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Aziz Gual n clown nunca escribiría de un clown, y no lo haría porque el clown es, antes que una identidad, la vivencia, la experiencia, el momento del encuentro con el público. Así, el clown es una cualidad fugaz, irrepetible, renovadora. Cuestionarme por escrito acerca de mí mismo como clown es una experiencia ajena a mi trabajo; de manera que lo único que puedo decir es lo que no soy: escritor. El clown revela su verdad sobre sí mismo a partir de su “lenguaje”, en el amplio sentido de la palabra. Verbalizar al clown es limitarlo, por eso yo, como clown, sólo puedo hablar desde mi experiencia, expresarme a partir de los códigos del clown. Nadie por el sólo hecho de tomar un tallercito de clown es ya un clown ni puede hablar de este género como lo hace la gente de teatro cuando se refiere a su propia actividad. Y repito, no soy escritor, y un clown nunca escribiría acerca del clown; de hecho, me parece que sería la última forma en que abordaría un discurso. El clown no es textual, porque las letras no son herramientas en su lenguaje artístico; en todo caso, el clown desarrolla cada una de sus ideas mediante unos cuantos dibujitos trazados a la manera de un cómic o de un storyboard. El clown escarba en su propia dialéctica y en ella encuentra su verdad acerca de sí mismo. Así pues, el clown deja de lado las palabras porque se manifiesta de otra manera: es vivencia, se gesta y nace a partir del ejercicio de la comunicación física y psico- lógica con el público, del conocimiento de sí y de su entorno. ¿ Y entonces, qué me tiene aquí sentado frente al teclado de la computadora escribiendo acerca del clown? ¿Es acaso la necesidad de salir en defensa del niño interior? No lo sé, mi única certeza se refiere a lo que siento: una gran curiosidad e interés por el clown. En mis reflexiones he descubierto el grave error que comete quien aborda el dis- curso del clown desde una perspectiva ajena a este discurso o bien lo interpreta. Hasta hoy nadie ha logrado diseñar una fórmula precisa para construir este personaje extraordinario: el clown es una experiencia que sólo puede ser comprendida en una forma individual, porque involucra la personalidad toda del artista de la comedia; por ello su efecto en el público es siempre auténtico, único, implagiable. El término clown no constituye propiamente un anglicismo, porque no tiene un equivalente preciso en otras lenguas y, por lo tanto, es una palabra universal. Se le ha traducido indebidamente como “payaso”, pero el clown no es un payaso. En la médula de la comedia, existen tres tipos de payasos, el clown no correspon- de a ninguno de ellos. No es el carablanca del circo tradicional, que va parodiando y representando a la aristocracia; tampoco el payaso rojo, augusto, el idiota que no cabe en un corazón tan grande como el suyo; ni el payaso negro, el “trampa”, carga- do de ironía y de olor a muerte, sin prejuicios. No, el clown es el carácter, algo más que un maquillaje o un momento de diversión: es un “concepto”, como se le nombra en el universo del circo y la comedia; es acendradamente humano, un comunicador excepcional, un observador de la fenomenología de Homo sapiens sapiens, un inves- tigador que sucumbe a la pasión por la transgresión, un subvertidor de la pasividad, un ocioso que pasa la mayor parte de su tiempo explorando las vetas de aquello …tal vez son las ideas como mariposas invisibles y uno tiene un mango con trampa y lo agita guiándose por el oído hasta que cae una, o son ellas las que lo encuentran a uno para darse a la vida… después se hacen libres y se van y se vuelve parte de un lenguaje sin fronteras, parte del mundo de la vida y del tiempo. Por eso no existen las recetas para ser clown, ni para ser persona, cada quien descubre el lugar en donde habitan tesoros… Aziz GuAl (Fragmento de una biografía inédita) ...el clown es una experiencia que sólo puede ser comprendida en una forma individual, porque involucra la personalidad toda del artista de la comedia; por ello su efecto en el público es siempre auténtico, único, implagiable. 52 ENERO / FEBRERO / MARZO 2011 © ???????

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Aziz Gual

n clown nunca escribiría de un clown, y no lo haría porque el clown es, antes que una identidad, la vivencia, la experiencia, el momento del encuentro con el

público. Así, el clown es una cualidad fugaz, irrepetible, renovadora. Cuestionarme por escrito acerca de mí mismo como clown es una experiencia ajena a mi trabajo; de manera que lo único que puedo decir es lo que no soy: escritor. El clown revela su verdad sobre sí mismo a partir de su “lenguaje”, en el amplio sentido de la palabra. Verbalizar al clown es limitarlo, por eso yo, como clown, sólo puedo hablar desde mi experiencia, expresarme a partir de los códigos del clown.

Nadie por el sólo hecho de tomar un tallercito de clown es ya un clown ni puede hablar de este género como lo hace la gente de teatro cuando se refiere a su propia actividad. Y repito, no soy escritor, y un clown nunca escribiría acerca del clown; de hecho, me parece que sería la última forma en que abordaría un discurso. El clown no es textual, porque las letras no son herramientas en su lenguaje artístico; en todo caso, el clown desarrolla cada una de sus ideas mediante unos cuantos dibujitos trazados a la manera de un cómic o de un storyboard. El clown escarba en su propia dialéctica y en ella encuentra su verdad acerca de sí mismo.

Así pues, el clown deja de lado las palabras porque se manifiesta de otra manera: es vivencia, se gesta y nace a partir del ejercicio de la comunicación física y psico-lógica con el público, del conocimiento de sí y de su entorno. ¿ Y entonces, qué me tiene aquí sentado frente al teclado de la computadora escribiendo acerca del clown? ¿Es acaso la necesidad de salir en defensa del niño interior? No lo sé, mi única certeza se refiere a lo que siento: una gran curiosidad e interés por el clown.

En mis reflexiones he descubierto el grave error que comete quien aborda el dis-curso del clown desde una perspectiva ajena a este discurso o bien lo interpreta. Hasta hoy nadie ha logrado diseñar una fórmula precisa para construir este personaje extraordinario: el clown es una experiencia que sólo puede ser comprendida en una forma individual, porque involucra la personalidad toda del artista de la comedia; por ello su efecto en el público es siempre auténtico, único, implagiable.

El término clown no constituye propiamente un anglicismo, porque no tiene un equivalente preciso en otras lenguas y, por lo tanto, es una palabra universal. Se le ha traducido indebidamente como “payaso”, pero el clown no es un payaso.

En la médula de la comedia, existen tres tipos de payasos, el clown no correspon-de a ninguno de ellos. No es el carablanca del circo tradicional, que va parodiando y representando a la aristocracia; tampoco el payaso rojo, augusto, el idiota que no cabe en un corazón tan grande como el suyo; ni el payaso negro, el “trampa”, carga-do de ironía y de olor a muerte, sin prejuicios. No, el clown es el carácter, algo más que un maquillaje o un momento de diversión: es un “concepto”, como se le nombra en el universo del circo y la comedia; es acendradamente humano, un comunicador excepcional, un observador de la fenomenología de Homo sapiens sapiens, un inves-tigador que sucumbe a la pasión por la transgresión, un subvertidor de la pasividad, un ocioso que pasa la mayor parte de su tiempo explorando las vetas de aquello

…tal vez son las ideas como mariposas invisibles y uno tiene un mango con trampa y lo agita

guiándose por el oído hasta que cae una, o son ellas las que lo encuentran a uno

para darse a la vida…después se hacen libres y se van

y se vuelve parte de un lenguaje sin fronteras, parte del mundo de la vida y del tiempo.

Por eso no existen las recetas para ser clown, ni para ser persona, cada quien descubre

el lugar en donde habitan tesoros…

Aziz GuAl (Fragmento de una biografía inédita)

...el clown es una experiencia que sólo puede ser comprendida en una forma individual, porque

involucra la personalidad toda del artista de la comedia; por ello su

efecto en el público es siempre auténtico, único, implagiable.

REVISTA MEXICANA DE TEATRO52 ENERO / FEBRERO / MARZO 2011

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TEATRO PARA público joven

DOSSIER

El clown es música, la trae adentro.En su caminar se integra una

coreografíacotidiana

que alegra el ambiente...

Parece espontáneo. Pero nada existe

por milagro.

que nos humaniza: nuestra flaqueza, nuestras verdades absurdas, nuestras contradicciones, un arquitecto de la improvisación.

El clown ejercita día con día todas las posibilidades del virtuosismo humorístico. Para fortalecer su lenguaje, reflexiona en torno de un discurso simple en el cual quepan verdades que todos puedan comprender. Con este propósito recurre a la metáfora, presencia de lo invisible que cobra forma en un instante propio: el ins-tante poético del clown. En él pone fin a sus fantasmas y se confronta valerosamente con el público. Lo hace de frente, desnudo, vulnerable. Viste, por única indu-mentaria, un manojo de llaves capaces de abrir todas la cerraduras que median entre él y los espectadores, hasta llegar a ellos de manera genuina, humana, verda-dera, desenmascarada. En ese momento se juega todo, siguiendo las reglas de su propia naturaleza de no morir en el intento: hacer reír a toda costa, conmover, provo-car placer y acortar al máximo las distancia entre los seres humanos; pervertir la risa, como la traición mis-ma, o lograr con ella un efecto de consumación divina, de totalidades tangible, como experiencias autotélicas y perecederas pero intransformablemente real.

Paradójicamente, el clown sabe que la regla para

provocar reacciones estriba en la neutralidad, en la pre-cisión de la pausa, en el secreto de la comunión con los comensales, pues él no es más ni menos que los otros, es simplemente el mecanismo de la transcripción, el que le da el tiempo preciso a cada acción, a cada gesto, a cada respiración.

El clown es música, la trae adentro. En su caminar se integra una coreografía cotidiana que alegra el ambien-te, lleva la magia implícita en sus extremidades y en sus gestos. Parece espontáneo. Pero nada existe por mila-gro. El clown conjuga el talento con un entrenamiento físico mental y psicológico; se enfrenta a muy diversas verdades y, a veces, crueles lecciones de su egocentris-mo. Pero el clown, con el paso del tiempo, domestica el ego y sobrepasa los abismos de la existencialidad: encuentra su propia verdad, una verdad singular, que no le puede ser robada, porque en la esencia del clown existe una relación estrecha con el tiempo, y es éste el que le apremia para que desarrolle su oficio verdade-ro.

Aziz GuAl.

53ENERO / FEBRERO / MARZO 2011

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