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Hacia Una Definición De Lo Público Primera edición, 2005 ESCUELA SUPERIOR DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Mauricio Arias Arango Director Nacional Jaime Alberto Duque Casas Subdirector Académico Myriam Velásquez Bustos Decana Instituto de Investigaciones UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA Alejo Vargas Velásquez Director Departamento de Ciencia Política GRUPOS DE TRABAJO ACADEMICO Grupo de Estudio en Teoría Política Contemporánea -TEOPOCO- Director. Leopoldo Múnera Ruiz Universidad Nacional de Colombia Departamento de Ciencia Política Grupo de Estudio -REDES- Director. Alejandro Lozano Escuela Superior de Administración Pública Instituto de Investigaciones Coordinación de edición y publicación Maribel Garzón María de Jesús Martínez María Fernanda Moreno Diseño e Impresión ISBN: La responsabilidad por opiniones expresadas en este documento compete exclusivamente a su(s) autor(es) y no compromete de modo alguno el pensamiento oficial de la ESAP y de la Universidad Nacional de Colombia, salvo en aquellos casos en que expresamente así se indique.

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Hacia Una Definición De Lo Público Primera edición, 2005 ESCUELA SUPERIOR DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Mauricio Arias Arango Director Nacional Jaime Alberto Duque Casas Subdirector Académico Myriam Velásquez Bustos Decana Instituto de Investigaciones UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA Alejo Vargas Velásquez Director Departamento de Ciencia Política GRUPOS DE TRABAJO ACADEMICO Grupo de Estudio en Teoría Política Contemporánea -TEOPOCO- Director. Leopoldo Múnera Ruiz Universidad Nacional de Colombia Departamento de Ciencia Política Grupo de Estudio -REDES- Director. Alejandro Lozano Escuela Superior de Administración Pública Instituto de Investigaciones Coordinación de edición y publicación Maribel Garzón María de Jesús Martínez María Fernanda Moreno Diseño e Impresión ISBN:

La responsabilidad por opiniones expresadas en este documento compete exclusivamente a su(s) autor(es) y no compromete de modo alguno el pensamiento oficial de la ESAP y de la Universidad Nacional de Colombia, salvo en aquellos casos en que expresamente así se indique.

Hacia Una Definición De Lo Público

Alejandro Lozano Ayala Editor

Contenido

Presentación

Maria Alejandra Tapia

Debates sobre lo publico Alejandro Lozano

VARIACIONES SOBRE LO PÚBLICO

Lo privado, lo público, el sujeto y el individuo. Comentarios desde el psicoanálisis Pío Eduardo Sanmiguel

Algunos problemas sobre lo público. Los saberes, las esferas y las relaciones, las estéticas de lo inadmisible Alejandro Lozano

PLANTEAMIENTOS SOBRE LO PÚBLICO

POLÍTICO

Lo social arrasó con la esfera pública. ¿Una modernidad sin política? Elsa Martínez

Lo público político en Colombia en la primera mitad del siglo XX Iván Marín Taborda

La representación política en Colombia a finales del siglo XX. Balance de una década Jesús Molina

IDENTIDADES, CULTURA Y LO PÚBLICO

Democracia, públicos oficiales y contrapúblicos Maria Emma Wills

Dos consideraciones sobre lo público desde la diversidad cultural Carlos Vladimir Zambrano

El ritual del consumo: La trastienda Urbana María Cristina Asqueta y Clarena Muñoz

COMUNICACIÓN Y LO PUBLICO

Comunicación y metáfora del espacio público (Una aproximación desde la filosofía del lenguaje) Fabio López Díaz

Reflexiones y propuestas para definición de políticas de interes público en la comunicación masiva en Colombia Fabio López de la Roche

RESEÑAS

Presentación

l nombre de la publicación - Hacía una definición de lo público - es ya una presentación. En momentos en que parece ser una tendencia casi obligada la mención del fenómeno de lo público, creemos que es

necesario detenerse alrededor de las consideraciones que sobre él existen, con el fin de abrir un amplio ámbito de estudios e investigaciones que giren sobre múltiples problemáticas y perspectivas diversas. Existen muchas más preguntas y enigmas que respuestas claras a la hora de enfrentar la cuestión de lo público. Así, la búsqueda de puntos estables de referencia resulta cada vez más difícil, si consideramos los reajustes espaciales e identitarios que impulsan la desterritorialización postmoderna en sus diferentes niveles culturales de estructuración e intervención. Por ello, se entiende, que los trabajos reunidos en esta oportunidad dibujan, en su más amplio y diverso espectro cognitivo, múltiples acepciones sobre lo público, resultado de perspectivas como las siguientes: Los lugares de producción de saber sobre lo público, su caracterización en términos de esferas o en términos de relaciones, así como la generación de estéticas de lo inamisible (Alejandro Lozano); y de otra parte, consideraciones sobre el sujeto que sustenta el discurso de la dicotomía entre lo público y lo privado (Pío Sanmiguel). Debates conceptuales y teóricos en torno a el fenómeno de lo público político (Elsa Martínez); y el asidero que encuentra estas reflexiones en la especificidad territorial colombiana (Iván Marín Taborda y Jesús Molina). Consideraciones sobre las identidades y el lugar que éstas ocupan en la configuración del fenómeno de lo público, entendiéndolas desde varias lógicas y atendiendo al terreno de la democracia y las ciudadanías (María Emma Wills y Vladimir Zambrano). Finalmente, los acercamientos a la triada discurso-comunicación-fenómeno de lo público, para percibir las apropiaciones sociales que se realizan y establecen en ellos (Fabio López Díaz y Fabio López de la Roche); cerrando con la circulación, recorridos y encuentros de lo público, vistos en los rituales y accesorios del consumo en los espacios urbanos (Maria Cristiana Asqueta y Clarena Muñoz Dagua). Se trata, en fin, de un recorrido de diversos sentidos y poéticas para encarar el fenómeno de lo público. La presentación y discusión de este conjunto de textos se ha llevado a cabo en el marco de las conmemoraciones correspondientes a los diez años de existencia de la Carrera de Ciencia Política de la Universidad Nacional, en la IV Jornada Interdisciplinaria, “Hacía una definición de lo público”; evento organizado y patrocinado por el Departamento de Ciencia Política de la mencionada universidad, en colaboración con la Facultad de Investigaciones de la Escuela Superior de Administración Pública.

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Tanto la realización del evento, como esta publicación son actividades que se inscriben en un esfuerzo interinstitucional de cooperación, orientado a promover la reflexión e investigación sobre el fenómeno público en el país, y que se materializa en torno a la ejecución del proyecto de investigación “Políticas públicas sobre espacio público y configuración de formas de lo público estatal y no estatal: Estudio de caso sobre ordenamiento urbano en Bogotá 1995-2005”. La actividad académica desarrollada corresponde al trabajo adelantado en el seno de grupo de estudio REDES de la Escuela Superior de Administración Pública, dirigido por Alejandro Lozano, y el grupo de estudio sobre Teoría Política Contemporánea -TEOPOCO- del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional, orientado por el profesor Leopoldo Múnera. Finalmente, es necesario agradecer la importante colaboración prestada por la profesora Myriam Velásquez directora de la Facultad de Investigaciones de la ESAP y su equipo de trabajo, el profesor Oscar Mejía Quintana, ex director de carrera del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional y su equipo de trabajo, Edwin Ruiz en su labor de trascripción, y la participación en el evento como ponentes de Oscar Cuartas, Silvia Áreas, Fabio Zambrano, Jorge Iván González y Maria Clara Cortés.

María Alejandra Tapia

Debates Sobre Lo Público

Alejandro Lozano

o público/privado corresponde a un campo, vale decir, a la producción de una disposición relacional estructurante-estructurada, que configura una multiplicidad y variedad de órdenes, distancias, centramientos y fuerzas de lo visible-no visible,

admisible-no admisible, enunciable-no enunciable, y accesible-no accesible. Las formas que adquieren las relaciones público/privadas configuradas en el campo, se disponen de manera simultánea y diversa. En innumerables casos se superponen e imbrican unas con otras; en ciertos escenarios, contextos, períodos y situaciones unas son dominantes y hegemónicas, otras son constitutivas de prácticas sociales abarcantes y expansivas, en tanto algunas de ellas se circunscriben a pequeños grupos, situaciones excepcionales o prácticas reducidas y localizadas a experiencias de minorías. La misma caracterización de los fenómenos público/privados resulta ser un espacio de confrontación disímil y pugnaz, tanto, en el plano político, económico y cultural; en ámbitos de lo individual, social, colectivo y comunitario; y en los espacios del discurso, la comunicación, las subjetividades y las identidades. Algunos de los aspectos en litigio y relacionados con maneras de concebir la definición del campo de lo público privado son las siguientes: De una parte se encuentran concepciones esencialistas, desde las cuales lo público o lo privado corresponde a un aspecto, atributo o dimensión consustancial o inherente a un determinado fenómeno. Algunos planteamientos característicos de estas tendencias interpretativas son los siguientes: Aquellos que hacen equivalente al estado con lo público, o circunscriben éste último a lo estatal; argumentos que proponen una equivalencia entre lo público y lo comunitario, lo público y lo colectivo. Finalmente, y en una perspectiva diferente pero complementaria a las dos anteriores, formulaciones que hacen equivalente lo privado con lo individual, lo subjetivo, lo familiar y lo económico. Es generalizado encontrar que los enfoques esencialistas apoyen sus argumentos sobre la dicotomía público/privado. Independientemente de las dinámicas estructurantes estructuradas del campo, o la naturaleza de las interacciones que lo configuran en una situación dada, el fenómeno objeto de reflexión (estado, comunidad, colectividad) es de antemano público. En este sentido, y desde la perspectiva teórica y metodológica, lo público se constituye, en el primer caso en una premisa, y en el segundo caso opera como un aspecto que no requiere ser contrastado. De otra parte se encuentran interpretaciones en las que lo público/privado se explica por otros ámbitos de la realidad, y con ello se ve diluida su naturaleza y su

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configuración en un sin número de fenómenos que no lo agotan, pero si requieren de él para explicar su propia naturaleza. Tal es el caso de teorías y concepciones que dan cuenta de lo público como un asunto propio de la política, la democracia, la participación y la ciudadanía, entre otras. Algunas de estas tendencias se orientan a reducir lo público a estos fenómenos, y en el plano teórico, el estatuto del campo resulta subsidiario de una multiplicidad de sentidos y definiciones que tienen pretensiones de generalidad, reservándose para sí y desde sí la caracterización de los aspectos estructurantes de lo público/privado. Igualmente, en una dinámica complementaria a las anteriores, se presentan tendencia para las cuales lo público/privado es un principio que opera como criterio orientador de conducta, articulado a pretensiones de naturaleza programática y pragmática. Dado lo anterior, lo público y lo privado es algo que debe ser conquistado, defendido y reconstruido desde referentes y fines de naturaleza estratégica o práctico-moral, a partir de los cuales se establece un estado de cosas deseado, o se busca la reconstitución de un estado de cosas pasadas, encaminadas a conjurar la crisis y la decadencia imperante de la situación dada o dominante. Este conjunto de problemas y el propósito de identificar aspectos del campo son asuntos que se hacen evidentes en el conjunto de documentos que se reúnen en este libro. Muchos de ellos son un claro ejemplo de concepciones esencialistas de lo publico/privado, otros apuntan a identificar y tematizar problemas y tensiones que posibilitan progresivamente circunscribir los lindes de un campo autónomo; algunos se apoyan en referentes ideológico-pramáticos para dar cuenta de lo público y, finalmente, otros sugieren ideas y problemas que serían puntos de tránsito obligado en la definición de una programática investigativa, encaminada a producir exploraciones o reflexiones de naturaleza histórica y situacional sobre el fenómeno en cuestión. De otra parte, no se puede pasar por alto, cuando se trata de dar cuanta de problemas relacionados con la definición del campo, de la centralidad que adquiere, en momentos, la lectura del fenómeno público desde lo político, con una frecuencia rayana en lo repetitivo y dominante, que “eclipsa” en ocasiones otros horizontes que permiten asirlo y construirlo. Esta afirmación es provocadora, si bien no deja de resultar pertinente y en todo caso sugestiva, porque exige una reconsideración de los alcances y lugares comunes, que desde diferentes perspectivas y en ocasiones en franca oposición y tensión, reducen el fenómeno público a lo político. La situación no es gratuita si se toma en consideración la importancia que ha tenido la formación de los estados en la vida social, política, económica y cultural de las sociedades contemporáneas, y la indeleble huella que éstos han dejado en la reconfiguración de lo público/privado, y en los ámbitos de la intimidad. De otra parte, se encuentran en esta misma dirección los múltiples esfuerzos que han explorado el fenómeno político, sin circunscribirlo exclusivamente a lo estatal, enriqueciendo con ello percepciones más amplias de la política y de sus dimensiones público/privas. Pero igualmente, en algunos momentos reduciendo el campo, al hacer coincidir los dos fenómenos, sin atender a sus diferencias.

La multiplicidad de temas y problemas que ponen de presente el conjunto de artículos que nos permitimos presentar, subrayan de manera implícita o explicita algunos de los avatares de esta centralidad, en tanto otros abordan interpretaciones y lecturas que buscan sustraerse a estas tendencias dominantes. De una parte, la relación entre ethnos y polis abordada por Carlos Vladimir Zambrano; las sinuosidades que ha dibujado la institucionalización de lo político y las luchas de resistencia que se desprenden de las promesas y desencantos suscitados por las democracias modernas, en la interpretación propuesta por Maria Emma Wills; el dominio moderno del homo faber y del homo laborans y la consecuente degradación de la acción, puesta de presente por Hannah Arendt, y recreada en las reflexiones de Elsa Martínez; los alcances de los rituales del consumo en el devenir cotidiano que se vive en los espacios urbanos, explorados por María Cristina Asqueta y Clarena Muños; las trayectorias críticas de la incorporación de las masas populares en la primera mitad del siglo XX, con ocasión del experimento político Gaitanista, planteado por Iván Marín; los alcances y límites de la representación política en Colombia derivados de las reformas de las décadas de los ochenta y noventa, estudiados por Jesús Molina; y finalmente, los planteamientos presentados por Fabio López de la Roche sobre el amplio interes que viene concitando las temáticas sobre comunicación de masas, la fuerte centralidad de los medios de comunicación y sus efectos en la dinámica política, el papel del periodista y sus impactos en la vida académica, los debates sobre el bien común, el interes público y su relación con los medios de comunicación, así como el control que sobre ellos debe recaer. No deja de ser relevante destacar, en medio de esta polifonía, la existencia de ciertos lugares de reflexión que progresivamente ponen en vilo los tránsitos de tematizaciones apoyadas en las equivalencias entre lo publico, lo enunciable y visible, contrapuestas a lo privado como lo no visible y no decible; para no subrayar, nuevamente, otras tantas que caracterizan lo público como “lo de todos”. Algunos de esos lugares han sido el discurso, las subjetividades y las identidades. La consideración sobre lo público/privado pasa necesariamente por los registros de lo enunciable y no enunciable, de lo visible y no visible; y es precisamente, desde esta perspectiva, que resulta inquietante la relación entre fenómeno público, el discurso, el sujeto y el Otro, planteada por Pío Eduardo Sanmiguel. Dos ejes de discusión es necesario destacar con ocasión de las consideraciones psicoanalíticas que alientan esta presentación; de una parte, el discurso del otro como lugar en el que se juega el problema de lo enunciable y no enunciable, y no precisamente desde una perspectiva que equipare el orden del discurso del otro, con la usual consideración que termina reduciendo el problema de lo público a lo “común”, lo de “todos” o lo “colectivo”. Subyace al discurso del otro una distancia desde la cual se hace posible lo enunciable que se pone para ser considerado, distancia que en un mismo movimiento señala el problema de la no enunciabilidad, la inaccesibilidad y la exclusión. La consideración sobre la relación del amo y el esclavo como fundamento del lenguaje, planteada por Pío Eduardo Sanmiguel, apunta en cierto sentido en esta dirección.

Desde otra perspectiva, Maria Emma Wills, al reflexionar sobre los alcances y las progresivas limitaciones a las que fueron sometidas la libertad, la igualdad y la fraternidad, como fundamentos de las primeras democracias, pone de presente la existencia de una lucha de marginados y excluidos que a partir de sus contra-respuestas, dieron lugar a la emergencia de contrapúblicos generadores de redes de comunicación alterna, debates y discursos. Dado lo anterior, Wills considera que los contrapúblicos emergen no solamente por la presencia de la exclusión, el marginamiento y la subordinación, sino también por el surgimiento de un discurso que ofrezca reparación, enuncie un futuro viable, una utopía, e invente un sujeto portador de la posibilidad. Estas dos percepciones sobre la relación entre el discurso y lo público ponen de presente un debate central que puede apuntar a concepciones opuestas sobre la manera de interpretar la configuración del campo público/privado. Para Pío Eduardo Sanmiguel el fundamento del lenguaje está en la relación entre el amo y el esclavo, y en consecuencia no se puede partir de una definición de lo público que solucione el problema de la desigualdad humana y la exclusión, porque esta última involucra lo público. ¿Cómo y de qué manera la desigualdad implica lo público? Dos planteamientos orientarán el debate. El primero se hace desde reflexiones de Charles Merman y esta relacionado con el acceso, reparto y apropiación de los bienes, y con ello los asuntos de la democracia. El segundo, considerado desde Dany-Robert Dufour, se ocupa de la forma como se relaciona la democracia con una propuesta en la que todos pueden acceder a lo público y con ello la posibilidad de la inexistencia de un “resto”, en el sentido de alguien que quede por fuera de ese “todos”. No obstante, subraya Pío Sanmiguel la manera como la democracia, en un sentido totalmente contrario, va produciendo nuevamente un “resto”; en este sentido nos encontraríamos con una percepción muy cercana a las consideraciones de Maria Emma Wills sobre los desenlaces que ha tenido las promesas de libertad, igualdad y fraternidad en el marco de las democracias burguesas. Sin embargo, desde otra perspectiva, Pío Sanmiguel indica como en las democracias, para acceder al objeto, se tiene que pasar por encima del otro, reinstalando con ello la relación entre el amo y el esclavo, asunto que no puede ser pasado por alto, en tanto una lectura del problema desde la perspectiva psicoanalítica, llama la atención sobre la imposibilidad la renuncia al goce como aspecto constitutivo de la relación el otro. En esta misma dirección Gérard Pommier en su reflexión sobre la comparación planteada por Jacques Lacan entre la plusvalía, objeto a, y el objeto de la pulsión, establece lo siguiente1:

1 Pommier, Gérard. “La plusvalía de Marx, objeto a de Lacan”. Contenido en “En qué sentido el psicoanálisis es revolucionario”. Aldabón. 1977. Colombia.

Primero, Lacan hace una lectura simbólica y real de la adecuación entre pulsión y plusvalía dado que quiere establecer un lazo simbólico real entre ellas. Segundo, lo real de la pulsión tiene que ver con el papel de hacer gozar el cuerpo en una función que identifica el cuerpo con el falo de la madre; no obstante, la madre no tiene el falo, la pulsión no cesará de empujar y con ello siempre nos hallaremos atrapados en una solicitud progresiva de responder a lo que pide el Otro, vale decir, responder a una demanda de la madre que se relaciona con la identificación del falo imaginario, falo que es una nada. Tercero, El goce que no se puede conseguir de esta manera se intenta lograr fantasmáticamente; en este sentido el objeto se busca obtener del lado de la explotación del semejante. De otro parte, esta fantasmatización de la imposibilidad también se traduce en el nivel de la producción de los objetos del consumo; éstos vienen a ocupar el sitio de los objetos de la pulsión, restableciéndose una metonimia, porque los diferentes objetos del consumo reproducen cada uno lo imposible del goce. Dado lo anterior, para Gérard Pommier, la producción de los objetos en sí misma nunca dará a los productores el valor del objeto perdido y que requiere ser recuperado; en consecuencia, lo único que puede darle valor de objeto perdido a lo que se produce es robarlo. En consecuencia, para Pommier lo que se realiza a través del intento de explotación del otro es un proceso de subjetivación de la alienación, aspecto trazado por Hegel en la lucha entre el amo y el esclavo En una lógica de interpretación orientada en esta misma dirección, Pío Sanmiguel llama la atención sobre dos dinámicas relevantes: de un lado los límites de la democracia y el problema del acceso al objeto y la imposibilidad de la renuncia al goce mediante la expropiación del objeto a otros; de otro lado, la posición del discurso económico frete al problema del objeto, que se traduce en la promesa y la creencia que promueve este tipo de discurso, sobre la posibilidad de repartir el objeto del goce. Finalmente, dados los planteamientos de Sanmiguel y Pommier el asunto estribaría en establecer el alcance, los límites y posibilidades de algunos discursos democráticos que fundados sobre las pretensiones de la igualdad, o del reconocimiento de las diferencias, desde una lógica que apunta únicamente a lo inclusivo y simétrico, hagan de lo público el lugar de su resolución. Desde otra trayectoria, Maria Emma Wills pone de presente la relación entre discurso y lo público, fundamentalmente el discurso político, desde la perspectiva de la emergencia de contrapúblicos y el devenir de sus formas organizativas. La discusión propuesta por Wills resulta relevante, precisamente, por partir del concepto de contrapúblicos para dar cuenta de los debates, luchas y conflictos relacionados con las concepciones y proyectos de ciudadanía y democracia articulados a la modernidad. Un trabajo de exploración del campo publico/privado y su configuración pasa necesariamente por la producción misma de las tensiones que los conceptos procuran y que al mismo tiempo los hacen emerger, tal es el caso del concepto contrapúblicos, el cual permite establecer una distancia necesaria con un conjunto de prácticas corrientes que hacen análoga la ciudadanía o la democracia con lo público.

Para Maria Emma Wills la cristalización de un espacio de circulación y debate de discursos no es asible si se pasa por alto la formación de contrapúblicos que generan contrapeso frente a las concepciones de igualdad, libertad y fraternidad oficiales. Para caracterizar estos contrapúblicos se define progresivamente el discurso desde las siguientes perspectivas: Primero, los discursos se debaten y circulan en unos espacios como las redes, las tertulias, la prensa, entre otras. Segundo, los contrapúblicos emergen de discursos alternos, sin embargo es necesario considerar esa emergencia estrechamente relacionada con los discursos oficiales frente a los cuales se forjan contrapesos. Tercero, el discurso alterno aglutina, enuncia con claridad y crea un sujeto alterno frente al sujeto del discurso oficial. Cuarto, el discurso crea una utopía y construye un sujeto portador de esa utopía. Quinto, el discurso se traduce en la aparición de organizaciones, estructuras partidarias, símbolos que encarnan una comunidad imaginada, emblemas y nuevas comunidades políticas. Sexto, el discurso es también construcción de capital simbólico. Séptimo, los marginados y excluidos tienen que verse representados en discursos que ofrezcan reparación En el marco de estas consideraciones se plantea la existencia diversos momentos en los cuales ha emergido, frente al público oficial burgués, contrapúblicos surgidos en el marxismo del siglo XIX, la primera mita del siglo XX y las nuevas izquierdas. La perspectiva propuesta va dibujando un conjunto de cambios progresivos y surgimiento de nuevas voces que diversifican los contrapúblicos, sin embargo, el punto fundamental frente a este relato es la necesidad de considerar la existencia de contrapúblicos que no provienen de la izquierda y que no se reconocen frente a pretensiones feministas, medioambientalistas, o de otro tipo, agrupadas por Maria Emma Wills en lo que busca caracterizar como emancipatorio. El impase que se concita es si a estos tipos de discurso no les cabe también la utopía y un sujeto portador de la misma, si allí no hay construcción de capital simbólico y ofrecimientos de reparación2. La dificultad central estriba en la existencia de movimientos sociales, colectividades y dinámicas que no se pueden agrupar fácilmente en un único saco, como el de público burgués, que disponen de organización y militancia, pero en las cuales no necesariamente lo emancipatorio corre por cuenta de unas resistencias provenientes de las luchas de la clase obrera, o de los marginamientos derivados de la explotación y la pobreza. La cuestión de esta inobservancia se relaciona, igualmente, con el contenido que puede llegar a tener lo que se quiere significar con emancipación; sobretodo si a este concepto no se lo somete a una pretensión teleológica, esencialita y univoca. De hecho, en múltiples momentos en la juiciosa reflexión de Maria Emma Wills se pone de presente

2 Es importante acudir para tener una idea de estos procesos a los movimientos sociales, religiosos, culturales y aún artísticos que se dan el marco y desde las lógicas de la restauración en diversas partes de Europa y América en el siglo XIX. En el caso del siglo XX, por ejemplo, tomar en consideración la diversidad de movimientos sociales emergentes en las dinámicas globales de finales del siglo. Sobre el asunto consultar: “Castells, Manuel. “Paraísos comunales: identidad y sentido en la sociedad red”, “La otra cara de la tierra: movimientos sociales contra el nuevo orden global”. Contenido en “La era de la información: Economía, sociedad y cultura. El poder de la identidad”. Alianza. Volumen II. España. 1998

algunos de estos escollos, que no logran aparecer con claridad en indagaciones como la desarrollada por Nancy Fraser3 en su trabajo sobre la esfera pública. De una parte, se encuentran la dificultad de las escisiones inscritas en el seno mismo de los contrapúblicos, porque si bien la narrativa utópica puede llegar a aglutinar distintos sectores, esta narrativa no puede hacer desaparecer las diferencias, asunto claramente considerado por Maria Emma Wills, pero, y en este punto es preciso tomar distancia con la mencionada autora; esta narrativa utópica y las prácticas que aglutinan en torno a ella, no soluciona el problema de la imposibilidad de la completud, con lo cual se termina en un sujeto portador de la utopía, portador de la tierra prometida y como siempre prometida desde un lugar, desde una unilateralidad y con ello desde una exclusión. El problema es si se puede asumir, en un momento dado, que la exclusión no es constitutiva de lo público, o si existe una correspondencia entre ausencia de exclusión y lo público; supuesto generalizado en múltiples reflexiones y prácticas militantes sobre la vida humana. De otra parte, si se toma en consideración las observaciones de Pierre Bourdieu sobre la economía de los intercambios lingüísticos4, para el caso que nos ocupa, es relevante subrayar como la progresiva emergencia de los contrapúblicos genera, igualmente, un discurso oficial de la resistencia, discurso que define sus locutores validos, con competencias lingüísticas que determinan niveles de calificación lingüística, y que progresivamente reconfiguran relaciones de fuerza lingüística en la desigual distribución del capital lingüístico en el seno de los contrapúblicos. Esta estructuración no es ajena al dominio, mercado lingüístico, producido por el capital lingüístico del discurso al cual el contrapúblico busca generarle un contrapeso; por el contrario, existe una estrecha relación entre el mercado lingüístico generado por los contrapúblicos y el mercado lingüístico al cual se le busca hacer contrapeso. Por lo demás, en el marco de esta misma dinámica, los locutores válidos desde la producción oficial de las voces de los contrapúblicos, tienen su lugar y logran su legitimidad en una disposición relacional articulada con lo que Maria Emma Wills plantea como construcción de capital simbólico, y que para la autora se relaciona con una serie de símbolos que encarnan a la comunidad imaginada. Si se retoma el concepto de capital simbólico trabajado por Pierre Bourdieu en el libro Razones Prácticas5, se puede aclarar de mejor forma el lugar de los locutores oficiales de los contrapúblicos, y el problema de la escisión, pugnacidad y exclusión en la producción del discurso emancipatorio en el seno de los contrapúblicos. Para Bourdieu existen categorías de percepción que tienen los agentes sociales; estas categorías son el producto de la incorporación de divisiones o de oposiciones inscritas en las distribuciones de los tipos de capital; oposiciones como por ejemplo, débil/fuerte, 3 Fraser, Nancy. “Pensando de nuevo la esfera pública. Una contribución a la crítica de las democracias existentes”. Contenido en “justicia interrupta. Reflexiones críticas desde la posición postsocialista”. Siglo del Hombre Editores. Colombia. 1997 4 Bourdieu, Pierre. “¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos”. Akal. España.1999 5 Bourdieu, Pierre. “Espíritus de estado. Génesis y estructura del campo burocrático”. Contenido en “Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción”. Anagrama. España.1997

grande/pequeño, culto/inculto, etc. El capital simbólico, es entonces, cualquier propiedad cuando es percibida por los agentes sociales -desde las categorías de percepción que han incorpora- y logran con ello distinguirla, reconocerla y conferirle un valor. El aspecto central es que tanto contrapúblicos como también aquellos frente a los cuales se presentan éstos para reivindicar su discurso emancipatorio y utopía, comparten esas categorías de percepción, así no se las apruebe y sean objeto de rechazo. Es precisamente este fenómeno el que da lugar a valorar y distinguir sobre la base de diferencias, que deben ser reconocidas por el otro, y que se relacionan con el honor, la distinción la reputación y la valía. Por lo tanto, el lugar de los locutores oficiales y del discurso oficial de los contrapúblicos se juega en un doble movimiento que tiene como fundamento diferentes lógicas de jerarquización y diferenciación social: De una parte, las jerarquías que operan al interior de los mismos contrapúblicos y los lugares de la notoriedad generados por las propias categorías de percepción que les permiten promover y proponer un discurso emancipatorio aglutinante, pero afectado por la unilateralidad que subyace a todo discurso oficial; sobre todo si este tipo de discurso, en el proceso de lucha, debe mostrar y representar la unidad. De otra parte, la posición que les confiere a esos locutores oficiales los discursos y lugares de la distinción de quienes no hacen parte de los contrapúblicos. Son por lo tanto lugares privilegiados en los que se concentra el ejercicio del poder simbólico y se pone de presente la escisión como aspecto estructurante. Si bien las interesantes observaciones presentadas en este libro por Carlos Vladimir Zambrano, sobre un caso de construcción de memoria colectiva en una comunidad afrodescendiente colombiana, no ilustran la dinámica de un contrapúblico, si ponen de presente los avatares articulados la producción de identidad colectiva y problema de la escisión. El punto es que los ancianos interrogados por una danza ancestral de la comunidad, no logran coincidir sobre las versiones que de ella se puede tener, asunto que va disponiendo un espacio de debate y litigio articulado a una multiplicidad de memorias sobre las cuales se va configurando un discurso identitario y los riesgos que a esto subyace. Se trata, de aquello que Elizabet Jelin denomina los trabajos de la memoria6; en este sentido la producción de la memoria esta articulada a una presencia activa de seres humanos en procesos de transformación simbólica y de eleboración de sentidos del pasado. Se trata de un trabajo de incorporación y producción del pasado que no teniendo un sentido unívoco es objeto de disputa, conflicto y lucha. Las reflexiones de Zambrano sobre la manera como se constituyen contextos públicos y privados y sus progresivos desplazamientos, atendiendo a temporalidades de la resolución de las tensiones identitarias de las propias comunidades, y su relación con la producción de la memoria, permiten ampliar la caracterización de contrapúblicos propuesta por Maria Emma Wills. No solamente esta la utopía sino igualmente la producción de las memorias; ciertamente muy articuladas a discursos que exigen reparación, como lo muestra Jelin, pero no solamente se trata de un asunto de reparación, sino de construcción de una narrativa sobre “lo que se ha sido” y los

6 Jelin, Elizabet. “Los trabajos de la memoria”. Siglo XXI. Argentina. 2002

silencios y las tachaduras sobre “lo que se ha sido” y “dejado de ser”, desde un lugar que no son los discursos oficiales a los cuales se busca hacer contrapeso, pero que si tienen, como uno de sus referentes, esos discursos oficiales porque ellos no han sido accidentes o eventualidades en la construcción identitaria de quienes emergen como contrapúblico. En conclusión, nuevamente esta puesto sobre el tapete la relación entre el amo y el esclavo considerada por Pío Sanmiguel.

Variaciones Sobre Lo

Público

LO PRIVADO, LO PÚBLICO, EL SUJETO Y EL INDIVIDUO. C OMENTARIOS DESDE EL PSICOANÁLISIS.

Pío Eduardo Sanmiguel A .7

espués del artículo que fue publicado en el número uno de la revista Trans8, creo que es necesario volver sobre el tema aprovechando esta generosa invitación, y tomarla como una nueva oportunidad para interrogar, después de la creación de

la Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura, las razones por las cuales, quienes componemos esa Escuela, siempre consideramos que ésta no podría existir sino en un ámbito público, cuestión de la que realmente pienso que no hemos dado cuenta aún; intuyo que la respuesta concierne a elementos inherentes al discurso del psicoanálisis, a la manera como avanza “cuando hablo” y a que una presencia del psicoanálisis en un ámbito privado implicaría un redoblamiento de esfuerzos y un estado continuo de amenaza de su existencia; un antecedente de esos sucedió cuando apareció la ley 100 y estábamos trabajando en el Hospital de la Misericordia; el psicoanálisis terminó saliendo de ahí tanto por decisión mía, decisión de no seguir en el ámbito discursivo que se proponía, porque ya no encontraba un lugar vacío desde dónde pudieran hablarse ciertas cosas, y también por decisiones de otro estilo. Quiero decir con esto que en ese caso lo privado estaba determinado por el discurso y que la lógica que imponía e impone la ley 100 era una lógica que empujaba las cosas hacia lo privado. Hay también antecedentes de esos entre los psicoanalistas, por ejemplo el de Ginette Raimbault y otros9 cuando trabajaban en instituciones públicas, instituciones médicas y en relación con las cuales ellos veían que el psicoanálisis no podía perdurar mucho tiempo y entonces vivían de expulsión en expulsión; ellos insistían en permanecer en instituciones médicas que sostenían cierto discurso pero terminaban teniendo que llevarse a otra parte sus investigaciones “sobre el hospital, la enfermedad, la consulta y, en general, la medicina y el lugar del psicoanálisis en ésta”; me parece que tiene algo que ver con lo que nos convoca hoy. Entonces, para aproximarnos a saber por qué el psicoanálisis sólo podría tener un espacio duradero en una universidad pública, en un espacio público, tenemos que empezar por abonar a nuestra cuenta que ya no podemos ser tan ingenuos de seguir pensando que lo público es lo que pertenece al ámbito del Estado y lo privado lo que no. Este prejuicio de todas maneras ofrece un piso supremamente pacificador en el sentido en que permite una división y una ubicación de lo público y lo privado rápida y poco racional, y esa poca racionalización tiene que ver con algo de lo que quiero hablar hoy en el sentido en que pienso que ese tipo de divisiones es efecto de un cierto discurso y no el discurso mismo; a otro nivel, sabemos que hay un pronóstico que ya tiene sus años sobre un nuevo orden mundial, nuevo orden que supone la desaparición de los Estados. Esa desaparición de los Estados ya desde ese contexto también interroga ese piso en el cual se querría hacer coincidir lo que concierne a lo que

7 Profesor Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura. Universidad Nacional de Colombia 8 P. E. Sanmiguel “El sujeto privado de lo público”, en Trans, lo privado y lo público, Bogotá, Universidad Nacional, 2001, págs. 184 a 191. 9 L’enfant du docteur. Tomado de: SCILICET 5, pp. 141-146.

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organiza un estado con lo público y lo que es organizado por los particulares como lo privado. El gran ejemplo tiene que ver con lo que acaeció en Argentina durante su más reciente crisis y en donde empezaron a plantearse soluciones que implicaban la venta de territorio de la nación para pagar la deuda, no a otro Estado, lo cual podría entenderse digamos en el sentido de la guerra, en el sentido de los efectos de una guerra, sino a organizaciones supraestatales, a lo que llamaríamos pulpos económicos. El otro elemento que subleva actualmente este problema de lo público y lo privado es lo que está pasando en Venezuela; Venezuela es un país que lucha por intentar sostener una cierta autonomía de gobierno pero que está absolutamente dividida, absolutamente rajada entre quienes desean llevar eso adelante a pesar de las implicaciones de incomodidad para cada uno de los habitantes de la población y quienes lucharían por la posibilidad de mantener un cierto nivel de vida ya adquirido, de cierto tipo, que estaría más de acuerdo con una cierta economía del objeto a la que se le ha dado el nombre de American way of life; el caso de Venezuela, así como el de Cuba, implica preguntas que tienen que ver con lo público y lo privado dificilísimas de resolver pero muy interesantes. Retomemos con estos nuevos elementos: la preocupación que sobreviene cuando se piensa el lugar de la Escuela tan recientemente creada en esta universidad pública radica en los recientes cambios de una institución que a pesar de seguir siendo del Estado ya no sería publica, no porque se aproxime un momento en que ya no pertenezca al Estado sino porque se venga al traste lo que ha sido adquirido a través de muchos años de trabajo de profesores y trabajadores, que tiene el nombre de autonomía, autonomía de gobierno de la universidad y que ingrese un cierto discurso que la haría funcionar de una manera privada, dentro de una lógica absolutamente privada; ésa es una preocupación que me haría pensar que en la nueva lógica que se impone no hay ningún tipo de autonomía que se sostenga, por lo menos desde ese punto de vista, ni para los gobiernos ni para entidades como la Universidad Nacional. Ahora bien, el problema es el concepto de autonomía que no lo entendemos. Tal como la estamos trabajando actualmente en los textos de Dany-Robert Dufour es muy diferente a lo que implica el termino de autonomía aquí en la Universidad Nacional; apunta antes bien a cuestiones de autorreferencia que se ha impuesto en la democracia de masas después de la segunda guerra mundial y que es agenciada por los mismos discursos de las ciencias humanas10. Hasta aquí, las razones que me llevan a retomar el problema de lo público y lo privado y, debo decir: no de motu propio, sino por indicación o por pregunta, por la pregunta del medio, por la pregunta de una revista primero, por la pregunta de Ciencias Políticas ahora, lo cual me parece muy interesante porque justamente es lo que ha desaparecido aquí en la Universidad, y es que los profesores se veían enfrentados a las preguntas de los estudiantes; era así cuando yo ingresé aquí a la Universidad: que los profesores tenían que responder las preguntas de los estudiantes en conferencias que ellos mismos organizaban y que los obligaban a trabajar en relación con esas preguntas y no

10 Dany-Robert Dufour, Folie et démocratie. Essai sur la forme unaire. París, Gallimard, 1996.

a estar, como pasa hoy, una vez que desaparecieron las preguntas de los estudiantes, a estar formulando preguntas, lo cual no es lo mismo, en mi opinión; los profesores pueden asumirlo, lo asumen en general en la Universidad pero me parece que no es lo mismo porque ya no son las mismas preguntas; se puede sospechar de estas últimas, en el sentido en que pueden apuntar a otra parte o deben suponer entonces en cada profesor una formación fuerte que casi debe implicar en ellos haber sido estudiantes de la Universidad. Esto puede parecer un paréntesis pero en realidad está en el nodo de lo que ha venido cambiando paulatinamente y que concierne en el fondo a una transformación radical del discurso sobre lo privado y lo público. De todas maneras, lo que el psicoanálisis permite interrogar de esa división que habitualmente se hace entre lo privado y lo público tiene que ver en general con la manera como a principios del siglo XX, no tan a principios, se vio bañada por la lingüística y por la antropología, es decir por el pensamiento estructuralista; ese pensamiento permitió, algunos dirán transformar el psicoanálisis en algo totalmente diferente, otros dirán retomar las bases del pensamiento freudiano, bases que implicarían una relación entre el inconsciente

y lo consciente diferente a la que imperó en los post-freudianos, una relación entre el sujeto y el individuo también totalmente diferente y que en ese punto es comparable con la relación que podría establecerse entre lo privado y lo público, o entre lo consciente y lo inconsciente una vez que el psicoanálisis saca este último de una especie de profundidad de cada cual y lo pone afuera, lo pone en el lenguaje; habría algo que nos podría permitir pensar cómo reorganizar a partir de ahí lo público y lo privado.

El inconsciente en psicoanálisis está organizado en discurso, es decir: si es el otro, es el otro organizado en discurso, no es el otro del diccionario; sin embargo, si se trata, de darle una imagen, sólo se puede pensar como una articulación de trama y urdimbre en donde cada cual viene a insertarse con su cuerpo y en relación con el cual cada uno empieza a tejer, a amarrar, cada uno de esos cruces entre trama y urdimbre; eso es muy complicado porque uno podría a partir de ahí pensar que lo inconsciente, una vez que se articula en cada individuo, crearía lo privado y que el lenguaje sería lo público, o que el discurso del otro sería lo público y que eso se opondría a lo que llamamos individuo; a mí me parece que esa formulación concierne en efecto al discurso actual, que ésa es la formulación del discurso actual: el individuo es lo privado, lo público es el lenguaje; el individuo sería lo privado en el sentido en que en la medida en que el individuo se identifica o asume una serie de elementos de esa red del lenguaje, crearía algo diferente, algo que a él le pertenece; en ese sentido lo privado se estaría definiendo por vía de la identificación, por vía identificatoria, y lo público se estaría definiendo en relación con los elementos de la cultura en donde todos nos reconocemos, en donde absolutamente todos nos podemos reconocer

El psicoanalista francés Charles Melman, en la intervención que hizo aquí en la Universidad hace unos años, estuvo de acuerdo sobre ese punto, por lo menos con una de sus partes y es la que concierne a la lengua, dice él: a cada lengua11. La lengua, es decir, aquello en lo cual reconocemos la humanidad de todos: en la medida en que hablo aquí y que ustedes pueden, a pesar del malentendido inherente al hecho mismo de hablar, compartir una serie de elementos que son las palabras y la manera como las engancho unas a otras, habría una especie de humanidad común que constituiría lo público; la tesis resulta interesante, tanto más cuanto que él agrega que, en todo caso, lo que estaría pasando actualmente es que esas formas que adquiere lo publico para nuestra contemporaneidad implicarían una positivización en términos de instituciones, en términos de objetos, como por ejemplo la salud, que sería una positivización en relación con la cual, si todos podemos acceder a la salud o por lo menos deberíamos poder acceder a la salud, entonces constituiría un elemento de lo público, y que sería en la medida en que algunos de esos elementos: la educación, la salud, la nación misma, el concepto mismo de nación, en la medida en que alguien se apodere de ellos creando una secta, digamos, una secta de amos pero también una secta de excluidos, una casta, un grupo de excluidos, en relación con esos valores, en la medida en que se cree una casta de excluidos, se estaría interrogando de alguna manera el valor público de estos elementos. Hasta ahí me parece que la tesis es interesante pero tiene algo de ingenua y creo que, de todas maneras, más adelante, al volver sobre ese elemento, él mismo lo interroga; tiene algo de ingenuo en el sentido de su realización, es decir, de si es posible, asumir una serie de valores positivizados en la cultura como índice de lo público y por tanto

como índice de lo humano y si es posible entonces sostener el hecho de que sigan siendo públicos; él mismo al retomar su propia tesis termina interrogándola un poco en términos históricos, es decir, que en términos históricos lo que ha tenido lugar ha sido la creación de propuestas, llamémoslas políticas, para tratar de resolver el problema que implica la privatización por algunos de los bienes humanos, de los bienes más humanos que hay; se pregunta entonces si es posible establecer una política que lo haga y entonces históricamente se da cuenta de que eso no es posible; todos sabemos que la propuesta socialista va en ese sentido: digamos que todos los bienes son del Estado, éste los

reparte y hace que todos accedan a ese bien que daría cuenta de su humanidad; Él da como ejemplo lo que pasó con la esclavitud y la sublevación de los esclavos, que implicaría reorganizar las cosas de una nueva manera para que no haya unos excluidos

11 Charles Melman, “Lo público y lo privado”, en Palimpsestvs, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2002, págs. 40 a 44.

No Hay Posibilidad De Salir De La

Desigualdad Que Implica Lo Público. Nosotros No Podemos Esperar Que Abogando Por Lo Público Vayamos A Terminar, En Otras Palabras, Con El

Malestar Humano, Con El Malestar Que Implica Que Hay Unos Que Se Apoderan

Del Objeto Y Otros Que Quedan Desvalidos De Éste, Del Objeto Que Está En Juego

del bien público, excluidos de aquello que los determina como humanos, y otros que al tener acceso a ese bien público, quedarían determinados como humanos; estos últimos serían humanos, los otros quedarían excluidos de ahí. Detrás de esto está la formulación hegeliana sobre la relación entre el amo y el esclavo; detrás de esto sin embargo está también la democracia, porque la democracia es una propuesta que va en ese sentido. Esa figura que muchos consideran la última de la historia va en el sentido de la repartición del bien más humano para que todo el mundo tenga acceso a ese bien, para que todo el mundo ingrese a ser humano y tener la condición de humano por vía del acceso al objeto; aquí introduzco el elemento objeto porque de alguna manera cuando se habla de la positivización de los bienes, y aún cuando no se hable de eso, de todas maneras al positivizarlos se ve claramente que se trata de objetos, de unos objetos que están desde el origen y que serían los que estarían en juego en esa relación entre amo y esclavo, pero lo que habría que subrayar en esa relación amo y esclavo es que está en el fundamento del lenguaje, quiero decir, que una vez que uno define lo público en relación con el lenguaje tiene que aceptar que en el fundamento del lenguaje está la relación entre el amo y el esclavo; que no podemos partir del hecho de que la definición de lo público, cualquiera que sea, vaya a solucionar el problema de la desigualdad humana y que la lógica, si es cierto que si donde hay lenguaje está de trasfondo el discurso amo-esclavo, si es cierto eso, entonces no hay posibilidad de salir de la desigualdad que implica lo público: que nosotros no podemos esperar que abogando por lo público vayamos a terminar, en otras palabras, con el malestar humano, con el malestar que implica que hay unos (todavía estoy en el texto de Ch. Melman) que se apoderan del objeto y otros que quedan desvalidos de éste, del objeto que está en juego. Intentar reformular esta relación entre lo privado y lo público con las herramientas lógicas que se han utilizado para pensar lo inconsciente puede tener sus riesgos, pues esas herramientas pueden llevar a pensar por ejemplo que la banda de Moebius, que es una banda que está constituida de tal manera que no haya más que un solo lado y un solo borde, o si quieren, para imaginársela, una especie de banda de caucho cuyos aparentes dos lados pueden recorrerse sin pasar nunca por un borde, como la hormiguita caminando en los dibujos de Escher; una hormiguita necesita darle dos vueltas a la cinta para volver a pasar por el mismo punto de donde partió, habiendo recorrido ambos “lados” de lo que sería una banda de caucho normal, sin haber que tenido que pasar por ningún borde. Resulta inadecuado recurrir a esta lógica para articular la relación entre lo público y lo privado porque sencillamente ya no habría diferencia: se diría simplemente que se anda sobre lo público creando lo privado al mismo tiempo y viceversa; es delicado porque por esa vía se puede terminar apoyando o dándole sustento aparentemente lógico a las propuestas actuales que sostendrían que las empresas privadas, las organizaciones privadas con sus intereses privados en todo caso están recreando lo público, lo cual es cierto; lo están recreando, es cierto, pero lo están recreando según esta lógica; no importa dónde yo me encuentre, si en lo público, si en lo privado, siempre estaré reorganizando la lógica público-privada, estaré aportando a lo público; puedo depositar el problema de la educación en manos de instituciones privadas porque ellas podrían reorganizarla, podrían aportar mucho más de lo que puede el estado etc.

Éste es un peligro que se corre y en oposición a esa lógica12 yo diría que en realidad habría que salir de ese principio dual, porque esto sostiene el mismo principio dual; lo sostiene en el sentido en que se trata de un caminar por la cinta pero con su doblez, y ese doblez se apoyaría en el concepto de individuo que nos parece ser ya tan cotidiano. Uno de los elementos que nos ha ayudado a pensar al respecto es lo que hemos trabajado en el texto “Locura y democracia” de Dufour, porque lo que él plantea sobre la democracia de masas permite pensar que si la democracia se funda en la posibilidad de que todos seamos iguales, si todos somos iguales, uno debería poder concluir de ahí que todos podemos acceder al principio de humanidad que estaría en lo público; digamos que la democracia es una propuesta en ese sentido: la democracia es una propuesta que dice “ todos podemos acceder a lo público” y en donde supuestamente no habría resto, no habría resto en el sentido en que no habría quienes quedarían por fuera de ese “todos”; todos podemos acceder a lo que nos hace humanos y todos podemos entonces ir tejiendo, al interior del mismo discurso democrático, sin romper con el discurso democrático, retejiendo lo público y sin embargo es sorprendente que lo que se ve como resultado de la democracia, de lo que él llama la democracia de masas, va en un sentido totalmente contrario, es decir, va en el sentido de producir nuevamente un resto, es decir un resto de sujetos humanos que quedaría por fuera del acceso a lo humano, del acceso a los elementos que digamos, positivizados en algún discurso contemporáneo, los harían humanos; eso va muy bien articulado en Dufour, en mi opinión, con la formulación de que el sujeto de la democracia es el individuo, que el sujeto de la democracia es esa nueva creación que va de la mano de la democracia, que se llama el individuo; pero que el individuo como tal implicaría una apropiación de esos bienes que supuestamente son públicos, una privatización de esos bienes que supuestamente son públicos, lo cual digamos reinstala el problema que se habría esperado que solucionara la democracia: que la democracia pudiera ofrecerle al conglomerado humano una solución al problema que instala la disimetría inherente al lenguaje, es decir, como ya lo dije con ayuda de Melman, la disimetría irreductible del amo y del esclavo.

12 Existen tal vez figuras topológicas un tanto más complicadas pero que pueden resultar más ajustadas para entender su lógica, como la botella de Klein.

Ahora bien, leíamos en Dufour algo que a mí me parece que va de la mano con esto y es la voracidad en el acceso al objeto que instala la democracia, es decir, que la democracia no puede funcionar sin instalar una autonomía que es ya de otro estilo en la determinación de los límites que se impone cada cual en relación con el objeto, con el acceso al objeto; esto sumado a algo que a mí me parece muy claro y es el hecho de que, en democracia, para poder acceder al objeto y puesto que todos somos iguales en las posibilidades de acceder al objeto, tengo que pasar por sobre el otro; que los límites que impone la democracia han desaparecido y que esos implican que yo tenga que pasar por sobre el otro para acceder al objeto; en el pasar por sobre el otro para acceder al objeto está todo el problema de la democracia porque implica la creación de un nuevo resto, de aquello que no se esperaría que se hubiera producido en la lógica democrática y que son aquellos que quedan desprovistos del objeto una vez que yo pase por sobre ellos para poder acceder al objeto; entonces hay unos desprovistos y otros nuevamente dueños del objeto. Lo cual reinstala la relación entre el amo y el esclavo. Ahora, desde el punto de vista muy general del psicoanálisis uno podría pensar que no hay salida, que la posición que a diferentes niveles y al nivel de la relación de pareja, en el ámbito de la lucha por el objeto, de lo que se llama la plusvalía y al nivel de la problemática que el psicoanálisis plantea como la imposible renuncia al goce, se podría plantear que no hay salida, que no hay solución al problema de la repartición del objeto; los psicoanalistas mismos se han preguntado en muchas ocasiones si el psicoanálisis crea una nueva forma de relación que permita una salida. Hay quienes han dicho que, existiendo cuatro discursos, el discurso del psicoanálisis sería un discurso que podría digamos en lo social ofrecer algo y yo no sé hasta dónde habrá llegado con esa propuesta Slavoj Zizek, cuando detrás del psicoanálisis o con el fundamento de toda su formación psicoanalítica termina apoyando un movimiento político en su país pero más bien lo que uno pensaría es que a pesar de que se pueda decir que el sujeto es lo que podría permitir (un sujeto que hace cagarrutas, un sujeto que habla) recrear continuamente lo público, existe siempre el peligro de convertir a ese sujeto en una bandera y crear un psícoanalismo. Uno se pregunta pues: esa formulación sobre el sujeto en psicoanálisis, ¿qué pitos toca? Más allá, sin embargo, hay algo de eso que parece necesario desarrollar un poco, es decir, la pregunta, en la situación actual, por el totalitarismo, si acaso nos atrevemos a proponer ese nombre para hablar de lo que sucede actualmente. Para mí eso es una pregunta. Digo totalitarismo en el sentido en que pienso que esa articulación entre individuo y sociedad no puede llevar sino al totalitarismo; no puede llevar sino a lo que está llevando; que la salida no parece encontrarse del lado de una fortificación de un sujeto totalmente sometido al consumo del objeto, sostenido sobre la base de la posesión del objeto o del anhelo de poseerlo y la promesa concomitante que la cultura le hace de que así será. Sobre ese tema escribí para Trans, la revista de nuestra sede, un artículo llamado “el sujeto privado y lo público” en sus dos sentidos, en sus dos acepciones: una consistiría en que ese sujeto, si acaso pudiéramos llamarlo un sujeto privado, del orden de lo privado, sería el que se debería a lo público, y que de alguna manera su articulación no

sería posible sino recreando lo público y recrearlo implicaría interrogarlo (la del sujeto es una posición siempre de interrogación, de cuestionamiento de aquello que sería el discurso del Otro) y la otra acepción de esta formulación de un sujeto privado y lo público” concerniría más bien al individuo, es decir, que lo que estaríamos viviendo sería el tiempo de alguien que estaría absolutamente privado de lo público; un sujeto en situación de privación respecto a lo público, en la figura del individuo. En ésta vertiente se corre el riesgo del totalitarismo, y para entender esto hay que entender que lo público consiste en mantener siempre los espacios vacíos en los cuales el sujeto pueda estarlo recreando; lo público en este momento estaría más inclinado a taponar esos espacios, y eso es lo que yo llamo totalitarismo; en este texto tomé el ejemplo del desplazamiento, del desplazamiento de masas, de poblaciones, para decir que no tiene lugar cuando se tiene un lugar para vivir sino cuando ya no se dispone de un espacio vacío, es decir, un lugar sobre el cual el otro no tenga puestos los ojos. ¿Qué ocurriría llegado el caso en que ese Otro no pueda ya cerrar los ojos, sino que los tenga siempre abiertos? Es una situación para la cual nos ha preparado todo el siglo XX con su lógica de la mirada, de una mirada totalizante. Eso es lo que yo llamo totalitarismo porque, digamos, en ese momento el sujeto se ve obligado a desplazarse, a producir un desplazamiento, tal como los desplazamientos de masas; entonces si yo me tengo que ir de mi tierra es por que ya no tengo ese espacio, que ese espacio ya no es un espacio vacío y por lo tanto me tengo que ir a deambular buscando un espacio vacío.

Post-scriptum: El tiempo que generalmente transcurre entre el momento en que se entregan estas ideas y este segundo momento de reescritura, me permite agregar un comentario que concierne a la posición de la economía respecto al problema del objeto, al problema de la repartición del objeto, Esto fue algo que pude escuchar en la mesa de trabajo en la que intervine. Tuve la impresión de que la economía todavía no había tomado en serio el texto de Freud del “Más allá del principio del placer”, lo cual hace que todas las teorías económicas crean todavía en la idea de que el principio del placer es posible en el hombre, es decir, que el

hombre puede realizar ese principio que consiste en reducir su tensión a su mínima expresión. Otra manera de pensarlo es que los economistas se quedaron con una lectura ramplona de Freud, según la cual el hombre sería capaz, tal vez por medio de la educación, de llegar un día a renunciar al goce del otro, es decir renunciar a esa tendencia que dice que para poder acceder al objeto tengo que arrancárselo al otro en la medida en que creo que él sí tiene acceso al objeto y yo no. Es una lectura del texto de Freud que introdujo toda una tergiversación en el psicoanálisis y que lo encaminó por la vía de la normalización de los individuos, para orientarlos en adelante a asumir un llamado principio de realidad que consistiría en ser capaz de renunciar al goce inmediato a favor de realizaciones más ajustadas a la realidad del movimiento social y cultural. La economía todavía cree en una repartición del objeto del goce, lo cual parece muy a la moda, por supuesto. “Más allá del principio del placer” es otra cosa. Es la afirmación tajante de que el principio del placer es un fracaso total, y de que lo que se instala en cambio tiene que ver con un goce del otro, del otro como objeto, goce que no encuentra límite. Es posible que los economistas no puedan o no quieran ver esta sin salida de frente porque piensen que entonces deben renunciar a la economía, pero tal vez lo único que sucederá será que se ampliará la lista de oficios imposibles que hizo Freud, donde estaban: gobernar, educar y psicoanalizar. Todo esto seguramente llevará a que tengamos que agregar tanto al derecho como a la economía, a partir del momento en que sea ya evidente, como el psicoanálisis viene subrayándolo de hace tanto, que ni el objeto ni el goce se pueden repartir.

ALGUNOS PROBLEMAS SOBRE LO PÚBLICO LOS SABERES, LAS ESFERAS Y LAS RELACIONES, LAS ESTE TICAS

DE LO INADMISIBLE

Alejandro Lozano13

“El camino de este otro infinito no es menos azaroso que el camino de la epopeya. Así desciende el físico a las milagrosas entrañas del átomo. Con cada variación de Beethoven se aleja más y más del tema original, que no se parece más a la última variación que una flor a su imagen bajo el microscopio”.

Milan Kundera

a variación es una forma de concentración máxima que concierne al tratamiento de un tema de manera prolongada y permanente; sin embargo, en un segundo movimiento la variación corresponde a un gesto que explora lo único y lo mismo,

una y otra vez, desde diversas perspectivas, experiencias y lugares. Al optar por la variación, de alguna manera se renuncia a la pretensión de asir la totalidad, de lograr una mirada integra, una comprensión terminada, una interpretación completa, limpia y final. La variación se entrega a la extrañeza, a lo inacabado de lo mismo. La variación se encuentra en los lindes de dos prácticas que se expanden de manera interminable; de una parte el insondable universo de los pequeños motivos y ejercicios, y de otra parte, el mundo infinito de las totalidades acabadas. A continuación se proponen tres variaciones sobre el fenómeno de lo público, que insinúan motivos desde los cuales emergen, paulatinamente, aspectos y problemas múltiples, inacabados en su demarcación, y que requieren mayor investigación y reflexión. La primera variación sugiere tres lugares relacionados con la producción de saber sobre lo público, subrayando con ello la inexistencia de un único dominio, ámbito o campo de saber. La segunda variación gravita en torno a dos perspectivas de caracterización de lo público; de una parte lo visible y enunciable, de otra parte lo común. Esta demarcación conduce a una nueva perspectiva que posibilita ubicar dos lógicas de lectura sobre el fenómeno público, que han señalado trayectorias importantes de investigación: una que lo define en términos de esferas o ámbitos (esfera pública/esfera privada) y otra que se orienta a caracterizarlo en términos de relaciones (relaciones público privadas). Finalmente, se propone una tercera variación que apoyándose

13 Profesor de la Escuela Superior de Administración Pública y profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia.

L

especialmente en la narrativa literatura, se interroga por lo público y las estéticas de lo inamisible, en tanto lo admisible como lo inamisible son acontecimientos inherentes a la naturaleza de lo público. Primera variación: Los saberes

Disciplinas sociales y saberes de lo público En las últimas décadas del siglo XX, desde múltiples campos de saber, se viene planteando el imperativo de asumir un cambio en la percepción sobre lo público, y no solamente por transformaciones que se vienen sucediendo en las sociedades del nuevo siglo y en fenómenos tales como los procesos de globalización, sino, igualmente, por la necesidad de procurar nuevas formas de pensarlo, dado que han perdido pregnancia muchas de las categorías y sistemas interpretativos que buscaron asirlo. Sin embargo, la dificultad no estriba exclusivamente en someterse a este imperativo sino también a la tarea de escrutar la multiplicidad, nada homogénea, de sentidos que ha tenido lo público; inconveniente extensivo a términos como autoridad pública, publicidad, interés público, cosa pública, asunto público, servicio público, orden público, opinión pública, espacio público y bien público, entre otros. De otra parte, la pretensión, en ciencias sociales y filosofía, de encontrar una o múltiples teorías o interpretaciones más o menos elaboradas sobre lo público, termina siendo una empresa infructuosa y no porque el tema sea de poco interés para estos saberes, sino porque no existe hasta el momento "programas” que logren configurar un campo desde el cual se aboque las diferentes manifestaciones y dimensiones del fenómeno. Es posible que ámbitos o dimensiones de lo público se hayan constituido en objeto de estudio de diversas disciplinas y en torno a su exploración se lograra generar cierta tradición de problema, como por ejemplo, los estudios sobre “opinión pública”, en los cuales se pueden encontrar enfoques, modelos, programas de investigación sostenida y con cierta tradición, desde las ciencias de la comunicación, la sociología, la ciencia política, la psicología social, entre otras; sin embargo, la exploración y reflexión sobre la “opinión pública” no logra agotar el campo de lo público y requiere ser dimensionada desde una perspectiva amplia y conjunta del fenómeno en cuestión. En fin, lo público no es objeto de estudio de una única disciplina y/o ciencia, ni entorno a los interrogantes que concita o a las investigaciones que delimitan su ámbito existe la pretensión de consolidar una disciplina; a pesar de lo cual, y paradójicamente, ciertos campos de estudio disciplinar solamente logran ser caracterizados y diferenciados con ocasión de perspectivas que los abordan como fenómenos públicos, determinando con ello su naturaleza y especificidad: téngase en consideración, por ejemplo, el caso de la administración pública, el derecho público y la economía pública. Sin embargo, es igualmente relevante subrayar la importancia que en la exploración de lo público tienen las disciplinas sociales, la filosofía o saberes como el psicoanálisis; de

hecho la producción académica sobre el campo corresponde a dinámicas de naturaleza multidisciplinar e interdisciplinar en temáticas como “opinión pública”, “bienes públicos”, “interes público”, “espacio público”, “publicar”, entre otros, y dinámicas propias de procesos transdiciplinares en campos de exploración como “los públicos”, la “notoriedad” o la “distinción”. Tenemos, entonces, varios asuntos que podemos puntualizar sobre la producción de saber sobre lo público, desde la perspectiva de un saber académico: El fenómeno de lo público es objeto de estudio de múltiples disciplinas y saberes académicos y en su exploración no se busca constituir un campo disciplinar diferenciado de otros campos. El abordaje desde lo público de temáticas y problemas específicos de ciertas disciplinas, dan lugar a la constitución de “subcampos” disciplinares diferenciables.

Saber estatal y los saberes de lo público Es evidente, por lo tanto, la importancia que tienen las disciplinas sociales en la exploración del fenómeno público, pero es igualmente relevante destacar que existen otros saberes, muchos de ellos no necesariamente articulados a actividades académicas que dan cuenta de lo público, no tienen pretensiones científicas y sin embargo son generadores y producto de prácticas sociales diversas, las cuales establecen qué es lo público y qué no lo es. Uno de estos saberes sobre lo público que requiere ser considerado con especial atención es el saber de estado, por las siguientes razones: En primer lugar, el estado ha sido considerado, en parte de la tradición política de occidente, como un fenómeno sobre el cual gravita, en buena medida, la constitución de lo público político. En segundo lugar, desde el estado se generan diferentes formas de saber que definen y diferencian lo público, pero además, con ocasión de estas definiciones se establecen ámbitos de su accionar, procurando un orden que determina restricciones y posibilidades a las actuaciones de los miembros de la comunidad política. En el marco de estas consideraciones, centraremos la atención en el derecho y la administración pública como lugares desde los cuales se produce saber de estado como saber de lo público; generación de saber que no tiene pretensiones de naturaleza teórica o científica, aunque mantiene estrechas relaciones con la producción del derecho y la administración pública como campos de las ciencias sociales. Las formas de intervención de estado han llevado a diversificar y segmentar los sentidos que puede adquirir lo público en ramos, áreas, grupos o, si se quiere, en sedimentos del ordenamiento jurídico; y esto a pesar de las tendencias de centralidad, coherencia y unificación que subyacen a la producción de la norma jurídica. Por ejemplo, si tomamos un tema como el “espacio público” nos encontramos con una semiúrgica variada y superpuesta en el ordenamiento jurídico, que no solamente es el producto de cambios progresivos de las funciones de estado, articulados a tensiones y luchas políticas, sociales, económicas y culturales de diverso orden, sino también producto de procesos de normalización jurídica en los que tiene un peso central la especialización y división del trabajo que opera en los aparatos de estado.

En el caso del espacio público la normalización jurídica se produce desde varias dinámicas y lógicas de intervención estatal: están aquellas articuladas a perspectivas “medio ambientales”; aquellas centradas en lecturas del espacio público en términos de “orden público” y “seguridad”; aquellas que se ocupan de infraestructuras y equipamentos

de sistemas viales, de transporte y puertos; aquellas que se ocupan del espacio público en términos de las edificaciones y equipamentos históricos, la monumentalidad, el sitio histórico, la palabra oficial que nombra los lugares, las memorias y sus referentes simbólicos e imaginarios; y aquellas que

dan cuenta del ordenamiento urbano en términos de usos del suelo, valorización, expansión, renovación, límites y división. En cada uno de estos casos, el ordenamiento jurídico se alimenta y resignifica el espacio público desde saberes específicos (Geografía y ecología. Ingeniería, arquitectura y urbanismo. Sociología, antropología, psicología social e historia. Economía y administración pública, entre otros) estabilizando su decir en formas jurídicas de saber oficial de estado, que en momentos pueden obedecer a lógicas contradictorias, hegemónicas y funcionales.

Sin embargo, esta segmentariedad relacionada con la diversidad de formas de intervención del estado y su articulación con la producción de un saber sobre lo público estatal, no está relacionada exclusivamente con el derecho sino que, igualmente, en los documentos oficiales de las administraciones estatales, como en los pronunciamientos de los gobernantes, legisladores y altos dignatarios judiciales, la consideración de lo público no tiene pretensiones denotativas y con ello se busca dar contenido y dirección a decisiones o mandatos, así como a acciones de naturaleza ejecutiva y evaluativa. En consecuencia, en las administraciones públicas se producen desde diferentes dispositivos (organizaciones, modelos, planes, programas, proyectos, instrumentos de focalización, procesos, procedimientos, formatos, guías, informes, memorandos, mapas, etc.) y desde múltiples tipos de experiencias, modos de interpretar, intervenir y configurar formas de lo público.

Esta segunda manera de producir saber sobre lo público desde lo estatal, la podemos encontrar ya en la reflexión Weberiana14 sobre los procesos de burocratización del estado. Partamos de una consideración central; para Weber la administración burocrática es dominación gracias al saber, fenómeno que lo podemos abordar de diferentes maneras, pero para el caso nos ocuparemos solamente de dos perspectivas. Desde la primera perspectiva el estado es un instituto de acción continuada, vale decir, una asociación territorial con ordenamientos estatuidos racionalmente (con arreglo a un plan), cuyo cuadro administrativo tiene la pretensión de mantener con éxito la disposición del monopolio legítimo de la coacción física, para el mantenimiento del orden vigente. Pero, ¿qué son y cómo operan estos cuadros administrativos? Estos cuadros están constituidos por funcionarios profesionales que ejercen cargos con ámbitos de competencia definidos, no son propietarios de los medios administrativos y se encuentran sometidos a estatutos, disciplina y vigilancia. En estos cuadros rige el principio de jerarquía funcional y de tramitación, lo cual quiere decir que los funcionarios interactúan entre sí mediante un sistema firmemente organizado de relaciones de mando y subordinación; se trata de relaciones entre autoridades superiores e inferiores, mediadas por mandatos y derechos de queja y apelación. Pero así como existe un principio de jerarquía funcional, también existe un principio administrativo de atenerse al expediente, vale decir, a un corpus documental constituido por mandatos, considerandos, propuestas, disposiciones y ordenanzas de toda clase que se consignan por escrito. Es importante detenerse en el expediente porque en él es posible encontrar un soporte material del saber de estado como saber burocrático, saber que con ocasión de la división del trabajo articulado a la especialización del funcionariado, se muestra dilatado, intensivo y diversificado, tanto cualitativa como cuantitativamente, dada la ampliación creciente de las tareas administrativas del estado, en asuntos cada vez más disímiles y variados. No se trata, simplemente, de entender que desde el estado se produce un saber sobre lo público con la creación y uso de modelos, programas, diagnósticos, entre otros, sino, igualmente, subrayar la manera como el dispositivo burocrático genera ese saber, en una articulación de alta calificación profesional, obediencia y disciplina de los funcionarios, con el propósito de garantizar un orden, cuyo funcionamiento termina siendo altamente impersonal y formalista Desde la segunda perspectiva nos encontramos con la relación que se presenta entre producción del saber burocrático y el poder. De una parte está el saber profesional de los funcionarios estrechamente relacionado con saber de las

14 Weber, Max. “Economía y sociedad”. Fondo de Cultura Económica. México. 1977

ciencias y las disciplinas, pero, de otro lado, está aquello que Weber denomina el saber del oficio o del “servicio”; saber que se adquiere con el ejercicio de los cargos, centrado especialmente en la experiencia y sobre el cual se busca mantener “secreto profesional”. Sin embargo, en una segunda dinámica, ya no percibida desde la obra de Weber, se logra establecer un nuevo orden de relaciones entre saber de las disciplinas y ciencias y saber burocrático estatal. Desde las últimas décadas del siglo XIX hasta mediados de la primera mitad del siglo XX, la burocracia estatal fue uno de los lugares privilegiados de producción y fomento de las ciencias; en el caso de las ciencias sociales incorporó organizaciones científicas a sus propios aparatos, promovió mercados de producción de investigación mediante actividades de fomento y financiación en la exploración de temas y asuntos requeridos por las propios intereses de estado, generó sistemas y políticas de ciencia y tecnología e incentivó la creación de formas de acreditación académica y visibilidad de la producción de saber científico. En el plano de los sistemas educativos, estimuló la formación de programas articulados a sus propias demandas de calificación de fuerza de trabajo para sus funcionarios, y en un movimiento de doble vía con el sistema educativo, el saber incorporado por el propio aparato burocrático, mediante la ampliación de plantas de funcionarios calificados en sistemas de formación tecnológica y universitaria, le permitió diversificar, ampliar y especializar sus formas de intervenir y penetrar de manera más sistemática y puntual, en esferas sociales, económicas y culturales. En consecuencia, su poder se extiende al incorporar a su propio saber la legitimidad que en el orden social tiene el saber cientifico, además de influir en los mismos procesos de producción del discurso de ciencia. La interacción de saberes académicos (profesionalización de la administración) y saber del oficio de los funcionarios en el seno de las burocracias estatales, han dado lugar a la producción de un saber sobre lo público estrechamente relacionado con los propias formas y dinámicas que va adquiriendo la intervención de estado; saber que se segmenta y especializa e impone sentidos, prácticas e imaginarios sobre el fenómeno público, mediante la articulación de lógicas orientadas a la constitución de hegemonía, la configuración de regímenes de visibilidad y enunciabilidad oficiales de estado, y el uso de coacciones directas y latentes de poder estado que garantizan lo admisible y no admisible y los referentes que definen la comunidad estado nacional como lo común.

Saberes “locales” de lo público Las reflexiones de Michel Foucault sobre el saber ponen de presente el tema de los saberes sometidos, de los saberes locales marginados ¿En qué consisten estos saberes y cómo se relacionan con lo público?

Con el concepto de saber sometido Foucault15 busca significar varias cosas que permiten abordar, desde una nueva perspectiva, la producción de saberes sobre el fenómeno de lo público. El saber sometido designa bloques de saber históricos que fueron sepultados o enmascarados dentro de conjuntos funcionales y sistemáticos. Estos saberes son saberes paralelos considerados insuficientemente elaborados, jerárquicamente inferiores, no calificados o descalificados desde otros saberes eruditos, meticulosos y exactos. Los saberes sometidos corresponden propiamente a “el saber de la gente”, saber particular, regional o local incapaz de unidad; saberes no legitimados que en momentos se encuentran enfrentados a una instancia teórica unitaria la cual pretende fijarlos, jerarquizarlos, ordenarlos en nombre de un saber verdadero. Estas consideraciones de Foucault permiten establecer dos hechos centrales frente a la relación que se presenta entre saberes sometidos y saberes eruditos: De una parte subyacen a estas interacciones luchas, tensiones y enfrentamientos entre saberes, pero además resistencias. De otra parte esta el poder que corresponde a esos saberes; poder centralizador dado en instituciones, en sujetos autorizados, en funciones discursivas y en lenguajes oficiales. No hay un único saber sobre lo público, ni todos los saberes sobre lo público corresponden a saberes eruditos, oficiales y hegemónicos, igualmente nos encontramos con saberes de lo público subalternos y sometidos. Dado lo anterior, nos ocuparemos de señalar dos lugares que permiten dar cuenta de algunas de las lógicas y problemas derivados de la consideración de los saberes sometidos de lo público: El primero pone de presente un saber cuyo eje no es la dominación y sujeción centrada en el estado o en el saber tecnológico cientifico imperante; se trata de un saber sometido sobre lo público articulado a las relaciones de genero, al poder masculino y su dominio. El segundo caso se ocupa de la producción de reglas de civilidad como saberes de lo público no estatal; fenómeno que da cuenta de los problemas de hegemonía, subordinación y resistencia inherentes a las mediaciones, imbricaciones y tensiones presentes entre formas de lo público dominante y formas de lo público subalterno. Saber femenino, esfera publica política y movimient os populares Los planteamientos de Elizabeth Jelin16 y Stephen Lynn17 sobre la participación de las mujeres en movimientos populares latinoamericanos, ponen de presente un conjunto de dinámicas que hacen visible los lugares de producción de un saber sobre lo público, de las mujeres, en su relación con lo público estatal y lo público

15 Foucault, Michel. “Erudición y saberes sometidos”. Contenido en “Genealogía del racismo: De la guerra de las razas al racismo de estado”. La piqueta. Madrid. España. 1992 16 Jelin, Elizabet. “Introducción” y “Ciudadanía e identidad una reflexión final”. Contenido en: “Ciudadanía e identidad: las mujeres en los movimientos sociales latinoamericanos”. UNRISD. Ginebra.1987. 17 Stephen, Lynn. “Gender and politics. Experience and Structure”. Contenido en: “Women and socimovements in Latin America. Power Fron Delow”. University of Texas Press.

popular. La producción de este saber femenino ha puesto en tensión interpretaciones dominantes sobre el papel de la mujer en la configuración de lo público político. Las mujeres han participado históricamente, de manera recurrente, en luchas políticas y movimientos sociales, respondiendo a situaciones de clase, de identidad étnica, de liberación nacional, entre otros. Sin embargo, su participación, especialmente aquella de base, en la configuración de lo público político, ha sido invisibilizada, desde concepciones dominantes de la política, de tres maneras: Primero, al reducir su participación a un aspecto secundario y en ocasiones inexistente en las narrativas oficiales de la lucha política, ya se trate de la historia o de la construcción de memorias colectivas. Segundo, en la exclusión de su participación, o en la definición de roles, atributos, criterios e imaginarios, desde una perspectiva masculina, sobre el hacer político de la mujer en el marco de formas normativamente lícitas, constitutivas de lo público político estatal y no estatal (partidos políticos, sindicatos, asociaciones políticas, etc.). Tercero, en la configuración de unas prácticas de resistencia que caracterizan el hacer político como un asunto

exclusivamente masculino, o que supeditan la práctica política femenina a luchas de clase, luchas étnicas, luchas por los derechos humanos, entre otras, pero no a las luchas de género.

Los casos de movimientos populares considerados por Elizabeth Jelin y Stephen Lynn, permiten caracterizar la constitución de un saber femenino sobre público político que pone en tensión concepciones que circunscriben el actuar de las mujeres, de sectores populares, a

una esfera doméstica ajena a la práctica y lucha política. La experiencia cotidiana de mujeres en la crianza de los hijos, en la generación y consolidación de actividades productivas para la subsistencia familiar (oficio doméstico, labor agrícola, trabajo artesano, actividad comercial, obrera estacionaria, comedores y jardines comunales, entre otras), y su participación en formas organizativas de actividades comunales de subsistencia y resistencia, en espacios de interacción social como la vereda y el barrio, le han permitido devenir en actor que interlocuta con otros actores (burocracia, sindicatos, partidos, clientelas, grupos armados, etc.).

Jelin señala la manera como en el consumo familiar, las mujeres de estratos populares han entrado en contacto con organizaciones del ámbito de la distribución y del estado como proveedor de servicios, en defensa, no solamente, de las condiciones de vida inmediata relacionadas con la vivienda, la alimentación, la salud, los servicios públicos, la educación; sino también, lo han hecho, luchando por la defensa de los derechos humanos en momentos de derrota y retracciones de las conquistas populares y frente a regímenes autoritarios. La progresiva emergencia de un saber femenino sobre lo público no estatal, a partir de experiencias de resistencia, surge en la tensión misma que se procura con concepciones y prácticas de lo público político estatal, soportadas desde las lógicas de la dominación masculina: Lynn señala, para el caso latinoamericano, la manera como en áreas de políticas públicas, en las que participan mujeres de grupos populares, se plantean proyectos cuyos supuestos y orientación reproducen versiones biologizadas de género, desde los cuales se sostiene que la mujer lo hace mejor en proyectos a pequeña escala, en labores productivas de naturaleza doméstica que en nada desafían la subordinación económica de la mujer, y caracterizan su trabajo como simple actividad informal y de subsistencia (no remunerada o de baja remuneración). En todo caso, estas formas de intervención de estado parten de las lógicas de la economía formal y a gran escala, y tratan este tipo de práctica política femenina y los problemas que ella avoca, como asuntos marginales que deben procurar ser funcionales a la economía formal. En otro plano, estas mismas lógicas patriarcales se inscriben en prácticas de la cultura popular, en donde opera una separación entre ámbitos de lo doméstico y espacio del actuar político: no solamente los asuntos de política son cuestiones de hombres, sino que se da una división del trabajo familiar en donde la dedicación de las mujeres a labores domésticas, entran en conflicto con los requerimientos de naturaleza temporal y de práctica cultural que le impone a la mujer su participación en actividades organizativas relacionadas con la lucha política, desafiando con ello el tradicional dominio masculino. Este saber femenino es saber subordinado, pero igualmente es un saber de resistencia que opera en las luchas inherentes a los movimientos sociales populares, cumpliendo una doble función: De una parte, ampliando la configuración de formas de lo público político, resignificando y generando nuevas tensiones en la imbricación de saberes sobre lo público. De otra parte, constituyéndose en elemento relevante en la redefinición de identitarios femeninos, en el marco de las luchas de género. Reglas de civilidad como saberes de lo público no e statal La constitución y uso de reglas de civilidad es uno de los medios con los cuales comunidades de diferente naturaleza determinan regímenes de visibilidad y

enunciabilidad; para su consideración partiremos de un trabajo de Jacque Revel18 que se ocupa de la forma como en Francia, entre siglos XVI al XVIII, se presenta un cambio en las prácticas de civilidad que rigen los comportamientos de los individuos. El tema y el período resultan pertinentes porque corresponde a transiciones de reconfiguración de las formas de lo público articuladas a lo popular, a la corte, a la formación de estados absolutos y a la constitución de una naciente burguesía europea. La literatura de civilidad es el claro ejemplo de un saber sobre lo público, que para el período, se configura en un umbral en el cual confluyen varias dinámicas sociales, culturales y políticas. Para esta misma transición y con ocasión de las dinámicas ya señaladas, el historiador Philippe Ariès19 plantea una hipótesis según la cual las transformaciones de las relaciones publico privadas se dieron con ocasión de cambios en la sociabilidad: se trata del paso de una sociabilidad anónima de grupos en los que las personas podían conocerse, a una sociedad anónima sin sociabilidad pública. ¿A qué apuntaba esta literatura de civilidad y en qué circunstancias se produce? Como se ha señalado, se trata de una transición que de manera parcial la podemos caracterizar con las siguientes palabras de Revel:

“Norbert Elias propuso una interpretación convincente del mismo sugiriendo que De civilitate fue tanto la obra de Erasmo como una obra colectiva que respondía a una necesidad cuya importancia reveló la propia obra. Según él, los comienzos de la edad moderna constituyen un momento de inseguridad y de incertidumbre entre dos fases de la glaciación. La unidad católica esta rota y las rígidas jerarquías de la edad media se han resquebrajado profundamente, en particular al quedar en tela de juicio la sociedad cortés y caballeresca; en cambio, el orden absolutista aún no ha hecho el relevo. Es el tiempo de una nueva distribución social y cultural, de una complejidad más acentuada de las relaciones entre grupos más diversificados. Estas sociedades en plena transformación necesitaban un lenguaje común y referencias nuevas, sobre todo porque las relaciones se hacen provisionalmente más libres y más densas. El tratado de Erasmo, más todavía en su proyecto que en las enseñanzas que ofrece, sale al encuentro de esta expectativa y le da una forma”

Este tipo de literatura va a poner de presente conflictos entre prácticas de civilidad, y constitución de una intimidad que se da en el marco de nuevas formas de privacidad relacionadas con el conocimiento de sí, a través de: la escritura íntima y la literatura autógrafa, las nuevas actitudes frente al cuerpo y la distancia social 18 Revel, Jacques. “Los usos de la civilidad”. Contenido en: “Historia de la vida privada: El proceso de cambio en la sociedad del siglo XVI a la sociedad del siglo XVIII”. Taurus. Volumen 5. Madrid. España. 1990 19 Ariès, Philippe. “Para una historia de la vida privada”. Contenido en: “Historia de la vida privada: El proceso de cambio en la sociedad del siglo XVI a la sociedad del siglo XVIII”. Taurus. Volumen 5. Madrid. España. 1990

que es necesario procurar, la valoración del gusto coma manera de presentación de uno mismo, la individualización del sueño, y la transformación del comportamiento en la mesa, entre otros. La civilidad se puede considerar desde diferentes perspectivas: de una parte rige los comportamientos del individuo en sociedad y enseña a mantener la distancia corporal; gobierna el espacio de la existencia en comunidad; es un arte para el control de sí mismo y de su imagen; constituye procedimientos de control social mediante formas educativas que “gestionan las almas y los cuerpos” y configura espacios protegidos que son objeto de valoraciones sociales renovadas. Pero lo que destaca la producción de este tipo de literatura es, precisamente, la existencia de variadas formas de sociabilidad, de múltiples gramáticas corporales y condiciones nada homogéneas de experiencia de intimidad e individuación, articuladas a las diferencias de estamentos y clases sociales. Revel logra caracterizar de manera puntual aspectos novedosos del tratado de Erasmo, De civilitate forum puerilium, que se constituyen en elementos de ruptura, frente a la literatura de civilidad de finales de la edad media: en primer lugar, porque se orienta a niños y no a los adultos y jóvenes. En segundo lugar, porque quiere enseñar un código valido para todos y no quiere erigir, simplemente, normas prácticas particulares propias de un grupo o de un medio restringido. El alcance de estas orientaciones las logra precisar Revel en la siguiente consideración sobre la mencionada obra:

“La civilitas erasmiana, más que tratar de constituir los elementos de un saber sobre el hombre intimo, intenta inculcar una actividad social que requiere un trabajo sobre uno mismo frente al semejante”

Sin embargo, esas formas de acotamiento de la conducta, esas prácticas de la apariencia, esas codificaciones exactas articuladas a la escenificación y el ritual, obedecían a patrones específicos que daban contenido al comportamiento ejemplarizante y determinaban que era lo bueno, lo mejor, lo equilibrado. Cada una de aquellas gramáticas corporales se proponía, desde experiencias estéticas deseables y ajustadas, parámetros que tachaban otras formas de comportamiento, otros tipos de estética, otras formas de gobernar la sociabilidad. Lo que subyace a la obra de Erasmo y a otras formas de la literatura de civilidad, son tipos de matrices culturales. La matriz cultural opera sobre la base de referentes imperantes que adquieren cierto grado de validez, unidad y dominio de naturaleza práctica y simbólica (eficacia simbólica). La matriz es articuladora de lenguajes, códigos, imaginarios, representaciones, estéticas y gramáticas vinculantes, que orientan actuaciones y operan, en momentos, como patrones de conducta, según sea su capacidad hegemónica. Las matrices culturales son producto de prácticas y experiencias sociales consolidadas, que funcionan como

ordenadoras de la vida cotidiana y medio de reconocimiento de quienes se orientan por ellas. En el marco de esta indagación, las matrices culturales determinan regimenes de visibilidad y enunciabilidad y establecen que es admisible e inamisible. Dado lo anterior, las matrices culturales son estructurantes de las relaciones público privadas. El trabajo de Jacques Revel, sobre el papel que juega el tratado de Erasmo, permite percibir diferentes momentos de confrontación, confluencia, superposición y hegemonización de formas de civilidad entre los siglos XVI al XVIII. Por ejemplo, en un primer momento, (finales de la edad media) el Book of Nature de John Russel esta orientado a jóvenes de élite, y daba cuenta de los rudimentos de la vida aristocrática; lo interesante, en este caso, es encontrar las razones de naturaleza social, cultural, política y económica que articuladas a cambios de la mentalidad llevan, en un momento dado, a extender este tipo de prácticas a otros grupos sociales. El punto es, cómo y por qué razones, matrices culturales que determinan las relaciones público privadas de la aristocracia feudal, tienden a extenderse y penetrar dominios de la notoriedad social, en la vida comunal de otros grupos, clases y estamentos. Nos encontramos, entonces, con diversas lógicas orientadas a expandir y vulgarizar reglas de civilidad aristocráticas, que, sin embargo, no tuvieron trayectorias únicas y se vieron transformadas por contextos de uso diferentes. Por ejemplo, una de sus dinámicas es asible en espacios cortesanos, pero otras penetraron ámbitos de la vida popular de campesinos, gendarmes y artesanos. Así mismo, años después, último tercio del siglo XVII, en los círculos de sociabilidad de la pequeña burguesía, se percibían estas reglas como ejercicios inútiles, fastidiosos, anticuados y formalistas. Si los usos de la civilidad con sus prácticas, gramáticas, estéticas y escenificaciones constituyen saberes sobre lo público; las dinámicas de su configuración, expansión, dominio y decadencia, ponen de presente, en el tiempo, las relaciones, tensiones e imbricaciones de saberes públicos subalternos y hegemónicos.

Segunda variación: Los ámbitos y las relaciones

Lo visible, lo enunciable y lo común Desde el lugar que nos ocupa, procurado especialmente por la experiencia de occidente, hay un conjunto de perspectivas desde las cuales se han producido interpretaciones, no únicas pero si dominantes, sobre la naturaleza y características propias del fenómeno de lo público. Una primera perspectiva define lo público como aquello que es visible o enunciable para ser considerado en común, en tanto lo privado corresponde a lo que permanece oculto, secreto o reservado. Esta percepción del fenómeno ha subrayado, igualmente, la diferencia en términos de lo admisible y no admisible; a pesar de lo cual, sería necesario no partir de una correspondencia mecánica que haría coincidir, de una parte, lo admisible con lo público y lo no admisible con lo privado, dado que cualquier tipo de experiencia intima, reservada o secreta esta relacionada con un “régimen” de admisibilidad y no admisibilidad, lectura que sería extensible a lo visible y enunciable que se pone común. Sin embargo, lo interesante del fenómeno es la imposibilidad de pasar por alto, tanto en uno como en otro caso, el problema de la admisibilidad y no admisibilidad: digamos que este problema es consustancial a la caracterización tanto de lo público como de lo privado y de las relaciones que entre ellos se presentan. De otra parte, una segunda perspectiva hace coincidir lo público con lo común. Ciertamente, en el planteamiento anterior mediaba lo común, pero en este caso hay una diferencia central: no es necesario señalar lo visible y enunciable, o cualquier otra característica como elemento o aspecto que define lo público; simple y llanamente lo común es lo público, lo común es lo de todos, lo común es lo colectivo. Dado lo anterior, la definición de lo público corresponde y pasa por una gama muy variada de posturas e interpretaciones. Por ejemplo, desde algunas perspectivas todo aquello que no es común alude a la esfera de lo privado; o lo común es aquello que no corresponde a lo individual. En otras trayectorias de reflexión lo público es lo estatal, y lo privado es aquello que se encuentra por fuera de la esfera del estado20; o lo común no se reduce a lo estatal, sino que igualmente seria necesario extender su sentido a fenómenos como la “sociedad civil”, entre otros.

Esferas y ámbitos de lo público La diferenciación de los fenómenos público privados han sido abordados desde dos lugares, de una parte están aquellas interpretaciones orientadas a la

20 En este tipo de concepciones sobre lo público domina una representación de lo común asociada a la comunidad estado nacional como eje o centro contenedor de lo social y de otras formas comunitarias.

caracterización de dos esferas, mundos o ámbitos que sobre la base de una lógica dicotómica permite deslindar de manera clara y precisa, la naturaleza, los contenidos y dinámicas contradictorias de diferenciación, oposición y determinación mutua que se producen entre lo público y lo privado. Dos ejemplos posibilitan dar cuenta de esta tendencia. En primer lugar, la interpretación propuesta por Norberto Bobbio en la Enciclopedia Einaudi sobre asuntos consustánciales a la caracterización de la política, recurriendo para ello al “estudio de antítesis”, (democracia/dictadura, público/privado, estado/sociedad civil). Cada una de estas antítesis, desde la perspectiva de Bobbio, da lugar a describir y definir uno de sus términos, de manera independiente o como negación del otro, en un uso axiológico que pone en evidencia el juicio de valor, positivo o negativo, atribuible a la perspectiva de quien explora la relación entre los términos, y cuyo análisis hace necesario diferenciar niveles de naturaleza conceptual, histórica y/o axiológica. Si bien, para el caso, el ejercicio propuesto por Bobbio21 corresponde exclusivamente a la definición de lo “público político”, resulta aleccionante la forma como el autor deslinda ámbitos a partir de la convergencia de múltiples dicotomías que se encuentran, según su juicio, en la tradición y que son recurrentes en las ciencias sociales. En consecuencia, la gran dicotomía público/privado se puede duplicar en la distinción que subyace a dicotomías como las siguientes: sociedad de iguales/sociedad de desiguales, ley/contrato, justicia conmutativa/justicia distributiva. El segundo ejemplo pone de presente otra lectura de lo público privado en términos de esferas, sin embargo no coincide con la lógica propuesta por tradiciones como la de Bobbio, en tanto introducen aspectos y matices que no permiten llegar a la idea de una continuidad histórica articulada a la separación de dos ámbitos o mundos; tal es el caso de las propuestas interpretativas de Jürgen Habermas y Hannah Arendt. Uno de los elementos comunes a la reflexión de Arendt y Habermas es la definición de una nueva esfera que no se corresponde con la separación dicotómica publico/privado propuesta desde el pensamiento liberal, y cuyo lugar es la “emergencia de lo social”, en el marco de las transformaciones que se operaron en el capitalismo de las sociedades del bienestar Para Habermas22 la esfera pública -Öffentlichkeit-23 es una estructura comunicacional cuya función se dispone y modifica históricamente, y sus cambios hacen parte de la transformación del dominio, la economía, el derecho y la cultura. 21 Bobbio, Norberto. “La gran dicotomía: público/privado”. Contenido en “Estado, gobierno y sociedad”. Fondo de Cultura Económica. México. 2000 22 Habermas, Jürgen. “Historia y crítica de la opinión pública: la transformación estructural de la vida pública”. Gustavo Gili. Barcelona. España. 1997. 23 Antonio Doménech el traductor de la obra al español plantea que en alemán se entiende por Öffentlichkeit “vida pública”, “esfera pública”, “público” y a veces “opinión pública”. Atendiendo esta

Sus primeros abordajes del fenómeno se orientaron a desplegar un tipo ideal de la publicidad burguesa desde el contexto histórico del desarrollo inglés, francés y alemán, entre el siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, indagación que se amplía a la segunda mita del siglo XIX y primera mita del siglo XX; especialmente, por un “cambio estructural” que se opera en la Öffentlichkeit, en la medida en que ésta queda incorporada, en un primer momento, a la integración del estado y de la sociedad, y se modifica una vez más con el auge de las mass media electrónicos, la relevancia de la propaganda constituida desde las lógicas del marketing político y la public relation, la creciente fusión entre el entretenimiento y la información, y la desintegración de la vida asociativa liberal y de las publicidades comunales. El ensamblamiento de la esfera pública y el ámbito privado, cuya tajante separación y diferencia había propugnado un ideario burgués que históricamente tuvo lugar en un breve período de tiempo, finalmente, emerge en lo que Habermas denomina la “dialéctica progresiva de la estatalización de la sociedad paralela a la socialización del estado”, con lo cual se presenta un paulatino cambio de funciones de la familia, el estado, la empresa, la producción, el consumo, el ocio, el derecho, entre otras, y la constitución de una “esfera social” semipúblico privada, que resignifica y pone en vilo el antiguo sentido liberal de los diferencias entre lo público y lo privado. Por su parte Arendt24 encuentra que la antigua línea fronteriza entre lo público y lo privado, aludiendo a la experiencia griega y romana, se borra y cambia de significación para la vida individual y ciudadana con la emergencia de la sociedad.

Es la modernidad el lugar de esa emergencia que posibilita la reconfiguración de la esfera pública, en fenómenos como la administración doméstica nacional, la sustitución de la acción por la conducta, la consolidación de burocracia como gobierno de nadie, y la constitución de una cientificidad articulada a la economía, el behaviorismo y la estadística. Ciertamente, la constitución de una amplia administración doméstica, saca la labor y el trabajo de la antigua esfera del oikos, instaurándola en el seno de una “familia superhumana”, cuya organización política

multiplicidad de sentidos y considerando que ninguna de estas traducciones es posible, “sin que se pierda matices importantes de la noción Habermasiana”, además de tomar en consideración que “publicidad no significaba otra cosa en el castellano de hace una centuria que vida social pública”; se decide por verter Öffentlichkeit como publicidad. 24 Arendt, Hannah. “La condición humana”. Paidos. Barcelona. España. 1996.

adquiere el nombre de nación, admitiendo con ello la organización doméstica en el seno mismo de la esfera pública, y la sucedánea transformación de las comunidades modernas en sociedades de trabajadores y empleados. En consecuencia, dado lo anterior, para Arendt se presenta una tendencia a la normalización de sus miembros mediante cierta clase de conducta impuesta desde una multiplicidad de normas, las cuales excluyen la acción espontánea o el logro sobresaliente, tan caro al bios político en la vida griega. Se trata, por lo tanto, de una sustitución de la acción por la conducta y de esta última por la burocracia, que constituye su forma de gobierno. De otra parte, corresponde a una igualación en donde el reconocimiento legal y político es el sucedáneo de la conquista que hace lo social de la esfera pública, remitiendo la distinción y la diferencia a lo privado del individuo; privacidad entendida como esfera de la intimidad y que la experiencia moderna descubre como opuesta a la esfera social, con la cual, paradójicamente, se haya más próxima. Finalmente, lo anterior implica el desarrollo de un pensamiento científico sobre lo público que no se corresponde ya con la ciencia política sino con la “economía social”; pensamiento científico articulado a la aplicación de los grandes números, de la estadística como tratamiento matemático de la realidad. En conclusión, este tipo de interpretaciones de lo público privado centradas en una caracterización en términos de esferas, ámbitos y mundos, a pesar de consentir lecturas de conjunto que involucran varias dinámicas, continuidades y discontinuidades articuladas como un todo, tienden a generar una percepción molar que no permite asir la multiplicidad de sentidos y tensiones, imbricaciones y traslapes de las interacciones público privadas inscritas en las prácticas cotidianas de los “pequeños” encuentros y desencuentros. Las lecturas centradas en las interacciones, mediaciones e interdicciones que se dan en situaciones generadas por la inmediatez de lo cotidiano, ponen de presente dimensiones de las relaciones público-privadas que tienden a relativizar generalizaciones y supuestos que gozan de una amplia trayectoria, dominio y aceptación, producidas desde interpretaciones en las que domina la concepción en términos de esferas y ámbitos.

Las relaciones público privadas Dos indagaciones posibilitarán, en este caso, presentar y abordar formas de pensar las relaciones público privadas, desde perspectivas interaccionistas que se ocupan de las prácticas cotidianas. La primera exploración corresponde al trabajo histórico de Antoine Prost, y permite ejemplificar una perspectiva que articula lecturas de lo público desde ámbitos y esferas, pero se detiene igualmente en la configuración de relaciones público privadas desde interacciones cotidianas y situacionales, que son contextualizadas en términos de clases, estamentos y roles, entre otros. La segunda exploración se apoya en los trabajos de Irving Goffman quien se detiene de manera más radical en micro estudios del “orden

público”, en una interpretación de la interacción público privada, en la situación y el acontecimiento que se procura en lo cotidiano. Antoine Prost, en sus exploraciones sobre los espacios urbanos, encuentra que los “hechos de la vida” y los “acontecimientos de la existencia”, en experiencias cotidianas, son ordenados por relaciones público privadas La investigación propuesta por Prost permite establecer la manera como la vecindad alude a una relación con aquellos que viven cerca de la casa propia, pero también con los dominios físicos y existenciales de permanencias individuales y colectivas, desde los cuales se ordenan las vidas en confortables recintos de predecibilidad, generadores de un mundo asible y familiar, que se constituyen, en buena medida, por formas de aceptabilidad e inadmisibilidad estables, consustánciales a relaciones público privadas que en ellos se juegan. (Lugar del trabajo y el estudio, lugar de los juegos de lenguajes audibles, lugar de las retóricas corporales y de los rituales). Sin embargo, estas centralices diversas con sus múltiples resonancias de lo familiar (El nombre con el que llama el padre en el hogar, el profesor en el colegio, el subalterno en la oficina, el amigo en el bar) no resultan ser permanentes ni continuas; el trayecto como exterioridad de estos dominios centrados y “relativamente predecibles”, multiplican, desdibujan y matizan intensidades de lo familiar En las reflexiones de Prost25, quien habita el barrio lo define subjetiva y objetivamente como conjunto de itinerarios recorridos a partir de la propia casa y de la familiaridad procurada por ella. El trayecto como itinerario, como recorrido circunscrito a una superficie que se abre y se aleja, corresponde en el caso de las relaciones público privadas a un trasegar y desplazarse en el habitar espacios igualmente familiares, pero de una familiaridad no coincidente con la de la propia casa, ni con la del hogar: es la familiaridad con aquellas gentes y cosas que no tienen nada que ver con buena parte de los asuntos de la propia vida; personas y objetos no escogidos para tenerlos como próximos pero que, sin embargo, no nos resultan extraños. Es importante subrayar la manera como esta no extrañeza se encuentra articulada a una presencia del otro o de lo otro, que deviene cotidiana en las propias trayectorias dibujadas por el itinerario. Es el lugar, dice Prost, en el que se descubren los mil y un detalles de la vida cotidiana. Dado lo anterior, las relaciones público privadas no corresponden a un único sentido, a una misma trayectoria, a una idéntica forma; sus múltiples sentidos, la diversidad de sus trayectorias y la variedad de las formas que asume, existen en estrecha relación con la manera como se configuran y devienen castas,

25 Prost, Antoine. "Fronteras y espacio de lo privado”. Contenido en: "Historia de la vida privada: de la primera guerra mundial a nuestros días”. Taurus. Tomo V. Madrid. España. 1988.

estamentos, clases sociales, instituciones, la constitución de identidades y la configuración de culturas, entre otras. No solamente se alude, como lo señala Prost, a una realidad histórica que puede ser considerada desde el acontecer de la existencia, sino que igualmente varía, en un mismo momento, según se trate del grupo social y sus relaciones con otros grupos, de la forma que revisten los dispositivos institucionales, sus lindes y mediaciones con otros. En este sentido, resulta no solamente pertinente sino necesario, cuando se trata de caracterizar las relaciones público privadas, precisar los grupos sociales a los cuales se alude, las instituciones desde las cuales se abordan, las formas identitarias que involucra, las culturas a las cuales incumben. De otro lado, en ciertos momentos y grupos sociales algunas formas de relaciones público privadas tienden a ser más extendidas, abarcantes y hegemonizantes, según se trate de las maneras de explotación, dominación y sujeción imperantes; a pesar de lo cual, en cada caso, no se puede pasar por alto el modo como influyen las relaciones público privadas que se configuran en otros grupos, dispositivos institucionales y espacios culturales; cada una de ellas no devienen de la misma manera ni “según las mismas pautas”.

Desde otra perspectiva, Irving Goffman26 en sus microestudios sobre el orden público propone explorar los “territorios del yo” como aspecto central de la organización social cotidiana. Es generalizado que cada uno de nosotros reivindique el uso y disponibilidad de objetos o estados de cosas deseados, para situaciones o contextos específicos: por ejemplo, una disposición adecuada de los alimentos para una cena importante, un lugar en la playa lo suficientemente espacioso para ubicar los objetos propios en un día de vacaciones. Cada uno de nosotros en su accionar más inmediato y cotidiano reivindica en su situación de “agente” el derecho a poseer, controlar, utilizar o transferir objetos o estados de cosas; sin embargo, la interacción como elemento constitutivo de la organización

26 Goffman, Irving. “Relaciones en público. Micro estudios de orden público”. Alianza. Madrid. España. 1979

social hace evidente la posibilidad de la ingerencia de otros agentes que pueden poner en peligro la propia reivindicación. Este tipo de interacción que define su especificidad en el marco de las situaciones, circunstancias y contextos cambiantes del accionar cotidiano, establece, demarca y caracteriza un “territorio” en el cual se ejerce la reivindicación. Vale decir, la acción se despliega en un territorio que se organiza atendiendo a las presencias, ausencias, copamientos e interferencias de agentes que definen la espacialidad a partir de reservas egocéntricas desde la cuales se configura la adminisibilidad o inadmisibilidad de los acercamientos del otro, de las copresencias, de la intimidad y de la exclusión. En todo caso, en la situación o en el contexto, nos encontramos con múltiples gramáticas gestuales y kinéticas colectivas que silenciosamente procuran las memorias corporales con las cuales se reacciona al contacto, el volumen, las texturas, las formas y su disposición. Tómense en consideración, por ejemplo, la ordenación callada de los múltiples movimientos de los usuarios de un ascensor; la distribución de turnos ante una ventanilla de atención; el deslizamiento de los ojos en la utilización del campo visual en una calle, la velocidad de paso y los desplazamientos frontales y laterales del transeúnte en medio de la multitud que ocupa calzadas, salidas y autobuses. En tales circunstancias las relaciones público privadas se diversifican de forma simultánea, atendiendo a sistemas de reglas diversas que según sea la situación se superponen y al mismo tiempo operan; se trata, por lo tanto, de umbrales entre lo público y lo privado que cambian de forma vertiginosa en función de la manera como rituales múltiples determinan la admisibilidad o no admisibilidad de ausencias, presencias, copresencias y exclusiones En ciertas ciudades portuarias italianas, en las horas de la mañana los espacios de la casa se expanden a las aceras mediante la distribución de mobiliarios que redefinen los lugares de tránsito de los peatones hasta las horas en las que cae la tarde; sin embargo, en el complejo sistemas de reglas que determinan las relaciones de la comunidad local, los vecinos transitan entre los dormitorios, la cocina y otros tipos de habitaciones que se disponen como espacios abiertos del encuentro cotidiano, tránsito que se ve restringido a partir de ciertas horas de la noche, en las cuales el espacio se contrae generando un circulo de cierre y de interdicción que configura un territorio reservado para la intimidad. Una parte relevante de las investigaciones interaccionistas sobre las relaciones público privadas, se radicalizan aún más a partir de relecturas de la obra de Gabriel Tarde y Georg Simmel. Por ejemplo, para Isaac Joseph27 los estudios microsociológicos de Tarde se ocupan más de los problemas de la dispersión y de las formas de adaptación que afectan la “epidermis de lo social”, es decir, “lo social en su inmanente reflexividad”. No se trata, por lo tanto, de una indagación

27 Joseph, Isaac. “El transeúnte y el espacio urbano”. Gedisa. Barcelona. España. 1988.

que parta de ejes como la clase social, el estamento y la institución; sino una reflexión que se detiene en lo excéntrico, en un análisis de las relaciones sociales atendiendo a la distancia, a las lógicas de la diastemia y no tanto a la proxemia. La experiencia del trasegar o devenir del transeúnte en el espacio citadino, corresponde, igualmente, a una dispersión de escenas que no equivalen ya a la disolución o a la desorganización, sino a la naturaleza misma del espacio público. En tal sentido, la perspectiva de análisis se detiene especialmente en el accionar dramatúrgico que configura lo público y los tipos de saber que éste procura. Tercera variación: Lo público y estéticas de lo ina misible

Los gaquis esos seres invisibles, espíritus necrófagos de la escatología budista del Japón medieval, habitaban los umbrales de lo visible y no visible, de lo enunciable y no enunciable, con lo cual una época, un gestual se representan la admisibilidad y la interdicción. El suave y húmedo rocío de la mañana cubre las hojas de las plantas y sus flores, sin embargo, en la medida que el tiempo solar transcurre, las cristalinas formas de las gotas desaparecen sin dejar rastro alguno, es entonces, cuando se pone de presente la existencia de aquellos seres invisibles, “espíritus hambrientos”, que todo lo consumen. Los gaquis con sus enormes abdómenes y sus estrechas gargantas por las cuales sola pasa el delgado metal de una aguja, están condenados a alimentar permanentemente

y de manera indefinida la inacabada voracidad de sus abdómenes; su condena es calmar el hambre que genera más hambre, el dolor que genera mas dolor, el olvido que procura más olvido Un antiguo sutra budista indio que se traduce al chino en el siglo VI, clasifica a todos los seres del universo y reserva una sección de treinta y seis subespecies para los “espíritus hambrientos”: espíritus con cuerpos como calderos, espíritus con gargantas finas como agujas, comedores de vómitos, comedores de excrementos, comedores de nada, comedores de vapores aéreos, comedores de dharma budista, bebedores de agua, optimistas y ambiciosos, comedores de carne, consumidores de incienso, aficionados a sus enfermedades, observadores de la defecación, espíritus subterráneos, espíritus intensamente candentes, espíritus fascinados por los colores, espíritus con bastón, espíritus comedores de niños, comedores de semen, espíritus de calles sucias, espíritus que se matan a sí mismos, espíritus recolectores de la desesperanza.

Los gaquis son seres de un tiempo que no tiene fin, espíritus de la lentitud que devoran con paciencia, espíritus necrófagos que alojan en su vientre aquello que no ha detener lugar, aquello inamisible. A pesar se su condición fantasmal, los gaquis tejen con su voracidad la realidad más inmediata y cotidiana de cortesanos, campesinos, jueces, funcionarios y monjes de la época. ¿Qué sería de un mundo en donde los residuos, los detritos, la mierda, las ulceras y desengaños permanecieran para siempre, acumulándose sin remedio? Sin embargo, en esta configuración demiúrgica de la cosmología budista no todos pueden ver lo mismo o no deberían ver lo mismo; aunque el universo de los gaquis acompañe la vida de ricos y pobres, emperadores y parias, almas finas y truculentas La cortesana Sei Shonagons del siglo X en su “Libro de almohada”, elabora una lista de cosas sencillas e inadecuadas, en esta lista incluye como inadecuado, según lo referencia William LaFleur28, “la nieve sobre las casas de la gente común, especialmente lamentable cuando se refleja la luz de la luna”. Como quiera que, para la cortesana Sei Shonagons, los pobres carecen de facultades para apreciar tal belleza; la nieve se echaba a perder al caer, indiscriminadamente, sobre los tejados del vulgo. No se trata por lo tanto de una ceguera indiferenciada, limpia y esencial. La mierda es mierda pero en las gramáticas del asco la mierda es un problema de clase, de la posición del sujeto, para no traicionar, la narrativa de los cientistas sociales. El niño Milan Kundera29 se interrogaba en sus disquisiciones infantiles, esta vez desde una demiúrgico cristino, sobre ¿Cómo el hombre es hecho a imagen y semejanza de Dios? Esta idea le asustaba, porque si Dios tiene boca él come, como lo hacen los hombres. Pero si él come tiene intestinos, y la idea de los intestinos de Dios es una blasfemia. Para el escritor Checo la mierda es un problema teológico más complejo que el mal, por ello nos dice que Dios le dio a los hombres la libertad y por eso podemos suponer, al fin y al cabo, que Dios no es responsable de los crímenes humanos, sin embargo, el único responsable de la mierda es aquel que creó al hombre. Dado lo anterior, Kundera encuentra que en el transfondo de toda fe, religiosa o política, esta el primer capítulo del génesis, de él se deduce que el mundo se creó correctamente, el ser es bueno y por tanto es correcto multiplicarse. A esta fe la denomina acuerdo categórico con el ser, de la cual se desprende un ideal estético en donde surge un mundo en el que la mierda es negada y todos se comportan como si no existiese, a ese ideal estético lo denomina Kitsch.

28 LaFleur, William. “Espíritus hambrientos y hombres hambrientos: corporeidad y racionalidad en el Japón medieval”. Contenido en “Fragmentos para una historia del cuerpo. Primera parte”. Taurus. Madrid. España. 1990. 29 Kundera, Milan. “La insoportable levedad del ser”. Tusquets. Barcelona. España. 1986

El Kitsch es la negación absoluta de la mierda, en sentido literal y figurado; el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable. Sin embargo, téngase encuenta, ese ideal estético que en múltiples y variados momentos del transcurrir humano se constituye en ideal ascético, habita nuestras más inmediatas prácticas de vida. “La necesidad de kitsch del <hombre kitsch>, es la necesidad de mirarse en el espejo del engaño embellecedor y reconocerse en él con emocionada satisfacción”30 Thomas, el personaje de La Insoportable Levedad del Ser, mantenía una región específica, despótica y fascinante que Kundera denomina Memoria poética. Una situación, un objeto, una palabra nos cautiva y soslayados ante ella, hacemos del provenir la búsqueda de aquella situación de aquel objeto de aquella palabra. Ana Karenina, el personaje de León Tolstoi, conoce a Brosky, su manante, cuando un hombre es triturado por las ruedas de un tren; aquel episodio sugiere el motivo de la vida de Ana. Tiempo después, con los dolores que el amor musita en las inaudibles notas de un memorial poético, ella se adviene a la muerte lanzándose a las ruedas de un tren (Así se inicia una historia, así termina una historia). Entonces, el destino es eco de una voz que murmura la palabra anhelada, es la escritura de una mano que nos llama, con torsiones poco visibles, desde el umbral del recuerdo, y nuestros ojos enteramente maravillados, desde la distancia infranqueable, nos entregan ciegamente a una multiplicidad de variaciones que anhelan la ilusión de un cuadro, de una imagen de contornos claros y acabados, como si la vida no fuese el boceto, el ensayo continuamente iniciado de una obra que siempre esta en preparación. En la novela La vida esta en otra parte31, el gran amor de una rebelión romántica es la feminidad soñadora de la madre del poeta; es el sentimiento absoluto en el que Jaromil, en la poesía, disuelve lo sucio y extraño haciéndolo puro y hermoso; es la hermandad de todo los hombres cantando al unísono en el círculo de una comunidad exaltada. Amor de interrumpida felicidad. Unidad, unidad. Entrega total, felicidad de amor en la calma de los cuerpos unidos por el inmutable momento de un encuentro sin par. La rebelión romántica es el dominio de un memorial poético lírico, cuya amplia extensión no tiene horizontes y en donde el amor pretende no tener historia. Lugar del Kitsch en el que reina la oscuridad de unos parpados caídos y los cuerpos eternamente en reposo son cubiertos por la encantadora cúpula de una mirada única y total, extasiada por los siglos sin tiempo.En un poema de Jaromil, “los amantes se abrazan y se acoplan de tal modo que llegan a convertirse en un ser único, incapaz de andar y moverse, transformándose lentamente en un material inmóvil que perdura por los siglos, sin someterse al tiempo”

30 Kundera, Milan. “Sesenta y siete palabras”. Contenido en: “El arte de la novela”. Tusquets. Barcelona. España. 1987 31 Kundera, Milan. “La vida está en otra parte”. Seix Barral. Barcelona. España. 1985

Y la madre del poeta, “¡Ah, cuanto lo amaba! Con que amor miraba los movimientos incesantes de aquella boca desdentada mientras mamaba y se imaginaba que con la leche le entregaba también sus pensamientos, ideas y sueños”. Pero aquel que se interesa por las historias de un gran y definitivo amor sin historia, siente miedo por las historias de la vida cotidiana, llenas de zozobra e inseguridades. En las historias de la vida, la historia de un gran amor sin historia tiene como sucedáneo una historia de traición, desengaño y duelo. El gran amor de una rebelión romántica solo tiene ojos paradisíacos para cuerpos paradisíacos. La mirada paradisíaca es aquella, que en palabras de la madre del poeta, ve el mundo sin mayor detalle y no sabe de la existencia de un mundo cruel en donde los cuerpos se dividen en feos y hermosos. Es la mirada de un ser que todavía no tiene ante sus pupilas el mundo, o el mundo esta cercado por la dulce cúpula del cuerpo de la madre. Para la madre, el pequeño Jaromil no tenía ojos para las arrugas de su vientre, porque los ojos del niño no miran, y ante unos ojos que no miran no tiene razón de ser la vergüenza o el orgullo de un culo bien puesto y unos senos bien subidos. Pero si el pequeño Jaromil no tiene ojos, ¿Cómo podemos, entonces, hablar de la mirada del pequeño Jaromil? Hay quienes tuvieron ojos, miraron y los perdieron por la propia mano. Edipo, incapaz de soportar la visión de lo que había causado con su desconocimiento, se perforó los ojos y se marcho de Tebas. El joven Jaromil tiene ojos para contemplar el feo cuerpo de su amante pelirroja, la madre del poeta tiene ojos para ver las arrugas de su vientre y los tenues cabellos que apuntan en la ridícula cabecita de pequeño hijo. Una mirada paradisíaca no es aquella de quien no tiene ojos, sino la mirada de quien teniendo ojos no soporta la visión de un mundo en donde los cuerpos se esconden tras las hojas de parra, y despavoridos marchan a los dominios de un memorial poético lírico. Téngase en cuenta que no todos quienes no tienen ojos están en los dominios líricos. Edipo rey marcha sobre los caminos de una ceguera trágica.

Javier marchaba por las sendas paralelas del poeta Jaromil, Javier marchaba de sueño en sueño porque no vivía una vida única y uniforme desde el nacimiento hasta la muerte. Javier no vivía su vida, dormía su vida. Pero lo irresoluto retorna, uno y otra vez, como el hambre voraz vuelve al vientre insaciable de los espíritus necrófagos, entonces, la negación absoluta de lo inaceptable no cerrará indefinidamente sus pupilas y no morará complacida en los armoniosos mundos de la ensoñación paradisíaca. Sí, lo irresoluto retorna, porque la negación absoluta de lo inaceptable no es un mundo fuera de este mundo, como no lo son las ocultas cañerías, tuberías, intersticios, agujeros y canales que guardan en su vientre la inadmisible inmundicia del habitar humano. El envés con el cual lo irresoluto retorna, abre sus calidas y generosas manos ante el mundo, para regalarlo con las agradecidas acciones que conquistarán y labrarán los infinitos y acogedores terruños de la ensoñación paradisíaca, en los cuales lo inaceptable, de manera categórica, no existirá Ana Karenina se adviene a la muerte lanzándose a las ruedas de un tren; el acontecimiento señala el motivo, el lugar irresoluto de la vida de Ana. El 21 de agosto de 1968 el acontecimiento irrumpe y las interminables caravanas de tanques rusos, con su magnánimo ruido, inician la gran marcha de un idilio justiciero que entregará a la Bohemia un nuevo mundo para todos, entonces, las calles perderán sus nombres, muchos seres sus vidas y las voces de la primavera de Praga se encontrarán reducidas al silencio. La gran marcha es la hermosa senda de quienes tomados de las manos con solidario, tierno y aguerrido sentimiento, avizoran los inconfundibles horizontes de las causa justas de un kitsch imperturbable, cuya epifanía es un mundo feliz sin las hendijas de lo inaceptable. Para Mirek, el personaje del Libro de la Risa y el Olvido, la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido, sin embargo, el olvido no solamente tiene lugar cuando la negación absoluta de lo inaceptable arrasa los nombres de las calles y de los hombres, destrozando el monumento y desterrando a los lugares del silencio, igualmente alude a lo que el novelista Checo denomina los “acontecimientos históricos que se imitan”; el asesinato de Allende es eclipsado rápidamente por el recuerdo de la invasión de Bohemia por los rusos, la masacre de Bangladesh hace olvidar a Allende, la guerra del desierto del Sinaí oculta el llanto de Bangladesh. Lo irresoluto retorna y el acontecimiento irrumpe. Y hoy, entregado irrestrictamente a los extasiados ojos de la expectación global, irrumpe en su tempo mundo, tempo planetario, tempo local, asistido por la ensoñación paradisíaca de los veloces y omnipresentes tiempos mediáticos, que pretenden, unir, acercar, conceder y disponerlo todo. No de otra manera, el acontecimiento resulta ser lo más “actual de lo actual”, aquello que no se ha presentado e inesperadamente adviene escapando de la predecibilidad cotidiana; es la plenitud paradójica de lo siempre novedoso, desconocido y aguardado, pero extrañamente repetible y acostumbrado. Entonces, la escenificación de la negación absoluta de lo inaceptable, busca cautivar los ávidos y expectantes ojos de sus imaginadas audiencias, regalándolos con los actos

del castigo; el once de septiembre y sus torres gemelas, las cruzadas norteamericanas en las tierras de Irak. Sin embargo, de todo aquello no queda, solamente, el despojo de los actos de limpieza, depuración y pulcritud, con los cuales las extendidas, solidarias, humanitarias pero firmes y decididas manos de la ensoñación lírica, esfuman y borran lo inaceptable; sino también fulgura la sublime imagen de los heroicos actos con los cuales una gran marcha acicala su rostro en los espejos del pasado, para en eterna comunión hacer parte de las gestas, sagaz y cruzadas de redención del desarraigo, la exclusión, el dolor y la miseria. La ensoñación paradisíaca no es la antítesis de lo inaceptable, es necesario subrayarlo. La ensoñación paradisíaca urde sus pequeños mundos de felicidad eterna con los mugrosos hilos de lo inaceptable. ¿Qué sería de la santidad de Sor Teresa de Calcuta sin las úlceras y llagas que adornan los desvalidos cuerpos entregados a su infinito amor?

Planteamientos Sobre Lo Público

Político

LO SOCIAL ARRASO CON LA ESFERA PÚBLICA ¿UNA MODERNIDAD SIN POLÍTICA?

Elsa Martínez 32

l siglo XX, que se inauguro con la muerte y la barbarie y termino de la misma manera, en tanto hoy en el mundo se enseñorea la guerra y la violencia, constituye todo un testimonio de la validez y la pertinencia contemporánea de la

obra de Hannah Arendt, en particular su trabajo la “Condición Humana”. La violencia y la barbarie son el costo que la sociedad contemporánea debe de pagar por el triunfo del animal laborans, que absorbe la razón de ser del homo faber, pero sobre todo, que le impone la lógica del hacer, a la vida humana, que solo es posible en tanto exista la posibilidad de expresar la pluralidad de lo humano, en el espacio que constituye lo político, y que en el planteamiento de la autora, corresponde a lo público. El discurso se construye a partir de una crítica de la modernidad, en la que el advenimiento de lo social, no solo borro las diferencias entre lo público y lo privado, sino que los trastoco de manera perversa, desfigurando el sentido de lo político, y colocando el mundo de la necesidad y de la fabricación en el primer plano de la vita activa. Esta transformación perversa es hoy analizada, cuando no simplemente presentada, y sobre todo vivida, como el resultado del mal llamado proceso de “civilización”, en el que se asienta el mundo contemporáneo. La autora construye un marco conceptual para pensar los avatares y sin salidas que ha venido recorriendo la condición humana. Este marco conceptual está dado por las categorías vita activa, vita contemplativa, y la relación por la que transita lo público-privado. La presentación de este marco conceptual constituye la primera parte de nuestro trabajo. A partir de este marco conceptual la autora asume como punto de “partida” a los Griegos, a partir de los cuales construye una especie de modelo ideal, con el que va a comparar las transformaciones que se han dado en la vita activa, y sus efectos desastrosos sobre la condición humana, del hombre contemporáneo. De este tema no nos ocuparemos en el presente trabajo. El punto central del trabajo “La condición humana” es dar cuenta de las transformaciones en la vita activa y la vita contemplativa en dos momentos que la autora diferencia a lo largo de su trabajo: la edad moderna primero, y el mundo moderno, después. Para efectos del análisis la Edad Moderna comienza con el siglo XVII y termina con el inicio del siglo XX. Mientras que entiende por Mundo Moderno, el que se pone en marcha cuando el hombre del siglo XX, con las explosiones atómicas borra de la faz de la tierra y del universo, la vita activa de “sociedades” enteras, mostrándole al resto de la humanidad hasta donde puede llegar su capacidad de destrucción, y como no tiene el menor reparo ético en pasar de la destrucción de los

32 Profesora de la Escuela Superior de Administración Pública

E

productos resultado de la fabricación, a la destrucción de la vida humana. Hacer la presentación de los cambios en la jerarquía y en las articulaciones entre labor, trabajo y acción es el objetivo a desarrollar en la segunda parte de nuestro trabajo. Teniendo en cuenta que este trabajo se dio a la luz pública en 1958, por lo que la autora no alcanza a imaginar los acontecimientos posteriores del mundo moderno, pretendemos identificar, a manera de “conclusiones” hasta donde ha llegado la invasión de la esfera de lo social, y sus consecuencias en tanto ha “borrado” las fronteras entre lo público, lo privado y la intimidad, en el escenario creado por la globalización.

Marco conceptual El objetivo de esta primera parte es presentar el marco conceptual, el lugar desde donde mira la Hannah Arendt el problema de la condición humana, en lo que ella denomina la edad moderna y el mundo moderno. El trabajo desarrollado en el texto citado, tiene como punto partida un marco conceptual construido fundamentalmente por las categorías de vita activa, vita contemplativa, y la relación por la que transita lo público-privado. 1.1 La vita activa La vita activa, es decir la vida humana, es una categoría que podríamos calificar como comprensiva del conjunto de todas las actividades humanas, por las cuales transita la vida, el quehacer, el pensar, y la acción de hombres y mujeres en su condición de humanos. Estas tres actividades son: la labor, el trabajo y la acción. 1.1.1 Labor La labor, es un conjunto de actividades en las cuales se juega el proceso de la vida misma, en tanto, están ligadas a las necesidades vitales. Es el proceso que acompaña el irremediable transitar biológico de nacer, crecer, desarrollarse y morir como especie humana, es el hombre inmerso en el repetido ciclo vital de la especie. Como lo que se juega en ella es la vida misma, está constituye su condición humana. La labor asegura no solo la supervivencia individual sino la de la especie. 1.1.2. Trabajo El trabajo es un conjunto de actividades orientadas a la creación de un mundo de cosas, necesarias al hombre, pero distintas de lo natural. El trabajo es la construcción de un mundo artificial de cosas, que posibilita que la vida albergue dentro de ellas, y cuya condición humana está dada por la mundanidad. El trabajo y su producto hecho por el hombre, constituyen las condiciones de permanencia y durabilidad, no solo con respecto a la vida sino también con respecto al tiempo humano.

1.1.3 Acción La acción es el escenario de la pluralidad y de la vida realmente humana, lo que lo constituye en el escenario político por excelencia. La pluralidad es una realidad en la medida en que los humanos no somos una interminable serie de repeticiones, sino que precisamente ser humano significa que “todos somos lo mismo.......... y por lo mismo, nadie es igual a cualquier otro que haya vivido, viva o vivirá”33. La acción es el escenario en el que habita la pluralidad, condición no solo sine qua non, sino condición per guam de toda vida política. Es por esto que la acción es el “lugar” en el que emergen los cuerpos políticos, y donde por consiguiente es posible la historia. La acción alude a la condición humana de la natalidad, al advenimiento, a nuevo comienzo. La acción es nacimiento, en la medida en que él que llega tiene la capacidad de emprender algo nuevo. Es decir, las actividades inherentes al mundo de la labor, del trabajo y de la acción, son humanas en la medida en que son lo que son, en tanto los hombres viven juntos. Un hombre laborando solo sería un animal laborans, pero no un humano. Un hombre que construyera un mundo solo, sería un fabricante, pero nunca un homo faber. En ambos casos sería un hombre que no tendría la condición humana. En el caso de la acción, no es posible imaginar un hombre en perfecto aislamiento, ni siquiera existe lingüísticamente una manera de nombrarlo. La acción no es posible sino es en presencia de otros, ya que la pluralidad solo emerge cuando estamos juntos. 1.2 Vita Contemplativa La vita contemplativa alude al conflicto entre el filosofo y la polis. Es la vida del filósofo dedicada a inquirir y contemplar las cosas eternas. Esta actividad exige una perfecta quietud, es decir no puede realizarse si el filosofo es interferido por la actividad productora, o el consumo de los hombres. En la antigüedad la contemplación era considerada una vida superior sobre cualquier tipo de actividad, incluida la acción. Esto se expresa claramente en la postura de Platón y de Aristóteles. Para Platón, la reorganización de la vida de la polis no sólo está dirigida por el superior discernimiento del filósofo, sino que el objetivo de la misma es hacer posible la forma de vida de éste. Para Aristóteles, el ideal de vida es la contemplación, y la diferencia con la vita activa radica en que ésta se halla más próxima a la in-quietud, mientras que la contemplativa

33 Arendt Hannah. “La condición Humana”. Paidós. Barcelona. España. 1998. Pág. 22

lo es a la quietud, entendida como el cese del movimiento físico externo y de cualquier tipo de actividad. Es importante anotar que la contemplación es una facultad humana claramente distinta al pensamiento y al mundo de la razón. Hannah Arendt acepta la distinción entre vita activa y vita contemplativa, pero cuestiona la jerarquía establecida entre ellas, en tanto considera que “el enorme peso de la contemplación en la jerarquía tradicional ha borrado las distinciones y articulaciones dentro de la vita activa” 34 y que el interés que sostiene las actividades de la vita activa, labor, trabajo y acción, no es el mismo para la vita contemplativa. Pero si bien los intereses son distintos, de esto no se deriva que se pueda establecer una jerarquía en términos de superior e inferior al interés de la vita contemplativa. Es a partir de Sócrates que estos caminos se bifurcan, cuando los hombres de pensamiento descubren que el reino de lo político no proporciona las actividades más elevadas del hombre. Esta carencia de lo político se evidencia cuando los hombres encontraron un principio más elevado para reemplazar al que había regido la polis. Este

principio en la modernidad será la razón, de la cual se derivara la ciencia. Existen dos principios y el camino para identificarlos es la distinción entre inmortalidad y eternidad. La inmortalidad es vida sin muerte, como el caso de los Dioses del Olimpo. Los hombres a diferencia de los dioses son las únicas cosas mortales con existencia. La inmortalidad es posible en los hombres si logran, mediante la potencia producir cosas que merezcan ser imperecederas, y que por esta característica encuentren un lugar en el cosmos donde todo es inmortal. La inmortalidad radica en que las acciones de

los hombres dejen huellas imborrables, mediante la producción de trabajos, actos y palabras inmortales. Esta posibilidad no es para todos los hombres, solo los verdaderamente humanos logran ser inmortales, los demás mueren como animales. La eternidad es la perspectiva del filósofo, que se mueve al margen de los asuntos humanos y de la pluralidad, como lo ilustra Platón en el mito de la caverna. El hombre se abstiene de la acción, lo que equivale políticamente a dejar de estar entre los hombres. Abandona la polis que es el lugar de la permanencia y de la inmortalidad. La inmortalidad se logra con una obra salida de manos humanas, mientras que la eternidad con una obra salida de manos mortales.

34 Ibíd. Pág. 29

La Acción Es El Escenario De La Pluralidad Y De

La Vida Realmente

Humana, Lo Que Lo Constituye En El Escenario Político Por Excelencia

Los dos principios que se derivan de lo anterior serían: la skole, la quietud como principio de la vita contemplativa, lo que conduce a la eternidad, y a la muerte. El segundo principio sería la askolia, o in-quietud, producida en el dejar rastro, lo que posibilita la inmortalidad. La askolia solo es posible estando entre los hombres, es decir siendo humano y estando políticamente vivo. Es el principio que subyace a la vita activa. Es a partir de la diferencia entre estos dos principios en que podemos diferenciar entre vita activa y vita contemplativa. La vita activa es el compromiso e interés por las cosas de este mundo, que encarnan y expresan los hombres y las mujeres mediante la acción, y que posibilita la inmortalidad; mientras que la vita contemplativa es el interés por el pensamiento, del que se ocupan los hombres de pensamiento, y que posibilita la eternidad. 1.3 La relación público-privado El tercer gran componente del marco conceptual propuesto por la Arendt es la noción de público-privado. Lo público es pensado como la esfera de lo común, aludiendo a dos fenómenos que si bien están relacionados no por ello son idénticos. Hablamos de dos fenómenos en términos de dos significaciones de lo público. La primera de estas significaciones de lo público denota que todo lo que aparece en público puede verlo y oírlo todo el mundo, por lo que tiene la más amplia publicidad posible. La importancia de que lo que unos vean y oigan sea visto y oído por otros, es que son los otros los que posibilitan el paso de la apariencia a la realidad. Es decir es la presencia de otros lo que nos asegura la realidad no solo del mundo sino de nosotros mismos. La segunda significación de lo público alude al propio mundo, en cuanto es común a todos nosotros, y a la vez diferenciado de nuestro lugar poseído privadamente en él. Es importante precisar qué es el mundo. De entrada no es ni la tierra ni la naturaleza. El mundo es hecho por el hombre, y lo constituye una trama tejida de una parte por los objetos fabricados por las manos del hombre, mediante el trabajo, y de otra por los asuntos de quienes habitan juntos ese mundo. El mundo es el conjunto de “cosas y hombres que forman el medio ambiente de cada una de las actividades humanas”35 En el mundo los hombres como humanos vivimos juntos. Vivir juntos significa que entre nosotros habita un conjunto de cosas que están entre quienes tenemos en común ese mundo. El mundo es común por dos razones centrales: Primera porque es el mundo el que nos agrupa, nos relaciona y a la vez nos separa; la segunda está dada por la permanencia del mundo, en tanto trasciende nuestro tiempo vital. Lo trasciende porque al nacer, el mundo está ahí y sencillamente nos adentramos en él, y al morir como

35 Ibíd. Pág. 37

mortales, sencillamente lo abandonamos. Lo común en este doble sentido está dado no solo por la permanencia del mundo, sino porque ésta nos crea la posibilidad de compartir el mundo, con las generaciones pasadas, presentes y futuras. Ese compartir el mundo entre diferentes generaciones es un aspecto de lo común. El mundo sobrevive al paso de las generaciones porque este aparece en público, si esto no fuera posible, sencillamente el mundo no podría superar el embate del tiempo. La esfera pública lo que posibilita es salvar lo que los hombres quieren que permanezca a pesar de la natural ruina del tiempo. Solamente las cosas que se consideran importantes, las que han dejado huella, son las que merecen la inmortalidad, es decir merecen ser salvadas de la ruina del tiempo y del olvido. La inmortalidad solo es posible, si estas cosas habitan la esfera pública. Lo común, que denota lo público no es una fuerza que nos pone en igualdad de condiciones en determinadas circunstancias. Por el contrario, si fuera posible hablar de la sustancia de lo común, esta necesariamente estaría constituida por la diferencia. Lo común constituye la realidad de la esfera pública en tanto ésta solo se puede constituir si admite la presencia simultánea de innumerables perspectivas, si admite la presencia de la pluralidad. En ese sentido el mundo es la reunión de todos, pero cada uno ocupando diferentes posiciones en él, y cada uno oyendo y viendo desde una posición diferente. La naturaleza de la esfera pública esta irremediablemente ligada a la posibilidad de que las cosas puedan ser vistas por muchos desde diferentes

perspectivas, de manera que quienes se agrupan en ella deben saber que ven lo mismo pero en total diversidad. Es decir la esfera pública es pública si en ella

aparece y habita la auténtica y verdadera pluralidad de lo humano. Lo privado es tratado conceptualmente en un doble sentido por Hannah Arendt, dependiendo de su carácter privativo y no privativo. Lo privado tiene un sentido privativo en la medida en que denota estar privado de cosas esenciales a la vida humana, estar privado de realidad, en tanto se

esta privado de una objetiva relación con los otros, estar privado de los demás en tanto en lo privado no puedo verlos y oírlos y no puede compartir lo visto y lo oído por mí.

El rasgo no privativo de lo privado nos coloca en la esfera familiar, lugar del nacimiento y de la muerte, actividades estas que siempre han permanecido ocultas de la esfera pública, en la medida en que el hombre no sabe de donde procede cuando nace, ni adonde va cuando muere.

Otro rasgo no privativo de lo privado alude a la ley. Esta opera como una frontera, como una muralla, que regula el estar entre los demás, es decir regula la vida humana en el mundo. Lo público no es la ley, ni la acción política se reduce a la función legisladora, ni la ley es un catálogo de prohibiciones. La ley es una especie de mesa que permite que nos agrupemos muchos alrededor para relacionarnos, pero que en el momento en que la retiren, no solamente nos vamos unos encima de otros, sino que perdemos la posibilidad de relacionarnos. Otro rasgo no privativo de lo privado consiste en no carecer de un lugar privado propio, es decir ser humano. La propiedad es una de las condiciones, necesarias pero no suficientes para poder adentrarnos en la esfera pública.

La vita activa en la Edad Moderna La modernidad se asienta en lo que a lo político se refiere en las consecuencias de dos viejos errores .que han tenido repercusiones fatales para la humanidad, pero que a pesar de las mismas, cada día parece más difícil corregirlos. Se podría pensar que los errores son de traducción, y aparentemente así parece. Lo grave es que el significado, resultado de la traición que siempre implica una traducción, es la forma como se ha interiorizado y se ha vivido lo político, en la Edad Moderna. El primer error consistió en traducir el bios politikos aristotélico como animal social, y posteriormente como animal racional. El error consiste en pensar que político y social son lo mismo, lo que equivale a calificar como político el simple hecho de no poder vivir sino es en relación con los demás, independientemente de las actividades que se desarrollan. Para Platón y Aristóteles la necesidad de estar con otros era algo que los humanos teníamos en común con los animales. Lo social era una asociación natural que se imponía y se originaba por las necesidades biológicas, que vienen siendo más o menos las mismas para el animal humano que para las otras formas de existencia animal. La diferencia con respecto a lo político, es que este alude a una capacidad para la organización política en la búsqueda del reconocimiento del Quien es, de la inmortalidad, la pluralidad; mientras que lo social es simplemente el vivir junto a los semejantes resolviendo los problemas propios a la necesidad, que en los Griegos es el espacio del oikos, mientras que el espacio de la política es la polis. El otro error sobre el cual también se asentó la modernidad es con respecto al animal racional, en donde se asume que la más elevada capacidad humana era el logos, el discurso de la razón, que no necesariamente era el “origen” de la lexis en el campo de la acción. Se puede ser animal racional y estar desprovisto de una forma de vida en la que el discurso y solo éste tenga sentido, en la medida en que lo más importante, la preocupación primera sea hablar con los demás en condición de ciudadanos. En la modernidad la confusión se exacerbo hasta el infinito, y hoy la esfera de lo social, no solo invadió la esfera pública sino que ha degradado la política, ha destruido la

esfera privada y se ha convertido en una amenaza a las cosas del corazón como decía Rousseau, que ya no se encuentran a salvo ni en la arrinconada esfera de la intimidad. Es importante precisar el significado y el ámbito de lo social para poder entender las implicaciones que su expansión ha generado en la Edad Moderna, y la catástrofe que hoy vivimos en el Mundo Moderno, donde la política ha desaparecido de la esfera pública. Lo social, que no es ni público ni privado36, es una creación moderna y dificulta entender la división entre lo público y lo privado, es decir diferenciar entre las actividades relacionadas con el mundo en común, y las relativas a la conservación de la vida. Con la modernidad las comunidades políticas son pensadas como una gran familia, cuidada por un gran pater-familias que se encarga ahora de la administración doméstica que es de alcance nacional, y cuya forma de organización política es la nación. Para efectos del presente trabajo sociedad es entendida como la ascensión del conjunto de lo doméstico, es decir del oikos, del mundo de la necesidad a la esfera pública, en la que la administración de la casa y de todos los asuntos relacionados con el mundo de la necesidad que pertenecían a la esfera de lo privado en la ciudad-estado de los griegos, se han convertido en asuntos de interés colectivo o público. Dice Hannah Arendt que no se trata de que la labor y el trabajo hubiesen ascendido al lugar ocupado por la política, sino que está descendió al lugar ocupado por ellos. Pero el asunto no es tan simple, no fue solo el efecto de un descenso y de una igualación entre las actividades humanas que componen la vita activa. El cambio no fue solo de lugar también implicó una transformación en el significado de labor, trabajo y acción. 2.1 La labor en la Edad Moderna En la antigüedad no se dio una distinción clara entre labor y trabajo. En la modernidad resulta sorprendente por decir lo menos, que con su glorificación al trabajo, con la consideración del animal laborans como animal racional, no se haya elaborado “una sola teoría en la que el animal laborans y el homo faber, la labor de nuestro cuerpo y el trabajo de nuestras manos, estén claramente diferenciados”.37 Lo que aparece como más cercano a esta diferenciación es el debate entre labor productiva e improductiva.

36 Ibíd. Pág.41 37 Ibíd. Pág.101

Lo Común Constituye La Realidad De La

Esfera Pública En Tanto Ésta Solo Se Puede Constituir Si Admite La Presencia

Simultánea De Innumerables Perspectivas, Si

Admite La Presencia De La Pluralidad

El laborar no deja nada tras de sí, nada que permanezca en el mundo, en tanto todo lo que resulta del laborar se consume inmediatamente. El hecho de que su resultado no permanezca en el mundo no le resta importancia en el sentido en que es la vida la que depende de los resultados fútiles de la labor. Los economistas clásicos y el mismo Marx reconocen que la actividad laboral posee una productividad que no se basa simplemente en los productos de la labor, sino que radica en que es capaz de producir los medios para su propia subsistencia y un excedente38, o superávit, que garantiza la reproducción de más de un proceso de vida. En esta perspectiva todo el laborar es productivo. Pero a pesar de que no se reconoció ni se elaboró una teoría que permitiera diferenciar labor y trabajo, es un hecho que las cosas que existen en este mundo, entre las que habita la vita activa, son de naturaleza diferente y producida por distintas clases de actividad.

Los productos del trabajo después de producidos permanecen y duran, es decir forman un conjunto de cosas duraderas que aseguran a la vida los medios para su propia supervivencia. Los productos de la labor por el contrario no tienen la posibilidad de permanecer, ellos son objeto de un incesante consumo. Es decir mientras los primeros se usan los segundos se consumen. Los primeros pasan a ser parte constitutiva del mundo, determinando costumbres y hábitos, los segundos no alcanzan a permanecer y por lo tanto no generan hábitos y costumbres. “Lo que los bienes de consumo son para la vida los objetos de uso son para el mundo.”39 Las transformaciones más importantes en la labor se presentaron cuando se evidencia que la Edad Moderna no defendía simplemente la propiedad sino que lo que le interesaba era la apropiación, es decir la búsqueda de”más propiedad”40 . Este fue el punto del que se ocupo Locke, a quien le interesaba el proceso de apropiación del mundo, sin que se pudiera poner en ningún momento en duda el carácter privado del mismo.

38 El poder de la labor, tal como lo plantea Hannah Arendt, es el equivalente al poder del trabajo, como valor de uso de la fuerza de trabajo en Marx, en la medida en que cuando se hace uso del valor de uso de la mercancía fuerza de trabajo en el proceso de trabajo, que es un proceso de creación de valor, el trabajo ha creado no solo lo correspondiente a su salario en el tiempo de trabajo necesario, sino que en el tiempo de trabajo excedente ha creado un superávit de valor, de trabajo no pagado, que constituye la plusvalía para el capital. 39 Ibíd. Pág.108 40 Ibíd. Pág.121

El cambio es radical, ya no se trata de lo privado de la apropiación, que es propio de la labor, sino de lo privado de la propiedad. Este es el síntoma de una gran transformación que consistió en la emergencia de la apropiación, de la acumulación y de la riqueza, lo que significó que la preocupación fundamental ya no seguiría siendo la propiedad sino el crecimiento de la riqueza y la acumulación. Se abría ante esta humanidad socializada un proceso infinito que no estaba dispuesto a verse limitado por el carácter finito de la vida humana. Para obviar esta limitación, la acumulación deja de actuar sobre las vidas individuales y comienza actuar sobre la sociedad como un todo, que se constituye en la materia del proceso de acumulación, sobre la que puede actuar libremente sin las trabas que impone el período de vida individual y la propiedad poseída individualmente. La lógica de la acumulación necesariamente tiene que transformar la labor y el trabajo. Hasta ahora los productos de la labor eran consumidos mientras que los del trabajo eran usados. Pero esto no favorece la acumulación, a ésta no le sirve la permanencia del mundo, constituida por los productos del trabajo. Es necesario que los productos del trabajo aparezcan y desaparezcan con la misma velocidad que los productos de la labor, no importa que con ello se ponga en riesgo la estabilidad del mundo en común. El resultado ha sido que las cosas del Mundo Moderno se han convertido en productos de la labor, cuyo destino es ser consumidos y no usados. Las transformaciones también abarcaron el proceso de trabajo. Este resulta organizado de acuerdo a la división del trabajo del proceso laboral, que unido al hecho de no producir para el uso sino para el consumo, termina asumiendo el carácter de labor. La sociedad entonces es una sociedad de laborantes, es decir de consumidores, en la que cualquier cosa que hacemos es para ganarnos la vida, lo que significa que el único sentido de existir es garantizarnos el proceso biológico de la vida, es la necesidad y su resolución, la razón y el motivo de la existencia, lo que nos iguala dramáticamente a los otros animales de la especie. El precio pagado es la negación de la vida como humanos. El resultado de estas transformaciones es que el animal laborans ocupa hoy la esfera pública. Es de anotar que mientras la necesidad ocupe y reine como la actividad principal de la vita activa, sencillamente no existe esfera pública. “El peligro radica en que tal sociedad, deslumbrada por la abundancia de su creciente fertilidad y atrapada en el suave funcionamiento de un proceso interminable, no sea capaz de reconocer su propia futilidad, la futilidad de una vida que no se fija o realiza en una circunstancia permanente que perdure una vez transcurrida la (su) labor”.41 2.2 El trabajo en la Edad Moderna El trabajo es diferente a la labor. Las diferencias son varias. Una alude a los resultados de cada uno. Mientras que los resultados del trabajo permanecen y constituyen por esta

41 Ibíd. Pág.142.

razón la artificialidad y la objetividad del mundo, los resultados de la labor apenas si alcanzan a existir y ya desaparecen victimas del consumo. Los productos del trabajo se usan mientras que los de la labor se consumen. Los productos del trabajo podrían incluso guardarse, y su no uso no los deteriora, mientras que los productos de la labor, si no se consumen, sencillamente se pierden. Es decir “los productos del trabajo pueden sobrevivir incluso durante considerable tiempo independientemente de la voluntad, de la disposición de ánimo de sus dueños”42 El trabajo de fabricación se realiza como el desarrollo de una idea que es preexistente y que trasciende al proceso mismo. Existe un modelo que quía la fabricación de la artificialidad del mundo, y que está al margen del fabricante. Esta permanencia es la que le imprime al proceso de fabricación su condición de reificación y de multiplicación, a diferencia de la labor que no tiene la más mínima posibilidad de reificar y que se desarrolla como un infinito proceso de repetición. La reificación alude a solidez, es decir a permanencia y estabilidad, características de la mundanidad. Este proceso encierra un componente de violencia que esta presente en toda fabricación, y que le permite a la autora señalar como el homo faber siempre ha sido un destructor de naturaleza, a diferencia del animal laborans, que puede ser dueño y disponer de todas las criaturas vivientes pero siendo siervo de la naturaleza y de la tierra, mientras que el homo faber se considera y se comporta como amo y señor de toda la tierra. La lógica del proceso de fabricación es esencialmente instrumental, enmarcada en los procesos de medio-fin. El resultado del proceso de fabricación es un producto final, no solo porque el proceso productivo termina con ella, sino que se constituye en un medio para producirla. “Tener un comienzo definido y un fin definido predecible es el rasgo propio de la fabricación”.43 En el caso de la labor se podría pensar que su finalidad es producir para el consumo, pero en tanto ese producto no tiene permanencia, no cumple los requisitos para constituirse como fin. El fin en el proceso laboral se encuentra en si mismo. El agotamiento del poder laboral, es el único fin del proceso laboral. Los productos de la labor, están condenados a ser siempre medios: medios de subsistencia y de reproducción de la fuerza laboral. Esta lógica instrumental del proceso de fabricación se ha expresado en lo que hemos dado en llamar el desarrollo tecnológico. En el caso del laborar el instrumento acabó integrado al cuerpo, y lo que se observaba era que giraban al mismo tiempo, haciendo imposible distinguir entre el hombre y el útil producido por el homo faber. Posteriormente lo que se producen son máquinas que imponen un ritmo y

42 Ibíd. Pág.159 43 Ibíd. Pág.163

Para Una Sociedad De Laborantes El Mundo De Las Máquinas Terminó Siendo Un Sustituto Del Mundo Real, Aunque Éste Remedo De Mundo, No Pueda Realizar La

Función De La Mundanidad

una función al hombre, haciendo que éste le sirva a la máquina. El destino originario era el contrario, la finalidad de la máquina era hacerle más fácil la vida y menos penosa la labor, nos dice Hannah Arendt. Hoy es claro que el homo faber inventó la máquina más que para ayudar al proceso de la vida humana, para erigir un mundo. Para una sociedad de laborantes el mundo de las máquinas terminó siendo un sustituto del mundo real, aunque éste remedo de mundo, no pueda realizar la función de la mundanidad, cual era la constituirse para los mortales en un domicilio estable y permanente para ellos mismos. Lo que observamos hoy con el desarrollo de la automatización, la biología y la genética, es que las máquinas han cobrado vida en la medida en que operan semejando procesos biológicos y por consiguiente se han constituido en caparazones pertenecientes al cuerpo humano. Pero los efectos o el campo de acción de la instrumentalidad no se agotan en la tecnología. Su “razón” medio-fin se expresa en el mundo moderno como utilitarismo, imponiendo su interminable cadena de medios y fines. Esta fuerza capturó al homo faber, en la medida en que como fabricante solo piensa en términos de medios y fines que surgen directamente de su actividad, sin detenerse a entender el significado de la misma. Esta captura termina convirtiendo al homo faber en un fin en sí mismo, el propio hombre se constituye en su rol de usuario, en el fin último, en el más elevado, de la cadena de la instrumentalidad. El costo que el hombre moderno ha pagado por ser la medida de todas las cosas es bastante elevado. Su instrumentalización degradando todas las cosas, en la medida en que las convirtió en medios. Pero no solo las cosas perdieron su valor, también la naturaleza, en la medida en que desde ningún punto es posible la reificación que provenía del trabajo. La producción del homo faber y del homo laborans en la sociedad moderna han determinado lo que está sociedad considera importante, útil para la vida. Todo lo que no sea útil en términos de la acumulación de riqueza primero, y de la acumulación del capital después, ha tendido a ser catalogado como pérdida, ociosidad. Este principio sobre el cual se ha asentado la modernidad es lo que permite explicar, más no justificar la exclusión del hombre político, al hombre de la acción de la esfera pública. “La época Moderna sabía perfectamente que la esfera política no era siempre, ni requería serlo, una simple función de la sociedad, destinada a proteger la faceta social y productiva de la naturaleza humana mediante la administración del gobierno, pero consideraba charla ociosa y vanagloria todo lo que estuviera más allá del reforzamiento de la ley y el orden”44

44 Ibíd. Pág.177

En la modernidad los hombres corrientes, los que trabajan para el pueblo como se diría en la antigüedad, también disponen de un lugar público, un ágora moderno, en el que ya no se exponen mediante la acción y el discurso, sino a través de los productos de su

trabajo. El homo faber tiene una esfera pública propia, aunque no es una esfera política. No es una esfera política porque la razón de ser del homo faber es la necesidad, y por consiguiente no puede pertenecer al campo de la política, por lo menos desde la concepción de los griegos. El homo faber sólo se podía relacionar con otras personas mediante el intercambio de productos, ya que la producción de los mismos, se hacía en el completo aislamiento. Es por esto que la única esfera pública, entendida como lugar de reunión relacionado con la actividad del homo faber, es el mercado de cambio en el que exhibe sus productos. Cuando el homo faber sale del aislamiento como resultado de la división del trabajo, de la introducción de la máquina y cuando la llamada

cooperación se toma el proceso de fabricación desplazando al taller artesanal, se constituye entonces una sociedad en la que ya no se produce para el uso sino que se produce para el cambio. Esto exige la consolidación de un mercado en el cual sea posible hacer del cambio la principal actividad pública. Este cambio en la finalidad de la producción, implico la emergencia del valor y del valor de cambio como problema. El valor del valor de uso nunca fue un problema, su espacio de producción era no público, y esto no ponía en cuestión su destino en términos de consumo o de uso. Pero el valor y el valor de cambio no existen en el aislamiento, no son posibles en lo privado. El valor es la estima que la esfera pública hace de las cosas cuando aparecen éstas como artículos de primera necesidad. Nadie puede reemplazar a la esfera pública donde la cosa aparece para ser “estimada, solicitada, o despreciada”45 El valor en esta perspectiva no es una cualidad intrínseca, creada en el proceso de trabajo y en el proceso de valorización, anteriores a la circulación de mercancías, como

45 Ibíd. Pág.182

resultado del trabajo privado, según decía Marx. El valor existía antes de la exposición en el mercado, antes de la conversión del trabajo concreto en trabajo abstracto, del trabajo privado en trabajo general. El intercambio lo que hacia era que este se manifestara, en la llamada relación de valor. “El valor es la cualidad que una cosa nunca puede tener en privado, pero que la adquiere automáticamente, en cuanto aparece en público”46 Este aparecer en público es aparecer en el mercado, lo que constituye en el lugar público no político, más importante de la modernidad. 2.3 La acción en la modernidad. Es indudable que en la antigüedad el lugar y la estima por la política era mucho mayor que hoy en las sociedades contemporáneas. El espacio de la política es público en la medida en que es el espacio de la aparición, el lugar del comienzo para el recién llegado, el lugar y el momento en el cual el daimon del hombre que tiene el valor de aparecer, puede ser visto y oído por otros, revelándose así su identidad, mediante la acción y el discurso. Si la fabricación es el resultado del trabajo de las manos del hombre, y la labor el resultado del trabajo del cuerpo, la acción es el trabajo del hombre, y la esfera pública el lugar y el escenario para realizarlo. Esta primacía de la acción con respecto a las demás actividades de la vita activa, ha sido objeto de diferentes embates en la Edad Moderna. El primero de estos embates ha estado en cabeza del homo faber y del animal laborans. El homo faber considera que su actividad está por encima de la acción en la medida en que los productos del hombre pueden ser más que el propio hombre, y que su misión es hacer el mundo más útil y más hermoso. Por su parte, el animal laborans, piensa que la vida es lo más importante, y su trabajo no solo garantiza la vida sino que pretende hacerla más fácil y larga. Es por esto que en la modernidad sobre todo, se considera a la acción y al discurso como una ociosidad, como una actividad improductiva y poco útil, en la medida en que se la compara con una concepción utilitarista para la que el tiempo es oro, y por consiguiente no se debe perder en ociosidades. Estos argumentos a favor de la labor y del trabajo y de alguna manera en contra de la acción, lo que implicaron fue un cambio en la jerarquía de estas actividades dentro de la vita activa, más no la eliminación de la esfera de la acción. La humanidad no puede prescindir de la esfera pública, en la medida en que ella es la que posibilita la presencia de otros que permiten, con su mirada, afirmar la realidad de la apariencia. La realidad del mundo solo es posible en la medida en que sea común a

46 Ibíd. Pág.182

todos. El sentido de lo común 47 es el que valida la percepción de los demás sentidos como realidad. Una manera de ilustrar el sentido de lo común es con el mercado de cambio, que representa para los artesanos una común esfera pública en la medida en que todos han contribuido con sus productos a conformarla.

El mercado de cambio constituye un espacio público pero nunca un espacio político. Las personas que se reúnen allí, lo hacen como productoras de productos, y sus objetivos son radicalmente distintos a la acción y al discurso. Dos objetivos los animan: de una parte exponer sus productos con la finalidad de obtener la valía pública de los mismos, de otra la apetencia de productos que pueden realizar en la medida en que tienen poder de compra. Ninguno de estos motivos tiene nada que ver con el quien eres propio de la acción sino con el que traes y cuánto vale, que no es más que la forma que asume la necesidad en una sociedad en la que todo lo que se produce tiene como finalidad el cambio. La labor es una actividad colectiva en la medida en que se reúnen muchos como si fueran uno, pero su relación a lo máximo que llega es a ser una relación de contigüidad y nada tiene que ver con la pluralidad. Esta reunión de muchos en uno es básicamente anti-política, en la medida en que es una reunión de iguales, igualados por la naturaleza. “Desde el punto de vista del mundo y de la esfera pública, la vida y la muerte y todo lo que atestigua uniformidad son experiencias no mundanas, anti-políticas y verdaderamente trascendentes”48 Ha habido un momento en la historia en que la fuerza laborans se organizo e hizo reivindicaciones económicas algunas y políticas otras. “Dicho con otras palabras, cuando apareció el movimiento laboral en la escena pública era la única organización en la que los hombres actuaban y hablaban qua hombres, y no qua miembros de la sociedad” 49 fue un movimiento en contra de la sociedad, que mostró que los

47 Frente a este aspecto creo que hay un error de traducción en el texto. Allí se habla del sentido común, como si este fuera igual al sentido de lo común. Pienso que estos términos son radicalmente diferentes. El primero alude a lo obvio, a lo evidente, a la opinión doxa, a la opinión del ser racional. El segundo pienso no es obvio, ni evidente, y mucho menos derivado de lo racional. El sentido de lo común solo es posible en el marco de las comunidades políticas, lo que equivale a decir que su sentido esta estrictamente relacionado con la pluralidad. Lo común según la autora es la posibilidad de poner en común diferentes perspectivas, en colocar frente a todos las distintas maneras de ver un asunto. 48 Ibíd. Pág. 236-237 49 Ibíd. Pág.239

La sociedad excluyó la acción y la reemplazo por una especie de

aconductamiento consistente en la imposición de normas que tienen como finalidad normalizar a los

miembros de la sociedad

trabajadores no eran parte de la sociedad. Hoy la situación es totalmente distinta. El movimiento laboral hace parte de la sociedad, no es sino uno más, entre otros grupos de presión. Otra reacción en contra de la preeminencia de la esfera política se origina en la angustia que suscita la triple frustración de la acción. Estas frustraciones son: Primero, la incapacidad para predecir los resultados de la misma; segundo, la irrevocabilidad, e irreversibilidad del proceso y tercero, el carácter anónimo de sus autores. Estas frustraciones de la acción, que han sido vividas como calamidades radican en la naturaleza de la misma, es decir en la pluralidad. Eliminarlas es suprimir la pluralidad, lo que equivale a invisibilizar la esfera pública. Las soluciones propuestas para hacer frente a los avatares de la acción, para justificar el gobierno, han sido de distinta raigambre, aunque todas han tenido en común la expulsión de los ciudadanos de la esfera pública, con el argumento de que solo el gobernante se debe ocupar de los asuntos públicos. Lo que subyace al concepto de gobierno es la idea de que la única manera de que los hombres vivan juntos, es bajo el mando de unos que tienen el derecho de mandar, mientras que el resto tiene el deber de obedecer, lo que significa que la “acción no tiene que desempeñar parte alguna en los asuntos humanos”50 Lo que está en la raíz de este asunto es la separación platónica entre saber y hacer. Platón inaugura una tradición orientada a darle a la acción, a la esfera de la política, la solidez que caracteriza los procesos de trabajo. Esta solidez se logra eliminando lo inesperado de la esfera política, lo que solo es posible sustituyendo el actuar por el hacer. En la época moderna se consolida la convicción de que el hombre solo puede conocer lo que hace, elevaron la racionalidad del homo faber a la esfera política, o lo que es lo mismo, degradaron la política a la racionalidad del homo faber. Las consecuencias de esta degradación de la política no se redujeron a pensar la acción como fabricación, sino que implicaron abrirle espacio a lo único que desde siempre había sido considerado como la negación de la política y la pluralidad: la violencia. Otra de las consecuencias fatales fue la entronización de la racionalidad instrumental medio-fin, que generó la instrumentalización de la acción y la degradación de la política al convertirla en un medio.

Conclusiones En un tipo de trabajo como el desarrollado por Hannah Arendt, y que hemos tratado de presentar, es difícil y de alguna manera atrevido, el tratar de elaborar conclusiones. Sin embargo consideramos que hay algunas cosas que es posible sintetizar con respecto al problema que nos ocupa, lo público en la modernidad. La esfera pública ha dejado de ser la esfera de lo político. La modernidad implico la emergencia de esferas públicas no políticas como es el caso del mercado.

50 Ibíd. Pág.244

La esfera de lo público en Hannah Arendt no se agota en lo estatal. Es en la modernidad donde el gobierno de nadie, como lo menciona la autora, pretende encarnar lo público y lo político, reducidos ambos a relaciones de mando y obediencia. La esfera de lo estatal, no es la esfera de lo común en la que anidaba la pluralidad y por consiguiente el lugar del poder. Hoy lo estatal controla y domina porque dispone de la fuerza, pero no del poder, en la medida en que éste solo puede existir mediante la acción y el discurso, en un escenario de pluralidad. La sociedad excluyó la acción y la reemplazo por una especie de aconductamiento, consistente en la imposición de normas, que tienen como finalidad normalizar a los miembros de la sociedad, excluyendo por esa vía la posibilidad de la acción espontánea. En la sociedad en general y en la de masas en particular se impone un discurso orientado a declarar por todos los medios la igualdad a todo el mundo. La victoria de la igualdad no es sino el reconocimiento legal y político de que lo social ha conquistado la esfera pública, y que la distinción y la diferencia, condiciones de la pluralidad, han pasado a ser asuntos privados del individuo. Los hombres se convirtieron en seres sociales, es decir en seres que siguen unánimemente modelos de conducta que los igualan, evitando la aparición, el acontecimiento, que les implicaría ser considerados seres anormales o asociales, ubicados por fuera de las fronteras de la normalidad, de la mayoría decretada por la estadística y la ley de los grandes números. Las ciencias sociales emergieron como leyes del comportamiento y apuntan a reducir al hombre en todas sus actividades al nivel de un animal de conducta condicionada, un animal adiestrado. La sociedad se ha constituido en una organización pública del propio proceso de la vida, en la medida en que la nueva esfera social transformo las comunidades en sociedades de trabajadores y empleados, es decir en comunidades identificadas y ubicadas en términos de la actividad necesaria para mantener la vida. Todo lo que el hombre moderno hace está en función de mantener su propia vida y la de su familia. Nadie es libre de la necesidad, para poder ser miembro de la polis. La polis está vacía, no hay ciudadanos, hombres libres de los apremios de la supervivencia que puedan acceder a ella. La preeminencia de lo social nos arrebato la vida humana y nos dejó reducidos a homo faber trabajando como animal laborans.

LO PÚBLICO POLITICO EN COLOMBIA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

Iván Marín Taborda ∗

“El espacio público-político puede cumplir su función de percibir y tematizar problemas que conciernen a toda la sociedad, sólo en la medida en que se forma a partir de los vínculos comunicativos de los potencialmente afectados. Está integrado por un público que se recluta de la totalidad de los ciudadanos”. De esta forma, la esfera de lo público parece asimilarse a una red de ‘relaciones de asociación’ que aparece conectada con los ámbitos privados de la vida “de manera tal que las estructuras espaciales de interacción simples se amplían y se abstraen pero no se destruyen”

(J. Habermas, citado por Luis Jorge Garay)

Lo público - político: algunos referentes histórico s A lo largo del siglo XIX, se vivieron en Colombia profundos cambios que fueron delineando poco a poco los elementos que apuntaban a la conformación de la nación y a la constitución del Estado moderno. Este proceso histórico, complejo y colmado de vicisitudes, se manifestó de manera muy particular en la vida política de los colombianos; la inestabilidad institucional y política, inclusive, desembocó en varias oportunidades en cruentas guerras civiles que enfrentaron a las colectividades de los partidos liberal y conservador. En este contexto podemos afirmar, que tanto el acontecer político como el público estuvo dominado por las elites criollas que dirigieron el país, quienes se consideraban a sí mismas predestinadas a controlar el Estado y las instituciones y a dirigir el escenario político surgido tras la revolución de Independencia. En otras palabras: “Tras el rompimiento formal con España, la minoría cultural de criollos que aspiraban cosechar los beneficios de la independencia, sin principios jerárquicos claros de cómo gobernar, se enfrento a un país densamente poblado por mestizos ignorantes en su mayoría y culturalmente distintos a ellos”51. Lo que surgió en la primera mitad del siglo XIX como consecuencia de los primeros intentos de conformación de los Estados nacionales en Latinoamérica, fue parte indisoluble del fenómeno de modernidad que se estaba expandiendo en Occidente. Y como parte de éste, también, se construyeron una nueva representación y una nueva legitimidad basadas en el concepto ilustrado de así denominada “soberanía del pueblo”. No obstante, en muchos aspectos, la sociedad en sus imaginarios, valores, vínculos y comportamientos continuaba siendo tradicional52. Es decir, las nuevas formas de sociabilidad política que se adoptaron al estímulo de la modernidad, como los clubes, las tertulias, la imprenta o la prensa y, con los mecanismos de participación como las ∗ Profesor Escuela Superior de Administración Pública 1 Braun, Herbert. Mataron a Gaitán. Pag.49. 52 Guerra, Francois-Xavier. Modernidad e Independencias. Pag. 52

elecciones y la creación de los partidos políticos -todos ellos claves en la formación del ciudadano, el individuo y la democracia -, permanecieron reservados a unos pocos núcleos a los que pertenecían las elites, las que no sólo justificaban su condición exclusiva en el poder económico y en sus privilegios sociales sino en sus prerrogativas políticas y culturales. En síntesis, se puede concluir que, “el desarrollo de lo público en las sociedades latinoamericanas se vio obstaculizado por el caudillismo y la hacienda predominantes durante el período colonial y el período republicano temprano hasta comienzo del siglo XX en la medida en que impidieron la transformación de la idea moderna de individuo”53. En términos generales, se puede concluir que tanto la vida pública como las prácticas políticas estuvieron controladas a todo lo largo del siglo XIX por una minoría claramente delimitada. Desde esta perspectiva, la soberanía popular residía por consiguiente en los sectores de elite que tenían la condición de ciudadanos. Como lo reafirma Francois-Xavier Guerra, “No hay más pueblo, en el sentido moderno de la palabra, que los hombres que han experimentado esa mutación cultural que es la Modernidad, es decir, aquella parte de las élites que han hecho suyas las referencias modernas y que se agrupa en nuevas formas de sociabilidad”54. En este juego, la vida política y la opinión pública, reservadas a las elites, realizaban “ficciones democráticas” como las elecciones con sufragio restringido por unos partidos políticos controlados por grupos minoritarios. En Colombia, en particular, las elites no sólo controlaron las prácticas políticas y la vida pública55, a través de los partidos liberal y conservador, sino que se irguieron en custodios de la dirección del Estado, de la sociedad en su conjunto y de la economía. El último periodo del siglo XIX, históricamente denominado la Regeneración (1878 - 1904), aunque en términos ideales se constituyó en un proyecto institucional, económico y social de carácter nacional, en la práctica se manifestó autoritario y restrictivo de la vida política, más aún cuando su fundamento doctrinario hizo acopio de las tradiciones hispánicas y católicas, orientadas 53 Uricoechea, Fernando. “Lo público: historia y estructura”. En: Revista TRANS No. 1 Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá, diciembre de 2001. Pag. 51. (El subrayado es nuestro). 54 F-X Guerra, p. 52, 53. 55 A lo largo del siglo XIX y comienzos del XX, el ejercicio de la política y de la vida pública estuvo reservado para los así denominados hombres públicos quienes, además de dedicarse al “noble” oficio de la política, desempeñaban los altos cargos del Estado y cultivaban la vida intelectual.

por los sectores conservadores. A pesar de la coherencia y fortaleza que presentó el proyecto político de la Regeneración, plasmado en la Constitución de 1886, éste fue desafiado por los sectores radicales del liberalismo, lo que desembocó en dos guerras civiles; la última de ellas, la de los Mil Días, generó una desastrosa y costosa experiencia que concluyó con la perdida de Panamá en noviembre de 1903. La transición al siglo XX, no pudo ser más catastrófica. La transición al siglo XX No obstante, la derrota de los liberales en la guerra de los Mil Días y la pérdida del departamento de Panamá, al desalentar nuevas aventuras bélicas, sirvieron para que la administración de Rafael Reyes (1904–1909), introdujera los cambios decisivos para promover una modernización de la administración del Estado y nuevas formas de hacer política. Como resultado de estas transformaciones se creó en años posteriores el moderno Partido Republicano de Carlos Eugenio Restrepo, que aunque tuvo una existencia efímera (1910 – 1914), permitió una profunda renovación a nivel estructural que tuvo una decisiva incidencia en la vida social y económica y en el sistema político del país, puesto que le allanó el camino a la implantación de relaciones sociales de tipo capitalistas en la década de 1920. A partir de ese momento se generó en el país un proceso de urbanización estimulado, en gran parte, por el crecimiento de la economía cafetera, el nacimiento de una incipiente industria y la inversión extranjera. Dicho proceso, que asimismo marchó de la mano con el incremento de las inversiones del Estado, específicamente en el sector de las obras públicas, no sólo trajo consigo nuevas relaciones sociales, manifiestas en la creación de una significativa masa de trabajadores asalariados, sino que introdujo importantes cambios en el ámbito de la política. Estas transformaciones sociales y económicas le permitieron, cada vez más, una participación activa y autónoma a los sectores populares, es decir que, poco a poco, reducidos grupos de trabajadores asalariados se fueron alejando de los vínculos políticos con los partidos tradicionales, como lo demuestra la creación del Partido Socialista Revolucionario – PSR-, en 1926 y la aparición de un dinámico movimiento sindical. Sin embargo, aún deberían transcurrir algunos años para que las clases populares irrumpieran de manera decisiva en la vida pública de la nación. Los años Veinte; un periodo de rupturas con el orde n tradicional Es indudable que durante las tres primeras décadas del siglo XX, Colombia demostró estar mejor articulada al mercado mundial, especialmente después de la Primera Guerra Mundial, cuando los efectos del crecimiento económico se empezaron a sentir en los aún modestos centros urbanos como Bogotá, Medellín y Barranquilla, en donde

los cambios modernizadores se presentaron con mayor vigor56 por el influjo de las nuevas tecnologías, la expansión urbana y la incorporación de nuevas ideas. Sin embargo, cabe preguntarse si la mentalidad, los valores y las costumbres cambiaron con la misma rapidez. El solo hecho de que el dominio del poder político hubiera recaído durante las tres primeras décadas del siglo en manos de la Hegemonía Conservadora57 nos demuestra, en parte, la lentitud de la transformación de la vida política y cultural, más aún si se tiene en cuenta que, pese a los intentos de modernización, en el país predominaba la sociedad rural tradicional regida por una gran influencia de la Iglesia católica, tanto en las costumbres, la moral y los valores como en la vida política. Como se adujo anteriormente, si en algo había cambiado la vida política desde la última guerra civil fue en las relaciones entre las clases dirigentes de los dos partidos y por ende, en unas nuevas formas de hacer política que se vieron plasmadas en la organización de los partidos y en el discurso político. Estas nuevas prácticas políticas fueron denominadas convivencia en la década de 1980 por Herbert Braun, quien al

respecto sostenía; “Los jefes liberales y conservadores llamaban ‘convivencia’ a su forma de gobierno. Con este término revelaban su compromiso con una vida pública específica y con la paz. Aludían con él a algo más que el reparto ordenado de la política entre jefes de partidos tradicionalmente beligerantes. Su fin era ‘convivir’, vivir juntos en un ámbito de poder para el cual se sentían admirablemente predestinados. Estos convivialistas se consideraban como civilistas que defendían las instituciones de la nación, y no como los caudillos que llevaron la nación a la guerra”58. Por supuesto, estos convivialistas no sólo estaban expresando una nueva forma de hacer

política y un nuevo discurso sino, también, un relevo generacional. Parte de estos cambios se plasmaron en la reforma Constitucional de 1910; más adelante, en los años veinte, en el nuevo proyecto de modernización del Estado y, posteriormente, se prolongaron más allá de las reformas de la Revolución en Marcha de 1936. Después de la segunda década del siglo XX, los cambios políticos se hicieron más ostensibles, como se puede observar en las primeras organizaciones obreras, en los brotes de protesta de los trabajadores asalariados, e inclusive, gracias a la creación de los primeros sindicatos y la asimilación de nuevas ideologías que no sólo impregnaron políticamente a los reducidos grupos socialistas, sino también a los partidos tradicionales. Sin embargo, las concepciones y la visión negativa que de los sectores

56 Ver, Carlos Uribe Celis, Los Años Veinte en Colombia, ideología y cultura. 1985. 57 Jorge Iván Marín T. La Hegemonia Conservadora. En: Gran Enciclopedia de Colombia, Tomo I. 58 Braun, Herbert, Mataron a Gaitán. Pag. 43.

populares tenían las clases dirigentes de los dos partidos no se modificó sustancialmente. Al igual que en décadas pasadas, las elites seguían considerándose mejor capacitadas para guiar al pueblo59, el que no pasaba de ser un conglomerado que debía ser, ante todo, “civilizado” y, por tanto, tal era parte de su función como hombres públicos: “Cuando los convivialistas hablaban del ‘pueblo puro’ resultaba difícil saber si estaban exaltando o denigrando a sus partidarios. El contexto y la entonación que usaban daban las claves para el significado. (...) Los convivialistas reservaban una terminología más gráfica para la multitud urbana. Las masas anónimas que se congregaban en las calles de las ciudades a veces eran considerados como ‘ciudadanos’, otras ‘colombianos’, más a menudo ‘liberales’ o ‘conservadores’. Pero casi nunca encajaban en esas categorías. Realmente eran la gente torpe, la chusma, la gleba, la plebe, las turbas, la canalla, los truhanes. El término más significativo, tanto fuera como dentro de la vida pública, fue los guaches”60. Este estrecho y prejuiciado criterio de lo que era “el pueblo” dominó por entero la vida pública y política de la primera mitad del siglo XX, aunque vale la pena precisar que esta actitud despectiva no hacía sino encubrir, la mayoría de las veces, el secreto temor que las elites le tenían a las masas, temor que se hizo manifiesto en las movilizaciones realizadas por Jorge Eliécer Gaitán en los años cuarenta y después confirmado por los estallidos de violencia a mediados de siglo. Lo anterior no demerita, sin embargo, el inmenso compromiso que los convivialistas tenían con el pueblo; por el contrario, sirve para testimoniar el imperioso desafío que significó para ellos el tener que redimir a un pueblo, sancionado por la historia y la costumbre de inferior e ignorante. En este sentido, el servicio público no podía ser menos que el fundamento y la finalidad de la vida política. A propósito del alto concepto que las elites tenían de la vida pública, Herbert Braun afirmaba que “La tradición pública distintiva floreció con la paz. Los convivialistas estaban obsesionados por ejercer la vida pública. Ni la búsqueda de poder político ni el anhelo de riquezas económicas y de prestigio social, puede explicar su determinación de convertirse en figuras públicas. Consideraban que la vida pública era un fin en sí mismo. De hecho, el poder corrompía, la riqueza vulgarizaba, tener prestigio era la aspiración de los mediocres y las ideologías fanatizaban. Para ellos, la vida pública representaba el medio por el cual se llegaba a una sociedad mejor. Con su comportamiento, sus modales, gustos y ejemplos, eran la expresión misma de lo que debía ser la sociedad civilizada”61. Según lo expuesto, esta particular concepción de la vida aún permanecía anclada a una sociedad de tipo precapitalista, es decir, no moderna; para los convivialistas, las esferas de lo público y lo privado eran partes de un todo armónico y, al parecer, inamovible. Uno de los más destacados políticos de la época, Augusto Ramírez Moreno, llegó a afirmar “Notifico a ustedes que no tengo intimidad. En mi vida no hay campo para esa grosera circunstancia. Yo soy en todo un hombre público. Nunca nadie ha sorprendido

59 Braun, H. Mataron a Gaitán. Pag.44 60 Braun, pag. 58. 61 H. Braun, pag. 55.

en mí una actitud que no sea cuidadosamente preparada, arreglada y perfilada. Soy un caballero arrogante, aún en las circunstancias de abrocharme los pantalones”62. La dinámica política de la esfera pública y el asce nso del Gaitanismo Aunque la vida política y pública se había transformado, en comparación con la del siglo XIX, estas continuaban siendo controladas por los sectores de la elite. Los cambio en el ámbito social, político y económico, se percibían como parte de un proceso histórico dominado por las clases dirigentes del país. Para el periodo que nos ocupa, es decir, la primera mitad del siglo XX, la sociedad colombiana se encuentra en un proceso de transición al capitalismo que tendrá incidencia en el papel del Estado y en las relaciones público políticas. En este sentido, lo público y su relación con lo político, se comporta como el espacio formador de ciudadanía, como escenario de deliberación política para la construcción de lo colectivo, de identidades políticas y culturales, de intereses comunes y formador de la opinión publica, es decir, lo publico no se restringe a lo que tiene que ver con el Estado63. Dentro de la concepción de lo público, nos interesa resaltar su capacidad transformadora, es decir, su perspectiva cambiante inscrita en lo histórico, como sostiene Luis Jorge Garay, “La concepción tradicional radical adolece de graves vacíos y fallas teóricos, en el momento de reconocer que los límites de separación entre lo público y lo privado varían históricamente de acuerdo con la evolución social, la reproducción de necesidades, conflictos y acuerdos en el interior de la sociedad, y el desarrollo de las formas políticas específicas para hacerle frente a las nuevas condiciones societales. Los límites público/privado no son “naturales” sino que son instituidos socialmente”64. La sociedad colombiana en el contexto anotando anteriormente, se encuentra en un proceso de transiciones que afectara el conjunto de la vida pública. Es en este marco que emergen las masas populares y un dirigente en el ámbito político como Jorge Eliecer Gaitán, convirtiéndose en protagonistas de primer orden de la vida política.

62 Citado por H. Braun, pag.57. 63 En adelante, entre las múltiples definiciones y la abundante literatura sobre lo público, tomaremos la siguiente afirmación de Rabotnikof sobre el significado de lo público: “Lo público es conceptualizado como un espacio de aparición que permite que las obras y las palabras sean mutuamente reconocidas por los actores y que la pluralidad, constitutiva de la condición humana, se manifieste. En este sentido aparece cada vez que los hombres se reúnen y se revelan ante los demás. En un segundo sentido lo público refiere al mundo en común, que al mismo tiempo relaciona y separa y que proporciona el contexto físico, el marco de referencia común y la continuidad temporal al espacio de apariencias. Espacio de apariencia y mundo en común conforman entonces los dos sentidos básicos y sus rasgos centrales son: revelación, pluralidad, espacio de acción y del discurso, fragilidad contrarrestada por la memoria y perdurabilidad de los artefactos y las instituciones, espacio de interacción, de búsqueda de lazos a la vez comunes y de diferenciación”. Citado por Luis Jorge Garay, en: Ciudadanía, lo público, democracia, Textos y Notas, Bogotá, 2000. Pags. 25-26. 64 Luis Jorge Garay, Ciudadanía,....pag.11.

No es exagerado considerar que las clases populares, tradicionalmente excluidas del escenario político, encontraron en Gaitán su mejor representante e interprete, circunstancia que le permitió liderar un movimiento de masas sin precedentes en la historia de Colombia, y que muchos en su momento identificaron, no equivocadamente, como revolucionario. Los cambios de Gaitán en la vida política se materializan en lo que tiene que ver con la práctica política; la metodología de lucha que implementa y la forma como convoca las masas a ir copando la esfera pública, la calle y las plazas de los centros urbanos. Aunque Gaitán se vinculo de manera temprana a la vida pública, fue en la segunda mitad de los años cuarenta cuando desarrollo plenamente su ideario político. La disciplina y organización de masas del movimiento gaitanista desconcertaba a los sectores políticos tradicionales, que observaban con asombro la rapidez con que el movimiento fue alcanzando un cubrimiento nacional. El momento mas importante de la vida política de Gaitán empieza a definirse a partir del lanzamiento de su candidatura presidencial en 1944. A diferencia de lo que sucedía con las élites dirigentes de los partidos tradicionales que definían o escogían sus candidatos en los espacios privados de los clubes, Gaitán eligió deliberadamente un espacio público reconocido por el pueblo. La convención concluyó el domingo 23 de septiembre de 1945, en la Plaza de Toros de Bogotá, donde se proclamo como candidato del Pueblo. La movilización de masas populares y una convención en la plaza pública, contrastaba radicalmente con las costumbre políticas del bipartidismo. En palabras de Braun, ese día “Gaitán volvió todo al revés y transformo simbólicamente a sus oyentes en actores de la historia”65. Los nuevos componentes organizativos introducidos por los gaitanistas, como la convocatoria a las masas urbanas, el uso de las plazas y las calles, no solo eran la expresión de la ampliación en la esfera pública, sino también la irrupción de unas masas que exigían su participación en el escenario político. Todo estaba cambiando a un ritmo que las elites o convivialistas no comprendían; se estaba transformando el contenido ideológico del discurso; el estilo de oratoria; los usos simbólicos de las

65 Braun, Mataron a ....pag.182.

campañas políticas; los mecanismos de adhesión; la forma como se copaba el uso colectivo del espacio público; y, se estaba inaugurando un nuevo tipo de pedagogía política a través de un discurso incluyente del pueblo. Sin embargo, las clases dirigentes continuaban aferradas a sus mecanismos tradicionales de hacer política y de obstruir la participación popular. “Los convivialistas tenían una concepción elevada de su misión. (...) Consideraban la política como una acción indirecta en beneficio del pueblo. La vida política era una cuestión de creatividad intelectual: de pensamiento, no de acción; de meditación en lugar del espectáculo público. Para los convivialistas, las ideas perduraban, los actos no. (...) Ni los demagogos –aquellos que apelaban directamente a la muchedumbre- ni los espectáculos públicos, tenían un lugar importante en la vida pública”66. A diferencia de lo que había sucedido con la clase dirigente de los dos partidos, en muchos aspectos, Gaitán y el gaitanismo se habían acoplado al contexto histórico que les toco vivir. En otras palabras, Gaitán estaba poniendo en práctica algunas de las características de lo público que menciona Rabotnikof, “a) el predominio de la palabra sobre otros instrumentos de poder, el pensar las cuestiones y los espacios públicos como ámbitos de despliegue de la persuasión a través de la argumentación; b) la necesidad de recurrir a una imagen espacial que coincide históricamente con una reorganización del espacio social alrededor de la plaza; c) la constitución de la identidad de los moradores del espacio público a partir de la igualdad ciudadana definida como isonomía, de igualación en la ley y en la participación en el poder; d) el control público constante tanto sobre las creaciones espirituales como sobre las magistraturas; (...). Surge así la concepción de una regla común, de una norma racional públicamente consagrada...”67. Las tensiones de la vida pública y la violencia El fenómeno social y político que inauguro el gaitanismo en la famosa ‘semana de pasión’ de aquel 16 al 23 de septiembre de 1945, cuando se lanzo su candidatura, afecto de manera duradera la vida pública de una ciudad como Bogotá. La forma como se ocuparon las calles, el bullicio de la ciudad con motivo de la movilización, tanto en la denominada marcha de las antorchas, como en la convención de la Plaza de Toros, se torno insoportable, tanto para los políticos como para los sectores medios y las elites sociales∗. Si a lo anterior se suma la actitud despectiva y la opinión negativa que tenían la clase política y las elites de lo que significaba el ‘pueblo’, se comprende porque

66 H. Braun,.... pag.54. 67 Citado por, Luis Jorge Garay, “Ciudadanía lo público democracia...” pag.18. ∗ Aunque en este período, una ciudad como Bogotá estaba acostumbrada a numerosas desfiles y manifestaciones públicas, a donde asistía el pueblo, éste no tenía una participación activa, ni mucho menos como protagonista. En esta apreciación coincidimos con Antonio Caballero cuando dice, “Un pueblo que, (...) no existía más que como comparsa; sirvientes en las fiestas y soldados en las batallas”. En su ensayo, “El hombre que invento un pueblo”, En: El saqueo de una Ilusión. Número Ediciones, 1997, Bogotá. pag. 75.

resulto escandaloso para muchos, este tipo de actos públicos de masas, que fueron atacados frontalmente por la prensa de la época68. Cuando se asume el concepto de pueblo, como el que anotábamos anteriormente, se deduce que no era posible que de allí surgiera un ambiente civilizado de la política, sino todo lo contrario. En esta perspectiva, la convocatoria que la clase dirigente, o los convivialistas le hacían al pueblo tenia serias limitaciones, en ese sentido, trataban de obstruir la manifestación de las masas en la calle y en la plaza publica, o mas concretamente, la participación del pueblo en el espacio publico y en la vida política. Esto fue lo que precisamente cambio Gaitán. En opinión de Herbert Braun, “Los jefes de los partidos tradicionales eran mucho más discretos que Gaitán, pero eran prolíficos y sutiles en su comportamiento público. Eran hombres que se esforzaban para que las masas no los siguieran”69. Al propiciar la participación de las masas, en la vida política y copar los espacios públicos, estaba atentando contra el orden político tradicional y con el lugar que las elites le habían asignado a los sectores populares. En este sentido, los dirigentes de los partidos se sintieron agredidos y con el fin de contener estas expresiones políticas, desataron peligrosamente una contención y coerción de las masas que por momentos se torno violenta. Después de las elecciones presidenciales de 1946, Gaitán continuó su accionar político, lo cual fue interpretado por los sectores de la elite como un desafió al orden social y a las prácticas políticas tradicionales, finalmente lo que estaba haciendo Gaitán era introducir nuevas lógicas simbólicas que, estaban subvirtiendo el orden político y la esfera publica, según la concebían las elites. Un ambiente político caldeado y la exacerbación de la violencia llevaron a Gaitán a recurrir a su “argumento” más poderoso, la movilización de las masas populares. El sabía que su poder procedía de allí, su convocatoria para contrarrestar la violencia tuvo un relativo éxito, mucho más del esperado por las elites. Este se produjo con un hecho contundente; la Manifestación del Silencio a comienzos del mes de febrero de 1948. Allí probo que el pueblo que lo seguía, era en extremo civilizado y había procedido en forma organizada, disciplinada y en completa paz a expresar su protesta contra la violencia. El resultado de este hecho de paz escandalizó aun mas a los sectores de la elite y a los dirigentes de los partidos tradicionales, que no solo vieron el peligro encarnado por Gaitán por el control que ejercía sobre las masas populares, sino por la independencia y autonomía que estas masas habían alcanzado, y la preocupante perdida de control de los tradicionales dirigentes políticos sobre el pueblo. En otras palabras, el pueblo se sentía irremediablemente destinadas a llegar al poder a través del movimiento Gaitanista. El asesinato de Gaitán en abril de 1948, interrumpió este importante experimento de la vida pública y política, y genero una ruptura histórica con impredecibles consecuencias. A partir de entonces, el gobierno conservador de Mariano Ospina y la clase dirigente quiso retornar al orden anterior a 1945, pero no les fue posible y en lo sucesivo, la violencia se expandió.

68 Ver, H Braun, Mataron a Gaitán.... pags.175 a 189. 69 Braun, H. Mataron a Gaitán. pag.19

El caos y los hechos de violencia, de los cuales las elites no se sentían responsables, confirman la visión que ellas tenían del pueblo. Para la elite social y la clase política, simplemente se habían encendido las pasiones y el pueblo demostraba con sus actos la imposibilidad de construir un ambiente civilizado de la política. Para muchos, incluyendo a Laureano Gómez, los hechos les daba la razón y fundamentaba aun más su mirada pesimista y escéptica del futuro civilizador del país.

Sumergidos en la espiral de la violencia, decidieron en la década de los cincuenta, buscar una formula que se ajustara tanto a los requerimientos de la clase dirigente del país, como a las elites que estaban emergiendo en el marco de la modernización capitalista. La formula, surgió después de la pausa que significo el gobierno militar de Rojas Pinilla. Esta formula conocida como el Frente Nacional, inaugura un régimen de coalición que procurará retomar el control de la vida pública y política durante un largo periodo. Como bien lo establece López Michelsen, “el Frente Nacional, a pretexto de no reconocer en el panorama nacional fuerzas distintas del liberalismo y el conservatismo, trató de proscribir disimuladamente de la vida pública a quienes, por lo menos en apariencia, escudándose con los nombres de liberales o conservadores, no estuvieron matriculados en sus filas”70.

70 Alfonso López M. Esbozos y Atisbos.....pag.101.

En lo sucesivo, la obstrucción de la vida pública y las limitaciones de la vida política, imposibilitaron construir la paz y la reconciliación social y política entre los colombianos. Como lo establece Ricardo García, “En Colombia, el mundo de lo público ha existido más como discurso que como realidad social (...) entre un orden institucional que es sobre todo discurso y una realidad social que es sobre todo violencia, lo público se ha constituido más como formalidad legal que como realidad normativa”71. Aunque la irrupción del movimiento Gaitanista se produjo durante un periodo relativamente corto -1945-1948-, no podemos desechar su importancia y significado político para las masas movilizadas. Indudablemente para muchos sectores populares urbanos se tradujo en un referente de inclusión política civilista y no violento que, paradójicamente, fue violentamente suprimido, no necesariamente reprimido en los años sucesivos y que afectarían la vida pública y la construcción y la participación ciudadana. No coincidimos con Uricoechea cuando plantea que, “el Frente Nacional, tan menospreciado por el pensamiento de izquierda y por buena parte de la opinión ilustrada, constituye un momento histórico decisivo para la civilización colombiana de las pasiones”72. Esto sería negar la trascendencia del experimento político Gaitanista que, no alcanzó a consolidarse por la forma como se desato la violencia, pero que quedo inscrito en la memoria política del país. El hecho de que no haya logrado consolidarse, no quiere decir, que pueda ser desconocido como un momento decisivo para la civilización de las pasiones. La trascendencia histórica de la frustración Gaitanista ha quedado inscrita en la mentalidad política colombiana y ha adoptado diferentes formas y modalidades en el comportamiento político. Actualmente, la problemática de lo público se asemeja más a lo que plantea Garay; “El primer problema es la subordinación de lo público a favor de intereses privados que han venido adquiriendo poder político, económico, cultural y social, tanto legítima como ilegítima y para-legítimamente en el país”73. De esta forma, la construcción de una esfera pública incluyente para todos, ha encontrado expresiones que además de desbordar el Estado, han fragmentado la sociedad y, algunas de ellas, se han convertido en formas alternativas de organización de lo público.

71 Citado por, Hernández, Ochoa y Novoa, Del capital Social a la Construcción de lo Público, Revista TRANS, U.N. Pag.31. 72 Uricoechea, Fernando, Lo público: historia y ... pag.53. 73 Citado por, Hernández, Ochoa y Novoa, Del capital Social a la Construcción de lo Público, Revista TRANS, U.N. Pag.31.

BIBLIOGRAFÍA BRAUN, Herbert, Mataron a Gaitán, vida pública y violencia urbana en Colombia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1987. CABALLERO, Antonio, El Hombre que Inventó un Pueblo. En: El Saqueo de una Ilusión . Bogotá, Número Ediciones, 1997. GARAY SALAMANCA, Luis Jorge, Ciudadanía, lo Público, Democracia, textos y notas. Bogotá, 2000. GUERRA, François-Xavier, Modernidad e Independencias, Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. Madrid, Editorial MAFRE, 1992. HERNÁNDEZ, Mario, Doris OCHOA y Edgar NOVOA, Del capital social a la construcción de lo público, En: revista TRANS, sede Bogotá, Universidad Nacional, 2001. LÓPEZ MICHELSAN, Alfonso. Esbozos y atisbos, Bogotá, Canal Ramírez, 1980. MARÍN TABORDA, Jorge Iván, Gaitán, Jorge Eliecer, biografía, Bogotá, Gran Enciclopedia de Colombia, Circulo de Lectores, Tomo 9, 1993. URICOECHEA, Fernando, Lo público: historia y estructura, En: revista TRANS, sede Bogotá, Universidad Nacional, 2001.

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l concepto de representación política aunque puede tener muchas interpretaciones y ser abarcado desde diferentes puntos de vista, puede decirse que tiene que ver con el accionar de un individuo que soportado en unos

planteamientos –programa de gobierno, propuestas políticas etc.- es avalado e investido de autoridad por ‘el pueblo’ para que postule, discuta, rechace o apruebe horizontes socialmente vinculantes. Accionar que gira alrededor de dos situaciones casi excluyentes entre sí al tener, de un lado, la responsabilidad de construir horizontes comunes para la sociedad y, de otro, la defensa de intereses y opiniones políticas de sus representados. En el modelo liberal clásico de la democracia, la representación se estructura en dos arreglos básicos: los partidos y movimientos políticos, por una parte, y por otra, los espacios institucionales estatales de representación política -Congreso, Parlamentos-.Los primeros, aparte de encargarse de la construcción de voluntad política en el seno de la sociedad, también se constituyen en el puente por excelencia entre ésta y el Estado al posibilitar a la ciudadanía hacía llegar su voluntad política hasta el seno del Estado a través de la elección popular de representantes políticos organizados en partidos. En el segundo caso, los espacios de representación política institucionalizada dentro del Estado, se constituyen en los arreglos institucionales mediante los cuales la ciudadanía en su conjunto tiene la posibilidad de incidir en la orientación del poder político mediante representantes convertidos en autoridades públicas investidas de capacidad para tomar decisiones colectivas con carácter vinculante desde el seno del Estado. Por supuesto, una y otra vía de representación se corresponden, sin ser iguales. El espacio político de representación se constituye en el vínculo más fuerte de conexión entre estado y ciudadanía toda vez que mediante el mismo logra el poder político del estado ser puesto en control y uso de la sociedad, o mejor, de sectores o grupos de ella. En términos de esfera pública política, entendida esta como el espacio de mediación institucionalizado -legal o socialmente reconocido- entre la propia sociedad y el estado para la construcción de asuntos, intereses e identidades comunes por efecto del encuentro y tensión entre fuerzas y actores en pugna75, por intermedio de la representación política la sociedad accede, no solo a llevar sus intereses y expectativas al seno de la estructura estatal, sino más importante, a través de la misma logra disponer del poder coactivo, simbólico y material institucionalizado del estado para

74 Profesor de la Escuela Superior de Administración Pública 75 Una perspectiva que nos puede acercar a esta perspectiva de la esfera pública como un escenario de encuentro y de tensión entre lógicas y actores, es la reflexión de Arato, donde plantea que ha de replantearse la dicotomía Estado Sociedad. En su lugar debe pensarse en términos de Estado Sociedades: sociedad económica, sociedad política y sociedad civil. Lleva a preguntarse al autor cómo cada una de ellas media con el Estado, y cuáles son sus efectos entre sí. La Sociedad Civil. De la Teoría a la Realidad. Fondo de Cultura Económica, 1999.

E

concretarlos. La interfaz estado-sociedad construida mediante la representación política, eleva a la potencia la posibilidad de realizar intereses y expectativas de determinados grupos o sectores de la sociedad, al convertir a ciudadanos en autoridades públicas. Por esta vía, en regímenes políticos democráticos, la representación política traduce la forma institucional mediante la cual se otorga la máxima capacidad de conectar e influir por parte a la ciudadanía respecto a su organización política. Es de importancia crucial la representación en la construcción de lo público76, no solo por como lo reconocen especialistas77, sino ante todo, porque los mismos intervienen en la construcción de procesos y acciones tendientes a la organización y producción del orden global de la sociedad. Mediante suyo se opera construcciones relacionadas con: organización de intereses y fuerzas en el seno de la ciudadanía para hacer valer visiones y propósitos respecto a la sociedad o dimensiones suyas; tramitación y competencia estratégica de actores y horizontes para que desde la sociedad conecten y se hagan al poder de estado; direccionamiento de recursos, políticas y agentes institucionales del estado cuyos efectos alcanzan la globalidad social. La representación política es espacio de producción de actores, asuntos, procesos e identidades políticas con incidencia y efectos colectivos, la cual participa de forma definitiva, en el marco de las sociedades de masas de escala nacional, en la configuración y ejercicio del poder político para que la ciudadanía constituya condiciones comunes y de afectación compartida, de carácter convenientes o no para la pluralidad social.

Es ella, la que en los sistemas políticos modernos, se constituye en lugar central en la construcción de agendas, decisiones y movilizaciones con proyección colectiva por interpelar y movilizar con relevancia la sociedad y al estado. Los actores principales en su construcción, los partidos y movimientos políticos, independiente de los déficit y crisis por los cuales atraviesen en la actualidad, siguen cumpliendo un papel central en lo que respecta a la construcción de lo público, puede ser, no tanto porque se les atribuya de entrada un papel positivo o único en su constitución, sino de igual forma, porque los mismos pueden entrar a restringirlo o francamente a impedirlo.

Es por lo anterior, que a la hora comprender los procesos, prácticas, horizontes y agentes que en una sociedad configuran el orden global colectivo de una sociedad, y 76Teóricos contemporáneos que están en el centro de la discusión sobre esta categoría son. Habermas Jürgen. Historia y Crítica de la Opinión Pública. G. Gilli. Barcelona España.1994 y Arendt, Hanah. La Esfera Pública y la Privada. La Condición Humana. Ed. Paidos. 1993 77Ver Garay, Luis. Construcción de lo Público y Ciud adanía. p.69-129 Contenido en: Talleres del Milenio. Repensar a Colombia. Hacia un nuevo contr ato social. Panamericana. PNUD. 2002.

sus posibilidades de conveniencia para el conjunto de la población, tenga que volver la mirada al mundo de la representación política y a todo aquello que la realiza, en especial, por ser central su papel de conexión y mediación de la ciudadanía con relación al estado. La representación política no puede ser dejada de lado, si se pretende buscar los cauces por donde se da lugar a determinado orden social en los regímenes políticos de carácter democrático. Ante todo, si el trasfondo de la aproximación busca identificar y reconfigurar los factores que impiden encaminarse a dicho orden social a una forma democrática, es decir, construido de cara a la ciudadanía, de forma incluyente y con efectos benéficos para el mayor número de integrantes de una sociedad. En este marco de reflexión perfilado, interesa en lo que sigue, respecto a Colombia, caracterizar que ha pasado con la representación política en los 90, cuestión a resolverse desde la perspectiva, no de cómo se ha ejercido ella, sino más bien de su acceso y configuración, razón por la cual, la reflexión estará en directa relación con lo acontecido a los partidos y al proceso electoral. En todo caso la reflexión aquí propuesta no propone conclusiones finales, no porque no sean necesarias, sino porque dicha reflexión, se constituye en un fragmento de una investigación de más largo aliento, donde se revisa la democracia en Colombia en los 90 en su relación con la construcción de lo Público, motivo por el cual la representación aparece solo como un elemento mas al lado y con relación a otras como la participación ciudadana y los movimientos sociales78. Así, las conclusiones a este aparte, de desearse, y a manera de invitación, podrán ser realizadas por el lector, pero en caso de querer ser complementadas, puede consultarse en meses futuros la publicación de los resultados del proyecto de investigación “Democracia en Colombia en los 90 y construcción de lo Público”, adelantada por el grupo de investigación “TOPOS”, en el marco del programa de formación investigativa desarrollado por la Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas de la Escuela Superior de Administración Pública ESAP. LLaa ffrraaggmmeennttaacciióónn ddee llooss ppaarrtt iiddooss yy ssuu ssiisstteemmaa. En Colombia, fruto del arreglo político realizado a finales de la década de los 50 del siglo XX denominado Frente Nacional, y de una más larga tradición de bipartidismo que remonta al siglo XIX, el plano político hasta los 80, es dominado por los partidos políticos liberal y conservador en el doble plano de representación ya mencionado. Sin embargo, unas fracturas a su interior entran a suceder en el Frente Nacional por efecto del arreglo paritario en la alternancia en el poder de gobierno y el reparto burocrático entre partidos. Ante la ausencia de competencia y lucha política que trae consigo lo anterior, al interior de los partidos se presenta una desideologización y aumento de

78 En la conferencia presentada en la Universidad Nac ional de Colombia, con ocasión de las Jornadas de lo Público, se presentó casi la totalid ad de los resultados de cómo han sido cada una de ellas en la década de los 90 y algunas reflexion es en torno a su incidencia respecto a la construcción de lo público. Aquí se opta, por prese ntar solo una de las partes, por efecto de las limitaciones propias de hacer parte de unas memoria s que requiere dar cuenta de reflexiones de otros ponentes.

competencia entre facciones79que conduce a ausencia de unidad y disciplina. Lo anterior se ve fortalecido por el arreglo institucional de la elección popular de alcaldes municipales generado a finales de los 80, el cual trae consigo un debilitamiento del control que desde las cúpulas de los partidos se imprimía sobre sus integrantes y seguidores por abrir un espectro local de oportunidades políticas sobre el cual las grandes jefaturas, coincidentes o íntimamente conectados con las máximas autoridades del ejecutivo, no podían en última instancia decidir, por no depender ya su nombramiento de la cabeza nacional del ejecutivo. Es en la década de los 90, cuando esta fragmentación de los partidos se ve intensificada, llevando a una fragmentación como a un personalismo de los mismos. Por esta vía los partidos se estructuran como redes de alianzas entre múltiples “empresas electorales”80 efímeras e integradas por grupos políticos de alcance regional o local interesados en promover candidaturas y mantenerse en el poder, los cuales sin un programa o ideario político que los articule y oriente, encuentran su motivo de convergencia como “partido” el ritual electoral, tanto para cumplir con los requisitos legales exigidos por el Estado para participar en las elecciones -exigirse 50.000 firmas para legalizar un partido o recibir el aval de uno de los existentes- como para lograr el apoyo y la movilización electoral de ciertos sectores políticos y ciudadanos aun adscritos ideológicamente al “color” del partido. Evidencia de la fragmentación al interior de los partidos tradicionales se encuentra tanto en la gran cantidad de listas presentadas por un mismo partido para la elección a corporaciones públicas como en la cantidad de movimientos que por un mismo partido llegan a postularse. Para el caso nacional se ha visto reflejado, en el primer caso, en la proliferación abundante de listas para los cargos de elección popular al senado y la cámara, los cuales se incrementan abruptamente durante el transcurso de la década, llegando a presentarse en las elecciones de 1998 por parte de los partidos existentes mas de 1000 listas (ver cuadro 1), lo cual conlleva, teniendo en cuenta que cada lista esta compuesta por igual número de cargos a proveer (100 al senado y mas a la cámara), a que se presenten miles de aspirantes a un mismo espacio de representación política. En el caso de los movimientos políticos, para el solo partido liberal se pueden identificar mas de 10 distintos que sin renunciar a su tronco liberal se postulan y

79 Leal Francisco, Dávila Andrés. Clientelismo El Sistema Político y su expresión regional. Tercer Mundo Editores. Universidad Nacional de Colombia. IEPRI. 1994. 80 Pizarro, Eduardo. La atomización partidista en Colombia: el fenómeno de las microempresas electorales. Contenido en: Degradación o Cambio. Evolución del Sistema Político. Grupo Editorial Norma. 2001, p 360.

orientan con base a las máximas de sus cabezas y no las del partido en su conjunto: movimiento cívico seriedad por Colombia, movimiento apertura liberal, movimiento Colombia mi país, movimiento liberalismo independiente de restauración, movimientos huellas ciudadanas, movimiento de alternativa avanzada, movimiento integración popular, movimiento renovación de acción, movimiento nuevo liberalismo, movimiento de integración popular, movimiento político por la seguridad social, movimiento de transformación nacional

.No obstante, esta atomización y esta conformación efímera de los partidos con ocasión de los procesos electorales, deben llevar a preguntas importantes ¿a estos agrupamientos que acontecen en la década de los 90 puede darse tal título de partidos?81. Dadas las características reportadas a los “partidos”, a su escasa

unidad y orientación conjunta, así como su composición coyuntural, más bien habría que decir, no es tanto que los “partidos” sigan dominando el escenario electoral, sino más bien se trata de una forma de hacer la política, de unas prácticas e imaginarios de construir política que ve en los mecanismos formales y en las adscripciones partidistas tradicionales un camino expedito y fácil para lograr sus aspiraciones. Esta fragmentación no sólo acontece al interior de los partidos, sino que se constituye en una de las características del sistema de partidos en Colombia, al punto que en 1997 se reportaban alrededor de ochenta (80) movimientos y partidos teniendo que a finales de los 90 se mantenían aproximadamente setenta (70) partidos formalmente inscritos en la Registraduría Nacional (ver cuadro 2). Dicha cantidad de partidos, obedece, no solo a una apertura política lograda por los bajos requisitos impuestos por la constitución de 1991 para conformar partidos con el propósito de lograr promover una apertura política, sino en la oportunidad que abrió la misma, para que facciones de los partidos tradicionales se constituyeran en movimientos, con lo cual ganaban en autonomía frente a sus troncos de procedencia y, a su turno, se hacían para sí a los estímulos electorales de recursos monetarios permanentes y temporales promovidos por el estado.

CUADRO 1. Aumento de Aspirantes al Congreso de la República por número de listas 1991-1998

N°. DE LISTAS AÑO

SENADO CÁMARA VARIACÓN % TOTAL LISTAS

CONGRESO

1991 143 478 ó 487 ------ 621 ó 630

1994 254 647 31,07 ó 30,07 901

1998 319 692 12.2 101111

Fuente: GIRALDO GARCÍA, Fernando. Sistema de Partidos Políticos en Colombia. Estado del Arte 1991-2002. Bogotá D.C. Centro Editorial Javeriana (CEJA). Primera Edición. Septiembre de 2003. Pág. 84-85.

Aunque desde una perspectiva democrática puede leerse este número de partidos como un signo positivo frente al histórico cierre a manos de dos partidos, trae consigo dos fenómenos significativos en relación con los espacios y procesos de representación política: la antirepresentación82y la subrepresentación. Debido a la fragmentación, efecto de las microempresas electorales representadas en la gran cantidad de listas y los múltiples partidos, en los 90, los votos de los ciudadanos se dispersan en tantas propuestas políticas que buen número de ellas termina por no alcanzar la votación mínima requerida para convertir sus aspirantes en mandatarios públicos. Los electores, aunque optan y legitiman la vía de la representación política al acudir a las urnas, se ven expuestos a quedar sin ninguna representación. Al respecto, un caso que puede señalarse es el de lo acontecido en las elecciones del Congreso en 1998, donde 222 listas lanzadas para senado no obtienen representación alguna arrastrando consigo la perdida de más de 2.540.000 votos83; o de igual forma, se evidencia en la elección de concejo de Cali para el año 2000, donde a pesar de votar 346.000 ciudadanos, más de 246.00084 quedan sin lograr elegir representante político alguno. A la antirepresentación se suma la subrepresentación, en el sentido de que muy pocos de los candidatos que finalmente fueron elegidos a los cuerpos colegidos de representación, en los distintos niveles nacional y local, lo realizaron conforme a una representatividad electoral significativa. Si bien en los 90 se instaura institucionalmente por parte del Estado el mecanismo del cociente electoral, según el cual un aspirante a un cuerpo colegiado es elegido si obtiene un número de votos superior al total de la votación dividido por el número de curules a proveer, la elección por este mecanismo escasamente llega a lograrse, teniendo más bien que su elección se da de forma mayoritaria por residuo electoral, lo que conlleva votaciones mucho menores por debajo del cociente. Como lo muestra Eduardo Pizarro, en los 90 cada elección reporto menor número de escaños asignados por

82 Concepto tomado de Llano, Ángel. Entre transicion es políticas y mutaciones electorales. Contenido en: Colombia elecciones 2000. Centro Edit orial Ceja, 2000. pp. 98-Consejo Nacional Electoral. Resolución 72 de 2000 83 Pizarro, Eduardo. Op.Cit. p. 362. 84 Llano, Ángel. Op.Cit. pp.112-113.

CUADRO 2. Número de Partidos y movimientos políticos inscritos ante el C.N.E. 1991-2002.

AÑO N°. PARTIDOS Y MOVIMIENTOS POLÍTICOS

INSCRITOS ANTE EL C.N.E. VARIACIÓN

PORCENTUAL (%)

1991 22 -----

1994 54 59,25

1998 80 48,14

2002 70 -1,25 Fuente: GIRALDO GARCÍA, Fernando. Sistema de Partidos Políticos en Colombia. Estado del arte 1991 2002

cociente electoral, pasando de 19 en 1991, a 13 en 1994 hasta llegar a 5 en 1998. Esto que evidenciaba la estrategia de los partidos de apostarle al residuo antes que al cociente como forma de salir elegidos, optando para ello en presentar gran número de listas, lleva a que los representantes políticos elegidos popularmente hablen y decidan por todos los ciudadanos de su circunscripción electoral pero con un soporte bastante endeble de representados que los legitiman No obstante, esta atomización y fragmentación de los partidos, así como los efectos de anti o subrepresentación a los que se ha aludido, aunque responsabilidad de los partidos, como ya se ha señalado, son ocasionados mismo por las reglas y arreglos políticos instituidos por el propio sistema político colombiano. Por un lado, aunque la Constitución Política de 1991 tuvo el propósito de democratizar y dar inclusión a nuevos actores políticos mediante el reconocimiento de su existencia como movimientos o partidos a partir de la posibilidad de reunión de un número de firmas o votos –50.000-, o

de igual forma, mediante el otorgamiento de avales a candidaturas por parte de los partidos ya constituidos, por otro, abrió la posibilidad para al existencia de múltiples empresas, propuestas o aventuras electorales con significativas probabilidades de éxito aunque con escaso apoyo ciudadano. De igual forma, al posibilitar la existencia del mecanismo de la elección por residuo, o al haber permitido la posibilidad de múltiples listas por partido, prefiguró un escenario favorable donde los actores políticos jugaron a lograr mayores resultados con menores esfuerzos.

LLaa aappeerr ttuurraa aa nnuueevvaass ffuueerrzzaass.. De lo anterior, habría pues que pensar el sistema político democrático en una tensión entre apertura política a la representación y debilitamiento de la misma85 Con todo, esto no debe llevar a conclusiones apresuradas, respecto a propuestas que por lograr mayor efectividad en representatividad resten acceso a la misma. En los 90, como hay un proceso de apertura política significativa por parte de terceras fuerzas, que presentes en el nivel nacional (ver cuadro 3), evidencia mayor fuerza en el nivel local <ver cuadro 4>, relacionado esto último con la institucionalización de la elección popular de alcaldes.

En el plano nacional, aunque en sus inicios se vislumbra con el M19 lo que algunos analistas en su momento ven como el nacimiento de un tercer partido, tras obtener más de 100.000 votos y constituirse en una de las fuerzas mayoritarias de la Asamblea Nacional Constituyente, a finales de la década pierde su fuerza política. Por su parte en el plano, local municipal, en el periodo en cuestión las fuerzas tuvieron un crecimiento significativo, que las llevó a ganar una fuerza electoral del 20 % al bipartidismo, cuestión importante, si se tiene en cuenta que Colombia lleva más de un siglo de bipartidismo. Dinámica irregular, ya que al inicio de la década, en las terceras elecciones populares de alcaldes, las terceras fuerzas presentan crecimiento, pero en las restantes elecciones del período, dicha fuerza decae (Ver Cuadro 4).

Con todo, la elección popular de alcaldes, para los 90 se constituye en uno de los arreglos centrales para la apertura y acceso a la representación política en el sistema político a terceras fuerzas. Esto se muestra más significativo en el caso de las grandes ciudades y las intermedias, donde en los casos como Bogotá, Medellín y Cali, nuevas fuerzas políticas o nuevos personajes no asociados con los partidos Liberal o Conservador, llegan al control de los Aparatos Político-administrativos; cuestión nada despreciable dado que por ejemplo la Alcaldía de Bogotá se considera el segundo cargo político más importante del país. De igual forma, si se tiene en cuenta algunas de las reacciones de las fuerzas políticas tradicionales liberal y conservadora en las que dejando de lado sus diferencias de

CUADRO 3. Porcentaje totalizado de votos para senado de la república por los partidos Liberal, conservador y terceras fuerzas Fuerza Política 1982 1988 1999 1991 1994 1997 P. Liberal + P. Conservador

97,04 94,64 93,62 81,07 86,46 79,92

Terceras fuerzas 2, 96 5,36 6,38 18,93 13,54 20,18 Fuente: Pizarro, Eduardo. La atomización partidista en Colombia: el fenómeno de las microempresas electorales. P.361

CUADRO 4: Filiación Política de los Alcaldes Año Liberal y

Conservador % Coalición % Otros % Total

1988 770 85,9 22 2,5 104 11,6 896 1990 806 89,6 23 2,6 71 7,9 900 1992 621 68,2 23 2,5 266 29,2 910 1994 809 86,4 24 2,6 103 11,0 936 1997 723 78,5 54 5,9 144 15,6 921 2000 611 66,8% 103 11,3 201 22,0 915 Total 4.340 79,2 249 4,5 889 16,2 5.478 FUENTE; Departamento Nacional de Planeación. Evaluación de la Descentralización Municipal en Colombia: balance de una década. 2002. p. 286

adscripción partidista se han unido para contrarrestar el ascenso y consolidación de nuevas fuerzas, tal como se muestra en ciudades como Barranquilla y Medellín en las elecciones del 2000 donde ambas fuerzas acuerdan postular y apoyar un mismo candidato para salirle al paso a fuerzas nuevas que ponen en peligro su reproducción86. De todas formas, las terceras fuerzas, si bien evidencian el arranque del monopolio de la representación a los partidos políticos tradicionales, su potencial democrático en la representación está aún por conocerse, por converger tendencias y propuestas políticas de todo tipo, denominadas bajo todo tipo de apelativos -cívicas, ciudadanas, multipartidistas, ecológicas, patrióticas, etc.- que oscilan entre lo social o populista –Cura Hoyos o Pauselino Camargo-y lo neoliberal o tecnocrático -Peñalosa, Mockus-. Queda la pregunta del potencial de igual forma por compartir las terceras fuerzas rasgos de las fuerzas políticas tradicionales, en el sentido de, tener existencias coyunturales ligadas un candidato y con ocasión de los torneos electorales. A esta incertidumbre, hay que sumar lo que se expresa no solo en algunos de ellos, sino así mismo en los de tipo tradicional, respecto a la pérdida de densidad de la política, ya que muchas de las opciones de terceras fuerzas se construyen por espectacularización de los medios de comunicación y a través de un discurso que no revela sino por vía negativa su horizonte político sin llegar a dejar atrapar su propuesta de orden social: la antipolítica. Atendiendo lo hasta ahora mencionado, a las lógicas de los actores políticos tradicionales como a los nuevos, se figura un sistema de representación política integrado por múltiples y fragmentadas fuerzas. Sin embargo, no hay que juzgarlo en un igual sentido, porque mientras en el caso de los partidos tradicionales puede estar significando su ruptura y desvertebramiento, en el de las nuevas fuerzas, dicha pluralidad puede expresar la emergencia y proyección de nuevas representaciones políticas, las cuales en una temporalidad de mediana a o larga duración, podrían traducir una ampliación ideológica y de fuerzas del régimen político colombiano. Por el momento, quedan dos cuestiones interesantes, la primera, que en los 90, en los planos nacionales y locales predomina una fragmentación y atomización de la representación política en todas las fuerzas políticas, y la segunda, que en el plano nacional se presenta el mismo fenómeno, pero con un dominio del bipartidismo sin figurar terceras fuerzas con proyección y articulación nacional. OOttrrooss eeffeeccttooss rreessppeeccttoo aa llaa rreepprreesseennttaacciióónn .. Al doble plano de apertura política y debilitamiento de la representación política, habría que agregar otro aspecto, referido a sí la apertura a la representación ha logrado una renovación y relevo del bipartidismo en los cargos de elección popular de tipo representativo. Como ya se evidencio atrás, esto hay que circunscribirlo al contexto local, y en menor medida, al departamental, toda vez que terceras fuerzas entran a ganar un número significativo de alcaldías. En el 86 Llano, Ángel. Op. Cit. Pp.98-115.

ámbito nacional, por su parte, a pesar de la constitución del 91 introducir medidas como las ya mencionadas y, otras encaminadas a desclientelizar el régimen tales como la ampliación de las inhabilidades e incompatibilidades, el uso del tarjetón, o la revocatoria del mandato, se da solamente una pequeña renovación. Se evidencia esto a nivel del máxime cuerpo de representación nacional, el congreso, el cual en el periodo en cuestión sufre escaso relevo de sus integrantes. Mientras en 1991, el 77,7% delos curules esta bajo el control bipartidista, en 1994 lo esta el 74,4%, teniendo para 1998 el 64,7%. De igual forma, mientras en las primeras elecciones se ocupan las curules por un 51% de senadores nuevos, en 1998 corresponden a nuevos senadores, sin contar lo anterior, que varios de los nuevos son exrepresentantes a la cámara que entran a convertirse en senadores de la República.87 En el mismo sentido de lo anterior, aunque la constitución política busca mediante la figura de la circunscripción nacional para la elección del senado de la república permitir el ascenso y renovación a nuevas fuerzas políticas en el congreso, no logra producir los resultados deseados. Las representaciones instauradas por la circunscripción nacional, a darse por votación realizada en todo el país, en contraposición a las de tipo territorial departamental, no traen mayor cambio en la forma de constitución y el tipo de representación. Tal como lo muestra el estudio de Juan Carlos Rodríguez88, se evidencia que la mayoría de senadores siguen siendo elegidos por electores concentrados en ciertas regiones o departamentos, y no por poblaciones diversas del conjunto del país. Otras cosas se revelan. La ciudadanía empieza a jugar y a proponer lógicas encontradas de representación, por lo menos en algunas elecciones locales, ya que si bien vota a los cargos de elección popular del ejecutivo por candidatos “antipolíticos”, en las de corporaciones públicas, eligen representantes de los sectores tradicionales. Así se evidencia en los casos de las elecciones del 2000 de Bogotá y de Cali, donde a la Alcaldía llega aspirantes identificados con la antipolítica pero en al concejo acontece lógica contraria al votarse por actores identificados con dicha clase. La limitación en la capacidad de renovación de los actores políticos habría de buscarla, en buena parte, en las mismas reformas institucionales mediante las cuales se procuro el cambio. La constitución política de 1991, tal como llega a ser configurada, no limita la reelección indefinida de senadores y representantes a la cámara, lo mismo que concejales y diputados; aunque habla de democratización de los partidos, no la obliga, con lo cual los sectores tradicionales siguen teniendo gran control sobre movimientos y partidos; no crea un sistema electoral coherente que imprima umbrales representativos para impedir el ingreso de aquellos que por operaciones de residuo y avispa no cumplen el cociente electoral; y mantiene la presunción de elegibilidad donde se permite elegir a candidatos con inhabilidades 87 Ungar, Elizabeth, Ruiz Germán. ¿Hacia la recomposición del Congreso?. Contenido en: Elecciones y democracia en Colombia 1997-1998. Universidad de los Andes. 1998.p.192. 88 Rodríguez, Juan Carlos. ¿Cambiar todo para que nada cambie?. Representación, sistema electoral y sistema de partidos en Colombia. Capacidad de adaptación de las Elites Políticas a cambios en el entorno institucional. Contenido en: Degradación o Cambio. Evolución del Sistema Político. Grupo Editorial Norma. 2001.

o incapacidades para solo después de haber recibido credencial proceder a anularla89. A lo anterior habría que sumar, la falta de criterios y elementos respecto a la financiación y gastos de las campañas y los partidos políticos, que lleva a tener ventaja a aquellos candidatos tradicionales que han aprendido y construido formulas de transacción clientelista o corporativista para la llegada de dineros a su iniciativa, aún al costo de comprometer la dimensión pública del cargo de representación al cual llegan. La fragmentación en la representación, trae consigo otras situaciones en el plano mismo de los acuerdos de representación política. Dadas las múltiples fuerzas políticas que llegan a los espacios de representación política producto de la fragmentación, como de la falta de unidad ideológica y política entre ellas, los arreglos políticos que se configuran en su seno cobran cada vez mas dimensiones particularistas y de transacción clientelista. En una situación, el ejecutivo, aunque cuente con mayorías de su partido en instancias legislativas, por efecto de la falta de unidad política e ideológica, tiene que entregarse a transacciones con sus integrantes para lograr aprobación de sus iniciativas. En otra situación, dado el personalismo y la fragmentación vivenciada en los partidos, el ejecutivo aprovecha dicha circunstancia para desvertebrar el debate y la oposición política mediante arreglos “uno” a “uno”, donde se llama por aparte y en privado a cada uno de los representantes del legislativo por parte del ejecutivo, para lograr la adscripción a sus iniciativas90. Pero por otra, deja también sin capacidad a los partidos para controlar que los candidatos una vez elegidos cumplan en su gobierno con los postulados y programas ideológicos de su partido91. Si bien en la representación política hay problemas como los hasta aquí anotados, un punto que no se puede ignorar es la no-representación que presenta el sistema político colombiano en la década de los 90. El promedio de abstención de los 89 Citado por Giraldo. Ibíd. p. 89-92 90 Ver al respecto. Dávila Andrés, Delgado Natalia. L a metamorfosis del Sistema político colombiano ¿ Clientelismo de mercado o nuevas forma s de intermediación?. Contenido en: : Degradación o Cambio. Evolución del Sistema Polític o. Grupo Editorial Norma. 2001pp. 319-357 91Al respecto es interesante lo señalado por David Ro ll, respecto a Cesar Gaviria, el cual aunque se presenta como candidato liberal y, habien do su partido diseñado un ideario socialdemócrata en el que se opone a propuestas de corte neoliberal, cuando se le señala lo mismo por parte de su partido por las políticas económicas a implementar, “tomo el programa con dos dedos y lo arrojo a la mesa expre sando “esto lo que es un directorio telefónico””. p.160. Colombia. Contenido en: Partid os Políticos de América Latina. Países Andinos. Fondo de Cultura Económica. 2003 p. 160

colombianos es superior al 50%, cuestión que habla de que a las fallas en la representación, como la antirepresentación o la subrepresentación, hay que sumarle la más significativa: la no-representación. Aunque ciertos análisis92 quieren mostrar esto como un comportamiento normal por coincidir con los estándares internacionales de abstención, cobra gran importancia porque expresa un sistema político que deja por fuera a más de la mitad de quienes son sus destinatarios y financiadores: los ciudadanos. Sin embargo aunque a nivel general se presenta el fenómeno, esto no es homogéneo para el conjunto de elecciones. Mientras por ejemplo para las municipales hubo una abstención promedio del 49%, en las presidenciales es dramático, pues alcanza en momentos a un 62% de la población en edad de votar. Respecto a las municipales, en su inicio, por constituirse en un espacio de apertura política parecía ser una medida que reduciría la abstención electoral, cuestión que en principio se constata para las primeras elecciones municipales al lograr una tasa de participación del 66,8%, pero que al final de la década desciende a un 48,7%.93 Para terminar este aparte, otras cuestiones no menos centrales respecto a la representación política son la tecnopolítica y la corrupción. Sólo se mencionaran algunos rasgos porque luego en mayor detalle se volverá sobre lo mismo. En el primer caso, se atestigua una política hecha de tecnologías comunicativas y de ingeniería social cuyo propósito consiste, por una parte, en construir una imagen y un discurso a los candidatos que interpele a los electores en sus emociones antes que a sus razones y, por otra, que permita predecir el cuadro de expectativas y reacciones para poder controlarla desde la oferta. Especialistas o firmas internacionales prestigiosas son contratadas en las campañas políticas presidenciales para que recreen las formas de ser de los candidatos, como también para que construyan laboratorios sociales donde se pueda anticipar la reacción del público y lo que apetece. Y la forma de interpelación discursiva por excelencia, es un relato hecho de mezcla de vida publica y privada, donde pareciera que la legitimación política del candidato debe sustentarse a sí misma en una de carácter moral privada... ¡algo así como llevar el mensaje que el dirigente será un buen presidente por aparecer como un buen hombre en su vida intima!. Por su parte, la corrupción juega su papel. Valga mencionar algunos escándalos de corrupción develados por los medios de comunicación como el proceso 8000 y los dineros del narcotráfico en las campañas, el caso pomárico y los irregulares contratos del congreso, el caso Dragacol y sus nexos con las campañas del ex presidente Andrés Pastrana etc. que evidencian la actitud y el ethos con que significativos sectores de la clase política tradicional representan a los colombianos. O de igual forma otras corrupciones no sancionadas legalmente, pero sin duda atentatorias del interés público, como la financiación de las campañas políticas a manos de los grupos económicos donde inversiones en

92 Como se expresa en María Mercedes Cuellar. Colombia un Proyecto Inconcluso. Valores y capital social. Universidad Externado de Colombia, III Tomos, 1997. 93 Departamento Nacional de Planeación. Op. cit. Tomo III. P.282.

campañas se traducen posteriormente en decisiones de estado a favor, aun en contra, de los intereses del conjunto de la población. O ya directamente, corrupción misma del proceso electoral, donde se vuelve frecuente elecciones impugnadas por fraudes en las mismas - en el 2000 se llega a sugerir que se deben repetir las

elecciones para congreso pues según denuncia se presentan serias irregularidades-. Aunque la constitución Política busca generar exigencias que las eliminaran mediante mecanismos como tarjetón, la imaginería y el mercado del fraude es grande, promoviendo prácticas de todo tipo como el carrusel, la compra de jurados y de votos, el trasteo de electores, la modificación de actas y registros electrónicos para lograrlo. A las restricciones anteriores habría que agregar otra de amplias repercusiones: la violencia . Esta en la década en cuestión conduce a un repliegue y coacción de los involucrados en la representación política, toda vez que las acciones de intimidación y violencia directa contra candidatos y electores llevan a unos y otros a ser eliminados del escenario político o ser desplazados por opciones políticas de tipo coactivo armado94. El inicio de la década, seria inaugurada con una violencia proveniente de sectores de narcotráfico y de extrema derecha, que llevarían a eliminar en un solo proceso electoral y en menos de un año, a opciones de representación política para la presidencia de corte izquierdista o de disidencia respecto a los partidos liberal y conservador, como Luis Carlos Galán Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Jaime Pardo Leal. Al punto esta primer etapa que llevaría al presidente de turno, Virgilio Barco, a solicitar a los candidatos a no exponerse a espacios públicos abiertos. El resto de la década estaría aprisionada la construcción de la representación política en la violencia derivada de los actores y lógicas del conflicto armado.

A manera de comentarios95

En un plano general, podría decirse que en la década prevalece la búsqueda por ampliar los canales y actores que mediante la representación conecten la sociedad y el estado. El gran número de microempresas electorales, de partidos y movimientos políticos, puestos en perspectiva de un contexto de mas la larga duración que una década, en el marco de una historia política colombiana de mas de un siglo de movilización ciudadana y control cuasimonopólico del estado por parte del bipartidismo, evidencian una intentona, aun por definirse en sus logros, de introducir actores y espacios políticos que medien y apropien por parte de la 94 Un informe de la revista Cambio No 362, mayo 29 -junio 5 de 2000, “ El voto amenazado”, señala que ... “ En los últimos cuatro años han si do asesinados 462 concejales y en los últimos 36 meses 27 alcaldes. Hay 192 municipios si n protección de fuerza pública y 461 bajo el asedio de frentes guerrilleros o columnas p aramilitares. Citado por Llano Ángel. Op. Cit.p.99. 95Estos comentarios son adaptados de otros realizados de forma genérica en los resultados de la investigación señalada, para las distintas fo rmas de participación en lo político de la ciudadanía, pero que sin duda son validos en partic ular para la representación política. Esta adaptación obedece a que se quiere aprovechar este espacio de “publicidad” ilustrada para mostrar algunas reflexiones que se pueden encontra r en aquélla.

ciudadanía la institucionalidad del estado. Con la emergencia de una multiplicidad de espacios y actores, con cobertura y trayectoria de forma dominante de tipo local-regional, de manera azarosa y, sin duda pragmática, se intenta transformar una ciudadanía pasiva en otra de carácter mas activa, que aún sin definir su rumbo político y sin marcar limites claros con adscripciones bipartidistas, busca poner sobre el tapete que deben sumarse actores, sectores e intereses distintos a los venidos de las tradicionales elites y sectores políticos. Se trata tanto, en el riesgo y la apuesta que constituye lanzarse a sostener y financiar procesos electorales, de renunciar o de dejar de valerse en exclusiva de los vínculos de adscripción vertical y dependiente respecto a las cabezas regionales y nacionales de los grandes partidos tradicionales y, a través de los cuales donde puedan expresar y ver revelados mas clara y directamente sus intereses mediatos o inmediatos. La profusión inmensa de iniciativas, marca, de una parte, la inconformidad con las tradicionales representaciones políticas, pero a su turno, señala, el intento por construir otras en un contexto controlado y restrictivo, tal como se manifiesta, en las reformas que no se hicieron a inicios de década desde la parte institucional del Estado, y la violencia política de la cual son objeto liderazgos políticos desde la sociedad y el mismo estado. Dicho intento habría que descifrarlo en su contexto de creación, pues si bien, marca la propuesta de inclusión ciudadana por otras vías, varias de las mismas, tienen que transar y, en casos abiertamente alinderarse pragmáticamente, a los agentes, instrumentos y prácticas del sistema político clientelar y bipartidista por tanto tiempo consolidado. De allí, que las reformas y las iniciativas de los actores entrantes, para el caso de la representación, hagan uso y negocien con las adscripciones bipartidistas pero ya no para beneficiar únicamente las mismas redes interpersonales. Es por lo mismo, también, que reproducen una lógica donde la política queda atrapada en prácticas y lógicas personalistas, localistas y particularistas de concebir y hacer la política, que reflejan la construcción caciquil, regionalista y caudillista que a lo largo de la historia colombiana han asumido los partidos liberal y conservador. Esta convergencia entre un régimen político consolidado y actores en procesos de apuesta a ser incluidos, parece traer consigo, una ciudadanía que busca hacerse a espacios políticos en relación con el estado, pero con prácticas, herramientas e imaginarios propios de una cultura política heredada de los partidos tradicionales. Los fenómenos presenciados en los 90, pero con claros antecedentes en la década precedente, en relación con un contexto heredado y dominado por el bipartidismo y sus jerarquías, se configuran en intentos por parte de la ciudadanía de construir un ejercicio ampliado y activo de su participación política en relación con el estado. Ciudadanía no concordante con lo enseñado en los manuales de participación ciudadana, desinteresada y con una mono-identidad expresada por su único y exclusivo compromiso por lo público y lo cívico, sino encontrada y arreglada a través de múltiples identidades y adscripciones políticas o sociales, acotada territorial, sectorial o políticamente en los limites de sus intereses y

horizontes de lucha y, en casos atravesadas por prácticas poco democráticas. Ciudadanía por lo tanto a ser identificada en término en plural, debiendo entonces hablar mas bien de ciudadanías. Sin embargo, hay que guardar cuidado con no saltar a un entusiasmo emocional por lo hasta aquí dicho respecto a la intentona de ampliación y apertura de las mediaciones que traen consigo la ciudadanías activas.

La multiplicidad de ciudadanías y propuestas de intervención frente al estado no quieren decir que en su conjunto converjan en una apuesta común de un orden social democrático con finalidades sustantivas de justicia, equidad y conveniencia para el conjunto de ciudadanos inscritos en el territorio nacional. Por necesidad no traen esto consigo, aunque abren mayores posibilidades para su ocurrencia. Traduce, mas bien, en apuestas diferenciales respecto al orden social, hasta pretender constituirlo solo para realizar intereses particulares, que compiten entre si y presionan al estado por espacios políticos para hacerse a sus recursos y disposiciones con los cuales potenciar o llevar a cabo sus intereses y expectativas. Podría llegar a pensarse, la intentona de apertura y multiplicidad del mundo político observando en Colombia en la década en cuestión, encontraría su horizonte menos en construir un orden social o político compartido que en una apuesta por ampliar y renovar las representaciones e intermediaciones políticas y sociales existentes. Sin embargo, aunque se reporta una intentona de apertura en la conexión entre el ciudadanía y estado, intentando ampliar las mediaciones a otros sectores y actores ciudadanos, se figura insuficiente en cuanto a la capacidad de conexión e inclusión de la ciudadanía y su voluntad en relación al estado. Las situaciones de antirepresentación, subrepresentación y no representación, ponen en evidencia que proporciones significativas de la voluntad y el poder político de los ciudadanos quedan sin realizarse al no llegar y conectar con el estado por no lograr estructurar representaciones políticas a su interior. Se configura déficit de ciudadanía en la construcción de asuntos, regulaciones, decisiones y políticas públicas nacidas desde los espacios y actores del estado, toda vez que no adquiere importancia si en su construcción una amplia cantidad de ciudadanos quedan excluidos por su abstención electoral, por dilapidarse o hacerse imposible la inclusión de su voluntad política - antirepresentación-, o por construirse la representación sobre la base de una participación significativamente reducida – subrepresentación y participación ciudadana directa-.

El correlato de dicho déficit, y de las débiles articulaciones entre estado y ciudadanía, es un cada vez mas peligrosa y mayor diferenciación, autoreferencialidad y distancia del Estado respecto a la ciudadanía, que dicho sea de paso, pone en riesgo de producir, una organización política estatal cuyo

referente de acción no es la cohesión y reproducción del conjunto de la ciudadanía, como a su vez, que esta última deje de ver en aquella, el espacio institucionalizado a través del cual responder a los desafíos que amenazan su existencia colectiva –v.g. pobreza, desempleo, violencia, narcotráfico, impunidad, corrupción,

desempleo etc.- Esta distancia, marca la debilidad de los arreglos institucionales y pone sobre el tapete la pregunta por los motivos de su precariedad como a los efectos buscados por intermedio de la misma. Según se evidencia, pareciera ser que a sectores y agentes significativos del estado en, sus niveles gubernamental y político –partidos tradicionales- les interesara de forma intencional promover la cada vez menor representación de los intereses y demandas de la ciudadanía para ocuparse de los propios y de los sectores privados íntimamente a ellos ligados. Esta actitud de la dirigencia podría entrar a revelarse en los arreglos institucionales diseñados para superar los déficit de mediación y participación democrática. Las reformas políticas de 1991, como la circunscripción nacional, el tarjetón, las inhabilidades e incompatibilidades, la democratización sobre los partidos, aunque con efectos, por lo tibio de sus medidas y la ausencia de otras, no propician relevos sustanciales de fuerzas ni agentes políticos en los espacios trascendentales de representación política –congreso, presidencia-, ni logran generar incentivos suficientes para la incorporación de mas de la mitad masa de ciudadanos abstencionistas. El intento por controlar y cerrar la búsqueda de inclusión por la ciudadanía no solamente ha corrido por los agentes políticos y gubernamentales tradicionales formalmente vinculados al estado, y por los arreglos políticos relacionados con su institucionalidad. Otras formas se ha buscado de reducir desde las lógicas y dinámicas sociales, en casos apoyados de manera informal por la propia institucionalidad del estado. Como se evidencio en las diferentes configuraciones políticas, la violencia no ha dejado de dirigirse contra ellas intentando controlarlas y acotarlas según el caso. Actores de la representación política se han visto intimidados y replegados por las lógicas de guerra sucia vividas en el país. Sin embargo, el acontecer de esto, no hay que evidenciarla en una casualidad, sino que guarda relación a la conexión de lo político con otros ámbitos. Siguiendo a Romero96, puede evidenciarse como la apertura a los procesos de democratización relacionados con la descentralización, que daba condiciones para fortalecer políticamente a actores sociales o avanzar en la construcción de espacios que permitieran transitar a grupos insurgentes de las armas a la política, es contestada por las elites regionales de derecha en asocio con sectores militares en desacuerdo con las políticas de paz, ante el hecho de sentir amenazadas sus prerrogativas, conformando grupos paramilitares y patrocinando guerra sucia contra fuerzas políticas y movimientos de corte social o de izquierda que presionaran avances de democratización en las oportunidades sociales.

96 Romero Mauricio. Paramilitares. IEPRI. 2003

Por otra vía, conectando con lo anterior, Pecaut, señala que las redes que en los 90 soportan la violencia armada en sus distintas dimensiones, en casos, se conectan y superponen a otras de carácter bipartidista97. Por esta vía, habría que construir el raciocinio que en territorios donde coinciden o interactúan elites políticas y elites regionales que sienten amenazados sus privilegios, se encuentra en el uso cobarde y aterrador de la violencia, el camino expedito para cerrar la entrada al poder político del estado a nuevos actores. Al respecto es interesante traer unas declaraciones otorgadas en su momento por Floro Turnubala, dirigente indígena y gobernador del cauca, en relación a amenazas por el recibidas “ A veces uno piensa eso. Pero uno se pregunta también: ¿Quién financia a los paramilitares? Lo que uno encuentra es que los paramilitares están financiados por la casta política, por los terratenientes, por los industriales. ¿ Por que en la zona norte, donde se ha desarrollado empresas industriales, se ha generado violencia... Nos dijeron que era necesario hablar con los paramilitares. Y nosotros nos preguntamos ¿ Quienes son? Hay que negociar con quienes le pagan. ¿ Y quienes le pagan?” Hay que cuidarse de no responsabilizar solo de esto a dichos actores, ya que la guerrilla también aporta su parte al amenazar, secuestrar o eliminar aquellos candidatos y electores que atribuyan tener vínculos con el paramilitarismo o con actores tradicionales de su no conveniencia, o simplemente, que no estén de acuerdo con sus direccionamientos u horizontes.

97 Contenido en: Popayán: II audiencia contra la Viole ncia, por la vida, la Esperanza y los Derechos Humanos. ¿ Fuera Violentos del Cauca?. Rev ista Utopías. Presencia Cristiana por la Vida. Año IX Marzo del 2001

Identidades Cultura Y Lo

Público

DEMOCRACIA, PÚBLICOS OFICIALES Y CONTRAPÚBLICOS

Maria Emma Wills 98

l siguiente texto tiene como propósito fundamental presentar una síntesis sobre las distintas modalidades que ha adquirido la acción colectiva de los contrapúblicos frente a las promesas incumplidas de la democracia

moderna. Esta síntesis, así sea esquemática, debe ofrecer sugerencias sobre como retar los limites de la democracia actual pero no desechando sino profundizando la misma democracia. La salida a las frustraciones y desencantos suscitados por las democracias realmente existentes debe ser en otras palabras una salida que revigorice la democracia pero desde una propuesta que recoja el trayecto ya recorrido y los aprendizajes acumulados hasta el momento. Para entender las salidas que se sugieren en este ensayo, en primer lugar se hace un diagnostico sobre aquello que frenó el impulso emancipador del proyecto democrático moderno. Luego, se delimita el concepto de contrapúblico y se enuncian las condiciones que hacen posible su emergencia y consolidación. En un tercer punto, se demuestra como los contrapúblicos que emergen con el proyecto democrático pasan por dos momentos –desde su formación a mitad del siglo XIX hasta los años sesenta del siglo pasado; y desde esa ruptura hasta nuestros días, para en una última parte esbozar un esfuerzo de síntesis.

Las promesas incumplidas de las democracias moderna s

Lo primero que es necesario relevar es que los llamados a la libertad, la igualdad y la fraternidad que fundamentaron las primeras democracias modernas fueron apropiados por una visión recortada del potencial emancipador que ellas albergaban. ¿Por qué? En primer lugar porque la igualdad se entendió en ese contexto de finales del siglo XVIII y principios del XIX no tanto como igualdad de oportunidades o igualdad en el terreno económico o igualdad entre distintos, sino que se fundamentó en una comprensión de la igualdad como homogeneidad.

Para pertenecer a la comunidad política en las primeras democracias era necesario ‘ser idéntico a’ aquellas personas consideradas ‘buenas ciudadanas’. ¿Cuál fue la definición de buen ciudadano que terminó primando? Fue una definición estrecha que atribuía la ciudadanía exclusivamente a aquellos varones capaces de pagar impuestos, contribuir directa o indirectamente a las milicias, y comportarse según los códigos de estilos ‘civilizados’, es decir con aquellos asociados a la cultura letrada y científica de la época, considerada como superior. En otras palabras, los ‘iguales’ hacían parte de una cultura burguesa en vías de consolidarse como dominante.

98 Profesora del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales IEPRI. Universidad Nacional de Colombia.

E

Además de estos criterios de sexo, clase y educación, subrepticiamente se aplicaron delimitaciones raciales. A pesar de que no siempre se discriminó en razón del color de la piel, la racionalidad científica estaba implícitamente asociada a la raza blanca a la que pertenecían la mayoría de los países que en ese momento eran imperios coloniales.

De esta manera, las revoluciones democráticas se dan en un contexto histórico que la vez que abre posibilidades y genera utopías emancipadoras, las va cerrando a medida que los procesos se van institucionalizando bajo un carácter cada vez más eminentemente burgués. La interpretación que se le otorgó al principio de igualdad suscitó una definición excluyente de la comunidad de ciudadanos con derechos plenos. Mientras los varones letrados capaces de asumir impuestos y de mostrar propiedad fueron considerados ciudadanos virtuosos, las mujeres, los indígenas, las negritudes, los desposeídos, los iletrados fueron vistos como ciudadanos dependientes, incapaces de asumir posiciones políticas autónomas, con necesidad de ser tutelados y representados indirectamente por los verdaderos ciudadanos.

Así como el principio de igualdad quedó recortado, el de libertad tampoco logró desplegar todo su potencial emancipador. ¿Por qué quedó recortada la dimensión libertaria que estaba implícita en las primeras democracias? La razón tiene que

ver con la manera cómo se tradujo al terreno de los derechos esa libertad: se consideró que la libertad era un ejercicio de escogencia a realizarse exclusivamente en el terreno político y civil, que no exigía para su realización unas condiciones mínimas materiales. En otras palabras, la libertad se entendió como libertad para disentir en los terrenos religioso, político y civil. Este entendimiento, a la vez que representó una apertura frente a los órdenes monárquicos anteriores vinculados a un solo credo religioso, cerró de nuevo la compuerta al decir que la libertad no necesitaba de unas condiciones materiales para su ejercicio. De allí que el concepto de libertad que finalmente primó

generó un segundo límite a las democracias: la desigualdad social y económica se desarticuló del principio de libertad que se entendió única y exclusivamente como un ejercicio de opinión. Como bien lo dijera más tarde un pensador francés ¿quién quiere libertad para dormir bajo los puentes?

La tercera dimensión que distinguía a quienes luchaban por la democracia era el llamado la fraternidad. ¿Qué pasó con la fraternidad que se suponía un principio de solidaridad universal? Para las primeras democracias, la fraternidad, es decir el sentirse hermanado a otros en un destino político compartido, se aplicó a aquellos

ciudadanos que pertenecían a la comunidad política, una comunidad que fue adquiriendo fronteras internas frente a poblaciones ‘dependientes’; y fronteras hacia fuera frente a otras naciones. Frente a los ciudadanos y ciudadanas dependientes esa dimensión de la fraternidad quedó en suspenso, como quedó en suspenso frente a los extranjeros, a aquellos considerados de un linaje nacional o étnico distinto. Los llamados dependientes fueron incorporados a la comunidad nacional desde una visión paternalista que les atribuyó una condición de subordinación. De allí, entonces, de esa interpretación de la fraternidad, surge el tercer problema de las democracias occidentales: el marginamiento y la subordinación.

Ahora bien, uno podría pensar que estas comprensiones de la libertad, igualdad y fraternidad, solo se refieren a los marcos interpretativos. Pero lo grave es que no solo fueron lecturas limitadas de los principios que animan la ciudadanía, sino que por el contrario tuvieron una implicación en los arreglos institucionales de las primeras democracias. Pensemos por ejemplo en cómo se entendió la igualdad. La lectura que las élites políticas y económicas hicieron de ella se tradujo en un voto selectivo. Sólo unos cuantos tuvieron el derecho a sufragar y a ser elegidos. Por su parte la concepción de libertad se tradujo institucionalmente en una intervención selectiva del Estado en el mercado. Hoy en día sabemos que no es cierto que el Estado del ‘laissez faire’ no interviniera para nada ni en la sociedad ni en el mercado. Sí lo hacía pero de manera selectiva desde una posición que no defendía tanto la libertad para todos, como se suponía, sino mas bien una libertad que garantizara la acumulación de capital y las nociones de familia y buena vida en el terreno privado compatibles con las definiciones burguesas. Y en tercer lugar la dimensión que se refiere a la fraternidad se tradujo en políticas públicas paternalistas frente a esos ‘otros’ que desde esa visión los ubicó como dependientes y subordinados frente a los ciudadanos plenos.

Entonces, frente a esas visiones recortadas de la democracia y la ciudadanía: ¿qué hacer? ¿Abandonar el ideal democrático por que no rindió sus promesas? ¿Decir que en este siglo XXI tenemos que reinventarnos una utopía que abandone los primeros supuestos de esas democracias? En los párrafos que siguen se quiere argumentar que la salida no es tanto un abandono de esos principios como una reinterpretación de ellos.

La reinterpretación: la emergencia de los contrapúb licos

modernos Las tres dimensiones que constituyen la ciudadanía moderna se han ido transformado gracias a una dinámica suscitada por las contradicciones, debates, luchas, disputas entre actores sociales y políticos portadores de distintas concepciones de ciudadanía y democracia. Evidentemente las apropiaciones recortadas del eslogan ‘¡Libertad! ¡Igualdad! ¡Fraternidad!’ generaron en quienes fueron excluidos, marginados y tratados de manera desigualdad una serie de contra-respuestas que dieron lugar a la emergencia de contrapúblicos.

Para explicar el concepto de contrapúblico es necesario tener en cuenta que las concepciones de igualdad, libertad y fraternidad oficiales cristalizaron en un campo de circulación y debate de discursos, la esfera pública, muy vinculada a la vida urbana burguesa. Históricamente, a pesar de pretender ser universal y abierta, la esfera pública fue una esfera con un claro sello de clase, un claro sello sexual y un claro sello de raza. Simultáneamente a esta delimitación y para hacerle contrapeso, entre los excluidos y marginados se conformaron redes de comunicación alterna, contrapúblicos, por donde circularon visiones de sociedad, buen gobierno y buena vida muy distintos. La constitución de esos contrapúblicos requirió de una serie de condiciones que hicieron su consolidación posible. En primer lugar, los marginados y excluidos tuvieron que verse representados en discursos que ofrecieran reparación. En otras palabras, para que emerjan contrapúblicos no solo tiene que haber exclusión, marginamiento y subordinación; en otras palabras, no es suficiente que la injusticia sea palpable para que se resista colectivamente a ella. Para que se galvanice una acción colectiva o un contrapúblico en contra de esa injusticia, tiene que haber algo más: un discurso que ofrezca reparación.

¿Qué hace el discurso? El discurso ofrece, en primer lugar, una invención de un futuro mejor. En este sentido, un contrapúblico no emerge sólo pensando en el presente sino que se va conformando cuando logra enunciar soluciones que ofrecen esperanza de un futuro viable y mejor. En este sentido el discurso capaz de dar pie a la formación de redes que se sostiene en el tiempo tiene un

carácter utópico. En segundo lugar, el discurso inventa un sujeto, es decir, en esa utopía que se enuncia a través del discurso, se construye un alguien portador de esa posibilidad. En tercer lugar, obviamente ese discurso interpreta de forma distinta los pilares de la democracia y da un contenido propio a los principios de libertad, solidaridad e igualdad.

Además de discurso, se requiere la existencia de una serie de redes de circulación comunicativa que posibiliten que justamente la narrativa utópica aglutine a distintos sectores. Cuando hablo de redes de circulación, me refiero por ejemplo en el siglo XIX, a la aparición de la prensa popular y la realización de tertulias periódicas en donde aquellos que pueden ser interpelados por el discurso se reúnen para discutir, para conocerse, para finalmente ir conformando una ‘comunidad imaginada alterna’. Finalmente estas redes comunicativas, para mantenerse en el tiempo y dar pie a la aparición de identidades colectivas, requieren de la invención de rituales, emblemas, iconos que encarnen justamente el discurso. De esta manera, el discurso no es solamente un discurso letrado, no

solo está hecho de palabras sino también de la construcción de un capital simbólico, si se quiere, una serie de símbolos que encarnen a la comunidad imaginada.

Momentos históricos en la formación de los contrapú blicos

Esos contrapúblicos que emergen de un discurso alterno, de la aparición de redes y de la construcción simbólica de una comunidad imaginada, se desenvuelven en dos grandes momentos históricos.

En un primer momento ¿cuál fue el discurso que aglutinó, enunció con claridad y creó un sujeto alterno al público burgués? Fue el discurso marxista en el siglo XIX. ¿Ese discurso marxista qué hizo? Creó una utopía posible, construyó un sujeto portador de esa utopía: la clase obrera, pero además le dio organización. Todo ese discurso se tradujo, en primer lugar, en la existencia o la aparición de partidos comunistas, es decir, de una estructura político-partidista y de organizaciones sindicales, y obviamente, toda esa construcción vino acompañada de los emblemas, los símbolos que identificaban a esa nueva comunidad política. Ese primer momento, obviamente, viene acompañado de revoluciones, exitosas en algunos países, y de flujos y contraflujos frente al público oficial burgués.

Esa comunidad alterna conoce un segundo momento, un momento de rompimiento ubicado en los años sesentas del siglo pasado, donde básicamente a ese contrapúblico marxista le aparecen otros contrapúblicos. Quien era el agente de la comunidad imaginada alterna por excelencia del público burgués se enfrenta a la enunciación y aparición de otros contrapúblicos. ¿Qué ocurre en los sesentas? En primer lugar, aparece el movimiento por lo derechos civiles en Estados Unidos. Ese movimiento evidencia que en las democracias modernas no solo pervive la desigualdad en el terreno económico como lo venia diciendo el marxismo, sino que además de ella existen otro tipo de discriminaciones basadas no en un criterio de clase, sino en un criterio de raza.

Además de ese movimiento, en ese momento cristalizó lo que hoy en día llamamos la nueva izquierda. ¿Qué tenia de nuevo esa izquierda? En primer lugar, esa izquierda puso en duda que existiera un sujeto privilegiado de la revolución. En otras palabras, bajo el influjo de los nuevos contrapúblicos –movimientos estudiantiles, ecologistas, feministas—se retó la noción de que la clase obrera debía necesariamente constituirse en el sujeto privilegiado que debía realizar la emaciación universal. Allí no solo hubo un cuestionamiento de los fundamentos economicistas que apoyaban la visión que pretendía que la clase obrera fuera el sujeto privilegiado, sino que también evidentemente, y eso lo conocemos menos, hubo grandes problemas de liderazgo al interior de esa nueva izquierda. Es decir, el problema del sujeto privilegiado obrero no fue solo un problema conceptual, sino que tuvo que ver con las pugnas internas dentro de la izquierda tradicional entre nuevos liderazgos que buscaban surgir. Y esto es muy claro con lo que ocurrió, por ejemplo, con las mujeres que pertenecían a la izquierda. Las mujeres que pertenecían a la izquierda resuelven por esos años crear una comunidad específica de feministas. No lo hacen simplemente porque las mueva una concepción primero y luego una práctica. Lo hacen porque confrontan al interior de

la izquierda una serie de prácticas que les cierra el paso a ellas y les impide convertirse en líderes públicas.

De esta manera es frente a un problema concreto de política concreta que emerge una respuesta en un nuevo contrapúblico: el contrapúblico feminista. Pero además de ese contrapúblico, obviamente en esos sesentas, emerge el contrapúblico ecológico medioambientalista, que no comparte la visión desarrollista que acompañó en muchos casos al marxismo hasta esos años.

Además de cuestionar a la clase obrera, ¿cuál fue el segundo reto que agenció la nueva izquierda? El segundo cuestionamiento fuerte tuvo que ver con la estructura que había sido portadora de esa comunidad marxista: el partido obrero. Ese partido obrero tuvo que enfrentar una serie de críticas, porque básicamente se le vio como una estructura burocratizada que desconocía otro tipo de voces que estaban al interior de la comunidad que buscaba romper los moldes de la democracia moderna.

Frente a esas dos criticas, sujeto privilegiado –clase obrera- y estructura partidista, empieza a emerger un nuevo discurso que propone una revolución de la vida cotidiana y una nueva conformación de estructuras comunicativas horizontales. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de la rebelión de la vida cotidiana? Los nuevos contrapúblicos cuestionaron el que los partidos comunistas se hubiesen centrado en reformar o el mercado o el estado, pero hubiesen abandonado el impulso por transformar las relaciones sociales entre ciudadanos. Además, frente al desencanto suscitado por la propuesta de sociedad y Estado encarnada en la Unión Soviética, la nueva izquierda empezó a impulsar la idea de que la emancipación provendría de la construcción de una nueva cultura política que se anclara en la vida cotidiana. Es decir, de nada nos sirve apropiarnos de un Estado, porque el Estado tiene una lógica que coopta cualquier intento de emancipación por su propia lógica burocrática, de nada nos sirve transformar el mercado y decir que todos vamos a ser propietarios o que va a haber una apropiación colectiva, si realmente entre vecinos y entre ciudadanos no tenemos una serie de vínculos solidarias que no pasen necesariamente por el estado y por el mercado; de ahí viene esa propuesta de la revolución de la vida cotidiana. Obviamente dentro de la vida cotidiana estaba el eslogan feminista de cabecera de esa época que era: democracia en lo público y en lo privado; democracia en la cama, en la casa y en la plaza. Es decir, si nosotros vamos realmente a revolucionar el mundo, lo tenemos que empezar a revolucionar en casa. De allí surgió todo el repertorio que propuso el feminismo o los feminismos en muchos países. He señalado que el segundo cuestionamiento se refería a la estructura partidista. ¿Cuál fue la alternativa? Si el partido se sostenía sobre burocracias que cerraban la posibilidad a nuevas voces, la alternativa era la construcción de redes, dado que éstas, se suponía, tenían una estructura horizontal que permitirían superar los problemas de la estructura partidista. Ahora bien, considero que frente a ese segundo momento de construcción de utopía y sujeto emancipatorio, hoy tenemos una serie de retos, porque evidentemente esa crítica de los sesenta generó avances frente a la propuesta anterior, organización partidaria comunista, pero

también plantea una serie de vacíos que se requieren confrontar a nivel conceptual y práctico. Dado lo anterior, ¿cuáles fueron los aportes? Los aportes fueron la transformación por completo de una serie de concepciones que se tenían sobre la utopía, concepciones según las cuales todos perseguíamos, supuestamente, desde una comunidad alternativa un contrapúblico alternativo. Entonces, ¿cuáles fueron las virtudes que uno vería en la propuesta de los sesentas? En primer lugar, se diversificaron las luchas y se hicieron más heterogéneas, igualmente se acepto que la comunidad política alterna a la comunidad política burguesa tenía conflictos y divergencias a su interior, y no estaba constituida por un sujeto obrero absolutamente unificado y homogéneo. En segundo lugar, hubo una reconceptualización de la dimensión igualitaria. La igualdad a parir de ese momento no se entiende como identificación absoluta entre personas, sino que se entendió como equivalencia de poder entre distintos. La comprensión de la igualdad en estos términos constituye un salto cualitativo muy importante; en otras palabras, la igualdad ya no se concibe, por ejemplo, como comunidades indígenas y feministas somos iguales, sino que se parte de la existencia de un principio según el cual tanto comunidades indígenas como feministas tienen los mismos derechos de enunciar, de existir, de imaginar; pero a su vez son distintos.

El tercer aspecto hace referencia a la libertad. Fíjense ustedes, la propuesta de organización de redes parte de una nueva concepción de la libertad; se trata de poder hacer ejercicio político en aquellas causas puntuales que convocan sin necesariamente hacer parte de estructuras rígidas que exigen compartir una utopía en todos los aspectos. En otras palabras, creo que la estructura de redes tiene la posibilidad de dejar en mayor libertad a quienes quieren actuar políticamente en las causas escogidas y un mayor respeto por la autonomía. En los últimos tiempos las prácticas en red han encontrado sus críticas, sin embargo, no se trata de llegar a establecer contradicciones y oposiciones en situaciones que no necesariamente son dicotómicas; yo diría que hoy en día tenemos que mirar toda esa historia de contrapúblicos de manera sintética, reconociendo que la estructura de partidos comunistas tuvieron sus efectos y eficacia histórica en cierto momentos, y hoy, igualmente las redes se encuentran con preguntas sobre la heterogeneidad y del respeto por la pluralidad pero igualmente con problemas como la articulación

Cuando planteo la articulación me refiero al hecho de que esta muy bien respetar diferencias y proponer la igualdad de poder para todos, pero además se requiere la invención de una nueva utopía que no desconozcan los pasos que se han dado hasta hoy y logre sumar y acumular afinidades entre las distintas experiencias. Es decir, me parece que hay un discurso que hace un elogio de la diversidad y a ese discurso le hace falta, evidentemente, las otras dimensiones que yo quiero recoger en esa utopía que propongo; esas dimensiones son la igualdad, la fraternidad o solidaridad. En otras palabras, creo que además del respeto a la diversidad tenemos que ser capaces de generar los espacios, las redes y el discurso que recojan la especificidad de cada una de las luchas surgidas en los sesenta, considerando algunos de los idearios, pero sobre todo el ideario de igualdad entendida como condiciones materiales para el acceso a una vida digna. De otro lado, el problema de la articulación tiene que resolverse de nuevo con: Uno, la construcción de un discurso macro, un metarelato que convoque esas diferencias. Dos, una estructura que además de redes recoja de la experiencia de los partidos, lo cual hizo que esas estructuras fueran eficaces durante un buen tiempo histórico; no podemos seguir pensando que las redes resuelven todos los problemas y hay una serie de asuntos que requieren una organización, una estructura a mediano plazo que recojan las voces expresadas en los distintos contrapúblicos. Tres, el contrapúblico requiere de la invención de una simbología en donde esas diferencias se reconozcan y puedan ser evocadas por una comunidad especifica la cual debe tener un tipo de afinidad electiva con una comunidad imaginada mucho más abarcante.

DOS CONSIDERACIONES SOBRE LO PÚBLICO DESDE LA DIVERSIDAD CULTURAL

Carlos Vladimir Zambrano 99

omentaré de manera introductoria la perspectiva desde la cual daré ilación a este trabajo. Parto del supuesto de la existencia de la estrecha relación entre las identidades colectivas y la configuración de lo público; lo

fundamento, en primera instancia, en la complementariedad de las visiones provenientes de la antropología y de la política dado que la antropología se ha ocupado extensamente de la construcción, evolución y continuidad de las identidades culturales colectivas, y la política de la producción, desarrollo y permanencia de lo público. En suma, procuraré establecer y definir alguna conexión entre el ethnos y la polis, más exactamente. La relación sin duda es compleja en virtud de la pluralidad y diversidad no solo de manifestaciones, sino de alcances y significaciones que a dicha relación le otorgan los actores sea asumiendo roles culturales colectivos, o político ciudadanos. Sin embargo, sino fuera por tal dificultad no la estaríamos pensando, por lo que es preciso avanzar en la exploración. Algo se ha logrado con la noción de gobernabilidad cultural100. Es por ello que, en segunda instancia, la relación de las identidades y lo público se abordan desde la perspectiva de la diversidad cultural, dicho más exactamente en el proceso en el que la síntesis de la diversidad de significaciones opera en un individuo o colectivo, asignándole particularidades y calidades propias, según momento y contexto, tiempo y lugar, historia y territorio. La trascendencia y sentido de la relación entre identidades colectivas y lo público varían no solo de sociedad a sociedad, sino que al interior de cada sociedad ellas dependen de tiempos, espacios y culturas, que, además, cambian de modo permanente y se entrecruzan de muy variados modos. De ahí la diversidad tanto de sentidos que puedan atribuírseles a las identidades colectivas y a los conceptos de lo público y lo privado, como de aproximaciones teóricas desarrolladas para su análisis. Si bien la antropología trata mayormente de las cuestiones de las identidades colectivas y de los pueblos primitivos, en el fondo hay una preocupación por los sujetos. Esa preocupación, en primer lugar, es ante todo el ámbito que constituye uno de los baluartes fundamentales del ciudadano que debe realizar su rol social en condiciones de respeto a la diversidad, este hecho se ha convertido en una condición clave en la re-construcción y re-definición de las identidades colectivas. Ahora bien, para abordar lo público en esa perspectiva será útil una noción de política como la planteada por Norbert Lechner, quien habla de la política como el arte o el esfuerzo de convertir los anhelos en relaciones sociales. Con base en lo anterior, la pregunta a responder es ¿cómo el anhelo de un sujeto, de un 99 Profesor Departamento de Ciencia Política. Universidad Nacional de Colombia 100 Cfr. Lorente Molina, Belén y Zambrano, Carlos Vladimir Estudios introductorias en relaciones interétnicas. Corporación Colombiana de

Investigaciones Humanísticas, Bogotá. 1999.

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individuo, se convierte en una relación social y cómo la relación social constituida fragua lo público? En segundo lugar, quiero mencionar que la polaridad público-privado es problemática, como lo son las categorías de lo bueno y de lo malo, de lo frío y de lo caliente, muy útiles ellas para un mundo dual que podemos entender con simpleza y, que se puede ordenar con facilidad. Pero las cosas parecen ser más complicadas. Por eso quiero hacer un giro muy, pero muy pequeño, que es el de hablar más bien de los contextos de privacidad y de los contextos de la publicidad. Tales contextos permiten en principio, separar muy bien los sentidos público, comunicacional y social del espacio de los del sujeto. El contexto de publicidad permite entender la cualidad y movilidad del sujeto en un momento de publicidad determinado y en el espacio históricamente definido. Los contextos de privacidad y de publicidad permiten que tanto los individuos como los espacios puedan establecer una conexión importante social, cultural y política, y se puedan resaltar las dimensiones antropológicas y politológicas de la relación social que establecen. Cómo construimos y cómo producimos espacios, y cómo los dichos espacios a la vez inciden en la producción como sujetos, como personas, como ciudadanos. Organicé el artículo en dos apartes. El primero, es el relato de dos experiencias sobre conformación de lo público que permitan dar a entender —soméramente— las nociones de contextos de publicidad y privacidad. Y en segundo lugar la relación entre derechos y políticas de la diversidad. Contextos de publicidad y privacidad en dos casos Hechas las precisiones anteriores, relataré las dos experiencias que nos permiten hablar de la conformación de lo público, de la formación del sujeto, y de los contextos de publicidad y privacidad. El primer caso, se trata de una experiencia con niños de una escuela en el macizo colombiano, niños indígenas. Y, el segundo caso, se trata de una experiencia con niños afrocolombianos de un colegio en Puerto Tejada Cauca. Los dos casos son importantes porque no siempre nos permitimos el lujo de hablar de cosas que se fraguan ante nuestros ojos y, que por lo general, son irrelevantes a la luz de los análisis politológicos. Pero, es ahí en donde la formación de lo público impera, y en donde los procesos de reconocimiento que originan las políticas se manifiestan con toda su potencialidad social. Estábamos haciendo un taller en una vereda en el centro del Macizo Colombiano. Un taller en el que había un grupo de campesinos que debatían la pertenencia a un movimiento reivindicativo aspirando a ser indígenas o a mantenerse como campesinos. Tenemos el primer problema. Es un grupo de individuos en

¿Cómo El Anhelo De Un Sujeto, De Un Individuo, Se Convierte En Una Relación

Social Y Cómo La Relación

Social Constituida Fragua Lo Público?

transición, campesinos que aspiran a ser indígenas. Por lo tanto es una realidad que para los politólogos puede ser complicada, pero no más que para los antropólogos, en la medida en que esos individuos todavía no son lo que quieren ser. Y, no ser lo que quieren ser, es una realidad antropológica contundente. Deseaban construir un espacio de participación, sino es que lo estaban haciendo ya, en el momento mismo de discutir el asunto. Esa situación propia de las circunstancias iniciales de todo cambio social y cultural hacía a esas personas más invisibles de lo que nos imaginamos. En primer lugar porque no hay un espacio de reconocimiento respecto de ellos: ¿cómo reconocer lo que está aún en ciernes? Podríamos decir, no hay ni siquiera un escenario privado, no hay un escenario público. El taller se iba a hacer en una escuela con los profesores, con adultos —hombres y mujeres— de la comunidad, padres de familia, mandos de las juntas de acción comunal y autoridades del cabildo de indígenas. Cuando estuvimos a punto de iniciarlo los profesores nos plantearon un dilema porque como se trabajaría en la escuela, no sabían qué hacer con los niños y no podrían regresarlos a las casas. Así que nosotros propusimos trabajar con los niños también, con el mismo tema del taller de los adultos: tres preguntas fueron las que se abordaron: ¿qué es comunidad?, ¿cuáles son los problemas?, ¿qué hacer para resolverlos?, y, ¿qué institución es más pertinente para resolver esos problemas: el cabildo o la junta de acción comunal? La sicóloga que formaba parte del grupo de investigación organizó el trabajo con los niños por aparte. Se hizo el ejercicio. Luego confrontamos en plenaria las respuestas de los adultos y la de los niños, pues pusimos a hablar a los niños delante de la comunidad, delante de los profesores y de los padres de familia. Inmediatamente vinieron los profesores y dijeron: —¡Nosotros hacemos la clase a los niños!. En realidad lo que querían era manejar a los niños, obligarlos a hacer lo que ellos consideraban que estaba bien para que no quedaran mal parados ni ante nosotros, ni ante los padres de familia. ¿Pero, ustedes por qué piensan que los van a hacer quedar mal?, les preguntamos, si simple y llanamente van a presentar el trabajo. Aceptaron a regañadientes, pero con condiciones, que les diéramos independencia a los niños para contar su trabajo. Nosotros —dijeron los profesores— nos quedamos al lado de los niños para corregirlos. Era obvio que los profesores tenían una dificultad en la relación con los niños; no eran los niños los que les importaban, sino quedar bien ellos. Los niños expusieron con la misma propiedad que los adultos los problemas, ¿qué era la comunidad?, ¿cómo la percibían? Tenían muy claro cuáles eran los lugares comunitarios, dibujaron la casa del cabildo, la escuela, la carretera, la cancha de fútbol, etcétera. Los espacios que podían compartir. En segundo lugar, los niños empezaron a relatar cuáles eran los problemas que tenían y el primero que identificaron fue la preocupación por resolver entre quiénes eran campesinos y quienes indígenas. Quiénes no querían ser indígenas y

quiénes querían serlo. Es decir, quiénes querían organizarse alrededor del cabildo indígena y quiénes alrededor de la junta de acción comunal. Los niños describieron muy bien esas tensiones. Eso les comportaba angustia. En tercer lugar los niños comenzaron a plantear una serie de propuestas para resolver el asunto. Propuestas que ni siquiera los adultos lograron acordar en cuatro horas de trabajo.

Lo primero que dijeron fue: “nosotros somos Yanaconas, entonces nosotros tenemos que conocer a todos los niños de los pueblos de los cinco cabildos que están en la región, porque no conocemos a nadie”. Ellos no sabían quienes eran los otros niños —decían—, pero sí sabían de la existencia de los resguardos y de otros niños. Propusieron organizar una semana cultural de un mes. Comenzaron a plantear un espacio para mirar y reconocerse entre ellos. Los mismos niños plantearon lo siguiente: Vamos a pedirle a nuestros abuelos que nos den cosas para que se puedan mostrar en la escuela. “Para que se puedan mostrar”, fue una de las frases que ellos, los niños, destacaron durante ese ejercicio. El sentido de la memoria.

Esta historia sirvió para dos cosas, además de lo que ya están escuchando y que yo no voy a entrar a analizar. Primero, sirvió para que los profesores se sorprendieran sobre todo lo que los niños podían percibir. A nosotros no nos sorprendió mucho eso, porque un niño entre 5 y 7 años en esas zonas es capaz de clasificar 70 plantas con propiedades medicinales. Nosotros ni siquiera podemos tener dos en la cabeza. De 5 a 7 años tienen esas habilidades, no solo para identificar las plantas, sino para clasificarlas y para recetarlas. Segundo, los profesores empezaron a tener una actitud distinta con los estudiantes. Eso fue, digamos, uno de los corolarios de esa experiencia que fue muy importante y terminó transformando el sistema pedagógico de esta escuela y posteriormente de los Yanaconas del Macizo Colombiano. ¿Cuáles son los contextos de privacidad y de publicidad en este caso? Al hablar de los espacios colectivos o de los sujetos colectivos, es difícil establecer indicadores de lo privado y de lo público, asociándolos con algo personal, familiar, o del entorno individual. El ejemplo nos revela que al hablar de contexto algunas cosas públicas pueden ser colectivamente privadas, y algunas cosas privadas

pueden ser públicas101. Esa aparente relativización sirve para precisar el lenguaje y los niveles de acción de lo público, porque precisamente sin esa conexión no podemos hacer del ethnos polis. El taller fue un escenario público pero en el se dio un contexto de intimidad y privacidad, eran los de la casa quienes hablaban ante unos forasteros de “sus cosas” comunitarias, las cuales eran “obviamente públicas” pues hasta los niños las conocían. La conexión local esta figurada, pero esa situación real no se conoce en ámbitos más allá de los pueblos en que se originan. Es decir, que en un nivel municipal, regional o nacional el problema de transición de campesino a indígena o viceversa no es un asunto de público ni de política. La oficina de asuntos indígenas del ministerio del interior enfrenta una serie de problemas de casos de reconocimiento, lo cual es indicio de que se están produciendo contextos de publicidad en otros niveles. Sin conciencia del entorno colectivo veo con dificultad la posibilidad de pensar cualquier contexto de publicidad. Significa que muchas de las situaciones sociales que existen en el país son invisibles para nosotros, y no hay posibilidad de una política pública para la diversidad si ese país no se encarna de manera decisiva y hace posible la mentalidad para la diversidad, sin la cual difícilmente podríamos esperar una política de la identidad. El problema sobre lo público que les estoy transfiriendo es que su construcción y desarrollo forma parte de los procesos de construcción colectiva, no sólo ciudadana, a no ser que la cuestión ciudadana esté atravesada íntegramente por los recursos de la identidad, vale decir de una determinación del ethnos sobre la política. Es que tanto los procesos colectivos, los movimientos sociales, están generando en un espacio de privacidad de estos movimientos, que aunque se desarrollan con manifestaciones públicas a través de asambleas, protestas, movilizaciones y demás acciones colectivas como formación de organizaciones, clases en las escuelas, etcétera, siguen manteniéndose invisibles para el resto de nosotros. Bien, este caso sirve para mostrar un espacio de privacidad en contextos públicos, en donde a pesar de los esfuerzos se mantiene oculto el suceso. Ese indicador es contundente, pues aunque la narración visibiliza el hecho, seguimos ignorantes de la importancia de ese evento en un plano que interpele lo nacional, que pueda conectarlo, por ejemplo, con casos en donde los colombianos deciden renunciar a ser nacionales de su país de origen.

101 “Este planteamiento se sustenta en el reconocimiento que, en el mundo de hoy, la transformación de lo público y de su íntima interrelación con lo

privado se caracteriza por su dinamismo en términos de una variada multiplicidad de espacios públicos y de una amplia diversidad de espacios privados

objeto de recíproca mutación, redefinición, renovación, en consonancia tanto con el progreso de una civilidad ciudadana de tolerancia, solidaridad y

corresponsabilidad, como con el desarrollo de las relaciones sociales en términos de unos derechos, obligaciones y deberes ciudadanos, consecuentes

con una modernidad cada vez más reflexiva y bajo un régimen político-social democrático crecientemente incluyente y deliberativo. En tal sentido la

permanente construcción/deconstrucción de lo público y lo privado en un mundo moderno reflexivo, el desarrollo de la ciudadanía y de la sociedad civil

en un contexto de civilidad, de tolerancia y solidaridad, y la democratizaión incluyente y deliberativa de la vida social en todas y cada una de sus

instancias de deliberación/acción constituyen en su conjunto un único e inseparable proceso de cambio-transformación de la sociedad. Con el agravante

adicional que tal tipo de proceso está progresivamente relacionado y en consulta con el desarrollo de una agenda a nivel cada vez más global en temas

como los relacionados con derechos, deberes y formas de organización y participación de la ciudadanía, con principios de civilidad y de

democratización” Garay, L. (2003). .

El segundo caso es un ejemplo con niños afrodescendientes. La escuela estaba en Puerto Tejada, Cauca, en ella estábamos haciendo un taller sobre los problemas de la memoria colectiva y la recuperación de las tradiciones culturales. Los profesores del colegio y algunos padres de familia querían recuperar la danza de los Machetes, que es una ritualización de lo que hacían los esclavos negros en la época de la independencia. Hoy en día ellos no lo usan los machetes como antes, pero han formado una memoria bajo la forma de una danza. Le dicen también “la Esgrima”, porque las destrezas de los corteros de caña de los valles cálidos del Gran Cauca, vinieron de las destrezas militares del uso de la espada que en estas tierras se llamó machete. El profesor de la escuela organizó con unos estudiantes de antropología de último semestre el taller. El procedimiento fue el siguiente: Se les formulaba a todos los estudiantes una pregunta y debían entrevistar a los abuelos, o la persona más vieja de la casa. ¿Qué son los macheteros? Fue la pregunta. Todos los niños de 4º y 5º de primaria debían traer una hojita con información. El contenido de la hoja lo leían públicamente. Todos la debían leer públicamente y al final de cuentas después de leerla deberían volver con lo que habían aprendido a donde su abuelo para contarle lo que había pasado. Eso fue un descubrimiento sobre el comportamiento de la memoria colectiva, de la construcción pública de la memoria, pero no puedo detenerme a desarrollar mis impresiones al respecto. Pero lo que si puedo contarles es que cuando el niño controvertía al abuelo con la información de otros niños: “mentira abuelo, eso no fue así, porque el abuelo de Fulano y de sutano y de perengano lo contaron así”, se formó la de San Quintín. Las controversias en torno a la memoria no se hicieron esperar, y se manifestaron en forma dramática entre los abuelos, al punto que nos tocó organizar un par de mesas que se llamaron los “macheteros vistos por los macheteros”, para evitar desenlaces nefastos. El espacio de discusión con los abuelos se creó y aprendimos una cosa: los pueblos tienen muchas memorias, y solamente cuando comenzamos a ver que hay un espacio de homologación, de discusión, de debate de esas memorias, y a trazarle sentido e identificaciones, aparece el escenario público y privado de la identidad.

Cuando Se Habla De Lo Público Y De Lo Privado Estamos Frente A La Necesidad De Entender La Configuración De Los Procesos Colectivos Que Llevan A La Configuración

De Identidades.

Los dos ejemplos permiten centrar el tema que estamos trabajando. En primer lugar, la memoria es un espacio que se construye públicamente y a la vez de construirse públicamente, se debate políticamente entre sujetos, creando identidad. Esa identidad sobre la memoria es la base necesaria para reducir la angustia y el riesgo en momentos de cambio o de transición (en el primer ejemplo el riesgo identitario fue expresado por los niños, en el segundo caso, por los ancianos). Los espacios en que se fragua lo público son siempre privados hasta que progresivamente emergen entornos colectivos que permiten aflorar o realizar públicamente a los sujetos (en el primer caso existía una reflexión privada de a gente que se exteriorizó en el taller; en el segundo caso no existía ninguna reflexión sobre la memoria y se generó una dinámica que la enriqueció y publicitó). En segundo lugar, todos los procesos de formación colectiva, permiten entender que hay unos contextos de privacidad que se debaten públicamente y al debatirse públicamente no pierde el contexto de privacidad como es el ejemplo de los niños del Macizo Colombiano. Es decir, habiendo hecho un ejercicio público (taller), habiendo después traído a otros niños de otras comunidades (semana cultural), habiéndose visto en otros horizontes fuera de los ámbitos de sus lugares (imagen de no estar solos), el debate del ser indígena o campesino quedó en los ámbitos comunitarios. Cuando se habla de lo público y de lo privado estamos frente a la necesidad de entender la configuración de los procesos colectivos que llevan a la configuración de identidades. El problema es que si los movimientos sociales producen identidades, tantos movimientos existan tantas identidades pueden emerger, por lo tanto, así enfrentados lo que en la realidad se produce en materia de la relación identidad-público es un proceso de diversificación o de diferenciación permanente, por lo que lo público va emergiendo en el momento mismo que los individuos se confrontan identitariamente en cualquier arena. las historias que les acabo de contar en Puerto Tejada y en el Macizo Colombiano son dos eventos alejados y ajenos a nosotros, a veces no les encontramos mayor significación. Esa fractura es indicio de las carencias y quizás de las ausencias que tiene una política identitaria en Colombia, no basta haber nacido, si no ser en

donde se ha nacido. La pregunta, como si estas páginas se convirtieran en el guión de un taller, es que conexiones establecen con nuestra cotidianidad las experiencias relatadas. Demos un tiempo y permitámonos pensarlas. Derechos de la Diversidad y Políticas de la Identid ad ¿Es posible pensar la configuración de políticas públicas desde los derechos humanos, en particular los derechos humanos de la tercera y cuarta generación, que son a nuestro entender los derechos sustanciales de la diversidad cultural?. Para desarrollar ese tema es necesario advertir que la lucha por la universalización de los derechos humanos en los últimos cincuenta años no fue una lucha al que muchas naciones llegaron a causa de su propio proceso civilizatorio y político, sino que fue una exigencia internacional que dio la legitimidad moral necesaria para llevar a cabo la reestructuración funcional del control económico y político global. Incluso el significado de universalización se vió francamente limitado cuando se entendió, stricto sensu, como la extensión de las prácticas de los derechos humanos universales en lo local, regional y nacional. La universalización de los derechos humanos —estrategia cultural de la globalización— dialogó con los Estados no con las comunidades ni con las naciones, y los Estados obligaron a las comunidades, a ciertas comunidades, a expresarse en el lenguaje del nuevo orden. Sin embargo, pese a que el leguaje de la universalización de los derechos humanos se extendió, eclipsó muchas costumbres defensoras de la dignidad humana, devaluando la impronta de la diversidad y del horizonte cultural común de todo derecho universal: la capacidad de ser una práctica local que interpela universalmente otras prácticas distintas. Pero la universalización no sólo es rígida imposición. En su desenvolvimiento se produjo un encuentro en el que coincidieron las presiones globalizadoras con las esperanzas locales de mejoramiento de las condiciones de vida y por las libertades individuales y colectivas, por lo que no fueron infrecuentes las luchas por la defensa de los derechos humanos universales en los lugares más remotos de las geografías nacionales. Los movimientos de liberación nacional, la descolonización y la lucha indígena conformaron un abanico de voces diversas que se ampararon bajo el manto de tal encuentro, pero en todas esas luchas, guardadas las proporciones en cada caso, los resultados terminaron dando fundamento a Estados con gran capacidad de ejercer el poder militar e institucional para controlar las fuerzas que se crearon y que desataron las resistencias para enfrentarlos a ellos. La universalización de los derechos humanos se ha estado constituyendo en un mediador entre las justicias reales y las imaginadas que impone valores y estandariza identificaciones paradójicas: porque hace estallar la diversidad argumentando vehiculizar la diversidad. La universalización de los derechos humanos fue, y ha sido, sin temor a equívocos una acción de la globalización reciente, y seguirá siendo, un puente civilizatorio y político de integración moral global, la base de ese imaginario mundial que se llama ciudadanía global, que configura en cualquier ciudadano una percepción de

ser en el globo, ser en el mundo, fraguando el sujeto del ámbito público internacional. Un espacio para la expresión política del cual no podemos decir que hacemos buen uso, pero que decimos que nuestras normas concuerdan con las de los países más avanzados en la materia. Frase de cajón que lo único que demuestran es la precariedad identitaria y pública para resolver los problemas estructurales que dan contenido a una lucha concreta por los derechos humanos de la diversidad en una nación. Así que entrados en esta materia el principal problema es la precariedad del nodo nacional, el fundamento de acceso a la ciudadanía por la vía de la construcción y producción pública de la pertenencia en todos los ámbitos de relación (local, regional, nacional, interétnico, interregional e internacional), y sectores institucionales (salud, educación, gobierno, finanzas). Tal fundamento desborda el espacio discursivo de los derechos humanos porque constituye el campo público nacional que puede movilizar las expresiones ciudadanas. En materia de derechos de la diversidad uno de los más grandes logros, pero a la vez uno de los más grandes obstáculos ha sido el reconocimiento de la diversidad cultural a todos los colombianos. La diversidad cultural es una cualidad de los modos con que los seres humanos producen la pertenencia, la historia y el territorio; no es una potestad de unos seres humanos en particular. La desdicha del no reconocimiento en algún momento de la historia no es fundamento moral para el desconocimiento del momento histórico de la lucha. La resolución de esa cuestión mostrará, definitivamente, en el caso de Colombia, la madurez de los colombianos para afrontar un reto de la globalización, para redefinir su proyecto de convivencia nacional, para alentar el proceso de reconstrucción de la pertenencia, porque es insostenible un proyecto de cohesión a punta de propagandas institucionales en la televisión. Ya se sabe lo efímeras que son las construcciones mediáticas, por lo que el mismo ciudadano-televidente, recibe el mensaje contrario. De hecho la universalización de los derechos humanos estimuló, permitió y hasta acogió un conjunto de fuerzas que se proyectaron en ese horizonte permitiendo la inclusión de importantes sectores de la población, pero que no superó las distancias estructurales sino que al contrario las aumentó. La universalización encontró eco porque entro a llenar los profundos vacíos de democracia de muchos estados y sociedades, en muchos casos obligó a los Estados a reconocer diferencias y distancias y a formular acciones decisivas para superarlas, a reformar algunas normatividades y costumbres institucionales y políticas, pero en todo caso no a transformar las fuentes de legitimidad tradicionales, ni a superar las

La Memoria Es Un Espacio Que Se

Construye Públicamente Y A

La Vez De Construirse

Públicamente, Se Debate

Políticamente Entre Sujetos, Creando

Identidad

debilidades estructurales de pobreza y marginación. En todo caso modernizaciones discursivas no traen aparejados las modernizaciones de fondo a las que se refieren. De otro lado, dicha lucha estuvo acompañada de un fuerte y obligado proceso de modernización institucional y social con precariedad de políticas para hacerle frente por lo cual ha sido base de improvisación, en todos los frentes, la modernización sustrajo del Estado y de centro duro de toda política a los ciudadanos. En esta afirmación defiendo la idea de que dicha lucha se constituyó en un importante sostén moral para los exigentes cambios que demandó la reestructuración global. Pero la lucha por la universalización no se tradujo en la extensión de las prácticas de promoción y defensa, si bien es cierto que muchas constituciones se adecuaron a los cambios. La herencia de la universalización en materia de los derechos de la diversidad además de estimular la importancia de los derechos humanos de las cuatro generaciones102, generó un campo novedoso. La defensa de los derechos humanos de las culturas como instancia fundamental del ejercicio gubernamental; lo multicultural como fuente y parte del Estado, y lo intercultural como fundamento ciudadano, con tres aspectos sustanciales: 1. La importancia de las cuatro generaciones de derechos humanos y su capacidad emancipatoria; 2. La pluralidad de concepciones de derechos humanos y el pluralismo jurídico; y, 3. La conciencia de la defensa específica de los derechos culturales de los individuos y de los pueblos. En conjunto los tres aspectos constituyen lo que podría enunciarse como consigna: “lo público con identidad”. Es decir, apuntalar los medios de participación, las garantías, y los fundamentos para intervenir en la construcción de un Estado cuyo eje articulador fuesen las realidades de la diversidad nacional. Toda una proeza. Toda una utopía. La entrada al siglo XXI impone considerar, juiciosamente, el papel que la cultura desempeña en la Colombia contemporánea, conflictiva y de transición, que no se agota en el balance financiero del sector cultural, ni en las retóricas donde toda verbena -oficial y popular- es un acto de paz, ni en los intercambios musicales, literarios y educativos entre los Estados, y mucho menos, en la introducción de las humanidades en el análisis de las industrias culturales. La actual no es una crisis coyuntural de la modernización del país; parece que es más profunda y definitiva. Emerge una estructura cultural distinta, en la cual las formas de organización y representaciones de lo público de los colombianos se están transformando y redefiniendo en relación con: 1. Las agendas de los derechos humanos, de las políticas de identidad y ecológicas, de la gobernabilidad democrática y el multiculturalismo, de los reordenamientos territoriales, y de los derechos de los pueblos y de los consumidores; y, 2. Los sedimentos de las violencias de

102 La primera generación son los derechos individuales y políticos que surgen con la revolución francesa; la segunda, los derechos económicos,

sociales y culturales que surgen con la revolución socialista soviética y la revolución mexicana; la tercera, los derechos de solidaridad o colectivos –a la

paz, al desarrollo y al medio ambiente sano- que surgen con los procesos de descolonización en Africa y Asia; y, la cuarta, los derechos de las

generaciones futuras —la información, la memoria, el patrimonio—, propios de la era de la información. De la segunda generación nos detendremos, de

modo general en los derechos a la cultura de los individuos, de la tercera, en los derechos de los pueblos, la identidad y la autonomía y

autodeterminación, y, de la cuarta en la memoria. Cfr. Stavenhagen, Rodolfo. Clasificación de los derechos humanos, IIDH-Universidad Nacional

Autónoma de México, México, 1984.

Colombia que, a manera de palimpsestos, bajo la forma de jurisdicciones de poderes residuales, retoñan conflictivamente sin cesar. El reconocimiento constitucional de la diversidad étnica y cultural en Colombia, legalizó lo indígena y lo afrocolombiano, prodigándoles espacios burocráticos, políticos y judiciales. Al mismo tiempo -sin proponérselo-, promovió otro país que llaman "multicultural", que los incluye a ellos, pero también al resto del 95 por ciento de la población, suficientemente diversa, y con muchos problemas inmanejables. Se ha postergado pensar las nuevas realidades etnoculturales —producidas en la década de los noventa— y todos los asuntos de competencia cultural, desde la formación del

ciudadano colombiano hasta la regulación del diseño y fabricación de un arete que reproduce el poporo Quimbaya. Los derechos humanos entonces, como mediadores de lo público y la identidad adquieren cierta personalidad sobre la que será necesario detenerse a pensar en los próximos años, pues en ese camino la exploración sobre el país presente se hará necesaria. Las políticas de la identidad ¿Tiene la cultura alguna centralidad en la construcción del orden social y político de los colombianos? Sí, si se tiene en cuenta que los hechos políticos —como señala Merle— que comienzan por el hecho nacional, son en buena medida hechos culturales103. La principal y primera empresa cultural y política de una sociedad, por lo tanto pública, es su proyecto de comunidad imaginada: hacer creer que todos somos parientes, así provengamos de lugares distantes, razas disímiles y tradiciones diferentes. Vale decir, connacionales; gente que convive en una civitas, en una comunitas, civilizadamente. Los problemas y soluciones derivados de la puesta en marcha de tal proyecto, y las tensiones generadas en el ejercicio de su gobierno, en definitiva atienden a la formación y consolidación de la pertenencia e identidad de un grupo, en torno a unos fines sociales comunes como la construcción de la paz. La cultura crea la unidad simbólica necesaria para la acción política, en tanto que es la base de la legitimidad de los proyectos 103 Merle, Citado en Zambrano, 2004.

étnicos y nacionales. En ese sentido identidad colectiva y lo público como instancia fundacional se confunden. Las intenciones descritas tienen por objeto reposicionar la dimensión cultural porque si bien ésta no es ajena a la experiencia pública, se han producido muchas transformaciones que obligan a tratar los asuntos sociales como asuntos culturales, como por ejemplo, las cuestiones relativas a la familia y sus múltiples expresiones. Además, el propio campo cultural se ha desarrollado —de tal manera— como sector institucional, que no puede quedarse sólo en manos de los antropólogos aplicados y de los gestores culturales. El desarrollo de las comunidades, a partir de la promoción de industrias culturales, requiere no solo de intelectuales que orienten la experiencia, sino de otros profesionales que tengan sentido de la vida institucional de un país, como fuentes de cohesión y solidaridad ciudadana. Lejos se está en Colombia de recobrar ese sentido de las instituciones mientras que el modo actual de hacer la política lo invisibilice y oculte con sus prácticas burocráticas. Las políticas de identidad han demostrado que, si bien emancipan pueblos, pueden llegar a ser dramáticas y convertirse en un problema de salud pública. Hasta ahora, los investigadores no han hecho estudios serios sobre las repercusiones colectivas de las angustias identitarias, que este tipo de movimientos generan; pues, la identidad, por desenvolverse en el seno de una sociedad, manifiesta sus patologías, haciéndose más compleja. El reposicionamiento de la dimensión cultural, también apela a las reflexiones sobre los derechos humanos —como se ha dicho— tanto para los análisis sobre la pluralidad de manifestaciones de los llamados problemas sociales (cuyas expresiones no son únicas sino que varían de región a región y de localidad a localidad), como para la orientación de ellos y la traducción en política pública, establecida en "mejorar y avanzar en el servicio que prestan, desde una concepción que revalorice la ayuda y los procesos de cuidado como prácticas profesionales articuladas e integradas a la defensa y protección de los derechos humanos."104 La relación entre lo público y las identidades colectivas establece vínculos entre justicia, convivencia y calidad de vida, porque de ellos deriva una mejor comprensión para la formulación de políticas públicas para la diversidad cultural, más acordes con sus necesidades y las del país; y para una mejor comprensión del lugar que hoy ocupan los derechos humanos en la construcción de la paz para una sociedad del posconflicto. La dimensión cultural relativiza el monismo de un ideal de justicia, de un paradigma de convivencia y de un prototipo de calidad de vida, y amplia la visión hacia una pluralidad de sentidos de convivencia, conceptos de justicia y expectativas de calidad de vida, que coexisten entre los colombianos, algunas veces en conflicto no violentos y otras, reportados como problemas sociales.

104 Lorente Molina, Belén. "Conceptos en torno a la gobernabilidad de la Diversidad Cultural. España y Colombia". En: Jairo Tocancipá. Ciencias

Sociales y Estado Nacional. Universidad del Cauca, Popayán, 2000. Pp. 158.

No sobra recalcar, que la pluralidad es reconocida jurídicamente en Colombia (siendo esto un gran avance), pero aún falta profundizar más en ello, sobre todo en el reconocimiento de la sociedad. La Constitución de 1991, a lo largo de la década, nos ha demostrado que el camino por recorrer es bastante largo. Se coligen una serie de desafíos en relación con la diversidad cultural y los ámbitos institucionales del desarrollo del sector cultural en Colombia, lo cual genera nuevas demandas para la formación de profesionales, para estimular la dimensión cultural en las profesiones y la capacidad académica, y para incentivar la instrumentación de los

derechos humanos sociales y culturales, y colectivos, con el fin de satisfacer la necesidad de desarrollos teóricos y de creación de instrumentos locales y globales que den cuenta de ello. Se ha insinuado que tal hecho, además de pedagógico, es cultural en sí mismo, y está enmarcado en un ambiente de modernidad, defensa de los derechos humanos, mejoramiento de la calidad de vida y mayor justicia, que forman parte de las agendas de la reestructuración global en todos los países del mundo. No sobra insistir en la necesidad de adecuar los mecanismos que se requieran (teóricos y prácticos, jurídicos y técnicos), con miras a lograr nuevas y mejores formas de efectividad en la acción social, con base en los derechos humanos y de cara a la consolidación de un Estado Social de Derecho105 que contemple la diversidad cultural y su complejidad. Vale la pena aclarar: efectividad medida y evaluada en términos de más justicia y mejor calidad de vida, de acuerdo con las formas culturales que asumen las realidades sociales y sus transformaciones en Colombia, sin perder de vista sus consideraciones ético-políticas106. El valor de un trabajo para la diversidad cultural no estriba sólo en la capacidad para crear más opciones de bienestar y ampliar el ámbito de elección hacia el consumo para

105 Cfr. al respecto del debate planteado por Adela Cortina acerca de la diferencia entre un Estado Social de Derecho y un Estado de Bienestar. La

fuente de legitimidad en el de Bienestar es el individuo con sus deseos psicológicos y no la persona con sus necesidades básicas que sería la fuente de

legitimidad en el Social de Derecho. "No hay Estado que pueda satisfacer todos los deseos, pues son infinitos... y todos correrán el riesgo de ser

injustos. Cada Estado intenta determinar qué necesidades consideran un "mínimo decente" o un "mínimo absoluto" por debajo del cual no puede

encontrarse si pretende legitimidad. Ese mínimo pretende ser una exigencia de la justicia". Cortina, A. (1995) "Presupestos morales del Estado Social de

Derecho", En: Etica y conflicto. Lecturas para una transición democrática. Bogotá, Ediciones Uniandes, pp. 185-206. 106 "La distinción entre el Estado Social de Derecho, el cual responde a exigencias ético-políticas y el Estado de Bienestar (de corte keynesiano),

empeñado en fomentar el consumo para mantener la acumulación capitalista... en el que la clave auténtica consistirá en incluir en el sistema de

derechos fundamentales no solo las libertades clásicas, sino también los derechos económicos, sociales y culturales". Ibid. 196.

La Cuestión De Los Derechos

Humanos De Las Culturas No Sólo Es Referida A Un

Principio Ontológico Sino

Que Está Asociada A La Reproducción Social Y A La

Historia.

ella107, sino que es una dimensión fundamental del desarrollo de un Estado Social de Derecho, en el concepto de que su acción o intervención no sustituye, pero si complementa, las argumentaciones sobre la justicia y la calidad de vida. Derechos de la Diversidad La relación entre ethnos y polis inscribe una cuestión cultural. Entendemos por cultura de los derechos humanos de la diversidad, las actitudes ético-políticas que se impulsan desde el Estado y la sociedad para aplicar las cuatro generaciones de derechos humanos en la configuración de lo público, la estabilización de la convivencia política, social y cultural entre los ciudadanos. Por derechos humanos de la diversidad, entendemos los derechos de los colectivos sociales diferenciados (naciones, pueblos, regionalidades, pueblos indígenas, comunidades negras, poblaciones transeúntes y migrantes) a preservar su identidad, autonomía y paz. Mientras que la cultura de los derechos humanos de la diversidad puede llegar a ser marcadamente regulatoria por su intencionalidad, los derechos humanos de la diversidad son decididamente incluyentes por su calidad diversa. El rango emancipatorio que algunos autores señalan, es en cierto modo, contextual. La noción de cultura a la que se recurre en este escrito, no se identifica necesariamente con la de derechos culturales, ni con la de cultura política. Tampoco, se refiere a unos sujetos en particular como indígenas o negros, ni a los derechos de los pueblos, ni a la protección de las cosmovisiones más tradicionales y mágicas, aunque todos ellos sean ejemplos de cómo los derechos culturales y su ampliación institucional abren campos inusitados al trabajo social. Esta iniciativa, obedece a la diversidad de procesos sociales de pro ducción de significados (simbólicos y/o materiales), que desar rollan formas regulación consuetudinaria, útiles a las personas para vivir e n todos, y en cada uno de los ámbitos de la vida individual y colectiva, priv ada y pública 108. Ahora, si pretendemos una visión humanista de la cultura, sólo basta indicar que el ser humano es un ser sociocultural porque "su relación con las cosas esta mediada por otros seres humanos y sus logros"109. Lo cultural, pues, indica los contornos humanos en que se produce, incluida su regulación jurídica, la cual cambia de una sociedad a otra, admitiendo -de paso- la existencia objetiva de la diversidad. Finalmente, visibilizando la dimensión cultural, se entrevé y potencializa la posibilidad de concebir los nexos de la convivencia con la paz, como una unidad indisociable, ligada a los principios ético-políticos de justicia y de calidad de vida, instalada en el seno de las reflexiones del trabajo social, y

107 Cfr. Crawford, J.. (1988) The rigths of peoples, Oxford, Oxford University Press, p. 23.

108 Considero que esta definición es mi contribución al desarrollo en el campo de la Antropología jurídica, de la definición Cancliniana, en la que el

término Cultura refiere a "la producción de fenómenos que contribuyen, mediante la representación o reelaboración simbólica de las estructuras

materiales, a comprender, reproducir o transformar el sistema social, es decir todas las prácticas e instituciones dedicadas a la administración,

renovación y reestructuración del sentido". García Canclini, N.. Las culturas populares en el capitalismo. La Habana, Casa de las Américas, pp. 32.

Cursivas en el texto original. 109 García García, E.. (1999) "Derechos humanos y calidad de vida." En: Derechos Humanos. La condición humana en la sociedad tecnológica, Madrid,

Tecnos, p. 147.

promovida hacia la consolidación de un Estado Social de Derecho, cuya definición incluye la defensa y promoción de los derechos humanos. Con esta definición, la cuestión de los derechos humanos de las culturas no sólo es referida a un principio ontológico, sino que está asociada a la reproducción social y a la historia. En tal sentido, el campo de intervención de las identidades en lo público —en relación con los derechos de la diversidad cultural— se prefigura en coincidencia con la protección de los derechos humanos de la segunda generación como derechos colectivos, en los que también se halla protegida la cultura de los individuos110, todas las acciones necesarias para consolidar los proyectos de autonomía de los pueblos, consagrados en la tercera generación de derechos humanos; y, la conciencia global de la herencia espiritual y material para las próximas generaciones. Las ciencias sociales se preocupan, en la actualidad, por otorgar cierta centralidad a la cultura en la reestructuración global del mundo contemporáneo111, en la configuración de los escenarios de circulación global de los ciudadanos. El reconocimiento de la diversidad cultural ha modificado la percepción de nuestra época y su proyección a futuro, la cual ha sido caracterizada culturalmente desde muy distintas perspectivas112. Pero la transformación de dicha percepción es fuente, parte y resultado de un cambio progresivo y conflictivo, que se desenvuelve de una manera compleja y multidimensional, con implicaciones no sólo sobre los sujetos que incorpora, sino sobre la redefinición de toda la sociedad en su conjunto. Para explicar de manera científica y humanista, las formas de existencia y de funcionamiento de la sociedad, "esta diversidad plantea una serie de cuestiones importantes y potencialmente decisivas -sostiene Kymlicka- en temas como derechos lingüísticos, autonomía regional, curriculum educativo,

110 "...la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen como base el reconocimiento de la dignidad inherente a todos los miembros de la familia

humana... que no puede realizarse el ideal del ser humano libre, liberado del temor y de la miseria, a menos que se creen condiciones que permitan a

cada persona gozar de sus derechos económicos, sociales y culturales". "Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Aprobado

por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966. En: Vásquez Carrizosa, A. (1994) La Filosofía de los derechos humanos, Bogotá, Tercer

Mundo, pp. 191-230.

111 Albrow, M. (1997) The global Age. California. Stanford University Press. Hettne, B.. ed. (1995) International Political Economy. Understanding Global

Disorder, Halifax, Fernwood Publishing. Mittelman, J.H. Ed. (1996) Globalization: Critical Reflections,London, Lynne Rienner Publishers. Robertson, R.,

1987 Globalization Theory and Civilization Analysis, En: Compartive Civilizations Review 17. García Canclini, N., 1994 Consumidores y ciudadano,

México, Editorial Grijalbo. Giddens, A., (1993) Consecuencias de la modernidad. Madrid. Alianza Editorial. Huntington, S. (1996) El Choque de

Civilizaciones. Barcelona. Paidós. De Souza, B.. La globalización del derecho. Bogotá. Universidad Nacional de Colombia.

112 Algunos ejemplos: la era de las migraciones (Manuel Castels), de los nacionalismos (Ernst Gellner), postindustrial (Daniel Bell), del multicuturalismo

(Will Kymlicka), de las culturas híbridas (Néstor García Canclini), comunicacional (Jesús Martín Barbero), de las identidades (Tedd Gurr), de las

diferencias (Charles Tylor), de las civilizaciones (Samuel Huntington) y la era de las globalizaciones (Boaventura de Souza). También ha sido concebida

como la sociedad postmoderna (Francois Lyotard), de la postpolítica (Ernesto Laclau), del postdesarrollo (Arturo Escobar), postinformacional (Jacques

Delors) y postcapitalista (Peter Drucker). Mas allá de las diferencias de perspectivas y de enfoques, todos estos análisis coinciden en asociar la entrada

en el nuevo milenio con la conformación de una nueva estructura cultural en la que coinciden -en personas de muy diferentes sensibilidades políticas,

familiarizadas con las tecnologías de punta y vinculadas a los sectores más modernos de la economía.

La Cultura Al

Producir Significados,

Produce Sentidos Sociales, Que

Tienen La Función De Convocar Y Regular La

Acción Social

política de inmigración y naturalización... . Encontrar respuestas moralmente defendibles y políticamente viables a dichas cuestiones, constituye el principal desafío de nuestras sociedades"113. En el nivel global, se vive un profundo proceso de transformación social y cultural. La crisis de la hegemonía capitalista se manifiesta en la aparición de nuevas formas de organización y representaciones del mundo. "En Occidente, las tornadizas disputas sobre los derechos de los inmigrantes, los pueblos autóctonos y otras minorías culturales están cuestionando los supuestos que han gobernado la vida política durante décadas"114.

Como un problema engendra otros, el afianzamiento de la diversidad cultural introduce la noción de riesgo, que suscita la preocupación sobre el sentido de la confianza en una sociedad en cambio. “El mundo de la diversidad -anota Giddens- nos plantea nuevos riesgos y nuevos retos, no es apocalíptico, pues no se encamina inevitablemente a la catástrofe... implica riesgos que otras generaciones anteriores no han enfrentado y porque se están enfrentando además con los instrumentos de las generaciones anteriores, sin la evaluación crítica”115. La diversidad cultural no está siendo pensada como un

componente agregado de la sociedad, sino como un escenario que se constituye en el centro de todas sus observaciones y decisiones. Se impone repensar el camino recorrido y con esta perspectiva analizar si la inclusión de la diversidad cultural, coadyuvará a comprender el escenario de lo público en relación con la identidad, y el papel virtual de mediador que los derechos humanos cumplen a partir de: 1. Explorar que nos están indicando los viejos problemas aún no resueltos y los nuevos sobre los derechos de las culturas; 2. Indagar las consecuencias de otorgarle centralidad a los derechos humanos de la diversidad cultural en las dinámicas de reconfiguración de la sociedad colombiana, y 3.

113 Kymlicka, W. (1996) Ciudadanía multicultural, Barcelona, Editorial Paidós, Barcelona, p. 13.

114 Kymlicka, Op. Cit., p. 13.

115 Anthony Giddens: Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea, Editorial Península, Barcelona, 1997, p. 45.

Identificar cómo se han establecido las relaciones entre diversidad cultural, la formación de lo público y la identidad colectiva. Si la cultura obedece a la producción de significados que desarrollan formas consuetudinarias de regulación, puede ser una fuente del derecho, en razón de que una fuente es "toda fuerza social con facultad normativa creadora".116 Así, la cultura, la tradición, los usos y costumbres, el ius vivens, son fuerzas sociales con dicha facultad. Pero, ¿cómo la cultura puede ser fuente de los derechos humanos? La cultura sólo puede serlo en tanto que su fuerza social tenga "facultad reguladora de las relaciones sociales y cuyos mandatos se imponen, por consiguiente, a los sujetos interesados con fuerza obligatoria, e independientemente de la voluntad de estos".117 ¿De dónde deriva, pues, la facultad reguladora de las relaciones sociales que tiene la cultura? Básicamente, del hecho de que la cultura al producir significados, produce sentidos sociales, que tienen la función de convocar y regular la acción social. En términos teóricos, es la cultura la que tiene la capacidad no sólo de representar simbólicamente a la sociedad, sino de reelaborar las estructuras sociales e imaginar nuevas. Parafraseando a García Canclini, además de representar las relaciones sociales, contribuye a reproducirlas, transformarlas e inventar otras118.

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116 García García, Op. Cit...pp. 94

117 Ibid.

118 García Canclini, N., Op. Cit...33

García García, E. 1999 "Derechos humanos y calidad de vida." En: Derechos Humanos. La condición humana en la sociedad tecnológica, Madrid, Tecnos. Giddens, A. 1993 Consecuencias de la modernidad. Madrid. Alianza Editorial. 1995 Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea, Editorial Península, Barcelona, 1997. Habermas, J. 1981 Historia y crítica de la opinión pública, G.Gili, Barcelona. Hettne, B.. ed. 1995 International Political Economy. Understanding Global Disorder, Halifax, Fernwood Publishing. Huntington, S. 1996 El Choque de Civilizaciones. Barcelona. Paidós. Kymlicka, W. 1996 Ciudadanía multicultural, Barcelona, Editorial Paidós, Barcelona. Lorente Molina, B. 2000 "Conceptos en torno a la gobernabilidad de la Diversidad Cultural. España y Colombia". En: Jairo Tocancipá. Ciencias Sociales y Estado Nacional. Universidad del Cauca, Popayán. Martín-Barbero, J. Transformaciones comunicativas y tecnológicas de lo público, Bogotá. Mittelman, J.H. Ed. 1996 Globalization: Critical Reflections, London, Lynne Rienner Publishers. Robertson, R. 1987 Globalization Theory and Civilization Analysis, En: Compartive Civilizations Review 17. Souza, B. 2000 La globalización del derecho. Bogotá. Universidad Nacional de Colombia. Stavenhagen, R. 1984 Clasificación de los derechos humanos, IIDH-Universidad Nacional Autónoma de México, México. Vásquez Carrizosa, A. 1994 La Filosofía de los derechos humanos, Bogotá, Tercer Mundo. Zambrano, C. V. 1993 Antropología y derechos humanos, Bogotá, Uniandes. 2003 Etnopolíticas y racismo, Bogotá. Universidad Nacional de Colombia. 2004 Apropiación y reconocimiento de los derechos de la diversidad, Udual, México.

EL RITUAL DEL CONSUMO: LA TRASTIENDA URBANA

María Cristina Asquea 119 Clarena Muñoz Dagua 120

Yo denuncio a toda la gente

que ignora la otra mitad, la mitad irredimible

que levanta sus montes de cemento donde laten los corazones

de los animalitos que se olvidan y donde caeremos todos

en la última fiesta de los taladros.

(FEDERICO GARCÍA LORCA, Poeta en Nueva Cork

os espacios urbanos, en los cuales el hombre contemporáneo vive y agoniza en medio de la construcción de su cotidianidad, posibilitan la interpretación de los procesos accionados por las necesidades que apremian continua e

intensamente a los habitantes de las metrópolis. En cuanto compete a los discursos dominantes, reflejados por los medios masivos, la ciudad contemporánea ha sido y es presentada, especulativamente, como un éxito constante aunque los indicios evidencian otra realidad, de la cual poco se habla pero que ofrece mayor riqueza para la investigación y el análisis; en este caso concreto, desde las teorías del lenguaje y la comunicación. De tal modo que las megalópolis han pasado a simbolizar, en las representaciones colectivas, un exitoso desarrollo humano, cuando en realidad el habitante urbano, penosamente solitario y angustiado, trata de vender algo en las calles, algún objeto o a él mismo para sobrevivir. Así, frente a la mitología oficial se instala otra realidad a partir del uso estratégico del ritual como mecanismo de control, en la generación de recursos, y de la homogeneización discursiva de las diferencias. Según lo hemos constatado con nuestro estudio La Fábula del Buhonero121, las personas aceptan las versiones de la realidad que son impuestas con la misma frecuencia que sus propios relatos y, en consecuencia, en la producción simbólica se establece una paradoja, la comunicación produce relatos en imágenes e ideas con versiones ajenas y apropiadas que son aceptadas por la colectividad como paradigmas construidos por signos preexistentes, preestablecidos, estereotipados, repetitivos y, en definitiva, previsibles, los cuales reproducen ideologías originadas por un orden económico y político dominante, el cual hemos caracterizado a partir de la ritualización del intercambio, impuesta por la necesidad de sobrevivir. En su

119 Profesora de la Corporación Universitaria Minuto de Dios 120 Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca 121 ASQUETA, María Cristina y MUÑOZ, Clarena. La fábula del buhonero. Semiótica de la estética mercantil. Bogotá: Universidad Jorge Tadeo Lozano y Corporación Universitaria Minuto de Dios, 2001.

L

análisis crítico del discurso dominante, el lingüista Teun van Dijk122 dice que los otros grupos pueden resistir o disentir y no aceptar (...) los discursos de las élites en el poder; sin embargo, a la vez, constata que algunas veces, los grupos dominados ayudan en su propia dominación; por ejemplo, cuando aceptan el poder del grupo dominante como algo normal, natural o, de otro modo, legítimo”. A este estado se llega transitando dos milenios de retórica, a la cual aquí no consideramos una disciplina o ciencia del lenguaje sino un instrumento discursivo de dominación, del cual los sectores desfavorecidos por la fortuna, por imitación y por hábito, aprenden las estrategias y obtienen, algunas veces espejismos, otras fragmentos de la imposición de intereses particulares sobre el interés general; pero también, en ocasiones, calcos de poder. Precisamente, las reflexiones que existen sobre los espacios urbanos, como se afirmó al comienzo de esta exposición, dedican poca atención a aquello que ocultan las fachadas iluminadas por el neón, donde, consideramos, está el lugar común donde convergen las representaciones y el sentido. En efecto, las

estrategias de producción de sentido del discurso publicitario inundan el paisaje con estímulos e informaciones que ofrecen paraísos artificiales aparentemente accesibles para todos, excluyendo los contenidos los cuales incluyen los problemas básicos, que hacen la cotidianidad en la cual están inmersas las multitudes que pueblan la ciudad. De hecho, la palabra que persigue un efecto123 proviene de un altavoz desde el cual el emisor y la fuente son anónimos pero seguros representantes del interés dominante que habla para todos con el slogan de la intención democrática, especialmente, para aquellos a quienes quiere persuadir y, sobre todo, convencer de que las condiciones de

existencia en un mundo globalizado son equitativas. Esta aparente sinfonía de voces que pregonan la igualdad es la que produce el ritual del consumo, destinado a proclamar los valores esenciales que manifiestan la identidad colectiva. Al aproximarnos a las características de este ritual del consumo conviene, en primera instancia, hacer un breve recorrido por el significado del ritual en el establecimiento de la vida colectiva. A través de los tiempos, para confirmar su existencia, el hombre creó los rituales. Estos se configuran como referente, base y apoyo que permite controlar lo que el ser humano no puede explicar y construye aquello que se denomina realidad. De estas ritualizaciones el mundo antiguo dejó

122 VAN DIJK, Teun A. Discurso y dominación. En: Grandes conferencias en la Facultad de Ciencias Humanas. No. 4, febrero de 2004, Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas. 123 AUSTIN, Jhon. Cómo hacer cosas con palabras. Barcelona: Piados, 1998.

vestigios, ubicados en conglomerados, que pueden interpretarse como el origen del actual espacio urbano. En estos ámbitos los indicios, las representaciones (icónicas e iconográficas) y las simbolizaciones permiten inferir las estrategias de sobrevivencia desarrolladas por el hombre para la construcción y reproducción de la sociedad y la cultura. En la investigación orientada por la semiótica y el análisis crítico del discurso, de carácter transdisciplinario, el estudio de las simbolizaciones y los rituales constituye un horizonte, a partir del cual es posible revelar las técnicas de producción de sentido utilizadas en los sistemas sociales para garantizar la sobrevivencia y el desarrollo humano. Más precisamente, las estrategias de sobrevivencia y de producción de sentido que se generan en los rituales, denominados de consumo para los efectos de este estudio, conforman un tejido que controla, domina y neutraliza los discursos y las acciones. El hombre, nacido en el mundo natural, al reproducir los signos que le posibilitan ser y estar en esos espacios, se aleja paso a paso de su origen y va demarcando fronteras entre lo natural y lo artificial, entre lo privado y lo público, entre lo permitido y lo prohibido. Aunque, escindido de su matriz debe, a la vez, interactuar con la realidad que conforma el correlato a partir del cual construye los signos, sean estos indicios, iconos o símbolos. De ahí que, la tricotomía peirceana da cuenta de un proceso que permite entenderse con la realidad mediante categorías para conocer, actuar y organizar el conjunto social. Charles S. S. Peirce, al realizar su exhaustiva revisión de esas categorías, registró también el legisigno, concepto que nos permitimos equiparar con el símbolo, por ser de interés social, una ley que hace que la colectividad funcione, sobreviva y se desarrolle puesto que el poder impone normas que, aún cuando constituyen obstáculos porque son producto de intereses particulares y estereotipos, también posibilitan la sobrevivencia y encauzan las acciones de la vida colectiva, incluso las de aquellos con menos ventajas y mayores carencias. Estas normas no tienen por qué formar parte de los códigos que rigen la vida pública y colectiva, muchas veces simplemente son parte de las representaciones y las simbolizaciones, que los grupos construyen en los rituales. Dado que cierta emisión atrajo nuestra atención, nos vamos a referir a esa obsesión mediática, impuesta por las élites simbólicas124, llamada realytis. En uno de estos juegos, cuya función consiste en que el medio como dice Umberto Eco hable de si mismo; esto es, que ponga en boca de sus locutores lo buena y generosa que es con la gente, para el caso la televisión, pudo oírse a una retadora, actriz natural y representante del pueblo en el espectáculo, decir que las celebridades no aguantarían el trajín puesto que no conocían ese tipo de vida. Como si no fuera suficiente, o no estuvieran claras las diferencias, en otro capítulo una celebridad de quien no hemos podido conocer su nombre (se la reconoce por las abundantes siliconas) hablaba del reto impuesto por el hambre (no olvidar que

124 VAN DIJK, 2004, op. cit.

ella es anoréxica por imposición mediática) y decía que ha aprendido que cada persona puede vivir con lo que tiene. Este ejemplo permite elaborar una primera moraleja: es posible sobrevivir en medio de las más increíbles condiciones materiales. Por otro lado, el noticiero (el programa que se ocupaba del tema) mostraba las imágenes de la vida callejera en la ciudad de Bogotá; el periodista realista entrevistaba a una mujer mayor, quien intuitivamente peinaba sus cabellos porque, seguramente tomaba conciencia de que su imagen era repetida por miles de aparatos en vivo y directo; al tiempo que le contaba a todo el país cómo se las ingeniaba ella para comer y dormir. Segunda moraleja, si ella puede, las celebridades también (sin embargo, es recomendable no olvidar que en este último caso será durante dos horas con las cámaras delante), en tanto que para la anciana de la calle ha sido y es para siempre.

Luego, conviene recordar que el ritual, tradicionalmente, se ha definido como una interacción a partir de la cual se cohesiona la colectividad; su puesta en escena implica el registro en el imaginario social de una serie de normas que delimitan los roles y posiciones de los individuos frente a las instituciones. En este sentido, el ritual se reproduce mediante fórmulas verbales y acciones que incluyen la manipulación, apropiación y culto de objetos, que simbolizan cierto nivel de conciencia colectiva frente al mundo. Así, al indagar sobre el hecho ritual en el espacio urbano, es posible encontrar tres condiciones que permiten reconocer sus bases materiales. Ellas evidencian, por un lado, el modo en que el ritual se instala en la colectividad como una norma que hace posible la existencia y la relación del individuo con su entorno de una manera biunívoca, esencial para el reconocimiento social. Y, por otro, permite la permanencia de un orden que se sirve de él para transmitir unilateralmente la ideología que sustenta el poder, originado en la necesidad del intercambio de objetos de valor. Dichas condiciones son: * En primer lugar, el establecimiento de contacto entre los sujetos de la comunicación, tópico que ha sido explicado por Roman Jakobson como la función fáctica, la cual es actualizada mediante encuentros con los demás miembros de la colectividad, tanto en lugares naturales como artificiales; en particular, los programas televisivos denominados realitys representan esta función porque en apariencia los espectadores participan, dado que se ven reflejados en los actores

Tercera Moraleja, El Reality, Es Un Ritual Mediático Que Reproduce, Casi Al Infinito, Al

Ritual Del Consumo Destinado A Una Audiencia Que Encuentra, En La Puesta Escena Virtual, Los Estereotipos, Lógicas De Pensamiento Que Se Deben Generar En La Audiencia Masiva, Según

Los Intereses Del Discurso Dominante

naturales, como si ellos fueran los protagonistas cuando, en realidad, los medios desconocen el feed back o retroalimentación. En segundo lugar, la delimitación de fronteras que alude a la demarcación de los lugares para los encuentros de las colectividades con trazados de figuras geométricas, mediante el levantamiento de paredes, vallas, muros, cercados, murallas, rejas, portales, alambradas, senderos y líneas. Estos espacios son estructural y funcionalmente similares a los objetos como muebles, útiles y adornos. Tal conformación de la espacialidad, desde sus inicios, consiste, básicamente, en adecuar, por ejemplo, unas características topológicas para la acción y la praxis. Así, se organiza el espacio y con él su temporalidad. Por ejemplo, el ritual del consumo promovido por el autoservicio (supermercados y centros comerciales) se especializa en el diseño de recorridos laberínticos en los cuales se pierde el consumidor, en tanto los sistemas semióticos del mercado repiten, con el uso de la retórica visual, los mensajes emitidos por los medios, para estimular el deseo de satisfacer necesidades, las cuales han sido creadas artificialmente, con el fin de desdibujar las necesidades básicas.

Otros espacios urbanos se reservan como sitios específicos para la realización de actividades sagradas; de allí que los altares, fuegos y luces, muebles y pinturas constituyan signos icónicos de las simbolizaciones comunitarias. En la ciudad, todo espacio es delimitado por un sistema pragmático horizontal, el cual conforma coordenadas con el sistema semiótico, vertical, determinando para los usuarios puntos de encuentro. En consecuencia, el mundo del mercado informal se apropia de los espacios destinados a las celebraciones sociales: políticas, religiosas, culturales y deportiva, como oportunidad de ritualizar en ellos la sobrevivencia, a partir de los encuentros con los objetos del consumo A modo de ejemplo hacemos referencia a la historia reciente de Bogotá, cuando el Código de Policía prohibió a los vendedores informales, los buhoneros, apropiarse de los espacios públicos para trabajar en ellos. Sin embargo, una tutela les permitió, en consideración del derecho al trabajo, regresar y llenar los andenes. Al realizar la Alcaldía obras de mejoramiento en la Carrera 13 y en la intersección con la Calle 63 el andén occidental desapareció temporalmente; en esa vía, los buses recogen sus pasajeros del lado occidental; al observar la situación, pudo verse un carro de chorizos muy orondo, ubicado del lado oriental donde el andén, la ciclovía y la explanada de la Iglesia de Lourdes testifican los esfuerzos de los últimos alcaldes por hacer de Bogotá otra Nueva York, París, Londres y hasta Buenos Aires.

Sin embargo, el espacio pragmático no condice con ello, en ese lado no es posible vender los productos. Por tanto, el mercado informal debió trasladarse al otro lado (el occidental) sobre la misma vía de la obra destinada al nuevo andén, que debilita la frontera entre los buses y la seguridad. Lo que allí sucedió, hace necesario un reconocimiento a las habilidades de los conductores de buses, colectivos y busetas de Bogotá que no atropellaron a los entusiastas sobrevivientes que preparan untosos pinchos, papas y otros bocadilllos de paso, sin alterarse con los rugidos o los gases los motores; como tampoco lo han hecho con los peatones que deben esperar pegados al puesto de perros calientes el permiso de paso del semáforo. Hasta aquí sólo falta mencionar a la tercera condición, la cual es el ofrecimiento de sacrificios o identificación del objeto ritual. Los procesos seguidos por el hombre incluyen el aprendizaje de la convivencia y la exigencia formal de restringir al máximo el sacrificio sangriento, transformando su apariencia mediante representaciones como orgías, bacanales, banquetes y ceremonias carnavalescas. No obstante, el sacrificio ritual, en sus distintas expresiones, permanece como símbolo soberano, en tanto es estimulado por los deseos de permanencia y trascendencia del hombre. Si bien todas estas condiciones originan los nuevos rituales, en el caso particular del ritual del consumo, se identifica a un objeto, un producto para el intercambio, para generar dicho ritual. Hoy día, las personas dedican sus tiempos más importantes, como por ejemplo el descanso dominical, a concurrir a los centros comerciales y supermercados para pasar allí placenteramente sus tiempos. En La caverna, José Saramago cuenta la historia de una señora que deja como deseo para que, después de su muerte, sus cenizas sean esparcidas en un centro comercial porque en este sitio ella había sido feliz. Esta felicidad está fundamentada por el encuentro del ser humano con el objeto y, a la vez, por las élites simbólicas que han proclamado que La felicidad sí se puede comprar. En síntesis, el ritual con sus tres condiciones simboliza, mediante las representaciones de los signos verbales y no verbales, una estrategia y, a la vez, un medio para fortalecer los vínculos de pertenencia en la comunidad, asegurar la propiedad, mantener los mecanismos de producción social, delimitar el territorio, consumir objetos; en suma, garantizar la sobrevivencia en el futuro. Con esta base puede afirmarse que los rituales son actos formales y convencionales, que permiten a los grupos e individuos vincularse con objetos, personas, lugares y épocas al asignarles valores específicos. En la ciudad, los rituales se multiplican, dando lugar a unas estructuras de pensamiento que responden a las lógicas mercantilistas, las leyes del intercambio de objetos, las cuales ayudan a mantener el orden socio-económico vigente, al tiempo que refuerzan las situaciones de pobreza, marginación y exclusión de quienes sobreviven en las condiciones establecidas por las leyes de la oferta y la demanda. Aunque, en la posibilidad de ritualización de los más pobres y excluidos puede hallarse también el germen del cambio, el cual puede y suele suceder. En

tanto que, algunas veces, sólo se den casos aislados de individuos que hacen el ascenso social. Y, también, habrá ocasiones donde esto comprometa a un grupo el cual puede abrir el camino para subvertir el orden establecido por el poder; aunque, lo que generalmente ocurre es que estos grupos pasan de dominados a dominadores. Las ventajas hipotéticas que pueden verse en la situación actual, están en que hay voces diferentes que ocasionalmente se hacen oír eludiendo el control y pasando a través de los medios; esas voces provienen de las minorías y de otras culturas. Por una parte, se trata de aprovechar los recursos de las tecnologías de la información en beneficio de los menos favorecidos; poner un megáfono o un micrófono en su mano es una invitación ineludible a elaborar el propio discurso; tomando en cuenta que la participación de esas voces no se acerca, en la práctica, a lo necesario para subvertir las simbolizaciones mediáticas y los modelos de pensamiento producto de la persuasión de masas. Por otra parte, se hace necesario considerar que las nuevas voces, suelen imitar la retórica de la dominación la cual consiguió suprimir en su beneficio la dialéctica, por tanto, los intentos de cambio se diluyen por causa de estas circunstancias. Así, con la complicidad del poder dominante la vida urbana contemporánea

conforma un gran ritual el cual, dadas sus características, se fundamenta en las leyes del intercambio mercantil que establecen un ordenamiento y con él una ideología. Si nos remitimos a las condiciones materiales originarias del ritual, es posible encontrar que las fronteras, los territorios y los sitios de encuentro se modifican por la influencia de la ciencia, la tecnología y de los medios de comunicación, llevando a que la imagen de lo urbano se instale en el espacio virtual de la red ampliándose en todas las direcciones, como sucede cuando se chatea. Se constituye así el espacio electrónico que con sus movimientos virtuales impone una nueva dinámica ritual donde los bienes simbólicos tienden a repetirse de tal manera que se establecen como referentes, designata inapelables. Esta interpretación del mundo

definida por los medios de comunicación masiva, reproduce patrones culturales y de comportamiento sólo posibles de ser adquiridos —y consumidos— en estas megaciudades.

Para finalizar, los recorridos, las comunicaciones y las simbolizaciones producen espacios urbanos, cuya dinámica se construye mediante fuerzas complementarias, aparentemente contradictorias: unas centrípetas que concitan denotaciones unilaterales alrededor del intercambio de objetos únicos y, otras, centrífugas que expanden las significaciones valorizadas mediante una retórica

En Los Espacios

Urbanos, Los Sujetos De La Interacción,

Que Son Ritualizantes,

Aparecen Escindidos Y Extraños Frente A La Esencia Misma

Del Ritual, Transformados En Consumidores

visual que proyecta imágenes globales, confrontadas con representaciones de identidades locales y regionales. Sin embargo, el encuentro entre globalización y regionalización da lugar a puntos de encuentro, creando confusión, pérdida de identidad e hibridación y conducen a la apropiación de nuevos objetos destinados a los rituales.

En consecuencia, el llamado mundo real de la región-globalizada es el resultado de mutaciones ideológicas, cuyas representaciones expresan los desplazamientos de los actores sociales, quienes re-instalan los espacios de ritualización en las ciudades y generan las estéticas contemporáneas, orientadas por la imitación y la reproducción en serie, con la apariencia de una diversidad realmente unidimensional. Entonces, el espacio ritual, territorial o electrónico, es negociado previamente a partir de una intención y un discurso que se impone y controla las acciones de los participantes, permitiendo que sobre el interés local y regional se superponga el poder basado en el sistema de producción de objetos.

La dimensión superestructural, en el espacio urbano, es la de una fragmentación, cuyo rasgo distintivo es el resultado de intersecciones institucionales y multiculturales diversas como las relaciones local-global, público-privado, tradicional-moderno, en la convivencia de múltiples producciones que evidencian una mezcla de estas oposiciones- complementarias. En los espacios urbanos, los sujetos de la interacción, que son ritualizantes, aparecen escindidos y extraños frente a la esencia misma del ritual, transformados en consumidores, guiados por el deseo que surge de su exposición a las ofertas de objetos y bienes de intercambio mercantil.

Así, los ritualizantes son parte fundamental de un sistema productor de objetos que los absorbe y enajena, de tal manera que el sacrificio que ofrecen el individuo y su grupo en el espacio urbano construyen su existencia, en tanto que es él mismo quien funge como ofrenda ritual, destinada al consumo de los grupos dominantes y a la permanencia de las ideologías de diferenciación social. En suma, ritual del consumo.

Este ritual con todo su andamiaje conforma, entonces, la estrategia de sobrevivencia que define y delimita el espacio urbano, en su complejo entramado donde todo tiene un lugar bivalente —público-privado, permitido-prohibido, elitista-popular, real-virtual, invasión-resistencia—. Por ello, pensar el concepto de ritual en el mundo contemporáneo implica, entonces, reconocer que su significado más generalizado se encuentra en crisis y, en medio del conflicto entre lo que fue y lo que actualmente es, el ritual adquiere un valor distinto. Sus dramáticas

representaciones al servicio de las estéticas contemporáneas tienen como objetivo el control, la dominación y reproducción de ciertas concepciones del mundo, de la vida y de la muerte, dejando un amplio margen al único valor imperante: el valor de (inter)cambio impuesto por el consumo. A la vez, se han creado los mecanismos de exclusión y la trastienda urbana.

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Comunicación

Y Lo Público

Comunicación y Metáforas del Espacio Público (Una aproximación desde la filosofía del lenguaje)

Fabio E. López Díaz 125

Comme cela est commun qu'un même mot clair quand on l'emploie est obscur quand on le pèse. Cela tient à ce qu'on les emploie toujours avec leur définition momentanée, avec ce qui suffit à les maintenir. Quand isolés, on les regarde —on cherche à leur substituer l'ensemble indéterminé de leurs relations— au lieu qu'en composition cet ensemble est déterminé. [Paul Valéry , Cahiers I]

ontemporáneamente el espacio público es abordado en las más variadas direcciones: desde el urbanismo, la administración pública de las ciudades y el discurso regulativo del derecho; hasta campos tan complejos como la

sociología (en el estudio del comportamiento de los grupos y los actores cuyos roles se desenvuelven bajo formas específicas de interacción y coexistencia), la antropología (a través de la indagación por la comprensión del hombre como 'ser de la locomoción', por el advenimiento de lo multicultural y la crisis de los discursos identitarios) y la discusión filosófica (con ocasión de la transformación de la espacio-temporalidad, la constitución ontológica de un mundo común y, por supuesto, el papel de las teorías de la comunicación en la comprensión y cuestionamiento de la subjetividad moderna). Este documento dirige su atención a ciertos problemas que bien podrían entenderse como 'marginales' respecto de los debates llevados a cabo en el plano político y cultural. Se trata, en efecto, de hacer una exploración esquemática del modelo de comunicación que subyace a la reflexión sobre el EP —modelo que usualmente deja a un lado la cuestión del poder— y, de igual manera, comprender las razones por las que realiza el tratamiento metafórico del espacio público de la manera como se viene haciendo. Se trata, en este último caso, de indagar por un conjunto de caracterizaciones que en distintos ámbitos se vale de analogías formales —la mayoría de los veces asociadas con el recurso retórico de la metáfora— con el fin de suscitar una inteligibilidad que los diferentes discursos ponen en suspenso a partir de cierta precariedad (¿expresiva? ¿conceptual? ¿descriptiva?), que parece confinarlos, en muchas ocasiones, hacia el deslizamiento y la opacidad del sentido sobre aquello que constituye la base de su labor académica y política. i bien es cierto que la comprensión cabal de ambos aspectos corre el riesgo de la parcialidad al deslizarse dentro de la red conceptual de distintos ámbitos y disciplinas, el intento de análisis que aquí se ofrece busca establecer qué tipo de gramáticas dominan la representación del espacio público como una

125 Profesor Escuela Superior de Administración Pública

C

fenomenología de lo visible y lo común. En este sentido, este documento intenta desmentir la incuestionada convicción de que el uso metafórico, en el discurso argumentativo de estos saberes, está en condiciones de salvar la brecha explicativa cuando se emplean expresiones metafóricas.

Si bien es cierto que todo discurso está atrapado en una red conceptual que permite la delimitación de su campo y de su 'objeto', no se puede ignorar cómo

constantemente, al interior del mismo, se apela al uso de metáforas que, en la mayoría de los casos, busca disolver la tensión explicativa y expositiva a la que está sometido. En este sentido una exploración que involucre los discursos dominantes sobre el EP, debe tomar como punto de partida la pertinencia y productividad del 'recurso a la metáfora' en los momentos decisivos de la exposición. La razón para realizar dicha evaluación se funda en la manera como algunos discursos sobre la vida pública privilegian el uso de metáforas tales como theatrum mundi126, espacio de aparición127, dispositivo de

dramatización128 y otras tantas que deslizan el tratamiento del fenómeno de lo público hacia regiones un poco opacas a pesar de la fácil comprensión que cualquier intérprete puede tener de ellas.

Aunque a primera vista esto parece no ser inquietante, la tesis que intentaré defender apunta, precisamente, al hecho de que lejos de tratarse de un uso gratuito o de simples 'giros' del lenguaje; el empleo de ciertas metáforas posee un eficacia simbólica que no está desligada de efectos políticos —por no decir 'ideológicos'— que pretenden alcanzarse a través de estas caracterizaciones. Pensar que la calle es un 'escenario' o que los individuos asumen 'máscaras' es, en cierto sentido, participar de una iconografía, así como de la constitución de un discurso que parece desinteresarse por las condiciones de vida de esta manera encubiertas y, a la vez, disipa la urgencia por ofrecer alternativas a los complejos problemas de la vida urbana más allá del hacinamiento, la contaminación y la preocupación esteticista por el aseo y la desocupación de la vía pública. A mi modo de ver, una indagación por la metafórica que domina lo público —sobre todo en relación con el EP—, se hace necesaria entre otras cosas por la cooptación discursiva, así como por la dispersión y fragmentación de los discursos

126 Richard Sennett, El declive del hombre público, Península, Barcelona, 1978. p. 48ss. 127 Hannah Arendt, La condición humana, Paidós, Barcelona, 1998. p. 222ss. 128 Isaac Joseph, Retomar la ciudad. El espacio público como lugar de la acción, Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 1999. p. 14.

involucrados con estos tópicos. La noción de punto de vista ha sido empleada para justificar la 'parcelación discursiva' con miras a crear legítimos derechos a partir de la imagen perspectivista o relativista acerca de la movilidad de criterios sobre lo público. En términos políticos, por ejemplo, se propende por la construcción de ciudadanía y por la generación de nuevas formas de participación que vinculen a la sociedad civil con el desarrollo de las ciudades y su administración.129 En la perspectiva de los comunicadores, los medios de comunicación no sólo logran transformarse en una alternativa de expresión y preocupación por la 'manera de estar juntos', sino que disuelven las fronteras y las brechas marcadas por la desigualdad económica a través del libre acceso y del conjunto de mediaciones simbólicas que éstos proveen a la frágil corteza de la 'opinión pública'. No es difícil, entonces, reconocer el papel que juega la 'jerga de lo público' en la administración de nuestras imágenes sobre la vida que se organiza a través de metáforas bajo la égida de la 'coexistencia' (Goffman).130 En lo que sigue intentaré mostrar cómo el empleo de expresiones metafóricas, en la órbita de los discursos que nos atañe, ofrece un panorama acerca de la manera como sus usuarios se representan no sólo el papel del lenguaje en general, sino el papel de la metáfora en particular. Partiendo de la aguda intuición del filósofo canadiense Charles Taylor —quien ha sometido a evaluación la comprensión contemporánea de la epistemología por parte de los filósofos de la ciencia y los científicos—131, es posible sostener que nuestra interacción con los demás, así como nuestro conocimiento del mundo, depende exclusivamente de nuestro 'conocimiento de agente', es decir, depende no solamente del conjunto de representaciones manipuladas y administradas por los discursos dominantes de una época y una cultura, sino que también dependen de nuestro modo usual de estar en el mundo. Aunque parezca extraño, quienes defienden e invocan posturas ligadas al desempeño de nuestro 'sentido común', generalmente ignoran la trama de influencias y disposiciones que están sobredeterminadas por los discursos que circulan de manera hegemónica en nuestros ámbitos sociales. Por esta razón, vale la pena identificar qué tipo de prácticas, sobreentendidos y, en última instancia, supuestos de índole cognitiva y social regulan nuestra manera de ser en el mundo y nuestra interacción con los demás. Específicamente, en el ambiente discursivo en el que se desarrolla la comprensión del EP, es posible establecer el trasfondo (background) a través del cual se construyen las imágenes contemporáneas del EP. Para este propósito es importante identificar la concepción de la metáfora que subyace a su fragmentación discursiva.

129 Cfr. Nuria Cunill, Repensando lo público a través de la sociedad. Nuevas formas de gestión pública y representación social, Nueva Sociedad, Caracas, 1997. 130 Erving Goffman, Relaciones en público. Microestudios de orden público, Alianza Editorial, Madrid, 1979. 131 Ver «La superación de la epistemología» en Charles Taylor, Argumentos filosóficos. Ensayos sobre el conocimiento, el lenguaje y la modernidad, Paidós, Barcelona, 1997. pp 19-42.

La metáfora en la discusión contemporánea En los últimos años ha tomado fuerza la tesis según la cual la metáfora, lejos de ser un asunto exclusivamente lingüístico, está implicada en la constitución de los procesos cognitivos de los seres humanos al punto que, de ella, sólo podemos tener una imagen correcta si la pensamos en la órbita de lo mental. En este sentido, la metáfora ya no es vista como un simple giro del discurso sino que, por el contrario, ha de concebírsela como un asunto netamente conceptual, ligado a procesos convencionales a la vez que hace parte de nuestro sistema de pensamiento y nuestro aparato lingüístico. Esta perspectiva, estrechamente vinculada a la ciencia cognitiva contemporánea, permite establecer vínculos 'representacionalistas' en la relación mente/lenguaje/realidad. A lo largo de las últimas dos décadas lingüistas como Mark Johnson y George Lakoff han defendido esta posición con éxito. Lakoff, por ejemplo, nos permite entrar en los dominios de la metáfora cuando analiza el valor paradigmático de la metáfora cotidiana: el amor es como un viaje, según él:

La metáfora involucra el entendimiento de un dominio de la experiencia (el amor), en términos de otro dominio de la experiencia completamente distinto (el viaje). Técnicamente hablando, la metáfora puede ser entendida como una proyección [as a mapping (in the mathematical sense)] a partir de un dominio de origen (en este caso, el viaje), hacia un dominio de destino (en este caso, el amor). Como se ve la proyección está fuertemente estructurada, hasta el punto de que hay correspondencias ontológicas de acuerdo con las cuales entidades en el dominio del amor (amantes, sus metas comunes, sus dificultades, la relación amorosa, etc.) se corresponden sistemáticamente con entidades del dominio del viaje (viajeros, vehículos, destinos, etc.).132

La lingüística cognitiva, es decir la disciplina que estudia la relación entre la estructura del lenguaje y nuestro aparato cognitivo concibe, como lo muestra la cita anterior, un vínculo doblemente arraigado entre nuestra experiencia —especialmente Lakoff y Johnson hacen referencia a la experiencia corporal— y el tipo de correlatos conceptuales sobre los que avanzamos nuestras relaciones con el mundo y nuestras interacciones con los demás. La base de dicha perspectiva es representacionalista.133 En efecto, apoyados en la analogía matemática de las

132 Cfr. George Lakoff, «The Contemporary Theory of Metaphor», documento HTLM http://www.ac.wwu.edu/~market/semiotic/lkof_met.html (c) Copyright George Lakoff, 1992 To Appear in Ortony, Andrew (ed.) Metaphor and Thought (2nd edition), Cambridge University Press. 133 Por 'representacionalista' entiendo la caracterización de la realidad en términos de una radical distinción entre la mente y el mundo, al punto que se puede establecer que la labor cognitiva de la mente —conocer el mundo— se alcanza a partir del empleo de los conceptos que están en la cabeza y que reproducen fielmente lo que pasa en el mundo. Entre muchas de las opciones filosóficas que defiende una perspectiva representacionalista, a la que dedico especial atención es

funciones y las relaciones entre conjuntos puede estructurarse la noción de proyección como la operación mediante la cual se crean isomorfismos del tipo propuesto entre dos órdenes (en este caso entre dominios de la experiencia); esta versión es satisfactoria en la medida en que permanezca incuestionada la noción misma de proyección. En el caso de la metáfora, se trata de una ruta basada en el desplazamiento de una perspectiva semántico-cognitiva, según la cual se propone una ruta alternativa para la expresión de un pensamiento. Se tematiza el amor, sobre una base experiencial (experiential basis), es decir a partir de la memoria —colectiva o individual— acerca de lo que se conoce, de manera que la proyección del dominio del viaje hacia el dominio del amor es posible gracias a que también de este último dominio tenemos una base experiencial. Como se puede observar la proyección funciona convencionalmente constituyendo vínculos arbitrarios entre los aspectos o elementos de cada dominio, de esta forma se postula una gramática de los órdenes que impone cada registro. Finalmente, que la metáfora funcione depende exclusivamente de la convencionalidad de la práctica social que permite cierto grado de flexibilidad en las comparaciones emergentes. Naturalmente, viajar es algo distinto a amar, sin embargo, dirigir la atención sobre algunos aspectos de los viajes permite entender ciertas cosas del amor pero no todas ni en la misma dirección, se trata más bien de un isomorfismo más que de una disolución sobre la base de la identidad o la sinonimia. Al aceptarse este tratamiento de la metáfora podemos asegurar su eficacia en la explicación de algunas metáforas empleadas para caracterizar el EP. Veamos una aplicación desde esta perspectiva a propósito de un texto traído a colación por Isaac Joseph para dar a entender el funcionamiento de las poses en el EP. Según Joseph las poses permiten explicar por qué cuando estamos en el EP estamos sometidos a una franca exposición; esto es valorado desde dos ópticas: primero, se está expuesto (y en cierto sentido un poco inerme) a la mirada escrutadora de los demás pero, en segundo lugar, nosotros también administramos nuestro potencial derecho a examinar y escrutar a los demás.

a la perspectiva que pretende explicar el vínculo entre nuestras representaciones mentales y el mundo desde un punto de vista convencional. Cfr. Infra.

Lejos De Tratarse

De Un Uso Gratuito O De Simples 'Giros' Del Lenguaje; El

Empleo De Ciertas Metáforas Posee Un Eficacia Simbólica

Que No Está Desligada De

Efectos Políticos —Por No Decir

'Ideológicos'— Que Pretenden

Alcanzarse A Través De Estas Caracterizaciones

Crece, entonces, una tensión entre la afinidad estética —la exposición fotográfica— y la intimidación asesina —la exposición a la mira telescópica del francotirador—. La primera se descarta por su capacidad de ser administrada, se trataría más bien de una versión esteticista de la exposición, la segunda permite comprender la vigilancia ordenadora y administrativa de la circulación en el EP.

La función de las poses en un espacio público y el hecho de que deben ser comprendidas 'a primer golpe de vista' ha sido analizada por David Sudnow [...] Adoptamos poses, dice Sudnow, cuando atravesamos las calles, cuando entramos en un almacén, cuando aparentamos no haber visto a alguien. Cada vez nos preocupamos de ser comprendidos a primera vista. Y lo que hace que no se trate verdaderamente de una máscara, es que no adoptamos la pose como si estuviéramos ante un fotógrafo. No sólo el parámetro temporal no es el mismo, sino que las poses sucesivas que adoptamos no se agencian según la coherencia de una imagen fija sino en una actividad móvil. [...] Son estas secuencias las que se denominan usos del espacio público. Las competencias que desplegamos allí provienen del hecho de que somos observados, por cualquiera, y que construimos nuestras apariencias no por gusto de la exposición sino para ayudarle a aquel con quien nos encontramos a manejar la inestabilidad de la imagen y la falta de tiempo. 'El muro se levantó poco a poco. Al ritmo del golpeteo de las balas. Pues el vacío es aquí sinónimo de peligro mortal. Ver, es el poder de ser visto, ser tomado como blanco. Es sentir la mirilla del francotirador puesta sobre la nuca. Entonces, el miedo partió a Sarajevo en dos' [Didier François ...] El francotirador aprovecha la libertad de ir y venir y sabe lo que hace: el terror que ejerce no es ciego, no provoca al azar víctimas en la población general. Su mirilla le permite escoger su blanco con mucha precisión: el paseante singular que se aventura en descubierto. El francotirador pretende reinar sobre el espacio de circulación y seguir siendo el amo de lo visible. (Joseph, 1999: 38-9)

La teoría de la metáfora de Lakoff defiende acertadamente que una metáfora no es una aserción en el sentido semántico-pragmático del término, es decir, que no sólo no intenta realizarse a través del enunciado metafórico una descripción verdadera, sino que la enunciación metafórica no compromete al hablante a defenderla como si se tratara de una de sus más firmes creencias. En este sentido, el amor es como un viaje, pero no es un viaje . De acuerdo con esta

observación, y las demás de la teoría de Lakoff, intentemos especificar el núcleo metafórico de la anterior cita. Pseudoaserción: Quienes circulan por la calle —transeúntes, viandantes, etc.— obran como si estuvieran posando, pero no están posando .

- Aserción derivada 1: Las poses en el espacio público no son poses como las realizadas ante un fotógrafo.

[Comentario: La precariedad del lenguaje lleva al autor a emplear el mismo término con distinto sentido, salvando así la impertinencia interpretativa del gesto voluntario y premeditado.]

Metáfora frustrada: Quienes circulan por la calle —transeúntes, viandantes, etc.— obran como si estuvieran posando ante un fotógrafo.

[Comentario: En efecto, se trata de una metáfora, aunque no es la adecuada para 'describir' o 'representar' o 'expresar' lo que el autor quiere decir.]

No obstante observemos la estructura de esta metáfora:

• Dominio de origen • (Pose fotográfica)

• Obediencia a determinadas señales • Instrucciones sobre la posición del

cuerpo • Congelamiento de la situación/quietud

• Dominio de destino • (Comportamiento en la calle)

• Obediencia a pautas de comportamiento • Intercambios de apoyo (Goffman) • Abstracción del movimiento/ruptura de la

secuencia (desentendimiento del cuerpo frente a la interpelación o encuentro)

Veamos la metáfora exitosa:

- Aserción derivada 2: Las poses en el espacio público no son poses como las realizadas ante un francotirador.

[Comentario: La precariedad del lenguaje lleva al autor a emplear el dominio de la experiencia (pose) con el sentido de gesto no premeditado aunque convencional y/o ritual.]

Metáfora exitosa: Quienes circulan por la calle —transeúntes, viandantes, etc.— obran como si estuvieran posando (estuvieran expuestos) ante la mira de un francotirador.

[Comentario: Esta metáfora es exitosa porque se adecua a la 'descripción', 'representación', 'evocación' o 'expresión' empleada por el autor (el pensamiento que tiene en mientes) vinculado con la vigilancia.]

Observemos la estructura de esta metáfora:

Dominio de origen (Vigilancia)

• Prevención frente a determinadas

señales • Pérdida de naturalidad en los

movimientos Intrusión sin posibilidad de reivindicación/ Infracción territorial (Goffman)

• Desviación de la mirada/Imposibilidad de intercambio

Dominio de destino (Comportamiento en la calle)

• Tensión: Apariencias normales/Alarmas

(Goffman) • Intercambio corrector/Control social

(Goffman) • ¿Desatención cortés? (Goffman)/

¿Derecho a la indiferencia? (Delgado)134

Probablemente en este tipo de análisis nunca se estará lejos de cometer arbitrariedades y lecturas tendenciosas; sin embargo he querido mostrar con este ejemplo —ejemplo que, por lo demás, se puede replicar hasta la saciedad en la literatura sobre el EP—, cómo nos encontramos ante cierta desazón e incomodidad al ver que la correspondencia entre los elementos de cada dominio tienen cierto sabor a 'artificio'. Un argumento de perogrullo que viene en favor del sentimiento experimentado es que en la vida cotidiana, aquella que se marca por la coexistencia y que, por ello mismo es vida pública, diría Goffman, no nos sentimos así ; a menos que, en efecto se esté bajo el influjo de una guerra sin cuartel, como en el caso de la vida pública en Palestina o Chechenia, es decir en casos extremos. Dos días después de los atentados en Madrid o, incluso, pocos días después de cualquier tragedia o masacre en Colombia, quienes no estamos directamente involucrados con los hechos volvemos a nuestra natural indiferencia. Pero, por otra parte, en nuestras sociedades ligadas al consumo y a la banalidad administrada por los medios de comunicación que —en este país significa: aquí no pasa nada— es mucho más probable que asumamos una actitud similar a quien posa ante la lente de un fotógrafo, a que asumamos el gesto paranoico del ciudadano, el viandante o el transeúnte modelado por los discursos de la antropología y la sociología urbanas. Más allá de esta pequeña digresión, quisiera señalar que, en términos analíticos, la teoría de la metáfora que parece respaldar la comprensión de las metáforas propuestas para entender el funcionamiento y emergencia del EP descansa el supuesto de que la convención (la noción de convencionalidad) juega un papel decisivo dentro del marco de la comunicación en general. Pues no se puede ignorar que las metáforas que acompañan a los discursos, según la teoría de Lakoff, articulan las correspondencias ontológicas entre uno y otro dominio a través de la operación de proyección (mapping), es decir de un proceso convencional. A estas observaciones hay que agregar que dentro del contexto

134 Todas las alusiones a Goffman se encuentran en Op. cit. Igualmente, cfr. Manuel Delgado, El animal público. Hacia una antropología de los espacios urbanos, Anagrama, Barcelona, 1999. p. 201 También: Manuel Delgado, Disoluciones urbanas. Procesos identitarios y espacio público, Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2002. Capítulo 7: «Anonimato y ciudadanía», Cfr. p. 243.

discursivo las metáforas deben aportar a la comunicación en cuestión, esto es, deben tener una función comunicativa. Lo que nos muestra la teoría que estamos examinando es que la metáfora nos permite comprender rasgos del dominio de destino a través de los rasgos correspondientes del dominio de origen. Lo que se vuelve problemático en la perspectiva teórica de Lakoff es que las metáforas deben proporcionar una gramática, es decir, deben estar en condiciones de ser reinterpretadas y descifradas sobre la base de reglas que administren no sólo los vínculos entre sistema y proceso (Hjelmslev), sino los aspectos prácticos vinculados con su uso y pertinencia (perspectiva pragmática). Un modelo que se apoye en la base experiencial y tenga como punto de partida la convencionalidad de la proyección no resuelve al menos tres problemas: a) Qué tan arbitrario —o laxo— puede llegar a ser el vínculo entre el dominio de origen y el dominio de destino; b) Cuáles son los criterios que determinan la pertinencia o fracaso de una metáfora en un contexto dado135 y c) Cómo contribuye la metáfora a la comunicación.

Comunicación y convención Los tres problemas que acabamos de señalar se encuentran vinculados con la órbita de la convención y la comunicación. Para terminar me referiré a la distancia que los trabajos de algunos sociólogos y filósofos ofrecen como punto de partida para una revisión crítica del contemporáneo auge de teorías de la comunicación como la habermasiana, así como el cuestionamiento al papel que juega la convención en las interacciones comunicativas. En la década de los 60's el filósofo norteamericano David K. Lewis, publicó un libro dedicado al estudio filosófico de la convención,136 mostrando que si bien la convención implica una regularidad en la conducta, de igual manera supone un conocimiento común o conocimiento mutuo (a common knowledge) como requisito 135 Alguien podría sugerir que 'justamente' el contexto está en condiciones de establecer los valores de pertinencia y adecuación; sin embargo, la multiplicidad de enunciados metafóricos que se pueden realizar con ligeras o con drásticas variaciones nos impide sostener que el contexto sea determinante. Si lo es se trata ya de casos extremos. Umberto Eco ha defendido que el sentido literal de las palabras empleadas permiten controlar no sólo lo que se puede decir, sino lo que se puede interpretar. Pero, como él mismo lo reconoce, en el caso de la metáfora se exige que haya cierta 'nivelación enciclopédica' para poder interpretar una metáfora, es decir, si no tenemos universos lingüísticos, culturales y cognitivos compartidos, las metáforas no serían interpretables. De tal forma que el contexto y el cotexto contribuyen pero no disuelven el papel de la interacción misma. Cfr. Umberto Eco, Lector in fabula. La cooperación interpretativa en el texto narrativo, Lumen, Barcelona, 1993. pp. 28ss. Así mismo Umberto Eco, Los límites de la interpretación, Lumen, Barcelona, 1992, pp. 33ss. Objeciones al trabajo semiótico de Eco se encuentran en Fabio López Díaz, «El caballo de Nerval. Los mundos posibles de Umberto Eco» en Interlenguajes. Revista de Semiótica y Lingüística Teórica y Aplicada, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Vol. 3 No. 1, Enero-Junio de 2001. pp. 29-50. Ver también, Fabio López Díaz, «El problema de la interpretación y la significación metafóricas» en Ideas y Valores. Revista Colombiana de Filosofía, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, No. 123, Diciembre de 2003. pp. 43-71. 136 David K. Lewis, Convention. A Philosophical Study, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1969.

para la coordinación de las conductas (Lewis, 1969: 52ss.).137 Dicho trabajo se considera una contribución decisiva para defender la principal tesis de la filosofía del lenguaje ordinario de Austin y Searle, según la cual «Hablar un lenguaje es tomar parte en una forma de conducta (altamente compleja) gobernada por reglas. Aprender y hablar un lenguaje es (inter alia) aprender y haber dominado esas reglas».138

En los estudios sobre la comunicación esta tesis, ligada a la de Lewis, dio como resultado la caracterización de ésta como un tipo de conducta fuertemente convencional.139 La comprensión de los actos de habla emitidos durante la interacción comunicativa depende, según Searle, del aspecto convencional del lenguaje; en este sentido el desconocimiento de las reglas que gobiernan dichos actos deformaría la comunicación por la realización de infortunios y/o nulidades a través de ellos. Uno de los más interesantes resultados de esta perspectiva pragmática fue la teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas. Quisiera exponer de manera esquemática el fundamento de la discusión a partir de dos modelos de comunicación que nos permite comprender el fracaso del modelo comunicativo basado en la convención y la cooperación. Consideremos rápidamente dos formas de entender la comunicación: un modelo semiótico o modelo del código 140 «De acuerdo con el modelo del código, la comunicación se consigue mediante la codificación y la descodificación de mensajes». (Sperber & Wilson 1994; 13) Desde esta perspectiva, el modelo del código asume la forma de un proceso de emparejamiento de mensajes (p. 14) en donde el test de equivalencia sostiene que lo percibido a uno y otro lado es significativamente lo mismo. En esto, como se verá más adelante, una teoría del significado literal juega un papel decisivo en razón de la tesis más popular del modelo del código según la cual el conjunto de representaciones que entran en

137 Una crítica interesante al vínculo entre comunicación y convención fue esbozada por Donald Davidson en «Communication and Convention», en Inquiries into Truth and Interpretation, Clarendon Press- Oxford, 1984. pp. 261-280. 138 John Searle, Actos de habla. Ensayo de filosofía del lenguaje, Cátedra, Madrid, 1986. p.22. 139 Sin embargo, vale la pena aclarar que Searle no alude al trabajo de Lewis en el texto a que se hace referencia en la cita anterior, aunque el estudio de este último apuntala las tesis defendidas por el primero. 140 Dan Sperber & Deirdre Wilson, La relevancia. Comunicación y procesos cognitivos, Visor, Madrid, 1994.

contacto a través del intercambio comunicativo es, en esencia, el mismo; es decir, produce resultados parafraseables. La comprensión lograda (tomemos el caso de la comunicación verbal que es prototípica para los teóricos) nos ofrece la imagen de lo que el otro tiene en la cabeza. Como se puede observar inmediatamente la existencia del código es incuestionada y los procesos de codificación y descodificación presumen cierta inamovilidad del código. Si pudiéramos ofrecer una imagen de la eficacia del modelo del código tendríamos una perspectiva normativa según la cual sólo lo que podemos decir es lo que queremos decir. En este sentido el fenómeno de la incomunicación consistiría, prima facie, en incurrir en violaciones de tipo sintáctico-semántico, que hacen de nuestras preferencias algo no significativo. Según Sperber & Wilson, el fracaso del modelo del código radica en que la tesis de la identidad de las representaciones es extrema y ambiciosa, puesto que continuamente se asiste en el proceso comunicativo a la experiencia de la ambigüedad y la generación de malentendidos que pueden sobrevivir a la más exhaustiva clarificación. Este intento, según el cual es posible llegar a la claridad en el mensaje, está supuesto a partir de la idea bastante extendida de que podemos obedecer a un conjunto de reglas de interpretación que eliminan la distorsión (ruido). Como es claro, la principal objeción a esta esperanza radica en que la manera como seguimos las reglas es por excelencia un asunto que abandona el margen de la conciencia y la tematización efectiva, es decir, nadie invoca la regla gramatical que le permite hablar, simplemente habla. La pregunta es un tanto falaz pero sugerente: ¿Cómo obedecemos algo que ignoramos? Si fuéramos máquinas nuestro programa bajo la determinación de diversos automatismos se encargaría de nuestras operaciones, entre ellas la interacción a través del lenguaje. Pero, aún si fuéramos máquinas lo suficientemente complejas como para depender exclusivamente de nuestro software, sabemos que el espectro de flexibilidad abierto a las diversas situaciones presume y asume el gesto positivo de hacer lances autorizados en el tablero de la acción, sin cálculo alguno, sobre las situaciones azarosas. Sin embargo, como veremos más adelante, estas condiciones están lejos de tomarse como evidentes. Como sostienen Sperber & Wilson: «Para justificar el modelo del código de la comunicación verbal habría que demostrar que todos los casos de asignación de referente pueden resolverse mediante reglas que combinan automáticamente propiedades del contexto con propiedades semánticas del enunciado» (p. 24). Lo cual es, evidentemente, un despropósito en la medida en que, por lo menos, las propiedades del contexto son ellas mismas contextuales. Un segundo modelo de la comunicación, parte de manera crítica del modelo del código y, si bien no es completamente extraño a éste sí introduce elementos de carácter cognitivo de gran importancia. En este sentido, quienes defienden el modelo inferencial de comunicación asumen que los procesos y estados mentales, que intervienen en la interacción comunicativa, dan un margen de suficiente flexibilidad evaluativa por parte de los participantes quienes dependen

del tipo de cadena inferencial construida para evaluar la información ofrecida. En este sentido, la comprensión no se limita o no se estipula en términos de emparejamiento de representaciones sino en el reconocimiento de la intención del otro, y de la extracción de consecuencias previstas no necesariamente explícitas. La descodificación, en este caso, no sería suficiente dado que no se trata solamente de saber qué tiene el otro en la cabeza efectivamente, sino que estaría ofreciendo un excedente de sentido (esto último indujo al filósofo Paul Grice a postular su teoría de las implicaturas conversacionales).141 Preguntas del tipo ¿cómo puede el oyente inferir exactamente las conclusiones que el hablante desea mostrar? (Sperber & Wilson, 1994: 28) Llevaron a los defensores de este modelo a postular la idea según la cual para que la comunicación sea efectiva se debe compartir un conjunto de supuestos que permita determinar el contexto o marco de referencia socialmente vinculante. Pero lo cierto es que un contexto no está únicamente constituido por el entorno que se hace visible para el hablante en cada caso; de hecho la visibilidad contextual por parte de cada participante no sólo es bastante móvil sino que atiende a la manera como cada uno se posiciona frente al mismo. A la hipótesis según la cual para que la comunicación sea efectivamente posible, en la medida en que se comparta un conjunto de supuestos, se la conoce como la hipótesis del conocimiento mutuo.

Como puede intuirse es difícil esperar que el oyente tenga el don de la anticipación acerca de qué tipo de conocimiento se requiere para poder comunicarse con el otro sobre la base de que la comunicación consiste tratar de coincidir con otro. Analíticamente hablando: para coincidir con otro no necesito conocer previamente la cadena de supuestos sobre la que descansa su aparato cognitivo, sino orientarlo hacia un punto de convergencia en donde el carácter ostensivo (forma expedita de la evidencia y la relevancia según Sperber & Wilson) nos lleva al silencio, es decir, en dichos casos sobran las palabras.

Veamos ahora un tercer modelo, el desarrollado por Habermas que trataré de esbozar sobre la base de los supuestos radicalmente novedosos y alternativos a los dos modelos anteriores. Habermas entiende que existen dos tipos de acción social o interacción a las que recurre un agente para solucionar problemas y mantenerse en el hilo del entramado social: una acción orientada por una actividad teleológica y una acción orientada a entenderse. Bajo esta distinción subyace otra que, cualitativamente, nos abre hacia una dimensión ética de la acción

141 Véase al respecto: H. P. Grice, «Lógica y conversación» en Luis M. Valdés (Ed.); La búsqueda del significado, Madrid, Tecnos, 1991. pp 511 - 530.

La Metáfora Ya No Es Vista Como Un Simple Giro Del Discurso Sino

Que, Por El Contrario, Ha De Concebírsela Como Un Asunto Netamente Conceptual, Ligado A

Procesos Convencionales A La Vez Que Hace Parte De Nuestro Sistema De Pensamiento Y Nuestro Aparato

Lingüístico

comunicativa. Habermas distingue entre acción estratégica y acción comunicativa propiamente dicha:

Los tipos de interacción se distinguen ante todo por el mecanismo de coordinación de la acción, y en particular según que el lenguaje natural se utilice sólo como medio en que tiene lugar la transmisión de informaciones o como fuente de integración social. En el primer caso hablo de acción estratégica, en el segundo de acción comunicativa. Mientras que aquí la fuerza generadora de consenso del entendimiento lingüístico, es decir, las energías que el propio lenguaje posee en lo tocante a crear vínculos, se tornan eficaces para la coordinación de la acción, en el caso de la acción estratégica el efecto de coordinación permanece dependiente de un ejercicio de influencias (el cual discurre a través de actividades no lingüísticas) de los actores sobre las situaciones de acción y de los actores unos sobre otros.142

Esta perspectiva es mutuamente excluyente, según Habermas, porque no se puede aspirar simultáneamente a lograr acuerdos (sin ningún tipo de coacción) y, al mismo tiempo, inducir al otro a comportarse de la manera que esperamos que lo haga. A pesar del acusado reduccionismo al que tengo que recurrir dadas las pretensiones de este documento, quisiera sugerir una línea interpretativa de lo que Habermas entiende por comunicación. En primer lugar, la auténtica comunicación es aquella acción que está orientada a entendernos; este entendimiento está motivado racionalmente en la medida en que nosotros no sólo estamos en condiciones de conocer y exponer las razones que sin coacción alguna nos lleva a realizar nuestras interacciones lingüísticas sino que, en cada caso, nuestros lances en la escena comunicativa tienen pretensión de validez. Si esto no fuera así, sostiene Habermas, la acción se viciaría en el sentido en que al menos uno de los interlocutores no conocería la motivación ni la intencionalidad del otro, es decir, habría transformado su actuación en una actuación estratégica. Como se puede observar, el modelo habermasiano se nutre de los dos modelos anteriores dado que el modelo del código sigue vigente en una pretensión normativa según la cual, dentro de una marco de racionalidad, el modo de usar nuestro saber es no coercitivo y, además, reconoce el cálculo normativo dentro del cual se inscribe dicha acción. En otras palabras, reconocemos las reglas bajo las cuales nuestros argumentos valen, y valen porque, según Habermas, basta con que se recurra a la base de criterios públicos, bajo condiciones donde se estipula la posibilidad de la crítica, para que se haga visible el entendimiento entre alter y ego. En segundo lugar, el modelo habermasiano asume responsablemente la tesis del conocimiento mutuo, proveniente del modelo inferencial, en la medida en que el

142 Jürgen Habermas, Pensamiento postmetafísico, Madrid, Taurus, 1990 p. 73

dispositivo de la racionalidad nos permite calcular, bajo una perspectiva interpretativa, qué es lo que el otro quiere que yo infiera.143 Dado que el modelo comunicativo de Habermas se autoerige como base sólida para entender cómo es posible la integración social a partir de la acción comunicativa, quiero presentar de inmediato las objeciones que filósofos de la talla de Cornelius Castoriadis y Gilles Deleuze y sociólogos como Pierre Bourdieu han esbozado directa o indirectamente al modelo habermasiano. El primer indicio de lo idealista de la posición de Habermas se centra en su perspectiva de la racionalidad, pues ésta es asumida como un

componente que supone ser por todas partes y siempre el mismo y [es capaz de] separar los comportamientos individuales con relación a esta racionalidad. [Pero podemos recordar que] El entendimiento es social-históricamente instituido y cada vez inmerso en la institución imaginaria global de la sociedad ... es la racionalidad misma de otras sociedades y otras épocas la que es diferente, porque ella es tomada de otros mundos imaginarios .144

En este sentido, lo que Habermas nos ofrece como racionalidad es un atributo ahistórico que, en cada caso, debería dar razón de la actuación humana. Si tal no fuera el caso, la Barbarie sólo podría entenderse como una formación racional que ha devenido estratégica dada su imposición efectiva y violenta. Pero no es necesario ir tan lejos porque, como lo ha mostrado Walter Benjamin, toda fundación de un orden social es un acto de violencia que demanda la aceptación so pena de quedar excluido del conjunto de lo social. Lo que no tematiza el profesor Habermas es el asunto que, justamente, le da sentido a toda forma de socialización o integración social como él tiene a bien llamar: el conjunto de dispositivos de poder que entra en juego en la constitución de las presuntas intersubjetividades que se disponen sobre el entramado del mundo de la vida. Por esta razón, nos recuerda el sociólogo Pierre Bourdieu que «no hay que olvidar que esas relaciones de comunicación por excelencia que son los intercambios lingüísticos son también relaciones de poder simbólico donde se actualizan las relaciones de fuerza entre los locutores y sus respectivos grupos».145 Si entendemos que la actividad académica tiene una dimensión política gracias a la cual contrastamos los enunciados teóricos con las diversas manifestaciones de

143 El sociólogo francés Raymond Boudon ha llegado a conclusiones similares acerca de la inadecuación del conocimiento mutuo por otra vía, véase su ensayo: «Pequeña sociología de la incomunicación» en Jean-Marc Ferry, Dominique Wolton et al. El nuevo espacio público, Gedisa, Barcelona, 1998. pp. 57-72. 144 Cornelius Castoriadis; «Individuo, sociedad, racionalidad, historia» en Psiquis y sociedad: una crítica al racionalismo, Ensayo y Error, 1998 p. 145. 145 Pierre Bourdieu; ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios simbólicos, Akal Universitaria., Madrid, 1990 p. 11.

los fenómenos tratados en la realidad; nos encontramos con que el modelo habermasiano asume una posición ciega frente a la pregunta por el sentido de lo institucional. Bajo la idea de la eficacia simbólica propuesta por Bourdieu podemos entender que el sentido de toda institución es generar formas de pliegue y sujeción determinadas por la dominación política, por tomar un ejemplo, se puede observar que, en las pugnas del bilingüismo se hace visible que

La integración de la misma comunidad lingüística es un producto de la dominación política constantemente reproducida por instituciones capaces de imponer el reconocimiento universal de la lengua dominante, [lo cual] constituye la condición de la instauración de relaciones de dominación lingüística. (Bourdieu, 1990: 20)

Pero este caso no vale sólo para las comunidades lingüísticas sino para los fenómenos que internamente se desarrollan en este proceso de institucionalización como es el caso de la comunicación en general, ya que el principio de aceptabilidad, junto con la idea de lo razonable y, en última instancia, con la idea imperialista de racionalidad, suponen que la validez es un criterio confiable a partir del cual todos nos exponemos en igualdad de condiciones. El profesor Habermas no tiene en cuenta aquello sobre lo que, justamente, la filósofa Nancy Fraser ha insistido en su libro Iustitia interrupta: que los mecanismos de la diferencia no son constataciones discursivas del tipo tu piensas de una manera yo de otra sin ningún tipo de implicación, sino como límite y evidencia de nuestra incapacidad para el diálogo, no. Lo que sostiene Nancy Fraser es que la diferencia es un asunto social en el cual ya el mismo sentido de la interlocución está viciado porque no todos tenemos acceso a los mismos medios ni disertamos sin ningún tipo de coacción. En la comunicación surgen públicos que son cualitativamente asimétricos y que no pueden responder de la misma manera a criterios externamente impuestos como los de racionalidad, claridad, validez, sinceridad, etc.146 Si entendemos con Castoriadis que las instituciones no son sólo edificios, sino que son básicamente dispositivos imaginarios que distribuyen y canalizan las formas de representación e interpretación de la realidad, se hará comprensible porqué su reproche a Habermas, cuando el primero sostiene:

146 Véase, Nancy Fraser; Iustitia interrupta. Reflexiones críticas desde la posición “postsocialista”. Siglo del Hombre, Bogotá. 2000. Especialmente cap. 3.

[…] siempre es de lógica de lo que se trata, y si allí hubiera conflicto, sería conflicto de dos lógicas. Todo lo que no sea relevante, todo lo que no puede ser racionalmente reconstruido en un seminario de filosofía –nada menos que la totalidad de la historia humana - es escoria, déficit a colmar progresivamente, etapa de aprendiz, fracaso pasajero en el estilo de solucionar problemas que se le ofrece a la humanidad. (Castoriadis, 1998: 135)

A mi modo de ver, no hay manera de entender —a menos que se tenga una mirada un poco estrecha sobre el fenómeno comunicativo, en el sentido de que éste sólo sirva para informar y esto no tenga ningún tipo de impacto pragmático en la vida social de los individuos— cómo el modelo habermasiano concibe a la comunicación como un fin en sí mismo. En estricto sentido la comunicación no puede ser un fin en sí mismo dado que siempre nos comunicamos para, y con ocasión de, algo. Se puede objetar que comunicarse para entenderse acerca de algo en el mundo, por ejemplo, es un fin en sí mismo; pero esto no es cierto puesto que nos entendemos acerca de algo en el mundo, para seguir estando en el mundo. En la medida en que somos algo más que cerebros en un balde, ese entenderse siempre implica y comporta algo más: el hecho de que estamos en el mundo.

Por lo demás, es interesante observar que al fenómeno de la comunicación le es inherente la distancia interrogante que nos lleva, a pesar de que entendamos lo que el otro quiso decir, a pensar en todo lo que el otro no ve . Es cierto que la comunicación se juega en la escena de un hacerle ver algo al otro que de otra manera no notaría , lo que generalmente se traduce en aquello que nosotros queremos que vea. Pero esto en modo alguno significa que nuestro interlocutor (quien tiene una historia, un universo de representaciones, y que entra desde su singularidad en el éxodo de lo instituido) vea lo mismo, o deje de ver lo que le da sentido a su existencia. Considero que una comprensión de la metáfora ligada no tanto al dispositivo de la expresión y la representación sino a esta percepción de la comunicación y la incomunicación, permite entender que las convenciones contribuyen fuertemente en la articulación de lo social pero, también, a su viva desarticulación a partir del momento en que la pregunta por las normas sociales y la flexible interpretación de las mismas tiene sentido.147 Por último, y volviendo a la cuestión de la metáfora, no deja de sorprender cómo los teóricos de la antropología y la sociología urbanas desdeñan el carácter revelador de sus propias reflexiones, como ocurre con Isaac Joseph en El transeúnte y el espacio público. Este autor se encarga de examinar el papel que juega el lenguaje en la comprensión de las categorías sobre las cuales se asienta el discurso microsociológico sobre el EP en estos términos:

147 Véase al respecto el artículo del sociólogo Ronald Hitzler: «El ciudadano imprevisible. Acerca de algunas consecuencias de la emancipación de los súbditos», en Ulrich Beck (Comp.) Hijos de la libertad, Fondo de Cultura Económica, México, 2002. pp 152-171.

Lo cierto es que la fuerza de los análisis de la microsociología sólo se concibe poniendo entre paréntesis la historia, convocada aquí y allí sólo de manera alusiva, como por añadidura, para legitimar un comparación imprevista, una analogía formal, una metáfora. Lo esencial de la microsociología del espacio público está en una estética de la asociación: enmarañamientos, redes, haces, círculos ... otras tantas formas de la sensibilidad social, otras tantas percepciones que mantienen el discurso del espacio público más acá de un cuerpo conceptual y más acá de una teoría descriptiva. Las metáforas funcionan entonces como índice de un análisis futuro que permanece vacío, al que todavía le falta algo y al que siempre le faltará algo, como si las metáforas fueran indicaciones de una precariedad en el pensamiento. (Joseph, 1988: 66-7) [El subrayado es mío].

Como se ve, la 'precariedad del pensamiento' no puede ser invocada sin contradicciones. Sólo puede defenderse desde un marco representacionalista y,

en este sentido, su pasión por la metáfora haría crisis. Por una parte, ha de respetarse la tesis de Lakoff de que un enunciado metafórico no es una aserción, en ese caso de nada vale invocarlo si nuestro propósito ulterior radica en explicar, representar o describir algo, porque, justamente, ese algo no es así. Argumentar como lo hace Joseph citando a Judith Schlanhger que «el saber discursivo, por oposición al saber simbólico, está condenado a utilizar metáforas por el hecho mismo de que formula sus problemas y sus resultados en el mismo lenguaje que el discurso común» (Joseph, 1988: 67n) Es un despropósito porque esta autora concibe que la brecha entre lenguaje y metalenguaje es radical e insalvable. Pero, como lo ha mostrado Umberto Eco, nuestro propio lenguaje funciona como metalenguaje de sí

mismo —piénsese en las formulaciones sobre la gramática más allá de la notación lingüística chomskyana— y, por esta razón su argumento es insatisfactorio. Emplear metáforas en el 'saber discursivo' no es un delito. Este ensayo no tiene un ánimo purista, lo que he querido mostrar a lo largo del mismo es como ciertas formas incuestionadas de contribuir a los saberes discursivos son peligrosas, incluso en términos políticos. En realidad, quienes habitamos la calle no somos simplemente actores o bailarines organizados por un cacodaimon, creo que una película tan nociva y popular como lo es The Matrix, nos muestra que debemos abandonar la vena mántica según la cual nuestros destinos están regidos por

fuerzas ocultas que sólo son accesibles a la perspectiva del Ojo de Dios a la que hace referencia el filósofo Hilary Putnam. No estamos posando, simplemente vivimos y resistimos a los 'presuntos relatos liberadores' que critican y buscan formas alternativas al Status Quo; pero que paradójicamente jamás agencian su disolución.148

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148 He realizado una crítica al representacionalismo en «El tránsito de la representación mental a la representación social» inédito.

Lewis, D. (1969). Convention. A Philosophical Study. Harvard University Press, Cambridge Massachusetts. López, F. (2002a). «El caballo de Nerval. Los mundos posibles de Umberto Eco» en Interlenguajes. Revista de Semiótica y Lingüística Teórica y Aplicada, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Vol 3. No. 1. pp. 29-50. López, F. (2002b). «Lingüística y semántica» en Interlenguajes. Revista de Semiótica y Lingüística Teórica y Aplicada, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Vol. 3. No. 2. pp. 9-26. López, F. (2003). «El problema de la interpretación y la significación metafóricas» en Ideas y Valores. Revista Colombiana de Filosofía, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. No. 123. pp. 43-71. López, F. (2004). «El tránsito de la representación mental a la representación social» (Mimeo). Putnam, H. (1988). Razón, verdad e historia, Tecnos, Madrid. Searle, J. (1986). Actos de habla. Ensayo de filosofía del lenguaje. Cátedra, Madrid. Sennett, R. (1978). El declive del hombre público. Península, Barcelona. Sperber, D. & Wilson, D. (1994). La relevancia. Comunicación y procesos cognitivos. Visor, Madrid. Taylor, C. (1997). Argumentos filosóficos. Ensayos sobre el conocimiento, el lenguaje y la modernidad. Paidós, Barcelona. Valdés, L. (1991). La búsqueda del significado. Tecnos, Madrid. Valéry, P. (1973). Cahiers I. Gallimard, Paris.

Reflexiones Y Propuestas Para La Definición De Pol íticas De Interes Público En La Comunicación Masiva En Colom bia

Fabio López de la Roc he ∗∗∗∗

ste escrito intenta en una primera parte presentar algunos de los factores que están incidiendo en el crecimiento del interés académico y ciudadano en Colombia y América Latina, por los temas de la comunicación social y

del periodismo. En una segunda parte, el autor, recogiendo algunas propuestas formuladas desde la tradición teórica de "evaluación de la acción social de los medios" por Denis Mc Quail149 presenta algunos procedimientos para determinar el interés público en la comunicación mediática y en las políticas de comunicación. Una tercera parte está dedicada a plantear los deberes y posibilidades del sector privado en la construcción de lo público desde la comunicación masiva. Una cuarta parte intenta mostrar las dificultades que se presentan en el caso colombiano para construir un sentido democrático de lo público desde las políticas de comunicación y de medios, y hace referencia a algunas expresiones del escamoteo del interés público en la comunicación. Finalmente, el autor propone algunos valores comunicacionales y algunas posibles líneas de acción política que podrían contribuir al fortalecimiento y expansión del interés público en la comunicación masiva. Además de las propuestas de la teoría de “la evaluación de la acción social de los medios”, el autor se nutre de otras tradiciones de investigación en comunicación, como la de los estudios culturales británicos, la vertiente latinoamericana de investigación en comunicación-cultura, y de los estudios sobre el periodismo y las rutinas profesionales en la producción de la información. I. Algunos Factores Del Creciente Interés Académico Y Ciudadano Por La Comunicación Masiva Y El Periodismo Múltiples factores están incidiendo en el interés ampliado al que asistimos actualmente en el mundo y en nuestro país por las temáticas de la comunicación de masas. Entre otros, además del dato duro del desarrollo de la telemática, de la cultura digital y de las redes de información y comunicación contemporáneas, podríamos mencionar el creciente papel de los medios de comunicación en la socialización de los niños y los adolescentes, el desplazamiento relativo de la ∗∗∗∗ Profesor Asociado Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales – IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia 149 McQuail, Denis, La acción de los medios. Los medios de comunicación y el interés público, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1998.

E

familia y de la escuela por parte de los medios y de los grupos de pares en ese proceso de socialización, como también el desdibujamiento de las funciones sociales históricas del intelectual en la época moderna afectadas notoriamente hoy por la presencia dominante de las imágenes, discursos, estilos de vida y ofertas valóricas de los medios de comunicación, proceso que ha implicado un cierto desplazamiento a favor de los llamados intelectuales mediáticos. Como lo ha subrayado Félix Ortega, el sociólogo español que desarrolla una sociología de la profesión periodística, los periodistas en buena medida son los intelectuales de nuestra época.150 Otro factor del interés hacia la comunicación tiene que ver con cómo este contexto de fuerte centralidad de los medios de comunicación y de la televisión en particular, está afectando la dinámica política y en particular la dinámica político-partidaria interna. Los recursos de ingeniería electoral, de ingeniería política mediática, la promoción de candidaturas a través de la visibilidad en los medios, está desestimulando las dinámicas tradicionales de reunión y de organización internas de los partidos y el desarrollo de prácticas organizativas serias en donde se configuren plataformas programáticas, a nivel sectorial: de política tributaria, de empleo, de relaciones internacionales y política exterior, de políticas de comunicación, a nivel de políticas culturales, etc., descuidando la conformación de grupos de estudio para pensar la sociedad, definir alternativas de política pública y candidatos que las lideren. La misma izquierda política y cultural, que desarrolló esfuerzos importantes en la constitución de grupos de estudio sobre la realidad nacional en los sesenta, setenta, y parte de los ochentas, iniciativas valiosas hacia la creación de un pensamiento sobre la realidad nacional, aparece actualmente desdibujada desde el punto de vista programático y organizativo. Hoy día en Colombia no vemos, para situarnos en un ejemplo muy actual, en el Polo Democrático Independiente PDI, tendencias fuertes hacia la configuración de grupos de estudio que generen plataformas programáticas y organización partidaria. Creo que son cosas positivas que tendrían que retomarse de esa tradición política y organizacional de las izquierdas, obviamente renovadas y atravesadas por nuevos debates que las actualicen. Pero de otro lado sí vemos, y el Polo Democrático no es la excepción, esa tentación hacia el recurso de la visibilidad mediática como manera hegemónica de promoción de las candidaturas partidarias. Todo esto está afectando la cultura política, en algunos círculos a veces escuchamos que ya el mitin está demode, que la manifestación esta demode, y que en su lugar tendríamos que manejar performances, happenings, y puestas en escena simbólicamente significativas. Maria Cristina Matta ha llamado la atención sobre cómo desde hace unos años los representantes de los movimientos sociales en sus manifestaciones públicas están procurando actuar para la cámara, han

150 Ortega, Félix, y María Luisa Humanes, Algo más que periodistas. Sociología de una profesión, Barcelona, Editorial Ariel, 2000. Véase especialmente el primer capítulo “El mundo es así”.

aprendido a gesticular y hablar para la televisión151, pero pareciera que ciertas formas de la expresión política que caracterizaron la protesta en la modernidad, estuvieran pasadas de moda. El mecanismo ahora serían las redes, rebotar los e-mails que nos llegan apoyando la causa de las mujeres desaparecidas en México o de las africanas a punto de ser lapidadas por adulterio, y pareciera ser que esas expresiones privadas de la solidaridad ejercidas desde el estudio o el computador, fueran parte de las formas contemporáneas de la solidaridad y de la creación de comunidad política, y hay que reconocer que están afectando y modificando la esfera pública, tal como la conocimos hace algunas décadas, favoreciendo la conformación de lo que se ha empezado a llamar “la esfera pública electrónica” o el “ágora electrónica”.152 Quiero llamar la atención también acerca de cómo este renovado protagonismo de los medios de comunicación y del periodismo en la vida social, está teniendo impacto en la investigación académica. En los últimos años venimos asistiendo en Colombia a la consolidación del campo de la comunicación social, consolidación que es problemática y compleja, desigual en sus ritmos y en sus logros investigativos, en sus cubrimientos temáticos y en su abordaje de los distintos medios de comunicación, con estancamientos y redundancias temáticas, pero que de todas maneras evidencia la configuración de un pensamiento comunicológico propio y la generación de una serie de herramientas conceptuales y metodológicas para pensar el papel de la comunicación y de los medios en la modernidad y en los procesos de transición social y de modernización, como también en los procesos políticos y culturales contemporáneos. Quiero subrayar que paralelamente con el despegue de un campo de investigación sobre comunicación, que en cada sociedad adquiere una nominación particular (mediología, ciencias de la información y la comunicación, comunicología, etc.) ha venido surgiendo de mucho más reciente constitución, un

151 Mata, María Cristina, “Entre la plaza y la platea”, en Mata María Cristina y Héctor Schmucler (coordinadores), Política y comunicación. Hay un lugar para la política en la cultura mediática?, Universidad Nacional de Córdoba-Catálogos Editora, Buenos Aires, 1992 152 Habría que mirar con cuidado algunas prácticas de uso de la red y de expresión de las solidaridades. Mientras algunos colegas y amigos rebotan frenéticamente correos en solidaridad con diversas causas sociales, no se toman nunca un tiempo para escribir alguna línea o construir un diálogo personal con los destinatarios de su comunicación masiva.

subcampo muy importante relacionado con la investigación académica del periodismo, sus funciones, su papel en la vida social, su historia, sus procesos identitarios en tanto grupo ocupacional, y su significación en la construcción pasada y contemporánea de la realidad social. Este subcampo se ha venido consolidando en nuestro caso, quizás de manera nada paradójica y sí más bien bastante lógica, alrededor del creciente interés por las relaciones entre periodismo, conflicto armado, procesos de paz y medios de comunicación. Varias investigaciones aparecidas recientemente, unas más analíticas, otras más descriptivas, confirman nuestra aseveración.153 Es interesante subrayar el hecho de que los propios periodistas, armados de recursos y métodos investigativos de las ciencias sociales, los cuales combinan con procedimientos de investigación periodística, empiezan a hacer investigación sobre el campo. Algunos de los trabajos nombrados, son muy reveladores de dinámicas que está viviendo nuestra sociedad, de rutinas ocupacionales en el ejercicio del periodismo que están planteando problemas teóricos y prácticos que tienen que empezar a ser abordados por las ciencias sociales, como por ejemplo, los problemas de qué es noticia en una sociedad, qué hechos merecen el valor de noticiabilidad, qué hechos ameritan convertirse en acontecimientos noticiosos. Este tipo de asuntos tendrían que constituir una preocupación pública, que no puede ser solamente de los periodistas y cuya resolución óptima tendría que darse desde un adecuado diálogo de saberes. El diálogo con el periodismo le está planteando a la academia un nuevo filón de trabajo. Nuestras disciplinas sociales, cuyos representantes por lo general mucho hablan y poco practican el diálogo de saberes (en su momento estimulado por la IAP, los trabajos de Fals Borda y el interés por el conocimiento popular), podrían enriquecerse y ganar en comunicabilidad de sus saberes expertos, sobre la base de un mejor y más fluido intercambio de ideas y preocupaciones con los estudios de comunicación y periodismo. La academia necesita tomarse en serio al periodismo como campo de la actividad social y como tema de debate público.154 Pero también como un tipo particular de producción de conocimiento social. El periodismo produce un saber distinto del académico, con unos ritmos distintos de aquellos que caracterizan la producción de conocimiento de la academia. El trabajo del periodista es aquí y ahora, la edición del diario se cierra a las seis de la tarde o si es un semanario, se cierra el viernes o el sábado. Son trabajos que tienen que hacerse con unos plazos y unos ritmos distintos a los de la academia y

153 Nos referimos, por nombrar sólo algunos trabajos, a los libros de Germán Rey, Balsas y medusas. Visibilidad comunicativa y narrativas políticas, CEREC-Fundación Social-FESCOL, Bogotá, 1998, y Oficio de equilibristas. 21 casos periodísticos de El Tiempo analizados por el defensor del lector, Casa Editorial El Tiempo, 2002; al texto de Omar Rincón y Marta Ruiz (editores), Bajo todos los fuegos. Los periodistas en el conflicto colombiano, Proyecto Antonio Nariño, Bogotá, 2002; como también a la investigación “La guerra una amenaza para la prensa”, del equipo de la Corporación “Medios para la Paz”, encabezado por Patricia Gómez en su versión resumida (Bogotá, 2003), o en su versión ampliada (mimeo, 2003). 154 Véase a este respecto mi artículo “El periodismo: ese relegado objeto de estudio y debate ciudadano”, en el número monográfico “Comunicación. Tras la huella de Hermes”, de la Revista La Tadeo, No.68, Bogotá, Primer semestre de 2003

ahí hay unos procesos de producción de saber y hay unos procesos de circulación de insumos claves para la cognición social. En ese sentido Teun Van Dijk ha subrayado el papel que los medios de comunicación juegan en la distribución de cogniciones sociales a nivel de distintos grupos y clases sociales de las sociedades contemporáneas. En la perspectiva de pensar la democracia en la vida pública, pero también en los contextos más localizados

de la actividad laboral, se ha empezado a debatir e indagar por los estilos de trabajo de las redacciones de los medios, quién decide qué va y qué no va en la selección final de una información de prensa o una nota televisiva para el periódico o el telenoticiero, esa labor de gatekeeping, de selección, de discusión y definición de la agenda mediática en tanto insumo clave para la agenda pública. A pesar de que esta última no se agota con la agenda mediática, es claro que la agenda temática propuesta por el periodismo constituye un insumo clave para la definición de la agenda pública del debate ciudadano en cualquier sociedad. Por lo tanto, este debate sobre los estilos de conducción de los consejos de redacción, si ellos son autoritarios o dialógicos, si es el jefe de redacción el que decide unilateral y verticalmente que tal información va o no va, o si el director puede rechazar de manera displicente una nota a un periodista diciéndole “no señor, es que eso que usted me está proponiendo no es noticia, eso no nos interesa”, sin ninguna conversación, sin ningún derecho para ese reportero a presentar sus argumentos acerca de porqué su nota sí puede ser noticia, es un asunto clave para la democratización de las prácticas periodísticas. Debates de esta naturaleza seguramente pueden ayudar a la cualificación del trabajo periodístico como trabajo colectivo y a enriquecer las modalidades de discusión, de aprendizaje e interacción laboral entre reporteros, editores y jefes de redacción. Quisiera, terminando este aparte introductorio, aludir a otras dos razones que alimentan la atención ciudadana hacia los asuntos del manejo de los medios de comunicación. Este creciente interés por los temas de lo público en la comunicación masiva así como por el desempeño del periodismo, desde la investigación como desde los esfuerzos de intervención social de lo que podríamos llamar una sociedad civil, una incipiente sociedad civil de la comunicación, está siendo estimulado, de un lado, por el repliegue de las lógicas de servicio público y por los crecientes problemas y déficits de credibilidad derivados de la nueva situación, caracterizada por el predominio incontrastado de las lógicas mercantiles en la comunicación de masas privada. Es un problema no sólamente de Colombia, sino incluso de países como los europeos que habían logrado configurar algunos consensos sociales básicos que sustentaron durante algunas décadas las

La Academia Necesita Tomarse En Serio Al Periodismo Como Campo De La Actividad Social Y Como Tema De Debate Público

Un Renovado Protagonismo De Los Medios De Comunicación Y Del Periodismo En La Vida Social, Está Teniendo Impacto En La Investigación

Académica

políticas públicas para el manejo de sus medios de comunicación. De otro lado, se alimenta de la preocupación de cada vez más amplios sectores de la opinión por el retorno renovado de prácticas de concentración de medios y de manipulación mediática por parte de grupos de interés y de presión, gobiernos, presidentes, parlamentarios, y por supuesto, en nuestro caso, de grupos político-militares extrainstitucionales y de sectores delincuenciales comunes o de cuello blanco, muchas veces ligados a los poderes públicos, que hacen todo lo posible por evitar el destape de ilícitos, corrupciones y corruptelas, apelando al chantaje, a la intimidación y en ocasiones hasta al homicidio de periodistas y comunicadores.155 Como lo han ratificado algunas investigaciones156, muchos de los homicidios de periodistas en regiones y localidades no han estado motivados por su cubrimiento del conflicto armado y porque sus informaciones hayan afectado los intereses de la guerrilla, de los paramilitares o de las fuerzas armadas del estado. Si bien esos casos se han dado, muchos de los asesinatos y de las amenazas a comunicadores y periodistas han sido motivados por el destape de actos de corrupción de alcaldes o funcionarios regionales. II. Algunas Formas De Determinación Del Interés Púb lico En La Acción De Los Medios Y En Las Políticas De Comunica ción Los teóricos políticos han cuestionado fuertemente la idea de la existencia del “bien común”, del “interés público” o del “interés general” como nociones efectivamente compartidas por todo el conjunto de una sociedad. Si aplicamos estas nociones a la comunicación de masas veremos una gran diversidad de intereses a la hora de determinar concretamente en qué consiste ese “interés público”. Es diferente la percepción que cada uno de los grupos sociales que intervienen en el proceso comunicativo tiene del bien común: los anunciantes, los dueños de las programadoras, los conductores de medios, los jefes de redacción, los reporteros, los miembros de las audiencias, los críticos de medios o los investigadores de la comunicación, probablemente encuentren notorias discrepancias a la hora de determinarlo. Esto para no hablar de las diferencias de percepción del “interés general”, ancladas en las distancias de clase o estrato social, de etnia, de género, generacionales o estético-sociales, fortalecidas adicionalmente por los procesos contemporáneos de reconocimiento de nuevas identidades, de estallido de las viejas nacionalidades homogéneas y cerradas, y por la globalización cultural y comunicativa. Denis Mc Quail ha planteado la cuestión de los distintos criterios y parámetros que se tienen a la hora de medir el “interés público” en las políticas de comunicación o

155 En los últimos meses los medios de comunicación han denunciado la infiltración de los paramilitares y la guerrilla, en algunas regiones del país, en el control de las ARS (Administradoras del Régimen Subsidiado de Salud), desviando millonarios recursos de la salud hacia las arcas de esos grupos ilegales, todo ello con la complicidad de alcaldes y funcionarios regionales. 156 Véase el texto de la investigación de Medios para la Paz “La guerra, una amenaza para la prensa”, arriba citado.

en la acción social de los medios masivos. Desde su perspectiva, habría tres formas de determinarlo: Una primera estaría basada en el criterio de la preponderancia o de la preferencia de la mayoría. La fortaleza de este criterio radicaría fundamentalmente en los métodos de medición: el voto popular, las encuestas y el rating o la elección del mercado. Su debilidad radicaría en su incapacidad de discriminar sobre aspectos y asuntos sustantivos asociados a distintas alternativas de política comunicativa, de una manera lógica y argumentativa. Si bien el criterio de la mayoría estimula políticas populistas al estilo de “hay que darle a la gente o al pueblo lo que ellos demandan” o visiones consumistas de las políticas de comunicación masiva, es un criterio que de todas maneras tiene que tenerse en cuenta, mucho más ahora, cuando en Europa -desde la segunda mitad de los 80-, y más recientemente en América Latina -desde comienzos o mediados de los 90-, asistimos a la apertura a sistemas privados de medios que han multiplicado y diversificado significativamente las ofertas de programación. Adicionalmente, tendríamos que considerar que esa apertura comunicativa al libre mercado ha llevado también, en Europa como en América Latina, a modificaciones fuertes en la jerarquía de valores comunicacionales que orientaban las políticas de medios.

Otra forma extrema de determinación del interés público (que McQuail denomina la “teoría unitaria”), consistiría en partir para su evaluación del criterio de correspondencia de la práctica de los medios con alguna noción de un bien último al que toda la sociedad en principio debería aspirar: la propiedad pública total sobre los medios, un ideal educativo de los medios masivos formulado desde la preferencia por las versiones letradas y racional-iluministas de la cultura (la “alta cultura”, por ejemplo), o el liberalismo desregulador que aboga por la libertad y por la propiedad privada total. Sobre esta última nos dice Mc Quail que “la teoría unitaria más resonante en la actualidad posiblemente sea la defensa de la máxima libertad de mercado para todos los medios”.157

Una tercera forma de determinación del interés público en políticas de comunicación, se desprende de la teoría del interés común. Mc Quail retoma la propuesta de Held158 quien propone pensarlo recurriendo a la noción de

157 McQuail, Denis, Op.Cit., p.54 158 Held,V. (1970) The Public Interest and Individual Interest, New York: Basic Books, citado por Mc Quail (pp.55-56).

reivindicaciones rivales: “las reivindicaciones que apelan al “interés público” son afirmaciones normativas en el sentido de que algo (por ejemplo una acción o un objetivo) es justificable en razón de beneficios mayores, dentro de los términos de cierto sistema político y de cierto marco normativo. Los principales elementos de esa reivindicación son, por lo tanto: un conjunto de principios y normas, (sobre las cuales no tiene por qué haber unanimidad); una propuesta o reivindicación (hechos con referencia a estas normas) a favor de algo (x) en tanto tiene un mérito mayor que el de satisfacer anhelos individuales (por separado o en conjunto); y una maquinaria para verificar la reivindicación y ponerla en vigencia, si así se decidiera”.159 Mc Quail propone desechar las teorías “unitaria” y de la preponderancia, -lo que no necesariamente implica no tenerlas en cuenta a la hora de evaluar el “interés público” en la acción de los medios, para optar, con un criterio más pragmático, por la vía propuesta por la teoría del interés común. Comparto con Mc Quail su adhesión a esta teoría del interés común en la determinación del interés público, concepción que el autor considera una especie de “camino intermedio (...) entre los conceptos de lo mayoritario y lo unitario”, y que tendría que ver con la capacidad de detectar intereses comunes determinados de manera pragmática, sobre la base de la capacidad de identificar diversos “reclamos de interés público” en cuanto a políticas de comunicación (manejo de adjudicaciones de frecuencias, pautas de publicidad, acceso de los partidos políticos a los medios, subsidios a productores independientes, etcétera). Retomando de Mitnick la noción de “preferencias”160 como un concepto cercano a la idea de interés pero probablemente más neutral, Mc Quail parte de la suposición que los reclamos de interés público deben ser realizados por reclamantes identificables o “agentes de preferencias” en su propio nombre o en nombre de una entidad colectiva, y argumenta adicionalmente así la pertinencia de la teoría del interés común como criterio de determinación del interés público en la comunicación: “Varios actores o “agentes de preferencias” plantean reclamos dentro de un sistema político en nombre de objetivos (estados finales que se desean alcanzar) que supuestamente –a la luz de ciertos valores fundamentales o compartidos- representan un beneficio general para toda la sociedad, comunidad o público, por encima de anhelos, satisfacciones o conveniencias individuales. Estos reclamos se especifican como preferencias sobre un sistema de comunicación o su desempeño, que se corresponden con la meta definida”.161

159 Mc Quail, Denis, Op.Cit., pp.55-56 160 Mitnick, B.M. (1980) The Political Economy of Regulation: Creating, Designing, and Removing Regulatory Forms, New York: Columbia University Press, citado por Mc Quail (p.57) 161 Mc Quail, D., Op. Cit.,p.57

Los reclamos de interés público en el manejo de los medios de comunicación se pueden encontrar en las regulaciones de los organismos estatales de control sobre la prensa, la radio y la televisión, en los códigos éticos, manuales de estilo u otro tipo de documentos autoregulatorios producidos por los medios, las empresas periodísticas o las asociaciones de anunciantes, en la jurisprudencia emitida por las altas cortes sobre la materia, en los documentos programáticos de grupos organizados de lectores, radioescuchas o televidentes, así como en las declaraciones y escritos de los críticos de medios y otras voces autorizadas en virtud de su manejo de un saber experto sobre aspectos sociales o técnicos de la comunicación. Más adelante veremos cómo se expresan algunos de estos reclamos de interés público en el caso colombiano.

III. La Construcción De Lo Público En Tanto Asunto Que Incumbe También Al Sistema Privado De Medios Un aspecto relevante que es importante subrayar con respecto a la construcción del interés público desde las políticas de manejo de la comunicación y los medios masivos, es que ese proceso involucra no sólo a los medios de comunicación público-estatales desde el punto de vista de su propiedad (como Inravisión, Señal Colombia, Canal Uno, Canal A, los canales regionales, Canal Capital o la Radiodifusora Nacional de Colombia, en nuestro caso), sino al conjunto de los medios masivos y dentro de ellos a los privados, que no obstante su propiedad privada, juegan funciones públicas fundamentales que implican responsabilidades y deberes para con la sociedad. En medios de comunicación, con excepción de aquellos países y ordenamientos políticos donde todos los medios de comunicación son de propiedad estatal, la construcción de lo público tiene que pensarse y asumirse también desde lo privado y por ende la categoría kantiana de "publicidad" no puede concebirse al margen del sistema privado de medios. La esfera pública comunicativa contemporánea, aquello que algunos autores han denominado el ágora electrónica, en épocas de fuerte desregulación de los sistemas de medios como la actual, no puede imaginarse sin asumir concienzudamente lo público que se juega en lo privado. No está de más recordar que un factor adicional que ha favorecido el manejo privado de los medios de comunicación ha sido el desprestigio de los modelos estatales de manejo de medios en virtud de los abusos y manipulaciones llevados a cabo por los gobiernos populistas, los regímenes militares derechistas de los 70 y los socialismos burocráticos cubano y este-europeos.

Los Teóricos Políticos Han Cuestionado Fuertemente La Idea De La Existencia Del “Bien Común”, Del “Interés Público” O Del “Interés General” Como Nociones Efectivamente Compartidas Por Todo El Conjunto De Una

Sociedad

Es conveniente precisar que este desprestigio de los modelos de propiedad pública sobre los medios de comunicación, no implica necesariamente la descalificación de algunas entidades y proyectos comunicativos público-estatales (como la Radiodifusora Nacional de Colombia, el canal educativo y cultural “Señal Colombia”, los canales regionales o las "oficinas de comunicaciones" de las instituciones estatales), como potenciales agenciadoras de políticas de construcción democrática de lo público. El hecho que en el actual ordenamiento clientelista de la política en Colombia estas instituciones hayan estado o estén sujetas a menudo a los apetitos y vaivenes burocráticos liberal-conservadores, no implica que ellas no puedan ser reformuladas y reorientadas sobre la base de nuevos criterios democráticos, pluralistas y transparentes de construcción del interés público. Tampoco implica descalificar sus méritos históricos como instituciones público-estatales de la comunicación masiva. Quisiera añadir que cuando me refiero a la necesidad de ver al sector privado de medios como un lugar importante para el diseño y desarrollo de políticas vinculadas a la promoción del interés público, lo hago desde una mirada políticamente optimista sobre los procesos de campo que tienen lugar al interior de las empresas periodísticas y con una valoración de las posibilidades que pueden incubarse desde aquellos sectores del periodismo y la comunicación social que laboran desde parámetros de profesionalismo y de compromiso con los deberes democráticos del oficio. Este optimismo no es sin embargo ingenuo. En un panorama de desinstitucionalización , de corrupción y de subordinación de lo público a los intereses particulares y mercantiles como el que vivimos actualmente en el país, no podemos ser ingenuos, pero tampoco apocalípticos e incapaces de ver los gérmenes de renovación de las costumbres y de transformación de la cultura política dominante. Tal vez lo más sensato en cuanto al papel del sector privado en la construcción de sentidos democráticos y pluralistas de lo público, sea el desarrollo de una política pública de doble vía, que estimule por un lado, la promulgación de pautas de autoregulación por parte de los propios medios y los periodistas, y por otro, una regulación estatal no autoritaria pero dotada de autoridad, firmeza y criterios claros, fundada en normas discutidas y pactadas consensualmente con los actores, instituciones y públicos interesados. Hacia el final de este texto retomaremos esta discusión alrededor del tema de las políticas de regulación de medios. IV. Los Escamoteos Al Interés Público En La Comunic ación En Colombia Cuando los analistas de medios estudiamos las normativas de las sociedades europeas y la norteamericana y la canadiense, para regular el funcionamiento de sus medios masivos, nos vemos abocados a movernos, de un lado, entre el desconcierto y el pesimismo a la hora de evaluar nuestra realidad nacional y la posibilidad de construir en una sociedad periférica, fragmentada, polarizada por el

conflicto y clientelizada de manera perversa por los politiqueros, ordenamientos verdaderamente democráticos y plurales de la comunicación, y, de otro lado, la necesidad de construir un modelo propio de regulación social o de autoregulación de los medios, que apoyándose en el conocimiento de esas experiencias foráneas de construcción de lo público en las políticas de comunicación, se corresponda al mismo tiempo con nuestra historia y con ciertas características (por lo menos con las más saludables y democráticas) de la cultura política colombiana y del desarrollo histórico particular de nuestro sistema de medios. Por ejemplo, con los aspectos significativos y los valores comunicacionales que habría dejado como herencia –junto a sus aspectos inconvenientes y negativos- el sistema mixto configurado históricamente para el manejo de la televisión en Colombia. Es claro que no podemos trasladar mecánicamente a nuestro suelo normativas, principios y valores que son producto de otra historia político-participativa, social e institucional. Pero debe ser también clara nuestra obligación de dialogar con la experiencia europea, norteamericana y latinoamericana de formulación y puesta

en práctica de políticas de comunicación y de medios, las cuales desconocemos flagrantemente. Nuestros grupos dirigentes, tan proclives a subrayar la premodernidad de la insurgencia armada colombiana y los anacronismos de los sindicalistas y otros actores distintos a ellos, deberían prestar más atención a sus propios anacronismos, premodernidades e insuficiencias democráticas. Y éstas están muy presentes en la ignorancia de los grupos gobernantes en torno a las posibilidades y potencialidades de un manejo moderno y democrático de los medios de comunicación de masas. Aquí sigue primando el provincianismo y la ausencia de referentes externos del viejo país montañero y mediterráneo que agónicamente incorpora y filtra las ideas y movimientos de la modernidad.

Frente a las normas sobre apoyo a la diversidad política y a diarios financieramente débiles en Suecia; las de respeto y fomento de la diversidad lingüística y del multiculturalismo en Suiza y Canadá; las restricciones a la emisión de publicidad en la transmisión televisiva de cine de autor en Italia; las de defensa de las identidades nacionales en la transición de sistemas públicos de emisión a sistemas abiertos a la competencia comercial, o las de salvaguarda de los intereses de niños y adolescentes en cuanto audiencia ante ciertos fenómenos de

homogeneización de las industrias globales del entretenimiento, la situación colombiana contrasta por su desconocimiento de esas experiencias y la precaria deliberación ciudadana sobre las políticas de comunicación.162 En los departamentos de ciencia política, si bien está naciendo una preocupación por la relación medios-democracia-ciudadanía, la comunicación política no ha sido un tema central del interés académico. En las propias conversaciones de paz con la insurgencia armada de las FARC y el ELN, en las propuestas de reforma política y en las plataformas de movimientos sociales y partidos políticos, parece ser un tema de segundo o tercer orden. Dentro de la clase política, con contadas excepciones, ha primado durante muchos años la práctica que hace que los medios de comunicación y las licitaciones para acceder a espacios dentro de ellos en los canales públicos, se otorguen como pago de favores políticos o personales. Acerca de la participación ciudadana en organismos reguladores de medios como la Comisión Nacional de Televisión, un reconocido analista ha subrayaba hace algunos años cómo, si de un lado, "hay dificultades en el enfoque de la representación comunitaria, en los procedimientos para elegir a sus representantes (así como) en la posibilidad de pedir rendición de cuentas", de otro, "ha faltado más motivación y presencia de la sociedad, mucho más veeduría y control político, más presión social sobre los elegidos y sus decisiones. Uno quisiera ver más activa a la academia, a los maestros, a los sindicatos, a los padres de familia. Así, a los mecanismos criticables de selección se les ha sumado muchas veces la apatía social".163 Sobre la Comisión Nacional de Televisión, organismo al que en teoría le compete formular políticas de televisión y de regulación del funcionamiento del medio, hay que anotar que muy poco tiene que ver con comisiones como la británica Royal Commission on the Press o la Federal Communications Commission norteamericana: los criterios para su nombramiento han sido, con muy contadas excepciones, político-clientelistas y no la idoneidad, la experiencia o el saber jurídico, técnico, profesional o académico en el campo; su representatividad social es muy dudosa (recordemos el candidato a comisionado que hace unos años construía aceleradamente organizaciones piratas de televidentes) y la vocación de construir un sentido del interés público, del bien común y de reglas del juego consensuadas, casi inexistente. El manejo clientelar y patrimonialista del canal de interés público "Señal Colombia" por la CNTV y otras instituciones estatales era descrito así por otro reconocido analista de televisión en una entrevista del año 2000:

162 Blumler, Jay G., Televisión e interés público, Bosch, Barcelona, 1993. Véase especialmente el capítulo 3: "Valores vulnerables en juego". 163 Rey, Germán, "Mala señal en la televisión pública", en entrevista del periódico UN Periódico, de la Universidad Nacional de Colombia a Germán Rey, Javier Darío Restrepo y Germán Yances, No. 9, Bogotá, abril 9 de 2000.

"La apropiación de lo público por parte de particulares y con fines privados amenaza permanentemente al país. De ahí se derivan mafias completas de clientelismo y corrupción que han entrado a formar parte de la cultura nacional y contra las cuales la sociedad poco puede hacer, porque hay una inmensa solidaridad entre los corruptos para protegerse. Los contratos de producción de Señal Colombia son repartidos con criterio puramente clientelista entre los amigos de los comisionados, del gobierno, del Congreso y de la administración de Inravisión. Es increíble, pero hasta el sindicato de Inravisión, que dice defender intereses nacionales y de los trabajadores, participa en el saqueo de lo público".164 Este mismo crítico de televisión llamaba entonces la atención en torno a otra clave importante para ver los obstáculos a la participación ciudadana en la CNTV: "Dado el arraigo de ciertas costumbres y el triunfo de una cultura mafiosa, la participación ciudadana es una entelequia. Y mucho más en la televisión, donde se mueve tanto poder y dinero. Ni los gobiernos ni los partidos políticos ni la clase dirigente que por años han usufructuado lo público como un bien privado, están dispuestos a permitir que el pueblo se le meta en esos espacios".165 V. Algunos Eventuales Valores Comunicacionales Para La Colombia Actual Y Para La Deseable

Denis Mc Quail ha definido a los valores comunicacionales fundamentales como unos "principios generales ampliamente reconocidos acerca de un bien general o individual que pueda esperarse de la comunicación o buscarse en ella".166 Esos valores comunicacionales deben responder a retos que se le presentan a las distintas sociedades nacionales y deben responder simultáneamente a ciertas tradiciones políticas, culturales y comunicativas presentes y reconocidas como importantes en cada país. Presentaremos a continuación una propuesta de posibles valores que podrían promoverse en el manejo de los medios de comunicación masiva en el contexto de la actual situación nacional. Los proponemos no como la verdad revelada, sino como un insumo para la deliberación pública sobre este asunto de los principios que deben sustentar la acción de los medios y del periodismo. Reconocemos que estos son temas controversiales y que no es en su acatamiento o aceptación pasiva o unánime donde radica su importancia, sino justamente en su sentido controversial y en su capacidad de polemizar y de poner a pensar a distintos sectores de la sociedad sobre los medios que queremos y sobre lo que no queremos de ellos.

164 Germán Yances en "Mala señal en la televisión pública". 165 Ibidem 166 Mc Quail, Denis, Op. Cit., p.59

Algunos de los valores comunicacionales y acciones comunicativas que podrían tener un gran sentido en la actual situación nacional podrían ser los siguientes: - Tratamiento cuidadoso y respetuoso de la gente -de las víctimas

como de las audiencias-, en el cubrimiento de las múltiples violencias que nos afectan. En ese sentido, construir una relación comunicativa con el fenómeno de la muerte en Colombia, que evite su banalización, que elabore de forma adecuada los duelos y redimensione simultáneamente el valor de la vida humana en Colombia.

- Cubrimiento cuidadoso, matizado y equilibrado de los conflictos y

de las diversas posiciones y argumentos de las partes, tomando distancia de las caracterizaciones y definiciones ideológicas así como de las adjetivaciones peyorativas del enemigo propuestas por los distintos actores del conflicto armado interno.

- Apuesta por la ampliación de la representación de la diversidad y

la pluralidad política e ideológica de la sociedad colombiana, más allá de las filiaciones político-partidarias liberal-conservadoras. Como lo han sugerido algunos autores, recogiendo la experiencia europea, y en particular algunos pronunciamientos del Tribunal Federal Constitucional alemán, se trataría de estimular “una oferta de comunicación variada, diversa, que refleje las inquietudes de todos los grupos y fuerzas sociales de relevancia, las opiniones que puedan ser expresadas en torno a temas polémicos, y una amplia gama de modelos de programas”.167

- Trabajo por la superación progresiva del empobrecimiento del

debate público, del funcionamiento actual de buena parte del sistema de medios en Colombia como instancias de manipulación y de control político y social de la población, y por el derecho de las audiencias a ser bien informadas (ante fenómenos actuales como la guerra y la crisis humanitaria de nuestra sociedad; las negociaciones de paz con los paramilitares, las políticas de reparación a las víctimas de sus masacres y acciones militares y de sanción jurídica y social a sus delitos; las demandas de cubrimiento crítico de la política militar y en general de las distintas dimensiones de la política de seguridad democrática; la reelección presidencial y la necesidad de garantías a los opositores, etcétera).

167 Blumler, Jay G., “La televisión pública ante el diluvio comercial”, en Blumler, Jay G., Televisión e interés público, Bosch Comunicación, Barcelona, 1993, p. 24

- Manejo responsable de los temas del intercambio humanitario de guerrilleros presos y de soldados, policías y políticos retenidos por la insurgencia, así como de las posibilidades de relanzamiento de nuevos procesos de diálogo y negociación con la guerrilla. Esto teniendo en cuenta que Colombia vive alternativamente ciclos de guerra y de paz y el periodismo debe estar abierto a un eventual y nuevo ciclo de negociaciones de paz.

- Fortalecimiento y cualificación de la tradición de libertad de prensa más allá de

cierta visión formal y cómoda de ella, para que a la conciencia de sus libertades pueda agregar también valores y comportamientos prácticos relacionados también con la conciencia de sus deberes, responsabilidades y obligaciones, así como con el cultivo y promoción de virtudes cívicas y ciudadanas en sí mismos y en sus audiencias.

- En ese sentido, producción de una información "movilizadora" que estimule la

participación creativa de la sociedad civil en distintas iniciativas sociales y comunitarias. En la base de tal tipo de información debe estar el deseo de estimular la preocupación ciudadana por las relaciones y los problemas que nos rodean y el desestímulo de la indiferencia ante ellos (preocupación por el cuidado de la vida; por la crisis humanitaria; por el desplazamiento forzado de nuestros connacionales; por el conocimiento de nuestros conflictos; por el conocimiento y formulación de alternativas ante la pobreza, etcétera).

- Asumir la construcción de identidades nacionales en contextos de

multiculturalismo y propiciar espacios de diálogo intercultural que eludan los fundamentalismos políticos, étnicos y religiosos. En el espíritu de la Carta Constitucional de 1991, desarrollar políticas no sólo de reconocimiento de la diversidad cultural, sino además, de acceso por parte de etnias y subculturas a la emisión de sus opiniones y perspectivas en medios masivos. Asumir adicionalmente la expresión de la diversidad geográfico-territorial y cultural del país.

- Estimular el conocimiento y la promoción de los valores consagrados en la

Constitución de 1991. Como reza un texto del Consejo de Administración de la Radiotelevisión Española, una de sus obligaciones es la de “alentar a la teleaudiencia a identificarse con los valores consagrados en la Constitución, los cuales proveen de las bases de la vida nacional; estos son libertad, justicia, igualdad y pluralismo político. No basta con aceptar estos principios de forma pasiva; los medios deberán contribuir activamente a su promoción y defensa”.168

- Dadas nuestras tradiciones de intolerancia –que no niegan la presencia

paralela de las de tolerancia y respeto al pensamiento ajeno, pero que

168 López Escobar, Esteban, “Valores vulnerables en la televisión multicanal española”, en Blumler, Jay G., Op. Cit., p. 212

continúan con su presencia problemática incidiendo sobre nuestra cultura política y sobre los climas de debate y de conversación acerca de los problemas y opciones nacionales- podríamos pensar en incorporar otro de los principios del Consejo de Administración de la RTVE que propende por la conveniencia de “promover hábitos de diálogo, tolerancia y apertura; favorecer el debate como medio para solucionar desacuerdos y conflictos; despertar el espíritu cívico como la base fundamental de toda coexistencia social; y repudiar de forma categórica las soluciones violentas”.169

A Modo De Conclusión: Posibles Líneas De Política Pública

Desde Los Organismos De Regulación De Medios, El Pe riodismo Y La Academia

A título de cierre, precisaremos a continuación algunos lineamientos de acción que podrían también contribuir al desarrollo del interés público en políticas de comunicación. Desde organismos como la Comisión Nacional de Televisión e Inravisión se requiere superar la improvisación y la falta de planeación y de políticas. Como bien lo ha expresado Germán Rey, "definir políticas es convocar a los diferentes sectores sociales a imaginar y proponer qué tipo de televisión cultural desean, cómo esa televisión representa el interés público, de qué modo se conectan los medios de comunicación con las realidades de un país lleno de intolerancia y de injusticia.. Un país de regiones, secularizado, con pluralidad de etnias, con diferencias de género. Por eso definir políticas requiere concertación, investigación, sentido de realidad, conocimiento del medio. Y sobre todo una voluntad política para hacer cumplir los acuerdos, no ceder a los cantos de sirena de las prebendas y el amiguismo y tener libertad crítica para evaluar con seriedad el cumplimiento de la política definida".170 A estos mismos organismos de definición de políticas de comunicación hay que demandarles el desarrollo de procesos de adjudicación transparentes, el apoyo a productores independientes, a colectivos sociales y grupos de jóvenes creadores, el apoyo a la investigación en comunicación con miras a la formulación de políticas con conocimiento de causa171, la promoción de la constitución de asociaciones de televidentes, de veedurías ciudadanas y otras formas de participación social y comunitaria en la formulación de políticas comunicativas. Estos organismos de regulación como la CNTV en nuestro caso, así como los sectores políticos y sociales y el propio presidente de la república, que hoy día

169 Ibidem, p.213 170 Rey, Germán, "Mala señal en la televisión pública", UN Periódico, edición citada. 171 En ese sentido, nos parece importante la continuidad de iniciativas, hoy día paralizadas, como el Programa de Investigaciones Académicas sobre Televisión, impulsado por la Comisión Nacional de Televisión CNTV, conjuntamente con Colciencias, por iniciativa del comisionado Jaime Niño Díez.

son quienes toman decisiones sobre su composición, acerca de a quiénes nombrar como comisionados de televisión, están llamados a velar porque la composición de esas entidades de regulación se realice con representantes competentes de los grupos sociales, políticos y culturales. La Comisión Nacional de Televisión debe rediseñarse radicalmente hacia una composición institucional menos clientelista y más autónoma desde el punto de vista político, mucho más apoyada en un conocimiento académico, técnico y jurídico, con un sólido criterio ético y con una representatividad social reconocida. Sin estos elementos la CNTV no podrá tener jamás autoridad ni credibilidad para constituirse como una entidad legítima a los ojos de la opinión, cuyas decisiones puedan efectivamente ejercer una función reguladora efectiva en un medio como la televisión, que además de sus funciones de entretenimiento constituye hoy un “vehículo de poder político, una fuente multiforme de experiencia cultural y uno de los principales medios a través del cual la sociedad se observa y se evalúa”.172

Una de las tareas que la CNTV tiene que abordar con seriedad y con responsabilidad histórica junto a otras instituciones como el Ministerio de Comunicaciones, Inravisión, Señal Colombia, Audiovisuales, y la propia Presidencia de la República –y que resulta irónico que hoy día no esté en el centro de la discusión pública en nuestro país- es la de un rediseño equilibrado del caótico y descuidado sistema de televisión que se ha configurado (o desconfigurado más bien) luego de la apertura y reconversión del tradicional sistema mixto en diciembre de 1997. Como han tenido que afrontarlo sistemas televisivos públicos o con un gran peso de lo público que en Europa unos ocho o diez años antes que nosotros vivieron sus procesos de reconversión económica y apertura al capital privado, en nuestro caso las autoridades de televisión están llamadas a buscar equilibrios entre el nuevo subsistema privado y el subsistema público de televisión que garanticen la competencia, la calidad de la programación y los derechos de las audiencias a la información y a una programación variada, rica en temas y en géneros, y de buena calidad.

172 Blumler, Jay G., “Introducción: confrontaciones actuales en la televisión de la Europa Occidental”, en Blumler, Jay G., Op.Cit., p. 14. Los tres puntos corresponden al texto original – F.L.

Valores Comunicacionales Deben Responder A Retos Que Se Le Presentan A Las Distintas Sociedades Nacionales Y Deben Responder Simultáneamente A Ciertas Tradiciones Políticas, Culturales Y Comunicativas

Presentes Y Reconocidas Como Importantes En Cada País

Lo anterior supone una reglamentación de los canales privados que precise sus deberes con las audiencias y con la ciudadanía, y políticas claras de orientación y promoción del servicio de televisión pública. Las medidas de control de las tendencias monopólicas brillan por su ausencia en Colombia, mientras el abandono de la red pública de transporte de la señal de televisión abierta y el traslado de la inversión publicitaria a los nuevos canales privados, facilita un creciente dominio del medio y un control de sus audiencias por la nueva oferta de televisión privada. Las autoridades e instituciones encargadas de la regulación de la televisión deberán trabajar por la superación de una situación como la actual, donde en el sector privado de televisión la opinión está hoy confinada a la media noche; los horarios de alta sintonía están colonizados por una oferta homogénea y excluyente de telenovelas y realities; donde hoy día se confunden en los formatos informativos y en los de la ficción la publicidad y la información, las historias y los mensajes publicitarios sin ningún respeto por el televidente; donde los espacios de opinión y los noticieros terminan convertidos en lugares de promoción de los realities del propio canal173, desdibujando el sentido de la información noticiosa y subordinándolo a los criterios mercantiles. Aquí se necesita pensar en el estímulo desde la política pública a mecanismos de autorregulación pero también de regulación social o ciudadana. Varios autores se han referido a la inconveniencia y a los precarios resultados que han dado los regímenes basados en prohibiciones y modalidades verticales de castigo. Seguramente tendríamos que combinar adecuadamente en nuestro caso, desde una apuesta colaborativa, algunas formas de regulación público-estatal más eficaces que las actuales, con un trabajo fuerte de promoción de disposiciones de autorregulación de los medios y sus agentes, y de participación paralela de la ciudadanía en la crítica y control de la televisión, así como en la propuesta de alternativas, temas, contenidos, géneros y programas. Hay que tener en cuenta, como lo han puesto de presente experiencias de regulación en otras latitudes, que “la supervisión cooperativa, es (…) menos problemática que el control por confrontación”.174 La cuestión de los sistemas regulatorios de medios y sobre todo lo que tiene que ver con su eficacia, es un problema muy complejo que no pretendemos agotar en este punto, y sí mas bien dar algunos elementos de análisis para abrir un necesario debate que está lejos de haber comenzado en nuestro medio. Quisiera anotar también que una desmedida e imprecisa centralidad atribuída incluso por los investigadores de medios a la televisión en la vida contemporánea (en contravía con la realidad del peso que sigue teniendo en la vida social y en la información el medio radial), ha opacado la visibilidad y la discusión pública acerca

173 Como sucede con el espacio de opinión “Lechuza” en el Canal Caracol que desde hace varios semestres se dedica regularmente los días lunes al reality del canal 174 Hoffmann-Riem, Wolfgang, “La protección de valores vulnerables en el ordenamiento televisivo alemán, en Blumler, Jay G., Op. Cit., p. 82

de la regulación de la radiodifusión en nuestro país. No hay crítica radial hoy día en nuestros medios y los procesos de concentración llevados a cabo en las últimas décadas han conducido a la desaparición de muchísimas emisoras locales que jugaban importantes funciones de información y servicio social a municipios, regiones y zonas rurales. Periodistas de trayectoria en el medio radial se quejan de cómo la adquisición de muchas de esas emisoras por los grandes conglomerados económicos y mediáticos ha llevado a la desaparición de los nombres primigenios de las emisoras que evocaban lugares importantes de memoria para los habitantes de esas ciudades pequeñas e intermedias o de esos pueblos y lugares y a que ahora se llamen todas “Básica RCN” o adopten otras denominaciones correspondientes a la nueva pertenencia monopólica nacional o internacional. Además de esta pérdida simbólica nada despreciable, es igualmente grave el proceso de homogeneización de la programación, la pérdida de acentos locales y regionales y de importantes funciones sociales jugadas en las regiones por la radiodifusión. No sobra recordar en este punto aquel artículo de la poetisa y exconstituyente María Mercedes Carranza (q.e.p.d.), en la conmemoración de uno de los aniversarios de la Constitución de 1991, donde además de argumentar cómo desde su perspectiva, una de las grandes frustraciones de la Constitución de 1991 habían sido los desarrollos institucionales de la Comisión Nacional de Televisión, rememoraba también cómo uno de los presidentes de una de las grandes organizaciones mediáticas del país, se paseaba por los corredores de la Asamblea haciendo lobbying para evitar que la radio fuera incorporada como medio al nuevo organismo de regulación que la Asamblea Constitucional estaba diseñando.175 Quisiera concluir con algunas reflexiones acerca del papel del periodismo y de la academia en estos procesos de construcción de lo público en la comunicación masiva.

175 El artículo hacía parte de un dossier que las “Lecturas Dominicales” del periódico El Tiempo publicaron en conmemoración de uno de los aniversarios de la promulgación de la Carta Constitucional de 1991. No dispongo en este momento de la referencia exacta para la citación.

Desde el periodismo y los comunicadores sociales es importante avanzar en la promulgación y observancia de códigos internos de autoregulación y en prácticas autoreflexivas sobre el papel del periodismo y la comunicación masiva en una sociedad como la colombiana contemporánea con sus rupturas, conflictos, tragedias y dilemas. La academia está llamada en estas circunstancias a fortalecer el diálogo entre la investigación social y humanística y el periodismo, superando las incomprensiones y recriminaciones mutuas, situación que podría contribuir a la producción de un académico más capaz de comunicarse con la sociedad y más comprensivo de la actividad periodística, un intelectual-comunicador, y a un periodista más crítico de su oficio, menos coyuntural y más capaz de dar cuenta de las cuestiones estructurales a la hora de informar sobre la realidad, y más autorreflexivo acerca de su oficio y sus rutinas ocupacionales. Resulta conveniente así mismo, fortalecer la investigación crítica de los medios masivos desde orientaciones teóricas como las que hoy día plantean las relaciones entre narrativas y control social176, o desde aquellas que desde el análisis del discurso noticioso o de ficción nos develan racismos, sexismos y otras formas de discriminación social.177 Se requiere así mismo estimular la producción de investigaciones históricas sobre los medios masivos y sobre la evolución del campo del periodismo. Ellas pueden conferirle solidez y fondo a la investigación sobre comunicación, mostrar momentos y períodos importantes en la construcción de lo público en políticas de comunicación, así como una mayor conciencia en torno al papel jugado por los medios en la construcción de nuestra modernidad. En esa misma dirección, requerimos de revistas especializadas en temas de comunicación social y periodismo que aproximen la reflexión académica sobre la comunicación social, con el conocimiento de los saberes, destrezas y tradiciones del oficio periodístico, logrando interesar a los propios periodistas en este tipo de investigaciones y reflexiones. En fin y para concluir, habría que decir que en el campo de la comunicación, al igual que en otras esferas de la vida colombiana donde el interés público brilla por su ausencia o por su envilecimiento, hay que aunar esfuerzos entre políticos demócratas, académicos, periodistas conscientes de las responsabilidades democráticas del oficio, y públicos y audiencias interesados en ser tenidos en cuenta en las políticas de comunicación, para hacer de la comunicación y de los medios masivos un espacio de reconstrucción democrática, pacífica, pluralista y participativa de la nacionalidad.

176 Véase el trabajo de Mumby et al., Narrativas y control social, Amorrortu, Buenos Aires, 1998 177 Véanse los libros de Teun van Dijk, La noticia como discurso, Paidós, Barcelona, 1996 y Racismo y análisis crítico de los medios, Paidós, Barcelona, 1997.

Ese reto es imposible de ser llevado a cabo sin el estímulo paralelo de un tipo de participación política y social nuevo que coloque por encima de cualquier interés particular un conjunto de bienes y valores referidos al interés público. Muchos colombianos discuten y trabajan hoy en esa perspectiva, y este escrito intenta ser apenas un aporte preliminar en esa dirección.

Bibliografía Blumler, Jay G., Televisión e interés público, Bosch Comunicación, Barcelona, 1993 Entel, Alicia (comp.), Periodistas: entre el protagonismo y el riesgo, Paidós Estudios de Comunicación, Buenos Aires, 1997 Gómez, Patricia, et al, “La guerra una amenaza para la prensa”, Corporación “Medios para la Paz”, versión resumida impresa (Bogotá, 2003), y versión ampliada (mimeo, Bogotá, 2003). López de la Roche, Fabio, “El periodismo: ese relegado objeto de estudio y debate ciudadano”, en el número monográfico “Comunicación. Tras la huella de Hermes”, de la Revista La Tadeo, No.68, Bogotá, Primer semestre de 2003 Mata, María Cristina, “Entre la plaza y la platea”, en Mata María Cristina y Héctor Schmucler (coordinadores), Política y comunicación. Hay un lugar para la política en la cultura mediática?, Universidad Nacional de Córdoba-Catálogos Editora, Buenos Aires, 1992 Mc Quail, Denis, La acción de los medios. Los medios de comunicación y el interés público, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1998 Mumby, Dennis (comp.), Narrativa y control social, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1997 Ortega, Félix, y María Luisa Humanes, Algo más que periodistas. Sociología de una profesión, Barcelona, Editorial Ariel, 2000 Restrepo, Javier Darío, Germán Rey y Germán Yances, "Mala señal en la televisión pública", en entrevista del periódico UN Periódico, de la Universidad Nacional de Colombia , No. 9, Bogotá, abril 9 de 2000. Rey, Germán, Balsas y medusas. Visibilidad comunicativa y narrativas políticas, FESCOL, Cerec, Fundación Social, Bogotá, 1998 Rey, Germán, Oficio de equilibristas. 21 casos periodísticos de El Tiempo analizados por el defensor del lector, Casa Editorial El Tiempo, Bogotá, 2002 Rincón, Omar y Marta Ruiz (editores), Bajo todos los fuegos. Los periodistas en el conflicto colombiano, Proyecto Antonio Nariño, Bogotá, 2002; Van Dijk, Teun, La noticia como discurso, Paidós, Barcelona, 1996 Van Dijk, Teun, Racismo y análisis crítico de los medios. Paidós, Barcelona, 1997

Reseñas

Sanmiguel, Pío Eduardo. “Lo privado, lo público, el sujeto y el individuo. Comentarios desde el psicoanálisis”. Para Pío Eduardo San Miguel el psicoanálisis permite interrogarse sobre la división entre lo público y lo privado, y con ocasión de lo anterior se podría pensar que el inconsciente, una vez articulado a cada individuo, crearía lo privado y el lenguaje, o el discurso del otro sería lo público, oponiéndose a lo individual. Este tipo de razonamiento, para San Miguel, concierne al discurso actual, del cual se deriva que lo individual estaría definido por una vía identificatoria, en tanto lo público estaría definido en relación con elementos de la cultura, en donde todos se pueden reconocer. Dado lo anterior, y retomando la perspectiva de Charles Merman, se tendría que la lengua sería aquello en lo cual se reconoce la humanidad de todos y estaría relacionado con lo público, de esta forma en la actualidad nos encontraríamos con una positivización de lo público en términos de instituciones y objetos; el acceso a esos objetos e instituciones los constituirían en elementos de lo público. Para Pío Eduardo San Miguel, esta tesis resulta un poco ingenua en el sentido de su realización; al retomarse esta tesis Merman, desde una perspectiva histórica, lo que ha tenido lugar son propuestas para tratar de resolver el problema de la privatización de ciertos bienes humanos, como en el caso del planteamiento socialista, en el cual el estado toma los bienes para repartirlos. Este conjunto de consideraciones de Merman llevan al autor a encontrar que detrás de esta apropiación, exclusión y acceso al bien público esta la formulación hegeliana sobre la relación entre el amo y el esclavo; relación que, en consecuencia, es fundamento del lenguaje, al definir lo público articulado con este último. Pero igualmente, para Eduardo San Miguel, esta inferencia conduce a que la definición de lo público, cualquiera que ella sea, no va a solucionar el problema de la desigualdad; no se podría esperar que abogando por lo público se termine con el malestar de lo humano, lo cual implica que unos se apoderan del objeto y otros queden desvalidos de éste. En una segunda perspectiva, se encontrarían las consecuencias y dificultades que se derivan de la relación entre lo público y lo privado, cuando se trata de recurrir al uso de ciertas herramientas con las cuales el psicoanálisis se ha permitido pensar el inconsciente. Por ejemplo, si se utilizara una lógica como la que se desprende de la banda de Moebius, nos encontrarías con un resultado inadecuado, porque allí no habría diferencias entre lo público y lo privado, lo anterior permitiría apoyar propuestas de privatización como las agenciadas por las empresas privadas. Frente a este peligro que se corre y en oposición a esa lógica sería necesario salir del principio dual público-privado, en el cual uno de sus dobleces se apoya en el concepto de individuo. Para pensar en torno a esta situación, el autor retoma las consideraciones de Dany-Robert Dufour sobre la democracia. Si la democracia permite pensar que en ella se funda la posibilidad de que todos seamos iguales, se podría concluir de ahí

que todos pueden acceder al principio de humanidad que estaría en lo público y la propuesta sería que todos podemos acceder a lo público como lugar en donde, supuestamente, no habría resto; vale decir, la imposibilidad de que alguien quedase por fuera de ese todos. Sin embargo, lo sorprendente para Eduardo San Miguel es que el resultado de lo que Dufour denomina democracia de masas, se orienta en el sentido de producir un resto de sujetos humanos que no tienen acceso; esta percepción iría articulada a la afirmación de Dufour según la cual el sujeto de la democracia es el individuo y éste implicaría una apropiación de los bienes que supuestamente son públicos, lo cual reinstala en la democracia la disimetría irreductible del amo y el esclavo. Algo que va de la mano de esto y que se puede leer en Dufour es la voracidad en el acceso al objeto que instala la democracia, es decir, la democracia no puede funcionar sin instalar una autonomía que es ya de otro estilo en la determinación de los límites que se impone cada cual en la relación con el objeto, con el acceso al objeto; esto sumado a que en la democracia para poder acceder al objeto, y puesto que todos son iguales en las posibilidades de acceso, se tiene que pasar por sobre el otro. Desde este punto de vista, muy general del psicoanálisis, se podría pensar que no hay salida, que la posición en diferentes niveles y en el nivel de la relación de pareja, en el ámbito de la lucha por el objeto, de lo que se llama plusvalía, y de la problemática que el psicoanálisis plantea como la imposibilidad de renuncia al goce, se pone de presente la no solución al problema de la repartición del objeto. Los psicoanalistas se han preguntado, si el psicoanálisis crea una nueva forma de relación que permita salida; hay quienes han dicho que el discurso del psicoanálisis podría ofrecer en lo social algo, sin embargo, no se sabe hasta donde se puede llegar con propuestas como la de Slavoj Zizek cuando detrás del psicoanálisis se termina apoyando un movimiento político, pero más bien se trataría de pensar y decir que el sujeto es lo que podría permitir -el sujeto que hace cagarrutas, el sujeto del habla- recrear continuamente lo público, porque existe siempre el peligro de convertir ese sujeto en una bandera. Más allá, sin embargo, está la pregunta, en la situación actual, por el totalitarismo en el sentido de esa articulación entre individuo y sociedad, de una salida que parece no estar por el lado de un sujeto totalmente sometido al consumo del objeto o del anhelo de poseerlo y la promesa concomitante que la cultura le hace de que será así. Dado lo anterior, se puede considerar el sujeto privado y lo público en dos acepciones; una en la que ese sujeto, si acaso pudiera llamárselo privado sería el que se debería a lo público, y de alguna manera su articulación no sería posible sino recreando lo público, lo cual implica interrogarlo -un cuestionamiento de aquello que sería el discurso del otro-. Una segunda acepción que concerniría más bien al individuo, es decir, sería el tiempo de alguien absolutamente privado de lo público; un sujeto en situación de privación, en la figura del individuo: en esta vertiente se corre el riesgo del totalitarismo, y para comprenderlo es necesario entender que lo público consiste en mantener siempre los espacios vacíos en los

cuales el sujeto pueda estarlo recreando; lo público, en este momento, estaría mas inclinado a taponar esos espacios y eso es el totalitarismo. Con ocasión de lo anterior esta el ejemplo del desplazamiento de masas, de poblaciones, para decir que no tiene lugar cuando se tiene un espacio para vivir sino cuando ya no se dispone de espacio vacío, es decir un lugar sobre el cual el otro no tenga puestos los ojos. ¿Qué ocurriría llegado el caso en que ese Otro no pueda ya cerrar los ojos, sino que los tenga siempre abiertos? Es una situación para la cual nos ha preparado el siglo XX con su lógica de la mirada, de una mirada totalizante; en ese momento el sujeto se ve obligado a desplazarse, vale decir, ir a deambular buscando un espacio vacío.

Martínez, Elsa. “Lo social arraso con la esfera púb lica. ¿Una modernidad sin política?” La autora plantea que el punto central del libro “La condición humana” de Hannah Arendt es dar cuenta de las transformaciones en la vita activa y la vita contemplativa en la edad moderna y en el mundo moderno. Dado lo anterior, Martínez se ocupa de hacer una presentación de la obra, en tres momentos; en el primero presenta un marco conceptual, en el segundo se ocupa de la vita activa en la modernidad y finalmente propone unas conclusiones. La vita activa es una categoría que se puede considerar comprensiva del conjunto de las actividades humanas y especialmente de la labor, el trabajo y la acción. De otra parte, la vita contemplativa alude al conflicto entre el filósofo y la polis. Es la vida del filósofo dedicada a inquirir y contemplar las cosas eternas. Arendt acepta la distinción entre vita activa y vita contemplativa pero cuestiona la jerarquía establecida entre ellas, en tanto considera que el enorme peso de la contemplación en la jerarquía tradicional ha borrado las distinciones y articulaciones dentro de la vita activa y que el interes que sostiene las actividades de la vita activa (labor, trabajo y acción), no son lo mismo para la vita contemplativa. Otro de los grandes componentes del marco conceptual propuesto por Arendt es la noción público-privado. Lo público es pensado como esfera común desde una doble perspectiva: La primera significación alude a que todo lo que aparece en público puede verlo y oírlo todo el mundo, por lo que tiene la más amplia publicidad posible; la importancia de ver y oír lo que otros ven y oyen, esta dada porque son los otros los que posibilitan el paso de la apariencia a la realidad. La segunda significación de lo público alude al propio mundo, en cuanto es común a todos nosotros, y a demás diferenciados de nuestro lugar poseído privadamente de él. Lo común constituye la realidad de la esfera pública en tanto ésta solo se puede constituir si admite la presencia simultánea de innumerables perspectivas, si admite la presencia de la pluralidad. De otra parte, lo privado, igualmente, tiene una doble de significación: la primera hace referencia a estar privado de cosas esenciales de la vida humana, estar privado de la realidad, en tanto no se tiene una objetiva relación con los otros. El rasgo no privativo de lo privado nos coloca en la esfera familiar, lugar del nacimiento y de la muerte, actividades que han permanecido de la esfera pública. Otro rasgo no privativo de lo privado es la ley; ésta opera como una frontera, como una muralla que regula el estar entre los demás, es decir que regula la vida humana en el mundo. La consideración de la vita activa en la modernidad plantea la existencia de dos errores que han tenido consecuencias fatales para la humanidad. De una parte esta el error en traducir bios polítikos aristotélico como animal social y posteriormente como animal racional; error que consiste en pensar que lo político y lo social son lo mismo. El segundo error sobre el cual se asienta la modernidad

se relaciona con el animal racional, dado que se asume que la más elevada capacidad humana era el logos, el discurso de la razón, sin embargo se puede ser animal racional y estar desprovisto de una forma de vida en la que el discurso y sólo éste tenga sentido. En la modernidad esta confusión se exacerba y hoy la esfera de lo social no solamente invadió la esfera pública sino que ha degradado la política, ha destruido la esfera privada. La política ha desaparecido de la esfera pública. En este mismo contexto la modernidad ha glorificado el trabajo con la consideración de un animal laborans como animal racional, y con ello se ha perdido la distinción antigua entre labor y trabajo. El laborar no deja nada tras de sí, nada que permanezca en el mundo, en tanto todo lo que resulte de aquella se consume inmediatamente, por su parte, los productos del trabajo permanecen y duran, es decir forman un conjunto de cosas duraderas que aseguran a la vida los medios para su propia supervivencia. Sin embargo, la lógica de la acumulación necesariamente transforma la labor y el trabajo; hasta ahora los productos de la labor eran consumidos mientras los del trabajo eran usados, pero esto no favorece la acumulación. El resultado en el mundo de la modernidad ha sido que las cosas se han convertido en productos de la labor, cuyo destino es ser consumidos y no usados. La producción del homo faber y el homo laborans en la sociedad moderna han determinado lo que esta sociedad considera importante, útil para la vida. El homo faber tiene una esfera pública propia, aunque no es una esfera política y no lo es porque la razón de ser del homo faber es la necesidad y por lo tanto, desde la perspectiva griega, no puede proceder del campo de la política. La primacía de la acción con respecto a las demás actividades de la vita activa, ha sido objeto de varios embates en la edad moderna. El primer embate ha estado en cabeza del homo faber y del animal laborans; el homo faber considera que su actividad esta por encima de la acción en la medida en que los productos del hombre pueden ser más que el propio hombre, y que su misión es hacer el mundo más útil y hermoso. Es por esta razón por la cual en la modernidad se considera a la acción y al discurso como una ociosidad, como una actividad improductiva y poco útil; se ha dado, por lo tanto, un cambio en la jerarquía de estas actividades dentro de la vida activa, pero no una eliminación de la esfera de la acción. El mercado de cambio constituye un espacio público pero nunca un espacio político. Las personas que se reúnen allí lo hacen como productoras de productos, y sus objetivos son radicalmente a los de la acción y el discurso; dos objetivos los animan: De una parte exponer sus productos con la finalidad de obtener la valía pública de los mismos, de otra parte, la apetencia de productos que puedan realizar en la medida que tienen poder de compra. La labor es una actividad colectiva en la mediada en que reúne a muchos como si fueran uno, pero su relación, máximo llega a ser una relación de contigüidad y nada tiene que ver con la pluralidad; esta reunión de muchos en uno es básicamente antipolítico, en la medida en que es una reunión de iguales , igualados por la naturaleza.

La otra reacción contra la preeminencia de la esfera pública se origina en la angustia la triple frustración de la acción. Estas frustraciones son: La capacidad para predecir los resultados de la misma; segundo, la irrevocabilidad e irreversibilidad del proceso y tercero, el carácter anónimo de sus actores. Estas frustraciones de la acción, que han sido vividas como calamidades, radican en la naturaleza de la misma, es decir en la pluralidad, sin embargo, eliminarlas es suprimir la pluralidad, lo que equivale a invisibilizar la esfera pública. Finalmente, la autora propone un conjunto de conclusiones con ocasión de las reflexiones de Hannah Arendt.

Asqueta, María del Pilar; Muñoz, Clarena. “El ritua l del consumo: la trastienda urbana”. Las megalópolis han pasado a simbolizar, en las representaciones colectivas, un éxito del desarrollo humano, cuando en realidad el habitante urbano trata de vender algo en las calles, algún objeto o a él mismo para sobrevivir. Pero frente a la mitología oficial se instala otra realidad a partir de un uso estratégico del ritual como mecanismo de control, en la generación de recursos, y de la homogenización discursiva de las diferencias. Sin embargo, las personas aceptan las versiones de la realidad que son impuestas con la misma frecuencia que sus propios relatos y, en consecuencia, en la producción simbólica se establece una paradoja, la comunicación produce relatos en imágenes e ideas con versiones ajenas y apropiadas que son aceptadas por la colectividad como paradigmas construidos por signos preexistentes, preestablecidos, esteriotipados, repetitivos y, en definitiva, previsibles, los cuales producen ideologías originadas por el orden económico y político dominante, el cual hemos caracterizado a partir de la ritualización del intercambio impuesta por la necesidad de sobrevivir. Las estrategias de producción de sentido del discurso publicitario inundan el paisaje con estímulos e información que ofrecen paraísos artificiales aparentemente accesibles para todos, excluyendo los contenidos los cuales contienen los problemas básicos, que hacen de la cotidianidad en la cual están inmersas las multitudes que pueblan la ciudad. De hecho la palabra que persigue un efecto proviene de un altavoz desde el cual el emisor y la fuente son anónimos pero seguros representantes del interés dominante que habla para todos con el slogan de la intención democrática, especialmente, para aquellos a quienes quiere persuadir, y sobre todo, convencer de que las condiciones de existencia del mundo globalizado son equitativas. Dado lo anterior la investigación orientada por la semiótica y el análisis crítico del discurso, el estudio de las simbolizaciones y los rituales constituye un horizonte desde el cual es posible revelar las técnicas de producción del sentido utilizadas en los sistemas sociales. Más precisamente, las estrategias de sobrevivencia y de producción que se generan en los rituales de consumo conforman un tejido que controla, domina y neutraliza los discursos y las acciones. El ritual, tradicionalmente, se ha definido como una interacción a partir de la cual se cohesiona la colectividad; su puesta en escena implica el registro en el imaginario social de una serie de normas que delimitan los roles y posiciones de los individuos frente a las instituciones. Al indagar sobre el hecho del ritual en el espacio urbano, es posible encontrar tres condiciones que permiten reconocer sus bases materiales. Primera, el establecimiento de contacto entre los sujetos de la comunicación, tópico explicado por Roman Jakobson como su concepto de función fáctica, la cual es actualizada mediante encuentros de los demás miembros de la colectividad, tanto en lugares naturales como artificiales.

Segunda, la delimitación de fronteras lo cual a lude a la demarcación de los lugares para los encuentros de las colectividades con trazados de figuras geométricas, mediante el levantamiento de paredes, vallas, muros, rejas, senderos y líneas; tal conformación de la espacialidad consisten en adecuar unas características topológicas para la acción y la práxis. En la ciudad, todo espacio es delimitado por un sistema pragmático horizontal el cual conforma coordenadas con el sistema semiótico, vertical, determinado por los usuarios de los puntos de encuentro. En consecuencia, el mundo del mercado informal se apropia de los espacios destinados a las celebraciones sociales; políticas, religiosas, culturales y deportivas, como oportunidad de ritualizar en ellos la sobrevivencia, a partir de los objetos de consumo. Tercera, el ofrecimiento de los sacrificios o identificación del objeto ritual. Si bien condiciones diversas originan nuevos rituales, en el caso particular del ritual del consumo, se identifica a un objeto, un producto del intercambio, para generar dicho ritual. El ritual en sus tres condiciones simboliza, mediante representaciones de los signos verbales y no verbales, una estrategia y, a la vez, un medio para fortalecer los vínculos de pertenencia de la comunidad, asegurar la propiedad, mantener los mecanismos de producción social, delimitar el territorio, consumir los objetos; en suma, garantizar la sobrevivencia del futuro. Finalmente, los recorridos, las comunicaciones y las simbolizaciones producen espacios urbanos, cuya dinámica se constituye mediante fuerzas complementarias, aparentemente contradictorias: unas centrípetas concitan denotaciones unilaterales alrededor del intercambio de objetos únicos y, otras, centrífugas que expanden las significaciones valorizadas mediante una retórica visual que proyecta imágenes globales, confrontadas con representaciones de identidades locales y regionales.

Zambrano, Carlos Vladimir. “Dos consideraciones sob re lo público desde la diversidad cultural” Hay una relación estrecha entre las identidades y la configuración de lo público; se lo puede fundamentar, en primera instancia, en la complementariedad de las visiones provenientes de la antropología y de la política, dado que la antropología se a ocupado extensamente de la construcción, evolución y continuidad de las identidades culturales colectivas, y la política de la producción, desarrollo y permanencia de lo público. En suma, se procurar establecer y definir una conexión entre ethos y la polis. Dado que algo se ha logrado con la noción de gobernabilidad cultural, en una segunda instancia, la relación de las identidades y lo público se abordará desde la perspectiva de la diversidad cultural. La trascendencia y sentido de la relación entre identidades colectivas y lo público varían no sólo de sociedad a sociedad, sino que al interior de cada sociedad ellas dependen de tiempos, espacios y culturas, que además, cambian de modo permanente y se entrecruzan de muy variados modos. Para abordar lo público, en esta perspectiva, se considera útil una noción de política como la planteada por Norbert Lechner, quien habla de la política como el arte o el esfuerzo de convertir los anhelos en relaciones sociales. Con base en lo anterior, la pregunta a responder es ¿Cómo el anhelo de un sujeto, de un individuo, se convierte en una relación social y cómo la relación social constituida fragua lo público? De otra parte, se trata de reconsiderar la polaridad público-privado, dado que es problemática, como lo son las categorías de lo bueno y lo malo, lo frío y lo caliente; son útiles para un mundo dual, pero las cosas parecen ser más complicadas. Dado lo anterior, se propone un giro en la consideración del problema y hablar más bien de contextos de privacidad y contextos de publicidad. Tales contextos permiten, en principio, separar muy bien los sentidos público, comunicacional y social del espacio de los del sujeto. El contexto de publicidad permite entender la cualidad y movilidad del sujeto en un momento de publicidad determinado y en el espacio históricamente definido. Los contextos de privacidad y de publicidad permiten que tanto los individuos como los espacios puedan establecer una conexión importante social, cultural, y política, y se pueda resaltar las dimensiones antropológicas y politológicas de la relación social que establecen. Planteados estos propósitos, el documento se divide en dos partes: el primero corresponde al relato de dos experiencias sobre la formación de lo público, y uno segundo en el cual se establece la relación entre derechos y políticas de la diversidad. El primer caso se trata de una experiencia con niños indígenas en una escuela del macizo colombiano; se hacía un taller en una vereda en el cual había un grupo de campesinos que estudiaban la pertinencia a un movimiento reivindicativo

aspirando a ser indígenas o mantenerse como campesinos, en el taller participaron los niños y relataron cuáles eran los problemas que tenían y el primero que identificaron fue la preocupación por resolver entre quienes eran campesinos y quienes indígenas. ¿Cuáles con los contextos de privacidad y publicidad en este caso? Al hablar de los espacios colectivos o de los sujetos colectivos, es difícil establecer indicadores de lo privado y de lo público, asociándolos con algo personal, familiar, o del entorno individual. El ejemplo revela que al hablar de contextos algunas cosas públicas pueden ser colectivamente privadas, y algunas cosas privadas pueden ser públicas. Esta aparente relativización sirve para precisar el lenguaje y los niveles de acción de lo público, porque sin esa conexión no se puede hacer del ethnos polis. El taller fue un escenario público pero en el se dio un contexto de intimidad y privacidad, eran los de la casa quienes hablaban ante unos forasteros de sus cosas comunitarias, las cuales eran públicas, pues hasta los niños las conocían. La conexión local esta figurada, pero esa situación real no se conoce en ámbitos más allá de los pueblos en que se originan; vale decir, que en un nivel municipal, regional o nacional el problema de transición de campesino a indígena o viceversa no es un asunto de público ni de política. Sin conciencia del entorno colectivo se presenta la dificultad de pensar cualquier contexto de publicidad, esto significa que muchas de las situaciones sociales existentes en el país son invisibles para nosotros, y no hay posibilidad de una política pública para la diversidad si en el país no se encarna de manera decisiva y hace posible la mentalidad para la diversidad, sin la cual difícilmente se podría esperar una política de la identidad. El problema sobre lo público implica que su construcción y desarrollo forma parte de los procesos de construcción colectiva, no sólo ciudadana, a no ser que la cuestión ciudadana esté atravesada íntegramente por los recursos de la identidad, vale decir de una determinación del ethnos sobre la política. En el segundo caso niños afrodescendientes, en una escuela en Puerto Tejada, Cauca, hacen un taller sobre problemas de memoria colectiva y recuperación de tradiciones culturales. Las controversias en torno a la memoria no se hicieron esperar, y se manifestaron en forma dramática entre los abuelos. Los pueblos tienen muchas memorias, y solamente cuando se empieza a ver que hay un espacio de homologación, de discusión, de debate de esas memorias, y a trazarles sentido e identificaciones, aparece el escenario público y privado de identidad. La memoria es un espacio que se construye públicamente y a la vez de construirse públicamente, se debate políticamente entre sujetos, creando identidad. Esa identidad sobre la memoria es la base necesaria para reducir la angustia y el riesgo en momentos de cambio y de transición. Los momentos en los que se fragua lo público son siempre privados hasta que progresivamente emergen entornos colectivos que permiten aflorar o realizar públicamente a los sujetos. Todos los procesos de formación colectiva, permiten entender que hay unos contextos de privacidad que se debaten públicamente y al debatirse públicamente no pierde el contexto de privacidad.

Las segunda parte relacionada con derechos de la diversidad y políticas de la identidad parte del siguiente interrogante: ¿Es posible pensar la configuración de políticas desde los derechos humanos, en particular los derechos de la tercera y cuarta generación, que son a nuestro entender los derechos sutanciales se la diversidad cultural? La lucha por la universalización de los derechos humanos en los últimos años no fue una lucha a la cual muchas naciones llegaron a causa de su propio proceso civilizatorio y político, sino una exigencia internacional que dio la legitimidad moral necesaria para llevar a cabo la reestructuración funcional del control económico y político global; incluso, el significado de universalización se vió francamente limitado cuando se entendió, stricto sensu, como extensión de las prácticas de los derechos humanos universales en lo local, regional y nacional. Sin embargo, pese a que el leguaje de la universalización de los derechos humanos se extendió, eclipsó muchas costumbres defensoras de la dignidad humana, devaluando la impronta de la diversidad y del horizonte cultural común de todo derecho universal: la capacidad de ser una práctica local que interpela universalmente otras prácticas distintas. La universalización de los derechos humanos se ha estado constituyendo en un mediador entre las justicias reales y las imaginadas que impone valores y estandariza identificaciones paradójicas, porque hace estallar la diversidad argumentando vehiculizar la diversidad. La herencia de la universalización en materia de los derechos de la diversidad además de estimular la importancia de los derechos humanos de las cuatro generaciones, genero la defensa de los derechos humanos de las culturas como instancia fundamental del ejercicio gubernamental, la multiculturalidad como fuente y parte del estado, y lo intercultural como fundamento ciudadano. La entrada al siglo XXI impone considerar el papel que la cultura desempeña en la Colombia contemporánea, conflictiva y de transición, que no se agota en el balance financiero del sector cultural, ni en las retóricas donde toda verbena -oficial y popular- es un acto de paz, ni en los intercambios musicales, literarios y educativos entre los Estados, y mucho menos, en la introducción de las humanidades en el análisis de las industrias culturales. La principal y primera empresa cultural y política de una sociedad, por lo tanto pública, es su proyecto de comunidad imaginada: hacer creer que todos somos parientes, así provengamos de lugares distantes, razas disímiles y tradiciones diferentes. Vale decir, connacionales; gente que convive en una civitas, en una comunitas, civilizadamente. La cultura crea la unidad simbólica necesaria para la acción política, en tanto que es la base de la legitimidad de los proyectos étnicos y nacionales. En ese sentido identidad colectiva y lo público como instancia fundacional se confunden.

López Díaz, Fabio. “Comunicación y metáforas del es pacio público. Una aproximación desde la filosofía del lenguaje”. Se tiene como finalidad explorar esquemáticamente el modelo de comunicación que subyace a la reflexión sobre el espacio público, y comprender las razones por las que se realiza el tratamiento metafórico del espacio público de la manera como se vienen haciendo. Igualmente, se busca establecer qué tipo de gramáticas dominan la representación del espacio público como una fenomenología de lo visible y lo común; en este sentido, se intenta desmentir la incuestionada convicción de que el uso metafórico, en el discurso argumentativo de estos saberes, está en condiciones de salvar la brecha explicativa cuando se emplean expresiones metafóricas. Una exploración que involucre los discursos dominantes sobre el espacio público, debe tomar como punto de partida la pertinencia y productividad del recurso de la metáfora en los momentos decisivos de la exposición. La razón para realizar dicha evaluación se funda en la manera como algunos discursos sobre la vida pública privilegian el uso de metáforas tales como theatrum mundi, espacio de aparición, dispositivo de dramatización y otras tantas que deslizan el tratamiento del fenómeno de lo público hacia regiones un poco opacas a pesar de la fácil comprensión que cualquier interprete puede tener de ellas. Aunque a primera vista esto parece no ser inquietante, la tesis que intentaré defender apunta al hecho de que lejos de tratarse de un uso gratuito de los simples giros del lenguaje; el empleo de ciertas metáforas posee una eficacia simbólica que no esta desligada de efectos políticos que pretenden alcanzarse a través de estas caracterizaciones. En los últimos años a tomado fuerza la tesis según la cual la metáfora, lejos de ser un asunto exclusivamente lingüístico, está implicada en procesos cognitivos de los seres humanos a punto que, de ella, sólo se puede tener una imagen correcta si la piensa en la órbita de lo mental. La metáfora ya no es vista como un simple giro del discurso sino que, por el contrario, ha de concebírsela como un asunto netamente conceptual, ligado a procesos convencionales a la vez que hace parte de nuestro sistema de pensamiento y nuestro aparato lingüístico. La lingüística cognitiva, disciplina que estudia la relación entre estructura del lenguaje y nuestro aparato cognitivo concibe un vinculo doblemente arraigado entre nuestra experiencia y el tipo de correlatos conceptuales sobre los que avanzan nuestra relaciones con el mundo y nuestras interacciones con los demás; la base de esta perspectiva es representacionalista. Apoyados en la analogía matemática de las funciones y las relaciones entre conjuntos puede estructurarse la noción de proyección como la operación mediante la cual se crean isomorfismos del tipo propuesto entre dos órdenes; en el caso de la metáfora se trata de la ruta basada en el desplazamiento de una perspectiva semántico-cognitiva, según la cual se propone una ruta alternativa para la expresión de un pensamiento. George Lakoff permite entrar en los dominios de la metáfora, en el sentido señalado, cuando analiza el valor pragmático de una metáfora cotidiana como la

siguiente: El amor es como un viaje. En este caso, la metáfora involucra el entendimiento de un dominio de la experiencia -el amor-, en términos de otro dominio de la experiencia completamente distinto -el viaje-. Técnicamente hablando la metáfora puede ser entendida como una proyección; como se puede observar la proyección funciona convencionalmente constituyendo vínculos arbitrarios entre los aspectos o elementos de cada dominio, de esta forma se postula una gramática de los órdenes que impone cada registro. De otra parte, para que la metáfora funcione depende exclusivamente de la convencionalidad de la práctica social que permite cierto grado de flexibilidad en las comparaciones emergentes. Naturalmente viajar es algo distinto a amar, sin embargo, dirigir la atención sobre algunos aspectos del viaje permite entender ciertas cosas del amor pero no todas ni en la misma dirección, se trata más bien de un isomorfismo. Es posible una aplicación de esta perspectiva a propósito de un texto de Isaac Joseph para dar a entender el funcionamiento de las poses en el espacio público. Según Joseph en el espacio público se esta sometido a un franca exposición: primero, se esta expuesto a la mirada escrutadora de los demás, pero, en segundo lugar, nosotros también administramos nuestro potencial derecho a examinar y escrutar a los demás. Crece, entonces, una tensión entre afinidad estética -la exposición fotográfica- y la intimidación asesina -la exposición a la mirada telescópica del francotirador-. El análisis de los dominios de origen y dominios de destino de las siguientes metáforas (Quienes circulan por la calle obran como si estuvieran posando ante un fotógrafo, y, Quienes circulan por la calle obran como si estuvieran posando ante la mira de un francotirador) una precariedad en el uso del lenguaje que genera cierta desazón e incomodidad al ver que la correspondencia entre los elementos de cada dominio tienen cierto sabor a artificio, sin embargo este tipo de ejemplos, en formas de reflexionar sobre el espacio público se replican hasta la saciedad en la literatura que trata el tema. En un segundo momento del texto, el autor se orienta a establecer un vínculo entre el tema tratado y la órbita de la convención y la comunicación, para lo cual plantea un conjunto de consideraciones sobre ciertas teorías de la comunicación y cuestionamientos relacionados con el papel que juega la convención en las interacciones comunicativas. Dado lo anterior, se busca mostrar de manera esquemática el fundamento de la discusión planteada a partir de dos modelos de comunicación que permiten comprender el fracaso del modelo comunicativo basado en la convención y la cooperación. En consecuencia, expone en primer lugar el modelo semiótico o modelo del código según el cual el conjunto de representaciones que entran en contacto a través del intercambio comunicativo es, en esencia, el mismo; es decir, produce resultados parafraseables. Si se pudiera ofrecer una imagen de la eficacia del modelo del código tendríamos una perspectiva normativa según la cual sólo lo que podemos

decir es lo que queremos decir. Para Sperber &Wilson, el fracaso del modelo

radica que la tesis de la identidad de las representaciones es extrema y ambiciosa; para ellos la justificación del modelo del código de comunicación verbal habría de demostrar que todos los casos de asignación de referente puede resolverse mediante reglas que combinen automáticamente propiedades del contexto con propiedades semánticas del enunciado. El segundo modelo es definido como inferencial de comunicación y parte de una crítica al anterior y la introducción de un elemento de carácter cognitivo; se asume que los procesos y estado mentales que intervienen en la interacción comunicativa, dan un margen de suficiente flexibilidad evaluativo por parte de los participantes quienes dependen del tipo de cadena inferencial construida para evaluar la información ofrecida. En este sentido, la comprensión no se limita o no se estipula en términos de de emparejamiento de representaciones sino en el reconocimiento de la intención del otro y la extracción de consecuencias previstas no necesariamente implícitas. Para que la comunicación sea efectiva se debe compartir un conjunto de supuestos que permitan determinar el contexto o el marco de referencia socialmente vinculante; a la hipótesis según la cual para que la comunicación sea efectivamente posible, en la medida en que se comparta un conjunto de supuestos, se la conoce como la hipótesis del conocimiento mutuo. El tercer modelo es desarrollado por Habermas parte de considerar dos tipos de acción social o interacción, una orientada por una actividad teleológica y otra orientada a entenderse. Para Habermas la autentica comunicación es aquella orientada a entenderse y este tipo de entendimiento esta motivado racionalmente y tiene pretensiones de validez. Este modelo se nutre de los dos anteriores, dado que del modelo del código sigue vigente una pretensión normativa según la cual, dentro de un marco de racionalidad, la manera de usar el saber es no coercitivo y además reconoce el cálculo normativo dentro del cual se inscribe la acción. Igualmente se asume responsablemente la tesis del conocimiento mutuo proveniente del modelo inferencial, en la medida en que el dispositivo de racionalidad permite calcular bajo un perspectiva imperativa, qué es lo que el otro quiere que yo infiera. Para el autor la consideración Habermasiana ofrece como racionalidad un atributo ahistórico que en cada caso debería dar razón de la actuación humana; de otra parte Habermas no tematiza el asunto que le da sentido a toda forma de socialización e integración social, es decir, el conjunto de dispositivos de poder que entra en juego en la constitución de presuntas intersubjetividades que se disponen sobre el entramado del mundo de la vida. Atendiendo a la anterior resulta pertinente la consideración de Pierre Bourdieu al plantear la importancia de no olvidar que esas relaciones de comunicación por excelencia que son intercambios lingüísticos. Son también relaciones de poder simbólico donde se actualizan las relaciones de fuerza entre los locutores y sus respectivos grupos. Volviendo a la cuestión de la metáfora, el autor considera que no deja de sorprender cómo los teóricos de la antropología y la sociología urbana desdeñan el carácter revelador de sus propias reflexiones como ocurre con Isaac Joseph,

cuando examina el papel del lenguaje en la comprensión de las categorías sobre las cuales se asienta el discurso microsociológico sobre el espacio público. Para Joseph, aludiendo a la forma como lo esencial de la microsociología del espacio público está en una estética de la asociación que se pone más acá de un cuerpo conceptual y una teoría descriptiva, con ocasión de lo cual las metáforas funcionan como índice de un análisis futuro que permanece vacío, al que todavía le falta algo y al que siempre le faltará algo, como si las metáforas fueran indicaciones de una precariedad en el pensamiento. Para el autor esta consideración de Joseph sobre la precariedad del pensamiento no puede ser invocada sin contradicciones y sólo puede ser defendida desde un marco representacionalista, lo cual pone en tensión la propia pasión que Joseph parece tener por metáfora. De otra parte, argumentar como lo hace Joseph cuando cita a Judith Schlanhger que el saber discursivo, por oposición del saber simbólico, está condenado a utilizar metáforas por el hecho mismo de que formula sus problemas y sus resultados en el mismo lenguaje que el discurso común, es un despropósito porque esta autora concibe que la brecha entre lenguaje y metalenguaje es radicalmente insalvable, pero como lo ha mostrado Umberto Eco, nuestro propio lenguaje funciona como metalenguaje de sí mismo y por esta razón su argumento es insatisfactorio.

Molina, Jesús. “La representación política en Colom bia a finales del siglo XX. Balance de una década” Se tiene como finalidad caracterizar qué ha pasado con la representación política en los 90 en Colombia, interrogándose no tanto sobre su ejercicio, sino más bien sobre su acceso y configuración, razón por la cual, la reflexión se relaciona con lo acontecido a los partidos y el proceso electoral. Los planteamientos propuestos no tienen como finalidad presentar conclusiones finales, sino que constituyen un fragmento de una investigación de largo aliento en la cual se revisa la democracia en Colombia en los 90, en su relación con la construcción de lo público. El concepto de representación política tiene que ver con el accionar de un individuo que soportado en unos planteamientos, es elevado e investido de autoridad por el pueblo para que postule, discuta, rechace o apruebe horizontes socialmente vinculantes; este accionar gira alrededor de dos situaciones excluyentes entre sí: de un lado la responsabilidad de construir horizontes comunes para la sociedad y, de otro, le defensa de intereses y opiniones políticas de sus representados. En el modelo liberal clásico de la democracia, la representación se estructura en dos arreglos básicos: los partidos y movimientos políticos y los espacios institucionales de representación política como los parlamentos. Los primeros parten, a parte de encargarse de la construcción de la voluntad política, en el seno de la sociedad, también se constituyen en el puente por excelencia entre ésta y el estado. En el segundo caso se constituyen en los arreglos institucionales mediante los cuales la ciudadanía en su conjunto tiene la posibilidad de incidir en la orientación del poder político mediante representantes convertidos en autoridades públicas investidas de capacidad para tomar decisiones colectivas con carácter vinculante desde el seno del estado. Dado lo anterior, el espacio político de representación se constituye en el vínculo más fuerte de conexión entre estado y ciudadanía dado que mediante el mismo logra el poder político de estado ser puesto en control y uso de la sociedad. En términos de la esfera pública política, entendida esta como espacio de mediación institucionalizado entre la sociedad y el estado, por intermedio de la representación política la sociedad accede, no solo a llevar sus interes y expectativas al seno de la estructura estatal, sino más importante, a través de ella logra disponer de poder coactivo, simbólico y material institucionalizado del estado. La representación política es espacio de producción de actores, asuntos, procesos e identidades políticas con incidencia y efectos colectivos. En Colombia, resultado del arreglo político realizado a finales de la década de los 50 del siglo XX, denominado Frente Nacional, y de una larga tradición de bipartidismo que se remonta al siglo XIX; el plano político hasta los 80, es dominado por los partidos políticos liberal y conservador en el doble plano de representación ya mencionado. Sin embargo, fracturas a su interior entran a

suceder el arreglo paritario en la alternancia en el poder de gobierno y el reparto burocrático entre partidos. Ante la ausencia de competencia y lucha política que trae consigo las dinámicas señaladas, se presenta, al interior de los partidos, una desideologización y aumento de competencia entre facciones que conduce a la ausencia de unidad y disciplina. Lo anterior se ve fortalecido por el arreglo institucional de la elección popular de alcaldes municipales, generado a finales de los 80, el cual trae consigo un debilitamiento del control que desde las cúpulas partidistas se imprimía sobre sus integrantes y seguidores, por abrir un espectro local de oportunidades políticas sobre el cual las grandes jefaturas, coincidentes o íntimamente conectados con las máximas autoridades del ejecutivo, no podían en última instancia decidir, por no depender ya su nombramiento de la cabeza nacional del ejecutivo. En la década de los noventa la fragmentación de los partidos se ve intensificada llevando a una fragmentación y personalismo; por esta vía los partidos se estructuran como redes de alianzas entre múltiples empresas electorales efímeras, integradas por grupos políticos de alcance regional interesados en proveer candidaturas y mantenerse en el poder sin un programa e ideario político que los articule y oriente, encontrando su motivo de convergencia como partido en el ritual electoral, tanto para cumplir los requisitos legales exigidos para participar en las elecciones como para lograr el apoyo y la movilización electoral de ciertos sectores políticos y ciudadanos aún adscritos ideológicamente al color del partido. Dadas las características que se han planteado sobre los partidos, su escasa unidad y orientación conjunta, así como su composición coyuntural, se podría afirma que no se trata tanto de un dominio de éstos en el escenario electoral, sino más bien se trata de una forma de hacer política; de unas prácticas e imaginarios que ven en los mecanismos formales y en las adscripciones partidistas tradicionales un camino expedito y fácil para lograr sus aspiraciones. La fragmentación no solamente se da al interior de los partidos sino que se constituye en una de las características del sistema de partidos en Colombia; el alto número de partidos, obedece, no solo a una apertura política lograda por los bajos requerimientos impuestos por la constitución de 1991 para conformarlos, sino también en la oportunidad abierta para que facciones de los partidos tradicional se constituyan movimientos, con lo cual ganan autonomía frente a sus troncos y procedencias. Aunque desde la perspectiva democrática puede leerse este número de partidos como signo positivo frente al histórico cierre en manos de dos partidos, se deriva de ello la antirepresentación y la subrepresentación como fenómenos significativos de la representación política. Debido a la fragmentación y los efectos de las microempresas electorales representadas en la gran cantidad de listas de los múltiples partidos durante la década de los noventa, los votos de los ciudadanos se dispersas en tantas propuestas políticas que buen número de ellas terminan por no alcanzar la votación mínima requerida para convertir sus aspirantes en

mandatarios públicos. De otra parte la subrepresentación esta dada porque muy pocos candidatos que finalmente son elegidos a los cuerpos colegiados, en los distintos niveles, lo realizaron conforme a una representatividad electoral significativa. Si bien en los 90 se instaura institucionalmente el mecanismo del cociente electoral, según el cual un aspirante a un cuerpo colegiado es elegido si obtiene un número de votos superior al total de la votación dividido por el número de curules a proveer, la elección por este mecanismo escasamente llega a lograrse; dado lo anterior la elección se da de forma mayoritaria por residuo electoral, lo que conlleva votaciones mucho menores por debajo del cociente; en consecuencia, la estrategia de los partidos es apostarle al residuo antes que al cociente como forma de salir elegidos, optando para ello en presentar gran número de listas. Dado lo anterior, habría que pensar el sistema político democrático en una tensión entre apertura política a la representación y debilitamiento de la misma. En los 90, las terceras fuerzas evidencian una mayor pujanza en el nivel local con la institucionalización de la elección popular de alcaldes, dinámica irregular, ya que al inicio de la década, en las terceras elecciones populares de alcaldes, éstas presentan crecimiento, sin embargo, en las restantes elecciones del período decaen; con todo, la elección popular de alcaldes, para los 90 se constituye en uno de los arreglos centrales para la apertura y acceso a la representación política de las terceras fuerzas en el sistema político. De todas formas, las terceras fuerzas, ponen de presente la terminación del monopolio de la representación de los partidos políticos tradicionales, de otra parte, su potencial democrático en la representación está aún por conocerse, por converger tendencias y propuestas políticas de todo tipo. Si bien en la representación política se presentan problemas como los ya abordados, uno que no se puede pasar por alto es la no representación que presenta el sistema político colombiano; en la década de los noventa el promedio de abstención es superior al 50%, fenómeno que ha estado acompañado de otros hechos no menos centrales como la tecnopolítica y la corrupción. En el primer caso se atestigua una política hecha de tecnologías comunicativas y de ingeniería social cuyo propósito consiste en construir una imagen y un discurso que interpele los electores en sus emociones antes que en sus razones. De otra parte, aunque la constitución política buscara generar exigencias orientadas a eliminar mediante mecanismos como el tarjetón, la ingeniería y el mercado del fraude es grande, promoviendo prácticas de todo tipo como el carrusel, la compra de jurados y de votos, y la modificación de actas y registros electrónicos. Finalmente, la década conduce a un repliegue y coacción de los de los involucrados en la representación política, toda vez que las acciones de intimidación y violencia directa contra candidatos y electores llevan a unos y a otros a ser eliminados del escenario político o a ser5 desplazados por opciones políticas de tipo coactivo armado.

López de la Roche, Fabio. “Reflexiones y propuestas para la definición de políticas de interes público en la comunicación mas iva en Colombia”. Se tiene como finalidad presentar factores que están incidiendo en el crecimiento del interés académico y ciudadano en Colombia y América Latina, por los temas de la comunicación social y el periodismo. De otra parte, se recogen algunas propuestas formuladas desde la tradición teórica de evaluación de la acción social de los medios, de Denis Mc Quail, para presentar procedimientos de determinación del interes público en la comunicación mediática y en las políticas de comunicación. En un tercer momento se plantea los deberes y posibilidades del sector privado en la construcción de lo público desde la comunicación masiva; igualmente se intenta mostrar las dificultades para construir un sentido democrático de lo público desde las políticas de comunicación y los medios, par finalmente proponer algunos valores comunicacionales y algunas posibles líneas de acción política que podrían contribuir al fortalecimiento y expansión del interés público en la comunicación masiva. Múltiples factores inciden en el interés ampliado al que se asiste en el mundo y en el país sobre las temáticas de la comunicación de masas. Entre otros, además del dato duro de la telemática, de la cultura digital y de las redes de información y comunicación contemporánea, se podría mencionar la socialización de los niños y los adolescentes, el desplazamiento relativo de familia y escuela por los medios en los procesos de socialización, y el desdibujamiento de las funciones históricas del intelectual en la época moderna afectada notoriamente por la presencia dominante de las imágenes, discursos, estilos de vida y ofertas valorativas de los medios, proceso que ha implicado un cierto desplazamiento en favor de los llamados intelectuales mediáticos. Un segundo factor se relaciona con la manera como una fuerte centralidad de los medios de comunicación esta afectando la dinámica política; los recursos de la ingeniería electoral, la ingeniería política mediática, la producción de candidaturas a través de la visibilidad de los medios, está desestimulando las dinámicas tradicionales de reunión y organización internas de los partidos y el desarrollo de prácticas organizativas en donde se configuren plataformas programáticas a nivel sectorial. De otra parte es necesario llamar la atención sobre cómo este renovado protagonismo de los medios de comunicación y del periodismo en la vida social, está teniendo impacto en la investigación académica. En los últimos veinte años se ha asistido en Colombia a la consolidación del campo de la comunicación social, consolidación que es problemática, compleja, desigual en sus ritmos y en sus logros investigativos, en sus cubrimientos temáticos y en el abordaje de distintos medios de comunicación, con estancamientos y redundancias temáticas, pero que de todas maneras evidencian la configuración de un pensamiento comunicológico propio. Paralelamente con el despliegue de un campo sobre la investigación sobre comunicación ha venido surgiendo recientemente la constitución, de un subcampo relacionado con investigación académica del

periodismo, sus funciones, su papel en la vida social, su historia, sus procesos identitarios en tanto grupo ocupacional. El diálogo con el periodismo le está planteando a la academia un nuevo filón de trabajo. La academia necesita tomarse en serio al periodismo como campo de la actividad social y como tema de debate público. Pero también como un tipo particular de producción de conocimiento social. El periodismo produce un saber distinto del académico, con unos ritmos distintos de aquellos que caracterizan la producción de conocimiento de la academia. En este sentido Teun Van Dijk ha subrayado el, papel que los medios de comunicación juegan en la distribución de cogniciones sociales a nivel de distintos grupos y clases de las sociedades contemporáneas. En la perspectiva de pensar la democracia en la vida pública, pero también en los contextos localizados de la actividad laboral, se ha empezado a debatir e indagar por los estilos de trabajo de las redacciones de los medios, quién decide que va en la selección final de un informe de prensa o una nota televisiva, esa labor de gatekeeping, de selección, de discusión y definición de la agenda mediática en tanto insumo clave para la agenda pública. A pesar de que ésta última no sea agota con la agenda mediática, es claro que la agenda mediática propuesta por el periodismo constituye un insumo clave para la definición de la agenda pública del debate ciudadano en cualquier sociedad. Los teóricos políticos han cuestionado la idea de la existencia del bien común, del interes público o del interes común, como nociones efectivamente compartidas por el conjunto de la sociedad. Es diferente la percepción que cada uno de los grupos sociales que intervienen en el proceso comunicativo tienen del bien común; los anunciantes, los dueños de los programas, los conductores de medios, los reporteros, los miembros de las audiencias, los investigadores de la comunicación, probablemente encuentren notorias discrepancias a la hora de determinarlo. Esto para no hablar de las diferencias de percepción del interes general ancladas en las distancias de clase, estrato social, de etnia, genero, generaciones o estético sociales. Dennis Mc Quail ha planteado la cuestión de los distintos criterios y parámetros que se tienen a la hora de medir el interes público en las políticas de comunicación o en la acción social de los medios masivos. Desde su perspectiva habría tres formas de determinarlo: Primero, basado en el criterio de preponderancia o de la preferencia de la mayoría; la fortaleza radica en los métodos de medición, y su debilidad radica en la incapacidad de discriminar sobre asuntos sustantivos asociados a las distintas alternativas de política comunicativa. Segundo, denominada teoría unitaria, parte para su evaluación del criterio de correspondencia de la práctica de los medios con alguna noción del bien último al que toda sociedad, en principio, debe aspirar; la propiedad total sobre los medios, un ideal educativo de los medios masivos, formulado desde las preferencias de las versiones letradas, entre otros. Tercero, una versión que toma la propuesta de Help quien propone pensarlo recurriendo a la noción de reivindicaciones rivales: las reivindicaciones que apelan al interes público son afirmaciones normativas en

el sentido de algo que es justificable en razón de los beneficios mayores dentro de los términos de cierto sistema político y marco normativo. Retomando la noción de preferencias de Mitnick, el profesor Mc Quail parte de la suposición que los reclamos de interes público deben ser realizados por reclamantes identificados o agentes de preferencias en su propio nombre o en nombre de una entidad colectiva por encima de anhelos, satisfacciones o conveniencias individuales. Los reclamos de interes público se pueden encontrar en las regulaciones de organismos estatales de control sobre la prensa, la radio y la televisión, en los códigos éticos, manuales de estilo u otro tipo de documentos regulatorios producidos por los medios, entre otros. Por otro lado, es necesario considerar la forma como la construcción de lo público es un asunto que también incumbe al sistema privado de los medios, que no obstante su propiedad privada, juegan funciones públicas fundamentales las cuales implican responsabilidades y deberes. La construcción de lo público y por ende la categoría Kantiana de publicidad no puede concebirse al margen del sistema privado de los medios; la esfera pública comunicativa contemporánea, aquello que algunos denominan el ágora electrónica, en épocas de fuerte desregulación de los sistemas de medios como el actual, no puede imaginarse sin asumir concienzudamente lo público que se juega en lo privado. Cuando se hace referencia a ver el sector privado de los medios como un lugar importante para el diseño y el desarrollo de las políticas vinculadas a la promoción del interes público, se hace desde una mirada políticamente optimista sobre los procesos de campo que tiene lugar al interior de las empresas periodísticas y con una valoración de las posibilidades que pueden ubicarse desde aquellos sectores del periodismo y la comunicación social que laboran desde parámetros de profesionalismo y compromiso con los deberes democráticos del oficio. Igualmente, y atendiendo a otras lógicas, se hace necesario la construcción de un modelo propio de regulación social y de autorregulación de los medios, para el caso colombiano, que se apoye en el conocimiento de experiencias foráneas de la construcción de lo público en las políticas de comunicación, pero que se correspondan, al mismo tiempo, con nuestra historia y con ciertas características de la cultura política colombiana y del desarrollo histórico particular de nuestro sistema de medios. Articulada a esta dinámica resulta igualmente relevante señalar los inconvenientes relacionados con la participación de la ciudadanía en los organismos reguladores de medios; para el caso colombiano se han presentado dificultades en los enfoques de representación comunitaria y en los procedimientos para la elección de sus representantes, así como en la posibilidad de rendir cuentas, e igualmente problemas relacionados con el manejo clientelar y patrimonialista de los canales de interes público. Finalmente el autor algunos valores comunicacionales para el caso colombiano, así como la sugerencia de posibles líneas de política pública desde los organismos de regulación de medios, el periodismo y la academia.

Wills, Maria Emma. “Democracia, públicos oficiales y contrapúblicos” Se tiene como propósito presentar una síntesis sobre las diversas modalidades que ha adquirido la acción colectiva de los contrapúblicos frente a las promesas incumplidas de la democracia moderna y ofrecer sugerencias sobre como retar los límites de la democracia actual pero no desechando sino profundizando la misma democracia. Es necesario revelar que los llamados a la libertad, la igualdad y la fraternidad que fundamentaron las primeras democracias modernas fueron apropiados por una visión recortada del potencial emancipador que ellas albergaban. La igualdad se entendió en el contexto de finales del siglo XVIII y principios del XIX no tanto como igualdad de oportunidades, igualdad económica o igualdad entre iguales, sino que se fundamento en una comprensión de la igualdad como homogeneidad: para pertenecer a la comunidad política era necesario ser idéntico a aquellas personas consideradas buenas ciudadanas; en otras palabras, los iguales hacían parte de una cultura burguesa en vías de consolidarse como dominante. De esta manera las revoluciones democráticas se dan en un contexto histórico que a la vez que abre posibilidades y genera utopías emancipadoras, las va cerrando a medida que los procesos se van institucionalizando bajo el carácter cada vez más eminentemente burgués. De otra parte, la libertad tampoco logró desplegar todo su potencial emancipador; la razón tiene que ver con la manera como se tradujo en el terreno de los derechos esa libertad: se consideró que la libertad era el ejercicio de escogencia a realizarse exclusivamente en el terreno político y civil, que no exigía para su realización unas condiciones mínimas materiales; en otras palabras, la libertad se entendió como libertad para disentir en los terrenos religioso, político y civil. Dado lo anterior, la desigualdad social y económica se desarticulo del principio de libertad. La tercera dimensión que distinguía a quienes luchaban por la democracia era el llamado a la fraternidad; en las primeras democracias la fraternidad, vale decir, el sentirse hermanado a otros en un destino político compartido, aplicó a aquellos ciudadanos que pertenecían a la comunidad política, una comunidad que fue adquiriendo fronteras internas frente a poblaciones dependientes, y fronteras hacia fuera frente a otras naciones. Frente a los ciudadanos y ciudadanas dependientes la fraternidad quedo en suspenso; estos fueron incorporados a la comunidad nacional desde una visión paternalista que les atribuyó una condición de subordinación, entonces, con esta interpretación surge el marginamiento y la subordinación como un tercer problema de las democracias occidentales. Estas tres dimensiones que constituyen la ciudadanía moderna se han ido transformando gracias a una dinámica suscitada por las contradicciones, debates, luchas, disputas entre actores sociales y políticos portadores de distintas concepciones de ciudadanía y democracia; la apropiación recortada de estos

eslogan generaron en quienes fueron excluidos, marginados y tratados de manera desigual una serie de contrarespuestas que dieron lugar a la emergencia de contrapúblicos. Las concepciones de igualdad, libertad y fraternidad oficiales cristalizaron en un campo de circulación y debate de discursos, la esfera pública, muy vinculada a la vida urbana burguesa. Históricamente esta esfera, a pesar de pretender ser universal y abierta, tuvo un claro sello de clase, sexual y de raza. Simultáneamente, y para hacerle contrapeso, entre los excluidos y marginados se conformaron redes de comunicación alterna por donde circularon visiones de sociedad, buen gobierno y buena vida muy distintos. La constitución de estos contrapúblicos requirió de condiciones entre las cuales se encontraba la necesidad de versen representados en discursos que ofrecieran reparación, en otras palabras, no era suficiente con que la injusticia fuese palpable para que se resistiera colectivamente, era necesario, también, recurrir a un discurso que ofreciera reparación. El discurso, en primer lugar, ofrece una invención de un futuro mejor, los contrapúblicos enuncian soluciones que ofrecen esperanza de un futuro viable y mejor. En segundo lugar, el discurso inventa un sujeto, en la utopía que se enuncia se construye alguien portador de esa posibilidad. En tercer lugar, el discurso interpreta de forma distinta los pilares de la democracia y dan contenido propio a los principios de la libertad, la solidaridad e igualdad. De otra parte, además de discurso, se requiere la existencia de una serie de redes de circulación comunicativa que posibilite la narrativa utópica que aglutine distintos sectores; estas redes para mantenerse en el tiempo requieren de la intervención de rituales, emblemas, íconos que encarnen el discurso, pero también la construcción de un capital simbólico, si se quiere, de una serie de símbolos que encarnen a la comunidad imaginada. Esos contrapúblicos que emergen de un discurso alterno se desenvuelven en dos grandes momentos: el primer momento fue el discurso marxista en el siglo XIX, el cual creo una utopía posible, construyo a la clase obrera como sujeto portador de la utopía y, además, le dio una organización. Esa comunidad alterna conoce un segundo momento de rompimiento que se puede ubicar en los años sesenta del siglo pasado y en donde, básicamente a ese contrapúblico marxista le aparecen otros contrapúblicos: aparece el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos y otros movimientos que no solamente cuestionan la desigualdad en el terreno económico, como lo venía haciendo el marxismo sino también otras discriminaciones articuladas al genero y la raza. Finalmente, la autora caracteriza algunos elementos de las nuevas izquierdas y se ocupa de discutir asuntos relacionados con aspectos organizativos de estos contrapúblicos.

Lozano, Alejandro. “Algunos problemas sobre lo públ ico. Los saberes, las esferas y las relaciones, las estéticas de lo inami sible”. El autor se propone la presentación de tres variaciones relacionadas con el fenómeno de lo público; la primera sugiere lugares relacionados con la producción de saber sobre lo público, subrayando con ello la inexistencia de un único dominio, ámbito o campo de saber sobre el tema en cuestión. La segunda gravita en torno a dos perspectivas de caracterización de lo público; de una parte lo visible y enunciable, de otra parte lo común. Esta demarcación conduce a una nueva perspectiva que posibilita ubicar dos lógicas de lectura sobre el fenómeno público, que han señalado trayectorias importantes de investigación: una que lo define en términos de esferas o ámbitos (esfera pública/esfera privada) y otra que se orienta a caracterizarlo en términos de relaciones (relaciones público privadas). Finalmente, se propone una tercera que apoyándose especialmente en la narrativa literatura, se interroga por lo público y las estéticas de lo inamisible, en tanto lo admisible como lo inamisible son acontecimientos inherentes a la naturaleza de lo público. La primera variación presenta tres perspectivas para abordar el saber de lo público; la primera establece la relación entre saber de lo público y ciencias sociales, la segunda entre saber de lo público y saber de estado y la tercera entre saber de lo público y saberes locales subordinados. Se considera que en las últimas décadas del siglo XX se viene presentando el imperativo de cambiar la percepción de lo público, y no solamente por transformaciones que se operan en las sociedades del nuevo siglo, sino igualmente por la necesidad de procurar nuevas formas de pensar lo público, dado que las categorías y los sistemas interpretativos desde los cuales se viene haciendo han perdido pregnancia. En el caso de las ciencias sociales y la filosofía la pretensión de encontrar múltiples teorías e interpretaciones más o menos elaboradas termina siendo una tarea infructuosa, y no porque el tema no tenga interés, sino porque no existe hasta el momento un programa que logre configurar un campo que aboque las diferentes manifestaciones y dimensiones del fenómeno. Existen dimensiones de lo público que se han constituido en objeto de estudio de disciplinas, sin embargo, ninguna de ellas logran agotar el campo de manera amplia y conjunta; dado lo anterior, lo público no es objeto de una única disciplina y/o ciencia y en torno a los interrogantes que concita y a las investigaciones que delimitan su ámbito no existe la pretensión de consolidar una disciplina, a pesar de lo cual campos disciplinares como la administración pública, la economía y el derecho logran su especificidad a partir de lo público, y en otros casos, subcampos temáticos son abordados desde experiencias disciplinares, interdisciplinares y transdisciplinares. Sin embargo, el saber sobre lo público no se limita a las exploraciones de naturaleza académica provenientes de la filosofía, las disciplinas y ciencias, sino una parte de él es producto de prácticas sociales diversas; uno de estos saberes sobre lo público que requiere se considerado, por las consecuencias que de él se derivan, es el saber de estado.

Desde el estado se generan diferentes formas de saber que definen y diferencian lo público, pero además, con ocasión de estas definiciones se establecen ámbitos de su accionar, procurando un orden que determina restricciones y posibilidades a las actuaciones de los miembros de la comunidad política. Dado lo anterior, el autor se ocupa de explicar el fenómeno, atendiendo al derecho y la administración pública como lugares desde los cuales se produce saber de estado como saber de lo público. En consecuencia, la interacción de saberes académicos (profesionalización de la administración) y saber del oficio de los funcionarios (saber burocrático) en el seno de los aparatos organizativos estatales, han dado lugar a la producción de un saber sobre lo público estrechamente relacionado con los propias formas y dinámicas que va adquiriendo la intervención de estado; saber que se segmenta y especializa e impone sentidos, prácticas e imaginarios sobre el fenómeno público, mediante la articulación de lógicas orientadas a la constitución de hegemonía, la configuración de regimenes de visibilidad y enunciabilidad oficiales de estado, y el uso de coacciones directas y latentes de poder estado que garantizan lo admisible y no admisible, y los referentes que definen la comunidad estado nacional como lo común. De otra parte, y apoyándose en reflexiones de Michel Foucault, se plantea la existencia de saberes públicos dominantes y hegemónicos, así como saberes públicos dominados y locales que no son necesariamente de naturaleza estatal. Para dar cuenta del fenómeno se ocupa de señalar dinámicas relacionadas con la producción de saber sobre lo público, desde un saber femenino que se procura en el marco de una ampliación de la esfera pública política en movimientos populares en América Latina, y de otra parte, la constitución de un saber sobre lo público no estatal, y no necesariamente relacionado con las esferas públicas políticas, articulado a la formación de reglas y prácticas de civilidad Con ocasión de los dos casos planteados, se concluye que el saber femenino estudiado es un saber subordinado, pero igualmente es un saber de resistencia que opera en las luchas inherentes a los movimientos sociales populares, cumpliendo una doble función: En primer lugar, ampliando la configuración de formas de lo público político, resignificando y generando nuevas tensiones en la imbricación de saberes sobre lo público. En segundo lugar, constituyéndose en elemento relevante en la redefinición de identitarios femeninos, en el marco de las luchas de género. De otra parte, los usos de la civilidad con sus prácticas, gramáticas, estéticas y escenificaciones, constituyen saberes sobre lo público, y las dinámicas de su configuración, expansión, dominio y decadencia, ponen de presente, en el tiempo, las relaciones, tensiones e imbricaciones de saberes públicos subalternos y hegemónicos. La segunda variación pone de presente una primera perspectiva desde la cual se entiende lo público como aquello que es visible o enunciable para ser considerado en común, en tanto lo privado corresponde a lo que permanece oculto, secreto o reservado. Esta percepción del fenómeno ha subrayado, igualmente, la diferencia

en términos de lo admisible y no admisible; a pesar de lo cual, sería necesario no partir de una correspondencia mecánica que haría coincidir, de una parte, lo admisible con lo público y lo no admisible con lo privado. La segunda perspectiva hace coincidir lo público con lo común, dado lo anterior, lo público corresponde y pasa por una gama variada de posturas e interpretaciones. Por ejemplo, desde algunas perspectivas todo aquello que no es común alude a la esfera de lo privado; o lo común es aquello que no corresponde a lo individual. En otras trayectorias de reflexión lo público es lo estatal, y lo privado es aquello que se encuentra por fuera de la esfera del estado; o lo común no se reduce a lo estatal, sino que igualmente seria necesario extender su sentido a fenómenos como la sociedad civil, entre otros. En un segundo momento se plantea que la diferenciación de los fenómenos público privados han sido abordados desde dos lugares, de una parte están aquellas interpretaciones orientadas a la caracterización de dos esferas, mundos o ámbitos que sobre la base de una lógica dicotómica permite deslindar de manera clara y precisa, la naturaleza, los contenidos y dinámicas contradictorias de diferenciación, oposición y determinación mutua que se producen entre lo público y lo privado; para el caso el autor se apoya en las interpretaciones de Norberto Bobbio. Pero de otro lado están aquellas lecturas sobre lo público, como las de Arendt y Habermas, que partiendo de esferas y ámbitos, definen una nueva esfera que no se corresponde con la separación dicotómica publico/privado, propuesta desde el pensamiento liberal, y cuyo lugar es la “emergencia de lo social”, en el marco de las transformaciones que se operaron en el capitalismo de las sociedades del bienestar. Pero no todas las interpretaciones parten de considerar el fenómeno público en términos de esferas, hay exploraciones que lo abordan desde las relaciones público privadas, atendiendo a lógicas interaccionistas y más centradas en las prácticas cotidianas. Dado lo anterior el autor adelanta una primera exploración correspondiente a un trabajo de Antoine Prost, que permite ejemplificar una perspectiva articulada a lecturas de lo público desde ámbitos y esferas, pero que se detiene igualmente en la configuración de relaciones público privadas desde interacciones cotidianas y situacionales, que son contextualizadas en términos de clases, estamentos y roles, entre otros. La segunda exploración se apoya en los trabajos de Irving Goffman quien se detiene de manera más radical en micro estudios del orden público, en una interpretación de la interacción público privada, en la situación y el acontecimiento que se procura en lo cotidiano. En conclusión, este tipo de interpretaciones de lo público privado centradas en una caracterización en términos de esferas, ámbitos y mundos, a pesar de consentir lecturas de conjunto que involucran varias dinámicas, continuidades y discontinuidades articuladas como un todo, tienden a generar una percepción molar que no permite asir la multiplicidad de sentidos y tensiones, imbricaciones y traslapes de las interacciones público privadas inscritas en las prácticas cotidianas de los pequeños encuentros y desencuentros. Las lecturas centradas en las interacciones, mediaciones e interdicciones que se dan en situaciones generadas

por la inmediatez de lo cotidiano, ponen de presente dimensiones de las relaciones público privadas que tienden a relativizar generalizaciones y supuestos que gozan de una amplia trayectoria, dominio y aceptación, producidas desde interpretaciones en las que domina la concepción en términos de esferas y ámbitos. Finalmente, la tercera variación se ocupa el problema de lo público desde dos perspectivas estéticas de lo inamisible. Apoyándose en una escatología budista del Japón medieval caracteriza los gaquis, seres invisibles y necrófagos condenados a alimentarse permanentemente y que alojan en sus vientre todo aquello que no debe tener lugar, todo aquello inamisible. Atendiendo a la lógica anterior toma noveleas del escritor Checo Milan Kundera para presentar el problema de lo inamisible desde un demiurgo cristiano, en donde la idea de los intestinos de Dios es inamisible y se presenta como una blasfemia. Para Kundera la mierda es problema teológico más complejo que el mal por que si Dios le dio libertad a los hombres no es responsable de los crímenes humanos, pero el único responsable de la mierda es aquel que creó al hombre. El autor Checo encuentra que en el trasfondo de toda fe esta el primer capítulo del génesis, del cual se deduce que el mundo se creo correctamente; a esta fe la denomina Kundera acuerdo categórico con el ser y de él se desprende un ideal estético denominado Kitsch. Este ideal es la negación absoluta de la mierda y elimina de su punto de vista todo aquello que en la existencia humana es esencialmente inaceptable. El autor plantea que en una de las obras de Kundera, un personaje mantiene una región específica y despótica que el escritor Checo denomina memoria poética; esta memoria esta relacionada con un memorial poético lírico, en donde surge un sentimiento absoluto de hacer totalmente parte del otro, de permanecer constantemente en la unidad, de entregarse total y definitivamente a un amor absoluto, a una poesía que disuelve lo sucio y extraño para hacerlo puro y hermoso. La rebelión romántica es el dominio de un memorial poético lírico, lugar del kitsch en el que reina la oscuridad de unos parpados caídos y los cuerpos eternamente en reposo son cubiertos por la encantadora cúpula de una mirada única y total, extasiada por los siglos sin tiempo. Desde la perspectiva del autor el gran amor de una rebelión romántica solo tiene ojos paradisíacos para cuerpos paradisíacos; la mirada paradisíaca es aquella que ve el mundo sin mayor detalle y no sabe de la existencia de un mundo cruel en donde los cuerpos se dividen en feos y hermosos. Hay quienes tuvieron ojos, miraron y los perdieron por la propia mano; Edipo, incapaz de soportar la visión de lo que había causado con su desconocimiento, se perforo los ojos y marcho de Tebas, sin embargo, una mirada paradisíaca no es aquella de quienes no tienen ojos, sino la mirada de quienes teniendo ojos no soportan la visión de un mundo en donde los cuerpos se esconden tras las hojas de parra, y despavoridos marchan a los dominios de un memorial poético lírico, negándose ver aquello que les resulta inaceptable.

A pesar de la huida a los armoniosos mundos de la ensoñación paradisíaca, la memoria lírica tiene que enfrentarse a lo inaceptable, y lo hace mediante la gran marcha, que es la hermosa senda de quienes tomados de la mano con solidario y tierno sentimiento buscan construir un mundo feliz en donde no existan las hendijas de lo inaceptable, mediante actos de limpieza, depuración y pulcritud que esfuman y borran lo inaceptable, justificando su proceder con la sublime imagen de actos heroicos con los cuales la gran marcha acicala su rostro. El autor concluye que la ensoñación paradisíaca no es la antitesis de lo inaceptable, sino que esta urde sus pequeños mundos de felicidad eterna con los mugrosos hilos de lo inaceptable.