GUARDIANES DEL ALMA

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GUARDIANES DEL ALMA

* Libro 4 *

INFRAMUNDO

KIM RICHARDSON

Traducido por Ana Desiree Baehr M.

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Inframundo, Guardianes del Alma Libro 4: Copyright © 2015 por Kim

Richardson www.kimrichardsonbooks.com

Este libro es una obra de ficción. Cualquier referencia a los acontecimientoshistóricos, gente real o locales reales se utilizan ficticiamente. Otros nombres,

personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor y suparecido con hechos, locales o personas reales, vivas o muertas, es totalmente

coincidente.

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Tabla de ContenidosCapítulo 1 - La Librería del Viejo JimCapítulo 2 - De Vuelta, Otra VezCapítulo 3 - Un Ángel BrillanteCapítulo 4 - Una Persecución por la TardeCapítulo 5 - SeirsCapítulo 6 - LilithCapítulo 7 - Una Visita SorpresivaCapítulo 8 - La Decisión del ConcilioCapítulo 9 - Ventanas a las AlmasCapítulo 10 - Un Coctel de ÁngelesCapítulo 11 - La Cuidad DemonioCapítulo 12 - Rascacielos VengativosCapítulo 13 - Un Viaje en la ObscuridadCapítulo 14 - CautivaCapítulo 15 - La TransformaciónCapítulo 16 - Carnaval Extravagante

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Capítulo 17 - Muñeco SorpresaCapítulo 18 - David el DemonioCapítulo 19 - El Gran EscapeCapítulo 20 - El InformeCapítulo 21 - El Regalo de un Amigo

SEIRSCapítulo 1 - Baño de SangreAcerca del Autor

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Para William Gordon Richardson,

Tú me diste los mejores recuerdos de la infanciaque cualquier nieto hubiera podido desear.

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Capítulo 1

La Librería del Viejo Jim

Kara inhaló profundamente y sopló el polvo de una

fila de libros con cubiertas agrietadas y lomosarrancados. El aire olía a una mezcla de pegamento ymoho. Las motas de polvo flotaban como un enjambrede insectos y la humedad caliente y húmeda se sosteníaen el ambiente y se aferraba a su ropa. No era elambiente perfecto para guardar libros viejos, pero leencantaba el olor rancio de la tinta sobre el papel. Erael olor de la imaginación… donde las grandes mentesse unían y creaban magia con tinta y papel, el olor deaventuras aún no descubiertas. En los libros, todo era

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posible… y eso le encantaba.Limpió el sudor de su frente y sujetó su cabello en

una coleta. Ella apretó Las Aventuras de HuckleberryFinn entre El Llamado de la Naturaleza y El Viejo y elMar, en la sección de novelas clásicas. Las colocó enuna perfecta línea recta, con sus lomos dispuestosverticalmente. Una vez que estuvo satisfecha con sutrabajo, limpió la humedad y la suciedad de sus manosen sus pantalones de mezclilla, agregándole un tanto ala capa de suciedad de la jornada. La escalera sesacudió y se tambaleó bajo su peso. Apretó las manoscon firmeza alrededor del riel y bajó con cuidado. Unavez que llegó a la parte inferior, saltó el último escalón.

Con una sonrisa en su rostro, Kara empujó uncarrito de metal apilado con libros y revistas hacia laparte delantera de la tienda. Se agachó bajo la únicabombilla que oscilaba nerviosamente de un cable sueltoen el centro de la tienda y condujo el carro entre

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montones de libros que se tambaleaban peligrosamenteen altas torres, llegando hasta el techo en algunoslugares.

Rayos de luz se derramaban a través de un granventanal de la parte delantera de la tienda iluminandolas estanterías con un suave resplandor dorado. Laspartículas de polvo brillaban a la luz como copos denieve en miniatura. Kara podía ver las telarañas grisesque colgaban de las esquinas más altas del techo e hizouna nota mental para retirarlas más tarde con su escoba.Papel tapiz pintado a rayas marrones y beige seescarapelaba de las paredes detrás de un débilmostrador de madera colocado a la derecha de latienda. Una vieja caja registradora con botonesmanuales y una palanca roja estaba colocada encima deél. Debajo de la caja registradora había una vitrina conbolas de cristal de diferentes tamaños. Kara se reía alver su retorcida imagen en ellas. Una brisa cálida agitó

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el flequillo de Kara de su rostro. Los carillones deviento cantaron suavemente encima de la puerta abierta.

Kara estornudó y el carrito dio un salto. Un gruesomanto de polvo cubría la mayoría de los estantes delibros posteriores, una clara indicación de que aúntenía mucha limpieza que hacer. Tardaría mucho enretirar el polvo de años de abandono de la tienda.Dudaba seriamente que alguna vez hubiera estadolimpio, para empezar. En su primer día en la tienda,Kara había limpiado muy bien las ventanas y habíabarrido y trapeado los pisos de su sucia capa de mugrey de unas manchas color marrón que ella prefería nosaber qué eran.

Kara inhaló alegremente el viento del verano quellegaba desde la puerta abierta… dientes de león ycésped recién cortado… su espíritu sonreía con cadanuevo olor. Era una sensación increíble. Habíaterminado la escuela y ahora era, oficialmente, una

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empleada en un lugar que admiraba y respetaba. El Sr.Patterson le había dado un trabajo de verano en sulibrería. Sus funciones eran ayudarle a clasificar todoslos libros en un nuevo programa informático, mantenerla tienda limpia y trabajar la caja registradora cuandoél estaba en su hora de almuerzo. Había resultado ser elmejor trabajo de todos y Kara estaba determinada aahorrar suficiente dinero para cursar el primer semestreen el Dawson College. El Sr. Patterson incluso le dijoque podría seguir trabajando medio tiempo cuandofuera a la escuela. Ella no podría pedir un mejor jefe oun mejor trabajo. Por fin, las cosas finalmente estabanmejorando para ella.

Sujetó el carro, tomó un puñado de revistasNational Geographic y las colocó por fecha a lo largodel estante intermedio del revistero. Las colocó todasjuntas… y se congeló. Su cabello se erizó de repente.Kara sintió una presencia inexplicable. Siguió la fuente

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de la sensación hacia la ventana…Alguien estaba mirándola desde el otro lado de la

calle.Su corazón se agitaba en su pecho. Una chica joven

con un vestido blanco estilo antiguo con un gran lazorojo atado en el medio, miraba a Kara desde el ladoopuesto de la calle. Su sedoso cabello negro le llegabaa la línea de la mandíbula y acentuaba sus rasgosafilados. Era hermosa, como una muñeca de porcelana.Parecía tener cerca de doce años.

Incluso desde la distancia, Kara podía ver rastrosde enrojecimiento alrededor de sus ojos y nariz. Supálido rostro se retorcía en una mueca, tenía una miradaaterrorizada. Kara casi podía sentir su tristeza. Sus ojossuplicaban ayuda, la ayuda de Kara. Una conexióninexplicable con la chica se removió en el pecho deKara. Era como si estuvieran emparentadas de algunamanera, como si fueran primas segundas.

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La chica volvió la cabeza de repente y empezó aretroceder. Dos hombres en trajes grisesmeticulosamente entallados se acercaban a la jovendesde ambos lados. Su pelo era blanco platino y susrostros eran idénticos. Su piel tenía un enfermizo colorblanco parecido a los albinos. Se movían con rapidez,con un propósito. La chica se reclinó contra la paredfrontal de la tienda vecina. Fijó su vista una vez más enlos ojos de Kara, en una súplica silenciosa. Con loslabios, deletreó Ayúdame. Kara contuvo su respiración.La muchacha estaba atrapada entre los dos misteriososhombres de ojos negros. El ruidoso martilleo delcorazón de Kara ahogó todos los demás sonidos a sualrededor. La chica no era rival para esos dosmalvados hombres. Kara tenía que hacer algo, tenía quesalvarla.

Kara empujó el carrito fuera de su camino y searrojó sobre el mostrador. Tomó el bate de béisbol que

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el Sr. Patterson mantenía oculto detrás del mostrador enel caso de una operación peligrosa con un cliente ysalió corriendo de la librería a la calle.

Se detuvo de golpe.Estaba vacía. La niña había desaparecido y los

hombres de ojos negros también habían desaparecido.La calle estaba en silencio, la acera estaba vacía salvopor unas palomas recogiendo migajas en el suelo.

¿Estaban sus ojos jugándole una broma otra vez?¿Era esta otra de sus visiones extrañas? Durante losúltimos meses había tenido sentimientos recurrentes deque estaba siendo vigilada. Había percibidoespeluznantes sombras en lugares oscuros siguiendotodos sus movimientos, arremetiendo contra ella cuandopensaban que ella no estaba mirando. Pero tan prontocomo ella daba la vuelta para hacer frente a lo quefuera, desaparecería en un abrir y cerrar de ojos.Quizás este era uno de esos sucesos, o tal vez ella se

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estaba volviendo loca. Ella pensó que debía ser eso.“¿Planeas pegarle a alguien con ese bate?”Kara giró, un apuesto adolescente con una sonrisa

insolente peinaba su rubio cabello con sus dedos. Conla cabeza en el aire, paseó hacia ella dando saltitos.

“¿Estaré seguro? ¿O debo volver más tarde?”, rioDavid, metiendo sus manos en los bolsillos.

Kara lo ignoró y observó el lado opuesto de lacalle. “Yo… me pareció ver algo”.

David levantó las cejas. “Así que decidiste hacerlade vigilante y tomaste un bate de béisbol… ¿paragolpearlos?”

“Vi a una chica. Creo que estaba en problemas…no.Sé que estaba en problemas. Estaba muy asustada,necesitaba mi ayuda”. Los nudillos de Kara estabanblancos por la fuerza con la que presionaba el bate.Recordó el rostro petrificado de la niña cuando loshombres se acercaron.

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“¿Qué chica?” David la buscó por la calle. “No veoa ninguna chica. ¿Seguro que has visto algo? Ya sabes,todo ese polvo que inhalas todo el día podría estarafectando tu cerebro”.

Kara suspiró y bajó el bate. “Estaba allí hace unminuto, estoy segura de ello. Y había dos hombres deaspecto extraño con el pelo blanco… realmente feos yescalofriantes. Sentí que iban a hacerle daño. Teníanunos ojos negros que daban miedo”.

“¿Ojos negros? ¿Como si los hubieran golpeado enla cara o algo así? Justo como lo ibas a hacer tu con elbate, ¿no?”

Kara miró la cara perpleja de David y decidió dejarel tema. Claramente pensaba que ella estaba loca. Ellamovió la cabeza y se encogió de hombros. “Noimporta”, respiró con frustración y luego le dio unasonrisa ladeada. “¿Qué haces aquí tan temprano? Penséque tenías práctica de fútbol”.

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“Así es”, David hizo varios pases con los pies paraimpresionar a Kara. “Se canceló. Creo que podríamosir al cine, o algo así”.

Kara se esforzó para no sonreír, pero su rostro lahabía traicionado. Miró hacia otro lado. Sus mejillas sesentían calientes, y supo al instante que se habíasonrojado. Su corazón rebotaba entre sus orejas.

“Bueno… déjame preguntarle primero al Sr.Patterson. Quizá aún necesite que me quede el resto deldía”. Esperaba secretamente que no lo hiciera, Davidhabía venido a la tienda todos los días desde la primeravez que se habían encontrado accidentalmente hacía yados meses. Y cada vez que llegaba, las mariposas seagitaban dentro de su vientre.

Con el bate de béisbol colgando a su lado, Karaentró a la tienda. David se agachó debajo el carillón deviento y la siguió. Oyó el chasquido de la puerta deatrás, volvió a ver hacia arriba. El Sr. Patterson

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caminaba hacia ellos. Sus huesos crujían y tronaban.Rascó su cabeza, haciendo ondas en su pelo blanco. Suscortas piernas se asomaban por debajo de sushabituales bermudas caqui y coloridas camisashawaianas amarillo con naranja. Las tablas del suelocrujían bajo el peso de sus pies descalzos. Kara nuncaentendía por qué andaba descalzo sobre la suciedad yel polvo del suelo, pero con el paso del tiempo se habíaacostumbrado a ver sus cuadrados dedos del pie ylargas uñas amarillas. Se hizo una nota mental paraadquirir un certificado de regalo en el spa local Pies deDiez para una pedicura. Si estaba obligada a ver suspies, por lo menos deberían verse bien.

El Sr. Patterson les saludó con entusiasmo. “¡Hola,Denis! ¿Qué te trae a este lado del mundo literario?¿Has venido a comprar un libro por fin? Hay una nuevasección con grandiosos libros de aventuras para niñosallí…” él arrojó su larga barba blanca sobre su hombro

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y señaló a un alto estante de libros a su izquierda.David sonrió incómodamente y rascó la parte

posterior de su cuello. “Uh… no, Sr. P… pero graciasde todos modos. Estoy seguro que todos son… muybuenos” David volvió a ver a Kara y habló por laesquina de su boca. “Él todavía me llama Denis”.

Kara cubrió su boca y se rio. El Sr. Patterson sedetuvo y miró con recelo Kara. “¿Clara? ¿Por qué estássujetando el bate loco? ¿Pasó algo? ¿Entraron en uncombate con un cliente psicótico?”

David suspiró. “¿El bate loco? ¿En serio? Suena unpoco loco para mí…”

Kara pateó a David en la espinilla y escondió elbate de béisbol a sus espaldas. “Uh… nada. Sóloestaba… limpiándolo”. Se inclinó sobre el mostrador ydejó caer el bate detrás de él.

“En realidad, Sr. P”, dijo David, “vine a ver siKara podía tomarse el resto de la tarde”.

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“Ya veo”. El Sr. Patterson vio a Davidsospechosamente por un momento. Sus ojos azules seasomaban por debajo de los pliegues de cientos dearrugas. Él frunció los labios y se rascó la cabeza.“Bueno, no veo por qué no. Creo que Clara ya hizosuficiente por hoy. Puedes irte con Denis si lo deseas”.

La emoción hacía efervescencia en el pecho deKara. “¿En serio? Gracias, Sr. Patterson. Usted es muybuen conmigo”.

“Tonterías”. El Sr. Patterson agitó una manodesdeñosa, se quedó callado por un momento, su rostroperplejo. “Oh cielos. No puedo recordar lo que iba ahacer ahora… mi mente parece vagar por su cuentacada vez más al hacerme más viejo. Un negocio muyextraño, esto de la vejez”. Sus ojos azules vidriososveían fijamente al espacio. Kara vio a David y luego alSr. Patterson.

“Sr. Patterson… si quiere, puedo quedarme y

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ayudarle a encontrar lo que buscaba. Realmente estábien. Puedo ir al cine en otra ocasión, estoy segura deque a David no le importa”. Kara le dio una mirada dereojo a David.

“No, no. No será necesario, querida. Vete ahora conDavid. Estoy seguro de que sea lo que haya sido…aparecerá pronto”. El Sr. Patterson caminó hacia atrásdel mostrador, abrió la puerta del compartimiento devidrio y sacó una bola de cristal del tamaño de su puño.Haces de luz se reflejaron en su rostro, y él miró labola intensamente sin pestañear. La sostuvo con ambasmanos y siguió observando.

“Sr. Patterson. ¿Está bien?” preguntó Kara. Ycuando él no respondió, preguntó otra vez. “¿Se sientebien? Parece un poco pálido. ¿Le traigo un vaso deagua?”.

“El tipo está un poco… ido…si sabes lo que quierodecir”, susurró David a su lado. Él giró su dedo en el

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lado de su cabeza y torció los ojos.Kara ignoró a David y estudió al viejo. Ella bajó su

voz. “Hace esto a veces. Cada vez que mira a una deesas bolas de cristal, parece que se olvida del mundoque lo rodea. Es como si estuviera en otro lado, es muyraro”.

“Tal vez tiene los primeros signos de la enfermedadde Alzheimer…”

Kara movió su cabeza, irritada. “No, no. Solamenteestá… viejo. Me gustaría verte a su edad…. a ver cómote las ingeniabas”.

“Sería el viejo más sexy de la ciudad, bebé. Todaslas solteronas me perseguirían con sus bastones. Seríagenial”.

Kara rodó sus ojos y se rio. “Eres un idiota”. Ellamiró al viejo sombríamente, le dolía verlo tanangustiado. “No quisiera dejarlo así. ¿Qué pasa sialguien viene… y él todavía está mirando la esfera, y

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no les contesta? Podrían llamar a la policía o algo así.¿Y si lo encierran?”

David apretó su hombro suavemente. “No tepreocupes. El viejo ha manejado esta tienda desdemucho antes de que tú nacieras, estoy seguro que va aestar bien. Vamos, la película comienza en media hora”.

“Eso espero”. A regañadientes, Kara dio la vuelta ysiguió a David hacia la puerta. “Entonces… ¿quépelícula quieres ver? Por favor no me digas que otra dezombis. Creo que he visto suficiente sangre y tripaspara que me dure toda la vida”.

David se tronó los dedos y sonrió. “Estabapensando en la nueva…”

“¡Esperen! ¡Deténganse!”Desplomándose, la bola de cristal del Sr. Patterson

explotó en un millón pedazos al caer al suelo.Ignorándola, corrió rápidamente hacia ellos. Su peloblanco rebotaba en la parte superior de su cabeza y

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Kara no pudo evitar recordar los duendes-trol con pelosuave púrpura que solía coleccionar. Agitó sus manosfrenéticamente en el aire. “No pueden irse. Laoscuridad viene, la Legión los necesita. ¡Los mortalesestán en peligro!”

David silbó suavemente. “¿Y dijiste que el viejo noestaba loco? Acaba de echarnos un balde de locuraencima…”

“Espera” dijo Kara, interrumpiéndolo. “Algo andamal, nunca lo vi tan agitado”. En un segundo, el Sr.Patterson estaba parado delante de ellos. Sus ojosestaban muy abiertos y tenía la mirada de un loco.Halaba su cabello con manos temblorosas. “¡Lo hevisto! Es tiempo. ¡Deben regresar!”

Kara estudió su rostro. Sus grandes ojos azules seperdían bajo tupidas cejas blancas.

“¿Tiempo para qué? Lo que dices no tiene sentido”.Su cuerpo se puso tenso. ¿Y si se había vuelto loco?

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Tendría que buscar otro trabajo. Se le hizo un nudo enla garganta y vio a David, quien levantó sus cejas.

El Sr. Patterson caminaba sobre el mismo lugar. “Esel momento, deben prepararse. Ellos los esperan, debendejar el mundo mortal”.

Kara limpió el sudor de su frente con su mano, estoestaba empeorando a cada minuto. “¿Quién espera? Noentiendo, Sr. Patterson, nada tiene sentido…”

“¡Las tarjetas! ¡Me olvidaba!” El viejo fuecorriendo al mostrador, rebuscó en un cajón y volviócorriendo con dos tarjetas de oro brillante en susmanos. Se las entregó a Kara y David. “Aquí tienen…deben tomar sus tarjetas. No podrán ingresar al Nivel 5sin ellas”.

David se rio y tomó una de las tarjetas. “Gracias,señor P… tal vez debería sentarse y relajarse un poco.Cielos… ¿esto es oro de verdad?”

Kara empujó a un lado a David y sacudió al Sr.

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Patterson suavemente por los hombros. “Sr. Patterson,me está asustando. Creo que usted necesita descansar ytomar un vaso de agua. ¿Comió algo hoy?”

El Sr. Patterson asintió con impaciencia. “Sí, sí,claro”. Tomó su mano y colocó la tarjeta en ella,doblando sus dedos alrededor. “Cuídala, la necesitaras.Es cosa de segundos”.

Kara parpadeó la humedad de sus ojos. “Deacuerdo, eso es suficiente. Voy a cerrar y lo llevaré acasa. No voy a ir con David”. Se dirigió a la puerta,pero el Sr. Patterson tomó su brazo con fuerza y tiró deel para verle a la cara “¡No! Está sucediendo, nopuedes ir a ningún lado. Debes quedarte aquí. Ambos”.

Kara y David se miraron, se dieron cuenta de queesto era mucho peor de lo que ella había anticipado.Tendría que llamar a alguien. Decidió llamar a sumadre, ella sabría qué hacer.

“Necesito usar el teléfono”.

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“¡No!” El Sr. Patterson sujetó a Kara del codo y lagiró. “No hay tiempo, no tardan. Prepárense”.

“¿Quién viene?” rio David, siguiéndole la corriente.“¿La oscuridad? ¿Nos dará más tarjetas de oro?”

El viejo se retiró de ellos repentinamente y apuntóhacia el techo, sus ojos llenos de miedo. “Elterremoto”, susurró.

Kara frunció el ceño. “¿El terremoto? No tenemosterremotos aquí…” y justo entonces, las estanteríascomenzaron a sonar, la tierra tembló y vibró con fuerza.Todo tronó a su alrededor, como si la propia tierra sehubiera partido. Las estanterías se mecíanpeligrosamente, desbordando sus entrañas. Libros caíany se estrellaban en el suelo a su alrededor. Las paredesse agrietaron, revelando grandes agujeros. Trozos deyeso cayeron en cascada desde el techo y Kara y Davidse cubrieron con un manto de polvo blanco. Kara tosiócuando el polvo quemó su garganta.

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“¡Kara! ¡Por acá!” David jaló a Kara por el brazo yla jaló hacia el mostrador. Se agacharon y se lanzaroncontra el marco de madera para protegerse de losescombros lo mejor que pudieron. Kara miró a sualrededor nerviosamente. “¿Dónde está el Sr.Patterson?” gritó sobre los ruidos de golpes, caídas yretumbos de escombros. Un enorme pedazo de concretose estrelló en el suelo, sólo a pulgadas de ellos. “¡Nosé!”, gritó David inspeccionando el techo para evitarlas rocas que caían. “El techo se está cayendo, nos va aaplastar si nos quedamos aquí. ¡Tenemos que salirahora!”

Kara asintió con la cabeza y siguió a David haciafuera, se agachó y saltó fuera del camino de los estantesrotos y peligrosamente afilados trozos de roca.

¡BOOM!La mitad del techo cayó detrás de ellos. El

escritorio desapareció bajo una avalancha de

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escombros. Kara vio los labios de David moverse,pero ella no podía oír lo que decía, solo podía escucharel martilleo de su corazón y el desplome atronador delos escombros. Señaló a la puerta y tomó su mano.

Corrieron desesperadamente hacia la puerta,estaban cerca. Casi llegaban al umbral…

Un ruidoso tronido vibró alrededor de ellos.El resto del techo cayó a pedazos.La última imagen que Kara vio fue un muro de

piedra derrumbándose sobre ella. Un peso enorme leaplastó el pecho, y luego quedó inconsciente.

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Capítulo 2

De Vuelta, Otra Vez

Después de un desagradable viaje de cinco minutos en

ascensor con un orangután luciendo una bata de bañorosa y rizadores para el cabello que se mantuvoatacándolos con una andanada de insultos, Kara yDavid se encontraron en una cámara redonda y grande,del tamaño de un campo de béisbol. A diferencia de sushabituales encuentros con la división donde cientos deángeles de la guarda estaban ocupados escribiendo enlos teclados y subiendo escaleras metálicas que

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conducían a niveles más altos y gritando órdenes, estavez sólo había un puñado de guardianes operando lagran sala. Kara se estremeció incómodamente frente alinusual silencio, un escalofriante recordatorio de lagran pérdida que la división contadora de demonioshabía sufrido en sus combates contra Asmodeus. No erade extrañarse que hubieran sido llamados de regresotan pronto, DCD era como un pueblo fantasma.

Al principio, Kara sintió un poco de resentimientohacia la Legión por traerla de vuelta tan rápido, sinhaberla dejado pasar mucho tiempo con David comomortales, realmente apenas habían comenzado a llegar aconocerse el uno al otro. Pero ahora entendía lanecesidad de llamarlos de vuelta y ella estaba contenta.Contenta de ser parte de algo especial e importante,como salvar las almas mortales de los demonios,contenta de tener la oportunidad de recuperar elequilibrio entre los mundos.

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“Entonces, estamos de vuelta”, dijo Karavolviéndose para ver a David. Su rostro estabaangustiado y caminaba mirando el piso. “¿David? ¿Quépasa?” No estaba acostumbrada a verlo tan angustiado,la ponía nerviosa.

David guardó silencio por un momento, yrespondió. “Yo… yo estaba muerto, Kara. Ahora lorecuerdo. Mi alma murió, Asmodeus me mató…”

El dolor brotó de su pecho mientras recordabahaber sostenido a David en sus brazos antes de que sucuerpo se evaporara en polvo de oro. No deseabaexperimentar eso otra vez.

“Bueno, tu alma no estaba realmente muerta. Sóloexpiró por un momento y ahora estás de vuelta, el Jefede trajo de vuelta, David”.

David observó el rostro de Kara y sus labiosirrumpieron en una sonrisa. “Estoy seguro de quetuviste algo que ver con esto… ¿verdad?”

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Kara apartó la mirada. “No tengo idea lo quequieres decir”. Algo le presionó la pierna desde elbolsillo de sus pantalones vaqueros, metió la mano ysacó una tarjeta dorada que brilló bajo la luz. Lalevantó y la examinó más de cerca. Su cara ceñuda sereflejó en ella. “El Sr. Patterson… nos dio las tarjetasde oro”.

“Sí. El viejo es un oráculo”.Kara suprimió una risa. “Eso explica muchas

cosas”. Ella recordó sus pies descalzos y sucios y laslocas camisas hawaianas. Su obsesión con las bolas decristal hacía sentido ahora. Había sido muy amable conella y Kara se preguntó si eso había sido porque estabacuidando de ella. ¿Cuántos oráculos eran colocados demanera incógnita en la tierra? Se encontrópreguntándose qué le habría sucedido después de que eledificio se había derrumbado. ¿Habría regresadoinmediatamente al Horizonte al igual que ellos?

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Hicieron su camino poco a poco entre las grandespantallas holográficas que oscilaban como radiografíascon diferentes imágenes de ciudades en todo el mundo.Había una mesa redonda grande sobre una plataformaen medio del gran espacio. Kara contó a diez ángelessentados alrededor de la mesa. Destacaban algunascaras, pero no reconoció a la mayoría de ellos.Reconoció a Peter y a Jenny inmediatamente, la carapuntiaguda de Jenny irrumpió en una gran sonrisa y susgrandes ojos verdes destellaron con entusiasmo. Selevantó de un salto y exprimió a Kara en un apretadoabrazo. Su hirsuto cabello púrpura hizo cosquillas en elcuello de Kara.

“Bienvenida, chica. Te extrañé”.Kara abrazó a su amiga suavemente. “Yo también,

Jenny. Me alegro de estar de vuelta. ¿Alguna idea depor qué fuimos llamados tan pronto?”

Jenny se separó de Kara y dio un paso atrás. “Nop,

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pero estoy segura que pronto lo descubriremos. Sea loque sea, debe ser grande. Andan todos nerviosos sobreel asunto”.

Con un puchero exagerado, David levantó susbrazos y fingió a abrazar el aire delante de él. “Qué,¿no me das un abrazo a mí también?”, Jenny lo ignoró yse sentó de nuevo, riéndose.

Kara apretó el hombro de Peter. “Hola, Peter. Esbueno volver a verte”.

“Hola, Kara. Igualmente”. Peter sonrió y bajó losojos.

Después de que David y Peter intercambiaron uncomplicado apretón de manos, Kara miró a sualrededor. Una mujer mayor estaba sentada en lacabecera de la mesa. Era guapísima, lo que no deberíahaber resultado sorpresivo para Kara, los arcángeleseran reconocidos por su hermosura. Sus ojos colorcaramelo estudiaban a Kara y a David. La mujer hizo

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hacia atrás su silla y se puso de pie elegantemente,cortos y apretados rizos rebotaron ligeramente porencima de su cabeza como suaves resortes. Llevabapantalones negros fajados dentro de un par de botas decolor negro brillante y una camisa negra de mangacorta, que combinaba maravillosamente con el colormoka de su piel. Sus labios carnosos se dividieron enuna sonrisa.

“Ustedes deben ser Kara Nightingale y DavidMcGowan”, dijo la mujer con una su voz suave ymodulada que agradó a Kara instantáneamente.“Bienvenidos de regreso, yo soy el Arcángel Ariel, elnuevo comandante del Departamento de Defensa. Estoyencantada de conocerlos, he oído grandiosas cosassobre ambos. Escuché que poseen notables talentosindividuales y estoy deseando observarlos. Por favor,siéntese”.

Obedientemente, Kara se sentó en un sillón vacío

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frente a Jenny y Peter y esperó. David se colocó en unasilla vacía y puso sus pies sobre la mesa con las manosentrelazadas detrás de la cabeza. A Ariel no parecióimportarle. Vio a Kara, quien intentó mantenerle lamirada al arcángel, sin éxito.

“Estoy segura de que deben estarse preguntando porqué los AGs que estaban en la tierra fueron convocadospara regresar tan pronto”. Ariel caminó tranquilamentealrededor de la mesa. Las cabezas se balanceaba haciaarriba y hacia abajo en acuerdo. “Como podránsospechar, tenemos un serio problema en nuestrasmanos”.

Kara se movió nerviosamente en su asientopresionando las manos sobre sus piernas. ¿Que habíamotivado a la Legión a llamarlos tan pronto? ¿Cuál eraeste grave problema? Asmodeus estaba muerto. Ellahabía matado a su padre hacía meses y casi habíaperdido su alma en el proceso, lo recordaba como si

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fuera ayer. Podía recordar su desagradable sonrisatriunfal justo antes de que ella se apuñaleara con laespada del infierno. Cuan sorprendido había estado, élno se lo esperaba. Su cuerpo había sido consumido porel fuego dorado y recordaba su grito, ahogado por elfuego que extinguió su cuerpo. El no iba a volverdespués de eso, era imposible. ¿O no?

¿Podría una nueva amenaza haber surgido tanrápido? Recordaba la palabras del Jefe cuando lovisitó…Donde existe el bien, siempre existirá el mal.El mundo mortal y el suyo siempre estarían en riesgo deuna nueva amenaza. Los ángeles y los demonioscoexistían. Era sólo cuestión de tiempo antes de que elmal resurgiera, simplemente que no esperaba que fueratan pronto.

Le echó un rápido vistazo a David, quien le guiñóun ojo. Ella rodó los ojos. Claramente, David estabalisto para la acción y ella envidiaba su tranquila

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determinación.La arcángel Ariel se detuvo y apretó sus manos

delante de ella. Observó al grupo cuidadosamente porun momento. “Hemos sido informados de una nuevasituación en el mundo mortal”, comenzó a explicar laarcángel. Kara se estremeció cuando los ojos de Arielse fijaron en ella otra vez. Sintió hielo dentro de sucabeza y suprimió un escalofrío. Sintió una presenciaen su mente, era como si Ariel pudiera ver a través deella y leer sus pensamientos más íntimos. Los ojos deAriel se expandieron. “Y esa es, precisamente, la razónpor la que les hemos llamado a nuestro servicio una vezmás, Kara Nightingale”.

Kara retrocedió mientras todos los ojos se fijabanen ella. Estudió la cara de Ariel para descubrir unaseñal de lo que iba a pasar, pero no pudo ver nada.Intranquila, se movió en su asiento mientras sus uñas seclavaban en sus muslos, odiaba ser el centro de

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atención. La tensión en la sala era insoportable, casipodía ver el silencio extenderse por toda la cámara.Cada ángel en DCD esperaba ansiosamente escuchar loque Ariel tenía que decir. Dos mujeres jóvenes aquienes Kara no reconocía se sujetaron de las manos,sus ojos estaban llenos de miedo. Parecía que todosdeseaban escuchar porqué la amenaza involucraba aKara específicamente, se mordió el labio y se preparópara lo que la arcángel diría a continuación.

Ariel se inclinó hacia adelante. “Nuestrosexploradores han identificado un nuevo elemental”.

Los susurros se extendieron a lo largo de la granmesa. Los ojos curiosos se reunieron con los de Kara, ypor el aspecto perplejo en algunos de ellos, no estabatotalmente segura de que estuvieran encantados de estarsentados a su lado. Escuchó cómo murmuraban sunombre una o dos veces. Mantuvo sus ojos hacia abajohasta que el sonido disminuyó, se sentía enojada, pero

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no dejaría que sus emociones la controlaran,especialmente ahora. Sólo empeoraría las cosas. Losdejaría que la vieran e hizo su mejor esfuerzo paraignorar los susurros.

Sólo un pequeño grupo de gente sabía lo querealmente había pasado esa noche en el cementerio, elaño pasado. Recordaba la cara del niño que ella habíaarrancado de las manos del demonio mayor, Asmodeus.Lo había mantenido cerca mientras su pequeño cuerpotemblaba contra el suyo. Ella sabía que era única, habíasido el único ángel capaz de soportar el toque delelemental, fue entonces cuando supo acerca de supropia potencia excepcional. Parecía haber sido hacíamucho tiempo.

“Sabemos de su existencia” dijo Ariel, y comosabemos que sucede con cualquier elemental, está engran peligro de ser torturado para obtener suextraordinaria energía. No podemos permitir que caiga

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en manos enemigas, ella debe ser protegida”.Ella, repitió Kara en su cabeza. Esta vez el

elemental era una niña. Kara frunció el ceño y sepreguntó dónde estaría su madre mortal. ¿Sabía lamadre que había dado a luz a un ser sobrenatural?

“Ella ha logrado evitar ser capturada por losdemonios hasta el momento, pero no pasará muchoantes de que esté a su alcance y la perdamos parasiempre. No podemos permitir que eso ocurra. Yahemos sido testigos de la devastación que el enemigopuede causar cuando el poder elemental cae en susmanos. La Legión ha sufrido suficiente, el Alto Consejoha pedido nuestra ayuda en este asunto y no lesfallaremos”. La voz de Ariel resonó a lo largo de lacámara. Aunque Ariel era más pequeña que sushomólogos masculinos, Kara estaba segura de que teníauna fuerza superior cuando se enojaba.

Ariel se enderezó e inclinó su cabeza hacia Kara.

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“Kara es la única que puede tocar al elemental. Unsimple toque de un elemental destruiría a un ángelordinario, los talentos especiales de Kara sonesenciales para esta misión. Esta tarea estáencomendada a ti, Kara… y a tu equipo”.

Sin darse cuenta, Kara asintió con la cabeza,aceptando. Ella sabía que era la única adecuada para eltrabajo. Con el demonio mayor muerto, pensaba que nosería difícil recuperar a un niño elemental, ella y susamigos podían encargarse de algunos demonios. Ella sesentó muy derecha en su asiento e ignoró las miradasescudriñadoras a su alrededor. Sí, sabía que ella no eraun ángel normal, ella era diferente y estaba orgullosa deser diferente. La hacía sentirse especial.

“Tus compañeros de equipo son…” Ariel señalócon un dedo largo a las diversas caras a través de lamesa y luego se dirigió a sus amigos: “Jenny, Peter yDavid. Los cuatro han demostrado que sobresalen como

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un equipo. Necesitamos a los mejores en esta misión,no pueden fallar. En todo caso, cada uno recibirá un parde chispas. Úsenlas sabiamente”.

Kara había cruzado miradas con Jenny, quien ledirigió una sonrisa tranquilizadora. Kara la devolvió,ella no podría pedir un mejor equipo. Con el cerebro dePeter, la autosuficiencia de Jenny y las superioreshabilidades de lucha de David, eran un grupoimparable. Iban a recuperar a la elemental, estabasegura de ello… era como quitarle un dulce a un niño.

Ariel levantó su voz ligeramente cuando se dirigióal equipo. “Hemos detectado su última ubicación enBoston, Massachusetts. Creemos que está escondida enun refugio para la juventud. Ustedes comenzarán subúsqueda allí, si tienen éxito en la búsqueda de la niña,un grupo de Sensitivos estará esperando, listos paratomar al elemental bajo su cuidado en cuanto esté asalvo con ustedes”.

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“Suena bien”. David se tronó los dedos y golpeó lamesa con sus manos. “¿Cuándo empezamos? He estadoqueriendo patear el trasero de algunos demoniosúltimamente. Pienso que es hora de la venganza de todala mi…” Ariel levantó las cejas, y eso fue suficientepara silenciar a David.

La cara del arcángel cambió, su expresión se hizoseria. “Hay algo más. Nuestros exploradores hansentido una presencia oscura alrededor de la elemental,algo maligno acecha alrededor de ella… casi como unescudo o un guardián. Fueron incapaces de darnos másdetalles sobre esta aura oscura, pero una cosa essegura… dicen que nunca han sentido algo así antes”.

“¿Crees que ella esté marcada?” Kara recordó supropia experiencia con la marca del demonio. No habíasido muy agradable. La Legión no había dudado enemitir un juicio sobre ella rápidamente. ¿Qué pasaba siesta pobre chica sufría la misma suerte y también

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terminaba en el tártaro?“Si lo está, no es su culpa. No se puede culparla por

algo que está fuera de su control. Ella es una niña, unaniña inocente”. La voz de Kara se elevó antes de que lapudiera controlar. Sabía que había logrado obtener sucompleta atención ahora, pero no le importaba. Ella notoleraría otro incidente en el que un inocente fueraculpado por la marca de un demonio. No otra vez.

Los ojos de Ariel estaban llenos de ternura.“Entiendo cómo te sientes, Kara. Esto debe ser muydifícil de escuchar, pero tú eras una excepción. Tú eresun ángel y ella es una mortal. Simplemente no podemosdecir con certeza si esta niña ha sido comprometida, yno podemos permitirnos correr ningún riesgo con ella.La presencia oscura que emana de ella es algo nuevo,según los exploradores. No saben lo que es, exceptoque es algo sumamente demoníaco…y peligroso”.

“No me gusta cómo suena eso”, susurró Jenny,

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intentando hacer contacto visual con Kara pero sinlograrlo, la ira y el miedo brotaron dentro de Kara yapretó sus puños hasta que ya no pudo sentir sus dedos.Todo esto sonaba muy familiar, parecido a lo que habíasucedido con ella. La Legión ya había marcado a estapobre chica como “un bicho raro”, al igual que lohabían hecho con ella. No tenían ninguna prueba apartede lo que los exploradores habían dicho sentir. ¿Y siestaban equivocados? ¿entonces qué? ¿qué iban a hacercon ella una vez que estuviera en sus manos? ¿matarla?Si era tan peligrosa como el arcángel les habíainformado, dudaba si iban a poder dárselapacíficamente a los Sensibles. No. Ella estaba segurade que tenían otros planes.

La injusticia de la situación alimentó una rabiasalvaje dentro de ella, sintió un escalofrío calienterodar por su espalda y se esforzó para someter supropio poder. Esta niña era inocente, ella no era una

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cosa, sino una asustada mortal que necesitaba ayuda.Kara debía protegerla, tenía que encontrarla antes quela Legión lo hiciera. No estaba segura de lo que haríacon la chica una vez que la encontrara, pero pensaría eneso más tarde. Una cosa era cierta: no iba a dejar que letocaran ni un solo pelo de la cabeza, pasara lo quepasara.

El arcángel miró directamente a los ojos de Kara.“Kara, por favor, entiende. Sólo queremos ayudar, estaes una situación muy delicada y confiamos en que nonos fallarás. Debes tener mucho cuidado. Nunca bajesla guardia, no sabemos lo que rodea a la elemental.Sabemos que es mala, pero no sabemos lo que puedahacerte a ti específicamente. ¿Entiendes?”

Kara le mantuvo la mirada. “Lo entiendo, no bajarémi guardia”. Su tono era áspero y no se arrepentía deello.

La incertidumbre cubrió la cara de Ariel por un

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momento. Observó el rostro de Kara y luego serecuperó rápidamente con un suspiro. “Bien, quiero quetodos vuelvan a salvo dentro de dos horas. Vamos,gente. ¡Vamos!”

Todos se pusieron de pie con entusiasmo. Kara vioa Ariel alejarse y se preguntó cómo se vería ella sihubiera aceptado la propuesta del Jefe de convertirseen un arcángel. ¿Habría sido tan hermosa y temiblecomo Ariel? ¿o más recatada, con la voz suave como eltraidor Cassiel? No estaba segura de haber tenido unaopción en el asunto. Tal vez sólo se hubiera convertidoen una versión más grande de sí misma. Ahora nunca losabría.

Kara sabía que la Legión necesitaba sus talentosúnicos para esta misión tan especial. Ella no planeabafallarles, pero no iba a darles a la chica tampoco. Nohasta que supiera personalmente qué era esta presenciaoscura, y entonces ella decidiría qué iba a hacer con la

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chica elemental. ¿Cuál era esta nueva oscuridad de laque Ariel había hablado? Aunque el miedo seenroscaba en su mente respecto a las posibilidades delo que podría ser, la necesidad de salvar a la chicasuperaba todo lo demás. Algo dentro de sí le decía quela elemental era inocente, y que la presencia malignaestaba tras ella.

“Kara, ¿vienes o qué?”, gritó David desde la paredde las armas. Empacó dos espadas de alma, una piedrade fuego y una piedra lunar antes de dirigirse hacia lostanques de Vega.

Kara caminó lentamente hacia el estante de armas.Una vez que tomó las armas de su elección, dosespadas de alma, siguió a los otros en silencio hacia lostanques de agua verde. Tres de ellos ya estaban en elandén esperando por ella, saltando con emoción.

Aunque estaba decidida a salvar a la elemental,Kara no podía dejar de preguntarse cuál era la

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oscuridad que percibían los exploradores. Si Asmodeusestaba muerto, entonces ¿cuál era este nuevo mal?¿Podría él haber planeado algo aún más siniestro sinque la Legión lo supiera? Kara recordaba los lamentosde los mortales moribundos mientras sus cuerpos erandestrozados en pedazos por los viles demonios queAsmodeus había liberado a través del espejo de lasalmas. Sus gritos siempre le perseguirían. Apretó suspuños para impedir que sus manos temblaran. Esto noiba a ser tan fácil después de todo, pero una cosa erasegura: tenía que llegar a la elemental antes que nadie.

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Capítulo 3

Un Ángel Brillante

El sol parecía una perfecta moneda de oro suspendida

en el cielo de media tarde. Las aves salpicaban el cieloazul persiguiéndose unas a otras. Kara y suscompañeros de equipo caminaban por la calleWashington en busca del centro juvenil Saint James.Edificios de piedra rojiza rodeaban ambos lados de lacalle y se elevaban sobre las tiendas localesintercaladas entre los gigantes de piedra. Los mortalespaseaban sumidos en sus conversaciones, ajenos a loselementos sobrenaturales que les rodeaban.

Kara todavía estaba furiosa, aún después de la

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reunión. No podía reprimir su cólera fácilmente; dabavueltas dentro de su núcleo, lista para saltar como ungato salvaje. Caminaba con sus uñas enterradas en suspalmas para evitar temblar de rabia. Esperaba quenadie se interpusiera en sus planes, porque si era así,las cosas iban a ponerse realmente feas. Proteger a laelemental era todo lo que importaba. Ella sabía que susamigos estaban de su lado y no interferirían, pero siotros AGs intentaban detenerla, no creía podercontrolar su poder. Y si ese era el caso, probablementeterminaría en el Tártaro, su lugar menos favorito enHorizonte.

Caminaban por parques bien cuidados conexuberantes pastos verdes salpicados de floresperennes en ricos tonos amarillos y rojos. Una brisacálida traía el olor de las flores de verano y Kararecordó sus días en casa de su abuela, con pastos altosamarillos que se mecían en las brisas de junio y el

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dulce aroma de los arbustos de exuberantes hortensiasque amaba su abuela. Cuánto la extrañaba. Kara sonrió,estaba contenta de estar entre los vivos otra vez. Losrayos del sol le hacían cosquillas en la cara yfelizmente cerró los ojos por un momento, dejando queel sol se filtrara por su traje M.

Kara…“¿Qué?” Kara abrió los ojos y dio la vuelta. Sus

compañeros la miraron con expresiones confusas.“¿Qué?” repitió un poco molesta.“Nada, Kara”, contestó David encogiéndose de

hombros. “Nadie te habló”.Kara frunció el ceño y evitó sus miradas, estaba

segura de que había escuchado su nombre. Los ojos deDavid se reunieron con ella brevemente, y fuesuficiente para entender la inquisitiva mirada en ellos.La molestia de Kara creció.

Jenny se adelantó, con la preocupación reflejada en

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sus grandes ojos verdes. “¿Te sientes bien? Te ves unpoco asustada”.

“Sí… estoy bien. No es nada”, le mintió Kara,aunque su vergüenza iba creciendo con cada nuevapregunta. “Continuemos, el centro juvenil debe estar atan sólo dos cuadras”.

Mientras se alejaban, Kara miró detrás de ella unaúltima vez, esforzándose por escuchar. No hubo másque una cacofonía de neumáticos chirriantes ybocinazos como respuesta. No escuchó su nombre otravez, así que tal vez lo había imaginado, o tal vez elviento se burlaba de ella. Se acomodó un mechón decabello detrás de su oreja y sin entusiasmo, aceleróunos pasos para alcanzar a los otros.

Kara… ¡ayúdame!Kara se detuvo y giró, mirando fijamente a una

pareja de mediana edad que caminaba hacia ella.Discutían en voz alta, ajenos a todos aquellos alrededor

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de ellos. La mujer empujó al hombre alejándolo de ellacon enojo y trató de golpearlo con su bolso de cuero. Elhombre suplicó, gesticulando teatralmente con susmanos. La voz no podía provenir de ellos, pero estabasegura de que había venido de atrás de ella. Habíasonado muy cerca, como si estuviera a un sólo paso,pero no había nadie lo suficientemente cerca como parahaber pronunciado su nombre. ¿Qué estaba pasando?

“Kara, ¿Qué estás haciendo? El centro de lajuventud es por allá. Pensé que teníamos prisa parallegar allí, vamos”.

David gesticuló con una expresión confusa en sucara. Cuando se dio cuenta que ella no se movía, seencogió de hombros y comenzó a caminar hacia ella. Aregañadientes, Kara levantó su mano: “Ya voy, David.Sólo un segundo”. Revisó la zona una última vez ymeneó la cabeza. “Me estoy volviendo loca”, dijo parasus adentros. “Tal vez los trajes M-5 salieron

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defectuosos esta vez. Voy a tener una plática con Arielcuando vuelva”. Finalmente convencida, caminó por lacalle para unirse a su equipo.

Kara, por favor…necesito tu ayuda…ya casi estánaquí…

Kara se congeló. Cada vello en su cuerpo de ángelse erizó, la voz venía de dentro de su cabeza. Al igualque su propia parte elemental había hablado con ellaantes, una voz sonaba en su mente. Era fuerte y nítida,como si sus propios pensamientos hablaran con ella,pero esto era algo completamente diferente. Alguienestaba hablando con ella telepáticamente, y de algunamanera ya sabía quién era. Con un renovado sentido deldeber, Kara buscó por la calle frenéticamente paraencontrar cualquier rastro de la niña elemental. Ellasabía que tenía que estar cerca, giró sobre sí misma ybuscó entre la masa de los mortales a una chica joven.Los compradores ignoraron su repentino arrebato y

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pasaron frente a ella para mirar a través de las ventanasde las tiendas de regalos. Una sensación depremonición llenó su pecho. ¿Dónde estaba? ¿acaso yala habrían capturado?. Una horda de chicas de su edadsalió de una tienda de música cercana, alejándosemientras enviaban mensajes de texto en sus teléfonos.Kara se hizo camino desesperadamente entre todosellos haciendo caso omiso de los gritos enojados de lamuchedumbre. El pánico surgió en su interior, la habíaperdido. Presionó sus manos contra su cabeza, no habíaseñal de la pequeña… ni de ningún elemental.

Kara golpeó su pierna con enojo. ¿Cómo habíapodido perderla tan de repente? ¿Dónde estaría? Talvez tenía miedo de ser vista, y estaba escondida enalgún lugar cercano. Realmente deseaba que esa fuerala verdadera razón. Si los demonios iban tras ella, nosería ninguna sorpresa que la elemental estuvieraasustada y prefiriera permanecer oculta. Tal vez sólo

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estaba esperando el momento oportuno para mostrarse,o tal vez quería que Kara la encontrara.

Se le ocurrió una idea y decidió probar un enfoquediferente. Se relajó, colocó sus manos sobre sus orejasy presionó, bloqueando todos los sonidos de laconcurrida calle. Cerró los ojos y con gran esfuerzo,concentró toda su energía.

Hola, niña… soy yo, Kara. Estoy aquí paraayudarte. ¿Dónde estás?

Nada. Su mente estaba tan silenciosa como unatumba. Sólo un zumbido sordo le respondido. Esperó unpoco más. Nuevamente vació su mente y llamando a supoder, se proyectó hacia el exterior como un faro.

Soy yo, Kara. Sólo quiero ayudarte. ¿Puedesdecirme dónde estás?

Kara esperó. Nada aún. Bueno, valió la pena elintento. Ella bajó sus manos y abrió los ojos.

Al principio, cuando escuchó la voz, ella no sintió

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nada oscuro rodeándola. De hecho, ella no sintió nadaen absoluto. La voz había sonado muy normal, comocualquier chica joven. Cualquiera que fuera laoscuridad que habían sentido los exploradores, Kara nopodía sentirla. Estaban equivocados, el mal que habíansentido los exploradores no estaba conectado con laelemental, sino que probablemente era la desagradableaura de los demonios. Esto explicaría la presenciamaligna que habían sentido. La elementalprobablemente estaba rodeada por los demonios. Unarepentina urgencia por encontrar a la elemental brotódentro de ella. La perspectiva de una niña siendotorturada por una masa de malvados demonios erahorrible, se estaban quedando sin tiempo. Karanecesitaba encontrarla inmediatamente. Caminandoenérgicamente, divisó a David y a los demás de pie,cerca de un banco, a una cuadra de distancia. Leestaban esperando, sus caras demostraban su

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preocupación cuando se acercó.Un pequeño niño pelirrojo de alrededor de siete

años perseguía una mariposa amarilla con moradoalrededor del poste de metal de una lámpara, del otrolado de la calle.

Kara gesticuló a sus amigos. Se había decidido ahablarles sobre la voz, así no le verían como siestuviera demente. ¿O sería peor decirles? No estabasegura, pero sabía que ella debía decirles, sin importarlo loca que creyeran que estaba. Todos teníanpreocupación en sus rostros, odiaba el hecho de quepensaran que era frágil.

La mariposa osciló y voló cruzando la calle, haciaKara.

Siempre la ponía ansiosa hablar sobre las vocesque escuchaba, temía la mirada en sus ojos. Kara laesquizofrénica, eso es lo que te sacas por ser diferente.Y Kara sí que era diferente. Sabía que sus amigos la

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querían mucho, pero esa sospecha psicópata siemprebrillaba en sus ojos por un segundo cuando hablaba delas voces… y siempre durante el suficiente tiempocomo para que Kara pudiera verla.

El chico persiguió a la mariposa por la calle.Pero aún después de todas las experiencias que

habían compartido, sus amigos todavía estaban de sulado. Ellos arriesgaron sus propias almas para sacarlade la cárcel. Si ella era un fenómeno o no, ellos detodas formas eran sus amigos, amigos leales, entoncesno pasaría nada si escuchaba más de una voz en sucabeza. Ya habían aceptado su extraño ser, sin duda unarareza más no debería resultar una gran sorpresa.Entenderían.

El chico reía mientras seguía persiguiendo a lamariposa por la calle.

El azul de los ojos de David brillaba cuando ella seles acercó. Jenny estaba mirando a un grupo de chicas

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de su edad con un dejo de nostalgia en sus ojos. AunqueKara sabía que Jenny amaba su trabajo con la Legión,entendía ese anhelo. Ella también lo sentía, a veces.Nunca más serían adolescentes normales. En cambio,eran soldados que luchaban para mantener el mundomortal a salvo de los demonios. Ahora sus vidas eranmuy diferentes a las de los adolescentes promedio. Yano había vuelta atrás.

El niño saltó, tratando de atrapar a la mariposa consus propias manos…

Un taxi negro se dirigía sobre la calle, en ladirección opuesta.

Una imagen del niño muerto en la calle aparecióante sus ojos. El mundo a su alrededor se desvaneció ycentró su atención en el niño. Su vista se enfocó, comoel lente zoom en una cámara.

Los ojos del niño estaban fijos sobre la criatura querevoloteaba.

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El taxi seguía en camino.Su traje M-5 se activó y una oleada de energía

cálida la recorrió. Antes de que supiera lo que estabahaciendo, Kara salió disparada, cruzó la calle y tacleóal niño. El taxi arrolló su pie izquierdo antes de quelograra aterrizar sana y salva en la acera. Oyó unruidoso crack pero no sintió ningún dolor.

“¡Estás loca!” El taxista tocó el claxon airadamentey maldijo mientras conducía, alejándose. Kara ignorósu comentario grosero y suspiró, aliviada. Ella bajó alniño al suelo, estrechó sus manos y lo soltó suavemente.

“Vaya, eso estuvo muy cerca. ¿No viste el auto? No,supongo que no. Podrías haber terminado muylastimado, ten cuidado la próxima vez, ¿sí? Mira aambos lados antes de cruzar y ya no andes cazandomariposas en la calle. ¿Entendido?”

El niño no respondió. En cambio, observó a Karacon una expresión confundida. Sus grandes ojos azules

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estaban fijos en ella; con la boca abierta. Tocó su brazocon el dedo pequeño y le preguntó “¿Por qué brillas?”

Kara se rio. “¿Qué? Yo no brillo”. Ella pensó quepodría haber golpeado al niño en la cabeza poraccidente (¡auch!) pero por lo menos había salvado suvida. Una cabeza magullada no debería ser demasiadograve.

“Ten cuidado la próxima vez, ¿de acuerdo?”“¡James!” Una mujer de pelo rojo llegó corriendo

hacia ellos. Ella sujetó al niño en un apretado abrazo ycayó de rodillas.

“¡James! ¡Oh Dios mío!” gimió la madre sobre suhombro, luego lo sujetó por los hombros y lo sacudió.“¿Qué estabas pensando? ¡Sabes que no debes correr ala calle!” le reprendió cariñosamente, mientras laslágrimas corrían por su rostro.

Pero James no respondió. Sólo miraba a Kara conla misma expresión desconcertada. “Mami, ¿por qué

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brilla esa chica?” preguntó, apuntando a Kara.Ella empezó a sentirse inquieta. Miró

nerviosamente alrededor, pero ningún otro mortalparecía estar viéndolos. Se miró hacia abajo, a símisma, su traje M estaba intacto. Ella no podía verningún signo de rasgaduras en ningún lugar. Se inclinó ymiró su reflejo a través de la ventana de un autoestacionado. Se veía bien, parecía un mortal normal.No estaba brillando, así que ¿de qué hablaba el niño?

La mujer se limpió la nariz con la manga, ignoró asu hijo y se puso de pie. “Muchas gracias. Yo… yo…no lo vi a tiempo. Si tú no hubieras estado allí…” Losojos de la mujer comenzaron a gotear agua como sifuera una llave.

“Está bien. El está a salvo ahora”, sonrió Karasuavemente. “Sólo ten cuidado con las mariposaserrantes en las calles. Creo que él podría perseguirlasnuevamente…”

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“Mamá ¡la señorita está brillando!” dijo Jamespisoteando la banqueta y señalando a Kara mientras surostro se ponía rojo de coraje.

Su madre lo agarró firmemente de la mano. “Eso essuficiente, James. Di adiós y gracias a la señorita”.

“Pero mamá ¡es que está brillando!” gritaba Jamesobstinadamente, y Kara creyó que sus pulmones podríanexplotar. ¿Qué pasaba con este chico?

Con un ceño, su madre le dio un tirón. “¡Eso essuficiente! Ya he escuchado demasiado… la abuela nosespera. Vamos, James”.

Kara miraba en silencio mientras la mujer ignorabael berrinche de su hijo y lo tiraba con fuerza. Durantetodo su camino por la calle, James se volvía, señalandoa hacia Kara, diciendo en voz alta que estaba brillando.Claramente él veía algo en ella que su madre no podíaver. ¿Podía ver el niño a través de su cáscara mortal?

“Es un Sensible” dijo David, como si pudiera leer

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sus pensamientos. Se colocó a su lado y vio al niño congran interés. “Generalmente así es como empieza”.

Kara estudió su cara. “¿Qué es lo que generalmenteempieza?”

“Ver lo sobrenatural. Primero nos ven a los AGs enmisiones, nos ven como nuestro verdadero yo.Brillantes, en todo nuestro esplendor”. David seenderezó y levantó su barbilla en el aire,dramáticamente. “Pero pronto podrá ver a los otros, yentonces se va poner feo para él”.

“¿Los otros?”. A Kara no le gustó cómo lo dijo,pero ella ya sabía la respuesta.

“Demonios. Los Sensibles tiene el don de la vista,nos ven a nosotros, lo que significa que también ven alos demonios. Le darán unos sustos de muerte, pobrebribón. Espero que el grupo lo encuentre rápidamente.Si no, he oído que algunos de esos jóvenes enloquecen,o peor aún, sus padres los encierran, pensando que

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están locos. Los Sensibles son especiales… yextremadamente raros”.

Kara meneó la cabeza lentamente. “Eso es horrible.No puedo imaginarme lo desagradable que debe ser veresas cosas cuando uno es tan joven”.

“Bueno, reza por que el grupo lo encuentre pronto.Su madre parece del tipo que los encierra en unmanicomio. No va a creer en él cuando le diga que vemonstruos. ¿Viste su cara cuando le dijo que brillabas?Sip, lo va a encerrar”.

Kara observó a James y a su madre desaparecealrededor de la esquina. “¿Cuánto tiempo pasará paraque empiece a ver demonios?” Tenía miedo por el niño.Los demonios se materializan en todas las formas de lafealdad posibles. Si Kara les tenía miedo, James estaríaaterrorizado.

“Pronto… mañana, probablemente. Va a ser un totaldesastre”.

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Algo le molestaba a Kara. “Espera un segundo.¿Dónde estaba su guardián? Habría muerto si no losacamos del camino a tiempo. Esto fue una tarea fácil,su AG debería haber estado aquí”.

“Oí a Ariel hablando de eso antes”. David mirósobre su hombro y bajó la voz. “Aparentemente hay unaescasez de AGs ahora. Creo que hemos perdido másángeles de los que la Legión anticipaba en la guerracontra Asmodeus. No hay suficientes ángeles paraproteger a todas las almas mortales, y hasta queentrenemos bastante novatos más, miles estaránvulnerables. No podemos salvarlos a todos”.

“Eso es horrible, yo no sabía”. Kara vio a losmortales arrastrando los pies por la calle, absortos ensus asuntos y ajenos a todos los peligros a su alrededor.Pero ahora las oportunidades de que los guardianespudieran prevenir las tragedias mortales eran realmentepocas. Kara bajó su mirada y observó el piso.

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David tomó la mano de Kara y la apretósuavemente. “Kara, tenemos que irnos. No tenemosmucho tiempo…”

Kara, ayúdame…tengo miedo…Kara saltó sorprendida. Esta vez la voz era más

fuerte y escuchó claramente el pánico en ella. Girósobre sus talones, buscando frenéticamente.

“Kara, ¿qué pasa?” David la observabaansiosamente. “¿Qué pasa? Me estás asustando”.

“Yo… escuché algo… alguien que me llamaba….pero ya lo había escuchado antes, escuché mi nombre,justo antes del incidente con el niño”.

David curvó sus cejas. “No escuché nada ¿Dedónde venía?”

“Desde dentro de mi cabeza…”Kara se detuvo. Una joven vestida de blanco y con

un gran lazo rojo estaba parada a pocos metros dedistancia. Su pelo negro brillaba a la luz del sol, su piel

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blanca era casi translúcida y se mezclaba extrañamentecon su vestido. Kara la reconoció de inmediato.

Era exactamente la misma chica que había vistoenfrente de la librería.

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Capítulo 4

Una Persecución por laTarde

Kara se acercó a la niña cuidadosamente y levantó sus

manos en señal de rendición. “Hola, soy yo…Kara. Lachica a la que le has estado hablando con tu cabeza”.

El pálido rostro de la chica era inexpresivo. Eracomo si la hubieran congelado, como si fuera unamuñeca. Su piel de porcelana blanca hacía contrastecontra su pelo negro y su vestido blanco se mecía en laligera brisa. El reconocimiento pasó a través de sus

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oscuros ojos momentáneamente, movió los labios y derepente se dio vuelta y salió corriendo a toda prisa enla dirección opuesta.

“¡No! ¡Espera! ¡Vuelve!” Kara salió detrás de lachica, persiguiéndola.

“¡Kara, detente! ¡Piensa en lo que dijo Ariel!¡Kara!” Kara ignoró a David y se escurrió por la calle.Corría presa del pánico, su interior le gritaba que lachica necesitaba protección. Ni siquiera parpadeaba,sus ojos estaban pegados en el vestido blanco. Nopodía quitarle la vista de encima

“¡Discúlpeme! ¡Voy pasando! ¡Fuera de mi camino!¡Lo siento! ¡Cuidado!” Kara corría a través de un grupode mortales irritados que la insultaban levantando suspuños.

“¡Les dije que lo sentía!” gritó, suprimiendo unacarcajada.

El vestido blanco apareció a pocos metros. La niña

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corrió más allá de los compradores y saltó fácilmenteentre los contenedores de basura de metal a unavelocidad increíble. Una chica mortal no podía corrertan rápido, era evidente que había algo sobrenatural enella. Con razón los demonios no la habían atrapadotodavía, ella poseía una súper velocidad. Kara estabacontenta. Recurrió a la fuerza de su traje de M-5 paraalcanzarla. La energía fluía a través de ella como unbaño caliente, con renovado vigor, aceleró por la calle.

Las tiendas pasaban junto a ella, desdibujadas entonos rojos y marrones y los olores de los humos deescape le golpeaban la nariz mientras corría. Losmortales hacían todo lo posible para saltar fuera delcamino mientras Kara zigzagueaba por la calle, peroalgunos no tenían tanta suerte y se aventaban a un ladocomo los bolos de un boliche. Gritaba disculpas cuandochocaba con las personas y seguía su camino. Elvestido blanco ondeaba delante de ella, Kara escuchaba

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el movimiento del material con cada movimiento de lachica, casi la tenía a su alcance. La elemental estaba atan sólo cincuenta pies de distancia.

Pero, ¿por qué estaba ella huyendo? Era como siKara la hubiese asustado. Pero ¿cómo podía ser eso?La chica había acudido a Kara para obtener ayuda, notenía ningún sentido que ahora huyera. Recordó laconexión tan familiar que había sentido la primera vezque había visto a la niña desde la ventana de la librería,tenía que ser su parte elemental. Eso era lo que teníanen común, una energía sobrenatural compartida. Ellasabía que la niña podía sentirlo también. ¿Tal vez esoera lo que la asustaba?

La elemental dobló bruscamente a la izquierda ydesapareció en la esquina al final de la cuadra. Karaestaba justo detrás de ella, giró alrededor de un postede metal y dio la vuelta a la esquina… se topó conmultitudes de mortales. Kara parpadeó varias veces,

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pero la niña había desaparecido. Ella buscó por encimade la masa de cabezas, sin encontrar nada. Kara se hizocamino a través de una pared de mortales que le gritabaairadamente, ella los ignoró y redujo su paso pararesultar menos llamativa.

Giró su cabeza buscando a la elemental. ¿Dóndehabía ido? Ella no podía haber desaparecido. Kara seasomaba por las ventanas para ver si encontraba elvestido blanco. No había nada, la elemental podríaestar en cualquier lugar, y le tomaría un día enterobuscar por toda la cuadra. Ella gimió con frustración,buscando arriba y abajo por toda la cuadrafrenéticamente, en los espacios entre los edificiosdonde la niña podría haber encontrado un esconditeseguro, pero no había nada. Había perdido a laelemental.

“¿A dónde habrá ido?” David trotó hacia ella,seguido por Jenny y Peter. “La tenías. Quiero decir…

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ella estaba ahí delante de ti, ¿acaso acaba de hacernosun acto de desaparición?”

Kara se rascó la cabeza y marchó nerviosamentesobre el mismo lugar. “Lo sé, lo sé… no lo entiendo. Escomo… si hubiera desaparecido en el aire. Pero no loentiendo ¿Por qué corría? Es como si ella pensara queyo quería hacerle daño, pero ¿por qué? No entiendo porqué tendría tanto miedo de mí, no tiene ningún sentido”.

“No puedes culparla por correr”, dijo Jennymientras reacomodaba su mochila plateada en sushombros. “Ella ha estado sola durante mucho tiempo,está confundida y aterrada, quién sabe lo que hayaestado persiguiéndola durante todo este tiempo Tal vezpensó que eras un demonio disfrazado”.

“Espero que no”, suspiró Kara ruidosamente. “Sóloquería demostrarle que no quería hacerle daño, que yoera su amiga, pero ella solo siguió corriendo sin parar,como una maldita máquina… ¡vaya si es rápida! Tuve

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que utilizar mi traje hasta el límite para mantener supaso. ¡Estaba tan cerca!”, gritó Kara en señal defrustración. “Tengo que encontrarla antes que alguienmás lo haga. Necesitamos protegerla”.

“Bueno, ella no puede estar muy lejos”. Peter abrióla palma de su mano, una esfera roja pequeña deltamaño de una canica se cernía sobre su mano. Agitó sumano hacia el edificio de piedra más cercano y una luzestalló repentinamente desde dentro de la esfera. Sehizo más brillante e iluminaba su palma en tonos rojos.“Deberíamos buscar en toda la manzana, tiene que estaren uno de los edificios”.

“Estoy de acuerdo con Peter”, dijo Jenny lanzandouna mirada sobre los edificios que les rodeaban. “Estoysegura de que está por aquí, tiene que estar escondida.La pobre seguramente se llevó el susto de su vida”.

Kara dejó caer sus brazos a los lados. No veíaninguna evidencia de un vestido blanco a través de las

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ventanas del edificio. “Espero que tengas razón, ella nopuede seguir corriendo así por mucho tiempo. Esavelocidad tiene que cansarla, y cuando lo haga será unblanco fácil para los demonios. Cuanto más corra lejosde nosotros, más energía perderá, tenemos queencontrarla…. y pronto”.

“No te preocupes, la encontraremos antes de queellos lo hagan”, dijo David con confianza. “Si no hoy,entonces mañana. Lo prometo”.

“No”. Kara meneó la cabeza, “mañana serádemasiado tarde. Si hoy no podemos encontrarla,entonces la hemos perdido. Cueste lo que cueste, nopodemos irnos hasta encontrarla, y tiene que ser hoy”.Kara alejó el pánico de su mente, tenía queconcentrarse. La seguridad de la elemental dependía deello.

Un grupo de muchachos adolescentes se acercó.Pasaron, interrumpiendo su conversión por un momento,

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paseándose como pavos reales orgullosos, y Kara serecordó de una de las bandas de pop de chicos quesolía escuchar, chicos de apariencia elegante, siemprevestidos con la ropa más fina. Un apuesto adolescentecon el pelo negro y ojos grises le sonrió mientrascaminaba. Avergonzada, desvió la mirada esperandoque David no se hubiera percatado y presionó suslabios para impedir que se le escapara una sonrisa. Ellase negó a mirar a David, por si acaso.

Kara esperó hasta que los chicos estuvieran lejos ycomentó: “Chicos, no creo que haya algo oscuro en estaelemental”.

David se dio la vuelta y caminó hacia Kara. “¿Quéquieres decir?”, preguntó, ladeando su cabeza.

“Bueno, creo que los exploradores estabanequivocados sobre ella. La Legión entera estáequivocada sobre ella, tal como lo estaban sobre mí. Laoscuridad de la que Ariel hablaba… no está al rededor

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del elemental”.“Pero, ¿cómo lo sabes?”, Jenny se acercó. “No te

acercaste lo suficiente. ¿Cómo sabes que no estárodeada por el mal como dicen?”

“Porque la sentí… más o menos, es difícil deexplicar. Sentí su presencia, y no había nada malo enella. Cualquiera que haya sido la oscuridad quesintieron los exploradores, creo que era porque estabarodeada por los demonios, creo que eso es lo que ellossintieron, el aura malvada de los demonios… pero nola de ella. No es mala, es una chica inocente y mortalque probablemente tiene miedo a la muerte”.

“Los elementales no son mi especialidad”, dijoDavid. “Pero no veo cómo los exploradores podríanestar equivocados en algo así. Además, en miexperiencia con la Legión, los exploradores nuncaestán equivocados. Ariel dijo que éste era un casoespecial. Sé que sientes que tienes que protegerla, lo

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veo en tus ojos y estoy seguro de por qué te sientes así,pero tenemos que ser cuidadosos, Kara. Hay algo maloacechando a su alrededor, tenemos que confiar en laLegión y en lo que nos dijeron”.

“¡Están equivocados! Lo sé”. A Kara le irritaba lafalta de credulidad de David, sabía que él no podíaentender, no era un elemental. Pero ella esperaba quesus amigos creyeran en ella, aunque sonara muy loco.Sin embargo, estaba equivocada. Suspiró, llena defrustración. David se retorció incómodamente.“Escucha, Kara. No te enfades conmigo, estoy tratandode hacerte entender que puede haber una posibilidad deque la elemental tenga algo peligroso dentro de ella. Noestoy seguro de que tu entiendas los peligros…”

“Entiendo”. La voz de Kara se elevó, junto con sutemperamento. “Lo entiendo todo, y te digo que no haynada malo en ella. Sé… lo sentí. Si no me crees estábien, pero voy a ir tras ella y voy a demostrártelo”.

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“Kara ¿no crees que eres poco razonable?” dijoDavid, agudizando su voz.

“¿Eso es lo que piensas? Después de todo lo que hasucedido… ¿crees que soy un poco irracional?” Karachirrió sus dientes en señal de frustración y David norespondió. Vio a Kara con ojos solemnes, Kara miró aDavid y se quedaron mirando el uno al otro. Despuésde un momento, Kara no supo de dónde venía todo elenojo. La ahogó una ola de vergüenza y parecía ausente.No estaba enojada con David, ella sabía que él estabatratando de hacerla entrar en razón. Se sentía mal por suactitud, pero el daño ya estaba hecho. Cuando se volviópara pedir disculpas a David, él ya se alejaba,caminando hacia Peter. Kara se encogió de hombros ypateó una piedra con su bota.

“¡Hey chicos! Creo que tengo algo”. Peter estabaparado frente a un edificio de piedra marrón, agitandosu mano con la esfera brillante. “Definitivamente hay

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algo acá… ¿ven eso? ¿Ven cómo cambió la luz?Deberían venir a comprobarlo… creo que ella estáallí…”

Se abrió una puerta con un fuerte golpe, una chicacon un vestido blanco pasó volando y empujó a Peter,golpeándolo con fuerza. La elemental corrió por lacalle con increíble velocidad, su lazo rojo ondulabadetrás de ella. Pasaron unos segundos antes de que elgrupo reaccionara. David fue tras la elemental y Karacorrió hacia Peter, lo tomó por el brazo y lo ayudó apararse. “Por favor, no le digan a nadie que fuiatropellado por una niña pequeña”, su rostro estabamarcado con humillación. Después de buscar sus gafas,las recogió y las empujó sobre el puente de su nariz.

Kara se esforzó para no reír. Todo el mundo sabíaque Peter no era un gran luchador. “No lo prometo, perono te sientas tan mal. Esa no es una chica normal”. Peterforzó una sonrisa y guardó su orbe. “Normal o no,

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todavía tenemos que encontrarla”, dijo, y saliócorriendo hacia donde David había desaparecido.

Kara empezó a correr pero se paró en seco y miródetrás de ella. “Jenny, ¿vienes?” Jenny se mantuvoinmóvil, viendo hacia la dirección opuesta. Miraba algrupo de adolescentes que les había pasado antes. Alacercarse, Kara se dio cuenta que Jenny estabaprestando especial atención al joven con el pelo negroque le había sonreído a Kara momentos antes. Lamirada de dolor en el rostro de Jenny se hundió en elpecho de Kara.

“Jenny ¿estás bien?” le preguntó Kara suavemente.“¿Quién es él? ¿Es alguien a quien conocías… antes?”

Jenny saltó, asustada. “¿Eh? … no… sólo miraba,eso es todo. Creí ver algo pero me equivoqué. ¿Dóndeestán los demás?” Por el temblor en su voz, Kara supoinmediatamente que estaba mintiendo.

Kara estudió el rostro de su amiga por un momento,

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Jenny era una verdadera amiga. Nunca la habíatraicionado o mentido antes, lo que hacía las cosas aúnmás intrigantes. ¿Quién era ese misterioso chico con losojos grises? ¿Y por qué estaba Jenny triste de verlo?Tenía la sensación de Jenny no estaba lista para decirle.No le gustaba ver sufrir a su amiga, quienquiera quefuese, Kara decidió que llegaría al fondo de eso másadelante.

“Se han ido tras la elemental”, dijo Kara después deunos minutos. “Deberíamos irnos ahora si queremosalcanzarlos”.

“Cierto, vámonos”. Jenny pasó frente a Kara. “¿Pordónde?”

“Por acá”. Kara señaló el camino, corrió por lacalle y logró vislumbrar la parte posterior de la cabezade Peter. Los transeúntes saltaron fuera de su caminomientras ellas volaban por la calle como dos locas.Kara podía escuchar los pies de Jenny golpear el

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asfalto ruidosamente detrás de ella mientras el viento lepegaba en la cara. Parpadeó a través de sus largosmechones de cabello, Peter corrió alrededor de lacuadra siguiente y desapareció detrás de una tienda deconveniencia. Para alguien tan pequeña, sus piernas semovían demasiado rápido. Kara y Jenny corrieron atoda velocidad por la calle, tras de él.

Una SUV negra se dirigió directamente hacia ellos.Esforzando sus trajes M-5, Kara y Jenny saltaron

fácilmente sobre el capó de la SUV, la mano izquierdade Kara golpeó el espejo lateral trasero y escuchó unchasquido. Aterrizaron sin esfuerzo al otro lado, sininterrumpir su ímpetu. Con un estrépito atronador, lacamioneta chocó con un auto estacionado y se detuvo.

Ellas continuaron siguiendo a Peter por un callejóncon murales de grafiti enormes de músicos de jazz conhombres y mujeres bailando. El olor a pescado podridollenó el aire e irritó los ojos de Kara, el callejón

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terminó y las chicas se encontraron en otra calle.Zigzaguearon alrededor de la masa en movimiento delos mortales, intentando no derribar a más de losabsolutamente necesarios. Kara finalmente vio a Davidcorriendo por la calle, a pocos metros de distancia, ypudo ver un destello de tela blanca a tan sólo unospasos por delante de él. Luego desapareció otra vez enel mar de humanidad y Kara aceleró la marcha.

Otra SUV negra se dirigió hacia ella.Los neumáticos rechinaron y el vehículo salió

impulsado salvajemente hacia ellos. Kara saltó fueradel camino, no antes de que sus piernas golpearan elparachoques delantero con un ruidoso crack. Fuelanzada en el aire y cayó al suelo con fuerza, elvehículo viró y se detuvo frente a ella. Los faros seencendieron una vez.

“¡Cuidado!” gritó Kara airadamente a la sombra delchófer que se asomaba detrás de los vidrios

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polarizados. Se dio cuenta de que había conducido elvehículo en dirección contraria por una calle de sentidoúnico.

“¡Kara, vamos!” Jenny la había ayudado a ponersede pie y la jaló para que corriera con ella. Aliviada deque sus piernas aún trabajaban muy bien, Kara ignorólas miradas de los muchos testigos oculares. Si habíanintentado ser discretos en esta misión, estaban fallandomiserablemente.

“Estoy bien, en serio”, dijo Kara a los rostrospreocupados. “¡Tengo puesto un traje!”

Kara corría detrás de Jenny a toda velocidad. Suúnico enfoque estaba ahora en la elemental. No teníatiempo para los torpes conductores. Pronto Peter yDavid estuvieron a la vista, corrieron hasta el siguientebloque y luego se desvanecieron en un callejón, entreun edificio decrépito tapiado con ventanas y puertas. Unedificio de ladrillo pintado de rosa con un cartel de

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neón parpadeante que leía Lavandería de Loulou,sujetado a un panel gigante de madera con forma decorazón, estaba observando la tranquila calle. Kara yJenny corrieron tras de Peter.

Altos edificios de piedra se vislumbraban a cadalado, proyectando largas sombras y cubriendo la mayorparte del callejón en la oscuridad. Una débil luz sefiltraba desde arriba, a través de pequeñas grietas entrelos edificios, y charcos negros cubrían el suelo. El aireestaba viciado y caliente y Kara podía percibir untufillo subyacente con olor a carne podrida. Unenjambre de moscas zumbaban alrededor decontenedores de basura grande, cuyas entrañas sederramaban hacia fuera, sobre el suelo. El ruido deltráfico se escuchaba detrás de ella.

La elemental había llegado al final del callejón, elcual estaba bloqueado por un gran edificio de ladrillogris. Ella dio la vuelta y enfrentó a sus perseguidores,

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no tenía ningún otro lugar hacia dónde correr.David dio la vuelta y compartió una mirada

preocupada con Kara, ella pasó delante de él y levantósus manos en señal de rendición otra vez. “No tengasmiedo, no estamos aquí para hacerte daño. Sóloqueremos ayudar, lo prometo”. Kara caminó lentamentehacia la muchacha con las manos en el aire, intentandoverse tan inocente como fuera posible y le sonrió conternura. Ella trató de imitar la voz suave que su madreutilizaba cuando Kara había estado enferma: “Porfavor, sólo quiero ayudarte”.

La chica elemental la observaba con sus ojososcuros. Su rostro no mostraba ninguna expresión, no sele movía ni un músculo. A Kara le resultaba extraño verque su pecho no se movía, debería estar tragando aire acubos después de toda esa carrera. Era como siestuviera congelada, ni siquiera pestañeaba.

“Yo soy un ángel”, continuó Kara, “y estos son mis

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amigos. Sé que puedes ver a través de nuestros trajesmortales y creo que por eso corriste, tienes miedo. Y loentiendo, pero nosotros somos sus amigos, así que nohay de qué tener miedo. Sabemos lo que eres, sabemosque eres especial, igual que nosotros. Queremosayudarte, yo quiero ayudarte. Déjame ser tu amiga,¿podrías decirme tu nombre?” Kara se acercó y laelemental dio un paso atrás.

Sus ojos estaban fijos en Kara, observando cadamovimiento. “Por favor”, suplicó Kara. “Soy yo, Kara.Sé que fuiste tú quien me habló antes pidiendo ayuda.Ahora estoy aquí”.

Observó el rostro de la niña para detectar cualquierseñal de reconocimiento. “Por favor, déjame ayudarte,sólo quiero ser tu amiga. Sé que estás asustada, déjameayudarte”.

Kara apretó sus manos contra su pecho. Lentamente,ella dio otro paso hacia adelante… un chillido

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ensordecedor estalló en el aire, dos SUV negrasaparecieron en el callejón detrás de ellos. Kara apartólos ojos de sus fuertes faros y parpadeó, tratando dedeshacerse de las manchas negras en su visión. Cuandorecuperó la vista, vio los brillantes acabados negromedianoche con cromo y vidrios entintados eimpenetrables. Eran la misma marca de las que quehabía visto antes. Una SUV negra podría ser unaccidente, pero dos SUV idénticas eran,definitivamente, un mensaje.

Las puertas de los vehículos se abrieron de golpe, yun grupo de diez hombres de aspecto malvado salieronde él. Sus largos abrigos de cuero se agitaron contra sustalones cuando se posicionaron frente a las SUVs. Latenue luz se reflejaba en sus cabezas calvas, y Karapodía ver los tatuajes tribales que cubrían la mayorparte de su cuero cabelludo. Sus rostros estabancubiertos de polvo blanco, lo que hacía que el borde de

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kohl negro alrededor de sus ojos destacara aún más. AKara le recordaban los antiguos jeroglíficos egipciosque había visto en las revistas National Geographic dela librería. Para su horror, había pares de ojos tatuadosen la parte trasera de sus cabezas. Los ojos los veíanlascivamente, observando siempre. David y Jenny sealejaron lentamente y se unieron a Kara, formando unalínea defensiva. Por el rabillo del ojo, Kara vio aDavid meter la mano al interior de su chaqueta y sacaruna espada de alma. La cuchilla plateada brillaba bajola misteriosa luz. Kara buscó por debajo de su chaquetay sacó una de sus espadas, sujetándola fuertemente ensu mano. Jenny levantó su arco y acomodó una flecha,apuntando a los ominosos extraños. Peter se contrajo enlas sombras e hizo lo posible para que no lo vieran. Elmás grande de los hombres se adelantó, el sonido desus enormes botas hizo eco alrededor de ellos. “Bueno,bueno, bueno. ¿Qué tenemos aquí, muchachos? “, dijo,

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en una voz gutural. Una sonrisa malvada apareció ensus labios, revelando filas de dientes podridos. “Cuatroangelitos han perdido su camino…”

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Capítulo 5

Seirs

Kara hizo un seño y vio a David. Sus ojos estaban

pegados a los hombres. Él apretó la mandíbula, y suespada tembló en su mano.

“A los ángeles no se les debería permitir deambularen mi ciudad sin mi permiso”, se rio el hombre con unaprofunda voz amenazante. Movió su mano, una espadaoscura se deslizó por debajo de la manga de suchaqueta de cuero hacia su muñeca y vapores negros seelevaron en espirales alrededor de su brazo. Sujetó laespada en su mano y la levantó para picarse los dientes.Kara reconoció inmediatamente la espada de muerte.

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“No he matado a ningún ángel por estos laresúltimamente… ¿les importaría decirme qué hacen aquí?¿En mi ciudad?”

El poder elemental de Kara amenazaba condespertar, burbujeó en los límites de su núcleo y luegose calmó, esperando. Claro que estos eran hombresmortales, pero ¿cómo podían tener hojas de muerte ensu posesión? Kara los veía fijamente, su mal olor lellegaba a la nariz. Podía sentir que no eran demonios,pero ¿por qué olían como ellos? ¿Qué eran?

“Se llaman Seirs”, susurró David, como si leyera sumente. “He escuchado sobre ellos antes, pero pensé quesólo eran un mito, no creí que estos psicópatasexistieran realmente”.

Kara mantuvo sus ojos en el desagradable hombre.“Seirs”, repitió, manteniendo su voz baja para que sóloDavid pudiera escuchar. “¿Qué son? Estoy segura deque son mortales, pero… se sienten malos”.

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“Ellos son malos. Son un grupo de la peor clase dehombres mortales, malvados y perversos. NacieronSensibles… pero han elegido un camino diferente, uncamino muy oscuro. Los Seirs trabajan junto a losdemonios, les juraron su lealtad al inframundo”.

Kara no podía entender por qué cualquier mortalelegiría ponerse del lado de los demonios. No teníasentido para ella, tenía que haber otra explicación. Losdemonios mataban a los mortales por sus almas y se lascomían por diversión. Uno de los Seirs le dio laespalda y susurró algo al oído del líder. Kara seestremeció al ver los ojos tatuados en la parte posteriorde su cabeza. Estaban mirándola fijamente.

“Odio tener que repetir las cosas”, dijo el hombrelleno de ira. Una sonrisa malvada se extendía a travésde su cara, y se relamió los labios. “Esto no va aterminar bien para ustedes, ángeles”.

“¿Qué pasó con las bienvenidas? La última vez que

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visité esta ciudad pertenecía a todos… no a un payasocon la cara pintada”, le desafió David, devolviéndoleuna sonrisa tranquila.

El rostro del hombre se retorció, marcando cientosde pequeñas grietas alrededor de su blanco rostro.“¿Quieres impresionar a las chicas con tu valentía,muchacho? Ustedes los ángeles se creen mucho,siempre pavoneándose con una falsa sensación devalentía. Nunca he entendido por qué los ángeles creenque están por encima de todas las demás criaturas.Tengo noticias para ustedes, ¡no lo están! Y voy adisfrutar descuartizando al niño de la cara bonita”.Levantó su espada y la giró alrededor de la mano comouna batuta.

“No antes de que yo le añada algunos colores a latuya… payasito”. David se mantuvo firme y sonrió.

Los Seirs se separaron de la SUV y los rodearon.Sus chaquetas de cuero negro se derramaban sobre

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ellos como capas líquidas, los golpes de sus pesadasbotas cortaban el inquietante silencio. El hedor a carnepodrida quemaba la nariz de Kara. Sus espadas demuerte colgaban libremente de sus manos. Todosmedían más de seis pies de alto y se alzaban un buentanto sobre Kara y los demás. Sus fuertes músculosondeaban bajo sus ropas negras.

Kara miró detrás de ella y se estremeció. Elelemental se había ido.

“David… se ha ido…”Jenny gritó, se sujetó el estómago y cayó de

rodillas, su arco cayó a sus pies. Una espada de muertesalía de su estómago. Niebla negra surgió alrededor dela cuchilla e hizo espirales alrededor de su cara. Lasrisas malvada de los Seirs resonaban alrededor deellos y uno estaba parado frene a Jenny, con una miradade satisfacción en su rostro.

Kara saltó a ayudar a Jenny. La espada le quemó la

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mano de su traje M cuando sacó la negra daga y la tirólejos. Kara sujetó un puñado de la capa del Seir y jalópara que volteara a verla, pateándolo duro en elestómago. El hombre se tambaleó hacia atrás y se rio.La ira de Kara creció; con su espada en la mano se lelanzó al cuello… pero cortó el aire en su lugar. El Seirse había ladeado fácilmente evitando el golpe. Su risahizo eco en sus oídos y Kara se perdió entre su ira,dando rienda suelta a su furia. Se volvió y blandió suespada…

“¡Detente Kara!”. David sujetó el brazo de Kara enel aire y lo bajó con fuerza.

Con veneno en sus ojos, ella agitó su brazo y seliberó.

“¿Qué quieres decir con que me detenga? ¡Intentómatar a Jenny! ¡Están locos! Tenemos que detenerlos,¡tienen espadas de muerte! ¡Quieren matarnos!”

Jenny se puso de pie y sujetó su estómago, el arco

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se acudía en sus manos.“Tú no entiendes, debería habértelo dicho. Nosotros

no podemos lastimarlos”. La cara de David reflejabauna mezcla de ira e incertidumbre. Miró a los hombresy volvió a ver a Kara. Su cuerpo se estremeció, y ellapodía sentir que luchaba por controlarse.

Kara lanzó sus manos al aire. “¿Qué? ¿Hablas enserio? ¿Quién dice que no podemos? Estos son hombresmalvados, asesinos decididos a matarnos a todosnosotros. Lo has oído, ¡quiere matarte!” Una armonía decarcajadas enfermizas se levantó en el aire. Los Seirsestaban disfrutando del espectáculo.

David puso una mano en su brazo. “No podemoslastimar a los mortales. Ni siquiera al peor de ellos”,dijo David. “No podemos tocarles o hacerles daño…nunca”.

Kara lo miró llena de frustración, meneó la cabezacomo un niño testarudo e intentó controlarse. “Pero eso

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no puede ser verdad, seguramente hay excepciones a lasreglas… estos hombres intentaron matar a Jenny. ¿Quéhay de la autodefensa? ¿No aplican esas reglas aquítambién?”

“Deberías escuchar al niño, lo que dice es cierto”.El líder de los seirs sonrió ampliamente, pasando sumano sobre su cabeza calva. “Ustedes han juradoproteger a todos los mortales. Y eso nos incluye anosotros. Si nos dañas a nosotros, se dañarán a ustedesmismos”.

“Si matamos a un mortal”, interrumpió Petersuavemente, con una mirada de terror. “Nuestra esenciade ángel muere, un detalle en el contrato de ángel de laguarda que sellamos por el juramento que hicimos ennuestro primer día en Orientación. La estrella ennuestras frentes, ¿recuerdas?” dijo señalando su frente yenvolviendo sus brazos alrededor de sí mismo.

Kara presionó su dedo índice en su frente, recordó

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lo emocionada que estaba después de que el oráculo lehabía marcado con la estrella. Realmente no tenía ideaen ese momento de lo había implicado, incluso ahoraestaba confundida acerca de su significado. Ella dejócaer su mano y apretó los dientes.

“Muy bien”, dijo Kara airadamente guardando suespada. “Confío en lo que mis amigos me dicen, nocolocaré ni un dedo sobre ti… incluso si me estásmatando. Realmente quiero arrancarte tu desagradablecabeza, pero sólo sal de nuestro camino y nosotrossaldremos del tuyo”.

El líder Seir levantó sus brazos en el aire, su capaflameaba como las alas de un murciélago gigante. “Peroestán en nuestro camino. La itinerancia en mi ciudad sinmi permiso viene con un precio. No puedo dejar que sevayan solo así, mis angelitos. Tienen que sufrir lasconsecuencias de su viaje”.

Kara los observó. Ella había tenido suficiente de

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estos fenómenos. “Deja de jugar con nosotros, notenemos tiempo para ello. Nos vamos a ir ahora…”

“No lo creo”.Los Seirs arremetieron repentinamente. Dos de

ellos se dirigieron contra Kara, agitando sus cuchillashábilmente y rebanando la carne de su traje M. Karagritó del dolor cuando el fuego líquido del veneno de laespada de muerte se coló a través de su cuerpo. Dio unpaso atrás y tratando de evitar más cortes, tropezó ycayó al suelo justo en el momento en el que una espadade muerte cortó el aire donde su cabeza había estadotan sólo un segundo atrás. Rodó y saltó a sus pies. Otrogolpe, esta vez Kara perdió un trozo de su muslo. La luzbrotó de su herida, apretó su mandíbula e ignoró eldolor. Intentó desesperadamente de escaparse, pero loshombres eran demasiado rápidos.

No pudo luchar por temor a hacerles daño. Estos noeran mortales normales, .luchaban como guerreros con

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la experiencia de años de lucha. Se levantaban de unsalto y corrían fácilmente a través de muros, con susabrigos largos ondulando detrás de ellos, como alas.Atacaban con precisión y elegancia, como ninjas delinfierno.

Eran muy rápidos, y Kara se preguntaba cómo éstosmortales podían luchar así contra los ángeles. Pensó enllamar a su energía elemental, pero podría resultardesastrosa contra los mortales. Si lo que sus amigos ledecían era verdad, usar su poder elemental contra ellosseguramente acabaría matándola en el proceso. Ellosestaban perdiendo esta batalla, las probabilidades noestaban a su favor.

Los golpes y los lamentos hacían eco a sualrededor, vio cómo sus amigos evitaban golpes ybloqueaban ataques mortales. Jenny estaba replegada enuna esquina, sus ojos verdes llenos de miedo. Su arcoestaba armado con una flecha, pero ella nunca lo usó.

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Kara reconoció el grito de Peter, se liberómomentáneamente y se arrastró para ayudarlo. El yacíaen el suelo en posición fetal, con sus brazos alrededorde su estómago. Protectoramente, se arrodilló sobre él.Los puños volaban por doquier y Kara fue golpeadaduramente en su sien, cayó de bruces y aterrizó sobrePeter. Le palpitaba la cabeza, el veneno de la cortadase le coló por la herida de la cabeza.

“Es suficiente”, dijo una voz áspera, y los sonidosde la batalla se silenciaron al instante. “Tuvieron sudiversión, no queremos mimarlos demasiado… aún no.Reúnanlos, ya nos vamos”. Unas manos fuertes pusierona Kara de pie, su visión estaba borrosa y se esforzabapara ver a sus compañeros. Una versión borrosa deJenny apareció a su lado, su cabeza colgaba sobre supecho. El rostro blanco pálido de dos Seirs se cerníansobre ella, la trataban con rudeza y le dieron unabofetada en la cara. Jenny vio hacia arriba, viendo a

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Kara por un momento antes de dejar que su cabezacayera otra vez, pero fue suficiente para que Karapudiera ver el terror y el dolor en sus ojos. Escuchópies arrastrarse detrás de ella. Un par de Seirsarrastraban a David y a Peter hacia el otro lado. Karanotó que Peter parecía estar mejor, y suspiró con alivio.Los ángeles se quedaron juntos, en silencio, yesperaron.

“Átenles las manos y véndenles los ojos”, dijo ellíder. Los brazos de Kara fueron halados hacia atráscon fuerza y sintió que algo le quemaba las muñecas.Alguien apretó sus brazos enérgicamente y sintió queamarraban algo como un alambre alrededor de susmuñecas. Trató de liberarse, pero era inútil. El materialparecía ser irrompible, incluso para ella.

“Estamos en serios problemas…”, dijo David. UnSeir colocó un pedazo de tela negra sobre sus ojos y loató detrás de su cabeza con un tirón. “Totalmente ciego

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y en serios problemas. Pensarías que deberían estardisfrutando”, dijo, ladeando la cabeza hacia adelante.“Por cierto, mi amigo, tu aliento apesta… es horrible…te daría una menta… pero mis manos están atadas”.David sonrió, y fue premiado con un duro golpe en lacara. “¡Ay! Sabía que te gustaba rudo”.

Encontrando su fuerza interior, Jenny pateó y luchódesesperadamente contra sus captores. “¡Apártense demí… bestias!” Finalmente la inmovilizaron y lagolpearon con la rodilla en la espalda. Jenny gritó. Unavez que dejó de luchar, le ataron las muñecas, lapusieron de pie nuevamente y luego pusieron una vendaalrededor de sus ojos. Ella chasqueó sus dientessalvajemente, a pulgadas de los dedos de sus atacantes.

La cabeza de Peter fue tirada hacia atrás con fuerzacuando le vendaron los ojos.

“Hay cosas peores la obscuridad, angelito”, seburló el Seir, con una voz profunda y áspera.

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Una vez que terminó, golpeó a Peter en la cabezacon el mango de su espada de muerte. Peter gimió. ElSeir rio y Kara vio cómo los subían a la parte traserade uno de los SUV.

Jenny se acurrucó contra él. “Estoy aquí, Peter, no tepreocupes. Todo va a estar bien. Tenemos que encontraruna manera de salir de este lío”.

Kara se puso rígida cuando el Seir le vendó losojos, una gélida onda de pánico la invadió. El Seirapretó la venda firmemente alrededor de su cabeza,Kara no podía ni siquiera pestañear. Sus ojos habíanquedado abiertos bajo la venda. Solo lograba ver laoscuridad, era como abrir los ojos en medio de lanoche esperando a que su visión se ajustara a laoscuridad. Sólo que esta vez, la oscuridad no sedisipaba. Su pánico pronto fue reemplazado con ira, suenergía salvaje surgió a través de ella y luchó paracontrolarla. Buscó una calma que no pudo encontrar.

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“¿A dónde nos llevan?” murmuró Kara entre dientesmientras continuaba luchando para liberarse de susataduras, pero le fue imposible. No soportaba estaresposada, sus manos empezaron a temblar. Ser ciegoera un millón de veces peor de lo que ella podría haberimaginado. Se sentía como un animal enjaulado.

“Sabes, vas a pagar por esto. Estoy segura de quesecuestrar a los ángeles es un delito capital… noimporta a qué amo sirvas”.

Se encendió un motor y los neumáticosapachurraron piedrecillas y vidrio contra el concreto.Se abrió una puerta y unas pesadas botas resonaronalrededor de ellos.

“Pónganlos ahí”, ordenó la voz del líder.Un par de manos fuertes agarraron a Kara, sus botas

se arrastraron detrás de ella durante unos pasos y luegosu cuerpo fue levantado del suelo. Ella fue empujada ala SUV con fuerza y su cabeza golpeó algo duro. Se

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derrumbó sobre una superficie lisa, le cayó otro pesoencima y la aplastó.

“Lo siento, Kara”, dijo David. Ella sintió como élse rodaba hacia un lado y sus cuerpos se acomodabanuno junto al otro.

“¿Cómo sabías que era yo?” Kara escuchó un golpey reconoció el furioso gemido de Jenny y unas cuantaspalabras que enorgullecerían a cualquier entrenador defútbol.

“Olí tu perfume”. Incluso en la oscuridad, Karasabía que David estaba sonriendo. Se puso furiosa.

“Yo no uso perfume”, dijo Kara irritada.“Entonces debo haber reconocido tu olor natural”.

Kara levantó su pierna y lo pateó.De espaldas, lucho de nuevo contra sus ataduras,

pero sólo consiguió incrustarlas más profundamente ensu piel. Apretó los dientes por el dolor. Exasperada,dejó caer su cabeza contra una dura plataforma. “¡No

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puedo creer que esto esté pasando! Deberíamos estarpersiguiendo a la elemental. ¿Cómo vamos aencontrarla ahora? ¡Estamos siendo secuestrados!”

Una bota le golpeó en el rostro a Kara. “¡Hey,cuidado!”

“Lo siento”, dijo Peter. El estaba intentando dar lavuelta y se paró sobre todos los demás en el proceso.Ella estaba segura de haberlo oído reír.

Se cerraron las puertas y el SUV vibró cuandosubieron los Seirs. Los ángeles estaban apiladosfirmemente como en una lata de sardinas. Kara sabíaque no estaban en el suave asiento trasero, sino másbien exprimidos dentro de la cajuela posterior delvehículo, aventados como bolsas con cadáveressangrientos cortesía de la mafia local. Con un clic, laspuertas se aseguraron, levantó la pierna y lanzó unapatada a la puerta pero ésta no se movió. Su cuerpoestaba atrapado firmemente entre el lado de la

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camioneta y el cuerpo de David. Ella estaba segura deque él estaba disfrutando de esta parte.

Con un tirón repentino, la camioneta se puso enmarcha. El motor rugió y las ruedas chillaron alavanzar. El cuerpo de Kara se estremeció con elimpulso de la SUV, el vehículo hizo un giro brusco ytodo el mundo fue arrojado encima de Kara. Una vezque todo el mundo se disculpó y rodaron hacia el ladoopuesto, la SUV dio dos vueltas más y luego condujosin parar durante unos veinte minutos.

Podían escuchar el sonido de los otros vehículospasando cerca. Kara se ponía más nerviosa cada vez.“¿Ha oído alguien hablar de ángeles secuestrados porun grupo de mortales seriamente perturbados?”

“Nunca he oído que los payasos hayan secuestradoa los ángeles antes”, respondió David. “Es una novedadpara mí. Tal vez nos llevan al circo, podría serdivertido. Nunca estuve en el circo antes”.

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“Yo he oído que han atacado a unos cuantosSensibles y otros tantos mortales”, murmuró Peterdesde su posición de sándwich entre David y Jenny.“Pero eso fue hace más de un siglo. No creo que laLegión esté consciente de lo que está pasando, creo quese han olvidado de los Seirs”.

A Kara no le gustaba como sonaba eso. Claramente,los Seirs eran conocidos en Horizonte, si no, ni Davidni Peter habrían sabido sobre ellos. Pero el hecho deque la Legión hubiera olvidado todo sobre ellos duranteeste tiempo ponía a Kara aún más nerviosa. Este eraterritorio nuevo, se encontraban con un enemigo mortalcontra el que no podían pelear. ¿Cómo iban a salir deeste lío, si ni siquiera podían defenderse? ¿Se suponíaque simplemente dejarían que los Seirs los mataran?Era una locura, tenía que haber algún camino.Repentinamente, el grupo fue empujado hacia adelante.El chirriar de los frenos ahogó todos los demás sonidos

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del motor y la camioneta dejó de moverse. Karaescuchó puertas abrirse y cerrarse y el murmullo devoces y luego el tac, tac, tac de algún tipo dedispositivo mecánico lento, como el raspado de metalen las ruedas.

Con un “pop”, la cerradura de la puerta de lacajuela se abrió. Un par de manos sujetaron a Kara yfue sacada de la cajuela y puesta de pie junto al SUV.Sentía la presencia de los demás a su alrededor y luegooyó a David expresar algunas maldiciones. Una vez quehizo silencio, ella se concentró en los sonidos de losalrededores. Reconoció el zumbido sordo de las lucesde neón y el suave zumbido del tráfico. El sonidoparecía oculto, como si viniera de atrás de una pared.El aire estaba viciado, con un ligero olor a moho ysabía que debían estar dentro de un edificio. Esforzabasus oídos para escuchar más detalles, pero el sonido delas fuertes pisadas y las conversaciones murmuradas

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apagaban todo lo demás. ¿Dónde estaban? Hasta ahora,sus almas seguían intactas. Puesto que los Seirs teníanespadas de muerte, las cosas podrían haber sido muchopeores. ¿Por qué los habían secuestrado para luegotraerlos aquí?

La cabeza de Kara rebotó hacia atrás cuando leretiraron la venda de los ojos de un jalón, la luzbrillante le lastimó la vista y entrecerró los ojos.Parpadeó varias veces intentando acostumbrarse ydespués de un momento, su visión se despejó. Estabanparados en un gran almacén repleto de cajones demadera y grandes recipientes de metal como los quehabía visto antes en los trenes de mercancías.Luminarias largas y ovaladas colgaban de un techo muyalto y altas ventanas de vidrio corrían a lo largo detodo el edificio. Sus manchas marrones y negras apenaspermitían que cualquier luz se filtrara a través de ellas.El moho marrón había manchado las paredes metálicas

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como una bacteria come carne.El sonido de ligeras pisadas llegó a sus oídos, Kara

miró hacia arriba. Una figura se acercaba a ellos,pequeña, casi infantil…

Los vellos de Kara se erizaron y dejó caer sumandíbula. Un vestido blanco se mecía ante ella, Karaestaba viendo directamente a los ojos oscuros de lachica elemental.

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Capítulo 6

Lilith

“¿Qué…? Dijo David, cortando el ominoso silencio.

Kara examinó a la joven cuando se les acercó.Parecía una niña de doce años de edad excepto por elantiguo vestido que llevaba, su pelo negro se mecíacomo sombra líquida, llevaba medias blancas hasta larodilla y un par de zapatos negros brillantes. Con labarbilla en el aire, se encaminó elegantemente haciaellos, como si estuviera participando en un concurso.Por primera vez, Kara notó una clara sonrisa en los

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labios carnosos de la chica. La inconfundible alegría ensus ojos negros envió un gélido escalofrío por laespalda de Kara. Esto le resultaba divertido, como unjuego donde el objeto era torturar a los ángeles. Elhorror de la situación la ahogaba, la Legión habíaestado en lo correcto y ella estaba equivocada. Habíasido egoísta y tonta otra vez, creyendo que ella sabíamás que todo el mundo. Kara sujetó sus manos detrásde su espalda y miró a la chica, no se dejaría engañardos veces.

El líder de los Seirs empujó a Kara, aproximándola.“Jefa, ¿dónde los quieres?” ¿Jefa? Kara tropezó haciaadelante. ¿Por qué estaban los Seirs recibiendo órdenesde una niña? Kara dio una mirada de reojo a David ynotó el profundo ceño en su frente.

“Gracias, Ranab. Déjalos donde están”, ordenó lasuave voz. Los Seirs se alejaron de Kara y de losdemás, sólo su líder permaneció donde estaba.

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“Como ordene, señorita”. Ranab hizo una seña consu cabeza y enderezó la espalda.

Con un ceño en su rostro, Kara compartió miradascon David nuevamente. “¿Qué está pasando? ¿Por quéla escuchan ella?” le susurró.

David se encogió de hombros. “Tal vez a estospayasos les gusta recibir órdenes de niñas”.

El ceño de Kara se profundizó. “¿Crees que ella lespague de alguna manera? ¿Como un trabajo? Esto notiene ningún sentido”.

“Tal vez”. David se rio un poco. “Parece como siviniera de la clase alta”. Kara vio a la elementalhacerse camino lentamente hacia ellos y bajó su voz unpoco más. “De cualquier manera, no tiene ningúnmaldito sentido. Ella debería estar de nuestro lado,¿Qué quiere de nosotros?”

“Tal vez la extraña niña quiere jugar a las muñecascon ángeles de la vida real”. David la veía con ojos

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fulminantes.“Tengo un mal presentimiento”, murmuró Peter. Su

rostro había adquirido un enfermizo color gris, y Karapodía ver su esencia de ángel a través de su delgadapiel. Calculó que tenía tal vez otra media hora antes deque su traje M se evaporara completamente, tenían quesalir rápidamente de allí. No había tiempo para jugarcon muñecas. Vio Jenny a los ojos… estaban llenos demiedo y su piel también había perdido su pigmento, ladeslumbrante luz se filtraba a través de sus poros.Necesitaban un plan y debían salir de allí pronto.

La elemental se detuvo a unos metros delante delgrupo. Su rostro sin vida los veía como una muñecafantasmal… perfecta y nueva, como si acabara de salirde la caja. Su vestido blanco estaba impecable, nohabía salido a la calle durante meses. Sus zapatosnegros recién pulidos brillaban como joyas, como sinunca hubieran sido usados. Era como un robot, sus

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músculos faciales no se movían y no parpadeaba. Supiel blanca relucía bajo las luces fluorescentes y susoscuros ojos brillaban con una inteligencia superior ala de sus años. La elemental enlazó las manos delantede ella y miró con interés. Se inclinó hacia adelante, yamplió su sonrisa.

“¿Cómo puedes hacer esto?” Kara comenzó aregañarla antes de que pudiera controlarse. “Eres unaelemental, ¡eres parte ángel! Hemos venido a rescatarte,¿por qué nos haces esto a nosotros? ¿Cómo puedes ircontra su propia especie?”

La niña soltó una risita. Se tomó un momento paracontrolarse, aplanando la parte delantera de su vestido,y respondió: “Pero ahí es donde te equivocas, Kara. Yono soy para nada parecida a ti”.

“¿Así que tú sabías quién era yo… todo estetiempo?” La ira de Kara aumentaba. Movió los brazos ylas piernas, obligándose a mantener la calma. Si no

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podía usar sus brazos, tal vez podría borrar la sonrisade la cara de la niña con un cabezazo.

“Sí, claro que lo sabía”. La chica se miró las uñascomo si estuviera aburrida con la conversación. “Teencontré en esa librería patética, ¿no? Y pensar quepasas tus vacaciones de verano en ese lugar horrible yapestoso. Estabas prácticamente cubierta de suciedadcuando te vi por primera vez. Bastante desagradable,realmente”.

Kara se encogió. “¡Así que nos engañaste! Me hasengañado haciéndome creer que necesitabas mi ayuda.Has estado planeando esto todo el tiempo… pero ¿porqué…? y ¿cómo te metiste en mi cabeza?”

Kara dio un paso adelante, pero Ranab la sujetó porla espalda apresuradamente y ella se retorció entre susmanos, tratando de liberarse.

“¿Y de qué otra manera iba a llamar tu atención?” laelemental se rio y aplaudió dramáticamente. “Sí, hice

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un buen trabajo al convencerte. Sabía que no podríasresistirte a ayudar a una pobre chica. Después de todo,es tu trabajo ayudar a los seres inferiores, salvar a losdébiles de los malvados. ¿No es eso lo que hacen losángeles?”

Kara dejó de luchar. “Y ¿por qué necesitabas miatención? Es mejor que le pongas un fin a esto antes deque las cosas realmente se salgan de tus manos. Esto esmuy serio, no es un juego, niña. Los ángeles estánheridos, mis amigos están sufriendo por tu culpa. ¡Miralo que has hecho! ¿Cómo pudiste?”

La elemental miró a Kara y sonrió. “Quería quesupieras quién soy, que llegaras a conocerme mejor yasí poder jugar. ¿Te gustan los juegos, Kara?”

El cuerpo de Kara se estremeció con furia. “¡Eresuna elemental que se ha vuelto completamente loca!Estás delirando… yendo en contra de los tuyos… y lehas ordenado a tus perros que le hagan daño a mis

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amigos y a mí, sabiendo que nosotros no podríamosluchar. Estás demente. ¿Qué más quieres saber?” Karatiró desesperadamente de sus muñecas y los cablescortaron su carne mortal.

“¡Con que esas tenemos!” dijo David estampando supie, “una niña psicótica con intenciones asesinas, creoque ya vi ésta película”.

La elemental levantó sus cejas e ignoró a David,concentrándose en Kara. “Pero te equivocas, Kara. Nome conoces en lo absoluto. Ves a una niña patética anteti, pero tus ojos te engañan, mira de nuevo. Mira másallá del velo esta vez y verás quién soy. Pero deboadvertirte… tal vez te sorprenda lo que encuentres”. Lachica rio, doblando sus brazos sobre el pecho.

Kara se estaba impacientando, no tenía tiempo paraacertijos. Necesitaba escapar, había sido una tonta alpensar que esta niña necesitaba ayuda. Estaba furiosaconsigo misma por la facilidad con la que había sido

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engañada. En el fondo hubiera querido encontrar aalguien diferente, alguien con quien pudieraidentificarse. Quería liberar a la chica del escrutinio ypersecución de la Legión a la que ella misma había sidosometida, pero la elemental obviamente estaba loca.Quién sabía lo que era capaz de hacer.

“Está bien, como quieras. ¿Por qué no tranquilizas atus perros para que podamos tener una conversaciónnormal y llegar a conocernos mejor?”

Kara vio sobre la cabeza de la elemental. Más allá,al otro extremo del almacén, había dos grandes puertasde metal. Suficiente luz se derramaba a través de unagrieta situada por encima de una fila de ventanascerradas como para ayudarles a ver su camino a travésde los montones de cajones de madera y contenedoresde metal.

“Sí, ¿por qué no liberas nuestras manos como unaseñal de buena fe?” David se dio la vuelta y movió sus

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muñecas atadas. “¿Qué dices? Me comprometo a tomarel té y a jugar a las muñecas contigo más tarde”.

La elemental lo ignoró.“Verás, Kara. Te traje aquí para decirte algo. Algo

que he estado esperando compartir contigo por muchotiempo, este es un momento muy emocionante para mí…y para ti. Ya verás”.

“¿Qué?” Kara vio con preocupación a Peter, suesencia de ángel se sostenía sólo por una delgada capade piel mortal y temblaba incontrolablemente. Estabaempeorando. “Mira, no tengo tiempo para tus juegos.¿Qué es lo que quieres compartir?” Kara no se molestóen esconder el tono de impaciencia en su voz.

“Esto…”La elemental levantó sus brazos, su cabello se

levantó en el aire y ráfagas de viento envolvieron a lachica en un remolino de polvo y escombros. Karaentrecerró sus ojos, las bombillas de luz explotaron y

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cayeron sobre ellos a pedazos. El piso vibraba ytronaba, los recipientes cayeron estruendosamentedesde arriba. Peter gimió y Jenny lo consoló. Rayos deluz verde estallaron desde donde la niña había estadoparada, la elemental desapareció completamente dentrode un remolino de viento y luz intermitente verde. Unagran explosión de luz verde los envolvió, los ojos deKara ardían. Ella los cerró y giró su cabeza, tratando deprotegerse.

Silencio. Después de un momento, Kara abriólentamente los ojos. El almacén estaba en silencio unavez más, una joven un poco mayor que Kara estabaparada donde la niña había estado momentos antes. Sulargo cabello blanco flotaba a su alrededor como unacapa moviéndose en la brisa. Había un traje blancoenvuelto alrededor de su esbelto cuerpo atado con uncinturón rojo. Era hermosa, con rasgos delicados y pielde color blanco con un leve tinte verdoso, pero sus ojos

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eran negros y fríos y miraba a Kara fijamente. El odioen ellos era inconfundible. Kara notó que los Seirs nose sorprendieron en lo absoluto con estatransformación. ¿Qué estaba pasando?

“Ahora puedes ver, me he quitado el velo, y ahoraestoy ante ustedes como mi verdadero yo”, dijo lajoven. Su voz había tomado un tono aterciopelado.

Algo estaba mal, Kara sabía que los elementales nopodían transformarse en otras personas. Tenía que serun demonio, o alguna otra criatura que no había vistoantes. Era la única explicación para la repentinatransformación.

Kara sacudió su cabeza. “Lamento decepcionarte,pero no sé nada. No sé por qué nos has secuestrado ytraído aquí y no sé quién o qué eres. ¿Qué quieres denosotros?”

“Bueno, claramente no soy una elemental… comopuedes ver”, dijo, lanzando teatralmente sus manos en

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el aire. “Estoy contenta de que haya terminado. Odiabacaminar disfrazada de esa manera, una niña patética enun vestido blanco… ¡y olía horrible! Muy mortal ysimple. Prefiero ser yo misma, ¿No te place lo queves?”

La joven se paseaba alrededor de los ángelesinspeccionándolos uno por uno, sus ojos negros y fríosburlándose de ellos. Poco a poco escudriñó cadapulgada de cada uno de ellos y revisó sus ropas. Setomó mucho tiempo inspeccionando la piel mortal dePeter y Jenny. Extendió un largo y blanco dedo y tocó lacara de Jenny, riendo cuando Jenny retrocedió. Despuésde que estuvo satisfecha con su inspección, se parócerca de Kara.

“¿Cuál es la gran cosa acerca de los ángeles? Nuncaentendí qué era toda la algarabía respecto a ellos. ¿Porqué les importan tanto los mortales? Si vieran lopatéticos que se ven ahora, estoy segura de que tendrían

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sus dudas. ¿Y dónde están sus alas? Se supone que losángeles tienen alas”. La joven echó hacia atrás sucabeza y se rio.

Kara apretó los dientes: “Deja tus juegos y dinos loque quieres”.

La joven apretó sus manos contra las caderas.“Entonces déjame iluminarte, queridísima Kara.Verás… has matado a alguien a quien yo amaba”.

Kara la vio, incrédula. “¿Qué? Yo no maté a nadie.¿Por qué no dejas de jugar y nos dices la verdaderarazón por la que estamos aquí?” Kara volvió a ver aDavid y le deletreó con la boca: “¿Qué diablos…?”

La joven apuntó al rostro de Kara con un dedopuntiagudo, la uña pintada en un rojo perfecto. “Oh,esto no es un juego. Lo que quiero de ti es simple, tútomaste a la única persona a la que yo amaba… y lamataste. Y ahora te he traído aquí para hacerte pagarpor lo que has hecho”.

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Kara dio un paso adelante e hizo su mejor esfuerzopara sonar honesta. “Mira, te lo juro. Yo no maté aningún mortal, no podría haberlo hecho, recién meentero de que es imposible para los ángeles hacer algoasí. No hay ninguna manera de que hubiera podidohacerlo, confía en mí, estás equivocada…”

La joven la interrumpió: “No, no me equivoco”.Ella veía a Kara con odio, “…y no era ningún

simple mortal, estúpido ángel. No sé cómo lo hiciste,pero lo hiciste. Lo mataste”.

“Yo no maté a nadie, lo juro”, abogó Kara. Peroalgo en su interior le decía algo diferente. Se retorcíainquieta y buscó ayuda en los ojos de David. El sólo seencogió de hombros.

“¡Lo mataste!” escupió con rabia, apretando lospuños mientras gritaba. “¡Se ha ido culpa tuya!” Su voztronó y la tierra tembló. Los envases metálicos seestremecieron y cayó polvo desde el techo.

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Kara esperó que la mujer se tranquilizara y meneóla cabeza un poco. “No sé a quién te refieres ¿De quiénhablas?”

La joven la observó por un largo tiempo. Su voz erafría. “Tú mataste a mi padre”.

Kara se inclinó hacia atrás. “¿Tu padre? Pero…pero… eso es imposible…”

“Mi padre era Asmodeus, y tú lo mataste”. Sus ojosnegros fulminaban a Kara.

Las palabras se atascaron en la garganta de Kara yescuchó a sus amigos soltar un grito ahogado. Recordóa Asmodeus envuelto en fuego dorado… sus gritos deagonía llenaron su cabeza. Recordó el odio que sentíapor él cuando sostuvo el moribundo cuerpo de David ensus brazos… matar a Asmodeus había sido un acto devenganza y de liberación, nunca se había arrepentido ylo haría otra vez sin siquiera dudarlo.

“¿Quién eres realmente?” demandó Kara.

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Una fría sonrisa se materializó en los labios de lajoven.

“Soy Lilith, tu hermana”.

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Capítulo 7

Una Visita Sorpresiva

“Kara”, dijo David. “¿Qué está sucediendo? ¿De qué

habla?”Kara meneó la cabeza y no respondió. Miró con

desconcierto a la chica que se hacía llamar su hermana— ¿podría ser posible?

“No tengo una hermana”, rugió Kara. “Si la tuviera,lo habría sabido. Mi madre no tiene otros hijos,¡mientes!”

“Soy su media hermana, tontuela”, dijo Lilith

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casualmente. El desdén tiñó sus delicados rasgos.“Compartimos el mismo padre, pero no la mismamadre, querida”.

Kara veía a Lilith en silencio. Si Asmodeus habíapodido engañar a su propia madre haciéndola creer queera un mortal cualquiera; era muy posible que hubieraengañado a otras mujeres mortales también. Kara sesintió engañada y asqueada, intentó liberarse y sintió elescozor de los cables en sus manos. ¿Podría estacriatura estar diciendo la verdad? ¿Podía ser realmentesu media hermana?

“Bueno, yo no veo ningún parecido familiar”,interrumpió David. “Aunque heredaste el mal gusto detu padre en la forma de vestir… y en serio necesitas unbronceado”.

Ranab cortó la pierna de David con su espada, elgritó y cayó de rodillas. Luego levantó la vista y sonrióa su captor.

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Lilith no prestó atención al incidente y se concentróen Kara. “Mi madre era una Sánskrit… una criaturaparte demonio y parte mortal. Era muy aburrida. LosSanskrits son increíblemente estúpidos e inútiles.Desafortunadamente, tuve que deshacerme de ella, yaque siempre se interponía en mis planes… unverdadero fastidio. Ella no entendía quién era yo,siempre me decía que estaba loca. Las hijas raramenteconseguimos llevarnos bien con nuestras madres,¿verdad, querida hermana?”

“Tal vez tu madre tenía razón”, dijo David. “Vioque eras un desastre total y trató de hacer algo alrespecto…” Ranab golpeó a David en la cara. Él secayó, pero batalló para enderezarse y mirótriunfalmente a Ranab.

Kara permaneció en silencio. El odio crecía dentrode ella como un maremoto, esta chica había matado a supropia madre. Definitivamente era una psicópata

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peligrosa.“Estás loca, mataste a tu madre. ¿Cómo pudiste?

Ella te dio la vida y tú la mataste”.“Por supuesto que la maté, era realmente

fastidiosa”, continuó Lilith. “Pero yo atesoraba a mipadre, el me enseñó todo lo que sé. Él me enseñó acontrolar mis poderes y me enseñó cómo aumentarlos.También me contó sobre ti, ¿sabes? Yo quería mucho ami padre”.

“¡Verdaderamente enternecedor!” murmuró Kara.Lilith frunció los labios. “Pues ya ves, ahora no me

dejas opción, hermana querida. Te llevaste a alguien aquien amaba, y eso significa que voy a tener quedevolverte el favor…”

Se abalanzó como un manchón blanco escurriéndosea gran velocidad, Kara escuchó gritar a Jenny antes deque supiera lo que estaba sucediendo.

Kara parpadeó.

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Lilith sujetaba a Jenny por los cabellos, y con unasonrisa malvada se la llevó lejos del grupo.

“¡No!” Kara corrió hacia adelante y cayó, presa deun insoportable dolor en la espalda. Fuego líquidoquemó su núcleo cuando el Seirs le clavó una espadade muerte en su columna vertebral. Levantó la cara dela tierra.

Jenny luchaba contra el agarre de Lilith, pero erainútil. Las manos de Jenny estaban atadas y Lilith eramucho más poderosa.

“Por favor detente y tómame, es a mí a quienquieres. ¡No le hagas daño!”

El aire al lado de Lilith relucía como una ola decalor. Estalló un gemido extraño, un gorgoreo y luegoun ruido de succión, como cuando la bañera termina devaciarse. El aire alrededor de Lilith y Jenny vibró ycreció en diámetro hasta que se convirtió en un agujeronegro de diez pies alto y cinco pies ancho. Kara podía

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ver la sombra de un túnel detrás de ellas, las formasflotaban y desaparecían en la obscuridad. Kara escuchógruñidos, un idioma gutural que no podía entender, perosabía algo con certeza… ella estaba mirando hacia lasprofundidades del inframundo. Los Seirs levantaron suspuños y corearon en otro idioma, sus cuerpostemblaban y los ojos pintados en la parte trasera de suscabezas se veían aún más diabólicos.

“Jefa, ¿qué quiere que hagamos con ellos?” Ranabse agachó y sacó su espada de la espalda de Kara, ellase mordió su lengua para tragarse el grito. El veneno dela hoja la atacaba como una enfermedad, su cuerpo seestaba debilitando. Sabía que los otros también estabanen mal estado. Oyó a Lilith dar la vuelta por detrás deella y escuchó las botas de Jenny arrastrarse contra elpiso de concreto.

“Yo quiero viva a Kara”, ordenó Lilith. “Tengoplanes para ella, pero puedes matar a los demás”.

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Kara luchaba febrilmente para mantenerse en pie.Un peso le sujetaba, su herida se desgarró y gritó dedolor. Volvió su cabeza y vio la cínica cara blanca deun Seir. Él se rio y se paró sobre ella con más fuerza.Estampó su bota de cuero rojo a pulgadas del rostro deKara. La punta estaba cerca de su ojo.

“Espero verte pronto en el otro lado, queridahermana. Si es que quieres volver a ver a su amiga,tendrás que venir a buscarla. ¡Que comiencen losjuegos!”

“¿Qué? ¡Espera!” Arrastrando a Jenny detrás deella, Lilith se resbaló entre la grieta y desapareció.

“¡No!” gritó Kara. Sólo podía ver la silueta deJenny dentro de la grieta, todavía había una posibilidadpara poder sacarla de allí. El cuerpo de Jenny ya seestaba deteriorando, sus ojos verdes aterrorizadosestaban desapareciendo.

Kara se retorció y pateó, no le importaba si

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lastimaba al Seir; a ella sólo le preocupaba Jenny.Tenía que llegar a ella antes de que fuera demasiadotarde.

Con una última patada, le golpeó al Seir en la ingley lo derribó al piso. Ella dio la vuelta y se puso de pie.Otro Seir blandió su arma contra ella, luchaba porliberarse, el ardiente cable cortaba aún más profundoen su carne, pero no se rompía. Kara se agachó, laespada cortó el aire, puso su pie frente a ella e hizocaer al Seir.

Kara se revisó inmediatamente, aún seguíacompleta.

Los demás se pusieron al tanto rápidamente, Davidempujó su cuerpo contra el Seir más cercano, el golpelo tomó desprevenido y cayó al suelo. Otro Seir seacercó, pero David se deslizó fuera de su alcancefácilmente. Peter los esquivó y se retorció hasta salirdel círculo de Seirs.

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Viendo que sus amigos estaban defendiéndose a símismos por el momento, Kara corrió hacia la Grieta. Elhoyo oscuro tembló y vibró, estaba casi allí, todavíapodía ver una sombra del pelo púrpura de Jenny en elotro lado. Sólo unos cuantos pasos más… algo la sujetópor las muñecas y Kara fue impulsada hacia atrás,aterrizando contra el duro piso de concreto.

“¿Dónde crees que vas?” Ranab la pateósalvajemente en la espalda abriendo su herida un pocomás, y ella gritó. “Tu amiga probablemente ya estámuerta, ¿sabes? Los ángeles no pueden sobrevivir en elinframundo”. Su cara pálida se dividió en una sonrisamalvada. “Lástima que la jefa no me deja matarte, meencantan los desafíos”.

“¿Por qué haces esto?” gruñó Kara ignorando elinsoportable dolor en su espalda. “Eres humano, ¿cómopuedes estar del lado de los demonios? No puedesconfiar en ellos, te están usando. Van a matarte algún

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día”.Ranab rió suavemente, a Kara le consternaba su

actitud. “Es muy simple, se nos ha prometido lainmortalidad. Servimos al inframundo… y viviremospara siempre. Es una muy buena oferta, sólo un tonto noaceptaría. Hay un poder inimaginable en el inframundoy pronto disfrutaré de él”. Sus ojos marronesdestellaron con deseo, y Kara sintió nauseas.

“Los seres humanos son mortales, tú no eressobrenatural, no puedes cruzar al inframundo. Te vas amorir. ¿No ves que te está mintiendo? Este es un juegopara ella, no le importa lo que te suceda”. Kara seretorció hasta lograr sentarse. El brillo de sus ojos laincomodaba.

Ranab levantó su puño en el aire. “Déjameinformarte sobre un pequeño secreto. No seremosmortales por mucho tiempo, pronto cruzaremos y nosconvertiremos en poderosas criaturas del inframundo, y

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entonces nunca moriremos…”“Ya veremos…” David lanzó su cuerpo con fuerza

contra Ranab, el Seir tropezó con las piernas de Kara ycayó. David se rio, satisfecho de sí mismo. “¿Disfrutasde la vista desde abajo, cara de payaso? Vamos Kara.¡Vamos!”

Kara saltó a sus pies y miró hacia la Grieta, pero sehabía ido. El espacio estaba tranquilo, como si nuncahubiese estado allí. Un frío helado cundió a través de sucuerpo, Jenny se había ido. Kara pateó a Ranab cuandotrató de levantarse, salió corriendo por el pasillohábilmente con las manos atadas a su espalda y alcanzóa David.

“Así que podemos patearlos y darles de golpes¿pero sin matarlos?”

David se encogió de hombros. “Supongo que sí, aúnestamos vivos”.

Peter había evitado a los seirs y corrió hacia ellos,

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se veía agotado y Kara sabía que necesitaban encontraruna fuente de agua pronto y salir de allí.

“Atrápenlos”, rugió Ranab detrás de ellos. “¡No losdejen escapar!”

Kara miró a su alrededor frenéticamente. “La puertatrasera, ¡de prisa!” Salieron disparados hacia lasgrandes puertas de hierro en el extremo opuesto delalmacén. David corría a su lado y Peter les seguía.Kara alcanzó las puertas en segundos y buscó el mangoo una palanca, pero no había ninguno. Pateó la puertacon toda la fuerza que pudo reunir logrando sacudirla,pero no se abrió. Era como patear un bloque deconcreto. David lanzó su cuerpo contra la puerta peroaún así no se movió.

“Está bien, a las tres”, dijo David. “Uno… dos…¡tres!” Tanto él como Kara lanzaron sus cuerpos contralas grandes puertas de hierro, pero aun asípermanecieron intactas.

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Peter pateó las puertas con frustración. “Es inútil,¡no se abren! ¡No podemos salir! Van a matarnos!”

“Eso es correcto, pequeño ángel. Su hora hallegado”. Kara giró. Ranab caminó hacia ellos connueve caras blancas enfiladas detrás de él, blandiendoespadas de muerte a sus lados. Sus abrigos de cueronegro se agitaban junto a sus talones, Kara dio un pasohacia atrás inconscientemente.

El líder de los Seirs se mofó. “Hemos jugado susjuegos lo suficiente, pequeños ángeles. La jefa nos haprometido sus pellejos”, dijo, levantando su espada enel aire y apuntando a Kara. “Salvo por esta, porsupuesto. Verán, angelitos… es hora de recibir sucastigo por entrar a mi ciudad sin permiso. Vamos amostrarles cómo nos gusta jugar. Como he dicho antes,entrar en mi ciudad tiene un precio”.

“¿Sí? ¿Y cuál precio es ese, fenómeno de circo?”David fulminaba al Seirs con la mirada.

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Ranab sonrió desde la comisura de la boca. “Elprecio es tu alma de ángel, y realmente voy a disfrutarmatarte yo mismo. Como ves… no pueden matarnos… yno hay nada que puedas hacer para impedir quenosotros los matemos”. Negros vapores serpenteabanalrededor de sus manos mientras torcía su espadajuguetonamente.

Los Seirs hicieron una pared delante de los ángeles,sus grandes cuerpos se inclinaban sobre ellos. Bajo laominosa luz del almacén, sus horribles rostros parecíanaún más siniestros de lo que Kara se había imaginado.Sus oscuros ojos brillaban con satisfacción, susespadas de muerte se tensaban en sus manos, enanticipación. Ella podía verlos claramente ahora, comodemonios, demonios en entrenamiento. Peter seestremeció a su lado y se acercó más a ella.

Una espada salió volando en el aire y David gimió.La espada de muerte había perforado su hombro y los

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Seirs se rieron con entusiasmo, como hienas salvajes.La impaciencia brillaba en sus ojos, se estabandivirtiendo. Kara estaba disgustada. Sentía las puertasde hierro frío presionadas contra su espalda, estabanatrapados contra ellas y no podían salir.

Un destello de metal pasó cerca de Kara, Peter gritóy se deslizó hasta el suelo, una espada de muerte habíaperforado su muslo. La rabia la inundóinstantáneamente, despertando su energía elemental.Ella luchó para controlarla, sabía que si la ponía enlibertad sería capaz de matar todos los Seirs… yentonces ella moriría. Podría intentar hacerlos tropezar,pero en el fondo sabía que si los mataba, pagaría con supropia alma. Se esforzaba para calmarse y trataba depensar en la manera de escapar. Ella tenía que hacerlo.

Un Seir caminó frente a Peter, lo sujetó de lachaqueta y lo arrastró fácilmente. “Tú eres el ángel máspatético que he visto, seguro te harías en los pantalones

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si pudieras”. El Seir rio malvadamente. Las botas dePeter rozaban el suelo, y el Seir lo levantó más alto,hasta que colgó como una marioneta.

Kara llamó a su poder cuidadosamente, extendió lamano y recurrió a tan sólo un fragmento de la energíasalvaje. La luz bailaba alrededor de los bordes de susdedos.

“Di adiós, ángel. Tu alma es mía”. El Seir levantósu espada hacia el cuello de Peter… un estruendosoruido explotó desde el lado opuesto del almacén. Lapuerta frontal del garaje se abrió en una explosión demetal, unos faros gigantes cegaron a Kara por unmomento. Parpadeó, viendo cómo un sedán Ford 1940negro se estrellaba contra la SUV estacionada y laarrastraba a un lado, haciendo una brecha. Losneumáticos rechinaron cuando el coche retrocedió y selanzó hacia el frente de nuevo. El Ford patinó hastadetenerse, Kara podía oler el caucho quemado. Las

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cuatro puertas se abrieron y cuatro hombres y unamujer, quien, para sorpresa de Kara, era el conductor,salieron de él. Llevaban sombreros fedora negros yelegantes trajes de colores oscuros, caminaroncasualmente hacia el grupo con un ritmo acentuado ensu paso. Kara se recordó de los gánsteres de las viejaspelículas que solía ver con su abuela, pero en vez dellevar ametralladoras, llevaban elegantes espadas deplata. ¿Quiénes eran estos mortales?

Peter cayó al suelo y miró a Kara con una expresiónconfundida, pero parecía más aliviado que cualquierotra cosa. Kara lo acercó rápidamente hacia ella. LosSeirs se pusieron tensos y se movieron ansiosamente,sus hojas de muerte destellaban en anticipación. Suatención estaba fija en los recién llegados, la salivagoteaba desde sus retorcidas mandíbulas.

“Ranab, ha pasado algún tiempo”, dijo un hombrecon una cicatriz que iniciaba en su ojo izquierdo y le

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llegaba hasta la barbilla. “Sin embargo, no puedo decirque te he extrañado”. Su voz era áspera y dominante.Ladeó su sombrero y Kara pudo ver una barba de unostres días cubriendo su cuadrada mandíbula.

Ranab veía con odio al hombre y dio un pasoadelante. “Santo, veo que la cicatriz ha sanado.¿Quieres otra?”

Santo lo estudió por un momento. Apuntó su espadahacia Kara: “Deja ir a los Ángeles, o te arrepentirás…amante de los demonios. Creo que estoy de humor parahacer un poco de limpieza. Las calles han estado muyoscuras últimamente”.

¿Ángeles? Así que también ellos podían verlos,pensó Kara. Estudió al grupo con más interés. Susrostros estaban marcados con pronunciados seños, peroeran mucho menos malévolos que los Seirs. Caminabancon confianza y determinación, Kara vio viejas heridasen las manos de la mujer, como pequeñas marcas

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blancas. La mujer descubrió a Kara mirando y le guiñóun ojo.

“Ellos son nuestra presa”, gruñó Ranab. “Ellos nosfueron prometidos, su muerte nos pertenece. ¡No tienenderecho a llevárselos!”

Santo le dirigió una pícara sonrisa. “Oh, pero yotengo derecho, no me importa quién te lo prometió,amante de los demonios. No vas a hacerle daño aninguno de estos ángeles, creo que ya es hora de que lesenseñemos una lección a ustedes, los Seirs”.

Una enorme vena latía en la frente de Ranab, susnegros ojos centelleaban con odio. “¡Ellos morirán siyo lo digo! Somos más que ustedes, les destruiremosfácilmente. Y además, tienen una mujer con ustedes.¡JA! La mataremos y luego tomaremos lo que esnuestro, ¡tendremos un festín con las almas de losángeles hoy!”

Santo sonrió. “Ningún ángel morirá hoy”.

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Blandió su espada en el aire y atacó.Instantáneamente, los demás siguieron el ataque y cincoespadas destellaron en el aire. El sonido de las espadasse hizo eco en el almacén, los Seirs también atacaron,los sonidos de metal contra metal resonaron alrededorde ellos. El destello de una espada perforó el abdomende un Seir y cayó al suelo bajo su ondulante abrigonegro. El choque de los metales retumbaba por lasparedes del almacén. Con sed de sangre en los ojos,Santo ondeó su espada hacia su atacante. El Seir nuncatuvo una oportunidad, cayendo como una piedra antesde que otro tomara su lugar. Él se lanzó con su arma,Santo levantó su espada y bloqueó el ataque. El Seirempuñó la mano y le pegó fuerte en la cara a Santo, élse tambaleó hacia atrás y goteó sangre de su boca. Él laescupió. El Seir gruñó y saltó en el aire, Santo lanzóuna patada al aire y le golpeó en el estómago, el Seircomenzó a ahogarse y a vomitar.

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La mujer bloqueó los ataques y se abrió camino através de dos Seirs, giró alrededor y colocó su arma enforma de arco. Cayó un Seir, el otro saltó haciaadelante y la pateó en la cara. La mujer tropezó haciaatrás salpicando el suelo con sangre. Se limpió la bocacon su mano y atacó, tirándole la espada de muerte dela mano con un solo golpe. El Seir se detuvo por unmomento, sus manos empuñadas con fuerza, pero luegose alejó y se retiró.

Ranab maldijo y se retiró con el resto de su grupo.Desaparecieron detrás de la entrada del almacén. Karaesperaba no volver a ver sus feas y blancas carasnunca. Escuchó un gemido y se arrodilló al lado dePeter, revisando su cuerpo y buscando la espada demuerte con los dedos. Sintió el aguijón duro del mangoy tiró de la espada de muerte que estaba alojada en sumuslo, luego obligó a David a arrodillarse y jaló laespada de su hombro.

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A pesar del dolor, David gritó triunfalmente. “¡Sí!¡Huyan! Huyan como las niñas miedosas que son. ¡Nosvemos en el circo, monstruos!”

Kara meneó la cabeza y caminó lentamente haciaSanto. “Gracias por ayudarnos, estamos en deuda conustedes. Sus habilidades de combate son realmenteimpresionantes. Te importa que pregunte… ¿qué hacenustedes aquí y cómo sabían que éramos ángeles?”

Santo sonrió y le dio la vuelta a Kara suavementepara liberar sus muñecas. Finalmente liberada, dejócaer sus brazos a los lados. “¡Ah! Gracias a Dios,estaba empezando a pensar que me quedaría así parasiempre”. La luz se colaba por entre los cortes de susmuñecas, ella las frotó suavemente con sus manos.

“Supongo que no has sido un guardián por muchotiempo”. Santo enfundó su espada en la vaina de cueronegro que colgaba de su cinturón y le dirigió una cálidasonrisa.

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El rostro de Kara hormigueaba y ella estabacontenta de no poder ruborizarse. “Um… un poco másde un año, supongo, si cuentas por años mortales”.

Ella estudió su cara. Su cicatriz se veía mucho másfea de cerca, había cicatrizado en un tono verde olivamás oscuro que el de su piel y tenía una textura áspera,como el cuero. Sus gruesas pestañas, profundas cejasnegras y pelo negro corto estaban escondidos bajo sufedora. Si no hubiera sido por la gran cicatriz en lacara, se habría visto muy, muy guapo.

Los ojos oscuros de Santo brillaron. “Somos unasociedad secreta mortal, hemos estado luchando junto ala Legión durante siglos. Los ángeles nos llamanSensibles, porque somos sensibles a lo sobrenaturalque nos rodea, podemos ver y entender cosas que otrosmortales no pueden sin formación y educación previa”.

Así que estos eran los Sensibles. Kara sonrió parasí misma, si ella no hubiese sido escogida como un

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guardián, ser un Sensible habría sido su segundaopción. Estaba contenta de finalmente reunirse conellos. Pensó que parecían duros y rudos con esos trajesy sus espadas, y fácilmente podría imaginarse a símisma luchando junto a ellos. Santo parecía haber leídosu mente y le sonrió de nuevo. Kara pensó para susadentros que era bueno que no hubiese sangre en susvenas, así no podría sonrojarse.

“Estamos muy agradecidos por su ayuda. Estábamosen una situación muy mala, por no decirverdaderamente grave”, dijo Peter, con un temblor en suvoz. “Nos hubieran cenado si no fuera por ustedes,chicos”.

“Me alegra que pudiéramos ayudar”, dijo la mujer.Sus labios carmesí se curvaron en una sonrisa dealiento y sus fieros ojos azules eran compasivos. Semovió detrás de él y le liberó las manos, luego hizo lomismo para David, quien parecía muy contento de que

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una mujer tan bonita le rescatara. Kara suspiró y rodólos ojos.

Viendo que sus encantos no tenían efecto sobre lamujer bonita, David decidió enfocar su interés en elFord 1940 a cambio. Estiró sus brazos y se inclinósobre la capota, colocando su mejilla sobre lasuperficie fría. “¡Guau… este es un auto fantástico!”,dijo, acariciando la capota suavemente con sus manos.“Es una verdadera belleza… creo que estoyenamorado. Finalmente estoy en casa, bebé”. LosSensibles se reunieron alrededor del auto sonriendo,pero más bien estaban riéndose de David.

Peter intentó seguir a David, pero tropezó y cayó.Kara corrió en su ayuda, su piel era casi transparente.Luz blanca emanaba de pequeños agujeros en todo sucuerpo, su piel parecía una rebanada delgada de quesosuizo. Estaba cayéndose a pedazos. Su piel no podríamantenerlo unido por mucho tiempo más.

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Kara le dirigió una sonrisa tranquilizadora: “Vas aestar bien, te lo prometo”, le susurró. “Voy a sacarte deaquí, Peter”. Peter forzó una sonrisa, pero ella podíaver que no le creía.

Kara ayudó a Peter a ponerse de pie y colocó subrazo a su alrededor. “Vamos, hay que irnos de esteapestoso lugar”.

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Capítulo 8

La Decisión del Concilio

Después un insoportablemente largo informe en la

División Contadora de Demonios, Kara, David y Peterdebían reportarse ante el Alto Consejo. Ariel habíaignorado los constantes alegatos de Kara para que ladejara ir sola en una misión para salvar a Jenny. Elarcángel le informó que, lamentablemente, estabaobligada a seguir las órdenes emitidas por el AltoConsejo. Se negó rotundamente a la solicitud de Kara yle dijo que era una misión suicida, aunque Kara ya

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había estado en el inframundo antes. Kara y los demásfueron convocados al Alto Consejo inmediatamente.Furiosa, Kara salió de DCD derribando sillas y unabuena cantidad de pantallas holográficas en su camino.

Kara había permanecido en silencio durante todo elcamino al Consejo de Ministros. Desde el viaje en elascensor con cuatro pequeños monos rojos quedecidieron jugar “las traes” con la cabeza de Kara,hasta el paseo salvaje en un Cielo-Coche que casivuelca, Kara no pudo evitar sentir un escalofrío alrecordar el rostro aterrorizado de Jenny. Lilith habíasecuestrado a Jenny a propósito, sabía que Kara haríacualquier cosa para salvar a su amiga, aunque esosignificara arriesgar su reputación con la Legión eincluso su alma para salvar a su amiga. Kara vio elbrillo en los ojos de Lilith antes de que saltara a travésde la Grieta. Lilith tenía grandes planes para Kara, peroesos planes eran que ella se adentrara en el inframundo

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una vez más.Fue con un espíritu arrepentido que Kara siguió a

los demás desde el Cielo-coche. Le dieron uno de loscordones de los zapatos de David al conductor comopropina y lo vieron alejarse en su artilugio volador. Unoráculo les saludó inmediatamente.

“¡Ah! Señorita Clara. ¡Aquí estás por fin!” Eloráculo rodó hacia ellos aplastando guijarros bajo elpeso de su enorme bola de cristal, bailó sobre la esferay agitó sus brazos con entusiasmo. Su fino cabelloblanco se mecía como un alto pastizal por encima de sucabeza y los vio con ojos brillantes, peroinmediatamente volvió a su expresión seria. “¡Llegastarde! ¡Date prisa! ¡Date prisa! No debemos haceresperar al Consejo, están muy ansiosos por oír tusnoticias”.

“Seguro que sí”, gruñó Kara.Ella observó los largos dedos de sus pies y sus uñas

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amarillas asomándose por debajo de su brillante mantoplateado, eran extraordinariamente similares a los piesdel señor Patterson. Sintió un dolor en su corazón. Karaanhelaba su vida mortal en la librería, cuando ningunode sus amigos era torturado por una malvadahermanastra.

El oráculo arqueó una tupida ceja y guardó silenciopor un momento, el azul en sus ojos brillaba. “Porsupuesto, ¿por qué no lo estarían? Asmodeus tiene otrahija. Tremendo asuntito es ese después de lo que hemossufrido, tantos ángeles muertos, tantas almas muertas,una masacre sin igual en el horizonte”.

Una ola de tristeza envolvió la cara del oráculo, lesdio la espalda y miró fijamente al espacio. Sus ojosazules se pusieron vidriosos repentinamente y luegorecitó con voz monótona: “Y será liberada desde de laoscuridad hacia los mundos… y sólo desde laoscuridad misma podrá ser eliminada…”

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“¿Qué?” Kara giró. “¿Qué es lo que acabas dedecir, oráculo?”

Los ojos del oráculo se hicieron enormes “¿Qué?Oh… no, nada, no importa. Sólo hablando tonterías deviejo, aunque a veces no puedo evitar ver las imágenesen mi mente. Tremendo asuntito”. Se agachó y se picólas uñas de los pies.

“¿Oráculo?” David se inclinó hacia adelante.El oráculo giró la cabeza y miró a David a los ojos,

sonriendo“¿Eh? ¿Sí? ¿Qué pasa?”“Se supone que debemos estar en alguna parte,

¿recuerdas?”“¿Ah sí? Oh, cielos…” El oráculo rascó su cabeza.

“¿Qué iba a hacer? Cielos, me he olvidado otra vez.¡Maldición! Maldigo estas visiones, siempre jugandocon mi mente”. El oráculo azotó su pie e hizo unpuchero. “Dime chico, ¿a dónde iba yo?”

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David meneó la cabeza suavemente y se rio. “Nosescoltabas al Alto Consejo… ¿recuerdas?”

El brazo del oráculo se estiró hasta el cielo yapuntó con un dedo en el aire. “¡Sí! ¡Sí! ¡Claro!Rápidamente, vamos ángeles. El Consejo espera”, instóel oráculo levantando su túnica y estirándola con unfuerte tirón. “Me duele Ver que el Consejo esté tanangustiado, ¡dense prisa, más a prisa!” les dirigió,girando su cristal y rodándolo hacia la puerta de metalgris al final de la plataforma de aterrizaje. Su túnica semecía contra el viento mientras corría hacia la puerta.

Kara suspiró y siguió a los otros en silencio. Davidseguía mirando con preocupación sobre su hombro. Através de la puerta, caminaron a lo largo del pasillodecorado con tapices vibrantes y retratos defuncionarios anteriores con aspecto importante. Karaodiaba que sus ojos parecieran acusarla de algosiempre, incluso antes de escuchar los hechos. Ella se

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estremeció y mantuvo sus ojos fijos al frente, ignorandosus sombrías miradas.

Llegaron ante de dos puertas de bronce gigante. Eloráculo empujó, abriéndolas, y esperó al otro lado,haciéndoles un gesto para que pasaran.

Kara pasó detrás de los demás. El único sonido erael eco de sus pies. Se tomó el tiempo para inspeccionarla cámara. La última vez que estuvo aquí, todo estabaen un absoluto desorden. El domo de vidrio había sidodestrozado y los fragmentos cubrían el suelo como unaalfombra. Los asientos de madera y las paredes habíansido destruidos, como si una bomba hubiera estalladoen el centro. Kara se estremeció al recordar a losángeles moribundos dispersos por toda la cámara.Cruzó la sala y se detuvo, los otros se pararon a sulado. Kara se paró en medio, en el lugar exacto dondehabía enfrentado a Asmodeus, matándolo por últimavez.

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Pero ahora la cámara había sido restaurada a suesplendor original. Los rayos de luz amarilla sederramaban a través de la enorme cúpula y un grancielo azul se cernía sobre ellos. Los miembros delConsejo estaban sentados sobre una tarima, alrededorde una mesa negra, pulida y con forma de media luna.Siete pares de ojos la observaba con gran interés.

Empezó a sentirse extremadamente nerviosa, noreconocía a ninguno de los arcángeles a excepción de lamujer hermosa con el cabello ondulado rojo. Camaelhabía sobrevivido el terrible ataque de Asmodeus, susojos verdes sonrieron a Kara y ella se relajó un poco ysoltó sus manos.

En la cabecera de la mesa estaba sentado elreemplazo de Uriel. Tenía una tez suave de colormarrón rojizo, mandíbula y pómulos fuertes y suspequeños ojos oscuros eran intensos y estaban llenos decuriosidad. Su cabello lacio y negro caía en cascada

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más allá de sus hombros. Si ella hubiera tenido queadivinar su nacionalidad, habría dicho que era nativoamericano. Su cara era hermosa. De hecho, Kara notóque todos los nuevos miembros eran excepcionalmentehermosos. Siempre se había preguntado por qué eraeso. ¿Era acaso su buen aspecto una forma deintimidación?

El Arcángel se puso de pie, su túnica verde bosqueondulaba alrededor de él cuando levantó sus manos.“Bienvenidos, guardianes, al Consejo de Ministros. Voya presentarme, soy Jeremiel, el nuevo Ministro deministración y paz”. Su voz era gutural, no como el tonomusical de Uriel, pero a Kara le gustó.

“Ustedes fueron convocados aquí para ayudar aaclarar los detalles de su última misión”, continuóJeremiel. “Queremos escuchar acerca de los incidentesrelativos a la supuesta elemental. El arcángel Ariel nosha informado de una situación muy grave, y nos gustaría

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escuchar personalmente sobre los acontecimientos desu misión”. Jeremiel acomodó su túnica y se sentó,entrelazando sus dedos por encima de la mesa. “Porfavor, relátennos lo que pasó”.

Los demás se retorcieron incómodamente en sulugar. Peter meneó la cabeza y miró a sus pies, luegofingió estar interesado en algo detrás de él. Sólo Davidparecía deseoso de hablar ante el Consejo, le guiñó unojo a Kara y le mostró sus pulgares.

“Ejem. Queridas Majestades y nobles del más allá”,comenzó David, caminando hacia adelante. “Yo puedoayudarles con eso. Yo estaba allí. Verán, con missorprendentes habilidades como agente DCD…”

Jeremiel levantó su mano para silenciarlo y lesonrió a Kara. “Esperábamos que Kara Nightingalepudiera iluminarnos con los detalles, en parte porquetiene mucho que ver con todo ello”.

La mandíbula de David se abrió de golpe… “Uh…

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bien… sí, claro”. Él dio un paso atrás y se encogió dehombros. Kara sabía que él estaba molesto por laacción del arcángel. David quería demostrarles a todosque él era un gran guardián, a pesar de su reputacióncomo un cabeza dura. Él murmuró para sí mismo ydobló sus brazos sobre su pecho.

Jeremiel le sonrió suavemente a Kara y balanceó lacabeza. “Por favor, dinos lo que pasó en tu misión entus propias palabras”.

Todas las miradas cayeron sobre Kara. Ella apretósus manos firmemente detrás de su espalda, vio aJeremiel a los ojos y asintió con la cabeza.

Y así Kara relató los hechos al Consejo, conelaborados detalles sobre los Seirs y los Sensibles.

Ella relató con especial atención a las partes acercade Lilith mientras observaba las reacciones delConsejo, pero sus rostros eran ilegibles e inexpresivos.Cuando terminó, miró al Consejo y esperó. Un destello

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de incertidumbre pasó brevemente a través de los ojososcuros de Jeremiel, su rostro estaba serio y compartióalgunas miradas con los otros arcángeles. Después deun momento, volvió su atención a Kara. “¿Y eso esexactamente lo que pasó?”

“Sí”, dijo David, con un tono soñador. “Fueincreíble, deberían haber visto sus caras de payasosfeos cuando huyeron, los espanté”.

Jeremiel ignoró a David y sacudió su cabeza enperplejidad. “Me temo que es mucho peor de lo que elArcángel Ariel nos había advertido”.

Jeremiel guardó silencio por un largo momento, ycuando habló otra vez, su cara tenía un aspecto grave.“Y estás segura de que ella no es una elemental… estaLilith”.

Kara asintió con la cabeza. “No estaba segura alprincipio, pensé que lo era, sentí como si ella fueraelemental… pero lo hizo sólo para engañarme. Cuando

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nos enseñó su verdadero ser supe que no era elemental.Se sentía maligna, como un demonio… pero diferente.No lo puedo explicar”.

“Ya veo”, dijo Jeremiel, observando a Karadetenidamente. Ella se retorció en su lugar, intimidadapor su mirada hipnotizante. Jeremiel se inclinó haciaadelante y bajó la cabeza: “Mi siguiente pregunta essumamente importante, Kara. ¿Te acuerdas si Lilithimplicó que ella era sólo una niña?”

Kara buscó en su cerebro tratando de recordar losacontecimientos con Lilith. “No estoy realmente segura,no lo recuerdo todo. Estaba tan enojada con ella queestoy segura de que me perdí un par de cosas. Penséque era una pequeña niña elemental que se había vueltoloca, así que no le presté mucha atención al principio.Pero no dijo nada de eso…creo. ¿Dices que hay más deuna?” Ella se estremeció. ¿Podría haber más de unaLilith?

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El Consejo estalló en una desarmonía dediscusiones acaloradas. Kara miraba atónita como losarcángeles se gritaban el uno al otro con rabia sobre lapulida mesa. Kara pudo captar algunas palabras comomuerte y obscuridad eterna entre los gritos. Sus vocesse elevaron través de la cámara y rebotaron en lasparedes como truenos antes de una gran tormenta. Elcielo se nubló, y el cuarto se cubrió de tinieblasmomentáneamente.

“¡Basta!” Jeremiel levantó sus brazos en el aire, yel Consejo guardo silencio. Kara podía escuchar elfrote de sus propios dedos detrás de ella. “No podemosestar seguros de nada, no seamos víctimas de nuestrasemociones. Por ahora, sabemos sólo de una progenie,no podemos decir si hay otras”.

David silbó entre dientes: “Guau… un ejército detus hermanas”, susurró.

“¡No es mi hermana!” susurró Kara enojada y

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apretó los dientes.“Uh… bien. Entonces un ejército tus extrañas

medio-hermanastras albinas”.Kara se sintió incómoda, no sabía qué creer. Pensar

en Jenny rodeada por un grupo de sus abominablesmedio-hermanas de piel blanca era terrible para ella.¿Estaría viva el alma de Jenny todavía? Ella tenía quecreer que sí. Era obvio que Lilith quería que Karapagara por haber matado a Asmodeus, y Jenny habíaquedado atrapada en el medio. Si Lilith se parecía a supadre, mantendría a Jenny viva el suficiente tiempopara que Kara la viera sufrir. Ella estaba segura de eso.Tenía que llegar a Jenny.

“Jeremiel, debemos suponer que hay otros”, dijo unmiembro del Concilio de piel oscura con una túnicacolor púrpura profundo. “Asmodeus era astuto. ¿Cómosabemos que es la única? ¡Podría tener mil hijos! ¿Quépasaría si nos atacaran? Claramente esta Lilith ha

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heredado algunos de sus poderes… y algo más. LaLegión está en riesgo, no podemos fingir lo contrario”.

“Cálmate, Leriel”, le calmó Jeremiel frotando susmanos distraídamente. “Tenemos que pensar en esto. Notomemos ninguna conclusión apresurada”.

“Lo que necesitamos es obtener más información”,interrumpió una arcángel morena con piel verde oliva.“Tenemos evidencia de que existe más descendencia. Siestuviéramos seguros podríamos prepararnosadecuadamente, pero en este momento, nada es seguro.Tanto puede haber uno como puede haber cientos.¿Cómo podemos proteger nuestro mundo sin saber quéesperar?” Sus penetrantes ojos azules se fijaron enKara por un momento.

“Creo que Muriel tiene razón”, Jeremiel tamborileósus dedos sobre el escritorio. “No debemos tomarninguna decisión precipitada sin conocer todos loshechos”.

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“Y ¿cómo se supone que consigamos másinformación, Jeremiel?” preguntó Leriel elevando suvoz por encima de los demás. “El otro mundo estácerrado a los ángeles, no podemos ver más allá de susmuros. ¿Qué propones que hagamos? ¿Llamar a lapuerta y pedirles amablemente que nos den un tour?”

Jeremiel cerró los ojos por un momento, perdido ensus propios pensamientos. “Tienes razón Leriel, perohay alguien que sí puede. Somos afortunados de tenerentre nosotros a un ángel con habilidades especiales.Un ángel que ha ido a las tinieblas… y ha logradovolver”. Kara se movió nerviosamente, sintiendo otravez todos los ojos del Consejo sobre ella. Odiaba serel centro de atención y fijó la atención en sus botas.

“Kara”, le llamó Jeremiel. “Me temo que debemosmolestarte nuevamente con una misión peligrosa. Nuncate pediríamos que llevaras a cabo una tarea tanpeligrosa y arriesgaras tu alma de ángel si no

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sintiéramos una amenaza inmediata contra Horizonte. Tepedimos que vuelvas al inframundo y que averigües siAsmodeus tiene más descendencia. Necesitamos queespíes por nosotros”.

“¡Hey! ¡Yo también quiero ser un espía!” susurróDavid con un leve ceño en la cara. “Podría ser un espíaimpresionante, uno de mis apodos en la Legión eraCero cero-Dave”.

Kara ignoró a David y suspiró aliviada, habíaresultado mejor de lo que ella había esperado. Esta vezno tendría que fugarse, podía ir al inframundo, recabarinformación para el Consejo y salvar a Jenny en elproceso. Era un buen plan, y debía empezar deinmediato.

“Lo haré”, dijo con ansiedad. “Me voy deinmediato. Iré a buscar cualquier información queustedes necesiten y rescataré a mi amiga Jenny mientrasestoy ahí…”

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“Kara”, interrumpió el Arcángel Camael viendo aKara amablemente. “Tu amiga no pudo habersobrevivido el medio ambiente del inframundo. Losiento… pero tienes que entender que su alma ya noestá con nosotros. Esta nueva misión es peligrosa, y nodebes alejarte de ella. Requerirá tu completa atención,no intentes una misión de rescate que ya está perdida.Tu amiga se ha ido”.

“¡Ella no se ha ido! Su alma aún vive. ¡Lo sé!” Karaelevó su voz más de lo que hubiera deseado, pero no leimportó. Ella sabía que Jenny no podría sobrevivirmucho tiempo en el inframundo, pero todavía había unaposibilidad de que su amiga estuviera viva. No podríaestar muerta, Kara no podía afrontar el hecho de queella había sido la causa de la muerte de su mejor amiga.

“Por favor, sé razonable, Kara”, dijo Camaelsuavemente. “Sé que te debemos mucho por todo lo quehas hecho para Horizonte, pero por favor, escucha. No

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quiero herirte con estas palabras, quiero que estéspreparada. Lilith te está atrayendo a una trampa, noolvides quién era su padre. Ella es igual de astuta, sabecuán lejos irás por salvar a tus amigos. No olvides eso,ella cuenta con tus emociones. Tu amiga Jenny se haido, no te dejes engañar por las palabras del demonio”.

Kara meneó la cabeza. “Ella no está muerta, sé queno lo está”. Kara clavó sus uñas con fuerza en una desus piernas. “Y la encontraré”, susurró para sí misma.“Lo haré”.

Jeremiel había colocado sus palmas contra elescritorio. “Bueno. Entonces, Kara Nightingale,¿aceptas esta nueva misión para buscar informacióndesde las profundidades del inframundo?” Hubo unlargo momento de silencio.

Kara se movió, ansiosa. “Acepto”, dijo finalmente.El Arcángel Leriel se inclinó hacia adelante. “Y,

puedo preguntar, ¿cómo vas a entrar en el mundo del

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demonio?” la cuestionó, con un dejo de desprecio en sutono.

Kara vio directo a sus ojos: “Del mismo modo queantes, a través de una Grieta”.

“¿Ellos no detectarán tu llegada?” La voz de Lerielera fría, y le dio una mirada seria.

“Tal vez. No estoy segura de cómo funciona, perono te preocupes. Traeré la información”. Ella le sonriócon frialdad. “Estaré de vuelta antes de que te descuenta, puedes contar con ello”.

Leriel frunció los labios y se inclinó en su silla. Unavez más, su cara era inexpresiva. La habitación sesentía inquietantemente silenciosa.

Jeremiel levantó la mano. “Kara, le pediré a Arielque sea tu asesor en esta misión. Ella se reunirá contigoen el nivel 5 cuando estés lista, y podrás discutir tusplanes con ella allí. Tendrás la plena cooperación de laLegión en esta misión”.

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“Gracias, estoy segura de que la necesitaré”. Karase enderezó, su rostro era una máscara de calma perosus manos se movían nerviosamente detrás de ella. Yavoy, Jenny. Espérame tan sólo un poco más.

“Voy contigo”, susurró David, “y no puedesdetenerme esta vez”, dijo, cepillando su cabello con lamano.

Kara frunció el ceño y habló con el lado de la boca.“No, no irás. No puedes venir conmigo, David. Losiento, pero es muy peligroso para ti y lo sabes”.

“Si voy”.“No, no vienes…”“¿Qué está diciendo, Sr. McGowan?” Jeremiel

miraba a Kara y a David con gran interés. Sus ojososcuros estaban fijos en David.

“Que quiero ir con ella”, respondió David demanera abrupta. “Ella no debería ir sola, necesita miayuda”.

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Jeremiel meneó la cabeza, su largo cabello negro sederramaba alrededor de sus hombros. “Eso esimposible, mi querido amigo. Tu alma de ángel se haríapolvo al cruzar al reino del demonio. No es posible”.

“Él está en lo cierto, lo sabes, morirías”, dijo Peterenterrando su barbilla en el cuello cuando vio lafuribunda expresión de David.

“¡No debería ir sola! ¡Es un suicidio!” La voz deDavid se elevó y Kara pudo ver la irritación en elrostro de Jeremiel.

“Tiene que haber otra manera de cruzar, tal vezsimplemente no la hemos encontrado todavía”.

Kara apretó la mano de David suavemente. “Estábien, David. Voy a entrar y a salir a escondidas, te loprometo. No dejaré que me pase nada, voy a estar devuelta antes de que te des cuenta. Además, es mi culpaque Jenny haya sido secuestrada, no puedo dejarla allí.Soy la única que puede hacer esto, tengo que hacerlo

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sola”.“No me gusta”. David arrugó su rostro y cruzó sus

brazos sobre el pecho. “Esa Lilith está esperando quellegues, lo sabes”.

“Yo sé, pero no puedo dejar que Jenny muera sóloporque mi hermanastra es una psicópata. Tengo quetratar de salvarla”.

Kara y David se pararon uno frente al otro y semiraron, entendiéndose mutuamente. David apretó sumano y sonrió. “Lo entiendo”, dijo. El azul de sus ojosbrillaba bajo la suave luz. “Simplemente no dejes quete mate”.

“No, lo prometo”.“Muy bien”, dijo Jeremiel. “Está todo listo, Kara…

que las almas te proteja en tu viaje”.Por primera vez, Kara vio un atisbo de una sonrisa

en los labios de Jeremiel. El apuntó un dedo largo haciaDavid y Peter: “Ustedes deben volver a DCD y

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reportarse con el Arcángel Ariel y permanecerán en supuesto hasta nuevo aviso. Esta reunión ha terminado”.

“¡Espera! ¿Y los Seirs?” Preguntó Kararepentinamente. “¿Qué vas a hacer con ellos?”

La frente de Jeremiel se arrugó, y le dirigió unapequeña sonrisa. “Los Seirs son un grupo de mortalesque han estado causando estragos durante siglos. Soninofensivos, solo una molestia para el resto del mundomortal. No son una amenaza directa para nosotros y, enconsecuencia, no es nuestra principal preocupación.Ellos pueden ser fácilmente dominados si empiezan acrear problemas. No te preocupes por ellos, Kara. Tuúnica preocupación debe ser recopilar la informaciónque necesitamos”.

“Está bien, si tú lo dices”. Kara balanceó la cabezay levantó la vista hacia el Consejo. Se veían muyconfiados, ese era su primer error. Su reticencia enprestar atención a los Seirs era un error, un grave error.

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Mortales o no, podían ser realmente dañinos, pero esano era su decisión, y Jenny necesitaba su ayuda ahora.

Con las palabras de Jeremiel resonando en sucabeza, Kara giró sobre sus talones y salió de lacámara sin esperar a los demás. Corrió por el pasillo ypasó por un oráculo que estaba envolviendo su barbaalrededor de su cabeza. Escuchó a David y a Peterllamarla, pero los ignoró y corrió con más fuerza.Había esperanza, una pizca de esperanza de que Jennyestuviese aún viva y había sólo una manera deaveriguarlo.

Tenía que volver a la Sala de las Almas

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Capítulo 9

Ventanas a las Almas

Kara siguió a un pequeño niño de pelo dorado a través

de un campo de luces brillantes. La túnica denomeolvides azules se sacudía junto a sus talones yKara se apresuró para alcanzarlo. Un cielo de ébano setendía sobre ellos cargado con miles de estrellastitilantes. Kara sabía que no eran estrellas, sino lasluces luminiscentes de las almas, flotando. Su intensapresencia pesaba mucho en Kara… el suave zumbidode millones de pequeños corazones latiendo al mismotiempo. Las almas estaban vivas, esperando dar el saltoa otra vida, para renacer como alguien nuevo. Los

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vellos en la parte posterior de su cuello se erizaron. Elaire caliente rozó su rostro y ella aceleró su ritmo.

Pero no todas las almas en el pasillo estabanbrillando. Algunos globos ennegrecidos colgaban cercadel suelo de mármol, su luz brillante había sidoextinguida y sólo quedaban las cáscaras vacías. Supecho le ardió… estas almas estaban muertas, nuncaiban a renacer. Asmodeus había lanzado miles dedemonios que habían masacrado tanto mortales comoángeles. Pero Kara también había tenido parte de laculpa. Sin ella, su plan nunca hubiera funcionado. Karabajó su cabeza y suspiró. No había tantos querubinescomo recordaba, pero había mucho más que la últimavez que estuvo aquí. Contó casi un centenar. Su corazónle dolió cuando recordó al moribundo querubín cuyocuerpo se había desintegrado en sus brazos. No queríapasar por eso otra vez. Luz brillante les rodeaba, elsonido de sus pies en el suelo de mármol negro hacía

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eco en todo el salón mientras se aventuraban másprofundamente entre las paredes de las esferasdeslumbrantes. Globos radiantes flotaban a sualrededor como luciérnagas gigantes, una cálida oleadade energía la invadió. Después de caminar por casimedia hora, el querubín se detuvo de pronto y señaló.

“Aquí está, este es el ángel de la guarda, el alma deJenny Harris”, dijo con una tímida voz. El dolor estallóen el pecho de Kara y empuñó sus manos, inclinándosemás cerca. Ella parpadeó frente al brillo y al calor quese irradiaban en su rostro. Extendió una manotemblorosa y tocó el alma resplandeciente.

Un toque de electricidad la sacudió, haciendo sucabeza bruscamente hacia atrás. Inmediatamentecomenzó a ver imágenes de las vidas pasadas de suamiga, caras de gente que no reconocía pasaban frente aella en forma de manchones. Una mujer de piel oscuraenvuelta en un sari blanco y azul se observaba delante

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de un espejo; una chica joven con pelo rubiodespeinado reordenaba a sus muñecas en una gran casade muñecas colonial; una mujer sonriente con una caraarrugada recogía fresas en un campo. Aunque losrostros eran diferentes, Kara podía sentir la presenciade Jenny en todas ellas. Era como si estuvieraobservando viejas fotografías de sus propios parientesdistantes, y reconocía los rasgos familiares en sus carasy ojos.

Luego las imágenes se detuvieron repentinamente.Una neblina ominosa negra cayó sobre su mente, laneblina se levantó ligeramente y vio una imagen de unainconsciente Jenny flotando entre la negra niebla.Estaba inclinada y tenía una cadena grande de hierroalrededor de la cintura. Su piel era blanca y tenía unmal aspecto. La negra niebla se hizo espesa de nuevo yJenny desapareció.

Kara soltó el alma y se tambaleó hacia atrás. Un

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entumecimiento se propagó a través de su cuerpo. Giróla cabeza, un sordo palpitar sonaba en sus oídos. Unescalofrío la recorrió y le tomó un momento recuperarsu compostura.

“¡E-ella está viva! ¡Ella está viva!” Kara saltó en elaire sujetando el traje del querubín, lo sujetó en unapretado abrazo de oso y le besó repetidamente lafrente. “¡Gracias, gracias, gracias, gracias!” repitióKara, finalmente soltando al confuso querubín.

“Uh… por nada”, el querubín sonrió nerviosamente,estiró las arrugas de su túnica con la palma de su manoy se alejó, tocando el punto en su frente donde Kara lehabía besado.

Kara bailó y saltó durante todo su camino hacia elascensor, extendió sus brazos y corrió a través de lasparedes de almas brillantes como si estuviera en loscampos de la casa de su abuela. Sus dedos rozaron lossuaves globos, pequeños toques de electricidad

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estremecían sus dedos, y se alejó, saludandoalegremente a los perplejos querubines.

Kara dejó la Sala de las Almas sintiéndose un pocomás optimista. Jenny todavía estaba viva en algún lugarde las tinieblas, y Kara estaba decidida a encontrarla.Si bien estaba obligada a reunir información para elConsejo, ya que era su trabajo hacerlo, en el fondosabía que su propia y egoísta prioridad era salvar lavida de su amiga. Ella no podía negarlo, no dejaría aJenny para que se pudriera en las entrañas del Reinodel demonio. La salvaría, sin importar lo que sucediera.Aunque eso significara volver al Tártaro, no leimportaba.

En la visión, Jenny se veía enferma y Kara sabíaque no tenía mucho tiempo. Su misión para descubrir sihabía un ejército de Liliths podría esperar hasta otroviaje, eso es si ella lograba volver. Kara sabía quedecirle al Consejo que Jenny estaba viva sería un error.

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La obligarían a ignorar su amiga o, peor aún, esperaríanhasta que el alma de Jenny hubiese muerto antes deenviarla. No, ella decidió mantener esa informaciónpara sí misma. No había ninguna razón para alarmar alConsejo puesto que todos creían que Jenny estabamuerta de todas formas.

Kara llegó a DCD una hora más tarde. Se hizocamino a través de las mesas y las sillas y notó algunascaras nuevas que no reconoció. Algunos ángeles laobservaban mientras cruzaba la sala, murmurando parasí mismos, y escuchó a alguien susurrar el nombre de sumedia hermana en el camino. El DCD era peor que unaescuela secundaria local cuando se trataba de guardarsecretos. Parecía que su misión estaba en la mente detodos. Kara vio a los espectadores, y ellos desviaron lamirada rápidamente, concentrándose en su trabajo. Suestatus de fenómeno aún era tema de conversación.

Caminó lentamente hacia el amplio escritorio

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situado en medio de la cámara. Todas menos una de lassillas estaban ocupadas. Al parecer, David y Peter nohabían regresado directamente al nivel cinco y Kara sepreguntó brevemente que estarían haciendo. Ella teníaun sentimiento extraño. David estaba resuelto a venircon ella. Confiaba en que él no estuviera haciendo nadaestúpido. Con él, siempre sería algo imprudente, fueralo que fuera. Ese era su lema, siempre se estabametiendo en problemas. Y ahora había arrastrado aPeter con él. Ariel estaba sentada sola en el escritorio ylevantó la mirada cuando se acercó Kara.

“Hola, Kara”, dijo Ariel, haciendo un gesto con lamano. “Por favor, toma asiento. Estoy segura que estásansiosa por irte, pero tengo unas pocas cosas querepasar contigo antes de que te vayas”.

Kara frunció los labios y asintió con la cabeza,tomando asiento frente al arcángel. Ella dobló susmanos en su regazo y esperó. Pellizcándose los dedos,

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ella consideraba si debía decirle a Ariel sobre el almade Jenny, pero decidió no hacerlo en el último minuto.Casi no conocía a Ariel y no estaba segura de queguardara el secreto. No podía tomar ese riesgo.

“El Consejo te ha explicado lo importante que esesta misión para la Legión. ¿Estás mentalmentepreparada para ello?” Ariel se inclinó hacia adelante,sus grandes ojos color caramelo observabancuidadosamente a Kara. “¿Tienes todo lo que necesitas?¿Armas?”

“Sí, creo que sí”. Kara se movió en su asiento y vioal arcángel. “Aparte de unas pocas armas, no necesitomucho más. Si voy a espiar, entonces debería ser casiinvisible, ¿verdad?”

“Sí, tienes razón”. Ariel miró a lo largo de la mesay luego de regreso a Kara. 2¿Sabes dónde encontrar laGrieta que conduce al más allá? ¿Alguna idea de dóndepodría situarse?”

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“Bueno, esperaba que Peter me ayudaría con eso”.Kara miró detrás de ella. “Pensé que estaría aquí ahora.Me pregunto dónde está…”

“Estoy segura que vendrá a despedirse, no tepreocupes”. Ariel se veía seria.

“Kara, escúchame. Tendrás que ser muy cuidadosa,no sabemos nada de esta Lilith. Todo lo que sabemos eslo que nos has dicho, que dice ser hija de Asmodeus…sin embargo, no tenemos prueba de ello. Su furia haciati parece ser prueba suficiente para el Alto Consejo porahora, pero a mí me huele mal, y no me gusta que vayastu sola”.

Kara se encogió de hombros. “No tengo elección,nadie puede venir conmigo”. El rostro de Jennyapareció en su mente, se inclinó hacia adelante y colocósus manos sobre la mesa, suspirando con impaciencia.

“Lo sé”, dijo Ariel, “pero no me parece que estébien. Siempre deberías ir con tu equipo”.

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Retorciéndose en su asiento, Kara tamborileaba susdedos sobre la mesa. “Cierto. Si eso es todo, realmentetengo que irme, no tengo mucho tiempo.

Kara comenzó a levantarse pero se congeló al ver lamolesta expresión de Ariel y se sentó de vuelta.

“Necesitamos saber si hay más de estosdescendientes”. Ariel bajó su cabeza un poco, sucabello flotaba suavemente sobre su rostro. “La idea deque Asmodeus se haya estado reproduciéndose puedetener consecuencias catastróficas. Por ejemplo, tú hasheredado poderes de demonios, ángeles caídos ymortales. ¿Qué poderes podrán tener otros de susdescendientes?”

“Soy muy suertuda”, dijo Kara con brusquedad.“Haré lo que pueda, te lo prometo. Pero ella es muypotente, ¿he mencionado que puede tomar diferentesformas? Yo no puedo hacer eso. Sé que será unadversario difícil. Ni siquiera estoy segura de cómo

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manejarla. Espero que no haya necesidad de hacerlo, nisiquiera sabemos lo que es”.

“Por lo que has dicho”, respondió Ariel, “sabemosque es parte de demonio, mortal y algo más. Sé que noes mucho, pero es todo lo que tenemos. Serás nuestrosojos en este asunto, Kara. Eres el único de nosotros quepuede entrar en el inframundo. Debes tener éxito porqueno sobreviviremos otro ataque. Asmodeus era astuto ydespiadado, no le importaban las almas de los mortalesni las de los ángeles y siempre tenía más de un plan enacción. Lilith puede ser aún más peligrosa”.

Kara se retorció en su asiento. Los rostros de losmortales fallecidos pasaron frente a sus ojos, sus gritosde agonía llenaron su mente. Suprimió un escalofrío ydecidió que Jenny no sería uno de ellos. “Voy a hacermi mejor esfuerzo, y si eso es todo, tengo que irme.Gracias por la charla motivadora”.

Ariel se inclinó y tomó a Kara por el brazo. “Kara,

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sé que piensas que el alma de tu amiga aún vive, perono dejes que tus emociones se interponga en su misión.No desvíes tu atención con la posibilidad de que Jennytodavía esté viva porque no lo está. Lilith sólo quiereque pienses que así es por una razón, Kara. Ten muchocuidado, probablemente quiere que sufras. La venganzaes una emoción muy desagradable”. Ariel soltó el brazode Kara suavemente.

“Yo sé”. Kara empujó su silla y se puso de pie. Unaligera sensación de culpa brotó dentro de su pecho. Ellaentendía la importancia de su misión, pero no podíadecepcionar a Jenny tampoco. Asintió con la cabeza aAriel de manera sobria. “Voy a estar bien, no tepreocupes…”

“¡Estamos aquí!” David caminó hacia ellas.“Puedes empezar ahora”, dijo sonriendodescaradamente. Peter apareció detrás de élpavoneándose con aire petulante. Kara los observaba

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detenidamente.“¿Qué pasa, reina Ariel? ¿Me extrañaste? ¿Acaso

colapsó el fuerte durante mi ausencia?” David le sonrióal arcángel, quien a pesar de la sorpresa de Kara,devolvió la sonrisa.

“De hecho, ya terminamos aquí”, interrumpió Kara.“Estoy a punto de irme. Necesito la ubicación de unaGrieta al reino del demonio, Peter. ¿Crees poderayudarme con eso?”

“Ya está hecho”. Peter brillaba, su voz se elevó conun tono orgulloso. “Yo sé dónde está, la encontré”.

“Es en Brasil y vamos a acompañarte, ya sabes,para despedirte”, dijo David. Sonaba más como unaafirmación que como una sugerencia. El azul de susojos todavía le hipnotizaba. Una sacudida deelectricidad la atravesó de pies a cabeza y evitó sumirada.

“¿Es en serio, chicos?” Kara meneó la cabeza y

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sonrió para sí. “Gracias, pero no es realmentenecesario. Yo puedo sola, además estoy segura de queel arcángel Ariel tiene otros planes para ustedes”.

“¡Insistimos!” David sujetó a Kara por el codo.“Vamos por armas, ¿de acuerdo?” Ariel los observósospechosamente y David dirigió a Kara hacia la paredde las armas. “David, ¿qué haces?” le susurró Karaliberando su codo de su agarre.

“Tenemos algo que decirte, algo que tiene que vercon tu misión”, le dijo él casi susurrando. Tomó unaespada de oro y la inspeccionó detenidamente. Alzandosu voz dramáticamente exclamó: “¡Esta se ve muybuena! ¡Sí! Puede hacer daño, ¡cortará fácilmente através de algunos feos demonios!” Gritó sobre suhombro para asegurarse de que Ariel lo escuchara.

Kara veía a Peter pretendiendo estar interesada enuna red de plata brillante que, extrañamente, parecíauna gran tela de araña. “¿Qué haces? Sea lo que sea que

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quieras decirme… hazlo rápido, Ariel nos estámirando, no es estúpida. No le tomaremos el pelodurante mucho más tiempo”.

“Vamos contigo”. David continuó observando ladaga reluciente de manera indiferente y Kara frunció elceño. “En serio, David. Sabes que no puedes. Recuerdala última vez que trataste de pasar por una Grieta, casipierdes tu brazo. Es imposible, realmente no tengotiempo para esto. Jenny me necesita, tengo que salir deaquí”.

David sonrió, colocando la espada nuevamente enel estante y tomó su mano. “No voy a dejar que vayassola esta vez, ambos iremos contigo al inframundo. Elniño cerebro ha descubierto una manera”.

“¿Qué?” Kara levantó la voz y volteó a ver a Ariel,quien todavía les miraba con escepticismo, y luego bajósu voz. “Eso es una locura, sabes que no pueden.Ambos morirán. Esto es una estupidez, ¡ya basta!”.

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Peter se apretó entre los dos y dijo casi susurrando:“No es estúpido, hemos descubierto una forma y va afuncionar. Estoy seguro”.

Kara estudió sus rostros. No parecía ser una broma.Tenían puestos sus rostros serios. “Y ¿cómo se suponeque lo hagan? Ustedes no tienen la esencia del demonio.Sólo aquellos con espíritu demoníaco pueden viajar alreino del demonio. Ustedes saben esto, no los dejaré ira una misión suicida, no lo haré. ¡Olvídenlo!”

Peter asintió sonriendo emocionadamente y agregó:“Pero no es una misión suicida, escuché al arcángelRafael hablando cuando regresaba de Curación-Express. Dijo que si sólo pudieran tomar algo de tufuerza y dársela a los demás, serían más resistentes alas amenazas del demonio, así que eso me dio unaidea”.

Kara levantó una ceja. “Y ¿cuál es esa loca ideatuya?”

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Peter miró sobre su hombro. “Si de alguna manerapodemos tomar algo de tu esencia y ponerla ennosotros… entonces tendremos la oportunidad de pasaral otro lado”.

Kara los veía, desconcertada. ¿Había oído bien?“Realmente creo que esto podría funcionar”, dijo

David. Su hermosa sonrisa brillaba, impecable. “Creoque tenemos una muy buena idea aquí, seríamos unequipo de nuevo”.

“¡Están locos!” la voz de Kara se elevó, pero labajó inmediatamente cuando vio a Ariel observándolosotra vez. “No va a funcionar, no hay manera de que tedeje hacer esto. ¿Cómo podrías tomar algo de miesencia?”

“Si va a funcionar”, insistió David apretando sumano. “Kara, escucha. Voy a ir contigo esta vez, pase loque pase. No puedes detenerme”.

Kara estudió el rostro de David. Lo había visto así

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de determinado antes y sabía que no sería capaz dedisuadirlo. Lo último que quería era perder a Peter y aDavid. No parecían entender qué tan peligroso,enfermo, vil y traicionero era el inframundo. Losángeles no estaban seguros ahí.

“¿Y cómo planeas hacer esto, doctor Frankenstein?”Kara se imaginó atada a una cama metálica con tubosque sobresalían de su cuerpo, mientras que Peter,luciendo una bata blanca, le amenazaba con los ojosdesmesuradamente abiertos y una cara enloquecida.

David susurró: “Te lo mostraremos una vez que nosvayamos de aquí”. Volteó a ver a Ariel, quien todavíaestaba mirándolos con desconfianza. “Salgamos de aquíantes de que Ariel se dé cuenta de lo que estamoshaciendo”.

Con reticencia, Kara seleccionó sus armas. “Muybien. Entonces vamos, Sherlock y Watson”. David yPeter compartieron una sonrisa, y los tres caminaron

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tranquilamente hacia el elevador. Kara dudaba que elloquísimo plan resultara. Tenía la sensación de que esteera sólo el inicio de un día muy agitado.

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Capítulo 10

Un Coctel de Ángeles

Aire húmedo rozaba el rostro de Kara y el sol caía

sobre su cabeza. Los gases de escape se trasladaban ennubes grises, ahogando cualquier aire fresco. El aromade la carne asada y el sabor del humo flotaban a laderiva desde las calles. La megalópolis de concreto deSão Paulo era abrumadora. Millones de mortales sedirigían a y desde sus puestos de trabajo y se alojabanen los restaurantes cercanos. La rodeabanconversaciones ruidosas en un idioma que no entendía.

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Ella no sabía una palabra en portugués, pero la lenguasonaba exótica y hermosa. Interminables torres derascacielos definían el horizonte desde todos losángulos.

Pasaron muchos parques verdes y las avenidasestaban adornadas con árboles frondosos que se mecíanen la brisa. Recordando las lecciones de su clase degeografía de la escuela secundaria, Kara sabía que éstaera la ciudad más grande en América del sur, y SãoPaulo hacía que incluso Nueva York pareciera pequeñaen comparación. Se sintió muy insignificante, pequeña yclaustrofóbica. Para su propia sorpresa, Kara se diocuenta que prefería la vida tranquila del pueblo, dondesí podía escuchar sus propios pensamientos.

Peter sujetaba un artilugio cuadrado parecido a uncontrol remoto de televisión con los alambresexpuestos en la parte superior. Un destello deelectricidad verde fluyó a través de él. Después de

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leerlo por un momento, hizo un gesto a Kara y David yse hizo camino a través de la oleada de humanidad.Kara sintió alivio al ver que las aceras estaban losuficientemente grandes, posiblemente para dar cabidaa tanta gente a la vez, pero todavía era empujada yjaloneada por la multitud. Después de diez minutos deluchar contra la masa de personas, se sintió agradecidacuando Peter hizo un giro repentino y los llevó a unacalle apartada.

Estaba parado delante de un edificio con un granventanal que tenía una gran variedad de maniquíesfemeninos de estuco beige. Levantó su mano y señaló:“Es allí, vengan, síganme”. Peter subió tres escalones yabrió una gran puerta verde. Kara y David le siguieronrápidamente.

El olor a moho y cigarrillos la abrumó y se cubriósu nariz para evitar la náusea. Siguieron a Peter a travésde una multitud de colgadores repletos de ropa ruinosa,

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las luces fluorescentes del techo titilaban sin cesar.Kara evitaba pisar las grandes manchas marrones queabundaban en el piso. La alfombra beige que corría lalongitud de toda la tienda estaba llena de quemadurasde cigarro. Después de pasar una selección demaniquíes semidesnudos vestidos con ropas de los añossetenta, se trasladaron a la parte trasera de la tienda y aun pasillo donde había una puerta. Peter envolvió sumano alrededor de la manija de metal y jaló,descubriendo una escalera más allá del umbral. Juntos,subieron los cuatro tramos de escalera hasta llegar a unsótano.

Las cajas estaban apiladas hasta el techo y habíaropa derramándose de las cajas abiertas. El aire estabaviciado y un olor a humedad de incienso les rodeaba.Había grandes escarabajos negros esparcidos por lasparedes que desaparecieron entre las grietas cuandoKara se agachó atrás de una lámpara de halógeno medio

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rota que se encendía y apagaba cubriendo la habitaciónentre sombras inquietantes.

“Es aquí”. Peter señaló a un punto que se movía enla pared, como si estuviera hecha de yeso líquido.

Kara cruzó la sala y se paró junto a Peter. “Asíque… ¿ahora qué, doctor Frankenstein?”

Ella sentía como sus nervios se le enredaban.Doblando sus brazos sobre su pecho, escondió sustemblorosas manos y trató de calmarse.

Peter embolsó su artefacto. “Veamos, vamos aempezar con nuestro cóctel especial”, dijo, bajando sumochila verde al suelo y buscando en ella por unmomento. Sacó una pequeña daga de plata, la hoja teníauna curva, como un gancho. Él vio de reojo a David ycompartió una mirada de cómplices con él, sonriendo.

“Y ¿qué piensas hacer con ese cuchillo?” Kara noescondía su escepticismo, viendo la dagasospechosamente. “En serio, ¿qué vas a hacer?

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¿Arrancarte la piel?”“Aquí es donde comienza la diversión”, dijo David

con orgullo. “¡Dámelo!”Tomó el puñal de Peter y extendió la mano. “Dame

tus manos, Kara”.Kara presionó sus manos en las caderas y lo vio con

ojos fulminantes. “¿Disculpa? No puedes hablar enserio. ¿… vas a desangrarme? No es posible, esto noestá pasando”.

“Nosotros no podemos desangrarte, tú no tienessangre, recuérdalo”, respondió Peter, un poco vacilante.“Pero tenemos que cortar a través de su traje M paraconseguir algo de tu esencia”.

Kara se alejó y apuntó con un dedo a David. “¡Túvas a desangrarme! ¡Pensé que era un chiste! ¡Olvídalo!No hay manera que te deje hacer esto. Están locos”.

“Cada uno de nosotros necesita un corte, no sólotú”, dijo Peter. “Para que nuestro plan dé resultado, tu

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esencia tiene que pasar a través de nuestras manos anuestros cuerpos… desde tu cuerpo. Tu esencia tieneque mezclarse con la nuestra para que funcione”.

Kara consideró brevemente sus palabras y limpió sufrente. “Te has vuelto loco… los dos se han vueltocompletamente locos, lo saben. Esto nunca va afuncionar”.

Kara miraba nerviosamente a David. La esencia quedeambulaba dentro de su cuerpo era peligrosa, ella losabía. Esa oscuridad que sentía a veces en las esquinasde su mente podría ser veneno para otro ángel. ¿Quépasaría si su esencia los enfermaba? O peor aún… losmataba…

“Kara, escucha, creemos que va a funcionar”. Davidse acercó a ella con cuidado. “Tienes que confiar en mí,vas a necesitar nuestra ayuda en el otro lado. No tedejaré ir sola esta vez, olvídalo. Esto va a funcionar, séque sí. Dale una oportunidad”.

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“¿Y si no lo hace? ¿Entonces qué?” Kara apretó lamandíbula. “Entonces ambos volveremos, lo prometo”.Los ojos de David brillaban con preocupación. “Perotengo que intentarlo primero. Si no funciona, entoncesvolveremos”.

A Kara le conmovió que David se creyera suprotector, pero ella temía por él. Temía lo que pudieraocurrir una vez que ingresaran al reino del demonio.Tener aliados era un plus… definitivamente necesitabade su ayuda, ¿qué daño podría hacer? Si podían pasarilesos, valía la pena intentarlo. El alma de Jenny valíala pena.

Kara suspiró ruidosamente. David acurrucó su manoentre la de él y la vio con expectación. Sus miradas seencontraron durante un momento. A regañadientes, Karale extendió sus manos a David. “Más vale quefuncione”, dijo, y volteó sus palmas.

Con mucho cuidado, David presionó su espada

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sobre la palma derecha de Kara. Con un giro de sumuñeca cortó a través de ella. El corte le dolió, pero nomostró ninguna emoción. De inmediato, la luz vertió dela herida e iluminó sus caras con un brillo dorado. Elcorte era profundo. Gotitas de oro cayeron a sus pies.Con otro corte, David abrió la palma izquierda deKara. Satisfecho, presionó la espada en su propia manoy la cortó. Su traje M se separó ligeramente y la luzbrotó de la apertura. Después de cortar su otra manosujetó al petrificado Peter.

Con un pequeño gemido, Peter cerró los ojos yDavid cortó ambas palmas. La cara de Peter se iluminócon los rayos de la luz blanca.

“Y ahora todos nos tomamos de las manos”, dijoDavid. Los tres apretaron sus manos y formaron uncírculo. Al principio no pasó nada, luego Kara sintió unhormigueo suave en sus palmas. Sus ojos seencontraron con los de David momentáneamente y él le

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dio una sonrisa tranquilizadora. Una ola de caloratravesó su pecho y escapó a través de sus manos.Sintió un fresco flujo correr a través de ella, como unacorriente. Pequeñas chispas de oro bailaron alrededorde las manos de Kara, se enrollaron en sus brazos yluego alrededor de los de David y Peter, hasta que lostres estuvieron cubiertos en espirales de oro. Su energíaelemental se levantó sin que la convocara, sintió quepasaba a lo largo de sus brazos y escapaba a través desus manos. Oyó a Peter y a David riendo, su cabezacayó hacia adelante levemente, y sintió la energíaabandonándola un poco, como cuando la atacaba unvirus cuando era mortal. Pero no era lo suficiente paraalarmarla. Lentamente, su energía fluía de su cuerpo.

Una sacudida violenta los agitó, los cables doradosde corriente hacían espirales y se retorcíansalvajemente a su alrededor. Con un ruidoso crack, loslazos de oro apretaron su agarre. El rostro de Kara y su

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ropa fueron golpeados violentamente por fuertesvientos. Con un repentino flash, las luces de arribaexplotaron, bañándolos con trozos de vidrio caliente.Una ráfaga de luz dorada encendió el aire alrededor deellos, la tierra tembló y el cabello de Kara se elevó enel aire.

“¡Algo está mal!”, gritó Kara sobre el ruido delviento y tratando de soltar sus manos, pero no pudo. Eracomo si estuvieran pegados el uno al otro. Peter miróhacia el techo y sus ojos se abrierondesmesuradamente. Kara siguió a su mirada.

Una nube oscura se estaba formando por encima desus cabezas. Se arremolinaba y se concentraba sobreellos. Un cegador rayo sacudió y golpeó la tierra a suspies y toda la estructura se sacudió y tembló,amenazando con derrumbarse sobre ellos en cualquiermomento. Gruesos pedazos de yeso cayeron sobre suscabezas y las paredes explotaron. Las tablas crujían y

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salían disparadas por el aire. Kara escuchó a Petergritar por encima del silbido del viento. Otro rayogolpeó directamente delante de ellos.

Kara gimió. Esto estaba mal, ella no deberíahaberse dejado convencer.

La tormenta estaba ahora alrededor de ellos, losrayos crepitaban en la oscuridad, el viento aullaba y sedesató otra andanada de relámpagos.

“¡Kara, esto quema!” gritó David sobre el aullanteviento.

Kara se tambaleó hacia adelante mientras Davidjalaba sus brazos en la dirección opuesta pero susmanos no se separaron. Gritó en señal de frustración.

Desesperada, Kara dio un tirón fuerte a sus manos.Nada.

El rostro de Peter reflejaba su agonía, ella vio comosus labios se abrían en un grito silencioso. Kara jalósus manos con una fuerza increíble pero no sucedió

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nada. Estaban pegados como con cemento el uno con elotro. Ella sentía que si jalaba con más fuerza, podríaarrancarles sus brazos. El olor de carne quemada seestaba metiendo en sus fosas nasales y la niebla haciaespirales alrededor de los cuerpos de Peter y David.Ellos estaban asándose.

Kara cerró los ojos y se concentró. Bloqueó losaullidos de Peter y David y buscó su poder.Prontamente, una energía cálida surgió dentro de ella yluego se retiró, como si su cuerpo fuera una aspiradoray jalara los remanentes de su poder a través de susmanos. Ingresó por sus palmas y la invadió.

De repente, una bola de energía incandescente seformó en el centro de su círculo. La bola creció y conuna explosión repentina, Kara, Pedro y David fueronpropulsados por el aire, estrellándose contra lasparedes.

Hubo quietud. Kara dio la vuelta y miró a su

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alrededor parpadeando a través de una ligera nube dehumo. Había pequeños incendios esparcidos entre lascajas y la ropa regada en el piso y marcas dequemaduras habían manchado las paredes con parchesnegros. Kara se sacudió un pedazo de yeso de suspiernas y miró a Peter y a David.

“¿Están bien?” David se levantó y sacudió susjeans. Nubes de polvo blanco emanaban de su ropa.“Todavía estoy completo. ¿Peter? ¿Estás bien?”

Peter se sentó lentamente asintiendo con la cabeza yajustando sus lentes. “¿Qué diablos pasó? ¿Sintieroneso?” preguntó, escupiendo tierra de su boca.

Kara saltó a sus pies y les frunció el ceño por unmomento, antes de que su expresión se relajara.“Supongo que es un efecto secundario de tu planmaestro. Yo sabía que era un error, y por el aspecto detodo esto, yo diría que uno muy grande”.

“¡Oh, vamos! Fue increíble”, confesó David

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mientras se estiraba. “Nunca he experimentado algo así,era como si pudiera sentir cómo ustedes pasaban através de mí. Cielos, fue muy raro”.

“Sí”, dijo Peter, abriendo los ojosdesmesuradamente. “Pero no estoy seguro de qué fuetodo eso de la nube… y los relámpagos. ¿Qué fue eso?”

Kara colocó las manos en sus caderas. “Tal vez fueuna advertencia de que era una mala idea”, dijo,apagando uno de los incendios con su bota. “Pero¿cómo se sienten ahora?” preguntó nerviosamente. “¿Sesienten diferentes? ¿enfermos? ¿débiles?”

“No me siento enfermo, pero me siento un pocomareado. Como si me hubiera tomado un par de tragosde más”, rio David.

Peter guardó silencio por un segundo, y luegolevantó las cejas. “No era lo que yo esperaba, pero mesiento muy bien. Esperemos que todavía funcione,aunque no estoy seguro… después de toda esa tormenta

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de relámpagos”.“Funcionará, de veras. Ya verás”, reafirmó David

frotando sus manos. “Ok, comencemos esta fiesta…”Una anciana irrumpió en el sótano. Su enorme pecho

se levantaba y caía mientras jadeaba, tratando deinhalar más aire. Su vestido de tela estampada conflores rojas y blancas se meció, acomodándosealrededor de su gran cintura. Su cabello blanco estabarecogido en un moño y se podía ver el miedo en susgrandes ojos grises. Levantó un dedo huesudo y losseñaló: “¡Demônios! ¡Vocês são demônios!! gritaba.

“¿Qué dijo?” susurró Kara viendo intensamente a laanciana. Algo oscuro brillaba detrás de ella, en su otramano.

“Mi portugués es un poco deficiente, pero creo quenos acaba de llamar demonios”, dijo Peter y se encogióde hombros.

“Muy bien. Eso era todo lo que nos hacía falta”.

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Kara se acercó a la mujer con cuidado: “Por favor, nohablo portugués pero no somos demonios”. Ella seseñaló a sí misma y meneó la cabeza. “Verá, somosángeles… no demoños”.

La mujer retrocedió, revelando un objeto obscuroen su otra mano.

“¡Oh, cielos! ¡Ella tiene un arma! Esto no esbueno”. David golpeó su frente con la palma de sumano.

“David, ¡silencio!” Kara levantó sus manos. “Porfavor, no queremos hacerle ningún daño…”

¡BANG!La mano de la mujer fue empujada hacia atrás y

salió humo del cañón. Una pequeña pulsación de dolorinvadió el pecho de Kara, y luego desapareció. Ella setambaleó atrás presionando las manos sobre su pecho.

La mujer le había disparado.Al principio empezó a entrar en pánico, pero luego

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recordó que no podía morir de un disparo. Ella yaestaba muerta. Oyó que algo golpeaba el piso detrás deella, se arrodilló y recogió la bala de latón de lapistola. Se sentía caliente. Se puso de pie y levantó sublusa, poco a poco, movió su mano sobre su abdomen.Su piel estaba intacta, excepto por un pequeño agujeroencima de su ombligo. No había dolor, la bala la habíaatravesado.

“¡Diablo! ¡Diablo!” Gritó la mujer elevando susmanos al cielo y agitándolas. El arma cayó al suelo conun suave clang. Ella giró sobre sus talones y subió lasescaleras a una velocidad a la que Kara pensó eraimposible para una anciana con un vientre tan grande.Kara escuchó algunos golpes, un grito ensordecedor yluego silencio.

“Bueno, eso fue todo un éxito”, rio Davidcaminando sobre la escalera. “¿Hay más ancianas quedeseen tomarse un trago con nosotros? Hay un especial

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para la tercera edad, dos por uno, si se apuran”.Kara presionó su mano contra su pecho otra vez. El

agujero había desaparecido. “Guau, nunca me habíandisparado antes. Se siente muy raro”. Kara examinóotra vez su estómago y la herida ya había sanado.

Peter caminó hasta la escalera y miró para arriba.“Mejor nos apuramos a subir antes de que toda sufamilia regrese con escopetas y polvos repelentes parademonios”.

David asintió con la cabeza. “Tiene razón. Noqueremos salir en las noticias locales de las 5:00,aunque sí disfruto de mis cinco minutos de fama,siempre y cuando no incluyan abuelas con armas”.

Kara observó la Grieta con cautela. “Entonces,vámonos de aquí”.

Peter cruzó el sótano y se puso delante de la Grieta.“Bueno, es ahora o nunca”, dijo, mirandonerviosamente la pared brillante. “¿Quién quiere ir

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primero?” sonrió.David tomó a Peter por el brazo y lo hizo a un lado.

“Claro, yo seré el conejillo de Indias. Vamos a ver siesto funciona”. David caminó delante de la Grieta,levantó su mano derecha y la empujó a través de ella.Después de un segundo la sacó… su mano estaba ilesa.

“¡Funcionó!”. Peter bailó alrededor de ellos y surostro irradiaba felicidad. “¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Soyun genio!”

Kara se retorció incómodamente. Parte de ellaestaba feliz de que su plan hubiera resultado, pero otraparte temía lo que pasaría después. Ella no queríaarriesgar sus almas. “Chicos, antes de que seentusiasmen demasiado, sí saben que Lilith nos estállevando a una trampa, ¿no? Tal vez no logremosvolver”.

David tomó la mano de Kara suavemente. “Losabemos… y vamos de todas formas. Haría cualquier

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cosa para salvar a Jenny, incluso si eso significara queno lográramos volver. Se lo debemos, ella es nuestraamiga también”.

Kara suspiró. “Lo sé. Probablemente haría lomismo si estuviera en tu lugar. Bien, vamos a hacerlo, aJenny no le queda mucho tiempo. Además, recuerda quetengo que obtener información para el Consejo. Voy anecesitar tiempo para averiguar si hay otras Liliths”.

“¿Alguna idea de cómo vas a hacer eso?”“No, pero dependen de mí. Ya se me ocurrirá algo.

Ahora, tengan cuidado y protejan sus espaldas, estelugar es maligno, muy maligno. Nunca bajen laguardia… ¡nunca!”

“No lo haremos”. Peter colocó la daga en sumochila, la acomodó encima de sus hombros y sepreparó. “Estamos listos”.

“Bien”. Kara le sonrió a Peter. Sin importar lasadversidades que les esperaran del otro lado, ella

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rezaba que Jenny estuviera aún en bastante buena formapara hacer el viaje de vuelta. Quién sabía qué habíahecho Lilith con ella… muy pronto lo descubriría.

Kara se adelantó y se tambaleó, presa de unrepentino mareo. Presionó su mano en la frente, suvisión borrosa se aclaró a los pocos minutos.

“¿Kara? ¿Estás bien?” David la sujetó del codo,estabilizándola. “¿Qué te pasa? ¿Te sientes bien?¿Kara?”

Kara intentaba abrir su boca, pero era como tratarde forzar una pared de ladrillos. Una ola de nausea lainvadió y un dolor frío se extendió a sus extremidades,como los síntomas del virus de la gripe, pero peor.“¿Qué está pasando?”

“¿Kara?”El malestar se atenuó. Su fuerza regresó

gradualmente y abrió su boca con gran dificultad.“Yo… ya estoy bien. Ya pasó”.

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“¿Está segura?” La expresión de David era unamezcla de preocupación y pesar. “No te ves tan bien, teves un poco enferma. Tal vez esto no haya sido unabuena idea”.

“No, no. No te preocupes”. Kara se enderezó. “Mesiento mucho mejor, no fue nada. Estoy bien, en serio”.

“No parece que haya sido nada”.“Estoy muy bien, lo prometo”. Kara forzó una

sonrisa y evitó la mirada de David. Trató de zafar subrazo, pero David no lo soltaba. “Estoy bien, David.De veras. Tenemos que irnos, no queremos mantener aLilith esperando”.

Aún estaba mareada, pero ignoró el malestar. Davidestudió el rostro de Kara durante un momento.Finalmente liberó su brazo y blandió dos espadas dealma. Su brillo se reflejó en su sonriente rostro. “Deacuerdo entonces”. David saltó y cortó el aire delantede él. “¡Vamos gente! ¡Tenemos algunos demonios que

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rebanar!”Y con eso, Kara, David y Peter caminaron a la

Grieta.

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Capítulo 11

La Cuidad Demonio

Kara fue succionada inmediatamente por una

aspiradora gigante. El vacío de la oscuridad que larodeaba le recordaba la sensación desgarradora quehabía sentido la última vez que caminó a través de unafisura. Ella lo odiaba. Trató de girar la cabeza parabuscar a los otros, pero no se podía mover. Eraarrastrada sin remedio a un embudo gigante. Aparecióuna mancha de luz roja, tan lejana como una estrella. Lapartícula creció hasta rodearla por completo y explotó

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en luz roja.Kara fue arrojada al suelo y estornudó pelusa roja.

Otros dos cuerpos se estrellaron tras de ella, y dejósalir un aullido. Con gran esfuerzo se deslizó de debajode ellos, se sujetó de un puñado de cortinas deterciopelo color rojo sangre y se puso de pie,golpeándose la cabeza con una bola de discoteca en elproceso.

Una cucaracha gigante la saludó con una reverencia:“¡Kara, Ma chéri! Sabía que volvegías a mí, monamour!”, dijo saltando y aterrizando en el panel junto aella. Su frac rojo se balanceaba alrededor de él y susantenas formaban un corazón. “¡No puedes vivig sinmoi!”

David se puso de pie. “¿De veras, es esto cierto?¿Estamos en un ascensor con una cucaracha gigante queestá enamorada de ti? Por favor, dime que estoysoñando”.

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Peter se sentó en el suelo y ajustó sus lentes. “Eh…¿es amistosa?” preguntó encogiéndose contra la pared ysujetando sus tobillos. “Nunca me gustaron lascucarachas, especialmente las grandes”.

“¡Mira esto! ¡El insecto está usando ropa!” Davidinspeccionó a la cucaracha gigante. “Kara, ¿aquí esdonde aterrizaste la primera vez? ¿Aquí, con ésteinsecto gigante?”

“Sí y sí”. Kara frotó su cabeza y estabilizó la bolade discoteca. “Aquí es exactamente donde llegué laprimera vez y donde conocí a Jean-Pierre”.

“¡Ja! ¿Es este tu novio?” Jean-Pierre picó a Daviden el pecho con su bastón, observándolosospechosamente con sus brillantes ojos negros. “El…no tiene muy buena pinta, ¿sabes? Y tampoco huele muybien”.

David golpeó la caña lejos de él. “Calmate,insecto. No quieres que le haga al exterminador de

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plagas contigo, ¿o sí?”“¿¡Insecto!? ¡No, no, no!” escupió el bicho

airadamente inclinando su sombrero negro con sus dosantebrazos. “Yo soy Jean-Pierre. Y… ¿quién eges tú?¿Qué haces aquí?”

“Jean-Pierre”, Kara se adelantó. “Me gustaríapresentarte a mis amigos David y Peter. Estamos en unamisión para salvar a nuestra amiga que fue secuestradaen contra de su voluntad en el inframundo. ¿Nosayudarías?” Kara mostró su mejor sonrisa mientrasrecordaba haber tenido que besar a la cucaracha paraconseguir que la ayudara. Rezaba para que él no lepidiera hacerlo otra vez. No con David y Petermirando. Sería demasiado humillante.

Jean-Pierre estudió a Kara con grandes ojos negros.Más o menos cada segundo examinaba a David y aPeter, y luego la volvía a verla a ella. Eradesconcertante ser analizado por un insecto gigante.

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“Los ángeles están pgohibidos en ze Infgamundo”,dijo finalmente Jean-Pierre.

“Pero me has dejado entrar otras veces, por favor,Jean-Pierre”, le suplicó Kara. “Esto es muy importante.¿No harías todo lo posible para ayudar a un amigo enapuros?” Ella miró a los ojos de la cucarachacuidadosamente, tratando de encontrar un signo deentendimiento. Ella esperaba que Jean-Pierre les dejarapasar sin mayor problema. No había anticipado surenuencia.

“Ezo fue diffégente, ma Cheri. No eges como ellos”,Jean-Pierre seguía cada movimiento con sus negrosojos saltones. “Tú tienes demonio en ti”.

Kara suspiró. “¡Ha! dímelo a mí”. Empezó asentirse más desesperada. Jenny estaba siendo torturadaen algún lugar y Jean-Pierre la estaba haciendo pasar unmal rato.

Jean-Pierre estudió a David y a Peter por un

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momento. Sus antenas se doblaron sobre su cabeza en laforma de un signo de interrogación. “Pego ellos huelenan pou difegente… ¿pog qué es eso? ¿pog qué huelendifegente?”

“Es una larga historia”. Kara sostuvo su cabezaentre sus manos. David y Peter no habían sido parte delplan original. Tenía que pensar en algo. “Jean-Pierre…voy a… te daré lo que quieras, si me dejas pasar a mí ya mis amigos. ¿Qué dices?”

“¿Que está pasando, Kara?” David caminó delantede la cucaracha. “¿Qué es lo que quiere?” Kara vio aDavid meter su mano al interior de su chaqueta.

Kara saltó entre David y Jean-Pierre, haciendo queDavid guardara su espada. “Jean-Pierre, mi amigaJenny necesita nuestra ayuda”. Ella presionó sus manosjuntas en señal de súplica: “Te lo ruego, por favor,déjanos pasar”.

Jean-Pierre observó a David cuidadosamente. La

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bola de discoteca se reflejaba en sus ojos. ¡Yo zee queme estas ggeemplazando a moi con él”, dijo apretandosus antebrazos contra su pecho. “Mi ‘ coggazon estággoto”.

“Jean-Pierre, por favor…”“Mogigré ze un cogazón ggoto”. La cucaracha

levantó sus patas de en medio para silenciarla.“Solicito aun mechón de tu cabello, y luego podgánpasag”.

David se rio. “¿Eso es todo? Hombre, también tedaré algunos de los míos si los quieres”. Kara leacomodó un codazo a David en el pecho.

Se acercó y cortó un mechón de su cabello con suespada de alma, colocó los cabellos juntos suavementey se los entregó a la cucaracha. “Gracias, Jean-Pierre.Esto significa mucho para nosotros”.

Jean-Pierre tomó el cabello, lo olió y lo guardócuidadosamente en el bolsillo de su chaqueta. Saltó en

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el aire y cayó sobre la silla roja de felpa que estabacolocada frente al panel de control. Con un brazoretorcido, se estiró y presionó una tecla negra con lapalabra ABAJO. De inmediato, el ascensor seestremeció y empezaron a descender. Segundos mástarde las puertas del ascensor se abrieron con unchirrido. Kara caminó hacia fuera y el viento golpeó surostro. El olor a carne podrida quemaba su nariz.Viendo hacia abajo se dirigió al bicho: “Gracias Jean-Pierre, nos veremos pronto”.

Jean-Pierre se arrojó sobre su silla dramáticamente,colocando un antebrazo sobre su frente, “¡Au revoir,mon amour!”

“Bien, salgamos de aquí antes de que cambie deidea”. David apareció al lado de Kara con sus espadascolgando a su lado y Peter lo siguió.

Kara dudó por un momento y luego sacó su espadade alma, preparándose para la misión. David y Peter

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caminaron hacia el inframundo detrás de ella. Violentasráfagas de viento les azotaban sus rostros y rasgaban suropa. Kara cubrió sus ojos, no podía ver nada más alláde la tormenta de polvo. Gruesas brasas llovían sobreellos desde un impenetrable cielo gris y los truenosrugían por doquier. Llamó a David y tomó su mano,luchando ciegamente por caminar hacia delante. Losvientos no habían estado tan fuertes la primera vez quese aventuró en el reino del demonio, era como si losvientos estuvieran tratando de empujarlos hacia fuera.Definitivamente no eran bienvenidos aquí. Kara sintiónauseas con el horrible olor a carne podrida. Casipodía saborearla.

Kara… ayúdame.Kara se tambaleó hacia atrás cuando la voz de

Jenny hizo eco en sus oídos. No estaba segura si erarealmente la voz de su amiga. Lo más probable era quefuera Lilith tratando de engañarla, pero sonaba como

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Jenny. Ella agitó su cabeza y continuó caminando.Me están lastimando, Kara… por favor ayúdame…Un grito se formó en la parte posterior de la

garganta de Kara e hizo su mejor esfuerzo para hacercaso omiso de la voz. Se convenció a sí misma de queno era de Jenny y se concentró en poner un pie delantedel otro. Su cabeza se hizo hacia atrás, vientos brutalesle rodearon y perdió su equilibrio durante un segundo.Con un renovado sentido de determinación, agachó sucabeza y se empujó a través de la pared de viento. Oyóa David y a Peter luchando detrás de ella.

Kara, ¿por qué dejas que me lastimen? Pensé queeras mi amiga.

Kara lanzó un grito al viento, movió sus rodillas yarrastró sus pies hacia adelante. No es la voz de Jenny,se repetía a sí misma. Se soltó de la mano de David ycorrió hacia adelante con furia, apretando sus puñospara sacudirse la rabia y agitaba sus brazos

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salvajemente contra los fuertes vientos. El olor a carnepodrida la ahogaba. Apretó sus ojos y se esforzaba paraver a través de la tormenta. Un desierto gris se esparcíapor millas delante de ellos. ¿Dónde estaba el casino?El temor se apoderó de ella. ¿Estaban perdidos?

Algo sujetó sus botas, miró hacia abajo y vio dosmanos humanas de color rojo sangre brotar de la arenay envolverse alrededor de sus tobillos. Con fuerzarepentina, las manos tiraron con fuerza y Kara perdió suequilibrio, cayendo de rodillas. Su espada de almaresbaló de su mano y desapareció bajo una ola dearena, la cual ondulaba, agitándose como si fuera aguagris. Ella pateó salvajemente y seis manos más salieronde la arena pegándose a sus piernas y sujetándolas confuerza. Trató de soltarse, pero era como patear a travésde un bloque de cemento. Estaba aterrorizada. Másmanos le sujetaron de las piernas por debajo de laarena. Podía oír los ecos de la risa por encima de la

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tormenta.Bienvenida a casa, Kara…Su cuerpo fue jalado hacia abajo. Kara gritó a todo

pulmón cuando las arenas movedizas la succionaron, laarena líquida ya le llegaba a la cintura. Extendió lamano y agarró un puñado de arena pero era inútil. Nohabía nada sólido de dónde asirse.

Kara buscó frenéticamente dentro de su chaquetaotra espada de alma, sus dedos rozaron el mango…

Perteneces con nosotros…Otro tirón fuerte. La arena líquida llegaba hasta su

pecho y axilas. Manos rojas la sujetaron por suchaqueta y el cuello de Kara salió propulsado haciaadelante. Gritó tratando de retirar los dedos de encimade ella, pero las manos eran como roca sólida. Unasensación fría se extendido hasta su cuello, algo rojo enla esquina de su ojo llamó su atención y una manocubrió su rostro cuando trató de gritar. Sintió nausea

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cuando el olor de la sangre invadió su nariz.Desesperadamente, Kara luchó contra las manos que lajalaban. Escuchó su nombre sobre el ruido del viento y,a través de los espacios entre los dedos, vio una siluetamoverse a través de la tormenta. Un mechón de pelorubio, una chaqueta de cuero marrón.

David se puso de rodillas a pocas pulgadas de lasarenas movedizas. Más manos surgieron de las arenasmovedizas. Con un giro de su brazo, David cortó lasmanos regando sangre negra su alrededor.

“Kara, ¡Dame tu mano!”, dijo David, estirando sumano derecha.

Kara se inclinó hacia adelante y lo agarró. Él arrojósu espada de alma lejos y sujetó su otra mano alrededorde su muñeca, arqueó su espalda y tiró. Su cuerpo selevantó lentamente. Más manos se enrollaron alrededorde las piernas y el cuerpo de Kara. Con un poderosotirón repentino, la jalaron hacia abajo otra vez. El

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agarre de David comenzó a deslizarse. “No estáfuncionando”. David gritó a través de las ráfagas deviento. Peter apareció a su lado, se lanzó hacia adelantey tomó el brazo de Kara. Con una fuerza tremenda,jalaron entre los dos. Era como un juego de tira yafloja, y el cuerpo de Kara era la cuerda. Estaba segurade que sus brazos estaban a punto de zafarse. David yPeter tiraron con todas sus fuerzas, con un fuerte snap,se sintió repentinamente liberada y salió disparadafuera de las arenas movedizas, chocando contra susamigos. Se dio la vuelta y escupió arena de su boca,palpándose a sí misma para ver si seguía completa.Había perdido todas sus armas y sus pantalones estabanrotos, pero ella estaba ilesa. David la estrujó en unapretado abrazo. Su cuerpo temblaba y él podía sentirsu rápida respiración contra su cuello.

Kara se estremeció contra él y deseó en silenciopoder quedarse así para siempre. Él la apartó

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suavemente, estudiando su rostro con ojos dulces ysonrió. “Te dije que necesitarías nuestra ayuda”. La vozde David se levantaba ligeramente contra el aullanteviento. A Kara le temblaban los labios, pero su voz erafirme. “Gracias. No sé cómo habría podido hacerlo sinsu ayuda”. La cara de David se iluminó con una sonrisatriunfante y Kara se perdió por un momento en susbrillantes ojos azules.

“¡Mira!” Peter señaló las arenas movedizas. Lapiscina redonda de arena empezó a hervir. Aparecieronburbujas sobre la superficie y se formó un remolino enel centro. Comenzó a emanar un líquido negro que semezclaba con la arena, hasta que toda el área estuvocubierta de una gruesa capa de baba negra.

“Ni siquiera quiero saber lo que es eso”, dijoDavid ayudando a Kara a ponerse de pie. Ella vio lapiscina negra con aprensión y dio un paso atrás.Recordó la risa que había escuchado sobre la aullante

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tormenta. La risa era de Lilith, pero la voz no lo era.Kara buscó a su alrededor: “¡Esas cosas se llevaron

todas mis armas!”, gritó sobre el aullante viento.David le ofreció la espada que tenía en la mano.

Brillaba bajo la luz fantasmal. “Toma esta, tengomuchas más”.

Asintiendo con la cabeza, Kara tomó la espadaapretando el mango entre sus dedos. “Gracias.Salgamos de aquí”, gritó. “Y cuidado donde pisan”.

Tomados de la mano, caminaron por el desiertogris. La tormenta gemía y los truenos retumbaban porencima de ellos. Kara dobló su cuerpo hacia delante yluchó contra los fuertes vientos, cada paso era unesfuerzo tremendo. Viendo hacia el frente, hacia lasarenas grises, apresuraron el paso. Los vientosdisminuyeron ligeramente, pequeños torbellinos selevantaron frente a ellos disipándose rápidamente.Finalmente, Kara pudo ver a pocos metros delante de

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ella. Una pared de polvo estaba dispersándose ycontuvo el aliento.

Una gigante ciudad ardiente apareció frente a ellos.Se extendía por kilómetros en todas direcciones.Llamas amarillas y rojas serpenteaban sobre losedificios, el hollín y las brasas llovían encima de ellosdesde un cielo negro sin estrellas, cubriendo el pisocon una alfombra gris.

La ciudad estaba envuelta en la obscuridad. Laúnica fuente de luz eran las llamas que lamían lasventanas y hacían espirales alrededor de los edificiosen ruinas. Había charcos negros esparcidos por el piso.Kara soltó la mano de David y dio un paso adelantepara mirarlos más de cerca y se dio cuenta que erancharcos de sangre. Una ráfaga de viento abofeteó elrostro de Kara, intensificando el hedor a carne podrida.Una cacofonía de quejidos y lamentos hizo eco a sualrededor y una inquietante risa flotaba hacia ellos

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desde uno de los edificios.Kara, ayúdame… me duele… por favor…La piel de los brazos de Kara se erizó y apretó su

espada con tanta fuerza que ya no podía sentir susdedos. La fantasmal voz provenía de algún lugar másallá de la ciudad. En algún lugar, ahí, detrás de losedificios, estaba su amiga Jenny. La voz hizo eco en susoídos como un canto y un destello de movimiento captósu atención. Se paró en seco, viendo fijamente lasformas que se movían entre las sombras. Una garradesapareció detrás de una puerta y cientos de ojos rojosbrillantes oscilaban y desaparecían. El susurro de sunombre flotó hacia sus oídos.

“No podemos quedarnos aquí, tenemos quemovernos”, dijo Kara en voz baja. Una cola larga yescamosa se deslizó detrás de una ventana abierta.

“¿Es así cómo lo recordabas?” David inspeccionólos edificios. “Pensé que dijiste que había un casino”.

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“Había un casino antes, pero esto es diferente.Debemos estar en otra parte del inframundo, noreconozco este lugar”. Parte de ella deseaba encontrarel casino. Por lo menos, allí ella habría sabido quéesperar. Pero esta ciudad era algo totalmente diferente,algo en su interior le decía que ésta ciudad carbonizadahabía sido conjurada de la nada exclusivamente paraellos. Ignoró el sentido de premonición que le brotódesde dentro, pues no había marcha atrás. Tenían queseguir.

Peter buscó a tientas las correas de su mochila.“Este lugar es enorme. ¿Cómo vamos a encontrar aJenny? Nos va a llevar toda la vida buscarla en estaciudad”.

Kara vio sombras moviéndose en las calles.“Seguiremos su voz”.

“¿Su voz?” Peter ladeó su cabeza y los miró. “¿Quévoz? Yo no escucho nada. ¿Tú puedes escuchar a

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Jenny?”Kara levantó sus cejas y movió su cabeza. “Si

puedo, la he oído desde que llegamos. Pero esa risa queescucho no es la de Jenny, es la de Lilith. Está jugandoconmigo. Sin embargo, si encontramos a Lilith,encontraremos Jenny”.

“Ella tiene razón”. David blandió sus armas frente aél estudiando la ciudad por un momento. “Este lugar meda a escalofríos. Déjame adivinar, la voz viene de allí”.

Kara vio a David a los ojos. “Sí… de algún lugarmás allá de la ciudad, creo. Tendremos que cruzar paraasegurarnos”.

“Grandioso”. Peter se encogió de hombros. “Bueno,sabía que no iba a ser fácil”.

David le dio unas palmaditas en la espalda. “Yo tecubriré la espalda, no te preocupes. Bueno, no haymejor momento que el presente. Kara, guía el camino”.

Con Kara a la cabeza, el grupo se aventuró en la

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ciudad. Caminaron a lo largo de una calle desierta llenade postes de luz doblados con las luces quemadas. Karaagradeció que los vientos hubieran amainado parapoder concentrarse en los sonidos. Las llamascrepitaban a su paso, brindándoles su única fuente deluz. Un repentino vacío se regó a través de su pecho.Pasó por una ventana, pero no pudo ver su reflejo y sedio cuenta de que el vidrio era negro verdoso. Todaslas ventanas eran negras, como ojos negros sin fondo.Kara tenía la desagradable sensación de que estabansiendo vigilados, y por la inquietud en sus pasos, sabíaque David y Peter tenían la misma sensación. Tiendas yedificios que quizás habían estado pintados de coloresahora estaban negros, chamuscados por el fuego. AKara le resultaba curioso que no hubiese anuncios ninombres encima de ninguna de las tiendas. ¿Habría sidouna ciudad real alguna vez? Se concentró en lossonidos, pero ya no escuchaba la voz de Jenny.

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¿Habrían ido en la dirección equivocada?A Kara le pareció que había escuchado cantos,

aunque podría haber sido el viento. Se hicieron másfuertes, los envolvieron los sonidos de chirridos demetal. La tierra tembló, se escucharon unos gritosdesgarradores y muchos tronidos.

De repente hubo un retumbo ensordecedor y unbloque entero se desprendió de la ciudad y se dirigióhacia ellos. La pared de edificios giró y se detuvo,bloqueándoles el camino.

David bajó sus armas y se le cayó la mandíbula.“¿Qué diablos…?”

De repente, se abrió la tierra y comenzó a brotarmetal, levantándose por encima de ellos como si elacero tuviera vida propia. Piezas de piedra y metalempezaron a entrelazarse creando niveles y estructuras.Un edificio se cernió por encima de ellos mientras elpolvo y las piedras rodaban al suelo cerca de sus pies.

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Con un gemido, el frente de la construcción se abrió,dejando ver unos colmillos de acero en la apertura.Había una hilera de ventanas negras sobre su boca.Kara se estremeció al mirar los ojos de la criatura deacero. Un aterrador sonido escapó de sus faucesabiertas.

“Uh oh”, gimió Peter. “Esto no puede ser bueno”.Kara se alejó. La garra del pánico le asfixiaba la

garganta. “En nombre de Dios, ¿qué es esa cosa?”David dio un paso atrás, aterrorizado. “La ciudad

está viva, y creo que somos los siguientes platillos ensu menú”.

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Capítulo 12

Rascacielos Vengativos

“¡Corre!” David saltó en la dirección opuesta.

Kara salió corriendo, pero luego patinó hastadetenerse y dio la vuelta. “¡Peter! ¡Vamos! ¿Qué estáshaciendo?”

Él estaba congelado delante de la criatura de hierroy le temblaba la mandíbula.

“¡Peter! ¡Peter, corre!”Él se alejó lentamente, viendo al monstruo con ojos

desorbitados. De repente se volvió, tropezó y cayó. La

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criatura aulló desde arriba inclinándose amenazantehacia ellos y se dirigió hacia Peter. Iba a devorarlo enun solo segundo. Kara se llenó de rabia, haciéndolaolvidar la sensación momentánea de pánico. En uninstante, Kara salió disparada hacia Peter, lo agarró porel brazo y con un fuerte tirón le puso de pie y lo jalócon ella en una carrera.

Los tres corrieron por la calle. David se detuvorepentinamente, se dio la vuelta y lanzó una esfera rojabrillante hacia el cielo negro que se rompió al chocarcontra la criatura de metal. Una bola de luz ardienteexplotó en la oscuridad e iluminó a más edificios quese movían alrededor de ellos. Una niebla roja cubrió ellugar donde había estado la criatura. La niebla selevantó develando unas fauces de metal, el monstruogimió y se levantó en el aire sin un rasguño. Creció enlongitud y se retorció como un gusano de metaldoblándose en un ángulo, y con gran velocidad, se dejó

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caer hacia ellos.Kara saltó fuera del camino justo antes de que la

estructura metálica se estrellara en el suelo. Elmonstruo de metal rugió iracundo cuando se dio cuentaque su presa había escapado, se enroscó y se detuvopor un momento. Kara blandió su espada de alma perosabía que sería inútil usarla contra la criatura de metal.

Llamó a su poder elemental con desesperación,podía sentirlo aflorar en su interior. Una oleada deenergía cálida comenzó a llenarle y la invadió unacálida sensación de hormigueo… pero algo estaba mal.No alcanzó llevarla a la superficie; la llama titiló y seapagó.

“¡Kara! ¡Muévete! ¿Qué estás haciendo? ¡Sal deahí!” Escuchó el grito de David, pero lo ignoró. Karabloqueó el mundo a su alrededor y se concentró tantocomo pudo, tratando de alimentar su poder con susenojos y miedos más fuertes. Volvió a llamar a su

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energía salvaje y ésta le respondió con un suave calor.Fue hacia dentro de sí misma y lo llamó de nuevo, ysintió como corría a través de ella, desde la punta desus dedos hasta sus pies. Pero tan pronto como sintió elcalor, lo sintió enfriarse. Luego percibió una liberaciónrepentina… y luego nada.

Lo intentó otra vez. Nada.Era como tratar de arrancar un coche con una

batería descargada. En varias ocasiones intentóencender el motor, pero su propia batería estabamuerta.

¿Qué he hecho? ¿Habría utilizado demasiada de suesencia al compartirla con Peter y David? ¿Habríafallado miserablemente su experimento deFrankenstein? Las nubes oscuras y los rayos habíansido una advertencia. Al tratar de ayudar a sus amigoshabía perdido su capacidad para protegerlos. Ahora erasólo un ángel ordinario. Sentía que sus piernas se le

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hacían gelatina y su mirada estaba borrosa. Todo estoestaba muy mal.

David tomó su brazo y la sacó de su ensoñación.“Kara, ¡despierta! ¿Qué pasa contigo? ¡Tenemos quesalir de esta ciudad antes de que nos coma!” Kara miróel edificio, se mecía y se retorcía abriendo su bocacomo preparándose para su próxima comida. Ella sequedó muda por un momento y finalmente dijo: “Yo…yo no puedo usar mi poder elemental. Creo que usédemasiada de mi esencia para que ustedes pudieranatravesar. David, no me queda nada de poder”.

David frunció el ceño y cepilló su cabello con losdedos. “Es demasiado tarde ahora para hacer algo alrespecto, tendremos que usar lo que tenemos. ¡Vamos!”

David jaló a Kara con él y corrió por la calle. Peterlos seguía de cerca. Las piernas de Kara eran comobloques de cemento, tuvo que usar toda suconcentración para poder correr. No podía sacudirse el

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miedo de ser impotente, había sido una tonta.Después de pasar bajo un edificio de poca altura

entraron en un claro, giraron a la izquierda y corrieronpor el siguiente bloque. Un edificio irrumpió delcemento saltando frente a ellos. David patinó hastadetenerse y Peter se estrelló contra él. Kara se quedóboquiabierta al ver como el edificio se rompía enpedazos formando brazos y agitando sus extremidadespeligrosamente. Un brazo arremetió contra ellos yDavid saltó mientras el brazo se estrellaba en el lugardonde había estado un segundo antes.

“¡Por aquí!” exclamó David dando la vuelta ycorriendo por un callejón estrecho. Las llamas se lesacercaban peligrosamente mientras corrían. Un muro dellamas brotó ante ellos quemando dolorosamente la pielde ángel de Kara. Sus brazos estaban negros,achicharrados, y parte de su chaqueta se habíaderretido, exponiendo su tostada y humeante piel.

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El callejón se inclinó repente y la tierra tembló,lanzándolos a la tierra. Los edificios desaparecieronentre la tierra, dando paso a otras estructuras quebrotaron de la nada. Más criaturas metálicas seinclinaban sobre ellos.

“¡La ciudad sigue cambiando, nunca podremos salirde aquí! ¡Nos tiene atrapados!”, exclamó Peter con surostro veteado por desagradables quemaduras.

“Sí lo haremos”. Kara miró a los edificios. “Tieneque haber una salida. La ciudad no puede continuarpara siempre, simplemente tendremos que seguirintentándolo”.

“¡Allí!” David apuntó hacia un claro entre losedificios, “creo que veo una apertura”. Kara siguió a sumirada, la luz se filtraba entre las partes altas de dosedificios. Debía ser un claro, la esperanza recargó susfuerzas. “¡Yo también lo veo! ¡Vamos!”

Los tres corrieron a toda prisa por la obscura calle.

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El asfalto se dividía, abriéndose como un gruesopedazo de masa. El cielo tronó y grandes bloques dehormigón cayeron desde arriba estrellándose a sualrededor como bombas. Postes metálicos brotaban pordebajo de la tierra como lanzas y los edificiosaparecían y se deslizaban colocándose en su lugarcomo un interminable rompecabezas de 3d. El paisajeera surrealista. La ciudad gemía mientras sedesmenuzaba, dando lugar a nuevas estructuras.

Peter cayó de rodillas, deslizó su mochila de sushombros y se tambaleó, tratando de mantener elequilibrio.

“¡Peter! ¿Estás bien?” Kara lo sujetó por el codo ylo ayudó a ponerse de pie. “Sí, estoy bien”, dijo,poniendo una mano sobre su frente. “Estoy un pocomareado, eso es todo. Debemos apurarnos”, gritó sobreel rugido atronador del metal retorciéndose. Aseguró sumochila y Kara lo soltó, a regañadientes. Ella

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compartió una mirada preocupada con David, y sefueron corriendo hacia el único claro que podíanvislumbrar.

Saltaban sobre los escombros y se agachabancuando los edificios cambiaban de lugar intentandotirarlos. Violentas ráfagas de viento les empujabanhacia atrás y las cenizas se les metían entre los ojos. Lasuciedad se pegó a las pestañas de Kara. Con uncrujido penetrante, el suelo retumbó y apareció unafisura en el camino por delante de ellos. Con otro fuertetronido, la grieta se extendió hasta que todo el bloquese dividió a la mitad.

Se detuvieron cuando vieron unas formas oscurassalir de la grieta. Entidades retorcidas se esparcieronpor la calle como un ejército de hormigas. Cuerposhumanoides sarnosos con huesos blancos sobresaliendodesagradablemente a través de su negra carnechamuscada y líquido amarillo goteando de sus

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deformes extremidades gemían, mientras se acercaban aellos. Sus rostros calcinados los vieron lascivamente yatacaron.

David acabó fácilmente con la primera fila dedemonios. El líquido negro le roció la cara y el sueloalrededor de sus pies. Las criaturas se marchitaban yhacían implosión, pero salían más. Él se dio la vueltablandiendo su espada febrilmente, los demonios gemíanen un aullido de muerte y sus cuerpos arrugadosexplotaban en nubes de polvo. Kara caminóprotectoramente frente a Peter, un demonio menorarremetió contra ellos abriendo la boca. Ella pudo verfilas de dientes puntiagudos y olio su pestilente alientoa vinagre. Le cortó la cabeza de un golpe y el cuerpocayó a la tierra, desintegrándose.

“¡Kara, detrás de ti!” gritó Peter mientras seagachaba. Kara giró, tres demonios menores la atacaroncon garras que escurrían un desagradable exudado

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amarillo. Los evadió con calculada precisión haciendopivotar su espada hacia arriba y a través de ellos. Unlíquido caliente le salpicó la cara y con un gritoaterrador, los demonios cayeron al piso. Sus cuerpos seretorcieron grotescamente mientras gemían y semarchitaban, desintegrándose.

“Hay muchos de ellos”, gritó David. “No podemosseguir luchando contra ellos así, vámonos de aquí. ¡Poracá!”, instó. Golpeó a un demonio en el intestino, setropezó y cayó hacia atrás.

“¡David! ¿Estás bien?” Kara corrió en su ayuda.David se paró sobre unas piernas temblorosas, setambaleó por un instante y se sujetó la cabeza con lasmanos. Parecía confundido y asustado. “Yo… yo, no losé, me sentí muy mareado y débil de repente. No esnada, ya estoy bien”.

Kara puso una mano sobre su hombro,estabilizándolo, y estudió su rostro de cerca. “Peter

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sintió lo mismo hace un momento”.Miró a los ojos de David y sintió pánico, esto había

sido un error muy grande. “David, estoy preocupada.Algo está mal, tal vez traerlos a ustedes aquí no fue unabuena idea…”

“Eh… chicos…” Peter apuntaba a la nueva masa dedemonios menores que estaban a punto de atacarlos.“Creo que tenemos que irnos”.

Sin perder un segundo, Kara soltó a David. Los tresdieron vuelta y empezaron a caminar de regreso. Otroedificio gigante apareció ante ellos, la tierra temblóagrietando la tierra y levantando a Kara y a los demásen el aire. Ella cayó con fuerza contra el suelo y rodó,logrando ponerse de pie. Peter y David cayeron a cienpies de ella, David se puso de pie de un salto y corrióhacia Kara. Su boca se movía, pero Kara no podía oírlo que decía.

Bienvenida a casa Kara…

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Kara luchaba por caminar hacia adelante cuandouna sombra apareció a sus pies. Se detuvo, sintiendouna presencia detrás de ella y dio la vuelta.

Una estructura de ladrillo y metal con una fila deventanas negras alineadas al frente se inclinaba porencima de ella. Había una gran puerta en la base queparpadeaba con luz verde y pequeños rayos deelectricidad. Ella retrocedió unos pasos.

La puerta se abrió de golpe… y Kara fue tragada.

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Capítulo 13

Un Viaje en la Obscuridad

Kara no podía moverse. Su cuerpo flotaba en la

oscuridad impenetrable como si estuviera flotando através del espacio, pero sin la luz de las estrellas parailuminar el camino. Lo que la había capturado tenía unaenorme fuerza, era como tratar de luchar contra un dios.Se sentía desesperada, pero hizo el sentimiento a unlado. Ella confiaba que lo que la hubiese atrapado,eventualmente la liberaría. Se preguntó si los demástambién habrían sido atrapados, tal vez terminarían

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todos en el mismo lugar. Sintió un fuerte tirón, la fuerzala liberó y cayó sobre una superficie dura.

Kara se puso de pie y miró a su alrededor en laoscuridad. Algo se estaba quemando, el aire estabaextrañamente caliente, muy caliente para un lugar tanoscuro. Estiró sus manos frente a ella… nada. ¿Dóndeestaba? El silencio era siniestro. ¿Cómo podría salir sino podía ver nada? Estaba totalmente ciega, no podíadistinguir lo que estaba al norte o al sur.Completamente desorientada, Kara gritó en señal defrustración.

“¿David? ¿Peter? ¿Dónde están?”Apareció una suave luz verde y una neblina se

deslizó por el suelo, acercándosele. Una luz verdeoscilaba entre la niebla y Kara pudo ver que proveníade una corriente eléctrica que serpenteaba alrededor dela neblina. Le daba escalofríos, pero estaba agradecidapor la luz que emitía.

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“David, ¿estás aquí? ¿Peter? ¿Hola?” La nieblacontinuó vertiéndose a su alrededor. Las chispas de luzverde se intensificaron, y pronto se reveló un granpasillo. La niebla se acumuló alrededor de sus piernas.¿De dónde venía? Fluía hacia ella como un arroyo,sabía que venía de un lugar frente a ella.

Con su espada de alma agarrada firmemente en sumano, Kara se aventuró hacia adelante. Cada vello desu cuerpo estaba erizado, había algo muy malo en estelugar. Quería correr, pero se metió sigilosamente através de la bruma. Sus botas apenas y hacían ruidocontra el piso. ¿Tal vez esta era la guarida de Lilith?Kara debía averiguarlo, tenía que buscar a Jenny. Sólorezaba porque el cuerpo de Jenny no estuviera hechopedazos. Sacudió la cabeza y trató de no pensar en loque podría estarle haciendo Lilith a Jenny.

En cambio, ella se concentró en Lilith, en su pielblanca con tonos verdosos. Su fino cabello blanco, ojos

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negros y afilados rasgos delicados no se parecían ennada a los de Kara. Ella se veía a sí misma como unachica adolescente normal, mientras que Lilith parecíaun demonio que necesitaba ayuda con su vestuario. Dehecho, a Kara le resultaba difícil de creer que Lilithhabía tenido una madre mortal, cuando no había nadamortal en ella. ¡Había matado a su propia madre! Karahizo una mueca de asco. Le hubiera encantado tener unahermana real, pero bajo las circunstancias actuales,odiaba a Lilith tanto como odiaba a Asmodeus. Fuera loque fuera Lilith, Kara era su opuesto total.

Caminó a través de la niebla por lo que leparecieron ser varias horas, el pasillo seguía haciaadelante en la sombría oscuridad. ¿Estaría caminandoen círculos? Tal vez eso era lo que Lilith había deseadodesde el principio, atraparla en el inframundo. Ellaquería que Kara sufriera. ¿Qué era peor que pasar elresto de sus días en total oscuridad y sin volver a ver a

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ninguna otra alma nunca? Ella quedaría atrapada aquípara siempre y nunca más vería a sus amigos o a David.

David…Maldijo en voz alta. ¿Cómo podía haber sido tan

estúpida? Esta era su misión, no la de ellos, y los habíadejado ir con ella. Era por ella también que Jenny habíasido secuestrada en primer lugar, y lo que era peor, ellani siquiera sería capaz de salvarla. Tal vez ya estabamuerta… y ahora, además, ella estaba llena desentimiento de culpa por perder a Peter y a David… sitan sólo no hubiera aceptado su plan…

Algo se movió dentro de la niebla y Kara secongeló. La sombra de una criatura se escurrió a travésdel pasillo y desapareció bajo una ola de niebla. ¿Quédiablos…? Kara revisó el piso con su bota. Nada…simplemente niebla. Dio un paso adelante, un traqueteohizo eco detrás de ella y giró, blandiendo su arma ensus manos. La neblina blanca se vertía detrás de ella

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por millas y se perdía en la sombra. ¿Qué estabapasando? Seguramente Lilith quería volverla loca, asísería una presa fácil.

“”Sé que estás aquí, Lilith. ¡Muéstrate, cobarde!”Kara se abalanzó en la oscuridad. Lamentaba haberlellamando cobarde a Lilith, Kara sabía que teníapoderes peligrosos, y sólo tenía una espada de almacon ella. Dudaba poder hacerle algún daño real a lachica demonio. La invadió una ola de rabia, ¿Cómo ibaa salir de este lío? Sabía que tenía que haber una saliday estaba decidida a encontrarla. Si David y Peter noestaban aquí, entonces estaban en algún lugar delexterior, luchando contra las criaturas de metal de laciudad. Tenía que llegar a ellos, necesitaban su ayuda.

Algo se movió en su visión periférica. Una pequeñapierna deforme del tamaño de su dedo desaparecióentre la niebla. Kara se acercó más para ver mejor, unaforma se escurrió cerca de sus pies y Kara gritó

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sorprendida… luego apareció otra. Pronto, cientos depequeñas criaturas la rodearon.

Con sus cuerpos como de cangrejo se movíanalrededor de la niebla pero nunca se alejabandemasiado de ella. Era como si estuvieran conectadosde alguna manera. Sus cuerpos blancos estabancamuflados en la niebla, así que no era de extrañar queKara no los hubiera visto antes.

Sintió un tirón repentino en sus pantalones, una delas criaturas se le trepó por la pierna. Lo retiró deinmediato y lo inspeccionó cuidadosamente. Seestremeció al verlo, tenía seis patas y en los extremosopuestos de la cima de su caparazón había dospequeñas y retorcidas cabezas humanoides. Sus negrosojos veían a Kara, y los dientes puntiagudos en su granhocico chasqueaban en el aire, tratando de morderla.De repente, el demonio se retorció entre las manos deKara y se le lanzó a su pierna. Kara gritó cuando la

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criatura le dio una mordida a su piel de ángel. Cortó aldemonio por la mitad con un golpe de su espada y lacriatura cayó al suelo en un charco de líquido negro. Laprofunda herida en su tobillo derramaba luz brillante eiluminaba su mano. Para una criatura tan pequeña, habíahecho mucho daño. No tenía nada para cubrir la herida,ahora ella sería muy fácil de encontrar, brillando comouna linterna por todos lados.

Estallaron cientos de aullidos su alrededor. Losdemonios tipo cangrejo formaron una línea delante deella, sus pequeñas garras aruñaban el piso. Habíacientos de ellos y sabía que no podía luchar contratantos, eso sólo le causaría graves daños. Miró sobre suhombro, más criaturas se retorcían en los alrededoresde la niebla. Sólo había una cosa que podía hacer:Correr.

Kara salió disparada, pero los demonios selanzaron detrás de ella. Ella blandía su espada de alma

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en el aire y cortaba a través de sus duros caparazones.De pronto le atravesó un profundo dolor en la parteposterior de su cuello. Se arrancó a una criatura deencima de ella y la tiró contra la pared. Aún mássaltaron de entre la niebla y se le dejaron ir encima.Kara forzaba sus pasos hacia adelante, tratando deavanzar. Ignorando el dolor en su espalda, continuó sulucha. Sus garras le mordían sus piernas y su espalda ysus dientes le perforaban su carne. El dolor erainsoportable. Golpeó su espalda contra la pared yescuchó los estallidos de los caparazones, un líquidoviscoso se le escurrió por la piel. Se empujó a sí mismade la pared y siguió corriendo, escuchando los crujidosde las criaturas bajo sus botas. Los demonios seguíanapareciendo y ella seguía golpeándolos con su espada.

Apareció una sombra y una criatura se sujetórepentinamente del rostro de Kara, arañándole el ojocon sus diminutas garras. Ella gritó, las bocas del

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demonio le mordían salvajemente sus mejillas y lafrente. Intentó arrancársela de encima, pero la criaturase aferraba con fuerza, comiéndole la piel de la cara.Sacó su espada y la deslizó bajo del demonio, concuidado de no lastimar su propio ojo, y con unmovimiento de su muñeca cortó al demonio por lamitad, finalmente desprendiéndose de su cara.

Líquido pegajoso le salpicaba la cara mientrasluchaba contra la horda de demonios-cangrejosvoladores. Deseaba tener un soplete para freír a lospequeños monstruos, puesto que no había mucho quepudiera hacer con sólo una espada. Corría a ciegas enla oscuridad tras una neblina que rebosaba dedemonios, tratando de recurrir a su poder elemental.Hubo una ligera respuesta dentro de ella, su poderdespertó por un momento y luego nada. Estabaadormecido, como si nunca hubiera existido.

Tenía que haber una salida en algún lugar. Kara

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continuó cortando a las criaturas mientras corría. Depronto, la neblina cesó y se evaporó. Como si sehubieran sentido atemorizados, los demonios cangrejodesaparecieron junto con la niebla.

Kara suspiró aliviada, no podía creer su buenasuerte. Se palpó con cuidado y tocó las grandes heridasen su frente y mejillas; le quemaban. Esos pequeñosbichos desagradables habían hecho destrozos en surostro. Aun así, ella no estaba muy gravemente herida,estaba segura de que tenía suficiente fuerza paraencontrar la salida y volver con sus amigos.

Una luz verde pasó por delante de ella, una pequeñaesfera flotaba en el aire. Comenzó a titilar y se hizo másbrillante, ella se cubrió los ojos hasta que su vista seacostumbró a la luz. Se sentía atraída hacia la luz, comocon un anhelo de comodidad, y caminó hacia ella concuriosidad. La luz verde reverberó y se hizo aún másbrillante, hasta que Kara pudo observar una enorme

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esfera verde.La esfera gigante flotaba sobre una enorme cámara

que parecía hacerse más grande, como si estuvieraestirándose. Kara se acercó cautelosamente y miró conatención. No había señales de Lilith ni de Jenny enningún lugar, ni tampoco de los demonios… sólo unaesfera gigante verde. Un fuerte zumbido reverberada asu alrededor y a través de la cámara y de pronto latierra vibró bajo sus botas. El olor a quemado aumentó,lastimando la nariz de Kara. . El brillante sol verdecreció en tamaño por un momento, y luego se contrajonuevamente y repitió el movimiento, como si respirara.

El zumbido se intensificó, rayos de electricidadverde empezaron a salir disparados el sol. Era comouna bola de plasma eléctrica gigante. La electricidadlamía las paredes y el suelo y la corriente se agitaba,como brazos tratando de agarrar algo. Un rayo salió elsol y raspó el suelo al caer junto a los pies de Kara.

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Ella dio un paso atrás.La corriente eléctrica tronaba y rugía haciendo que

Kara se estremeciera. El cabello de su cabeza se pusode punta mientras la corriente se movía dentro de ellahaciéndola castañetear sus dientes. Apretó sumandíbula con fuerza, su ropa se mecía y volaba en unviento invisible. Parada ante el sol verde, Kara arrugóel entrecejo.

¿Qué diablos es eso?“Bienvenida, Kara”.Kara perdió el equilibrio y cayó hacia atrás. La voz

resonó a través de la cámara, como el canto de unaballena, e hizo eco a través de Kara. La voz venía delsol, era la misma voz que había estado escuchando todoel tiempo.

“Nosotros te hemos estado esperando”.

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Capítulo 14

Cautiva

Kara observaba la esfera con incredulidad. ¿Había

imaginado un sol verde parlante? No, no podía ser.¿Era éste uno de los juegos de Lilith? De tal palo, talastilla, pensó. Asmodeus amaba atormentar a las almasde los demás. Ella empuñó airadamente su mano.

“¡Lilith! ¡Muéstrate! ¿Qué hiciste con Jenny? Notengo tiempo para tus juegos, ¡Muéstrate!” Kara fijó suspies al su suelo y esperó. No estaba de humor para susdiversiones. “Querías que viniera, así que aquí estoy, tu

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pleito es conmigo, suelta mi amiga, ¡Lilith!”“¿Lilith?”, preguntó la voz. Kara se estremeció y

dio un paso atrás. “Nosotros no somos Lilith, peroLilith existe en nosotros”.

Kara levantó la cabeza lentamente hacia el brillantesol verde, sus ojos le quemaban pero ella se quedómirando de todos modos.

“Eh… ¿y qué exactamente eres tú? Nunca he oídode un demonio-bola gigante, ¿es Lilith tu amante?¿Sabes dónde está o cómo salir de aquí?”

El zumbido aumentó, la tierra vibró enviando ondasa través de los pies de Kara y el sol titiló haciéndosemás brillante.

“Somos el corazón del inframundo, una concienciacolectiva. Estamos en todos los lugares y todas lascosas, hemos existido desde el principio del tiempo.Vivimos, aunque estamos muertos”.

“Eso es simplemente genial”, murmuró Kara para sí

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misma frunciendo el ceño frente al sol. “Bueno,obviamente conoces a, Lilith… ¿puedes decirme dóndeestá? ¿Y qué hay acerca de una chica ángel? ¿Sabes adónde se llevaron a mi amiga? ¿Dónde está mi amigaJenny?”

Algo en su interior le decía que el sol lerespondería honestamente. Aunque no estaba totalmentesegura de que la entidad le respondería, valía la pena elintento.

Un rugido sordo brotó del sol: “El demonio Lilithvive en nosotros, ella pertenece aquí… al igual que tú”.

¿Qué? Mientras que Kara permanecía perpleja porlo que la entidad había dicho, un extraño anhelo brotódentro de ella. Parpadeó frente los rayos del sol y,abrumada por una sensación de nostalgia, caminó haciaél sin pensarlo. Cuando se dio cuenta de lo que habíahecho agitó la cabeza y se sacudió la sensación dandoun paso hacia atrás, aterrorizada de ver que estaba

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perdiendo el control. Sujetó su espada fuertemente ensu mano y reunió todo su coraje y valentía.

“Así que… ya que estamos intercambiandoinformación, ¿sabes si Asmodeus tenía más de una hija?¿Tenía más descendencia aparte de Lilith… y yo?”

La entidad guardó silencio por un momento y Karapensó que nunca más hablaría.

“La criatura Asmodeus tuvo sólo dos hijos, dosentidades femeninas de gran potencia. Lilith es una… ytú, Kara, eres la otra”.

Aliviada, Kara se relajó un poco. Al menos eso erauna buena noticia. Una Lilith significaba solamente unaamenaza por el momento… claro, hasta que se revelarauna nueva amenaza. Ahora Kara podría concentrartodos sus esfuerzos en Jenny, pero en primer lugar, teníaque salir de allí.

“Por favor dime ¿dónde está Jenny? Mi amiga fuetraída por la fuerza, ella está muy enferma. ¿Sabes

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dónde está? Necesito encontrarla”.El sol refulgió pero no respondió. Kara se

esforzaba en no mostrar cuán impaciente estaba porescapar. “¿Dónde estoy exactamente? Por favor,¿podrías indicarme cómo salir de aquí? Ya he estado enel inframundo antes, pero nunca he estado aquí… eneste lugar… se siente…”

Kara luchó de nuevo contra el repentino deseointerno que la jalaba hacia el sol, era como si lallamara. Parte de ella quería acercarse a él paratocarlo, mientras que la otra parte le gritaba que no lohiciera. Dio un paso adelante y tembló.

Algo no estaba bien. Comenzó a sentirse aún másansiosa. Miró fijamente al sol, podía sentir un vacío ensu núcleo, en donde estaba su poder.

Luego el sol zumbó y brilló fuertemente.“Estás en el reino de los seres sobrenaturales,

donde las capas de la existencia viajan a lo largo de un

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eje entre los mundos, donde los muertos y los muertosvivientes se encuentran en la oscuridad. Este es tu lugar,sabes que es verdad, puedes sentirlo… perteneces connosotros”.

Kara tembló, su espada de alma se resbaló de sumano y cayó al suelo. Se sintió repentinamente mareaday con nausea. Deseaba estar cerca del sol, pero almismo tiempo sabía que sería perjudicial para ella. Suatracción hacia él se intensificó, tenía que utilizar todasu fuerza para permanecer donde estaba.

“¿Q… qué me haces?” Nunca había experimentadotal falta de control. La abrumaba. “¡Détente!”

Un dolor punzante le explotó en la cabeza, y cuantomás se resistía, peor se ponía. Se concentró en Jenny eintentó calmar el dolor. Tenía que salir de allí antes deque fuera demasiado tarde.

El sol se agrietó y brilló intensamente. “No puedesresistirte a nosotros, Kara Nightingale. Debes estar

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aquí. Cuanto más te resistas, más te dolerá”.“No soy uno de ustedes, y creo que es bastante raro

que tu sepas quién soy. Bueno, quizá no tan raro comohablarle a una esfera”.

La cabeza de Kara estaba en llamas, pero por lomenos ahora sabía por qué. Ignorando el dolor, le dijo:“Yo no pertenezco aquí…pertenezco junto a misamigos. ¡Déjame ir!”

Una gran explosión retumbó por toda la habitación yuna ola de calor golpeó a Kara haciéndola perder elequilibrio. Recuperó su paso y luchó para escapar de laatracción del sol, pero su poder era demasiado fuerte.Estaba atrapada, y empezó a entrar en pánico al sentirsecada vez más atraída.

“Eres una criatura del inframundo, un organismo deinmenso poder oscuro. Eres uno de nosotros, Kara.Podemos sentir la oscuridad dentro de ti y te hemosestado esperando, sabíamos que éste día llegaría. Es

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inevitable, tú también puedes sentirlo. Sabes quehablamos con la verdad, el poder que fluye a través detu alma viene de nosotros… y nos pertenece a nosotros.Vamos Kara, ven y únete a nosotros”.

El pie derecho de Kara se resbaló, su cuerpo searrastró dos pasos hacia adelante y se detuvo. Luchabapara resistir la atracción, su cuerpo se estremecía conagudos pinchazos de dolor. Con un gruñido, jaló confuerza. “Sí, bueno, no lo creo. No soy uno de ustedes,no tengo la oscuridad y no pertenezco aquí. Yopertenezco a Horizonte, con el resto de los ángeles.Ahora, con su permiso, ya me voy…”

Una explosión de corriente eléctrica relampagueó através del sol verde y un tentáculo de electricidad seenroscó firmemente alrededor de las piernas y loscostados de Kara inmovilizando sus brazos. Luchabapor liberarse, pero sólo podía mover la cabeza. Sucuerpo fue levantado en el aire e instintivamente

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protegió sus ojos cuando el tentáculo la acercó al sol.Flotaba ante la gran esfera verde y su piel se quemaba,el calor letal se le filtraba por sus heridas. Kara gritócuando sintió su piel de ángel hervir. La corriente verdeserpenteaba sobre su cuerpo, cortando y quemandocada centímetro de su piel. Ella luchabadesesperadamente tratando de liberarse, pero era envano. Mientras más peleaba y pateaba, más fuerte laaprisionaba el tentáculo. Después de un rato dejó deluchar y relajó su cuerpo.

“No pelees contra nosotros, Kara. Cuanto más teresistas, más te haremos daño. Déjate llevar y únete anosotros. La oscuridad existe en ti tal como existía en tupadre, no puedes negar lo que eres. Tú eres parte denosotros, y pronto nos reuniremos. Es como debe ser,estarás con nosotros y no podrás irte nunca”.

Kara se sintió debilitada, estaba en un estupor deensueño y era incapaz de concentrarse. Sus párpados se

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agitaron. “No… yo… no pertenezco… aquí… misamigos…”. Aunque el calor del sol todavía lequemaba, el tentáculo liberó un poco la presión. Sucabeza se balanceó sin fuerza. “Tengo… que…ayudarlos”.

Crujidos y truenos retumbaron alrededor de lacámara y la cabeza de Kara cayó hacia atrás. Sus ojosgiraron hacia la parte posterior de su cabeza y suconciencia se tambaleaba. ¿Era esto un sueño? ¿Dóndeestaba? ¿Mamá? “

“Pronto no recordarás a tus amigos ni a tu familia.Tus recuerdos se desvanecerán y les olvidarás.Olvidarás tu vida mortal y tu vida de ángel y teconvertirás en uno de nosotros. No puedes escondertede lo que eres, Kara. La oscuridad vive dentro de ti,acéptala y déjate ir. Es aquí a donde perteneces”.

En la embotada niebla del medio-sueño, Karaluchaba para pensar. Su cabeza se enderezó y se esforzó

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en abrir los ojos. Agitaba sus párpados, pero no seabrían. “N…no. Mis amigos. Debo salir. … no puedendetenerme”.

El calor se intensificó. “No puedes irte, nunca teirás. Tu poder y tu conciencia se unirán a nosotros,pronto entenderás y serás feliz. Lograrás entender elsignificado completo de tu existencia”.

Con el último aliento de su fuerza, Kara logrópreguntar: “Mis amigos… ¿David?” Su cabeza cayósobre su pecho, el tentáculo se retorció y el frio sefiltró a través de ella como un balde de agua helada.Kara se estremeció cuando el frío se extendió dentro desu cuerpo hasta llegar a la punta de sus dedos,alcanzando su cuello y luego su cabeza. Se estremecióviolentamente y luego se quedó rígida.

“Ah sí, David. David. David. David”, repitió la vozcomo un disco rayado. “No lo necesitarás más. Todo loque tú necesitas somos nosotros y estar con nosotros.

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Ya verás”.El rostro sonriente de David apareció en su mente,

sus brillantes ojos azules y sus labios perfectos. Sehabían vuelto inseparables desde que empezó a trabajaren la librería y su cariño había crecido. Kara seaferraba desesperadamente a sus sentimientos hacia él.Una oleada de calor vibró dentro de su núcleo y lafrialdad amainó por un momento, pero luego la cara deDavid titiló y desapareció. La frialdad había sometidoal calor y Kara luchaba con sus recuerdos, se elevaban,volando lejos y desapareciendo. Su mente estabaobnubilada, las partes de su vida mortal se mezclabancon las de su de la vida ángel, hasta que quedaron sólofragmentos. Había perdido el sentido de sus recuerdos,David se deslizaba, alejándose completamente de ella.

“¡No!” Kara luchó contra ello aferrándose a unaimagen parcial de David. No dejaría que esta cosa seposesionara de sus recuerdos. “¡Detente! ¡No te dejaré

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hacer esto!”“No te resistas, Kara. Pronto ya no te importará,

David no existirá más para ti. Tus amigos no existirán,únicamente la energía oscura. Serás más feliz, confía ennosotros. Eres una criatura de la obscuridad, tu poder ytu conciencia se unirán a los nuestros”.

“Yo… no quiero…no lo haré…”Con la imagen de David en su mente, Kara se

concentró. Esta cosa quería matar sus recuerdos, sufuerza la abandonaba y la oscuridad estaba intentandojalarla de vuelta. “No dejaré… que me hagas…esto”.

“Pero debes hacerlo, ya verás. Ya está sucediendo,no puedes detenernos”.

Kara se concentró en su poder elemental, era suúnica salida. Se concentró en su odio y la ira hirviódentro de ella. Sintió un parpadeo de su poderrespondiéndole, creciendo. Kara lo alimentó con todolo que tenía. El calor de su poder elemental disminuyó

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el frío y algunos de los recuerdos volvieron: imágenesde su madre, David, incluso Jenny y Peter, inundaron sucabeza. Dejó su poder fluir a través de ella. En sudesesperación por aferrarse a la vida, enfocó toda sufuerza en su ira, que se extendió como un reguero depólvora.

“Kara… ¿Qué haces? Detente, nos perteneces, nonos puedes dejar”. Kara ignoró la voz. Sintió la ira elsol tratando de eliminar su energía elemental, pero seresistió. Su energía resurgió con un poder blanco yardiente, vertiéndose en ella como una fuente de vida.

“¡Kara, no!¡detente! ¡No puedes hacerlo! ¡No!”Una sonrisa se asomó a los labios de Kara.“Sí puedo”.Con una súbita explosión de energía, el cuerpo de

Kara brilló con una ráfaga de luz, como la explosión deuna estrella dorada. La tierra tembló y la cámara fueiluminada con tonos dorados. Kara sintió cómo la

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presión se liberaba de alrededor de su pecho y caía alsuelo. Los tentáculos verdes se marchitaron y sedesintegraron.

“¡No! ¡No puedes escapar!”Otro tentáculo de chispas verdes surgió del sol,

pero Kara saltó fuera del camino y nada más logrógolpear el piso cercano a sus botas. Otros dostentáculos latiguearon, atacándola. Kara rodó y saltófuera de su alcance y extendió las palmas de sus manos,pero no pasó nada. Pequeñas chispas de oroserpentearon alrededor en su mano y se extinguieron. Suenergía elemental no era lo suficientemente fuerte,había utilizado todo su poder para resistir, ahora ya nopodría atacar a la entidad con él. Podía sentir que seestaba agotando.

“¡Kara, perteneces con nosotros! ¡Con nosotros!”La entidad verde brilló y se hizo más grande. Su

cuerpo onduló y se expandió hasta que tuvo cinco veces

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su tamaño original. Kara se alejó, pronto llenaría todala cámara y la aplastaría.

“¡Perteneces con nosotros! ¡Con nosotros!” El solverde se extendió un poco más, hinchándose como unglobo gigante a punto de reventar. La cámara tembló ypolvo y piedras cayeron sobre la cabeza de Kara. Erasu señal para huir.

Se volteó y salió disparada de vuelta por dondehabía llegado. Escuchó a la entidad aullar una vez más,y luego los pasos de sus botas hicieron eco en elsilencio. Los restos de su energía elemental apenas yeran suficientes para mantenerla corriendo.

Huyó rápidamente por el pasadizo oscuro. Comenzóa verter niebla alrededor de sus pies, pero corrió másrápido. La niebla onduló y comenzó a elevarse y ellasiguió adelante. Podía ver las sombras de los demonioscangrejo correteando por doquier, iba a ser atacada poruna horda de ellos en cualquier momento. Contaba a los

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segundos en su cabeza mientras rogaba poderaplastarlos a todos con sus botas.

Con toda la fuerza que pudo reunir, Kara esforzó asus piernas a ir tan rápido como fuera posible. Laesperanza de ver a David otra vez le alimentaba,dándole más energía, y maldijo al sol verde por tratarde apartarla de él. Durante el encuentro, ella habíasentido una conexión con la obscuridad de la que el solhabía hablado, pero se negó a pensar en eso ahora.

Corrió por su vida, una ola de demonios cangrejosaltó sobre ella y sus dientes empezaron a perforarle lacarne. Kara hizo su mejor esfuerzo para arrancárselossin tener que detenerse. Ella había seguido a la nieblapara llegar al sol, así que ella ahora la seguiría paraencontrar el camino hacia fuera. Ese era su plan.Mientras le daba de patadas y golpes a los demonioscangrejo, Kara perdió la noción del tiempo. Seestremeció ante la idea de ser atrapada dentro de esa

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entidad verde para siempre…La atacó otra andanada de cangrejos, gritaba al

arrancarlos de su cara y de su pecho. Sus dientesafilados le cortaban a través de su piel de ángel ydeseaba tener una piedra lunar o una piedra de fuegocon ella, para poder volarlos a todos y hacer un enormecóctel de cangrejo.

Pero ella no tenía tanta suerte, tendría que seguircorriendo. Con un renovado sentido de determinación,corrió desesperadamente a través de la niebla. Lainquietante oscuridad todavía la rodeaba, pero empezóa sonreír al escuchar los huesos y las caparazonesrompiéndose bajo el peso de sus botas.

El sonido de las criaturas siendo machacadas fueamainando y la niebla se levantó. Corrió por un pasillohacia un oscuro vestíbulo donde había ventanas negrasalineadas en el extremo opuesto. Sin dudarlo, Karacorrió a la primera ventana y la rompió, creando una

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lluvia de vidrio a su alrededor. Kara dudó por unsegundo, un brazo se extendió a través de la abertura yreconoció inmediatamente la chaqueta de cuero marrónde David. Ella sujetó su mano en la de él y fuearrastrada por la ventana, hacia la seguridad.

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Capítulo 15

La Transformación

“¡Kara! ¿Qué te sucedió? Pensé que te habíamos

perdido”.David abrazó a Kara firmemente y ella se dejó caer

en sus brazos. Luchó contra el sollozo que amenazabaescaparse a ráfagas y tembló entre sus brazos.

“La puerta se abrió y tú… desapareciste. Intentamosabrirla a patadas pero no se movía, y luego sedesvaneció. Así, simplemente, ya no había ningunapuerta”.

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Kara se empujó suavemente lejos de David ylevantó los ojos para verlo. “Yo estaba en…” examinósu cara con sorpresa. “¡David! Oh, Dios mío, ¡tus ojos!¿Qué pasó con tus ojos? Están todos negros… ¡y tucara! ¡Tu piel!”

David le dio la espalda y agachó los hombros “Yosé, me veo horrible. No me mires, Peter también lotiene. Sea lo que sea… ambos lo tenemos”.

Peter caminó hacia ellos. Su piel había perdido supigmento rosa natural y tenía un color blanco tiza. Surostro se veía enfermizo, con círculos oscuros bajo losojos y el blanco en ellos había desaparecido. Sóloquedaban dos impenetrables agujeros negros. Se veíamucho peor que David, parecía un cadáver ambulanteque se desplomaría en cualquier momento. El forzó unasonrisa.

Kara agarró a David por el codo y le dio la vueltapara enfrentarlo, pero él no la vio a los ojos. Tomó su

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rostro en sus manos y lo estudió durante un momento,sin dejarlo ir. Se estremeció.

“Esto es una locura, tus ojos son totalmente negros,David. Y tu piel está blanca y húmeda. ¿Qué ha pasado?¿Quién te hizo esto?”

Kara se inspeccionó a ella misma. “¿Mis ojostambién están negros? ¿Cómo está mi piel? ¿Me veocomo tú?”

David movió la cabeza solemnemente. “No. Te vesmuy mal, pero no como nosotros”.

“Gracias… ¿Así que mis ojos no están negros?”“No, son de su usual color marrón”. David se alejó

de Kara y guardó silencio por un momento. “Nadie nosha hecho esto… solo sucedió. Supongo que sea lo quesea, sólo nos afecta a Peter y a mí y está empeorando acada minuto”.

Kara observó atentamente a David. Él estabaencorvado, como si tuviera problemas manteniéndose

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de pie, y evitaba su mirada. Fuera lo que fuera, esto lesatacaba como una enfermedad. Se veían afiebrados ysudorosos, y algo le molestaba: “Me da miedo deciresto pero…ustedes parecen…se ven como…”

“Demonios mayores”, le interrumpió David. “Losabemos”.

Kara sujetó el brazo de David y lo jaló hacia ella.“¿Pero cómo es posible? No tiene sentido, ustedes nopueden simplemente convertirse en demonios mayores.Son ángeles, esto es una locura, este tipo de cosassimplemente no pueden suceder”.

“No creo que sea una locura”. Peter se puso decuclillas y reclinó la cabeza en su mano. “Tiene muchosentido. Los ángeles no pueden vagar por elinframundo, sólo los demonios… o aquellos con suesencia, como tú, Kara. Creo que debido a quetomamos algo de tu esencia… hemos sido capaces desobrevivir aquí, pero ahora él nos reclama”.

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“¿Los está reclamando?” Kara repitió frustrada,“No, no, eso no puede ser. Debe ser algo más, algo queaún no hemos visto. Los ángeles no se transforman endemonios así nada más. No es posible, tiene que haberotra explicación. Quiero decir… si lo que dices escierto, entonces yo ya debería ser un demonio mayor, yno lo soy. Tengo la esencia en mí, ¿Por qué no hecambiado?”

Peter se encogió de hombros y frunció los labios.“No lo sé, tal vez eres diferente de alguna manera.Siempre has sido diferente Kara, tal vez a ti no te afectacomo a nosotros porque tu esencia es verdadera.Nosotros mezclamos la nuestra con la tuya… y meparece que no fue suficiente. Creo que el inframundo lodetectó, y nos está cambiando”.

David cepilló su cabello con los dedos. “Creo quePeter tiene razón. Este lugar…”, dijo, e hizo un gestocon sus manos “está volviéndonos unos malditos

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demonios, ¡demonios Kara! ¡Odio a los demonios! yahora me estoy convirtiendo en uno. Esto el maldito“Twilight Zone”.

Kara se paseó nerviosamente, sus ojos se redujeron:“No, no se están convirtiendo en demonios. Me niego acreer eso, tiene que haber una manera de detener latransición. Tal vez podemos revertir el proceso dealguna manera”. El pánico amenazó con cerrarle lagarganta.

“No podemos”, dijo David elevando su voz. “Nosestamos convirtiendo en demonios mayores, te guste ono. Es la verdad, y está sucediendo. No podemosdetenerlo, es demasiado tarde para nosotros”.

Kara ignoró el comentario y examinó la palma de sumano. El corte era casi invisible. Su frente se arrugómientras pensaba. “Entonces saquemos más esencia demí. Quizás con un poco más podrían invertir lo quehicimos”.

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Ella les extendió la mano.“No”. David tomó su mano y la apretó suavemente.

“Una cosa fue extraer tu esencia en el mundo mortal,pero aquí quién sabe qué pasaría. Viste lo que pasó, nospodría matar todos”. Sus negros ojos buscaron los deella. “Y sé que haberla tomado te hizo más débil, novamos a hacerlo de nuevo. No todos podemos terminarde inútiles, se lo debemos a Jenny”.

Kara sabía que David tenía razón. Si tomaban másde su esencia no tendría ni una oportunidad cuandopeleara contra Lilith, ella no podía dejarla ganar. Elalma de Jenny dependía de ella. Con una desdeñosaindiferencia Kara alejó la vista de David, sus ojosnegros le traían recuerdos de los demonios mayores.

Ella miró a su alrededor. “Esperen un momento,aquí hay algo extraño, ¿Por qué los edificios ya no semueven?”

Peter movió la cabeza, tenía un ceño arrugando su

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frente. “No lo sabemos, de repente se detuvieron. Creoque tiene que ver con lo que nos está pasando. Creo queeste mundo nos trataba como parásitos y deseabaexterminarnos, pero ahora, desde que cambiamos, sedetuvo”.

Un escalofrío recorrió la espalda de Kara. Laspalabras de Peter tenían sentido, ella sabía que teníaque sacar a sus amigos de aquí y pronto. “Bueno, almenos está sucediendo a un ritmo lento. Deberíamosencontrar pronto a Jenny y salir, antes de que estaenfermedad los acabe”.

“En realidad, ha estado sucediendo muy rápido”.David miró sus manos, después de un momento selevantó y señaló: “Tan pronto como tú desaparecistedetrás de ese edificio, noté que los ojos de Petercambiaron, y entonces me dijo que los míos tambiénhabían cambiado. Todo ocurrió en unos cuantosminutos”.

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Kara se acercó a David y puso una mano en suhombro. “Sí, pero eso fue hace mínimo una hora, y noestaremos aquí por mucho más tiempo… ¿Qué? ¿Porqué se me miras así?”

“Kara, ¿crees que te fuiste toda una hora?” David yPeter compartieron una mirada nerviosa. Kara seretorció incómodamente, los miró a ambos y sacudió sucabeza lentamente. “Más o menos, bueno, tal vez unpoco más o menos. ¿Por qué? ¿Qué pasa?”

“Sólo te fuiste por unos cinco minutos”.La boca de Kara se abrió de golpe. “¿Qué? No es

posible, he estado allí pateando demonios cangrejo yluchando contra un sol gigante verde que queríasuccionar mi cerebro durante por lo menos una hora,estoy segura de eso”.

David arqueó una ceja y la vio con estupor.“¿Demonios cangrejo? ¿Un sol verde gigante? Suenadelicioso. ¿Qué te pasó ahí dentro?”

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Kara suspiró y les relató los acontecimientos.Cuando terminó, cruzó los brazos sobre su pecho.“Como podrás ver, han sido más de cinco minutos”.

“Bueno, no para nosotros, Kara”. Peter se levantó,tambaleándose por un instante. “Tal vez donde estabasel tiempo no tenía significado, pero justo aquí, dondeestamos parados, si lo tiene. Te fuiste sólo durantecinco minutos”.

David le lanzó una sonrisa apretada a Kara. “Comoverás, Peter y yo no tenemos mucho tiempo. Si hemoscambiado así en sólo cinco minutos, en una horaestaremos horneados y listos para servir, en serio”.

La cara de David estaba pálida y Kara notómechones de pelo blanco contra sus sienes. Recordópor un momento su cara al morir, antes de desintegrarseen sus brazos en Horizonte. Ella no podía volver apasar por esa terrible experiencia. David no podíamorir una segunda vez. “Entonces vamos a sacarlos de

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aquí ahora mismo, yo volveré por Jenny después…”“No”, la interrumpió David. “Hemos venido a

recuperar a Jenny, no me iré a ninguna parte sin ella”.“Yo tampoco”, Peter puso cara de valiente, pero

Kara podía ver el terror extendiéndose por su pálidorostro. “Simplemente no podemos dejarla morir aquí, ysé que ella haría lo mismo por nosotros”.

Kara se encogió de hombros. Ella sabía que nopodía convencer a David de regresar, y Petersimplemente seguía a David. Todavía había unaoportunidad de que pudieran recuperar a Jenny yfugarse antes de que las cosas se pusieran peor paraellos. Era una pequeña posibilidad, pero por ahora notenía otra opción.

“Entonces les sugiero que nos demos prisa, Jennyprobablemente esté en peores condiciones que ustedesdos. Ella ha estado aquí mucho más tiempo quenosotros. Si nos damos prisa, todavía tendrá una

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oportunidad de luchar…”La interrumpió una melodía, un conjunto de sonidos

armoniosos hacía eco a la distancia. Se sentíaextrañamente fuera de lugar, sin embargo a Kara leagradó. “¿Escucharon eso? La música… ¿la oyen?” Suespíritu se sentía más ligero y liviano con cada nota.

“Lo escucho”, dijo Peter. “Suena a algo clásico, unclásico oscuro, creo”.

“Sí, también lo oigo”. David señaló detrás de ellos:“Viene de ahí, creo que deberíamos investigar”

Kara recordó que había el mismo tipo de música enel casino. Ella recordó sus luces brillantes y a losdemonios jugando a las cartas. “Creo viene del casino.Si Lilith es como su padre, ella está ahí con Jenny y nosestá esperando”.

“Entonces vayamos a saludar a la reina del hielo”.David sacó una espada de alma de su chaqueta, “toma,creo que necesitarás esto. Es mi último repuesto”. Se la

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entregó a Kara, quien la tomó con gusto. Una vez queestuvieron listos, los tres marcharon por la tranquilacalle, un poco más lentamente que antes. El silencio sesentía extraño en comparación con los chirridos de lasparedes de la ciudad de metal. La ciudad que queríadevorarlos hacía tan solo unos minutos ahora estaba tansilenciosa e inmutable como un cementerio. Caminaronen silencio por la siniestra ciudad, el sonido de suspisadas se unía al sonido de la música lejana. Habíaojos rojos brillando en la oscuridad y formasmoviéndose entre las sombras.

El viento trajo roncos susurros en idiomas que Karano podía entender, pero nada les atacó. Pasaron poredificios de piedra y altos rascacielos de vidrio que seerguían hacia arriba, a la oscuridad. Kara vio siluetasde criaturas a través de las ventanas oscurecidas, peroaun nada se les acercaba. De pronto Kara se dio cuentade que había disminuido drásticamente su ritmo. Los

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demás no podían mantener el paso con ella, así queredujo su ritmo para que pudieran alcanzarla. Estabanerviosa.

Vio de reojo a David, sus cejas estaban muy juntas ysus labios se movían de una manera anti natural, casicomo si estuviera cantando. Su rostro estaba hundido;las ojeras habían matizado sus negros ojos y la mayorparte de su cabello estaba blanco. Se obligó a apartarla mirada.

La música se intensificó, era gótica, con fuertesviolines y trompetas atronadoras. Podía oír rumores derisas, la opaca oscuridad disminuyó y Kara pudo ver laluz sobre los edificios, como al amanecer. Lasestructuras eran menos densas y se hacían máspequeñas cuanto más lejos caminaban. Luces rojasoscilaban por encima de los edificios por un momento yluego se salían del campo visual. Con curiosidad, Karacaminó más rápido. Una vez más las luces rojas

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formaron un semicírculo mientras oscilaban a plenavista sobre la ciudad. Iban hacia arriba y hacia abajo enun movimiento circular y desaparecieron detrás de unedificio. Finalmente, Kara pasó el último edificio depiedra y dio vuelta en una esquina.

Se encontró ante un gran parque del tamaño de uncampo de béisbol. Estaba rodeado de una valla dehierro forjado de cincuenta pies de alto con púas demetal en la parte superior, y una nube de niebla secernía sobre el suelo. Kara recordó su desagradableexperiencia con los demonios de cangrejo.

Pero esta niebla era diferente. Árboles negros,marchitos, se mecían grotescamente en el viento; susextremidades rotas se resquebrajaban, separándose ycayendo. Un hedor asfixiante de carne y hueso podridose levantó alrededor de ellos. Entre las oscuras nubes,una tormenta de electricidad verde iluminaba la escenacon un extraño brillo. Carruseles brillantemente

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iluminados rotaban suavemente, sus solitarios corcelesgalopaban en una carrera sin fin. Había diferentespaseos situados a lo largo del parque, pero uno sedestacaba entre los demás. En la distancia, una rueda dela fortuna gigante giraba lentamente en un movimientohacia la derecha. Luces rojas y naranjas oscilaban alritmo de la rueda mientras se movía y los asientosmetálicos vacíos se mecían para el frente y para atrás.

Entonces fue cuando Kara la vio. Una mujer jovenestaba atada a uno de los asientos con una cadena demetal. Su corto pelo púrpura brillaba bajo la suave luzy su cabeza colgaba hacia adelante. Incluso desde ladistancia, Kara podía ver su piel blanca enfermiza.Parecía estar inconsciente.

“Jenny”, susurró Kara horrorizada.Grandes puertas de hierro montadas sobre columnas

de granito bloqueaban la entrada. Había intrincadosdiseños tallados a lo largo de las dos puertas y dos

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desagradables rostros esculpidos a cada lado. Karapudo ver un candado de metal sujetando las puertas y unletrero con luz neón roja y verde que leía Bienvenidosa la Extravagancia de Lilith.

David se paró junto a ella. “Esto realmente va a sertodo un show”.

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Capítulo 16

Carnaval Extravagante

Kara caminó hasta la puerta. Las sombras se movían

frente a ellos, ella sabía que esto era una trampa. Unavez que entraran, era seguro que algo horrible lessucedería. Enrolló sus dedos alrededor de los tubosfríos de metal y tiró. Las puertas se agitaron pero no seabrieron. “Bueno, al menos le di una oportunidad.¿Creen tener la suficiente fuerza para saltarse lapuerta?”

Peter miró para arriba y se encogió de hombros.

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“No creo que pueda, me está costando trabajosimplemente caminar”.

“Tiene que haber otra forma de entrar”. Kara soltóla puerta y se acercó al lado. Grandes postes de hierrose elevaban hacia el cielo oscuro. “Deberíamos dar lavuelta y buscar otra manera de entrar, tiene que haberuna apertura en alguna parte”.

“No creo que tengamos el tiempo suficiente”. Peterse apoyó contra la puerta, su pálido rostro destacabacontra el negro de los postes de hierro. A Kara le dolíaverlo tan mal. Sería su culpa si perdía a Peter y a Daviden el inframundo.

“¿Alguien sabe cómo abrir una cerradura?”preguntó David moviendo su dedo índice dentro del ojode la cerradura. “¡Ah!” David saltó hacia atrásacunando su dedo.

Kara corrió hacia él con su espada de almadesenvainada. “¿Qué es? ¿Qué pasó?” David levantó su

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dedo índice, salía luz de donde su uña y la partesuperior de su dedo solían estar. “Esa estúpidacerradura me mordió. ¡Me mordió! Arrancó un trozo demi dedo. ¡Mira…!”

“¿Te mordió?” Kara inspeccionó la cerradura. Nopodía ver ningún diente o cualquier otra cosa quepudiera haber arrancado un trozo del dedo de David,era sólo una cerradura de metal como cualquier otra.

“¡Te digo que me mordió!”, dijo David pateando lapuerta airadamente. Una vez que terminó de hacer suberrinche, Kara deslizó su espada en el ojo de lacerradura lentamente, escuchó un chasquido suave y elhoyo de la cerradura se cerró repentinamente.

“¿Pero qué…?”Ella jaló su espada y se dio cuenta de que estaba

atascada, levantó su pierna y presionó con ella sobre lapuerta. Dio un fuerte tirón con las dos manos pero nopasó nada. Finalmente uso su espalda para hacer fuerza,

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dio un tirón final y la espada se liberó. Kara saliódespedida por el impulso y casi se cae. Cuandorecuperó su equilibrio se agachó y observó de cerca elojo de la cerradura.

“El pago, por favor”, dijo una voz.Kara saltó hacia atrás sorprendida y apuntó su

espada hacia la puerta. ¿De dónde había venido la voz?“Sí, tienes que pagar”, confirmó otra voz.Kara blandió su espada en el aire de manera

amenazante. “¿Quién dijo eso? ¿Dónde estás?¡Muéstrate!” dijo, observando a través de los barrotesde hierro sin lograr ver a nadie. Miró a David y a Peter,quienes sólo se encogieron de hombros.

“Fui yo”, dijo la misma voz.“Y yo también”, respondió la voz del otro.Kara buscó de dónde venían las voces, aunque

estaba segura que salían de las puertas. Inspeccionó laparte delantera. Había dos gárgolas de hierro viéndola

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fijamente, una en medio de cada puerta. El metalpareció arrugarse repentinamente. Examinó las carasmás de cerca y pudo ver como parpadeaban y luegosonreían.

Kara se tambaleó hacia atrás. Era imposible.“Yo creo que la chica cree que eres guapo,

¿verdad?” dijo uno de los rostros. Sus enormes ojossaltones rodaron, observando a Kara. La otra cara dehierro se arrugó en una sonrisa y sus pequeños ojosnegros la vieron con un aire de satisfacción.

“Creo que es cierto, Izquierdo. Yo soy más guapoque tú, siempre lo he sabido”. Su nariz grande sebalanceó y sonrió.

“Esto es una broma”, rio David. “¡Endiabladaspuertas parlantes!”

La cara de la izquierda estiró su nariz emulando lade un halcón. “No somos puertas, somos carceleros. Y¿puedo saber qué están haciendo aquí tres ángeles? Por

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lo que veo, dudo que vayan a seguir siendo ángeles pormucho tiempo. Se ven horribles”, concluyó sonriendomalévolamente y revelando sus afilados dientes.

Kara frunció el ceño y dio un paso hacia adelante.Los ojos de las caras vigilaban todos sus movimientos.Sus tallados rostros brillaban bajo la luz neón verde,parecían bastante inofensivos, pero Kara no queríaarriesgarse. Colocó su espada frente a sus rostros. “Misamigos y yo necesitamos pasar al otro lado, alguien nosestá esperando allí. ¿Podemos pasar? ¿Por favor?”

“Para poder pasar tienes que hacer el pago. Nopagas, no pasas”, dijo la cara a su derecha. Sus grandesorejas puntiagudas se movieron nerviosamente a loslados de su cabeza.

“Sí. Si no pagas, no pasas”, coreó la cara a laizquierda.

Las caras le ponían los pelos de punta, pero no teníaotra alternativa más que tratar de negociar con ellos

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para conseguir pasar. No había manera de que Peterpudiera subir sobre la puerta, y David también estabadebilitándose más a cada minuto.

“Entonces, ¿de qué tipo de pago estamos hablando?No tengo dinero”, fue lo primero que se le ocurriódecir. Tal vez aceptarían botones como forma de pago,como los controladores de los Cielo-coches. La cara asu derecha se arrugó en un ceño. “¿Dinero? ¿Qué eseso? No, tienes que proporcionarnos un alma mortal.Sin un alma adecuada como pago, no puedes pasar”.

La mandíbula de Kara se abrió de golpe. Luego deun momento, recuperó su compostura y les respondió:“No tengo un alma mortal, e incluso si lo hiciera, nuncate la daría”.

“Hmmm. Bueno, eso plantea un problema para ti,¿no? ¿Cómo pretenden pasar entonces? Pensé queserían más inteligentes”. La cara giró hacia su derecha.“Izquierda, parece que tenemos un simplón frente a

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nosotros”.“Así creo. Me va a dar por cantar una canción”,

dijo Izquierdo, arrugando sus labios en una deforme‘o’.

Kara escuchó un golpe y se volvió para ver a Davidtirado en el suelo. Corrió a él para ayudarle alevantarse.

“Estoy bien”, dijo David, tratando de liberar subrazo de las manos de Kara. Su pelo estaba casicompletamente blanco y estaba temblando. Kara sintióun gran dolor en su corazón, esto estaba muy mal. Ellanunca debió aceptar llevarlos.

“Es obvio que no estás bien, esto es culpa mía. Losiento, te llevaré de vuelta…”

“¡No!” David se sujetó de un poste metálico y sepuso de pie. “Yo voy contigo, es demasiado tarde paravolver. Tenemos que seguir, no tenemos otra opción”.

Kara miró sobre su hombro a Peter. Estaba sentado

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en el suelo, con su cabeza doblada contra su pecho.Sólo habían pasado unos minutos desde habían llegadoa la puerta y Peter y David estaban deteriorándoserápidamente. ¿Cuánto tiempo tenían hasta que secompletara su transformación en demonio mayor?¿Podría todavía llevarlos de vuelta con ella? ¿Seguiríansiendo ellos mismos cuando se transformaran?

Kara estaba furiosa y se desquitó con las puertas,quería arrancarle los ojos a la gárgola con su espada.“Mira, no tengo tiempo para quedarme aquí y discutircon ustedes, no tengo un alma mortal y tenemos quepasar… ¡ahora! Sé que Lilith nos está esperando.Realmente deberían dejarnos entrar. No quieres hacerlaenojar, ¿verdad?”

“¿La Señorita Lilith? Hmmm… eso plantea unproblema mayor”, dijo Derecho bajando sus gruesascejas. “Esta, la del mal carácter, puede tener razón. Noqueremos que la señorita esté molesta con nosotros,

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Izquierda. ¿Qué debemos hacer? ¿Los dejamos pasar?”Las orejas de Izquierda se estiraron en una línea

recta y sus ojitos negros analizaron a Kara por unmomento. “No lo sé. ¿Deberíamos? ¿Recuerdas lo quepasó la última vez que se enojó con nosotros? El río demagma hirviendo… ¿te suena?”

Derecho arrugó su negra cara. “Bueno, la señoritadijo que estaba esperando a una chica… pero no a unachica y dos chicos”.

“Sí, sólo una chica”.“Los chicos se ven muy mal”, dijo Derecho,

viéndolos detenidamente. “Dudo que representen unaamenaza para nuestra jefa así como se encuentran”.

“Estoy de acuerdo”, dijo Izquierdo. “Son undesastre, en efecto. El que trae las gafas ni siquierapuede pararse, se lo comerán vivo”.

“Sí, lo comerán vivo”.Kara levantó la cabeza. “Escuchen Izquierda y

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Derecha. Yo soy la chica, tienen que dejarme pasar a míy a mis amigos inmediatamente, antes de su jefadescubra que no nos querían abrir la puerta. Estoysegura de que no quieren visitar el rio de magmahirviente otra vez. Ella no va a estar feliz cuando sepaque no están dejando pasar a sus invitados”.

Izquierda reflexionó un momento, frunciendo suslabios de hierro. “Está bien, pueden pasar”.

“¡Pueden pasar!”, hizo eco Derecha.Con un ensordecedor chirrido, las puertas se

mecieron abriéndose de par en par. Kara ayudó a Petera ponerse de pie y él se tambaleó por la entradaprincipal. David cojeaba detrás de él. Kara oyó lacerradura de la puerta detrás de ellos y las voceshorribles de los carceleros empezaron a entonar unacanción. Una sinfonía gótica los envolvía, como siestuvieran dándoles la bienvenida. Pasaron un carruselbrillante lleno de joyas y luces, corceles negros con

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afilados dientes amarillos subían y bajaban lentamenteen sus postes de oro. En vez de pesuñas tenían garras,con las que se aferraban a la plataforma de metal.Voltearon las cabezas y con sus ojos rojos como sangreobservaron a Kara y a sus acompañantes mientraspasaban. Kara suprimió un escalofrío mientrascaminaba por entre los negros caballos. Tenía lasensación de que no estaban realmente fijos a nada.

Con la rueda de la fortuna gigante aún a la vista deKara, hicieron su camino cuidadosamente a través de unlaberinto de extraños paseos, juegos y quioscos hechoscon huesos humanos. Una horda de demonios femeninoscon la piel amarilla y azul salió de una tienda decampaña y se acercaron al grupo bailandoseductoramente alrededor de ellos. Ondeaban suspañuelos de seda sobre Peter y David, quienes hacíansu mejor esfuerzo por ignorarlos. Los demoniosaullaban, riéndose, y lamian sus labios con su lengua

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bifurcada mientras saltaban por todas partes.De pronto apareció una gran carpa frente a ellos.

Largos trozos de pesada tela roja y amarilla caían alpiso. La puerta a la tienda se abrió de golpe, losdemonios femeninos aullaron y salieron huyendo. Karadio un paso atrás involuntariamente.

Los demonios comenzaron a desparramarse de latienda, sus rostros blancos y demacrados losobservaban lascivamente. Sus enormes y anormalmentegrandes mandíbulas revelaban filas de dientespodridos, sus amarillos ojos saltones estaban pintadoscon gruesas líneas de color negro, y sus narices rojasbulbosas caían encima de sus gelatinosos labios colorrojo sucio. Sus retorcidas extremidades se movíangrotescamente mientras formaban un círculo alrededordel grupo. Algunos llevaban sombreros de frac negros,otros eran calvos y murmuraban un extraño lenguajegutural con sus ennegrecidas lenguas. Kara luchó por

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controlar el deseo de salir corriendo y permanecióparada en su lugar.

Un demonio con un harapiento traje de bufón rojocon negro y botas negras emergió del grupo y se acercóa ellos. Tenía pintura roja embarrada sobre sushundidas mejillas y delgada boca y un gran machetecolgado a su lado.

“Este es mi día de suerte”, David cojeó haciaadelante para hacerle frente al demonio. “Siempre heodiado a los payasos, y este es el momento de cobrarmetodas esas infames y estúpidas fiestas de cumpleaños”.

El demonio se lanzó sobre él y David desenvainó suespada perforando la frente del atacante con un sonidomojado. La criatura se meció sobre su eje por unossegundos y cayó al piso. “Nunca saben cuándo callarse,odio todas esas cancioncitas y espeluznantescarcajadas”. David se agachó y sacó su espada de lafrente del payaso, limpiándola en sus pantalones.

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Kara empujó a Peter detrás de ella. “Mantente atrásy agáchate, no intentes nada heroico. ¿Tienes un armacontigo?”

Peter se sentó en el suelo y buscó en su mochilasacando una piedra lunar. La sostuvo con ambas manos.“Esto se hará cargo… espero”.

“Perfecto, quédate ahí”. Kara se paró de maneraprotectora frente a Peter, una oleada de furia la recorrióhaciendo hormiguear las yemas de sus dedos. Apretó suespada fuertemente contra su mano. Peter no estaba encondiciones de pelear, ni siquiera debería estar aquí.Kara dirigió su ira hacia la repugnante horda depayasos.

Con un rugido, todos los demonios-payaso lanzaronsu ataque. Un demonio con sombrero negro y abrigorojo corrió hacia ella blandiendo dos espadas negras ensus manos esqueléticas, sus vapores negros seenrollaban alrededor de sus manos y sus armas como

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una piel. Giró las espadas hábilmente sobre su cabeza ycon un furioso rugido, saltó en el aire dirigiéndose a lagarganta de Kara.

Ella se agachó y pateó al payaso en su costado. Eldemonio vaciló por un momento, se rio y escupiólíquido negro de su boca podrida. Maniobró susespadas sobre su cabeza nuevamente y lanzó otroataque. Kara levantó su brazo y bloqueó su embestida,sus rodillas se doblaron bajo su peso. Mientras luchabacontra el demonio, podía oír a David gruñendo y lossonidos de metal contra metal. A pesar de suenfermedad, él estaba resistiendo.

Vio otro par de botas sucias a través del espaciobajo del brazo de la criatura, y otro demonio corrióhacia ella. Con un renovado sentido de poder, empujó ala primera criatura cortándole la garganta. Su aullido demuerte sacudió el aire, y justo cuando su cuerpo sedesplomó en el suelo, el otro demonio dirigió un hacha

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gigante hacia Kara. Ella se agachó, pero el hacha habíacortado su abdomen. Kara gritó, y el metal envenenadose filtró a su cuerpo.

Sujetó sus manos alrededor de la manija de metal yla jaló.

Algo le jalaba el pelo. Con el hacha aun en la mano,la levantó por encima de su cabeza y la ensartó pordetrás de ella. Oyó un golpe y se volvió para ver que eldemonio se desmoronaba al suelo.

Hubo una gran explosión alrededor de ellos, unanube gigante de niebla blanca se sostuvo por unmomento y luego se dispersó. Había pedazos depayasos destrozados esparcidos a todo su alrededor.Peter tenía líquido negro untado en la cara y miraba aKara con una expresión determinada, sonriendo.

Un gemido llamó su atención. David había caído alsuelo frente a ellos, tres demonios payaso loapuñaleaban repetidamente con sus espadas. Kara

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corrió a él y cortó al primer demonio fácilmente. Elotro le atacó salvajemente, ella le pateó la rodilla ygolpeó con fuerza su rostro sonriente. Bloqueó elataque del tercer demonio con su espada, la criatura serio y eso sólo encolerizó más a Kara. Con su espadaerguida ante ella, le apuntó al ojo y sacó su espada deél cuando éste cayó al piso.

Se arrodilló al lado de David y retiró el peloblanco de su cara. Sus ojos estaban cerrados. Estabahecho una masa de extremidades rotas y ropas rasgadasy había líquido negro sobre el suelo donde yacía. Su luzbrillaba desde las múltiples heridas. Kara se pusotensa, él se veía muy mal.

“Me veo terrible, ¿verdad?” graznó David cuandoabrió los ojos. “Lo sé por tu mirada”.

“Shhh. No hables, guarda tu fuerza”.Kara giró, los últimos demonios payaso se habían

dispersado. Los vio cojear hacia la parte trasera de la

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tienda y desaparecer detrás de un juego con asientosoxidados.

Sin decirle una palabra más a David, le sujetódebajo de los hombros y lo arrastró hacia Peter.

“Me encantan las mujeres fuertes”, dijo Davidrománticamente, pero Kara lo ignoró.

“Peter, ¿puedes caminar?”Con un gran esfuerzo, Peter logró ponerse de pie.

“Yo… creo que sí. Sea lo que sea esta enfermedad,mientras menos me esfuerce más lento trabaja”, dijo,colocando su mochila sobre su hombro.

“Si ese es el caso, entonces yo ya estoy muerto”, lacabeza de David se balanceaba de lado a lado.“Apenas puedo sentir mis piernas”.

“No digas eso, vas a estar bien”. Kara supervisó lazona y apuntó hacia una taquilla vacía con el retrato deuna sonriente Lilith pintada al frente. “Allí, estarásseguro allí hasta que vuelva”.

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David intentó sonreír mientras tosía. “¿En serio?¿Con esa señorita demonio sonriéndonos todo eltiempo?”, preguntó, ladeando su cara hacia el cartel.

“Sí, en serio. No te buscarán allí”. Kara arrastró aDavid y lo llevó a la cabina, sentándolo suavemente enel suelo. Él volvió la cabeza y le sopló un beso a laimagen de Lilith. Peter se rio y se deslizó hacia abajo, asu lado.

La sonrisa de David se evaporó. “Kara, lo siento”,dijo débilmente David. “Te fallé”.

Kara negó con su cabeza. “No hay nada quelamentar, David. Soy yo quien debería pedirlesdisculpas a los dos, nunca debí dejarlos venir. Este fueun gran error”.

“No fue tu decisión”, dijo David. “Peter y yoqueríamos venir. No había nada que pudieras haberhecho para impedirnos venir contigo, y me alegro deque lo hayamos hecho”.

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Kara suspiró, observó la mochila de Peter y lepreguntó: “¿Tienes más piedras lunares ahí?”

Peter asintió con la cabeza. “Síp”, respondió,sacando otra piedra lunar. “Tengo otras cinco”.

David chifló y le dio unas palmaditas a Peter en laespalda, impresionado por su precaución al haberlastraído.

“Perfecto, si aparecen más demonios, hazexactamente lo que hiciste antes. Vuélalos a todos.Regresaré de inmediato, no dejen que nadie los vea ytraten de no hacer ningún ruido”.

Ella observó el arrugado rostro de David. Su pielera blanca como la tiza, no iba a durar mucho tiempo.Los demonios casi habían acabado con él. Confiaba enque Peter se portara suficientemente valiente paramantenerlos con vida hasta que ella volviera. Rogó ensilencio que lo fuera.

Kara se levantó y se revisó a sí misma. “Bien, me

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voy…”“¡Espera! Necesito mi beso de buena suerte”,

suplicó David arrugando sus labios. “Si he de morircomo un demonio asqueroso, por lo menos déjamemorir feliz”.

Rodando los ojos, Kara se arrodilló a su lado yacunó su rostro suavemente en sus manos. “No vas amorir, no seas estúpido. No te dejaré que lo hagas, te loprometo”. Kara se inclinó hacia adelante y presionó suslabios contra los de David. Ella se estremeció alsentirlo tan frio, pero estaba contenta de sentir susuavidad.

“No puedo creer que se estén besando en unmomento como éste”, se rio Peter. Su voz era casi unchillido.

“Date prisa y vuelve en una sola pieza. Este lugarme está asustando. Sé que voy a tener pesadillas conpayasos el resto de mis días”.

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“Lo haré, es una promesa”. Kara sintió como si todoel peso del inframundo le hubiera caído encima. Odiabaa dejarlos así, pero no tenía otra opción.

“Ten cuidado”, dijo David.Con una última mirada a David y Peter, Kara se

puso de pie de un salto y salió disparada en la otradirección. Pasó por la carpa amarilla con rojo concautela y sujetó su espada firmemente en su mano.Escuchó atentamente para distinguir algún ruido depesadas botas, pero no escuchó nada, no salieron másdemonios de la tienda. Aliviada, siguió su camino através de los paseos y juegos en ruinas donde losdemonios discutían para obtener el mejor asiento. Susbrillantes ojos rojos la siguieron durante unosmomentos y luego continuaron peleando. Sus gruñidossalvajes fueron ahogados por la ensordecedorasinfonía.

Kara podía ver el cuerpo flácido de Jenny moverse

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con el impulso de la rueda gigante justo enfrente deella. Estaba cerca, siguió la música y ésta la llevó máscerca de la rueda.

Un repentino susurro llegó por detrás de ella. Karavolvió la vista y se encontró con una pared de payasospodridos que se tambaleaban detrás de ella. Aceleró suritmo, y al hacerlo escuchó las pisadas de sus pesadasbotas tomar más velocidad. Si todos iban detrás de ella,eso significaba que David y Peter estaban a salvo porahora, a menos que otro enemigo les esperara en lassombras. Ella eliminó ese pensamiento de su mente.

La brillante rueda se asomó sobre una carpapodrida blanca. Kara podía ver la cara de Jennyclaramente ahora, sus ojos estaban cerrados y su pieltenía el mismo tono blanco calcáreo que la de David yPeter. Sin embargo, Kara no podía ver ninguna heridareal en su amiga.

Ella corrió alrededor de la tienda y salió a un claro.

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Una gran plataforma elevada estaba colocada al pie dela rueda gigante. Había luces colgando de los cablesque cruzaban por encima de la plataforma y en elextremo opuesto aullaba un grupo de gordos demoniossarnosos mientras tocaban unos instrumentos negrosbrillantes con sus sinuosos brazos y piernas. Susextrañas voces acompañaban su fantasmagóricaactuación.

Una hermosa mujer joven, vistiendo un conjuntodeportivo blanco y un alto sombrero del mismo color,hacía altas cabriolas por el escenario. Su largo cabelloblanco ondulaba de manera antinatural detrás de ella,como una capa de niebla. Sus delicados rasgos searrugaron y su rostro se torció en una sonrisa siniestracuando vio a Kara. Sus grandes ojos negros brillabancon emoción mientras saltaba y giraba dramáticamentealrededor del escenario.

“Bueno, bueno, bueno. Mi pequeña hermana Kara

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finalmente ha decidido venir a jugar con nosotros”.Lilith rio suavemente con los cuatro demonios mayoresque estaban de pie detrás de ella. Sus idénticas carasblancas vieron con desdén a Kara.

Un hombre gigante estaba sentado en una silla demadera roja junto a Lilith. La silla estaba tallada conserpientes en los apoyabrazos y había animales concuernos dibujados en las patas. El respaldo estabatallado en forma de un ojo que parecía mirar Kara. Unatúnica gris larga y sedosa estaba colocada sobre losfuertes hombros del gigante. Su cara estaba arrugada enun profundo ceño y la luz se reflejaba en su calvacabeza. El observaba a Kara con ojos oscuros.

“Zadkiel”, siseó Kara.

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Capítulo 17

Muñeco Sorpresa

“¿Acaso ustedes dos se conocen?” preguntó Lilith.

Dejó de girar y se quedó quieta, vio a Kara y aZadkiel por un momento y luego levantó sus brazosdramáticamente en el aire y se rio. “¡Qué maravilla!Esto va a ser mejor de lo que había imaginado. Pareceque he reunido a dos viejos amigos de la Legión”.Zadkiel mantuvo sus ojos fijos en Kara, ni siquierapestañeaba.

Lilith la observó, boquiabierta. “¡Oh Dios mío!

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¿Qué te pasó? Te ves terrible”, se carcajeó. “¿Te costómucho trabajo llegar hasta aquí? ¿Acaso te encontrastecon algunos de mis amigos en el camino?”

Kara la ignoró y revisó la zona rápidamente. Sintióuna presencia detrás de ella, se dio la vuelta y se topócon un grupo de demonios payaso amontonados detrásde ella. Se alejó al ver que habían formado un círculo asu alrededor, susurrando y viéndola lascivamentemientras la picaban con sus armas. Uno de ellos saltóhacia adelante blandiendo un palo con pinchos y golpeóel suelo cerca de los pies de Kara. Ella no se movió.

Lilith levantó su mano, el demonio payaso inclinó lacabeza y se alejó. Sonriéndole a Kara le dijo: “Sabíaque vendrías. Sabía que no podrías resistir las ganas deayudar a tu patética amiga… ¿cuál era su nombre?¿Julie? ¿Jinger? ¿Janet?”

“Jenny”, bufó Kara, esperando que su rostromostrara toda la rabia que sentía.

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Lilith se rio suavemente, girando un mechón de sucabello entre los dedos. “Ah, sí… pobre pequeña ypatética Jenny… para ella, todo ha terminado”.

Observó detrás de ella y le sonrió a la figura sinvida que estaba atada a la rueda. “Odio su cabello, ¿noes terrible? No estoy de acuerdo con las mujeresjóvenes que se cortan el cabello así de corto. Se vencomo chicos. ¿Por qué querrías parecerte a un chico?,creo que todas las mujeres deberían tener el cabellolargo y hermoso como el mío”.

Lilith lanzó su cabello sobre su espalda con unmovimiento de su muñeca y le lanzó una bonita sonrisaa Kara. “Bueno, si su alma aún está viva, se mantienesólo de un hilo. Le di un poco de mi esencia para tratarde mantenerla viva tanto como fuera posible, porquequería que tú la vieras sufrir. Pero por desgracia esdébil y probablemente ya esté muerta, así que supongoque viniste hasta aquí para nada. ¡Ja!” Lilith se rio con

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entusiasmo y los demonios la corearon.Kara resistió las ganas de correr y botarle la

sonrisa de un golpe. Ella miró hacia arriba y buscó lacara de Jenny, pero no había ningún movimiento. Sucuerpo estaba rígido, como un cadáver, y la culpa y laira se acumularon en su pecho.

“¿Sabes?”, continuó Lilith en un tonoconversacional, “ustedes los ángeles guardianes estánsumamente sobrevaluados, ¿no crees? Uno pensaríaque con su gran reputación serían inteligentes, pero túno eres muy inteligente, ¿o sí, Kara? Esto esobviamente una trampa. ¿Sabías? ¿O no sabías que estoera una trampa? ¿Eres realmente así de fea y estúpida?Sólo apareces así nada más, sin preguntas, como unbuen soldado. ¿Y dices que eres hija de Asmodeus?Creo que no”. Ella agitó sus brazos teatralmente y serio.

Kara vio a Lilith pero no le respondió. Ella sabía

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que quería conseguir ponerla furiosa, así que sólo lamiró con sus labios presionados en una delgada línea.

Lilith levantó una ceja, su sonrisa estaba vacía.“Uno pensaría que la infame Kara Nightingale tendríamás cerebro. Kara esto, Kara aquello, todos hablan deti en el inframundo, ¿sabes? Pero para mí queda claroque fui yo quien heredó el intelecto de nuestro padre yno tú. Nunca habría sido tan estúpida como paraarriesgar mi preciosa alma por otra. ¿De qué se trataeso? Tu debilidad, mi querida hermana, es tu amor portus amigos”.

“Prefiero dar mi vida para ayudar a un amigo queser una psicópata centrada en sí misma que necesita unaaudiencia para ayudarla a sentirse importante”. La vozde Kara se elevó pero se esforzó en no perder la calma.Necesitaba permanecer en sus cinco sentidos.

Los labios de Lilith se retorcieron en una feasonrisa y sus ojos negros se oscurecieron aún más bajo

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un profundo ceño. “Yo soy importante y poderosa. Yosoy lo más grande que ha existido en el inframundo, porsi quieres saberlo”.

Observando a Kara agregó: “Tú sólo eres unapiedra en el zapato, no creas que porque somoshermanas perdonaré tu insignificante vida. Tú nosignificas nada para mí, me dará mucho gusto vertesufrir tanto como yo he sufrido”.

“No esperaba menos”. Kara vio a Zadkiel, él aún nohabía dicho nada y eso la ponía nerviosa. Él podríaestar contemplando algún plan. Tamborileaba su pulgarcontra los apoyabrazos de la silla y la única indicaciónde su odio por Kara era su profundo ceño. Era peor queun traidor, era la escoria bajo sus botas. Lilith ajustó susombrero y levantó su barbilla en el aire.

“Yo era la favorita de mi padre, ¿sabes? Me lo decíatodo el tiempo. Me adoraba”. Ella se volvió y apuntóun dedo con una uña perfectamente pintada en rojo en

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dirección de Kara. “Tú sólo fuiste un mal experimentoque no resultó. Nunca se preocupó por ti como sepreocupaba por mí, no significabas nada para él. Noeras nada, casi nunca hablaba de ti. Y cuando lo hacía,era porque lo sacabas de quicio Verás, nunca fuerealmente tu padre. Era mi padre, no el tuyo. Él tequería ver muerta”.

Kara meneó la cabeza y sonrió golpeando su espadacontra su muslo. “Cielos… necesitas terapia, tienesseveros problemas psicológicos en la relación con tupadre”.

Kara no sabía qué camino iba a tomar esto. Pudover el odio estallando en la cara de Lilith, undesagradable espectáculo.

Lilith vio a los ojos a Kara. “Voy a disfrutar cuandote mate, hermana”. Sus labios temblaron con furia.

Kara le sostuvo la mirada. “Pues esto tendremosque verlo, ¿no es así… hermana?”

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Lilith levantó sus brazos en el aire. “Vamos a ver silos rumores son ciertos. Comprobaremos cuánpoderosa eres, hermana querida. ¡Que comiencen losjuegos!” exclamó, tronando sus dedos.

Apareció un tornado de polvo en el centro de laplataforma, la ropa y el cabello de Kara ondularon enuna repentina ráfaga de viento. Rayos de electricidadverde serpenteaban alrededor del embudo. Hubo untronido repentino y el polvo desapareció. Una gran cajacon intrincados diseños apareció frente a Kara, era rojacon signos de interrogación verdes pintados a loscuatro costados. Parecía una caja gigante de juguetesorpresa. Una manivela giraba lentamente en uno de suslados.

Kara no se dejó engañar por la colorida caja y dioun paso atrás. Con un flash, la parte superior de la cajaexplotó y un bufón enorme saltó desde dentro. Luciendoun harapiento traje rojo con verde, el demonio sonrió,

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abrió su boca y aulló. Su lengua bífida lamía susdientes podridos mientras estudiaba a Kara con sussaltones ojos amarillos. Ella se apoderó de su espadade alma y observó al gigante muñeco de la caja desorpresas.

El demonio rio tan fuerte que Kara gritó por eldolor en sus oídos.

El bufón arremetió contra Kara.Sus enormes fauces le atacaron los pies, pero falló

por una pulgada cuando ella logró saltar fuera delcamino. La cabeza del bufón se estrelló en laplataforma rompiendo las tablas de madera y elmalicioso demonio se replegó en su caja de nuevo. Riootra vez desde dentro de ella y Kara trató de bloquearel sonido con sus manos.

La manivela giró, lentamente al principio y luegomás rápido, y el bufón saltó fuera de la caja otra vez.Su lengua de serpiente se enrolló en la pierna derecha

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de Kara y la levantó en el aire. Colgando boca abajo,vio con horror como abría sus fauces enormes debajode ella. Su aliento ardiente y apestoso le roció la cara.El hedor era suficiente para dejar a alguieninconsciente. Kara luchó entre las garras del demonio,se negaba a ser comida por un payaso gigante. Lacriatura la acercó a sus fauces…

Con un rápido movimiento de su espada, Kara cortóla lengua de la criatura y el líquido negro le roció sumano. La liberó y ella cayó al suelo mientras el bufónse escondía en su caja de nuevo. La criatura aullaba,observándola con los ojos amarillos llenos de rabia.

En un instante, la cabeza del bufón se abalanzócontra ella otra vez y salió volando en el aire. Sintió unfuerte dolor en su brazo cuando los dientes gigantes leapretaron su brazo hasta la axila. Su espada se resbalóde su mano y su cuerpo fue lanzado salvajemente sobrela tierra.

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El bufón serpenteó delante de ella y lanzó su espadahacia las sombras. Escuchó un débil golpe y supo quehabía perdido su arma. Miró su cara sonriente, podíaoír a Lilith gritando de alegría, aplaudiendo febrilmenteen algún lugar detrás de la criatura.

Kara saltó a sus pies y trató de escapar de lacriatura, pero él le impidió su paso. Jamás podríaganarle a esta cosa.

Kara vio el rostro de Jenny y la culpa la inmovilizópor un momento. El bufón se rio en señal de victoria.Sintió que Kara se estaba rindiendo, y el sonido larasgó con la fuerza de mil latigazos. Hubo un tronido, yen un segundo su lengua negra arremetió, envolviéndosealrededor de ella. Sus brazos quedaron aprisionados asus lados, y el líquido negro del ardiente aliento deldemonio se filtró en su piel como veneno. Se sintiómareada y trató de enfocarse, pero su mente vaciló. Elbufón la estaba agotando.

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La risa siniestra de Lilith hizo eco alrededor deKara. Ella estaba disfrutando mucho todo esto.

Vio los enfermizos rostros de David y Peter en sumente y el mundo a su alrededor desapareció.

Lilith se rio más fuerte, pero ella no la escuchó.Una onda caliente comenzó a emerger dentro de

ella. Kara la llamó. Su energía elemental emergiólentamente, vertiéndose a través de ella libremente yrenovando su fuerza. Se dejó ahogar en ella hasta que leconsumió en una nube de oro.

Lilith se reía y aplaudía.El bufón abrió sus podridas fauces…El cuerpo de Kara estalló en una explosión de oro,

se elevó y flotó en el aire. El calor se extendió a travésde ella desde su cabeza hasta los pies, y cuando susbotas cayeron al piso de nuevo, el bufón había sidoconsumido en una nube de oro. Corrientes doradasserpenteaban alrededor de su cuerpo gigante, la criatura

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aullaba golpeando repetidamente su cabeza contra elsuelo. Con un gemido final, el bufón estalló en unalluvia de polvo de oro y desapareció en una ráfaga deviento.

La cara de Lilith estaba contorsionada por la rabia.“¡Mátenla! ¡Mátenla, payasos patéticos!”.

La plataforma tembló y los demonios-payaso selanzaron sobre ella, elevó sus manos y rayos de luzdorada emanaron de sus palmas. La pared de payasosse levantó en una nube de dorado resplandor, suscuerpos tronaron y chisporrotearon y se disolvieron enla nada.

La plataforma quedó en silencio y Zadkiel frunció elceño. Sus puños parecían mazos colgados a suscostados y sus rodillas se sacudían.

Kara vio el odio pasar a través de la cara de Lilithy un vestigio de algo más: celos. Claramente ellaenvidiaba su poder.

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Lilith se relamió los labios, supervisando todos losmovimientos de Kara. “Bien, debo decir que estoyimpresionada, querida hermana”. Su voz temblaba, sepaseaba a lo largo de la plataforma y de regreso.Después de un tiempo recuperó un poco de su carácter.“Esa cosa de oro que hiciste… fue un buen truco. Peroera sólo un truco, y aquí no te salvarán tus trucos. Tupatética alma de ángel no durará mucho tiempo. Tarde otemprano, ese poder tuyo se reducirá y tu alma sepudrirá”.

La ira de Kara volvió de repente: “Dame a Jenny yme iré de aquí en silencio, sin hacer ningún daño. Sóloquiero a mi amiga”.

Lilith estalló en una carcajada. Le tomó un momentocontrolarse de nuevo. “Oh cielos no, tú no puedes tenera tu amiguita. Su patética alma me pertenece a mí.Olvídalo, nunca la tendrás. Pero vaya si gritó y clamó ati por ayuda cuando la quemé. Vaya con los pulmones

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de esa chica, podría ser una cantante de ópera”, se rioLilith, complacida al ver la rabia en los ojos de Kara.

Kara le dirigió a Lilith una mirada fulminante. “Eresdigna hija de tu padre, tal cual, una psicópata en todoslos sentidos”.

El rostro de Lilith se iluminó. “Tomo eso como uncumplido”, dijo, revisándose las uñas. “Me estoyaburriendo con tanta charla. ¿No te aburres, Zadkiel?”

Se volvió a ver al arcángel esperando unarespuesta, pero él no le hizo caso. Estaba viendo aKara. Lilith se encogió de hombros. “Bueno, yo meestoy aburriendo, así que vamos a divertirnos un pocomás, ¿de acuerdo? Veamos qué tan bien te va con mipróximo juego. Tengo una sorpresa más para ti,hermanita”. Lilith volteó a ver por sobre su hombro.“¡Ven!”

Un demonio mayor emergió de las sombras y entró ala plataforma. A diferencia de sus hermanos, él llevaba

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una chaqueta de cuero marrón y blue jeans desteñidos,su pálido rostro irrumpió en una sonrisa mientras fijabasus ojos negros en Kara. Caminó casualmente haciaella, el sonido de sus botas cortaba el inquietantesilencio.

Kara se puso tensa cuando lo vio acercarse.¿Qué es esto? ¿Por qué lleva la ropa de David?

“¡¿Qué le hiciste a David?!” Kara levantó sus brazosamenazadoramente hacia Lilith y el arcángel mientrasveía al demonio mayor cuidadosamente.

Lilith se rio entre dientes girando un largo mechónde cabello entre sus dedos. “¿No lo reconoces? Creíque los dos estaban enamorados”.

A Kara la cubrió un sudor frío, se le doblaron lasrodillas y bajó sus manos.

“¿David?” preguntó con incredulidad. Ella escuchólas siguientes palabras que pronunció Lilith como siestuviera en un sueño.

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“El inframundo lo ha reclamado. David es uno denosotros ahora. Lo has perdido… para siempre”.

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Capítulo 18

David el Demonio

“¡No!” Kara se tambaleó hacia atrás. “¡No! ¡Estás

mintiendo! Esto… ¡esta cosa no es David!”Pero Kara sabía que era cierto, ella todavía podía

reconocer partes de David. Se estremeció al ver elhorror de lo que había hecho, pensaba que tenía mástiempo antes de que la transformación se completara.Ahora ya era demasiado tarde.

El demonio David sonrió burlonamente y Kara notóun tinte verdoso en sus una vez aperlados dientes. “Me

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temo que el David que tú conocías ya no existe. Suespíritu está muerto”.

Kara se estremeció. Era la voz de David la quevenía de la boca del demonio, pero con un extraño ecosimilar a una armónica. Su piel se erizó y suprimió unescalofrío.

Un grito se escapó de los labios de Kara.“David….lo siento”, susurró, alejándose. “Nunca quiseque esto pasara”.

Sus piernas cedieron y cayó. Sintió repulsión haciasí misma y hacia él, ¿qué le había hecho? La criaturaDavid avanzó lentamente. Kara tembló, sintió náuseas.Ella había creado un monstruo, nunca podríaperdonarse a sí misma.

Con una mueca de hambre en su cara, el demoniopaseó hacia ella. Caminaba igual que David. “Perodebo decir que prefiero este cuerpo”. Bajó la cabeza yse inspeccionó a sí mismo, estiró sus brazos y empuñó

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sus manos. “Me siento más poderoso, siento unaconexión a un poder que no he sentido nunca antes. Mesiento más fuerte, siento que puedo hacer lo quequiera… y matar a quien quiera”.

Kara luchó para ponerse de pie. Sus brazos cayeronlibremente a sus costados y la espada de alma temblóen su mano. Sus dedos temblaban. “¿David…? ¿Dóndeestá Peter?”

El demonio la ignoró. “Tengo que agradecerte,Kara, por permitir que esto pasara”. Los ojos negros deDavid brillaron y su sonrisa malvada volvió. “Si nofuera por tu esencia, no podría haber cruzado alInframundo y experimentado este tipo de podersupremo. Tú lo has hecho todo posible. Gracias poresto. Y por eso, precisamente, es que voy a tomarme mitiempo para matarte”.

Los labios de Kara temblaron y le tomó todas susfuerzas evitar caer otra vez. Podía sentir su energía

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elemental hormigueando dentro de ella y se esforzó encontrolarla.

“David… yo, yo… lo siento tanto. Por favor,vámonos de aquí”. Ella levantó su mano y la extendióhacia él. “Ven conmigo, todo estará bien, te lo prometo.Raphael podrá ayudarte a regresar a tu antiguo ser.Vamos a buscar a Jenny y saldremos de aquí…”

David se rio. “¿Salir? Y ¿por qué querría irme deaquí? Aquí es a donde pertenezco. Siempre supe queestaba destinado a la grandeza y ahora he encontrado miverdadero propósito. Los ángeles son unas impotentes ysolitarias criaturas serviles a las que nunca les permitenhacer nada, es lamentable”.

Sus ojos negros estaban fijos en Kara. Él arqueóuna ceja. “No tengo idea de lo que David vio en ti. Nisiquiera tienes buena presencia, eres un angelito frágilque va a morir. Voy a matarte ahora”.

Kara estaba paralizada, ella vio con horror como el

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demonio David extraía una espada de muerte de suchaqueta, la llevaba a su boca y lamía la hoja con sunegra lengua. Volteó la espada en su mano y se hizo unacortada la mejilla, el líquido negro rodó por el lado desu cara. Rio malévolamente y lanzó la espada de unamano a otra, provocándola. Sus impenetrables ojosnegros nunca dejaron de observarla.

Kara se tambaleó hacia atrás. Sintió que caía másprofundo en la espiral, escuchó a Lilith gritar de alegríay la observaba a aplaudir con entusiasmo. El atisbo deuna sonrisa de satisfacción apareció en los labios deZadkiel y lo vio relajarse en su silla. Disfrutaba viendoa Kara sufrir, él estaba esperando que ella sedesmoronara por completo. ¿Por qué Zadkiel la odiabatanto? No había hecho nada para merecer su odio.Escuchó la risa siniestra de David y deseó podervomitar.

Se dirigió a él una vez más. “Nunca quise que esto

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pasara, no te hubiera dejado venir conmigo si hubierasabido lo que te pasaría. Después de todo lo que hemospasado… no te mereces esto, David. Lo siento”.

El demonio David se sonrió burlonamente. “No losientas, David está muerto. Ya no puede oírte, estásperdiendo tu tiempo al pedirle disculpas a un tipo queya está muerto. Además, no lo sentirás tanto después deque te mate. Considera esto nuestra despedida…”

David lanzó su espada contra ella, Kara oyó undébil silbido y el dolor explotó en su pecho. Aturdida,miró hacia abajo. La empuñadura de la espada demuerte emergía de su abdomen. Tropezando hacia atrás,envolvió sus dedos alrededor de ella y la arrancó.David rio, era una extraña cacofonía de carcajadasguturales y lamentos. Ella escuchó un sonido de unazote y gritó cuando el veneno de otra espada de muertele quemó el pecho como un ácido.

“¿Qué pasa, hermana querida?”, rio Lilith a través

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de la plataforma. “No quieres herir a tu novio, ¿eh?Ah… vamos. Quería ver un poco de acción entreustedes y pensé que lucharías un poco. Supongo que meequivoqué, pensé que eras más fuerte pero claramenteno es así. Vamos, hermanita, enséñanos de qué estáshecha”.

Kara ignoró a Lilith y jaló la segunda espada fuerade su cuerpo. Su energía elemental burbujeaba justodebajo de la superficie. Sin inmutarse, intentó mantenerla calma al recordar la primera vez que había visto lahermosa cara de David, tan orgulloso y bromista.Recordó la electricidad de su primer beso… ella loquería de vuelta, no lo lastimaría jamás.

Kara envainó su espada de alma y le sonrió aldemonio. Necesitaba encontrar una forma de sacarlodel cuerpo de David. Tenía que ganar tiempo.

“No pelearé contigo, no de esta manera. No le harédaño a mi amigo”. Kara le dio una mirada fría al

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demonio, él bajó la cabeza y miró a Kara por debajo delas cejas. “Tut. Tut. Tut. ¡Pero cuánta honorabilidad detu parte! Ha de ser el amor… eso de sacrificarse unomismo por alguien más. Tú tendrás que pelear conmigosi quieres vivir, pero aún si no lo haces, de todasformas será un placer matarte… y una verdaderadelicia devorar tu alma”.

“¡Lucha, David! Lucha por salir de ahí”, instó Kara.“Sé que estás ahí. Lucha contra él, combate laoscuridad…sé que puedes. Vuelve a mí, ¡pelea!”

Otra espada negra se materializó en sus manos. “Yate lo dije, David está muerto gracias a ti. ¿Qué parte demuerto es la que no entiendes? Dead. Mort. Morto.Mortuus”.

Kara frunció el ceño. “David no está muerto, nopuedo creer que hayas asumido el control sobre su almacompletamente, puedo sentirlo. Sé que él está ahí y voya traerlo de vuelta”. Ella sostuvo la mirada del

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demonio, podía sentir su piel de ángel empezar ahormiguear con calidez.

Su pálido rostro brilló con una luz misteriosa, lanzóla espada de muerte en el aire y ella la atrapófácilmente. “Estás haciendo esto demasiado fácil paramí. Deseaba un verdadero desafío, no un triste caso dela novia llorona que tiene miedo de pelear. Matarte noserá tan divertido como esperaba, pero te voy a matarde toda formas, y luego, al resto de tus miserablesamigos”.

David lanzó su arma con fuerza y la hoja negrabrilló en la luz fantasmal mientras volabapeligrosamente rápido hacia el rostro de Kara…

Ella levantó sus brazos, un rayo de luz dorada brotóde sus palmas golpeando la daga en el aire. La láminaestalló en fuego dorado y con un crujido se desintegró,desapareciendo.

El salvaje poder estalló en Kara hirviendo

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peligrosamente dentro de ella, desesperado porliberarse de nuevo. Quería ser liberado para atacar a laamenaza. Ella vio la plataforma que estaba frente a ellaenvuelta en tonos de oro. Mientras luchaba paracontrolarse, le habló a David de nuevo. “David… nome hagas esto. No quiero hacerte daño, por favordetente. ¡Lucha! Sé que estás ahí. ¡Lucha!”

“¡Oh! Esto es muy emocionante”. Lilith aplaudiócon entusiasmo mientras hacía cabriolas alrededor dela plataforma, disfrutando del trágico espectáculo. “Nopuedo esperar para ver si tienes las agallas para matara tu novio. Dime, querida hermana… ¿cuál será? ¿Tuvida… o la de él?” Su risa quemó los oídos de Kara.

El demonio David retozaba violentamente alrededorde Kara. Abrió sus manos y otras dos espadas demuerte aparecieron como por arte de magia en ellas, ylos vapores negros hicieron espirales alrededor de susmuñecas.

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“Debo decir que estoy disfrutando mucho de nuestrotiempo juntos, cariño. Finalmente estás ofreciendoresistencia, pero lo correcto es matarte. Veras, tú noperteneces aquí, ni siquiera deberías existir… y yo meencargaré de borrarte de la faz de la tierra”.

Dos espadas de muerte salieron catapultadas haciaKara.

Ella elevó sus manos y las cuchillas explotaron enuna nube de polvo de oro. Su temperamento estabahirviendo ahora, su energía elemental latía en su cabezapidiendo venganza a gritos.

“David, te lo ruego. Por favor detente, esto es unalocura. Por favor, no me hagas daño, no creo que puedacontrolarlo por mucho más tiempo. Por favor no hagasesto”.

Ella sabía que el demonio era un parásito y queDavid era su huésped.

Kara retrocedió y mantuvo sus ojos fijos en él,

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tratando de ganar tiempo.Una risa la sacó de su ensoñación y Kara gritó,

cayendo de rodillas al sentir su muslo y su cuellosiendo quemados por el veneno de sus dos espadas.Oyó a David acercarse, pero no lo vio. En cambio,envolvió sus dedos alrededor de la espada y la sacó desu cuello. El olor a carne quemada le inundó las fosasnasales. Jaló la segunda espada de su muslo, podíasentir el veneno regándose como una enfermedad portodo su cuerpo.

Kara levantó la vista, la suela de una bota decombate le destrozó la cara empujando su cabeza haciaatrás y haciéndola caer al revés. Sintió otro golpe en suabdomen y se dio vuelta sobre su estómago. Algolevantó su cabeza por los cabellos y una lámina negrabrilló delante de ella bajo la suave luz.

“Y yo que pensé que eras buena luchando. Ves…esa es la diferencia entre ángeles y demonios, los

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ángeles son débiles y odio que piensen que sonsuperiores a nosotros. Creen que son justos y buenos almantener a los humanos en sus correas”.

El demonio David se inclinó más cerca del rostrode Kara. “Pero déjame decirte algo, un día de estos nosdeshacemos de ustedes para siempre. Adiós,querida…”

Kara empujó el rostro de David y gritó, pero antesde que él pudiera reaccionar, ella saltó a sus pies y lo-pateó en el estómago. David se tambaleó hacia atráspero se recuperó rápidamente y le lanzó otra espada demuerte. Pero tan pronto como la daga salió de su manoizquierda, fue engullida en una bola de fuego dorado ydesapareció.

“Yo no soy tu querida, demonio”, gruñó Kara.Encorvado, David la rondaba, observándola

lascivamente. Se veía más como una bestia que comoun ángel joven. Su rostro estaba chorreado con la

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secreción negra de su herida. “Tal vez no, pero ahoravas a morir, te guste o no”.

Concentrándose febrilmente, Kara trató de calcularsu próximo movimiento. “No renunciaré a ti, David. Séque estás ahí en alguna parte, debes luchar contra él”.

2Voy a matarte, ángel”.En un abrir y cerrar de ojos, David corrió hacia

adelante y pateó a Kara con fuerza en la rodilla, ellaescuchó un tronido y cayó. El empuñó la mano y legolpeó en la cara, ella giró y le dio una patada en elpecho. David cayó al suelo.

Kara logró ponerse de rodillas y recibió el golpe deuna bota en la barbilla. Su cabeza fue impulsadaviolentamente hacia atrás y se desplomó como unapiedra. David estaba encima de ella en un instante, consu espada contra el cuello. “Te dije que te iba a matar.Muere ángel”.

Se movió para cortarle la garganta, pero las manos

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de Kara estaban sobre él. Soltó una pequeña descargade voltaje y los rayos dorados le pegaron a David. Élsalió propulsado hacia atrás, en el aire, con una fuerzamonstruosa. La electricidad dorada se envolvióalrededor de su cuerpo como una cuerda de oro y flotóen el aire por un momento antes de estrellarse en laplataforma. Kara se estremeció al ver cómoconvulsionaba. Lo escuchó gemir, cerró los ojos ydeseó que sus gritos se detuvieran.

Los gemidos se detuvieron y ella abrió los ojos.La corriente dorada tronaba y chisporroteaba sobre

su cuerpo, sus extremidades estaban destrozadas. “Losiento, David”, susurró.

Con un estallido final, la energía doradadesapareció.

El demonio mayor no se movía más.

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Capítulo 19

El Gran Escape

Kara corrió y se arrodilló junto al cuerpo de David,

ignorando las enfermizas carcajadas y el baile triunfalde Lilith. El mundo a su alrededor desapareció.Únicamente ella y David permanecían.

Kara se inclinó, sujetó la camiseta de David y losacudió. “¡David! ¡David, despierta! ¡Despierta!”Desesperada, buscaba alguna señal de vida en el friorostro. El vapor hacía espirales por encima de sucuerpo quemado y podía oler su carne achicharrada.

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Kara dobló su cabeza en señal de derrota y soltó lacamisa de David. ¿Qué he hecho? Ella queríanoquearlo, no matarlo. Suavemente, puso su cabezasobre su pecho y sollozó.

“K… ¿Kara?”Kara se estremeció, los párpados de David se

entreabrieron y el azul de sus ojos la sorprendió.“Kara… yo, lo siento”, graznó. “He sido un idiota”.Asombrada, Kara se inclinó sobre él y cubrió el

rostro con el suyo. “¡Cállate! No hables, finge que estásmuerto. Si piensan que estás sin vida se olvidarán deti”.

Ella rozó sus labios contra su fría mejilla. “Volverépor ti más tarde. Quédate quieto y no te muevas, pase loque pase”.

Besó su frente y se puso de pie de un salto,escondiendo su alivio con una mueca espantosa.

“¡Lo mataste!”, rugió irrumpiendo a través de la

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plataforma. “¡Tú hiciste esto! ¡Me has hecho que lehaga esto!” Lazos de oro serpenteaban alrededor de susdedos.

Lilith se veía triunfante. Acomodó un largo mechónde cabello blanco detrás de su hombro y jaló suchaqueta para enderezarla. “No, querida hermana. Tú lehiciste esto a él. No es mi culpa que lo trajeras aquí,¿realmente crees que sobreviviría en este mundo? ¿Eresrealmente así de estúpida? Sí. Supongo que lo eres.Permíteme recordarte que el inframundo es un reino delos demonios, no de los ángeles. Los ángeles no puedensobrevivir aquí, era sólo cuestión de tiempo el que tupreciado David se convirtiera en demonio. Debo decirque estoy encantada con el resultado, aunque él no teníanada que ver con esto. Tú mataste a tu novio, no yo”.

Kara se acercó a Lilith. Su poder bailaba,chisporroteaba y crujía a su alrededor como pequeñosfuegos artificiales de oro. “No, tú y tu mundo le

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hicieron esto. Vas a pagar por ello, hermana”.Sin girar la cabeza, Kara volvió a ver a Jenny

encadenada a la rueda de la fortuna. No había ningunaposibilidad de llegar a ella sin pelear contra Lilith yZadkiel. No estaba segura de tener la fuerza suficientepara pelear contra todos, pero no tenía otra opción.

“¡Mátala de una vez y acabemos con esto!”, ordenóZadkiel golpeando su puño en el apoyabrazos yponiéndose de pie. Su túnica gris oscura ondulabaalrededor de él. Frunció el ceño y le lanzó una miradade odio a Kara. “¿Qué es toda esta locura? ¡Mata deuna vez por todas a la abominación! ¡Ahora!”

Los payasos demonio murmuraban y gruñían. Susespadas de muerte y machetes colgaban de sus blancasmanos esqueléticas y comenzaron a agitarlas contra suspiernas en anticipación, mientras marchaban haciaKara.

Lilith levantó su mano. “¡Deténganse! Yo doy las

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órdenes aquí”.El ejército de payasos se detuvo, sus ojos amarillos

bulbosos viendo atentamente a su ama, “…y yo todavíaquiero jugar con ella un poco más. Todavía tiene quesufrir tanto como yo he sufrido, tiene que pagar por loque ha hecho. Todavía tengo algunas sorpresas paraella…”

“¡Niña tonta! ¡Esto no es un juego!”, rugió Zadkielsacudiendo sus puños hacia ella. Viendo a Kara con unceño profundamente fruncido, continuó. “Debes matarlaahora. Es muy peligrosa, ¡ella nos matará! Su alma debemorir, ¡mátenla idiotas! Les ordeno que acaben conella”.

El rostro de Lilith se obscureció y agachó su cuerpocomo un gato salvaje listo para saltar. “Estás en terrenopeligroso, ángel. No olvides dónde estás. Estás en mireino, no me insultes otra vez tratando de dirigir miejército, o te vas a arrepentir”.

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“¡Ja! ¿Es esa acaso una amenaza? No puedeshacerme daño, niña estúpida. Tu padre no pudo… ytampoco puedes tú”. La cara de Zadkiel se retorció enuna mueca fea mientras observaba a Lilith.

Él se elevó sobre ella como un hombre sobre unbebé. Kara sospechó que era mucho más fuerte queLilith. El arcángel levantó su brazo y señaló a losdemonios. “¡Mátenla! ¡Se los ordeno! Basta de juegos,¡maten a la abominación!”

Los payasos voltearon lentamente y volvieron adirigirse hacia Kara.

“¡Quédense donde están!” rugió Lilith. Su cabelloflotaba en el aire como si estuviera bajo el agua. Losdemonios vacilaron, sin saber a qué amo a seguir.“¿Cómo te atreves a oponerte a mis órdenes? Yo soy laseñora del inframundo, hija del gran demonio,Asmodeus”, alardeó con orgullo. “¿Quién eres tú paradarme una orden? ¡No eres nada! Eres patético, un

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ángel que vino aquí para ocultarse, porque incluso supropia clase no quiso saber de él”.

Zadkiel se rio de manera enfermiza. “¿El grandemonio? Asmodeus no era ningún gran demonio. Yoera el cerebro. ¿Quién crees que le dio toda lainformación que necesitaba para invadir Horizonte?¿Cómo crees que consiguió pasar a través del velo?¿Creías que él era lo suficientemente listo como paraengañar al Consejo? Por más de cien años el torpe de tupadre hizo todo lo que yo le dije que hiciera, yo era suamo. Siempre fui su amo”.

Kara observaba el espectáculo. Todo le hacíasentido ahora, pero no podía esperar hasta que suairada discusión terminara. Necesitaba llegar a Jenny yesta era la distracción que necesitaba.

Lilith se hizo hacia atrás, horrorizada. Apuntó untembloroso dedo hacia Zadkiel. “¡No! ¡Mientes! Mipadre era el arcángel más poderoso que ha existido. Él

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me lo dijo, es por eso que tú lo desterraste aquí, porquetenías miedo de él… ¡miedo de su gran poder! Él te dioel elixir del demonio para que pudieras esconderte enel inframundo. Sin su ayuda, tu miserable alma de ángeliba a morir. Mi padre educó al niño demonio elemental,¡él creó el espejo de las almas para abrir una puerta deenlace entre los mundos! ¡Derribó Horizonte en un día!Y ¿dónde estabas tú cuando estaba pasando todo esto?Escondido como el cobarde miserable que eres”.

Zadkiel inspeccionó casualmente los pliegues de sutúnica. Una pequeña risa escapó de sus labios. “Eldemonio elemental fue un error, un error que puede sercorregido fácilmente. Tu padre era sólo un peón. Yojugué con él, hasta que murió a manos de tu propiahermana. Y también tú has hecho exactamente todo loque te he pedido, ¿no es así?”

Zadkiel se rio suavemente. “Yo quería queAsmodeus muriera, y ahora, si no quieres sufrir el

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mismo destino, harás lo que yo digo y matarás a laabominación”. Con un tronido, los tentáculos negrosbailaron peligrosamente entre sus dedos.

La cara de Lilith se retorció grotescamente, miró aZadkiel por un momento y luego sonrió extrañamente.“No tengo miedo de ti, ángel. Vas a morir por lo quehas hecho”.

Lilith levantó sus brazos, ráfagas de vientogolpearon su ropa y su cabello se elevó por encima desu cabeza, extendiéndose como una gran estrella blancadetrás de ella. Chispas verdes saltaban de su piel yKara pensó que podría estallar en una bola de fuego encualquier momento. La salvaje energía verde bailaba asu alrededor.

Zadkiel rio maniáticamente mientras la negraelectricidad oscilaba entre sus dedos.

“¿Crees que me asustas con eso? Ya tuve suficientede ti…”. Extendiendo sus manos, lanzó rayos negros

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sobre Lilith haciéndola caer hacia atrás con unensordecedor sonido. Ella se estrelló en una nube depolvo y astillas.

Un alto sombrero blanco rodó a los pies de Kara.Los payasos se quedaron paralizados al ver a su ama.Kara pateó el sombrero con su bota y resistió las ganasde correr a Jenny. Todavía no, pensó.

“Niña estúpida, ¿de veras creías que podríasvencerme?” Zadkiel levantó su túnica mientras cruzabala plataforma hacia Lilith. Su cabello había cubierto sucuerpo como un manto blanco, él se inclinó sobre ellacon una sonrisa de satisfacción. “Eres tan estúpidacomo tu padre. Tontos. Yo soy el verdadero gobernantedel inframundo, y si tengo que acabar contigo paraprobarlo, entonces lo haré. Va a ser fácil, este reino esmío…”

Rayos verdes golpearon el pecho de Zadkiel. Él setambaleó y casi pierde el equilibrio. Lilith le atacó

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salvajemente, su cabello blanco fluía alrededor de ellacomo una bruma. Su alguna vez hermosa cara seretorcía con malicia y su piel blanca ardía con fuegoverde. Lilith era parte de la energía verde delinframundo.

Kara observaba y esperaba.Ella podía ver que Zadkiel estaba perturbado por el

poder de Lilith. Él se recuperó rápidamente y unasonrisa malvada tembló en sus labios. “No eres nada, aligual que tu padre. ¡Y yo voy a matarte!” Una ráfaga deenergía negra salió disparada de sus manos. Lacorriente se encontró con un rayo de luz verde alinstante. Las corrientes negra y verde se entrelazaroncomo una cuerda llameante, bailando entre los doscombatientes. Las chispas quemaban la plataforma demadera. Pequeños incendios brotaron alrededor deKara, ella saltó al ver el líquido fuego verde caer a suspies. Lilith y Zadkiel estaban en guerra.

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Un rayo encendió el aire sobre ellos y una cegadoraráfaga golpeó la plataforma. La tierra tembló con elimpacto y envió una lluvia de astillas hacia el cielo.Los demonios payaso estaban asombrados mientras laguerra se desataba alrededor de ellos.

Kara empezó a correr. Se apresuró más allá de lalucha y cruzó la plataforma por la izquierda. La ruedagigante se asomaba sobre ella como un rascacielos.Ella saltó una pequeña puerta de metal y se arrojósobre la rueda, el frío del metal le hizo doler las manosmientras escalaba. Subió el gran enrejado metálico sinmirar hacia abajo, toda su atención estaba en el cuerpodesplomado que yacía a treinta pies de distancia. Encuestión de segundos, Kara llegó a Jenny. Una gruesacadena de metal la aseguraba a la silla, su piel tenía lamisma textura blanca pastosa que tanto Peter comoDavid habían compartido. Mechones blancos habíanteñido su cabello púrpura. Jenny frunció el ceño por el

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dolor y sus ojos estaban cerrados.Kara se equilibró entre los dos postes de hierro, sus

dedos zumbaban con calidez dorada. La cadena vibró,tentáculos dorados se enredaron a lo largo de ella y larompieron con un tronido. Kara sujetó a Jenny y lasostuvo en sus brazos sacudiéndola suavemente.

“¿Jenny? Soy Kara”. Los párpados de Jenny seabrieron y miró a Kara con sus ojos negros. Le tomó unmomento poder hablar. “Kara…Lilith…ella quierematarte, es una trampa”.

“Yo sé. No te preocupes, voy a sacarte de aquí. Nosvamos a casa”. Jenny asintió con la cabeza y cerró losojos. Kara ignoró el dolor en su pecho, cargó a suamiga sobre su hombro y comenzó su descenso.

Una tormenta de electricidad retumbó a sualrededor, sacudiendo la rueda gigante. Kara saltó alsuelo y giró alrededor. Rayos verdes y negrosiluminaban el aire alrededor de ellas, una ráfaga

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cegadora golpeó el suelo a los pies de Kara. Ella saltópara atrás y escuchó una risita. Cuatro demoniosmayores habían observado todo desde unos cuantosmetros de distancia. Sus hundidos y enfermizos rostrosla veían lascivamente y sujetaban espadas de muerteansiosamente entre sus manos.

“¿A dónde crees que vas, angelito?” dijo uno deellos. “Nuestra ama nos ha prometido un festín con tualma, no irás a ninguna parte”.

Kara se encogió de hombros. “Pensé que dirían algoasí, pero nadie se comerá mi alma hoy. Se los aseguro”.

Los demonios blandieron sus armas y atacaronsalvajemente.

Kara permaneció en su lugar. Un rayo de luz doradagolpeó a los dos primeros demonios, sus cuerpos selevantaron en el aire y giraron como si hubiesenquedado atrapados en un torbellino invisible. Con unruidoso crack, sus retorcidos cuerpos explotaron en una

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brillante nube de polvo de oro. El resto de losdemonios atacó con renovado vigor y odio. Una espadade muerte vino directo a Kara, ella la esquivó y sintióel silbido del aire levantar el flequillo de su frente. Suira creció y desató su energía elemental.

Una pared de oro se levantó en el aire y envolvió alos demonios. Cuando la luz de oro disminuyó, losdemonios se derrumbaron, desintegrándose.

Rayos negros y verdes aun iluminaban el cielo en elotro extremo de la plataforma. Lilith flotaba sobre elsuelo, su largo cabello ondeaba detrás de ella mientrasemanaba chorros de energía verde de sus dedos.Zadkiel bloqueaba su fuego con una explosión deelectricidad negra.

Escuchó gemir a Jenny, su cabeza se bamboleabasobre la espalda de Kara. Ella tenía que sacarla deaquí. Miró a través de la plataforma, el cuerpo deDavid estaba exactamente donde lo había dejado. Ella

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aseguró a Jenny sobre sus hombros y se apresuró através de la plataforma. Se arrodilló cuidadosamentejunto a David. Sus ojos estaban cerrados y su pielblanca estaba húmeda.

“David, David, ¿me oyes?”Los ojos de David se abrieron inmediatamente. Vio

a Kara y sonrió. “¿Crees que podría tomarme unacerveza decente en este lugar?”

A pesar de la urgencia de su situación, Karadevolvió la sonrisa. “Eres un idiota. ¿Puedescaminar?”, preguntó, revisando cuidadosamente sucuerpo y rezando porque su energía elemental no lohubiese dañado demasiado.

David se sentó, se inclinó y observó con cuidado aJenny. “Jenny todavía está con nosotros… ¿o ya es unode ellos?”

“Sigue siendo Jenny hasta donde yo sé, pero estáherida, y si no conseguimos salir pronto…me temo que

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será transformada”.David se puso de pie, se enderezó, y sacudió la

suciedad de su chaqueta y de sus pantalones. “Ser undemonio apesta, realmente apesta. Tuve pensamientosincreíblemente extraños, era como estar atrapado enuna pesadilla de la que nunca puedes despertar”.

“Suena terrible. Puedes contarme todo sobre esomás tarde, ahora tenemos que encontrar a Peter y salirde este horrible lugar. No creo poder soportarlo más”.

Otra explosión tronó alrededor de ellos. Al otrolado de la plataforma, dos gigantes bolas de energíaluchaban mutuamente mientras Lilith y Zadkiel seatacaban el uno al otro con rayos mortales.

David señaló a través de la plataforma. “Oye, tuhermana está peleando contra el señor idiota, mepreguntaba qué era ese ruido”.

“No es mi hermana. Vámonos de aquí”.Kara dirigió a David por el codo y regresó por

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donde habían llegado. Corrieron alrededor de la carpablanca podrida y luego entre los paseos y juegos enruinas en donde los diablillos sin piel y de ojos rojosaún peleaban por sus asientos. Los vieron pasar, perono hicieron nada.

David se esforzaba por caminar junto a ella. Karavolvió a ver detrás, ya no había payasos siguiéndolos yla bola de fuego verde de Lilith había aumentado dosveces su tamaño. Sus tentáculos verdes arremetían,penetrando la energía negra de Zadkiel. Escuchó ungrito y protegió sus ojos de una ráfaga de luz brillante.

Únicamente quedó la bola de fuego verde, titiló y sedisipó. Lilith echó hacia atrás su cabeza y aulló, riendo.Los vellos en el cuerpo de Kara se erizaron, se alejó dela aterradora escena y salió a toda prisa. No volteó aver más.

Peter estaba sentado donde lo habían dejado, con suespalda contra la taquilla. Su chaqueta colgaba sobre la

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cabina y estaba sentado sobre su camiseta. Sonríoampliamente cuando los vio llegar. Su expresión sesuavizó cuando vio a Jenny, pero sus ojos se hicieronenormes cuando vio a David.

“¡David! ¿Qué te pasó? ¡Te fuiste tan de repente!”David se encogió de hombros y sacudió su cabeza.

“Lo siento, amigo. No lo recuerdo. Al parecer, meconvertí en un demonio. Sip, lo último que recuerdo esestar conversando contigo sobre los impresionantesautos que conducen los Sensibles… y luego, laoscuridad. Después el rostro de Kara sobre mí”.

La mandíbula de Peter se abrió de golpe. Luchabapor encontrar su propia voz, “…Y yo ¿voy aconvertirme en un demonio, también?”

“No, si salimos de aquí pronto”, dijo Kara.Peter frunció el ceño cuando vio a Jenny. “¿Está

bien? Se ve muy mal”.Kara había acomodado a Jenny en su hombro. “Lo

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sé, pero estará bien una vez que salgamos de aquí”.David tomó la chaqueta de Peter. “Que, ¿tenías

calor o algo así?”Peter se encogió de hombros y miró avergonzado

hacia otro lado. “La imagen de Lilith me estabavolviendo loco. Era espeluznante, así que puse lachaqueta sobre ella para que sus ojos negros ya noestuvieran mirándome”.

Con una sonrisa cordial, David jaló a Peter parapararlo y le dio unas palmadas en la espalda. “¿Cómote sientes? ¿Hay algún pensamiento oscuro nadando entu cabeza?”, preguntó, inspeccionándolo.

“No. Estoy bien”. Peter puso cara de valiente, peroKara vio que sus dedos temblaban antes de que losmetiera en sus bolsillos. Él estaba más pálido, y casitodo su cabello era blanco. Estaba a pocos minutos detransformarse en un demonio mayor, el tiempo eraesencial. Kara estudió la zona. “Tendremos que

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encontrar un camino hacia el ascensor, habrá que correra través de la ciudad y luego rogar que encontremos elascensor a tiempo. Tenemos que movernos rápido, aJenny no le queda mucho tiempo. Peter, ¿crees quepuedes correr?”

Peter asintió con la cabeza. Kara no estaba seguraque pudiera hacerlo, pero no tenían otra opción. Si ellatenía que hacerlo, cargaría a Peter.

“¡Vamos!” Kara dio vuelta y corrió hacia la entradadel parque. Por suerte, las puertas delanteras seabrieron entre una combinación de cantos y chirridos demetal. Estaba segura de haber escuchado una voz decir:“Gracias por su visita, vuelva otra vez”, al pasarcorriendo por las puertas de hierro.

Lograron llegar más allá de los primeros edificios.Peter cayó unas cuantas veces y David lo levantó cadavez. La ciudad era un laberinto. Todos los edificioseran iguales, pero de alguna manera Kara sabía

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exactamente hacia dónde ir. Era como si de repente seabriera un mapa dentro de su cabeza, estaba segura deque conocía el camino de vuelta.

“Vamos, creo que es por aquí”, gritó Kara,apuntando a un claro entre dos enormes edificiosnegros. Ella no podía explicar cómo sabía a dónde ir.

Escuchó risas.Lilith.Kara la ignoró y caminó más rápido. Peter tropezó y

cayó, y cuando David intentó ayudarlo también sedesplomó.

“Kara… ¿dónde estás?” Una voz hizo eco dealrededor de los edificios. “Ven aquí…tengo algo queenseñarte…”

Kara ignoró la voz y jaló a Peter y a David paraponerlos de pie. “¡Vamos, chicos! Si nos quedamosaquí moriremos todos, Vamos, ¡Dense prisa!”

Dejó correr la oleada de su energía elemental a

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través de ella para renovar su fuerza. Con Jennyequilibrada en su hombro, tomó a Peter y a David porsus brazos y los jaló junto a ella. Jenny rebotaba en suespalda y Kara rezaba para que no cayera, no teníantiempo para parar. Un cielo gris apareció delante deellos, casi habían llegado al final de la ciudad.

“¿Kara? ¿Adónde vas?”, escuchó que susurraba lavoz. “¡Todavía quiero jugar!”

La voz flotaba a la deriva en sus oídos, tan cercaque Kara esperaba que Lilith saltara de uno de losedificios.

Después de que dejó atrás la ciudad, Kara atravesóel desierto gris. David y Peter arrastraban los piesmientras ella seguía forzando el paso hacia adelante.Fuertes vientos en contra la empujaban, pero ella no sedejaba decaer.

“¡KARA, ESTO NO TERMINA AQUÍ!” La voz deLilith se elevó sobre los aullantes vientos. Una caja

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rectangular roja apareció delante de ellos, estabaparada como una estrella solitaria en una noche muyoscura. Kara parpadeó, tratando de eliminar el polvode sus ojos, y se dirigió hacia ella a toda velocidad.

Entonces, con un suspiro, Kara, Jenny, Peter yDavid colapsaron dentro del elevador.

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Capítulo 20

El Informe

Rayos de luz amarilla se derramaban a través de la

cúpula de cristal, iluminando las motas de polvo comosi fueran joyas brillantes. Majestuosos edificios depiedra flotaban por encima en un cielo azul perfecto, elaire estaba caliente y húmedo.

Kara estaba parada ante el Consejo con las manosapretadas detrás de su espalda, esperandopacientemente. El silencio la ponía nerviosa y los ojosdeslumbrantes de los miembros del Consejo la

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torturaban. Ella acababa de reportarles losacontecimientos de su misión y ahora esperaba suresolución. Sus caras eran sombrías, estaban reunidosen una conversación profunda. De vez en cuando, unacara voltearía a verla unos minutos y luego regresaría aconcentrarse en la plática.

Ella deseaba que David estuviera con ella. Por lomenos él podría hacerla reír y encontrar un chiste enmedio de toda esta insoportable seriedad. Pero élestaba aún en Curación-Exprés, con los demás. Karaestaba feliz de saber que Jenny iba a estar bien. Habíasido grave, pero el Arcángel Raphael le había curadocon éxito y su amiga se recuperaría pronto. Kara estabaaún más complacida al escuchar que Peter, yespecialmente David, tampoco habían sufrido dañopermanente.

Kara había dicho la verdad, y ahora ella no seatrevía a mirar a Raphael. En cuestión de minutos, ella

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sería convocada ante el Alto Consejo. La mirada mortalde Raphael la puso nerviosa durante todo el informe,ella pensó que el arcángel podría arrancarla enpedazos.

Estaba sumida en sus pensamientos cuando oyó quealguien aclaraba su garganta. Sus ojos se elevaron haciaal Consejo, y ella se estremeció.

La cara del arcángel Jeremiel era sombría. “Y asíes cómo Lilith destruyó al arcángel Zadkiel, ¿así defácil?”

“Sí”, respondió Kara, tratando de mantener bajo elnivel de su voz. Aunque había hablado muchas vecesante el Alto Consejo, su estómago todavía se hacíanudos.

“Es como les dije, tenía un campo de energíaalrededor de ella… hubo un fuerte golpe, y cuando miréhacia atrás, Zadkiel había sido aniquilado. No quedabanada de él”. Ella estudió al Consejo. Sus rostros se

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habían vuelto más oscuros y Kara pudo sentir unaverdadera preocupación en sus ojos. Tenían miedo,miedo de Lilith.

Jeremiel bajó las cejas, concentrándose en suspensamientos, y consideró por un momento. “Nunca heoído que un demonio mate a un arcángel tan fácilmente.Por lo que tenía entendido, no eran lo suficientementefuertes. Asmodeus debe haber descubierto algo que lepermite a Lilith hacerlo. No sólo es la hija de unpoderoso arcángel y un demonio capaz detransformarse, sino que además puede matar arcángeles.Me temo que esta información es, de hecho, muygrave”.

El Consejo estalló en una discusión sobre elbienestar de Horizonte. Kara se movió incómodamenteen su lugar, bajó la mirada y esperó hasta que las vocesdisminuyeron. Y cuando levantó la mirada hacia elConsejo, el arcángel Jeremiel estaba mirándola.

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“He oído que tus amigos se están recuperando muybien con la ayuda del arcángel Rafael”, Jeremiellevantó las cejas. “Parecen haber malinterpretado susinstrucciones”.

Kara frunció los labios y asintió ligeramente. “Eh…sí… deberían recuperarse en cualquier momento”.

El arcángel le dio una mirada de reproche. “Laruptura de las leyes sagradas parece ser un patróncontigo, señorita Nightingale. Sabías de los peligrosrelativos a tu misión… y aun así los dejaste ir contigo.Fue muy tonto de tu parte, debes considerarte muyafortunada de que sus almas aún vivan. No quiero sabercómo lograron cruzar, pero debido al éxito de sumisión, el Consejo ha acordado dejar que tus amigos nosean castigados esta vez”.

Kara le dirigió una sonrisa apretada al arcángel, nohabía nada que pudiera contestar a eso.

Jeremiel se frotó la barbilla. “Kara Nightingale.

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¿Estás segura de que esta… esta entidad verde dijo laverdad con respecto a su difunto padre, Asmodeus? ¿Deque esta Lilith y tú son las dos únicas descendientes?”

Kara miró al suelo momentáneamente. Habíadecidido no revelar todas las conversaciones que tuvocon el sol verde, especialmente lo que había dichosobre la oscuridad que tenía en ella, y que pertenecía alinframundo. Ella pensó que el Consejo no lo entendería,y sería probablemente considerada una amenaza unavez más. Temía que no entendieran, ya era un fenómenoentre los ángeles. No quería esperar en el Tártaromientras decidían qué hacer con ella. Kara frotó sussienes.

“Sí, estoy segura”, dijo Kara finalmente. “Laentidad verde no tenía razón para mentir”.

Kara quería agregar, porque estaba a punto dechupar mis sesos para que me convirtiera en uno deellos. Ella sabía que le había dicho la verdad.

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Jeremiel arqueó una ceja inquisitivamente. “Pero¿cómo puedes tener tanta fe en esta entidad perversaque seguramente es maligna? Podría haber estadomintiendo”.

Kara sacudió la cabeza suavemente. “No. Pudesentirlo, soy buena para decir si están mintiendo”.

“Esta no es una persona, Kara”, dijo el ArcángelMuriel. Su cabello castaño largo y ondulado brillaba ala luz. Ella dobló sus manos sobre la mesa y miró aKara con una expresión de preocupación. “Es unacriatura que alberga la peor clase de maldad”.

“Entonces, ¿ustedes saben lo que es? ¿Saben qué esel sol verde?”

Muriel compartió una larga mirada de reojo conJeremiel. “Sí. Es la criatura Morthdu, la madre de todala oscuridad, el guardián de las tinieblas”.

Kara luchó contra el pánico que amenazaba conrevelarse, la criatura había dicho que pertenecía con

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ellos, que ella tenía la oscuridad.“Tal vez esta criatura quería que pensaras que te

estaba diciendo la verdad”, dijo Jeremiel. “Sabía quevolverías a decirnos lo que queríamos oír”.

Kara vio al Consejo. “Estoy segura de que estabadiciendo la verdad, Lilith y yo somos las únicas. Ycréanme, Lilith va a ser un paquete muy pesado. Por loque vi y les dije, va a estar de vuelta pronto, y con unaseria venganza. Está muy enojada conmigo”.

El Consejo reflexionó en silencio. Se inclinaronhacia adelante y doblaron sus cabezas, sumidos en susconversaciones otra vez. Después de un momento, elarcángel Jeremiel se inclinó hacia adelante y colocó susmanos sobre la mesa.

“¿Te dijo algo más la criatura que crees quedeberíamos saber? ¿Hay algo más que sea esencial queno nos hayas dicho?”

Kara meneó la cabeza como un niño testarudo. Su

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cabeza daba vueltas. “No. Lo he dicho todo”.Jeremiel la observaba cuidadosamente. Kara estaba

segura de que él sabía que estaba mintiendo, pero noinsistió más.

“Kara Nightingale, lo has hecho bien. El Consejo teda las gracias por tus servicios. Tú volverás al nivelcinco ahora. El arcángel Ariel espera tu regreso. Se teinformará si necesitamos tener otra audiencia. Eso estodo por hoy, se levanta la sesión. Puedes irte”.

Ella tenía la extraña sensación de que muy prontoestaría frente al Consejo otra vez. Después de murmurargracias torpemente, corrió a través de la cámara,sonrió, y salió disparada por las grandes puertas dehierro.

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Capítulo 21

El Regalo de un Amigo

El sol era un disco amarillo en el cielo azul de la

tarde. Una brisa cálida acarreaba el olor a hierbarecién cortada y flores de verano. La calle estaba vivacon los sonidos de gente corriendo, entrando y saliendode las tiendas y el chirrido de los neumáticos sobre elasfalto.

Kara sonrió a tres niños que tenían sus rostrosaplastados contra la ventana de vidrio de una tienda decómics. Sus madres los retiraron bruscamente,

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quejándose de las marcas de los dedos aceitosos en elcristal.

“Pobres niños”, dijo Jenny. “Yo puse marcas defrentes y dedos por todas las ventanas de mi cuadra, yprobablemente era por eso por lo que los propietariosme perseguían todo el tiempo. Yo solía pensar que eraporque no les gustaba mi cabello”.

Kara olió a café recién hecho. “Me encanta tucabello, pareces un hada moderna”.

“Gracias”, rio Jenny y suspiró ruidosamente. “Estoymuy feliz de que Peter y David no se metieran enproblemas por su experimento contigo. Ojalá pudierahaber estado allí, suena a que estuvo genial”.

“Bueno, nunca haré eso otra vez. Les dolió unpoco…y a mí también. Pero estoy muy feliz de que noestemos en problemas. Para ser honesta, no estabasegura de que nos fuera a ir tan bien. Fue una idea muyloca, pero no teníamos otra alternativa. Creo que el

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Consejo está asustado por lo de Lilith”.Jenny veía hacia el suelo, cabizbaja. “Espero que

no nos tropecemos con esa desteñida psicópata en unbuen tiempo”.

Kara apretó su mandíbula y no respondió. Laverdad era que sentía como si Lilith pudiera aparecersey hacerle una visita en cualquier momento. Lo que espeor, con su talento para cambiar de forma, Lilithpodría disfrazarse como cualquiera. Ella dudaba que suhermanastra utilizara el disfraz de niña pequeña otravez.

Kara veía fijamente a los rostros de las personasque pasaban por la calle, Lilith podría ser uno de ellos.Kara frunció el ceño, no había manera de identificarla.Ella sabía que la princesa demonio aún no habíaterminado con ella.

“Entonces… ¿Cuál es la misión?” preguntó Jenny,un poco más animada. “No me has dicho nada desde

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que saltamos. Te vi susurrándoles a David y a Peterantes de salir. ¿De qué hablaban? Vi cómo me miraban,¿qué está pasando, Kara? Y ¿por qué estamos enBoston?”

Kara sonrió. “Ya lo verás, ya casi llegamos. Essólo…”

Un largo abrigo de cuero negro apareció ydesapareció entre la multitud y Kara se congeló. Sumano rozó la empuñadura de su espada de alma queestaba dentro de su chaqueta y trató de ver por la calle,a través de la masa de los mortales. La capa se habíaido. ¿Lo había imaginado?

Jenny se puso al lado de Kara y le buscó la mirada.“¿Kara? ¿Qué es? ¿Viste algo?”

Kara sacudió la cabeza suavemente. “Yo… creí veralgo. Estoy segura de que no es nada, no te preocupes.No es parte de la misión”.

“¿Podrías por lo menos decirme a dónde vamos?”

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Kara apuntó hacia adelante. “Allí. Vamos a entrarallí”.

Jenny frunció el ceño y puso sus manos sobre lascaderas. “¿En la cafetería? ¿Hay una Grieta ahí dentro?Vamos Kara, ¿qué está pasando?”

“No te puedo decir, son asuntos oficiales DCD demáxima seguridad. Ven”.

Kara se rio y empujó a Jenny hacia adelante. Sedetuvo frente a una tienda de ladrillo rojo con un granletrero de madera que leía: Café de Volada. Enrolló susdedos alrededor de la manija de hierro frío y tiró.

El aroma del café recién hecho se cernía como unaniebla acre y había filas de bollos recién horneados ypanes exhibidos en los mostradores de la tiendita. Unagran variedad de mesas redondas y sillas ocupaban unpequeño espacio en el centro. Kara estudió a la genteque estaba sentada en las mesas y sus ojos cayeronsobre un joven guapo con el cabello oscuro y ojos

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grises. Jenny siguió su mirada, inhaló y se cubrió laboca con la mano.

“Kara… ¿Qué es esto? ¿Qué está pasando?” Sevolvió y miró a su amiga, confundida.

Kara no contestó y sólo le dirigió una enormesonrisa su amiga.

“Espera un momento…no lo entiendo”. Jenny seinclinó, acercándose. “¿Cómo lo encontraste? ¿Cómosabes? Nunca le dije nada a nadie”.

Kara sonrió con confianza. “Tengo mis fuentes”,dijo sonriendo suavemente. “Ve, habla con él. No tereconocerá, pero le parecerás familiar. Ve y acércate aél, tienes tres horas… puedes ser quien quieras”.

Jenny exprimió a Kara en un abrazo de oso. “No séqué decir para agradecértelo”. Jenny la apretó aún más.“Eres la mejor, Kara. Te debo una”.

Jenny soltó a Kara y correteó a través de las mesasy sillas para estar al lado del chico de cabello oscuro,

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él la vio y sonrió. Kara observó cuán blancos eran susdientes, parecía ser aún más atractivo cuando sonreía.Ella vio como Jenny y él conversaban por un momento,luego tiró de la silla a su lado e invitó a Jenny asentarse. Jenny se instaló, dio vuelta, y saludó a Karacon una enorme sonrisa pegada en la cara.

Un nudo cerró la garganta de Kara. Esto significabatodo para ella, el ver a su amiga tan feliz. Jenny semerecía el mundo, ella era una chica maravillosa. SiKara tenía que mentir y fugarse de DCD a hurtadillaspor unas horas por una amiga, todo eso valía la penacon tal de ver esa sonrisa. De hecho, lo haría otra vezen un segundo.

El mundo mortal estaba seguro por el momento, yKara realmente deseaba ir a casa y pasar más tiempo decalidad con David. Todavía tenían que ir al cine…

¡Guau, Guau!Un bulldog blanco y tostado estaba parado a sus

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pies, sus grandes ojos marrones la veían fijamente bajogruesos pliegues de piel. Chorros de baba corrían porlos lados de su flácida papada y traía un collar delunares rojos y blancos envuelto alrededor de su gruesocuello.

“¡Thor!”. Kara se arrodilló y le dio unas palmaditasen la cabeza. Miró sobre su hombro para ver si alguienestaba prestando atención y bajó su tono de voz. “¿Quéhaces aquí? ¿Cómo me encontraste?”

Thor se relamió los labios. “Te olí”.“Gracias”, dijo Kara rodando los ojos. “Es bueno

verte a ti también. Tu tampoco hueles a floresprecisamente, ¿sabías?”

Ya no estaba segura de si le alegraba ver alpequeño.

“Nunca dije que lo hiciera, y de nada”. Thor sesentó con un plop. Sus piernitas flacas se asomaban pordebajo de su gigante barriga. “Escucha, no vine a

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platicar aquí mientras me tomo un café con leche, tienesque venir conmigo. Ha habido un ataque”.

Kara se inclinó. “¿Qué tipo de ataque?”. Por lascantidades de baba que chorreaban de las fauces delperro, sonaba serio.

“Ha habido un ataque contra los Sensibles… unamasacre. Casi todos están muertos, sólo unos pocos hansobrevivido”.

“¿¡Qué!?” La voz de Kara se elevó antes de que lapudiera controlar. Vio a Jenny girar la cabeza, pero latranquilizó con un gesto de su mano y una sonrisa falsa.Ella bajó la voz. “¿Cómo pudo pasar esto? ¿Quién lohizo?”

Un profundo gruñido se formó en garganta de Thor.“Los Seirs”.

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Y ahora, un avance de SEIRS

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Capítulo 1

Baño de Sangre

Una tibia briza acariciaba su rostro mientras Kara

corría a través de la multitud de mortales queatiborraban el elaborado laberinto de calles. Ellaintentó seguir al bulldog inglés que corría a su ladomanteniéndose cerca de los edificios y fuera de la partemás concurrida de la conmoción. Los olores iban de lofragante hasta lo apestoso, había un débil olor de gasesde escape mezclada con un toque de flores. Se deslizóentre unos hombres con trajes que discutían en voz altapor sus teléfonos celulares, mujeres equilibrandograndes bolsas mientras intentaban aferrarse a sus

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niños, y adolescentes agrupados riéndoseanimadamente sobre alguna cosa de sus teléfonosinteligentes. Kara ignoró el hermoso parque exuberantey el dulce aroma de las flores de verano. Ni si quiera leechó un vistazo a los cachorros Golden Retrievercolocados en la ventana de la tienda de mascotas. Notenía tiempo para detenerse.

“¿Cuánto más hasta que lleguemos?” susurró Kara,deslizándose alrededor de una gran mujer que bebía unagaseosa. “Los mortales me están viendo”.

Thor se zambulló debajo de las piernas de unanciano con un bastón y mantuvo sus ojos en la calle.“No muy lejos, justo después de la próxima cuadra”.

Kara golpeó accidentalmente a un hombre con suhombro, él se la comió con la mirada. “Perdón, perdón.No lo vi, dije que lo siento”. Viró alrededor de él ycorrió para alcanzar a Thor.

“¿Vas a decirme qué está pasando?”, preguntó en

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voz alta al perro, ignorando el aspecto confuso con elque los mortales le veían. Le parecía justo saber quéera lo que estaba pasando.

Thor se detuvo y dio la vuelta, su lengua griscolgaba al lado de su mandíbula y rozaba la aceraformando un charco caldoso. “Lo verás cuandolleguemos allí, entonces vas a entender. Simplemente nopuedo hablar de ello ahora, especialmente aquí”. Susgrandes ojos marrones observaron los alrededoresinquietamente, levantó su hocico y olfateó el aire. Conun rebote en su paso se volvió, y continuó su caminopor la calle.

Kara sintió un peso en el pecho y aceleró su paso.Estaba en una excursión sin autorización en unacafetería de Boston con Jenny cuando Thor apareció derepente. Los Sensibles habían sufrido un ataque. Thorhabía sabido dónde estaba, y eso significaba que laLegión también lo sabía.

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Dejando a Jenny librada a sus propios recursos,Kara siguió a Thor fuera de la tienda.

No lamentaba haber mentido acerca de una posibleGrieta a la División Contadora de Demonios. De hecho,lo haría otra vez con tal de ver esa sonrisa en la cara deJenny cuando se encontró con ese guapo adolescente.Jenny casi había muerto en el inframundo, y merecía undescanso y un poco de diversión. Tal vez los ángelesguardianes eran buenos para esconder sus sentimientos,pero eso no significa que no los tuvieran. Kara queríahacer algo significativo para su amiga, aunque sin dudasabía que estaba infringiendo una ley sagrada. Estabaconsciente de que sus acciones probablemente lecostarían un descenso en la Legión o algo peor: un viajeal Tártaro, la prisión de ángeles, su lugar favorito. Peroparecía que los recientes ataques a los Sensibles lehabían ahorrado el viaje.

Y ahora, parecía que Tártaro era el menor de sus

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problemas.Las rodillas de Kara se doblaron al pensar en esos

malvados Seirs descuartizando a los Sensibles en unataque sin piedad. Un escalofrío le rodó por la espaldamientras recordaba las malvadas muecas pintadas enlos horribles rostros de los Seirs. Los terribles ojostatuados en la parte posterior de sus cabezas parecíanseguirla dondequiera que iba, sus abrigos de piel negray espadas de muerte la espantaban. Aunque una vezhabían sido Sensibles, dotados con la capacidad de verlo sobrenatural, los Seirs se habían vuelto malvados yhabían jurado lealtad al inframundo. Ahora se habíanconvertido en enemigos contra los que los ángeles de laguarda no podían luchar ni matar. Como todos losángeles guardianes, Kara había hecho un juramento paraproteger a todos los mortales, y aunque los Seirs eranlos más siniestros de todos, todavía eran mortales y nodebían ser tocados. Los Seirs estaban fuera de sus

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límites.Kara adoptó una mirada furibunda y apretó su

mandíbula decidiendo que de alguna maneraencontraría cómo detenerlos. Alguien debía hacerlo, yella bien podría ser ese alguien.

Recordaba las caras amables y la expresión deconfianza en los ojos de los Sensibles que la habíansalvado a ella y a sus amigos de los Seirs en el almacénhacía una semana. Se veían tan elegantes con sus trajesy sombreros fedora, como los gánsteres de las viejaspelículas que amaba ver con su abuela. Pero si losSensibles a habían sido tan hábiles con sus brillantesespadas y tan bien entrenados en las artes marciales,¿cómo los habían vencido los Seirs en estos recientesataques? ¿Estaba Lilith detrás de esto?

De alguna manera, Kara tenía la desagradablesensación de lo estaba.

Los Seirs seguían las órdenes de Lilith como perros

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obedientes. Se les había prometido poder einmortalidad, y a cambio obedecían los mandatos deLilith. Cuando Kara había rescatado a Jenny de susgarras, Lilith había prometido que iba a vengar lamuerte de su padre. Parecía como si la venganza deLilith ya hubiese comenzado.

La última visita de Kara al inframundo la habíadejado preocupada. No había compartido lasconversaciones que había tenido con Morthdu, elguardián del inframundo, con nadie; ni siquiera conDavid. Ya era bastante malo haber sido marcada comopara ahora resultar ser un engendro del demonio. Ellano podía culpar a la Legión por sospechar de ella,deben haber sabido que tenían traidores entre ellos.Kara no sólo era hija de Asmodeus, sino que tambiéncompartía un enlace con Morthdu. Sería un errordecirle a alguien algo sobre eso.

La entidad verde había dicho: La oscuridad vive

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dentro de ti…Kara se estremeció ante la idea. Ella sabía que era

parte del inframundo y tenía una conexión inequívoca aotro nivel consciente. Lo qué le había dicho el solverde era verdad, Kara tenía la oscuridad dentro deella.

Pero ¿cómo llegó allí?Desde su viaje al inframundo había estado

obsesionada por lo que Morthdu le había dicho.Repetía las conversaciones en su cabeza una y otra vez.¿Se había perdido de algo? ¿No había escuchado bien aMorthdu?

Kara trató de negarlo en repetidas ocasiones, peroal final supo que tenía una oscuridad en ella, podíasentirlo. Pero quería desesperadamente compartirlo conalguien, de esa forma podrían decirle que no era cierto.La idea la corroía, como una bacteria comedora decarne, como un par de manos frías envueltas alrededor

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de su cuello asfixiando su vida ángel.Y sin embargo, ella no podía sacudirse la emoción

por ese poder y más…Kara se estremeció. ¿Era esa la oscuridad?Lo que es peor, cuanto más usaba sus poderes

elementales, más se sentía atraída por el inframundo.Ella trató de negarlo, pero la sensación eraembriagadora. Parte de ella quería explorar estossentimientos, y la otra parte estaba absolutamenteaterrorizada de lo que eso significaba.

Ella no era como su padre o su hermanastra Lilith,era una de los buenos.

Los edificios de ladrillo alrededor de ellosproyectaban largas sombras, y Kara se apresuró paraalcanzar a Thor. Dio vuelta en la esquina próxima alfinal del bloque. Una pared de edificios de piedrarojiza se asomó ante ellos.

Thor corrió a través de la calle. Kara ignoró los

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fuertes comentarios respecto a tener a su perro sincorrea provenientes de una pareja de mediana edad ygalopó detrás de él. Él se lanzó por un conjunto deescaleras de concreto que conducía a una gran puerta demadera negra. A Kara le sorprendió la agilidad de lasmugrosas patitas del bulldog.

El edificio de piedra tenía un cálido color marrón, yKara imaginó que el ladrillo estaba hecho de chocolate.¡Cómo echaba de menos el sabor del chocolatederritiéndose en su lengua! Sus días mortales parecíanestar realmente lejanos.

Vibrantes cajas de flores con una variedad depensamientos púrpuras y geranios rojo sangre colgabanpor debajo de las altas ventanas de los edificiosvecinos, pero las flores que colgaban de las ventanasdel edificio marrón chocolate estaban muertas. Habíauna sola vela prendida en una de las ventanas másbajas.

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Thor se escurrió entre la barandilla de metal lateraly presionó una pata sobre el timbre de bronce en formade daga. Después de unos segundos hubo un zumbido,un clic y la puerta se abrió. Thor saltó al balcón y abrióla puerta empujándola con su cara.

Kara cerró la puerta detrás de ella. El suelo crujiócuando ella pisó el recibidor de la entrada y siguió aThor por un pasillo. Intrincadas molduras decoraban lasparedes como pastillaje en un pastel de fantasía. Eracomo un gran hotel, pero en menor escala. El sonido delas botas de Kara fue sofocado por exuberantesalfombras persas que corrían a lo largo del pasillo, latenue iluminación de un gran candelabro proyectaba unalúgubre luz y Kara podía oír voces murmurando en elfondo. El aire olía a sangre y a desinfectante.

Thor desapareció por una puerta al final del pasillo,Kara caminó detrás de él a través del umbral.

David, Peter y algunos Sensibles ya estaban dentro.

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Frente a ellos, los cuerpos de hombres y mujeres yacíanenredados uno sobre el otro con sus extremidadeshorriblemente retorcidas. Tenían heridas abiertas através de sus cuellos y sus manos vacías se aferraban asus gargantas en un último intento para evitar que lasangre abandonara sus cuerpos.

La espeluznante escena le horrorizaba, y sinembargo se sintió obligada a investigar más. Era comouna escena del crimen de una de las series policiales dela televisión que amaba a ver con su madre. La sangrecubría las paredes como si hubieran lanzado cubos depintura roja contra ellas. Kara buscó pero no pudoencontrar ninguna arma.

Una mujer joven con los ojos rojos e hinchadoshabía comenzado a limpiar la sangre de los pisos.Limpió las gotas que salían de la nariz con la manga ytalló un paño rosa sobre el piso. Su largo cabello rubiocaía sobre su rostro. Ella lo empujó hacia atrás

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murmurando incomprensiblemente mientras trabajabatallando vigorosamente las manchas color marrónoscuro que se colaban entre las tablas del piso demadera.

David y Peter estaban parados por la pared, al ladode un gran ventanal. La suave luz dibujaba sombrasdebajo de sus ojos. Parecía que Peter vomitaría encualquier momento. Ella compartió una mirada conDavid antes de bloquear sus sentimientos por él de sumente. No era el momento ni el lugar para serafectuoso.

“¿Dónde está Jenny?” preguntó David en voz bajaacercándose a Kara. “Pensé que estaba contigo”.

Kara evitó su mirada. “Todavía está en la cafetería,le dije que nos encontraríamos con ella más tarde. Nole dije nada sobre esto, Thor no me dio muchos detallesde todos modos”.

David peinó su cabello rubio con sus dedos y

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suspiró. “No era lo que esperabas, ¿eh? Esos Seirsestán bastante trastornados. Tienes que ser un psicópatapara hacerles esto a otros mortales. Alguien tiene quedarles una lección”. David tronó sus nudillos. “Ojalá laLegión nos pudiera revocar nuestros juramentos duranteunos minutos, lo suficiente como para matar a algunosde ellos”.

“Ojalá hubiéramos podido haber hecho algo”. Conlas manos en los bolsillos, Peter se mecía hacia atrás yhacia adelante sobre sus pies. “Me siento inútil”.

Kara apretó suavemente su hombro. “Igual que yo,Peter. Ojalá que hubiéramos podido ayudar de algunamanera. Esta pobre gente no merecía morir así”. Karasuspiró ruidosamente. “Es horrible”.

Los Sensibles estaban todos juntos en el centro dela habitación con sus cabezas agachadas conversando.Sus rostros estaban escondidos debajo de sussombreros negros. Thor cruzó la sala y olió los cuerpos

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con cautela. Se tomó su tiempo con cada uno, se movíacon un propósito, como un perro policía husmeando pordrogas en el equipaje de un aeropuerto.

Un Sensible con brillantes ojos negros observaba alperro por debajo de su fedora negra. Una cicatriz deaspecto doloroso marcaba el lado izquierdo de su cara.Vio a Kara, y después de un momento caminó haciaella. El sonido de sus pesadas botas cortaba elinquietante silencio. Dio un saludo con su sombrero.“Kara, me alegra que estés aquí”.

Kara dio un ligero movimiento de cabeza y mantuvosus ojos en la escena. “Santo, ¿qué pasó aquí?”preguntó con voz baja, con miedo de faltarle el respetoa los muertos.

Santo dejó escapar un pesado suspiro. “Un baño desangre”.

“Pero…” Kara observó los ojos oscuros de Santo.“Pero no veo ningún arma, parece como si hubieran

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sido ejecutados”.El dedo de Santo acarició la cicatriz del costado de

su cara. “Fueron ejecutados, por un grupo de cobardesasesinos. Debería haber estado aquí, habría arrancadosus corazones con mis propias manos”. Santo apretó laempuñadura de su espada hasta que sus nudillos sevolvieron blancos.

“Y ¿estás seguro de que los Seirs hicieron esto?”,dijo Kara, más como una afirmación que como unapregunta. Los ojos sin vida de los muertos laobservaban, como acusándola de la masacre, como side alguna manera esto fuera culpa de ella, como si elladebería haberles protegido. Ella reprimió un escalofríoy apartó la mirada.

“Sí, así es cómo matan. Es su firma, un corte através de la garganta. Cobardes”, dijo Santo entredientes y su expresión se oscureció. “No estabanpreparados, nunca tuvieron una oportunidad”. Una vena

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grande le pulsaba en la frente, por debajo del borde desu sombrero. “Voy a matar a todos y a cada uno deellos, lo juro”.

“¡Así será!”, dijo David, y enderezó los hombros.“Sus días están contados, puedes estar seguro de eso”.

Kara parpadeó para despejar el vapor deldesinfectante de sus ojos. La situación era peor de loque había anticipado. “¿Qué vas a hacer con loscuerpos?”

Santo se movió incómodamente y vio hacia el piso.“Tenemos que enterrarlos juntos en nuestro sitiosagrado, fuera de la ciudad. Haremos una ceremonia…y enterraremos a nuestros muertos”.

Los otros Sensibles estaban intrigados observandocómo Thor presionaba su garra en el cuerpo de unamujer y esperaba. Después de un momento, agitó lacabeza y se sentó junto a ella, movió los labios y lascuerdas de baba gotearon sobre la cara de la mujer.

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Kara ladeó su cabeza para intentar conseguir una mejorvisión de lo que estaba haciendo. ¿Por qué estaba taninteresado en un mortal muerto?

“Santo, ¿qué hay de sus almas? ¿Se salvaron susalmas?”

Santo guardó silencio por un momento. “Hemosconfirmado que sus almas están muertas, los Seirs lossacrificaron y luego destruyeron sus almas”.

Kara había presenciado los brillantes cristalesminúsculos separándose de los cuerpos de los mortalesmuchas veces, la mayoría del tiempo ella u otro ángelestaba allí para recuperar la bola blanca brillante yponerla a salvo. A menos que se salvara el alma, elespíritu mortal moriría. La Legión había perdidomillares de ángeles en la batalla contra Asmodeus y susdemonios, y ahora no existían suficientes guardianesque cuidaran a los mortales. La situación era más queespantosa.

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“¿Y crees que los Seirs también mataron a susalmas?”, preguntó Kara. “Pero eso no tiene sentido, sonmortales. ¿Por qué iban los Seirs a interesarse en susalmas?”

Santo cerró sus ojos y frotó sus templos con supulgar. “Los seirs usan las almas mortales como pago,es parte del trato que han hecho con el inframundo.Ayudan a los demonios a permanecer en nuestro mundodándoles las almas, todo es parte de su plan paraconvertirse en demonios ellos mismos algún día”.

Kara clavó sus dedos en la pierna, esto tenía lafirma de Lilith por todos lados. De alguna manera, ellasabía que su hermanastra estaba involucrada, y teníaque ser detenida.

La joven lloraba mientras limpiaba el piso.Kara desvió la vista y cruzó los brazos

incómodamente. “No veo a ningún niño entre losmuertos, ¿había alguno?” Ella mordió su labio y suplicó

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por que los Seirs no hubieran dañado a los pequeños.Santo apretó su mandíbula y observó los cuerpos, su

voz temblaba cuando habló. “Creemos que se llevarona los niños”.

“¡Qué! ¿Por qué se llevaron los niños?” Kara seinclinó hacia adelante y buscó el rostro de Santo. Unolor a humedad llenó sus fosas nasales.

Santo se volvió para verla y rascó su cicatriz, suboca formaba una línea dura. “No sabemos, esto nuncahabía pasado antes. Nunca he oído que los Seirs selleven a los niños… por lo menos no niños Sensibles.Los ancianos están confundidos, no entendemos lo queestá pasando”.

Kara y David compartieron una mirada nerviosa.Volvió su atención a Santo. “Dijiste que se los

llevaron, lo que significa que siguen vivos, ¿no?,entonces todavía hay esperanza de que losencontraremos. Si están vivos, los encontraremos. La

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Legión te ayudará, estoy segura de ello. Vamos aencontrar a los niños”.

Kara colocó una mano en el brazo de Santo. Cuandoél no respondió nada, continuó: “Vamos a encontrar alos niños, te lo prometo. Los Seirs no pueden estarlejos, mi equipo y yo buscaremos en la ciudad y losrecuperaremos”.

“No es sólo en esta ciudad”, las gruesas cejas deSanto se unieron en un ceño fruncido. “Tenemosinformes de asesinatos y secuestros en todo el mundo,todos los niños están desapareciendo. Los han tomado yse han desvanecido, no sabemos cómo lo hicieron, ocómo fueron capaces de matar a tantos y escapar.Deben haber recibido ayuda del exterior”.

Kara tenía una idea de dónde había venido estaayuda. Inexpresiva, guardó su culpabilidad a un lado,ella no quería que Santo y los demás pudieran tener unaidea de lo que ella pensaba. Si estaba en lo correcto y

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Lilith estaba detrás de esto, eso significaba que Karaera parcialmente culpable, porque Lilith estababuscando venganza, y ella sabía cómo molestar a Kara.

Desviando sus ojos de los cadáveres, ella se hizouna promesa a sí misma. Encontraría a los niñosdesaparecidos y los traería de vuelta. Eran inocentes.Quién sabía qué cosas horribles les estarían haciendolos Seirs con ellos en este momento. Una cosa erasegura, tenía que encontrar a los niños antes de que losSeirs los mataran.

“Kara”. Los grandes ojos de Thor destellaban conurgencia. “Rápido, no tiene mucho tiempo”. Kara siguióal perro al cuerpo al que le había dedicado tantaatención antes, y David y Peter los siguieronrápidamente. Mechones de pelo negro estaban pegadosa la frente sudorosa de la mujer y su pecho se levantabay bajaba con esfuerzo. Su rostro estaba bañado ensangre y la profunda herida en su garganta burbujeaba

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silenciosamente. Parpadeo y abrió sus ojos observandoel techo con una mirada desenfocada, y luego vio aKara.

“E… eres… ¿Kara?”, musitó, haciendo una muecade dolor con cada palabra.

“¡Está viva! Tenemos que llevarla a un hospital…”Las palabras de Kara se quedaron atrapadas en su

garganta. La expresión de Thor era solemne, él movióla cabeza lentamente y bajó los ojos. Kara frunció elceño, se inclinó hacia adelante y tomó la mano de lamujer en la suya. Estaba muy fría, Kara la apretósuavemente. “Sí, soy Kara. ¿Qué puedo hacer paraayudarte?”

La boca de la mujer se movió, su labio inferiortemblaba, gimió y cerró los ojos. Abrió los ojosdespués de un momento y habló. “Tengo… un…mensaje”.

Kara miró hacia arriba y se topó con la mirada

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inquisitiva de Santo. Los otros Sensibles se reunieron asu alrededor.

“¿Cuál es el mensaje? ¿Quién te dio este mensaje?”Kara observaba la cara de la mujer, sus ojos sepusieron vidriosos y tosió sangre. Kara se estremeciócon el sonido que hacía al intentar aspirar aire en suspulmones, no estaba segura de que ella fuera a sercapaz de hablar.

“Ella está sufriendo… por favor, ¿no podemoshacer nada? Necesita a un médico”.

Kara sintió un pequeño apretón en su mano, la mujerabrió los ojos y habló con renovado vigor.

“A mi queridísima hermana, Kara”, dijo la mujercon una nueva voz, suave y en tono de burla. “Por ti, hedecidido tomar el mundo mortal y hacerlo mío y matar atodos estos desagradables humanos por los que tanto tepreocupas. Mi ejército de Seirs aniquilará a los ángelesy exterminará a los Sensitivos que se nos resistan.

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Todas las personas libres serán ejecutadas y yo tedoblegaré bajo mi mando a ti también. Tú sabes queestoy haciendo todo esto por ti, tú serás la culpable porla destrucción del mundo mortal, querida hermana. ¡Ta-dá!”

Un suave aliento escapó de la boca de la mujer. Susojos rodaron hacia atrás de su cabeza y su cuerpoquedó inerte.

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Acerca del Autor

Kim Richardson es la autora de la serieGUARDIANES DEL ALMA. Ella nació en un pequeñopueblo en el Norte de Quebec, Canadá, y estudióAnimación en 3D. Como Supervisora de Animaciónpara una compañía VFX, Kim trabajó en grandes filmsde Hollywood y se mantuvo en el campo de laanimación por 14 años. Desde entonces, se ha retiradodel mundo VFX para establecerse en la campiña, dondeescribe tiempo completo.

Para conocer más del autor, por favor visite:www.kimrichardsonbooks.comwww.facebook.com/KRAuthorPagehttp://twitter.com/Kim_Richardson_