Golpe de Estado 23 F 3

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«ARMADA ME DIJO QUE EL PSOE LE VOTARIA PARA PRESIDENTE» ASI SE PARO EL GOLPE / SABINO FERNANDEZ CAMPO CONOCE COMO POCOS LAS CLAVES DE LAS 15 HORAS QUE MEDIARON ENTRE EL ASALTO DEL CONGRESO Y LA RENDICION DEL TENIENTE CORONEL ANTONIO TEJERO. EL EX JEFE DE LA CASA DEL REY EXPLICA COMO SE LAS INGENIO DON JUAN CARLOS PARA DETENER LA INTENTONA INVOLUCIONISTA «TEJERO ME CONTESTO QUE NO ACEPTABA MAS ORDENES QUE LAS DEL GENERAL MILANS Y ME COLGO EL TELEFONO» SABINO FERNANDEZ CAMPO M.CERDAN/A.RUBIO S abino Fernández Cam- po (Oviedo, 1918) estu- vo durante casi tres lus- tros al frente de la Casa del Rey: primero, como secretario general (1978-1990), y más tar- de como jefe de la pro- pia Casa (1990-1993), cargo en el que sucedió a Nicolás de Cotoner, marqués de Mondéjar. El vivió desde el corazón de La Zarzuela todo lo ocurrido desde el momento en que se conoció que Tejero había asaltado el Congreso a pun- ta de pistola. Ahora, 20 años des- pués de aquel lamentable episodio, Fernández Campo quiere hacer alguna aclaración antes de respon- der a nuestras preguntas: —Cuando se cumplen 20 años de los acontecimientos del 23 de febrero de 1981, en los que me correspondió participar como secretario general de la Casa de S.M. el Rey, yo había pensado en tomar una decisión: no hacer declaraciones sobre un hecho en relación con el cual yo no tengo todas las claves. Pero, después de meditarlo mucho, creo que mi silencio podría interpretarse como un deseo por mi parte de guardar algún secreto importante. Por amistad y por compañeris- mo, siempre he lamentado profun- damente la suerte de quienes tuvieron que pagar por sus deseos de lograr lo mejor para España a través de procedimientos equivo- cados. Ahora celebraría que todos rindieran culto a esa verdad que les honraría. Pregunta.— Algunas personas que siguieron de cerca el 23-F mantienen que el golpe se paró gracias a Fernández Campo y a un coronel de la base aérea de Manises que desobedeció al gene- ral Milans del Bosch y así impidió que despegaran los aviones. Respuesta.— He de decir que sería absurdo concretar en perso- nas determinadas, de un nivel muy secundario además, el resultado de lo sucedido. En aquellos momentos, y como consecuencia de mi destino en la Casa, yo tuve el honor de estar cerca del Rey y por eso estoy en condiciones de decir que todos los allí presentes actuamos de acuerdo con los pro- pósitos y las directrices de Su Majestad. Si tuviera que señalar a una sóla persona que dirigió las acciones que condujeron finalmente al fra- caso del golpe, ésa sería la per- sona del Rey que, no se olvide, es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas, según la Constitu- ción. P.— Primero refor- usted la guardia alrededor del Palacio y después le aclaró al general Juste que La Zarzuela no estaba detrás del intento de golpe. ¿Qué fue exac- tamente lo que le dijo usted a Jus- te para que la Brigada Acorazada no saliera a la calle? R.— Ante una situación tan anormal, era completamente obli- gado que el servicio de Seguridad de La Zarzuela tomara las precau- ciones especiales aconsejables. Y, por lo que se refiere a mi conversación con el general Juste, jefe de la División Acorazada Bru- nete, tengo que decir que se pro- dujo bastante tiempo después del asalto al Congreso. Lo que hice fue responder a una pregunta suya a propósito de si el general Arma- da estaba en La Zarzuela o si se le esperaba allí. Yo me limité a reflejar la verdad: no estaba en Palacio ni, por supuesto, se le esperaba. P.— ¿Qué habría sucedido si, cuando el Rey mantuvo una con- versación telefónica con el general Gabeiras, Don Juan Carlos no hubiera sido informado por usted de que Armada estaba al frente del intento de golpe? R.— Es que yo no informé de eso al Rey porque yo ignoraba entonces, y continúo ignorándolo ahora, si Armada estaba efectiva- mente o no al frente del golpe. Yo conocía tan sólo sus propósitos declarados de intentar colaborar para poner fin a la situación de quienes estaban en esos momen- tos recluidos en el Congreso. Lo que sí consideré oportuno fue que el general Armada permaneciera en su puesto como segundo jefe del Estado Mayor Central que era, sin necesidad de que se trasladara al Palacio de La Zarzuela. P.— Pero Armada intentó con- vencer al Rey para que le recibiera en esos momentos. ¿Qué habría podido pasar si eso llega a pro- ducirse? R.— Conocemos lo que sucedió: el Rey no recibió al general Arma- da. P.— Cuando el Rey llama a Gabeiras, éste se disculpa y le pasa el auricular a Armada, su segundo. ¿Por qué no es el propio Gabeiras quien informa al Rey de la situación que se estaba viviendo en aquellos momentos? R.— Recuerdo que hubo conver- saciones del Rey con los generales Gabeiras y Armada. Tal vez lo que sucedió fuera que el jefe del Estado Mayor Central juzga- ra que, por la antigua y estrecha relación de Su Majestad con Armada, que había sido durante años secretario general de su Casa, éste podría informarle mejor de la situación. P.— ¿Cómo fueron los momen- tos en que usted habla con Tejero para decirle que desista de la intentona y exigirle que no utilice el nombre del Rey? R.— Yo hablé con Tejero, por supuesto con la aprobación de Su Majestad, muy al comienzo de su asalto al Congreso. Desde el ser- vicio de Seguridad me facilitaron un número de teléfono del lugar en el que se encontraba. Le pre- gunté qué estaba haciendo allí y por qué había dicho que estaba actuando en nombre del Rey. Le advertí que se abstuviera de hacer esa falsa afirmación y le exigí que abandonara el Congreso, puesto que ésas eran las órdenes del Rey. Tejero se limitó a contestarme que él no aceptaba más órdenes que las del general Milans del Bosch. Y me colgó el teléfono. P.— El Rey habla con las capi- tanías y con todos los jefes mili- tares y usted habla con Laína. ¿Puede explicarnos este reparto de papeles? R.— Las conversaciones fueron múltiples, constantes y variadas. Lo natural era que Su Majestad, como jefe supremo de las Fuerzas Armadas, hablara con las más altas autoridades militares. Con Laína hablé en varias ocasiones para comentar las circunstancias y también para decidir y organi- zar, con la conformidad del Rey, un Consejo provisional de secre- tarios de Estado y subsecretarios para poder combinar adecuada- mente las actuaciones militares con las civiles. P.— Hay un momento en que la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM) decide hacer pública una nota en la que, inicialmente, se dice que la JUJEM se hace cargo de los poderes mientras se man- tenga la situación excepcional que se estaba viviendo. Usted dice que la nota no puede hacerse pública en esos términos. ¿Convenció usted al Rey de que no se publi- cara? R.— Es cierto que la Junta de Jefes de Estado Mayor había pre- parado, con el mejor de los pro- pósitos, quiero decirlo, una nota en la que manifestaba que se hacía cargo de la dirección de todas las decisiones en los graves momen- tos que se atravesaban. Lo que sucedía era que esa loable actitud EL MUNDO, JUEVES 22 DE FEBRERO DE 2001 8 23-F BERNABE CORDON

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«ARMADA ME DIJO QUE EL PSOELE VOTARIA PARA PRESIDENTE»

ASI SE PARO EL GOLPE / SABINO FERNANDEZ CAMPO CONOCE COMO POCOS LAS CLAVES DE LAS 15 HORAS QUEMEDIARON ENTRE EL ASALTO DEL CONGRESO Y LA RENDICION DEL TENIENTE CORONEL ANTONIO TEJERO. EL EX JEFEDE LA CASA DEL REY EXPLICA COMO SE LAS INGENIO DON JUAN CARLOS PARA DETENER LA INTENTONA INVOLUCIONISTA

«TEJERO ME CONTESTO QUENO ACEPTABA MAS ORDENES

QUE LAS DEL GENERAL MILANSY ME COLGO EL TELEFONO»

SABINO FERNANDEZ CAMPOM.CERDAN/A.RUBIO

Sabino Fernández Cam-po (Oviedo, 1918) estu-vo durante casi tres lus-tros al frente de la Casadel Rey: primero, comosecretario general(1978-1990), y más tar-de como jefe de la pro-

pia Casa (1990-1993), cargo en elque sucedió a Nicolás de Cotoner,marqués de Mondéjar. El viviódesde el corazón de La Zarzuelatodo lo ocurrido desde el momentoen que se conoció que Tejerohabía asaltado el Congreso a pun-ta de pistola. Ahora, 20 años des-pués de aquel lamentable episodio,Fernández Campo quiere haceralguna aclaración antes de respon-der a nuestras preguntas:

—Cuando se cumplen 20 añosde los acontecimientos del 23 defebrero de 1981, en los que mecorrespondió participar comosecretario general de la Casa deS.M. el Rey, yo había pensado entomar una decisión: no hacerdeclaraciones sobre un hecho enrelación con el cual yo no tengotodas las claves. Pero, después demeditarlo mucho, creo que misilencio podría interpretarse comoun deseo por mi parte de guardaralgún secreto importante.

Por amistad y por compañeris-mo, siempre he lamentado profun-damente la suerte de quienestuvieron que pagar por sus deseosde lograr lo mejor para España através de procedimientos equivo-cados. Ahora celebraría que todosrindieran culto a esa verdad queles honraría.

Pregunta.— Algunas personasque siguieron de cerca el 23-Fmantienen que el golpe se parógracias a Fernández Campo y aun coronel de la base aérea deManises que desobedeció al gene-ral Milans del Bosch y así impidió

que despegaran los aviones.Respuesta.— He de decir que

sería absurdo concretar en perso-nas determinadas, de un nivel muysecundario además, el resultadode lo sucedido. En aquellosmomentos, y como consecuenciade mi destino en la Casa, yo tuveel honor de estar cerca del Reyy por eso estoy en condiciones dedecir que todos los allí presentesactuamos de acuerdo con los pro-pósitos y las directrices de SuMajestad.

Si tuviera que señalar a una sólapersona que dirigió las accionesque condujeron finalmente al fra-caso del golpe, ésa sería la per-sona del Rey que, no se olvide,es el jefe supremo delas Fuerzas Armadas,según la Constitu-ción.

P.— Primero refor-zó usted la guardiaalrededor del Palacioy después le aclaró algeneral Juste que LaZarzuela no estabadetrás del intento degolpe. ¿Qué fue exac-tamente lo que le dijo usted a Jus-te para que la Brigada Acorazadano saliera a la calle?

R.— Ante una situación tananormal, era completamente obli-gado que el servicio de Seguridadde La Zarzuela tomara las precau-ciones especiales aconsejables.

Y, por lo que se refiere a miconversación con el general Juste,jefe de la División Acorazada Bru-nete, tengo que decir que se pro-

dujo bastante tiempo después delasalto al Congreso. Lo que hicefue responder a una pregunta suyaa propósito de si el general Arma-da estaba en La Zarzuela o si sele esperaba allí. Yo me limité areflejar la verdad: no estaba enPalacio ni, por supuesto, se leesperaba.

P.— ¿Qué habría sucedido si,cuando el Rey mantuvo una con-versación telefónica con el generalGabeiras, Don Juan Carlos nohubiera sido informado por ustedde que Armada estaba al frentedel intento de golpe?

R.— Es que yo no informé deeso al Rey porque yo ignorabaentonces, y continúo ignorándolo

ahora, si Armada estaba efectiva-mente o no al frente del golpe.Yo conocía tan sólo sus propósitosdeclarados de intentar colaborarpara poner fin a la situación dequienes estaban en esos momen-tos recluidos en el Congreso. Loque sí consideré oportuno fue queel general Armada permanecieraen su puesto como segundo jefedel Estado Mayor Central que era,sin necesidad de que se trasladara

al Palacio de La Zarzuela.P.— Pero Armada intentó con-

vencer al Rey para que le recibieraen esos momentos. ¿Qué habríapodido pasar si eso llega a pro-ducirse?

R.— Conocemos lo que sucedió:el Rey no recibió al general Arma-da.

P.— Cuando el Rey llama aGabeiras, éste se disculpa y lepasa el auricular a Armada, susegundo. ¿Por qué no es el propioGabeiras quien informa al Rey dela situación que se estaba viviendoen aquellos momentos?

R.— Recuerdo que hubo conver-saciones del Rey con los generalesGabeiras y Armada. Tal vez lo que

sucedió fuera que eljefe del EstadoMayor Central juzga-ra que, por la antiguay estrecha relaciónde Su Majestad conArmada, que habíasido durante añossecretario general desu Casa, éste podríainformarle mejor dela situación.

P.— ¿Cómo fueron los momen-tos en que usted habla con Tejeropara decirle que desista de laintentona y exigirle que no utiliceel nombre del Rey?

R.— Yo hablé con Tejero, porsupuesto con la aprobación de SuMajestad, muy al comienzo de suasalto al Congreso. Desde el ser-vicio de Seguridad me facilitaronun número de teléfono del lugaren el que se encontraba. Le pre-

gunté qué estaba haciendo allí ypor qué había dicho que estabaactuando en nombre del Rey. Leadvertí que se abstuviera de haceresa falsa afirmación y le exigí queabandonara el Congreso, puestoque ésas eran las órdenes del Rey.Tejero se limitó a contestarme queél no aceptaba más órdenes quelas del general Milans del Bosch.Y me colgó el teléfono.

P.— El Rey habla con las capi-tanías y con todos los jefes mili-tares y usted habla con Laína.¿Puede explicarnos este reparto depapeles?

R.— Las conversaciones fueronmúltiples, constantes y variadas.Lo natural era que Su Majestad,como jefe supremo de las FuerzasArmadas, hablara con las másaltas autoridades militares. ConLaína hablé en varias ocasionespara comentar las circunstanciasy también para decidir y organi-zar, con la conformidad del Rey,un Consejo provisional de secre-tarios de Estado y subsecretariospara poder combinar adecuada-mente las actuaciones militarescon las civiles.

P.— Hay un momento en quela Junta de Jefes de Estado Mayor(JUJEM) decide hacer pública unanota en la que, inicialmente, sedice que la JUJEM se hace cargode los poderes mientras se man-tenga la situación excepcional quese estaba viviendo. Usted dice quela nota no puede hacerse públicaen esos términos. ¿Convencióusted al Rey de que no se publi-cara?

R.— Es cierto que la Junta deJefes de Estado Mayor había pre-parado, con el mejor de los pro-pósitos, quiero decirlo, una notaen la que manifestaba que se hacíacargo de la dirección de todas lasdecisiones en los graves momen-tos que se atravesaban. Lo quesucedía era que esa loable actitud

EL MUNDO, JUEVES 22 DE FEBRERO DE 20018 23-F

BERNABE CORDON

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EL MUNDO, JUEVES 22 DE FEBRERO DE 2001 923-F

El Rey se dirigió al país en la madrugada del 24 de febrero.

DE LOS LIBROS SEDESPRENDE QUE NO

PODEMOS FIARNOS DELOS ESPIAS DEL CESID

EL 23-F ES UN LIBRO DE ARENAQUE SIGUE Y SIGUE

MIGUEL ANGEL MELLADO

La línea consta de un número infinitode puntos; el plano, de un número infi-nito de líneas; el volumen, de un núme-ro infinito de planos; el hipervolumen,de un número infinito de volúmenes...»Y el golpe del 23-F, de un número infi-nito de libros y más libros.

El párrafo entrecomillado, extraídodel arranque de El Libro de Arena, de JorgeLuis Borges, es la metáfora adecuada y sublimeante la esforzada pretensión de más de unadecena de autores españoles —la mayoría,periodistas y militares— en contarnos aquelaciago suceso que consiguió justo lo contrariode su propósito: soldar definitivamente la demo-cracia con el pueblo español, y poner en susitio, en el pabellón de la reserva activa, a losmilitares.

Y, claro, El Libro de Arena se llama así por-que ni el libro (sobre el que Borges fantaseaen su relato) ni la arena tienen principio ni fin.Pues lo mismo sucede con la asonada del 23-Fy la profusión editorial sobre aquel evento.

Si el sumario del 23-F constó de 12.000 folios,más cuatro tomos con aquellas declaracionesefectuadas por los inculpados bajo el «síndromedel sacacorchos» (habla poco y no culpes anadie, y así salimos todos a flote), los libroscon el marchamo investigador del 23-F sumancasi otras tantas páginas. Desde aquel Con lavenia... Yo investigué el23-F, de la siempre opor-tuna Pilar Urbano, hastael último en llegar a losanaqueles de las libre-rías, Ni Tejero ni Milans,del ex espía Juan AlbertoPerote, no han cesado desalir libros con los títulosmás variopintos.

El militar golpista Par-do Zancada nos prome-tió La pieza que falta; el historiador Ricardode la Cierva escribió Sin Máscaras; Juan Blan-co, subdirector del periódico golpista El Alcá-zar, se contradijo con los hechos y escribió unaCrónica fiel de un golpe anunciado por llamarlade algún modo; los periodistas Prieto y Barberíase centraron en El enigma del Elefante; otroscompañeros de profesión, con P.J. Ramírez alfrente, miraron hacia el futuro y columbraronLos ejércitos más allá del golpe.

Seis libros, sin contar las memorias desme-moriadas del ex general Alfonso Armada, quienal parecer ha puesto el punto y final a lo queel ahora empresario de camelias no reveló sobreel golpe, su participación dirigente y diligentey la de otros señores, páginas que no veránla luz hasta cinco años después de su muertey la de su esposa.

La factoría literaria ha alcanzado su éxtasiscon motivo del 20 aniversario. Además de Pero-te, otros cinco ensayos se han incorporado enestas semanas a la bibliografía del último golpedel siglo y del milenio. Todos ellos, con títulosprometedores y antecedidos por un ya eufónico23-F: La conjura de los necios, del trío Cernuda,Jáuregui y Menéndez; 17 horas y media, deJavier Fernández; El golpe que nunca existió,del ex militar Martínez Inglés, y El golpe delCesid, de Jesús Palacios.

Tal día como hoy, hace cuatro lustros, El Alcá-zar alentaba desde su primera página a que lasuperioridad máxima (el Rey, se supone) inter-viniera de forma inmediata para poner fin aldescalabro del experimento democrático. Losmilitares Armada, Milans, Tejero, Iniesta Canoy Más Oliver, principales cabecillas del «teje-razo», tenían la maquinaria retrógrada lista parasubvertir el orden y regresar a la Prehistoria.

Pero la gran pregunta es: ¿no hubo nadie másimportante entre los implicados? La mayoría delos libros publicados en estos días señala conel dedo acusador al CESID, la central de espíasespañoles, y concretamente al superagente Cor-tina. Él estuvo metido hasta las cachas en lamovida golpista, por más que en el juicio que-dara exculpado. Más aún: Javier Calderón,entonces número dos de La Casa, debería daruna explicación pública e inmediata de si tapó

la intervención de agentesen el movimiento involu-cionista, pues curiosa-mente en estos días deaniversario es el mismísi-mo Calderón quien dirigeel Cesid.

¿Nos podemos fiar deél? Por la lectura de libroscomo el de Jesús Palacioso el de Perote, la respues-ta es decididamente no.

Martínez Inglés va más lejos aún y de su análisisse desprende que, además de la confluencia enaquellos días de tres golpes (¡qué trabajadores,los militares golpistas!) era imposible que elinquilino de La Zarzuela no supiera nada.

¿Existe un interés en la calle parejo al des-pliegue editorial? Eso pronto se sabrá, pues lascajas registradoras de las librerías no son dearena, y tanto dura un libro en los expositorescomo se mueve la cinta de tiques. «Majestad,se va a producir un golpe», cuenta Palacios queAlfonso Armada anunció en el Palacio de LaZarzuela aquel 13 de febrero (pág. 339), conla reina Federica, la madre de Doña Sofía, decuerpo presente. «Díle a Mellado (Gutiérrez) loque me estás diciendo».

Si ese día se hubiera tomado en serio al felónsalvapatrias entorchado, hoy nos habríamosahorrado papel, con lo caro que está.

«ARMADAME SUGIRIODESPLAZARA ADOLFO

SUAREZ ENUN INFORME

EN 1980»

trasladaba al ámbito militar, demanera exclusiva, todas las ges-tiones encaminadas a la resolucióndel problema. Parecía necesaria lacolaboración civil y de ahí vino laconstitución de un gobierno even-tual de secretarios de Estado ysubsecretarios. El Rey estuvo deacuerdo con este punto de vistay por eso se cursaron las órdenesen ese sentido.

P.— Después de eso, el generalArmada y usted llegan a un pacto.¿Cómo se logra y en qué consistió?

R.— Tuve más de una conver-sación con el general Armada,algunas continuando o terminandolas que él mantuvocon Su Majestad elRey, que debíaatender otras lla-madas urgentes.Alfonso Armadamostraba estarhondamente preo-cupado por la suer-te de quienes seencontraban en elinterior del Congre-so y por la divisiónque pudiera produ-cirse en el seno delas Fuerzas Arma-das. Para evitarlo,dijo estar dispuesto a acudir alPalacio de la Carrera de San Jeró-nimo y ofrecerse como presidentede un Gobierno de concentraciónen el que estuvieran representadostodos los partidos políticos. SuMajestad dispuso, y así se lo tras-ladé al general, que si acudía alCongreso no lo hiciera en nombredel Rey sino por su iniciativa ycon la autorización de su jefeinmediato, el general Gabeiras.Como amigo y compañero, mepermití advertirle de lo extraño desu propuesta puesto que la vota-ción que pudiera producirse sobresu iniciativa no podía tener elmenor valor al estar el Gobiernoy los diputados y senadores bajola amenaza de unos fusiles.Incomprensiblemente, me dijo:«Los socialistas me votarían». Laafirmación me pareció tan graveque, para no complicar más la difí-cil situación, le prometí reservar-me entonces ese delicado punto,de la misma manera que le pedíque me prometiera que no iría alas Cortes diciendo que lo hacíaen nombre del Rey. Más tarde tuveque explicar a Su Majestad en quéhabía consistido aquella conversa-ción telefónica que él había pre-senciado.

P.— ¿Cometió Armada un errorde cálculo cuando llamó al coronelValencia Remón, que mandaba lastropas que habían ocupado TVE,para que éste autorizara la salidade las cámaras?

R.— Quien llamó desde La Zar-zuela al coronel del que dependíanlas tropas que ocupaban TVE nofue Armada sino el jefe de la Casade S.M. el Rey, el marqués deMondéjar.

P.— ¿Quién se encargó deredactar la nota que se transmitióa las capitanías generales diciendoque la Corona estaba con la Cons-titución?

R.— Es muy difícil recordarahora quién redactó las notas ydocumentos que en aquellosmomentos se elaboraron en elPalacio de La Zarzuela, pero todastenían la conformidad de SuMajestad.

P.— ¿Cuál fue el papel del gene-ral Gabeiras durante la noche del23 de febrero?

R.— El era el jefe del Estado

Mayor Central y desempeñó pun-tualmente su papel en tan difícilsituación.

P.— ¿Cómo se interpreta queGabeiras despidiera a Armada,cuando éste se dirigía al Congreso,con la siguiente frase: «A sus órde-nes, presidente»?

R.— No me consta en absoluto,aunque pude haberlo leído des-pués en algunas de las informa-ciones publicadas.

P.— ¿Cuántas veces hablaronMilans del Bosch y el Rey durantela noche del 23-F?

R.— Creo que varias veces, perono podría concretar el número.

P.— ¿Es ciertoque el generalGutiérrez Melladotransmitió que laúnica manera deparar el golpe eracargándose a Teje-ro y que eso seintentó a través delgeneral Alcalá-Ga-liano?

R.— No tengo nila menor idea, perome parece imposi-ble atribuir al gene-ral Gutiérrez Mella-do una decisión de

ese tipo.P.— ¿Qué papel jugaron el

general Quintana Lacacci, enton-ces capitán general de Madrid, yel general Lago Román, al mandode las fuerzas de operacionesespeciales, los boinas verdes?

R.— Los dos, lo mismo que tan-tos otros militares, tuvieron uncomportamiento ejemplar. Ambosfueron sacrificados más tarde porETA.

P.— En el verano de 1980, elgeneral Armada le envió a ustedun informe secreto para que loconociera el Rey. ¿Qué decía esedocumento?

R.— Se trataba de un estudiosobre la situación general de Espa-ña, que se juzgaba alarmante. Sesugería la presentación de unanueva moción de censura paradesplazar al presidente AdolfoSuárez y formar un Gobierno deconcentración presidido por unapersona neutral, sin significaciónpolítica determinada.

P.— ¿Qué participación tuvo elCesid en los preparativos?

R.— Lo ignoro.P.— ¿El entonces comandante

Cortina le visitó a usted o visitóal Rey en las fechas previas al23-F?

R.— Tampoco lo sé pero sí pue-do afirmar que Cortina no me visi-tó a mí nunca.

P.— ¿Cuál es su juicio, al cabode los años, sobre las consecuen-cias de aquel golpe fracasado?

R.— Es indudable que el intentotuvo consecuencias importantes ycontradictorias. Por un lado,robusteció la institución monárqui-ca, por la actuación de Su Majes-tad el Rey, y por otro, consolidóla democracia.

Por el contrario, las FuerzasArmadas —que en su mayoría per-manecieron fieles a la Constitu-ción— se vieron afectadas en sumoral, y no sólo por la actuaciónviolenta de un limitado grupo, sinotambién por el desarrollo del Con-sejo de Guerra posterior.

Creo que muchas veces es pre-ferible no hurgar en viejas heridasque ya deben estar cicatrizadas ylimitarse a recordar la experienciade un hecho que marcó la Tran-sición española y debe servirnosde lección para el futuro.