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DE HISTORIA ET VERITATE UNICORNIS MICHAEL J. GREEN Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusión, y con el propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN Para descargar de Internet: “ELEVEN” – Biblioteca del Nuevo Tiempo Rosario Argentina Adherida a: Directorio Promineo: www.promineo.gq.nu Libros de Luz: http://librosdeluz.tripod.com

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DE HISTORIA ET VERITATE

UNICORNIS

MICHAEL J. GREEN

Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusión, y con el propósito de

que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN

Para descargar de Internet: “ELEVEN” – Biblioteca del Nuevo Tiempo

Rosario – Argentina

Adherida a: Directorio Promineo: www.promineo.gq.nu Libros de Luz: http://librosdeluz.tripod.com

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De Historia et Veritati Unicornis

1983, Michael J. Green Digitalizador: Desconocido

CONTENIDO

EL DESCUBRIMIENTO DEL DIARIO DE MAGNALUCIUS DE LA HISTORIA Y LA VERDAD DEL UNICORNIO El Libro de la Generación El Libro de Némesis Del jardín del Unicornio y de cómo el Hombre se apartó Las Siete Casas De los hijos del Unicornio Dónde descansa y se alimenta el Unicornio De los sentidos del Unicornio Del alimento del Unicornio Del salto del Unicornio El Unicornio y su combate La Tempestad De la conducta del Unicornio con otras criaturas Del modo como el Hombre se puede comunicar con el Unicornio De un signo peculiar del Unicornio De los Reinos olvidados De las Doncellas De la amistad del Unicornio con una raza antigua Del que está más allá de las Leyes De los concilios del Unicornio De quién puede montar el Unicornio De las selvas de Brocíleande De la Hermandad secreta De la naturaleza del Cuerno Del Cuerno verdadero, y un Enigma La Profecía del Cuerno verdadero

DE HISTORIA ET VERITATE UNICORNIS

EL DESCUBRIMIENTO

Iniciado recién el año 1982 recibí una carta, de elegante caligrafía itálica, en la cual me pedían reunirse conmigo a la brevedad para tratar “un asunto del mayor interés imaginable y de mutuo beneficio”. Yo era,

sostenía la carta, “quizá la persona más calificada” para una empresa que no se nombraba. Terminaba d e modo curioso: “In amore unicornis”. Firmaba un “Frater Iamblicus”. Viví los esotéricos años sesenta; no me sorprenden los personajes extraños con matices misteriosos. Pero la

oportunidad parecía prometedora, creí conveniente no dejarla pasar y contesté la carta. Invité a Frater Iamblicus a mi estudio. Antes de una semana tenía sentado enfrente a una figura delgada, algo encorvado, que sostenía

Cuidadosamente un bulto muy bien envuelto. Con frases precisas y graves y un acento difícil de situar, mi visitante empezó alabando El Libro de Anotaciones del Unicornio, que yo acababa de ilustrar. Afirmó, para desconcierto mío, que mis dibujos “constituían descripciones sumamente fieles” y me preguntó sí alguna vez

había visto al animal. Le respondí -adecuadamente, me parece- que "todavía no", y agregué que las ilustraciones eran fruto exclusivo de la imaginación. La respuesta pareció satisfacerlo. Me observó solemnemente.

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-¿Le gustaría ver a la Bestia Sagrada? -me preguntó mientras quitaba el papel del envoltorio y dejaba al

descubierto una carpeta de cuero ajado por el tiempo. Empezó a recitar en voz baja una breve letanía, seguramente en latín, mientras desataba uno a uno los intrincados nudos que lo aseguraba. Por fin, casi con ademán de orgullo, dejó abierta la carpeta ante mis ojos.

Contemplé, azorado y atónito, el voluminoso contenido. Páginas y más páginas amarillentas, llenas de notas y de textos acompañados de dibujos delicados de unicornios y de unas pocas y bril lantes miniaturas. Había en ellos una curiosa mezcla de estilos medievales y renacentistas; los márgenes, descoloridos y algo rotos,

mostraban a las claras la antigüedad del texto. -Esto -dijo Frater Iamblicus- es el Codex Unicornis, La Historia y Verdad del Unicornio. Es el testamento del venerable maestro Magnalucius y el tesoro de nuestro Collegium Gnosticum, que él fundara. Originalmente, en

el siglo XV, nuestra Orden poseía tierras cerca de Ravenna. Ahora estamos dispersos en muchos países, pero nos unen las enseñanzas de Magnalucius cuyo núcleo lo constituye la Doctrina Secreta del Unicornio... El hombre era serio, no cabía duda. Examiné cuidadosamente las notas y los dibujos. Parecían

evidentemente auténticos; pero yo seguía perplejo. ¿Los unicornios que describían esas páginas eran alegóricos o literales? La actitud conspirativa de mi visitante dejaba entrever, sin embargo, que esas preguntas no correspondían.

-Durante siglos -continuó-, nuestra hermandad y su tesoro se han mantenido ocultos. Pero ahora debemos romper el silencio y esparcir estas enseñanzas sin restricción alguna. -¿Y por qué ahora? -me escuché preguntar.

La respuesta de Frater Iamblicus consistió en sacar de la carpeta el amarillento pergamino aquí mostrado y traducírmelo:

El Unicornio es una raza especialísima, ligada a nosotros en amor y servicio. Señala el camino, guarda el

portal, -espera hasta el fin. ¡Atención! Vendrá una edad en que la ciencia oscurecerá por doquier las esperanzas de los hombres. Carros de hierro rodarán por la tierra, que se endurecerá y vaciará para soportar su peso. El aire se llenará con el

clamor de muchas voces. Plagas y enfermedades desconocidas serán multitud. La esfera de la Luna retendrá las huellas del calzado del Hombre.

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Dos reinos poderosos se disputarán el mundo, y se volverán contra él, hasta que el suelo y el mar enfermen, y el viento se convierta en un flujo de vapores envenenados. Y todo hombre será puesto a prueba

dolorosamente, de tal modo que al fin ninguno escapará de la opción entre la Luz y la Oscuridad. Entonces, en el Tiempo de la Gran Purificación, volverá el Unicornio con gran fuerza. Se mantendrá en los límites de nuestra realidad, sembrará en nuestra mente sueños de una edad más brillante en el futuro; serán

muchos los ansiosos por verle en su forma verdadera. Pero el Unicornio es una criatura espiritual y se conforma según las imágenes que convoca en el corazón de quienes le llaman. Y habrá tanta idea deforme o conflictiva sobre su naturaleza que con suma dificultad hallará el camino para satisfacer a todos.

Entonces se deberán revelar estas páginas y comunicarse sin restricciones. Para que toda confusión se resuelva y haya una unidad de visión que convoque al Unicornio en su estado original, verdadero y perfecto. -Parece el momento oportuno -concedí-. ¿Pero en qué puedo ayudarle?

-Un modo de difundir el manuscrito sería reproducirlo en forma de Libro -sugirió el hermano Iamblicus. -Pero quizás no todo... -dije, pensando en voz alta-. Y habría que traducir los textos... -¡Así lo profeticé! -exclamó-. Elija tres hojas y muéstreselas al editor y a nadie más. Vendré a visitarlo dentro

de una semana. Cuando el hermano Iamblicus me volvió a llamar le tenía buenas noticias: la editorial había advertido de inmediato el valor del manuscrito y estaba dispuesta a publicarlo en facsímil. Así pues, con la ayuda de mi

nuevo amigo, puse manos a la obra. Página a página tradujimos el texto con la ayuda de un br illante profesor de lenguas clásicas; después lo fotografiamos.

Poco antes de terminar el libro, recibí otra visita del hermano Iamblicus. -Amigo mío -me dijo con voz grave-, la decisión que mi hermandad ha postergado tanto tiempo está próxima a cumplirse. Nos visitaría usted en la ermita, nos facilitaría su consejo?

Ese fin de semana llegué hasta la cima de la montaña donde está el refugio del Collegium Gnosticum, una comunidad de una docena de personas, todas amables y amistosas. No obstante, formaban un grupo algo

melancólico. Almorzamos sobriamente y el hermano Iamblicus me guió a una pequeña capilla en medio de un bosque próximo. Nos inclinamos para pasar por una puerta baja y nos sentamos un rato en silencio. Al fin habló con evidente reticencia.

-¡Verá ahora el Cuerno!

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Abrió un angosto cofre de madera que estaba apoyado sobre un bajo altar de piedra, entonó “Nunc ex tenebris te educo (Ahora te extraigo de la oscuridad)” y alzó un cuerno en forma de espiral. Debo admitir que me estremecí físicamente a la vista de la salvaje belleza del extraño objeto. Estaba montado en una pesada

base de plata ornamentada, engarzada entre piedras púrpura, llena de inscripciones rúnicas que, supongo, eran de origen celta. Era, por cierto, el objeto más mágico y misterioso que jamás viera. Parecía pleno de secretos arcanos; no podía quitarle los ojos de encima.

-Tóquelo -dijo el hermano Iamblicus-, y sepa que el Unicornio no es ni un símbolo ni una alegoría.

El Cuerno era frío, mucho más duro que el marfil... y muy real. -El Cuerno es aún más antiguo que su base -continuó-, y eso es ser bastante viejo. Ha sobrevivido al fuego y a las inundaciones, y soportado el tacto de reyes y de santos . Es un talismán de poder soberano que incluso

puede atraer al Unicornio viviente. Pero ésta es su advertencia: su fuerza y virtud sólo se pueden activar por obra de su verdadero propietario. Su luz disminuirá hasta extinguirse si está en manos de otro. As í pues -suspiró, como si hablara al tesoro que sostenía-, hemos revelado los secretos y ahora debemos liberarlos,

consignarlos a un destino que no conocemos. Pues verá usted -y ahora me miró directamente a los ojos-, sus poderes duermen, incluso en las horas de mayor necesidad. -¿Me está diciendo que su fraternidad no es la verdadera propietaria? -pregunté.

-No. Durante generaciones el Cuerno ha pasado de maestro a discípulo. Nuestro orgullo nos hizo creer que estábamos por encima de la Regla.

-¿Qué regla es ésa? -Que ningún hombre sabe a quién debe ir el Cuerno. Que una y, otra vez se lo debe ocultar, en la oscuridad, para que así, en la oscuridad, at raiga al verdadero propietario a su lado. Así está dicho: “Cubie rto de plata,

bajo la tierra, esp el Cuerno espiralado”. La fé que debe reencontrar una fé que no hemos poseído, renueva el lazo preciso entre el Unicornio y la Humanidad.

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Me dejó atónito una confesión tan directa y clara. -¿Así que ahora debe ocultar el Cuerno? Asintió. -Y quizás usted deba participar en ello. Escuche por favor la última profecía de Magnaluci. Extrajo un

pequeño rollo de la caja. -Otra vez tengo que traducir... La obra era una especie de poema, que empezaba:

Desapareceré gradualmente en la tiniebla en una noche hecha por el Hombre, pero el Sol atravesará esa niebla cuando me pierdo, y así otra vez me gano.

Su sentido se me hizo comprensible más adelante. La única línea que comprendí inmediatamente se relacionaba con una “tierra nueva más allá del mar”.

-¿Y bien? -preguntó el hermano Iamblicus, pidiéndome que dijera lo inevitable. -Supongo que el rollo describe el lugar donde debe sepultarse el Cuerno. -¡Sí! ¡Si! ¿Pero dónde?

Pasamos tres días examinando las palabras del rollo y desplegando las páginas del Codex de Magnalucius en busca de nuevas claves. Por fin, mientras paseaba por una pradera para aclararme las ideas, se me ocurrió el lugar perfecto. Y como en todos los laberintos, todo parecía sencillo una vez superado.

El hermano Iamblicus aceptó que la solución satisfac ía la intención del rollo, e insistí en que nos encamináramos al sitio elegido esa misma tarde. Partimos solos y enterramos el Cuerno dentro de una caja de bronce; ordenamos el lugar de tal modo que cualquiera versado en la historia del Unicornio lo reconocería.

-Ahora se ha ido -dijo el hermano Iamblicus-, y una nueva era empieza a despuntar, una que nos dejará, de lado a todos nosotros. Pero frunció el ceño mientras caminábamos, y agregó:

-¿Y si no descubren nunca el Cuerno? Yo me estaba preguntando lo mismo. -Quizás debamos reproducir el rollo al final del libro.

El hermano Iamblicus estuvo de acuerdo.

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Ahora todo se ha cumplido. El libro está a punto de publicarse. Todos podrán estudiar estas páginas extrañas y maravillosas. Sé que muchos lectores continuarán dudando. ¿Es auténtico el manuscrito? ¿Existe verdaderamente el Unicornio?

No hay más pruebas y as í, creo, debe ser. El Unicornio es una criatura de misterio y de fe, no un espécimen para ser enjaulado y disecado. En realidad, cuando estas páginas sólo sean polvo, persistirá el misterio y no la explicación.

Michael Jonathan Green

East Fallowfield, Pennsylvania

1983

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DEL DIARIO DE MAGNALUCIUS

Un Lunes de marzo, Equinoccio de Primavera Empezábamos a trabajar la tierra; pero antes debo referir un suceso singular. Al alba, como solía, me

paseaba entre las encinas que bordean el río. Divisé alguna criatu ra de color blanco. Creo ahora que fue un ciervo; no lo puedo asegurar; se movía entre arbustos espesos, llenos de hojas nuevas. Lo más admirable fue esto: me hallaba en equilibrio, en hondo estado de devoción; la extraña criatura no me hizo atender al mundo

exterior, como suele ser el molesto hábitad de los objetos intrigantes, Al contrario, me quedé inmóvil un momento en el más grato silencio mental y espiritual; la bestia parecía estar tanto dentro como fuera de mí entre las encinas. Cuando despertaba mi curiosidad lo bastante para preguntarme qué clase de criatura estaba

contemplando, se desvaneció. Que el Dios amante nos proteja a nosotros y al Maestro.

[de una página anterior] ... ya no nos preguntamos por qué medios esas almas puras, tan apartadas del mundo, hallan caminos hasta

nuestra remota sociedad. Los que pertenecen, llegan. ¡Así sea! A 26 de marzo, Viernes

Otra vez alcancé a ver fugazmente a la bestia blanca, y me maravillo de las obras de Dios: sospecho que era el fabuloso Unicornio...

Había terminado de drenar el campo de la zona oeste y descansaba apoyado en la pala; advert í entonces una gran enredadera en plena floración sobre la pared en ruinas. Y cayó sobre mí, no esperada, una alegría silenciosa ante la Mano Divina que conduce a la perfección cada retoño, hoja y pétalo; me sentí transportado y

vi entonces las flores que nunca antes las viera, esplendentes de celeste luz como unas joyas.

Ignoro cuánto tiempo las estuve contemplando, pero en cierto instante advert í que en el centro de la extraordinaria visión había la cabeza de un animal que me miraba con grandes ojos bondadosos que no manifestaban miedo alguno. Llevaba sobre la frente un cuerno único, blanco como el hielo. La visión de tan

singular instrumento me hizo estremecer. Perdí al parecer la conciencia por un tiempo; lo siguiente que recuerdo es estar sentado en tierra sin ver ya la criatura. Sé que no sería prudente hablar de prisa sobre esto.

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El Sábado siguiente La carreta del burro se ha roto; debemos conseguir un eje de hierro. El bendito Eugnostos continúa su retiro.

A 28 de marzo, Domingo Esta mañana Sylvanus horneó unos panes a verdadera hazaña, pues nos queda muy poca harina. Toda la

tarde estuve caminando por el campo en vano tras algún indicio de la bestia blanca del cuerno único.

El día siguiente, Lunes

Poco antes del mediodía estalló una t remenda tormenta. Felizmente casi habíamos terminado de preparar la tierra. Encontré un guijarro muy extraño, quizás de vidrio, junto a la cascada. Parece natural... [la página se interrumpe]

Primer Domingo después de Pascua

Sobre la segunda hora de la mañana, Sylvanus, nuestro excelente cocinero, estaba sentado junto al bosque que rodea el jardín. Yo me encontraba no muy lejos, recogiendo yerbas y vegetales para curar la fiebre.

Sylvanus permanecía en honda reflexión, como acostumbra; se le acercó una blanca creatura. No cabía error: brillaba el blanco cuerno único; era el unicornio. Estaba a plena vista, a pocos pasos de Sylvanus; lo miraba tan silencioso como el rocío.

No podría afirmar si el cocinero vio o no vio al animal; Sylvanus no hizo el menor gesto o movimiento. Permanecieron así cerca de una hora, el Hombre y el Unicornio, inmóviles. Yo tampoco me moví de donde, atónito, los miraba.

Había un leve olor a especias, quizás a laurel. Ahora creo que ya entonces Sylvanus y la creatura empezaban a conversar, uno con otro en el brillo de su mente. No me atrevo a contar a nadie este misterio. Esperaré, mejor, la vuelta de mi Maestro, que podrá desentrañarlo

todo. Domina todos los conocimientos del hombre, y aún más.

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El Miércoles siguiente

¡El misterio de la bestia se apodera de mi corazón! Ni mis más secretas investigaciones me conmovieron tanto. Me siento como quien, en la cubierta de una noble embarcación, observa una tierra extraña en la que intuye raras aventuras y maravillosas hazañas.

Pero no se trata de una obsesión común: mis pensamientos me aportan una rara tranquilidad, casi alegría. Me parece intuir ésta verdad: el Unicornio no es el centro verdadero de este misterio. Porque, si bien la creatura es evidentemente sensible y corpórea, sé que al mismo tiempo es un signo, algún portento.

Tal es lo que pienso; porque hoy, poco después del alba, volví a ver la creatura. Y diré cómo. Caminaba bastante más lejos que de sólito y llegué a los dos cerros gemelos que limitan la viña. Me conmovía la quietud y la belleza de la creación en esa hondonada abundante en pleno esplendor primaveral; me tendí en el césped,

y de espaldas como un niño, alcé la vista. Miré las nubes navegantes y empecé a soñar despierto. Poco después percibí una fragancia semejante a la del laurel. Me erguí y all í estaba. La bestia preferida, toda brillante, a pocos pasos. Y por primera veí le oí la voz, solemne y sin embargo musical como la de distante

campana tañendo en torre alta. Se volvió entonces el Unicornio y se encaminó al pequeño bosque que corona la colina; dejé de verlo. Caminé tras él (creí que debía hacerlo); no le encontré por ninguna parte. Pero tampoco podría haber huído a

ningún sitio; la pradera abierta rodea a todos esos árboles y entre ellos no hay lugar donde esconderse. Todo esto me asombra e int riga. Pero debo continuar en silencio.

A 11 de abril, Domingo Mientras trabajaba en el campo oí voces que decían que nuestro Maestro finalmente había terminado su

retiro. Corrí a saludarle, a la espera de pedirle consejo sobre esa sorprendente bestia que tanto me dominaba el pensamiento. Había otros con él. Llegué corriendo, se volvió y dijo en voz alta para que todos pudieran escuchar:

-¿Y has visto al Unicornio? Había olvidado que no se le puede ocultar secreto alguno. Tan grande fue mi consternación que sólo pude responder “s í”.

-¡Por fin! -exclamó-. ¿Y te parece que solamente tú pudiste ver la creatura? Todos se rieron, pero no con mala intención, y me dejaron solo, confundido.

A 14 de abril, Miércoles

El Maestro se reunió conmigo junto a las ruinas de la fuente y me pidió que hablara. -¿Qué es el Unicornio? -pregunté-. ¿Por qué desaparece? -La bestia no puede desaparecer -respondió Eugnostos-. Pero abandona nuestro nivel de realidad y se

marcha a otro. -¿Y cuál es ese otro nivel? -¿No has oído hablar de las Cuatro Edades? -me preguntó. (Conocía algo, en efecto, por los diálogos de

Platón: la primera había sido la fabulosa Edad de Oro, y después venían las Edades de Plata y de Bronce; ahora estábamos en la última, la Edad de Hierro.) -¿Y acaso estas cuatro Edades no son semejantes a las cuatro grandes dinastías que enmarcan la

decadente historia de la humanidad?

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-Así es -respondí. -Y no obstante no es así- dijo. -O por lo menos es más que eso.

Me guió entonces por el jardín y me hizo sentar en el Banco del Aprendizaje, me cubrió con su propia túnica y me enseñó. Estoy desconcertado. Su enseñanza fue enorme. Empecé a ver todo a una nueva luz. -Escucha con atención -me dijo. -Cada una de esas Edades aún continúa, porque no miden los años

cambiantes del mundo que conocemos, sino otras dimensiones, o niveles, en los cuales el Hombre ha vivido antes de llegar aquí. A la primera se la llamó Edad de Oro porque brilla de luz dorada como pensamiento recién nacido en la

mente de Dios. Cada Edad siguiente es una elaboración de este tema: hay tres pasos más por los cuales el pensamiento divino ha llegado finalmente a congelarse en la materia inerte y densa de nuestra Edad. Las dimensiones son las cuatro notas de una cuerda poderosa que expande y abarca cuanto fue, es o puede ser.

El Hombre ha ocupado cada una de ellas y cada vez ha fallado, quebrado su juramento o su promesa; se lo envió entonces a una dimensión más baja, menos refinada. Las anteriores nos son invisibles, pero perduran entretejidas como una urdimbre inextricable.

Una gran quietud se instaló en el jardín mientras hablaba Eugnostos. Inmóvil junto a los árboles estaba el Unicornio. Nos miraba con los brillantes ojos muy abiertos y escuchaba atentamente el relato del Maestro. -Debes saber -me dijo-, que el Unicornio pertenece a la Edad de Oro, que es su morada habitual. Pero es fiel

amigo del Hombre, y a menudo se acerca a nuestro exilio porque posee la capacidad de atr avesar el umbral de las edades. Cuando se aleja nosotros no desaparece: sólo atraviesa un pórtico. Le pregunté entonces: -¿Y nosotros podemos atravesarlo?

-¡Por cierto! –contestó Eugnostos-. Nadie puede recuperar el paraíso perdido a menos que haga el viaje a través de esas dimensiones. Sí, muchos lo han atravesado. Nunca está lejos, pero las dimensiones no son fáciles de percibir. Las más refinadas están dentro de las más bastas, y cada entrada es un laberinto difícil de

descubrir sin la ayuda de un guía adecuado. El Unicornio sirve de guía a algunos. ¡Y te ha elegido a ti ! [Continuación de otra página no mostrada: ]

... diferente de las escuelas y colegios en que estudié. Sylvanus se marcha a retiro espiritual con la prímera luz del alba y me selecc ionaron para la cocina de

mañana. Que Dios se apiade: mis vastos y católicos conocimientos aderezados con viajes a tanta tierra y pueblo, no incluyen la utilización práctica del horno. Dice Eugnostos: “Todo conocimiento es vano menos donde hay trabajo; y todo trabajo es vano menos donde

hay amor”. A 20 de abril, Martes

Mi primer día en la cocina. Hay 21 bocas que alimentar. En mi ayuda acude un ángel bajo la forma de Isabella, hija de Johannes. Creo

que todos los demás deben estar agradecidos a Dios por esto. Una vez más me humillan. Nunca me había preocupado especialmente de Isabella, que sólo tiene dieciséis años. Pero hoy me parece un espíritu delicioso, de temperamento devoto, encantadoramente adecuada para

hacernos compañía. Me siento verdaderamente humillado, también, porque trata con admirable familiaridad a la bestia, a la que llama “nuestro Unicomio”. No tiene inconveniente en referirse a esa extraña y venerable creatura como si se tratara de su mascota y no del custodio antiguo de místicos senderos. Parece conocer muy

bien lo que piensa y siente la creatura. Mañana viajo a Florencia con Piero el Mayor.

Comprar: papeles para dibujo de Rizzoletti, papel para escribir,

tinta de calidad, glicerina goma arábiga, plumas de hierro tierra de color (azul, verde, marrón)

agujas, un cuchillo para la cocina pimienta

A primeros de mayo, Sábado

Anoche regresé solo, cansado de viajar. Daba gracias de todo corazón a Dios, bajo la luz de las estrellas, por estos mundos en que tan dulces refugios hallamos. La breve estadía en Florencia me dejó confuso e inquieto. Pero hoy veo con claridad que esa magnífica efervescencia intelectual no es más que un impulso febril que

nace de un infinito vacío.

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Esos nobles, muchos de los cuales fueron mis amigos y condiscípulos, luchan por superarse unos a otros y conseguir el dominio de cosas entre las cuales permanecen en la más total ignorancia. ¡Piensan que la belleza de obras tan frágiles puede conquistar la muerte! Tras sus actividades subyace un

profundo descontento que me entristece el corazón. A ninguno hablé del Unicornio: sus altivas mentes lo habrían considerado un mito nacido de la fantasía o a lo sumo una curiosidad científica. Aun así, les divert í mucho: a sus ojos era yo un niño, un rústico supersticios o,

apegado a difusas fabulaciones en tiempos de modas cambiantes y audaces descubrimientos. Si estos hombres darán forma a los años por venir, entonces el corazón me empieza ya a llorar: esos tiempos resultarán duros e inhóspitos para nuestra amistosa y modesta creatura de modales discretos, la impulsarán a

alejarse de los caminos del Hombre. ¡Pero que los otros modelen el mundo! Mañana, por fin, reingreso a mi retiro.

A 2 de mayo, Domingo al alba Eugnostos me ha pedido que no lleve papel ni pluma. Debo confesar ahora que mis pasadas reclusiones me

resultaron duras y difíciles, sólo aligeradas por mis libros y escritos. No obstante, debo confiar en mi Maestro. Dice Eugnostos: “Sólo cuando bebas de los ríos del silencio aprenderás a cantar”.

A 9 de mayo, Domingo ¿Acaso no conozco la historia del hombre que cavaba en busca de bulbos y encontró oro? ¡Así se cumple mi

retiro! Durarte muchos años me templé la mente con el arte divino de la alquimia, la bañé en las enseñanzas místicas de las Tablas Esmeralda, investigué los secretos de la Kábala, viví con los anacoretas de Scitia. Pero

ahora, cara a cara ante el Unicornio, todo es inútil. Nada me había preparado para el contacto poderoso con esa maravillosa mente. Pasé tres días entre el ensueño y la plegaria. Finalmente pude sentarme a la luz del Sol junto a la puerta

abierta; estaba contento, Vino, al fin, y dejó sus Pensamientos en los míos. Yo, abierto y confiado, me dejé llevar, lleno de dulzura y de extrañas imágenes de origen tan remoto que resultab an irreconocibles. Por último, incapaz de recibir más, su contacto me empezó a quemar con excesivo brillo. Estaba sobrecogido; pero la

creatura se retiró, se desvaneció, no la pude ver. Comprendo ahora el secreto de esta pequeña cabaña y por qué todos están tan ansiosos por venir aquí a retirarse. El Unicornio debe residir aquí cerca. ¿No estaré en las proximidades del pórtico que conduce a su

dimensión secreta? Después de ese primer encuentro vi al Unicornio cada día. Pero no escribiré al respecto, sino esto: aquí reside un misterio antiguo, incomparable. No obstante la creatura (¿es posible que sea cierto?) es ahora mi

amigo. Dice Eugnostos: “La amistad no tiene otro objeto que la manifestación del espíritu”.

A 11 de mayo, Martes El beato Eugnostos me llamó a su celda después del mediodía. Me preguntó por qué suponía que no había

relatos verdaderos sobre el Unicornio; se respondió a sí mismo: “El Unicornio no se muestra a clérigos o a filósofos, sino a los jóvenes o a los inocentes. Los pocos estudiosos destinados a un encuentro con la bestia mágica se hallaban maravillosamente vaciados de pesada sabiduría y posteriormente no propendieron a

escribir o a hablar de esos encuentros; pues la memoria del Unicornio semeja una lámina resplandeciente que las palabras sólo opacarían”. Entonces sonrió Eugnostos, como divertido, diciendo:

-Pero me parece que un destino especial te ha señalado para hacer el trabajo que los demás no hicieron. -¿Qué trabajo? -pregunté, sin comprender todavía. -¿Acaso tu mano no desespera por escribir y dibujar? Debes hacerlo entonces, relatar la verdad y la historia

del Unicornio. Parece haber en esto un designio divino que debe revelarse, que todo esto debiera dar fructífero resultado algún día. Trabaja con dedicación y permíteme esperar la rápida conclusión de la obra. Pero no seas indiscreto y mantén la reserva. Recuerda el triste destino de tantos amigos que se entusiasmaron en exceso

con sus dones y, sin advertirlo, extraviaron el camino. Entonces el Maestro me desligó de t odos los otros deberes y me envió a escribir. Humilde y exultante, salí de la celda.

A 12 de mayo, Miércoles

Es obvio que la forma adecuada de esta empresa debe ser un libro, amplio y extenso. Sobre su ordenamiento: Debe empezar con la concepción originaria del Unicornio y describir del modo más preciso posible las fuerzas

que le dieron vida.

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· Y cómo acelera la vida. · Y sobre las Cuatro Edades. Y sobre sus actitudes y movimientos; sobre sus deberes, sus divisiones y categorías; sobre sus visitas a los

hombres. Debo ignorar las muchas falsedades y confusiones sobre el tema, y atenerme más a la pura verdad. El propósito de este libro será instruir al peregrino honrado para que sepa cómo hallar al Unicornio. Empecemos con un hermoso dibujo, al modo de l os que se encuentran en tantos breviarios. Que el libro sea

grato a los ojos de Dios y de los hombres.

DE LA HISTORIA Y LA VERDAD DEL

UNICORNIO

De la Historia y Verdad del Unicornio

En Ti se oculta un misterio extraño y terrible.

YO, MAGNALUCIUS, NACIDO EN EL PUEBLO DE Anchiana en el año 1457, empecé esta obra por mi propia mano y doy testimonio de su veracidad. Por la gracia de Dios no me ha faltado educación; primero me enseñaron el arte del dibujo. Pero en sus tintas y pigmentos sólo hallé orgullo y vacío. Así que me dediqué a la

filosofía natural y a la alquimia, e incluso a la Kábala de los hebreos. Trabajé arduamente las enseñanzas más profundas de las hermandades gnósticas en las ciudades y monasterios de Egipto. Y aprendí secretos ocultos, muchos y grandes.

No obstante, cuánto aprendí en esos años fue una sombra a la luz del Unicornio, cuya venida resultó en la piedra basal de todos mis conocimientos. Todo lo anterior habían sido frutos primerizos; lo de ah ora, la cosecha abundante.

Ahora bien: este trabajo no es tributario de las vanas fantasías y delirios imaginarios de nadie -aunque todo esto haya adquirido el peso de una tradición sacrosanta-. Como dice San Columbano, flor de los claustros de Irlanda: “Lo aparentemente antiguo es error; lo verdaderamente antiguo es verdad”. Si aquí se contradice el

saber de larga data de los sabios, el que la mayoría acepta, que el lector quede satisfecho sabiendo que estas palabras e imágenes testimonian la más sencilla y pura experiencia; que juzgue de su verdad por sí mismo. Lector: Si no crees ni ofreces sacrificios, no deposites tu mirada en este libro, pues contiene enseñanzas

secretas que servirán a pocos y turbarán a la mayoría. Si sólo buscas diversión, no sigas leyendo. Si eres un honrado peregrino en el sendero de la Vida, abre entonces, lee y pondera.

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EL LIBRO DE LA GENERACIÓN

De mente a mente en pensamiento sin palabras,

esto me hizo conocer el Unicornio: Su verdadero origen yace en la hondura del Tiempo, en ese Principio sin principio cuando todo era desierto y

vacío, oscuridad y niebla. Entonces decidió el Santo único apartar la oscuridad de la luz. Así se estableció concordia y equilibrio, con la tiniebla expulsada al límite exterior y la Morada de la Luz en el mismo centro de todo.

Pero lo oscuro, apenas situado y librado a sí mismo adquirió peso más allá de toda ponderación, se int rodujo entre las cosas y las empezó a arrastrar hacia sí conforme a sus inclinaciones. El equilibrio empezó a temblar, por lo tanto, y de ese temblor emergió una resonancia, un sonido

atemorizador que circuló por el vasto vacío con canto poderoso. El Santo único modulaba ese sonido para convertirlo en un acorde de gran dulzura, y le infundía inteligencia para que pudiera convertirse en espíritu de armonía y en conductor en todos los rincones del vacío. Éste, el poderoso espíritu llamado Galgallim, giró y giró

a través de innúmeras edades, siempre en espiral en torno a la luz central. Y aunque algunas cosas continuaban cayendo en lo oscuro, Galgallim guiaba a otras por un sendero menos definido a las riberas de la Luz. De este modo el equilibrio seguía manteniéndose.

Entonces el Santo único quiso contar con un panel donde desplegar su gran arte; entre la ribera de la Luz y las murallas de lo oscuro dejó colgar a la Tierra en equilibrio. Encendió sus montañas desnudas y en ellas esparció brillantes gemas que aún reflejan esas llamas. Entonces el Santo único habló al espíritu conductor, a

Galgallim, diciendo: 'Te he hecho a partir de los ocultos golfos, libre y con forma ilimitada. ¿Aceptarás una forma en la Tierra y así prestar un servicio aún mayor? Y mientras la pregunta aún se formulaba, así era acordado.

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El primer Unicornio

Llegó envuelto en una nube, impulsado por un blanco torbellino. Descendió con suavidad desde los cielos a los campos infantiles de la Tierra, aun antes que sus fuegos iniciales se hubieran extinguido. Posee entonces el Unicornio el brillo de la Luz, y puede apartar de s í toda oscuridad, toda tiniebla. Se lo llamó Asallam, el primer

Unicornio de los nacidos, creatura de conformación temible y para contemplar hermosa, dotado de un cuerno de luz en espiral, señal de Galgallim, el guía.

Del Jardín del Unicornio Golpeó entonces Asallam una roca desnuda, con su cuerno la penetró hasta grande hondura, y brotó una

fuente de vida borboteante. Los fuegos se extinguían doquiera fluían esas aguas y empezaba la Tierra a fecundarse con multitud de cosas muy fructíferas. Se alzaron grandes árboles, florecieron; y bajo su sombra se instalaron las bestias salvajes y domésticas. Todo esto era intención del Santo único, y el Unicornio, el

instrumento de su querer. De este modo se formó el jardín del Unicornio, llamado Shamagim, que quiere decir Lugar donde hay agua.

El Santo único se dirigió entonces al primogénito, diciendo: „¡Asallam! Tú sólo serás, entre todas m is creaciones, quien recuerde la ocasión y el modo de su hechura, y vivirás en permanente memoria de la Luz,

para ser su conductor y su guardián. Pero jamás volverás a la Luz hasta la hora final del Fin del Tiempo'. Y el Unicornio, maravillado, vivió en su jardín y fue caminando hacia afuera.

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De la creación del Hombre Entonces quiso ser conocido el Santo único, aunque Él ya conocía todas las cosas. Se retiró dentro de Sí, y a

partir de la tierra y del aire, del agua y del fuego, su sagrado aliento compuso al Hombre, que era fuerte y bello, el colmo de la creación. El Unicornio se maravilló mirándolo, y de pronto volvióse modesto y vergonzoso. Como Asallam no participó en la creación del Hombre, el Unicornio lo amó aún más y ante él se inclinó como

un sirviente. Fue el Unicornio entonces la primera bestia que el hombre contemplara, la primera a quien dio nombre. Desde entonces hasta ahora el destino de ambas razas se ha ligado; el Unicornio conduce hacia la Luz y s ólo

el Hombre puede all í seguirlo. Y este fue el principio de la Edad Primera.

EL LIBRO DE NÉMESIS EN LOS LARGOS AÑOS DE LA EDAD primero Hombre y Unicornio habitaron juntos y crecieron en estatura de

cuerpo y mente. Pero en lo oscuro otros seres se desplegaban y fortalecían.

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De la Generación de los Dragones

El mismo día que el Unicornio hizo surgir de la roca una fuente de borboteante vida, también se sembraron semillas de peligro. Mientras las aguas esparc ían su humedad fertilizante, se filtraban también por fisuras

tenebrosas y goteaban hasta cavernas secretas y ardientes que se entrelazan en las raíces de los montes.

Allí, en esas cámaras del abismo, la carga vital de esas aguas sagradas se gastó por vez primera en criar algo viviente. Así nació entre fuegos y tinieblas el Dragón. Su difícil nacimiento le dejó huellas indelebles, y nunca hubo después otra creatura dotada en tal medida de tanta astucia y fuerza.

El primer dragón fue Yaldabaoth (aunque también se lo llama Tiamat, y de muchos otros modos). De horrible constitución, con ojos penetrantes y sin párpados, lo primero que contempló su mirada impávida fue la propia imagen en las aguas oscuras. Adoró la visión, y una secreta complacencia en esa imagen de sí le ha

consumido el corazón desde esos tiempos. Y Yaldabaoth creció enorme y generó a ot ros como él: Nagamat y Kaliyat y Orkus, Tarasque y Serpens, y muchos otros. Si bien los dragones tienen muchas formas y tama ños, todos son rápidos de mente y tienen sed

de saber. Mientras el Unicornio intenta adivinar los secretos de la creación para mejor conocer al Creador, el Dragón desea lo mismo, pero a fin de dominar el mundo y de este modo derrotar a la muerte. El Dragón odia con fuerza al Unicornio por su primacía, pues no se creó a sí mismo sino que le debe al otro

su ser. Así pues, lo ha perseguido siempre con la intención de devorarlos, dejar de ser el que llegó después, y convertirse en el Más Viejo de todas las Cosas. Pero el Unicornio controla todos los dominios de este mundo, y tanto en la sombra como en la luz más tenue

debe enfrentar al Gusano. No existe creatura que supere al Unicornio en velocidad o coraje, pero es vasto y sutil el saber de los dragones. Pueden moldear su mente y adecuarla, e incitarlo a penetrar los laberintos de la propia; en ellos el Unicornio vacila en la creencia que intelecto tal no puede carecer de redención alguna. Así

entonces, de modo imperceptible y paso a paso cae en un debate interminable y los dragones le vacían de su fuerza y de su luz. En esas galerías tenebrosas se acerca a su condena; sólo cuando pisa por senderos mentales que violan extremosamente su naturaleza advierte la desolación del sitio a que ha llegado.

Debe entonces el Unicornio atravesar un sendero muy estrecho. Le espera el odio, o bien la desesperación más fría. Uno y otra implican su derrota: sucumbir al odio sería hacerse del instrumento enemigo y perecer en su fuego. Pero si huye, vacío y desesperanzado, será entonces vencido, será destruido y perecerá.

Inmerso en confusión, sabe entonces el Unicornio por primera vez del toque frío del terror de los hombres mortales; el único terror que alguna vez conocerá. Si actúa con rapidez puede aún cantar victoria. Con sagacidad, con el más alto amor, nos debe despertar de un sueño, destrozar al Dragón, sin vacilar, con su

Cuerno Espiralado.

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Del jardín del unicornio

(Que es la edad primera, y cómo el hombre se apartó desde entonces ) De los Límites del Jardín

Entonces el jardín brillaba con luz santa, como una gozosa mañana cuando el rocío aún centellea y toda hoja es verde. Era muy amplia su extensión sobre los campos, pero en lontananza se alzaban los montes níveos

con fuego ardiente dentro, y había lugares salvajes donde rugía el torbellino y se escuchaban voces en el resplandeciente abismo. El Unicornio podía desplazarse en medio del trueno, la tormenta y los temblores, pero esas hórridas, eran

inseguras para el hombre. Así, pues, el Unicornio, hermano mayor, amigo y guía, vigilaba que ningún hombre se aventurara fuera del jardín. Entonces el tiempo se sucedía de modo inenarrable. Hasta hoy quedan huellas de esa gloria inmaculada; por eso ni la quietud más sosegada está libre de alguna sensación de nostalgia y

exilio. Porque el hombre creció en número y en fuerza, y también el Unicornio; razas ingresaron juntas, en esta gracia y de inocencia, en la plenitud la Edad Dorada. Entonces se forjaron los lazos que el tiempo jamás podría desatar: por larga que sea la separación existente, jamás el Unicornio y el Hombre volverán a encontrarse

como extraños.

La Venida de Serpens, la que Engaña [Al dorso, no mostrado] Pero Yaldabaoth y su progenie tramaban en las honduras de la tierra y más y más celosos se volvían hasta

que al fin enviaron a Serpens, la más astuta de su raza. No era de gran tamaño y por esto no inspiró temor en los corazones de los hombres. Parecióles Dragón atractivo y asombroso, de escamas orgullosas e irisadas, de palabra abundante y escogida; muy pronto se movía familiarmente entre los hombres, ocultando su propósito:

tal las artes habituales del Dragón. Entretejía palabras de alabanza con otras para sembrar la duda, diciendo: “¡Qué sabio y digno señor podría ser el Hombre!” y se lamentaba que el Unicornio limitara a sus amigos al recinto interno del jardín.

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No toda nuestra raza prestó oído a las sutiles incitaciones al descontento y al orgullo. El hombre y la mujer gozaban de distinta intuición desde el principio; las mujeres no se dejaron engañar por la insidia de Serpens,

mantuvieron la confianza y no dejaron de amar al Unicornio. Cuando por fin Serpens oyó murmurar al hombre que el Unicornio no parecía amigo tan perfecto y s í quizás propenso a finalidades egoístas, habló más abiertamente. Más allá del Jardín, aseguró, hay tierras hermosas y fértiles, dispuestas a que las dominen, pero

el Unicornio mantiene al Hombre cautivo, no sea que su número crezca en exceso y resulte ingob ernable. Esas mentiras no escaparon al Unicornio, que se apartó, triste: no podía obligar a seguir los caminos de la luz; señalaba su sentido. Pero nadie le pidió consejo en las discusiones insensatas que siguieron. El más

descarriado se levantó y alzó la voz: '¡Rompamos estas cadenas de oro, acabemos con estas ataduras! ¡Cuanto más difícil y largo sea el camino, más brillante será su término!'. A partir de entonces el hombre no pudo culpar a nadie más, sólo a sí mismo, por las penas y dolores

subsiguientes. Pues todos gritaron aprobando, aunque las mujeres inclinaran la cabeza en señal de silente pesadumbre. De este modo se cumplió el trabajo del Dragón, y así esas palabras sellaron la condenación del Hombre.

Del cambio de Edad Entonces movilízase el Santo único, en perfecta sincronía con el proyecto fatal del Hombre. Y en un instante

volvióse duro y opaco lo que fuera un mundo en primavera. Y pareció caer un vacío piadoso sobre la mente de los hombres, y cuando cesó esa oscuridad se hallaron en una dimensión más densa, en la sombra de la dimensión de antaño. Se movieron perplejos al principio, encerrados en formas menos gráciles. Y desde esa

hora se cuenta el principio de la Edad Segunda, la de Plata.

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La división de las Razas hermanas

No está en mi poder hacer la crónica de cada edad, ni tampoco la del amargo camino que llevó al Hombre a su cuarto y definitivo mundo último. Pero sólo debo decir esto: el Hombre cayó en un mar asmo moral, adoró

ídolos y luchó contra sus semejantes. Y durante todos esos años el Hombre y el Unicornio se separaron más y más, tal como deseara Yaldabaoth y su especie. El Unicornio entonces marchó por senda aparte mientras el Hombre se mantenía en su locura; as í acabó su

vecindad. Aunque la creatura sigue viviendo en el Jardín de la dimensión dorada, su corazón aún está ligado al Hombre; as í se desplaza a través del mundo y permanece inmóvil junto a la frontera actual del mismo. Y es posible entonces que también hoy un hombre encuentre al Guía; basta que despierte del perturbado

sueño [del error].

LAS SIETE CASAS EL UNICORNIO POSEE UNA GRAN VARIEDAD de formas, tamaños y temperamentos; hay desde el delicado

Avarim semejante al ciervo, hasta el at revido Arweharis que custodia la noche. Ahora todos los unicornios pertenecen a una de las Siete Casas, cada una de las cuales tiene un dominio y un deber.

Este estudio es difícil: he visto un unicornio que, enfrentado al peligro, parece crecer y robustecerse en tamaño y musculatura. Parece no existir una forma definitiva a que la bestia se adhiera. Dice Eugnostos: “Observa al Unicornio. Repara en su belleza. Cierra los ojos; vuelve a mirarlo. Lo que ves,

antes no estaba, y lo que estaba ya no está”.

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Las aguas de la vida brotaron gracias a Assallam, el Penetrante, el Poderoso, el Primogénito. Y Asallam engendró en su jardín a Ilvilon, el Piadoso, llamado el Amigo del Hombre, y después a Vata, que vendrá al alba

del Final de los Días. Y a Ohani, y a Kestevara, y a Abram, y a Isfendarmad, el que conoce la tiniebla. De estos Siete Protectores desciende todo unicornio de las Siete Casas.

Los Avarim

Los hombres conocen especialmente, entre las Siete Casas, a los Avarim, porque son comunes en nuestro mundo y quienes más se ocupan de nuestros asuntos. Son los servidores de los dominios occidentes y se encargan de muchos menesteres curativos. Se acercan a

nosotros, los mortales invisibles, deslizándose en el límite de la vigilia. ¿Quién no ha gustado la presencia de los Avarim? Es cálida certeza de gozo y deseo cordial, surgir del espíritu, caricia del aliento, aguda como la pena, un momento frágil, olvidado o remitido a los sueños o a la poesía.

El Karkadam

¡Qué penetrantes y profundos, sus ojos! Son dos inquisidores negros, sin fondo, aunque azules tal los de su raza. También se los llama los Reém.

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Los Karkadam son los señores de la soledad y de las tierras desoladas. Nunca habitan largamente el mismo

sitio, pero vagan sin cesar, sin pausa, sin mancilla. De estatura mayor que la de los Avarim, tienen la cabeza especialmente redondeada.

Los Nimbi De las casas menores los más preciosos son los Nimbi.

Los más elusivos de todos los Unicornios, si bien abundant ísimos, jamás han ingresado a ninguna crónica oficial. Pero los pequeños y los niños los conocen muy bien, pues sólo trabajan con ellos.

Los Nimbi son extremadamente veloces y nunca más altos que dos palmos.

Los Killina

De las Siete Casas, los menos comunes son los Killina. Muy rara vez los ha visto el hombre. Gozan en incesante movimiento sin reposo; son muchas las tierras sujetas a su gobierno. Su naturaleza secreta se manifiesta: despiden un fuego sagrado. Su enseña es un orgulloso cuerno de tan destellante

potencia que tiembla al l ímite de la visión humana y son muy pocos los ojos que lo han visto.

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Su ministerio transcurre en este mundo entre los Reinos de Oriente, pero pocas veces necesitan inmiscuirse en los asuntos de los hombres: sus apariciones son una advertencia de importancia: anuncian un gran rey o un nacimiento de la mayor nobleza.

A los Killina corresponde la custodia de las Tres Sentencias Secretas, también llamadas los Secretos Grandes, que sólo serán revelados al término de la edad presente.

[Un fragmento] ¡Venid! Él os llevará al Rey Pescador y donde el brillante Sol se alza sobre el dorado roc ío y los suaves

campos que se extienden detrás de las murallas del mundo. Mostrará los valles resplandecientes donde hallaréis el Cáliz de Oro y dejaréis atrás el Cáliz. Y os guiará a través de la Desolación de las Aguas hasta donde moran los Siete Protectores.

Entonces deberéis en primer lugar [... 1 y nunca más puede [...] ocultarse [...]

ni falso [...] llegando a ser[...]

De Los Hijos Del Unicornio [continúa de una página anterior, perdida]

... Y SE DIVIERTEN TODOS juntos. Ya todos consume la urgencia de ver todos los rincones apartados de su tierra, hasta las alturas y profundidades del abismo. Se arriesgan los jóvenes unicornios para satisfacer sus deseos.

Largas y deliciosas son sus aventuradas excursiones. Pero al fin algunas bestias ansían conocer la raza pariente del Hombre, que habita la caída dimensión distante. Atraviesan entonces las fronteras que dividen los mundos y nos observan en secreto, amándonos, aunque ignoran la razón.

De este modo enlazan su destino con el nuestro, y quedamos ligados para siempre.

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Dónde descansa y se alimenta el Unicornio [De una página aquí no reproducida]

ESTA CREATURA CARECE DE morada fija, su mansión propia es el Jardín, y siempre recuerda que es mensajero de una tierra extranjera. Pero hay tiempos en que debe esperar, sencillamente, y mantenerse alerta. Por eso en el curso de sus viajes

regresa a los lugares llamados las moradas, donde puede descansar seguro. Morada puede ser tan sólo un nido de aplastado heno oculto en altos pastizales o un lugar tupido en un declive oculto. También puede crearse santuario en el centro de un ensortijado arbusto de rosas silvestres (sus flores favoritas), o buscar

refugio bajo siempre vivas siemprevivas cuyas largas ramas caen a tierra inevitablemente, a veces cerca de los territorios de los hombres. Muchos han hallado así una morada sin saber verdaderamente lo que era. También los arroyuelos los atraen y la fuente de los ríos. Pero prefiere esas cámaras secretas que la

naturaleza crea a veces tras las cataratas. La vista del Unicornio

LA VISIÓN DE LAS CREATURAS es agudísima, pero no se la puede comparar con la de los halcones y otras bestias de visión precisa, porque el Unicornio ve lo que no ve ninguna creatura.

Todos los unicornios se inmovilizan al alba y contemplan el Sol naciente; quizás sea un modo de orar. El Unicornio, por otra parte, puede mirar sin pestañear el Sol del mediodía. Ignoro lo que ve o lo que sucede en ese instante. Sólo sé que su vista no se daña con lo que cegaría a los hombres.

Su oído

[Al reverso de la página, no mostrada] RETIRADO EN EL SOSIEGO de su morada, cae el Unicornio en un sueño aparente. Puede quedarse inmóvil durante un día con los ojos cerrados y la cabeza erguida. Pero el Unicornio no necesita dormir. Está

escuchando. A mi parecer, quizás sea más adecuada la palabra sentimiento. Sus sutilísimos sentidos no se distraen con la visión y esparcen una red tan amplia que nada -ni la caída de una hoja, ni el suspiro de la brisa, ni el chillido de

los topos, ni el crujiente crecimiento de los árboles, ni el gotear de las aguas bajo tierra - nada escapa a su atención. Cada pisada, cada murmullo, incluso el producido en los más distantes mares, y hasta los sonidos que el Hombre jamás ha conocido... todo esto y más aún abraza el Unicornio en la armonía de su mente.

Este arte, o práctica, es peculiar sólo de su raza. No obstante, me ha hecho creer que los hombres t ambién podrían dominarlo.

Del Alimento de los Unicornios

Alli donde el Unicornio ha comido de un árbol vivente, las ramas se llenarán de frutos aun más abundantes ESTE MUNDO ES MUY bueno. Se lo ha dotado de cambiante clima, las estaciones se suceden en perfecto

orden, de modo que cada fruto y grano madure sucesivamente. ¿Acaso las creaturas que alientan no comparten la abundancia? Maravilla que el Unicornio se prive de comer y sin embargo parezca tan fuerte y armonioso. ¡Parece extraer su alimento fuera de las murallas de este

mundo! Esto nos permite apreciar que su lazo con la sangre es menor que el de otros animales, y que su cuerpo no es como el nuestro. Y aunque podemos declarar con justicia que posee forma espiritual, no es menos exacto

afirmar que tiene cuerpo. Porque a veces comparte los mismos alimentos que comen otras bestias, y come con idéntico entusiasmo.

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Pero el Unicornio no roba, y cuando quiere comer acude sólo a los frutos y granos ya maduros que la Naturaleza abundante le ofrece librem ente. Y cuando éstos son escasos, he visto al Unicornio tomar delicadamente las más tiernas hojas de algún árbol.

Sólo el agua en movimiento le sirve para calmar la sed. El Unicornio se distingue en muchos aspectos de los otros animales, y también por su modo de comer. Porque nunca inclina la testuz para comer de la tierra, sino que se alimenta sólo de las ramas colgantes, de los

tallos oscilantes, y muy de vez en vez de la mano de algún mortal que ya conoce bien. Tampoco beberá de un arroyo o una fuente, pero siempre busca las caídas de agua; allí bebe con la cabeza alta.

Del Salto del Unicornio

EL UNICORNIO SE transforma en el esplendor de su soledad. Manifiesta su entusiasmo con grandes saltos que bestia alguna iguala en el reino animal, y así revel a ese terrible abandono antiguo, que forma el natural oculto de la creatura; contemplarlo produce calma: parece desafiar voluntariamente las leyes naturales que

permiten a la Tierra apropiarse y abatir velozmente las cosas todas. El Unicornio parece alzars e impulsado por una ráfaga invisible. Sin embargo, el rostro de la bestia jamás pierde su expresión serena en medio de tan arriesgado despliegue.

De esto, el único entre los hombres, tuve el privilegio de ser testigo con mis propios ojos.

El Unicornio y su Combate LAS MAYORES BESTIAS comparten un ciego y arrogante salvajismo; a veces intentan asaltar al Unicornio.

Nunca huye: esta bestia mística no se deja sorprender así sin más y ningún animal logra engañarla. Entonces su pacífico talante se transforma en cólera mortal, y su ataque velocísimo y exacto desalienta a las más atrevidas creaturas de este mundo. El Unicornio no mengua en furia terrorífica hasta que el adversario se

arrepiente o yace muerto. Cae en la batalla como brillante llamarada sobre su oponente. Sus despiadadas pezuñas son veloces y precisas. Pero el Cuerno es instrumento de salud y de conocimiento; jamás lo emplea en mortal combate, a

menos que la sangre lo recubra.

La Tempestad

EL UNICORNIO EXULTA EN LA tormenta y desafía relámpagos; casi nunca busca abrigo porque estos despliegues brutos de potencia natural son pálidos remedo de la fuerza vibrante de su nacimiento.

De la Conducta del Unicornio con otras creaturas

TODOS LOS ANIMALES LO aman; es la más afectuosa de las bestias A pesar de su mente superior y naturaleza trascendente, sigue siendo hermano mayor entre los suyos; su mera presencia les despierta un

recuerdo vago de su propia índole más alta, de su ser por creación divina.

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...[Cada] animal emplea algún lenguaje rudimentario del sonido o movimiento, y el Unicornio parece dominar rápidamente cualquier señal que encuentra.

Del Modo cómo el Hombre se puede comunicar con el Unicornio

EL UNICORNIO SE solaza con la lengua del Hombre, lo escucha desde lejos. Pero en sus palabras no encuentra nada utilizable para la contemplación; las palabras sólo le parecen ejercicios triviales con que el

Hombre ostenta su inteligente plumaje mental. Su mente es distinta. De percepción e inteligencia más agudas, carece de poder para hondas abstracciones. También especular y discutir le son ajenos. Piensa, en cambio, a partir de las cosas naturales, que se revelan

totalmente a su visión pura. Muchos contrarios se resuelven solos en esa mentalidad instintiva, provocando interminables pautas y variaciones reiteradas, como armonías musicales entre tonos por otra parte disonantes. Si bien Hombre y Unicornio poseen tan distintas inclinaciones, podemos, no obstante, hablar con él. ¿Cómo,

si no, podría yo hablar de tan arcanos misterios? He podido apreciar con qué facilidad el Unicornio puede disponer su mente sobre los pensamientos de un hombre o de una doncella y discernir los secretos allí ocultos... Y, en la delicadeza del hombre, algunos

mortales consiguen captar los sutiles movimientos del pensar del Unicornio y, entregándose poco a poco a sus suaves corrientes, alcanzan a ver en el santuario de su más interior inteligencia.

¡Santo, Santo, Santo! En Verdad es antigua esta comunión entre creaturas tan dispares. Maravilla, en verdad, este lenguaje sin

lenguas, este discurso que nadie apresará en un tejido de palabras

De los sueños

EL UNICORNIO POSEE una virtud singular: puede ingresar en nuestros sueños y ahí hablamos. Atiende entonces, oh soñador, cuando el Unicornio se te aparezca. Aunque su palabra diferente de todas las del hombre, podrás comprenderlo.

De un signo peculiar del Unicornio

EL UNICORNIO ES LA MÁS discreta de las creaturas. Sus actos conciernen a muy pocos, y sus pasos son tan leves que sus idas y venidas apenas se advierten. La mayoría de nosotros no repara en la inmediatez con

que nos sigue. Pero queda el periadham, extraño y adecuado objeto. Claro y es férico como cristal, de tamaño no mayor que un guijarro. Es suave, pero de forma imperfecta, como algo natural. Si hallas tal cosa, sabes que ha pasado el

Unicornio: deja esas señales para quienes saben. El Unicornio no ha dicho nada sobre su sustancia o formación; debo especular. Quizás sean perlas de los ríos, condensadas de las aguas límpidas de su distante mundo. O pueden ser (me arriesgo a lo vulgar) nada

más que excrementos del animal místico. [Al dorso de una página no reproducida]

Pero el periadham no es objeto vulgar. Conviene que lo atesores y así puedas recordar cómo diste con él: ¿Caminabas como casi todos los hombres, con la mente llena de esquemas y propósitos? ¿O ibas en paz y sosegado en el instante cuando el periadham se te mostró en el camino?

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El Unicornio ama las yerbas de olor suave, especialmente la lavanda.

Otros signos

Siempre existió la hermandad secreta de los que gozan de la amistad del Unicornio; hoy son muy pocos. Para ayudarlos en la búsqueda, la hermandad continúa una antigua costumbre. Cada vez que ve un Unicornio o

halla un periadham, señala el sitio con un mont ículo de piedras, hábilmente dispuestas de mayor a menor como aquí muestro. También he visto espirales dibujadas en la arena, y una vez lo mismo sobre un muro. Si hallas tal señal, bien puedes temblar y saber que no estás solo.

De los Reinos Olvidados

¡OH HOMBRE, CONTEMPLA al Unicornio con respeto!

Sí le miras a los ojos, cuídate; porque conoce la historia toda de nuestra Raza, y su memoria intacta at raviesa la tiniebla de los años y llega a poderosos y vastos dominios hoy deshechos por el Tiempo y el Destino. La Tierra ha cambiado de rostro: hay tierras que se hundieron bajo las olas del mar. Los río no han sido fieles a su curso, ni las montañas permanentes en su forma. Si quieres conocer lo que hubo antes, busca entonces el

Cuerno Espiralado.

Él señala el camino, custodia el pórtico, aguarda hasta el Fin.

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De las Doncellas

ENTRE EL UNICORNIO Y LAS DONCELLAS HAY UN lazo secreto que los hombres no conocen. Pues los hombres se maravillan ante el Unicornio, su vista les llena de reverencia, o temor, y hasta de místico

deseo. Pero en las mujeres el Unicornio provoca sólo la simple ternura propia de su índole; por ella el Unicornio siente una atracción semejante a la de las abejas por la fragancia de las flores. ¡Y hay un hermoso misterio en esta atracción! El Unicornio gradualmente renuncia a su soledad y se

convierte, si así puedo decirlo, en mimado de la doncella, en niño inocente que se somete confiado a las suaves caricias de una madre. La Doncella, por su parte, cobra conciencia del poder divino que sustenta todo lo viviente, y en ello reconoce

algo nada ajeno a su naturaleza misma. Cualquier mujer puede tener acceso a esta amistad: ni años ni estado son límites, y sólo basta la castidad del corazón. Porque la creatura no exige que ella no haya conocido el tacto de los hombres, pero sólo que ningún

ansia destemplada de ese tacto le haya cerrado la mirada interior ni volcado en deseo hambriento de los placeres de este mundo. Pues el Unicornio vive en el l ímite de nuestra dimensión, y quienes se entregan a los goces visibles nunca podrán seguirle; pero si los de corazón abierto y confiado.

Y las mujeres carecen de esa sed de dominio sobre los demás que posee continuamente a los hombres. Los que ansían el dominio no suelen tolerar el ser guiados. ¿Cómo van entonces a elegir un guía que les señale el camino?

Conócete a ti mismo, hermano: ¿Eres tan sabio como te jactas de ser? Quien desea guiar debe aprender a ser discípulo,

[ Al dorso de la misma página, no mostrada: ] Eugnostos me informa que no he captado bien algunas partes de esto último. La doncel la y el Unicornio se

parecen más a castos amantes secretos. Es más probable que una virgen que ignora los deseos corporales reciba la sabiduría del espíritu.

De la Amistad del Unicornio con una raza Antigua

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[ Continuación de una página anterior, no mostrada: ] CREÍA QUE LOS HOMBRE SALVAJES SOLO ERAN una leyenda para asustar a los niños. Pero el Unicornio

me ha mostrado a gente extraña. Los Ancianos como se llaman a sí mismos, son en realidad gente de cabello cano cuyas canciones recuerdan la Edad anterior al Diluvio; son los compañeros preferidos del Unicornio. Mucho antes de la fundación de Roma

dominaron todas estas tierras, nombraron las estrellas y alzaron esas piedras verticales. Pero ahora son pocos y se pierden en los bosques sin senderos. A simple vista parecen salvajes verdaderos, vestidos con pieles y cortezas, adornados con amuletos de

piedra pulida y bronce, con el pelo suelto, sin peinar. Pero una mirada más atenta revela su naturaleza sosegada y amable, sus sutiles modos. Camina entre ellos el Unicornio tranquilo y despreocupado, y ellos le reciben como a un pariente o a un amigo

de confianza, sin efectuar ceremonia alguna. Les ha enseñado las hierbas curativas, el portento del vuelo de las aves, el lenguaje de los árboles, y otros múltiples secretos. Sus dioses les prohíben tocar el hierro, o utilizar la rueda, o comer carne de cerdo, o matar algo viviente sin

antes orar. Trabajan la madera con admirable arte. Pasan entre los árboles con el silencio del búho, pero dentro de su poblada selva y hogar no pueden ver las estrellas. Su número disminuye sin cesar, pues cada primavera los bordes de la selva caen bajo el hacha, y ya

llegamos al crepúsculo de sus años. Los Ancianos parecen resignados apaciblemente a su destino. Dicen que la Tierra los está arrastrando como a encinas que se pudren en lo oscuro del bosque, de regreso a la oscuridad de su matriz pacífica; pero confían en volver un día, y alzarán las piedras otra vez y contarán las estrellas.

Del que está más allá de las Leyes

EL HOMBRE SE CREE LIBREMENTE un hombre; dirá ser ganadero o comerciante, monje o príncipe según su sitio. Pero ningún ciervo se detuvo nunca y pensó “soy un ciervo”; tampoco el Unicornio. Porque su mente libre

no forja pensamientos en esos moldes inertes del hábito y las circunstancias. Sabe en cambio que es espíritu, que se alimenta como el Unicornio. Da a conocer su libertad mediante un natural desconcertante que contiene y une los opuestos, y se altera tan

abruptamente como el trueno y el relámpago. Una vez contemplé a nuestro Unicornio y le vi amable y dócil, dulce como un cordero. Estaba jugando en el césped con dos niños de un pastor, ambos de dos o tres años de edad. De súbito, como quien oye un llamado

muy distante, saltó a un lado, temblando, alerta. Con los modales de un tigre a quien persiguen temibles fuerzas, huyó de nuestra vista. Dónde fue y por qué, nadie lo sabrá jamás. Pero no pasaron muchos minutos antes que regresara dando

saltos, jadeante y con los ojos ardientes como si hubiera corrido todo el día. Tan feroz y salvaje era su aspecto que vacilamos antes de acercarnos. Pero ante nuestra vista pareció calmarse, y otra vez se inclinó entre los niños, dócil y gentil.

Más lo observo, y más me conmueve y maravilla el Unicornio, tan diversos e imprevisibles son sus hechos y costumbres. En verdad sólo es constante en su mutabilidad. Por esto se lo llama Anasses Duses; es decir, el que está más allá de las Leyes, el que no está obligado por las coherencias que gobi ernan a los hombres

mortales. De los concilios del unicornio

EL UNICORNIO SE BASTA A SÍ MISMO espiritualmente y no se mezcla con sus semejantes sin que medie alguna razón; prefiere la dignidad del solitario. Pero cuando surge una gran necesidad, los más antiguos unicornios se reúnen, no obligados, de mutuo acuerdo, en algún lugar remoto, alto risco o secreto claro del

bosque. Y allí celebran su concilio.

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Mientras en la tierra los hombres descansan y duermen, los unicornios se quedan allí inmóviles, bañados por la luz de las estrellas. No usan de lenguaje, carecen de toda prisa, se miran a la mente y recorren con el pensamiento todas las edades hasta la raíz misma del Tiempo cuando la Tierra era nueva. Restaurado

entonces el estado originario, los unicornios renuevan la antigua alianza con el Hombre y confirman su fe en el Santo único. Entonces empieza la Memoria Grande y se evocan largas historias de las edades idas; y el concilio se

maravilla de que las cosas hayan adoptado finalmente las formas prefiguradas cuando su nacimiento. Por fin llegan a las preguntas de la hora presente, y disciernen las necesidades a satisfacer de las que pueden posponerse.

Por último, apenas la aurora enrojece los cerros, los unicornios , ya en completa armonía unificados, concentran la mente en el Fin del Tiempo. Así me lo enseñaron, pues el Unicornio me quitó el pensamiento inferior y me mostró, a mí solo entre los

hombres, el modo como los unicornios se concilian. De quién puede montar el Unicornio

EL GENTIL Unicornio también ha conocido el vacío de los ecos, y es por eso un ser salvaje e indomable. Nunca se dejará domar o conducir. No tolera bridas doradas ni aperos de seda.

¿Quién puede entonces montar la resplandeciente bestia? Pues si es servidor del Hombre, no es nuestro sirviente; el peso de un jinete lo ofendería. Pero se ha dicho: “Quien domina el viento puede montar el Unicornio”. Y: “El Unicornio sólo tolera a quien

calma los mares y serena la tormenta”. Pero cuando los unicornios se retiran en silencioso concilio y dejan avanzar su pensamiento hasta las fronteras mismas del tiempo, alcanzan a ver el regreso de aquel que volverá glorioso blandiendo una llameante

espada y cabalgando un corcel muy blanco, en cuya frente se yergue un cuerno tan brillante que impide la visión de los ojos mortales.

De las Selvas de Brocileande TANTA HUMILDAD ME INFUNDIÓ EL Unicornio que sent í que mi saber era prisión. De un modo

sorprendente me traspasó muchas imágenes de esas dimensiones más brillantes que conoce tanto. Pero el sabor de los frutos no se aprecia con la mirada y padecí largas ansiedades; quería caminar por esas tierras por mí mismo. El Unicornio no se me presentó durante un tiempo y confesé mi deseo al bendito

Eugnostos. “Deberás hallar la Selva de Brocileande”, díjo. (Pero yo no conocía ese lugar.)

“Ve tú mismo al espeso bosque que hay entre los dos cerros gemelos”, me indicó, “y espera hasta la hora que ni es día ni es noche. Allí está la entrada, ¿acaso no lo sabías? Era tan enorme mi decisión que durante dos días estuve ayunando y orando sin moverme del sitio, y alerta

siempre al alba y al crepúsculo. Al principio del tercer día cuando el Sol aún se ocultaba tras las colinas del Este, se alzó una suave brisa desde algún sitio impreciso. El Unicornio salió directamente desde la oscuridad bajo los árboles y con una inclinación de la cabeza me indicó que lo siguiera.

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Penetramos en los arbustos; estaba muy oscuro y no podía ver el cami no. Pero miró hacia atrás y supe que debía aferrarme de su cola; lo hice con fuerza. La creatura avanzó sólo unos pasos más y saltó de un modo que casi me lanza a tierra; continuó con tanta rapidez que temía tropezar o romperme la cabeza contra algún

ramaje bajo. Afortunadamente pude arreglármelas y mantener el equilibrio. Con ese ritmo tan rápido de marcha debiéramos haber emergido muy pronto al otro extremo del bosque. Pero por todas partes los árboles parecían crecer en dimensiones y en edad. La luz se volvió menos tenue;

resonó un extraño sonido atronador. El Unicornio detuvo la marcha, y me hallé, asombrado, en una antigua selva venerable que antes jamás viera. Solté la cola, el Unicornio me miró de un modo que tranquilizaba el corazón. Seguimos avanzando cierto

trecho; llegamos junto a una poderosa encina donde el sendero se dividía a la derecha y a la izquierda. Hizo otra pausa el Unicornio, como si esperara una decisión mía. La izquierda parecía esparcir un aire de misterio, de secretos oscuros. Avancé audazmente por ese costado y el Unicornio me siguió.

Muy pronto los árboles se volvieron curvos, de fantástica apariencia. Abajo se alzaban rocas que me llamaron la mente hasta que creí estar de veras entre los héroes antiguos. Me inundaba una insólita vitalidad. Cada

nervio se me estremecía con ideas de hazañas grandes y temibles; fui guerrero audaz, avancé de cara a mi Destino. Oscuro y húmedo era el aire. Curvado en medio de un pantano neblinoso, el sendero se contrajo en una cinta

de suaves piedras negras.Y de súbito vía y selva desaparecieron. Ante mis ojos se alzaba un alto farallón cortado por una fisura estrecha y negra. Las rocas se veían peculiarmente trabajadas, como si antiguas runas allí hubieran esculpido. Miraba hacia el corazón de la

montaña cuando una voz muy suave habló desde dentro del desfiladero, diciendo: " ¡Magnalucius !'. Pareció un suspiro, íntimo y cercano, pero frío como piedra; parecía culta y sumamente razonable, diciendo palabras del máximo interés e incitándome a seguir.

Estuve a punto de obedecer. No obstante mis piernas se negaban a moverse y temblaban tanto que casi no conseguía sostenerme. El Unicornio me tocó suavemente. Me volví y escapé de esa morada triste; miré atrás una sola vez. Y en el desfiladero pétreo percibí dos ojos espantosos sitos en una árida cabeza.

Me detuve cuando regresamos a la enorme y digna encina, y empecé a comprender que estuve por caer en el cubil de un dragón. Pero advertí que el Unicornio caminaba ya por el sendero diestro, aparté esas imágenes y lo seguí de prisa.

Este sendero era verde, de musgo suave, salpicado de leves flores. Mis pasos sobre él parecían bastos y groseros. Me quité entonces las sandalias y las dejé a un costado. Pronto ingresamos en un espacio de altos y graciosos árboles, para mí desconocidos. Sus ramas eran finas y pulidas, de ensortijado follaje verde plata. Se

me aligeró el corazón con el sonido de vertientes y con el dulce llamado de infinidad de pájaros. Descendió sobre mí paz y gran certeza; advertí que se cumpliría mi destino. No necesitaba más; sólo debía seguir al audaz cuerno brillante y no preguntarme adónde me llevaba.

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No sé cuánto tiempo recorrimos ese amable sendero sombrío; tenía el corazón repleto, no hubo incidente alguno y el tiempo pasó como entre sueños. Por fin cesó la selva y nos hallamos en la cima de un alto precipicio. Allá abajo se extendía una acogedora tierra adornada de primaverales esplendores, el Sol brillaba

tan gloriosamente que cada detalle quedaba por completo manifiesto: los objetos más lejanos igual que los más próximos. La vista era amplia y vasta; pero al mismo tiempo todo parecía pequeño y apreciable, como si pudiera

abrazarlo todo. Mi alma exultaba con silenciosa admiración ante tanta maravilla, y no era la menor la que relato: Ese paisaje parecía ser yo mismo. Y los ojos se me llenaban de lágrimas como los de quien vuelve a casa después de prolongados viajes invernales.

Ansiaba hallar camino seguro para bajar el peligroso declive. Pero no se me concedió permanecer más tiempo: el Unicornio me condujo por donde habíamos venido. Le seguí con reticencia hasta que los árboles fueron familiares y emergimos de la fronda junto a las colinas gemelas. Y el Sol aún permanecía oculto tras la

cresta oriental de nuestro mundo. Volvió el Unicornio a entrar entre los árboles; pero yo sabía que ninguna búsqueda habitual podría hallarle. Me senté a esperar la luz del día, triste y alegre, pensando. Pero había entrevisto la maravillosa dimensión,

visto más allá de la Selva de Brocileande y nunca más hallaría satisfacción en este mundo. [Al dorso de la página, no mostrado]

Todo lo que aquí existe se puede hallar all í. Pero all í cada objeto parece el verdadero, el original de su tipo, parece recién creado, y los ejemplos que conocemos no son sino su pálido reflejo. ¿Qué pluma puede describir un mundo de corrupción exento? ¿O qué pincel pintar colores jamás vistos?

De la Hermandad Secreta

MI COMPRENSIÓN DEL unicornio se ahondaba, y a mi corazón entraban muchas cosas que antes escaparan a mi conciencia. Y ésta es una: entre nosotros caminan muchos hombres y mujeres que gozan en secreto de la compañía de la Sagrada Bestia.

Suelen ser vagabundos, o gente de condición sencilla. De ojos soñadores, siempre amables, algo vergonzosos, se cuidan muy poco de las cosas de este mundo. Uno de ellos, y me sorprendió saberlo, es Taddeo, que a menudo se acerca a nuestra puerta. Siempre había

considerado algo extraño a este viajero, irreverente, pero ordinario comerciante al cabo. Pero ahora lo conozco de otro modo: vaya donde vayan sus huellas, no muy lejos hay un Unicornio. Los dos están ligados uno al otro de una manera que no he podido comprender.

De la Naturaleza del Cuerno

EN EL CUERNO RESIDE LA HISTORIA TOTAL DEL UNICORNIO. Su forma es una espiral: las dos mitades, o flautas, se enlazan entre sí. En su juventud -o como mida el tiempo el Unicornio- el aspecto del Cuerno es suave y simple. Las flautas, apretadas como hilos de una cuerda, manifiestan cierta energía vibrante y

compacta. A medida que el Unicornio va viviendo, el Cuerno experimenta una transformación notable; la espiral se alarga retorciéndose sutilmente. Esto ilustra bien la índole viviente del Cuerno. En la plenitud de sus años, los

giros del cuerno de esta creatura son aún más relajados. Ya de edad muy avanzada, el Cuerno adquiere surcos y grietas que son el grabado signo de las lecciones que ha experimentado. El Unicornio parece considerar su Cuerno como el recipiente o el cauce de sus pensamientos, o quizás como

el órgano de un sentido ignoto.

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La duración del Unicornio sobre la Tierra es mucho mayor que la del Hombre. Pero está sujeto, como todo lo creado, al Tiempo, a la edad, a la final disolución. Lo hermoso del Hombre está sujeto a decadencia: cada año deja su huella, hasta que el cuerpo mortal

termina en polvo. No así el Unicornio: los años incontables no afectan a su belleza: su crepúsculo es tan bello como su alborada. Pero cuando muere, al fin, perece todo y de una vez; ya no se lo ve en dimensión alguna hasta el fin del Tiempo. Su partida deja, sin embargo, monumental recuerdo: su Cuerno, adamantino, cargado

de fuerza y virtud mortíferas. Sólo de este modo se puede obtener un cuerno, pues no existe brazo fuerte ni red de brujería que pueda arrancar el asta espiralada de su viviente dueño.

Así pues, de todos los aspectos del Unicornio el que más impresión causa en la mente del Hombre es el cuerno, espiralado, solitario, grande y poderoso. Y así debe ser, pues el asta es su talismán y su marca distintiva. En ella se concentra su fortaleza, sabiduría y sutil entendimiento. El Cuerno es exterior y visible, pero

también es la forma mística e inasible de esta creatura.

El Cuerno no está inclinado ni hacia atrás ni hacia adelante; recto, se alza directamente de la frente de la

creatura, poco más arriba de los ojos. De tonalidad brillante y más blanca que la nieve, más suave que el marfil, vibra de vida, sin embargo, aún más que la carne mortal; abriga sentidos de muy largo aliento. Ocupa al mismo tiempo ésta y otras

dimensiones, y por ello es capaz de penetrar cualquier sustancia. En horas de peligro o de prolongada concentración, el cuerno puede exhalar cierto brillo o un suave resplandor.

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Del Cuerno verdadero y un Enigma

A 3 de marzo, Viernes

Eugnostos me llamó a su celda después de la comida de la mañana. Allí me presenté con unos pasteles de anís, que sabía le gustaban. Le encontré leyendo. El sol de la mañana caía sobre sus hombros ancianos; parecía tan transparente como

los antiguos pergaminos del libro. Me agradeció los pasteles y me dijo: -No, son para ti. Le he perdido el gusto a las comidas dulces. “Ha pasado un año -continuó- desde que el Unicornio se te mostrara por primera vez. Y en ese lapso te ha

revelado más que lo que ningún hermano ha sabido jamás. ¿Has terminado ya esos trabajos de pintor y dejado esas labores de la pluma? -Todavía no -le respondí, confundido.

-¡Pero basta ya! Hoy te quiero enseñar ciertos asuntos que la creatura suele reservarse. Atiende: “Aunque son muchos los años del Unicornio, tienen no obstante un límite, pues cuanto existe en el Tiempo debe el Tiempo deshacerlo. Pero cuando finalmente le llega la muerte, su forma externa no se corrompe. Tal

cual la madera entrega su fuerza a las llamas y sólo deja atrás las cenizas, as í también el espíritu de la creatura libera cuanto elemento alguna vez fue su vestido; el viento los esparce. “Pero el Cuerno Espiralado permanece; soberano, adamantino, se transmuta a través de las edades en

diversas y ajenas formaciones. -¿Entonces el Cuerno no es mera invención de vagabundos y villanos? -pregunté. -¡A veces nacen de la verdad mentiras ! -contestó Eugnostos-. En verdad el Cuerno no se parece a creatura

alguna de la Tierra: sirve de puente entre las distintas dimensiones. A él se le atribuyen fantásticos poderes; lo cual tiene fundamento. Pero repara tú en que el mayor bien se consigue renunciando a cuanto el Cuerno puede asegurar: así mente y corazón se purifican y se obtiene el paraíso. Rumores interesados han convertido sin

embargo al Cuerno en objeto de valor tal que hay quien está dispuesto a asesinar a Unicornio y obtenerlo. Eugnostos extrajo entonces de su pecho algo que tenía protegido con una tela de damasco; desenvolvió el objeto y lo sostuvo a la luz. Era un cuerno poderoso engastado en plata. Lo observamos en silencio; el mundo

pareció abrirse a otra dimensión del tiempo. Toda prisa se desvaneció. Se hizo lento el instante, nos fue concedida la más lúcida visión del menor de los detalles. Oí la risa de Isabella en la cocina y el lento goteo de una fuente en el campo distante.

-¿No te has preguntado -dijo Eugnostos finalmente- por qué el Unicornio se acerca tantas veces a nuestra pequeña hermandad? Lo atrae la fuerza del Cuerno, y ahora mismo... Mientras hablaba alcé la vista y vi un pequeño Unicornio (que no había visto antes) fuera de la ventana. Se

mantuvo all í un instante, posando la mirada en el Maestro, y se marchó en seguida.

-¿Y cómo llegó a su poder esta reliquia? -pregunté.

-No está en mi poder -me dijo- A menos que el Cuerno me posea. Pero es muy poco lo que puedo decirte de su historia. Ha estado con Bran Vendigard y Lleiver Mawr de Bretaña, con Sósimo de Panápolis y con Gildás el Sabio, con Iamblicus el Alquimista y Alcuino el Franco, con Bayizad Bistamí y Adelaida de Sicilia, y con muchos

otros de menos fama. El Cuerno llega a quien elige, y vuelve a marcharse. Quizás un día te elija a ti... pero eso no me corresponde decirlo. Entonces Eugnostos se quedó en silencio. No pudo explicarme este enigma, pues se cansa pronto. Me pidió

que me marchara para poder reposar una vez más.

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La Profecía

del Cuerno verdadero A TRAVÉS DE LOS VACÍOS DEL TIEMPO

estas palabras me llegaron. Desapareceré gradualmente en la tiniebla,

en una noche hecha por el Hombre. Pero el Sol at ravesará esa niebla cuando me pierdo y así otra vez me gano.

¡Libérate! ¡Libérate! Te llamo a Nuevas Tierras más allá del mar:

que otro, por sendero estrecho, se me acerque. Más lejos, más alto,

pero fuera de alcance. Elige bien el camino que enseñe cómo se levanta el Hundido, cómo se llena el Vacío,

cómo finalmente se sosiega un corazón desconcertado.

¡Busca la Gran Piedra! Márcala con una señal para que quien te siga

sepa que es la mía, y esté cierto, al verla, y pondere, tal como escribieron los Antiguos:

“Tal y tanto Arriba, tal y tanto Abajo”. Y custodiaré la Fuente de la Grandeza;

esperaré junto a una lágrima nacida ni de la pena ni de la alegría, revestido de plata, bajo tierra;

soy el Cuerno Espiralado.

FIN

* * *

Este libro fue digitalizado para distribución libre y gratuita a través de la red

utilizando el software (O.C.R.) “OmniPage Pro Versión 11” y un scanner “Acer S2W” Digitalización: Autor desconocido - Revisión y Edición Electrónica de Hernán.

Rosario - Argentina

10 de Abril 2004 – 21:51