Ginzburg - Reseña El queso y los gusanos

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    Revista Brasileira de Histria. So Paulo, v. 23, n 45, pp. 71-101 - 2003

    El Queso y los Gusanos:

    un modelo de Historia critica para

    el analisis de las culturas subalternasCarlos Antonio Aguirre Rojas

    Instituto de Investigaciones SocialesUniversidad Nacional Autnoma de Mxico

    RESUMO

    El presente ensayo intenta reconstruir laslineas principales del modelo de historia

    cultural que el microhistoriador italianoCarlo Ginzburg ha venido desarrollan-do desde hace ya casi cuatro decadas, yque se han plasmado de una manera

    ejemplar en su hoy ya celebre libro ELQUESO Y LOS GUSANOS. Asi, tratan-do de reconstruir tanto las versiones de

    historia cultural que este libro y este mo-delo ginzburguianos tratan de criticar yde superar, como tambien las filiacionesde los autores y perspectivas que este mo-

    delo pretende prolongar y asumir comoantecedentes,el ensayo trata de dar cuen-ta de la singular originalidad especifica

    de esta propuesta de historia cultural deCarlo Ginzburg, caracterizada en partepor tratar de rescatar los problemas des-de la perspectiva misma de las victimas

    de los procesos historicos estudiados.Palabras clave: historia cultural crtica,microhistoria cultural, perspectiva de

    las victimas.

    ABSTRACT

    This essay attempts to recreate the guide-lines of the cultural history model that

    Carlo Ginzburg, the Italian micro histo-rian, has been developing for almost fourdecades, and that was molded in a com-mendable way in his already famous book

    EL QUESO Y LOS GUSANOS. So, it triesto reconstruct the historical cultural ver-sions that this book and the Ginzburgs

    model criticizes, as well other authorsperspectives for which this model intendsto dwell and take on precedings overothers. It deals with the unique origina-

    lity of the specific cultural history propo-sal of Carlo Ginzburg, in part characte-rized by trying to draw on problems from

    the victims own perspective of the stu-died historical processes.Keywords: cultural history, cultural mi-cro history, victims perspectives.

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    A partir de un anlisis preciso, la idea de una religin popular,

    ahistrica e inmvil, se revela como insostenible. En su lugar hay

    que plantear la idea compleja de una lucha entre religin de las

    clases hegemnicas y religin de las clases subalternas, conformada

    como toda lucha, por confrontaciones abiertas, por compromisos,

    por situaciones de una paz forzada, por guerrillas.

    Carlo Ginzburg, Premessa Giustificativa

    en Quaderni Storici,

    num. 41, 1979.

    LA UNIVERSALIDAD Y LA SINGULARIDAD DE EL QUESO YLOS GUSANOS

    Cules son los complejos factores que determinan el especfico gradode difusin social de un libro o una obra cualquiera, y que implican que lamisma slo sea conocida, leda y discutida en escala local, o en otro caso en ladimensin nacional, pero tambin y a veces que sea traducida y difundida enescala continental o hasta a nivel planetario?. Y cules son los elementos queinciden en el grado de su vigencia o permanencia a lo largo del tiempo, parahacerla un libro o una obra limitada a los tiempos de una moda, al impactode pocos aos, a la presencia durante las dcadas de una sola coyuntura, o ala vigencia de periodos mas largos de todo un siglo o hasta pluriseculares enalgunos casos?. Y qu es lo que hace que slo unos pocos y muy especficostrabajos o tambin autores se vuelvan verdaderos clsicos de referencia im-prescindible dentro de las distintas reas, campos, disciplinas o subdiscipli-nas de la cultura humana, mientras muchos otros de esos autores y trabajosno sobreviven al efecto del tiempo, que con los cambios constantes del cono-cimiento termina por superarlos y rebasarlos rpidamente?. Y qu es lo quehace que mientras algunos de esos autores y libros son conocidos y debatidosuniversalmente, la inmensa mayora en cambio no logra para nada o slo muyescasamente trascender las barreras espaciales y lingsticas que permanente-mente acotan los lmites de impacto de dichos autores y obras mencionadas?.

    Sin intentar responder a estas complicadas interrogantes, lo que presu-pondra una reflexin particular amplia y compleja, si resulta interesante se-alar que las mismas vienen a la mente, cuando intentamos explicarnos lasrazones de los vastos impactos y los prolongados efectos de obras importan-tes de la cultura y de las ciencias sociales contemporneas. Y no hay duda deque entre estas ltimas es posible incluir tambin al denso e interesante librode Carlo Ginzburg titulado El queso y los gusanos. Un libro que, desde su pri-mera edicin, fue conquistando progresivamente un enorme xito de difu-sin planetaria, a la vez que comenzaba a desplegar los profundos y diversos

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    impactos intelectuales que, en una gran parte de las historiografas naciona-les de todo el mundo, ha ido provocando a lo largo del ltimo cuarto de siglotranscurrido1.

    Porque despus de su edicin original en italiano, en 1976, el libro ha si-do ya traducido a diecisiete diferentes lenguas, que incluyen desde el japons,el albano o el serbo-croata hasta el neerlands, el estonio y el sueco entre otros,al mismo tiempo que era abundantemente reeditado en italiano (quince reim-presiones hasta el ao de 1997), para alcanzar una cifra global de copias edi-tadas en todas estas lenguas, sin duda superior a los 70,000 ejemplares publi-cados.As,convirtindose en uno de los libros obligados dentro de la formacinde cualquier estudiante serio de historia en la actualidad, y tambin en el li-bro de Carlo Ginzburg ms conocido y difundido dentro del conjunto de to-

    da su produccin intelectual2

    , El queso y los gusanos ha rebasado incluso el cr-culo especfico de los historiadores, para ser tambin ledo, comentado yutilizado por parte de lingistas y literatos, lo mismo que de filsofos, episte-mlogos y especialistas diversos de los temas culturales.

    A qu se debe entonces esa vasta difusin de este libro y las mltiplestraducciones que ha suscitado?. Y por qu ese xito enorme entre historia-dores, cientficos sociales y especialistas de las humanidades de prcticamen-te todos los rincones del mundo?. En nuestra opinin, esa difusin y xito ex-cepcionales se deben, en primer lugar, al contexto que, en el mundo entero,

    fue construido como resultado de la profunda revolucin cultural mundialde 1968, contexto que cre un medio particularmente receptivo y atento paratodas aquellas perspectivas, corrientes, obras y enfoques que, desde muy dis-tintos ngulos, comenzaron a ocuparse justamente del examen e interpreta-cin de los distintos fenmenos, problemas, temas y procesos que constitu-yen a esa compleja dimensin que es la cultura de las sociedades humanas,actuales y antiguas.

    Y en segundo lugar, al hecho de que en esta obra de El queso y los gusa-nos se encuentra contenida la propuesta de un nuevo modelo de historia crti-ca para el examen de las culturas subalternas, modelo que al mismo tiempoque ajustaba cuentas con las principales formas anteriores de abordar estecomplicado universo de la cultura de las clases populares, e incluso con algu-nas otras propuestas para la historia cultural que le han sido contemporneas,postulaba una versin de historia cultural que se destacaba de todas esas otrasversiones contemporneas por una mayor y singular elaboracin, originalidady universalidad especficas. Y es a la vez este deslinde explcito frente a otrosposibles modelos de la historia de la cultura, junto a esta mayor universali-dad, singularidad y sofisticacin, las que explican tambin, en nuestra opi-

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    nin, esa amplia difusin planetaria y esos profundos impactos intelectualesde ese libro de Carlo Ginzburg publicado en 19763.

    Revisemos entonces, con ms detalle, tanto este contexto post-68 como

    los elementos de dicho nuevo modelo de historia cultural, que va a construir-se crticamente lo mismo frente a los modelos anteriores que frente a los mo-delos que le son contemporneos, en esta lnea de intentar explicar en positi-vo, ese importante tema de la historia de las culturas de las clases ubicadas enla condicin de sometimiento y subalternidad por las clases hegemnicas dela sociedad.

    LOS DIVERSOS CONTEXTOS POSTERIORES A

    LA REVOLUCIN CULTURAL MUNDIAL DE 1968Tambin en este campo el 68 represent, como es

    obvio, un cambio de direccin.

    Carlo Ginzburg, Introduzione a la edicin

    italiana del libro de Peter Burke,

    Cultura popolare dellEuropa Moderna, 1980.

    Cuando el libro de Carlo Ginzburg titulado El queso y los gusanos. La cos-movisin de un molinero en el siglo XVIes publicado en Italia, en 1976, toda lahistoriografa occidental se encuentra viviendo los efectos inmediatos de laamplia serie de revoluciones culturales que, entre 1966 y 1969, sacudieron demaneras diversas a prcticamente todas las naciones del planeta. Porque des-de China hasta Estados Unidos, lo mismo que desde Argentina o la India has-ta Checoslovaquia o Canad, la revolucin mundial de 1968 puso en cuestiny termin transformando de raz a todo el conjunto de las estructuras cultu-rales de las sociedades modernas de todo el planeta.

    Con lo cual y de manera evidente, el tema de la cultura en sus mltiplesexpresiones y manifestaciones de todo tipo, pas a convertirse en uno de lostemas centrales del debate contemporneo en todas las ciencias sociales de lasltimas tres dcadas recin vividas. E igual que en la sociologa, la antropolo-ga, la psicologa o la ciencia poltica entre otras, tambin en la historia co-menz a ganar terreno y centralidad, despus de 1968, esa rama de la historiacultural, que si bien haba existido y haba sido cultivada desde mucho antes,no haba en cambio florecido de una manera tan plural, mltiple y ubicua co-mo lo har en esas condiciones posteriores a la revolucin de 1968.

    No es entonces por simple azar, que a partir de los aos setentas del si-glo cronolgico pasado, veamos afirmarse y prosperar todos esos distintos

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    proyectos intelectuales, que constituyen otros tantos intentos de aproxima-cin a este mismo campo de la moderna historia cultural, y que son la histo-ria de las mentalidades francesa o la psicohistoria inglesa y norteamericana,

    parte de los trabajos de la ms general antropologa histrica rusa o ciertasvertientes de la nueva historia social alemana, junto a ciertas lneas dentro dela historia marxista britnica o a la llamada historia intelectual norteameri-cana, entre otras.

    Diversas corrientes o autores dentro del vasto paisaje de los estudios his-tricos post-68, que al abocarse al estudio de los distintos renglones de la his-toria cultural, dan una de las varias respuestas intelectuales posibles, a la lgi-ca necesidad que todas las sociedades del planeta experimentan, despus de1968, de un examen y un esclarecimiento mayores de esa misma cultura, en-

    tonces inmersa en un profundo proceso de total transformacin.Y es justo dentro de este contexto global, de especial receptividad y hasta

    de reclamo de distintas explicaciones para estos fenmenos culturales, queaparece en Italia el libro de El queso y los gusanos, libro cuya intencin mani-fiesta y cuya hiptesis articuladora central es justamente la de entregarnos lasclaves para el desciframiento esencial de los cdigos principales que constitu-yen el esqueleto especfico de la cultura campesina italiana y europea durante ellargo siglo XVI. Aunque tambin, y a travs del examen minucioso de la sin-

    gular cosmovisin del molinero Menocchio, lo que en realidad Carlo Ginz-burg intenta descifrar es ese cdigo de comprensin que nos d el acceso a lasprincipales estructuras profundas, primero de una de las mas importantesculturas subalternas presentes en esa Italia y esa Europa del siglo XVI, de lacultura especficamente campesina, pero tambin y en segundo lugar, de va-rios de los elementos fundamentales de la mas general cultura de las clases po-pulares italianas y europeas, estructuras que si bien van a manifestarse de unamanera ms perceptible y evidente durante ese singular nudo histrico privi-legiado que es el largo siglo XVI, inscriben en cambio su vigencia y su fun-

    cionamiento ms esencial en los propios registros de la larga duracin hist-rica, explicitada alguna vez por Fernand Braudel4.

    Con lo cual, El queso y los gusanos va a constituirse, desde su propia apa-ricin, en la particular contribucin italiana a ese mismo movimiento gene-ral de la historiografa occidental, que en aquellos lustros aborda desde diver-sos ngulos y enfoques, y en muchos pases y simultneamente, a este campoya referido de la historia cultural. Contribucin italiana a la historia culturaleuropea y occidental entonces en auge, que se empata adems con la emer-gencia misma de la ms importante corriente historiogrfica italiana desar-

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    rollada en todo el siglo XX, y que es la hoy clebre corriente de la microhisto-ria italiana5.

    Ya que es justamente en esos aos setentas cuando va a ir conformndo-

    se, en torno de la revista Quaderni Storici, el pequeo pero activo e innova-dor grupo que ser el ncleo duro del proyecto intelectual de esa microhis-toria italiana, y cuyos representantes principales han sido hasta hoy EduardoGrendi, Giovanni Levi, Carlo Poni y el mismo Carlo Ginzburg. Un pequeogrupo de historiadores crticos, de izquierda y profundamente inconformescon las viejas y tradicionales formas de hacer historia entonces imperantes enItalia, que en 1976 van a encontrar en El queso y los gusanos, no slo un lo-grado ejemplo delprocedimiento microhistrico que entonces ellos estn envas de teorizar y explicitar6, sino tambin una obra que inaugura, dentro de

    ese mismo proyecto global microhistrico, el rea de la entonces debatida yomnipresente historia cultural.Lo que va a establecer un mecanismo de doble retroalimentacin entre

    esa obra de Ginzburg y dicha corriente de la microhistoria italiana. Pues si lapropia afirmacin y proyeccin internacional de esa microhistoria italiana,va a coadyuvar tambin a la difusin mayor y al impacto creciente de El que-so y los gusanos, es porque en este ltimo libro dicha microhistoria va a en-contrar uno de los primeros resultados de investigacin que ella puede mos-trar como ejemplo y como emblema de lo que justamente persigue y defiende

    en tanto que nuevo proyecto historiogrfico especficamentemicrohistrico

    .Apoyando entonces ella misma de una manera fundamental, y apoyn-dose a su vez en esta difusin primero italiana, luego europea y finalmentemundial que en el ltimo cuarto de siglo ir ganando esta corriente de la mi-crohistoria italiana, la que a su vez lo ha convertido en uno de sus libros em-blemticos y paradigmticos centrales, El queso y los gusanos comenzar a cor-rer fortuna dentro del mundo, al mismo tiempo como dicha obra emblemtica,entre otras, de este proyecto intelectual de la microhistoria italiana, pero tam-bin como una de las mas importantes piezas de la peculiar contribucin deItalia a este campo en fuerte crecimiento y expansin mundial, que es el delos estudios histricos de la dimensin culturaldel mundo humano social.

    Pero, si dentro de este doble contexto propicio, italiano y mundial, para suproyeccin internacional, el libro de El queso y los gusanos ha podido jugar talpapel y tener tales ecos intelectuales, ello se debe tambin, en una medida esen-cial, al hecho de que dentro de sus pginas se encierra, tanto una crtica y unintento de superacin de otros varios modelos alternativos para el desarrollode la historia cultural, como tambin la propuesta en positivo de una forma no-vedosa, sutil y muy universal para el estudio y el anlisis de estos mismos fen-menos culturales enfocados desde una perspectiva densamente histrica.

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    LA CRTICA DE ALGUNOS MODELOS DEEXPLICACIN DE LA HISTORIA CULTURAL

    La mentalidad (que por lo dems es un trmino mediocreque se presta a ciertos equvocos, como lo testimonia la

    oposicin que usted ve de este trmino y que yo no vea,

    con la nocin de sensibilidad.

    Marc Bloch, Carta a Lucien Febvre, 8 de mayo de 1942.

    Sin duda, el modelo alternativo de historia cultural ms difundido con-temporneamente a la escritura y primera difusin de El queso y los gusanos,ha sido el clebre modelo de la historia francesa de las mentalidades. Una his-

    toria de las mentalidades que, gracias al rol hegemnico que la historiografafrancesa detent en el mundo occidental, entre 1945 y 1968 aproximadamen-te, pudo proyectarse ampliamente en toda Europa y en el mundo, llegando aprovocar la creacin de neologismos en las lenguas inglesa y alemana lostrminos antes inexistentes de mentalitiesymentalittrespectivamente, ydando lugar a la creacin de seminarios o proyectos o ejercicios de historiade las mentalidades lo mismo en Mxico, Brasil o Estados Unidos, que en Es-paa, Rusia, Turqua o la India entre otros pases.

    As, difundiendo una amorfa y nunca bien definida historia de las men-talidades, que en algunos de sus propios representantes principales se auto-

    declaraba como una historia ambigua, los historiadores franceses proyecta-ron en todo el mundo este modelo de historia cultural que, ms all de suenorme xito y de su rpida difusin internacional debida en gran parte albrillo y a la influencia que haba conquistado la corriente de los Annales en-tre 1929 y 1968 en el planeta entero, comenz a ser objeto de fuertes y sli-das crticas ya desde esos mismos aos setentas que fueron tambin los de suprimer gran auge y amplia afirmacin7.

    Historia francesa de las mentalidades, al mismo tiempo muy difundida ymuy criticada, que tambin ser cuestionada centralmente en el Prefacio de

    El queso y los gusanos, sealando tanto su omisin inaceptable, presente en laversin de Jacques Le Goff, de la divisin de las sociedades en clases sociales ysu ignorancia de las implicaciones fundamentales que tiene esta divisin enel mbito cultural, como tambin su incapacidad de distinguir, en el caso dela historia de las mentalidades construida por Robert Mandrou, entre la cul-tura impuesta a las clases populares por las clases dominantes, y la culturage-nerada directamente por esas mismas clases subalternas, como fruto de supropia actividad y experiencia sociales.

    Deslindndose entonces de esta limitada historia cultural de las mentali-dades, que ignora el conflicto social tambin presente y tambin determinan-

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    te dentro de la esfera cultural, Carlo Ginzburg se distancia de ese mismo mo-delo de historia cultural que hace imposible captar, en sus diferencias y en susespecificidades, a esas culturas de las clases subalternas que son el objeto pri-

    vilegiado de atencin de este mismo autor de El queso y los gusanos. Y vale lapena insistir en el hecho de que, si esa historia de las mentalidades estar enboga en todo el mundo en los aos setentas y en el primer lustro de los aosochentas, terminar en cambio por entrar en crisis en el segundo lustro deesos aos ochentas, para ser ya totalmente abandonada por parte de todos loshistoriadores serios y cientficos de Francia, de Europa y de todo el planetaen el curso de los aos noventas recin vividos.

    Historia de las mentalidades francesa que, si bien cumpli en su momen-to la doble funcin positiva de, en primer lugar, denunciar las limitaciones dela ms tradicional y elitista historia de las ideas, que haba sido dominante en

    gran parte de la historiografa europea anterior a 1968, y en segundo lugar lade animar y popularizar un poco en todas partes ese estudio de los diversosrenglones de la moderna historia cultural, demostr tambin y muy rpida-mente sus propios lmites conceptuales, metodolgicos y tericos, para sercapaz de abordar en toda la complejidad requerida, a esta misma agenda di-versa del vasto universo que implica el adecuado tratamiento crtico e inno-vador de una compleja y densa historia de los procesos culturales, del pasadoy del presente de las distintas sociedades humanas.

    Por eso, no es casual que junto a las crticas dirigidas a esta historia gala

    de las mentalidades, aparezca tambin en ese Prefacio de El queso y los gusa-nos, como un segundo blanco a criticar y superar, esa recin mencionada his-toria tradicional de las ideas, que teniendo en Italia una presencia e influenciaparticularmente relevantes, ha reproducido el punto de vista aristocrtico ydespreciativo que ni siquiera reconoce la existencia misma de la cultura popu-lar, calificando en cambio a los fenmenos culturales y a las concepciones ycosmovisiones de las clases subalternas, solamente como folklor, como ar-tes y tradiciones populares, como creencias y visiones primitivas del mun-do, pero no como verdadera y estricta cultura.

    As, identificando el concepto de cultura exclusivamente con la culturade las clases hegemnicas, esta historia de las ideas presente en la historia dela literatura, en la historia de las ciencias y en la historia del pensamiento y delas doctrinas ampliamente cultivada hasta antes de 1968, va a irse viendo pro-gresivamente cuestionada tanto por los desarrollos de la antropologa y de laetnologa crticas del siglo XX, como tambin por las distintas corrientes in-novadoras de la historiografa de los dos primeros tercios del siglo XX crono-lgico, para terminar deslegitimndose completamente bajo los impactos dela revolucin cultural de 1968.

    Una historia aristocrtica y tradicional de las ideas, que al asumir la falsa

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    concepcin de que slo las clases dominantes pueden producir y generar cul-tura, niega de plano la posibilidad de hablar de una cultura popular, o en otravertiente, fruto ya de esos cuestionamientos de la historiografa y la antropolo-

    ga crticas contemporneas, construye el modelo de la cultura como un fen-meno unilateral y siempre descendente, que ser producido permanentemen-te por las elites para luego ser imitado, aprendido, asimilado y reproducido,de manera pasiva y siempre ms tarda y ms imperfecta, por las propias clasespopulares. Con lo cual, la cultura popular no sera nunca ms que una suertede reflejo retardado o posterior de la cultura de elite, la que a su vez sera lanica cultura nueva y originaria, generada y producida constantemente solopor esas mismas clases dominantes, las que al poseer el tiempo, las condicionesmateriales y el reposo necesario para la creacin cultural seran las nicas de-tentoras del monopolio de la produccin cultural en general8.

    Visiones aristocrtica y descendente de la cultura y de la cultura popu-lar, que Carlo Ginzburg criticar tambin frontalmente, demostrando comola generacin de la cultura no es para nada privilegio de las clases dominan-tes, existiendo por el contrario una cultura popular generada, reproducida yrenovada constantemente por las mismas clases subalternas, dentro de unarelacin de permanente circularidad cultural, en la que las clases hegemnicasse robanlos temas, productos y motivos de esa cultura subalterna, para trans-formarlos y utilizarlos como armas de su legitimacin social y cultural, y enla que, igualmente, las clases sometidas slo se aculturan parcial y muda-

    blemente, resistiendo a la imposicin de la cultura hegemnica, salvaguar-dando elementos de su propia cultura, y refuncionalizando a veces el sentidoy la significacin de esa misma ideologa y cultura dominante y hegemnicaque les es impuesta.

    Otra de las posiciones en torno de la historia cultural criticadas por Ginz-burg, ser la postura de Michel Foucault y de sus seguidores, que reconociendola existencia e importancia de la cultura popular, insisten en cambio en su inac-cesibilidad total. Pues dado que durante siglos y milenios la inmensa mayorade las clases populares no saben leer ni escribir, entonces su cultura slo nos

    llega a travs del testimonio de las propias clases dominantes, y por lo tanto de-formado y sesgado hasta tal punto que se vuelve en el fondo indescifrable.Frente a esta postura, Ginzburg reconocer la dificultad enorme que im-

    plica la reconstruccin de esa cultura de las clases subalternas, pero no paraaceptar que es simplemente inaccesible, sino ms bien para buscar los modosoblicuos, las formas de interpretacin a contrapelo, las estrategias de lecturaintensiva e involuntaria, y los modos de aplicacin del paradigma indicia-rio9, necesarios para el complejo acceso hacia esas culturas subalternas y ha-cia el desciframiento de sus cdigos y estructuras principales.

    Finalmente, Carlo Ginzburg va tambin a sealar los lmites de las dis-

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    tintas variantes de la historia cuantitativa y serial de los fenmenos cultura-les, historia que al privilegiar los fenmenos de masa, cuantificables y seria-lizables, tiende a olvidar o a marginar la relevancia de los aspectos ms cuali-

    tativos, ignorando, por ejemplo en la historia serial y cuantitativa del libro,cmo es que esos libros eran ledos y asimilados por sus distintos lectores, ycmo entonces detrs de las cifras duras del nmero de lectores se oculta y seolvida el fundamental problema de las heterogneas y diversas formas de larecepcin cultural, tan brillante y extraordinariamente ejemplificadas, justa-mente, en el caso del molinero Menocchio. O tambin, y en virtud de la ine-vitable normalizacin de los casos individuales que conlleva esa historiacuantitativa de la cultura, es que resulta imposible analizar a esos casos atpi-cos pero profundamente reveladores de dichas culturas subalternas, que sonpor ejemplo el grupo de los Benandanti, o tambin el del molinero Menoc-

    chio, casos que, por el contrario, son uno de los objetos de estudio privilegia-dos y elegidos desde esta perspectiva microhistrica especfica, que ha sidotambin trabajada y explicitada por el propio Carlo Ginzburg.

    Alejndose entonces de la simple y tradicional histoire vnementielle, estemodelo de historia cultural puesto en acto en El queso y los gusanos es sin em-bargo capaz de rescatar este estudio microhistrico de dichos casos excepciona-les, que por su misma atipicidad resultan especialmente reveladores de las es-tructuras generales y de los contenidos principales de esa cultura popular osubalterna, que Ginzburg intenta aprender y caracterizar de manera global10.

    Deslindndose entonces de estas distintas variantes de la historia cultu-ral, El queso y los gusanos va igualmente a reivindicar la herencia de otras apro-ximaciones a este mismo campo de los estudios histricos culturales, recono-ciendo sus diversas filiaciones y entronques diferentes con los aportes de MarcBloch y de Mijail Bajtin, pero tambin y en otro sentido de Edward P. Thomp-son y Natalie Zemon Davis.

    LAS HERENCIAS Y FILIACIONES RECONOCIDAS DE EL QUESO YLOS GUSANOS

    No era cosa de estudiar los ritos de curacin aisladamente,

    (y) sin vinculacin alguna con las tendencias generales de la

    conciencia colectiva.

    Marc Bloch, Los reyes taumaturgos, 1924.

    En diversas ocasiones y entrevistas, Carlo Ginzburg ha reconocido la im-portancia fundamental que para su eleccin de la profesin de historiador ypara su propia formacin ha tenido la obra de Marc Bloch en general, y muyen particular el bello libro de Los reyes taumaturgos11. Lo que tambin se refle-

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    ja de manera clara en el modelo de historia cultural que Carlo Ginzburg va aponer en accin en el libro de El queso y los gusanos. Porque de la misma ma-nera en que Bloch ha construido un complejo modelo estratificado, que para

    explicar la creencia popular en el poder taumatrgico de los reyes franceses eingleses, va a descomponer y a recomponer los distintos estratos que confor-man a la conciencia colectiva popular de la Francia y la Inglaterra de los siglosXIII a XVIII, as tambin Ginzburg va a intentar desarticular y rearticular to-dos los diversos niveles componentes de esa cultura campesina de la Italia delsiglo XVI subyacente a la cosmovisin del molinero Domenico Scandella.

    Lo que, evidentemente, lleva tanto a Bloch como a Ginzburg por los sen-deros de la discriminacin de las diversas temporalidades histricas que cor-responden a esos diferentes estratos culturales que van a condensarse, en un

    caso, en la creencia taumatrgica del milagro de la realeza francesa e inglesa,y en el otro, en la singular cosmovisin del molinero Menocchio, quemadofinalmente por la inquisicin. Y es de este modo, que Bloch va reconstruyen-do y superponiendo, desde la proyeccin que va a darse a nivel cultural de losefectos de los distintos ciclos coyunturales de la mayor o menor popularidadde los reyes o de su mayor o menor iniciativa de afirmacin dentro de Euro-pa, y pasando por el conflicto secular en torno a los respectivos mbitos depoder entre la iglesia y el Estado durante el periodo del fin de la Edad Mediay del trnsito hacia la modernidad, hasta las vicisitudes de la ms ampliamen-

    te difundida creencia en la naturaleza sagrada de los reyes y de sus linajes, ypor ende de su capacidad de hacer milagros, y tambin, finalmente, de las ca-ractersticas de la conciencia colectiva popular en la larga poca precapitalis-ta, que todava hasta los siglos XVI-XVIII continuaba aceptando y percibien-do como algo lgico la vigencia de lo sobrenatural dentro del mundo.

    Por su parte, e imitando en este sentido esa reconstruccin blochiana dela cultura de las clases subalternas, concebida como esta sntesis compleja dediversos estratos culturales, que nos remiten a las distintas duraciones histri-cas de las varias dimensiones que se condensan y confluyen siempre en cual-quier manifestacin cultural relevante, Carlo Ginzburg va tambin a correrhacia atrs el hilo de la historia, para irnos reconstruyendo igualmente los va-rios posibles estratos presentes en la cosmovisin de Domenico Scandella,que abarcan desde un vago luteranismo y a la atmsfera creada en Italia yen Europa por las polmicas ilustradas del movimiento de la reforma religio-sa, hasta concepciones profundas y milenarias constitutivas de la cultura po-pular campesina europea, y pasando por varios estratos intermedios que in-cluyen lo mismo el pantesmo, la tolerancia religiosa y el materialismoespontneos de la cultura de las clases subalternas, junto a los siempre par-cialmente fallidos aunque reiterados intentos de cristianizacin completa de

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    las clases populares, que las utopas tenaces de esas clases sometidas en tornoal Pas de Cucaa, entre otros varios.

    Anticipando entonces, de manera prctica Marc Bloch, y ejemplificando

    brillantemente Carlo Ginzburg, la teorizacin de Fernand Braudel sobre lasdiferentes temporalidades y duraciones histricas, tanto Bloch como Ginzburgvan a ensearnos que la cultura popular o de las clases subalternas no es nun-ca un espacio homogneo, y adems limitado a ser el reflejo intelectual de unacierta situacin material igualmente homognea y limitada temporalmente,sino por el contrario, una suerte de palimpsesto mltiple, conformado por ele-mentos culturales de muy heterogneas duraciones y vigencias histricas, y ar-ticulado siempre de maneras complejas, que adems estn dentro de un pro-ceso de constante refuncionalizacin y transformacin sistemticas.

    Un segundo antecedente fundamental reivindicado por Carlo Ginzburg,

    lo constituye la obra de Mijail Bajtin, La cultura popular en la Edad Media yen el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais12, una obra en la que ade-ms de mostrarse lafuerzay el vigor intrnsecos de la cultura popular, y su ina-gotable capacidad de generar autnomamentey de modopermanente nuevasformaciones, visiones y contenidos culturales, se intenta tambin descifraralgunos de los cdigos de su funcionamiento en general, y tambin algunasde sus caractersticas distintivas esenciales.

    Con lo cual, no slo se elimina totalmente a la visin aristocrtica, queniega la existencia de esta cultura popular, y tambin a la visin descenden-

    te que la concibe como mero reflejo pasivo y tardo de la cultura hegemni-ca, sino que se reivindica claramente el papel activo que las clases subalternastienen como, incluso, losprincipales agentes de la creacin cultural en gene-ral, adems de entregarnos varias claves esenciales para la comprensin de es-ta cultura popular, aqu concebida como una cultura diversa y opuesta a lacultura oficial, pero tambin como una cultura profundamente creativa, in-novadora y fluida.

    Cultura popular que se manifiesta de manera privilegiada en la plaza p-blica, en el carnaval y en la fiesta, y que es hasta cierto punto dialctica de

    un modo espontneo y natural, al mismo tiempo que es totalizadora, din-mica y abierta al cambio y a la transformacin, a partir de sus formas joco-sas, festivas y risueas, y de sus contenidos muchas veces antiautoritarios, an-tijerrquicos, desacralizadores, ambivalentes y niveladores, lo mismo queactualizados constantemente por el mecanismo de poner al mundo al revstan caracterstico de esta misma cultura popular13.

    Una cultura popular que es todo un complejo universo, todava por des-cifrar y analizar ms profundamente, y que habiendo mantenido durante to-da la largusima etapa precapitalista una relacin de mayor fluidez e inter-cambio con la cultura hegemnica, va a invadir una gran parte de la esfera

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    global de la cultura europea del siglo XVI, justamente en ese momento detransicin histrica privilegiada que ha sido dicho largo siglo XVI, en el quela cultura hegemnica medieval se encuentra ya en una crisis total y en pro-

    ceso de retirada, mientras que la nueva cultura burguesa caracterstica de lamodernidad capitalista no ha terminado an ni de conformarse, ni de afir-marse socialmente de manera integral14. Lo que, segn Bajtin, es la clave paraexplicar una obra literaria tan singular como la de Francois Rabelais.

    Asimilando entonces todas estas lecciones y pistas abiertas de investiga-cin sealadas por Bajtin, Carlo Ginzburg va a tratar de ir un poco ms allde ellas y de su propia formulacin bajtiniana, plantendose a s mismo el ob-jetivo de acceder a esos estratos profundos de la cultura popular, pero no pa-ra verlos a travs de la visin de las clases hegemnicas, o como Bajtin, a tra-vs de las versiones del propio Francois Rabelais, sino desde elpunto de vistade las propias clases subalternas, desde el punto de vista de las victimas co-mo dir ms adelante el mismo Ginzburg. Por eso nuestro autor va tambina tratar de encontrar, por debajo y ms all de las influencias de las culturasreformistas, herticas, o racionalistas presentes en el siglo XVI, esa especficaestructura de la cultura popular subyacente y determinante de la cosmovi-sin de Menocchio, que si bien puede igualmente recuperar a los menciona-dos elementos de lo que es claramente una crtica interna de esa misma cul-tura de elite o hegemnica, lo hace siempre desde sus propios cdigosautnomos y desde sus propias estructuras especficas.

    Finalmente, un tercer antecedente reivindicado por Ginzburg, es el de al-gunos ensayos y libros publicados por Edward P. Thompson y Natalie ZemonDavis15 que nos demuestran que, aunque difcil de acceder a ella y aunque siem-pre sesgada por las grandes lagunas, insuficiencias y dispersin de la documen-tacin, no es sin embargo imposible lograr la reconstruccin y el examen deesa cultura de las clases subalternas, la que aunque sea de manera oblicua, frag-mentaria, indiciaria, en negativo, o marginal, alcanza a manifestarse y a apare-cer a la mirada del historiador realmente acucioso e inteligente.

    Porque, como lo ha mostrado brillantemente E. P. Thompson, esta cultu-

    ra popular implica entre muchas otras cosas, tambin la existencia de un ba-rmetro o lgica general que, ms all de lo que digan las leyes, determina loque en el sentimiento popular y en la cultura de esas clases oprimidas es tole-rable y lo que es inaceptable, lo que es moralmente legtimo y aceptado portodos, frente a aquello que resulta intolerable, agresivo para las costumbres dela comunidad, y por ende incluso moralmente condenable. Es decir, la exis-tencia de una verdadera economa moral de la multitud, que siendo parte deesos cdigos y de esa lgica de funcionamiento de la cultura de las clases su-balternas, es la que determina el momento en que, desde un malestar latente odesde una situacin de contraposicin habitual pero aparentemente tranqui-

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    la, se pasa de pronto hacia un motn, una huelga, una rebelin abierta, o in-cluso una insurreccin general y hasta una revolucin social completa.

    Recuperando entonces de estos trabajos mencionados de Thompson y

    Zemon Davis, ciertos aspectos particulares y a veces decisivos de dicha cul-tura de las clases subalternas, Carlo Ginzburg completa y apuntala los ante-cedentes principales a partir de los cuales construir el modelo de historiacrtica para el anlisis de las culturas subalternas, que se ha plasmado de ma-nera tan brillante en su obra sobre El queso y los gusanos.

    ALGUNAS PIEZAS DEL ROMPECABEZAS PARAEL DESCIFRAMENTO DE LA CULTURA DE LAS CLASES SUBALTERNAS

    Como todos saben, la vida intelectual en Italia estuvo

    impregnada por el marxismo. Mi encuentro con Gramsci

    fue sin duda algo muy importante (...) Le a Hegel y a

    Marx en el Curso de un intelectual comunista llamado

    Cesare Luporini, que era una figura interesante. Y

    evidentemente, eso tambin me marc....

    Carlo Ginzburg,Histria e Cultura: Conversa com Carlo

    Ginzburg, 1990.

    Con el libro de El queso y los gusanos, alcanza unaprimera maduracinimportante el modelo de historia cultural que Carlo Ginzburg haba comen-zado a edificar desde su libro I benandanti, publicado en 1966, y que sin dudacontinuar afinando y enriqueciendo en distintos aspectos despus de 1976,primero extrayendo una buena parte de las lecciones metodolgicas princi-pales que se derivan de su itinerario y de sus diversas investigaciones, en suclebre ensayo de 1979 titulado Espas. Races de un paradigma indiciario, ydespus en toda una serie de ensayos que culminarn con la publicacin de

    su libro Historia nocturna en 1989

    16

    . Primera maduracin que implica ya to-da una concepcin sistemtica sobre un posible modo de abordar histrica-mente este complejo tema de la cultura de las clases subalternas, cuyos rasgosprincipales vale la pena considerar aqu de manera ms detenida.

    La primera idea importante que subyace a este modelo de historia cultu-ral es la tesis de que dicha historia de la cultura es un campo absolutamenterecientey muy joven dentro de los estudios histricos en general, y por lo tan-to un verdadero campo todava en construccin, en lo que se refiere a la defi-nicin de sus diversas zonas problemticas y de los distintos renglones queabarca, pero tambin en cuanto a la elaboracin ms fina y puntual de sus

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    principales conceptos, de sus paradigmas metodolgicos, de sus modelos ex-plicativos y de sus hiptesis articuladoras principales17.

    Porque como bien lo ha sealado Ginzburg, la cultura de las clases su-

    balternas no poda convertirse en un objeto de estudio antes de que la disci-plina histrica se abriera al vasto campo de su dimensin como historia so-cial, como historia de las clases, de las masas y de los grandes grupos colectivosde la sociedad, lo que como es bien sabido, no acontecer ms que a partir dela segunda mitad del siglo XIX, y de la revolucin que ha implicado el mar-xismo para la propia evolucin de dicha ciencia histrica18.

    Y todava despus de este nacimiento sealado de la historia social, laafirmacin de dicha historia de la cultura popular no se desarrollar ms quemuy lenta y progresivamente, gracias a los desarrollos de la antropologa y dela historiografa crticas del siglo XX, y del concomitante abandono de aquel-

    la postura aristocrtica, tradicional y anacrnica, que an despus del surgi-miento del marxismo, continu todava por dcadas relegando a dicha cultu-ra popular al simple estatuto de folklor, demologa o artes y tradicionespopulares, como ya hemos sealado antes.

    Junto a este carcter muy joven de la historia cultural, est la clara tesisde que dicha cultura no es algo ni unitario ni homogneo, sino ms bien uncampo de fuerzas dividido y contradictorio, que se encuentra siempre con-formado por dos universos diferentes, el de la cultura hegemnica (y no slodominante) y el de las mltiples culturas subalternas (y no slo la cultura

    popular). Porque siguiendo en este punto las importantes y decisivas lec-ciones de Antonio Gramsci, Ginzburg va a concebir a la cultura de las clasesdominantes como cultura hegemnica, es decir como una cultura que noslo ejerce el dominio, por la va de la imposicin o el avasallamiento total,sino tambin por la va de la creacin de un cierto consenso cultural, que ala vez que la obliga a apoderarse de ciertos temas, motivos y elementos dela cultura popular, para deformarlos y usarlos como arma de su propia legiti-macin, la impulsa tambin a promover permanentemente distintos esfuer-zos de aculturacin de esas clases subalternas, encaminados obviamente a

    arraigar y a hacer aceptable dicha cultura hegemnica por parte de esas mis-mas clases sometidas.Igualmente, y tratando de superar tanto una visin transclasista de la

    cultura (implcita en el concepto de mentalidad) como una visin clasistagenrica de la misma (subyacente al trmino de cultura popular, es decir lacultura del amorfo e indefinido, pero tambin inexistente pueblo), CarloGinzburg va a postular ms bien la nocin de culturas subalternas, es decirde mltiples culturas correspondientes a las diferentes clases y a los diferen-tes grupos sociales sometidos, que si bien se encuentran en dicha situacinde subalternidad y de sometimiento, no por ello dejan de afirmar supropia

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    cultura, diferente de la cultura hegemnica, aunque se encuentre sometida ysubsumida por ella, pero que sin embargo y en virtud de esta condicin decultura subalterna, mantiene su propia lgica especficay sus singulares expre-

    siones slo tpicas de ella misma, alimentando a la vez la resistencia culturalde los oprimidos, y la necesaria renovacin permanente de las iniciativas cul-turales hegemnicas de las clases dominantes ya referidas.

    Concepcin que distingue claramente a dicha cultura hegemnica de lasculturas subalternas, que lleva a Carlo Ginzburg a la afirmacin de una dobletesis, slo en apariencia paradjica: para el autor de El queso y los gusanos, elespacio de la cultura es a un mismo tiempo un campo de batalla permanente,donde se enfrentan sin cesar cultura hegemnica y cultura subalternas, perotambin y simultneamente, un terreno marcado idnticamente por un mo-vimiento de circularidad constante, en donde ambas versiones culturales in-

    tercambian todo el tiempo elementos, cosmovisiones, motivos y configura-ciones culturales, como parte de esa misma batalla cultural que los interconectay sobredetermina en general.

    Porque superando radicalmente la idlica pero falsa visin de una men-talidad que sera comn a Julio Csar y al ms humilde de sus soldados, o aCristbal Coln y al ltimo de sus marineros, Ginzburg va en cambio a enfa-tizar el hecho de que el conflicto social global que caracteriza y que ha carac-terizado a la inmensa mayora de las sociedades humanas dentro de la histo-ria, se reproduce tambin dentro de la esfera cultural, contraponiendo

    sistemticamente a la cultura de las clases dominantes con la cultura de lasclases populares, dentro de un esquema asimtrico en el que, como es obvio,los dados estn siempre cargados en beneficio de los dominadores y de laselites en el poder.

    Pero al mismo tiempo, y justamente para hacer posible esta construccinde una hegemona cultural por parte de las clases privilegiadas de una socie-dad, es que se desarrolla esa circularidad cultural permanente, que determinaque slo logran arraigar y afirmarse socialmente aquellos mensajes, cdigos yvisiones de la clase dominante que, de una manera u otra, consiguen conec-

    tarse y refuncionalizaren sentido legitimador de dicha dominacin, a los te-mas, problemas, concepciones del mundo o elementos culturalespreviamen-te existentes, y ya antes difundidos y enraizados en esas mismas culturas delas clases populares. Lo que explica, por mencionar slo algunos ejemplos po-sibles, el hecho de que el calendario cristiano en Europa se haya reapropiado,copindolas, de las fechas de las fiestas paganas precristianas, pero tambin elhecho de que los primeros santuarios de la Virgen de Guadalupe en la NuevaEspaa, se ubicaran muchas veces, sospechosamente, en los mismos lugaresde culto de las antiguas diosas de la fertilidad de las diversas culturas prehis-pnicas.

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    Pero tambin, y en el otro extremo, resulta claro que las clases subalter-nas no aceptan nunca de manera pasiva y tranquila esa imposicin culturalhegemnica de las clases dominantes, sino que la someten persistentemente,

    a una recodificacin que, ms all de su vocacin legitimadora del statu quo,vuelve a filtrar las actitudes de resistencia y hasta de abierta rebelda cultural,apropindose lo mismo de ciertos elementos de dicha cultura hegemnicapara utilizarlos en sus propias luchas cotidianas, que recreando y generandoconstantemente nuevas figuras y elementos de cultura, an no filtrados porel cdigo hegemnico, y que permanecen por algn tiempo como expresio-nes genuinas de esa inagotable y siempre renovada cultura subalterna de ml-tiples rostros y dimensiones19.

    Lo que, para seguir con los ejemplos anteriormente citados, explica tam-bin el hecho de que an despus de ms de un milenio de continua y reno-

    vada, aunque nunca totalmente lograda cristianizacin20, la cultura campe-sina europea sigue sobreviviendo y reinterpretando a las cosmogonascristianas desde la perspectiva naturalista, radical, utpica y materialista pro-pia de esas clases subalternas, lo que se retrata de una manera tan clara en elcaso del audaz y valeroso Menocchio, del mismo modo en que vemos que losindgenas de Nueva Espaa le rinden culto a efigies de la Virgen Mara, queslo recubren un interior en el que se encuentran escondidas las figurillas delas distintas variantes indgenas autctonas de dichas diosas de la tierra y dela fertilidad, anteriormente mencionadas.

    Lo que sin embargo, no debe llevarnos a la falsa e ingenua idea de que,desde esta confrontacin, y cada una por su lado, dicha cultura hegemnica,o cada una de esas culturas subalternas son a su vez entidades homogneas oque funcionan con una sola lgica unvoca e inmodificable. Por el contrario.

    Porque dada esta circularidad y confrontacin permanentes entre am-bos mbitos culturales, es que cada uno de ellos est constituido tambin porun complejo abanico de posiciones y elementos que abarcan, desde posicio-nes que del lado de las clases dominantes, slo afirman de modo ntido y di-recto la dominacin social, o del lado de las clases subalternas slo reivindi-

    can sin ambages la resistencia radical encaminada a subvertir totalmente esadominacin, hasta muy diversas posiciones que incluyen toda una gama deposturas intermedias posibles en ambos extremos del espectro cultural cor-respondiente. Y entonces, la cultura de las clases populares contendr lo mis-mo elementos de una aculturacin hegemnica triunfante, que legitiman yreproducen lisa y llanamente la explotacin econmica, el despotismo polti-co y la dominacin y discriminacin sociales, que otras figuras no funciona-les a dicho dominio pero igualmente toleradas y subsistentes dentro de estevasto universo cultural, junto a figuras culturales que encarnan muy diversosgrados de reinterpretacin y de refuncionalizacin de los mensajes principa-

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    les de la cultura hegemnica, desde la ptica y desde las perspectivas de di-chas clases y culturas subalternas21.

    E igualmente del lado de la cultura hegemnica, la que lejos de ser un

    bloque monoltico y sin fracturas, es tambin un abanico variado de postu-ras, en donde domina sin duda aquella que legitima y justifica el orden socialexistente, pero dentro de la que igualmente pueden aparecer posturas crticasde dicha cultura oficial, que desde el interior, contradecan y ponan en cues-tin esa misma hegemona cultural. Lo que tambin se har evidente en elmomento en que las posturas de Michel de Montaigne o de Miguel Servet lle-guen a coincidir, cada una por su propia va y muy probablemente sin nece-sariamente conocerse entre s, con las propias posturas del molinero Dome-nico Scandella.

    Rompiendo entonces con una concepcin muy ampliamente difundidatodava hasta los aos setentas, que consideraba tanto a la cultura hegemni-ca como a las culturas subalternas como construcciones homogneasy abur-ridamente unvocasycoherentes, Carlo Ginzburg va a deslindarse crticamen-te tanto de aquellas posturas que a veces idolatran acrticamente a una supuestacultura popular, concibindola como siempre benigna, positiva, revolucio-naria por esencia y exenta de pecado alguno, como tambin de la nocin deuna cultura dominante sin fallas, puramente represiva, avasallante, omnipre-sente y negadora en absoluto de dichas culturas subalternas. Pero tambin y

    del mismo modo, de las posturas inversas que, viendo igualmente a las cultu-ras como bloques construidos de un solo material y en una sola colada, con-sideraban a la cultura popular como mero conjunto de supersticiones y creen-cias puramente irracionales, de dominio total de la afectividad y de visionesmgicas y simblicas hoy ya primitivas, anacrnicas y retrasadas, a la vezque ubicaban a la cultura dominante como la nica y verdadera cultura cien-tfica, racional, progresista, creativa, innovadora y digna de ser estudiada yexaminada sistemticamente.

    Lo que necesariamente nos lleva entonces a la asuncin de la diversidadenormey de la clara heterogeneidad intrnseca tanto de la cultura hegemnicacomo de las culturas subalternas, heterogeneidad que se proyecta tambin enel hecho de que su cambiante y complicada interrelacin no es entonces unarelacin rgida, maniquea y de un solo sentido, sino por el contrario una re-lacin mvil y maleable, en la que podemos encontrar lo mismo convergen-cias culturales indudables, que una cerrada y evidente contraposicin radicalentre ambas, junto a mltiples situaciones de compromiso y de mutuas con-cesiones, tanto hacia las clases dominantes como hacia las clases sometidas,dentro de una rica dialctica de alianzas temporales, retiros y avances rec-procos, conquistas y reconquistas permanentes de parte de ambos bandos, lo

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    mismo que giros decisivos y batallas definitivas, que puntan y determinande manera central el itinerario global de esta misma dialctica.

    Diversidad y heterogeneidad intrnsecas de cada espacio o mbito cultu-

    ral y de sus mutuas relaciones, que de cualquier manera no elimina el hechode que se trata de una relacin asimtrica, jerrquica y siempre desigual, deuna relacin en la que los dados estn cargados para asegurar la mayor par-te de las veces la victoria a las clases dominantes y hegemnicas en turno. Por-que si una cultura es hegemnica lo es en la medida en que expresa las ideasy la Weltanschauungde la clase dominante, las que mediante la imposicin yel consenso terminan enseorendose como las visiones hegemnicas dentrode una sociedad determinada. Para lo cual disponen, adems, de mltiplesmedios y puntos de apoyo, que van desde el monopolio de la escritura y conello tambin el de la fabricacin de los testimonios escritos y de los documen-

    tos de todo tipo22, hasta la construccin misma del lenguaje y de los elemen-tos del discurso, que al ser teorizados y definidos por dichas clases hege-mnicas, van tambin siendo domesticados y adaptados para nombrar y paraexpresar del mejor modo posible a ese mismo mundo desigual y asimtricoque los ha creado y que los refuncionaliza permanentemente. Pero tambin,a partir de que dichas clases hegemnicas poseen siempre los medios mate-riales tanto para la ms vasta difusin y proyeccin de sus propias ideas y cos-movisiones, como tambin para la represin y el bloqueo de las distintas for-mas y figuras de las culturas subalternas.

    Porque la cultura de las clases populares ha sido durante siglos y mile-nios una cultura exclusivamente oral, e incluso an hoy en da ella sigue sien-do predominantemente oral. Lo que implica que al pasar de esta condicindominante suya hacia el terreno de lo escrito, sufra siempre una doble vio-lencia y deformacin: en primer lugar la de su reencuadramiento dentro delos trminos y conceptos de un lenguaje ya resignificado por la cultura hege-mnica, y en segundo lugar la de su inevitable traduccin por parte de quienescribe, el que en la inmensa mayora de los casos pertenece tambin a dichasclases dominantes o hegemnicas. Lo que se hace evidente en el hecho de que

    los inquisidores no comprendan lo que significa el trmino de Benandantiy terminen forzando su significado hasta terminar equiparndolo con el debrujo, pero tambin en el hecho de que a Menocchio le falten los trminosy los conceptos necesarios para expresar de modo realmente adecuado su pro-pia cosmovisin campesina y subalterna del mundo23.

    Aunque, y una vez ms de una manera solo aparentemente paradjica, sibien esa cultura hegemnica dispone de todos estos medios para imponersey enseorearse sobre las culturas populares, dicho esfuerzo o estrategia de im-posicin hegemnica se realiza y se reactualiza permanentemente, precisa-mente por el hecho de que, a pesar de su condicin de sometimiento y de su-

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    balternidad, la cultura de las clases populares contina siendo una culturafuerte en s misma, con una enorme densidad histrica subyacente, con uncierto grado de autonoma irreductible y con una fuente inagotable de rege-

    neracin y renovamiento que le es propia, y que es a fin de cuentas, imposi-ble de expropiar.Pero todos estos rasgos especficos de las culturas subalternas, slo es po-

    sible percibirlos adecuadamente cuando uno se ubica, como lo propone tam-bin Carlo Ginzburg, desde el punto de vista de las vctimas, desde la pers-pectiva y el singular modo de percepcin cultural de esas mismas clasessometidas, explotadas, marginadas y discriminadas cuya cultura es justamen-te el objeto de estudio que nuestro autor se ha planteado rescatar y descifrar.

    UNA HISTORIA CULTURAL CONSTRUIDA DESDELA PERSPECTIVA DE LAS VICTIMAS

    Por medio de la introyeccin (parcial o total, lenta o

    inmediata, violenta o aparentemente espontnea) del

    estereotipo hostil propuesto por los perseguidores, las

    vctimas acababan perdiendo su identidad cultural propia

    Carlo Ginzburg, Introduccin, Historia nocturna, 1989.

    Un ltimo rasgo fundamental de este modelo de historia cultural cons-truido y ejemplificado por Ginzburg en El queso y los gusanos, y que tal vezsea su rasgo ms caracterstico y original, es su insistencia en tratar de recons-truir dichas culturas subalternas no desde una ptica externa, aunque pue-da incluso ser solidaria con los oprimidos, sino ms bien desde una perspec-tiva o visin interna a su propio objeto de estudio, que asuma el desafo depreguntarse y de refigurar intelectualmente cmo esas mismas figuras y fe-nmenos culturales eran vistos, asimilados, y percibidos, pero tambin pro-

    yectados y actualizados por sus propios detentadores, por sus mismos prota-gonistas, es decir por dichas clases subalternas de la sociedad.Con lo cual, y una vez ms, Carlo Ginzburg va a reproducir un trazo ca-

    racterstico de las generaciones de 1968, las que en muy distintas variantes yversiones van tambin a reclamar la necesidad de abolir o traspasar de algu-na manera esa frontera invisible pero poderosa entre el nosotros que somoslos investigadores de lo social y los intelectuales con vocacin crtica y social,y el ellos que son dichas clases populares. Y entonces se desarrollarn, entremuchas otras expresiones posibles, lo mismo los clebres Talleres de historia(History Workshops) en los que juntos y en colaboracin directa participarn

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    historiadores de profesin con obreros, campesinos o habitantes de un bar-rio, que reconstruyen la historia de un sindicato, de una localidad, de unahuelga o de un movimiento social determinado, que la experiencia mltiple

    de profesionistas que, para poder llevar a cabo un trabajo de organizacin yde penetracin poltica en los sectores populares, renuncian a los privilegiosde sus ttulos universitarios para trabajar como obreros, campesinos o jorna-leros en una fbrica, un taller o una empresa agrcola cualquiera. Y tambin,y en esta misma va, los diversos esfuerzos que abarcan los intentos de estu-diar a dichas clases subalternas o populares, rescatando su historia, su memo-ria y su identidad, pero tambin aquellos destinados a rescatar sus discursosy su propia voz, otorgndoles ahora el protagonismo que durante siglos ymilenios les fue negado por la historiografa tradicional.

    Pero asumiendo que an estas posturas pueden mantener dicha relacin

    de exterioridad con dichas clases subalternas, al tomar slo como un objetode estudio ms a dicha cultura de las clases subalternas, o al incoporar sinms a dichas voces y testimonios directos de los oprimidos dentro de los vie-jos discursos histricos, pero sin asumirel cambio que este nuevo tema y es-tas nuevas voces implican en trminos de renovarigualmente los mtodos,los paradigmas y los conceptos, el modo de concebir el estatuto de la pruebay las formas del control y la verificacin de los resultados historiogrficos, lasformas de la narracin o de la comunicacin con el nuevo pblico, o los vn-culos con los posibles nuevos comitentes del trabajo del historiador, entre

    otros, Carlo Ginzburg va a proponer el claro y mas radical objetivo de pene-trar ms all de los testimonios habituales y de los discursos tradicionales,para lograr atrapar el elemento dialgico subyacente en todos esos testimo-nios y discursos, y a travs de este mismo elemento, y de otra serie de proce-dimientos oblicuos, indirectos, indiciarios y a contrapelo, acceder finalmentey de alguna manera a esa misma cultura de las clases subalternas, pero vista yreconstruida desde su propio punto de vista, desde la posicin y la percepcinmismas de los perseguidos y de las vctimas.

    Cambio entonces fundamental de la perspectiva, que ms que interesar-

    se por los perseguidores para condenarlos moralmente, o por los mecanis-mos de la persecucin para explicarlos slo antropolgica o sociolgicamen-te, se interesa tambin y sobre todo por los propios perseguidos, y por el modoen que ellos han vivido, sufrido, asimilado y procesado dicha persecucin, so-metimiento, explotacin o discriminacin, pero tambin dicha violencia, he-gemona e imposicin culturales. Un cambio de ptica que le permitir aGinzburg penetrar de una manera mas profunda y mas esencial en varias delas caractersticas principales de estas culturas subalternas, algunas de las cua-les ya hemos mencionado y sealado antes, y a las que cabe agregar todavaalgunas otras.

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    En primer lugar, el trazo de la enorme vitalidad y fuerza intrnseca queposee esta cultura de las clases populares, y que deriva del hecho de que di-cha cultura, como toda cultura posible, se genera, se reproduce y se renueva

    siempre a partir del multiforme y complejo proceso de la reproduccin socialglobal, que se cumple a travs del cotidiano y simple despliegue del vasto con-junto de las actividades humanas en general. Puesto que, si en buena lgicamaterialista, el mundo de la cultura y de las ideas se ha configurado y ha exis-tido siempre como una de las tantas estrategias humanas posibles para en-frentar y hacer posible la vida de los hombres y de las sociedades dentro de lanaturaleza y dentro del planeta, entonces resulta claro que en ese proceso mis-mo de reproducir su propia vida, y de producir y reproducir con ello a la so-ciedad entera, las clases trabajadoras y populares, estn tambin constante einevitablemente produciendo, generando, reproduciendo y renovando nue-

    vas formas y nuevas figuras de su propia cultura y de la cultura en general.Y dado que dichas clases populares laboriosas, constituyen siempre y has-

    ta hoy la inmensa mayora de las sociedades, entonces resulta lgico que seanellas elprincipalagente productor y generador de la cultura en general. Loque entonces, nos permite entender la razn de ese fenmeno tantas veces se-alado por los estudiosos de la historia y de los temas culturales, de que unagran parte de la llamada gran literatura tenga su origen y su fuente nutriciaen la literatura popular annima y en las leyendas y tradiciones de esas clasessubalternas, igual que el teatro clsico ha nacido y sigue alimentndose hasta

    hoy del teatro popular, y de la misma manera en que la actividad cientfica seha visto siempre mas estimulada y acicateada por los problemas prcticos quele plantea la vida, la produccin econmica, el trabajo o la actividad cotidia-na de los hombres, que por cualquier especulacin o reflexin puramente te-rica o abstracta.

    Algo que incluso se proyecta en la propia reflexin histrica y en la his-toria de la historiografa, la que entre otras de sus fuentes importantes tienetambin la de la memoria social y los recuerdos colectivos populares, junto ala necesidad de definir y redefinir constantemente las identidades de las cla-

    ses sociales, populares y no, mediante el recurso a la crnica, al relato de lossucesos antiguos, a las lecciones del pasado, o a las propias enseanzas de lahistoria.

    En segundo lugar, las culturas subalternas poseen una densidad intrnse-ca y una capacidad de renovacin inagotable, que deriva tambin del hechode que ellas poseen una conexin privilegiada e ineliminable con una partemayoritaria del mundo de la experiencia prctica. Porque como lo ha seala-do muy bien Carlo Ginzburg, las culturas subalternas nacen y se recrean coti-dianamente desde y a partir de ese mundo directo de la experiencia, mundoque tanto en el trabajo como en la vida cotidiana es mayoritariamente creado

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    y reproducido por esas mismas clases trabajadoras y populares, las que desdesu observacin atenta y su metabolismo prolongado con dicha experienciadel mundo, van decantando, depurando y acumulando todo ese conjunto de

    saberes populares campesinos, obreros, artesanos, etc., que transmitido degeneracin en generacin, y siempre por la va de la tradicin oral, posee di-cha conexin inmediata y privilegiada con las mltiples formas de manifes-tacin de la actividad prctica24.

    Saber popular que es el ncleo de dichas culturas subalternas, que no esni inferior, ni ms primitivo o limitado que el saber erudito o el saber dellibro, sino simplemente un saber diferentey alternativo a este ltimo. Saberpopular que habiendo tenido un rol mucho ms central y protagnico du-rante la milenaria etapa de las sociedades precapitalistas, vendr en cambio aser marginado, menospreciado y jerrquicamente relegado por la especfica

    modernidad capitalista de los ltimos cinco siglos transcurridos.Pero a pesar de poseer en un grado mucho menor ese formidable instru-

    mento que es la abstraccin, con todas sus implicaciones, este saber popular yesas culturas subalternas a l conectadas, no dejan de ser saberes y culturasque, como resultado de su progresivo refinamiento milenario, poseen tam-bin una indudable densidad y capacidad de aprehensin y explicacin delmundo, que le ha permitido a la humanidad sobrevivir durante siglos y mile-nios, mucho antes y ms all de los saberes eruditos, del conocimiento cient-fico y de la existencia misma de muchas de las culturas hegemnicas desple-

    gadas a lo largo de la historia25.Porque como todo saber y cultura, las culturas subalternas son tambin

    una mezcla de verdades ciertas e importantes y de conocimientos fragmenta-rios o errneos sobre el mundo, combinando, igual que las culturas hegem-nicas, elementos racionales y elementos irracionales, verdades probadas y sim-ples conjeturas, supersticiones especficas y elementos de crtica aguda, oafectos emotivos junto a anlisis objetivos y acertados sobre la realidad.Y tam-bin, y en contra de una opinin ampliamente extendida, esas culturas subal-ternas no son ni mucho menos inmviles o tradicionales y de muy lenta

    evolucin y cambio, sino por el contrario, culturas que precisamente graciasa su conexin inmediata con la experiencia, son particularmente dctiles yfluidas, mudando y transformndose todo el tiempo, para enriquecerse y com-plejizarse al ritmo mismo en que lo hace dicho mundo de la experiencia prc-tica de las sociedades y de los hombres.

    Cultura subalterna que adems, y finalmente, posee una autonoma de laque carecen las culturas hegemnicas. Porque del mismo modo en que el capi-tal no puede existir sin el trabajo al que explota, y en que los dominadores nopueden tener existencia ms que a partir de que los dominados aceptan de unmodo u otro su dominacin, de esa misma forma la cultura hegemnica lo es

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    slo y exclusivamente en la medida en que logra imponerse y hegemonizar adichas culturas subalternas, de las que constantemente se alimenta, y a las quetodo el tiempo intenta reencuadrar dentro de sus cdigos y significados.

    Pero si no hay capital sin trabajo ni dominio sin dominados, el trabajo encambio puede existir tranquilamente sin el capital, y los antiguos dominadossin el dominio al que antes estuvieron sometidos. Por eso, la cultura de las cla-ses populares podr tambin sobrevivir, desarrollarse y expandirse sin proble-mas cuando todas las culturas hegemnicas y todas las clases dominantes y ex-plotadoras hayan ya desaparecido de la historia y de la faz del planeta.Y entonces,sin duda alguna, esas culturas subalternas dejarn de ser tales y florecern sintrabas, cuando esa humanidad redenta, es decir liberada de la que habla Car-lo Ginzburg citando a Walter Benjamin, haya sido capaz de inaugurar una nue-va y ms feliz etapa de esta historia humana, por la que hoy todava nos desve-

    lamos, terica y prcticamente, todos los seguidores genuinamente crticos deesa caprichosa pero extraordinaria e interesantsima Musa Clo.

    NOTAS

    1Hace dos aos, en Espaa, se public un libro cuyo argumento general giraba en torno a

    la pregunta de cules eran las razones que explicaban este xito e impacto extraordinarios

    de El queso y los gusanos. Se trata del libro de Anaclet Pons y Justo Serna Cmo se escribe la

    microhistoria, Ed. Ctedra, Valencia, 2000. Curiosamente, aunque el libro construye todosu argumento en torno de esta pregunta, al final termina sin responderla. No obstante se

    encuentran en este libro muchas informaciones tiles para poder construir, en el futuro,

    una verdadera historia crtica del proyecto intelectual de la microhistoria italiana, proyecto

    an por realizar, y que constituye sin duda, uno de los captulos centrales de la historia de

    la historiografa mundial de los ltimos treinta aos. Sobre los impactos diversos que ha

    tenido El queso y los gusanos, y que han dado lugar a obras de teatro, documentales, pro-

    gramas de radio y de televisin y hasta a la fundacin de un Centro Cultural en Monte-

    reale, cfr. el libro recin mencionado Como se escribe la microhistoria, pp. 24 25.

    2Aunque resulta curioso observar que, en diversas entrevistas, Carlo Ginzburg insiste siem-pre en la idea de que, si bien El queso y los gusanos es su obra ms conocidaydifundida, el-

    lo tal vez no implica que sea su mejorlibro, duda que al propio Ginzburg le gusta dejar

    siempre como una interrogante abierta. A ttulo de simples ejemplos, vanse las diversas

    opiniones incluidas en Carlo Ginzburg: an Interview en Radical History Review, num.

    35, 1986,Histria e Cultura: conversa com Carlo Ginzburg en Estudos Histricos, vol. 3,

    num. 6, 1990 y la Entrevista slo titulada Carlo Ginzburg, incluida en el libroAs muitas

    faces da historia. Nove entrevistas, Ed. UNESP, Sao Paulo, 2001.

    3Vale la pena llamar la atencin de que esta originalidadyuniversalidad del modelo de his-

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    toria cultural contenido en El queso y los gusanos, no ha escapado a la atencin de Fernand

    Braudel, quien al recibir el libro de parte del editor Giulio Einaudi y leerlo, le escribi de

    inmediato para solicitarle la autorizacin para una posible traduccin en francs, dicin-

    dole: acabo de comenzar la lectura del libro de Carlo Ginzburg, que tiene un ttulo quees imposible de traducir al francs, Il formaggio e i vermi, y encuentro que es una obra

    maestra. Si es posible, quisiera tratar de incluirlo en la coleccin que dirijo en la Editorial

    Flammarion. Si usted me da su aprobacin, hablar sobre este tema con mi editor lo ms

    pronto posible. Esta afirmacin de Fernand Braudel se encuentra en la carta dirigida a

    Giulio Einaudi del 16 de febrero de 1976, incluida en el Flder Editorial Einaudi dentro

    del Dossier Editeursen losArchivos Fernand Braudelque se encuentran concentrados en

    el Cubculo o Bureau num. 425 de laMaison des Sciences de lHomme en Pars.

    4Sobre esta preocupacin de Carlo Ginzburg por situar sus problemas dentro de esta pers-

    pectiva vasta de la longue dure, cfr. por mencionar slo algunos ejemplos, Saqueos ritua-les. Premisas para una investigacin en curso, incluido como captulo 9 del libro, Carlo

    Ginzburg, Tentativas, Ed. Escuela de Historia, Universidad Michoacana, Morelia, de inmi-

    nente publicacin, as como el Prefacio del mismo.Vase tambin su entrevista con Adria-

    no Sofri,Conversacin. Adriano Sofri entrevista a Carlo Ginzburg en la revista Transver-

    so, num. 1, Mxico, 2001. Sobre esta perspectiva de la larga duracin, cfr. Fernand Braudel

    La historia y las ciencias sociales. La larga duracin en el libro Escritos sobre historia,Ed.

    Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1991 y tambin Carlos Antonio Aguirre Rojas, Fer-

    nand Braudel y las ciencias humanas, Ed. Montesinos, Barcelona, 1996 yEnsayos braudelia-

    nos, Ed. Manuel Surez Editor, Rosario, 2000, en especial el artculo La larga duracin: inillo tempore et nunc. Y es interesante insistir tambin en que, ms all de ciertas crticas

    puntuales de Carlo Ginzburg a Fernand Braudel, una buena parte de las obras principales

    del propio Ginzburg pueden con todo rigor considerarse como muy creativas y logradas

    ejemplificaciones de esas estructuras de la larga duracin histrica que tanto defendi y

    cultiv el propio Braudel.

    5Sobre este proyecto de la microhistoria italiana, totalmente diversoy hasta antittico de la

    microhistoria mexicana de Luis Gonzlez y Gonzlez, cfr. Carlo Ginzburg,Microhistoria:

    dos o tres cosas que s de ella enManuscrits, num. 12, 1994, Carlos Antonio Aguirre Ro-

    jas Invitacin a otra microhistoria: la microhistoria italiana en Transverso, num. 1, Mxi-co, 2001,Antimanual del mal historiador, Ed. La Vasija, Mxico, 2002, captulo 5, y La sto-

    riografia occidentale nel duemila en Storiografia, num. 4, Roma, 2000, y Anaclet Pons y

    Justo Serna El ojo de la aguja: de qu hablamos cuando hablamos de microhistoria en

    Ayer, Num. 12, 1993. Igualmente, resulta til revisar todo el dossier sobre La microhisto-

    ria en la encrucijada, conjunto de artculos incluidos en la revista Prohistoria, num. 3, Ro-

    sario, 1999.

    6Por eso, Ginzburg ha insistido en el hecho de que lo que en un libro tradicional macro-

    histrico de historia hubiese sido una simple nota de pie de pgina, en su perspectiva se

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    ha convertido en todo un libro completo. Metfora que es til para entender en parte lo

    que es ese procedimiento microhistrico. Sobre las implicaciones de este procedimiento

    microhistrico, cfr. Carlo Ginzburg y Carlo Poni, El nombre y el como: intercambio desi-

    gual y mercado historiogrfico, incluido como captulo 2 del libro, Carlo Ginzburg, Ten-tativas, citado, y de Carlo Ginzburg, Acerca de la historia local y de la microhistoria in-

    cluido como captulo 8 del mismo libro Tentativas, recin mencionado. Tambin el ensayo

    de Carlos Antonio Aguirre Rojas Invitacin a otra microhistoria: la microhistoria italia-

    na, citado en la nota anterior.

    7Sobre esta indefinida y poco rigurosa historia de las mentalidades, que distintos historia-

    dores crticos calificaron de historia paraguas, historia atrapalotodo, o cajn de Sastre,

    y que efectivamente lleg a confundirse lo mismo con la historia del arte o con la historia

    de la vida cotidiana, que con la psicologa histrica, la antropologa histrica o la historia

    de las costumbres, entre muchas otras, resulta instructivo comparar algunos de sus textosms representativos, o que intentan definirla y acotarla de manera ms especfica. Vase

    por ejemplo Jacques Le Goff, Las mentalidades. Una historia ambigua, en el libro Hacer

    la historia, Vol. 3, Ed. Laia, Barcelona, 1980, Robert Mandrou, Lhistoire des mentalites,

    en la Encyclopaedia Universalis, Vol. 8, Pars, 1961, Georges Duby, Lhistoire des mentali-

    tes, en Lhistoire et ses methodes, Ed. La Pleyade, Pars, 1961, Philippe Aries, La historia de

    las mentalidades, en el libro La nueva historia, Ed. Mensajero, Bilbao, 1988, o Michel Vo-

    velle, Ideologies et Mentalites, Ed. Gallimard, Pars, 1982. Comparando slo estos cinco tex-

    tos, resulta evidente que no existe ni siquiera una definicin nica y rigurosa de mentali-

    dades, sino varias, mltiples y diversas, que lo mismo incluyen o excluyen, segn los casos,a las prcticas cotidianas que al inconsciente colectivo, a la emotividad y los sentimien-

    tos humanos, que al imaginario simblico, etc.. Del vasto universo de crticas a esta histo-

    ria de las mentalidades mencionaremos, a ttulo de simples ejemplos, Georges Lloyd, Las

    mentalidades y su desenmascaramiento, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1996, Francois Dosse, La

    historia en migajas, Ed. Alfons el Magnanim, Valencia, 1998, Fernand Braudel, A manera

    de conclusin en la revista Cuadernos Polticos, num. 48, Mxico, 1986 y Carlos Antonio

    Aguirre Rojas Qu es la historia de las mentalidades?. Auge y declinacin de un tema his-

    toriogrfico incluida en el libro Itinerarios de la historiografa del siglo XX, Ed. Centro Juan

    Marinello, La Habana, 1999 y tambin La escuela de los Annales. Ayer, hoy maana, Ed.Universidad Jurez Autnoma de Tabasco, Villahermosa, 2002.

    8Es importante sealar que una obra tan importante y tan innovadora como la de Norbert

    Elas, La sociedad cortesana, ha sido leda bajo esta clave de lectura, intentando utilizar el

    ejemplo de esa cultura cortesana creada primero en las Cortes europeas y luego difundida

    a todo el tejido social, que Elas analiza, como prueba de dicho modelo descendente del

    funcionamiento cultural. En nuestra opinin se trata de una lectura errnea, puesto que a

    Elas lo que le interesa en esta obra es solamente ilustrar las modificaciones esenciales en

    cuanto a lospatrones del comportamiento afectivo y emotivo, y en cuanto a la domestica-

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    cin de los instintos y de la economa psquica de los individuos, ms que proponer un

    modelogeneraldel funcionamiento de la cultura europea en su totalidad. Y en este esfuer-

    zo de la pacificacin de los instintos guerreros de la clase caballeresca, y de los impulsos de

    violencia de la sociedad en general, y de la modulacin de las conductas y de las relacionesinterpersonales, si es claro que se trata de una iniciativa de las clases burguesas europeas

    proyectada despus como un modelo a imponera las clases populares y a toda la socie-

    dad, como parte del proyecto de afirmacin de la nueva sociedad burguesa entonces en

    vas de consolidacin. Sobre estos puntos, cfr. Norbert Elas, La sociedad cortesana, Ed.

    Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1982, y tambin El proceso de la civilizacin, Ed.

    Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1989. Puede verse tambin nuestro ensayo, Carlos

    Antonio Aguirre Rojas Norbert Elas, historiador y crtico de la modernidad, en el libro

    coordinado por Patricia Nettel,Aproximaciones a la modernidad. Pars-Berln siglos XIX y

    XX, Ed. Universidad Autnoma Metropolitana-Xochimilco, Mxico, 1997.

    9Resulta obvio que Carlo Ginzburg ha llegado al descubrimiento y a la teorizacin del c-

    lebreparadigma indiciario, precisamente a raz de este esfuerzo por descubrir las vas que

    le permitan acceder a esa reconstruccin de las culturas subalternas, vistas adems desde

    el propio punto de vista de las vctimas como veremos mas adelante. Sobre estos modos

    oblicuos e indirectos de acceso a dicha cultura, y sobre las implicaciones que ellos tienen

    respecto del modo de tratamiento de las fuentesy de los testimonioscfr. del mismo Ginz-

    burg Huellas. Races de un paradigma indiciario, Intervencin sobre el paradigma indi-

    ciario, De todos los regalos que le traigo al Kaisare... Interpretar la pelcula, escribir la

    historia, y El inquisidor como antroplogo, incluidos como captulos 3, 4, 6 y 10 del li-bro, Carlo Ginzburg, Tentativas, ya antes referido.

    10Sobre esta especial riqueza heurstica de dichos casos atpicos, pero tambin sobre las di-

    ficultades que ellos conllevan para la reconstruccin histrica, ha llamado la atencin el

    mismo Carlo Ginzburg, en Pruebas y posibilidades. Comentario al margen del libro El

    regreso de Martn Guerre de Natalie Zemon Davis y en El inquisidor como antroplogo,

    incluidos como captulos 7 y 10 respectivamente, del libro, Carlo Ginzburg, Tentativas, ya

    referido.

    11Slo a ttulo de ejemplos, adems de las Entrevistas mencionadas en la nota num. 2, pue-

    den verse tambin la referencias a este punto en el Prefacio de El queso y los gusanos,Ed.

    Ocano, Mxico, 1998, el Prefacio al libroMitos, emblemas, indicios, Ed. Gedisa, Barcelo-

    na, 1994, y tambin la Introduccin al libro Historia nocturna, Ed. Muchnik Editores,

    Barcelona, 1991. El libro de Marc Bloch, est editado en espaol, Los reyes taumaturgos,

    Ed. Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1988. El alto grado de conocimiento y de do-

    minio que Carlo Ginzburg tiene de la obra de Marc Bloch que es una de sus influencias

    intelectuales fundamentales, puede verse en su ensayo A propsito della raccolta dei

    saggi storici di Marc Bloch en Studi Medievali, Serie tercera, ao VI, fascculo 1, 1965, y

    en el Prlogo que redact a la edicin italiana de este mismo libro de Los Reyes Taumatur-

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    gos, Prlogo a la edicin italiana de I Re Taumaturghi de Marc BlochenArgumentos, num.

    26, Mxico, 1997.

    12Cfr. Mijail Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto

    de Francois Rabelais, Ed. Alianza Editorial, Madrid, 1987.13Sobre esta inversin del mundo y sobre sus races dentro de la literatura antigua, cfr. tam-

    bin el ensayo de Mijail Bajtin, Forms on time and of the Chronotope in the novel en el

    libro The dialogic imagination, Ed. University of Texas Press, Austin, 2000.

    14Y resultara interesante explorar la hiptesis de que, en una escala menor, este fenmeno

    del largo siglo XVI estudiado por Bajtin, tal vez se repite siempre que ha habido una revo-

    lucin social en cualquier parte del mundo, durante los cinco siglos de existencia de la mo-

    dernidad capitalista. Porque es claro que, por ejemplo en Mxico, la Revolucin Mexicana

    de 1910-1921, provoca tambin una clara invasin de la cultura popular dentro de la es-fera cultural global de Mxico, que llena toda la coyuntura histrica de 1921-1945. Ya que

    resulta lgico pensar que en este tipo de situaciones, caracterizadas por una suerte de va-

    co de poder dentro de la esfera cultural, cuando la vieja cultura agonizante ha perdido la

    fuerza para afirmar su dominacin y vigencia, y cuando la nueva cultura que ha de domi-

    nar en el futuro no ha terminado an de consolidarse, se abre un espacio que, de manera

    inmediatayespontnea es ocupado, justamente, por esta siempre viva y activa cultura po-

    pular, la que en cuanto encuentra una coyuntura favorable, vuelve a hacerse presente de

    una manera expansiva y generalizada dentro del mbito global de esta misma realidad cul-

    tural.15Carlo Ginzburg se refiere en especial a los trabajos sobre la cencerrada de Natalie Ze-

    mon Davis, incluidos en su libro Sociedad y cultura en la Francia moderna, Ed. Crtica, Bar-

    celona, 1993, y tambin al ensayo de Edward P. Thompson La cencerrada inglesa inclui-

    do en el libro Historia social y Antropologa, Ed. Instituto Mora, Mxico, 1994, pero

    igualmente, como es obvio, a su libro La formacin de la clase obrera en Inglaterra, 2 vol-

    menes, Barcelona, 1989. Sobre este mismo tema de la cencerrada, cfr. el artculo de Carlo

    Ginzburg Charivari, Associazione Giovanile e Caccia Selvaggia en Quaderni storici, Num.

    49, abril de 1982. Una clara y explcita recuperacin del fundamental concepto thompso-

    niano de la economa moral de la multitud se encuentra en el ensayo Saqueos rituales.Premisas para una investigacin en curso incluido como captulo 9 del libro, Carlo Ginz-

    burg, Tentativas, antes citado.

    16Justamente, una parte importante de este conjunto de ensayos es la que se encuentra reu-

    nida en el libro, Carlo Ginzburg, Tentativas, que como hemos dicho es de inminente pu-

    blicacin por parte de la Escuela de Historia de la Universidad Michoacana. Sobre el tra-

    yecto intelectual mencionado de Ginzburg, resulta interesante comprobar como en el libro

    de I benandanti, a la vez que se usan todava los trminos de mentalidad campesina o

    mentalidad en sentido amplio, se critica ya radicalmente a esos trminos vagos y gen-

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    ricos como los de mentalidad o psicologa colectiva, criticando los estudios de historia

    de las mentalidades colectivas que son slo sucesin de tendencias abstractas y desen-

    carnadas. Al mismo tiempo, la relacin entre cultura dominante y cultura popular apare-

    ce ya como ncleo central del argumento, tanto en su contraposicin, como tambin en elmovimiento final de la obligada subsuncin de la cultura popular dentro de los esquemas

    de la cultura dominante. (Cfr. Carlo Ginzburg, I Benandanti, Ed. Giulio Einaudi Editore,

    Turn, 1997 (10 reedicin, aunque la edicin original es de 1966), en especial pp. VII-XV,

    125-131, y 156-157. Vase tambin el captulo Folklore, magia, religin en el libro Storia

    dItalia, I caratteri originali, Vol. 2, Ed. Giulio Einaudi, Turn, 1989, aunque la edicin ori-

    ginales de 1972). Por otro lado, es claro que la construccin de este modelo de historia

    crtica de la cultura de las clases subalternas, ya delineado en sus contornos generales en El

    queso y los gusanos, se seguir afinando y complejizando hasta culminar su versin ms

    sofisticada y comprehensiva con el libro de Historia nocturna (cfr. Historia nocturna, cit.).

    En cambio, despus de 1989, Carlo Ginzburg ha abandonado un poco la lnea hasta en-

    tonces seguida para esta construccin de dicho modelo, para adentrarse en una lnea de

    investigacin que en parte es nuevay en parte prolonga y profundiza an ms, en una di-

    mensin diferente, dicha construccin de su modelo de historia cultural: la lnea del estu-

    dio de varios de los supuestos mismos de toda construccin cultural posible, es decir tanto de

    los mecanismos ms generales que determinan la construccin de una cultura (tales como

    la representacin, la formacin de los mitos, la creacin de arquetipos culturales especfi-

    cos, o los elementos que del modo ms primario y elemental determinan nuestras actitu-

    des culturales ms bsicas) como tambin de los mecanismos generales que regulan y mol-

    dean el complejo dilogo, intercambio y conflicto entre culturas diversas. Sobre esta ltima

    lnea de investigacin cfr. Ojazos de madera, Ed. Pennsula, Barcelona, 2000, Rapporti di

    forza. Storia, retorica, prova, Ed. Feltrinelli, Milan, 2000,No Island is an Island, Ed. Colum-

    bia University Press, Nueva York, 2000.

    17Algo que para Carlo Ginzburg es muy claro, como se ilustra muy bien en su Introduzio-

    ne a la edicin italiana del libro de Peter Burke, Cultura popolare dellEuropa moderna,

    Miln, 1980.

    18Sobre este punto del nacimiento de una verdadera historia social cfr. Carlos Antonio

    Aguirre RojasAntimanual del mal historiador, cit. captulo 3, y tambin el artculo Re-pensando las ciencias sociales actuales: el caso de