundo!”. El significado de las palabras “soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito” es simplemente ese: que todos somos leprosos. Isaías dice en efecto, que lo que era cieto de Uzías es cierto de todos nosotros, profetas y pueblo. No te das cuenta, como tampoco yo no me dí cuenta, hasta que vi al Señor. Todos estábamos terriblemente, profundamente, impresionados con lo que pasó en el caso de Uzías. Hemos estado viviendo en una atmósfera cargada con el horror de esa cosa, hemos estado hablando bajo nuestro aliento al respecto, diciendo lo terrible que era, lo maligno que era lo que hizo Uzías, y lo horrible que sería si nuestro rey se volviera así y tuviera un final como ese, con lo horrible que es la lepra. Y hemos estado hablando cosas malas respecto de Uzías y teniendo muchos pensamientos sobre lo triste que fue esta historia. Pero he llegado a ver que todos estamos en el mismo caso. Yo, que os he estado predicando (no olvides que hay cinco capítulos de profecía que preceden al sexto capítulo de Isaías, por lo que este no es el comienzo de la vida de un predicador, sino un momento concreto en su vida cuando despierta por una nueva revelación), yo que que he estado predicando y profetizando, he llegado a ver que no soy mejor que Uzías. Vosotros, pueblo, involucrados en vuestra rutina de ritos religiosos y ceremonias, vuestra asistencia al templo, vosotros, que ofreceis los sacrificios, vosotros, que usais vuestros labios en la adoración, vosotros estais en la misma situación que Uzías: todos somos leprosos. Puede que no os hayais dado cuenta, pero Yo he visto. ¿Y como he llegado a ver? ¡He visto al Señor! “, “Han visto mis ojos al Rey, el SEÑOR”, “Vi yo al Señor.... sentado sobre un trono alto y sublime”. Digo que esto es muy impresionante cuando te pones a pensarlo.

Bueno, ¿Qué haremos con esto? Quizás haríamos bien simplemente apartándonos y callando un poco, sólo para pensar en esto.

Rechacemos un asunto inmediatamente. Es una idea popular que de alguna manera ha brotado, y en la que la mayoría de nosotros nos hemos enganchado. Y es que fue precisamente esta visión lo que hizo que Isaías llegara a ser un profeta o un predicador. Hemos escuchado eso, quizás lo hayamos dicho. ¡Oh, no! ¿Por qué, si el Libro es inspirado y gobernado por Dios, tuvo que salir mucho después de que hubiera estado profetizando tanto? Mira esos cinco capítulos de profecías. Qué tremendas cosas hay en esos capítulos. No, no fue esto lo que le hizo profeta, o predicador. Dios estaba tratando con un hombre, no con un profeta. Dios estaba tratando con un pueblo, no con un oficio. Él desciende hasta lo que somos a sus propios ojos. De ese modo, no podemos simplemente transferirlo a una clase de personas llamadas profetas, o predicadores, y sentir que no va con nosotros porque nosotros no pertenecemos a esa clase, siendo nosotros personas simples y vulgares que no aspiran a ser profetas ni predicadores. No es eso. El Señor desciende hasta un pueblo aquí, y quiere dejarles muy claro como Él los ve en sí mismos, aunque hayan estado predicando mucho; lo que son, después de todo, a Sus ojos, en ellos mismos. Tarde o temprano, esa realidad tiene que romperse sobre nosotros para salvaguardar todo y asegurar Su fin, el fin de Él.

¿Qué busca Dios?

¿Qué busca Dios? Si tú puedes ver, si tu puedes tener ojos abiertos para ver lo que Dios busca, entonces comprenderás Su método y por qué Él utiliza este método. El Capítulo 5 deja claro lo que Dios busca. Busca un pueblo que satisfaga Su propio corazón. Se llama remanente. Se le llama así simplemente porque tal pueblo será solo un remanente. Sabe muy bien que todo el pueblo no se conformará a Su pensamiento. Él ha visto de antemano la historia de Su pueblo hasta los días de la venida de Su Hijo, y lo que esta gente hará a Su Hijo. Él conoce sus corazones. Por eso le dice a Isaías las cosas terribles que ha de hacer: engrosar el corazón de este pueblo, cerrar sus oidos y sus ojos. Él sabe.

Pero sin embargo, habrá quién responda. Serán sólo un remanente y este remanente es mencionado específicamente al final del capítulo 6 con estas palabras.

“Pero aún quedará una décima parte en ella, y ésta volverá a ser consumida  como el roble o la encina,  cuyo tronco permanece cuando es cortado: la simiente santa será su tronco.”

En el tronco que ha sido cortado—y fíjate que lo que precede es el corte del árbol; Israel sería cortado por las naciones que Dios iba a llamar para cortar a Israel, para usarlas como Sus instrumentos de juicio, y cortarían este árbol de Israel; pero el tronco permanecería—y en el tronco habría una décima parte, un remanente, una simiente santa en el tronco cuando el árbol completo hubiera sido tratado. Dios busca una compañía, incluso a partir de la compañía general de Su pueblo, que satisfaga Su corazón; para asegurar a ese remanente Él toma a Isaías y trata con él de este modo, y le da esta visión. Amados, para que Dios pueda tener su objetivo, tenemos que llegar a estar profundamente desilusionados y nuestros ojos tienen que ser abiertos para ver muy claramente lo que somos en nosotros mismos a los ojos de Dios. ¡Terrible revelación! Cualquier cosa que sea una sospecha o una sugerencia de satisfacción egoísta, de complacencia egoísta, de haber logrado algo o haber llegado a sentirnos satisfechos con nuestra condición presente, nos descalificará para ser parte de este remanente o de alguna manera, para jugar un papel decisivo en el objetivo de Dios, en el propósito de Dios.

Así que después de que este hombre se hubiera puesto a hablar en toda su amplitud, los juicios soberanos de Dios en los primeros cinco capítulos de Isaías, parece que de forma repentina, Dios lo arresta. Hay una crisis en su propia vida y en su propio ministerio. Dios le lleva a las profundidades de la apertura de visión en cuanto a lo que él es, y lo que es el pueblo a los ojos de Dios. Él y ellos, que habían juzgado y condenado, y hablado esas palabras conteniendo la respiración en cuanto a lo que le sucedería a Uzías, ahora recibían la revelación de que eran igual de malos que él; no había ninguna diferencia. A los ojos de Dios, todos estaban con el trozo de tela sobre el labio superior, llamados a proclamar, ¡Inmundo, Inmundo!

La lepra de la vida del yo

¿Qué era esta lepra? Por supuesto, decimos que el pecado. Si, pecado; pero, ¿Qué es eso? Miremos a Uzías para ver lo que significaba la lepra, lo que la lepra representaba o indicaba en el caso de Uzías. “Hizo lo que era recto a los ojos del Señor, conforme a todo lo que su padre Amasías había hecho”, y mientras anduvo en los caminos del Señor, el Señor le hizo prosperar. Un hombre, bendito del Señor, caminando a la luz del Señor y conociendo el favor de Dios, y a todo lo largo, esa cosa profundamente enraizada que está en el corazon de todo hombre, siempre lista para

levantarse y transformar las bendiciones de Dios en una cosa propia, para hacerse un nombre para sí mismo, obtener una posición para sí mismo, para llevarse a sí mismo a la grandeza, la gloria, el poder, la influencia y la satisfacción, para darse a sí mismo una reputación y una posición. Eso es todo. ¿Qué es la lepra? ¿Qué es esta cosa que es una abominación para Dios? Simplemente, esa vida del yo que está en todos nosotros, que siempre viene a las cosas de Dios, tratando de convertirlas en algo propio, para provecho personal. Es nuestra capacidad, nuestra inteligencia, algo de nosotros mismos. Comenzamos a hablar nuestra bendición, de nuestros éxitos. ¡Oh! Es esa cosa que hay ahí, el germen leproso en todos nosotros, la vida del yo en todos sus caminos multiformes, lo que produce el orgullo, incluso el orgullo espiritual, y que nos hace, como a Uzías, esforzarnos por las cosas espirituales en nuestra propia energía, en nuestra propia fuerza, en nuestra propia declaración, en nuestra propia autosuficiencia. Si, la lepra es la raíz del yo, del egocentrismo, comoquiera que se exprese a sí misma.

En eso—y esto es otra clase de cosas que no tenemos tiempo para mencionarlas aquí—yace el peligro de la bendición y de la prosperidad. ¡Qué necesario es que estemos crucificados en medio de nuestras bendiciones! ¡Que necesario es que Dios asegure su bendición en nosotros, mostrándonos continuamente a nosotros mismos, que todo eso es de gracia, y que si Él nos ha dado alguna clase de bendición, alguna clase de éxito, cualquier clase de prosperidad, no es porque haya algo en nosotros a los ojos de Dios, no importa lo que puedan pensar los hombres. Sea lo que sea que nosotros seamos entre los hombre, a los ojos de Dios no somos mejores que leprosos, y lo que importa no es como nos vaya delante de los hombres, sino como nos va con Dios. Podríamos llegar a ser una altísima eminencia de este mundo, pero lo que importa es si llegamos o no a Dios.

Ahora bien, quizás eso nos pase de largo por no ser demasiado conscientes de haber sido bendecidos y prosperados, o por no tener mucho de qué jactarnos. La mayoría de nosotros conoce precisamente lo opuesto, una gran medida de humillación y de vaciado. Pero lleguemos al corazón de este asunto. Incluso ahí mismo, en las profundidades hay una súplica en nosotros que es un anhelo egoísta, una revuelta que es la revuelta de la vida del yo.

Bien, Uzías es traído a la luz aquí para mostrarnos que esa es la cosa en el pueblo y en el profeta, que hace imposible que Dios alcance Su fin. Es algo que tiene que ser tratado, expuesto; no puede ser pasado de largo, tiene que ser arrancado, y nosotros tenemos que ver.

La consecución del objetivo de Dios – El fruto de ver al Señor

De este modo llego directamente y en un instante a este punto, que es que Dios debe obtener el objetivo en el que ha puesto Su corazón, un pueblo, aunque sea la décima parte, un remanente, un pueblo que conteste al deseo de Su propio corazón, para satisfacerle en el propósito completo de Su voluntad. Para que Él consiga eso, debe haber una visión, y una cosa que hay que ver, que hará todo el resto, y que es el Señor. Ver al Señor, como esto lo deja tan claro, es ver la santidad; y cuando vemos la santidad vemos la lepra donde nunca sospechamos, es decir, en nosotros mismos en lugar de en los demás. Cuando hemos visto al Señor, vemos el verdadero estado de las cosas en nosotros mismos y en los que nos rodean, incluso en el pueblo del Señor. Ver al Señor es la verdadera necesidad, para que podamos estar en el camino hacia ese fin que Él busca.

“Vi al Señor”, “Mis ojos han visto”. ¿Cuál es el resultado? Bien, es la revelación de nosotros mismos a nosotros mismos, y es una revelación del estado espiritual a nuestro alrededor. Cuando hemos visto al Señor, clamamos, “¡Estoy perdido!”. Si estudias la palabra “perdido”, (“undone” en la versión King James de la biblia en Inglés, que significa, “perdido”, “arruinado”, “deshecho”), descubrirás que significa precisamente eso, “Soy digno de muerte”. Ese es el significado exacto de la palabra hebrea en este pasaje—digno de muerte, ¡Soy digno demuerte! Tú y yo veremos la necesidad de unión con Cristo en la muerte, si nuestros ojos han sido abiertos para ver al Señor, para ver que no hay nada más, que es el único camino.

Ahora bien, eso no es simple lenguaje, o simples palabras e ideas. Lo que quiero que veamos es esto, una sola cosa, que la obra del Espíritu de Dios en nosotros, por la que nuestros ojos son abiertos, resulte en nuestro propio sentir de que lo único que nos queda es morir, que lo mejor para nosotros es que muramos, que lleguemos al fin. ¿Has llegado allí? Por supuesto, Satanás obrará en ese terreno, como de hecho lo ha estado haciendo con muchas personas, intentado desviarlas para que hagan un fin de todo, para que trabajen en algo que el Espíritu Santo está haciendo, y para que lo conviertan en algo de su propia cosecha; y terminen provocando una tragedia. Sigamos en el ámbito espiritual y reconozcamos que el Señor obrará en nosotros para Su propia gloria y para posibilidades gloriosas, llevándonos a ese lugar donde sintamos profunda y terriblemente que lo mejor para nosotros es la muerte. Entonces nos une en un solo acuerdo con Su mente en cuanto a nosotros mismos. ¡Estoy perdido! Y el Señor puede muy bien decir, “Exactamente, así estas: Lo he sabido todo el tiempo, ha sido difícil hacértelo saber; estás perdido”.

Ahora bien, cuando llegues a ese lugar, habrás llegado al lugar donde podemos comenzar. Mientras estemos ahí, presionando todo el tiempo, ocupando el lugar de Uzías, viniendo al templo, a la casa, al santuario, activos, ocupados, nosotros en nosotros mismos, en lo que somos; mientras llenamos el templo, el Señor no puede hacer nada. Él dice, “Mira aquí, tendrás que salir y tendrás que llegar al lugar donde te apresuras por decisión propia a salir porque ves que eres un leproso”. Eso es lo que dice sobre Uzías, “Se apresuró a salir”. Al final se da cuenta de que no hay lugar para él. Cuando el Señor nos lleva a ese lugar—“¡Estoy perdido, no hay lugar para mí!”, entonces Él puede obrar en el lado positivo, tiene abierto el camino. Esa visión es una cosa terrible, y sin embargo, es precisamente lo necesario, y cuyo resultado es una cosa gloriosa. Entonces llega la comisión.

La razon de esa experiencia necesaria

Sólo añadiré una sóla cosa. ¿Ves lo necesario que era que una cosa como esa le sucediera a Isaías? ¿Qué iba a hacer? ¿Iba a predicar un gran avivamiento? ¿Se iba a lanzar a decir al pueblo, “Todo está bien, el Señor va a hacer grandes cosas, alegraos, hay un gran día a punto de amanecer”? ¡No! ¡Dios, engrosa el corazón de este pueblo, cierra sus oidos, cierra sus ojos! No es una clase de trabajo muy alegre qué hacer. ¿Qué queda de eso? Bueno, sabes que el Señor conocía el estado de los corazones del pueblo. Él sabe muy bien que no quieren ver en realidad. En realidad, no quieren ver. Si quisieran ver, oh, estarían tomando actitudes distintas, en general. Estarían libres de prejuicios, de sospechas, de críticas; estarían saliendo y preguntando; estarían mostrando sus señales de hambre y de anhelo; estarían investigando, y no serían hundidos por los juicios y las críticas de terceros. Pero Él sabía que en sus corazones no querían ver, no querían realmente escuchar, no importa lo que dijeran al respecto; de este modo, el profeta diría más tarde: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio?” (Is. 53:1). El Señor lo sabía, y el juicio siempre llega por la trayectoria del corazón de un pueblo. Si no quieres, perderás toda la capacidad de querer. Si no quieres ver, perderás toda la capacidad de ver. Si no quieres escuchar, perderás tu

capacidad de escuchar. El Juicio es orgánico, no es mecánico. Viene con la trayectoria de tu vida. Siembras una semilla de disposición o de reticencia, y cosecharás una cosecha de incapacidad, siendo el efecto de un ministerio de revelación, atraer la disposición o la reticencia de un pueblo hacia su propio juicio. Descubrirás que un ministerio de revelación y de vida sólo hace que algunos se endurezcan. El Señor sabe que eso está ahí.

Ahora bien, seguir con un ministerio semejante no es nada cómodo. Tienes que ser un hombre crucificado para hacer eso, no puedes tener ningún interés personal. Si andas en busca de reputación, de popularidad, de éxito, de que te sigan, entonces lo mejor es que no sigas por este camino, que no veas mucho, que no tengas un entendimiento profundo de las cosas; lo mejor es que te pongas anteojos y que seas un optimista incorregible. Si andas por el camino del propósito del Señor, de un pueblo que realmente responde a Su pensamiento, va a ser un camino que se va a cortar a través de la masa de los que no quieren, y de los que te darán a conocer que no quieren. Será un camino muy solitario. Pueden pensar que tienen sus razones, pero el hecho es que no tienen hambre ni están desesperados como para investigar, para buscar personalmente. Se apartan fácilmente por causa de la más pequeña crítica tuya o de tu posición o de tu ministerio, y tienes que proseguir con los pocos, con el puñado que prosigue hacia delante. Es el precio de la visión, el precio de la vista. Isaías tuvo que ser un hombre crucificado para poder cumplir un ministerio como ese, y para que tú y yo ocupemos una posición con Dios, tenemos que estar crucificados a eso que había en Uzías, un anhelo de posición. No sintiéndose satisfecho con ser rey, tiene que tener el sacerdocio. No, tiene que ser más que eso. Insatisfecho con la bendición de Dios, tiene que tener el mismo lugar que Dios. ¡Que contraste es esto!—por un lado, el rey Uzías, por otro, “Mis ojos han visto al Rey”.

¿Puedes entender esto? Es penetrante, es tremendo, pero oh, amados, es el camino del deseo completo y del pensamiento del Señor. Es un camino costoso y solitario y el efecto es sacar lo que Dios ve en los corazones de Su pueblo, para hacer eso—que significará que sufriremos por nuestra revelación, por nuestra visión, por ver; tenemos que pagar un alto precio por ello—para hacer eso, tenemos que estar bien crucificados para llegar a ese punto en el que podemos decir, “¡Bueno, estoy perdido, merezco la muerte; no me queda otra cosa que la muerte!” El Señor dice, “Eso es correcto, eso es precisamente lo que quiero, que mueras; Quise que Uzías muriera: ¡Después pude llenar el templo!”. Uzías es el yo, es el hombre tal y como es, y Dios no comparte Su casa con el hombre, Él tiene que llenarla.

Capítulo 4 –El hombre que recibe visión espiritual

Visión espiritual – T. Austin-Sparks

Capítulo 4 –El hombre que recibe visión espiritual

“Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza. (Este es un camino desierto.) El se levantó y fue; y he aquí, había un eunuco etíope, alto oficial de Candace, reina de los etíopes, el cual estaba encargado de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar.Regresaba sentado en su carruaje, y leía al profeta Isaías.Y el Espíritu dijo a Felipe: Ve y júntate a ese carruaje.Cuando Felipe se acercó corriendo, le oyó leer al profeta Isaías, y le dijo:¿Entiendes lo que lees?Y él respondió: ¿Cómo podré, a menos que alguien me guíe? E invitó a Felipe a que subiera y se sentara con él.El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: coomo oveja fue llevado al matadero; Y como cordero, mudo delante de que lo trasquila, no abre Él su boca. En su humillación no se le hizo justicia; ¿Quién contará su generación? Porque su vida es quitada de la tierra.El eunuco respondió a Felipe y dijo: Te ruego que me digas, ¿de quién dice esto el profeta? ¿De sí mismo, o de algún otro? Entonces Felipe abrió su boca, y comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús.Yendo por el camino, llegaron a un lugar donde había agua; y el eunuco dijo*: Mira, agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?Y Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, puedes. Respondió él y dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.Y mandó parar el carruaje; ambos descendieron al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó.Al salir ellos del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y no lo vio más el eunuco, que continuó su camino gozoso. Mas Felipe se encontró en Azoto, y por donde pasaba, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.” (Hechos 8:26-40)

En este incidente simple pero instructivo tenemos tres partes. Tenemos al etíope, al Espíritu Santo y al instrumento humano, Felipe. El incidente cae en el compás de nuestra meditación presente en esta Conferencia sobre la visión espiritual.

El Etíope(a) Un buscador confeso ciego

Cuando miramos a este Etíope, enseguida vemos a un buscador ciego. Aunque era religioso, aunque se moviera en el círculo bien establecido y de mucho tiempo de la tradición religiosa, aunque hubiera estado en Jerusalén, en el templo, en sus mismas instalaciones, sigue siendo un ciego, un buscador ciego. Esto queda bastante claro de las preguntas que hace a Felipe sobre las Escrituras con las que Él estaba asociado y con respecto a sus profetas. “¿Cómo podré a menos que alguien me guíe? ¿de quién dice esto el profeta? ¿De sí mismo, o de algún otro?”. Es un hombre manifiestamente de la oscuridad, un hombre sin visión espiritual, sin haber sido alumbrados los ojos de su corazón; pero lo esperanzador en este hombre es que era manifiestamente un hombre ciego.

El Etíope(b) Un humilde buscador

Era un hombre muy importante en este mundo, un hombre de considerable responsabilidad e influencia y posición, y por causa de su posición, probablemente habría esquivado las cosas un poco. Cuando fue desafiado en cuanto a su lectura, podría haber evadido el punto o lo central de la cuestión, y haber dado alguna clase de evasiva o de respuesta poco comprometedora. Ya sabes como la gente reacciona cuando no les gusta que se les considere ignorantes, especialmente si son personas que son reconocidas como de cierta posición, o con una posición que mantener. Este

hombre, con todo lo que era entre los hombres de esta tierra, fue un hombre confeso ciego. Sin evasivas ni rodeos, contesta a la pregunta de una forma bastante directa, honesta y franca. ‘¿Entiendo lo que leo?, ¿Cómo puedo esperar que alguien me enseñe?’ Después, en su apertura, presiona en busca de más información, de explicaciones, o de alumbramiento. “¿De quién habla el profeta?”

Ahora bien, eso es muy simple, lo se, pero es fundamental. Es fundamental a cualquier clase entendimiento espiritual, es básico a todo conocimiento espiritual, gobierna cada grado de progreso en las cosas espirituales. La humildad de este gran hombre es la clave de toda la historia. No busca dar la impresión de que conoce lo que no conoce; comienza exactamente en el lugar en el que realmente se hallaba. Sabía en su propio corazón que no entendía y no trataba de dar otra impresión. Pero que sepamos que es ahí exactamente donde él estaba, y que eso dio al Señor un camino completamente abierto. ¿No podría ser que esto fuera lo que el Señor había visto mucho antes y sobre lo que Él había estado obrando todo el tiempo? Él sabía que tenía delante a un hombre perfectamente honesto y humilde en la oscuridad, buscando la luz, y Él podía moverse soberanamente de forma maravillosa y a considerable distancia, y tomar pasos trascendentales. Porque éstos eran pasos trascendentales, tomados por el Señor para encontrarse con esa vida. Ya conoces lo qué ese estado de corazón hace posible de parte del Señor, cuánto el Señor está preparado para hacer cuando encuentra un corazón así. Un corazón ciego que busca la luz, pero confeso ciego. Y así, no pasará mucho hasta convertirse en un buscador iluminado: porque el Señor no dejará a tal hombre en la oscuridad. Le dio la luz que buscaba.

Y no digamos que el Señor le dio mucho más de lo que él buscaba; porque no creo que estuviéramos añadiendo nada a la historia si dijéramos eso, cuando se fue por su camino regocijándose, sintiendo que había recibido mucho más de lo que él se había propuesto obtener. Siempre es así. Cuando el Señor hace algo, lo hace de forma adecuada. Como dijo el Sr. Spurgeon, “¡Mi copa está rebosando y también mi plato!”. Cuando el Señor hace algo, lo hace bien. El hombre siguió con su copa rebosando, convertido en un buscador iluminado. Había llegado a ver lo que los líderes religiosos de su día no buscaban, y aquello que ellos eran incapaces de mostrarle a él.

El Etíope(c) Un buscador en serio con Dios

Pero la iluminación que le vino, trajo consigo un desafío fresco, como siempre sucede. Cada pedazo de nueva luz que sale del Señor conlleva un desafío fresco, un desafío a una obediencia práctica. No voy a quedarme aquí para tratar con un detalle de lo más interesante, y que pienso que fue de gran beneficio en toda esta historia. No obstante, nos pararemos en ello un instante. Isaías 53 traía a Cristo a la vista y Felipe le predicó a Jesús a partir de ese pasaje. Lo siguiente que nos llama la atención poderosamente es, "Mira, agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?”. Ahora bien, hay que rellenar esta parte de algún modo, si has de ver como eso se enlaza con Isaías 53. Esa tarea te la dejo a ti. No la pases de largo, piensa en ello. Lo único que voy a decir es que la revelación que vino a ese hombre en ese momento, la iluminación de sus ojos, trajo consigo un desafío a la obediencia, y este buscador iluminado no fue desobediente a la visión celestial, sino que estuvo presto en satisfacer ese desafío, y fue rápido en correr por el camino de Su mandamiento, sin dudar, en obediencia a la luz que había recibido. Hasta ahora, en cuánto a lo que concierne a esa cosa, todo es muy simple; pero es la sustancia de las cosas. Vemos a un hombre que pasa de la oscuridad a la luz. Vemos a un hombre que pasa de una búsqueda, a un conocimiento de corazón encantado. Vemos a un hombre buscando a tientas, convertido en un hombre bien aferrado, un hombre con un corazón decepcionado transformado en un hombre que va

regocijándose por su camino. Y las dos cosas que por su parte, hicieron eso posible, fueron una humildad extrema, al no tapar su ignoracia y no fingir saber más que nadie, y su obediencia rápida a la luz que le vino. De este hombre tienes que decir que era un hombre de corazón honesto.

Y así es como Dios trata con la gente honesta. Reciben luz y se gozan.

Antes de dejarle, digamos de él que es claramente un hombre que va en serio. Me gusta este hombre en su intencionalidad en cuanto al conocimiento y a los hechos. Está justo en la marca. Todo el efecto debilitador del clima etíope no le robó su energía espiritual. Se alzó por encima de eso, iba en serio con Dios. Ningún elemento de compromiso, excusa, ni nada semejante se halla en él. Simplemente estaba centrado en conocer, si es que se podía conocer, y en hacer lo que hubiera que hacer cuando fuera iluminado.

Bueno, al hombre que se dobla ante ese conocimiento y en alcanzar esas cosas, Dios va a mostrarse a Sí mismo de la misma manera. Dios es para nosotros lo que nosotros somos para Él. Dios no será deudor de nadie y si tu y yo vamos en serio con Dios y vamos a proseguir en todo aquello que Dios tenga para nosotros, en todo aquello que Dios quiere que tengamos y que sepamos, y si no vamos a irnos por las nubes, sino que estamos dispuestos a bajarnos al nivel donde real y genuinamente estemos, con toda humildad, y si realmente vamos en serio en hacer por Su gracia todo lo que el Señor nos muestre y sin ninguna clase de duda, descubriremos a la larga que Dios no va a ser nuestro deudor, sino que nos satisfará absolutamente. La historia de este hombre recibe un registro inmortal. Aparece en los Hechos del Espíritu Santo, y cuando llegues a formular la pregunta, ¿Por qué se incluyó a este hombre en el registro y su historia pasó de generación en generación hasta que acaben los tiempos? La respuesta es lo que acabamos de decir: fue un hombre que fue en serio con Dios, abierto al Señor, honesto de corazón, humilde en espíritu y obediente a la luz que tenía.

El Espíritu Santo(a) El terreno que Él demanda

Bien, entonces, la segunda persona en la historia es el Espíritu Santo, y solo se necesita decir una breve palabra. Por supuesto, en realidad Él era la primera persona en todo el asunto, pero Le menciono en segundo lugar aquí porque es quizás más fácil examinar el incidente en este orden. El Espíritu Santo era plenamente consciente de ese hombre, y el Espíritu Santo siempre es consciente de tal hombre. Hay un sentido por el que un Etíope tiene que ir ante el Espíritu Santo. Ya entiendes lo que quiero decir con eso. Antes de que el Espíritu Santo pueda hacer Su obra, Él debe tener algo sobre lo que hacer, lo que satisfaga Sus requerimientos, y el Espíritu Santo era conocedor de este hombre, de su búsqueda y de su corazón, y el Espíritu Santo es siempre consciente de tales personas en cuanto a dónde se encuentran.

El Espíritu Santo(b) Cómo es estorbado

Creo que hay una gran historia colgada de una declaración de esta índole. Si sólo lo supiéramos, muchos de nuestros problemas se resolverían entendiendo eso. Ahí está la gran cuestión que siempre está confrontándonos en cuánto a por qué sucede que algunos saltan a la luz y prosiguen hacia delante, y otros no, sino que siempre se quedan rezagados y no parece que nunca puedan llegar a ver nada más. ¿Podría ser que hubiera alguna selectividad por parte de Dios, alguna clase de elegidos de entre

los elegidos, que Él pudiera tener? ¿Qué Él tuviera favoritos? No creo eso. Creo que gran parte de la respuesta yace aquí, por nombre, en aquello que Dios encuentra y con lo que Él tiene que tratar, tanto si algunos van en serio con Dios o no, tanto si Él tiene un camino abierto o no, tanto si la tierra ya está ocupada o si todavía no lo está, por aquello que pueda ser una obstrucción para Él. No creo que nadie fracase en recibir toda la luz que el Señor quiere que tengan, si realmente van en serio con Dios. El Espíritu Santo nos conoce. Mira en lo más profundo de nuestros corazones y sabe si nosotros vamos en serio. Él ve perfectamente lo que hay que le estorba y todo lo lejos que puede ir; porque el Señor no va a coaccionar a nadie. Si somos consumidos con nosotros mismos, si estamos ocupados con nosotros mismos y girando sobre nosotros mismos, encerrados en nosotros mismos, entonces el Espíritu Santo no tendrá oportunidad. Tienen levantado un gran complejo alrdedor del yo, y todo el tiempo, esto consiste en dar vueltas en círculo y en regresar al mismo punto donde comenzaron. Todo gira alrdededor de ellos mismos y se están cansando. En breve tendrán un accidente horroso que involucrará a todo aquello que se supone que es lo que ellos apoyan y representan para el Señor, y todo eso, caerá con ellos. El Espíritu Santo no tiene un camino abierto. Tenemos que salirnos del camino en cuanto a lo que se refiere a esta ocupación con el yo, si es que vamos a avanzar hacia delante. Él sabe exactamente dónde estamos, tanto si estamos atados a ellos, y no abiertos al Señor para considerar ninguna nueva dosis de luz en absoluto. O tenemos todo a nuestro favor, o aquellos con quienes estamos asociados tienen todo a su favor ¡y nosotros somos simplemente parte de eso! Ya sabes lo que quiero decir. El Espíritu Santo no puede hacer mucho con personas que estén en una posición semejante. Y Él lo sabe. Su actitud es, “no es práctico, no puedo hacer mucho aquí, están demasiado atados.” Pero si estamos preparados para echarlo todo al agua, entonces el Señor puede proseguir y dejar un camino abierto.

El Espíritu Santo sabe. Él te conoce y me conoce. Nos conoce mucho mejor que nosotros nos conocemos a nosotros mismos. Podemos haber pensado que íbamos en serio con Dios y haber estado orando durante largo tiempo y clamando al Señor para que hiciera algo, mientras que el Espíritu Santo sabe muy bien que no hemos llegado aún al final de nosotros mismos y de nuestros propios intereses. Todavía queda algo que hacerse para poder llevarnos a la desesperación, antes de que Él pueda hacer lo que Él quiere. Pero Él sabe: ese es el punto. El conocía a este hombre. Él sabía que no tenía que hacer mucho para comenzar ante la perspectiva de un camino completamente abierto, y aprovechó la oportunidad presentada. Pudo obrar soberanamente y así lo hizo para satisfacer la necesidad de este hombre.

El Instrumento humano

Ahora bien, no quiero tomar mucho tiempo, por lo que paso al tercero de los tres, el instrumento humano, Felipe, el medio por el cual, por un lado, el buscador ciego recibiría apertura de ojos, y que por otro lado, por medio del cual, el Espíritu Santo podría hacer Su obra. Todos nosotros queremos estar en esa posición, en la que hombres y mujeres realmente honestos, genuinos y con intenciones serias, puedan encontrar lo que han buscado a través de nuestra instrumentalidad, si así lo quiere Dios, y por otro lado, en la que el Espíritu Santo pueda encontrar en nosotros una vasija dócil de manejar y en la que Él vea tal necesidad. Ciertamente no hay nada que pudiéramos desear más que eso, ser simplemente como era Felipe.

Pero incluso en el caso de Felipe, no es que él fuera un pedazo automático de maquinaria, algo tomado tanto si él quisiera como si no. Había cosas sobre Felipe que constituian el terreno apto para el Señor; temas muy muy simples, y sin embargo, no tan fáciles en la vida y en la operación práctica.

Felipe estaba a disposicón del Espíritu Santo, y eso no es cuestionable, y cuando miras, ves que eso significó algo concreto en su caso. Felipe se encontraba en Samaria. Muchos se estaban conviritiendo al Señor, una gran obra de gracia estaba teniendo lugar, tan grande que tuvieron que enviar a los apóstoles desde Jerusalén para tratar con la situación; y Felipe era el principal instrumento en esa obra en primer lugar. Ahora bien, cuando estás en medio de una obra semejante, y el Señor te dice de repente: “Felipe, quiero que dejes todo esto y que te vayas por el camino del desierto; no te voy a decir por qué, no te voy a decir lo que voy a hacer, simplemente te digo que te vayas por el desierto”, seguramente cualquier hombre se habría hecho muchas preguntas. Podría haber dicho, “Pero Señor, mira esta enorme puerta abierta y llena de oportunidades, mira lo que estoy haciendo, ¡mira en lo que estoy metido! ¿Qué pasará si lo dejo todo?” Habrían surgido muchas preguntas de este tipo. Podría haber tenido reservas muy serias y haberlas puesto estorbando al camino del Señor. Pero no leemos nada de eso. El Señor lo dijo simplemente, y Felipe estaba tan a la disposición del Señor, que sin preguntas de ninguna clase, se puso en marcha. Qué cosa tan tremenda es estar libre para el Señor, libre para el Señor, libre para estar en una disposición tal para Él, que no sea en absoluto dificil dejar nada atrás, ajustarnos a una situación general completamente nueva, si el Señor así lo dice. Es algo muy grande. Así, Felipe estuvo a disposición del Señor, y ese es un factor muy grande en una obra semejante a esta, la de traer vista a los buscadores ciegos, y ser, no sólo la respuesta a la necesidad del hombre, sino la respuesta a la necesidad del Espíritu Santo; a disposición del Señor y sin dudar en la respuesta a la sugerencia del Señor; sin demoras, sino una simple respuesta rápida. “El Señor lo ha dicho, prosigamos con ello y dejémosle a Él la responsabilidad.”

Todo salió bien, era de hecho una cosa muy segura qué hacer. Ahora bien, el Señor nunca se explica a Sí mismo por adelantado. El Señor nunca nos dice por adelantado como va a obrar y lo que Él va a hacer. Él siempre nos enfrenta a un desafío para tener fe en Él. Todas sus demandas llevan consigo muchas oportunidades para discutir si es que estás dispuesto; hay muchas ocasiones, humanamente hablando, de hacer preguntas. El que conoce al Espíritu sabe bien que la vindicación vendrá junto con la obediencia rápida.

Bien, esta es la historia, simple, hermosa, pero que contiene principios vitales de alumbramiento. Si quieres ver a la gente avanzando, estas son las cosas que el Señor quiere. Si quieres seguir adelante, estas son las cosas que hay detrás de todo avance, de todo salto a la luz, al conocimiento, a una mayor plenitud del Señor.

Bueno, mira de nuevo a este hombre. Es una historia tremenda. Sabes que la Biblia tiene a Etiopía como un tipo de la oscuridad: pero aquí la oscuridad se torna en luz, el brillo pleno del medio día. Porque Cristo es eso: y ese es el fundamento sobre el que se hace, de nombre, un corazón que sea franco, humilde, lleno de propóstio y honesto en su búsqueda.

No sé lo que el Señor pueda estar diciéndote, pero para todos nosotros, el eje de todo el asunto es, ¡Aquí hay agua! No estoy diciendo que el baustismo sea el eje, pero si lo que representa el bautismo. ¿Estamos listos en todo para ir a la tumba? ¿Tenemos algo a lo que nos estemos aferrando, sea nuestra posición, nuestra reputación, nuestro status, y todo eso, o vamos con todo esto a la tumba? El Señor no tuvo en esta historia a un hombre que dijera, “¿Es necesario que yo me bautice, debo bautizarme? Por supuesto, si el Señor lo requiere, buscaré la gracia.” Pero sin embargo, si tiene a un hombre que dice, “¡Hay agua!”, “¿Hay algo que estorbe?” Ese es otro ángulo completamente distinto. ¡Dime algo que estorbe y trataré con ello! Tén esa clase de espíritu. ‘Si puedes mostrarme cualquier cosa que estorbe mi progreso por el camino que el Señor indica, entonces trataré con ello’. ‘¿Qué es lo que Él

quiere, Felipe?¿Puedes hablarme de algo que estorbe?’ Felipe no halló ningún obstáculo, sino más bien todo lo contrario, todo era de ayuda. Bajaron juntos y Felipe le bautizó. Que el Señor ponga en nosotros el significado de todo eso y nos conceda ser buenos Etíopes en este sentido espiritual.

Capítulo 5 –La Causa y el motivo de la ceguera

Visión espiritual – T. Austin-Sparks

Capítulo 5 – La causa y el motivo de la ceguera

“Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, de tal manera que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de Moisés por causa de la gloria de su rostro, que se desvanecía,¿cómo no será aún con más gloria el ministerio del EspírituPorque si el ministerio de condenación tiene gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de justicia.Pues en verdad, lo que tenía gloria, en este caso no tiene gloria por razón de la gloria que lo sobrepasa. Porque si lo que se desvanece fue con gloria, mucho más es con gloria lo que permanece.Teniendo, por tanto, tal esperanza, hablamos con mucha franqueza, y no somos como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no fijaran su vista en el fin de aquello que había de desvanecerse.Pero el entendimiento de ellos se endureció; porque hasta el día de hoy, en la lectura del antiguo pacto el mismo velo permanece sin alzarse, pues sólo en Cristo es quitado.Y hasta el día de hoy, cada vez que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones;pero cuando alguno se vuelve al Señor, el velo es quitado.Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.” (2ª Cor. 3:7-18)

“Por tanto, puesto que tenemos este ministerio, según hemos recibido misericordia, no desfallecemos; sino que hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios.Y si todavía nuestro evangelio está velado, para los que se pierden está velado,en los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por amor de Jesús.Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo.” (2ª Cor. 4:1-6)

Hemos sido guíados en esta Conferencia a concentrarnos en el asunto de la visión espiritual. Aquí, en las Escrituras que hemos estado leyendo, tenemos otra porción que toca a este asunto de la ceguera y de la visión.

Primero tenemos el factor de la ceguera—“el dios de este siglo ha cegado”: después la causa—“el dios de este siglo”; y después está la razón o el objeto, es decir, “que no les alumbre la luz del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios”. Miraremos a esto en ese orden.

El hecho de la ceguera

Habrás notado que existe un paralelismo entre Israel en los días de Moisés y los incrédulos en los días de Pablo. En ambos casos, se dice que había un velo sobre sus corazones, sobre sus mentes, un velo que cierra, que excluye y que está en la naturaleza de esa oscurecedora ceguera. Por otra parte, existe un elemento de juicio y de condenación en la forma en la que el apóstol habla de ello. Incluso con respecto a Israel, reunido a las puertas del tabernáculo de reunión, cuando Moisés leía la ley, dice en efecto, que mientras Moisés tenía que cubrir su rostro con un velo porque no podían soportar mirar la gloria que emanaba de su rostro. No era porque realmente la gloria no pudiera ser vista, sino por el estado de sus mentes, de su corazón, por causa

de una condición interna en ellos mismos. Si hubiera habido otro estado interno, el velo no habría sido necesario; habrían podido ver la gloria y haber permanecido en la luz. Pero el velo era una representación externa de una condición interna, escondiendo la gloria de Dios. Nunca había sido el deseo del Señor esconder Su gloria, sino todo lo contrario, es decir, hacerla manifiesta y que el hombre permaneciera en ello, disfrutara de ello, que no hubiera ningún velo entre Dios y el hombre en absoluto. Los velos siempre han sido como algo entre Dios y el hombre por causa de una condición que Dios habría preferido no tener.

El poder cegador de la incredulidad

Así, debe permanecer como algo bajo la condenación y el juicio, esta oscuridad, esta ceguera, este esconder, este cierre de la gloria de Dios, y esa condición interna en el caso de Israel en los tiempos de Moisés, y de aquellos en la misma condición en los días de Pablo, y en el caso de todos los que se hallan en tal posición, en esa condición interna que actúa como si fuera un velo, como sabemos muy bien de todo lo que se dice respecto de Israel, su incorregible incredulidad. Fue la incorregible incredulidad de Israel lo que les cegó. Pero decir eso no es de gran ayuda. Es una declaración de un hecho, de un hecho muy opresivo. Conocemos suficientemente bien a nuestros corazones para saber que hay una incredulidad incorregible en todos nosotros y queremos entender por qué esa incredulidad está ahí, y cual es su naturaleza, para poder descubrir como ese velo puede ser quitado: es decir, como se puede tratar con la incredulidad para que podamos ver la gloria del Señor y habitar en la luz eterna.

Luz en el terreno de la Resurrección

Bien, miremos de nuevo para ver lo que el Señor pretendía hacer entonces y siempre, en el caso de Israel. Podemos ponerlo de la siguiente manera: Él siempre estaba intentado conseguir que ellos habitaran en corazón, en espíritu y en vida, en el terreno de la resurrección. Esto es evidenciado por primera vez en la Pascua en Egipto, cuando los primogénitos en cada hogar de Egipto murieron en aquella terrible noche cuando la muerte golpeó por todas partes. Pero Israel no estaba exenta, como puede suponerse superficialmente. La idea superficial y despreocupada es que los primogénitos de Israel no murieron, solo los primogénitos de Egipto. Pero los primogénitos de Israel murieron. La diferencia era que los primogénitos de Egipto murireon de hecho, y los primogénitos de Israel murieron “sustitutivamente”. Cuando el cordero fue matado en cada hogar israelita, el cordero, de forma representativa sufrió el mismo juicio que los primogénitos de Egipto, en cada casa, y en ese cordero Israel pasó de forma representativa de muerte a vida. En ese cordero, Israel fue virtualmente llevada por la muerte al terreno de la resurrección. Para Egipto no había terreno de resurrección; para Israel sí. Esa es la diferencia. Pero todos murieron, uno en verdad, otro de forma representativa. Así, Dios, ahí mismo, en el mismo fundamento de la vida nacional de Israel, quiso que fueran establecidos en el terreno de la resurrección, que significa que una muerte ha tenido lugar, que un fin ha sido consumado. Se ha acabado un orden completo de cosas y se ha producido un orden enteramente diferente de cosas. Conseguir que tomaran su posición en el nuevo terreno, en ese nuevo orden, fue el gran esfuerzo de Dios y el significado de la Pascua. Guardar la Pascua año tras año como una ordenanza establecida a lo largo de todas sus generaciones y de su histora, era el método de Dios de mostrarles que pertenecían a otro orden, el orden de la resurrección. Mientras la oscuridad estaba en cada casa de los egipcios y sobre toda la tierra de Egipto, los hijos de Israel tenían luces en sus moradas; porque la luz está siempre en el lado del terreno de resurrección, pero sólo sobre el terreno de resurrección.

Después, en el Mar Rojo, el mismo principio se repite, atravesando por y a través de terreno de resurrección: Egipto de nuevo tragado, pero Israel, salvo. Todos fueron al mismo mar, pero para Israel por un lado había un pilar de fuego para ser su luz en el terreno de la resurrección—el Espíritu de luz y de vida. Guardaron la Pascua al pasar año tras año bajo el orden de Dios, para preservar el testimonio, en cuanto al terreno sobre el que habían permanecido nacionalmente.

Después llegaron al Jordán: y no es otra cosa que una reiteracióin en el principio de la misma cosa, ahora hecho necesario no por su condición desnuda, sino por su reconocimiento de ello. Es dudoso que en Egipto y en el Mar Rojo, Israel tuviera el entendimiento subjetivo del significado de lo que dios estaba haciendo en la Pascua y en el Mar Rojo, pero ahora tenían la conciencia subjetiva de que la existencia de ello fuera una necesidad. Habían estado descubriendo cosas durante cuarenta años y llegaron a un acuerdo al final: acordaron con Dios que era completamente necesario otra tierra si es que habían de permanecer en la luz. Ya sabes, Dios estaba empeñado por todos los medios en llevar a Israel a ocupar y a permanecer en el terreno de la resurrección, del cual habían sido cortado enteramente todo el terreno de la naturaleza. Su incorregible incredulidad había tenido como constituyente principal, el quedarse pendiendo del terreno de la no-resurrección, o el terreno de la naturaleza.

La consecuencia de vivir en el terreno de la Naturaleza

¿Cuál es el terreno de la naturaleza? Bien, mira a Israel y podrás ver de forma bastante clara cual es el terreno de la naturaleza. El terreno de la naturaleza es siempre una atracción de cosas hacia uno mismo, y una visión de todo a la luz de uno mismo, exactamente de la forma en que ello afecta al yo. Se ve que al principio era eso. Si, por supuesto, la liberación al principio nos afectó mucho a todos, y estábamos muy felices. La poderosa liberación en el Mar Rojo es una cosa buena para nosotros, y así, nos llenamos de gozo hoy. Siempre va a ser así mientras las cosas nos vayan bien. Pero tenemos que descubrir que estamos siendo probados absolutamente. Llévanos mañana a este lugar o a ese otro, donde no sea tan obvio que es para nuestro beneficio, y cesa el cántico, el gozo se marcha, y viene la murmuración. “Murmuraron”. ¡Con qué frecuencia se dice que murmuraron! ¿Por qué? Porque ocupaban terreno carnal, terreno natural, que en una palabra, significa, “¡Cómo me afecta!” Ese es el terreno natural, y en ese terreno siempre habrá el levantamiento de la incredulidad.

La fuerza de la incredulidad es exactamente esa cosa, los intereses y consideraciones naturales personales, mirar cosas a la luz de nuestro propio provecho o desventaja. Deja que esa clase de cosa se introduzca por un instante y no pasará mucho tiempo antes de que comiences a cuestionar y a dudar, y hallado en incredulidad; porque la esencia de la fe es todo lo opuesto a esto. Cuando las cosas se ponen en contra de ti y de tus intereses, y estás perdiendo tu vida y todo lo que tienes, y crees en Dios, confías en Dios, eso es fe de hecho, esa es la esencia de la fe. Pero la fe no es fe veradera cuando crees a Dios meramente cuando brilla el sol, y cuando todo va bien. Israel ocupaba terreno natural tan persistentemente que fueron hallados más en incredulidad que en fe. Eso fue lo que los cegó. Así que la incredulidad ciega, cuando la analizamos, es simplemente ocupar terreno distinto al de la resurrección; es decir, estamos ocupando terreno que Dios ha puesto bajo maldición, que Dios ha prohibido, sobre el que Dios ha inscrito la advertencia a los creyentes, ¡Fuera! Si pudiéramos ver en nuestros corazones esos avisos de peligro esparcidos por todo el territorio del interés propio, de las consideraciones mundanas y etc. nos ahorraríamos mucho de la miseria que viene a nuestras vidas.

Bien, ya sabes, la vida completa de la naturaleza es una cosa que ciega, y la medida con la que somos gobernados por la naturaleza, es la medida de nuestra ceguera. “El hombre natural”, dice el Espíritu de Dios, no recibe las cosas que son del Espíritu de Dios... no puede conocerlas, porque han de discernirse espiritualmente, o han de ser “discernidas por el espiritual” (1ª Cor. 2:14). La vida al completo de la naturaleza es una cosa ciega. La medida en la que ocupemos ese terreno es la medida de nuestra ceguera. Dios quería sacar a Israel de ese terreno para introducirlo al terreno de la resurrección, para ser gobernado no por la naturaleza, sino por el Espíritu: y ser gobernados por el Espíritu significa caminar en la luz, signfiica tener luz, signfica ver.

Una vida en el Espíritu

“El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” (2ª Cor. 3:17). ¿Libertad de qué? ¿Por qué? Libertad del velo. “Cuando se vuelvan al Señor, el velo les será quitado.” La atadura y la limitación serán quitadas. Y “el Señor es el Espíritu”. Estar en el terreno del Espíritu, que es el terreno de la resurrección, con la vida de la naturaleza a un lado, es ser librado de la ceguera y estar en la luz. ¡Una vida en el Espíritu! Israel permanece para siempre para declarar sin incertidumbre que la religión no es necesariamente iluminación, y que incluso tener las Escrituras, no es necesariamente iluminación. “Cuando se lee a Moisés, queda un velo en su corazón”. “Cuando se lee a Moisés...” Pablo dijo algo muy fuerte sobre las Escrituras y los profetas que leían todos los días; que sabían lo que significaba, no percibían el signficado de las mismas, sino que están aún en ceguera y en oscuridad. No, incluso disponer de las Escrituras no implica iluminación necesariamente.

El mensaje de 2ª Corintios es tanto para cristianos como para incrédulos, si es que no es más así, es decir, el mensaje del velo, de la ceguera, de la visión: porque ¿dónde se encuentra al cristiano que está completa y finalmente liberado de la vida de la naturaleza? La iluminación, después de todo, es sólo una cosa comparativa, es decir, es un asunto de “más o menos”. Así, todas esas fuertes exhortaciones y demandas a los creyentes a caminar en la luz, a vivir en el Espíritu, porque sólo así puede este asunto de la visión y del entendimeinto espiritual desarrollarse y progresar. Una vida en el Espíritu—esa es la única forma de decirlo, una vida en el terreno de la resurrección.

Lo que hemos dicho hasta ahora es que la ceguera que se extiende sobre toda la vida de la naturaleza, opera y tiene su fuerza en la elección y en la aceptación de esa vida de la naturaleza por parte de aquellos a quienes les pueda concernir. No es necesario. No es la voluntad de Dios. El deseo de Dios es que moremos en la luz, que veamos Su gloria, que no haya ninguna clase de velo en absoluto. Ese es su deseo, que el velo sea quitado. Pero una cosa grandiosa es necesaria, y es que vengamos a esa Pascua, a la muerte que es la muerte de la vida de la naturaleza y que produce una vida completamente nueva, una vida del Espíritu, en la que una nueva facultad, un nuevo poder, una nueva capacidad de ver se crea. Esa es una cosa muy importante. Yo podria muy bien dedicar el resto del tiempo disponible a eso, es tan importante para nosotros como el pueblo del Señor.

¿Cuándo llegará a descubrir el pueblo del Señor, que tiene las Escrituras y que conoce muy bien la letra de las Escrituras, cuando reconocerá que si han sido realmente crucificados con Cristo, si han muerto en Su muerte y si se han levantado juntamente con Él, y han recibido el Espíritu, tienen luz en su casa? “La unción que habéis recibido de Él permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe...sino que la unción misma os enseñará todas las cosas” (1ª Juan 2:27). ¿Cuándo se darán cuenta de eso los cristianos, los creyentes? ¿Por qué los cristianos que tienen el conocimiento de la letra de las Escrituras andan por ahí buscando

consejo de otros en asuntos que afectan vitalmente su propio conocimiento espiritual? No estoy diciendo que sea erróneo pedir consejo, que esté mal saber lo que otros hijos de Dios con experiencia piensen o sientan sobre ciertos asuntos. Pero si vamos a edificar nuestra posición sobre conclusiones, estaremos en grave peligro. La autoridad final y el árbitro en todos los asuntos es el Espíritu de Dios, el Espíritu de la unción. Podemos obtener ayuda unos de otros, pero espero que no vayas a edificar tu posición sobre lo que yo estoy diciendo ahora, porque yo lo digo. No hagas eso. No quiero que hagas eso. No te estoy pidiendo que lo hagas. Lo que digo es que escuches, que tomes nota, y que después vayas a tu autoridad final, QUIÉN está en ti, si eres un hijo de Dios, y que Le pidas que corrobore la verdad o te muestre si no es así. Ese es tu derecho, tu derecho de nacimiento, la primogenitura de cada hijo de Dios, estar en la luz del Espíritu permanente de la luz, el Espíritu de Dios.

Me pregunto dónde estaría Pablo si él hubiera tomado el curso opuesto al que tomó. “Agradó a Dios, que me apartó desde mi nacimiento... revelar a Su Hijo en mí...y no consulté con carne ni sangre inmediatamente... ni fui a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo... sino que fui a Arabia” (Gal. 1:15-17). Me pregunto que habría sucedido si hubiera subido a Jerusalén y hubiera expuesto cada asunto delante de los que eran apóstoles antes que él. Por los acontecimientos que siguieron sabemos que lo que ellos le habrían dicho habría sido: ¡Mira, ten cuidado, Pablo! Nos has dicho que en el camino de Damasco se supone Jesús te dijo algo sobre ir a los gentiles. ¡Cuidado! Le habrían echado atrás de ese asunto de los gentiles. Ya sabes lo que sucedió después. Ya sabes que en ese punto, incluso Pedro fue cogido disimulando años más tarde. Ya sabes como esos apóstoles que hubo antes que él en Jerusalén, fueron todo el tiempo muy parcos (cautelosos) sobre este asunto de los gentiles, y si Pablo hubiera capitulado ante ellos, nunca habríamos tenido el gran apóstol a los gentiles, el gran apóstol del Cuerpo de Cristo, con su revelación del misterio de la unidad de todos en Cristo, judío y griego. No dejó ese asunto ni siquiera a los que habían sido apóstoles antes que él, para preguntarse si él mismo estaba en lo correcto o no, si esto era algo sano o no. ¡Oh no! Tenía la unción en Damasco; Ananías puso sus manos sobre él y recibió el Espíritu, y a partir de ese día, aunque Pablo estaba siempre listo y dispuesto a tener comunión con sus hermanos, aunque nunca tomó una posición superior o independiente, aunque siempre estuvo abierto a la conferencia, no obstante fue un hombre gobernado por el Espíritu.

Sé que tienes que tener cuidado con cómo te tomes lo que estoy diciendo. Sólo será seguro para ti si eres alguien que no se aparta como algún grupo independiente con el Espíritu Santo, sino como alguien que mantenga la comunión, la humildad, el sometimiento, la apertura de corazón, con disposición a escuchar y a obedecer lo que pueda venir a través de otros, siempre que el Espíritu de testimonio de la verdad. Pero todo eso depende de tu condición interna, si estás en terreno natural o en terreno espiritual, en el terreno de la vieja creación, o en el terreno de resurrección. Pero al estar en terreno de resurrección, donde no hay vida de la naturaleza, sino que el Espíritu gobierna, amados, tenéis el derecho y el privilegio y la bendición de conocer al Espírtu dando testimonio en vuestro corazón y la unción enseñándoos todas las cosas, con respecto a si un asunto concreto está bien o no. ¿Cuándo sabrá y reconocerá eso el pueblo del Señor?

Ya sabes, es precisamente esta otra cosa la que está robando todo el tiempo mucho de la luz que el Señor les daría. El Señor les guiaría a una plenitud mucho mayor del conocimiento de Su Hijo, del ensanchamiento de su entendimiento espiritual, pero están descuidando el don que está en ellos. Están descuidando al Espíritu Santo como el alumbrador y el maestro e instructor, el guia y el árbitro, y van a uno y a otro, y a otro, a esta autoridad y a esta otra autoridad, diciendo, ¿Qué piensas al respecto? Si

piensas que está mal, ¡entonces no lo tocaré! Hacer eso es fatal para el conocimiento espiritual. Eso va directamente al terreno natural.

Ahora bien, el Señor nos quiere lejos de ese terreno. Este asunto de ocupar el terreno de resurrección, de vivir una vida en el espíritu, es de máxima importancia para llegar al conocimiento pleno del Hijo de Dios. ¡Cuanto más podríamos decir al respecto! Tengamos cuidado en cuánto a quienes son nuestras autoridades. Tantos amados hijos de Dios, individual y colectivamente, han caído en esclavitud, limitación y confusión penosa y extrema por regresar todo el tiempo a las autoridades humanas, a este gran líder o a este otro, a este hombre que ha sido usado poderosamente por Dios, a este hombre que ha tenido una gran cantidad de luz espiritual. “El Señor tiene todavía más luz y más verdad para brotar desde Su Palabra” de lo que éste o éste otro siervo pueda poseer. ¿Ves lo que quiero decir? Obtenemos todo el beneficio de la luz dada a gente piadosa y buscamos beneficiarnos de la verdadera luz, pero nunca caeremos en esclavitud y diremos, ¡ése es el fin del asunto! Eso nunca debe ser. Debemos mantener nuestro terreno de resurrección. ¿Y quién podrá agotar eso? Con otras palabras, ¿Quién podrá agotar el significado de Cristo resucitado? Él es un almacén sin límites, la tierra a larga distancia. Ningún hombre ha hecho otra cosa que empezar a conocer el significado de Cristo resucitado. Si alguna vez ha habido un hombre que haya tenido ese significado más amplio que otros, supongo que ese hombre fue Pablo. Pero al final, desde la celda de su prisión, sigue clamando, “¡Que pueda conocerle!”, “Todo lo tengo por pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor, por amor del cual he sufrido la pérdida de todas las cosas, y todo lo tengo por basura.” (Fil. 3:8). Justo al final de una vida como la suya, la vida de un hombre que dijo, “Hace catorce años, conocí a un hombre en Cirsto, arrebatado al tercer cielo, y a quien se le mostraron cosas inefables que no le es dado al hombre expresar” (2ª Cor. 12:2-3), sigue diciendo, “¡Que pueda conocerle!” He dicho que ningún hombre, ni siquiera Pablo, ha hecho otra cosa que simplemente comenzar a conocer al Cristo resucitado. “Cosas que ojo no ha visto ni oído ha oido, ni han entrado en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que Le aman. Pero Dios nos las ha revelado por el Espíritu” (1ª Cor. 2:9-10). ¿Ves? El Espíritu tiene las riquezas inescrutables para revelárnoslas. Tanto más en cuanto a la ceguera que viene al ocupar el terreno natural en cualquier forma que pueda tomar.

La causa de la ceguera

Una o dos palabras respecto de la causa. “El dios de este siglo ha cegado”. Hay dos cosas en esa frase. Primero, esta ceguera no es después de todo, sólo natural, es sobrenatural. No es decir todo decir que la naturaleza es un reino cegado. No, hay algo mucho más siniestro que eso en relación con esta ceguera. Es la ceguera espiritual, una ceguera espiritual maligna. Es la obra del Diablo. Por eso, por un lado, el dar vista espiritual está siempre cargado de un terrible conflicto. Nadie llega realmente a ver y a entender por el Espíritu sin una lucha, sin un precio qué pagar, sin una terrible cantidad de sufrimiento. Cada trozo de auténtica iluminación espiritual y alumbramiento es algo costoso. Para ello, Pablo tuvo que estar mucho de rodillas, en relación a los santos. “Doblo mis rodillas”. Yo oro “que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, pueda daros un espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él.” (Efesios 1:17). Es algo que hay que orarlo, y tiene mucho significado que la oración de la carta a los Efesios viniera en asociación con lo que es revelado en el capítulo 6: “Nuestra lucha... es contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tienieblas de este mundo, contra las huestes espirituales de maldad en los lugares celestiales, por tanto, ponéos toda la armadura de Dios”—esto, y esto otro y esto otro—“con toda oración y súplica, orando en todo tiempo en el Espíritu” (Efesios 6:12-18). “Esta oscuridad”—“orando en todo tiempo”: “Oro para que Él... os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimeinto de

Él”. Puedes ver que todo es de una sola pieza. La explicación yace aquí, en “el dios de este siglo”. Estamos en contra de algo sobrenatural en esta ceguera espiritual. Estamos en contra de las fuerzas cósmicas del mal, todas esas inteligencias que operan para mantener ciegas a las almas.

No es cosa pequeña tener verdadera vista espiritual. Representa una poderosa victoria. No va a llegar a vosotros simplemente estando sentados pasivamente y abriendo vuestras bocas esperando que llegue. Tiene que haber un ejercicio en este asunto. Estás exactamente en contra de toda la fuerza del dios de este siglo cuando buscas genuinamente el entendimiento espiritual. Es una batalla espiritual. Así, cada trozo de ministerio que vaya a ser un ministerio de verdadera revelación estará rodeado de conflicto. El conflicto irá por delante, estará ahí todo el tiempo, y seguirá después. Es así.

He aquí, por tanto, la necesidad de que seas entrenado en la luz, para que mientras escuchas la cosa, no des por hecho que habiéndolo oído, ya lo tengas; para que después seas tratado de forma definitiva por el Señor, para que puedas entrar en todo aquello que Él busca enseñarte, y que no te vayas a engañar a ti mismo asumiendo que ahora ya sabes porque lo has oído en sus términos. Puede que no lo sepas. Puede que todavía no esté trayendo luz; puede que sea necesaria una batalla en este asunto.

Si tan solo lo supiéramos, una gran cantidad del conlicto que surge en nuestras vidas es porque Dios está buscando guiarnos más hacia delante en el camino, para abrir nuestros ojos a Él mismo, para llevarnos a la luz de Su Hijo. Dios está buscando ensanchar nuestro horizonte espiritual y el enemigo está precisamente en contra de eso, y no va a a permitirlo si es que puede. El conflicto surge. Puede que no lo entendamos, pero con mucha, mucha frecuencia, es sólo eso, es decir, que el Señor busca algo, y Satanás dice. “¡No verán si yo puedo impedirlo!” Surge una poderosa batalla. Esta ceguera es sobrenatural, igual que la iluminación también lo es.

“¡El dios de este siglo!” Ese designio puede significar algo más que un período en el tiempo. Puede significar todo el tiempo, porque Satanás ganó la condición de rey sobre el hombre desde el principio. Eso es lo que él busca, tomar el lugar de Dios y tener la adoración de la vida del hombre; ser dios, ser adorado, lo que simplemente significa tomar lo que el hombre tiene de valor en sí mismo. Dios hizo al hombre con vistas a que fuera un vehículo para traer algo a Dios, para el deleite y la gloria de Dios, algo digno de Dios, que Dios tuviera el reconocimiento de Su valor (adoración) de parte del hombre. Satanás dijo: “Voy a tener ese reconocimiento de valor (adoración); Dios ha concedido algo en esa creación, algo que Él va a obtener para Él mismo. ¡Voy a quitárselo!” Así, todo lo que sucedió en en el Huerto, era el método de Satanás para suplantar a Dios en el corazón del hombre, en la mente del hombre, y a sacar del hombre lo que era el derecho exclusivo de Dios—la adoración. Así, con el consentimiento del hombre y la caída, Satanás ganó la condición de dios en este mundo, y la ha tenido desde entonces. “Este siglo” simplemente significa el curso de este mundo. “¡El dios de este siglo!”

Ahora bien, el gran peligro a esa condición de dios de Satanás, es la iluminación espiritual. No va a aferrarse a ese terreno durante mucho tiempo una vez que tus ojos han sido abiertos. ¡Oh! Una vez que un corazón es alumbrado, el poder de Satanás es roto enseguida. Así, el Señor consistente con este hecho, dijo a Pablo en el camino de Damasco—“...a quién te envío para que abras sus ojos, para se vuelvan de la potestad de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás, a Dios” (Hecho 26:17-18). Ambas cosas van juntas. De la oscuridad a la luz, del poder de Satanás a Dios. Repito que la mayor amenaza y peligro para Satanás y su posición es el alumbramiento espiritual.

Por ello tiene que encontrar terreno sobre el que perpetuar y mantener su posición, su condición de dios de este siglo. ¿Cuál es el terreno que le satisfará al respecto? La respuesta es el terreno de la naturaleza. Te vas al terreno de la naturaleza y has dado a Satanás derecho de posesión. Cada vez que hacemos eso, el poder de Satanás es fortalecido.

El objetivo de la obra cegadora de Satanás

Ahora bien, con el objetivo de mencionar y de insinuar la tercera cosa. ¿Cuál es la razón el objetivo de esta obra cegadora de Satanás? Que “no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios.” (2ª Cor. 4:4). La gloria de Cristo, el evangelio de la gloria de Cristo; la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios; no sea que les resplandezca. Que no les resplandezca, que el dios de este siglo les ciegue.

Entonces, ¿Cuál es el objetivo? Somos llevados a tiempos sin fechar, cuando en los consejos de Dios, el Hijo fue nombrado heredero de todas las cosas. El que era co-igual con Dios fue hecho heredero de todas las cosas. Cuando eso se supo en el cielo, hubo uno de entre las huestes celestiales en cuyo corazón se halló iniquidad. La iniquidad fue el orgullo de desear igualdad y de aspirar a esa herencia. Su corazón se enalteció y dijo, “exaltaré mi trono sobre las estrellas de Dios... seré como el Altísimo”. (Isaías 14:12-14; Eze. 28:11-19), en cuyo dicho se reveló su celo del hijo de Dios; y de esa iniquidad de su corazón, de ese orgullo y de celos de su corazón, perdió su lugar ahí, y descendió para seguir su curso de animosidad a lo largo de todos los siglos, para que los hombres nunca vean al Hijo, si él pudiera conseguirlo. Para que la luz de la gloria de Cristo no les resplandezca, él los ha entenebrecido y cegado. Para excluir al Hijo.

Eso ciertamente significa algo inmenso en lo que respecta a Cristo, si Satanás, con toda su gran inteligencia y entendimiento reconoce eso, si los hombres ven a ese Hijo, esa es la cosa más grande que podría suceder. Todo lo relacionado con la intención de Dios, se halla atado a eso. Todo el gran propósito de Dios en la creación de este mundo y de este universo, depende de eso. Todo está conferido al Hijo, y si los hombres ven al Hijo, entonces Dios alcanza Su objetivo y cumple Su propósito. Satanás dice, “¡eso no debe ser, no deben ver al Hijo!” El dios de este siglo ha cegado sus mentes, para que no vean la luz de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios, y que no resplandezca sobre ellos.

¡Entonces, vaya cosa que es ver al Hijo! No me puedo parar ahora en ese inmenso asunto. Pero acabemos con esta nota: Qué tremendo grito saldrá por todo el universo cuando le veamos cara a cara al final, cuando no haya más velo oscurecedor en ningún grado. Dios entonces tendrá Su objetivo; El Hijo aparece, el Hijo es visto. Cuando Le veamos, “seremos como Él, porque Le veremos tal como Él es” (1ª Juan 3:2). Eso es precisamente para lo que Dios nos hizo: “predestinados para ser conformados a la imagen de Su Hijo” (Rom. 8:29). Pero ver ahora y seguir viendo hasta el día perfecto, es necesario, porque es cuando vemos que somos transformados a Su imagen.

¿Cuál es la oración en nuestros labios y en nuestros corazones al marcharnos? Que no sea mero sentimiento, que sea un persistente clamor y una búsqueda persistente—¡Veríamos a Jesús! Y todo el propósito de Dios en este universo está ligado a verle.

Capítulo 6 – Buscando la gloria de Cristo como el Hijo de Dios

Visión espiritual – T. Austin-Sparks

Capítulo 6 – Buscando la gloria de Cristo como el Hijo de Dios“Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo.” (Heb. 1:1-2)

“...al reino de su Hijo amado... El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en El fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de El y para El. Y El es antes de todas las cosas, y en El todas las cosas permanecen.” (Col. 1:13-17)

“...la gloria de Cristo, ....predicamos....a Cristo Jesús como Señor”. (2ª Cor. 4:4-5)

“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de El, y sin El nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (Juan 1:1,3-4).

“Pues el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que El mismo hace; y obras mayores que éstas le mostrará, para que os admiréis. Porque así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo también da vida a los que El quiere. Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le dio al Hijo el tener vida en sí mismo; y le dio autoridad para ejecutar juicio, porque es el Hijo del Hombre.”(Juan 5:20-21, 26-27)

“... la gloria que tenía contigo antes que el mundo existiera!” (Juan 17:5)

Hay tres direcciones principales en las que la visión espiritual es necesaria, primeramente con respecto al lugar y al significado de Cristo en el esquema divino de las cosas, y después, respecto al lugar y al significado del hombre en ese esquema; y en tercer lugar, respecto de la realidad, los caminos, y el objetivo de las potestades espirituales malignas en este universo. Estas tres cosas comprenden muy extensamente las Escrituras. Aquí nos ocuparemos principalmente con la primera de éstas.

El lugar y el significado de Cristo

Hay dos aspectos de la persona y de la obra de Cristo (1) Cristo como el Hijo de Dios. (2) Cristo como el Hijo del Hombre. Cuando hayamos reunido todo lo que dicen e insinúan las Escrituras respecto de Jesús como el Hijo de Dios, llegamos a una conclusión comprensiva. Es ésta, que los derechos exclusivos y prerrogativas de Dios, han sido concedidos por Él a Su Hijo, y Dios se ha ligado a Sí mismo para ser conocido personal y definitivamente solo por el Hijo. No hay ni acceso, ni conocimiento de naturaleza personal, ni comunión aparte del Hijo. “Nadie viene al Padre si no es por Mí” (Juan 14:6). “Nadie conoce al Padre si no el Hijo, y aquel a quién el Hijo lo quiera revelar” (Mat. 11:27). La revelación está solamente en el Hijo. “El que me ha visto, ha visto al Padre.” (Juan 14:9). Después tenemos que preguntar, ¿Cuáles son esos únicos y exclusivos derechos de Dios que han sido concedidos al Hijo? El primero es:

La prerrogativa de la vida

Cuando llegamos a tratar realmente con la vida, llegamos a tratar con Dios. Mientras haya algo de vida presente, el hombre puede tener un lugar. Puede ayudar, estimular, alimentar y cooperar con ello; pero cuando la vida se ha ido, el hombre no tiene más lugar y es sólo asunto de Dios. Sólo Dios puede tratar con esa situación. La cuestión de la vida de entre los muertos en un asunto exclusivamente de Dios. Para toda una generación, esta pregunta ha rugido como una batalla, y en gran medida, rugía alrededor de un hombre—Louis Pasteur. Durante toda su vida, la cuestión de la generación espontánea, se encendía y humeaba y dividía a los hombres en escuelas fieramente antagónicas. Pero antes de morir, la cuestión fue zanjada y al día de hoy, ninguna persona llena de conocimiento puede creer otra cosa que el hecho de que la vida procede de la vida, y nunca de la muerte—es decir, en el reino de lo natural. Por tanto, el campo queda abierto para lo sobrenatural, y la vida que procede de la muerte es algo que pertenece sólo a la esfera exclusivamente de Dios. Lo que es cierto en lo natural es también cierto en lo espiritual. La vida que todos nosotros tenemos en común como la vida de las almas y del cuerpo, es una cosa, y la ley de arriba testifica bien al respecto. Pero hay otra vida; es la vida no creada, la vida Divina, lo que llamamos vida espiritual. Eso es algo completamente distinto. Cien personas o más pueden estar reunidas aquí, todas ellas vivas en un sentido primario, pero sólo unas pocas pueden estar vivas en el sentido secundario. La mayoría, aunque sean muy activos en la vida del alma y del cuerpo, pueden estar bastante muertos en relación con la vida divina no creada. Por tanto, son personas divididas, y de este modo hay dos órdenes enteramente distintos de la creación, dos especies de seres.

Mucho ha sido escrito y dicho sobre la inmortalidad del alma. La Biblia no enseña esto. La continuidad y la inmortalidad son dos cosas distintas. La inmortalidad es la prerrogativa y característica divina. “El único que tiene inmortalidad” (1ª Timoteo 6:16). La inmortalidad es esa naturaleza divina que es característica de la vida divina. Es algo mucho más alto que simplemente la supervivencia o la desintegración física y la tumba. Esto último sin inmortalidad o vida inmortal debe ser una cosa horrible. Es lo que la Biblia metafóricamente describe—estando “desnudos” y “avergonzados”. Así, el apóstol habla de la inmortalidad como ser “revestidos” de ello, para que “la mortalidad sea tragada por la vida”.

Por tanto, la concesión de esa vida pertenece sólo a Dios, y lo que la tienen son por ello diferentes de todos los demás en una realidad interna. Poseen la base para una transformación completa, que es el significado de ser “glorificado”.

Pero nuestro mensaje particular es que Dios ha concedido esta vida a Su Hijo Jesucristo y eso no puede tenerse aparte de Él. “Como el Padre tiene vida en Sí mismos, así ha concedido al Hijo tener vida en Sí mismo” (Juan 5:26). “. Porque así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo también da vida a los que El quiere.” (Juan 5:21). El Evangelio de la gloria de Cristo es que Dios Le ha dado la gloria de poder dar vida eterna, incorruptible, inmortal, a los que creen en Él. “Esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida.” (1ª Juan 5:11-12). Una vez que esa vida ha sido impartida todos los gloriosos pensamientos y propósitos de Dios para los hombres han comenzado su camino hacia el cumplimiento. Así, lo que viene con Cristo es la vida de una nueva creación, un nuevo universo. Todo ha de ser realizado en el principio biológico, pero es una vida que es diferente en naturaleza, capacidad, y conciencia, de toda otra vida. Siendo peculiarmente la propia vida divina de Dios, es el fundamento y el enlace a la verdadera comunión interna con Él. De esta forma, podemos ver algo del significado inmenso y vital de Cristo.

Aceptar a Cristo de una forma positiva y viviente es recibir una vida que significa una diferencia interna y secreta en nuestra misma constitución, y estar en el camino de posibilidades que son negadas a otros.

Rechazar o descuidar a Cristo es perder o abandonar todo lo que Dios siempre quiso cuando creó al hombre y cuando lo puso a la prueba de la fe. Aquí yace el inmenso peligro de la prevaricación o de la demora. No está en poder del hombre decir cuando esa vida le será ofrecida. Cuando Cristo es presentado, ese es el momento cuando la vida y la muerte se encuentran en la balanza de nuestra aceptación o rechazo, y los mismos valores y asuntos eternos más grandiosos están atados a esa decisión.

El gran enemigo de la gloria eterna del hombre trataría de cegar y de mantener ciego al hombre a todas estas cosas. Una de las mentiras cegadoras del Diablo es la mentira de la evolución. Aunque todos creemos en un cierto desarrollo y progreso, la doctrina que declara que el hombre comenzó de la ameba y que a lo largo del curso de muchos miles—quizás millones de años, atraviesa sucesivas fases—por ejemplo, simio, hombre primitivo, hombre civilizado, ser celestial, etc—para convertirse finalmente en un dios, ¡habiendo alcanzado la deidad! Esto es un engaño y una decepción, y su inventor satánico pretende con ello evitar que los hombres acepten a Cristo. Porque se dice que todo este progreso (?) tiene lugar sin una intervención externa. Alguien que ha escrito sobre este asunto, lo ha puesto de la siguiente manera: Hemos escuchado de una máquina maravillosa, que con garras, se aferra de tanta piel en un extremo y la atrae hacia sí, sin ninguna intervención externa, y paso a paso. Hasta que finalmente la convierte en zapatos en el otro extremo... ¡sin intervención externa! Y dice el escritor que eso es evolución; las garras aferrándose de las amebas y atrayéndolas hacia sí. Después la evolución se supone que la lleva a través de varias fases y al final, la convierte en seres como ángeles y dioses. Pero dice él que desafortunadamente, la ameba en un cierto momento es cogida en este engranaje, hasta que al final, ¡vienen bestias que la destrozan en pedazos! ¿Están los hombres realmente más cerca de los ángeles y de dios al día de hoy después de miles de años? ¿Es la vida moral de la raza tan sumamente más alta, después de todo? Sólo los muy ciegos dirían que sí.

Es ahí, en esa pequeña cláusula “sin intervención” donde se halla todo. No habrá ninguna genuina conformidad a la semejanza de Dios sin intervención externa. No funcionará como una máquina. Esta intervención externa está puesta en las palabras de Cristo: “He venido para que tengáis vida.” (Juan 10:10). No hay esperanza de que el hombre alcance a Dios por sí mismo, pero Dios ha intervenido en la persona de Su Hijo y con Él, ha ofrecido la vida que tiene en sí el poder para llevarnos a la unidad con Él en semejanza y comunión.

La prerrogativa de Dios sobre la luz concedida al Hijo

La segunda prerrogativa de Dios es la luz. Fue Dios quiñen dijo, “¡Sea la luz, sea la luz!” La luz es con Dios. Por supuesto, hay muchas insinuaciones en las Escrituras de que eso en el reino natural. Dios hace la oscuridad y la luz, y Dios, cuando escoge, puede irrumpir en el curso natural de las cosas en ese asunto y convertir la luz en oscuridad y la oscuridad en luz. Puede dividir el mismo territorio entre la luz y la oscuridad. Cuando todo Egipto esta sumido en la más profunda oscuridad, y con la plaga reposando sobre sí, los hijos de Israel tenían luz en sus moradas. Ahí mismo, en la misma tierra, la luz y la oscuridad existían simultáneamente por una intervención divina desde el exterior. Si, la luz puede ser preservada y mantenida por Dios más allá de su debido curso, y la oscuridad puede ser traída prematuramente cuando debía ser luz.

Hay mucho en el Antiguo Testamento al respecto, y lo traslada al Nuevo Testamento. Cuando el Hijo de Dios fue crucificado, hubo oscuridad sobre la tierra en la novena hora. Quitas al Hijo de Dios y quitas la luz. Ese es el punto. La luz es la prerrogativa de Dios.

Lo que es ilustrado por la relación de Dios con la naturaleza es la gran verdad de la luz espiritual; esa luz espiritual es la prerrogativa de Dios, que Él puede traer la luz a la oscuridad en cualquier momento, no tiene que esperar al curso de las cosas. Y Él puede cerrar la luz en cualquier momento. Es algo que está en su poder.

Por tanto, la segunda prerrogativa de Dios, por nombre la luz, es también concedida a Jesucristo Su Hijo, y ligada a Él: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 9:5). “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios... En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” “Nadie ha visto a Dios jamás; el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer. “Él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). Es la gloria de Cristo poder, en cualquier momento, irrumpir en nuestra oscuridad, y esto es lo que precisamente ha traído Su gloria a nuestros corazones y lo que ha sacado gloria para Él de nuestros corazones, cuando mediante ese bendito toque de SU dedo (del Espíritu de Dios), hemos podido decir repentinamente, ¡Veo! ¡Nunca lo había visto de esta manera! ¿Cuál es entonces el deseo espontáneo de nuestros corazones? Adorarle.

Volvemos al hombre ciego de nacimiento, a quién el Señor dio vista y a quien finalmente le preguntó, “¿Crees en el Hijo de Dios?”. Él contestó y dijo, ¿Quién es para que yo crea en Él? Jesús le dijo, “Le has visto y el que habla contigo es”. Y él contestó: “Señor, creo”, y Le adoró. ¿Por qué Le adoró? Porque el Hijo de Dios para él fue una sola cosa para la recuperación de su vista. Las dos cosas fueron juntas. Recuperar su vista esta ligado a Aquel que no podía ser otro para darle vista, que el Hijo de Dios. Eso es lo que el Señor quiso decir al incluir este incidente en ese evangelio, cuyo propósito completo no era otra cosa que evidenciar que Jesús es el Hijo de Dios. Ya sabes como Juan finaliza su evangelio—si se escribiera todo lo que se podría escribir, supongo que hasta el mundo entero no podría contener los libros que habrían de escribirse; pero estas cosas están escritas “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” y que creyendo, podáis tener vida en Su nombre” (Juan 20:30). Y esto está escrito en el libro que tiene a esto como objetivo. Cuando los discípulos dicen, “Señor, ¿Quién pecó, este hombre o sus padres, para que naciera ciego?”, el Señor Jesús rechazó esa superstición diciendo, “No es que este hombre pecara ni sus padres; sino para que la obras de Dios fueran manifiestas en él.” Y el Hijo es el instrumento de las obras de Dios. El Señor Jesús ya había dicho que el Padre trabaja y las obras que hace el Padre, el Hijo las hace, y mayores obras que esas hará. Las obras de Dios—dando vista, a través del Hijo, a los ciegos de nacimiento, guiando a la adoración; y a Dios no le importa que adores a Su Hijo, Él no va a estar celoso de Su Hijo, porque Él esta ligado a Sí mismo con Su Hijo, y ha puesto a Su Hijo en igualdad con Él mismo y ha concedido Sus propios derechos y prerrogativas en Su Hijo. Adorar al Hijo es adorar al Padre porque el Padre y el Hijo son uno.

Bien, que Jesús es el Hijo de Dios es evidente por el pueblo que recibe visión espiritual, y esa es la gloria de Cristo, poder hacer eso, guiar, como estábamos diciendo, a la adoración. Es una gran cosa reconocer incluso un poquito de esto. Es una gran cosa que sean abiertos los ojos. Es una gran cosa que nuestros ojos sean abiertos inicialmente y fundamentalmente; es una gran cosa que al avanzar en la apertura de nuestros ojos una y otra vez para ver lo que nadie ha podido mostrarnos, todo aquello por lo que hemos luchado por ver y por comprender; y entonces Dios,

soberanamente por intervención desde fuera, toca nuestros ojos espirituales y vemos. ¿No es ése un gran día, cuando llegamos a ver así?

Algunos de nosotros sabemos lo que es tener algo en la Palabra de Dios. Sentimos que hay algo en este pasaje que no tenemos claro aún; hay un significado divino pero no podemos descifrarlo; y hemos caminado alrededor de eso, hemos intentado encontrado ayuda de otros pero no hemos podido hallarla. Hemos ido a todas las autoridades en referencia a ese pasaje en particular, pero no hemos encontrado ayuda. Se dicen cosas muy buenas con referencia a eso, pro de alguna manera seguimos sin encontrarle sentido. Lo devolvemos al Señor diciendo, “Señor, si quieres que tengamos eso, muéstranos en el momento correcto, cuando sea necesario, no por causa de información, sino cuando cumpla a tu propósito.” Hemos proseguido adelante y hemos dejado el asunto al Señor. Hemos proseguido en silencio, quizás ocupados con otras cosas, y repentinamente, todo el asunto ha irrumpido sobre nosotros y lo hemos visto, y nuestros rostros se han cubierto de sonrisas. Podemos poner nuestro dedo sobre muchas cosas como esa en el curso de la vida. Simplemente han venido y las hemos recibido. Son cosas que yo no nos pueden ser quitadas.

Lo que quiero decir con esto es simplemente ilustrar qué cosa tan tremenda es este rompimiento de luz en nosotros, como nos levanta, como nos llena con gloria, como transforma el aspecto cuando irrumpe la luz espiritual, luz que nunca estaba ni en el mar ni en la tierra, luz de lo alto. Y el Señor Jesús es la suma de esa luz divina. Él es la luz. Si nuestros ojos se abrieran para poder ver el significado del Señor Jesús, qué tremenda diferencia marcaría, de qué manera nos emanciparíamos. Esa es la necesidad, ver al Hijo de Dios habiendo sido conferida a Él la prerrogativa de la concesión de la luz divina, porque Él es la luz. Es Él quien tiene que entrar en nuestra escena de oscuridad y echar fuera la oscuridad. Esa es Su gloria, y tu puedes conocer la gloria del Hijo de Dios, tu puedes adorarle porque tus ojos han sido abiertos.

Él está aquí. De la misma manera que Él, siendo la resurrección y la vida, significa resurrección en cualquier momento, y no meramente en el último día—recuerdas que Marta dijo, “Sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”; y el Señor le dijo en efecto, “Para, Yo soy la resurrección y la vida, y estando Yo aquí, el día postrero puede estar aquí, en lo que se refiere a la resurrección. No es un asunto de tiempo cuando Yo estoy presente, ¡Puede ser ahora! Así pues, estando Él aquí, puede haber una nueva creación ahora mismo, con una luz de nueva creación; no que yo lo tenga después, sino ahora; por esta gloriosa intervención de dentro a afuera.

La gloria de Jesucristo que tenía con el Padre antes que el mundo fuese, la gloria del Hijo, es ésa; que tenía esta sola prerrogativa, derecho, poder y capacidad de traer luz. Nadie más puede darla. No es posible alcanzar esa luz. Es Su don, es Su obra. Esa es Su gloria.

La prerrogativa de Dios del Señorío conferido al Hijo

Una palabra final en referencia a la gloria de Jesucristo como el Hijo de Dios. La prerrogativa divina del gobierno es conferida a Él. La tercera prerrogativa de Dios es el gobierno. En el último asunto, la decisión es de Dios en todos los temas. Por encima de todas las cosas, Dios es: El gobierna y gobierna en los reinos de lo hombre y entre los ejércitos de los cielos. Él gobierna, pero Él ahora ha concedido ese gobierno a Su Hijo. “Ni el Padre juzga a ningún hombre, sino que ha dado todo el juicio al Hijo” (Juan 5:22). Así, La prerrogativa divina del gobierno es conferida a Cristo.

¿Qué significa eso para nosotros ahora? “El evangelio de la gloria de Cristo”. “Predicamos a Cristo Jesús como Señor”. Eso en sustancia una declaración—la gloria de Cristo, Cristo Jesús como Señor. Pienso que tengo que dejar mucho del detalle y saltar directamente al final de eso. La gloria de Cristo sólo es reconocida cuando Él es Señor, pero sí es reconocida cuando Él es Señor. Quiero decir que Él es satisfecho cuando Su Hijo viene al lugar escogido, y Dios nunca puede ser satisfecho en ninguna manera sin que la persona afectada sea consciente de ello. Siempre hay un eco aquí de algo que hay en el corazón de Dios que nos afecta. Quiero decir que si el cielo se regocija por un pecador que se arrepiente, el pecador nunca dejará de tener el eco del gozo del cielo. El gozo que viene a un pecador arrepentido no es sólo su propio gozo, es el gozo del cielo. Procede de lo que está sucediendo en lo alto. Cuando agrada al Padre, será testificado en aquel de quién Él se agrada. “Este es Mi Hijo amado, en quién tengo complacencia.” (Mat. 3:17). El Hijo conoce en Su propio Espíritu, en Su propio corazón, el deleite del Padre. “El Padre ama al Hijo”. Puede decir eso sin ocultar nada y sin ninguna presunción: y cuando el lugar que ha sido asignado al Hijo por el Padre, es dado al Hijo en cualquier vida, o en cualquier compañía, o en cualquier lugar en la tierra, entonces podrás tomarlo como que el cielo se ha abierto allí, y la gratificación del Padre será manifiesta allí. Nunca superas una lucha y batalla sobre alguna cuestión referente a Su Señorío, sin conocer un nuevo gozo divino, paz y reposo en tu corazón. Una gran lucha ha tenido lugar referente a un asunto de obediencia en algo conreto a la voluntad de Dios, algo que el Señor ha dicho: ha habido una batalla en esa área durante mucho tiempo, y al final, vences—“Mi terca voluntad al final ha cedido”—y lo superas. El Señorío del Señor se establece, ¿Y cual es el resultado? Descanso, paz, gozo satisfacción. Dices, ¡Que loco fui gastando tanto tiempo en eso! ¿Qué es lo que es? No es simplemente un alivio psicológico, por haber dejado atrás ese lugar difícil: es el Espíritu Santo que da testimonio desde el interior. Es la Paloma Santa alumbrado tu espíritu. Es el beneplácito del Padre testificado a tu corazón, el señorío de Dios establecido en Cristo. Nunca podremos realmente creer en el absoluto Señorío de Dios sin dar a Cristo Su lugar. Eso es una contradicción. Para que el Señorío de Dios sea una realidad, Cristo tiene que ser Señor de nuestros corazones. Necesitamos ver eso.

El asunto práctico

Lo que quiero dejaros en estas últimas palabras es esto: orad al Señor para que abra vuestros ojos al significado del señorío de Cristo. Sabéis bien, amados que todos vuestros problemas giran alrededor de ese asunto. Otros señores han tenido dominio sobre nosotros.¿Quienes son esos otros señores? Hay muchos señores. Nuestras propias almas pueden estar ejerciendo dominio, nuestros propios sentimientos, nuestros propios gustos y preferencias, nuestros juicios, nuestras aversiones y antipatías, nuestras propias tradiciones, nuestros propios maestros: estos pueden estar gobernándonos. Los señores pueden ser muchos, y pueden simplemente estar gobernando. El Señor desea llevarnos a un lugar más grande y más libre, a un lugar de cielos abiertos: algo está todavía ejerciendo su tiranía: estamos en el centro, la vida del yo natural está en el trono, tenemos aún una horrible tendencia a arrastrar todo hacia nosotros mismos. En cuanto algo se levanta, nos introducimos en el centro del escenario, con la vida del yo gobernando desde el trono: ¿y qué clase de vida es ésta? Una vida de sombras, por decir lo mínimo de ello; una vida de limitación, de variabilidad, de altos y bajos, de debilidad y de incertidumbre. Si queremos venir directamente a la luz, la luz plena, para llegar a la plenitud de la luz, en la libertad gloriosa de los hijos de Dios, todos los otros señores tienen que ser depuestos, y Cristo tiene que ser el Señor.

Ahora bien, mientras digo esto, estaréis absolutamente de acuerdo conmigo. Seguro que decís, Si, por supuesto, queremos que Cristo sea el Señor, no queremos nada

más que a Cristo como Señor. Y sabemos que Él tiene que ser Señor, ¡Sabemos que Dios le ha hecho Señor y Cristo! Asentimos. Amados, eso es correcto, ¿Pero qué hay de ello? Cuando hemos asentido, cuando hemos estado de acuerdo, ¿todavía vamos a hacer valer nuestros propios juicios, vamos a seguir encontrándonos con las demás personas o con las demás cosas en nuestras propias fuerzas? ¿Vamos a seguir estando en el cuadro, vamos a dejar que todavía esos viejos dominios nos influencien? Este establecimiento de Cristo como el Señor es algo que sólo puede hacerse no por afirmación ni por acuerdo, aunque eso pueda ser requerido—sólo puede hacerse por medio de nuestro quebrantamiento, y tenemos que decir al Señor, “Señor, rompe todo lo que Tú encuentres estorbando en el camino: quita lo que haya que estorbe a Tu absoluto Señorío”.

“El más preciado ídolo que yo Yo he conocidosea lo que sea ese ídoloAyúdame a rasgarlo desde Tu TronoY adorarte sólo a Ti”

Puede haber algo muy querido, un parte de nuestro ser, y que esté estorbando: nuestra propia vida, nuestro propio yo. Hay algo qué hacer ahí mismo, en nosotros, pero ¡Oh, si viéramos cuánto depende del lugar y del significado de Cristo en la economía divina de las cosas, Cristo como Señor! ¿Qué cosas dependen de eso? La gloria de Cristo.

¿Has llegado alguna vez a una nueva posición con el Señor en la que Su Señorío ha sido establecido de una forma nueva, en algún nuevo asunto, en alguna nueva esfera? ¿Has pasado por ello alguna vez sintiéndote un miserable al respecto, sintiendo que lo has perdido todo? Ya conoces lo opuesto. La experiencia puede haber sido una experiencia muy profunda y terrible pero cuando has salido, glorificas a Dios. Cuando el Señor está tratando con cosas que están estorbando en medio de Su Señorío, es un tiempo oscuro, lleno de sufrimiento, pero vas a salir al lugar en el que darás gracias a Dios por cada pequeño detalle de ello. ¿Cómo puede ser eso? Eso es lo que sentimos cuando estamos en el proceso, pero estoy seguro, y la experiencia misma testifica en algún grado al respecto, que cuando estamos al otro lado de ello y el Señor tiene un nuevo lugar en nuestras vidas, Le damos gracias por las profundidades, y decimos, “Estabas en lo cierto, fuiste fiel y verdadero.” Puedes decir eso con un poco de tu fe, pero es algo grandioso decir eso como un poco de tu experiencia. ¡Fiel y verdadero!

La gloria de Dios en la faz de Jesucristo, la gloria de Cristo, el evangelio de la gloria de Cristo como Hijo de Dios nos es traída en términos de Vida y Luz y Señorío—las tres cosas de la gloria del Hijo de Dios. Que el Señor nos guíe a eso.

Capítulo 7 – La gloria de Cristo como el Hijo del Hombre

Visión espiritual – T. Austin-Sparks

Capítulo 7 – La gloria de Cristo como el Hijo del Hombre

“Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo.” (Heb. 1:1-2)

“porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando.Pero uno ha testificado en cierto lugar diciendo: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él o el hijo del hombre para que te intereses en ÉL? Le has hecho inferior a los ángeles. Le has coronado de gloria y honor, y le has puesto sobre las obras de tus manos. Todo lo has sujetado bajo sus pies. Porque al sujetarlo todo a él, no dejó nada que no le sea sujeto. Pero ahora no vemos aún todas las cosas sujetas a él. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco inferior a los ángeles, es decir, a Jesús, coronado de gloria y honor a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios probara la muerte por todos. Porque convenía que aquel para quien son todas las cosas y por quien son todas las cosas, llevando muchos hijos a la gloria, hiciera perfecto por medio de los padecimientos al autor de la salvación de ellos. Porque tanto el que santifica como los que son santificados, son todos de un Padre; por lo cual El no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la congregación te cantaré himnos. Y otra vez: Yo en el confiaré. Y otra vez: He aquí Yo y los hijos que Dios me ha dado. Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, El igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida. Porque ciertamente no ayuda a los ángeles, sino que ayuda a la descendencia de Abraham. Por tanto, tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo. Pues por cuanto El mismo fue tentado en el sufrimiento, es poderoso para socorrer a los que son tentados.” (Hebreos 2:5-18)

“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad a Jesús, el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe.”(Hebreos 3:1)

“En los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios.” (2ª Cor. 4:4)

En nuestra meditación anterior vimos la gloria y el significado de Cristo como el Hijo de Dios, habiendo sido conferido todas las prerrogativas de Dios; Primero, el poder de la Vida; en segundo lugar, el poder de la Luz; en tercer lugar, el Poder del Señorío.

En esta meditación dedicaremos tiempo a otro aspecto de la gloria de Cristo, la gloria y el significado peculiar de Cristo como el Hijo del Hombre. Es aquí donde también necesitamos visión espiritual. Si los hombres pudieran ver realmente desde el punto de vista de Dios, con el propio conocimiento y entendimiento de Dios, al Señor Jesucristo como el Hijo del Hombre, entonces todos los problemas de este mundo se resolverían; porque ciertamente hay un sentido en el que todos los problemas se resuelven cuando vemos. Y la solución de Dios es Su Hijo. Seamos hallados esta tarde esperando en el Señor para que podamos ver. Que ésa sea nuestra actitud: ver a Jesús de forma interna con los ojos del corazón iluminados, el Espíritu de sabiduría y de revelación siendo dado a nosotros en el conocimiento de Él.

Si pudiera decirlo aquí de esta manera, siento que la carga de nuestros corazones debería ser que los ojos del pueblo del Señor se abrieran primero. Oh, si los ojos de Su pueblo se abrieran. Qué actitudes tan distintas habría, qué grandes posibilidades habría para Dios, ¡Cuántas cosas que son deshonrosas para Dios desaparecerían! ¡Si pudieran ver! Oremos intensamente para que sean abiertos los ojos del pueblo de Dios. Y después, para que los ojos de los hombres sean abiertos extensamente, oremos para que haya un ministerio de apertura de ojos como el de Pablo—“a los cuales yo te envío, para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz” (Hechos 26:17-18). Oremos en esa dirección continuamente.

El arquetipo de una Nueva Humanidad

Creo que hay dos o tres aspectos particulares de Cristo como el Hijo del Hombre. Primero, éste es el título humano de Cristo, y nos trae de nuevo la concepción de Él como hombre, o como la humanidad, y lo que es necesario ver sobre el Señor Jesús es ese significado divino en Su humanidad. Como el Hijo del Hombre, no es sólo que Él haya venido a nuestro lado, tomando carne y sangre, y así, haciéndose un hombre, estando aquí como un hombre entre los hombres. No, no es eso. Cierto, Él es hombre, cierto, Él ha participado de carne y de sangre, pero hay una diferencia, una vasta e infinita diferencia. La Humanidad, si; pero no exactamente nuestra humanidad. El significado de Cristo como el Hijo del Hombre, es que Él es el arquetipo de una nueva humanidad.

En el universo de Dios ahora hay dos humanidades, mientras que antes había una sola. La humanidad de Adán era la única, pero hay otra Humanidad ahora, una humanidad diferente; carne y hueso pero sin la naturaleza pecaminosa de esta humanidad, sin nada de lo que ha alienado y separado a esta humanidad de Dios, sin nada de lo que ha traído a esta humanidad bajo el juicio de Dios, una humanidad sobre la que Dios, en Su infinita santidad y perfección, puede mirar en deleite y satisfacción extrema. “Mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” (Mat. 3:17). Es un hombre pero un hombre tal que no es corriente entre los hombres, sino enteramente distinto. El significado de Cristo como el Hijo del Hombre es que Dios ha comenzado una nueva humanidad conforme a Su propia mente y a su pensamiento perfecto, y en Su Hijo, hay el arquetipo de una nueva humanidad a la que Dios conformará a una nueva raza “conforme a la imagen de Su Hijo” (Rom. 8:29).

La gran realidad de un verdadero cristiano o cristiana es que él o ella están siendo progresivamente convertidos en otra persona, están siendo hechos distintos. No es solo y simplemente un tema objetivo de fe en Cristo en lo externo. Es más que eso; es vivir por Cristo internamente.

Así, Dios ha venido a este reino de la humanidad en la persona de Su Hijo como representante de un nuevo orden completo, un nuevo orden de la humanidad, y mediante una unión vital con Cristo, está brotando una nueva raza, un nuevo orden. Una nueva clase de humanidad está creciendo en lo secreto, y avanzando hacia ese día del que habla el apóstol, cuando habrá esa manifestación de los hijos de Dios; y la maldición será levantada, y la creación misma será librada de la esclavitud de la corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Ahora bien, el asunto es el tremendo significado de la encarnación, de la Palabra hecha carne y haciendo un tabernáculo entre nosotros, el tremendo significado de Cristo como el Hijo del Hombre, estableciendo entre los hombres una nueva clase de ser, un nuevo tipo y forma de humanidad. No hay esperanza para que la creación salvo en ese nuevo tipo, en ese nuevo orden. Si los hombres vieran esto, ¿no

resolvería esto todos los problemas de este tiempo? ¿De qué están hablando? ¿Cual es la frase más grande y más corriente en los labios de los hombres hoy día? ¿No es un nuevo orden, un nuevo orden mundial? Pero están ciegos. Hablan en la oscuridad: están andando a tientas pero no ven. El único nuevo orden es el orden del Hijo del Hombre. La única esperanza de este mundo es que esta nueva creación surgirá en Cristo Jesús.

La verdad prefigurada en la historia de Israel

Podríamos quedarnos aquí mucho tiempo, alrededor de la humanidad del Señor Jesús. Hay mucho más en las Escrituras sobre esto, quizás mucho más de lo que te hayas dado cuenta. Pero fíjate que Dios ha puesto esto en lo profundo de los fundamentos de la historia. Toma a Israel como la gran lección objetiva de Dios para los tiempos pasados—y su historia del pasado todavía permanece como el gran libro de las ilustraciones de los principios de Dios—y descubres que la misma vida nacional del Israel de antaño estaba fundada en las cosas que establecieron la perfecta humanidad del Señor Jesús.

Vas al libro de Levítico y tomas esas fiestas; ves qué lugar tenía la humanidad (la harina fina) en esos símbolos y tipos. Ves lo que Dios ha dicho ahí, en ilustración, que la vida de un pueblo que ha de satisfacerle, se basa en una naturaleza, en una humanidad: no la vieja humanidad de Adán, sino otra. En el mismo fundamento de la vida de tal pueblo, existe esta realidad: hay una humanidad que es perfecta e incorruptible: y desde esas fiestas debe extraerse toda sugerencia y sospecha de levadura, que habla de la corrupción, el fermento de la vieja naturaleza. No hay lugar cuando éste asunto es un asunto del mismo fundamento de la vida de Israel en relación con Dios.

Bien, ya sabes, hay mucho al respecto, pero no vamos a explorar todo el terreno. Simplemente quiero indicar el hecho de que la humanidad del Señor Jesús como el Hijo del Hombre, establece esa nueva clase, ese nuevo tipo, algún orden nuevo en el universo de Dios, que satisface a Dios.

Aquí yace el significado tremendo y maravilloso de la unión con Cristo por la fe, llevándonos directamente a lo que Él es en Su aceptación a Dios. La operación práctica de eso debe ser que tú y yo—más y más, abandonemos el terreno del viejo Adán, de la naturaleza, de la tierra, y que permanezcamos en Cristo. Eso significa simplemente aferrarse por la fe a lo que Él es, y soltar lo que somos, y así, en esto se encuentra el placer de Dios. Si proseguimos en nuestra propia tierra, en lo que somos por naturaleza, y tomamos cuenta de ello y tratamos de hacer algo bueno de ello, o incluso pasamos tiempo deplorando lo miserable que es esa naturaleza, perdemos toda la gloria de Dios. La gloria de Dios está en otra naturaleza. Permanece en Cristo, habita en Cristo, y la gloria estará ahí. Es la gloria de Cristo como el Hijo del Hombre. ¿Cuáles son las horas más benditas y gloriosas en la experiencia cristiana? ¿No son las horas en las que están contemplando a Cristo y las horas absorbidas con todo lo que Cristo es?

El pariente que redime

Después, la gloria de Cristo como el Hijo del Hombre ha de verse en Él como el pariente que redime. Primero como el arquetipo de una nueva humanidad, después como el pariente que redime. Tus pensamientos se irán enseguida a este pequeño clásico que es el libro de Rut. No necesito contarte la historia de Rut en detalle, pero

es de ahí de donde sacamos grandes verdades y principios de la actividad redentora del Señor.

La historia brevemente es esta. La herencia se había perdido. Llega el día cuando esa herencia se convierte en un asunto triste y solemne, pero de intensa preocupación a los corazones de aquellos que la han perdido. Ahora, una vez en casa, han descubierto que la herencia ha pasado de su control y derecho, y son profundamente entrenados en el corazón por causa de la herencia perdida. Hay una sola manera, conforme a la ley de las cosas, por la que esa herencia perdida puede ser comprada de nuevo, y es que hubiera algún pariente para redimir—debe ser un pariente, debe ser de su familia—que tenga el derecho para redimir, y que tenga la capacidad para redimir, y que esté dispuesto a redimir. Los que perdieron la herencia, y se han preocupado tanto sobre su recuperación, están buscando a ese pariente redentor que tenga el derecho, que tenga la capacidad, los recursos y que tenga la disponibilidad para redimir la herencia perdida. Ya sabes como Rut entra en contacto con Boaz, pensando que él era el pariente que redimiría, reconociendo que quizás él tendría la voluntad, y que él tendría los recursos, y cómo descubre que no tiene el derecho, porque había otro que iba por delante de él. Tiene que hacerse un llamamiento hacia aquel que tenía el derecho, y se descubre que aunque él tenía el derecho, no tenía ni la capacidad ni los recursos: y así, pasa su derecho a Boaz. Finalmente, la persona completamente idónea para este asunto es encontrada en Boaz. Ahora él tiene el derecho, tiene los recursos y la capacidad, y está dispuesto a hacerlo.

Pero entonces surge otra cosa en esta historia. Conforme a la ley de las cosas, el pariente que redime tiene que tomar como esposa a aquella para la que redime la herencia, y el camino tiene que quedar abierto para eso. El otro pariente para redimir no podía porque no estaba abierto para eso, pero Boaz tenía el camino abierto para hacerlo.

Hay elementos en la historia. Yo no voy a entrar en los pequeños detalles al respecto, solo en la línea general. Ya ves como Dios ha colocado una ilustración tan exquisita de la gloria de Cristo como el pariente que redime. La herencia se ha perdido, y todo lo que Dios quería para el hombre ha sido falsificado. El hombre ahora, por medio del pecado de Adán, ha perdido la herencia. En Adán, ya no es heredero de todas las cosas por más tiempo, la herencia se ha perdido. La tragedia de esta humanidad en Adán es ésa simplemente: una vez fue heredero, hecho para heredar, pera ahora está en bancarrota, sin esperanza, habiéndolo perdido todo. Esa es la tragedia de esta humanidad. Es ahí donde estamos por naturaleza. Lo tenemos escrito en nuestros seres. Nuestra propia naturaleza testifica del hecho de que nos falta algo, no disponemos de algo, algo que debería estar ahí y no está. Estamos andando a tientas en busca de ello. Está en la misma naturaleza de las cosas buscar eso, anhelarlo. Cada ambición del hombre, cada búsqueda, cada pasión del hombre, es el hombre gritando desde su naturaleza, que hay algo que debería tener pero no puede tenerlo. Acumula todo lo que el mundo puede darle, y muere diciendo, “¡No, no lo tengo, no he encontrado lo que persigo!” Es un heredero que ha perdido su herencia.

El derecho de redimir

A un mundo semejante, a una raza como esa, Dios, en Su Hijo, en términos de hombre, viene desde el exterior como el pariente redentor. Él, primero que nadie, tiene el derecho de redimir. ¿Por qué? Porque es el primogénito de toda la creación. Ocupa el primer lugar. No es un pariente que redime ocupando el segundo lugar. “Él es antes que todas las cosas”. (Col.1:17). Es el primogénito, tiene el derecho por causa del lugar, el lugar que Él ocupa, el Primer Lugar. Piensa de nuevo en todo lo que hay al respecto sobre el Señor, Aquel que viene primero, ocupando el Primer Lugar, como el

Primogénito, y descubrirás que eso constituye Su derecho, porque en la misma naturaleza de las cosas en la Biblia, es el Primogénito el que conlleva todos los derechos siempre. He aquí Jesús, Hijo del Hombre, el primero por nombramiento y posición de Dios. Él tiene el derecho de redimir.

El Poder para redimir

También dispone del poder para redimir, es decir, tiene todos los recursos para redimir. Bueno, preguntemos, ¿qué hay en la naturaleza de las cosas para redimirlas? La herencia ha de ser redimida no sólo para nosotros sino para Dios. Nosotros, a cambio, somos la herencia de Dios, somos la posesión de Dios por derecho, y no sólo hemos perdido nuestra herencia, sino que Dios ha perdido Su herencia en nosotros, y aquello con lo que nosotros podríamos ser satisfechos a cambio. Dios no puede ser satisfecho con nosotros. Si Dios ha de devolvernos esa herencia que Él mismo perdió por el pecado del hombre y su voluntad, esa redención debe ser conforme a Dios, algo que satisfaga a Dios: y Dios no puede ser satisfecho con cualquier cosa. Ha de ser algo que responda completamente a la propia naturaleza de Dios. Así, digamos enseguida que “fuimos redimidos no con cosas corruptibles, con oro o plata, de nuestra vana manera de vivir, sino con la preciosa sangre, como de un cordero sin mancha” (1ª Pedro. 1:18-19). ¿Qué es lo que satisface a Dios? Es algo incorruptible. Lo único que puede devolver a Dios Su satisfacción, ha de ser incorruptible, imposible de contaminar, incorrupto, sin mancha, sin contaminación. Estas son palabras que siempre corresponden a Cristo: un cordero, sin macha, sin contaminación. Ese es el recurso de la redención, el poder de la redención. La redención significa recuperar la herencia perdida, y Él ha redimido por Su sangre porque Su sangre representa Su vida, que es una vida incorruptible, una vida sin pecado, una vida que satisface completamente a un Dios extremadamente santo y justo. Ese es el precio de la redención. Oh, ver la humanidad del Señor Jesús en su incorruptibilidad, es ver el gran poder para redimir. Echa a un lado al Señor Jesús y echas a un lado el poder íntegro de la redención, el derecho íntegro de la redención; no hay esperanza de redención. Nunca podremos ser redimidos para Dios con cosas corruptibles como oro o plata. Ser redimido por Dios significa que tiene que haber una vida próxima que ha de ser conforme a la misma naturaleza propia de Dios.

Aquí es donde está toda la ceguera. Hablábamos en nuestra meditación anterior de la terrible ceguera que se ve en la evolución. Pero aquí está la terrible ceguera de ese terrible evangelio que no es un evangelio en absoluto, que está siendo predicado, de nombre humanismo; que está al alcance del hombre el poder convertirse en Dios. Las raíces y las semillas de la perfección están en lo más profundo del ser del hombre, con tan solo cavar un poco para llegar hasta ellas. No hay necesidad de intervención desde el exterior en absoluto. No es necesario que Dios intervenga, de que Cristo entre a este mundo. Está en el hombre el levantarse, puede mejorarse a sí mismo. Es una criatura maravillosa en lo más profundo de su ser. ¡Qué ceguera! Tú dices, “cosa tremenda a la luz de los acontecimientos y de las condiciones del mundo presentes; cosa sorprendente que cualquier hombre pueda creerlo, mucho más predicarlo; cosa tremenda es que con un aliento hablen sobre las atrocidades que son peores que las del oscurantismo, ¡y que con el siguiente aliento digan que está en el potencial del hombre hacerse como Dios! ¡Ceguera! La cuestión real es esta: ¿Son los hombres más nobles moralmente a fecha de hoy? ¿Están los hombres levantándose moralmente? Bien, Quién podrá decir “¡Si!” a la luz de lo que hoy sabemos.

Y aún así predican este evangelio del humanismo, que el hombre se está constantemente levantando y que la Utopía está en el horizonte; ¡Porque el hombre tiene dentro de sí la capacidad para levantarse! Eso es ceguera, ceguera terrible. Pero, ¡Oh! Ver al Hijo de Dios, al Hijo del Hombre, es ver la esperanza, la dirección en

la que yace la redención; porque la redención yace en la dirección de otra clase de humanidad, y en un poder para redimir, porque hay algo que satisface a Dios, y cualquier cosa que no satisfaga a Dios, nunca podrá ser un poder redentor. ¿Tiene el Señor Jesús el poder? aquí todos escuchamos a una voz, SI, ÉL tiene el poder. Él tiene los recursos para hacer esto.

La Libertad para redimir

Pero surge otra cuestión. ¿Es Él libre para redimir? Una cosa se da por hecho en este asunto del pariente que redime, y es que Él sólo puede tener una esposa. Si ya está casado, no está cualificado, porque no puede casarse con la persona para la cual él redime la heredad. Ese era el problema con el otro pariente, en el caso de Rut. No estaba libre, estaba casado y tenía una familia. Pero Boaz no estaba casado, era libre, y podía tomar a Rut como esposa; ese camino estaba totalmente abierto.

Ahora llegamos al ámbito de cosas sublimes espiritualmente, “Cristo amó a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella, para poderla redimir de toda iniquidad”: (Efes. 5:25, Tito 2:14). “Maridos, amad a vuestras esposas como Cristo amó a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella.” El redimido ha de unirse al Señor, y el Señor Jesús--¿Puedo decirlo con toda reverencia?—sólo va a tener una esposa. Sólo va a haber una cena de bodas del Cordero. La Iglesia es Su única Esposa. Sus redimidos son los únicos que entrarán en tal relación con Él mismo; y el camino está abierto. Está perfectamente libre para redimir y para tomar las consecuencias de redimir, incluso la de casarse con aquella para la cual se redime la heredad.

¿No nos lleva la redención a una posición muy sagrada con el Señor Jesús? Ese es el verdadero significado del título que le relaciona a Él con nuestro pariente redentor, para que nos unamos a Él. No redimidos como enseres, no redimidos como un objeto, sino redimidos para unirnos a Él para siempre en el más santísimo de todos los vínculos. Casados con el Señor. Ese es el significado del Hijo del Hombre. Si, Él es libre, Él puede hacerlo.

La voluntad de redimir

Sólo queda una pregunta. ¿Estará dispuesto? Él tiene el derecho, Él tiene los recursos, Él tiene la libertad. Ahora bien, ¿querrá Él? ¡Oh, como debieron esperar Rut y Noemí con respiración entrecortada y corazones latiendo fuertemente, mientras esa pregunta final estaba siendo satisfecha y contestada! ¿Querrá Él? ¿Estará Él dispuesto? Bien, ¿Qué decimos a eso? Él lo ha hecho, y eso responde a la pregunta. Todo lo que queda, si todavía no estamos disfrutando de ello, es que lo aceptemos, que lo creamos. ¡Él esta dispuesto!

Que el Señor embelese nuestros corazones y ensanche nuestra vista de Jesús, el Hijo del Hombre.